Skip to main content

Full text of "Historia de la piratería malayo-mahometana en Mindanao, Joló y Borneo"

See other formats


Printed  is  Ssalr» 


HISTORIA  DE  LA  PIRATERÍA 

-MALAYO-MAHOMETANA 
EN 

MINDANAO 

JOLÓ  Y  BORNEO 

POR 

D.  JOSÉ 'montero  y  VIDAL 


COMPRENDE 

i^HSüE    EL    DESCUBRIMIENTO    DE    DICHAS    ISLAS 

HASTA    JUNIO    DE    1888 


TOMO    I 


MADRID 

IMPRENTA    Y    FUNDICIÓN    DE    MANUEL   TKLLü 

IMPRESOR    DB    CÁMARA   DE    S.    M. 

Don  Evaristo,  8 

i888 


HISTORIA  DE  LA  PIRATERÍA 

MALAYO-MAHOMETANA 

EN 

MINDANAO,   JOLÓ   Y  BORNEO 


OBRAS  DE  D,  JOSÉ  MONTERO  Y  VIDAL. 


HISTORIA  DE  LA  PIRATERÍA 

MALAYO-MAHOMETANA 

EN   MINDANAO,   JOLÓ    Y   BORNEO. 

Comprende  desde  el  descubrimiento  de  dichas  islas  hasta  Junio  de  1888. 

Dos  tomos  de  XX  páginas  de  prólogo,  751  de  texto  y  132  de  apéndi- 
ces é  índice,  elegantemente  impresos. — Precio:  20  pesetas  en  Europa, 
22  en  América  y  25  en  Filipinas,  franco  de  porte. 


EL  ARCHIPIÉLAGO  FILIPINO 

Y  LAS  ISLAS  MARIANAS,  CAROLINAS  Y  PALAOS. 

(geografía  y  estadística.) 

Ob7'a  ilustrada  con  dos  mapas. 

(Premiada  con  medalla  de  oro  en  la  Exposición  general  de  Filipinas). 
— Un  tomo  en  4.°,  de  XVI-512  páginas. — Precio:  en  España,  10  pese- 
tas; en  las  Antillas  y  el  extranjero,  12;  en  Filipinas,  15,  franco  de  porte. 


HISTORIA  GENERAL  DE   FILIPINAS 

DESDE  EL  DESCUBRIMIENTO  DE  DICHAS  ISLAS  HASTA  NUESTROS  DÍAS. 

(Premiada  con  medalla  de  oro  en  la  Exposición  general  de  Filipinas). 
— Tomo  I,  de  XVl-666  páginas. — Precio:  15  pesetas  en  España,  16 
en  las  Antillas  y  el  extranjero  y  20  en  Filipinas,  franco  de  porte. 


Cuentos  filipinos. — Primera  edición,  1876.  Segunda  idem,  I883. 
— Un  tomo  de  321  páginas  en  8.° — Precio:  3  pesetas  en  Madrid  y  3,50 
en  provincias.  (Premiada  con  medalla  de  oro  en  la  Exposición  general 
de  Filipinas.) 

La  Bolsa,  el  Comercio  y  las  Sociedades  mercantiles. 
— Cuarta  edición,  corregida  y  notablemente  aumentada.  Un  tomo  de 
XVl-262  páginas  en  4.° — Precio:  En  Madrid,  5  pesetas  en  rústica;  en 
provincias,  5,50  id.  id.;  extranjero,  6  id.  id.;  Ultramar,  12,50  id.  id., 
franco  de  porte. 

Encuadernados  á  la  bradell,  50  céntimos  de  peseta  más. 

Novelas. — (Agotado.) 

El  cólera  en  1885. — Un  tomo  de  144  páginas  en  8.° — Precio: 
2  pesetas  en  toda  España;  Ultramar  y  extranjero,  3  pesetas. 

Estas  obras  se  hallan  de  venta  en  las  principales  librerías,  y  en  la 
Administración,  calle  del  Sordo,  4. 

Los  pedidos  directos,  si  se  acompaña  su  importe  en  letras  de  fácil 
cobro,  serán  servidos  á  correo  vuelto. 


PRÓXIMA    Á    PUBLICARSE. 

HISTORIA  GENERAL  DE  FILIPINAS. 

Tomo  II. 


HISTORIA  DE  LA  PIRATERÍA 

MALAYO-MAHOMETANA 

EN 

MINDANAO 

JOLÓ  Y  BORNEO 


POR 

/ 

D. 

JOSÉ 

MONTERO 

Y  VIDAL 

COMPRENDE 

DESDE 

EL    DESCUBRIMIENTO    DE    DICHAS 

ISLAS 

HASTA    JUNIO    DE    I 

:888 

TOMO    I 

MADRID 

IMPRENTA    Y    FUNDICIÓN    DE    MANUEL  TELLO 

IMPRESOR    DE    CÁMARA    DE    S.    M. 

Don  Evaristo,  8 
1888 


Es  propiedad  del  autor 

(Derechos  reservados.) 


ADVERTENCIA. 

En  vista  de  la  mucha  extensión  de  esta  obra,  la  hemos 
dividido  en  dos  tomos  para  su  más  fácil  manejo,  sin  alte- 
rar la  numeración.  El  índice  de  este  volumen  se  halla  al 
final  de  la  obra. 

El  tomo  segundo  comenzará,  pues,  en  el  capítulo  XXX. 


^ 


3: 


en 


f] 


PRÓLOGO. 


^       La  historia  de  las  vandálicas  correrías,  de  las 
^  depredaciones  terribles,  de  los  cruentos  asesi- 
natos y  horrorosos  cautiverios  realizados  por  los 
piratas  malayo-mahometanos  de  Mindanao,  Joló 
y  Borneo,  está  escrita  con  sangre  en  miles  de 
pueblos  del  Archipiélago  filipino. 
^        Más  de  tres  siglos  hace  que  la  barbarie  y  la 
^g  civilización,  la  media  luna  y  la  cruz,  los  porta- 
estandartes de  la  esclavitud  y  los  redentores  de 
esclavos,  vienen  sosteniendo  allí  tremenda  ba- 
talla. 

El  Dios  de  la  guerra  ha  establecido  sus  reales 
en  aquellas  hermosas  playas,  cuya  arena  brilla  á 
los  rayos  del  sol  con  los  reflejos  rojos  que  le 
presta  la  sangre  derramada  en  cien  combates. 
Aún  resuenan  en  el  espacio  los  ayes  de  los  ven- 
cidos mezclados  con  el  grito  de  victoria  de  los 
vencedores;  aún  el  rastro  de  las  llamas  presen- 
ta convertido  en  cenizas  el  caserío  de  muchos 


VI  HISTORIA   DE    LA   PIRATERÍA 

pueblos;  las  mieses  devastadas;  el  secular  bos- 
que talado,  las  cottas  (fortalezas)  destruidas,  los 
cañones  clavados,  trozos  de  embarcaciones  flo- 
tando en  los  mares  y  ríos  y  la  soledad  que  rei- 
na en  puntos  donde  antes  hubo  habitantes,  de- 
muestran que  el  asolador  azote  de  la  guerra 
castiga  aquellos  territorios,  formando  sus  estra- 
gos notable  contraste  con  la  espléndida  hermo- 
sura de  la  naturaleza,  la  limpidez  del  cielo,  la 
exuberancia  de  vegetación  y  el  fuego  de  un  sol 
tropical  que  convida  á  la  existencia.  Hoy  la  dis- 
cordia agita  el  corazón  de  joioanos  y  mindanaos 
y  aparece  mermada  su  antigua  preponderancia; 
pero  aún  luchan  con  furor  salvaje  por  la  inde- 
pendencia, sinónima  en  ellos  de  la  anarquía  más 
completa,  del  mantenimiento  de  la  esclavitud, 
del  absolutismo  más  cruel,  de  la  guerra,  las  pi- 
raterías y  el  exterminio.  España  no  ha  podido 
cumplir  todavía  en  ]oló  y  Mindanao  la  misión 
civilizadora  que  ha  realizado  en  el  resto  del 
Archipiélago  filipino.  Sus  esfuerzos,  sus  sacri- 
ficios han  sido  estériles,  ora  empleara  las  armas, 
ora  transigiera  celebrando  convenios  y  pactos 
que  una  y  otra  vez  ha  visto  rotos  con  sin  igual 
descaro. 

La  pertinacia,  el  tesón  y  la  rebeldía  de  los 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO — PRÓLOGO  VII 

malayo-mahometanos,  ha  sobrepujado  á  todos 
los  esfuerzos  y  ha  hecho  ineficaces  toda  clase  de 
medios. 

Ni  la  derrota  les  doblega,  ni  el  infortunio  les 
ábate,  ni  la  victoria  les  satisface.  La  guerra  es 
su  elemento;  la  piratería  su  única  ocupación;  la 
esclavitud  su  riqueza.  Pelean  por  hacer  cautivos: 
los  cautivos  labran  los  campos;  reman  en   sus 
embarcaciones;  les  proveen  de  perlas,   á  costa 
las  más  veces  de  su  vida,  aumentan  su  poder  é 
influencia  en  proporción  á  su  número,  y  son  en 
todo  tiempo  mercancía  de  segura  salida,  y  por 
esto  jamás  han  dejado  de  piratear.  Los  moro- 
malayos   no  reconocen   beneficio  ni   perdonan 
agravio:  son  crueles,  vengativos,  arteros,  ale- 
ves, traidores  y  falaces.  Cuantas  veces,  obli- 
gados por  la  fuerza  de  las  armas,  han  suscri- 
to un  pacto,  otras  tantas  han  faltado  á  él,  bur- 
lando la  buena  fe  del  vencedor.  Las  islas  en 
que  ellos  habitan  constituyeron  desde  el  prin- 
cipio una  excepción  en  la  admirable  empresa 
que  dio  por  resultado  la  incorporación  á  España 
del  vasto  Archipiélago  descubierto  por  Maga- 
llanes. Pudo  á  su  muerte  el  insigne  Legazpi  de- 
jar bajo  el  dominio  de  España  la  gran  isla  de 
Luzón  con  sus  adyacentes  y  las  importantes  is- 


VIH  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

las  de  Visayas;  mas  no  las  del  extremo  Sur  del 
Archipiélago,  pobladas  por  esa  raza  batalladora 
y  fanática,  hábil  en  el  manejo  de  las  armas  y 
habituada  al  robo  y  la  piratería.  La  religión  de 
Mahoma,  extendida  entre  sus  habitantes,  hacía 
imposible  el  fácil  triunfo  obtenido  por  los  mi- 
sioneros sobre  los  indígenas  de  las  demás  del 
Archipiélago,  cuyos  moradores  eran  idólatras, 
sin  creencias  arraigadas,  ó  vivían  en  el  más  ab- 
soluto indiferentismo  religioso. 

Ya  en  1569  uno  de  los  valientes  capitanes 
que  acompañaron  en  su  expedición  al  gran  Le- 
gazpi,  el  maestre  de  campo  Martín  de  Goiti, 
sostuvo  un  porfiado  combate  en  aguas  de  Cebú 
contra  una  escuadrilla  de  piratas  de  Borneo  y 
de  Joló:  desde  tan  remota  fecha  apenas  ha  trans- 
currido año  sin  que  la  marina  y  el  ejército  his- 
pano—filipino hayan  dejado  de  medir  sus  armas 
con  los  malayo-mahometanos. 

Esta  continua  lucha  ha  sido  origen  de  una 
brillante  serie  de  hazañas,  dignas  de  la  época 
legendaria  de  los  antiguos  estados  de  Grecia  y 
Roma. 

La  marina  y  el  ejército  han  enriquecido  la 
historia  patria  con  páginas  de  gloria  que,  una 
vez  conocidas,  han  de  servir  de  admiración  á  las 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO — PRÓLOGO  IX 

edades  futuras  y  de  estímulo  á  la  generación 
presente,  librando  al  país  del  ominoso  yugo  sa- 
rraceno (0. 

Los  nombres  de  Sande,  García  Guerrero, 
Gallinato,  Travelo,  Lugo,  Olaso,  Chaves,  Hur- 
tado de  Corcuera,  González  (Nicolás),  Cáceres, 
Almonte,  Fr.  Pedro  de  San  Agustín  (Padre  Ca- 
pitán), Atienza,  Cepeda,  Guzmán,  Ugalde,  Te- 
norio, P.  Alejandro  López,  Esteybar,  Amorrea, 
Sundilum  (indio),  Villarreal,  Cienfuegos,  Padre 
Santo  Tomás  de  Villanueva,  Fr.  Antonio  de 
Santa  Ana,  Muñiz,  P.  Ducós,  Figueroa,  Afria- 
no,  Gaztambide,  Español,  Gómez  (José),  Mor- 
gado.  Halcón,  Oyanguren,  Clavería,  Urbiston- 
do,  Bernáldez,  Coballes,  Ochoteco,  P.  Ibáñez, 
Bibiano ,  Montero  Gay,  Bolaño,  Malcampo, 
Madrazo,  Carlos  Roca,  Méndez-Núñez,  Ferra- 
ter,  Pedriñán,  Mora,  Fernández  Bremón,  Seri- 
ñá,  Guichot,  Arólas  y  tantos  otros  preclaros 
servidores  de  la  patria,  que  han  mantenido  incó- 
lume el  honor  de  la  bandera  española  en  las  le- 
janas comarcas  de  Oceanía,  tiempo  es  ya  de  que 
figuren  en  el  libro  de  oro  de  la  historia  nacional. 


(i)  «Sin  los  cañones  de  la  marina  española,  las  Filipinas  obedece- 
rían hoy  á  los  malayo-mahometanos  de  Joló  y  de  Mindanao.»  —  (Doc- 
tor J.  Montano:  Voyage  aux  Pkilippines,  1 879-81.) 


X  HISTORIA    DE   LA   PIRATERÍA 

Si  el  acierto  político  en  los  gobernadores  de 
Filipinas;  si  los  recursos  del  Erario  y  el  estado 
social  del  país,  hubieran  guardado  armonía  con 
el  valor  de  marinos  y  soldados,  seguramente  hoy 
ondearía  la  bandera  española  en  el  Norte  de 
Borneo,  y  ni  en  Joló  ni  en  Mindanao  hubiese 
sido  necesario  el  empleo  de  las  armas  en  los 
momentos  actuales. 

La  falta  de  un  plan  racional  y  constante  y  el 
empeño  de  convertir  al  catolicismo  á  gentes 
tan  apegadas  á  sus  creencias  como  los  sectarios 
de  Mahoma,  además  de  las  causas  antes  apun- 
tadas, han  mantenido  una  situación  por  todo 
extremo  violenta  para  Filipinas,  consumiendo 
vidas,  tesoros  y  tiempo,  que,  invertidos  en  me- 
jor empleo,  hubieran  transformado  la  faz  de 
aquel  magnífico  país. 

España  ha  prodigado  la  sangre  de  sus  hijos  y 
los  recursos  de  su  Erario  en  someter,  en  civili- 
zar, en  reprimir  la  furia  insana  de  aquella  raza 
bárbara  y  sanguinaria,  baldón  de  la  humanidad 
y  verdugo  de  sus  semejantes;  ha  luchado  duran- 
te tres  siglos  por  tan  altos  ideales  y  en  defensa 
de  sus  subditos,  reducidos  por  los  moro-malayos 
á  penosa  esclavitud;  ha  combatido  para  hacer 
respetar  su  soberanía,  cien  veces  reconocida  y 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO — PROLOGO  XI 

otras  tantas  traicionada;  y,  sin  embargo,  trata- 
ron de  disputar  á  España  sus  derechos  y  de  en- 
señorearse de  aquellas  islas  Holanda,  Francia  é 
Inglaterra,  atreviéndose  recientemente  esta  úl- 
tima potencia  y  Alemania  á  negar  la  soberanía 
de  España  sobre  Borneo  y  Joló. 

De  aquí  surgieron  graves  complicaciones  di- 
plomáticas que  han  tenido  por  triste  desenlace 
la  explícita  renuncia  de  España  á  sus  derechos 
sobre  la  parte  N.  de  Borneo,  y  el  ajuste  de  un 
Protocolo  que  ha  entregado  Joló  á  la  especula- 
ción, amplia  y  sin  cortapisas,  del  comercio  ex- 
tranjero, menoscabando  la  soberanía  de  la  na- 
ción sobre  este  Archipiélago. 

Cuando  aún  hace  pocos  años  los  dignos  here- 
deros de  Gonzalo  de  Córdoba  y  de  Cisneros,  de 
Gravina  y  de  Churruca,  se  batían  heroicamente 
alcanzando  señalados  triunfos,  como  los  prime- 
ros conquistadores  de  las  islas,  sobre  los  piratas 
malayo-mahometanos,  nuestros  gobernantes  y 
nuestros  diplomáticos  desconocían  los  derechos 
de  España  en  aquella  porción  de  sus  dominios, 
hacían  concesiones  inconcebibles  y  dejaban  per- 
der, por  negligencia,  por  abandono,  por  igno- 
rancia, parte  del  territorio  nacional  ganado  á 
costa  de  tanta  vida  generosa  sacrificada  en  aras 


XII  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

de  la  patria,  y  con  los  recursos  de  una  parte 
considerabilísima  del  Tesoro  público. 

Nosotros  aspiramos  á  que  tantos  y  tan  altos 
hechos  como  avaloran  la  historia  de  la  titánica 
lucha  entre  nuestras  fuerzas  de  mar  y  tierra  y 
los  malayo-mahometanos,  no  queden  condena- 
dos al  olvido:  queremos  que  los  Gobiernos  y  el 
país  salgan  de  la  indiferencia  con  que  han  mira- 
do siempre  nuestro  soberbio  imperio  de  Ocea- 
nía,  y  quisiéramos  que  el  relato  circunstanciado 
y  la  crítica,  aunque  severa,  imparcial  y  razona- 
da de  los  errores  cometidos  y  de  las  desdichadas 
negociaciones  habidas,  sirva  de  enseñanza  para 
lo  futuro  en  evitación  de  análogos  males.  Por 
esto  señalamos  la  parte  de  responsabilidad  que 
á  cada  cual  alcanza,  que  si  es  misión  de  la  His- 
toria enaltecer  al  que  sobresale  consignando  en 
sus  eternas  páginas  los  hechos  y  acciones  meri- 
torias de  su  vida,  justo  es  también  condenar  á 
la  reprobación  de  los  contemporáneos  y  de  las 
generaciones  venideras  al  que  compromete  los 
altos  intereses  de  la  patria,  siquiera  sea  por  ne- 
gligencias ó  debilidades,  inexcusables  en  hom- 
bres de  gobierno. 

Profusa  y  detallada  en  demasía  ha  de  parecer 
á  muchos  en  nuestra  obra  la  repetición  de  ex- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO — PROLOGO         XlII 

pediciones  militares  y  combates  por  mar  y  tie- 
rra; pero  diremos  con  un  ilustre  publicista: 

«Harto  sensible  es  para  un  historiador  el  tro- 
pezar con  siglos  enteros  en  que  los  hombres 
apenas  se  ocupaban  de  otra  cosa  que  de  pelear. 
Lectores  y  autores  tienen  que  sufrir  esa  mono- 
tonía desconsoladora,  si  no  han  de  pasarse  en 
claro  largos  períodos  (O.» 

Conveniente  es  de  todo  punto  que  se  conozca 
cuanto  España  ha  realizado  en  Mindanao,  Joló 
y  Borneo,  para  que  se  comprenda  hasta  qué  ex- 
tremo es  indiscutible  su  derecho  á  aquellos  te- 
rritorios, y  lo  desacertadamente  que  se  ha  pro- 
cedido cediendo  á  exigencias  de  naciones  que 
allí  nada  tenían  que  ver,  ni  título  ninguno  que 
ostentar  en  frente  de  los  legítimos  de  España. 

No  faltan  publicistas,  así  en  lo  antiguo  como 
en  lo  moderno,  que  se  hayan  ocupado,  con  más 
ó  menos  extensión  y  brillantez,  de  las  islas  á 
que  se  refiere  nuestra  obra;  pero  sin  desconocer 
el  mérito  de  determinadas  publicaciones,  es  lo 
cierto  que,  ya  porque  sólo  alcanzan  á  una  época 
corta,  como  la  magnífica  Historia  del  P.  Com- 
bes, dada  á  luz  en  1667,  ya  porque  sólo  relaten 

(i)      D.    Modesto  Lafuente:  Historia  general  de  España.   Prólogo, 
pág.  28. 


XIV  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

con  la  debida  extensión  un  periodo  concreto, 
como  la  notable  obra  de  Bernáldez  (1857),  con- 
tienen lagunas  inmensas,  no  tratan  los  asuntos 
con  la  conveniente  amplitud  y  carecen  del  en- 
lace y  la  ilación  oportuna  para  el  completo  co- 
nocimiento de  los  hechos. 

Ninguno  de  los  libros  relativos  á  Mindanao  y 
Joló  se  ocupa  de  las  graves  cuestiones  internacio- 
nales á  que  antes  hemos  aludido,  principalmente 
provocadas  por  la  codicia  de  Inglaterra  y  el  afán 
de  colonias  que  en  estos  últimos  tiempos  se  ha 
desarrollado  en  Alemania,  obediente  á  la  polí- 
tica que  para  su  engrandecimiento  material  le 
traza  el  ilustre  estadista  que  dirige  sus  destinos. 
Estos  asuntos,  tratados  con  amplitud  en  nuestra 
Historia,  merecen  atento  y  detenido  estudio, 
porque  de  él  se  desprenden  enseñanzas  que  es 
bueno  tener  en  cuenta  para  que  en  lo  futuro  no 
se  repitan  las  tristes  consecuencias  que  han  pro- 
ducido hasta  el  presente. 

Por  las  particularidades  someramente  apun- 
tadas, podemos  afirmar  sin  pretensión,  pues  tal 
idea  no  cabe  en  nosotros  ni  sería  pertinente,  que 
nuestra  obra  es  hoy  la  más  completa  y  funda- 
mental para  el  conocimiento  de  la  geografía,  de 
la  estadística,  de  la  etnografía  y  de  la  historia 


EN  MINDANAO,  JOLÓ  Y  BOKNEO — PKÓLOGO     XV 

política,  administrativa,  diplomática,  religiosa, 
militar  y  natural  de  las  importantes  islas  de  Min- 
danao,  Joló,  Borneo,  la  Paragua  y  sus  adyacen- 
tes; la  que  más  detalladamente  relata  las  gue- 
rras, expediciones  y  convenios  habidos  entre  Es- 
paña y  los  Sultanes  moro— malayos  de  aquellos 
territorios;  la  que  más  se  ocupa  de  los  comple- 
jos problemas  político-sociales  que  tales  asun- 
tos han  ocasionado  en  Filipinas;  la  que  por  ex- 
tenso refiere  las  negociaciones  diplomáticas  y 
Protocolos  entre  España  y  varias  potencias  ex- 
tranjeras; la  que  da  á  conocerlos  sucesos  de  ca- 
rácter político  relacionados  con  el  imprudente 
nombramiento  del  Sultán  Harun,  que  han  crea- 
do en  Joló  una  situación  de  fuerza  de  funestas 
consecuencias  para  nuestra  dominación  en  el 
Archipiélago,  á  pesar  de  las  brillantes  victorias 
del  bravo  brigadier  Arólas,  que  hoy  gobierna  la 
región  ocupada  por  España;  es  nuestra  obra,  en 
resumen,  la  única  que  da  cuenta  de  la  innecesa- 
ria, ruinosa  y  deslucida  campaña  de  Mindanao 
del  general  Terrero,  inocentemente  aplaudida 
por  el  Gobierno  y  reprobada  con  unanimidad  ab- 
soluta por  cuantos  conocen  la  situación,  las  ne- 
cesidades, los  intereses  del  Archipiélago  filipino 
y  la  política  que  debe  practicarse  en  aquel  país. 


XVI  HISTORIA    DE   LA   PIRATERÍA 

Para  la  redacción  de  nuestra  obra,  aparte  del 
conocimiento  práctico  de  la  localidad,  hemos 
consultado  cuantas  publicaciones  existen  rela- 
tivas á  la  materia,  y  multitud  de  documentos 
inéditos,  comunicaciones  oficiales,  datos  reser- 
vados y  antecedentes  varios  que  no  pudieron  ser 
conocidos  ni  tomados  en  cuenta  por  los  que  han 
escrito  acerca  de  nuestras  posesiones  oceánicas 
ni  cabían  en  sus  escritos,  y  que  son  de  todo 
punto  indispensables  en  una  Historia  general. 
Complementan  nuestra  obra  numerosos  Apéndi- 
ces, en  que  figuran  copia  textual  de  los  docu- 
mentos diplomáticos,  tratados,  capitulaciones, 
cartas  de  reyes  de  España  y  de  sultanes  y  prín- 
cipes de  Joló,  Mindanao  y  Tamontaca,  testimo- 
nios, bandos,  informes,  actas,  Protocolos,  etc., 
etc.,  que  se  relacionan  con  el  texto. 

Necesario  es  que  los  españoles  sepamos  apre- 
ciar, tanto  por  lo  menos  como  los  extranjeros, 
la  joya  valiosísima,  el  imperio  poderoso  que  po- 
seemos en  Filipinas. 

«Pocos  países  del  mundo,  dice  un  escritor 
alemán,  son  peor  conocidos  y  menos  visitados 
que  las  islas  Filipinas;  y,  sin  embargo,  ninguno 
más  ameno  de  recorrer  que  aquel  Archipiélago, 
tan  pródigamente  dotado  por  la  naturaleza,  que 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO — PRÓLOGO        XVII 

apenas  en  otro  alguno  puede  hallarse  igual  te- 
soro de  objetos  desconocidos  (0.» 

«De  todas  las  colonias  fundadas  por  europeos 
en  lejanas  regiones,  las  Filipinas  eran  quizá  las 
menos  conocidas;  y,  sin  embargo,  ¿qué  país  me- 
recería serlo  más?  La  extensión  de  este  Archi- 
piélago, su  numerosa  población,  la  dulzura  de 
su  clima,  la  prodigiosa  fertilidad  de  su  suelo, 
sus  inagotables  riquezas  naturales,  el  carácter 
industrioso  de  los  indígenas,  todo  contribuye  á 
darle  una  importancia  muy  especial. 

»Mindanao  es  inmensamente  rico  en  pro- 
ducciones de  todas  clases,  y  sobre  todo  en  ma- 
deras (2).» 

Por  nuestra  parte,  hemos  consagrado  todos 
nuestros  esfuerzos  y  desvelos  á  divulgar  en  Es- 
paña el  conocimiento  de  nuestras  posesiones  de 
Oceanía,  para  que  conociéndolas  puedan  ser  es- 
timadas en  su  justo  valer,  deseosos  de  desper- 
tar á  la  opinión  de  su  letargo  é  interesarla  en 
favor  de  aquel  país,  que  bien  pudiera  ser  en  lo 
porvenir  la  salvación  de  la  Península. 


(1)  Dr.  J.  Jagor:  Rdsen  in  den  Philippmen.  Berlín,  1873. 

(2)  Les  J  hilifpmes,  histoire,  géographie,  vicetirs,  agriculture,  lndus~ 
trie  et  continerce  des  colonies  espagnoles  aans  V  Océanie,  par  J.  Mallat. 
París,  1846. 


XVIII  HISTORIA   DE    LA   PIRATERÍA 

Pero  luchamos,  desgraciadamente,  con  lo  poco 
que  aquí  se  lee  y  con  la  apatía  de  los  Gobiernos 
en  asuntos  de  tanta  transcendencia  para  la  na- 
ción. Nuestras  obras,  conocidísimas  en  Alema- 
nia, Holanda,  Francia,  Inglaterra  y  Portugal  (O, 
han  obtenido  en  España  escaso  éxito,  sin  em- 
bargo de  que  la  prensa  las  ha  juzgado  muy  li- 
sonjeramente para  nosotros.  Aquí  las  personas 

(i)  Las  principales  Revistas  científicas  del  extranjero,  especialmen- 
te las  históricas,  geográficas  y  coloniales,  han  consagrado  á  nuestras 
obras  referentes  á  Filipinas  los  más  lisonjeros  juicios  críticos,  como 
puede  comprobarse  repasando  sus  colecciones  de  1886  y  1887. 

El  sabio  profesor  alemán  F.  Blumentritt  nos  decia,  en  carta  fechada 
en  Leitmeritz  (Austria)  el  10  de  Agosto  de  1886,  lo  que  sigue:  «Es- 
pero con  impaciencia  la  publicación  de  sus  nuevas  obras,  que  sin  duda 
hallarán  el  mismo  aplauso  que  las  anteriores;  especialmente  en  los  paí- 
ses alemanes  tiene  V.  muchos  admiradores 

»Yo  quiero  traducir  algunos  capítulos  de  su  obra  para  llamarla  aten- 
ción de  los  apasionados  de  geografía  sobre  su  precioso  trabajo:  no  dudo 
que  V.  me  lo  permita.» 

En  20  de  Abril  de  1887,  hablándonos  de  la  Sociedad  Kotiinklijk 
Insiiíuut  voor  de  Faal-  Land  en  Volkenkunde  van  Nederlandsch  Indie 
(Real  Instituto  para  la  literatura,  etnografía  y  geografía  de  las  Indias 
liolandesas),  nos  decía:  «Llamóle  su  atención  acerca  de  la  sobredicha 
Sociedad  holandesa,  que  es  una  reunión  de  verdaderos  sabios.  Usted 
puede  contar  la  satisfacción  de  que  esta  Sociedad  tuvo  la  idea  de  pu- 
blicar una  edición  holandesa  de  su  geografía  de  Filipinas:  sólo  las  pre- 
tensiones del  Sr.  Brill  (librero  editor)  efectuaron  que  hasta  ahora  nada 
se  hizo.» 

Varios  eminentes  publicistas  alemanes,  holandeses  y  franceses  nos 
han  honrado  también  con  cartas  en  que  se  revela  la  atención  que  con- 
sagran á  los  trabajos  relativos  á  nuestras  posesiones  de  Oceanía,  con- 
trastando este  interés  con  el  poco  aprecio  que  en  España  se  dedica  á 
tales  asuntos. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO — PRÓLOGO  XIX 

acaudaladas  no  compran  libros;  los  políticos  ni 
los  compran  ni  los  leen,  aunque  se  los  regalen 
(salvo  honrosas  excepciones),  y  los  hombres  de 
letras  cuentan  con  que  el  autor  ha  de  acordarse 
de  ellos  para  ofrecerles  un  ejemplar.  Dicho  se 
está  que  con  este  sistema  es  muy  difícil  que  una 
obra  pueda  influir  gran  cosa  en  la  opinión  del 
país,  y  más  difícil  aún  que  resarza  al  autor,   no 
ya  de  su  trabajo  intelectual,  pero  ni  siquiera  de 
los  gastos  que  ocasiona.  Los  Gobiernos,  que  de- 
bieran proteger,  además  de  las  letras  en  gene- 
ral, puesto  que  el  país  aún  no  está  en  condicio- 
nes de  hacerlo,  todas  aquellas  publicaciones  que 
por  su  índole  se  comprende  que  carecen  de  su- 
ficiente público,  y  con  especialidad  las  que  tien- 
den á  crear  opinión  en  favor  de  una  política 
colonial  que  tan  conveniente  y  provechosa  es 
en  un  país  dueño  aún  de  colonias  importantísi- 
mas, lejos  de  esto,  desdeñan  muy  mucho  el  ocu- 
parse del  asunto.  Los  Ministerios  más  directa- 
mente llamados  á  auxiliar  esta  clase  de  publi- 
caciones tampoco  lo  hacen,   no  porque   en  la 
legislación  deje  de  estar  previsto  el  caso,  sino 
porque  en  España  todo  se  falsea  y  desnatura- 
liza, y  esa  protección  se  concede  únicamente  al 
favoritismo  y  la  influencia. 


XX  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Esto  no  obstante,  hoy  reincidimos  en  la  pu- 
blicación de  una  nueva  obra,  influidos  por  el 
anhelo,  superior  en  nosotros  á  los  desengaños 
experimentados,  de  que  la  opinión  se  pronuncie 
en  favor  de  Filipinas;  pero  séanos  permitido 
lamentarnos  de  haber  empleado  algunos  años  de 
nuestra  vida  en  escribir  estas  obras  y  de  haber 
invertido  en  ellas  un  pequeño  capital,  para  no 
obtener  provecho  moral  ni  material  alguno,  te- 
niendo que  contentarnos  con  el  efímero  y  pro- 
blemático consuelo  de  que  en  lo  porvenir  se 
aprecie  mejor  nuestro  buen  deseo  y  sirva  de  algo 
el  grano  de  arena  que  hemos  allegado  á  la  obra, 
por  tantos  títulos  nobilísima,  de  unir  á  España 
y  Filipinas  en  más  íntima  comunidad  de  miras, 
en  bien  del  progreso,  de  la  felicidad  y  del  es- 
plendor de  aquella  hermosa  tierra,  cuyo  descu  - 
brimiento  y  conquista  revela  el  genio  de  la  Es- 
paña de  los  siglos  XV  y  xvi. 


ISLA  DE  MINDANAO  (0. 


Esta  espléndida  isla,  la  mayor  de  Filipinas  después 
de  Luzón,  y  la  primera  entre  todas  las  del  Archipiéla- 
go por  su  magnífica  posición  geográfica,  hállase  entre 
los  5°  36'  y  <f  40'  de  latitud  Norte,  y  los  I25°  3o'  y 
i3o°  de  longitud  Oriental  del  Meridiano  de  Madrid. 
Báñanla  por  el  E.  las  aguas  del  Océano  Pacifico;  tiene 
por  el  Norte  las  islas  Visayas;  por  el  O.,  el  mar  de  Min- 
doro  y  la  Paragua,  Balabac  y  Borneo;  y  por  el  S.,  el 
mar  de  Célebes. 

Mindanao  mide,  según  el  mapa  de  Coello,  formado 
por  los  trabajos  de  Morata,  unas  2.791  leguas  cuadra- 
das, y  con  arreglo  al  del  Depósito  Hidrográfico,  ascien- 
de su  área  á  2.912. 

El  Anuario  Estadístico  de  i858,  le  asigna  una  longi- 
tud, de  N.  á  S.,  de  447  kilómetros,  y  de  483  de  E.  á  O., 
y  de  superficie  84.730  kilómetros  cuadrados,  ú  87.680 
con  las  varias  isletas  que  de  Mindanao  dependen. 

El  Sr.  Montero  Gay,  refiriéndose  á  mediciones  he- 
chas con  arreglo  á  las  últimas  determinaciones  geográ- 
ficas, afirma  que  la  superficie  total  de  la  isla  es  de  95.200 
kilómetros  cuadrados. 


(1)     De  Magin-danao,  palabras  malayas,  que  significan:  Magin,  con- 
tracción min,  país,  y  danao,  laguna. 

I 


2  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

Los  PP.  Buceta  y  Bravo,  en  su  Diccionario  Geográ- 
fico, calculan  la  extensión  superficial  de  Mindanao  en 
3.200  leguas  cuadradas  (unos  99.460  kilómetros  cua- 
drados), mas  puede  asegurarse  que  excede  de  100.000. 

Su  figura  es  irregular,  semejándose  á  un  triángulo 
casi  isósceles,  y  el  aspecto  de  la  isla  bastante  agreste. 

Mindanao  forma  parte  de  la  serie  de  islas  volcánicas 
que  se  extienden  desde  las  Curiles  y  forman  el  Japón, 
las  Filipinas  y  las  Molucas,  hasta  Nueva  Guinea,  sien- 
do para  lo  futuro  un  punto  importantísimo  de  natural 
enlace  entre  Australia  y  China. 

TEMPERATURA. 

A  pesar  de  hallarse  tan  cerca  del  Ecuador,  la  tempe- 
ratura de  Mindanao  es  muy  suave.  El  termómetro,  ala 
sombra,  señala  de  18  á  25  grados  de  Reaumur,  por  re- 
gla general;  los  vientos  procedentes  del  mar  son  en 
ocasiones  excesivamente  cálidos,  y  producen  laxitud  y 
sofocación;  los  de  tierra,  por  el  contrario,  son  frescos  y 
refrigerantes.  Éstos  dominan  casi  siempre,  asi  como  en 
Borneo. 

Las  lluvias  son  frecuentes  y  copiosas  en  toda  la  isla, 
aumentando  por  los  meses  de  Octubre  y  Noviembre. 

En  la  cuenca  del  río  Agusan  apenas  cesan  desde  Di- 
ciembre á  Febrero.  En  Linao,  punto  al  NE.,  ha  llega- 
do á  tres  metros  el  agua  caída  en  un  año  (1),  y  las  inun- 

(1)  Según  las  observaciones  hechas  el  año  de  1865  por  el  P.  Juan 
Ruiz,  las  cantidades  de  agua  pluvial  caida  durante  él,  fué:  Enero,  46,08; 
Febrero,  6,59;  Marzo,  5,02;  Abril,  13,31;  Mayo,  6,8o;  Junio,  4,27;  Ju- 
lio, 4,46;  Agosto,  13,10;  Septiembre,  6,24;  Octubre,  7,23;  Noviembre, 
12,41;  Diciembre,  l6,20. 

La  cantidad  de  agua  pluvial  en  las  cuatro  estaciones,  ascendió  á  826 
líneas  en  invierno;  302  en  primavera;  265  en  verano,  y  312  en  otoño. 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  3 

daciones  suben  hasta  el  piso  de  las  viviendas  de  los 
indígenas,  y  duran  á  veces  veinticinco  ó  treinta  días, 
por  cuya  causa  no  se  dedican  á  la  cría  de  ninguna  clase 
de  animales.  Los  cadáveres  de  los  que  sucumben  en  la 
inundación  aparecen  después  colgados  de  los  árboles, 
por  falta  de  tierra  seca  donde  sepultarlos.  En  cambio, 
estas  avenidas  fecundan  los  campos  con  el  cieno  que 
dejan. 

Los  temidos  huracanes,  llamados  baguios,  que  tan 
horribles  daños  causan  en  los  trópicos,  sólo  se  sienten 
en  Mindanao  hasta  los  8°  de  latitud  en  la  costa  Oriental. 

OROGRAFÍA. 

El  aspecto  de  los  montes  de  Mindanao  revela  que  esta 
isla  ha  sufrido  grandes  hundimientos  y  trastornos  por 
la  acción  de  los  volcanes.  Tres,  ó  mejor  cuatro,  son  las 
cordilleras  principales  que  presenta.  La  primera,  que 
corre  de  N.  á  S.,  arranca  de  las  montañas  existentes 
entre  Surigao  y  Butuan,  prolongándose  por  el  S.  Su 
núcleo  está  en  el  monte  Catalán,  á  la  altura  de  Banga- 
banga;  de  aquí  se  deprime  considerablemente,  vuelve  á 
elevarse  al  S.  del  puerto  de  Pujaga  y  desciende  hasta 
terminar  en  el  cabo  de  San  Agustín.  La  segunda  corre 
desde  los  montes  de  Hingog  al  O.  de  la  embocadura  del 
Agusan,  en  el  N.  de  la  isla,  casi  paralela  á  la  primera, 
inclinándose  después  al  SO.  hasta  la  bahía  de  Saran- 
gani.  Su  punto  más  elevado  es  hacia  el  monte  Panta- 
dón,  de  donde  salen  varios  ríos.  Dependiente  de  esta 
cordillera  es  la  recortada  sierra  de  Blik.  La  tercera,  que 
es  volcánica,  enlazada  con  la  anterior,  principia  cerca 
del  volcán  de  Apo,  y  se  desarrolla  en  dirección  NO. 
hasta  el  istmo  de  Misamis  ó  Panguil.  Esta  y  la  anterior 


4  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

son  las  más  bajas.  La  cuarta  se  extiende  del  E.  al  O. 
Principia  en  punta  Cauit,  atraviesa  toda  la  parte  orien- 
tal de  la  isla  por  el  S.  de  Butuan  y  de  Misamis,  unién- 
dose en  el  istmo  de  este  nombre  con  la  tercera,  forman- 
do el  alto  pico  Randaya,  y  juntas  se  dirigen  hacia  el  SO. 
á  morir  en  Zamboanga.  Otra  rama  parte  de  dicho  pico, 
va  al  NO.  y  se  sumerge  en  el  mar  en  punta  Maralag. 
Esta  sierra  es  la  mayor  de  todas.  En  sus  cimas  se  for- 
man continuas  tormentas,  y  como  los  ríos  que  de  ella 
descienden  son  cortos  y  pendientes,  causan  constantes 
y  repentinas  inundaciones  en  las  tierras  bajas. 

VOLCANES. 

El  volcán  Apo  es  el  único  que  hoy  existe  en  ig- 
nición, situado  á  i5  millas  O.  de  la  playa  del  seno  de 
Davao,  al  S.  de  la  laguna  de  Maguindanao  y  á  ii3  ki- 
lómetros de  Cottabato.  Forma  un  alto  monte,  cuya  mi- 
tad inferior  desciende  suavemente  hasta  la  playa;  pero 
la  superior  es  muy  escarpada,  con  tajos  de  140  á  280 
metros,  y  barrancos  profundísimos.  Desde  la  altura  de 
la  laguna  que  existe  sobre  un  extremo  del  monte,  hacia 
el  oriente,  es  inaccesible  su  cima,  formada  de  masas 
negras,  perpendiculares,  descarnadas  y  dividida  por  en- 
diduras  tremendas,  de  las  que  sale  un  río  de  agua  ca- 
liente y  otro  de  agua  fría.  El  último  origina  la  expresa- 
da laguna.  En  dirección  oriental,  sobre  el  pico  más  SO. 
hállase  el  actual  cráter,  que  en  tiempo  claro  se  distin- 
gue desde  el  seno  de  Davao.  Los  tres  picos  que  consti- 
tuyen la  cima  aparecen  cubiertos  de  azufre,  que,  al  salir 
del  volcán,  se  condensa  y  precipita  insensiblemente  en 
enormes  masas,  las  cuales,  perdiendo  su  nivel,  se  des- 
gajan de  la  cúspide  y  caen  por  el  barranco  divisorio  de 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  5 

la  laguna  y  aun  por  el  río.  A  veces  el  cráter  figura  cu- 
bierto de  nieve;  otras  semeja  el  color  del  oro,  y  siempre 
presenta  hermosísimo  aspecto.  Mucho  antes  de  llegar  á 
él  se  oyen  sordos  é  intermitentes  ruidos,  que  aumentan 
conforme  acorta  la  distancia,  y  tan  formidables  llegan 
á  ser,  que  parece  como  que  tiembla  la  tierra  y  va  á  so- 
brevenir una  erupción. 

El  pico  del  SO.,  que  es  el  más  elevado  de  los  tres  en 
que  concluye  el  volcán,  tiene  3.3oo  metros  de  altura, 
según  los  alemanes  Alex-Schadenberg  y  Otto  Koch,  que 
ascendieron  á  él  en  1882. 

El  gobernador  de  Davao  Sr.  Rajal,  que  subió  al  Apo 
con  varios  expedicionarios  en  1880,  calcula  la  altitud 
del  pico  del  NE.  en  3.i3o  metros. 

En  el  punto  culminante  de  los  elevados  montes  Ran- 
gaya,  en  la  sierra  de  Sugut,  á  unos  40  kilómetros  de 
Pollok,  está  el  Macatiirin,  que  ha  tenido  grandes  erup- 
ciones, como  en  i865,  siendo  una  de  las  más  violentas 
la  acaecida  el  i.°  de  Noviembre  de  i856,  que  ocultó  la 
luz  del  sol  en  Pollok,  y  llevó  las  cenizas  hasta  Zam- 
boanga,  distante  del  volcán  239  kilómetros,  siguiéndose 
una  lluvia  de  piedras  incandescentes.  En  1871  hubo  otra 
erupción,  precursora  de  los  terribles  terremotos  que 
destruyeron  á  Cottabato,  Pollok  y  á  cuantos  pueblos 
moros  se  hallaban  á  las  márgenes  del  río  Grande. 

En  Camiguin,  isla  al  N.  de  Mindanao,  situada  entre 
los  128°  3'  y  128°  7'  de  longitud  del  Meridiano  de  Ma- 
drid, y  9°  4'  y  9°  7'  de  latitud  N.,  estalló  otro  volcán  el 
30  de  Abril  de  1871,  causando  general  consternación 
en  toda  la  comarca. 

Principiaron  á  sentirse  temblores  desde  el  16  de  Fe- 
brero, aumentando  en  intensidad  hasta  el  3o  de  Abril, 
que  apareció  el  volcán  á  unos  3oo  metros  al  SO.  del 


6  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

pueblo  de  Catarmán.  A  las  tres  de  la  tarde  comenzó  á 
elevarse  una  altísima  y  espesa  columna  de  vapores  ne- 
gros, con  fuerte  olor  de  azufre,  que  inflamándose  repen- 
tinamente, comunicó  el  fuego  al  bosque,  el  que  ardió 
por  completo,  ofreciendo  el  más  imponente  y  magnifico 
espectáculo. 

En  un  principio,  sólo  tenía  dos  metros  de  altura  el 
cono,  que  iba  vertiendo  lava  hacia  la  playa,  y  adqui- 
riendo altura  y  extensión,  y  hoy  pasa  ya  de  420  metros 
sobre  el  nivel  del  mar,  al  que  ha  ganado  Yi  ¿^  milla 
de  terreno. 

Alrededor  del  seno  de  Davao  existen  vestigios  de  di- 
ferentes volcanes.  En  la  isla  de  Samal,  en  el  fondo  del 
seno,  vése  todavía  el  pico  desnudo  de  un  volcán,  al  que 
sin  duda  debe  la  existencia.  Entre  Hinatuan  y  Liangan 
hay  una  montaña  volcánica  llamada  Deoata.  Otra  se 
destaca  en  medio  de  la  cuenca  del  Agusan,  y  algunas 
más  hacia  el  istmo  de  Misamis  y  al  SO.  de  Iligan.  La 
isla  de  Sarangani  es  asimismo  un  volcán  apagado,  en 
cuya  ladera  NNO.  se  encuentra  azufre  con  abundancia. 
El  Sarangani  tuvo  una  gran  erupción  en  1645.  El  pico 
Matutung,  que  se  distingue  desde  el  mar  á  grande  dis- 
tancia, debe  haber  sido  un  volcán. 

El  Butulan  es  otro  monte  volcánico  al  N.  de  punta 
Panguitany  al  extremo  SO.  del  territorio  de  Davao. 

Sábese  del  volcán  existente  en  el  territorio  de  Buha- 
yen,  situado  á  334  kilómetros  de  Zamboanga,  que  tuvo 
su  primera  erupción  el  20  de  Enero  de  1640,  siendo  tan 
tremenda,  según  crónicas  de  la  época,  que  trozos  in- 
mensos de  montaña  fueron  á  caer  á  más  de  11  kilóme- 
tros de  distancia. 

Sus  cenizas  llegaron  hasta  las  islas  Molucas  y  Borneo, 
y  la  oscuridad  que  produjeron  fué  tal,  que  varios  buques 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  7 

que  iban  con  tropas  á  Ternate,  tuvieron  que  encender  lu- 
ces á  las  ocho  de  la  mañana. 

Cuéntase  igualmente  que  el  año  de  1834  reventó  un 
volcán  en  la  parte  S.  de  la  laguna  que  hay  al  NNE.  de 
Pollok.  En  1841  acaeció  una  grande  erupción,  que  no 
se  sabe  fijamente  si  fué  de  este  volcán,  y  las  cenizas  lle- 
garon á  Joló,  sintiéndose  sus  detonaciones  á  inmensas 
distancias,  y  un  fuerte  terremoto  en  toda  la  isla. 

Las  grietas  que  presenta  la  tierra  llenas  de  materias 
extrañas,  las  aguas  termales  de  Mainit,  la  situación  en- 
contrada de  las  cordilleras,  las  capas  volteadas  en  va- 
rias direcciones,  evidencian  que  el  terreno  de  la  grande 
isla  de  Mindanao  ha  sido  trastornado  por  frecuentes 
y  sucesivas  erupciones  volcánicas  y  por  grandes  tem- 
blores de  tierra. 

TERREMOTOS. 

La  influencia  de  los  volcanes  se  ha  dejado  sentir  te- 
rriblemente en  varios  distritos  de  Mindanao,  sucedién- 
dose  durante  muchos  días  violentos  terremotos,  que  no 
llegaron  á  ocasionar  daños  de  consideración,  por  efecto 
de  las  ligeras  edificaciones  de  las  localidades  respectivas. 

En  Diciembre  de  1871  sufrió  Cottabato  intensas  sa- 
cudidas, de  tal  magnitud  y  fortaleza,  que  no  quedó  una 
casa  en  pie,  ni  aun  de  las  sencillamente  construidas  de 
caña.  Los  terremotos  continuaron  muchos  días,  sin  in- 
tervalo apenas  de  unos  á  otros,  llegando  á  contarse  has- 
ta cincuenta  en  veinticuatro  horas. 

Algunos  duraron  quince  minutos.  La  guarnición  y  el 
pueblo  tuvieron  que  refugiarse  bajo  tiendas  de  campa- 
ña, por  quedar  destruida  la  población. 

En  1870  hubo  en  Surigao  terribles  terremotos. 

El  i.°  de  JuHo  de  dicho  año,  á  las  2*^  55"  de  la  ma- 


8  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

drugada,  ocurrió  un  violentísimo  temblor  de  tierra  de 
oscilación,  que  duró  cerca  de  un  minuto,  con  dirección 
de  N.  á  S. 

En  dicho  día  se  sintieron  más  de  cuarenta  temblores. 

HIDROGRAFÍA. 

La  generalidad  de  los  ríos  de  Mindanao  son  navega- 
bles, cerca  de  la  embocadura,  para  buques  pequeños, 
excepción  hecha  de  los  de  la  costa  oriental. 

Los  principales  son,  el  Agiisan  ó  río  de  Butuan,  y  el 
Pulangni,  ó  río  Grande.  Sus  aguas  están  siempre  tur- 
bias á  causa  de  las  incesantes  avenidas  que  los  engrue- 
san. Las  orillas  anegadizas  de  varias  partes  bajas,  por 
donde  pasan,  forman  cenagales  y  esteros  que  permiten 
las  comunicaciones  en  canoas.  El  Agusan  marcha  de 
S.  á  N.  por  entre  las  dos  cadenas  de  montes  paralelas 
de  la  parte  oriental  de  la  isla.  Nace  al  E.  del  seno  de 
Davao,  entre  los  7°  y  7°  3o'  de  latitud,  y  desagua  en  la 
ensenada  de  Butuan,  en  la  costa  N.,  atraviesa  casi  toda 
la  isla,  recorriendo  un  trayecto  de  378  kilómetros.  Su 
corriente  no  es  rápida;  tiene  fondo  suficiente  y  bastan- 
te anchura  para  la  navegación,  pero  sus  aguas  arras- 
tran grandes  troncos  y  ramas.  Cerca  del  origen  de  este 
río,  nace  el  Maanat,  navegable  en  un  trayecto  de  algu- 
nas leguas,  que  corre  paralelo  á  él  de  S.  áN.,  uniéndo- 
sele más  allá  de  Calatagan.  Otro,  más  occidental,  el 
Hijo,  corre  también  de  S.  á  N.,  al  principio,  cambia 
después  al  S.,  y  desemboca  en  el  seno  de  Davao.  Muy 
bien  pudiera  abrirse  una  comunicación  entre  Manab, 
que  está  situado  en  el  punto  que  retrocede  al  S.,  y  el 
sitio  donde  principia  á  ser  navegable  el  Maanat. 

El  Pulangui,  ó  río  Grande,  es  navegable  unos  167 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  9 

.kilómetros,  desde  su  embocadura  hasta  Matingcahuan. 
Nace  su  rama  principal  en  la  cordillera  que  corre  de  E. 
,á  O.,  en  las  montañas  de  Apo;  desciende  hacia  el  S., 
recibe  los  derrames  de  la  laguna  de  Buhayen  ó  Maguin- 
danao;  lame  los  estribos  occidentales  del  monte  Apo,  y 
se  dirige  al  O.,  á  desaguar  en  la  bahía  Illana,  por  dos 
anchos  brazos,  á  la  misma  latitud,  con  corta  diferencia, 
de  las  fuentes  del  Agusan.  Sobre  uno  de  dichos  brazos, 
próximo  á  su  desembocadura,  se  halla  Cottabato.  La 
segunda  rama  del  Pulangui  va  del  SE.  al  NO.,  cruzan- 
do las  dos  lagunas  de  Liguasan  y  Buluan.  Este  río  no 
arrastra  troncos,  como  el  Agusan,  y  en  él  abundan 
mucho  los  caimanes. 

,  Según  el  ilustrado  Ingeniero  de  Montes  Sr.  Vidal, 
que  lo  visitó,  el  curso  del  río  Grande  puede  dividirse  en 
las  siguientes  regiones:  i."  la  alta,  desde  el  nacimiento 
hasta  poco  más  arriba  de  Matingcahuan,  que  es  desco- 
nocida; 2.°  la  media,  de  Matingcahuan  á  la  isla  de  Ca- 
basalan,  ó  de  Santa  Isabel,  que  mide  unas  5o  millas, 
g2,5o  kilómetros;  3.°^  la  baja,  de  este  último  punto  has- 
ta el  fuerte  de  Tumbao,  22  millas,  40,70  kilómetros;  y 
4.*  la  marítima,  hasta  la  desembocadura,  16  millas, 
29,60  kilómetros. 

La  extensión  total  del  Pulangui  no  baja  de  170  kiló- 
metros. 

En  las  márgenes  de  este  magnífico  río  hay  hermosos 
valles,  susceptibles  de  las  más  ricas  y  variadas  produc- 
ciones, como  el  arroz,  tabaco,  café,  cacao,  caña  dulce, 
maíz,  algodón,  etc.;  y  existen  diferentes  sultanías  y 
dayatos. 

Merecen  especial  mención  las  sultanías  de  Mating- 
cahuan, Bagoiqued  y  Boayan,  y  los  dayatos  de  Uto, 
Calocalan  y  el  antiguo  de  Selangani. 


10  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

Se  cree  que  la  población  de  la  cuenca  del  río  Grande, 
pasa  de  80.000  habitantes. 

Son  también  importantes,  aunque  menos  caudalosos, 
el  Iligan  y  el  Lubungan. 

LAGUNAS. 

En  Mindanao  existen  varias  lagunas  de  importancia 
y  evidentes  señales  de  haber  habido  muchas. 

La  principal  es  la  de  Ldnao  ó  Malanao  ,  nombre  del 
territorio  en  que  se  halla,  al  S.  de  Misamis.  Desagua 
en  el  N.  por  el  rio  Ninanton,  cuya  boca  está  en  la  ba- 
hía de  Iligan,  innavegable  por  las  cascadas  que  lo  obs- 
truyen y  por  la  rapidez  de  su  corriente.  Tanto  por  esto, 
como  por  su  gran  caudal,  las  aguas  de  este  río  no  se 
mezclan  con  las  del  mar  hasta  fuera  de  la  embocadu- 
ra. Esta  laguna  mide  44  kilómetros,  y  es  muy  profunda. 

Tiene  puertos  con  tres  ó  cinco  brazas  de  agua  y  seis 
islas  :  la  mayor,  llamada  Nuza,  con  más  de  quinientas 
casas,  está  en  medio  de  aquélla,  y  es  alta  y  plana  por 
arriba. 

Toda  la  laguna  se  halla  rodeada  de  pueblos.  Produce 
más  de  15.000  picos  de  arroz  para  exportar,  y  12.000 
de  café;  conteniendo  en  su  contorno  sobre  100.000 
almas. 

La  laguna  de  Panguil ,  que  desagua  en  la  ensenada 
de  Misamis,  tiene  de  extensión  de  N.  á  S.  7,5o  millas, 
y  6,25  de  E  á  O. 

La  laguna  de  Sapangan  ó  Mainii,  en  Surigao,  es  pro- 
funda, abundante  en  peces,  y  muy  elevada  sobre  el  ni- 
vel del  mar.  Mide  ocho  millas  de  N.  á  S.,  y  cuatro  de 
E.  á  O.  Desagua  por  el  río  Tubay,  en  la  ensenada  de 
Butuan,  por  un  descenso  rápido. 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  II 

En  SU  centro  no  se  halla  fondo,  suponiéndose  que  en 
tiempos  antiguos  haya  sido  cráter  de  algún  volcán. 

La  laguna  de  Magindanao  ó  de  Buhayen ,  existente 
al  NE.  de  Pollok,  hállase  situada  al  N.  del  monte  Apo 
y  al  NO.  de  Linao.  Surte  de  aguas  á  la  rama  principal 
del  río  Grande,  donde  desagua  por  la  parte  O.,  y  tam- 
bién al  E.  en  el  lago  de  Linao,  que  se  comunica  con  el 
río  Butuan.  Tiene  i6,25  millas  de  N.  á  S.,  y  20,67 
de  E.  á  O. 

ha.  de  Liguasan ,  al  SO.  de  la  anterior,  y  al  S.  de 
Cottabato,  desemboca  al  N.  en  el  expresado  río  Grande, 
y  al  SO.  en  Butuan.  Se  extiende  10  millas  de  N.  á  S., 
y  8,75  de  E.  á  O. 

La  de  Biduan,  al  SE.  de  la  precedente  y  al  S.  del 
Apo,  que  también  suministra  sus  aguas  al  río  Grande, 
tiene  11, 25  millas  de  longitud  y  7,50  de  latitud.  Tanto 
ésta  como  aquélla  son  navegables  y  abundan  en  peces. 

El  lago  de  Bagxiey,  al  NE.  de  Zamboanga,  se  comu- 
nica con  el  mar  por  medio  de  un  río  caudaloso  que  tie- 
ne su  boca  marítima  en  el  gran  seno  de  Kamaladan. 

NAVEGACIÓN. 

La  navegación  por  el  S.  de  la  isla  es  más  fácil  y  se- 
gura que  por  las  costas  E.  y  O.,  á  causa  de  las  mondo- 
nes ó  fuertes  vientos  periódicos  del  NO.  y  SO. 

A  partir  de  punta  Cauit,  límite  oriental  de  las  provin- 
cias de  Surigao  y  Davao,  la  corriente  se  dirige  al  S.  hasta 
el  cabo  de  San  Agustín.  De  aquí,  á  la  costa  O.  de  Coa- 
man, donde  principia  el  seno  de  Davao,  hay  marea 
constante  entrante  y  saliente.  En  el  estrecho  de  Suri- 
gao,  la  corriente  es  violenta  para  el  E.  y  el  O.,  en  cuya 
última  dirección  es  más  rápida  y  duradera,  hasta  pasa- 


12  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

da  Punta  Gorda.  La  masa  de  aguas  que  en  la  corriente 
general  oceánica  del  E.  al  O.,  se  estrella  en  las  costas 
orientales  del  Archipiélago,  no  encuentra  bastante  sali- 
da por  los  estrechos  de  San  Bernardino,  San  Juanico  y 
Surigao,  y  según  su  mayor  ó  menor  elevación,  busca 
rápidamente  su  nivel  desde  Surigao  y  punta  Cauit  para 
el  S.  hacia  el  cabo  de  San  Agustín  y  Sarangani,  y  por 
igual  razón  al  N.  de  San  Bernardino,  tira  para  el  N. 
hacia  cabo  Engaño,  aunque  obedeciendo  á  las  alteracio- 
nes causadas  por  los  temporales.  Las  corrientes  del  es- 
trecho de  Surigao  y  parte  occidental  de  Leyte,  varían 
en  consonancia  con  la  fuerza  de  los  vientos  que  reinan 
en  el  Pacífico,  y  observando  aquéllos  se  conoce  el  esta- 
do del  tiempo  en  este  mar.  Mientras  dominan  los  vien- 
tos del  primer  cuadrante,  se  dirigen  al  OE.,  siendo  por 
lo  general  más  veloces.  Durante  las  tormentas,  es  tan 
rápida  la  corriente  desde  punta  Cauit  en  dirección  S., 
que  á  veces  alcanza  hasta  12  millas  por  hora.  Los  vien- 
tos que  rigen  de  ordinario,  son  del  NE.  y  SO.  Para 
navegar  de  S.  á  N.,  en  la  monzón  del  NO.,  hay  nece- 
sidad de  alejarse  3o  ó  40  millas  de  la  costa;  pues  ni 
aun  los  vapores  de  mejor  máquina  pueden  romper  las 
olas. 

En  la  monzón  del  SO.,  por  el  contrario,  conviene 
navegar  cerca  de  la  costa. 

En  Mindanao,  la  monzón  del  NO.  es  más  fuerte, 
constante  y  tempestuosa  que  la  del  SO.,  cerrando  todas 
las  barras  y  puertos  de  la  costa  oriental  seis  ó  siete  me- 
ses. En  el  Cabo  de  San  Agustín  é  islas  Sarangani,  so- 
pla el  viento  con  violencia  durante  la  monzón  del  NO. 
A  ciertas  horas  despide  la  isla  terral  fresco,  debido  á  sus 
bosques  y  ríos  y  á  la  grande  humedad  que  éstos  produ- 
cen. En  el  N.,  es  más  fuerte  el  terral  que  en  el  S. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  13 

Desde  Noviembre  hasta  Marzo,  dominan  los  vientos 
NE.;  desde  Junio  á  Setiembre,  los  del  SO. 

BAHÍAS,  PUERTOS  Y   ENSENADAS. 

El  seno  más  profundo  de  la  isla  es  el  de  Davao,  que 
tiene  6o  millas.  Desde  el  cabo  de  San  Agustín,  sale 
como  dos  millas  al  SSO.  un  bajo  de  piedra  con  fondo  de 
una  á  cuatro  brazas.  Toda  la  costa  oriental  del  seno  has- 
ta el  NNO.  de  la  isla  de  Sigaboy,  aparece  llena  de  ba- 
jos. A  continuación  se  hallan  un  banco  de  arena  y  varios 
arrecifes  peligrosos,  que  terminan  en  la  punta  baja  de 
Sumulug,  con  fondo  de  una  á  dos  brazas,  formando  un 
canal  navegable  de  día,  para  buques  de  menor  calado. 
Dentro  del  pequeño  seno  que  forma  la  punta  alta  en 
que  acaba  la  costa  de  Sumulug,  hay  un  bajo  de  piedra; 
pero  desde  dicha  punta  á  la  de  Copiat  existe  fondo  pro- 
fundo de  arena  y  fango.  La  costa  N.,  NO.  y  O.  ofrece 
buenos  fondeaderos.  En  la  extremidad  del  seno  el  fondo 
alcanza  40  brazas. 

Los  senos  más  importantes,  después  del  de  Davao, 
son  el  de  Sibugiiey,  el  de  Dumanquilas  y  el  de  Butuan, 

Las  bahías  más  cómodas  y  seguras,  según  la  monzón 
reinante,  son  Macajalar,  Iligan,  Dapiian  y  Sindangan 
en  el  N.;  la  extensa  bahía  Illana,  en  el  SO.,  y  las  en- 
senadas  Liangan  y  Bislig,  en  la  costa  oriental. 

El  mejor  puerto  de  Mindanao  es  el  de  Malalag,  en 
el  seno  de  Davao,  que  puede  competir  con  los  primeros 
de  Filipinas,  por  su  capacidad,  abrigo,  buen  fondo  y 
aguas  excelentes,  así  como  por  su  fácil  acceso  en  toda 
estación,  y  sea  el  que  quiera  el  viento  reinante,  aun  en 
medio  de  tormentas. 

La  bahía  de  Sarangani,  en  cuya  costa  termina  Davao 


14  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

y  comienza  Cottabato,  sólo  tiene  un  fondeadero  al  SE. 
próximo  al  pueblo  moro  llamado  Glan. 

Pollok  es  puerto  ancho  y  seguro,  mas  de  excesivo 
fondo,  ofreciendo  el  inconveniente  de  tener  la  aguada 
á  cuatro  millas. 

La  rada  de  Zamboanga  es  muy  buena,  aunque  en 
su  fondo  de  piedra  se  pierden  muchas  anclas,  pero  aún 
es  mejor  su  silanga.  En  el  río  Masinlog,  tres  millas  al 
SE.,  hay  un  fondeadero  bien  abrigado. 

La  Caldera  es  puerto  pequeño  y  de  estrecha  entrada, 
capaz  únicamente  para  buques  de  poco  porte,  y  muy 
abrigado. 

El  de  Santa  María,  bastante  mayor,  está  circundado 
de  elevados  montes  y  posee  buena  aguada. 

Cerca  de  Misamis  existe  un  buen  fondeadero. 

El  puerto  de  Nasipit,  situado  al  SE.  de  la  ensenada 
de  Butuan,  es  seguro,  pero  de  estrecha  y  difícil  entrada. 
Los  buques  pequeños  llegan  á  Butuan. 

Bilan  Bilan,  al  ESE.  de  Surigao,  no  es  mal  puerto, 
aunque  pequeño;  tiene  aguada,  está  circundado  de  man- 
glares, y  tanto  por  un  camino  transitable  como  por  la 
playa,  se  puede  llegar  al  pueblo. 

En  Cacuait  se  fondea  bien,  mas  dificulta  la  entrada 
un  bajo.  En  la  isla  de  Giiimamaylan,  tres  millas  al  S. 
de  Cacuait,  se  halla  un  excelente  puerto  con  fondo  de 
arena  y  fango,  abrigado  de  todos  los  vientos.  Las  bocas 
que  tiene  al  N.  y  S.  están  también  algo  obstruidas  por 
otro  bajo. 

San  Juan  cuenta  un  fondeadero  regular. 

En  Bislig,  llevando  práctico,  puede  fondearse  al 
abrigo  de  unas  islitas  próximas. 

Pujaga  es  el  mejor  entre  los  puertos  de  la  parte  orien- 
tal, por  su  capacidad  y  buenas  entradas,  pero  se  nece- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  15 

sita  llevar  práctico.  Únicamente  este  puerto  y  el  de  Su- 
rigao  ofrecen  abrigo  á  los  buques  que  recorren  la  costa 
oriental,  cuando  reina  mal  tiempo. 

ISTMOS. 

La  isla  de  Mindanao  está  casi  dividida  en  dos  partes 
desiguales  por  el  istmo  de  Misamis.  La  oriental  es  más 
grande  y  compacta;  la  occidental,  más  pequeña  y  llena 
de  recortes,  acabando  en  Zamboanga.  Este  istmo  tiene 
44  Va  kilómetros  de  mar  á  mar,  desde  la  embocadura 
del  río  Curumatan,  al  S.,  hasta  la  del  Marandi,  ó  Ma- 
nangan,  que  desagua  en  el  fondo  del  seno  de  Panguil, 
en  el  N.  y  bahía  de  Iligan. 

Cerca  del  cabo  de  San  Agustín  hay  otro  istmo,  entre 
el  fondo  del  puerto  de  Pujagay  el  seno  de  Davao,  donde 
los  habitantes  infieles  y  cristianos  han  abierto  comuni- 
cación, aunque  por  sendas  escabrosas. 

REINO    MINERAL. 

Desde  muy  antiguo  es  famosa  en  el  Archipiélago 
filipino  la  riqueza  mineralógica  de  Mindanao,  por  los 
importantes  criaderos  auríferos  de  Misamis  y  de  la  an- 
tigua provincia  de  Caraga,  cuya  explotación,  sin  em- 
bargo de  ser  bastante  activa,  hállase  circunscrita  á  los 
varios  lavaderos  que  existen  en  Initao,  Iponán  y  Pig- 
tao,  pertenecientes  al  primero  de  dichos  distritos,  y  en 
los  montes  de  Canimón,  Binutong  y  Canmahat,  inme- 
diatos á  la  capital  de  Surigao,  principales  centros  explo- 
tadores del  oro. 

En  el  territorio  de  Sibuguey  y  en  Surigao,  existen 
potentes  yacimientos  carboníferos,  sin  explotar;  el  azu- 
fre, ya  hemos  referido  con  cuánta  profusión  se  halla 


l6  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

alrededor  de  los  volcanes  de  la  isla,  y  las  aguas  mine- 
rales abundan  en  Cottabato  y  otros  puntos. 

Como  Mindanao  no  ha  sido  aún  explorado  en  su  casi 
totalidad,  se  desconoce  la  verdadera  riqueza  mineral  de 
su  extenso  territorio,  si  bien  por  lo  expuesto  puede 
comprenderse  que  el  subsuelo  de  esta  hermosa  isla  es 
riquísimo  y  le  asegura  un  brillante  porvenir. 

REINO   VEGETAL. 

El  calor,  la  humedad  y  la  fertilidad  del  suelo,  hace 
que  la  isla  de  Mindanao  esté  cubierta  de  espesísimos 
bosques.  Los  montes  se  ven  poblados  de  corpulentos 
árboles,  entre  cuya  diversidad  de  maderas  las  hay  muy 
estimables,  tanto  por  su  firmeza  y  duración,  como  por  su 
finura,  sobresaliendo  el  guijo,  molave,  narra,  ipil,  mala- 
tumbaga,  lailán, camagón,  canmning,  mangasinoro,  paloma- 
ría,  teca,  pagatpat,  mangachapuy,  sibncao,  bancal,  etc.,  etc. 

El  cogon,  con  otras  plantas  afines  (gramíneas,  cype- 
ráceas  y  algunas  juncáceas),  el  cogon  alto  ó  carrizal,  la 
caña  boja,  el  bejuco  y  otras  enredaderas,  forman  im- 
penetrables bosques  de  considerable  altura,  cuyo  paso 
es  casi  imposible. 

Abunda  en  Mindanao  el  cocotero.  Este  útil  árbol  es 
estimadísimo  de  los  moros,  quienes  han  consignado  en 
sus  leyes  penas  rigurosas  para  quienes  los  destruyan. 

Críase  la  esbelta  palmera  Bonga  y  la  pimienta  betel 
[Piper,  Betle.),  de  que  se  forma  el  buyo.  Se  da  también 
el  café  y  el  cacao  y  se  produce  el  abacá,  el  algodonero, 
el  añil,  la  pina,  la  caña  dulce,  etc.  La  canela  {Laurus 
cinnamomum,  L.),  vegeta  espontáneamente  en  los  mon- 
tes del  seno  de  Sibuguey.  El  clavero  y  la  nuez  mosca- 
da, hállanse  asimismo  en  la  isla. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  1 7 

El  arroz,  el  maíz,  el  camote,  el  naiiii,  el  ubi ,  el  gab¿ 
y  otros  productos  de  índole  análoga,  se  crían  abundan- 
temente en  todos  sus  distritos ,  así  como  las  frutas ,  y 
entre  ellas  el  riquísimo  mangostan,  y  las  raíces  alimen- 
ticias, gomas  y  resinas,  que  tan  rico  y  variado  contri- 
buyen á  hacer  el  reino  vegetal  del  Archipiélago  fili- 
pino. 

Es  notable  el  arbusto  Musscenda  frondosa  (Fam.  Ru- 
biáceas). Los  dientes  de  sus  cálices  son  de  un  blanco 
brillante,  que  le  asemejan  á  plantas  cubiertas  de  nieve. 

Merece  mencionarse  el  lunban ,  de  cuya  semilla  ex- 
traen mucho  aceite. 

En  resumen :  Mindanao  no  sólo  iguala,  sino  que  su- 
pera en  sus  ricos  productos  vegetales  á  Luzón,  Visayas 
y  demás  principales  regiones  de  Filipinas,  si  bien  son 
menos  explotados  que  en  dichos  puntos. 

REINO  ANIMAL. 

Mindanao,  en  cuanto  hace  relación  á  la  fauna  de  Fi- 
lipinas, figura  dignamente  al  lado  de  las  restantes  co- 
marcas del  país. 

Indicaremos,  tan  sólo,  respecto  á  los  mamíferos,  que 
en  los  bosques  de  esta  isla  existen  los  mejores  ejempla- 
res de  monos,  y  en  especial  de  monos  blancos  (Macacus 
philippinensis,  Geoff.)  y  que  merecen  fijar  la  atención  el 
Cagiiang  (GaleopitJiecus  philippinensis ,  Wath),  mezcla 
de  mono  y  de  murciélago;  la  casta  de  perros  de  Pollok; 
el  Porcus  babyrussa,  Klein,  ó  puerco-ciervo,  que  dicen  los 
malayos,  y  el  carabao  montaraz,  así  como  el  notable 
mamífero  del  orden  de  los  cetáceos,  llamado  Dujong 
(Halicore  cetácea,  Illig.) 

En  la  clase  de  aves,  además  de  las  bellísimas  del  or- 
den de  las  trepadoras  ó  zigodáctilas,  son  de  admirar  el 


l8  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

Cálao,  género  Buceros,  y  sobre  todas,  el  alcyon  salanga- 
ne,  por  su  preciado  nido  que  fabrica  preferentemente  en 
las  cavernas  de  Mindanao  é  islas  inmediatas,  y  son 
también  notables,  aunque  no  ofrezcan  igual  utilidad, 
la  preciosa  paloma  de  puñalada  y  las  garzas  blancas,  que 
pueblan  las  orillas  del  río  Grande. 

Entre  los  reptiles,  es  famosa  la  Chelonia  imbricata, 
que  da  el  carey  ó  concha;  los  caimanes,  iguanas  y  de- 
más saurios  que  llenan  los  ríos  de  la  isla;  varias  espe- 
cies del  género  Pitón,  de  colosal  tamaño,  con  otros  ofi- 
dios peligrosos  como  la  terrible  dahonpalay ,  y  entre  los 
batracios,  las  cantoras  ranas. 

La  clase  peces  es  abundante  y  variada,  figurando 
en  Mindanao  casi  todas  las  especies  del  resto  del  Archi- 
piélago, distinguiéndose  el  género  Miigil,  que  por  acu- 
dir al  fuego  se  deja  prender  de  los  ictiófogos  indígenas. 

El  grupo  de  los  anillados  tiene  profusa  representa- 
ción en  la  isla.  Citaremos,  entre  los  insectos,  el  llamado 
ápidos,  porque  las  tribus  idólatras  de  Mindanao  obtienen 
mucha  utilidad  de  los  ricos  panales  que  las  abejas  ela- 
boran en  sus  montes;  y  mencionaremos  asimismo  los 
mosquitos,  por  ser  plaga  insoportable  en  algunos  puntos 
de  las  islas  del  Sur;  la  langosta,  que  devasta  sus  cam- 
pos; los  cigarrones,  cuyo  clamoreo  es  incesante,  si  bien 
compensa  estas  plagas  la  espléndida  aparición  en  los 
árboles  de  los  bellísimos  lampíridos  tropicales. 

La  clase  de  los  crustáceos  presenta  en  Mindanao  gran 
número  de  especies.  Otro  tanto  puede  decirse  con 
respecto  á  los  moluscos^  de  las  seis  clases  en  que  se  di- 
viden, siendo  de  admirar  la  especie  Avíenla  margarití- 
jera,  ó  madre  perla,  que  cría  perlas  de  belleza  suma, 
muy  apreciadas  en  joyería. 

Entre  los  zoófitos ,  merecen  estudio  los  notables  hola- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  IQ 

túridos  {balate  de  Filipinas  ó  trepang  de  China),  cuya 
pesca  es  muy  productiva  en  Mindanao  y  Joló. 

Y  por  último,  nombraremos  los  pólipos,  y  en  especial 
los  pólipos  de  polipero  de  sus  dos  grupos  Litofitos  y  Ce- 
ratofitos,  que  abundan  mucho  en  los  mares  de  Min- 
danao. 

POBLACIÓN. 

Los  habitantes  de  color  de  la  isla  de  Mindanao,  son 
aeias  ó  negritos  y  malayos.  Los  primeros,  refractarios  á 
la  civilización,  huyen  de  las  poblaciones,  haciendo  vida 
errante  y  vagabunda  por  el  interior  del  país.  Los  segun- 
dos son  más  susceptibles  de  sociedad. 

Entre  los  mismos  malayos,  unos  viven  en  los  bosques  y 
son  salvajes;  otros  son  mahometanos,  y  otros  cristianos. 

Vamos  á  describir  brevemente  todas  estas  razas. 

Malayo-Mahometanos. —  Habitan  éstos  hacia  el  SE. 
de  la  isla,  entre  el  istmo  de  Pujaga  y  el  cabo  de  San 
Agustín,  á  orillas  del  seno  de  Davao,  en  la  isla  de  Sa- 
mal,  en  las  márgenes  del  Pulangui,  al  O.  de  Malalag, 
playas  del  seno  de  Sarangani,  costa  S.  y  SO.,  hasta  el 
citado  río  Pulangui,  en  la  costa  de  la  bahía  Illana,  en 
la  bahía  de  Sindangan,  en  la  bahía  de  Iligan  y  sus  in- 
mediaciones, á  orillas  de  la  laguna  de  Buhayén  y  de  los 
ríos  que  desaguan  en  ella,  en  el  interior  de  la  isla  al  S. 
de  Misamis,  y  en  todos  los  alrededores  de  los  sitios 
mencionados,  calculándose  su  número  en  unos  200.000. 

Los  moros  del  Sur  de  Mindanao  son  desconfiados, 
suspicaces  y  altivos.  Difícilmente  se  consigue  que  sean 
precisos  en  sus  conversaciones  y  que  cumplan  sus  tratos, 
pues  lo  eluden  con  mil  subterfugios.  La  bichara,  ó  con- 
versación, les  entretiene  agradablemente  horas  y  horas. 

Tienen  poca  afición  al  trabajo,  y  mucha  pereza. 


20  HISTORIA    DE    LA   PIRATERÍA 

Por  regla  general  son  de  pequeña  estatura  y  de 
miembros  endebles.  Su  color  es  pardo  cobrizo.  Usan 
un  pañuelo  arrollado  á  la  cabeza,  dejando  libre  la  co- 
ronilla, y  la  punta  de  aquél  sobresaliendo  por  un  extre- 
mo, al  estilo  de  los  naturales  del  archipiélago  malayo; 
chaquetilla  de  tela  blanca  ó  de  colores  oscuros,  que 
apenas  llega  á  la  cintura,  y  en  vez  de  calzones  gastan 
el  patadión,  que  les  cubre  las  piernas  hasta  las  rodillas. 
Llevan  faja,  y  los  dattos  y  señores  calzan  babuchas. 

Las  mujeres  son  poco  agraciadas;  visten  un  sencillo 
traje  talar  sujeto  por  debajo  del  pecho. 

Hombres  y  mujeres  suelen  andar  completamente 
desnudos  hasta  los  diez  años. 

Su  gobierno  es  patriarcal  y  despótico.  El  jefe  de  fa- 
milia ejerce  autoridad  suprema  sobre  todos  los  miem- 
bros de  ella,  incluso  los  de  sus  sácopes. 

Las  mujeres  pueden  también  reinar. 

Hay  sultanes  y  dattos.  Los  primeros  ejercen  autori- 
dad sobre  grandes  comarcas,  y  gobiernan  con  el  conse- 
jo de  varios  dattos,  pero  no  son  obedecidos  por  éstos 
sino  en  asuntos  de  común  interés. 

El  sultán  y  los  dattos  tienen  sácopes  ó  subditos,  y 
esclavos,  que  son  quienes  constituyen  su  principal  ri- 
queza, pues  cuidan  sus  haciendas,  les  surten  de  perlas, 
por  cuya  pesca  perecen  muchos  de  ellos  prematuramen- 
te, y  se  baten  á  sus  órdenes  en  las  guerras,  estando  su 
vida  y  el  honor  de  sus  mujeres  é  hijas  á  merced  del  ca- 
pricho de  su  dueño. 

La  poligamia  existe  de  hecho,  pero  sólo  entre  los 
ricos  ó  bien  acomodados  que  pueden  sostener  varias 
mujeres.  Los  sultanes  y  dattos  tienen  serrallos,  si  bien 
no  son  muy  celosos  de  sus  concubinas,  ni  éstas  grandes 
portentos  de  belleza. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  21 

En  cada  ranchería  hay  un  Pandita  ó  sacerdote.  Su 
traje  y  turbante  es  blanco. 

La  ocupación  del  pandita  se  reduce  á  leer  el  Corán, 
cuyos  ejemplares  tienen  en  gran  estima.  Algunos  datan 
del  siglo  XVI,  constituyendo  verdaderas  joyas  bibliográ- 
ficas. Casi  todos  los  panditas  verifican  su  peregrinación 
á  la  Meca. 

El  pandita  tiene  voz  y  voto  cuando  el  consejo  ven- 
tila asuntos  de  interés  ó  gravedad,  y  también  toma  par- 
te activa  en  campaña. 

Entre  los  sultanes  y  dattos,  los  hay  bastante  inteli- 
gentes, supliendo  en  los  más  su  extraordinaria  sagacidad 
y  agudeza  á  la  falta  de  instrucción  sólida. 

Son  admiradores  entusiastas  del  valor  personal. 

Algunas  rancherías  del  río  Grande  viven  en  constan- 
te lucha  entre  sí. 

Respecto  á  los  moros  de  la  parte  oriental ,  transcribi- 
remos las  noticias  de  un  misionero  jesuíta  (i),  que  no 
dejan  de  ser  curiosas.  Dice  así: 

«Son  los  moros  de  este  país  de  un  carácter  suma- 
mente solapado,  hipócritas,  traidores,  estafadores,  sus- 
picaces, cobardes,  nada  serviciales  y  pedigüeños  hasta 
la  última  expresión.  Muy  obsequiosos  de  palabra,  pero 
nada  cumplidos  en  la  obra,  desobedientes  y  holgazanes, 
son,  por  lo  tanto,  una  gran  remora  de  la  reducción  en 
este  país.  Se  muestran  tan  obstinados  á  la  gracia  de 
Dios  y  tan  aferrados  á  sus  creencias,  que  es  casi  moral- 
mente  imposible  su  conversión  al  cristianismo.  Los 
hombres  visten  camisa  partida,  calzones  anchos,  pa- 
ñuelo blanco  ó  colorado  en  la  cabeza,  van  descalzos  co- 
mo los  indios,  llevan  cris  á  la  cintura,  su  lanza  en  la 

(l)  Cartas  de  los  PP.  de  la  Compañía  de  Jesús  de  la  Misión  de  Fi- 
lipinas, 1879. 


22  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

mano  y  su  tabaquera  en  las  espaldas.  Las  mujeres  vis- 
ten de  blanco.  Los  Dattos  añaden  al  vestido  de  los  hom- 
bres, los  botones  en  la  camisa  y  el  pañuelo,  que  no 
sueltan  de  la  mano.  Los  que  saben  leer  se  llaman  pan- 
ditas,  y  el  maestro  de  los  panditas  se  denomina  Gurú. 
Los  panditas  vienen  á  ser  como  los  fiscales  entre  ellos. 
Al  sacerdote  le  llaman  Sarip;  cuando  rezan  los  pandi- 
tas, visten  una  camisa  muy  larga.  El  candnlí  sirve  de  ro- 
sario entre  ellos.  Durante  el  samhayang ,  tiempo  en  que 
celebran  su  pascua,  deben  permanecer  todos  en  ayuno 
riguroso  por  espacio  de  siete  días ,  sin  comer  más  que 
una  sola  vez  á  la  media  noche,  hora  en  que  sorprenden 
dormido  á  su  dios. 

» Concluidos  los  siete  días,  se  purifican  tomando  un 
baño  general,  después  del  cual  celebran  el  convite  de  la. 
pascua,  comiendo  el  poniam  y  sindo  (clases  de  sopa)  her- 
vidas con  aceite  de  coco.  Dicho  sanibayang  lo  celebran 
en  su  propio  lañgd,  que  es  la  mezquita  ó  camarín  don- 
de ejecutan  sus  actos  religiosos.  Cuentan  el  tiempo,  no 
como  los  mandayas,  por  lunas,  sino  como  los  cristia- 
nos, por  días  de  la  semana;  así  es  que  al  lunes  le  lla- 
man sapto,  al  martes  aJiat,  y  así  sucesivamente,  hasta  el 
domingo,  isnin,  sarasa,  arobaja,  cammísy  diammat.  Bau- 
tizan á  sus  hijos  con  agua  rezando  conforme  su  rito,  y 
después  de  bautizado  el  niño  celebran  su  convite.  Tie- 
nen también  sus  novenas,  en  cuya  función,  que  dura 
nueve  días,  después  de  haber  tocado  el  dgung  y  reunida 
ya  la  gente,  el  pandita  corta  la  cabeza  á  un  pollo,  ro- 
gando á  Dios  los  libre  de  calamidades  y  enfermedades, 
rezando  al  tiempo  de  consumar  el  sacrificio  estas  pala- 
bras :  «Bismü-la-herrac-man-herra-hiin.»  Cortada,  ya  la 
cabeza  y  colocada  sobre  el  altarcillo  debajo  de  un  tizón 
encendido,  adoran  á  su  dios. 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  23 

))Les  está  terminantemente  prohibido,  no  digo  ya  el 
comer,  sino  hasta  oler  la  carne  de  cerdo ;  desde  el  mo- 
mento en  que  la  huelen,  creen  que  van  á  morir,  por 
cuya  razón,  cuando  se  ven  obligados  á  cocer  su  camote 
ó  morisqueta  en  olla,  la  purifican  primero,  no  sea  que 
haya  entrado  en  ella  manteca  ó  carne  de  cerdo  ,  mur- 
murando durante  la  purificación  las  siguientes  palabras: 
«Al-la  orno  saling  nwhaininad.n  Les  está  asimismo  ve- 
dada la  carne  de  tortuga,  mas  no  los  huevos,  que  los 
consideran  como  frutos  de  las  playas.  El  casamiento 
entre  los  moros  se  verifica  del  mismo  modo  que  entre 
los  mandayas,  con  todas  las  mujeres  que  tomen;  pues 
rige  entre  ellos  también  la  poligamia.  Tienen  cemente- 
rios en  donde  entierran  sus  muertos,  y  sobre  la  sepultu- 
ra, después  de  la  inhumación  del  cadáver,  colocan  un 
tizón  de  fuego  sobre  la  cabeza  cortada  de  un  gallo.  Pa- 
gan tributos  ó  pagdattos  á  sus  Dattos  respectivos,  los 
cuales  lo  exigen  también  á  veces  de  los  mismos  manda- 
yas, y  consiste  en  la  entrega  de  un  jabol,  un  boloc  y 
veinte  gantas  de  palay  por  cada  casado.  El  Datto  es 
entre  los  moros  quien  arregla  los  pleitos  de  sus  sácopes, 
exigiéndoles  por  su  servicio  real  por  peso.  Cuando  las 
diferencias  median  entre  Dattos  de  distintas  jurisdiccio- 
nes, esas  se  componen  entre  los  embajadores  ó  Tuinan- 
giin  de  los  dos  Dattos.  Cuando  no  se  avienen  las  partes, 
y  el  negocio  lo  vale,  apelan  á  la  guerra.  La  usura  rige 
de  una  manera  inconcebible  entre  ellos.  Sus  costum- 
bres en  el  arreglo  de  los  pleitos  son,  poco  más  ó  menos, 
como  las  de  los  mandayas.  Lo  mismo  decimos  acerca 
de  su  creencia  en  el  canto  del  Limoco.  Su  comercio 
consiste  en  cera,  balate,  carey,  almáciga,  petates  y  biao. 
Admiten  la  moneda,  pero  está  muy  en  boga  la  permu- 
tación. La  escritura,  parecida  al  árabe,  es  exclusiva  de 


24  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

SU  ritual.  Se  circuncidan  entre  ellos  hombres  y  muje- 
res, y  aun  los  esclavos  y  demás  de  otra  ranchería,  sean 
quienes  fueren,  que  hagan  vida  común  con  ellos.  Las 
autoridades  se  componen  del  Tuan  ó  gobernadorcillo,  y 
su  mujer  Dayandayati;  del  Cuano  ó  teniente;  Ladianm- 
da  ó  juez  primero;  Naciida  ó  juez  segundo;  Timuay  ó 
juez  tercero;  Sangalia  ó  alguacil;  Baguadato  6  principal 
ó  cabeza,  y  Marad-diadinda  ó  primogénito  de  cabeza.» 

Las  armas  de  los  moros,  de  que  nunca  van  despro- 
vistos, son:  el  campilan,  sable  largo  de  ancha  hoja,  muy 
afilada  y  de  puño  semejante  al  yatagán  indio,  con  pe- 
nacho de  pelo;  el  cris,  machete  corto,  de  hoja  más  es- 
trecha, casi  siempre  flameada,  con  siete  y  más  ondula- 
ciones, cuyo  puño  es  de  marfil  ó  hueso  y  madera;  pu- 
ñal de  igual  forma,  y  el  bolo,  las  flechas,  y  las  armas  de 
fuego  que  se  proporcionan. 

Más  al  interior  de  Mindanao  existen  muchos  pequeños 
estados  ó  pueblos  gobernados  por  sus  respectivos  Dattos, 
sin  que  reconozcan  la  supremacía  de  ningún  otro,  y  ca- 
reciendo de  enlace  su  régimen  feudal,  únicamente  se 
unen  para  defender  su  independencia. 

Los  monteses  residen  en  los  puntos  que  median  entre 
mahometanos  y  cristianos.  Forman  diversas  tribus,  con 
diferentes  costumbres  y  aun  dialecto. 

Moran  los  negritos  en  las  laderas  del  N.  de  la  cordi- 
llera oriental,  entre  Surigao  y  Butuan,  y  hacia  la  parte 
S.,  cerca  del  seno  de  Davao.  En  la  cordillera  central, 
al  O.  del  Agusan,  se  hallan  también  algunas  tribus. 

Los  negritos  de  Mindanao  tienen  el  cabello  lacio,  di- 
ferenciándose en  esto  de  los  individuos  de  igual  raza  que 
existen  en  Luzón,  cuyo  cabello  es  muy  ensortijado. 
Esto  dependerá  de  su  mezcla  con  los  malayos  desde 
tiempos  antiquísimos.  Se  calculan  en  8.000. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  25 

Manobos. — Esta  tribu,  que  puebla  la  prolongada  y  es- 
paciosa cuenca  del  Agusan,  es  una  mezcla  de  negritos  y 
malayos.  Son  raquíticos  y  poco  laboriosos.  Están  en  fre- 
cuente comunicación  con  los  primeros  por  la  parte  de 
Butuan.  Los  de  la  parte  S.  son  algo  más  civilizados,  á 
causa  de  su  trato  con  los  mandayas  y  cristianos. 

Viven  en  continua  lucha  con  los  Tagacaolos,  Büanes 
y  Bagólos,  cuyas  mujeres  é  hijos  venden  cuando  en  sus 
guerras  logran  aprehenderlos.  Son  muy  prácticos  en  el 
mar  de  Davao  y  hábiles  pescadores.  Manejan  la  flecha 
admirablemente. 

La  organización  y  costumbres  de  estos  idólatras  me- 
recen les  consagremos  algunas  líneas. 

Varias  familias  residentes  en  un  punto  dado,  recono- 
cen como  jefe  á  cierto  individuo  que  designan  con  el 
nombre  de  Bagani.  Este  levanta  sobre  altos  pilotes 
una  casa  para  sí,  donde  tiene  tantas  mujeres  como  su 
riqueza  consiente,  pero  solamente  una  es  la  legítima  es- 
posa, á  la  cual  están  subordinadas  las  demás.  Los  hijos 
que  sus  mujeres  le  proporcionan,  los  conserva  también 
á  su  lado.  Sus  esclavos  cultivan  el  arroz  necesario  para 
su  sustento  y  alguna  cantidad  además  para  comerciar, 
así  como  el  tabaco,  el  maíz,  el  camote,  los  plátanos  y 
la  caña  de  azúcar. 

No  abonan  los  terrenos  ni  labran  las  tierras.  Cuando 
han  recogido  una  ó  dos  cosechas,  buscan  otro  lugar 
fértil,  lo  desmontan  y  lo  siembran. 

Los  manobos  tienen  supersticiones  religiosas  que  no 
son  comunes  á  los  demás  aetas.  Reconocen  la  existen- 
cia de  un  ser  supremo  que  denominan  Manaug,  y  rin- 
den especial  veneración  á  la  memoria  de  sus  antepasa- 
dos, que  es  lo  que  llaman  anuos.  Este  culto,  sin  em- 
bargo,  es  inferior  al  que  tributan  á  otros  dioses.  El 


26  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

trueno,  por  ejemplo,  lo  consideran  como  la  palabra  del 
rayo,  que  reverencian  bajo  la  figura  de  un  animal  mons- 
truoso. Cuando  una  chispa  eléctrica  hiende  un  árbol, 
creen  que  ese  animal  ha  clavado  en  la  tierra  uno  de  sus 
dientes.  Tales  juzgan  las  hachas  de  pedernal,  pertene- 
cientes á  épocas  prehistóricas,  que  suelen  hallarse  ente- 
rradas al  pie  de  los  árboles.  El  cocodrilo  es  para  ellos 
animal  sagrado,  que  simboliza  todas  las  enfermedades, 
males  y  desgracias.  Pero  el  dios  más  digno  de  respeto, 
después  del  divata  ó  anuo  de  la  cosecha,  es  el  tagbusán, 
dios  de  la  guerra.  En  Octubre,  al  recolectar  la  cosecha, 
todos  los  manobos  limpian  y  afilan  sus  lanzas,  crises  y 
puñales,  y  preparan  los  escudos.  En  el  instante  que  el 
dios  de  la  guerra  promete  un  éxito  feliz  á  la  empresa, 
el  bagani,  ministro  de  su  dios,  coge  el  talismán  sagrado 
y,  seguido  de  sus  dependientes,  va  á  lo  interior  del  bos- 
que en  busca  de  sus  enemigos.  Si  los  sorprenden  dormi- 
dos ó  descuidados,  asesinan  á  los  varones,  conservando 
como  esclavos  á  las  hembras  y  chiquillos.  Cuando  tie- 
nen que  luchar  cuerpo  á  cuerpo,  el  bagani  es  el  primero 
en  combatir.  Si  vence,  empuña  el  acero  consagrado, 
que  únicamente  puede  emplear  para  este  caso;  abre  el 
pecho  á  su  contrario  é  introduce  feroz  el  talismán  que 
lleva  pendiente  de  su  cuello,  entre  la  humeante  san- 
gre del  vencido.  Después  le  extrae  el  corazón  ó  el  hí- 
gado, y  come  un  pedazo  en  prueba  de  haber  satisfecho 
su  venganza.  Tan  horrible  privilegio  corresponde  exclu- 
sivamente al  jefe  político-religioso,  no  siendo  lícito  al 
pueblo  comer  carne  humana.  Los  que  tienen  que  vengar 
agravios  personales,  aguardan  emboscados  á  su  enemi- 
go, aunque  tarde  en  aportar  por  aquel  sitio  semanas  ente- 
ras, y  al  aparecer  lo  hieren  con  sus  larguísimas  lanzas. 
La  cabeza  de  la  víctima  es  después  llevada  en  triunfo 


EN   MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  27 

á  casa  del  vencedor.  En  estas  excursiones  sacrifican  en 
honor  del  dios  de  las  batallas  algún  esclavo  de  los  que 
llevan  en  su  compañía.  Hacen  abrir  una  fosa,  y  cortan 
con  el  hierro  sagrado  la  cabeza  de  la  víctima;  los  demás 
esclavos  tienen  que  llenar  con  tierra  la  fosa  donde  queda 
el  cuerpo  de  su  infeliz  compañero. 

Los  baganis  solían  elegir  sus  concubinas  de  entre  las 
prisioneras  de  guerra,  proviniendo  de  éstas  la  clase  de 
los  tinavas  ó  libertos.  Sus  hijos,  esclavos  al  nacer,  son 
á  poco  declarados  libres,  viniendo  á  formar  una  clase 
intermedia  entre  los  magnates  y  los  esclavos.  Estos  úl- 
timos están  sentenciados  á  ser  vendidos  en  castigo  de 
cualquier  falta  que  cometan,  ó  á  ser  sacrificados  en  aras 
del  dios  de  las  batallas. 

Los  manobos,  como  se  ve,  se  diferencian  bastante  de 
los  aetas,  propiamente  dichos,  superándoles  en  civiliza- 
ción por  lo  que  respecta  al  cultivo  de  los  campos,  al 
culto  por  sus  antepasados  y  á  cierta  organización  po- 
lítica; pero  están  supeditados  á  un  ciego  fanatismo  que 
les  arrastra  á  sacrificios  humanos  y  á  actos  repugnan- 
tes, propios  de  caníbales. 

Según  los  padres  de  la  misión  de  jesuítas,  los  baga- 
nis son  asesinos  de  profesión,  y  se  distinguen  en  su 
traje  por  el  número  de  asesinatos  cometidos.  Cuando 
son  cinco  ó  diez  los  muertos,  llevan  en  la  cabeza  pa- 
ñuelo encarnado;  de  diez  á  veinte,  pañuelo  y  camisa 
del  mismo  color,  y  de  veinte  en  adelante,  pañuelo,  ca- 
misa y  pantalón  encarnado. 

A  cada  víctima  le  cortan  un  mechón  de  cabellos,  con 
los  que  engalanan  el  borde  de  su  escudo. 

Estos  crueles  salvajes  usan  coraza  de  hasta  tres  do- 
bles de  bejuco  partido,  y  con  ella  defienden  el  pecho  y 
la  espalda.   Para  dificultar  el  paso  de  sus  enemigos. 


28  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

clavan  en  tierra  puntas  de  caña  y  preparan,  á  mane- 
ra de  lazos,  unas  flechas  dentro  de  arcos,  que  al  pisar- 
las se  disparan  y  atraviesan  por  el  costado  al  caminan- 
te. Ascenderán  á  iS.ooo. 

Los  mamaniias  (hombres  del  bosque),  raza  mezclada 
de  la  costa  Este  de  Mindanao,  de  color  negro  muy  ate- 
zado, habitantes  en  las  inmediaciones  del  río  Butuan, 
hacen  vida  muy  semejante  á  la  de  los  manobos,  dife- 
renciándose de  éstos  en  que  se  casan  con  las  mujeres  de 
otras  tribus  malayas  y  aun  cristianas,  que  luego  se  les 
asimilan,  adoptando  su  mismo  género  de  vida  nómada. 

Mandayas.—^n  los  confines  del  territorio  ocupado 
por  la  tribu  que  dejamos  mencionada,  hacia  el  S.,  ó  sea 
la  parte  alta  de  la  cuenca  del  Agusan,  y  desde  Linao 
hasta  las  lagunas  de  Liguasan  y  Buluan,  por  el  O.  y 
toda  la  costa  oriental  de  la  isla  hasta  pasado  Bislig,  re- 
side la  raza  de  los  mandayas,  igual  á  los  habitantes  del 
interior  de  Borneo. 

Tienen  facciones  muy  regulares  y  color  más  claro 
que  los  demás  salvajes,  presentando  rasgos  de  la  raza 
china.  Se  dejan  crecer  el  pelo  como  las  mujeres. 

Son  robustos  y  más  nobles  y  pacíficos  que  los  mano- 
bos, aunque  van  siempre  armados  y  aman  la  vida  erran- 
te. Comercian  con  los  cristianos. 

Tienen  su  código  legal  y  penal,  basado  en  sus  tradi- 
ciones. Domina  entre  ellos  la  idolatría,  y  está  permitida 
la  poligamia  y  la  esclavitud. 

Practican  con  gran  fervor  sus  ritos  religiosos.  Repre- 
sentan á  su  divata  ó  ídolo  por  medio  de  un  busto  de 
figura  humana,  hecho  con  madera  de  hayog,  reservada 
para  este  uso,  y  pintada  con  la  savia  de  la  narra.  Por 
ojos  le  ponen  la  encarnada  fruta  del  macabujay.  Este 
ídolo  tiene  sus  bailanes  ó  sacerdotisas. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  29 

Creen  los  mandayas  en  dos  principios  buenos,  ó  sean 
Mansilatan  y  Badla,  padre  é  hijo,  y  en  dos  principios 
malos,  Piindagnon  y  Malimbong,  marido  y  mujer. 

En  sus  enfermedades  y  desgracias  invocan  la  protec- 
ción de  los  principios  buenos,  y  escarnecen  á  los  ídolos 
de  los  principios  malos. 

Su  principal  sacrificio  es  el  Bilitic.  Reunidas  alrede- 
dor del  altar  del  divata,  el  número  de  bailanes  que  exija 
el  esplendor  de  la  fiesta,  conforme. á  la  cantidad  que 
satisfaga  el  patrón,  frente  á  cuya  casa  tiene  lugar  la 
ceremonia,  éste  presenta  á  aquéllas  un  cebado  cerdo, 
que  es  depositado  en  el  altar.  Las  bailanes,  engalana- 
das cuanto  pueden,  lo  rodean  bailando  al  compás  de  la 
música  consagrada  al  ídolo,  cantando  á  la  vez  estos 
versos: 

Mi  minsad  si  Mansilatan. 

(Bajará  del  cielo  Mansilatan.) 

Opud  si  Badla  ñga  magadayao  mangdunia. 

(Luego  Badla  arreglará  la  tierra),  etc. 

Tiemblan  después,  estremeciéndose  de  pies  á  cabeza 
é  inclinándose  de  uno  á  otro  lado,  describen  con  sus 
evoluciones  varios  semicírculos,  bailando  acompasada- 
mente al  son  del  gniuibao,  especie  de  tamboril;  elevan 
la  mano  derecha  al  sol  ó  á  la  luna,  según  sea  de  día  ó 
de  noche,  y  piden  protección  para  el  organizador  del 
Bilitic. 

A  seguida,  la  sacerdotisa  mayor  hiere  con  su  balarao 
(puñalito)  al  cerdo,  sin  separarlo  del  altar,  y  aplicando 
los  labios  á  la  herida,  chupa  y  bebe  la  sangre  que  de 
ella  brota,  vivo  aún  el  animal,  y  á  continuación  hacen 
lo  mismo  las  demás  bailanes. 


30  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Repiten  los  bailes,  cantos  y  estremecimientos;  figu- 
ran hablar  con  Mansilatan,  que  aseguran  ha  bajado  del 
cielo  para  inspirarlas,  y  profetizan  lo  que  les  ha  comu- 
nicado, ó  sea  el  anuncio  de  una  buena  cosecha,  la  cura- 
ción de  alguna  enfermedad,  ó  una  victoria  sobre  sus 
enemigos. 

Limpian  después  el  cerdo;  ofrecen  parte  de  él  al  Di- 
vata,  y  termina  la  fiesta  con  una  tremenda  orgia. 

Por  este  estilo  son  los  diversos  sacrificios  que  prac- 
tican. 

Las  bailanes  usan  ordinariamente  un  jubón  encar- 
nado. En  los  días  de  ceremonias  se  adornan  el  cuello 
y  el  pecho  con  abalorios,  collares  de  oro  y  patenas  de 
plata  que  ellas  mismas  fabrican  y  labran;  se  engala- 
nan la  cintura  con  cascabeles,  muelas  de  cerdo  y  cai- 
mán, y  ramos  de  yerbas  olorosas,  y  las  manos  y  los 
pies  con  gruesos  anillos  de  alambre  y  de  taclobos,  así 
como  de  cierta  planta  marina  de  color  negro,  llamada 
sagaysay. 

Respecto  de  la  paloma  silvestre  Limoco,  abrigan  los 
mandayas  diversas  supersticiones.  Si  canta  en  frente  del 
individuo  por  el  lado  izquierdo,  conseguirá  éste  lo  que 
pretenda;  si  canta  por  el  lado  derecho,  debe  estar  pre- 
venido contra  sus  enemigos;  si  por  el  lado  derecho  de 
la  espalda,  enfermará  en  breve;  si  por  la  parte  anterior 
del  pecho,  es  preciso  que  retroceda  al  punto,  porque 
le  amenaza  inminente  riesgo;  si  oye  el  canto  hallán- 
dose el  individuo  al  umbral  de  la  puerta  de  alguna  casa, 
va  á  ser  mordido  por  un  animal  dañino;  si  ocurre  es- 
tando bajo  el  tejado,  tiene  que  huir,  porque  el  peligro 
es  inmediato;  y  si  acontece  cuando  él  está  entre  dos  ár- 
boles, indica  que  sus  enemigos  le  preparan  una  embos- 
cada. Temen  los  eclipses  y  temblores,  y  son  víctimas 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  3 1 

de  grandes  supersticiones  relativas  á  brujas,  hechice- 
ras, gigantes,  enanos,  etc.,  etc. 

Entierran  los  cadáveres  en  los  huecos  que  forman  las 
peñas  del  bosque,  y  juntamente  sus  armas  y  escudo  y 
una  banga  ú  olla  con  morisqueta,  á  fin  de  que  pueda 
defenderse  con  las  primeras  y  alimentarse  con  lo  segun- 
do en  su  viaje.  Si  se  declara  una  epidemia,  abandonan 
la  ranchería  y  van  á  establecerse  en  otro  lugar.  Se  cree 
excedan  de  i5.ooo. 

Manguangas. — Ocupan  el  vasto  territorio  que  existe 
desde  la  orilla  izquierda  del  rio  Agusan  hasta  Misamis, 
y  desde  la  costa  N.  de  la  isla  hasta  la  laguna  de  Buha- 
yen.  Seméjanse  á  los  manobos,  con  los  que  confinan 
por  el  E.  Son  refractarios  al  trabajo,  y  muy  aficionados 
al  robo  de  ganados.  Habrá  unos  14.000. 

En  las  inmediaciones  del  seno  de  Davao,  hay  una 
tribu  mixta  de  mandayas  y  manguangas,  enemiga  de  los 
moros.  Sü  número  asciende  á  7.000. 

Guiangas  y  Bagobos. — En  las  cercanías  del  volcán  de 
Apo  y  á  orillas  del  rio  Pulangui,  encuéntranse  los  Guian- 
gas  y  Bagobos,  raza,  cruel  y  antropófaga.  Adoran  un  dios 
bajo  el  nombre  de  Busao,  en  cuyo  honor  hacen  sacrifi- 
cios humanos.  Estos  salvajes  feroces  se  extienden  has- 
ta las  playas  del  seno  de  Davao,  muy  cerca  del  río  Ca- 
silaran  y  del  puerto  de  Malalag.  Son  robustos  y  gue- 
rreros. Elaboran  tejidos  de  algodón  y  de  abacá  y  labran 
sementeras  de  arroz.  Serán  de  10  á  12.000  de  cada 
raza. 

Tagacaolos,  Sanguiks y  Bilanes. — Estas  razas  moran 
cerca  del  volcán  de  Apo,  por  el  S.,  en  las  islas  Saran- 
gani  y  por  las  grandes  laderas  del  Matutum,  hasta  la 
costa  SO.  de  la  isla.  Son  valientes  y  susceptibles  de  fá- 
cil civilización.  Los  hombres  se  agujerean  las  orejas, 


32  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

en  las  que  llevan  grandes  botones  de  marfil,  de  los  que 
penden  enormes  sartas  de  abalorios. 

Los  primeros  son  oriundos  de  aeta. 

Aborrecen  los  latrocinios  y  el  adulterio,  delitos  que 
castigan  severamente,  y  poseen  otras  cualidades  reco- 
mendables. Calcúlanse  en  25.ooo. 

Tirulayes. — Habitan  en  las  niontañas  de  Tamontaca, 
y  en  las  que  rodean  á  la  bahía  Illana.  Son  más  raquí- 
ticos y  menos  inteligentes  que  los  moros.  Su  traje  es 
incompleto  y  vario. 

Sus  mujeres  visten  con  más  esmero;  algunas  usan 
un  sombrero  de  palma  de  forma  cónica  cóncava,  de 
grandes  alas;  un  jubón  abrochado  por  la  garganta,  de- 
jando al  descubierto  el  pecho;  un  faldellín  hasta  la  ro- 
dilla, y  los  brazos  y  piernas  desnudas,  pero  adornadas 
por  infinito  número  de  anillos  que  chocan  y  suenan  al 
andar;  cinturón  de  sortijas  de  hoja  de  lata,  y  enormes 
zarcillos,  á  cuyo  peso  se  les  abre  desmesuradamente  el 
pulpejo  de  la  oreja.  Los  padres  y  maridos  cuidan  poco 
de  la  honestidad  de  sus  hijas  y  esposas. 

Cultivan  arroz,  caña  dulce,  tabaco  y  otros  productos 
agrícolas.  Debe  haber  sobre  8.000. 

Súbanos. — Moran  éstos  por  la  parte  occidental  de  la 
isla,  desde  Misamis  hasta  Zamboanga,  en  los  distritos 
intermedios  de  moros  y  cristianos.  Su  color  es  bastante 
oscuro.  Son  de  costumbres  pacíficas  y  fáciles  de  some- 
ter, como  lo  están  á  los  moros  del  territorio  de  Sibu- 
guey,  á  pesar  de  que  su  número  es  treinta  veces  menor 
al  de  los  súbanos,  y  no  obstante  el  odio  que  profesan  á 
aquéllos,  lo  cual  demuestra  con  cuánto  más  motivo 
aceptarían  el  dominio  español. 

También  existen  mezclas  de  estas  diferentes  razas. 

Conviene  mucho  favorecer  á  estas  razas  contra  los 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  33 

moros  y  atraerlas  por  completo  de  la  manera  más  po- 
lítica y  persuasiva,  pero  enérgica  á  la  ve2  y  sin  contem- 
placiones para  nadie,  pues  en  ellas  tiene  que  basarse 
nuestro  predominio  en  Mindanao  sobre  los  malayo-ma- 
hometanos, irreductibles  por  la  diferencia  de  religión, 
que  ha  de  dificultar  siempre  una  buena  inteligencia  con 
nosotros  y  muy  odiados  de  los  monteses,  entre  quienes 
los  moros  reclutan  esclavos,  causándoles  todo  género 
de  vejámenes  y  daños.  Para  ello  deben  estrecharse  las 
distancias  entre  nuestros  establecimientos  militares  y 
las  rancherías  de  monteses,  á  fin  de  mantener  con  éstos 
más  frecuente  comunicación  y  trato.  Conviene  aumen- 
r.tar  el  número  de  misioneros  y  á  la  vez  ir  situando  des- 
tacamentos ó  puestos  militares  escalonados,  á  partir  de 
Misamis  hacia  el  S.,  y  de  Surigao  hacia  el  O.,  cuyos 
jefes  deberán  tener  la  autoridad  civil  necesaria  para  or- 
ganizar la  población  sometida,  á  semejanza  de  lo  prac- 
ticado, con  éxito  completo,  para  la  reducción  de  igo- 
rrotes  en  Tiagan,  Lepanto,  Bontoc  y  otros  puntos  de 
Luzón.  Avanzando  siempre  dichos  establecimientos 
conforme  fuesen  agrupándose  á  ellos  los  nuevos  redu- 
cidos, que  gustosos  preferirán  hacerlo  así  á  caer  escla- 
vos de  los  moros,  éstos  tendrían  que  asimilarse  6  des- 
aparecer. 

Los  malayo-musulmanes  no  reconocen  más  derecho 
que  el  de  la  fuerza;  son  indómitos  en  grado  sumo  y  ja- 
más se  someterán  á  ninguna  autoridad  que  no  perte- 
nezca á  su  raza  ni  se  convertirán  al  cristianismo:  los 
moros  sámales,  los  de  Joló  y  Tawi-tawi,  que  siempre 
han  vivido  y  medrado  del  pirateo  en  las  costas  filipinas, 
que  todas  sus  aficiones  son  las  empresas  marítimas  y  que 
desprecian  el  cultivo  del  campo  por  abrigar  la  creen- 
cia de  que  ese  es  oficio  de  esclavos,  que  son  quienes 

3 


34  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

se  los  labran  á  ellos,  y  que  tienen  una  independencia  y 
ferocidad  salvaje,  serán  siempre  un  estorbo  invencible 
para  el  progreso  social  de  los  puntos  que  ocupan,  y  no 
hay  que  fiar  en  convenios  ni  promesas  de  sumisión  y 
paz,  sino  hacerles  sentir  la  superioridad  de  nuestras 
fuerzas,  sometiéndolos  ó  ahuyentándolos. 

De  este  modo,  únicamente,  llegaremos  á  dominar 
sobre  Mindanao  y  evitaremos  costosas  guerras  para  lo 
futuro.  Se  supone  el  número  de  Súbanos  en  5o.ooo. 

Dialectos. — Hablan  estas  razas  diferentes  dialectos, 
predominando  el  manobo  y  el  mandaya.  En  algunos 
puntos  ofrece  su  lenguaje  gran  mezcla  de  malayo,  mo- 
ro y  visaya. 

DISTRITOS  DE  MINDANAO. 


Por  Real  decreto  de  3 1  de  Julio  de  1860,  se  creó  un 
gobierno  general  P.  M.  en  la  isla  de  Mindanao  y  sus  ad- 
yacentes, á  cargo  hoy  de  un  brigadier. 

Compónese  de  los  seis  distritos  siguientes: 

i.°  Zamboanga:  comprende  la  parte  de  la  provincia 
de  su  nombre,  que  abraza  el  seno  de  Sibuguey  y  la  costa 
O*  de  la  isla  hasta  punta  Maralag. 

2.°     Misamis,  con  la  isla  de  Camiguin. 

3.°  Surígao,  con  el  grupo  de  islas  de  su  nombre,  si- 
tuadas al  N.  y  NE.  del  distrito. 

4.°  Davao,  con  la  isla  de  Samal,  que  está  en  el  seno 
de  aquel  nombre,  comprende  desde  Surigao  hasta  las  islas 
Sarangani,  situadas  al  extremo  SO.,  abrazando  en  su 
jurisdicción  el  puerto  Balete  y  la  bahía  de  Pujaga,  sobre 
la  costa  E.  de  Mindanao  y  al  NE.  del  cabo  de  San 
Agustín. 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  35 

5.°  Cottabato  y  Pollok,  con  la  isla  de  Bongo,  en  la 
bahía  Illana. 

6.°     Basilan. 

Comandancias  militares.  —  Dapitan,  al  N.  de  Minda- 
nao,  desde  punta  Taglo  á  la  de  Sicayap,  al  O.,  y  la  de 
Silla,  al  E.  Bislig,  al  E.  de  Mindanao,  desde  punta  Ca- 
uit  hasta  Surigao.  De  este  punto  toma  la  dirección  ESO. 
al  interior  del  distrito  hasta  el  río  Suntug,  y  continúa 
al  N.  hasta  el  pueblo  Hijo. 

El  gobierno  de  cada  uno  de  los  distritos  de  Minda- 
nao, Surigao  y  Cottabato,  está  á  cargo  de  un  teniente 
coronel  de  ejército,  y  el  de  los  de  Zamboanga,  Davao 
y  Basilan,  y  la  comandancia  de  Dapitan,  al  de  un  co- 
mandante, respectivamente;  la  última,  depende  del  go- 
bernador de  Misamis. 

Zamboanga,  Misamis,  Surigao  y  Pollok  cuentan  juz- 
gados de  primera  instancia,  de  entrada.  El  gobierno  de 
Davao  tiene  atribuciones  judiciales.  En  la  primera  de 
estas  provincias  sirve  el  ramo  de  Hacienda  un  admi- 
nistrador de  Aduanas,  y  el  de  Correos  un  administra- 
dor con  la  categoría  de  oficial  tercero.  En  las  de  Misa- 
mis,  Surigao  y  Pollok,  existen  administraciones  de 
Hacienda  de  cuarta  clase.  En  los  distritos  restantes  des- 
empeñan estos  ramos  sus  respectivos  gobernadores. 

En  todo  Mindanao  ejercen  la  parte  espiritual  los  je- 
suítas, menos  en  Misamis,  Surigao  y  Bislig,  en  que 
también  hay  recoletos. 

ZAMBOANGA. 

El  distrito  de  Zamboanga  linda  al  N.  con  la  punta 
Maralag,  del  distrito  de  Misamis;  al  E.,  con  el  de  Po- 
llok ó  Cottabato;  al  S.,  con  la  isla  de  Basilan  y  el  Ar- 


36  HISTORIA   DE   LA  PIRATERÍA 

chipiélago  de  Joló,  y  al  O.,  con  el  mar  de  Mindanao. 

Zamboanga,  villa  creada  en  i636,  y  que  hasta  hace 
algunos  años  ha  sido  la  capital  de  Mindanao,  está  si- 
tuada sobre  la  playa,  en  terreno  llano  y  descubierto,  te- 
niendo á  su  espalda  la  cordillera  Pulungbató.  Limítala 
al  NE.  el  pueblo  de  Tetuán;  al  N.,  el  barrio  de  Santa 
María,  y  al  O.,  el  de  Gusú,  la  Visita  de  Dumalón  y  la 
Colonia  de  San  Ramón. 

Al  S.  de  Zamboanga  se  encuentran  las  islas  de  Santa 
Cruz;  al  E.,  sobre  la  costa,  las  deTigtanan,  Malanipa, 
Sacol  y  Tumatuta,  y  la  de  Olutanga,  al  SE.  del  seno 
de  Sibuguey . 

Clima. — Templado  todo  el  año,  á  excepción  de  los 
meses  de  Noviembre  á  Enero,  durante  los  cuales  refres- 
ca mucho.  El  viento  O.  es  muy  constante  en  Zamboan- 
ga. Su  atmósfera  está  siempre  limpia  y  despejada.  No 
se  sienten  baguios  ni  temporales. 

Montes.  —  La  cordillera  Pulungbató  es  la  principal, 
distinguiéndose  los  montes  Paranhuag,  Cabigan,  Tu- 
lungatura.  Zas,  Tinuba,  Tarlin,  Malandi  y  algún  otro. 

Ríos. — 'El  Nahuan,  que  nace  en  la  cordillera  Pulung- 
bató, surte  de  agua  á  la  población,  á  sus  arrabales  y  al 
pueblo  de  Tetuán.  Pasa  por  los  barrios  de  Santa  María 
y  Tumaga,  entra  en  Tetuán  y  desagua  en  Masinlog. 
Los  principales  ríos  del  distrito  son  el  Dumalón,  el  de 
San  Ramón  y  el  Putalong.  Muchos  otros  cuenta  de 
menos  importancia. 

Lagos. — El  de  Baguey,  al  NE.  de  la  plaza. 

Costas. — Tiene  849  millas  de  costa,  desde  la  punta  SO. 
de  Flechas,  al  E.,  hasta  la  punta  Maralag,  al  NO.  La 
bahía  Sindangan  se  encuentra  al  N.  entre  las  puntas 
Murciélagos  y  Banigan,  y  el  seno  de  Sibuguey,  al  E., 
donde  se  halla  el  puerto  de  Banga.  Las  ensenadas  Si- 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BOKNEO  37 

buco  y  Cauit  están  en  la  costa  E.,  entre  las  puntas  Ba- 
talampon  y  Siocon,  y  entre  ésta  ó  la  de  Bulangonan  y 
Dulanguin,  el  puerto  de  Santa  María.  Los  de  Zamboan- 
ga  y  la  Caldera  se  hallan  al  S.  La  costa  de  éstos  es  are- 
nosa en  toda  la  parte  que  da  al  frente  de  la  población, 
y  llana  y  algo  pedregosa  desde  Balinasan  hasta  Puta- 
long.  Aunque  abierta  y  combatida  por  las  olas,  si  reinan 
el  S.  y  el  O.,  ofrece  abrigo  para  los  vientos  del  N.  y  del 
E.  La  rada  tiene  buen  fondeadero,  pero  ofrece  poca  se- 
guridad porque  está  lleno  de  piedras.  En  la  costa  N. 
del  estrecho  puede  fondearse  sobre  12  á  i6  bra2as  are- 
na, sin  acercarse  mucho  á  la  playa. 

Zamboanga  es  puerto  habilitado  para  el  comercio 
exterior  (0. 

En  esta  villa  hay  un  hospital  militar.  Cuenta  buenas 
carreteras  para  comunicarse  con  los  pueblos  del  distrito. 

Población.— Unos  14.500  habitantes.  Al  N.  del  puer- 
to de  Santa  María,  existe  un  pueblo  moro  que  tendrá 
2.5oo  almas.  Los  zamboangueños  son  completamente 
opuestos  al  trabajo.  En  la  capital  no  hay  medio  de  pro- 
porcionarse un  criado.  Son  bastante  viciosos,  pero  pa- 
cíficos y  sumisos  ala  autoridad.  Los  privilegios  que  han 
conquistado  por  su  continua  lucha  contra  los  moros, 
y  entre  otros  la  exención  de  quintas,  hace  que  se  consi- 
deren superiores  á  los  demás  indios.  Los  naturales  de 
Zamboanga  hablan  todos,  aunque  imperfectamente,  el 
español.  Su  ocupación  habitual  es  el  tráfico  con  los  mo- 
ros; también  se  dedican  algo  á  la  agricultura,  desde 
hace  poco  tiempo. 

(1)  El  resumen  general  de  los  valores  del  comercio  obtenido  por  esta 
Aduana  durante  el  año  de  1883,  fué: 

Importación 12.740  pesos. 

Exportación » 


335857 


38  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

La  capital  está  defendida  por  una  fortaleza  llamada 
del  Pilar,  y  con  cuatro  baluartes  denominados  San 
Francisco,  San  Felipe,  San  Fernando  y  San  Luis.  La 
cindadela  se  halla  cerrada  por  los  baluartes  Santa  Bár- 
bara y  Santa  Catalina.  La  guarnece  fuerza  de  infante- 
ría. Zamboanga  dista  de  Manila  56i  millas. 

MISAMIS. 

Provincia  al  N.  de  Mindanao,  creada  en  1622,  á  la 
cual  pertenecen  la  isla  de  Camiguin,  al  NO.  de  punta 
Sipaca,  y  las  de  Zelino,  Aliguay  y  Bantequi. 

Límites. — Al  N.  y  O.,  el  mar  de  Visayas;  al  E.,  Su- 
rigao,  y  al  S.,  el  interior  de  la  isla  de  Mindanao. 

Extensión. — De  N.  á  S.,  41,77  kilómetros,  y  241,34 
de  E.  á  O. 

Clima. — Cálido  y  sumamente  húmedo.  Los  vientos 
del  N.,  NE.  y  SO.  azotan  mucho  esta  provincia. 

Terreno. — Montuoso  en  general  y  fértil. 

Montes. — La  cordillera  principal  parte  de  punta  Ma- 
ralag,  en  dirección  al  E.,  hasta  unirse  con  laque  sepa- 
ra á  Misamis  de  Davao,  encaminándose  después  al  N., 
hasta  morir  al  O.  de  punta  Divata.  En  esta  cordillera, 
al  S.  de  Misamis,  se  hallan  los  elevados  montes  Ran- 

gaya. 

Volcanes. — El  de  Camiguin,  ya  descrito. 

ríos. — Cuenta  18,  siendo  los  principales  el  Lubun- 
gan,  el  Iligan  y  el  Cagayán. 

Lagtmas. — Las  de  Panguil  y  Malanao. 

Puertos. — El  de  punta  Sipaca,  en  la  parte  N.  de  Min- 
danao; el  de  Quiualang,  en  la  bahía  de  Iligan,  entre 
Salimbal  y  Minor;  el  Maigo,  á  la  entrada  de  la  ensenada 
de  Misamis,  y  otro  entre  las  puntas  Blanca  y  Maralag. 


EN   MINDANAO,    JOLÓ    Y   BORNEO  39 

Costas. — Las  de  Misamis  tienen  240  millas  de  exten- 
sión. Principia  en  punta  Divata  y  termina  en  la  de  Ma- 
ralag.  Divata  separa  á  Misamis  de  Surigao  por  elE.,  y 
Maralag  á  Zamboanga  por  el  O. 

Minas. — En  los  ríos  Iligan  y  Cagayán  se  presenta  el 
oro  en  aluviones.  En  Initao,  Iponán  y  Pigtao  hay  mu- 
chos lavaderos.  Algunas  pepitas  extraídas  en  los  dos 
últimos  pesaban  unos  tres  taeles. 

El  oro  en  polvo  que  obtienen  por  lavado  de  las  are- 
nas, excede  siempre  de  20  quilates. 

Agricultura. — Se  halla  descuidada,  pues  solamente 
cultivan  unas  24.000  hectáreas,  destinadas  á  abacá, 
caña  dulce,  cacao,  palay,  maíz  y  varios  artículos  cuyo 
producto  no  baja  de  500.000  pesos. 

Industria. — Además  de  la  extracción  del  oro,  existe 
la  industria  de  los  tejidos  de  abacá  y  algodón.  Se  calcula 
que  cada  mujer  de  las  1.800  consagradas  á  este  trabajo 
obtiene  una  utilidad  líquida  al  año  de  80  pesos,  ó  sean 
144.000  en  total.  En  Aluvijid  y  Balinhasay  se  dedican 
á  la  pesca  del  balate  y  á  la  recolección  de  sigáis  ó  ca- 
racolitos  (Cyprea). 

Comercio. — La  mayor  parte  de  los  productos  de  Mi- 
samis van  á  Cebú.  Algunos,  aunque  en  menor  escala, 
á  Manila. 

La  exportación  se  compone  de  los  siguientes  pro- 
ductos: 

Abacá,  azúcar,  aceite  de  coco,  cacao,  canela,  cera, 
cerdos,  palay,  maíz  y  sibucao,  cuyo  total  valor  no  baja 
de  Soo.ooo  pesos  fuertes. 

El  tabaco  de  varios  pueblos  del  interior  es  suma- 
mente apreciado,  pagándose  á  elevado  precio. 

Población. — Unas  go.ooo  almas.  Distínguense  los 
habitantes  de  este  distrito  por  su  cultura,   no  menos 


40  HISTORIA    DE    LA   PIRATERÍA 

que  por  su  enemistad  hacia  los  moros,  contra  los  cuales 
se  han  batido  siempre  con  bravura. 

Iligan  y  Dapitan  son  pueblos  célebres  en  la  historia 
de  Mindanao,  por  su  valor  contra  los  piratas  joloanos. 
Hacia  el  N.  de  Mindanao  moran  sobre  lo.ooo  monteses 
é  igual  número  de  manobos  en  las  inmediaciones  de  Da- 
pitan. Desde  Iligan  hasta  la  laguna  de  Malanao,  hay 
asimismo  unos  20.000  moros.  La  población  total  de  Mi- 
samis  viene  á  ser  de  120.000  almas. 

Misamis  es  uno  de  los  pueblos  más  bonitos  del  Ar- 
chipiélago. Dista  de  Manila,  vía  de  Cebú,  481  millas. 

SURIGAO. 

Esta  provincia  fué  la  primera  que  Magallanes  incor- 
poró al  dominiode  España (i52i).  En  un  principio  llevó 
el  nombre  de  Corregimiento  de  Butuan.  Después  pro- 
vincia de  Caraga,  hasta  1849  en  que  se  la  impuso  el 
de  Surigao. 

Comienza  en  punta  Divata,  se  extiende  al  E.  hasta 
punta  Banaján  y  sigue  hasta  Surigao.  El  término  de  la 
provincia  es  punta  Cauit.  Pertenecen  á  Surigao  las  islas 
llamadas  Dinagat,  Siargao,  Bucás,  Gipdo,  Donadona, 
Caburao,  Argao,  Lampungan,  Sibunga  y  General. 

Límites. — Confina  al  O.  con  Misamis;  al  N.,  con  las 
islas  Limasagua  y  Leyte;  al  NE.,  con  las  islas  de  su 
nombre;  al  E.,  con  el  mar  Pacifico;  al  S.,  con  el  inte- 
rior de  Mindanao,  y  al  N.,  con  Davao  y  Cottabato. 

Extensión, — De  N.  á  S.  tiene  124,25  kilómetros,  y 
de  E.  á  O.,  en  la  parte  máxima,  97,78. 

Clima. — Cálido  y  en  exceso  húmedo,  obedeciendo  á 
los  vientos  NO.  y  SO.  Llueve  mucho  y  se  suelen  sentir 
grandes  baguios. 


EN   MINDANAO,    JÓLO   Y   BORNEO  4I 

Terreno. — Montuoso,  volcánico,  á  trechos  llano,  é  in- 
culto en  gran  parte. 

Montes. — La  cordillera  principal  parte  desde  punta 
Divata,  al  N.,  hasta  Salacogon,  al  SE.,  en  lo  interior, 
y  desde  aquí  al  NE.,  hasta  Tinabigan,  en  la  costa 
oriental  de  Mindanao,  donde  se  une  con  la  de  la  costa 
occidental,  que  sale  de  Jabonga  y  termina  en  punta  Ba- 
naján,  al  NO.  de  la  provincia.  Los  montes  más  nota- 
bles son  los  llamados  Canimón,  Binutong  y  Canmahat. 
El  terreno  de  estos  montes  lo  constituyen  pizarras  tal- 
cosas  y  serpentina.  Entre  los  productos  vegetales  de 
este  distrito  se  distinguen  las  hermosas  cañas  blancas 
para  bastones,  llamadas  de  Indias. 

Ríos. — El  más  caudaloso  es  el  Butuan  ó  Agusan,  ya 
descrito. 

Lagunas. — La  de  Sapangan  ó  Mainit. 

Costas. — Las  de  Surigao  miden  97  millas  de  extensión 
al  O.,  20  al  N.  y  III  al  E.,  desde  punta  Divata  hasta 
Cauit.  Durante  la  monzón  del  NE.  se  halla  cerrada,  y 
desde  Octubre  á  Mayo  es  muy  expuesta  la  navegación 
á  causa  de  las  gruesas  mareas  del  Pacífico.  No  es  mucho 
mejor  la  del  SE. 

Estrechos. — El  de  Surigao,  al  N.  de  Mindanao  y 
al  NE.  de  la  provincia,  entre  las  puntas  Banaján  al  S. 
y  la  de  Panaon  al  N.,  á  una  distancia  de  12  millas,  que 
es  el  ancho  del  estrecho.  La  velocidad  de  las  corrientes 
en  él  suele  ser  de  11  millas  por  hora. 

Comercio. — Existe  entre  esta  provincia  y  la  de  Cebú 
en  bastante  importancia.  El  de  cabotaje  con  Manila, 
consistente  en  abacá,  brea,  balate,  bejucos  para  basto- 
nes, cacao,  cera,  cueros  y  otros  varios  artículos,  se 
calcula  en  iSo.ooo  pesos  anuales. 

Minas. — Existen  bastantes  lavaderos  en  diversos  pun- 


42  HISTORIA    DE    LA   PIRATERÍA 

tos  de  la  provincia.  En  los  terrenos  calizos  de  los  mon- 
tes expresados  anteriormente,  se  ve  el  oro  mezclado  con 
piritas  de  hierro  y  cobre,  galena  y  blenda. 

La  producción  de  oro  al  año  se  calcula  en  1.800 
taeles,  ó  sean  32.400  pesos,  constituyendo  su  extrac- 
ción la  principal  industria  de  los  naturales  del  país. 

Ganadería. — Es  escasa  y  de  poca  vida,  por  la  excesi- 
va humedad  del  territorio. 

Población. — Sobre  58. 000  almas.  Los  habitantes  son 
dóciles  y  honrados,  pero  poco  amigos  de  las  faenas  cam- 
pestres. La  instrucción  pública  se  halla  bastante  atrasa- 
da. Moran  en  el  interior  las  castas  de  los  Aeias,  Mano- 
bos,  Mandayas  y  Bagobos,  cuyo  número  en  este  distrito 
se  calcula  en  10.200  almas. 

Surigao  dista  de  Manila,  vía  de  Cebú,  461  millas. 

BISLIG. 

Bislig  formó  parte  de  la  provincia  de  Nueva  Guipúz- 
coa ó  Davao  hasta  i858,  desde  cuya  fecha  depende  de 
Surigao. 

Pertenecen  á  Bislig  las  siguientes  islas:  Arangasa, 
al  S.  del  puerto  Canay;  Macangani,  al  N.  de  Tandag; 
Aguiman,  al  N.  de  la  bocana  de  la  ensenada  de  Lian- 
gan;  Tigdos,  al  N.  de  la  ensenada  de  Bislig;  Masahu- 
ran,  á  la  entrada  de  la  anterior,  y  Pujaga,  sobre  la 
punta  SO.  de  Balete. 

Límites. —  Confina  al  N.  con  Surigao;  al  E.,  con  el 
Pacífico,  y  al  S.  y  O.,  con  Davao  y  con  el  Cabo  de  San 
Agustín. 

Extensión. — 167,10  kilómetros  de  N.  á  S.,  con  38,09 
de  E.  á  O.  desde  Bislig  á  la  montaña  que  lo  separa  de 
Davao,  y  55,70  en  la  parte  más  ancha  del  distrito  en 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  43 

la  misma  dirección.  Desde  punta  Subug  se  dirige  al  SO. 
del  territorio,  y  de  aquí  recorre  60j32  kilómetros  hasta 
el  pueblo  de  Hijo. 

Clima. — Sano  y  cálido.  Los  vientos  reinantes  son 
el  NE.,  E.  y  SO. 

Terreno. — Montuoso  y  quebradizo,  con  algunas  ca- 
ñadas hacia  el  interior.  La  parte  más  llana,  inmediata 
á  la  costa,  es  sumamente  fértil  y  susceptible  de  todo 
género  de  producciones. 

Montes. — El  Catalán,  del  que  parten  otros  menos 
elevados,  que  cruzan  el  territorio  de  Balete  y  terminan 
en  el  Cabo  San  Agustín.  Abundan  los  productos  fores- 
tales. 

Ríos. — El  Tandag,  Tago,  Tuagan,  Mandag,  Cateel  y 
Bislig,  que  desaguan  en  el  mar.  El  más  caudaloso  es  el 
Cateel.  Su  bocana  ofrece  poca  seguridad  á  las  embarca- 
ciones. El  Bislig  es  poco  caudaloso,  navegable  solamen- 
te para  falúas. 

Puertos. — El  de  Bislig,  abierto  al  NE.,  de  poco  fondo, 
sucio,  con  6  bajos  de  arena  y  4  á  6  brazas  de  fondo,  al 
NO.  de  la  isla  Masahuran,  y  27  y  5o  entre  ésta  y  la 
punta  Sancol.  Es  bueno  sólo  para  falúas.  El  de  Cateel 
se  encuentra  muy  combatido  por  los  vientos  allí  reinan- 
tes. El  de  Tubud,  en  la  ensenada  de  Caraga,  se  halla 
al  abrigo  de  todos  los  vientos  menos  del  N. 

Costas. — Se  extienden  sobre  140  millas.  Desde  punta 
Cauit,  baja  al  S.  hasta  el  pueblo  de  Tandag;  toma 
al  SE.;  llega  al  puerto  de  Canay,  situado  al  S.  de  la 
punta  Lalubuyón  ó  Lambullán,  y,  al  N.  de  la  isla  Aran- 
gasa,  hace  rumbo  al  SO.  hasta  llegar  á  la  ensenada  de 
Liangan;  y  desde  la  punta  Bancutin,  que  es  la  más  sa- 
liente, corre  al  S.  la  costa,  en  cuya  dirección  se  halla 
la  ensenada  Lamón  y  los  islotes  Tigdos  y  Masahuran. 


44  HISTORIA   DE    LA.   PIRATERÍA 

Entre  la  última  punta  y  la  de  Saneó  está  el  pueblo  de 
Bislig.  Saliendo  de  la  ensenada,  rumbo  al  S.,  se  encuen- 
tran el  río  Tuagan,  el  puerto  Tambog,  las  puntas  Ca- 
tarmán,  Bagoso  y  Baganga.  Pásanse  las  puntas  Nunu- 
can  y  Baculing  y  se  llega  á  la  de  Sancol,  entre  la  cual 
y  la  de  Subug  está  el  pueblo  y  puerto  de  Caraga.  Sigue 
la  costa  al  SO.,  y  después  de  pasar  las  puntas  Balugo, 
Casoman,  Yacat  y  Tabobon,  se  llega  á  la  ensenada  de 
Mayao,  última  del  distrito,  situada  entre  las  puntas  Ta- 
bobon y  Bobon. 

Bajos. — El  de  Canay,  de  5  millas  de  extensión;  el  de 
Sanco,  con  3,75,  y  varios  entre  Tuagan  y  puerto  Ca- 
tarmán,  con  lo.  Existen  algunos  más  que  tienen  desde 
4  hasta  3o  brazas  de  fondo,  según  los  sitios. 

La  agricultura,  industria,  comercio,  ganadería  y  pro- 
ducción es  escasa.  Los  naturales  se  dedican  con  prefe- 
rencia á  la  explotación  del  oro. 

También  la  instrucción  primaria  está  atrasadísima. 

Po¿/¿ic/ó«.7— (Peninsulares,  mestizos,  indios  y  chinos.) 
Unas  21.100  almas.  Además  sobre  lo.ooo  infieles  de 
Davao,  que  se  extienden  hasta  las  inmediaciones  de 
Mayao.  La  capital,  Bislig,  dista  de  Manila,  vía  de  Su- 
rigao,  619  millas.  Está  situada  á  la  derecha  del  río  de 
su  nombre.  Casi  todos  los  pueblos  se  hallan  sobre  la 
costa.  El  gobierno  lo  ejerce  un  capitán  de  ejército,  de- 
pendiente del  gobernador  de  Surigao. 

DAVAO. 

Conquistó  este  territorio  á  los  moros  en  1848  el  in- 
trépido español  D.  José  deOyanguren,  autorizado  para 
hacer  la  expedición  á  su  coste  por  el  gobierno  de  Fili- 
pinas, recibiendo,  por  cierto,  inicuo  pago.  Púsole  por 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  45 

nombre  Nueva  Guipúzcoa,  denominación  que  en  i85i 
fué  injustamente  suprimida,  recibiendo  la  de  Davao. 

Pertenecen  á  este  distrito  las  islas  Samal,  Talicud, 
Pujaga,  las  Saranganis,  Sirangan,  Moleron  y  Lumbal, 
y  los  islotes  Malipanas  y  Sigaboy. 

Límites. — Al  N.,  Surigao;  al  NO.,  Cottabato,  en 
cuya  parte  intermedia  está  la  laguna  Buluan  y  el  terri- 
torio llamado  Boayen  ó  Buhayen,  y  al  SE.  el  mar 
Pacífico,  donde  se  hallan  el  puerto  Balete  y  la  bahía 
Pujaga. 

Extensión. — Extiéndese  desde  la  punta  Bobon,  al  S. 
de  la  ensenada  de  Mayao,  hasta  el  cabo  de  San  Agustín, 
unos  48, 23  kilómetros;  continúa  al  centro  del  seno  hasta 
el  NO.  del  pueblo  Hijo,  sobre  102,09,  Y  ^^  ^^^^  pueblo 
al  S.,  en  la  costa  E.  del  distrito  hasta  punta  Saran- 
gani,  161,53.  La  parte  más  ancha  en  la  costa  O.  tiene 
55,70  kilómetros  desde  punta  Gorda  al  interior. 

Clima. — Benigno  en  general. 

Terreno. — Excesivamente  montuoso. 

Montes. — Los  de  este  distrito  tienen  asombrosa  ve- 
getación. Distingüese  el  elevado  Pabulbungan. 

Volcanes. — En  los  montes  de  sus  inmediaciones  se  des- 
taca el  majestuoso  Apo. 

Ríos. — El  de  Davao,  muy  caudaloso,  de  ancho  cauce 
y  de  bastante  extensión.  En  embarcaciones  pequeñas  se 
navega  por  él  hasta  considerable  distancia.  El  Tagun  y 
el  Hijo  son  también  caudalosos,  y  algo  menos  el  Lan- 
tug,  Quinocot  y  Sumulog. 

Puertos. — Las  costas  de  Davao  son  muy  combatidas 
por  las  olas  cuando  reinan  el  S.  y  SO.  El  fondeadero 
principal  se  halla  en  el  canal  que  forma  la  playa  de  Da- 
vao con  la  isla  de  Samal,  pero  ofrece  poco  abrigo  en  la 
monzón  del  SO.  El  puerto  Balete,  en  la  ensenada  Pu- 


46  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

jaga,  está  resguardado  de  los  vientos  N.  y  S.,  y  el  de 
Glan,  con  buen  fondeadero,  de  los  del  S.  y  SE. 

Costas. — La  costa  E.  principia  en  la  punta  Tancanan, 
dirigiéndose  al  O.  hasta  el  centro  del  puerto  Balete, 
cuya  ensenada  es  conocida  por  el  nombre  de  Pujaga, 
desde  donde  sigue  la  costa  al  S.  hasta  el  cabo  de  San 
Agustín,  dejando  á  la  derecha  la  punta  Mapandi,  el  río 
Cabasuya  y  las  puntas  Luban  y  Mabiga.  Una  vez  do- 
blado el  cabo^  la  costa  sigue  al  N.;  pásanse  las  puntas 
Cagunhuang,  Taca,  Casa-casa  y  Dumango;  se  llega  á 
la  ensenada  Mapanga,  al  E.  de  la  isla  de  Samal,  y  pa- 
sando al  N.  de  esta  isla,  á  unas  11, 25  millas  de  punta 
Bacolod,  cambia  de  dirección  al  SE.  En  el  centro  de  la 
costa,  al  O.  de  la  referida  isla,  se  halla  el  pueblo  de  Da- 
vao,  al  NE.  del  seno  de  Casilaran,  Continúa  la  costa  casi 
recta  liasta  punta  Gorda;  cambia  al  SO.  hasta  llegar  á 
punta  Panguitan  ó  Sarangani,  doblada  la  cual,  y  des- 
pués de  pasar  la  punta  Lon,  la  bahía  Butalacki  ó  En- 
gañosa, y  la  punta  Bluff,  se  llega  al  fondeadero  de  Glan, 
á  la  entrada  de  la  bahía  de  Sugud  Boyan,  en  que  ter- 
mina la  costa  del  distrito.  Su  extensión,  desde  punta 
Panguitan  al  seno  de  Casilaran,  es  de  120,64  kilóme- 
tros de  N.  á  S.,  y  5o, 92  de  E.  á  O.  Desde  este  último 
punto  hasta  la  barra  del  río  Hijo,  al  N.,  67,28;  desde 
aquí  al  cabo  de  San  Agustín,  al  S.,  106,72;  de  éste  al 
puerto  Balete,  al  N.,  41,77. 

Población. —  Unas  1.700  almas.  Además  de  la  pobla- 
ción expresada,  cuya  gran  mayoría  es  de  indios  y  una 
muy  escasa  de  españoles,  mestizos  y  chinos,  existen 
sobre  2.3oo  moros  en  las  islas  Sarangani,  y  cerca  de 
16.000  Guiangas,  Bagohos,  Calaganes,  Tagacaolos  y  Bi- 
lanes,  repartidos  en  diferentes  puntos  del  lado  occiden- 
tal y  oriental  del  seno  de  Davao  é  isla  de  Samal,  entre 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  47 

cuyas  razas  viven  también  algunos  centenares  de  mo- 
ros. Los  naturales  de  Davao  están  exentos  de  quintas. 
Davao  dista  de  Manila  684  millas. 

El  progreso  material  de  este  distrito  estriba  en  las 
futuras  reducciones  de  monteses  y  en  el  establecimiento 
de  comunicaciones  más  frecuentes  con  Manila. 

COTTABATO. — POLLOK. 

Pollok  está  situado  á  la  entrada  del  río  Pulangui,  en 
la  costa  O.  de  la  isla  de  Mindanao,  casi  frente  de  la  isla 
Bongo,  en  la  bahía  Illana.  Su  fundación  data  de  i85i. 
Hoy  constituye  el  quinto  distrito  de  Mindanao,  junta- 
mente con  el  establecimiento  militar  de  Cottabato  (cas- 
tillo de  piedra),  que  ha  venido  á  ser  la  capital  del  go- 
bierno general  de  la  isla. 

