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HISTORIA
DEL SBREXÍSSIMO SBflOR
D. JUAN DE AUSTRIA
Madum x«M.-4a9rMU da U VMa é fOJM 4c M. TaRo.
CBrrvnt <i« Sm Pnaciaoo, «•
HISTORIA
DEL SERENISSIMO SEÑOR
D. JUAN DE AUSTRIA
HIJO DEL INVICTÍSSIMO EMPERADOR CARLOS V
REY DE ESPAÑA
DIRIGIDA Á LA EXCELLENTÍSSIMA SEÑORA
DOÑA ANA DE AUSTRIA
HIJA DE S. A., ABADESA PERPETUA Y BENDITA DEL SANTO Y REAL
MONASTERIO DE LAS HUELGAS DE BURGOS
Licenciado BALTASAR PORREÑO
CURA DB LAS VILLAS DE SACBDÓN Y CÓRCOLBS
BN EL OBISPADO DE CUENCA V EXAMINADOR SYNODAL DEL DICHO OBISPADO
PUBLÍCALA
lA SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS ESPASOLES
/ ^^ 5. O é-
MADRID
MDCCCXCIX
MáM. tjt.
INTRODUCCIÓN
CON ser tan gallarda y grandiosa la figura de Don
Juan de Austria, no hay historia suya digna de
su renombre y de sus hazañas. Las biografías
publicadas hasta hoy son por todo extremo deficientes
todas, y contienen no pocos errores y puntos obscuros.
Verdad es que en los pasados siglos ni se podía contar
todo lo que se sabía, ni tampoco se conocían muchos se-
cretos de Estado, sepultados cuidadosamente en los archi-
vos públicos y particulares. Hasta mediados de este siglo
no se han comenzado á desenterrar y examinar, ya por es-
pañoles, ya por extranjeros, los papeles históricos relati-
vos á nuestro personaje; mas desde entonces acá ha sido
tal la cantidad de ellos publicados íntegra ó sumariamen-
te, en español y en otros idiomas, que bien pudiera for-
marse con ellos una colección de diez volúmenes como
éste y de pequeño tipo, á que podrían añadirse otros tantos,
á nuestro juicio, de los que, siendo importantísimos, no
han visto todavía la luz pública. Sin conocer la copiosísi-
ma correspondencia de D. Juan con el Rey y sus princi-
pales Ministros, con los Consejos, Juntas y Corporaciones
gubernativas, con su familia y amigos, es imposible escri-
bir una historia completa, razonada y crítica del héroe de
Lepanto. No es extraño que tarea tan inmensa y abruma-
dora retraiga aun á los más decididos y apasionados ad-
miradores suyos de acometer empresa que pudiera califi-
carse de colosal á la par que gloriosa.
— VI —
Las drcunstantíat en qoe te desanoUó U vida de Don
Joan, contríbaym á hacer de él una de las figona histó-
ricas que más curíotidad y simpatía excitan. Hase escrito
su vida muchas veces, y puede, sin embargo, dedrse que
todavia aguarda on historiador (i). La historia de D. Juan
de Austria por Vander Hamroen (*) es por demás proUja
y difusa en la parte referente á las guerras sostenidas por
D. Juan en el antiguo reino de Granada y en Italia, y so
extremo concisa y obscura «n las anit«ni<lai ca loa PftiMi
Bajos contra loa rabeldM da aqMÜoi RihiáM. PMíiqí al
lector con sus continuas digresiones, algunas impertines*
tes. otras lángnidai y pesadas, y él mismo recooocs io la*
completo de so obra al escribir: «Esta es la vida dd aellor
D. Juan de Austria, 6 por mejor decir, lo qoe della se sabe,
que lo más es lo que se ignora.»
La historia de Porrefio, hasta shora inédita y csai dit-
conocida^ es, por el contrario, breve y sucinta en Im dos
primeras campanea de D. Joan y bastuite difosa en la úl-
tima. Su estiJo es á veoaa llano y natural, y á voosi pon*
poso y declamatorio. No es Pomho escritor «Isgaats ai
historiador notable como Coloma. Su slabsnia ea hipar*
bólica, sus juicios extremadoa, y su faintssia obocarece en
ocasiones la verdad histórica. Aun con todos estos defec-
tos, muy comunes entre los historiógrafos de su tiempo,
es, sin embargo, su historis digna de eatudio por haber
recogido el autor documentos, juicios y observaciones de
sus contemporáneos, que en no escaso número lo fueron
también de los sucesos que narra. Muy poco es lo que de
su vida se sabe. Natural de Cuenca, virtuoso sacerdote,
párroco de la iglesia de Sacedón y Coreóles y luego de
San Esteban de Huete, fué por su ilustración nombrado
Vicario de aquella diócesis por el Arzobispo D. Pedro Por-
(1} Gtch«rd.
(a) Madrid, 1697.
— VII —
tocarrero. Cítale Lope de Vega con gran elogio en su
Laurel de Apolo:
Gloria de Cuenca, Baltasar Porreño,
En el verso latino y castellano
De tanta erudición se muestra lleno.
Cuanta puede alcanzar límite humano,
Tulio español, Demóstenes cristiano.
Excesiva es á todas luces tanta ponderación del inge-
nio de nuestro autor, que ni como poeta ni como prosista
puede sostenerse á la elevada altura en que el Fénix de
los ingenios le coloca. Fué, sí, erudito á la manera de su
tiempo, fecundo y diligente escritor, dotado de bellísimas
cualidades de carácter que le atrajeron las simpatías y
afecto de sus coetáneos. Nicolás Antonio trae muy incom-
pleta la lista de sus obras. De las que hemos podido en-
contrar damos á continuación un ligero apunte bibliográ-
fico, aunque algunas más deben existir olvidadas en los
archivos y bibliotecas:
Memoria de las cosas notables que tiene la ciudad de Cuen-
ca y su Obispado para la intelligencia del Mapa dedicado con
esta Memoria á D. Pedro Carrillo de Mendoza, Conde de
Pliego y Maiordomo de la Reina nuestra Señora, por el lie.'*'
Baltasar Porreño, iiatural de Cuenca, cura de las villas de
Sacedón y Coreóles. — 20 hojas en 4.0 — MS. original, en el
que se hallan noticias curiosas.
Discurso de la vida y martirio de la gloriosa Virgen y
mártir Santa Librada, española y patrona de la Iglesia y
Obispado de Sigüenza: Cuenca, 1629.
Escribió Porreño poesías para varios libros, como el
Compefidio de las fiestas que en toda España se hicieron en la
beatificación de Santa Teresa de Jesiís: Madrid, i6i5.
Elogios de los Cardenales de España. Obra citada por
Luis Jacobo de San Carlos.
Tratado de la venida de Santiago á España,
— ?1II —
Ortkuhs dé tas dou Sibilas Profttímt iá Ckmtú Hmmkú
Siñor entré los GesUiUs^ por el licencUdo BAttaatr PomAo:
Cuenca, Domiogo de U Iglesia, 1621.
Dichos y héckas id ttáor Rey Don Pelip$ Mftmiú d Pnh
dmk , por el licenciado Baltasar Porrefio: Madrid, lid-
cbor Sánchez, i663. — 8 * — La aprobación de Gil Ooosá-
lez de Avila es de 1627, tiempo en que debió terminar el
autor la obra, cuya primera edición se cree tea de 1639.
Al ña de la edición de Bruselas de x666, en ii.*, hay
una Breve ieecr^cion id PaysBaxo, por Emammd Siaryro.
Salva, en sa Catálogo (tomo II, pág. 229), dios haber
visto en Londres una obra inédita de PorreAo, desoopoci»
da de Nicolás Antonio, cuyo titulo es: Hidoeia id Smdo
Rey Don Alonso d bueno y noble^ noumo ie etle nombre me»
tre los Rijes ie CattíUa y Lmn, eompmdes par
ca. — MS. en folio de 159 hojas, lujosamente encuaderna-
do, con 45 escudos de armas iluminados. B^aba firmado
en dos partes por el licenciado Porteño, y según se lela al
final, lo compuso en 1624. Hay copia en la Biblioteca de
la Keal Academia de la Historia.
Elogios de los Infantes qne kan sido Arsobúpoe i$ Tokio»
Obra dedicada al Infante Cardenal D. Femando.
Vida y hechos hazañosos id Gran Cardenal Don Gü de
AíbomoM, Arxobispo de Toledo, Capitán y Legado gemand §m
Italia, fnniaior id insigne Collegio ie San Ciérnante ie ka
Españoles ie la dtéiai ie Bdonia, por el licenciado Balta-
sar Porrefio: Cuenca, Domingo de la Iglesia, 1626. —
EnS.*»
Declaración id mapa id Obispado de Cuenca. — MS. de la
Bibl. Nac, S'23o.
Dichos y hechos, virtudes y milagros dd Cardenal CiimO'
ros, con una relación de los varones insignes que stdierom id
Colegio mayor que fundó en Alcald,—Í¡LS, de la BiU. Nac,
G-2Z4.
— IX —
Museo de los Reyes Sabios. (Original.) — MS. de la Biblio-
teca Nacional, H-iZj.
Historia del Cardenal D. Pedro González de Mendoza.
(Original.)— MS. de la Bibl. Nac, Ee-iij.
Defensa del estatuto de limpieza. — MS. de la Bibl. Nac,
Dd'62, págs. 2-54.
Discurso en razón de la aduana de las pécoras, establecida
en Ñapóles. (Original.) — MS. de la Bibl. Nac, £-160.
Edificio espiritual. — MS. de la Bibl. Nac, P-52.
Libro de la limpia Concepción de la Virgen María re-
cogido de lo que se halla escrito en favor de este Misterio, en
Concilios, Papas, revelaciones, etc , por el licenciado Bal-
tasar Porreño. Dirigido á D. Andrés Pacheco, Obispo de
Cuenca y devotísimo deste Misterio: Cuenca, por Domin-
go de la Iglesia, 1620.
Historia episcopal y Real de España. En la qual se trata
de los Arzobispos de Toledo y Reyes que han gobernado
en España debajo de su primado. Ansimismo se trata de
los Concilios celebrados en España, linajes de caballeros,
fundaciones de monasterios, hombres santos y doctos, y
otras cosas de mucha curiosidad, por el licenciado Balta-
sar Porreño, cura de San Esteban de la ciudad de Huete,
y natural de la ciudad de Cuenca. Dirigida á D. Bernar-
do de Rojas y Sandoval, Cardenal , Arzobispo de Tole-
do Va repartida en dos tomos esta historia. (Existe el
original MS. de esta obra en la Biblioteca Catedral de To-
ledo.)
Otro historiador de D . Juan de Austria es Bruslé de
Monplainchamp, compilador más fecundo que juicioso, se-
gún Gachard, que publicó en Amsterdam en 1690, en
I2.<*, L'histoire de don Jean d'Austriche, fils de l'Empereur
Charles Quint, sin nombre de autor; y á pesar de su ridícu-
lo estilo, tuvo la fortuna de que se tradujese su obra al ho-
landés á fines del siglo xviii.
En 1826 publicó Alexis Duraesnil una nueva historia
— » —
de D. Joan, tan incompleta, indocumentada y lalta de
critica como la anterior.
Con gran lujo tipográfico, ríqueta de retcatoa y lámi-
naa y algunos documentoa inéditos, publicó en 1883 Str
WiUiam Stiriing Maxwell una obra titulada Dm J^km of
Amina, or patmgtt /rom tiu htsíory of Hm rixttmlk omámy
1547-1578. Máa atento este reputado escritor á la ilnatra-
dóo gráfica de su historia que al fondo del «nalo, ooo*
tentóse con recopilar lo ya conocido sin intsattf proAn-
das investigaciones históricas.
Desde mediados del presente siglo, reoooociéodoie la
necesidad de reunir y publicar documentos para eacrítur
con fundamento y critica la verdadera historia dd hijo
natural de Carlos V, comeasaron sus apasionadoa á dar
á luz mttcboa é tmportaotaa de aqoéUoa. Aii» «1 te C«<íp*
ci6n de dúimmtmfm imiéitm pmm U kiüonñ do Bt^tilU m ha
insertado una buena parte de la correspondencia de Doo
Juan con Felipe II, el Cardenal Bapisoia, el Príncipe de
Evoli, D. García de Toledo y otros peraonsjes. El diligen*
te y entendido Brigadier D. José Aparici publicó en 1847
una Colección de documettíot midiU» reUtítvot iUcU^vo óa-
UdU do Lepanio, socados del Ankioo gesunU do SimamoB»
La Real Academia de la Historia picnió an al concufao
de 1 852 la excelente roonografia escrita por D. Cayetano
Rosell, titulada: Historia del eosabaU naoal do Lopamío y
juicio de la importancia y eomeeaemiat do aquel omaso. Laa
Relaciones de los Embajadores venecianos en el siglo xvt, pa-
blicadas por Alberí, contienen asimismo interesantes de-
talles sobre la persona, carácter y costumbres de D. Juan
y sobre algunos de los sucesos en que tomó parte. Apro«
vechando estos materiales y otros por 61 reunidos, dio á
lu2 en Gotha en z86S el profieaor alemán Havemann una
biografía, más bien que historia, de nuestro personaje, con
titulo de: Das Leven des Don Joan de Austria, Al mismo
género corresponde también la publicada por E, Van
— XI —
Arenbergh en la Biographie naiionale puhliée par I' Acude -
mié Royale des Sciences, des Lettres et des Beaux-Arts de Bel-
giqíie (0.
Son también numerosos y de suma importancia los do-
cumentos sobre D. Juan publicados en la Corresponden-
cia del Cardenal de Granvela, en la parte editada en Fran-
cia, y principalmente en la que forma parte de la Colkction
de dociiments inedits relatifs a l'histoire de Belgique.
Gachard, en los archivos de su país y en sus viajes lite-
rarios á España, Francia, Alemania é Italia, encontró con
su habitual perspicacia muchos y muy interesantes docu-
mentos, desconocidos unos, inéditos otros, sobre este Prín-
cipe, confesando que de buen grado hubiera intentado re-
señar la vida de D. Juan, pero añadiendo, con su excesiva
modestia, que encontró el asunto superior á sus fuerzas y
sin tiempo bastante para consagrarse á él, contentándose
con referir algunos episodios imperfectamente conocidos.
Morel-Fatio, en su estimada compilación VEspagne
aii XVI* et au xvii* siecle, publicó también algunas cartas
desconocidas de D. Juan, que convenientemente dispuestas
van incluidas en este volumen.
Hizo fructuosas investigaciones en el riquísimo Archivo
de Simancas, sobre la madre de D. Juan, nuestro reputado
historiador D. Modesto Lafuente; documentos y observa-
ciones que insertó la Revista española de Ambos Mundos.
Interminable sería nuestro relato si hubiéramos de dar
aquí noticia de cuanto modernamente se ha escrito sobre
D. Juan de Austria, de lo cual se deduce la ansiedad ge-
neral que se siente por conocer de una manera exacta y
detallada la vida de tan glorioso caudillo. Esta considera-
ción nos ha movido á contribuir, en la medida de nuestras
pobres fuerzas y de los reducidos límites de que disponía-
mos, al esclarecimiento y desarrollo de esta noble empresa,
(i) Bruxelles, 1889.
— ttl —
ya publicando la historia de Porrefio, caii ducooocida, ya
ilustrándola om los datos, noticias y documentos más no-
tables dados á lux en publicaciones extranjeras, y otrot
por noaotros encontrados en el Archivo de Simancaa y en
varias iMbliotecas públicas y particulares.
Fué D. Juan el prototipo y dechado el más parfselo y
acabado de la España caballmMca del siglo xvi, con todas
las nobles dotes y cualidades y los defectos y enfondoiiM
propias de este carácter. Criado entre el pueblo, edooido
entre la clase noble, discípulo de la insif^e Universidad de
Alcalá cuando estaba este Instituto en su nayor grado
de florecimiento; instruido por los más reputado* y aspar-
tos capitanes en la milicia de mar y de tierra, ct, por da-
drlo así, la encamación del sentimiento nacional. Nada
refliga mcior su carácter y su pensamisoto qos m malo
qMSt<^ar, aal trate con damas ó amigos, ombo ooo ^ Rqr
su hermano, sus ministtos, generales y subordinados. Na-
die como él expuso en sus cartas al severfaiaao Monarca
que entonces regia á España, la verdad dará, enérgica y
desnuda en materias de Estado, sin faltar nunca al debido
respeto y consideración. Nadie como él trató por todos me-
dios de vencer la excesiva quietud, la oonataots indsciiión,
la manera lenta de despachar loa asuntos politioos y mili-
tares de Felipe II. Acaso esta sinceridad, este fogoso oslo
fueron causa de la suspicacia con que siempre le miró aquel
Rey. Gran marino, esforzado general, dotado de maravi-
llosas dotes de mando y de pocas de cortesano, de espíritu
levantado y animoso, de exquisito tacto y habilidad para
el trato de gentes, no es de maravillar que su noble figura
y heroicos hechos cautivaran á sus contemporáneos y sigan
cautivando aun hoy, acaso con más interés que entonces, á
la posteridad toda, que admira en él uno de los más esda-
recidos y grandiosos personajes del siglo xvi, con ser ssU
centuria tan exuberante en eminencias de todo género.
Adáptase perfectamente su correspondencia á todas las
— XIII ~
circunstancias y momentos de la vida: es su estilo llano y
jovial á veces; grave, elevado y sentencioso otras; acre y
mordaz en ocasiones, y siempre digno, elegante y castizo.
Y no deben atribuirse estos méritos á sus secretarios, por-
que con frecuencia, según él mismo lo declara, se hallaba
sin ellos. Las más de las veces escribía de su mano, y cuando
la empleaba ajena, era él siempre quien dictaba, tratándose,
sobre todo, de su correspondencia con el Rey, con su her-
mana, con los principales ministros y con los amigos ínti-
mos. En esto, como en todo, su actividad era prodigiosa.
En la guerra contra los moriscos de Granada hizo Don
Juan su aprendizaje militar con notable y provechoso éxi-
to; alcanzó en Italia y en África, en las guerras contra los
turcos, el más alto y glorioso renombre, sus más precia-
dos trofeos. Precedido de justa fama, sacrificando en aras
de la patria y del Rey su reputación y su vida, fué á los
Países Bajos, donde, casi desamparado de su hermano y de
sus ministros, luchando política y militarmente con ene-
migos tan tenaces y potentes como los Estados generales,
dirigidos por el astuto Príncipe de Orange, y socorridos y
auxiliados por la Reina de Inglaterra, los Príncipes protes-
tantes alemanes y otros encubiertos enemigos de la Casa
de Austria, teniendo que sujetarse estrictamente á las ór-
denes del Rey su hermano, que pretendía reducir á la obe-
diencia á los rebeldes con halagos y promesas; exhausto
de dinero, de hombres, de víveres y de municiones, su-
cumbió heroicamente en lucha tan desigual como conti-
nua y desesperada. Mal aconsejado anduvo Felipe II en
enviar á sosegar las alteraciones de aquellos Países, pri-
mero al gran Duque de Alba con instrucción de llevarlo
todo á sangre y fuego, y luego á D. Juan de Austria con
orden de tratar á los rebeldes con espíritu de blandura,
benignidad y transacción, porque ni aquél consiguió su
propósito por su desmedido rigor, ni éste, por su inclina-
ción á la guerra y ardor juvenil, era apropiado para caute-
— «V —
rizar antig^uat Ilagu con U templajm y meturm que tolo
dan 1m aftot y la experiencia. Si adeiBáa de estas funeetaa
vadlaciooes del Soberano en materia tea Kiave, te tieoeo
en cuente su habitual irreaolocióo, tu terdansa ao al dat-
pacho, los odios y rivalidades de sus minislroe y el cenau-
rabie abandono en que tuvo á su hermano en momentoa
críticos y graviaimos ante tal coocurao de hio'saa en«ni<
gas y de circunstancias dealavorablea, no es de eirtraftar
que fracasara la misión de D. Juan en loa PaSaea Bajoa,
no pudiendo apenas hacer pie en aquel prooeloao y revuel-
to mar, combatido de tantoa y tan terribles pel^|TO*f ^'
bílmeote ayudado da Ba|MUte« fftfaffHfnw^T caluMiido y
deapreatigiado eo la Corte por Antonio Pifrat, al Caiéaaal
Granvela y otros in6uyentea persooajea, eoemigoa auyoa
más 6 menos encubíertoa, aiando vilmente aaaainadn eo
Madrid su secretario Escobedo, persona de toda an con-
fianza; amagado él constantemente por ingleaea, fraooaaea
y rebeldes de igual trágico fin, y desatendidos sos coosejoa,
súplicas y reclamacionea. Coondcrado D. Joan en cate
deacooaolador y tristísimo cuadro, reaolte en an daadicha-
do gobierno de los Palaeo Bajoa mocho máa grande y
heroico que en las Alpujarras, en l^panto y en África.
Desde que salió de España misteriosamente con diafrai
de criado de Octavio Gonaaga, haste que fisUeció en po-
bre y humilde choza, ¡cuántos sacrificios, cuántos dolo-
res, cuántas amarguras, cuántas penalidades de cuerpo y
de espíritu tuvo que arrostrar y sufrir! Contrariado en sos
inclinaciones belicosas, ¡por cuántas vergonzosas humilla-
ciones, deslealtades y traiciones tuvo que pasar para ae-
guir con los Estados la estéril política que le ordenaba d
Rey! Y cuando al fin se convenció éste de los lealea con-
sejos de su hermano, y volvieron las tropaa eapañolas y se
puso al frente de aquel puñado de valientes, ain dinero,
sin recursos de ninguna clase, ¡con qué arrojo, valentía y
pericia militar preparó y consiguió aquel milagroso es-
— XV —
fuerzo bélico, deshaciendo y derrotando la potente hueste
enemiga en Gembloux!
Mucho le censuraron sus enemigos su inclinación á re-
solver por las armas la sublevación de los Países Bajos.
El tiempo, sin embargo, mostró cuan acertado era su pa-
recer. El Cardenal Granvela, que no perdonaba ocasión
de desprestigiarle en vida, continuó después de la muerte
de D. Juan su poco noble tarea de difamarle. Desde Roma
escribía á la Princesa Doña Margarita en 14 de Diciem-
bre de 1578: «En verdad, el difunto Sr. D. Juan, que
Dios perdone, era demasiado aficionado á la gente de gue-
rra y muy poco á la de consejo togada, sin los cuales, y
sin las advertencias de los que han manejado por algún
tiempo los asuntos de gobierno y lo tocante á pacifica-
ción y tratados, mal se pueden aquéllos desenredar. El
bueno del difunto ha dictado muchas provisiones á instan-
cia de los que manejan las armas que han resultado poco
convenientes por falta de información y de buen consejo,
como se verá luego, y tenía por enemigos todos los conse-
jeros del Rey que no le seguían.» El Consejero D'Asson-
leville, hechura del citado Cardenal, le escribía asimismo
desde Namur á 17 de Febrero de 1579: «Lo que V. S. I.
escribe del difunto Sr. D. Juan (que en paz descanse) es
verdad, y ha sufrido aquí innumerables trabajos y conti-
nuos disgustos por la guerra, como sucederá á todos los
que prefieran seguir el camino de la fuerza y de las armas
al de las artes y expedientes de la paz. Es también cierto
que como él estaba persuadido de que sólo por las armas
podía llegar á ser grande, escogía sus compañeros más
entre los partidarios de la guerra que entre los de la paz,
y estaba muy creído que aquéllos eran los mismos del di-
funto Emperador.»
Del alto aprecio y sincero cariño que en la Corte pro-
fesaban todos á D. Juan desde sus juveniles años, dan
puntual noticia los Embajadores venecianos, tan diestros
— XVI —
en recoger y teguir lu oorríeotee de U opioiÓQ. Paolo
Tiepolo eecríbia aJ Senado de tu República en i563: «No
cabe duda de que la inclinación de todo el mmulo bacía
D. Juan ea tal, que en el caso de tallecer el Rey y el Prín-
cipe (D. Carloa) nn deacoidientea, y de estar d en Bapa-
ña, y no loa hijoa del Rey de Bobenotia, podria muy bien
suceder, en opinión de roucbas peraooaa, que fbeae aoq»-
tado por Rey ooo prdéreocia á otroa, alejadoa por m re-
■ideoda, eztnftoa al pala por su lengua, y acato da reli-
gión contraría á la de la nadón.» Doa afioa después Juan
Soranxo, sucesor del anteríor, eacríbia al misnao Senado
cuando D. Juan sólo contaba diex y ocbo aikw: «Tiene
d Sr. D. Juan muy bdla figura; en todos sos novimien-
tos maestra singular grada y revda tan raro ingenio,
que cuantoa le ve n le cobran grandidmo afscto, y ea ama-
do, no sólo de la Corte, sino de toda Baptfta. Bl Rty lo
eatima sobremanera, aunque hasta d pnseatc as iiCDon
la situadón en que piensa colocarlo. Pretenden algnnoa
qae d el Príncipe llegase á morír. ó S. A. no tuviera hi-
jos, sería proclamado D. Juan heredero del reino.» Ni ssloa
presagios, ni loa aueAoa doradoa de D. Juan de llegar á
establecerse como Soberano en Afnca, en Grecia, en Ita*
lia ó en Inglaterra, llegaron á realixarse, pasando, como
dice un eacrítor belga, este Príndpe por la «soSDa dd
mundo como un brillante meteoro.
A. RooRiouBX Villa.
B. PORREÑO
HISTORIA DE D. JUAN DE AUSTRIA
A LA EXCELLENTISIMA SEÑORA
EL AUTOR DE ESTA OBRA
HABIENDO servido á V. E. pocos años há con la
historia del Santo Rey D. Alonso ^ fundador
de ese Real Monasterio, de quien V. E. es
perpetua, digna y bendita Abadesa, y aun algunas
otras obras, parto de mi pobre ingenio, mostró V. E.
tanto gusto de ellas, que me dio alientos para no dejar
la pluma de la mano, ocupándola siempre en servicio
de Señora tan agradecida y esclarecida. Por lo cual
la tomé y corté lo más delgada que me fué posible,
para escribir y delinear la historia del Serenísimo
Sr. D. Juan de Austria, padre de V. E. y padre de
la patria, hijo y hermano de los dos potentísimos y
gloriosos Monarcas Carlos V y Felipe II, dueños de
la mayor Monarquía que celebran los siglos.
Suplico á V. E. la reciba como hija de tal padre,
que por su incomparable valor mereció ser ejemplo de
Principes, y por su grande erudición aiamxó rimom-
bre de Mecenas de sabios^ gradudndoU el mtmdo, por
lo mucho que honró á ios letras y las armas, con el
nombre esclarecido, en las unas, de Apoto, y en tas
otras, de Marte, Guarde Nuestro Señor Á V, E, fe--
lidsimos años, como deseo y pido d S. M,
El Licenciado PorrbAo.
AL PIADOSO Y ERUDITO LECTOR
Las grandezas y memorables hazañas del Sere-
nísimo Sr. D. Juan de Austria estaban pidiendo
quien las publicara al mundo por medio de la es-
tampa. Ninguno se atreviera á tomar la pluma para
escribir del hijo antes que se divulgaran las haza-
ñas del padre, que fué el invictísimo Sr. D. Car-
los V, Emperador Máximo, César invictísimo.
Por lo cual, habiéndose ya divulgado la historia
de este Monarca siempre augusto, era razón que
hubiera quien tomara por su cuenta el asunto del
hijo, que fué tan grande imitador suyo en la re-
ligión y en el valor y en el ejercicio de las armas;
y viendo que entre tan grandes ingenios y eruditos
historiadores que tiene nuestra España ninguno
tomaba la pluma para empresa tan alta, me deter-
miné yo á tomarla y escribir esta historia con el
mejor acierto que me fué posible.
Apenas la hube concluido, tuve noticia de que
dos grandes historiadores habían empleado el cau-
dal de sus ingenios en este mismo asunto de pocos
— 6 —
días á esta parte. No he visto sos obras, porque
no han salido ¿ luz y porqae vivo retirado en tina
humilde aldea. Podráse decir con razón de los tres
que habernos ocupado el tiempo en ana misma
empresa: Trss sitmus in bello; yo rindo las armas
á estos dos grandes combatientes y sujeto á su
corrección esta obra mia^ y de ti, discreto y de-
voto lector, á quien suplico la recibas con el amor
y deseos que la ofrezco. — VaU»
CAPÍTULO PRIMERO
Nacimiento y crianza del Sr. D, Juan de Austria.
*
El Sermo. Sr. D. Juan de Austria fué hijo del
Emperador Carlos V, Máximo, Augusto, César
invictísimo, germánico fortísimo y católico: títu-
los que le envió el Papa Paulo III en un Breve
apostólico.
Nació en Ratisbona, en Alemania la Alta, en
25 de Febrero del año de 1547. Su madre fué no-
bilísima, y el suceso fué tan secreto, que no se
tuvo noticia de él hasta que murió su padre. Su
madre murió en España, en Arroyo de Molinos,
cuatro leguas de Madrid. Crióse en Ratisbona los
años infantiles, en que descubrió su inclinación á
cosas de honor y al ejercicio de las armas, aven-
tajándose á los niños de su edad en no tener te-
mor de pocas cosas y en mostrar atrevimiento y
osadía para las cosas mayores que en aquella ter-
nura de años se ofrecían. Cubrióle en pobres pa-
ños un Aquiles al que había de ser un Aquiles
vencedor y un nuevo Escipión en el mundo. Pa-
sada esta edad de la infancia, fué traído á España
y entregado á Luis Quijada, señor de Viliagarcía,
á quien amó tiernamente el Emperador, y le tuvo
— 8 -
en depósito mientnuí S. M. Cesárea no le declaró
por su hijo.
Aquí será bien decir quién era Luis Quijada y
Dofta Magdalena de Ulloa, su mujer, de quien el
Sr. D. Juan aprendió buenas y loables costumbres,
y á quienes llamó padres hasta la muerte de am>
bos, y de quien el Emperador hizo elección para
la crianza de su hijo. Fué Luis Quijada de linea
noble, señor de Viliagarcía. Le hizo S. M. Presi-
dente de Indias y de los Consejos de Estado y
Guerra; hallóse sü servicio del Emperador antes
y después de su retirada á Y usté; y en U última
disposición que hizo S. M. Cesárea, le dejó por
su albacea, junto con Fr. Juan de Regla, su con-
fesor, y Martin de Gaztelu, su secretario. Dio tan
buena cuenta de su persona, que le hizo el Rey
D. Felipe II Caballerizo mayor del Principe Don
Carlos, de quien también fué testamentario y tes-
tigo del depósito que se hizo de su cuerpo en San-
to Domingo el Real, y también del que se hizo de
la señora Reina Doña Isabel de la Paz en el Con-
vento que fundó la Princesa Doña Juana. Acom-
pañó ai Sr. D. Juan cuando con título de Capitán
General pasó al reino de Granada y sosegó los
moriscos que habían tomado las armas contra la
obediencia de su Rey; hallóse en el Hospital Real
de Granada con el Sr. D. Juan y Marqués de Mon-
déjar, donde estaban recogidos los moriscos de
aquella ciudad, para sacarlos de ella y pasarlos
donde no se temiese ni su chusma ni sus daños;
asistió en el cerco de Serón, donde fué herido de
un balazo que le dieron en el hombro; fué llevado
— 9 —
á Canilles por mandado del Sr. D. Juan, donde
murió el año de 1570, y yace en Villagarcía, en el
Colegio de la Compañía de Jesús, que fundó Doña
Magdalena de UUoa, su mujer, parte por cumplir
con el testamento de su marido, y parte por apro-
vechar á sus vasallos y toda aquella comarca.
Doña Magdalena de UUoa era señora de grande
y señalada virtud, hermana de D. Rodrigo de
Ulloa, primer Marqués de la Mota, señor de San
Cebrián y del condado de Vegas, y era también
hermana del Padre Maestro Fr. Domingo de üUoa,
de la Orden de Santo Domingo, que fué Obispo
de Mechoacan en las Indias orientales, el cual,
viendo á su hermana inclinada á fundar en Villa-
garcía el dicho Colegio de la Compañía de Jesús,
le aconsejó pidiese por Rector de él al P. Baltasar
Alvarez, á quien él había tratado mucho tiempo
en Avila, Medina y Salamanca, y había conocido
por experiencia el grande don que tenía de guiar
almas á la perfección: hízolo así, y sucedióle tan
bien, que no cesaba de dar gracias á Dios por ha-
bérsele dado á conocer. Esta señora, luego que
enviudó, había hecho resolución de entrarse á ser-
vir á Dios en el Monasterio de las Huelgas de Va-
Uadolid, donde era Abadesa una hermana de su
marido; mas por el pleito que ella puso á la ha-
cienda de su hermano se impidió la ejecución, y
aunque se quedó en casa particular en medio de
la ciudad, vivía tan recogida como si estuviera en
monasterio; confesaba en la casa profesa con un
Padre muy espiritual llamado Juan de Pradanos,
que fué su confesor casi veintisiete años, y la ejer-
— 10 —
citó bien para su aprovechamiento, y de cuando
en cuando iba á Villagarda, á donde tuvo ocasión
de tratar al P. Baltasar Alvares, que la industrió
en el modo de oración y tratar con Dios familiar-
mente; hacíala pláticas espirituales, y todas las
veces que la hablaba siempre era de Dios, sin
cansarse ella jamás, porque gustaba mucho de las
cosas de la virtud, y comunicaba sus cosas inte-
riores con él, como suelen hacer los novicios con
su maestro.
Industriada de esta manera, comenzó á realzar
con espíritu las muchas y grandiosas limosnas que
hada, las cuales eran en tres maneras: unas, para
remediar las miserias y necesidades corporales de
los pobres; otras, para remediar las necesidades
espirituales de las almas, y otras, para acieceatar
el culto divino y honrar más á Nuestro Sefior.
En lo primero fué grandemente liberal y dadi-
vosa para remediar toda gente de necesidades, y
con ésta su gran caridad puso en Valladolid en el
Hospital de Esgueva doce camas, para curar á su
costa otros tantos enfermos, dando para esto cada
año 600 ducados, y duró esto diez y ocho años. Al
de la Resurrección dio 300 ducados casi otro tan-
to tiempo, pagados en cada un año, y en Villa-
garcía fundó un hospital con renta bastante para
curar los enfermos pobres de los lugares que fue-
ron de su marido. Daba gruesas limosnas para ca-
sar huérfanas pobres y para remediar necesidades
de pobres vergonzantes, que se las pedían en se^
creto; y para que esto se hiciese con más fidelidad
y largueza, señaló por algún tiempo un hombre
II —
honrado y buen cristiano que se informase de estas
necesidades y de lo que era menester para reme-
diarlas, y todo lo ponía en una cédula firmada de su
nombre, y la daba á la persona necesitada, seña-
lándole el día en que había de ir por aquella limos-
na á casa de esta señora, la cual tenía tantas ga-
nas de dar, que, despertando á la mañana muy
temprano, solía decir que se levantasen á ver si ha-
bían venido algunos pobres para despacharlos lue-
go, porque no esperasen, y en levantándose tomaba
dos bolsas, una llena de moneda menuda para dar
á los pobres ordinarios, y otra de reales de plata
para los vergonzantes, y en viniendo el pobre, to-
maba la cédula que traía y le daba la limosna que
allí venía señalada, la cual no excedía de cierta
cantidad que tenía avisado, porque cuando era me-
nester más, en particular lo proveía. Fuera de esto,
á todos los pobres que acudían á sus puertas, que
eran muchos. Daba limosnas con entrañas de ma-
dre, sin que ninguno jamás llegase á su casa que
se fuese vacío, aunque viniese dos ó tres veces por
limosna al día; casi todo el año se ocupaba en
hacer comprar paño y lienzo para vestir pobres y
hacerles camisas, y por mano de un canónigo de
Zamora y de otros religiosos, repartió muchos mi-
llares de ducados con los vasallos y lugares de su
marido, para que su caridad y misericordia se di-
latase á muchos en muchas partes.
No fué menor su liberalidad en remediar las
necesidades espirituales, ayudando de este modo
entrañablemente á la salvación de las almas. Con
estas ansias envió dos Padres de la Compañía á
— 12 —
redimir cautivos; esto es, al P. Joan de Torres,
á Argel, y al P. Gabriel del Puerto, á Marrue-
cos, dando á cada uno ocho mil ducados para este
espiritual empleo, encargándoles que rescatasen
primero á los que estaban con mayor peligro de
faltar en la fe. Hiciéronlo asi los Padres, y cuando
volvió el P. Torres, traía la lista y cuenta de
todo por escrito; mas la buena señora nunca quiso
verla, sino fiarse de Dios y de la Compañía. Por
ese fin, biso gmesas limosnas para sacar ruines
mujeres de mal estado y ponerlas en una casa de
probación de aquella ciudad, donde mirasen el es-
tado que las convenía escoger y las ensilasen á vi-
vir cristianamente, y para esto dejó señalados mil
ducados de renta cada un año, y cien cargas de pan
al Monasterio de las Arrepentidas de aquella ciu-
dad, donde entrasen las que, habiendo sido malas,
tenían talento y vocación para ser monjas y seguir
el camino de la virtud.
Descubrió altisimamente su gran caridad y mag-
nificencia en las obras que hizo, dedicadas sola-
mente al bien de las almas y al culto del Criador
de ellas con tanta largueza que espanta su gran
caridad. Estando un día de San Matías Apóstol en
oración por la mañana, la dio Nuestro Señor un
fervoroso deseo de ser participante de la buena
suerte del Santo Apóstol, procurando con su ha-
cienda que por la ciudad de Oviedo y Principado
de Asturias fuesen religiosos á enseñar la doctrina
cristiana y administrar los Sacramentos de la Con-
fesión y Comunión. Esto lo comunicó con el Padre
Fr. Domingo de Uiloa, su hermano, que era en-
— i3 —
tonces Vicario provincial de su provincia de Es-
paña, el cual le respondió que era cosa muy im-
portante, y que por ello recibiría premio del Após-
tol, y que enviase religiosos de la Compañía por el
mucho fruto que hacían en estas misiones. Con esto
se resolvió de hacer esta obra más de asiento, y de
fundar en la ciudad de Oviedo un Colegio de la
Compañía, no con otro fin sino de que allí se sus-
tentasen Padres que ayudasen á las almas necesi-
tadas de doctrina y enseñanza, como entonces las
había en todo aquel Principado, ayudando á esto
el Obispo D. Francisco de Orantes, Obispo de
Oviedo, fraile de la Orden de San Francisco, que
se había hallado en el Santo Concilio de Trento
por el Obispo de Plasencia, siendo lector de Teo-
logía del Convento de San Francisco de Vallado-
lid, el cual había sido confesor del Sr. D. Juan de
Austria y había muerto en sus manos, como se dirá.
Puso luego por obra la buena señora estas ins-
piraciones del Señor y dio mil ducados para com-
prar casa y mil de renta para el sustento de los
religiosos, y después añadió otros mil; y fué tanto
lo que iba dando, que queriendo el P. Juan Suá-
rez. Provincial, ponello por cuenta y razón para
hacer relación de ello al Padre General, la pre-
guntó qué tanto sería, y ella, mostrando su gran-
deza de ánimo, respondió: — No sé, por cierto. Por
amor de Dios lo he dado. El tendrá la cuenta. —
Fué grande el fruto que hicieron los Padres de la
Compañía en esta misión y fundación.
Con el mismo espíritu, y por el mismo fin, se
determinó después de hacer otro Colegio de la
— M -
Compañia en Santander, para que se acudiese á la
enseñanza de las almas de las montañas de aque-
lla comarca, y dio luego mil ducados de renta, y
dentro de poco tiempo añadió otros mil, y fué un
puro su celo en la fundación de estos dos Colegios,
que no quiso tener el patronazgo de ellos (qae po-
diera y se le debía), dejándoles libertad para que
si algún prelado ú otra persona poderosa aumen-
tase la renta y quisiese ser fundador y patrono, le
admitiesen; porque esta gran señora no buscaba
en estas obras su honra propia, sino la divina, ni
pretendía perpetuar su nombre en la tierra, sino
que creciese y se dilatase la gloria de Dios en ella.
En lo que mAs se señaló esta gran señora y ma-
trona, fué en la fundación del Colegio de Villa-
garcia, que era la obra más principal y más queri-
da de cuantas hizo, para lo cual quiso que en este
Colegio se enseñase á todos los niños de la comar-
ca á leer, escribir y contar, y después la latini-
dad. Y asimismo quiso que aquella casa fuese para
criar novicios de la Compañía en espíritu y reli-
gión, y para que fuese como casa de espiritual re-
creación donde acudiesen los Padres de la Com-
pañia de toda la provincia á tomar algún alivio en
espíritu con el olor del noviciado. Para hacer esta
obra con más alivio, se resolvió de juntar su pro-
pia hacienda con la de Luis Quijada, su marido,
el cual había mandado hacer allí una capilla con
muy tenuas capellanías para su entierro, si no
fuese que su mujer quisiese también con las ha-
ciendas de ambos hacer algún monasterio; pero
ella lo hizo todo junto, edificando una muy her-
— i5 -
mosa iglesia que sirviese juntamente á los Padres
de la Compañía y á doce capellanes, con un cape-
llán mayor, que fundó y dotó con bastante renta,
doblada de la que señaló su marido, para que can-
tasen el Oficio divino y Misa cada día, y los días
solemnes á canto de órgano, con la solemnidad que
se hace en las iglesias catedrales, proveyendo para
esto que los ocho capellanes fuesen cantores y uno
de ellos maestro de capilla, y demás de esto, pro-
veyó su organista, seis mozos de coro y un sacris-
tán con sacristía aparte, proveída de ricos orna-
mentos, dando el cuidado y gobierno de todo á
los Padres de la Compañía, y sacando bula de Su
Santidad para que tuviese más firmeza. También
hizo en la misma iglesia una capilla aparte donde
colocó muchas y muy insignes reliquias que tenía
muy bien adornadas.
Edificada ya la iglesia nueva, por el mes de
Enero del año de 1580, se ordenó una gran fiesta
para trasladar á ella el Santísimo Sacramento. Vi-
nieron á ella sus dos hermanos arriba referidos y
muchos Padres graves de la Compañía.
Fué tan grande la virtud de esta señora, que nin-
guna afición de personas, por más deudas y cerca-
nas que fuesen, hizo presa en su corazón, ni la
apartó de lo que entendía ser voluntad de Nuestro
Señor. Nunca comía, poco ni mucho, que no dijese
primero, despacio, el Padre Nuestro; comulgaba
cada tercer día con mucha devoción y lágrimas, y
mientras tuvo salud se iba á la casa profesa de
Valladolid á pie, con una dueña y un escudero,
sin querer tener coche ni ir en silla, siendo rica y
- i6 —
liberal para todos, y para sí pobre y corta en el
vestido, mesa, cama, alhajas de su cata y acom-
pañamiento de criados, no teniendo más que lo
precisamente necesario, y aun eso con alguna
mengua, no por escasez, sino por virtud. Esta gran
señora crió al Sr. D. Juan de Austria desde niño,
y de ella aprendió mucho bueno, como él mismo
lo confesaba, porque ella le amaba y miraba como
á hijo, y él á ella como á madre, y cuando se par-
tió de España para Flandes, se despidió de ella
con gran ternura, y fué tan grande el sentimiento
que tuvo cuando tuvo nueva de su muerte, que se
halló necesitada de consuelo; y el P. Baltasar Al-
vares, su confesor, hallándose en Valencia ta la
visita de la provincia de Aragón, le escribió una
carta, que se pondrá al fin de éste, por no inte~
rrumpir el corriente de esta historia.
Murió esta señora año de 1598, siendo de edad
de setenta y tres años, y fué su muerte muy sen-
tida y llorada de los pobres, y el día de sá falle-
cimiento se repartieron entre ellos 400 ducados
en Valladolid, donde murió. De alli fué llevada al
Colegio de Villagarcía, donde se le hicieron so-
lemnes exequias y predicó el P. Antonio de Padi-
lla, hijo del Adelantado mayor de Castilla.
Aquí, pues, en la casa de los dichos D. Luis
Quijada y Doña Magdalena de CJUoa, pasó sos
tiernos años el Sr. D. Juan, descubriendo en esta
edad ingenio vivo, agudo, magnanimidad, buenas
y loables inclinaciones, ánimo generoso y verda-
deramente real; era limpio, modesto, grave, come-
dido, tratable, y en esta edad ninguno se le atrevió
— 17 —
que se fuese riendo de él; porque solía decir este
Príncipe, muy de ordinario, que agravio, ni ha-
cello ni sufriUo, así bien parecido á la empresa de
D. Pedro Dávila, Conde del Risco, que traía en
sus estandartes bordadas las escusabarajas con una
letra, que decía:
Las barajas, escusallas;
Comenzadas, acaballas.
Estaba un día Luis Quijada limpiando una es-
copeta, y junto á él D. Juan, atendiendo á lo que
hacía, á quien dijo: — D. Juan, ¿seréis para tirar
una escopeta? — El respondió al punto: — Seré para
tiralla, y aun para esperar un arcabuzazo. — Ad-
miróse Luis Quijada de la respuesta, y se prome-
tió grandes esperanzas de que este mancebo ha-
bía de ser otro Escipión y otro Marte en los suce-
sos de la guerra, cuando llegase á mayor edad, y
así fué, que bien haya quien á los suyos se parece.
Viendo Luis Quijada el valor de D. Juan y lo
mucho que se esperaba de su persona, le dio licen-
cia que se cubriese delante de él, y que ciñese es-
pada, más por galantería que por pedirlo su edad,
que era tierna.
La primera vez que echó mano á ella, fué en
una fiesta de toros, en que embistió con el anda-
mio en que él estaba un toro bravo y feroz, tan
porfiado en hacer presa por aquella parte, que
toda la gente del andamio desamparó el puesto,
quedando solo D. Juan, con su espada en la mano,
haciendo resistencia al feroz animal, que preten-
día derramar sangre real y austríaca. D. Juan se
— i8 —
le opuso con tanto valor y destresa, qne el animal
tuvo por bien enfrenar el paso y escarbar con los
pies. Escarbando y levantando mucho polvo entre
los dos competidores, y bajando y levantando la
cabexa á priesa, puso treguas á la contienda, que-
dando D. Juan vencedor y volviendo el animal
atrás á buscar á quien le hiciese menor resisten-
cia. Las damas del ventanaje le cantaron la gala, y
todo el concurso alabó el ánimo y osadía de este
mancebo, que, sin pelo de barba, se las habia te-
nido tiesas á una fiera bestia, deseosa de verter
sangre humana, y daban el parabién á Luis Qui-
jada del valor que, en traje humilde, descubría
éste su encomendado, juzgando que, debajo del
sayal, hay al.
CAPITULO II
Por la muerte del Emperador Carlos V
es conocido D. Juan por su hijo natural, y lo mucho que el
Rey D. Felipe procuró honrarle.
De once años era D. Juan cuando murió el Em-
perador Carlos V, su padre , el cual , como tan
recto Monarca y amigo de la verdad, reconoció á
D. Juan por su hijo natural, dejándole encomen-
dado al Rey D. Felipe II, su hijo, que le admitió
muy bien y puso en él los ojos para grandes em-
presas, y D. Juan comenzó á dar tan generosas
muestras de la imperial sangre de quien descen-
día, y llevó tan adelante las obras y empresas de
su incomparable valor, que cuando le encargó su
hermano el peso de la guerra, fué el espíritu de
su ejército, y vivo ejemplo que movía á imitarle
y fiarse de él por su persona y valentía, superior
entre las fuerzas humanas, con que dio á conocer
al mundo la destreza de su brazo y el incompa-
rable valor de su ánimo, jamás vencido.
Heroicas virtudes ilustraron su vida, teniendo
liberalidad en las obras, gravedad en las acciones
y palabras, firmeza en las promesas, fidelidad en
el trato y, sobre todo, un celo ardientísimo de la
Religión católica y reverencia á las cosas sagra-
das; por todo lo cual tuvo tan buen nombre, que
— «o —
alcanzó crédito y autoridad aun con sus enemigos.
Tenía madureza en proveer, fortaleza en la adver-
sidad, modestia en lo próspero, y tan gran pru-
dencia en juveniles afios, que sabia acertadamente
medir las fuerzas, elegir las ventajas y acomodar
la providencia á los caisos y deliberaciones, según
la variedad de los accidentes; y supo representar
composición con afabilidad, medio por donde se le
rindió y tuvo en su mano la diversidad de las na-
ciones, variedad de costumbres y desproporción
de ánimos de los ejércitos que tuvo á su cuenu,
compuestos de diversas lenguas y sujetos, condi-
ciones propias de un perfecto General, tan admi-
rables en Aníbal, y en el Gran Capitán, Gonzalo
Fernández de Córdoba, que fueron el mejor fun-
damento de sus empresas y victorias. Hacíase que-
rer por su modestia y estimar por su gran bondad
y afabilidad, honrando á todos y no consintiendo
que en su presencia se hablase del ausente, excu-
sando lo mato y alabando lo bueno; poníase muy
bien á caballo, y armado, parecía que nadie en el
mundo podía ser su competidor. Tenia gran des-
treza en arremeter y parar, y sufría con gran pa-
ciencia el peso de las armas, como aquél que ha-
bía nacido para este bélico ejercicio. £1 que que-
ría conquistar su privanza usaba de los medios de
honra, modestia y religión, y al que llegaba á al-
canzarla, se la conservaba sin hacer mudanza de
su parte, por su incomparable valor y porque tenía
cordura para sufrir y esperar. Una cosa rara ad-
vierto aquí, y es que quiso la Divina Providencia
que fuese este Príncipe tan imitador de su padre.
— 21 —
que ordenó fuese su nacimiento en el día que él
había nacido, esto es, á 25 de Febrero, día de San
Matías, y que le fué siempre favorable en todo el
discurso de su vida al dicho Emperador.
Crióle, pues, Luis Quijada, en hábito y vida hu-
milde, en una de sus aldeas de Castilla la Vieja,
y cuando el Emperador le reconoció por hijo y lo
dejó encomendado á Felipe II, lo llevó Luis Qui-
jada al Monasterio de la Espina, de la Orden de
San Bernardo, y allí lo recibió el Rey en su hábito
de labradorcillo, y se holgó mucho de verle, y
mandó á Luis Quijada que lo llevase á Vallado-
lid. Púsole casa con autoridad y grandeza, y man-
dó que le llamasen Excelencia (0; pero sus reales
costumbres le dieron en adelante título de Alteza
y de Señor entre los grandes y menores, y así, to-
dos umversalmente le llamaron el Sr. D. Juan de
Austria, y hoy día le llaman así. Tratóle S. M. fa-
miliarmente, aunque tuvo casa fuera de Palacio,
y porque cumpliese las esperanzas que daba su ju-
ventud y aventajadas partes, le dio materia y dis-
posición para ejercitar su valor y grandeza de áni-
mo, si bien la voluntad del Emperador, su padre,
fué que le encaminase por la Iglesia (2).
El primero y solemne acto de honor en que se
halló fué en la jura del Príncipe D. Carlos, su so-
brino, que fué jurado en la Santa Iglesia de To-
(i) Otro autor dice que ni el Marqués de los Vélez ni el
de Mondéjar le quisieron dar sino Señoría. — {Nota marginal.)
(2) Los bastardos de España deben ir por la Iglesia, y hay
riesgo en lo contrario. — [Nota marginal.)
— a« —
ledo, el año de 1560, jueves 22 de Febrero, día
de la Cátedra de San Pedro, á I06 catorce años
de su edad, siete meses y trece diat. £1 Cabildo
previno su capilla noayor con tanta grandeía, ri-
queza y autoridad, que no había más que pedir, y
el pontifical era tan excelente, que no le tuvo igual
en su coronación ningún Pontífice. El Cardenal
D. Francisco de Mendoza, natural de Cuenca,
Obispo de Burgos, que había de decir la Misa,
llegó, acompafiado de su familia y de muchos ca-
balleros y Canónigos, y en el altar mayor halló los
Arzobispos de Sevilla y Granada y los Obispos de
Avila y Pamplona vestidos de pontifical, y salo-
dados con mucha gracia y cortesía, se asentó en
su sitial en silla alta, y se vistió, asistiendo con él
D. Fernando de Mendoza, Arcediano de Tole-
do, su hermano, y el Maestrescuela de Toledo; y
dijo el Evangelio el Arcediano de Segovia, y la
Epístola D. Pedro Pacheco. La Princesa de Por-
tugal vino en litera, vestida de negro, con alguna
guarnición, piedras y perlas en el tocado y manos,
y las damas costosísi mámente adornadas; y de-
lante de la Princesa, venía D. Carlos á su jura-
mento, en un caballo blanco, con ricas guarnicio-
nes y gualdrapa de oro y plata, bordada sobre tela
de oro parda, como lo era el vestido galán, con
muchos botones de perlas y diamantes. A su si-
niestra le acompañaba D. Juan de Austria, su tío,
con ropón y vestido de terciopelo carmesí , bor-
dado de canutillo de oro y plata, airoso, vistoso y
lucido. Delante iban el Principe de Parma, el Al-
mirante de Castilla, los Condes de Benavente y
— 33 —
Ureña, los Duques de Nájera, Alba, Francavila,
los Marqueses de Villena, Denia, Cénete, Mon-
déjar, el Maestre de Montesa, los dos Priores de
San Juan, el de Castilla y el de León, y otros mu-
chos títulos, con ornamento tan rico y lucido, que
había gualdrapas de dos mil ducados de valor, sin
computar la pedrería ni chapería de oro que lleva-
ban, que no es bien caiga polilla en los atavíos de
los poderosos. En éste tan solemne acto, D. Juan
de Austria tomó el juramento al Príncipe, su so-
brino, de que guardaría los fueros y leyes de estos
reinos, manteniéndolos en paz y justicia y defen-
diendo la fe católica con su persona y hacienda y
con todas sus fuerzas, y así lo prometió y juró S. A.
Después S. M. dio al Príncipe instrucción para
su persona y gobierno, y lo envió á la Real ciudad
de Alcalá de Henares, con su tío D. Juan de
Austria y el Príncipe de Parma, Alejandro Farne-
sio, para que los tres aprendiesen latinidad y lo
que debían saber de gracias y gentilezas (i), por
tener aquesta villa buen asiento para ejercicios
de caballería, alegres riberas y gran Palacio arzo-
bispal, bien acomodado para habitar en él. Esto
fué el año de 1562, y el año de 1565, trayéndose
á Toledo el cuerpo del bienaventurado San Eu-
genio, á 15 de Noviembre salieron á Jetafe D. Juan
de Austria y la Reina de España y Princesa Doña
Juana á recibirle y adorarle, y de allí pasaron á
Toledo, donde el Rey esperó su llegada en el Hos-
(i) Los Reyes grandes desean que sus hijos y parientes
aprendan para llegar á serlo. — {Nota marginal.)
— 14 —
pital del Cardenal Tavera, acompañado del Prín-
cipe D. Carlos y de los Archiduques Rodolfo y
Ernesto, sus sobrínos. Ordenóse una solemnísima
procesión en que se hallaron D. Fr. Bernardo
de Fresneda, obispo de Cuenca, confesor del Rey
y de su Consejo de Estado; D. Juan JuAres de
Carvajal, obispo de Lugo; D. Pedro Gasea» obis-
po de Sigüenza; D. Diego de Covarrubias, obispo
de Segovia; D. Cristóbal de Baltodano, obispo de
Paiencia, y D. Pedro Carlos, obispo de Gerona.
El Rey llegó á las andas para quererlas llevar coo
D. Juan de Austria, su hermano, y con sus sobrí-
nos, y por ser sus compañeros niños las tomaron
los Grandes, y llegando á la puerta del Perdón las
llevaron los Obispos que allí había vestidos de pon-
tifical. Fueron grandes y muchas las fiestas que
hizo Toledo, y S. M. dotó una fiesta de esta tras-
lación de San Eugenio en la Santa Iglesia en i8
de Noviembre, perpetuamente.
Este año, estando en Galapagar el Príncipe Don
Carlos, caminando al bosque de Segovia, D. Juan
de Austría su tío, en edad de diez y ocho años, se
puso en camino para ir al socorro de Malta, que
estaba en grande aprieto por haber llegado alli la
armada turquesca y desembarcado su gente y le-
vantado trincheras, ganando el espacio entre su
alojamiento y el castillo con su mejora; y por falta
de tierra, por faginas, sacas de lana y vigas, ha-
blan hecho explanadas y plantado gabiones de
madera de tres esquinas, y en ellos tres gruesos
cañones, demás de otros muchos, para batir desde
un collado la cadena que cierra el seno en medio
— 25 —
de la ciudad y de San Miguel y los bajeles del
Puerto.
Salió D. Juan de Austria al socorro de esta isla
estimulado de la fuerza natural de la sangre de su
guerrero y glorioso padre, llevando en su compa-
ñía á D. Juan de Guzmán y á D. José de Acuña y
Peñuela, su guardarropa, y tomando postas cami-
nó á embarcarse á Barcelona. El Duque de Me-
dinaceli, que iba donde estaba el Rey, advertido
del viaje de D. Juan por un postillón, se lo dijo
á S. M. y al Príncipe D. Carlos, y preguntando
el hecho á Luis Quijada, que estaba ignorante del
caso, juzgó luego S. M. iba á Malta su hermano,
y despachó luego al punto correos á los Virreyes
y puertos para que no le dejasen pasar, y á Don
Juan escribió se volviese luego porque no le con-
cedía la licencia que le había pedido por su poca
edad, y lo mismo mandó le dijese D. Pedro Ma-
nuel y que Luis Quijada se lo escribiese. ¡Oh,
mancebo generoso, y qué presto quieres derramar
sangre africana: aguarda un poco, que presto que-
dará colmado tu deseo!
En Torija enfermó D. Juan de calentura tercia-
na, y era tan grande su ánimo, brío y valor, que le
secundó en Fresno, cinco leguas de Zaragoza, y
allí le alcanzó D. Pedro Manuel y le detuvo, y lue-
go D. Fernando de Aragón, Arzobispo de Zarago-
za. Envió por él al Gobernador de la ciudad y otros
caballeros, y lo curó y hospedó en su casa con
grandísimo regalo. Era este Arzobispo nieto del
Rey Católico D. Fernando, monje bernardo y
abad del insigne convento de Veruela. La fama
— i6 —
de la partida de D. Joan sacó del ocio á machos
caballeros de la Corte y reinos, que avergonzados
de quedarse en 61 le siguieron á grandes jornadas:
tanto puede el buen ejemplo (0. D. Juan convale-
ció de la enfermedad, y IX Pedro Manuel le pidió
no pasase adelante si no quería indignar al Rey
80 hermano, demás de que las galeras en que pen-
saba pasar á Malta habían partido de Barcelona.
D. Juan le respondió era la jornada del servicio
de Dios y del Rey, y no la podía dejar sin men-
gua de su reputación; y con esta resolución envió
á D. José de Acuña á ver si en Barcelona había
galeras para su pasaje. {Notable resoluciónl
£1 Gobernador de Zaragoza y el Arzobispo, con
machos caballeros, le suplicaron volviese á Ma-
drid, porque tenía orden del Rey para detenelle;
y no condescendiendo con su ruego (por su invic-
to valor), le requirieron con las cartas de S. M. no
pasase adelante, y no aprovechó. Vista su determi-
nación, le pidieron llevase quinientos arcabuceros
para su guarda, pues no convenía á su autoridad y
grandeza el ir tan solo, ofreciéndole que los paga-
ría el reino por todo el tiempo que durase la jor-
nada, y dijo que si se embarcaba aceptaba su ofre-
cimiento, y haciéndole otro de buena suma de
escudos no los quiso recibir (>).
(x) El vasallo que tiene aaiigre real debe hacer obras y no
quedarse en deseos, para merecer agrado de su Rey. — {NoU
mofginalj
(a) Guardada está la persona que tiene sangre real sólo
con ser obediente á su Rey; y era por demás la ofioita si ao
Utvaba soldados para pelear. — (Noto mtrfémáij
— 27 —
Partió de Zaragoza, y en Belpuche le hospedó
el Almirante de Ñapóles, y con guarda llegó á
Nuestra Señora de Montserrate, donde salió á re-
cibirle el Duque de Francavila, Virrey de Catalu-
ña, y el Obispo de Barcelona y el Arzobispo de
Tarragona y los Jurados. Aposentóle el Virrey, y
habiendo determinado él pasar por Francia, le en-
tretuvo hasta que llegó orden del Rey para que vol-
viese luego, so pena de su desgracia. Y compelido
de esta manera, obedeció el mandato y orden del
Rey su hermano: que es grave amenaza la indig-
nación de un Rey.
Habían llegado en su seguimiento D. Bernardi-
no de Cárdenas, señor de Colmenar de Oreja, con
D. Luis Carrillo, mayorazgo del Conde de Priego,
y su tío D. Luis, con gran compañía de caballe-
ros, deudos, capitanes, soldados y criados conduci-
dos á su costa; seguíanle D. Jerónimo de Padilla;
D. Gabriel Manrique, hijo del Conde de Osorno;
D. Bernardino de Mendoza, hermano del Conde de
Coruña; D. Diego de Guzmán, Mayordomo de la
Reina; D. Lorenzo Manuel, D. Francisco Zapa-
ta, el Cardenal D. Pedro de Lujan, D. Gabriel
Niño, Juan Bautista de Tasis, hermano del Co-
rreo mayor, y otros caballeros castellanos, anda-
luces y aragoneses: todos venían deseosos de em-
plearse en esta empresa, y entraron en Malta con
grande bizarría, pidiendo treguas las playas al mar
airado que abatió sus hinchadas olas, vistiéndose
las riberas de flores y bordándose los campos de
aljófar que repartía su rocío.
También llegaron á Barcelona cuatro gentil-
— 28 —
hombres de la boca del Príncipe D. Carlos para
ir á este socorro, y entre ellos D. Cristóbal de
Mora, tan conocido por el amor y privanza con
su Rey. Y habiendo llegado carta de S. A. en que
los mandaba volver, obedecieron, y porque tam«-
bien se lo mandó D. Joan, el cual vino á la pre-
sencia del Rey sa hermano (que no se va quien á
casa vuelve). Recibióle S. M. benignamente y es-
tuvo en la Corte hasta el año de 1567, que le envió
el Rey á fortificar los puertos y visitar las costas
del mar, y tuvo aviso de la muerte del Princi-
pe D. Carlos, su sobrino, en Barcelona el afio de
1568, visitando la fortiñcación, Atanunmas y Pro-
veeduría. Por retirarse á causa del sentimiento de
la dicha muerte, no pudo concluir su ocupación, y
encargando el acabar y barrar las galeras que se
labraban al Duque de Francavila, Gobernador y
Capitán General de Cataluña, navegó á Cartage*
na y vino á Madrid á dar cuenta á S. M. y Conse-
jo de Estado y Guerra de su viaje y de lo que era
menester proveer para señorear el mar, con que
se asegurase la tierra y navegaciones del Océano
y Mediterráneo, disponiendo salir con gruesa ar-
mada el verano del año venidero con cien galeras,
estando ya acabadas á este tiempo ochenta y una:
tanto era el deseo de pelear (•).
£1 tiempo que estuvo O. Juan en la Corte hasta
que salió á las jomadas honrosas que se referirán,
(i) Lástima da el leer esto, mando hoy ae cODOce que no
pueden salir veinte, aunque se quiera hacer preveadóo.— {N^
— 29 —
gustaba de tratar á hombres eruditos y de buen
gusto, y con ellos trataba de nobles desengaños y
de hechos heroicos de capitanes, y era aficionado
á los oradores y poetas que habían cantado sus
hazañas; hacía merced á Juan Rufo, jurado de Cór-
doba, que fué insigne poeta y escribió la Austria-
da; y tratando una noche S. A. de cómo la muerte
en todo y por todo iguala á los reyes poderosos y á
los humildes pastores, le mandó dijese esto en
verso en poco más espacio del que pudiera ha-
blando en prosa, el cual lo hizo así por estos
versos:
Pues de reyes sois hermano, | Porque el cometa que cría
ved que el cielo diferentes j cuando á morir los emplaza,
los hace desotras gentes rayo es que el cuerpo amenaza
á lo divino y humano. I y estrella que el alma guía.
Solía decir este poeta que desde la muerte del
Sr. D. Juan, que era su único Mecenas, nunca ha-
bía tenido suceso que fuese de hombre bien afor-
tunado, y tanto, que era ya como proverbio su
mala dicha; y estando un día con un dolor en un
pie, diciéndole un médico que era gota, llorando
su fortuna dijo:
Aunque pobrq y en pelota,
mal de ricos me importuna,
porque al mal de mi fortuna
/ no le faltase una gota.
CAPITULO in
BmU d Rty Ouélko D. Ftlipt
por Capitám Gmmml á tu hermanó D, Jmam dg AmlriM
d U gmrrm dé Granada,
Andando muy encendida la rebelión de los mo-
riscos del reino de Granada, que habían hecho no-
tables maldades, insultos, traiciones, muertes y
robos, particularmente en sacerdotes y gente de-
dicada á Dios, habiendo ido á destruir á Granada,
levantando el Albaicin y haciendo terribles inhu-
manidades en continuación de la defensa que les
hacia el Marqués de Mondéjar y D. García de Vi-
Uarroel y D. Francisco de Córdoba, para allanar
de una vez estas alteraciones, S. M. proveyó por
Capitán General para esta empresa á D. Juan, su
hermano, y lo despachó á 6 de Abril con orden é
instrucciones importantes al fin de esta jornada,
estando S. M. en Aranjuez, teniendo á esta sazón
D. Juan veintidós años de edad, esto es, el afio de
1569. Dióle por su Teniente en la mar á D. Luis
de Zúñiga y Requesens, Comendador mayor de
Castilla, como se dirá, persona de gran valor y ex-
periencia militar.
Pero tomemos el corriente de atrás: Selín, Sul~
tan de los turcos, el año de antes de 1567, habien-
do de cesar de guerrear contra Hungría, deseoso
— 3i —
de imitar á su padre de hacer memorable su entra-
da á reinar, labraba galeras y muchas máquinas
de mar; los venecianos temían y fortificaban sus
islas; lo mismo hacía Esclavonia, y el Rey Cató-
lico fortificaba á Malta y á la Goleta, y crecía el
número de bajeles de remo para oponerse al ímpe-
tu turquesco y defender el mar Mediterráneo, y á
Italia. Todos se reparaban (que no debe dormir
quien tiene enemigos). Sacó el Rey de ser Virrey
de Sicilia á D. García de Toledo por hallarse vie-
jo y oprimido de la perlesía, y encomendó su Real
Estandarte á D. Juan de Austria, su hermano, dis-
poniendo su hábil y gentil juventud para grandes
cosas en beneficio de la cristiandad. Comenzó el
Rey á guiar á su hermano por lo más difícil, que
es el manejo del mar y sus acciones; porque si bien
la guerra terrestre tiene más suertes y los capita-
nes han de tener destreza por la variedad de sitios
y ventajas en asechanzas, sol puesto, viento, polvo
y otras cosas, pero la mar há menester más vigor
de ánimo y determinación en sí y en los que go-
biernan los navios en guerra más cruel. Con el nom-
bramiento tan calificado,, muchos nobles siguieron
el Estandarte, y para ocupar los más principales
siguió y dividió las galeras de España en cuatral-
vos, esto es, en cuatro bajeles, y la Real Capitana
se encomendó á D. Juan Sanoguera. Esto dio gran
nombre á las resoluciones y fuerzas del Rey, y así
algunos corsarios se recogieron á Argel para ase-
gurarse con su armada. Luego que hizo el Rey
Lugarteniente de D. Juan de Austria á D. Luis
de Requesens Embajador de Roma, en su lugar
— 3i -
entró en ella D. Juan de Zúñiga, so hermano, para
instruir á S. A. en lo que debía hacer, y para el
gobierno de su casa y persona le dio S. M. una ins-
trucción escrita de su mano con que podia ser buen
cristiano, gran señor y gran soldado, que decia asi:
«Tuviese á Dios siempre por fundamento, prín-
cipio y fin de sus cosas, consejos, empresas, nave-
gaciones, siendo buen cristiano en el efecto y apa-
riencia para que le honrase y creciese su estima-
ción.
» Frecuentase los Sacramentos y la oración, oyete
misa cada día y navegando si pudiese.
»Su verdad y cumplimiento de sa palabra con-
servase su crédito importante á los gobernadores,
y más cuanto mayores en nacimiento y cargo para
la fe y seguridad pública y mejora de su nombre
y fortuna.
> Usase con igualdad de la justicia con el rigor
y ejemplo que requerían los casos, teniendo cons-
tancia y clemencia cuando conviniese, propia vir-
tud de las personas de su grado.
»No fuese el castigo por su boca y manos, evi-
tando injurias.
>Tocaba á su autoridad y estimación aborrecer
con demostración y evitar los lisonjeros, para ellos
torpes, y desvergüenza y ofensa para quien los oye,
y decir mal en su presencia (<).
(i) Si no s« consintiera esta mala ternilla en el muodo, ni
hubiera ambición ni codicia en loa palacioa, ni loa nyt» deja-
ran de ser amados, ni los vasallos de ser fiavocecidoa.— (Note
— 33 —
>Le encomendaba la honestidad de su persona
en las pláticas y en las obras, porque de su falta
y excesos nacían inconvenientes para la pública
paz y mal ejemplo á los que le atendían.
>En el tratamiento fuese afable, apacible, de
buena acogida y tuviese decoro conveniente á su
oficio y calidad y gravedad, con blandura y mo-
destia, con autoridad, que daban reputación y ve-
neración.
>Cuando no navegase se ocupase en loables ejer-
cicios, sin gasto, habilitándose en las armas él y
los suyos para los efectos. >
Habida esta instrucción, llegó D. Juan á Car-
tagena á 30 de Mayo del dicho año de 1567, donde
le aguardaba el Comendador mayor de Castilla,
su Teniente, y le hospedó grandiosamente, llevan-
do por cuenta de S. M. treinta y tres galeras.
A 2 de Junio se juntaron en Consejo S. A., Don
Luis de Requesens, D. Alvaro Bazán, D. Juan de
Cardona y Gil de Andrade, y se trató en él de
navegar conforme á la orden del Rey á propósito
de encontrar las flotas de Indias; y porque la ar-
mada del Turco bajaba al Poniente para socorrer
las marinas que acometiese en los reinos de Ña-
póles y Sicilia, se decretó que fuesen las suyas ylas
que traían algunos particulares á sueldo á juntar-
se con las de Juan Andrea Doria en Genova, á
quien el Rey encomendó el gobierno de las que
habían de ir á Sicilia; para que fuesen bien arma-
das, tenían de llevarlas las compañías de infantería
de Melgarejo y de D. Diego Osorio, porque sin
estos soldados que metieron en las galeras queda-
— 34 -
ban faltas de gente las treinta y tres con qae ha-
bía de correr las islas y costas D. Juan, limpián-
dolas de cursarios.
Para reforzarlas escribió al Marqués de los Vé-
Íes, al de Mondéjar y al Conde de Monteagudo:
el primero, 4 Cartagena; el segundo, á Málaga, y
el tercero, á Gibraltar, enviasen cada uno doecien-
tos soldados de la milicia.