Límites. — Al  E.,  la  bahía  Illana,  con  la  provincia 
de  Zamboanga;  desde  punta  Flechas,  al  N.,  confina  con 
las  extensas  cordilleras  que  dividen  su  extremidad  N. 
de  Misamis  y  Surigao;  al  E.,  en  el  interior,  con  el  dis- 
trito de  Davao,  y  al  S.  y  O.,  con  el  mar  de  Mindanao. 

Extensión. — De  punta  Flechas,  al  N.,  en  el  país  de 
los  moros  Ulanos,  5i,02  kilómetros,  ó  sea  hasta  Tacu- 
ran;  de  aquí  hasta  los  montes  de  Bislig,  272,98;  de 
punta  Bulaluan  al  S.,  hasta  el  N.,  228, g3,  y  181,91 
desde  Bacud  hasta  el  volcán  que  se  encuentra  al  NO, 
de  la  laguna  Manguindanao. 

Clima. — El  de  Cottabato  es  muy  húmedo  y  malsano. 
El  de  Pollok  es  más  benigno. 

Terreno. — Montuoso,  arcilloso  y  fangoso.  En  Cotta- 
bato abundan  los  manglares.  El  terreno  de  Pollok  es 
más  seco.  Llueve  mucho  y  se  dejan  sentir  con  frecuen- 
cia horribles  terremotos.  En  Diciembre  de  1871  y  Ene- 


48  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

ro  de  1872  los  hubo  verdaderamente  horribles,  según 
en  otro  lugar  expusimos. 

Montes. — Hacia  el  N.  existen  los  elevados  Rangaya, 
sobresaliendo  el  pico  Macaturin  y  el  monte  Apo. 

Volcanes. — El  Macaturin,  el  Apo,  el  Cottabato  y  el 
Butulan.  Existen  indicios  de  otros  varios  en  el  interior. 

Ríos. — Desaguan  en  la  bahía  Illana  los  llamados 
Maisin,  Curamalan,  Baras,  Sugut,  Simoy,  Grande  de 
Cagayán,  Amplajan,  Tabuun,  Matabuly  Graan.  El  más 
caudaloso  es  el  Pulangui,  de  que  ya  hemos  hecho 
mención. 

Lagunas. — Las  de  Maguindanao,  Liguasan  y  Bu- 
luan,  ya  referidas. 

Costas. — Parte  de  punta  Flechas,  corre  de  N.  á  S. 
hasta  Pollok  y  continúa  á  punta  Tapian,  desciende 
al  SE.  y  termina  en  la  bahía  de  Sarangani.  La  bahía 
Illana  se  halla  entre  punta  Flechas  y  Bamban;  desde 
aquí  corre  la  costa  al  N.  40°  E.  hasta  el  río  Grande.  A 
milla  y  media  SE.  de  la  isla  Bongo  puede  fondearse 
en  10  á  15  brazas.  Al  EO.  con  la  punta  N.  de  esta 
isla  se  halla  el  puerto  de  Pollok.  Su  fondo,  á  la  entrada 
y  en  la  medianería  es  de  46  á  3o  brazas,  y  de  20  y  i5 
junto  á  la  playa  del  S.,  al  E.  del  arrecife  que  rodea  la 
punta. 

La  isla  Bongo  hállase  situada  frente  al  río  Grande 
de  Mindanao,  á  unas  9  millas.  Desde  Pollok  á  punta 
Flechas  ofrece  la  costa  varios  puertos,  ensenadas  y  bo- 
canas que  están  por  reconocer,  ó  sea  al  N.  de  la  bahía 
Illana,  residencia  del  Sultanato  de  Mindanao. 

Aguas  minerales. — En  la  falda  de  la  colina  de  Cotta- 
bato brota  un  manantial  caliente  y  muy  sulfuroso,  cuya 
temperatura  del  agua  en  la  superficie  es  de  40°  cen- 
tígrados. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  49 

Agricultura  y  producción. — Casi  todo  el  terreno  culti- 
vado se  encuentra  en  el  territorio  que  ocupan  los  mo- 
ros. El  café  que  cosechan  es  de  excelente  calidad.  Tam- 
bién cultivan  cacao  y  palay.  El  comercio  lo  monopoli- 
zan los  chinos. 

En  Pollok  hay  una  estación  naval,  encomendada  á 
un  capitán  de  fragata. 

Población. — Unas  i.3oo  almas,  distribuidas  en  los 
tres  puntos  arriba  citados.  Además,  á  orillas  del  río 
Pulangui,  residen  los  tirulayes,  y  los  ulanos  al  NO. 

La  capital,  Cottabato,  dista  de  Manila,  vía  de  Zam- 
boanga,  676,50  millas;  de  Pollok,  20  kilómetros;  4,61 
de  Tamontaca;  85,83  de  la  laguna  Maguindanao,  y 
6o,32  de  la  de  Liguasan. 

Cottabato  no  ha  respondido  álos  fines  de  su  elevación 
á  capital  deMindanao,  antes  por  el  contrario,  la  deficien- 
cia de  nuestras  autoridades  y  sus  poco  prudentes  medi- 
das fueron  causa  de  que  la  numerosa  población  moro- 
malaya,  que  cultivaba  sus  campos  y  sostenía  activo 
tráfico  de  arroz,  café,  cacao,  aves  domésticas,  frutas, 
etcétera,  haya  ido  desapareciendo,  cuando  de  seguir 
otra  política  de  atracción  y  tolerancia  en  determinados 
asuntos,  hubiese  sucedido  todo  lo  contrario. 

Hoy  la  población  civil  sólo  se  compone  de  algunos 
deportados  y  sirvientes  y  de  los  falaces  mercaderes  chi- 
nos, que  explotan  á  españoles  y  moros,  fomentan  las 
pasiones  de  éstos  y  sus  prevenciones  contra  España, 
aliándose  siempre  con  nuestros  enemigos,  aunque  se- 
cretamente, constituyendo  un  elemento  perjudicial,  que 
sería  oportuno  reducir  á  la  impotencia,  y  mejor  aún, 
alejar  de  aquellos  puntos. 


¡o  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

BASILAN. 

La  provincia  de  la  Isabela  de  Basilan,  isla  situada 
hacia  la  parte  O.  de  Mindanao,  se  creó  en  i85i. 

Rodean  á  Basilan  cuarenta  islas,  formando  distintos 
grupos,  siendo  las  principales  Teinga,  Orejas  de  liebre, 
Basaan,  Catulub,  Pilas,  Paluc  y  Caricuman,  situadas 
al  N.,  NO.  y  SO.;  Bucutua,  Belanan,  Tongquil,  Farol 
y  Balanguingui,  al  S.;  y  Canluan,  al  SE.  Todas  están 
habitadas  por  moros  joloanos. 

La  isla  de  Pilas,  que  es  la  mayor  del  grupo,  se  pro- 
longa 16,71  kilómetros  de  N.  á  S.  Ha  sido  siempre  el 
abrigo  de  los  piratas.  La  isla  más  inmediata  á  Basilan 
es  la  de  Malamawi,  situada  al  NO.,  separándolas  un 
canal  de  dos  tercios  escasos  de  milla. 

Parten  de  Basilan  en  dirección  SO.  varios  islotes,  que 
forman  como  una  cadena,  que  enlaza  el  Archipiélago 
con  Borneo,  entre  los  cuales  se  halla  Joló,  Tawi-Tawi, 
etcétera.  Teinga  es  la  más  al  N.  del  Archipiélago 
de  Joló. 

Límites. — Al  N.,  Zamboanga;  al  O.,  el  mar  de  Min- 
danao; al  E.,  la  ensenada  de  Limao,  y  al  S.,  Joló. 

Extensión. — Tiene 2 1,27  kilómetros  de  E.á  O.,  88,99 
de  N.  á  S.,  y  1.275  kilómetros  cuadrados  de  superficie. 

Clima.  — Benigno.  Los  vientos  reinantes  son  Nortes 
y  Sudoestes.  A  causa  de  los  pantanos  de  las  inmedia- 
ciones, se  padecen  intermitentes  desde  Setiembre  á  Di- 
ciembre. 

Terreno. — El  suelo  de  la  isla  es  accidentado,  volcáni- 
co, montuoso  é  inculto  en  su  mayor  parte,  por  temer 
los  naturales  las  tropelías  de  los  moros. 

Montes.  —  Las  montañas  son  bajas,  pedregosas  y  de 
admirable  vegetación.  Abundan  las  maderas  de  cons- 


EN  MINDANAO,  JOLÓ  Y  BORNEO  5I 

trucción  y  la  resina,  cera  y  miel,  y  se  cree  que  existan 
grandes  criaderos  de  cobre. 

Ríos. — De  los  montes  del  S,  de  la  población  parte  un 
rio,  el  Maluso,  que  desagua  en  la  Silanga,  al  SO.  de 
Basilan,  el  cual  participa  del  flujo  y  reflujo  de  las  ma- 
reas. Esta  Silanga  está  abrigada  de  todos  los  vientos. 
Su  profundidad  mínima  es  de  2  brazas,  y  la  máxima 
de  20. 

Estrechos. — El  de  Basilan  lo  forma  la  extremidad  SO. 
de  Zamboanga  y  la  costa  N.  de  la  isla  de  su  nombre. 

La  boca  occidental  da  salida  al  mar  de  Mindoro.  La 
oriental  da  entrada  al  mar  de  Célebes.  En  el  centro  de 
este  estrecho  se  hallan  las  islas  de  Santa  Cruz,  perte- 
necientes al  distrito  de  Zamboanga. 

Población.  —  Unas  800  almas.  Casi  toda  la  isla  está 
ocupada  por  moros  llamados  jacanes,  sumamente  trai- 
cioneros y  ladrones.  Se  dedican  á  la  pesca  y  al  tT^áfico 
con  los  cristianos.  No  reconocen  autoridad  ninguna,  ni 
tienen  morada  fija. 

La  agricultura,  la  industria,  el  comercio  y  la  produc- 
ción es  de  escasísima  entidad. 

La  capital,  Isabela,  está  situada  en  un  declive,  cu- 
bierto de  vegetación.  En  su  parte  baja  es  pantanoso, 
costeándole  un  río  que  procede  de  los  montes  que  se 
hallan  al  S.  Está  resguardada  de  todos  los  vientos,  me- 
nos del  SO.  Dista  de  Manila  620  millas;  de  Zamboan- 
ga, 10  7.J,  y  de  Joló  unas  75.  Posee  un  fuerte  con  cua- 
tro baluartes. 

En  el  pueblo  de  la  Isabela  apenas  si  hay  otros  edifi- 
cios que  los  del  Estado.  El  pueblo  no  ofrece  nada  de 
notable;  pero  como  punto  militar  es  muy  importante,  y 
conviene  esté  bien  guarnecido  y  con  marina  suficiente 
para  las  eventualidades  de  la  guerra. 


52  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

En  Basilan  hay  estación  naval. 

La  privilegiada  isla  de  Mindanao,  por  su  extenso  te- 
rritorio, por  su  inmensa  riqueza  forestal  y  minera,  por 
sus  anchas  y  caudalosas  vías  fluviales,  por  sus  muchos 
y  excelentes  puertos,  y  por  su  magníñca  posición  geo- 
gráfica, ofrece  grandioso  porvenir  al  engrandecimiento 
colonial  de  nuestra  patria. 


ARCHIPIÉLAGO  DE  JOLÓ. 


El  Archipiélago  de  Joló  está  formado  por  una  mul- 
titud de  islas  madrepóricas,  cuyos  principales  grupos  se 
denominan  Joló,  Tawi-Tawi,  Tapul,  Pangutarang, 
Tagbabas,  Balanguingui,  Kecuapoussan  y  Cagayán  de 
Joló.  El  último,  situado  en  la  extremidad  septentrional 
de  Borneo,  una  parte  de  esta  isla  y  casi  toda  la  Para- 
gua,  es  lo  que  constituye  la  sultanía  de  Joló. 

Dicho  Archipiélago  se  extiende  desde  la  isla  Simisa, 
al  E.,  hasta  las  islas  Taju,  al  O.,  y  desde  la  isla  Pala- 
pat,  al  SO.,  hasta  la  de  Lubigan,  al  NO. 

El  grupo  de  Joló  se  compone  de  19  islas,  de  las  cua- 
les una  es  regular,  cuatro  de  mediana  extensión  y  las 
restantes  pequeñas. 

El  grupo  de  Tawi-Tawi,  situado  entre  Joló  y  Borneo, 
asciende  á  más  de  cuarenta  islas,  de  las  cuales  una  es 
bastante  grande,  catorce  regulares,  y  las  demás  pe- 
queñas. La  de  Tawi-Tawi  tiene  55'yo  kilómetros  de  lon- 
gitud, 20  de  ancho  y  iio  millas  de  circuito.  Dista  de 
Joló  55  '/a  kilómetros.  Distingüese  en  la  sierra  que  la 
atraviesa  el  pico  Dromedario,  de  670  metros.  Cuenta 
una  laguna  llamada  Lanantangang,  con  siete  brazas  de 
fondo. 

El  29  de  Enero  de  1882  ocupó  un  destacamento  de 
tropas  españolas  el  frontón  N.E.  de  la  isla  de  Bongao, 


54  HISTORIA    DE    LA   PIRATERÍA 

del  grupo  de  las  de  Tawi-Tawi,  izando  en  la  punta  sa- 
liente de  aquél  la  bandera  nacional. 

A  raíz  de  este  suceso,  fué  á  Bongao  el  paulima  (go- 
bernador) Amseyne,  con  sus  sácopes  de  Ubian.  Se  le 
invitó  á  que  trasladara  su  residencia  á  dicha  isla,  y  así 
lo  verificó  con  toda  su  familia  y  cuarenta  subditos  de 
ambos  sexos.  El  paulima  hizo  levantar  una  casa  para 
él,  á  un  extremo  de  la  isla,  izando  en  aquélla  la  ban- 
dera española  en  señal  de  adhesión  á  nuestro  país. 

El  grupo  Tapul,  consta  de  diez  y  nueve  islas,  de  las 
cuales  solamente  cuatro  son  de  regular  extensión.  Tapul 
se  extiende  9,21  kilómetros  deN.  áS.  y  4,60  de  E.  á  O., 
y  su  circunferencia  llega  á  12  7a  millas. 

La  más  importante  del  grupo  es  la  isla  de  Siasi,  con 
22  millas  de  circuito  y  más  de  24  de  superficie.  En  su 
centro  se  elevan  dos  picos  de  624  y  334  metros  respec- 
tivamente, cubiertos  de  hermosa  vegetación. 

Los  grupos  de  Pangutarang  y  Tagbabas,  se  componen 
de  más  de  treinta  islas  bajas,  por  regla  general,  nemoro- 
sas y  de  pequeña  extensión.  Pangutarang  tiene  16, 65  ki- 
lómetros de  N.  á  S.,  7,38  de  E.  á  O.,  en  su  parte  más 
ancha,  y  36  millas  de  costa. 

El  grupo  de  Balanguingui,  guarida  en  otro  tiempo 
de  terribles  piratas,  punto  principal  de  la  campaña 
de  1848,  cuenta  diez  y  ocho  islas,  de  las  cuales  sólo 
siete  alcanzan  regular  extensión. 

La  isla  de  Cagayán  de  Joló,  la  mayor  de  este  grupo, 
situada  al  N.  de  Tawi-Tawi,  mide  23  millas  de  ámbi- 
to y  más  de  20  cuadradas  de  superficie.  De  E.  á  O.  la 
atraviesa  una  cordillera,  cuyo  pico  más  alto  es  el  Ledán, 
de  340  metros.  Posee  dos  notables  lagunas,  una  de  agua 
salada  y  potable  la  otra,  y  un  lago  también  de  agua 
potable. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  55 

Joló,  que  da  nombre  al  Archipiélago,  se  halla  en 
los  125°  21'  longitud  y  6°  latitud;  corre  en  dirección  SO. 
desde  Mindanao  á  Borneo;  tiene  72, i5  kilómetros  de  E. 
á  O.,  3o, 5 2  de  ancho  y  840  kilómetros  cuadrados  de 
superficie. 

Clima.— JLl  de  Joló  es  constante,  cálido  y  húmedo. 
En  Abril,  Mayo  y  Junio,  y  en  Noviembre  5^  Diciembre, 
llueve  mucho.  La  temperatura  es  fresca  en  las  costas,  y 
fría  y  húmeda  por  las  noches  en  la  estación  de  Nortes. 
Durante  la  época  de  aguas  suelen  padecerse  allí  calen- 
turas intermitentes. 

Terreno. — Montuoso,  accidentado,  con  escasas  llanu- 
ras y  muy  fértil. 

Montes. — La  isla  presenta  una  cordillera  central  que 
corre  de  N.  á  E.,  de  la  cual  parten  varias  ramificacio- 
nes. Sus  montañas  son  bastante  encumbradas  y  de  con- 
figuración volcánica.  La  cima  del  Tumantangis,  punto 
culminante  del  sistema,  se  eleva  882  metros,  al  cual 
sigue  el  Babú,  de  840  metros. 

Ríos. — Su  más  caudaloso  rio  es  el  de  Maibung,  que 
nace  en  las  vertientes  meridionales  de  la  sierra  principal; 
recorre  algunas  millas,  sin  gran  caudal,  y  desemboca 
al  S.  en  el  pueblo  de  su  nombre.  Cuenta,  además,  los 
de  Sucbuc,  Ticban  y  Cabuncut,  poco  importantes. 

Puertos. —  El  de  Joló,  entre  las  puntas  Dinanga- 
pit  y  Belan,  al  NO.,  con  18  á  20  brazas  de  fondo  (1);  los 
de  Luban,  al  SE.,  y  Punungan,  al  SO.;  el  seno  de  Ca- 
buncut, al  S.;  el  de  Lugbac,  frente  á  la  ranchería  de 
Vinuayo;  el  de  Tuta,  al  N.  del  anterior,  donde  se  ha- 
llan los  pueblos  Pandampandan  y  Batibulan.  El  fon- 
deadero de  Carondong  y  el  seno  de  Pitogo,  entre  Sang 

(1)     Joló  es  puerto  franco  desde  1876. 


55  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

y  punta  Tandican,  al  SE.  de  la  isla.  Sobre  la  costa  NE. 
se  halla  la  isla  de  Kapual,  que  forma  una  silanga  entre 
ella  y  la  costa. 

Reino  vegetal. — Semejante  al  de  Mindanao.  Abunda 
la  teca,  camuning,  molave,  narra,  mangachapuy,  ipil  y 
otras  maderas  igualmente  estimables,  así  como  el  co- 
cotero, cabonegro,  el  burí,  la  ñipa  y  otras  palmas,  las 
gomas,  almáciga  y  toda  clase  de  resinas,  las  raíces  ali- 
menticias y  demás  productos  análogos.  En  sus  panta- 
nos abunda  mucho  el  mangle. 

AGRICULTURA,  INDUSTRIA  Y  COMERCIO. 

La  agricultura  en  Joló  tiene  escasa  importancia,  por- 
que los  moros  son  refractarios  á  las  faenas  que  requie- 
re, considerándolas  indignas  de  hombres  libres.  Sin  em- 
bargo, produce  el  suelo,  cuya  fertilidad  es  grande, 
excelente  café,  arroz  superior,  buen  cacao,  caña  dulce 
y  frutas  riquísimas;  entre  ellas,  el  delicioso  mangostán, 
siendo  susceptible  de  todos  los  cultivos  tropicales. 

La  industria  no  es  de  mucha  monta  ni  alcanza  nota- 
ble desarrollo  entre  los  joloanos.  Tejen,  valiéndose  del 
telar  primitivo,  algunas  telas  de  algodón  y  abacá,  á  las 
cuales  dan  color  por  medios  análogos  á  los  que  em- 
plean los  filipinos. 

Construyen  sus  poco  complicadas  embarcaciones,  y 
fabrican  lantacas,  falconetas  y  pequeños  morteros.  For- 
jan el  hierro  con  martillos  y  sobre  yunques;  le  caldean 
en  hogueras  alimentadas  con  carbón  vegetal,  y  se  valen 
de  procedimientos  antiguos,  pero  eficaces. 

Las  herramientas  que  fabrican,  son:  e\  patú,  escoplo 
pequeño  en  forma  de  hacha,  que  emplean  para  cortar  y 
alisar  la  madera;  el  lagut,  cuchillo  cortante  de  punta 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  57 

muy  aguda;  el  capá,  hacha  ordinaria;  el  licnt,  gubia; 
el  zancap,  escoplo  común,  y  el  iucnlf  martillo. 

Para  dar  el  temple  á  sus  herramientas  y  armas,  usan 
el  agua  dulce  con  hojas  de  guayabas. 

Hacen  las  vainas  de  narra  ó  de  láñete,  sujetando  sus 
piezas  por  medio  de  abrazaderas,  caprichosamente  teji- 
das, con  tiras  delgadas  de  bejucos. 

Pavonan  las  armas  blancas  majando  en  un  mortero 
una  porción  de  hierbas  de  olansimdn  ó  lancum-lanaun, 
de  donde  extraen  un  jugo  ácido,  que  en  frío  extienden 
por  poco  tiempo  sobre  la  superficie  de  aquéllas,  la  cual, 
después  de  limpia  con  aceite  de  coco,  queda  con  un  pa- 
vonado azulado  oscuro  bastante  permanente. 

El  mismo  procedimiento  emplean  para  las  armas  de 
fuego,  siendo  el  pavón  de  punto  muy  negro. 

Funden  en  pequeña  cantidad  la  plata  y  otros  me- 
tales. 

Fabrican  el  azúcar  cortando  la  caña  en  pedazos;  la 
prensan  por  medio  de  gruesos  maderos  y  cuecen  el  zu- 
mo al  fuego,  hasta  que  ha  adquirido  la  necesaria  den- 
sidad que  lo  vacian  en  moldes  de  coco,  y  al  enfriarse 
este  caldo  se  convierte  en  panes  de  cogucho  de  un  color 
oscuro  subido,  pero  de  gusto  muy  agradable. 

Por  un  procedimiento  análogo,  obtienen  del  líquido 
extraído  del  cabo  negro  sabrosa  miel,  muy  semejante  á 
la  de  panal. 

Los  joloanos  sostienen  un  comercio  bastante  activo 
con  el  establecimiento  inglés  de  Labuán,  de  donde  se 
proveen  de  telas,  armas,  municiones  y  manufacturas  de 
Europa,  á  cambio  de  sus  ricos  productos  naturales, 
como  son  la  concha,  el  carey,  el  balate,  los  bejucos,  la 
gutapercha,  el  cacao,  el  ámbar,  las  perlas,  el  alcanfor, 
los  cueros  de  vacas  y  de  carabaos,  el  nido  y  las  aletas  de 


58  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

tiburón,  productos  los  dos  últimamente  citados  que  los 
chinos  estiman  en  gran  manera  y  pagan  á  peso  de  oro. 

Los  chinos,  que  en  gran  número  residen  en  Joló,  y 
los  holandeses  é  ingleses  de  Borneo  y  Singapoore  impor- 
tan también  tejidos,  opio  y  armas,  recibiendo  en  cam- 
bio pimienta,  cera,  nácar,  oro  en  polvo,  perlas  y  los 
demás  artículos  antes  expresados. 

En  i838  sostenía  el  comercio  de  Manila  un  activo 
tráfico  con  el  archipiélago  joloano,  á  donde  iban  al- 
gunos buques  mercantes  españoles;  pero  el  temor  á  ser 
traicionados  alejó  de  allí  á  nuestros  comerciantes. 

Joló  reúne  considerable  riqueza,  pero  poco  efectiva 
para  España  el  día  que  sea  dueña  en  absoluto  de  todo 
el  archipiélago,  pues  para  obtenerla  sería  preciso  man- 
tener la  esclavitud,  ó  por  lo  menos  sujetar  á  un  trabajo 
horrible  y  de  fatal  término  á  los  indígenas,  cosa  que  se- 
guramente no  haríamos,  por  razones  de  humanidad. 

La  riqueza  más  importante  de  Joló  consiste  en  la 
pesca  de  la  concha  nácar  que  se  cría  en  bancos  madre- 
póricos vivos  y  en  mares  de  corrientes  que  son  las  que 
han  de  llevar  su  alimento  al  molusco  que,  adherido 
para  siempre  á  la  roca,  no  puede  proporcionárselo  por 
sí  mismo. 

Para  preparar  la  pesca  de  perlas,  arrastran  primera- 
mente por  el  fondo  un  aparato  hecho  con  maderas  de 
sus  frondosos  bosques,  cuya  dureza  iguala  á  la  del  hie- 
rro, aparato  semejante  á  los  rastrillos  que  usan  nues- 
tros campesinos,  el  cual  va  unido  á  la  embarcación  por 
una  cuerda,  y  aprovechando  los  días  en  que  las  corrien- 
tes son  mayores,  y  por  lo  tanto  el  esfuerzo  sobre  la  em- 
barcación, juntamente  con  el  que  le  imprime  la  vela  y 
el  remo  es  más  poderoso,  arrancan  con  él  las  conchas 
y  corales  en  que  se  enreda.  Después  colocan  multitud 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  5g 

de  embarcaciones  pequeñas,  unas  detrás  de  otras,  con 
la  proa  frente  á  la  corriente. 

Los  buzos  se  ponen  en  cuclillas  sobre  la  borda,  prac- 
ticando grandes  aspiraciones  y  expulsiones  de  aire,  con 
objeto  de  preparar  los  pulmones  para  un  prolongado 
reposo  y  de  disponer  la  caja  del  cuerpo  á  que  soporte  la 
enorme  presión  á  que  van  á  someterse.  Hecho  esto,  se 
arrojan  todos  al  agua  con  el  fin  de  espantar  á  los  tibu- 
rones ó  animales  dañinos  que  pueda  haber  en  aquel 
punto,  comenzando  para  ellos  el  trabajo  más  penoso  que 
es  posible  idear.  La  operación  se  lleva  á  cabo  á  una 
profundidad  que  no  baja  de  40  metros,  permaneciendo 
bajo  del  agua  hasta  55  segundos,  trabajo  horroroso  por 
las  fortísimas  presiones  que  sufren,  que  según  antes 
manifestamos,  hace  que  los  buzos  que  lo  ejecutan  vivan 
poco  y  padezcan  graves  enfermedades  del  pecho. 

Transcurrido  el  tiempo  indicado,  se  les  ve  aparecer  á 
unos  tras  otros,  llevando  un  objeto  entre  los  dientes, 
bajo  los  sobacos,  en  las  manos  y  entre  los  dedos  de  los 
pies.  En  el  instante  los  auxilian  los  que  permanecen  en 
las  embarcaciones,  pues  de  no  hacerlo  así,  tienen  que 
soltar,  para  sostenerse,  algunos  de  los  objetos  extraídos 
del  fondo  del  mar. 

Excusado  es  decir  que  esta  ruda  tarea  la  encomiendan 
tan  sólo  á  los  esclavos,  debiendo  consignar  de  pasada 
que,  en  general,  los  indígenas  bucean  admirablemente. 

Entre  la  gran  cantidad  de  perlas  que  recogen  las  hay 
de  primera  calidad  y  de  mucho  valor,  blancas  y  negras, 
y  también  ovaladas,  que  á  pesar  de  no  ser  de  gran  ta- 
maño, no  bajan  allí  de  i5o  pesos  una. 

Fácil  sería  que  los  infelices  sujetos  á  tan  duros  tra- 
bajos escaparan  de  las  garras  de  sus  despiadados  amos, 
aprovechando  la  ida  á  aquellos  puertos  de  buques  de  la 


6o  ^      HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

armada;  pero  no  lo  hacen,  porque  sus  Dattos,  con  falaz 
previsión,  los  casan  desde  muy  niños  con  mujeres  es- 
clavas de  su  misma  raza;  y  si  alguno  se  fugara,  su  mu- 
jer y  sus  hijos  serían  sacrificados  en  el  acto,  indefecti- 
blemente, como  ya  ha  ocurrido. 

Más  importante  aún  que  la  pesca  de  perlas,  si  no  por 
su  valor  intrínseco,  por  su  mayor  abundancia  y  más 
grande  rendimiento,  es  la  concha  nácar,  que  alimenta 
los  mercados  de  Singapoore  y  Manila. 

Otro  artículo  de  comercio  que  deja  á  Joló  un  estima- 
ble producto  es  el  bejuco,  que  se  recoge  en  cantidad 
enorme  en  los  terrenos  anegadizos  de  Tawi-Tawi  y 
otras  islas. 

La  aleta  y  cola  de  tiburón,  que  se  vende  á  66  pesetas 
el  pico  (137  '/a  kilogs.),  es  asimismo  bastante  beneficio- 
sa, aunque  la  pesca  está  erizada  de  peligros  para  los 
desdichados  esclavos;  pues  tiene  que  practicarse  en  pe- 
queñísimas embarcaciones,  no  sin  que  el  animal  deje 
de  luchar  porfiadamente  antes  de  rendirse. 

El  balate  de  Joló,  infusorio  repugnante,  pero  aprecia- 
dísimo  de  los  chinos,  se  tuesta  y  exporta  al  Celeste  im- 
perio en  grandes  cantidades^  con  ventaja  infinita  para 
sus  vendedores.  La  pesca  del  balate  ofrece  también  di- 
ficultad suma,  por  la  profundidad  á  que  se  verifica. 

La  exportación  de  nido  á  China,  aunque  en  más  re- 
ducida escala,  es  muy  productiva;  pues  en  el  mismo 
Joló  se  estima  aquel  artículo  al  peso  limpio  de  la  plata. 

Las  transacciones  mercantiles  se  hacen  entre  los  jo- 
loanos  de  una  manera  originalísima.  Su  moneda  puede 
decirse  que  es  el  cachagilao,  ó  sea  la  pieza  de  algodón 
crudo  de  siete  libras. 

El  cambio  de  efectos  está  tan  en  boga  en  Joló  como 
en  los  pueblos  primitivos. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  6 1 

Un  pico  de  concha  nácar,  por  ejemplo,  se  paga  con 
veinte  piezas  de  tela;  de  ellas  la  mitad  de  cachagüao  y 
tres  de  colores,  que  representan  mayor  valor  que  las 
otras,  aunque  su  calidad  sea  la  misma. 

No  quiere  esto  decir,  sin  embargo,  que  desconozcan 
la  moneda. 

Su  primer  moneda  fué  el  piring,  chapa  de  cobre,  re- 
donda y  muy  delgada,  de  las  que  i.ooo  formaban  un 
duro,  y  el  lachan,  igual  á  la  anterior,  de  mayor  tamaño 
y  peso,  de  las  que  600  formaban  la  misma  suma,  y  otra 
de  hierro,  en  extremo  delgada,  de  las  que  5. 000  hacían 
un  duro. 

Hoy  las  monedas  corrientes  son  el  peso  español,  la 
rupia  de  la  India  y  la  chapeca  china.  Mil  de  éstas  valen 
cinco  pesetas. 

El  movimiento  comercial  de  Joló,  durante  el  año  de 
1879,  según  datos  de  la  Memoria  publicada  por  el  co- 
mandante de  la  goleta  Sirena,  Sr.  Garín,  fué  como 
sigue  ; 

EXPORTACIÓN . 

Pesos. 

2 .  500  picos  de  concha  nácar,  al  precio  medio 

de  32  pesos So .  000 

5  id .  de  concha  carey ,  alid .  de  500 2 . 500 

Perlas  por  valor  de. , 20. 000 

4.300  picos  de  balate,  al  precio  medio  de  20. .  86.000 

5.000  id.  de  abacá,  al  id.  de  6 30.000 

Alcanfor  por  valor  de 4 ,  000 

10  picos  de  nido  blanco,  al  precio  de  150.  ...  i  .500 

150  id.  de  nido  ordinario,  al  id.  de  80 12.000 

250  cabanes  de  cacao,  al  id.  de  25.. 6.250 

80  picos  de  café,  al  id  de  16 1.280 

200  id.  de  aletas  de  tiburón,  al  id.  de  30 6.000 

300  id.  de  taclobo,  al  id.  de  10 3.000 

Total 252 .  530 


62  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 


IMPORTACIÓN . 

Pesos. 


15.000  Gabanes  de  arroz  de  i.*  y  2.^  clase,  al 
precio  medio  de  4  pesos 60.000 

2 .  000  id.  de  palay,  al  id .  de  i ,50 3 .  000 

25 .  000  piezas  de  coco  crudo  de  40  y  25  varas, 

al  id.  de  2 50.000 

1. 000  id.  de  id.  blanco  de  46  varas,  al  id. 
de  3 3 .  000 

10.000  id.  id.  de  id.  azul  de  12  varas,  al 
id.  de  I , 10.000 

30.000  id.  de  saya  corta  de  8  varas,  al  id. 
de  1,50 45.000 

1. 000  docenas  de  pañuelos  estampados  de  al- 
godón, al  id.  de  1,50 1.500 

200  piezas  surtidas  de   tela  de   seda ,   al  id . 

de  12 2.400 

2.500  id.  de  indiana  de  25   varas,  al  id.    de 

2,50 6.250 

50  fardos  de  algodón  hilado  de  colores  surti- 
dos, al  id.  de  120 6.000 

100  id,   de  id.  crudo  tejido  (manta  coleta],  al 

id .  de  100 10. 000 

500  corjas  (ternos)  de  cajas  de  moro  (baúles 

de  madera  pintados) ,  al  id .  de  3 i .  500 

12  cajas  de  opio,  al  id.  de  800 9.600 

500  id.  de  tabaco  de  China,  al  id.  de  30 15.000 

Cuadradillos  y  planchas  de  hierro  y  acero,  ca- 
jas de  betel  y  pebeteras  de  bronces,  útiles  de 
cocina,  loza  basta,  panocha  ,  bisutería  y  co- 
mestibles ,  por  valor  de 20 .  000 


Total 243 .  250 


La  chapeca  ordinaria  de  China  es  también  articulo 
de  comercio,  calculándose  en  5. 000  pesos  el  importe 
del  cambio  de  esa  pasta  por  productos  indígenas. 

El  abastecimiento  del  mercado  y  la  exportación  de 
los  productos  referidos,  se  verificó  bajo  la  bandera  y  por 
los  buques  que  á  continuación  expresamos : 


EN   MINDANAO,    JÓLO   Y   BORNEO 


63 


_rt 

B 

a 

« 

■« 

•a 

■é 

■a 

•a 

•a 

2 

•a 

a 

tu 

13 

13' 

13 

13 

HH 

U 

tu 

te 

s 

W 

Q 

rt 

u< 

bí 

0 

rt 

c 

0 

c 

a 

.rt 

0 

■a 

id 

id 

•d 

•d 

3 

0. 

'c 

13 

0 

13 

■d 

13 

13" 

ü) 

J3 

rt 

.M 

J3 

*—* 

»— ' 

*~* 

Q 

0/: 
a 

1 

E 

O} 

M 

.¿ 

h¿ 

oi 

u 

c 

bí 

c 

_n 

c 

0 

0 

a 

•t3 

'c 

-a 

-c 

t: 

•c 

•c 

-cu 
3 

0 
0. 

^ 

tí 
0 

1= 

2 

1: 

13 

•— * 

*— < 

»— ' 

J=i 

be 

J3 

>— ' 

rt 

h£ 

C3 

i 

2 

^ 

J 

0 

S 

i 

ci       ro       Tt-       »o       co       en      00 

to       - 

« 

o>      0 

0 

00 

'c7 

> 

rt 

c 

C! 

c 

"0 

-O 

'S    -a 
1  " 

t: 

t 

i: 

"bfl       c 

0. 

1: 

13 

l-H 

s 

1: 

13 

CQ 

fc 

<; 

fc 

«• 

13 

-h        C 

<o       -1-      oc 

co       c 

C 

0 

C 

IC 

lO            1/ 

1       \ri        0           1 

0 

1     00 

OÍ       a 

^       00 

c 

H 

t-~ 

co       m      >o       t^ 

C 

0 

H 

C/3 

U 

Oí 

V 

03 

J 

0 

r 

E 

r 

z 

„ 

J 

c 

r 

¿ 

? 

M 

D. 

i 

3        1 

1 

c 
c 
E 

¿ 

c 

J; 

c 

'5 
< 

c 
C 

c 

C 

<^ 

¿i 

a 

a 

.     ¿ 

C 

1. 

C 

t 

¿ 

< 

^ 

2 

c 

z 

c 
a 

1: 
c 

, 

J3 

c 

, 

J: 

s 

J3 

C 

c 

r 

ci 

> 

C 

a 

p: 

1 

64  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Ganadería. — El  ganado  vacuno,  que  abunda  bastante 
en  Jolój  anda  suelto  por  los  montes,  siéndoles  fácil  in- 
ternarlo en  caso  de  guerra.  Poseen  también  caballos,  ca- 
rabaos y  cabras. 

POBLACIÓN. 

El  islamismo  se  había  ido  extendiendo  paulatina- 
mente por  las  islas  de  Java,  Sumatra,  Borneo,  Célebes 
y  Molucas,  hallándose  dichos  territorios  bajo  el  dominio 
del  califato  de  Damasco.  A  la  decadencia  de  éste,  eman- 
cipados los  naturales  de  las  mencionadas  islas  de  toda 
autoridad,  infestaron  los  mares  con  sus  expediciones  pi- 
ráticas, estableciéndose  muchos  de  ellos  en  las  islas  del 
Sur  de  Filipinas. 

Es  curioso  lo  que  con  respecto  á  la  llegada  de  los 
mahometanos  cuenta  con  toda  la  poesía  y  fantasmago- 
ría oriental  el  Talasida,  ó  crónica  histórica  de  la  raza 
mahometana,  existente  en  los  archivos  del  sultán  de 
Joló.  El  Sarip  Radia  Bunsu  arribó  á  Mindanao  por  el 
río  Masinlog,  procedente  de  Borneo.  Reconociendo  las 
inmediaciones  del  monte  Pulungbató,  descubrió  un  ca- 
marín ó  choza,  cuyos  moradores  huyeron  despavoridos 
á  la  vista  de  los  extranjeros.  El  Sarip  penetró  en  el  ca- 
marín, dejó  en  él  su  cris  de  oro  y  el  candil  ó  faja  que 
ceñía  su  cintura,  en  cuya  faja  hizo  tres  nudos.  Volvióse 
á  la  embocadura  del  río,  y  al  cabo  de  otros  tantos  días 
envió  allá  á  sus  principales  servidores,  quienes  regresa- 
ron con  un  salapá  (O  de  oro,  que  contenía  tres  buyos. 
La  cita  estaba  aceptada. 

Transcurrido  aquel  término,  se  dirigió  el   Sarip  con 

1      Cajita  donde  llevan  el  buyo  y  el  tabaco. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  65 

lo  más  selecto  de  su  gente  y  la  mayor  magnificencia  al 
lugar  expresado,  á  donde  se  presentó  á  poco  Timuay, 
jefe  de  los  naturales,  seguido  de  brillante  comitiva  de 
ancianos  y  jefes,  y  en  compañía  de  su  hija  Nayac, 
que  llevaba  ceñida  la  faja  del  moro  y  pendiente  de  ella 
el  cris. 

Tuvieron  ambos  personajes  una  amistosa  conferencia 
y  concertaron  el  matrimonio  del  Sarip  y  de  Nayac,  cuyo 
acto  tuvo  lugar  á  seguida,  obsequiándose  mutuamente 
en  prueba  de  afecto,  él  donándole  un  esclavo,  y  ella  una 
perrita.  Así  cuenta  el  Talasida  que  tuvo  origen  la  do- 
minación de  la  raza  mahometana  en  Mindanao. 

Descartando  del  anterior  relato  todo  lo  que  contiene 
de  fantástico,  parece  indudable  que  el  arribo  de  los  ma- 
hometanos á  las  islas  del  Sur  de  Filipinas  precedió  en 
muy  poco  tiempo  al  de  los  españoles,  siendo  casi  simul- 
táneo, y  asimismo  que  el  Sarip  Bunsu  fué  el  primer 
conductor  de  la  ley  de  Mahoma  en  aquella  región.  La 
pompa  oriental,  la  novedad  de  sus  doctrinas,  el  halago 
de  las  pasiones,  sedujo  á  los  naturales,  que  vivían  en- 
vueltos en  supersticiones  sencillas,  sin  creencias  arrai- 
gadas, como  el  resto  de  los  habitantes  del  extenso  ar- 
chipiélago descubierto  por  Magallanes,  por  cuya  razón 
el  régulo  de  dichos  territorios  acogió  bien  al  jefe  maho- 
metano, asentando  paces  y  amistad  mediante  la  práctica 
de  sus  extravagantes  ritos  y  ceremonias.  Esta  buena 
inteligencia  se  afirmó  después  por  el  casamiento  del 
Sarip  con  la  hija  de  Timuay,  siendo  ello  causa  de  que 
la  religión  de  Mahoma  se  extendiera  y  arraigara  en  Min- 
danao y  Joló.  Otros  creen  que  la  propagación  del  isla- 
mismo en  tan  remota  parte  del  mundo  se  debe  á  los 
comerciantes  árabes,  que  iban  á  comprar  los  productos 
de  la  tierra  para  venderlos  luego  en  Venecia. 

5 


66  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

El  docto  P.  Torrubia  atribuye  el  aumento  de  los 
moros  al  tráfico  de  los  Macasares,  y  á  que  los  santones 
de  la  Meca,  saliendo  por  el  estrecho  de  Moca,  van  has- 
ta Sumatra,  y  por  este  estrecho  pasan  á  las  islas  del 
Sur. 

Los  mahometanos  se  amalgamaron  con  los  indíge- 
nas adoptando  muchas  de  sus  costumbres,  é  inculcándo- 
les, á  su  vez,  sus  usos  y  prácticas  religiosas;  uniéronse 
con  mujeres  del  país,  y  se  proporcionaron  esclavos  que, 
aumentaran  su  poder.  Constituida  cierta  confederación 
fueron  afirmando  su  dominio  sobre  los  dattos,  y  crea- 
ron más  tarde  una  especie  de  monarquía  hereditaria  en 
determinada  familia,  entre  la  cual  elegían  sultán  los 
dattos  de  aquella  raza.  A  poco  vanaron  de  sistema, 
designando  en  vida  del  sultán  sus  sucesores,  bajo  los 
títulos  de  Raja-Muda  el  heredero  inmediato  y  Guata- 
Mansa  el  segundo.  Apoyábanse  en  los  antiguos  dattos, 
cuya  dignidad  es  también  hereditaria,  y  dejaban  en 
grande  libertad  á  los  Taos-Marayaos,  ó  hijosdalgo,  cla- 
se intermedia  entre  los  dattos  y  los  sdcopcs  ó  vasallos. 
Formaron,  pues,  una  confederación  feudal,  y  el  jefe  era 
elegido  por  los  primeros. 

Hoy  el  gobierno  de  la  sultanía  de  Joló  es  oligárquico. 
Hállase  á  cargo  de  un  sultán,  con  un  Ritin-Bnchara  ó 
consejo,  compuesto  generalmente  de  quince  dattos, 
especie  de  diván  malayo,  que  comparte  con  aquél  la 
autoridad,  y  cuya  preponderancia  anula  en  cierto  modo 
la  del  sultán,  puesto  que  obedecen  los  mandatos  de  éste 
si  son  de  interés  general  y  beneficiosos  para  ellos, 
obrando  con  entera  independencia  en  sus  expediciones 
piráticas  á  los  pueblos  de  las  islas  sometidas  á  España, 
donde  cometen  todo  género  de  tropelías  sin  preocu- 
parles un  ardite  los  tratados  suscritos  por  el  soberano. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  67 

Dicho  consejo  viene  á  constituir  un   Senado  vitalicio, 
por  derecho  de  herencia,  que  no  electivo. 

La  organización  política  de  los  joloanos  establece 
cierta  vigilancia  de  la  conducta  del  sultán  y  los  dattos, 
misión  encomendada  á  un  Censor.  Existe  también  otro 
dignatario  con  el  título  de  Representante,  que  vela,  aun- 
que con  poco  éxito,  por  los  derechos  del  pueblo.  En  el 
Rmn-Buzhara  el  sultán  tiene  dos  votos.  El  príncipe  he- 
redero uno,  si  vota  con  su  padre,  y  dos  si  vota  en  contra. 
El  sultán  puede  oponerse  á  lo  que  resuelva  el  Rnm-Bu- 
chara;  pero  esta  facultad  es  completamente  ilusoria, 
porque  casi  siempre  carece  de  fuerza  para  hacer  que 
prevalezca  su  veto. 

La  cuestión  de  guerra  ó  paz  se  ventila  en  una  asam- 
blea general  de  jefes  y  guerreros,  algunos  de  los  cuales 
pronuncian  fogosos  discursos  que  no  carecen  de  elo- 
cuencia. 

Los  Orancayas  ó  principales,  llamados  á  intervenir 
en  determinados  asuntos,  venden  su  voto  al  que  mejor 
se  lo  paga.  Asimismo  tiene  parte  en  el  gobierno  la  es- 
posa legítima  del  sultán  difunto,  madre,  por  lo  general, 
del  soberano  reinante. 

El  sultán  ejerce  sobre  sus  sdcopes  ó  subditos  feudales 
altos  y  bajos,  señorío  de  vidas,  pero  carece  de  la  facul- 
tad de  degradar  á  ningún  dignatario  que  lo  sea  por  he- 
rencia; sólo  puede  hacerlo  con  los  que  él  haya  enno- 
blecido. 

También  corresponde  al  sultán  el  señorío  de  la  tie- 
rra, heredando  á  los  dattos  culpables,  si  su  poder  es 
suficiente  para  que  se  obedezca  la  providencia  que  con- 
tra ellos  adopte. 

Aunque  el  sultanato  puede  considerarse  como  here- 
ditario, participa  á  la  vez  del  carácter  de  electivo,  pues- 


68  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

to  que  al  morir  el  soberano  se  reúnen  los  dattos  y  pau- 
limas  con  mando,  y  constituidos  en  asamblea  alrededor 
del  difunto,  abren  el  testamento,  siendo  lo  general  que 
acaten  sus  cláusulas;  pero  á  veces,  cuando  la  mayoría 
está  de  acuerdo,  eligen  á  otro  candidato. 

Si  la  división  de  opiniones  es  profunda  y  alguno  de 
los  diferentes  bandos  no  tienen  preponderancia  sobre  el 
resto,  colocan  el  testamento  encima  del  pecho  del  ca- 
dáver y  cesa  la  discordia,  respetando  todos  la  voluntad 
del  testador. 

En  el  caso  de  que  una  princesa  sea  elegida  sultana, 
necesita  designar  para  soberano  á  un  datto  de  la  fami- 
lia reinante  en  el  término  de  siete  días. 

Antes  de  la  toma  de  Joló,  el  sultán  residía  ordinaria- 
mente en  Maibung  ó  en  otro  punto  del  interior;  y  cuan- 
tas veces  tuvo  que  recibir  á  algún  funcionario  caracte- 
rizado ó  representante  del  Gobierno  español,  acudía  á 
la  población  situada  á  orillas  de  la  playa  de  Joló,  y  en 
la  casa  más  suntuosa  celebraba  la  entrevista. 

Las  rentas  que  el  sultán  reúne  son  crecidísimas. 

Los  dattos  le  entregan,  en  calidad  de  tributo,  una 
parte  de  las  presas  que  cogen,  con  tal  que  sea  bastante 
poderoso  para  hacer  efectivos  sus  derechos,  porque  si 
es  débil,  no  le  dan  nada.  Percibe  un  tanto  por  ciento 
sobre  los  artículos  que  se  exportan  y  se  queda  con  las 
mejores  perlas  que  pescan.  Los  dattos,  que  también  tie- 
nen derecho  de  vida  y  muerte  sobre  sus  sácopes,  á  los 
que  á  su  vez  heredan  en  igual  forma  que  el  sultán  á 
ellos,  son  tan  arbitrarios  con  dichos  subditos,  que  su  ca- 
pricho, aun  tratándose  de  las  mujeres  é  hijas  de  éstos, 
no  reconoce  límites,  como  ya  dijimos  al  tratar  de  los 
magnates  de  Mindanao,  y  sin  embargo,  los  respetan  6 
temen  tanto,  que  jamás  atentan  contra  su  vida,  su- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  69 

friendo  resignados  todos  los  vejámenes  que  les  irro- 
gan. Está  vedado  á  los  sácopes  usar  armas  y  vestidos 
lujosos  sin  el  consentimiento  de  sus  dueños,  quienes 
se  valen  de  los  más  valientes  y  útiles  para  confiarles  la 
dirección  de  sus  expediciones  piráticas  ó  de  sus  nego- 
cios mercantiles.  Estos  subditos,  si  su  dueño  los  tra- 
ta mal.  pueden  acogerse  al  dominio  de  otro  datto; 
pero  no  suelen  abusar  de  este  derecho,  porque  aunque 
muden  de  amo,  casi  nunca  mejoran  de  condición.  Cier- 
tos sácopes  llegan  á  sobresalir  de  tal  manera  por  su  va- 
lor ó  fortuna,  que  pasan  á  la  clase  de  orancayas,  y  aun 
á  la  de  dattos  de  categoría  inferior. 

Cuantos  prisioneros  hacen  en  sus  guerras  ó  infelices 
cautivan  en  sus  expediciones  á  los  pueblos  hispano-fili- 
pinos,  quedan  esclavos,  y  son  propiedad  exclusiva  del 
aprehensor,  no  pudiendo  acogerse  al  amparo  de  otro 
datto.  El  temor  y  la  costumbre  es  causa  de  que  miren 
á  su  dueño  cual  á  un  Dios,  y  de  que  le  sirvan  ciega- 
mente en  paz  y  en  guerra  ,  dando  por  él  su  vida,  que, 
por  otra  parte,  está  siempre  á  merced  de  su  señor,  quien 
puede  impunemente  probar  en  ellos  el  temple  de  sus  ar- 
mas, y  algunos  lo  hacen,  si  su  crueldad  supera  al  inte- 
rés de  conservar  tan  valiosa  mercancía.  Estimándoseles 
en  consonancia  al  valor  que  muestran,  son  muy  sufridos 
y  arrojados  en  el  combate.  Bastantes  de  estos  infelices 
adoptan  desde  luego  la  religión  mahometana.  Otros,  la 
mayoría,  viven  en  una  absoluta  indiferencia  con  respec- 
to á  las  prácticas  religiosas. 

Debemos  añadir  que  los  esclavos  lo  son  por  naci- 
miento, degradación  y  conquista.  El  hijo  de  esclavo  ó 
esclava  continúa  siéndolo;  el  libre  llega  á  serlo  por  ob- 
noxciación  voluntaria  ó  forzada:  voluntaria,  si  se  vende 
á  fin  de  tener  lo  necesario  para  la  vida  ó  para  sus  vicios; 


yo  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

forzada,  cuando  no  hallándose  en  el  caso  de  pagar  una 
composición,  se  abandona  al  arbitrio  de  los  ofendidos  6 
de  aquél  que  le  ha  prestado  la  suma,  y  cuando  es  venci- 
do en  la  guerra  ó  es  arrebatado  de  su  país  por  piratería. 

El  poderío  de  los  dattos  y  aun  del  sultán  mismo  de- 
pende del  mayor  ó  menor  número  de  esclavos  con  que 
cuentan.  Por  esta  causa  se  dedican  con  tanto  afán  á  la 
piratería. 

Los  cautivos  significan  para  ellos  honras,  preemi- 
nencias, influjo  y  riquezas.  Cuantos  más  posean,  ma- 
yor consideración  y  respetabilidad  alcanzan  entre  sus 
conciudadanos,  y  de  mayor  bienestar  material  disfru- 
tan, y  por  esto  jamás  han  cumplido  las  estipulaciones 
de  paz  que  forzosamente  ajustaron,  y  por  esto  quebran- 
tan, así  que  se  consideran  fuertes ,  todos  los  tratados 
que  hacen. 

Los  dattos  de  Joló,  como  los  de  Mindanao,  menos- 
precian el  trabajo  de  la  tierra.  Los  cautivos  labran  sus 
campos,  reman  en  sus  embarcaciones,  les  proveen  de 
perlas,  balate,  nidos,  aletas  de  tiburón  y  demás  artícu- 
los de  comercio,  y  constituyen  en  sí  mismos  importan- 
te mercancía. 

Como  ha  dicho  un  escritor,  « sin  esclavos  no  pueden 
vivir  los  moros,  porque  en  ellos  fundan  la  base  de  su 
riqueza  y  de  su  dicha,  y  acostumbrados  á  la  piratería 
desde  la  infancia,  y  al  terrible  ejercicio  de  las  armas, 
miran  con  fanático  desdén  el  trabajo  y  lo  confían  ásus 
víctimas  para  vivir  en  la  holganza  y  entre  los  placeres 
sensuales.  Su  carácter  falaz  y  salvaje  no  escucha  la  ra- 
zón, y  se  burla  de  los  compromisos  más  sagrados;  y  el 
alma,  familiarizada  con  el  crimen,  cierra  sus  puertas  á 
los  gritos  de  la  piedad  y  á  las  acusaciones  de  la  con- 
ciencia  porque  el  interés  y  las  costumbres  los  han 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  7 1 

destituido  de  esos  sentimientos  hidalgos  que  distinguen 
al  hombre  culto  y  al  inocente  salvaje.» 

El  ilustrado  obispo  de  Nueva  Cáceres,  D.  Fr.  Fran- 
cisco Gainza,  en  la  advertencia  á  su  libro  Memoria  y 
antecedentes  de  las  expediciones  de  Balangningiti  y  Jaló, 
dice:  «Ellos  (los  piratas)  han  sido  el  azote  incesante  de 
nuestras  playas;  la  plaga  más  terrible  de  nuestros  pue- 
blos; el  mayor  obstáculo  á  nuestras  armas,  y  la  grande 
dificultad  del  gobierno  en  todos  tiempos.  Han  asolado 
los  campos,  incendiado  los  pueblos,  profanado  los  tem- 
plos, cautivado  sus  ministros,  hecho  desaparecer  po- 
blaciones y  provincias;  en  una  palabra,  han  sido  un  di- 
que contra  el  que  se  estrellaran  nuestro  ejército  y  nues- 
tras glorias.» 

Los  daños  que  los  piratas  han  irrogado  á  Filipinas 
son  incalculables.  El  arzobispo  de  Manila,  en  exposi- 
ción dirigida  al  rey,  decía  en  i635  que  en  el  término 
de  treinta  años  habían  cautivado  los  moros  20.000  in- 
dios. En  una  respuesta  fiscal  (6  de  Octubre  de  1751)  se 
expuso  al  gobierno  de  Filipinas  que  los  joloanos,  en  sus 
continuas  correrías  de  algunos  años  á  dicha  fecha,  lle- 
vaban apresadas  g.ooo  personas. 

El  provincial  de  Recoletos,  en  informe  remitido  al 
gobierno  el  6  de  Noviembre  de  1751,  consigna  que,  desde 
1719  hasta  1751,  faltaban,  sólo  en  la  Paragua,  más  de 
10.000  almas  entre  cautivos  y  muertos. 

Según  dictamen  oficial  presentado  á  la  junta  convo- 
cada por  el  general  Aguilar,  para  ver  el  modo  de  redu- 
cir la  piratería,  desde  1778  hasta  1793  se  había  inver- 
tido la  enorme  suma  de  i. 5 19. 209  pesos  fuertes,  en 
gastos  del  personal  y  material  destinado  á  la  perse- 
cución de  los  piratas. 

Por  estos  datos,  fácil  es  deducir  cuántos  cautivos  han 


72  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

hecho  y  cuánto  dinero  ha  costado  á  España  la  guerra 
interminable  de  los  piratas  malayo-mahometanos  des- 
de la  conquista  de  Fihpinas  hasta  hoy. 

Anualmente  vendían  en  Joló  y  Borneo  y  en  Macasar 
y  Batavia  más  de  i.ooo  esclavos  ó  cautivos,  cambián- 
dolos por  armas  y  efectos  de  guerra,  lo  que  dio  origen 
á  que  el  rey  de  España  recomendara  al  de  Holanda  que 
prohibiera  en  sus  posesiones  tan  inmoral  tráfico.  La 
presa  que  más  codician  es  la  de  los  religiosos,  porque 
les  reporta  un  importante  rescate. 

Del  río  Larapán ,  orillas  de  la  laguna  de  Malanao  y 
del  sinnúmero  de  ensenadas  y  puertos  que  hay  en  sus 
costas,  salen  en  la  época  de  monzón  favorable  multitud 
de  embarcaciones. 

Consiste  su  táctica  en  hacerse  á  la  mar  de  noche  y 
cautelosamente:  vogan  con  rapidez  en  dirección  á  las 
islas  vecinas;  se  ocultan  en  los  manglares,  y  en  el  mo- 
mento oportuno  caen  de  improviso  sobre  un  pueblo  des- 
prevenido é  indefenso,  donde  saquean,  matan  ó  cautivan 
á  cuantos  pueden  ;  asaltan  las  embarcaciones  mercantes 
que  sorprenden  en  calma;  aprisionan  á  su  tripulación; 
apresan  ó  destruyen  el  barco,  y  en  seguida  dan  la  vuel- 
ta á  su  país. 

Los  dattos  realizan  estas  expediciones  independiente- 
mente con  sus  sácopes  y  esclavos,  ó  unidos  á  otros, 
mediante  convenio  de  partir  el  botín  con  arreglo  á  las 
fuerzas  que  cada  cual  saca  á  campaña.  Después  distri- 
buyen las  presas  que  hacen  ó  les  corresponden  en  el 
reparto  entre  sus  sácopes,  conforme  á  su  comporta- 
miento. 

Los  moros  independientes  eligen  por  caudillo  al  más 
valeroso,  sometiéndose  á  su  dirección  en  combates, 
abordajes  y  golpes  de  mano;  pero  terminada  la  campaña 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  73 

ú  objeto  para  que  se  confabularon,  vuelven  á  su  antigua 
independencia.  Aterrorizados  los  pueblos  de  las  Filipi- 
nas, construían  castillos  para  su  defensa  y  vigilaban  los 
mares  desde  atalayas  situadas  en  sus  montes,  dando  la 
señal  de  alarma  al  ver  embarcaciones  piratas.  Los  bu- 
ques mercantes  iban  provistos  de  armas,  mas  á  pesar 
de  sus  precauciones,  sufrían  continuamente  grandísimos 
perjuicios. 

Los  moros  construyen  sus  embarcaciones  sin  coste 
alguno,  procurándose  las  maderas  necesarias  en  sus 
frondosos  bosques. 

Llámanse  aquéllas  pancos  (i),  barangaj^anes  (2),  vin- 
tas  (3),  salisipans  (4),  pilanes  (5),  lancanes  y  barotos  (6). 

El  casco  de  las  piraguas  del  país  es  de  una  sola  pieza, 
largo  y  estrecho.  Tanto  por  su  figura,  como  por  el  nú- 
mero considerable  de  remeros  que  admiten  y  la  habili- 
dad de  éstos,  las  embarcaciones  de  los  moros  cortan  el 
agua  con  rapidez  pasmosa,  penetrando  por  los  sitios  más 

(1)  Buques  hasta  de  Sopiés  de  eslora  por  l8  ó  20  de  manga,  en  cuya 
composición  entra  la  madera,  caña,  ñipa  y  bejuco.  Los  arman  llevando 
á  una  y  otra  banda  montados  en  horcones  de  hierro  las  falconetas  y 
lantacas,  y  á  popa  y  proa  los  cañones,  empotrados  en  fuertes  piezas  de 
madera.  Las  velas  suelen  ser  de  petate  ó  estera  de  sagouran,  enverga- 
das en  entenas  de  caña. 

(2)  Parecidas  á  los  pancos,  pero  su  eslora  no  excede  de  55  pi^s 
ni  de  14  su  manga. 

(3)  Tienen  unos  11  metros  de  quilla,  l^a  de  manga  y  40  centíme- 
tros de  puntal,  con  cubierta  volante  y  batangas. 

(4)  Lo  mismo  que  los  anteriores, pero  con  un  armazón  de  cañas,  le- 
vantado por  encima  de  las  bordas,  en  el  que  colocan  remeros  y  arman 
sus  lantacas. 

(5)  Son  pequeñas  y  de  variadas  dimensiones. 

(6)  Los  lancanes  y  barotos  vienen  á  ser  troncos  huecos  de  madera 
ligera,  que  llevan  á  ambos  costados  unos  marcos  de  caña  llamados  ba- 
tangas, para  impedir  que  se  vayan  á  pique. 


74  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

dificultosos,  á  causa  de  su  poco  calado.  En  caso  necesa- 
rio se  internan  entre  los  mangles,  las  desarman  y  trans- 
portan á  hombros  de  una  parte  á  otra  de  la  costa,  atrave- 
sando ríos,  montes  y  barrancos.  Las  arman  de  nuevo, 
haciendo  uso  del  bejuco  y  de  los  bambúes  á  falta  de  cla- 
vos, y  van  á  caer  sobre  otro  pueblo,  en  busca  de  mejor 
fortuna.  Merced  á  estas  facilidades,  y  sin  coste  apenas, 
han  reunido  en  brevísimo  tiempo  poderosas  escuadras, 
tripuladas  por  3  ó  4.000  hombres. 

Nuestras  fuerzas  navales,  ó  sea  la  llamada  marina 
sutil,  se  componía,  por  término  medio,  de  unas  5o  lan- 
chas y  falúas  cañoneras.  Esta  limitada  fuerza  tuvo  á  su 
cargo,  durante  dos  siglos  y  medio,  la  defensa  de  las  di- 
latadas costas  del  archipiélago  filipino  y  la  vigilancia  de 
sus  peligrosos  mares.  Los  buques  estaban  escasamente 
dotados  de  personal  y  de  material.  Los  sueldos  de  la  ofi- 
cialidad, tropa  y  marineros  no  podían  ser  más  mezqui- 
nos: con  tantas  dificultades  y  con  tan  limitados  me- 
dios, sería  injusto  pedir  resultados  superiores  á  los  que 
obtuvo  de  continuo  la  marina  sutil  en  sus  innumerables 
combates,  muchos  de  los  cuales  fueron  verdaderamen- 
te heroicos  y  en  alto  grado  sensibles  para  los  piratas. 
Pero  sus  embarcaciones,  á  causa  de  su  pesadez,  no  po- 
dían dar  alcance  á  las  ligerísimas  piraguas  de  los  moros 
ni  penetrar  entre  los  escollos  y  esteros,  efecto  de  su  ma- 
yor calado,  malográndose  así  las  más  veces  el  éxito  de 
sus  esfuerzos. 

Hasta  el  segundo  tercio  de  este  siglo  no  hubo  apenas 
en  Filipinas  vapores  mercantes.  Las  comunicaciones  de 
isla  á  isla  se  hacían  por  buques  de  vela  ó  vapores  de 
guerra,  tardando  mucho  y  no  pudiendo  ser  frecuentes. 
De  ahí  el  que  los  mares  quedaran  á  merced  de  los  pi- 
ratas. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  75 

Las  falúas  y  lanchas  cañoneras  que  poseía  la  marina 
sutil,  necesitaban  de  4'/,  á  6  pies  de  agua  para  navegar, 
y  su  marcha  no  pasaba  de  seis  á  siete  millas  con  viento 
largo,  y  de  tres  millas  escasas  al  remo,  siéndoles  imposi- 
ble contrarrestar  las  corrientes  cuando  eran  de  proa. 

Los  pancos  y  vintas  de  los  moros  calan  '/^  ^  2  pies; 
andan  de  siete  á  ocho  millas  al  remo,  y  resisten  bien  la 
fuerza  de  las  corrientes. 

La  persecución  en  tales  condiciones  era  imposible. 
Los  moros  atracaban  á  la  costa  pasando  por  escollos  y 
bajos,  y  tenían  tiempo  para  saquear  impunemente  los 
pueblos  sin  temor  á  los  buques  de  la  marina  sutil,  que, 
por  punto  general,  llegaban  con  retraso  á  todas  partes. 

En  aquella  época,  la  superioridad  de  los  moros  por 
mar  es  indiscutible.  Esto  no  obstante,  si  podían  eludir 
el  combate  huyendo,  lo  hacían;  pues  todo  su  cuidado 
se  cifraba  en  poner  á  salvo  sus  presas.  Si  se  veían  pre- 
cisados á  combatir,  peleaban  con  decisión  y  arrojo.  En 
caso  de  apuro,  como  van  casi  desnudos,  se  arrojan  al 
agua  y  ganan  á  nado  la  costa;  porque  son  tan  hábiles 
nadadores  que  el  mar  parece  su  propio  elemento.  Jamás 
arredra  á  los  moros  el  río  más  caudaloso  ni  el  mar  irri- 
tado, y  con  la  misma  facilidad  cruzan  un  estero  que  pe- 
netran por  entre  los  mangles  y  malezas. 

En  los  combates  navales  esquivan  presentar  el  costa- 
do de  sus  buques,  dando  siempre  la  proa  al  enemigo. 
Hacen  algunos  disparos  para  conocer  por  el  sonido  la 
calidad  de  la  artillería  contraria  al  ser  contestados;  y  si 
se  consideran  iguales  ó  superiores  en  fuerzas,  se  lanzan 
al  abordaje,  arrojando  previamente  una  verdadera  nube 
de  dardos. 

Los  moros  no  abandonan  nunca  sus  armas ,  consis- 
tentes, además  del  cris,  el  campilán,  la  lanza  y  el  bolo 


76  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

que  usan  los  de  Mindanao,  &n  fisgas  y  zumbilines  i.'^).  El 
temple  de  todas  ellas  es  excelente.  Muchas  hojas  de 
cris  muestran  preciosos  embutidos  ó  labores  formando 
aguas,  trabajadas  con  tanto  primor  como  en  Damasco. 
El  puño  de  los  crises  es  de  madera  dura  procedente  de 
la  raÍ2  del  camuning;  el  de  algunos  es  de  marfil,  y  los 
de  uso  del  sultán  y  principales  dattos,  lo  tienen  de  oro 
macizo. 

Los  moros  son  muy  diestros  en  el  manejo  del  arma 
blanca,  y  están  dotados  de  asombrosa  agilidad;  por  lo 
cual  procuran  que  el  combate  se  verifique  siempre  con 
dichas  armas. 

Para  defenderse ,  usan  un  escudo  circular  ó  elíptico, 
de  medio  cuerpo,  ú  otro  mayor,  con  que  se  cubren  por 
completo.  Suelen  ser  de  madera,  forrados  exteriormente 
de  cuero  de  carabao.  De  este  cuero,  que  es  muy  duro, 
hacen  correas  y  cascos.  También  gastan  cotas  de  ma- 
llas, pero  no  es  lo  general. 

Al  combatir  se  cubren  con  su  rodela,  que  sostienen 
con  la  mano  izquierda,  manteniendo  extendido  y  levan- 
tado el  brazo  derecho,  con  cuya  mano  sujetan  el  cam- 
pilán  ó  cris  :  entablada  la  lucha,  que  siempre  comien- 
zan con  impetuosidad  y  ardor,  espían  á  su  contrario, 
saltan,  se  encorvan,  se  agachan,  se  tiran  al  suelo,  gi- 
ran en  todas  direcciones ,  se  yerguen  repentinamente, 
botan  como  si  fueran  de  goma,  y  esquivan  los  golpes 
del  enemigo  aprovechando  hábilmente  sus  menores  des- 
cuidos para  herirle.  Se  apartan,  hacen  como  que  hu- 
yen, y  antes  de  que  pueda  darse  cuenta  de  ello,  vuel- 
ven de  pronto  y  acometen  furibundos,   lanzando  gritos 

(1)     Dardos  ó  venablos  arrojadizos    de  dos  ó  más  metros  de   largo, 
hechos  de  palma  brava,  ó  de  caña  con  punta  de  palma  brava  ó  hierro. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  77 

salvajes  y  haciendo  gestos,  con  el  intento  de  aturdir  y 
amedrentar  á  su  adversario. 

El  campilán  lleva  pendiente  del  puño  un  llorón  de 
cerda  ó  pita,  el  cual  pasan,  mueven  y  agitan  ante  los 
ojos  de  su  contrario  para  desvanecerlo,  á  fin  de  herirlo 
mejor.  Arrojan  las  lanzas  y  fisgas  y  los  zumbilines  á 
gran  distancia  con  un  tino  admirable. 

Traidores  en  el  combate,  procuran  siempre  la  mane- 
ra de  atacar  lo  más  ventajosa  é  impunemente  posible. 
Es  fácil  vencerles  en  campo  abierto,  pero  son  temibles 
por  sus  emboscadas  y  sorpresas. 

También  usan  armas  de  fuego  de  diversos  sistemas, 
incluso  de  los  mejores  y  más  modernos,  proveyéndose 
de  ellas  en  sus  excursiones  á  los  pueblos  cristianos  ó 
comprándolas  á  los  ingleses  en  Singapoore  y  en  La- 
buán  (0;  pero  son  menos  hábiles  en  su  manejo. 

Poseen  cañones  desde  el  calibre  de  i  hasta  el  de  24, 
mostrando  especial  predilección  por  alguno  de  los  que 
defienden  sus  cotias  (fortalezas),  pues  abrigan  la  supers- 
ticiosa creencia  de  que  él  solo  basta  para  destruir  al 
enemigo.  Se  les  han  cogido  culebrinas  de  3  y  de  4,  y 
otras  piezas  muy  abundantes  y  usuales  entre  ellos,  lla- 
madas lantacas,  especie  de  cañón  de  4  á  6  centímetros 
de  calibre,  que  solamente  admiten  balas  de  i  y  de  2. 
Tienen  cureñas  muy  ligeras  de  fabricación  inglesa.  Las 
que  construyen  los  moros  son  pesadas,  de  la  forma  de 
las  de  plaza,  con  ruedas  ó  sin  ellas,  y  para  moverlas  en 
todos  sentidos,  se  valen  de  motones  ó  cuerdas,  á  seme- 
janza de  lo  que  se  practica  en  los  buques  de  guerra. 

Fabrican  pólvora  y  municiones  de  cobre  y  reciben  de 
Labuán  ó  de  Singapoore  las  cápsulas  y  toda  clase  de  efec- 

(1)     Pequeña  isla  sobre  la  costa  septentrional  de  Borneo. 


78  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

tos  análogos.  Acostumbran  á  cargar  las  piezas  hasta  la 
boca,  y  cuando  carecen  de  balas  emplean  piedras,  clavos 
y  pedazos  de  taclobo,  de  concha  durísima. 

Cuidan  conservar  los  fuegos  hasta  que  el  enemigo 
está  cerca,  para  hacer  mejor  la  puntería  y  aprovechar 
los  disparos  de  cañón. 

En  sus  expediciones  por  tierra  no  utilizan  la  artillería, 
ó  á  lo  sumo  llevan  falconetas  ó  lantacas.  Estas  piezas 
pequeñas  ya  hemos  dicho  que  las  fabrican  ellos. 

Son  crueles  con  el  vencido  y  rencorosos  ó  indiferen- 
tes para  con  el  vencedor. 

Carecen  de  caballería,  pero  no  la  necesitan^  porque 
el  terreno  se  presta  poco  para  sus  evoluciones. 

Los  pueblos  principales  están  defendidos  por  cotias, 
cuyas  murallas  se  componen  de  troncos  de  árbol  estre- 
chamente unidos,  y  de  piedras,  tierra  y  arena.  Estos 
muros  resisten  toda  clase  de  artillería.  La  altura  de  ellos 
varía  de  10  á  i5  pies,  y  su  espesor  de  5  á  20.  Su  planta 
es  generalmente  de  forma  de  un  cuadrilátero  con  ba- 
luartes y  pequeños  torreones  en  los  salientes. 

La  organización  militar  de  los  joloanos  reconoce  por 
base  el  servicio  personal  desde  los  diez  y  seis  á  cincuenta 
años. 

Anunciada  la  guerra,  todo  hombre  libre  tiene  que 
cumplir  el  edicto  y  marchar  á  las  órdenes  de  su  jefe, 
armándose  y  manteniéndose  á  su  costa,  y  seguido  de  sus 
criados  y  esclavos,  á  los  que  debe  equipar  y  mantener. 

Los  vencedores  tienen  el  derecho  de  repartirse  las 
tierras  y  los  bienes  de  los  vencidos,  cuyas  mujeres  é  hi- 
jos, convertidos  en  esclavos,  han  de  trabajar  para  sus 
nuevos  amos. 

El  ilustrado  coronel,  teniente  de  navio  de  primera 
clase,  D.  Arturo  Garín,  comandante  de  la  goleta  Sirena, 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  79 

en  su  Memoria  sobre  el  archipiélago  de  Joló,  fecha  en 
la  rada  de  este  punto  el  5  de  Febrero  de  1880,  de  cu3^a 
publicación  hemos  tomado  algunos  apuntes,  suministra 
los  datos  que  á  continuación  ponemos,  relativos  al 
número  de  hombres  capaces  para  la  guerra  y  la  desig- 
nación de  los  pueblos  y  rancherías  donde  habitan. 

Grupo  de  Joló. — Isla  Pata:  Paulima  Icong  dispone 
de  600  hombres  distribuidos  en  los  pueblos  de:  Quiput, 
residencia  del  Paulima,  sobre  la  costa  NO.;  Dandalí, 
Tandu-ubein  y  Buligau,  id.  id.  N.;  Tipbás,  id.  id.  NE.; 
LicudyTundaán,  id.  id.  E.;  Minapat  y  Tumecdá,  idem 
id.  SE.;  Pirag-Pisag  y  Cayaguán,  id.  id.  S.;  Butá-Bu- 
tá,  id.  id.  SO.;  Seinbanum,  Tul-lin  y  Tungul,  id.  id.  O., 
y  Panpanmataas,  Panpanmanalí,  Cambují,  Ninc-ninc 
y  Canmanchú,  en  el  interior. — Isla  Kapual:  Olancaya 
(ú  Orancaya)  Azulas,  de  25  en  el  de  Kapual,  sobre 
la  costa  S.^Isla  Bitinan:  Imán  Jasún,  de  3o  en  el  de 
Bitinan,  id.  id.  O. — Isla  Bujangan:  Mandarín  Bain, 
de  10  en  el  de  Tanbanan,  id. 

Isla  Joló:  Cuartel  del  Norte. — Datto  Pula,  de  200  en 
los  de  Moubou,  sobre  la  costa,  y  Litayun,  en  el  interior; 
Datto  Asibí,  de  200  en  el  de  Taududagmay,  id.;  Naquib 
Uton,  de  200  entre  Bacun,  id.,  y  Paticolo,  sobre  la  cos- 
ta; Majarachdia  Dais,  de  800  entre  los  de  Igassan  y 
Taglibi,  id.,  y  Parang-parang,  Tus,  Bun-bun,  Bunubu- 
lung,  Tubicbatú,  Miñay  y  Paulayajan,  en  el  interior; 
Paulima  Chanchdali,  de  100  en  los  deLati,  Purrul  y  Go- 
gay,  id.;  Jatib  Maliki,  de  100  en  los  de  Mabusing  y 
Sual,  id.;  Paduca  Mojamad,  de  i5o  en  los  de  Suoc,  sobre 
la  costa,  y  Tutin,  en  el  interior;  Majarachdia  Nadgurain, 
de  25o  en  los  de  Cansipat  y  Lum-lum,  sobre  la  costa; 
Datto  Taukian,  de  goo  en  los  de  Bulansi  y  Boal,  id.,  y 
Batú-batú,  en  el  interior;  Paduca  Abducajal,  de  100  en 


8o  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

el  de  Limaná,  id.;  Ulancaya  Asan,  de  900  en  los  de 
Baybay  y  Tandú,  id. 

Cuartel  del  centro  :  Ulancaya  Jaman ,  de  200  en  el 
pueblo  Tambac;  Majarachdia  Abdula,  de  400  en  el  de 
Lantundulan;  Naquib  Bausa,  de  5o  en  el  de  Higan; 
Imán  Alani,  de  5oo  en  el  de  Pitogo. 

Cuartel  del  Sur  :  Datto  Jarim,  de  3oo  en  los  de  Sang 
y  Caroudong,  sobre  la  costa;  Mandarín  Dapí,  de  200  en 
el  de  Pandang-pandang,  id.;  Majarachdia  Siuna,  de  5a 
en  el  de  Tubiema,  id.;  Mandarín  Jalaní,  de  200  en  el 
de  Mabajay,  id.;  Mandarín  Alpat,  de  5o  en  el  de  Pu- 
nungan,  id.;  Ulancaya  Bagindá,  de  3oo  en  el  de  May- 
bung,  residencia  del  sultán,  id.;  Mandarín  Indanan,  de 
5oo  en  el  de  Lagassan,  id.;  Majarachdia  Dají,  de  900 
en  los  de  Tapucan  y  Asín,  en  el  interior;  Mandarín 
Janarí,  de  5oo  en  los  de  Cabungut  y  Majala,  id.;  Man- 
darín Tabatlan,  de  400  en  el  de  Lumapit,  id.;  Sharib 
Abdula,  de  100  en  el  de  Ipil,  id.;  Mandarín  Pandugá, 
de  200  en  el  de  Dandulic,  id.;  Datto  Daculá,  de  5oo  en 
los  de  Batujabá,  id.,  y  Boalo,  sobre  la  costa;  Datto  Ja- 
lón, de  400  en  los  de  Lapa,  id.,  y  Luban,  en  el  interior. 

Cuartel  del  Este:  Ulancaya  Ali,  de  5o  en  el  de  Lu- 
cuban,  id.;  Paduca  Bula,  de  100  en  el  de  Jubucan,  id.; 
Naquib  Sajiban,  de  100  en  el  de  Dapdinan,  id.;  Naquib; 
Assang,  de  150  en  el  de  Canliunan,  id.;  Majarachdia 
Samjali,  de  3oo  en  los  de  Dan-dan,  sobre  la  costa,  y 
Piagó  y  Natú,  en  el  interior. 

Cuartel  del  Oeste:  Satiá  Asit,  de  3oo  en  el  de  Racsáa, 
id.;  Imán  Uachdia,  de  200  en  el  de  Puc-puc,  id.;  Man- 
darín Atay,  de  200  en  el  de  Batú-batú,  id.;  Paulima 
Mangumá,  de  200  en  los  de  Boansá,  Tubicdato  y  Ma- 
candá, id.;  Mandarín  Taajil,  de  200  en  el  de  Cilancán, 
sobre  la  costa;  Ulancaya  Tarunan,  de  200  en  el  de  Seno- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  Si- 

gan, id.;  Datto  Unding,  de  i.ooo  en  los  de  Parang,  id., 
y  Lunanguitung,  Ilud,  Launsúa,  Suá  y  Bacud-bacud, 
en  el  interior;  Mandarín  Aubutun,  de  800  en  los  de 
Banisá-guimba  y  Aló-guimba,  id.,  y  Banisá  y  Aló,  sobre 
la  costa;  Salip  Mujamat,  de  200  en  los  de  Candea, 
id.,  y  Malimbaya,  en  el  interior.  IslaPatian:  Mandarín 
Namlá,  de  60  en  el  de  Lijana,  sobre  la  costa  del  N.; 
Palcasá  Lingán,  de  40  en  el  de  Maanduc,   id.  del  NO. 

Las  islas  de  Dong-dong,  Tallan,  Bancungan,  Su- 
ladde,  Teomabal,  Daumocan  y  Tamulian,  pertenecien- 
tes al  grupo  de  Joló,  aparecen  desiertas. 

Grupo  Tawi-Tawi. — Isla  Ubian  :  Paulima  Daudón, 
dispone  de  80  hombres  en  el  pueblo  Bujidayan,  sobre 
la  costa  N.;  Paulima  Amsaini,  de  40  en  el  de  Sungu- 
lan,  id.  O. — Isla  Pomelean:  Paulima  Amsaine,  de  10 
en  el  de  Pomelean,  id.  N. — Isla  Tandubas:  Paulima 
Atalat,  de  45  en  el  de  Tandubas,  id.;  Paulima  Unga, 
de  3o  en  el  de  Sapa,  id.  S. — Isla  Secubun:  Paulima 
Yain,  de  46  en  el  de  Pamasan,  id.  E.;  Naquib  Canin, 
de  25  en  el  de  Licut,  id.  N. — Isla  Latuan  :  Paulima 
Yalan,  de  3o  en  el  de  Latuan,  id. — Isla  Mantabuan; 
Majarachdia  Ajam,  de  20  en  el  de  Mantabuan,  id. — 
Isla  Bañaran:  Paulima  Sausanan,  de  80  en  el  de  Lu- 
uncan,  id.  E.;  Paulima  Bulquin,  de  i5o  en  el  de  Tun- 
gusum,  id.  N. — Isla  Bilatan:  Datto  Machende,  de  200 
en  el  de  Luucpagasinan,  enelinterior. — Isla  Tawi-Tawi; 
Paulima  Atal,  de  100  en  el  de  Balimbin,  sobre  la  cos- 
ta S.  en  la  región  del  O.;  Paulima  As-sá,  de  20  en  el 
de  Lucbunan,  en  el  interior  de  la  id.  id. — Isla  Bongao: 
Datto  Amilasan,  de  25  en  el  de  Capug,  en  el  interior. 
— Isla  Simonor:  Datto  Amilasan,  de  100  en  el  de  Buin- 
danad,  sobre  la  costa  E.;  Paulima  Timban,  de  i3o  en 
el  de  Tungusuu,  id.  N. — Isla  Síbutu:  Datto  Maamun, 

6 


82  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

de  8o  en  el  de  Síbutu,  id.  O.;  Datto  Salapuddin,  de  i5o 
en  los  de  Butun  y  Laumenta,  id. — Isla  Tumindao: 
Datto  Baguindá,  de  lOo  en  el  de  Tumindao,  id. 

Las  islas  de  Tancolaluan,  Loran,  Manóte,  Pasegan, 
Kalupag,  Sigboyé,  Cacataan,  Pandanan,  Tambagaan, 
Simaluc,  Cuad  Basan,  Bujimegie,  Tigungun,  Tandu- 
bato,  Taruc,  Bañan,  Daluman,  Bas-bas,  Tabulunga, 
Calva,  Lamboc,  Lupa,  Buan ,  Papaag,  Sanga-Sanga, 
Manuc- manca,  Tataan,  Sipancoli  y  Omapuí,  pertene- 
cientes al  grupo  de  Tawi-Tawi,  se  hallan  desiertas. 

Grupo  Tapiil. — Isla  Paquía :  Paulima  Bulquin,  dis- 
pone de  5o  hombres  en  el  pueblo  Paquía,  sobre  la  pun- 
ta SO.  de  la  costa. — Isla  Tapul:  Paulima  Sayari,  de 
3oo  en  los  pueblos  de  Caunpau ,  residencia  del  Pauli- 
ma, sobre  la  costa  NO.,  Taina  y  Canasá,  id.  N.;  Cau- 
manun,  Cangaubin,  Causanaguit  y  Bacunalan ,  id. 
del  E.,  y  Putinun,  Launpatou,  Bungluin,  Tubicsuá, 
Tulacan,  Audiji  y  Say-say,  en  el  interior;  Satiá  Anu- 
din,  de  200  en  los  de  Pooc,  Ticbás,  Tulingau,  residen- 
cia del  Satiá,  yTabunan,  sobre  la  costa  O.;  Bagdin,  sobre 
la  punta  SO.;  Tausau  y  Sibugo,  sobre  la  costa  S.;  y 
Cayaguan,  Anulin  y  Bucau,  en  el  interior. — Isla  Lugus: 
Majarachdia  Sacaudal,  de  3o  en  el  de  Larap,  sobre  la 
costa  N.;  Majarachdia  Susucan,  de  40  en  los  de  Lugus 
y  Tincanau,  respectivamente,  id.  NO.  y  S. — Isla  La- 
menuza:  Datto  Alihunding,  de  80  en  el  de  Gusun,  so- 
bre la  punta  NO.  de  la  costa. — Isla  Nauca:  Paulima 
Aminud-diu,  de  40  en  el  de  Panungan,  sobre  la  cos- 
ta N. — Isla  Paranang:  Paulima  Tajamil,  de  3o  en  el 
de  Buliculul,  id.  O. — Isla  Tara:  Mandarín  Laquic 
Muddin,  de  30  en  el  de  Tara,  id.  E. — IslaSiasi:  Datto 
Puyo,  de  i3o  en  los  de  Sipandin  y  Cauchina,  id.;  Datto 
Sancula,  de  100  en  los  de  Latón  y  Muidas,  id.  O.,  y 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  83 

Murve,  id.  SO.;  Datto  Amilusin,  de  looen  los  de  Sien- 
do y  Yambaunan,  id.  NO. — Isla  Lapac:  Datto  Amilu- 
sin, de  ICO  en  los  de  Pandami,  id.  O.,  y  Lapac,  id.  S. 
— Isla  Shedand  :  Paulima  Aminutla,  de  8o  en  el  de  Ba- 
cal, id.  E. 

Las  islas  Cabingaan,  Taluc,  Sibihing,  Tapaam,  Se- 
tun,  Parangaan,  Maniacolat,  Maglumbla,  y  Bubuan,  del 
grupo  de  Tapul,  aparecen  desiertas,  así  como  las  islas 
Manubol  y  Cacataan,  que  sólo  habitan  los  moros  en  la 
época  de  pesca. 

Grupo  Pangutarang. — Isla  Marougas:  Ulancaya  Ami- 
lusin, dispone  de  20  hombres  en  el  pueblo  de  Cabucan, 
sobre  la  costa  O. — Isla  Pangasina  :  Sman  Bagim  ,  de 
20  en  el  de  Pangasina,  id.  E. — Isla  Bubuan:  Ulancaya 
Paraca,  de  35  en  el  de  Rubuan,  id. — Isla  Palliagan: 
Ulancaya  Minusin,  de  3o  en  el  de  Kabuncan,  id.  O. — 
Isla  Tubigan:  Imán  Abdú,  de  5o  en  el  de  Tubigan;  idem 
S. — Isla  Pangutarang:  Jabin  Tuntún,  de  25  en  el  de 
Pujapat,  id.  E.;  Paulima  Balad,  de  25  en  el  de  Lunc , 
id.  N. — Isla  Panducan:  Satiá  Mujamad,  de  25  en  el  de 
Alo,  id.;  Ulancaya  Mat-tang,  de  25  en  el  de  Balobó,  id. 
O. — Isla  Ubian:  Paulima  Canán,  de  80  en  el  de  Ubian, 
id.  S.;  Pajalaoan  Tibou,  de  20  en  el  de  Suanguna, 
id.  E. — Isla  Usada :  Majarachdia  Mamay,  de  20  en  el 
de  Usada,  id.  O. — Isla  Bas-Bas  :  Datto  Ampin,  de  40 
en  el  de  BasBas,  id.  N, 

Las  islas  Tubalubuk,  Lambu,  Hegad,  Minis,  Pan- 
tocunan,  Teomabal,  Kulassein,  Aicut,  Gunilan,  Mali- 
cut,  Sipang  y  God,  pertenecientes  al  grupo  de  Pangu- 
tarang, aparecen  desiertas. 

Grupo  Tagbabas. — Las  islas  Baubanan,  Manmanuk, 
Dasaan,  Sangaan,  Dammy,  Dato-bato,  Cap,  Laparan, 
Doc-can,  Deoto-bato,  Kinikejan,  Tagbabas,  Uwaan  y 


84  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Billanguan,  del  grupo  de  Tagbabas,  aparecen  desiertas. 
Grupo  de  Balanguingui.  —  Isla  Bucutua:  Paulima 
Pata,  dispone  de  5o  hombres  en  el  pueblo  de  Bucutua; 
Ulancaya  Baling,  de  20  en  el  de  Baytbait. — Isla  Ton- 
quil:  Paulima  Gumbajali,  de  go  en  el  de  Tonquil;  Ma- 
jarachdia  Ariná,  de  5o  en  el  de  Looc,  puntos  todos  si- 
tuados sobre  la  costa  N. — Isla  Sipac:  Paulima  Janaui, 
de  5o  en  el  de  Sipac. — Isla  Bangao:  Majarachdia  Qui- 
vic,  de  25  en  el  de  Bangao,  ambos  sobre  la  costa  O. — 
Isla  Maningut:  Majarachdia  Bausaguan  Lintiucan, 
de  5o  en  el  de  Maningut,  sobre  la  costa  del  S. 

Las  islas  Balacian,  Mamud,  Farol,  Balanguingui,, 
Mamanoc,  Tuncalau,  las  dos  de  Bolod  y  la  de  Simiza, 
pertenecientes  á  este  grupo,  aparecen  desiertas. 

Grupo  Kecuapoussan. — Isla  Labawan:  Mandarín  Ba- 
buddin,  dispone  de  25  hombres  en  el  pueblo  Sicut,  sobre 
la  costa  N.;  Naquib  Jamarán,  de  35  en  el  de  Panpan, 
id.  E. 

Las  islas  Kecuapoussan,  Bintoulan,  Magpeos,  Tagao 
y  Nusa,  de  este  grupo,  aparecen  desiertas. 

Cagayán  de  Joló. — Naquib  Kiat,  dispone  de  25  hom- 
bres en  el  pueblo  de  Siabón,  sobre  la  costa  S.;  Naquib 
Kanoos,  de  5o  en  el  de  Tinucán,  id.;  Majarachdia  Yu- 
túm,  de  100  en  los  de  Tanduan  y  Pahuan,  id.,  y  Mam- 
palán  en  el  interior;  Ulancaya  Táa,  de  120  en  el  de 
Nangai,  sobre  la  costa N.;  Datto  Yamarol,  de  120  entre 
los  de  Ungos,  id.,  y  Canupán  en  el  interior. 

Despréndese  de  los  precedentes  datos,  que  el  efectivo 
de  que  disponen  ordinariamente  asciende  á  18.410  hom- 
bres, todos  aguerridos  y  valerosos.  Distínguense  entre 
ellos  unos  fanáticos  que  llaman  juramentados,  por  que 
atacan  decididos  á  vencer  ó  morir,  arrojándose  contra 
las  fuerzas  contrarias,  por  numerosas  que  sean,  sin  re- 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  8$ 

troceder  nunca  hasta  caer  muertos.  Estos  creen  ciega- 
mente que  vuelan  al  paraíso  de  Mahoma,  á  disfrutar  de 
los  goces  que  encierra. 

Los  moros  tienen  ojos  oscuros,  rasgados  horizontal- 
mente  y  entornados,  cejas  poco  pobladas,  cara  enjuta, 
pómulos  abultados,  nariz  roma,  labio  fino,  cabeza  re- 
donda y  pequeña,  rala  la  barba  ó  ninguna,  media  esta- 
tura, cintura  fina  y  regulares  espaldas,  tez  amarillenta 
y  pálida,  se  afeitan  la  cabeza,  y  los  que  no,  lucen  un 
pelo  negro  y  áspero;  se  liman  y  tiñen  de  negro  los  dien- 
tes, y  es  muy  general  que  tengan  las  piernas  torcidas 
hacia  afuera,  por  consecuencia  de  vicio  adquirido  en  la 
niñez. 

La  fisonomía  de  los  moros  de  Joló,  Mindanao  y 
Borneo,  y  su  color  y  estatura,  tiene  gran  semejanza  á 
la  de  los  malayos.  Muchos  presentan  rasgos  de  la  raza 
árabe,  indostánica  y  mongólica,  lo  que  revela  que  ha 
habido  desde  tiempo  muy  remoto  una  inmigración  cons- 
tante de  las  razas  continentales.  Los  más  de  ellos  son 
ignorantes,  holgazanes,  astutos  y  malvados.  Su  traje 
•consiste  en  un  ancho  calzón  hasta  la  rodilla,  una  chupa 
con  mangas  estrechas  de  tela  ligera,  que  en  nada  em- 
baraza sus  movimientos,  y  un  manto  (jabul)  gran- 
de y  cosido  al  ancho,  que  sujetan  por  bajo  de  los  so- 
bacos con  pliegues  sobre  el  pecho  y  que  les  cubre  el  cuer- 
po hasta  las  corvas.  En  la  cabeza  llevan  un  pañuelo  arro- 
llado á  manera  de  turbante.  Los  dattos  usan  estas  mis- 
mas prendas,  de  seda  galoneada  de  oro  ó  plata,  y  cier- 
ta especie  de  gabán  con  mangas  anchas,  abierto  en  sus 
extremos. 

Su  idioma  es  una  derivación  de  la  familia  de  las  len- 
guas indias,  parecido  al  buguí,  que  se  compone  de  sáns- 
crito como  raíz,  con  mezcla  de  árabe  y  malayo.  Algu- 


86  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

nos  chapurrean  el  español  que  aprendieron  cuando  resi- 
dían allí  religiosos  ó  que  les  enseñaron  los  renegados 
que  moran  en  Joló. 

Cuentan  por  lunas,  su  año  es  el  embolismal  y  el 
tiempo  lo  refieren  á  la  Hégira. 

Ya  indicamos  cómo  llaman  á  los  días  de  la  semana 
al  ocuparnos  de  los  moros  de  Mindanao. 

La  enseñanza  entre  ellos  es  individual  y  privada. 

Los  moros  habitan  en  las  costas  y  á  orillas  de  los 
ríos,  esteros,  lagunas  y  pantanos.  Construyen  sus  casas 
sobre  harigues,  dentro  del  mar,  comunicándose  con  la 
playa  por  medio  de  ligeros  puentecillosde  caña,  tan  in- 
seguros, que  parece  imposible  resistan  el  peso  de  un 
hombre.  En  el  interior  las  cercan  con  arte  por  medio 
de  estacadas  y  árboles;  pero  son  pequeñas,  pobres  y  ca- 
recen de  elegancia  y  solidez. 

Todos  los  malayo-mahometanos  son  extraordinaria- 
mente sobrios  y  frugales.  La  base  de  su  alimentación 
es,  al  igual  que  en  Filipinas,  la  morisqueta  (arroz  coci- 
do en  blanco)  y  todo  género  de  viandas:  carnes,  pescados, 
legumbres,  hortalizas,  frutas,  édulas  al  natural  y  en  dul- 
ce, con  la  sola  prohibición  del  cerdo.  Beben  el  vino  de 
tuba,  que  han  introducido  entre  ellos  los  cautivos. 

La  cascara  de  tanal,  árbol  que  se  cría  en  el  mangle, 
puesta  en  infusión  con  la  tuba,  les  da  una  bebida  fuerte 
y  fermentada  que,  aun  tomándola  sin  exceso,  produce 
la  embriaguez. 

En  tierra  beben  el  agua  de  los  manantiales,  de  los 
arroyuelos  y  de  los  pozos.  Cuando  navegan  introducen 
en  el  mar  una  banga  ú  olla  vacía,  hecha  de  un  barro  es- 
pecial ,  que  desvirtúa  algo  lo  salobre  del  agua  al  pene- 
trar por  sus  poros.  En  último  caso  la  beben  del  mar, 
pues  están  acostumbrados  á  ella  desde  pequeños. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  87 

Sus  provisiones  consisten  en  un  poco  de  arroz  ó  maíz, 
frutas  cogidas  en  el  bosque,  yerbas  del  llano  6  pescadi- 
llos  de  los  ríos.  A  orillas  de  todos  los  ríos,  esteros  y  en- 
senadas abunda  el  burí ,  cabo  negro ,  palavan  ,  bayla- 
coc,  barote,  coróte  ó  casabe,  y  otras  muchas  raíces  que 
constituyen  para  ellos  grato  alimento. 

Las  reses  y  aves  ha  de  matarlas  un  imán ,  haciendo 
lo  que  llaman  sunihali,  que  consiste  en  introducir  el 
cuchillo  por  el  cuello  del  animal,  sacarle  en  tres  tiem- 
pos, inclinando  el  mango  hacia  abajo,  y  recibiendo  la 
sangre  en  un  hoyo  abierto  exprofeso. 

No  comen  la  carne  del  cerdo  ni  la  de  la  tortuga,  pero 
sí  los  huevos  de  ésta. 

Su  religión  es  el  islamismo. 

Entre  los  sacerdotes  de  su  culto  parece  ser  que  reco- 
nocen estas  categorías:  Kaali,  alip,  imán,  jalipá,  Katih 
y  hilal.  Su  influencia  no  es  grande.  El  sultán  puede  de- 
gradarlos si  no  cumplen  bien  su  ministerio;  llevan  por 
único  distintivo  la  punta  del  pañuelo  ó  turbante  coloca- 
da al  costado  izquierdo,  y  no  están  exentos  de  las  obli- 
gaciones comunes  á  los  demás  ciudadanos. 

El  viernes,  que  es  el  día  consagrado,  tienen  obliga- 
ción de  asistir  al  culto  público  (sambajayan)  y  á  las 
oraciones  ordinarias  de  la  mezquita  (jutbá),  recitadas 
por  un  imán.  Previamente  practican  abluciones  con 
agua,  que  á  prevención  llevan  en  vasijas  de  metal,  con- 
sistiendo en  meter  tres  veces  las  manos  dentro  de  ella, 
humedecerse  la  boca  y  la  nariz,  mojarse  la  cabeza,  la 
cara  y  las  plantas  de  los  pies,  acompañando  estas  as- 
persiones con  las  jaculatorias  del  rito.  Cuando  en  el 
interior  de  la  mezquita  hay  más  de  cuarenta  hombres 
libres,  el  jatib  lee  una  parte  del  mustá.  Hecho  esto, 
pueden  dedicarse  á  sus  faenas  habituales.  Esta  litur- 


88  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

gia  únicamente  rige  en  la  mezquita  del  sultán,  pues 
en  el  langa  de  los  otros  pueblos  está  vedado  leer  el 
mustá. 

Para  congregar  á  los  creyentes  dan  fuertes  golpes 
con  un  baquetón  sobre  una  enorme  pandereta  que  lla- 
man gandan g. 

Su  única  solemnidad  religiosa,  ó  sea  el  inanlud,  dura 
una  noche  y  un  día  en  la  corte  del  sultán,  y  sólo  una 
noche  en  los  demás  puntos.  Consiste  en  reunirse  todo 
el  pueblo  dentro  de  un  camarín  levantado  de  exprofeso, 
donde  se  lee  el  manlud,  ó  sean  salmos  en  loor  de  Dios 
y  de  su  profeta,  y  en  comer  á  expensas  del  sultán  ó  del 
que  da  la  fiesta,  quienes  al  terminar  distribuyen  una  li- 
mosna (saracka). 

En  el  mes  de  ramadán  (puasa)  observan  riguroso  ayu- 
no desde  la  salida  hasta  la  puesta  del  sol,  y  no  comen, 
ni  fuman,  ni  beben,  ni  mascan  buyo,  siendo  tal  su  es- 
crupulosidad ,  que  durante  esas  horas  ni  acarician  á  sus 
mujeres  ni  besan  á  sus  hijos. 

Reconocen  el  deber  de  la  peregrinación  á  la  Meca, 
pero  son  muy  pocos  los  que  la  realizan. 

El  Kitab  lo  tienen  depositado  en  Taglibi  en  poder 
de  Tuanarip,  el  que  lo  lee  en  circunstancias  determi- 
nadas. 

Según  el  autor  anónimo  del  manuscrito  publicado 
por  el  Sr.  Barrantes  con  el  título  de  Guerras  piráticas 
de  Filipinas,  la  religión  de  los  moros  consiste  en  «ritos 
adulterados  del  mahometismo,  que  practican  indiferen- 
temente el  viernes  ó  sábado,  besando  diversas  veces  el 
suelo  cuando  rezan,  mientras  otros  hablan,  cantan,  jue- 
gan, ó  se  ejercitan  en  el  manejo  del  arma  blanca.» 

Don  Patricio  de  la  Escosura,  en  su  Memoria  sobre 
Joló,  dice  que   «los  moros  joloanos  no  tienen  grande 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  8g 

espíritu  de  secta  y  proselitismo,  sino  más  bien  los  vi- 
cios, holgazanería,  aversión  5'  menosprecio  al  trabajo 
de  los  musulmanes  africanos;»  y  así  es  en  efecto. 

Los  matrimonios  se  efectúan  de  ordinario,  en  toda  la 
sultanía  de  Joló,  á  poco  de  llegar  las  hembras  á  la  pu- 
bertad. 

Consideran  la  circuncisión  como  de  derecho  divino, 
sin  la  cual  no  es  permitido  contraer  nupcias.  La  verifi- 
can desde  los  seis  hasta  los  diez  y  seis  años,  tan  luego 
el  niño  puede  pronunciar  la  fórmula  déla  fe. 

Cuando  un  pretendiente  ha  obtenido  el  consentimien- 
to de  los  padres  de  su  amada,  se  presenta  al  imán  y 
recita  de  corrido  ciertas  oraciones. 

Marcha  al  instante  á  casa  de  su  prometida;  simula 
fuerte  lucha  contra  los  parientes  y  convidados,  en  la  que 
sale  vencedor,  y  les  reparte  mil  fruslerías  :  entonces  le 
franquean  la  entrada,  acompañándole  el  imán:  la  no- 
via aparece  reclinada  en  un  cojín ;  el  sacerdote  coge  á 
la  novia  por  la  cabeza  y  la  obliga  á  dar  dos  vueltas,  co- 
locando acto  seguido  la  mano  derecha  del  novio  sobre 
la  frente  de  su  prometida,  la  cual  oculta  el  rostro  entre 
las  manos  y  baja  la  cabeza  en  señal  de  rubor:  el  novio 
procura  besarla;  pero  ella  lo  impide  defendiéndose  aira- 
damente. Pasados  tres  días  de  bicharas,  danzas,  músi- 
cas y  comilonas,  los  padres  ó  hermanos  del  pretendien- 
te obtienen  el  permiso  para  que  la  desposada  vaya  á 
habitar  la  casa  del  marido,  en  donde  la  dejan. 

La  poligamia  está  permitida,  pudiendo  tener  cada 
moro  hasta  cuatro  esposas  bajo  el  mismo  techo,  y  ade- 
más cuantas  concubinas  les  permita  sostener  su  po- 
sición. 

El  adulterio,  cogido  in  fraganti,  puede  castigarse  con 
la  muerte.  Y  en  otro  caso,  el  marido  es  arbitro  de  cas- 


gO  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

tigar  á  la  culpable  cortándole  una  oreja  ó  raspándole 
la  cabeza,  y  rebajándola  á  la  condición  de  esclava  ó 
criada. 

También  suelen  arreglarse  el  seductor  y  el  ofendido 
mediante  el  pago  á  éste  de  una  multa.  El  marido  es 
dueño  de  sostener  relaciones  ilícitas  con  otras  mujeres, 
sin  que  su  esposa  ó  concubina  tenga  facultad  de  perse- 
guirle. Está  permitido  el  repudio;  la  repudiada  pierde 
todo  derecho  con  relación  al  que  fué  su  esposo,  pero  los 
hijos  lo  conservan  á  la  hacienda  que  de  uno  y  otra  les 
corresponda. 

Próximo  el  embarazo  á  su  término,  el  imán  pronun- 
cia ante  la  paciente  las  oraciones  de  rúbrica,  y  verifica- 
do el  parto  tiene  lugar  el  bautizo  (guntin),  consistente 
en  recitar  ciertos  versículos  del  Corán,  cortar  al  recién 
nacido  el  cabello  y  echar  éste  dentro  del  agua  de  un 
coco  tierno,  abierto  expresamente  por  la  mitad.  El  na- 
cimiento se  celebra  con  banquetes  y  gran  algazara  y 
músicas. 

Para  la  asistencia  en  sus  enfermedades  se  valen  de 
curanderos  ó  herbolarios,  quienes  se  transmiten  sus  co- 
nocimientos de  unos  á  otros. 

La  incontinencia  de  los  moros  y  su  vida  indolente, 
les  acarrea  una  decrepitud  prematura,  en  especial  entre 
las  clases  acomodadas. 

Al  fallecer  algún  joloano,  acude  el  imán  á  la  casa  mor- 
tuoria y  lava  el  cadáver;  la  familia  lo  viste  de  blanco  y, 
colocado  en  un  tosco  ataúd,  es  conducido  al  cementerio 
(cubul),  leyendo  el  imán  las  formas  rituales  antes  del 
sepelio. 

El  novenario  es  una  serie  continua  de  juegos  y  co- 
midas, sin  olvidar  al  difunto,  sobre  cuya  tumba  colocan 
su  correspondiente  comida. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  QI 

El  varón  hereda  doble  parte  que  las  hembras.  Los 
hijos  se  consideran  legítimos,  sean  de  la  esposa  ó  de  la 
concubina.  En  las  herencias  sin  sucesión,  las  mujeres 
son  preferidas  á  los  padres  del  causante. 

Una  de  las  más  agradables  ocupaciones  de  los  moros 
es  la  caza  del  venado,  cuyo  ejercicio  ejecutan  á  caballo, 
valiéndose  de  escopetas  y  de  dardos,  procurando  sobre- 
salir en  agilidad  y  destreza. 

La  lucha  de  gallos  es  otra  de  sus  diversiones  favori- 
tas, como  en  las  islas  Filipinas. 

También  la  riña  de  carabaos  excita  todo  su  contento. 
Efectúase  colocando  dos  machos  al  lado  de  una  hembra, 
á  los  que  sueltan  en  el  momento  del  celo.  Ambos  se 
acometen  con  extraordinario  furor,  y  luchan  sin  des- 
canso hasta  que  uno  huye  ó  muere.  El  vencedor  celebra 
su  triunfo  cubriendo  á  la  hembra. 

Sus  otras  diversiones  ordinarias  son:  los  juegos  de 
naipes,  las  luchas  entre  sí,  las  danzas  guerreras  ó  sayan, 
que  en  Filipinas  llaman  moro-moro;  los  bailes  volup- 
tuosos de  las  mujeres,  al  compás  del  culiutaiiga,  instru- 
mento formado  de  lo  agons  pequeños,  arreglados  á  di- 
ferentes tonos,  en  que  no  solamente  luce  su  habilidad 
la  que  mejor  maneja  los  palillos,  sino  la  bailadora  con 
sus  lascivos  movimientos  y  febril  agitación. 

Sus  demás  usos,  costumbres  y  prácticas  de  la  vida, 
guardan  perfecta  analogía  con  lo  relatado  respecto  á  los 
malayo-mahometanos  de  Mindanao. 

La  población  de  Joló,  propiamente  dicho,  se  calcula 
en  i.5oo  almas,  y  la  de  Tawi-Tawi  en  3. 800.  El  total 
de  habitantes  del  archipiélago  se  cree  exceda  de  200.000. 
Joló  está  situado  en  un  frontón  de  costa,  en  figura 
de  medialuna,  cuyos  extremos  lo  forman  la  punta  Dian- 
gapit  y  la  de  Matanda.  Dicha  isla  es  alta.   La  pobla- 


92  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

ción  se  halla  en  la  parte  N.  Dista  de  Manila  unas  622 
millas;  de  Zamboanga  60,  y  de  Basilan  9. 

En  Joló  existe  actualmente  un  gobierno  político-mi- 
litar, á  cuyo  frente  se  halla  un  coronel. 

En  Siasi,  Bongao  y  Tatoan,  hánse  establecido  co- 
mandancias militares,  á  cargo  cada  una  de  un  capitán. 

El  sultán  de  Joló  reside  en  Maibung  ó  en  una  de  las 
islas  más  al  interior. 


ISLAS  ADYACENTES  Á  BORNEO. 


ISLA    DE    LA    PARAGUA. 

La  isla  de  la  Paragua,  por  su  admirable  posición 
geográfica,  la  fertilidad  de  su  suelo,  sus  abrigados  puer- 
tos, su  proximidad  á  las  posesiones  inglesas  y  holande- 
sas, su  ventajosa  situación  para  sostener  un  activo  trá- 
fico con  dichos  países,  y  por  las  razas  que  la  pueblan, 
merece  ser  descrita  con  alguna  amplitud,  no  obstante 
su  relativo  atraso  por  lo  escasamente  atendida  que  ha 
sido  siempre;  y  bien  acreedora  es  á  que  el  Gobierno, 
penetrado  de  la  importancia  suma  de  dicha  isla,  le  con- 
ceda preferente  atención  y  procure,. mediante  los  pode- 
rosos medios  que  están  á  su  alcance,  elevarla  al  prós- 
pero estado  que  debe  ocupar  en  el  por  tantos  títulos 
rico  y  valioso  Archipiélago  de  Filipinas. 

La  Paragua,  que  es  la  más  occidental  de  las  Filipi- 
nas, hállase  situada  al  SO.  de  Calamianes,  de  cuya 
provincia  forma  parte,  y  al  N.  de  Borneo,  entre  los  7** 
14'  y  12°  28'  de  latitud  N.,  y  los  122^48'  y  i25°  12' 
longitud  E.  del  meridiano  de  Madrid. 

Mide  429  kilómetros  de  extensión  y  14.584  kilóme- 
tros cuadrados  de  superficie.  En  Taytay,  pueblo  cuyo 
territorio  y  sus  visitas  fué  cedido  á  España  en  1751 
por  el  sultán  de  Borneo,  situado  al  N.  de  la  Paragua,  se 


Q^  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

halla  la  capital  de  Calamianes.    Dista  de  Manila  270 
millas. 

Montes. —  Una  cordillera  de  considerable  elevación,  se 
extiende  del  N.E.  al  S.O.  en  toda  la  longitud  de  la  is- 
la, distinguiéndose  algunas  de  sus  montañas  cuya  al-* 
titud  sobre  el  nivel  del  mar  es  de  2.086  metros. 

Ríos. — Cuenta  la  Paragua  multitud  de  ríos  que  nacen 
en  la  cordillera  central,  dirigiéndose  á  las  costas  del  E. 
y  O.,  con  un  curso  de  28  á  32  kilómetros,  en  razón  á 
ser  la  isla  bastante  estrecha.  Los  más  caudalosos  son 
el  Ignagi  y  el  Irahuam. 

Eeino  mineral. — No  estando  suficientemente  explora- 
da esta  isla,  ni  habiéndose  practicado  los  estudios  ne- 
cesarios en  las  montañas  y  puntos  á  propósito  del  inte- 
rior, poco  puede  decirse  con  respecto  á  su  riqueza  mi- 
neral, pero  indicios  indudables  demuestran  que  tan 
vasto  territorio  contiene  la  mayor  parte  de  los  minera- 
les y  metales  que  se  conocen  en  el  resto  del  Archi- 
piélago filipino. 

Hasta  ahora,  lo  que  se  puede  asegurar  es  que  existe 
la  piedra  pizarrosa,  dura  y  consistente,  ó  sea  roca  ma- 
rina, presentando  en  sus  extratificaciones  gran  cantidad 
de  hierro  y  de  sulfuro. 

La  piedra  granítica  se  halla  asimismo  con  profusión, 
pero  blanda  y  porosa. 

La  roca  madrepórica,  que  en  general  constituye  la 
base  y  cimiento  de  las  costas,  abunda  y  se  utiliza  mu- 
cho en  la  fabricación  de  cal. 

El  plomo  y  el  antimonio  aparece  en  forma  de  plom- 
bagina  ó  en  piritas  menudas  en  los  grandes  aluviones, 
lo  cual  prueba  su  existencia,  y  positivamente,  no  carece 
esta  isla  de  otros  productos  mineralógicos,  que  sólo  será 
dable  conocer  cuando  haya  sido  explorada  por  completo. 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  95 

Reino  vegetal. — La  flora  forestal  de  la  Paragua  pue- 
de competir  dignamente  con  la  general  de  Filipinas, 
abundando  de  un  modo  considerable  las  maderas  deno- 
minadas: alopai,  amuguis,  arsonan,  apiay  (desconocida 
en  Lu2Ón),  batino,  bolonguita,  camagón ,  camaguán, 
cisbé  (desconocida  en  Luzón),  malandugat  ó  malandu- 
hat,  malabaguat,  mansalaguin  (desconocida  en  Luzón), 
molave,  narra,  palma  brava,  palusapi,  pelotán,  tangán  é 
ipil,  existiendo  también,  aunque  con  menos  abundan- 
cia, las  llamadas  acle,  bancal,  calantás,  calumpit,  don- 
gón,  ébano,  láñete,  landang,  mangachapuy,  malapajo 
y  tanguili. 

Además  de  estas  maderas  de  construcción  y  de  po- 
seer las  del  alcanfor  y  el  sándalo,  hay  muchos  mangles, 
utilizándose  en  gran  escala  sus  clases  principales,  ó  sea 
las  llamadas  bacanan,  tangal  y  langhoray. 

La  producción  de  bejucos  es  extraordinaria,  y  seña- 
ladamente abundan  el  palasan,  la  caña  espino,  la  caña 
bojo,  y  en  los  bosques  la  apreciadísima  para  bastones 
conocida  por  caña  de  Indias. 

La  ñipa,  tan  útil  y  necesaria  en  las  poblaciones  in- 
dígenas, cubre  por  completo  las  orillas  de  los  ríos  3^  ca- 
nales; los  cocoteros  forman  espesos  bosques,  surtiendo 
de  su  fruto  y  multiplicados  productos  á  los  naturales: 
la  almáciga,  la  goma  copal  y  otras  resinas,  la  cera 
que  en  sus  bosques  se  halla,  y  mil  otros  productos,  ha- 
cen que  el  reino  vegetal  de  la  Paragua  no  tenga  nada 
que  envidiar  al  de  las  otras  islas  oceánicas,  siendo  sus- 
ceptible de  ventajosa  explotación  y  mayor  acrecenta- 
miento; y  por  último  se  cosecha  en  sus  campos  buen 
tabaco,  excelente  arroz,  y  todo  género  de  frutos  y  le- 
.gumbres. 

Reino  animal. — Cuenta  la  Paragua  todos  los  anima- 


96  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

les  Útiles  que  son  comunes  al  Archipiélago  filipino, 
siendo  de  notar  la  fecundidad  con  que  procrea  el  gana- 
do vacuno  y  de  cerda  y  las  cabras  y  búfalos,  merced  á 
los  riquísimos  pastos  que  la  isla  posee. 

No  se  conocen  ciervos,  venados  ni  antílopes,  debido, 
según  cuentan  los  indígenas,  á  que  cierto  perjudicial 
cuadrúpedo  roedor  llamado  bantoc,  los  mata  con  facili- 
dad por  medio  de  una  secreción  de  gases  mefíticos. 

El  cerdo  de  monte  abunda  extraordinariamente  en  los 
espesos  bosques  de  la  cordillera  principal. 

Las  gallinas  y  patos  caseros  son,  asimismo,  abundan- 
tísimos, y  los  montes  y  bosques  hállanse  poblados  de 
faisanes  azules,  de  gallinas  montaraces,  de  multitud  de 
papagayos  de  variados  colores,  de  hermosas  tórtolas  ver- 
des, blancas  y  color  castaña,  de  ruiseñores,  pavos  rea- 
les, etc.,  etc.,  mereciendo  especial  nota  la  golondrina 
salangane,  á  que  en  el  país  llaman  lamlam,  cuyo  nido, 
tan  apreciado  de  los  chinos,  elabora  con  profusión  en 
las  cavernas  de  la  Paragua  é  islas  adyacentes. 

La  pesca  de  buena  clase  constituye  también  gran 
parte  de  la  riqueza  del  reino  animal,  debiendo  citar,  por 
último,  las  perlas,  que  se  recogen  en  sus  costas,  donde 
abunda  la  avíenla  niargarítífera. 

Industria  y  comercio. — La  fabricación  de  tejidos  del 
país,  es  fácil  aclimatarla,  teniendo  en  cuenta  la  abun- 
dancia de  materias  textiles.  El  corte  de  la  caña  llamada 
de  Indias,  la  recolección  del  valioso  nido,  la  pesca  y  ex- 
portación del  balate,  cuya  calidad  encomian  los  compra- 
dores, el  bejuco,  la  cera  y  la  almáciga,  son  hoy  los  prin- 
cipales objetos  de  su  industria  y  comercio,  pudiendo  au- 
mentarse una  vez  desarrollado  en  mayor  escala  el  cultivo 
del  café,  del  cacao,  la  caña  dulce,  el  tabaco  y  demás  ar- 
tículos, de  que  tanto  puede  prometerse  tan  rica  provincia. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  97 

Población. — Razas  salvajes. — En  la  isla  de  la  Para- 
gua  se  notan  tres  castas  distintas,  conocidas  con  los 
nombres  de  tagbantías,  tinitianos  y  bulalacaunos,  dignas 
de  ser  descritas. 

Los  tagbanuas  se  asemejan  á  los  malayo-mahome- 
tanos de  Mindanao,  pero  no  profesan  sus  mismas  creen- 
cias religiosas. 

Existen,  según  ellos,  espíritus  buenos  y  malos,  en- 
cargados de  premiar  ó  castigar  á  los  mortales,  y  supo- 
nen que  el  bueno  descansa  en  paz  á  su  muerte,  en  tanto 
que  el  malo  vaga  eternamente  por  los  espacios,  presa 
de  grandes  tormentos. 

El  traje  de  los  tagbanuas  consiste  en  un  calzón  es- 
trecho por  abajo,  una  chaquetilla  azul  con  cuello  de  co- 
lores vivos  y  un  pañuelo  arrollado  á  la  cabeza,  á  estilo 
moruno. 

Su  agorero  ó  sacerdotisa,  babaüan,  que  puede  ser  de 
uno  ú  otro  sexo,  tiene  la  facultad  de  evocar  los  espíri- 
tus, auxilia  á  los  sanos  con  sus  consejos  y  á  los  enfer- 
mos con  medicinas,  y  dirime  las  contiendas. 

El  modo  de  contraer  matrimonio  entre  estos  salva- 
jes, no  puede  ser  más  sencillo. 

Cuando  á  un  soltero  agrada  alguna  mujer,  va  á  su 
casa,  sin  previo  aviso  ni  la  aquiescencia  de  ella,  y  la 
obsequia  con  platos  de  barro  vidriado  muy  toscos.  Se- 
gún los  admita  ó  rechace  se  celebra  ó  no  la  unión  de 
ambos. 

Concertada  la  boda  el  babaüan  y  el  novio  acuden  á 
casa  de  la  prometida  de  éste  el  día  de  antemano  seña- 
lado, seguidos  de  multitud  de  personas,  cuya  algazara 
es  indescriptible.  Sacan  á  la  doncella  de  su  casa,  y  poco 
menos  que  en  triunfo  la  conducen  á  la  morada  de  su 
futuro,  donde  les  aguardan  las  familias  de  los  contra- 

7 


98  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

yentes,  los  deudos  y  convidados.  Los  novios  toman 
asiento  sobre  un  petate  ó  esterilla  en  que  se  ve  un  pla- 
to de  los  que  constituyeron  el  regalo,  lleno  de  moris- 
queta. La  enamorada  pareja  se  dirige  por  un  rato  cari- 
ñosas miradas,  y  á  seguida  el  varón  coje  con  los  dedos 
de  la  mano  derecha  un  puñado  de  morisqueta  y  lo  pone 
suavemente  en  la  boca  de  la  hembra:  ésta  repite  con 
él  igual  operación  y  la  boda  queda  realizada.  Significa 
esa  fórmula  que  deben  mutuamente  mantenerse  el  uno 
al  otro. 

El  babailan  prorrumpe  entonces  en  alegres  alaridos 
que  la  concurrencia  toda  repite  y  comienza  la  comida, 
las  libaciones,  el  canto  y  el  baile,  terminando  la  fiesta 
por  la  total  embriaguez  de  los  congregados. 

Cuando  fallece  alguna  persona  principal,  depositan 
el  cadáver  en  el  piso  de  su  propia  casa,  bajo  hojas  de 
palmas,  ponen  junto  á  aquél  sus  armas  y  ropas,  y  cer- 
can la  casa  con  alta  empalizada,  quedando  así  hasta  su 
completa  descomposición. 

Los  restantes  individuos  son  enterrados  en  una  es- 
pecie de  cementerio  entre  dos  troncos  huecos  de  forma 
de  canoas,  cuyo  sitio  respetan  mucho. 

Las  personas  que  por  sus  excelentes  prendas  mere- 
cieron en  vida  la  consideración  y  el  respeto  de  todos, 
son  colocadas  en  un  féretro,  cuidadosamente  cerra- 
do, y  suspenden  éste  de  las  ramas  de  algún  árbol  cor- 
pulento. 

El  babailan  y  sus  acompañantes  y  los  parientes  y 
amigos  del  difunto,  gritan,  lloran  y  dan  vueltas  alrede- 
dor del  muerto  para  ahuyentar  los  malos  espíritus. 

Los  tagbanuas  son  dóciles,  pero  muy  poco  amantes 
del  trabajo. 

Los  tinitianos,  residentes  al  N.  de  la  ensenada  de  Ba- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  99 

buyán,  tienen  análogas  costumbres  que  los  tagbanuas, 
pero  son  menos  sumisos  y  hospitalarios. 

Creen  en  un  Ser  Supremo,  que  llaman  Banna,  y  en 
espíritus  inferiores  ó  divatas. 

Cuando  una  mujer  está  próxima  á  dar  á  luz,  su  ma- 
rido esgrime  constantemente  sus  armas,  dando  al  aire 
sendos  mandobles  para  ahuyentar  á  los  espíritus  malig- 
nos, costumbre  y  creencia  muy  general  entre  los  sal- 
vajes. 

Para  los  casamientos  é  inhumaciones  practican  cere- 
monias parecidas  á  las  de  los  tagbanuas. 

Los  tinitianos  penan  el  incesto  con  extraordinario  ri- 
gor. Una  vez  que  los  ancianos,  constituidos  en  tribunal 
á  la  sombra  de  algún  árbol  donde  á  su  juicio  residen  los 
espíritus  benignos,  han  pronunciado  la  sentencia  de 
muerte,  atan  á  la  culpable  boca  abajo  en  una  jaula  he- 
cha con  grandes  maderos,  y  encima  de  ella,  en  sentido 
contrario,  al  hombre;  rellenan  el  fondo  de  la  jaula  de 
gruesas  piedras,  y  prorrumpiendo  todos  los  espectado- 
res en  gritos  y  maldiciones,  la  trasladan  en  una  embar- 
cación á  alta  mar,  y  allí  la  arrojan  para  que  perezcan 
ahogados. 

El  adulterio  se  castiga  aplicando  á  la  culpable  tantos 
palos  como  el  marido  exija,  y  al  adúltero  con  una  multa 
consistente  en  determinada  cantidad  de  víveres,  herra- 
mientas ó  utensilios  de  cocina,  y  para  borrar  la  mancha 
que  sobre  la  tribu  ha  caído,  matan  un  gallo;  los  asisten- 
tes mojan  un  buyo  en  la  sangre,  y  lo  comen,  quedando 
ilesa  con  este  ceremonial  la  honra  del  agraviado,  quien 
vuelve  á  su  casa  con  la  vapuleada  cónyuge,  así  como  el 
adúltero  se  va  tan  tranquilo  á  la  suya. 

Si  sobreviene  alguna  epidemia,  construyen  un  peque- 
ño barco  de  una  sola  pieza,  con  su  correspondiente  apa- 


loo  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

rejo  y  bandera.  Lo  llenan  de  arroz,  buyo  y  agua,  y  lo 
lanzan  al  mar  con  la  idea  de  que  los  espíritus  malignos 
puedan  irse  en  él  y  no  volver,  puesto  que  llevan  provi- 
siones para  el  viaje. 

Como  atribuyen  todas  las  enfermedades  y  males  que 
les  afligen  á  los  espíritus,  de  ahí  que  procuren  conten- 
tarlos por  medio  de  actos  análogos  al  anterior,  á  fin  de 
verse  libres  de  sus  maleficios. 

Los  bulalacaunos  moran  en  la  parte  N.  de  la  isla  de  la 
Paragua  y  en  el  grupo  de  las  Calamianes.  Su  color  es 
oscuro,  cetrino,  nariz  aguileña,  pelo  ligeramente  crespo 
y  alguna  barba.  Su  constitución  es  endeble,  pero  son 
ágiles  y  valerosos. 

Los  hombres  usan  por  única  vestidura  el  bahaque,  y 
las  mujeres  una  especie  de  túnica  de  seda  azul. 

Su  principal  alimento  consiste  en  unas  tortas  llama- 
das coyotes,  hechas  con  el  tubérculo  córot,  macerado  du- 
rante dos  días  en  agua  del  mar,  y  mezclado  después  con 
las  hojas  de  la  misma  planta. 

Creen,  como  los  tinitianos,  en  espíritus  buenos  y 
malos,  y  para  conocerlos  y  tenerlos  contentos  practican 
ceremonias  análogas  á  las  de  los  demás  salvajes  de  la 
Paragua;  y  lo  mismo  acontece  respecto  á  los  casamien- 
tos, con  la  diferencia  de  que  ambos  contrayentes  estre- 
llan contra  el  suelo  una  banga  ú  olla  de  barro  nueva, 
jurando  separarse  únicamente  el  día  en  que  se  junten 
los  pedazos  de  la  banga,  volviendo  á  quedar  entera. 

Gobierna  las  rancherías  de  los  bulalacaunos  el  más 
hábil  y  esforzado  de  la  tribu. 

Sus  casas  ó  cayang  son  una  especie  de  tiendas  de 
campaña,  de  simples  hojas  de  ñipa  ó  de  hurí,  fáciles  de 
transportar  arrolladas  cuando  emigran  de  un  punto  á 
otro.  Sus  armas  son  la  lanza  de  asta  de  palasan  con  pun- 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  lOI 

ta  de  hierro,  flechas  envenenadas  y  las  suinpiís  ó  cerba- 
tanas. 

La  caza  de  pájaros,  en  que  son  muy  diestros,  y  la  de 
puercos  monteses;  la  pesca  de  la  tortuga  y  del  balate, 
constituye  su  industria  y  el  alimento  de  los  principales 
de  la  tribu. 

El  que  cae  enfermo  de  gravedad  ó  de  males  contagio- 
sos, es  conducido  á  una  choza  lejana  donde  le  abando- 
nan, aunque  dejándole  agua  y  alimentos.  Si  muere,  in- 
cendian la  cabana  para  que  perezca  con  ella  la  enfer- 
medad. 

Son  muy  supersticiosos,  atribuyendo  cuantas  cala- 
midades les  acontecen  al  Tauo  Satolonam,  terrible  es- 
píritu del  mal,  cuya  malévola  influencia  tratan  de  ate- 
nuar ahuyentándolo  por  medio  de  la  quema  de  cierta 
alga  marina. 

En  cuanto  el  pÁ]a.ro  quilit-quüit  canta,  tiemblan  como 
azogados,  temerosos  de  las  muertes  y  desgracias  que 
anuncia. 

Sus  embarcaciones  son  pequeñas,  toscamente  he- 
chas y  sin  la  menor  clavazón  de  hierro,  por  conside- 
rarlo de  muy  mal  agüero. 

Son  encarnizados  enemigos  de  los  piratas  moros, 
quienes  á  su  vez  procuran  sorprenderlos  y  conducirlos 
prisioneros  (i). 

Según  un  interesante  artículo  del  gobernador  de  la 
Paragua,  D.  Jacobo  Alemán,  la  población  civil  de  esta 
isla  en  1877  era  de  210  hombres  (incluso  35  chinos  de- 
dicados al  comercio),  160  mujeres,  71  niños  y  58  niñas, 
que  hacen  un  total  de  499  personas,  y  la  militar  se  com- 

(1)  El  Sr.  Baamonde  y  Ortega,  residente  en  la  Paragua,  publicó  en 
1876,  en  la  Revista  de  Filipinas,  unos  curiosos  artículos  relativos  á 
las  costumbres  de  los  salvajes,  de  que  hemos  dado  noticia. 


I02  HISTORIA   DE   LA    PIRATERÍA 

ponía  de  171  individuos  del  ejército,   g5  de  la  marina 
y  45  presidiarios,  ó  sean  3ii. 

No  menciona  el  número  de  habitantes  de  las  ranche- 
rías infieles,  algunas  de  las  cuales,  como  las  vecinas 
del  río  Ignagi,  son  bastante  numerosas. 

Los  edificios  públicos  en  Puerto  Princesa  eran,  en 
dicho  año,  97,  y  el  movimiento  de  cabotaje  ascendió 
á  141  embarcaciones  entradas  y  salidas. 

Gobierno. — El  de  la  Paragua  está  á  cargo  de  un  ca- 
pitán de  fragata,  jefe  á  la  vez  de  la  división  naval  allí 
establecida.  Esta  isla  y  sus  adyacentes  deben  constituir 
un  gobierno  en  absoluto  independiente  del  de  Calamia- 
nes,  cuya  capital  sea  Puerto  Princesa,  en  razón  á  su 
grande  y  seguro  puerto,  á  su  situación  y  por  la  facili- 
dad de  establecer  comunicaciones  con  la  costa  opuesta, 
así  como  por  la  riqueza  de  sus  bosques  y  de  sus  mares. 
La  dependencia  del  gobierno  de  Calamianes,  tan  dis- 
tante, sin  fáciles  medios  de  transporte  ni  buenas  vías 
de  comunicación,  es  inconveniente  á  todas  luces  y  debe 
desaparecer  pronta  y  definitivamente,  con  lo  cual  ga- 
narán mucho  todas  las  islas  que  rodean  á  la  Paragua, 
y  principalmente  esta  hermosa  región. 

ISLA    DE    BALABAC. 

La  isla  de  Balabac  se  halla  situada  al  S.  de  la  Para- 
gua, formando  con  la  de  Bangui  el  estrecho  de  su  nom- 
bre, de  unas  28  millas  de  anchura. 

Límites. — Confina  al  N.  con  el  grupo  de  islas  exis- 
tentes al  S.  de  la  Paragua;  al  E.,  con  el  mar  de  Min- 
doro  y  las  islas  de  San  Miguel;  al  S.,  con  las  de  Bangui 
y  Balambangán,  en  la  costa  N.  de  Borneo,  y  al  O.,  con 
el  mar  de  China. 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  IO3 

Extensión  y  superficie. — Se  extiende  sobre  32  kilóme- 
tros de  N.  á  S.  y  21  de  E.  á  O.,  viniendo  á  tener  370 
kilómetros  cuadrados  de  superficie. 

Clima. — En  general  bueno.  La  temperatura  fluctúa 
entre  los  18°  y  30°  centígrados. 

Terreno. — El  suelo  de  Balabac  es,  como  el  de  todo 
Filipinas,  muy  fértil. 

Orografía. — Cruza  la  isla  de  N.  á  S.  una  serie  de 
montañas,  distinguiéndose  la  llamada  Balabac,  que 
mide  2.028  pies  sobre  el  nivel  del  mar. 

Puertos. — El  de  Calandarang,  muy  bueno,  y  el  de 
Balabac,  excelente  durante  la  monzón  del  SO. 

Minas. — A  11,14  kilómetros  de  la  capital  existe  una 
cuenca  carbonífera,  abundante  y  de  buena  calidad,  que 
en  su  día  será  de  gran  porvenir  para  esta  isla. 

También  se  asegura  que  en  el  territorio  que  ocupan 
los  moros  hay  una  mina  de  mercurio  nativo. 

Productos  forestales. — Abundan  muchas  de  las  exce- 
lentes maderas  de  los  trópicos,  y  las  gomas,  resinas,  al- 
mácigas, materias  colorantes,  textiles,  plantas  medici- 
nales, cera  y  miel. 

El  reino  animal  ofrece  analogía  al  de  todo  Filipinas. 
El  Pelandoc,  del  género  Moschus,  abunda  en  Balabac. 
La  especie  filipina  Moschus  Piginoeus,  L.  es  muy  ele- 
gante y  airosa. 

La  instrucción,  agricultura,  ganadería  y  producción 
son  limitadas. 

Población. — La  población,  compuesta  en  su  casi  to- 
talidad de  militares  y  penados  y  algunos  chinos,  as- 
ciende á  700  almas. 

En  las  rancherías  de  Dalanan,  Pásig,  Catagupan, 
Sabor,  Agutayan,  Tucanigalo,  Panaan,  Cabuligan, 
Carandurin  y   Síngalo,  esparcidas  por  la  isla,  habitan 


I04  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

unos  1.200  moros.  Estos  son  de  carácter  pacífico,  y  su 
habitual  ocupación  es  la  pesca  y  la  caza. 

Es  extraño  no  se  les  haya  sometido  á  España,  cuando 
tan  fácil  sería  lograrlo,  dadas  sus  condiciones. 

Gobierna  á  esta  isla  un  oficial  de  la  armada,  de  la 
categoría  de  teniente  de  navio  de  primera  clase,  que  es 
además  jefe  de  la  estación  naval.  La  parte  religiosa 
corre  á  cargo  de  un  recoleto. 

Balabac  dista  de  Manila  5io  millas;  de  Zamboan- 
ga,  355,  y  de  Borneo,  hacia  el  S.,  unas  5o. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO 


105 


0.-S  I   s 
0.-P     a. 


í  00  to  ^   00 

^  o    t-^     -^00     o  < 


r^oo  ^    0\  O   !>.  f 


ci 

0000 

0    0  lO 

0 

00   0    >n 

C 

0    N    f-lvo 

-a-  M  -t  = 

r^ 

0 

Dá 

•*  m  co 

M 

0 

"^    1 

tlí 

en    E 

in  fo  H  tí 

Tt-   COlO     = 

Tt- 

m     tí 

i 

I-.     w 

^ 

«     f= 

u 

a 

0>  O    o    ■^  o  00 


"^  f^  0    IX  ^O    cr>  (S    0    0 
iniH  <j\  in  in  f^j  rncoco 

a\ 

•^ifO"-»  0  00  foooco  -ti- 
co o^'+m-n-oyD  t^N 

rx 

co 

NOMO 

8á^ 

s 

^ 

? 

lO  "1  0   - 

0  «  N  0 

01  0    'OVO 

«   o>  co 

^^ 

^ 

a> 

M    rl    0    0 

? 

t^ 

00 

■^-^o  '<i-'4-»nw^o 


o  lO   -■ 
4  t^ 


00  Ti- 


co o  f^í  co^o  in  o^  ( 

t^  rt-  t--_  r^  rl  -^  .H    ( 

rC  oT  Ti-  vo~  <s  -^r  h"  ij 

i-H    o  QO    N  r^       o 


■    •    •  u    •  n    ;    H 
wSaoeqopa 


S\; 

in  0  u->  0  >n  N 

r^ 

rt   0 

N    M 

W   u 

I    «* 

rt  "O 

Tf  T(-  0        M      01 

in    M 

00  00  >n       t^   00 

0   ° 

2    f, 

"                                           M 

Cfí 

X! 

d  — ■ 
«   0 

'Z 

•S  n 

0     CO   •"!             co    =         0 

K  s 

1 

Q 

>.  c 

c  ^ 

ífí 

Ti-   CO  <N    «    H 

co 

■< 

«j  h 

*^ 

J 

j  S 

OJ 

*              1 

cOV£>     0            TÍ-C30 

j^ 

0  C30    0^  a    N    •-< 

W 

J 

co  « 

t^ 

3  s 

00   rJ   0   N   t-^  !V 

„ 

H   lO  00 

t-^ 

0  5 

UC 

>    ti 

H     r^  CJ>  M    l-t    Tf- 

CO 

W  - 

" 

'     1 

« 

rt-a 

00  N  Tj-       r» 

CO 

0  " 

=  co   co       a    co 

^ 

z  S 

•- 

M 

.0 

c  _; 

co    N   tM    0    "  co 

0 

co  t^  co  M    -+ 

0 

»f 

" 

'Í5 

1 

ís 

>,  c 

fO 

w 

Cí  CO    H 

0 

Q 

J    M 

" 

< 

CU 

■ 

J 

CT  0    0    0  00    CO 

. 

0 

J 

" 

t/3 

1 

1 

p  ^ 

o> 

0    u 

CO 

»o 

^  t: 

iñ    '^ 

■*  ts,  Ol   H<    H     Tj- 

co 

w- 

Cí 

u 

1 

ir> 

< 

0 

V     -i 

2 
0 

0    P    M 

c 
0  a 

c 

1 1 

0. 

Ni- 

0 

ce 

0 

1 

io6 


HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 


e 

o 

>o  t^  -+  Oí                   t^ 

o 
o 
3 
> 

►-iO>-'0'íio-*-'-vi 
-    t^  ^vo   -+0O  n  -+  r^ 
O  ro  m  iDüo   o  «  oi  >n 

00 

I  tn  <N  M  K- 


iM  N  t^  o  cooo  M  m 
t-iio  o  *nt^o  wco 


M 

B 

>/^  ►-  oí       co       ^  ro  ^ 

c 
o 

> 

O  co    -t-         CTí         ro  OÍ 
00  VO    co  -=          «               = 

1  -neo   H    O 


■^  l^  íO^O    t^C30 


cu 

OU-)  Ov 

VO     t^ 

t^ 

-                       « 

1^ 

X 

m 

-^  fO  M 

U-) 

OÍ  OÍ 

M 

a 

C-.VO    u-> 

CO 

N   ^CO    : 

=       «  = 

o 

m 

H    co 

VO 

> 

100    IX        00 


c 

E  S 
Me: 


3  .¡2   rt   o    cTj  "(5  "rt 

CAJCQQUCQU  CQ 


J 
<: 

O 

H 

'  i 

M    '1    O    O 

meo   o   O 
o  M  ix  tji 

Tt-  r-,  m  Ti- 

CO^CO 

iri 

0  -+  >o  0 

vn  t^  rx  '^» 
»S  VO    CJIOO 

0    M     0    0 

0.      « 

co 
o> 
Ix 

0 
00 

00 

VARIOS 

AR- 
TÍCULOS 

Pesos, 

oo       o                o  o 

i-<            o                           vOCO 

u-> 

VO 
H 

> 

< 

< 
0, 

o 

CT^OOO>000</^0 

^ooo-4-ooavvn 
N  >n  o  cñ       w        o  vñ 

«     OMH                     00             IM 

a 
O 

OVOOOCOOO^O 

NO  oo<o  oocno 

MOOU^MO:xOO 
M    O    O    CO        co         oo    tx 

^^^  VO  M             o        co 

00 

VO 

S 

o 

o 
o 
o 

~  ^~  '   ~   ~  '   ~  ~ 

§ 
0 

IX 

tí 
o 

o 

=  °. . ,  = . , . 

~    o   "    ~    ' 
o 

0 

§ 

0 
0 

o 

o 

o  -- 
o  oo 
o 

H 

0 

U 

O   « 

VO 

o 
< 

< 

o 

O    O                 O    O 
o    o               u->  1- 
fx  C^  ^          M   fl 

"  rx           ~  VO 

OÍ 

0 

00 

>*■ 
0 

cS 

O 

o  o            o  >o 

0 
0 

u 

< 

o 

u-i  o                                         O 
VO    VO                                       ¡IJ- 

-i 

co 

o 

lO   O                                 co 

co  o                  .     _     .     .    ° 

-5- 

•+ 

i 

O  N   o  o                      o 
-1-  en  o  o                     o 
rí  I-.  o  --í                    co 

u-i  o  •-  ~ 

•*vo 

IX 

0 

tx 

0 

o 

ai 

o    co  o    o                            vn 
U10O   o    o                            tx 

c^    o  «    _    ^    ^ 

00 

0 

VO 

ai 

< 

> 
O 

Qí 

O. 

o!      -      - 

; 
0 

ó  ;  g  * 

«  -■  !«   0 
rt  .2  E  ¿3 

0    M-3   rt 
UCQoffl 

< 

H 
0 

H 

EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO 
GANADERÍA. 


107 


Zamboanga.  .. .. 

Misamis 

Surigao 

Cottabato,  Pollok 

Basilan 

Bislig 

Davao 

Calamianes 

Balabac 

Total.  . . . 


Ca- 

Va. 

Cara- 

Cerda. 

ballar. 

cuno. 

bailar. 

559 

1-957 

1. 188 

2.332 

252 

6.388 

501 

10.039 

8.G05 

35.570 

210 

54.928 

10 

1.250 

» 

6.330 

i> 

7-590 

700 

1.500 

3.250 

4-732 

218 

10.400 

5 

17 

3+ 

20 

5 

82 

I» 

25 

» 

450 

» 

475 

20 

75^ 

76 

358 

7 

I. 215 

77 

885 

201 

799 

108 

2.071 

" 

108 

» 

» 

» 

108 

1.875 

16.536 

13.35+ 

50.591 

goi 

81-457 

Valor. 
Pesos. 


45-748 

439-424 

60.720 

52.000 

■.69 

2.000 

10. 118 

9.851 

1.296 

62X.925 


Desde  el  año  de  1870,  á  que  corresponden  los  datos 
estadísticos  de  los  precedentes  cuadros,  con  seguridad 
ha  habido  aumento  en  todas  las  partidas  que  compren- 
den. Téngase  ello  en  cuenta,  y  sirva  sólo  para  formar 
una  idea  aproximada  de  la  realidad. 

ADMINISTRACIÓN    ESPIRITUAL. 

Datos  estadísticos  publicados  por  el  Arzobispado  de  Manila 
en  1876. 


PROVINCIAS. 


Misamis 

Surigao 

Mindanao  (i.°, 
4.",  5-"  y  6.' 
distrito) 

Calamianes. . . , 


Pue- 

Clero 
re- 

Clero 

blos. 

gula  r. 

secular. 

14 

14 

, 

12 

12 

» 

8 

8 

„ 

7 

4 

" 

Población. 


81.004 
58.995 


16.279 
16.403 


Bau- 

Casa- 

tismos. 

mientos. 

3.756 
2.483 

669 
578 

837 
534 

157 
157 

Defun- 
ciones. 


1.803 
1-349 


838 


Misamis  y  Surigao  dependen  del  Obispado  de  Cebú, 
y  las  provincias  restantes  del  de  Jaro.  La  población  que 
aquí  figura  es  inferior  á  la  verdadera. 


ISLA  DE  BORNEO, 


Borneo,  llamada  por  los  indígenas  Brouní,  Brunei, 
Bourné  ó  Dayak  Warouni,  hállase  situada  bajo  el  ecua- 
dor, al  N.  de  Java,  al  E.  de  Célebes  y  al  SO.  de  Fili- 
pinas. La  baña  por  el  S.  el  mar  de  Java;  por  el  NE.  y 
el  E.  el  mar  de  Célebes  y  el  estrecho  de  Macasar,  que 
la  separa  de  Célebes;  por  el  N.  el  mar  de  Joló,  que  la 
separa  de  Filipinas,  y  por  el  O.  el  mar  de  China. 

Borneo  dista  de  Mindanao  222  Ya  kilómetros,  y  sólo 
la  separa  de  Mindoro  el  mar  de  este  nombre.  En  el 
centro  de  este  mar  se  halla  la  Paragua.  Mide  Borneo 
del  NE.  al  SO,  1.200  kilómetros  de  longitud  y  56o  de 
anchura.  Su  superficie  asciende  á  700.000  kilómetros 
cuadrados,  y  49.000  más  con  las  varias  islitas  que  la 
rodean. 

Es  la  isla  mayor  del  mundo,  después  de  Australia, 
estando  llamada  á  constituir  un  magnífico  imperio  co- 
lonial, que  asegurará  á  sus  poseedores  las  llaves  de  los 
mares  del  extremo  Oriente,  no  sólo  por  su  excelente  si- 
tuación entre  el  archipiélago  indiano,  la  Indo-China, 
la  China  y  Filipinas,  sino  también  por  su  extraordina- 
ria fertilidad  y  sus  inmensas  riquezas  minerales. 

Clima. — Aunque  situada  bajo  la  línea  equinoccial,  la 
isla  de  Borneo  no  sufre  calores  insoportables.  Las  bri- 
sas del  mar  y  de  las  montañas  y  las  lluvias  que  caen 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  lOQ 

incesantemente  desde  Noviembre  hasta  Mayo,  refres- 
can la  atmósfera. 

Las  variaciones  del  termómetro  son  poco  sensibles. 
No  suele  descender  de  28°  centígrados,  subiendo  raras 
veces  á  más  de  35°.  Los  lugares  inmediatos  á  las  costas 
son  húmedos,  pantanosos  y  muy  malsanos,  especial- 
mente para  los  europeos,  que  con  frecuencia  padecen 
de  disenteria,  ñebres,  ictericia  y  cólera. 

Orografía. — Cruza  la  parte  central  de  la  isla  una  ca- 
dena de  montañas  que  declinan  hacia  las  costas.  Las 
montañas  del  Norte,  que  son  las  más  conocidas  y  estu- 
diadas, abundan  en  cristal  de  roca,  por  lo  cual  las  lla- 
man los  holandeses  Montes  cristalinos.  El  punto  culmi- 
nante es  el  Kini-Balu,  con  una  altitud  que  no  baja  de 
3.500  a  4.000  metros  (0. 

Hidrografía. — Del  centro  de  la  isla  parten  los  diver- 
sos ríos  que  la  riegan,  siendo  los  principales  en  la  cos- 
ta del  S.  el  Barito  ó  Banjermassing,  uno  de  los  más 
considerables  del  país;  el  Kahayan  ó  Dayak-Bessar 
(gran  río  de  los  Dayaks);  el  Sibangu,  el  Mandaveí  y  el 
Sampit;  en  la  costa  del  O.,  el  Matan,  el  Pontianak  6 
Kapuas,  el  Simpang-Sidin,  el  Santubong  ó  río  de  Sa- 
rawak,  el  Redjang,  el  Burneh,  etc.,  y  en  la  costa  del 
E.,  el  Brau,  el  Koti  ó  Mahakam  y  el  Passir. 

Varios  lagos,  entre  los  que  descuella  el  Kini-Balu, 
uno  de  los  más  considerables  de  la  Oceanía,  al  pie  de 
la  montaña  de  aquel  nombre,  y  el  Danao-Mulayon,  en 
la  parte  central,  completan  el  sistema  hidrográfico  de 
la  comarca. 

Las  costas,  aunque  sólo  presentan  sinuosidades  poco 


(1)     Sobre  3-000,  según  Rogel;  3.250,  según  Laiousse;  más  de  4.OUO, 
según  Vivién  de  Saint  Martín. 


lio  HISTORIA    UE    LA    PIRATERÍA 

profundas,  ofrecen,  sin  embargo,  puertos  espaciosos  y 
cómodos,  sobre  todo  al  O.  y  al  S. 

Los  cabos  más  importantes  son  los  llamados  Dati, 
Sisary  y  Balam,  al  O.;  Sambas,  Salatan  y  la  punta 
Platte,  al  S.,  y  el  Kenneungan  y  Sanpanmang,  al  E. 

Reino  mineral. — Borneo  es  rico  en  minerales  precio- 
sos. En  las  hendiduras  de  las  rocas,  en  las  arenas  de 
los  ríos,  y  sobre  todo  en  una  tierra  amarillenta  mezcla- 
da de  guijarros,  se  hallan  los  más  gruesos  y  los  más  ri- 
cos diamantes  ('). 

En  casi  toda  la  isla,  y  particularmente  en  los  estados 
del  O.,  se  explotan  abundantes  minas  de  oro,  cuyos  ya- 
cimientos están  casi  en  la  superficie  del  suelo.  La  más 
importante  de  estas  explotaciones  es  la  de  Montradok, 
que  ha  llegado  á  producir  hasta  2.730  kilogramos 
por  año. 

Minas  de  cobre,  de  hierro  y  de  estaño  y  zinc  existen 
en  diferentes  lugares;  también  se  encuentra  imán  natu- 
ral y  antimonio.  En  las  costas  N.  y  S.  hay  ricas  minas 
de  hulla. 

Las  montañas  del  Norte  contienen  gran  cantidad  de 
cristal  de  roca. 

Reino  vegetal. — Los  productos  vegetales  son  muy 
variados,  denotando  la  gran  fertilidad  del  suelo.  Ade- 
más de  bosques  inmensos,  ricos  en  maderas  propias 
para  ebanistería  y  otras  sumamente  apreciables,  como 
el  camagón,  la  teca,  ébano,  palo  tinte,  alcanfor  y  sánda- 
lo, se  dan  todos  los  vegetales  de  los  trópicos.  Las  espe- 
cias, gomas,  café,  te,  quina,  índigo,  tabaco,  algodón, 
azúcar,  arroz,  etc.,  abundan  mucho. 

(1)  En  el  territorio  de  los  chinos,  por  la  parte  de  Landak,  fué  don- 
■de  se  encontró  el  más  grueso  diamante  conocido,  cuyo  peso  es  de  367 
•quilates,  perteneciente  al  rajah  de  Matan. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  III 

Reino  animal. — El  reino  animal  es  asimismo  de  va- 
lía. En  la  parte  N.  de  la  isla,  según  algunos  autores, 
se  halla  el  elefante  y  el  rinoceronte,  pero  otros  lo  des- 
mienten. 

El  leopardo,  el  tigre  listado,  cuya  piel  sirve  de  traje 
de  guerra  á  los  aborígenes  del  interior;  el  oso  de  la  Ma- 
lasia (Ursus  malayanus);  el  tapir,  de  un  natural  menos 
fero2  que  el  jabalí;  el  puerco  de  monte,  el  babirusa,  los 
ciervos,  una  especie  de  búfalo  de  pies  blancos  (Bos  son- 
daicus),  cierta  clase  de  nutria  (Polainophilus  barbatus)  y 
diferentes  especies  de  monos,  entre  ellas  el  orangután, 
abundan  en  los  bosques.  Los  principales  animales  do- 
mésticos son  caballos,  puercos,  cabras,  perros,  etc. 

La  golondrina  salangane,  fabricadora  del  valioso  ni- 
do; la  abeja  y  el  gusano  de  seda,  también  abundan. 
Existe  el  pájaro  del  paraíso  y  multitud  de  aves  de  be- 
llísimo plumaje.  En  las  costas  de  Borneo  se  pesca  la 
ballena,  el  cachalote,  la  foca,  diversidad  de  pescados  y 
crustáceos,  y  ricas  perlas.  La  concha  de  la  tortuga  sos- 
tiene bastante  tráfico. 

Las  producciones  de  Borneo  son  objeto  de  un  co- 
mercio de  consideración  con  China,  Singapoore  y  los 
puertos  de  la  Malasia  neerlandesa.  Los  holandeses,  in- 
gleses y  chinos  importan  opio,  te  y  algunas  manufac- 
turas. 

Población. — Ignórase  apunto  fijo  el  número  de  habi- 
tantes de  Borneo,  creyéndose  que  ascienda  á  3.5oo.ooo. 
Esta  población  es  en  sumo  grado  heterogénea,  y  se  com- 
pone de  muchas  razas  distintas. 

Los  papuas  ó  negritos,  y  los  dayaks,  primitivos  po- 
bladores, en  extremo  salvajes,  habitan  el  interior  de  la 
isla,  incomunicados  casi  con  el  resto  de  sus  habitantes. 
Los  malayos,  dominadores  de  aquéllos,  que  forman  la 


112  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

mayoría  de  la  población,  ocupan  principalmente  las 
costas.  La  población  restante  se  compone  de  bugis,  de 
javaneses,  de  chinos  y  de  árabes. 

Los  papuas  ó  negritos  moran  en  los  bosques,  en  las 
cavernas  ó  sobre  los  árboles,  sin  vestidos,  sin  instruc- 
ción y  sin  relaciones  con  sus  semejantes. 

Los  dayaks  del  litoral  viven  de  la  pesca  y  del  pro- 
ducto de  sus  piraterías.  Emponzoñan  sus  armas  y  son 
traidores  y  crueles.  Según  M.  de  Croizier  y  otros  es- 
critores, los  dayaks  han  merecido  el  sobrenombre  de 
cortadores  de  cabezas:  cuando  ocurre  la  muerte  de  algún 
dayak,  son  inmolados  sobre  su  tumba  esclavos  ó  prisio- 
neros; los  jóvenes  van  á  la  caza  de  hombres,  porque  no 
encontrarían  una  mujer  que  los  quisiera  si  en  sus  es- 
cudos no  llevaran  por  lo  menos  una  entalladura,  indi- 
cando que  han  cortado  una  cabeza.  Los  buques  europeos 
que  paran  de  noche  en  los  ríos  de  Borneo,  se  rodean  de 
una  red  para  librarse  de  las  sorpresas  de  los  cortadores 
de  cabezas. 

Existen  pueblos  tan  salvajes,  que,  á  la  vista  de  indí- 
genas de  otras  tribus,  se  refugian  sobre  los  árboles;  pa- 
ra traficar  con  tan  agrestes  gentes,  hay  que  poner  so- 
bre la  orilla  los  productos  que  se  quieren  cambiar  y  los 
mercaderes  se  retiran;  bajan  entonces  algunos  hombres, 
y  si  las  mercancías  les  placen  las  transportan,  dejando 
en  cambio  productos  naturales  de  la  región. 

La  tribu  más  poderosa  es  la  de  los  kajans.  Explotan 
las  minas  de  diamantes,  y  recogen  el  oro  lavando  las 
arenas  de  los  ríos.  Algunos  dayaks  han  adoptado  la 
religión  mahometana  y  reconocido  la  autoridad  de  los 
rajahs  malayos;  cultivan  la  tierra,  residen  en  poblado 
y  tienen  cierta  civilización. 

Los  bugis,  procedentes  casi  todos  de  Célebes,  están 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    V    BORNEO  II3 

sometidos  á  los  dayaks.  Constituyen  una  clase  consi- 
derada á  causa  de  sus  riquezas,  producto  del  comercio 
ó  de  la  piratería. 

La  colonia  china,  cuyo  número  es  tan  crecido  que  se 
hace  ascender  á  más  de  i5o.ooo,  se  ocupa  preferente- 
mente del  comercio  y  de  la  explotación  de  las  minas  de 
oro.  Son  originarios,  en  su  mayor  parte,  de  las  provin- 
cias meridionales  de  Cantón  y  de  Fo-Kian.  Recogen  el 
oro  en  el  territorio  de  Sambas  y  en  el  extremo  oriental 
de  la  isla.  Como  sus  demás  compatriotas  esparcidos  por 
el  globo,  cuando  llegan  á  hacer  fortuna  regresan  inme- 
diatamente á  su  país.  La  unión  de  chinos  con  mujeres 
indígenas,  ha  dado  lugar  á  otra  raza  mestiza. 

Organización. — Borneo  se  halla  dividido  en  gran  nú- 
mero de  pequeños  estados,  los  unos  vasallos  de  los  ho- 
landeses, é  independientes  los  otros.  Las  posesiones  ho- 
landesas forman  dos  residencias,  que  reciben  nombre  de 
su  situación:  la  de  la  costa  O.  ó  de  Pontianak,  y  la  de 
la  costa  SE.  ó  de  Banjermassing,  cuyas  capitales  lle- 
van los  mismos  nombres. 

Estas  dos  residencias  comprenden  los  estados  ó  te- 
rritorios de  Sambas,  Mumpawa,  Pontianak,  Landak, 
Sangou,  Simpang,  Matan  (antiguo  imperio  de  Succa- 
dana),  Kandaouagan,  Komaay,  Pambouan,  Mandao- 
nuax,  Gran-Da3^ak,  Pequeño-Dayak,  Banjer,  Tanah- 
Laonut,  Tatas,  Martapoura,  Karang-Intang,  Koetei, 
Bulungan,  etc. 

La  ciudad  de  Banjermassing,  situada  á  la  emboca- 
dura del  Bandjer,  está  construida  sobre  estacas,  vién- 
dose en  ella,  como  en  Bang-Kok,  casas  flotantes.  Es 
muy  comercial. 

La  residencia  de  Pontianak  principia  en  Tanjong- 
Datu  y  termina  en  el  río  Djeley,  al  E.  del  cabo  Sam- 

8 


114  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

bas,  conteniendo  el  imperio  vasallo  de  Matan,  al  S. 
de  Succadana.  Comprende,  asimismo,  las  islas  Natu- 
mas,  Anamba  y  Fambelan,  pero  en  ellas  la  autoridad 
holandesa  es  casi  nominal  (i). 

Pontianak  se  halla  en  la  confluencia  del  río  Landak 
y  de  una  de  las  bocas  del  Gran  Kapuas.  Las  casas  ma- 
layas están  agrupadas  sobre  las  riberas  de  ambos  ríos. 
Los  europeos  habitan  mejores  edificios  hacia  la  ribera 
izquierda  del  Kapuas,  defendidos  por  un  fuerte  con  em- 
palizadas. 

Los  chinos  monopolizan  por  completo  el  comercio. 
Su  número  entre  los  distritos  de  Pontianak  y  Sambas 
era  antes  de  60.000,  pero  hoy  quizá  no  pase  de  20.000. 

Las  rentas  locales  consisten  principalmente  en  los 
derechos  de  aduanas,  la  capitación  de  chinos,  la  de  los 
malayos  y  dayaks,  el  arriendo  del  opio,  el  juego  y  el 
monopolio  de  la  sal. 

Sobre  la  costa  occidental  se  halla  el  antiguo  reino  de 
Sambas,  al  cual  pertenecen  las  minas  de  oro  de  Mon- 
tradok  y  las  de  diamantes  de  Matan. 

Los  principales  estados  independientes  son  los  de 
Borneo,  sobre  la  costa  NO.,  que  se  estiende  desde  Tan- 
jong-Datu,  al  SO,,  ó  sea  desde  punta  Kidoong,  hasta 
el  río  Kimanis,  al  E.;  y  el  territorio  de  Tidoeng,  perte- 
neciente al  sultán  de  Joló,  que  se  extiende  sobre  toda  la 
parte  NE.  de  la  isla. 

Los  holandeses  se  han  hecho  dueños  de  la  costa  del 
E.  mediante  un  tratado  con  el  sultán  de  Kotí,  cuyo 
territorio  formaba  otro  de  los  estados  independientes. 
La  capital  del  primero  de  éstos  es  Borneo,  sobre  el  río 
del   mismo   nombre,    plaza  de    comercio   importante. 

(1)     Notes  sur  íih  de  Borneo, — Revue  Maritime  et  Coloníale,   1878. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO    .  II5 

Cuenta  40.000  habitantes  y  más  de  3.5oo  casas,  le- 
vantadas las  unas  sobre  pilotes  y  las  otras  flotantes  so- 
bre balsas.  Verifícase  la  comunicación  entre  los  dife- 
rentes extremos  de  la  ciudad  por  medio  de  canales,  de 
que  está  toda  entrecortada. 

Entre  los  artículos  de  exportación,  debemos  mencio- 
nar las  cañas,  nidos  de  salangane,  alcanfor,  etc. 

Hoy,  con  las  desmembraciones  sufridas,  la  importan- 
cia del  estado  de  Borneo  ha  decaído  bastante. 

Al  N.  de  la  residencia  de  Pontianak,  dividido  poruña 
cadena  de  montes  de  considerable  elevación,  se  halla 
el  territorio  de  Sarawak,  en  la  costa  NO.,  cedido  por 
el  sultán  de  Borneo  en  i83g  al  célebre  aventurero  in- 
glés Sir  James  Brooke,  á  quien  invistió  además  con  el 
título  de  Bajah.  Pretextaba  éste  como  su  principal  in- 
tento la  represión  de  la  piratería  y  el  establecimiento 
de  relaciones  comerciales  con  los  indígenas. 

Inmediata  á  la  costa,  dotada  de  un  buen  puerto,  se 
destaca  la  isla  de  Labuán,  que  en  1846  pasó  al  domi- 
nio inglés.  La  situación  de  esta  isla  es  excelente  para 
el  comercio  con  los  estados  vecinos,  y  en  su  parte  N. 
cuenta  ricas  minas  de  carbón.  Sostiene  muy  activo  trá- 
fico con  Singapoore  y  Joló.  Su  puerto  es  franco  al  co- 
mercio universal,  y  en  Labuán  existe  el  principal  depó- 
sito de  carbón  para  los  vapores  que  hacen  la  travesía 
entre  la  India  y  la  China. 

A  partir  del  río  Kimanis  hasta  la  bahía  de  Sibuco,  ó 
sea  el  límite  NE.  de  las  posesiones  holandesas,  ejerce 
su  dominio,  en  territorio  español,  una  compañía  in- 
glesa. 

La  idea  de  explotar  la  parte  N.  de  Borneo  es  antigua 
en  los  ingleses,  y  neciamente  España  ha  dejado  que  la 
influencia  de  esta  nación  le  arrebatara  sus  mejores  de- 


Il6  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

rechos  y  más  fundados  motivos  para  semejante  em- 
presa (0. 

Elok-Pura,  capital  del  territorio  de  que  se  ha  hecho 
dueña  la  Compañía  del  Norte  de  Borneo,  ocupa  una 
magnífica  situación  en  la  bahía  de  Sandakan,  y  segura- 
mente el  porvenir  de  la  naciente  colonia  ha  de  ser  gran- 
de, teniendo  en  cuenta  la  feracidad  del  suelo  y  la  rique- 
za de  los  productos  naturales,  que  los  ingleses  sabrán 
explotar  con  su  habilidad  innegable  (2). 

(1)  En  la  parte  histórica  de  esta  obra  trataremos  ampliamente  este 
punto. 

(2)  Para  más  detalles  respecto  á  la  importante  isla  de  Borneo,  pue- 
den consultarse  las  obras  de  Spencer  Saint-John,  J.  y  Ch.  Brooke,  Dal- 
rympe,  Marryat,  Fr.  Boyle,  Earl.  Medhurst,  Bax,  Keppel,  Crawfurd, 
Colomb,  Wallace,  Mundy,  Belcher ,  Tennent,  Burbidge,  Hennerice, 
Müller,  Beccari,  Chimmo,  Meyners  d'  Estrey,  Schouw  Santwoort,  Ver- 
beeck,  de  Groot,  Meyer,  van  Langen,  Caten,  Cohén  Stuart,  Teysman, 
Tromp,  Crooker,  de  Hollander,  Senn  von  Basel,  Overbeck,  Cari  Bock, 
P.  C.  Cuarterón,  Montano  y  Rey,  Rogel,  y  los  artículos  que  le  consagran 
Larousse  y  Vivien  de  Saint-Martín  en  sus  Diccionarios. 


PARTE   HISTÓRICA 


CAPITULO  PRIMERO, 


Antecedentes  históricos. — Descubrimiento  de  las  islas  /ie  Ocea- 
nía. — Expediciones  de  Magallanes,  Loaisa,  Saavedra,  Villalobos  y 
Legazpi.  —  Conquista  é  incorporación  á  España  de  las  islas  Filipinas» 


Sabido  es  que  el  descubrimiento  de  las  islas  Filipi- 
nas se  debe  al  insigne  navegante  Hernando  de  Maga- 
llanes, portugués  al  servicio  de  España.  El  rey  de  Por- 
tugal, D.  Manuel,  no  quiso  admitir  las  proposiciones 
que  tan  entendido  náutico  le  hiciera,  y  esto  fué  causa 
de  que  Magallanes  se  desnaturalizara  del  reino  lusita- 
no, y  de  que  fuese  á  proponer  á  Carlos  I  de  España 
y  V  de  Alemania  su  atrevido  proyecto  de  llegar  á  las 
islas  de  la  Especería  ó  de  Poniente,  siguiendo  distinto 
derrotero  que  los  portugueses,  ó  sea  por  el  Océano  oc- 
cidental, dando  como  cierta  la  existencia  de  un  paso 
hasta  entonces  no  descubierto.  El  Emperador,  acep- 
tando con  júbilo  la  proposición  de  Magallanes,  mandó 
aprestar  cinco  naves,  llamadas  Trinidad,  San  Anto- 
nio, Concepción,  Santiagu  y  Victoria,  de  i32,  144,  108, 
90  y  96  toneladas  respectivamente,  tripuladas  por  284 
hombres,  abastecidas  las  naves  y  pagados  sus  tripu- 
lantes para  dos  años;  y  después  de  ajustar  un  convenio 
respecto  á  las  ventajas  que  había  de  obtener  el  descu- 


I20  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

bridor  y  de  conferirle  el  título  de  Adelantado  y  el  hábi- 
to de  Santiago,  partió  la  pequeña  escuadra  desde  Sevi- 
lla el  19  de  Agosto  de  1519,  con  la  esperanza  por  guía 
y  el  voto  unánime  del  generoso  pueblo  sevillano  en  pro 
del  feliz  término  de  tan  arriesgada  empresa. 

Grandes  penalidades  y  terribles  contratiempos  expe- 
rimentaron aquellos  intrépidos  marinos  en  su  larga  na- 
vegación, pero  el  éxito  coronó  cumplidamente  los  pro- 
nósticos de  Magallanes. 

El  i.°  de  Noviembre  de  i520,  fecha  fausta  en  los  ana- 
les de  los  descubrimientos  geográficos,  penetró  el  in- 
mortal navegante  por  el  estrecho  que  ha  hecho  su  nom- 
bre imperecedero,  á  cuyo  término  se  encontró  en  el  mar 
del  Sur;  y  prosiguiendo  su  viaje,  logró  arribar  á  las  is- 
las denominadas  por  él  de  las  Velas  latinas  ó  de  los  La- 
drones, las  actuales  Marianas,  el  7  de  Marzo  de  i52i. 
Prosiguió  con  rumbo  á  Mindanao,  fondeando  en  Butuan, 
pueblo  de  la  antigua  provincia  de  Caraga,  hoy  Suri- 
gao,  de  cuyo  territorio  tomó  solemne  posesión  por  Es- 
paña, habiéndole  recibido  bien  sus  naturales,  cuyo  régu- 
lo le  facilitó  los  víveres  que  pudo.  Fué  de  aquí  á  Cebú. 
Su  régulo,  Hamabar,  después  de  pactar  paz  y  amistad 
con  el  caudillo  luso-hispano,  juró  obediencia  y  vasalla- 
je al  rey  de  España.  Quiso  Magallanes  mostrarle  su 
afecto  yendo  á  combatir  á  los  isleños  de  Mactan,  en  gue- 
rra á  la  sazón  con  su  aliado,  y  la  desgracia  hizo  que  una 
emponzoñada  flecha  privase  de  la  vida  á  tan  insigne 
náutico  el  26  de  Abril  de  i52i.  Sus  compañeros,  ate- 
rrados por  esta  desgracia,  y  luego  por  la  perfidia  de  los 
cebuanos,  marcharon  á  Borneo.  He  aquí  cómo  describe 
su  estancia  en  esta  isla  el  P,  Concepción  (1): 

(l)     Historia  general  de  Filipinas,  por  Fr.  Juan   de  la  Concepción. 
—Manila,  1788. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  121 

«Dieron  en  la  barra,  en  la  que  entraron  sondeando 
delante  los  bateles,  y  á  tres  leguas  de  la  ciudad,  por 
no  haber  agua  suficiente,  dieron  fondo;  fueron  á  re- 
conocerlos tres  fustas  del  rey,  en  que  iba  un  hombre 
viejo,  su  secretario,  con  el  estruendo  de  trompetas, 
tambores  y  otros  instrumentos  ruidosos;  hicieron  las 
naos  una  muy  cumplida  salva;  entró  el  secretario  en  la 
capitana  con  algunos  señores  moros,  abrazando  al  ge- 
neral con  tales  demostraciones,  como  si  fueran  muy 
amigos  y  conocidos  de  antes;  preguntaron  quiénes  eran 
y  qué  buscaban;  se  les  satisfizo  con  que  eran  vasallos 
del  rey  de  España,  y  que  llevaban  mercancías  de  gra- 
nos, paños,  sedas  de  diversos  colores  y  otros  géneros; 
mandó  el  buen  viejo  llevarles  variedad  de  víveres  y  vi- 
nos; se  detuvieron  bastante  tiempo  en  las  naves  muy 
alegres  y  contentos;  á  su  despedida  regaló  el  capitán  al 
secretario  una  capa  de  terciopelo  carmesí,  una  silla  de 
respaldar,  guarnecida  de  terciopelo  azul,  y  otras  cosas 
de  estimación  para  el  rey,  y  á  todos  se  les  agasajó  con 
regalos  curiosos. 

«Recibió  el  rey  muy  gustoso  el  presente,  y  con  el  de- 
seo de  ver  aquellos  hombres  para  él  extraños,  suplicó  le 
enviasen  dos  á  su  corte;  enviólos  el  capitán,  y  fué  uno  de 
ellos  Espinosa;  recibiéronlos  antes  de  entrar  en  la  ciu- 
dad más  de  2.000  hombres,  armados  de  arcos  y  flechas, 
cerbatanas,  lanzas  y  campilanes,  defendidos  con  cora- 
zas de  conchas  de  tortuga  y  vestidos  de  ropa  de  seda; 
tenían  en  su  escuadrón  un  elefante  armado  y  un  casti- 
llo de  madera  sobre  la  espalda;  bajó  su  elevada  estatu- 
ra el  bruto,  y  entró  en  el  castillo  Gonzalo;  con  esta  os- 
tentación y  grandeza  fué  á  palacio,  habló  al  rey  su  se- 
cretario con  un  largo  tubo,  metido  por  un  agujero  que 
recalaba  á  la  pieza  donde  el  rey  estaba  oculto;   asi  le 


122  HISTORIA    DE  .LA    PIRATERÍA 

informó  Espinosa  de  cuanto  quiso  saber  su  curiosidad; 
bien  regalado  y  asistido  el  capitán,  pidió  licencia  para 
volver  á  los  suyos  el  día  siguiente;  mandó  el  rey  le  die- 
sen dos  piezas  de  damasco  y  una  á  cada  uno  de  los 
compañeros;  refirió  Espinosa  al  general  cuanto  había 
experimentado  y  visto;  le  aconsejó  que  respecto  que 
aquella  ciudad  era  muy  grande  y  el  gentío  de  ella  como 
inmenso,  era  lo  mejor  apartarse  de  ella  hasta  conocer 
sus  intenciones,  genios  y  costumbres:  prudente  consejo 
que  fué  admitido  sin  dificultad. 

«Había  en  las  naos  mucha  necesidad  de  brea;  pare- 
ció enviar  á  la  ciudad  cinco  hombres  que  comprasen 
cera,  y  les  sirviese  de  betún;  tres  días  estuvieron  dete- 
nidos en  la  ciudad,  y  no  les  permitían  volver  á  las  na- 
ves; sospecharon  los  de  á  bordo  la  tardanza,  y  cogie- 
ron en  represalia  un  hijo  del  rey  de  Luzón,  que  había 
ido  al  comercio,  con  más  de  lOO  hombres  y  5  muje- 
res en  un  junco;  hizo  este  príncipe  juramento  solemne 
de  enviar  ios  retenidos,  y  dejó  en  prendas  dos  mujeres 
3'  ocho  de  los  suyos  principales;  envió  á  decir  el  gene- 
ral al  rey  de  Borney  que  si  no  le  restituía  su  gente 
abrasaría  cuantos  juncos  encontrase,  y  á  su  gente  pa- 
saría á  cuchillo;  enviaron  dos  después  de  algunos  días; 
tomaron  algunos  juncos,  en  que  hallaron  armas,  telas 
de  seda  y  de  algodón  con  algunos  bastimentos,  por  si 
le  obligaban  á  entregar  los  tres  restantes;  nada  aprove- 
chó esta  diligencia,  determinando  seguir  su  viaje  sin 
aguardar  más,  etc.» 

Fueron  á  continuación  á  las  Molucas,  y  de  allí,  do- 
blando el  cabo  de  Buena  Esperanza,  encamináronse  á 
España,  dirigidos  por  el  gran  cosmógrafo  Juan  Sebas- 
tián de  Elcano,  entrando  en  Sanlúcar  de  Barrameda  el 
6  de  Setiembre  de  i522,  treinta  y  siete  meses  después 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  I 23 

de  su  partida,  con  solos  17  marineros,  pálidos  y  exte- 
nuados, de  los  234  hombres  que  componían  la  expedi- 
ción (1). 

II. 

En  Junio  de  1525  hízose  á  la  vela  desde  la  Coruña 
otra  expedición  con  siete  buques  y  450  hombres,  bajo 
las  órdenes  del  comendador  Frey  Juan  García  Jofré  de 
Loaisa.  Durante  el  viaje  murieron  éste  }-  sus  sucesores 
en  el  mando,  Elcano  y  Alonso  de  Salazar. 

Sustituyó  al  último  Martín  de  Iñiguez,  y  el  2  de  Oc- 
tubre de  1526  descubrió  la  isla  de  Mindanao.  Los  isle- 
ños recibieron  con  poco  afecto  á  los  expedicionarios. 
«Esta  gente  desta  tierra  es  ataviada;  andan  vestidos 
con  paños  de  algodón  y  seda,  y  también  traían  vestidos 
de  raso  de  la  China,  y  andaban  todos  armados,  sus 
azagayas  en  las  manos  é  sus  alfanjes  é  sus  guirrises, 
que  son  á  manera  de  puñales,  y  sus  paveses.  Es  gente 
muy  atraicionada  é  belicosa,  luego  determinaron  de 
tomarnos  con  el  batel  á  traición;  empero  nosotros  an- 
dábamos sobre  aviso  é  nunca  pudieron  salir  con  la  su- 
ya. Muchas  veces  venían  de  noche  en  navios  de  remos 
que  tienen  muy  ligeros,  á  la  nao  á  cortar  las  amarras; 
empero,  como  hacíamos  buena  guardia,  nunca  nos  pu- 
dieron empecer  en  nada.  Estuvimos  en  este  puerto  bien 
diez  días,  que  nunca  pudimos  comprar  bastimenta  nin- 

(l)  En  nuestra  Historia  general  de  Filipinas  tratamos,  con  la  am- 
plitud y  minuciosidad  necesaria,  de  la  expedición  de  Magallanes  y  de 
las  de  sus  sucesores,  limitándonos  en  esta  obra  á  io  que  tiene  relación 
con  las  islas  que  comprende.  También  puede  consultarse,  para  todo  lo 
relativo  á  la  geografía  y  estadística  de  Filipinas,  nuestra  obra  El  Ar- 
chipiélago filipino  y  las  islas  Marianas,  Carolinas  y  Palaos. — Madrid, 
1886. 


124  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

guna.  En  esta  isla  de  Bendenao  (Mindanao)  hay  mucho 
oro,  é  nos  tuvieron  para  que  les  comprásemos;  empero 
el  capitán  mandó  que  nadie  fuese  osado  de  comprar, 
por  lo  cual  no  se  compró  nada,  y  asi  hubimos  de  ir 
nuestra  derrota  sin  refresco.  Aquí  tomamos  un  indio 
que  llevamos  á  Maluco,  el  cual  nos  dijo  que  cada  año 
venían  dos  juncos  de  la  China,  que  son  unas  naos  en 
que  ellos  navegan,  á  comprar  oro  é  perlas  que  había  en 
gran  cantidad,  é  también  venían  más  navios  á  otras  is- 
las á  lo  mismo.  También  hay  en  esta  misma  isla  cane- 
la, por  la  parte  del  Oeste  (').» 

El  P.  Concepción  amplía  algo  más  lo  ocurrido  en 
Mindanao  á  la  expedición  de  Loaisa:  «Echaron  el  ba- 
tel al  agua,  que  arrimando  á  la  costa  no  pudo  en  todo 
un  día  descubrir  gente;  ya  resueltos  á  volver  á  la  capi- 
tana, hallaron  una  canoa  con  indios;  hablóles  el  ga- 
llego (2)  en  la  lengua  que  sabía,  y  no  fué  entendido; 
entróse  la  canoa  por  un  río,  y  siguiendo  el  batel  descu- 
brieron en  su  ribera  un  pueblo;  hablaron  con  los  indios, 
entendiéndose  con  la  lengua  malaya;  les  dieron  vino  de 
palmas,  buenas  gallinas,  arroz  y  frutas  por  rescates, 
con  lo  que  volvieron  á  la  capitana  muy  alegres;  vol- 
vieron otro  día  y  notaron  á  los  indios  recatados;  pedían 
vitualla,  y  les  respondieron  que  esperaban  gente  del 
monte  que  la  traería;  era  cautela  artificiosa  para  tener 
más  gente  y  tomarles  el  batel;  el  día  siguiente  fueron 

( ;  )  Relación  del  viaje  hecho  á  las  islas  de  las  Malucas  ó  de  la  Espe- 
cería, por  la  armada  á  las  órdenes  del  comendador  García  Jofré  de 
Loaysa,  hecha  por  el  capitán  Urdaneta.  El  original,  firmado  por  el  au- 
tor en  Valladolid  á  2'-)  de  Febrero  de  ?537,  obra  en  el  archivo  de  Si- 
mancas. 

(2)  Gonzalo  de  Vigo,  desertor  de  la  Trinidad,  adnriitido  á  bordo 
por  Loaisa  en  las  islas  de  los  Ladrones. 


KN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  125 

á  la  playa  con  sus  armas;  no  saltaron  en  tierra,  aunque 
les  instaban  los  indios,  si  no  les  daban  un  indio  en  rehe- 
nes, que  ellos  darían  un  castellano,  para  poder  contra- 
tar con  confianza;  previnieron  los  indios  un  vestido  con 
tela  aseada,  y  un  arma  á  modo  de  daga  con  el  puño 
de  oro,  y  dejando  todo  esto  en  tierra,  otro  en  el  batel, 
se  fue  á  bordo. 

» Saltó  en  tierra  el  gallego  en  cumplimiento  de  los 
contratados  rehenes;  lleváronle  al  reyezuelo,  que  le  dijo 
muy  severo  que  los  que  venían  en  aquel  navio  serian 
pranguis,  nombre  que  dan  en  la  india  á  los  portugue- 
ses, y  es  de  una  de  las  más  infames  castas,  que  era  mala 
gente,  que  á  donde  quiera  que  llegaban  hacían  mucho 
daño;  informó  el  gallego  que  no  eran  tales,  que  era 
buena  gente,  y  que  sólo  querían  víveres  por  su  justo 
precio;  dijo  el  rey  que  si  era  así  podían  tratar  libremen- 
te; el  gallego,  que  era  astuto,  y  con  la  larga  comunica- 
ción en  las  cosas  de  los  indios  muy  experimentado,  notó 
muy  bien  que  todo  era  entretenimiento,  y  aunque  los 
indios  eran  muchos  y  bien  armados,  se  escapó  de  ellos 
y  se  recogió  al  batel,  sin  que  pudiesen  alcanzarle;  re- 
quiriólos el  capitán  Iñiguez  les  diesen  bastimentos  y 
les  volverían  su  indio,  pero  no  hicieron  caso;  trataban 
los  indios  cortar  los  cables  para  que  las  naos  diesen  en 
tierra  y  naufragasen  en  la  costa;  no  pudieron  conse- 
guirlo, por  la  buena  y  vigilante  guardia.» 

De  Mindanao  salieron  el  i5  para  las  Molucas,  en 
donde  les  aguardaban  todo  género  de  penalidades  por 
la  enemiga  de  los  portugueses.  A  Iñiguez  lo  envenena- 
ron en  Tidor  (O,  y  el  nuevo  jefe,  Hernando  déla  Torre, 
se  fortificó  en  tierra  en  espera  de  socorros  de  España. 

^l)      Véase  nuestra  Historia  de  Filipinas,  pág.  24. 


126  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

III. 

El  3i  de  Octubre  de  i527  partió  de  América  la  terce- 
ra expedición  bajo  el  mando  de  D.  Alvaro  de  Saavedra, 

«Fué,  dice  Herrera  (i),  á  Mindanao  y  Visaya  y  otras 
islas  que  están  en  8°,  á  donde  les  dieron  puercos,  ga- 
llinas y  pan  de  arroz,  y  vieron  muestras  de  oro  y  las 
mujeres  hermosas  y  los  hombres  blancos;  andaban  to- 
dos en  cabello  largo;  traían  alfanjes  de  hierro;  tenían 
tiros  de  pólvora,  flechas  muy  largas  y  cerbatanas,  con 
que  tiraban  con  yerba;  coseletes  de  algodón,  corazas  de 
escamas  de  pescados,  y  los  hombres  son  guerreros  y 
confirmaban  la  paz  con  beber  la  sangre  del  nuevo  ami- 
go, y  sacrificaban  hombres;  traían  los  reyes  coronas  en 
las  cabezas,  y  el  que  entonces  reinaba  se  llamaba  Cato- 
nao,  el  cual  mató  á  D,  Jorge  Manrique  y  á  su  hermano 
D.  Diego  y  otros  (de  la  anterior  expedición),  lo  cual  se 
supo  porque  se  huyó  á  la  nave  de  Alvaro  de  Saavedra, 
Sebastián  del  Puerto,  portugués,  casado  en  la  Coruña, 
que  iba  en  el  armada  del  comendador  Loaisa,  y  dijo 
esta  nueva;  y  que  su  amo  le  llevó  á  Cebú,  donde  supo 
que  había  llevado  de  allí  á  ocho  castellanos  del  armada 
de  Magallanes  á  vender  á  la  China,  y  que  quedaban 
otros  en  otra  isla  que  llamaban  Candieta;  rescató  Alva- 
ro de  Saavedra  otros  dos  castellanos  por  6o  pesos  de 
oro,  que  se  los  trajeron  en  carnes  y  atados,  y  los  vistió; 
hizo  paces  con  el  señor,  bebiendo  y  dando  de  beber  san- 

( 1 )  Historia  general  de  los  hechos  de  los  castellanos  en  las  islas  i  tier- 
ra firine  del  Alar  Océano,  escrita  por  Antonio  de  Herrera,  Coronisla 
mayor  de  sv.  M.'^  de  las  Indias  y  su  coronista  de  Castilla.  —  En  qnatro 
Decadas  desde  el  Año  de  I4g3  hasta  el  de  i^ji.  Dos  tomos  —  Madrid, 
lóOl. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  1 27 

gre  del  brazo,  porque  tal  era  su  costumbre  (0.  En  fin  del 
año  se  hallaba  Alvaro  de  Saavedra  con  su  capitana,  sin 
saber  de  las  otras,  en  Sarrangan  y  Candigan  (las  Sa- 
ranganis),  que  están  en  altura  de  4°,  á  donde  rescató 

los  dos   castellanos De  ellos  entendió  cómo  había 

gente  del  Emperador  en  la  isla  de  Tidore,  que  estaba 
cien  leguas  de  allí,  y  que  tenían  guerra  con  los  portu- 
gueses; y  habiendo  tomado  gallinas,  arroz,  batatas  y 
vino  de  la  tierra  y  clavo;  después  de  haber  estado  tres 
días  en  Sarragan,  se  hizo  á  la  vela  caminando  con  N.  la 
vía  del  Sur,  viendo  siempre  islas  pobladas.» 


IV. 


Otra  expedición  salió  del  puerto  de  Juan  Gallego  el 
l.°  de  Noviembre  de  1542.  Componíase  de  seis  buques, 
mandados  por  el  licenciado  en  derecho  Rui  López  de 
Villalobos. 

Este,  como  sus  antecesores,  arribó  á  la  parte  orien- 
tal de  Mindanao.  «Por  ser  su  costa  puerca,  la  llamaron 
de  los  arrecifes;  á  2  de  Febrero  surgieron  en  un  puerto 
de  ella  que  denominaron  Málaga,  en  altura  de  7°;  de- 
tuviéronse refrescando  en  ella  un  mes;  quiso  poblar 
aquí  Villalobos,  que  no  lo  hizo  por  haberla  experimen- 
tado de  intemperie  grave;  tomóse  con  los  acostumbra- 
dos actos  posesión  de  ella  por  la  corona  de  Castilla;  pu- 
sieron al  lugar  determinado  para  la  fundación  Ccesarea 
Caroli  (2);  por  los  vientos  contrarios  y  fuerza  de  las  co- 

(1)  A  esta  operación  llaman  sandugo,  según  el  P.  Pedro  Chirino. 

(2)  "Se  llamó  Cesárea  la  isla  grande  de  Mindanao,  en  obsequio  del 
señor  emperador  Carlos  V,  cuyo  nombre  le  impuso  Bernardo  de  la  To- 
rre, capitán,  maestre  de  campo  de  Rui  López  de  Villalobos  el  año  1543, 
y  con  este  nombre  corrió  en  escrituras  de  aquel  tiempo.,,  {^Crónicas  de  la 


128  HISTORIA    PE    LA    PIRATERÍA 

rrientes  fueron  forzados  la  vuelta  del  Sur;  arribaron  á 
Sarragán;  asentaron  con  los  naturales  paces,  de  que  se 
arrepintieron  muy  presto;  pusiéronse  en  armas,  y  aun- 
que se  les  importunó  á  que  les  vendiesen  bastimentos, 
no  hubo  modo  de  reducirlos;  usóse  primero  de  todos 
aquellos  medios  que  dicta  la  benevolencia;  hizo  la  fuer- 
za lo  que  no  pudo  el  agrado;  acometióse  al  pueblo;  hi- 
cieron resistencia,  pero  se  dieron  al  mayor  poder  con  la 
fuga;  no  fueron  seguidos,  pensando  se  reducirían  con  el 
escarmiento;  no  fué  el  vencimiento  sin  costa  de  sangre: 
fueron  heridos  algunos  de  los  nuestros,  de  los  que  mu- 
rieron seis.  Esta  isla,  que  apellidaron  Antonia,  tendrá 
seis  leguas  en  su  circuito:  había  en  ella  cuatro  pueblos; 
toda  la  gente  se  refugió  en  un  peñón  muy  agrio;  estaba 
fortificado  con  palizadas  y  otras  defensas;  pareció  á  los 
nuestros  lance  de  honor  acometerle;  hiciéronse  varios 
acometimientos;  derribaron  por  aquellos  despeñaderos 
grandes  vigas;  venció  estas  dificultades  nuestra  cons- 
tancia; ganóseles  la  altura,  y,  dominados  ya,  huyeron, 
sin  empeñarse  los  nuestros  en  el  alcance;  era  su  ánimo 
sosegarles,  pero  ellos  desampararon  la  isla  y  se  fueron 
á  Cesárea;  en  el  peñón  se  halló  porcelana,  almizcle, 
ámbar  y  aceite,  en  que  tenían  un  internado  comercio 
los  mindanaos  y  de  otras  islas;  halláronse  algunas  mues- 
tras de  oro;  no  hallaron  más  porque  acostumbran  los 
naturales  enterrarlo  en  los  montes  (0.» 

La  escasez  de  recursos  hizo  que  Villalobos  obligara  á 
los  soldados  á  sembrar  maíz,  con  gran  descontento  de 
éstos,  que  decían  era  su  oficio  pelear  y  no  el  de  hacer 
de  labradores;  la  cosecha  fué  abundante,  pero  no  sufi- 

apostólica  provincia  de   San   Gregorio^    de   religiosos  descalzos   de    San 
Francisco,  etc.,  por  Fr.  Juan  Francisco  de  San  Antonio.) — Manila,  1738. 
(l)     Fr.  Juan  de  la  Concepción. 


EN    MINDANAO,    JOlÓ    Y    BORNEO  I29 

dente,  y  pronto  se  vieron  de  nuevo  con  iguales  apuros. 
«Trataron  con  los  naturales,  dice  el  P.  Concepción, 
que  volviesen  á  su  isla;  hiciéronse  las  paces,  que  se 
confirmaron  con  las  usadas  ceremonias  de  sangrarse  y 
beber  la  sangre  mutuamente  en  vino;  pero  es  gente  que 
no  sabe  tratar  verdad,  ni  la  paz  ó  amistad  les  impide 
que  usen  de  sus  fraudes,  cuando  los  tienen  por  conve- 
niente; así  con  la  facilidad  que  la  hicieron  la  quebran- 
taron, y  permanecieron  en  su  obstinación  de  no  volver 
á  su  isla;  llegó  la  necesidad  al  extremo,  y  para  satisfa- 
cerla, les  servían  de  manjar  delicado  culebras,  lagar- 
tos, ratones,  perros,  gatos  y  otras  sabandijas  asquero- 
sas; aprovecháronse  de  raíces  y  frutas  silvestres,  de 
cuya  operación  murió  mucha  gente  emponzoñada  y 
contagiada.  Para  socorrer  necesidad  tan  extrema,  le  pa- 
reció á  Ruy  López  era  conveniente  hacerse  amigo 
con  el  señor  de  Mindanao,  50  leguas  de  distancia, 
isla  más  abundante;  preparó  un  navio  con  50  hombres 
á  cargo  de  Bernardo  de  la  Torre;  prevínole  de  rescates 
y  mercaderías;  llegaron  á  surgir  á  la  boca  de  un  gran 
río;  era  gente  indómita,  desabrida  por  los  malos  trata- 
mientos de  los  portugueses,  y  así  sólo  hallaron  engaños 
y  traiciones;  la  necesidad  les  obligó  á  los  nuestros  á 
aprovecharse  de  las  armas;  acometiéronlos  en  un  ele- 
vado fuertecillo  en  que,  no  queriendo  rendirse,  mata- 
ron á  los  defensores;  dando  libertad  á  mujeres  y  mu- 
chachos, volvieron  á  Sarragan  con  algún  bastimento. 
En  estas  estrecheces,  convinieron  despachar  un  navio 
á  Nueva  España  que  diese  noticia  de  lo  hasta  allí  ope- 
rado, solicitando  órdenes  y  socorros;  también  despa- 
charon una  galeota  á  unas  islas,  que  son  las  que  se  lla- 
maron Filipinas  después,  y  con  este  nombre  las  marca- 
ron los  de  esta  armada   en   honor  del   príncipe,    cuyo 

9 


130  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

nombre  era  Philipo.  Partidas  estas  dos  embarcaciones, 
llegaron  tres  paraos  de  las  islas  de  los  Malucos,  y  en 
ellos  algunos  portugueses  con  una  carta  de  D.  Jorge  de 
Castro,  que  contenía  los  requerimientos  de  ser  todas 
aquellas  islas  de  la  demarcación  de  Portugal;  que  no 
hiciesen  guerra  á  los  naturales,  porque  se  interesarían 
en  su  defensa;  que  si  iba  falto  de  bastimentos  lo  dijese, 
que  en  Cesárea  se  le  proveería;  mucho  prometer  de  los 
que  aún  eran  sus  enemigos,  ó  á  lo  menos  no  eran  ami- 
gos; respondió  Ruy  López  que  la  orden  que  tenía  de  su 
soberano  era  no  tocar  en  las  islas  de  los  Malucos;  que 
para  entrar  en  las  demás  tenía  muy  extenso  poder;  es- 
trechaba mucho  el  hambre;  no  había  otro  surtimiento 
que  de  Mindanao,  y  éste  con  las  armas;  repitieron  el 
requerimiento  los  portugueses,  y  siendo  la  misma  la 
pregunta^  se  les  satisfizo  con  idéntica  respuesta;  llevá- 
ronse hurtado  un  marinero;  costearon  á  Cesárea,  per- 
suadiendo á  los  naturales  no  les  vendiesen  bastimentos 
y  ofreciéndoles  ayuda  de  armas  contra  los  castellanos: 
tales  sugestiones,  indignas  de  una  nación  nada  ruda, 
hicieron  impresión  en  ánimos  por  otra  parte  ya  bastan- 
te inquietos  ('). 

«Quiso  Dios  que  la  embarcación  que  fué  á  Filipinas 
volviese  con  copia  de  víveres:  habilitados  así,  resolvie- 
ron irse  á  aquellas  islas,  especialmente  á  la  de  Abuyo, 

(1)  Para  más  detalles,  puede  consultarse  el  manuscrito  titulado:  Re- 
querimiento de  D.  Jorje  de  Castro,  gobernador  de  San  yuan  de  Terre- 
nate  é  islas  del  Maluco,  Banda,  Burneo,  Mindanao,  I.a  San  Jiian,  Ala- 
nado,  Paragocal,  costas  de  Caladre  é  Amboino  é  Ormoro  é  todo  el  Arce- 
piélago  de  los  Papuas,  por  el  rey  de  Portugal  á  López  Villalobos, 
pidiendo  explicaciones  por  qué  estaba  y  seguia  allí,  y  respuesta. — Hállase 
en  el  archivo  de  Indias  de  Sevilla,  llevado  de  Simancas  entre  los  pape- 
les de  1519  á  1847. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  I3I 

de  quien  tuvieron  la  noticia  de  que  era  la  más  abun- 
dante; que  los  naturales  los  deseaban  y  serían  bien  re- 
cibidos en  ella:  acomodáronse  en  un  navio  grande,  en 
dos  bergantines  que  habían  construido,  y  en  otras  em- 
barcaciones menores;  salió  esta  escuadra  á  la  mar;  el 
tiempo  les  fué  tan  contrario,  que  les  fué  preciso  entrar 
en  una  bahía  ó  ensenada  de  Cesárea;  despachóse  em- 
barcación que  solicitase  víveres;  volvió  con  el  mal  des- 
pacho de  que  al  tiempo  de  los  rescates  les  habían  asal- 
tado los  indios  y  les  habían  muerto  ii  hombres,  quedan- 
do los  restantes  muy  flacos  y  fatigados;  la  escasez  era 
ya  tal,  que  sólo  se  racionaban  cuatro  onzas  de  arroz,  y 
esta  estrecha  economía  sólo  diez  días  podía  entretener- 
se: esto  les  compelió  á  solicitar  otra  isla  que  les  presen- 
tase socorro,  y  por  no  tocar  en  las  Molucas,  tomar 
puerto  aunque  fuese  en  Camoso;  las  corrientes  y  vien- 
tos les  condujeron  al  pueblo  de  Sagala,  jurisdicción  de 
Gilolo,  etc. 

Después  de  largas  luchas  con  los  portugueses,  tuvo 
Villalobos  que  partir  para  Amboina,  donde  murió  de 
pesadumbre,  malográndose  así  la  expedición,  cuyos 
restos  llegaron  á  España  en  1549. 


V. 


Por  orden  de  Felipe  II  salió  del  puerto  de  Natividad, 
el  21  de  Noviembre  de  1564,  la  quinta  expedición,  con 
cuatro  buques  y  400  hombres,  bajo  la  dirección  del  ilus- 
tre Miguel  López  de  Legazpi,  en  cuya  compañía  iban 
cinco  frailes  agustinos,  entre  ellos  el  antes  célebre  pilo- 
to Andrés  de  Urdaneta,  que  ya  había  hecho  el  viaje  con 
Loaisa,  y  los  doctos  Fr.  Martín  de  Rada  y  Fr.  Diego 
de  Herrera. 


132  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Mandaba  uno  de  dichos  buques,  el  patache  San  Lu- 
cas, D.  Alonso  de  Arellano,  del  cual  era  piloto  un  mu- 
lato llamado  Lope  Martín.  Este  aconsejó  al  capitán 
adelantarse  á  Legazpi,  recabar  la  gloria  de  su  descubri- 
miento y  apoderarse  de  las  riquezas  que  esperaban  ha- 
llar, y  en  efecto,  abandonaron  á  los  demás  buques  el 
i.°  de  Diciembre, 

El  5  de  Enero  de  i565  descubrieron  muchas  islas  del 
archipiélago  de  Marshall,  visitando  después  las  de  Ho- 
goleu,  Ollap,  Fanadie,  Tamatán,  Sorol  y  Ngoli:  llega- 
ron el  29  á  Mindanao,  cargaron  cuanta  canela  les  fué 
posible  y  dieron  la  vuelta  á  España  el  4  de  Marzo,, 
siendo  los  primeros  en  hacer  tal  viaje  (1). 

Legazpi,  después  de  fondear  en  varias  islas  del  ar- 
chipiélago de  Marshall  y  luego  en  las  de  los  Ladrones,, 
llegó  el  i3  de  Febrero  de  1565  á  Abuyog.  El  5  de  Mar- 
zo fondeó  cerca  de  Cabaliáu,  en  Leyte;  Camutuhan, 
hijo  de  Malitic,  cacique  de  esta  isla,  se  hizo  muy  ami- 
go de  los  españoles,  y  sirvió  de  práctico  hasta  Limasa- 
gua,  donde  fueron  muy  bien  recibidos.  El  11  se  trasla- 
daron á  Camiguing. 

Quiso  Legazpi  ir  á  Butuan,  de  cuyo  punto  de  Minda- 

(1)  Por  ello  pretendieron  premio,  y  se  les  hubiera  otorgado  caso 
de  no  descubrir  á  tiempo  su  deserción,  que  por  cierto  quedó  sin  el  de- 
bido castigo.  Para  más  detalles  acerca  del  viaje  de  dicho  buque,  puede 
consultarse  un  manuscrito  que  se  halla  en  la  Dirección  de  Hidrografía, 
y  es  copia  de  otro  que  hay  en  el  códice  de  Misceláneas  de  la  biblioteca 
de  San  Isidro  de  Madrid,  confrontada  en  25  de  Octubre  de  1792  coa 
este  titulo: 

Relación  del  suceso  del  Patax,  que  se  apartó  con  tormenta  de  la  Ar- 
mada, del  qual  era  capitán  Don  Alonso  de  Arellano,  la  qual  relación 
hizo  dicho  capitán  y  su  piloto,  y  la  presentaron  en  audiencia  pública  de 
la  chancilleria  de  México,  firmada  por  dicho  capitán  y  el  piloto,  Lope 
Martín. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  I33 

siao  tenía  excelentes  noticias;  mas  los  vientos  le  con- 
dujeron á  la  costa  S.  de  Bohol,  donde,  sin  encontrar 
puerto,  fondeó  en  i5  brazas  cerca  de  tierra.  Desde  aquí 
despachó  para  Butuan  al  patache  San  Juan,  con  el  ca- 
pitán Juan  de  la  Isla,  el  factor  real  y  el  P.  Fr.  Martín 
de  Rada,  con  encargo  de  que  se  proveyeran  de  la  ma- 
yor cantidad  posible  de  canela,  sin  causar  el  menor 
daño  á  sus  naturales. 

«Mientras  se  despachaba  el  patache,  refiere  el  P.  Con- 
cepción, el  maestre  de  campo  avisó  al  general  que  des- 
de la  almxiranta  se  descubría  una  vela  á  sotavento,  que 
parecía  embarcación  grande,  y  que  había  enviado  su 
batel  á  reconocerle  con  cinco  soldados  y  dos  marine- 
ros; consideró  el  general  no  iba  bien  despachado  con  tan 
poca  gente,  y  mandó  que  el  mismo  maestre  de  campo, 
con  el  capitán  Goiti  y  bastante  gente,  fuesen  al  recono- 
cimiento del  barco  avistado;  era  un  junco  de  Borney 
(Borneo),  y  su  tripulación  de  moros  (malayo-mahome- 
tanos); éstos  no  quisieron  recibir  de  paz  á  los  nuestros; 
les  acometieron  con  mucha  pujanza,  disparando  tres  ó 
cuatro  tiros  de  artillería  y  varios  arcabuces;  pero  los 
nuestros  rindieron  la  embarcación,  acometida  por  el 
maestre  de  campo;  aunque  los  moros  se  defendieron 
animosamente,  durando  el  combate  largo  tiempo,  con 
el  daño  de  nuestra  parte  de  un  soldado  muerto  y  veinte 
heridos,  hasta  que  muerto  su  capitán  desmayaron  to- 
dos, y  dejando  las  armas,  se  escapó  la  mayor  parte  en 
un  parao  que  traían  por  su  popa,  rindiéndose  los  pocos 
que  quedaron  en  el  junco;  de  los  prisioneros,  que  eran 
siete,  el  uno  era  el  piloto  y  el  otro  un  factor  del  rey  de 
Borney,  que  hablaban  bien  la  lengua  malaya;  pregun- 
tóles el  general  por  qué  no  habían  admitido  la  paz  á 
los  nuestros,  y  así  hubieran  excusado  el  daño  recibido,  y 


134  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

respondieron  que  nunca  entendieron  las  señas,  sí  que 
les  decían  se  rindiesen  para  robarles  después,  y  así  ha- 
bían determinado  morir  primero;  no  les  parecía  haber 
incurrido  en  pena  alguna,  aunque  hubiesen  muerto  á 
todos,  creyéndolos  enemigos;  servía  á  todo  de  intérpre- 
te el  P.  Urdaneta,  que  entendía  y  hablaba  el  idioma 
malayo.»  Lega^pi  les  perdonó,  y  los  moros,  «viendo  tal 
liberalidad,  las  rodillas  en  tierra  y  besándole  muchas 
veces  las  manos,  le  dieron  las  gracias  y  le  rogaron  les 
diese  una  carta  para  su  rey,  por  la  que  supiese  la  reci- 
bida merced,  porque  de  otro  modo  nadie  daría  crédito  á 
tan  insólito  beneficio;  dióles  el  general  la  pedida  carta, 
notándola  el  P.  Urdaneta,  y  los  moros  se  quedaron  en 
su  junco,  vendiendo  y  rescatando  mercaderías  con  mu- 
cha paz  y  sosiego.»  Por  ellos  supo  Legazpi  que  los  bor- 
neyes  traían  á  rescatar  entre  aquellos  naturales  (los  de 
Butuan),  cobre,  estaño,  platos,  porcelanas,  campanas, 
menjuí,  ropas  pintadas,  sartenes,  hierros  de  lanzas  de 
buen  temple,  cuchillos  y  otras  menudencias,  y  en  cam- 
bio cargaban  oro,  cera,  esclavos  y  sigáis;  manifestóles 
el  general  los  géneros  y  rescates  que  tenía  en  sus  na- 
vios, y  dijeron  que  ninguno  de  ellos  era  para  estas  islas 
á  propósito,  y  que  no  acabaría  de  vender  tantas  sedas  y 
paños  ricos  en  diez  años,  lo  que  haría  en  ocho  días  en 
su  reino  de  Borney,  y  también  en  Siam  y  otros  reinos 
circunvecinos;   disimuló  el  general,  y  les  dijo  que  su 

rumbo  era  á  otra  parte Díjole  el  moro  principal  que, 

si  se  detuviese  la  armada,  él  iría  á  Borney  y  traería 
mercaderías  más  de  su  gusto  y  las  trocaría  por  los  efec- 
tos mostrados;  mas  Legazpi  dijo  que  no  podía  detener- 
se; «informó  también  este  moro  que  en  Butuan  había  un 
grande  contrato  de  canela,  en  que  también  había  mucho 
oro,  y  de  este  precioso  metal  había  bastante  abundan- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  1 35 

cia  en  las  demás  islas;  que  al  presente,  en  Butuan,  había 
dos  juncos  de  Luzón,  rescatando  oro,  esclavos  y  cera » 

El  patache  San  Juan,  á  su  regreso  de  Butuan,  quin- 
ce días  después  de  su  partida,  confirmó  las  anteriores 
noticias,  añadiendo  que  los  pocos  cambios  realizados 
en  Butuan  lo  fueron  con  los  mercaderes  de  Luzón, 
quienes  mostraron  gran  afición  á  las  monedas  de  plata 
españolas,  que  los  indígenas  veían  con  indiferencia; 
«ofrecieron  dar,  á  trueque  de  plata,  hasta  tres  quintales 
de  oro  que  tenían  recogido;  tratando  de  precios  pedían 
seis  onzas  de  plata  por  una  de  oro,  y  por  peso  de  dos 
arrobas  y  i6  libras  de  cera  58  reales  castellanos,  y 
en  estos  precios  se  rescató  oro  y  cera  por  los  nues- 
tros. El  tesorero  de  S.  M.  preguntó  á  los  butuanos  si 
tenían  canela  de  venta,  y  le  trajeron  hasta  media  li- 
bra muy  fina;»  los  moros  de  Luzón  le  ofrecieron  facili- 
tarle gran  cantidad  á  cambio  de  plata,  si  podían  aguar- 
dar diez  días;  pero  rehusaron  los  españoles  detenerse 
ese  plazo. 

Legazpi  fué  el  22  de  Marzo  á  Dapitan,  cuyo  régulo, 
Pagbuaya,  lo  agasajó  mucho.  Al  cabo  fondeó  en  Cebú 
el  27  de  Abril,  comenzando  desde  entonces  la  obra 
grandiosa  que  le  había  de  dar  por  fruto  la  conquista  é 
incorporación  á  España  del  hermoso  Archipiélago  fili- 
pino. 

Hallándose  en  Cebú,  comisionó  al  maestre  de  campo 
Mateo  del  Sauz  para  ir  á  Mindanao  á  comprar  canela, 
cuyo  jefe  desempeñó  su  comisión  satisfactoriamente,  ad- 
quiriendo hasta  cien  quintales. 

Tales  fueron  las  primeras  relaciones  sostenidas  por 
los  españoles  con  los  indígenas  de  Mindanao  y  Borneo, 
aumentándose  con  el  transcurso  del  tiempo  la  enemiga 
que  desde  los  primeros  momentos  se  reveló  en  ellos. 


CAPITULO  II. 


Primeros  combates  con  los  piratas  malayo-mahometanos.  —  Derrota 
Goiti  á  una  escuadrilla  de  éstos. — Llega  á  Manila  el  sultán  de  Bor- 
neo en  demanda  de  socorro  para  recuperar  su  reino. — Expedición 
del  gobernador  de  Filipinas  á  Borneo. — Derrota  del  usurpador  y  re- 
conocimiento de  vasallaje  á  España  por  parte  del  sultán  y  de  sus  sub- 
ditos.— Expedición  contra  Mindanao  y  Joló. — Nuevo  destronamien- 
to del  sultán  de  Borneo. — Expedición  para  reponerlo  en  su  trono. — 
Concesión  de  la  isla  de  Mindanao  al  capitán  Rodríguez  de  Figueroa. 
— Ida  de  éste  á  dicha  isla. — Traición  de  los  moros. — Muerte  de  Fi- 
gueroa.— Sus  cualidades. — Se  hace  cargo  del  mando  e!  maestre  de 
campo  Juan  de  la  Jara. — Conducta  de  éste. — Expedición  de  Ron- 
quillo. —Gran  derrota  de  los  mahometanos. — Paces  con  éstos. — Im- 
prudente retirada  de  Ronquillo. — -Establecimiento  de  un  fuerte  en  el 
puerto  déla  Caldera. — Ida  de  Ronquillo  á  Manila. — Sometido  á  un 
consejo  es  absuelto.  —  Ida  del  gobernador  de  la  Caldera  á  Joló. — Es 
derrotado  y  muerto. — Abandono  de  la  Caldera. — Terribles  incursio- 
nes de  los  malayo-mahometanos  por  las  costas  de  Visayas. — Arrojo 
y  muerte  del  gobernador  de  Iloilo.  —  Expedición  de  Gallinato  contra 
los  jüloanos. 

Desde  los  comienzos  de  la  dominación  española  en 
Filipinas,  cuando  aún  el  poder  de  Legazpi  únicamente 
se  extendía  sobre  una  parte  de  las  islas  Visayas,  prin- 
cipiaron los  piratas  malayo- mahometanos  la  guerra 
que,  sin  tregua  ni  descanso  apenas,  se  ha  prolongado 
hasta  los  momentos  en  que  trazamos  estas  lineas,  ó  sea 
durante  más  de  tres  siglos. 

En  efecto,  ya  en  iSóg  los  indígenas  de  Borneo  y 
Joló,  pirateando  con  20  embarcaciones  por  las  costas 


EN    MINDANAO,    JOI.Ó    Y    BORNEO  I37 

de  Visayas,  sostuvieron  un  combate  con  el  maestre  de 
campo  D.  Martín  de  Goiti,  quien  desde  Cebú  salió  á 
batirlos  con  nueve  pequeños  buques,  logrando  apresar 
cuatro  de  los  bajeles  enemigos  y  á  sus  tripulantes,  cu- 
yos despojos  repartió  á  las  tropas  que  le  acompañaron 
en  la  jornada. 

En  1578,  gobernando  las  islas  el  Dr.  D.  Francisco 
de  Sande,  llegó  á  Manila  el  sultán  de  Borneo,  Sirela,  ó 
Malaela,  según  otros  escritos,  en  demanda  de  auxilios 
para  recuperar  su  trono,  del  que  le  había  desposeído  un 
hermano  suyo,  ofreciendo  hacerse  él  y  su  reino  tribu- 
tarios del  rey  de  España. 

Sande  le  recibió  ostentosamente  y  accedió  á  sus  de- 
seos. Hizo  armar  40  embarcaciones,  tripuladas  por  400 
españoles,  i.5oo  indígenas  de  Filipinas  y  3oo  de  Bor- 
neo, que  habían  permanecido  fieles  á  su  soberano.  Es- 
tas fuerzas  iban  mandadas  por  los  capitanes  D.  Esteban 
Rodríguez  de  Figueroa,  D.  Juan  de  Morones,  D.  An- 
tonio Saavedra  y  D.  Amador  de  Arriarán,  bajo  la  di- 
rección suprema  de  Sande,  que  quiso  ir  en  persona  á 
realizar  tal  empresa.  Al  cabo  de  treinta  días  de  nave- 
gación penetró  la  escuadra  en  el  río  de  lá  capital,  fon- 
deando frente  al  palacio  del  usurpador.  Este  presentó 
á  sus  tropas  en  batalla,  pero  fué  derrotado  y  huyó  á  los 
montes,  con  lo  cual  quedó  Sirela  repuesto  en  su  tro- 
no. Sande  tomó  solemne  posesión  de  Borneo  en  nom- 
bre de  España,  cuyo  acto  se  hizo  constar  por  un  tes- 
timonio que  obra  original  en  el  Archivo  de  Simancas. 
(1578). 

A  consecuencia  de  haber  apresado  los  joloanos  una 
embarcación  que  iba  de  Manila  á  Cebú,  tripulada  por 
españoles  en  su  mayoría,  á  los  cuales  hicieron  esclavos, 
dispuso  Sande,  tan  luego  regresó  á  Manila,  que  saliese 


138  HISTOKIA    DE    LA    PIRATERÍA 

una  expedición  contra  Mindanao  y  Joló.  El  capitán  Ro- 
dríguez de  Figueroa,  que  la  mandaba,  no  halló  grande 
resistencia  entre  los  mahometanos,  quienes  le  ofrecie- 
ron sumisión  y  vasallaje;  pero  tuvo  que  retirarse  á  cau- 
sa de  no  reunir  fuerzas  suficientes  para  guarnecer  tan 
extensos  territorios. 

El  hermano  de  Sirela,  auxiliado  por  el  capitán  por- 
tugués Antonio  Brito,  despojó  nuevamente  á  aquél  de 
sus  dominios  en  i58i.  Sirela  volvió  á  solicitar  el  auxi- 
lio del  gobernador  de  Filipinas,  y  D.  Gonzalo  Ronqui- 
llo dispuso  el  envío  de  una  expedición  á  las  órdenes  del 
capitán  Gabriel  de  Rivera,  el  cual  cumplió  satisfacto- 
riamente su  cometido,  dejando  entronizado  por  segun- 
da vez  al  soberano  de  Borneo. 

En  el  año  de  i5g6  recibió  el  capitán  Esteban  Rodrí- 
guez de  Figueroa  el  título  de  gobernador  de  Mindanao, 
de  cuya  isla  le  hacía  donación  el  Rey  por  dos  vidas,  para 
reducirla  á  su  costa  y  gobernarla,  conforme  solicitara 
en  tiempo  de  Das  Marinas. 

Emprendió  su  conquista  en  Abril,  partiendo  de  Otón 
(Iloilo)  con  214  españoles,  repartidos  en  varios  buques 
de  diferentes  portes,  llevando  consigo  al  religioso  de  la 
Compañía  de  Jesús  Juan  del  Campo,  al  lego  Gaspar 
Gómez  y  á  muchos  indios  en  concepto  de  auxiliares. 
Las  primeras  poblaciones  malayo-mahometanas  que  ha- 
lló, llamadas  Tampacan  y  Lumaguan,  le  recibieron 
bien  por  ser  enemigos  de  los  aguerridos  buhayenes,  in- 
corporándosele muchos  indígenas  para  batirse  á  sus 
órdenes  contra  aquéllos.  Se  internó  después  24  millas 
por  el  río  Grande  de  Mindanao,  llegando  sin  dificul- 
tad hasta  Buhayen,  cuyo  régulo,  Silonga,  noticioso  de 
la  llegada  de  los  españoles,  se  había  fortificado,  re- 
suelto á  defenderse,  en  unión  de  los  jefes  Malaria  y  Bu- 


EN    MINDANAO,    JULO    Y    BORNEO  139 

hisan.  Ordenó  Figueroa  al  maestre  de  campo  Juan 
de  la  Jara  que  reconociese  el  terreno  con  alguna  tropa; 
pero  no  sólo  desembarcó  más  de  la  necesaria,  sino  que 
se  internó  demasiado.  Impaciente  el  jefe,  quiso  averi- 
guar por  sí  la  causa  de  su  tardanza,  y  bajó  á  tierra  se- 
guido de  los  españoles  Hernando  Ballesteros  y  Jeróni- 
mo Alves,  del  P.  Campo  y  de  un  criado  cebuano.  De 
pronto  salió  de  entre  unos  cogonales  un  moro  blandien- 
do su  campilán,  con  el  que  asestó  fuerte  tajo  á  Figueroa. 
Este  paró  el  golpe,  y,  arremetiendo  con  su  espada,  atra- 
vesó al  moro  de  parte  á  parte.  Volvióse  Figueroa  al  je- 
suíta, diciéndole:  «Padre  Juan,  como  éste  todos;»  pero, 
apenas  acabó  la  frase,  sintióse  herido  de  muerte  por  el 
campilán  de  otro  moro  que  le  partió  la  cabeza,  por  no 
llevar  puesto  el  yelmo.  En  el  acto,  el  cebuano  clavó  al 
traidor  moro  su  lanza,  quien  parece  ser  que  era  tío  del 
sultán  de  Buhayen,  y  se  llamaba  Obal,  mientras  que 
Ballesteros  y  Alves  recogían  al  moribundo  general. 
Apareció  entonces  un  grupo  de  mahometanos,  y  en  la 
lucha  que  sostuvieron  murió  Ballesteros  y  quedó  heri- 
do de  gravedad  Alves.  En  esto  llegó  la  Jara  con  los 
suyos  y  huyeron  los  moros,  pudiendo  el  malogrado  jefe 
ser  transportado  á  la  galera,  donde  falleció  seis  horas 
después  de  recibir  su  herida. 

Figueroa  era  natural  de  las  posesiones  españolas  de 
África,  de  padres  portugueses.  Siendo  muy  joven  pasó 
á  Nueva  España  y  de  allí  á  Filipinas  en  compañía  de 
Legazpi.  Tanto  por  su  valor,  como  por  sus  importan- 
tísimos servicios,  fué  premiado  con  dos  encomiendas 
de  á  1. 000  tributos,  una  en  Iloilo  (Panay)  y  otra  en 
Camarines  (Luzón).  Un  hermano  suyo,  residente  en 
Méjico,  muy  acaudalado,  le  auxilió  con  su  peculio  para 
la  realización  de  sus  empresas. 


140  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Antes  de  salir  de  Iloilo  hizo  testamento,  dotando 
€on  2.000  pesos  de  renta  al  colegio  de  jesuítas  de  Ma- 
nila, y  disponiendo  que,  caso  de  fallecer  sus  hijas,  pasa- 
ra la  herencia  al  colegio  de  San  José,  cuya  fundación 
estaba  decretada. 

El  lego  Gómez  se  hizo  cargo  del  cadáver,  y  conduci- 
do á  Manila,  diósele  sepultura  en  la  capilla  mayor  de  la 
Compañía  como  su  principal  protector. 

La  gente  de  Figueroa,  cuyo  mando  asumió  el  maes- 
tre de  campo  Juan  de  la  Jara,  regresó  á  Tampacan  y 
se  atrincheró  en  este  punto,  á  la  entrada  del  río  Gran- 
de, fundando  Jara,  en  recuerdo  de  su  patria,  la  ciudad 
de  Murcia,  para  cuya  defensa  hizo  construir  un  fuerte 
de  harigues  y  palmas. 

El  nuevo  jefe  trató  de  proseguir  la  conquista  en  pro- 
vecho suyo,  sin  reparar  que,  habiéndose  concedido  aque- 
lla isla  á  Figueroa  por  dos  vidas,  y  héchose  por  su  cuen- 
ta la  expedición,  á  sus  herederos  correspondía  conti- 
nuarla (1). 

Por  cartas  que  condujo  el  hermano  Gómez,  dio  cuen- 
ta Jara  al  gobernador  de  los  sucesos  relatados  y  de  sus 
providencias  ya  dichas,  indicándole  su  propósito  de  po- 
blar en  Tampacan,  á  cuyo  efecto  pedía  algunos  au- 
xilios. Entendió  el  jefe  superior  de  las  islas  que  Jara  se 
había  excedido  de  sus  atribuciones  procediendo  con  in- 
dependencia de  su  autoridad  y  en  perjuicio  de  los  here- 
deros de  Figueroa,  y  á  fin  de  ponerle  remedio,  mandó 
al  capitán  Toribio  de  Miranda  con  despachos  para  que 

^l)  Para  obviar  esto,  marchó  á  Iloilo  y  propuso  á  la  viuda  de  Fi- 
gueroa, Doña  Ana  Oseguera,  se  casara  con  él;  pero  rechazada  su  pre- 
tensión, y  sujeto  á  un  proceso  por  haber  desaprobado  su  conducta  el 
gobernador  general,  fué  conducido  á  Manila,  donde  muiió  mientras  se 
sustanciaba  su  causa. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  I41 

se  le  tuviera  por  jefe  del  destacamento.  Reconociendo, 
á  la  vez,  la  utilidad  de  dominar  todo  Mindanao,  puesto 
que  ya  en  Butuan,  Caraga  y  Dapitan  existían  Presidios 
de  españoles  (O,  dispuso,  además,  teniendo  en  cuenta 
que  Rodríguez  de  Figueroa  se  había  obligado  á  hacer 
por  su  cuenta  la  conquista,  que  la  continuasen  sus  he- 
rederos. El  tutor  de  éstos  no  se  avino  con  tal  obliga- 
ción, fundándose  en  que  la  muerte  de  Figueroa  eximía 
á  sus  hijos  de  semejante  empresa,  y  el  asunto  fué  so- 
metido á  los  tribunales  de  justicia.  En  vista  de  ello,  y 
para  no  perder  tiempo,  resolvió  la  autoridad  continuar 
la  conquista  de  Mindanao  por  cuenta  del  Erario  público, 
sin  perjuicio  del  reintegro  correspondiente  por  parte  de 
los  herederos  de  Figueroa,  si  á  ello  hubiere  lugar  en 
justicia,  encomendando  su  realización  al  maestre  de 
campo  D.  Juan  Ronquillo,  bajo  cuyo  mando  fueron  z 
jefes,  5  oficiales  y  400  soldados.  En  sustitución  del  pa- 
dre Campo,  víctima  de  unas  calenturas  malignas  á  los 
cuatro  meses  de  su  estancia  en  Mindanao,  iba  con  Ron- 
quillo el  padre  jesuíta  Juan  de  Sanlúcar. 

Ronquillo,  á  su  llegada,  confirmó  la  amistad  y  bue- 
nas relaciones  establecidas  con  los  moradores  de  Tam- 
pacan  y  Lumaguan.  Hizo  luego  algunas  salidas  al  te- 
rritorio de  los  buhayenes,  sin  gran  éxito;  pues  éstos 
sabían  defenderse  con  ardor  favorecidos  por  el  terreno, 
en  exceso  pantanoso,  que  fatigaba  mucho  á  las  tropas 
españolas. 

La  escasez  de  recursos,  la  dificultad  de  comunica- 
ciones para  el  caso  de  un  contratiempo,  y  la  tenacidad 
de  los  moros  que  no  dejaban  de  asediar  á  los  españoles. 


(1)     Presidio,  en  su  acepción  militar,  equivale  á  ciudad  ó  fortaleza 
que  se  pueden  guarnecer  con  soldados. 


142  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

poco  contentos  ya  de  la  empresa,  determinaron  el  que 
Ronquillo  expusiera  á  Manila  su  crítica  situación  y  la 
conveniencia  de  retirarse  del  río  de  Mindanao,  estable- 
ciendo una  fortaleza  en  un  puerto  próximo;  y  pedía  li- 
cencia para  regresar  á  la  capital  con  el  resto  de  la  ex- 
pedición, una  vez  aquella  fortaleza  en  estado  de  defensa. 

El  régulo  de  Mindanao,  Buhisan,  no  considerándose 
bastante  fuerte  desde  la  llegada  de  Ronquillo,-  marchó 
á  Ternate  en  demanda  de  socorros.  Facilitáronle  sus 
aliados  siete  embarcaciones  de  las  \\sLma.ásLS  joangas  (O, 
bien  artilladas,  y  sobre  600  hombres.  Sorprendidos  á 
su  regreso  en  la  bahía  Illana  por  el  sargento  mayor 
García  Guerrero,  que  mandaba  dos  galeras,  entablóse 
entre  ambas  escuadrillas  un  formidable  combate,  pere- 
ciendo acuchillados  los  600  auxiliares  de  Buhisan;  éste 
logró  salvarse  á  nado.  Nuestros  soldados,  en  número 
de  116,  iban  dirigidos  por  los  capitanes  González  de 
Arellano,  Cristóbal  de  Villagra  y  Alonso  de  la  Palma, 
quienes  se  condujeron  en  esta  jornada  con  admirable 
arroj  o . 

Los  buhayenes,  afectados  por  su  derrota,  solicitaron 
paces,  siéndoles  otorgadas. 

Pidieron  también  volver  á  la  amistad  de  los  tampa- 
canes;  y  para  demostrar  su  buena  fe,  convínose  el  ca- 
samiento del  régulo  de  Buhayen,  Silonga,  con  la  hija 
de  Dongonlibor,  régulo  de  Tampacan.  Con  esto  cesó  la 
guerra;  hubo  abundancia  de  bastimentos,  y  los  españo- 
les andaban  libremente  por  el  territorio  de  Buhayen, 
sin  ser  molestados  en  lo  más  mínimo  de  los  moros.  En 
vista  del  diferente  aspecto  que  presentaban  los  sucesos 


(1 )     Buques  con  20  á  24  bogas,  provistos  de  cubierta  y  armados  con 
algunos  pinzotes. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  1 43 

de  Mindanao ,  Ronquillo  participó  al  gobernador  las 
novedades  habidas,  pidiéndole  órdenes. 

A  tal  punto  llegó  el  ascendiente  de  las  fuerzas  espa- 
ñolas, que  los  joloanos,  cuya  isla  pertenecía  en  enco- 
mienda á  D.  Pedro  de  Oseguera,  acudieron  á  pagar  á 
su  hijo  y  sucesor  del  mismo  nombre  el  ligero  tributo 
que  les  adeudaban. 

Cuando  llegó  á  Manila  el  apremiante  despacho  de 
Ronquillo  en  súplica  de  autorización  para  retirarse  del 
río  de  Mindanao,  contestó  el  gobernador  que  si  era  de 
todo  punto  imposible  sujetar  la  tierra  y  seguir  la  cam- 
paña con  provecho,  la  abandonasen,  después  de  un  su- 
premo esfuerzo  por  vencer  á  los  moros.  Le  prevenía 
que  en  aquel  caso  quemara  el  fuerte  y  población  de  los 
españoles,  trasladándose  con  todas  sus  tropas  y  buques 
á  la  Caldera,  donde  debería  dejar  un  presidio  y  fortale- 
za con  la  artillería,  bastimentos  y  embarcaciones  nece- 
sarias; y  que  hiciese  entender  á  los  aliados  tampacanes 
que  en  breve  volverían  los  españoles  con  mayores  fuer- 
zas, pudiendo,  hecho  esto,  regresar  á  Manila. 

Ronquillo,  tan  luego  recibió  esta  comunicación,  en 
vez  de  aguardar  las  nuevas  órdenes  que  seguramente 
habían  de  serle  comunicadas,  con  vista  de  su  segundo 
despacho,  y  de  sacar  partido  de  su  ventajosa  situación, 
esperando  las  felices  consecuencias  de  la  reducción  de 
los  mindanaos,  quienes  se  sometieron  tan  decididamen- 
te que  los  principales  dattos  daban  sus  hijas  en  matri- 
monio á  nuestros  soldados,  se  contentó  con  lo  hecho  y, 
escudado  por  la  autorización  de  abandonar  la  isla,  for- 
tificándose en  otro  punto  que  como  resolución  á  su  pri- 
mer consulta  dio  el  gobernador  general,  convocó  á  los 
régulos  de  Buhayen,  Tampacan  y  Lumaguan,  noticián- 
doles que  en  cumplimiento  de  órdenes  superiores  regre- 


144  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

saba  con  sus  tropas  á  Manila.  Produjo  tan  inesperada 
novedad  disimulado  gozo  á  los  primeros  y  hondo  pesar 
á  los  últimos,  que  amargamente  se  lamentaban  del 
abandono  de  los  españoles,  puesto  que  ahora  menos  que 
nunca  perdonarían  los  buhayenes  el  haber  tenido  que 
transigir  con  ellos,  siendo  segura  su  venganza. 

Consoló  Ronquillo  á  los  fieles  aliados  diciéndoles 
que  en  el  puerto  de  la  Caldera  quedaban  tropas  españo- 
las prontas  á  defenderlos  en  el  caso  nada  probable,  por 
las  paces  ajustadas  y  buena  armonía  existente,  de  que 
sus  temores  se  realizaran,  y  que  además  pronto  irían 
socorros  de  Manila  ('). 

Las  tropas  quemaron  el  fuerte  y  la  población  espa- 
ñola de  Tampacan,  y  salieron  del  río  Grande  de  Min- 
danao,  procediendo  al  levantamiento  de  un  fuerte  en  el 
puerto  de  la  Caldera,  á  dos  kilómetros  y  medio  de  Zam- 
boanga. 

Muchos  tampacanes  amigos  ó  deudos  de  los  españo- 
les, por  virtud  de  los  casamientos  antes  referidos,  fue- 
ron en  su  compañía  al  nuevo  establecimiento,  renun- 
ciando á  su  patria  y  á  los  intereses  que  en  ella  de- 
jaban. 

En  esto  llegó  la  resolución  del  gobernador   de   Fili- 

(l)  "Pero  la  razón  que  los  habia  de  detener  para  no  dejar  perdido 
lo  que  tanto  había  costado,  y  en  condiciones  de  guerra  lo  que  asegura- 
ba la  paz,  los  apresuró  á  su  riesgo,  dándoles  á  entender  los  engañosos  y 
afeminados  deseos  de  las  comodidades  con  que  les  brindaba  la  viciosa 
Manila  que  ya  quedaba  asegurado  todo,  y  que  no  podian  minorar  sus 
atrevimientos  contra  la  paz,  temerosos  y  abatidos  de  nuestras  armas. 
Como  si  en  bárbaros  se  hubiera  de  hallar  más  fe  de  la  que  les  persua- 
den sus  conveniencias,  ni  más  negación  que  la  que  mantiene  el  temor  6 
ejecuta  la  fuerza.,,  [Historia  de  las  islas  de  Mindanao,  Jola  y  sus  ad- 
yacentes, por  el  P.  Francisco  Combes,  de  la  Compañía  de  Jesús. — Ma- 
drid, año  de  1667,  Hb.  11,  pág.  8.^.) 


EN    MINDANAO,    JÓLO   Y    BORNEO  145 

pinas  al  segundo  despacho  de  Ronquillo,  previniéndole 
que  bajo  ningún  concepto  diera  cumplimiento  á  su  an- 
terior providencia  y  que  permaneciera  en  Mindanao, 
para  donde  en  breve  saldrían  todo  género  de  socorros, 
no  mandándolos  desde  luego  con  el  fin  de  que  estas  ór- 
denes llegaran  á  su  poder  cuanto  antes. 

Ronquillo  contestó  manifestando  que  ya  se  hallaba 
en  la  Caldera  y  que  era  imposible  su  vuelta  á  las  po- 
blaciones del  río  Grande.  Y  sin  aguardar  más,  enco- 
mendó el  mando  del  fuerte  al  capitán  Juan  Pacho,  de- 
jándole ICO  soldados,  embarcaciones  y  alguna  artille- 
ría y  bastimentos,  y  regresó  á  Manila,  determinación 
inconveniente  á  que  deben  atribuirse  las  guerras  infini- 
tas que  después  ha  habido  para  recuperar  aquel  punto, 
cuyo  abandono  fué  un  error  lamentable  y  más  bien  una 
felonía  indigna,  por  el  egoísta  deseo  de  volver  á  Manila. 

Ronquillo  se  detuvo  en  Otón,  y  así  que  el  goberna- 
dor supo  su  mal  comportamiento,  lo  mandó  prender  en 
el  camino,  sujetándole  á  un  consejo  de  guerra;  pero  él 
se  defendió  con  una  carta  particular  que  el  gobernador 
acompañaba  á  su  primer  despacho,  diciéndole  que  en  to- 
do caso  se  fuese  á  Manila  con  la  gente,  porque  la  había 
de  menester  para  otras  necesidades  de  las  islas,  á  lo  cual 
achacaba  su  determinación.  Con  esto  se  le  dejó  libre. 

El  nuevo  gobernador  de  la  Caldera,  deseoso  de  re- 
nombre, cometió  la  imprudencia  de  dirigirse  á  Joló, 
con  ánimo  de  realizar  su  conquista,  para  lo  cual  no  dis- 
ponía de  fuerzas  bastantes.  Los  moros,  recobrados  de  su 
pasajero  temor  ante  la  salida  de  los  españoles  de  Minda- 
nao, se  aprestaron  á  la  lucha  con  fortuna  tal,  que,  sobre- 
viniendo un  fortísimo  aguacero,  mojó  la  pólvora  é  inuti- 
lizó los  arcabuces,  dejando  á  sus  contrarios  en  situa- 
ción apuradísima.  Los  joloanos  hicieron  en  los  nuestros 

10 


146  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

sangrienta  carnicería.  Pacho,  víctima  de  su  arrojo,  que- 
dó hecho  trizas  sobre  la  arena.  Las  consecuencias  de  es- 
ta derrota  fueron,  como  no  podía  por  menos,  muy  sen- 
sibles. A  la  muerte  de  Pacho  tomó  el  mando  de  la  Cal- 
dera el  capitán  Villagra  (iSgS).  Escasas  eran  las  fuer- 
zas que  guarnecían  la  fortaleza  y  más  escasos  aún  los 
bastimentos,  por  lo  cual  pidió  socorros  á  Manila  ó  la 
autorización  para  abandonar  el  fuerte. 

Gobernaba  á  la  sazón  las  islas  D.  Francisco  Tello  de 
Guzmán,  natural  de  Sevilla,  caballero  del  hábito  de  San- 
tiago y  tesorero  de  la  contratación  de  Indias,  quien  llegó 
á  Manila  el  i."  de  Junio  de  iSgó.  Consultó  el  caso  con 
la  Audiencia,  y  no  obstante  el  parecer  de  ésta,  favorable 
al  envío  de  socorros  y  á  la  conservación  del  fuerte,  dio 
orden  de  que  lo  demoliesen  y  regresara  su  guarnición  á 
Manila,  cuya  orden  fué  en  seguida  cumplimentada.  Los 
naturales  de  Buhayen,  Mindanao,  Joló  y  aun  los  tampa- 
canes,  tan  partidarios  de  los  españoles,  al  ver  el  abando- 
no del  fuerte,  se  confederaron,  poniéndose  bajo  las  órde- 
nes de  los  caudillos  moros  Silongay  Salí,  y  reuniendo  5o 
caracoas,  tripuladas  por  unos  3. 000  hombres  perfecta- 
mente armados,  invadieron  por  el  mes  de  Julio  de  i5gg 
las  costas  de  Cebú,  Negros  y  Panay,  cometiendo  todo 
género  de  atropellos  y  muertes  y  cautivando  800  perso- 
nas. Las  autoridades  y  los  indios,  aterrados,  huyeron 
á  los  montes,  de  donde  costó  mucho  trabajo  hacer  salir 
á  éstos,  á  causa  de  que  una  anciana  agorera  ó  sacerdoti- 
sa, llamada  Dupungay,  les  predijo  que  los  españoles  es- 
taban de  acuerdo  con  los  moros  para  su  completo  exter- 
minio. Los  moros  regresaron  á  su  país  cargados  de  bo- 
tín y  de  cautivos. 

Esta  invasión  pirática  repitióse  al  siguiente  año  en 
mayor  escala,  pues  se  hace  subir  á  8.000  hombres  los 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  I47 

que  la  componían,  repartidos  en  70  embarcaciones, 
yendo  á  caer  sobre  la  villa  de  Arévalo  (Iloilo),  creada 
por  Ronquillo.  El  alcalde  mayor,  D.  Juan  García  de 
Sierra,  hizo  reunir  á  todos  los  españoles  de  dicha  pro- 
vincia, que  ascendían  á  70,  y  á  1,000  indios  flecheros, 
y  fortificáronse  en  un  fuerte.  Llegan  los  moros,  desem- 
barcan y  se  empeña  tremenda  lucha,  en  que  á  la  pos- 
tre salen  éstos  vencidos,  teniendo  que  retirarse  con  pér- 
didas considerables.  El  alcalde  mayor,  Sierra,  con  áni- 
mo denodado,  salió  en  persecución  de  los  piratas;  pero 
avanzó  más  de  lo  conveniente,  los  enemigos  lo  cercaron, 
y  pagó  con  la  vida  su  ardimiento. 

En  vista  de  tan  horribles  atentados,  dispuso  Tello  la 
salida  de  una  expedición  al  mando  de  Juan  Juárez  Ga- 
llinato,  quien  en  Febrero  de  1602  llegó  á  Joló,  seguido 
de  200  españoles.  Se  batieron  bizarramente,  causando 
á  los  moros  bastantes  pérdidas,  pero  sin  lograr  pose- 
sionarse de  sus  fuertes.  La  escasez  de  recursos  les  hizo 
volver  á  Manila,  con  lo  cual  cobraron  losjoloanos  ma- 
yores bríos,  que  á  poco  se  tradujeron  en  nuevas  excur- 
siones piráticas. 


CAPITULO  III. 


Gobierno  de  Bravo  de  Acuña. — Ida  del  gobernador  á  Visayas. — Ex- 
cursiones de  los  piratas  moros. — Sus  depredaciones. — Sale  contra 
ellos  el  capitán  Gaspar  Pérez. — Su  poca  actividad. — Peligro  de  Acu- 
ña.—  Halla  á  Pérez  y  le  ordena  persiga  á  los  piratas. — Logra  éste 
destruir  algunos  de  sus  buques. — Brillante  hecho  de  armas  del  capi- 
tán Travelo. — Diversas  expediciones  contra  Mindanao,  Joló  y  Basi- 
lan. — Embajada  de  Süonga. — Proposiciones  del  gobernador. — Exi- 
gencias de  Buhisan. — Nuevo  enviado  de  Buhayen. — Piocura  Acuña 
dar  largas  al  asunto  con  motivo  de  su  expedición  á  las  Molucas. — 
Mando  de  D.  Juan  de  Silva.  —  Ida  del  capitán  Vega  á  Visayas  y  Ca- 
raga  en  persecución  de  moros. — Hostilidades  de  los  holandeses  con- 
tra Filipinas. — Los  malayo-mahometanos  tratan  de  aliarse  con  aqué- 
llos.—  Victoria  del  capitán  Flores  sobre  una  armadilla  joloana. — 
Salen  contra  estos  piratas  fuerzas  marítimas  de  Cebú  y  de  Cavite. — 
Nuevas  depredaciones-  de  los  joloanos  — Destruyen  los  astilleros  de 
Cavite  y  Camarines. — Cautiverios  que  realizan. — Establecimiento  de 
una  armadilla  de  joangas  en  Iloilo. 

En  Mayo  de  1602  se  hizo  cargo  del  mando  superior 
de  Filipinas  D.  Pedro  Bravo  de  Acuña,  caballero  del 
hábito  de  San  Juan,  y  gobernador  que  había  sido  de 
Cartagena  de  Indias. 

Deseoso  Acuña  de  refrenar  la  osadía  de  los  piratas, 
salió  en  persona  á  visitar  los  Presidio';  de  Pintados,  yen- 
do á  la  provincia  de  Iloilo,  tan  castigada  por  los  moros. 
Llevó  consigo  100  soldados  españoles  y  algunos  capita- 
nes valerosos,  en  una  galera  y  cinco  fragatas,  dejando 
ordenada,  á  su  salida  de  las  Visayas,  la  construcción  de 
una  fortaleza  en  Iloilo  y  otra  en  la  villa  de  Arévalo. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  I49 

Los  moros,  ensoberbecidos  con  sus  triunfos,  armaron 
en  las  costas  de  Mindanao  48  caracoas  de  gran  porte  y 
otras  muchas  embarcaciones  pequeñas,  con  cuya  escua- 
dra salieron  á  piratear,  infiriendo  daños  sin  cuento  por 
todas  partes,  dirigidos  personalmente  por  el  régulo  mo- 
ro Buhisan.  Un  buque  que  iba  de  Cebú  á  Manila  cayó 
en  su  poder,  y  en  él  apresaron  á  una  española,  10  espa- 
ñoles y  al  capitán  D.  Martín  de  Mendía.  En  Dulac  pren- 
dieron á  su  misionero  Fr.  Melchor  Hurtado,  quien  per- 
maneció cautivo  en  Mindanao  cerca  de  un  año.  En  Ca- 
libaya,  pueblo  situado  á  I25  kilómetros  de  Manila,  que- 
maron el  convento  é  iglesia  de  los  padres  franciscanos, 
y  por  poco  apresan  al  religioso  de  dicha  orden,  Fr.  Pe- 
dro Matías,  recién  electo  provincial,  que  en  la  actuali- 
dad practicaba  su  primera  visita  (0.  Hicieron  muchos 
cautivos,  apoderándose  de  cuantos  objetos  de  valor  ha- 
bía en  las  viviendas  de  los  indios,  y  hasta  se  llevaron 
las  campanas  de  las  iglesias.  Fueron  en  seguida  á  Ba- 
layan; pero,  rechazados  de  ese  punto,  se  trasladaron  á 
Mindoro,  distante  33  millas  de  aquel  lugar  y  60  de  Ma- 
nila. Incendiaron  el  pueblo;  hicieron  muchas  muertes; 
saquearon  la  iglesia  y  prendieron  al  canónigo  Corral, 
que  accidentalmente  desempeñaba  la  administración  de 
aquel  curato,  cautivando  multitud  de  personas  de  todos 
sexos  y  edades.  El  capitán  Mendía  ofreció  á  los  moros 
un  fuerte  rescate  por  los  principales  cautivos  si  le  per- 
mitían ir  á  Manila.  Accedieron  á  ello  bajo  ciertas  con- 
diciones; mas  así  que  llegó  á  Manila,  ordenó  el  gober- 
nador interino,  D.  Antonio  de  Rivero,  que  saliera  el  ca- 
pitán Gaspar  Pérez,  alcalde  de  Balayan,  en  busca  de 
los  piratas,  pero  no  lo  verificó  con  la  necesaria  brevedad 

(1)     Este  religioso  fué  después  obispo  (le  Camarines, 


150  HISTORIA    DE   LA    PIRATERÍA 

y  cuando  llegó  á  Mindoro  hacía  una  semana  que  habían 
partido  los  piratas,  cargados  de  despojos,  prosiguiendo 
en  su  seguimiento,  aunque  sin  darse  gran  prisa.  Los 
moros  se  internaron  en  una  isla  despoblada,  á  hacer  le- 
ña y  agua. 

El  gobernador  general,  á  su  vuelta  de  Visayas,  pasó 
muy  cerca  de  esta  isla,  con  grave  riesgo  de  ser  preso, 
si  los  moros  lo  hubiesen  descubrierto  y  atacado,  porque 
llevaba  fuerzas  muy  inferiores  á  las  de  aquéllos.  Por  un 
buque  de  indios  que  iba  huyendo  de  los  piratas,  supo 
que  los  moros  estaban  en  la  expresada  isla,  y  como  ha- 
lló al  capitán  Pérez,  que  regresaba  á  Manila,  le  ordenó 
continuara  la  persecución  de  los  mindanaos,  dándole  al- 
guna gente,  para  que  supiera  dónde  quedaban. 

Al  avistar  los  centinelas  de  los  piratas  al  enemigo, 
abandonaron  su  refugio,  arrojando  al  mar  algunos  efec- 
tos y  hasta  esclavos,  para  huir  con  más  celeridad.  Por 
la  pesadez  de  los  buques  españoles,  sólo  pudo  dicho 
capitán  dar  alcance  á  varias  caracoas  de  aquéllos,  con 
quienes  sostuvo  un  corto  combate,  en  que  murieron 
muchos  mindanaos,  echándoles  á  pique  cinco  de  sus  bar- 
cos y  cogiéndoles  dos,  pero  no  dio  caza  á  los  demás  y 
regresó  á  la  capital. 

Las  fuerzas  disponibles  eran  insuficientes  para  la 
eficaz  persecución  de  los  moros,  por  cuyo  motivo  se 
accedió  sin  dificultad  á  la  petición  del  capitán  Travelo 
de  armar  á  su  costa  5o  españoles  y  100  indios.  Con  esta 
gente  fué  á  caer  sobre  Marapón,  á  donde  los  piratas  es- 
taban repartiéndose  el  botín,  y  logró  dar  muerte  á  unos 
200,  apresando  á  90. 

A  pesar  de  tan  repetidas  expediciones  contra  Minda- 
nao,  Joló  y  Basilan,  en  las  cuales  sufrieron  los  piratas 
pérdidas   de  embarcaciones,  no  por  esto  se  conseguía 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  I5I 

tenerlos  á  raya,  ni  tampoco  evitar  los  males  horribles 
que  causaban  á  los  pueblos  de  las  provincias  perte- 
necientes á  España,  pues  sus  moradores,  aterrados, 
huían  á  los  montes  al  tener  noticia  de  la  proximidad  de 
los  piratas,  no  obstante  los  esfuerzos  de  los  frailes, 
quienes  daban  á  sus  feligreses  el  ejemplo  de  la  resisten- 
cia, siendo  los  primeros  en  empuñar  las  armas,  único 
medio  de  que  los  indios  se  sobrepusieran  al  pánico  te- 
rrible que  los  moros  les  inspiraban. 

Temeroso  Silonga  de  las  represalias  de  los  españo- 
les, con  motivo  de  las  piraterías  realizadas,  envió  á  uno 
de  sus  principales  dignatarios  en  compañía  del  alférez 
Cristóbal  Gómez  Miño,  su  cautivo,  á  negociar  un  con- 
venio de  paz  y  amistad  con  el  gobierno  de  Filipinas.  No 
desconocía  Acuña  la  falacia  de  los  malayo-mahometa- 
nos; pero  disimuló,  y  agasajando  al  enviado,  le  despachó 
con  cartas  para  el  régulo  de  Buhayen.  Recibió  éste  á 
los  embajadores  con  mucho  aparato,  mostrando  vivo 
placer  al  serle  entregados  los  pliegos  del  gobernador 
general.  Acuña,  en  su  carta,  decía  á  Silonga  que  man- 
tuviese su  territorio  por  España,  sin  ofender  á  la  gente 
de  la  isla  ni  á  las  otras  del  gobierno  de  Castilla,  y  acep- 
taba la  amistad  y  sumisión  al  Rey  ofrecida  por  los  mo- 
ros. Prevenía  á  éstos  que  depusieran  las  armas,  que  se 
abstuviesen  de  más  guerras,  y  que  cambiasen  sus  cau- 
tivos cristianos  por  los  prisioneros  moros  que  remaban 
en  las  galeras  españolas,  aconsejando  á  Silonga  despi- 
diese á  los  indígenas  de  Ternate  y  que  le  ayudara  con 
su  gente  y  embarcaciones  en  la  conquista  de  las  Molu- 
cas;  pretensiones  todas  perfectamente  irrealizables,  por- 
que además  de  no  ser  prácticas,  en  todo  pensaban  los 
moros  menos  en  cumplirlas. 

Exigió  Buhisan  por  el  rescate  del   P.  Hurtado  un 


152  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

falconete  que  perdiera  en  las  contiendas  anteriores,  y 
que  tenía  en  gran  estima,  ó  que  en  su  defecto  se  le  abo- 
nasen 400  taeles  de  oro.  Mantuvo  en  rehenes  cuatro 
españoles,  yendo  á  Manila  el  P.  Hurtado,  el  alférez 
Gómez  y  algunos  cautivos  visayas,  en  unión  de  un  her- 
mano del  príncipe  de  Talayan,  llamado  Nalungman, 
portador  de  los  cálices  y  ornamentos  que  los  piratas  ha- 
bían cogido  en  las  iglesias  de  los  pueblos  saqueados,  y 
de  dos  regalos,  uno  para  el  gobernador  general  y  otro 
para  el  arzobispo. 

Estaba  Acuña  sumamente  preocupado  con  los  prepa- 
rativos de  su  expedición  á  las  Molucas,  y  deseando  ga- 
nar tiempo  y  entretener  á  los  moros,  encargó  al  P.  Hur- 
tado volviese  á  su  cautiverio,  con  carácter  de  embaja- 
dor y  nuevas  cartas,  como  lo  hizo  en  Abril  de  i6o5. 
El  padre  misionero  permaneció  entre  los  moros,  muy 
bien  atendido  por  Silonga,  hasta  que  Acuña  regresó 
victorioso  de  Molucas  y  alcanzó  aquel  religioso  en  defi- 
nitiva su  libertad. 

En  Abril  de  i6og  tomó  posesión  del  alto  empleo  de 
gobernador  general  de  Filipinas  el  Sr.  D.  Juan  de 
Silva,  caballero  del  hábito  de  Santiago  y  distinguido 
oficial  de  los  tercios  de  Flandes,  de  donde  llevó  á  Ma- 
nila cinco  compañías  de  soldados  bizarros. 

Como  hombre  ducho  en  las  lides  de  la  guerra,  dedicó 
desde  los  primeros  momentos  atención  preferente  á  la 
represión  de  la  piratería,  no  concreta  en  su  tiempo  á 
los  malayo-mahometanos,  sino  agravada  por  la  pre- 
sencia en  aquellos  mares  de  corsarios  holandeses. 

Por  orden  de  Silva  sahó  el  capitán  D.  Juan  de  la 
Vega  con  18  caracoas,  tres  fragatas  y  otras  embarca- 
ciones menores  á  recorrer  las  provincias  de  Iloilo,  Cebú 
y  Ley  te,  con  el  fin  de  ahuyentar  de  sus  costas  á  los  pi- 


EN"   MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  1 53 

ratas  mindanaos.  Pasó  después  á  Caraga,  cuyos  indíge- 
nas venían  molestando  también  á  las  provincias  de  Vi- 
sayas  con  sus  excursiones  piráticas.  Sujetó  á  aquellos 
belicosos  indios,  y,  para  tenerlos  á  raya,  hizo  edificarla 
fortaleza  de  Tandag,  que  aún  existe,  donde  dejó  caño- 
nes y  una  guarnición  de  soldados  (i5og). 

En  Setiembre  de  1616,  el  almirante  holandés  J.  Spiel- 
berg,  con  diez  navios  de  gran  porte,  bombardeó  á  Iloi- 
lo,  siendo  rechazado,  al  verificar  el  desembarco,  por  el 
heroico  gobernador  de  la  provincia  D.  Diego  de  Qui- 
ñones, que  los  hizo  reembarcarse  con  pérdida  de  87 
muertos  y  100  heridos. 

Al  amparo  de  los  holandeses,  y  solicitados  por  éstos, 
acudió  á  la  parte  O.  una  escuadrilla  de  24  piraguas  tri- 
pulada por  joloanos.  El  capitán  Lázaro  Flores,  que  sa- 
lió á  su  encuentro  por  orden  de  Quiñones,  los  halló  en 
Punta  Potol,  puso  á  los  moros  en  dispersión,  echando  á 
pique  6  piraguas  y  rescatando  40  cautivos. 

Otra  armadilla  salió  de  Cebú:  sorprendió  á  8  cara- 
coas  piratas  en  el  estrecho  de  Tanhay,  entre  aquella 
isla  y  la  de  Negros.  Dos  quedaron  destruidas,  y  las  de- 
más huyeron  á  toda  prisa  imposibilitando  el  darles  caza. 

También  de  Cavite,  á  cuyas  aguas  llegaron  algunos 
buques  de  Joló  y  Mindanao  con  el  fin  de  reunirse  á  los 
holandeses,  salieron  dos  galeras  y  fracasó  el  intento, 
con  pérdida  de  embarcaciones  piratas. 

Prevalidos  de  la  impunidad  en  que  se  les  dejaba,  por 
causa  de  distraer  los  holandeses  las  fuerzas  marítimas 
del  Archipiélago,  cometieron  los  joloanos,  por  esta 
época,  depredaciones  sin  cuento.  En  Octubre  de  dicho 
año  su  osadía  llegó  á  tal  punto,  que  incendiaron  los  as- 
tilleros situados  en  las  inmediaciones  de  Cavite,  destru- 
yendo además  el  de  Pantao,  en  Camarines,  á  pesar  de 


154  HISTORIA    DE   LA   PIRATERÍA 

estar  guarnecido  y  artillado.  Quemaron  3  buques  y  las 
dependencias  de  la  maestranza,  cuyas  pérdidas  se  va- 
luaron en  un  millón  de  pesos;  mataron  á  los  capitanes 
Arias  Girón  y  Juan  Pimentel,  é  hicieron  muchos  cau- 
tivos, contándose  entre  ellos  los  religiosos  franciscanos 
Fr.  Domingo  de  los  Mártires  y  Fr.  Alonso  de  la  Sole- 
dad, cuyo  rescate  les  valió  crecidas  sumas. 

A  consecuencia  de  tan  vandálico  atentado,  se  dispu- 
so la  construcción  de  una  armadilla  de  joangas,  esta- 
cionándola en  Iloilo. 


CAPITULO  IV. 

Gobierno  de  D.  Fernando  de  Silva. — Los  piratas  camucones. — Sus  fe- 
ciiorías. — Sale  contra  ellos  la  armadilla  de  lloilo. —  Gobierno  de  Ni- 
ño de  Tabora. — Expediciones  á  Joló  de  Lugo  y  Olaso. — Embajada 
del  sultán  de  Mindanao. — Correrías  de  los  moros  por  Visayas. — Ex- 
pedición de  Tousiño  á  Joló. — Rebelión  de  los  caragas. — Sus  tropelías 
y  su  castigo. — Interinidad  de  Cerezo  de  Salamanca. — Osadía  de  los 
piratas  de  Mindanao  y  Joló. — Sus  depredaciones  por  Luzón  y  Visa- 
yas.— Quejas  de  los  religiosos. — Establecimiento  de  un  presidio  en 
Zamboanga. —  Oposición  que  motiva. — Esfuerzos  de  los  jesuitas  en 
su  favor.  —  Expedición  del  capitán  Chaves  para  establecerlo. — Go- 
bierno de  Hurtado  de  Corcuera. — Intrigas  en  contra  del  presidio  de 
Zamboanga. — Triunfo  de  los  jesuitas. — Vandálicas  correrías  de  los 
moros  por  Calamianes,  Mindoro  y  otros  puntos. — Brillante  victoria 
de  los  españoles  contra  ellos  en  Punta  de  Flechas. — Correrías  de  lo.s 
camucones. — Sus  vicisitudes. 

En  Junio  de  i625  entró  á  ejercer  el  gobierno  de  Fi- 
lipinas D.  Fernando  de  Silva,  nombrado  con  el  carác- 
ter de  interino  por  el  marqués  de  Cerralbo,  virre}'  de 
Nueva  España.  Era  Silva  caballero  del  hábito  de  San- 
tiago y  había  sido  embajador  de  España  en  Persia. 

El  9  de  Noviembre  del  mismo  año  fué  saqueado  el 
pueblo  de  Catbalogan,  capital  de  la  provincia  de  Samar^ 
por  unos  crueles  piratas  llamados  camucones,  habitantes 
de  las  islas  próximas  á  Borneo.  Lleváronse  infinidad  de 
objetos  de  las  iglesias  y  de  las  casas,  y  á  más  40  perso- 
nas cautivas,  después  de  dar  muerte  á  20  entre  ancia- 
nos, mujeres  y  niños.  Iguales  violencias  cometieron  en 


156  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

otros  pueblos,  y  á  su  regreso  apresaron,  cerca  de  la  isla 
de  Marinduque,  á  un  barco  en  que  iba  de  pasajero  el 
padre  jesuita  Juan  de  las  Misas,  al  que  despedazaron, 
llevándose  el  cráneo  como  trofeo. 

La  armadilla  de  Iloilo  y  algunos  esforzados  indíge- 
nas del  pueblo  de  Otón,  de  dicha  provincia,  salieron 
con  sus  baratos  en  persecución  de  los  camuconcs,  yendo 
hasta  sus  propias  madrigueras.  Incendiaron  un  pueblo 
y  redujeron  á  prisión  al  pandita  (sacerdote)  de  su  secta, 
con  sus  6  mujeres  y  un  sin  número  de  hijos. 

En  Junio  de  1626  fué  sustituido  Silva  por  el  electo 
gobernador  en  propiedad  D.  Juan  Niño  de  Tabora,  ca- 
ballero del  hábito  de  Calatrava  y  comendador  de  Puer- 
tollano,  el  cual  llevó  á  Manila  600  hombres  de  guerra, 
procedentes  del  ejército  de  Flandes. 

El  alcalde  de  Cebú,  D.  Cristóbal  de  Lugo,  hizo 
en  1627  U"^  excursión  á  Joló,  al  frente  de  100  españo- 
les y  1. 000  indios.  Desembarcados  en  las  inmediacio- 
nes de  aquel  puerto,  y  vadeando  un  río  con  el  agua  has- 
ta la  cintura,  se  apoderaron  en  la  capital  de  armas,  pól- 
vora, azufre  y  del  estandarte  real;  destruyó  varios  se- 
pulcros y  entre  ellos  el  del  sultán,  que  era  magnífico; 
incendiaron  sobre  60  joangas,  el  caserío  y  las  semente- 
ras de  arroz,  y  dieron  libertad  á  muchos  cautivos,  no 
sin  que  en  la  defensa  dejara  de  haber  muertos  3^  prisio- 
neros de  parte  de  los  joloanos,  sobrecogidos  por  tan 
rudo  ataque. 

Además  apresaron  sobre  100  embarcaciones,  y  lo 
mismo  hicieron  en  Basilan,  cuyos  insulares,  capitanea- 
nos  por  su  régulo  Sapay,  auxiliaban  en  sus  correrías  á 
los  joloanos.  Estos,  sin  embargo,  repitieron  sus  ataques, 
y  el  maestre  de  campo  D.  Lorenzo  de  Olaso,  por  orden 
del  gobernador  general  de  las  islas,  salió  en  1628  para 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  I57 

Joló,  al  frente  de  35o  españoles  y  2.000  indios,  distri- 
buidos en  70  embarcaciones.  Llevaba  el  mandato  de  apo- 
derarse de  Joló,  Verificado  el  desembarco,  cubriéronse 
las  playas  de  innumerable  multitud  de  moros,  que  de- 
fendían valerosamente  el  terreno.  Los  españoles  ataca- 
ban con  impetuosidad,  haciendo  replegarse  á  los  joloa- 
nos,  en  cuyo  seguimiento  llegaron  hasta  el  pie  de  sus 
fortificaciones.  Olaso,  con  valor  temerario,  se  adelantó 
al  asalto;  pero  cercado  de  gran  número  de  moros,  cayó 
herido,  malográndose  así  el  éxito  de  la  expedición.  Sus 
tropas  desistieron  del  asalto,  reembarcándose  con  los 
heridos.  Recorrieron  las  costas  vecinas,  donde  dieron 
muerte  á  unos  40  moros  y  libertaron  á  algunos  cauti- 
vos. Olaso,  ya  restablecido,  celebró  un  tratado  de  paz 
con  el  régulo  de  Mindanao  y  regresó  á  Manila.  Esta 
expedición,  como  se  ve,  fué  de  escasos  resultados. 

En  1627  el  sultán  de  Mindanao,  Corralat,  mandó 
una  embajada  á  Manila,  muy  importante,  y  que  no  se 
utilizó,  ofreciendo  sitio  en  sus  dominios  donde  poder 
fundar  un  presidio  ó  fortaleza  y  guarnicióp,  autorizando 
predicar  la  ley  cristiana,  y  á  sus  vasallos  el  que  se  bau- 
tizasen siempre  que  en  ello  no  se  les  hiciere  violencia. 

En  el  citado  año  de  1629  los  insolentes  joloanos  y 
camucones  infestaron  las  Visayas  con  sus  correrías.  En 
Capul,  en  Palapag  y  en  todo  Samar,  en  Paranas  (Ley- 
te),  Baclayon,  Dagami  y  otros  puntos,  sus  atropellos 
fueron  horribles.  Huyeron  los  indios  al  monte  con  los 
religiosos,  algunos  de  los  cuales  iban  revestidos,  por 
hallarse  diciendo  misa,  abandonando  al  saco  de  los 
moros,  cálices,  patenas,  ornamentos  y  cuanto  en  sus 
iglesias  había  (1). 

(1)     P.  Murillo  Velarclc:  Historia  de  la  provincia  de  Filipinas,  1749- 


I5S  HISTORIA    DR    LA    PIRATERÍA 

Capitaneaba  á  los  moros  el  datto  Achén.  Este  afa- 
mado pirata  prendió  en  Calamianes  al  fraile  recoleto 
Fr.  Juan  de  San  Antonio,  teniéndolo  cuatro  años  cau- 
tivo en  Joló,  donde  murió.  Al  religioso  de  la  misma 
orden  Fr.  Francisco  de  Santa  Mónica,  párroco  de  Di- 
vait,  atravesaron  con  sus  lanzas,  hallándose  en  el  coro. 

Obtenido  rico  botín  de  esta  expedición,  regresaron  los 
crueles  piratas  á  sus  islas. 

En  1 63o  partió  otra  expedición  contra  Joló,  dirigida 
por  el  sargento  mayor  D.  Pedro  Tousiño,  cabo  de  Da- 
pitan,  destruyendo  á  los  moros  7  grandes  joangas  y  33 
embarcaciones  menores.  A  su  paso  por  Zamboanga  y 
Basilan,  fué  bien  recibido. 

Hacia  1629  principió  á  encenderse  el  espíritu  de  la 
rebelión  entre  los  indígenas  de  Caraga.  Era  jefe  de  la 
fuerza  de  Tandag  el  capitán  D.  Pedro  Bautista,  quien 
con  su  poco  tacto  dio  lugar  á  quejas  por  parte  de  los 
indios.  Explotó  sagazmente  este  descontento  el  sultán 
de  Mindanao,  Cachil  Corralat,  y  en  la  primera  ocasión 
manifestóse  el  efecto  de  sus  intrigas. 

El  4  de  Julio  de  i63i  salió  Bautista  de  la  Fuerza 
con  diez  embarcaciones  tripuladas  por  los  indios  más 
caracterizados  de  la  localidad,  con  sus  servidores,  yen- 
do por  jefe  de  cada  una  de  aquéllas  un  soldado  espa- 
ñol. Llegados  á  Bapangao  hicieron  i5  cautivos,  de  los 
cuales  puso  siete  en  libertad  uno  de  los  jefes  indios  lla- 
mado Dumblag.  Quiso  castigarlo  el  capitán,  se  le  rebe- 
ló aquél,  lo  puso  en  prisión  y  le  formó  proceso.  Valin- 
tos,  pariente  de  Dumblag,  en  venganza,  mató  por  sor- 
presa al  capitán,  y  los  parciales  del  asesino  alancearon 
á  los  españoles  que  estaban  desprevenidos,  sin  perdonar 
al  padre  agustino,  Fr.  Jacinto  de  Jesús  María,  que  les 
acompañaba.  La  insurrección  se  hizo  general,  capita- 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y   BORNEO  159 

neada  por  el  temido  cacique  Mangabo.  En  el  pueblo  de 
Tandag  dieron  muerte  á  los  PP.  Alonso  de  San  José 
y  Fr.  Juan  de  Santo  Tomás,  quemando  su  morada 
después  de  saquearla.  Mataron  también  al  religioso  del 
pueblo  de  Surigao,  y  en  el  de  Bacuag  á  tres  españoles, 
capitulando  con  el  P.  Fr.  Lorenzo  de  San  Facundo  y 
un  lego  que  les  hicieron  frente.  Conducidos  el  religioso 
y  el  lego  á  presencia  de  Mangabo,  éste  se  opuso  á  que 
fueran  alanceados  como  querían  los  indios,  y  permitió 
al  P.  Lorenzo  que  pasara  á  curarse  al  fuerte  español, 
con  el  sagaz  intento  de  que  se  le  tuviera  en  cuenta  su 
generosidad,  si  las  alternativas  de  la  guerra  le  eran  ad- 
versas. 

Valintos  fué  á  Butuan  con  cartas  de  Corralat  en  que 
aconsejaba  la  insurrección;  pero  los  indígenas  de  este 
leal  pueblo  se  negaron  á  secundar  sus  planes. 

Los  españoles  encerrados  en  el  fuerte  de  Tandag  no- 
ticiaron á  Cebú  lo  ocurrido,  pidiendo  auxilios.  Llevó- 
selos  el  capitán  D.  Juan  de  Chaves;  mas  no  atrevién- 
dose á  tomar  la  ofensiva  por  considerarlos  insuficien- 
tes, entretuvo  á  los  sublevados  con  negociaciones  de 
paz.  Llegó  en  esto  mayor  socorro  de  Manila,  y  se  pro- 
cedió al  castigo  de  los  motores  del  levantamiento,  sien- 
do indultado  Mangabo,  por  intercesión  de  los  religio- 
sos, lográndose  en  breve  la  pacificación  de  la  co- 
marca. 

El  virrey  de  Nueva  España  proveyó  interinamente  el 
gobierno  de  Filipinas  en  D.  Juan  Cerezo  de  Salaman- 
ca, quien  se  hizo  cargo  de  su  destino  á  mediados 
de  i633. 

Su  mando  fué  en  un  principio  pacifico;  pero  en  1634 
la  osadía  de  los  piratas  malayo-mahometanos  de  Min- 
danao  y  Joló  llegó  hasta  el  punto  de  saquear  la  cabece- 


1 6o  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

ra  de  Tayabas  (Luzón),  cuyo  alcalde  mayor  prendieron, 
matando  á  varios  religiosos  y  á  muchos  indígenas.  Ma- 
yores vejaciones  cometieron  aún  en  Visayas.  En  la  isla 
de  Leyte  robaron  y  quemaron  los  pueblos  de  Sogod, 
Cabalian,  Canamucan,  Ormoc  y  Baybay,  pereciendo 
muchos  indios  en  la  defensa  de  sus  pueblos.  En  Ormoc 
sufrió  cruel  muerte  el  padre  jesuíta  Juan  del  Carpió, 
cuyo  cadáver  mutilaron  horriblemente  (3  de  Diciem- 
bre). Concurrieron  al  asalto  de  este  pueblo  i8  caracoas 
con  más  de  i.5oo  moros,  yendo  otras  cuatro  á  Baybay, 
donde  también  causaron  grandes  daños,  asi  como  en 
Malabohoc  é  Inabangan  (Cebú). 

Para  contenerlos  un  tanto  salió  de  Iloilo  un  cham- 
pan bien  artillado,  el  cual  dio  caza  á  dos  caracoas  pi- 
ratas. 

Con  las  tropelías  de  los  moros,  el  temor  y  la  alarma 
en  Visayas  era  extraordinaria.  Representaron  contra 
semejante  estado  de  cosas  todos  los  religiosos  de  los 
pueblos  amenazados,  distinguiéndose  principalmente 
los  jesuítas,  y  entre  éstos  los  PP.  Pedro  Gutiérrez  y 
Diego  Patino;  y  conociendo  el  gobernador  general  la 
necesidad  de  vigilar  de  cerca  á  los  atrevidos  piratas,  de- 
cretó el  establecimiento  de  un  presidio  y  fortaleza  en 
Zamboanga,  y  que  para  ayuda  de  gastos  contribuyera 
cada  tributo  de  Visayas  con  una  ganta  de  arroz  (i). 

Este  acuerdo  fué  muy  combatido  por  parte  de  las  co- 
munidades de  regulares,  celosas  de  la  preponderancia 
que  los  padres  de  la  Compañía  de  Jesús  iba  adquiriendo 
en  las  islas.  A  pesar  de  ello  y  del  parecer  contrario  de 
las  personas  más  caracterizadas  de  Manila,  el  goberna- 


(l)     Esta  contribución  se  hizo  extensiva  después  á  todas  las  pro- 
vincias con  el  título  de  «donativo  de  Zamboanga.» 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    V    BORNEO  l6l 

dor  general  encomendó  la  ejecución  de  aquella  medida 
al  capitán  Juan  de  Chaves,  quien  se  trasladó  á  Mindanao 
desde  Cebú  á  últimos  de  Marzo  de  i635  con  3oo  espa- 
ñoles y  1. 000  indios  de  Visayas.  El  6  de  Abril  siguien- 
te llegaron  á  Zamboanga.  Dispuso  Chaves  que  el  ca- 
pitán Diego  Morales  de  Becerra,  seguido  de  su  compa- 
ñía, reconociera  la  playa  y  pueblos  de  los  moros,  y  así 
lo  hizo,  quemando  sus  casas  y  desalojándolos  de  los 
puntos  que  ocupaban.  El  23  de  Junio  se  comenzó  á  edi- 
ficar una  fortaleza,  bajo  la  dirección  y  con  arreglo  á  los 
planos  levantados  por  el  inteligente  padre  jesuíta  Mel- 
chor de  Vera.  Concluyóse  la  obra  con  brevedad  suma, 
sin  omitir  ninguna  de  las  reglas  del  arte.  Para  dotarla 
de  agua,  abrieron  una  zanja  desde  un  río  distante,  cuyo 
canal  fertiliza  extensa  campiña,  pasa  inmediata  á  la 
fortaleza  y  desagua  en  el  mar. 

El  25  de  Junio  del  citado  año  i635  tomó  posesión  del 
gobierno  general  de  Filipinas  D.  Sebastián  Hurtado  de 
Corcuera,  natural  de  las  montañas  de  Burgos,  caba- 
llero del  hábito  de  Alcántara  y  ex-gobernador  de  Pa- 
namá. 

Los  enemigos  de  la  fundación  del  presidio  de  Zam- 
boanga se  apresuraron  á  ponderar  al  nuevo  gobernador 
los  inconvenientes  y  perjuicios  de  su  sostenimiento,  á 
fin  de  que  decretara  su  abandono;  pero  los  jesuítas,  que 
ejercían  gran  ascendiente  sobre  Hurtado  de  Corcuera, 
lograron  una  completa  victoria,  y  el  presidio  subsistió, 
con  gran  disgusto  de  los  impugnadores,  resentidos  al 
ver  la  jactancia  de  los  jesuítas  por  su  ensalzado  triunfo. 

Mientras  la  capital  de  Filipinas  ardía  en  guerras  in- 
testinas y  los  jesuítas  pleiteaban  contra  el  Arzobispo, 
apoyados  por  el  gobernador,  haciéndose  horrible  guerra 
frailes,  jesuítas  y  clérigos,  los  piratas  malayo-maho- 

II 


102  HISTORIA    DE    LA   PIRATERÍA 

metanos  asolaban  las  provincias  limítrofes  á  sus  islas 
bajo  las  órdenes  del  feroz  Tagal,  hermano  del  sultán 
de  Mindanao.  En  Cuyo  prendieron  al  corregidor  Don 
Diego  de  Alabes  y  al  religioso  Fr.  Francisco  de  Je- 
sús María,  después  de  saquear  el  pueblo  y  profanar 
los  cálices  en  la  misma  iglesia;  en  Culiong  aconteció 
otro  tanto,  apoderándose  de  su  ministro  Fr.  Alonso  de 
San  Agustín,  y  por  las  inmediaciones  de  dicha  isla 
prendieron  al  P.  Fr.  Juan  de  San  Nicolás,  que  en  vano 
trató  de  ocultarse. 

Pasó  Tagal  á  Mindoro,  y  hubo  en  varios  pueblos 
los  consiguientes  robos  y  cautiverios.  En  esta  isla  dejó 
á  D.  Diego  de  Alabes  con  objeto  de  que  buscara  en 
Manila  el  importe  del  rescate  suyo  y  de  los  tres  religio- 
sos recoletos,  á  razón  de  2.000  pesos  y  3o  taeles  de 
oro  por  cada  persona.  A  poco  de  llegar  á  la  capital 
murió  Alabes  de  resultas  del  susto  y  de  los  trabajos  su- 
fridos. 

Llenas  las  embarcaciones  piratas  de  despojos,  y  te- 
niendo á  su  bordo  sobre  65o  cautivos,  resolvieron  los 
moros  regresar  á  sus  madrigueras  satisfechos  de  las  te- 
rribles hazañas  realizadas. 

Un  lútao  (O,  llamado  Iba,  enteró  al  gobernador  del 
presidio  de  Zamboanga,  D.  Bartolomé  Díaz  Barrera,  de 
que  Tagal  volvía  de  su  referida  excursión  con  abundan- 
te botín.  Barrera  dispuso  que  el  sargento  mayor,  D.  Ni- 
colás González,  saliera  con  el  capitán  Sebastián  de 
Catzelú  y  seis  caracoas  para  cortar  la  retirada  á  los 

(1)  Lt'dao:  hombre  flotante.  Los  moros  habitan  á  orillas  de  los  ríos 
y  lagunas  ó  en  las  costas,  en  casas  levantadas  sobre  pilotes  enclavados 
dentro  del  agua.  Son  excelentes  nadadores:  el  mar  parece  su  propio  ele- 
mento. 

Los  lútaos  establecidos  en  Zamboanga  descendían  de  moros. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  1 63 

moros,  llevando  por  piloto  á  Iba.  Éste  los  condujo  al 
sitio  conocido  por  Punta  de  Flechas,  hacia  la  costa  S. 
de  Mindanao,  120  millas  de  Zamboanga.  «Creen  los  mo- 
ros que  en  este  lugar  reside  una  gran  deidad  de  la  gue- 
rra, que  tiene  por  grato  sacrificio  que  le  ofrezcan  fle- 
chas, y  ésta  es  la  causa  que  al  salir  armada  y  al  volver 
reconocen  esta  punta  disparando  muchas  flechas  en 
honra  del  Divata  ó  ídolo  que  allí  adoran»  (0.  Los  pira- 
tas fueron  á  practicar  su  supersticiosa  ceremonia  en  de- 
manda de  permiso  al  genio  del  mal  que  allí  habita.  Sor- 
prendidos á  su  llegada,  embistiéronse  cristianos  y  mo- 
ros con  el  ardor  propio  de  encarnizados  enemigos,  y  al 
cabo  de  un  largo  combate,  amarrados  barco  con  barco, 
logró  el  mayor  González  dar  muerte  á  Tagal,  apresan- 
do el  buque  de  su  mando  y  cuatro  caracoas  más.  Re- 
cuperó las  alhajas,  ornamentos  de  iglesia  y  demás  des- 
pojos del  saqueo,  y  halló  6.000  pesos  en  la  papelera  del 
caudillo  pirata.  Murieron  en  la  refriega  3oo  moros,  en- 
tre ellos  un  hermano  de  Tagal.  Otros  3oo  quedaron 
prisioneros,  y  dio  libertad  á  i32  infelices  cautivos.  Igual 
número  perdieron  la  vida,  durante  la  acción,  por  las  ba- 
las de  los  nuestros.  La  caracoa  en  que  llevaban  mania- 
tados dos  frailes  recoletos  y  multitud  de  cautivos,  huyó 
sin  que  pudiera  ser  alcanzada. 

El  P.  de  Cuyo,  que  iba  en  la  capitana  de  Tagal, 
fué  herido  por  las  balas  de  los  españoles,  y  de  resultas 
de  sus  heridas  murió  en  brazos  del  mayor  González. 

En  el  expresado  año  de  i636  los  camucones  cautiva- 
ron en  Ibabao  más  de  100  personas. 

( 1 )  Carta  del  P.  Alejandro  López,  rector  del  Colegio  de  la  Compa- 
ñía de  Jesús,  de  Cavite,  dirigida  á  los  PP.  Diego  de  Bobadilla  y  Simón 
Costa,  procuradores  de  la  provincia  de  Filipinas,  á  la  sazón  en  camino 
para  Roma.  Fechada  en  Cavite  á  15  de  Setiembre  de  1637. 


164  HISTORIA  DE   LA   PIRATERÍA 

Perseguidos  por  el  capitán  Mena,  á  quien  acompaña- 
ban seis  frailes  franciscanos,  vararon  en  Capul  siete  ca- 
racoas,  recobrando  la  libertad  muchos  cautivos,  con 
muerte  de  varios  camucones.  Otra  escuadrilla  de  estos 
piratas  cautivó  en  Bagahun  bastantes  indios. 

Alcanzados  en  aguas  de  Cebú,  sufrieron  algunas 
bajas. 

En  Panay  arrojó  un  temporal  tres  caracoas  á  la  cos- 
ta, quedando  prisioneros  los  piratas  que  salvaron  del . 
mar.  En  Calamianes  se  les  cogieron  dos  caracoas,  con 
20  cautivos.  Ya  próximos  á  Borneo,  lucharon  con 
3o  caracoas  de  joloanos,  enemigos  suyos  á  la  sazón, 
cogiéndoles  éstos  sus  i5  buques,  en  que  iban  i5o  ca- 
mucones y  100  indígenas  filipinos. 

En  Zamboanga  desembarcaron  á  los  filipinos  cauti- 
vos mediante  un  módico  rescate  (O. 

(1)     Caita  del  P.  Alejandro  López. 


CAPITULO  V. 


Alarma  del  Gobierno  por  la  incesante  guerra  de  los  piratas  moros. — 
Resuelve  Hurtado  de  Corcuera  la  conquista  de  Mindanao  y  JoIó. — 
Parte  para  Zamboanga. — Su  religiosidad  durante  la  navegación. — 
Aprestos  militares  en  Zamboanga. — Sale  contra  el  sultán  de  Minda- 
nao Corralat. — Supersticiones  y  exorcismos  en  Punta  de  Flechas. — 
Descubre  á  Lamitan,  corte  de  Corralat. — Desembarco  del  general  y 
parte  de  sus  tropas. — Rápida  marcha. — Escasa  defensa  de  los  min- 
danaos. — Su  huida.— Toma  de  Lamitan. — Refúgianse  los  moros  en 
un  alto  cerro  fortificado. — Ordena  el  general  un  reconocimiento.— 
Insuperable  dificultad  del  terreno. — Ataque  de  la  vanguardia. — No- 
table defensa  de  los  mahometanos. — Inútil  empeño  de  las  tropas. — 
Acude  Corcuera,  reprende  el  empeño  y  toca  retirada. — Celebran  los 
moros  su  triunfo. — Ordena  Corcuera  el  ataque  por  distinto  sitio. — 
Rápida  marcha  del  mayor  González. — Asombro  de  los  moros. — Bri- 
llante ataque  de  los  españoles. — Derrota  y  huida  de  los  mindanaos. 
— Conquista  del  Cerro. — Despojos  que  hallan. — Es  arrasada  la  for- 
taleza y  el  caserío. — Despacha  el  general  un  emisario  al  rey  de  Bu- 
hayen  exigiéndole  su  sumisión. — Regresa  Corcuera  á  Zamboanga. — 
Sumisión  del  rey  de  Buhayen. — ídem  del  régulo  de  Basilan. — Dis- 
posiciones de  Corcuera. — Regresa  á  Manila. 

Los  piratas  malayo-mahometanos  del  sur  de  Filipi- 
nas, á  pesar  de  sus  derrotas,  repetían  anualmente  sus 
vandálicas  excursiones,  corriendo  á  sangre  y  fuego  las 
poblaciones  sometidas  al  dominio  español.  Las  autori- 
dades de  Manila  llegaron  á  preocuparse  seriamente  con 
tan  incesante  y  porfiada  guerra. 

El  Arzobispo  metropolitano  había  expuesto  al  Rey 
los  males  que  sufrían  los  indios  con  las  invasiones  de 


1 66  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

los  piratas,  calculando  que  en  un  período  de  treinta  años 
no  bajaban  de  20.000  las  personas  cautivadas.  El  Go- 
bierno de  la  nación,  justamente  alarmado,  ordenó  que  á 
todo  trance  se  pusiera  fin  á  semejante  estado  de  cosas. 

Resuelto  D.  Sebastián  Hurtado  de  Corcuera  á  con- 
cluir de  una  vez  con  los  audaces  piratas,  decidió  reali- 
zar la  conquista  de  Mindanao  y  Joló,  única  forma  de 
obtener  resultados  positivos,  puesto  que  el  sistema  has- 
ta entonces  practicado  de  expediciones  aisladas  había 
sido  de  tan  escaso  éxito. 

Dispuso  el  general  Corcuera  con  laudable  actividad 
los  aprestos  necesarios,  y  el  2  de  Febrero  de  1637  par- 
tió para  Zamboanga. 

Llevaba  consigo  cuatro  compañías  de  soldados  espa- 
ñoles, tres  de  marinos  y  un  buen  número  de  indios  vi- 
sayas  y  pampangos. 

Iban  en  la  capitana  con  el  gobernador  general  su 
confesor  el  P.  Juan  Barrios  y  el  célebre  P.  Marcelo 
Francisco  Mastrilli,  ambos  jesuítas.  «Se  decía  misa,  y 
rezaban  todos  los  días  á  coros  con  el  gobernador  el  ofi- 
cio mayor,  y  el  de  Nuestra  Señora,  y  maitines  de  di- 
funtos. Por  la  tarde  vísperas  y  maitines  del  día  siguien- 
te, y  los  de  Nuestra  Señora;  al  anochecer  la  Salve,  con 
letanía  pública. 

»Luego  se  rezaban  las  ánimas,  y  por  remate  se  con- 
taba un  ejemplo;  de  suerte  que  parecía  la  embarcación 
un  monasterio  muy  observante  (0.» 

(1)     Combes.— Murillo  Velarde. 

No  deja  de  contrastar  este  celo  religioso  del  gobernador  general  de  Fi- 
lipinas con  su  conducta  verdaderamente  atea  contra  el  Arzobispo  de 
Manila,  á  causa  de  las  tremendas  luchas  habidas  entre  éste  y  los  padres 
de  la  Compañía  de  Jesús.  Esto  sólo  prueba  el  gran  dominio  que  sobre 
él  ejercían  los  jesuitas. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  167 

El  22  llegó  Corcuera  á  Zamboanga.  En  esta  plaza  se 
le  unieron  tres  compañías  más  de  españoles,  formando 
un  total  de  760  peninsulares.  También  tomó  cuatro  pie- 
zas de  artillería  de  montaña.  Terminados  sus  prepara- 
tivos, dio  orden  de  marchar  contra  el  sultán  de  Minda- 
nao.  Verificóse  el  embarque  el  3  de  Marzo,  saliendo  en 
este  día  los  champanes  y  al  siguiente  las  caracoas  con  el 
general  gobernador.  Al  llegar  á  Punta  de  Flechas  los 
vientos  y  el  estado  del  mar  dificultaban  la  navegación, 
achacando  esto  los  supersticiosos  indígenas  á  la  protec- 
ción que  el  genio  del  mal  dispensaba  á  los  moros.  El 
P.  Marcelo  Mastrilli,  capellán  superior  de  la  escuadra, 
conjuró  con  exorcismos  el  sitio  tenido  por  encantado; 
dijo  misa;  quitó  las  flechas  por  allí  clavadas,  y  con  es- 
tas diligencias  se  decidió  la  armada  á  doblar  la  punta, 
consiguiéndolo  al  cabo  con  bastante  trabajo  (O. 

Adelantóse  con  cuatro  caracoas  el  general  Corcuera, 
y  el  i3  llegó  al  río  grande  de  Mindanao,  llamado  en- 
tonces río  Corralat,  en  honor  del  sultán  reinante.  El  14 
descubrió  hacia  su  margen  izquierda  la  importante  po- 
blación de  Lamitan,  residencia  de  Corralat.  Hallábase 
fortificada  y  defendida  por  2.000  hombres  de  pelea. 

El  general  en  jefe  arengó  á  sus  tropas,  ponderando 
los  ultrajes  que  incesantemente  inferían  aquellos  bár- 
baros mahometanos  á  las  poblaciones  hispano-filipi- 
nas  y  á  los  templos  cristianos.  Aprovechando  el  ardor 
bélico  de  su  gente  desembarcó  con  70  españoles,  lle- 
vando á  vanguardia  dos  piezas  de  campaña.  Dos  cami- 
nos se  le  presentaban  para  llegar  á  Lamitan;  pero  hizo 

(1)  Para  que  pasara  la  capitana,  según  el  P.  Concepción,  siguiendo 
á  los  padres  jesuítas  Combes  y  Murillo  Vclarde,  "recurrió  el  P.  Mastrilli 
á  los  exorcismos,  y  echando  al  mar  algunas  reliquias,  se  vencieron  tales 
impedimentos,  rt 


l68  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

SU  buena  estrella  que  siguiese  el  que  parecía  más  abrup- 
to, pues  de  haber  tomado  el  más  llano  hubiera  caído  en 
una  terrible  emboscada.  Penosa  fué  la  marcha  por  te- 
ner que  vadear  multitud  de  veces  uno  de  los  brazos  del 
río,  siendo  siempre  Corcuera  el  primero  en  lanzarse  al 
vado.  En  uno  de  sus  recodos  le  asaltaron  de  improviso 
cuatro  moros;  mas  él,  arremetiéndoles  con  gran  valor, 
los  hizo  huir  heridos.  Otro  famoso  moro,  que  acometió 
al  capitán  Ugalde,  fué  rechazado  por  éste  y  muerto  por 
el  ayudante  Olazeran. 

Redoblando  la  marcha,  cayeron  sobre  la  población 
de  Lamitan,  con  gran  pavor  de  los  moros,  por  tan  rápido 
como  inesperado  ataque.  Sobrecogidos  y  turbados,  su 
resistencia  fué  escasa,  huyendo  atropelladamente  en  pos 
del  menguado  Corralat,  que,  temeroso  de  caer  en  ma- 
nos de  los  españoles,  se  enlodó  la  cara  para  no  ser  co- 
nocido. 

Corcuera  halló  en  Lamitan  ocho  cañones  de  bronce, 
27  versos  (especie  de  culebrinas  de  poco  calibre),  va- 
rios pinzotes,  100  arcabuces  y  mosquetes  y  muchas  ar- 
mas blancas. 

Mandó  ahorcar  á  72  moros,  quemar  16  pueblecillos, 
destruir  100  embarcaciones  de  todas  clases  y  que  tala- 
ran los  campos,  para  que  de  este  modo  les  fuese  más 
sensible  el  escarmiento. 

Corralat  habíase  refugiado  con  su  gente  en  un  alto 
cerro  llamado  Ilihan  (fuerte  por  naturaleza),  conside- 
rado como  inaccesible  é  inexpugnable,  tanto  por  su  mag- 
nífica situación,  como  por  estar  cerrado  por  todas  par- 
tes con  baluartes  y  guarnecido  por  multitud  aguerrida 
y  fiera, 

Corcuera  decidió  la  toma  del  cerro.  Dividió  sus  fuer- 
zas en  dos  columnas,  la  una  al  mando  del  sargento  ma- 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  163 

yor  González,  con  los  capitanes  Gástelo  y  Becerra,  40 
españoles  y  iio  indígenas  de  la  Pampanga  y  de  Gara- 
ga,  y  él  se  puso  al  frente  de  la  otra  con  el  resto  de  las 
fuerzas.  El  17  emprendió  esta  columna  silenciosa  y  or- 
denada marcha  por  un  estrecho  y  áspero  sendero,  has- 
ta donde  la  dificultad  del  terreno  aconsejó  al  general 
•detenerse  para  practicar  un  reconocimiento.  Iban  tan 
enardecidos  por  el  afán  de  gloria  los  de  la  vanguardia, 
que,  en  vez  de  limitarse  á  cumplir  las  órdenes  recibidas, 
prosiguen  por  el  empinado  cerro  con  más  impaciencia 
y  ardor  que  cordura,  viéndose  precisados,  en  un  sitio  en 
que  la  subida  era  extraordinariamente  áspera,  á  soste- 
nerse en  las  quebraduras  de  los  peñascos  y  asirse  de  las 
raíces,  llevando  los  arcabuces  suspendidos  de  los  hom- 
bros y  las  espadas  sujetas  con  los  dientes.  El  enemigo, 
posesionado  de  la  eminencia,  contribuía  á  dificultar  el 
acceso  con  sus  ataques.  Logran,  por  fin,  llegar  á  los 
más  elevados  pinachos;  pero  un  profundo  foso  les  impi- 
de el  paso. 

No  les  arredra,  sin  embargo,  tan  grande  obstáculo,  y, 
arrojándose  al  foso,  intentan  trepar  la  escarpa,  sirvién- 
dose, á  falta  de  escalas,  de  sus  manos  y  de  sus  dagas. 
Los  más  riegan  con  su  sangre  el  suelo,  ó  caen  muertos 
al  fondo  de  la  sima;  el  capitán  Ugalde  recibió  dos  bala- 
zos, y  el  sargento  mayor  D.  Pedro  Corcuera,  no  pudien- 
do  sostenerse  en  pie  á  causa  de  sus  heridas,  hincó  en  tie- 
rra una  rodilla  y  continuó  en  la  defensa  del  puesto  con- 
fiado á  su  brío.  Para  colmo  de  bravura,  vióse  al  alférez 
Amezquita  plantar  la  bandera  española  en  la  fortaleza 
enemiga,  recibiendo  por  su  temerario  arrojo  una  lanza- 
da en  la  cabeza  y  muchos  flechazos  en  la  garganta.  Los 
moros  defendían  bravamente  el  terreno. 

Admirado  Corcuera  de  la  tardanza  en  alcanzar  la 


I  yo  HISTORIA    DE   LA   PIRATERÍA 

victoria  que  los  más  animosos  pregonaban,  acudió  á 
enterarse  personalmente  del  motivo:  al  ver  el  inaccesi- 
ble monte,  el  ancho  foso  y  la  situación  del  enemigo, 
comprendió  la  imposibilidad  de  obtener  otro  resultado 
que  sacrificar  sin  provecho  la  vida  de  aquellos  valien- 
tes; reprendió  tan  tenaz  empeño  y  dispuso  la  retirada, 
no  sin  antes  recoger  sobre  8o  heridos  que  sembraban  el 
campo.  Veintiséis  infelices  habían  caído  despeñados  al 
foso,  donde  hubo  que  dejar  sus  cadáveres. 

Celebró  Corralat  su  victoria  con  cantos  alegres  y 
báquicos  excesos;  y  mientras  tanto,  el  general  español 
buscaba  un  camino  más  accesible  para  dar  cima  á  su 
arriesgada  empresa. 

A  las  veinticuatro  horas  marchaba  el  sargento  ma- 
yor González  con  su  columna  por  mejor  sendero,  á  la 
espalda  del  cerro.  Aún  celebraban  los  moros  su  triunfo 
del  día  anterior,  bien  ajenos  de  suponer  bríos  en  los  es- 
pañoles para  tomar  de  nuevo  la  ofensiva,  cuando  al 
descubrir  por  distinto  frente  las  primeras  avanzadas 
contrarias,  se  turban  y  sobrecogen,  dando  tiempo  á  que 
nuestros  soldados  alcancen  un  sitio  á  propósito  para 
fijar  el  pie  y  servirse  de  las  armas  con  desembarazo.  El 
capitán  Gástelo  atácalas  empalizadas  briosamente;  hace 
retirarse  á  los  moros,  y  siguiéndoles  de  cerca  enarbola 
su  bandera  sobre  el  baluarte.  Los  mahometanos,  teme- 
rosos de  ser  acuchillados,  huyen  por  un  derrumbadero 
en  cuyo  precipicio  hallaron  muchos  la  muerte  de  que 
huían. 