A 3 de Junio partió S. A., y desde Denia remi-
tió las once galeras á Italia, y en la isla de Santa
Pola tomó muestra á la infantería que le quedaba
y volvió á Cartagena, con aviso de que navios ber-
beriscos venían á llevar la gente de un lugar del
reino de Granada. Navegó recatadamente hasta
dar fondo en Almería; á los ii de Junio pasó á
Málaga, y desde la Fuengírola envió á Pedro
Bautista Comelfn, con cuatro galeras, á tomar bas-
timentos, y fué á Gibraltar. Descubrió á vista de
Marbella un navfo de alto bordo, y envió á reco«
nocelle en una fragata, y tuvo nueva de que había
entrado ya en Sanlúcar la armada de Indias que
iba á recibir. Fué á la bahía de Gibraltar, no sin
gran trabajo, y ancoró detrás del monte, por no ser
descubierto de la montaña de Bullanes, que es de
las más altas de Berbería por aquella parte. Allí
estuvo, por recio temporal, basta los 27 de Junio;
desde allí envió una fragata al Gobernador de
Ceuta para saber de él sí había corsarios en su
costa, y para que le informase despachó á D. Juan
de Alarcón y algunos pilotos con quienes tuvo lar-
go discurso de las cosas de Berbería.
Llegaron las cuatro galeras con bastimentos y
— 35 —
pasaron todos á tomar otra cantidad y remos en
Cádiz, por Tarifa, donde se hace el Estrecho, y
entró en la bahía de Cádiz con quince galeras, re-
forzadas de las cinco que allí dejó. Hecho esto, sa-
lió S. A. con pilotos prácticos á buscar unos cor-
sarios que decían andaban al Poniente y á la vista
de Rota; le amaneció sobre la barra de Sanlúcar,
cargó á la mar por el peligro de bajíos, y dio
fondo en el Río del Oro, ó Arenas Gordas, donde
acuden los corsarios á hacer aguada, porque no
hay otro en aquella costa, y volvió á despalmar
en el Puerto de Santa María: tanta era su vigi-
lancia.
Halló en la muestra sólo ochocientos once solda-
dos, y escribió al Marqués de Mondéjar, D. Iñigo
López de Mendoza, enviase á Málaga los más que
pudiese para reforzar las galeras. Allí, el día de
San Pedro hubo nueva de que habían salido de Ar-
gel treinta galeras reforzadas, navegando al Po-
niente; y habiendo visitado la casa de las municio-
nes y fundición de la artillería, castillo y alcazaba,
consideró con los prácticos el sitio y designio para
el muelle que había hecho el capitán Florio y el
puerto que se podía hacer, y pareció bien enten-
dido todo, pero costoso. Determinóse de visitar el
Peñón, y de camino se resolvió de saquear en la
costa del Estrecho el cassal de Tarraza, apartado
de lugares que le pudiesen socorrer, y cometió el
efecto por la tierra á D. Juan Sanoguera y al ca-
pitán Luis de Acosta, con seiscientos cincuenta
soldados, picas y arcabuces, y los había de desem-
barcar D. Sancho de Leiva. Fué todo sin efecto.
^36-
porqae el corriente los adelantó para ser descu-
biertos del cassal y subir los moradores á la sierra.
Llevaron remolcando una carabela con municiones
para el Peftón y ps^ra hacer agua en los posos de
Vélez; salió gente á tierra entre tanto que D. Juan
visitaba el castillo, y para echar de la montaña
los moros tiradores y algunos caballos, salió el
Alcaide del Peñón, con treinta tiradores, y esca-
ramuzaron, con muerte de un capitán y de un sol-
dado.
Llegaron las galeras á las islas Al buceases y
pasaron á las Herrerías, donde vieron una nave
surta y dos galeotas gruesas, y á la nave prendie-
ron, que navegaba tierra á tierra la vuelta del
cabo. Diéronles caza á las galeotas, acercándose á
ellas; mas al doblar, era el mar tan recio y tan
contrario el viento, que en la Real entraba el agua
hasta el árbol, y se empeoraba el tiempo cada
hora, y así, volvió el viento á la nave que había
cargado en la Alicata de Sicilia, y aterrado, pe-
leando con las galeotas, y muerta alguna gente,
que los vientos son dueños de la mar, á cuya causa,
con viento contrarío, anduvieron las galeras temr
pesiando toda la noche con harto trabajo, y les
forzó volver á las Herrerías, donde estuvieron dos
dias aguardando mejor temporal.
A los 9 de Julio, habiendo dado orden S. A. que
remolcasen la nave ganada, hasta Melilla, cuatro
galeras, ancoró en su puertezuelo y la visitó, y or-
denó algunas cosas para su gobierno. Desde alli
envió la nave á Cádiz, con guardia y marineros, y
buscando á Oran, aunque con viento contrarío,
— ^7 —
dieron caza á dos galeotas, y la una se alargó y la
otra dio en tierra junto á una peña. Los turcos se
retiraron y hallaron en ella algunos cristianos
muertos á cuchilladas, que, por estar sin espíritu
de cansados de bogar, por ir forzados, no podían
salir de ella, y sólo siete se salvaron.
Visitó á Oran y Mazarquivir, y los prácticos
alabaron su nueva fortificación, y en doce horas
arribó á Cartagena, y desde allí, buscando corsa-
rios por Denia é Ibiza, aportó á Mallorca y visitó
el castillo y la milicia, y atravesó á España por los
Moncabaletes, Peñíscola, y entró en Barcelona, y
escribió al Rey su hermano lo acaecido en su via-
je, y cómo Selín trataba de dar guerra á España
y amparar los moriscos alzados y dar todos sobre
Granada.
En este estado estaban las cosas de la guerra
con los moros, cuando el Rey Católico nombró á
su hermano D. Juan por Capitán General para la
guerra de Granada, como queda referido. Detú-
vose D. Juan en Aranjuez algunos días después de
despachado, á causa de que la Princesa Doña
Juana, disparando en caza una ballesta desde un
caballo, se espantó el caballo y dio una gran caída
y se desconcertó un brazo y maltrató el rostro.
Dio cuidado el suceso al Rey, que la amaba tier-
namente, y en mejorando, partió D. Juan para
Granada. Fué recibido con gran demostración, sin
dejar ceremonia que no se usase con él, si no es las
que tocan á los Reyes. Llamáronle Alteza (cuando
los de su familia Excelencia); llevó libertad limi-
tada y comisión amplia, y aunque era menos ayu-
— 38 -
dado de la experiencia^ sa ingenio, indostría y ha-
bilidad eran tales, que hacia poca falta. Su ánimo
era grandísimo, su deseo encendido y su condi-
ción atable, mostrándose á todo6 modesto, tierno y
amigo de complacer, como queda referido.
A 21 de Abril llegó el Duque de Sesa con orden
de S. M. Visitó las murallas de Granada; ordenó
los cuerpos de guardia, las escuchas y rondas en
puestos necesarios paira la seguridad, y que los
moriscos que estaban dentro de la ciudad no reci*
biesen daño; tomó muestra general para saber el
número de la infantería y caballería de Granada y
de la Vega, vecinos y forasteros. Eran los del Con-
sejo de guerra el Arzobispo de Granada, D. Pedro
Guerrero, varón insigne, el Presidente; el Duque
de Sesa, el Marqués de Moiidéjar, el Comendador
mayor de Castilla y Luis Quijada. El Presidente
dijo convenía sacar los moriscos del Albaicín, ve-
ga y sierra, y meterlos tierra adentro, porque fa-
vorecerían y socorrerían con gente, avisos y ar-
mas á los alzados, y era esto grave daño. Arrimóse
al Ptesidente el Duque de Sesa, aprobando lo pro-
puesto por él; mas el Arzobispo y Luis Quijada
decían que no conventa, por el escándalo y por ser
muchos en número y ()or los inocentes, que se de-
jarían antes hacerse pedazos que salir. El de MoQ-
déjar decía no se debía despoblar un reino de tanto
provecho, y seguíale el Licenciado Bríviesca de
Muñatones, de la Cámara; y estando las cosas en
esta diferencia, el dicho Marqués de Mondéjar
envió con su hijo D. Iñigo de Mendoza su parecer
al Rey, por escrito, para que sobre ello se tratase.
- 39 -
Proveyó S. M. se prosiguiese la guerra y salie-
sen los moros del Albaicín para donde los llevasen,
y los moriscos forasteros luego, so pena de la vida;
dio nuevas órdenes para que sirviesen las ciudades
y señores con gente de guerra, con toda brevedad
y con dineros para su paga. Aquí entra bien dar
cuenta de la ciudad y reino de Granada, para dar
mejor noticia de este levantamiento y discurso de
la guerra de que se ha de dar cuenta en esta His-
toria, á propósito de haber sido S. A. el Capitán
General de ella.
El reino de Granada es una región de España,
sita en medio de la provincia Bética, sobre la cos-
ta del mar Mediterráneo. Tiene sesenta leguas de
contigüe y longitud desde Ronda hasta Huesear, y
veinticinco de latitud desde Cambrils hasta el mar
Mediterráneo y puerto de Almuñécar, y ciento
ochenta de circuito.
En esta distancia abrazaba treinta y tres ciuda-
des y sesenta y una villas, sin las aldeas, que eran
muchas en número. Tómanse los lindes de este rei-
no por la parte de Poniente desde los términos ma-
rítimos más orientales de la ciudad de Gibraltar,
y extendiéndose sobre el mar Mediterráneo, llega
por la parte de Levante hasta el reino de Murcia,
y por la del cierzo confina con lugares de Córdoba,
Jaén y adelantamiento de Cazorla. Atraviesan por
este reino, de Poniente á Levante, dos grandes y
fragosas sierras: la mayor se mira junto al mar
Mediterráneo, y tomando principio por cerca de
Gibraltar, pasa por entre las ciudades de Málaga
y Antequera, y dejando á mano derecha la hoya
— 40 —
del Ajarchia» prosigue por entre Vélez y Aihama,
donde se hace el puerto de Zalia. Desde este puerto
sale una ladera de tierra hasta el mar que le lla-
man Tejeda, y i la bajada de ella, á la mano de-
recha, está la de Bentamix, eo la cual se levanta
hacia el mar un peñón alto y firagoso llamado Fix-
liana. Vase continuando esta sierra, dejando á la
mano derecha la antigua ciudad de Aimuftécar, en
la costa del mar, y en la ixquierda la de Alhama,
y pasando por la marina, en la fortaleza de Sa-
lobreña, valle de Lecrin, á cuya mano izquierda
está la famosa y celebrada vega de Granada, y á
la derecha la villa de Motril.
Desde aqui se levanta esta sierra en mayor al-
tura, prosiguiendo hacia Levante, dejando al Me-
diodia las sierras de Lanjarón y al cierzo la gran
ciudad de Granada, y de aqui adelante la llaman
Sierra Nevada, por estar en todo tiempo cubierta
de nieve. Las vertientes de esta sierra hada el mar
son las ásperas Alpujarras, cuya habitación, aun-
que es altísima y fragosa, sus largas faldas están
bien pobladas de villas y lugares, y en ellas hay
mucha tierra para pan y pasto para ganados, y
cria de sedas para toda España, con muchos y her-
mosos valles; lo más, bancales de varios y diversos
frutales, con admirables fuentes de suaves aguas
que, despeñándose por entre riscos, se vienen á
abrazar y hacer mansos ríos, unos buscando el mar
y otros el cierzo, prosiguiendo esta sierra hacia
Levante. Al pie de ella, esto es, á ocho leguas de
Granada, está la ciudad de Guadix, y siete más
adelante la de Baza, donde se hace el famoso valle
— 41 —
llamado el río de Almanzora; después se vuelve á
levantar tan alta, que dejando en la marina las
ciudades de Vera y Mojacar, se entra por el reino
de Murcia, despidiéndose con lágrimas de sus ojos
del reino de Granada, por dejar su fertilidad y
amenidad.
La última sierra menor y de menos aspereza
está en la parte del cierzo, en los confines de la
Andalucía, llamada la sierra de Illora, la cual
tiene muchas villas y lugares fértilísimos de pan,
y corre esta sierra de Oriente á Occidente, di-
ferenciando el nombre según el de las varias villas
y lugares por donde pasa.
Entre estas dos sierras tiene hoy el reino de
Granada diez y siete ciudades, que son: Granada,
Ronda, Alhama, Santafé, Baza, Málaga, Marbella,
Vera, Coria, Antequera, Loja, Guadix, Almuñé-
car, Vélez, Almería, Ugíjar y Purchena.
La ciudad de Granada, cabeza de este reino,
tiene su asiento en las verdes faldas del monte lUi-
pulitano, y mira parte al Mediodía y parte al Po-
niente, donde tiene bellas, apacibles y hermosas
vistas, y está cercada de montes y sierras que le
sirven de murallas para la guarda de sus frutos.
Estas son la sierra Elvira, la de Parapanda, la de
Alhama y la Sierra Nevada. Su sitio es exce-
lente por la comodidad de agua que tiene de fuen-
tes y de dos ríos caudalosos, sin otros menos prin-
cipales, que son el río Genil y el río Dauro, en
cuyas márgenes se miran variedad de flores, diver-
sidad de árboles, amenidad y frescura de hierbas
y saltos de fuentes á quien acompañan voces de
_ 4a —
niiseñores y delgados y suaves aires, y tieiie al Me-
diodía, respecto de la Alcazaba, el tunoso Alcáxar
de la Alhambra, cercado de on bosque poblado de
tanta arboleda, corsos y venados, que causa nota-
ble admiración á quien mira una tan grande y ex-
tremada fortaleza, fundada sobre un collado y
cercada de un verjel de tantos y tan frondosos
árboles, que parece le sirven de guirnalda; y asi
esta ciudad, entre las famosas de Espafta, podemos
decir, y con razón, que es Granada, y la más gra-
nada, y como tal, tiene corona. Tiene esta ciudad
torres, castillos y murallas de tanta antigüedad,
que compiten con las romanas.
Aqui será bien referir los muchos lugares en que
estaban extendidos los moriscos para la mteligen-
cia de esta historia, y para qoa se vea lo apode-
rados que estaban para su rebelión, en anos más y
en otros menos.
LUGARES DEL RBTKO T VEGA DE GRANADA
Granada. — Haiicadin. — uaüía la orande. — Ga-
bialaChica. — Alfaras. — Pinos. — Al bolcte. — Mon-
tefrio. — Alcalá la Real. — Modin. — Colomcra. —
Iznalloz. — Guéjar. — M alacena .—Cogollos. — Los
Zadulíes. — Albahá. — La Zubia. — Alhama. — Lo-
ja. — Lora. — Guadahortuna. — Cárdela. — Illora. —
Zamala. — Huelva.
LOS LUGARES DE BAZA
Baza. — Zújar. — Freile. — Orze. — Galera.— Cú-
Uar. — Benzaiema. — Castríl. — Benamuro. — Casti-
-43 -
lleja.— Huesear.— Carriles. — Vélez el Blanco. —
Vélez el Rubio. — Xiquena.— Tirseza.
LUGARES DEL RÍO ALMANZORA
Serón. — Fijóla. — Bayarque. — Almuna. — Pur-
chena. — Vicila. — Urraca. — Zumuizín. — Overa. —
Santo Petro. — Huércal. — Las Cuevas. — Portilla.
— Vera. — Benitagla. — Albánchez. — Cantoria. —
Fría. — El Boz. — Alboreas. — Partaloa. — Zurge-
na. — Cabrera. — Teresa. — Antrs. — Sorbas.— Ulei-
la del Campo. — Mojacar. — Turre. — Serena. —
Guebro.
LUGARES DE FILABORES
Filabores. — Vacares. — Sierro. — Geal. — El Vo-
loduy.
LUGARES DEL RÍO ALMERÍA
Almería. — Enix. — Félix. — Vicar. — Huércal. — >
Pichina. — Alhama la Seca. — Guezijar. — Guene-
ja. — Torque. — Santafé. — Abiater. — Rioja. — liar.
— Lacunque. — Ragul. — Esfisión. — Carjiyar. —
Santacruz. — Oanes. — Almancara. — Mieles. —
Marchena.
LA TABLA AUDARAX Y OXICAR
Audarax. — Oxicar. — Barchul . — Lanjarón. —
Murtal. — Turón. — Berja. — Las Albuñuelas. —
Las Guajaras altas. — Las Cuajaras bajas. — Vator
— 44 -
el Alto.— Vator el Bajo. — Cardiar. — Castillo del
Hierro. — Caniles.— .Arcitum. — Dalais.— Inoz. —
Javernos. — Potros. — Alcudia. — Guadix. — La
Pera.^Veax.— Fiñana. — La Calahorra. — Pu-
Uriana.
Estos y otros machos lugares de las Alpujarras
y Sierra Bermeja y Ronda, de que se irá haciendo
relación, estaban debajo de la Corona real de Gra-
nada y abundantes de moriscos. S. M. nombró
por Maestres de Campo á los capitanes Antonio
Moreno, Hernando de OruJüa y O. Francisco de
Mendosa y otros para que levantasen gente en
Castilla; y en la Andalucía dispuso formar ejér-
cito, con advertencia y consejo de D. Francisco
Solis, comisario y veedor general, y D. Francisco
de Salabranca, contador del ejército; dejó en los
presidios capitanes; envió á D. Enrique Henrf-
quez, á Baza; á D. García de Villarroel, á Almería;
á D. Diego Ramírez de Haro, á Salobreña, su al-
caidía; á D. Lope de Valenzuela á Almuñécar,
que servía el oñcio de Comisario General en el Al-
baicín, por el Marqués de Mondéjar; á D. Luis de
Baldivia, á Motril ; al capitán Navas de la Pue-
bla, á la Calahorra, á D. Juan Pérez de Vargas,
á Fiñana; á D. Diego de Castilla, á Gor; á Don
Diego Ponce de León, al Padul; á D. Hernán Ca-
rrillo, natural de Cuenca, encomendó la gente de
Alhama; á D. Alonso Mejía, las de las Siete Vi-
llas; al capitán Hernán de Alvarez Bohorques, á
Huécijar, cerca de la tierra de Cogollos; á D. An-
tonio de Lara y D. Luis de Cardona, el recoger los
-45-
ganados de los moros de paz, porque no se entrega-
sen de ellos los alzados. El Marqués de los Vélez
envió relación del estado de las cosas. En la parte
de Jerque, con D. Juan Enríquez, entraba á pro-
seguir la guerra en la Alpujarra, y para que las
escoltas pasasen seguras desde Guadix, ordenó á
Pedro Arias, su corregidor, hiciese un fuerte en
lo alto del puerto de la Ramba capaz de alber-
gar dos compañías; lo cual , sabido por D. Juan
de Austria, le mandó que no entrase allí, porque
echaría los moriscos á la Orgiva, donde estaba
D. Juan de Mendoza flaco de gente y le podrían
desbaratar, si bien este mandato se hizo, en parte,
porque no saliese por su autoridad, sino por el
orden de D. Juan. Gonzalo Hernández, animoso
capitán , vino con las compañías de Ubeda , y
comenzó á hacer algunas paredes bajas, á manera
de trincheras, á 3 de Mayo de este año de 1569,
para recoger y cubrir su gente. Los moriscos aco-
metieron á los cristianos ocupados en la obra; las
centinelas tocaron al arma, y Gonzalo Hernández
puso una manga de ciento cincuenta arcabuceros
en el cuchillo de la sierra, y ordenó que los ban-
deras se pusiesen en escuadrón; pasó á reconocer
á los enemigos, y acometieron á los de la Orde-
nanza con tanta presteza, que ninguno les hizo
rostro. Mataron á Juan de Benavides y á Pedrosa,
su alférez; y puestos en fuga, llevaron tras sí los
de la manga, sin poderlos retener Gonzalo Her-
nández. Los moros, en el alcance, mataron ciento
cincuenta; ganaron la bandera de Benavides, y se
escapó Gonzalo Hernández por gran ventura, y
-46-
lo8 demás soldados entraron en Guadix con vitu-
perio de su vil huida.
D. Juan de Austria, sabido el caso, puso por
cabo al capitán Francisco de Molina, porque
Abenhumeya, cabeza de los moriscos, te acercaba
á Orgiva, entendiendo tenía falta de vitualla; asi-
mismo reforzó á D. Juan de Mendoza con peones,
caballos y bastimentos que llevó D. Luis de Cór-
doba á 13 de Junio, y halló á Mendoza con su
gente bien disciplinada, fortificado el lugar por la
Haqueza del sitio.
El Comendador mayor embarcó del tercio de
Ñipóles diez compaftías; y aunque pasó grave tor-
menta con pérdida de tres galeras, llegó á Carta-
gena, y alli se reparó la infantería de vestidos y ar-
mas, que habían echado al mar por aligerar las
galeras en que venían. £1 Rey mandó que sin es-
cándalo se metiesen los moriscos tierra adentro
en la Andalucía; y la vigilia de San Juan, la gente
de las banderas, repartida por sus cuarteles, estu-
vo aguardando al Marqués de Mondéjar, el cual
perMondió á los moriscos se recogiesen en sus pa-
rroquias de Granada; y ellos, la vista en el suelo,
con mayor tristeza que arrepentimiento, entraron
en el Hospital Real, estando D. Juan de Austtia
en medio de la arcabucería con su guión de Capí-
tan General delante, junto con ¿1 todos los entre-
tenidos. Los mujeres quedaron en sus casas para
recoger sus cosas, vender la ropa, buscar dineros
y seguir á sus maridos, y daban gritos entendiendo
los llevaban á matar. Ellos y ellas, como culpados,
temían la muerte; mas D. Juan les dio palabra de
— 47 —
seguro y amparo del Rey; salieron atadas las ma-
nos tres mil quinientos, con guardia, con sus co-
misarios por orden, para entregarlos por sus lis-
tas á las Justicias. Usóse de clemencia y miseri-
cordia con ellos sin merecerlo, porque todos eran
participantes y sabedores del levantamiento y fa-
vorecían de secreto á los alzados. Muchos mozos
huyeron á la sierra antes que los juntasen, y en el
camino murieron otros de tristeza, hambre, can-
sancio y trabajo; justo castigo en los unos y en los
otros, pues faltando á Dios y á su Rey, salieron
desterrados, destruidas sus casas, baños, cárme-
nes y jardines en que vivían regalados y podían
dormir á sueño suelto y pierna tendida.
Echados estos enemigos caseros de Granada,
quedaba en la ciudad mucha gente práctica y bien
armada; los enemigos menos; guarda de á pie y de
á caballo en la Vega y el ejército en Orgiva. Los
moros de la Vega, no pudiendo sufrir los malos
tratamientos, se salían á la sierra, y lo mismo hi-
cieron los de Guéjar y los del río de Boloduí, que
huieron á lo alto con su ropa y vituallas y deja-
ron escondido lo que no pudieron llevar. Quiso
D. Juan de Austria reconocer á Guéjar con el Du-
que de Sessa y Luis Quijada; trataron de for-
tificarla, y no se ejecutó por no bastar la gente de
sueldo de guerra de Granada á asegurarla y soco-
rrer á un mismo tiempo á otras necesidades comu-
nes. Y en este tiempo, pareciendo al Rey ocupaba
á D. Juan el acudir á tantas cosas, como eran el
defender á Granada, el atender á las cosas del go-
bierno y el acudir á la guerra común que se hacía
~4«-
por diversas partes, dio la ejecución de la guerra al
Marqués de los Vélez á instancia de sus amigos y
deudos, y por haberse ofrecido por cartas de con-
cluir la guerra con cinco mil infantes y trescien-
tos caballos, pagados y mantenidos, y esto fué lo
más principal de encomendarle el hecho, sin gus-
to de los que asistían á D. Juan, deseosos de la
honra de la empresa. Era el Marqués de los Vélez
diestro en armas, caballero valeroso de gran espí-
ritu y discreto, pero arrogante y de condición ás-
pera, inclinado ai rigor demasiadamente, sin nin-
gún cariño para los soldados.
Había crecido en fuerzas Abenhumeya con tur-
cos y capitanes prácticos, moros berberiscos, armas
parte de los suyos, parte de las que habla tomado
á los cristianos, vitualla en abundancia, gente
mucha y bien ejercitada. El Rey, cuidadoso de la
guerra, para animar á las ciudades y señores de
España á que le ayudasen y para enfrenar los or-
gullos del enemigo, mandó que los Procuradores
del reino celebrasen Cortes en la ciudad de Cór-
doba para lo tocante á las guerras de la Anda-
lucia.
Salió el Marqués de los Vélez de Jerque á es-
torbar á los moros de Berbería el desembarcar el
socorro que traían de gente y armas que los de la
Alpujarra habían de recibir. Por la parte de Alme-
ría pasó á Berja, donde esperó la gente de sueldo
y la de las ciudades de la Andalucía; y antes que
llegase al término, pasóAbenhumeyaá combatirle,
y dicen tenía trato con los esclavos de que escon-
diesen los frenos de los caballos, porque sin ellos
— 49 —
fácilmente vencería ó se retiraría sin la ofensa que
recibió su ejército en las peleas y retiradas. Te-
niendo también las picas y las lanzas quiso com-
batirle en lugar que fuesen menos efectivas por la
estrechura de las calles, y que fuese el combate
antes del día. Para lo cual juntó diez mil comba-
tientes del río de Almería, Alpujarra, Boloduí y río
de Almanzora, los tres mil arcabuceros y balleste-
ros, y los demás con diferentes armas.
Dio tarde el Marqués aviso al Rey y á D. Juan
de Austria, y como acaso, porque de mala gana
dependía de él: que un altivo no quiere supe-
rior sobre sí. Al fin, el dicho Marqués de los
Vélez esperaba con secreto la venida de Abenhu-
meya para rompelle: reforzó los cuerpos de guar-
dia, dobló los centinelas, puso caballos á lo largo
para avisar con tiempo, y armado á prueba y el
caballo enfrenado, esperó al enemigo. Partió de
Uxíjar Abenhumeya con sus diez mil combatientes
y diestros capitanes; y llegando cerca de Verga á
tiempo que los atambores del Marqués tocaban á
recoger (aunque sospecharon que los habían sen-
tido), caminaron encamisados en esta manera: en
la vanguardia, dos mil con muchos berberiscos con
guirnaldas de flores, porque habían jurado de mo-
rir ó vencer, y así no temían peligros ni la muer-
te; y en la retaguardia venía Abenhumeya con va-
lientes soldados deseosos de pelear.
Llegaron con tal denuedo á las centinelas, que
entraron revueltos unos y otros en el lugar tocan-
do al arma, con alaridos que atronaban los valles,
y con trescientos escopeteros fué el Secretario de
4
~ 5o —
Abeohameya á buscar al Marqaét para matalle.
Cesó el primer temor que habla cansado el Ímpe-
tu, y D. Diego Stt hijo, D. Juan su hermano, Don
Bemardino de Mendoza, hijo del Conde de Co-
niña, D. Diego de Leiva, nieto del famoso An-
tonio de Leiva, y otros muchos caballeros y capi-
tanes hasta qninisatos soldados, resistieron el Ím-
petu; y acudiendo los demás con sos banderas,
pelearon bien con los que se tenían por vencedo-
res, y con muertes y heridas los retuvieron ani-
mosamente. En tanto el Marqués estuvo en la
Plasa de Armas con la caballería esperando sacón
para salir, y porque en ella tenía su confiansa, no
la opuso á la primera furia.
Abenhumeya, deseoso de vencer, reforzaba con
gente, supliendo el ímpetu remiso de la primera
acometida, arrojando tantas pelotas y saetas, que
no había parte segura. Estos, cebados en la victo-
ria, y los cristianos animados para quitársela, pe-
learon reciamente. El Marque acudió á favorecer
á los suyos; y encomendando el escuadrón de la
plaza á su hermano D. Francisco, salió por un
portillo que hizo abrir en su casa (por estar su
calle ocupada con bagajes), y acometió dos veces
á los enemigos; mas fué detenido de D. Juan
Henriquez, á quien había dicho una espía venían
conjurados á matarle. Prosiguióse el combate;
mejoraron los nuestros, y los contrarios huían por
haberlos deshecho del todo; quedaron atajados en
una calle sin salida sesenta y seis de ellos, que-
dando muertos en la demanda; perdieron diez
banderas y algunos caballos y yeguas de silla y
— 5i —
muchos bagajes cargados de bastimentos, y murie-
ron en el combate mil quinientos moros; de los
cristianos murieron veintidós á veinticuatro, y
hubo gran número de heridos.
Esta victoria fué importante para reprimir la
osadía de los rebeldes y enfrenallos para que no
acometiesen á lugares, y especialmente á Alme-
ría, á quien tenían intento de asaltar y dar allí
asiento y nombre de reino y de Rey al tirano
Abenhumeya, que, despechado y poco reputado
por esta rota, residía retirado en Porqueira y en
los más altos pueblos de la Alpujarra, mantenido
con la vitualla guardada y sin dueño, señalándole
rentas en el diezmo de los frutos, quintos de pre-
sas y en lo que con tiranía quitaba á sus soldados.
Proveía alcaides, oficiales y ministros de justicia,
mandando levantasen los lugares, y á los que no
quisiesen obedecer, los matasen y confiscasen sus
bienes para su cámara y cobrasen el quinto de to-
das las presas para los gastos de la guerra, que
estaba á su cargo: mucha grita y poca poya. Los
rebelados se fortificaron en lo alto del Peñón de
Fixliana, donde se hace un espacio no muy lla-
no en que pudieron caber todos los moradores
de la sierra de Bentomiz y mayor número; es la
sierra tierra fragosa y áspera, menos fértil de pan
que de ganados, el cielo claro y fuertes los mo-
radores.
El Corregidor de Málaga salió de Vélez á com-
batir este Peñón, á 26 de Mayo, con dos compa-
ñías de infantes y con ochocientos concejiles y al-
gunos caballos de la ciudad. Juntáronsele ciento
- 5i —
sesenta soldados de Almuñécar que salieron á bas-
car sos ganados, que les habían robado los moris-
cos. Arribaron al Peñón al siguiente dia, y en la
fuente del Álamo habla espacio para la caballería,
y hallaron algunos bagajes, ropa y bastimentos de
los que huían al fuerte; y si vinieran el día antes,
los alcanzaran.
Retiráronse ¿ lo alto los alzados, y mochos de
ellos, viendo á los nuestros, se querían dar á par-
tido. La manga de arcabuceros se fué dilatando la
cuesta arriba, escaramuzando con algunos rebel-
des que se retiraban á la cumbre. Estaban tres mil
moros en la ladera, en la ala, en la parte ioperior;
y viendo á los nuestros, arrojaron tanto tropel de
piedras, que mataron veinte cristianos é hiñeron
ciento cincuenta, aunque de los moros quedaron
no pocos en la demanda muertos de balazos, qoe
son vía ejecutiva.
El Comendador mayor, visto lo que había pasa-
do, salió con mil infantes del tercio de Ñipóles y
con ochocientos de galeras acompañado de Don
Juan de Cárdenas, D. Pedro de Padilla, Maestre
de campo, D. Juan Sanoguera, y otros caballeros
y capitanes, y ya estaba en Torrox, en sitio fuer-
te, el Corregidor de Málaga, Zuazo, con dos mil
quinientos infantes y cuatrocientos caballos de
Málaga, Vélez y Antequera, defendiendo la entra-
da de la Alpujarra. Trabáronse algunas escara-
muzas con los de Vélez, que defendían la acequia,
y D. Miguel de Mendoza subió á reconocer el
fuerte por el Levante con setecientos arcabuceros
y cincuenta caballos, y llegó hasta la loma de Fiz-
— 53 —
liana. Subió tanto escaramuzando, que descubrió
el llano de la cumbre del Peñón con tantas tien-
das y chozas de ramas, que parecía alojamiento
de gran ejército. Retiróse habiendo muerto algu-
nos moros.
Día del apóstol San Bernabé, á ii de Junio,
mandó ir por la loma de los Pinillos á D. Pedro
de Padilla, con tres mangas de arcabucería; por la
parte de Fixliana y del mar, á la mano derecha, á
D. Juan de Cárdenas, con cuatrocientos aventure-
ros y otros prácticos de las banderas de Italia; por
las espaldas (subida áspera y menos guardada)
mandó ir á D. Miguel de Padilla, con trescientos
de galeras y algunos de Málaga y Vélez; por la
umbría, mandó ir á Zuazo con los soldados de las
tres ciudades, y puso algunos caballos en guarda
del agua.
Habiendo de ser el acometimiento á un tiempo,
y porque no se vayan unos á otros, ordenó hicie-
sen ahumadas en llegando á sus puertas y no se
moviesen hasta oir disparar una pieza de su cuar-
tel. El Comendador mayor permitió libertad á un
turco de su galera si reconocía el fuerte animosa-
mente; y habiéndolo hecho, dijo había gran difi-
cultad por donde se intentaba acometer; que le
diesen carga por el lado y espaldas. D. Pedro de
Padilla partió la gente y embistió por donde dijo
el turco, y los enemigos se dividieron, para resis-
tir, hiriendo y matando. Entre tanto, salió Don
Juan de Cárdenas y los de Málaga y Vélez por la
retaguardia de los moros, que, apretados de to-
das partes, salieron por el Maestral (parte aspe-
-54 -
ra), y con porfiado combate ▼inieron á conflicto
por las espaldas. Los de Málaga y Vélez cami-
naron una legua de subida, y llegaron los delan-
teros á la pefia y comenzaron á subir, con muerte
de algunos.
Gonxalo de Vozmediano, vecino de Vélez, alzó
una toalla blanca con la punta de la espada en se-
nal de victoria, y arbolaron banderas dos alfére-
ces de Vélez y de Málaga; y luego subieron sut
capitanes y soldados y D. Pedro de Padilla con
los suyos al mismo tiempo, y arrojaron cantidad de
moros por las peñas. La mayor parte acudió á
Puerto Blanco, donde estaban los caballos de
Zuazo, y alli concluyeron su vida; otros, huyendo,
dieron en la infantería y fueron degollados; y asi,
de cuatro mil murieron la mitad, y de los que fue-
ron á la Al pu jarra heridos, los más perecieron en
el camino. Pelearon algunas moras valerosamen-
te, y perdido el fuerte se despeñaron muchas y
otras se escaparon. Captivaron los nuestros tres
mil personas, y el despojo fué grande de oro,
plata, seda, aljófar, ganado mayor y menor, trigo,
cebada y otros bastimentus, con que tenían sus-
tento para muchos dias, á propósito de su defen-
sa. Murieron doscientos cristianos y hubo más de
ochocientos heridos. £1 Comendador majror pasó
la noche en su alojamiento; y al día siguiente,
desbaratados los reparos y destruidos los basti-
mentos que no se podían llevar, y curados los he-
ridos, se volvió á Málaga. Los de Loja, Alhama,
Alcalá la Real y Archidona, llegaron tarde á la
empresa, y con robo de ganado y ropa escondida
— 55 —
por la sierra de Bentomiz, volvieron aprovecha-
dos, sin herida ni trabajo. Dicen que los viejos en
el Peñón se ofrecieron á la muerte porque los mo-
zos se salvasen: tanto puede la dureza de un co-
razón empedernido, que estima en menos la vida
que la ceguedad.
CAPITULO IV
Rifutrm D. Jwm i$ Austria ti campo id Utrqtik 4$ lot
VíUm y protigm U gmnm,
Entendia D. Juan de Austria en reforzar los
presidios en diversas partes y en enviar capitanes
á diversos efectos, y á D. Antonio de Lona mandó
que con dos mil infantes y doscientos caballos fue-
se á talar los panes del Valle y destruir á Restabal,
Pinillos y Beleríx, que inquietaban á Granada, y
llegando tarde halló la gente levantada» la cual,
favorecida del sitio, le acometió viendo que los
soldados andaban derramados saqueando; pero fa-
vorecido de D. García de Manrique y del capitán
Lázaro de Heredia, que le a3rudaron con industria
y valor, salió á lo raso, á donde los enemigos le
dejaron por temor de la caballería. Murió el ca-
pitán Céspedes peleando á manos de un capitán
moro, y volvió D. Antonio de Luna á Granada
con presa de ganado, y D. Alonso de Granada
prendió en la Cueva de Moríana á la mujer del
moro que mató á Céspedes y á sus hijas con otras
ciento cincuenta personas y mas de cien soldados
de guarda, y entró con la presa en Granada.
Hallábase el Marqués de los Vélez en Adra con
doce mil infantes y trescientos caballos, gente
valerosa y bien armada, pero con poca vitualla.
-57-
y ansí estaban ociosos, y con el poco favor que
hallaban con el Marqués (que no solamente no los
acariciaba, pero trataba mal), se fué este podero-
so campo entorpeciendo. Tenía el Marqués mucho
descuido; y aunque el Comendador mayor le acon-
sejaba saliese en busca de Abenhumeya con vitua-
lla para ocho días, no lo hizo, olvidado de la dili-
gencia, que es madre de la buena dicha.
Escribió á D. Juan de Austria (aunque lo hacía
pocas veces) que le mandase hacer provisión de vi-
tuallas en la Calahorra. Hízose lo que pedía y to-
davía se estaba quedo, aunque le solicitaba el Co-
mendador mayor y le hacía requerimientos y pro-
testas. Treinta días estuvo el Marqués en Adra sin
hacer nada, hasta que, entendiendo que se rehacía
Abenhumeya, salió con diez mil infantes y sete-
cientos caballos, todos descontentos del Marqués
y de su rigor, por ser hombre áspero y mal sufrido.
Llevaba vituallas para ocho días; salió con desor-
den: el primer día fué á Berja y después por el
llano de Luca, donde se descubrió la vanguardia
de Abenhumeya y se escaramuzó con poco daño
de todos. Abenhumeya se salió á la montaña y el
Marqués se alojó con su gente en Uxíjar, donde se
detuvo, contra el parecer de todos, porque pudo
el enemigo recoger y quemar lo que quiso, todo á
media legua del ejército. Salió al siguiente día y
se mostraron los enemigos, y acometieron á Don
Pedro de Padilla, que iba de vanguardia con harto
ánimo y coraje con seis mil arcabuceros y balles-
teros, y se veía á Abenhumeya que discurría en-
tre los suyos por diversas partes vestido de colora-
— 5S —
do, con su guión j acompañado de sus más prínd-
psüet capitanes. Salió ¿ ellos O. Pedro de Padilla
con sus banderas y los aventureros del Marqués de
Favara, j los hicieron retirar medio rotos; pero no
quiso el Marqués seguillos, contentándose de lo he-
cho diciendo que bastaba esparcillos y ganar d
alojamiento, como quien dice, del lobo un pdo.
£1 Marqués de Favara siguió á los enemigos y
D. Diego Fajardo, y apretaron tanto á Abeahn-
mejra, que con ocho caballos se salvó en la mon-
tafia. Detúvose el Marqnés en los Valores Alto y
Bajo diez días, comiéndote la vitualla, y al cabo
se mudó á la Calahorra; y la gente, con el hambre
y necesidad, comenzó á enfermar y morir, y todo
era murmurar del Marqués y hacer corrillos con-
tra él. Y de tal suerte le perdieron el respeto, que,
viéndose sólo y aborrecido, por la seguridad de su
persona se hubo de entrar á alojar en el castillo y
la gente en el campo. La vitualla era tan poca, que
sólo se daba á cada soldado una libra de pan al
día, y el que alcanzaba una cebolla lo tomaba por
regalo, por las remisiones y descuidos del Marqués.
Abenhumeya quedó por señor de la mar y de la
tierra con esperanzas de salir victorioso de sus
empresas: que da grande aliento ver al enemigo
remiso.
Pusieron estas cosas á D. Juan de Austria en
cuidado, y envió á D. Antonio de Luna á la ciu-
dad de Baza con mil infantes y cuatrocientos ca-
ballos para asegurarla del pdigro en que estaba,
y quedó D. García Manrique en la guarda de la
vega de Granada; y como en las compañías había
-59-
muchos moriscos, que no se conocían por saber
bien la lengua castellana, tenían tantos espías que
de todo eran avisados, y aun los mismos cristia-
nos viejos los avisaban y les vendían sus armas y
vestidos, desesperados de los malos tratamientos
del Marqués y por verse traídos á punto de tanta
miseria, que andaban ociosos, mal contentos y en-
torpecidos. Entre los Ministros de Granada había
también mucha desconformidad, y el Marqués de
Mondéjar era entre ellos mal quisto, y por su cau-
sa fué llamado del Rey, á cuya presencia acudió
con gusto, así por informarle bien de todo lo que
pasaba (como él decía), como por quitarse de don-
de era muy odioso; y eran tan diversas las relacio-
nes que todos daban de lo que pasaba en la gue-
rra, que se determinó el Rey enviar á D. Enri-
que Henríquez, castellano de Milán, para que
viese las cosas por sus ojos y le informase dere-
chamente de todo. El ejército del Marqués se con-
sumió tanto, que quedó en mil quinientos infantes
y doscientos caballos, que se recogieron en la Ca-
lahorra y atrincheraron, y con esto hubo notable
abundancia de vituallas, mucha mies y pocos
obreros.
Campeaba Abenhumeya con siete mil moriscos
y quinientos turcos y setenta caballos, con lo cual
se levantaron algunos lugares y se les juntaron
otras gentes; y el Marqués de los Vélez, para ase-
gurar la tierra de Baza y prevenir que Abenhume-
ya no se juntase con ellos, salió caminando con
pensamiento de alojar en Fiñana. Y como no mi-
dió bien el tiempo, tomó la noche á la gente tan
— 6o —
cansada (por ser el camino largo), que alojaron en
el campo todos mojados y maltratados por haber
pasado muchas veces un rio, y los enemigos iban
esperando ocasión y siguiéndolos, ya en un paso del
rio, ya en otro, y al fin dieron en ellos de manera
que los hicieron retirar desordenados y con pérdi-
da. La caballería, por orden del Marqués, apretó
á los moros hasta que se juntó con las banderas de
D. Pedro de Padilla, y asi llegaron á Fiftana.
Viéndose Abenhumeya sobre las fuerzas del
Marqués de los Veles, determinó sitiar á Adra, y
se puso sobre ella con siete mil combatiente; y
pareciéndole que perdía tiempo, fué á batir á Ber-
ja; y como no hacia efecto, fué á hacer talas en las
tierras del Marqués y volvió á Andarax, donde vi-
vía con aparato real. Era hombre mañoso, disi-
mulado, manso exteriormente y vengativo, á quien
le había injuriado; codicioso y falso; y conocida
su condición y ofendidos los moros de los muchos
que hacía ahorcar á título de justiciero, se apar-
taron de su servicio muchos capitanes, quejándose
de su condición y burlándose de él. Los turcos tam-
bién andaban quejosos porque no los ocupaba don-
de aprovechasen, antes los entretenía con sólo el
sueldo, por lo cual, y porque sospechaban que te-
nía tratos con D. Juan de Austria, se acordó entre
todos de matarle y borrar la memoria de Abenhu-
meya. Y asi fueron á donde estaba; y hallándo-
le en la cama, sin resistencia le prendieron y ata-
ron las manos; y codiciosos de sus riquezas, le sa-
quearon la casa y se repartieron entre ellos las
mujeres, el dinero y la ropa, y eligieron por cabe-
— 6i —
za á un primo suyo llamado Abdalla Abenaboo,
haciéndole cargo de que por sus cartas había man-
dado matar á los turcos que le seguían.
Abenhumeya, en cuya presencia todo se hizo,
dijo públicamente que nunca fué su intento ser
moro, y que si había aceptado el reino fué por
vengarse de las ofensas que los Ministros del Rey
D. Felipe le habían hecho á él y á su padre, y en
particular porque un teniente de D. Luis Maza,
alguacil mayor de la Chancillería, le había quita-
do un puñal, tratándole como á villano siendo ca-
ballero de tan alta sangre; pero que él estaba ven-
gado y había cumplido su voluntad; y en cuanto
á la elección que hacían de Abenaboo, dijo que ha-
ría el mismo fin muy presto, y que protestaba que
moría en la ley de los cristianos, en que había pen-
sado vivir, si no le atajara la muerte violenta que
le trataban de dar. Y visto esto, le ahogaron; y de
esta manera acabó la vida D. Hernandillo de Va-
lor, de la casa de Abenhumeya, tan antigua en la
progenie de los Reyes de Córdoba. Era Abenhu-
meya de veinticuatro años; poca barba, color mo-
reno, cejunto, ojos negros y grandes, y de buen
cuerpo; mostraba ser de noble sangre, y tuvo siem-
pre altos pensamientos, y respondió á lo de las
cartas ser falsas; pero nada le valió: que no hay
resistencia á un vulgo alterado.
Supo Abenhumeya la venida de los turcos á ma-
tarle, y cuando llegaron tenía á punto dos caballos
para irse; pero su desdicha le tuvo en una zambra
toda una noche. Tenía veinticuatro soldados en su
casa, cuatrocientos de guardia, mil seiscientos alo-
— 6i —
jados en el lagar, y nin|2^no le valió ni tomó las
armas, porque no se pudo disponer sos cosas con
prudencia y valor, pues éste le tuvo sólo en el nom-
bre y no en la cordura. Envió á llamar al Faqul
para justificarse en la acusación de querer matar
los turcos; pero no le aprovechó, y asi, le ahogaron
y sacaron muerto y le enterraron en un muladar,
arrastrado con gran menosprecio.
Quedó por cabeza Abdalla Abenaboo, tintorero,
uno de los inventores del levantamiento, á quien
sacaron de su casa é hicieron con él la ceremonia
de elección y coronación, poniéndole en la mano
izquierda un estandarte y en la derecha una espa-
da desnuda; y le vistieron de colorado, y levan-
tándole en alto le mostraron al pueblo, diciendo:
«Dios ensalce al Rey de la Andalucía y Granada,
Abdalla Abenaboo.»
£1 moro aceptó su elección, y envió por confir-
mación á Argel con un rico presente de cantivot y
oro y á pedir gente de guerra: diéronle la obedien-
cia los moros; formó su Consejo de guerra, y envió
á Constantinopla otro presente á propósito de que
SelÍQ le socorriese con gente y armas. Juntó ejér-
cito de cuatro mil arcabuceros; puso atalayas por
donde podían venir los cristianos; daba sueldo á
los turcos, ocho ducados al mes, y á los moros sólo
la comida; proveyó de armas y repartiólas á bajo
precio, con que llegó á tener ocho mil tiradores;
cobró opinión y autoridad por la necesidad que
tenían de cabeza, aunque era hombre de grosero
entendimiento, pero bien quisto, y así le obede-
cieron como á Rey generalmente.
— 63 —
Supo D. Juan de Austria la muerte de Abenhu-
meya y la elección de Abdalla Abenaboo, y luego
echó á visitar el presidio de Orgiba al capitán
Pedro de Mendoza, el cual envió la compañía de
Antonio Moreno con Truches, su alférez, á cerrar
la tierra y traer vitualla; y éste, engañado por un
espía, fué á dar en una emboscada de moros en el
barranco de la Negra, donde solos tres se escapa-
ron. Y animado Abenaboo con esta victoria, salió
de Cadiar con diez mil hombres, demás de otros
seiscientos turcos y berberíes; llegaron todos á Or-
giba; levantaron sus trincheras con buen orden, y
las acercaron tanto al lugar, que descubrían la pla-
za y las calles. Dieron furiosamente algunos asal-
tos; pero los capitanes que estaban dentro pro-
veían á todo con valor y diligencia, y los soldados
peleaban valerosamente. Faltaba el agua, porque
de un arroyuelo de donde la tomaban, la habían
atosigado los moros, y era menester pelear bien
para ganar lo que habían de beber; y porque du-
raba el cerco y los moros porfiaban, y también fal-
taba la vitualla, envió el capitán Molina una carta
á D. Juan de Austria diciéndole su estado y nece-
sidad de socorro.
Sabía D. Juan el sitio, y habiendo acordado que
el Duque de Sesa hiciese el socorro, por ser per-
sona que tenía mucha autoridad con la gente, y
por ser del Consejo y señor de Orgiba y por la ex-
periencia que tenía de la guerra, detúvose más
días que convenía esperando la vitualla; y por ha-
ber enfermado de gota en el camino, quiso Don
Juan enviar á Luis Quijada á su expedición, y
porque mejoró el Duque no partió. Llevó leif mil
infantes y seiscientos caballos. Los moros, que lo
entendieron, salieron con grande orden y resolu-
ción, dejando la mitad de la gente del ejército
en el sitio, y con la otra mitad salieron á recibir al
Duque de Sesa, y trabando escaramuza, habien-
do primero emboscado alguna gente, pareció á los
cristianos retirarse á donde entendían venía el
Duque, y la emboscada los cargó tan reciamente
que, hallándoM lejos del socorro, se recogieron á
un alto cerca de un barranco para esperarle he-
chos fuertes; pero con dafto más seguro si el ca-
pitán Perca tuviera sufrimiento en no arrojarse al
barranco, donde, apretado de los enemigos, fué
muerto peleando con los soldados que le siguieron.
Murieron ciento; perdieron cantidad de armas coa
poco daño de los rebeldes y mucha reputación.
Con esta victoria cargaron los moros furiosa-
mente á los cristianos hasta que llegó el Duque,
que los socorrió; y porque los cristianos dieron en
otra emboscada de moros, convino que el Duque
hiciese siempre rostro; y confuso por lo mucho que
los enemigos apretaban y porque se acercaba la
noche y no había tiempo para llegar á Orgiba, se
hubo de retirar á Acequia, con pérdida de sesenta
soldados. Apretaban los moros demasiadamente á
Orgiba, y ya no se podía sufrir el hambre ni la
sed; y entendido por el Duque, ordenó á los ca-
pitanes Francisco de Molina y Juan Alvarez de
Bohorques que, no pudiéndose conservar, se reti-
' rasen á Motril. Molina lo hizo asi: recogiólos en-
fermos; encerró el metal de dos piezas de campa-
-65-
ña; puso cuatro soldados en la torre para que ta-
ñesen como solían hasta que hubiesen pasado el
río, de que les harían seña con fuegos, y así salió
al segundo cuarto de la noche, y llegó á Motril en
salvamento, con gran placer de los vecinos medro-
sos; y el día siguiente Bohorques saqueó tres lu-
gares de moriscos para tener bastimentos.
D. Juan de Austria alabó el cuidado y valor de
Molina y mandó quedase por cabo de la gente de
Motril, y hizo buenos efectos contraios enemigos,
como prudente y buen soldado. El Duque de Sesa
destruyó las Albuñuelas, y dejó allí mil soldadosde
presidio donde los turcos querían alojar. Vino á
Granada el Duque, y los moriscos hicieron grandes
alegrías y algazaras, como por una gran victoria,
por haberse apoderado de Orgiba, que fué el pri-
mer lugar solo que tomaron por fuerza.
En tanto que pasaba lo referido, bajaron por
Guéjar y el Murtal á la vega de Granada muchos
moros, y se llevaron ganados, quemaron á Mala-
zena, corrieron hasta media legua de Granada y se
recogieron sin pérdida á la sierra. D. Juan de Aus-
tria, obligado de los desórdenes de los moros, re-
formó treinta capitanes, puso presidios en Pinos y
Cenes, en la ribera del Genil y en el cerro del Sol
dos cuadrillas ordinarias para descubrir hasta
Guéjar, y mandó á Tello González de Aguilar que
en tocando alarma, sin otra orden, saliese con la
caballería, y á D. Jerónimo de Padilla puso en
Santa Fe con una compañía de caballos: que es
gran cosa tomalle los puestos al enemigo.
CAPrruLo V
LttámUim QnUrm, lugñr /trnU, y toUrrtu d OriM,
En este tiempo se levantó Galera, logaren tierra
de Baxa, fuerte y aparejado para desacomodar la
comarca; no tenían agna, y para gosar de la del
río hicieron una mina: habla dentro de este lugar,
tres mil moros con armas y cien torcos y berberis-
cos. Era señor de este lugar D. Enrique Henri-
ques, vecino de Baza, donde, hallándose el Mar-
qués de los Veles por orden del Rey y avisos de
D. Juan de Austria, se poso en campaña antes que
los moros tomasen mayores foerzas, y con mucho
esfuerzo sitió á Galera con cuatro mil infantes y
trescientos cincuenta caballos; y los capitanes tor>
eos, desconfiados de poderse defender, desampara-
ron el lugar, quedándose en él la chusma de moros
sin capitanes. En Guéjar se había juntado gran
presidio de moros y fortificado la villa, corriendo
cuatro mil de ellos hasta la casa de las Gallinas,
cercana á Granada, y los caballos de los nuestros
los cargaron, atropellaron y mataron cincuenta, y
asi hubieron de dejar las armas; y del cerro de
Guéjar les tomaron cien vacas y trescientos baga-
jes. D. Juan de Austria puso guardas concejiles eu
la puerta de los Molinos, en la de los Mártires y en
los Pinillos, y reforzó la de Antequeniela y la ca-
- 67 -
ballería en Guinalloz. Carjal estaba en esta fron-
tera con cuatro mil moros, y hacían presas y
daños.
El Marqués de los Vélez batía despacio á Ga-
lera con poco fruto, y los moros, aunque desam-
parados de los capitanes y guarnición que tenían,
salían fuera y hacían daño sin recibillo de los
nuestros, y en este tiempo fué socorrida Oria.
Escribió D. Juan de Austria al Rey el peligro,
y pareció á S. M. convenía apretar á los moros
por más partes; y habiéndolo comunicado con su
Consejo, le ordenó que entrase con parte de su
ejército por el río de Almanzora, y que el Duque
de Sesa entrase con otro por el Alpujarra; y sien-
do ya los 15 de Diciembre y no haciendo nada
contra Galera, y habiendo de salir D. Juan de
Austria á campaña, pareció que no era bien dejar
á Guéjar á las espaldas por el mucho daño que
hacía á Granada. Llegó el de Sesa á Guéjar con
cuatro mil infantes y trescientos caballos; los mo-
ros subieron á la sierra, con muerte de cuarenta,
pasando el río Genil; arribó D. Juan poco después,
y con enojo dijo al Duque cómo no lo había es-
perado; mas con industria se adelantó, porque si
había peligro, no lo tuviese. Dejó guarnición allí
S. A., y se volvió á Granada; y para volver á cam-
pear, mandó apercibir bastimentos y municiones,
y el Rey solicitó por caballeros de su casa las
ciudades de Andalucía y de Castilla para que con
toda brevedad enviasen gente de guerra á Grana-
da: que no hay que tener descuido cuando el ene-
migo vela.
CAPITULO VI
D. Jmm it Amtrié ml$ d emmpñAá y ctmHnAtu U gutnñ.
Salió D. Joan de Austría de Granada á 23 de
Diciembre de 1569 con nueve mil iniantes y cua-
trocientos caballos. Llevaba la vanguardia Lnis
Quijada con dos mil infantes; la caballería, Don
García Manrique; la retaguardia, con las muni-
ciones, D. Francisco de Solís y el licenciado Pe-
dro López de Mesa. Alojó D. Juan la primera no-
che en Veas, dos leguas de Granada y dos de Gu¿-
jar, á donde había de llegar á embestir el Duque
de Sesa con sus cuatro mil infantes y trescientos
caballos; al mismo tiempo que llegase D. Joan,
que andaba cuidadoso y vigilante. Llegó D. Joan á
Guéjar y descubrió de lo alto la gente del Duque
de Sesa; y viendo que los enemigos habían desam-
parado la plaza, determinó de volverse á Granada,
dejando á D. Juan de Mendoza en ella con buen
presidio. Indignado Abdalla de lo de Guéjar, aco-
metió á Almuñécar con tres mil una noche tene-
brosa, y la defendió muy bien D. Lope de Valen-
zuela; y otros tantos moros que á un mismo tiem-
po acometieron á Salobreña, también fueron resis-
tidos y descalabrados por D. Diego Ramírez,
capitán de aquella plaza. Y viendo Abdalla que
sus cosas no sucedían bien, envió personas á Argel
- 69-
y á Constantinopla á pedir socorro y navios para
eñibarcarse y desamparar la tierra: que la mala
conciencia es madre de la cobardía.
Continuaba el Marqués de los Vélez en batir á
Galera, y no surtía efecto; y para arrancar de una
la juncada, partió de Granada D. Juan de Austria
á juntarse con él con cuatrocientos caballos y tres
mil infantes, y el Duque de Sesa salió de Grana-
da á 21 de Febrero del año 1570, dejando de pre-
sidio cuatro mil hombres. Llegó con su gente al
Padul el mismo día que salió de Granada, y allí se
detuvo muchos días, por mal tiempo, á que Don
Juan llegase á Galera, y luego tomó el camino de
Orgiba con cinco mil infantes y trescientos cin-
cuenta caballos. Estaba Abdalla determinado á de-
jar el paso libre al Duque de Sesa y de combatirle
la retaguardia, y cortarle las escoltas y ponerle en
necesidad de deshacer el campo, y esto se enten-
dió que le aconsejaban los turcos, los cuales traían
pláticas' con D. Juan para que los dejase volver á
Berbería. Treinta días se detuvo el Duque en Or-
giba fortificándola, y de allí fué á Poqueira, y en
este tiempo rompieron los moros una escolta de
cuatrocientos hombres que llevaba el capitán An-
drés de Mesa, y salieron seis mil moros al capi-
tán D. Pedro de Velasco, que iba de parte del Rey
á dar priesa al Duque de Sesa en su jornada; es-
caramuzaron con él y cargaron sobre la artillería.
El Duque alojó aquella noche en Jubiles y salie-
ron á él quinientos moros, y hallando buena re-
sistencia, se retiraron. Pasó el Duque á Uxíjar y
después á Valor, cargando siempre los moros so-
— 70 —
bre la retaguardia, que serian como cuatro mil:
los dos mil andaban como de ordinario sobre el
campo, y los otros dos mil traía Abdalla consigo
rompiendo las escoltas, con que ponian al ejército
en mucha necesidad de mantenimientos. La otra
gente molestaba á Granada por diversas partes, y
embistieron los moros con el Marqués de Fabara,
que salió de la ciudad con una buena escolta para
cargar de vituallas en la Calahorra; quitáronle la
presa y prendieron á once y mataron á muchos.
Llegó el Duque de Alba con abundancia de vitua-
llas, y desmandándose trescientosarcabuceros, mu-
rieron á manos de los moros. También mataron
otro golpe de gente que iba á Salobreña y cauti-
varon á D. Diego Osorio después de muy herido,
el cual llevaba á D. Juan de Austria on despacho
del Rey tocante al concierto de los moros y tur-
cos. Escapóse con sus heridas á Adra, aunque sin
los despachos que llevaba, contentándose con ser
él carta viva.
Había llegado el Rey á Córdoba á principios de
la Primavera este dicho año con los Archiduques
Rodulío y Ernesto, sus sobrinos, y se comenzaron
en aquella ciudad las Cortes de estos Reinos; y
como andaban en su punto los tratos de paz, en-
vió D. Juan de Austria un despacho á S. M. con
D. Alonso de Granada para que le diese cuenta
de las cosas de la guerra. Y acercándose D. Juan á
Huesear, le salió á recibir el Marqués de los Vé-
lez; y auuque S. A. le dijo que iba á ser su sol-
dado y otros comedimientos, á que respondió con
mucha crianza, en dejándole en su posada, sin
— 71 —
apearse, se fué á su tierra acompañado de algunos
capitanes y caballeros del reino de Murcia. Y
considerando el Rey que los moros se iban enso-
berbeciendo, para estorbar que los del reino de
Granada no se juntasen con los de Valencia y
Aragón, con quien traían tratos, acordó de poner
en el reino de Murcia una persona de grande au-
toridad, que fué el Príncipe Vespasiano Gonzaga
Colona, que se hallaba en la Corte, y partió lue-
go. Era este Príncipe Duque de Trayecto y Ca-
pitán General de la infantería italiana por S. M.
Los tratos de paz con los moros se continuaban,
aunque tibiamente, porque pedían condiciones
impertinentes (propia condición de rebeldes). Te-
niendo ya D. Juan de Austria sitiada á Galera, en-
vió á D. Antonio de Luna, señor de Fontidueña,
con buen número de gente á asegurar la tierra
de Vélez de Málaga de los moros de Frijilia-
na, y el Duque de Sesa se pasó á Adra. D. Juan
iba continuando el cerco de Galera, aunque se
hallaban grandes dificultades, porque la plaza sa-
lía más fuerte de lo que se había pensado y los
moros la defendían bien. Diéronse muchos asal-
tos, donde murieron hombres valerosos de am-
bas partes, señalándose muchos caballeros y ca-
pitanes y diversos soldados por la presencia de
D. Juan, con quien todos deseaban ganar honra
sin temor del peligro. Al fin se tomó la plaza por
fuerza, con muerte de quince capitanes y muchos
alféreces y hombres de cuenta y gran número de
soldados, habiéndola defendido los moros hasta
que se la ganaron calle por calle y casa por casa.
— 7» -
Pasó el campo sobre Jijóla y la tomó; también
se tomó Serón, á quien D. Juan envió á reconocer
desde Haza, y él mismo fué en persona con dos
mil arcabuceros, acompañado del Comendador ooa-
yor y de Luis Quijada y otros cabaUerot, y de tres
compañías de calxülos; y caminando toda la no-
che, emboscó antes del amanecer la infantería, y se
opuso animosamente á grandes peligros, porque
los moros crecían en número. Luis Quijada, reco-
giendo la gente, fué hendo de un balazo en el
hombro por el hueso, mortalmente, y lo llevaron
á Caniles por mandado de D. Juan, el cual se re-
tiró con tanto peligro suyo que le dio una pelota
en una celada fuerte, y se volvió ¿ Caniles, con
muerte de seiscientos cristianos, dejando muertos
en el campo cuatrocientos moros. Supo el Rey el
mal suceso, y mandó al Duque de Sesa que refor-
zase á D. Juan en el mayor número que pudiese.
Sintió D. Juan la muerte de Luis Quijada nota-
blemente, porque lo estimaba como á padre y le
honraba todo el ejército por su gran cristiandad,
valor y experiencia.
En el combate de Serón se alojó D. Juan en las
casas junto al río, y D. Pedro de Padilla en la
montaña de la parte de Purchena, evitándoles el
socorro; y mil arcabuceros del tercio de D. Lope
de Figueroa estaban á la parte de Serón, donde se
habían de plantar las baterías. Desde allí los co-
menzó á batir por dos partes, y viéndose apretados
huyeron por los portillos de las baterías, siguien-
do cada cual su fortuna. D. Juan envió á tomar
los pasos, y sintiendo las escuchas el ruido de la
-73 -
huida, tocaron al arma y entraron sin resistencia.
Cautivaron mujeres y niños, y el despojo fué gran-
de, porque allí habían puesto los rebeldes todos sus
bienes. Murieron y cautivaron más de cuatrocien-
tos moros; los que huyeron á Purchena llenos de
miedo, le causaron á los otros, de manera que pu-
sieron tierra en medio, y algunos se dieron á mer-
ced del Rey, poniéndose en manos de D. García
Manrique, á quien había enviado D. Juan á es-
piar lo que había en la villa. Metió en la fortale-
za las mujeres, niños y ropa, diciendo pertenecer-
le esto á él; pero D. Juan envió á D. Jerónimo
Manrique con cuatro compañías de infantería á
ocupar la fortaleza y la presa para repartirla á los
soldados, como lo hizo (por ser tan gran Prínci-
pe), en llegando á Purchena, dejando á Jijóla
arruinada. Hecho esto mandó D. Juan á los solda-
dos que ninguno saliese á correr la tierra, porque
se trataba de reducillos; los que estaban en la for-
taleza de Cantoría la desampararon, y para reducir
por hambre á los alzados puso presidios en Taha-
lí y en el Jergal sin resistencia. Tomóles mucho
ganado, trigo y escaña, con que hubo vitualla
para la gente, y lo superfino se quemó. Mandó á
D. Alonso de Granada Venegas, biznieto del Al-
mirante de Almería, hermano del Rey de Grana-
da, que se bautizó, habiéndosele aparecido el Após-
tol San Pedro, estando defendiendo á Baza del
Rey Católico, que la tenía cercada, sin esperanza
de ganalla y con mucho riesgo, tratase de la re-
ducción. Escribiólo á Abdalla y pidió seguro del
Rey para enviar persona que lo tratase, y que se
— 74 —
viese con él D. Alonso en Goadiz ó en Orgiba.
Luego caminó D. Juan contra el río de Almería,
reforxado de bastimentos de Ubeda, Baeza y Ca-
zoría; publicó por bandos la reducción con veinte
días de término y concesión de la vida á los que
matasen á los turcos y berberiscos y capitanes de
la rebelión, y trajesen arcabuz ó ballesta suya; los
caudillos que viniesen cou ellos, y á los que no
obedeciesen, cautivasen y matasen; mandó que el
Duque de Sesa admitiese 4 los que venían 4 ren-
dirse (que al enemigo que se rinde y huye, la puen-
te de plata).
Partió luego S. A. 4 Jerque, y envió 4 Tello de
Aguilar con cieu lanxas, y 4 jord4n de Valdés con
dos mil infantes, contra algunos turcos y moros,
que hacían daño desde Filabres, con orden de dar
sobre ellos antes de amanecer y degollarlos para
ateroorízar 4 los que no se reducían. Llegaron 4
buen tiempo, y sentidos de las escuchas, dieron re-
bato y huyeron 4 la sierra con sus mujeres. Alcan-
sados de la caballería, pelearon gran rato, y car-
gando la arcabucería los desbarataron, con muer-
te de ciento y cautiverio de cuatrocientas muje-
res; saquearon el lugar, y con su despojo y mil
cabezas de ganado volvieron 4 Jerque. Abdalla es-
críbió 4 S. A. se juntasen con él seis comísanos
en el Fondón, una legua de los Padules, 4 tratar
de la reducción, d4ndose rehenes. D. Pedro de Pa-
dilla y D. Diego de Argote corrían la tierra y te-
nían grandes encuentros con los moros, matando
y cautivando 4 muchos con sus mujeres, bagajes
y ganados, que su rebeldía, monstruo fiero, tenía
— 75 —
muchas cabezas, y no daba lugar á los nuestros á
descansar. S. M. determinó su partida de Córdo-
ba; despidió los Procuradores de Cortes; despachó
las cosas importantes á la guerra, y se determinó
visitar la ciudad de Sevilla; y porque para su reci-
bimiento no estuviesen sin cabeza, envió por Asis-
tente á D. Fernando Carrillo de Mendoza, conde
de Priego, que había llegado de Portugal de una
embajada.
En este tiempo, por mandado de S. A., se jun-
taron los comisarios de ambas partes en el Fon-
dón de Andarax para tratar de la reducción y
rendimiento de los moros rebeldes, los cuales en-
viaron doce rehenes, y concluyeron el trato de la
paz en esta forma: que Hernando Abaqui, que era
un morisco de los principales de la rebelión, se
echase á los pies de S. A. en nombre de los mo-
ros, y pidiese misericordia de sus culpas y rindie-
se las armas y banderas, y que S. A. le admitiría
y haría que no fuesen molestados ni robados, y los
enviaría reducidos con sus familias, donde habían
de vivir fuera de las Alpuj arras, con otras parti-
cularidades para Abdalla, para sus amigos y para
sí mismo, que se les concedieron liberalmente.
Para hacer esta sumisión, el Abaqui vino con
trescientos escopeteros, y recibido por cuatro
compañías que lo aguardaban, entregó la bandera
del tirano Abdalla á Juan de Soto, y pasó por
medio de los escuadrones de á pie y de á caballo,
sonando los atambores y trompetas con gran sal-
va. Entró en la tienda de S. A. y se postró á sus
pies, diciendo: <Misericordia, señor, y en nombre
de S. M. se nos conceda perdón de nuestras gran-
des culpas;» y dándole una damasquina que se des-
ciñó, dijo: «Estas armas y banderas ñndo á S. M.
en nombre de Abdalla y de todos los aleados, cu-
yos poderes tengo.» S. A., con gravedad y majes-
tad imitada y heredada del invictísimo Empe-
rador su padre, le mandó levantar y guardar la
bandera y cimitarra para servir con ella al Rey,
so hermano, y le hizo merced y favor: que es pro-
pio del león perdonar á los animales rendidos.
Volvió el Abaqui á la Alpujarra con los recados
necesarios, firmados de S. A., á dar cuenta á Ab-
dalla de lo que se había hecho. Diéronse órdenes
y patentes á los comisarios para que acudiesen á
ios partidos á juntar los moros y ordenar la sali-
da, y para esto se vio D. Alonso de Granada Ve-
negas con Abdalla en Cádiz, donde el moro dio sus
disculpas de los sucesos pasados, y resolvió haría
lo que S. A. mandase de su persona y armas y de
lo demás que le tocaba, y mandó desarbolar las
banderas, porque ya no habían de servir.
Entre tanto, los moros de la tierra de Ronda,
áspera y difícil, y de pasos estrechos y atajados,
con piedras y árboles, querían alzarse, y lo pu-
sieron por obra, enviando el Rey á D. Antonio
de Luna á deshabitar la tierra, con que tuvieron
grandes refriegas; y animados por los huidos de las
Alpujarras, que no querían reducirse, hacían gue-
rra libremente; recogieron la ropa y bastimentos;
fortificáronse en Sierra Bermeja y de Istán; to-
maron la mar á las espaldas para recibir socorros
de Berbería y bajaban hasta las murallas de Ron-
— 77 —
da robando ganados y matando labradores como
enemigos declarados. El Rey cometió á los Du-
ques de Medina- Si donia y de Arcos el volverles
las mujeres y ropas para que se rindiesen y metie-
sen en Castilla. El de Arcos se vido con las prin-
cipales cabezas de los alzados, y les persuadió el
reducirse para entrar en Castilla á vivir; y final-
mente, firmaron los capítulos y lo avisó al Rey,
que lo admitió de buena gana por el deseo que te-
nía de la quietud del reino de Granada, y porque
la paz, de cualquiera manera que se alcance, es el
fin de la guerra.
CAPITULO VII
PéU* AbisiU á lo oipUuiMio; tigm U gmmi,y h qm
tttctdió ¡uukt únt M lé éi4 Jím,
Abdalla, mudable, sin fe di palabra, envidioso
del faTor que S. A. hada 4 Hernando de Abaqoi,
y sospechoso de qne no trataba verdad» y temero-
so de que le habían de matar, favorecía á los tar-
cos y berberiscos, que habían venido en ayuda de
los rebeldes, aunque no impedia ¿ los naturales el
ir á reducirse, porque pretendía quitar la negocia-
ción á Abaqui y llevar las gracias y el premio ase-
gurando su partido. £1 Abaqui lo dijo á S. A. y le
pidió su ayuda, y le dio dineros S. A. con que
pudiese haber á sueldo cuatrocientos soldados
para su defensa. Llegó á Oxen, y diciéndole los
moriscos de este lugar aguardaban orden de Ab-
dalla para irse á reducir, respondió con impru-
dencia y soberbia: cReduciros, que si él no quisie-
se, lo llevaré atado á la cola de mi caballo.» Sú-
polo al punto Abdalla, y envió ciento cincuenta tur-
cos á prendelle en Verchul, donde le ahogaron se-
cretamente, diciendo que lo mataban por traidor.
Escribió Abdalla quejas del Abaqui á D. Her-
nando de Barradas, á quien pidió le favoreciese
con S. A.; y porque no entrase contra él en el
Alpujarra hasta que estuviese con mejor defensa,
— 79 —
tuvo secreta la muerte del Abaqui. Escribió tam-
bién mañosamente á D. Alonso de Granada Ve-
negas se viesen para concluir las paces, con áni-
mo de suspender la guerra, y por otra parte pidió
socorro á Argel para proseguilla. Asimismo envió
un Embajador á levantar los reducidos y los de
paz, y cayó en manos de la gente de Adra, que lo
mató, y á ciento ochenta arcabuceros que llevaba
á la serranía de Ronda; vendiéronse doce de los
cautivos, y de su precio edificaron los cristianos
una ermita de la Vera Cruz en memoria de esta
victoria.
Los moros de la sierra dieron sobre Alozaina,
lugar abierto de ochenta vecinos cristianos; las
mujeres se recogieron al castillo, mal parado por
ser antiguo; diéronle tres asaltos los moros, y per-
dieron diecisiete y fueron heridos setenta. Animá-
ronse las mujeres con sólo ocho hombres que ha-
bía en el lugar; pusiéronse con los sombreros y
capotes de sus maridos en el muro y en el cam-
panario, y se mostraron á los moros y pelearon
como leones. Una de ellas, llamada María de Sa-
gredo, doncella, viendo muerto á su padre, con su
vestido y armas defendió un portillo y mató á un
moro é hirió á muchos, y se aventajó tanto, que el
Rey la hizo merced, para ejemplo de otras, de la
hacienda, de un moro rico de Jólox para su casa-
miento. Los moros, vista la resistencia tan inopi-
nada y que acudía gente al rebato, quemaron
treinta casas y se retiraron con tres mil cabezas
de ganado, que partieron en Jolox, y cuatro cau-
tivas cristianas.
— 8o —
El Daqae de Arcos, con cuatro mil infantes y
ciento cincuenta de á caballo, se puso á dos le-
guas de la sierra de Istin, donde los moros esta-
ban fortificados en lugar asperísimo y de subida
dificultosa, y quemaron la sierra para que las pie-
dras corrieran sin estorbo desde arriba. Recono-
ció el Duque el puesto en la montaña de Albolete,
con mil infantes y algunos caballos, y asimismo
reconoció el lugar fuerte y alojamiento de los
moros y lugar del agua; puso guarda en aquella
montafta, aunque odiocientos arcabuceros y ba-
llesteros lo impedían ^con escaramuza que duró
tres horas; y viendo que dos banderas les toma-
ban la cumbre, se cecogieron al fuerte con su daño
y con poco de los del Duque. Reforzóse la guardia
de aquel sitio con otras dos banderas, y llegó Zua-
zo con dos mil infantes y cien caballos, y por el
Norte dieron combate á los moros. Aqui murió el
buen D. Alonso de Aguilar, hermano del Gran
Capitán, D. Gonzalo Fernández de Córdoba, y á
los moros se les dio tanta batería, que, repartidos
por las montañas, no se afirmaban en puesto, an-
tes temerosos de la muerte que les aguardaba, se
pasaban á Berbería por travesia corta. £1 Duque
no podía seguirlos con ejército formado; guarne-
ció los lugares de donde con facilidad podían ser
combatidos y echados de la tierra con cuadri-
llas; despidió la gente de las ciudades y señores, y
retuvo la de su Estado, diestra y ejercitada, aun*
que servía á su costa.
Viendo en esta sazón S. A. la rebeldía de Ab-
dalla, el cual tenía siete mil infantes y armas y
— 8i —
cumplimiento á doce mil, ordenó entrase el Co-
mendador mayor en la Alpujarra con el ejército.
Llegó á Orgiba con cinco mil hombres bien arma-
dos, y allí recibió los estandartes de caballos de
Córdoba, que estaban en las Albuñuelas, y sete-
cientos treinta soldados de las Cuajaras, Almuñé-
car y Salobreña, á cargo del capitán Antonio de
Barrio. S. A. partió de Guadix y vino á la Calaho-
rra, donde estaba junta la gente que había de en-
trar por aquella parte; y D. Pedro de Padilla y
Juan de Soto, maestre de campo, con tres mil dos-
cientos infantes y mil quinientos bagajes mayores
cargados de bastimentos, y otros valerosos capi-
tanes, con la caballería, en Andarax, yD. Lope de
Figueroa con ochocientos infantes y cuarenta ca-
ballos. La gente corría la tierra, talaba los cam-
pos y hacía otros daños, matando y prendiendo
muchos moros y ganados, cuya presa se repartió.
Retirábanse los moros al valle del Infierno y escri-
bió S. A. al Presidente ordenase á D. Francisco
de Mendoza los cargase con el presidio de Quejar
y el mayor número de gente que pudiese. Hízose
así, y el ejército trajo mil cien esclavos, mató
quinientos moros, tomó ganados y bagajes en
gran número, y corriendo ocho tercios la Alpu-
jarra, sacaron trigo de las cuevas en gran suma
y mataron ochocientos y cautivaron doscientos
moros. En Mezina prendieron muchas personas
en una cueva y la mujer y dos hijos de Abdalla,
y él, por un agujero, se escapó, y al fin fué muer-
to y llevado á Granada al Presidente. También
fué muerto Farax, que había pretendido ser Rey:
6
— 8t —
qae ¿tte fué siempre el fin de traidores j rebeldes.
£1 Rey dispuso la salida de los moros que ha-
bían quedado, y la primera fué del reino de Gra-
nada. Salieron las familias enteras, seguras con
sus bienes, y asegurados con sus comisarios, con
listas de los que llevaban para los distritos de los
repartimientos. Machos hoyeroo á Berbería, otros
quedaron en la sierra, y otros, seguidos de las
cuadrillas, fueron presos y acabaron la vida mise-
rablemente.
S. A. despidió los capitanes y gente y se par-
tió á Madrid para disponer su viaje á Italia, don-
de le aguardaba otra gloriosa empresa contra mo-
ros; con lo cual se dio fin á la guerra de Granada,
en que se vieron vencidos enemigos belicosos,
confiados en la asperesa de la sierra y en el favor
de los turcos y berberiscos; fueron los quitados
rebeldes sacados de su tierra, despojados de sos
casas y haciendas; presos y atados hombres, mu-
jeres y niños, vendidos unos en almoneda y otros
llevados á habitar tierras ajenas: que es justo cas-
tigo de Dios, que quien tal hizo que tal pague.
CAPITULO VIII
Entra D, Juan en Madrid victorioso de la guerra de
Granada.
Acabada la guerra de Granada, hubo mucho go-
zo en esta nación, porque esta guerra, al princi-
pio fué tenida en poco, por ser dentro de casa y pa-
recer cosa ligera sujetar á los alzados; pero al fin
descubrió mucha malicia esta enfermedad, juntán-
dose innumerables rebeldes desasosegados, opri-
midos y representados en forma de ejército; nece-
sitando á España á mover sus fuerzas para atajar el
fuego, salir el Rey de su Corte y acercarse; en-
comendar la empresa á su hermano; pelearse cada
día en diversas partes con frío, calor, hambre, fal-
ta de mantenimientos y otras incomodidades, re-
presentándose los enemigos belicosos, enteros y
confiados; á todo lo cual puso glorioso fin la indus-
tria, prudencia y valor incomparable de S. A., que
como triunfador vino á la Corte de S. M., y entró
en ella á 13 de Diciembre de este año de 1570.
Recibióle esta Corte con gran triunfo: alegróse
el Prado de San Jerónimo, cuya salida es al Orien-
te, en que se había hecho una calle poco antes de
más de dos mil pies de largo y ciento de ancho,
plantada de diversos árboles agradables á la vista,
á cuyo lado izquierdo se miraba otra calle muy
-84-
fresca de la misma longitud y tamaño, vistosa por
una espaciosa arboleda de una parte y de machos
frutales en las huertas que por la otra la cercan.
Los árboles se veían plantados por sus hileras muy
en orden, haciendo sus calles con notable propor-
ción, mezcladas diferencias de árboles, que se mez-
claban y representaban umbrosos y agradables.
En esta calle á sus lados había cuatro fuentes de
suntuosa fábrica y vistoso compartimento, todas
de excelente piedra berroqueña, con una bada en
cada una, que hacía una taza redonda de diez pies
de diámetro y media vara de borde, y cada cuat se
miraba baciada por de dentro y aovada por de fue-
ra, asentada sobre un balaustre de cinco pies de
alto y grande corpulencia en su contorno, con
unos adoquines de piedra, labrados graciosamen-
te, de diez y siete pies de diámetro.
Antes de entrar en el Prado se miraba un pilar,
llamado en castellano abrevadero, todo de cante-
ría de piedra berroqueña; tenía de largo setenta
pies y doce de hueco, con dos gruesos caños de
agua en los dos testeros: el uno salía por la boca
de un delfín de bronce, que se levantaba del agua
más de dos pies, con una letra de relieve que de-
cía «Bueno», y el otro caño por la boca de una
culebra, á quien rodeaban otras dos culebras tra-
badas; y en la esfera que hacían había un espejo
de bronce, y en medio de él esta letra: «Vida y
gloha,> correspondiente á la letra del delfín del
otro caño, que, usando del delfín por letra venía
á decir todo: «Del fin bueno, vida y gloria.»
Las cinco fuentes del Prado hacían tan agrada-
— 85 -
ble murmullo, que convidaban á las aves á gozar
de su frescura y entretenerse con su música y dul-
ce resonar. A la mano derecha de la entrada se
ponía la vista en la primera, vistosa por cinco ca-
ños que de ella salían y subían cuatro pies en alto,
y al caer hacían cuatro arcos que resonaban en el
borde de la bacía, donde caían vertiendo gotas
imitadoras del aljófar, saliendo otro caño de en-
medio, que, envidioso de los otros, subía más alto
para dar mayor caída. A esta fuente correspondía
otra á la mano izquierda, de quien se levantaban
muchos caños en número que henchían toda la ba-
cía en contorno y hacían muy suave sonido, á emu-
lación de los que se han referido. Tenía alrededor
sus asientos, labrados de cantería, en semicírculo,
esparciéndose el agua por tanta diversidad de ca-
ños, que parecía estar siempre lloviendo aljófar.
A esta fuente correspondía otra, de quien salían
cuatro golpes de agua gruesos que subían más de
cuatro pies en alto, y al caer cada cual de ellos
hacía un gracioso arco, quedando en el borde de
la bacía: causaba gran ruido y singular armonía.
La cuarta fuente, que se ofrecía á la vista al fin
de la calle y arboleda, hacía una muy vistosa pers-
pectiva, y del medio de ella brotaba con grande
ímpetu una espadaña de agua de dos palmos en
ancho, de cuyo medio salían dos caños á los la-
dos y subían cerca de una vara, haciendo una apa-
riencia y vista tan graciosa y de tan grande ar-
tificio, que causaba suspensión al que la miraba.
Había otra fuente ochavada, de cantería labrada,
de cinco pies de alto y doce de diámetro, fundada
•obre dos gradas de piedra con sus molduras rele-
vadas por la parte de afuera, y de eo medio de
todo esto se ievantaiNi una columna dórica con
su basa y chapitel, y encima tenía una bacía con
QQ cokMTtor que hacia un globo ó bola redonda con
un booei, y por medio de la junta tenía cuatro se-
raánes, y en la boca de cada uno de ellos un caño
de bronce con tigura de un baluarte, por donde sa-
üa el agua. Todo te regocijó con la entrada át
S. A«, mostrando la alegría que poco antes hafaáa
recibido con la entrada de la serenisima señora
UoüJi Ana de Austria, para cujro recibimiento se
habian hecho las dichas fuentes y reales aparatos,
con otros arcos que seria cosa laiga haberlos de
referir. Saludaron á S. A. los grandes y títulos que
se hallaron en la Corte, dándole el parabién de sus
victorias y dichosa llegada, que faeron:
D. Iñigo Fernández de Velasco, Condestable de
Castilla.
D. Luis Henriqnes de Cabrera, Almirante de
Castilla.
Su hijo D. 'Luis Henriques de Cabrera, Duque
de Medina de Rioseco.
D. Iñigo López de Mendoza, Duque del Infan-
tado.
D. Francisco López Pacheco de Cabrera, Mar-
qués de Viliena, Duque de Escalona.
D. Juan de la Cerda, Duque de Medinaceli.
D. Gómez de Figueroa, Duque de Feria, del
Consejo de Estado de S. M. y Capitán de la Guar-
da Española de pie y de á caballo, y su hijo D. Lo-
renzo Suárez de Figueroa, Marqués de Villalba.
- 87 -
D. Pedro Girón, Duque de Osuna.
D. Manrique de Lara, Duque de Nájera.
El Príncipe Ruy Gómez de Silva, Duque de
Pastrana, Camarero mayor de S. M. y del Con-
sejo de Estado.
D. Antonio de Toledo, Prior de León, Caballe-
rizo mayor de S. M. y del Consejo de Estado.
D. Fernando de Toledo, Prior de Castilla, del
Orden de San Juan.
D. Luis Manrique, Marqués de Aguilar, Caza-
dor mayor de S. M.
D. Francisco de Sandoval, Marqués de Denla.
D. Fernando Ruiz de Castro, Marqués de Sa-
rria, Mayordomo mayor de la Serma. Princesa de
Portugal, Doña Juana de Austria.
D. Pedro de Zúñiga y Avellaneda, Conde de
Miranda.
D. Iñigo López de Mendoza, Marqués de Mon-
déjar.
D. Diego López de Guzmán, Conde de Alba de
Liste.
D. Pedro Fernández de Cabrera, Conde de
Chinchón, Mayordomo de S. M. y Tesorero ge-
neral de la Corona de Aragón y del Consejo de
Italia.
D. Enrique de Guzmán, Conde de Olivares.
D. Lorenzo de Mendoza, Conde de Coruña.
D. Pedro de Castro, Conde de Andrada.
D. Francisco de los Cobos, Conde de Riela.
D. Antonio de Zúñiga, Marqués de Ayamonte.
D. Jerónimo de Benavides, Marqués de Fro-
mista.
— 8S —
D. Rodrigo Ponce de León, Marqués de Zahara.
D. Joan de Saavedra, Conde de Castellar.
D. Francisco de Rojas, Marqués de Posa.
O. Luis Sarmiento, Conde de Salinas.
D. Francisco de Rojas, Conde de Lerma.
D. Francisco de Zúñiga, Conde de BenaJcátar.
D. Femando de Silva, Conde de Cifaentet, Al-
férez mayor de Castilla.
D. Pedro López de Ayala, Conde de FueoMi-
Uda.
D. Juan de Mendoza, Conde de Orgaz.
D. Gabriel de la Cueva, Conde de Siroela, y
otros aeftores extranjeros.
Alegróse Granada viéndoee Ubre de las ase-
chanzas de los eoemigos caseros, y me imagino
yo celebrada las victorias de S. A., saliendo ves-
tida de Pascua, con vestiduras de tela carmesí,
guarnecida de pasamanos de oro; el pecho, de raso
azul, con un escudo de sus armas bordado de tela
de oro; alpargates blancos y medias azules, por las
claras y cerúleas aguas que la bañan, y la abun-
dancia de oro por la grandeza de su riqueza.
La Serranía y Alpujarras, gozosas de verse sin
enemigos, roe imagino una gallarda serrana con
dos faldones verdes, uno á media pierna de tercio^
pelo con bajos de oro, y otros dos palmos encima
labrados de montería, con gruesos ramos y fran-
jones de oro, guarnecidos de espesos pasamanos
de oro á farpón; el pecho y fimabas de la cinta y
hombros, formados de un tosco y bello peñasco,
guarnecido de collares de varias frutas de relieve,
por la aspereza de su sitio y por la fertilidad de
-89 -
su espaciosa vega; su tocado, una rubia y suelta
greña al modo rústico, adornada de un fresco fes-
tón de hermosas y varias frutas y verdes ramos,
con un cestillo en la mano de plata fina, colmado
de grandes y sazonados frutos, de que son fértiles
sus márgenes y espaciosas vegas, representando
todo el gozo con que se hallaba esta serrana, y
ofreciendo toda su riqueza y fertilidad al glorio-
so triunfador.
CAPITULO IX
Há£4U Ugé cotUra d Ttino,y nucmbnuU por CMpitám
GimnU D. Jutm dé Austria,
el Santo Pontífice Pió V de hacer ana
grande empresa contra los torcos, y tratándose de
hacer liga contra ellos el afto de 1571, so San-
tidad juntó en so palacio á los cardenales Gran>
vela y Pacheco y k D. Joan de Zúftiga, emba-
jador del Rey Católico en la Corte romana, y á
Miguel Soríano, por parte de la República de
Venecia: exhortólos 4 la onión contra la morisma,
representándoles los trabajos de la Iglesia, la pu-
janza del Turco, engreído con las discordias de la
cristiandad, y les significó cómo para la común
defensa y ofensa del tirano tenía intento de unir
sus fuerxas con las del Rey Católico y República
de Venecia, aplacando á Dios, airado por sus di-
visiones.
Movieron sus razones tiernamente á los dichos,
que eran diputados para este efecto por el Rey de
España y Señoría de Venecia; propuso el Pontífi-
ce y pidió condiciones, haciendo la causa común,
y, finalmente, convinieron en que las fuerzas para
esta empresa fuesen doscientas galeras, cien na-
ves, cincuenta mil infantes y cuatro mil quinien-
tos caballos. Era la costa seiscientos mil escudos
— 91 —
al mes, y en el repartimiento no se convenían los
venecianos: sólo querían pagar la cuarta parte; el
Rey no salía á más que la mitad; el Papa podía
poco.
Nombró su Santidad por su General á Marco
Antonio Colona; el Rey de España á su hermano
D. Juan de Austria; y Venecia á Jerónimo Zane;
todos con autoridad igual, prevaleciendo el pare-
cer de todos.
Convenía crear cabeza que fuese suprema á to-
dos y que ejecutase las deliberaciones y fuese
obedecida de los Generales. Venecia alegaba com-
petirle el nombramiento por ser la guerra publi-
cada contra su República, contradiciendo el Rey
de España y sus diputados por la reputación de
su Corona y por poner más fuerzas, y por la in-
juria que se haría á su persona y á la de su her-
mano, hijo de un tan augusto Emperador, escla-
recido por su sangre y por su grandeza de ánimo.
Al fin fué nombrado por Generalísimo de mar y
tierra S. A.; y sobre darle Lugarteniente se dis-
putó largamente. Decían los agentes del Rey que
por la eminencia de S. A. le tocaba el nombra-
miento; contradecían los venecianos, temiendo se
hiciese en Juan Andrea Doria, sospechoso y poco
amigo; clamaban por él la importancia y ex-
celencia de su persona los antiguos servicios su-
yos y los de su tío por su incomparable valor,
ilustres y dignos de perpetua memoria. Remitido
el negocio al Pontífice, nombró á Marco Antonio
Coloua, por la autoridad de General de la Iglesia
y por el seguro de que miraría derechamente al
— 9a —
bien común. No venían en ello los del Rey; alar-
gábase la cosa más de lo que convenía, y su San-
tidadf con el ardiente deseo que tenU de concluir
esta santa liga, escribió á S. M. con Pompeo Co-
lona, diestro en las materias de Estado y Guerra.
Respondióle S. M. era su deseo el de su Santidad
y no cesaria hasta acabar la vida; y para acudir
con obras manifestadoras de su deseo, demás del
gran número de sus galeras, juntó otro de navios y
gmesoe bajeles, pagando sueldo á diez mil alema-
nes, ocho mil españoles y ocho mil italianos, y man-
dó á sus Virreyes y Ministros hacer grandes apres-
tos de vitualla, munición, aparato y máquinas de
guerra en Genova, Ñapóles y Sicilia; y escribió á
su Santidad escribiría luego á Italia á su hermano
D. Juan, con orden de hacer la guerra con gran
valor y solicitud, según el esfuerzo y fuerzas de la
Confederación, y que estuviese todo á punto, por-
que no concluyéndose efectivamente, emplearía lo
prevenido en la recuperación de Argel.
Túvose la junta con un papel en que Granvela
propuso nuevas condiciones, con poca reputación
de los venecianos, y alteró su República. El Papa,
cuidadoso de lo que tanto deseaba para aquietar
la República, envió á Marco Antonio Colona, á
quien recibieron con grande honra, como á su ciu-
dadano y Embajador del Pontífice, y él supo de-
cir tales razones, que luego envió la Señoría orden
á su Embajador en Roma para que se efectuase el
concierto de la Liga. Concluyóse, juróse y publi-
cóse con universal alegría y esperanza de gran-
des efectos y victorias en esta manera:
-93-
«Las fuerzas sean doscientas galeras, cien na-
ves, cincuenta mil infantes, cuatro mil quinientos
caballos con municiones y aparatos.
>Los Generales estén en fin de Marzo ó Abril
en los mares de Levante con sus armadas.
»Embistiendo el Turco á alguno de los ligados,
envíe la Liga ayuda suficiente ó vayan todos, si es
necesario.
>Los confederados asistan en Roma por sus Em-
bajadores al otoño, para deliberar la jornada, que
se hará á la primavera siguiente.
>Pague el Papa tres mil infantes, doscientos se-
tenta caballos y doce galeras.
>E1 Rey Católico, délo restante contribuya tres
quintos y dos Venecia.
>La República de Venecia dé al Papa las gale-
ras armadas y artilladas, con que él las pague ó las
restituya salvas.
> Pague cada uno y ponga más fuerzas en tierra
ó mar, según tuviere aparejo, y satisfágase de lo
demás.
>La vitualla se compre de moderado precio,
donde más abundancia haya en los Estados de los
confederados, sin que primero puedan los señores
hacer sacas, excepto el Rey Católico, para Malta,
la Goleta y sus armadas.
>No se puede imponer nuevo tributo ni acre-
centarse sobre los bastimentos, de modo que se en-
carezcan á la Liga.
>Si no se hiciere jornada y el Rey ó la Repúbli-
ca fueren asaltados por el Turco, acuda el otro con
cincuenta galeras.
- 94 —
»Si el Rey hiciere jomada á Ar^l» Tunes y
Trfpol, 6 la Repáblica á la Belona 6 fortaleza del
mar Adriático, uynát el otro con cincuenta f^»-
ras, preñríéndose el Rey Católico si acometieren
en unaAo.
»Si fnere asaltado el Pontífice, acodan los coli-
gados con todas sos foerxas.
»Lo qoe ▼otaren todos los dos Generales del
Pontífice, Rey 6 República, ejecútelo el de la
Liga.
»No ose el General estandarte pcopio ni osorpe
otro nombre que Geoeral de la Liga.
> Déjese honradísimo logar al Emperador, Reyes
de Francia y Portogal, y la parte con qoe contri -
boyeren aomente Us foerzas la Liga.
»Procore el Papa se confederen el Rey de Po-
lonia y otros Príncipes cristianos.
»E1 despojo divídase entre los coligados y las
provincias que se ganaren, según lo capitulado con
el Emperador el afio de 1537.
» Ampárese Ragosa.
»De las diferencias entre los coligados, sea jaez
el Pontífice.
>Ningano pueda hacer paz con el Turco sin con-
sentimiento de los demás coligados.»
Hecho esto, el Papa confirmó al Rey Católico el
subsidio y concedió de nuevo el excusado y cru-
zada y dio su breve al Embajador; concedió tam-
bién á los venecianos cien mil ducados en cada
un año sobre el clero de sus Estados. El dicho
Pontífice, con el valor y santo celo que tenía, en-
vió Embajada al Emperador y al Rey de Polonia
-95-
con el cardenal Comenduno, y al Rey de Francia,
al de Castilla y Portugal y señores de Italia, con
su sobrino Fr. Michael Bonelo, cardenal Alejan-
drino, que después fué Papa y se llamó Sixto V.
D. Juan de Austria, con el primer aviso de la
conclusión de la Liga, partió de Madrid por man-
dado del Rey su hermano, para Italia, advirtién-
dole á boca muchas cosas acerca del gran cargo
que llevaba y de la confianza que de él se hacía
del gobierno de la armada, sin limitarle el gozar
de la ocasión que se ofreciese para pelear en hon-
ra y defensa de la cristiandad. En Barcelona halló
á D. Luis de Requesens, su lugarteniente, envia-
do por el Rey muchos días antes á aparejar su em-
barcación y la de los Archiduques de Austria, Ro-
dulfo y Ernesto, que volvían del Emperador su
padre, y por haber enfermado el uno se detuvo
D. Juan de Austria algunos días.
Cuando la salud del Príncipe Ernesto y el tiem-
po dio lugar para navegar, se hizo S. A. á la vela,
embarcados los tercios de infantería de D. Lope de
Figueroa y de D. Miguel de Moneada. Navegó prós-
peramente y llegó á Genova á 26 de Junio de este
dicho año, y de allí fueron los Archiduques á Mi-
lán y S. A. despachó á Veneciaá D. Miguel Monea-
da á visitar la Señoría y decir sería brevemente en
Mesina para resolver lo que conviniese para esta
tan importante jornada. Al Pontífice envió á Don
Fernando Carrillo de Mendoza, conde de Priego,
su mayordomo mayor, á besarle el pie y dai'le gra-
cias por la elección que había hecho de su perso-
na, y á significalle el amor y gusto con que le ser-
-ga-
via, como aficionado y obediente hijo, deseoeo de
dar baena cuenta de lo que le mandare y de lo qne
•e le había encargado.
Holgóte grandemente el Papa con la visita y
embajada, y en ta respuesta le dijo tenia grandes
asperanas de tn persona como hijo de tan glorío*
•o padre y de tan pmdente y poderoso hermano;
y le encargaba pelease sin temor, que le asegura-
ba la victoría de parte de Dios y le prometía el
primer Estado que te ganase del Turco. Asimismo
bendijo ei bastón y estandarte que habla de llevar
en esta guerra, y lo envió á Ñapóles al cardenal
Granvela para qne S. A. lo recibiese de la suya,
que hacía oficio de Virrey en el ínterin por muer-
te del duque de Alcalá.
Luego envió S. A. al marqués de Santa Crus á
Ñapóles & solicitar los aprestos, reparar y armar
los españoles nuestros, en tanto que ¿1 llegaba á
disponer los viejos que habían servido con gran
trabajo en la guerra de Granada. Tras esto mandó
que D. Juan de Cardona con las galeras de Sici-
lia, y Juan Andrea con las su3ra8, embarcasen el
tercio de alemanes del conde de Lodrón y la in-
fantería italiaua del tercio de Segismundo Con-
zaga. Partió S. A. á i.* de Agosto, y llevó consigo
al Príncipe de Parma, Alejandro Farnesio, y al
de Urbino, y llegó á Ñapóles con bonanza, y en el
Convento de San Francisco recibió el estandarte
del Generalato por mano del cardenal Granvela,
Legado para esto de su Santidad, el cual era de
color azul con la imagen de Jesucrísto cnicifícado
y las armas del Pontífice al pie, y las del Rey Ca-
- 97 -
tólico y de la República de Venecia ligadas con
una cadena, y abajo las de D. Juan. El car-
denal le dijo lo siguiente: <Toma, dichoso Prín-
cipe, la insignia del verdadero Verbo humana-
do; toma la viva señal de la santa fe, de que
en esta empresa eres defensor; El te dé victoria
gloriosa del enemigo impío, y por tu mano sea
abatida su soberbia; > y el pueblo respondió:
<Amén.>
Con la bendición pontifical partió de Roma el
cardenal Alejandrino para ejecutar su legacía;
atravesó Italia y Francia, y llegó con buen viaje
á Barcelona, donde, de parte del Rey Católico, le
esperaba, para recibille y guialle, D. Fernando de
Borja, hermano del Duque de Gandía. En la en-
trada de Castilla le dio de parte de S. M. el para-
bién de su llegada D. Enrique de Guzmán, conde
de Olivares, mostrando lo que estimaba las pren-
das de su Santidad; en Guadalajara lo recibió el
cardenal Espinosa, y juntos entraron en Madrid,
y el Rey en medio, que salió fuera de la villa á
verle con todo el acompañamiento de la grandeza
de su Corte.
Trató de su embajada, y con ella resolvió que
por ganar tiempo para el año siguiente, D. Juan
de Austria invernase en Italia, y los Ministros de
la armada determinasen en tierra y mar y eje-
cutasen sus acuerdos sin otra orden del Rey, y
en el hacer las prevenciones obedeciesen á S. A.,
que era Generalísimo, los Gobernadores y Vi-
rreyes de Italia; que se cumpliesen enteramen-
te las capitulaciones, y se hiciesen las provisio-
7
-ga-
nes pora el tiempo establecido, y se nom1>raseii
personas que tratasen de la empresa, que se har>
bia de hacer el siguiente año, que ya se tsfdsha
para S. A., que deseaba venir á manos con el
enemigo.
CAPITULO X
D. Juan llega á Mesina y dispone su partida para Levante.
D. Juan de Austria embarcó en Ñapóles la gen-
te de Paulo Esforza, y mandó al marqués de
Santa Cruz embarcar en sus treinta galeras y en
algunas naves los tercios de españoles cuando
estuviesen un poco reparados, y asimismo la gen-
te que conducía el conde de Sauno y las municio-
nes, vituallas y aprestos de la guerra; arribó á Me-
sina en 24 de Agosto con treinta y cinco galeras,
y fué recibido con grande aplauso y regocijo de
los generales del Papa y venecianos, que le es-
peraban con grande deseo y cuidado.
Antes de salir á tierra llamó á Consejo é hizo
en él S. A. un reconocimiento lleno de gravedad
militar, dando gracias por haber hecho de su per-
sona tan honrado juicio y elección en edad tan
tierna, fiando de él el gobierno de cosas tan im-
portantes, ofreciendo de su parte el procurar el
abono y satisfacción de su honrosa elección.
Hízose lista de lo que llevaba debajo de su am-
paro, y todo era, hasta ahora, sesenta famosas gale-
ras, veintidós naves, veintiún mil infantes efecti-
vos de las tres naciones, con gran cantidad de ar-
tillería, vitualla, máquinas de guerra y compañía
— 100 —
de varones iluttres, que por generosidad de sn
ánimo j por el celo del bien de la cristiandad, le
seguían dedicando el ánimo y la vida á la gloría y
á la fama.
Llevaba S. A. por empresa un brazo que arro-
jaba nn rayo con esta letra: Qualis vibrm$s, esto
es, como el que le arroja, dando á entender que
era ta valor y brazo poderoso un rayo contra el
enemigo; el rayo se miraba arrojado entre unas
nubes. Era Capitán General de la armada tur-
quesca AU, que había hecho grandes crueldades
en cuatro mil soldados iulianos y dos mil albane-
ses que habían defendido á Famagusta; y deseoeo
de venir á las manos con el ejército de la Liga, había
esperado quince días, y era la mitad de Septiem-
bre, tiempo á propósito para volver las armadas
á Constantinopla, por huir el peligro de las horri-
bles tempestades ordinarias en aquellos mares en
el otoño, y ufano partió para Corinto, donde en-
tró á los veintinueve, y envió á tomar lengua de la
armada de la Liga.
Aguardaba á S. A. en Mesina el obispo de
Pena con embajada del Papa, en que le pedía no
dudase de dar la batalla al enemigo, interponien-
do cuanta autoridad tenía de Dios; y como había
dicho al conde de Priego y á Marco Antonio Co-
lona, prometía de su parte la victoria. Envióle
grandes revelaciones y dos profecías de San Isi-
dro, en que referia la batalla y vencimiento, in-
terpretando bien á propósito en persona de £>on
Juan, el capitán de que hablaban, á quien prometía
su Santidad tener en lugar de hijo cuidadoso de su
— lOI —
aumento. Por su orden ayunó la gente tres días,
imitando á su General; y esto era con tanta devo-
ción y nueva mudanza de vida, que no había sol-
dado que no estuviese tierno, devoto y compun-
gido. El Nuncio de su Santidad les otorgó las in-
dulgencias que acostumbra conceder la Iglesia á
los conquistadores del Santo Sepulcro de Jesu-
cristo; proveyó los bajeles de religiosos que predi-
caban y corregían al ejército, y dio á todos los sol-
dados, en nombre de su Santidad, reliquias, imá-
genes y cuentas benditas, y todo lo recibían con
gran devoción; y asimismo vedó el embarcar mu-
jeres, y mandó castigar con muerte la blasfemia.
Para salir de Mesina no se esperaba otra cosa
más que el resto de la armada veneciana, y entre
tanto que venía, envió S. A. á Gil de Andrade,
caballero español, de la religión de San Juan, y
con él á Chicopisano, gentilhombre de Venecia,
práctico en el mar de Levante, á espiar la arma-
da del Turco y á inquirir sus intentos, porque no
holgaba Alí, General de ella, ni Selín, gran Tur-
co, que le había enviado á esta empresa.
Desocupado el mar entre Landia y Mesina,
partió Canaleto con setenta y cuatro galeras, y en
Mesina se vinieron con su General, Sebastián Ve-
niero, que tenía cincuenta y cuatro galeras y seis
galeazas. Estaba allí Marco Antonio Colona con
las doce galeras del Papa, y llegó Juan Andrea Do-
ria con once y el marqués de Santa Cruz con trein-
ta, con que el gran puerto de Mesina estaba hecho
una rica feria de municiones y gente de guerra.
Era maestre de campo general Ascanio de Cor-
— loa —
gna; General de los italianos, el conde de Santa
Flor, y de la artillería, Cabrío Cervellón. S. A. ,
deseoso de pelear con AU, bizo Consejo de los su-
premos generales de las escuadras con el Prin-
cipe de Parma y el de Urbino, y propusieron
varias empresas y nada resolvieron, por no tener
la Confederación todas las fuerzas de la capitula-
ción enteras, que babian de ser doscientas ochen-
ta galeras, veinticinco naos, seis galeazas y cua-
renta fragatas. Habíale* mandado el Rey que,
siguiendo el parecer del comendador mayor de
León, D. Luis de Keqaesens, de Juan Andrea
Doria y del marqués de Santa Crux, pelease con
el enemigo si necesario fuese, y S. A. lo daseaba
poner en ejecución, y asi tocaba á su reputación
pelear, estando lleno el mundo de esperanzas y el
mar de bajeles. Sólo en el Consejo el día de antes
se había puesto duda en el combatir, por esperar
las naves, que, por el tiempo contrarío, no pasaron
de Zante. A los 15 de Septiembre, enviadas de-
lante las naves á Corfú, donde habían de esperar,
deseando que se hallasen en la batalla, comenzó
toda la armada á salir al mar. £1 Nuncio de su
Santidad la bendijo, y Andrea Doría, con cincuen-
ta y cuatro galeras y orden de tomar el cuerno
derecho si se conviniese, iba en la vanguardia con
su capitana, siete de Ñapóles, diez de Genova
del sueldo del Key, dos de Doria, dos del Papa,
veintiséis de Venecia, cuatro de Sicilia y dos de
Saboya, mezcladas y entremetidas en un cuerpo
de la diversidad, solo y unido de las naciones en-
tre sí, para que, acompañados los bajeles débiles
— io3 —
con los fuertes, se igualasen las fuerzas, espar-
ciéndose igualmente sin haber en ninguna parte
falta, quitando la ocasión de conspiraciones é in-
quietudes, estando divididas en estas escuadras
las naciones. Llevaba la vanguardia bandoleras
verdes en el garcés, para ser conocidas con distin-
ción de los otros dos escuadrones.
El cuerno izquierdo constaba de cincuenta y
cinco galeras con bandoleras amarillas, y le lle-
vaba Agustín Barbarigo, veneciano; de éstas, las
treinta y cuatro eran venecianas, en que iba mu-
cha copia de españoles, ocho de Ñapóles y de Es-
paña, una de Lomelim, otra del Papa y dos del
Doria; á su lado iba el marqués de Santa Cruz con
treinta galeras con bandoleras blancas; las doce
de Venecia, cuatro de España, dos del Papa y
doce de Ñapóles; dióse la retaguardia detrás de la
batalla, y su cuerno derecho llevaba D. Alonso
Bazán, su hermano, y el izquierdo D. Martín de
Padilla.
El medio frente ó cuerpo de la batalla llevaba
S. A. con sesenta y cuatro galeras con bandoleras
azules, y la Real con el Estandarte de la Liga; á
su diestra la capitana del Papa, en que iba Marco
Antonio Colona, y á la siniestra Sebastián Venie-
ro con la de Venecia y con la capitana de Saboya,
en que asistía el Príncipe de Urbino;tres del Papa,
trece venecianas, tres de Juan Andrea, tres de
España, dos de Ñapóles, tres de Milán, al lado de
Marco Antonio, y al lado de Veniero la capitana
de Genova y otras tres de España, trece de Ve-
necia, tres genovesas del sueldo del Rey, dos de
— 104 —
Joan Andrea, tres del Papa y ana de Ñipóles.
A Francisco Doodo, Genenü de las galeasas,
se ordenó que de dos en dos, con igoal distancia
apartadas, faese delante del filo de la armada una
milla, y se remolcasen todas si fuese menester. A
D. Carlos Dávalos se ordenó que pusiese sos na-
ves para combatir la mitad á un lado de cada
coenio y procorase navegar en conserva de lasga-
leras; y cuando no pudiese pelear en este puesto,
llevase con esquifes soldados á socorrerlas pronta-
mente en la batalla: que en S. A. corrían parejas
la prudencia y el arte militar.
Ordenóse á D. Juan de Cardona hacer la des-
cubierta á la armada turquesca, veinta ó treinta
millas delante, con ocbo galeras, y que avisase con
ana fragata de todo lo qoe viese. Túvose aviso de
que la armada enemiga estaba en la Prevwa, y
S. A. juntó su Consejo y se resolvió en combatir,
y esforzando la gente hizo el siguiente razona-
miento:
«Llegado es el punto de alcanzar la fama eter-
na con la prometida victoria por nuestro Santo
Pontífice: por tanto, cristianos y amigos míos, mos-
trad vuestros brazos y corazones invencibles, pues
sin duda la alcanzaréis con la ayuda del Señor, por
quien peleáis. No temáis á los tarcos, vencidos de
nuestros pasados y de nosotros tantas veces; cono-
ced vuestra mejora por las provincias en que na-
cisteis, por vuestras familias, por sus hechos, por
sus pechos de leones, por la justicia y por la reli-
gión que venís á defender. Esta causa es de Dios,
y S. M. volverá por ella y peleará por nosotros. La
— io5 —
armada es grande y poderosa; vosotros soldados
fuertes. Confío en el Señor alcanzaréis victoria y
renombre inmortal; no desmayéis, que el primero
seré en socorreros y en ponerme al peligro en de-
fensa de la causa de Dios, que os dé su esfuerzo,
amén.>
CAPITULO XI
Habiendo hecho S. A. el dicho razonamiento,
caminó buitcando el río de la Prevesa, en el golfo
de Lazta, y pasó á Lepanto. Los turcos, en el gol-
fo de Corínto, entraron en consejo, y algunos des-
estimaban la amiada cristiana; otros eran de pare-
cer que no se diesse la batalla, exagerando assi su
poder. Alí, con soberbia, dijo que SeUn le había
mandado pelear y se había de hacer por su reputa-
ción. Y por tener mayores fuerzas pareció á S. A.
que Juan Andrea tomase muestra á las galeras
puestas en figura de batalla; los venecianos no le
admitieron, teniéndole por sospechoso poua ellos,
pero admitieron al Comendador mayor. Curcio An-
ticocio, capitán valiente, y dos soldados de su com-
pañía riñeron en una galera veneciana, y querién-
dolos prender, se defendieron; y Sebastián Venie-
ro, ciego de cólera, llegó al ruido y ahorcó á Cur-
cio y á los dos soldados de una entena. Los señores
y capitanes se escandalizaron del atrevimiento,
y S. A. lo sintió tanto, que hiciera gran demostra-
ción contra Veniero á no disponerlo con prudencia
y templanza Marco Antonio Colona, Doria, Re-
quesens, Barbarigo, cuya bondad y canas templa-
— 107 —
ron la justa indignación de S. A.: que un Príncipe
benigno sufre y se aplaca.
En Cabo Blanco puso otra vez S. A. la armada
en ordenanza de batalla, entre la tierra firme y la
isla de Paxo, donde se supo venía Alí, habiendo
salido de Lepanto.
Disputóse otra vez entre los turcos sobre el dar
la batalla, y dijo Farta, valiente capitán, no se
podía creer que los buscase un hermano de tan
gran Rey como era Felipe, sin fuerzas mayores y
sí iguales con esperanza de victoria, con fortísi-
mos españoles é italianos resueltos de morir ó ven-
cer, con mucho número de galeras ponentinas,
siempre de gran efecto. Alí y sus secuaces tenían
la victoria por cierta y querían pelear, y así mandó
apercibir las armas y las banderas para combatir
en el día siguiente, porque afirmaban que S. A.
estaba cerca con su armada; por lo cual, á 6 de
Octubre salió de Patras, ciudad de la Morea, no
lejos de la boca del golfo de Corinto, porque lue-
go que tomó resolución de pelear acudió á Santa
Maura por el presidio para dar la batalla. Arribó
á Colomba, en la Albania, con doscientas treinta
galeras reales, en que había cuarenta de fanal y
setenta galeotas de á veinte bancos. Persuadióse
huirían los cristianos antes que los llegase á ver:
tanta era la arrogancia y confianza de este bár-
baro. Eran los combatientes sesenta mil de diver-
sas naciones, esto es, líbicos, babilónicos, egipcios,
trapisondes, tártaros, georgianos, calcedonios, es-
clavones, macedonios, albanenses, transilvanos,
bitineos, corintios, efesios, thesalos, atenienses,
— xo8 —
lacedemonios, namidas, partos, dálmatas y extre-
mados jenízaros.
Todos éstos venían prevenidos y sos galeras
con diferentes armas, celadas, cascos, yelmos, pe-
tos, cotas, caeros curtidos, pieles ásperas, adar-
gas, escudos, lanxas, alfanjes, cimitarras, cuchi-
llos, hachas segares, alabardas, mana, porras,
bastones, dardos, hondas, arcos, flachas, arcabo-
ces, mosquetes, espingardas, culebrinas, bombar-
das y furiosos tiros. Gobernaban toda esta multi-
tud, en diísrentes puestos y con oñcios diferentes,
alcancis, asapos, sanjacos, berlebeies y bajaes.
Salió Alí, general de toda esta gente del puerto
de Calata, sábado en la noche, con viento prós-
pero, y mandó apercibir cuerda para atar los cris-
tianos, confirmando á los turcos la esperanxa de
vencer*
S. A. partió del valle de Alejandría y potaó á
las islas Equinadas, distantes tres leguas de Le-
panto.
Ali partió antes de salir el sol con todas las ga-
leras en un filo, y costeando la ribera se encami-
caba á Santa Maura, á tiempo que S. A. estaba
junto á las Equinadas; mas no entró en el puerto
porque no había agua para toda la armada, y fué
á hacerla dos leguas adelante, con intención de
volver á las islas. Otro día, domingo, tuvo S. A.
aviso de que el enemigo se acercaba, y dijo no ha-
bía ya sino morir ó vencer, y fué gran ventura
descubrir muy á tiempo la armada turquesca para
poder concertarse las galeras y ponerse bien en
defensa con pavesadas y reparos en las proas y
— log —
postas de entrada, dando lugar á que cada galera
ocupase la suya; y para hacer S. A. plaza de ar-
mas espaciosa en su Real para que pelease su gen-
te con resolución de morir ó vencer, hizo desem-
barcar su galera y la dispuso en la manera si-
guiente:
A Gil de Andrade encomendó el gobierno y de-
fensa de la medianía; á Pedro Francisco Doria, el
cuartel del Papa; á los maestres de campo Don
Lope de Figueroa y D. Miguel de Moneada, y á
los castellanos Andrés de Salazar y Andrés de Me-
sa, las rumbadas; á D. Pedro Zapata, el fogón; á
D. Luis Carrillo, el esquife; á D. Fernando de
Prado, su caballerizo mayor, y á D. Bernardino
de Cárdenas, D. Rodrigo de Mendoza, D. Luis de
Cardona, D. Juan de Guzmán, D. Felipe de He-
redia, Ruy Díaz de Mendoza y otros caballeros
capitanes de gran valor, la popa.
Alí traía una galera muy grande y alta de pun-
tal, y en ella quinientos jenízaros y turcos, la na-
ta de su ejército, bravos flecheros y escopeteros;
y en viendo la armada cristiana, que iba en forma
de una cruz perfecta, dispuso la suya en forma de
media luna con igual frente, sin dejar socorro; y
cuando acabó de descubrir la armada cristiana,
perdió el color y afirmó le habían engañado, y ja-
más pensó juntaría el cristiano tantas fuerzas; y
mirando á los cristianos remeros gozosos con la
esperanza de su libertad, les dijo, no sin turba-
ción: <Cristianos, si hoy es vuestro día. Dios os lo
dé, que yo confío en la fortuna otomana. >
S. A., en una fragata con D. Luis de Córdova
— lio —
y Joan de Soto, diictiiTió por la armada, recono-
ciendo ti ocupaba y guardaba cada nno so pues-
to. Eaforaaba á la gente el rerle tan gallardo y tan
asimoto, con semblante que ponía valor militar y
cristiano, confiado de alcanzar rictoría, porque
era su rostro alegre, grave y desahogado. Dijoles:
«Ea, so&dados valerosos» ya tenéis el tiempo que
diiBáitfiii; loque me toca cumpH: humillad la so-
berbia del enemigo, alcanzad gloria en tan religio-
sa pelea, en que si muriédedes, os iréis al cielo.»
Respondieron todos á S. A. con voz alentada ha-
rían su mandato, y que acometiese y no difiriese
la batalla. Volvió gososo y satisfecho á su Real y
en ella mandó levantar un crucifijo, á quien, hu-
millándose, todos adoraron con lágrimas. Publicó-
se al instante el jubileo é indulgencia del Papa
paxa los que alli muriesen, y se hizo la absolución
general. Era cosa maravillosa de ver el resplandor
de las armas, en que hada el sol vislumbres y re-
flejos en el agua, diversidad de colores, banderas,
estandartes, flámulas, gallardetes, mido de las ca-
jas, trompetas y pífanos, que provocaban á la ba-
talla tan deseada del ejército cristiano.
CAPITULO XII
Batalla con los turcos y victoria de los cristianos.
Una milla antes de embestir hizo Alí disparar
una pieza de artillería, y S. A. respondió con otra,
y se dio principio á la empresa y espantosa bata-
lla, á tiempo que en la cristiandad se celebraba la
procesión del Rosario, esgrimiendo el Santo Pon-
tífice á un tiempo las dos espadas de oración y
poder.
Comenzaron las galeras el encuentro, y con te-
merosos truenos hicieron eco en los mares, cau-
sando prolongados ecos en las peñas remotas; des-
hicieron con su furia el concierto de la media lu-
na, rompiendo galeras, destrozando gente, causan-
do muertes y amedrentando vidas, y dieron lugar á
que los nuestros hubiesen de acometer con no pe-
queña ventaja. Embistiéronse gallardamente las
capitanas de S. A. y de Alí, supremos Generales,
porque viendo de lejos S. A. el estandarte de Alí,
mandó al timonero enderezase la vuelta de él, y
con resolución se le presentó, y se embistieron por
las proas; y por tener la galera de S. A. cortado
el espolón y ser la turca más alta, entró y cargó
mucho sobre ella; mas levantando la popa y des-
cubriendo la plaza de armas de Alí, revolvió ga-
— ItS —
llardamente la mosquetería y arcabucería españo-
la, con mortandad de lot jeni zares.
D. Alvaro Bazin advirtió que Ali tenía fbertes
galeras de refuerzo y S. A. solamente do% y te
acercó con su escuadrón y dio rociada, con muer-
te de muchos turcos, y metió doscientos españo-
les en la Real, y se volvió á su puesto. G>mbatíase
con ira y coraje notable entre los dos Generales,
y dos veces pasaron los cristianos en la galera de
Alí hasta el árbol, y tantas fueron rebatidos por
el mucho socorro que le metían las siete galeras
(y todo lo había menester), porque la arcabucería
de lot costados de la galera crístiana y la mos-
quetería los deshacían. Las capitanas del Papa, de
Venecia y del Comendador mayor, y la Patrona
Real, aferradas con grandes y leforzadas galeras,
combatían porfiadamente; y llegando D. Juan de
Cardona con su escuadra á su posta, halló que un
batallón de galeras turcas iba i entrar por ellas á
tomar la batalla de la popa, y resistió animosa-
mente su acometida, con que se les impidió el
pato; pero la carga que recibió le mató más de
cuatrocientos cincuenta soldados, capitanes y ofi-
ciales. D. Martín de Padilla rindió con sus cuatro
galeras otras cuatro. Las catorce galeras de Hispa-
na se mostraron tan valerosas, que en ninguna de
ellas entró el enemigo.
El aspecto era terrible: todo eran muertes, he-
ridas, gritos, voces, quejas, lástimas y espantos,
no sólo aprovechándose ya de mosquetes y arca-
buces, sino peleando tan cerca y á pie quedo, que
se herían con espadas, puñales, dagas, frascos.
— 113 —
palos, puños, uñas, dientes y boca; huyendo unos
del fuego, se arrojaban al mar, donde morían aho-
gados, y aun en el agua se quemaban, haciendo
paz este día los elementos contrarios para ayu-
darse á dar muertes; abrazábanse otros, arroján-
dose con quien peleaban al mar sangriento, deseo-
sos de morir matando; sonaba en una parte el rui-
doso combate del libre fierro y la maza del tárta-
ro cruel, y en otra esgrimía la espada y daga el
español valiente; aquí jugaba el turco la cimita-
rra; allí el parto flechaba el arco; acullá tiraba la
lanza el macedonio; las balas eran más espesas que
el granizo; el humo de la pólvora obscurecía el
cielo; cubrían las pelotas el aire, y ninguna se
perdía, llevando unas un banco entero de forza-
dos, otras hileras de soldados combatientes, ha-
ciendo volar por el aire piernas, brazos, cabezas
y destroncados cuerpos. ¡Horrendo espectáculo!
La confusión era tanta, que dio lugar á los cau-
tivos cristianos para romper los hierros y con los
mismos ayudar á los suyos, haciendo armas de
cuanto pudieron hallar en las galeras, sin dejar
cosa de que no se aprovechasen para su intento:
batallólas, tenderetes, filaretes, velas, escotas,
candalizas, trozas, trizas, brazas, brandales, ba-
camentas, brioles, aflechates, amantillos, bolinas,
amuras, cajetas, estays, crujías, pavesadas, arrum-
badas, proas, popas, carcetes, gavias, entenas,
trinquetes, mesanas, palamenta, bancos, relin-
ches, cadenas, lampiones, fanales, faroles, relin-
gas, penóles, flámulas, banderolas y gallardetes,
todo lo despedazaron y rompieron para tirar de
8
— 114 —
lejos 6 embestir de cerca, peleando como h
£1 mar estaba, teñido, ó por mejor decir, vaelto
en sangre, ó hecho sepulcro de io numerables cuer-
pos, que movían las ondas alteradas y espumantes
de ios encuentros de las galeras y horribles golpes
de la artillería, de las picas, armas rnasTadas,
espadas, fuegos, espesa nube de saetas, como de
granizo, volviendo erizos los árboles, entenas, pa-
▼esadas y vasos, donde quedaban fijos.
La galera de los hijos de AH embistió por la
proa á la capitana del Papa, al tiempo que pelea-
ba por el costado con otro enemigo. £1 Príncipe
'óe Parma, con la capitana de la República de Ge-
nova, acometió otra escuadra: pelearon porfiada*
mente y la entraron sus soldados, y él fué de los
primeros; las demás galeras hicieron poco efecto
después que se embistieron las dos armadas, por-
que para cooservar el filo mejor, mandó S. A. bo*
gar con demasiado espacio.
Combatió AH dos horas valerosamente, procu-
rando entrar la galera de S. A.; pero D. Lope de
Figueroa se mejoraba contra él, ayudado de Don
Bemardino de Cárdenas y D. Miguel de Monea-
da, que les socorrían como les tocaba, á tiempo
que los turcos entraron con notable porña, y un
esmeril azo que dio en la rodela de D. Bemardino
de Cárdenas sin pasarla, fué poderoso para de-
rribarle y quebrantarle mortalmente, pues muríó
otro día.
Asistía S. A. en el estanterol, proveyendo con
extremado valor, asistido del conde de Priego,
D. Luis de Córdova, de D. Rodrigo de Benavides,
— ii5 —
su camarero mayor, de D. Juan de Guzmán, Ruy
Díaz de Mendoza y D. Felipe de Heredia, y por
debajo del estanterol gobernaban la galera Gil de
Andrade y Juan Vázquez Coronado. La capitana
de Malta rindió cuatro galeras, y, acometida de
otras cuatro, se defendía en su daño.
Entre tanto mataron de un balazo á Alí, Ge-
neral de la armada turquesca, y dio la nueva
á S. A. D. Juan de Ayala, con cuya muerte los
cristianos entraron del todo la galera, con muer-
te de muchos jenízaros; quitaron de ella el es-
tandarte llamado el Sanjac, bandera de devoción
del gran Turco, y pusieron en su lugar la imagen
de Cristo crucificado, y asimismo levantaron en
una pica la cabeza de Alí, porque la viesen los
cristianos para glorificar á Dios, y los turcos para
desmayar y perder el brío. Este suceso aseguró
el fin del horrible conflicto, no habiendo hasta
aquel punto inclinádose la victoria ni señalado á
quién se había de cantar la gala.
El general Veniero envió luego la galera de
Onofre Justiniano á llevar la nueva á Venecia; y
Aluch Alí, que llevaba el cuerno de la mar en
forma de la media luna, viendo los gritos de los
cristianos por el vencimiento y los clarines en
señal de victoria, embistió para huir por el claro
que dejó Doria en su escuadrón, y cargó sobre las
galeras de Sicilia y Malta con más de treinta, y
embistió la de Malta por la popa, con toda la ar-
tillería y escopetería; y ayudado de las otras, la
entró y mató casi todos los caballeros y soldados,
y frey D. Pedro Justiniano, General, fué herido
— ii6 —
y preso, y U galera «aqueada y ganado so ettan-
darte; y la remolcara, si la galera Guxmán de Ñá-
peles DO la socorriera, disparando dos piezas, con
qne apartó á los enemigos y la libró. Quedaron
vivos sólo seis caballeros, mal heridos con sa Ge-
neral, y murió el Bailío de Alemania, y de los
turcos en ella doscientos cincuenta. Mejor fortuna
tuvieron las otras tres galeras sujras, que rindie-
ron tres turquescas. £1 Comendador mayor entró
la galera de los hijos de AH, á quienes prendió,
con gran mortandad de los turcos en la capitana
y otras cuatro; no quedaron sin heridas cien sol-
dados» y fuera mayor el estrago si no llegara en su
ayuda la Real, y el Comendador mayor y las ca-
pitanas del Papa y de Venecta, que, acometiendo
á las que encontraban, las rendían y llevaban
presas.
Los turcos, aunque de todas las bandas heri-
dos y con mala ventura, alargaron la batalla, fu-
riosa y terrible, hasta el fin del día, por la espe-
ranza de una parte y la desesperación de otra.
Metíanse en las galeras á recibir la muerte antes
que rendir las vidas, ciegos de furor y rabia (vis-
ta miserable y espantosa). Los esclavos cristianos
y los forzados hacían maravillas, ejecutando su
enojo en los bárbaros, á cuya vil servidumbre ha-
bían estado sujetos. Huyó Uchalí, y dándole caza,
varó en tierra. Murieron treinta mil turcos, fue-
ron presos diez mil; mas no parecieron sino tres
mil quinientos. Entre los turcos muertos se cou-
taron treinta gobernadores de provincias y ciento
sesenta bais y capitanes de fanal. Libertáronse
- 117 —
quince mil cristianos de todas naciones; ganáron-
se ciento sesenta y cinco galeras; fueron treinta á
fondo; noventa y nueve dieron en tierra y las que-
maron, y en el repartimiento hubo ciento treinta.
S. A. despachó á D. Lope de Figueroa con diez
galeras á llevar la nueva al Rey Católico, y al con-
de de Priego envió al Santo Pontífice, y á los ve-
necianos á D. Pedro Zapata, gentilhombre de su
Cámara.
Murieron de los cristianos siete mil quinientos,
y entre ellos algunos capitanes de todas nacio-
nes, y llegaron después á diez mil por la mala cu-
ra de las heridas de flechas herboladas, y dentro
de dos días murió el valiente Barbarigo, con suma
tristeza de la armada por sus grandes virtudes y
valor.
Dada la batalla antes de tenerse nueva del su-
ceso, se paseaba el Santo Papa Pío V con el teso-
rero Donato Cesio, que después fué cardenal, y sú-
bitamente se apartó de él, abrió una ventana y es-
tuvo mirando al cielo como atónito. Cerróla de allí
á poco, y dijo á Cesio: «Andad con Dios, que no es
tiempo de negocios, sino de dar gracias á Jesucristo
porque nuestra armada venció en este punto; > y
dadas las gracias al Señor, se salió al campo á pa-
sear con rostro tan alegre, que lo advirtieron cuan-
tos le seguían: pidió este suceso á Nuestro Señor
el Santo Pontífice con tantos suspiros, ayunos y
lágrimas, que mereció ser oído del Señor.
Este fué el fin del día siete de Octubre, siem-
pre memorable á los siglos presentes y venideros
por la memorable batalla comenzada antes de la
— ii8 —
uta después del mediodia, y fenecida á la noche,
habiendo sido á las dos horas de pelear muerto
Ali, fi;eneral, y presa so Real. De esta felix YÍctoría
tuvieron los nuestros un presagio dichoso algunos
afios antes, como lo refiere J. Bosio, doctor di-
ligente, en nn libro que escribió Dt Crucs irium
pktmUt el cual dice que en Capha, á quien los aii»
tigoos UamaroD Theodosia. ciudad de la Menor
Tartaria, que se dijo en un tiempo Chersoneito,
apareció el año de 1567, á 16 de Enero, un circulo
en el cielo, la mitad blanco y la mitad de varios
colores, como el arco celeste, y dentro de él tres
soles; y luego, á 28 de dicho mes, estando la luna
menguajite y crecidos sus cuernos, se vio sobre
ella, por largo tiempo de la noche, una cruz con
una estrella en la parte superior. La exposición
— 119 —
fué ésta: los tres soles en el círculo fueron presa-
gio de los tres potentados cristianos juntos en la
Liga Santa contra el Turco; la cruz sobre la me-
dia luna denotaba la victoria de los fieles contra
la casa otomana, que la tiene por armas, que fue-
ron vencedores este día, y la estrella en la cruz
denotaba á la Reina de los ángeles, con cuyo fa-
vor se consiguió ésta tan memorable victoria: lo
mismo refiere el maestro fray Alonso Chacón en
su libro De signis santissimce Crucis.
Apenas se humilló la cerviz del bárbaro enemi-
go, cuando empezó el mar á perder el sosiego
cansado de haber estado quieto mirando el teme-
roso fracaso: bramaron las aguas; cruzáronse las
ondas; azotaron las peñas, y los peces marinos, di-
vididos en cuadrillas, saltando, celebraban la vic-
toria; los vientos, que en las cuevas, por ventanas
estrechas, contemplaron lo sucedido, ya sueltos y
ligeros, corrieron por el salado campo, haciendo
una trabada escaramuza, soplando todos y ame-
zando una vecina tormenta. Temieron los pilotos
una vecina tormenta, y la fuerza de Leveche y
Joloque; y así, previniendo velas, trabajando ma-
rineros y proeles, S. A., vencedor y triunfante con
los bajeles enemigos á jorro, alegre tomó el puer-
to de Mesina, como se dirá.
A dar el parabién de la gran victoria á S. A.
acudieron los Generales del Papa y de Venecia,
los Príncipes de Parma y Urbino y los demás se-
ñores, maestres de campo y capitanes, derramando
tiernas lágrimas el venerable viejo Sebastián Ve-
niero por la alegría y triunfo de este día. Celebra-
— I#0 —
ron la noche con la múnca, ▼ocerio y trompetas, y
habo luminarias con los fuegos de las galeras in-
útiles que encendieron, y eran muchas; coraron los
heridos; detcansaron los trabajados; gosaron li-
bertad los esclavos cristianos; pusieron en cadena
á los torcos: que tanto puede como esto la incons-
tancia de las cosas humanas, poes hoy se ve libre
el que ayer era esclavo miserable.
Paréceme que veo al ancho Océano gosoeo sa-
lir á dar el parabién á S. A., y le imagino en on
carro marino, acompañado de Tritón: era el ca-
rro formado de dos delfines qoe hadan del asiento
de la silla, coyas espaldas eran ona grande con-
cha de plata, y el asiento otra menor. En la vuel-
ta del respaldo llevaba ana venera con dos ojos de
ballena en medio, y lo demás de la silla era com-
puesto de revueltos caracoles plateados; veíanse
los delfines entre olas de volantes blancos de pla-
ta sobre campo azul; tiraban el carro dos grandes
focas marinas de diez palmos de largo, y el carro
tenia notable t>eUeza y majestad.
£1 grande Océano representaba un anciano y
venerable viejo de larga barba y canas: vestía una
anchurosa y real ropa de olanquín, de seda azul
de la India, guarnecida de oro y sembrado de olas
de volantes blancos, y debajo de las mangas lar-
gas unas justas de raso azul guarnecidas de plata
con remates de veneras y perlas, y en la mano
traía su plateado tridente. £1 Tritón que le acom-
pañaba era un fiero monstruo de dos colas largas
de escamosa plata, cubierto el cuerpo de her-
mosas conchas y ovas verdes preñadas de agua.
— 121 —
Traía en la cabeza, sobre negra greña, una casca
de áspera langosta, y representaba su figura, como
pinta el famoso poeta Camoens, en forma de un
mancebo grande y seco, trompeta de su padre y
su correo; el vestido de blanco y azul se dio al
Océano por el color de sus aguas; corona, carro
y tridente, como á rey de ellas, que tal le siguen
los poetas. Seguía á grande grita y voces de mari-
neros una hermosa y bien artillada nave, desple-
gadas sus corvas y blancas velas, llena de visto-
sas banderillas y gallardetes de popa á proa, con
toda la cordoalla y crujía que pide su eterna per-
fección; llevaba diez piezas de bronce, cuatro por
lado y dos en la proa, las cuales se dispararon ha-
ciendo salva á S. A. Venía la nave rodeada de ba-
rriles, limones, naranjas y otras vituallas; el pilo-
to vestía peluca parda, y se ocupaba mirando en
su carta de marear; llevaba seis marineros vesti-
dos de varios colores de seda, con guarniciones de
oro y ricos collares, cantando todos con lindo do-
naire por las gavias y jarcias; la nave se veía ro-
deada de cerúleas y encrespadas olas, y por ellas
le cercaban cinco tritones y cuatro sirenas con
largas y rubias cabelleras: que todo ello publica-
ban la grandeza y valor del triunfador á quien ve-
nían á saludar.
Acabóse la fiesta con música y tiros de artille-
ría, y salió S. A. de Pétala, y por el mal tiempo
entró en Puerto Candela; y sobre combatir á Le-
panto hubo contrarios pareceres, y se entendió
después era fácil la empresa por la poca defensa
que tenía.
— I«S —
A 12 de Octubre llegó S. A. i Santa Maura, fron-
tero del puerto de Gomenúca, en tierra firme; pa-
reció ser necesario quince días para expugna! la,
difícil la batería y no de mucha importancia la em-
pretti, y tjánowt trató de darle aJtalto.
Aqui S. A. dio gracias á Dios por la victona con
misa solemne, sermón y procesión, con música de
instrumentos y acompañamiento de muchos clé-
rigos y frailes que iban en la armada.
Repartió S. A. los despojos de esta manera:
Al Rey Católico, la capitana del Turco.
Al Papa, veintisiete galeras, nueve cañones
gruesos» tres pedreros, cuarenta y dos sacres y
doscientos esclavos.
Al Rey Católico, ochenta y un vasos, sesenta y
ocho cañones grandes, doce pedreros, ciento se*
senta y ocho sacres y tres mil seiscientos esclavos.
A Venecia, cincuenta y cuatro vasos, treinta y
ocho cañones, seis pedreros, ochenta y cuatro sa-
cres y dos mil quinientos esclavos.
A S. A., de la décima, diez y seis vasos, sete-
cientos veinte esclavos, y las piezas, de diez una;
quedaron en su poder los dos hijos del Bajá ^ '* "
cuarenta y siete principales de los turcos.
Las naves dieron bastimentos á las galeras, y
S. A. se fué á Mesina con Marco Antonio Colona,
y se quedaron los venecianos en la isla de Corfú,
por estar cerca de Sicilia, Calabria y Venecia.
Entró S. A. en el puerto día de Todos los San-
tos, remolcando las galeras vencidas y sus estan-
dartes y banderas, y tremolando las vencedoras,
y fué recibido del obispo y clerecía y magistrado
— 123 —
con grande aplauso, alegría y veneración; dio otra
vez gracias á Dios, y celebró por espacio de nueve
días las exequias de los difuntos en la jornada con
suntuoso túmulo, adornado de elogios, inscrip-
ciones, trofeos y armas propias y del enemigo. Su
Alteza hizo merced á los que se señalaron en la
batalla y grandes limosnas al hospital de la arma-
da. Los romanos recibieron á Marco Antonio Co-
lona con gran triunfo, y su Santidad en Palacio
acompañado de cardenales; y en lugar de los gas-
tos de banquetes, dio dotes á huérfanas, y Colona
ofreció una bella campana de plata en Araceli con
su inscripción.
El Rey Católico tuvo la nueva en la octava de
Todos los Santos, estando en vísperas con sus frai-
les de San Lorenzo el Real, donde recibió la en-
horabuena y se hizo una solemne procesión, y otro
díase dijo misa por los difuntos de la armada.
Allí se le entregó el estandarte del Turco, que diji-
mos llamarse Sanjac, que era traído de Meca: su
hechura de tela de algodón y lino blanco, escrito
por una parte de letras arábigas mayores y meno-
res, muchas de ellas doradas, lleno de círculos,
cuadros y triángulos. Partió luego para Madrid á
hallarse en la procesión general, que allí se cele-
bró suntuosísima, y llevó á su lado al Embajador
de Venecia; y para que de esta victoria hubiese
perpetua memoria y hacimiento de gracias, dotó
fiesta en cada un año en la Santa Iglesia de Tole-
do, que se celebra con gran solemnidad en 7 de
Octubre todos los años. Hizo S. M. muchas mer-
cedes á los capitanes que sirvieron en esta jorna-
— xt4 —
da, de hábitos, encomiendaB, rentas, entreteni-
mientoe, ventajaB y ayudas de costa, teniendo me-
moria de que este triunfo les había costado penas,
cuidados, trabajos, peligro, sudor y sangre derra-
mada. Halló la nueva á Selin en Andrínópolis, y
dijo con excesivo sentimiento á sus consejeros era
el triste caso infelix suceso de esta batalla, claro
y fatal principio de la ruina de su monarquía, y
con ira y furor terrible mandó matar los esclavos
«tpaftoles y venecianos; pero Mahomet Bajá le
consoló con pmdaocia y valor, y le disuadió la
crueldad y vengansa vil que intentaba, diciendo
matarían los cristianos, al punto que lo supiesen,
á los esclavos turcos, y se seguirían otros muchos
inconvenientes: que con la medida que nao mide,
coo esa le vuelven á medir.
CAPITULO XIII
Cantan la gala de esta victoria al Sr. D. Juan de Austria
los nids ittsignes poetas de la cristiandad.
Bien pudiera referir aquí innumerables versos
que se escribieron este año de 1571 en loor de esta
victoria y en gloria de los triunfadores; pero fuera
eso hacer muy largo este tratado, fuera de los lí-
mites de mi pretensión, los que aquí se pudieran
poner (i).
(i) Proponíase acaso el autor llenar este capítulo con poe-
sías dedicadas á la memorable victoria de Lepanto, y desistió
después de su idea, dejándolo reducido á estas cortas líneas.
CAPITULO XIV
Tráktté ié prougmir h gmnm contr» d Tmm
yqmlm tmáimá» d Sr. D. Jum.
El Santo Pontífice Pío V, gotoso con la victo-
ría paaada, j deieoao de continuar la guerra con-
tra el Torco, exhortaba con fervor á los Príncipes
cristianos para entrar en otra Liga, ó por mejor
decir, continuar la pasada, porque acometido el
Turco por mar y tierra, bajase la cresta, y coando
como el pavón hiciese rueda mirando sos lunas,
las deshiciese mirándose á los pies, esto es, á la
pérdida de sus armadas; y porque se quejó S. A.
en Venecia de las cóleras y términos absolutos de
Sebastián Veniero, General de venecianos (de quien
queda referido que, arrogantemente, mandó ahor-
car A un capitán y dos soldados al tiempo de que-
rerse dar la batalla), le dieron por sucesor á Ja-
cobo Foscarin.
Aprestábase S. A. para la continuación de la
guerra con tan heroico espíritu, que cualquiera
pequeño impedimento le parecía estorbar el curso
de su gloria, dispuesto, no ya con dudosa espe-
ranza para la batalla de incierto fin, mas de se-
gura y gloriosa victoria solicitaba el aparato de
la guerra; y el Rey, su hermano, le daba priesa,
y con este incentivo levantaba nuevos alemanes
— 127 —
é italianos, mandando fletar navios de carga y re-
coger vitualla y municiones para que á la prima-
vera estuviese la armada á punto y con gente
descansada en los alojamientos; y asimismo nom-
bró para que le asistiesen al marqués de TrevÍ90,
napolitano, y á Antonio Doria, prácticos y de buen
consejo en los sucesos de la guerra.
Entendido esto por Selín, Gran Turco, escribió
al rey Carlos IX de Francia, entendiendo era so-
licitado para que entrase en la Liga contra él, pi-
diéndole guardasse la fe que debía á su amistad,
heredada de sus padres y abuelos, y que, dado
caso que no le ayudase, por lo menos no se confe-
derase contra él, y diese lugar á que los hugono-
tes, que trataban de favorecer á los rebeldes de
Flandes, metiesen allí sus armas para necesitar al
Rey Católico á que mirase aquellos Estados y sa-
liese de la Liga, con que quedaría enflaquecida
por faltarle la fuerza y parte más poderosa; puso,
finalmente, Selín eficaces medios en asentar esta
paz en Francia y efectuar para ello el casamien-
to de Margarita con el Príncipe de Bearne. Era
Margarita hermana del Rey, y los Príncipes de la
Casa de Lorena le disuadían este casamiento, di-
ciendo sería más á propósito con el Rey de Por-
tugal, á gusto y petición del Pontífice, por su Le-
gado el cardenal Alejandrino; asimismo adver-
tían al rey Carlos del engaño de Selín y de los
males que amenazaba su amistad: que es desvarío
presumirla del enemigo común.