El  capitán  Becerra,  conducido  en  hombros  de  dos 
soldados,  á  causa  de  no  poderse  sostener  por  sus  heri- 
das, impide  con  sus  tropas  que  un  numeroso  grupo  de 
moros  llegue  al  baluarte  donde  tuvo  lugar  el  combate 
del  día  anterior;  los  acomete,  los  arrolla  y  desbarata. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  I7I 

y  aturdidos  se  precipitan  por  el  despeñadero  abajo,  de- 
jando el  puesto  libre  á  sus  vencedores. 

El  sultán  Corralat,  herido  de  bala  en  un  brazo,  salvó 
la  vida  huyendo  con  su  esposa  y  algunos  de  los  suyos. 

En  lo  más  empinado  del  cerro  hallóse  gravemente 
herido  al  religioso  Fr.  Alonso  de  San  Agustín,  quien 
aún  tuvo  alientos  para  confesar  á  varios  soldados  mo- 
ribundos, falleciendo  él  á  poco  en  medio  de  crueles 
sufrimientos.  Su  muerte  fué  muy  sentida.  Tributáron- 
sele  grandes  honras,  acordando  darle  sepultura  en  el 
fondo  del  mar  para  que  su  cuerpo  no  fuera  luego  pro- 
fanado por  los  moros  (20  de  Marzo),  amortajándole  el 
P.  Mastrilli. 

Al  otro  religioso  lo  habían  muerto  el  día  anterior, 
arrojando  su  cadáver  á  un  hondo  barranco. 

Con  la  toma  de  tan  terrible  fortaleza  se  logró  la  li- 
bertad de  muchos  cautivos ,  entre  los  cuales  había 
3i  chinos.  Se  cogió  abundante  artillería,  armas  y  des- 
pojos de  todas  clases. 

El  fuerte  fué  destruido. 

La  población  y  embarcaciones  quedaron  reducidas  á 
cenizas. 

Los  sargentos  mayores  González  y  Corcuera;  los 
capitanes  Gástelo,  Becerra  y  Ugalde;  los  oficiales  01a- 
ceran  y  Amezquita,  y  los  padres  de  la  Compañía  de 
Jesús,  Mastrilli  (1),  Vera  y  Barrios,  portáronse  como 
bravos  durante  la  pelea. 

(1)  El  P.  Mastrilli  regresó  con  el  general  Corcuera  á  Manila,  pa- 
sando después  al  Japón,  donde  fué  martirizado. 

Acerca  de  la  vida  y  muerte  de  este  famoso  jesuíta,  dan  amplias  no- 
ticias las  Historias  de  los  padres  de  la  Compañía  de  Jesús. 

Existen,  además,  los  siguientes  escritos,  consagrados  exclusivamente 
á  dicho  misionero: 


172  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

También  demostraron  gran  valor  los  indígenas  que 
concurrieron  al  asalto. 

Solemnizóse  con  una  fastuosa  procesión  y  con  salvas 
de  artillería  la  conquista  realizada;  y  para  sacar  más 
fruto  de  ella  despachó  el  gobernador  al  sargento  mayor 
Pedro  Palomino  cerca  de  Moncay,  rey  de  Buhayen,  te- 

Relación  de  lo  que  hasta  ahora  se  ha  sabido  de  la  vida  y  martirio 
<iel  milagroso  P.  Marcelo  Francisco  Mastrilli,  de  la  Compañía  de  Jesús, 
martirizado  en  la  ciudad  de  Nagasaqui,  del  imperio  del  Japón,  á  1 7  de 
Octubre  de  l637-  Sacada  de  informaciones  auténticas  hechas  á  instan- 
cia del  P.  Bartolomé  de  Reboredo,  de  la  Compañía  de  Jesús,  procurador 
de  los  santos  mártires  del  Japón,  en  la  ciudad  de  Manila  y  Macan;  de 
los  que  le  conocieron  y  trataron  en  vida  y  se  hallaron  presentes  á  su 
dichosa  muerte.  Por  el  F.  Jeróíiimo  Férez,  de  la  misma  Compañía,  Ma- 
nila, 1639.  Esta  Relación  fué  traducida  al  francés  por  M.  Thevenot. 

Vida  del  dichoso  y  venerable  F.  Marcelo  Fra7icisco  Mastrilli,  que 
murió  en  el  Japón  por  la  fe  de  Cristo,  sacada  de  los  procesos  auténti- 
cos de  su  vida  y  muerte.  Por  Ensebio  Nieremberg,  de  la  Compañía  de 
Jesús.  Madrid,  164O:  en  4.° 

Historia  de  la  milagrosa  cura,  vocación,  misión  apostólica  y  gloriosa 
muerte  del  F.  Marcelo  Francisco  Mastrilli,  por  el  F.  Lorenzo  Chiflet. 
Madrid,  1640:  en  8.° 

Historia  de  la  celeste  vocación  á  las  misiones  apostólicas  y  de  la  glo- 
riosa muerte  del  F.  Marcelo  Fra7tcisco  Mastrilli,  hijo  del  marqués  de 
San  Marcavo,  por  el  Rdo.  F.  Ignacio  Stafford.  Burgos,  1Ó42;  segunda 
edición,  1667.  Traducida  al  italiano. 

Vida  y  muerte  del  F.  Francisco  Mastrilli,  de  la  Compañía  de  Jesús, 
por  el  F.  Leonardo  Cinamo.  Impresa  en  italiano  en  1645:  en  ,\^ 

Vie  dii  pire  Marcelle  F.  Mas  trille,  S.  J.,  par  le  F.  Loiiis  Conart. 
París,  1646:  en  12."  Es  traducción  de  la  del  P.  Nieremberg. 

Vida  del  F,  Mastrilli,  por  Enrique  Lampayen.  Traducida  al  la- 
tín; 1647:  en  8.° 

Viaje  del  F,  Marcelo  Francisco  Alastrilli  á  las  Indias,  por  Andrés 
Boere.  (Citada  por  Alegambe  en  su  Biblioteca  jesuítica.) 

Algunas  cartas  del  venerable  P.  Mastrilli,  escritas  poco  antes  que 
padeciese  su  glorioso  martirio,  y  publicadas  por  Fr.  Vicente  Justinia- 
no,  (Cita  de  Pinelo.) 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  1 73 

rritorio  situado  al  S.O.  de  Mindanao,  sobre  las  orillas  de 
la  gran  laguna,  intimándole  se  rindiera  y  aliase  á  los 
españoles,  so  pena  de  obligarle  á  ello  por  las  armas. 
Accedió  Moncay,  lleno  de  temor,  átodo,  incluso  á  hos- 
tilizar á  Corralat,  que  le  tenía  usurpados  buena  parte 
de  sus  dominios;  ofreció  restituir  los  cautivos  que  en  su 
reino  había;  asintió  á  que  en  su  tierra  levantasen  pre- 
sidio los  españoles,  y  á  que  los  religiosos  predicaran  el 
Evangelio  á  sus  subditos. 

El  25  volvió  Corcuera  á  Zamboanga,  en  donde  sus- 
cribió el  tratado  que  Palomino  celebró  con  Moncay, 
acudiendo  en  representación  de  éste  un  hermano  suyo, 
quien  fué  recibido  por  el  general  en  jefe,  rodeado  de  su 
estado  mayor,  tributándole  honores  regios.  Iguales  tra- 
tados se  hicieron  con  los  régulos  Ondol,  Boto  y  Quin- 
dinga,  de  Basilan,  isla  tributaria  de  Joló  (la  antigua  Ta- 
guima),  ácuya  isla  fué  destinado  el  padre  jesuíta  Fran- 
cisco Ángel. 

Tal  prestigio  alcanzó  el  jefe  español,  que  200  fami- 
lias joloanas  trasladaron  su  residencia  á  Zamboanga, 
fundando  el  pueblo  de  Magay,  que  aún  subsiste. 

Corcuera,  antes  de  regresar  á  Manila,  dispuso  que 
una  escuadrilla,  tripulada  por  100  españoles  y  i.ooo 
indios,  al  mando  de  los  capitanes  Juan  Nicolás  y  Juan 
de  León,  reconociera  todas  aquellas  costas  para  casti- 
gar á  los  pueblos  rebeldes  é  intimarles  la  sumisión  á 
España,  acompañándoles  el  P.  Pedro  Gutiérrez  (0. 

(1)  La  campaña  del  general  Corcuera  contra  los  mindanaos  ha  sido 
objeto  de  luminosos  escritos  por  parte,  especialmente,  de  los  padres  de 
la  (Compañía  de  Jesús. 

El  P.  Marcelo  Francisco  Mastrilli,  en  carta  fechada  en  Tatay  á  2  de 
Junio  de  1637  y  dirigida  al  P.  Salazar,  provincial  de  la  Compañía  de 
Jesús  en  Filipinas,  describe  su  jornada  en  Mindanao  y  el  desembarco  y 


174  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

conquista  de  esta  isla  por  D.  Sebastián  Hurtado  de  Corcuera.  Esta  caria 
fué  impresa  en  l667>  según  Pinelo,  con  el  nombre  de  Historia  de  la 
cotiquista  de  Mindanao  por  los  españoles.  También  aparece  en  la  Rela- 
ción del  padre  Bobadilla.  M.  Thevenot  la  tradujo  al  francés. 

Existen,  además,  las  obras  siguientes: 

Memorial  de  la  ciudad  de  Manila:  1637. 

Historia  de  Mindanao,  por  el  P.  Alejandro  López^  de  la  Compañía  de 
Jesús.  Manuscrito:  1638. 

Relación  de  la  gran  isla  de  Mindanao  y  de  la  conquista  de  ella  por 
los  españoles.  Méjico,  I638:  en  4.°  Traducido  al  francés  por  M.  The~ 
venot. 

Relación  de  las  gloriosas  victorias  en  mar  y  tierra  de  D.  Sebastián 
Hurtado  de  Corcuera,  gobernador  de  Filipinas,  contra  Cachi!  Corralat, 
€ste  año  de  1638,  por  el  P.  Diego  de  Bobadilla,  de  la  Compañía  de  Je- 
sús. Méjico,  1638:  en  4.° 

Relación  de  los  sucesos  de  las  armas  españolas  por  mar  y  tierra  en  las 
islas  Filipinas  y  victorias  contra  Mindanao  y  los  holandeses  de  Terre- 
nate.  Madrid,  1639:  folio. 

Sucesos  de  las  armas  españolas  en  Filipinas  contra  Mindanao,  Terre- 
nate  y  los  holandeses.  Madrid,  1639:  folio. 

Continuación  de  los  felices  sucesos  de  las  armas  españolas  contra 
Mindanao,  Terrenate  y  los  holandeses:  1639. 

Tratan  también  más  por  extenso  el  asunto  los  PP.  Combes  y  Murillo 
Velarde  en  sus  Historias,  y  siguiendo  á  éstos  el  P.  Torrubia,  el  P.  Con- 
cepción, el  coronel  Bernáldez  y  otros. 


CAPITULO  VI. 

Vuelve  el  general  Hurtado  de  Corcuera  á  Zamboanga. — Preparativos 
para  ia  campaña  contra  Jólo. — Va  á  esta  isla. — Excusa  el  sultán 
cumplir  sus  antiguos  tratados. — Desembarca  el  ejército. — Hostilida- 
des de  los  joloanos. — Su  tenaz  defensa. — Dificultad  de  tomar  la  pla- 
za.—Lógrase,  al  cabo  de  tres  meses,  volar  un  fuerte. — Muerte  del 
datto  Achén. — Esfuerzos  de  los  sitiadores  y  de  los  sitiados. — Obras 
militares. — Ataques  infructuosos. — Muerte  del  jefe  de  una  de  las  co- 
lumnas españolas. — Le  sustituye  el  mayor  Almonte. — Genio  mili- 
tar de  este  caudillo. — Estrecha  el  cerco,  construye  un  fuerte  y  ca- 
ñonea las  posiciones  enemigas. — Logra  dominar  con  sus  cañones  la 
plaza. — Tratan  de  capitular  los  sitiados. — Intímales  Corcuera  la 
rendición. — Ríndense  los  macasares  y  basilanos. — Resisten  los  jo- 
loanos.— Rompen  éstos  contra  el  cuartel  general. — Son  rechazados  y 
perseguidos. — Su  terror  en  la  huida. — Toma  de  Joló. — Logra  sal- 
varse el  sultán. — Cae  prisionera  la  sultana  y  sus  parientes. — Exce- 
siva confianza  del  general. — Escapan  estos  prisioneros. — Entrega  al 
saqueo  la  población. — Manda  reparar  el  fuerte  y  construir  dos  más. 
— Designa  la  guarnición  de  ellos. — Nombra  á  Almonte  gobernador 
general  de  las  fuerzas  del  Sur. — Regresa  Corcuera  á  Manila. — Festi- 
vidades por  sus  victorias. 

En  los  últimos  días  de  Octubre  del  mismo  año  1637 
volvió  Corcuera  á  Zamboanga.  Con  actividad  suma  hizo 
todo  género  de  preparativos  para  llevar  á  cabo  su  pro- 
yectada campaña  contra  Joló,  cuyo  sultán  había  des- 
pedido despreciativamente  á  los  comisionados  que  le 
propusieron  someterse  á  España. 

Organizada  la  expedición,  fondeó  la  escuadra  frente 
á  la  isla  de  Joló  el  4  de  Enero  de  i638.  En  el  acto  des- 


176  EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO 

embarcó  el  P,  Gregorio  Balín  para  requerir  de  paz  al 
sultán,  recordándole  el  cumplimiento  de  los  antiguos 
tratados  y  su  sumisión  á  España.  Llevaba  encargo  de 
Corcuera  de  observar  de  paso  la  disposición  de  las  de- 
fensas enemigas.  Recibiéronle  en  la  playa  multitud  de 
moros  armados,  quienes,  no  obstante  mantenerse  en 
actitud  respetuosa,  se  negaron  á  permitirle  el  paso.  El 
sultán  le  mandó  decir  que  expusiera  su  embajada  desde 
allí,  contestando  evasivamente  á  las  exhortaciones  del 
embajador. 

El  ejército  expedicionario,  embarcado  en  80  buques, 
ascendía  á  600  españoles  y  i.ooo  indios.  Para  los  ser- 
vicios puramente  mecánicos  les  acompañaba  buen  nú- 
mero de  polistas.  Iban  como  capellanes  los  padres  je- 
suítas Pedro  Gutiérrez,  Juan  de  Barrios,  Melchor  de 
Vera,  Francisco  Martínez  y  Gregorio  Belín.  Al  mes 
fué  á  unirse  á  éstos  el  P.  Alejandro  López. 

Dividiéronse  estas  fuerzas  en  dos  columnas,  bajo  las 
órdenes  de  los  sargentos  mayores  D.  Nicolás  González 
y  D.  Juan  de  Cáceres.  El  primero  efectuó  su  desembar- 
co por  la  parte  O.  de  la  isla  y  el  segundo  por  la  del  E., 
no  sin  que  los  piratas  dejaran  de  hostilizarles.  Defen- 
dían la  plaza  4.000  joloanos  y  multitud  de  macasares 
y  basilanos.  Parapetados  en  sus  fuertes,  ejercían  día  y 
noche  extremada  vigilancia,  contrarrestando  de  tal 
modo  los  esfuerzos  de  los  sitiadores,  que  al  cabo  de 
tres  meses  de  constante  asedio  únicamente  lograron  la 
voladura  de  un  fuerte  por  medio  de  una  mina,  si  bien 
esto  ocasionó  la  muerte  de  5o  moros,  y  entre  ellos  la 
del  datto  Achén,  que  lo  defendía:  hecho  importante  á 
causa  del  extraordinario  valor  de  este  célebre  pirata. 
Cuando  la  columna  lanzada  al  asalto  llegó  á  la  brecha, 
la  encontró  defendida  por  valerosos  joloanos.  Espaldo- 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  1 75 

nes  trabajosamente  construidos;  arietes;  minas  con 
hornillos  para  volar  sus  fuertes;  ataques  impetuosos  en 
seguida  de  efectuarse  las  voladuras;  todo  cuanto  la  pe- 
ricia de  los  jefes  aconsejaba  y  del  valor  de  las  tropas 
dependía,  otro  tanto  se  hizo  para  tomar  la  plaza,  pero 
con  poquísima  ventaja,  porque  tras  de  un  muro  derriba- 
do aparecía  otro  construido  á  prevención,  y  al  proceder 
los  nuestros  al  asalto,  se  veían  atacados  con  impetuosi- 
dad irresistible.  De  este  modo  pereció  el  valeroso  jefe 
de  una  de  las  columnas,  D.  Juan  de  Cáceres,  á  quien 
sustituyó  en  el  mando  D.  Pedro  Almonte  Verástegui. 

El  jefe  de  la  expedición,  sin  desalentarse  por  estas 
dificultades,  dispuso  cercar  la  plaza.  Los  soldados  y  los 
polistas,  bajo  la  entendida  dirección  de  Almonte,  cons- 
truyeron en  solos  tres  días  un  fuerte  que  dominaba  las. 
fortalezas  enemigas,  al  que  hubo  necesidad  de  llevar  á 
hombros  los  cañones. 

Concluido  que  fué  llamó  la  atención  de  los  moros 
por  aquella  parte,  y  en  el  momento  de  acudir  éstos  hizo 
descorrer  las  cortinas  que  ocultaban  los  trabajos. 

La  artillería,  en  el  acto,  causó  en  los  moros  grande 
destrozo.  Aprovechando  su  confusión,  da  una  columna 
el  asalto  y  logra  montar  sobre  las  murallas  de  la  pla- 
za algunos  cañones,  cuyos  fuegos  ofenden  grandemente 
á  los  sitiados. 

Viendo  esto  quisieron  capitular,  pero  Corcuera  les 
intimó  se  rindieran  á  discreción.  Apeló  el  sultán  al  pa- 
dre Gutiérrez,  y  hasta  la  sultana  hizo  gestiones  cerca 
del  general  en  jefe;  pero  todo  fué  en  vano. 

Los  moros  de  Basilan  y  de  Macasar  se  rindieron  á 
Almonte  el  17  de  Abril;  mas  no  así  los  joloanos,  quie- 
nes, al  amparo  de  la  oscuridad  de  la  noche,  lanzáronse 
contra  el  cuartel  general,  con  ánimo  de  destrozarlo  ó- 

12 


176  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

de  forzarle.  A  pesar  de  que  el  ataque  fué  brusco  é  ines- 
perado, no  consiguieron  su  intento;  antes  por  el  con- 
trario, recibidos  á  tiros,  sufrieron  grandes  pérdidas.  La 
desbandada  se  hizo  entonces  general.  Tan  grande  era 
su  terror  y  el  afán  de  huir,  que  las  madres  arrojaban  á 
sus  hijos  y  los  jóvenes  acuchillaban  á  los  ancianos  para 
que  no  cayeran  vivos  en  poder  de  sus  perseguidores.  Un 
fuerte  aguacero  favoreció  la  fuga  de  aquellos  indómitos 
mahometanos.  El  triunfo  de  los  sitiadores  fué  completo. 
La  población  demostraba  por  doquiera  evidentes  seña- 
les de  su  tenaz  defensa. 

El  sultán  pudo  salvarse,  aunque  dejó  en  poder  de  sus 
vencedores  cuantas  riquezas  poseía.  La  sultana  Tuam 
Baloca  y  un  sobrino  suyo  llamado  Tacun  quedaron  pri- 
sioneros. 

Ofreció  la  sultana  contener  la  fuga  de  los  joloanos 
mediante  la  seguridad  de  que  se  les  respetaría  la  vida, 
prometiendo  restituirse  á  su  prisión;  pero  una  vez  libre 
no  se  la  volvió  á  ver  más. 

El  confiado  gobernador  encomendó  entonces  á  Ta- 
cun manifestara  al  sultán  la  conveniencia  de  ir  á  tratar 
con  él  las  condiciones  de  la  paz.  Volvió  Tacun  sin  el 
sultán,  pero  sí  con  las  llaves  de  las  papeleras  donde  es- 
taban las  riquezas  del  soberano  de  Joló  y  de  sus  favo- 
ritas, cuyos  muebles  habían  caído  en  poder  de  Corcue- 
ra.  Tan  confiados  anduvieron  con  el  astuto  moro,  que 
pudo  extraer  las  perlas  de  gran  valor  y  cuanto  oro  y  pe- 
drería encerraban,  marchándose  después  tranquilamen- 
te, so  pretexto  de  continuar  las  negociaciones  entabla- 
das, de  lo  que^  naturalmente,  no  se  ocupó  nunca.  Así 
el  general  desaprovechó  las  ventajas  de  la  rendición  de 
los  joloanos  y  la  de  prisioneros  tan  importantes  como 
la  reina  y  su  familia. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  I77 

Conocedor,  aunque  tarde,  del  falaz  proceder  de  los 
moros,  entregó  el  general  al  saco  de  la  soldadesca  el 
cerro  de  Joló,  pero  en  él  no  había  apenas  nada  de  va- 
lor. Algunas  alhajas  hallaron  enterradas,  y  muchos  al- 
coranes  fueron  pasto  de  las  llamas. 

Corcuera  dispuso  la  reparación  del  magnífico  fuerte 
del  Cerro,  y  el  levantamiento  de  otros  dos  en  los  puntos 
más  estratégicos,  que  eran  la  barra  y  el  río.  En  ellos 
dejó  200  españoles  é  igual  número  de  pampangos. 
Nombró  al  capitán  Ginés  Ros  gobernador  de  Joló,  y  al 
de  igual  clase,  Gaspar  de  Morales,  gobernador  del  fuer- 
te del  Cerro,  y  capellanes  á  los  padres  jesuítas  Fran- 
cisco Martínez  y  Alejandro  López.  Las  fuerzas  restan- 
tes volvieron  á  Zamboanga,  cuyo  gobierno  recayó  en 
el  mayor  Almonte,  nombrado  además  jefe  de  todas  las 
fuerzas  del  Sur. 

Corcuera  regresó  á  Manila  en  Mayo  de  i638,  siendo 
recibido  solemnemente  por  las  autoridades,  corporacio- 
nes religiosas  y  por  el  vecindario  español  é  indígena, 
noticiosos  éstos  de  la  gloriosa  campaña  realizada  por 
el  esforzado  caudillo  (i). 

(1)  He  aquí  el  recibimiento  hecho  en  Manila  al  gobernador  general 
á  su  vuelta  de  Mindaiiao,  según  carta  del  jesuita  Juan  López,  fechada 
en  Manila  el  25  de  Mayo  de  l637: 

"Ayer  salimos  de  Cavite  con  el  Sr.  D.  Sebastián,  bien  cerca  de  las 
once;  llegamos  á  Santiago  á  la  una,  al  remo.  Un  rato  antes  de  llegar,  sa- 
lieron á  recibirlo  dos  champanes  de  japoneses  cristianos,  que  traían  en 
forma  de  pa beses  cercados  todos  los  bordes  de  telas  blancas  de  lienzo, 
con  cruces  verdes  y  muchas  banderas  blancas  con  flores  verdes.  Lleva- 
ban un  clarín  con  que  ie  dieron  la  bienvenida.  Hízoles  grandes  comedi- 
mientos el  señor  gobernador,  y  quedándose  atrás  lo  volvieron  acompa- 
ñando; desembarcóse  en  casa  de  Amaro  Díaz,  donde  estaba  hecho 
cuerpo  de  guardia,  y  de  allí  nos  vinimos  el  P.  Juan  de  Barrios  y  yo  á 
casa,  donde  hallamos  al  padre  provincial,  al  P.  Juan  de  Bueras,  al  P.  Roa 


178  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

También  los  chinos  festejaron  la  llegada  del  invicto 
gobernador,  presentándole  una  ofrenda  en  metálico  (1). 

y  al  P.  Marcelo,  que  habían  venido  al  recibimiento.  (Masantes  decen- 
tarlo, es  de  saber  que,  un  cuarto  de  hora  después  de  llegar  el  Sr.  D.  Se- 
bastián, llegó  el  champán  de  D.  Graviel  Niño,  que  sólo  faltaba.)  Mar- 
chó en  piimer  lugar  Nicolás  González  co<i  su  compañía,  que  es  la  famosa 
y  victoriosa  de  los  coletillos;  cercaban  á  su  paje  de  rodela  otros  muchos, 
con  las  armas  que  quitó  al  Mindanao  en  la  batalla  naval;  dímosle  mil  pa- 
rabienes de  sus  buenos  sucesos.  Después  de  su  compañía  se  siguió  la  de 
los  marineros,  que  gobernaba  el  alférez  A.  Mezquita.  Iban  en  dos  hileras, 
porque  cogían  en  medio  al  principio  los  indios  y  sangleyes  amigos,  que 
se  sacaron  del  cautiverio  de  Corralat,  y  cierto,  algunos  indios  é  indias 
nos  enternecían  con  sus  rosarios  en  las  manos.  Después  de  un  rato,  iban 
en  medio  de  la  misma  compañía  los  cautivos  y  cautivas  mindanaos;  las 
mujeres  y  niños  sin  prisión,  los  hombros  en  cadenas  y  grillos  marchan- 
do. Acabado  esto,  se  siguió  una  gran  tropa  de  gente  que  llevaban  las  ar- 
mas del  enemigo:  rodelas,  corazas,  campilanes,  lanzas  y  dos  trompetas 
bellicas  que  parecían  clarines  de  holandeses.  Tras  de  esta  compañía  iba 
la  de  los  pampangos,  que  fué  también  á  la  jornada.  Siguióse  después  el 
capitán  Carranza  á  caballo,  guiando  los  carros  de  las  armas  de  fuego  que 
se  quitaron  al  mindanao,  como  capitán  que  es  de  la  artillería.  Iban  en 
tres  carros  los  mosquetes  y  arcabuces;  en  otros  las  cámaras  de  los  ver- 
sos y  tres  campanas  pequeñas  de  iglesia;  seguíanse  en  otro  doce  ó  ca- 
torce versos  pequeños;  luego  un  falcón  grande  que  puede  pasar  por  cu- 
lebrina; después  otros  cinco  ó  seis  carretones  con  cada  dos  piezas  peque- 
ñas y  falcones;  seguíanse  después  las  piezas  de  artillería  grandes,  cada 
una  de  por  sí:  de  todos  tiraban  indios  con  maromas,  y  la  última  y  mejor 
pieza  la  llevaron  cuatro  caballos.  Todas  estas  armas  acompañaban  los 
artilleros.  Iban  inmediatos  á  ellas  seis  muchachos  arrastrando  seis  ban- 
deras de  Corralat. 

"Tras  de  ellas  marchó  la  compañía  del  señor  gobernador  con  mucho 
lucimiento;  pero  antes  de  ella  iba  el  Sr.  D.  Sebastián  á  caballo,  con  un 
vestido  llano,  casi  pisando  las  banderas  enemigas;  detrás  del  su  paje 
de  rodela  con  su  morrión  y  en  él  un  monte  de  plumas  blanco.  Iban 
también  á  caballo  su  capellán  y  un  secretario.  Al  descubrir  al  señor  go- 
bernador antes  de  entrar  en  la  ciudad,  le  hizo  salva  la  artillería  de  los 
fuertes  que  están  en  la  puerta  de  Bagumbaya,  y  viéndole  dentro  se  re- 
picó en  nuestra  casa,  tocáronse  las  chirimías  y  cantó  la  capilla  un  vi- 


EN    MIMDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  1 79 

llancico.  Todos  los  de  casa  estábamos  con  nuestros  manteos  esperán- 
dolo en  un  arco  triunfal,  cierto  bien  hecho  y  aderezado  de  seda  y  de 
tarjas  de  poesías.  Allí  se  le  dio  la  bienvenida  y  parabién  de  la  victoria, 
á  que  correspondió  con  mucha  cortesía.  AI  entrar  en  el  arco  salió  de 
entre  unos  biombos  que  estaban  en  un  tablado  D.  Josepito  de  Salazar, 
muy  bien  aderezado,  y  con  una  poesía  que  hizo  el  hermano  Liorri  en- 
grandeció la  victoria,  dióle  las  gracias  y  parabienes,  y  lo  mismo  hizo  á 
los  soldados;  y  acabó  que,  según  el  nombre  de  Corquera — id  est  corda 
qucerens,  busca  pechos  y  corazones, — los  había  hallado  en  todos  los  que 
allí  estábamos,  que  le  tenían  muy  entrañado  y  le  deseaban  todo  bien  y 
felicidad.  Estuvo  atento  al  razonamiento,  y  acabado  se  volvió  á  los  pa- 
dres y  les  dio  las  gracias. 

"Prosiguió  marchando  á  la  plaza,  donde  estaba  armado  un  escuadrón 
de  seis  compañías  que  le  esperaban.  Nosotros  todos  fuimos  á  verlo  á  los 
balcones  del  maese  de  campo  Pedro  de  Heredia,  y  llegamos  cuando  el 
señor  gobernador  se  apeaba  en  la  iglesia  mayor,  donde  le  aguardaba  la 
Real  audiencia  y  los  cabildos  eclesiástico  y  seglar.  Entró  dentro  y  estuvo 
haciendo  oración  buen  espacio,  postrado  humildemente  en  el  suelo,  re- 
firiendo á  Dios  todo  el  buen  suceso.  Tornóse  á  poner  á  caballo;  llegó  al 
escuadrón,  y  hablando  con  el  sombrero  en  la  mano  á  los  capitanes  y  sol- 
dados con  grandes  muestras  de  benevolencia,  le  respondió  el  campo  con 
una  salva  general  y  los  alféreces  abatiéndole  las  banderas.  Prosiguió  á 
su  casa,  y  al  descubrirlo  de  la  fuerza  de  Santiago,  su  castellano,  el  ge- 
neral D.  Fernando  de  Ayala,  le  hizo  salva  con  toda  la  artillería,  y  tras 
de  su  compañía  fueron  marchando  las  del  campo,  con  que  se  acabó  este 
lucido  triunfo  que  ha  causado  gran  gusto  á  todos  de  todas  naciones.  A 
nosotros  el  maese  de  campo,  Pedro  de  Heredia,  nos  regaló  con  mucha 
y  muy  buena  colación  y  otros  géneros  de  conservas,  lo  cual,  acabado, 
nos  volvimos  á  casa,  dando  gracias  á  Dios  de  haber  visto  lo  que  tantos 
años  habíamos  deseado.  La  multitud  de  gente  que  había  en  las  calles, 
ventanas  y  balcones  fué  sin  número;  la  ternura  que  hubo  en  los  corazo- 
nes, causada  de  la  alegría  y  vista  de  cosa  tan  nueva  y  grande,  fué  inde- 
cible, y  raro  fué  el  que  no  tuvo  las  lágrimas  en  los  ojos,  causada  del 
gozo  tierno  del  corazón.  A  la  noche  hubo  muchas  luminarias  en  todas 
las  murallas  en  contorno  y  en  otras  muchas  partes  dentro  y  fuera  de  la 
ciudad;  voláronse  gran  número  de  cohetes,  y  á  las  diez  ó  las  once  de  la 
noche  salió  una  máscara  de  los  soldados  de  á  caballo  con  muchas  hachas 
ei;  muestra  de  alegría,  y  las  personas  y  caballos  con  grande  adorno  y  luci- 
miento. Dios  nos  deje  ver  muchos  días  á  éste  semejantes,  en  que  triunfe 
Cristo  Jesús  de  sus  enemigos,  y  á  vuestra  reverencia  me  guarde, „  etc. 


l8o  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

De  otra  carta  del  mismo  jesuita  copiamos  los  siguientes  párrafos: 
"Anoche,  26  de  Mayo,  salió  la  máscara  de  la  ciudad,  que  estuvo  tan 
buena  y  tan  lucida,  que  donde  quiera  pareciera  muy  bien;  fué  grande 
el  número  de  luminarias  por  todos  los  balcones  y  ventanas.  A  la  puerta 
de  nuestra  iglesia  se  hicieron  grandes  hogueras,  y  nosotros  bajamos  aba- 
jo para  gozar  de  más  cerca  del  paseo,  que  fué  á  ¡as  nueve  de  la  noche. 
„Por  los  difuntos  de  la  guerra  hizo  el  sefior  gobernador  en  la  iglesia 
nueva  de  los  soldados  unas  honras  muy  solemnes  á  5  de  Junio.  Pusié- 
ronse en  ella  ocho  altares,  y  desde  antes  de  an;anecer  se  comenzaron  en 
todos  ellos  á  decir  misas,  convidando  para  esto  á  todos  los  clérigos  y 
religiones,  y  así  duraron  toda  la  mañana.  A  todos  los  que  querían  reci- 
birla se  daba  por  la  misa  un  peso  de  limosna,  pero  muchos  no  lo  reci- 
bían; á  su  tiempo  se  celebró  misa  y  sermón,  con  asistencia  de  toda  la 
ciudad,  clerecía  y  religiones.  Salió  el  sermón  muy  á  propósito  y  bien 
predicado:  predicóle  el  P.  Francisco  Pinelo,  de  Santo  Domingo. 

„La  fiesta  de  la  acción  de  gracias,  á  7  de  Junio,  se  hizo  en  la  iglesia 
mayor,  por  razón  del  grande  concurso,  y  aún  no  cupo  la  gente  en  ella. 
Salió  la  procesión  de  la  catedral  y  anduvo  por  las  calles  que  suele  el  día 
del  Corpus,  todas  ellas  con  sus  arcos  y  enramadas  muy  bien  compuestas, 
pobladas  de  altares  llenos  de  adorno  y  riqueza.  Echaron  los  vecinos  el 
resto  en  colgarlas,  y  generalmente  afirman  que  jamás  se  han  visto  en 
Manila  colgaduras  tantas  y  tan  preciosas;  de  modo  que,  aun  viéndolas, 
apenas  creían  hubiese  en  ella  tanto  y  tan  vistoso  y  de  tanto  valor,  fuera 
de  lo  que  caía  de  los  balcones  abajo,  que  es  lo  que  de  ordinario  se  ha 
colgado.  De  los  balcones  para  arriba  se  hizo  una  contrapared  de  cañas, 
y  toda  se  llenó  de  colgaduras  y  de  lazos  de  piezas  de  seda. 

„En  la  procesión  fueron  los  soldados  piqueros  en  dos  hileras,  marchan- 
do con  sus  picas  levantadas;  al  principio  fueron  entre  ellos  los  cautivos 
que  salieron  del  poder  de  Corralat,  muy  bien  vestidos,  de  esta  manera: 
iban  primero  tres  soldados  y  después  seis  cautivos,  guardando  siempre 
este  orden.  Siguiéronse  después  los  vecinos,  y  tras  de  ellos  todas  las 
religiones.  Alegraban  la  procesión  mucha  variedad  de  danzas  y  otras  in- 
venciones con  varios  instrumentos  músicos  y  dos  órganos  portátiles.  Cer- 
ca del  fin  iban  cuatro  andas,  hechas  de  manera  que  formaban  un  modo  de 
tejado  á  dos  aguas;  en  ellas,  por  cada  haz,  se  pusieron  la  casulla,  capas 
de  coro,  frontales  y  otros  ornamentos  sagrados;  en  el  caballete,  en  pie, 
los  cálices,  custodias  y  patenas;  á  los  remates,  colgadas  las  crismeras, 
vinajeras  y  campanillas  que  habían  robado  los  mindanaos,  vista  que  en- 
terneció mucho  y  sacó  abundancia  de  lágrimas.  I^levaban  las  tres  destas 
andas  sobre  sus  hombros  los  colegiales  de  nuestro  colegio  de  San  José, 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  lOI 

y  las  últimas  nuestros  hermanos  estudiantes  con  sobrepellices.  Iba  in- 
mediato á  las  andas  el  P.  Marcelo  Mastril,  con  el  estandarte  que  llevó 
cuando  se  conquistó  el  pueblo  de  Cachil  Corralat,  y  también  lo  sacó 
en  otra  procesión  que  allí  mismo  se  hizo  en  acción  de  gracias  después 
de  rendido.  Estaban  en  este  estandarte  haciéndose  espaldas,  el  Cristo 
acuchillado  y  ultrajado  del  enemigo  y  nuestro  padre  San  Francisco  Ja- 
vier, patrón  de  toda  la  jornada,  que  miraba  al  Santísimo  Sacramento. 
Seguíanse  el  guión,  que  sacó  al  principio  el  señor  gobernador,  y  después 
llevaron  remudándose  los  señores  de  la  Real  audiencia  y  alcaldes  ordi- 
narios, los  regidores  con  las  varas  del  palio,  y  debajo  de  él  un  carro  de 
mucha  majestad  guiado  de  sacerdotes  revestidos,  en  que  iba  el  Santísi- 
mo Sacramento.  En  la  plaza  de  armas  había  nueve  piezas  de  cuchara  y 
veintisiete  versos  y  falcones,  que  todos  (sin  otras  tres  piezas  grandes 
que  quedaron  en  el  fuerte  de  Samboangan)  se  quitaron  á  Corralat,  y 
con  ellas  se  hizo  una  alegre  salva  al  Santísimo  Sacramento  cuando  se 
descubrió  en  la  boca  de  la  calle,  y  otra  no  menos  grande  y  solemne  hizo 
el  campo,  que  estaba  formado  de  ocho  compañías  de  arcabuceros  en  la 
plaza  de  la  ciudad.  Dijo  la  misa  el  cabildo  eclesiástico,  que  se  cantó  con 
mucha  solemnidad;  predicó  el  P.  Juan  de  Bueras  un  sermón  muy  á  pro- 
pósito, cumpliendo  maravillosamente  en  tres  cuartos  de  hora,,,  etc. 

(l)  "Los  sangleyes,  de  su  voluntad,  ofrecieron  al  señor  gobernador 
un  donativo  de  6.000  pesos,  dando  por  razón  de  hacerlo:  primero,  el  ha- 
berles librado  del  cautiverio  de  Corralat  31  de  su  nación;  lo  segundo, 
porque  les  había  dejado  desembarazados  y  seguros  los  mares  para  sus 
ordinarias  contrataciones,  y  lo  tercero,  porque  los  mantenía  en  paz  y  jus- 
ticia; de  modo  que  el  gasto  de  la  guerra  de  Mindanao,  con  el  artillería 
y  pillaje  que  tocó  á  S.  M.  y  estos  6.000  pesos,  no  sólo  queda  empatado, 
.sino  que  sobran  l.OOO  pesos.  Así  me  lo  ha  dicho  el  cont;idor  de  S.  M.„ 
(Carta  (Ul  P.  Alejandro  López,  antes  citada.) 


CAPITULO   VII. 


Perseverancia  de  los  malayo-mahometanos  en  sus  piraterías. —  Idea 
Almonte  favorecer  al  rey  de  Buhayen  contra  el  sultán  de  Mindanao. 
— Comisiona  al  capitán  Márquez  para  que  levante  una  fortaleza  en 
Buhayen. — El  rey  procura  estorbarlo. — Sus  pretensiones  excesivas. 
— Opónese  Márquez  á  ellas. — Entibianse  las  relaciones  entre  am- 
bos.— Retiene  Moncay  en  su  corle  al  P.  Ángel. — Fuga  de  éste. — 
Pactan  los  españoles  amistad  con  los  manobos.  —  Realízase  con  su 
auxilio  la  construcción  de  un  fuerte. — Lo  cerca  Moncay. — Márquez 
pide  auxilios  al  gobernador  de  Zamboanga. — Envía  algunos  socorros. 
— Los  buhayenes  levantan  el  cerco. — Plan  de  campaña  de  Almonte 
contra  los  mindanaos. — Diversas  expediciones. — Se  traslada  á  la  Sa- 
banilla.— Refuerzos  de  Manila. — Marcha  contra  Buhayen. — Defensas 
de  los  moros. — Trabajos  del  ejército  en  su  marcha. — Acertadas  dis- 
posiciones de  Almonte. — Brillante  defensa  de  los  buhayenes. — Triun- 
fan los  españoles. — Huye  Moncay, — Es  arrasada  su  fortaleza. — Co- 
rrerías de  los  españoles  por  sus  tierras. — Agasajos  del  datto  de  Sibu- 
guey  á  Almonte. — Festejos  en  Zambeanga  por  la  victoria  de  su  go- 
bernador. 

Natural  parecía  que  después  de  la  brillante  campaña 
del  general  Corcuera  renunciaran  los  mindanaos  y  jo- 
loanos  á  sus  piraterías;  mas  lejos  de  ser  así,  persevera- 
ban incansables  en  sus  audaces  atentados. 

El  ilustre  gobernador  de  Zamboanga  concibió  la  idea 
de  favorecer  al  rey  de  Buhayen,  con  perjuicio  del  sul- 
tán de  Mindanao,  esperando  recabar  de  la  enemistad 
de  ambos  las  ventajas  consiguientes. 

En  consonancia  con  este  proyecto,  comisionó  al  ca- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  1 83 

pitan  Cristóbal  Márquez  para  que  fuese  con  su  compa- 
ñía á  levantar  una  fortaleza  inmediata  á  la  de  Moncay, 
contando  destruir  á  los  mindanaos  con  el  apoyo  de  este 
aliado. 

No  pareció  bien  al  rey  moro  que  los  españoles  acu- 
dieran á  establecerse  en  su  territorio,  y  menos  que  edi- 
ficasen un  fuerte.  Para  estorbarlo,  sin  declarar  abierta- 
mente su  oposición,  exigió  á  Márquez  que  colocara  la 
artillería  en  su  fortaleza,  pretendiendo  que  los  españo- 
les le  sirvieran  de  auxiliares. 

Como,  á  pesar  de  su  insistencia  y  de  sus  agasajos,  se 
negó  Márquez  á  complacerle,  cada  día  iban  siendo 
menos  cordiales  sus  relaciones  con  el  rey  de  Buhayen. 
Acentuó  más  la  enemiga  de  españoles  y  buhayenes  la 
prisión  del  padre  jesuíta  Francisco  Ángel.  Al  atravesar 
la  corte  de  Moncay,  retuvo  éste  bajo  especiosos  pretex- 
tos al  padre  jesuíta,  sin  consentir  regresara  al  fuerte 
español,  pero  guardándole  todo  género  de  atenciones. 

Era  su  intento,  al  parecer,  tenerlo  en  rehenes  para 
servirse  de  él  con  arreglo  á  las  eventualidades  del  por- 
venir. 

Frustró  sus  planes  la  fuga  del  P.  Ángel,  realizada 
con  el  auxilio  de  un  moro  llamado  Tapuri,  cuya  mujer 
era  cristiana. 

Declaróse,  por  último,  la  mala  fe  de  Moncay,  al  ver 
que  ni  se  sometían  los  españoles  á  su  capricho  ni  aban- 
donaban sus  tierras,  puesto  que  proseguían  en  los  tra- 
bajos del  fuerte  y  pactaban  amistad  con  los  manobos. 
Macadula,  rey  de  estos  infieles  moradores  de  los  mon- 
tes de  Buhayen  y  de  las  inmediaciones  de  la  laguna  de 
Maguindanao,  confió  al  morir  á  su  hermano  IMana- 
quior  el  gobierno  de  sus  pueblos  durante  la  menor  edad 
de  su  hijo  Balatamay.  Alzóse  el  tutor  con  el  reino, 


184  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

despreciando  los  derechos  de  su  sobrino,  y  Moncay, 
inmediato  pariente  de  éste,  tomó  su  defensa,  derrotó  á 
Manaquior  y  le  hizo  internarse  con  sus  parciales  en  las 
espesuras  de  los  bosques. 

Supo  el  jefe  de  los  manobos  las  diferencias  que  exis- 
tían entre  Moncay  y  Márquez:  dedujo  que  había  llegado 
la  ocasión  de  vengarse,  y  bajó  de  los  montes  con  2.000 
hombres  dispuesto  á  ayudar  á  Márquez  en  su  guerra 
contra  el  rey  de  Buhayen.  Mediante  su  auxilio,  que  el 
capitán  español  aceptó  gustoso,  en  breve  estuvo  termi- 
nado el  fuerte.  Constaba  éste  de  un  reducto  cuadrado 
con  cuatro  baluartes,  foso  y  camino  cubierto,  conte- 
niendo dentro  los  alojamientos  y  almacenes. 

Como  ya  el  disimulo  era  inútil,  acudió  Moncay  con 
sus  huestes  á  cercar  la  fortaleza  española,  muy  seguro 
de  rendirla  por  hambre.  Avisó  Márquez  al  gobernador 
de  Zamboanga  el  peligro  en  que  se  hallaba,  y,  no  pu- 
diendo  marchar  Almonte  en  su  auxilio  por  tener  que 
acudir  al  socorro  de  las  posesiones  españolas  de  Molu- 
cas,  le  envió  á  Cristóbal  de  las  Eras  con  10  embarca- 
ciones, alguna  tropa  y  víveres.  Los  buhayenes  enton- 
ces levantaron  el  cerco. 

Almonte,  á  su  regreso  de  las  Molucas  (2  de  Marzo 
de  i63g),  combinó  un  activo  plan  de  campaña  contra 
los  rebeldes  mindanaos. 

Mandó  al  sargento  mayor  D.  Pedro  del  Río  con  70 
embarcaciones  á  ocupar  el  puerto  de  la  Sabanilla  (1), 
acompañándole  Mata  como  jefe  de  la  escuadra  y  los  ca- 
pitanes Juan  de  Heredia  y  Pedro  Navarro  con  sus  com- 
pañías. 

(1)  Puerto  situado  entre  Pollok  y  Punta  de  Flechas,  ea  la  bahía 
I  llana,  al  sur  de  Mindanao,  donde  fundaron  los  españoles  un  presidio 
lortificado. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  185 

Dispuso  que  el  alcalde  de  Caraga,  D.  Francisco  de 
Atienza,  saliera  contra  los  malanaos,  y  que  D.  Alvaro 
de  Galindo  hiciera  lo  propio  con  lo  embarcaciones  por 
las  costas  de  la  isla.  También  envió  á  Joló  otra  escua- 
drilla de  17  buques,  para  evitar  así  que  acudiesen  en 
socorro  de  los  buhayenes. 

El  21  de  Marzo  de  lóSg  entró  Almonte  en  la  Saba- 
nilla con  un  buen  cuerpo  de  mardicas,  tidores  y  siaos, 
sacados  de  Molucas,  cuyos  indígenas  manejan  el  carapi- 
lan  tan  hábilmente  como  los  moros.  Casi  á  la  vez  que 
Almonte  llegó  á  la  Sabanilla  el  sargento  mayor  Juan 
Ruiz  Maroto,  con  3oo  indígenas  de  Siao  y  ocho  buques 
que  enviaba  el  datto  de  Sibuguey,  Cachil  Datan,  alia- 
do de  los  españoles. 

Almonte  dejó  en  la  Sabanilla  al  sargento  mayor  Don 
José  de  Vitoria  y  al  capitán  Pedro  Navarro  y  otros  ofi- 
ciales, y  marchó  contra  los  buhayenes. 

Estos,  por  su  parte,  se  apercibieron  á  la  defensa  con 
ardimiento. 

Soltaron  el  agua  de  la  magnífica  laguna  que  fecunda 
su  territorio,  previamente  contenida  por  medio  de  pre- 
sas, y  la  campiña  quedó  por  completo  inundada.  Ade- 
más, inmensos  nipales  y  carrizos  entorpecían  el  paso 
de  las  tropas.  Fué  preciso  destinar  2.000  indios,  á  las 
órdenes  del  alférez  Luis  de  Rojas,  para  segar  aquéllos 
y  abrir  camino.  Descubierta  con  esto  la  extensa  inun- 
dación, siguieron  la  única  ruta  posible,  llevando  dos 
culebrinas  de  á  10  y  faginas  y  cestones,  que  prestaron 
grandes  servicios  durante  las  operaciones  sucesivas. 

Al  llegar  á  una  altura  son  recibidos  á  tiros  por  10 
moros  que  guarnecían  un  garitón  de  madera  establecido 
en  un  árbol  corpulento  y  elevado  que  dominaba  la 
campiña. 


l86  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Almonte  destacó  contra  ellos  lOO  mosqueteros,  los 
que,  á  pie  firme,  sostuvieron  vivo  fuego,  pereciendo  los 
moros  en  la  lucha. 

Mientras  tanto  hizo  afirmar  el  terreno  con  capas  de 
faginas,  sobre  cuyo  firme  colocaron  los  cestones,  y  una 
vez  rellenos  de  tierra  bien  unida,  pusieron  encima  unas 
viguetas,  y  sobre  ellas  grandes  maderos,  formando  una 
batería  coronada  por  las  dos  culebrinas.  Detrás  alzaron 
las  tiendas  de  lona,  y  en  el  sitio  de  más  peligro  la  del 
general. 

Establecido  el  campamento,  dictó  Almonte  acerta- 
das medidas  para  asegurar  el  éxito  de  la  campaña. 

El  capitán  Juan  López  Lucero  marchó  á  ocupar  un 
brazo  del  principal  río  del  país,  que  comunicaba  por 
unos  esteros  con  la  fortaleza  de  Moncay,  llevando  120 
españoles,  600  indios,  los  2.000  manobos  al  mando  de 
Manaquior,  cuatro  bergantines  y  otras  embarcaciones 
menores;  y  el  ayudante  Francisco  de  Arechaga  recibió 
orden  de  cerrar  con  seis  buques  un  estero  por  donde 
podían  huir  ó  ser  socorridos  los  sitiados. 

Procedióse  después,  bajo  la  dirección  del  capitán 
D.  Francisco  del  Castillo,  á  destruir  la  parte  de  carri- 
zal que  ocultaba  el  fuerte  enemigo:  operación  trabajosa 
y  expuesta  por  hacerse  á  cuerpo  descubierto.  El  enemi- 
go comenzó  á  molestarles  disparando  su  artillería.  En- 
tonces mandó  el  general  al  capitán  D.  Diego  Sarmien- 
to á  reforzar  la  roza.  Inquieto  por  el  peligro  en  que 
veía  á  sus  soldados,  acudió  Almonte  en  persona,  si- 
guiéndole los  demás  jefes;  se  apresuraron  los  trabajos 
y  quedó  terminada  la  operación,  aunque  con  pérdidas 
dolorosas. 

Murieron  el  ayudante  español  Adame  y  cinco  indios. 
Hubo  20  indios  heridos  y  12  españoles,  entre  ellos  el 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  187 

capitán  D.  Diego  Sarria,  que  lo  fué  de  verso,  y  el  ca- 
pitán D.  Laureano  de  Escobar,  de  mosquete. 

La  fortaleza  de  Moncay,  situada  en  terreno  pantano- 
so á  orillas  de  la  gran  laguna  del  país,  distaba  unos 
tres  kilómetros  del  fuerte  español.  Era  un  reducto  de 
planta  irregular  con  cinco  baluartes.  Formaban  sus 
muros  un  macizo  de  tierras  y  grandes  piedras,  de  2  '/- 
metros  de  espesor,  revestidos  interior  y  exteriormente 
por  troncos  de  árboles  unidos  y  enclavados  en  el  suelo. 
Sobre  los  muros  corría  un  parapeto  de  tierras  de  más 
de  dos  metros  de  espesor,  con  multitud  de  cañoneras 
abiertas.  Rodeaba  el  recinto  un  foso  muy  profundo,  de 
3  Va  metros  de  ancho,  lleno  de  agua  procedente  de  la 
laguna.  Más  allá  del  foso  existía  un  camino  cubierto 
con  parapeto  de  mampostería. 

Viendo  las  gruesas  murallas,  el  ancho  foso  rebosan- 
do agua  y  el  extenso  camino  cubierto  de  espeso  carrizal 
que  tenía  que  recorrer  el  ejército,  conoció  Almonte  que 
no  era  obra  de  poca  monta  asaltar  la  fortaleza.  Hizo 
conducir  de  su  galera  una  pieza  de  á  18,  y  envió  orden 
á  Lucero  para  que  á  brazo,  y  lo  antes  posible,  abriesen 
un  canal  que  permitiera  á  los  bergantines  ponerse  á 
tiro  de  cañón  del  fuerte  enemigo.  Realizado  que  fué, 
rompió  la  artillería  de  los  buques  vivo  cañoneo  contra 
el  fuerte  de  Moncay,  en  combinación  con  las  piezas  de 
la  batería,  despidiendo  ambas  una  lluvia  de  balas.  Cua- 
tro días  duró,  sin  embargo,  el  asedio.  Al  acercarse  la 
noche,  después  de  una  hora  de  arrojar  proyectiles  sin 
descanso,  pusieron  fuego  á  la  población  los  sitiados, 
rompiendo  por  el  punto  que  ocupaba  Lucero.  Tan  ho- 
rrenda fué  la  lucha  entre  los  fugitivos  y  los  manobos, 
que  el  campo  quedó  cubierto  de  cadáveres.  Muchos, 
por  huir  de  las  armas,  perecieron  en  los  pantanos.  Vio 


1 83  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Almonte  arder  la  fortificación  enemiga,  y  envió  á  ata- 
jar el  fuego  á  12  españoles  y  50  siaos,  quienes,  para 
penetrar  en  ella,  pasaron  el  foso  á  nado. 

Rotas  las  presas  por  mandato  del  general  en  jefe,  el 
agua  buscó  su  natural  nivel,  descubriendo  los  campos 
y  las  sendas  por  las  cuales  recorrieron  las  tropas  todos 
aquellos  lugares,  antes  fértiles  y  poblados,  exterminan- 
do y  destruyendo  cuanto  á  su  paso  hallaban. 

Las  murallas  de  la  fortaleza  rendida,  después  de  sa- 
car la  artillería,  fueron  por  completo  arrasadas. 

Moncay  logró  escapar  con  vida,  refugiándose  en  lo 
más  espeso  de  los  bosques. 

El  sargento  mayor,  D.  Pedro  de  la  Mata,  tomó  por 
asalto  una  fortaleza  situada  en  otro  cerro,  cuya  defensa 
tenía  á  su  cargo  un  cuñado  de  Moncay.  En  ella  pere- 
cieron muchos  moros  y  cobraron  su  libertad  bastantes 
cautivos. 

El  capitán  Cepeda  salió  con  su  compañía  á  incendiar 
los  pueblos  del  contorno.  También  por  el  río  fueron 
varias  escuadras  con  idénticos  fines. 

El  gobernador  de  Zamboanga,  después  de  dejar  una 
pequeña  guarnición  en  el  presidio  de  Buhayen  y  de 
manifestar  á  Manaquior  que  si  se  mantenía  en  su  fide- 
lidad le  haría  dueño  de  aquellos  territorios,  se  trasladó 
á  la  Sabanilla.  En  esta  fortaleza,  ya  por  completo  ter- 
minada, halló  al  capitán  Del  Río,  recién  llegado  de  su 
expedición  á  Malanao. 

Desde  la  Sabanilla  marchó  Almonte  á  Zamboanga, 
siendo  extraordinariamente  agasajado  por  el  régulo  de 
Sibuguey  á  su  paso  por  el  territorio  de  este  magnate, 
quien  le  donó  3o  cautivos,  obsequiándole  con  curiosas 
armas. 

Cachil  Datan  se  obligó  á  pagar  2.000  tributos  por 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  1 89 

año  y  á  contribuir  al  levantamiento  de  un  fuerte  á  la 
entrada  del  rio  de  Sibuguey,  que  debía  ser  guarnecido 
por  españoles;  y  al  efecto  quedó  un  ayudante  con  5o  sol- 
dados españoles  y  pampangos. 

El  general  Almonte,  á  su  vez,  le  concedió  un  rico  bo- 
tín por  su  eficaz  auxilio  en  la  campaña  contra  Moncay. 

En  Zamboanga  celebróse  el  buen  éxito  de  la  expedi- 
ción con  inusitada  magnificencia.  Los  intrépidos  zam- 
boangueños  tomaron  en  estos  festejos  una  parte  impor- 
tantísima (26  de  Mayo  de  lóSg). 


CAPITULO  VIII. 


Campaña  contra  los  malanaos. — Antecedentes  necesarios. — Valor  del 
P.  San  Agustín. — Sus  luchas  contra  mindanaos  y  malanaos.—  Solicitan 
losjesuitas  la  expedición. — Confíase  al  capitán  Atienza. — Vacilacio- 
nes de  los  moros. — Invade  Atienza  su  territorio. — Escasa  resistencia 
que  oponen. —  Optan  por  someterse. — Opina  el  P.  San  Agustín  se  deje 
un  presidio  fortificado. — Opónense  losjesuitas. — Envía  Almonte  á  Del 
Río  á  completar  la  conquista. — Reclaman  los  jesuitas  la  administra- 
ción del  territorio  y  se  lis  otorga. — El  P.  San  Agustín  y  los  malanaos 
la  piden  en  Manila  para  los  recoletos  y  que  se  funde  un  presidio. — Se 
oponen  los  jesuitas. — El  general  lo  niega. — Con  la  retirada  de  las  tro- 
pas se  malogra  el  éxito  de  esta  campaña. — Defección  de  los  malanaos. 
— Va  el  capitán  Bermúdez  á  la  Laguna. — Fíngense  amigos  hasta  recu- 
perar los  rehenes. — Declaran  su  oposición  á  los  españoles. — Los 
cercan  en  su  fuerte. — Medios  ingeniosos  de  hacer  la  guerra.  —  Apuro 
délos  sitiados. — Piden  socorros  al  gobernador  de  Caraga  y  al  padre  ca  • 
pitan. — Dificultades  que  vencen  éstos  en  su  marcha. — Salvan  ala  guar- 
nición,— Huyen  los  sitiadores  á  los  montes. — Abandona  Bermúdez  á 
Malanao. — Construye  un  fuerte  en  Iligan. — Nueva  expedición  del  ca- 
pitán Atienza. — Sus  escasos  resultados. — Construyen  los  expedicio- 
narios un  fuerte,  resuelven  retirarse  de  la  Laguna  y  lo  confían  á  un 
datto  amigo.— Marcha  Atienza  á  Iligan. — Queman  el  fuerte  de  Mala- 
nao. — Triste  fin  de  estas  campañas. — Es  reforzado  el  fuerte  de  Iligan. 

Reseñada  la  brillante  campaña  del  general  Almonte 
contra  los  buhayenes,  vamos  á  describir  las  diversas 
expediciones  que  hubo  precisión  de  hacer  al  territorio 
de  Malanao.  Necesario  es,  para  su  mejor  inteligencia, 
consignar  ciertos  antecedentes. 

Los  religiosos  recoletos  extendieron  sus  misiones  ha- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  IQI 

cia  1624  al  partido  de  Bayug,  principiando  sus  traba- 
jos evangélicos,  con  buen  éxito,  el  P.  Fr.  Juan  de  San 
Nicolás. 

Algún  tiempo  después  fué  nombrado  misionero  del 
pueblo  de  Cagayán  el  religioso  de  la  misma  orden, 
Fr.  Pedro  de  San  Agustín,  joven  de  brioso  tempera- 
mento y  de  militares  aficiones,  quien  hizo  levantar  en 
la  provincia  de  Caragat  el  fuerte  de  Linao,  instruyendo 
á  los  indios  en  el  manejo  de  las  armas  de  fuego. 

El  término  encomendado  á  la  administración  espiri- 
tual del  P.  San  Agustín  sufría  continuos  ataques  por 
parte  de  las  tropas  de  Corralat.  Para  contrarrestarlos 
fortificó  el  pueblo,  probando  en  su  defensa  contra  los 
moros  la  utilidad  de  sus  medidas. 

Llenóse  de  coraje  el  sultán  de  Mindanao  ante  la  re- 
sistencia de  tan  pequeño  lugar,  y  mandó  2.000  hombres 
á  tomarlo. 

Tuvo  aviso  de  ello  el  P.  San  Agustín  y,  apercibién- 
dose á  la  defensa,  rechazó  á  los  moros  gallardamente. 

Proyectó  entonces  Corralat  apoderarse  del  padre  con 
asechanzas  traidoras,  por  medio  de  los  habitantes  de  la 
laguna  de  Malanao.  Estos  invaden  el  pueblo  de  Caga- 
yán, hallándose  ausente  el  misionero,  y  causan  sensi- 
bles daños.  Sabe  el  padre  con  gran  dolor  el  suceso;  ar- 
ma á  sus  más  aguerridos  feligreses;  penetra  por  tierra 
de  los  malanaos,  y  les  toma,  saquea  é  incendia  sus  pue- 
blos, volviendo  á  su  residencia  con  muchos  despojos. 

Pretendían  los  jesuítas  que  el  territorio  de  la  Laguna 
era  de  su  jurisdicción,  y  por  más  que  ningún  misione- 
ro suyo  lo  ocupaba,  no  vieron  con  buenos  ojos  la  intru- 
sión de  los  recoletos;  pero  como  carecían  de  los  bríos 
del  P.  San  Agustín,  acudieron  al  gobernador  general 
en  demanda  de  que  fuese  una  expedición  militar  á  re- 

13 


iga  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

ducir  á  los  malanaos,  para  una  vez  libre  el  país  de  ries- 
gos encargarse  de  su  administración.  Comunicó  Cor- 
cuera  las  órdenes  necesarias  al  general  Almonte,  y  éste 
confió  dicha  empresa  al  capitán  D.  Francisco  de  Atien- 
za,  persona  muy  á  propósito  por  su  valor  y  condiciones. 
Escogió  Atienza  5o  soldados  y  5oo  caragas  voluntarios, 
solicitando  el  auxilio  del  P.  San  Agustín,  que  á  la  sa- 
zón desempeñaba  el  curato  de  Butuan.  Aparejaron  seis 
embarcaciones,  dispuestas  para  ser  desarmadas  y  con- 
ducidas en  hombros  á  donde  conviniese  utilizarlas,  y 
desde  el  pueblo  de  Bayug  emprendieron  el  camino  de 
Balooy,  recibiendo  el  oportuno  auxilio  del  datto  Dolo- 
moyon,  resentido  con  los  malanaos  por  cuestiones  ha- 
bidas entre  ellos. 

Los  habitantes  de  la  Laguna  reunieron  hasta  6.000 
hombres  de  guerra  para  oponerse  á  los  expedicionarios; 
pero  no  tardaron  en  desertar  muchos,  y  decidieron  los 
caciques  enviar  algunos  regalos  al  capitán  español,  con 
el  consejo  de  que  retrocediera,  porque  de  seguir  adelan- 
te iba  á  experimentar  grandes  perjuicios. 

Contestó  Atienza  que  era  preferible  morir  que  per- 
der el  honor  retrocediendo,  y  que  pensaran  si  les  con- 
venía mejor  someterse  para  evitarse  los  males  de  una 
guerra.  Hubo  distintos  pareceres  entre  los  principales 
de  la  Laguna,  dando  lugar  con  sus  vacilaciones  á  que 
se  presentara  Atienza  en  su  territorio  (4  de  Abril 
de  1639),  sin  que  utilizaran  los  malanaos  los  pasos 
fortificados  que  habían  prevenido. 

Arman  los  nuestros  con  rapidez  sus  embarcaciones  y 
se  aproximan  á  un  fuerte,  en  cuyas  cercanías  hallan 
hasta  40  buques  contrarios.  Sus  tripulantes  los  aban- 
donan saltando  en  tierra.  Los  expedicionarios  se  apo- 
deran de  los  barcos  sin  dificultad  y  ponen  fuego  al  pue- 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  193 

blo  de  Vate.  Prosiguen  al  día  siguiente  su  marcha,  uti- 
lizando las  canoas  cogidas,  y  al  acercarse  á  las  poblacio- 
nes principales  les  salen  al  encuentro  embajadores  de 
paz  ofreciendo  vasallaje  y  tributos.  Aceptada  la  proposi- 
ción por  Atienza  se  procedió  al  empadronamiento  de  5o 
pueblos,'  sujetos  hasta  entonces  al  dominio  de  cuatro 
dattos,  inscribiéndose  2.009  familias. 

Los  recoletos  administraron  el  Bautismo  á  más  de 
200  personas,  y  se  dispuso  que  quedase  á  su  cargo  el 
ministro  de  Bayug. 

En  el  río  de  Didagun  mandaba  el  datto  Pagayabon; 
en  el  río  de  Taruca,  Dagolo;  en  el  de  Banayan,  Maca- 
luyo;  en  el  de  Bayang,  Mabololo,  y  en  las  alturas  de 
Taraca  el  valeroso  Monocor.  Estos  caciques  estipula- 
ron con  Atienza  que  admitirían  religiosos  españoles  y 
edificarían  iglesias,  accediendo,  en  prueba  de  su  buena 
fe,  á  que  sus  hijos  y  hermanos  pasaran  á  Manila  en  ca- 
lidad de  rehenes. 

Opinaba,  acertadamente,  el  P.  San  Agustín  que,  para 
asegurar  la  conquista  realizada  y  evitar  levantamientos 
en  lo  sucesivo,  se  debía  construir  un  fuerte  en  sitio  es- 
tratégico, dejándolo  guarnecido.  No  fué  muy  del  gusto 
de  las  tropas  este  consejo  y  resolvieron  dar  por  termi- 
nada su  misión,  libertando  á  17  cautivos  y  llevándose 
las  armas  de  fuego  que  hallaron  entre  los  naturales. 

Dio  parte  de  todo  el  jefe  de  la  fuerza  al  general  Al- 
monte,  y  éste,  para  afianzar  por  completo  la  conquista, 
envió  al  sargento  mayor  D.  Pedro  Fernández  del  Río, 
y  al  capitán  Juan  de  Heredia  Hermastegui,  con  70  es- 
pañoles y  5oo  visayas.  Penetraron  por  tierras  de  Co- 
rralat;  vencieron  cuantos  obstáculos  les  opuso  el  ene- 
migo en  el  belicoso  partido  de  Butig,  sujeto  al  dominio 
del  datto  Matundin,  y  reuniéndoseles  el  capitán  Atien- 


ig4  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

2a  con  su  gente,  fué  tal  el  pánico  de  los  malanaos  que 
todos  acudieron  solícitos  á  empadronarse.  Iba  con  Del 
Río  el  padre  jesuíta  Pedro  Gutiérrez;  expuso  que  el  te- 
rritorio sometido  correspondía  á  la  Compañía,  y  el  sar- 
gento mayor  le  dio  la  posesión  de  aquellos  pueblos  el  20 
de  Abril  de  lóSg,  regresando  ambos  al  cuartel  general 
y  Atienza  á  su  provincia  de  Caraga,  después  de  fortificar 
á  Bayug,  donde  dejó  con  algunas  fuerzas  á  su  ayudante. 
Estas  determinaciones  apenaron  en  gran  manera  al 
P.  San  Agustín,  viendo  así  malogrados  los  fines  de  tan 
afortunada  campaña,  pues  tenía  por  seguro  que  los  ma- 
lanaos volverían  en  breve  á  su  anterior  independencia. 
Sus  ideas  le  impulsaron  á  ir  á  Manila  en  compañía  de 
algunos  principales  malanaos;  expusieron  al  goberna- 
dor general  cuan  necesario  era  fundar  un  presidio  con 
fuerte  guarnición  que  mantuviera  á  raya  las  sugestiones 
de  Corralat  y  en  la  fe  jurada  á  los  pueblos  sometidos  á 
España.  Corcuera  prometió  hacerlo  así;  pero  mediaron 
los  jesuítas,  y  entonces  el  gobernador  general  se  negó  á 
conceder  la  administración  espiritual  de  la  Laguna  á 
los  recoletos. 

Los  malanaos  volviéronse  contrariados  á  su  país,  y 
el  P.  San  Agustín  se  retiró  á  su  curato  de  Butuan. 

Gran  pena  produjo  en  Malanao  ver  llegar  sin  los  re- 
henes á  los  caciques  que  habían  ido  á  Manila  con  el  padre 
San  Agustín;  y  unido  este  disgusto  á  las  sugestiones  de 
Corralat,  careciendo  del  freno  de  un  fuerte  en  su  país  y 
de  religiosos  que  aprovecharan  las  conversiones  hechas, 
fué  cundiendo  el  espíritu  de  insurrección  entre  ellos,  y 
al  verse  libres  de  la  presencia  de  las  tropas,  faltando  á 
sus  pactos  y  compromisos,  derribaron  las  cruces  y  que- 
maron los  camarines  que  habían  servido  de  iglesias. 
El  general  Corcuera,  que  lo  ignoraba,  mandó  al  ca 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  195 

pitan  D.  Pedro  Bermúdez  de  Castro,  con  5o  españoles 
y  5oo  indios  de  Bohol,  á  establecerse  en  la  laguna. 
Iban  con  él  los  padres  jesuítas  Diego  Patino  y  Grego- 
rio Belin,  y  los  malanaos  retenidos  en  Manila  en  ca- 
lidad de  rehenes. 

Fingiéronse  amigos  los  indigenas  hasta  conseguir  la 
devolución  de  sus  compatriotas;  pero  logrado  esto, 
mostraron  á  las  claras  lo  poco  dispuestos  que  estaban  á 
que  los  españoles  permanecieran  en  su  país,  suspen- 
diendo desde  luego  la  entrega  de  los  materiales  con  que 
contribuían  antes  á  los  trabajos  del  fuerte  comenzado. 

Prolijo  sería  relatar  los  mil  medios  ingeniosísimos 
que  pusieron  en  práctica  para  sorprender  á  sus  enemi- 
gos. Consistía  uno  de  ellos  en  ciertas  torres  de  maderos 
y  cañas,  colocadas  sobre  balsas  que  hacían  llegar  por 
el  río  hasta  el  fuerte  en  construcción,  contra  el  cual  dis- 
paraban sus  falconetes  y  lantacas.  La  tenacidad  y  cons- 
tancia del  asedio  y  la  escasez  de  provisiones,  puso  á  los 
españoles  en  el  último  apuro. 

En  tan  duro  trance  convinieron  pedir  auxilios  al  alcal- 
de de  Caraga,  impetrando  además  la  protección  del  céle- 
bre padre  capitán  Fr.  Pedro  de  San  Agustín,  á  quien  escri- 
bió una  humildísima  y  apremiante  carta  el  P.  Belín  (0. 

(l)  "Mi  padre,  decía,  olvídese  V.  R.  de  agravios,  que  le  doy  mi  pa- 
labra, como  quien  soy,  de  hacer  con  el  señor  gobernador  y  mi  religión, 
que  se  logre  lo  que  V.  R.  y  sus  santos  compañeros  tanto  han  trabaja- 
do. Mire  por  la  honra  del  rey  de  España,  y  por  las  obligaciones  con 
que  nació,  y  por  la  caridad  que  obliga  en  esta  ocasión  al  socorro  de  esta 
tropa  desgraciada  en  no  haber  merecido  la  compañía  de  V.  R.,  que  sin 
ella  á  buen  seguro  que  el  capitán  D.  Francisco  no  hubiera  tenido  la  di- 
cha que  tuvo  y  logró,  por  resistirse  á  dejar  aquí  Presidio.  Mi  padie,  en 
la  tardanza  está  el  peligro;  yo  se  lo  suplico  á  V.  R.  por  Dios  y  su  Ma- 
dre, y  espero  gran  socorro  de  todo,  etc.:  á  9  de  Marzo  de  1640.  Todo 
de  V.  R  — Gresrorio  Belín.. 


196  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Hallábanse  juntos  en  Butuan  Atienza  y  el  P.  San 
Agustín,  y  en  vista  de  estos  despachos,  marcharon  con 
gente  y  víveres  al  socorro  de  los  sitiados:  vencen  difi- 
cultades sin  reparar  en  sufrimientos  ni  fatigas,  y  salvan- 
do montes  y  ríos  llegan  al  pie  del  fuerte  en  ocasión  en 
que,  faltos  de  todo  alimento,  sucumbían  de  hambre  tras 
veintinueve  días  de  asedio. 

Merced  á  su  presencia,  los  malanaos  levantaron  el 
cerco. 

Para  vengar  la  rebeldía  de  éstos  fueron,  en  varías 
embarcaciones,  á  destruir  sus  pueblos  y  sementeras, 
único  daño  que  podían  causarles,  por  haberse  retirado 
á  los  montes. 

Bermúdez  resolvió,  de  acuerdo  con  el  parecer  de  los 
jesuítas,  abandonar  la  empresa  por  temor  á  un  nuevo 
cerco,  pretextando  la  escasez  de  bastimentos  y  el  esta- 
do de  insurrección  de  los  naturales.  En  virtud  de  tan 
precipitada  como  imprevisora  medida,  demolió  el  fuer- 
te, retirándose  á  Iligan. 

En  este  punto  hizo  levantar  un  fuertecito  á  orillas 
del  río:  lo  fortificó,  y  puso  á  su  cuidado  al  ayudante 
Francisco  Alfaro,  con  una  pequeña  guarnición.  Ber- 
múdez  pasó  á  Manila  á  dar  cuenta  de  todo  al  goberna- 
dor general. 

El  capitán  Atienza,  después  de  una  expedición  á 
Panguil,  en  la  que  fué  menos  afortunado  que  en  sus 
anteriores  empresas,  pues  tuvo  que  retirarse  sin  recabar 
ventaja  alguna;  vencido,  más  que  por  los  indígenas,  por 
los  huracanes  é  inclemencias  del  tiempo,  fué  con  sus 
buques  y  con  sus  tropas  nuevamente  á  Malanao,  cum- 
pliendo órdenes  del  gobernador  general. 

Halló  el  territorio  desierto  por  haber  huido  sus  mo- 
radores á  los  montes  tan  luego  supieron  la  llegada  del 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  I97 

ejército,  sin  consentir  bajar  á  poblado  ni  por  ruegos  y 
ofrecimientos  ni  por  amenazas.  Tan  sólo  el  datto  Ma- 
bololo  permaneció  en  su  pueblo  y  lo  recibió  afable. 

En  vista  de  ello,  consideraron  sus  capitanes  inútil  la 
expedición,  para  no  hacer  mayores  gastos  tan  estériles 
como  hasta  allí. 

Parece  ser  que  el  P.  Patino  aconsejó  que  fuesen  á 
buscar  los  bastimentos  de  que  carecían  á  tierra  de  los 
moros. 

Acapararon  los  granos  abandonados  en  las  semente- 
ras, arrasando  y  quemando  cuanto  pudieron,  sin  con- 
seguir atacar  á  los  malanaos  por  ser  inaccesibles  sus 
montes  á  causa  de  su  extraordinaria  aspereza.  Cons- 
truyeron también  un  fuerte;  pero  apenas  concluido,  cre- 
yendo vano  empeño  permanecer  en  él,  lo  confiaron  al 
cuidado  del  datto  Mabololo,  con  encargo  de  que  mantu- 
viera el  territorio  de  la  Laguna  en  la  obediencia  de  Es- 
paña. Hecho  esto,  se  retiró  Atienza  á  Iligan  con  su  po- 
derosa escuadra.  A  poco  supo  que  un  esclavo  de  Mabo- 
lolo había  incendiado  el  fuerte  de  Malanao.  Indudable- 
mente este  cacique  hizo  causa  común  con  sus  paisanos, 
y  para  disimular  su  perfidia  resolvieron  destruir  el 
fuerte. 

Tal  fin  tuvieron  las  repetidas  expediciones  contra  los 
malanaos  por  no  haber  seguido  el  primitivo  consejo  del 
experto  padre  capitán. 

Aparte  de  los  gastos  consiguientes,  hubo  que  lamen- 
tar también  en  esta  expedición  la  muerte  del  capitán 
Andrés  de  Rueda,  que  se  apartó  de  su  tropa  yendo  de 
Iligan  á  Malanao,  y  cayó  en  una  emboscada  de  los  na- 
turales. 

Otro  tanto  sucedió  al  padre  jesuíta  Francisco  Men- 
doza, que  le  acompañaba  (7  de  Mayo  de  1642). 


igS  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

Reforzado  el  fuerte  de  Iligan  con  parte  de  las  tropas 
procedentes  de  la  infructuosa  campaña  á  la  Laguna  de 
Malanao,  quedó  al  cargo  del  capitán  Pedro  Duran  de 
Monforte,  y  en  su  compañía  el  padre  jesuíta  Diego  Pa- 
tino, á  quien  sustituyó  después  el  P.  Antonio  Abarca, 
conservándose  hasta  hoy  dicho  fuerte  como  hubieran 
podido  mantenerse  los  demás. 


CAPITULO   VIII. 

Fingida  sumisión  de  los  joloanos. — Sus  traidores  intentos. — ^ Alevosía 
que  cometen. — Va  Almonte  á  Joló.  —  Ordena  la  captura  del  sultán. — 
Frústrase  esto. — Derrota  desús  defensores. — Victoria  naval  de  Mata 
contra  el  datto  Paquian. — Castigo  que  impone  aquél  en  varias  islas. 
— Campaña  contra  los  guimbas. — Valor  de  estos  salvajes. — Son  de- 
rrotados.— Magnanimidad  de  Almonte. — Es  nombrado  general  de  las 
naos  de  Acapulco. — Regresa  á  Manila. — Liviandad  del  gobernador 
Morales. — Furia  del  cacique  de  Tandú. — Conspiración  de  los  joloa- 
nos.— Manda  pasar  al  fuerte  á  8o  moros  armados. — Niéganse  éstos. — 
Quiere  obligarlos,  los  desarma,  los  persigue,  se  revuelven  al  cabo  y  es 
herido. — Cunde  la  insuirección  por  la  isla. — Procura  en  vano  cal- 
marlos el  gobernador  interino. — Va  á  reducirlos  el  general  Mata. — 
Cautiva  hasta  3.000  moros. — Imprudencia  de  su  sucesor  Morales. 
— Es  muerto  por  los  naturales  de  Paran. — Derrotan  los  moros  á  la 
cansada  tropa. — Restablece  la  disciplina  el  nuevo  gobernador  Cepe- 
da.— Ataca  y  vence  á  los  de  Paran.  —  Castigos  que  impone  á  otros 
isleños. — Persistencia  de  los  malayo-mahometanos  en  sus  excuislo- 
nes  piráticas. 

Vamos  á  reseñar  otra  campaña  en  que  el  invicto  ge- 
neral Almonte  recogió  nuevos  laureles. 

Los  joloanos  habíanse  mostrado  en  un  principio  afa- 
bles y  sumisos,  con  el  intento  de  ganar  la  confianza  del 
gobernador  de  la  isla,  considerando  así  más  fácil  des- 
hacerse de  los  españoles.  Supieron  los  padres  jesuítas 
allí  destinados  la  trama  urdida,  y  avisaron  al  goberna- 
dor Ginés  Ros  que  estuviese  prevenido;  pero  éste,  acha- 
cando á  temor  sus  sospechas,  descuidó  más  de  lo  con- 
veniente vigilar  á  los  inquietos  mahometanos.   Un  día 


200  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

se  presentan  en  el  fuerte  gran  número  de  moros  arma- 
dos con  pretexto  de  empadronarse,  y  los  centinelas,  re- 
celando de  sus  propósitos,  se  niegan  á  permitirles  la 
entrada.  Volviéronse  llenos  de  furor,  y  yendo  á  caer  so- 
bre unos  indefensos  individuos  del  destacamento  que 
trabajaban  en  una  cantera,  mataron  á  dos  españoles  y 
á  40  indios,  escapando  los  demás  por  pantanos  y  loda- 
zales (Setiembre  de  i638). 

Este  hecho  sirvió  para  que  los  jesuitas  y  algunos  ofi- 
ciales demostraran  al  capitán  Ros  el  fundamento  de 
sus  sospechas. 

Después  dijeron  los  joloanos  al  gobernador  que  ha- 
bían fraguado  esa  intentona  los  moros  de  Tawi-tawi 
sin  la  anuencia,  antes  bien  con  gran  sentimiento  del 
sultán,  cuyo  único  anhelo  era  conservar  la  buena  amis- 
tad de  los  españoles.  Bien  fuese  que  convencieran  es- 
tas falsas  protestas  al  capitán  Ginés  Ros,  ó  que  conve- 
nía á  sus  intereses  no  romper  abiertamente  con  los  mo- 
ros para  seguir  efectuando  el  lucrativo  comercio  que, 
según  los  pad-res  jesuitas,  realizaba  con  aquéllos  por 
medio  de  un  personero  suyo,  es  lo  cierto  que  de  nuevo 
se  mostró  confiado  en  demasía  y  sordo  por  completo  á 
los  avisos  de  los  jesuitas  y  de  su  colega  el  castellano  del 
Cerro,  Éstos  acudieron  en  queja  á  Almonte:  recibió  el 
general  los  despachos  en  Basilan,  á  donde  le  habían  lle- 
vado asuntos  de  interés,  y  sin  regresar  á  Zamboanga 
marchó  á  Joló  con  cuatro  embarcaciones. 

Expúsole  el  gobernador  Ros  que  exageraban  su  te- 
mor los  denunciantes,  con  el  intento  de  arrebatarle  la 
gloria  de  las  reducciones  realizadas.  Oyó  Almonte  á 
unos  y  otros,  y  pronto  se  convenció  de  que  la  conducta 
de  los  joloanos  no  era  tan  leal  y  noble  como  el  gober- 
nador decía,  descubriéndose  su  engaño  por  un  chino 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORN'EO  20I 

cautivo  del  que  hizo  acuchillar  á  los  trabajadores  de  la 
cantera,  cuyo  astuto, moro  era  el  mismo  que  mediaba  á 
título  de  amigo  entre  el  sultán  y  el  gobernador.  Al- 
monte  reprendió  al  capitán  Ros  su  excesiva  confianza, 
y  para  castigar  á  los  joloanos  les  tomó  120  embarcacio- 
nes. Por  ser  indispensable  su  presencia  en  Zamboan- 
ga,  aplazó  para  más  adelante  el  completo  escarmiento 
de  los  rebeldes. 

De  regreso  este  valeroso  caudillo  de  las  Molucas,  y 
aún  no  repuesto  de  las  fatigas  de  su  activa  campaña  al 
reino  de  Buhayen,  de  la  que,  según  en  su  lugar  diji- 
mos, entró  victorioso  en  Zamboanga  el  26  de  Mayo 
de  1639,  marchó  á  Joló  el  4  de  Junio  siguiente,  llegan- 
do el  7  á  la  una  de  la  noche.  En  el  acto  pasó  á  bordo 
el  gobernador  de  la  isla  D.  Luis  de  Guzmán,  que  había 
sustituido  al  infeliz  Ginés  Ros  (1). 

Enteróse  Almonte  del  estado  de  las  fuerzas  enemigas, 
y  pasó  el  resto  de  la  noche  dictando  disposiciones  para 
el  mejor  éxito  de  su  campaña.  A  la  madrugada  del  día  8 
desembarcó,  resuelto  á  hacer  cruda  guerra  á  los  mo- 
ros en  castigo  de  su  mala  fe.  Revisó  sus  tropas,  que  no 
pasaban  de  600  hombres  entre  españoles  é  indígenas 
de  Fihpinas  y  de  Molucas,  y  dividiéndolas  en  dos  co- 
lumnas, á  las  órdenes  de  los  capitanes  D.  Agustín  de 
Cepeda  y  D.  Gaspar  de  Morales,  les  dio  orden  de  cap- 
turar al  sultán,  el  que,  según  verídicas  noticias,  se  ha- 
llaba fortificado  en  la  espesura  de  un  bosque,  tres  le- 
guas al  interior  (2).  Cada  una  de  estas  columnas  fué  re- 

(1)  Relevado  de  su  cargo,  embarcó  Ros  en  una  galera  valiosas  mer- 
cancías para  realizarlas  en  Manila,  siendo  asesinado  al  salir  de  la  rada 
de  Joló  por  los  chinos  que  iban  en  el  buque,  codiciosos  de  apoderaise 
de  su  cargamento. 

(2)  He  aquí  el  texto  de  la  orden  que  pasó  el  general  Almonte  á  sus 


202  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

forzada  con  300  auxiliares  para  los  oficios  mecánicos. 

También  dispuso  que  el  sargento  mayor  D.  Pedro  de 
la  Mata  y  el  capitán  D.  Diego  Sarria  marcharan  con  la 
escuadra  en  persecución  de  un  hijo  del  sultán,  el  datto 
Paquian  Bactial,  que  había  ido  en  busca  de  auxilio  á 
las  islas  inmediatas.  Otras  tres  armadillas  de  ocho  em- 
barcaciones salieron  á  cruzar,  situándose  en  los  puertos 
importantes  de  la  isla  para  impedir  la  fuga  de  los  mo- 
ros y  la  entrada  de  socorros. 

Marchaban  sigilosamente  las  tropas  destinadas  á  la 
captura  del  sultán,  cuando  hizo  la  casualidad  de  que,  al 
llegar  cerca  de  un  barrio  inmediato  á  la  residencia  del 
fugitivo  magnate,  se  disparase  el  mosquete  de  un  sol- 
dado. Esta  detonación  introdujo  la  alarma  entre  los 
moros:  tocaron  á  rebato,  reuniéronse  cuantos  en  el  ba- 
rrio estaban  apercibidos  á  la  pelea,  y  empeñaron  con 
las  tropas  heroica  lucha,  dando  tiempo  á  que  su  señor 
escapara  en  una  barquilla  á  Tawi-Tawi  con  tal  premu- 
ra, que  dejó  abandonada  á  su  familia  y  riquezas.  Mu- 
chos mahometanos  pagaron  con  la  vida  tan  señalado 
rasgo  de  amor  á  su  rey.  Una  vez  conocido  este  impor- 
tante triunfo,  decayó  visiblemente  el  esfuerzo  de  los  jo- 
loanos. 

capitanes: — "Señores  capitanes:  Vuesas  mercedes  van  con  esta  tropa:  las 
cinco  de  la  tarde  son;  en  aquel  cerro  está  el  rey  de  Joló  muy  descuidado 
de  este  acontecimiento,  y  muy  confiado  en  que  en  nuestro  atrevimiento 
para  acometerlo  no  hay  brío;  tengo  cercada  la  mar  para  que  no  se  huya 
ni  le  entren  refuerzos;  así,  á  las  ocho  de  la  noche,  sin  que  esta  disposi- 
ción la  entienda  moro  alguno,  han  de  estar  vuesas  mercedes  con  esta 
gente  de  armas,  y  han  de  pelear  hasta  que  mueran  todos;  prendiendo  ó 
matando  al  rey  si  pretendiere  huir,  y  si  lo  consiguiese  me  avisarán  con 
pronto  despacho.  P^stoy  en  la  satisfacción  de  que  estas  facciones  son 
lo  menos  que  pueden  emprender  obligaciones  de  tales  soldados  y  mis 
amigos.- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  2O3 

Habiendo  surgido  disentimientos  entre  los  capitanes 
Cepeda  y  Morales,  mandó  Almonte  quedaran  á  las  ór- 
denes del  sargento  mayor  D.  Luis  de  Guzmán,  y  que 
juntos  recorriesen  y  avasallasen  toda  la  isla,  entrando 
á  sangre  y  fuego  los  pueblos  que  opusieran  resistencia 
por  medio  de  las  armas,  á  cuyos  cabecillas  deberían 
cortarla  cabeza  y  colgarlas  de  los  árboles  para  ejempla- 
ridad  de  su  castigo,  perdonando  en  cambio  á  los  pue- 
blos que  se  rindieran. 

Para  apoyar  los  movimientos  de  la  tropa,  y  en  com- 
binación con  ella,  iban  por  la  costa  dos  bergantines 
bien  armados. 

Un  mes  invirtió  Guzmán  en  esta  comisión.  Redujo 
muchos  pueblos,  castigó  á  otros  y  se  mostró  piadoso  con 
los  vencidos  hasta  el  extremo  de  hacer  construir  gran- 
des camarines  para  que  sirvieran  de  albergue  á  los  que 
habían  perdido  su  hogar  por  el  incendio  de  sus  pue- 
blos. El  capitán  D.  Juan  Heredia  se  hizo  cargo  de  los 
vencidos,  á  los  que  trató  con  mucho  cariño,  suminis- 
trándoles arroz  y  cuanto  necesitaban. 

Por  mar  fueron  igualmente  felices  los  expedicionarios. 

La  escuadra  de  Mata  halló  á  la  que  dirigía  Paquian 
Bactial,  y  libróse  entre  ambas  rudo  combate.  Los  mo- 
ros, derrotados  en  toda  la  línea,  huyen  á  ocultarse  en 
los  mangles.  Perseguidos  y  alcanzados,  muchos  caen 
muertos  y  heridos.  Mata  se  apoderó  de  la  mayoría  de 
sus  piraguas,  y  puso  en  libertad  á  los  cautivos  que  lle- 
vaban. 

Reforzada  su  escuadra  con  las  embarcaciones  proce- 
dentes de  otros  puertos  del  Archipiélago  de  Joló,  en  los 
cuales  habían  apresado  20  buques,  se  dirigió  á  la  im- 
portante isla  de  Tawi-Tawi.  Tras  breve  ataque  la  redu- 
jo por  completo. 


204  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Cogió  multitud  de  embarcaciones  y  armas,  y  libertó 
á  112  cautivos.  También  impuso  severo  castigo  á  los 
moradores  de  Babuan,  Tandu-Bato,  Matabuan  y  otras 
islas  tributarias  de  Joló,  sometiéndolas  al  dominio  de 
España.  Perdieron  la  vida  en  esta  expedición  sobre  500 
piratas.  A  su  regreso  á  Joló  fué  Mata  felicitado  por  el 
general  Almonte. 

El  12  de  Julio  se  dio  por  terminada  la  campaña  con 
la  total  sumisión  del  Archipiélago  joloano,  conservan- 
do en  rehenes  á  familias  de  los  principales  caciques  de 
las  islas  sometidas.  Sólo  del  sultán  no  se  pudo  tener 
noticia. 

Los  guimbas,  aguerridos  salvajes  residentes  en  los 
montes  que  circundan  á  Joló,  enemigos  constantes  de 
los  joloanos,  lejos  de  reconocer  la  soberanía  de  Espa- 
ña, contestaron  arrogantemente  á  los  comisionados  es- 
pañoles «que  ya  les  harían  conocer  la  diferencia  que 
había  entre  ellos  y  los  joloes. » 

Acababa  Almonte  de  recibir  despachos  de  Manila 
nombrándole  general  de  la  nao  de  Acapulco;  y  aunque 
sus  capitanes  le  aconsejaban  que  marchara  á  hacerse 
cargo  de  tan  importante  empleo,  no  lo  consintió  hasta 
castigar  la  soberbia  de  los  guimbas.  Sólo  pudieron  con- 
seguir que  no  concurriera  en  persona  á  esa  campaña, 
indicándole  que  se  considerarían  rebajados  si  tan  esca- 
so aprecio  hacía  de  ellos. 

Fué,  pues,  á  batir  á  los  guimbas  una  división  á  las 
órdenes  del  sargento  mayor  D.  Luis  de  Guzmán,  cuyo 
segundo  era  el  valiente  capitán  Cepeda  (16  de  Julio 
de  i63g). 

Al  divisar  á  los  españoles  se  presentaron  en  batalla 
los  feroces  monteses,  cubiertos  con  una  armadura  de 
cuero  de  búfalo  sumamente  fuerte,  arrojándose  ciegos 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  205 

de  ira  contra  sus  enemigos.  A  pesar  de  su  bravura  son 
rechazados  y  dispersos,  pero  se  rehacen  de  improviso  y 
dan  una  brillante  acometida.  El  valeroso  Guzmán  es 
mortalmente  herido  en  el  pecho  de  dos  lanzadas.  Sus 
tropas,  lejos  de  desmayar,  cobran  con  esto  coraje,  lu- 
chan con  heroico  valor  y  logran  ponerlos  en  fuga,  ha- 
ciéndoles dejar  en  el  campo  200  cadáveres. 

El  capitán  Cepeda  tomó  el  mando,  é  hizo  transportar 
á  Guzmán  y  20  heridos  más  á  Joló.  Marchó  después 
contra  los  guimbas  con  tanta  actividad  y  energía  que 
consiguió  destruirlos,  dando  muerte  á  más  de  400  y 
causándoles  3oo  heridos.  Además  de  Guzmán,  murieron 
siete  españoles  y  20  indios.  Los  heridos  pasaron  de  40. 

Almonte  concedió  libertad  á  los  prisioneros,  retenien- 
do en  rehenes  30  de  los  más  caracterizados.  Dejó  al 
capitán  Morales  de  gobernador  de  Joló  con  fuerzas  su- 
ficientes, y  por  capellanes  á  los  padres  jesuítas  Alejan- 
dro López  y  Francisco  Martínez,  y  marchó  á  Zam- 
boanga,  en  cuya  villa  efectuó  su  solemne  entrada  el  3i 
de  Julio.  Despidióse  de  las  tropas  que  había  guiado  tan- 
tas veces  á  la  victoria,  y  de  sus  gobernados,  que  en  él 
admiraban  las  excepcionales  dotes  de  su  carácter,  su 
gran  rectitud,  su  moralidad  y  prudencia,  y  partió  para 
Manila  el  5  de  Agosto  de  lóSg,  llevando  como  trofeos 
de  sus  campañas  cautivos,  armas,  banderas  y  riquísi- 
mos despojos,  de  todo  lo  cual  hizo  entrega  al  goberna- 
dor general  de  las  islas. 

La  despedida  de  los  zamboangueños  á  su  preclaro 
gobernador  y  el  recibimiento  hecho  en  Manila  al  héroe 
invicto  de  Mindanao,  Joló  y  Molucas,  honrado  con  el 
más  pingüe  destino  de  las  islas,  fué  digna  de  tan  es- 
forzado caudillo. 

El  ilustre  general  D.  Pedro  de  Almonte  Verástegui 


2o6  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

dejó  escrita  en  letras  de  oro  las  páginas  más  brillantes 
de  la  Historia  de  Mindanao  y  Joló,  teatro  principal  de 
sus  legendarias  hazañas.  En  él  tienen  noble  ejemplo  que 
imitar  cuantos  en  aquellos  apartados  y  hermosos  confi- 
nes de  la  madre  patria  vistan  el  honroso  uniforme  del 
ejército.  La  historia,  haciéndole  la  debida  justicia,  ha 
esculpido  ya  su  nombre  en  el  eterno  libro  de  la  fama. 

Con  el  regreso  del  ilustre  general  Almonte  á  Manila, 
los  asuntos  de  Joló  empeoraron  considerablemente,  de- 
bido á  las  torpes  liviandades  del  gobernador  Morales  y 
á  la  falta  de  prudencia  de  sus  subordinados. 

Habiéndose  rendido  los  naturales  de  Tandú,  preten- 
dió Morales  que  el  cacique  Salibanza  le  entregara  en  re- 
henes una  hija  suya,  de  doce  años  de  edad,  dotada  de  ex- 
traordinaria belleza.  Sospechó  la  madre  de  ésta  que  no 
eran  puros  los  propósitos  del  gobernador,  y  Salibanza 
se  brindó  á  quedar  en  rehenes  en  lugar  de  su  hija. 

Convino  en  ello  el  gobernador  para  disimular.  Des- 
pués propuso  á  Salibanza  fuese  á  Manila  á  dar  cuenta  de 
la  sumisión  realizada.  Tan  luego  partió  el  buque,  hizo 
que  los  soldados  pampangos  le  llevasen  la  muchacha  al 
fuerte,  produciendo  este  hecho  general  escándalo. 

Enteróse  en  Zamboanga  su  afligido  padre;  pero  no  le 
fué  posible  la  huida  por  la  vigilancia  que  ejercían  sobre 
él,  realizándola  al  cabo  desde  Otón.  Una  vez  en  Joló, 
concitó  contra  los  españoles  á  todos  sus  amigos,  convi- 
niendo en  tomar  el  fuerte  por  sorpresa  y  asesinar  á  la 
guarnición. 

No  faltó  quien  noticiase  al  gobernador  la  vuelta  de 
Salibanza  y  la  conjuración  tramada:  entonces  adoptó 
algunas  precauciones  é  hizo  prender  á  los  más  compro- 
metidos. 

Viéndose  descubiertos,  retrajéronse  los  moros  de  fre- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  20g 

cuentar  el  trato  de  las  tropas,  aunque  sin  retirarse  por 
completo.  Un  día  aparecieron  en  la  orilla  opuesta  del 
río  8o  joloanos.  El  gobernador  los  invitó  á  pasar  al  fuer- 
te, y  se  negaron.  Mandó  ocho  soldados  para  obligarles  á 
obedecer,  y  solamente  lo  hicieron  ocho.  Montó  en  cólera 
el  gobernador,  que  era  más  valiente  que  comedido  en  sus 
actos;  atravesó  el  río,  dando  orden  á  la  fuerza  de  dis- 
parar caso  de  que  opusiesen  resistencia,  y  desarmó  á 
algunos;  otros  se  retiraron  al  monte,  y  el  porfiado  Mo- 
rales los  sigue;  pero  rendido  y  sin  darles  alcance,  vol- 
vió á  las  orillas  del  río  hecho  un  loco.  Cierto  soldado  le 
advierte  que  un  joloano  de  los  40  que  allí  estaban  se 
había  negado  á  entregar  su  cris,  ocultándolo;  el  gober- 
nador la  emprende  á  palos  con  él,  y  sacando  su  cris  el 
moro,  dijo: — ¿Qué  es  esto,  joloanos;  cómo  permitís  que 
los  castilas  nos  apaleen?  Al  oirle,  se  echan  sobre  sus 
armas,  amontonadas  en  el  suelo,  y  cierran  frenéticos 
contra  los  españoles,  hiriendo  al  gobernador:  mientras 
varios  soldados  lo  trasladan  al  fuerte  en  una  barca,  los 
demás  procuran  defenderse  y  ofender  á  los  agresores.  Un 
sargento  murió  ahogado,  y  los  soldados  pudieron  ganar 
la  orilla  opuesta  del  río  merced  al  auxilio  de  la  guarni- 
ción, que  por  medio  de  los  cañones  logró  ahuyentar  á 
los  furiosos  joloanos,  pereciendo  siete. 

Este  suceso  puso  en  conmoción  á  toda  la  isla. 

El  gobernador  de  Zamboanga  dispuso  que  se  hicie- 
ra cargo  del  gobierno  de  Joló  el  sargento  mayor  Don 
Juan  Ruiz  Maroto.  Procuró  contentar  á  los  joloanos; 
pero  no  alcanzó  lo  que  deseaba,  porque  las  pasiones  es- 
taban muy  exacerbadas. 

Para  reducirlos  á  la  obediencia,  fué  con  suficiente  ar- 
mada el  general  de  las  fuerzas  marítimas  del  Sur,  Don 
Pedro  de  la  Mata  Vergara,  quien  recorrió  las  costas  del 

14 


2IO  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Archipiélago  ele  Joló,  haciendo  hasta  3.ooo  cautivos  y 
quemando  multitud  de  pueblos. 

Tuvo  Mata  que  retirarse  á  Mindanao  por  atenciones 
del  servicio,  y  dejó  el  mando  de  la  escuadra  á  su  segun- 
do Gaspar  de  Morales.  Este  valeroso,  aunque  impru- 
dente jefe,  desembarcó  en  Paran:  halló  el  pueblo  desier- 
to, y  quiso  perseguir  á  los  fugitivos.  Midiendo  por  su 
extraordinario  vigor  la  resistencia  de  sus  soldados,  los 
obligó  á  marchas  forjadas  y  á  caminar  tanto,  bajo  un  sol 
abrasador,  que  iban  quedándose  atrás  rendidos.  Cuando 
dio  vista  á  los  moros,  tan  sólo  le  seguían  ocho  espa- 
ñoles. 

Al  ver  cuan  pocos  eran,  acometen  los  mahometanos, 
y  aunque  el  valor  de  Morales  y  sus  compañeros  fué  he- 
roico, perecieron  todos  á  manos  de  aquéllos.  Su  victoria 
les  animó  á  cargar  sobre  la  cansada  tropa,  y  en  la  des- 
igual lucha  mataron  á  39  españoles.  Si  Morales  hubiese 
sido  prudente,  bien  pudo,  teniendo  bajo  su  mando  i5o 
arcabuceros  españoles  y  450  indios  de  todas  armas,  ha- 
ber sujetado  por  completo  sus  islas. 

El  nuevo  gobernador  de  Joló,  D.  Agustín  de  Cepeda, 
sintió  mucho  esta  desgracia  por  el  efecto  moral  que  ne- 
cesariamente tenía  que  producir  entre  los  malayo-ma- 
hometanos. Formó  decidido  propósito  de  vengar  la  de- 
rrota sufrida,  y  para  lograrlo  mejor  restableció  la  disci- 
plina, haciendo  que  las  tropas  practicaran  ejercicios  dia- 
rios, habituándolas  asi  con  las  fatigas  del  campamento. 

Un  día  escogió  3o  españoles  y  algunos  indios  y  fué 
á  caer  sobre  el  pueblo  de  Paran,  acometiendo  con  tal 
ímpetu  á  sus  moradores,  que  pocos  lograron  escapar 
con  vida,  no  obstante  hallarse  apercibidos  á  la  defensa, 
reconquistando  el  buen  nombre  perdido  en  la  campaña 
anterior  de  Morales. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y   BORNEO  211 

Prendió  al  paulima  (gobernador)  moro  y  otros  prin- 
cipales, é  incendió  el  pueblo. 

Marchó  en  seguida  con  más  gente  á  batir  á  los  habi- 
tantes de  las  islas  de  Pangutaran  y  de  Tapul,  mante- 
niendo constante  guerra  contra  los  joloanos. 

Así  y  todo,  no  dejaban  de  salir  algunas  expediciones 
piráticas. 

Una  de  ellas  cayó  sobre  Calamianes,  logrando  apre- 
hender al  recoleto  Fr.  Martín  de  la  Ascensión  y  á  algu- 
nos indios. 

El  religioso,  víctima  de  malos  tratos,  murió  en  su 
cautiverio  de  Tuptup  al  cabo  de  un  mes. 


CAPITULO   IX. 

Astucia  del  sultán  de  Mindanao  para  coger  un  bergantín  guarda-costas 
de  la  Sabanilla. — Arriba  otro  mercante  á  sus  costas. — Va  el  P.  Gu- 
tiérrez á  negociar  con  Corralat. — Lo  retiene  preso. — Ascendiente  del 
jesuita. — El  sultán  le  autoriza  á  celebrar  paces. — Pesar  que  esto  cau- 
sa al  rey  de  Buhayen. — Traición  de  un  artillero  flamenco. — Alevosía 
de  Moncay  con  el  capitán  Lucero. — Muerto  éste  ataca  el  fuerte. — 
"Valerosa  defensa  del  ayudante  Zavala. — Defección  de  Manaquior. — 
Sus  secuaces  pagan  con  la  vida  su  traición. — El  oidor  La  Rosa  envía 
á  Marmolejo  en  socorro  de  Zavala. — Reta  aquél  á  Corralat  á  un  com- 
bate personal. — Furor  del  sultán. — Concierta  con  Manaquior  el  ven- 
garse.— Cercan  el  buque  de  Marmolejo  en  el  río  de  Simuay  con  mul- 
titud de  embarcaciones. — Extraordinario  valor  de  Marmolejo. — Des- 
montada su  artillería  toman  su  buque. — El  sultán  le  perdona  la  vida 
por  su  heroísmo. — El  general  Mata  conviene  con  Corralat  la  devolu- 
ción de  los  prisioneros  y  el  abandono  de  Buhayen. — Disgusto  de  Cor- 
cuera  al  saberlo. — Manda  decapitar  á  Marmolejo. — Ordena  el  aban- 
dono de  la  Sabanilla  y  que  se  haga  guerra  al  sultán. — Morales  ataca 
los  fuertes  de  Corralat. — Este  se  interna  en  los  bosques. — Intenta 
después  tomar  el  pueblo  de  Lútaosde  Zamboanga. — Es  rechazado  con 
pérdida  de  gente. — Conciértase  rebelen  los  basilanos. — El  valor  de! 
ayudante  Ulloa  salva  aquel  fuerte. — Opinión  de  los  historiadores  re- 
gulares respecto  á  las  campañas  de  Corcuera. — Estado  próspero  en  que 
éste  deja  el  Tesoro  al  cesar  en  su  gobierno. — Mal  pago  que  obtiene. — 
Un  pirata  camucón  persigue  al  Arzobispo. — Se  halla  el  ámbar  en  Joló 

Los  asuntos  de  Mindanao  no  presentaban  más  prós- 
pero aspecto  que  en  Joló. 

El  astuto  sultán  Cachil  Corralat,  molestado  por  la 
vigilancia  que  con  las  naves  piratas  ejercía  desde  la  Sa- 
banilla un  bergantín  guarda-costas,  ideó  tenderle  una 
emboscada.  Hizo  aproximar  á  la  fuerza  una  piragua,  y 
el  capitán  del  bergantín,  contraviniendo  las  órdenes  del 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  213 

gobernador  de  la  Sabanilla,  D.  Agustín  de  Cepeda,  sa- 
lió en  su  persecución  con  24  mosqueteros:  á  poco  descu- 
bre tres  caracoas  piratas,  y  empeñado  en  cogerlas,  se 
apartó  de  la  plaza  más  de  lo  conveniente .  Entonces  lo 
atacaron  siete  joangas  que  estaban  ocultas  en  una  ense- 
nada. Conocido  el  engaño,  la  tripulación  del  bergantín 
se  defendió  bien,  matando  á  80  moros;  pero  fué  rendida. 

Después,  otro  bergantín  arribó  por  un  temporal  á  las 
costas  del  territorio  de  Corralat,  y  éste  se  apoderó  de  él 
con  pertrechos  y  gente. 

Para  negociar  la  libertad  de  los  cautivos  y  otros  asun- 
tos de  interés,  fué  el  P.  Pedro  Gutiérrez  á  la  residencia 
de  Corralat.  El  astuto  moro  retuvo  al  padre  jesuíta  en 
su  corte,  ya  con  unos,  ya  con  otros  pretextos,  á  fin  de 
tener  esa  garantía  contra  los  españoles. 

Adquirió  el  padre  grande  ascendiente  y  amistad  con 
el  sultán,  y  un  día,  como  revelándole  un  gran  secreto, 
le  comunicó  en  confianza  que  pronto  iría  contra  él  una 
poderosa  armada. 

Agradeció  Corralat  la  noticia;  quiso  evitar  las  contin- 
gencias de  una  nueva  campaña,  y  confirió  sus  poderes 
al  P.  Gutiérrez  para  ajustar  paces  con  los  españoles, 
concediéndole  su  bandera  para  que  ni  en  paz  ni  en  gue- 
rra fuese  molestado  por  sus  subditos. 

Mucho  sintió  el  rey  de  Buhayen  este  pacto,  deseoso 
como  estaba  de  perjudicar  á  los  españoles  en  venganza 
de  su  pasada  derrota. 

La  guarnición  española  de  este  territorio  acababa  de 
sufrir  un  sensible  contratiempo.  Ganó  Moncay  á  un  ar- 
tillero flamenco,  y,  merced  á  su  traición,  se  apoderó  de 
20  españoles  y  de  un  bergantín  que  conducía  víveres  á 
la  fortaleza. 

Alentado  por  su  triunfo  artero,  propuso  al  jefe  de  la 


214  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

fuerza  una  entrevista  fuera  de  aquel  recinto,  con  pre- 
texto de  pactar  paces.  El  capitán  Lucero,  un  oficial  y 
el  religioso  Fr.  Pedro  Andrés  de  Zamora,  con  algunos 
soldados,  acuden  confiadamente  á  la  cita.  Cuando  más 
desprevenidos  estaban,  aparecen  infinidad  de  moros 
acuchillando  alevosamente  á  los  españoles.  El  oficial 
murió  en  el  acto.  El  capitán  Lucero,  herido  de  grave- 
dad, fué  transportado  al  fuerte  por  un  sirviente  suyo, 
pero  vivió  muy  pocas  horas.  Igual  suerte  cupo  al  re- 
ligioso, pues  sólo  sobrevivió  tres  días.  Los  moros  ata- 
caron la  fortaleza;  pero  el  ayudante  Francisco  Zavala, 
que  asumió  el  mando,  la  defiende  con  bizarría  y  logra 
rechazarlos  (O. 

Lo  que  estorbó  el  valor  de  la  guarnición,  intentan 
conseguir  por  medio  del  engaño.  Manaquior,  hasta  en- 
tonces fiel  aliado  de  los  españoles,  pidió  al  sultán  de 
Mindanao  le  concediese  en  matrimonio  una  de  sus  her- 
manas, ofreciendo  por  dote  hacerle  dueño  de  la  fortale- 
za española.  Aceptada  la  proposición  por  Corralat,  pe- 
netró en  el  fuerte  en  son  de  aliado  el  moro  Campón  con 
100  manobos  aguerridos.  Era  su  intento  asesinar  á  los 
centinelas  y  apoderarse  del  fuerte.  El  éxito  no  corres- 
pondió á  sus  esperanzas,  porque,  avisado  oportunamen- 
te Zavala,  mandó  cerrar  las  puertas  tan  luego  estuvie- 
ron dentro  la  mayor  parte  de  ellos:  hizo  en  el  acto  dis- 
parar contra  los  de  fuera,  matando  á  70,  y  los  restantes 
pagaron  con  la  vida  la  traición  que  proyectaban,  salván- 
dose únicamente  Campón,  que  se  rindió  á  tiempo. 

La  ira  del  mudable  Manaquior  por  semejante  fraca- 
so no  tuvo  límites. 

(1)  Según  los  historiadores  jesuítas,  debióse  á  la  defensa  de  San 
Francisco  Javier  el  que  no  fuese  tomado  el  fuerte,  asegurando  que  el 
santo  apartaba  las  balas  enemigas  para  que  no  causaran  daño  alguno. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  215 

El  oidor  D.  Diego  de  la  Rosa,  comisionado  por  el 
general  Corcuera  para  inspeccionar  las  fuerzas  del  Sur, 
al  saber  en  Zamboanga  las  novedades  de  Buhayen,  dis- 
puso que  el  ayudante  Matías  de  Marmolejo  marchara  á 
reforzar  la  guarnición  con  50  españoles,  un  champán  y 
dos  lanchones.  Navegaban  estos  buques  por  el  río  de 
Simuay,  seis  millas  al  Norte  de  Mindanao,  residencia  de 
Corralat;  y  como  los  lanchones  retardaban  la  marcha  por 
su  pesadez,  resolvió,  contraviniendo  las  órdenes  que  le 
dieron,  dejarlos  en  el  puerto  de  la  Sabanilla,  é  hizo 
trasbordar  toda  la  gente  al  champán.  Desde  allí,  con 
más  arrogancia  que  prudencia,  envió  un  cartel  de  desa- 
fío al  sultán  de  Mindanao,  provocándolo  á  un  combate 
personal.  Esperó  tres  días;  pero  como  no  obtuvo  res- 
puesta, continuó  río  arriba  camino  de  Buhayen. 

Irritado  Corralat  por  el  desafío  de  Marmolejo,  y  Ma- 
naquior  por  el  fracaso  de  los  suyos  en  la  fortaleza  de 
Zavala,  se  confabularon  para  vengarse. 

Reunieron  hasta  200  piraguas  y  7  joangas,  y  se  situa- 
ron en  sitio  conveniente  del  río  de  Simuay.  Una  sema- 
na después  aparece  el  champán  luchando  contra  la  co- 
rriente. Las  joangas  lo  rodean  y  lo  acribillan  á  balazos. 
Marmolejo,  con  heroico  valor,  rechaza  el  ataque  brava- 
mente, causando  la  muerte  á  un  hijo  de  Manaquior. 
Esto  desconcierta  á  los  moros,  pero  se  reponen  en  breve: 
cercan  por  todas  partes  al  champán  y  lo  atacan  con  fu- 
ror, sin  lograr  por  eso  vencerlo,  á  causa  de  los  certe- 
ros disparos  de  sus  cañones.  En  esta  tremenda  lucha 
transcurrió  el  día.  La  cubierta  del  champán  presentaba 
hórrido  aspecto  con  los  cadáveres  de  sus  valientes  tripu- 
lantes; pero  aún  seguía  defendiéndose,  hasta  que  á  mi- 
tad de  la  noche,  desmontada  su  artillería  por  una  bala  de 
á  10,  y  escaso  de  gente  el  buque,  lo  entran  al  abordaje. 


2l6  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Salváronse  únicamente  Marmolejo  y  seis  más,  cuyas  vi- 
das hizo  respetar  Corralat,  admirado  de  tanto  valor.  A 
tal  punto  llegó  su  aprecio  del  heroísmo  de  Marmolejo, 
que  quiso  enviarlo  á  España  para  sustraerlo  á  las  iras 
del  general  Corcuera.  En  el  asalto  del  champán  mató 
Manaquior  por  su  propia  mano  al  padre  jesuíta  Barto- 
lomé Sánchez  (i."'  de  Junio  de  1642),  á  pesar  de  que  Co- 
rralat le  gritaba  que  no  lo  hiciese. 

Las  consecuencias  de  esta  derrota  fueron  terribles. 

El  general  D.  Pedro  de  la  Mata  supo  en  la  Sabani- 
lla, á  donde  había  llegado  con  su  escuadra,  tan  triste 
suceso,  y  creyendo  evitar  mayores  males  á  los  otros 
destacamentos,  propuso  paces  á  Corralat.  Como  conse- 
cuencia de  un  convenio  celebrado  entre  ambos,  el  sul- 
tán entregó  á  Marmolejo  y  demás  prisioneros  españoles, 
con  sus  sirvientes,  retirándose  la  guarnición  de  Buha- 
yen  á  la  Sabanilla. 

Cuando  el  general  Corcuera  recibió  el  parte  de  lo 
ocurrido  en  Mindanao,  su  furor  fué  indecible.  Atribu- 
yendo todos  los  males  que  se  siguieron  á  la  indiscreción 
de  Marmolejo,  lo  mandó  decapitar  en  Zamboanga,  cu- 
ya terrible  sentencia  se  cumplió  en  la  plaza  pública  de 
dicha  villa,  con  profundo  asombro  de  los  moros  que 
habían  sido  testigos  de  su  valor. 

También  ordenó  Corcuera  al  almirante  Gaspar  de 
Morales  que  demoliese  el  fuerte  de  la  Sabanilla,  y  mar- 
chara con  toda  su  gente  á  hacer  la  guerra  á  Corralat. 

Este  había  aprovechado  las  treguas  anteriormente 
concedidas  por  Mata  en  reanudar  sus  antiguas  luchas 
con  Moncay,  á  quien  tenía  puesto  en  grave  aprieto. 

Morales,  en  obediencia  á  las  órdenes  recibidas,  des- 
truyó el  fuerte  de  la  Sabanilla.  Tuvo  á  poco  la  suerte  de 
coger  dos  cañones,  municiones  y  ropas  que  enviaban  á 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  217 

Corralat  de  las  Molucas.  Después,  penetrando  por  el 
río  de  Buhayen,  tomó  varios  fuertes  defendidos  por  tro- 
pas del  sultán,  y  hasta  cercó  á  éste  en  su  propia  capi- 
tal; pero  aunque  la  tenía  muy  bien  fortificada,  escar- 
mentado con  la  hazaña  del  cerro  de  Ilihan,  se  internó 
por  montes  y  pantanos. 

Algún  tiempo  después,  para  vengar  este  agravio,  fué 
Corralat  con  15  embarcaciones  á  deshacer  el  pueblo  de 
látaos,  establecido  al  amparo  de  Zamboanga.  Apercibi- 
dos á  tiempo,  se  retiraron  aquéllos.  El  gobernador,  Don 
Pedro  Palomino,  no  mostró  la  necesaria  diligencia  en 
acudir  contra  Corralat,  y  dio  lugar  á  que  escapase.  Re- 
cibió segundo  aviso  de  que,  por  estar  en  seco  con  la  baja 
marea,  era  fácil  coger  los  buques  piratas:  entonces  man- 
dó contra  ellos  al  sargento  mayor  D.  Juan  Agustín  Cé- 
sar. Los  moros  habían  arrastrado  ya  los  buques  hasta 
encontrar  suficiente  fondo;  pero  metióse  en  el  estero,  y 
seguido  de  sus  españoles,  llegándoles  el  lodo  al  pecho, 
mataron  muchos  moros,  hasta  que  ya  no  pudieron  se- 
guirlos, quedando  el  brazo  de  mar  bañado  en  sangre. 

El  sagaz  Corralat,  incansable  en  sus  maquinaciones, 
divulgó  luego  por  todas  partes  que  en  breve  destruiría 
á  los  españoles  con  el  auxilio  de  los  holandeses,  y  que, 
una  vez  vencidos,  se  las  vería  con  los  que  resistieran 
secundarle. 

Los  basilanos  se  confederaron  con  Corralat  ofrecién- 
doles el  río  de  Simuay  para  poblar,  con  la  ventaja  de 
cederles  su  tributo.  Convinieron  en  ello  los  caciques, 
comprometiéndose  á  entregarle  el  fuerte,  á  la  sazón  de- 
fendido sólo  por  cinco  peninsulares  y  ocho  pampangos, 
bajo  el  mando  del  ayudante  Ulloa.  Corralat  envió  á  su 
general  Ugbo  con  una  armadilla  que  debía  auxiliar  á  los 
basilanos.  Descubrióse  el  complot:  acude  la  armadilla 


2l8  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

mora  á  tomar  por  fuerza  lo  que  ya  no  podían  conse- 
guir por  traición,  y  cercan  la  fortaleza;  pero  el  ayu- 
dante Ulloa,  desplegando  heroico  valor,  contuvo  á  los 
mindanaos  hasta  recibir  socorros  de  Zamboanga,  vién- 
dose precisados  los  emisarios  de  Corralat  á  volverse  á 
su  país  corridos  y  maltratados. 

Los  historiadores  regulares  de  Filipinas  achacan  á 
los  jesuítas  el  poco  resultado  que  en  definitiva  se  obtu- 
vo de  las  brillantes  victorias  del  general  Corcuera  en 
Mindanao  (i)  y  le  combaten  rudamente;  mas  es  lo  cierto 
que,  á  pesar  de  los  cuantiosos  gastos  que  exigieron  sus 
expediciones  al  sur  del  Archipiélago,  el  armamento  de 
las  tropas  y  las  obras  de  reparación  en  los  fuertes  de 
Manila  y  Cavite,  que  tuvo  necesidad  de  practicar,  ante 
el  anuncio  de  una  invasión  holandesa,  dejó  desempeña- 
do el  Tesoro  en  medio  millón  de  pesos,  bien  ajeno,  á 
la  verdad,  de  que  su  sucesor,  secundando  la  venganza 
de  los  frailes,  encarnizados  enemigos  del  ilustre  gene- 
ral, contra  el  que  se  ensañaron  cruelmente  en  el  juicio 

(l)  "Los  jesuítas  eran  muy  amigos  de  apropiarse  la  gloria  de  todo; 
no  tenían  la  mejor  fama  en  orden  á  comercio,  y  eran  muy  déspotas  cuan- 
do tenían  á  su  disposición  un  gobernador,  como  lo  estaba  el  Sr.  Corcuera. 

«Ellos  achacan  en  su  historia  el  no  haber  tenido  efecto  la  pacificación 
de  Joló  y  Mindanao  á  los  capitanes,  que  querían  tener  el  honor  de  ha- 
ber reducido  los  pueblos;  ó  al  comercio  que  querían  tener  con  los  in- 
dios; á  los  vicios  carnales  de  algunos  militares,  y  finalmente,  á  que  des- 
amparaban los  presidios  por  falta  de  víveres,  debiendo  buscarlos  entre 
los  enemigos.  No  dudo  que  habría  todos  estos  excesos,  que  serán  siempre 
el  motivo  porque  no  se  reduciián  estas  islas  al  dominio  español;  pero 
no  me  atrevo  á  decidir  lo  que  frustró  en  esta  ocasión  las  esperanzas  que 
se  habían  concebido  de  sujetar  de  una  vez  estos  moros,  que  nos  hacían 
tanto  daño,  porque  no  debemos  juzgar  por  lo  que  nos  dicen  los  jesuítas 
que  escribieron  esta  historia,  por  ser  ellos  los  interesados. „ 

(P.  Martínez  de  Zúñiga:  Historia  de  Filipinas,  cap.  XVII,  pág.  278.) 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  2I9 

de  su  residencia,  le  tuviese  cinco  años  en  una  estrecha 
prisión  (2),  al  cabo  de  los  cuales,  haciendo  justicia,  aun- 
que tardía,  á  sus  relevantes  servicios,  le  absolvió  el  Con- 
sejo de  Indias,  premiando  el  Rey  sus  méritos  con  el  go- 
bierno de  las  islas  Canarias. 

En  1641,  practicando  la  visita  diocesana  el  Arzobis- 
po de  Manila,  Sr.  Guerrero,  fué  acometido  junto  al  pue- 
blo de  Naryan,  en  Mindoro,  por  un  pirata  camucón, 
que  le  tomó  la  embarcación  con  su  pontifical  y  equipa- 
jes, salvándose  difícilmente  el  prelado  por  la  huida.  El 
terror  que  le  produjo  este  percance  influyó  mucho  en  su 
salud,  quebrantada  por  los  disgustos  sufridos  durante 
su  gobierno,  falleciendo  el  2  de  Julio. 

En  el  mismo  año  se  halló  el  ámbar  en  las  costas  de 
Joló.  Los  jesuítas  fueron  los  primeros  en  explotar  este 
rico  producto,  por  desconocer  los  indígenas  su  valor. 

(2)  "Arrestáronle  en  la  fuerza  de  Santiago  con  una  compañía  de 
guardia,  apartándole  de  la  comunicación  de  amigos  y  confidentes,  hasta 
la  asistencia  de  sus  criados;  reducido  á  un  aposento  oscuro  y  estrecho, 
que  con  honores  de  tal  era  un  verdadero  calabozo:  de  aquí  no  se  le 
permitía  salir,  ni  comunicar  con  otro  que  su  confesor,  hallóse  el  infeliz 
caballero  sin  dinero,  sin  confidentes,  sin  testigos,  sin  letrado;  acudió 
como  indefenso,  por  interpuesta  apelación,  al  Real  Consejo  de  Indias, 
de  donde  esperaba  justicia  más  suave:  en  este  triste  desconsuelo,  aban- 
donado de  sus  confidentes  (los  jesuítas),  y  perseguido  de  muchos  que 
le  debían  singulares  favores,  desengañado  de  la  inconstancia  de  las  cosas 
del  mundo,  á  costa  de  su  experiencia,  se  puso  en  manos  de  Dios,„   etc. 

(Fr.  Juan  de  la  Concepción,  recoleto,  en  su  Historia,  tomo  VI,  capí- 
tulo VI,  pág.  193.) 


CAPITULO  X. 


Gobierno  de  D.  Diego  Fajardo. — Paces  con  el  sultán  de  Mindanao. — 
El  P.  López  ajusta  las  condiciones  de  un  tratado  ventajoso. — Fírma- 
se en  Siniuay. — El  datto  Salicala  y  los  holandeses  atacan  los  fuertes 
españoles  de  Joló. — Los  rechaza  valerosamente  su  guarnición. — Cae 
de  la  muralla  fortuitamente  el  gobernador  de  Joló  y  muere, — Fajar- 
do, por  temor  á  la  guerra  de  los  holandeses,  ordena  abandonar  á  Jo- 
ló, previa  celebración  de  un  tratado. — Se  convierte  al  cristianismo  un 
general  de  Corralat. — Despachan  los  holandeses  tres  escuadras  contra 
Filipinas. — Aparecen  en  Joló,  van  á  Zamboanga,  y  por  último,  ata- 
can la  Caldera. — El  capitán  Monforte  los  hace  reembarcarse  con  pér- 
dida de  100  hombres. 


El  temor  de  que  los  holandeses  atacaran  á  Manila  y 
la  escasez  de  tropas,  hizo  que  el  nuevo  gobernador  de 
Filipinas,  D.  Diego  Fajardo,  no  creyera  posible  el  en- 
vío de  socorros  á  Mindanao  y  Joló,  por  lo  cual  dio  or- 
den al  gobernador  de  Zamboanga,  D.  Francisco  de 
Atienza,  de  ajustar  paces  con  los  moros.  Comisionado 
al  efecto  el  padre  jesuita  Alejandro  López,  pasó  á  la 
corte  de  Corralat,  y  convenidas  las  condiciones,  fué  el 
gobernador  de  Zamboanga  á  verse  con  Corralat  y  se 
firmó  el  correspondiente  tratado  en  el  pueblo  de  Simuay 
el  24  de  Junio  de  1645.  Por  este  convenio  el  sultán  de 
Mindanao  cedía  una  parte  de  su  territorio,  extendién- 
dose las  posesiones  españolas  por  el  O.,  hasta  Sibu- 
guey;  por  el  E.,  hasta  el  río  de  Tho  en  la  ensenada  de 
Tagalooc,  y  por  el  N.,  hasta  la  laguna  de  Malanao,  in- 


EN    MINDANAO,    JÓLO   Y    BORNEO  2  21 

cluso  los  ríos  de  Didagun,  Taraca  y  Bancayan,  que  en 
ella  desaguan. 

Accedía  Corralat  á  que  en  su  corte  se  levantaran 
templos  para  atender  á  las  necesidades  espirituales  de 
los  cristianos  allí  existentes. 

En  iguales  condiciones  se  admitió  la  sumisión  y 
amistad  del  cuñado  de  Corralat,  Manaquior. 

Este  tratado  se  celebró  ante  el  sultán  Corralat,  ha- 
llándose presentes  Batiamuda  y  Goadin,  sus  hijos;  Ma- 
naquior, datto  de  los  tagolanos;  Balamana,  sobrino 
del  sultán;  Ugbo,  general  de  la  marina;  Tobinga,  Du- 
moloon,  Mampanguitomoan  y  Matag  Patiocan,  prin- 
cipales de  dicho  sultanato;  y  por  parte  de  España, 
Francisco  de  Atienza,  gobernador  de  Zamboanga;  Ale- 
jandro López,  rector  del  Colegio  de  la  Compañía  de 
Jesús,  y  el  capitán  Duran  de  Monforte. 

Tres  días  después  de  firmadas  estas  paces,  la  guar- 
nición de  Joló,  al  mando  del  sargento  mayor  D.  Este- 
ban de  ügalde,  rechazaba  valerosamente  al  príncipe 
Salicala,  heredero  del  sultanato,  que  con  ayuda  de  los 
holandeses,  á  los  cuales  había  ido  á  buscar  á  Batavia, 
llevándoles  un  rico  presente  de  perlas  y  ámbar,  intentó 
apoderarse  de  nuestros  fuertes. 

Tres  días  duró  el  combate,  sin  resultado  para  los 
agresores. 

Lo  más  notable  del  caso  es  que  al  observar  los  jo- 
loanos  que  los  holandeses  llevaban  la  peor  parte  y  que 
su  almirante  fué  muerto  de  una  bala,  quisieron  apresar 
sus  buques  y  quitarles  cuantos  pertrechos  y  armas  con- 
ducían para  reintegrarse  de  sus  regalos;  pero  los  ho- 
landeses lo  evitaron  levando  anclas  (i). 

(l)     "Por  horas  aguardaban  los  moros  que  la  fuerza  se  viniese  abajo. 


222  HISTORIA    DE   LA   PIRATERÍA 

A  poco  llegó  á  Joló  el  capitán  Duran  de  Monforte 
con  ocho  embarcaciones. 

El  valeroso  gobernador  de  esta  plaza,  visitando  las 
defensas  del  fuerte,  cayó  de  la  muralla,  de  cuyas  resul- 
tas murió  á  los  tres  días. 

La  inicua  alianza  de  joloanos  y  holandeses,  y  la  con- 
veniencia de  reconcentrar  en  Manila  el  mayor  contin- 
gente de  tropas  con  que  atender  á  la  guerra  con  los 
últimos,  cuyas  escuadras  recorrían  las  costas  de  llocos 
y  Pangasinán,  determinaron  el  que  la  junta  de  guerra, 
convocada  por  Fajardo,  decidiera  por  unanimidad  de 
votos  el  abandono  de  Joló,  previa  demolición  de  los 
fuertes.  Esta  orden  fué  comunicada  al  gobernador  de 
Zamboanga,  encargándole  que  ajustara  un  tratado  con 
dicho  sultán,  vendiéndole  como  fineza  lo  que  era  nece- 
sidad, á  fin  de  obtener  el  mejor  partido  posible  de  tan 
lamentable  acuerdo. 

A  la  sazón  recorría  los  mares  de  Visayas  una  nume- 
rosa armadilla  mandada  por  Salicala.  Sin  embargo,  el 
P.  Alejandro  López,  á  quien  el  gobernador  de  Zam- 
boanga confió  aquella  delicada  comisión,  decidió  enten- 
derse con  el  sultán  viejo,  residente  en  Tawi-Tawi. 

Para  el  mejor  éxito  de  su  embajada  suplicó  al  sultán 
de  Mindanao  mediara  en  el  asunto. 

Corralat  dispuso  que  su  sobrino  Cachil  Patiocan  y 
el  orancaya  Datan  escoltasen  hasta  Joló  al  P.  López, 
y  les  dio,  además,  una  carta  para  el  sultán  de  esta  is- 
la, recomendándole  atendiese  y  obedeciera  al   padre. 

como  habían  ofrecido  los  flamencos.  Y  viendo  que  era  ya  el  tercero 
día  y  que  se  mantenía  en  pie,  empezaron  á  remolinear  y  á  desconfiar  de 
la  empresa,  y  porque  las  perlas  y  ámbar  no  saliesen  tan  de  balde,  trata- 
ron de  apoderarse  de  la  artillería.  „ 

(P.  Francisco  Combes:  Mstoria  de  Mindanao,  lib.  VII,  pág.  384.) 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  223 

Ambos  magnates  sirvieron  de  mucho  al  embajador  pa- 
ra el  feliz  término  de  su  cometido.  Cuando  el  P.  López 
tuvo  arreglado  el  asunto,  fué  á  Joló  el  gobernador  de 
Zamboanga  y  celebró  un  tratado  con  Rutxia  Bongso, 
sultán  de  Joló,  cuyas  cláusulas  fueron  las  siguientes: 
se  designaba  como  su  heredero  al  príncipe  Bactial,  po- 
niéndolo bajo  la  protección  del  gobierno  español;  se 
reconocía  pertenecer  al  sultán  las  islas  desde  Tawi- 
Tawi  hasta  Tuptup  y  Bagahac,  y  al  Rey  de  España  las 
de  Balanguitan,  Tapul,  Siasi  y  Pangutaran,  debiendo 
el  sultán,  en  señal  de  vasallaje,  y  por  dejarle  la  isla  de 
Bagahac  en  que  había  nacido,  pagar  anualmente  tres 
joangas  llenas  de  arroz,  puesto  en  Zamboanga;  se  per- 
mitía á  los  jesuítas  catequizar  á  los  infieles  que  volun- 
tariamente quisieran  oír  sus  exhortaciones;  se  estipu- 
laba la  mutua  devolución  de  todos  los  cautivos  hechos 
desde  la  llegada  de  los  holandeses,  pudiendo  rescatarse 
los  antiguos  mediante  el  pago  de  40  pesos  los  muy  bue- 
nos, 3o  los  no  tanto,  20  los  muchachos  y  10  los  niños; 
«e  convino  la  retirada  de  las  fuerzas  españolas  y  en 
demoler  los  fuertes  que  guarnecían.  Ofreció  el  sultán 
solemnemente  procurar,  en  el  término  de  seis  meses,  la 
sumisión  de  los  dattos  Salicala  y  Paquian  Cachile,  y 
que  haría  salir  todos  los  años  una  escuadrilla  en  perse- 
cución de  los  camucones  y  los  demás  piratas  que  hos- 
tilizaban á  las  islas  Visayas  y  Calamianes. 

Este  tratado,  escrito  en  idioma  castellano  y  árabe, 
fué  firmado  por  ambas  partes  en  el  puerto  de  Lipir  el 
14  de  Abril  de  1646,  autorizándolo  el  sultán  Rutxia 
Bongso;  Mama,  su  sobrino,  orancaya;  Suil,  Sambale, 
Palalua,  Boandin,  Amatic,  Tongopon,  Cablitun  y  otros 
muchos  dattos,  por  parte  de  los  joloanos;  el  gobernador 
de  Zamboanga,  Francisco  de  Atienza;  el  P.  Alejandro 


224  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

López;  y  como  testigos  el  P.  Luis  Espinelli,  de  la 
Compañía  de  Jesús;  los  capitanes  Alonso  Cortés  y  Luis 
de  Rojas;  el  alférez  Francisco  de  Baraona  y  Castilla; 
el  sargento  mayor  Alonso  Imbong;  capitanes  Pedro  Li- 
rán,  Pedro  Tamio,  José  Libot,  y  los  embajadores  del 
sultán  de  Mindanao,  Cachil  Patiocan  y  el  orancaya  Da- 
tan. La  firma  del  sultán  estaba  en  caracteres  arábigos. 

En  su  virtud  fueron  demolidos  los  fuertes  de  Joló, 
retirándose  las  tropas  á  Zamboanga. 

El  P.  López  marchó  á  Manila,  mereciendo  que  el 
gobernador  general  aprobara  sus  actos.  A  su  regreso  le 
dio  un  rico  presente  para  el  sultán  de  Mindanao. 

El  general  malayo-mindanao  Ugbo,  gran  datto  y 
amigo  de  Corralat,  se  convirtió  al  cristianismo,  cuyo 
suceso  se  celebró  con  gran  pompa.  Fué  su  padrino  el 
gobernador  de  Zamboanga,  Atienza;  asi  es  que  se  le 
puso  D.  Francisco,  y  se  le  nombró  general  de  los  lá- 
taos. 

Los  holandeses,  mientras  tanto,  ansiosos  de  tomar 
venganza  de  su  anterior  derrota  en  Joló,  organizaron 
en  Jacatra  una  poderosa  escuadra,  compuesta  de  i5  bu- 
ques de  gran  porte,  destinando  siete  á  las  aguas  de  aque- 
lla sultanía  y  los  restantes  á  las  costas  de  Luzón.  Era 
su  principal  intento  aliarse  con  los  joloanos  para  arre- 
batar á  España  el  imperio  de  las  Filipinas. 

El  i6  de  dicho  mes  se  presentaron  los  holandeses  en 
la  rada  de  Joló  con  cuatro  grandes  navios  y  tres  em- 
barcaciones menores. 

Frustrado  su  designio  por  las  paces  ajustadas  y  por 
la  ausencia  de  los  españoles,  levaron  anclas  con  rumbo 
á  Zamboanga,  apresando  al  paso  dos  champanes  que 
regresaban  de  Ternate. 

No  pareciéndoles  empresa  fácil  el  tomar  á  dicha  pía- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  225 

2a,  se  dirigieron  al  puerto  de  la  Caldera.  El  capitán 
Duran  de  Monforte  acudió  allá  por  tierra  con  5o  espa- 
ñoles y  100  indios  pampangos  para  impedir  el  desem- 
barco. 

Al  llegar  á  la  punta  de  Baliguasan  comenzaron  á 
disparar  los  buques  holandeses,  á  cuyo  abrigo  fueron 
á  tierra  algunas  lanchas.  Los  españoles  las  reciben  á 
pecho  descubierto  y  las  hacen  retroceder  á  los  barcos  en 
busca  de  refuerzos;  vuelven  con  más  gente,  y  tienen  de 
nuevo  que  retirarse.  Aún  intentan  por  tercera  vez  el 
desembarco,  y  son  rechazados.  Entonces  se  reembar- 
caron á  toda  prisa,  con  pérdida  de  lOO  hombres,  ale- 
jándose de  aquellas  playas,  testigos  de  su  derrota.  En- 
tre las  escasas  bajas  que  ocasionaron  á  los  españoles, 
hubo  que  lamentar  la  muerte  del  esforzado  capitán  Don 
Luis  de  Rojas,  quien,  con  valeroso  ardimiento,  peleó  al 
frente  de  sus  soldados  hasta  el  postrer  instante. 


15 


CAPITULO  XI. 


Luchas  entre  Corralat  y  Moncay. — Intervienen  tropas  españolas  en  favor 
de  aquél. — Armadilla  de  joloanos  y  borneos. — Es  perseguida  y  derro- 
tada.— Paces  con  el  príncipe  de  Joló. — Feliz  expedición  contra  los  mo- 
ros de  Borneo. — Escaramuzas  de  los  españoles  de  Caraga  por  tierras 
de  Corralat. — Nuevas  paces  con  éste. — Ci^eación  de  un  astillero  en 
Visayas. — Rebeliones  que  ocasiona. — Asesinatos  que  cometen  los  in- 
surrectos.— Son  vencidos. — Valor  del  alférez  Tenorio. 


En  las  sultanías  de  Mindanao  y  Joló  privaban,  como 
siempre,  los  temperamentos  de  fuerza.  Moncay  puso 
guerra  á  Corralat;  éste,  viéndose  en  apuro,  solicitó  el 
auxilio  de  los  españoles.  Fué  el  capitán  Monforte  en  su 
favor;  los  buhayenes  no  se  atrevieron  á  esperarlo,  y 
quedó  libre  Corralat  de  su  enemigo,  agradeciendo  él  y 
la  sultana  el  auxilio  recibido,  según  expresivas  demos- 
traciones de  ambos  al  valiente  jefe  de  la  expedición. 

Por  esta  época  los  asuntos  de  España  ofrecían  buen 
sesgo  en  Mindanao,  y  los  jesuítas  procuraban  extender 
su  influjo  entre  los  moros  (i). 

No  obstante  las  paces  ajustadas  con  el  sultán  de  Joló, 
Salicala  recorría  con  su  armadilla  las  costas  de  Visayas, 
cautivando  gente  é  infiriendo  á  aquellos  naturales  ma- 

(l)  Noticia  de  los  progresos  de  la  cristiandad  en  el  reino  de  Minda- 
nao.—  Carta  del  P.  Pedro  Gutiérrez,  de  la  Compañía  de  Jesús,  al  R.  Pa- 
dre Luis  de  Bonifás,  provincial  de  Nueva  España,  (Manuscrito  existente 
en  la  biblioteca  de  la  universidad  de  Méjico,  firmado  por  el  autor,  á  3 
de  Agosto  de  1646.) 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  227 

les  sin  cuento,  é  igualmente  Paquian  Cachile,  régulo 
de  los  guimbanosy  señor  de  Tuptup  (Borneo).  (1648.) 
El  gobernador  de  Zamboanga,  Atienza,  mandó  en 
persecución  de  dichos  piratas  cinco  joangas  bien  arti- 
lladas y  dos  pancos,  llevando  á  su  bordo  40  españoles 
y  doble  número  de  indios,  á  las  órdenes  del  capitán 
Monforte. 

En  la  capitana  embarcó  el  P.  Combes,  quedándose 
después  en  Leyte.  Alcanzadas  las  nueve  embarcaciones 
de  Cachile  entre  las  islas  de  Burlas  y  Masbate,  fueron 
atacadas  con  denuedo,  tomando  al  abordaje  la  capitana 
de  aquel  jefe  moro,  el  cual,  batiéndose  cuerpo  á  cuerpo, 
fué  muerto  de  una  estocada  por  el  ayudante  D.  Juan 
de  Isástegui. 

Logróse  el  rescate  de  18  cautivos  y  un  rico  pillaje 
que  en  la  embarcación  había.  Los  demás  lograron  es- 
capar trabajosamente.  Salicala  se  hallaba  en  el  puerto 
de  Luca,  en  Leyte.  Al  saber  este  desastre  volvió  á  Joló 
sin  atreverse  á  tocar  en  ninguna  isla.  El  jefe  español 
que  con  tanto  acierto  desempeñó  este  importante  servi- 
cio fué  ascendido  al  empleo  superior. 

En  sus  últimos  años  de  mando  tuvo  el  valerosísimo 
Atienza  grandes  disentimientos  con  los  jesuítas,  y  re- 
nunció el  gobierno  de  Zamboanga  que  tan  dignamente 
desempeñara,  sustituyéndole  el  general  D.  Rafael 
Omen  de  Acevedo. 

El  viejo  sultán  de  Joló,  afectado  por  la  derrota  de 
Cachile,  trató  de  que  Salicala  concertara  paces  con 
los  españoles.  Valióse  del  P.  López,  y  se  ajustó  con  el 
r^oltoso  príncipe  un  convenio  igual  al  celebrado  con 
su  padre.  Murió  Salicala  á  poco;  volvió  á  gobernar 
Rutxia  Bongso,  ó  mejor  dicho,  su  mujer,  y  los  joloanos 
se  pronunciaron  en  favor  del  joven  príncipe  Paquian 


228  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

Bactial;  pero  la  sultana  se  puso  al  frente  de  las  tropas, 
y  á  poco  más  hay  una  sangrienta  colisión  en  Joló.  Acu- 
dió, después,  al  gobernador  de  Zamboanga,  en  demanda 
de  auxilios,  y  para  sosegar  tales  revueltas  se  trasladó  á 
Joló  el  capitán  D.  José  de  la  Vega,  con  el  P.  López. 
Reconciliaron  al  joven  príncipe  con  su  padre  y  fué  de 
nuevo  jurado  presunto  sultán,  ratificando  las  paces  con 
España  bajo  las  mismas  condiciones  anteriores. 

Deseando  castigar  á  los  indígenas  de  la  costa  Nor- 
deste de  Borneo,  que  habían  hecho  causa  común  con 
los  joloanos  en  su  última  correría,  organizó  el  sargento 
mayor  Monforte  una  escuadrilla  de  14  embarcaciones, 
tripuladas  por  valerosos  indios  visayas  y  zamboangue- 
ños;  fué  á  Lacaylacay,  Ousan,  Bangui  y  otros  puntos; 
saqueó  varios  pueblos,  quemó  3oo  caracoas  de  todas 
clases,  libertó  á  algunos  cautivos  é  hizo  200  prisioneros 
(11  de  Enero  de  1649).  Los  jesuítas  que  acompañaban 
á  los  expedicionarios  consiguieron  bastantes  conversio- 
nes entre  los  isleños,  y  á  haber  sido  posible  guarnecer 
sus  islas,  tal  vez  hoy  estarían  sometidas  á  España  como 
las  Filipinas. 

Los  españoles  de  Caraga  verificaron  algunas  entra- 
das por  tierras  de  Corralat;  éste  quiso  tomar  venganza 
y  dio  órdenes  para  los  aprestos  necesarios.  Lo  supo  el 
gobernador  de  Zamboanga  y  dispuso  que  pasaran  á  ver- 
se con  Corralat  el  capitán  D.  Pedro  de  Viruega  y  el 
P.  López;  ratificóse  la  paz  existente,  incluyendo  en  ésta 
á  Balatamay,  rey  de  Buhayen,  por  muerte  de  Moncay, 
con  cuya  hija  casó  siendo  príncipe  de  los  manobos. 

Por  defunción  del  gobernador  de  Zamboanga,  Ornen 
de  Acevedo,  le  sustituyó  interinamente  Duran  de  Mon- 
forte; luego  fué  confirmado  en  este  cargo  tan  valiente 
militar,  en  premio  á  sus  buenos  servicios. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  229 

Con  objeto  de  aminorar  un  tanto  el  trabajo  que  pe- 
saba sobre  los  astilleros  de  Tondo  y  la  Pampanga,  de- 
terminó Fajardo  establecer  otro  en  Visayas.  Esta  me- 
dida produjo  en  los  indios  malísimo  efecto. 

Explotó  hábilmente  su  exaltación  un  indio  llamado 
Sumoroy,  castellano  del  fuerte  de  Palapag  (Samar),  y 
se  negaron  á  obedecer  la  orden  en  dicho  pueblo,  suble- 
vándose el  i.°  de  Junio  de  1649.  Su  primer  acto  fué 
asesinar  al  jesuíta  Miguel  Ponce  Barberán,  con  quien 
tenía  resentimientos  personales  el  cabecilla  insurrecto, 
y  destruir  la  iglesia  por  el  fuego,  profanando  los  orna- 
mentos y  vasos  sagrados. 