D. Juan de Austria, por mandado del Rey Ca-
tólico, llegó á Mesina á la entrada de Abril del
año de 1572 para llevar á Corfú su armada, donde
te habían de juntar loe generales. Los venecianos,
en el Ínterin, enviaron galeras á correr las tierras
del enemigo y tomaron la isla Margarita; tam-
bién enviaron otras escuadras en cono para ad-
vertir y mirar las empresas que se podían hacer
en la costa de Morea y Albamia y para entender
loe ánimos de los griegos, enemigos del Turco, los
cuales habían enviado á pedir á D. Juan acome-
tiese la Morea, donde le recibirían con sus gentes
y le tendrían por su cabeza, y que Uevasse armas
y guarnición de caballos, que ellos le acudirían
con los suyos valientemente. El Rey Católico
mandó aprestarlo todo con gran abundancia, guia-
do de la esperanza del próspero snoeso. £n esta
sazón, Aluch AJÍ, general de Selín, con las quince
galeras que salvó de la batalla pasada y algunas
instas de conaríos, hizo doscientas velas y par-
tió á defender la Morea, porque se temía de su
acometimiento y de que se había de levantar por
haberle avisado que traía trato con D. Juan, á
quien había dado su palabra de elegirle por su
Rey, si bien fiaba poco Alí de su armada y sólo
pretendía estar en la defensa de todo. Entró en el
archipiélago Escarpanto y otras islas, y echó á
remo los cristianos por reforzar su armada y por
verlos inclinados á los confederados, é hizo gran-
des castigos en la Morea y Albania en muchos,
porque querían á D. Juan por Rey, especialmente
en los religiosos, diciendo eran inducidores de los
pueblos al levantamiento. Este moro era sagaz y
pájaro matrero.
— 129 —
En este tiempo murió en i.° de Mayo el Santo
Pontífice Pío V, á los seis años, tres meses y vein-
te días de su Pontificado, y á los sesenta y siete
y catorce días de su religiosa y santa vida, con
gran tristeza de toda la cristiandad y de la santa
ciudad de Roma, de cuya muerte se alegraron
por todo extremo los herejes y el gran Turco Se-
lín, que dentro de nueve días supo la nueva. Tam-
bién la supo con brevedad el Rey Católico, é hizo
notable sentimiento, porque la Iglesia perdía un
gran pastor, y porque muriendo este Santo Pon-
tífice recelaba el fin que había de tener la Liga; y
á esta causa, y por haberse alterado en este tiem-
po los Estados de Flandes, cuyos rebeldes habían
saqueado las iglesias y monasterios, destrozado
las imágenes, apoderádose de la tierra y pasado
á cuchillo á los religiosos y católicos, avisó á Don
Juan no partiese de Mesina hasta que le avisase,
porque, si era forzoso, en pocos días metería con
su armada gente en el Piamonte y en algunos más
de los Estados de Flandes que se habían rebelado.
Sucedió en el Pontificado Gregorio XIII, per-
sona de grandes virtudes, conocimiento de la ju-
risprudencia, gravedad, entereza y vida inculpa-
ble, el cual deseó el buen empleo de la armada
de la Liga, cuya prosecución deseaba grandemen-
te S. A., por haberle prometido el Papa Pío V la
investidura del primer reino que se ganase al Tur-
co, haciéndole su Rey, y los de la Morea se lo ha-
bían ofrecido y lo desvelaban é incitaban para salir
con la empresa, para cuyo efecto envió sus emba-
jadores al Rey su hermano por tierra y por mar. El
- i3o —
Rey Católico mandó á S. A. partiese para Levan*
te, sin invernar allí, y que saliese de Mesina con
saenta y cinco galeras y treinta naves, seis mil es-
pañoles, seis mil italianos y tres mil alemanes,
dejando en Palermo el resto de su armada á cargo
de Juan Andrea Doria, y la infantería á cargo de
Cabrío Cerbellón, para dar calor á las cosas de
Poniente.
Antes que llegase este mandato, por acuerdo
de la Congregación de cardenales de la Liga par-
tió de Mesina Marco Antonio Colona, teniente
general, confirmado por el nuevo Pontífice á 6 de
Julio de este afto de 1372 con el estandarte de la
Liga, y con él Jacobo Soranxo, proveedor de Ve-
necia, y llegó á Corfó. En la muestra de la arma-
da, halló ciento cuarenta galeras, seis galeazas
y veinte naves, con las que S. A. había enviado
delante. Detúvose allí doce días, y pasando el pe-
queño canal, navegó con ellas el puerto de Alba-
nia al puerto de las Gomenizas, donde llegó aviso
de S. A., en que le decía se esperase, que (mesto
sería con ellos.
Los venecianos decían pasaba el tiempo sin
fruto, y Marco Antonio deseaba señalarse en esta
A..C
'-Ti-
jornada, y así pasó á la Cefalonia y envi^^
leras á 15 de Julio, á espiar al enemigo, i V\ó
de loe naturales y griegos de la Morea, estaba
AIÍ con armada de doscientas veinte galeras y
veinticinco galeotas en el puerto de Epidauro, y
á 7 de Agosto tuvo aviso de que el enemigo salía
al golfo y venía á embestir con su armada. Luego
Marco Antonio tocó al arma, salió del puerto,
— i3i —
alargóse al mar, púsose en batalla, presentándose
tan cerca que las armadas se acañoneaban. Vien-
do Alí el buen orden de la armada cristiana, se
retiró sin volver las proas, por no dar señal de te-
mor y huida, apartándose de la batalla á sotaven-
to con boga lenta; los cristianos los cargaban y
vino la noche sin esperanza de pelear; Alí disparó
toda su artillería para cubrirse con el humo y se
fué á puerto Coalla, veinte leguas de la armada
cristiana.
Los cristianos entraron en Consejo, y en él se
acordó que el capitán Pedro Pardo, con una ga-
lera, avisase de lo sucedido á S. A., que estaría
en Corfú, y le solicitase para unirse con la arma-
da brevemente para alcanzar segunda victoria de
los turcos.
Llegó al Zante, donde halló que S. A. había
llegado brioso con cincuenta y cuatro galeras, dos
galeazas de Florencia y algunas naves á cargo de
D. Rodrigo de Mendoza Cerbellón, en seguimien-
to del marqués de Santa Cruz, á quien había en-
viado delante con dos galeras para avisar á Mar-
co Antonio de su viaje; no le halló, y con despla-
cer le envió á llamar, para que juntos peleasen
con Alí, ó se hiciese alguna empresa en la tierra.
En este ínterin los de la Liga fueron descubier-
tos de los turcos, y dejando de hacer aguada, se
dispusieron para pelear, saliendo la vuelta de ellos
y con viento en popa fueron en su contra hasta
que se trocó el viento, y remolcaron las naves y es-
tuvieron á tiro de cañón. Marco Antonio se opuso
contra ellos en batalla; y vista por Alí su deter-
— I32 —
minación animosa., se entretuvo escaramoiando
con la artillería algunas horas, más amenazando
que intentando la pelea. Marco Antonio envió
otro aviso á S. A., pidiéndole no tardase en jun-
tarse con su armada; S. A. lo había procurado y
lo habian detenido los vientos y la resolución del
comisario que le impedia la salida, porque andan-
do tan cerca la armada del Turco fn^rn rneterse
en manifiesto peligro, y asi escribió a ' An-
tonio viniese luego á Corfú, y él lo hizo y llegó á
la presencia de S. A. á 31 de Agosto.
Llegado Marco Antonio, determinó D. Juan su
partida para combatir con Mi; envió las naves al
Zante; pasó la annada el Canal; hizo agua y leña
en las Gomenizas, y desde allí pasó á Siracosa,
donde Marco Antonio tuvo aviso de que AH, con
los tarcos, temerosos v malsanos, estaba en el
Puerto Junco.
S. A. llegó á la Cefalonia, donde gastó dos
días en disponer la armada para combatir al ene-
migo, trocando la forma de la disposición: el
cuerpo de la batalla llevaba sesenta y cinco gale-
ras con bandoleras amarillas; el escuadrón de su
diestra, con cincuenta galeras, dio al marqués de
Santa Cruz, con gallardetes verdes; y el de la si-
niestra dio á Jacobo Soranzo, con otras tantas ga-
leras con banderolas azules, y para socorro dio
treinta galeras á D. Juan de Cardona, con bande-
retas blancas; delante iban ocho galeazas y detrás
algunas galeotas y bergantines y naves para va-
lerse de ellas cuando fuese menester.
Caminaron toda la noche á remo, aunque con
— i33 —
viento fresco, y pasaron de las Estrofadas, distan-
tes diez leguas de Puerto Junco, y para encubrir-
se pasaron allí todo el día.
La noche siguiente se trató de medir el tiempo
con el camino para estar al amanecer sobre Mo-
dón. Enviaron tres galeras á reconocer al enemi-
go, el cual fué descubierto, y salió con ochenta
galeras media legua de Modón á esperar á S. A.,
de lo cual S. A. se holgó mucho y le presentó la
batalla, entendiendo sería cierta, porque Alí car-
gaba á algunas adelantadas, y con su Real arreme-
tió animosamente, y el enemigo se retiró á Modón.
Fué S. A. á la isla de la Sapiencia á la vista
por estrecho canal, dividida por tierra firme, y
Aluch Alí, viendo deshecha la ordenanza, con im-
petuosa boga se mejoró contra los confederados;
ellos volvieron las proas para ordenarse, y el ene-
migo se metió en su puerto. S. A. estuvo toda la
noche sobre las áncoras, y el siguiente día hizo
agua en el río de Corón por no dejar al enemigo
libre el paso para Constantinopla. Llegaron tres
mil turcos para impedir la aguada, escaramuzan-
do, cargando casi en rota á los cristianos. S. A.
envió á Paulo Esforza con buen número de solda-
dos y se las hubo con los turcos, con quienes pe-
leó, y al fin quedaron muertos algunos de ambas
partes. El día siguiente volvió á Modón la ar-
mada puesta en batalla; mas Aluch Alí, temien-
do, con increíble presteza guarneció el collado
puesto sobre la ciudad y el puerto con mucha ar-
tillería, para batir la armada cristiana si se le
acercaba, quitando del todo la esperanza de venir
- i34 -
& txitaUa. S. A. volvió á Puerto Janeo, cabo se-
guro de todos vientos y á propósito pgua hacer
agua: alH se resolvió de esperar los movimientos
de los griegos, de que daban esperansas, y las
veinte naves que haÜan quedado en el Zaote, con
la vitualla y con dos mil quinientos aleosanes,
municiones, pertrechos y máquinas de guerra, y
dies y ocho galeras que asimismo mandó traer
S. A., y arribaron á los i8 de Septiembre.
En este ínterin se intentaba deshacer la guerra
por los contrarios pareceres de los del Consejo de
S. A., deseoso de volver á embestir la armada
dentro del puerto con la ventaja de la artillería de
tierra; y se dejó de tomar resolución. £1 enemigo
desarmó muchas galeras y puso la artilleriaen alto
para guardar el puerto, y sobre el batir á Modón
hulx> varios pareceres, lo cual, visto por S. A.,
volvió el ánimo y ímpetu contra Navarino, ciudad
grande y antigua patria de Néstor, griego famo-
so en la guerra de Troya. Salieron á tierra ocho
mil infantes, escaramuzando con los turcos, y re*
conocieDilo el sitio plantaron ocho cañones gruesos
en las explanadas, en puesto á propósito, pero con
dificultad, y las trincheras flacamente por ser pe-
dregoso. Batiólo tres días S. A. con algún efecto; y
por no haberse ocupado con un cuerpo de guardia
el camino de Modón, socorrieron á los sitiados
quinientos turcos. La primera noche del sitio Alí
salió á divertir con cincuenta galeras reforzadas y
se volvió con brevedad. Continuábase el batir á
Navarino y estaban mal acomodados ios de la cam-
paña, y sin esperanza de ganarla por el mucho so-
— i35 —
corro que cada día le traían, si bien no lo pasaban
menos mal los turcos con poca comida y mucha
confusión: que ésta es la moneda de la guerra.
Viendo S. A. la dificultad de la empresa, en el
silencio de una noche obscura y lluviosa levantó el
cerco, y por ser fuerza invernar en Poniente, de-
sistió de batir á Navarino. Pasó á Modón, y Alí,
con cincuenta galeras, salió á tomar dos naves de
municiones echadizas, para socorrerle, al mar;
acometióle S. A., y retiróse. El marqués de San-
ta Cruz cargó sobre él, y prendió la galera del
nieto de Barbaroja. Prosiguió S. A. su viaje, y en
los Gomenizas halló á Juan Andrea Doria y al
duque de Sessa con trece galeras que habían veni-
do á servir por orden del Rey.
Alí volvió á Constantinopla deseoso de haber
defendido los Estados de Selín con armada débil
y enferma; y luego trató el dicho Selín de acre-
centar su armada, labrando galeras en el mar Ma-
yor, y en otras provincias municiones y vituallas.
El Rey Católico y los venecianos convinieron en
sacar trescientas galeras á la primavera: las cien-
to cincuenta por la Corona de España y por su
cuenta: que el Rey de España es león que duerme
con los ojos abiertos.
CAPITULO XV
itUm
Deieando el Rey Católico el fruto de tantos
gastos, armó las dichas ciento cincuenta galeras
para que la armada llegase á trescientas, como lo
habia prometido á los venecianos, y todos ha-
bían de estar en Corfú á los 15 de Abril del año
de 1573.
En esta saxón los venecianos hicieron paces con
el Turco por medio del Rey de Francia y de su
Embajador en Constantinopla, por mano de Ma-
homet Bajá y de su Bailio. El Papa sintió mucho
esta novedad, y dijo en público Consistorio eran
poco religiosos los venecianos, y no guardaban so
palabra y fe ni el juramento hecho en la autori-
dad de la Sede Apostólica; lo cual, sabido por
ellos, enviaron para aplacaile á Nicolás de Por-
te, su embajador, y á que le refíriese á boca las
causas que les habían movido para hacer las di-
chas paces, y no le dio audiencia su Santidad.
Asimismo enviaron otro Embajador al Rey Cató-
lico para darle satisfacción de lo hecho, el cual
respondió con su gran prudencia que cada uno
sabia lo que le estaba bien, y que si les habia pa-
recido conveniente la paz, no le desplacía deja-
- 137 -
sen la guerra comenzada. También dieron aviso á
S. A. con su Embajador de la paz alcanzada á
costa de mucho dinero (fuerte negociación y re-
putación poca, por las condiciones que en ella se
pusieron, bien á gusto de los turcos). A\ punto
quitó S. A. de su Capitana Real el estandarte de
la Liga, y puso el de España, y á este tiempo lle-
gó Alí con grande armada á la Previsa en defensa
de la Morea y otras provincias de Selín.
S. A., despedidos los venecianos, juntó su Con-
sejo sobre el empleo de las ciento cincuenta galeras
y las naves, y tanta y tan lucida infantería. Pare-
ció á algunos que, juntas con las doce galeras del
Papa (que no dejó la Liga) y las de Malta, se
combatiese á Alí, aunque estaba con más número
de bajeles, no bien armados ni sanos ni osados,
medrosos y detenidos sí, y malparados de una fu-
riosa tempestad, recelándose de lo que podría su-
ceder en su daño, sabiendo que el Rey Católico
por sí solo podía hacer la guerra al Turco, con-
quistar reinos y alcanzar victorias, siendo el más
poderoso Monarca del mundo. Hubo en el Con-
sejo varios pareceres: unos decían se conquistase
Argel, el cual, ganado, se entregarían Túnez y
Trípol; otros decían se conquistase Túnez.
S. A. consultó al Rey Católico, su hermano, y
mientras se tomaba entera resolución, Arab, go-
bernador de Argel, temeroso de que la conquista
se comenzaría por esta ciudad, la fortificaba con
cuidado, en tanta manera que echó por tierra un
grande arrabal de casas fuera de la Puerta de
Bazón, y la fortificó con un rebellín para su de-
- i3S —
fensa y un baluarte que tocaba en el mar; ciñó la
isla del puerto de muralla baja para poner tira-
dores que impidiesen el plantar la batería, é hizo
la torre de lanterna, todo con mucha brevedad.
El Rey Católico mandó á S. A. emplease su
armada en la conquista de Túnez por sacarle de
la tiranta de AJÍ, y que le desmantelase, y asimis-
mo conquistase la Goleta para evitar los continuos
peligros y gastos de Italia, ordenándole no par*
tiese de Sicilia sin estar asegurado de que la ar-
mada del Turco no pasaría del mar Jonio. Para
eit* efecto, S. A. tuvo galeras y fragatas, que le
avisaban de sus movimientos.
AH, con cincuenta galeras, vino á Calabria á es-
piar los intentos de S. A., y fué su venida con tan-
ta príesa, que juntamente se supo su venida y su
vuelta; y como era ya la mitad del mes de Sep-
tiembre, despidió los corsaríos y fué á disponer los
presidios de la Morea y Archipiélago para ir á in-
vernar á Constantinopla, con deseo de salir el aik>
siguiente á la Goleta para asegurar su reino de
Túnez.
Dejó S. A. en Sicilia á Juan Andrea Doria, con
cuarenta y ocho galeras, para que acudiese á re-
mediar las diferencias que había en Genova, en
caso que fuese necesario, y S. A. salió con ciento
cuarenta galeras y con cuarenta y cuatro naves de
gran porte, doce barcones, veinticinco fragatas,
veintidós falúas, con casi veinte mil infantes de
las tres naciones, sin los muchos aventureros y en-
tretenidos, con buena artillería, muuicíones, má-
quinas y vituallas, bueyes para tirar los cañones,
— iBg —
setecientos cincuenta gastadores y cuatrocientos
caballos ligeros.
Encaminóse á Trápana, y por estar el mar alte-
rado no se alargó hasta i." de Octubre, que ancoró
en la isla Fabiniana, doce millas de Sicilia. No se
tenía por seguro en esta parte S. A. por los rigores
del tiempo, y así envió al capitán Petrucho Mo-
ran á reconocer un puerto antiguo, inútil por sos-
pecha de bajíos. Halló ser capaz de la armada, y
tomando su derrota entró en él con nombre de
puerto de Austria, y S. A. tomó la muestra, que-
dando el puerto ilustrado con el nombre de S. A.
Hecho esto, volvió S. A. á la Fabiniana y en-
vió las naves á Túnez, que llegaron con próspe-
ro viaje, y las galeras á la Goleta, y puesta la
gente en tierra y las municiones y artillería, hizo
espiar á Túnez, ciudad poco distante de Cartago,
en un seno de la costa: fué pequeño lugar hasta el
tiempo de los alárabes, en que uno llamado Mo-
habia pasó la población de Cartago á Túnez:
tanta es la inconstancia de las cosas humanas.
S. A. sacó de la Goleta dos mil quinientos solda-
dos viejos que hacían temblar la tierra, con todos
sus mosquetes, de la disciplina de D. Alonso Pi-
mentel, y metió otros tantos bisónos diciendo que
los viejos, como prácticos, le servirían mejor; dio su
gobierno al marqués de Santa Cruz, y caminó con
toda presteza á Túnez. Halló las puertas abiertas,
y en la Alcazaba le dijo el alcaide la tenía por el
Rey Muley Hamida, y con la misma facilidad se
le humilló la Goleta, según había hecho Túnez,
hermosa y fuerte ciudad, en cuya defensa y de
— 140 —
Muley Hameta, venía S. A. por orden del Rey.
Entró en ella S. A., y á los moros que halló los
recibió salvándoles las vidas; visitó las mnrallas,
miró y consideró el sitio, y olvidó el bnen acuerdo
del Rey su hermano que le ordenó debía desmán-
telalla, lo cual no hizo, guiado del parecer de pri-
vados, á quien parecía que S. A. podía ser Rey de
Túnez y que convenía disponerlo, y no lo despre-
ciaba porque es grande el reino y el más oriental
de Berbería, á cuyo poniente está la Mauritania,
al levante Egipto, á tramontana el mar, al me-
diodía el Atlante Mayor, y se extiende á la pro-
vincia de Cob, que comprende buena parte de Nu-
midia y Libia Oriental. Tiene cinco provincias
muy latas, y la mayor parte está en llano, donde
hay grandes pueblos de alárabes y africanos po-
derosos; finalmente, es lato y florido el reino de
Túnez, á que aspiraba S. A. En la Alcazaba de
Túnez halló S. A. un león, y le hizo tan manso,
que dormía y residía en su aposento; y no me es-
panto de esto: que no era mucho que un león se
rindiese á otro más valeroso león. Con tener los
moros mucho tiempo para recoger sus haciendas,
fué el saco de esta ciudad mayor de lo que se pen-
só, porque se halló gran cantidad de pólvora, cua-
renta y cuatro piezas de artillería, mucho trigo,
cebada, aceite, miel y manteca. Era tan benigno
S. A., que no permitió se hiciesen esclavos los
vecinos, antes procuró que los huidos volviesen á
su patria, y muchos de la comarca vinieron á dar-
le la obediencia en nombre de S. M. Para la per-
petuidad, determinó se fabricase un fuerte, capaz
— 141 —
de ocho mil personas, en la parte que mira á la
ciudad y que ayudase á la Goleta, que está en la
entrada del canal, célebre puerto de Cartago, ce-
ñido de la tierra.
S. A. encargó la fábrica de este fuerte á Cabrio
Cerbellón, con título de Gobernador y Capitán
General, con suprema autoridad, y dejó en la guar-
nición al maestre de campo Andrés de Salazar
con veintidós compañías de españoles, y á Pagan
Doria, coronel de otros tantos italianos, y cien
arcabuceros á caballo, de la compañía de D. Juan
Hurtado de Mendoza, que todos eran ocho mil
hombres, y la isla encomendó á D. Pedro Zano-
guera. Puso en la posesión del reino á Muley Pía-
mete, y mandó gobernasse los moros en paz y jus-
ticia, y no usando las tiranías de su hermano; y
para evitar guerras y venganza de injurias, como
varón tan prudente, llevó á Italia á Muley Hami-
da, á quien privó del reino de que él había pri-
vado á su padre, siendo justo castigo que quien
tal hizo que tal pague. Estando aquí S. A. salió
D. García de Toledo y otros caballeros, con moros
de á caballo, á montear: salió á ellos un ferocísi-
mo león, y asaltando á un moro de á caballo por la
espalda, le hizo pedazos, abriendo al caballo y al
caballero por las caderas. Otro caso raro sucedió
á D. Rodrigo de Benavides, hermano del conde de
Santisteban, y fué que saliendo á lanzar un león
en Túnez en un escogido caballo, dándole al león
una lanzada, se le cayó súbitamente el caballo en
tierra muerto sin herida, por el solo temor y es-
panto, lo cual se probó, porque abriendo al ca-
— 142 —
bailo, le hallaron la hiél rompida: extraño caso.
Pan asegurar más á Túnez, trató S. A. de ocu-
par á Biserta, y le vino nueva de que de su volun-
tad se le entregaba. Mataron los turcos de guar-
nición, libertaron ciento treinta y cinco cristianos
que habia en una galera, y puso S. A. por gober-
nador al moro que habla muerto á los turcos, y en
el castillo á D. Francisco de Avila con trescien-
tos soldados. Estuvo en Túnez siete días, y á los
17 de Octubre partió para la Goleta, donde se de-
tuvo hasta los 24, disponiendo su seguridad. En
ella dejó por su General á D. Pedro Purtocarrero,
caballero poco fuerte en defender plaza fuerte.
Llegó á Palermo y de alH á Ñapóles á i r,
aficionado á la gentileza de la tierra y ^...-.....Áo
de los entretenimientos honestos á que le inclina-
ba su fiorida edad y lozanos pensamientos.
Selin, considerando la rota que recibió en el
mar de la armada de la Liga, y que estando la
dicha Liga desunida, el Rey Católico habia ocu-
pado á Túnez, y crecía en fuerzas y reputación, y
poseía la Goleta, y asimismo el puerto de Túnez,
comenzado, daba á entender la pujanza de los
cristianos; se resolvió en no hacerles guerra, sino
estarse quieto en sus Estados, á quienes le parecia
tener seguros. Ali le persuadía conquistase la Go-
leta para recuperar y asegurar á Túnez; facilitá-
bale ia empresa, y le prometía castigar la temeri-
dad que decía haber tenido los capitanes del Rey
Católico, echando bravatas que son tiro por el
aire.
Apretó tanto la dificultad á Selín, que se deter-
- 143 -
minó á hacer la jornada con toda su potencia,
para lo cual escribió á los sanjacos del Trípol, de
Argel y del Carván, pidiéndoles recogiesen mucha
cantidad de vituallas, aparatos de guerra, número
de gente, y que estuviesen á punto ellos y sus gen-
tes y bagajes, para salir á unirse con su armada,
en llegando á la costa de Berbería, á la entrada
del verano.
Estos aprestos daban cuidado á los cristianos
del fuerte de Túnez, y así tiraba D. Juan en con-
cluillo con diligencia y gran presteza; pero era el
dolor que faltaban los materiales, á causa de la
mala provisión del Virrey de Ñapóles y el Regen-
te de Sicilia, á quienes S. A. había encargado
la provisión de esta fábrica, por no poder acudir
S. A. á ella, asistiendo á las cosas de Genova y
á su quietud, aunque lo deseaba en gran manera
por su oficio y su reputación, y por la defensa del
fuerte, de que había sido autor, y por la salud y
amparo de grandes caballeros y soldados que ha-
bía dejado en su guarda, contra el parecer más
acertado de desmantelar antes que edificar en
África. Acudían los dichos tarde y mal á la dicha
provisión del fuerte, pareciéndoles se edificaba
otra Goleta que consumiría gentes, dinero, vitua-
llas y municiones, á costa de los reinos, faltando
en esto á su obligación y á la promesa hecha á
S. A., el cual, teniendo nuevas de la bajada de
la armada del Turco contra los estados y fuerzas
del Rey Católico, ordenó á D. Juan de Cardona
fuese con las galeras de su cargo á Túnez y pro-
veyese á Gabrio Cerbellón, que asistía á la fábri-
— 144 —
ca del fuerte y á la Goleta de las cosas necesarias:
remedio que valía más tarde que nunca.
Ali, envidioso y codicioso, solicitaba los apres-
tos de la armada con codicia, para expugnar la Go-
leta y recuperar á Túnez, cumpliendo lo que ha-
bla prometido á Selín. Para este efecto fué infor-
mado del modo de la ejecución, teniendo una traza
de la planta y montea de la fábrica que puso en
sus manos un oficial del ingeniero mayor de la fá-
brica, que era un italiano que sirvió muchos aftos
en su estructura, y asi alcanzó el dicho Alí los de-
fectos de esta fábrica en lo que tocaba á la forma,
sitio y materia, y, conforme á ellos, determinó el
modo y puesto con que se le hablan de plantar
las baterías. Este ingeniero habia existido en Es-
paña mucho tiempo, pretendiendo que el Rey le
hiciese merced por su arte, y por las quejas que
tenia del Rey por no haberle dado lo que él que-
ría» y por su mala lengua, habla sido echado de
Aranjuez ignominiosamente; y mal contento y des-
pechado, se pasó á Argel el año de 1570, siendo go-
bernador el dicho Ali, á quien asistió y le dio la
traza del fuerte de Túnez, como se ha dicho: que
un mal contento es causador de muchos daños.
Para la defensa de Túnez acudió D. Juan de
Cardona y puso en tierra la gente y municiones
que traía, y lo mismo hizo D. Bernardino de Ve-
lasco, que arribó con veinte galeras de Ñapóles con
bastimentos y cuatro compañías de gente italiana,
las cuales ayudaron á abrir los fosos en el fuerte
de Túnez y llenar las cisternas de agua y ayudar
á levantar las murallas, que aún no estaban fuera
— 145 —
de escala, y hacer otras cosas necesarias á la for-
tificación, porque había nueva de que se acercaba
la armada de Selín, y en su confirmación habían
entrado en tierra de Túnez el gobernador de Trí-
pol y el alcaide del Carván, con cuatro mil turcos
y gran número de alárabes, para impedir la entra-
da de los bastimentos á la Goleta y Túnez.
Estando, pues, los cristianos ocupados en la
fortificación de Túnez y su fuerte (más lentamente
de lo que pedía la necesidad y el tiempo), salió la
armada turquesca de Constantinopla, gobernada
por Alí, con doscientas treinta galeras, treinta ga-
leotas, cuarenta bajeles de carga de todas formas,
con cuarenta mil soldados de las naciones de Áfri-
ca y Europa, entre los cuales venían siete mil je-
nízaros.
A los II de Julio llegó al Cabo de Cartago; y
Muley Hamet, Rey de Túnez, para evitar su des-
embarcación, juntó buena caballería é infantería
con banderasde españolesy sus caballos, artillería,
municiones, pabellones y vitualla; mas desampa-
rado de sus moros, amigos de novedades, no pudo
pelear. Alí, con los suyos, puso á un mismo tiempo
sitio á Túnez y á la Goleta, acercándose con trin-
cheras de fajina de olivos, de que había mucha
abundancia en aquella comarca, y la traía con ca-
mellos y gente de las galeras y moros con bestias,
cubriéndose con montañas unas detrás de otras,
sacas de leña y mazorcas de carrizo marino, y en
siete días, aunque su ejército fué maltratado de los
cristianos, puso las cosas en tan buen punto que á
los trece desembocó en el foso.
10
~ 146-
liechas sos trincheras y plataformas, comensa-
ron los turcos á batir con cañones gmesisimos y
basiliscos espantosos las murallas y baluartes,
unos á la ciudad y otros al fuerte. D. Pedro Por-
tocarrero, luego que llegó la armada, despachó á
S. A., pidiéndole que, por lo que debía á su oficio
y i la piedad cristiana, socorriese con brevedad
aquellas plaxas. Estaba S. A. en Begeben por or-
den del Rey su hermano, y vino luego á Genova
para ir á Ñapóles; escribió al duque de Sesa so-
licitase al cardenal Granvela para que enviase
gente de socorro á la Goleta, y respondió tenía
mucho que guardar en el reino y no le con venia
dividir sus fuerzas; y no era ésta la causa, sino el
poco gusto que tenia de acudir á S. A., envidioso
de sus glorías, y que, como extranjero, habla col-
gado el duelo ajeno de los españoles de un paüo
quebradizo y no de un hierro de firmeza. Detúvo-
se S. A. algunos días en Genova, á causa de una
terrible tempestad que había maltratado su Real
capitana y cuantos bajeles había en el puerto: que
no hay resistencia 4 la ira del mar. Llegó á Ñapó-
les á 22 de Agosto, y con flaca ayuda de gente y
dineros, pasó á Palermo. Asistían á la defensa de
Túnez, con D. Pedro Portocarrero, el capitán
Ocio de Avendaño y dos alféreces españoles; mas
el enemigo, puesto á trescientos pasos de distan-
cia, batía las murallas desde bastiones, que las so-
brepujaban furíosamente de día y de noche, tiran-
do mil balas cada día. Hicieron gran ruina en el
baluarte de San Pedro, trabajando con todas sus
fuerzas por ganar la estrada encubierta que iba á
— 147 —
la mar, defendida gallardamente de los cercados,
y la desamparara D. Pedro Portocarrero, á no ser
impedido de los capitanes prácticos.
Había embarcado S. A. en Genova, para el so-
corro de la Goleta, la infantería española, que ve-
nía á cargo de D. García de Mendoza, del hábito
de San Juan, y el tercio de D. Lope de Figueroa
y ocho compañías que sacó del Estado de Milán, y
asimismo las coronelías de Octavio y Segismundo
Gonzaga; y en Palermo juntó las galeras del Rey
y de los amigos para socorrer la Goleta por su
persona. Allí halló á D. Alvaro Bazán con cua-
renta galeras, y arribó Marcelo Doria con veinti-
cinco; y el duque de Terranova había enviado dos
reforzadas con trescientos españoles escogidos, y
prometió libertad á la chusma si metían con bre-
vedad el socorro; mas el tiempo contrario las vol-
vió á Palermo. Enviólas segunda vez S. A. sin
pompas ni rumbadas, para no ser descubiertas de
lejos; mas las tormentas les cerraron el paso.
Gil de Andrade, con cuatro galeras, fué á reco-
nocer la armada del Turco y á intentar la entra-
da en la Goleta ó meter el socorro en parte don-
de no se perdiese, y las borrascas lo echaron á
Cerdeña, teniendo bien cuidadoso á S. A., por es-
pacio de diez y ocho días que tardó, y con temor
de si había caído en manos de los turcos; quiso ir
á Trápana, y fué detenido del mar y vientos furio-
sos: que no hay un punto de firmeza en las cosas
humanas, y el mar y los vientos, envidiosos de las
glorias de los españoles, les hacían guerra.
Los turcos ganaron á poco trabajo la estrada
-I4S-
encubierta; y esfonadoe con la poca resistencia de
los cercados» llegaron con las trincheras al foto que
mira á Cartago, y haciendo nuevos bastiones, pro-
curaron llenarle, pan lo cual Alf echó las chusmas
de las galeras en tierra y éstos tndan fajinas, de
qae los proveían los moros en abundancia, troncos
gruesos y sacas de lana, derramando gran suma
de dinero entre los que se señalaban. Comenzaron
una mina los cercados que iba á dar á la tienda de
Sinán Bajá, yerno de Selfn; mas impidió su efec-
to un soldado que se pasó á los turcos y dio aviso
á Alf, que siempre andaba cuidadoso, y fué preso
Portocarrero.
No estaba menos apretado el fuerte de Túnez
con trincheras que por dos partes levantaban los
turcos, aunque los retiró siete veces G«brío Cer~
bellón, con muerte de más de tres mil. En la Go>
leta no paraban un punto: antes le dieron un asal-
to muy largo y gallardamente combatido de ambas
partes, á costa de muchas vidas, y sin aprovechar
los socorros de soldados que por dos veces envió,
desde el fuerte de Túnez, Cerbellón; y asi, á los
23 de Agosto la combatió Sinán con tanto furor,
animando á su gente con promesas, y Alí con es>
puertas de dinero, que al cabo de cinco horas de
combate fueron vencidos los cristianos, y ejecuta-
ron en ellos todas bárbaras fierezas.
Desde el fuerte de Túnez miraban los nuestros
con notable dolor y quebranto, derramando lágri-
mas, esta tragedia, afligiéndose notablemente de
esta pérdida, pronóstico de la suya; y á 25 de
Agosto Sinán reforzó las trincheras en Túnez y las
- 149 —
puso sobre el borde del foso, tan altas como la mu-
ralla, y batió el baluarte de Cerbellón, y caminó
con mina contra el de Doria; y pareciendo á Sinán
que convenía abreviar la empresa y que las bate-
rías estaban en buena disposición para arremeter,
mandó volar las minas y arrimar las escalas en
gran número y dar el asalto general. Pelearon seis
horas con grande ruina de los turcos, que, retira-
dos, obstinadamente, renovaron la batalla y la pro-
siguieron por otras cinco horas; pero maltratados
y heridos animosamente de los cristianos, llenan-
do las baterías y fosos de muertos, los arrojaron
de las murallas. Fué cosa rara que, reducidos los
nuestros á seiscientos, no desmayaron antes; ocu-
pando los muros se opusieron gallardamente á los
turcos en otros asaltos, retirando los heridos y
cansados, hasta que, acometidos de veinte mil ene-
migos á un tiempo y por diferentes partes, fueron
entrados y muertos, con admiración de que se hu-
biesen defendido tanto tiempo tan pocos soldados;
y fué traído Cabrio Cerbellón á Sinán, y lo llevó
delante de su caballo hasta las galeras; D. Juan
Zanoguera rindió el fuerte de la isla, y con cin-
cuenta de los suyos arribó á Trápana en una nave
francesa, salvando las vidas para volverlas á em-
plear en otras empresas.
Sinán tomó la muestra á su ejército, y halló ha-
bían muerto treinta y tres mil turcos y moros, y
entre ellos muchos capitanes y personas de cuen-
ta; dejó en Túnez cuatro mil, y embarcada la ar-
tillería, y volada con minas la Goleta, caminó á
Porto Fariña, donde despalmó sus galeras, y cami-
— i5o —
nó á 27 de Septiembre, victoríoeo, para Levante,
Ali con gran reputación.
D. Pedro Portocarreru murió antes de llegar á
G>n8tantinopla, y Cerbellón estuvo preso hasta
t)ue se dio en cambio de Mahomet Bajá, hijo del
arráex, que fué preso en la batalla nai^: que ésta
es la vuelta de las cosas de esta vida.
Mucho entristeció á todos la pérdida de la Go-
leta; mas el tiempo descubrió ser mayor el daAo
de la gente y de la artillería. S. A. lo sintió mu>
cho y el Rey no poco, cuyo consejo había sido el
de desmantelar y no ediñcar: tales son los sucesos
de las cosas humanas. Confióse S. A. en su valor y
ánimo constante; opusiéronsele los vientos y el
mar, y contrastaron su osadía, siendo ésta tan
acertada cuando no se levantan tan fuertes con-
trarios como son tempestades y vientos, que hace
memorables empresas y alcanxa renombres inmor-
tales, como se vido en Mucio Scebola, que con
ella sufrió el fuego; Fabrício, la pobreza; Rutilio,
el destierro; Marco Régulo, los tormentos; Sócra-
tes, la ponzoña, y Catón y Aníbal, la muerte, que
hicieron sus nombres inmortales.
CAPITULO XVI
D. Juan de Austria vuelve á Genova y se halla en pacificar
sus alteraciones d vista de la ciudad.
Volvió S. A. para Genova á 29 de Noviembre,
donde se eligieron gobernadores con quietud, con-
cluyéndose la elección á 22 de Diciembre; pero
alterada esta gran ciudad de la agregación ordi-
naria de las familias, fué la dicha elección impe-
dida por los atrevidos tolerados de la Señoría y
mala disposición del pueblo. Trató D. Juan Idiá-
quez, con orden del Rey Católico, protector de
esta República, de su peligro y remedio; y por
encenderse notablemente el furor popular, inten-
taba el Papa de enviar persona que interviniese
en su pacificación, si bien esto tocaba á la autori-
dad del Rey Católico como protector, y el Papa
lo intentaba como cabeza de la Iglesia y á quien
incumbe el procurar la paz de sus fieles, para cuyo
efecto despacha cada día su Santidad sus Legados
á diversas provincias de la cristiandad.
La alteración de los ciudadanos era tan grande
y dio tal estallido en Roma, que el Papa se deter-
minó enviar su Legado á esta ciudad, para cuyo
efecto nombró al cardenal Morón, no obstante
que lo procuró impedir el Embajador de España.
Esta legacía no fué á gusto de los viejos ni del
— l52 —
pueblo de Genova, qae no queda componedores,
con cuya razón se juntaron en barrios y juraron
de defender su República hasta la muerte. El Rey
Católico escribió á la Señoría dando á entender
favoreceria solamente la libertad de la República
con neutralidad de bando, y con graves y pruden-
tes razones le aconsejaba y amonestaba la quietud
y paz. Llegó el Cardenal á Genova, donde fué
bien recibido; pero las cosas andaban de manera
que desconfió de poderlas concertar: tales son al-
gunas divisiones y encuentros, que no hay hallar-
les entrada ni salida. Habla mandado el Rey Ca-
tólico á S. A. que, dejando á Berberia, con una
gruesa banda de galeras llegase á Genova para
acomodar las cosas de aquella ciudad tan altera-
da; y en llegando á la ribera, la ciudad concibió
gran temor, y las familias, para ganar más al pue-
blo, echaron fama que S. A., á instancia de los
viejos, iba á ocupar la ciudad. Ayudó á esto el
ver que los viejos habian enviado á S. A. seis em-
bajadores á darle cuenta del estado de las cotas
y pcdille su favor, y S. A. les prometió procura-
ría que volviesen á isC patria de quien estaban au-
sentes por las grandes revoluciones, conforme al
deseo del Rey su hermano; y entre tanto, estando
el pueblo continuamente en armas, afirmaba que
no había de recibir á S. A. por no ser engañado
debajo de nombre de amistad. El Senado le en-
vió embajadores ofreciendo la entrada en la ciu-
dad y todo buen servicio y acogimiento si iba con
tres ó cuatro galeras, significándole el escándalo
que el pueblo recibiría si iba con toda la armada.
— i53 —
De esto se disgustó mucho S. A., por la poca
confianza que tenían de su persona, que sólo tra-
taba de su quietud, paz y amistad, y así no qui-
so entrar en la ciudad por esta razón y por ha-
berse previsto que, por ser el cardenal Morón de-
cano del Sacro Colegio de Cardenales y Legado
de su Santidad, le precedería en las visitas y jun-
tas. Allegábase á esto el daño que podría suceder
en lugar de paz, por hablar el pueblo en este caso
con notable atrevimiento, y haber repartido arti-
llería y guardas en el muelle y en las murallas,
diciendo era para hacer salva á S. A., para lo
cual nombraron comisionados que gobernasen la
gente é hiciesen las provisiones necesarias en am-
bas riberas. S. A. envió á visitar al Legado y á la
Señoría en ambos Colegios con D. Juan de Idiá-
quez y con D. Luis de Cardona, su caballerizo
mayor, y ellos le enviaron otros cuatro embaja-
dores con refrescos, para que le sirviesen en su
ribera y dominio. El marqués de Ayamontey Juan
Andrea Doria trataron con S. x\. del remedio de
Genova; halláronse á esto presentes los viejos, que
propusieron entrar en la patria con fuerza, pues
por concordia no se hallaba traza. Estos temerosos
de la ira popular de los noveleros, se habían salido
de la ciudad con sus familias y ropas: que es gran
cordura huir del furor popular; y para volver á
entrar en la ciudad y ocupar sus casas, buscaban
remedio, y queriendo hacer esto á su costa, pidie-
ron licencia para ello. Esta convenía que la diera
el Rey Católico, y que se diese el cargo de esta
fuerza al Príncipe Juan Andrea Doria, y así S. A»
-I54-
envió á España á Juan de Escobedo, fecretarío
del Rey, que andaba en compañía de S. A.; y de-
jando al Principe Dona en las riberas de Genova
con sus galeras y las demás de paiticulares, se
pasó S. A. á Ñapóles con las restantes.
En Ñapóles tuvo aviso de su hermano de lo que
debía hacer, y asi S. A., por mandado del Rey,
escribió al duque de Gandía, D. Carlos de Borja,
qne aststia por su mandato en Genova, junto con
su Embajador, á la pacificación de esta ciudad, no
saliese de Genova, teniendo en su compañía á Don
Juan de Idiiques, porque no se levantase nn tira-
no en ella y metiese extranjeros que la posieaen en
peligro y á los ministros de los Principes en al-
guna conjuración. Asimismo escribió S. A. (4 ins-
tancia del Pontífice) al Principe Doria suspendie-
se por quince dias las armas que trataba de mover
contra la ciudad, con que en ellos no se metiese en
la ciudad gente ni vitualla, para que dentro de
este término se tratasen medios y se hiciesen y
confirmasen leyes, dándose rehenes de ambas par-
tes. Y fué así, que el Rey Católico abrió el comer-
cio de sus Estados para Genova, y envió diez mil
escudos de limosna para que se repartiesen entre
los pobres y monasterios, librados sobre las tratas
de Ñapóles y Sicilia, y las paces se concluyeron
á 20 de Marzo del año de 1575, interviniendo en
ellas los buenos medios de S. A., que sabía juzgar
diestramente de ambas manos de paz y de gue-
rra. Hubo grandes regocijos, salva de artillería,
luminaria tres noches y otras fiestas públicas; á
los rehenes se dio libertad; á la ciudad, quietud; á
i55
Italia, contento; envidia á Francia; gloria á los
tres Príncipes pacificadores: el Papa, el Rey Ca-
tólico y S. A., y gracias á sus ministros: que en
habiendo paz en una República, todo anda á de-
rechas.
\
CAPITULO XVII
SotHbfa ti Riy Cmtátí€ú i D. Jmm i§ AwOña tu kgrmmo,
par Chbemaéar ié Ict Man Bmjos,
Este afto de 1575, concluidas las alteraciones
de Genova, nombró el Rey Católico á S. A. por
Gobernador de los Países Bajos, mandándole ca->
minase loego desde Milán, donde se hallaba, por-
que las cosas pedían su presencia, con presupues-
to que le enviaría brevemente los despachos y di-
ñero que enviaba á beneficiar en Italia por orden
de D. Juan de Idiáquez. Tardábase el dinero; los
Estados estaban alterados; los españoles medio
amotinados; las demás naciones mal contentas, y
todo en manifiesto peligro. Habia enviado á S. M.
al secretario Juan de Escobedo; no hacia nada,
aunque no se le quedaba por falta de diligencia
ni de importunación, y asi se determinó S. A. ir
á solicitar su despacho, ver al Rey y saber de
boca lo que habia de ejecutar en cosa que tanto
importaba. Para esto escribió á Marcelo Doria
previniese sus galeras, pues no había otras en Ge-
nova para embarcarse, y á D. Juan Idiáquez y
D. Pedro de Mendoza, embajador ordinario, pi-
diesen á la Señoría de Venecia dos ó tres que te-
nía para proseguir su jornada. Parecía á muchos
arriesgaba en esto S. A. su persona y reputación,
— 157 —
porque acometido de corsarios, era forzoso huir
el que había triunfado tan gloriosamente del po-
der del Turco, cuya presencia causaba gran repu-
tación y paz y era el freno de Francia. Demás de
esto, decían que de su improvisa partida se sospe-
charía, ó que iba desconfiado del remedio de las
alteraciones de Flandes, ó llamado de alguna
grande necesidad de España, ó que no se hallaba
con fuerzas para resistir y combatir la armada del
Turco. Decían también que su ausencia podría
causar mucho daño á Flandes, que esperaba la
resolución del Rey y el perdón para los culpados,
y que ya estaría Escobedo despachado á su entera
satisfacción.
Esto significó á S. A. D. Juan de Idiáquez, que
sabía no gustaba el Rey fuese á su Corte, porque
pretendía ser recibido en ella como Infante de
Castilla, y que le hiciese merced forzosamente,
pues tenía tanta necesidad de su persona.
S. M. no quería que hubiese más voluntad que
la suya, ni más honor y bien que el que él le diese;
y así mandó caminase luego desde Milán á Flan-
des. S. A., confiado en sus grandes servicios y en
la buena intención que llevaba de dar honrado fin
á sus empresas, cerrando los ojos á todos los in-
convenientes, se hizo á la vela y llegó en bonanza
á Barcelona, y desde allí partió á Madrid y pasó al
Escorial, donde se había ido el Rey por no reci-
birle con demostraciones en su Corte, y para pasar
con su mujer é hijos los rigores del verano en su
Monasterio de San Lorenzo el Real.
Recibió á D. Juan alegremente: levantóse de la
— x58 —
silla, y, pidiéndole S. A. la mano, le abrazó; y
volviéndose á la Reina, le hizo mesara; y al vol~
ter i besar la mano al Principe D. Femando te
atravesó por detrás y con la contera le hirió entre
ceja y ojo, de manera que cayó en tierra y le co-
rrió sangre. S. A., condolido del hecho y calda
del Principe, sintió mis su sangre derramada que
cuanta él habia vertido peleando con la morisma;
y en vez de alegrarse viendo al Rey su hermano,
se comenzó á fatigar del suceso tan sin pensar; y
el Rey le dijo, viendo que no habia recibido daño
considerable: «Basta: dad gracias á Dios de que no
fué más.» Respondió S. A.: «Si esa desdicha me
hubiera sucedido, ventanas habia aqoÍ por donde
arrojarme.» El Rey, con sama gravedad, le dijo:
«¿Para qué deds eso?» Aquí estuvieron los dos her-
manos aügunos dias tratando de las guerras pasa-
das y de las presentes alteraciones de Flandes, de
que cada día se tenían nuevas harto dolorosas, por*
que los españoles se hablan amotinado y hablan
prendido á los del Consejo de Estado, sobre lo
cual se hablan causado grandes alborotos; y asi-
mismo los de Flandes este año de 1576 hablan he-
cho guerra á los españoles, si bien los había venci-
do el valeroso Julián Romero, natural de Cuenca,
mi patria, maese de campo del ejército, amparan-
do el señorío del Rey Católico, todo lo cual esta-
ba pidiendo remedio y cabeza que lo gobernase, y
á quien unos y otros temiesen y respetasen.
Por lo cual partió S. M. del Monasterio de San
Lorenzo el Real con su hermano D. Juan para
Madrid á 22 de Septiembre de dicho año, y con
— 159 —
secreto y brevedad despachó á S. A., dándole pru-
dente instrucción, y mandó á todos los obispos y
prelados de las religiones hiciesen plegarias, pro-
cesiones y oraciones públicas, teniendo patente el
Santísimo Sacramento del altar para que Dios
Nuestro Señor fuese servido de apiadarse de aque-
llos Estados y poner en ellos perpetua paz y ensal-
zar su Santa Fe católica, que era lo que el Rey
Católico sumamente deseaba.
Partió desde Madrid S. A. por la posta á San
Lorenzo, con voz de que volvería á la Corte pai'a
asegurar la gente y llegar á la frontera de Francia
sin ser descubierto; llegó solo al Monasterio sin
poder atener con él los que le seguían, impedidos
de un viento tempestuoso, en tanta manera que
certificó este invicto soldado y Príncipe valeroso
no había visto ni pasado otro trance tal en mar ni
en tierra en todo el discurso de su vida. Encomen-
dóse en las oraciones del Convento, certificando
tenía mucha devoción y confianza en ellas, y tra-
taba con todos los religiosos con la llaneza y hu-
manidad con que había tratado á los del Monas-
terio de Yuste, cuando siendo muchacho acudía á
él con Luis Quijada, antes de ser conocido por hijo
de tan gran Monarca como fué su padre.
Prosiguió su viaje á Valladolid por visitar á la
buena Doña Magdalena de UUoa, viuda de Luis
Quijada, á quien amaba y respetaba como á ma-
dre que lo había criado y regalado en su niñez y
pueriles años. Aquí tiñó su barba y cabellos, y dis-
frazado con nombre y muestra de criado de Oc-
tavio Gonzaga, hermano del Príncipe de Melfi,
— i6o ~
partió con un correo, lengua, y gafa. (Oh varón in-
victo! jOh Príncipe digno de eternas alabanzas,
qae^por el aumento de la fe y por el servicio del
Rey tu hermano, tiendo Principe esclarecido te
hiciste siervo! Mis digno eres de renombre que la
otra Semíramis, reina de los asiríos, que, muerto
su marido, tomó hábito de varón para reinar un
poco de tiempo mientras tenía edad y discreción
su hijo, niño, para encargarse del gobierno del
reino; ella, de mujer, se fingió varón; pero tú, de
Príncipe, te hiciste siervo, y de gran seftor, hu-
milde criado.
Apeóse en Parts en un mesón, y entendió de Don
Diego de Zúftiga, embajador de EspaAa, el estado
en que se hallaban las alteraciones de los Países
Bajos; y advertido de la pérdida de Cambray y
que el duque de Lucemburg se mantenía único y
fiel al Rey Católico entre todas las diez y siete
provincias, llegó á la metrópoli y fué recibido con
reverencia y amor de M. de Naves, que goberna-
ba aquel Estado por el conde de Manztfelt, preso
en Bruselas. Asentó allí su G>rtc, aunque peque-
ña y muy turbada, reconocido por hermano del
Rey Católico, su natural señor, y tenido por su Go-
bemador en sus Países Bajos.
Los diputados de los Países Bajos al punto avi-
saron al Príncipe de Orange, dándole cuenta de
su venida, pidiéndole orden y parecer de lo que
harian: él respondió que para saber sus intentos y
conforme á ellos admitille ó dejalle de admitir
por su Gobernador, le preguntasen, por qnedio de
un embajador de brío y poco miramiento, en nom-
— i6i —
bre de los Estados generales, quién era, á qué
venía, qué orden traía del Rey, y la mostrase ó
llevase á Bruselas para que la examinasen los del
Consejo de Estado.
Para llevar esta descomedida embajada de gen-
te tan rebelde y mal mirada, fué nombrado un
hombre atrevido, llamado Mos de Ische, el cual
aceptó el cargo muy contra su voluntad, repro-
bando la malevolencia de un bellaco y traidor
francés, amigo suyo, que le dijo estaba su reme-
dio en dar de puñaladas á S. A., afirmándole ve-
nía con fraude y palabras fingidas á engañar á los
flamencos (resolución diabólica y consejo maligno,
bien como de enemigo terrible de la Corona de
España); y alteróse tanto Ische de esta traición,
que le desechó con palabras ásperas, y fué á poner
en ejecución su embajada.
Llegado á la presencia de S. A. se turbó tanto,
que apenas supo decir á lo que iba (efectos de una
mala conciencia), y S. A., con su natural bondad,
le respondió con más modestia que pedía su pre-
gunta, encubriendo con la prudencia comunicada
de su hermano su justa indignación, y dijo que
había venido para hacer la paz tan deseada y go-
bernar los Estados, y que no estaba acostumbrado
á fingir órdenes y poderes de su Rey, cuya firma
y forma allí tenía.
Con esto se despidió Ische y fué mal recibido en
Bruselas, y tan molestado con palabras torpes y
preguntas impertinentes, que lo trataron de trai-
dor sólo porque loaba la persona, término y pru-
dencia de S. A.; y llegó á tanto la villanía de
II
- i6a —
ellos y la fatiga de él, que salió de juicio algonot
El Consejo de Estado, pedida licencia á los di-
putados, despachó á Juan Foch, servidor del Rey,
con segunda embajada. Este persuadió á S. A. el
hacer la paz, dándole á entender hablan cansado
los españoles todo el mal, y que, salidos de los
Países Bajos, gozarían los flamencos de quietud y
ayudarían para la paga de los soldados mal con-
tentos, con que todo resultaría en bien. Oyó S. A.
bien la advertencia, conforme al mandato que te-
nía del Rey para reducir las provincias 4 la obe-
diencia de la Iglesia Romana, sin reparar en las
cosas á que por la rebelión obligaba la materia de
Estado, resuelto á olvidar las injurias de los alte-
rados, porque se limpiasen los Países de herejías.
Visitaron á S. A. las cabezas del ejército del Rey
por embajada; pero no se dejó ver de los capita-
nes, en odio de la pasada rebelión.
Procedía S. A. con toda prudencia y benigni-
dad, pidiendo consejo á quien se lo podía dar y
guardando las instrucciones del Rey, tan católico
y prudente, y decían así:
«Mandase hacer por todas las provincias pro-
cesiones, sacrificios y oraciones por el sosiego y
pública paz, y que todos sus pensamientos y ac-
ciones fuesen encaminados á esto.
«Rigiese las provincias por las leyes y costum-
bres con que en tiempo del Emperador Carlos V
eran gobernadas, y con la conservación de sus prí-
vilegios, inmunidades y franquezas y restitución
de los quebrantados.
- i63 -
> Despachase los negocios públicos con parecer
del Consejo que tenía en Corte y con el de las
provincias, á las cuales, y á sus ministros y ma-
gistrados, guardase su decoro y conservase en su
antigua autoridad.
♦Deshiciese el Consejo de Troubles ó de las re-
vueltas, y las causas pendientes en él remitiese á
los Consejos provinciales.
> Administrase justicia con cuidado, premiando
y honrando los buenos y castigando los malos.
>Le enviase los nombres de los que por causa
de la religión y por su obediencia y lealtad ha-
bían padecido, y avisase los premios que se les po-
dían dar.
♦Concediese amplísimo perdón á todos por la
rebelión pasada, excepto al Príncipe de Orange,
como cabeza y factor de todos los malos.
♦Redujese á disciplina militar los hombres de
armas y presidios ordinarios de soldados, conforme
al orden del Emperador Carlos V, y en ellos se
sirviese de naturales y españoles igualmente, y
despidiese poco á poco á los tudescos.
♦Procurase reducir con clemencia y perdón á
los de Holanda y Zelanda, y siendo pertinaces,
juntando sus fuerzas con las de los Estados, los
subyugase por armas.
♦Dijese de su parte á los diputados de Braban-
te se determinaría brevemente lo que conviniese
tocante á la separación de las Abadías incorpora-
das, como pidieron.
♦Quedase el modo de confiscar bienes como en
tiempo del Emperador Carlos V, y daba licencia
-164-
para seguir su derecho en el Gran Consejo de Ma;-
linas.
^Consnltase en el de Estado si convenia conce-
der lo mismo á Duay, Lila y Orchiet.
» Deshacía la sentencia pronunciada, gobernan-
do el Duque de Alba, contra los de Utrech, y los
restituia en su primer estado.»
£1 Principe de Orange, cauteloso, fortificaba las
tierras que poseía con presupuesto de que, aunque
se hiciese la pax (en que no habia de concurrir),
duraría poco; y asi decía á los diputados consis-
tia la libertad en la salida de los espoifioles, que
salidos éstos, luego echarían de Flandes ó mata-
rían á D. Juan, con que conseguirian sus intentos,
futí estaba bien efectuar la pas.
Para tratar esta pazcón S. A., enviaron con
instrucción al abad de Marols, monasterío de la
Orden de San Benito, donde está el cuerpo de San
Humberto, y á Mos de Erreques. S. A. vido los
poderes que traían; y respondió le enviasen algu-
nos de los Grandes con poderes más amplios; en-
viaron al abad de San Gislen, monasterío de la
dicha Orden de San Benito, donde un tiempo es-
tuvo el cuerpo de la bienaventurada Santa Leo-
cadia, y al marqués de Havre, al barón de Le-
decherche y á Adolfo Metcherche, con quien no
se concluyó la paz, porque se receló S. A. el pe-
dir saliesen los españoles, y convenia mirar mucho
en esto y aconsejarse.
Los Estados apretaban á los españoles y les
quitaban la comunicación con S. A., prendían sus
correos, abrían sus cartas y las del Rey, alcanza-
— i65 —
ban la cifra y sabían los secretos. Asimismo se
apoderaban de las tierras y ocuparon la aldea de
San Bernardo, á una legua de Ambers, y el maes-
tre de campo Valdés los rompió y la recuperó con
mil quinientos hombres y dos piezas de artillería.
El conde de Bossu quiso ocupar el castillo de
Utrech, desde la villa, poniendo piezas de batir
sobre las murallas. Defendía el castillo Francisco
Hernández de Avila, gran soldado, con cien espa-
ñoles, que pasaron el foso en una barca de noche,
y los acometieron y mataron muchos de los solda-
dos del Conde en los cuerpos de guardia y trin-
cheras, y pegaron fuego á la villa. Todo andaba
de revuelta hasta que llegó orden de S. A. en que
mandaba á los españoles dejar las armas, y man-
dándolo S. A. primera y segunda vez, entregó el
castillo al conde Francisco Hernández para que
lo tuviese en nombre del Rey Católico, según lo
mandaba S. A. Salió de él con sus soldados, ropa,
bagajes, armas, banderas, cajas y artillería, con
ocho heridos y cuatro muertos en el sitio, y con
escolta y navios se vino á Ambers, y los diputados
de los Estados hicieron Liga contra el Rey Cató-
lico, y la publicaron por orden del Príncipe de
Orange: retrato de la ceguedad de una volun-
tad apasionada y de un desenfrenado apetito de
mandar.
CAPITULO XVIII
D. Joan de Anstria tenia gran deseo de hacer
paces, como lo mandaba el Rey sn hermano, aun-
que le pidiesen molestas condiciones los Estados,
conservando la religión católica, que peligraba,
habiendo de ser esto, ante todas cosas, lo que te
había de asentar y capitular; mas por la arrogan-
cia y liviandad de los comisarios, se determinó de
dar guerra á los rebeldes.
Los Embajadores del Emperador y muchos
eclesiásticos pidieron á S. A. se templase y deja-
se aconsejar, y le dieron nueva aprobación de
teólogos de la paz que se había hecho en Gante,
conforme se la pidió. S. A. reparaba en que si
aceptaba la paz de Gante, era esto contra su gran-
deza, por ser hecha sin su autoridad, ni del Rey
Católico su hermano. La dicha aprobación decla-
raron y firmaron cuatro obispos, doce abades,
catorce teólogos eminentes en oñcios y dignida-
des, nueve doctores y catedráticos y cinco juris-
tas de Lovaina, afirmando todos no ser la dicha
paz de Gante ofensiva á la religión católica. Era
la dicha paz de Gante una unión que se había
hecho en Gante de los quince Estados por una
— 167 —
parte, y del Príncipe de Orange y sus aliados por
otra; perjudicaba á la religión católica, que era
lo que en primer lugar se deseaba y había de ca-
pitular por S. A. También declararon los Emba-
jadores del Emperador, que habida consideración,
según el tiempo presente, no se oponía la paz de
Gante á la autoridad Real; pues lo establecido
en ella lo había ordenado el Consejo de Estado,
que era Gobernador por el Rey Católico.
Los diputados de los Estados pidieron consejo
al Príncipe de Orange acerca de las condiciones
que se habían de capitular para recibir en el Go-
bierno á S. A., y á 4 de Enero del año 1577 res-
pondió largamente en francés con palabras indi-
ferentes y con dudosas y aparentes razones, para
que la paz se hiciese con tales condiciones, que la
autoridad del verdadero Señor, que era el Rey
Católico, quedase sujeta á los diputados, á quien
pensaba fácilmente mandar y tener superioridad
en ellos.
Los diputados de los Estados, ambiciosos y
alentados con la carta y avisos del Príncipe de
Orange, y confiados en el gran deseo que tenía
S. A. en verse en el gobierno para adquirir más
señorío y mando del que se les debía y para qui-
társele á S. A., le dijeron en Lovaina echase de
su compañía los extranjeros, lo cual hicieron con
astucia y raposería, para que S. A. no se valiese
de su consejo. También le propusieron lo siguien-
te: que se sirviese de los que le propusiesen los
deudos diputados: esto hacían para saber por este
medio sus hechos y pensamientos, y tener lugar
de prevenirse para conservar so poder y fuerzas
en todo; que permitiese á los dipotados y congre-
gados en Bruselas el estar juntos todo el tiempo
qoe les pareciese, y mandase congregar Jonta ge-
neral de las provincias y ejecutar sus decretos: y
esto hadan para que S. A. no alcanzase toda ú
autoridad que le era debida; que restituyesen lot
dichos diputados, los soldados y sus oficiales hasta
la salida de los forasteros, ó por el tiempo que fue-
se su voluntad: lo coal hacían por tener tiempo
de fortalecerse contra S. A.; qoe confirmase lo
que parecía convenir á los diputados para alargar
dinero con que pagar lo que debían, y para esto
consintiese la Junta de los diputados en cada pro-
vincia como les conviniese, sin dependencia del
Gobernador de ella: lo cual hacían por adquirir
facultad de imponer tributos y sisas, siendo todo
esto propio de S. M. y de su Gobernador general,
y la potestad de los diputados poca ó ninguna
para esto sin él; que aprobase la Liga que los
Estados tenían hecha, y el Consejo de Estado la
confirmase por decreto: lo cual hacían para esta-
blecer ellos y fingir nuevos privilegios con esta
piel de oveja y garras de león ó tigre. Esta fué la
manera cautelosa y llena de ambición con que se
manifestaron los diputados, á ios cuales no se
pudo dar nombre de esforzados, proponiendo y
pidiendo cosas injustas, pues en el acto de esfuer-
zo se deben hallar las dos hermanas, fortaleza y
justicia. Y es tan excelente la virtud sobre todo,
que, puestas las dos hermanas en una balanza,
haria ventaja la justicia á la fortaleza; y de aquí
— i6g —
es que preguntado Agesilao, rey de los lacede-
inonios, cuál de estas dos hermanas era más exce-
lente, respondió que la justicia sin fortaleza es
virtud, y la fortaleza sin justicia no lo es; por lo
cual decía Homero que los sacrificios de los grie-
gos no fueron aceptos á los dioses, porque el rey
Príamo y su pueblo no eran aceptos á ellos por la
manifiesta injusticia de la guerra.
Hecha la dicha propuesta á S. A. por los dipu-
tados, y dada por escrito, respondió que la vería
y respondería con acuerdo; y al fin, solicitado de
los comisarios imperiales y religiosos y embajado-
res (aunque receloso por haber de echar á los es-
pañoles de Flandes), cumpliendo la voluntad del
Rey su hermano, se resolvió en efectuar el tras-
lado de la paz, y en él se capituló lo siguiente:
«Olvídense las ofensas.
> Confírmese la paz de Gante y se guarde, y
mande el Rey hacer la Junta de los Estados gene-
rales.
>Salgan los españoles por tierra y los demás sol-
dados extranjeros dentro de cuarenta días; los tu-
descos en estando pagados por los Estados, y sean
castigados por sus delitos ó en Flandes ó en Es-
paña, y no entren más en Flandes soldados foras-
teros, sino para hacer la guerra fuera.
>Queden las plazas fuertes y villas con la arti-
llería y municiones en manos de los naturales de
las provincias, calificados y aprobados por esta
primera vez por los diputados de los Estados ge-
nerales.
» Líbrense los presos de ambas partes. Felipe,
— 170 —
conde de Bueren, sea enviado á Flandes luego que
el Príncipe de Orange hubiere satisfecho á todo lo
que en la JunU de los Estados generales se deter-
minare, y hasta ella queden suspensos los pleitos
y controversias de o6cios y magistrados para que
las deñnan los que nombraren el Rey y sos gober-
nadores.
>Guárdense los antiguos pnvüegios de ios £»-
tados, y entren en sos Consejos solamente dos na-
turales.
>Los Estados generales prometen guardar y
amparar en todas las provincias la santa fe cató-
lica y la debida obediencia 4 su Santidad, sin ja-
más contravenir á esto, y renuncian las Ligas he-
chas desde el principio de las revueltas con foras-
teros, y despedirán los soldados extranjeros y
mandados levantar, y saldrán de los Estados sin
que otros entren.
»Los Estados paguen á los embajadores del Em-
perador y del duque de juliers trescientos mil flo-
rines, de á cuarenta gruesos de Flandes cada uno,
de los seiscientos mil que á S. M. prometieron,
para que los entreguen al Sr. D. Juan de Austria
para sacar los forasteros de las villas y castillos,
excepto los tudescos, que han de quedar hasta ser
pagados.
ȣn saliendo los extranjeros, el Sr. D. Juan de
Austria, mostrando los recados de S. M., sea re-
cibido por Gobernador y Capitán General, con el
juramento solemne y ceremonias acostumbradas,
y los Estados le darán toda obediencia, quedando
en su fuerza y vigor la paz de Gante, y júrenla por
— 171
mandado del Rey los gobernadores generales en
virtud de los privilegios, y los presidentes, conse-
jeros, magistrados y jueces antes de entrar en los
cargos.
»Confirme el Rey todas las rentas, pensiones y
obligaciones que los Estados generales cargaron
en favor de los que con dinero les ayudaron en las
revueltas pasadas, y particularmente de la Reina
de Inglaterra.
>Llámese esta paz Edicto perpetuo; su fecha en
17 de Febrero del año de 1577, y pregónese en to-
das partes. >
La carta del Príncipe de Orange escrita á los
Estados, que le consultaron con palabras indife-
rentes y con dudosas y aparentes razones á propó-
sito de impedir la paz, llegó después de la publi-
cación del dicho Edicto perpetuo, y ojalá hubiera
llegado antes, porque los flamencos pidieran con-
diciones que no concediera S. A., y la guerra co-
menzara en utilidad de S. M., la cual después se
hizo con desiguales fuerzas y reputación.
Con la paz referida los diputados de Holanda y
el Príncipe de Orange se indignaron grandemente
por no haber admitido sus advertencias, y para
mostrar su desabrimiento escribieron á los dipu-
dos de los Estados una carta artificiosa que des-
cubría su doblez de ánimo y aumentaba la descon-
fianza en los flamencos, dándoles ocasión para sa-
lirse afuera de lo capitulado cuando quisiesen, y
motivo para encaminar la traición de matar á
S. A. en saliendo ios españoles y tiranizarlo todo;
y porque los forasteros saliesen, no reparaban en
— 17a —
condiciones, no habiendo de cumplirlas, aspiran-
do á rebelión, y mudando, con la usurpación de los
Estados, de señor verdadero.
Pidieron á S. A. con instancia se acercase; y
era tan grande su valor y ñrmeza, que aunque fué
avisado de cuan poco podía fiar de esta gente, por-
que perdiesen el miedo fué á Namur con los di-
putados, y les aseguró confirmarla el Rey su her-
mano brevemente el edicto que ya le había des-
pachado. Tuvo S. A. tan grande prudencia y cor-
dura, que por complacer á los Estados despidió los
soldados de su guarda y recibió otros, y por so
capitán al duque de Ariscots, debajo de juramen-
to que hicieron él y los diputados, en presencia
del obispo de Lieja y embajadores imperiales, de
no intentar cosa alguna contra la seguridad de
S. A. y de su casa, ni en perjuicio del duque y de
su familia y Estados.
A 4 de Marzo fué recibido S. A. en Lovaina y
festejado con gran demostración de alegría. Sa-
lieron los caballeros muy á la orden en sus caba-
llos, ricamente enjaezados, con cascabeles y cam-
panillas de plata, vestidos con sus vaqueros de
muy ricas telas de oro y plata de varios colores,
unos con gorras de grana á la antigua usanza y
otros con sombreros de plumas de varios colo-
res; sonaron al recibimiento ministriles, cometas
y chirimías, respondiendo los bien intencionados
con mosquetes é invenciones que descubrían el
amor que tenían al Rey y el gozo de la entrada
de S. A. en su nombre. Era S. A. tan prudente y
benigno Príncipe, que había dado dos mil ducados
- 173-
de renta á M. de Hesse, cabeza de la rebelión, y
á algunos de los más culpados había dado rentas
y posesiones, y hecho otras mercedes. Recibiólos
con amor, como si hubieran sido los más leales va-
sallos de toda la monarquía de S. M.; hizo ban-
quetes, juegos, cargas y fiestas con rara pruden-
cia, hasta faltar industriosamente á la gravedad
de su persona, casi igualándose con ellos para ga-
nar y asegurar los vidriosos y poco seguros. Loa-
ban todos su valor, afable condición, buen juicio,
prontitud en responder, liberalidad en hacer mer-
cedes, y fué tan vigilante y estudioso, que para no
hablar á esta nación por intérprete, aprendió de
propósito la lengua francesa. Allegábase á esto la
generosidad de su persona, la composición de su
ánimo, la grandeza de corazón, la tolerancia en
los trabajos y molestias, la paciencia en sufrir co-
sas duras, ásperas, difíciles, graves, terribles y
peligrosas; la constancia en reprimir los dolores y
no dejar vagos los deseos, ni dar lugar á las cosas
adversas, resistiendo las peligrosas y refrenando
los movimientos hijos de la ira. Finalmente,
S. A. fué un espejo de príncipes. Persuadíanse
los fieles y buenos cristianos sería su gobierno
loable y agradable; mas por la natural liviandad
y depravadas voluntades de esta gente perversa y
mal intencionada, no surtió el efecto que se de-
seaba.
Llegado el término en que los españoles habían
de salir de las provincias, Sancho Dávila, caste-
llano de Ambers, recibió carta del Rey á 20 de
Marzo de este año de 1577, en que le mandaba en-
— X74 —
tregase la plaza á quien S. A. señalase, aunque
no le presentasen la contraseña para entregarla,
y que en la dicha razón desde luego le alzaba
S. M. el homenaje y jununento que tenia hecho.
Sintiólo notablemente Sancho Dávila y no se qui-
so hallar presente á la entrega, considerando los
desastrados sucesos que habian de resultar de la
salida de los españoles celosos y fieles á su Rey; y
porque habían de partir de vanguardia con los da-
mas cabezas y soldados que sallan de Ambers, or-
denó á Martin de Hoyo, su teniente, entregase la
plaza conforme al orden de S. M. El duque de
Ariscots vino para recibirla acompañado de los
embajadores del Imperio y de muchos gentiles-
hombres de los Países Bajos, y del secretario Juan
de Escobedo y otros soldados. Era Hoyo hombre
animoso: mandó tomar las armas á todos los sol-
dados; levantó los puentes y cerró las puertas,
entreteniéndose hasta la hora en que se había de
hacer la entrega, cumpliendo como lo pedía la
razón de guerra con su oñcio, que era mantener-
la todo el tiempo que le obligaba la lealtad de
guardarla sin faltar á la obediencia de su Rey,
luego que llegase el punto de su Real mandamien-
to para la entrega, la cual se hizo puntualmente,
bajando el puente pequeño para la entrada del
duque y su acompañamiento, entregando las lla-
ves, abriendo las puertas y bajando los otros puen-
tes, con que se hizo la total entrega con dolor de
su corazón.
Los españoles despedidos esperaban sus pagas,
y para esto se habían juntado en Mastricht; y te-
- 175 -
niendo hechas sus cuentas, hubo discordia entre
D. Alonso de Vargas, Sancho Dávila, Julián Ro-
mero y Francisco de Velasco sobre quién había
de mandar ú obedecer. Supo esto S. A. y nombró
por Gobernador de la gente al conde de Manzt-
felt. Hecho esto salieron los españoles de Flandes,
después de diez años que habían entrado á hacer
y continuar una guerra tan sangrienta como es
notorio al mundo, con muchedumbre de hazañas,
sitios, asedios de villas, rebatos, encuentros y ba-
tallas, con envidia, con odio y con espanto de los
flamencos, y de sus vecinas naciones. Quejábanse
de no haber podido ver el rostro á S. A.: cosa
que les fuera de consuelo y alivio, para que no se
persuadieran los mal intencionados salían como
culpados, con mengua de su valor, lealtad y vir-
tud. Envidiaban la suerte de los españoles que
se habían casado en Flandes y que vivían como
naturales, con su casa y familia, en sus presidios;
y ellos, ya viejos, cargados de heridas y necesi-
dades, siendo merecedores de descanso, trataban
nuevas fortunas con el hato al hombro. Hallábanse
afligidos y despechados, pronosticando, por lo que
conocían de la mudanza y depravada intención de
los flamencos, que presto volverían á defender la
fe católica, la autoridad real y la persona de S, A.:
pronóstico que salió bien cierto.
Mientras se ponía en orden esta transmigración
de los españoles, fué avisado S. A. de que á per-
suasión del Principe de Orange, y orden del du-
que de Alanzón, el conde de Lalaín, con otros di-
putados de los Estados, se había conjurado para
— X76 —
prendelle por mano de dos capitanes franceses,
con escuadras de soldados que estaban cerca. Oc-
tavio Gonzaga dio queja de la txaición á los di-
putados de los Estados, nombrando solamente á
los capitanes franceses, porqne más fácilmente
los prendiesen y declarasen los cómplices y auto-
res de esta maldad y alevosía, y porqne habia tan
manifiestos indicios y presunción contra ellos, que
el abad de Santa Gertrudis, con ser amigo del
Principe de Orange, fué de parecer, y otros con
él, que á puros tormentos les hiciesen confesar el
delito tan grave, para que fuese castigado con
severidad y publicidad. Mas porque tocaba á mu-
chos de los diputados y al duque de Alanzón, á
quien se recelaban de ofender, libraron los mal-
hechores; y S. A., como tan prudente y recatado,
disimuló este agravio, haciéndole sufrido, no el
hecho, sino la necesidad en que se hallaba en me-
dio de sus enemigos. Sabía este gran Príncipe que
es más dificultoso y honroso hecho el sufrir que
el acometer: porque el que vence al que sufre,
que es el miedo, más hace que el que vence al
que acomete, que es la osadía; y ansí supo en esta
traición callar S. A., como tan prudente Príncipe,
y asimismo sufrir, disimular y esperar: cosa dig-
namente alabada en aquellos que con grande y
superior ánimo, sufriendo las cosas graves, difíci-
les y peligrosas, sosegaron el miedo y salieron
vencedores de los graves dolores que de él se si-
guen, y no cayeron de su honor ó reputación.
Y no sólo fué S. A. prudente, sufrido y callado,
sino tan leal á su Rey, que ofreciéndole un título,
— 177 —
el señorear los Estados, si quería; no pudiendo
sufrir este golpe, que tocaba en lo vivo de su fide-
lidad, sacó una daga y le hirió con notable indig-
nación: por manera que sus trabajos^ é injurias los
llevaba con rostro alegre y con gravedad; la fren-
te serena, sin quiebras ni arrugas; las cejas asen-
tadas, lisas y compuestas; los ojos humildes y re-
catados; la boca cerrada, sin quejarse ni decir
mal de nadie; pero en llegando á su hermano y á
su fidelidad, rostro, frente, manos, ojos y boca,
todos se pusieron en arma contra el lisonjero y
fementido: que no hay valor en el mundo como el
de un pecho leal.
Pedíanle el duque de Ariscots, el marqués de
Haure y el vizconde de Gante que pasase á Bru-
selas para ganar las voluntades y entrar presto
en el Gobierno; pero el fiel y prudente conde de
Barlaimont, conociendo las malas voluntades de
aquel pueblo revuelto y de perversa condición,
movido por facinerosos, dijo á S. A. no era esto
negocio seguro ni honroso, si primero no fuese ju-
rado y admitido en el Gobierno. S. A. como era
Príncipe tan confiado y valeroso, no quiso usar de
este medio que pudiera causar desplacer en tan-
tas y tan diversas voluntades: sólo envió al mar-
qués de Haure á que tomase juramento de fide-
lidad al barón de Hesse, gobernador de Bruselas,
y á los del gobierno de la ciudad, de que no ha-
rían contra S. A. y los suyos cosa que no fuese
en orden, y recibirle con amor y asistirle con todo
buen tratamiento. ¡Oh, qué confiado vive un pe-
cho leal!
12
- 178-
Hecho este juramento, con sólo la guarda del
duque de Aríscots, llegó á vista de Bruselas
en I.* de Mayo por la tarde, con esperanza de me-
jor recibimiento del que le esperaba, con gusto de
los buenos y temor y despecho de los malos, y
fué ast que una hora antes que S. A. llegara, un
sedicioso hombre, llamado Comelio Straten, cabe-
za de facinerosos y turbadores de la paz, llegó á
la puerta de la ciudad con ánimo alterado y dijo
á las guardas no dejasen entrar á quien con trai-
ción les traía la muerte, y que, pues era esto tan en
su dafto, convenía cerrasen las puertas á D. Juan.
£1 vulgo, vano y ligero en dar crédito á lo malo,
echó el rastrillo de hierro y quiso cerrar la en-
trada, á no serle impedido de algunos del Magis-
trado, con grave reprensión por haberse alterado
y creído á un hombre pertinaz, á quien había per-
turbado la malicia y el engaño, aífirmando era la
venida de D. Juan para bien universal de todos y
mayor para Bruselas. Estas alteraciones movía el
señor de Aldegón, hombre astuto y perverso, in-
troductor en Holanda y Zelanda de la herejía del
malvado Juan Cal vino, su amigo y maestro desde
su juventud, y éste era ministro cuidadosísimo del
principe de Orange, que le seguía y a3rudaba con
traición y malevolencia para prender á D. . Juan,
teniendo por blanco de sus depravados intentos el
querer quitar la vida á quien se la iba á dar, con-
servando la fe católica y gobernando aquellos Es-
tados en justicia y paz.
Fué recibido S. A. por los diputados y festeja-
do segúu lo permitía el tiempo y los accidentes
— 179 —
de él; y habiendo jurado en 4 de Mayo de que
cumpliría el edicto perpetuo y le haría guardar,
fué admitido en el Gobierno con aplauso de bue-
nos y despecho de traidores; y luego S. A. envió
á París un Embajador á dar cuenta de este suceso
al Rey Enrique III, cosa á que jamás se persua-
dió, porque sabía lo que tenían maquinado contra
su persona el príncipe de Orange y los diputados,
y esperaba por momentos el aviso de su muerte ó
prisión: que no vive más el leal de cuanto quiere
el traidor.
CAPITULO XIX
/>. Jmn dt Austria cmmmmm d gobmmtr lo» EtUuUn
Comenzó S. A. á gobernar los Eitadoi con
prudencia y vigilancia, con el parecer de Consejos
colaterales y provinciales; y cuando la necesidad
lo pedia, los consultaba á todos, y lo mismo hacía
con los diputados de los Países.
Entró haciendo mercedes (propio de grandes
Príncipes), y asi dio seis mil florines de renta al
barón de Hesse; el gobierno de Artois dio al viz-
conde de Gante, y confirmó á un hermano suyo el
de Tornai. Consentía los soldados con que se con-
servase la autoridad Real y la quietud de los Paí-
ses, y hacía otras cosas dignas de su prudencia,
cordura y valor.
£1 Príncipe de Orange estaba gozosísimo de la
salida de los españoles, y le parecía estaba, con
sólo esto, tan poderoso, que nada tenía que temer,
con lo cual puso en trato con la Reina de Ingla*
térra y con el Rey de Dinamarca y con el duque
de Sajonia, el prender á S. A. y tiranizar los Es-
tados, usurpándolos á su verdadero dueño y se-
ñor. Para esto escribió al duque de Alanzón, dán-
dole cuenta de sus intentos y la disposición que
tenían las provincias para su ejecución, y encar-
- i8i —
gándole estuviese prevenido para enviar gente en
ayuda de los Estados y para encargarse del go-
bierno de ellos, luego que prendiesen á D. Juan.
Ayudábase de los embajadores de Inglaterra,
Francia y Alemania, herejes enemigos del Rey
Católico, que todos procuraban la prisión de S. A.,
á fin de que firmase la libertad de conciencia.
Para valerse de los bienes eclesiásticos y hacer
guerra, pregonó edicto, en nombre del Rey (medio
con que daba cubierta á sus traiciones), del todo
contrario á la Liga y á la paz de Gante; mandó
por él á los jueces, magistrados, oficiales, mayor-
domos y tesoreros de las iglesias, y á todos los de
Holanda y Zelanda manifestasen dentro de un
mes por inventario, á las personas para ello nom-
bradas, todas las rentas pertenecientes á las igle-
sias, dignidades, curas, beneficiados, prebendas y
memorias, so pena de pagar el doble de lo que en-
cubriesen, y lo manifestado mandó se aplicase
para el sustento de los ministros déla perversa sec-
ta de Cal vino y para alimentos de pobres; vendió la
propiedad de todas las rentas eclesiásticas, sin dar
satisfacción á los interesados (especialmente si eran
católicos); mandó derribar un monasterio de Car-
tujos que estaba junto á Sinte, y con los materiales
edificó un palacio; enriquecióse con los que hubo
en las iglesias y de muchos monasterios que de-
rribó en Holanda, especialmente de la Orden del
seráfico Padre San Francisco, á quien por extremo
aborrecía; hizo artillería de las campanas, y hun-
dió la del Rey, que había de restituirle por la paz
de Gante, para que no se conociese por las armas,
— i8a —
y armó las plazas fuertes con ochenta cañones.
Persuadía por ios de su parcialidad á los pueblos
que por la paz de Gante era permitido la libertad
de conciencia á las provincias; envió por todas
ellas predicadores de la secta de Calvino; y si los
obispos ó magistrados lo impedían, los amenaza-
ba y deda haría conocer de ellos como de quebran-
tadores de la paz. Solicitó la ciudad de Utrecht
para que le siguiese, y no permitió pregonar el
edicto perpetuo. Retenía los soldados viejos y los
acrecentaba en número, pagas y armas, y asimis-
mo fortificaba las villas y fuertes más importan-
tes. Afirmaban sos amigos no concluirían cosa que
les importase á D. Juan y los diputados, ni meiiot
se juntarían los Estados generales.
Era tan ooal hombre, que deseando ver lo que
escribía S. A. al Rey su hermano, y lo que el Rey
le respondía, con intento de manifestarlo á los di-
putados si fuese en su contra, é irritarlos á mal,
ordenó que los hugonotes de Gascuña prendiesen
en el paso de Burdeos á los correos y le remitie-
sen sus despachos, ofreciéndoles por esta maldad
buena paga y agradecimiento.
Con esta orden saltearon un correo y le envia-
ron sus despachos, en que iban cartas que S. A.
enviaba al Rey y á Antonio Pérez, su secretario,
con relación verdadera de los malos sucesos de los
Países y el temor de otros peores; y un capítulo de
la carta que iba para S. M. decía lo siguiente:
«De lo que toca á la reducción y quietud de es-
tos Estados, no puedo afirmar á V. M. cosa cierta,
ni que de la paz hecha se haya de sacar el fruto
— i83 —
que se esperaba. Porque el príncipe de Orange
continúa el fortificar á gran furia en Holanda y
Zelanda; la Reina de Inglaterra le incita y hace
gran fuerza á no pasar por lo capitulado, y para
ello le ofrece su poder; la mayor parte de los Es-
tados está á su favor y devoción, los unos por
querer, los otros por ser engañados de éstos, y aquí
entra casi todo el pueblo; á los que desean gozar
de la merced que V. M. les hace, que son los me-
nos, les parece que en aceptarla hacen todo lo que
les toca, y están con tal ánimo, que no harán de-
mostración señalada; y cuando bien se quisieren
señalar, habrá una gran confusión y cisma entre
todos para el día en que salieren los españoles,
los unos porque yo sea admitido al Gobierno y los
otros por estorbarlo; y porque, como tengo dicho,
los primeros no tienen bríos, y si sucediese que los
otros echasen mano de mí, perderían de todo pun-
to el ánimo, y no habría ninguno que se osase me-
near, voy pensando en ponerme en algún lugar
más seguro que éste, de donde pueda acudir á los
negocios, porque estando en salvo, todavía creo
que habrá muchos que se declararán por V. M.
(si ya no me engañan sus palabras y demostracio-
nes), y en esto se va pensando. Ahora no me que-
da ni ha quedado otro oficio que ganar volunta-
des y dar á entender á los Estados lo que les
conviene; pero veo que hasta ahora es todo pre-
dicar en desierto. Iré continuando lo mismo, y
de lo que sucediere advertiré á V. M.; y suplico,
cuanto lo demanda su mismo servicio, que se
cumpla luego esto, pues no tiene este cuerpo otro
-I84 -
remedio que el cortar lo dañado de él, lo cual se
ha de hacer ahora, haciendo la provisión de dine-
ros, que suplico de nuevo, porque si falta no que-
dará cosa en pie, y aun entre tanto es bien me-
nester que Dios ayude á lo presente.»
Para levantar los naturales, escribió un perver-
so hereje una invectiva contra el Rey y contra
S. A. Las cosas se iban empeorando por la astu-
cia y maldad de los facinerosos. S. A. estaba con
grande necesidad para acudir al remedio del fue-
go que se iba encendiendo, y asi se determinó á
enviar á España al secretario Escobedo á pedir al
Rey algún dinero y para hacerle relación á boca
del estado de los Países, que, según los tenian afea-
dos los herejes con sos abominaciones, más pare-
cían pintura de aprendix que Países de Flandes,
si bien no faltaban en ellos varones católicos que
volviesen por la causa de Dios escribiendo contra
los herejes, quales fueron Fr. Baltasar Bravan-
tino y Fr. Damiano Aligno, que escribieron y
disputaron altamente, ambos de la Orden de San-
to Domingo y conventuales de Amberes y otros.
Tenía preso el Principe de Orange á un español
llamado Luis del Río, que era del Consejo de Es-
tado, y lo procuró traer á sí; pero él, como fiel á
Dios y á su Rey y á su patria, no sólo no condes-
cendió con las promesas y acciones del Príncipe
de Orange, pero ganó á un su gran privado, y por
su medio era avisado S. A. antes y después de ha-
ber salido de la prisión de cuanto se maquinaba
contra él, y así fué advertido de la alteración que
causaban en Bruselas dos perversos calvinistas
— i85 —
que trataban de prenderle ó de matarle, por lo
cual pidió á los diputados fuesen echados de la
ciudad ó no fuesen admitidos en sus Juntas.
A 19 de Mayo, fiesta célebre en Bruselas, con-
vidaron á S. A. á comer los diputados y nobleza
en la casa del Magistrado. Había aparatos y fies-
ta, que se interrumpió con el acometimiento que
hicieron ciertos hombres revoltosos contra ochen-
ta mosqueteros, que en lugar de los alabarderos dio
á S. A. el duque de Ariscots por concesión de los
diputados; y aunque hirieron á muchos y les qui-
taron los mosquetes sin defenderse, conforme al
orden que tenían de S. A., con todo eso disimuló
S. A. esta agresión, como Príncipe tan prudente y
detenido, y volvió con pocos á su palacio y los
despidió al punto. Gran valor es esperar cuando
conviene y no acometer temerariamente: la razón
es porque el acto del acometer es más dificultoso y
peligroso que el acto de esperar; pues el que aco-
mete, de necesidad se ha de mover, y con el movi-
miento se desordena ó descompone, y de allí le
puede venir el peligro; pero el que es acometido
se está quieto y quedo, y puede guardar mejor lo
que á su defensa conviene, y tiene más aparejos
para vencer á su enemigo; y ansí los valerosos ca-
pitanes que se hallaron con poca gente, pocas ve-
ces acometieron, y muchas esperaron á ser aco-
metidos. Scipión Africano el menor, cuando veía
á los enemigos desesperados, dilataba la batalla, y
decía que con la dilación del tiempo compraba la
seguridad de su ejército. De aquí es que el buen
capitán ha de tener tres cosas, que son: osadía
— i86 -
contra tos enemif^, benevolencia con los súbdi*
tos, y advertencia acerca de la oportunidad de los
tiempos y lagar.
Todo esto se hallaba con grande eminencia en
S. A., y asi calló y disimuló en la presente oca-
sión, y sólo dijo á los dipotados castigasen este de-
lito, lo cual se dejó de hacer, ó por descuido ó por
poca voluntad ó mucho atrevimiento, con que se
abrió camino para mayores insolencias; poes es
cosa cierta que en las casas del conde de Lalafn y
y del barón de Hesse, á quien S. A. habia dado
seis mil florines de renta, como queda referido, se
hadan Juntas, y de allí salían novedades para alte-
rar el pueblo contra el Rey y contra D. Juan.
Quejáronse por memoriales de que el edicto per-
petuo no se obedecía, pues había machos fonste*
ros de secreto con quienes dedan se juntaba S. A.
á Consejo, y pedían fuesen privados de sus ofidos,
y le presentaban sos nombres, y asimismo pedían
bascase y prendiese los demás forasteros, como se
había capitulado y ofrecido.
Recibía S. A. estas petidones con semblante
alegre y ánimo triste: alegre, por no dar su bra-
zo á torcer á gente tan mal intencionada; triste,
porque cuanto más se alejaban los españoles, tan-
to crecían más los atrevidos desacatos y libertad
insolente de los flamencos, y se hallaba más des-
amparado y sin fuerzas para su defensa y de la
autoridad Real, violada cada hora, y se empeora-
ban los ánimos libres sin el freno de los españo-
les, que les hadan tener á raya y vivir con más
cuidado y menos orgullo. Conociendo, pues, S. A.
— iSy —
que el autor de tantas desórdenes era el Príncipe
de Orange, con acuerdo de los diputados le envió
una embajada con el duque de Ariscots, que fué
bien acompañado. En esta embajada se quejaba
S. A. de lo siguiente:
«De que no cumplía la paz de Gante.
>De que no publicaba el edicto perpetuo en las
islas.
>De que no se abstenía de la guerra ni de dar
causas de desconfianzas para esto.
>De que impedía la Junta de los Estados gene-
rales, conviniendo esto al bien de las tierras.»
Hallábase este tirano fuerte con el favor de los
Príncipes confederados y de los Estados, y no da-
ba lugar á que se publicase el edicto, porque en-
tendía se aumentaría por este camino el poder del
Rey y las provincias encontradas se podrían re-
conciliar y habría de restituir lo que tenía usur-
pado; y así era absoluto desestimador de la ver-
dadera quietud y nada temeroso, aunque tímido
por naturaleza; y, arrogante y licencioso, respon-
día por escrito á S. A.:
<Que la guarda de la paz de Gante, violada en
mucha parte por D. Juan y por los diputados, qui-
taría las desconfianzas.
>Que el edicto perpetuo, por ser en su contra, no
le firmarían él ni sus aliados si no fuese con ciertas
condiciones.
>Que los diputados no habían cumplido el ha-
cer restituir los privilegios.
»Que los tudescos aún se estaban en Flandes.
>Que la hacienda que tenía en Borgoña y en
— i88 »
Lucemburg y en otras provincias, se le estaba sin
restituir, y su hijo el conde de Baeren.
»Que no se le había concedido el Gobierno tan
cumplido como lo referia la patente del Rey, mien-
tras no se le entregaba á Utrech con las villas
de Hoxilen y Tolen.
»Que se habia dejado al albedrío de D. Joan el
juntar los Estados generales; y los diputados de
las provincias particulares, contra sus privilegios,
y con ayuda de los espaftoles, le habían admitido
al Gobierno sin su consentimiento y de los de su
parcialidad.
»Que hacia G>Dsejo con Octavio Gonsaga, Juan
Bautista de Tassts y Escobedo y privaban con 61.
>Que no habían dejado volver á Flandes á mu-
chos de los reformados, contra la pax de Gante.
>Que habían tardado los recibidores de las con-
fiscaciones en restituir los bienes de ellas.
»Que con la Liga jurada se había introducido de
propósito ó con ignorancia una inquisición de más
rigor que la de España.»
Todo esto dió por escrito, afirmando diría á su
tiempo otras muchas quejas que tenía; y de pala-
bra dijo, con mucha soberbia y arrogancia, no es-
taría por lo que determinase acerca de la religión
la Junta de los Estados generales, ni dejaría la
secta de Calvino, ni se haría la Junta, y cuando
fuese no dejaría determinase negocios tocantes á
la fe, ni las islas echarían sus predicantes por re-
cibirlos católicos, y que se hallaba con poder para
acometer á España y resistir á todo el mundo; y
si las quince provincias se le juntasen, no tendría
— 189 —
fuerzas el Rey para contrastalle, y que el daño de
haber admitido á D. Juan se restauraría con su
prisión, con que de grado ó por fuerza haría cuan-
to ellos quisiesen.
Viendo S. A. que por su escrito se eximía este
Príncipe del edicto perpetuo con sus razones mal
fundadas, propuso á los diputados el juntar sus
fuerzas con las del Rey para forzalle á cumplir la
paz de Gante, como lo había prometido; mas ellos
respondieron con tibieza diciendo perderían an-
tes su libertad y autoridad que hacer la guerra al
Príncipe de Orange ni á sus consortes. De esta res-
puesta infirió S. A. que se entendían con él y que
no harían cosa de provecho ni la aconsejarían ja-
más, y así andaba cuidadoso y receloso de algún
mal suceso: que no está seguro un cordero entre
lobos carniceros.
El barón de Hesse y el conde de Lalaín, con
otros dos Grandes, herejes pertinaces, viendo lo
que pasaba, se juntaron en Bruselas en la casa de
un Grande y concertaron, con más de quinientos
vecinos, de prender una noche á S. A. y matar á
los extranjeros y naturales que hacían sus partes.
Tuvo noticia de esto el vizconde de Gante, que
era leal á S. A., agradecido á los beneficios reci-
bidos, y descubrió el trato y la "manera cómo lo
había sabido, y dijo á S. A. mataría á los conju-
rados si era su voluntad. S. A., para salir del peli-
gro de la conjuración, partió de Bruselas á Malinas
á título de hallarse en el remate de las cuentas de
los tudescos para sacarlos de F'landes, conforme al
edicto perpetuo; llevó menor acompañamiento de
— 190 —
nobles de lo que debiera, no sin riesgo de so perso-
na, porque con ocasión de impedirle la salida, que-
rían levantar un alboroto para ejecutar la traición
de prendelle: que ai fin no vive seguro el leal cuan-
do le tiene odio un traidor. Y en esta sacón, S. A.,
deseoso de allanar los herejes, aftadió á sos armas
una crux con esta letra: In hoc signo vid Turcos,
t» koc signo vincam ksrsikos.
CAPITULO XX
Tratan los conjurados de Flandes de prender á D. Juan de
Austria, y él se retira al castillo de Namiir.
Los conjurados contra S. A. trataron en Bru-
selas de prenderle, y para conocerse los que eran
de la conjuración traían por señal las gorras ba-
jas por todo el circuito; y llegó á tanto su des-
vergüenza y maldad, que trataban en los ban-
quetes qué linaje de muerte habían de dar á los
juanistas, que así llamaban á los leales al Rey.
De un convite resultó la muerte de un Juan, el
mayor de los nacidos, y de estos convites, saraos
y banquetes resultaba el trato de muerte del Juan
más valeroso entre los capitanes del orbe. Vale-
rosos Juanes fueron por las armas y empresas de
guerra, Juan II BentiboUo, señor de Bolonia, su
patria; Juan Bautista Castaldo, napolitano vale-
roso en la guerra contra Francisco María, duque
de Urbino; Juan Antonio Ursino, príncipe de Ta-
ranto; Juan Francisco, primer marqués de Man-
tua; Juan Galeazo, marqués y vizconde de Milán;
Juan Jacobo Tribulcio, en ayuda del Papa Inocen-
cio VIII, contra tiranos; Juan Paulo Gallón, con-
tra el duque de Valentinois, hijo del Papa Alejan-
dro VI; Juan Vitelechi, cardenal Legado del Papa
Eugenio IV, contra los tiranos de la Marca de An-
~ 19a —
cona; Juan Fragoso, Juan Grímaldo, Joan Justi-
niano, Juan de la Robere, Juan Dona, Juan de Me-
diéis, capitán fortísimo, y otros muchos; pero to-
dos callen con el invictísimo D. Juan de Austria,
esforzado, valiente, animoso, prudente, suave,
humano, honrador y digno de inmortales alaban-
xat, por éttoi y otros muchos epítetos que caben
eatn persona.
Los conjurados se juntaron con el Embajador
de Inglaterra, y todos estaban rabiosos de que
S. A. se hubiese ausentado, por parecerles que en
ninguna parte pudieran mejor hacer la prisión
que en Bruselas, en la procesión que se hace cada
año, en 3 de Julio, del Santísimo Sacramento del
Milagro, en que iban los Gobernadores generales
por costumbre; é ignorando los del Magistrado la
conjuración, pidieron, por consejo de los autores
de ella, á S. A. viniese desde Malinas á la solem-
nidad de la fiesta. S. A. en Malinas tenía noticia
de sus malignas intenciones, y se excusó, adverti-
do de su trato; y mandó allí quemar un hereje
pertinaz que había sido preso de noche, predican-
do su herejía, lo cual alteró mucho al Principe de
Orange y á los de su bando, que eran glandes
herejes.
Llegaron á S. A. muchos avisos, por escrito y
de palabra, para que no volviese á Bruselas, y
asimismo le afirmaban que en Malinas no estaba
seguro, y el duque de Ariscots le dijo á boca las
conjuraciones que se hacían contra su persona y
familia, para prenderlos por consejo del Principe
de Orange, encargando á S. A. le convenia pasar
— igS —
á parte más segura, porque todo andaba de re-
vuelta, y querían firmase la libertad de conciencia
y otras cosas, y si no lo hiciese, matalle.
Quisiera S. A. retirarse á Lucemburg; mas te-
nían los rebeldes tomados los pasos, y así le
dijo el Duque se retirase á Namur, y lo puso por
ejecución, echando voz iba á hospedar á Madama
Margarita, hermana del Príncipe de Bearne, que
pasaba por allí á beber el agua de la fuente de
Haspa, en Lieja. Los conjurados, temiendo no pa-
sase á Lucemburg á juntar gente con que vengar-
se, hicieron diligencias con los de Namur para que
no le recibiesen, y si entrase, le prendiesen; y co-
mo eran perversos y traidores, escribieron al Ma-
gistrado diciendo quería juntar D. Juan en Namur
los titulados de Flandes y matallos (cosa que esta-
ba tan lejos de su pensamiento, cuanto ellos cerca
de quererle quitar la vida), que, como era Juan,
trataban de apoderarse de su cabeza y quitársela
de los hombros, y presentársela al de Orange en
el plato de su maldad, haciéndose verdugos de tan
enorme traición. Procuraron (aunque en vano) que
los borgoñones entregasen algunos castillos á los
de su bando, para cerrar la puerta á los ejércitos
que viniesen de Italia; hicieron extremadas dili-
gencias en esto; pero más vale á quien Dios ayuda
que á quien mucho madruga.
Entró S. A. en 24 de Julio en Namur con la
Princesa y con la mayor parte del Consejo de Es-
tado y de Hacienda, y con el duque de Ariscots
y otros titulados y caballeros. El Príncipe de
Orange no holgaba un punto, llevando delante el
13
— .194 —
prender á S. A. y que lo eligieaen á él por Gober-
nador general de los Estados, para quitar al Rey
sa autoridad é introducir libertad de vida, y para
la seguridad de la patria y de sus diputados» por
tener aviso de que en Francia, por orden de S. A.,
el duque de Guisa juntaba gran número de gente
para entrar en Flandes, y el barón de Büli forma-
ba ejército para sujetar á todos los rebeldes.
Hl trato contra S. A. tuvo principio en Bru-
selas y se acabó en el castillo de Fanilie, en He-
nault, para cuyo efecto persuadieron á los dipu-
tados que, en partiendo la Princesa, apretasen á
D. Juan á que volviese á Bruselas ó á Malinas
para prenderle en el camino. £1 conde de Lalain
le escribió le avisase con mucho secreto el dia de
su partida, para darle aviso en el camino de cosas
importantes.
S. A., como tan prudente y advertido, le res-
pondió en la margen de la carta viniese á Namur
á verle, si los negocios eran de la importancia
que decía; mas el traidor no vino: que la mala
conciencia siempre teme, y más siendo este trai-
dor el principal movedor de la rebelión que te
siguió.
Enviaron los diputados á un arcediano y á otro
republicano á que persuadiesen á S. A. no cre3re-
se ya rumores falsos, roas volviese como Principe
magnánimo á gobernarlos; pero no quiso, porque
era advertido de sus traiciones por cartas del pri-
vado del Principe de Orange, en las que le acon-
sejaba guardase su vida en Namur, afirmándole
andaban muchos traidores señalados con meda-
— igS —
lias, cuya inscripción era contra juanistas; y le
decía que se había prometido gran premio al que
matase á S. A., con color de que por su muerte
pendía la prosperidad antigua de las provincias,
porque decían que de mejor gana obedecerían al
turco ó á los ingleses que á los españoles. ¡Qué
burlado ó necio queda tin cazador astuto cuando
se le ha ido la paloma de entre las manos, esca-
pándose de la red engañosa que le tenía armada
junto á una fuente! Así se quedaron estos inquie-
tos y astutos flamencos, que quisieron echar la
garra á la paloma mansa de S. A., que más tra-
taba de hacerles bienes que de ambiciones ni co-
dicias de su mando y haciendas. ¡Oh, gran cegue-
dad la de esta gente! S. A. despachó con buenas
palabras al arcediano y escribió á los diputados,
afirmándoles no volvería á Bruselas hasta que se
castigase y enfrenase el desorden del pueblo, ni
permitiría se hiciese guardia si no fuese á su per-
sona y al Magistrado.
Con las ansias que tenían los diputados de pren-
derle, volvieron á enviarle segunda embajada con
el señor de Capres, para que volviese, en todo
caso, á Bruselas, afirmándole andaban las cosas
alteradas sin su presencia, de lo que todo se aquie-
taría, entrando en esta ciudad, y que de esto se
holgarían grandemente los diputados que estaban
sin cabeza; y llevaba orden el dicho Embajador
de que si no quisiese venir á Bruselas, lo apretase
con los soldados que había en Namur y lo pren-
diese á todo trance. ¡Qué desórdenes no causará
un pecho ambicioso, pues como viento metido en
-loó-
las concavidades de la República, por sabir á la
cumbre de lo que pretende, derriba edificios y
causa terremotos de bandos y divisiones en la
tierra!
A esta sazón llegó á Namor, de vuelta de París,
el conde de Fauchemberg, y afirmó á S. A. había
venido cuidadoso, porque en aquella Corte se tenía
por muy cierta su prisión (cosa que fuera muy
acerba, porque de la libertad de S. A. dependía
la conservación de la fe católica y autoridad del
Rey en aquellos Estados), y así, de consejo de ms
leales, se determinó de no desamparar 4 Ñamar,
fuerte paso y llave para entrar en los Estados por
fuerza si conviniese, y de gran utilidad y prove-
cho por los machos bastimentos que venían de
Francia por el río Mosaa, y porque para sitiarla
eran menester dos ejércitos, y tomado el castillo
con industria, no tendría que temer. Tratóse del
modo como se tomaría, y se puso en ejecución al
siguiente día, sin dar aviso al Consejo de Estado
ni á los diputados, de quienes no se fiaba.
La traza fué ésta. Fingió S. A. ir á caza, y pa-
sando por la puerta del Socorro del castillo, pidió
á Mo6 de Ibes, castellano, le dejase entrar dentro
para mirar desde lo alto la campaña; y como las
cosas no estaban en rotura y la tela se estaba en
urdimbre, mandó Ibes abrír la puerta á los pocos
soldados de guarnición que en él había. Entró
S. A. y los que le seguían con arcabuces en las
manos, y dijo al castellano no temiese, porque se
apoderaba del castillo por el Rey, cuyo era, para
librarse de cierta conjuración hecha contra su
— 197 —
persona, donde estaría con libre y verdadero go-
bierno de los Estados; encargóle las llaves, y orde-
nó al duque de Ariscots pusiese en la ciudad en
salvo á su familia. Sabiendo esto el señor de Ca-
pres huyó á Hoxi, y los soldados que venían en su
compañía á prender á S. A. le siguieron con tanta
prisa, que apenas recogieron sus mochilas, dicien-
do no tenían que aguardar, pues se les había esca-
pado D. Juan.
S. A. declaró luego su intento y las causas que
le habían movido á hacer esta retirada; aprobaron
el hecho los que sabían las razones que para ello
tenía; otros decían se había fiado mucho de los
flamencos al principio, y que no debía desconfiar
de ellos; mas estaba Flandes tan desordenado
cuando S. A. entró en él, y traía tan apretadas
órdenes del Rey para hacer la paz, que no le con-
venía tomar otro medio del que tomó: ó había de
caer en manos de aleves y foragidos, ó había de
ser muerto. Siempre en las cosas graves son di-
versos los juicios, ó por el deseo ó por el ignorar
las cosas, á. A. anduvo prudentísimo desde que
entró en Flandes, y echó el sello cuando se en-
tró en el castillo: que á traidores lo mejor es poner
tierra por medio y dejarlos burlados. Es Namur
villa grande, puesta entre dos cerros eminentes:
tiene al levante el río Mossa, con largo puente,
y el río Sambla, que baña el pie de la montaña del
castillo y entra en el Mossa, que, acrecentando
sus corrientes, van hermanados y unidos á pagar
tributo al mar. Pudieron los diputados de los Es-
tados y el brazo eclesiástico y militar, que los se-
— 198 —
guian casi todos, y umversalmente el pueblo, con
poco trabajo, echar á S. A. del castillo de Namor
estando sin gente y sin prevención para esperar
cerco, y los de la ciudad inclinados á sus natura-
les; y fué Dios servido que en muchas semanas
no tuvieron presidio: que al pa«o de los dolores,
son los consuelos de los que buscan la verdad y ei
camino derecho del agrado de Dios, y volver por
su fe católica. Siete pruebas hixo Dios de Joab, y
tantas veces le consoló y tantas le halló ser fiel; y
en medio de ellos dice San Ambrosio era bien-
aventurado, porque en la misma prueba del tra-
bajo hallaba la corona de Dios. Con señalado des-
cuido dejaron i los tudescos acercarse á S. A.,
que aunque fiaba poco de ellos por no estar paga-
dos, con esperanza 4^ su remuneración se le arri-
maron: habia en sus ánimos mucha variedad, poca
resolución y menos fuersas para comenzar la gue-
rra al descubierto, y así el de Orange, advertido de
todo, los provocó á la guerra, para que acudiesen
á ella y no descuidasen el presidio de las villas
de Brabante, que estaba á su cargo, y rendidas
las dichas villas y unidas ¿ los Estados, echar de
ellos á D. Juan, ganando á Namur y á Lucem-
burg. A la carta que S. A. escribió á los diputa-
dos, le respondieron con acuerdo, diciéndole habia
dado ocasión á nueva guerra la retirada al castillo
de Narour; que no creyese relaciones falsas, y que
avisase de los autores de las conjuraciones para
que fuesen castigados, y que le rogaban viniese á
Bruselas y saliesen los tudescos de Flandes, para
evitar el daño de la religión católica y quitar el
— 199 —
impedimento de la Junta general: éstas y otras
cosas contenía la respuesta de los diputados, de
quien S. A. no se fiaba.
En este ínterin, el duque de Ariscots y el mar-
qués de Haure su hermano, mostrando salirse de
Namiír á pasear, á boca de noche se fueron; y la
marquesa de Haure, entendida de la necesidad de
dinero en que se hallaba S. A., é ignorante de esta
huida de los dos hermanos, le envió todas sus jo-
yas y plata; y aunque no lo recibió, se mostró
S, A. muy agradecido y ella se fué á su tierra, que
era de Lorena. Salió Octavio Gonzaga tras ellos,
con hasta veinte caballos, y por ser de noche y
estar tomados los pasos, no los alcanzó. Hicieron
esta salida por haberse unido con los diputados,
que les escribieron que D. Juan no contempori-
zaba con ellos como solía, y trataba con otros del
Consejo los negocios de más peso, fiándose menos
de ellos; y así, olvidados del juramento y ley de
caballeros agradecidos y fieles como hasta allí se
habían mostrado en todos trances, enviando con
secreto algunos de los suyos, hicieron esta desleal
retirada, á que les ayudó el saber que el castillo de
Ambers había sido tomado por trato, y habían de-
rribado gran parte de la muralla; y al Príncipe de
Orange se había dado el gobierno de la provincia,
y entregado de él había mandado derribar el cas-
tillo del Emperador. Todas estas cosas eran de
gran contento para los rebeldes, y les ponían áni-
mo y fuerza; pero para los leales y aficionados al
Rey, eran de mucha tristeza y pesar: que éstos son
ios vaivenes de las cosas humanas.
— aoo —
Los caballeros flamencos y borgoñones que ha-
bían quedado con S. A., viéndole apretado por
machas partes, con inimo (generoso le presentaron
sos vajillas de plata, cadenas, medallas y dinero;
y el conde de Barlaimont y sos cuatro hijos, se-
ñalándose en liberalidad, como lo hablan he<iho en
fidelidad y valor, le socorrieron con doce mil flo-
rines, con que se compraron municiones, esperan-
do sitio de los rebeldes, que andaban orgullosos,
y aguardaba S. A. este aprieto y peligro con más
ánimo y valor que aparejo para defensa: que era
su ánimo oro fino, á quien el fuego no consume,
antes lo purifica. Caminaba todo tan al descu-
bierto, que los diputados hacían gente en Bra-
bante á toda priesa para el sitio, ya sin temor del
Rey, con esperanza de buen suceso, publicando y
haciendo guerra á banderas desplegadas.
Deseando S. A. ocurrir á los daftos que amena-
zaba la malicia de los rebeldes, labró un fuerte
sobre la montaña que señorea el castillo de Na-
mur, y lo guarneció con tres compañías de tudes-
cos; y en el castillo estaba la familia de S. A. y
los hombres señalados en virtud, religión y leal-
tad, que eran algunos titules y caballeros, y con
ellos Juan Bautista de Tasis con su hermano Leo-
nardo de Tasis. El conde de Barlaimont ganó
con dádivas y promesas los presidios de las dos
importantes y fuertes villas de Carlomont y Ma-
ríamburg, y obedecieron á S. A.
Hallábanse los diputados con gran necesidad de
dinero, y para suplilla lo iban sacando de merca-
deres y abades de su devoción y gente del clero;
— 201 —
y porque les ayudase el abad de Santa Vinoxber-
ga le dieron el abadía de Ninove, y lo enviaron á
llamar á Bruselas; y fué tan leal al Rey, que en-
vió las cartas á S. A., y en la que él le escribió le
significó haría lo que estaba obligado un buen
abad y vasallo de su Rey, y se entró en Francia
para dar lugar al furor de los rebeldes. En Bruse-
las cada día indignaban al pueblo y sembraban
falsos rumores, que se derramaban por los Esta-
dos, interpretando mal las cartas benignas y sin-
ceras que escribía S. A. persuadiendo la paz,
siendo, como los de Madian y Amalech, que des-
trozaban cuanto sembraba Israel: Cum seídsset Is~
rael Madian et Amalech cuneta vastabant. Asi nos lo
dice el Libro de los Jueces.
Tomáronse en esta ocasión, junto á Cambray,
por orden de los rebeldes, muchas cartas llenas de
humanidad y buena cortesía, que el Rey Católico
escribía á los diputados y á diferentes personas
de los Estados, representando los trabajos de la
guerra, amonestando que la dejasen y diesen gra-
to oído á la paz, que conserva y aumenta las Re-
públicas; y S. A. les escribió que había satisfecho
á los artículos del edicto perpetuo, olvidando las
cosas pasadas y aprobando la paz de Gante, que
había dado confirmada por S. M., y asimismo ha-
bía sacado de Flandes á los españoles; entregado
las villas y castillos á las personas nombradas por
los Estados; confirmado los gobiernos; dado liber-
tad á los prisioneros; restituido los privilegios, sir-
viéndose en los negocios de solos los naturales, y
que había procurado despedir los alemanes y ha-
— 2oa —
cer Janta general, y no se habia efectuado, no por
culpa suya, sino de los diputados, porque no ha-
bían fenecido la cuenta con los tudescos, ni les
habían pagado, antes les tten defraudando con
dilaciones, y el Príncipe de Orange había impedi-
do la Junta general con el favor de los diputados.
Que le era permitido servirse en su casa de ex>
tranjsros por haber reservado esta libertad, y por-
que no les ocupaba en cosa que tocase á los Esta-
dos. Que no negaba haber escrito al Rey las car-
tas que le habían salteado, porque su oficio reque-
ría darle noticia de lo que se ofrecía, pues era
ministro suyo. Que no negaba la correspondencia
con lus coroneles de los alemanes, porque aumen-
tándose el atrevimiento de los malos con disimu-
lación de los diputados, le convenía procurar
quién amparase su persona y á los que con lealtad
servían al Rey. Afiadía S. A. las conspiraciones
hechas contra su persona, y el haberse escapado
de muchos peligros por la misericordia de Dios, y
que siempre había ofrecido la paz y procurado
que se despidiese la gente levantada, y que se en-
viase quien diese cuenta al Rey de lo que pasaba
para que enviase otro Gobernador, y que, entre
tanto, se estaría con sólo su guarda en el castillo
de Namur, gobernando conforme al edicto perpe-
tuo. Esto contenía la carta de S. A.: que un buen
intencionado é inocente en las manos tiene el
descargo, aunque la malicia le haga cargos y la
envidia se los proponga.
Con parecer de los Consejos recibieron los di-
putados esta carta, cuando su ejército formado
— 203 —
llegaba á tres leguas de Namur. Habían los Esta-
dos mandado desmantelar los castillos de Gante
y de Ambers, y para la prosecución del sitio y de
la guerra habían enviado á pedir socorro de gente
y dinero á Inglaterra, con que los de Bruselas se
hacían cada día más arrogantes y querían que se
diese el gobierno de Brabante al Príncipe de
Orange. Los diputados excluían de la Junta y de
los oficios á unos y honraban á otros, por hacerse
más señores de todo, lo cual, advertido por S. A.,
hallándose sin consejeros para proveer lo que más
conviniese, escribió á los del Consejo privado y
de Hacienda y otros oficiales, pidiéndoles asistie-
sen á su persona; pero ninguno quiso obedecer,
antes, por menosprecio, llevaron preso á Bruse-
las á Antonio del Río, tesorero de bienes confis-
cados, el cual se había retirado á un lugar suyo
con deseo de ir á servir á S. A., y teniéndole en
la prisión, le pedían cuentas. El desorden de los
de Bruselas era muy grande: trataban mal de pa-
labra á los comisarios imperiales qne andaban en
la paz, y los diputados decían que no estaba en su
mano el remedio, y así se fueron los comisarios
muy sentidos sin haber hecho cosa de provecho.
Pasaron los meses de Agosto y Septiembre en tra-
tos de concierto, que lo procuraban los embaja-
dores del duque de Juliers; y sin duda la guerra
pasara adelante, á no tenerse nuevas, por cartas del
marqués de los Vélez y del secretario Escobedo,
en que se afirmaba aborrecía el Rey la guerra y
trataba de enviar otro gobernador. Con esta nueva
cobró aliento la pertinacia de los Estados en tan-
— 204 —
ta manera, que entendiendo S. A. se habían de
soeefi^r con la benignidad del Rey, les envió car~
tas de mucha cortesía é hicieron el efecto contra-
rio, y se desvergonzaron escribiéndole qae ya no
era Gobernador, pues el Rey trataba de enviar
otro, y que bien se podía ir á Rspafta ó donde más
bien le estuviese. Y con esta resolución trataron
de continuar la guerra, pareciéndoles que por este
medio alcanzarían lo que pretendían, que era ocu-
par las villas y castillos de Namur, Carlomont,
Maríamburg, Sansón, Teodor y otros; y asimismo
decían que se fuese á Lucemburg y gobernase allí
hasta que llegase el sucesor, y que ordenase á los
tudescos que entregasen á Breda y las demás pla-
cas que tenía: que á tanto como á esto se extien-
de un desenfrenamiento y falta de lealtad.
Hallábase S. A. muy confuso, porque unos le
decían que debía dar á los Estados lo que pedían,
pues el Rey no quería la guerra, y era notorio que
las galeras que estaban en Genova aguardando á
los soldados que habían salido de Flandes para
llevarlos á España, habrían ya partido, ó partirían
cuando tuviesen temporal, y así no podía aguar-
dar socorro de ellos; otros tenían opinión contra-
ria, y la fundaban desapasionadamente, por lo
cual S. A., para justiñcar enteramente su causa,
y porque en ningún tiempo se dijese que no ama*
ba y quería la paz, envió á decir á los Estados
que ninguna cosa amaba y estimaba más que
guardar los mandamientos del Rey, y que por el
amor que les tenia perdonaba lo que habían delin-
quido contra el edicto perpetuo, y entregaría vo-
— 205 —
luntariamente la ciudad de Namur con el casti-
llo á quien le gobernaba cuando le ocupó; que se
despidiesen los soldados de ambas partes que se
habían levantado después de la última determina-
ción, y que se diese libertad á Mos de Trelón,
Carlos Fúcar y Antonio del Río y á los demás pre-
sos que estaban en su poder, y restituyesen todas
las haciendas que habían vendido y embargado á
á los que servían al Rey; y las dignidades, cargos
y oficios que habían quitado á ministros suyos, se
las volviesen; y en cumpliéndose todo esto, por su
parte daría S. A. á Carlomont y Mariamburg, y
despediría todos los tudescos, pagándoles como
ellos lo habían prometido en el edicto perpetuo; y
que entre tanto los alojasen en algunas villas, y
después de salidos se despidiesen los valones, sal-
vo los que estaban en los presidios ordinarios; y
que mandaría á los gobernadores de las provincias
no admitiesen soldados forasteros; y que cumplie-
sen puntualmente los artículos de la paz, y antes
de salir los soldados alemanes de las villas en que
al presente estaban, jurasen los vecinos y magis--
trados de ellas de no recibir presidio sin orden de
S. A. y consentimiento de los diputados de los
Estados, y asimismo jurasen que defenderían la fe
católica y autoridad Real, y el mismo juramento
hiciesen los vecinos y magistrados de las villas á
donde había presidios; y que se procurase que los
ciudadanos y labradores de Flandes dejasen el
ejercicio de las armas y se ocupasen en sus oficios
ordinarios, y se apartasen de la Liga hecha en la
última revuelta; y entre tanto que el Rey enviaba
otro gobernador, S. A. se estarla en Lucemlmfg y
gobemaria á Flandes, conforme al edicto perpe-
tuo, con toda pax y baenos deseos.
Távose por cierto que los diputados aceptarian
estas condiciones, por ser tan puestas en razón;
pero fué tan poderosa la parcialidad del Principe
de Orange, que les dio á entender era poco lo que
se les concedía, y que convenía asentar mejor la
vara. (Oh qué de cabezas tiene la serpiente hidra,
que es la ciega pasión y ambición de mandar! Con
este presupuesto respondieron á S. A. querían que
el castillo de Namur se entregase luego á Mos de
Freimont y que no pudiese nombrar tenientes sin
intervención de los diputados; que pagarían los
alemanes hasta 25 de Julio próximo pasado, y que
cumplirían el concierto hecho después, con que no
entrasen en él los que se habían despedido cuando
llegó S. A., ni los de Cornelio Vaneps, ni los que
se habían hallado en los sacos de Mastríque y de
Ambers; y que S. A. despidiese á loe soldados que
desde su llegada se habían levantado y á los que
se entretenían con ocasión de debérseles pagas;
que ellos despedirían á los suyos después de haber
entregado S. .\. las villas de Carlomont y Ma-
ríamburg y las demás villas que tenía, lo cual con-
venía que fuese luego, y que saliesen los tudescos
antes que dejasen las armas los diputados; y que
se le acudiría, para defenderse de naciones extran-
jeras y para otros efectos, con mil caballos y tres
coronelías de infantería; y en cuanto al nombra-
miento de personas que S. A. pedía, no les parecía
convenir, y que desistirían de hacelle guerra en
— 207 —
habiéndoles entregado á Namur con el castillo; y
en lo que tocaba á los presos, los pondrían en ma-
nos del obispo de Lieja y republicanos, para que
los guardasen entre tanto que fuesen entregados
Carlomont y Mariamburg y las demás plazas; y he-
cho todo lo referido, restituirían los bienes confis-
cados no enajenados, pero no los oficios y cargos,
que no se podían volver á los que antes los tenían
por muchas dificultades que se ofrecían: todo lo
cual se resolvería en la primera Junta general de
los Estados, y las villas harían el juramento que
S. A. pedía en saliendo los tudescos; y que advir-
tiese que todo lo dicho era última resolución y no
quitarían ni añadirían cosa alguna, porque en esto
estaban determinados: estando el león encerrado,
no me espanto que se le atrevan.
CAPITULO XXI
Át(m D, Jmm «/ Rty d $tUdo i$ Uu tmn ͧ WUmUi^y
MíuiéUt Sm ht . vmAmm Itt tth^Atltt Á FLutéUt»
De 26 de Julio de este año de 1577 recibió el
marqués de Ayamonte en Milán, y D. Joan de
Idiáques en Genova, cartas de S. A., fechait en el
castillo de Ñamar, con aviso de no haber cumpli-
do los flamencos lo capitulado y jurado, y de cómo
ocupaban las tierras, desmantelaban los castillos
y le cercaban, después de muchas injurias y ase-
chansas, para prendelle ó matalle, por lo cual de-
cía S. A. convenia no embarcar la infantería y ca-
ballería que había salido de los Estados, sino pa>
galla y beneñcialla, para que <Mn buen ánimo y
satisfacción volviese luego á ellos, en recibiendo
orden de S. M., que sería con brevedad.
£1 marqués de Ayamonte llamó á los maestres
de campo para tomar orden y resolución en su
vuelta á Flandes, nueva bien alegre para todo el
ejército, para vengarse de los flamencos, y por el
cumplimiento de su pronóstico, de que presto los
llamaría quien los enviaba con disgusto y mala
satisfacción: sólo se ponían dificultades en pedir
ayuda de pagas, como hicieron para embarcarse.
Llegábase áesto la competencia entre los maestres
de campo sobre cuál había de ser superior á los
— 209 —
demás, aunque se creía de su buen celo y bondad
que en necesidad tan apretada cesarían las com-
petencias, por estar de por medio el servicio de
Dios y del Rey y la seguridad de D. Juan su her-
mano.
El Rey escribió á su sobrino Alejandro Farne-
se, príncipe de Parma, que se había mostrado
valeroso en la batalla de Lepanto, fuese á Flandes
á ayudar á D. Juan en la reducción de los Esta-
dos. Había asistido en ellos con su madre. Mada-
ma Margarita, cuando los gobernó, y había casa-
do allí con hermana de la duquesa de Berganza;
conocía las provincias y los humores de sus ha-
bitadores, y ellos le conocían á él, con que sería
mejor recibido de los flamencos que S. A., con
quien estaban encontrados, demás del gusto que
recibirían en ver salir de los Estados al que de-
seaban prender ó matar y ahora repeler con las
armas.
Tuvieron nueva de esto los Estados, y cobró
tanto ánimo su pertinacia, que no trataban ya de
conciertos con S. A., sino de dar y quitar leyes,
sembrando nuevas de que el Rey le había manda-
do partir de Flandes, y que de grado ó de fuerza
recibiría las condiciones que ellos le diesen ó les
haría guerra contra la orden que tenía del Rey
(que la aborrecía y quería se guardase el Edicto
perpetuo), con que les parecía alcanzarían repu-
tación y honra.
En este ínterin, el Príncipe de Orange mandó
en Holanda y Zelanda no se pregonase el Edicto
perpetuo; metió presidio en Haerlen contra su
— 2IO —
capitulación, y quito que en la iglesia de la Mag-
dalena fe predicase públicamente la secta de Cal-
vino, y lo mismo en otras villas; apretó con sa ar-
mada á la de Amsterdam, fidelísima y moy cató-
lica; solicitó el llamarle los Estados capitán ge-
neral, y apretó á los diputados para que sitiasen á
Breda y Bolduque, plazas importantes, diciendo
que hasta tenerlas en su poder no habla de pasar á
Brabante. S. A., entendiendo lo que pasaba, en-
vió once compaftlas de tudescos al socorro de estas
plasas, é hicieron alto cerca de Lieja, recelando
el pasar adelante sin caballería; y en el ínter, Bre-
da fué entregada al de Orange por los soldados,
sobornados con dinero, y Boldnqoe se rindió en
buenas condiciones. Panron los rebeldes á sitiar
á Ruremunda, á quien defendían los dichos tudes-
cos, que habían hecho alto cerca de Lieja y ha-
bían acudido á su defensa, y se trabó una fuerte
escaramuza, en que murieron muchos de ambas
partes, y los que quedaron fueron á Namur á pe-
dir á S. A. el sueldo, y los rebeldes se amotinaron
por no haberles pagado los diputados, que estaban
tan faltos de dinero como de lealtad y fidelidad.
A esta sazón llegaron cuatrocientos españoles,
que se juntaron en Francia, de los que habían sa-
lido primero de los presidios, y S. A. los metió en
Namur y en el castillo para su defensa con las
tres compañías de tudescos que allí tenía y tres
de valones y una de arcabuceros á caballo, de
Mos de Mousey, y esperaba por momentos mu-
cha gente de Francia, Lorena y Borgoña.
Eran tantas las instancias que habían hecho á
— 211
los diputados dos fautores del Príncipe de Orange,
grandes herejes, que acabaron con ellos viniese á
Bruselas, para cuyo efecto enviaron por embaja-
dores á los abades de Santa Gertrudis y de Maro-
Íes, que eran sus amigos, con orden de que lo tra-
jesen á Bruselas, donde fué recibido con general
aplauso, acompañándole gran número de arcabu-
ceros que traía de guarda, fiando del los diputados
y no fiando de ellos él, que les traía con el odio
encubierto su perdición, cual veneno en vaso do-
rado. Hízose Junta, y en ella se leyó la carta de
S. A. atrás referida en que se contenía la defensa
de la fe católica y autoridad del Rey, cosa que no
supo bien al de Orange, y aceptando maliciosa-
mente las condiciones que S. A. ofrecía, pidió de
nuevo otras, con acuerdo de los diputados, que son
las referidas, en que decían no quitarían ni añadi-
rían cosa alguna, por ser esto su absoluta resolu-
ción.
A esta sazón, entendiendo el Rey Católico lo
que su autoridad Real había perdido en Flandes
y lo que perdía la religión católica, y viendo que
los beneficios y nuevas concesiones de privilegios
habían obstinado más á los flamencos, se resolvió de
castigallos y restituir su justicia y el divino culto
á Dios, gravemente ofendido con las apostasías y
enormidades que se habían cometido por esta gen-
te, para cuya ejecución escribió al marqués de
Ayamonte que luego diese orden en remitir la in-
fantería y caballería á los Estados de Flandes,
dándoles entera satisfacción de pagas y comodi-
dades, y escribió al Virrey de Ñapóles y al de Si-
— axa
cilia que aprestasen los tercios de espaitoles de su
cargo, porque pasasen á Genova en geeras, y des-
de Milán se encaminasen á Flandes. Qaejóse gra-
vemente al Emperador de qae dejase nlir ale-
manes á sueldo á los Estados de Flandes, y le pi-
dió no lo permitiese para adelante, y escribió á los
Electores su razón, para que movidos de ella no
los favoreciesen. Y informado bien de lo que habla
trabajado S. A. y de los peligros en que se habla
visto, y de la prudencia con que habla procedido,
le escribió estaba satisfecho de su prudencia en
haber ocupado á Namur; y que por las conjuracio-
nes hechas contra su persona, y el rompimiento
del Edicto perpetuo, mandaba volver á Flandes
los espaftoles, que hablan salido de sus provincias,
y la cabal ieria, y que enviarla los tercios viejos de
Italia y dinero para que defendiesen su justicia.
S. A., sabida la resolución del Key Católico, y go-
zoso de ella, escribió al punto á los españoles pi-
diéndoles le viniesen i socorrer, y la carta era del
tenor siguiente, sin alterar de ella una letra:
<A los magniñcos, amados y amigos míos los ca-
pitanes y soldados de la infantería española que
salió de los Estados de Flandes.
»Magn{fícos amados y amigos míos: El tiempo y
la manera de proceder de estas gentes han sacado
tan verdaderos vuestros pronósticos, que ya no
queda por cumplir de ellos sino lo que Dios por su
bondad ha reservado, porque no sólo no han que~
rido gozar ni aprovecharse del perdón que les
truje; pero en lugar de agradecerme el trabajo que
por su beneficio había pasado, me han querido
— 213 —
prender con el fin de desechar de sí religión y
obediencia. Y aunque desde el principio entendí
(como afirmasteis siempre) que tiraban á este
blanco, no quise dejar de la mano la cura de su
dolencia, hasta que la ejecución del trato estuvo
muy en víspera. Entonces me retiré á este castillo
por no ser causa de tan gran ofensa de Dios y de-
servicio de S. M.; y como los más ciertos testimo-
nios de su malicia son sus propias conciencias,
hanse alterado de tal manera, que en toda la tie-
rra se me han declarado enemigos; y los Estados
usan de extraordinarias diligencias para apretar-
me, pensando salir esta vez con su intención; y
si bien por hallarme tan lejos de vosotros, estoy
en el trabajo que podéis considerar y espero de
día en día ser sitiado, no menos acordándome
que envío por vosotros, y que como de soldado y
compañero vuestro no me podéis faltar, estimo en
nada todos estos nublados.
>Venid, pues, amigos míos: mirad que no sólo
aguardo yo, sino también las iglesias, monasterios
y religiosos y católicos cristianos, que tienen á su
enemigo presente con el cuchillo en la mano, y no
os detenga el interés de lo poco ó mucho que se
os dejare de pagar, pues será cosa muy ajena de
vuestro valor preferir eso, que es miseria, á una
ocasión donde, con servir tanto á Dios y á S. M.,
podréis acrecentar la fama de vuestras hazañas,
ganando perpetuo nombre de defensores de la fe,
y obligarme á mí para todo lo que os tocare, ma-
yormente que de lo que dejáredesde cobrar allá, no
perderéis nada, pues yo tomo á mi cargo el satis-
faceros de ello; y así como tengo por cierto que
S. M. tomará este negocio con las veras que la
calidad de él le obliga, y que en la misma confor-
midad hará las provisiones, podéis vototroe creer
que ni yo, que os amo como á hermanos, ni las
ocasiones que os esperan, consentiremos que pa-
descáis. Y porque no dudo, sino que, acudiendo al
nombre y ser de cristianos españoles, valientes
soldados, buenos vasallos de S. M. y amigos mÍos,
haréis lo que pido con la deliberada resolución y
presteza que de vos confío y conviene; y de José
judice entenderéis lo que dejo de escribiros, no
me alargaré en encarecer más este negocio: sólo
diré que éste es aquel tiempo que mostrábades
desear todos de militar conmigo, y que yo qoedo
muy alegre (3ra que estas cosas han llegado hasta
este extremo) de pensar que ahora se me ha de
cumplir el deseo de hallarme con vosotros en
alguna empresa donde, satisfaciendo á nuestras
obligaciones, hagamos algún señalado servicio á
Dios y á S. M.
»Nuestro Señor guarde vuestras magnificas per-
sonas como deseáis. Del castillo de Namur á 15 de
Agosto de 1577. — No escribo en particular, por-
que no sé cuáles capitanes y compañías habrán
quedado en pie; pero ésta sirva para reformados y
no reformados. Y á todos os ruego que vengáis
con la menos ropa y bagajes que pudiéredes, que
llegados acá no os faltan&n de nuestros enemigos.
Vuestro amigo,— D. Juan.»
Esta es, puntualmente, la carta que S. A. es-
(;ribió á los españoles que á su despecho habían
— 2l5 —
salido de Flandes, procurando la malicia de los
rebeldes su salida á título de paz, para mover la
guerra y vivir en libertad, como el potro cerril que
no admite freno ni carga; y cual suele el cazador
que va en busca de una fiera para hacer presa en
ella, buscar perros diestros, ballestas armadas y
saetas con yerba, así estos rebeldes, deseando pren-
der'á S. A. (para ellos empresa terrible), se apro-
vecharon del tiempo y de la ocasión^ procurando
la salida de los españoles, que eran el freno de sus
insolencias; buscando hombres crueles, sanguino-
lentos y adversos á la verdad, que apellidasen li-
bertad y enseñasen á vivir torpe y licenciosamente.
Con todo lo cual S. A. quedó probado y conocido
por gran Capitán de la fidelidad, y por fuerte y va-
liente más que un diamante, sobre cuya prueba
cayeron después los favores de su Rey y el tener
satisfacción de su persona, pues se determinó á
vengar sus injurias por fuerza de armas, volvien-
do por la causa de Dios y por su justicia y por la
inocencia de S. A., imitador del gran Patriarca
José, que por la lealtad que tuvo á su Señor, y por
haber sido valiente en la castidad, tuvo grandes
favores de Dios, profetizando con luz que le envió
los años de hambre y abundancia, distribuyendo
el trigo, y adjudicando muchas tierras y posesio-
nes al Patrimonio Real. Esto hizo S. A., siendo
fiel á Dios y al Rey, y defendiendo la religión ca-
tólica y la autoridad Real, y apremiando á los
flamencos para que obedeciesen. El Rey mandó á
S. A. enviase embajador á Inglaterra que de su
parte dijese á la Reina no se metiese en la guerra
— «i6 -
de ras vasallos, pues no le tocaba, ni los socóme -
se en público ni en secreto, y mirase que sa pa~
ciencia y sufrimiento no duraría para siempre,
pues tenia muy en la memoria las cosas pasadas
contra él hechas, y que no le faltarian fuersas para
tomar venganzas.
De parte de los diputados habia venido el obis-
po de Bruxas con las nuevas demandas y condi-
ciones del Principe de Orange, á quien dijo S. A.
DO tenían traza los diputados de concertarse, pues
cada dfa pedían cosas nuevas, ni menos de obser-
var el Edicto perpetuo; y que en lugar de guardar
la religión católica y obedecer al Rey, introducían
el gobierno popular y libertad de conciencia, sir-
viendo sólo S. M. de protector, sin tener mando
sobre ellos, y que ésta era la causa de pedir nueva
forma de Consejo y de haber traído á Brujías al
de Orange, sin licencia del Rey ni suya, y admi-
tidole al Consejo de Estado y á la Junta de los di-
putados, y desmantelado las antiquísimas fortale-
zas de Lille y Betune, que les servían más de or-
nato que de espanto, y cometiólo otras cosas indig-
nísimas que ya no se podían disimular, por lo cual
estaba resuelto de escribirlo al Rey, y en tanto
que le venía orden, retirarse á Lucemburg y des-
de allí gobernaría los Estados, porque con menos-
precio de su persona y de su oñcio, el ejército de
ellos, á su vista, hacía cada día en Namur cosas
de enemigo, y que si le querían dar obediencia
como á lugarteniente y Gobernador general del
Rey, cumplirían con lo que debían y corresponde-
rían con los beneficios recibidos, y donde no, se
— 217 —
persuadiesen que S. M. sabía usar del rigor como
de la clemencia.
Escuchó el obispo de Bruxas y su compañero
con muestras de arrogancia lo referido por S. A., y
respondieron lo siguiente: que estando S. A. con
tal resolución, ellos no serían causadores déla san-
grienta guerra que se esperaba, y que ésta podía
excusarla S. A., de lo contrario se le cargaría to-
da la culpa; que no bastaría el poder del Rey para
sujetar á Flandes, porque sus fuerzas unidas eran
invencibles; que por lo que á ellos tocaba, no ha-
rían guerra al Rey, sólo se haría á la tiranía que
S. A. quería introducir por consejo de sus domés-
ticos, por lo cual tomarían las armas por fuerza
para defenderse á sí y á su patria, en cuya razón
habían derribado los castillos para que no queda-
se rastro de la tiranía pasada; que la religión cató-
lica corriera peligro de perderse, á no haberse res-
taurado llamando al Príncipe de Orange, que la
había tomado debajo de su amparo.
Rieron mucho los que asistían á S. A. cuando
el obispo de Bruxas dijo esto último de su respues-
ta, porque era tan falso, que el Príncipe de Oran-
ge era perverso hereje de tres sectas diferentes, y
con pregón público se había nombrado defensor
perpetuo de los calvinistas y jurado enemigo de
los católicos, y era tan mal hombre, que se había
casado con una monja llamada Carlota de Ban-
doma, en vida de su legítima mujer, hija del du-
que Mauricio de Sajonia. Tal como esto era la
cabeza de los rebelados de Flandes, y cual la ca-
beza tales eran los miembros. Otros dicen se ha-
— SIS —
bia amancebado con esta monja en rida de su
mujer; en fin, él era hombre perverso, enemigo de-
clarado del Papa y de la Iglesia.
Otro día siguiente templaron su arrogancia los
embajadores con las cartas del Rey, entendlepdo
por ellas cuan mal habia tomado su temeridad y
porfía, y fué esto de manera que mostraron en el
aspecto y palabras tristeza y turbación, parecién-
dotes que ya no las hal>ian de haber con D. Juan,
sino con un Rey, el más poderoso y prudente del
orbe, señor suyo á quien tenUn gravemente ofen-
dido, y asi volvieron tan confusos, que doliéndose
de esto un ministro con el Principe de Orange, á
quien decía que ya eran acabadas las paces (aun-
que le fué nueva alegre la imposibilidad de las
paces), respondió con indignación, fuera insigne
pax perder la vida él; lo cual dijo temeroso de los
vaivenes que esperaba de la determinación del Rey
en la prosecución de la guerra, que se había de ha-
cer á fuego y sangre, que como conocían su incom-
parable valor y poder temían el golpe: que en ser
de Monarca tal y tan sufrido, fuerza era que fuese
muy para temer.
CAPITULO XXII
Los rebeldes, en odio á D. Juan, tratan de traer en su defensa
unos al archiduque Matías, otros al duque de Alanzan.
Luego que el duque de Ariscots llegó á Bruse-
las de la retirada fea de Namur, hecho Goberna-
dor de Flandes por los Estados, asistía en Gan-
te su cabeza á la provisión de los negocios. Te-
nia odio notable al Príncipe de Orange, procedi-
do de competencias entre ellos sobre preeminen-
cias, poder, autoridad, pretensiones de oficios,
grandeza y favores de su Príncipe, el cual odio
estaba disimulado como brasa debajo de ceniza,
y descubrióle una palabra dicha de los del ban-
do de Orange. Esta fué: «No hay que temer al de
Ariscots, que tiene más liviandad que valor. > Sin-
tió el duque notablemente esta palabra y despre-
cio de su persona. Y así, queriendo dar testimo-
nio de su persona y mostrar el valor que le nega-
ban los aficionados al Príncipe, se determinó de
restaurar la religión católica y la autoridad Real,
dando traza que se trajese por Gobernador de los
Países al archiduque Matías, hijo del Emperador
Maximiliano II y de su mujer Doña María, her-
mana del Rey Católico, el cual Matías fué des-
pués Emperador de Alemania por muerte de su
hermano el emperador Rodulfo II, todos de la Ca-
— aso —
sa de Austria. El conde de Lalain y los de U par-
cialidad del Príncipe de Orange querían llamar
para el mismo efecto al duque de Alanzón; pero
no convenia por ser insuírible la inquietud de los
franceses y poca su segundad con la experiencia
de las violencias que hablan usado en Sicilia y en
Ñapóles cuando las poseían. El Rey de Francia
no favorecía al de Alanzón al descubierto por no
indignar al Rey Católico ni romper la pax con él,
mostrándose ingrato á los beneficios que su Co-
rona había recibido de la Monarquía de España
reinando sus hermanos Francisco y Carlos. Era
engaño decir el de Orange casaría la Reina de In*
glaterra con el duque de Alanzón, porque á él y á
Enrique, su hermano, los había despreciado por
el aborrecimiento que tenia á la Casa de Valois; y
se inclinaba á la Casa de Austria en tanta mane-
ra, que el embajador de Inglaterra había dicho no
le desplacería el casar con D. Juan de Austria si
los Estados le hacían su Gobernador perpetuo y
cuando fuese su señor.