Esta  sublevación  tuvo  eco  en  varias  provincias,  como 
Camarines,  Pampanga,  Pangasinán,  llocos,  Caraga,  y 
en  todas  ellas  cometieron  los  insurrectos  algunas  muer- 
tes de  religiosos  y  españoles. 

Para  reprimir  dicho  alzamiento,  salió  de  Zamboan- 
ga  una  escuadra  al  mando  del  capitán  Juan  Muñoz, 
como  jefe  superior,  llevando  al  de  igual  clase  D.  Juan 
de  Ulloa  por  almirante  y  400  soldados  lútaos  escogi- 
dos, bajo  las  órdenes  de  su  general  Ugbo,  con  quien  iba 
de  sargento  mayor  D.  Alonso  Macombon. 

Confióse  la  pacificación  de  Palapag  al  capitán  Ginés 
de  Rojas;  dispuso  en  Catbalongan  i3  embarcaciones  y 
dos  champanes,  y  recibido  el  refuerzo  de  Zamboanga 
(Mayo  de  i65o),  cercó  á  los  alzados  en  su  cerro.  Al 
amparo  de  las  sombras  de  la  noche,  favorecidos  por  un 
fuerte  aguacero,  logran  los  capitanes  Francisco  de  Ley- 
va  y  Silvestre  de  Rojas  escalar  el  cerro.  Aterrados  los 
rebeldes  se  desbandan. 

Viéndose  perdidos  se  irritan  contra  el  jefe  de  la  sedi- 
ción, le  cortan  la  cabeza  y  se  la  llevan  á  Ginés  de  Ro- 
jas, quien  la  mandó  colgar  para  escarmiento.   La  in- 


230  HISTORIA    DE    L.\    PIRATERÍA 

surrección  terminó  en   seguida  sometiéndose  los   re- 
beldes. 

El  general  Ugbo  quedó  herido  en  Palapag,  de  cuyas 
resultas  murió  muy  poco  tiempo  después. 

En  Caraga  fué  el  promovedor  de  la  insurrección  un 
indio  llamado  Davao,  jefe  de  los  manobos  de  los  mon- 
tes de  Butuan.  No  inspiraba  este  sujeto  la  menor  des- 
confianza, y  el  alcalde  de  la  provincia,  D.  Bernabé  de 
la  Plaza,  le  encomendó  la  captura  de  algunos  que  se 
habían  hecho  sospechosos. 

Un  día  se  personó  Davao  en  el  fuerte  de  Surigao 
con  ocho  hombres  atados,  y  pidió  ver  á  su  castellano 
para  entregarlos.  Al  presentarse  dicho  jefe,  Davao  le 
abrió  la  cabeza  de  un  machetazo;  los  ocho  fingidos 
presos  se  desataron  en  el  acto,  y  asesinando  á  cuantos 
estaban  desprevenidos,  se  hicieron  dueños  del  fuerte. 

Esta  insurrección  costó  la  vida  á  varios  españoles  y 
al  P.  Fr.  Agustín  de  Santa  María,  párroco  de  Linao. 

Fué  á  Tandag  el  capitán  Gregorio  Dicastillo  con  al- 
guna infantería  española,  uniéndose  al  alcalde  de  Cara- 
ga. Llegados  á  Butuan,  intimaron  á  los  rebeldes  baja- 
ran de  los  montes,  ofreciéndoles  perdón.  Hiciéronlo  así 
muchos;  y  faltando  á  su  promesa,  fusilaron  á  los  más 
culpables.  Cuando  se  supo  esto  en  Manila,  el  goberna- 
dor general  reprendió  severamente  el  que  hubiesen  fal- 
tado á  la  palabra  empeñada  en  nombre  del  Rey,  impo- 
niendo un  castigo  á  los  citados  jefes. 

En  la  jurisdicción  de  Zamboanga  se  sublevaron  los 
súbanos,  asesinando  en  Siocon  al  P.  jesuíta  Juan  del 
Campo;  al  jefe  de  los  soldados  para  su  escolta,  Grego- 
rio de  Acosta,  español;  á  cinco  soldados  pampangos  y 
á  dos  criados  de  dicho  padre,  uno  de  ellos  peninsular. 
(25  Enero  i65o). 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  23I 

Poco  después  fué  á  sustituir  en  su  ministerio  al  infe- 
liz P.  Campo,  el  ilustre  historiador  de  Mindanao, 
P.  Francisco  Combes. 

En  Masbate  mataron  á  un  alférez.  En  Basilan  dirigía 
la  conspiración  un  tal  Tabaco.  Tratábase  en  junta  de 
sosegar  á  los  revoltosos,  cuando  el  alférez  D.  Alonso 
Tenorio  dijo  al  gobernador  de  Zamboanga  que  lo  me- 
jor era  hacer  matar  á  Tabaco,  con  lo  cual  se  evitaban 
gastos  y  molestias;  el  gobernador,  creyendo  extempo- 
ráneo el  remedio,  le  dijo:  «Pues  vaya  vuesa  merced  y 
mátelo.»  Tenorio  tomó  en  serio  ese  dicho,  escogió  al- 
gunos compañeros  y  fué  á  Basilan:  citó  á  Tabaco  á  un 
sitio  neutral;  acudió  éste  con  varios  de  los  suyos,  y  le 
dijo:  «Tabaco,  si  no  quieres  que  te  mate,  date  preso.» 
Arrojóse  á  él  con  su  lanza  enhiesta  el  indio.  Tenorio  lo 
rechazó,  se  hizo  general  la  pelea,  y  al  cabo  de  algunos 
instantes  el  alférez  había  logrado  su  intento,  volviendo 
á  Zamboanga  con  la  cabeza  del  cabecilla.  Murieron 
siete  de  los  compañeros  de  Tabaco,  y  de  los  de  Tenorio 
un  español  y  dos  indios. 


CAPITULO  XII. 

Gobierno  de  D.  Sabiniano  Manrique  de  Lara. — Luchas  intestinas  en 
Manila. — Noticia  el  jefe  supremo  de  las  islas  su  llegada  al  sultán  de 
Mindanao. — Envía  éste  un  esclavo  por  embajador. — Va  el  P.  López 
de  embajador  cerca  de  Corralat. — Le  recibe  con  disgusto. — Le  irritan 
las  quejas  del  gobernador  y  las  exhortaciones  del  padre. — Hace  matar 
á  éste  y  á  sus  acompañantes. — Procura  disculpar  su  alevosía  y  busca 
aliados. — Despacha  varias  expediciones  piráticas. — Esteybar,  gober- 
nador de  las  Molucas,  pasa  á  Zamboanga. — Declara  la  guerra  á  Corra- 
lat.— Envía  una  escuadra  á  sus  pueblos. — Apresa  algunos  buques. — 
Los  lútaos  se  niegan  á  pelear  contra  el  sult;in. — Depredaciones  en  Ma- 
rinduque  y  Mindoro  del  datto  Balatamay. — Sale  de  Manila  una  es- 
cuadra en  su  busca. — Su  jefe  elude  el  encuentro  de  los  piratas. — Ex- 
cursión del  pirata  Salicala. — Va  Esteybar  á  combatir  á  Corralat. — 
Vence  en  la  travesía  á  un  buque  holandés.  — Parapétase  Corralat  tras 
de  la  barra  de  Simuay. — Devastaciones  de  Esteybar  en  los  pueblos 
del  sultán. — Este  se  mantiene  en  su  atiincheramiento. — El  estado  del 
mar  impide  atacarlo.  — Pasa  Esteybar  á  la  Sabanilla  y  halla  orden  de 
volver  á  las  Molucas. 


En  1653  se  hizo  cargo  del  gobierno  supremo  de  Fi- 
lipinas D.  Sabiniano  Manrique  de  Lara,  cuyo  mando, 
por  adversidad  de  las  circunstancias  y  su  escaso  senti- 
do práctico,  fué  fatal  para  la  dominación  española  en  el 
Sur  de  las  islas. 

La  capital  ardía  en  luchas  horribles  entre  los  capitu- 
lares del  cabildo  de  Manila  con  el  provisor  por  una  par- 
te, y  los  frailes  y  los  jesuítas  por  otra.  La  privanza  de 
Venegas,  valido  de  Fajardo,  había  llenado  las  cárceles 
de  personas  distinguidas;  el  desconcierto  más  tremendo 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  233 

y  la  anarquía  más  absoluta  reinaban  en  todo  el  país,  y 
á  tal  estado  habían  llegado  las  cosas,  que  el  ayunta- 
miento de  Manila  y  el  cabildo  impetraron  del  Pontífice 
romano,  Inocencio  X,  que  pusiera  paz  en  los  espíritus 
y  remedio  á  tantos  males,  correspondiendo  el  Papa  con 
amplias  indulgencias  para  cuantos  hubieren  delinquido. 

El  timorato  gobernador,  Manrique  de  Lara,  no  quiso 
desembarcar  sin  que  antes  bendijese  la  tierra  su  com- 
barcano  el  arzobispo  D.  Miguel  Poblete,  procurando 
uno  y  otro  restablecer  la  armonía  entre  los  eclesiásticos, 
la  paz  pública  perturbada  y  el  sosiego  de  las  familias  de 
los  perseguidos  por  Venegas. 

Con  las  discordias  de  Manila  no  era  extraño  que  los 
malayo-mahometanos  levantaran  de  nuevo  la  cabeza: 
así  es  que,  tan  luego  se  consideraron  en  condiciones  de 
luchar,  rompieron  descaradamente  las  paces  que  por 
necesidad  ajustaran,  emprendiendo  de  nuevo  sus  san- 
grientas correrías. 

El  gobernador  general  había  noticiado  su  llegada  á 
Corralat,  enviándole  afectuosas  cartas  por  medio  del 
capitán  Diego  de  Lemos  y  del  rector  de  Zamboanga, 
P.  Francisco  de  Lado.  Aquel  sagaz  moro,  compren- 
diendo la  necesidad  del  disimulo,  quiso  entretener  á  los 
españoles  con  falsas  protestas;  mas  no  hallando  nin- 
gún datto  respetable  que  quisiera  ir  de  embajador  á  Ma- 
nila, mandó  á  un  inteligente  mahometano,  esclavo  su- 
yo, llamado  Bauna  (1655),  hijo  de  un  cautivo  tagalo. 

En  vez  de  rechazar  semejante  embajador,  el  capitán 
general  lo  recibió  con  agasajo;  aceptó  las  cartas  de  Co- 
rralat y  un  campilán  que  le  enviaba. 

Pretendía  Bauna  le  fuesen  devueltos  los  esclavos 
mindanaos  que  tuvieran  los  españoles  y  los  cañones 
cogidos  por  el  general  Corcuera.  No  manifestó  oponer- 


234  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

se  á  SU  demanda  el  gobernador,  diciéndole  que  él  mis- 
mo buscara  en  la  ciudad  los  esclavos  y  en  la  maestran- 
za los  cañones;  pero  éstos  habían  sido  fundidos  y  aqué- 
llos pertenecían  á  personas  poderosas,  que  excusaron  su 
entrega  por  ser  ya  cristianos  y  no  desear  su  vuelta  á 
Mindanao. 

Manrique  de  Lara,  deseoso  de  arreglar  pacíficamente 
las  cosas,  mandó  al  P,  Alejandro  López  como  embaja- 
dor cerca  del  sultán  de  aquella  isla,  fiando  á  la  mucha 
experiencia  del  inteligente  jesuíta  el  encargo  de  cele- 
brar paces  formales  y  duraderas  con  Corralat. 

Marchó  el  P.  López  á  Zamboanga,  con  el  enviado 
Bauna.  El  gobernador  de  esta  plaza  le  dio  una  buena 
escolta  al  mando  del  capitán  Claudio  de  Rivera,  y  aun- 
que algunos  lútaos  indicaron  al  P.  López  que  no  se  fia- 
ra de  Corralat,  persistió  en"  llevar  á  cabo  su  empresa. 

A  su  paso  por  Tanganan  invitó  á  seguirle  al  Padre 
Juan  de  Montiel,  párroco  de  dicho  pueblo,  embarcán- 
dose todos  en  tres  joangas. 

Llegados  á  Simuay,  corte  de  Corralat,  sorprendió  al 
P.  Alejandro  el  frío  recibimiento  que  se  le  dispensaba, 
bien  diferente  del  que  en  otras  ocasiones  obtuvo;  pero 
disimulando,  pidió  audiencia  al  sultán  para  cumplir  su 
misión,  contestándole  éste  que  le  remitiera  las  cartas 
del  capitán  general.  El  P.  López  manifestó  que  no  las 
podía  entregar  sino  en  propia  mano.  Avínose,  al  fin, 
Corralat;  expuso  el  padre  el  motivo  de  su  ida  á  Simuay; 
leyó  las  cartas  en  que  el  gobernador  de  Filipinas  se 
quejaba  de  su  poca  fidelidad  en  cumplir  sus  tratados  de 
paz  y  amistad;  su  falta  en  no  haber  levantado  iglesias 
para  el  culto  católico,  y  el  desacato  cometido  al  man- 
darle por  embajador  á  un  sujeto  tan  poco  caracterizado. 
Se  irritó  el  sultán  por  tales  quejas:  el  P.  López,  exhor- 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  235 

tándole  á  la  templanza,  le  dijo,  con  poco  tacto,  que  to- 
do su  afán  consistía  en  que  se  hiciera  cristiano;  creció 
al  oir  esto  la  cólera  del  sultán,  y  mandó  salir  de  su  pre- 
sencia al  jesuita. 

En  vista  del  mal  éxito  de  su  entrevista,  tuvo  que  re- 
gresar á  sujoanga. 

Balatamay,  señor  de  los  manobos,  de  acuerdo  con 
el  sultán,  avisó  al  P.  López  que  la  esposa  de  éste  de- 
seaba hablarle.  Creyó  que  el  sultán  pretendía  una  ave- 
nencia decorosa  y  desembarcó  al  punto,  siendo  condu- 
cido á  casa  de  Balatamay  por  sus  emisarios.  El  traidor 
magnate  lo  entretuvo  con  diferentes  pretextos,  hasta 
que,  á  una  señal  suya,  se  arrojaron  contra  el  embaja- 
dor varios  moros,  dándole  muerte. 

El  P.  Montiel  y  los  españoles  que  con  él  discurrían 
por  el  pueblo,  fueron  también  alevosamente  asesina- 
dos, á  excepción  de  uno  que  Corralat  perdonó  por  ser 
conocido  suyo,  y  de  otro  español  que  pudo  salvar  el 
perdonado. 

Al  capitán  Rivera,  que  estaba  en  la  joanga,  llevó  un 
moro  aviso  de  que  el  sultán  le  tenía  dispuesto  aloja- 
miento en  tierra.  Dio  crédito  al  falso  mensajero,  y  asi 
que  puso  el  pie  en  la  arena  fué  muerto.  Corralat  se 
apoderó  de  cuanto  contenían  las  joangas.  Retuvo  á  al- 
gunos lútaos  en  su  poder,  y  á  otros  los  dejó  en  libertad 
de  volver  á  Zamboanga. 

Este  salvaje  atentado,  esta  inicua  violación  del  de- 
recho de  gentes,  tuvo  lugar  el  i3  de  Diciembre  de 
i655  (0. 

(1)  El  P.  Alejandro  López  había  nacido  en  Jaca  (Aragón),  en  Julio 
de  1604.  Infatigable  defensor  del  catolicismo,  amante  en  sumo  grado 
del  engrandecimiento  de  España  y  de  la  reducción  de  los  malayo-ma- 
hometanos del  Sur  de  Filipinas,  su  vida  fué  un  continuo  batallar,   per- 


236  HISrOKIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Temiendo  Corralat  la  venganza  de  los  españoles,  es- 
cribió al  gobernador  de  Zamboanga  declinando  la  res- 
ponsabilidad de  lo  ocurrido  en  su  sobrino  Balatamay,  á 
quien  no  podía  castigar  por  ser  tan  poderoso.  También 
escribió  á  Manrique  de  Lara,  atribuyendo  las  muertes 
de  ios  jesuitas  y  demás  españoles  á  imprudencias  co- 
metidas por  el  P.  López,  y  suplicaba  al  gobernador 
que,  condonando  agravios  mutuos,  quedaran  las  cosas 
como  anteriormente.  Pero  vino  á  descubrirse  su  com- 
plicidad en  el  suceso  por  otra  carta  dirigida  en  Junio 
de  1656  al  sultán  de  Joló,  exhortándole  á  que  se  unie- 
ra á  él  para  defender  la  religión  que  ambos  profe- 
saban. 

El  monarca  joloano  envió  esta  carta  al  gobernador 
de  Zamboanga  para  demostrarle  su  lealtad  (0.  Iguales 

siguiendo  con  celo  verdaderamente  evangélico  sus  patrióticos  y  religio- 
sos fines.  Era  antiguo  amigo  de  Corralat  y  de  los  demás  sultanes  y  dan- 
tos de  todos  los  pequeños  estados  de  Mindanao  y  Joló,  quienes  siempre 
le  habían  atendido  y  tratado  con  respeto. 

Referida  queda  en  esta  HISTORIA  la  parte  activa  que  tomó  en  las  ex- 
pediciones de  Corcuera  á  Mindanao,  Joló  y  Basilan,  su  feliz  interven- 
ción en  los  tratados  de  paz  con  aquellos  sultanes  moros  y  su  afán  por 
el  acrecentamiento  de  catecúmenos. 

Había  sido  rector  de  Zamboanga  y  superior  de  la  misión  de  Dapi- 
tan.  Al  encomendársele  su  embajada  era  secretario  de  su  provincia. 
Hablaba  perfectamente  los  dialectos  lútao,  mindanao,  joloano,  visaya  y 
tagalo.  Dejó  compuesto  un  vocabulario  lútao,  y  escritas  varias  obritas 
religiosas. 

(1)  Esta  carta  venía  á  decir:  "Mi  hermano  rey  de  Joló:  holgárame 
mucho  que  goce  buena  salud,  que  Alá  le  guarde  muchos  años  y  le  con- 
ceda todo  cuanto  desea  y  le  haga  buen  moro  y  acuda  á  todas  sus  obli- 
gaciones, como  lo  maada  su  ley.  Después  de  esto  le  envío  á  avisar 
como  hemos  muerto  á  los  padres  porque  querían  que  fuésemos  cristia- 
nos, y  por  esto  los  matamos,  y  así  ueno  será  que  nos  aunemos  todos 
para  volver  por  nuestra  fe.„ 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  237 

auxilios  solicitó  Corralat  de  los  holandeses  y  de  los  so- 
beranos de  Macasar  y  de  Ternate. 

Para  excitar  más  al  último  le  mandaba  la  carta  ori- 
ginal de  Manrique  de  Lara,  presentando  la  cuestión 
bajo  el  solo  aspecto  religioso,  carta  que  pudo  recuperar 
el  gobernador  español  de  Ternate,  y  fué  enviada  á  su 
autor. 

El  capitán  general  de  Filipinas,  no  considerándose 
con  fuerzas  bastantes  para  hacer  la  guerra  al  podero- 
so sultán  de  Mindanao,  advirtió  al  gobernador  de  Zam- 
boanga  que  admitiese  como  buenas  sus  disculpas  hasta 
ver  si  llegaban  refuerzos  de  Nueva  España  y  se  podían 
vengar  tantos  agravios. 

Viendo  el  sultán  que  su  mal  proceder  quedaba  sin  el 
enérgico  y  eficaz  castigo  que  merecía,  cobró  ánimos  y 
despachó  su  gente  á  piratear  por  las  costas  de  Zam- 
boanga  y  de  Basilan,  terminando  la  campaña  con  el  sa- 
queo de  Tanganan,  donde  cautivaron  al  cacique  de  este 
pueblo,  llamado  Ampi,  y  á  23  personas  más.  También 
en  las  islas  Calamianes  cometieron  los  mindanaos  ho- 
rribles daños. 

El  gobernador  de  las  Molucas,  D.  Francisco  de  Es- 
teybar,  recibió  orden  de  pasar  á  Zamboanga,  confirién- 
dole, además  del  mando  de  dicha  plaza,  el  cargo  de  te- 
niente de  gobernador  y  capitán  general  de  todas  las  pro- 
vincias del  Sur  de  Filipinas. 

El  2  de  Diciembre  de  dicho  año  i656  llegó  á  Zam- 
boanga. Enterado  este  valeroso  jefe  de  lo  ocurrido  y 
sabedor  de  que  los  piratas  estaban  armando  en  Simuay 
una  escuadra  para  invadir  las  Visayas,  declaró  la  gue- 
rra á  Corralat,  sin  detenerse  á  comparar  si  sus  fuerzas 
eran  inferiores  ó  no  á  las  del  enemigo,  fiando  al  es- 
fuerzo de  los  suyos  y  á  la  justicia  de  su  causa  el  éxito 


238  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

de  la  empresa.  En  el  acto  dispuso  la  salida  de  diez  ca- 
racoas  al  mando  de  D.  Fernando  de  Bobadilla,  cuyos 
buques  se  hicieron  á  la  mar  el  3o  de  Diciembre, 

Este  jefe  destacó  al  almirante  D.  Pedro  de  Viruega 
al  pueblo  de  Sosocon,  y  á  la  punta  Taguima  al  sar- 
gento mayor  D.  Félix  de  Herrera. 

Supo  Corralat  por  sus  espías  la  salida  de  la  escuadra, 
y  excusó  el  enviar  sus  barcos  contra  la  armada  españo- 
la. Veinte  días  estuvo  Bobadilla  aguardando  en  vano 
los  buques  piratas. 

En  esto  fué  á  Zamboanga  el  datto  de  Sibuguey,  Min- 
tun,  ofreciendo  el  concurso  de  su  gente  contra  Corralat, 
quizá  para  no  ser  el  primero  en  pagar  los  daños  de  la 
guerra.  Se  dijo  que  el  sultán  había  mandado  cuatro  bu- 
ques por  arroz  al  pueblo  de  aquel  caudillo,  y  á  intercep- 
tar este  convoy  marchó  Bobadilla  (2  de  Enero  de  i65y). 

Al  llegar  á  la  silanga  adelantó  dos  pequeñas  caracoas 
á  reconocer  el  sitio.  Éstas  rindieron  á  una  embarcación 
grande,  pero  sus  tripulantes  aterrorizaron  á  los  lútaos 
que  iban  en  la  nave  española,  diciéndoles  que  en  breve 
serían  destruidos  por  Corralat,  que  esperaba  en  Mintun 
con  i5  embarcaciones.  Como  los  lútaos  de  la  escuadra 
de  Bobadilla  eran  afectos  al  sultán  ó  estaban  temerosos 
de  caer  en  su  poder,  amenazaron  al  comandante  con 
que  desampararían  el  campo  cuando  el  combate  estu- 
viese más  empeñado  si  les  obligaban  á  pelear  contra 
Corralat, 

En  vista  de  esto  tuvo  Bobadilla  que  volverse  á  Zam- 
boanga, perdiendo  tan  propicia  ocasión  de  vengar  la 
inicua  alevosía  del  viejo  sultán. 

Sin  embargo,  apresó  bastantes  embarcaciones  peque- 
ñas, llenas  de  arroz,  y  40  cautivos. 

Ya  declarado  enemigo  el  sultán,  y  atribuyendo  á  im- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  239 

potencia  la  impunidad  en  que  se  dejaba  la  muerte  de 
los  embajadores,  mandó  sus  escuadras  á  piratear,  bajo 
el  mando  del  principe  Balatama)^  Este  falaz  moro,  des- 
pués de  cometer  los  más  violentos  atropellos  en  Marin- 
duque  y  Mindoro,  regresó  á  Mindanao  con  multitud  de 
cautivos  y  riquísimos  despojos. 

Mientras  Balatamay  corría  las  islas  mencionadas, 
salió  de  Cavite,  por  orden  del  gobernador  general,  una 
lucida  escuadra,  al  mando  de  un  jefe  cuyo  nombre  ca- 
llan las  crónicas,  en  quien  se  supuso  brillante  compor- 
tamiento, según  el  valor  de  que  blasonaba  en  los  salo- 
nes; pero  lejos  de  cumplir  con  su  deber,  se  detuvo  en 
Balayan,  so  pretexto  de  proveerse  de  arroz,  y  luego  en 
Mindoro,  logrando  su  menguado  intento  de  no  encon- 
trar á  los  moros,  no  obstante  que  las  fuerzas  de  su  man- 
do eran  más  que  sobradas  para  destruir  á  los  piratas. 

A  fin  de  que  maniobrase  en  combinación  con  dicha 
escuadra,  hizo  Esteybar  que  el  alférez  Luis  de  Vargas 
recorriera  las  costas  de  Mindanao;  pero  como  el  jefe  de 
aquélla  faltó  á  las  instrucciones  recibidas,  y  no  la  pudo 
ver,  se  limitó  á  quemar  un  pueblo  de  la  ensenada  de  Si- 
muay,  donde  cogió  varios  cautivos. 

Bobadilla  redujo  á  cenizas  la  antigua  corte  de  Corra- 
lat,  Lamitan,  habiendo  huido  sus  moradores  á  los  bos- 
ques. 

También  en  dicho  año  de  1657  corrió  los  mares  con 
su  escuadra  el  datto  Salicala,  de  Mindanao:  los  indíge- 
nas, consternados,  abandonaban  sus  pueblos  sin  atre- 
verse á  resistirlo;  cautivó  sobre  i.ooo  indios,  llegando 
su  atrevimiento  hasta  pasear  la  bahía  de  Manila. 

Esteybar  armó  entonces  una  escuadrilla  de  caracoas 
y  vintas,  saliendo  de  Zamboanga  el  1°  de  Enero  de 
i658,  resuelto  á  castigar  severamente  á  los  piratas. 


240  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

HÍ20  correr  la  voz  de  que  iba  á  Sibuguey.  Llegó  en 
siete  días  á  este  río,  y  encomendando  parte  de  sus  fuer- 
zas al  sargento  mayor  Itamarren,  destruyó  al  pueblo 
de  Namucan,  y  quemó  en  Luraya  muchas  embarcacio- 
nes. Cuatro  pilanes  apresaron  la  joanga  que  había  lle- 
vado á  Simuay  el  P.  López,  tripulada  por  moros  de 
Mintun. 

Mudando  de  rumbo  repentinamente,  se  encaminó  á 
Punta  de  Flechas  para  ir  á  la  corte  de  Corralat,  pero 
antes  mandó  30  españoles,  con  el  capitán  D.  Pedro  de 
Viruega,  al  partido  de  Butig.  Su  régulo  Matundin,  que 
lo  defendía  al  frente  de  500  hombres,  fué  derrotado, 
las  sementeras  taladas  y  el  pueblo  reducido  á  cenizas. 
Los  sembrados  de  este  partido  eran  de  gran  riqueza, 
por  ser  el  principal  granero  de  arroz  de  Mindanao. 
También  causó  grandes  daños  en  la  Sabanilla  el  capi- 
tán D.  Juan  González  Carlete. 

El  19  de  Enero  encontró  la  escuadra  á  un  grande  na- 
vio holandés  rodeado  de  algunas  embarcaciones  pira- 
tas. Trató  Esteybar  de  que  le  dejara  paso  franco  sin 
entablar  lucha,  á  cuyo  fin  izó  bandera  blanca,  pero  el 
comandante  del  navio  neerlandés  puso  bandera  roja, 
disparando  todas  sus  piezas  contra  los  buques  españo- 
les. Entonces,  sin  reparar  la  superioridad  del  enemigo, 
acomete  Bobadilla  á  boga  arrancada  al  navio,  hasta  po- 
nerse bajo  su  artillería,  y  Esteybar  le  ataca  por  la  popa. 

Ya  iban  los  españoles  á  lanzarse  al  abordaje,  cuan- 
do una  bala  disparada  por  el  buque  de  Esteybar  incen- 
dió la  Santa  Bárbara  del  navio  holandés,  volándose  en 
el  acto. 

Veinticuatro  tripulantes  lograron  sobrevivir  única- 
mente, los  cuales  fueron  extraídos  del  mar  y  hechos 
prisioneros. 


EN  MINDANAO,  JOLÓ  Y  BORNEO         24I 

Esteybar  siguió  su  rumbo  á  Simuay,  cuya  barra  es- 
taba fortificada  con  grandes  estacadas.  Además,  en  sus 
extremos  había  dos  fuertes  guarnecidos  por  malayos, 
macasares  y  holandeses.  No  arredró  esto  á  Esteybar,  y 
se  previno  á  tomar  las  posiciones  enemigas,  á  pesar 
del  consejo  en  contrario  de  sus  capitanes. 

Mientras  resolvía  la  manera  mejor  de  realizarlo  pasó 
con  la  escuadra  al  río  de  Buhayen,  despachando  por 
una  de  sus  entradas  al  valeroso  Bobadilla  con  algunos 
buques,  y  por  la  otra  al  sargento  mayor  Itamarren. 

El  primero  saqueó  y  taló  los  pueblos  y  sementeras 
de  Tannil  y  Tabiran;  el  segundo  los  de  Lumapuc  y 
Buhayen:  destruyeron  una  poderosa  armada  dispuesta 
para  asolar  las  islas,  y  llevaron  por  despojos  muchos 
versos,  mosquetes,  campilanes,  crises  y  todo  género  de 
armas. 

En  el  pueblo  de  Buhayen  residía  el  príncipe  Hamo, 
hijo  de  Moncay,  al  que  le  tenían  usurpado  el  reino; 
enarboló  bandera  blanca  5'  una  cruz  sobre  su  casa,  de- 
seoso de  aliarse  con  los  españoles;  pero  escarmentados 
con  las  traiciones  de  los  moros,  continuaron  las  hosti- 
lidades, sin  hacer  aprecio  de  aquella  señal.  Mientras 
fabricaban  balsas  para  atacar  la  fortaleza  de  Corralat, 
fué  el  capitán  Antonio  de  Palacios  á  destruir  el  pueblo 
de  Tampacan  y  sus  convecinos.  También  el  ayudante 
Antonio  Vázquez  desembarcó  con  orden  de  que  cortase 
la  retirada  á  los  espías  enemigos.  Eran  éstos  en  núme- 
ro de  20,  perfectamente  armados;  Vázquez  se  lanzó  á 
ellos,  y  del  primer  encuentro  mató  á  cinco  é  hirió  á 
seis;  los  demás  murieron  á  balazos  en  el  monte. 

Volvió  Esteybar  á  la  barra  de  Buhayen;  supo  que  á 
una  jornada  de  allí  había  un  pueblo  de  lútaos,  llamado 
Maolo,  3^  con  deseo  de  castigarlo  y  tomar  noticias  de 

16 


242  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

la  costa,  envió  al  sargento  mayor  Itamarren,  quien, 
hallándolo  desierto,  puso  fuego  al  pueblo,  mató  cuatro 
moros  é  hizo  dos  cautivos,  únicos  que  aguardaron  su 
ataque. 

No  obstante  estas  provocaciones,  y  las  directamente 
hechas  á  Corralat  en  los  alrededores  de  sus  trincheras, 
no  se  logró  sacarle  á  campo  raso. 

Construidas  varias  balsas  en  que  se  pusieron  piezas 
de  artilleria,  entró  el  gobernador  en  la  mayor  de  aqué- 
llas, y  con  el  auxilio  de  las  embarcaciones  batió  el  fuer- 
te de  Corralat  por  espacio  de  cuatro  horas,  el  cual  se 
defendía  bien:  vióse  que  era  insuperable  la  dificultad  de 
asaltarlo,  y  que  la  artillería  maniobraba  con  poco  fruto 
por  el  estado  del  mar;  así  es  que  decidió  retirarse  á  la 
barra  de  Buhayen.  La  escuadra  fué  á  la  Sabanilla  el 
17  de  Febrero.  Aquí  recibió  orden  Esteybar  de  volver 
á  Molucas,  y  marchó  á  Zamboanga. 

Sin  embargo  del  notorio  valor  de  este  caudillo  y  de 
los  daños  inferidos  á  los  moros  en  sus  dos  meses  de 
campaña,  su  retirada  satisfizo  mucho  á  Corralat,  pues- 
to que  se  libró  de  andar  vagando  por  los  montes  como 
en  anteriores  ocasiones. 


CAPITULO  XIII. 


Procura  Corralat  poner  en  estado  de  defensa  sus  Estados.  —  Invasión 
de  varios  dattos  de  Jólo  y  de  Tawi-Tawi.  —  Se  encarga  del  gobierno 
de  Zaniboanga  D.  Fernando  Bobadilla. — Pánico  que  produce  en  Ma- 
nila el  anuncio  de  una  invasión  china. — Se  sublevan  los  sangleyes. — 
Son  vencidos  y  expulsados  del  país.  —  Se  consagra  el  gobernador  á 
poner  á  Manila  en  estado  de  defensa. — Decreta  el  abandono  de  Zam- 
boanga,  la  Sabanilla,  Calamianes  é  Iligan,  para  llevar  sus  guarniciones 
á  la  capital. — Terror  entre  los  lútaos  por  esta  medida. — Invaden  los 
joloanos  las  Visayas. — Representaciones  del  gobernador  de  Zam- 
boanga  y  del  P.  Combes  en  contra  del  abandono  de  Zamboanga. — 
Persiste  Manrique  de  Lara  en  su  resolución. — Abandono  de  los  pre- 
sidios del  Sur. — Inconveniencia  de  este  acuerdo. — Se  hace  cargo  de 
la  fortaleza  de  Zamboanga  el  lútao  Macorabon. — Los  jesuítas  le  en- 
tregan también  sus  casas  é  iglesias. — Raro  suceso  en  Mindanao. 


Había  reemplazado  al  valiente  Esteybar  en  el  go- 
bierno de  la  plaza  de  Zamboanga,  con  iguales  títulos  y 
preeminencias  que  aquél,  D.  Fernando  de  Bobadilla,  jefe 
no  menos  animoso  y  resuelto.  Corralat,  para  asegurar 
mejor  sus  dominios  contra  agresiones  de  los  españoles, 
hizo  que  Namu,  rey  de  Buhayen,  estableciese  un  fuerte 
en  la  desembocadura  del  río,  cuya  margen  opuesta  for- 
tificó asimismo  Corralat;  encomendó  á  Ivíatundin  la  de- 
fensa de  la  barra  de  Simuay,  y  á  los  basilanos  Ondol  y 
Boto  que  levantaran  un  baluarte  en  la  boca  del  estero 
de  Zamboanga. 

Sustituyó  á  Bobadilla  D.  Diego  Zarria  Lazcano, 
quedando  aquél  al  frente  de  la  armada. 


244  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Los  dattos  Linao  y  Libot,  de  Joló,  y  Sacahati,  de 
Tawi-Tawi,  con  i3  embarcaciones,  recorrieron  las  cos- 
tas de  Bohol,  Leyte  y  Masbate.  Cerca  de  Luban  dieron 
muerte  al  P.  Fr.  Antonio  de  San  Agustín,  que,  por  sus 
achaques,  no  pudo  internarse  en  aquella  isla  como  los 
demás  que  con  él  iban  en  su  embarcación.  Salió  de 
Manila  una  escuadra  al  mando  de  D.  Pedro  Duran  de 
Monforte;  estuvo  en  Luban,  Mindoro,  Panay  y  Gigan- 
tes, sin  descubrir  á  los  piratas,  y  regresó  á  la  capital. 
Los  moros  pudieron  regresar  á  Joló  con  muchos  des- 
pojos y  8o  cautivos.  El  sultán  de  esta  isla  devolvió  di- 
chos cautivos,  para  demostrar  que  quería  paces  con  los 
españoles. 

Pasó  de  gobernador  á  Zamboanga  el  general  Don 
Agustín  de  Cepeda  (i6  de  Junio  de  lóSg),  sin  que  en 
el  tiempo  que  ejerció  el  mando  ocurriesen  sucesos  dig- 
nos de  mención,  yendo  después  á  servir  el  gobierno  de 
Molucas.  El  que  le  sustituyó  tuvo  grandes  disgustos 
con  los  jesuítas,  quienes  en  sus  Historias  refieren  muy 
al  por  menor  lo  mucho  que  quiso  perjudicarles  en  sus 
intereses,  volviéndose  á  encargar  nuevamente  del  go- 
bierno de  Zamboanga  D.  Fernando  Bobadilla  (i5  de 
Febrero  de  1662). 

Las  autoridades  y  los  vecinos  de  Manila  fueron  víc- 
timas en  Mayo  de  1662  de  un  pánico  horrible,  por  la 
pretensión  del  poderoso  pirata  chino  Kue-Sing,  de  que 
el  pequeño  reino  de  Filipinas  le  rindiese  parias  y  se  de- 
clarara tributario  suyo,  so  pena  de  pasar  con  sus  escua- 
dras á  destruir  á  los  españoles,  conforme  había  hecho 
con  los  holandeses,  arrojándolos  de  la  Formosa. 

Esta  embajada,  que  llevó  á  Manila  el  padre  dominico 
Fr.  Victorio  Ricci,  y  la  consiguiente  indignación  con- 
tra los  chinos,  originó  una  sublevación  de  los  residen- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  245 

tes  en  Manila,  que  fué  vencida,  y  el  que  la  Junta  de  au- 
toridades resolviera  expulsarlos  del  país  y  rechazar  con 
las  armas  la  agresión  de  Kue-Sing,  disponiendo  el  gober- 
nador general  grandes  armamentos  y  cuantos  prepara- 
tivos de  defensa  le  parecieron  necesarios  para  salir  vic- 
torioso del  tremendo  peligro  que  amenazaba  á  las  islas. 

Pero  la  más  grave  y  transcendental  de  las  medidas 
adoptadas  en  la  junta  presidida  por  Manrique  de  Lara, 
fué  el  abandono  de  la  útilísima  plaza  de  Zamboanga, 
avanzado  centinela  de  nuestra  dominación  sobre  las 
costas  habitadas  por  los  feroces  malayo-mahometanos, 
y  el  de  la  Sabanilla,  Calamianes  é  Iligan,  también  en 
sumo  grado  importantes,  con  el  intento  de  reconcen- 
trar en  Manila  todas  las  fuerzas  que  las  guarnecían 
(6  de  Mayo). 

Esta  noticia  causó  entre  los  subditos  españoles  de 
aquellas  tierras,  ó  sea  entre  los  lútaos,  profunda  pena  y 
grandísimo  temor.  Quejáronse  amargamente  del  des- 
amparo en  que  se  les  dejaba,  quedando  expuestos  á  la 
venganza  de  los  moros,  que  ya  no  podían  considerarlos 
como  de  su  misma  raza,  y  los  odiaban  de  muerte  por 
haberse  hecho  cristianos.  Estas  justísimas  quejas,  y  la 
conciencia  de  los  perjuicios  que  iban  á  seguirse  con  la 
retirada  de  las  fuerzas  españolas,  impulsaron  al  gober- 
nador de  la  plaza,  D.  Fernando  Bobadilla,  y  al  docto 
P.  Combes,  á  solicitar  del  gobernador  general  que  revo- 
case su  mandato,  exponiéndole  uno  y  otro  las  muy 
atendibles  y  poderosas  razones  que  así  lo  aconsejaban. 

La  noticia  de  que  los  españoles  se  veían  en  tan  tre- 
mendo conflicto,  animó  á  los  joloanos  á  repetir  una  vez 
más  sus  terribles  correrías. 

Los  dattos  de  Joló,  Tawi-Tawi,  Lacay-Lacay  y  Tup- 
tup,  armaron  6o  embarcaciones,  y  dividiendo  sus  fuer- 


246  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

zas  en  varias  escuadrillas,  saquearon  y  quemaron  los 
pueblos  de  Poro,  Baybay,  Sogor,  Cabalian,  Basey, 
Dangajon,  Guinobatan  y  Capul.  Dieron  muerte  al  ca- 
pitán Gabriel  de  la  Peña;  cautivaron  al  de  igual  clase, 
Ignacio  de  la  Cueva,  y  al  padre  jesuíta  Buenaventura 
Barcena  (1);  llegaron  hasta  los  montes  en  persecución 
de  los  religiosos,  y  á  cuantos  indios  cogieron  transpor- 
ron  cautivos  á  su  país,  matando  á  muchos  de  todas  eda- 
des y  clases. 

El  gobernador  general  de  las  islas  mandó  una  escuadra 
á  perseguir  los  piratas,  pero  nada  hizo.  Sólo  desde  Zam- 
boanga  les  salió  al  encuentro  el  ayudante  Francisco 
Alvarez,  que  apresó  la  caracoa  del  corsario  Gani,  pa- 
riente de  Salé,  y  de  3o  cautivos  que  llevaba  libertó  á  22, 
yendo  después  á  una  isla  de  Joló,  donde  cautivó  12 
moros. 

Bobadilla,  en  contestación  á  su  mensaje,  recibió  el 
8  de  Noviembre  órdenes  apremiantes,  fechadas  el  5  y 
8  de  Setiembre,  para  que  se  trasladase  á  Manila  sin 
pérdida  de  tiempo,  condescendiendo  el  gobernador  con 
que  dejara,  á  lo  sumo,  50  españoles  en  la  fortaleza  de 
Zamboanga. 

Esto  equivalía  á  condenar  á  esos  infelices  á  una 
muerte  segura,  y  de  ello  protestaron  los  padres  jesuí- 
tas, que  necesariamente  hubieran  corrido  igual  destino; 
decidiendo,  por  último,  la  autoridad  superior  de  las 
islas,  el  total  abandono  de  las  expresadas  plazas  (2). 

(1)  Este  murió  á  poco  en  su  cautiverio  de  Tawi-Tawi. 

(2)  "Representé  yo  al  gobernador  por  escrito,  y  de  palabra,  todos  los 
inconvenientes,  haciéndole  evidencia  que  la  salud  de  las  islas  solamente 
consistía  en  tener  guarnecido  el  puesto  de  Zamboanga,  porque  con  so- 
lamente residir  allí  los  españoles,  aunque  la  ocasión  presente  los  me- 
noscabase,   dejando  limitado  el  presidio  á  sólo  su  conservación,  se  les 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  247 

Todavía  Bobadilla,  con  el  fin  de  alentar  á  los  lútaos, 
y  de  que  creyeran  los  moros  que  no  abandonaba  el 
puesto,  mandó  en  su  persecución  al  capitán  D.  Juan  de 
Morales  Valenzuela,  con  dos  caracoas,  á  las  islas  llama- 
das Orejas  de  liebre,  el  2  de  Enero  de  i653;  pero  el  4 
del  mismo  mes  recibió  nueva  y  más  decisiva  orden  del 
capitán  general,  fecha  11  de  Octubre,  para  que,  sin  di- 
lación ni  excusa  alguna,  abandonase  á  Zamboanga, 

quitaba  al  Mindanao  y  Joló  la  mitad  del  poder,  por  ser  igual  al  que  ellos 
tienen  el  que  sustenta  á  su  abrigo  pacífico  aquella  fuerza,  y  le  obligaba, 
cuando  quisiese  romper,  á  dejar  en  guarda  de  sus  casas  á  otra  mitad 
como  se  había  experimentado  careando  los  esfuerzos  de  ahora  en  inte- 
rrupciones que  ha  habido  de  la  paz,  con  las  ordinarias  armadas  que 
echaban  antes  que  los  enfrenara  la  fuerza;  pues  en  ésta,  echando  el  res- 
to, jamás  había  pasado  su  armada  de  seis  á  ocho  caracoas;  y  en  lo  an- 
tiguo echaban  80,  que  llenaban  de  pavor  y  estragos  todas  las  islas  has- 
ta las  bocas  de  la  bahía  de  Manila.  Que  solo  esta  fuerza  había  conse- 
guido los  fines  de  su  erección,  reprimiendo  ambos  cosarios;  y  cuando 
se  aseguraba  de  ellos,  enfrenando  al  Burney,  haciendo  jornada  á  su  reino 
todos  los  años,  é  impidiéndoles  entonces  el  invadir  las  islas.  Que  ningún 
otro  medio  era  efectivo,  por  ser  solamente  los  navios  en  que  navegaban 
los  de  Zamboanga  de  la  misma  forma  que  los  de  los  cosarios,  y  con  los 
que  solamente  se  les  puede  dar  alcance.  Que  con  menos  armada  y  costo 
se  hacía  desde  allí  la  defensa  y  se  les  daba  el  castigo;  porque  aunque 
juntos  en  armadas  eran  poderosos  contra  el  descuido  y  flojedad  de  los 
naturales;  pero  vueltos  á  sus  casas,  eran  tan  indios  como  los  demás,  y 
se  esparcían  en  sus  sementeras  y  pesquerías,  y  dos  pilanes  los  podían 
inquietar,  como  se  había  experimentado  en  los  rompimientos  pasados, 
que  con  dos  pequeñas  canoas  equipadas  hizo  el  gobernador  de  Joló, 
D.  Agustín  de  Cepeda,  ahora  maestre  de  campo  general  de  las  islas  ad- 
yacentes á  Joló,  le  fuesen  tributarias.  Que  el  remedio  que  los  de  la 
junta  ofrecían  de  armada  de  las  islas  que  les  saliese  al  encuentro  y  las 
defendiese,  no  solamente  estaba  condenado  de  la  experiencia  por  inútil, 
sino  por  dañoso.  Inútil,  porque  jamás  con  ella  se  había  dado  caza  al 
enemigo,  porque  era  lo  mismo  que  seguir  un  buey  á  una  garza,  y  sola- 
mente llegaba  á  averiguar  los  estragos  y  nunca  á  vengarlos.  Dañoso,  por- 
que era  echar  nuevo  enemigo  contra  las  islas,  por  los  daños  que  hacían 


248  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

visto  lo  cual  avisó  á  Morales  que  se  retirara,  como  lo 
ejecutó  el  7,  apresurándose  á  cumplir  dicho  imperioso 
mandato,  convencido  de  que  era  ya  de  todo  punto  im- 
posible oponerse  á  tan  sensible  determinación. 

El  gobernador  de  Zamboanga  hÍ20  solemne  entre- 
ga de  la  fuerza  al  maestre  de  campo  de  los  naturales 
lútaos,  D.  Alonso  Macombon,  recibiéndole  pleito  ho- 
menaje  de  tenerla  por  el  rey  de  España  y  defenderla 

los  soldados  en  los  pueblos  donde  saltaban,  á  título  de  buscar  bastimen- 
tos, y  condenar  á  galeras  perpetuas  á  los  pobres  naturales,  cargados  de 
tantos  repartimientos,  tributos  y  servicios  personales,  por  los  malos 
tratamientos  que  les  hacían;  que  miraban  con  tanto  horror  esta  carga 
como  la  de  las  galeras;  sin  diferenciarse  más  que  en  no  llevar  prisiones, 
con  gran  menoscabo  de  los  tributos  reales,  por  los  muchos  que  morían 
en  este  ejercicio,  así  por  el  trabajo,  poco  sustento,  como  por  ser  los 
más  gente  del  monte,  desacostumbrada  al  remo  y  desdichada  en  la  mar, 
por  no  sufrir  sus  inclemencias.  Que  hoy  no  había  potencia  en  las  islas 
para  echar  tan  poderosas  armadas  como  en  lo  antiguo,  ni  capitanes  y 
soldados  tan  experimentados;  y  si  aquéllos,  con  tan  lucidas  compañías 
de  soldados,  no  habían  servido  para  el  efecto  creado  de  redimir  las  islas 
de  tan  fiero  cautiverio,  mal  st;  podía  fiar  de  las  que  ahora  se  podían 
despachar,  estando  acabada  la  milicia,  y  no  hallándose  puros  españoles 
200  hombres.  Que  siendo  esta  la  carga  más  intolerable  para  los  natu- 
rales, era  mala  política  no  echarla,  como  podíamos,  á  hombros  de 
nuestros  enemigos,  á  quienes  no  les  era  pesada,  por  vivir  en  este  ejer- 
cicio; antes  favorables  á  sus  intentos  piratas,  poniéndoles  las  proas  á 
nuestros  enemigos.  Que  era  menos  la  gente  que  se  requería  para  sus- 
tentar el  presidio,  que  para  sustentar  en  pie  una  armada.  Y  que  estos 
gastos  los  pagarían  las  provincias,  que  desde  que  se  puso  el  presidio  se 
les  añadió  al  tributo  una  medida  de  arroz,  que  pagaban  igualmente  los 
naturales  y  los  encomenderos,  que  montaba  mucho  más  que  el  gasto 
que  podía  hacer  la  fuerza.  Que  cuando  fuese  necesario  valerse  de  la 
gente  de  allá  por  más  práctica,  mientras  instaba  esta  necesidad,  se  que- 
dasen 40  españoles,  70  pampangos  y  50  negros,  que  acá  harían  poca 
falta,  y  el  número  de  españoles  me  ofrecía  yo  á  suplirle  de  los  extrava- 
gantes esparcidos  en  los  pueblos  de  los  naturales,  de  que  yo  tenía  ex- 
periencia,  y  en   el  gobierno  no  había   noticia.   Mediante  este  informe. 


EN  MINDANAO,  JOLÓ  Y  BORNEO         249 

de  sus  enemigos;  pero  se  negó  á  incluir  entre  éstos  al 
sultán  de  Mindanao,  á  pretexto  de  que  no  tenía  poder 
bastante  para  oponerse  al  del  temido  Corralat. 

El  gobernador,  temeroso  de  una  defección,  no  le 
dejó  artillería  ninguna. 

Los  jesuítas  entregaron  también  á  Macombon  sus 
casas  é  iglesias,  llevándose  las  imágenes,  ornamentos, 
cálices  y  libros;  6,000  cristianos  quedaron  en  Zam- 
boanga  expuestos  á  las  iras  de  los  mahometanos. 

Algunos  lútaos,  aunque  pocos,  determinaron  mar- 
chará las  provincias  de  Cebú  ó  Dapitan;  otros  se  re- 
dispuso  el  gobernador  se  quedasen  25  españoles  y  25  pampangos.  Dio 
orden  que  viniese  á  Manila  la  armada  de  los  lútaos,  pareciéndole  se 
aseguraba  con  esto  todo.  A  esta  disposición,  repliqué  yo  que  era  poca 
gente  50  hombres  para  guarnecer  tan  grande  fueiza,  y  no  teniéndola 
para  cambiar,  que  ocho  días  estarían  degollados,  por  no  tener  agua  den- 
tro y  serles  forzoso  irla  á  conducir  en  embarcaciones  muy  lejos;  así 
que  los  lútaos  rompiesen  la  presa,  que  la  hacen  llegar  á  la  fuerza,  y  que, 
ó  habia  de  quedar  con  poder  bastante,  ó  dejarla  del  todo,  porque  esotro 
fuera  entregarle  los  soldados  y  armas  al  enemigo.  Y  que  por  el  lútao 
que  viniese  de  armada  á  Manila  daría  yo  mi  cabeza,  que  era  ese  arbi- 
trio de  gente  que  no  tenía  experiencia  de  esa  nación,  de  su  poder,  desu 
poca  fe,  de  la  calidad  de  la  fueiza. 

„  A  la  verdad,  lo  que  hizo  discurrir  tan  á  tientas  en  esta  junta,  fué  el 
no  haberse  hallado  hombres  de  experiencia  en  ella,  ocupados  los  cabos 
militares  que  se  habían  hallado  en  aquellas  guerras,  y  gobernado  aque- 
llas fuerzas  en  los  puntos  remotos  de  la  ciudad.  El  general  D.  Agustín 
de  Cepeda,  en  el  gobierno  de  Témate;  el  almirante  D.  Francisco  de 
Atieiiza,  en  el  gobierno  de  la  Pampanga;  el  almirante  Pedro  Duran  de 
Monforte,  en  el  gobierno  de  lloilo,  y  otros  en  Zamboanga  y  Caraga. 
Resolvióse,  pues,  el  capitán  general  en  desamparar  del  todo  á  Zamboan- 
ga, y  para  eso  se  despacharon  las  órdenes  con  el  aprieto,  que  no  deja- 
ron lugar  para  arbitrar  en  la  ejecución,  mandando  que  "ciegamente 
obedeciera,  (palabras  formales  de  la  orden),  sin  darle  interpretación., 
(P.  Francisco  Combes:  Historia  de  Mindanao,  lib.  VIII,  páginas  548  y 
siguientes.) 


250  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

partieron  por  Joló  y  Mindanao  en  busca  de  amparo, 
volviendo  á  su  antigua  religión. 

El  abandono  de  nuestras  plazas  de  Mindanao,  aunque 
se  disculpe  con  la  difícil  situación  de  la  capital  de  las 
islas,  fué  una  medida  en  demasía  imprudente,  pues,  por 
atender  á  un  peligro  dudoso,  quedaban  expuestas  las 
islas  Visayas  á  otro  más  inmediato  y  real,  aparte  del 
retroceso  que  necesariamente  tenía  que  experimentar 
nuestra  dominación  entre  los  naturales  de  Mindanao, 
donde  á  la  sazón  existían  sobre  70.000  cristianos  (0. 

(1)  En  un  informe  que  por  orden  del  gobierno  supremo  redactaron 
los  jesuitas  er.  1654,  se  desciibe  así  el  estado  de  la  población  cristiana: 

"La  isla  de  Mindanao  es  la  mayor  de  estas  Filipinas,  después  de  Ma- 
nila. Está  todavía  por  sujetar  gran  parte  de  ella.  En  lo  sujeto  tiene  la 
Compañía  á  su  cargo  las  jurisdicciones  de  Iligan  y  Zamboanga.  Este  es 
el  principal  presidio  de  los  españoles,  donde  está  principiado  á  fundar 
un  Colegio.  Este  tiene  un  rector,  con  cinco  operarios  sacerdotes.  Los 
pueblos  que  doctrina  son  el  de  los  naturales  y  lútaos  de  la  misma 
Zamboanga,  que  son  800  familias,  y  en  lugar  de  tributo  sirven  en  nues- 
tras armadas  de  remo,  que  muy  de  ordinario  andan  en  corso  en  defensa 
de  nuestras  costas  y  ofensa  de  las  enemigas.  La  isla  de  Basilan,  en 
frente  del  presidio  de  Zamboanga,  á  dos  leguas  de  distancia,  tiene  cer- 
ca de  1.000  familias,  que  atraídas  por  la  industria,  cariño  y  solicitud  de 
los  padres  doctrineros,  se  manifiestan  más  para  ser  administrados;  y  en 
tiempo  del  tributo  parecen  los  menos,  y  la  benignidad  cristiana  de  los 
españoles,  que  atiende  más  al  bien  de  las  almas  que  al  interés  personal, 
los  disimula  por  no  estar  aún  totalmente  doméstica  y  sujeta  esta  gente, 
y  por  el  riesgo  de  perderlo  todo  si  se  apretase  mucho;  lo  cual  pasa  sí, 
no  solamente  en  la  isla  de  Basilan,  sino  también  en  todas  las  demás  de 
esta  jurisdicción  de  Zamboanga.  En  la  tierra  de  Mindanao,  que  son  la 
Caldera,  puerto  nombrado  á  dos  leguas  de  Zamboanga,  hacia  el  Orien- 
te, que  tendrá  200  familias;  Bocot,  250;  Placan  y  Siraney,  loo;  Siocon, 
300;  Maslo,  ICO;  Namican,  30;  Data,  25;  Coroan,  20;  Bitales,  40;  Fin- 
gan,  ICO;  Tupila,  10o;  Sanguinto,  loo,  que  están  á  la  parte  meridio- 
nal de  Zamboanga,  y  por  todas  montan  3.251  familias.  Inclúyense  tam- 
bién en  esta  jurisdicción  las  islas  de  Pangotaran  y  Ubian,    distantes  tres 


EN    MINDANAO,    JÓLO    V    BORNEO  25 1 

El  pirata  que  tal  pánico  causara  á  las  autoridades  de 
Manila,  y  tan  grandes  daños  ocasionó  á  la  causa  de  la 
reducción  de  los  piratas  malayo-mahometanos,  sucum- 
bió sin  realizar  sus  amenazas.  ^ 

Durante  el  gobierno  de  D.  Juan  de  Vargas  (1679), 
el  sultán  de  Borneo  envió  una  embajada  solicitando  es- 
tablecer transacciones  mercantiles  con  Filipinas,  á  la 
que  correspondió  Vargas  con  otra  muy  lucida  por  me- 
dio del  sargento  mayor  D.  Juan  Morales  de  Valenzuela. 

En  1701  ocurrió  en  el  Sur  de  Filipinas  un  suceso  tan 
trágico  como  curioso.  El  sultán  de  Joló  pasó  á  visitar  al 
de  Mindanao,  haciéndose  escoltar,  para  mayor  ostenta- 
ción ,  por  una  escuadra  compuesta  de  67  embarcacio- 
nes. Viendo  tal  séquito,  temió  el  de  Mindanao,  Cutay, 

días  de  viaje  de  Zamboanga,  cuyos  habitadores,  ya  casi  todos  cristia- 
nos, dan,  cuando  pasan  por  allí  las  armadas,  algún  género  de  tributo:  las 
islas  de  Tapul  y  Balonaquis,  cuyos  naturales  son  todavía  infieles;  hay 
alrededor  de  Basilan  muchas  isletas,  acogida  de  indios  fugitivos,  mu- 
chos de  ellos  cristianos,  que  en  ocasiones  se  manifiestan  á  los  padres 
para  ser  administrados,  y  á  su  persuasión  se  agregan  á  servir  en  las  ar- 
madas. Pertenecen  también  á  la  misma  juiisdicción  de  Zamboanga,  la 
isla  de  Joló,  en  la  cual  hay  muchos  cristianos,  de  los  que  quedaron  allí 
cuando  se  retiró  el  presidio  español:  van  algunas  veces  á  visitarlos  los 
padres  ministros,  y  procuran  atraerlos  para  administrarles  los  santos  sa- 
cramentos. Y  reducidos  todos  éstos  á  familias  serán  poco  más  ó  menos, 
enPangotaran  y  Ubian,  200,  en  Tapul  y  Balonaquis,  150;  en  las  isletas 
de  Basilan,  200;  y  en  Joló  con  las  suyas,  500,  que  por  todas  hacen 
1.000. — Jurisdicción  de  Iligan,  con  su  residencia  de  Dapitan. — Corre 
esta  jurisdicción  por  la  costa  oriental  de  la  isla,  y  tendrá  su  distrito  lar- 
gas 60  leguas,  en  que  se  comprende  la  nación  de  los  súbanos,  que  es  de 
las  numerosas  de  la  isla,  y  más  dispuesta  para  la  doctrina  evangélica, 
■por  ser  gentiles  y  no  viahometanos  como  los  mindanaos.  El  pueblo  de  Ili- 
gan, que  es  cabeceía  de  la  jurisdicción,  donde  asiste  el  alcalde  mayor  y 
capitán  de  infantería  de  presidio,  tiene  hasta  lOO  tributarios  en  la  pla- 
ya, Y  la  tierra  más  adentro  en  otro  pueblo  que  llaman  Baloy,  habrá 
200  familias,  si  bien  para  el  tributo  no  parecen  sino  30.  Y  en  otro  pue- 


252  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

sucesor  del  insigne  Corralat,  que  no  llevara  intenciones 
pacíficas  y  mandó  cerrar  la  bocana  del  rio,  con  lo  cual, 
ofendido  el  de  Joló,  desafió  á  aquél  á  un  combate  per- 
sonal. Aceptado  su  reto,  lucharon  cuerpo  á  cuerpo  am- 
bos sultanes,  con  tal  rabia,  que  se  dieron  la  muerte  el 
uno  al  otro.  Inmediatamente  se  encendió  la  guerra  en 
los  dos  pueblos.  Los  joloanos,  rompiendo  las  estacadas 
que  cerraban  el  río,  se  retiraron  á  su  isla  con  muchas 
armas  y  despojos. 

El  nuevo  soberano  de  Mindanao  pidió  auxilios  al  go- 
bernador de  Manila,  D.  Domingo  Zubálburu,  pero  les 
aconsejó  depusieran  sus  diferencias,  enviando  con  este 
fin  al  padre  jesuita  Antonio  de  Borja,  quien  pudo  lograr 
su  objeto. 

blo  llamado  Lavayan,  que  est.á  de  la  otra  parte  de  lligan  y  ensenada  de 
Panguil,  50,  bien  que  ellos  son  dos  tantos  más.  Sigúese  Dapitan,  que 
es  la  cabecera  de  la  residencia  y  doctrina,  por  ser  de  los  más  antiguos 
cristianos  de  estas  islas,  que  de  su  volundad  salieron  al  encuentro  á  los 
primeros  españoles  que  vinieron  á  la  conquista,  y  les  guiaron  y  sirvie- 
ron en  ella,  y  siempre  han  permanecido  fielmente  en  su  amistad,  por  lo 
cual  están  reservados  de  pagar  tributo.  Son  hasta  200  familias,  y  en 
otro  pueblo  que  está  la  tierra  adentio,  en  la  cabecera  del  mismo  río,  ha- 
brá 250.  Los  pueblos  que  corren  la  costa  adelante  hacia  Zamboanga 
sonDipoloc,  de  300  familias;  Duino,  6tiO;  Manucan,  ICO;  Tubao,  ICO; 
Sindangan,  500;  Mucas,  200;  Quipit,  300,  que  por  todas  montan  2.750 
familias,  las  que  se  computa  haber  en  esta  residencia,  á  cuya  doctrina 
asisten  de  ordinario  cinco  sacerdotes.,, 

Vese,  pues,  que  la  población  cristiana  al  cargo  de  los  jesuitas  en  Min- 
danao y  sus  adyacentes  era  en  aquella  época  de  50.OOO  almas.  Los 
agustinos  descalzos  que  en  1621  habían  acudido  en  auxilio  de  éstos  para 
atender  á  las  jurisdicciones  de  Butuan  y  Caraga,  administraban  otras 
20.000  almas,  cuando  menos;  y  como  la  población  total  de  la  isla  se 
calculaba  entonces  de  150.000,  según  el  P.  Colín,  resulta  que  habían 
abrazado  el  cristianismo  y  obedecían  á  las  autoridades  españolas  más 
de  dos  quintas  partes  de  sus  habitantes. 


CAPITULO  XIV. 

Depredaciones  de  los  moros  durante  el  desamparo  de  Zamboanga. — 
Gestiones  de  los  jesuitas  para  el  restablecimiento  de  este  presidio. 
— El  gobernador  Bustameiite  envía  una  expedición  á  realizarlo. — 
Restablece  también  el  presidio  de  Labo. — El  sucesor  de  Bustamante 
lo  hace  abandonar. — El  reyezuelo  de  Butic  intenta  tomar  á  Zam- 
boanga.— Es  rechazado  y  cae  sobre  Linacapan. — Expediciones  con- 
tra los  piratas  moros. — Envía  á  Manila  el  sultán  de  Joló  á  un  chino 
por  embajador.  — Va  á  dicha  isla  el  alcalde  de  Parian  y  celebra  un 
tratado  con  aquél. — Nuevas  depredaciones  de  los  malayo-mahome- 
tanos. 

Natural  parecía  que,  pasado  el  peligro  de  la  temida 
invasión  del  pirata  Kue-Sing,  volvieran  á  ocuparse  las 
plazas  desamparadas  en  Mindanao;  pero  no  se  hizo  así, 
y  durante  medio  siglo  no  transcurrió  año  alguno  sin  que 
los  pueblos  cristianos  de  Mindanao  y  de  Visayas  dejaran 
de  experimentar  pérdidas  inmensas  en  sus  intereses 
materiales  y  gravísimas  violencias  en  las  personas  de 
sus  moradores,  muchos  de  los  cuales  fueron  arrebata- 
dos de  sus  hogares  para  sufrir  entre  los  moros  horro- 
rosa esclavitud.  Por  do  quiera  se  veían  poblaciones  des- 
truidas, iglesias  saqueadas  é  infelices  indios  muertos, 
sin  que  sus  esfuerzos  por  defenderse  lograran  poner  re- 
medio al  salvajismo  creciente  de  los  feroces  mahome- 
tanos, no  obstante  los  infinitos  combates  que  continua- 
mente se  libraban  entre  sus  ligeras  embarcaciones  y  la 
escuadra  llamada  de  pintados,  compuesta  de  unas  lOO 
piraguas,  creada  exclusivamente  para  perseguir  á  los 
piratas. 


254  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Los  jesuítas  practicaron  vivísimas  gestiones  en  la 
corte  por  conseguir  el  restablecimiento  del  presidio  de 
Zamboanga.  El  P.  Luis  de  Pimentel,  procurador  gene- 
ral de  la  orden,  hizo  presente  al  Real  Consejo  de  Indias 
en  1666  los  grandísimos  perjuicios  consiguientes  al 
abandono  de  aquella  importante  plaza.  En  su  conse- 
cuencia, se  expidió  una  Real  cédula  en  3o  de  Diciembre 
de  dicho  año,  previniendo  que  «se  volviese  á  presidiar 
el  sitio  de  Zamboanga.»  La  opinión  de  las  autoridades 
de  Filipinas  era  contraria  á  esta  medida,  y  las  comuni- 
dades religiosas,  que  no  veían  de  buen  grado  la  intrusión 
en  el  Archipiélago  de  los  padres  de  la  Compañía  de  Je- 
sús, interpusieron  su  influencia  y  la  cédula  Real  no  llegó 
á  cumplirse.  Reiterada  ésta  en  1672,  tampoco  fué  obe- 
decida. Los  jesuítas  no  desmayaron  por  eso,  y  aunque 
en  muchos  años  sus  instancias  obtuvieron  escaso  éxito, 
tal  fué  su  tenacidad  y  constancia,  que  al  fin,  en  ig  de 
Junio  de  1712,  ordenó  el  Rey  terminantemente  la  reali- 
zación de  lo  mandado.  Pero  aun  así,  esto  no  tuvo  lu- 
gar hasta  el  año  de  1718,  en  que,  á  pesar  del  parecer 
de  la  Junta  de  autoridades,  que  se  opuso  á  ello  por  diez 
votos  contra  siete,  realizó  su  cumplimiento  el  señor 
D.  Fernando  Bustamante,  á  quien  por  su  severidad  cu- 
po el  triste  fin  de  ser  asesinado  en  un  tumulto,  á  cuya 
cabeza  se  pusieron  los  religiosos  de  todas  las  ordenes 
monásticas  de  Filipinas  y  los  jesuítas. 

Para  restablecer  el  presidio  se  habilitó  una  expedición 
al  mando  del  general  D.  Gregorio  de  Padilla  y  Esca- 
lante. 

El  ingeniero  D.  Juan  Sicarra  reedificó  la  fortaleza  de 
Zamboanga  sobre  los  cimientos  de  la  primitiva  fortale- 
za. Formó,  pues,  cuatro  baluartes,  llamados  San  Fran- 
cisco Javier,  San  Felipe,  San  Fernando  y  San  Luis,  con 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  255 

SUS  recintos,  parapetos,  plataforma  y  orejones,  y  los 
gruesos  correspondientes.  En  su  centro  alzábase  el 
cuartel  para  la  infantería  española,  cuerpo  de  guardia, 
casamata,  almacenes,  capilla  y  las  oficinas  necesarias. 
Seguía  la  ciudadela,  cerrada  con  dos  baluartes:  el  de- 
nominado Santa  Bárbara,  de  figura  cuadrada,  y  otro,  el 
Santa  Catalina,  á  modo  de  orejón.  En  el  centro  de  am- 
bos se  estableció  el  hospital,  cuerpo  de  guardia,  cuar- 
tel de  soldados  pampangos,  iglesia,  casa  para  los  reli- 
giosos y  la  del  gobernador.  Guarnecían  los  fuertes  6i 
piezas  de  artillería,  unas  de  hierro  y  otras  de  bronce, 
del  calibre  de  uno  hasta  el  de  i8.  Los  almacenes  fueron 
provistos  de  pertrechos  y  municiones,  mosquetes,  arca- 
buces, bayonetas  y  demás  armamento. 

A  instancias  de  los  padres  recoletos,  determinó  tam- 
bién Bustamante  el  establecimiento  de  un  presidio  en 
Labo,  punta  la  más  meridional  de  la  importante  isla  de 
la  Paragua. 

Para  confirmar  la  cesión  de  la  parte  de  esta  isla,  per- 
teneciente al  sultán  de  Joló,  fué  de  embajador  D.  An- 
tonio Pérez  Gil,  efectuándose  dicho  acto  con  toda  for- 
malidad. En  su  vista,  pasó  á  Labo  una  escuadra  bajo 
las  órdenes  del  sargento  mayor  D.  José  de  Aroza,  al- 
calde mayor  de  la  provincia  de  Otón,  llevando  por  ca- 
pellanes á  los  PP.  Fr.  Juan  de  la  Encarnación  y  Fray 
Manuel  de  San  José.  Concurrieron  á  dicho  punto  el 
castellano  del  presidio  de  Taytay,  D.  Fernando  Vélez  de 
Arce,  y  D.  Antonio  Pérez  Gil,  y  en  el  sitio  que  creye- 
ron más  á  propósito  se  construyó  un  pequeño  baluarte, 
coronado  por  alguna  artillería  de  poco  calibre. 

En  E;nero  de  1720  decretó  la  Junta  de  guerra,  convo- 
cada por  el  Arzobispo  gobernador  D.  Fr.  Francisco  de 
la  Cuesta,  el  abandono  del  presidio  de  Labo,  obedecien- 


256  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

do  esta  determinación,  más  que  ajustas  causas,  al  odio 
contra  el  mariscal  Bustamante,  que  le  había  fundado. 
Parte  de  las  fuerzas  que  guarnecían  aquel  punto  fueron 
á  reforzar  el  presidio  de  Taytay. 

En  el  acto  se  fortificaron  los  moros  en  Ipolote,  des- 
de donde  salían  á  piratear  por  las  costas  de  Calamianes 
y  Mindoro,  causando  inmenso  daño  á  ambas  provin- 
cias. 

El  restablecimiento  del  presidio  de  Zamboanga  pro- 
dujo en  los  feroces  mahometanos  grande  descontento. 
Poniéndose  á  su  cabeza  Dulasi,  reyezuelo  de  Butic,  ata- 
ca á  Zamboanga  el  8  de  Diciembre  de  1720,  siendo  re- 
chazado. Unidos  sus  partidarios  con  los  sultanes  de 
Mindanao  y  Joló,  en  número  próximamente  de  5. 000, 
con  multitud  de  embarcaciones,  pusieron  sitio  á  la  po- 
blación, teniéndola  en  riguroso  asedio  durante  dos  me- 
ses. El  gobernador,  D.  Sebastián  Amorrea,  hizo  prodi- 
gios de  valor  en  defensa  de  la  plaza,  vigilando  día  y 
noche  para  impedir  que  realizaran  su  intento,  lo  que 
quizá  hubieran  conseguido  de  prolongar  algo  más  el 
cerco,  porque  escaseaban  los  recursos  y  yacían  enfermos 
casi  todos  los  españoles. 

Desesperados  y  llenos  de  despecho  los  moros  mala- 
yos, marcharon  contra  Linacapan  (Calamianes),  incen- 
diando el  pueblo,  á  cuyo  párroco,  Fr.  Manuel  de  Jesús 
María,  dieron  muerte,  volviéndose  á  sus  islas  con  mu- 
chos cautivos. 

El  10  de  Julio  de  1721  salió  contra  los  piratas  moro- 
malayos  de  Mindanao  el  general  D.  Antonio  Rojas, 
de  orden  del  gobernador  de  Filipinas  marqués  de  Torre 
Campo,  pero  regresó  á  los  dos  meses  sin  haberles  infe- 
rido daño  alguno;  ellos,  en  cambio,  cometieron  en  Agu- 
taya.  Cuyo  y  Mindoro  inicuos  atentados. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BuRNEO  257 

A  fin  de  refrenar  sus  atrevimientos,  despachó  Torre 
Campo  una  armada  de  tres  galeotas,  cuatro  champa- 
nes, dos  bergantines  y  tres  lanchas,  bien  pertrechadas 
de  municiones  y  de  gente,  con  orden  de  que  se  les  reu- 
nieran las  caracoas  de  Leyte  y  Cebú.  Iba  al  frente  de 
esta  escuadra  el  general  D.  Andrés  García  Fernández, 
llevando  por  segundo  á  D.  Juan  Panales  Carranza. 
Subdividióse  la  fuerza  en  tres  grupos:  uno  á  cargo  del 
general,  otro  al  de  D.  José  Jorge  de  Illumbe,  y  el  ter- 
cero al  de  D.  Francisco  Cárdenas  Pacheco.  El  26  de 
Enero  de  1723  llegaron  á  Cebú,  menos  una  de  las  ga- 
leotas de  Illumbe,  que  naufragó  en  Sorsogón.  Súpose 
que  los  moros  asolaban  las  costas  de  Isla  de  Negros,  y 
el  general  hizo  salir  en  busca  del  enemigo  á  Illumbe  y 
Cárdenas  bajo  las  órdenes  de  Carranza.  El  6  de  Febre- 
ro avistaron  40  caracoas  piratas.  El  viento  no  permitió 
maniobrar  bien  á  los  buques  españoles,  que  andaban 
dispersos  y  sotaventeados.  Vieron  entrar  á  los  moros 
en  una  ensenada,  y  al  abandonarla  al  día  siguiente  co- 
menzó Cárdenas  á  perseguirles,  pero  las  malas  disposi- 
ciones del  almirante  permitieron  que  ganaran  la  costa. 
El  jefe  superior.  García  Hernández,  había  quedado  en- 
fermo en  Iloilo,  donde  murió.  Su  segundo.  Carranza, 
puso  el  rumbo  á  Zamboanga.  Aquí  acordaron,  en  junta, 
pasar  á  Joló,  pero  al  recibir  en  el  camino  un  despacho 
del  comandante  de  Dapitan,  manifestando  que  los  mo- 
ros cercaban  el  presidio  de  Iligan,  fué  Cárdenas  á  este 
punto.  Habían  marchado  ya  los  piratas,  reunióse  á  la 
escuadra,  y  en  junta  de  oficiales  se  decidió  la  vuelta  á 
Manila,  so  pretexto  de  que  la  estación  no  era  á  propósito 
para  ir  á  Joló.  Esta  inútil  y  costosa  expedición  no  pro- 
dujo más  resultados  que  envalentonar  á  los  moros. 
En  el  mismo  año  de  1728  dirigió  otra  expedición  el 

17 


253  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

castellano  de  la  fuerza  de  Santiago,  D.  Juan  de  Mesa, 
logrando  recuperar  la  Sabanilla.  En  la  refriega,  que  fué 
sangrienta,  murieron  algunos  dattos. 

El  sultán  de  Joló  mandó  á  Manila  al  chino  Kikua, 
con  el  encargo  de  solicitar  paces  (1725).  Torre  Campo, 
después  de  oir  á  la  Junta  de  guerra,  hizo  que  saliera 
para  dicha  isla  el  alcalde  mayor  del  Parlan,  D.  Miguel 
de  Aragón,  con  dos  galeotas,  una  de  éstas  al  mando  de 
D.  Ignacio  Iriberri.  Fué  bien  recibido  del  monarca 
joloano,  y  ajustó  con  él  un  tratado  cuyas  principales 
cláusulas  fueron: 

Que  los  joloanos  podían  tratar  y  contratar  libremen- 
te en  Manila  y  demás  provincias,  llevando  licencia  fir- 
mada por  el  sultán,  y  en  igual  forma  los  españoles  en 
Joló,  con  licencia  del  gobernador  de  las  islas  ó  del  de 
Zamboanga, 

Que  los  cristianos,  cautivos  ó  no,  que  se  hallasen  en 
Joló,  podían  embarcarse  desde  luego  con  el  embajador, 
según  bando  que  para  su  conocimiento  debería  publicar 
el  sultán. 

Que  si  huyeren  de  Joló  algunos  vasallos  del  sultán, 
se  les  hiciera  volver  á  dicha  isla,  á  menos  que  prefirie- 
sen abjurar  sus  creencias  por  el  catolicismo,  en  cuyo 
caso  había  que  pagar  el  rescate  de  los  esclavos  á  razón 
de  40  pesos  por  los  hombres  y  mujeres  estando  sanos, 
3o  por  los  no  sanos,  y  20  por  los  muchachos.  Siendo 
libres  no  era  necesario  el  rescate. 

El  sultán  se  obligaba  á  restituir  á  España  la  isla  de 
Basilan. 

Caso  de  estar  en  guerra  el  sultán  con  sus  enemigos, 
éstos  no  serían  socorridos  por  los  españoles,  y  vicever- 
sa; pero  si  la  guerra  fuese  con  enemigos  de  ambos  con- 
tratantes, podrían  auxiliarse,  partiendo  por  mitad  las 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  259 

piezas  que  se  lograran,  menos  los  cautivos  cristianos, 
que  se  adjudicarían  á  España. 

Firmaron  el  convenio  en  ig  de  Diciembre  de  1726 
el  sultán  y  D.  Miguel  Aragón,  y  varios  españoles  y 
dattos  joloanos  como  testigos. 

Estas  capitulaciones  merecieron  la  aprobación  de  la 
Junta  de  guerra,  ratificándose  solemnemente  en  Mani- 
la, á  donde  envió  el  sultán  un  embajador  con  plenos 
poderes. 

A  poco  de  firmarse  este  tratado  apresaron  los  moros 
un  barco  de  la  propiedad  de  D.  Manuel  Ochoa,  general 
de  Cebú;  dieron  muerte  á  todos  los  tripulantes,  y  á  su 
capitán,  que  era  español,  lo  desollaron  vivo,  despeda- 
zándolo después  poco  á  poco,  hasta  que  rindió  la  vida 
con  tan  bárbaro  suplicio. 

Una  escuadrilla  de  joloanos  asaltó  el  pueblo  de  Ma- 
naol,  en  Mindoro.  Al  cabo  de  una  breve  lucha  con  los 
indígenas,  saquearon  sus  casas  y  la  iglesia,  llevándose 
cuanto  contenía  de  valor  é  incendiando  el  pueblo. 

Otra  puso  sitio  á  Cateel,  presidio  situado  á  un  extre- 
mo de  la  provincia  de  Caraga.  Dirigió  la  defensa,  con 
gran  valor,  el  recoleto  Fr.  Benito  de  San  José,  vién- 
dose á  las  mujeres  acudir  á  las  murallas  con  armas  para 
rechazar  el  asalto  de  los  moros.  Estos  levantaron  el 
cerco,  muriendo  á  poco  el  esforzado  fraile  de  resultas 
de  las  fatigas  de  su  activa  campaña. 


CAPITULO  XV. 

Gobierno  de  D.  Fernando  Valdés.  —  Mejora  las  defensas  de  la  plaza. — 
Atacan  los  moros  de  Tawi-Tawi  á  Taytay.  —  Valerosa  defensa  de  la 
guarnición. —  Crueldad  de  los  moros  con  un  leal  indígena. — Expedi- 
ción contra  los  joloanos.  —  Castigos  que  sufren  éstos  y  los  isleños  co- 
marcanos.— El  sultán  de  Tamontaca  pideauxilio  cá  los  españoles  con- 
tra el  príncipe  Malinog. — Se  le  concede  y  es  derrotado  éste. — Daños 
en  Joló  y  Basilan.  —  Nuevo  auxilio  á  los  de  Tamontaca. — Malinog  da 
muerte  al  sultán. — Su  hijo  reclama  la  protección  de  España  bajo  con- 
diciones ventajosas,  y  se  le  otorga. — Escasos  resultados  de  esta  cam- 
paña.— Intenta  el  régulo  de  Tawi-Tawi  tomar  á  Zamboanga. — Es 
rechazado. — Combate  favorable  contra  el  datto  Ynog. — Los  moros 
intentan  tomar  á  Linacapan. — Medidas  del  gobernador  para  contener 
estas  piraterías. — Nueva  é  infructuosa  agresión  de  los  moros  contra 
Taytay. — Estipulaciones  con  el  nuevo  sultán  de  Joló. — Expedición 
contra  los  tirones. — Combate  con  los  holandeses. — Cautiverio  de  un 
fraile  recoleto. — El  gobernador  decreta  el  corso  contra  los  piratas. 

A  los  ocho  años  justos  de  gobernar  las  islas  el  mar- 
qués de  Torre  Campo,  le  sustituyó  el  brigadier  D.  Fer- 
nando de  Valdés  y  Tamón,  caballero  de  Santiago,  to- 
mando posesión  el  14  de  Agosto  de  1729. 

Una  de  sus  primeras  medidas  fué,  al  enterarse  del  la- 
mentable estado  de  la  plaza,  en  cuanto  á  armamento  y 
municiones,  disponer  la  adquisición  de  i.5oo  fusiles 
con  bayoneta,  cuyo  encargo  quedó  en  realizar  D.  Pedro 
Quijano;  pero  no  pudo  conseguir  de  los  holandeses  la 
venta  de  dichas  armas  (0. 

(1}  De  la  información  que  mandó  hacer  el  gobernador  aparece  que 
solamente  había  en  almacenes  25  arcabuces  de  cuerda,  fabricados  en  el 
país;  120  mosquetes  vizcaínos;  40  tercerolas  de  chispa;  60  alfanjes  tur- 
cos, y  40  machetes. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  261 

Reparó  las  fortificaciones  de  Manila,  mandó  hacer 
una  casa-mata  para  la  pólvora  y  formar  estacadas  para 
el  mejor  resguardo  de  la  plaza. 

En  Mayo  de  1780  salió  de  Tawi-Tawi  una  escuadra 
compuesta  de  20  grandes  embarcaciones,  y  multitud  de 
menor  porte,  tripulada  por  3. 000  hombres,  provistos 
de  buen  armamento,  bajo  el  mando  de  un  hermano  del 
sultán  de  Joló,  apodado  Bigotillos. 

Después  de  efectuar  robos  y  cautiverios  en  las  costas 
de  la  Paragua  y  en  la  isla  de  Dumaran,  separada  de 
aquélla  por  un  estrecho  canal,  marchó  contra  el  presi- 
dio de  Santa  Isabel,  de  Taytay,  pretendiendo  que  el 
fiscal  mayor  de  Dumaran,  D.  Jerónimo  Sundilun,  que 
era  uno  de  sus  prisioneros,  lo  guiase  por  sitio  seguro 
para  caer  sobre  Taytay. 

El  buen  anciano  le  condujo  por  el  camino  más  largo, 
dando  tiempo  á  que  la  guarnición  se  apercibiera  de  la 
llegada  de  los  moros. 

Gobernaba  dicho  presidio  D.  Pedro  Lucena.  Preví- 
nose á  la  defensa,  viendo  á  poco  sitiado  el  fuerte  por 
mar  y  tierra.  Las  armas  de  los  piratas  no  eran  suficien- 
tes para  causar  grande  daño  al  fuerte,  ni  las  de  éste 
bastaban  á  contener  á  los  agresores,  parapetados  tras 
de  altas  piedras. 

La  falta  de  agua  y  de  víveres  puso  en  gran  aprieto  á 
Lucena;  mas  tuvo  la  suerte  de  que  un  principal  de 
Cuyo,  D.  Alejandro  Parvino,  que  ignoraba  el  cerco, 
llegara  á  Taytay  con  una  embarcación  mercante.  Dicho 
atrevido  arráez,  atravesando  el  cordón  de  las  naves  jo- 
loanas,  se  puso  al  abrigo  del  fuerte  y  socorría  á  la  guar- 
nición con  víveres  y  agua. 

Duró  veinte  días  el  asedio,  sin  éxito  alguno,  retirán- 
dose al  cabo  los  moros,  después  de  quemar  la  iglesia  y 


202  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

casas  del  pueblo  extramuros.  Algunos  de  los  principa- 
les dattos  y  muchos  joloanos  perecieron  en  sus  repeti- 
dos asaltos  contra  la  ciudadela. 

Fuéronse  á  Ipolote,  y  en  el  camino  martirizaron 
cruelmente  al  anciano  Sundilun,  cortándole,  con  inter- 
valo de  algunos  días,  los  labios,  la  lengua,  las  narices, 
los  pies  y  las  manos,  y  azotándole  sin  piedad,  hasta 
que  exhaló  el  postrer  suspiro,  en  venganza  de  que  no 
habían  realizado  su  intento  de  sorprender  el  fuerte. 

La  Junta  de  guerra,  á  propuesta  del  gobernador,  dis- 
puso el  envío  á  Taytay  de  5o  hombres  con  los  pertre- 
chos y  provisiones  necesarias,  en  reemplazo  de  las  pér- 
didas sufridas. 

En  vista  de  la  aflictiva  situación  que  atravesaban  las 
provincias  del  Sur  de  Filipinas,  con  motivo  de  los  in- 
cesantes ataques  de  los  piratas  de  Mindanao  y  Joló, 
convocó  el  nuevo  jefe  á  junta  á  los  sujetos  más  experi- 
mentados y  conocedores  de  la  localidad,  á  fin  de  adop- 
tar una  resolución  acertada  que  pusiera  término  al  mal 
existente. 

Después  de  discutir  con  amplitud  el  asunto,  se  con- 
vino en  activar  la  construcción  de  buques  y  hacer  cuan- 
tos aprestos  fueren  necesarios  para  el  mejor  éxito  de 
una  expedición  á  sus  islas. 

En  Febrero  de  lySi  salieron  de  Cavite  cuatro  gale- 
ras recién  construidas,  tripuladas  por  140  soldados  y 
3o  artilleros  españoles,  3o  marineros,  44  grumetes  y 
nueve  cómitres  ó  capataces  de  376  forzados  al  remo, 
bajo  las  órdenes  del  general  D.  Ignacio  de  Iriberri, 
yendo  de  jefes  en  las  demás  naves  D.  Manuel  del  Ro- 
sal, D.  Pedro  Zacarías  Villarreal  y  D.  Andrés  de  Pa- 
lacios. 

Incorporáronseles  en  Zamboanga  dos  fragatas,  cua- 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  263 

tro  paquebots  ó  champanes,  una  tartana,  una  falúa, 
ocho  caracoas  visayas  y  dos  delátaos.  Tras  de  una  bre- 
ve y  feliz  navegación  fondeó  la  escuadra  en  Joló.  De- 
fendían la  plaza  cinco  fuertes  de  estacas  y  uno  de  pie- 
dra, edificado  sobre  el  que  fundara  el  ilustre  general 
Corcuera  en  i638,  artillados  con  lo  cañones  de  grueso 
calibre,  y  muchas  piezas  menores  en  los  demás. 

El  ataque  y  la  defensa  fué  terrible  por  ambas  partes; 
pero  la  victoria  se  declaró  por  los  españoles,  sucum- 
biendo en  la  lucha  dos  dattos.  Cogióseles  el  estandarte 
real  del  datto  Salicala,  y  fueron  pasto  de  las  llamas  sus 
casas  y  embarcaciones. 

Villarreal  pasó  con  su  galera  y  cuatro  buques  meno- 
res á  la  isla  de  Talobo,  cuyas  salinas,  que  constituían 
una  gran  riqueza  para  ellos,  destruyó,  quemándoles 
también  el  pueblo  y  todos  sus  barcos. 

El  capitán  Palacios  desembarcó  frente  al  fuerte  de 
Bual,  que  defendía  el  príncipe  Salicala  con  una  extensa 
línea  de  baterías  sóbrela  playa;  le  mató  bastante  gente, 
y  redujo  á  cenizas  casas  y  sembrados.  La  expedición 
regresó  á  Zamboanga.  A  mediados  de  año  fué  Villa- 
rreal, al  mando  de  600  hombres  de  desembarco,  á  la 
isla  de  Capual,  situada  á  milla  y  media  de  Joló;  quemó 
tres  pueblos,  destruyó  salinas,  casas,  sembrados  y  bu- 
ques, no  sin  luchar  ardientemente  los  moros,  regresan- 
do á  Manila  la  escuadra  por  el  mes  de  Junio. 

El  sultán  de  Tamontaca,  Maulana  Diafar,  solicitó  el 
auxilio  de  los  españoles  para  combatir  al  príncipe  Ma- 
linog,  que  se  había  sublevado  con  el  apoyo  de  los  dattos 
de  treinta  pueblos  del  río  grande  de  Mindanao,  procla- 
mándose sultán  de  Salangan.  Esperaba  además  el  re- 
voltoso magnate  tener  de  su  parte  á  los  holandeses,  en 
virtud  de  gestiones  con  ese  objeto  practicadas. 


264  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

En  Noviembre  de  dicho  año  lySi  salió  de  Manila  el 
comandante  Villarreal  con  dos  galeras  y  dos  champa- 
nes; reforzó  su  escuadra  en  Zamboanga  con  otras  dos 
galeras,  una  falúa,  una  piragua  y  una  caracoa  tripula- 
da por  lútaos.  El  sultán  de  Tamontaca  recibió  al  jefe 
español  con  grandes  fiestas,  saludando  la  bandera  na- 
cional con  salvas  de  artillería.  Tenía  ya  dispuesta  su 
escuadra,  ó  sean  11  embarcaciones  grandes  y  30  meno- 
res, al  mando  de  dos  príncipes,  en  cuyos  buques  iba 
multitud  de  gente  de  guerra,  la  que  se  puso  á  las  órde- 
nes de  Villarreal.  Emprendieron  la  marcha,  y  á  la  en- 
trada del  río  hallaron  un  fuerte  construido  bajo  la  direc- 
ción de  un  ingeniero  holandés  y  defendido  por  ocho  ca- 
ñones y  3qo  hombres.  El  fuerte  fué  tomado  al  cabo  de 
algunas  horas  de  lucha.  Se  demolió  éste,  inutilizando 
los  cañones,  y  cogieron  muchas  armas.  Dos  leguas  río 
arriba  avistaron  la  residencia  de  Malinog,  pueblo  gran- 
de, resguardado  por  seis  fuertes,  con  3o  cañones  del 
calibre  de  6,  8  y  12.  Entablóse  el  ataque;  peleando  bra- 
vamente murieron  muchos  moros,  y  entre  ellos  el  prín- 
cipe Tambul,  general  de  las  armas.  Quemaron  tres 
pueblos,  destruyendo  las  sementeras,  árboles  y  ganados. 
AI  regresar  los  expedicionarios  á  Tamontaca,  el  sultán, 
agradecido,  devolvió  siete  cautivos  que  había  en  su  rei- 
no, algunos  de  los  cuales  llevaban  catorce  años  de  cau- 
tiverio, y  obsequió  grandemente  á  las  tropas. 

De  vuelta  la  escuadra  en  Zamboanga  pasó  á  las  cos- 
tas de  Joló  y  de  Basilan,  haciendo  muchos  cautivos  y 
el  mayor  daño  posible. 

Los  buques  procedentes  de  Manila  fondearon  en  la 
bahía  de  la  capital  en  Junio  de  1782. 

Con  idéntico  fin  de  prestar  auxilio  al  sultán  de  Ta- 
montaca partió  otra  expedición  en  Enero  de  1733.  Di- 


EN    MINDANAO,    JÜLÓ    Y    BORNEO  265 

rigía  las  fuerzas  de  tierra  el  capitán  D.  Juan  Antonio 
Jobe,  y  las  de  mar  D.  Félix  Téllez  Girón. 

Mientras  peleaban  los  españoles,  en  unión  délas  fuer- 
zas aliadas,  contra  los  defensores  de  la  corte  de  Mali- 
nog,  éste  invadió  con  300  piraguas  la  capital  de  Ta- 
montaca,  dando  muerte  al  sultán.  Los  expedicionarios 
españoles  regresaron  á  Manila. 

Amuril  Mahomenin  Campsa,  hijo  del  sultán  Maulana 
Diafar,  escribió  el  3o  de  Marzo  de  1733  al  gobernador 
general  de  Filipinas,  exponiéndole  la  triste  situación  á 
que  le  tenía  reducido  Malinog  desde  que  éste  diera  muer- 
te á  su  padre,  y  demandaba  una  vez  más  el  auxilio  de 
los  españoles,  como  aliado  y  subdito  del  monarca  católi- 
co, manifestándose  dispuesto  á  ratificar  las  capitulacio- 
nes que  su  padre  firmara.  En  idénticos  términos  se 
expresaba  también  su  hermano  el  príncipe  Linicom. 

Dirigiéronse  asimismo  al  gobernador  de  Zamboanga 
D.  Juan  Antonio  de  la  Torre,  el  cual  envió  dos  galeras 
á  recorrer  la  costa,  mandadas  por  D.  Félix  Téllez  Gi- 
rón. A  su  regreso  se  embarcó  para  Manila,  como  em- 
bajador, el  príncipe  Basal,  que  fué  recibido  por  el  jefe 
supremo  de  las  islas  con  las  mayores  demostraciones 
de  afecto,  dispensándole  los  honores  debidos  á  su  rango. 
El  sultán  de  Tamontaca  se  obligaba,  para  combatir 
á  Malinog  en  unión  de  las  fuerzas  españolas,  á  tener 
disponibles  400  hombres  armados  con  lanzas,  crises  y 
corazas;  cuatro  caracoas  con  la  artillería  y  tripulación 
necesaria;  dos  balsas  de  cuatro  barotos  cada  una,  con 
trincheras,  artillería  y  gente  mantenida  á  su  costa,  y 
60  barcas  grandes  para  transportar  la  tropa  á  donde  el 
general  dispusiere.  Pedían  el  envío  de  3. 000  boholanos 
y  de  ICO  soldados  de  otras  provincias,  con  las  galeras 
y  embarcaciones  que  fuere  preciso.  Una  vez  terminada 


266  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

la  campaña  y  en  posesión  el  sultán  de  Salangan,  ofre- 
cía fortificar  y  mantener  sus  dominios  en  la  obediencia 
del  Rey  de  España,  pudiendo  los  españoles  levantar 
fuertes  en  su  territorio  y  destinar  misioneros  para  ins- 
truir á  los  que  voluntariamente  quisieren  convertirse  al 
cristianismo. 

Por  último,  se  comprometían,  en  recompensa  de  los 
gastos  que  la  expedición  irrogaba,  y  en  señal  de  vasa- 
llaje, á  contribuir  todos  los  años  con  cierto  tributo,  re- 
comendándose á  la  consideración  de  la  autoridad  supe- 
rior, á  fin  de  que  en  los  primeros  años  no  se  les  apre- 
miase demasiado  sobre  este  extremo,  por  la  escasez  que 
necesariamente  les  ocasionaría  la  campaña. 

Sometidas  estas  proposiciones  á  la  Junta  de  guerra, 
y  oído  el  fiscal  de  S.  M.,  se  determinó  socorrer  al  nue- 
vo sultán,  enviando  al  efecto  una  escuadra  á  las  órdenes 
del  general  D.  Francisco  Cárdenas  Pacheco. 

Reforzada  en  Zamboanga,  salió  el  i8  de  Febrero  de 
1734.  En  la  ensenada  de  Sibuguey  reunióse  toda  la  es- 
cuadra: á  los  nueve  días  pasaron  Punta  de  Flechas,  y 
desde  aquí  se  dividió  en  dos  cuerpos,  uno  por  la  costa 
y  otro  mar  á  fuera,  á  cargo  éste  de  D.  Pedro  Zacarías 
Villarreal.  La  que  dirigía  Cárdenas  fué  á  la  Sabanilla 
de  Tuboc,  en  cuya  barra  dio  fondo.  Practicado  un  re- 
conocimiento en  el  río,  y  en  vista  de  que  estaba  en  él 
la  escuadra  de  Tawi-Tawi,  se  convino,  en  consejo  de 
oficiales,  efectuar  en  seguida  el  desembarco.  Realizóse 
con  buen  orden,  reuniéndose  en  tierra  al  amanecer  150 
soldados  y  600  indios.  Avanzaron  hasta  encontrar  á 
los  moros:  la  infantería  les  ganó  el  campo  y  les  hizo 
reembarcarse.  La  tropa  llegó  hasta  las  cercanías  del 
fuerte,  sosteniendo  con  sus  defensores  vivo  tiroteo  por 
espacio  de  dos  horas.  Mandó  el  general  que  avanzasen 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  267 

los  auxiliares  indios  en  apoyo  de  la  tropa,  pero  no  hubo 
forma  de  conseguirlo;  notando  el  cansancio  de  los  sol- 
dados tocó  retirada,  replegándose  sobre  un  montecillo 
próximo.  Vióse  en  esto  acudir  multitud  de  moros,  y  el 
general  dispuso  que  se  los  rechazase  disparando  lanta- 
cas  y  fusiles;  mas  al  oir  sus  gritos  de  victoria  y  vengan- 
za, y  que  decían  haberse  apoderado  de  los  botes,  entró 
tal  pánico  á  los  indios,  que  emprendieron  la  huida.  En 
vano  quiso  el  general  contenerlos;  cundió  el  desaliento 
en  la  tropa,  arrollada  por  los  que  huían,  y  precipitán- 
dose unos  sobre  otros  lograron  ganar  los  botes,  gracias 
á  que  los  mahometanos  no  supieron  aprovechar  las  ven- 
tajas de  la  desbandada  de  sus  adversarios.  Una  vez  á 
bordo  les  fué  fácil  impedir,  con  los  pedreros  de  las  em- 
barcaciones grandes,  que  se  acercasen  á  la  playa.  Mu- 
rieron en  esta  refriega  12  soldados,  9  indios  y  4  forzados. 

Por  la  noche  llegó  la  almiranta  y  aconsejó  su  coman- 
dante atrincherar  las  galeras  para  el  combate  mientras 
se  reunía  el  resto  de  la  escuadra.  Tres  días  después, 
disminuyendo  el  peso  de  las  galeras,  se  las  hizo  avan- 
zar por  el  río  hasta  donde  pudiesen  batir  el  fuerte  y 
proteger  los  flancos  de  las  tropas.  Desembarcaron  las 
fuerzas  sin  oposición,  defendidas  por  el  fuego  de  las 
embarcaciones  situadas  cerca  de  la  playa.  Formaban  en 
la  vanguardia  600  indios  coraceros,  3oo  de  tropa  en  el 
centro  y  700  indios  en  la  retaguardia,  bajo  las  órdenes 
del  valeroso  Villarreal,  quedando  de  reserva  dos  compa- 
ñías de  á  5o  hombres  y  600  indios  coraceros,  con  el  en- 
cargo de  formar  una  trinchera. 

Villarreal  ordenó  sus  fuerzas  en  batalla,  arrojándose 
al  combate  con  valor;  pero  á  pesar  de  su  bravura  y  pe- 
ricia obtuvo  escaso  éxito,  no  sólo  por  la  superioridad 
del  enemigo,  cuyas  fuerzas  ascendían  á  4.000  hombres, 


268  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

dirigidas  por  el  príncipe  Balte,  el  datto  Doria,  muchos 
famosos  dattos  de  Tawi-Tawi  y  los  valientes  Ulanos, 
sino  porque  los  auxiliares  indios,  y  aun  parte  de  las 
tropas,  emprendían  á  lo  mejoría  huida,  descomponien- 
do todo  su  plan  (O. 

En  vista  del  mal  sesgo  de  la  campaña,  resolvió  el 
general  trasladarse  á  la  silanga  de  Malinog. 

Fué  feliz  la  travesía:  pudo  la  escuadra  ganar  el  río, 
y  al  ver  esto  los  que  guarnecían  á  Lubungan,  incendia- 
ron sus  fuertes  y  sus  casas.  El  general  dio  orden  de 
continuar  hacia  Malinog;  destacó  á  Villarreal  con  su 
galera  y  ocho  caracoas  para  que,  unido  con  otra  galera 
y  las  embarcaciones  de  Tamontaca,  fuese  á  tomar  el 
fuerte  de  Cabuntalan,  yendo  Cárdenas  á  cortar  la  reti- 
rada de  Malinog  en  Lubungan.  Cumplió  aquel  jefe  su 
cometido,  después  de  cañonear  el  fuerte  todo  un  día,  en 
donde  cogió  dos  cañones:  lo  hizo  quemar,  y  regresó  á 
reunirse  con  Cárdenas.  Éste  había  levantado  una  trin- 
chera, coronada  por  dos  cañones  de  á  4  y  un  morteri- 
11o,  comenzando  el  fuego  con  el  auxilio  de  dos  galeras 
próximas  á  la  trinchera.  Villarreal  construyó  otra  trin- 
chera hacia  la  parte  opuesta  del  fuerte,  en  tierra  firme, 
á  distancia  de  un  tiro  de  fusil.  Determinó  Cárdenas  dar 
un  grande  asalto  á  la  fortaleza:  duró  tres  horas  el  com- 
bate; lo  cenagoso  del  terreno,  la  acertada  defensa  de  los 
moros  y  los  obstáculos  que  impedían  á  los  buques  acer- 
carse, por  estar  cortado  el  río  con  una  grande  estacada, 
que  fué  imposible  destruir,  imposibilitaron  la  toma  del 
fuerte,  á  pesar  de  sostenerlos  sitiadores  vivo  fuego  du- 


(1)  Relación  de  la  empresa  contra  la  Sabanilla  de  Tuboc,  que  Ma- 
linog, rey  levantado  de  Mindanao,  padre  del  rey  de  Joló,  intentó  con  26 
embarcaciones  de  armada  el  año  de  1734:  Madrid,  1734. 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  269 

rante  tres  horas  y  de  haberse  aproximado  tanto  los  gra- 
naderos, que  metían  sus  granadas  en  el  recinto  fortifi- 
cado. Viendo  el  general  que  las  tropas  estaban  fatiga- 
das, mandó  cesar  el  fuego,  retirándose  en  buen  orden 
con  todos  los  heridos,  que  eran  26  de  tropa  y  17  in- 
dios, habiendo  muerto  ocho  soldados  y  i3  indios,  Al 
día  siguiente  embarcaron  la  artillería:  la  escuadra  pasó 
á  la  Silanga,  en  donde  se  detuvo  veinte  días  para  dar 
tiempo  á  que  el  príncipe  Linicom  edificara  fortalezas 
con  que  defender  sus  dominios. 

El  jefe  de  la  expedición  pactó  con  los  príncipes  de 
Mindanao  las  siguientes  condiciones: 

Se  les  otorgaba  libertad  comercial  en  todo  Filipinas, 
llevando  sellados  sus  pasaportes,  y  del  mismo  modo  á 
los  españoles  en  sus  sultanatos  con  licencia  del  capitán 
general.  Permitirían  el  ejercicio  de  la  religión  católica 
y  el  establecimiento  de  fuertes,  artillados  y  guarnecidos 
por  españoles,  en  la  Silanga  y  en  Tamontaca;  habría 
amistad  y  paces,  prestándose  mutuo  auxilio  en  las  gue- 
rras con  sus  enemigos;  devolverían  desde  luego  todos 
los  cautivos,  armas,  campanas  y  vasos  sagrados  que 
hubiesen  extraído  de  las  provincias  filipinas,  abonan- 
do, en  su  defecto,  200  picos  de  cera.  Debía  contribuir 
el  sultán  con  la  equivalencia  de  4.000  tributos  en  los 
efectos  que  produjera  su  reino,  conduciéndolos  anual- 
mente á  Manila  un  príncipe  de  la  sangre,  ó  en  caso  de 
legítimo  impedimento  á  Zamboanga,  y  que  para  la  ra- 
tificación de  este  tratado  mandaría  á  Manila  una  em- 
bajada. 

Fué  firmado  este  convenio,  con  toda  solemnidad,  por 
los  jefes  de  la  escuadra  y  por  los  magnates  moros. 

De  regreso  de  Mindanao,  en  Junio  del  mismo  año, 
hizo  Villarreal  una  brillante  campaña  contra  Basilan, 


270  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

destruyendo  pueblos  y  embarcaciones  y  cogiendo  un 
gran  botín  U). 

Según  Cárdenas,  la  amistad  de  los  de  Tamontaca  no 
era  leal,  y  bien  claro  se  patentizó  al  no  prestarse  á  de- 
volver los  cautivos  cuando  llegó  el  caso  de  cumplir  esta 
parte  de  las  estipulaciones. 

El  reyezuelo  de  Tawi-Tawi,  Bigotillos,  logró  apresar 
un  champán  que  conducía  víveres  á  Zamboanga,  y  lo 
transportó  á  sus  islas  con  los  17  individuos  que  lo  tri- 
pulaban. 

Seis  meses  después  (1734),  salió  con  siete  embarca- 
ciones y  3oo  hombres,  recogió  en  Joló  i5o  más  y  puso 
el  rumbo  á  Basilan,  donde  se  le  unieron  otros  20  mo- 
ros, concertando  con  ellos  el  modo  de  sorprender  la 
fuerza  de  Zamboanga.  Sintió  ruido  el  centinela  cuan- 
do estaban  próximos  al  baluarte  de  San  Felipe,  dio  la 
señal  de  alarma,  y  tan  oportuna  fué  la  llegada  de  los 
jefes,  que  ya  los  moros  escalaban  el  fuerte,  siendo  re- 
chazados con  bastantes  pérdidas. 

El  datto  joloano  Ynog,  residente  en  el  río  de  Balian, 
junto  á  Sibuguey,  apresó  una  embarcación  mercante  de 

(1)  "En  las  armadas  que  se  han  hecho  desde  el  año  de  1719>  que 
han  sido  siete,  hemos  experimentado  en  ellos  (los  moros)  mucha  cuna 
en  atrincherarse,  mucha  industria  en  defenderse,  gran  astucia  en  embos- 
carse, gran  reparo  en  acometer,  gran  osadía  en  seguir,  mucha  artillería, 
buena  pólvora,  mucha  destreza,  y  aun  hemos  advertido  entre  sus  cam- 
pos muchos  holandeses  por  artilleros;  y  lo  cierto  es  que  sus  nuevas  for- 
tificaciones, en  particular  en  Joló,   son  de  ingenieros  conocidamente.  „ 

(Disertación  histórico-politica,  en  que  se  trata  de  la  extensión  del  ma- 
hometismo en  las  islas  Filipinas;  grandes  estragos  que  han  hecho  los 
mindanaos,  joloes,  camucones  y  confederados  de  esta  secta  en  nuestros 
pueblos  cristianos;  medio  con  que  se  han  contenido  y  uno  congruente 
para  su  perfecto  establecimiento,  escrita  en  forma  de  diálogo,  por  el  Pa- 
dre Fr.  José  Torrubia,  religioso  franciscano:    Madrid,  1736.   Pág.  48.) 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNhO  27I 

Cápiz.  El  gobernador  de  Zamboanga,  La  Torre,  envió 
contra  aquél,  con  dos  pequeños  buques,  al  capitán  Don 
Juan  González  del  Pulgar  y  al  alférez  Antonio  de  Lu- 
cena,  ocho  soldados  en  cada  barco,  un  artillero,  cuatro 
marineros  y  treinta  forzados.  Encontrado  el  buque  pirata 
en  el  río  de  Lutiman,  lo  atacó  Pulgar  con  tanto  arrojo, 
que,  no  obstante  el  nutrido  fuego  de  lantaca  y  de  espin- 
garda de  los  moros,  les  hizo  desamparar  su  buque.  Aún 
siguieron  el  tiroteo  resguardados  por  unos  mangles  para 
defender  la  presa;  pero  al  ver  morir  á  su  jefe  y  á  un 
pandita  abandonaron  el  barco  á  sus  vencedores,  destro- 
zándoles además  otras  cuatro  embarcaciones  pequeñas. 
Entre  los  despojos  del  buque  había  varios  alcoranes. 

También  en  1734  atacaron  los  moros  á  Linacapan, 
sin  poder  tomar  el  pueblo,  por  haberse  hecho  fuertes 
sus  naturales  en  un  cerro  de  difícil  acceso,  en  el  que  se 
defendieron  briosamente. 

El  i.°  de  Diciembre  del  mismo  año  salió  de  Cavite 
otra  armadilla  á  cargo  del  capitán  D.  Andrés  Palacios, 
para  socorrer  el  presidio  de  Taytay,  que  de  nuevo  esta- 
ba cercado  de  moros. 

Verdaderamente  inquieto  el  gobernador  general  con 
la  tenaz  lucha  de  los  malayo-mahometanos,  reunió  la 
Junta  de  guerra  para  ver  qué  medidas  convenía  adop- 
tar, y  después  de  amplia  discusión  y  de  exponer  cada 
cual  su  dictamen,  resolvió  que  los  pueblos  costeros 
construyeran  atalayas  y  baluartes  para  vigilar  los  ma- 
res y  resistir,  en  caso  de  ataque,  á  los  piratas,  mandan- 
do también  á  los  alcaldes  mayores  que  trasladasen  el 
vecindario  de  los  lugares  poco  habitados  á  sus  inmedia- 
tos, para  que  la  población  de  cada  uno  no  bajara  de  5oo 
tributantes,  dándoles  armas.  Dispuso  igualmente  la 
creación  de  galeras  guardacostas  y  que  fuesen  algunos 


272  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

buques  á  los  puntos  más  amenazados  para  estar  pron- 
tos á  salir  contra  los  piratas,  autorizando  á  los  filipinos 
para  armar  sus  embarcaciones  en  corso  y  servirse  como 
esclavos  de  los  prisioneros  que  hicieren. 

En  1735,  cayeron  sobre  el  fuerte  de  Taytay  2.000 
joloanos  y  mindanaos,  cercándolo  por  tierra  y  por  mar. 
Hallábase  á  cargo  del  capitán  Cienfuegos,  cuyo  vale- 
roso jefe  se  previno  á  la  defensa  con  celo,  auxiliándole 
en  ello  el  P.  Fr.  José  de  Santo  Tomás  de  Villanueva  y 
dos  religiosos  más.  Uno  de  éstos,  Fr.  Antonio  de  Santa 
Ana,  quedó  herido  gravemente  y  murió  á  poco. 

Tan  seguros  estaban  los  moros  de  conseguir  la  vic- 
toria, que  un  fanático  santón,  acercándose  á  la  mura- 
lla, dijo  á  los  sitiadores  que  estuviesen  prevenidos,  por- 
que al  día  siguiente  iban  á  dar  el  asalto  y  á  pasarlos  á 
cuchillo.  La  guarnición  indígena  se  contristó  toda,  y 
costó  no  poco  trabajo  al  gobernador  y  á  los  religiosos 
persuadirles  de  su  injustificado  pánico.  Cumplieron  los 
moros  la  primera  parte  de  su  aviso,  arrojándose  en  nú- 
mero de  T.5oo  sobre  la  fortaleza  por  tres  distintos  pun- 
tos, mientras  sus  buques  lo  cañoneaban  por  el  frente, 
pero  la  artillería  hizo  en  ellos  grande  estrago.  Recha- 
zados cuerpo  á  cuerpo  algunos  que  lograron  escalar  el 
muro,  tuvieron  que  desistir  de  su  empeño,  dejando  el 
campo  cubierto  de  cadáveres  y  de  heridos,  armas  y  des- 
pojos. 

En  1736  recibió  el  gobernador  de  Filipinas  cartas  de 
los  príncipes  de  Tamontaca,  en  que  se  quejaban  de  la 
pertinaz  guerra  que  les  hacía  Malinog,  y  pidiendo,  en 
virtud  de  los  convenios  vigentes,  que  se  les  remitieran 
en  préstamo  dos  cañones  de  á  10,  pólvora  y  balas,  con 
la  promesa  de  devolverlos,  y  de  que  antes  perderían  la 
vida  que  los  cañones.  Accedió  el  gobierno  á  esta  peti- 


EN    MINDANAO,    JÓLO    V    BORNEO  273 

ción,  yendo  un  champán  á  llevarlos,  en  cuyo  buque 
embarcó  también  el  embajador  y  su  comitiva. 

En  1735  fué  elevado  al  sultanato  de  Joló  Mahamad 
Ali-Mudin,  en  virtud  de  renuncia  de  su  padre  Maulana, 
que  le  hizo  además  rey  de  Dongón  y  Tawi-Tawi.  El 
viejo  sultán  intentó  apoderarse  del  presidio  de  Zam- 
boanga  por  medio  de  una  traición,  á  cuyo  fin  envió  ocho 
moros  astutos  para  que,  admitidos  en  paz  y  ganándose 
la  voluntad  de  los  indios  con  dádivas  y  protestas  de 
amistad,  les  entregasen  la  fuerza. 

Presos  por  el  gobernador  D.  Francisco  Sarmiento 
Valladares,  y  convictos  de  su  traición,  los  hizo  matar  (0. 
Al  recibir  esta  noticia  el  sultán  Maulana,  postrado  en 
cama  por  penosa  enfermedad,  ciego  de  ira,  se  aceleró  la 
muerte,  dando  con  la  cabeza  en  los  maderos  de  su  lecho. 

En  1737  pasó  á  dicho  reino  el  sargento  mayor  de  Zam- 
boanga,  D.  Juan  González  del  Pulgar,  de  orden  del  go- 
bernador de  la  plaza,  á  concertar  con  el  nuevo  rey  la 
ratificación  de  las  capitulaciones  ajustadas  con  el  sultán 
Maulana.  Recibió  Ali-Mudin  con  toda  pompa  al  embaja- 
dor, disponiéndole  hospedaje  y  guardia  para  honra  y  res- 
guardo de  su  persona.  Fué  el  sultán  á  verse  con  el  em- 
bajador; le  dijo  que  algunos  de  sus  vasallos  se  resistían 
á  entregar  los  cautivos;  que  desde  luego  amparase  á  los 
que  se  refugiaran  en  su  alojamiento,  porque  deseaba  cum- 
plir los  convenios  ajustados.  Indicó  que  tenia  en  su  po- 
der 41  cautivos,  á  los  que  juntaría  otros  3o  para  devol- 
verlos. 

Esto  y  el  envío  anterior  de  78  cautivos  y  de  dos 

(1)  "Así  está  escrito,  y  también  que  aquellos  ocho  hombres  fueron 
al  presidio  sin  tal  intención:  que  fué  antojo  de  jesuítas,  quienes  tenien- 
do al  gobernador  por  suyo,  los  hizo  causa  de  traidores  y  los  sentenció 
como  tales.,, — (P.  Concepción,  tomo  XII,  cap.  II,  pág.  14.) 

18 


274  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

arras  y  una  campana,  probaban  en  él  su  lealtad,  según 
dijo  al  embajador. 

Pretendía,  á  su  vez,  que  de  los  40  prisioneros  joloa- 
nos  existentes  en  Filipinas,  le  fuesen  devueltos  16  es- 
clavos, y  en  caso  de  haberse  hecho  cristianos,  que  se 
los  pagasen  á  3o  pesos  uno,  protestando  devolver  en- 
tonces más  de  200  cautivos. 

Con  esta  representación  que  hizo  Pulgar,  dio  cuenta 
el  gobernador  de  Zamboanga  al  Sr.  Tamón,  y  mandó 
satisfacer  al  sultán  el  importe  de  dichos  16  cautivos,  á 
fin  de  que  devolviese  los  200  indicados,  á  lo  que  no  se 
prestaron  luego  los  datos  á  quienes  pertenecían  (0. 

Para  ganar  la  voluntad  de  los  españoles  y  acreditarse 
de  leal,  salió  Ali-Mudin  á  campaña  contra  los  piratas  ti- 
rones, en  unión  del  capitán  D.  Tomás  Arrivillaga,  pero 
en  secreto  los  animaba  á  resistir,  enviándoles  aviso  de 
que  ocultasen  en  los  pueblos  del  interior  á  los  cautivos. 

En  Junio  de  1735  fondearon  en  la  bahía  de  Mani- 
la tres  grandes  navios  holandeses,  mandados  por  el  al- 
mirante Ury,  á  pedir  la  devolución  de  un  buque  de  su 
país  apresado  por  la  marina  española. 

Dio  origen  á  este  suceso  el  siguiente  hecho: 

En  Octubre  de  1733  saheron  de  Zamboanga  dos  ga- 
leras guardacostas  á  cargo  de  D.  Francisco  Muñiz,  con 
objeto  de  recorrer  las  de  Mindanao.  Hallándose  en  Ta- 
montaca  tuvo  aviso  aquel  jefe  de  que  se  veía  un  buque 
holandés;  fué  en  su  busca  y  le  intimó  arbolase  su  ban- 
dera. La  puso,  empavesando  el  barco  con  flámulas  y 
gallardetes.  Reclamó  la  galera  el  bote,  pero  no  hizo 
caso;  le  disparó  un  cañonazo  con  bala,  no  se  dio  por 


(1)     Este  convenio  de  paz  y  amistad,  fué  aprobado  por  el  Rey  en  cé- 
dula de  9  de  Junio  de  1742. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  275 

entendido,  y  así  que  la  tuvo  cerca,  le  disparó  el  buque 
holandés  siete  cañones  de  los  diez  que  montaba,  y  en 
seguida  los  tres  restantes  á  la  otra  galera  que  seguía  á 
la  capitana.  Entonces  se  lanzaron  ambas  al  abordaje, 
escalando  el  buque,  sin  embargo  de  su  continuo  fuego 
y  de  ofenderles  sus  tripulantes  desde  el  trinquete  con 
granadas  y  balas.  Muñiz  penetró  el  primero  en  la  cha- 
lupa enemiga  espada  en  mano.  Le  siguieron  los  suyos, 
y  derribando  la  bandera  neerlandesa,  rindieron  al  ca- 
pitán, Juan  Vaningles,  y  á  los  5o  hombres  que  tripu- 
laban el  barco.  La  dotación  de  las  galeras  sólo  ascen- 
día á  45  hombres.  Cogió  Muñiz  importantes  despachos, 
una  corona  y  un  turbante  que  llevaban  para  Malinog. 

Enviada  la  presa  á  Manila,  prodújose  en  Batavia 
gran  algarada  por  este  hecho,  calificándolo  de  infrac- 
ción de  la  paz  existente,  no  obstante  haber  hecho  fue- 
go dicho  buque  sobre  los  de  la  marina  española  y  cogér- 
sele los  efectos  de  guerra  que  conducían  para  nuestros 
enem.igos.  De  aquí  la  presentación  en  Manila  de  los 
navios  antes  citados,  y  su  amenaza  de  impedir  la  salida 
del  galeón  de  Acapúlco  y  de  apresar  el  Sají  Cristóbal, 
que  se  aguardaba  en  breve. 

Instruyóse  expediente  acerca  de  la  pretensión  de  los 
holandeses,  y  aunque  había  sido  declarada  buena  presa 
la  del  buque  que  reclamaban,  y  hubo  quien  opinó  por 
rechazar  la  exigencia,  se  convino  al  cabo  en  restituir 
los  prisioneros  y  satisfacer  6.5oo  pesos  por  la  chalupa 
y  algunos  de  sus  tripulantes  que,  por  su  conversión  al 
catolicismo,  prefirieron  quedarse  en  Manila. 

El  20  de  Mayo  de  1740  tres  caracoas  de  moros  tiro- 
nes atacaron  en  la  ensenada  de  Guinsalagan  una  em- 
barcación en  que  iba  el  padre  recoleto  Fr.  Hipólito  de 
San  Agustín.  Los  indios  se  salvaron  á  nado,  internan- 


276  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

dose  en  los  montes;  mas  el  P.  Hipólito,  aunque  logró 
ganar  la  playa  con  ellos,  no  pudo  seguirlos  y  fué  preso. 
Lleváronle  á  sus  islas,  y  de  aquí  unos  joloanos  lo  con- 
dujeron á  su  capital.  El  sultán  trataba  muy  bien  al 
padre,  pero  exigía  12.000  pesos  por  su  rescate.  En  Oc- 
tubre acudió  de  Zamboanga  el  rector  de  los  jesuítas, 
convenientemente  escoltado,  á  fin  de  satisfacer  una  can- 
tidad moderada;  mas  el  sultán  persistía  en  su  demanda, 
y  al  cabo  se  obligaron,  por  escrito,  el  rector  y  el  cauti- 
vo á  remitir  dicha  suma,  recobrando  su  libertad  en  el 
acto.  Más  adelante,  estando  en  Zamboanga  el  sultán, 
se  contentó  con  i.ooo  pesos. 

En  1 741  ordenó  el  gobernador  del  Archipiélago,  Don 
Gaspar  de  la  Torre,  á  los  alcaldes  mayores  de  Cebú, 
Leyte,  Iloilo  é  Isla  de  Negros,  la  construcción  de  36  em- 
barcaciones capaces  para  conducir  80  hombres  de  armas 
3^  18  remeros,  siendo  de  cuenta  de  la  Hacienda  las  ra- 
ciones de  la  gente.  Declaró  que  cuantos  moros  cogie- 
sen serían  esclavos  de  sus  aprehensores,  y  que  al  prin- 
cipal que  se  distinguiera  lo  eximiría  para  siempre  del 
pago  de  tributo,  polos  y  servicios  personales;  permitía 
á  los  indios  que  fueran  á  combatir  á  los  moros  en  sus 
tierras,  y  previno  á  los  alcaldes  que  tuviesen  en  las  pla- 
yas vigías  y  atalayas  para  evitar  sorpresas. 


CAPITULO  XVI. 

Gobierno  del  Obispo  Arrechederra. — Procura  dotar  á  Manila  de  mejores 
medios  de  defensa. — Expediciones  contra  tirones. — Escribe  el  Rey  de 
España  á  los  sultanes  de  Joló  y  Tamontaca  aconsejándoles  permitan  en 
sus  estados  la  predicación  del  catolicismo. — Lleva  el  rector  de  Zam- 
boanga  estas  cartas  y  es  bien  recibido. — Pide  recursos  y  efectos  de 
guerra  el  sultán  de  Joló,  y  se  le  conceden. — Designa  el  superior  de  los 
jesuitas  los  que  han  de  ir  á  las  misiones  de  dichos  sultanatos. — El  sul- 
tán dejólo  acoge  afectuosamente  á  los  destinados  á  su  reino. — Decide 
pasar  á  Manila;  altérase  su  hermano  Bantilan  porque  no  le  encarga  del 
gobierno,  y  es  herido  el  sultán  alevosamente. — El  datto  Salicaya  acon- 
seja á  los  jesuitas  vuelvan  á  Zamboanga,  como  lo  verifican. — Sábese 
después  que  fué  destronado  Ali-Mudin  por  Bantilan. — Pasa  aquél  á 
Zamboanga  y  se  embarca  para  Manila. — Sospechosa  llegada  de  joloa- 
nos  al  presidio. — Precauciones  del  gobernador. — Incidentes  de  la  mi- 
sión de  Tamontaca. — Teme  el  P.  Moreno  ser  víctima  de  los  minda- 
naos  y  regresa  á  Zamboanga. — Llega  á  Manila  Ali-Mudin  y  es  fastuo- 
samente recibido. — El  gobernador  le  promete  su  protección  y  le  dis- 
tinguen á  porfía  las  autoridades  y  corporaciones. — Aconseja  el  Obis- 
po-gobernador al  sultán  abjure  el  mahometismo. — Pide  el  sultán  el 
Bautismo. — Rehusa  el  Arzobispo  concederlo,  sospechando  de  su  vo- 
cación.— Interesado  el  gobernador,  practícasela  ceremonia  en  un  pue- 
blo de  su  diócesis. — Festejos  con  este  motivo. — Proyecta  reponerlo 
en  su  trono,  pero  la  penuria  del  Tesoro  no  lo  consiente. 

En  virtud  de  hallarse  vacante  el  Arzobispado,  y  con- 
forme á  lo  dispuesto  por  Reales  despachos  de  i5  de 
Agosto  de  1734,  entró  á  gobernar  las  islas  el  Obispo 
electo  de  Nueva  Segovia,  D.  Fr.  Juan  de  Arrechederra, 
dominico,  natural  de  Caracas. 

El  Obispo-gobernador,  después  de  inspeccionar  las 


278  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

murallas  y  fuertes  de  la  plaza,  decretó  la  fundición  de 
artillería  de  á  18,  reedificando  el  polvorista.  Análogos 
cuidados  dedicó  á  Cavite,  donde  hizo  construir  un  ba- 
luarte para  la  defensa  del  puerto.  También  adquirió  en 
Batavia  cañones,  fusiles,  balas,  plomo,  salitre  y  an- 
clas, por  medio  del  francés  D.  Antonio  Piñón,  abas- 
teciendo á  los  almacenes  de  todo  género  de  pertrechos. 
En  29  de  Octubre  ordenó  al  gobernador  de  Zam- 
boanga  que  procurase  despachar  anualmente,  en  las 
monzones  favorables,  una  expedición  á  las  islas  de  los 
tirones,  subditos  del  datto  Curan,  de  la  isla  de  Borneo, 
vasallo  del  rey  de  Joló,  á  quien  cada  individuo  contri- 
buía anualmente  con  un  tael  de  oro,  en  este  metal  ó 
en  lantacas  ó  nido. 

El  16  de  Febrero  de  1747  concedió  al  pueblo  de  Gui- 
van  (Samar)  armar  sus  embarcaciones  con  5oo  hom- 
bres de  guerra  y  boga,  permitiendo  hacer  esclavos  su- 
yos á  cuantos  piratas  tirones  cogiesen,  y  entrar  en  sus 
territorios  á  sangre  y  fuego,  como  ellos  lo  hacían  en  el 
nuestro  (0. 

Estos  piratas  infestaban  con  sus  escuadrillas  los  ma- 
res de  Luzón,  atreviéndose  á  cometer  sus  fechorías  en 
las  costas  de  dicha  isla.  Salieron  dos  pequeñas  expedi- 
ciones contra  ellos,  á  cargo  de  D.  Pedro  de  Guevara  y 
de  D.  José  Valverde,  respectivamente,  pero  no  consi- 
guieron otra  cosa  que  el  ser- testigos  de  sus  estragos,  por 
haber  desamparado  ya  los  puntos  á  donde  en  su  busca 
acudieron  (2). 

(1)  El  año  1751  contaban  los  tirones  más  de  40  pueblos.  Los  sul- 
tanes de  Joló  y  Mindanao  solían  piratear  bajo  el  nombre  de  estos  isle- 
ños, achacándoles  sus  devastaciones,  dando  por  pretexto  que  eran  re- 
beldes á  sus  mandatos  y  que  no  podían  dominarlos. 

(2)  Puntual  relación   de  lo  acaecido  en  las  expediciones  contra  mo- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  279 

En  Mayo  se  presentaron  ante  la  isla  de  Basilan  dos 
navios  holandeses,  cuyo  jefe  trató  de  ganar  á  los  indige- 
nas  con  algunos  regalos,  á  fin  de  que  permitiesen  el  es- 
tablecimiento de  una  estacada  en  tierra,  para  tener  un 
puerto  abierto  en  dicha  isla.  Se  opuso  á  este  propósito 
la  mayoría  de  los  principales,  y  especialmente  la  esposa 
del  príncipe  Curandin,  aconsejándole  que  se  apoderara 
de  los  buques.  Así  trató  de  hacerlo,  penetrando  en  el 
navio  en  son  de  paz,  prevenida  de  antemano  su  gente 
para  que  pasaran  á  cuchillo  á  nueve  holandeses  que  ha- 
bían quedado  en  tierra  con  un  bote,  como  lo  ejecuta- 
ron. Pudo  Curandin  dar  muerte  al  capitán,  á  un  sar- 
gento, al  cirujano  y  á  varios  centinelas;  mas  la  marine- 
ría de  proa  puso  los  cañones  hacia  donde  estaban  el  prín- 
cipe y  los  suyos,  siendo  muerto  aquél  y  cinco  más,  que- 
dando i5  mal  heridos.  Los  holandeses  abandonaron  á 
Basilan  sin  pretender  otra  venganza  por  la  perfidia  de 
los  moros  (0. 

La  perfidia  de  los  joloanos  corría  parejas  con  su 
grande  hipocresía,  de  que  es  ejemplo  elocuentísimo  el 
hecho  que  vamos  á  narrar. 

El  rey  Felipe  V,  á  instancia  de  los  jesuítas,  escribió 
en  1744  á  los  sultanes  de  Joló  y  Tamontaca,  Ali-Mu- 
din  y  Ameril  Mahorrienin  Camsa,  indicándoles  la  con- 
veniencia de  que  autorizaran  la  predicación  del  Evan- 

ros,  tirones,  malanaos  y  camucones,  destacadas  en  los  años  de  II46 
y  1747. 

Continuación  de  los  progresos  y  resultas  de  las  expediciones  contra 
moros,  tirones  y  camucones  en  este  año  de  1748,  con  noticia  de  los 
principios  de  las  nuevas  misiones  de  los  reinos  de  Joló  y  Mindanao,  por 
Fr.  Juan  de  Arrechederra. 

(1)  De  lo  acaecido  en  este  presidio  de  Zamboanga,  desde  el  dia  1.° 
de  Mayo  de  1 747,  por  D.  Juan  Pérez  del  Pulgar,  gobernador  de  la 
plaza. 


28o  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

gelio  en  sus  estados.  Estas  cartas  se  recibieron  en  Ma- 
nila por  Julio  de  1746. 

El  gobernador  decidió  enviarlas  originales,  comisio- 
nando, de  acuerdo  con  el  superior  de  los  jesuítas,  para 
Tamontaca  al  padre  jesuíta  Francisco  Sassi,  rector  de 
Zamboanga,  y  al  sargento  mayor  D.  Tomás  de  Arrivi- 
llaga,  y  para  Joló  al  P.  Sebastián  Ignacio  de  Arcada, 
con  el  expresado  Arriviilaga  (29  de  Agosto). 

En  ambos  reinos  tributaron  á  los  embajadores  toda 
clase  de  honores,  recibiéndoles  con  salvas  de  artillería. 

También  escribió  el  Rey  al  provincial  de  los  jesuítas, 
participándole  haberlo  hecho  á  los  sultanes  de  Joló  y 
Tamontaca,  con  encargo  de  que  enviase  misioneros  á 
dichos  reinos. 

En  Joló  tuvo  efecto  la  recepción  de  la  regia  carta  el 
i.°  de  Setiembre,  yendo  el  príncipe  Asín,  hermano  del 
sultán,  y  otros  dattos  á  recogerla  á  bordo,  con  una  em- 
barcación cubierta  de  lucidas  colgaduras.  Hubo,  con  tal 
motivo,  salvas  de  artillería  de  los  buques  y  de  la  plaza;  la 
infantería  española  marchaba  en  dos  filas,  llevando  el  es- 
tandarte real;  la  carta  del  monarca  español  iba  en  una 
gran  bandeja  de  plata;  el  sultán  se  adelantó  á  recibirla, 
y  más  tarde  obsequió  á  los  embajadores. 

Ali-Mudin  se  mostró  completamente  dispuesto  á  cum- 
plir cuanto  el  Rey  de  España  le  encargaba,  incluso  á  que 
los  jesuítas  se  establecieran  en  su  capital;  pero  exigía 
en  concepto  de  indemnización,  por  su  concurso  á  la  cam- 
paña contra  los  tirones,  que  se  le  remitiesen  6.000  pe- 
sos, 12  picos  de  pólvora,  12  de  clavazón,  uno  de  acero 
y  12  de  hierro. 

Después  de  oír  á  la  Junta  de  Guerra,  resolvió  el  go- 
bernador auxiliar  al  sultán  con  la  cantidad  y  pertre- 
chos que  deseaba,  yendo  al  efecto  el  sargento  mayor 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  28 1 

Arrivillaga  con  los  dattos  joloanos  Salicaya  y  Yumpaga- 
lava,  que  habían  llevado  á  Manila  la  carta  de  Ali- 
Mudin. 

El  sultán  recibió  este  donativo  en  Zamboanga,  cuyo 
gobernador  puso  ásu  disposición  tropas  para  combatirá 
los  borneos. 

El  superior  de  la  Compañía  de  Jesús  designó  para  la 
misión  de  Joló  á  los  PP.  Juan  Anglés  y  José  Villelmi,  y 
para  la  de  Tamontaca  á  Juan  Moreno  y  Sebastián  Ar- 
cada, confiriéndoles  el  gobierno  carácter  de  embajadores 
extraordinarios,  á  fin  de  que  fuesen  más  respetadas  sus 
personas.  Dichos  jesuítas  salieron  de  Manila  para  Zam- 
boanga en  Octubre  de  1747,  adonde  llegaron  el  21  de 
Enero  por  dificultades  en  la  navegación.  Sin  pérdida  de 
tiempo  dieron  aviso  de  su  arribo  á  los  sultanes  de  Joló  y 
de  Mindanao,  pidiéndoles  licencia  para  trasladarse  ásus 
estados. 

Ali-Mudin  fué  á  Zamboanga  el  5  de  Mayo  de  1748 
para  llevar  en  su  compañía  á  los  jesuítas.  En  esto  mu- 
rió el  P.  Villelmi.  Ali-Mudin,  que  lo  apreciaba  mucho, 
por  ser  muy  entendido  dicho  padre  en  la  lengua  arábi- 
ga, mostró  gran  pesar  por  ello  y  asistió  á  su  entierro, 
regresando  en  seguida  á  Joló.  En  sustitución  de  aquel 
padre  fué  nombrado  Patricio  del  Barrio,  quien  marchó 
de  Zamboanga  para  Joló  el  6  de  Junio  con  el  P.  An- 
glés. 

Los  recibieron  muy  atentamente  el  príncipe  Asín  y 
otros  muchos  magnates.  El  jefe  del  país  les  hospedó  en 
una  casa  suya,  mientras  se  terminaba  la  que  para  ellos 
había  mandado  construir. 

Según  el  P.  Anglés,  ni  el  sultán  ni  ninguno  de  sus 
subditos  eran  afectos  á  la  religión  católica,  aunque 
Ali-Mudin  disimulaba  astutamente  por  razones  políti- 


282  HISTORIA    I>K    LA    PIRATERÍA 

cas  (0;  los  panditas  y  dattos  mostraban  más  á  las  claras 
su  disgusto. 

Ali-^Iudin  manifestó  á  los  jesuitas  su  propósito  de  ir 
á  Manila  para  saludar  y  conocer  al  gobernador  de  las 
islas. 

Había  convenido  con  los  PP.  Rarrio  y  Anglés  nom- 
brar gobernador  del  reino  durante  su  ausencia  al  prín- 
cipe Salicaya;  mas  luego  varió  de  parecer  sin  contar  con 
ellos.  Designó  á  Mamancha,  joven  pandita,  casado  con 
una  sobrina  suya,  repudiada  por  el  datto  Asín,  cu}o  su- 
jeto, por  espíritu  de  secta,  tenía  que  serles  contrario. 
Hicieron  presente  al  sultán  que  ya  habían  noticiado  á 
Manila  la  designación  de  Salicaya;  expusiéronle  sus 
quejas  y  su  propósito  de  retirarse,  y  entonces  convino 
en  nombrar  á  aquel  datto.  Este  acuerdo  produjo  al 
príncipe  Hantilan  grande  enojo  contra  su  hermano  Ali- 
Mudin  y  los  padres. 

El  i.^*  de  Setiembre  se  embarcó  el  sultán  para  tras- 
ladarse á  Zamboanga,  sin  avisar  previamente  á  Salica- 
ya, que  estaba  en  Taligbe. 

Llegó  la  noche  hallándose  aún  la  embarcación  real 
en  la  rada,  y  desembarcó  el  sultán  con  objeto  de  despe- 
dirse de  una  de  sus  favoritas.  Al  retirarse,  á  eso  de  la 
una,  le  hirieron  de  una  lanzada  por  orden  de  Hantilan, 
que  aseguran  pagó  al  agresor  seis  esclavos  y  i.ooo  pesos. 

Corrió  la  voz  de  que  el  sultán  había  muerto,  produ- 
ciéndose la  conmoción  consiguiente. 

VA  datto  Miiibahal,  hermano  de  Salicaya,  se  apoderó 
de  la  fuerza  principal.  El  P.  Anglés  se  hi/o  custodiar 
por  cinco  soldados  de  la  guardia  de  Ali-Mudin,  quien 

(l)  "Kl  sultán  cu  toilo  atoiuiia  á  sus  iiiteivses,  y  cii  lo  que  no  se  opo- 
nía á  éstos  no  k-  causaba  rubor  cl  mentir  y  faltar  á  la  palabra,  como 
*ratar  con  notablí-  artilicio  enredos  ijue  tuviesen  cuenta  á  sus  ideas.» 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    HORNIíO  283 

le  mandó  á  decir  que  no  fuese  á  verle,  pues  su  herida 
era  poco  peligrosa. 

Al  día  siguiente  á  las  diez  entró  en  Joló  Salicaya. 
Propuso  á  los  padres  que  se  retiraran  á  Zamboanga  en 
vista  del  estado  de  ánimo  de  los  moros,  acompañándo- 
les hasta  dejarlos  en  un  champán  que,  á  prevención  de 
lo  que  pudiera  ocurrir,  les  había  mandado  el  goberna- 
dor de  Zamboanga  González  del  Pulgar. 

El  mal  tiempo  los  detuvo  en  Paran  un  día,  y  al  si- 
guiente volvieron  á  Joló  para  proveerse  de  arroz  y  agua, 
artículos  que  facilitó  solícito  Salicaya,  llegando,  no  sin 
trabajo,  á  Zamboanga  el  8  por  la  mañana. 

Los  joloanos  proclamaron  sultán  á  Bantilan.  El  des- 
tronado Ali-Mudin  pasó  con  17  pancos  á  la  isla  de  Ba- 
silan,  y  de  aquí  á  Zamboanga  (22  de  Setiembre),  segui- 
do de  su  familia  y  de  un  numeroso  séquito. 

El  gobernador  de  la  plaza  puso  á  su  disposición  una 
chalupa  para  que,  conforme  á  sus  deseos,  pudiera  tras- 
ladarse á  Manila. 

Bantilan  artilló  cuatro  cottas  y  dio  permiso  á  los  ti- 
rones para  que  saliesen  en  corso  contra  las  provincias 
sujetas  al  dominio  de  España,  enviando  además  cuatro 
embarcaciones  contra  Camiguin  y  Siquijor. 

Había  ofrecido  Ali-Mudiu  á  sus  partidarios  volver  á 
los  tres  meses,  para  recuperar  su  reino  con  el  auxilio 
de  los  españoles.  Pasado  este  término,  se  presentó  en 
Zamboanga  una  hermana  del  sultán  con  siete  embar- 
caciones, y  muy  poco  después  otro  datto  de  Paran  con 
tres,  manifestando  que  deseaban  aguardar  al  sultán. 

Avistaron  además  desde  la  fuerza  43  caracoas,  una 
de  las  cuales  fué  á  Zamboanga  á  pedir  licencia  para  es- 
perar á  su  soberano.  Se  le  hizo  sospechosa  tanta  gente 
al  gobernador,  y  contestó  que  lo  aguardasen  en  Basi- 


284  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

lan.  Al  propio  tiempo,  mandó  armar  varias  embarca- 
ciones en  corso  para  impedir  la  introducción  de  víveres 
en  Joló,  cogiendo  algunos  buques  enemigos  llenos  de 
arroz,  los  cuales  fueron  conducidos  á  Zamboanga. 

El  sultán  de  Tamontaca  escribió  al  gobernador  de 
Zamboanga,  notificándole  que  el  datto  Gula,  hijo  de 
Malinog,  se  había  rebelado,  y  que,  por  el  estado  de  gue- 
rra en  que  se  hallaba  su  reino,  era  conveniente  demo- 
rar algo  la  ida  de  los  misioneros.  Al  propio  tiempo  le 
pedía  3oo  balas  de  cañón,  con  la  pólvora  correspondien- 
te. El  envío  de  estas  municiones  equivalía  á  dejar  inde- 
fenso el  presidio,  y  se  limitó  el  gobernador  á  remitirle 
5o  balas  y  la  pólvora  necesaria. 

También  escribieron  al  P.  Juan  Moreno  el  sultán,  el 
principe  Lincom  y  su  esposa  la  princesa  Sadan,  en  tér- 
minos afectuosos,  pero  sin  mostrar  decidido  empeño 
porque  fuese  desde  luego  á  su  reino,  antes  bien,  procu- 
rando dar  largas  al  asunto  (1). 

Por  muerte  del  P,  Arcada,  quedó  designado  en  su  lu- 
gar, para  la  misión  de  Tamontaca,  el  P.  Ignacio  Mála- 
ga, que  fué  de  capellán  de  las  dos  galeras  que,  á  las  ór- 
denes de  D.  José  Goicochea,  envió  el  gobernador  de 
Zamboanga  con  alguna  tropa  en  auxilio  del  sultán,  cu- 
yos enemigos  desaparecieron  á  la  vista  de  los  españoles. 

Después  marchó  también  á  Tamontaca  el  P.  Moreno. 

Llegó  á  Matiling,  corte  del  sultán  de  Mindanao,  re- 
cibiéndole bien  éste  y  sus  dattos  (Setiembre  de  1748). 
Mes  y  medio  después  trasladó  Ameril  su  residencia  á  la 
barra  de  Tuboc,  continuando  el  padre  jesuíta  aposen- 
tado en  la  casa  del  sultán,  hasta  que  estuvo  concluida 

(1)  Las  cartas  y  testimonios  citados  en  este  capítulo,  pueden  verse 
íntegros  en  el  Apéndice. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  285 

la  mandada  construir  para  él,  transcurriendo  en  perfec- 
ta paz  sobre  cuatro  meses  y  medio.  Hizo  Ameril  las 
paces  con  Gula,  y  se  retiraron  á  Zamboanga  las  galeras 
que  habían  conducido  á  Tamontaca  al  padre,  quedando 
para  su  resguardo  25  soldados  españoles  y  12  pampan- 
gos.  En  su  nueva  casa  le  visitaban  frecuentemente  los 
principales  dattos.  Le  contaron,  en  secreto,  que  al  ha- 
cerse las  paces  entre  Ameril  y  Gula  decidieron  éstos 
apoderarse  de  las  galeras  de  Zamboanga,  y  que  el  no 
realizarlo  se  debió  á  que  esperaban  el  dinero  y  la  arti- 
llería pedida  al  gobernador  de  las  islas. 

Atemorizado  el  padre,  dijo  al  sultán  que  tenía  que 
asistir  en  Zamboanga  á  una  junta,  prometiéndole  vol- 
ver. Accedió  á  su  marcha,  después  de  vacilar  algo.  El 
P.  Moreno  se  fué  en  un  champán  que  á  la  sazón  había 
en  Tuboc.  Enterado  de  todo  el  gobernador,  envió  una 
galera  en  busca  de  la  guarnición  peninsular  é  indígena, 
puesto  que  el  padre  no  deseaba  volver  á  Tamontaca, 
retirándose  la  tropa  sin  dificultad  ninguna  por  parte  de 
los  moros. 

El  2  de  Enero  de  1749  fondeó  en  Cavite  el  buque 
que  conducía  al  sultán  de  Joló.  Dio  aviso  de  su  llegada 
al  gobernador  de  las  islas,  y  éste  mandó  una  comisión 
á  cumplimentarle,  acompañándole  á  Manila,  hasta  que- 
dar instalado  en  una  magnífica  casa  próxima  al  estero 
de  Binondo,  con  las  70  personas  de  ambos  sexos  que 
formaban  su  comitiva.  Una  compañía  del  Real  tercio 
le  daba  guardia  de  honor,  siendo  visitado  por  las  auto- 
ridades, corporaciones  religiosas  y  vecinos  principales 
de  la  capital. 

El  día  17,  designado  para  la  recepción  oficial,  fué  á 
buscarle  el  capitán  de  la  guardia  en  el  coche  de  gala  de 
Palacio.  Delante  iban  seis  alabarderos  á  caballo,  y  le 


286  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

seguían  multitud  de  carruajes.  Tan  luego  se  puso  en 
marcha  el  cortejo,  dejaron  oir  sus  ecos  los  cañones  de 
la  plaza.  El  pueblo  llenaba  las  calles;  las  casas  lucían 
vistosas  colgaduras;  veíanse  arcos,  gallardetes  y  ban- 
deras en  todo  el  trayecto,  y  formados  en  parada  los  ter- 
cios españoles  y  pampangos.  Las  músicas  militares 
saludaban  con  la  majestuosa  marcha  Real  española  al 
sultán,  embelesado  por  tanto  fausto  y  tan  grandes  ho- 
nores. 