El Príncipe de Orange procuraba con secreto y
sagacidad ganar votos para que le diesen el go>
biemo al de Alanzón; y sabido por el de Aríscots
y sus secuaces, enviaron ocultamente á Viena por
el archiduque, despachando para esta embajada
á un caballero de su opinión, lo cual fué sabido
luego por S. A. y por el Príncipe de Orange, que,
sentido de cuan pocos de la nobleza le querían
por superior, recelando su seguridad y temiendo
naturalmente, mostrando no estimar lo que se ha-
cia por él y dando á entender que quería ausen-
— 221 —
tarse, él, que deseaba le rogasen se estuviese que-
do en Bruselas, hizo que Carlota de Bandoma, su
mujer, abadesa de un monasterio, con quien vivía
sacrilegamente, como se ha dicho, viniese á Am-
bers para que con esta ocasión le diesen los de
Bruselas licencia de partir de ella. Hízose así, y
los de Ambers hicieron gran recibimiento á esta
monja arrepentida, y con muchas fiestas solem-
nizaron su llegada y hospedaje en la Abadía de
San Miguel, donde públicamente se predicaba la
secta de Calvino, y ella era visitada con venera-
ción; y siendo visitada de las mayores señoras de
la ciudad, le era más grata la que se mostraba
enemiga de los católicos. S. A., deseando impe-
dir la negociación que hacían los rebeldes en In-
glaterra, Alemania y Francia, envió sus emba-
jadores á estas provincias; y para poner en ejecu-
ción lo que había mandado hacer el Rey Católico
con la Reina de Inglaterra, representándole sus
sentimientos, envió á M. de Gatte, gentilhombre
de su cámara. Asimismo escribió á D. Juan de
Borja, que estaba en la Corte del Emperador,
dándole aviso de cómo el duque de Ariscots lla-
maba al archiduque Matías para introducirle en
Flandes, cosa que disgustaría mucho al Rey y
que debía remediar S. M. Cesárea, para acudir-
le como buen sobrino y cuñado y no desunir con
lo contrario la Casa de Austria. Todo lo cual es-
cribió también al Emperador, que, teniendo no-
ticia de que había partido á 3 de Octubre de este
año á media noche con solos tres criados, llevado
de la ambición y codicia del señorío, despachó á
diveraas portes para qae le boscasen, y eteribió á
los electores del Imperio le detuviesen si pasase por
sos Estados y le enviasen á Viena, porque juraba
solemnemente, en fe de Emperador, que sin su no-
ticia era su determinación. Túvose nueva de que
habia llegado á Mastrich y allí le habla detenido
el de Orange para que no entrase luego en Bruse-
las, temiendo que se le juntaría luego la mayor
parte de la nobleza en diminución de su poder, y
en el ínterin dio orden para que entrase el duque
de AJansón, pero no lo quisieron recibir. Algunos
decían era mejor concertarse con S. A. que tra-
tar de hacer la guerra, por hallarse los Estados
muy apurados y ser sus trances tan dudosos é in-
ciertos. El de Orange, con mañas é invenciones de
los suyos, puso tan mal al duque de Arisoots con
los Estados, que se hubo de salir de Gante y venir
á Bruselas corrido y desautorizado, con lo cual el
de Orange quedó ufano y poderoso sin temor de
contraríos, porque los Estados tenían mucho di-
nero y gente para la guerra y socorro de escoceses
y franceses, y su ejército alojado á vista de Namur.
En esta sazón escribió el Rey á D. Juan se guar-
dase la paz de Gante y el Edicto perpetuo ente-
ramente, sin disminución de la religión católica y
obediencia debida á S. M., jurada tantas veces
por los diputados de los Estados; y en lo que se le
había contravenido, se restaurase y restituyese la
autoridad que había heredado de sus pasados y
se había confirmado con la paz de Gante; que los
diputados dejasen las armas que habían tomado
sin orden suya, y echasen de sus Juntas al Princi-
— 223 —
pe de Orange y á sus consortes, declarados enemi-
gos suyos y de la fe católica, violadores del Edic-
to perpetuo y contrarios á la paz de Gante, y asi-
mismo usurpadores de gobiernos de provincias,
villas, castillos, coronelías, compañías de solda-
dos y otros cargos y oficios; que todos dejasen los
oficios y los aldeanos las armas, y el de Orange el
molestar á Amsterdam; que se pagasen los tudes-
cos y volviesen los diputados á sus provincias
para aguardar la orden de la Junta general de los
Estados, que mandaría convocar, y que éstos ha-
bían de obedecer á sus magistrados, y no pedir á
su Gobernador general cosa contra la fe católica
ni su autoridad, y así les sería clemente y buen
Príncipe y mandaría volver á Italia los españoles
y forasteros que caminaban á Flandes. ¡Oh, qué
de trazas busca un buen Príncipe para pacificar su
República!
S. A. envió copia de esta carta á los diputados
y les pidió cumpliesen lo que el Rey demandaba
justamente; y ellos, quebrantando el derecho de
las gentes, prendieron al que la llevaba, que era
un portero del Consejo de Estado, y respondieron
que S. A. había dado causa para la guerra, y con
razón los diputados no se fiaban de él ni creían
que el Rey hubiese escrito ni mandado lo que de-
cía, ni les constaba ser esa la voluntad Real, ni
podía ser que con tanta brevedad hubiese respon-
dido á las cartas de S. A., demás de que contrade-
cía esto á lo que otras veces les había significado.
Todo esto decían ciegos con la pasión, que sabe
hacer del día noche y de la luz tinieblas. El Rey,
- 2*4 —
antes que llegase la última carta de S. A., m mo-
vió á 25 de Septiembre 4 escribir la que se ha re-
ferido, por relaciones que tenia de lo sucedido en
Flandes; y porque antes que llegase la gente de
Italia mirasen lo que les convenía, mandó ¿ S. A.
que se la enviase con toda la brevedad; mas ellos,
para encubrir su rebelión, dijeron lo referido, y,
en consecuencia de ello, se disponían para elegir
un protector de Flandes, con ánimo de entregarle
el gobierno general.
Poco después fueron certificados de que la car-
ta referida era del Rey; y advertidos de que les
convenía satisíacer á S. M. y al mundo de los car-
gos que les hacían, imprimieron un librillo, cuyo
titulo era Breog narración d$ las justas causas por
las cuaUs los Estados i$ FlamUs, /orzados, u han
puéslo tn defensa contra el Sr, D. Juan de Aus-
tria, En este librillo decían daba el Rey más cré-
dito á lisonjeros que á sus personas, que eran lea-
les y le tenían buena voluntad, y habían sustenta-
do innumerables soldados que el duque de Alba y
el Comendador mayor habían tenido para la des-
trucción de los Estados. Decían que no estarían
ya más sujetos á españoles, ni tenidos por siervos
y vasallos conquistados, siendo ellos más antiguos
de la Casa de Austria que los españoles. Alegaban
que los moros de Granada gozaban de sus leyes,
privilegios y franquezas; pedían á S. M. los go-
bernase como sus antepasados y no les enviase
españoles ni italianos, cuyo ingenio y humor era
en todu contrario al suyo, y asi intolerable su go-
bierno, y para librarse de él pasarían peligros y
— 225 —
muerte, y pedirían socorro á todos los mortales;
que advertían con gran dolor las calamidades que
tenían por pasar, y la causa de ellas decían era el
Sr. D. Juan, que los había tenido por transgreso-
res de la religión católica y de la debida obedien-
cia á S. M. Decían que no se había deshecho la
Junta de los Estados porque trataba de la defen-
sa contra el Sr. D. Juan, y pedían á S. M. le man-
dase desarmar y enviase otro gobernador legítimo
de la Casa de Austria, y deseaban y querían fue-
se el gobierno en Matías: quien tiene mal pleito,
todo lo mete á barato.
Esto y otras cosas concernientes á ello contenía
el librillo mal fundado, en cuyo abono enviaron á
España é Italia algunos testimonios de vicarios de
iglesias, de cónsules y hombres de negocios en que
afirmaban no se hacía cosa en Flandes en perjui-
cio de la religión católica (prevención y diligencia
sospechosa); los herejes tomaban fuerzas cada día,
y por injuriar á los católicos, particularmente en
Ambers, cometían insolentes delitos con desver-
güenza y alevosía en las iglesias y monasterios, y
afrentaban ignominiosamente á los clérigos y frai-
les, y escribieron á S. A. recorriese la memoria y
hallaría las veces que había contravenido á su pa-
labra, y que no se maravillase, estando el Rey tan
lejos, de que el pueblo, desesperado, se acogiese
al amparo de los Príncipes comarcanos, y en par-
ticular al archiduque Matías, de Real sangre, lo
cual hacían movidos de su indignación, y no para
contrariar á la fe católica ó al Rey, como se había
significado. Que le requerían dejase las armas y
i5
Miliete de lot Pulses, con qae se aplacarían las re-
vueltas y se restituirían la paz y tranquilidad, y
QO lo haciendo le protestaban y ponian i Dios por
testigo sería causador de los males Tenideros y de
cualquiera mudanza que hubiese, cr>mo persona
que prefería su pasión al aumento de la religión y
utilidad de aquellas provincias. ¡Oh lo que intenta
un pecho duro, desleal, ingrato y apasionado! La
prueba está en las manos, pues estos descomedi-
dos blasonaban y publicaban fidelidad á Dios y al
Rey, habiendo el año de 1566 predicado la here-
jía en quince provincias y procurado introducir el
gobierno popular, como al presente se ve, y lo
mismo se habla hecho el aAo de '573. para cuyo
efecto, echando á su rebeldía fuertes cimientos,
hablan prendido el G>nsejo de Estado, que fué
como prender á sa Rey, y hablan hecho Liga entre
si contra el derecho y contra la paz de Gante y
contra la autoridad de su Príncipe. Demás de esto,
véase el aumento de religión de que blasonaban,
pues en Ambers y en Bruselas y en las islas se pro-
fesaba la herejía, no tolerada, mas amparada de
eclesiásticos; véase la observancia que tenían al
Papa y al Rey, pues proveían las abadías que va-
caban y se hacían señores de todo; véase la fideli-
dad que tenían á su Rey, pues el Sr. D. Juan, que
representaba su persona, en viéndole desarmado,
le trataron de prender y hacer jurar la libertad de
conciencia y las demás condiciones que les pare-
cieron á propósito para disminuir la libertad y au-
toridad Real. A todo lo cual ocurrió S. A. con su
prudencia y ánimo, previniendo el daño que le
— 227 —
amenazaba la conjuración hecha contra su perso-
na y contra la religión y contra el poderío Real,
no queriendo disimular cosas injustas ni los tratos
que traían con el Príncipe deOrange, en daño de la
religión católica y de S. M., para cuyo efecto los
había frustrado, retirándose necesariamicnte á Na-
mur, con despecho de los conjurados y rebeldes,
ingratos y ciegos de pasión. Para mostrar las men-
tiras que decían en el librillo que habían publica-
do estos insolentes, hizo S. A. responder con otro,
y lo envió á España, Francia, Italia, Inglaterra,
Baviera y al Emperador de Alemania, significan-
do la verdad y puntualidad de lo que había pasa-
do, y pidiendo á este Príncipe no permitiese salir
soldados de Alemania en favor de los rebeldes de
Flandes, y que mandase volver al archiduque, y
escribiese á la ciudad de Besanzon, en Borgoña,
sujeta al Imperio, de cómo había sido, sin licen-
cia suya, la partida del archiduque Matías de su
Corté y que no le obedeciesen, para lo cual envió
al dicho Emperador, por sus embajadores, al mar-
qués de Barambón y al Doctor Houst, oidor del
ducado de Lucemburg.
El libro y respuesta mandada ordenar por S. A.
contenía las principales cosas sucedidas desde su
llegada, antes y después de ser admitido al go-
bierno; Ítem las cosas en que el Príncipe de Oran-
ge y sus secuaces contravenían á la paz de Gante;
Ítem las conspiraciones hechas contra su persona,
con los conciertos y empresas de los diputados
con el de Orange; ítem una respuesta agudísima
contra todo lo que oponía el librillo hecho por ellos
— 2lS —
contra S. A. Visto por ellos lo qoe S. A. afirma-
ba con tanta verdad, ocultaron este segundo libro
cuanto les fué posible, para que el pueblo no en-
tendiese sus marafias y embustes; mas divulgóse,
volvieron á imprimir otro en su contra, y al prime-
ro le añadieron y quitaron tanto, que más parecía
obra nueva que el mismo: calidad propia de la
mentira, que al referirla de palabra ó por escrito,
siempre tiene contrariedad y no hay firmesa en
ella.
CAPITULO XXIII
Parten los españoles para Flandes, sale D. Juan de Austria
del castillo de Namur y se prosigue la guerra.
En este tiempo el Rey Católico, habiendo mi-
rado con alta consideración y madurez el estado
de las cosas de Flandes, mandó partir para estos
Estados la infantería y caballería que estaba en
Italia, en número de seis mil, á cargo del valero-
sísimo maestre de campo Julián Romero, natural
de Cuenca, y cerca de Cremona cayó súbitamente
muerto del caballo. Dio á todos gran tristeza su
muerte por la falta que hacía este incomparable
varón, cuyo valor y experiencia de soldado par-
ticular le habían subido al puesto de maestre de
, campo, mereciendo sus hechos y conocimiento de
la guerra los grados por donde ascendió al últi-
mo, en que acabó la vida, siendo Capitán Gene-
ral en grandes empresas y trances de guerra. Su
muerte fué de apoplegía.
Con la nueva de la llegada de los españoles á
los confines de Flandes, salió S. A. del castillo de
Namur, dejando el castillo y ciudad con la mejor
guardia que pudo, y á 2 de Octubre partió para
Lucemburg y gastó en Famine algunos días. Los
soldados rebeldes hicieron una emboscada entre
el Mossa y el Sambre, y mataron algunos del cas-
— 230 —
tillo d^ Naraur é hirieron á otros. S. A., desde
Marcha, envió á París á Maximiliano de Longue-
val, caballero de mucha virtud y lealtad, á ente-
rar de las cosas de los Paises al Rey de Francia
Enríque 111, y á persuadille juntase sus fuerzas
con las del Rey Católico para extirpar las herejías,
que amenazaban á todos los Príncipes crístianos,
significándole el daño que le tocaría si los rebeldes
de Flandes se hiciessen más poderosos, y persua-
diéndole á que mandase con pena de muerte que
ninguno de sus vasallos los socorriese. Por otra
parte, los flamencos pidieron ayuda al dicho Rey
y al duque de Alanzón su hermano, ofreciéndole
el seftorío de los Estados, y asi todo andaba de
revuelta.
El Rey de Francia no los admitió mientras los
embajadores de S. A. le asistieron; mas el de
Alanzón les respondió á 25 de Octubre tomaba á
su cargo su protección y amparo, y no permitirla
fuesen oprimidos, poniendo su hacienda y persona
al trance de su defensa; y en consecuencia de esto,
se mandó á los gobernadores de las fronteras no
dejasen pasar gente y municiones para D. Juan de
Austria. Tratóse en la junta de los rebeldes el
apercibir hombres de armas, y el Príncipe de
Orange, enemigo de la nobleza, y fiando más del
pueblo, que tenía embaucado, dijo convenia más
traer de Alemania cinco ó seis mil hombres de los
que llaman reyes, lo cual persuadía con ánimo de
fortalecerse con ellos y extender la secta de Cal-
vino y enriquecer sus parientes.
En Lttcemburg recibió S. A. carta de los Esta-
dos, en que le atribuían la causa de la guerra y
tachaban al Rey claramente de tirano, y asimismo
decían pondrían gobernador á su elección, y no
criado en España, y para su amparo pedirían su
ayuda á todos los Príncipes de la tierra. Los rebel-
des estaban prontos para la guerra, porque reci-
bían en los Países públicamente á los herejes y ad-
mitían á sus predicantes, y así trataban de nombrar
al de Orange por absoluto Gobernador de Braban-
te; pero confirmábase mal, por haber tantas cabe-
zas y los diputados faltos de dinero.
El de Orange, cuidando siempre de su prove-
cho, hizo que los diez y ocho del nuevo magistra-
do de Bruselas le diesen por arbitrio convenía con
cerco recuperar á Namur, y para este efecto diez-
mar las personas de Flandes y armarles con la ar-
mería de Malinas, tomando muestra general á la
gente, gastadores, carruajes y artillería, y para
destruir á los de Lucemburg y Borgoña poner pre-
sidios en Malinas, Lovaina, Tiiemont y otras tie-
rras; Ítem que todos los lugares criasen cierto nú-
mero de soldados con que estuviese seguro el soco-
rro; Ítem que se nombrasen de cada provincia dos
nobles y dos letrados de ios aficionados á la patria,
para formar tres Consejos colaterales al Goberna-
dor general, por tres años ó más, á voluntad de los
diputados de los Estados; item que echasen de la
Junta á los sospechosos de ios Estados y que tira-
ban sueldos ó pensiones del Rey, y los eclesiásti-
cos amigos de la Inquisición de España, y en su lu-
gar se subrogasen los de su facción, y éstos jurasen
de hacer lo que entendiesen ser de provecho á la
— t32 —
patria, so pena de la vida y perdimiento de bienes;
ítem se removiesen de sus oficios los que habían
militado con el duque de Alba y Comendador ma-
yor y toman rentas del Rey; item que se procurase
el socorro del duque Casimiro y de la Reina de ln>
glaterra, y se envíase á rogar al Emperador de
Alemania, Rey de Francia y Principes de sus Es-
tados, no dejasen salir gente de sus Estados á ser-
vir á D. Juan de Austria; y que el librillo impre-
so contra el de la justificación de los Estados, se
imprimiese otra ves y se distribuyese por todo el
mundo, para que se moviesen todos á socorrerlos
contra D. Juan y el Rey, defensor de la Inquisi-
ción de España. Todo lo cual hacian en odio y abo-
rrecimiento de dos tan católicos Príncipes, herma-
nos en sangre y en celo de la religión, que aborre-
cían sus herejías y apostasias, y no les dejaban 4
estos rebeldes é ingratos andar 4 su albedrio y sin
orden alguna. El presidio de Namur hacía conti-
nuas salidas y escaramuzas, con mayor daño siem-
pre de los enemigos, y ellos, indignados, habiendo
herido de muerte 4 dos españoles, les sacaron los
ojos, cortaron los labios, narices y manos, y los en-
viaron 4 Bruselas. Por el Rey ganó un coronel el
castillo de Funay, sobre el río Mossa, y degolló
la g^uamícíón; y para tomar venganza de esto, los
rebeldes pasaron el río con silencio, y sin duda
rompieran 4 los soldados del conde de Mandercht,
que estaban descuidados, 4 no ser avisado; y así
puso 4 punto de guerra las coronelías y carga-
ron y retiraron los enemigos, temerosos de que
no les acometiesen los presidios de Namur y Ma-
— 233 —
riamberg. La Reina de Inglaterra, viendo tan pre-
venido á D. Juan para hacer la guerra, le pidió
por su embajador breve tregua con los rebeldes;
mas no se la otorgó, satisfaciéndola con solas cor-
tesías: que era falsa y no la merecía.
En España asistía el Rey á la provisión de di-
nero para la prosecución de esta guerra, y se ha-
lló tan apretado, que le fué forzoso asentar juros
sobre la Hacienda Real y ayudarse del fruto de la
nueva imposición de la alcabala del lo por lOO.
Asimismo suplicó al Papa Gregorio XIII exten-
diese el Breve de pagar escudo que había conce-
dido para esta guerra de Flandes el Papa Pío V,
que había sido en la manera siguiente: el dicho
Pontífice concedió al Rey por su Breve, dado en
Roma en 15 de Julio de 1567, la gracia del escudo
para ayudar al gasto de las guerras de Flandes
contra herejes, otorgándole latercera casadezmera
de cada parroquia de los reinos de España é islas
adyacentes, para que cobrasen los diezmos de
cualquiera calidad que fuesen, que la tal casa y
morador de ella debiese pagar á la Iglesia, segre-
gando la tal casa de cualesquier personas, iglesias
y lugares que llevasen los diezmos de ellas; y por
no haberse ejecutado este dicho Breve, pidió el
Rey á su Santidad el año de 1571 diese letras para
que las personas é iglesias que habían cobrado
y gozado los años pasados de las dichas terceras
casas dezmeras, pagasen los diezmos procedidos.
Su Santidad miró en esto lo que convenía; y
para evitar las inquietudes que se habían de se-
guir de la cobranza, y viendo que las guerras con-
-234-
tra inBeles iban en anroento, concedió á S. M.
que en luf^ar de la tercera parte dezmera y de lo
qne se ie debia de lo pasado, llevase y cobrase los
diezmos de la primera casa dezmera de cada pa-
rroquia por tiempo de cinco años, y á este tal dez*
mero le llamó excusado, porque habiendo de ir to-
dos los diezmos á un montón donde se dividen en-
tre las partes, este primer y mayor dezmero se
excusa y aparta, quedando enteramente para S. M.
Sobre esta paga se tomó anento con S. M. el año
de 1609; y asi se paga por repartimiento, en la for-
ma que se paga el subsidio sin desmembrar la casa
desñera, acudiendo esta casa y todos los otros
ctounos mayores á un montón. De este excnndo
y de otras retenras de azogue, solimán, salinas y
naipes, se aprovechó S. M. para esta guerra, con
lo cual podía respirar quitando los gastos super-
fluos y reduciendo el de su despensa á diez mil du-
cados cada mes con lo extraordinario.
Pesábale grandemente á la Reina de Inglaterra
de que los flamencos tratasen de meter en Flan-
des por su gobernador al duque de Alanzón, Fran-
cisco de Valois, y los amenazó con su desamparo
y temieron; demás de que el Principe de Orange
se inclinó al archiduque Matías, á quien la Reina
favorecía con gusto, si bien era infiel á todos
agradándolos en público y abrasándolos en secre-
to. £1 de Alanzón no había perdido del todo la
esperanza de señorear á Fiandes, por verse favo-
recido en parte de la nobleza, y soliciuba esto
por los medios posibles, á gusto de los diputados;
mas porque les parecía que recelándose el Rey
— 235 —
Católico de que le recibiesen por señor contra su
voluntad, sacaría de Flandes á S. A. y pondría en
el gobierno al archiduque Matías, resueltos en ad-
mitirle al gobierno, le hicieron jurar treinta y una
condiciones al dicho archiduque, instituyendo el
gobierno popular á su modo, sin acordarse de la
religión católica ni mentarla en todas ellas, con
lo cual el pueblo venía á quedar superior en el go-
bierno al archiduque, y éste á no tener más que
el nombre de Gobernador, no siendo verdad lo que
referían de que así lo disponían sus antiguos pri-
vilegios, antes iban en todo contra la paz de Gan-
te, y las condiciones eran injustas é intolerables y
en derecho de su dedo.
No se contentaron con hacer jurar á Matías es-
tas condiciones en Lieri, donde privadamente es-
taba tratado como muchacho y poco poderoso en-
tre rebeldes y sectarios; pero nombraron por su
lugarteniente al Príncipe de Orange, dejando al
archiduque sólo el título y nombre de Goberna-
dor, usurpando el tirano para sí todo el poder y
autoridad. Lo que fué más de llorar, y que descu-
bre la poca constancia de aquella nación, es que
formaron nueva Liga entre sí los católicos y los
herejes, deseando salir de la servidumbre de fo-
rasteros, y se obligaron unos á otros con juramen-
tos de no injuriarse ni ofenderse, sino ayudarse
para restituir su libertad y privilegios, siguiendo
cada uno los ejercicios de su religión como le dic-
tase su conciencia; y hecho esto, juraron de que
recibían al archiduque de Austria Matías por Go-
bernador y Capitán General de Flandes, por for-
- t36 —
ma de Ínterin, y como tal le obedecerían en con-
formidad de las condiciones propuestas por los
diputados, hasta que por el Rey y ellos se ordena-
se otra cosa.
Hiso su entrada el archiduque en Bruselas con
gran pompa, fiestas y alegría como Gobernador
General, y entre otros regocijos le representaron
comedias en flamenco, y en aignng» de ellas com-
paraban al archiduque á David, y á D. Juan 4
Goliat, y con singulares alabantas engrandecían
al de Orange, perverso calvinista.
Los diputados formaban un Consejo de Estado,
y los que hoy nombraban, quitaban maftana. Los
españoles, habiendo pasado por Lorena y Boiigo-
ña, llegaron á Lucemburg, y sus capitanes vinie-
ron por la posta á ver á S. A., todos con grande
gusto y alegría de emplearse en el servicio de su
Rey y de S. A., olvidados del disgusto que habían
recibido cuando los despidieron de Flandes. Re-
forzóse mucho con esto la parte de S. A.; y como
tan prudente y benigno Príncipe mandó pregonar
á 20 de Noviembre recibiría en su gracia á todos
los que de voluntad viniesen al servicio del Rey
dentro de quince días, muchos acudieron, y lista»
ron de ellos los que parecieron leales y á propósi-
to para la guerra.
£1 Príncipe de Orange, que andaba siempre sos-
pechoso para conocer mejor los que le querían
mal, publicó le habían muerto de un tiro de pis-
tolete (pronóstico de lo que después le sucedió el
año de 1584, en que le mató un valeroso soldado
llamado Baltasar Gerardo, borgoñón, natural de
— 237 -
Villasant, secretario del conde Pedro Ernesto de
Mansfelt), y se tuvo cuenta con los que se alegra-
ban ó entristecían, y tenía memorial de los que
amaban el servicio del Rey; y así aborrecía á los
de Lovaina, que eran leales á S. M. Con tal cau-
dillo como era el de Orange, los herejes, con nota-
ble libertad, desenfrenados totalmente, cometían
notables insultos contra Dios y contra los santos,
profanando iglesias, rompiendo altares, martiri-
zando católicos, robándolo todo, en particular en
Ambers, escribiendo apologías y cartas llenas de
maldad y sembradas de mentiras. Un ejército de
los Estados estaba sobre Ruremunda, y el barón
de Polviller, que la defendía como valiente caba-
llero, salió una noche y hizo gran matanza. A la
villa de Amsterdam, constante y católica, tenían
los rebeldes tan apretada, que perecían de ham-
bre los soldados; y estando hablando de concierto
con los rebeldes, con cierta maña les ganaron una
puerta, y Ruichalvert, capitán del Príncipe de
Orange, entró con muchos soldados escogidos y
llegó á la plaza; y el pueblo, embravecido é indig-
nado de la traición, mató al dicho capitán y á cua-
trocientos soldados que le seguían, y cobró lo per-
dido, con muerte de solos cincuenta de la villa y
del capitán Volfardo, valeroso católico.
Prendiéronse algunos y confesaron que los dipu-
tados y el Príncipe de Orange les habían manda-
do hacer esta empresa, y que llevaban orden de
matar al magistrado y á los eclesiásticos; pero él
lo negaba: que no se halla verdad en un apóstata
fementido. El magistrado avisó del caso á S. A. ,
prometiendo de estar firme hasta morir, pMiaiido
algún socorro, y no siendo posible dárselo por maír
ni por tierra, aquella villa, fiel á Dios y al Rey
hasta este tiempo, se hubo de juntar con las demás
de Holanda, y los herejes introdujeron so secta y
echaron fuera á los católicos, de los cuales formó
S. A. una compañía. ¡Oh gran dolor!
£1 magistrado nuevo de Bruselas alteraba más
el pueblo cada día, haciéndose indigno del perdón
Real por sus graves maldades, y añadiendo inju-
rias á injurias. Publicaron edicto de confiscación
de haciendas de los que seguían á S. A., llamán-
dolos rebeldes á la patria, dando libertad que
matasen al que pudiesen, y prohibiendo el darles
ayuda con pena de la vida y perdimiento de bie-
nes; porque desde que S. A. ocupó á Namur no le
llamaban gobernador, sino enemigo y quebranta-
dor de su juramento; y asimismo mandaba que los
ausentes volviesen á sus dignidades y oficios, don*
de no serían privados de ellos; y estando las cosas
en este estado, llegaron á S. A. Francisco, duque
de Lucemburg, que ofreció servir al Rey con tres
rail caballos; y Alejandro Famese, duque de Par-
ma, por la posta, con deseo de señalarse en su ser-
vicio y en defensa de la religión católica.
En este tiempo, á 14 de Noviembre, se vio en
Flandes aquella famosa cometa que pareció en Es-
paña, Italia y otras partes de Levante, que se co-
mensó á manifestar en el Zodiaco á 9 de Noviem-
bre, á las cinco de la tarde, sobre la cabeza de Sa-
gitario, y á 3 de Diciembre en un punto fué vista
partirse en tres rayos como lanzas de fuego y tirar-
— 239 —
las la vuelta de Italia, el Estrecho de Gibraltar y
la parte del Occidente, y siguiendo el primer móvil
desapareció á i8 de Enero de 1578: prodigio de las
guerras que hubo en Flandes, mudanza del reino
de Portugal y muerte de S. A. en juveniles años.
S. A., desde Lucemburg, despachó á D. Alonso
de Sotomayor, capitán de caballos, para París,
con cartas para los de la casa de Guisa (con quien
se correspondía), con grandes tratos sobre la li-
bertad de la Reina de Escocia, presa en Ingla-
terra en un castillo, por la tiranía é infidelidad
de la cruel Reina Isabel. Era el caso que, para obli-
gar más al Rey Católico á que ayudase á libertar
la Reina presa, trataron los de Guisa, por medio
del conde de Mansfelt, su amigo, de casar á S. A.
con la Reina presa, con que se aseguraría Flandes
y se quietaría Francia. Este negocio se fué en-
treteniendo, esperando la mejoría de las cosas de
los Países, para volver todas las fuerzas de mar y
tierra en favor de la libertad y restitución de la
Reina, que así lo iba disponiendo el Rey, y esta
diligencia iba encaminada á disponer al Rey de
Francia para que tuviese por bien la ida de la
gente francesa al País Bajo, y para que no ayu-
dase por ningún modo álos rebelados é inquietos
de Flandes.
El Príncipe de Orange, inquieto y nada asegu-
rado, puso gobernador de su mano en Lovaina á
pesar de sus moradores, nombrado por los Esta-
dos, pero no le admitieron los cinco miembros de
la Universidad; lo cual sintió en tanta manera, que
les metió de presidio dos compañías de escoceses
— 240 —
sin retUtencia, á despecho de la ciudad, que que-
dó denbrída y con notable indicación; y no con-
tento con esto, inventó en Bruselas nueva forma de
magistrado, nombrando diez y ocho personas sedi-
ciosas que hiciesen este oficio, cuyo ministerio era
abrir las cartas que venian para los diputados y
▼ecsDOS de Bruselas; inquirir los hechos, palabras,
casas y albergues de los aficionados al Rey, y mi-
rar lo que con venia i la conservación de la villa,
con lo cual quedó oprimida grandemente la gente
principal, dando el mando á la ruin y más inú-
til; y asi vivian los buenos con tanto temor, que
no se atrevian á hablar ni á callar, porque si ha-
blaban, los argüían de sediciosos, y si callaban los
tenían por sospechosos; y con todas «us mafias y
embustes no se tenia el de Orange por seguro en
Bruselas: que no hay seguridad ni paz donde hay
mala conciencia.
CAPITULO XXIV
Los rebeldes hacen guerra d D. Juan.
Al principio del año de 1578 los rebeldes habían
apretado á Ruremunda, y por la parte que mira
á Mastrich habían levantado altas trincheas, con
traveses y hondo foso; y el conde de Hollac, su
general, envió al atambor á pedir al barón de Pol-
viller la rindiese, y para alterar la tierra y des-
confiar á los cercados de socorro y hacer que de
todo punto se desanimasen, mandó al atambor di-
jese á los soldados habían rompido los diputados
á D. Juan de Austria, y degollado la mayor par-
te de los españoles, y quitado las vidas á los fla-
mencos que seguían la parte del Rey, y los espa-
ñoles que habían escapado del trance se habían
huido á Italia. Los soldados, fáciles en creer, ó
por livianos ó por mal contentos, comenzaron á
conmoverse y á hacer corrillos y dar arbitrios, á
propósito de su libertad y seguridad de la vida;
mas Polviller, sagaz, advirtiendo fortificaban los
rebeldes á gran priesa las trincheas, conoció la
mentira, y les entendió el juego y mandó brinda-
sen largo al atambor, á la usanza de la tierra, y
cuando lo tuvieron puesto, á ios viejos les descu-
brió todo lo que pasaba: que el vino es el mayor
chismoso del mundo, que dice lo suyo y lo ajeno.
16
— 14J —
Sabida la marafta, mandó guardar coo cuidado
las salidas de la ciudad, para que los rebeldes no
pudiesen entender su determinación, y echó de
golpe la infantería sobre su alojamiento; y pelean-
do gallardamente, le sobrevino la vanguardia de
Mos de Hierges, que venia en su ayuda y socorro,
y los acometieron animosamente, y á las primeras
ruciadas cayeron de ánimo los rebeldes, y desam-
parando el alojamiento se retiraron á un fuerte
que poco antes habían edificado, y no teniéndose
por seguros, pasaron el río Mossa. Mos de Hierges
halló en el fuerte alguna artillería y municiones
y gran cantidad de trígo, con que socorrió la ne>
cesidad de los cercados, y se volvió á juntar con
el ejército del Rey, que iba marchando. Sabiendo
los rebeldes que O. Juan caminaba y que había
de pasar el río Mona por la parte de Namnr, mu-
daron su campo á Bouges; morían muchos solda-
dos por la contagión del aire corrupto, á causa
de haber alojado mucho tiempo del invierno en
campaña. Y así en Bruselas se altercaba sobre lo
que se debía hacer: la ma3ror parte de los Esta-
dos quería que se excusasen las batallas y que el
ejército se retirase en las villas, cuya copia era
doce mil infantes y dos mil caballos, y daban no
pequeñas razones para ello; pero como esta guerra
se hacía á contemplación del Príncipe de Oran-
ge, que astutamente la procuraba, no se tomó este
medio, y así se confirió sobre si se había de des-
amparar la villa de Bobines, que era flaca, y to-
mándola los enemigos se perdía reputación. Hubo
sobre esto diversos pareceres, y no conformando-
— 243 —
se, enviaron al ejército á comunicar con los del
Consejo lo que se debía de hacer; y estando ocu-
pados en esta consulta los divertió la repentina
llegada del ejército de S. A., el cual, á 19 de Ene-
ro, partió de Lucemburg, y antes de llegar á rom-
pimiento con los rebeldes, los convidó S. A. con
la paz con un Edicto, impreso en Famine, que
contenía lo siguiente:
Jamás el Rey ni él habían querido reducir á
servidumbre los Estados de Flandes, ni destruir-
los; antes habían procurado su bien y conserva-
ción, y al presente lo hacían, y su intención era
que los rebeldes obedeciesen á su Rey y guarda-
sen y amparasen la religión católica, en que todos
habían nacido y se habían criado y tenían cuando
le juraron Príncipe y Señor, que algunos herejes
y sediciosos por todas vías intentaban de extirpar.
Si cumplían estas dos cosas, les guardaría in-
violablemente sus privilegios, fueros, costumbres,
leyes, franquezas, y restituiría la forma del go-
bierno de Carlos V y lo ratificaría el Rey. Recibi-
ría en gracia las provincias, ciudades, villas, cas-
tillos, aldeas, monasterios, abadías, colegios, que
desde luego le obedeciesen como á Gobernador
General de Flandes. Les perdonaba en nombre de
S. M. y ponía en olvido su yerro, y los gobernaría
con amor, dejándoles gozar los bienes y dignida-
des que tenían antes de la rebelión. Era infamia
que los soldados que habían servido al Rey, y los
había acrecentado y honrado, llevasen sueldo de
un rebelde, autor de cosas nuevas y monstruo que
mandaba con soberbio señorío, siendo cosa más
- «44 -
honoriñca servir á la Rey 6 retirauve á sus casas.
Que despidiesen los presidios, y las tierras que se
redujesen serian amparadas y favorecidas, y á las
qoe ayudasen á los rebeldes haría la guerra, y asi-
mismo á los qne se hallasen armados y á los que
,no obedeciesen este Edicto.
Publicóse este Edicto en Lucemburg y en el
condado de Namur, donde S. A. era obc^iecido.
El enemigo estaba legua y media de Namur, en
un sitio con bosques, cuestas, valles y llanura para
la caballería, y cerca de su alojamiento había un
soto acomodado para emboscadas, desde el cual
se descubría mucha tierra, á quien venían á dar
dos caminos que, ocupados, le quitaban de todo
ponto el paso.
Determinado S. A. de hacer la guerra con todo
rigor, viendo que 3ra no había otro remedio, en-
vió al teniente de la compañía del capitán Mucio
Pagan, que era de arcabuceros á caballo, á tomar
lengua, y tuvo tan buena suerte, que trajo prisio-
neros, de quien supo S. A. el intento que tenían
los rebeldes de mudar el ejército á Gemblous y
hacerle plaza de armas. A 30 de Enero partió Su
Alteza con el Príncipe de Parma, y prevenidos los
puestos necesarios con arcabucería, fué á recono-
cer el sitio del ejército contrarío y los caminos de
Gemblous, para cargallos en tocando á leva.
Este dia llegaron cerca de Namur, por su or-
den, las compañías de caballos ligeros de los capi-
tanes siguientes:
D. Bernardino de Mendoza.
D. Hernando de Toledo,
— 24^ —
D. Alonso de Vargas.
Juan Bautista del Monte.
Nicolao Basta.
Conde Curcio Martinengo.
Aurelio Palermo.
También llegaron las de arcabuceros de á ca-
ballo, cuyos capitanes eran: Antonio de Olivera,
Juan de Alconeta, Antonio Dávalos y la de la
guardia de S. A., que gobernaba García de Alda-
na, y la de borgoñones de Mos de Mousey, y mil
infantes arcabuceros españoles con doscientas pi-
cas. Toda la demás gente estaba alojada á dos y
tres y cuatro leguas del río Mossa y cerca de la
Marcha. S. A. mandó á dos capitanes de fama que
al alba del día siguiente emboscasen cerca de Bou-
ges ciento cincuenta picas tudescas, trescientos ar-
cabuceros borgoñones, otros tantos valones, cien-
to veinte españoles, y que la demás infantería que-
dase con él puesta en escuadrón, para hacer es-
paldas á la caballería, con que Octavio Gonzaga,
su general, pasaría á picar á los rebeldes; los cua-
les, el último día de Enero, pegando fuego á las
barracas ó cabanas de paja, cubiertas contra las
inclemencias del tiempo, dieron señales de leva y
marcharon en buen orden, llevando en su reta-
guardia dos escuadrones, formados de tres compa-
ñías de franceses y trece de escoceses, y á las es-
paldas la caballería en orden para resistir siendo
acometida, y para amparo seguro de su infantería.
S. A., ejecutando diestramente lo proveído,
hizo marchar á Octavio Gonzaga con la caballe-
ría, advirtiéndole anduviese con mucho tiento,
— 146 —
pues cualquiera desgracia haría notable daño en
este principio. Octavio dividió la caballería en
tres tropas y siguió al enemigo, á quien descubrió
en una llanura, puesto en escuadrón. Siguióle el
barón de Cheureau con la infantería de su asigna-
ción, y con la otra caminaba S. A., procurando
ganar las cuestas para que le viesen los rebeldes y
oobraien temor, y asimismo para descubrir mejor
la campaña y dar el orden conveniente, para cuyo
electo envió á Cristóbal de Mondragón con orden
de que asistiese á Octavio Gonzaga y le dijese se
acordase del orden que le tenía dado. En este ejér-
cito de S. A. no había diez mil combatientes, y
el de los enemigos tenía más de veinte mil. Había
entre el bosque ó soto y los rebeldes una coste-
zuela que tenían ocupada, y la desampararon vien-
do la resolución de los soldados de S. A., los cua-
les, ganada la cuesta, entraron en la campafta
rasa. S. A. envió orden al barón de Cheureau que
sacase la infantería del capitán Trancoso con al-
gunos borgoñones, y desde el lado izquierdo de la
caballería cargase á los rebeldes. £1 Príncipe de
Parma, permitiéndolo S. A., empuñada la lanza,
con gran valor llegó con los primeros caballos á
un arroyo de altas ríberas, templando algún tanto
el ardor de la caballería, mas no el ánimo con que
le pasaron en un punto; y con tan gran porfía pi-
caron tan adentro en la retaguardia de los rebel-
des, que no se podía excusar el venir á batalla,
ni los capitanes detener los soldados. S. A., arri-
mado al bosque, mandó al barón de Cheureau
acometiese por el lado con los borgoñones, valo-
— 247 —
nes y tudescos. Avisáronle Gonzaga, Mondragón
y Verdugo del orgullo y ánimo de los soldados,
y de cómo no podían excusar el combate, vien-
do que los enemigos á paso largo se retiraban
para huir. Respondió, como tan prudente, andu-
viesen sin temeridad y con pie de plomo, y si se
hallasen superiores, gozasen de la ocasión. Era
S. A. enemigo de temerarios y amigo de esforza-
dos, como quien sabía los daños que acarrea la
temeridad, pues ésta derribó á Phaetón, que quiso
gobernar los caballos y carro de su padre Apolo.
Esta dio al traste con Terencio Varrón, cónsul
romano, por la loca osadía que tuvo de pelear con
Aníbal en la batalla de Canas, en grave daño del
pueblo romano, por lo cual toda su vida pasó en.
mengua y quebranto, sin quitarse la barba, ni cor-
tar el cabello, ni comer sobre mesa, ni tomar oficio
de honra, aunque se lo daban; ésta, finalmente, ha
derribado á muchos, que por no tener espera, aca-
baron ignominiosamente en manos de sus enemi-
gos hechos fábula del tiempo.
Con esta prudencia y valor incomparables, S. A.
previno que los rebeldes no ocupasen un puesto de
donde podían dañar, y le ocupó Octavio Gonzaga
con su caballería bien apiñada, y cerró con los
enemigos; y tomando la carga desbarató la reta-
guardia de la rebelde infantería, que era la que
había enviado el Príncipe de Orange, y por la
priesa que les dieron los soldados del Rey no se pu-
dieron ordenar. Octavio, siguiendo con poco tra-
bajo el alcance, rompió también la batalla, que
era de alemanes bajos, con la vanguardia de los
vsLlonet, qoe lial>U llegado á Gemblotis; te Mura-
ron los mim príocipales de los rebeldes» pero la al-
canzó S. A., y haciendo rostro arrimado i la tí-
11a, los acometió por la mano derecha de dos com-
paftfas de infanteria espaftola, guiada del capitán
Gaspsu' Ortiz, y por la izquierda de otras de va-
lones amparados de alguna caballería ligera, con
lo cual los rebeldes volvieron las espaldas, y par-
te entró en Gemblous, parte huyó 4 Bruselas. Oc-
tavio Gonzaga iba gozando bien de la victoria,
matando en el alcance y prendiendo hasta que lle-
gó la noche, siendo los muertos y presos más de
siete mil, con cambio de solos dos que murieron
de los españoles y cinco que quedaron heridos.
Victoria célebre, rara y tan ilustre alcanzada por
el valor de S. A., que no se habla visto ni Idído
otra tan grande en Flandes hasta este tiempo ni
con menos daño del vencedor: que ajruda Dios á la
verdad.
Era S. A. tan benigno Principe, que dio libertad
á seiscientos escoceses presos, mostrando su cle-
mencia con los rendidos, por lo que tenía de León
de España, y juraron de no servir contra el Rey
Católico en un año.
El maestre general del campo enemigo fué trai-
do ante S. A., y pidiéndole la mano victoriosa
para besársela, le dijo castigaba Dios asi á los que
le menospreciaban y se rebelaban contra su Rey,
y favorecía S. M. la causa justa según lo manifes-
taba el suceso de la batalla; y dicho esto, lo man-
dó llevar al castillo de Namur. Ganáronse cuatro
estandartes de hombres de armas y casi todas las
— 249 —
banderas de la infantería, y luego S. A. envió la
nueva de esta feliz victoria al Rey su hermano,
que la celebró con actos de religión, cantando la
gala á Dios, de quien procede todo bien.
Cuando miro esta victoria de S. A. y de la ma-
nera que sus enemigos le pensaron rendir, ocu-
pando la cuesta, se me representa aquel famoso
capitán Publio Decio, tribuno de los romanos en
la guerra contra los samnitas, que traído incauta-
mente á un valle peligroso, salió de él con gran
presteza y se puso en una altura; y maravillados
de esto los samnitas, dieron contra él furiosamente;
y reforzándose con la mejora del puesto, entró en
el real de los enemigos y los venció gloriosamen-
te, por cuya victoria le fué puesta corona de oro y
se le dieron cien bueyes con los cuernos dorados,
y uno blanco, muy bello, que le ofreció al dios
Marte, y los demás dio á sus caballeros compañe-
ros de la virtud y del peligro. Esto hizo el Sere-
nísimo Sr. D. Juan: ocupó el puesto aventajado
que había tomado para sí el enemigo; venció y
triunfó á pesar de desleales, ganó estandartes,
arrastró banderas, y la fama le puso corona de oro;
ofreció á Dios sacriñcio de alabanza, é hizo parti-
cipantes del despojo á sus capitanes y soldados,
mostrándose tan liberal como benigno con todos:
que en esto ningún Capitán General le llevó ven-
taja de cuantos tuvo el orbe.
Los enemigos en Bruselas y Lovaina sintieron
este suceso gravemente, culpándose unos á otros
y muchos al Príncipe de Orange, á quien desam-
paró la guarda del castillo de Selles, y luego Su
Alteza cercó á Gembloux; y respondiendo á un
alambor» que les requirió te rindieiien que no te-
nían que ver con españoles, hizo traer de Namur
cuatro caik>nes gruesos, con lo cual se entregaron,
haciendo juraosento de no tomar las armas en
contra suya por espacto de on año, y mandando
llevar doce prísioBefOS al castillo de Namur, que
era cárcel muy á propósito para foragidosy rebel-
des. Bien pudiera S. A. usar de más rigor con
esta gente perversa; pero no lo hacia para dar á
entender al mundo que su ánimo era sólo defender
la autoridad de la Iglesia romana y de la Majes-
tad católica, y reducir á los engañados por los he-
rejes astutos, que sigOModo al calvinista Principe
de Orange los despeñaba en peligros, muertes,
robos, desventaras, calamidades y confusiones,
haciéndolos traidores á la patria y á su legítimo
Príncipe, que estaba con los bracos abiertos para
recibillos en su gracia; lo cual fué causa de su
mayor duresa, por estar persuadidos de que los re-
cibiría en todo tiempo con amor y clemencia,
asando mal de su benignidad y jugando á dos hi-
tos con raposería y engaño, levantándose á ma-
yores si vencían, y pidiendo misericordia siendo
vencidos: astucia y maña infernal, hija de la mala
conciencia.
En Gembloux ganó S. A. gran cantidad de tri-
go, municiones, armas y seis piezas de artillería;
y con la mayor parte de caballería envió á Octavio
Gonzaga á rendir á Lobaina, la cual se entregó
con ciertas condiciones, y S. A. puso gobernador
en ella y le dio para su guarda una compañía deca-
— 25l —
ballos ligeros y dos de infantería tudesca, y cuatro
de lucemburgenses y dos de borgoñones. Malinas
no tenía presidio, y el Príncipe de Orange, astuta-
mente, le metió guarnición; á Tilemón desampa-
raron cinco compañías de infantería que no tu-
vieron flema para aguardar cierto dinero que se
les había ofrecido de parte del Rey. Las villas de
Diest, Sichen y Ariscoth no se quisieron rendir;
rindióse Bobines con ciertas condiciones.
Fué el Príncipe de Parma sobre Ariscoth, y S. A.
se mostró en Vilvorde para que los rebeldes no
enviasen socorro. Rindióse Ariscoth, y querien-
do S. A. ganar á Diest, en el ínter sitiaron á Si-
chen sus soldados; batieron la muralla y arreme-
tieron los españoles furiosamente; pero los cerca-
dos tuvieron tanto aliento, que mataron buen nú-
mero de soldados, y con ellos tres capitanes, é
hirieron muchos, entre los cuales quedó herido en
una pierna D. Jerónimo de Ayanzo; pero no bastó
su resistencia y así fué ganado el castillo y la vi-
lla, á quien saquearon, y dieron muerte de horca
al superior de ella y ahogaron muchos soldados en
el río Demeer; y temiendo otro tal suceso las villas
de Diest, Leve, Hannent y Lauden, se rindieron
y se puso en ellas presidio de borgoñones, y en He-
ver mandó pregonar S. A. que los ausentes de las
villas que había ganado y los que estaban con los
rebeldes viniesen á servir al Rey dentro de diez
días, que los recibiría en su gracia y restituiría
sus haciendas, so pena de rebeldes y de perdimen-
to de bienes, y mandó que los deudores no paga-
sen á los ausentes.
~ 15» -
Imprimieron un librillo en Ambers loe rebeldes,
en que daban contrario sentido ai Edicto publica-
do por S. A. antes de romper la guerra, persua-
diendo al pueblo quería engañarles, y diciendo
muchos males de S. A.; asimismo eran tan per-
versos, que introducían la secta donactana, intro-
ducida por £>onato, hereje africano, el año de 353,
condenada por San Agustín y por las determina-
ciones de la romana Iglesia. Al libríllo respondió
Lenceo Beliolano admirablemente y con vergüen-
za de los herejes, que son como mujercillas livia-
nas, que encomiendan á la lengua la falta de las
manos, y depara Dios quien se las entienda y trai-
ga sos enredos y tramas debajo de los pies. Era
tan perverM hombre este Principe de Orange, que
para desacreditar á S. A. con el Rey su herma-
no, yodarle ocasión para que lo sacase de Flandes»
echó fama que se casaba S. A. por su mano con
la Reina de Inglaterra, y que él y sus amigos le
hadan señor de los Países Bajos, y no falta quien
diga que á la Reina le placía esto y que escribió
á S. A. y le envió regalos, y que todo vino á no-
ticia de S. M. Lo que puedo afirmar con toda
verdad es que S. A. era tan leal, que no diera un
paso contra la voluntad y gusto del Rey por todos
los haberes del mundo, porque era leal católico y
obediente Príncipe amador de la verdad.
Aunque la guerra andaba tan en su punto en
Flandes, el Rey Católico no desistia de tratar de
la paz, y para este efecto envió al barón de Seles;
mas como se les prohibía libertad de conciencia y
de gobierno, no se hacia nada. D. Juan de Borja
— 253 —
hacía instancia con el emperador Rodolfo II, her-
mano de Matías, para que interpusiese la autori-
dad del Imperio en convenir á los flamencos con
el Rey; mas ningún buen efecto resultaba por la
dureza y obstinación de los rebeldes, y así, en
prosecución de la guerra, llegó de Italia D. Lope
de Figueroa con cuatro mil españoles, á quien re-
cibió con singular alegría el ejército del Rey por
su aumento y por la venida de tan gran capitán.
Dióse batería y sitio á Nivele, y defendiéndose
gallardamente se le presentó S. A.; y pidiendo el
asalto los franceses, se les concedió y llevaron lo
peor; pero viéndose los cercados sin esperanza de
socorro, escribieron á S. A. querían rendir la vi-
lla, y así lo hicieron saliendo con solas sus espa-
das en las manos y jurando de no ser contra el
Rey; mas fueron desleales y se entraron en Phi-
lipevilla. S. A. concedió á los franceses sólo el
saco de las armas, y ellos estendiéndole á la ropa
de los vecinos, no dejaban estaca en pared, de lo
cual indignado S. A., envió tres compañías de
españoles que los detuviesen; y pudieron tanto los
briosos españoles, que ocupando los más impor-
tantes puestos, los sacaron de la villa; y habien-
do dejado los rebeldes los mosquetes y arcabu-
ces cargados y amontonados en la Casa del Con-
sistorio, por descuido de un francés se encendió
un frasco de pólvora, con que se dispararon y ma-
taron y quemaron más de doscientos de su nación.
Y malcontentos de no haberles permitido entera-
mente el saco, pidieron licencia á S. A. para irse,
y se la dio liberalmente, librando su paga en Pa-
-a34 -
ris conforme so remate, porque habla deseado
deshacerse de ellos por sos insolencias, malos tra-
tos y blasfemias. Llevaron tras si la mayor porte
de los lorenetes, y S. A. despidió el resto.
£n el condado de Henau rindió S. A. á Bins,
Beamont, Realx, Sorgui, Brene, Maobose y el
castillo de Haare y i Chimai, desamparado de
sos moradores. En esta sazón llegó por la posta,
con licencia del Rey, D. Pedro de Toledo, doqoe
de Fernandina; asimismo llegó D. Alonso de Lei-
▼a con ana compafiia qoe traía desde Ñapóles de
capitanes reformados, caballeros y soldados vale-
rosos, de qoien era alférez su tio D. Diego Har-
tado de Mendoza; también llegó de Espafia el ba-
rón de Villy y alegró á S. A., que esUba triste y
pensativo por la muerte de Juan de Escobedo, se-
cretario de S. M., causada en Madrid, á quien
S. A. amaba tiernamente. Escribió á S. A. S. M.,
y lo que en suma contenía la carta era:
Habla estado remiso en hacer guerra á los re-
beldes, que se habían alentado con su clemencia
para ofenderle más.
Que amparase su autoridad con las armas, y
para que lo pudiese hacer, en su nombre le envia-
ba nuevecientos mil escudos, y en adelante le pro-
veería de doscientos mil cada mes con que susten-
tase ejército de treinta mil infantes, seis mil qui-
nientos caballos y treinta piezas de artillería.
Cuando fuese menester, le creciese en mayor
número á su albedrio.
Satisfaciese á los leales sus pérdidas con los
bienes confiscados.
— 255 -
Publicase el Edicto que le enviaba, en el cual,
después de referir las ofensas hechas contra Dios
y contra él, mandaba á todos sus vasallos y dipu-
tados de los Estados y de cada provincia obede-
ciesen á D. Juan, su lugarteniente y gobernador y
capitán general, y no á otro, so pena de crimen
lesee majestatis.
Deshiciesen la Junta los diputados y volviesen
á sus provincias, porque de su poder absoluto la
declaraba por ninguna, y la de las provincias, has-
ta ser por él ó su Lugarteniente legítimamente
convocada, aniquilando sus decretos y conciertos,
en especial para imponer tributos y sacar sisas de
sus vasallos, y les concedía poder para no obede-
cer y resistir sus cargas.
No usasen de los oficios los del Consejo de Es-
tado y Hacienda, no asistiendo á su Gobernador
general como les tocaba, y en defecto de esto los
privaba, y á todos los ministros y oficiales de Es-
tado y justicia, gracia, dominio, y á los del ejérci-
to y al general de la artillería; y condenaba en lo
usurpado del Patrimonio Real á que lo pagasen
los que lo tomaron y los que se lo dieron sin su
licencia.
Sintieron notablemente los rebeldes la publica-
ción de este Edicto por la declaración que el Rey
hacía de su ánimo y voluntad, y por la resolución
que mostraba de seguir la guerra, y por el abono
que esto daba á S. A. en Plandes y en las provin-
cias vecinas, donde como desleales habían publi-
cado era contra su voluntad todo cuanto hacía,
justificando por este camino el odio que le tenían
— a56 —
y las armas que contra él tomaban tan injustamen-
te; y tanto más les pesó de la resolución publicada
por S. M. por haber publicado ellos otro Edicto
poco antes cautelosamente en nombre del Rey, en
que decia mandaba con pena de la vida y perdi-
miento de bienes ninguno tratase con los enemi-
gos, y de serlo de la patria, ni los ayudase con ar-
mas ni dineros, ni encaminase cartas ó les diese
favor, y de los que en contrarío hiciesen fuese
avisado el archiduque Matías; y para apartar los
subditos de su obediencia decía el dicho cauteloso
embuste que ninguno hablase ni predicase contra
el Principe de Orange y los diputados, ni en pro-
vecho de O. Juan de Austria y de los espai^oles;
y contenia otras muchas cosas salidas de sus pe-
chos diabólicos, enemigos de la pas, bondad y be-
nignidad de S. A. A pocas tretas se descubre la
mentira, porque el mentiroso sale al camino en la
soledad como el escorpión, manifestando uno con
el aguijón y otro con el rostro, semejante á aque-
llas langostas que sallan del humo del poso infer-
nal, de quien habla San Juan en su Apocalipsis.
S. A. iba ganando tierra y crédito, y para re-
primir las atrevidas salidas á que atendía la guar-
nición de Philipevilla, impidiendo la navegación
del rio Mossa en daño de los lugares de S. M.,
envió al conde de Meghen con infantería espa-
ñola y tudesca, y vino en persona á sitialla algu-
nos días después. Reconoció el sitio y la mura-
lla á vista de ojos y le plantó la batería por la
parte más flaca. Estaba en llano esftacioso fortifi-
cada con cinco baluartes, muralla alta y terraple-
— 257 —
no y foso alto. Desembocó en él brevemente con
las trincheas, ha"bía refriegas y trances de una y
otra parte, y S. A. andaba tan cuidadoso que ha-
cia oficio de general, de capitán, de soldado y de
ingeniero, y dormía en las trincheas y aun se po-
nía á los mayores peligros: hazaña digna de su
grandeza de ánimo.
Cuando el sitio estaba más apretado por S. A.,
entraron en Flandes algunas compañías de fran-
ceses, que las más de ellas eran las que había des-
pedido S. A., con ánimo de socorrer los cercados,
metiéndole gente ó desmembrando el ejército por
grandes promesas que les hicieron los rebeldes.
S. A. envió al encuentro de esta gente, antes que
^e juntasen con más número que esperaban, á Oc-
tavio Gonzaga con infantería y caballería, y de-
golló doscientos soldados cerca del castillo de
Barlaimont y prendió cincuenta; los demás se sal-
varon en el castillo, con lo cual cobraron tanto
temor las compañías que estaban en Philipevilla
que se salieron otro día con solas sus espadas por
concierto cinco compañías de ocho que había, y
las tres se quedaron á servir al Rey por el conde
de Hollach; se batieron dos aldeas fortificadas en-
tre Malinas y Lovaina, y las rindió, y algunos de
sus soldados llegaron á vista de Bruselas, con tan-
to esfuerzo, que prendieron mucho ganado que
pacía debajo de la muralla; y hubo tanto alboroto
y miedo en los ciudadanos cobardes, que pareció
á los del Rey, si fueran más en número, pudieran
á escala vista ganar la ciudad.
S. A., viendo que los rebeldes no tenían ejérci-
17
- 258 —
to formado, entregó -ona parte del suyo al Princi-
pe de Parma con que entrase por el ducado de
Ltnburg; y con Octavio Gonzaga entró S. A. en
los confínes de Brabante y Henau; y la caballe*
ría trajo gran presa de caballos y ganado, y la in-
fantería ocupó la iglesia de Nuestra Seftora de
Halsemberg, en sitio alto y áspero, para fortifi-
calla y correr la campaña de Bruselas, Ninove y
otras tierras, y poco después la desamparó. Los
Estados no se descuidaban en procurar gente que
sustentase la guerra, y trajrendo dos compaftias fo-
rasteras á sueldio, las mandó S. A. acometer, y
fueron rompidas y casi deshechas por D. Alonso
de Sotomayor y Juan Bautista del Monte con sus
compaftias de caballos.
El Principe de Parma entró en el pais de la otra
parte del Mossa y cercó á Linburg y la batió y en-
tró, y los vecinos y soldados retirados en el casti-
llo se rindieron, y basteció su campo con el mu-
cho trigo que tenia la villa; luego, consecutiva-
mente, cercó el castillo de Dalen, y habiéndole
batido reciamente sin efecto, el barón de Chere-
rau lo acometió y ganó á escala vbta con sus bor-
goñones. I>ejó el Principe por gobernador de di-
cho pais al coronel Mondragón; y estando en el
castillo de Linburg se incendió la pólvora y vo-
ló la torre en que se guardaba con estruendo y
muerte de solas dos personas, lo cual, entendido
por los rebeldes, falsos invencioneros, tomando
ocasión de esto para sacar dineros para la guerra
inicua que sustentaban, imprimieron un librillo en
que referían falsamente habían muerto en la abra-
— aSg —
sada torre el Príncipe de Parma y Mondragón y
los más principales del ejército del Rey, cosa tan
ajena de verdad, que luego á la primera vista que-
dó comprobada su mentira y maldad: que la men-
tira es de vidrio y luego quiebra.
S. A. se hallaba tan caído de ánimo y fuerzas
para sustentar esta guerra por la falta de dine-
ro, que trataba de retirarse de Flandes; pero con-
siderando esto con maduro consejo y alentado de
los suyos, se estuvo quedo, si bien sus soldados
molestaban los aldeanos buscando la comida. Y
para ocurrir á este daño, formó S. A. Consejo se-
creto de hombres sabios y cuerdos, y eligió mi-
nistros leales y buenos católicos que cuidasen de
la necesidad del ejército, y dio por ninguno el
Consejo y Chancillería de Brabante, que residía
en Bruselas, y señaló por asiento y Corte á Lo-
vaina, donde se administrase la justicia de los feu-
dos y feudatarios del Rey y se procediese en todo
con suma rectitud.
Por otra parte, el Príncipe de Orange apretaba
las tierras con excesivos tributos, que se le paga-
ban á él y á los Estados, porque se pagaba el quin-
to y alguna vez el cuarto del dinero, sin las con-
tribuciones de cada mes y de cada semana, demás
de lo impuesto sobre el trigo y las otras vituallas.
Pedíanse dineros prestados á muchos católicos,
y si rehusaban el darlos, les vendían sus hacien-
das; y como era tan grande hereje este Príncipe de
Orange, vendía las campanas que había mandado
quitar de las iglesias, y hacía fundir de muchas
de ellas artillería para que se olvidase el culto di-
— a6o —
vino; y asimismo mandó quitar las escuelas de la
doctrina cristiana, todo 1q cual sentían, á par del
alma, loe buenos y piadosos católicos, que Hora*
ban con lágrimas de san^i^re tanta desorden y per-
dición causada por un hereje.
CAPITULO XXV
La persecución de los eclesiásticos y católicos, por los herejes
enemigos de D. Juan.
Era tanto el desenfrenamiento y rotura de los
rebeldes, que en Ambersy Gante se trataba de dar
libertad de conciencia, y el Príncipe de Orange
nombró coroneles y capitanes calvinistas, y con
este apoyo se imprimían libros heréticos con con-
sentimiento de los magistrados, que eran puestos
de su mano sacrilega. En los monasterios á donde
se habían quedado campanas, prohibió que no se
tocasen de noche, y que no se diese limosna á los
frailes mendicantes, antes les tapiasen todas las
puertas de sus casas, dejando sólo una para pren-
derlos sin que ninguno se escapase. Llegó á tanto
la maldad de este Príncipe y sus secuaces, que
para conservación de su Liga tomaron toda la
plata de las iglesias de los Estados de Flandes y
Brabante, y mandaron pregonar que en los pul-
pitos nadie hablase mal del archiduque Matías,
ni del Príncipe de Orange, ni de los diputados,
amenazando con graves penas á quien hiciese lo
contrario; y asimismo mandó este mal Príncipe
hiciesen todos los clérigos y frailes juramento en
forma de no tratar cosa alguna contra la paz de
Gante ni contra el bien de la ciudad de Ambers,
— 26a —
y de defender estas dos cosas con todo cuidado; y
para que tuviese más firmeza esto, se mandó por
edicto que hicieron publicar los diputados (que
algunos de ellos eran católicos), y en la primera
parte de este edicto impedUn el profanar las igle-
sias; pero en lo demás de hacer guerra á S. A« y
defender la patria (como ellos dedan), eran uoá-
oimes con los demás.
De la violencia de este juramento se quejaron á
los diputados católicos algunos eclesiásticos, es->
pecial mente los Padres de la CompaAía de Jesús
de Ambers, que eran leales, y eran ellos contra
quien principalmente asestaba sus tiros d Prfn-
dpe de Orange, que los aborrecía sumamente por
su observancia de religión y por la doctrina que
enseñaban, empleándose en defensa de la fe cató-
lica, y porque pocos meses antes habían dado por
escrito al magistrado era cosa impía hacer que ju-
rasen los edesiásticos en manos de soldados, contra
lo decretado en los sagrados cánones y ley divina,
y que sufrirían graves tormentos antes que entro-
peterse contra su instituto en negocios seglares.
A esta causa, deseosos los rebeldes de contras-
tar este muro que les hacía tanta resistencia, die-
ron orden de que por mandado de los diputados
de los Estados se les requiriese á los dichos Pa-
dres de la Compañía jurasen lo teferído; mas ellos
estuvieron tan constantes en no hacer el dicho ju-
ramento, que no fué posible convencerlos ni por
amenazas ni por halagos. Los herejes, embrave-
cidos contra estos Padres, los oprimieron con guar*
dias y cerraron la puerta de la iglesia; mas un ca*
— 203 —
tólico las abrió diciendo que, conforme á la paz
de Gante, no se les debía prohibir á estos religio-
sos el uso de su religión, y así celebraron misa y
se quietó el ruido; mas á las doce del día los aco-
metieron los mismos herejes, y por fuerza los sa-
caron del monasterio y los embarcaron para Ma-
linas con escolta, y un Padre tuvo tan gran valor
que, escapándose de los herejes armados, volvió
por el Santísimo Sacramento y tomó la custodia, y
pasando con gran reverencia por entre más de tres-
cientos herejes, la llevó consigo; y al fin, con mucho
sentimiento del archiduque, fueron echados de
Ambers y llevados de doce soldados calvinistas á
Malinas, dándoles en el camino mil angustias y es-
cudriñándoles cuanto llevaban; y tuvo por bien la
Majestad de Dios (á quien estos religiosos servían)
que nunca toparon con la custodia del Santísimo
Sacramento. Por la misma causa echaron también
de Ambers al guardián de San Francisco con quin-
ce religiosos, arrojándolos á Malinas (que tales
eran las intenciones de los que hacían tan grandes
ofensas á Dios), y de Malinas fueron los unos y los
otros religiosos á Lovaina, donde fueron puestos
en salvo por orden del archiduque y á petición de
católicos y píos (cosa que se tuvo por milagrosa,
porque á no venir esta orden, estaban á punto se-
tenta herejes para matarlos, y el gobernador de
Ambers había mandado fuesen sin escolta para que
cayesen en el peligro).
Echados estos religiosos de sus casas, los here-
jes se las ocuparon, y profanando las iglesias pre-
dicaron la secta de Calvino en ellas y.en otras par-
— 264 —
tes de la ciodad, oprímieodo á los católicos, inju-
riando á los sacerdotes y pidiendo algunas iglesias
para el aso de sos prédicas. En Gante echaron á
los religiosos y clérigos y admitieron calvinistas,
arruinando los templos y monasterios, y si alga-
nos dejaron, los dieron á los herejes. Contami-
naron estos perversos con su falsa doctrina á
Brujas, G>rtray, Oudenarde y otras villas y loga-
res, donde á porfía la racibfao. Desmantelaron en
la alMuiia de San Bernardo, que está entre Bro-
jas y Bruselas, el grandioso edificio y so templo
sontooso, porque el ahad no la quiso desampa-
rar ni seguir la parcialidad del de Orange, como
se lo había pedido machas veces. A los ingleses
del Seminario de Duay, desterrados de Inglaterra,
porque rehusaron de jurar el edicto, los echaron de
su habitación; y á un fraile agustino, que hacia ofi-
cio de cura en una aldea llamada Corlrech, lo sa-
caron una noche de so casa y le estiraron con
cnerdas en ona escalera y le mataron á cuchilla-
das; y eran tan perversos estos heiejes calvinis-
tas, que se apoderaron de las iglesias de Bruselas
y Liere; y en Holanda, en Amsterdam, el día del
Corpus arrebataron el Santísimo Sacramento al
sacerdote en la procesión, y matando é hiriendo á
los católicos, los echaron de la ciudad; y lo mismo
hicieron con los frailes de San Francisco, profa-
nando los templos y santuarios y haciendo peda-
zos las imágenes de los santos. El mismo día, en
Haerlen, entraron en la iglesia catedral y atrope-
liaron á los que iban en la procesión, y al sacer-
dote que llevaba el Saniisimo Sacramento te mal-
— 265 —
trataron y ultrajaron, haciendo lo mismo de los
niños y doncellas, que por antigua costumbre iban
delante esparciendo flores; y asimismo encarcela-
ron al obispo, por justo juicio de Dios castigado,
porque intervino en el acuerdo hecho con el de
Orange.
Imprimían los pérfidos herejes cada día estam-
pas en oprobio del Pontífice, del Rey Católico y de
S. A. y de otros Príncipes cristianos, pintándolos
con diversas figuras de animales y engrandeciendo
al de Orange. No es vituperio del sol que las le-
chuzas no le vean ni le estimen; y así no era men-
gua de estos Príncipes que los aborreciesen y ul-
trajasen estos herejes fementidos. Pues ansí como
el hombre mareado saliendo del mar á tierra que-
da turbado, pareciéndole que se mueve la tierra y
anda al derredor, no porque la tierra se mueva, si-
no por el movimiento que él trae consigo, causado
de la inconstancia del mar, que le movió los humo-
res, así estos ingratos andaban desatinados mur-
murando de los católicos Príncipes y queriendo
regir y enmendar los vivos y muertos; blasfeman-
do de todo lo bueno; pareciéndoles que todos an-
daban en tinieblas, siendo ellos los que las traían
consigo, ciegos y locos con su pasión y asidos á la
libertad de la carne, que los traía al despeñadero.
Los católicos de Malinas resistían bien á los
herejes, impidiéndoles que no saqueasen los tem-
plos y poniendo en cobro la preciosa caja de pla-
ta, de valor de cien mil florines, en que estaba el
cuerpo de San Rumodo, patrón de la ciudad, por-
que la deseaban presentar al de Orange los herejes.
— 206 — '
Eran muchos los católicos y aficionados del Rey,
y escribían á sus amigos que estaban con S. A.
pidiendo parte del ejército, ofreciendo darle en-
trada y ayuda para los intentos de S. A.; y por
contentarlos eo¥Íó S. A. cuatrocientos infantes y
seiscientos caballos, cuyo capitán era Mos de Ro-
sigttol, y desde Lovaina llevó consigo á D. Alon-
so de Sotomayor; mas no tuvo efecto esta salida,
porque tenían una emboscada los herejes y oaata-
ron á diex caballeros que se adelantaron en segui-
miento de unos herejes sin recelarse de la em-
boscada.
No podían )ra sufrir muchos la grande libertad
del Principe de Orange, que usurpaba toda la au-
toridad y mando, no dejando al archiduque Ma-
tías más que el nombre, con cuya venida, no ha-
biéndose conseguido lo que se pretendía, que era
hacer contrapeso á la demasiada autoridad de este
hereje, viendo no salían con sus intentos, ó por la
mucha libertad del hereje, ó por el poco brío del
archiduque y no grande experiencia de negocios,
se determinaron de llamar al duque de Alanzón, á
quien enviaron á ofrecer cien mil ducados cada
año para su plato, y que le pagarían los soldados
que trajese para socorrellos, y él estaba contentí-
simo con un arrogante titulo que le habían dado
de protector de los Estados, aunque llegado á
Flandes no se pagó mucho de las esperanzas que le
daban de que le antepondrían á los pretensores si
hubiesen de mudar de señor; y asimismo le prome-
tieron que, si dentro de tres meses no tomaba el
Rey asiento con ellos, le quitarían la obediencia.
— 267 —
Hacía el duque de Alanzón esta jornada de
consentimiento de su madre, que lo envió acom-
pañado de capitanes de experiencia; y aunque se
quejaba el embajador de España de lo mal que se
cumplía al Rey Católico lo que se le había pro-
metido, la respuesta era decille que no podían
más y que el duque de Alanzón era poco obedien-
te, y así envió el Rey Enrique embajador á S. A.,
afirmando que su hermano había salido de Fran-
cia contra su voluntad, y que había mandado en
su reino que nadie le ayudase; mas los bien en-
tendidos juzgaban la cosa de otra manera.
El duque Juan Casimiro venía también en favor
de los rebeldes con mayor número de gente del
que quisieran los Estados y el Príncipe de Oran-
ge, porque los unos no podían tener paga para
tanta gente, y el otro no quisiera ver á nadie con
más poder que él en el gobierno de la tierra. De-
más de esto, Casimiro era sospechoso al duque de
Alanzón porque le favorecía la Reina de Inglate-
rra, que no quería ver franceses cerca de sí, de
todo lo cual nacía poca unión entre ellos y me-
nos conformidad. De ésta se aprovechaba S. A.,
aguardando á que con tantas cabezas que manda-
ban habría novedad en el ejército, que era todo
junto de sesenta mil hombres, infantes y caballos,
atendiendo á defenderse tan solamente y á no per-
der la reputación y tierras ganadas hasta que mos-
trase el tiempo mejor ocasión; y por no tener su
gente muy repartida, desmanteló algunas fuer-
zas y puso presidio en las que eran más impor-
tantes.