El  Obispo-gobernador  recibió  á  Ali-Mudin  en  una 
sala  adornada  con  lujosos  tapices  y  alfombras  de  Persia. 
Hallábanse  á  su  lado  los  provinciales  y  superiores  de  las 
órdenes  religiosas  y  las  autoridades  de  todos  los  ramos. 

El  Sr.  Arrechederra  abrazó  afectuosamente  al  sul- 
tán, el  cual  se  mostró  reconocido  al  magnífico  recibi- 
miento que  se  le  dispensaba,  pidiendo  protección  para 
recuperar  su  reino,  que  dijo  le  habían  usurpado.  El  jefe 
de  las  islas  contestó  que  gustoso  accedería  á  sus  deseos. 
A  la  terminación  del  acto  le  obsequió  con  un  espléndido 
refresco,  regresando  á  su  morada  con  el  mismo  aparato 
que  á  su  ida  á  Palacio  (0. 

Después  de  este  público  recibimiento,  comenzaron  á 
visitarle  á  menudo  los  religiosos  y  personas  más  pu- 
dientes de  Manila,  devolviendo  rnuy  cortés  las  visitas 
á  todos.  El  gobernador  lo  invitaba  á  su  mesa  y  á  pa- 
sear con  él  frecuentemente,  obsequiándole  con  varios 
objetos,  entre  ellos  una  cadena  de  oro,  un  cintillo  de  es- 
meraldas y  otro  de  rubíes,  etc.  En  sus  conversaciones  le 
aconsejaba  que  abjurase  la  religión  mahometana.  Con 
frecuencia  le  decía  el  Obispo:  «Sultán,  si  quieres  volver 

(l)  Relación  de  la  entrada  del  sultán,  rey  de  yoló,  Mohamed  Ali~ 
Aludin  en  Manila,  por  Fr.  Juan  de  Arrechederra:  1749. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  287 

á  tu  reino  y  vencer  tus  enemigos,  hazte  cristiano,  con- 
viértete á  Jesucristo  y  serás  señor  de  tus  vasallos.»  En 
el  mismo  sentido  le  hablaba  su  buen  amigo  el  valeroso 
general  D.  Pedro  Zacarías. 

A  sus  múltiples  atenciones  añadió  el  Sr.  Arreche- 
derra  el  regalo  de  un  rico  vestido  de  tela  verde,  ceñido 
de  una  banda  bordada  de  oro,  matizada  con  diamantes, 
esmeraldas  y  rubíes,  que  se  avaluó  en  i.ooo  pesos; 
tres  bastones  con  puño  de  oro,  una  escopeta  guarne- 
cida de  plata,  pistolas,  sortijas,  etc.,  etc.  A  los  diez  in- 
dividuos de  su  guardia  les  costeó  vestidos  de  seda,  y 
al  capitán  de  terciopelo:  igual  esplendidez  usó  con  sus 
mujeres,  regalándoles  alhajas  y  vestidos. 

El  sultán  se  mostraba  muy  contento  por  estas  aten- 
ciones. 

El  i.'^  de  Diciembre  de  1749  manifestó  al  Obispo-go- 
bernador su  deseo  de  ser  cristiano.  El  Sr.  Arrechederra, 
lleno  de  gozo,  participó  la  grata  nueva  al  Arzobispo, 
nombrando  dos  padres  jesuítas  para  que  lo  fueran  ins- 
truyendo en  la  doctrina  cristiana.  Desde  ese  momento 
se  vistió  á  la  española,  dijo  que  no  quería  vivir  con  sus 
concubinas  y  se  puso  al  cuello  un  rosario.  El  10.  de 
Marzo  de  1750,  informáronlos  dos  jesuítas  «que  ya  es- 
taba suficientemente  instruido  para  recibir  el  santo  sa- 
cramento del  bautismo.»  Ali-Mudin  pidió  por  escrito  al 
Arzobispo  el  Bautismo,  quien  desde  la  Laguna  le  con- 
testó que  siguiera  su  aprendizaje.  Dos  veces  más  rei- 
teró su  petición,  sin  obtener  una  respuesta  categórica. 

Sospechaban  el  Arzobispo  y  los  jesuítas  que  no  era 
verdadera  la  vocación  del  sultán,  y  que  únicamente  pre- 
tendía verse  repuesto  en  su  trono,  repugnando  por  esto 
el  metropolitano  de  las  islas  autorizar  su  bautismo;  pero 
el  gobernador,  dispuesto  á  llevarlo  á  cabo,  reunió   en 


288  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

junta  á  15  doctores  en  cánones  y  letras  sagradas:  éstos 
lo  examinaron,  y,  hallándolo  suficientemente  instruido, 
se  decidió  el  bautizo  de  Ali-Mudin,  sin  más  voto  en 
contra  que  el  de  los  jesuítas.  Para  que  el  Arzobispo  no 
pudiera  oponerse,  se  convino  realizar  el  acto  en  Pani- 
que,  primer  pueblo  del  obispado  de  Nueva  Segovia. 

El  Sr,  Arrechederra  hizo  prevenir  las  embarcaciones 
necesarias,  cuidando  también  de  equipar  conveniente- 
mente al  sultán  y  á  su  guardia  de  honor  (0. 

El  20  de  Abril  de  lySo  partió  de  Manila  la  pequeña 
flota  en  que  iban  Ali-Mudin  y  el  general  D.  Ignacio 
Martínez  de  Faura,  designado  por  el  jefe  superior  del 
Archipiélago  para  que  lo  representase  y  sirviera  de  pa- 
drino en  su  nombre,  yendo  además  lucido  acompaña- 
miento de  españoles,  varios  religiosos,  el  séquito  del 
sultán  y  un  piquete  del  Real  tercio.  El  28  de  dicho  mes, 
en  medio  del  alegre  repique  de  las  campanas  y  del  es- 
truendo de  las  salvas  de  artillería,  se  efectuó  la  solemne 
ceremonia  por  el  padre  dominico  Fr.  Enrique  Martín, 
asistido  de  tres  religiosos  de  su  orden,  recibiendo  el  sul- 
tán el  nombre  de  Fernando  I.  También  se  bautizaron 
dos  dattos  y  cinco  principales  de  su  comitiva. 

En  celebración  del  fausto  acontecimiento  hubo  ilu- 
minaciones, toros,  comedias,  bailes  y  otros  festejos  á 
costa  del  Tesoro  público.  El  padrino  obsequió  al  sultán 
con  una  gran  joya  de  esmeraldas  para  adorno  del  som- 

(1)  "Al  rey  se  le  cortaron  cuatro  vestidos  á  la  española  de  muy 
finos  géneros  y  guarniciones  de  plata  y  oro,  una  casaqueta  de  camino  y 
su  capa  de  grana,  un  espadín  de  oro,  otro  de  plata,  con  todo  su  ajuar 
de  este  género,  y  dos  sombreros  de  finas  plumas.  Estaban  también  dos 
de  sus  capitanes  dispuestos  al  mismo  acto,  y  otros  seis  mozos  de  su 
guardia,  y  se  les  cortaron  también  vestidos  decentes  á  proporción  „ 
(P.  Concepción.) 


EN    MINDANAO,    JOlÓ    Y    BORNEO  289 

brero,  un  rosario  de  oro,  varias  alhajas  de  valor  y  dinero 
para  repartirlo  á  la  plebe. 

El  5  de  Mayo  regresaba  la  comitiva  á  Manila,  donde 
el  rey  cristiano  de  Joló  obtuvo  fastuosa  acogida,  salu- 
dándole con  sus  disparos  los  fuertes  de  Manila  y  Cavite. 

Los  religiosos  de  Santo  Domingo,  algunos  de  San 
Francisco,  el  sargento  mayor  de  la  plaza  y  varios  oficia- 
les, acompañaron  al  sultán  desde  el  muelle  hasta  la  igle- 
sia de  los  dominicos,  donde  se  cantó  un  Te  Deiun;  en  se- 
guida fué  Ali-Mudin  al  palacio  del  gobernador,  que  le 
abrazó  con  efusión,  obsequiándole  con  un  magnifico 
banquete.  Lo  cumplimentaron  después  la  Audiencia,  el 
clero  y  el  vecindario.  Durante  cuatro  días  hubo  funcio- 
nes de  iglesia,  toros,  comedias,  mojigangas,  fuegos  ar- 
tificiales é  iluminaciones. 

Deseaba  el  Sr.  Arrechederra  restablecer  en  su  reino 
á  Ali-Mudin;  pero  como  en  tres  años  no  se  había  reci- 
bido el  situado  y  escaseaban  las  tropas,  tuvo  que  diferir 
su  ejecución. 

El  sultán,  para  demostrar  mejor  su  lealtad,  pidió  que 
fuese  á  Manila  desde  Zamboangasu  heredero  Mahamad- 
Israel  5^  una  de  sus  hijas,  á  fin  de  que  se  les  educase  en 
la  religión  católica. 


19 


CAPITULO  XVII. 

Gobierno  del  marqués  de  Ovando. — Incuria  de  los  alcaldes  mayores  en 
la  defensa  de  sus  provincias. — Precauciones  de  Bantilan. — Sus  arro- 
gantes cartas  al  gobernador  de  Zamboanga. — Decide  Ovando  reponer 
á  Ali-Mudin  en  su  trono. — Divídese  la  escuadra  en  que  iba  el  sultán 
y  llega  éste  con  gran  retraso  á  Zamboanga. — El  jefe  de  la  escuadra 
va  á  JoIó,  combate  con  los  moros  y  pactan  con  él  algunos  dattos  so- 
meterse á  Ali-Mudin,  retirándose  aquélla  á  Zamboanga. — Descúbre- 
se por  una  carta  de  Ali-Mudin  su  deslealtad  para  con  los  españoles, 
y  es  preso  con  muchos  dattos  é  individuos  de  su  familia  y  servi- 
dumbre.— El  gobernador  general  ordena  la  remisión  de  los  presos  á 
Manila. — Disposiciones  de  Ovando  para  combatir  á  los  joloanos. — 
Va  un  embajador  á  Borneo  y  obtiene  la  cesión  á  España  de  las  islas 
Paragua  y  Balabac. — Sale  una  expedición  contra  Joló,  no  logra  ven- 
taja ninguna  y  se  retira  á  Zamboanga. — Correrías  de  los  moros. — 
Desgraciada  expedición  á  la  Paragua. — Pide  refuerzos  el  corregidor 
de  Iligan. — Inconveniente  sistema  para  decidir  el  envío  de  auxilio  á 
los  puntos  amenazados. — El  P.  Ducós  rechaza  á  los  sitiadores  do 
aquel  presidio. — Diversos  encuentros  con  los  piratas  moros. —  Sus 
estragos  en  multitud  de  pueblos. — Heroico  combate  naval  del  capi- 
tán Figueroa.  —  Naufraga  parte  de  una  escuadra  enviada  en  perse- 
cución de  los  moros. 

Por  Julio  de  lySo  llegó  á  Manila  el  electo  goberna- 
dor, en  propiedad,  de  Filipinas,  D.  Francisco  José  de 
Ovando  y  Solis,  marqués  de  Ovando,  jefe  de  escuadra, 
natural  de  Cáceres,  encargándose  inmediatamente  de 
su  destino.  Al  ser  nombrado  para  este  empleo  se  halla- 
ba en  Lima,  cuando  ocurrió  el  horroroso  terremoto  que 
destruyó  el  Callao. 

Su  primer  providencia  fué  inquirir  el  estado  de  los 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  2gi 

buques  de  la  marina  Real,  cuya  situación  era,  en  rea- 
lidad, desconsoladora,  asi  como  la  del  Tesoro  pú- 
blico (i). 

Los  joloanos  seguían  hostilizando  á  las  provincias 
sometidas  á  España,  merced  á  la  desidia  y  criminal 
abandono  de  muchos  alcaldes  mayores  que,  en  vez  de 
atender  á  la  defensa  de  sus  costas,  empleaban  en  sus  es- 
peculaciones mercantiles  los  buques  del  Estado,  y  en  su 
servicio  particular  á  las  guarniciones  de  los  fuertes,  de- 
jando á  éstos  indefensos  ó  arruinarse  por  el  abandono 
en  que  los  tenían. 

Bantilan,  en  cambio,  ejercitaba  continuamente  á  sus 
subditos  en  el  manejo  de  las  armas,  construía  embar- 

(l)  He  aquí  los  buques  que  halló  y  su  miserable  estado:  "Un  na- 
vio, Rosario  Gratide,  podrido  en  gran  parte  y  quebrantada  la  quilla; 
otro,  construido  en  Sual,  comido  del  anay  ú  hormiga  blanca;  los  bu- 
ques Holandés,  Ojeda  y  San  Telmo,  incapaces  de  composición,  y  que 
sólo  podían  habilitarse  para  chatas  ó  lanchones  de  carga;  una  falúa, 
que,  aunque  sólo  había  hecho  un  viaje,  no  admitía  ya  carena;  una  fra- 
gata con  las  cuadernas  quebradas  y  deshaciéndose;  seis  caballitos  ma- 
rinos, inútiles  por  su  defectuosa  construcción;  una  goleta  pequeña,  que 
necesitaba  completa  compostura,  y  tres  champanes  que  podían  servir 
con  menos;  una  goleta  y  cuatro  chatas.  La  artillería  era  en  extremo 
desigual:  estaba  toda  muy  vieja  y  casi  inútil;  de  modo  que  era  preciso 
refundirla  enteramente,  como  se  intentó.  El  estado  de  la  Hacienda  no 
era  menos  lastimoso.  El  situado  ó  suplemento  de  Méjico,  que  una  Real 
cédula  de  1665  había  fijado  en  250.000  pesos  anuales,  estaba  reducido 
por  otra  de  1696  y  varias  posteriores  á  74-000,  y  se  recibía  con  tanto 
atraso,  que  llegaron  á  adeudarse  por  este  concepto  800. ooo  pesos,  no 
contando  las  remesas  que  se  habían  quedado  en  el  fondo  del  mar  con  la 
monstruosa  y  mal  construida  y  peor  tripulada  nao  de  Acapulco,  ó  ha- 
bían sido  presa  de  los  ingleses  ú  holandeses,  con  la  plata  cambiada  en 
Nueva  España  por  las  sederías  de  China,  que  constituía  el  único  capi- 
tal circulante  en  Filipinas,  cuyas  rentas  públicas  no  pasaban  de  350.000 
pesos,  mientras  que  los  gastos  ordinarios  y  precisos  ascendían  á  m^y 
cerca  de  700.000.,  (D.  Agustín  Santayana.) 


292  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

caciones  y  fuertes  é  hizo  levantar  una  fortaleza  que 
artilló  con  40  piezas  de  diferentes  -calibres,  atreviéndo- 
se á  remitir  una  carta  en  extremo  arrogante  al  gober- 
nador de  Zamboanga,  González  del  Pulgar,  en  que 
censuraba  sus  castigos  á  los  joloanos,  y  el  que  los  es- 
pañoles se  entrometieran  en  sus  cuestiones  interiores, 
amenazando  con  el  enojo  del  sultán  de  Constantinopla, 
al  que  decía  haber  recurrido  (1). 

El  gobernador,  al  contestarle,  rebatió  sus  infundados 
cargos,  sin  dar  importancia  á  sus  ridiculas  amenazas. 

En  Mindanao  se  acentuaba  también  cada  vez  más  la 
decadencia  del  poderío  español,  habiendo  disminuido 
mucho  la  población  cristiana  por  la  inseguridad  que  á 
los  misioneros  ofrecía  su  estancia  en  la  mayor  parte  de 
sus  distritos. 

El  marqués  de  Ovando  anhelaba  reponer  en  su  trono 
á  Ali-Mudin  para  que  refrenara  la  osadía  de  sus  sub- 
ditos; pero  al  mismo  tiempo  luchaba  con  el  temor  de 
empeorar  las  cosas,  pues  tanto  el  gobernador  de  Zam- 
boanga como  los  jesuítas,  decían  que  ni  el  sultán  Ali- 


(1)  Véase  el  Apéndice. 

(2)  En  1750,  según  el  P.  Traggia,  "los  jesuítas  tenían  á  su  cargo 
la  doctrina  de  Dapitan,  con  la  misión  de  Haya-,  la  de  Iligan,  con  las  mi- 
siones de  Layaban,  Langaran,  Disacan,  Talinga  y  otras  que  se  van  res- 
tableciendo, y  la  de  Zamboanga,  con  las  misiones  de  Bagumbayan,  Du- 
malon,  Piocon,  Cabatangan,  Caldera  y  Pangbato.„ 

"Los  agustinos  recoletos  tenían  en  la  misma  isla  los  pueblos  de  Bu- 
tuan,  Linao,  Ilibon,  Hingocc,  Habongan,  Mainit,  Ohot,  Tubay,  Tan- 
dag,  Calaglan,  Babuyo,  Tago,  Masibatag,  Lianga,  Bislig,  Hinatoan,  Ca- 
tel,  Baganga,  Caraga,  Higaguet,  Panguntungan,  Surigao,  Tagayan,  Agu- 
san,  Manalaga,  Pueblo  Nuevo,  Gompot,  Balinuan.  Con  sus  misiones  en 
la  isla  de  Siargao,  en  los  pueblos  de  Caolo,  Sapao  y  Cabonto,  en  la  isla 
de  Dinagat,  y  en  la  de  Camiguin  los  dos  pueblos  de  Guinsiliban  y  Ca- 
tarman,  en  las  cuales  administraciones  hay  21.000  almas.,, 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  293 

Mudin  fué  destronado  ni  recibió  herida  alguna,  y  que 
representaba  esa  comedia  de  acuerdo  con  Bantilan  y  los 
demás  dattos,  con  el  propósito  de  arrojar  de  sus  estados 
á  los  jesuítas  y  enterarse  de  los  medios  de  defensa  que 
contaban  los  españoles  para,  en  caso  de  ser  posible,  re- 
ducir á  su  dominio  las  Filipinas,  conforme  les  prome- 
tiera un  santón  de  la  Meca  que  había  llegado  á  Joló  an- 
dando sobre  el  mar. 

Para  la  realización  de  aquel  proyecto  se  celebraron 
varias  Juntas  de  Guerra,  presididas  por  el  marqués  de 
Ovando,  decidiendo  conducir  á  su  país  al  sultán  con  las 
precauciones  convenientes. 

El  19  de  Mayo  de  1751  se  hizo  á  la  vela  la  escuadra, 
compuesta  de  tres  galeras,  dos  falúas,  dos  champanes  y 
una  goleta,  bajo  el  mando  del  maestre  de  campo  D.  An- 
tonio Ramón  de  Abad  y  Monterde.  Ali-Mudin  embarcó 
en  la  almiranta  San  Fernando,  acompañándole  hasta  el 
buque  las  autoridades,  y  en  el  trayecto  mucha  gente  del 
pueblo. 

Al  levar  anclas  saludó  la  plaza  con  salvas  de  artillería. 
La  capitana  Santa  Bárbara  y  los  demás  buques  llega- 
ron á  Zamboanga  á  últimos  de  Mayo;  mas  la  almiran- 
ta, en  que  iba  Ali-Mudin,  mandada  por  D.  Martín  de 
Miranda,  perdió  la  derrota  desde  un  principio,  y  se  vio 
precisada,  por  pérdida  del  timón,  á  arribar  á  Calapan, 
capital  de  Mindoro,  siguiéndole  dos  falúas.  Continuó  el 
sultán  su  viaje  en  una  de  éstas,  al  mando  del  alférez 
D.  Juan  de  Arellano;  de  nuevo  tuvo  que  arribar  á  Na- 
hoan,  1 5  millas  al  S.E.  de  Calapan,  en  cuyo  punto  per- 
maneció hasta  el  19.  Fué  á  Iloilo  en  un  champán  en- 
viado de  Manila  con  tal  objeto,  cuyo  capitán  era  Don 
Juan  Farfán  de  los  Godos.  Otro  champán  le  condujo, 
por  efecto  de  malos  tiempos,   á  Dapitan.  De  aquí  se 


294  JIISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

trasladó  en  una  caracoa  visaya  á  Zamboanga,  á  donde 
llegó  el  12  de  Julio. 

Creyó  el  jefe  de  la  expedición  que  no  tardarían  en  in- 
corporársele la  galera  San  Fernando  y  las  dos  falúas;  y 
á  fin  de  que  los  joloanos  no  se  aprestaran  á  la  defen- 
sa, dispuso,  de  acuerdo  con  la  junta  de  oficiales,  prose- 
guir la  marcha  á  Joló,  fondeando  en  la  rada  de  dicha 
capital  el  26,  después  de  trece  días  de  penosa  navega- 
ción. El  grueso  de  la  escuadra  hallábase  á  una  milla 
frente  á  las  cottas  del  sultán  y  de  los  dattos  Sibuyon  y 
Tandahdalaya,  y  la  falúa  y  goleta,  como  de  menos  ca- 
lado, más  inmediatas  á  tierra.  Al  amanecer  descubrie- 
ron dos  champanes  chinos  sin  bandera,  que  se  esforza- 
ban por  entrar  en  el  río.  Pareciéndoles  sospechosos, 
destacó  el  jefe  tres  embarcaciones  para  reconocerlos:  al 
cabo  de  breve  lucha,  sin  que  el  fuego  de  los  fuertes  mo- 
ros contuviese  á  aquéllas,  llevaron  á  remolque  á  los 
champanes.  Cogieron  en  uno  26  chinos  y  en  el  más  pró- 
ximo á  tierra  dos  solamente,  por  haberse  salvado  á  nado 
los  demás. 

Mandó  el  maestre  de  campo  dos  chinos  á  Joló,  con 
encargo  de  que  los  arráeces  de  los  champanes  pasaran 
á  bordo  á  dar  sus  descargos,  prometiendo  respetar  sus 
vidas  y  su  libertad;  pero  reconociéndose,  sin  duda,  cul- 
pables por  conducir  efectos  de  guerra  á  los  moros,  no 
comparecieron  ellos  ni  los  enviados  en  su  busca  (O. 

(1)  La  presa  de  estos  champanes  fué  después  origen  de  un  ruidoso 
pleito  promovido  por  varios  oficiales  contra  el  maestre  de  campo  Abad, 
acusando  á  éste  de  haberse  quedado  con  la  mejor  parte.  También  se 
evidenció  que  empleaba  los  buques  de  la  marina  Real  en  sus  especula- 
ciones mercantiles,  mal  muy  generalizado  en  aquella  época,  á  que  debe 
atribuirse  en  mucha  parte  el  escaso  éxito  de  la  mayoría  de  las  expe- 
diciones contra  los  malayo-mahometanos  del  Sur  de  Filipinas. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  295 

Al  día  siguiente,  muy  de  madrugada,  se  reanudó  el 
fuego,  pero  cesó  en  breve  por  haber  arriado  su  bande- 
ra roja  los  fuertes,  yendo  una  vinta  á  pedir  tregua  y 
permiso  para  conferenciar  á  bordo  el  datto  Asin  con  el 
comandante  en  jefe,  pero  transcurrió  el  día  sin  que  el 
príncipe  moro  apareciese.  Conociendo  que  había  sido 
un  ardid  para  ganar  tiempo  y  recibir  auxilios  del  inte- 
rior, rompieron  el  fuego  ya  anochecido,  sin  ser  contes- 
tados por  los  moros,  ocupadísimos  en  su  faena  de  re- 
parar las  brechas  de  los  fuertes.  Al  lucir  la  aurora  del 
29,  las  cottas  del  sultán  y  del  datto  Sibuyon  principia- 
ron á  disparar  izando  bandera  roja.  La  del  datto  Tan- 
dahdalaya  permaneció  silenciosa  con  bandera  blanca. 

Decidido  el  desembarco,  se  simuló  por  un  punto 
dado,  mientras  por  el  opuesto  lo  efectuaba  D.  José  de 
Medina,  al  frente  de  40  soldados  españoles  é  igual  nú- 
mero de  voluntarios.  Llegaron  á  las  primeras  casas  de 
la  población,  rechazando  á  los  moros,  y  las  prendieron 
fuego;  mas  por  estar  á  barlovento  no  se  comunicó  al 
caserío  restante.  Al  retirarse  á  sus  barcos  intentaron 
cortarles  el  paso  fuerzas  numerosas:  el  capitán  Medina, 
con  temerario  arrojo,  se  adelantó  seguido  de  12  volun- 
tarios zamboangueños:  acosado  de  la  multitud,  perdió 
la  vida  en  unión  de  cuatro  de  los  suyos,  pudiendo  al- 
canzar sus  buques  los  demás,  aunque  heridos  en  su  ma- 
yoría. La  única  compensación  de  esta  imprudente  re- 
friega fué  que  en  ella  sufrió  el  enemigo  muchas  bajas. 

Durante  el  día  3o  se  mantuvo  el  fuego  entre  los  fuer- 
tes y  la  escuadra,  con  ventaja  por  parte  de  ésta,  aun- 
que sin  un  resultado  decisivo. 

El  i.°  de  Junio  izó  el  fuerte  de  Tandahdalaya  ban- 
dera amarilla:  fué  un  bote  á  inquirir  el  significado  de 
semejante  señal,  llevando  al  propio  tiempo  una  carta 


296  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

para  el  datto  Asin,  en  que  el  maestre  de  campo  recri- 
minaba el  proceder  de  los  joloanos  contra  su  legitimo 
sultán  y  su  hostilidad  contra  España,  vigentes  aún  los 
tratados  de  paz  que  suscribieran.  En  dicha  carta  los 
exhortaba  á  una  amistosa  transacción  }-  á  la  entrega  de 
los  cautivos  cristianos  que  tuvieren. 

El  2  volvió  la  lancha  á  por  la  contestación.  El  datto 
Asin,  en  carta  escrita  á  nombre  de  los  demás,  mostrá- 
base sentido  de  que  los  españoles,  siendo  protectores  de 
su  sultán  Ali-Mudin  y  amigos  de  los  joloanos,  hubiesen 
entrado  á  son  de  guerra  en  su  rada,  apresando  dos 
champanes  mercantes  de  chinos;  extrañando,  si  era  su 
objeto  la  restauración  de  Ali-Mudin,  no  verle  ni  saber 
nada  de  él,  cuya  presencia  y  regreso  deseaban  los  prin- 
cipales dattos,  para  entonces  arreglarlo  todo  amistosa- 
mente. 

A  esta  carta  respondió  el  jefe  de  la  escuadra  in- 
sistiendo en  la  devolución  de  los  cautivos  cristianos, 
3^  excitándoles  á  seguir  el  partido  de  Ali-Í^íudin,  para 
lo  cual  convenía  fuesen  á  Basilan  á  ponerse  de  acuerdo 
con  el  sultán,  que  se  hallaba  en  Zamboanga.  Asin  ofre- 
ció á  los  mandatarios  contestar  á  las  veinticuatro  horas. 

Los  vientos  reinantes  hacían  muy  peligrosa  la  estan- 
cia de  los  buques  en  la  rada  de  Joló,  y  se  convino  en 
junta  de  oficiales  volver  á  Zamboanga.  El  3  se  aproxi- 
mó la  escuadra  al  fuerte  del  sultán  con  ánimo  de  caño- 
nearlo; mas  el  datto  Asin  suplicó  que  no  llevaran  á 
efecto  su  propósito,  por  hallarse  á  espaldas  de  dicha 
cotta  las  casas  de  los  más  decididos  partidarios  de  Ali- 
Mudin,  ofreciendo  enviar  su  contestación  el  4.  Fué  la 
lancha  á  tierra  al  amanecer,  y  á  eso  de  las  doce  de  la 
mañana  regresó  con  un  testimonio  en  que  muchos 
dattos  reconocían  la  autoridad  de  Ali-Mudin,  compro- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  297 

metiéndose  á  restituir  los  cautivos  que  pudieran  reclu- 
tar  (1),  si  bien  de  palabra  dijeron  que  á  éstos  los  había 
internado  Bantilan. 

También  escribían  á  dicho  sultán  con  promesas  de 
obediencia  y  fidelidad. 

La  expedición  se  retiró  á  Zamboanga,  llevando  á  re- 
molque á  los  champanes  chinos. 

El  25  de  Julio  fondeó  la  almiranta  San  Fernando  en 
la  rada  de  Zamboanga,  á  cuyo  gobernador  remitía  el  ca- 
pitán general  una  carta  en  árabe  escrita  por  Ali-Mudin 
para  el  sultán  de  Tamontaca,  cuya  traducción  castella- 
na llenó  de  asombro  á  aquella  autoridad,  pues  que  ma- 
nifestaba el  artero  moro  en  su  idioma  que  se  veía  pre- 
cisado á  escribir  lo  que  le  mandaban,  pero  que  no  cre- 
yesen lo  hacía  por  su  espontánea  voluntad  (2),  refirién- 

(1)  "Todos  los  príncipes  que  firman  este  escrito  rendimos  la  obe- 
diencia á  nuestro  rey  D.  Fernando  I,  y  la  firmeza  de  la  amistad  á  los  se- 
ñores españoles,  particularmente  al  señor  maestre  de  campo,  jefe  mayor 
de  esta  armada.  Digo  yo  el  príncipe  Asin,  en  nombre  de  los  demns 
dattos,  que  cuantos  cautivos  pueda  reclutar  en  este  reino,  quedo  á  re- 
mitir á  V.  S.  con  toda  seguridad,  y  en  la  primer  ocasión  se  remitir.ín 
dichos  cautivos;  y  por  ser  verdad  lo  firmé  y  sellé  en  mi  idioma,  y  to- 
dos los  principes  que  firman  debajo  de  ésta.,, 

(2)  "Me  alegraré  que  el  sultán  Muhamad  Amirubdin  y  todos  sus 
principales,  hombres  y  mujeres,  estén  buenos.  No  me  alargo  en  escribir 
según  tengo  pensado,  porque  sólo  quiero  dará  entender,  por  si  tuviese 
el  sultán  y  sus  principales  y  demás  gente  algún  sentimiento  porque  les 
envío  así  esta  carta;  pues  lo  hago,  porque  me  es  fuerza  el  hacerlo,  por 
que  estoy  bajo  el  dominio  ajeno,  y  cualquier  cosa  que  me  mande  el 
que  me  tiene  he  de  obedecer,  y  he  de  decir  lo  que  me  dijere  que  diga; 
y  esto  es  lo  que  el  gobernador  me  mandó:  que  les  escriba  á  Vds.  en 
nuestro  estilo;  y  así,  no  entiendan  Vds.  que  por  mi  motivo  he  escrito, 
sino  por  habérmelo  mandado;  y  no  tengo  que  decir  otra  cosa. 

"Escrita  el  año  de  1 1 74  á  nueve  días  de  la  luna  Rabilager. — Fer- 
nando I,  rey  de  Joló.  (Sello. )„ 


29S  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

dose  á  una  carta  que  por  indicación  del  gobernador  ha- 
bía dirigido  á  aquel  sultán  exhortándole  á  permitir  la 
predicación  del  Evangelio  en  sus  estados  y  á  unirse  á 
los  españoles  en  contra  de  sus  rebeldes  subditos  de  Joló. 

La  falsía  y  mala  fe  de  Ali-Mudin  produjo  grande  in- 
dignación entre  los  españoles:  el  haber  enviado  al  datto 
Asin,  que  decía  ser  su  mayor  enemigo,  charreteras  y  he- 
billas de  oro,  medias  de  seda  y  otras  prendas  para  que 
se  presentase  en  Zamboanga  con  más  ostentación,  co- 
mo lo  efectuó  el  3o;  su  empeño  en  que  partieran  para 
Joló  sus  mujeres,  concubinas  y  criados;  su  indiferencia 
hacia  las  prácticas  religiosas;  la  noticia  de  que  «había 
apostatado  de  la  fe,  haciendo  un  sacrificio  mahometano 
en  Calapán,  donde  mató  un  cabrito,  hizo  de  él  doce  di- 
visiones con  muchas  ceremonias  suf)ersticiosas  5'  lo  dio 
á  comer  á  su  comitiva  para  celebrar  la  pascua;»  y  sus 
conciliábulos,  con  muchos  dattos  que,  á  pretexto  de  sa- 
ludarle, habían  acudido  al  presidio  español,  demostraron 
que  las  sospechas  de  que  conspiraba  con  sus  subditos  y 
parientes  en  contra  de  España  eran  ciertas,  y  en  su  vir- 
tud, el  gobernador  de  Zamboanga  puso  presos  á  media 
noche  del  3  de  Agosto  las  217  personas  siguientes: 

Ali-i\Iudin;  sus  hijos  Muhamad  Israel,  Muhamad 
lapal,  Salapudin  y  Amad;  su  hermano  Asin;  su  herma- 
na Dayana  Panguian  Banquiling;  cuatro  dayanas  hijas 
del  sultán;  sus  cuñados  los  dattos  Datollan,  Udyuhan- 
Pahalaguan,  Salilama,  Dalapurra  y  Gupput;  su  yerno 
Mustafá;  el  Jaddí  (segunda  dignidad  de  su  secta,  equi- 
valente á  Obispo)  Abdula;  los  panditas  Tuhan-Ialip, 
Tuhan-Iamad,  Tuhan-Opay,  Tuhan-Ilira  y  Tuhan- 
Ialip;  el  datto  Jamudin;  el  orancaya  Apoan;  160  sáco- 
pes,  y  32  concubinas  y  criadas. 

Capturaron  además  las  embarcaciones  moras,  hallan- 


EN    MINDAXAO,    JÓLO    Y    BORNEO  2g9 

do  en  ellas  un  cañón  de  hierro,  i3  lantacaSj  6  espin- 
gardas, 65  lanzas,  g8  crises,  i8  alabardas,  14  corazas 
de  malla,  dos  machetes,  tres  cerbatanas,  balas,  cartu- 
chos, pólvora  en  tibores  y  en  cajas  y  otros  efectos.  En- 
tre los  almohadones  de  uso  del  sultán  había  12  crises. 

Al  recibirse  en  Manila  el  parte  de  estos  hechos,  por 
el  mes  de  Setiembre,  la  indignación  contra  el  desleal 
Ali-Mudin  no  tuvo  límites.  Todos  reclamaban  el  casti- 
go de  tan  innoble  raza,  recordando  con  pena  que  exce- 
dían de  20.000  pesos  lo  gastado  en  obsequiarle  y  aten- 
der á  su  estancia,  sin  contar  los  6.000  pesos  y  las  mu- 
niciones enviadas  al  instalarse  los  jesuítas  en  Joló. 

El  marqués  de  Ovando  dispuso  le  fuesen  remitidos 
los  presos,  encerrándolos  á  su  llegada  en  la  fuerza  de 
Santiago  de  Manila  y  en  la  de  San  Felipe  de  Cavite. 

Dio  orden  además  á  la  armadilla  de  Zamboanga  de 
atacar  á  Joló,  y  hasta  quiso  salir  en  persona  á  comba- 
tir á  los  joloanos,  pero  la  Audiencia  se  opuso. 

También,  por  bando  acordado  en  Junta  de  Guerra 
(Octubre  de  lySi),  ofreció  patentes  de  corso  á  los  ha- 
bitantes de  las  islas,  autorizándoles  para  apoderarse 
de  cuantas  embarcaciones,  oro,  perlas  y  plata  pudie- 
ran coger  á  los  piratas,  y  para  apresar  y  hacer  escla- 
vos á  los  hombres,  mujeres  y  niños  que  les  cogiesen, 
sin  pagar  el  quinto  ni  ningún  otro  impuesto  á  la  Ha- 
cienda (1). 

Esta  disposición,  aparte  de  ser  contraria  á  las  leyes 
de  Indias,  que  condenan  la  esclavitud  en  Filipinas,  no 
podía  producir  resultado  práctico,  porque  los  piratas  no 
llevan  ningún  objeto  de  valor. 

El  12  de  Noviembre  murió  el  ex-gobernador  general 

(1)     Véase  el  Apéndice. 


300  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

interino  y  obispo  de  Nueva  Segovia  D.  Juan  de  Arre- 
chederra. 

Para  conseguir  que  los  de  Borneo  estuvieran  de  parte 
nuestra,  fué  á  dicho  país,  en  calidad  de  embajador,  Don 
Antonio  Faveau  de  Quesada,  participando  á  sus  sobera- 
nos que  íbamos  á  emprender  una  activa  campaña  contra 
los  comunes  enemigos  de  unos  y  otros,  joloanos,  tirones 
y  camucones.  El  príncipe  Baudhara  recibió  muy  bien  al 
embajador,  escribiendo  al  gobernador  general  que  de- 
seaba unir  sus  fuerzas  á  las  de  España,  y  en  prueba  de 
lo  cual,  accedió  á  la  cesión  de  la  isla  de  la  Paragua  y 
de  Balabac.  Mandó  además,  como  presente,  diez  quin- 
tales de  cera,  dos  de  pimienta  y  la  cerbatana  de  su  uso 
con  el  estuche  de  jaras  ó  flechas  (0. 

La  expedición  contra  Joló,  encomendada  al  maestre 
de  campo  Abad  y  Monterde,  salió  de  Zamboanga  á  me- 
diados de  Mayo  de  1752  con  1.900  hombres  de  desem- 
barco. Tres  días  tardó  la  escuadra  en  formar  la  línea  de 
combate  frente  á  los  fuertes  de  la  plaza  y  en  tender  an- 
clotes sobre  que  bornear,  sin  que  durante  ellos  la  hos- 
tilizaran los  moros,  que  se  limitaron  á  preguntar  si  iba 
á  bordo  Ali-Mudin. 

Al  cuarto  día  rompieron  los  buques  el  fuego^  contes- 
tándoles las  cottas  de  la  plaza.  Continuó  el  cañoneo  por 

(1)  "Orden  que  lleva  el  embajador  de  Manila  (á  quien  ayude  Dios) 
del  Rey  de  todos  los  príncipes,  grandes  y  oficiales  de  Borneo,  para  que 
todos  nuestros  vasallos  de  Balabac  y  de  la  isla  de  la  Paragua  reconozcan 
desde  hoy  para  siempre  el  dominio  español  y  guarden  y  ejecuten  las  ór- 
denes del  señor  gobernador  de  Manila,  á  quien  cedemos  las  dichas  Pa- 
ragua y  Balabac,  reconociendo  que  los  españoles  son  nuestros  amigos 
firmes  y  constantes,  y  renunciamos  por  nosotros  y  nuestros  hijos  al  de- 
recho que  tenemos  á  dichas  provincias;  y  si  alguno  de  los  príncipes  de 
este  reino  ó  de  los  grandes  y  oficiales  de  él  se  opusiere  á  esta  determi- 
nación, lo  declaramos  incuiso  en  pena  capital.,. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  3OI 

tres  días  consecutivos  sin  éxito  favorable.  Comprendien- 
do el  jefe  de  la  expedición  la  dificultad  de  un  desembar- 
co, partió  para  el  pueblo  de  Paran,  del  que  se  apoderó, 
aunque  con  pérdida  de  70  muertos  y  85  heridos. 

El  capitán  Pineda  fué  á  Tawi-Tawi  con  gente  de 
desembarco,  pero  cortándole  los  moros  la  retirada,  pe- 
recieron casi  todos  en  la  demanda. 

Viendo  el  poco  fruto  de  sus  trabajos,  regresó  la  es- 
cuadra á  Zamboanga. 

Envalentonado  Bantilan,  hizo  salir  sus  escuadrillas 
á  correr  las  costas  comarcanas,  causando  daños  in- 
mensos. 

Para  tomar  posesión  de  la  Paragua,  mandó  el  mar- 
qués de  Ovando  á  D.  Manuel  Faustino  de  Aguirre,  con 
título  de  gobernador,  y  de  comandante  de  la  escuadra 
á  D.  Antonio  Faveau;  previniéndoles  expulsaran  á  los 
moros  de  Ipolote,  en  cuyo  punto  enfermó  casi  toda  la 
guarnición,  muriendo  270  individuos.  Los  expediciona- 
rios regresaron  á  Cavite  con  180  enfermos.  Esta  desgra- 
ciada tentativa  costó  al  Erario  36.976  pesos,  y  una  ga- 
lera apresada  por  los  moros. 

El  corregidor  de  Iligan,  D.  Felipe  Carvallo,  expuso 
al  gobernador  de  las  islas  la  necesidad  de  aumentar  el 
personal,  armamento,  buques  y  sueldos  de  la  guarni- 
ción de  aquel  presidio,  que  por  su  posición  estratégica 
constituía  un  fuerte  valladar  contra  los  piratas  maho- 
metanos, siendo  á  la  vez  el  más  expuesto  por  hallarse 
rodeado  de  moros  aguerridos.  Confirmaba  estos  despa- 
chos el  misionero  de  Iligan,  P.  José  Ducós,  y  antes  de 
adoptar  acuerdo  alguno,  hizo  el  gobernador  que  se  ins- 
truyera el  consabido  expediente,  en  que  informaron  el 
maestre  de  campo  del  Real  tercio,  los  oficiales  Rea- 
les, el  fiscal  de  S.  M.,  algunos  militares  conocedores  de 


302  HISTORIA    DE    LA.    PIRATERÍA 

la  localidad,  la  Junta  de  Guerra,  la  de  Real  Hacienda; 
y  mientras  cada  una  de  estas  personas  ó  corporaciones 
formulaba  su  dictamen,  iban  llegando  cartas  de  alcal- 
des, corregidores  y  religiosos,  con  detalles  horribles  de 
los  estragos  que  los  malayo-mahonletanos  causaban, 
ya  en  Iligan,  cercado  por  2.000  moros;  ya  en  Leyte, 
saqueando  y  reduciendo  á  cenizas  los  importantes  pue- 
blos de  Sogor  y  Maasin;  ya  en  Carigara,  los  de  Caba- 
lian,  Hinondayan  5^  Liloan,  y  en  otros  cien  puntos  más, 
cuyos  despachos  de  las  autoridades  locales  y  cartas  de 
los  religiosos  volvían  á  recorrer  el  largo  peregrinaje  de 
juntas,  informes  y  pareceres  fiscales  hasta  acumularse 
al  expediente  principal;  de  forma,  que  cuando  salía  de 
Manila  el  auxilio,  los  moros  estaban  de  vuelta  en  sus 
madrigueras,  cargados  de  despojos,  dispuestos  á  inva- 
dir de  nuevo  las  islas,  y  á  veces,  mientras  destruían  los 
piratas  una  isla,  ventilaban  tranquilamente  en  la  in- 
mediata sus  negocios  mercantiles  los  jefes  de  las  escua- 
dras enviadas  á  perseguirlos. 

Dos  mil  mindanaos,  como  hemos  indicado,  sitiaron 
el  fuerte  de  Iligan  por  mar  y  tierra.  El  P.  Ducós,  he- 
cho cargo  de  su  defensa,  mantuvo  á  ra5^a  á  los  moros 
durante  dos  meses  que  duró  el  asedio,  y  cuando  en  su 
auxilio  llegaron  de  Cebú  un  champán  y  nueve  embar- 
caciones con  3oo  boholanos,  ya  habían  alzado  el  cerco. 

La  escuadra  pasó  al  río  Linamón,  batiéndose  con 
los  piratas  cuatro  horas. 

Fueron  después  contra  Initao,  cuyos  naturales  se 
fortificaron  en  un  cerro,  bajo  la  dirección  del  maestre 
de  campo  D.  Nicolás  Hocón.  Acudió  en  su  socorro  el 
P.  Ducós,  y  unidos,  los  vencieron,  cogiéndoles  muchas 
armas  y  siete  embarcaciones  de  las  39  que  componían 
su  armada.   También  sostuvo  con  ellos  un   combate 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  303 

aquel  misionero  en  las  aguas  de  Lavayan,  apresándoles 
II  visitas  sin  gente. 

Los  piratas  cautivaron  8o  personas  en  Langaran, 
200  en  Pulilan,  matando  á  su  principal  Lipoy,  y  3o  en 
Lavayan,  en  cuyo  punto  se  hicieron  fuertes  3.ooo  mo- 
ros, siendo  rechazados,  con  grandes  pérdidas,  por  los 
monteses  de  Tagol.oan,  visita  de  Cagayán  de  Misamis, 
y  por  los  indígenas  de  Lubungan,  buen  número  de 
aquéllos,  que  á  una  y  otra  parte  acudieron. 

Una  armadilla  enemiga,  compuesta  de  70  embarca- 
ciones, entró  por  el  río  de  Iponan,  cuyo  vecindario  se 
defendió  ocho  días  desde  un  cerro,  bajo  las  órdenes  del 
cacique  Dalabahan,  que  capitaneaba  40  monteses.  La 
llegada  de  un  sargento,  un  cabo  y  20  soldados  proce- 
dentes de  Iligan,  y  la  de  200  monteses  más,  les  obligó 
á  levantar  el  sitio,  con  muerte  de  5o  hombres,  incluso 
su  capitán  Manubi. 

Un  pontín  echó  á  pique,  frente  á  Initao,  á  dos  joan- 
gas  en  que  iban  3oo  moros  de  Tuboc. 

La  provincia  de  Caraga  sufrió  daños  inestimables. 
En  Julio  de  1753  aprehendieron  los  piratas,  en  Suri- 
gao,  multitud  de  personas.  Un  fraile  recoleto,  después 
de  vagar  cuatro  días  por  los  montes,  fué  descubierto  y 
conducido  cautivo  á  la  laguna  de  Malanao.  Otro  com- 
pañero suyo  pudo  llegar  á  Linao,  pero  falto  de  razón 
por  el  susto  y  los  sufrimientos  que  padeciera. 

Los  pueblos  de  Caolo,  Sapao  y  Cabonto,  de  la  isla  de 
Siargao,  fueron  saqueados,  y  muerto  su  párroco,  que  in- 
tentó defenderse  desde  un  cerro  al  frente  de  sus  feligreses. 

Surigao,  Higaquet  y  Pahuntungan  quedaron  desier- 
tos con  la  huida  al  monte  de  los  poquísimos  que  pu- 
dieron escapar  de  la  muerte  ó  del  cautiverio. 

Otra  armadilla  entró  en  el  río   de  Butuan.  Después 


304  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

de  rendir  los  moros  un  baluarte  y  de  incendiar  la  igle- 
sia y  principales  edificios,  asolaron  los  pueblos  de  Tu- 
bay,  Habongan,  Mainit,  Talacobon,  Hibon  y  Gingoó. 
El  párroco  del  partido  logró  refugiarse  en  Linao. 

En  Camiguin  impidió  tantos  daños  el  valor  de  sus 
naturales,  dirigidos  por  el  P.  Marcelino  del  Espíritu 
Santo.  Las  islas  de  Tablas,  Banton,  Simara  y  Sibu- 
yan  perdieron  considerable  número  de  habitantes. 

Romblón,  atacado  por  mar  y  tierra,  rechazó  la  agre- 
sión. 

En  Ticao,  la  gente  se  fué  á  los  montes  con  su  pá- 
rroco Fr.  Manuel  de  Santa  Catalina,  á  quien  la  fatiga 
hizo  quedarse  atrás;  descubierto,  al  terminar  el  saqueo 
é  incendio  del  pueblo,  lo  llevaron  á  Masbate.  Se  hizo 
visible  al  fuerte,  para  evitar  que  disparara  sus  cañones, 
y  pidió  5oo  pesos  que  le  exigían  por  dejarle  libre.  Para 
el  canje  concurrieron  á  la  playa  10  indios  é  igual  nú- 
mero de  moros.  Éstos  se  fugaron  con  los  5oo  pesos,  el 
cautivo  y  algunos  de  los  confiados  indígenas,  sin  que 
del  fuerte  se  atrevieran  á  hacer  fuego,  por  no  matar  á 
dicho  religioso. 

Culion  y  Linacapan  rechazaron  á  los  moros  valero- 
samente, pero  Calamián  tuvo  que  lamentar  cautiverios 
y  muertes  sin  cuento. 

De  Dayhagan  los  tripulantes  de  16  embarcaciones 
moras  fueron  por  tierra  á  sorprender  la  cabecera  de 
Cápiz,  teniendo  que  retirarse  con  pérdida  de  26  hom- 
bres, en  vista  de  lo  infructuoso  de  sus  esfuerzos. 

Supo  el  corregidor  de  Mindoro,  D.  José  Pantoja,  que 
en  el  río  Nagasavang-Tabig  había  17  grandes  buques 
piratas,  dispuestos  á  invadir  á  Calapan,  y  llevó  al  puerto 
la  artillería;  pero  los  moros,  yendo  por  tierra  desde  Ban- 
tayan,  se  apoderaron  de  la  iglesia.   Aturdido  al  verlos 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  3O5 

tan  cerca,  se  fugó  en  un  champán  á  la  provincia  de  Ba- 
tangas,  con  un  religioso.  Calapan  fué  saqueada  y  redu- 
cida á  cenizas.  El  prior  de  la  capital,  anciano  valetudi- 
nario, murió  cautivo  en  Joló.  En  Dongon  realizaron 
bastantes  cautivos.  El  párroco  pudo  ocultarse  en  los 
montes.  Al  de  Calavite  le  dio  muerte  un  fanático  moro. 

En  otros  puntos  el  saqueo,  los  incendios  y  cautive- 
rios fueron  grandes,  salvándose  sólo  algunos  curas  y  na- 
turales que  lograron  internarse  en  los  bosques. 

Llegó  su  atrevimiento  al  extremo  de  atacar  varios 
pueblos  de  las  costas  de  Batangas,  siendo  rechazados 
por  sus  naturales. 

Por  orden  del  gobernador  de  Zamboanga,  salió  á  re- 
correr la  costa  de  Mindanao  la  galera  Santiago,  man- 
dada por  D.  Francisco  Esteban  Figueroa.  El  2  de  Oc- 
tubre de  1753,  á  media  noche,  halló  buques  enemigos  y 
en  el  acto  les  hizo  fuego.  Al  amanecer  se  vio  rodeado 
por  33  embarcaciones  de  llanos.  Llevaban  éstos  de  ca- 
pitana la  galera  Santa  Rita  y  por  almiranta  la  falúa  Sait 
Ignacio,  apresadas  en  las  costas  de  la  Paragua.  A  pesar 
de  tan  crecido  número  de  enemigos,  no  desmayó  Figue- 
roa; antes,  por  el  contrario,  supo  comunicar  su  ardi- 
miento á  los  suyos,  peleando  todos  con  heroísmo  inde- 
cible. Viendo  que  la  victoria  se  hacía  imposible,  puesto 
que  los  contrarios  tomaban  al  abordaje  su  buque,  pren- 
dió fuego  al  pañol  de  la  pólvora,  sembrando  en  su  de- 
rredor la  desolación  y  la  muerte.  Los  que  ya  ocupaban 
la  Santiago  y  muchos  de  los  tripulantes  de  las  embar- 
caciones arrimadas  á  su  costado,  perecieron  juntamente 
con  los  52  bravos  marinos  que  constituían  la  dotación 
de  este  buque  (1). 

(1)     El  gobernador  general  concedió  á  la  viuda  del  heroico  Figue- 

20 


3o6  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

El  marqués  de  Ovando  ordenó  á  D.  Miguel  Gómez 
Valdés  que  saliera  con  dos  galeras,  una  balandra,  un 
champán  para  víveres  y  una  falúa  á  propósito  para  pe- 
netrar en  los  ríos,  marcándole  su  derrotero  en  unas  ins- 
trucciones (lo  de  Noviembre  de  1753).  Después  de  to- 
car en  Calapan,  prosiguió  su  rumbo,  y  á  poco,  por  un 
temporal  y  sus  faltas  de  precaución,  se  fué  á  pique  una 
de  las  galeras,  ahogándose  21  hombres.  La  balandra 
naufragó  asimismo,  sin  pérdida  de  gente;  la  capitana 
arribó  á  Batangas  con  el  palo  mayor  quebrado,  é  igual 
percance  tuvo  el  champán.  Reparadas  un  tanto  estas 
averías,  volvióse  á  Calapan,  enterándose  de  inauditos 
desmanes  de  los  moros.  Los  cautivos  hechos  por  éstos 
ascendían  á  409.  Repartió  en  su  galera  y  en  el  cham- 
pán los  náufragos  de  los  demás  buques,  y  regresó  á  Ca- 
vite. 

Por  el  corregidor  de  Mariveles  se  supo  que  una  po- 
derosa armada  de  mindanaos  y  joloanos,  estuvo  á  punto 
de  apoderarse  de  Masinloc  y  de  Santa  Cruz  de  Zamba- 
Íes.  En  su  vista,  ordenó  el  gobernador  general  que  vi- 
gilasen la  costa  de  Morong,  Pampanga  y  Pangasinán 
sus  respectivos  alcaldes,  avisándose  de  unos  pueblos  á 
otros  por  medio  de  hogueras,  para  poderse  defender  de 
los  piratas. 

roa  una  pensión  vitalicia  y  la  mitad  de  las  boletas  que  éste  disfrutaba 
en  el  comercio  de  Acapulco,  señalando  análogas  pensiones  á  las  viudas 
y  huérfanos  de  los  demás  tripulantes  de  la  Santiago, 


CAPITULO  XVIII. 

Indecisión  de  las  autoridades  de  Manila  respecto  al  castigo  de  Ali-Mu- 
din. — Deciden  continúe  preso. — Solicita  permiso  del  gobernador  ge- 
neral para  que  pase  á  Joló  la  princesa  Fátima  á  convenir  con  los  dat- 
tos  condiciones  de  paz. — Va  Fátima  á  Joló,  manda  á  Zamboanga  50 
cautivos  por  su  rescate  y  regresa  á  Manila  con  un  embajador  de  Ban- 
tilan. — Ali-Mudin  y  los  dattos  presos  someten  al  marqués  de  Ovando 
las  bases  de  un  tratado  ventajoso. — Aceptadas  por  éste,  pasa  el  em- 
bajador moro  á  recabarla  ratificación  de  Bantilan. — Horribles  aten- 
tados de  los  moros  en  las  islas  Filipinas  durante  el  año  1754. — To- 
man el  fuerte  de  Tandag. — Salen  de  Manila  dos  escuadras  contra  los 
piratas. — Brillantes  hechos  de  armas  de  la  escuadra  de  Iligan. — El 
capitán  Gaztambide,  de  la  escuadra  de  Faveau,  hace  huir  en  Antique 
á  varios  buques  piratas. — Llega  la  escuadra  á  Zamboanga. — Infruc- 
tuosa expedición  á  la  costa  oriental. — Va  Faveau  á  Joló  y  es  muy 
agasajado  por  Bantilan,  quien  le  devuelve  68  cautivos  y  dos  buques. 
— Las  opiniones  de  aquel  jefe  acerca  de  Ali-Mudin  y  ios  asuntos  de 
Joló  le  atraen  la  enemistad  de  los  jesuitas. 

Las  autoridades  de  Manila  no  sabían  qué  hacer  del 
sultán  prisionero.  Hubo  quien  propuso  su  muerte  como 
traidor  é  ingrato  á  las  mercedes  recibidas;  pero  te- 
miendo que  los  moros,  en  represalias,  asesinaran  á  los 
10.000  cristianos  que  poseían  cautivos,  cosa  que  de  se- 
guro no  hubieran  hecho  por  interés  propio,  siendo  los 
esclavos  su  más  valiosa  mercancía,  no  se  resolvió  nada 
en  definitiva,  siguiendo  Ali-Mudin  en  la  fortaleza  de 
Santiago. 

El  8  de  Febrero  de  iy53  escribió  al  gobernador  ge- 
neral, en  súplica  de  que  permitiera  á  su  hija  Fátima 
pasar  á  Joló  con  pliegos  para  los  dattos,  á  fin  de  atraer- 


30S  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

los  á  la  paz,  ofreciendo  por  Alatalajá,  que  entregaría 
aquélla  en  Zamboanga,  en  el  término  de  tres  meses, 
5o  cautivos  por  su  rescate,  y  que  de  no  cumplirlo  vol- 
vería á  su  prisión.  El  gobernador,  de  conformidad  con 
la  Junta  de  Guerra,  accedió  á  ello,  saliendo  Fátima  con 
dos  esclavas  y  un  esclavo  en  la  galera  que  conducía  á 
D.  Francisco  de  Oscoti,  nombrado  gobernador  de  Zam- 
boanga por  muerte  de  González  del  Pulgar,  acaecida 
á  fines  de  1752. 

El  12  de  Mayo  llegó  dicha  princesa  á  Joló:  á  los  po- 
cos días  mandaba  á  Zamboanga  32  cautivos,  y  el  23  de 
Julio  lo  hizo  de  los  18  restantes,  y  además  del  soldado 
José  Montesinos,  de  la  galera  Santa  Rita,  apresada  por 
los  moros  llanos  en  la  Paragua. 

En  Octubre  regresó  á  Zamboanga  Fátima,  en  unión 
del  datto  Marayalayla  Mahamad  Ismael,  como  emba- 
jador, seguidos  de  dos  salicayas  y  ocho  sácopes.  De 
Zamboanga  partieron  en  un  champán,  al  mando  del 
sargento  mayor  de  la  plaza  D.  Diego  Miguel  de  Lara, 
llegando  al  puerto  de  Cavite  el  20  de  Diciembre.  La 
princesa  entregó  al  gobernador  general  despachos  de 
Bantilan,  en  que,  además  de  pedir  la  vuelta  de  Ali- 
Mudin  para  restituirle  su  reino,  solicitaba  paces  dura- 
deras, disculpando  las  fechorías  de  los  tirones  por  la 
imposibilidad  de  sujetarlos.  Dicha  autoridad  recibió  en 
corte  al  embajador  de  Bantilan,  no  obstante  considerar 
á  éste  como  un  intruso.  De  acuerdo  con  la  Junta  de 
autoridades,  aceptó  más  adelante  las  bases  de  un  trata- 
do de  paz  que  le  propuso  Ali-Mudin  en  unión  de  sus 
dattos:  por  él  se  estipulaba  la  devolución  de  los  cauti- 
vos cristianos,  en  el  término  de  un  año,  así  como  de  los 
ornamentos,  efectos  y  alhajas  de  las  iglesias  saqueadas, 
cesando  las  hostilidades  por  ambas  partes.  Se  compro- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  3O9 

metían  á  conseguir  lo  propio  de  los  tirones,  ó  á  perse- 
guirlos si  continuaban  en  sus  piraterías,  debiendo  los 
joloanos,  en  lo  sucesivo,  tener  por  enemigos  suyos  á  los 
que  lo  fueran  de  España  (i).  Para  la  ratificación  de 
este  tratado,  por  parte  de  Bantilan,  marchó  á  Joló  el 
datto  Pahalavan  con  cartas  del  gobernador  general,  fe- 
chadas el  3  de  Marzo  de  1754,  manifestándole  que  da- 
ba órdenes  de  suspender  las  hostilidades,  y  que  si  en  el 
término  prefijado  realizaba  sus  promesas,  pondría  en 
libertad  al  sultán  y  á  los  demás  prisioneros. 

El  año  de  1754  fué  fatal  para  las  provincias  Filipi- 
nas, por  las  vandálicas  correrías  de  los  moros  malayos. 

Indicaremos  ligeramente  sus  principales  atentados: 

Marzo.  Hacen  grandes  destrozos  en  Hinondayan, 
Cabalian,  Liloan,  Sogor,  Maasin  y  otros  pueblos  de 
Leyte,  distinguiéndose  en  el  de  Biliran,  á  cuyo  vecin- 
dario cautivan  en  masa. 

Mayo.  Fondean  en  el  río  Piloto  (Mindoro),  juris- 
dicción de  Bongabong,  74  embarcaciones  de  piratas. 
Cautivan  en  dicho  partido  á  100  indios,  y  más  de  5o 
entre  Manaol  y  Bulalacao. 

Calibo  y  Asín  experimentan  iguales  estragos  de  68 
caracoas.  En  el  último  punto  cogen  un  champán  del 
alcalde. 

Cabalot  (isla  de  Tablas)  sufre  análogas  tropelías. 

En  Cauit  aprehenden  á  gS  indígenas. 

Los  tripulantes  de  57  embarcaciones,  llegadas  á  Mai- 
nit  (Banton),  van  por  tierra  al  pueblo;  sus  naturales  y 
el  cura  lo  desamparan;  los  moros  lo  incendian,  lleván- 
dose cuatro  cañoncitos  y  67  cautivos. 

Diez  y  siete  embarcaciones  saquean  á  Pandan  (Pa- 

(1)     Véase  el  Apéndice. 


310  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

nay):  ésta,  y  después  otra  escuadra  de  3o  embarcacio- 
nes, atacan  á  San  Miguel  de  Tibiao,  sin  tomarlo,  á  pesar 
de  haber  puesto  en  tierra  5oo  hombres.  En  Odiongan 
(Romblon),  terminado  el  saqueo  é  incendio,  reúnen  loi 
cautivos. 

Junio.  Nuevecientos  malanaos  desembarcados  en 
Baco  (Albay)  cautivan  á  38  personas  en  este  punto  y  á 
62  en  Casang,  é  incendian  y  saquean  el  de  Santa  Cruz. 

En  la  jurisdicción  de  Taytay  (Calamianes)  aprehen- 
den i3o  personas. 

Busuanga  cuenta  desde  dicho  mes  al  de  Agosto,  10 
invasiones  piráticas. 

En  Linacapan  queman  un  champán  del  alcalde. 

Cuyo  y  la  isla  de  Canipo  padecen  inauditas  violencias. 

El  fuerte  de  Alutaya  rechaza  el  ataque  de  i.ooo  mo- 
ros^ pero  causan  grandes  destrozos  en  la  campiña. 

Culion  resiste  también  la  agresión. 

Atacan  al  pueblo  de  Palompong  (Leyte)  25  embar- 
caciones con  1. 000  malanaos.  Los  indígenas,  parape- 
tados tras  de  los  muros  de  la  iglesia,  sostienen  algunos 
días  de  fuerte  lucha,  causándoles  bastantes  bajas  CO. 
El  pueblo  de  Hilongos  resiste  á  2.000  moros. 

El  de  Luban  (Mindoro)  queda  victorioso  del  enemi- 
go, pero  éste  destruye  los  campos. 

En  Balayan  (Batangas)  logran  los  moros  rico  botín, 
por  haber  huido  á  los  montes  sus  moradores. 

Caysasay  es  víctima  de  parecidos  perjuicios,  pero 
ocasiona  á  los  piratas  bastantes  bajas. 

Julio.     El  partido  y  los  pueblos  de  Banta3'an,  Potat 

(1)  Relación  de  la  valerosa  defensa  de  los  naturales  visayas  del  pue- 
blo de  Palompong,  en  la  isla  de  Leyte,  de  la  provincia  de  Catbalongan, 
en  las  islas  Filipinas,  que  hicieron  contra  las  armas  mahometanas  de 
llanos  y  malanaos  en  el  mes  de  Junio  de  1754:  Manila,  1755' 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  3II 

y  Balambang,  de  Cebú,  quedan  destruidos  y  multitud 
de  indígenas  cautivos. 

Iguales  daños  infieren  en  Dumaguete  (isla  de  Ne- 
gros) y  sus  visitas,  incluso  la  isla  de  Siquijor,  y  en  Tu- 
cupan  y  sus  anejos  de  Masangay  y  Gionugaoan.  El 
pueblo  de  Ilog  rechaza  el  ataque  de  3o  caracoas. 

Cabilga  y  Palanasan  resisten  con  brío  el  empuje  de 
3oo  moros,  pero  al  cabo  logran  éstos  destruir  la  isla  de 
Panamao. 

En  Catanaván  (Tayabas)  destrozan  casas  particula- 
res y  edificios  públicos,  cautivan  muchos  indios  y  se 
llevan  un  champán  del  alcalde  mayor. 

Atacan  á  Catbalogan  (Samar),  queman  la  visita  de 
Ubanon  y  los  almacenes  reales,  mas  no  consiguen  en- 
señorearse del  fuerte  de  la  Cabecera. 

Sitia  al  pueblo  de  Lubungan  numerosa  escuadra  de 
malanaos,  mindanaos,  joloanos  y  lútaos,  entre  los  que 
se  ven  algunos  renegados  indígenas.  Construyen  en 
tierra  trincheras  y  sostienen  siete  días  de  asedio  sin  lo- 
grar su  objeto,  gracias  á  la  constante  vigilancia  de  sus 
naturales,  estimulados  por  los  misioneros  (0. 

La  provincia  de  Caraga  padece  estragos  horribles, 
quedando  casi  sin  gente  los  poblados  partidos  de  Bu- 
tuan,  Siargao  y  Bislig. 

Como  digno  remate  de  tan  tremendos  daños  se  apo- 
deran del  fuerte  de  Tandag,  debido,  más  que  á  su  va- 
lor, á  las  disensiones  de  los  españoles.  He  aquí  cómo 
tuvo  lugar  este  sensible  contratiempo: 

Con  motivo  de  la  muerte  del  alcalde  mayor  de  Tan- 
dag, D.  Fernando  Lino,  hubo  competencia  entre  los 

(l)  Sitio  de  Lulmngan,  misión  de  la  Compañía  de  Jesús.  (Cartas 
edificantes,  tomo  XVI.) 


312  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

que  se  creían  con  derecho  al  mando  interino,  dividién- 
dose en  dos  partidos  españoles  y  frailes. 

Los  desairados  indican  al  sultán  de  Tamontaca  la  po- 
sibilidad de  apoderarse  del  fuerte.  El  datto  Dumangó, 
por  orden  de  aquél,  lo  sitia  por  mar  y  tierra  con  mu- 
chos buques  y  gente.  Su  defensa  consistía  en  una  com- 
pañía española  y  otra  pampanga,  estando  artillado  con 
1 6  cañones,  unos  de  bronce  y  otros  de  hierro,  del  cali- 
bre de  4,  8  y  I2. 

A  los  dos  meses  de  asedio,  el  hambre  diezma  á  la 
guarnición.  Una  mañana,  lóbrega  y  lluviosa,  se  apode- 
raron los  moros  del  baluarte;  vuelven  los  cañones  hacia 
los  almacenes  y  sala  de  armas,  donde  se  habían  hecho 
fuertes  los  sitiados,  y  pegan  fuego  á  algunas  casetas  in- 
mediatas. 

Conoce  el  jefe  que  su  pérdida  es  inminente;  mata  por 
sí  mismo  á  su  mujer,  y  se  entra  sable  en  mano  entre  los 
mahometanos,  que  lo  acribillan  de  heridas. 

Perecen  muchos  moros  en  la  pelea,  mas  vencen  al 
cabo  con  la  total  muerte  de  la  guarnición  de  Tandag. 
Transportan  los  cañones  á  sus  buques;  pero  en  la  tra- 
vesía se  ven  obligados  á  arrojar  al  agua  las  piezas  de 
mayor  calibre,  por  no  poderlas  resistir  sus  buques,  uno 
de  los  cuales  se  va  á  pique  con  carga,  tripulación  y  cau- 
tivos. 

En  Setiembre  atacan  á  Albay,  cabecera  de  esta  pro- 
vincia; matan  ocho  personas  y  cautivan  12,  aunque  con 
pérdida  de  10  moros. 

El  gobernador  general  de  Filipinas  había  hecho  salir 
para  Mindanao,  en  los  primeros  meses  del  nefasto  año 
1754,  dos  escuadras,  la  primera  con  828  hombres,  á 
cargo  los  buques  de  D.  Antonio  Faveau  y  las  tropas 
de  desembarco  al  de  D.  César  Fallet,  y  la  segunda,  com- 


EN  MINDANAO,  JOLÓ  Y  BORNEO         3I3 

puesta  de  cuatro  galeras,  una  chalupa  y  cinco  champa- 
nes, á  las  órdenes  del  sargento  mayor  D,  Miguel  Gó- 
mez Valdés,  señalándoles  determinadamente  el  itinera- 
rio que  debían  recorrer. 

El  23  de  Abril  fondearon  en  Iligan  algunas  embar- 
caciones visayas  y  las  galeras  Triunfo,  San  Felipe  y 
Santo  Niño,  pertenecientes  á  la  escuadra  de  Valdés, 
quien,  ocupado  en  sostener  competencias  con  los  ofi- 
ciales de  su  mando  y  el  jefe  de  la  isla  de  Cebú,  no  llegó 
á  Iligan  hasta  el  2  de  Junio,  tarde  ya  para  evitar  los  es- 
tragos hechos  por  los  piratas,  durante  sus  dos  meses  de 
injustificada  demora  en  dicha  isla. 

Como  el  capitán  D.  Pedro  Alcántara  Pérez  había  es- 
tado en  la  inacción  desde  su  llegada  á  Iligan,  por  aguar- 
dar á  su  comandante  en  jefe  Valdés,  y  tenía  listas  sus 
galeras  para  salir  á  campaña,  se  hicieron  á  la  mar  el  4, 
la  Triunfo,  con  su  capitán  Pérez;  la  Santo  Niño,  con  el 
de  igual  clase  D.  Lázaro  de  Elizavera,  varios  sacaya- 
nes  boholanos  y  el  de  indígenas  de  Iligan  con  su  misio- 
nero, P.  Ducós,  desalojando  del  río  Linamón  á  los  mo- 
ros, en  cuyo  punto,  elegido  por  ellos  para  centro  de  ope- 
raciones, les  cogieron  35  vintas,  y  20  en  el  inmediato 
rio  Magón. 

El  i5  de  Julio  marchó  Valdés  á  Zamboanga,  susti- 
tuyéndole Elizavera.  El  capitán  D.  Nicolás  Afriano,  con 
la  galera  Triunfo,  fué  á  Panguil,  donde  hizo  bastante 
daño  á  los  moros. 

El  24  de  Julio  sentíanse  tiros  hacia  Lianga,  y  en  el 
acto  se  encaminó  allí  el  P.  Ducós,  siguiéndole  una  ca- 
racoa  de  Initao  y  otra  de  boholanos.  Halló  que  las  cua- 
tro caracoas  situadas  de  guardia  en  el  río,  peleaban 
con  14  sacayanes  moros  procedentes  de  Linamón,  y  á 
la  vista  del  socorro,  abandonaron  los  moros  sus  sacaya- 


314  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

nes,  internándose  en  tierra  con  los  cautivos  y  demás 
presas  que  les  fué  posible.  Afriano  pasó  á  Misamis,  y 
el  7  de  Agosto  vio  fondear  20  embarcaciones  piratas 
tras  de  la  punta  de  este  nombre.  Tomadas  sus  medidas, 
las  atacó  á  las  nueve  de  la  noche  con  su  galera,  una 
vinta  y  dos  sacayanes  boholanos,  durando  el  combate 
cuatro  horas  con  gran  pérdida  de  los  contrarios. 

En  esta  acción  se  distinguieron  mucho  el  teniente 
D.  Juan  de  Echeverría,  que  mandaba  la  vinta,  y  su 
segundo  D.  Miguel  Márquez  Quiñones. 

De  regreso  el  P.  Ducós  en  Linamón,  salió  hacia  el 
pueblo  de  Añonan,  situado  sobre  el  rio  Laraparí,  dis- 
tante del  mar  12  millas,  con  226  hombres  entre  espa- 
ñoles y  visayas  y  algunos  monteses,  mandados  por  el 
teniente  D.  Manuel  de  Ayalde,  célebre  por  su  brío. 

En  la  imposibilidad  de  sorprender  al  pueblo,  por  la 
vigilancia  de  sus  espías,  marchó  á  Misamis,  fondeando 
con  la  galera  Triunfo  y  ocho  caracoas  en  el  río  de  Lan- 
garan.  Al  ver  16  embarcaciones  piratas,  fué  á  su  en- 
cuentro, y  después  de  siete  horas  de  combate  las  hizo 
huir,  echando  á  pique  dos  de  ellas;  otra  desfondó  el 
maestre  de  campo  Tamparón,  con  muerte  de  cuantos 
la  tripulaban.  En  este  combate  se  le  reventó  un  pedre- 
ro al  P.  Ducós,  dejándole  muy  mal  la  mano  derecha  y 
sin  vista  el  ojo  izquierdo.  De  los  moros  fueron  pasados 
á  cuchillo  unos  300.  El  P.  Ducós  marchó  á  Cebú  á  cu- 
rarse sus  heridas. 

Afriano  peleó  con  tres  grandes  pancos  moros,  de  los 
cuales  cogió  uno;  la  gente  del  otro  fué  muerta,  y  el  ter- 
cero pudo  refugiarse  en  Panguil.  El  mismo  día  apresó 
dos  caracoas,  librando  á  21  cautivos.  El  4  de  Setiem- 
bre, los  sacayanes  de  Loboc,  Luay  é  Initao  atacaron  el 
del  valiente  datto  Sabandal,  que  se  defendía  con  extra- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  315 

ordinaria  bravura.  El  capitán  de  Luay  dio  muerte  á  di- 
cho datto,  pereciendo  él  también  á  manos  del  enemigo. 

Los  boholanos  hicieron  gran  estrago  en  los  moros, 
salvando  17  cautivos.  El  5  se  recuperó  un  sacayán, 
apresado  por  los  moros  junto  á  Sorsogón,  á  cuyo  bordo 
iban  algunos  cautivos,  y  el  capitán  Elizavera  rindió, 
junto  al  río  de  Larapan,  dos  sacayanes,  en  que  murie- 
ron muchos  piratas  y  dos  chinos  cogidos  con  las  armas 
en  la  mano. 

El  6  de  Setiembre  sostuvo  Afriano  fuerte  combate 
en  Misamis  con  dos  pancos,  en  uno  de  los  cuales  redi- 
mió 23  cautivos,  acuchillando  á  sus  tripulantes.  Por  la 
noche  peleó  con  otros  12  pancos.  En  la  madrugada  del 
10  apresó  tres,  después  de  hacer  horrible  carnicería  en 
los  piratas.  El  18  y  19  hubo  nuevos  combates,  igual- 
mente funestos  para  los  moros,  distinguiéndose  por  su 
valor  el  maestre  de  campo  de  Malabohoc. 

A  fines  de  Octubre,  tres  embarcaciones  de  Iligan  lu- 
charon junto  al  pueblo  de  Initao  con  23  caracoas  enemi- 
gas, apresando  tres.  La  escuadra  sorprendió  en  los  ríos 
de  la  ensenada  de  Panguil  3i  embarcaciones,  y  en  el  si- 
guiente, cuatro  sacayanes  grandes,  destruyendo  á  15. 

La  escuadra  de  Iligan,  en  sus  diferentes  encuentros, 
apresó  iSg  embarcaciones,  con  muerte  de  2.000  mala- 
yo-mahometanos, según  cálculo  del  moro  Mana,  reco- 
brando su  libertad  sobre  5oo  cautivos.  Además,  cogió  á 
los  piratas  16  lantacas,  cuatro  pedreros  y  algunas  alha- 
jas y  ornamentos  de  iglesias. 

La  tripulación  de  las  dos  galeras  constaba  de  200  es- 
pañoles y  5oo  indios  auxiliares  (0. 

(1)  Relación  compendiosa  de  lo  sucedido  en  Filipinas  y  demás  islas 
de  su  jurisdicción-,  de  lo  obrado  por  la  Real   escuadra  que  se  halla  en 


3l6  HISTORIA    DE    LA   PIRATERÍA 

La  escuadra  de  Faveau  fondeó  el  lo  de  Abril  de  1754 
en  Antique.  Dijo  á  aquel  jefe  el  misionero  que  en  punta 
de  Naso  había  siete  embarcaciones  moras,  y  despachó 
contra  ellas  dos  galeras  y  una  falúa  á  cargo  del  capitán 
Gaztambide.  Al  amanecer  del  siguiente  día  halló  en  la 
ensenada  de  Paminuyan  los  buques  piratas,  parte  de 
cuyas  tripulaciones  estaba  en  tierra.  Al  divisar  á  los  es- 
pañoles procuraron  recoger  su  gente  y  huir,  lográndolo 
al  cabo  de  algunas  horas  de  ser  perseguidos,  en  cuyo 
tiempo  sufrieron  considerable  daño. 

Reunióse  Gaztambide  á  la  escuadra;  ésta  llegó  á 
Zamboanga  el  29  de  Abril,  hallando  en  deplorable  si- 
tuación los  buques  de  la  marina  Real. 

Reparados  lo  mejor  posible,  salieron  el  16  de  Mayo 
para  la  costa  oriental  de  Mindanao,  por  consejo  de  los 
jesuítas. 

La  escuadra  constaba  de  una  fragata,  una  galeota, 
dos  galeras,  dos  falúas  y  dos  panquillos  de  lútaos. 

Desembarcó  la  tropa  en  el  río  Sanito,  y  después  de 
una  difícil  é  infructuosa  marcha,  sin  hallar  pueblos  ni 
enemigos,  volvió  la  expedición  á  Zamboanga,  con  gran 
disgusto  de  sus  jefes  por  los  inexactos  informes  recibidos. 

Dispuso  entonces  Fallet  que  saliese  Faveau  para  Joló 
con  la  galera  Santa  Bárbara  y  una  galeota,  dando  fondo 
en  aquella  rada  el  3o  de  Junio. 

No  era  su  propósito  saltar  en  tierra;  pero  lo  hizo  ac- 

Iligan.  Escrita  por  algunos  padres  de  la  Compañía  de  Jesús  en  1754-  — 
[Carias  edificantes,  tomo  XVI.) 

Compendio  de  los  sucesos  que  con  grande  gloria  de  Dios,  lustre  y  ho- 
nor de  las  católicas  Reales  armas  de  S.  M.  en  defensa  de  estas  cristian- 
dades é  islas  de  Visayas,  se  consiguieron  contra  los  mahometanos  ene- 
migos por  el  armamento  destacado  al  presidio  de  Iligan,  sobre  las  costas 
de  la  isla  de  Mindanao,  en  el  año  de  1754:  Manila,   1755- 


EN  MINDANAO,  JOLÓ  Y  BORNEO  317 

cediendo  á  reiteradas  instancias  de  Bantilan,  el  cual  lo 
recibió  admirablemente,  manifestándole  que  era  muy 
gustoso  en  reanudar  las  paces  con  los  españoles.  En 
prueba  de  su  buena  fe  le  entregó  68  cautivos;  la  galera 
Santa  Rita,  que  había  apresado;  un  champán  de  Taya- 
bas,  cogido  en  el  río  Catanaván,  y  cien  pesos  remitidos 
por  el  gobierno  de  Zamboanga  para  el  rescate  del  es- 
pañol D.  José  de  Fonseca. 

Faveau  dio  parte  al  gobernador  de  la  colonia  de  estas 
buenas  disposiciones  de  Bantilan,  añadiendo  que,  según 
pudo  averiguar,  nunca  fué  traidor  Ali-Mudin,  si  bien,  en 
vista  del  mal  efecto  de  sus  concesiones  á  los  españoles 
y  de  su  conversión  al  catolicismo,  escribió  á  los  mag- 
nates joloanos,  prometiendo  sujetarse  á  las  antiguas  le- 
yes del  reino,  desde  cuyo  día  volvieron  á  reconocerle 
por  su  legítimo  sultán,  anhelando  su  regreso.  Decía  á 
la  vez  que  Bantilan,  conocedor  de  que  su  partido  es- 
taba en  decadencia,  veíase  precisado  á  transigir,  y  que 
todo  su  empeño  era  que  el  gobierno  libertase  á  las  prin- 
cesas encarceladas  en  Manila. 

Faveau  regresó  á  Zamboanga  el  1 8  de  Agosto,  lle- 
vando 97  cautivos  rescatados  y  los  buques  devueltos, 
por  cuya  feliz  campaña  obtuvo  generales  plácemes. 

Los  jesuítas  le  hicieron  cruda  guerra,  porque  res- 
pecto á  Ali-Mudin  y  á  los  asuntos  de  Joló,  eran  radi- 
calmente opuestas  sus  ideas  á  las  sostenidas  por  ellos. 

Faveau  se  defendió  gallardamente  por  cartas  dirigi- 
das al  gobernador  general  desde  Joló  (12  de  Agosto)  y 
Zamboanga  (i,°de  Setiembre),  confirmando  su  conteni- 
do el  general  Fallet  por  otra  de  2  de  dicho  mes  y  año, 
cuyas  cartas  recibió  el  sucesor  de  Ovando,  Sr.  Arandía. 


CAPITULO  XIX. 


Gobierno  de  Arandía. — Reforma  todos  los  institutos  militares. — Pide 
Ali-Mudin  se  le  permita  practicar  sus  obligaciones  de  cristiano. — 
Ratifica  Arandía  los  anteriores  tratados  y  manda  á  Joló  á  los  prisio- 
neros moros,  excepto  el  sultán  y  su  heredero. — El  electo  gobernador 
de  Zamboanga,  Villarreal,  va  á  Joló  con  dichos  prisioneros,  y  es  fes- 
tejado grandemente  por  Bantilan. — De  regreso  en  Zamboanga,  adopta 
providencias  para  rechazar  á  los  malanaos. — Quejas  contra  Faveau, 
producen  su  prisión  y  envío  á  España. — Brillante  victoria  naval  con- 
tia  los  moros  del  capitán  Gaztambide — Creación  de  una  escuadrilla 
en  Iligan  al  mando  del  P.  Ducós. — Medidas  del  nuevo  gobernador  de 
Zamboanga  contra  los  piratas. — Valor  del  jefe  de  la  armada,  Vértiz. — 
Fortifícanse  los  pueblos  costeros. — Atacan  los  moros  el  de  Mariveles, 
— Sus  estragos  en  diversos  puntos. — Disposiciones  contra  ellos. — 
Muerte  del  gobernador. — Sus  brillantes  dotes. 


En  Julio  de  1754  se  hizo  cargo  del  mando  supremo 
de  Filipinas  el  mariscal  de  campo  D.  Pedro  Manuel  de 
Arandía  y  Santisteban,  natural  de  Ceuta,  aunque  oriun- 
do de  Vizcaya,  caballero  de  Calatrava,  gentil-hombre 
de  Cámara  del  Rey  de  las  Dos  Sicilias,  capitán  de  las 
Reales  guardias  españolas  y  mariscal  de  campo  de  los 
ejércitos  Reales.  Se  había  distinguido  en  las  guerras  de 
Italia,  y  al  recibir  su  nombramiento  para  aquel  empleo 
desempeñaba  el  gobierno  de  Almagro. 

No  pudo  por  menos  que  llamar  la  atención  al  nuevo 
gobernador  el  incompleto  vestuario,  cortos  sueldos  y 
estado  semi -anárquico  en  que  vivía  la  tropa,  dedicando 
á  este  asunto  preferente  cuidado. 


EN    MIKDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  3X9 

Arandía  recibió  el  27  de  Enero  de  lySS  la  noticia  de 
los  victoriosos  combates  de  la  escuadra  de  Iligan,  y  el 
28  se  cantó  en  la  catedral  un  solemne  Te-Deum  en  ac- 
ción de  gracias. 

La  Junta  de  guerra  resolvió  establecer  un  presidio  en 
Misamis,  cuya  dirección  confió  el  gobernador  al  padre 
Ducós. 

Este  bravo  jesuita,  después  de  reparar  el  fuerte  de 
Tandag,  lo  proveyó  de  la  artillería  necesaria  y  le  puso 
una  guarnición  de  100  boholanos,  al  mando  de  D.  José 
Asprilla. 

En  varias  ocasiones  intentaron  los  moros,  aunque  sin 
fruto,  rendir  nuevamente  esta  fortaleza. 

En  Abril  zarpó  de  Zamboanga  un  buque  mercante: 
le  salieron  al  encuentro  muchos  moros  y  lo  saquearon, 
quitando  la  vida  á  su  capitán  D.  Juan  de  Molina. 

Ali-Mudin  impetró  del  Sr.  Arandía  que  interpusiera 
su  influjo  con  el  Arzobispo  para  que  le  alzase  la  priva- 
ción de  oir  misa  y  recibir  los  Sacramentos.  Resistíase 
éste  á  ello  dudando  de  su  religiosidad,  pero  al  cabo  fué 
á  visitarle  á  la  fuerza  de  Santiago,  y  convencido  por  el 
sagaz  sultán  de  Joló,  le  declaró  fiel  hijo  de  la  Iglesia, 
permitiéndole  confesar  y  comulgar,  como  lo  efectuó  el 
16  de  Marzo,  en  la  parroquia  del  Sagrario. 

Doña  Rita  Calderón,  antigua  concubina  de  Ali-Mu- 
din, hallábase  en  el  colegio  de  Santa  Potenciana  desde 
que  abjurara  sus  creencias. 

El  sultán  obtuvo  del  Arzobispo,  en  atención  á  haber 
muerto  su  mujer  legítima,  el  permiso  de  casarse  con  la 
Calderón,  cuya  ceremonia  tuvo  efecto  el  27  de  Abril  en 
el  palacio  del  gobernador,  dándoles  la  bendición  el  pro- 
visor D.  Juan  de  la  Fuente,  á  causa  del  mal  estado  de 
salud  del  metropolitano. 


320  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Además  le  señaló  Arandía  una  pensión  para  que  pu- 
diese vivir  con  decencia. 

Con  las  noticias  comunicadas  por  Faveau  acerca  de 
Ali-Mudin  y  las  felices  disposiciones  de  Bantilan,  con- 
vocó Arandía  á  junta  á  las  autoridades  (Abril  de  1755), 
asistiendo  el  sultán,  sus  cuatro  hijos,  su  hermana  Pan- 
guiana  Banquiling,  la  princesa  Fátima,  su  esposo  Mus- 
tafá  y  el  datto  Jamaliguera.  Después  de  largo  debate, 
se  estipuló  por  todos  los  concurrentes  la  estricta  obser- 
vancia de  los  preliminares  presentados  al  marqués  de 
Ovando  el  28  de  Febrero  del  año  anterior. 

Solicitaron  y  obtuvieron  además  los  joloanos  la  libre 
admisión  de  sus  embarcaciones  en  los  puertos  españo- 
les, con  sólo  llevar  en  regla  un  pasaporte  del  sultán, 
sin  obligarlas  á  detenerse  en  Zamboanga,  por  el  con- 
siguiente retraso  que  experimentaban. 

El  29  de  Abril  partió  de  Manila  D.  Pedro  Zacarías 
Villarreal,  nombrado  gobernador  de  Zamboanga,  lle- 
vando cartas  de  Arandía  para  Bantilan  (26  de  Abril 
de  1755)  y  para  los  dattos  Mahadialegla  y  Panha- 
lavan. 

En  el  mismo  buque  iban  los  prisioneros  moros  que, 
según  el  convenio  de  que  hemos  hecho  mención,  de- 
bían ser  restituidos  á  su  país,  incluso  las  hijas  de  Ali- 
Mudin  y  el  embajador  y  su  séquito,  continuando  en  Ma- 
nila como  rehenes  hasta  la  paz  definitiva,  aunque  fuera 
de  la  prisión,  el  sultán  y  su  primogénito  Israel,  á  los 
que  trató  con  gran  benignidad. 

Desde  muy  al  principio  se  dividió  la  escuadra  por 
malos  tiempos.  En  Marinduque  vióse  el  barco  de  Za- 
carías rodeado  de  piratas.  Estuvo  en  Iloilo  y  llegó  á 
Zamboanga  el  17  de  Setiembre. 

Hizo  alojar  convenientemente  á  las  princesas  y  al 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  32 1 

embajador,  y  despachó  un  aviso  á  Bantilan  participan- 
do el  día  de  su  salida  para  Joló.  Recibida  contestación 
marchó  el  i.*^  de  Octubre  con  cuatro  champanes,  fon- 
deando en  la  rada  de  aquella  isla  el  4.  Inmediatamente 
pasaron  á  bordo  el  príncipe  Iban  Panhalavan,  el  datto 
Bibang  y  otros  varios  personajes.  En  sus  buques,  vis- 
tosamente empavesados,  llevaban  músicas  á  la  usanza 
del  país.  Después  de  ofrecer  sus  respetos  al  goberna- 
dor, pasó  Iban  á  verse  con  su  esposa  Panguiana  Ban- 
quiling  y  á  saludar  á  las  hijas  de  Ali-Mudin. 

Al  siguiente  día  cambiáronse  saludos  de  artillería  en- 
tre los  buques  y  la  plaza,  verificándose  el  desembarco 
de  Villarreal  y  de  los  moros  con  ostentación  y  grande 
afluencia  de  gente.  En  la  playa  aguardaban  al  general 
otros  magnates,  que  lo  condujeron  á  la  morada  del  sul- 
tán. Las  tropas  cubrían  la  carrera.  Recibido  á  la  entra- 
da de  la  casa-palacio  por  el  Radiamiira  (príncipe  here- 
dero) y  por  el  Ladialant  (general  de  Marina),  que  lo  era 
el  datto  Vinmal,  hijo  del  ya  difunto  Salicaya,  entró  en 
compañía  de  ambos  al  salón  principal.  Allí  le  esperaba 
el  sultán  en  traje  de  ceremonia,  bajo  un  dosel  ricamen- 
te adornado. 

Bantilan  abrazó  al  gobernador  de  Zamboanga,  y  le 
hizo  sentar  á  su  derecha.  Los  oficiales  españoles  y  los 
dattos  joloanos  tomaron  también  asiento,  y  el  sultán, 
después  de  enterarse  de  la  salud  de  su  hermano  predi- 
lecto Ali-Mudin  y  de  la  del  gobernador  general  de  las  is- 
las, dio  la  bienvenida  á  Villarreal,  asegurando  que  tan 
acertada  elección  para  el  mando  de  Zamboanga  había 
de  contribuir  á  que  se  afianzara  la  paz  entre  españoles 
y  joloanos. 

Servíales  de  intérprete  el  valiente  gobernadorcillo  de 
los  lútaos  zamboangueños,  D.  Francisco  Tampil.  Ter- 

21 


322  HISTORIA    DE    LA.    PIRATERÍA 

minada  la  ceremonia  pasó  Villarreal  á  su  alojamiento, 
siendo  visitado  aquella  misma  noche  por  el  sultán,  y 
posteriormente  por  las  princesas  Fátima,  Carima  y  Fa- 
mila,  hijas  de  Ali-Mudin;  por  la  sultana  y  sus  damas, 
honor  especialísimo,  y  por  los  dattos  y  principales  per- 
sonajes. Mientras  permaneció  en  la  isla  hubo  en  su  ob- 
sequio todo  género  de  fiestas. 

Al  cabo  de  varias  conferencias,  publicáronse  por  un 
bando  las  paces  ajustadas  con  España.  Los  íirangcayas 
(dattos  de  segundo  orden),  hacían  á  Villarreal  iguales 
acatamientos  que  al  sultán.  Los  dattos  iban  á  visitarle 
sin  armas,  en  señal  de  confianza. 

El  sultán  le  hizo  entrega  de  ig  cautivos. 

A  consecuencia  de  haberse  recibido  aviso  por  el  ca- 
pitán D.  Ignacio  Saavedra,  de  que  los  malanaos  y  min- 
danaos  proyectaban  atacar  á  Zamboanga,  partió  Vi- 
llarreal el  24  de  Octubre  para  dicha  plaza.  Llegó  el 
i.*^  de  Noviembre,  adoptando  en  seguida  las  medidas 
necesarias  para  rechazarlos. 

El  gobernador  de  las  islas  había  dispuesto  el  regreso 
á  Cavite  de  la  escuadra  de  Faveau  y  Fallet.  Por  efec- 
to de  malos  tiempos,  se  retrasó  el  viaje,  y  al  entrar  en 
la  bahía  de  Manila,  el  25  de  Junio  de  1756,  les  sor- 
prendió un  baguio. 

Zozobró  la  galera  Santa  Rita,  librando  sólo  su  capi- 
tán, D.  Miguel  Valdés,  y  ocho  hombres.  El  champán 
San  Vicente  fué  á  parar  á  la  costa,  salvándose  cuantos 
lo  tripulaban,  á  excepción  de  cinco.  La  galera  Concep- 
ción y  la  balandra  en  que  iba  Fallet,  vararon  en  la  pla- 
ya; pero  se  las  pudo  salvar.  La  Santo  Niño  salió  ilesa. 
El  número  total  de  ahogados  fué  de  5oo  hombres  de 
armas  y  algunos  funcionarios  públicos. 

El  ex-gobernador  de  Zamboanga,  Oscoti,  quejoso  de 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  323 

Faveau  por  sus  escritos  referentes  á  Joló,  le  acusó  de 
actos  penables,  resultando  de  las  diligencias  practicadas 
por  orden  del  gobierno  general,  que  había  faltado  á  las 
instrucciones  recibidas  por  atender  á  sus  intereses  par- 
ticulares. Reconocidas,  al  llegar  á  Cavite  Faveau,  la 
galera  y  champanes  de  su  mando,  vióse  que  conducían 
efectos  mercantiles. 

El  gobernador  lo  tuvo  preso  hasta  la  salida  de  un 
navio,  en  que  lo  hizo  embarcar  para  Nueva  España  (0. 

Los  arteros  joloanos  no  se  prestaron  á  tomar  las  ar- 
mas contra  los  malanaos,  como  era  deber  suyo,  confor- 
me al  tratado  recientemente  suscrito  por  ellos,  y  difi- 
cultaban la  entrega  de  cautivos,  bajo  diversos  pretex- 
tos, demostrando  una  vez  más  su  falta  de  formahdad  y 
de  buena  fe;  aparte  de  esto,  los  cautivos  estaban  en  po- 
der de  los  dattos,  quienes  no  querían  devolverlos  sin 
cobrar  por  adelantado  su  rescate,  y  el  sultán  carecía 
de  fuerza  para  obligarles  á  hacerlo. 

El  capitán  D.  Pedro  Gaztambide  después  de  haber 
estado  en  Camarines  y  Albay,  donde  fortificó  el  puerto 
de  Sorsogón,  fué  á  Tamontaca  con  cartas  del  goberna- 
dor general  para  el  sultán,  quien  le  recibió  atentamen- 
te, rescatando  por  800  pesos  al  padre  Santa  Catalina, 
apresado  por  los  moros  en  Ticao  en  1754.  Condújole 
á  Batangas,  cuyo  alcalde  mayor,  D.  Ramón  de  Oren- 
dain,  suplicó  á  Gaztambide  permaneciera  allí  por  te- 
merse una  invasión  de  mahometanos.  Recorriendo  un 
día  la  costa,  se  vio  de  improviso  rodeado  por  38  em- 
barcaciones piratas,  algunas  de  ellas  mayores  que  su 
galera.  Las  mandaba  un  príncipe  moro,  el  cual  dispuso 

(1)  Ya  hemos  dicho  que  era  muy  general  entonces  emplear  los  bu- 
ques del  Estado  en  transporte  de  mercancías  de  los  que  los  mandaban. 


324  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

que  embarcasen  120  hombres  en  un  panco,  con  intento- 
de  atacar  la  galera  por  popa,  mientras  él  con  los  buques 
restantes  lo  hacía  por  proa.  Comprendió  Gaztambide 
la  maniobra,  y  mandó  poner  en  dicho  punto  un  cañón 
de  á  seis,  cargado  con  bala  y  metralla. 

El  artillero  á  cuya  custodia  lo  dejó,  creyendo  que  era 
poca  carga  para  el  objeto,  le  puso  otro  cartucho.  Hubo 
que  relevar  á  este  artillero  por  ser  su  presencia  nece- 
saria en  proa,  y  el  que  le  sustituyó,  al  ver  cuan  deci- 
dido iba  hacia  la  galera  el  panco  moro,  no  parecién- 
dole  bastante  carga  la  ordinaria  é  ignorando  que  late- 
nía  doble,  introdujo  tercer  cartucho.  Gaztambide,  ocu- 
pado en  diferentes  puestos,  acudió  á  popa  cuando  ya 
estaba  cerca  el  panco,  y  mandó  hacer  fuego.  El  es- 
tampido y  la  conmoción  del  buque  fué  terrible;  pero  no 
reventó  el  cañón,  y  el  panco  enemigo  quedó  espantosa- 
mente destrozado,  pereciendo  casi  todos  sus  tripulantes. 

Los  moros  redoblaron  su  ardimiento,  pero  tan  certe- 
ros disparos  hizo  la  galera  española  y  tan  acertadas  dis- 
posiciones dictó  Gaztambide,  que  puso  en  vergonzosa 
fuga  al  enemigo,  muerto  el  príncipe  que  mandaba  la 
escuadrilla.  Las  fuerzas  de  la  galera  ascendían  á  100 
hombres,  mientras  que  los  moros  pasaban  de  3. 000. 
Según  se  supo  después  por  cautivos  huidos  y  por  un 
príncipe  joloano,  el  número  de  moros  muertos  en  esta 
brillante  acción  no  bajaba  de  2.5oo  (1756). 

También  supo  Gaztambide,  ya  concluido  el  comba- 
te, la  imprudencia  de  los  artilleros  en  poner  triple  car- 
ga al  cañón  de  popa. 

Recibió  Arandía  con  gran  satisfacción  el  parte  del 
triunfo  obtenido,  y  á  petición  de  Gaztambide  le  mandó 
dos  galeras,  yendo  la  que  él  montaba  á  Cavite  á  repa- 
rar sus  muchas  averías. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  325 

Aquel  valeroso  jefe  embarcó  en  la  mayor,  y  á  sus 
•órdenes  en  la  otra  el  capitán  Arazamendi. 

Encaminábanse  al  estrecho,  pero  al  saber  que  Lu- 
bán  estaba  á  punto  de  rendirse  á  los  moros,  marcha- 
ron prestamente  en  su  auxilio,  haciéndoles  levantar  el 
cerco  con  bastante  daño. 

Fueron  á  esperarles  á  la  salida  del  río  de  Balayan, 
donde  se  habían  refugiado  algunos  buques  procedentes 
de  Lubán,  no  permitiendo  el  poco  fondo  del  río  que 
entrase  la  galera.  Le  hizo  un  vendaval  separarse  de  su 
puesto,  y  los  moros  aprovecharon  la  ocasión  para  salir. 
Procuró  Gaztambide  alcanzarlos,  y  secundado  por  Ara- 
zamendi, consiguieron  causarles  no  pocas  bajas. 

Este  valeroso  oficial  murió  en  Calapan  de  una  fuerte 
disenteria. 

D.  Ignacio  Cabiling,  maestre  de  campo  de  Dapitan, 
y  D.  Pedro  Tamparón,  de  Ihgan,  se  ofrecieron  á  salir 
en  corso  contra  los  piratas  al  punto  donde  más  convi- 
niese utihzar  sus  servicios.  El  gobierno  aceptó  esta 
proposición,  organizando  una  escuadrilla  compuesta  de 
dos  galeras,  la  San  Ignacio  y  la  Santa  Rosa,  y  doce  vin- 
tas,  las  cuales  debían  operar  bajo  las  órdenes  del  padre 
Ducós,  dictándose  con  tal  motivo  las  correspondientes 
ordenanzas.  Los  sueldos  debían  abonarse  por  las  cajas 
de  Cebú  y  los  barcos  estacionarse  en  Misamis. 

Arandía  nombró  gobernador  de  Zamboanga  á  Don 
Tomás  de  Iturralde,  persona  de  toda  su  confianza  y  en 
alto  grado  celoso  por  el  servicio.  Contaba  aquella  plaza 
un  buen  número  de  embarcaciones  dispuestas  á  todo 
evento  contra  los  moros,  y  merced  á  las  acertadas  me- 
didas del  gobernador  y  del  comandante  de  la  armada, 
D.  Pedro  Vértiz,  se  obtuvo  contra  los  moros  felices 
triunfos. 


326  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

El  7  de  Diciembre  de  1757  encontró  Vértiz  cinco 
pancos  piratas  que  se  retiraban  de  Visayas:  los  atacó 
con  sus  tres  buques,  y  empeñándose  el  combate  entre 
dicho  jefe  y  la  capitana  enemiga,  duró  desde  la  nueve 
de  la  mañana  hasta  las  cuatro  de  la  tarde;  á  esta  hora 
dispuso  que  un  bote,  al  mando  del  alférez  D.  Pedro 
Iriarte,  acometiese  por  un  costado  mientras  él  lo  hacía 
por  popa. 

Los  feroces  moros  prefirieron  arrojarse  al  mar  con  el 
pillaje  y  las  armas  que  contenía  su  buque,  y  morir  aho- 
gados antes  que  caer  vivos  en  manos  de  los  españoles. 

Un  moro  herido  dijo  que  la  embarcación  pertenecía 
á  un  datto  de  Tuboc,  que  murió  de  los  primeros  en  la 
defensa.  Hallaron,  además,  22  moros  muertos;  cuatro 
cautivos  heridos  por  las  balas  délos  españoles,  y  i3  en- 
tre hombres,  mujeres  y  niños,  heridos  por  los  moros 
con  sus  lanzas  al  arrojarse  al  mar;  varias  armas  blan- 
cas, dos  banderas  y  unos  batintines. 

Continuando  el  corso,  salió  Vértiz  del  puerto  de  San- 
ta María  el  29  de  Diciembre  á  reconocer  una  embar- 
cación sospechosa,  contra  el  parecer  de  los  oficiales  de 
á  bordo,  por  amenazar  el  tiempo  un  baguio.  Sobrevino 
el  temporal,  estrellándose  la  galera  al  doblar  el  cabo. 
Vértiz  se  arrojó  al  mar,  confiando  en  su  extraordinaria 
resistencia  y  probada  habilidad  natatoria;  pero  las  olas 
le  arrollaron  y  sucumbió  en  tremenda  lucha  con  ellas. 
Del  mismo  modo  perecieron  el  alférez  D.  Fernando  de 
Torres  y  35  hombres;  i5  se  salvaron  sobre  los  restos 
del  barco,  y  luego  que  se  serenó  el  tiempo,  lograron 
salvar  parte  de  la  artillería  y  otros  pertrechos  de  guerra. 

El  gobernador  de  Zamboanga  hizo  varias  obras  de 
importancia  en  las  fortificaciones  de  la  plaza,  levantó' 
cuarteles  y  un  hospital  dentro  de  la  fuerza. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  327 

Arandía,  por  su  parte,  promovió  la  inmigración  á 
Zamboanga,  consiguiendo  que  se  trasladaran  á  dicho 
punto  328  hombres,  46  mujeres  y  24  muchachos,  yen- 
do en  seis  champanes.  Uno  de  éstos  naufragó  en  la  isla 
desierta  de  Manamoc,  ahogándose  21  personas.  Los 
demás  buques  llegaron  á  Zamboanga.  Los  tripulantes 
del  buque  náufrago  se  fortificaron  en  tierra.  No  tardó 
en  aparecer  una  embarcación  de  joloanos:  su  capitán 
les  prometió  conducirlos  á  Cuyo,  pero  lo  que  hizo  es 
llevárseles  el  dinero  y  pertrechos  de  guerra,  dejándolos 
allí,  donde  hubieran  muerto  de  hambre  sin  la  llegada 
de  diferentes  barquitos  de  indígenas  de  Cuyo,  que  los 
transportaron  á  Zamboanga.  Como  parte  de  dichos  in- 
migrantes eran  presidiarios,  dieron  mucho  que  hacer 
en  aquella  plaza. 

Los  pueblos  costeros  de  las  provincias  de  Batangas, 
Panay,  Cebú,  Leyte,  Negros,  Tayabas,  Camarines  y 
Calamianes,  y  los  de  las  islas  de  Marinduque,  Masbate, 
Ticao,  Romblón,  Camiguin  y  otras,  construyeron  algu- 
nos fuertes  ó  repararon  los  que  ya  existían,  siguiendo 
en  esto  las  órdenes  de  sus  respectivos  párrocos. 

El  pueblo  de  Mariveles,  por  su  proximidad  á  Mani- 
la, no  había  cuidado  de  fortificarse,  pero  los  atrevidos 
piratas  lo  sorprendieron  con  ri  embarcaciones.  Sus  na- 
turales abandonaron  el  pueblo  después  de  una  débil  re- 
sistencia, salvando  las  alhajas  y  ornamentos  de  la  igle- 
sia. Al  notar  los  moros  la  fuga  le  prendieron  fuego. 

Nuevamente  atacaron  á  Linacapan,  pero  sus  valero- 
sos indígenas  les  hicieron  huir,  con  pérdidas  conside- 
rables. 

Los  naturales  del  pueblo  de  Calatán,  en  Calamianes, 
viéronse  precisados  á  trasladar  su  residencia  á  otro  pun- 
to de  la  misma  isla,  por  causa  de  que  en  el  término  de 


328  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

ocho  meses  habían  sufrido  seis  entradas  de  moros,  con 
el  consiguiente  daño  de  muertes,  cautiverios  y  destro- 
zos en  edificios  y  sembrados. 

En  Setiembre  de  1757  fué  saqueada  la  misión  de 
Lupi,  donde  apresaron  muchos  indígenas. 

En  el  partido  de  Panay  hubo  idénticos  estragos,  lle- 
vándose cautivas  á  varias  mestizas  españolas.  Tales 
fueron  los  daños  que,  contando  dicho  partido  en  sus  pa- 
drones i.5oo  tributos  el  año  de  1750,  el  de  57  sólo  te- 
nía 5oo. 

En  Bantón  48  embarcaciones  piratas  cautivaron  164 
personas. 

A  causa  de  un  temporal  perecieron  ahogados  muchos 
moros,  estrellándose  14  buques. 

Se  dividió  la  escuadrilla  y  cautivó  64  indios  en  Sima- 
ra; 38  en  Cabolotan  (isla  de  Tablas)  y  sus  inmediacio- 
nes; 12  en  Lalavan;  76  en  Oriongan:  de  nuevo  en  isla 
de  Tablas  cautivaron  14  personas,  y  64  en  Oriongan. 
De  23o  vecinos  quedó  reducido  á  70  el  número  de  fa- 
milias de  este  pueblo. 

La  isla  de  Sibuyan  fué  también  muy  castigada.  En 
Cauit  cautivaron  seis  personas,  y  22  en  Cahidiocan. 

Romblón,  atacado  de  nuevo,  se  defendió,  persiguién- 
doles con  su  champán  el  mestizo  D.  José  Fermín. 

Este  mismo  individuo  se  batió  en  otra  ocasión  con- 
tra tres  embarcaciones  fondeadas  en  la  isla  de  Alad; 
pero  tuvo  la  desgracia  de  que  se  le  incendiase  la  pól- 
vora y  de  que  escaparan  los  moros. 

Estos  apresaron  también  el  champán  del  ex-gober- 
nador  de  Zamboanga,  D.  Domingo  Oscoti,  cuyo  car- 
gamento valía  14.000  pesos. 

Con  tan  repetidos  ataques  disminuyó  considerable- 
mente la  población  de  Visayas. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  329 

En  el  partido  de  Romblón  el  número  de  tributantes 
bajó  de  1.370  á  ggS;  en  el  de  Calibo  (Cápiz),  de  1.164 
á  549;  en  el  de  Banga,  de  1.020  á  754;  en  los  de  Iba- 
hay  y  Tibiao,  acusaba  el  padrón  200  tributos  de  menos. 

Según  el  padre  jesuíta  Matías  Guerrero,  párroco  del 
partido  de  vSan  Juan  de  Ilog,  2.000  moros  habían  cau- 
sado grande  estrago  en  los  campos  de  aquel  término 
jurisdiccional.  Los  curas  de  Tucgauan  y  Binalbangan 
certificaron  asimismo  los  notables  perjuicios  sufridos 
por  sus  feligreses,  y  pedían  se  les  dispensara  del  pago 
de  tributos. 

Arandía,  en  su  vista,  recomendó  á  los  corregidores 
-que  no  les  apremiaran  con  exceso  en  el  pago  de  sus  con- 
tribuciones. 

Sin  embargo  de  tan  censurable  proceder  por  parte 
de  los  mahometanos,  aún  fué  recibido  afectuosamente 
otro  embajador  de  Bantilan,  para  el  cual  mandó  algu- 
nos regalos  el  gobernador  del  Archipiélago. 

Tanta  debilidad  y  tolerancia,  tanta  contemplación  y 
deferencia,  ó  era  mal  interpretada  por  los  joloanos,  ó 
servía  sólo  para  que  ganasen  tiempo  y  prepararan  en 
secreto  los  medios  de  resistir  y  llevar  la  mejor  parte 
en  las  contingencias  futuras. 

El  gobierno  de  España,  cuando  lo  supo,  prohibió  que 
se  recibieran  más  embajadas,  puesto  que  evidentemen- 
te su  objeto  tendía  á  inspeccionar  el  estado  de  las  pla- 
cas y  fortificaciones  de  la  capital. 

Además,  el  Rey,  en  orden  de  26  de  Diciembre  de 
1758  y  i.*^  de  Noviembre  del  mismo  año,  estimulaba 
al  gobernador  general  á  combatir  los  piratas  (O. 


(1)     «Me  ha  mandado  S.  M.,  decia  el  ministro,  recomendar  á  V.  S. 
con  el  mayor  esfuerzo  la  importancia  de  escarmentar  la  osadía  de  los 


330  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Por  consecuencia  de  estas  órdenes,  reiteró  el  gober- 
nador general  sus  providencias  contra  los  piratas  ma- 
hometanos. 

Arandía,  fatigado  por  los  incesantes  trabajos  de  su 
gobierno,  murió  en  la  noche  del  3i  de  Mayo  de  1759. 

Este  gobernador  ha  sido  uno  de  los  más  ilustres  de 
las  islas  por  su  celo  en  pro  del  buen  servicio,  por  sus 
excelentes  condiciones  de  mando  y  espíritu  útilmente 
innovador.  La  ingratitud  de  sus  gobernados  influyó 
mucho  en  su  lamentable  muerte. 

estados  bárbaros  infieles,  y  decir  á  V.  S.  que  el  real  ánimo  de  S.  M.  es 
que,  para  tan  necesario  fin  como  el  de  mantener  estos  vasallos  libres  de 
las  extorsiones  y  cautiverios  que  han  experimentado,  no  se  ahorre  dili- 
gencia ni  gasto.  Y  fiando  S.  M.  del  acreditado  celo  de  V.  S.,  que  intere- 
sa su  real  conciencia  y  la  descarga  en  la  de  V.  S.  cometiéndole  la  ejecu- 
ción de  lo  que  humanamente  pueda  operarse  en  las  facultades  necesarias 
para  emprenderlo,  encarga  S.  M.  á  V.  S.,  y  le  advierte  que  tomando  lu- 
ces de  los  mismos  misioneros  de  esas  esparcidas  islas  y  de  los  sujetos  más 
prácticos  de  ellas  y  su  capital,  providencie  V.  S.  su  resguardo,  separán- 
dose de  vanas  empresas,  de  nuevas  conquistas,  y  para  este  logro  vea  V.  S. 
y  disponga  los  armamentos  que  convenga  hacer  y  aun  mantener  siempre 
y  las  fortificaciones  que  sea  útil  construir,»  etc.  Participaba  á  la  vez  ha- 
ber dado  orden  á  Méjico  para  que  se  aumentara  el  situado  de  las  islas, 
y  para  que  éste  se  remitiera  por  años  adelantados  y  no  vencidos. 


CAPITULO  XX. 

Guerra  entre  España  é  Inglaterra.  —  Ocupa  la  bahía  de  Manila  una  es- 
cuadra de  la  Gran  Bretaña. — Apodéranse  los  ingleses  de  Manila. — 
Crítica  situación  del  país  durante  aquellos  sucesos. — Aprovechan  los 
piratas  estas  circunstancias  é  invaden  y  asolan  las  provincias  del  Sur. 
— Los  joloanos,  aliados  con  niindanaos,  tirones  y  malanaos,  sostienen 
continua  guerra  contra  España. — Se  establecen  en  Mamburao,  y  va 
una  expedición  á  desalojarlos  de  este  punto. — Sitian  los  moros  á  Ca- 
teel  y  á  Tandag. — Defiéndese  el  fuerte  con  bravura. — Depredacio- 
nes, muertes  y  cautiverios  de  indígenas  durante  una  década. 

El  rompimiento  de  hostilidades  entre  España  é  In- 
glaterra, con  motivo  del  famoso  pacto  de  familia,  tuvo 
en  Filipinas  funestos  resultados^  viéndose  invadidas  las 
islas  por  una  poderosa  flota  de  aquella  potencia,  á  las 
órdenes  del  almirante  Samuel  Cornic  y  del  brigadier 
Guillermo  Draper,  jefe  de  las  fuerzas  de  tierra,  quie- 
nes, al  cabo  de  doce  días  de  escasa  resistencia,  pene- 
traron por  traición  en  la  mal  defendida  plaza  (4  de  Oc- 
tubre de  1762),  sobre  la  cual  habían  arrojado,  previa- 
mente, 20.000  balas  de  cañón  y  6.000  bombas;  hecho 
inaudito  tratándose  de  una  ciudad  cuya  edificación,  en 
su  mayor  parte,  se  componía  de  materiales  ligeros. 

Gobernaba  las  islas,  interinamente,  el  Arzobispo  Don 
Manuel  Antonio  Rojo,  de  funesta  memoria,  por  su  pu- 
silanimidad y  falta  de  tino  en  tan  críticas  circunstan- 
cias y  por  sus  debilidades  y  desaciertos  después;  cuali- 
dades y  proceder  que  tan  gran  contraste  ofrecen  con  la 
virilidad  y  sublime  conducta  del  insigne  patricio  Don 


332  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Simón  de  Anda  y  Salazar,  que  supo  conservar  el  domi- 
nio de  España  en  Filipinas  y  tener  en  vergonzosa  inac- 
ción á  los  ingleses,  conquistando  con  sus  hazañas,  des- 
pués de  Legazpi,  lugar  preeminente  en  la  historia  de 
Filipinas. 

La  ocupación  de  la  capital  por  los  invasores;  la  gue- 
rra de  reconquista  que  absorbía  las  fuerzas  del  país  y 
la  atención  del  invicto  Anda;  el  levantamiento  de  va- 
rias provincias  contra  las  autoridades  legítimas;  la  trai- 
dora rebeldía  de  los  chinos,  y  las  consecuencias  de  se- 
mejante perturbación  en  todo  el  Archipiélago  filipino, 
imposibilitaron  en  absoluto  ocuparse  de  los  piratas  ma- 
layo-mahometanos durante  ese  nefasto  período. 

Como  era  consiguiente,  los  moros  supieron  aprove- 
char la  crítica  situación  porque  atravesaba  el  país,  au- 
mentando hasta  lo  increíble  el  horroroso  catálogo  de 
rapiñas,  cautiverios  y  saqueos  que  registran  sus  anales 
desde  los  tiempos  primitivos  de  la  dominación  españo- 
lo. El  tráfico  comercial  estaba  interrumpido.  Los  pue- 
blos playeros,  inmediatos  á  sus  guaridas,  se  hallaban 
diezmados  ó  desiertos,  ya  por  la  cautividad  de  sus  mo- 
radores, ya  por  el  voluntario  ostracismo  á  que  se  con- 
denaban, temerosos  de  caer  en  las  garras  de  los  inhu- 
manos piratas.  El  solo  anuncio  de  la  proximidad  de  los 
moros;  la  noticia  de  alguna  proyectada  invasión,  mu- 
chas veces  imaginaria;  la  vista  de  algún  buque  en  lon- 
tananza figurándoseles  pirata,  infundía  en  aquellos  des- 
dichados indios  terrible  pánico.  Los  menos  valerosos 
huían  al  interior,  abandonando  sus  propiedades;  los  más 
esforzados  llevaban  una  vida  asaz  intranquila,  de  con- 
tinua alarma  y  de  constante  malestar  y  vigilancia. 

El  Obispo-gobernador  Espeleta,  sucesor  del  ilustre 
Arandía,  había  suprimido  la  armadilla  de  Iligan,  que 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  333 

mandaba  el  P.  Ducós,  influyendo  esto  en  los  estragos 
que  causaran  los  piratas  durante  la  época  de  su  mando. 

El  Arzobispo-gobernador  Rojo  restableció  la  arma- 
da de  Pintados,  para  que  desde  Cebú,  á  cuyo  alcalde 
mayor  nombró  su  comandante  general,  recorriera  aque- 
llas costas  á  fin  de  impedir  los  desembarcos  de  los  ma- 
hometanos. Destinó  á  dicha  isla  tres  buques,  proveyén- 
dolos de  cañones  y  artilleros,  y  dispuso  que  el  alcalde 
construyera  otros  tres.  Pero  aun  asi  no  hubo  manera 
de  contenerlos. 

A  pretexto  de  que  favorecíamos  á  los  de  Borneo,  por 
entonces  enemistados  con  los  joloanos  por  haber  ase- 
sinado aquéllos  á  un  embajador  de  éstos,  nos  declara- 
ron la  guerra  nuevamente,  aliados  con  los  mindanaos, 
prestándoles  eficaz  auxilio  los  aguerridos  tirones  y  ma- 
lanaos. 

Su  audacia  los  condujo  hasta  la  costa  de  Mariveles, 
próxima  á  Manila,  en  cuyas  aguas  apresaron  á  dos 
champanes  de  China  con  muchos  intereses.  A  su  re- 
greso se  establecieron  en  Mamburao,  isla  de  Mindoro, 
donde  formaron  una  factoría  atrincherada,  á  la  cual 
iban  á  comerciar  algunos  macasares  á  quienes  vendían 
los  indios  cautivos.  Para  desalojarlos  de  este  punto,  se 
organizó  en  Cavite  una  escuadrilla  compuesta  de  un 
paquebot,  tres  galeras,  una  lancha  y  ocho  caracoas  de 
Visayas,  con  1.252  hombres  de  mar.  Mandaba  las  fuer- 
zas navales  el  teniente  de  fragata  D.  Gabriel  de  Aris- 
tizabal,  de  la  dotación  de  la  fragata  Atíyea,  y  las  de  tie- 
rra el  teniente  coronel  D.  José  Jarando,  castellano  y 
justicia  mayor  de  Cavite. 

Los  moros  se  habían  fortificado  en  una  pequeña  pe- 
nínsula que  forma  el  río  Maasin  con  el  río  Mamburao. 
Tuvieron  con  ellos,  durante  algunos  días,  ligeras  esca- 


334  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

ramuzas,  en  las  que  siempre  llevaron  la  peor  parte. 

Una  columna  saltó  en  tierra  para  reconocer  el  terre- 
no, llegando  hasta  la  trinchera  que  guarnecían,  sin  en- 
contrar nada  más  que  algunos  cadáveres  y  rastros  de 
sangre. 

En  este  fuerte  halláronse  cureñas  pequeñas,  una  lan- 
taca,  sobre  lo. ooo  zicnibidines  {^),  batintines,  palay  y  va- 
rios utensilios.  También  se  cogió  una  banca  llena  de 
palay.  Tal  fué  el  resultado  de  la  expedición.  Costó  al 
Erario  25.26o  pesos;  pero  la  subasta  de  los  efectos  co- 
gidos á  los  moros  ascendió  á  3i.026,  y  sólo  hubo  un 
soldado  indio  muerto. 

A  mediados  de  1767  doblaron  el  cabo  de  San  Agus- 
tín sobre  70  pancos  piratas  con  2.000  moros,  sitiando 
el  fuerte  de  Cateel,  defendido  por  solos  3o  soldados.  Al 
cabo  de  ocho  días  de  inútil  resistencia,  la  guarnición 
abandonó  el  castillo  una  noche,  fugándose  en  barqui- 
llas por  el  río. 

Los  moros  se  apoderaron  al  día  siguiente  del  fuerte, 
y  sacando  las  armas,  balas,  pólvora,  200  cavanes  de 
arroz  y  varios  efectos,  le  prendieron  fuego. 

Después  pasaron  á  sitiar  á  Tandag.  Con  la  buena 
defensa  de  esta  fortaleza  y  el  auxilio  de  una  galera  y 
otras  embarcaciones  de  Surigao,  batieron  con  tanto 
arrojo  á  los  moros  por  mar  y  tierra,  que  á  pesar  de  su 
brioso  empuje  huyeron  derrotados,  dejando  en  poder 
de  sus  contrarios  armas,  banderas,  alcoranes,  víve- 
res, etc. 

El  gobernador  general,  D.  José  Raón,  premió,  como 
debía,  el  valor  de  la  guarnición. 

El  relato  detallado  de  las  depredaciones  y  violencias 

(1)     Especie  de  lanzas  de  tres  varas  de  largo. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  335 

de  los  moros  en  sólo  una  década,  á  partir  de  la  inva- 
sión inglesa,  llenaría  volúmenes  enteros. 

En  Caraga  (Surigao)  quemaron  casi  todos  los  pue- 
blos. En  Iligan  (Misamis)  saquearon  y  quemaron  los 
de  Iponan,  Alilitum,  Gompot,  Salay  y  Sipaca.  En  la 
isla  de  Camiguin  mataron  y  cautivaron  á  infinidad  de 
indígenas.  En  Cebú  invadieron  el  partido  de  Dastag  ó 
Coteot,  quemando  y  saqueando  las  visitas  de  Nahalin 
y  Luyan.  En  Sorsogón  los  de  Ticao,  cautivando  un 
religioso.  En  Panay  sufrieron  considerablemente  los 
pueblos  de  isla  de  Tablas  y  los  de  la  isla  de  Sibuyan, 
cuyo  párroco  murió  fugitivo  en  el  monte.  Los  párrocos 
de  Mamburao  y  Sapian  tenían  fortificados  sus  pueblos 
con  barricadas.  El  cura  de  Calamianes  quedó  cautivo. 
En  Mindoro,  invadido  repetidas  veces,  dieron  muerte 
á  un  religioso  y  cautivaron  á  otro.  Los  demás  curas 
andaban  fugitivos  por  los  montes.  En  Bataan  quema- 
ron y  saquearon  el  pueblo  de  Mariveles  y  su  visita  de 
Caucaben,  cautivando  á  su  ministro.  La  provincia  de 
Iloilo  fué  de  las  más  castigadas,  pues  130  embarca- 
ciones piratas  de  Mindanao,  Joló  y  Borneo  tenían  co- 
gidas todas  las  silangas,  canales  y  ríos,  y  además  de 
apresar  los  moros  de  una  sola  vez  ocho  buques  que  re- 
gresaban de  Albay  con  más  de  10.000  pesos,  se  lleva- 
ron 200  cautivos.  El  pueblo  de  Anilao  quedó  destruido 
(1769).  En  el  importante  pueblo  de  Dumangas  come- 
tieron multitud  de  muertes  y  cautiverios. 

Lo  mismo  sucedió  con  varios  pueblos  de  las  provin- 
cias de  Leyte,  Samar  é  isla  de  Negros.  En  ésta  apre- 
saron á  su  corregidor  y  á  tres  religiosos,  obteniendo  su 
rescate  en  Joló  por  una  suma  considerable.  En  la  isle- 
ta  Inangpolongan  establecieron  su  dangcal  ó  cárcel: 
allí  iban  aglomerando  cautivos,  y  de  tiempo  en  tiem- 


336  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

po  los  transportaban  á  JoIó,  en  grupos  de  400  á  5oo, 
'  En  las  misiones  del  monte  Isarog  (Camarines),  ma- 
taron á  un  religioso  y  al  misionero  destinado  á  cate- 
quizar ilongotes. 

En  Masbate,  Barias  y  Maestre  de  Campo,  asolaron 
todos  los  pueblos.  Los  padres  recoletos  tuvieron  cinca 
cautivos;  los  agustinos,  tres,  y  los  franciscanos,  un  cau- 
tivo y  dos  muertos.  Se  cuenta  que  el  datto  principal  de 
Lingo  reunió  hasta  ocho  religiosos  prisioneros. 

La  insolencia  de  los  moros  llegó  á  tanto,  que  se  les 
vio  en  la  bahía  de  Manila  en  lanchas  como  las  de  los 
pescadores,  muchos  de  los  que  llevaron  presos  á  su 
país.  Algunos  piratas  y  renegados  asistieron  furtiva- 
mente á  las  retretas  nocturnas  de  la  plaza  de  Palacio. 

En  Malate  cautivaron  una  noche  á  20  personas  que 
volvían  de  asistir  á  un  entierro  en  Pasay. 

Los  pueblos  de  Tambobo  y  Parañaque,  de  la  provin- 
cia de  Manila,  sufrieron  asimismo  gran  daño  en  las 
personas  de  sus  habitantes  y  en  sus  embarcaciones. 

Anda^  que  desde  1770  desempeñaba  el  gobierno  de 
las  islas,  acordó  organizar  la  armada  de  Pintados  sobre 
mejores  bases,  é  hizo  erigir  en  el  Corregidor  una  torre 
fortificada  para  que  se  vigilase  la  aproximación  de  los 
piratas  á  Manila. 

El  7  de  Junio  de  1771  apareció  en  Aparri  (Luzón) 
una  armadilla  de  moros,  cautivando  al  misionero  de 
Paniqui,  Fr.  Joaquín  Sancho,  que  á  la  sazón  se  halla- 
ba en  Lal-lo,  y  á  varios  indios,  todos  los  cuales  logra- 
ron más  tarde  fugarse. 


CAPITULO  XXL 

Obtienen  los  ingleses  de  Bantilan  la  cesinn  de  la  isla  de  Balambansan,  y 
la  fortifican. — Evacuada  Manila,  conducen  á  Joló  á  Ali-Mudin  y  éste 
confirma  la  cesión  expresada. — Muere  Bantilan,  y  le  sustituye  Israel 
por  renuncia  de  Ali-Modin. — Dividense  los  joloanos  en  dos  bandos, 
uno  á  favor  de  los  españoles  y  otro  de  los  ingleses. — El  gobernador 
de  Zaniboanga  comisiona  al  oficial  Alvarez  para  cerciorarse  de  las 
disposiciones  del  sultán. — Cumple  bien  su  comisi'''n,  y  recaba  la  amis- 
tad de  muchos  dattos.  —  Decide  el  gobierno  castigar  á  los  piratas 
ilar.os  y  la  manera  de  que  los  ingleses  abandonen  á  Balambangan. — 
Confiérese  esta  comisión  al  teniente  coronel  Cencelly,  marcándole 
instrucciones  concretas. — Falta  á  ellas,  va  á  Joló,  provoca  las  iras 
de  los  moros,  compromete  la  causa  de  España  y  da  lugar  á  que  los 
ingleses  exploten  á  su  favor  el  suceso. — Dispónense  los  joloanos  á  la 
resistencia,  y  se  niegan  á  tratar  con  Cencelly.  —  Regresa  este  impru- 
dente jt-fe  á  Zamboanga,  sostiene  grandes  cuestiones  con  el  gobeina- 
dor  de  la  plaza  y  procura  sublevarle  las  tropas.  —  La  prudencia  del 
gobernador  evita  una  colisión  entre  las  fuerzas  españolas,  y  comisio- 
na, además,  dos  oficiales  para  contrarrestar  en  Joló  los  perjuicios 
causados  por  Cencelly. 

Afanosos  los  ingleses  de  poseer  algún  territorio  en 
el  Archipiélago  joloano,  habían  conseguido  de  Banti- 
lan, aunque  no  sin  dificultad,  que  les  cediese  la  isla  de 
Balambangan,  proponiéndose  fundar  en  ella  un  estable- 
cimiento ó  factoría.  La  fortificaron  con  dos  sólidas  ba- 
terías paralelas,  que  dominaban  el  mar,  artilladas  con 
mucha  y  gruesa  artillería,  edificando  entre  ambas  la 
casa  dtl  gobernador  de  la  nueva  colonia. 

La  escasa  importancia  de  esta  isla  y  su  poca  salubri- 
dad, les  impulsó  á  solicitar  en  su  lugar  la  isla  de  Tan- 

22 


33B  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

dundalaga,  costa  N.  de  Borneo,  inmediata  á  la  resi- 
dencia de  aquel  sultán;  pero  él  se  opuso  enérgicamente 
á  la  vecindad  de  tan  molestos  huéspedes. 

Conocidos  estos  hechos  en  Madrid,  ordenó  el  Rey  re- 
forzar el  presidio  de  Zamboanga,  para  tenerle  dispuesto 
á  cualquier  evento. 

Al  evacuar  á  Manila  los  ingleses,  M.  Brereton  trans- 
portó á  Joló  en  el  buque  almirante  á  Ali-Mudin  y  á  su 
hijo  Israel,  confirmando  el  primero  la  cesión  que  de  di- 
cha isla  les  hiciera  Bantilan  en  17  de  Enero  de  1763. 
Muerto  éste,  y  no  queriendo  Ali-Mudin  ejercer  el  man- 
do á  causa  de  su  vejez,  abdicó  en  Israel.  Losjoloanos, 
entonces,  se  dividieron  en  dos  bandos,  uno  á  favor  de 
los  ingleses,  á  cuya  cabeza  estaba  el  datto  Zalicaya, 
generalísimo  del  mar,  y  otro  en  contra,  dirigido  por 
Israel  y  el  sultán  padre  (0. 

El  hijo  de  Ali-Mudin  había  participado  á  Carlos  III 
su  exaltación  al  trono,  y  el  monarca  español  le  felicitó 
por  sus  buenas  disposiciones  respecto  á  España  (2). 


(1)  "Los  ingleses,  observando  la  tempestad  que  les  amenazaba, 
consiguieron  desunir  á  los  dattos  á  fuerza  de  regalos  y  sobornos.  Sem- 
brar el  odio  contra  España  era  uno  de  sus  medios;  mas  el  salip,  ó  sea 
el  arzobispo  6  patriarca  de  los  moros,  anciano  marroquí  que  caminaba 
encorvado  con  la  ayuda  de  un  báculo,  pero  que  en  su  juventud  había 
sido  de  armas  tomar,  se  puso  de  nuestra  parte,  comparando  á  los  ingle- 
ses con  una  noche  tenebrosa  de  invierno,  precursora  de  desventuras,  y 
á  los  españoles  con  una  mañana  de  primavera,  que  convida  á  los  jorna- 
leros á  trabajar.» — {^Guerras  piráticas  de  Filipinas  centra  tnindanaos  y 
joloanos,  corregidas  é    ilustradas  por  D.   Vicente  Barrantes:    Madrid, 

1878.) 

(2)  Decía  Anda  al  Rey  acerca  de  esto: 

"El  referido  sultán  desea  vivamente  nuestra  amistad:  se  manifiesta 
sentido  de  que  no  se  respondiese  á  la  carta  que  su  padre  Fernando  I 
escribió  á  V.  M.,  y  él  mismo  escribe  ahora  la  adjunta,  en  que  intenta 


EN    MINDANAO,    JOlÓ    Y    BORNEO  339 

El  gobernador  de  Zamboanga,  D.  Raimundo  Espa- 
ñol, secundando  órdenes  emanadas  de  Manila  para  que 
procurara  asegurarse  de  las  disposiciones  del  sultán  por 
medio  de  una  persona  de  su  confianza,  confirió  este  en- 
cargo al  subteniente  sargento  mayor  de  dicho  presidio 
D.  Manuel  Alvarez,  algo  emparentado  con  el  sultán,  y 
muy  amigo  de  algunos  dattos  con  quienes  había  vivido 
en  Manila,  Le  acogieron  con  gran  franqueza  y  alegría, 
incluso  la  sultana,  que  le  acompañó  con  su  comitiva  á 
la  casa  que  le  fué  destinada,  obsequiándole  después  mu- 
cho. Es  curioso  el  que  para  sacar  Alvarez  más  fruto  de 
sus  gestiones  y  atraer  partidarios  al  bando  español,  uti- 
lizó su  habilidad  en  el  baile,  dando  lecciones  de  minué 
y  paspié  á  la  sultana,  princesas  y  dattos,  locamente 
aficionados  á  estos  ejercicios. 

Cincuenta  y  tres  días  permaneció  Alvarez  en  Joló,  y 
•durante  ellos  celebró  muchas  conferencias  con  el  sultán 
y  los  dattos,  estipulando  mutuas  concesiones,  pero  me- 
diante la  protección  de  España  y  con  exigencias  no  to- 
das admisibles. 

A  su  regreso  le  acompañaron  á  Zamboanga  varios 
dattos,  para  realizar  de  paso  negocios  de  comercio. 

El  gobernador  de  la  plaza,  con  sus  acertadas  medi- 
das, logró  contener  á  los  piratas  ilanos,  apostando  bar- 
cos en  la  contra-costa  de  Basilan.  En  una  ocasión  las 
dos  falúas  y  ocho  vintas  allí  destinadas  echaron  á  pique 
cinco  pancos,  de  i3  que  salieron  á  probar  fortuna. 

ponerse  bajo  la  real  protección  de  V.  M.  y  establecer  alianza  con  este 
gobierno,  á  cuyo  fin  piensa  despachar  embajador  á  Manila,  etc.. 

El  sobrescrito  de  la  carta  del  sultán  de  Joló,  era:  "AI  victorioso  gran 
monarca  del  mundo  y  felicísimo  emperador  de  las  Indias,,,  y  su  conte- 
nido estaba  en  lengua  persiana,  según  el  traductor.  El  original  se  halla 
en  el  archivo  de  Alcalá,  legajo  2.849.  (Véase  el  Apéndice,  pág.  42.) 


34°  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

La  estancia  de  los  ingleses  en  el  territorio  joloano- 
era  sobrado  molesta  para  que  el  gobierno  de  España 
pudiera  avenirse  á  sufrirla.  Anda,  de  acuerdo  con  el 
gobernador  de  Zamboanga,  dispuso  el  envío  de  una  ex- 
pedición á  Balambangan,  y  creyendo  acertar,  confiere 
misión  tan  delicada  al  italiano  D.  Juan  Cencelly,  te- 
niente coronel  de  uno  de  los  regimientos  de  infantería 
de  Manila. 

Con  arreglo  á  las  instrucciones  que  se  le  dieron,  de- 
bería dirigirse  por  entre  las  islas  de  los  Mosquitos  y  Pi- 
lar á  castigar  á  los  piratas  ilanos  de  la  islita  llamada 
Cagayán  de  Joló,  próxima  á  Balambangan,  yendo  á 
caer,  como  por  casualidad,  al  establecimiento  inglés. 
Encargósele  que,  una  vez  en  este  punto,  oficiara  al  jefe 
de  la  fuerza,  extrañando  verlos  establecidos  en  una  isla, 
sujeta  al  dominio  de  España,  debiendo  prevenirles  que 
la  evacuasen. 

Se  le  prohibió  hacer  uso  de  la  fuerza,  y  sí  sólo  ame- 
nazar con  que  el  gobierno  de  España  protestaría  cerca 
del  de  la  Gran  Bretaña  por  semejante  violación.  A  la 
vez  se  le  previno  que  levantara  los  planos  de  sus  forta- 
lezas y  de  los  fondeaderos  de  la  isla,  pasando  seguida- 
mente á  Joló  á  entregar  al  sultán  los  pliegos  reserva- 
dos que  le  daría  el  gobernador  de  Zamboanga,  sin  per- 
juicio de  hacer  el  corso  contra  todos  los  enemigos  que  á 
su  paso  hallara,  excepción  hecha  de  los  vasallos  del 
sultán  de  Joló  y  los  subditos  mindanaos  del  príncipe 
Quibad  Zajarial,  á  la  sazón  en  paz  con  España. 

En  Joló,  después  de  exponer  al  sultán  y  á  los  dattos 
lo  improcedente  de  la  concesión  hecha  á  los  ingleses, 
debería  pactar  la  libre  entrada  de  los  joloanos  en  los 
puertos  españoles  y  de  éstos  en  los  de  Joló,  y  el  envío 
de  fuerzas  á  la  capital  por  si  necesitaban  su  auxilio  para 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  34I 

arrojar  á  los  ingleses  de  su  territorio,  asegurándoles  que 
en  manera  alguna  se  inmiscuirían  en  su  gobierno  in- 
terior. 

También  les  debía  proponer  que  fuese  un  datto  á 
Manila  para  representar  á  su  país,  en  cuyo  caso  pasaría 
un  jefe  español  con  igual  cargo  cerca  del  sultán;  y  dié- 
ronsele,  en  resumen,  amplias  instrucciones  encamina- 
das á  afirmar  la  armonía  y  buena  inteligencia  que  tan 
conveniente  era  en  aquellas  circunstancias.  Las  instruc- 
ciones de  Anda  están  fechadas  el  17  de  Abril,  y  las  de 
Español  el  29  de  Diciembre  de  1773.  Español  convino 
€on  Cencelly  en  participar  al  sultán  de  Joló  el  próximo 
arribo  de  dicho  jefe  á  su  corte,  pasados  seis  días  de  su 
salida  de  Zamboanga,  para  que  el  factor  inglés  en  Joló, 
M.  Coll,  no  estorbase  los  planes  expresados  si  se  ente- 
raba con  sobrada  anticipación,  puesto  que  lo  avisaría  á 
Balambangan. 

El  3o  se  hizo  Cencelly  á  la  mar  en  la  galera  Santa 
Teresa,  con  las  dos  galeotas  San  Clemente  y  Soledad, 
bien  pertrechadas,  con  buena  tripulación  y  provistas 
abundantemente  de  provisiones  para  dos  meses.  Lleva- 
ba por  segundo  á  D.  Rafael  Franco,  capitán  de  su  re- 
gimiento; por  almirante,  al  capitán  de  marina  D,  Ig- 
nacio de  Larra,  y  por  mayor  de  órdenes,  al  teniente 
de  su  mismo  cuerpo,  D,  Francisco  Bayot.  En  lugar  de 
cumplir  las  instrucciones  recibidas,  marchó  directa- 
mente á  Joló,  con  pretexto  de  reponer  el  agua  que  de- 
cía le  faltaba  (1),  á  cuya  rada  llegó  el  4  de  Enero  de 
1774.  Aunque  el  sultán  no  había  tenido  aviso  alguno. 


(1)  De  acuerdo  con  Cencelly,  el  teniente  D.  José  Aviles  hizo  de- 
rramar el  agua  que  llevaba  á  bordo,  y  que  los  oficiales  se  quejasen  del 
mal  estado  de  los  víveres. 


342  HISTORIA   DE   LA    PIRATERÍA 

se  dispuso  á  recibir  cortesmente  al  jefe  de  la  escuadra; 
pero  al  ver  que  no  daba  fondo  ni  saludaba  á  su  bande- 
ra, sospecharon  mal  los  joloanos  de  aquellos  buques. 
Para  salir  de  dudas,  envió  el  sultán  uno  de  sus  oficiales 
á  enterarse  del  objeto  de  su  visita,  y  la  respuesta  que 
obtuvo  fué  que  ya  el  gobernador  de  Zamboanga  le 
mandaría  á  decir  las  grandes  novedades  que  ocurrían. 

Esta  extraña  respuesta  y  el  hecho  de  continuar  los 
buques  su  rumbo  con  dirección  á  otras  islas  del  inte- 
rior, hÍ20  temer  un  desembarco,  y  comenzaron  en  el 
instante  sus  preparativos  de  defensa.  Los  ingleses  ex- 
plotaron el  suceso,  exagerando  las  intenciones  de  los- 
españoles  para  incitar  á  los  joloanos  á  la  resistencia. 
El  sultán  dudaba  que  dichos  barcos  llevasen  ningún 
intento  hostil,  y  así  lo  manifestó  en  la  junta;  pero  tuvo 
que  ceder  ante  las  acusaciones  del  bando  inglés,  pues 
hasta  lo  tuvieron  por  traidor.  Los  feroces  guimbas  ba- 
jaron de  los  montes;  los  chinos,  que  en  número  de 
4.000  residían  en  joló  desde  su  expulsión  de  Manila  en 
1758,  se  apercibieron  para  la  lucha,  formando  un  cuer- 
po de  ejército,  y  los  naturales  y  renegados  otro,  dedi- 
cándose con  ardor  á  poner  la  plaza  en  pie  de  guerra. 

Llega  en  esto  á  Joló  el  notario  eclesiástico  de  Zam- 
boanga, D.  Graciano  de  Rojas,  con  los  pliegos  del  go- 
bernador de  Zamboanga,  anunciando  el  próximo  arribo 
de  Cencelly,  y  los  ánimos  se  tranquilizan  un  tanto;  pe- 
ro la  reaparición  de  su  escuadra  y  el  haber  apresado  en 
la  misma  ría  á  una  barca  joloana,  infunde  nuevas  sos- 
pechas y  hace  pensar  que  sus  intenciones  son  realmen- 
te hostiles. 

Fondea  la  pequeña  flota  frente  á  Joló,  fuera  de  tiro 
de  cañón,  en  la  isla  llamada  Huerta  del  Rey,  dejando 
transcurrir  todo  el  día  sin  dirigir  los  saludos  correspon- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  343 

dientes  ni  ninguna  otra  señal  de  deferencia  á  la  plaza. 
Al  siguiente  destaca  una  lancha  á  hacer  aguada,  y  al 
atracar  á  la  playa,  se  lanzaron  los  moros  sobre  sus  tri- 
pulantes, que  hubieran  perecido  á  manos  de  la  turba 
amotinada  á  no  haberlo  impedido  los  dattos  Ali-Mudin, 
Manancha,  Moloc  y  Teteng,  pertenecientes  al  partido 
español. 

Entonces  desembarcaron  los*  oficiales  D.  Rafael 
Franco,  D,  Ignacio  Saavedra  y  D.  Francisco  Bayot, 
para  pedir  satisfacción  de  aquella  agresión;  pero  el  con- 
sejo de  los  dattos  replicó  que  la  conducta  irregular  de 
su  jefe  á  ello  había  dado  margen,  y  que  sus  mismos 
oficiales,  antes  de  cumplir  el  encargo  que  llevaban,  ha- 
bían estado  comerciando  en  el  barrio  chino;  que  se 
volviera  á  Zamboanga,  y  que  desde  allí  evacuase  su  co- 
misión. 

Cencelly  trató  de  ir  á  tierra,  disculpándose  con  la 
torpeza  de  Español  en  no  dar  antes  aviso  de  su  llega- 
da; pero  no  quisieron  consentirlo  ni  oirle,  mandándole 
á  decir  que  Español  no  hubiese  procedido  de  este  modo. 

A  no  estorbarlo  sus  oficiales,  es  seguro  que  Cencelly 
emplea  la  fuerza  al  recibir  tal  respuesta.  Mas  no  por 
eso  cambió  de  táctica,  sino  que  escribió  á  un  chino  co- 
nocido suyo,  llamado  Manuel  Rubio  Unsay,  que  le 
mandara  doce  moras  para  él  y  sus  oficiales,  esperando 
que,  al  enterarse  de  su  carta  el  sultán  y  los  dattos,  le 
darían  motivo  para  apelar  á  las  armas. 

La  incalificable  conducta  de  Cencelly,  inspirada  por 
antiguas  rivalidades  con  Español,  y  en  odio  á  sus  pla- 
nes, puso  en  grave  compromiso  al  sultán  y  á  los  parti- 
darios de  España,  pues  el  pueblo  en  masa  se  amotinó 
clamando  guerra  contra  los  españoles.  Armáronse  has- 
ta los  habitantes  de  las  islas  circunvecinas,  dirigidos 


344  HISTOKIA    DE    LA.    PIRATERÍA 

por  los  ingleses,  y  por  do  quiera  se  escuchaban  impreca- 
ciones y  gritos  de  guerra  y  venganza  contra  España. 
En  Tandundalaga  y  en  Sibuyan  levantaron  nuevas  for- 
talezas, bajo  la  dirección  del  factor  inglés  y  del  datto 
Zarapudin,  artillándolas  con  un  cañón  de  á  36,  cinco 
de  á  i6,  diez  de  á  12,  diez  de  á  8,  cuatro  de  á  6,  cua- 
tro de  á  4,  y  otros  varios  de  inferior  calibre.  El  inglés 
M.  Brun,  que  había  servido  en  el  ejército  de  su  país, 
fué  encargado  de  la  defensa. 