-- i68 -
Loe ejércitos noTÍnieron á las manos, porque los
rebeldes aguardaban que acabasen de llegar el
duque de Alansón con el socorro de Francia, y el
duque Casimiro con el de Alemania, los cuales es-
taban ya cerca de los Estados. Y porque no sa-
qoeasen el condado de Borgofta ó el ducado de
Lucemburg, ó impidiesen la vitualla, asistió S. A.
en Namur, y mandó al coronel Verdugo que estu-
viese alerta con sus valones en el ducado; y en el
condado mandó asistir los tudescos con el nuevo
socorro de espafioles que venían de Italia, cuyos
capitanes eran el conde de Mandeschet y el con-
de Aníbal Altemps, y éstos rebatieron á los fran-
ceses, que acometieron á estos dos Estados, con
tanto valor, que dejaron la empresa y se volvieron
á Francia.
El ejército de los rebeldes marchó con buen or-
den, aligerando el paso, para recibir los tudescos
del duque Casimiro la vuelta de Grave, y juntos
se alojaron entre Malinas y Liere y se fortificaron
sabiendo venía para ellos el ejército del Rey Ca-
tólico. S. A. metió bastantes guarniciones en las
villas comarcanas para asegurarlas, y tomó pues-
to para acometer y socorrer las acometidas, en-
treteniendo con prudencia y reputación la guerra
hasta que llegasen de Borgoña las catorce compa-
ñías de españoles y seis de caballos ligeros italia-
nos, y el regimiento de tudescos del conde Altemps
y otros tres mil soldados alemanes.
£1 Príncipe de Orange hacía mil insolencias,
prendiendo, tiranizando, sacando mucho dinero y
persiguiendo á los católicos de Ambers y de Bru-
— 269 —
selas y del ejército, lo cual fué ocasión de que
muchos se alterasen y desabriesen; y S. A., apro-
vechándose de la ocasión, vino con su ejército
contra él, y se determinó combatir la infantería,
porque la caballería se alojaba de por sí, por lo
cual mandó á Octavio Gonzaga que con una parte
del ejército se metiese á mano izquierda entre Lie-
re y Malinas y el campo de los rebeldes para qui-
tarles el socorro; y con otra envió al Príncipe de
Parma á la mano diestra á cerrar con la caballe-
ría de los rebeldes si socorriese su infantería, y
contra ésta partió con los escuadrones que mira-
ban á ella y á la caballería para que no la pudie-
sen socorrer. Estaba bien atrincherada, pero fué
asaltada gallardamente de los españoles, los cua-
les subieron sobre el terrapleno del reparo primero
y echaron de él á los rebeldes y de una aldea lla-
mada Reimenant, y con sobra de temor se retira-
ron éstos á un fuerte más principal bien guarneci-
do de artillería, para pelear desde allí con buena
determinación y ventaja. Los españoles querían á
todo trance romperlos, y subieron algunas picas en
lo alto de la trinchea, yendo los demás en su se-
guimiento; y considerando S. A. que no podía
conseguir victoria sin peligro y pérdida por la for-
taleza del puesto, que daba ventaja á los enemigos
(aunque los suyos peleaban como leones), envió
caballos á su amparo y recogida, y se retiró á su
alojamiento, gozoso en haber conocido el poco áni-
mo de los rebeldes en no venir á batalla ni pelear,
sino escoceses é ingleses, y en haberles ganado á
Reimenant, y encerrádolos en lo último de sus de-
— 170 —
feosas con temor conocido y con muerte de dos
mil de lot rebeldes.
Procaraba S. A. con la trasa de Cabrío Cenre-
llón fortificarse en un sitio fuerte junto á Namur
para hacer rostro al enemigo y ofenderle y defen-
derte. Era so ejército de treinta mil hombres, in~
fantes y caballos, gente escogida y soldados viejos.
Era teniente de S. A. el Principe de Parma; era
general de la caballería Octavio Gonzaga, y maes-
tre de campo general el conde Carlos de Mansfelt,
á los cuales aststiati otros grandes capitanes, qoe
eran D. Pedro de Toledo, O. Femando de Tole-
do, D. Gabríel de ZúAiga, Cristóbal de Mondragón
y otros. Recelábase S. A. de qoe juntos los tres
ejércitos del Príncipe de Orange, Casimiro y el
doqoe de Alanzón, no acometiesen alguna empresa
importante ó le pusiesen sitio en aquel puesto, y
por esto reforzados los presidios de Namur y Lo-
vaina con diez y seis mil soldados escogidos, qui-
so acometer al enemigo en so alojamiento. Lleva-
ba la vanguardia D. Alonso de Leiva, tan valeroso
y esforzado, que trabó escaramuza con el ene-
migo, en que, dándose batería por espacio de seis
horas, quedaron muertos quinientos de los rebel-
des y no pocos de los católicos, y por justos res-
petos no dio S. A. licencia de que combatiera el
resto de la gente: que era varón de gran pruden-
cia y no quería poner en aventura su reputación y
la confianza que en él tenia el Rey, y consideraba
como tan experto en el arte militar que es acto del
esfuerzo la tardanza ó dilación que hace el capi-
tán prudente, difiríendo la batalla por algún tiem-
— 271 —
po, cuando no tiene copia de gente ó le faltan al-
gunos ministros y los espera ó no tiene buen pues-
to, y con la dilación le espera de haber ó con ella
se menguara el ejército del adversario por falta de
mantenimiento ó por otra razón. Asi le sucedió á
Quinto Fabio con Aníbal en las Canas, que hacía
muestras de querer pelear con él y no tenía tal in-
tención: antes ocupaba tal puesto que, aunque
Aníbal quisiera, no le pudiera traer á batalla; y
aunque esto le fué atribuido al principio á temor,
por lo que después sucedió con Marco Varrón, le
fué reputado á virtud de fortaleza y esfuerzo, y así
decía Aníbal que más temía á Fabio cuando no
acometía, que á Marcelo cuando peleaba.
Tratábase de treguas por parte de Francia y de
Inglaterra para tomar algún asiento de paz; mas
no se concluía nada, habiendo diversos sucesos en
ambas partes y grandes desórdenes en los Esta-
dos; y así todo andaba turbado y confuso, y cada
día sucedían muertes, destrozos y sacos de los
templos y de grandes edificios, sin que hubiese re-
sistencia á tantos males por la mucha insolencia
y crueldades de los calvinistas, de lo cual, enfa-
dado el archiduque Matías, y de que hubiesen lla-
mado al duque de Alanzón (de quien se temía que,
efectuada la paz ó concluida la guerra, le había de
preceder, conforme á la promesa que los Estados
le habían hecho), determinó volverse á Alemania;
pero no lo puso tan presto en ejecución.
La Reina de Inglaterra, en orden á las paces,
envió dos embajadores á S. A. para que fuesen
amigables componedores entre el Rey Católico y
— 272 -~
los rebeldes; pero como era tan enemiga de la me-
dra de loe católicos, les dio orden de que conside-
rasen y advirtiesen los consejos y acciones de S. A.
y la gente que tenia en so ejército. Estos embaja-
dores se volvieron sin efectuar nada, y no dio lo-
gar S. A. á qoe se apartasen de so presencia, por-
que hubo aviso de qoe había salido de Inglaterra
Nf os de Raclef, hijo bastardo de on conde inglés,
con ánimo de matalle por orden de estos dos here-
jes. £1 cual Raclef era un gran bellaco, íacinaroeo
y homicida, á quien por sos grandes maldades tenía
preso la Reina en la Torre de Londres, y le habla
dado libertad, aonque lo aborreda; y por haber
ofrecido de matar á S. A., para tener comodidad
de obrar so traición, le iba á servir en el ejército;
pero como Dios voelve por la verdad y por la ino-
cencia, tuvo aviso S. A. desde Paris y lo mandó
prender, á despecho de los embajadores; y éstos
declararon la verdad, puestos en salvo, cuando se
volvian á Inglaterra, de que Raclef y otro compa-
ñero habían salido á matar á S. A. Este Raclef
habla dicho en diversas partes que brevemente
haría tal hecho que se admirase el mundo, y S. A.
mandó al capitán Bustamante, preboste general
del campo, lo prendiese junto con su compañero
y los llevase á Namur para que el Consejo priva-
do conociese de su causa. Echáronles mano y per-
dieron el ánimo y confesaron sin tormento: el Ra-
clef dijo que estando preso en la Torre de Londres,
le persuadió uno de los dichos embajadores, que
era señor de Valsiguen, con grandes promesas,
que matase á S. A., y que lo pensaba hacer tiran-
— 273 -
dolé una daga, en que era muy diestro, é irse al
ejército de los Estados en un caballo corredor; el
compañero confesó haber sabido la voluntad de
Raclef y que procuró apartarle de ella y no pudo,
y que todavía tenía esperanza de acabarlo con él,
á cuya causa no lo había manifestado. S. A. era
tan benigno Príncipe, que no los dejó sentenciar
en vida; pero después de muerto fueron degolla-
dos: que es lo más cierto, de los enemigos los
menos.
Aunque el ejército de los rebeldes era copiosísi-
mo, por ser en la mayor parte bisónos é inexpertos,
no se atrevían á dar la batalla, y porque S. A. da-
ba el gasto á la campaña de Brabante. Con todo
eso, Casimiro, con la mayor parte de su gente, fué
á tentar el ánimo de los de Lovaina con intento
de sitiarla; pero volvió con las manos en la cabe-
za, dejando muertos trescientos, saliendo contra
él el barón de Chererau, y así se hubo de ir á su
alojamiento con miedo y sin reputación: mirad
con quién y sin quién para que le fuese bien.
Había en Lovaina diez compañías de infante-
ría borgoñona, dos de españoles, seis de tudescos,
una de holandeses, cuatro de valones y tres de ca-
ballos; y aunque se habían quejado de tan gran
carga, la aprobaron con el suceso y agradecieron
su defensa á la prudencia y valor de S. A.
Los rebeldes cercaron á Nivele, y por no po-
derla socorrer S. A. sin dar la batalla (y para ello
no tener iguales fuerzas), mandó á los que la de-
fendían rendirla con razonables condiciones. En-
trando en ella hicieron algunos homicidios en los
— «74 —
leales contra la capitolación hecha: qae no hay
ñrmeza en ingratoi y desleales. Estaba sa ejército
apestado y el de los católicos enfermo de mal de
cámaras que los consumía y apuraba, y S. A., co«
motan cristiano y benij^roo Principe, se quedaba en
la retai^rdia recogiendo los que no podían seguir
el campo; visitaba los heridos y los animaba y
alentaba; luego buscaba carros en que llevarlos, y
con palabras amorosisimas, y casi con lágrimas ea
los ojos, les preguntaba la cansa de su enferme-
dad, y por sn persona los visitaba en sus barracas
acompaftando al Santísimo Sacramento, y pro-
veiendo regalos para los más necesitados. Asimis-
mo mandaba al P. Orantes, su confesor, de la Or-
den de San Francisco, de quien al principio de
este libro se biso mención, que en los hospitales
no faltase cosa alguna á los enfennos ni muriese
alguno sin los Santos Sacramentos, aunque fuese
de los apestados que tenían hospital aparte; reci-
bía con piadosísimas entrañas los más pobres, des-
nudos y desechados, consumiendo lo más de sn
sueldo en regalarlos y acariciarlos.
En tres meses que estuvo S. A. en campaña, re-
formó el ejército de manera que la nación españo-
la parecía convento de religiosos. Confesaba dos
veces al mes para tener limpia su conciencia; pro-
curaba quitar los pecados públicos, proveyendo de
predicadores y confesores que diesen pasto á su
ganado; no consentía frailes ni clérigos perdidos
y vagantes, ni se alojaba jamás en lugares sa-
grados sin precisa necesidad, ni consentía cuerpos
de guardia si no fuese para defender la entrada al
— 275 —
enemigo; reconocía de Dios los buenos sucesos, y
le daba muchas gracias por ellos; armóse con el
santo temor de Dios, á quien había de dar estre-
cha residencia; entró en el gobierno de Capitán
General y Gobernador de los Estados, cual sabio
médico en un hospital general donde hay dolien-
tes de todas enfermedades, aplicándoles las me-
dicinas necesarias conforme á sus dolencias; ha-
cíase amar antes que temer; no se airaba ni se
aceleraba en los negocios, teniendo á la ira por
enemiga del consejo, y á la aceleración por madre
del engaño; era, finalmente, S. A. un espejo de
Príncipes, á quien desearon sumamente quebrar
ó escurecer sus mortales enemigos; pero no pu-
dieron, que era de acero, no de vidrio.
CAPITULO XXVI
Mmrk Í4 D, Jtum d€ AialriM, ccn U pwitmnl nÜMÓm dé h
iitcédéétú M tÜM»
Viendo el Rey Católico ca¿n poco podían con la
Reina de Inglaterra amenazas y ofertas para que
desistiese de favorecer á los tiranos y rebeldes de
Flandes, trató de darle f>;uerra por Escocia para
que, acudiendo al daño propio, se descuidase del
ajeno, y para esto se echó voz de que S. M. hada
la guerra en venganza de las opresiones hechas
con tiranía á la Reina María Estuart, parienta
cercana de la Casa de Guisa, favoreciendo á los
Principes de ella para la ejecución de su deseo. En
orden á esto, S. A. estaba de acuerdo con ellos,
y daba medio en evitar las salidas de los france-
ses en favor de los rebeldes de Flandes, poniéndo-
los en tanto cuidado, que su Rey (que procedía
cautelosamente en las cosas de Italia y Flandes)
volviese todo su estudio y diligencia en atenderá
su conservación, proveyendo primero en su duelo
que en l6s ajenos.
S. A. había despachado á S. M. un embajador
dándole aviso de lo que había tratado con el du-
que de Guisa y del estado de la guerra, pidiendo
dineros y gente (que son los nervios de ella),
porque los enemigos le estaban superiores en el
_ 277 —
número, aunque no en el ánimo. El Rey no se ha-
bía descuidado en dar priesa á los Virreyes de Ita-
lia para que enviasen los tercios de españoles de
ella, y asimismo un buen número de caballería ita-
liana y española, y la esperaba con deseo ardiente
y con igual necesidad.
A este tiempo le dio á S, A. el mal de la muer-
te: no se sabe si se ocasionó de una enfermedad
secreta que tenía de almorranas, si de la contagión
del aire, si del trabajo padecido en el ejército ó de
veneno, que todas estas cosas tenían cabida en su
enfermedad, como se manifestó después de muer-
to. No se tuvo al principio por peligrosa; mas al
segundo día dijo S. A. á su confesor que aunque
los médicos decían que no era nada su mal, él
sentía que le iban faltando las fuerzas y que se
moría, y que estaba contentísimo de hallarse en
este trance tan pobre y morir enmedio de sus sol-
dados y ejército, en una humilde barraca en el
campo, como pobre soldado, porque las riquezas
no le estorbaban para darse todo á Dios, en quien
fiaba le había de dar su gloria por los merecimien-
tos de la sangre de Jesucristo. Jueves 25 de Sep-
tiembre se confesó con gran contrición y arre-
pentimiento de sus pecados, diciendo después de
la confesión que de ninguna cosa tenía mayor sen-
timiento que de haber defendido con alguna remi-
sión la parte de Dios y del Rey; mas que fiaba en
la Divina Majestad aceptaría ésta su muerte como
si fuera peleando en defensa de su santa fe, y el
Rey su hermano la pondría á sú cuenta como si
fuera defendiendo sus Estados, y así esperaba en
80 clemencia acudiría al cumplimiento de sn alma
y miraría por sus criados, y le suplicaba y pedia
por merced le mandase enterrar con el Emperador
Carlos V sa padre; y si en esto no hubiese lugar,
le diese sepultura en el monasterio de Nuestra Se-
ñora de Monserrate, á donde tenia particular de-
voción, imitando á la que tuvo á este gran santua-
rio el emperador Caríos quinto su padre que le
hiso grandes limosnas; y con andar siempre em-
peñado en sus guerras» jomadas y empresas, acu-
dió liberalmente á favorecerlo, ¿ hizo merced al
abad de esta casa del oficio de sacristán mayor de
la Casa Real en los tres Estados, Aragón, Catalu-
ña y Valencia, como consta por su privilegio, dado
en Barcelona á 13 de Enero del año de 1520.
Domingo 28 del dicho mes se volvió á recond-
liar, y comulgó con muchas lágrimas y suspiros
(claras señales de un grande arrepentimiento y
dolor), y pidió después de la Comunión que cuan-
do lo demandase la necesidad, se le diese la Extre-
maunción. Delante de las personas más graves del
ejército y del Consejo de Estado, nombró á Ale-
jandro Famesio, principe de Parma, por sucesor
suyo en el gobierno de Flandes y del ejército hasta
que S. M. mandase otra cosa, y no dos horas des-
pués se le comenzó á turbar el juicio, aunque á ra-
tos le tenia vivo y entero. Lunes y martes estuvo
con esta turbación y muestras de gran dolor, y este
mismo martes en la noche le preguntó su confesor
si quería la Extremaunción, y respondió que sí, y
se le dio luego y la recibió en su sentido. Miérco-
les por la mañana le dijeron misa delante de la
— 279 —
cama, y ya tenía turbados los ojos; pero advir-
tiéndole que alzaban el Santísimo Sacramento,
acudió á quitarse el bonetillo que tenía en la ca-
beza y le adoró. Pasóse un poco de tiempo en
oración y en nombrar los dulcísimos nombres de
Jesús y María, y este día dio su alma al Cria-
dor entre las doce y la una, con grande conformi-
dad de espíritu, en aquella pobre choza ó barraca.
El discurso de su enfermedad y muerte escribió
su médico al Rey Católico, y yo tuve ventura de
haber el mismo papel original que se envió á S. M.,
y le tengo y guardo entre mis papeles, y dice al
pie de la letra lo siguiente: «Porque fué fuerza
que escribiese la relación del proceso y suceso de
la enfermedad del Sermo. Sr. D. Juan de Austria,
mi señor, á dos horas después que espiró, no pu-
de decir algunas cosas más en particular y otras
que después se vieron, las cuales es justo que
V. M. las sepa. Y para que mejor se entienda, re-
feriré en suma desde el principio de su mal lo que
ha pasado. Es, pues, así: que un martes, i6 de
Septiembre, á las ocho de ia noche, sintió S. A.
una calentura pequeña con algún desabrimiento de
toda la persona, la cual tuvo toda la noche y el
miércoles siguiente en el mismo tenor, y aunque
la calentura quedó, cesaron los desabrimientos
el miércoles á la mañana, y como no le daba mu-
cha pena, no quiso hacer cama, antes se levantó
y tuvo negocios en su aposento y Consejo, y salió
á visitar alguna parte de los cuarteles. El miér-
coles en la noche, á la misma hora que le había
comenzado el martes, subió la calentura notable-
— i8o —
mente, de suerte que se únúó üaitigado, y asi
lo estuvo toda la noche, y con machas angustias;
y el jueves & la maftana la tenia en el mismo te-
nor, y casi en ese duró hasta el domingo, que fué
el quinto, en el cual, á las tres de la tarde, tuvo
un poco de horror y luego subió un poco más la
calentura; y de alli á hora y media sudó por toda
la persona un sudor caliente, aunque con muchas
congojas, y duró el sudor casi una hora y no era
muy coptoeo; acabado de sudar, quedó sin ningún
alivio, y la calentura en el ser que antes«
De allí adelante tuvo crecimientos cada noche,
muy conocidos desde las nueve de la noche hasta
otro dia casi á la misma hora, en que le volvía á
crecer; en el cual tiempo el pulso se retiraba no-
tablemente y se enfriaban un poco los extremos,
y tardaban en calentarse hasta la una de la no-
che. De modo que duraba el principio de la ac-
cesión cuatro ó cinco horas, y el pulso tardaba
más en volver á su ser (digo á no estar retirado),
y esto era un día más que otro en forma de ter-
ciana doble, no tan continua, y esta forma guar-
dó hasta el onceno. Desde el onceno no aparecie-
ron los crecimientos tan manifiestos; mas la ca-
lentura siempre perseveraba en el tenor que antes,
y esto hasta el fin del catorceno, en el cual cre-
ció mucho y duró así hasta seis horas antes que se
cumpliese el fin del quinceno día. Esta fué la for-
ma que tuvo la fiebre. £1 calor era tan mordaz, asi
de dentro como de fuera, que no se podía sufrir.
Los accidentes que la acompañaron desde el se-
gundo dia, que fué miércoles en la noche, fue-
— 28l —
ron un dolor tan grande de toda la cabeza, prin-
cipalmente de la media izquierda, y más en el ojo
y oído izquierdo, que le sacaba de juicio y le to-
maban desmayos, y decía que parecía que le que-
maban todo aquel medio lado de la cabeza, y prin-
cipalmente el ojo y oído, y que de poco en poco
le daban unas punzadas que le hacían quedar sin
sentido, y así de poco en poco le veíamos quedar
medio desmayado.
Tenía junto con esto unos saltos de corazón que
de cuarto de hora á cuarto de hora (y algunas ve-
ces menos) le hacían levantar el cuerpo de la ca-
ma, y decía le daban grande pena y angustia de
corazón y que se sentía muy apretado de ello.
Tenía asimismo tantas ventosidades y eructos
por la boca, que le venían á ahogar, las cuales de-
cía le daban grandísima pena y sentía escocimien-
tos en la garganta cuando las echaba. Sentía asi-
mismo desde este día tanta pena y escocimiento
en la garganta, que no lo podía sufrir, agora co-
miese ó bebiese algo, ó vomitase, agora no. Sin-
tió luego tanta sed, que no la podía sufrir, aunque
la lengua los dos días primeros no se le secaba si-
no muy poco, y fué de grande admiración que
desde este día no fué posible comer ni meter en
la boca cosa que no fuese líquida, como caldo del-
gado ó zumo de capón y destilados; y si en otra
forma tomaba alguna cosa, tomábanle unas ansias
y unos ascos, y daba tantas voces que parecía
que rabiaba, y perdía los pulsos, y algunas veces
vomitaba lo que acababa de tragar, cosa en él no
acostumbrada, porque jamás podía vomitar.
— a8a -
Tuvo tras esto, desde este día, temblores de
manos, brazos, lengua y ojos, y tanta Baqueza en
el movimiento, que casi no se podía mover en la
cama, y así, cuando se levantaba á hacer cámara,
era menester levantarle en brasos dos ó tres per-
sooM, y el tiempo que se detenia en el servicio se
desmayaba tres ó cuatro veces, de suerte que per-
día el sentido y los pulsos; y cuando volvía al le-
cho quedaba tan cansado, que no se meneaba por
una hora.
No era posible dormir de noche ni de día, sino
muy poco y con sueños turbados y desasosegados,
y de cosas de enemigos, y que le venían á matar,
y de los ingleses que poco antes habían prendido;
la respiración era tan cansada, que decía no podía
levantar el pecho.
La cámara que hada era poca y líquida y de
color de cenisa, y siempre con mucha dificultad
y dolores; la orina delgada y un color de hollín
hasta el quinto, y de allí hasta el onceno, rubra,
crassa, con el cerco alto verde y oleoso. Estos ac-
cidentes le duraron hasta el onceno, salvo que el
dolor de cabeza, oído y ojo, y los saltos de cora-
i6n cesaron algo con los remedios; pero el tem-
blor perseveró, hasta que espiró, aumentándose
algunas veces.
Sobreviniéronle al seteno unas manchas de ta-
bardillo coloradas y pocas; al nono muchas y al
onceno tantas, que no había donde poner la cabe-
za del dedo sin topar eu manchas, porque estaba
cuajado, y al doceno y catorceno tantas que past-
cía estar todo hecho una plasta, y entre ellas ha-
— 283 —
bía algunas lívidas y casi azules, y otras coloradas,
anchuelas, y en medio unas puntas negras y ás-
peras.
A la salida del seteno le comenzaron unas cá-
maras que le duraron hasta el nono, en el cual
tiempo hacía como trece ó catorce cámaras, y todas
más líquidas que moderadas y de color de ceniza,
y algunas mezcladas de amarillas. Tuvo también
desde los primeros días que, para echar una vento-
sidad, le tomaban ansias de muerte, y asimismo,
cuando hacía la cámara, en este tiempo que tuvo
las cámaras, era cosa de compasión el ver las an-
gustias y dolores que decía pasaba, que, como dije
arriba, se desmayaba de cada día más.
Tomábanle unos paroxismos semejantes á epi-
lépticos, y esto aunque no se levantase de la cama,
sino que se estuviese echado, y primero que hacía
la cámara pasaba una hora, y en este tiempo sen-
tía grandísima pena y ansias. Olía toda la persona
tan mal (dejando aparte los excrementos), que no
se podía estar en el aposento, y esto hasta el fin.
Al fin del onceno le vino un sueño muy grave,
que con dificultad se podía despertar, junto con
algún delirio.
Al fin del doceno cesó el sueño y quedóse con
el delirio; perseveró hasta el catorceno, en el cual
le volvió el sueño, con el cual acabó, aunque des-
de el onceno hasta el fin volvía á ratos en sí y que-
daba en su juicio.
Desde este día la orina fué delgada, con un cer-
co verde, y perspicua hasta que acabó.
El pulso fué siem.pre frecuente y parado y dé-
bil, y Unto, qoe no se osaba acometer con reme-
dios que no fuesen leves.
Las ocasiones qoe precedieron á tanta maligni-
dad y gravedad de enfermedad fueron una reten-
ción de almorranas de más de un año qoe solía
purgar mocha sangre por ellas, y en todo este año
ni gota, y haberle cesado otra qoe se soHa hacer
en el tiempo que le daba so dolor, cólico y ron-
chas, porqoe no le habla acodido on aAo había
poco más ó menos, y tras esto muchos trabajos y
densostegos de cuerpo y ánimo, porque era gran-
de su diligencia, solicitod y coidado qoe tenía en
todas lascosas siempre, y más en estos tíem|x>8 que
el enemigo estaba pujante y tenía noticia de algo-
nos que le trataban daftar, como eran los ingleses.
Poaito esto ansí como en realidad de verdad
pasó, y entendida la gravedad y malignidad de la
enfennedad, púsose toda la diligencia loego que
pndimoe, y asi se sangró luego dos veces y le pur-
gó con una porga leve de boena mano con jarabe
rosado de nueve infusiones, porque ni las fuerras
ni estado de la enfermedad sufrían cosa más fuer-
te; y aunque en todo le sucedió bien, qoe purgó
bien y con facilidad (salvo los dolores de abajo)
y se le remitieron algunos accidentes, en especial
los dolores de cabeza, ojo y oído y las ventosida-
des, perdió luego Us fuerzas de tal suerte, que no
se pudo usar más de remedios fuertes; pero usóse
con alguna sospecha de remedios contra veneno,
agora fuese de fuera, agora de dentro, por corrup-
ción maligna de humores y de otros que se usan
en estas fiebres de tabardillo, como es piedra be-
— 285 —
zaar y confección de jacintos y otras bebidas á pro-
pósito, y adelante se le escarificaron las almorra-
nas y sangría de narices y postura de cosas en la
cabeza, y muchas ventosas al tiempo que las pe-
dían los accidentes y pintas; y esto sin perder un
punto en lo que era de nuestra parte, especial-
mente que desde el segundo día se entendió la di-
ficultad que traía el negocie.
Allegábase á sospechar esto el ver que en estos
tiempos en estos Países andan unas calenturas
continuas y continentes, á las cuales se les siguen
unos tubérculos á las ingles y subalis, y á otras
carbuncos, de las cuales se mueren casi todos, y
esto á lo más largo al quinto, y otros en veinti-
cuatro horas, en especial los niños, y los que pa-
ran en tabardillo duran más, pero mueren asimis-
mo los más, y ésta es la peste que en estos tiem-
pos Dios ha enviado en estos Países. Después de
todo esto, por falta de materiales, no se pudo
abrir el cuerpo hasta veinticuatro horas después
de muerto; y cuando entramos á haberlo de hacer,
no se podía sufrir el mal olor del aposento, que
era más y más indecible que el ordinario en se-
mejantes casos; y el cuerpo por de fuera, desde los
hombros hasta los muslos en longitud, y desde la
espina hasta junto á las tetillas en latitud y om-
bligo, estaba negro, veré negro, y los remates
verdes, y detrás de las orejas y á los pies man-
chas azules á trechos y los brazos hasta los codos
negros; y dadas navajadas, estaba la carne del
mismo color y no salía humedad ninguna, y la car-
ne parecía engrudo.
— i86 -
Después de abierto vimos todo lo interior» co-
mo son tripas, pulmón, hígado y lo demás, ne-
gro y verde y mezclado de colorado; y llegado á
tomar con los dedos de ana parte, asi se dMasfa de
la otra como si fuera borra, y el corazón casi no
tenia sangre, y tan arrogado y marchito como un
paik> mojado.
El cerebro y telas en que se envuelve, estaba
tan teco todo, qoe parecía haberlo limpiado á pos-
ta de toda humedad y sangre; y esto es de adver-
tir que los que mueren de tabardillo, especial-
mente en pasiones de cabeza, como es delirio y
sneAo, oomo se ha visto en anatomías, snelen te-
ner en el corazón más sangre y mucha agna entre
las telas, y en toda la capacidad y la sobstancia
del cerebro y telas muy húmedas.
Esta es la historia de lo que se vio en el proce-
so de la enfermedad y en la disección de aquel
bendito cuerpo, en suma, aunque me dejo algunas
cosas por la prolijidad y porque no son de tanta
importancia como las dichas. Los médicos que se
hallaron presentes á la cura fueron el doctor del
Excelentísimo Principe de Parma y uno del cam-
po, y el licenciado Antonio Pérez y yo, como más
obligado, aunque pluguiera á Dios que antes yo
muriera que tal suceso viera.»
Hasta aquí son formales y puntuales palabras
de la dicha relación, que originalmente está en mi
poder como tengo dicho, y de ella parece colegir-
se que su muerte más fué de veneno que de tabar-
dillo; y no me admiro de esto, pues andando
S. A. metido en tantos peligros y tratando con
— 287 —
tantas y tan diversas naciones, y pasando la vida
en tierra ajena tan llena de enemigos, y siendo
tan frecuente para todos, se puede presumir que
no faltaría algún traidor que se le diese, cuando
tantos andaban tras de quitarle la vida.
Ni es nuevo en el mundo morir los grandes
Príncipes y capitanes de veneno dado por sus ene-
migos. Claudio César murió de veneno, como lo
cantó Ausonio en este verso:
Claudias ambiguo conclussit fata veneno.
La misma muerte de veneno tuvieron Lothario,
rey de Francia; Constantino, emperador, hijo de
Heraclio; Carolo Calvo, emperador y rey de
Francia, á quien echó veneno en la bebida un
médico suyo judío, llamado Sedechías; Julio Fo-
lión, tribuno; Ludovico Balbo; Aníbal, cartagi-
nense, capitán general contra romanos; Arato, du-
que y capitán general de Macedonia; Ladislao,
rey de Apulia, que, trayendo guerra con los flo-
rentinos, por su orden fué muerto como se va di-
ciendo; Guillermo, duque de Verona; Carolo, oc-
tavo rey de Francia; Temístocles, y otros que se-
ría cosa prolija referir: que no hay prometerse
seguridad el que vive entre enemigos y traidores.
CAPITULO XXVII
LUvm d etmpo iiS. A,á N«M«r y dtm mUciñ i S. If •
ii M mmrU y lo mmmi* trtur al BiwhaL
Llevó Dios i S. A. & su Reino celes i...., ...e-
diante nuestra fe, siendo de edad de treinta y tres
afios, cumplidos á i/ de Octubre del año que llo-
vamos de setenta y ocho. Llevaron el cuerpo,
acompañándolo todo el ejército en hombros de co-
roneles y maestres de campo á la ciudad de Namur,
donde lo depositaron en la iglesia catedral hasta
dar cuenta á S. M. Fué grande el sentimiento de
todos sus soldados, que le amaban ternissimamen-
te: lloraban unos y lamentábanse otros viendo
muerto al esfuerzo de la guerra, el ornamento de
la paz, la honra de los nobles, el modelo de los
jueces, el padre de la patria, el reparo de los po-
bres, el amigo de los buenos, el espanto de los ma-
los y el defensor de la fe católica y sagrada. Jun-
táronse en este nuevo Scipión lo que en pocos ca-
pitanes vemos junto, esto es, amor, temor y reve-
rencia, y así traia su campo tan disciplinado, que
ni se veían en él deshonestidades, ni se oian jura-
mentos, porque tenia S. A. desterrados los vicios
públicos y toJo andaba con recato y cristiano pro-
ceder: que al paso de la cabeza andan los miem-
bros.
— 289 —
Es cosa ordinaria haber sentimientos en los ele-
mentos y en otras cosas, en las muertes de los gran-
des Príncipes, como lo da á entender San Ambro-
sio en el principio de la oración fúnebre que tuvo
en las honras del Emperador Teodosio, por estas
palabras traducidas de su gallardo latín: «Esto nos
amenazaban los grandes terremotos y copiosas
lluvias que habemos tenido, y esto nos anunciaba
el tiempo, más tenebroso y obscuro de lo acostum-
brado; y era que el clementísimo Emperador Teo-
dosio se nos había de morir. >
Siendo esto así, ¿quién duda de que anunció la
muerte de este Príncipe el cometa de que atrás
queda hecha mención? Y á esta señal del cielo co-
rrespondió otra en la tierra, tañéndose la campa-
na de Velilla, lugar del reino de Aragón, en la
diócesis de Zaragoza, campana que suele tañer al-
gunos meses antes que suceda en la cristiandad
alguna cosa adversa, como lo refieren graves au-
tores y la experiencia lo ha manifiestado; pues es-
ta campana se tañó el año de 1435 á 4 de Agosto,
cuando fueron presos el Rey D. Alonso de Aragón
y el Rey D. Juan de Navarra, su hermano; tañóse el
año 1485 por tres días enteros, cuando unos judíos
se concertaron de quitar la vida al maestro Pedro
de Arbués, inquisidor de Aragón y canónigo de
la Seo de Zaragoza, y de hecho se la quitaron de-
lante del coro de la dicha iglesia, donde está se-
pultado; tañóse el año 1516, antes de la muerte
del Rey D. Fernando el Católico; tañóse el año
1527, cuando saquearon á Roma Carlos de Bor-
bón y los soldados del Emperador Carlos V; ta-
'9
— 190 -
ftóee el uho de 1558; taAóse caando murió el Em-
perador Carlos V y sos dos hermanas, Doña Leo-
nor, Reina de Francia, y I>ofta Maria, Reina de
Hungría; tañóse el aik> de 1568, cnando se altera-
ron los moriscos de Granada é hicieron conciertos
de levantarse en EspaAa, en el cual año sucedió
también la prisión y muerte del Principe D. Car-
los; tañóse también este año en que murió S
que fué el de 1578, en el cual sucedió también U
muerte de O. Sebastián, Rey de Portugal; des-
pués acá se ha tañido otras veces, como se puede
ver en el discorso elegante que de esta campama
ha hecho el Dr. D. Juan de Quiñones, alcalde de
Corte por S. M.
Muerto S. A., el P. Fr. Francisco de Oran-
tes, su confesor, de quien atrás queda hecha men-
ción, envió una complida relación á S. M., dándo-
le cuenta muy por menudo de lo que había pasa-
do en su muerte y de lo que en particular había
comunicado con él, y entre otras cláusulas dice lo
siguiente:
«Todo el tiempo. Poderosísimo Señor, que S. A.
estuvo en el castillo de Namur, ó lo más del, gas-
taba en componerse con Dios y dar orden en sus
cosas, pidiéndome muchas veces encarecidamente
rogase á Dios por los méritos y celo del invictísi-
mo Emperador su padre, que pues no tenía otra
cosa que su persona p>ara ofrecerle, la emplease
en la defensa de la religión católica.» Y luego,
más abajo, añade que le dijo de esta suerte: «Pa-
dre mío, para que por agora y para siempre en-
tienda cuál es mi última voluntad y disposición.
— 2gi —
fuera de lo que tenemos tratado, teniéndome á sus
pies advierta lo que le quiero decir, que es justo
que yo me acuerde de mi alma y de mi cuerpo, y
esas cosas que están á mi cargo, como son cria-
dos, deudos y hermano. El alma encomiendo á
Dios y al padre mío; cuanto á mi cuerpo, bien en-
tiendo que hace poco al caso el lugar donde ha
de reposar hasta el día del Juicio; mas quiérole
encargar y pedir que en mi nombre suplique á
la Majestad del Rey, mi señor y hermano, que
mirando á lo que le pidió el Emperador mi pa-
dre, y á la voluntad con que yo le procuro servir,
alcance yo de S. M. esta merced: que mis huesos
hayan algún lugar cerca de los de mi señor y pa-
dre, que con esto quedarán mis servicios satisfe-
chos y pagados. Cuanto á la obligación de perso-
nas que yo tengo y cuentas, muy claras son y po-
cas;» y al remate de la relación concluye así:
«Este fué, Poderosísimo Señor, el fin y remate de
una vida tan gloriosa de este hijo y siervo, como él
se nombraba, de V. M.; y según entiendo, en trein-
ta y tres años que vivió, cumplió la voluntad de los
dos padres que tuvo, de su señor y padre el Em-
perador, y de V. M.; porque según S. A. me ha-
bía dicho, la Majestad del Emperador, nuestro se-
ñor, quisiera que él fuera religioso y V. M. solda-
do: él, como obediente hijo, muere desapropiado
mucho antes de sus bienes como un fraile, y en
una barraca pobre como soldado; que prometo á
V. M. que no había sino un sobradillo encima de
un corral, para que en esto imitase la pobreza de
Cristo. Y, sin duda, Cristianísimo Señor, que cua-
~ 293 —
tro ó cinco metes antes que muriese, tan de veras
se ocupaba en obras de misericordia, piedad y hu-
mildad que no me parecía muchas veces en lo qM
le vela hacer en público, con grande ejemplo de
todos, y decir en secreto, sino que de todo en todo
le llevaba Dios. Asi, su contento era entender con
enfermos (que había hartos en el campo), visitán-
dolos en sus barracas, acompañando el Santísimo
Sacramento, hadéndoles limosnas con su mano,
recibiendo con piadodstmas entrañas los más po-
bres y desechados soldados, y hasta por su persona
buscar carros para llevarlos al hospital. Mandóme á
mí de continuo que en los hospitales no Callase cosa
alguna, encomendándome muy particularmente la
administración de los Sacramentos entre los en-
fermos, y que ninguno muriese sin ellos, hacien-
do aparte hospital de apestados. En tres meses
continuos que anduvo en campafta sin entrar en
poblado, reformó el campo en tal manera, espe-
cialmente en lo que tocaba á EspaAa, que no pa-
recía sino un convento de religiosos; y de tal ma-
nera se trataba el felicísimo Príncipe, que como
ahora le ven muerto, sus soldados no pueden creer
sino que tenía espíritu de profecía acerca de so
fallecimiento, y aun dicen que no les parece que
haya muerto como hombre, sino que como ángel
del cielo haya volado para Dios.» ICste es un peda-
so de la dicha relación.
Luego que tuvo el Rey Católico la nueva de su
muerte, hizo tan grave sentimiento, que se retiró
al monasterio de San Jerónimo el Real de Madrid,
y desde allí respondió al dicho Padre confesor de
— 293 —
S. A., como tan católico y pío y cumpliendo lo
que S. A. tanto había deseado, que era tener sus
huesos junto á los del Emperador su padre, en-
vió á mandar á D. Gabriel Niño, maestre de campo
en los Estados de Flandes, que trajese el cuerpo
de S. A. á San Lorenzo el Real, dándole instruc-
ción que hasta llegar al monasterio y vicaría de
Parraces viniese en secreto y sin pompa, y luego
se puso por la obra, y llegando á Parraces estaba
prevenido el obispo de Avila para que, junto con
el maestre de campo D. Gabriel, le llevasen á San
Lorenzo con aparato real.
Llegaron á 24 de Mayo del año de 1579, y se
hizo la entrega y entierro con la misma solemni-
dad que con las otras personas Reales, mandándolo
así S. M. al Prior por su carta; y hechos los oficios,
los monteros, á cuyo cargo es la guarda de las per-
sonas Reales, pusieron el austríaco cuerpo en el
lugar que en vida deseaba, y lo mereció un hijo
que se pareció tanto á su glorioso padre en lo poco
que vivió. Y no contento con esto S. M., mandó
poner su retrato entre las insignes pinturas de los
heroicos de la Casa de Austria, que por su orden
se pusieron con singular adorno en la Casa Real del
bosque del Pardo, copiado por Alonso Sánchez,
valiente retratador, á quien conocí y traté.
Fué el dicho año de 1578 laboriosísimo para
S. M., porque en él murió el dicho Sr. D. Juan
de Austria y el Príncipe Wenceslao, gran prior
de San Juan, y el Rey de Portugal D. Sebastián,
y el Príncipe D. Fernando, su muy caro y amado
hijo, dejando lastimadas las entrañas de su padre,
— ••4 —
qiM le amaba con giaa tanmia por mochas laao»
nat. Talas aon las prosparidades humanas, seme-
jantes al vidrio, qoe cuando más resplandece, en-
tonces quiebra. Mezclóse esta amargura con la
alegría del naciroieiito del Infante D. Felipe, qoe
fué tercero Rey de este nombre, probándose lo que
dijo un filósofo: que la tristeza y el placer estaban
asidos por los extremos, y ninguno era firme y es-
Uble.
CAPITULO XXVIII
Virtudes que tenía el Sr. D. Juan de Austria, y sus dones
naturales.
Era S. A. mancebo gallardo, lindo jinete de
ambas sillas, bien ejercitado en las armas, diestro
en jugar de ellas por haberse impuesto en la paz
desde su niñez, habilitándose para lo que había de
hacer después al tiempo de la guerra, á que de su
voluntad se ofreció cuando hizo viaje al socorro de
Malta. Tuvo gran fortaleza en sufrir trabajos in-
comparables por su ley y por su Rey, y grandeza
de ánimo en los peligros, industria en compren-
derlos, destreza en acabarlos, y tan grande uso
del arte militar, que con justo título tomó el rayo
por su empresa, como queda referido, arrojándole
con su poderoso brazo con la letra Qualis vibrans,
que traducido por mí este mote, suena así:
Tal sois rayo, empresa mía,
cual el brazo que os envía.
¿Quien podrá referir lo que padeció este Prínci-
pe por aumentar la fe de Jesucristo, conservar y
extender el patrimonio Real y Monarquía de Es-
paña, y por ilustrar el nombre y grandeza de su
casa? Bien nos dijeran esto, si supieran hablar, los
— 296 —
encumbrados cerros y espantosos llanos qae que-
daron uíanos con sus huellas; las fieras salvaji-
nas, que huyendo de su invencible brazo, en nin-
guna parte se tenían por seguras; los espesos bos-
ques, en que desmontaba sendas, con mostrarse
tan fuertes como murallas; los caudalosos rioe que
vadeaba, sin acobardarle el furioso raudal de sus
corrientes.
Heroicas virtudes ilustraron su vida, porque
tuvo liberalidad, gravedad, fe, verdad y fidelidad,
venciendo con demencia y gobernando con benig-
nidad. Anduvo con los suyos muchos tiempos en
campaña rasa, sujeto al frió y á la helada y al gra-
nito, sin desmayar un punto ni (altar á sus obli-
gaciones, porque siendo en todo mayor, era en el
trabajo igual; en el amor, hermano, y en la solici-
tud y compasión padre; acariciaba i los unos»
socorría á los otros, y á todos era ejemplo de valor
y paciencia invencible.
Lastimábale el corazón no poder socorrer á mu-
chos de sus soldados en tiempos de graves necesi-
dades, y puesto en esta agonía pedía á Dios mise-
ricordia para sí y para los suyos, y le socorría
S. M. en el tiempo de la mayor necesidad. Siem-
pre anduvo con las armas en la mano, verificándose
en él con singular propiedad aquel dicho de Job:
Militia est vita hominis super Urram: la vida del
hombre es una continua soldadesca sobre la tierra.
Nunca estuvo libre de rebatos, seguro de enemi-
gos, lejos de batallas, apartado de peligros, lle-
vándosele la muerte sin coger el fruto de sus tra-
bajos; y en lo fuerte de ellos, en todas las oca-
— 297 —
siones se mostró fuerte, magnánimo y diligente,
sin declinará la temeridad, pertinacia, arrogancia,
ira, temor, facilidad ó pusilanimidad. Nunca la
avaricia le inclinó á despojar los rendidos ni á
saquear los rebeldes, ni la sensualidad le trajo de
la melena á los vicios y torpes deleites, ni la como-
didad y regalo le acortó los pasos de sus intentos y
jornadas, ni el mismo trabajo pudo acabar con él,
que tomase algún descanso que no fuese común á
todos, hasta morir en una casa pajÍ9a, estando
cerca del albergue de la ciudad.
Siempre estuvo armado con el temor santo de
Dios, á quien había de dar estrecha cuenta, y así
se dio á las leyes y observancia debida á su Dios y
á su Rey, escogiendo varones temerosos y cuerdos
que le ayudasen á llevar la carga por consejo y por
amonestación y doctrina, teniendo confesor tan
grave y prudente, que fué uno de los Padres del
santo Concilio de Trento. Pacificaba los pueblos y
entablaba en ellos justas leyes y ordenanzas; des-
hacía los bandos y parcialidades de hombres in-
quietos; reprimía los insolentes motines de solda-
dos temerarios; sosegaba las turbulentas ondas y
repentinas avenidas de enemistades no pensadas, y
en todo era el medianero y el nivel y regla de to-
dos. ¿Cuándo se le pidió algo puesto en razón que
él no lo concediese? ¿Qué hombre noble vido nece-
sitado que no le ofreciese su amparo y le diese
cuanto había menester? ¿Qué pobre le pidió limos-
na que se fuese con las manos vacías? ¿Qué huér-
fano, qué viuda, qué persona desvalida le pidió
justicia que no la alcanzase de él? Lloráronle, y
con raaón, los etfonados capttiuies, que vieron con
mi nniarte quebrada ooa firme columna de la for-
taleza; lloráronle los prudentes republicanos, pues
perdieron en él un rico depósito de la prudencia
civil; lloráronle los gobernadores y jueces, pues
les faltó un vivo retrato de la justicia; lloráronle,
finalmente, todos los buenos, pues con su falta les
faltó un raro ejemplo de modestia, recato, fideli-
dad, bondad, y no menor ejemplo de templanza
en la comida, en la bebida, en el sueAo y en el
trato recatado de su persona.
El fué, finalmente, un retrato de un verdadero
Gobernador y Capitán General, y será su ¿una
perpetua, pnes lo son sus empresas, victorias y
hazaflas: que as{ medra quien bien sirve.
CAPITULO XXIX
Sentimiento que se tuvo en España de la muerte de S. A.
Cuando se supo en esta nación la muerte de
S. A., fué notablemente sentida de todos, po-
niéndose luto los nobles y descubriendo grandes
y pequeños el dolor que tenían de la pérdida de
este Príncipe, amado universalmente de gran-
des y pequeños, buenos y malos. No fué tan senti-
da en España la muerte del que le dio el nombre,
que fué Hispan, y por quien se introdujeron en
ella los negros mantos que antes traían las muje-
res blancos, como lo fué la del Sr. D. Juan, con
quien esta nación estaba amparada y defendida,
y le parecía que con sólo su brazo tenía seguro su
partido contra moros y herejes, sus capitales ene-
migos. Quien la lloró amargamente, entre las per-
sonas de cuenta, fué la buena Doña Magdalena de
UUoa, renovándose las llagas que le había causa-
do la de Luis Quijada; pues si al uno había llora-
do como á marido, al otro lloraba ahora como á
hijo, acordándose de la última despedida suya
cuando se partió á Flandes, y lamentándose de
verse privada de quien era tan amado suyo, como
si le hubiera traído en sus entrañas. Fué tan gran-
de su sentimiento, que estando el P. Baltasar Ai-
varez, santo varón de la Compañía de Jesús, con-
- 300 -
fesor rayo, visitando la provincia de Ara|p6n, cer-
tificado de la muerte de S. A. y del grave dolor
de Doña Magdalena, le escribió la siguiente carta
consolatoria, que pongo aquí de buena gana por
•er de tal varón, y en sentimiento de tan hon-
rada muerte. Escribióla á ii de Diciembre del
año de 1578:
«El Esplríto Santo sea su consuelo y aliento de
V. S., que para poner en cobro el fruto de tan
abundante año, bien será necesario. No escribí á
V. S. en estando cierto del tránsito de esta vida,
á la que en todo es eterna, del Sr. D. Juan de
Austria, porque tuve mi necesidad de ser conso-
lado también como V. S.; mas reparando en que
penetraría tanto más agudamente el golpe en
V. S. cuanto le era más cercana, como madre,
y todo lo que en este mundo preciaba, me ha
parecido no dilatarlo más, y sea el principio de
aquí, que yo he hecho el oficio que á S. A. y á
V. S. debia en este trabajo, con mucho cuidado y
con más deseo de que fuese á provecho, y enco-
mendado al Padre Provincial de esta provincia
que lo ordenase en toda ella; y si conforme á mi
deseo me fuera licito el gobierno, antes pareciera
yo allá que mi carta á descubrir mi sentimiento;
mas hace Dios tales rayas, que yéndosele á uno el
alma por pasarlas, ni hay poderlo ni mejor seso
que adorarlas. El sea bendito para siempre por lo
que ha hecho, que siendo lo que al difunto le es-
taba mejor, nos ha dejado qué pensar y qué llorar
á los que acá quedamos, que lo hemos menester
para que también nos lo sea á nosotros, como
— ■ 3oi —
obra de Dios, que de un camino premia al que ve-
laba, y avisa y castiga á los dormidos; mas no sin
consuelo, porque tiene vida su disciplina, si se sa-
ben bien mirar sus obras, no parando en la super-
ficie y exterior, sino entrando á lo interior de
ellas, donde está encerrada la médula: Si sic vivitur
et in talibus vita spiritus mei corripies me et vivifica-
bis me, dijo el Rey Ezequías hablando con Dios en
otra semejanza de recuerdos parecidos á éste, á él
pesadísimos. Si así se vive en esta peregrinación,
y en tales aprietos está la vereda de mi espíritu,
adorados sean tus acuerdos, Señor, y tú en ellos,
que con tal enseñanza de molestias me corregirás
y vivificarás. Lección nos ha leído Dios, señora.
¡Si supiésemos aprovecharnos de ella para toda la
vida, y á V. S. con mezcla de entrañable consue-
lo, viendo aguijar á su dulzura por sacar del pe-
ligro el alma que V. S. y él tan tiernamente ama-
ban, y que él ab eterno escogió con tanta particu-
laridad para su reino, queriendo que acabase en
el campo, volviendo por la honra de su padre como
él, pareciéndole en la causa tan universal de su
gloria y en la pureza de su corazón, de que tantos
dan testimonio, de los que de cerca y lejos le tra-
taron y á su tránsito se hallaron!
»Verdaderamente há lugar en él y en V. S. lo
que Cristo Nuestro Señor dijo á su colegio lasti-
mado de la nueva de su partida al Padre: Si me
amásedes holgarosíades porque voy al padre, pe-
sando más en vuestros ojos, mi bien, para conso-
laros (aun cuando á vosotros estuviera mal), que
la falta que imagináis que os haría mi ausencia
— 3W -
para entristeceros, y más siendo la verdad en con-
trarío, como cosa qne hago yo, que soy Dios y
Redentor vaestro, porque á vosotros es lo que me-
jor os está y más os conviene. Ex^idU vobis ui
igo vadam; y porque no fueron incrédulos á su pa-
labra cuando después lo entendieron con la veni-
da del Espirítu Santo, no quisieran por todo lo
del mundo que no hubiera asi pasado; y asi se
sintieron tan trocados en su consuelo y apcovecha-
miento y aprecio de todo su bien, Cristo, que pro»
barón por experiencia que no hay otro ser ni sa-
ber sino dejar á Dios hacer y deshacer en sf y
en todas las cosas, sin querer tener otro querer
ni escoger, venerando con silencio lo qne de sos
acuerdos no alcanza la humana flaqueza con sa
entendimiento, porque bien podrán ser ellos ocul-
tos, mas no injustos en ninguna manera.»
Con esta carta se consoló mucho esta señora,
aunque ya Nuestro Señor la tenia prevenida con
la generosa entrega que le habia hecho de si mis-
ma y de todas sus cosas, aunque fuesen muy ama-
das y preciosas: efectos de un alma resignada toda
en las manos del Señor.
CAPITULO XXX
Epitafio que se puso al Sr. D. Juan de Austria en la iglesia
de Namur.
Llevado el cuerpo de S. A. á la iglesia catedral
de Namur, hubo llanto universal en todo el ejérci-
to y en ios flamencos bien intencionados, porque la
presencia de S. A. era muy para ser amada, y su
ausencia y muerte muy digna de ser llorada. Los
poetas y oradores hicieron grandes panegíricos y
canciones lúgubres, extremándose entre todos aquel
famosísimo varón Levino Torrencio, arcediano
leodicense, que después fué obispo de Ambers, tan
excelente en el verso lírico, que después de Hora-
cio no se le ha hallado semejante, y por varón tan
insigne como se significa, le honraban y reveren-
ciaban los cardenales Sirleto y el santo Carlos
Borromeoy los famosos escritores Antonio Augus-
tino, Octavio Panagatho, Hipólito Salviano, Basi-
lio Zancho, Hipólito Capilupo, Laurencio Cam-
bara, Gabriel Faerno , Paulo Manucio, Ursino y
otros.
Embalsamaron el cuerpo de S. A. y le deposi-
taron, como se ha dicho, en aquella iglesia cate-
dral, y porque llevado su cuerpo á España no fal-
tase la memoria de sus hazañas en aquella nación,
el Príncipe de Parma, Alejandro Farnesio, puso
-304-
en una tabla bien adornada el siguiente elogio,
hecho con acuerdo de S. M.:
D. O. M. S.
••rtnlMtino Prlnoipi JoAnni Anitriaoo
D. CAROU V mPBR. PlUO
Pasí Mauros in BithUa rtbéikmiss subimgaias:
Turcaruwupts maximam classem apud Patras eo
duu fimdUus fugatam deUtamque: cum in
Belgio Prortgtm agerei, in castris Btm-
gramis c&ntímia filtre in ipso iuüenMU
jÍ0f$ subíalo: auuuculo amantissimo
AlexatuUr Fanusius Pama Pla^
C4HÍÍ€tqus princeps in imperio suc-
cesor ex wumdato D, PkUippi
Hispaniarum ac Indiarum
Regit potenlissimi kanc
allaris tabulam canoU^
pkii loco. P. C.
MDLXXVIII
Hacen memoria de este elogio ó epitafio Lauren*
ció Beyerline, canónigo de Ambers, en su Chrono-^
logia umversalf año de 1578, y Francisco Suuercio
en su libro curioso llamado Selecta chrisíiani orbis
delicia, y fuera cosa prolija haber de referir los
autores de todas naciones que escriben de S. A.
Su memoria será memorable en los venideros si-
glos, como en los pasados lo fueron sus hazañas.
Sub correctione Sanctse Ecclesiae. — El Liceur-
ciado Porreño.
NOTAS Y APÉNDICES
ao
NOTA I
Sobre el manuscrito original de esta obra.
Cuando se comenzó á imprimir esta Historia, no se conocía
más origina] de ella que una copia de fines del siglo xvii, que
se guardaba en el Archivo del Ministerio de Estado, tomo XI
de Papeles relativos á Felipe II, y que ha pasado después, con
otros manuscritos antiguos de que aquélla formaba parte, al
Archivo Histórico Nacional. Estando imprimiendo los últimos
capítulos, supe, por una feliz casualidad, que el verdadero ori-
ginal se conservaba en la riquísima biblioteca del difunto se-
ñor D. Pascual de Gayangos, cuya pérdida nunca será bastan-
te sentida por los bibliófilos españoles. Conociendo la bene-
volencia de sus hijos, heredada de tan ilustre padre, acudí á
ellos en demanda del libro original de Porreño para confron-
tarlo con lo ya publicado y sacar las erratas y variantes de que
pudiera adolecer la copia del Archivo Histórico. Otorgáronme
en el acto el favor que solicitaba, por cuya generosidad les
doy aquí público testimonio de mi gratitud, y gracias á esta
fortuna he podido purificar y perfeccionar el texto en aquellos
pasajes ó palabras que en la copia antigua estaban no mucho,
pero sí algo alterados. A esta necesidad responde la lista de
Variantes que más adelante encontrará el lector.
Forma el manuscrito original un volumen en 4.** de 195
hojas útiles, encuadernado en pasta antigua. Está todo escrito
de mano de Baltasar Porreño, con enmiendas y adiciones
igualmente suyas, y rubricadas todas sus hojas, por ser el ori-
ginal que, firmado por él, presentó á la aprobación y censura,
requisito que fué desempeñado por el Dr. Aguilar y el maes-
tro Gil González Dávila, cuyos testimonios originales constan
en las dos últimas hojas del libro.
- 3o8 —
Ea U ho)a pnroeri, nbre el tftnlodtfi, Mtá ptpA> m |«-
l>d ooo el etcndo de anaes de D. Jnea de AiMtríe, tnaulo á
pluma con Ul toeqoeded, qoe me he retraído de pooerlo el
freote de le obre, pcefiíieado «I iwyifftro retrato del proCe-
DeeimiidelededieilorieáDote Ane de Auelrk y de 1m
pelefacaeqoe el entor dirife el lector, iigiieo
Ditima dü autcr «/ Sr, D, Jum ái AmtMñ, alméimio á áfutUc
dt h$ CmtUvM (Cent. 4.*): Vmá Atuitr p$rjU kortmm.
Coa ra^oa pedia el espoao
(Qoe Mato de amorr* labe)
Soplo del AuMro suave
Pare a« fafdia howoao.
Vitedola tan (Poroto
Doo Joan de Aoscria te combide,
A mr a—re dd ^mféi
YeliaaepIdMMOfadl,
Que aa la aeabd la vida.
DIMttko 4d mAof á U dimm id Sr, D, Jmm d» AusiriM, fus m
tm PMyo mmjédo dt m dütim cm U Utm Quaus timums.
Aastria cognooicn, Maorís toa descera
fttlmen:
Tala CTM TitMans, qoi modo
fulmen eras.
ScmOo déi P, Fr, JuUm d» Cmmtm, kmmmo dd amior,
fwedüadcr y fimrdim dd smito Cmwmio dé los frtúU* dncalfm
dé TorrtjonfUh,
Rcfiartido os a cl ciclo, hermano amado,
De sus ricos tesoros ttnta parte,
Que no roe atreveré, por ser jo parte.
Cantar vuestro valor tan sublimado.
— 3o9 —
Mas pues que Apolo y Marte se han juntado
Para comunicaros sciencia y arte,
En gracia de Don Juan, Español Marte,
Quiero perder el miedo y el cuidado.
Vos sois honor de nuestra patria amada;
Sois otro Homero, que cantáis la historia
Del Austríaco Achules soberano.
Por vos queda su fama eternicada,
Y vos por él gocais renombre y gloria,
• Y yo vengo á medrar por vuestro hermano.
Del mismo Padre gtuirdian, versos dtstichos al autor su hermano.
Parnasi quondam supremi in vértice Pindi
Clara doraus Phasbi, Pieridumque fuit:
Sed planam Musae statuentes poneré sedem,
Porreñi in docta constituere domo.
O nimium fcElix eruditissime frater,
Cuius Musaeo docta Mínerua niteL
Soneto del licenciado Francisco Porreño, hermano del autor,
collegial del Rey y cura de San Esieuan de Huete.
Querido hermano: ofrezcan á tu frente
Perlas el mar del Sur, oro el Pactólo,
Y texa una guirnalda el sabio Apolo,
Con que te adorne soberanamente.
Tu fama heroica, clara y excelente,
Ha corrido del uno al otro Polo,
Y sólo tu valor, tu ingenio solo,
Da honor á nuestra patria, á nuestra gente.
Si no fuera tu hermano, publicara
La muchedumbre de obras que has compuesto
Con ingenio subtil, con diestra mano:
Y el tiempo y la memoria me faltara
Antes que diera fin á lo propuesto.
Teneos, amor. Mirad que soy su hermano.
— 3io —
«K pniit OMMM Mtcaanif opimce.
Quid adnm, il tv BthlMMBr ann eoUt?
Sttmmi» ia ore kpot, MuniM ttc libi copia faoa.
ClftnM hfwiffft. dtarai tiflipUcilitii UMf •
Aotirkd GUUM ctkbwriM fMM Joioaii,
No0 deertt vttc» qní toa facta caoM.
Sigue á «lat potriai uiia AdwtHtnem mtrm 4é Im Btl^iM i§
Pimém, que m htvfímtm rtmU feofráfica dfqmüoiPtftt»;
y tmopor eelar tooMkbi enftma pertede le DmtHpiián dd
P0ys Büxo^ por Emannel Sueyro, como por haberla poblicMlo
ya Pónete eo sue Ükko$ $ kitkn 4s FtUfg II, edicáte de Bru-
lolat de 1666, coo levee wiuMe, omuo aquí eu tiieaRi6a.
LesnotM poeetaaen eite foliimea eo lee páfiaeaat, aj,
a6, ad y 3a, «I ki mtifeuei dd origiDal, 00 eos de Porrefto:
U kua es de anee del eiglo xvii.
El capitulo XUI, Ululado: «CanUo la füa de eata ykmia
(U de Lepaoto), ai ¿r. D. Juan de AuMiu loe máa inágnee
poetas de la cristiandad,» no contenía en la copia de fines del
«glo zvii masque breves lioeaa. £a el orifiíial qaa teofo á la
iráala copia el autor varías poesías lattaas, rnnipWitii anas y
Cragmentos de otras en loor de D. Juan, de bien escaso mérito
literario, de Cornelio Amelrtwo, Cerios Malstwsta, Hipólito
Capilupo, Juan Antonio Viperano, Tboroes Conea, Juan Ce-
sáreo, Fabio Benevoleocio, i^uis Cauano de Parma, Horacio
Blado, Fedro de la FuetU Placen tino, Guillermo Modicto de
Mooteierrara, Juan Antonio Odescako, Juan baptista Olivo de
Cremona, Juan Baptista Arcuao, Juan Antonio Taygeto, Pe>
dro Fulvio, Pompeyo Hugón, bebastián San Leonino, Juan
Francisco Ferrer, Jerómmo Cadena, Lucio Meldior Barieo,
flamenco; Valentino Odoricea Antonio Kenerio, y cinco oc-
tavas castellanas de Juan Rulo
Finalmente, las Apfobmioms del Dr. Aguilar y de Gil Gon-
zález Davila dicen así:
— 3ii —
«Por mandado del limo. Sr. D. Em^ique Pimentel, obispo
de Cuenca, he visto la historia del Sermo. Sr. D. Joan de Avs-
tria scripta por el Licenciado Baltasar Porteño; y me parece
muy digna de su autor, por estar muy bien trabajada y prose-
guida, y su verdad averiguada con relaciones muy ciertas de las
cosas notables. No tiene cosa que disuene de nuestra sancta
fee y christianas costumbres, y así se le puede dar la licencia
que pide para imprimirle. Cuenca y Agosto 25 de 1627. — El
Dr. Aguilar.t
• Muy poderoso Señor: Por mandado de V, A. he visto esta
historia. Su autor, cumpliendo con lo que se deue á tan gran
Príncipe y Capitán ha dispuesto con su gran cuydado lo que
ha visto y leydo de sus hechos, y puede V. A. dar la licencia
que pide. Madrid, Mayo 6, 1628. — M° Gil González Dávila.»
NOTA II
Sobre la Madre de D. Juan de Austria.
La cuestión de averiguar quién fué la verdadera madre de
D. Juan de Austria, sus circunstancias y ulterior vida, no ha
sido del todo resuelta hasta mediados del corriente siglo. Na-
tural era que por lo secreto, escabroso y delicado del asunto,
ó lo ignoraran ó no se atrevieran á divulgarlo los historiadores
coetáneos y ios inmediatamente posteriores. Porreño y Vander
Hammen pasan como sobre ascuas al llegar á este punto, y aun
en lo poco que dicen incurren en inexactitudes. A D. Modesto
Lafuente en primer lugar se debe el esclarecimiento de esta
cuestión, y con posterioridad al ilustre historiógrafo belga
M. Gachard. Creíase vaga y tradicionalmente por uaos que la
madre de D. Juan era Bárbara Blombergh, natural de Ratisbo-
na; opinaban otros que esta señora no fué sino una madre alqui-
lada, que desempeñó gustosa semejante papel para dejar á cu-
bierto de la maledicencia pública á la verdadera, de más alta
— 3ii —
y elendft alcnrmi. Atríboíaii otros, eo fia, k iwiiBrnhlifl de
D. Juan atda neaot que á U wimm. bonmna del Boporador
Ctfioi V, Dote Marte, raba viodft de Hto^ptiB. Lm Srao. La-
íoeate y Gadiard, coo affmneolos irrebatiUea, eco docomeii-
loe origiiialee eriehmtwi en loe Archivoe de Simanrae y de
B^lgira, han rebetidoeeta raUímninea nyoeición, y probado
de on modo coodoyenle qom b irerdadera medra de D. Juan
de AoBlria hé la dtnda Bárbara Blonberslh, aduciendo atrio-
Boe é inferaaantea dalos aobra k vida de etta aetoca, de loe
que aóto auaaariameBte podemoe dar aqnf noticia*
Barbera Blombeqth, natural de Ratitbona, nofiíédeorifen
nobtUamo, como dice Porraho, ni tampoco una pnncipai oe*
fiora alemana, eonw aaegora Vender Hammen, tino Uja de vn
ctodadano bnrguia que ae aoelenfa de su haciende Coando la
conoció el Emperador era joven, aoUen, y vivfaen compañía
de ena pndns. Una mnjer andaMi te aínrió de eooAdeate en
ana veladooee con el Cémr, y no ae apartó de su lado haata
que di6 á IttS al que con el tlenq» había de aer boom y pres
delaaarmaeeyrfiotea, tocnalacontació, noenelaaodei545,
en qne fijan loa hiatnrimlnraa d nadmieato de D. Joan, «no
máa de un afto deapuée, aegán deduoe el Sr. Lafoeotedeltee-
timooio de las Cortee de Toledo de 1560, en qne íné jurado
por Principe de Aaturiaa D. Carloe, primogénito de Felipe II,
y de la medalla acatada pan inmortalixar el ^orioeo triunfo
de Lepante Ceaó dfán tiempo deapoés la joren Bárbara con
un Comisario llamado Jerónimo Pyramo Ksféll, que tenfa es-
cudo y modio diario de sueldo. De so marido tuvo la Bkxn-
bergh dos hijos, el menor de los cuales ae ahogó en su misma
casa en Junio de 1569; el mayor, llamado Conrado Pyramo, de
edad de catorce atea entoocea, era hermoao y de grande enten-
dimiento. Ocho días antes de U desgracu de su hijo menor, ha-
bía perdido eata wehon á su esposo, qoedaado pobre y coo
roudias deudas, por cuyo motivo escribió d Duque de Alba á
Felipe II que si bien algunas de días podría psgarlaa con loa
dnco mil y tantos florines que S. M. le habb envkido, ü la
había mandado visitar y acoosejádola no dispusiese de sí sin
ainsarle priroero, por lo que creía que debía S. M. hacer alga«
— 3i3 —
na demostracióa con ella, «la qual era imposible poderse hacer
en vida de su marido,» y apuntaba la idea de mandarla á Es-
paña. La contestación del Rey, escrita de su puño y letra en la
misma carta, según su costumbre, es por cierto bien seca y
dura: «A esto tiempo ay para responder, y quaiido se haga á
las otras cosas me lo acordad: si entretanto fuere alguno, es-
ciibir al Duque que no consienta venga acá, que no conven-
dría sino que esté allí; después se verá si convendrá otra cosa.»
Poco satisfecho el Duque con las instrucciones que lu^o
recibió del Rey, volvió á escribirle en 17 de Noviembre, entre
otras cosas, sobre el mismo punto lo siguiente: «No faltan
hombres (jue querrían casarse con ella, y aun no sé si á ella le
falta voluntad para hacerlo, porque le parece que aún está
moza: yo le he enviado á decir que no trate de casarse en nin-
guna manera del mundo, »
Sin duda a instancias del mismo D. Juan, volvió á ocupar-
se Felipe lí de la situación de la Blombergh, pues en 30 de
Junio de 1570 escribió al Duque de Aiba encargándole pro-
curase que aquella señora se estableciera en algún lugar de los
Países Bajos, sin pasar á segundas nupcias, y que la propor-
cionara decorosos medios de vivir. Accedió la madre de Don
Juan, no sm alguna repugnancia, á establecerse en Gante, no
pudiendo ir á Mons, donde el Duque quería enviarla, por no
saber hablar francés ni otro idioma que el suyo. Diéronsele
para su servicio tres criados, dos doncellas, dos criados y un
carruaje; mas ella parece que ni arreglaba sus gastos á la sub-
vención que se le daba, ni guardaba todo el recogimiento y de-
coro que convenía á la maüre de tan gran Príncipe, en térmi-
nos que el Duque de Alba tuvo impulsos de hacerla entrar en
un Monasterio, y sólo desistió por el temor de no ser obedecido.
También su hijo, vencedor ya de ios moriscos, trató, por las
razones expresadas, de traerla á España; pero el Duque de
Alba, encargado de esta misión, obtuvo por toda respuesta
que se alegraría mucho de ver á su hijo, pero que no se sentía
con vocación de venir á España. «Temo, escribía el Duque
á S. M., que se vuelva á casar, y darle dinero es arrojarlo al
río, porque en dos días lo tiene banqueteado.»
- iu —
NoMlia «aeoolndo hMla abon nutro algaao de
poodeock de D. Juan ooo eo medie. Que no le ere todtfBfea-
te ea eaorte, pmÁMÜo la certa que eecríbió al Raf en 19 de
Junio de 1570, eftadedéodote cyeoto por ella habla becfao.
EVeocupábele, fia embergo, la vida que Ueveba. por lo iiiu-
dioqiieiii reputaciáa enfria, y en deeeo hebiera lído el^ á
i« OMidra de la vina del mondo, bebiendo becbo al efecto ro-
petádae ^neliniiM que ee eetrellebeo eiempre ea el rerácler
poco dócil de aquella eebora.
El Socrelario Albornos remitia, en 34 de Septiembre de
1571, deede ikoeeUe. «1 Secretario Zajee, pera que le puaie-
ra en roanoe del Rey, un eetedo de loe ^rntoe de le medke de
D. Joea de Auetrie, eegáo el cual tenia eeta eeftora á cu eer-
vicio una doeAa y eeíe mujeree taá», un mayordoaao, un ce-
pnllán, un despeoeero y ouoe cuatro stnrienlee, cuyoe mla-
fioe ím|Mirtaben i^aaó bbrae enuelee, y el gesto de meee y el
de la edaoeciéa de eu hijo Coando ooaeHBfea 4. too libree.