Aún  trató  Cencelly  de  que  los  dattos  suscribieran  un 
testimonio  á  favor  suyo  y  en  contra  del  gobernador  de 
Zamboanga;  mas  el  sultán  hizo  pedazos  el  escrito  á 
vista  del  emisario  de  aquel  imprudente  jefe.  Cencelly 
levó  anclas  entonces  y  regresó  á  Zamboanga  (24  de 
Enero),  al  cabo  de  veinticinco  días  tan  neciamente 
empleados,  fracasando  así  los  proyectos  relativos  á  Ba- 
lambangan.  Desembarcó  la  tropa  que  con  él  iba,  sin 
contar  para  nada  con  el  gobernador,  y  se  negó  á  pre- 
sentarle su  diario  de  operaciones  (1). 

(1)  Este  diario  original,  cuya  fecha  es  de  Zamboanga  á  l6  de  Abril 
de  1774,  obra  en  el  archivo  de  Alcalá,  legajo  2845,  cuyo  titulo  es: 
"1744-  Expedición  para  la  colonia  inglesa  de  Balatnl>angan,  yola  y 
Zamboanga, „  remitido  en  comunicación  de  igual  fecha  al  conde  de 
Aranda,  al  que  llama  Cencelly  en  sus  cartas  su  protector.  En  una  de  20 
de  Marzo  del  citado  año,  se  firma  "su  recluta, „  y  en  ella  calumnia  al 
gobernador  de  Zamboanga. 

En  el  mismo  legajo  existen  copias,  autorizadas  por  Cencelly,  de  las 
cartas  dirigidas  por  él  al  sultán  de  Joló,  á  algunos  dattos  y  al  goberna- 
dor de  Zamboanga,  y  de  las  contestaciones  respectivas,  cuyas  copias 
fecha  el  18  de  Abril  de  1774.  Podrá  formarse  idea  de  esta  correspon- 
dencia por  las  tres  cartas  siguientes: 

"Muy  señor  mío:  Con  harto  dolor  escribo  esto  á  V.  S.,  pero  me  es 
preciso  declararme,  porque  en  la  Junta  que  se  hizo  anoche  y  lo  que  sa- 
lió por  dictamen  de  mis  consejeros,  era  que  V.  S.  se  retirase  primero 
para  el  presidio  de  Zamboanga,  y  desde   allí   hará  V.  S.    un   despacho 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  345 

Lejos  de  arrepentirse  ó  de  reconocer  su  conducta  im- 
política, aún  sostuvo  con  Español  graves  contiendas, 
faltando  á  la  subordinación  y  á  toda  clase  de  conside- 

para  este  reino,  avisándome,  y  á  todos  los  de  mi  consejo,  para  su  veni- 
da á  este  reino.  Sobre  este  particular,  sin  duda  ninguna,  será  V.  S.  re- 
cibido con  aquellos  honores  que  se  debe  recibir  como  á  segunda  perso- 
na del  muy  ilustre  señor  y  capitán  general  de  las  islas:  esto  se  lo  supli- 
co á  V.  S.  haga  por  mí,  para  que  quede  yo  sano  entie  los  míos,  y  no 
me  culpen  en  algún  modo,  pues  de  éste  mi  reino  me  tienen  algunas  sos- 
pechas: couío  me  crié  entre  los  españoles,  dicen  que  soy  apasionado  co- 
mo criado  entre  ellos;  y  así,  vuelvo  á  suplicar  á  V.  S.  haga  esto  para  que 
las  cosas  vuelvan  en  su  lugar,  pues  que  contemplo  esto  muy  descom- 
puesto.— Reino  de  Jólo  y  Enero  6  de  1774. — B.  L.  M.  de  V.  S.  quien 
desea  servirle. — El  sultán,  Muhamad  Israel.  —  (Sello. )„ 
Respuesta. 

"Señor:  Mi  más  venerado  señor,  amigo  y  hermano:  Doy  á  V.  A.  las 
gracias  por  lo  mucho  que  nos  favorece  y  ha  hecho  por  los  españoles,  y 
espero  que  todcs  esos  señores  queden  muy  satisfechos  de  nuestra  amis- 
tad, que  nos  será  favorable  á  todos. 

„Deseo  cuanto  antes  dar  un  abrazo  á  V.  A.  y  todos  mis  oficiales,  y 
se  ofrecen  á  la  disposición  de  V.  A.  y  mi  señora  la  sultana.  Deseo  á 
V.  A.  la  más  perfecta  salud,  ínterin  ruego  á  Dios  le  guarde  muchos 
años. — A  bordo  de  la  Capitana,  7  de  Marzo  de  1774.— M.  I.  S.— Señor: 
j...in  Cencelly.„ 

"Muy  scñcr  mío:  Ahí  va  mi  primo  el  príncipe  Teting  en  lugar  de  mi 
persona,  para  que  se  vea  con  V.  S.,  en  señal  de  que  todavía  hay  com- 
posición de  las  cosas  de  nuestra  amistad,  que  los  de  este  reino  tiran  á 
perderla,  persuadidos  de  unos  hombres  mal  intencionados,  y  lo  declaro 
á  V.  S.  que  son  los  ingleses  que  están  acá  infundiendo  á  los  daltos  el 
no  consentir  á  los  españoles  que  estén  en  este  reino,  dando  dádivas  á 
los  que  puedan  perturbarlos.  Suplico  á  V.  S.  que  el  capitán  D.  Ignacio 
Saavedra  vuelva  otra  vez  con  el  mismo  mi  primo  para  todo  el  día  de 
mañana,  para  ver  en  qué  paran  las  cosas,  y  que  yo  escribiré  todo,  á  fin 
de  que  V.  S.  quede  inlel.'genciado. — Dios  nuestro  Señor  guaide  á  V.  S. 
muchos  años. — Reino  de  Joló,  Enero  8  de  1774- — B.  L.  M.  de  V.  S.  su 
afectísimo  amigo,  el  sultán  Muhamad  Israel. — (Sello.) — Señor  teniente 
coronel  D.  Juan  Cencelly.„ 


34^  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

raciones,  miramientos  y  conveniencias,  prevalido  de 
su  poder  y  apoyado  en  las  tropas  que  mandaba,  cuyos 
vicios  consentía  por  tenerlas  de  su  '  parte,  y  merced 
también  á  la  prudencia  del  gobernador  de  Zamboan- 
ga,  que  quiso  evitar  el  tristísimo  espectáculo  de  un 
combate  entre  soldados  hermanos.  Español  mandó  in- 
mediatamente á  Joló  á  D.  Ignacio  Saavedra  y  á  Don 
Alonso  de  Castilla  (8  de  Febrero),  con  encargo  de 
dar  satisfacción  al  sultán  por  lo  ocurrido.  Estos  ofi- 
ciales fueron  muy  agasajados  por  los  dattos  amigos, 
pero  no  lograron  calmar  la  efervescencia  de  los  joloa- 
nos,  estando  los  ánimos  excitados  contra  los  españoles 
con  motivo  de  la  torpe  conducta  de  Cencelly,  hábilmen- 
te explotada  por  los  ingleses,  á  pesar  de  las  afectuosas 
cartas  de  Español.  El  insensato  Cencelly  procuró  su- 
blevar á  los  soldados  contra  Español,  pero  no  pudo 
conseguir  su  menguado  intento. 

En  una  ocasión  en  que  los  presidiarios  y  aun  los  sol- 
dados se  habían  insubordinado,  pidió  Español  á  Cen- 
celly el  auxilio  de  las  tropas  de  su  mando,  conforme  co- 
rrespondía; pero  este  indigno  jefe  le  contestó  de  oficio, 
diciéndole  que  el  único  auxilio  que  le  podía  dar  era  el 
de  una  moza  de  tres  que  tenía  de  diferentes  colores  (i). 

(l)  Las  consideraciones  del  autor  anónimo,  cuyo  manuscrito  iia  co- 
rregido y  publicado  el  erudito  Sr.  Barrantes  en  su  obra  Guerras  piráticas 
de  Filipinas,  relativas  al  mal  comportamiento  de  Cencelly,  se  ajustan  á 
la  verdad  de  los  hechos,  según  hemos  tenido  ocasión  de  comprobar  por 
los  documentos  originales  que  existen  en  el  archivo  de  Alcalá. 


CAPITULO  XXII. 

La  severidad  de  los  ingleses  con  los  dattos  joloanos  atrae  sobre  aquéllos 
grande  enemistad. — Impone  el  gobernador  de  Balambangan  un  castigo 
al  datto  Teteng,  y  jura  vengarse.  —  Concierta  con  sus  parientes  y  ami- 
gos sorprender  la  colonia  inglesa. — Consigue  su  intento. — Son  muer- 
tos la  mayoría  de  los  ingleses,  y  se  apodera  Teteng  de  un  gran  botín. 
— Los  joloanos,  temerosos  de  la  venganza  de  Inglaterra,  desaprueban 
lo  hecho  por  aquel  datto. — En  vista  del  completo  triunfo  de  Teteng 
y  de  su  liberalidad  en  compartir  con  el  sultán  y  sus  consejeros  el  bo- 
tín, celebran  alegremente  su  victoria. — Procura  Teteng  vender  en 
Zamboanga  varios  efectos,  envía  un  regalo  al  gobernador  y  ello  sirve 
de  pretexto  á  Cencelly  para  sostener  nuevas  polémicas  con  Español. 
— Las  representaciones  de  uno  y  otro  al  gobernador  de  las  islas,  le 
deciden  á  relevar  al  gobernador  de  Zamboanga. — Cencelly  provoca 
también  á  Bayot,  sucesor  de  aquél,  regresando  al  cabo  á  Manila  por 
haber  ascendido  á  coronel. — Envían  los  ingleses  un  buque  á  Joló  á 
reclamar  los  efectos  abandonados  en  Balambangan,  pero  se  retira  sin 
conseguir  su  objeto. — Los  sultanes  de  Molucas  entablan  relaciones  de 
amistad  con  Bayot. — Intenta  Teteng  sorprender  á  Zamboanga,  mas 
al  verse  descubierto  disimula  su  proyecto. — Marcha  sobre  Cebú  y 
comete  en  la  isla  grandes  desmanes. 

La  dureza  y  descortesía  con  que  los  ingleses  trata- 
ban en  Balambangan  á  los  dattos,  y  el  hecho  de  haber 
metido  de  cabeza  en  un  cepo  al  revoltoso  Teteng,  con- 
citaron las  iras  de  los  joloanos  contra  tan  despóticos 
señores.  Teteng  juró  vengarse,  y  fraguó  secretamente, 
con  prudencia  y  sagacidad,  un  complot  para  sorpren- 
derlos y  asesinarlos.  Auxiliado  por  el  datto  Dacula,  pri- 
mo suyo;  por  el  datto  Tumango  Isaac,  y  por  otros  pa- 
rientes, amigos  y  servidores,  cuyo  número  no  bajaba 


348  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

de  3oo,  cayeron  cautelosamente  sobre  la  fortaleza  en  la 
noche  del  5  de  Marzo  de  1775,  atacándola  con  furia  y 
poniéndola  fuego.  Los  ingleses  estaban  desprevenidos, 
y  á  excepción  del  gobernador  y  cinco  individuos  que 
pudieron  embarcarse  en  un  bote  y  ganar  un  bergantín, 
los  restantes  pagaron  el  descuido  con  la  vida  (1).  El  go- 
bernador de  la  colonia,  aterrado,  mandó  largar  velas  y 
pudo  escaparse,  dejando  en  poder  de  los  moros  cuan- 
tiosas municiones,  barcos,  utensilios,  dinero,  armas  y 
pertrechos  de  todo  género,  y  una  barca,  un  bergantín, 
dos  pontines,  45  cañones,  25o  fusiles,  200  quintales  de 
pólvora,  22.000  balas,  35  pistolas,  hierro,  clavazón, 
plomo,  estaño,  oro  en  barras  y  24.000  pesos  en  plata. 

Al  saberse  este  suceso  en  Jo!ó  (9  de  Marzo),  el  con- 
sejo de  los  dattos  desaprobó  lo  hecho  por  Teteng  y  lo 
declaró  indigno  de  sus  títulos,  temiendo  la  venganza  de 
los  ingleses;  pero  pasado  el  terror  de  los  primeros  días, 
y  en  vista  del  cuantioso  botín  recogido  por  Teteng, 
quien  lo  compartió  generosamente  con  el  sultán  y  los 
dattos,  el  temor  y  la  enemistad  se  tornó  en  plácemes  y 
agasajos,  celebrando  gozosos,  con  fiestas  públicas  y 
báquicas  orgías,  la  expulsión  de  aquellos  molestos  ve- 
cinos. 

El  factor  inglés  Coll  y  algunos  compatriotas  suyos  se 
fugaron  de  Joló  en  un  champán  chino,  mas  el  segundo 
factor  que  quedó  en  la  isla  murió  de  miedo  al  verse  solo 
y  saber  lo  de  Balambangan. 

El  sultán,  en  carta  escrita  al  gobernador  de  Zam- 
boanga,  de  acuerdo  con  el  consejo  de  los  dattos,  de- 

(1)  En  un  iirincipio  eran  400  los  que  ocupaban  á  Balambangan,  en- 
tre ingleses  y  cipayos;  pero  el  clima  los  redujo  á  75  soldados  de  infan- 
tería y  25  de  aitilleiia,  un  gobernador,  un  sargento  mayor,  un  coman- 
dante del  fuerte  y  varios  oficiales  y  subalternos. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  349 

mandaba  la  protección  de  España  para  en  el  caso  de 
que  los  ingleses  atacasen  á  Joló  en  venganza  de  lo  acae- 
cido en  Balambangan,  invocando  el  tratado  de  1737, 
que  precisamente  excluía  á  las  naciones  europeas  de  la 
alianza  ofensiva  y  defensiva  por  él  estipulada,  como 
Español  lo  hizo  saber  al  consejo  joloano. 

Teteng  escribió  al  gobernador  de  Zamboanga  noti- 
ciándole su  hazaña,  pero  no  la  atribuía  á  venganza  per- 
sonal, sino  á  que  los  ingleses  se  mofaban  del  sultán, 
llamándole,  en  presencia  suya  y  de  otros  dattos,  raíz 
de  camote. 

Solicitaba  de  paso  que  le  permitiera  expender  en 
Zamboanga  su  botín,  y  para  predisponerlo  en  favor 
suyo,  enviaba  como  regalo  una  pieza  de  paño  azul  y 
otra  de  grana  para  uniformes. 

Cencelly,  que  no  había  cesado  de  provocar  á  Espa- 
ñol por  mil  diversos  medios,  tomó  pretexto  de  este  re- 
galo para  sostener  con  él  nuevos  altercados;  y  tales  y 
tantas  fueron  las  quejas  elevadas  á  Manila  por  uno  y 
otro,  que  el  gobernador  general  relevó  á  Español  del 
mando  que  desempeñaba,  aunque  fundando  la  medida 
en  que  había  cumplido  el  tiempo  reglamentario  (•).  Le 
sustituyó  el  teniente  coronel  D.  Juan  Bayot  (6  de  Junio 
de  1775),  quien  también  tuvo  que  sufrir  las  rivalidades 
de  Cencelly,  hasta  que  llegó  orden  de  que  fuese  éste  á 
Manila  á  tomar  posesión  de  su  ascenso  á  coronel  del 
regimiento  del  Rey,  ascenso  inmerecido,  puesto  que 
debió  sometérsele  á  un  proceso  que  pusiera  en  claro  su 
conducta;  lenidad  que  no  se  explica,  toda  vez  que  con 

(1)  El  20  de  Abril  de  1765  da  cuenta  Cencelly  al  gobernador  de  las 
islas  de  lo  ocu.rido  en  Balambangan,  y  pide  le  encargue  de  dirigir  una 
expedición  contra  Joló,  procurando  en  su  escrito,  como  siempre,  hacer 
el  mayor  daño  posible  á  Español. 


350  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

SU  torpe  proceder  creó  en  Joló  el  más  violento  estado 
de  cosas  contra  la  causa  de  España,  frustrando  los  pro- 
yectos relativos  á  Balambangan. 

Es  posible  que  influyera  en  ello  el  que  los  joloanos 
habían  resuelto  por  sí  mismos  la  cuestión  principal  arro- 
jando de  allí  á  los  ingleses.  Éstos  mandaron,  á  princi- 
pios de  Julio,  un  buque  á  reclamar  los  efectos  que  aban- 
donaran en  Balambangan,  y  á  que  se  les  posesionase 
nuevamente  de  la  isla;  pero  al  cabo  de  cinco  días  de 
inútiles  gestiones,  dejó  dicho  buque  las  aguas  de  Joló 
sin  conseguir  nada. 

Con  la  marcha  de  Cencelly  á  Manila  pudo  el  gober- 
nador de  Zamboanga  dedicarse  á  asuntos  de  su  come- 
tido, consiguiendo  restablecer  la  buena  armonía  con 
los  pueblos  vecinos. 

El  sultán  de  Molucas  y  de  la  isla  de  Bachanan,  Sa- 
judin,  solicitó  su  amistad  por  mediación  del  hijo  del 
sultán  de  Ternate,  Jaddic,  cuyo  enviado  pactó  con  Ba- 
yot  relaciones  comerciales,  obsequiándole  con  dos  picos 
de  nuez  moscada,  dos.  macetas  de  la  misma  especie  y 
de  clavo  y  un  precioso  loro. 

También  los  mindanaos  mandaron  un  emisario  á 
cumplimentar  á  Bayot,  ofreciendo  el  príncipe  Quibad 
perseguir  á  los  piratas  llanos  y  á  los  joloanos,  por  ser 
quienes  los  protegían. 

El  buen  éxito  de  la  sorpresa  de  Balambangan  sugirió 
á  Teteng  la  idea  de  probar  igual  fortuna  con  respecto 
á  Zamboanga,  á  cuya  plaza  fué  con  4  pancos  y  3o  vin- 
tas,  tripuladas  por  440  hombres.  Las  precauciones 
adoptadas  por  el  gobernador  del  presidio,  de  antemano 
avisado,  frustró  la  empresa,  pretextando  después  Te- 
teng que  su  intención  era  hacer  operaciones  mercanti- 
les. A  su  salida  de  Zamboanga  puso  el  rumbo  hacia 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  35 1 

Cebú,  en  cuya  isla  cometió  horribles  atropellos,  regre- 
sando á  poco  con  los  frutos  de  su  pillaje,  sin  que  el  con- 
sejo de  los  dattos  atendiese  las  reclamaciones  del  go- 
bernador de  Zamboanga  ni  reprimiera  jamás  idénticos 
actos  de  vandalismo,  que  se  repitieron  bastante,  por 
dcvSgracia,  durante  los  últimos  años  de  la  segunda  épo- 
ca en  que  el  insigne  Anda  ejerció  el  mando  superior  de 
Filipinas, 

Este  eminente  patricio,  en  carta  de  3o  de  Noviem- 
bre de  1773,  había  expuesto  al  Rey  la  falta.de  recursos 
para  construir  galeotas;  y  como  consecuencia  de  ella, 
por  Real  orden  de  27  de  Enero  de  1776,  dictada  á  pro- 
puesta del  Consejo  de  Indias,  se  enviaron  á  Filipinas 
5o. 000  pesos,  aprobándose  las  Ordenan::as  de  corso. 


CAPITULO  XXIII. 

Depredaciones  de  los  moros  durante  el  gobierno  del  sucesor  de  Anda. 

—  Hace  construir  una  escuadrilla  de  vintas  para  perseguirlos. — Los 
partidarios  de  Ali-Mudin  11,  hijo  de  Bantilan,  envenenan  á  Israel  y 
aquél  ocupa  el  trono, — En  el  acto  renueva  la  guerra  contra  España. 

—  El  nuevo  gobernador  de  Filipinas,  Basco  y  Vargas,  declara  el  cor- 
so contra  los  jñratas,  hace  reparar  los  fuertes  de  Visayas  y  Mindanao 
y  establece  cuatro  divisiones  de  vintas. — El  capitán  Gómez  desaloja 
á  los  piraías  de  Mamburao. — Renace  el  comercio  entre  Visayas  y 
Lr.zón.  —  El  sultán  de  Joló  solicita  paces.  —  Brillante  campaña  de  Gó- 
mez contra  'os  moros  en  Burias  y  otros  puntos, — El  corregidor  de 
Misamis  obtiene  también  sobre  ellos  notables  ventajas. — Suceso  eró- 
tico de  un  datto  moro, — Creación  de  la  medalla  premio  al  valor. — 
Conquista  Basco  las  islas  Batanes,  y  mientras  tanto  cometen  los  mo- 
ros grandes  incursiones  en  las  Visayas.  —  Desmanes  de  los  piratas 
durante  el  gobierno  del  brigadier  Marquina.  —  Crueldad  de  los  moros 
en  Ajui  y  Barotac,  —  Muere  Ali-Mudin  11  y  le  sucede  Sarpudin.  — Su 
falacia.  —  En  su  época  aumenta  el  comercio  entre  Joló  y  Manila, 


A  la  muerte  del  ilustre  Anda  y  Salazar,  acaecida  el 
3o  de  Octubre  de  1776,  se  encargó  del  gobierno  de  Fi- 
lipinas el  teniente  de  rey  D.  Pedro  Sarrio,  Los  moros 
infestaban  más  que  nunca  nuestras  costas.  Tratóse  de 
tomar  alguna  providencia  contra  ellos,  previo  un  expe- 
diente que  fué  al  fiscal;  éste  pidió  se  comunicase  á  los 
oficiales  contadores;  de  aquí  pasó  al  asesor,  y  mientras 
transcurría  el  tiempo  en  idas  y  venidas,  los  moros  aso- 
laban el  país  impunemente.  Al  fin,  con  los  5o. 000  pe- 
sos mandados  librar  en  virtud  de  la  consulta  de  Anda, 
hizo  Sarrio  construir  una  escuadrilla  de  vintas,  embar- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  353 

caciones  que,  por  su  ligereza  y  poquísimo  calado,  eran 
más  á  propósito  para  la  persecución  de  los  piratas  que 
las  pesadísimas  galeras,  debiendo  además  llevar  pilotos 
de  la  Real  armada  para  reconocer  las  costas,  levantar 
planos  de  los  puertos,  señalar  los  bajos  y  escollos,  son- 
dar los  mares,  etc. 

El  sultán  de  Joló,  Israel,  fué  envenenado  por  los 
partidarios  del  hijo  de  Bantilan,  llamado,  como  su  tío, 
Ali-Mudin.  Este  entró  á  gobernar  á  principios  de  1778. 
Inmediatamente,  y  sin  previa  declaración  de  guerra  ni 
hostilidad  alguna  por  parte  nuestra,  emprendieron  de 
nuevo  los  moros  sus  excursiones  asoladoras  á  las  pro- 
vincias limítrofes  de  su  territorio. 

El  gobernador  propietario,  D.  José  de  Basco  y  Var- 
gas (28  de  Setiembre  de  1778),  declaró  el  corso  contra 
los  piratas;  determinación  que  no  dio  grandes  resulta- 
dos, porque  las  embarcaciones  de  los  mahometanos, 
como  antes  hemos  dicho,  nunca  llevan  efectos  de  va- 
lor, y  pocos  armadores  quisieron  utilizar  las  ventajas 
concedidas.  Hizo  reparar  los  fuertes  de  las  provincias 
de  Mindanao  y  de  Visayas,  renovando  su  artillería,  y 
mandó  construir  en  Cavite  una  galeota  y  seis  vintas. 

Formó  después  cuatro  divisiones  en  Cebú,  Iloilo, 
Zamboanga  y  Calamianes,  puntos  desde  los  cuales  se 
podía  acudir  más  prontamente  á  castigar  las  correrías 
de  los  piratas. 

El  9  de  Diciembre  del  citado  año,  fué  el  valeroso 
capitán  de  la  marina  sutil,  D.  José  Gómez,  á  la  punta 
de  Mamburao,  isla  de  Mindoro,  á  desalojar  de  allí  á  los 
piratas  establecidos  tiempo  hacía  en  su  fuerte. 

Incendió  sus  pueblos  y  embarcaciones  y  taló  las  se- 
menteras. 

Contenidos  los  piratas  por  las  eficaces  medidas  del 

23 


354  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

gobernador  general,  comenzó  á  tomar  bríos  el  comer- 
cio, y  sólo  de  Samar,  cuyo  tráfico  con  Manila  estaba 
paralizado  por  más  de  diez  años,  fueron  á  la  capital  48 
caracoas  en  el  de  1779. 

El  sultán  de  Joló  se  humilló  á  pedir  paces  á  Basco 
en  1781  por  medio  de  una  humilde  carta,  y  á  la  par 
devolvía  una  balandra  apresada  cerca  de  Antique  por 
un  valeroso  datto,  declarándola  espontáneamente  mala 
presa,  hecho  inusitado  entre  los  piratas. 

En  1782  el  capitán  Gómez  hizo  una  valiente  cam- 
paña en  las  aguas  de  Burlas,  apresando  y  destruyendo 
bastantes  embarcaciones  piratas. 

Se  impuso  de  tal  modo  á  los  moros  por  su  extraor- 
dinario valor,  que  huían  despavoridos  al  oir  su  nombre. 

El  corregidor  de  Misamis,  D.  Jerónimo  Sacristán, 
logró  coger  y  echar  á  pique  i5o  embarcaciones,  liber- 
tando muchos  cautivos  y  haciendo  prisioneros  á  dos 
caciques  moros.  También  los  alcaldes  mayores  de  Sa- 
mar, Iloilo  y  Albay,  les  infirieron  el  mayor  daño  po- 
sible. 

Como  suceso  curioso,  consignaremos  que  un  titulado 
príncipe  moro,  el  datto  Ilim,  á  poco  de  establecido  en 
Iloilo,  pasó  á  Manila  en  seguimiento  de  una  principala 
del  pueblo  de  Ajui,  de  quien  estaba  enamorado.  Para 
poder  casarse  con  ella,  abjuró  sus  creencias,  recibiendo 
al  bautizarle  el  nombre  de  José  Mariano  del  Carmen. 
Efectuado  el  enlace  que  tanto  ambicionaba,  prestó  tan 
buenos  servicios  en  persecución  de  los  piratas,  que  fué 
agraciado  con  el  empleo  de  capitán  de  marina,  siendo 
fiel  á  la  causa  de  España  hasta  su  muerte. 

Basco  instituyó  una  medalla  de  premio  al  valor,  con- 
decorando con  ella  primeramente  al  alcalde  de  Albay, 
D.  Pedro  Esteban,  por  sus  triunfos  contra  los  moros. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  355 

La  adquisición  de  las  islas  Batanes,  hecho  de  armas 
que  valió  á  Basco  el  título  de  marqués  de  la  Conquista, 
distrajo  algún  tanto  las  fuerzas  destinadas  á  la  perse- 
cución de  los  piratas.  Estos  cautivaron  á  muchos  infe- 
lices indios  en  las  costas  de  Calamianes,  Iloilo  é  isla 
de  Negros,  Solamente  de  los  pueblos  de  Jimamaylan  y 
Binalbagan  extrajeron  i3o  cautivos,  reduciendo  á  ce- 
nizas ambos  pueblos  (1785).  Dicha  armadilla,  unida  á 
otras,  que  en  total  sumaban  95  velas,  después  de  pira- 
tear por  las  costas  de  Zamboanga,  quemó  en  Calamia- 
nes el  pueblo  de  Dumaran.  Hasta  en  las  aguas  de  Bu- 
lacán  cautivaron  los  atrevidos  piratas  un  parao,  proce- 
dente de  Abucay. 

Al  regreso  de  Basco  á  España,  quedó  de  nuevo  al 
frente  del  gobierno  D.  Pedro  Sarrio.  Hizo  formar  un 
estado  de  lo  que  costaba  en  Mindanao  y  Visayas  el 
sostenimiento  de  los  fuertes,  embarcaciones  y  sus  tri- 
pulantes, resultando  que  se  invertían  en  tales  atencio- 
nes I0I.300  pesos  al  año. 

Durante  el  gobierno  del  brigadier  D.  Félix  de  Mar- 
quina  (1788  á  1793),  los  moros  cometieron  grandísimos 
desmanes,  permaneciendo  nuestra  marina  casi  á  la  de- 
fensiva. 

En  1789  escribió  al  Rey  el  gobernador,  diciendo  que 
la  guerra  constante  délos  malayo-mahometanos  «era 
un  mal  sin  remedio.» 

Mientras  que  en  la  capital  de  las  islas  se  tramitaba 
un  interminable  expediente  incoado  por  el  gobernador 
de  Iloilo,  D.  Juan  Suárez,  para  las  atenciones  de  perso- 
nal y  material  de  las  vintas,  los  moros  corrían  á  sangre 
y  fuego  las  provincias. 

En  Ajui  y  Barotac  cautivaron  á  más  de  400  perso- 
nas, con  la  crueldad  de  arrojar  al  agua  á  los  niños  de 


356  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

pecho.  El  alcalde  D.  Francisco  Bayot,  expuso  al  go- 
bierno, con  toda  energía,  la  necesidad  de  reparar  la  ar- 
madilla,  y  al  efecto,  acompañó  un  reglamento  para  que 
los  gastos  precisos  corrieran  de  cuenta  de  la  Hacien- 
da, siendo  aprobado  en  junta  de  autoridades  de  20  de 
Setiembre  de  1790. 

Mahomet  Sarpudin,  elegido  sultán  á  la  muerte  de 
Ali-Mudin  II,  fué  tan  artero  y  falaz  como  todos  sus 
antecesores,  pues  protestando  de  su  buena  fe  pública- 
mente, disponía  en  secreto  diversas  expediciones  de  pi- 
ratas llanos  contra  los  buques  mercantes,  algunos  de 
los  cuales  apresaron  sus  mismos  servidoros  (1792).  El 
i.*^  de  Enero  de  1793  saquearon  y  quemaron  los  mo- 
ros un  pueblo  de  Leyte,  cautivando  120  personas. 

A  pesar  de  la  mala  fe  de  los  moros,  en  lo  que  respec- 
ta á  sus  piraterías  é  incumplimiento  de  sus  tratados, 
hubo  mutuo  comercio  entre  Joló  y  Manila  durante  el 
mando  del  expresado  brigadier  Marquina  (0. 

(1)  Los  pasaportes  que  el  sultán  de  Joló  expedía  á  sus  subditos 
que  pasaban  á  comerciar  á  las  provincias  sujetas  al  dominio  de  España, 
estaban  redactados  en  la  forma  siguiente: 

"Yo  soy  el  sultán  Majumat  Sarpudin,  hijo  y  nieto  de  innumerables 
sultanes  de  Joló  y  sus  posesiones  obedientes. 

„ Concedo  mi  favorable  licencia  á para  que  pueda  transportarse  á 

Manila  á  efectos  de  comerciar,  y  ruego  á  mi  muy  caro  el  gobernador  de 
Filipinas  y  cuantos  oficiales  encontraren  por  mar  y  por  tierra,  abran  el 
camino,  á  la  embarcación,  que  asi  es  mi  deseo;  en  prueba  de  lo  cual 
pongo  este  sello.» 


CAPITULO  XXIV. 

«Gobierno  de  Aguilar. — Expedición  de  Casamara. — Reúne  Aguilar  en 
junta  á  las  autoridades,  examinan  antecedentes  y  acuerdan  varias 
medidas  para  hacer  la  guerra  á  los  moros. — Expedición  de  Gómez  á 
Mindoro. — Correrías  de  los  ilanos. — Atacan  los  joloanos  á  la  fragata 
del  comercio  Constante,  á  su  regreso  de  Joló. — Diversas  expediciones 
contra  los  piratas. — El  temor  de  que  los  ingleses  atacaran  á  Manila, 
impide  llevar  la  guerra  á  Joló. — Proyecta  Aguilar  contener  á  los  mo- 
ros con  negociaciones  diplomáticas. — Entáblanse  mutuas  relaciones 
comerciales. — Cruel  alevosía  que  cometen  con  el  teniente  Arcillas. — 
— Expediciones  de  Elgóibar  y  de  Gómez. — Fondea  en  Manila  una 
poderosa  escuadra  española. — Se  desperdicia  la  ocasión  de  utilizarla 
contra  los  moros. — Nuevas  depredaciones  de  éstos  en  diversos  pun- 
tos.— Paces  con  el  sultán  de  Borneo. — Los  ingleses  ocupan  por  se- 
gunda vez  á  Balambangan. — Combate  una  fragata  inglesa  á  otra 
francesa  al  servicio  del  gobierno. — Valor  del  cura  Narváez. — Los  in- 
gleses son  rechazados  de  las  costas  de  Zamboanga.  — Paces  con  el  sul- 
tán de  Joló. — Abandonan  los  ingleses  á  Balambangan. 

El  i.°  de  Setiembre  de  1793  se  hizo  cargo  del  go- 
bierno supremo  de  Filipinas  el  brigadier  de  ejército  Don 
Rafael  María  de  Aguilar. 

Era  hombre  de  iniciativa  y  de  valor,  y  quiso,  desde 
los  primeros  momentos,  poner  coto  á  las  demasías  de 
los  piratas;  pero  las  noticias  de  que  los  ingleses  iban  á 
invadir  nuevamente  á  las  islas,  le  impidieron  realizar 
por  el  pronto  sus  proyectos. 

Sabedores  los  ingleses  de  que  Manila  estaba  perfec- 
tamente preparada  para  resistirles,  no  se  determinaron 
á  aproximarse  á  su  bahía  y  creyeron  mejor  aliarse  con 
los  joloanos,  incitándoles  á  invadir  las  Visayas. 


358  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

A  consecuencia  de  haberse  recibido  aviso  del  alcalde 
mayor  de  Tayabas  de  que  80  pancos  de  moros  estaban 
frente  al  sitio  de  Sabongcogon,  jurisdicción  de  Muna- 
lay,  salió  el  19  de  Diciembre  de  1793  una  armadilla 
compuesta  de  dos  galeotas,  seis  lanchas  cañoneras,  seis 
vintas  y  tres  pancos,  á  las  órdenes  del  capitán  del  regi- 
miento del  Rey,  D.  Juan  Casamara. 

Fué  poco  acertada  esta  expedición,  porque  siempre 
llegó  tarde  á  los  lugares  visitados  por  los  piratas.  Des- 
pués de  recorrer  algunas  islas  con  varios  contratiem- 
pos, por  efecto  de  la  pesadez  de  unos  buques,  el  mal  es- 
tado de  otros  y  de  las  disidencias  entre  los  oficiales,  re- 
gresó á  Manila  á  fines  de  Abril,  sin  más  fruto  que  la 
libertad  de  unos  cuantos  cautivos  y  el  recoger  insigni- 
ficantes restos  de  la  estancia  de  los  moros  en  la  pro- 
vincia. 

El  gobernador  de  Filipinas,  en  su  deseo  de  acabar 
con  los  crueles  piratas  mahometanos,  reunió  en  junta 
á  las  autoridades  del  país  y  personas  conocedoras  de 
las  islas  del  Sur  de  Filipinas. 

Del  examen  de  multitud  de  documentos  al  efecto  re- 
copilados, justificáronse  plenamente  las  pérdidas  que 
en  vidas  y  haciendas  experimentaban  las  provincias 
más  próximas  á  sus  islas. 

Según  datos  oficiales,  cautivaban  los  moros  al  año 
sobre  5oo  personas,  destinándolas  á  penosísimos  tra- 
bajos. Los  ancianos,  como  de  menos  utilidad,  eran  ven- 
didos á  los  habitantes  de  Sandakan,  quienes  los  sacri- 
ficaban á  los  manes  de  sus  parientes  difuntos  ó  de  per- 
sonajes importantes,  conservando  el  cráneo  de  las  víc- 
timas en  demostración  de  que  habían  cumplido  tan 
bárbara  costumbre. 

Uno  de  los  vocales,  el  capitán  de  la  marina  sutil  Don 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  359 

José  Gómez,  tan  sumamente  práctico  en  cuanto  con- 
cernía al  asunto,  fundándose  en  que  la  autoridad  del 
sultán  sobre  los  dattos  es  más  bien  nominal  que  efec- 
tiva, aseguró  que  sólo  por  la  fuerza  podía  hacérseles 
entrar  en  razón. 

De  los  documentos  examinados  aparecía  también 
que  desde  el  establecimiento  de  las  vintas,  en  1778, 
hasta  fin  de  iyg3,  iban  gastados  en  sueldos,  buques, 
expediciones,  etc.,  i. 5 19. 209  pesos  fuertes,  aparte  de 
pérdidas  de  otra  índole  verdaderamente  incalculables; 
datos  que  demuestran  el  costo  extraordinario  de  la  in- 
cesante guerra  contra  los  moros  desde  el  comienzo  de 
la  dominación  española  en  Filipinas. 

En  virtud  de  lo  expuesto,  acordó  la  junta  en  su  úl- 
tima sesión,  celebrada  el  22  de  Diciembre  de  1794,  que 
fuese  permanente  el  corso  contra  los  piratas;  que  se 
formaran  seis  divisiones,  cada  una  de  á  seis  lanchas 
cañoneras  y  un  panco,  tripuladas  convenientemente,  y 
dotando  de  buenos  sueldos  á  los  que  en  ellas  sirvieran, 
con  opción  á  las  presas  que  hiciesen  y  á  honrosas  dis- 
tinciones, debiendo  suprimirse  las  demás  embarcacio- 
nes, que  tan  caras  é  inútiles  habían  resultado.  Se  quitó 
á  los  alcaldes  mayores  toda  atribución  en  materia  de 
corso,  para  evitar  el  abuso  de  que  utilizasen  en  pro- 
vecho propio  y  en  sus  negocios  comerciales  á  los  bu- 
ques del  Estado,  y  se  mandó  reparar  todos  los  fuertes 
de  las  Visayas,  Mindoro,  Tayabas,  Batangas  y  Zam- 
boanga. 

El  capitán  de  navio,  comandante  del  arsenal  de  Ca- 
vite  y  teniente  de  rey  de  Manila,  D.  Francisco  Muñoz 
y  San  Clemente,  propuso  que  en  cada  división  de  las 
que  se  establecieran  para  perseguir  á  los  piratas,  fuese 
un  piloto  de  la  armada  Real  con  el  especial  cometido  de 


360  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

reconocer,  estudiar  y  levantar  planos  de  los  puertos,  de 
su  situación  y  abrigo,  sus  longitudes  y  latitudes,  prin- 
cipales cabos  y  puntas,  bajos  y  escollos,  canales  y  son- 
das, mareas  y  corrientes,  variaciones  de  la  aguja,  etc., 
cuya  beneficiosa  idea  no  fué  aceptada. 

Mientras  se  construían  las  lanchas,  entabló  Aguilar 
negociaciones  de  paz  con  la  idea  de  conseguir,  por  me- 
dios amistosos,  que  los  moros  reprimieran  sus  excesos; 
pero  éstos,  dando  buenas  palabras,  proseguían  sus  ex- 
cursiones á  las  provincias,  arrasando  pueblos  y  cauti- 
vando gente. 

El  sultán  de  Joló,  en  su  correspondencia,  suplicaba 
que  las  fechas  se  regulasen  por  la  Era  cristiana  y  no 
por  la  Hegira,  porque  entendía  mejor  la  primera. 

El  infatigable  Gómez  salió  para  Mindoro  (1794),  y  á 
pesar  de  su  edad  avanzada  era  el  primero  en  arrostrar 
los  peligros.  En  las  inmediaciones  del  río  Maasin  cau- 
tivó tres  moros,  huyendo  los  demás,  cogiéndoles  tres 
lantacas,  cinco  arcabuces,  una  escopeta,  siete  lanzas, 
dos  sables,  muchos  batintines  y  banderas,  y  redujo  á 
cenizas  las  casas  que  en  aquellos  parajes  tenían. 

Pasó  á  Burias  y  á  Masbate,  y  dio  alcance  á  cinco 
pancos  moros;  pero  éstos  se  entraron  por  un  río,  cuyos 
campos  comarcanos  estaban  cubiertos  de  espeso  cogo- 
nal.  Penetró  por  uno  de  sus  brazos,  y  en  lo  más  escon- 
dido del  terreno  halló  una  ranchería  á  medio  incendiar 
y  restos  de  embarcaciones  recién  destrozadas.  De  im- 
proviso parten  varias  flechas  de  entre  la  espesura,  ma- 
tándole á  un  soldado.  Un  marinero  quedó  herido,  y  no 
viendo  los  agresores,  dispuso  el  reembarco. 

En  Julio  llegó  á  Manila,  sin  otro  resultado  de  su 
campaña. 

Dos  días  antes  de  su  regreso  á  la  capital,  habían 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  361 

apresado  tres  pancos  moros  á  una  embarcación  de  Ba- 
tangas,  en  la  punta  Santiago,  y  á  un  parao  de  Abucay, 
cerca  de  Tambobo. 

A  los  pocos  meses  volvió  á  hacerse  á  la  mar  una  ar- 
madilla  compuesta  de  dos  galeotas,  seis  vintas,  tres 
pancos  y  cuatro  lanchas  cañoneras;  parte  de  estos  bu- 
ques fueron  á  las  costas  de  Luzón,  Burias,  Masbate, 
isla  de  Negros  é  Iloilo,  y  el  resto  á  las  de  Mindoro,  cuyo 
mando  superior  se  confió  al  veterano  Gómez. 

Los  joloanos  estaban  por  esta  época  algo  más  sose- 
gados, y  se  dedicaban  al  comercio  con  los  traficantes  de 
Manila;  pero  en  cambio  los  llanos,  habitantes  de  la 
ensenada  de  Tubug,  en  la  isla  de  Mindanao,  y  los  natu- 
rales de  Tampassook,  frente  O.  de  Borneo,  hacían  ex- 
cursiones constantes,  no  sólo  á  las  Visayas  y  otras  islas 
de  nuestro  Archipiélago,  sino  también  á  las  costas  de 
Banca  y  Malaca,  causando  por  donde  quiera  daños  sin 
cuento.  Los  primeros  iban  mandados  por  los  dattos 
Camsa  y  Anti.  En  Joló,  Borneo,  Macasar  y  Batavia, 
vendían  á  los  esclavos. 

El  portugués  D.  Juan  Carvallo,  dueño  de  la  fragata 
Constante,  pasó  desde  Manila,  donde  estaba  establecido, 
á  comerciar  con  los  joloanos,  en  Abril  de  1794. 

Allí  fué  testigo  del  descaro  con  que  salían  al  pirateo 
los  dattos  más  íntimamente  ligados  en  parentesco  con 
el  sultán.  De  regreso  á  Manila,  obligado  por  la  fuerza 
de  las  mareas  contrarias,  tuvo  que  arribar  á  la  isla  de 
Pan  de  Azúcar,  próxima  á  Iloilo.  Cuando  más  despre- 
venida estaba  su  gente,  salieron  de  una  silanga  inme- 
diata ocho  pancos  moros,  haciendo  nutrido  fuego  á  la 
fragata,  con  ánimo  de  abordarla.  Estos  moros  eran  los 
mismos  que  habían  estado  comerciando  en  Joló  con 
Carvallo.  La  fragata  se  defendió  bizarramente,  y  en  la 


362  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

refriega  murió  el  datto  Tabuddin,  hermano  del  datto 
Camsa,  yerno  del  sultán. 

Esto  prueba  la  mala  fe  de  aquellos  moros.  Los  pira- 
tas, algún  tiempo  después,  asolaron  la  visita  de  Sirona 
(Camarines),  y  la  misión  de  Himoragat,  cautivando  á 
muchos  indígenas  de  Daet. 

Antes  de  llegar  á  Manila  la  noticia  de  lo  ocurrido  á 
la  Constante,  salió  una  expedición  al  mando  de  D.  An- 
drés González,  con  tres  vintas,  dos  lanchas,  dos  pan- 
cos  y  un  bote,  recorriendo  estas  fuerzas  las  costas  de 
Mindoro,  Marinduque,  Tayabas,  Isla  Verde,  Maricaban 
y  Punta  Santiago. 

Luego  que  se  supo  el  asalto  de  la  Constante,  salió 
otra  expedición  al  mando  de  D.  José  Gómez,  con  dos 
galeotas,  tres  lanchas,  una  vinta,  un  panco,  un  bote  y 
una  vintilla.  En  la  lancha  San  Francisco  de  Sales,  con- 
voyada por  otras  dos  lanchas,  dos  vintas  y  dos  pancos, 
embarcó  el  piloto  de  la  armada  D.  Jerónimo  Delgado, 
con  el  encargo  de  levantar  los  planos  de  las  provincias 
de  Tayabas,  Batangas  y  Mindoro. 

En  dos  ocasiones  más  fué  Carvallo  á  comerciar  á 
Joló,  llevando  eficaces  recomendaciones  de  Aguilar,  de 
cuyo  nombre  abusó  con  exceso  por  cobrar  sus  créditos, 
dando  esto  origen  á  quejas  y  recriminaciones  por  parte 
del  sultán,  victima  de  la  conducta  poco  prudente  de 
Carvallo. 

La  llegada  á  Manila,  en  Agosto  de  1795,  de  las  fra- 
gatas de  la  marina  real  la  Cabeza  y  la  Lucía,  al  mando 
de  D.  Ventura  Barcáiztegui,  llevando  la  noticia  de  que 
los  ingleses,  en  guerra  nuevamente  con  España,  pro- 
yectaban la  ocupación  de  las  islas,  hizo  que  se  desis- 
tiera de  llevar  la  guerra  al  archipiélago  de  Joló,  fijando 
la  atención  de  las  autoridades  en  disponer  lo  necesario 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y   BORNEO  363 

para  rechazar  á  ese  otro  enemigo  no  menos  terrible. 

Creyó  Aguilar  lo  más  conveniente  recurrir  á  la  diplo- 
macia, y  nombró  para  la  negociación  al  teniente  coro- 
nel del  regimiento  del  Rey,  D.  Raimundo  Español, 
confiándole  además  el  gobierno  de  Zamboanga,  que  ya 
antes  había  desempeñado  (lygS).  Aspiraba  el  goberna- 
dor general  á  que  el  primogénito  del  sultán  de  Joló,  lla- 
mado Ali-Mudin,  se  coronase  en  Zamboanga,  por  el  te- 
mor de  que  le  arrebatase  el  poder  el  datto  Maragaguin- 
da,  tío  suyo,  enemigo  acérrimo  de  los  españoles. 

A  principios  de  1796  se  dispuso  otra  armadilla  con 
siete  lanchas  cañoneras  y  tres  falúas,  al  mando  de  Gó- 
mez; pero  éste  no  llegó  á  salir,  y  se  hizo  cargo  de  la  ex- 
pedición D.  Andrés  González. 

Después  se  recibieron  cartas  muy  pacíficas  de  los 
sultanes  de  Joló,  Mindanao  y  Borneo',  cuyos  buques 
frecuentaban  mucho  los  puertos  filipinos  en  asuntos 
de  comercio,  atendiéndoles  admirablemente  el  señor 
Aguilar. 

Es  digno  de  observar  que  al  tratarse  del  canje  de 
uno  de  los  prisioneros  hechos  por  los  moros,  á  cambio 
de  cuatro  joloanos,  dijeron  que  ellos  no  daban  un  vivo 
por  cuatro  muertos,  pues  tales  consideran  á  los  que  se 
dejan  prender. 

Un  hecho  de  inaudita  alevosía,  cometido  por  los  ma- 
layo-mahometanos, pondrá  una  vez  más  de  relieve  su 
salvajismo  y  carencia  de  honor.  Habíase  internado  en 
tierra  de  aquellos  el  ganado  perteneciente  á  la  guarni- 
ción de  Zamboanga,  y  el  gobernador  de  la  plaza  dispuso 
que  el  teniente  de  marina  D.  Pantaleón  Arcillas  fue- 
ra á  recogerlo,  seguido  de  un  sargento,  ocho  soldados 
y  un  guía,  habiendo  obtenido  previamente  un  salvocon- 
ducto del  sultán  y  el  auxilio  de  seis  moros  dependientes 


364  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

del  datto  de  Coroan,  á  cuya  jurisdicción  pertenecía  la 
dehesa  (Setiembre  de  1796).  Detuviéronse  á  comer  en 
la  casa  de  un  orancaya  de  Tangaban,  y  cuando  más 
descuidados  estaban  se  echaron  sobre  ellos  60  moros, 
los  desarmaron  y  condujeron  ante  el  datto  del  pueblo 
de  Sibuguey.  Durante  tres  días  les  infirieron  horribles 
tormentos,  puestos  de  cabeza  en  un  cepo  al  sol,  en  sitio 
lleno  de  hormigas  enormes.  Últimamente  ataron  á  Ar- 
cillas al  tronco  de  un  árbol;  lo  fueron  desollando  poco 
á  poco,  y  al  cabo  de  dos  horas  de  tan  cruel  martirio  fué 
muerto  á  cuchilladas,  poniendo  el  pellejo  de  este  infe- 
liz en  el  asta  de  una  bandera  como  trofeo  de  tan  cobar- 
de asesinato.  A  los  demás  acompañantes  los  conserva- 
ron esclavos.  Semejante  acto  de  bárbara  crueldad  no 
obtuvo  la  debida  reparación  y  castigo,  pues  si  bien  sa- 
lieron contra  los  malvados  de  Coroan  algunas  fuerzas 
y  les  echaron  á  pique  siete  embarcaciones,  no  cayó  so- 
bre los  cobardes  asesinos  el  peso  de  la  justicia,  como 
sobradamente  merecían,  y  su  crimen  quedó  impune. 

En  1797  atacaron  los  moros  varios  pueblos  de  la  pro- 
vincia de  Caraga.  En  su  persecución  salió  D.  Juan 
Manuel  de  Elgóibar,  de  orden  del  alcalde  mayor  de  la 
provincia.  Los  moros  se  habían  guarecido  en  la  isla  de 
Jiboson.  Encaminóse  allá  y  los  batió,  cogiéndoles  tres 
pancos  grandes  llenos  de  efectos,  fruto  de  sus  piraterías, 
y  24  cautivos  que  llevaban.  También  el  valeroso  Don 
José  Gómez,  por  su  parte,  no  se  daba  un  instante  de 
sosiego  persiguiendo  incesantemente  á  los  piratas. 

En  dicho  año  llegó  á  Manila  la  escuadra  más  pode- 
rosa que  había  visitado  aquel  puerto.  La  mandaba  el 
ilustre  general  D.  Ignacio  María  de  Álava.  Reuníanse 
entonces  en  Filipinas  tres  navios  de  74:  el  San  Pedro, 
el  Montañés  y  el  Eiíropa;  cinco  fragatas  de  guerra:  la 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  365 

Cabeza,  la  María,  la  Lucía,  la  Fama  y  la  Pilar;  33  lan- 
chas cañoneras,  i8  obuseras  para  obuses  de  seis  pulga- 
das, I  o  para  obuses  de  tres  y  cuatro,  y  5  bombarde- 
ros para  morteros  de  aplaca,  sin  contar  otras  muchas 
falúas  y  embarcaciones  de  los  arsenales  de  Cavite  y  la 
Barraca. 

Excelente  ocasión  fué  aquélla  para  conquistar  defini- 
tivamente los  sultanatos  de  Mindanao,  Joló  y  Borneo, 
destruyendo  para  siempre  esos  focos  de  piratería;  pero 
no  se  hizo  por  el  temor  de  que  los  ingleses  aparecieran 
sobre  la  capital  ó  por  consideraciones  de  otra  índole, 
regresando  la  escuadra  á  España  el  6  de  Enero  de  i8o3, 
sin  que  la  estancia  en  el  país  de  esos  buques  fuera  be- 
neficiosa, habiéndolo  podido  ser  en  tanto  grado. 

Álava  sostuvo  grandes  polémicas  con  Aguilar  acerca 
de  los  abusos  que  se  cometían  en  los  arsenales  de  Cavi- 
te y  la  Barraca  (0. 

En  1798,  unos  5oo  moros  á  bordo  de  25  pancos, 
donde  iban  800  esclavos  como  remeros,  invadieron  los 
pueblos  de  Baler,  Casigurany  Palanan,  situados  en  los 
montes  Caraballos,  los  cuales  constituían  las  antiguas 
misiones  de  Ituy,  entonces  de  la  jurisdicción  de  Ta- 
yabas.  Iglesias,  casas  y  ^  árboles  fueron  reducidos  á 
cenizas.  Cautivaron  45o  personas,  entre  ellas  á  los  pá- 
rrocos de  los  tres  pueblos;  presa  codiciada,  porque  les 
aseguraba  un  buen  rescate. 

El  cura  de  Casiguran  fué  vendido  por  2.5oo  pesos  en 
Binangonan.  Estos  piratas  hacía  cuatro  años  que  esta- 
ban establecidos  en  Burlas,  desde  donde  hostilizaban 


(1 )  El  4  de  Julio  de  1 8o6  participaba  Aguilar  al  Rey  que  tenia  acor- 
dado con  el  general  Álava  obrar  formalmente  contra  los  moros,  pero 
que  no  pudo  efectuarlo  por  los  apremios  de  la  guerra. 


366  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

constantemente  á  los  pueblos  vecinos,  sufriendo  infini- 
tamente los  de  Bondo,  Abac,  Taragua,  Calolbong,  Ca- 
tanduanes,  Capalonga ,  Mambulao,  Capiz,  Sibuyan, 
Baler,  Casiguran,  Palanan  y  Santor. 

El  capitán  de  fragata  D.  Salvador  Meléndez  salió 
contra  ellos  el  25  de  Julio,  yendo  á  Basilan,  donde  lo- 
gró hacerles  bastante  daño. 

El  datto  Mamananga,  hermano  del  sultán  de  Joló,  y 
su  sobrino  Mantol,  se  apoderaron  por  sorpresa  en  el 
mismo  año  de  la  goleta  mercante  San  José,  fondeada 
en  Tawi-Tawi,  sacrificando  inhumanamente  á  parte 
de  su  tripulación,  atraída  bajo  la  fe  que  les  inspiraba  la 
categoría  de  aquellos  dattos. 

Habiéndose  remitido  en  consulta  al  inteligente  mari- 
no Sr.  Barcáiztegui  el  expediente  general  de  la  pirate- 
ría, donde  se  habían  acumulado  infinidad  de  antece- 
dentes, redactó  un  informe  á  bordo  de  su  fragata  el  i.° 
de  Enero  de  1799,  aconsejando  que  la  persecución  con- 
tra los  piratas  se  hiciese  por  las  fuerzas  locales  de  las 
provincias,  dirigidas  y  auxiliadas  por  el  gobierno.  Con 
este  informe  y  el  del  asesor  general  se  formó  una  ins- 
trucción, que  fué  remitida  á  los  alcaldes  mayores  de  las 
provincias,  con  orden  de  que  enviasen  copia  á  cada  uno 
de  los  pueblos  de  su  jurisdicción  (O. 

(1)  "Por  ella  los  gobernadorcillos  quedaban  con  sus  personas  y  bie- 
nes responsables  de  los  cañones,  fusiles  y  efectos  de  la  guarnición  del 
pueblo,  que  se  debían  entregar  unos  á  otros  con  inventario  autorizado 
por  el  párroco.  Cada  cuatro  meses  se  había  de  hacer  un  reconocimien- 
to firmado  del  gobernadorcillo  y  testigos  acompañados,  así  del  estado  de 
los  efectos  y  municiones  como  de  lo  que  se  hubiese  consumido  en  cual- 
quier función  de  guerra,  todo  certificado  por  el  fraile,  á  quien  se  roga- 
ba y  encargaba  tuviese  á  bien  remitirlo  directamente  al  gobierno,  pues 
como  única  persona  de  celo  y  carácter  se  le  fiaba  esta  diligencia  tan  in- 
teresante al  bien  común  de  las  islas.  ¡Qué  ofensa  para  los  alcaldes!  pero 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  367 

En  1800  escribió  Aguilar  á  Panguiran  Bandajar,  sul- 
tán de  Borneo,  brindándole  con  paz  y  amistad,  á  fin 
de  establecer  relaciones  comerciales.  Este  le  contestó 
muy  afectuosamente,  aceptando  su  proposición,  de  cuya 
carta  fué  portador  su  escribano  Aliacban  y  su  capitán 


castigo  digno  de  su  mala  conducta,  que  el  Sr.  Barcáiztegui  en  su  infor- 
me había  pintado  tal  como  era. 

„Con  menos  prudencia  se  advertía  asimismo  que  si  algún  arma,  cañón 
ó  municiones  se  extraía  de  su  depósito,  aunque  fuese  por  el  alcalde 
mayor  ó  por  su  orden,  sería  despojado  el  gobernadorcillo  de  su  vara, 
privado  por  cuatro  años  de  tener  ninguna  de  justicia  y  multado  en  50 
pesos,  ó  en  caso  de  insolvencia  remitido  á  la  capital  á  los  trabajos  de 
las  calles  por  seis  meses;  si  bien  se  preveía  la  debilidad  ingénita  de  es- 
tos pobres  funcionarios  y  el  abuso  de  aquéllos,  disponiendo  que  si  á  pe- 
sar de  su  resistencia  lo  extrajese  el  alcalde  mayor,  diera  cuenta  al  go- 
bierno inmediatamente,  único  modo  de  libertarse, 

„A  cada  alcalde  mayor  que  extrajese  del  pueblo  cañones  ó  armas  de 
su  dotación  bajo  cualquier  pretexto,  se  le  multaba  por  cada  cañón  en 
300  pesos,  por  cada  fusil  en  loo  y  por  cada  bala  y  libra  de  pólvora  en 
50,  y  si  fuese  para  servicio  propio  ó  de  su  comercio,  doble.  Y  como 
también  solían  y  aun  suelen,  á  pesar  de  todo,  echar  los  alcaldes  mano 
de  los  soldados  de  su  provincia  para  guarnecer  sus  embarcaciones  ó  la- 
brar sus  campos,  se  les  imponía  otra  multa  de  50  pesos  por  cada  soldado. 

„Los  pueblos,  entre  tanto,  habían  celebrado  sus  juntas  para  tratar  so- 
bre esta  eterna  materia  del  corso,  en  cumplimiento  de  orden  superior, 
y  acordaron  los  de  la  cabecera  de  Albay  construir  á  su  costa  una  lancha 
tripulada  con  30  honrbres,  los  cuales  sirviesen  en  la  guerra  libres  de 
tributo  y  de  polos  y  racionados  mientras  estuviesen  á  bordo.  Los  de 
Palanas  acordaron  construir  un  panco  tripulado  por  29  hombres;  los 
de  Biras,  otro  con  25;  los  de  Bato,  en  la  isla  de  Catanduanes,  un  parao 
con  25  hombres;  los  de  Caramoran,  otro  parao  con  20;  los  de  Payo, 
otro  parao  con  24  hombres;  los  de  Tambogon,  otro  parao  con  20  hom- 
bres; los  de  Blga,  otro  parao  con  30;  Ios.de  Pandan,  un  parao  con  20; 
los  de  Bagamanoc,  otro  con  otros  20;  los  de  Tabgon,  por  su  suma  po- 
breza y  cortedad  de  vecindario,  no  pudieron  ofrecer  ninguna  embarca- 
ción; los  de  Caramoan,  tampoco;  los  de  Lagonoy,  ofrecieron  una  vinta 
con  40  bogas  fuera  de  los  oficiales;  los  de  Tavi.  otra  vinta  con  15  hom- 


368  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Panguilinan  Aer,  yendo  con  dos  pancos  cargados  de 
efectos. 

El  i5  de  Julio  de  este  año  falleció  el  incansable  per- 
seguidor de  los  piratas  D.  José  Gómez,  cuya  muerte 
fué  un  fausto  acontecimiento  páralos  piratas,  que  tanto 
daño  habían  recibido  de  él. 

bies;  los  de  Malanao,  á  pesar  de  su  situación  local  distante  de  la  mar 
como  150  brazas,  defendidos  por  varios  fuertecillos,  ofrecieron  tripular 
una  vinta  con  40  hombres;  los  de  Bagacay,  una  vinta  con  30  y  un  pan- 
quillo  de  convoy  tripulado  con  20;  los  de  Libog,  un  parao  con  20  hom- 
bres; los  de  Bulusan,  dos  lanchas  tripuladas  por  30  hombres  cada  una, 
sin  contar  los  oficiales;  los  de  Gubat,  ofrecieron  también  dos  lanchas 
de  media  cubierta,  tripulada  cada  una  por  30  hombres;  los  de  Casigu- 
ran  ofrecieron  dos  pancos,  y  D.  Agustín  Campuzano,  vecino  de!  mismo 
pueblo,  una  lancha,  todos  tres  buques  tripulados  por  90  hombres;  los 
de  Juban  acordaron  construir  un  panco  y  una  vinta,  con  40  hombres  de 
tripulación  el  primero  y  la  segunda  con  25;  los  de  Bacon,  una  vinta 
con  35  hombres;  los  de  Sorsogon,  que  tenían  una  vintilia  y  falúa  bien 
armadas  y  tripuladas,  las  tuvieron  por  bastantes  para  defenderse;  los  de 
Guipia  otorgaron  construir  un  panco  y  tripularlo  con  25  hombres;  los 
de  Donzol,  una  vinta  con  30;  los  de  San  Jacinto,  una  vinta  con  :]5 
hombres;  los  de  INIolo,  en  la  isla  de  Masbate,  una  vinta  tripulada  con  2o 
hombres,  y  los  de  Buseno  otorgaron  tripular  un  casco  con  24. 

„Para  armar  estas  embarcaciones  y  guarnecer  algunos  castillejos  soli- 
citaban cinco  cañones  de  bronce  de  á  8,  dos  de  á  6,  cuarenta  y  seis 
de  á  4,  sesenta  y  ocho  de  á  2,  cincuenta  de  á  1,  diez  y  nueve  de  me- 
dio y  357  fusiles.  La  regulación  que  hicieron  los  oficiales  reales  de  lo 
que  podría  costar  todo  este  armamento,  ascendió  á  20.699  pesos,  y  di- 
jeron en  su  informe  que  las  armas  blancas  y  de  fuego,  especialmente  los 
fusiles,  se  inutilizaban  en  provincias  por  falta  de  un  armero  que  las 
compusiese  con  facilidad;  y  así,  en  el  caso  de  que  aquellos  pueblos  fue- 
sen socorridos  con  el  todo  ó  parte  de  las  que  pedían,  era  indispensable 
la  creación  de  un  maestro  afmero,  que  sería  mayor  el  ahorro  que  de 
eso  resultaría  que  el  sueldo  con  que  pudiera  dotársele.  Con  la  contribu- 
ción de  vintas  establecida  en  1782,  aunque  sólo  la  pagaban  las  provin- 
cias de  Bulacan  y  la  Pampanga,  se  creyó  poder  hacer  frente  á  las  cir- 
cunstancias. „  —  ( Gtierras  piráticas  de  Filipinas. ) 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  369 

Nuevamente  ocuparon  los  ingleses  á  Balambangan 
en  i8o3,  no  sin  hostilizar  antes  á  la  plaza  de  Zam- 
boanga,  de  donde  fueron  rechazados  con  grandes  pér- 
didas. 

En  aquel  punto  había  tres  buques  de  la  Compañía 
de  la  India;  uno  del  gobernador,  con  batería  corrida  y 
artillería  de  12  hasta  18,  y  cinco  buques  particulares. 
Constaba  la  guarnición  de  3oo  blancos,  entre  soldados, 
artilleros,  etc.;  700  cipayos,  con  oficialidad  europea; 
200  chinos,  y  varias  familias  de  malabares  y  malayos 
de  Malaca.  En  tierra  plantaron  seis  obuses  de  36,  16 
cañones  de  campaña  de  á  6  y  4,  16  cañones  chicos  de 
distinto  calibre,  y  tenían  considerable  cantidad  de  mu- 
niciones en  un  buque  allí  fondeado. 

Poco  después  abandonaron  la  mayor  parte  de  estas 
fuerzas  á  Balambangan  para  ir  á  Batavia. 

En  Abril  de  1804  llegó  á  Manila  el  capitán  de  fra- 
gata D.  Ramón  Ortiz  y  Otáñez,  con  el  cargo  de  coman- 
dante de  la  marina  corsaria,  saliendo  algunas  armadi- 
llas  contra  los  moros. 

Los  buques  ingleses  recorrían  constantemente  nues- 
tras costas.  En  1804  una  fragata  inglesa  de  44  dio  caza 
á  la  francesa  de  38,  la  Simillant,  cuyo  comandante, 
M.  Motard,  se  había  prestado  á  los  deseos  de  Aguilar 
de  ir  á  Acapulco  á  por  millón  y  medio  de  pesos  que 
adeudaban  aquellas  cajas,  pues  los  buques  españoles  no 
podían  hacerlo  á  causa  de  los  cruceros  ingleses.  La  Si- 
millant se  acogió  al  fuerte  de  San  Jacinto.  Su  batería 
la  defendió,  y  la  fragata  inglesa  tuvo  que  retirarse  muy 
maltratada.  El  cura  del  pueblo,  D.  José  Narváez,  fué 
quien  dirigió  el  fuego,  enviando  á  Manila,  como  trofeo, 
cien  balas  enemigas.  En  i8o5  intentaron  de  nuevo  los 
ingleses  probar  fortuna,  desembarcando  en  varios  pue- 

24 


370  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

blos  de  la  costa  próximos  á  Zamboanga,  aunque  sin 
éxito  favorable. 

El  gobernador  de  la  plaza,  D.  Francisco  Bayot,  ajus- 
tó paces,  en  4  de  Noviembre  de  i8o5,  con  el  sultán  de 
Joló,  Mahamad  Aunanodin,  las  que  fueron  ratificadas 
por  Aguilar  (1). 

Por  este  tratado  se  estipuló  que  el  sultán  no  permi- 
tiría en  sus  dominios  la  residencia  de  ningún  extranje- 
ro sin  consentimiento  del  gobierno  español,  y  que  en 
caso  de  guerra  el  sultán  cerraría  sus  puertas  á  los  ene- 
migos de  España,  á  cuyo  fin  se  le  avisaría  de  cualquier 
rompimiento  que  hubiese  con  otra  nación. 

Los  ingleses,  después  de  incendiar  el  pueblo  y  la  for- 
taleza, abandonaron  á  Balambangan  el  15  de  Diciem- 
bre de  1806,  sin  duda  por  lo  insignificante  de  dicha 
isla  (2). 

Aguilar  murió  el  8  de  Agosto  de  1806.  Sus  trece 
años  de  gobierno  los  pasó  en  juntas,  proyectos,  planes, 
disputas  y  cabildeos,  sin  hacer  nada  positivo,  no  obs- 
tante el  haber  contado  con  suficientes  medios,  y  el  ex- 
cepcional de  la  escuadra  de  Álava. 

Las  cuestiones  con  la  marina  y  la  amenaza  de  una 
invasión  inglesa,  contribuyeron,  seguramente,  á  tan 
sensible  resultado. 

(1)  El  negociador  de  este  tratado  fué  un  cabo  mejicano  que,  ha- 
llándose extinguiendo  en  Zamboanga  una  condena  de  cuatro  años  como 
desertor  del  regimiento  del  Rey,  se  pasó  á  Joló,  en  cuyo  sultanato  ejer- 
cía las  funciones  de  secretario  de  Estado  con  los  honores  de  datto  de 
primera  clase.  Llamábase  José  Ponciano  Enríquez.  Es  frecuente  en  las 
relaciones  con  Joló  ver  interviniendo  en  tan  graves  asuntos  á  sujetos  de 
la  más  baja  estofa. 

(2)  En  1811  ocuparon  el  bien  situado  puerto  de  Singapoore,  hoy 
el  más  importante,  por  su  tráfico,  de  aquel  extremo  de  Oriente. 


CAPITULO  XXV. 

Breves  años  de  paz  desde  la  muerte  de  Aguilar. — Proyectan  los  piratas 
apoderarse  de  Zamboanga,  sin  lograr  su  intento .  — Trata  el  ex-gober- 
nador  inglés  de  Java  ocupar  á  Joló  y  Mindanao.  —  Desiste  ;inte  la  pro- 
testa del  gobernador  de  Filipinas. — Depredaciones  de  los  joloanos 
según  M.  Hunt. — Victorias  sobre  algunas  armadillas  piratas. — Es- 
tragos de  los  moros  en  Visayas  y  Calamianes. — Cautivan  al  provin- 
cial de  recoletos. — La  orden  lo  rescata  por  lO.OOO  pesos. — Feliz  ex- 
pedición del  capitán  Morgado  contra  los  malayo-mahometanos. — 
Manifestación  del  general  Martínez  acerca  de  las  incursiones  piráticas. 
— Nuevas  correrías  de  los  moros  y  consiguientes  expediciones. — Tra- 
tado de  comercio  con  el  sultán  de  Joló  en  1836.  —  Creencia  del  mi- 
nistro de  Marina  á  propósito  de  este  tratado. — Convenio  con  el  ré- 
gulo de  Maluso. — Op'nión  del  general  Camba. — Ordena  el  general 
Alcalá  elegir  sitio  para  el  establecimiento  de  un  fuerte  en  Basilan. 

Desde  la  muerte  de  Aguilar  hubo  algunos  años  de 
paz,  sin  que  por  eso  dejaran  de  hacer  los  piratas  pe- 
queñas excursiones.  Las  fuerzas  españolas,  á  su  vez, 
permanecieron  casi  inactivas. 

En  1813  trataron  los  piratas  de  Joló  y  de  Basilan 
apoderarse  de  Zamboanga,  pero  se  estrelló  su  audacia, 
como  otras  veces,  ante  la  vigilancia  y  denuedo  de  este 
valeroso  pueblo.  Las  escuadrillas  moras,  diseminadas 
por  todas  las  islas  vecinas,  pudieron  capturar  á  la  lan- 
cha Teresa  y  al  patache  Matilde,  que  conducían  caudales 
del  Estado.  También  en  las  costas  de  Camarines  apre- 
saron varios  buques  mercantes. 

Inglaterra  se  vio  precisada  en  1814  á  devolver  á  Ho- 
landa la  isla  de  Java,  cuya  usurpación  cometiera  tres 


372  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

años  antes.  El  ex-gobernador  de  la  referida  isla  conci- 
bió el  proyecto  de  ocupar  á  Joló  y  Mindanao,  vendien- 
do al  gobernador  y  comandante  general  de  Zamboanga 
como  fineza  á  España  dicho  plan,  á  cuyo  fin  le  dirigió 
una  intencional  comunicación,  pidiendo  su  cooperación 
para  el  logro  de  su  propósito  (0. 

El  gobernador  de  Filipinas,  á  quien  el  de  Zamboan- 
ga trasladó  el  consabido  escrito,  contestó  á  Sir  Raffies 
protestando  de  cuantas  operaciones  hubiera  practicado 
ó  en  lo  sucesivo  practicase  sobre  las  islas  pertenecien- 
tes á  España,  bastando  esto  para  que  desistiera  de  toda 
tentativa  en  el  sentido  expuesto. 

En  i8i5,  las  depredaciones  cometidas  por  los  moros 
durante  seis  meses  que  permaneció  en  Joló  M.  Hunt, 
según  escrito  publicado  por  éste,  fueron: 

Un  bergantín  español;  20   embarcaciones  pequeñas 

(1)  "Excmo.  Sr.:  Los  males  que  han  cometido  los  piratas  en  el  mar 
del  E.  en  estos  últimos  años,  han  puesto  al  gobierno  inglés  en  la  nece- 
sidad de  dar  un  castigo  público  al  estado  de  Sambas,  y  denunciar  ven- 
ganza á  todos  los  puertos  que  en  adelante  abriguen  piratas.  Los  piratas 
de  Mindanao  se  consideran  muy  formidables,  y  se  han  destinado  dos 
fragatas  de  guerra  para  Mindanao  y  Joló,  con  el  fin  de  hacer  saber  las 
intenciones  de  este  gobierno.  Para  verificar  el  deseado  objeto  de  extir- 
par la  piratería,  se  ha  creído  conveniente  establecer  en  Joló  una  auto- 
ridad europea,  y  en  su  consecuencia,  M  Hunt  va  destinado  con  el  cargo 
de  una  ventura  mercantil  (agente  comercial).  Debo  pedir  la  cooperación 
de  V.  E.  e  todas  las  operaciones  que  se  crean  convenientes  para  lle- 
var adelante  la  extirpación  de  la  piratería,  y  asegurar  á  V.  E.  que  me 
creo  honrado  con  cualquier  comunicación  ó  informe  sobre  el  particular. 
Tengo  la  satisfacción  de  incluirá  V.  E.  las  últimas  Gacetas  de  esta  pla- 
za, que  contienen  la  gloriosa  noticia  de  haber  sido  enteramente  arroja- 
dos de  España  los  franceses,  y  espero  que  se  sirva  aceptar  mis  sinceras 
congratulaciones  por  tan  importante  y  agradable  concepto. — Samarang 
20  de  Enero  de  1814. — Tengo  el  honor  de  ser,  señor,  de  V.  E.  muy 
obediente  y  humilde  servidor. — Juan  Sr.  Raffies.„ 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  373 

apresadas  en  el  Archipiélago  filipino;  i.ooo  cautivos  en 
las  islas  españolas,  que  vendieron  en.  Joló  como  escla- 
vos; un  gran  buque  del  comercio  de  Macasar;  un  capi- 
tán de  un  buque  holandés,  rescatado  por  el  capitán  Pe- 
ters  del  bergantín  Thaínstoiie  por  1.200  pesos;  cinco  ó 
seis  buques  pequeños,  con  bandera  inglesa,  apresados 
en  el  mar  de  las  Molucas,  y  la  tripulación  de  un  buque 
inglés  que  estaba  haciendo  aguada  á  12  millas  de  Joló, 
del  bergantín  de  M.  Lacherston,  de  Bengala.  El  P.  Cuar- 
terón pone  en  duda  la  verdad  de  este  aserto. 

El  26  de  Octubre  de  1816,  los  oficiales  Hanterman 
y  Blanco,  á  las  órdenes  de  D.  Pedro  Esteban,  tuvieron 
un  encuentro  con  los  mahometanos,  logrando  derrotar- 
los con  pérdida  de  32  pancos.  El  gobernador  de  Zam- 
boanga,  Mayoni,  se  aprovechó  de  esta  circunstancia  y 
penetró  en  Basilan.  La  división  que  mandaba  el  referi- 
do Esteban  sostuvo  en  1818  un  combate  naval  con  los 
moros  en  las  costas  de  Albay,  y  les  apresó  g  pancos, 
echándoles  á  pique  14  embarcaciones  menores,  en  las 
que  perecieron  muchos  mahometanos. 

El  9  de  Julio  de  dicho  año  cogieron  los  piratas  en 
Catanduanes  una  lancha  y  un  parao  de  guerra  que  con- 
ducía el  Real  haber.  Otros  dos  paraos  capturaron  el  2, 
de  la  provincia  de  Albay,  asolando  varios  pueblos  de 
ésta  y  de  Camarines. 

Por  los  meses  de  Abril  y  Mayo  de  i823,  gobernando 
las  islas  el  mariscal  de  campo  D.  Juan  Antonio  Mar- 
tínez, invadieron  los  piratas  las  provincias  de  Visayas  y 
Calamianes,  y  cautivaron  sobre  200  personas  en  las  is- 
las de  Daulig,  Dumaran,  Calanag,  Canipo,  Visacay, 
Coron,  Culion  y  las  islas  Talaos. 

Practicando  su  visita  regular  y  diocesana  en  dicho 
año  el  provincial  de  los  recoletos  Fr.  Pedro  de  Santa 


374  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Eulalia,  fué  capturado  por  los  piratas  con  un  hermano 
de  religión.  La  orden  á  que  pertenecían  tuvo  que  abo- 
nar por  el  rescate  de  ambos  lo.ooo  pesos. 

Con  fecha  6  de  Junio  decía  al  gobierno  aquel  reli- 
gioso que  las  irrupciones  de  los  moros  amenazaban  el 
total  exterminio  de  los  habitantes  de  las  Visayas  é  is- 
las adyacentes. 

A  consecuencia  de  esto  dispuso  el  general  Martínez 
que  se  alistara  una  escuadra  de  dos  galeras,  cuatro  lan- 
chas cañoneras  y  seis  falúas,  seguidas  de  otros  buques 
de  transporte,  con  municiones  y  abastecimientos,  cuyo 
mando  encomendó  á  D.  Alonso  Morgado.  Esta  escuadra 
se  hizo  á  la  vela  desde  el  puerto  de  Cavite  el  29  de  Fe- 
brero de  1824.  ^  su  bordo  iba  una  compañía  de  tropa, 
á  las  órdenes  del  capitán  D.  Andrés  Jiménez.  En  Zam- 
boanga  se  les  incorporaron  dos  lanchas  y  tres  falúas. 

Llegada  al  puerto  de  Pilas  (21  millas  al  O.  de  Basi- 
lan),  tomó  por  asalto  su  fuerte,  causando  á  los  moros 
5o  muertos,  entre  los  cuales  había  tres  afamados  dat- 
tos,  uno  de  ellos  el  terrible  Ipoypo,  azote  del  visaísmo, 
porque  él  solo  cautivaba  al  año  sobre  5oo  personas. 
En  Joló  destruyeron  los  expedicionarios  cuantas  em- 
barcaciones encontraron,  haciendo  extensiva  esta  me- 
dida de  rigor  á  las  casas,  árboles  y  sembrados,  no  sólo 
de  dicha  isla,  sino  también  de  las  costas  de  Sibuguey, 
Dumanquilas,  bahía  Illana,  Pollok  y  otras  de  Mindanao, 
venciendo  la  tenaz  resistencia  de  los  moros. 

Las  pérdidas  de  los  nuestros  fueron  escasas,  pero  uno 
de  los  muertos,  víctima  de  su  arrojo,  fué  el  capitán  Ji- 
ménez (O.  Otra  expedición  mandó  Morgado,  compues- 

())  Parte  oficial  del  general  Martínez  al  secretaiio  de  Estado  y  del 
Despacho  universal  de  Marina,  fecha  3!  de  Enero  de  1825,  relativo  á 
la  expedición  de  Morgado. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  375 

ta  de  4  lanchas  y  6  falúas  para  atacar  á  70  pancos  mo- 
ros que,  con  más  de  20  barotos,  estaban  pirateando  por 
el  estrecho  de  San  Bernardino. 

El  general  Martínez  decía  al  gobierno  en  3i  de  Ene- 
ro de  i825:  «Las  continuas  piraterías  de  los  moros  en 
este  archipiélago  de  islas;  sus  incursiones  en  los  pue- 
blos playeros;  los  cautiverios,  muertes  y  apresamientos 
que  ejecutan  en  los  buques  de  cabotaje  que  navegan  de 
unas  á  otras  provincias son  unos  males  permanen- 
tes y  constantes,  que  jamás  se  han  podido  cortar  por 
el  gobierno  de  estas  islas,  á  pesar  de  cuantas  disposi- 
ciones se  han  inventado  y  puesto  en  ejecución.» 

La  opinión  de  este  general  era  que  debía  atacárseles 
en  sus  propios  establecimientos  y  repetir  esta  operación 
én  estaciones  oportunas. 

El  general  D.  Mariano  Ricafort  envió  otra  expedi- 
ción á  Joló  en  1827.  Componíase  de  20  buques  con 
5oo  hombres  de  desembarco,  el  cual  no  tuvo  efecto  por 
la  hábil  defensa  de  los  moros;  pero  recorrieron  las  costas 
de  la  bahía  lUana  y  quemaron  muchos  pueblos,  cau- 
sando el  mayor  daño  posible. 

Desde  esta  época  hasta  i836,  los  mahometanos  du- 
plicaron sus  correrías,  calculándose  en  más  de  6.000 
los  indios  cautivados  en  las  provincias  sometidas  al  go- 
bierno de  España,  sin  que  nuestras  fuerzas  hicieran 
otra  cosa  que  defender  las  costas  como   mejor  podían. 

El  brigadier  D.  Pedro  Antonio  Salazar,  que  interi- 
namente desempeñaba  el  gobierno  de  las  islas  desde 
Setiembre  de  i835,  creyendo  contener  á  los  piratas  con 
las  ventajas  del  comercio,  á  pesar  de  las  elocuentes  en- 
señanzas contrarias  que  la  historia  de  la  piratería  en- 
cierra, comisionó  al  capitán  de  fragata  D.  José  María 
Halcón,  comandante  de  las  fuerzas  navales  de  las  aguas 


376  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

de  Zamboanga,  para  ajustarun  tratado  de  comercio  con 
el  sultán  de  Joló,  Mahamad  Diamalud  Quiram.  Cele- 
bróse el  22  de  Setiembre  de  i836.  Por  él  se  estipuló 
que  todo  barco  de  tres  palos  que  aportara  á  Joló  con 
pasajeros  chinos,  procedente  de  Manila,  debería  pagar 
2.000  pesos  fuertes,  y  los  buques  menores,  en  propor- 
ción de  su  tamaño. 

El  cargamento  más  importante  que  fué  de  Manila  á 
Joló  nunca  excedió  de  2.5oo  pesos. 

Los  barcos  de  Joló  que  fuesen  á  Zamboanga  debe- 
rían adeudar  el  i  por  100,  y  los  que  entraran  en  Mani- 
la el  2  por  100,  pero  á  Manila  no  solía  ir  ningún  barco 
joloano.  (Véase  el  Apéndice,  pág.  43,) 

En  el  discurso  del  trono  que  leyó  la  Reina  goberna- 
dora, le  hizo  decir  el  ministro  de  Marina,  á  propósito 
de  este  tratado,  que  era  muy  importante,  porque  casi 
todos  los  buques  que  iban  á  Filipinas  tocaban  en  Joló. 
Esto  revela  el  desconocimiento  que  en  general  se  tiene 
de  aquellos  países  (1). 

El  gobernador  de  Zamboanga,  á  su  vez,  celebró  otro 
tratado  con  el  régulo  de  Maluso,  distrito  perteneciente 
á  Basilan. 

Esta  impolítica  medida,  lejos  de  producir  resultados 
beneficiosos,  hizo  aumentar  la  osadía  de  los  piratas. 


(1)  A  uno  de  los  negociadores  de  dicho  tratado  le  valió  un  ascen- 
so, y  á  otro  la  gran  cruz  de  Isabel  la  Católica, 

En  Real  orden  de  24  de  Abril  de  1837,  suscrita  por  Mendizábal,  como 
ministro  de  Marina,  de  comercio  y  gobernación  de  Ultramar,  decía  al 
gobernador  capitán  general  de  Filipinas:  "Ha  sido  asimismo  grato  á  Su 
Majestad  el  tratado  de  comercio  celebrado  por  V.  E.  con  el  sultán  de 
Joló,  cuyo  expediente,  relativo  á  las  contestaciones  que  hayan  mediado 
sobre  este  punto  y  bases  sobre  que  se  haya  firmado  dicho  tratado,  de- 
berá V.  E.  remitir  para  conocimiento  de  S.  M.„ 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  377 

que  no  por  eso  desistieron  de  sus  excursiones  de  cos- 
tumbre, pues  si  con  la  fuerza  de  las  armas  sólo  cejan 
momentáneamente  en  sus  fechorías,  con  tratados  ni  por 
un  momento  lo  suelen  verificar. 

El  general  Camba  decía  al  gobierno  en  i6  de  No- 
viembre de  1837:  «Yo  no  puedo  persuadirme  que  el 
temperamento  adoptado  de  hacer  paz  y  alianza  con  el 
sultán  de  Joló  haya  de  proporcionar  á  nuestra  navega- 
ción y  comercio  ninguna  ventaja  sólida  y  permanente.  »• 
Y  así  es,  en  efecto,  cómo  la  experiencia  ha  demos- 
trado, con  tristísima  elocuencia,  desde  el  principio  de 
nuestras  relaciones  con  los  falaces  sultanes  de  Joló  y 
Mindanao. 

En  1843  dispuso  el  gobernador  general  D.  Francis- 
co de  Paula  Alcalá  que  se  eligiese  un  punto  en  la  parte 
N.  de  Basilan  para  levantar  un  fuerte  provisional. 

El  vSr.  Alcalá  opinaba  que  después  de  castigar  á  Ba- 
languingui  y  Basilan  se  debía  caer  sobre  Joló,  condu- 
cir al  sultán  y  dattos  á  la  capital  (si  no  mudaban  de 
conducta)  y  establecer  en  ella  guarnición. 

«Operación,  decía,  tanto  más  urgente,  cuanto  la  épo- 
ca y  circunstancias  que  concurren  en  Joló  la  señalan 
como  el  punto  avanzado  de  nuestra  dominación  en 
Asia  y  el  límite  de  nuestras  posesiones  con  las  de  In- 
glaterra y  Holanda. » 

Dacula,  régulo  de  Sibuguey,  cedió  al  gobernador  de 
Zamboanga,  por  un  convenio  suscrito  el  21  de  Octubre 
de  dicho  año  de  1843,  el  territorio  de  Biasungan,  ó  sea 
el  conocido  después  por  puerto  de  Santa  María. 


CAPITULO  XXVI. 

Nueva  perfidia  de  los  joloanos, — Fondea  en  Zaniboanga  una  fragata 
francesa  de  guerra. — Reclama  contra  una  agresión  de  los  piratas  de 
Maluso. — Consigúese,  por  mediación  del  gobernador,  la  libertad  de 
tres  prisioneros. — Llega  otro  buque  de  guerra  francés,  y  notifican  al 
gobernador  el  bloqueo  de  Basilan. — Protesta  dicha  autoridad. — Arri- 
ban otros  dos  buques  de  la  misma  nación  y  queda  establecido  el  blo- 
queo.— Escandaloso  convenio  del  sultán  de  JoIó  con  el  plenipoten- 
ciario francés  La  Grené,  cediendo  á  Francia,  por  lOo.üüo  pesos,  la 
isla  de  Basilan. — Llega  el  brigadier  español  Bocalán  y  entabla  enér- 
•  gicas  reclamaciones  con  los  jefes  franceses. — Deciden,  al  cabo,  so- 
meter el  asunto  á  los  respectivos  gobiernos. — El  gobernador  de 
Zamboanga,  y  Bocalán,  exigen  la  sumisión  de  todos  los  pueblos  de 
Basilan. — Obtienen,  también,  del  sultán  de  Mindanao  la  cesión  de 
Davao. — Pasa  Bocalán  á  Joló  y  formula  sus  reclamaciones  a!  sultán. 
— Piraterías  que  observa. — Consigue  copia  de  los  tratados  con  los 
franceses. — El  gobierno  de  Francia  anula  dichos  tratados. — Explica- 
ción de  M.  Guizot  acerca  de  estos  sucesos. — Realiza  Oyangaren  la 
reducción  del  distrito  de  Davao. 

Una  nueva  perfidia  de  los  joloanos,  un  hecho  asaz 
escandaloso,  que  vamos  á  narrar,  corroborará  nuestras 
afirmaciones  anteriores  con  respecto  á  la  falsía  y  mala 
fe  de  aquellos  piratas. 

A  principios  de  Noviembre  de  1844  fondeó  en  la  rada 
de  Zamboanga  la  goleta  de  guerra  francesa  Sabine.  Su 
capitán,  M.  Guerin,  solicitó  del  gobernador  Figueroa 
que  gestionase  la  entrega  de  tres  de  sus  tripulantes,  re- 
ducidos á  prisión  en  un  bote  por  los  piratas  de  Maluso, 
después  de  haber  dado  muerte  al  oficial  que  lo  manda- 
ba y  á  un  marinero. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  379 

Consiguióse  el  rescate  de  los  cautivos;  pero  al  llegar 
otra  corbeta  de  guerra  de  la  misma  nación,  la  Victo- 
rieuse,  M.  Guerin  notificó  al  gobernador  de  Zamboan- 
ga  el  bloqueo  de  Basilan  é  islas  adyacentes,  con  objeto 
de  obtener  del  datto  Usuk,  régulo  de  Maluso,  cumplida 
satisfacción  por  la  muerte  de  sus  nacionales. 

El  gobernador  protestó  contra  el  bloqueo,  indicando 
que  á  todo  evento  debería  limitarse  al  distrito  de  Malu- 
so; pero  no  se  tuvo  en  cuenta  su  protesta,  y  el  bloqueo 
se  llevó  á  cabo. 

Los  buques  franceses  fueron  reforzados  por  el  vapor 
Archimede  y  la  fragata  Erigone,  al  mando  del  vicealmi- 
rante M.  Cecille.  A  bordo  de  la  fragata  iba  el  ministro 
plenipotenciario  de  Francia,  M.  de  La  Grené.  Estos  bu- 
ques procedían  de  Joló,  cuyo  sultán,  seducido  por  la 
codicia,  había  celebrado  un  convenio  de'  navegación  y 
comercio  con  el  plenipotenciario  francés,  cediendo  ade- 
más á  Francia,  por  loo.ooo  pesos,  la  isla  de  Basilan, 
cuyo  dominio  pertenecía  á  España. 

El  brigadier  D.  Agustín  Bocalán  llegó  inmediata- 
mente después  á  Zamboanga  á  bordo  de  la  fragata  Es- 
peranza, y  sostuvo  con  M.  Cecille  una  activa  y  enérgica 
correspondencia  con  motivo  de  sus  extrañas  gestiones 
respecto  de  Basilan,  cuyo  resultado  fué  que  ambos  en- 
comendaran el  asunto  á  la  resolución  de  sus  respecti- 
vos gobiernos,  alejándose  de  aquellas  aguas  los  buques 
franceses,  excepción  hecha  de  la  Sabine,  que  se  estacio- 
nó en  el  canal,  entre  Basilan  y  Malamavi. 

De  acuerdo  el  gobernador  de  Zamboanga  con  Boca- 
lán, exigieron  incontinenti  la  sumisión  de  casi  todos  los 
pueblos  de  Basilan,  con  derogación  de  cualquier  pro- 
mesa que  hubieran  hecho  á  los  extranjeros,  mandando 
construir  un  fuerte  en  Pasanjan,  costa  N.  de  Basilan, 


380  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

á  lo  que  quiso  oponerse  el  comandante  de  la  Sahine; 
mas  desapareció  de  aquellas  aguas  tan  luego  vio  el  mal 
sesgo  que  tomaba  el  asunto. 

Ambos  jefes  españoles  marcharon  después  á  la  entra- 
da del  río  Grande  de  Mindanao,  obteniendo  del  sultán 
la  cesión  del  gran  seno  de  Davao. 

En  Marzo  de  1845  se  trasladó  Bocalán  á  Joló  para 
entablar  reclamaciones  cerca  del  sultán  é  inquirir  lo  que 
pudiese  con  respecto  á  la  venta  de  Basilan  á  los  france- 
ses, 5^  al  tratado  con  M.  Page  de  Abril  de  1843,  en  el 
que  se  estipulaba  que  los  subditos  franceses  podían  ir  á 
los  puertos  joloanos,  concediéndoles  iguales  franquicias 
que  á  la  nación  más  privilegiada.  (Apéndices,  págs.  47 
y  48.)  Tan  luego  fondeó  en  dicha  rada,  participó  Bo- 
calán al  sultán  su  arribo,  y  el  17  desembarcó  con  gran- 
de aparato,  haciéndole  entrega  de  sus  despachos.  El 
sultán  ofreció  leerlos  después,  y  retiróse  Bocalán  á 
bordo. 

Las  negociaciones  no  alcanzaban  buen  éxito,  pues 
como  él  decía  al  capitán  general,  «aunque  el  sultán  y 
los  principales  dattos  afectan  desear  el  exterminio  de 
los  piratas,  lo  cierto  es  que  los  más  se  enriquecen  con 
el  fruto  de  sus  robos,  ya  participando  de  ellos,  ya  com- 
prándoles los  cautivos  por  un  mezquino  precio  ,  sea 
para  vivir  á  costa  de  su  trabajo,  sea  para  revenderlos  á 
cambio  de  efectos  preciosos  en  Sandakan,  en  donde  al- 
gunas tribus  los  sacrifican  inhumanamente  para  satis- 
facer sus  supersticiones.» 

Desde  el  20  estuvo  incomunicado  con  el  sultán  y  los 
dattos,  por  ser  víspera  de  su  fiesta  del  Monlod,  que 
dura  tres  días.  El  21  entraron  cuatro  pan  eos  de  Balan- 
guingui,  llevando  algunos  cautivos,  que  desembarcaron 
con  el  mayor  descaro  á  la  vista  de  la  fragata  Esperanza, 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  381 

Y  no  paró  aquí  su  cinismo,  sino  que  el  i°  de  Abril  fué 
acometida  la  gente  que  bajó  á  hacer  aguada  por  muchos 
moros  monteses,  de  cuya  aproximación  no  se  apercibie- 
ron los  marineros  hasta  tenerlos  sobre  sí.  En  la  lucha 
sostenida  con  la  tropa  que  protegía  la  lancha,  perecie- 
ron 20  piratas,  y  de  los  nuestros  un  español  y  un  indio. 

Durante  el  tiempo  que  la  Esperanza  permaneció  en 
la  rada,  se  refugiaron  á  su  bordo  62  cautivos  fugados 
de  Balanguingui  y  de  Joló,  algunos  de  los  cuales  eran 
indígenas  de  las  posesiones  holandesas. 

Bocalán  pudo  conseguir  copia  del  tratado  de  M.  Page 
y  del  escandaloso  convenio  celebrado  con  M.  de  La 
Grené,  en  que  cedían  á  Francia  por  100.000  pesos  la 
isla  de  Basilan,  sujeta  al  dominio  de  España.  Este  con- 
venio, firmado  el  20  de  Febrero  de  1845,  carecía  de  le- 
galidad por  faltarle  los  sellos,  y  se  anuló  por  el  gobier- 
no francés  luego  que  el  de  España  hÍ20  las  reclamacio- 
nes consiguientes,  siendo  de  advertir  que  el  sultán  de 
Joló  ocultó  con  doblez  el  dar  cuenta  al  gobernador  de 
Manila  de  la  referida  cesión  (0. 


(1)  M.  Guizot,  que  en  la  época  á  que  estos  sucesos  se  contraen  era 
ministro  de  Negocios  extranjeros,  hizo  público  el  misterio  de  este  inci- 
dente en  el  prefacio  de  la  versión  francesa  del  libro  de  M.  Oliphant, 
secretario  del  lord  Elgin  en  su  embajada  á  China  y  al  Japón  (París, 
1860),  cuyo  importante  escrito  consideramos  de  interés  copiar  íntegro. 

Dice  asi: 

"Cuando  propuse  al  rey  Luis  Felipe,  en  1843,  que  se  enviase  á  Chi- 
na una  misión  extraordinaria,  estaba  lejos  de  prever  que  antes  de  vein- 
te años  un  ejército  francés  de  1  2.000  hombres,  de  infantería,  caballería, 
artillería  é  ingenieros,  se  uniría  á  otro  ejército  inglés  para  entrar  en  el 
Celeste  imperio,  marchar  sobre  su  capital  é  imponerle,  no  sólo  la  ob- 
servancia, sino  la  ampliación  de  los  tratados,  á  riesgo  de  aumentar, 
acabando  con  la  dinastía  reinante,  la  anarquía  en  que  ya  estaban  aque- 
llos 300  ó  400.000.000  de  habitantes.  Así  comienzan  las  expediciones 


382  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

En  1847  realizó  la  conquista  de  Davao  un  español 
digno  de  que  perpetúe  su  nombre  la  historia. 

Llamábase  D.  José  Oyanguren. 

Lo  acontecido  con  este  insigne  patriota  justifica  pla- 
que llevan  en  pos  las  conquistas.  Los  sucesos  marchan  ahora  con  más 
velocidad  que  el  pensamiento,  y  el  porvenir,  en  apariencia  más  lejano, 
se  acerca  tanto  á  lo  presente  como  mañana  á  hoy.  En  1843  no  pensaba 
yo  hacer  en  China  sino  lo  que  Inglaterra  y  los  Estados-Unidos  acaba- 
ban de  realizar,  esto  es,  determinar  en  solemne  tratado  nuestras  rela- 
ciones con  los  chinos,  dando  así  á  los  hechos  en  su  mismo  principio 
el  carácter  de  derechos  reconocidos  y  aceptados.  Tales  fueron  las  resul- 
tas de  la  misión  que  M.  de  La  Grené  desempeñó  en  1844  y  1845,  con 
tanto  acierto  y  prudencia  como  celo,  obteniendo  desde  luego  el  tratado 
de  comercio  de  Whampoa,  firmado  á  boi^do  de  V Arquimede,  en  24  de 
Octubre  de  1844,  y  después  el  edicto  chino  de  28  de  Diciembre  si- 
guiente, sobre  el  libre  ejercicio  del  culto  cristiano  en  los  cinco  puertos 
abiertos  á  los  extranjeros,  y  la  tolerancia  ofrecida  á  los  chinos  cristia- 
nos en  el  interior  del  imperio. 

„Pero  mientras  me  dirigía  á  estos  objetos,  conocía  muy  bien  que, 
aunque  se  lograsen,  no  darían  resultas  ventajosas  y  subsistentes  si  no 
se  apoyaban  en  garantías  efectivas  en  aquellos  mismos  parajes.  Y  sólo 
había  dos  que  ofreciesen  seguridad;  una  estación  naval  francesa,  siem- 
pre presente  en  los  mares  de  China,  y  un  establecimiento  francés  per- 
manente cercano  á  aquel  país,  que  sirviese  de  punto  de  apoyo  y  de  re- 
fugio á  la  estación  naval  y  á  nuestro  comercio  y  misioneros.  Con  este 
propósito  agregué  alas  instrucciones  de  M.  de  La  Grené  la  nota  siguiente: 

„Paris  g  de  Noviembre  de  1S43. 

„Ha  dispuesto  el  Rey,  como  ya  consta  á  M.  de  La  Grené,  que  se  esta- 
blezca una  estación  naval  en  los  mares  de  la  India  y  de  la  China,  con 
objeto  de  proteger,  y  si  es  preciso,  defender  nuestros  intereses  políticos 
y  comerciales. 

„Pero  la  Francia  no  posee  en  el  día  en  aquellos  mares  ningún  punto 
en  que  los  buques  que  constituyan  dicha  estación  permanente  puedan 
hacer  provisiones,  reparar  sus  averías  y  curar  sus  enfermos.  La  división 
francesa  tendrá  que  acudir  á  la   colonia  portugtiesa  de  Macao,  al  esta- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  383 

ñámente  que  es  justo  el  triste  papel  adjudicado  á  los 
españoles  en  la  alegoría  de  la  cucaña  (2), 

Preferimos  dejar  la  palabra  á  un  escritor  residente 
en  Manila  hacia  aquella  época. 

He  aquí  su  relato: 

blecimiento  inglés  de  Hong-Kong,  ó  al  arsenal  de  Cavite,  en  la  isla  es- 
pañola de  Luzón. 

„Esto  no  puede  ser.  No  conviene  á  la  Francia  estar  ausente  de  una 
parte  tan  extensa  del  globo,  donde  otras  naciones  tienen  estaLilecimien- 
.tos.  También  el  pabellón  francés  debe  flotar  en  los  mares  de  China,  en 
un  punto  en  que  nuestros  buques  hallen  seguro  abrigo  y  toda  clase  de 
auxilios.  Es  necesario  fundar  allí,  como  los  ingleses  en  Hong-Kong,  y 
nosotros  mismos  en  las  islas  Marquesas,  un  establecimiento  militar  para 
nuestra  marina,  un  depósito  para  nuestro  comercio . 

„Este  establecimiento  debe  reunir  muchas  condiciones  esenciales: 
proximidad  al  imperio  chino;  puerto  grande  y  cerrado,  donde  los  bu- 
ques no  padezcan  en  las  frecuentes  y  terribles  tormentas  de  aquellos 
parajes;  situación  aislada  y  de  fácil  defensa;  clima  sano,  en  que  nues- 
tras tripulaciones  puedan  restablecerse  en  poco  tiempo  de  las  enferme- 
dades causadas  por  el  calor  de  los  trópicos;  y  en  fin,  manantiales  puros 
y  abundantes  para  que  nuestros  buques  puedan  renovar  el  agua.  No  son 
tan  extensas  y  tan  exactas  las  noticias  que  poseemos  de  las  regiones  de 
la  Indo-China,  que  desde  luego  podamos  determinar  la  que  debe  ocu- 
parse para  el  nuevo  establecimiento. 

«Sobre  este  particular  no  se  pueden  dar  á  M.  de  La  Grané  instruc- 
ciones precisas.  Se  le  indicarán  solamente  algunos  sitios  designados  por 
exploraciones  anteriores,  que  pueden  servir  de  base  á  la  política  de  la 
Francia,  ó  constituir  un  centro  de  sus  intereses  comerciales  en  la  Indo- 
china. 

„En  el  derrotero  de  Europa  á  China,  y  á  la  salida  de  los  estrechos 
de  Malaca  y  Singapoore,  están  las  islas  Anamba  y  Naiuna,  cuyos  habi- 
tantes malayos  han  conservado  hasta  ahora  su  independencia.  Pero  aua 
cuando  estas  islas  fueren  un  punto  de  ocupación  conveniente  bajo  el 
aspecto  náutico,  de  lo  que  sería  preciso  convencerse  en  un  nuevo  reco- 
nocimiento, ¿no  se  debería  recelar  que  la  vecindad  de  establecimientos 
importantes  creados  por  los  ingleses  y  los  holandeses  en  Singapoore, 
Sumatra  y  Borneo,  anularían  el  depósito  que  formásemos  allí  y  nos  ex- 
pondría además  á  perjudiciales  choques? 


384  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

((Era  Oyanguren  natural  de  Guipúzcoa,  y  fué  á  las 
Filipinas  en  iSaS  huyendo  de  las  persecuciones  que 
experimentó  en  España  por  haberse  dado  á  conocer 
con  adhesión  exaltada  al  régimen  representativo.  Por 
los  años  de  i83o  estuvo   en  la   provincia  de  Caraga 

„Las  mismas  objeciones  pueden  hacerse  á  las  islas  de  Pulo  Cóndor  y 
de  Cham-Colao,  en  las  costas  de  Cochinchina. 

„La  primera  de  estas  islas  es,  por  otra  parte,  muy  mal  sana,  siendo 
ésta  la  causa  de  que  no  tomase  posesión  de  ella  la  compañía  francesa 
de  las  Indias  orientales,  que  la  había  mandado  reconocer  en  1720,  y  de 
que  la  abandonaran  los  ingleses  después  de  haberla  ocupado  alguno 
afios.  El  grupo  de  Cham-Colao  no  merece  la  atención,  según  las  obser- 
vaciones hechas  últimamente  en  él  por  el  capitán  de  corbeta  Favin- 
Leveque. 

^Podría  todavía  explorarse  la  península  de  Turón,  en  la  misma  cos- 
ta de  Cochinchina,  y  cuya  cesión  obtuvo  la  Francia  cuando  la  de  Pulo 
Cóndor,  por  el  tratado  de  Versalles,  el  28  de  Noviembre  de  1787,  en 
retribución  del  auxilio  ofrecido  al  emperador  Nguyen-A'hn  para  reins- 
talarle en  el  trono.  Pero  como  la  Francia  no  cumplió  el  tratado,  no  po- 
dríamos ahora  alegar  este  título  á  la  propiedad  de  Turón.  Los  señores 
Du  Camper,  de  Bouganivelle  y  Laplace,  que  sucesivamente  la  visita- 
ron, alababan  mucho  su  rada,  una  de  las  más  espaciosas  y  seguras  de 
Cochinchina.  Mas  estas  ventajas  desaparecen  ante  la  insalubridad  del 
clima  y  los  graves  inconvenientes  que  resultarían  de  la  situación  conti- 
nental de  Turón,  de  las  cuales  no  sería  la  más  pequeña  la  dificultad  de 
circunscribir  nuestra  ocupación.  Tampoco  estaríamos  bien  allí  bajo  el 
punto  de  vista  comercial. 

^Parece,  pues,  que  nuestras  investigaciones  deben  dirigirse  con  pre- 
ferencia á  la  parte  oriental  del  grande  Archipiélago.  Al  S.  de  las  Fili- 
pinas, sometidas  á  la  España,  están  las  islas  de  Joló,  entre  Mindanao  y 
Borneo,  habitadas  por  una  población  activa  y  comerciante,  y  que  se 
mantiene  independiente.  Una  de  ellas,  la  isla  de  Basilan,  es  la  que  debe 
explorarse  con  cuidado.  Parece  que  está  habitada,  como  la  extremidad 
S.  de  Mindanao  y  parte  N.  de  Borneo,  por  una  tribu  de  Ulanos,  pobla- 
ción pirática  extendida  en  aquellos  mares,  sobre  la  cual  el  sultán  de 
Joló  ejerce  una  autoridad  disputada.  Un  establecimiento  fundado  en 
este  punto  podría  pronto  rivalizar  en  importancia  comercial  con  el  de 
Singapoore.  Si  este  último  está  en  el  derrotero  de  Europa  á  Indo-Chi- 


EN   MINDANAO,    JÓLO   Y   BORNEO  385 

(ahora  Surigao)  ejerciendo  el  comercio,  y  navegando 
por  todas  las  costas  de  Mindanao  y  sus  adyacentes. 
Después  pasó  á  la  provincia  de  Calamianes.  El  año 
1880,  hallándose  en  Manila,  fué  nombrado  juez  letra- 
do de  primera  instancia  en  la  populosa  provincia  de 


na,  Basilan  está  en  el  del  Océano  Pacífico,  la  costa  O.  de  América  y  la 
Australia  á  los  puertos  de  China  y  las  Filipinas,  y  en  el  de  la  vuelta  á 
Europa  contra  Monzón.  Pero  sería  preciso  cerciorarse  ante  todo  de  si  la 
isla  tiene  la  principal  condición  necesaria  para  el  objeto  que  el  gobier- 
no se  propone,  es  decir,  si  hay  en  ella  un  puerto  bien  cerrado  y  de  fá- 
cil defensa.  Esto  es  lo  primero  que  debe  verse. 

nM.  La  Grené  sabe  cuánto  conviene  el  secreto  para  la  ejecución  de 
este  plan.  Desde  el  momento  que  llegue  á  los  mares  de  la  China,  todos 
sus  movimientos  serán  observados  con  activa  y  recelosa  vigilancia.  Es 
preciso,  pues,  alejar  toda  sospecha,  y  que  el  comandante  de  la  estación 
naval  reconozca  solo  y  por  sí,  ó  por  los  oficiales  á  sus  inmediatas  órde- 
nes, los  puntos  que  parezcan  más  convenientes. 

«Después  de  esta  operación  preliminar,  y  cuando,  convenido  por 
M.  Cecille,  esté  seguro  M.  de  La  Grené,  no  sólo  de  que  el  sitio  desig- 
nado merece  la  elección,  considerado  náutica,  militar  y  comercialmen- 
te,  sino  de  que  podría  ocuparse  sin  dificultad  de  parte  de  los  habitan- 
tes, procederá  á  negociar  y  concluir  provisionalmente  la  cesión,  sea 
con  los  jefes  indígenas,  si  son  independientes,  ó  sea  con  el  soberano 
cuya  autoridad  reconozcan,  con  sujeción  expresa  á  la  aprobación  del 
gobierno  del  Rey. 

^Concluido  el  tratado,  podrá  el  comandante  de  las  fuerzas  navales 
dejar  un  buque  en  el  punto  cedido,  para  que  los  jefes  no  se  desdigan, 
hasta  que  sea  ratificado  el  convenio  por  S.  M.  y  se  tome  posesión  en 
su  nombre  de  la  isla. 

„Se  le  autoriza  (pero  sólo  en  el  caso  de  necesidad  absoluta)  para 
enarbolar  el  pabellón  francés  en  la  isla  misma,  si  hubiese  motivo  for- 
mal de  recelar  que  se  le  anticipara  otra  nación. „ 

"Así  aplicaba  yo  á  los  mares  de  China  una  idea  que  había  ya  reali- 
zado en  otros  puntos  del  globo,  y  que  conceptúo  capital  para  los  intere- 
ses, no  sólo  comerciales,  sino  morales,  políticos,  militares  y  marítimos 
de  Francia.  En   los  debates  que  se  suscitaron  en  las  Cámaras  en  1843 

25 


386  HISTORIA   DE    LA    PIRATERÍA 

Tondo,  que  ahora  lleva  el  nombre  de  la  capital.  En 
1846  cesó  en  aquel  empleo,  porque,  reformado  éste,  se 
nombraron  jueces  en  Madrid;  y  al  tener  noticia  de  la 
cesión  del  seno  de  Davao,  estipulada  por  el  sultán  de 
Mindanao  con   el  brigadier  de  marina,   Bocalan,  y  el 


con  motivo  de   los  establecimientos   que   acabábamos  de  fundar  en  las 
islas  Marquesas  y  en  Taiti,  decía  yo  las  siguientes  palabras:  'Una  de 
„las  causas  de  la  autoridad  y  de  la  confianza  con  que  procede  el  comer- 
„cio  inglés,  es  que  en  todas  partes  encuentra  á  la  Inglaterra-,  es  que  sabe 
„que  en  todas  partes  está  el  poder  nacional  á  la  mano  para  protegerle 
„y  sostenerle.  Una  de  las  causas  de  la  debilidad  comparativa,  de  la  falta 
„de  confianza  y  del  encogimiento  del  comercio  francés,  es  que  en  todas 
^partes  se  encuentra  á  l.OOO,  á  2.000,  á  3.OOO  leguas  de  la  Francia;  es 
„que  en  ninguna  parte  la  ve  ceixa  de  él  y  á  su  lado.  Dándole  seguridad, 
„haciéndose  presente  en  donde  quiera  que  se  forme  un  centro  mercan- 
„til,  es   como  se  inspirará   al  comercio  francés  la  confianza  y  la  soltura 
^que  necesita;  y  el  mejor  modo  de  inspirárselas  es  fundar  en  todos  esos 
„ centros  un  establecimiento  francés,  es  hacer  que  se  vean  en  ellos  el 
,  pabellón  francés   y  buques   franceses  encargados  de  cruzar  continua - 
„  mente  por  sus  mares   y  proteger  nuestro  comercio.  Nuestros  buques 
„  mismos,  para  obrar  con  la  constancia,  asiduidad  y  eficacia  que  exige 
„su  misión,  necesitan  tener  cerca  una  estación  segura  donde  poder  en- 
„trar  y  salir,  según  las  circunstancias.  ¿Qué  han   hecho  por  su  marina 
„ todas  las  grandes  naciones  marítimas?  No  se  han  limitado  á  enviar  sus 
„  buques  á  reconocer  toda  la  superficie  del  globo  para  proteger  su  co- 
„mercio:  han  procurado  también  asegurarles  puntos  de  apoyo,  de  repa- 
„ración  y  de  refugio,  y  que  no  sólo  sientan  el  recuerdo,  sino  el  contac- 
„to  del  gobierno  de  su  país,  de  su  bandera  y  de  su  poder.  Ved  la  histo- 
„ria  de  Inglaterra,  la  de  Holanda,  la  de  España,  y  aun  la  de  las  peque- 
„ñas  repúblicas   que  hacían  el  comercio  del  Mediterráneo.  Sus  buques, 
„sus  galeras  encontraban  siempre  en  sus  viajes  el  gobierno,  el  apoyo  y 
„la  fuerza  de  su  patria.  Así  lograron  la  prosperidad  de  su  comercio  é 
^infundir  en  sus  marinos  la  confianza  y  la  adhesión  que  constituyen  en 
„mar  y  tierra  el  prestigio  de  la  fuerza  armada.  ¿Despreciaréis  esos  ejem- 
„plos?  ¿No  querréis  ocupar  un  punto  ni  en  el  Océano  Atlántico,  ni  en  el 
, Pacífico,  ni  en  los  grandes  Archipiélagos  del  extremo  Oriente?  ¡Y  esto 
-á  la  vista  de  un  hecho   nuevo  é  inmenso:  la  China  abierta  al  comercio 


EN    MINDANAO,    JÓLO   Y   BORNEO  387 

gobernador  de  Zamboanga,  Figueroa,  imaginó  em- 
prender su  adquisición  efectiva.  Antes  de  exponer  sus 
miras  al  gobierno  volvió  á  visitar  aquel  territorio,  que 
ya  le  era  conocido,  y  explorar  su  estado  á  la  sazón. 
Satisfecho  con   sus  observaciones,  se  apresuró  á  re- 


^del  mundo!....  No  se  trata  de  prescindir  de  las  consideraciones  de  pru- 
„dencia  y  de  economín,  de  lanzarse  á  empresas  gigantescas  é  indefini- 
,das:  nada  de  esto  hay  que  reprochar  á  nuestros  proyectos.  En  las  islas 
^Marquesas  y  en  Taiti  no  hay  que  hacer  conquistas,  ni  sostener  luchas 
«con  los  indígenas,  ni  roturar  vastos  terrenos,  ni  fundar  grandes  colo- 
„nias;  sino  estaciones  para  reparo  y  refugio  de  nuestro  comercio,  puñ- 
etes de  apoyo  para  nuestra  marina,  encargada  de  protegerle.  Esta  con- 
„ducta  conviene  á  la  Francia,  no  sólo  en  el  Océano  Pacífico,  sino  en 
„todas  partes:  es  el  sistema  político  marítimo  que  la  Francia  debe  se- 
„guir.  Donde  quiera  que  se  formen  grandes  centios  de  actividad  co- 
^mercial  y  de  civilización,  la  Francia  debe  buscar  estaciones  de  esta 
„clase,  posiciones  que  no  la  comprometan,  ni  creen  intereses  esen- 
«cialmente  belicosos,  pero  que  proporcionen  medios  de  protección  y  de 
„defensa.  Con  estos  establecimientos,  bien  situados  y  circunsciitos,  en- 
„trará  Francia  á  la  parte  en  el  aumento  general  de  riqueza  y  de  influen- 
„cia  de  las  grandes  naciones,  sin  empeñar  sus  fuerzas  y  su  porvenir. „ 
„M.  de  La  Grené  y  el  almirante  Cecille,  que  mandaba  nuestra  esta- 
ción naval  en  China,  oficial  de  grande  experiencia  y  buen  juicio,  cum-^ 
plieron  de  acuerdo  estas  instrucciones.  El  almirante  hizo  explorar  y  ex- 
ploró por  sí  la  situación  exterior  é  interior  de  la  isla  de  Basilan,  con 
aquella  escrupulosa  sagacidad  que  no  se  fía  ni  en  las  primeras  impre- 
siones en  cuanto  á  los  hechos,  ni  en  soluciones  vagas  en  cuanto  á  las 
dudas.  Provisto  M.  de  La  Grené  de  todos  los  datos  así  adquiridos,  fué 
con  el  ahiiirante  á  Basilan,  se  constituyó  en  la  bahía  de  Malamawi,  y 
agregó  primero  las  observaciones  y  después  la  intervención  del  diplo- 
mático á  los  estudios  y  á  los  primeros  pasos  de  los  marinos.  Copiaré 
literalmente  lo  más  esencial  de  los  despachos  en  que  me  daba  cuenta 
de  lo  que  había  visto,  pensado  y  ejecutado  sobre  el  mismo  terreno. 

„M.  de  La  Grené  á  AI.  Guizot,  ministro  de  Negocios  extranjeros. — (Des- 
pachos de  4  y  24  de  Febrero  y  15  de  Marzo  de  1845.) 

^Salimos  de  Manila  el  8  de  Enero  último,  y  el  12  al  amanecer  foa- 


388  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

gresar  á  Manila  y  propuso  al  capitán  general  D.  Nar- 
ciso Clavería  que  le  concediese  algunas  armas,  pertre- 
chos y  municiones  y  el  mando  del  territorio  que  con- 
quistase por  un  plazo  largo,  con  privilegio  exclusivo 
de  comerciar  en  él;  en  cambio  ofrecía  sujetar  con  gen- 

deamos  en  la  bahia  de  Malamawi,  en  Basilan,  después  de  un  viaje  sin 
novedad.  En  las  instrucciones  confidenciales  que  V.  E.  se  dignó  remi- 
tirme antes  de  mi  partida,  después  de  enumerar  las  razones  que  deben 
inducir  á  la  Francia  á  fundar  en  los  mares  de  China  un  establecimiento 
militar  para  su  marina  y  un  depósito  para  su  comercio,  señala  V.  E. 
mismo  las  condiciones  que  éste  debe  tener: 

„!."     Proximidad  al  imperio  chino. 

„2.°     Puerto  grande  y  cerrado. 

„3.°     Situación  aislada  y  de  fácil  defensa. 

„4.°     Clima  sano. 

„5.°     Manantiales  puros  y  abundantes. 

„Para  proporcionar  al  gobierno  del  Rey  los  medios  de  adoptar  una 
determinación  inmediata  y  con  pleno  conocimiento  de  causa,  examina- 
ré cada  una  de  estas  condiciones  con  aplicación  á  la  isla  de  Basilan. 
No  necesito  decir  que  debo  la  mayor  parte  de  los  datos  y  noticias  que 
daré  sobre  los  puntos  que  voy  á  tratar  al  almirante  Cecille  y  sus  ofi- 
ciales, mucho  más  competentes  que  yo  en  estas  materias;  yo  sólo  tengo 
la  parte  secundaria  de  un  observador  concienzudo  y  deseoso  de  contri- 
buir á  la  gloria  y  grandeza  de  su  país.  Algunas  de  estas  cuestiones  son, 
por  otra  parte,  tan  palpables  y  materiales,  que  se  resuelven  por  si  mis- 
mas, y  algunos  hechos  son  tan  de  bulto,  que  se  manifiestan  sin  dar  lu- 
gar á  examen  ni  vacilación  aun  á  los  ojos  menos  experimentados.  La 
magnificencia  y  seguridad  del  puerto  de  Malamawi  me  parecen  de  esta 
especie;  pero  no  quiero  invertir  el  orden  de  los  puntos  propuestos,  y 
voy  al  primero  de  ellos. 

„1.°  Proximidad  de  la  China.  La  simple  vista  del  mapa  demuestra 
la  superioridad  de  la  situación  de  Basilan.  En  la  monzón  favorable  el 
viaje  á  Cantón  es  de  pocos  días,  y  en  la  contraria,  la  navegación  de  un 
punto  á  otro  ofrece  ventajas  que  no  se  encontrarían  en  ninguna  otra 
parte,  porque  engolfándose  en  la  mar  de  Mindoro  y  siguiendo  la  costa 
O.  de  las  Filipinas,  defendida  de  los  NE.,  se  coge  Manila,  y  de  allí  se 
va  á  Macao  con  viento  de  costado.  Un  ejemplo  reciente  apoya  este  ra- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  389 

te  escogida,  y  mantenida  por  él  mismo,  todas  las  cos- 
tas del  seno,  desde  el  cabo  de  San  Agustín  hasta  la 
punta  de  Sarangani;  expulsar  ó  pacificar  á  los  moros 
que  habitaban  en  aquel  punto;  fundar  en  él  algunas 
poblaciones  cristianas,  facilitándolas  medios  de  roturar 

ciocinio.  La  Victorieuse  sólo  lux  empleado  once  dias  desde  Basilan  á 
Manila  en  lo  más  fuerte  de  la  monzón  de  NE.  Debe  advertirse  que  en 
el  Archipiélago  de  Joló,  á  causa  de  su  situación  geográfica,  y  en  Basi- 
lan, á  causa  de  su  proximidad  á  Mindanao,  se  siente  muy  poco  aquella 
monzón.  Asi  es  que  en  los  dos  meses  que  hemos  estado  en  Malamawi  y 
Joló  sólo  hemos  experimentado  brisas  variables  y  calmas.  Por  las  tar- 
des, lo  mismo  que  sucede  en  la  costa  E.  de  Sumatra,  en  la  bahía  de 
Río-Janeiro,  y  en  el  buen  tiempo  en  todos  los  golfos  del  mar  de  Gre- 
cia, soplan  terrales  flojos,  cualquiera  que  sea  durante  el  día  el  rumbo 
predominante.  Esta  notable  anomalía  no  deja  de  traer  inconvenientes: 
á  veces  los  buques  detenidos  por  las  calmas  en  estos  mares  poco  explo- 
rados, son  arrastrados  por  corrientes  de  una  velocidad  extremada,  cuya 
variable  dirección  está  sujeta  á  circunstancias  mal  conocidas.  En  tal 
caso  hay  que  navegar  con  la  sonda  en  la  mano,  y  con  más  motivo,  por- 
que en  las  regiones  tropicales  la  posición  vertical  del  sol  hace  á  menu- 
do inexactas  y  siempre  muy  delicadas  las  observaciones  por  el  reloj. 
Por  eso,  sin  duda,  es  tan  poco  frecuentado  el  Archipiélago  de  Joló  en 
ambas  monzones,  aun  cuando  ofrece,  al  parecer,  tantas  ventajas  á  la 
navegación.  Además  de  eso,  los  dos  pasos  que  hay  para  Basilan,  el  es- 
trecho de  Balabac  y  el  de  Macasar,  ofrecen  obstáculos  que  arredran  á 
la  mayor  parte  de  los  navegantes:  el  primero  es  poco  conocido,  mal 
descrito  y  de  difícil  navegación:  el  segundo,  prescindiendo  de  que  está 
siempre  infestado  de  piratas,  no  está  menos  sujeto  á  las  calmas  que  el 
de  Malaca.  Así  es  que  en  la  actualidad  sólo  se  aventuran  en  este  Archi- 
piélago algunos  balleneros  que  van  á  hacer  provisiones  á  Zamboanga. 
Pero  no  hay  duda  en  que,  si  la  Francia  se  fijase  en  Basilan,  nuestros 
trabajos  hidrográficos  harían  muy  pronto  el  estrecho  de  Balabac  accesi- 
ble á  todos  los  buques;  y  si  el  de  Macas.5r  fuese  más  frecuentado,  pron- 
to se  establecerla  en  él  un  servicio  de  remolques  bajo  los  auspicios  del 
gobierno  de  Java. 

„2.°     Puerto  grande  y  cerrado.   El  de  IMalamawi  no  tiene  menos  de 
dos  millas  y  media  de  largo,  con  una  anchura  que  varía  entre  un  cuarto 


39©  HISTORIA    DE    LA   PIRATERÍA 

los  campos,  criar  ganados  y  establecer  comunicaciones 
con  los  gentiles  del  interior  de  la  isla,  atra57éndoles  á  la 
vida  civilizada  y  á  la  sumisión  á  las  autoridades  espa- 
ñolas. 

»E1  gobernador  Clavería  aceptó  con  gran  complacen- 


y  un  tercio  de  milla,  y  todas  las  flotas  del  mundo  podrían  fondear  en  él 
con  seguridad.  Perfectamente  defendido  de  vientos  y  mares,  está  abierto, 
sin  embargo,  lo  mismo  que  el  Bosforo  ó  los  Dardanelos,  y  su  doble  boca 
ofrece  una  ventaja  inapreciable,  porque  facilita  la  entrada  y  la  salida 
con  cualquier  viento.  La  marea,  que  se  siente  mucho  en  él,  forma  co- 
rrientes periódicas  en  sentido  opuesto,  cuya  velocidad  varía  de  un  nudo 
á  dos  nudos  y  medio,  y  con  su  auxilio  pueden  levar  fácilmente  los  bu- 
ques de  mayor  porte. 

„3.°  Situación  aislada  y  de  fácil  defensa.  La  opinión  de  todos  los 
oficiales  de  la  escuadra  es  unánime  en  este  punto,  lo  mismo  que  en  el 
precedente.  Tan  fuerte  es,  según  ellos,  la  posición,  que  sería  muy  fácil 
hacerla  inexpugnable.  Por  el  O.  está  defendida  la  entrada  del  canal  que 
separa  Malamawi  de  Basilaii  por  una  islela,  cuyos  fuegos  rasantes,  que 
se  cruzarían  á  un  cuarto  de  tiro  de  cañón  con  los  de  las  playas  opues- 
tas, harían  imposible  toda  tentativa  por  aquel  lado;  además  de  que  en 
el  caso  de  un  ataque  empeñado  se  podrían  cerrar  herméticamente  los 
dos  pasos  alas  más  formidables  escuadras  sumergiendo  en  ellos- dos 
fragatas.  La  entrada  oriental,  aunque  no  está  tan  bien  defeadida,  no  ne- 
cesitaría tampoco-  muchas  fortificaciones.  En  cuanto  á  los  ataques  por 
parte  de  tierra,  sea  de  indígenas  o  de  fuerzas  de  desembarco,  la  impe- 
netrable faja  de  mangles  que  cubre  casi  sin  interrupción  la  costa  de  Ba- 
silan  que  mira  al  canal  alejaría  todo  recelo.  No  había  más  que  conser- 
var esta  defensa  natural.  Se  podría  además,  para  más  seguridad,  cons- 
truir en  el  punto  más  culminante  de  Malamawi  una  fortaleza,  que  do- 
minaría á  la  vez  el  puerto,  la  rada  y  las  avenidas  de  la  isla. 

„4.**  Clima  sano,  en  donde  los  tripulantes  de  nuestros  buques  de 
guerra  y  de  comercio  pudiesen  restablecerse  prontamente  de  las  enfer- 
medades adquiridas  en  una  permanencia  larga  en  los  climas  tropicales. 
Sobre  este  punto  no  puedo  ofrecer  al  gobierno  sino  simples  conjeturas. 
La  experiencia  favorece  hasta  ahora  á  Basilan,  porque,  según  consta 
de  los  partes  de  sanidad  de  la  escuadra  desde  fin  de  Octubre  hasta  el 
día,  no  se  podría  desear  un  resultado  más  satisfactorio.  Pero   esta  ex- 


EN   MINDANAO,    JÓLO   Y    BORNEO  39I 

cia  este  pensamiento,  que  convenía  tan  perfectamente 
con  sus  planes  acerca  de  la  reducción  de  las  tribus  sal- 
vajes, y  lisonjeaba  sus  deseos  de  atacar  por  todos  los 
medios  imaginables  y  en  todas  partes  á  la  vez  á  la  pi- 
ratería. Antes  de  acceder  á  la  propuesta  de  Oyanguren 

periencia  se  refiere  sólo  á  la  monzón  de  NE.,  es  decir,  á  la  estación 
seca,  que  aun  en  los  puntos  más  insalubres  del  Archipiélago  está  libre 
en  general  de  las  afecciones  epidémicas  tan  funestas  en  la  estación  de 
lluvias  á  los  europeos.  Para  obtener  una  solución  decisiva  de  la  cuestión 
propuesta,  serían  necesarias  observaciones  repetidas  durante  un  periodo 
largo,  del  que  se  pudiese  deducir  el  término  medio.  Me  afirmo  más  en 
la  imposibilidad  de  adquiíir  de  otro  modo  que  por  la  experiencia,  certi- 
dumbre moral  respecto  á  la  salubridad  de  un  punto  que  no  ha  sido  es- 
tudiado científicamente  todavía,  porque  tengo  muy  en  la  memoria 
el  reciente  ejemplo  de  Chuzan  y  de  Hong-Kong:  la  primera,  abandona- 
da como  una  isla  pestilencial  que  devoraba  sus  habitantes;  la  segunda, 
al  contrario,  elegida  por  circunstancias  naturales  que  respecto  á  la  salu- 
bridad parecían  hacerla  preferible.  Y  hoy  es  Chuzan  uno  de  los  puntos 
más  sanos  del  imperio:  los  hospitales  que  se  construyeron  á  mucha  cos- 
ta bajo  la  impresión  de  los  primeros  casos,  han  venido  á  ser  inútiles; 
mientras  que  en  Hong-Kong,  no  obstante  el  esmero  y  los  esfuerzos  del 
gobierno  local,  la  mortalidad  de  los  militares  llega,  según  los  cálculos 
más  moderados,  á  25  por  ICO. 

„5.°  Agua  pura  y  abundante.  No  se  han  encontrado  hasta  ahora 
manantiales  en  las  inmediaciones  del  puerto,  ni  en  Malamawi,  ni  en 
Basilan.  La  única  aguada  de  que  los  buques  han  hecho  uso  es  la  del  río 
de  Gumalarand,  que,  á  milla  y  media  ó  dos  de  su  embocadura  y  bajo 
algunos  torrentes  que  no  pueden  pasar  los  botes  ni  las  piraguas,  tiene 
un  agua  muy  clara,  que  ni  aun  en  las  más  altas  mareas  se  mezcla  con  la 

del  mar Pero  esta  aguada,  tres  ó  cuatro  millas  distante  de  la  entrada 

del  puerto,  y  á  la  cual  no  se  puede  llegar  sino  franqueando  la  barra  que 
obstruye  la  embocadura  del  río,  está  lejos  de  ofrecer  las  ventajas  que 
son  de  desear.  Se  podría  remediar  con  poco  gasto  este  inconveniente 
haciendo  algunas  obras  en  el  río  de  Pasanjan,  que  está  poco  más  ó  me- 
nos en  el  mismo  caso  que  el  de  Gumaraland,  y  donde  se  podría  tomar, 
á  una  milla  escasa  del  puerto,,  en  una  barra  que  se  forma  por  la  dife- 
rencia de  nivel,  un  agua  pura  y  sana La  falta  de  manantiales  cerca 


392  HISTORIA    DE   LA    PIRATERÍA 

pidió  SU  voto  al  acuerdo  de  oidores,  conforme  á  las  le- 
yes de  Indias.  Allí  encontró  el  proyecto  alguna  oposi- 
ción, porque  el  mando  por  un  largo  período  que  solici- 
taba Oyanguren,  así  como  el  privilegio  exclusivo  de 
comercio,  salían  de  las  formas  ordinarias,  y  no  tenían 

de  las  costas  y  la  dificultad  de  la  aguada,  no  son  inconvenientes  pecu- 
liares de  Basilan:  es  un  hecho  común  á  la  mayor  parte  de  las  colonias 
situadas  en  las  regiones  tropicales,  según  lo  hemos  observado  en  Singa- 
poore,  en  Manila  y  en  Hong-Kong.  Hubiera  sido  muy  raro  hallar  una 
excepción  de  esta  regla  en  Basilan;  pero  esta  isla,  tal  como  es,  corres- 
ponde en  este  particular  á  los  deseos  del  gobierno  todo  lo  que  se  debía 
esperar  en  estos  parajes. 

„  Después  de  satisfacer  así  á  las  preguntas  contenidas  en  sus  instruc- 
ciones, M.  de  La  Grené  me  daba  noticias  acerca  del  estado  interior,  el 
terreno,  las  producciones  naturales  y  los  habitantes  de  la  isla,  "muy  in- 
„ completas,  dice  él  mismo,  porque  hasta  ahora  el  centro  de  la  isla  no 
„ha  sido  explorado,,,  pero  que  indican  claramente  lo  que  podría  llegar 
áser  aquella  posesión,  y  sus  inconvenientes  y  ventajas.  "El  aspecto  de 
„Basilan,  dice,  es  majestuoso  y  severo:  tiene,  como  todas  las  islas  de 
,  formación  madrepórica,  las  orillas  bajas  y  llanas,  casi  á  tlor  de  agua, 
„y  cuando  no  hay  viento  y  la  mar  está  en  calma,  parece  un  inmenso 
„ canastillo  de  verdura  medio  sumergido  en  un  lago.  Pero  á  más  distan- 
„cia  del  mar,  pasando  una  red  de  esteros  que  rodea  la  isla,  se  eleva  el 
„  suelo  insensiblemente  en  escalones  casi  simétricos  hasta  el  centro, 
«donde  están  los  puntos  culminantes,  por  lo  regular  envueltos  en  nu- 
ches. Algunos  barrancos  sinuosos  que  se  dirigen  perpendiculares  al 
„mar,  parecen  cortados  en  ángulo  recto  por  los  valles  longitudinales 
„que  separan  aquellas  colinas  paralelas.  Estos  y  sus  vertientes  opues- 
„tas  están,  sin  duda,  ocupados  por  pueblos  con  campos  cultivados  que 
„  producen  arroz  y  otros  vegetales  de  que  se  alimentan  los  naturales; 
„pero  no  se  ven  desde  la  costa,  donde  no  hay  traza  ninguna  de  cultivo: 
„los  valles,  las  colinas  y  toda  la  isla  desde  los  esteros  hasta  las  eminen- 
„cias  centrales,  están  cubiertos  de  la  misma  vegetación  exuberante,  con 
, mezcla  de  todas  las  formas  y  de  todos  los  matices  verdes  que  se  ha- 
«llan  en  general  en  los  bosques  primitivos  de  las  tierras  vírgenes  que  no 
„ha  tocado  la  mano  del  hombre.  El  terreno  consiste,  en  los  puntos  que 
«hemos  visitado,  en  profundas  capas  de  tierra  vegetal  más  ó  menos  cu- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  393 

precedente  desde  los  tiempos  del  descubrimiento  de  las 
islas,  cuando,  según  la  práctica  introducida  en  el  Nue- 
vo Mundo,  se  concedían  encomiendas  y  repartimientos 
de  indios  á  españoles  beneméritos.  Mas  este  sistema  de 
encomiendas  no  había  prevalecido  en  las  Filipinas,  en 

abiertas  de  detritus  vegetales  que  aumentan  su  feracidad.  Situada  cerca 
„de  las  Moluc&s,  entre  Borneo  y  Mindanao,  estas  islas  casi  desconoci- 
„das.  á  las  que  acaso  falta  Jolamente  la  industria  para  que  pudieran 
„  surtir  al  mundo  entero  de  frutos  coloniales,  Basilan,  con  sus  modestas 
„ proporciones  de  I40  á  160  kilómetros  de  costa,  producirá  cuanto  se 
„ quiera  hacerla  producir  en  sus  condiciones  de  clima  y  temperatura. 
„E1  clavo,  la  nuez  moscada,  la  canela,  la  pimienta,  ó  nacen  ya  ó  nace- 
„rían  con  facilidad;  y  en  las  excursiones  que  he  hecho  por  los  ríos  de 
„Pasanjan  y  Gumalarand,  he  observado  la  gran  variedad  de  esencias 
„que  salen  de  sus  bosques  primitivos  y  la  hermosura  de  los  ejemplares 

„que  encierran La  población   actual  de  la  isla  se  puede  graduar  en 

„8  ó  10.000  habitantes,  divididos  en  dos  clases:  los  del  interior,  que 
„se  dedican  al  cultivo  del  arroz,  y  los  de  la  costa,  cuya  principal  y  aca- 
^so  única  industria  consiste  en  la  piratería.  He  visto  individuos  de  las 
„dos  razas,  á  mi  parecer  muy  distintas:  la  primera  como  de  malayos,  y 
„la  segunda  parecida  á  los  ulanos  de  Mindanao.  En  una  excursión  que 
„he  hecho  con  M.  Rigaud  de  Genoully,  para  buscar  las  fuentes  del  río 
ndePasanjan,  nos  metimos,  guiados  por  un  malayo  que  venía  todos  los 
„días  á  la  escuadra,  algunos  cientos  de  pasos  en  el  interior,  y  hallamos 
«reunidos  15  ó  20  malayos,  cuyas  covachas  estaban  por  allí  cerca  en 
„un  otero  que  dominaba  un  pequeño  fondeadero,  en  donde  tenían  sus 
«piraguas.  Les  inquietó  un  poco  nuestra  visita,  que  no  esperaban;  pero 
„se  repusieron  luego,  y  comenzamos  á  hablar  con  ellos  pacíficamente, 
«cuando  se  presentaron  otros  seis  individuos  armados  de  lanzas  y  ma- 
,,zas  que  principiaron  á  esgrimir,  cubriéndose  con  sus  escudos,  dando, 
«con  sus  gestos  y  sus  cabellos  esparcidos,  señales  de  la  más  violenta 
«agitación.  Los  recién  llegados  nos  parecieron  más  corpulentos,  más 
«fuertes,  y  sobre  todo,  más  negros  que  nuestros  interlocutores,  y  de 
«muy  diferente  fisonomía.  Nuestro  guía  y  algunos  otros  habitantes  tra- 
«taban  de  sosegarles:  su  número  se  iba  aumentando,  y  creímos  pruden- 
„te  volver  á  los  botes.,, 

«Las  instrucciones  de  M.  de  La  Grené  no  le  sujetaban  á  una  senci- 


394  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

cuya  historia  no  se  encuentra  rastro  de  ellas  desde  la 
que  se  concedió  por  dos  vidas,  en  las  bocas  del  Rio 
Grande  de  Mindanao,  al  intrépido  capitán  Esteban  Ro- 
dríguez de  Figueroa,  que  murió  á  manos  de  un  moro 
en  el  acto  de  saltar  en  tierra  para  ocuparla.  Dio,  por  fin, 


lia  misión  de  exploración  y  estudio:  si  hallaba  un  sitio  que  reuniese  las 
condiciones  requeridas,  debía  preparar,  y  aun,  en  caso  de  necesidad  ab- 
soluta, emprender  su  ocupación.  Llegado  á  este  punto,  encontró,  respec- 
to de  Basilan,  muchas  dificultades  graves,  europeas  y  locales,  cristianas 
y  musulmanas.  Los  españoles  pretendían  poseer  la  isla,  y  el  goberna- 
dor de  Filipinas,  así  como  el  comandante  de  las  fuerzas  españolas  en 
aquellos  parajes,  suscitaron  vivas  reclamaciones  contra  los  primeros  ac- 
tos de  M.  Cecille.  El  sultán  de  Joló,  por  su  parte,  sostenía  que  Basilan 
era  una  de  las  islas  pertenecientes  á  su  imperio  en  propiedad,  ó  al  me- 
nos en  señorío.  Después  de  un  atento  examen,  M.  de  La  Grené  quedó 
convencido  de  que  las  pretensiones  españolas  no  descansaban  en  ningún 
sólido  fundamento.  'Aducen,  decía  él,  tres  argumentos:  e!  hecho  de  la 
«ocupación  de  la  isla  en  una  época  remota;  la  pretendida  pública  noto- 
„riedad,  y  el  reconocimiento  de  la  dominación  española  por  la  mayor 
„parte  de  los  jefes  indígenas  en  Balactasan,  en  Febrero  de  1844.  Nadie 
„niega  que  el  pabellón  español  hubiese  flotado  en  Basilan  de  1638  á 
„l645  en  la  época  de  Corcuera,  que  se  levantasen  allí  fuertes  y  se  edi- 
„ficasen  iglesias;  pero  en  el  mismo  caso  se  halla  Joló,  donde  también 
„ había  flotado  la  bandera  española,  y  sin  embargo,  el  gobierno  español 
„nunca  ha  llamado  á  Joló  isla  española.  Basilan  fué  evacuado,  lo  mismo 
„que  Joló,  en  1645,  en  un  tiempo  en  que  dificultades  exteriores  y  la 
„ decadencia  de  su  poder  obligaron  á  los  españoles  á  concentrar  sus 
„ fuerzas  y  abandonar  parte  de  sus  conquistas.  En  cuanto  á  la  pública 
„ notoriedad,  ¿en  qué  se  funda?  La  opinión  de  los  geógrafos  y  de  los  es- 
„cr¡tores,  así  nacionales  como  extranjeros,  es  positivamente  contraria 
,al  tema  español.  El  Sr.  Mas,  autor  de  una  obra  sobre  Filipinas,  im- 
„presa  en  Madrid  en  1843,  habla  de  ataques  dirigidos  en  I638  por  el 
„gobeinador  Corcuera  contra  la  isla  de  Basilan,  que  vino  á  ser,  dice, 
„tributaria  de  Joló.  Ningún  tratado  hecho  desde  1645  hasta  el  día  es- 
„tablece,  admitiéndolos,  los  derechos  de  la  España.  Desde  aquella  épo- 
„ca  ningún  incidente  oficial  ha  ocurrido  respecto  á  los  habitantes  de 
„Basilan,  que  yo  sepa:  el  gobernador  de  Filipinas,  en  un  tratado  con- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  395 

el  Acuerdo  su  voto  favorable  á  la  transacción  ó  conve- 
nio propuesto,  con  la  condición  de  que  no  se  concep- 
tuase como  un  contrato  entre  el  gobierno  y  Oyangu- 
ren,  sino  como  una  concesión  hecha  á  éste  con  plazo 
determinado  y  las  convenientes  limitaciones.  En  con- 

„cluído  en  1836  con  el  sultán  de  Joló,  les  califica  de  amigos  de  aquella 
„pla9a,  denominación  que  excluye  toda  idea  de  vasallaje  ó  sujeción. 
nQueda  el  llamado  reconocimiento  de  la  soberanía  de  la  España,  obteni- 
„da  en  1844  por  el  gobernador  de  Zamboanga.  Pero  al  alegar  este  hecho 
„la  autoridad  de  Filipinas  omitió  probar  la  principal,  que  es  la  existen- 
„cia  de  un  documento  que  le  acredite.  No  hay  ningún  vestigio  oficial 
„dela  proclamación  de  la  soberanía  española.  ¿Qué  fuérzase  puede  dar 
„á  la  legalidad  de  este  acto,  cuando  además  le  niegan  los  mismos  jefes 
„de  la  isla,  y  los  confederados  deBalactasan  no  le  dan  ningún  valor?» 

^Después  de  haber  discutido  en  una  larga  correspondencia  con  las 
autoridades  locales  españolas  sus  aserciones  y  razonamientos,  M.  de  La 
Grené  las  hizo  la  proposición  muy  natural  y  sensata  de  someter  la  cues- 
tión á  los  gobiernos  respectivos,  la  cual  se  apresuraron  á  aceptar. 

"Yo  había  entre  tanto  procedido,  añade  M.  de  La  Grené,  á  gestiones 
„que  pudiesen  asegurar  á  la  Francia  derechos  eventuales  á  la  posesión 
„de  Basilan.  Durante  las  conferencias  preliminares,  los  jefes  del  país 
„ habían  protestado  enérgicamente  que  nunca  y  de  ningún  modo  habían 
„admitido  la  soberanía  de  España,  afirmando  que  el  pabellón  español 
„que  flotaba  en  algunos  de  sus  paraos,  no  era  más  que  una  señal  de  re- 
„ conocimiento  adoptada  por  ellos  para  no  ser  molestados  en  Zamboan- 
„ga,  y  que  lo  quitaban  al  momento  que  regresaban  de  allí.  El  almirante 
„Cecille  les  invitó  á  que  consignaran  por  escrito  estos  categóricos  aser- 
„tos,  y  ellos  se  apresuraron  á  hacerlo.  Entonces  se  redactó  la  declara- 
„ción  de  13  de  Enero,  que  va  unida  á  mi  despacho  núm.  46.  I^os  jefes 
„de  Balactasan  pidieron  también  con  instancias  el  pabellón  francés;  el 
«almirante,  con  quien  yo  estaba  de  acuerdo  en  este  punto,  les  respondió 
„que  esto  dependía  sólo  del  Rey;  pero  que  había  á  bordo  un  represen- 
„tante  suyo,  que  podría,  si  ellos  lo  solicitaban,  hacer  presente  su  deseo 
„á  S.  M.  De  esta  manera  entré  yo  en  relación  con  los  jefes,  y  en  este 
„ sentido  se  concibió  el  convenio  de  20  de  Enero.  He  preferido  á  un 
„ tratado  de  cesión  inmediato,  sujeto  á  la  ratificación  del  gobierno  del 
„Rey,  un  simple  convenio  eventual  que  nos  asegure  la  sumisión  futura 


396  HISTORIA   DE    LA.   PIRATERÍA 

secuencia,  el  gobernador  Clavería,  en  decreto  de  27  de 
Febrero  de  1847,  confirió  á  Oyanguren  por  diez  años 
el  mando  del  territorio  que  conquistase  en  el  seno  de 
Davao,  con  privilegio  para  comerciar  exclusivamente 
en  él  los  seis  primeros,  concediéndole  alguna  artillería, 


„de  Basilan.  Este  convenio  onece  las  mismas  ventajas  que  un  tratado 
„de  cesión,  y  no  tiene  sus  inconvenientes:  liga  á  nosotros  á  los  jefes  de 
„un  modo  irrevocable,  y  nos  autoriza,  si  el  gobierno  del  Rey  desestima 
„las  pretensiones  de  la  España,  para  proceder  desde  luego  y  sin  más 
^fórmulas  á  la  toma  de  posesión.  Por  otra  parte,  no  da  motivo  á  una 
„  ocupación  provisional  que  pudiese  coartar  las  resoluciones  ulteriores 
„del  gabinete,  y  acredita  al  mismo  tiempo  algún  miramiento  hacia  las 
„ reclamaciones,  por  infundadas  que  sean,  de  un  gobierno  amigo. 

„Las  protestas  de  los  jefes  basilanos,  tan  enérgicas  y  unánimes,  y 
„cuyas  consecuencias  les  expliqué  detenidamente,  no  me  dejan  duda  de 
„que  no  hay  lazo  ninguno  de  vasallaje  entre  esta  isla  y  la  España.  No 
«sucede  lo  mismo  respecto  á  Joló.  Aunque  los  jefes  de  Balactasan  ha- 
„yan  manifestado  no  hacer  aprecio  de  los  derechos  del  sultán,  me  he 
„  convencido  en  mis  conversaciones  con  algunos,  y  en  ello  me  he  con- 
„firmado  después  en  Joló,  de  que  Basilan,  aunque  independiente  de  he- 
„cho,  pertenece  de  derecho  al  señorío  del  sultán  del  Archipiélago. 
„Para  obtener  la  cesión  de  este  derecho  fui  yo  á  Joló.  La  respuesta  dada 
„al  almirante,  á  quien  recibió  primero  el  sultán,  me  dio  poca  esperanza 
„de  llevar  á  buen  fin  la  negociación.  Pero  no  quise  abandonar  la  lucha 
„sin  intentarla:  en  tres  conferencias  sucesivas  me  propuse  demostrar  al 
„ sultán  las  ventajas  que  mis  proposiciones  le  ofrecían  y  los  daños  que 
„  podría  acarrearle  el  rechazarlas.  Le  dije  que  en  cambio  de  unos  dere- 
„chos  que  de  nada  le  servían,  le  daríamos  una  suma  considerable,  le  li- 
„braríamos  de  la  pesada  responsabilidad  que  se  le  sigue  de  las  depre- 
„daciones  de  los  basilanos,  y  le  proporcionaríamos  los  beneficios  con- 
„ siguientes  á  la  vecindad  de  una  nación  rica,  generosa  y  comerciante. 
„ Rebatía  yo  con  ejemplos  las  objeciones  procedentes  de  la  religión,  ci- 
«tándoles  Pulo  Penang  y  Singapoore,  cedidas  á  los  ingleses  por  el  sul- 
„tán  de  Johore,  fieles  mahometanos,  y  las  transacciones  de  los  holan- 
„deses  con  los  rajas  vecinos  suyos.  Al  principio  no  obtuve  sino  répli- 
„cas  evasivas  que  envolvían  una  pura  y  simple  repulsa.  La  mayoría 
„del  Rum  Btichara  (ó  consejo   del  sultán)  era  contraria  al  proyecto  de 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  397 

fusiles  y  municiones,  y  la  facultad  de  organizar  una 
compañía  ó  tercio  provincial  de  soldados  de  su  elec- 
ción. Determinóse  que  la  cabecera  de  la  nueva  provin- 
cia se  situaría  en  el  lugar  de  la  población  mora  que  da- 
ba nombre  al  seno,  tomando  el  de  Nueva  Vergara,  y  se 

„tratado;  la  efervescencia  de  la  población  joloana  arredraba  al  sultán. 
„No  obstante,  le  inquietaba  también  mi  persistencia.  En  la  última  sesión 
„se  alborotó  el  consejo.  Para  alejar  la  idea  de  venta  y  de  compra,  ha- 
„bía  ya  reducido  á  cien  años  el  término  de  la  cesión.  Parecía  que  el 
„asunto  iba  bien,  cuando  un  datto  (uno  de  los  del  consejo)  propuso  que 
„se  entregase  la  mitad  de  la  suma  antes  de  firmar;  y  respondiendo  yo 
,que  el  tratado  no  se  podía  poner  en  ejecución  hasta  que  el  Rey  le 
„  aprobase,  el  consejo  rehusó  por  unanimidad  sancionar  un  convenio 
„que  no  fuese  realizado  en  el  acto.  Lo  único  que  pude  conseguir  fué 
,  que  escribieran  una  carta  manifestando  que  el  consejo  suscribiría  á  la 
„cesión  de  Basilan  por  cien  años  por  lOO.OOO  pesos  al  contado,  con  la 
«condición  de  que  se  tomase  posesión  de  la  isla  dentro  del  plazo  de 
„seis  meses.  Esta  cláusula,  casi  imposible  de  cumplir,  parece  que  mate- 
„rjalmente  invalida  la  declaración.  Con  todo,  este  compromiso,  tal 
„como  es,  ofrece  todavía  una  parte  de  las  ventajas  que  habríamos  saca- 
ndo de  un  tratado,  y  no  dudo  que  un  buque  que  recordara  la  promesa 
„del  consejo  de  Joló,  ofreciendo  por  una  parte  lOO.Ooo  pesos  y  susci- 
„tando  por  otra  la  reclamación  de  satisfacción  que  varias  veces  he  indi- 
nCado  por  el  asesinato  de  un  oficial  y  un  marinero  de  la  escuadra  por 
„  un  jefe  basilano  llamado  Uzuk,  conseguiría  fácilmente  la  prórroga  de 
„ aquel  plazo. „ 

„Concluía  M.  de  La  Grené  la  reseña  de  las  exploraciones  y  negocia- 
ciones que  hizo,  de  acuerdo  con  el  almirante,  con  las  siguientes  pala- 
bras: "Si  vamos  algún  día  á  Basilan,  debemos  estar  alerta  contra  las 
«agresiones  de  los  naturales,  que  si  no  nos  atacan  abiertamente,  podrán 
«hacerlo  con  astucia  y  traición.  Los  malayos,  y  sobre  todo  los  illanos, 
«son  capaces  de  todo,  sin  que  les  detenga  ni  el  envenenamiento  niel 
«asesinato.  Además,  no  carecen  de  valor,  como  lo  prueba  la  reciente 
«toma  de  Santa  María,  de  donde  fueron  expulsados  150  españoles  por 
«los  illanos  de  Mindanao.  Por  eso,  en  caso  de  ocupar  la  isla,  creo  que  el 
«gobierno  del  Rey  no  debe  excusar  gastos,  y  que  debemos  desplegaren 
„el  principio  un  rigor  que  desconcierte  la  mala  voluntad  de  los  basila- 


398  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

la  agregarían  algunos  pueblos  de  la  provincia  de  Cara- 
ga,  que  por  caer  muy  lejos  de  su  capital,  en  la  costa 
oriental,  de  dificultosa  navegación,  y  sin  comunicacio- 
nes terrestres,  no  podían  ser  bien  gobernados  y  atendi- 
dos por  su  jefe. 

^nos  y  sus  cómplices.  Ningún  atentado  debe  quedar  impune,  ningún 
„crimen  sin  venganza.  Sólo  asi  seiemos  los  dueños  y  obtendremos  en 
„pocos  años  la  seguridad,  sin  la  cual  ningún  establecimiento  remoto 
npuede  prosperar.  Sería  necesario  para  esto,  no  sólo  un  suficiente  nú- 
„mero  de  soldados  y  un  material  considerable,  sino  principalmente  al- 
„gunos  vapores  que  con  la  rapidez  de  sus  movimientos  y  su  dominio 
„sobre  las  corrientes  y  las  ca!mas  pudiese  sorprender  á  los  pancos  pira- 
„tas,  cerrarles  la  entrada  de  sus  guaridas  y  acabar  con  ellos  donde  quie- 
bra que  se  presentasen.  Otras  consideraciones,  además,  nos  imponen  la 
«necesidad  de  dar  proporciones  grandes  al  establecimiento  de  Basilan  y 
„obrar  en  él  en  mayor  escala:  los  holandeses,  los  ingleses  y  los  españo- 
„les  de  Java,  de  Manila,  de  Hong-Kong  y  Singapoore  presenciarían 
«nuestros  trabajos,  midiendo  nuestra  fuerza  y  nuestra  aptitud  en  esta 
«empresa.  Debemos  estar  á  todo  futuro  evento,  y  no  exponernos  al 
«riesgo  de  haber  trabajado  para  otros. „ 

«Cuando  se  recibieron  en  Francia  estos  informes  y  propuestas,  en 
principios  de  1845,  acabábamos  de  salir  de  grandes  empeños  diplomá- 
ticos, y  entrábamos  en  una  lucha  belicosa.  Las  cuestiones  del  derecho 
de  visita  y  de  Taiti  habían  tomado  en  el  Parlamento  proporciones  muy 
superiores  á  su  verdadera  importancia,  y  nuestras  relaciones  con  Ingla- 
terra estaban  muy  comprometidas.  E3tábamos  empeñados  en  América 
en  el  Río  de  la  Plata,  en  África  en  la  costa  de  Madagascar,  y  en  expe- 
diciones difíciles,  sin  ser  grandes,  que  dividían  nuestras  fuerzas  maríti- 
mas. Teníamos,  sobre  todo,  que  atender  á  la  insurrección  general  que 
había  estallado  en  la  Argelia,  sostenida  por  Ab-el-Kader,  la  cual  exigía, 
por  nuestra  parte,  si  habíamos  de  consolidar  definitivamente  nuestro 
establecimiento  en  África,  un  esfuerzo  vigoroso  que  el  mariscal  Bugeaud 
debía  dirigir,  como  gloriosamente  lo  hizo.  Después  de  tales  experien- 
cias y  á  vista  de  tales  negocios,  las  Cámaras  y  el  país  estaban  poco  in- 
clinados á  lanzarse  en  nuevas  empresas  lejanas,  é  inciertas  en  cuanto  á 
la  utilidad,  la  medida  de  los  saciificios  y  el  éxito.  El  gabinete  no  hu- 
biera hallado  aprobación  ni  apoyo  aun  en  sus  amigos,  si  hubiera  inten- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  399 

»Esta  agregación  fué  muy  perjudicial  á  Oyanguren, 
porque  le  imponía  servicios  propios  de  un  gobierno  esta- 
blecido y  regular,  que  se  avenían  mal  con  su  principal  ob- 
jeto y  misión.  Pero  él  no  pensó  en  ello  en  un  principio, 
inadvertencia  que  le  costó  después  muy  cara;  y  lleno  de 

tado  en  los  mares  de  China  la  ocupación  de  Basilan,  pidiendo  los  recur- 
sos necesarios  para  llevarlo  á  efecto.  Resolvimos,  pues,  no  meternos  en 
tales  dificultades,  y  dirigimos  á  M.  de  La  Grené,  en  5  de  Agosto  de 
1845,  el  siguiente  despacho: 

"Tengo  el  honor  de  acusar  recibo  de  los  despachos  que  me  habéis 

«dirigido hasta  el  núm.  51   inclusive.  El  gobierno  del  Rey  ha  exa- 

„  minado  atentamente  la  cuestión  de  Basilan,  según  la  exponéis  en 
«vuestros  informes  y  en  los  del'  vicealmirante  Cecille.  Después  de  ma- 
«dura  deliberación,  ha  resuelto  desistir  de  la  ocupación  de  aquella  isla. 
„Las  dificultades  innumerables  de  tal  empresa;  los  sacrificios  de  hom- 
„bres  y  dinero  que  exigiría,  cuyos  límites  no  sería  posible  prever  ni 
„fijar;  la  poca  apariencia  de  que  semejante  establecimiento  compensara 
„nunca  los  recursos  que  habríamos  invertido  en  eila:  todas  estas  razo- 
„nes  que  se  desprenden  de  vuestros  informes  mismos,  han  debido  con- 
„ducir  al  gobierno  del  Rey  á  la  resolución  adoptada. 

„No  podemos  ocultainos  que  para  establecer  nuestra  soberanía  en 
„aquel  punto  sería  preciso  sostener  una  lucha  incesante  con  los  indíge- 
„n.is,  cuyas  agresiones  nos  arrastrarían,  sin  duda  ninguna,  á  una  guerra 
„de  exterminio.  Y  puede  ser  que  después  de  haber  expulsado  de  la  isla 
„á  sus  habitantes  tuviésemos  que  abandonarla,  si  su  clima,  cuya  salu- 
„bridad,  al  menos  dudosa,  sólo  puede  acreditar  la  experiencia,  venía  en 
„auxilio  de  nuestros  enemigos,  y  á  probar,  diezmando  nuestras  fuerzas, 
„que  no  podíamos  evitarla  aunque  la  hubiésemos  podido  conquistar. 

«Nuestra  tarea  sería  no  menos  pesada  en  el  exterior.  La  destrucción 
«de  la  piratería  en  aquellos  parajes  sería  una  obra  penosa,  cuya  termi- 
„nación  exigiría  muchos  años.  Y  es  evidente,  por  otra  parte,  que  to- 
„mando  sobre  nosotros  esta  carga,  trabajaríamos  en  el  interés  casi  ex- 
„ elusivo  de  los  pabellones  extranjeros,  porque  todavía  en  mucho  tiempo 
«no  podemos  esperar  que  nuestra  marina  mercante  tome  una  parte  con- 
„siderable  en  la  navegación  de  aquellos  mares. 

«Fuera  de  las  necesidades  inherentes  ala  ocupación  de  Basilan,  otras 
„ consideraciones,  que  habéis  también  indicado,  y  que  sería  imprudente 


400  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

confianza  en  los  recursos  de  su  genio,  partió  en  dirección 
al  seno  de  Davao,  al  mando  de  una  escuadrilla  provista 
á  sus  expensas,  ó  más  bien  á  las  de  una  sociedad  que  él 
mismo  organizó,  y  de  que  formaba  parte,  y  tripulada  por 
hombres  aptos  y  resueltos,  entre  ellos  algunos  españoles. 


^desatender,  nos  obligarían,  para  estar  A  todo  futuro  evento,  á  fundar 
„  nuestro  establecimiento  sobre  un  pie  que  no  guarda  proporción  con 
„los  intereses  que  había  de  fomentar  6  defender. 

„Por  estos  motivos  viene  á  ser  inútil  discutir  las  pretensiones  de  la 
«España  á  la  soberanía  de  la  isla,  pretensiones  que  parece  habéis  apre- 
„ ciado  perfectamente;  ni  nos  ocuparíamos  en  ellas  sino  en  el  caso  de 
„que  esta  adquisición  nos  ofreciese  ventajas  incontestables. 

„Dejo  á  vuestro  arbitrio  la  forma  en  que  debéis  hacer  saber  á  quien 
«corresponda  la  resolución  del  gobierno;  pero  no  concluiré  sin  expre- 
«saros  su  satisfacción  por  el  cuidado  que  habéis  puesto  en  evitar  to- 
ndas las  circunstancias  que  pudieran  en  cualquier  manera  haber  coar- 
„tado  la  libertad  de  resolver  que  se  había  reservado. 

„E1  gobierno  del  Rey  considera  como  terminada  la  misión  que  ha- 
chéis tan  hábilmente  desempeñado  en  todas  sus  partes.  „ 

^Todavía  hoy  en  1860,  recordando  en  mi  retiro  cuál  era  en  I845  el 
estado  de  los  espíritus  en  Francia  y  en  Europa,  creo  que  hicimos  bien 
en  no  continuar  una  empresa  que  infaliblemente  nos  hubiera  suscitado 
dificultades  y  causado  choques  que  sus  ventajas  no  compensarían.  Si  los 
gobiernos  libres  tienen  el  inconveniente  de  formar  ó  dar  lugar  á  muchos 
proyectos  y  quimeras,  tienen  el  mérito  de  sujetarlas  á  discusiones  y 
pruebas  que  quilatan  su  valor  y  atenúan  el  peligro.  La  libertad  política 
opone  á  las  tentaciones  que  suscita  las  dificultades  y  dilaciones  con  que 
las  rodea,  y  detiene  en  sus  primeros  pasos  muchos  malos  designios  y 
locos  ensueños,  que  bajo  otros  gobiernos  se  podrían  querer  realizar  á 
todo  trance,  comprometiendo  gravemente  al  país.  No  obstante,  á  vista 
de  la  perspectiva  que  se  presenta  en  el  extremo  Oriente,  y  de  las  tenta- 
tivas europeas  en  China,  no  puedo  menos  de  sentir  que  la  isla  de  Basi- 
lan  no  sea  nuestra,  y  no  afiance  á  nuestras  operaciones  militares  y  co- 
merciales actuales  ó  futuras  en  aquellos  lugares  un  punto  de  apoyo  y 
algo  que  ganar  para  lo  venidero. 

«Hubiera  sido  fácil  acallar  las  objeciones  de  la  España  contra  núes- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  4OI 

»Los  hechos  que  inmediatamente  tuvieron  lugar  en 
aquella  comarca,  podrían  dar  asunto  para  una  corta, 
pero  interesante  epopeya,  si  se  recogieran  sus  roman- 
cescos pormenores;  pero  la  dificultad  que  esta  tarea 
ofrecería,  hace  honor  al  intrépido  caudillo,  que  atento 
solamente  al  objeto  de  sus  proezas,  no  pensó  nunca  en 
hacer  pomposa  relación  de  ellas  al  gobierno,  ni  aun  en 
referirlas  á  sus  íntimos  amigos,  A  principios  del  año 
1849  estaba  ya  Oyanguren  en  pacífica  posesión  de  to- 
do el  litoral  del  seno;  había  fundado  la  cabecera  de  Nue- 
va Vergara,  y  comenzaba  á  dirigir  sus  miras  á  lo  inte- 
rior de  la  isla,  mereciendo  que  por  un  decreto  de  29  de 
Enero  se  declarase  constituido  en  provincia  aquel  terri- 
torio con  el  nombre  de  Nueva  Guipúzcoa,  en  recuerdo 
de  su  país  natal.  Muy  oportunamente  llegó  á  Davao 
por  el  mes  de  Abril  el  vapor  Elcano,  al  mando  del  bri- 
gadier y  comandante  general  de  marina  D.  Manuel 
Quesada,  con  alguna  infantería,  con  cuya  cooperación 
atacó  y  tomó  Oyanguren  el  fuerte  bien  defendido  y  po- 
blación mahometana  de  Hijo,  grande  obstáculo  que  se 


tro  establecimiento;  la  adhesión  del  sultán  de  Jólo  no  nos  hubiera  cos- 
tado mucho;  y  si  los  datos  adquiridos  y  observaciones  hechas  por  M.  de 
La  Grené  y  el  almirante  Cecille  son  exactos,  como  debemos  creerlos, 
aquella  isla  hubiera  llenado  muy  bien  el  objeto  que  debíamos  propo- 
nernos al  ocuparla.» 

Tal  es  el  prefacio  de  M.  Guizot  á  la  obra  de  Oliphant,  y  bien  mere- 
cen meditarse  muchas  de  las  importantes  indicaciones  que  contiene, 

(2)  Un  inglés  trabaja  con  ahinco  por  coger  el  premio  colocado  en 
lo  alto  de  resbaladiza  cucaña,  y  los  demás  le  animan  y  auxilian  para  que 
logre  su  intento. 

A  un  francés,  en  igual  caso,  lo  dejan  sus  paisanos  confiado  á  sus  fuer- 
zas, pero  sin  estorbarle. 

Comienza  á  escalar  la  cucaña  un  español,  y  sus  compatriotas  le  ti- 
ran de  los  pies  con  todas  sus  fuerzas  para  que  caiga. 

26 


402  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

presentaba  para  la  comunicación  con  Linao,  pueblo 
más  de  gentiles  salvajes  que  de  cristianos,  dependiente 
en  el  nombre  de  la  provincia  de  Caraga  ó  Surigao,  cu- 
ya efectiva  posesión  y  acceso  aseguraba  el  libre  tránsi- 
to por  toda  la  cuenca  del  río  Agusan  hasta  la  costa  N. 
de  la  isla,  en  un  trayecto  de  5o  leguas. 

» Podía  ya  afirmarse  que  Oyanguren  había  cumplido 
en  todo  lo  esencial  sus  promesas,  y  debía  empezar  á 
recoger  el  fruto  de  los  esfuerzos  y  sacrificios  que  para 
ello  había  hecho;  pero  las  autoridades  de  Manila  estu- 
vieron muy  lejos  de  cumplir,  en  cambio,  el  compromiso 
contraído  á  su  favor  por  el  general  Clavería  en  repre- 
sentación del  gobierno.  La  nueva  provincia  no  tenía 
comunicaciones  directas  con  la  capital:  el  único  buque 
del  Estado  que  en  ella  se  había  visto  fué  el  vapor  El- 
cano  en  la  ocasión  referida;  las  pequeñas  embarcacio- 
nes de  Oyanguren  no  podían  ernplearse  en  tan  larga 
navegación,  distrayéndose  de  sus  precisas  y  locales 
atenciones:  este  aislamiento  dio  motivo  á  algunas  que- 
jas y  censuras  de  funcionarios  que,  considerando  á  Nue- 
va Guipúzcoa  en  el  mismo  caso  que  las  demás  provin- 
cias del  Archipiélago,  exigían  una  puntualidad  imposi- 
ble en  los  multiplicados  servicios  que  implícitamente  se 
habían  puesto  á  cargo  de  Oyanguren,  más  bien  con 
respecto  á  los  pueblos  ó  visitas  de  Caraga  agregados  á 
la  provincia  naciente,  que  con  relación  á  los  territorios 
conquistados  que  principalmente  constituían  esta  mis- 
ma; circunstancias  muy  singulares  vinieron  á  hacer 
enojoso  á  personas  influyentes  el  privilegio  exclusivo  de 
comercio  que  había  obtenido:  faltaba  ya  el  gobernador 
Clavería,  bajo  cuyos  inteligentes  y  desinteresados  aus- 
picios había  arriesgado  su  vida  y  su  fortuna;  y  el  mar- 
qués de  la  Solana,  capitán  general  de  las  islas  en  i852. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y    BORNEO  4O3 

halló  pretexto  en  aquellas  censuras  para  destituirle,  sin 
ningún  miramiento  á  sus  grandes  servicios,  del  cargo 
que  había  obtenido,  no  por  gracia  á  munificencia,  sino 
con  título  oneroso.  Dio  comisión  á  un  capitán  de  in- 
fantería para  que  fuese  á  Nueva  Guipúzcoa  en  un  va- 
por del  Estado,  y  le  hiciese  embarcar  en  él  inmediata- 
mente, ocupando  su  lugar.  Luego  en  Manila  le  comu- 
nicó un  decreto,  separándole  del  mando  de  la  provin- 
cia, á  causa,  según  en  el  mismo  se  expresa,  «del  mise- 
rable estado  y  atraso  en  que  ésta  se  encontraba; »  pala- 
bras que  descubren  y  prueban  ellas  solas  la  iniquidad 
de  aquel  procedimiento;  porque  ¿cómo  se  podía  culpar 
del  atraso  de  una  provincia  al  mismo  que  acababa  de 
crearla? 

«Apeló  Oyanguren  á  la  Audiencia  de  aquel  decreto; 
pero  su  ánimo  había  venido  á  un  estado  de  irritación  y 
de  impaciencia  poco  á  propósito  para  dirigir  y  sostener 
un  largo  y  desigual  litigio  contra  un  adversario  tan  po- 
deroso como  era  aquel  gobernador:  no  volvió,  pues,  á 
levantarse  de  su  ruina,  y  con  su  muerte,  acaecida  des- 
pués, en  iSSg,  se  terminó  este  asunto  á  satisfacción  de 
los  que  causaron  su  daño  ó  á  él  contribuyeron  (i).» 

( 1 )  La  isla  de  Mindanao,  su  historia  y  su  estado  presente,  cott  algu- 
nas reflexiones  acerca  de  su  porvenir,  por  D.  Agustín  Santayana,  Direc- 
tor que  ha  sido  de  la  Administración  local  de  Filipinas:  Madrid,  1862. 


CAPITULO  XXVIL 


Mando  del  general  Clavería. — Ordena  al  coronel  Peñaranda  reconozca 
la  isla  de  Balangiiingui. — Es  agredido  éste  y  rechazado  por  el  datto 
de  la  isla,  y  regresa  á  Manila. — Vencidas  dificultades  imperiosas,  efec- 
túa Clavería  una  expedición  contra  Balanguingui. — Fondea  con  la 
escuadra  frente  á  ella  y  se  efectúa  el  desembarco  en  buen  orden. — 
Manda  atacar  el  fuerte  de  Balanguingui. — Enérgica  defensa  de  los 
piratas. —Ordena  el  asalto;  resultan  largas  las  escalas,  y  los  moros  de- 
tienen el  empuje  del  ejército. — Redobla  éste  su  valor  y  cae  en  su  po- 
der la  fortaleza  tras  de  heroica  lucha. — Los  expedicionarios  atacan  la 
cotta  de  Sipac. — Sus  defensores  la  defienden  con  fiereza. — Horrible 
combate  con  pérdidas  de  ambas  partes. — Escalan  los  soldados  la  cot- 
ta.— Ivos  piratas,  viéndose  perdidos,  dan  muerte  por  sus  propias  ma- 
nos á  sus  mujeres  é  hijos,  y  se  lanzan  á  morir  matando.  —  La  toma  del 
fuerte  disminuye  tan  horrible  hecatombe. — Considerables  bajas  por 
ambas  partes. — Cógense  importantes  despojos. — El  ejército  se  apo- 
dera también  de  las  cottas  de  Sungap  y  Bucotingol. — Destrozos  en 
las  guaridas  de  los  piratas. — Entusiasmo  en  Zamloanga  y  Manila  por 
la  victoria  alcanzada.- — Festejos  y  honores  al  vencedor. — Considera- 
ciones acerca  de  esta  campaña. — Los  joloanos  rechazan  el  ataque  de 
dos  buques  holandeses. — Intentona  del  datto  Tampán. — Exploración 
del  jefe  del  apostadero  sobre  Balanguingui. —  Castiga  el  gobernador 
de  Zamboanga  á  los  piratas  de  Maluso. 

En  1845  el  coronel  D.  José  María  Peñaranda,  secre- 
tario del  gobierno  superior  civil  de  Filipinas,  embarcó 
en  la  fragata  Esperanza,  mandada  por  el  capitán  de 
navio  D.  Cristóbal  Mallén,  ignorándose  en  Manila  el 
rumbo  del  buque  y  la  comisión  encomendada  al  celo  de 
aquel  inteligente  funcionario.  Llega  la  Esperanza  á 
Zamboanga,  reclama  el  comisionado  el  auxilio  de  al- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  405 

gunas  falúas,  y  se  hace  de  nuevo  á  la  mar,  anclando  á 
los  pocos  días  al  N.  de  la  isla  de  Balanguingui,  frente 
á  su  fuerte  principal. 

Procuró  Peñaranda  comunicarse  con  el  datto  de  la 
isla;  pero  el  soberbio  pirata  se  negó  á  ello  intimándole 
que  abandonara  inmediatamente  aquellas  aguas,  pre- 
tensión que  apoyó  á  poco  con  los  cañones  de  su  forta- 
leza rompiendo  el  fuego  sobre  la  fragata  y  las  falúas. 

Ante  una  agresión  tan  injustificada,  decidió  Peña- 
randa el  desembarco  con  ánimo  de  escalar  el  fuerte; 
pero  el  crecido  número  de  piratas,  la  superioridad  de 
su  posición  y  la  evidencia  de  los  cortos  recursos  con 
que  contaba  para  una  empresa  de  tal  naturaleza,  le 
obligaron  á  refrenar  su  coraje,  retirándose  con  pérdida 
de  algunos  soldados  y  la  del  comandante  Rodríguez, 
jefe  de  la  vanguardia. 

Eran  en  aquella  época  las  islas  Sámales,  y  princi- 
palmente Balanguingui,  el  foco  de  la  piratería;  y  á  exa- 
minar sus  medios  de  defensa  y  á  cerciorarse  de  aque- 
llas noticias,  obedecía  la  visita  de  exploración  realizada 
por  el  secretario  del  gobernador  del  Archipiélago,  Don 
Narciso  Clavería. 

Este  valiente  general,  uno  de  los  más  ilustres  go- 
bernadores que  ha  habido  en  Filipinas,  al  ver  la  inca- 
lificable conducta  de  los  piratas  y  su  menosprecio  de 
los  tratados  vigentes,  determinó  dirigir  en  persona  una 
expedición  á  sus  islas,  si  bien  dificultades  insuperables 
le  impidieron  realizarlo  hasta  principios  de  1848. 

La  escuadra  alistada  para  dicha  empresa,  á  las  órde- 
nes del  brigadier  de  la  marina  real,  D.  José  Ruiz  de 
Apodaca,  se  componía  de  los  vapores  de  guerra  £/cawo, 
Magallanes  y  Reina  de  Castilla,  de  100  y  160  caballos 
de  fuerza  respectivamente;  los  bergantines  de  transporte 


4o5  HISTORIA    DE    LA    PIRATKRÍA 

Constante  (O,  Guadiana  y  Senejayen,  estos  dos  fletados 
por  la  Hacienda  y  convoyados  por  dos  pailebots  de  gue- 
rra, y  una  división  de  la  marina  sutil. 

El  27  de  Enero  salieron  para  Dapitan,  en  los  expre- 
sados bergantines,  tres  compañías  de  ejército,  al  mando 
del  teniente  coronel  D.  Andrés  Arrieta. 

El  6  de  Febrero  embarcaron  en  los  vapores  Elcano 
y  Magallanes  un  piquete  de  alabarderos,  otro  de  seguri- 
dad pública,  una  sección  de  artillería  con  dos  obuses  de 
campaña,  otra  sección  de  obreros  de  ingenieros  con  un 
pequeño  parque  y  dos  compañías  del  ejército.  En  el 
Reina  de  Castilla,  que  arbolaba  la  insignia  del  coman- 
dante general  Apodaca,  embarcó  el  general  en  jefe  Cla- 
veria,  con  su  estado  mayor,  siendo  saludado  al  verifi- 
carlo por  los  cañones  de  la  plaza.  A  los  cuatro  días  de 
su  partida  de  Manila,  el  10,  fondearon  los  vapores  en 
Dapitan,  y  el  11  salieron,  juntamente  con  los  berganti- 
nes transportes  para  la  Caldera,  en  donde  se  les  reunió 
el  gobernador  de  Zamboanga,  D.  Cayetano  Figueroa, 
á  quien  acompañaban  i5o  denodados  voluntarios  zam- 
boangueños  con  sus  vintas.  En  la  tarde  del  12  encami- 
náronse todas  las  fuerzas  á  la  isla  de  Balanguingui,  en 
cuya  costa  septentrional  anclaron  el  i3  los  vapores  y 
al  día  siguiente  los  demás  buques  de  la  escuadra  (2). 

(1)  De  la  propiedad  éste  del  acaudalado  comerciante  de  Iloilo  Don 
Joaquín  Ortiz,  quien  lo  cedió  gratis,  yendo  él  á  su  bordo  al  frente  de 
algunos  paisanos  armados  á  su  costa. 

(2)  "La  isla  de  Balanguingui,  situada  á  6°  5'  30"  latitud  Norte  y 
125°  24'  20"  longitud  Este  del  meridiano  de  Madrid,  tiene  escasamente 
seis  millas  cuadradas  de  superficie:  es  llana,  cubierta  por  todas  partes 
de  mangles  y  maleza;  de  suelo  tan  bajo,  anegadizo  y  pantanoso,  que,  al 
crecer  la  marea,  apenas  deja  en  seco  algunos  pequeños  arenales  donde 
se  descubrían  los  fuertes,  y  á  la  inmediación  de  éstos  muchos  esbeltos 
rosales  y  grupos  de  casas  de  tabla  y  ñipa,  construidas  sobre  pequeños 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  407 

El  i5  se  practicó  un  reconocimiento  de  la  costa  y 
fuerte  de  Balanguingui,  que  decidió  el  general  en  jefe 
atacar  el  primero. 

Al  amanecer  del  i6,  aprovechando  la  baja  marea, 
única  hora  en  que  el  fuerte  queda  aislado,  se  comenzó 
el  desembarco  con  perfecto  orden.  Cuatro  falúas,  un 
bote  del  Reina  de  Castilla  y  tres  vintas  de  zamboan- 
gueños,  bajo  el  mando  del  teniente  de  navio  D,  Fer- 

postes  de  madera  para  aislarlas  de  la  humedad  del  suelo.  Un  canal 
principal  y  poco  profundo  divide  la  isla  en  dos  porciones,  y  de  éste 
parten  un  sinnúmero  de  brazos,  esteros  y  canalizos,  en  distintas  direc- 
ciones y  de  escasísimo  fondo,  los  cuales  se  comunican  y  enlazan  entre 
sí  haciendo  de  la  isla  un  verdadero  laberinto. 

„Las  fortificaciones  consistían  en  cuatro  tuertes  aislados,  uno  al  Norte 
y  tres  al  Sur,  y  éstos,  según  el  orden  de  importancia,  se  llamaban  Sipac, 
Balanguingui,  Sungap  y  Bucotingol. 

„E1  fuerte  de  Sipac  era  un  gran  reducto  de  planta  irregular,  reforzado 
por  los  pequeños  torreones  que  flanqueaban  las  caras  con  dos  órdenes 
de  fuegos  de  artillería;  los  muros  estaban  formados  de  gruesos  troncos 
de  árbol  de  uno  y  medio  «í  dos  pies  de  diámetro,  enterrados  cosa  de  una 
vara,  perfectamente  unidos  y  colocados  en  dos,  tres  ó  más  filas  parale- 
las, según  el  espesor  variable  de  la  muralla,  distantes  entre  sí  unos  cua- 
tro ó  cinco  pies,  y  relleno  este  espacio  encajonado  de  gruesas  piedras, 
tierra  y  arena;  la  altura  iba  en  disminución  del  exterior  al  interior,  sien- 
do en  aquella  parte  de  20  pies.  Su  espesor  en  el  frente  del  mar  y  en  el 
de  tierra  más  expuesto  á  los  ataques,  no  bajaba  de  18  pies;  pero  era  bas- 
tante menor  el  de  las  caras  que  daban  sobre  \v.>  mangles  y  pantanos. 
La  artillería  más  baja  la  tenían  colocada  en  unas  casamatas  rasantes 
abiertas  en  el  espesor  de  los  muros,  y  los  cañones  más  ligeros  y  las  lan- 
tacas,  en  un  segundo  orden  ó  batería  al  descubierto.  La  figura  de  las 
casamatas  era  la  de  una  pirámide  cuadi'angular  truncada,  con  la  base 
menor  tirando  á  la  campaña,  en  donde  sólo  tenía  una  abertura  suficien- 
te para  dej.^r  paso  á  la  extremidad  de  la  caña  de  la  pieza;  se  asemeja- 
ban, por  lo  tanto,  á  una  gran  cañonera  invertida,  ó  á  una  enorme  aspi- 
llera. „  —  [Reseña  histórica  de  la  guerra  al  Sur  de  Filipinas,  por  el  coro- 
nel D.  Emilio  Bernáldez:  Madrid,  1857.) 

Los  demás  fuertes  venían  á  tener  idéntica  construcción  y  artillado. 


4o8  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

nando  Fernández,  recogieron  del  vapor  Elcano  las  tro- 
pas que  conducían,  tomando  éstas  posición  para  prote- 
ger á  las  demás.  Otras  cuatro  falúas,  un  bote  del  va- 
por Elcano  y  cuatro  vintas  de  zamboangueños,  al  man- 
do del  teniente  de  navio  D.  Domingo  Medina,  trans- 
portaron á  tierra  las  fuerzas  del  bergantín  Guadiana; 
las  lanchas  de  los  buques  transportes  y  tres  botes  de 
los  vapores,  á  las  órdenes  del  alférez  de  navio  D.  Clau- 
dio Montero,  hicieron  igual  operación  con  las  tropas 
que  iban  en  los  bergantines  Senegayen  y  Constante, 
concediéndose  á  los  voluntarios  zamboangueños  la 
honrosa  distinción  de  ser  los  conductores  de  las  escalas 
de  asalto  que  habían  de  arrimar  al  muro. 

Dos  vapores  de  guerra,  dos  pailebots  y  algunas  fuer- 
zas sutiles  comenzaron  á  cañonear  el  fuerte;  pero  sus 
disparos,  á  pesar  de  ser  certeros,  no  producían  daño 
alguno,  porque  las  balas  se  empotraban  en  las  empali- 
zadas rellenas  de  arena  que  circuían  el  fuerte,  reforzán- 
dolas en  vez  de  abrir  brecha.  El  efecto  de  las  granadas 
era  casi  nulo:  sólo  las  que  arrojadas  por  elevación  caían 
casualmente  en  el  interior  de  la  obra,  hicieron  algún 
daño.  A  las  ocho  de  la  mañana  se  formó  la  columna  de 
ataque  con  tres  compañías  de  infantería  y  los  i5o  zam- 
boangueños, más  otra  compañía  de  reserva.  A  dicha 
hora  desembarcó  el  capitán  general  con  su  estado  ma- 
yor, arengó  con  energía  á  las  tropas  y  enardecidas  és- 
tas corren  al  asalto.  Fijan  las  escalas,  que  resultan  lar- 
gas, y  arregladas  allí  mismo,  quedando  heridos  los  co- 
roneles Peñaranda  y  Figueroa,  suben  los  valientes  sol- 
dados con  arrojo,  y  á  pesar  del  tiroteo  de  los  moros, 
de  su  desesperada  resistencia,  de  su  furor  salvaje, 
cuando  ya  se  dudaba  del  éxito,  mediante  un  supremo 
esfuerzo,  los  nuestros  logran  penetrar  en  el  fuerte,  es- 


EN   MINDANAO,    JOLÓ    Y   BORNEO  409 

capando  los  piratas  á  ocultarse  en  los  mangles,  donde 
los  persigue  la  compañía  de  reserva.  Otros  se  arrojan 
al  mar  pereciendo  en  sus  aguas,  ó  por  ejfecto  de  la  per- 
secución de  los  tripulantes  de  las  falúas  y  vintas.  Las 
pérdidas  de  los  moros  se  calcularon  en  lOO  muertos. 
Las  del  ejército  en  7  muertos  y  5o  heridos  y  contusos. 
En  el  fuerte  se  cogieron  14  piezas  de  artillería  y  abun- 
dantes municiones.  Clavería  felicitó  al  ejército  por  su 
triunfo  (O  y  á  la  marina  (2). 

(1)  "Orden  general  del  17  de  Febrero  de  1848  en  Balanguingui. — 
¡Soldados!  Las  esperanzas  expresadas  en  la  orden  general  del  15,  fueron 
ayer  enteramente  cumplidas.  Balanguingui  fué  nuestro,  no  sin  resisten- 
cia, no  sin  valor  de  sus  defensores;  pero  el  vuestro  fué  mayor,  y  esca- 
lando esos  muros  d¿  tanta  nombradla  en  este  Archipiélago,  disteis 
pruebas  de  lo  que  valéis  y  de  lo  que  puede  esperarse  de  vosotios. 

„Las  tres  compañías  de  ataque  de  los  regimientos  de  Asia,  L°  de  lí- 
nea y  2.°  de  ligeros  y  2.°  de  línea  que  formaban  la  reserva,  maniobra- 
ron como  en  un  ejercicio,  y  á  la  señal  de  ataque  los  bravos  que  las 
componen  nada  dejaron  que  desear.  ¡Honor  al  ejército  filipino!  y  honor 
á  la  marina,  que  con  sus  fuegos,  sus  auxilios  y  la  decisión  personal  de 
todas  sus  clases  preparó  y  ayudó  al  triunfo  que  ha  privado  á  los  piratas 
de  su  nombrado  fuertj,  de  14  piezas  de  artillería  y  de  más  de  80  hom- 
bres, que  han  perecido  en  las  puntas  de  las  bayonetas,  por  la  metralla 
de  las  falúas  y  ahogados  en  la  fuga,  cuando  viéndoos  dentro  del  fuerte 
se  tiraron  por  los  muros,  conociendo  ser  vana  su  resistencia.  Preparaos, 
soldados,  á  otro  triunfo.  El  fuerte  de  Sipac,  igual  ó  mayor  que  el  de 
Balanguingui,  nos  espera,  y  confío  que  vuestro  valor  tremole  en  él  muy 
pronto  la  bandera  de  Castilla.  En  este  ataque  tendrán  lugar  de  distin- 
guirse los  que  ayer  no  pudieron  trabajar  por  la  limitación  del  terreno. 
Yo  os  veré  también,  y  premiaré  y  propondré  á  S.  M.  las  recompensas 
debidas  al  mérito,  cuando  adquiera  los  datos  necesarios  para  ser  justo. 
— Narciso  Clavería.  „ 

(2)  "Como  verá  V.  S.  en  la  adjunta  copia  de  la  orden  general  de 
hoy,  hago  una  honrosa  mención  de  la  marina  de  su  digno  mando  en  la 
función  de  ayer,  y  me  complazco  en  asegurar  á  V.  S.  he  quedado  sa- 
tisfecho, no  sólo  del  acierto  con  que  se  colocaron  las  fuei"zas  navales, 
sino  de  la  franca  y  decidida  cooperación  que  vi  en  los  señores  jefes  y 


41  o  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

Tomado  Balanguingui,  dirigióse  la  escuadra  al  Sur 
de  la  isla  para  atacar  la  cotta  ó  fuerte  de  Sipac.  Pre- 
viamente construye  el  ejército,  bajo  la  dirección  de  los 
ingenieros,  en  la  próxima  isla  del  Farol,  200  faginas  y 
5o  escalas  de  las  dimensiones  necesarias,  practicándo- 
se algunos  reconocimientos  por  tierra.  El  inteligente 
capitán  de  ingenieros,  Bernáldez,  dirigió  la  construc- 
ción de  una  batería  á  400  varas  del  fuerte  de  Sipac, 
hecha  con  «tablones  extraídos  de  los  pisos  de  las  casas 
más  inmediatas,  de  fajas,  faginas  y  piedras  sueltas, 
únicos  materiales  que  se  encontraban  á  mano, »  invir- 
tiéndose  en  estas  operaciones  los  días  17  y  18.  En  la 
noche  de  este  último  se  verificó  el  desembarco,  no  sin 
dificultades  por  la  estructura  de  la  costa,  teniendo  que 
ir  los  soldados  cerca  de  una  milla  con  el  agua  á  medio 
muslo.  Al  amanecer  del  ig,  la  artillería  de  los  buques 
y  los  obuses,  colocados  en  la  batería  la  noche  antes, 
rompieron  el  fuego  atronando  el  espacio.  El  general 
Clavería  desembarca  con  su  estado  mayor  y  una  briga- 
da de  marina.  La  presencia  del  noble  caudillo  anima  á 
los  soldados.  Dada  la  orden  de  avanzar,  lo  ejecutan  las 
tropas  con  admirable  serenidad:  el  terreno  está  erizado 
de  picos,  y  una  descarga  general  pone  á  35  hombres 
fuera  de  combate;  mas  en  vez  de  acobardarse,  arrojan 
lejos  de  sí  las  faginas  que  les  embarazan  y  corren  á  es- 
calar el  fuerte.  La  lucha  es  desesperada,  titánica,  he- 
roica por  ambas  partes.  Los  moros  se  defienden  como 
fieras.  Los  nuestros  avanzan  con  intrepidez  irresistible. 

oficiales,  tropa  y  marinería,  animados  de  los  sentimientos  más  decididos 
para  lograr  la  victoria,  que  se  debió  á  los  unánimes  esfuerzos  de  los 
que  componen  estn  expedición.  Igual  cooperación,  igual  entusiasmo, 
igual  esfuerzo  para  obtener  iguales  resultados,  espero  en  el  próximo 
ataque  de  Sipac.  „ 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  4II 

Fijan,  al  fin,  las  escalas;  suben  y  son  rechazados;  acu- 
den otros,  y  se  consigue  al  cabo  penetrar  en  el  fuerte, 
cuyo  horrendo  aspecto  aterra,  por  la  multitud  de  cadá- 
veres que  en  él  hallan  y  por  el  sombrío  aspecto  de  las 
llamas  cebándose  en  el  caserío.  Muchos  moros,  por  evi- 
tar que  sus  mujeres  é  hijas  cayeran  en  poder  de  las  tro- 
pas, les  dan  la  muerte.  Las  pérdidas  de  los  piratas  fue- 
ron crecidas.  Para  evitar  una  epidemia  quemáronse  so- 
bre 340  cadáveres.  A  i5o  prisioneros,  la  mayor  parte 
mujeres  y  niños,  casi  todos  heridos,  se  les  prestó  toda 
clase  de  auxilios  y  cuidados.  El  mar  y  los  pantanos  des- 
cubrieron también  multitud  de  cadáveres  (O.  De  los  ex- 
pedicionarios hubo  16  muertos,  124  heridos  y  22  con- 
tusos.   Entre   los  oficiales   muertos  lo  fué  el   capitán 

(1)  Es  curiosa  la  siguiente  carta  dirigida  al  sultán  de  Joló  por  una 
mora  prisionera  en  Sipac: 

"Empiezo  á  hacer  la  más  clara  relación  de  lo  ocurrido,  y  doy  las 
gracias  á  Dios,  de  todo  corazón,  encaigándole  mil  saludos,  y  rogándole 
al  mismo  Dios  le  colme  de  toda  felicidad. — Un  sácope  suyo  le  remite 
esta  carta  juntamente  con  Dayda,  á  causa  de  las  seis  personas  entre  liom- 
bres  y  mujeres  que  ahora  se  hallan  aquí  en  poder  de  los  cristianos. — 
Yo  y  Dayda  pasamos  á  comunicar  al  datto  Nasadolin  y  á  su  hijo  Jagu- 
niguin.  —  El  vapor  negro  descargó  muchos  cañonazos  hasta  el  mediodía, 
y  ya  no  hemos  podida  aguantar. — Permanecieron  seis  días  hasta  que 
acabaron  de  destruir  nuestra  fortaleza. — Sentimos  la  mayor  aflicción,  y 
así  preferimos  el  sepulcro. — Escuchadnos,  sácopes  del  sultán,  y  estar  se- 
guros que  desde  nuestros  antepasados  no  se  ha  visto  una  ocurrencia  se- 
mejante y  tan  fatal. — El  capitán  Olancaya  habló  entonces:  moriremos 
mártires  todos  á  un  mismo  tiempo,  pues  ya  es  el  último  fin  de  nuestras 
devociones. — Y  dijo  á  Otó,  su  hijo,  que  ya  no  había  remedio;  ¡oh  Imán 
Baldóla,  moriremos  los  dos  juntos! — Dina  dijo:  tío  mío,  no  hay  que  aco- 
bardarse; moriremos  mártires  todos,  y  saldremos  de  este  mundo. — Con- 
test'') Donólo:  no  hay  que  detenernos,  por  las  vidas  de  nuestros  abuelos. 
—  Binto  repuso:  padre  mío,  no  hay  por  qué  detenernos;  vamos  á  morir 
peleando,  y  no  ñus  separemos  más. — Al  sultán  de  Joló. — Es  proceden- 
cia del  sácope  Camarang., 


412  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

D.  J.  M.  Ataide;  salieron  heridos  los  ayudantes  del  ge- 
neral, capitanes  D.  Toribio  Escalera  y  D.  Luis  Esca- 
rio; el  teniente  de  infantería  D.  Manuel  Robles;  los 
subtenientes  del  mismo  cuerpo,  D.  Francisco  Gil  Jura- 
do, D.  Francisco  Olaguer,  D.  Mariano  Montilla,  Don 
Antonio  García  del  Canto;  el  de  carabineros  de  Segu- 
ridad pública,  D.  Joaquín  Ortiz,  y  el  capitán  de  inge- 
nieros D.  Emilio  Bernáldez. 

Se  cogió  á  los  piratas  muchas  banderas,  gran  núme- 
ro de  armas  blancas  y  de  fuego,  65  piezas  de  artillería, 
casi  todas  de  bronce;  balas,  metralla,  pólvora,  piezas 
de  sedería  y  brocado,  vajillas  de  plata,  vasos,  brazale- 
tes y  otros  objetos  de  oro  y  varios  alcoranes  en  lengua 
arábiga.  También  rescataron  3oo  cautivos  entre  filipi- 
nos y  neerlandeses.  La  orden  general  pasada  al  ejérci- 
to el  20  de  Febrero,  pinta  con  vivos  colores  el  tremen- 
do combate  del  19  (0. 

(1)  "Soldados:  Este  fuerte  ha  cedido  ayer  al  acierto  de  los  tiros  de 
los  buques  de  guerra  de  la  batería  del  ejército,  y  al  valor  de  sus  solda- 
dos, de  la  brigada  de  marina,  que  voluntariamente  se  han  ofrecido  al 
asalto,  y  al  de  los  briosos  zamboangueños.  Sus  defensores  han  manifes- 
tado una  decisión  digna  de  mejor  causa  y  una  ferocidad  propia  de  su  ca- 
rácter. Vosotros,  al  oir  mi  orden,  mi/  Viva  á  la  Reina! 'j  el  paso  de  ataque, 
os  precipitasteis  bajo  los  muros  entre  los  escollos  con  que  se  intentaba 
detener  vuestro  ardor,  entre  lluvias  de  balas,  metralla,  piedras  y  fisgas 
arrojadizas :  nada  os  detuvo,  soldados,  marineros  y  paisanos  de  la  expe- 
dición, á  coronar  un  muro  de  seis  varas  de  altura,  donde  se  ofreció  otro 
obstáculo  que  vencer  en  el  valladar  improvisado  con  que  los  piratas 
quisieron  deteneros.  Mejor  hubiera  sido  para  ellos  y  para  la  humanidad 
no  contener  así  vuestro  arrojo porque  ca\isó  el  espectáculo  de  ocu- 
par vosotros  dos  lados  del  fuerte  y  el  enemigo  los  otros  dos,  quedando 
en  el  centro  grupos  de  mujeres  y  niños,  que  en  el  concepto  de  invulne- 
rables se  habían  encerrado  en  este  recinto,  sufriendo  el  fuego  de  unos 
y  otros.  ¡Contaron  sin  duda  con  su  valor  para  defenderse,  y  no  con  el 
vuestro  para  atacarlos!!!  Todo  lo  arrollasteis  al  fin,   y  entonces  se  vio  á 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  4I3 

Aprovechando  el  desconcierto  de  los  moros,  ordenó 
el  general  al  capitán  D.  Gregorio  Barcenas  que  con  su 
compañía  de  carabineros  del  segundo  de  ligeros  persi- 
guiera á  los  fugitivos  y  procurara  apoderarse  por  sor- 
presa de  la  cotia  de  Sungap,  inmediata  á  la  anterior.  Así 
lo  hizo,  no  sin  precauciones,  porque  se  temía  una  trai- 
ción viéndola  indefensa.  Arrimadas  las  escalas,  subió 
un  soldado,  é  inmediatamente  se  le  vio  caer  herido  de 
campildn  por  el  alcaide  del  fuerte,  único  defensor  que 
allí  existía,  quien  prefirió  defenderlo  él  solo  á  que  fuese 

algunos  de  aquellos  bárbaros  introducir  sus  campilanes  y  lanzas  en  el 
seno  de  sus  mujeres  y  niños  por  no  entregarlos,  y  arrojarse  á  la  muerte 
sin  rendirse.  Escena  terrible  es  la  que  se  presentó  á  mis  ojos  cuando 
subí  tras  de  vosotros  á  contener  vuestra  indignación,  y  me  complazco, 
sin  embargo,  en  anunciar  que  vi  algunos  actos  generosos  que  prueban  sois 
tan  valientes  como  humanos.  El  fuerte  estaba  lleno  de  cadáveres  palpi- 
tantes, despedazados  por  las  granadas,  fusilería,  sables  y  bayonetas. 
Trescientos  cuarenta  sacados  de  él  prueban  la  obstinación  de  su  defen- 
sa.— Los  que  huyeron  logrando  tirarse  del  alto  del  muro,  fueron  perse- 
guidos por  la  compañía  de  carabineros  del  20  de  ligeros,  preparada  al 
efecto,  sin  dejarles  lugar  á  encerrarse  en  el  segundo  fuerte,  de  que  aqué- 
lla tomó  posesión;  y  en  menos  de  una  hora  de  rudo  combate  cayeron 
en  nuestro  poder  79  piezas  de  artillería,  casi  todas  de  bronce,  de  los  ca- 
libres de  8  á  1,  quedando  dueños  de  casi  toda  la  isla  abrigo  de  los  pira- 
tas que  infestan  estos  mares. — Las  naciones  que  tienen  en  ellas  estable- 
cimientos os  deben  este  servicio  importante,  y  los  muchos  cautivos  res- 
catados su  libertad.  Muy  pronto  ocuparemos  todo  el  resto,  y  acabando 
de  destruirles  los  medios  de  vivir,  los  de  defensa  y  sus  muchos  pancos 
y  embarcaciones  que  servían  al  pirateo,  iremos  á  descansar  orgullosos 
de  haber  hecho  un  gran  servicio  al  género  humano,  y  muy  particular- 
mente á  Filipinas,  dejando  al  Archipiélago  una  prueba  de  que  no  se  os 
insulta  impunemente. — Los  bravos  guerreros  de  ayer  se  han  humilla- 
do hoy  ante  Dios  pidiendo  por  el  alma  de  los  cristianos  que  ayer  sa- 
crificaron su  existencia.  Todos  hemos  asistido  á  los  funerales  que  la 
pompa  marcial  y  religiosa  posible  en  estas  circunstancias  ha  preparado 

á  los   restos  del  capitán  Ataide  y  demás   que  ayer  murieron Séales 

ligera  la  tierra  que  han  bañado  con  su  sangre. — Clavería.„ 


414  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

tomado  sin  ese  trabajo.  En  Sungap  se  cogieron  i3  ca- 
ñones pequeños  (0. 

El  día  25  se  dispuso  el  ataque  contra  el  fuerte  de 
Bucotingol,  que  fué  tomado  sin  gran  trabajo  por  ha- 
llarse descuidados  sus  defensores,  encontrando  tres  ca- 
ñones. Mandó  el  ataque  el  coronel  Peñaranda,  á  cuyas 
órdenes  iba  el  capitán  de  ingenieros  Munárriz,  una 
compañía  y  algunos  zamboangueños. 

Las  vintas  y  botes  recorrieron  todos  los  canales,  arra- 
sando los  pueblos  de  Buasuan,  Suitan,  Pahat  y  Pandan- 
pandanan,  quemando  las  casas,  talando  8.000  cocoteros 
y  apoderándose  hasta  de  10  cañones  más.  Las  fortale- 
zas fueron  destruidas  por  medio  del  incendio,  reembar- 
cándose las  tropas  con  los  heridos,  prisioneros  y  cauti- 
vos el  25  por  la  tarde  (2).  Tras  breve  detención  en  las 
islas  de  Tonquil  y  Pilas  los  días  26  y  27  para  notificar 
á  sus  moradores  el  castigo  impuesto  á  Balanguingui, 
llegó  Clavería  á  Zamboanga  el  28  y  al  día  siguiente  el 

(1)  Es  curioso  también  el  siguiente  rasgo  de  fanático  valor  que 
describe  Bernáldez:  "Un  moro  principal  se  fué  hacia  la  estación  de  lan- 
chas y  falúas  fondeadas  en  la  boca  del  canal;  la  tripulación  de  estos  bu- 
ques vio  que  se  acercaba  lentamente  en  dirección  suya  un  hombre  con 
altivos  ademanes,  sereno,  mirando  á  todos  lados  con  indiferencia  al  pa- 
recer, y  su  ciis  en  la  cintura;  como  era  natural,  no  hicieron  prevención 
alguna,  suponiendo,  al  verlo  solo,  que  vendría  á  pedir  indulto,  ó  que 
sería  tal  vez  un  cautivo  que  se  libertaba,  cuando  en  el  punto  de  pisar 
aquel  hombre  la  borda  de  la  falúa  que  encontró  más  cerca,  tiró  del  cris 
y  se  lanzó  con  gran  furia  sobre  el  primer  soldado  que  pudo  alcanzar;  es 
decir,  que  fué  á  buscar  una  muerte  segura,  sin  otra  esperanza  ni  con- 
suelo que  el  de  hacer,  ante  todo,  el  mal  que  en  su  mano  estuviera., 

(2)  El  resultado  de  la  expedición,  fué: 
124  piezas  de  artillería  cogidas. 

450  moros  muertos,  6  prisioneros  y  200  mujeres  y  niños,  y 

200  á  300  cautivos  rescatados. 

La  artillería  cogida  á  los  moros,  fué: 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  415 

resto  de  la  escuadra  y  tropas.  Con  este  motivo  tuvieron 
lugar  grandes  festejos  en  celebración  de  la  victoria  al- 
canzada, y  solemnes  honras  fúnebres  por  los  que  paga- 
ron con  su  vida  el  tributo  debido  á  la  patria. 

Clavería  impuso  á  los  sultanes  de  Mindanao  é  islas 
vecinas  nuevas  condiciones.  Al  saberse  en  la  capital 
del  Archipiélago  el  triunfo  obtenido,  hubo  en  todo  el  ve- 
cindario una  grande  explosión  de  gozo,  y  á  su  regreso 
á  Manila  fué  recibido  en  triunfo,  asi  el  vencedor  como 
el  ejército  expedicionario. 

El  gobierno  premió  al  capitán  general  con  los  títulos 
de  conde  de  Manila,  vizconde  de  Clavería,  gran  Cruz 
de  San  Fernando,  etc.,  etc. 


PIEZAS. 

De  bronce. 

De  hierro. 

Obús  de  6 

1 

1 

2 

10 

2 

12 

6 

1 

2 
41 

Cañón  de  24 

1 

de  12 

1 

de  8 

2 

de  6 

2 

de  4 

•> 

de  3 

de  2 

5 
9 

de  1 

Culebrina  de  2 

Falconetes  de  4 

de  2 

Lan  tacas 

" 

Cañones  inútiles  de  varios  calibres.. 

4 

80 

26 

Balerío,  200  balas  de  varios  calibres. 
Metralla,  stis  arrobas. 
Varios  sacos  de  pólvora. 


41 6  HISTORIA    DE    LA   PIRATERÍA 

El  Ayuntamiento  de  Manila  le  regaló  una  lujosa  es- 
pada. 

El  comandante  general  de  marina  fué  nombrado  jefe 
de  escuadra  (i). 

La  necesidad  de  la  expedición  que  dejamos  relatada 
no  puede  discutirse,  porque  la  insolencia  de  los  piratas 
tenía  aterrorizados  los  pueblos  de  Visayas  é  interrum- 
pido el  comercio  entre  aquellos  puertos.  Dada  la  im- 
portancia de  los  fuertes  rendidos,  los  medios  de  defen- 
sa con  que  contaban  sus  defensores  y  las  poquísimas 
fuerzas  de  que  disponía  el  general  en  jefe  (5oo  hombres), 
es  indudable  que  como  triunfo  militar  nadie  puede  re- 
gatearle su  mérito.  Pero  se  malogró  el  éxito,  como 
tantas  veces  antes,  por  no  quedar  de  una  vez  ocupadas 
las  poblaciones  de  los  moros  por  nuestras  tropas,  sa- 
crificio de  cuantía,  ciertamente,  por  los  gastos  y  por  el 
número  de  hombres  que  eso  requiere,  pero  compensa- 
ble con  el  resultado  definitivo,  pues  si  se  suman  los  mi- 
llones que  poco  á  poco  ha  ido  consumiendo  al  Estado 
la  incesante  guerra  de  los  piratas  malayo-mahometa- 

(l)  En  el  parte  de  esta  campaña,  dirigido  por  el  general  en  jefe  des- 
de Zamboanga  con  fecha  28  de  Febrero  al  secretario  de  Estado  y  del 
Despacho  de  Guerra,  después  de  ensalzar  el  valor  de  las  tropas,  y  con 
especialidad  de  los  coroneles  Figueroa  y  Peñaranda  y  capitanes  de  in- 
genieros Munárriz  y  Bernáldez,  decia  de  la  escuadra: 

"Del  comportamiento  individual  de  los  que  componen  esta  marina, 
dará  cuenta  su  comandante  general.  En  esta  comunicación  no  quiero 
dejar  de  tributar  el  justo  homenaje  debido  á  una  decisión  franca  y  es- 
pontánea en  todas  las  clases,  á  un  deseo  general  del  trabajo  sufriendo 
con  entusiasmo  el  mucho  que  ha  habido,  el  sumo  acierto  y  valor  en  las 
operaciones  y  á  la  recomendación  gereral  de  este  benemérito  Cuerpo, 
cuyo  comandante  general,  el  brigadier  D.  José  Ruiz  de  Apodaca,  nada 
me  ha  dejado  que  desear,  y  al  que  juzgo  muy  acreedor  á  que  S,  M.  dé 
una  prueba  de  su  real  agrado  premiando  sus  dilatados  y  buenos  ser- 
vicios. „ 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  417 

nos;  el  contingente  de  tropas  que  ha  sido  preciso  man- 
tener en  pie  de  guerra  para  luchar  con  ellos;  las  bajas 
habidas  en  continuos  combates,  y  los  inmensos  daños 
en  individuos  é  intereses  materiales  que  han  padecido 
las  provincias  de  Filipinas,  resulta  preferible  aunar 
esos  esfuerzos  y  concluir  de  una  vez  con  la  piratería 
ocupando  militarmente  sus  islas  y  sus  salidas  al  mar 
por  medio  de  la  marina.  Ya  emprendida  la  expedición, 
debió  el  general  Clavería  hacer  un  esfuerzo  más,  y 
aprovechando  el  ascendiente  moral  de  su  triunfo,  ir  á 
Joló  sin  pérdida  de  tiempo,  rendir  sus  posiciones  y 
evitar,  ya  que  no  otra  cosa,  la  expedición  de  Urbiston- 
do  en  i85i. 

Si  las  acertadas  medidas  del  insigne  Corcuera,  al 
ocupar  á  Joló,  hubieran  subsistido,  seguramente  los 
piratas  estarían  sometidos  y  anulados  desde  hace  más  de 
un  siglo.  El  resultado  práctico  del  castigo  impuesto  á 
los  piratas  es  evidente,  comparando  lo  ocurrido  en  1847, 
en  que  pasaron  de  460  los  indios  hechos  cautivos  por 
los  moros,  mientras  que  en  1848  no  lo  fué  ninguno  y 
en  1849  sólo  hubo  tres. 

La  saludable  influencia  de  la  expedición  contra  Ba- 
languingui  se  dejó  sentir  en  las  posesiones  extranjeras 
vecinas,  hasta  el  punto  de  que  el  gobernador  general 
de  las  holandesas  escribió  al  gobernador  de  Filipinas 
en  25  de  Febrero  de  1849:  «A  los  esfuerzos  enérgicos  y 
reiterados  de  V.  E.  se  debe  principalmente  que  la  au- 
dacia de  estos  piratas  haya  disminuido  mucho.  Por 
tanto,  V.  E.  ha  adquirido  derechos  al  reconocimien- 
to del  mundo  civilizado  y  de  la  Holanda  en  primer 
lugar. » 

Holanda  había  mostrado  repetidas  veces  su  deseo  de 
ocupar  algún  territorio  en  la  parte  Sur  del  Archipiéla- 

27 


41 8  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

go  filipino,  resultando  siempre  inútiles  sus  tentativas 
encaminadas  á  semejante  propósito. 

Por  Abril  de  1848  se  presentaron  en  la  rada  de  Jó- 
lo dos  corbetas  de  guerra  holandesas,  con  la  preten- 
sión de  que  les  fuesen  devueltos  algunos  cautivos,  ne- 
gándose á  ello  el  Sultán  y  los  dattos.  Cañonearon  en- 
tonces la  población  por  espacio  de  veinticuatro  horas; 
mas  contestadas  con  acierto  por  los  fuertes  de  la  pla- 
za, y  en  vista  de  las  averías  de  uno  de  dichos  buques, 
se  vieron  precisados  á  regresar  á  Borneo. 

El  espíritu  general  de  los  malayo-mahometanos  es, 
sin  embargo,  la  guerra  sin  tregua  á  nuestros  pueblos  y 
constante  pirateo. 

El  2  de  Diciembre  de  1848  participó  al  Sultán  de 
Joló  el  datto  Paulima  Tampán,  jefe  de  una  respetable 
armadilla,  que  salía  á  piratear  contra  las  costas  suje- 
tas al  dominio  de  España.  Quiso  impedirlo  el  Sultán, 
pero  despreciando  su  consejo  se  hizo  á  la  mar;  llegó  á 
la  isla  de  Paat,  del  grupo  de  Balanguingui;  se  procla- 
mó Sultán  independiente;  edificó  40  casas,  y  reuniendo 
400  hombres  de  armas,  comenzó  á  fortificar  la  isla. 

Inmediatamente  que  supo  este  hecho  el  comandante 
de  las  fuerzas  sutiles  de  la  división  de  la  Isabela  de  Ba- 
silan,  partió  con  cuatro  falúas  y  el  pailebot  Pasig  á  sor- 
prender á  los  moros,  cayendo  inesperadamente  sobre 
Paat.  Batió,  en  efecto,  á  los  piratas;  puso  fuego  á  sus 
casas,  destruyó  sus  comenzadas  baterías  y  embarcacio- 
nes, y  les  cogió  todo  su  armamento.  Insistentes  rumo- 
res de  que  los  moros  pensaban  fortificar  de  nuevo  á 
Balanguingui,  determinaron  el  que  en  Febrero  de  1849 
saliera  de  Manila  el  comandante  general  del  apostade- 
ro con  dos  vapores  de  guerra,  á  cuyo  bordo  iba  una 
compañía  de  infantería.  En  Zamboanga  se  le  unieron 


EN    MINDANAO,   JOLÓ    Y   BORNEO  419 

cinco  falúas,  ocho  vintas  y  varios  lancanes  tripulados 
por  70  voluntarios  armados.  El  27  desembarcó  Quesa- 
da  en  Sipac  y  reconoció  la  isla,  sin  hallar  ningún  mo- 
ro. Hizo  derribar  una  estacada  recién  construida,  que- 
mó algunas  casas  y  muchas  embarcaciones  menores. 
De  Balanguingui  pasó  la  escuadrilla  á  Lob,  puerto  de 
la  isla  de  Tonquil.  Sus  habitantes  arbolaron  bandera 
blanca;  y  habiendo  ajustado  una  capitulación  el  Pauli- 
na Bombali  con  el  comandante  general,  izó  aquél  en 
su  territorio  la  bandera  española.  Estuvo  á  continua- 
ción la  pequeña  escuadra  en  las  islas  de  Tapia,  Tanta- 
nan  y  Pilas,  sin  que  nada  notable  ocurriese,  regresando 
á  Zamboanga.  Después  de  una  breve  estancia  en  Da- 
vao,  para  recomendar  á  sus  dattos  que  no  molestaran  á 
los  pueblos  vecinos,  volvió  Quesada  á  Manila.  Supo  el 
gobernador  de  Zamboanga  que  algunos  habitantes  de 
Maluso  habían  ido  á  Iloilo  en  son  de  guerra;  marchó  á 
dicho  punto  (29  de  Mayo  de  1849),  seguido  del  jefe  de 
ingenieros  de  dicha  plaza,  del  de  las  fuerzas  sutiles  y 
de  100  hombres  con  una  lancha,  cinco  falúas  y  10  ba- 
rotos,  penetrando  en  el  río  Maluso  el  3i.  Vencidas  las 
dificultades  que  su  navegación  ofrecía  y  las  que  origi- 
nara el  desembarco,  sostuvo  un  vivo  tiroteo  con  los 
moros,  que  huyeron  precipitadamente.  En  el  acto  man- 
dó quemar  sus  casas  y  destruir  sus  sembrados  y  embar- 
caciones. De  regreso  esta  expedición,  se  cruzó  con  el 
vapor  inglés  Manander,  capitán  Keppel,  cuyo  buque 
conducía  á  Sir  James  Brooke,  agente  de  Inglaterra  en 
Borneo  y  gobernador  de  Labuan  é  islas  adyacentes,  de 
quien  vamos  á  ocuparnos. 


CAPITULO  XXVIII. 


Aspiraciones  de  los  ingleses  á  ocupar  territorios  de  Joló. — Historia  de 
Sir  James  Brooke. — Sus  tratados  con  el  Sultán  de  Borneo. — Llega  á 
Zamboanga. — Pasa  á  Joló  y  celebra  con  el  Sultán  un  tratado  contra- 
rio á  los  intereses  de  España  y  en  que  se  desconoce  su  soberanía  so- 
bre aquel  Archipiélago. — Va  á  Joló  el  gobernador  de  Zamboanga, 
demuestra  á  los  dattos  su  mal  proceder  y  deciden  enarbolar  en  sus 
islas  la  bandera  española. — Altérase  la  plebe  con  esta  novedad. — Re- 
gresa á  Zamboanga  el  gobernador,  quedando  las  cosas  in  staiu  quo. 
— Proyectan  los  piratas  de  Guimbarang  sorprender  el  fuerte  de  la 
Isabela  de  Basilan  y  son  rechazados. — Va  una  expedición  á  destruir 
sus  pueblos, — Depredaciones  de  los  piratas  de  Tonquil  en  Samar  y 
Camiguin. — Reclama  el  gobernador  de  Filipinas  contra  semejantes 
atentados. — El  Sultán  y  su  consejo  se  declaran  impotentes  para  re- 
primir esas  piraterías,  dejando  su  castigo  al  cuidado  de  aquella  auto- 
ridad. 

Demostradas  quedan  en  esta  Historia  las  aspiracio- 
ues  de  los  ingleses  á  introducirse  en  los  territorios  de- 
pendientes de  la  sultanía  de  Joló. 

La  constancia  y  extraordinario  sentido  práctico  de 
aquella  nación,  halló  un  auxiliar  valiosísimo  en  el  céle- 
bre Sir  James  Brooke,  cuya  historia  es  singularmente 
curiosa  (i).  Este  hábil  personaje  había  conseguido  ajus- 

(l)  Nacido  en  1803  en  Bandel  (Bengala),  donde  su  padre  desempe- 
ñaba uno  de  los  empleos  civiles  de  la  Compañía  de  las  Indias,  M.  Brooke 
comenzó  por  servir  en  el  ejército,  comprando  un  despacho  de  oficial; 
pero  como  en  la  guerra  contra  los  birmanes  recibiese  en  Rungpour  una 
herida  grave,  abandonó  la  carrera  militar  para  viajar  por  la  Malesia.  A 
la  muerte  de  su  padre,   dueño  de  una  fortuna  considerable,  compró  un 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  42I 

tar,  á  nombre  de  S.  M.  B.,  un  tratado  con  Ornar- Alí- 
Saifadeen,  Sultán  de  Borneo,  en  27  de  Mayo  de  1847, 
obteniendo,  entre  otras  muchas  franquicias,  la  cesión 
de  la  isla  de  Labuan,  con  sus  mares,  estrechos  é  islo- 
tes adyacentes,  ratificando  y  ampliando  igual  conce- 
sión hecha  en  1845.  En  virtud,  pues,  de  este  convenio, 
llegó  á  reunir  los  títulos  de  Rajah  de  Sarrawak,  gober- 
nador de  Labuan  y  agente  y  cónsul  de  Inglaterra  cerca 
de  los  príncipes  independientes  de  Borneo. 

El  6  de  Enero  de  1849  arribó  á  Zamboanga  la  fraga- 
ta de  guerra  inglesa  Mceaiider,  al  mando  del  famoso 

yacht  armado  en  guerra,  el  Royaliste,  de  I40  toneladas,  perteneciente  al 
Royal  Yacht  Sqiiadroii,  y  gozando  por  este  titulo  de  los  privilegios  de  un 
buque  de  la  marina  militar,  organizó  con  esmero  su  dotación,  la  ejerci- 
tó durante  tres  años  en  todos  los  mares  de  Europa,  y  después,  el  27  de 
Octubre  de  1 839,  le  puso  á  la  vela  para  el  mar  de  China,  con  el  objeto 
declarado  de  destruir  la  piratería.  Desembarcó  en  Sarrawak;  se  ganó  el 
afecto  de  Muda-Hassim,  tío  materno  del  Sultán  Omar-Alí;  le  ayudó  á 
reprimir  una  rebelión  de  dajaks,  y  se  hizo  adjudicar  el  gobierno  de  Sa- 
rrawak con  el  título  de  Rajah  independiente,  título  que  le  fué  confir- 
mado, no  sin  resistencia,  por  el  Sultán  en  21  de  Setiembre  de  1841.     . 

Dueño  de  un  vasto  territorio,  apenas  desmontado,  y  poblado  de  una 
raza  belicosa,  M.  Brooke  quiso  hacer  desaparecer  los  hábitos  seculares 
de  piratería,  lo  que  no  consiguió  sino  con  la  ayuda  de  buques  de  la  ma- 
rina inglesa  y  vertiendo  arroyos  de  sangre.  La  opinión  pública  se  irritó 
en  Inglaterra  y  designó  con  el  nombre  de  precio  de  sangre  [head  mojiey) 
el  dinero  destinado  á  pagar  el  exterminio  de  los  piratas,  cuyas  cabezas 
pregonadas  no  habían  costado  menos  de  500.000  francos. 

Pronto  se  presentó  una  nueva  ocasión  de  intervención  para  la  Ingla- 
terra: el  Sultán  de  Brunei  hizo  asesinar  á  Muda-Hassim  y  á  los  princi- 
pales partidarios  de  los  ingleses,  y  el  almirante  Cochrane,  llamado  por 
M.  Brooke,  fondeó  con  una  escuadra  en  la  rada  de  Brunei,  derrotó  al 
ejército  del  Sultán  y  obligó  á  éste  á  ceder  á  Inglaterra  la  isla  de  Labuan, 
que  domina  toda  la  bahía  de  Brunei  (1846). 

Vuelto  á  Inglaterra  en  1847,  el  Rajah  de  Sarrawak  fué  acogido  con 
los  más  altos  honores,   alcanzando  una  gran  popularidad.   Recibió  la 


422  HISTORIA   DE   LA   PIRATERÍA 

capitán  Keppel,  y  en  ella  iba  M,  Brooke,  de  quien  se 
llegó  á  saber  que  gestionaba  con  el  Sultán  de  Joló  un 
tratado  contrario  á  los  intereses  de  España.  Algunos 
meses  después  se  trasladó  á  Joló,  á  bordo  de  la  fragata 
inglesa  de  guerra  N emesis,  y  pudo,  en  efecto,  ajustar 
con  el  Sultán  un  tratado  en  29  de  Mayo  de  dicho  año, 
que  titulaba  de  comercio,  pero  cuyo  art.  7.°  decía: 
«S.  A.  el  Sultán  de  Joló,  para  precaver  toda  futura 
ocasión  de  desavenencias,  promete  no  hacer  cesión  al- 
guna de  territorio  dentro  de  sus  dominios  á  ninguna 
otra  nación  ó  á  subditos  ó  á  ciudadanos  de  ellas,  ni  á 
reconocer  vasallaje  ó  feudalidad  á  ninguna  otra  poten- 


condecoración  del  Baño,  el  título  de  gobernador  de  Labuan  con  un 
sueldo  de  2.000  libras  esterlinas  {50.000  francos),  y  fué  puesto  á  sus 
órdenes  un  barco  de  guerra.  Más  tarde,  M.  Hume  y  otros  miembros  de 
la  oposición,  reprodujeron  en  la  tribuna  las  acusaciones  á  que  había  da- 
do lugar  la  matanza  de  los  piratas.  M.  Brooke  fué  á  Inglaterra  y  pidió 
una  información  que  dio  por  resultado  se  declarasen  insuficientes  ios 
cargos  lanzados  contra  él  d). 

Sir  James  Brooke  ha  trabajado  desde  entonces  por  civilizar  su  reino, 
al  mismo  tiempo  que  por  engrandecerlo,  con  toda  la  paciencia  y  energía 
del  genio  inglés.  En  1861  regresó  á  Inglaterra  dejando  el  territorio  de 
Sarrawak  en  una  situación  tranquila  y  floreciente,  en  las  manos  de  su 
hijo,  el  capitán  Ch.  Brooke,  bajo  cuyo  gobierno  el  país  no  ha  cesado 
de  progresar  (2).  (El  marqués  de  Croizier,  presidente  de  la  Sociedad 
Académica  Indo-China  de  Francia.) 


(i)  (V,  Sir  James  Brooke's  journal  of  event  in  Borneo  inchiding  the  ocupation  0/ 
Labuan,  and  visit  io  the  Célebes;  togetker  wüh  the  expedition  of  H.  M.  S.,  by  Cap— 
tain  Rodney  Mundy,  London,  Murray,  1848,  2  vol.  in  8."  fig.;  The  Prívate  Letters 
of  Sir  J.  Brooke,  etc.,  London,  Templer,  1853,  3  vol.  in.  8.°;  The  Expedition  of 
Borneo  of  H.  M.  Sh'ip  Dido,  for  the  sttppression  of  piracy,  by  capt.  H.  Kepsel,  Lon- 
don, 1846,  2  vol.  in  8.",  opuse,  y  carta;  The  Life  of  sir  James  Brooke,  Rajah  of  Sa. 
rrawak,  etc.,  by  Spencer  St.  Georges,  London,  1879.) 

(2)  (V.  Ten  years  in  Sarrawak  with  introduction  by  H.  H.  the  Royal  Sir  J.  Broo- 
ke, by  Ch.  Brooke,  London,  i865,  2  vol.;  Notes  on  Sarrawak  and  Northern  Borneo, 
cart;  Proceedings  R.  G.  S.,  1881,  págs.  193-256.) 


EN   MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  423 

cia  sin  conocimiento  de  S.  M.  B.  (i).»  Con  lo  cual  se 
desconocía  nuestro  antiguo  é  incontrovertible  derecho 
á  aquel  territorio,  adquirido,  no  sólo  por  razón  de  con- 
quista, sino  por  los  múltiples  tratados  en  que  asi  explí- 
citamente se  consigna  (2). 

(1)  (Véase  el  Apéndice,  pág.  50  y  siguientes.) 

(2)  Las  cartas  particulares  de  M.  Brooke,  impresas  en  Londres  en 
1853,  demuestran  los  ambiciosos  proyectos  de  este  atrevido  aventure- 
ro y  sus  interesadas  miras  respecto  de  Filipinas. 

Al  partir  para  su  segunda  expedición  al  Archipiélago  oriental,  en 
183^  escribió  una  especie  de  programa,  que  pone  de  relieve  su  afán  de 
que  Inglaterra  llegase  á  ser  la  dueña  absoluta  de  aquellos  países.  Des- 
pués de  manifestar  los  errores  y  la  tiranía  de  la  política  de  los  holande- 
ses en  sus  posesiones  y  de  lamentar  que  el  gobierno  inglés  se  las  hubie- 
ra devuelto  al  terminar  las  guerras  del  primer  imperio,  dice: 

"No  muy  lejos  al  Oeste  de  Puerto  Essington  (posesión  inglesa  de 
Nueva  Guinea)  está  la  grande  y  fértil  isla  de  Timor,  de  la  cual  cederá 
sin  duda  su  parte  muy  gustoso  Portugal,  mediante  la  más  pequeña  in- 
demnización, supuesto  que  la  tiene  de  mucho  tiempo  en  rigor  abando- 
nada y  ninguna  utilidad  reporta  á  su  metrópoli.  Valdría  mucho  la  po- 
sesión de  la  porción  portuguesa  de  esta  isla,  atendida  su  situación  y  ta- 
maño, y  la  ocasión  de  adquirirla,  si  se  deja  pasar,  quizá  no  volvería. 

„Lo  mismo  se  puede  decir  de  Luzonia  ó  las  Filipinas,  que  ningún 
beneficio  positivo  producen  á  España,  y  en  manos  inglesas  servirían  de 
palanca  para  dirigir  la  China  y  el  Archipiélago  á  la  vez.  Ricas,  férti- 
les, dotadas  de  un  clima  sano,  á  pocos  días  de  Cantón  y  dominando  el 
mar  de  China,  serían  la  joya  de  más  precio  en  la  colonial  tiara  de  Ingla- 
terra. Cuando  nuestras  relaciones  con  aquel  imperio  lleguen  á  un  arre- 
glo, como  muy  pronto  tienen  que  llegar,  no  habría  otro  punto  de  más 
importancia  que  Manila. 

„España,  trastornada  y  embebida  en  luchas  internas,  y  obligada  á 
Inglaterra  por  tratados  y  deudas,  pondrá  al  instante  á  Luzonia  en  nues- 
tras manos,  en  fianza  de  las  sumas  que  nos  debe,  y  probablemente  nos 
cedería  su  posesión  definitiva  á  cambio  de  nuestros  créditos  contra 
ella. 

„Hoy  es  el  día  de  tal  adquisición:  la  pleamar  de  nuestros  negocios; 
si  aprovechamos  la  creciente,  ella  nos  llevará  á  la  fortuna.  He  dicho  ya 
que  en  este  punto  sólo  obrando  en  grande  escala  pueden  obtenerse  ven- 


424  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

El  gobernador  de  Zamboanga  pasó  á  Joló  con  los  co- 
mandantes de  la  marina  sutil  y  de  ingenieros  en  cuan- 
to tuvo  conocimiento  de  dicho  tratado,  ó  sea  en  Junio. 
Conferenciaron  repetidas  veces  con  el  Sultán  y  los 
dattos,  y  convencidos  éstos  de  su  mal  proceder,  deci- 
dieron arbolar  en  todo  su  territorio  la  bandera  española 
como  prueba  de  su  dependencia  del  gobierno  de  Espa- 
ña; pero  es  el  caso  que  habiéndose  hecho  públicos  tales 
acuerdos,  se  alborotó  la  plebe,  cundió  la  efervescencia 
aun  entre  las  mujeres,  los  seriphs  ó  panditas  predica- 
ban que  iba  á  caer  sobre  ellos  la  cólera  de  Mahoma,  y 
al  cabo  de  veintisiete  días  de  conferencias  y  disgus- 
tos (1),  regresaron  á  Zamboanga  quedando  las  cosas  in 
statu  quo. 

A  fines  de  Setiembre  de  1849  salieron  de  Guimba- 
rang,  con  anuencia  del  Sultán  de  Joló,  3.000  moros 
aguerridos,  capitaneados  por  los  dattos  de  Boal  y  Sa- 
malant,  el  Imán  Buyok  y  el  Paulima  Hasián,  con  ob- 
jeto de  sorprender  y  atacar,  por  mar  y  tierra,  el  fuerte 
de  la  Isabela  de  Basilan.  Tuvo  noticias  anticipadas  de 
este  proyecto  su  comandante  militar  D.  José  María  de 
la  O,  y  con  el  auxilio  de  una  compañía  que  le  mandó 
el  gobernador  de  Zamboanga,  se  dispuso  á  hacer  pagar 
cara  á  los  moros  su  intentona.  En  la  noche  del  29  efec- 
tuaron éstos  su  sigilosa  avanzada,  pero  la  muerte  sor- 

tajas  locales  ó  nacionales,  é  insisto  ahora  en  que  es  mejor  dejar  el  Ar- 
chipiélago en  su  actual  estado,  hasta  la  primera  guerra  general,  en  que 
ha  de  volver  á  nuestras  manos,  que  dar  ideas  falsas,  difíciles  de  des- 
arraigar entre  los  indígenas,  de  la  importancia  de  la  nación  inglesa, 
gastando  nuestras  fuerzas  en  establecimientos  insignificantes.  „ 

(1)  Durante  este  tiempo,  el  capitán  de  ingenieros  Bernáldez  se  en- 
teró del  estado  de  la  artillería  y  demás  armamento  de  los  joloanos,  nú- 
mero, posición  y  calidad  de  sus  fuertes,  formando  un  croquis  que  sirvió 
más  adelante  para  adoptar  las  disposiciones  de  ataque  contra  ellos. 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  425 

prendió  á  los  más  audaces  por  el  fuego  de  cañón  y  fu- 
silería del  fuerte  y  de  las  falúas,  retirándose  los  demás. 

Ansiosos  de  venganza,  repitieron  su  ataque  al  día  si- 
guiente, siendo  también  rechazados  y  dispersos,  ha- 
ciéndoseles muchas  bajas  y  prisioneros.  Conducidos  á 
Zamboanga,  partió  para  Joló  el  bergantín  de  guerra 
Ligero  con  una  carta  del  gobernador  participando  al 
Sultán  el  castigo  de  sus  traidores  subditos.  Algunos 
días  después  una  expedición  de  fuerzas  sutiles,  con  tro- 
pa del  ejército,  redujo  á  cenizas  los  pueblos  de  que  ha- 
bía partido  la  agresión. 

Una  escuadrilla  pirática,  procedente  de  Tonquil,  re- 
forzada por  algunos  pancos  de  Belaun  y  Bocotuan,  fué 
á  caer  en  i85o  sobre  la  isla  de  Samar,  y  más  tarde, 
sobre  la  de  Camiguin,  cometiendo  en  ambos  puntos 
sus  ordinarios  atropellos,  además  de  llevarse  cautivos  á 
75  infelices  indios  de  ambos  sexos. 

Durante  la  travesía  fueron  arrojados  al  agua  por  los  pi- 
ratas los  ancianos  y  niños,  considerándolos  carga  inútil. 

El  capitán  general  de  Filipinas  envió  á  Joló  al  secre- 
tario del  Gobierno,  D.  Nicolás  Enrile,  para  reclamar 
enérgicamente,  en  su  nombre,  acerca  de  semejante 
atentado,  y  el  Sultán  y  su  consejo  contestaron  que, 
«conociendo  el  derecho  con  que  S.  E.  reclamaba  justi- 
cia y  lo  infame  del  atentado,  habían  votado  el  extermi- 
nio de  Tonquil;  pero  que  en  atención  á  su  falta  de 
prestigio  para  hacerse  obedecer  y  de  fuerzas  con  que 
poder  sujetar  á  aquellos  subditos  rebeldes,  dejaban  á  su 
cargo  el  imponer  el  castigo  á  que  se  hubieren  hecho 
acreedores,  y  exigir  la  devolución  de  los  cautivos. » 

Tal  fué  la  contestación  que  llevó  al  general  su  comi- 
sionado Enrile  á  su  llegada  á  Manila,  el  23  de  Noviem- 
bre de  1 8 5o,  en  el  vapor  Reina  de  Castilla. 


CAPITULO  XXIX. 


Campaña  del  general  Urbistondo  contra  JoIó.  — Decide  ir  á  este  sulta- 
nato, creyendo  imponerse  por  su  ascendiente  moral. — A  su  paso  por 
Tonquil,  castiga  á  los  piratas  de  Belaun  y  somete  á  los  de  Bocotuan. 
— Llega  á  Joló,  manda  un  pliego  al  Sultán  noticiándole  su  presencia, 
y  la  turba  ofende  y  trata  de  matar  á  los  comisionados. — El  Sultán  y 
su  consejo  rehusan  visitar  al  gobernador  de  Filipinas,  so  pretexto  de 
la  excitación  del  pueblo. — Exige  la  entrega  de  los  ofensores,  pero 
no  consigue  esto  ni  el  conferenciar  con  los  dattos. — Resuelve  ir  á 
Zamboanga  á  reunir  mayores  fuerzas. — Los  joloanos  disparan  sus 
cañones  contra  los  buques  al  retirarse  la  escuadra. — Urbistondo  pide 
desde  Zamboanga  refuerzos  á  Manila  y  Cebú. — Recibidos,  marcha  de 
nuevo  á  Joló. — Efectúase  el  desembarco,  y  juega  la  artillería  entre  los 
buques  y  la  plaza. — Terrible  ataque  y  defensa  del  fuerte  Asibi. — 
Consigúese  tomarlo  con  pérdidas  considerables  de  ambas  partes. — 
Toma  de  las  cottas  de  Daniel,  Maribajal  y  Buyoc. — Ocupación  de 
las  de  Buloc  y  Moloc. — Completa  derrota  de  los  joloanos. — Urbiston- 
do ocupa  el  fuerte  del  Sultán. — Destruyen  estas  fortalezas,  es  recogida 
su  artillería  y  regresan  los  expedicionarios  á  Zamboanga  y  Manila.— 
Entusiasta  recibimiento  en  ambos  puntos. 


Los  hechos  relatados  en  el  capítulo  anterior  deter- 
minaron al  capitán  general  de  Filipinas,  D.  Antonio  de 
Urbistondo,  marqués  de  la  Solana,  á  emprender  nueva 
campaña  contra  Joló. 

Antes  quiso  arreglar  el  asunto  por  su  ascendiente 
moral,  y  decidió  personarse  en  aquella  sultanía,  cre- 
yendo esto  bastante  al  logro  de  su  propósito. 

Realizados  con  celeridad  y  sigilo  los  aprestos  nece- 
sarios, el  II  de  Diciembre  de  1850,  á  las  cuatro  de  la 


EN   MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  427 

tarde,  salieron  de  la  bahía  de  Manila  los  vapores  de 
guerra  Isabel  II,  Sebastián  Elcano,  corbeta  Villa  de  Bil- 
bao y  bergantín  Ligero,  en  el  primero  de  los  cuales  em- 
barcó dicha  autoridad  con  su  estado  maj^or  y  el  coman- 
dante general  de  marina  D.  Manuel  de  Quesada. 

En  aquellos  buques  iban  5oo  soldados  de  infantería 
y  100  artilleros,  con  dos  obuses  de  montaña  y  algunos 
de  fortificación.  El  general,  en  su  despedida,  sólo  había 
dicho:  «Voy  al  Sur  de  Mindanao.»  El  17  fondeaban  los 
vapores  en  Zamboanga,  después  de  tener  que  arribar  á 
Calavite  (Mindoro),  y  el  20  los  buques  de  guerra.  En 
dicho  punto  embarcaron  dos  compañías  de  infantería  y 
102  voluntarios  zamboangueños,  con  el  gobernador  de 
la  plaza  D.  José  María  de  Caries,  y  el  capitán  de  in- 
genieros D.  Rafael  Carrillo,  aumentándose  la  escuadra 
con  un  vapor,  seis  falúas,  un  barangayán  y  seis  lanca- 
nes.  El  parque  de  campaña  se  completó  con  70  escalas 
y  50  camillas.  Durante  la  travesía  hubo  que  lamentar 
la  pérdida  de  los  lancanes  por  causa  de  la  excesiva  co- 
rriente. El  24  se  hallaba  la  escuadra  en  el  canal  que  di- 
vide las  islas  de  Belaun  y  Bocotuan,  dependientes  de 
Tonquil.  Una  columna  destacada  contra  Belaun,  á  las 
órdenes  del  comandante  D.  Manuel  Coballes,  puso  fue- 
go á  250  casas  y  á  20  vintas  y  barotos,  y  taló  las  semen- 
teras. Los  moros  intentaron  defenderse,  quedando 
muertos  tres  y  prisioneros  17,  entre  éstos  el  paulima  ó 
datto  principal.  De  los  expedicionarios,  quedó  herido  el 
subteniente  D.  Juan  Martínez.  El  datto  de  Bocotuan,  á 
cuya  isla  fué  otra  columna,  mandada  por  el  comandan- 
te D.  José  Ochoteco,  se  sometió  á  la  soberanía  de  Es- 
paña. 

La  escuadra  continuó  su  rumbo  á  Joló,  en  cuya  rada 
dio  fondo  el  29,  saludando  con  21  cañonazos  á  la  plaza, 


428  HISTORIA    DE    LA  PIRATERÍA 

que  le  contestó  en  igual  forma.  Defendían  la  ciudad 
cinco  cottas  ó  fuertes,  sobresaliendo  la  del  Sultán  y  la 
del  datto  Daniel.  Joló  presentaba  imponente  aspecto 
por  la  doble  línea  de  sus  fortificaciones  y  la  mucha  ar- 
tillería de  sus  baterías.  La  población,  compuesta  de  ca- 
sas de  madera  y  cañas,  encerraba  unas  7.000  almas. 
El  barrio  de  los  chinos  constaría  de  5oo  individuos.  El 
capitán  de  ingenieros  D.  Emilio  Bernáldez  y  el  alférez 
de  navio  D.  Manuel  Sierra,  seguidos  del  intérprete 
D.  Alejo  Alvarez,  bajaron  á  tierra  el  3o  con  un  pliego, 
anunciando  al  Sultán  la  llegada  del  jefe  supremo  de  las 
islas  y  su  deseo  de  tener  una  entrevista  con  él  ó  con  los 
magnates  que  designara. 

Al  pisar  la  playa  se  arrojó  sobre  los  oficiales  mencio- 
nados la  turba  amotinada,  y  de  seguro,  sin  la  enérgica 
actitud  de  aquellos  valientes,  los  sacrifican  en  el  ac- 
to (1).  Al  amparo  de  varios  dattos  que  acudieron  del 
fuerte  principal,  atravesaron,  con  dificultad  suma  y  en 
dos  horas  largas,  el  relativamente  corto  trayecto  que 
había  hasta  la  residencia  del  soberano  de  Joló.  Al  ver- 
les subir  la  escalera  de  la  sala  de  Consejos,  el  furor  de 
los  moros  estalla;  traidoramente  y  por  la  espalda  des- 
cargan una  cuchillada  á  cada  uno  de  los  comisionados, 
mas  sin  lograr  herirles;  ellos  desnudan  sus  espadas,  dis- 
puestos á  vender  caras  sus  vidas;  pero  el  Sultán,  ba- 
jando rápidamente  la  escalera,  se  abraza  á  ambos  oficia- 
les y  les  sirve  de  escudo  hasta  penetrar  en  la  sala,  cu- 
yas puertas  hizo  cerrar. 

La  plebe  pugnaba  por  invadir  el  local,  y  pedía  á  voz 
en  grito  la  cabeza  de  los  españoles. 

(1)  "Aseguro  en  mi  honor  y  conciencia  que  ambos  parlamentarios 
corrieron  riesgo  inminente  de  muerte  entre  aquellos  bárbaros  mahome- 
tanos.,, (General  Quesada.) 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  429 

El  Sultán  ocupó  la  presidencia  de  la  sala,  rodeado  de 
los  dattos  y  de  algunos  esclavos  con  armas. 

Leído  el  pliego  del  gobernador  de  Filipinas  por  el  in- 
térprete, indicaron  los  enviados  la  conveniencia  de  que 
fuese  el  Sultán  con  algunos  dattos  á  visitar  al  general; 
aquél  afectaba  oirles  con  indiferencia;  los  dattos  mos- 
traban turbación  y  recelo.  Solicitó  el  Consejo  media  ho- 
ra para  deliberar,  y  al  cabo  de  este  tiempo  contestó  que^ 
visto  el  estado  de  insurrección  del  pueblo,  sentía  no 
poder  ir  á  cumplimentar  al  marqués  de  la  Solana.  Es- 
forzaron sus  razonamientos  los  oficiales  españoles,  pero 
á  todo  recibían  respuestas  evasivas  y  decidieron  reti- 
rarse. El  Sultán  trató  de  retenerlos  so  protexto  de  que 
al  salir  iban  á  ser  indefectiblemente  asesinados,  sin  que 
él  tuviese  medios  de  evitarlo;  pero  ante  la  irrevocable 
resolución  de  los  oficiales,  el  datto  Molok,  después  de 
hablar  con  sus  compañeros,  los  condujo  por  una  salida 
del  otro  extremo  del  palacio  á  la  plaza,  de  donde  los 
llevó  una  canoa  tripulada  por  seis  esclavos  al  bote  del 
vapor,  no  sin  que  la  turba,  al  enterarse  de  que  se  les 
había  ido  la  presa,  dejase  de  disparar  sus  fusiles  contra 
el  bote. 

Aún  intentó  el  general  Urbistondo  conjurar  el  con- 
flicto pacíficamente  pidiendo  al  Sultán,  por  medio  del 
intérprete,  la  entrega  de  los  motores  del  motín,  como  si 
los  joloanos  entendieran  de  semejantes  diplomacias: 
negáronse  á  ello,  y  aun  á  que  dos  dattos  fuesen  á  confe- 
renciar con  él.  No  quedaba  ya  más  remedio  que  acudir 
á  las  armas:  la  dignidad  de  España,  representada  por 
el  jefe  supremo  de  Filipinas,  así  lo  exigía;  pero  la  im- 
previsión de  no  llevar  fuerzas  suficientes,  en  la  creencia 
equivocada  de  que  los  joloanos  accederían  de  buen  gra- 
do á  los  deseos  de  su  autoridad,  aconsejó  al  marqués  de 


430  HISTORIA    DE   LA   PIRATERÍA 

la  Solana  diferir  para  más  adelante  la  reparación  del 
agravio  recibido,  y  en  esto  obró  con  prudencia,  porque 
Joló  contaba  ya  en  sus  muros  sobre  8.000  combatientes 
aguerridos,  entre  los  joloanos  netos  y  los  indomables 
salvajes  que  para  la  defensa  del  territorio  nacional  ha- 
bían dejado  sus  agrestes  moradas;  abundaban  los  vive- 
res  y  las  municiones  de  guerra,  y  no  les  embarazaba  el 
temor  de  que  muriesen  por  las  balas  enemigas  sus  mu- 
jeres ó  sus  hijos,  puestas  á  salvo  de  antemano  en  los 
pueblos  del  interior. 

Urbistondo  resolvió  ir  de  nuevo  á  Tonquil,  aniqui- 
larlo y  aguardar  en  Zamboanga  la  reunión  de  mayores 
refuerzos  para  volver  sobre  Joló. 

En  la  madrugada  del  i.°  de  Enero  de  i85i,  hallán- 
dose los  barcos  en  franquía  y  sin  hostilidad  de  su  par- 
te, recibieron  una  descarga  general  de  las  cottas,  que 
originó  la  muerte  de  siete  individuos  é  hirió  á  cuatro, 
causando  ligeras  averías  en  el  casco  y  arboladura  de  los 
buques. 

Éstos,  sin  detener  su  marcha,  contestaron  al  villano 
insulto  con  buen  número  de  granadas.  El  fuerte  del  Sul- 
tán izó  bandera  roja  en  señal  de  guerra,  lo  cual  de- 
muestra su  connivencia  en  el  injusto  rompimiento. 

El  2,  muy  á  primera  hora,  se  detuvo  la  escuadra  en- 
tre Bocotuan  y  Belaun,  y  practicado  un  segundo  reco- 
nocimiento de  estas  islas,  pasó  á  Tonquil.  Desembar- 
có en  su  playa  una  columna  de  600  hombres,  é  hi^o 
sufrir  á  sus  habitantes  grandes  estragos,  pues  les  que- 
mó 960  casas  y  106  embarcaciones.  Murieron  en  la  pe- 
lea 25  moros,  4  quedaron  prisioneros  y  se  logró  el  res- 
cate de  29  cautivos.  Hecho  esto,  partió  la  escuadra 
para  Zamboanga,  donde  dio  fondo  el  5  al  medio  día. 
Dos  horas  después  salía  para  Manila  el  jefe  del  aposta- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ   Y   BORNEO  43 1 

dero  y  el  secretario  del  gobierno,  con  despachos  para 
el  general  segundo  cabo. 

El  vapor  Elcano,  mandado  por  el  teniente  de  navio 
D.  Domingo  Medina,  á  su  ida  para  Manila  se  detuvo 
en  Cebú  breves  momentos  y  dejó  un  oficio  del  capitán 
general,  fechado  á  bordo  del  Reina  de  Castilla  el  lo,  en 
que  manifestaba  al  jefe  de  la  provincia  que,  habiendo 
ido  á  Joló  con  ánimo  de  concluir  un  tratado  definitivo 
que,  á  par  de  asegurar  nuestras  relaciones,  robusteciese 
la  fuerza  moral  de  que  carece  aquel  Sultán  para  con 
sus  subditos,  no  sólo  le  había  sido  imposible  entrar  en 
conferencias  con  él,  sino  que,  después  de  insultar  y  es- 
tar en  riesgo  de  perecer  los  comisionados  que  mandara 
á  tierra,  fué  cañoneado  con  tanta  osadía  como  vileza  el 
i.°  de  Enero  al  dar  la  vela  para  Zamboanga;  que  era 
indispensable  vengar  el  ultraje  inferido  al  pabellón  es- 
pañol; que  necesitaba  reunir  los  elementos  necesarios, 
y  que  en  su  virtud,  y  por  su  parte,  procediera  á  enviar- 
le para  el  lo  de  Febrero  20  barangayanes,  tripulados 
cada  uno  con  su  gente  de  dotación,  y  además  con  i5 
hombres  de  desembarco  á  propósito  para  el  caso,  de- 
biendo fletar  un  buque  que  condujera  los  víveres  para 
dichas  fuerzas,  y  pagar  su  importe  con  el  sobrante  de 
propios  y  arbitrios.  Iba  en  dicho  vapor  el  religioso  re- 
coleto  Fr.  Pascual  Ibáñez,  coadjutor  del  párroco  de 
Zamboanga,  quien  se  había  brindado  á  hacerse  cargo 
de  los  barangayanes  en  su  traslado  á  aquella  plaza.  El 
comandante  de  la  división  de  fuerzas  sutiles  de  marina 
recibió  asimismo  orden  de  enviar  á  Zamboanga  la  lan- 
cha y  dos  falúas  con  víveres  para  tres  meses. 

El  alcalde  mayor  de  Cebú,  D.  Ramón  Llimós  y 
Manso,  desplegando  extraordinario  celo  y  actividad,  y 
secundado  en  sus  órdenes  con  patriótico  entusiasmo  por 


432  HISTORIA  DE   LA   PIRATERÍA 

el  Obispo  de  la  diócesis,  D.  Fr.  Romualdo  Jimeno,  y 
por  los  religiosos  de  los  pueblos  respectivos,  y  especial- 
mente por  el  de  Canoan,  Fr.  Timoteo  Gonzalo  del  Car- 
men, alistó,  en  el  brevísimo  término  de  ocho  días,  21  ba- 
rangayanes,  tripulados  por  722  individuos  y  18  de  que 
constaba  la  música  de  Carear,  esto  por  ofrecimiento 
espontáneo  de  la  principaUa  del  pueblo  y  de  su  párroco, 
Fr.  Benito  Pérez,  agustino  (0;  los  reunió  en  las  aguas 
del  barrio  de  Macapilay,  isla  de  Siquijor  (después  pa- 
rroquia de  San  Juan),  y  en  la  mañana  del  24  dio  á  co- 
nocer por  su  jefe  al  P.  Ibáñez,  saliendo  para  Zam- 
boanga,  en  donde  entraron  en  la  madrugada  del  26, 
sorprendiendo  agradablemente  la  importancia  del  re- 
fuerzo, el  marcial  aspecto  de  los  cebuanos  y  boholanos 
y  los  saludos,  evoluciones  y  descargas  que  practica- 
ron (■-).  El  P.  Ibáñez  fué  nombrado  por  Urbistondo  jefe 

(1)  Los  barangayanes  eran  de  los  pueblos  de  Danao,  Mandaue, 
Opon,  Sibonga,  Argao,  Dumaguete,  Boljoon,  Oslot,  Barili,  Talibon, 
Loon,  Maribojoc,  Tacbilaran,  Dauis,  Panglao,  Baclayón,  Loay,  Loboc, 
Dimiao,  Jagua  y  Canoan, 

(2)  "Superior  Gobierno  y  Capitanía  general  de  Filipinas. — SecciÓR. 
de  Gobierno. — Hoy  á  la  madrugada  arribaron  á  este  puerto  los  21  ba- 
rangayanes que  V.  S.  ha  enviado  de  esa  provincia  para  auxilio  de  la  ex- 
pedición que  me  propongo  emprender  contra  Jólo,  y  dirigidos  perfecta- 
mente por  el  Rdo.  P.  Fr.  Pascual  Ibáñez,  hicieron  su  entrada  y  saludos 
con  una  precisión  y  orden  admirables,  poseídas  sus  tripulaciones  del 
mayor  entusiasmo  y  decisión. — Por  el  mismo  religioso  he  recibido  la 
comunicación  de  V.  S.  de  23  del  actual,  en  que  me  avisa  la  salida  de 
dichas  embarcaciones  y  de  la  goleta  Socorro  con  sus  víveres,  que,  aun 
cuando  no  ha  llegado,  se  espera  lo  verifique  muy  en  breve;  y  altamente 
satisfecho  de  la  actividad  y  eficacia  que  V.  S.  ha  empleado  en  el  apresto 
y  envío  de  esas  fuerzas,  me  complazco  en  manifestárselo  y  darle  las  gra- 
cias por  tan  señalado  servicio,  esperando  las  tributará  V.  S.  en  mi  nom- 
bre á  los  devotos  curas  párrocos,  que  con  tan  franca  y  decidida  voluntad 
han  cooperado  á  él  con  todo  lo  que  estaba  de  su  parte. — Las  municio- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  433 

de  la  quinta  columna  de  desembarco  y  de  las  fuerzas 
provinciales  de  visayas  y  zamboangueños.  A  estos  vo- 
luntarios los  uniformó  con  camisa  blanca,  pantalón  azul 
y  banda  encarnada.  Llevó  los  víveres  de  los  visayas  la 
goleta  Socorro,  fletada  al  efecto  (0. 

En  Manila  causó  profundo  disgusto  el  agravio  de  los 
joloanos,  lo  mismo  entre  los  españoles  que  entre  los  fili- 
pinos (2),  y  en  breve  se  reunieron  por  suscrición  80.000 
pesos  para  contribuir  á  los  gastos  de  la  campaña;  el  co- 
mercio puso  sus  buques  á  disposición  del  Gobierno;  el 
segundo  cabo  y  las  dependencias  respectivas  hicieron  á 
toda  prisa  los  aprestos  necesarios,  y  el  3  de  Febrero 
zarparon  para  Zamboanga  seis  buques  transportes  con 
2.i35  soldados.  El  12  estaban  ya  todas  estas  fuerzas  en 
dicha  capital. 

El  patriota  español  D.  Joaquín  Ortiz,  capitán  de  mi- 
licias en  Iloilo,  se  presentó  con  su  bergantín  Dos  her- 
manos y  100  voluntarios,  equipados,  armados  y  mante- 
nidos por  su  cuenta. 

En  Zamboanga,  mientras  tanto,  se  adiestraban  las 
tropas  en  ejercicios  de  su  instituto:  los  oficiales  de  in- 

iics  de  los  barangayanes  serán  reemplazadas  por  otras  que  se  hallen  en 
buen  estado,  según  V.  S.  propone,  quedando  las  suyas  depositadas  en 
esta  plaza  hasta  su  regreso. — Dios  guarde  á  V.  S.  muchos  años.  Zam- 
l)oanga  26  de  Enero  de  1858. — Antonio  de  Urbistondo. — Sr.  Alcalde 
mayor  de  la  provincia  de  Cebú.,, 

(1 )  Costó  e]  flete  8oo  pesos,  2,1  7y,7  reales  y  tres  gramos  el  impor- 
te de  los  víveres,  y  467,7  reales  el  uniforme  de  los  voluntarios:  coste 
insignificante  en  los  sesenta  y  ocho  días  que  duró  la  expedición. 

(2)  "Feliz  insulto,  que  proporcionó  la  ocasión  de  revelar  hasta 
dónde  llega  nuestro  arraigo  en  el  país  y  cuánto  puede  esperarse  de  la 
iVaternidad  y  unión  con  que  dichosamente  vivimos  en  estas  islas,  tipo 
de  fidelidad  y  sensatez.  „ — (Fr.  Francisco  Gainza,  en  su  Memoria  y  an- 
tecedentes sobre  Balangu'mgui y  Jola:  Madrid,  1 85 1 .) 

28 


434-  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

genieros  prepararon  alojamiento  para  2.000  hombres, 
dirigían  la  construcción  de  escalas  de  asalto,  camillas 
para  heridos  y  balsas  de  desembarco.  Necesitándose  lan- 
canes,  fué  á  la  isla  de  Basilan  el  capitán  de  ingenieros 
Carrillo,  y  con  solos  algunos  soldados  y  un  centenar  de 
presidiarios  logró  construir  más  de  60;  con  ellos,  los 
obreros  y  la  marinería  fabricaron  3o  balsas,  capaces 
para  transportar  cada  una  80  hombres. 

La  expedición,  en  resumen,  quedó  compuesta  de  10 
jefes,  i32  oficiales  (de  éstos  ii  de  artillería  europea), 
2.876  individuos  de  tropa  (de  éstos  3o  obreros  de  forti- 
ficación, 253  de  artillería  europea  y  el  resto  de  infante- 
ría), y  925  voluntarios  (3oo  de  ellos  zamboangueños), 
sin  incluir  los  remeros  visayas,  seis  obuses  de  montaña 
y  un  parque  de  ingenieros. 

La  escuadra  constaba  de  los  siguientes  buques:  una 
corbeta,  un  bergantín,  tres  vapores,  dos  lanchas  cañone- 
ras y  nueve  falúas,  todos  de  guerra,  y  cuatro  barcas, 
cinco  bergantines,  21  barangayanes  y  varias  vintas, 
lancanes  y  balsas  conducidas  á  remolque. 

El  19  de  Febrero  partió  la  escuadra  con  rumbo  á  Jó- 
lo. Las  corrientes  y  los  vientos  contrarios  hicieron  muy 
penosa  la  travesía  de  los  buques  de  vela;  pero  al  fin  se 
vencieron  todos  los  obstáculos,  sin  más  percance  serio 
que  la  varada  de  la  corbeta  Villa  de  Bilbao,  que  dio  el 
20  sobre  un  bajo  desconocido  de  coral.  Se  logró,  con 
gran  trabajo  y  trasbordando  la  gente,  ponerla  á  flote; 
reparada  en  el  fondeadero  más  próximo,  entró  en  Joló 
en  la  tarde  del  27.  El  26  comunicó  Urbistondo  las  ór- 
denes oportunas  para  el  desembarco  (0. 

(1)  "A  las  cuatro  de  la  madrugada  se  procederá  á  ejecutar  el  des- 
embarco de  las  tropas  en  los  términos  prevenidos,  así  en  las  instruccio- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  435 

El  jefe  de  la  expedición  había  proyectado  embestir 
la  línea  de  las  fortificaciones  enemigas  por  ambos  la- 
dos al  mismo  tiempo,  y  una  vez  tomados  los  baluartes 
extremos,  caer  sobre  los  del  centro  que,  ofendidos  de 
frente  y  de  flanco,  no  podrían  defenderse.  A  este  fin  di- 
vidió las  fuerzas  en  dos  columnas,  al  mando  de  los  co- 
roneles D.  Vicente  Conti  y  D.  José  María  Soto  (O.  La 
primera,   que  debía  operar  sobre  el  flanco  izquierdo, 

lies  como  en  las  prevenciones  verbales  que  han  recibido  los  jefes  de  las 
columnas,  para  que,  si  posible  fuese,  quede  realizado  al  despuntar  la 
aurora.  El  silencio  y  el  orden  deben  presidir  estos  momentos,  en  que 
conviene  alejar  confusiones,  y  que  el  enemigo  no  se  aperciba,  si  es  po- 
sible, del  movimiento,  hasta  que  sienta  sus  efectos. 

^Marcado  el  pormenor  de  dicha  operación  y  los  deberes  y  cuidados 
de  cada  uno,  y  conocido  el  celo  y  entusiasmo  que  anima  á  todas  las 
clases  que  componen  la  expedición,  no  es  de  temer  ningún  entorpeci- 
miento en  el  orden  natural  de  los  sucesos,  y  debemos  esperar  vernos 
con  el  pie  en  tierra  de  Joló,  donde  venguemos  nuestra  ofensa,  sosten- 
gamos nuestros  derechos  y  escarmentemos  la  osada  arrogancia  con  que 
el  Sultán  y  dattos,  apoyados  en  la  anarquía,  promueven  el  latrocinio  y 
el  tráfico  de  la  raza  humana. 

„La  subordinación  que  tanto  distingue  á  las  tropas  que  tengo  el  ho- 
nor de  mandar,  me  hace  esperar  que  sofocando  su  entusiasmo  no  aten- 
derán más  que  á  la  voz  de  sus  jefes  para  obrar  compactos  y  unidos,  y 
que  aun  después  de  la  victoria  no  se  abusará  del  uso  de  municiones,  que 
quizá  tendrán  que  aprovecharse  con  gloria  para  imponer  orden  á  otras 
hordas  de  la  morisma. 

„Las  tropas  pueden  estar  seguras  que,  con  serenidad  y  obediencia,  y 
con  los  esfuerzos  que  les  exijan  sus  jefes,  serán  dueñas  en  breve  de  la 
victoria.  Los  jefes  y  oficiales  cuidarán  esmeradamente  de  hacer  cumplir 
parte  tan  interesante  para  mantener  el  orden  y  economía  de  víveres,  y 
de  su  acierto  y  de  su  ejemplo  todo  debe  esperarse.  Del  celo  de  dichos 
señores  depende  la  oportunidad  de  la  ejecución  de  todas  las  medidas  an- 
ticipadas, dictadas  para  este  momento  en  las  instrucciones. 

„ Cuartel  general  á  bordo  del  vapor  Reina  de  Castilla,  en  las  aguas  de 
Joló,  á  26  de  Febrero  de  1851. — Urbistondo.„ 

(l)     Estos  jefes  se  sobrecogieron  de  tal  modo,  que  tuvo   el  general 


436  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

constaba  de  4  jefes,  43  oficiales,  970  individuos  de 
tropa  y  3oo  paisanos,  más  una  reserva  de  642  de  los 
primeros  con  25  oficiales  y  2  obuses  de  montaña.  La 
segunda,  encargada  de  atacar  el  flanco  derecho,  se 
componía  de  4  jefes,  87  oficiales  y  1.324  hombres,  de 
ellos  700  soldados,  con  655  de  esta  clase  de  reserva  y 
4  obuses  de  montaña  ('). 

en  jefe  que  destituirlos.  Andando  los  tiempos,  se  les  levantó  tan  fea 
nota  y  hasta  fueron  condecorados. 

(1)  "Soldados:  Hace  dos  siglos  que,  fiada  en  la  buena  fe  de  sus  pro- 
mesas, la  generosidad  castellana  dejara  tranquilos  á  los  joloanos,  que 
pocos  años  antes  había  reducido  á  nuestro  dominio  el  Sr.  Alraonte;  y 
hace  dos  siglos  qui  estos  piratas,  á  pesar  de  nuestro  esmero  en  dulcifi- 
car sus  costumbres,  multiplican  sus  perfidias,  y  faltando  en  ellas  hasta 
^'i  la  humanidad  que  hollan  con  los  actos  más  atroces  de  piratería,  per- 
petran el  cautiverio  y  la  desolación  de  nuestros  pueblos.  También  hace 
tres  años  que  por  estos  mismos  días  se  les  dio  un  castigo  severo  en  la 
célebre  jornada  de  Balanguingui;  pero  lejos  de  contenerles  aquel  escar- 
miento, burlando  de  nuevo  sus  repetidas  protestas,  no  sólo  han  vuelto 
á  cometer  sus  depredaciones,  sino  que  cuando,  por  consejo  del  mism  ■ 
.Sultán  y  dattos,  me  propuse  castigar  á  los  Tonq-tiiles  y  otros  Sámales,  y 
pasaba  personalmente  á  Joló  á  establecer  reglas  que  evitasen  la  repeti- 
ción de  tales  conflictos,  ha  llegado  la  osadía  de  aquellos  isleños  hasta  el 
extremo  de  eludir  toda  comunicación,  amenazar  á  mis  comisionados  y, 
por  último,  loniper  alevosamente  el  fuego  sobre  nuestros  buques,  olvi- 
dando no  sólo  mi  presencia,  sino  la  veneración  que  debe  á  la  bandera 
española  todo  este  Archipiélago. — Aun  cuando  no  tuviera  el  deber  de 
contener  estas  hordas  en  pro  de  la  humanidad  y  del  derecho  de  gentes; 
aun  cuando  desoyéramos  el  eco  de  las  víctimas  sacrificadas  por  tan  in- 
humana y  atroz  canalla,  no  habrá  pecho  español  que  no  arda  en  deseos 
de  vengar  una  ofensa  hecha  con  tan  falaz  osadía. — No  hay  que  dudar 
de  vuestra  subordinación  y  de  vuestro  valor  y  patriotismo;  no  hay  que 
dudar,  pues,  de  la  victoria,  y  de  que  serán  coronados  con  gloria  nues- 
tros esfuerzos  por  una  causa  tan  justa  y  nacional,  y  tan  santa  como  hon- 
rosa.—  Así  lo  espera  vuestro  capitán  general,  Antonio  de  Urbistondo. — 
Cuartel  general  á  bordo  del  vapor  Feina  de  Castilla,  en  las  aguas  de 
Joló,  27  de  Febrero  de  1851., 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  437 

Al  amanecer  del  28  principió  el  desembarco,  prote- 
giendo esta  operación  la  artillería  de  los  buques.  Dos 
horas  después  hallábanse  formadas  en  la  playa  las  tres 
columnitas  parciales  en  que  se  dividió  la  derecha  y  las 
cuatro  que  componía  en  total  la  izquierda,  sin  más 
contratiempo  que  la  sensible  pérdida  de  i3  artilleros 
europeos  que  se  ahogaron  al  volcar  la  balsa  en  que 
iban.  El  capitán  general  desembarcó  hacia  el  último 
punto. 

En  seguida  empezó  el  bombardeo  de  los  buques,  sien- 
do contestado  con  actividad  y  acierto  por  los  fuertes  de 
la  plaza.  Para  defenderse  mejor  y  ver  la  escuadra,  que- 
maron los  moros  el  barrio  de  los  chinos.  ,_ 

La  columna  de  la  izquierda,  marchando  en  la  direc- 
ción de  la  cotta  Daniel,  caminaba  por  una  estrecha 
cinta  que  se  desarrolla  entre  el  mar  y  un  bosque,  desde 
el  cual  el  enemigo  intentó  en  vano  cortarla.  Cuando  la 
vanguardia  estaba  á  tiro  de  cañón  del  fuerte  de  Asibi, 
recibió  una  descarga  general  de  la  artillería  del  de  Da- 
niel. Instantáneamente  la  primera  de  las  columnas  par- 
ciales, mandada  por  el  coronel  D.  José  Antonio  Iriba- 
rren,  se  lanzó  al  asalto  por  un  sitio  en  demasía  difícil. 
Certeros  disparos  de  la  cotta  Daniel,  contra  la  cual  se 
utilizó  la  bien  situada  batería  de  obuses,  á  cargo  del 
capitán  del  arma  D.  Narciso  Herrera  Dávila,  y  la  tre- 
menda lucha  de  los  moros,  hicieron  cejar  á  los  sitiado- 
res, replegándose,  aunque  sin  abandonar  del  todo  el 
puesto.  Avanza  la  segunda  columna  á  las  órdenes  del 
comandante  D.  Antonio  Aperregui,  y  25o  voluntarios 
visayas  y  zamboangueños,  á  cuyo  frente  iba  el  P.  Ibá- 
ñez,  y  se  renueva  el  combate  con  encono.  La  lucha  fué 
titánica.  El  valeroso  P.  recoleto  sube  á  lo  más  alto  de 
la  muralla,  anima  á  todos  con  su  energía  y  proclama  de 


438  HISTORIA    DE    LA   PIRATERÍA 

antemano  la  victoria,  cuando  una  bala  le  derriba  mor- 
talmente  herido  (O,  y  del  mismo  modo  caen  á  su  lado 

(1)  Falleció  el  6  á  bordo  del  Reina  de  Castilla.  Su  cadáver  fué  trans- 
portado á  Zamboanga. 

El  autor  de  la  Memoria  sobre  las  expediciones  de  Balanguingui  y  Joló, 
Fr.  Francisco  Gainza;  el  de  la  Reseña  histórica  al  Sur  de  Filipinas,  Don 
Emilio  Bernáldez;  el  del  librito  jíoló,  relato  histórico  militar,  D.  Pío 
A.  de  Pazos;  D.  Alejandro  Gómez  Ranera,  en  su  Compendio  de  la  histo- 
ria de  España,  y  cuantos  se  han  ocupado  de  la  expedición  á  Joló  de 
Urbistondo,  atribuyen,  erróneamente,  al  P.  Ibáñez  el  haber  organizado 
en  Cebú  el  importante  auxilio  de  los  21  barangayanes  y  sus  tripulantes 
y  gente  de  armas  que  concurrieron  á  la  expedición.  Un  ministro  de  la 
Corona,  el  de  Estado,  Sr.  Marqués  de  Miraflores,  en  pleno  Senado  (se- 
sión del  1,''  de  Diciembre  de  1857),  al  discutirse  el  proyecto  de  ley 
sobre  concesión  de  una  pensión  á  tres  hermanas  del  P.  Ibáfiez,  que  fué 
aprobada  el  3,  con  ese  craso  desconocimiento  de  cuanto  hace  referencia 
á  Filipinas,  proverbial  ya  en  nuestros  gobernantes,  llegó  á  decir  que  el 
P.  IbáSez  «reunió,  de  los  mismos  paisanos  en  cuya  conversión  se  ocu- 
paba, una  porción  de  pobres  gentes,  y  coh  ellas  concurrió  al  famoso 
hecho  de  armas  de  Joló.  Ningún  auxilio  reclamó  del  Gobierno  para  es- 
to: los  recursos  de  su  influencia  moral,  como  misionero,  le  fueron  bas- 
tantes para  reunir  una  fuerza  más  ó  menos  numerosa,  etc.,»  de  cuyas 
afirmaciones,  si  se  rebaja  el  que  el  P.  Ibáñez  no  reunió  á  los  cebuanos 
y  boholanos  visayas,  ni  se  ocupaba  de  su  conversión,  puesto  que  no  era 
misionero  entre  ellos,  y  sí  coadjutor  del  párroco  de  Zamboanga,  isla  á 
120  millas  de  Cebú;  que  ninguna  necesidad  tuvo  de  reclamar  auxilios 
del  Gobierno,  puesto  que  los  gastos  correspondientes,  según  la  cuenta 
de  arbitrios  de  la  provincia  de  Cebú  del  año  de  1851,  fueron  satisfechos 
por  el  jefe  de  la  misma,  cuya  autoridad,  cumpliendo  órdenes  del  gober- 
nador de  las  islas,  había  reunido  y  organizado  los  barangayanes  en 
cuestión,  véase  lo  que  resta  de  verdad  en  lo  dicho  por  aquel   ministro. 

Para  la  gloria  del  P.  Ibáñez,  basta  con  su  espontáneo  ofrecimiento 
de  ir  á  Cebú  á  ponerse  al  frente  de  los  voluntarios  que  reuniera  el  al- 
calde mayor  de  la  provincia,  su  participación  en  el  ataque  contra  el 
fuerte  Asibi,  y  su  sensible  muerte  por  la  herida  que  recibiera  al  escalar 
con  heroico  ardimiento  el  muro  enemigo;  y  justo  es,  al  propio  tiempo, 
que  al  entonces  alcalde  mayor  de  Cebú,  D.  Ramón  Llimós  y  Manso, 
que  tan  rápida  y  acertadamente  alistó  los  barangayanes  de  cebuanos  y 


EN    MINDANAO,    JÓLO    Y    BORNEO  439 

el  teniente  de  cazadores  de  Fernando  VII,  D.  Ignacio 
Sebastián,  que  murió  más  tarde;  subteniente  D.  Ber- 
nabé Bleza,  que  tuvo  la  fortuna  de  sanar,  y  el  capitán 
D.  Joaquín  Prat,  desfallecido  por  hallarse  enfermo.  Sus 
cuerpos  yacen  confundidos  con  los  de  más  de  70  cadá- 
veres de  moros  que  sembraban  aquel  campo  de  muerte. 

Urbistondo,  al  ver  esto,  destaca  la  columna  de  reser- 
va que  mandaba  el  coronel  D.  José  Fery,  compuesta  de 
cinco  compañías  del  regimiento  de  España,  y  con  ella 
marcha  dicho  general,  poco  satisfecho  del  resultado  del 
ataque. 

El  coronel  Soto  se  manifestó  impotente  para  salvar 
por  sí  la  situación,  mostrando  un  terror  que  se  compa- 
ginaba mal  con  su  clase.  Urbistondo  lo  separó  del  man- 
do y  quiso  dirigir  la  columna;  pero  el  pundonoroso  co- 
ronel Fery  se  opuso  á  ello  con  enérgica  aunque  respe- 
tuosa resolución,  solicitando  encargarse  de  la  dirección 
del  avance  y  ataque,  é  igualmente  el  jefe  de  estado  ma- 
yor y  secretario  del  gobierno,  Enrile,  á  quien  el  gene- 
ral confió  dicho  encargo.  Éste,  con  la  mitad  de  tirado- 
res y  la  compañía  de  carabineros,  partió  con  entusias- 
mo al  ataque,  guiadas  las  compañías  por  los  capitanes 
D.  Romualdo  Saló,  D.  Manuel  García  Lombera  y  Don 
Julio  Garnier.  Enrile  previno  al  capitán  de  artillería 
Herrera  Dávila  que  enfilase  sus  tiros  á  apagar  dos  ca- 
ñoneras que  desde  el  primer  ángulo  ofendían  terrible- 

boholanos,  se  le  reconozca  aquel  meritorio  servicio,  ya  que  no  se  le 
premiara;  siendo  igualmente  censurable  que  no  se  eximiera  de  polos 
y  servicios  á  los  voluntarios  de  los  barangayanes  mencionados,  á  quie- 
nes sólo  se  concedió  un  escudo  de  distinción,  recompensa  honorífica 
ciertamente,  pero  poco  práctica  para  aquellos  indígenas  que,  al  fin  y  al 
cabo,  expusieron  su  vida  voluntariamente  por  la  patria.  Los  patronos 
de  los  barangayanes  obtuvieron  la  cruz  pensionada  de  Isabel  II. 


440  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

mente  á  nuestras  posiciones,  é  hizo  avanzar  sobre  di- 
cho recinto  una  sección  de  cazadores  con  igual  objeto. 
Conseguido  esto,  se  lanza  la  columna  al  asalto;  el  capi- 
tán Saló,  con  parte  de  sus  tiradores,  pone  el  primero  su 
pie  sobre  el  muro  y  cae  herido  de  un  balazo;  á  su  lado 
lo  es  de  gravedad  el  subteniente  D.  Isidoro  Alonso,  y 
más  levemente  el  de  carabineros  D.  Remigio  Mora  con 
varios  individuos  de  tropa. 

Urbistondo  manda  avanzar,  y  que  ataque  simultá- 
neamente el  frente  principal  la  tercer  columna  que  diri- 
ge el  comandante  D.  Patricio  González  Olloqui,  y  no 
obstante  el  fuego  de  cañón  del  cercano  fuerte  de  Mari- 
bajal  y  el  de  fusilería  de  los  sitiados,  coronan  el  muro, 
distinguiéndose  por  su  arrojo  el  capitán  D.  Eduardo 
Arroyuelo  y  el  teniente  D.  Francisco  Olaguer.  El  sub- 
teniente de  infantería  D.  Ángel  Bibiano  coloca  sobre  el 
parapeto  la  bandera  numeral  de  su  columna,  mas  cae 
derribado  del  muro  con  otros  que  le  siguieron.  Se  levan- 
ta, vuelve  á  subir  y  clava  al  fin  la  gloriosa  enseña.  El 
sargento  Román,  de  granaderos,  tremola  su  pañuelo  en 
la  bayoneta  de  su  fusil  y  es  uno  de  los  primeros  en  pe- 
netrar en  el  fuerte.  Voces  de  victoria  atruenan  el  espa- 
cio, y  los  moros  que  aún  resistían  apelan  á  la  fuga.  Po- 
sesionados los  nuestros  del  fuerte  extrajeron  70  cadáve- 
res, entre  ellos  el  del  famoso  datto  Udin.  De  los  expe- 
dicionarios hubo  34  muertos  y  84  heridos. 

El  capitán  Garnier,  con  su  compañía,  salió  sin  pér- 
dida de  tiempo  en  persecución  de  los  fugitivos  de  Asibi, 
que  pugnaban  por  entrar  en  la  cotta  Daniel.  Confusos 
los  moros  y  llenos  de  entusiasmo  los  soldados,  penetran 
revueltos  con  aquéllos  en  el  fuerte,  arrollan  cuanto  se 
les  opone  al  paso,  se  apoderan  de  los  cañones  y  acuchi- 
llan á  los  que  hacen  resistencia.  Los  joloanos  se  acó- 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  44I 

bardan,  y  poseídos  de  espanto  se  arrojan  desde  los  pa- 
rapetos á  los  manglares,  dejando  en  poder  de  la  tro- 
pa tan  importante  fortaleza.  Recogidos  los  muertos  y 
transportados  los  heridos  á  los  buques,  quedaron  guar- 
neciendo estas  posiciones  tres  compañías  al  mando  del 
capitán  de  granaderos  D.  Blas  Alcuas.  El  general  en  jefe 
dirigió  al  ejército  una  laudatoria  orden  del  día  (i). 

Dos  compañías  destacadas  contra  los  fuertes  de  Ma- 
ribajal  y  Buyoc  los  ocuparon  al  punto  con  escasa  resis- 
tencia. Su  artillería  fué  clavada.  En  el  primero  hallan 
la  bandera  joloana,  que  los  moros,  en  su  precipitación 
por  huir,  no  cuidaron  llevar  consigo. 

El  ala  derecha  del  cuerpo  expedicionario  caminaba 
trabajosamente  hacia  la  cotta  del  Sultán,  conduciendo 
á  hombros  los  obuses  y  municiones,  cuando  á  la  mitad 
del  camino,  después  de  pasar  un  barranco  la  primera 
columna,  al  mando  del  comandante  Ochoteco,  inter- 
cepta el  paso  á  la  segunda,  dirigida  por  Coballes,  un 
pelotón  de  600  mahometanos.  Este  valeroso  jefe  rehace 
sus  fuerzas,  lucha  desesperadamente  con  los  moros,  que 
bajan  de  la  montaña  cual  torrente  asolador;  Ochoteco 

(i)  "Soldados-.  Habéis  merecido  bien  de  la  patria  y  de  la  Reina  con 
vuestro  valor,  apoderándoos  de  los  fuertes  de  Daniel,  como  un  amago 
de  la  decisión  con  que  mañana  iréis  á  abatir  el  pabellón  del  sultán  Ma- 
hamad  al  grito  de  /  Viva  la  /^einaf— Vuestros  compañeros  del  flanco  de- 
recho se  os  unirán  para  tener  esta  gloria;  pero  es  preciso,  para  adquirir- 
la, orden,  subordinación,  decisión,  y  seguir  las  huellas  de  vuestros  jefes 
y  oficiales. — Así  que  se  reciban  de  los  buques  los  ranchos,  cuidarán  los 
señores  jefes  de  columna  de  su  distribución  y  de  que  se  tomen  todas  las 
disposiciones  necesarias  para  que  al  toque  de  diana  puedan  formar  las 
columnas  de  la  manera  que  se  disponga. — Excusado  parece  recomendar 
á  militares  valientes  la  vigilancia,  cuando  es  tan  sabida  la  vergüenza  de 
una  sorpresa. — Urbistondo. — Cuartel  general  en  el  fuerte  del  datto 
Daniel,  28  de  Febrero  de  l851.„ 


442  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

le  presta  el  auxilio  de  sus  fuerzas  y  el  enemigo  es  des- 
baratado y  huye,  dejando  sobre  el  campo  19  muertos. 
Prosiguen  las  columnas  su  marcha  y  van  á  reunirse  á 
distancia  de  un  tiro  de  fusil  de  la  cotta  del  Sultán.  El  29, 
muy  de  mañana,  comienzan  á  descender  y  ocupan,  sin 
grande  esfuerzo,  el  fuerte  intermedio  de  Buloc.  El  de 
Moloc  fué  tomado  sin  resistencia.  Por  unos  chinos  fu- 
gados del  fuerte  del  Sultán  se  supo  que  á  las  cuatro  y 
media  de  la  tarde  anterior  había  huido  dicho  magnate 
con  sus  parientes  y  parte  de  los  defensores  de  su  fuerte, 
del  que  se  posesiona  el  ejército  (1),  Las  llamas  se  ceban 
en  su  muralla,  pero  el  capitán  Bernáldez  logra  atajar 
el  fuego.  El  palacio  de  Mahamad  Pulalon  es  ocupado 
por  Urbistondo,  quien  felicitó  al  ejército  por  su  triun- 
fo (2).  Los  moros  muertos  en  el  combate  de  este  día 


(1)  "Tal  vez  pudo  haber  sido  niái  completa  la  victoria  intentando, 
si  no  ya  consiguiendo,  el  apoderarse  del  Sultán  y  aristocracia  de  Jólo; 
mas  supieron  éstos  aprovechar  nue.-ua  inacción  para  su  fuga,  y  logra- 
ron evitar  su  merecida  y  completa  humillación,  „ — (P.  Gainza,  Memoria 
sobre  Balanguingui  y  yol  ó.) 

(2)  "Soldados:  El  escarmiento  que  vuestro  valor  dio  ayer  á  los  jo- 
loanos  ha  sido  bastante  para  que,  abandonando  el  Sultán  y  los  dattos 
sus  fortalezas,  las  dejen  en  nuestro  poder,  entregándose  á  la  fuga. — Ha- 
béis completado  vuestro  triunfo,  y  podéis  envaneceros  de  que  con  el  es- 
carmiento de  estos  argelinos  del  Asia,  habéis  hecho  un  servicio  á  la  hu- 
manidad y  á  vuestros  compatriotas. — En  los  fuertes  de  Mahamad-Pu- 
lalón  se  arbola  la  bandera  española,  y  ya  no  será  Joló  el  núcleo  de  un 
mercado  de  piratas  que  aterraba  el  Archipiélago,  burlándose  de  sus  pro- 
mesas.— A  primera  proporción  haré  conocer  á  la  Reina  nuestra  seño- 
ra, como  merecéis,  vuestros  servicios,  vuestro  valor  y  sufrimiento,  y 
cuan  satisfecho  estoy  de  vuestro  comportamiento  y  del  de  la  marina, 
que  ha  cooperado  á  la  importante  empresa  de  escarmentar  á  estos  pi- 
ratas y  someterles  á  la  antigua  dependencia, — Antonio  de  Urbistondo. 
— Cuartel  general  en  el  fuerte  principal  del  sultán  Mahamad-Pulalón, 
]."  de  Marzo  de  1851., 


EN    MINDANAO,    JOLÓ    Y    BORNEO  443 

pasan  de  3oo.  Entre  ellos  varios  dattos.  De  los  nuestros 
hubo  36  muertos  y  92  heridos.  Urbistondo  ofició  el  3  al 
fugitivo  Sultán,  manifestándose  dispuesto  á  olvidar  su 
criminal  conducta  y  á  oir  sus  proposiciones  con  cle- 
mencia. 

Habiéndose  tratado  en  junta  de  jefes  y  oficiales  si 
convenia  la  ocupación  permanente  de  Joló  ó  su  aban- 
dono, y  resuelto  el  asunto  en  este  sentido,  procedióse  al 
embarque  de  112  piezas  de  artillería  de  todos  tamaños 
y  calibres,  sacadas  de  los  fuertes,  terminándose  dicha 
operación  el  4.  Urbistondo  ordenó  al  coronel  D.  Antonio 
Sánchez  Francisquete  el  incendio  de  los  fuertes  de  Asibi 
y  Daniel,  y  al  de  igual  clase  D.  José  Cortés  los  demás, 
quemando  también  el  caserío  y  embarcaciones.  Los  ca- 
pitanes de  ingenieros  Bernáldez  y  Carrillo  construyeron 
un  puente  provisional  para  el  reembarque  de  las  tropas, 
acto  que  protegió  el  capitán  Garnier  con  la  columna 
que  estuvo  de  reserva  durante  las  operaciones,  agregán- 
dosele, á  solicitud  suya,  el  comandante  Ochoteco. 

El  5  zarpó  la  escuadra  para  Zamboanga,  donde  se 
dispensó  al  general  y  al  ejército  expedicionario  un  en- 
tusiasta recibimiento.  En  el  parte  de  esta  campaña,  fe- 
chado á  bordo  del  Reina  de  Castilla  en  Joló  á  5  de  Mar- 
zo, elogia  Urbistondo  el  valor  y  acierto  de  la  marina  y 
recomienda  á  su  jefe  D.  Manuel  Quesada. 

El  20  de  Marzo  llegó  Urbistondo  á  Manila,  cuyos 
habitantes,  corporaciones  oficiales  y  religiosas  celebra- 
ron en  su  honor  magníficos  festejos.  El  Ayuntamiento 
de  Manila  le  regaló  una  espada  y  un  bastón,  ambos  de 
gran  mérito  artístico  (i).  El  ejército  mereció  una  orden 

(1)  El  Gobierno  le  agració  más  tarde  con  las  grandes  cruces  de  San 
Fernando  y  de  Carlos  III. 


444  HISTORIA    DE    LA    PIRATERÍA 

del  día  muy  satisfactoria  (i),  y  también  el  país  fué  en- 
terado del  término  y  feliz  éxito  de  la  campaña  (2). 

(1)  "Soldados:  Después  de  los  sufrimientos  de  la  campaña  que  ha- 
béis hecho,  nos  vemos  reunidos  en  la  capital,  orgullosos  de  ser  espa- 
ñoles, y  haber  alcanzado  una  victoria  en  pro  de  la  humanidad.— A  este 
gozo  sublime,  como  militares,  tenemos  que  unir  el  entusiasmo  con  que 
nos  reciben  en  sus  brazos  todos  los  filipinos,  mirándonos  como  venga- 
dores y  vencedores  de  los  indómitos  joloanos.— No  puedo  menos  de 
manifestaros  el  placer  y  la  satisfacción  que  me  causan  tan  simpáticos 
sentimientos,  é  igualmente  el  que  he  tenido  al  comunicar  á  la  Reina 
nuestra  señora  vuestro  honroso  comportamiento,  y  los  que,  con  arreglo 
á  los  partes  producidos  por  los  jefes  de  las  columnas,  se  han  distingui- 
do más,  mereciendo  mover  su  soberana  munificencia. — Soldados,  estoy 
altamente  satisfecho  de  vosotros  y  envanecido  de  ser  vuestro  capitán 
general. — Antonio  de  Urbistondo.,, 

(2)  "Filipinos:  Vuelvo  á  la  capital  después  de  vengar  un  insulto  he- 
cho á  la  bandera  española,  y  que  haya  ondeado  en  los  muros  de  Joló, 
domando  la  soberbia  de  aquellos  isleños. — Debo  reiteraros  que  jamás 
permitiré  un  desacato  hecho  al  decoro  nacional;  y  al  manifestaros  esta 
expresión  de  mis  deberes;  al  haceros  saber  el  brillante  comportamiento 
de  las  tropas  de  todas  las  armas,  de  los  naturales  de  Visayas  y  de  los 
funcionarios  públicos  y  particulares  que  han  concurrido  á  la  expedi- 
ción ó  contribuido  á  ella,  me  es  sumamente  grato  manifestaros  el  va- 
lor, el  patriotismo,  el  entusiasmo,  verdaderamente  español,  que  ha  sido 
el  norte  de  la  conducta  y  de  los  sacrificios  de  todos. — Al  regresar  entre 
vosotros  he  visto  igualmente  comprendida  la  importancia  del  grande 
acontecimiento  del  Sur  y  expresados  en  patriótico  entusiasmo  los  sen- 
timientos de  vuestros  corazones:  el  mío  se  dilata  doblemente  enorgu- 
llecido al  terminar  este  importante  hecho,  al  verme  entre  vosotros  y  al 
aseguraros  que  será  para  mí  el  más  grato  de  mis  deberes  llenar  los  vo- 
tos de  nuestra  augusta  Soberana,  velando  incansablemente  por  vuestra 
seguridad,  vuestra  prosperidad  y  la  dicha  á  que  sois  tan  acreedores  y  es 
el  anhelo  de  vuestro  capitán  general. — Antonio  de  Urbistondo.— Ma- 
nila 21  de  Marzo  de  l851.„ 


OBRAS  DE  D.  JOSÉ  MONTERO  Y  VIDAL. 

HISTORIA  DE  LA  PIRATERÍA 

MALAYO-MAHOMETANA 

EN    MINDANAO,   JOLÓ    Y   BORNEO. 

Comprende  desde  el  desitíbrimícnto  de  dichas  islas  hasta  Junio  de  i8S8. 

Dos  tomos  de  XX  pá<,'ina.s  de  prólogo,  751  de  texto  y  132  de  apéndi- 
ces é  índice,  elegantemente  impresos. — Precio:  20  pesetas  en  Europa, 
22  en  América  y  25  en  Filipinas,  franco  de  porte. 


EL  ARCHIP,IELAGO  FILIPINO 

Y  LAS  ISLAS  MARIANAS,  CAROLINAS  Y  PALAOS. 

(geografía  y  estadística.) 

0¿'ra  iltistrada  con  dos  mapas. 

(Premiada  con  medalla  de  oro  en  la  Exposición  general  de  Filipinas). 
— Un  tomo  en  4.",  de  XVI-512  páginas. — Precio:  en  España,  10  pese- 
tas; en  las  Antillas  y  el  extranjero,  12;  en  Filipinas,  15,  franco  de  porte. 


HISTORIA  GENERAL   DE   FILIPINAS 

DESDE  EL  DESCUBRIMIENTO  DH  DICHAS  ISLAS  HASTA  NUESTROS  DÍAS. 

(Premiada  con  medalla  de  oro  en  la  Exposición  general  de  Filipinas). 
— Tomo  I,  de  XVl-666  páginas. — Precio:  15  pesetas  en  España,  16 
en  las  Antillas  y  el  extranjero  y  20  en  Filipinas,  franco  de  porte. 


Cuentos  filipinos. — Primera  edición.  1876.  Segunda  idem,  1888- 
— Un  tomo  de  321  páginas  en  8.° — Precio:  3  pesetas  en  Madrid  y  3,50 
en  provincias.  (Premiada  con  medalla  de  oro  en  la  Exposición  general 
de  Filipinas.) 

La  Bolsa,  el  Comercio  y  las  Sociedades  mercantiles. 

— Cuarta  edición,  corregida  y  notablemente  aumentada.  Un  tomo  de 
XVl-262  páginas  en  4.° — Precio:  En  Madrid,  5  pesetas  en  rústica;  en 
provincias,  5,50  id.  id.;  extranjero,  6  id.  id.;  Ultramar,  12,50 id.  id., 
franco  de  porte. 

Encuadernados  á  la  bradell,  50  céntimos  de  peseta  más. 

Novelas. — (Agotado.) 

El  cólera  en  1885. — Un  tomo  de  144  páginas  en  8,° — Precio: 
2  pesetas  en  toda  España;  Ultramar  y  extranjero,  3  pesetas. 

Estas  obias  se  hallan  de  venta  en  las  principales  librerías,  y  en  la 
Administración,  calle  del  Sordo,  4. 

Los  pedidos  directos,  si  se  acompaña  su  importe  en  letras  de  fácil 
cobro,  serán  servidos  á  correo  vuelto. 


PRÓXIMA    A    PUBLIC.A.RSE. 

HISTORIA  GENERAL  DE  FILIPINAS. 

Tomo  11. 


UNIVERSITY  OF  CALIFORNIA  AT  LOS  ANGELES 

University  of  California 

SOUTHERN  REGIONAL  LIBRARY  FACILITY 

305  De  Nevé  Orive  -  Parking  Lot  17  •  Box  951388 

LOS  ANGELES,  CALIFORNIA  90095-1388 

Return  this  material  to  the  library  from  which  ¡t  was  borrowed. 


í 


UCLAYItLiLl- 

DUE:  SEP  1  I  ^005 
UCLA  ACCESS !  5ERVICES 
interltbrary  Loar 
1 1 630  Universit/  Research  üt>rary 


Box  351575 
i-os  Angeles,  CA 


90095-1575 


mmml'Ál¡l''^^^'om  l-sr.r. 


^000578  738