Ea «eta ¿tuacióo permaneció bnta la Uepda de D. Juan á
Flandee.
Cneado antee de eete suoeeo Ve permitió el Hey en herma*
no, venir de Italia á la Corle pera vieiterlo» trataron emboe
de ñjer la reeidenrie de Meikwne Blombergh» £1 Doque de
Albe, que tomó perte en eiteeoonieieaciae, propileo que ee la
envieee á visitar, por persona diecrela y de onwfienm, para
persuadirla á que ella misma pidiera ir á ver su hijo; que en-
towiM ee la condujeee por Alemania á Italia, y que llegsils á
Genova ó á otro puerto del litoral, ee la «nherrase, peome-
tiéadola transportarla á Ñapóles, peso oondocÜodoU á Sepa-
Aa. Aceptado este proyecto, y hsilándoee D. Juan de wmlta
en Népolee, recordó su ejecuctoo; mas los suceaoe precipita»
roo la marclia de IX Juan, y Uegado a Lu]»mbargo, ya es*
ponráimainrntrt, ya por invitación que su hijo la hixo, corrió á
en encuentro. Después de estar juntos algún tiempo, creyó lle-
gado D. Juan el momento de realixar el plan que tanto ;
li^b^- Mucho dihcuitaba su ejecución la inveocihle
da que su madre tenia á tijar su resideucia ea Rspafta; pero
•e empleó la estratagema conveoida, participáodola D. Juan
— 3i5 —
que su hermana Margarita de Austria, que residia en Aquila
(Abruzos), deseaba conocerla, y acaso añadió que verificada
esta visita, podía ir á establecerse donde mejor le pareciera.
Consintió en ello Madama Blombergh, y en el mes de Marzo
de 1577 partió para Italia. Llegada á Genova, se la indujo á
embarcarse en una nave que debía conducirla á Ñapóles, des-
de donde podría encaminarse a ios Abruzos. Una vez embar-
cada, el barco hizo rumbo á España.
Instruyó D. Juan al Secretario Antonio Pérez, en carta que
no es conocida, del plan que había formado para el viaje de
su madre y para su futura residencia, y al mismo tiempo es-
cribió desde Lovaina al Rey su hermano, á 24 de Marzo de
1577: «Dirá también el dicho Antonio (Pérez) á V. M. la re-
solución y modos que he tomado en enviar á mi madre á Es-
paña, por convenir así á su real servicio y á mi consciencia y
honra. Suplico á V. M. que á quien la lleva, y á otra que va
con él, les haga toda merced, no tanto por la obligación en
que les soy, aunque ésta es grande, como por la en que les es
el servicio de V. M., que es harto mayor (i).»
Arreglado así lo tocante á su madre, dice M. Gachard, se
ocupó de su hermano uterino. Era un arrogante joven, de
buena estatura, espíritu vivo é inteUgencia poco común. Ha-
blaba varias lenguas, era habilísimo en los ejercicios corpora-
les, bailaba con gracia, y tenía decidida vocación por las ar-
mas. Su nombre era Conrado Pyramus, por haber repudiado
el apellido Kegel y adoptado el de Pyramus, que su padre so-
lía añadir al suyo. D. Juan, olvidando su propia historia, ha-
bía intentado que su hermano tomase el estado eclesiástico,
con el ñn de apartarle lo más posible del mundo. Con este ob-
jeto le envió á la Universidad de Douai para que estudiase los
sagrados cánones; mas al malquistarse después con ios Esta-
dos Generales, no creyó conveniente que permaneciese en una
ciudad que se había adherido á la causa de la rebelión, y así
le mandó á París, de donde le hizo marchar á Dole á conti-
nuar sus estudios. «Es mozo que desde el principio siempre
(i) Arch. de Simancas, Estado, leg. 574.
- 3i6 —
ha huido de áum al dicho ejercicio (edeeiáatico), Iwiiendo
aotee inrlineríno á las anaas; y atuiqae taofa muy biMooa
pwiiamíitne, ha aido aljo aaÉi diatiaido de toqoeS. A.qm>
aieca. Para cuyo nmedio, ooom ñeaa que ao batÁpbeai'hueaaa
admooictooea y oCiaa dilifeaciaa, áltiwmiiaiila, temíiiidn que
OB día aa hnWaiii ido y boldoae, ordenó al Conde de Chem-
pliía, fBb«9ndor de BoiioAa, que por «Mfea ae le Uevaae á oa
castillo suyo, con fia de que alU ealuwsee detenido heala wan-
dar de huaior y raeolverae de fnlwrnarae BMjor. Y aef lo hiao
el dicho ooode, y allí eetá el dicho awao coauabonfara de
igleiia y olroe críadoe qoe se le dieroo días há. y no siti algaa
faalo. V. M. aecÉ aarvido aiandar aviaar lo que eo este pertiea-
lar se hará, á quiaa no d^faré de euplicar aaa serrido hacer
merced y «nperar al dicho BMOO, porque sé qoe S. A. lelaaia
perticttlar amor, domia de haheUe tratado cooso hanaaao. Y
puedo certificar á V. M. que no haciéadoto, ae perderá.» (Car-
ta de J. B. Tasaisá S. M. de a de Octubre de 157S. Arch. de
Simancas, l«g. 578.) En esta eapeck de cautividad se hallaba
uxiavla el joven Fycsmus cuando ocurrió la maerte dd héroe
deLepento(i).
£1 barco que coododa á sn oaadra dio fondo en Larsdo.
Hidrfa eeoo^o D. Juan para morada de aqodlaasAora el con*
(I) De idéntico modo m cspretaba Octavio Gooags tn carta
á S. M., desde FUndet, á 19 de Octubre de 1578. (Siméocas, Es-
imdOf tq|. S7^) *^(* Borgofis, en nos ca»a del Gobemsdor dells,
tenia el Sr. D. Juap i Contad Piraniu», hijo de »u madre, pfOC««
rsndo liaccric atender á las letras, para, por Tva de U Iglesia, pro-
curarle tuviese que comer; y tenia el Sr. D. Juan gran cuidado del
y de no dexarle desmandar ni poner loa ojos en ninguna otra pro-
fesión. Y aunque el moao se mostraba de muy diferentes inclina*
ciones, no por eso quiso jamás permitírselo, antes le hacu detener
en un castillo porque noatcnütcse á oua cosa. Agora, con habar Cal-
udo quien le procuraba su bien, si de V. M. no es amparado, irá
este rooso perdido; y, en fin, tener nombre de hermano del señor
D. Juan, merece tenga V. M. algún cuidado d¿l. Su inclinación
es soldadesca Es moso de buena disposición y buen ulle, y u-
niéndose cuidado del, creo saldrá hombre de bien.»
-3i7 -
vento de religiosas dominicas, denominado de Santa María la
Real, sito en San Cebrián de Mazóte, á siete leguas de Va-
Uadolid. Al desembarcar fué recibida por Doña Magdalena de
Ulloa, que había educado á D. Juan y le profesaba cariñoso
afecto. Antes de entrar en el convento pasó algunos días en
casa del Marqués de la Mota, señor de San Cebrián y herma-
no de Doña Magdalena, el cual dispensó á todos las mayores
atenciones.
Mientras vivió D. Juan, proveyó á las necesidades de su
madre. Poco antes de fallecer encargó á su confesor, el P. Do-
rante, que la recomendase á la bondad del Rey, ruego que
éste atendió con solicitud fraternal, haciendo merced á Ma-
dama Bárbara Blombergh, como entonces se la nombraba,
de 3.000 ducados anuales, por Real cédula de 9 de Agosto
de 1579, para su gasto y entretenimiento. O este asignado no
se pagaba con regularidad, ó la madre del esclarecido Prínci-
pe seguía siendo tan manirrota en España como en Flandes,
ó acaso sucedía lo uno y lo otro, puesto que en un Memorial
que en 1582 dirigió al Rey, pide se le renueve el libramiento
y se le pague con puntualidad. Nuevamente en 1595 suplicó
en otro Memorial á S. M. que, pagadas que fuesen las deudas
de D. Juan de Austria, y cumplidos sus legados, le mande dar
la hacienda que sobrare, «como á madre y heredera de sus
bienes. »
Esta solicitud debió quedar sin respuesta, á causa, sin duda,
de que D. Juan no dejó testamento, y los bienes muebles ^ue
poseía resultaron ser de valor inferior á sus deudas.
Aburrida su madre de la vida que hacía en el convento de
San Cebrián, pidió al Rey la trasladase de residencia; y acce-
diendo á su instancia, el Monarca puso á su disposición la casa
del Secretario Escobedo, situada en Colindres, jurisdicción
de Laredo, donde falleció el mismo año que Felipe II (1598),
según se deduce de una representación de su testamentario
D. Agustín de Alvarado, dirigida á S. M., en que le participa
el fallecimiento de dicha Madama, y que en su testamento dejó
ordenado que su cuerpo fuese sepultado en el convento de
frailes franciscos de la villa de Escalante, hasta que S. M.
hooisM Mt ImatM coa sMva Mpvltan «a «1
por fo alflM «que por oaom tan pohne como BNrié, por habar
acudido ai raniadio de au hijo, no dexa coo qué faaocr
ffia alguna por an dma, ni á ana criadoa, por dabar
dawlaaLt Débalo de aala liaotorial. jr da dífwante ktm 7 tin-
ta, aa lee: «Bata depoiítado eaeloonvaato da'An6(San Se-
baatiátt de Ano. cooTcoto de frandacanoa recoktea, an al tár-
» jvidáeckwal de la villa de Eacabate), y manda por au
aa aga el entierro en el convuito de la villa de
Laredo.»
No parece juatthcado, por tanto, el dicbo de FoneAo. de
habar fülecido Madama Blombargh •• Arroyo de If oUnoa,
cuatro leguaa de Madrid.
Libre al fia Conrado Pyramua para aeguir la cañera de laa
armaa, entra an el ejápcilo da loa Pülaaa Bajoa, «a al que lia-
f6 á obtener al fnído de coronel, fnroracido por Alejandro
Faraaain, por nia qna aa conducta no fiíaaa nmy oonecta,
daado aaolivo á qne nqoel inaigne caudillo aa quajeae da alk
an 16 da Septiembre de 1591 al Secretario de Eatado D. jaan
de Idiéqoei. Ceaó Coorado coo una aeftora de Hainaut, la Ba-
ranean de Saint Martin, la cual, muerto an mvido antea de
ocurrir el fiülecimiento de au madre DoAa Bárbara, vino á vi-
vir á Eapafta, donde murió.
HOTA m
Primerm müos dt D. Jmm.
Extrafta 000 raaóo M. Gachard que deyíéa de tanto como
aa ha eacrito y publicado sobre D. Juan de Austria, noaeaqM
aún con certeza ni la lecha ni el lugar de su nacuniento. Ven-
der Hanunen y algunoa otroa biógrafoa dicen qne aacié el 34
ó 25 de Febrero de 1545 en Ratiabooa; aaeguran otroa que 6ié
— 3i9 —
al año siguiente, y no faltan algunos que fijen el nacimiento
en 1547. El cardenal Gran vela, tan enterado de la vida de
toda la Familia Real, escribía á Felipe II al tener conocimiento
de la muerte de D. Juan: «Hale llamado Nuestro Señor en la
flor de su edad, á los 31 años de esta.» (Carta de 23 de Octu-
bre de 1578. — Archivo de Simancas, Estado, leg. 932). La-
fuente ha probado en su Historia de España, que tanto la fecha
<ís 1545 como la de 1546, no son ciertas. Gachard, valiéndose
del manuscrito de Vandenesse, observa que Carlos V sólo es-
tuvo en Ratisbona desde el 10 de Abril de 1546 hasta el 3 de
Agosto del mismo año; deduciendo de aquí que el verdadero
año del nacimiento de D. Juan es el de 1547, quedando en la
obscuridad la fecha precisa de este suceso y aun el lugar don-
de se verificó. Puede suponerse, añade, que Bárbara Ülom-
bergh, ó permaneció en Ratisbona después de la marcha del
Emperador, ó que le siguió, ó bien por ocultar su embarazo
cambió de residencia, inclinándose á aceptar la primera de
estas tres conjeturas. Como veinticinco años antes había tenido
Carlos V otra hija natural, y reconocídola públicamente, ca-
sándola con uno de los Príncipes soberanos de Italia, aver-
gonzado ahora de su debilidad moral, no quiso hacerla públi-
ca, y resolvió envolver en la obscuridad y en el misterio el na-
cimiento de D. Juan.
Sospecha con algún fundamento Gachard, que el ayuda de
cámara del Emperador, Adriano Du Bois, persona de su ma-
yor confianza, fué el encargado de recoger y hacer criar secre-
tamente el fruto de los últimos amores de su señor. El recién
nacido recibió en el bautismo el nombre de Jerónimo. Poste-
riormente nada se sabe de cierto, sino que en 1550 seguía Don
Juan en las provincias belgas, según se deduce del texto de la
siguiente escritura, otorgada el 13 de Junio de aquel año, en len-
gua castellana por los esposos Massy.
«Yo, Francisco Massi, violeur de S. M., y Ana de Medina
mi muger, conocemos y confessamos de aver tomado y recebi-
do un hijo del señor Adrián de Bues, ayuda de camarade S. M.,
el qual tomamos por su ruego, que nos ha rogado que le to-
memos y tratemos y gobernemos, assí como si fuesse nuestro
— 320 —
hijo pfopno, y <M no dmr os iWclifif á mti|ptiMi psnosA OKfO
tMw dicÍM> BiftOt pon|wd tsAoc AibiMi iM<|VMra m BinpiH
na imaant qm m nofir wipiwM ni Ofmm híblir de ello, ni
otm pam)an ninfone. Rúa lo qoel yo, PMndeooliMii, y Ani
de lfedba« ni nwifw, y noeelro hijo Diep» de lledlaa, jum-
moe y prometiwne el dídio feftar Adrián de no desir ni dede-
rar á penone qoe lee ea e«n vida, de quién ea d dicho niho,
MM tftB yodaré <pie ea asió, liaala(|ne el aaAor Adrían aMcníH
ble nna penona con eela aMn» carta, 6 que el
Adrián vené en peíaona. Y porque el aaftor Adrián
nar erte cato lecreto, rae ha rofado* por haaarle bnean otea*
na volanlad yo y nú raofir, y coooaoo aw weebkb del di-
cho teAor Adrián para hanr eite viage de llevar eda nifto,
q«iaBMda,ciane8cadaa,yea á aiter, q«ae te cnanla el didio
afto dende primero dia de agodo de eMe praMBéa ato de 1550
ahoa» De loqoal me lenflo por contento y pe^Mlo de etle dicho
aAo( y poique ea verdad, lo firmé de an nomwe yo y nú mu*
ger; y porque mi muger no aabe firmer, rognéá Ogar Bodoarte
dicho aahor Adrián dwpMota docartoe por cada un afio por el
tmamiento del niAo. Pecha en Bruaelo á 13 días del oaea de
Junio de 1550 atea. »—<Pa^Mr* áTEUd éu Cñrdmti dt Grmmd-
lét tomo IV, pég. 498. — P^MBlea que ae hallaron incluaoa en
el mtanwnto dd EaBperador Carica V.)
Debe teoerae en cuenta que Frandaoo Maasy, bdga de na-
cimiento como Du Bots, edaba al servicio dd Emperador mu-
choe atea hada. Hablase casado en Tdedo en 1539 con Ana
de Medina, coyoe pedrés vivían en f^^gan^; y cansado aqnd
de loe continuos viajes á que le obUgaba d servido de so im-
perid amo, y disgustada ella dd clima de loe Piafasa Bi^os,
perjudicid para su sdud, [Ndieron d Emperador pemuso pera
retirat'se d mendonado pueblo. Ocurrfa esto en vísperas de
partir S. M. para Alemania, donde de nuevo hd>fai convocado
la Dieta dd Imperio.
Aprovechó Chi Bois esta petición de Massy, si es que no la
— 321 —
suscitó él, para desembarazarse del niño puesto á su cuidado.
¿Pero qué pensar, añade Gachard, del Emperador al exponer á
su hijo en tan tierna edad á todas las fatigas é incomodida-
des de un largo y difícil viaje, y dar orden ó autorización para
recluirle en un pueblecillo y hacerle vivir como los hijos de los
aldeanos? Preciso era que de tal suerte le dominase el temor
de ver descubierto su secreto, que ahogase en su corazón el
sentimiento de la paternidad.
Transcurrieron así algunos años, y el 6 de Junio de 1554,
estando Carlos V en Bruselas, otorgó testamento, mediante el
cual anulaba y revocaba todos los anteriores. Había sufrido
considerablemente su salud durante aquel rudo invierno, y ha-
biéndola recobrado, quiso aprovecharla para expresar en defi-
nitivas disposiciones su voluntad sobre el lugar de su sepul-
tura, pago de sus deudas, orden de su sucesión y otras ma-
terias importantes. Acordóse entonces de aquel hijo, del que
al parecer tan poco se había interesado hasta entonces, y re-
dactó en español la Cédula siguiente, que unió ásu testamento,
y que, como éste, no se debía abrir hasta después de su muerte.
«Demás de lo contenido en este mi testamento, digo y de-
claro que, por quanto estando yo en Alemana, después que em-
biudé, huve un hijo natural de una muger soltera, el qual se
llama Gerónimo, y mi intención ha sido y es que, por algunas
causas que á esto me mueven, que pudiéndose buenamente
endere9ar, que de su libre y spontánea voluntad, él tomase
hábito en alguna religión de frayles reformados, á lo qual se
encamine, sin hacerle para ello premia ni extorcion alguna. Y
no pudiendo esto guiar assí, y queriendo él más seguir la vida
y estado seglar, es mi voluntad y mando que se le den de ren-
ta, por via ordinaria, en cada un año, de veynte á treinta mil
ducados en el reyno de Ñapóles, señalándole lugares y vasa-
llos con la dicha renta. Lo qual todo, assí en el señalar los di-
chos, como en la cantidad de la renta, que la suma susodicha
sea como pareciese al Príncipe mi hijo, á quien lo remito; y
en defecto dé!, sea como pareciere á mi nieto el Infante Don
Carlos, ó á la persona que, conforme á este mi testamento,
fuere mi heredero ó heredera, al tiempo que se abriere. Y
21
- 3«f —
qoMKlo d dicho Geróoñno ao «kovímm fM» «Bloaoet JFK
to ea d «tedo qn* jo daHoo, fonti dt la ékim laate y !••
giret por lodot loo dios de wi vkU. y deopw» del «m htrado-
roo y MOOMorao ImHíiBoo» do oo cotrfio dMoewMMfeH* Y oa
qtutlquior oiCodo qno Iosumo él dido GofteiMO» osoHifO ol
dicho PrfDcipe mi hijo, j al dicho mi nielo y á qwdqoMn ni
horodoio, quo, como didio lOB(p>, tuNa» id tiampo qoo oolo
ni tnlMMBto fO obnoreí <|Qo lo noora y miidit ■oMOf » y (|m
lo toBKu el mpelo que cooyieoe y qoe b hafigQndn, cmn
plir y encotar lo qw eo eatt cédala ea iwninmdo. ÍJk qoal
fimé de ni nombre y naoo, y m oanada y aallada ooa ni
aallo peqacKo y aaciete» y ae he de (MMnar y de pooer eo en*
to, cooto cliaaiila del <Bclio nñ lealanénto. Hecha ao Bran*
lee, áiayadiaadelmeadejaaiodo 1554.
vHiio ó nieto, 6 qmiqiéii» qm al tieoíipo que ean nt lee-
tamesto y cédula m abii— , y Ibeie coafoma á él ni harade-
n> ó herédela, si ao'toviéredea raaoo de dóade ená eafea Ge-
rónimo, lo podreya aaber de Adríaa, ayada de bm céaura; 6
ea caao deán anorta, de Oger.nd portero de cenara (1), pe-
ra qoe nae del, coajuraw á lo anaodici».»— <Fimada de aa
Bwno y aonlive cono Rey. Deolfo de eala cédala calaba
la cagltnri hacha coa Fraociaco MaHqr y aa anjar.— Ptf*
fiits á"EM im C^dimi ié Ctmmtlh, tomo IV, pé¿iaa 496.)
Papdea que ae hallaron tnduaoa eo el K^amanlo del £a|n-
redor Ovloe V. Coatro papelea meCidoa eo olre <|Be paraoa
estovo cerrado, y tiaoe eala tflulo encima, de letn dd Rey
Fdipe 11: «Si yo me nnviere antes qne so iiiaffetad, deae
cato en sos menea; ai de^mes, á mi hijo 6 heredero eo en bl-
ta.» Y eotá firmadode sa nombre. Uno de toa dichoe pepoln
qne estaban melidoa deairo de h dicha cobiofta, paraoa qae
eetavo cerrado, y tieae cata inscripción de mano dd Baapera-
don «No ha de «brir esta cédula otro que el Prfndpe nú hijo,
y en defecto del, mi nieto D. Carlos; y en sn ddecto, d ó U
qne fuere mi heredero ó heredera, confonne á este mi teata-
(i) Etfo hace creer, con M. Gachard, qne todivia ignoraba
este secreto del Eaipcrador sa mayordomo Luis Quijada.
— 3*3 —
mentó al tiempo que se abriere.» Contenía este sobre la cédu-
la antes inserta y la escritura de Massy .
Vivía el hijo de Carlos V y df Bárbara de Blombergh en
Leganés, confundido con otros chicuelos de su edad, sin dis-
tinguirse de ellos más que por llevar algo más cuidados sus
vestidos y por cierto aire de gentileza, que le hacía ser estima-
do de todo el mundo. Massy había muerto poco después de
su llegada á España, y no tenía Jerónimo quien velase por él
más que Ana de Medina, impropia por su condición para
ocuparse del desarrollo intelectual de su infantil pupilo. De
cuando en cuando recibía lecciones de lectura y escritura que
le daba Francisco Fernández, sacristán de la parroquia. Otras
veces iba con sus camaradas á la escuela de Jetafe, siendo en
una y en otra parte poco lo que aprendía. El clérigo Bautista
Vela, á quien también había ido recomendado, no cuidaba de
su educación. Gustaba más el rapaz de correr jxjr el campo y
tirar con una ballestilla á los pájaros.
No ignoraba el Emperador la negligencia y abandono en que
vivía su hijo, y así resolvió mejorar su situación. Al efecto des-
cubrió el secreto, según opina Gachard, á Luis Méndez de
Quijada, aunque, según Vander Hammer y otros historiadores,
estaba ya en él muy desde el principio. Era Quijada señor de
Villagarcía, mayordomo del Emperador y coronel de infante-
ría española. Treinta años hacía que no se había separado de
él, sirviéndole siempre y en todas ocasiones con fidelidad y
desinterés extraordmarios. Quijada estaba casado con Doña
Magdalena de Ulloa desde 1549, y no tenía hijos, residiendo
ella en su casa de Villagarcía, situada á seis leguas de Valla-
dolid. Pidióle Carlos V recibiese á su hijo en su casa, bajo el
cuidado de Doña Magdalena, señora tan distinguida por sus
virtudes y talentos como por su nacimiento ilustre; y aunque
con escrúpulo de que su esposa pudiese abrigar alguna sospe-
cha y celo respecto á la procedencia del niño, al fin aceptó el
encargo de su amo y señor, recomendándoselo á Doña Mag-
dalena como hijo de uno de sus mejores amigos, cuyo nom-
bre no podía revelar. Obediente siempre aquella ilustre seño-
ra á los ruegos de su esposo, no puso dificultad alguna en el
— 3«4 -
cmnpUndealo áú MHiifO qns aban coa taota eBcada te ha-
da. Una panoaa «oviada por Quqada fué á Legaoéa, provis-
ta de (tommento que acreditaba m cwniaifa, á rectoBMir á te
viada de Pnmdaqalo. ó aea MaaajTt el bíAo qae te babfi lido
confiado, y te coodajo á VUte^tfda. La aocaatadom figwi
de «il* mirteripio mña, au irivaddad y prnem
diada bwfo ai caiiftb de Dofta Mafdaliaa, qoa eójo i
gte te «qmaióo de Vaadar Hammeo, oo aar te madwi de taa
Lote Oiújada volvió á EapaAa deapoéa de te abdieaeióa del
Enpendor, y te aconyafté al oMoaaterio de Yoste. Cíate él
que u— vea iaatetedo aa aafior ea an miro te deapidirfa y p»»
dria volver al lado de an majert de te qm m balbdMi «telado
noncho tieoqM bacte. Carloa V, ata eoabarfo, oo podte paoar
aia él, aegéa indica M. Gacbard. ComenoA por imiaipite de
te dirección de en caaa de naa nauMm ¡nterteaj poeo daapnéa
te propnao qoa ae eeteblerteei con Dofta Ifagdatena en Cna-
coa* pnebteciUo próximo al oonvento de Yoites y aMM|ne nada
podte contrariarte taoto como ealo, eran tan profundoa el rea-
poto y adhaáén de Qn^inda hada an aatigno amo. que obede-
ció ciafaoMnle.
Unoa trae maaea anlaa de te aanerte dd En^iarador, á prio*
dpioa de Jnlio de 1558, ae ealableció con an bm^ en Ctta>
coa. NingAn ffiit«*«tw ae notaba por enlonoea inw podteae aar
precurtor del próximo telloctmieoto del Céaar. Nunca bfebte
foaado de tan buena aalod.
^wnaa inalateda DoAa Bfafdatena de Ulloa en tea inmedte-
cionet de Yutte, fué á visitar al Emperador, acompaAada del
nifto Jerónimo, preaeotándote como m pi^. Pádl ai 6gu-
nuie U carioeidad y te emodóo con qae te miró, aunque en
au aembtente no ae roflujaian CuantMs vocea te volvió á eo-
cootrar so viita, le miró aiempre con tal majestad y circuat-
pección, que nadie hubieae aoapechado que era su hijo. Una
6 doa veces que el muchacho entró en su habitación, le babló
de te misma manera que á los demás niños que entraban en el
mooaateno. No era además este sitio el que el miatehoeo nifto
preferte. Sus mayores placeres consistían en tirar á loa paja-
— 325 —
ros con ballestilla y corretear por los jardines y cármenes de
Cuacos y sus cercanías en busca de frutas .
La víspera de su muerte, el Emperador mandó que le deja-
ran solo con Quijada, y entre otras materias importantes, le
habló del hijo cuya crianza y educación le había encomendado,
declarándole que deseaba «que esto estuviese secreto hasta la
venida de V. M., y desde allí adelante se hiciese lo que V. M.
mandase.» (Carta de Quijada á Felipe II, de 13 de Diciembre
de 1558.) Por lo demás, ni el más pequeño recuerdo de afecto
para su hijo, si se exceptúa «la muía que en el monasterio de
Yíiste el Emperador, qu'está en gloria, tenia quando falleció, y
un cuartago que ha cegado y un machuelo chiquito que está
en mi poder, lo tengo todo, con voluntad de S. M. para ser-
vir con ello á la persona que V. M. sabe.» (Quijada á Feli-
pe II, 6 de Julio de 1559.)
A pesar del misterio con que Carlos V había tratado de en-
volver el fruto de sus «unores con Bárbara Blombergh, no dejó
de transcender este suceso á algunas, si bien muy limitadas
personas, entre ellas al Embajador veneciano Badoaro, Feli-
pe II y Ruy Gómez de Silva. Tres semanas después del fa-
llecimiento del César, escribió el Secretario Vázquez, por
orden de la Princesa gobernadora Doña Juana, que tenía su
Corte en Valladolid, á Luis Quijada, preguntándole si era
verdad que tenía en su casa un hijo del Emperador. En grave
aprieto ponía esta pregunta al viejo y leal servidor; pero fiel
al mandato de su amo, contestó: «En lo que v. m. dice del
mochadlo que está en mi poder, es verdad que me lo enco-
mendó un amigo mió años há, y no se ha de creer que es de
S. M., como V. m. dice que se ha publicado alií, pues eu su
testamento cuya copia tenia en su poder, que nos hizo leer á
Gaztelu, en su presencia, á su confesor y á mí, ni en el code-
cillo que después otorgó, hace mención de nada de esto.»
(Carta de 18 de Octubre de 1558.)
Concluido todo lo que exigía su presencia en el monasterio
de Yuste, volvió á fines de Noviembre Quijada con su mujer
y toda su casa á Villagarcía, no sin haber visitado autes Doña
Magdalena y su gallardo paje á Nuestra Señora de Guadalupe.
— 3t6 —
A poeo de Ikfv Qni jida al lugv da tn teterfo, U Prinwi k
Uaínóá Valladobd pta ocnpacM daU «iccacióo del teite-
■MiAo de eu pedf*. Gmade toé «1 Mooibro del tUetei ae-
ypcdoaao el oír heUir póhlíceiniele ea le Corte del háio oe*
uanü del Empendor. «HeUotaQp6bláooeqiti(eKril]foel Rey)
lo qgm toce á aquiUe pinne <|He V. II. tebe qoe eitá á ni
ceqi», qoe bm he eupeetidn, y eepinfinwf mucho má» Us
pertimbndedei que eofar*eUo ojro.»
Vtürfio 4 en ceM« ooMnpntee á la if4iinp*i^ dci iHrttiTf Qiftft
qim le eelaba coofiedo, la ooal hillátiaie tea dwmididí, <|ae
fin <lnda oootribttia á la avenéóo que iwMfaba al eeCndio. Ha*
Me tucomandedo üBMfá QutiiKla que el ai6o
alcuBaa pelalma; pero euepcoflteeoeoo podían eerciaBdee por
fUiaríe ocaaióo para ello. Prefarfa ol mudiecbo, f era netnral,
■nntar á cebaUo, á la jiaeuy álabóday aMOipr lalaosa,
que lo hada oon particular gracia, haciendo pfeewBÍr qne, en-
deudo el ^len^1o, aif«nu>iaiia en loe i^iercicioa oorporalea. y
aia(ularaMale en km de *yi«4vt f valentía*
Ün ana Mtitiúii$i9 C^tiM f^V'^fv^ el SecnCario ABtnrff ^4»
•aa la di»eiyirn de opinionea que hubo en el Coneiiode Ee*
ledo cuando por orden de Felipe U delibera aobre la prnfaaién
á que CerkM V habla deatinarln á au hijo natural, y loe aóvi-
lee que en elb hubo. Deermhircrt D. Felipeen Leradoel 8de
Sepüenibre de 1559, Hctfuido acia diaa despuéa á VaiUdolid.
Adivinanae íacilmanie la io^iaciencia y la anaiitdad de S¿uija->
da por conocer la intención del &ey acerca da au hannaoo;
nuw el Muoarca la reeenraba para cuando eatuvieae á punto de
marchar de VaUadohd. Al fia, d 28 de Septiemlire, ao pretox-
to de uoa partida de cese, m du%i6 al OMMunterio de Sen Pe-
dro de U b»^iaa, kito a uoa legua de ViliagarcEa, 4 donde ha-
bía nMioda<k> le eipenaa Quijada con su pupUo tin que ¿kte
aoepechaaa eJ objeto de la excursióa. «Ailí le tzaxeroo au me-
dio hermano y holgó de velk) tal como ea, harmoao y aviaado,
y mandó que le Uevasoí 4 caaa secretamente. Y aasí, el lunee
üguie&ie hizo 4 todoe los de su palacio que lo reoooocieseeo
por au hannauo, comen94ndolo él abrasar y 4 beaar, y luego ao
— 327 —
hermana y su hijo, y luego los demás de capa negra.» Sigue
Gachard en el relato de este suceso la versión del manuscrito
de la Biblioteca Maggliabecchiana, de Florencia, titulado Mis-
celánea, por parecerle, como sin duda lo es, más exacta que la
de Vander Hammen, Strada y otros escritores.
Entonces fué cuando Felipe II declaró que en adelante que-
ría que su hermano se llamase D. Juan de Austria, desechan-
do el nombre de Jerónimo; le concedió el título de Excelencia,
le asignó dotación proporcionada á su rango, y quiso que fue-
se educado en compañía de su hijo D. Carlos y del Príncipe de
Parma, Alejandro Farnesio. Cumplía entonces D. Juan trece
años, y debió ser, por tanto, notable el efecto que debió produ-
cir en su ánimo esta elevación súbita é inesperada, sintiendo al
mismo tiempo despedirse de su antigua mansión de ViUagar-
cía, donde con tanto cariño y solicitud había vivido. Durante
toda su vida, añade Gachard, conservó viva y respetuosa gra-
titud para Luis Méndez Quijada y Doña Magdalena de Ulloa,
nombrándolos con el afectuoso nombre de tíos; y muerto
aquél, se concentró en su viuda la veneración filial que había
hasta entonces dividido entre los dos esposos.
NOTA IV
D. Juan y Doña Margarita de Austria.
Las relaciones que debieron existir entre D. Juan y Doña
Margarita de Austria, hijos naturales de Carlos V, han queda-
do en gran parte ignoradas. Los historiadores de ambos per-
SiOnajes apenas hacen mención de ellas. Los papeles de Don
Juan, traídos de los Países Bajos por orden expresa de Feli-
pe II, opina con gran fundamento Gachard que fueron des-
truidos, después de haber sido minuciosamente examinados
para averiguar las sospechas que el Rey había concebido de
su hermano. En el Archivo de Simancas no se encuentran, y
— 3«« —
por otra pute te «be que D. Juau oo acoitainbnlMi feerdar
Un cartas que iiargeiiia le eacríbia.
Loa papelea de Marfil i» de Paroaa, por el cootnario, ooo-
aenradoe mirtadnwwle doraste aa vi«la, íueroa de^Náa de
■u muerte depoiitadoa en loa aiciiinMdacalaa de PanmuStn-
da atiliaó loa conce«ieatea á loa iwjocioa de loa PaJeeaBigoa
dónala la r«(aocia de e«a Prinoai; y el aebio Aichivofo de
mijini Gaohttd* tuvo la asarte deeaooatrar as Népoleala
cofwapondascie de la Uoicra biia satucal del Eoipersdor oos
as bermaoo. Cósala de uo lefijo de cerca de aoo docsons-
loa. TodaalaacagtaadaO. Jsas satas eecntaa de «6 smso,
etrsptsadae alfssaa ferhadaa es loa PalaeaBaioa, y todaa es»
tas es laogsa eapaftola, úoica de qse D. Juan aa aerrfa. Ks
<»|^^i^^i^ Maay»»» ^^yi^^^ f^mampf^ ^ i^\»^mm^ A pgggg dS bS*
bar iSitdido asa jsvssálaa aftoa es Braaetaa* dosdg el frascéa
era la torusa dominaste.
llaryuua Isé Is primars, acfuo uachanl, qse deede qse ea-
tOTO al fresta .del fobierso ds los Paftea B^^ot urnaámé is-
lescióo de estiar as reUcáooea.ooo as beroMso satoial, co>
neepoodiésdole en cealídsd eeía iaidabva por as edad y «-
tuactóS. De eala oorfeiposdesda» toanada de la publicada por
M. Gadiaid, dass» más adelaste algssoa ingvsestot de Uní
más iniereaaotea, como stueatia* en la qse aa renda la diaere-
don, buco juicio y atmads masnia de apreciar D. Jiua laa
peraonas y loa auoesoa.
Coando U. Juan deaambaroá es Genova ei a6 de julio de
1571 , la Duquesa de Parma envió á salodar á su bermaiw es
su nombre á Pedro Albcobendino, uoodeaoapriscipslaa (as-
tilbombrea. Ltagado D. Juan á Ñapóles, eocaigó á D. Diígo
delieodoaa, goberoadoc del Abcuso, á hacer pre sestil á as bar»
mana su aastimisnlo por no poder ir á beaarla la maso á cau-
sa de la uffencia es que se hallaba de escargarse del amsdo
de la armada. Graves ocupaciones le impidieron antea y algte
tiempo deaptiés de la batalla de L^MUito el deaeo que tenU de
conocer personalmente á au hermana, qsien no omqos lo anhe-
laba, así por loa laxoa de la sangre que lea uniao, como por el
renombre universal adquirido por el vencedor deLepanto. Al
— 329 —
fin, en Jos primeros días de Febrero de 1573 salió D. Juan de
Ñapóles, con numeroso séquito, para Aquiia,-en los Abruzos,
donde su hermana residía. Inútil es, dice Gachard, referir las
demostraciones de alegría y ternura con que fué acogido por
Margarita; pero no pudo conseguir ésta que aceptase los rega-
los y donativos que le ofreció, excusándose D. Juan de reci-
birlos con exquisita galantería.
Importantes asuntos reclamaban la presencia de D. Juan en
Ñapóles, y así, el 19 de Febrero, aunque el tiempo era riguro-
sísimo y los caminos estaban impracticables, se despidió de
su hermana, prometiéndola volver á verla antes de regresar á
España. Separáronse ambos anegados en lágrimas, y al si-
guiente día D. Juan la escribió desde Naveilas (i) afectuosa
carta, en la que se advierte que da á su hermana ei trata-
miento de Alteza, habiéndola dado antes el de Excelencia.
Aunque éste era el tratamiento que por la Corte de España se
daba á los Príncipes soberanos de Italia, toleróse que tanto á
D. Juan como á Margarita se les titulase Alteza, confirmando
al fin el Consejo de Estado en 1575 este título á D. Juan.
A fines de este año logró visitar por segunda vez á su her-
mana en Aquila, de donde salió el i.° de Enero del siguiente
año para ganar en Nuestra Señora de Loreto el jubileo conce-
dido por Gregorio XIII .
Nombrado D. Juan Gobernador general de los Países Ba-
jos, y una vez en ellos, siguió correspondiéndose con su her-
mana, la que le confortaba en sus penas y le daba prudentes
consejos. La última carta de D. Juan á su hermana es del 12
de Agosto de 1578 en el campo, cerca de Tirlemont. En ella se
quejaba vivamente de las grandes fatigas que le causaban las
extremadas necesidades á que se hallaba reducido. A poco
más de un mes de la fecha de esta carta, cayó gravemente en-
fermo D. Juan. Cuando Margarita, que no tuvo noticia de su
enfermedad, recibió la triste nueva de su muerte, sintióla pro-
fundamente, y escribió á Felipe II:
La notabilissima et inespettata perdita che si é íatto
(1) Véanse las cartas de D. Juan á Doña Margarita.
— 33o —
del tignor doo Gio. d' Axtáxm (che m ia délo) é tentó gnnde
et di tal qiMÜitá th» cfaMoeno «Mwleeteiaeme ooo ngioae ne
deve teoliie ii^itlo dkpáteere* come fft io, et pía che eltri le
Ifeeitá Voetre, haveodo pcteo «m ftstello temo obedkate et
▼aleroeo net 6or de enoi anai et io lempo ooei contrarío et di
tanto oMttovealoeleemtio di V.M. Al cbe coMÍdefando.
ollre nqnello die me tooca per le ooMaagtfiaítá et pertkwlar
■fettione che eta tra di noí, ne eaolo tanto dolóte cbe i
non poó «eeete, ec ne rceio alflttiüMne et elooite. Bc per
angMMKitMlo ella M. V. io tmttarli di giieeti meterie, nuflioe
tacere, na bea vengo, per mesao dalla pceeaoCe, non polanlo
fwto di peraooa, oome «uebbe miodelMito eC deeirtario, a coo-
dolermi coaiultoraSaclodell*aniaM,oonV.M.dicoaifno-
diaeima et importante penlita» et la eapplioo a toUenrla ooo
paiieotia..,».» (8 de Noviembre de 1578.)
No tuvo que beoer Felipe 11 gnuidea eaiiienoa pera oomo-
lar»e de k pérdida de D. ¡uan de Aoatría. Una fcam de Amo-
nio Pétea refleia mijor q«ie cuanto ae podiere dectr eobia elle
particular, la iropceaióo qoe produjo en «te llooatca el falle-
cimieaio de au hermano natural. El Dr. Kamfcat, que babfa
aaiatido á D. Juan en an 61tima enfcnaedad, eecribi6 al Eey
drcunalanctada relación de ella, dándole famhiéi enante de
laauíopcia que habto hecho del cuerpo del Rrlndfe. Recibió
eate retedóo Antonio Peras, como Seaetarb de Balado y en-
cargado de loa negocioe de loe Pafaea Bajoe; y al remitfraelaá
Felipe 11, la aoompahó de una note de eu mano, en la que de-
cía que nada oonlenfa que valieae la pena de lecda (i). Eate
(raae, dice con justicia Gacbard, retrate á la ves al Rey y al
Miniatro.
He aqui ahora algunos frsgmentoa de la coneapoodeacia de
D. ]uan con su hermana:
I
tllluatrfairoa y Excelentfsiina SeAora: la carte de V. Ex.» de
XX de hebrero me dio. á loa XXIX del paaaado. moa.' de Latileia,
(1) Archivo de Stmaocat, Ettmdo, leg. b^%.
— 33i —
su mayordomo, y ea conformidad de ella, me visitó de su parte,
y me dixo lo que traia en comission, assí de la voluntad y amor
que V. Ex.* me tiene y oífresce y por la obra me dessea mos-
trar, como del contentamiento que recibe y la da siempre en-
tender nuevas de mí. Yo le vi de tan buena gana, que ninguna
cosa oy puede ser para mí de mayor contentamiento como me
han sido las que él me dio de V. Ex.*, cuyas manos beso mu-
chas vezes por el cuydado que en esto ha tenido y la merced
que con ello me hizo, que no puedo encarescerlo, ni el amor y
voluntad tan correspondiente que yo tengo á V. Ex.* y desseo
de servirla, como de voá hermana y señora miay lo requiere
nuestra sangre. El señor príncipe mi sobrino es muy gentil ca-
vallero y de valor, grandes partes, y bien quisto, como cosa tan
heredada de tal madre. Por esto y ser cuyo hijo es, y por el
deudo estrecho y amistad que tenemos, le quiero y amo tanto,
que su ausencia me causará gran soledad; y holgué lo que po-
dría dezir de su casamiento, por ser de tanta calidad y tan con-
veniente á ambas partes. Plegué á Dios que dé muy larga vida
á V. Ex.* y á ellos, para que los goze, y nietos d'ellos, muchos
años, y á mí para mostrarles mi voluntad y desseo de servir-
los. Si antes no he escripto á V. Ex.*, como era razón, ha
sido la causa no a ver me hasta agora á ello dado lugar mi poca
edad. De aquí adelante esto se podrá recompensar siempre que
V. Ex.a me embiare á mandar en qué la sirva y la pueda dar,
como desseo, contentamiento. Y porque lo he dicho largo á La-
tiloia, y V. Ex.* entenderá del lo que mas de acá le pluguiese
saber, á él me remito. Nuestro Señor guarde y acresciente la
illustrísima persona y estado de V. Ex.", como yo desseo. — De
Madrid, á dos de abril MDLXV. — Besa las manos á V. Ex.*
su servidor y buen hermano, — Do» Ju.'> de A ustria. »
II
« Y porque estoy asegurado de la voluntad que con tan-
ta razón tiene Vuestra Excelencia de hacerme merced, la su-
plico me la haga de avisarme siempre de su salud y en qué la
sirva, porque en ninguna cosa la podré yo recibir mayor que
. - 33i —
•o «ttoe eo qtM V. B. correspoodará á la volontid qm eo mí
baUará ■■lapw pan m tarneáo. como lo requiera le «A»
gra •— (lladrid jode Abrilde 1567.)
m
• TiaiM V. E. moche raaon de eaeiniie y gifeiuiu tan-
to como dice, ciéndole p> taa obedieote y verdadero eeiTidor
y hrnnmwtiyaia^um coi a» jfoém dar mayor dobUiHb que
eüieecaiae oeanoa de poder ver y beeer lee BMaoe á V. E.....
No diré ea esta naát de que eetoy moy ooaleato coo la mer-
ced que S. 11. aw hese ea avadarme taiga eacao^paAa • —
(Gcaaada 15 de DiciiBibia de 1569.)
IV
• S(q>licoá V, IL qoa cea la lliaifi y aariitad qaeea-
tre V. E. y Bif ha de ai^er eieaipra, por les oMigarinaai que
ealumline teaanoa, que ao ponga dificultad alguaa ea aian-
daroM y querer de mf todo lo en que podré eenrirla.* —(Ge-
nova «7 de Julio de 1571.)
V
• £1 aebor principe (de Parma) podrá decir á V
volaatad que ha hallado ea mi de eenrirle y darle todo gusto y
Mliflficcioa: y aai creo yo que ao ee meaor U que tieae de mí
que yo la tengo del, y éeta tan grande quanto nuestra amiatad
deudo y ooaoecimienu» nos obli|Ba..*..»— (4 de Julio de 1572.)
VI
Yo proaaeto á V. £. que le amo (al Principe de Par-
ma* Akiandro Farneaio, hijo de liaigarita) y deeeo servir
harto más de lo que sé mostrar, parque verdadenmetOe ce dig-
no hijo de su madre, y será no menoe soldado y vaJeroto que
lu piMdre.....!— (5 de Diciembre de 1573.)
— 333
VU
i Señora: Su M.^ ha tomado resolución de mandarme quedar
este invierno en estas partes. Sintiéralo mucho, si no convi-
niera tanto á su servicio como me escrive, por el deseo que
tengo de besarle las manos; pero siendo ésta su voluntad, por
el consiguiente ha de ser la mia obedescerle. Y como es agora
quando las cosas de la liga se tratan y platican en Roma, mán-
dame también atender á ellas desde acá, con advertir á sus mi-
nistros señalados para esto de cosas en que siempre entran de-
mandas y respuestas: que es la causa de no execuíar luego el
deseo tan grande que tengo de besar á V. Ex.« las manos. Creo
que de aquí á 25 ó 30 dias se abrán puesto estas cosas de ma-
nera que haziéndoles yo poca falta, me dexen con la libertad de
executar lo que digo; y aun, sin esperar á más que tanto, me
pondré en camino de ver á V. Ex.% porque á ninguna cosa me
inclino tan de veras. Entre tanto, Señora, suplico á V. Ex.*,
quanto puedo me escuse para consigo misma, pues no ser mió
en esta parte me haze detener de no partirme en esta hora. El
quándo será avisaré á V. Ex.* algún dia antes, por el contento
grandísimo que yo recibiré de embiarla nueva que tanto me ale-
grará. Al señor príncipe he escrito por la via de Roma, dándole
cuenta de mi quedada en Ytalia, y de la ocasión de galeras que
hay para España, adonde quisiera yo más acompañarle y ser-
virle que verle yr sin que presencialmente pudiera dar cuen-
ta á S. M. del valor y diligencia y otras partes con que le a ser-
vido; que aunque, por este camino del escrivir, pienso aver
cumplido largamente con esta verdad, todavía fuera con ma-
yor satisfacion mia de boca á boca. No sé lo que el señor prín-
cipe abrá resuelto en su yda ó no, ni en lo que querrá emplear-
me; esperando estoy su borden para seguirla en mi posible.
Muy de veras toma S. M. el proseguir en la liga, y así ha man-
dado, y á mí principalmente, que con las mismas se atienda á
reforgar su armada. Váse procediendo en esta conformidad en
todas las provisiones queconbienen. Espero en Nuestro Señor
que todas serán á daño del enemigo, el qual se entiende que
— 334 —
arina a gru fofu y coo uuiíidoQ dt Mliroot al Mcotalro; ptio
por veatsniíot topará anteiik lo qtMymigiaa. To,fiadMá
Dios, estoy ya boeoo. El guanSaá V. Ex.* y déle talaa paacMa
y atoa codM yo ao ba deaeo.— Da Nipolat, 9<le «MTo f 573.—
Baaa laa manoa de V. Bx««a«inayckrloaanridoryolMdiaala
bermaiKK^IXNi Ju,» i$ Amtñ».»
vni
«Se&o«a:«l dia da ayer ttté éapmo pan loa qoa caaaiMmo,
paro para mí ñwpmimmn Ott «xtramo, poaa w partí da la pv^
aaoeiaydaaarvirá V. Alt.*, coaa qoa cataré aÍDtia»do toito al
Ciaospo qoa dorare no volver á baaarta ha naooa. Ha paaado
BMqrbMnle noche, por doraraae loa rcfüoa da V. Alt.* tan ao-
laroa oooae ea el A¿iik. Pártona eo eate puato á ftteoMi y
eoa úmopo blando. Voy tan da V. Alt.* oobm loaarilaáaato
diet qoe vivieie, y pan eato aopUco á N«t«atro SeAor oía la iM,
y á V. Alt.* la aalod. Middad y cootaataaúaoto qoa maraco y
yo la deaeo.->De Navellaa, aávado. ao da brfiñro 1575.—
B. L. M . de V. Alt.* ao maa cierto aarvidor y ohadÍBBfta liec-
HMOO,— l>0a Jm.» 4$ Amdrm,»
IX
•Scfton: la caoaa de no aver eacrko á V. Ate.* algoooa diai
há, ha sido estar todo, y yo princtpalmeiite, auapeoao aia id0B-
na reeoloctoo, esperándola de corte, «donde ha eabtado al aa-
cretario Joan de Soto, lo uno á óu coeota, como tan bien in-
fomiado da ooaia paaadaa y sooadidaa, y lo otro á nver y pro>
poner qoé haremoa eo d tiempo y prorisiooes 000 que aoa
vemoa. Hasta que llegue, ninguna oCn cosa ae oie bordapa
sino que me vaya á Medina, y allf recofa toda d armada» parm
acudir coo ella aegun los andaniieotoa y aviaoa de la esami^a.
Y así en efta coofbrmidad quedo dando priesa á todas provi-
aiooea, y darla á Juan Andrea pan qoe ae parta, luego qoe lie*
gne coo la inCanteria ytaliana de Lombardia, á CicUia. Yo en-
tretanto recojeré todo lo que deate reyno se ha de sacar, pan
— 335 —
llevarlo conmigo, y no dexar cosa que traficar después; y á esto
usaré de toda diligencia, porque cierto parezco y estoy aquí
ya muy mal y padeciendo el honor. He proveydo, entretanto
que llegHva este correo, con esta determinación, la Goleta de
gente y toda munición, y á Malta asimismo, y al fin prevenido
las partes y lugares sospechosos de cerco. Agora, como digo,
quedo yo atendiendo á mi parti la y esperando la última reso-
lución de jornada y de efecto. Esto es, Señora, en sustancia
nuestro estado, del qyal he dado cuenta al señor príncipe, para
lo uno cumplir yo con mi obligación, y lo otro para que vea
según esto lo que mejor le estubiere^ que será á loque yo asis-
tiré con todo mi posible y mis veras. Ora V, Alt.» me haga sa-
ver cómo se halla y adonde, y cómo la tratan estos calores que
van entrando, pues no ay persona en la tierra á quien más to-
que ni mas huelgue de tener las nuevas que en esta parte pue-
den desearse. S. Mag.^ quedava con salud; el príncipe con unas
tercianillas, la princesa algo mejor, y toda la demás sangre
buena; Flándes muy gastada; el duque que la govierna en es-
tremo odiado, y la esperanza dudosa de allanar aquellos pay-
ses, aunque los que les tienen á cargo lo prometen Yo,
gracias á Nuestro Señor, quedo con salud y esperando, entre
otras resoluciones, la que S. Mag.'* tomará de mí. Mil gentes
me inbian á diferentes partes. Pero lo principal sobre que hago
instancia, y no pequeña, es por la presencia de nuestro patrón,
con el qual querría yo propio verme y resolverme. Dios guie
este efecto y guarde á V. Alt.* con la felicidad y contento que
merece y yo deseo. — De Ñapóles. 4 de junio 1573. — Besa las
manos de V. Alt.* su muy cierto servidor y bueu hermano, —
Don jfu.o de A nstrúi . »
X
«Señora: cierto V. Alt.* deve á lo que la deseo servir y quiero
toda la merced que á mí me haze. Muy grande la he recebido
en saver, tan particularmente como Marcelo me a dicho, la sa-
lud con que V. Alt.* se halla y en lo que en este tiempo se en-
tretiene. E holgado tanbien mucho de entender la que ay en
— 336 —
toda M CMA 7 erkdot, povqiM píMMO qo» oo Itt davo wtmm
á todos qm «Um á V. Alt.* Y arf«ÍBlnúio lo qMlM fallado
da tavar lo <pie «o «Ha parta iIbíbo; y aaparo, pkriopdo á Piot
(|oa( asB aalaa da ynBa* voltrcfé otia vas A coasplv al <|Qa tni*
xa de baaar las «laBoa A V. Alt.* y aatnganBa A loa raploa lao
coottoooa da soacríadoi; y Aaa da procurarlo ooaao coaa <
da ao aatranOf y poc oWifMiOB y por ansor* y por i
tai partaa pnadao dasiiaa. Entiataslo yré linniptu ^1hii4ff A
V. Alt.* cnaoti da mí, para valarme iSa todos los lavoras que
rscibo y maioadaa qoa om haas. Ba lo 4|U8 oitA agors mí par-
tida diré algo etaro. por la aiforidad qaa Uava asta latn da
iFaraaAmaDosdsV. Alt.*SeAorB, yo hs daieado aatia5aaBiwlÉ
hassr la joraadada Arfd, ypriocipalinaataastaafto«|aalaar-
BMda aasaalfi BO saldrA tan oumerosa dabiaa aonadaa (ala-
ras qoa oaSra dasviaiae taolo d'estas maraa. y ao tíaaspo taa
al tnbianio cooao faare al fio de agoato. A asta fia ba aacann-
nado mk daspadboa ao corta y preveodoiMa por acA« y helo
hacbo taato aaa aniñado qtantn qftm aatria yo qoa am Asta la
irolantad da S. Mag.^, ataaqaa, A dasir vardad, él aa oaoy mal
asnrido dastos uunistroa, qua atiandao omIs A sí qoa no i sn
aoM». Y por vohrar A mi pMlica, digo qoa, tiníando ya lisios
ima gran parte da paitiaüioa de goarm A aala propáeito, ba
visto, en este último despacbo que aún no ea eo req^oaata da
Soto, U impoaibiUdad que ao corte paraca qoa tiene eats jor*
nada. Y como al tien^io eatA ya Un adatenta, y por empacar
anadias cosas qoa (altan, y la priocipal la raaolucioo de do lu
da venir junto con la bordan, y que ésta ae inclina antea A qoa
ae vea lo que hue al enemigo, me a laanelto al fin de BMdar
aales de opinioo que de aveotitrar, sin tener con qué, lo qoe
en »ta emprwi pudiera aventurarse. Y asi me yré praato A
Medina, adonde estué spercabido, lo uno para ver qué nos
deacobre el armada enemiga, y lo otro para, si nos da qoal-
quiera lugar, acudir A lo da Túnez, para lo qoal creo qoa trae-
mos lo que conbieoe, si el tiempo no me falta. Y es cierto que,
pensando antes que fuéramos A Argel, ascrivf con grande en-
carecimiento A Su Mag.', acordAndole las partes y deseo dd
señor príncipe para ser ocupado por Su Msg.' en aquella jor-
— 337 —
nada, en la qual, si se efetuara, quisiera yo verle. Estoes, Se-
ñora, en sustancia lo que pasa y la cuenta que puedo dar de
mí y de mi cargo á V. Alt.» Yré siempre continuándola se-
gún las ocasiones y tiempo dieren lugar. Creo que, acabado
este verano, tendré cierta licencia: ya digo que, antes de usar
della, quiero en todo caso besar las manos de V. Alt.»; pero
el quándo y cómo, diré quando sepa lo que será de mí. Entre-
tanto, la suplico me tenga en su memoria y en su gracia, y que
me dé de su salud siempre nueva, pues según la que fuere será
mi ánimo y mi contento Suplico á V. Alt.» sea para sí sola
lo que en ésta la escrivo, y mande romperla luego, porque al fin
papeles son papeles. He mandado á don Rodrigo de Venavi-
des solicite un retrato mió para enbiar á V. Alt.*, y creo lo po-
drá llevar agora Marcelo, á quien me remito á todo lo demás
que V. Alt. a querrá saver, á quien Nuestro Señor me guarde
como deseo, V. Alt.» merece y él puede. — De Ñapóles, 26 de
junio 1573. — Besa las manos de V. Alt.» su mayor servidor y
hermano obediente, — Don Jii." de Austria.*
XI
«Señora..... no sé lo que haremos este poco verano que nos
queda. Aquí estoy esperando cada dia el armada enemiga; pero
no será posible combatir con ella sin más armada nuestra,
porque no de poco es, por mis pecados, inferior á la del ene-
migo, cosa que siento en el alma, y que atribuyo á particular
desgracia mia no ser un poco más ygual; que cierto para con-
batir no esperara á ygualdad por ygualdad, sino que con harta
ventaja que nos tuviera lo hiziera; pero pasa de no pequeña la
que nos lleva. Doy me entretanto priesa á ganar tiempo, para
en tiniendo alguno acudir á lo de Túnez, que aunque sele a me-
tido nuevo socorro y gente, todavía espero en Nuestro Señor
la ganaremos, si este enemigo me da qualquier poco lugar
— De Megina, ig de Agosto 1573 — Don Ju^ i» Austria.*
2%
— 558 —
XU
...... Lo que V. A. BM ouuMk át qa» ms carttt do kt vm
nidio, oto nenprt do boeerlo; y á mtyor Mfwidad, tMgo por
^'i^ifÉM— |yf§do wwopofkit 00 ocobudodo nnpoodorá oOoo* Eot
á mi Jtiiek», ol partido qoo oiás valo, y ol qoo ooii¥tono qoo
Mgunot ontfwnbo», porque al fio papeloi too papdaa.*--<Pa-
loriDO 8 do Noviembre do 1573.)
XUI
« Sepo V. A* que flaonaoda S. ML quema emniiqiief y
qoeam tocar eo Mofoo c^w, me vaya á Géoova Loaieo-
lo, porqoe qoeria aoleo oo lodo caao viaílar á Noeatra Seftora
daLoralo, qoo oe lo be oftoddo y liaféo^ muy bieo debido,
ybaaaroIrovaskaaMMade V. A* Betoaolomodaooidodo.
y oolo aolo qoarría podar baear «—{Oo ao fuero daloala de
Füarmo 8 de Noviembre de 1573.)
XIV
...... Aafpoao el OMfortiobalo qoo he tenido jamao. UooBOh
paAodoplalay prendaomiaa paro dmpodir on faipo do müía-
t«ria italiana y para duoperhar una banda de galena; pero
harto mo qimda, poao ni á novea ni á infuMoria eapeftola ni
atomeao poedo dar un duendo. Ando boacfadolo por todaa
las vías postbles. No a¿ cuándo ni cómo lo hallaré, « lo hallo;
y no hallándolo, qué he de hacer de mí; porque volver laa ea*
paklas á tanta máquina, dexámhrfa tan quebrada, no oonviane
ni al servicio de S. M. ni á mi reputacioo; pues estar así, tam-
poco veo cómo ae pueda. El Cardenal (Granvela) dia que ha-
ce lo que puede; pero debe poder poco, porque en electo no
haoe nada..... BatoAltimode mi idaenEapoftaealaooaaque
máa peoa me da no verla ya executada, deapuea de no lo estar
el ver á V. A.; y aaí es de creer qiw hago largamente mi poai-
ble en deapacharme; pero vale tanto el crédito y rqNiCacioa,
- 339 —
que conservando el que Dios me ha dado, es fuerza dexarme
estar hasta dexar contentas cien mil gentes que con mi presen-
cia se entretienen y que sin ella clamarían al cielo con quexas
y lamentos de mí » — (9 de Enero de 1574.)
XV
tSeñora: ya por otras vias abrá V. Alt.» sabido en sustancia
la última borden que me a tomado de Su Mag.d, mandándome
quedar en Lombardia, cosa que siento harto mas de lo que
sabria encarezer, por todas las razones que V. Alt. a tiene tan
bien entendidas; y particularmente me duele, porque fuera,
á mi juizio, de más fruto mi yda á corte que la quedada como
la hago. Por que m'e resuelto de inbiar al secretario Juan de
Soto á España á tratar todo lo que yo lleva va en memoria, que
no será poco; y entretanto me quedaré en Vigeven, xx millas
de Milán, sin entender ni empacharme en nada de mi comisión
hasta que el dicho Soto vuelva, porque para aventurar lo ga-
nado de honor, conocidamente y sin provecho alguno, lo mejor
es dexarme estar, á lo menos hasta que Su Mag.d lo entienda
desta manera. Lo principal que agora pretendo es salir con el
armada á impedir, en quanto se pueda, los efetos de la del ene-
migo, adonde quigá se ganara mas honra que en estas partes,
sin tener á qué atender ni más que tanto en qué ocuparse.
Mando también á Soto que, si en corte entendiere que se trata
de inbiarme á Flandes, que responda que para tal resolución
conbiene antes verme con Su Ma.^, y que yo no sabré tomarla
sin que primero suceda esto. Lo que Su Mag.<i me escrive y
hordena es que asista en Milán, hasta que me mande otra cosa,
para dar cuydado de allí á los vezinos y proveer á Flandes de
gente, y á otros efetos tales, encargándome la inteligencia de
todo lo que toca á guerra, y dízeme que por este verano sola-
mente. Dios lo quiera así, como lo espero. Esto es, Señora,
en sustancia lo que contiene el despacho de quedarme y lo
que yo resuelvo, porque quedo con muy poco dinero y con el
actoridad quebrada; y así no me ocuparé en nada, sino todo
lo remitiré al marqués de Ayamonte, y yo me estaré en Vige-
— 340 —
vn baüa qot Jttuí da Soto vaftlv». S6b me huolgo CMrto de
qiMdar«i Mtas |Mutat,por Uoomp«fiU y vesíadiddd
pKfpdpo. qiM a datamioado da oo yr á Eapafta por
ooaa da qna yo aaloy any oootaolo. por lo qoa aM la dadU lo
uno ao compaltia y yatindad, y lo otro al pareoar joaloa aate
So Mag/ Yo OM parto luafo á dormir aataaoc!» an Sarcaval.
y da allí ai(atr6 ni oaaúoo, adOada cmo murmitnté al aaftor
prioctpa, para cayo ateo voy mny alborotado y fwrtanto Da
to daoBáa da mi qoa foaca ancadiendo yré daodo caaotaá
V. Alt.*, á qoíao Nuaatro SaAor gnaida oooio yo daiao. — ^Da
G^oova, á 6 da Mayo i574.~Baaa laa aaaoot de V. AU.* au
mayor larvidor y obadianCa barmano^— '¿>ini Jm* 4$ Au$ths.»
XVI
•SaftoraitáofUBaV. Ak.» joataaaaota por atnimdo, ai no ha
raapoodido á ana doa cartaa, qoa a dtaa qoa ha rodbido. da 19
y aS da agoato, poaa ao lo qaaha aadado aiampra oía a oagado
ttampo y logar da baaarlo; y afOia digo á V. Alt.* qoa famhian
aatoy tan ambangado^ qoa apaaaa puado dar Buava da mí . Laa
da por acá aa abrán antandido moa hoyuMola qoa nqnf diré,
dal aeftor principa y da otroa, ooaa qoa á mi ma tiaoa maraTi-
Uado y oray dolido. 00 tanto por lo qoa aa a paidido an laa
pla^aa da Barbaria, coaao porqua aa noa latirá al aaamifo Tito»
ñoao y hoorado, quando almidamoa noaotroa á juntar ouaatra
armada y aa gula al dinero, que tanto aa mira por él, ain tiem-
po, ain aaaon y ain otro (ruto qua malgaaUrle. Quando partí
de Nápolea, aquel día se perdió la Goleta, y apanaa pode jun-
tar inedia armada ea Palermo quando aiguió á la Goleta el
fuerte de Túnez: de manera que el diUgeotarme á partirma da
Lombardia ain orden tamhim ha sido inválido. ¿Q06 foara ai
la eaperara haata quando ma Hof^, que (u6 catando en Paler-
mo? Al 6n todo va. Señora, en pelifposo catado; y en verdad
que no es en parte toda la culpa de Su Mag.', sino en conaan-
tir á los que govieman sus Estadoa qoa no tengan por tan anyo
el vezino y el que no lo es. como el que es á ctrgo de cada mi -
nistro. Mire, pues, V. Alt.* qué será juntando á cato dazar pa-
— 341 —
sar, como agora, el tiempo que deve ocuparse no sólo en es-
torvar al enemigo sus efetos, pero aun que de razón de\'iamos
atender á otros nuestros. Yo espero oyr cada día que el enemi-
go se aya retirado, y habrálo cierto hecho días a, si este tiem-
po, que tan contrario nos es, se lo a consentido; y bien creo que
ya por este año no nos queda más que esperar ni temer, porque
para todos ha entrado el inbierno y cerrádose las ocasiones,
mayormente para nosotros, que ni hallamos ninguna, ni aun
tenemos forma de emprender cosa que balga. Abrá al fin de
parar todo en retirarnos al sólito en hora buena ó mala; y yo
cierto, sin mas detenerme, pasaré luego á España, que es el
panto á que agora tengo puesta la mira; pero avisaré antes á
V. Alt.*, y aun, si posible es, la besaré las manos. A la última
de V. Alt. a, por ser en respuesta de otra mia, tendré poco que
dezir, y á la primera menos, pues lo que toca á la autoridad y
honor del señor príncipe, save él que lo estimo en el grado que
lo que toca á mí, y así cierto es una de las cosas por que he
sentido mucho no averse ofrecido alguna ocasión, el no aver po-
dido hazer con él lo que traya en designo, como lo save el se-
ñor príncipe, á quien yo quiero lo que devo á V. Alt.», á toda
su casa y á mí, pues soy tan cercano deudo y tan grande ami-
go suyo. Hazémonos en todo muy buena compañía, y la mis-
ma nos haremos siempre que estemos juntos, como creo lo es-
crivirá más largo á V. Alt.* A Juan de Soto estoy esperando
cada dia, el qual ha llegado ya á Ytalia; pero buen despacho
cierto inbiarmele á cabo de cinco meses que a que le despaché,
advirtiendo á lo que a sucedido, y acordando y antepuniendo
el remedio — De Trápana á 3 de otubre de 1574. — Bésalas
manos de V. Alt.* su mayor servidor y obediente hermano, —
Don Ju,° de Austria. t
XVII
« Señora: yo, gloria á Dios, he llegado, algunos días a,
á esta corte, adonde he recebido tanta merced de Su Mag.^, que
por sólo esto doy por más que bien empleada mi venida
Después de aver llegado, creo que se tiene entendido lo de
Ylalk naqr de otra modo <k lo qos MlM «iMt. rimi.
lo •▼» Miplioido á Su ÍUg.S «Mv M «te corte algoB
pero el fin eeerteaeito Meadegme volver áeetee portee, y coa
teote prteie, <iiie ee le de fresde á deepochenne. Creo BM per-
tiré mefliedorel mee qoe eolre, y creo rembiea <pM yié á em-
pegerMeveenertedooKvkioea roafcfiíled de lo que coa-
▼ieae el de So llec.4 Batietealo, te etieade á veaeer aeoeeide-
dee y á der priem á lo coa qoe be de eenrir y defnder eete
A todo ello doy ten coatfaaeprieee.qae cade die«ea
yfiwadelloe. aoheffocoeeqBeeileao eee; pero el
tienipo eetá ye tM el vereoo, que oo me cootaoto de lo qoe ao
veo..... Aqof, SeAore, eoo todoe Coneijoe; nrte ilie twpi rtee.
etn oCreenál ocapecioBoe que ao BMdeBa tiewpn qpnaiio
poede UeoMrae.....— De Ifedrid á 15 de febrero de 1575.....
— X>Mi 7«.* éé ilaitfráe.»
XVIU
«Seftorm..... deai á Su Uag.* bwao, fradae á Mamtie So-
ltar; pero leo fitficedo de Betoooe,qaedwB4e de feríele ye ea
el rostro y ceoee, ee nuicbo de temerlo. Lee onevee que de
naeeHa corte podr6 der á V. Alt.» eoa cierto poco bueoee, por-
que, como no tkoe Su Meg.' coa quiéa dwreneif, eade cede
uno lleno de confueioa y oaeetro emo de fatiga, y loe aegocioe
■aeleapedieote que ottaevaeee. Cierto que ee giea láetieM
quel dexft aquelle corte, y coa todo certifico á V. Alt* qae
holgerie ya, y lo trmté muy de veres, 00 eelir de dU; pero pa-
reció á Su Meg.< que acá podie volverle á eervir ea tienqio y
ocesiooee de tmportande, y eef ube, como eiempre, de obede-
cer eu reeolucioQ Pere coo V. Alt.* eolemeate, y eif ee lo
suplico yo por mucboe reepetoe, traygo tembien ordea de lo
que cede uno he de hexer, que es estar á obedieocie; pero dee-
te ee e de usar quendo elgon oúniatro ee pnraiedieni lo con-
trerío, lo qual no creo sucederá, porque por cortea hea enten-
dido lo que les toce.....— De Ñapóles á 19 de junio de 1575.
— i>0N 7e.* éé AtutHi, »
— 343 —
XIX
« Ora, Señora, quanto á estas cosas de Genova, ellas van
como se abrá entendido. El papa no quiere acavar de satisfa-
zerse de la intincion buena y pacífica de Su Mag.'^, aunque la
tiene de no consentir que nadie se mezcle entre Ginoveses; y
así estoy yo, en su nombre, con sus armas casi j untas para no
permitirlo; y deseo, pues me está remitido desde que Esco-
bedo llegó, que éstas estén libres para oponerse al verano á
nuestro común enemigo el Turco; y por eso doy priesa por mi
parte á que, si a de aver concierto, se tome en pocos dias, y
si no consintiré el camino de la fuer9a, porque en este inbierno
sepamos y antemiremos lo que al verano será de nosotros. Y
para dar cuenta de todo á Su Santidad, y suplicarle no se al-
tere, sino dexe á quien toca allanarle estas rebueltas, sin otro
fin que el de la protección, como por lo pasado, he inbiado á
Roma al secretario Escobedo. Entretanto, creo que por quinze
ú veinte dias se sobreseerán armas por los viejos y nuevos de
Genova, para qu'el concierto tome forma, ó se conozca la in-
tincion d'estos poderes y decretos que dan de remisión los de
dentro. Al fin las quietudes ó desasosiegos d'esta causa consis-
ten sólo en que Su Santidad no se apasione, sino haga oficio
de padre que es de todos, amando la equidad, sin declararse
por nadie contra su brazo derecho, que es Su Mag.^ Este es
sucintamente el estado d'estos principios de garbullo — De
Ñapóles á último de setiembre de I575.-.-. — Don /«.« d4
Austria.*
XX
t Señora: yo he llegado aquí con la soledad de V. Alt.*, que
tendré siempre que no estubiere adonde continuamente la pue-
da ver y besar las manos; y así deve estar cierta V. Alt.* de que
quantas vezes me diere el tiempo ocasión de hazerlo, no faltaré
al cumplimiento de tan gran deseo, causado de tan grandes obli-
gaciones como yo tengo y V. Alt.» me a dado. La soledad en
que me escrive averia yo dexado, y la que me a dicho Don Die-
— 344 —
fo de MMdocAM qot quadó V. Ak.% M «a todo ooafionM á la
BBia y á lo qot m d«v« al vardadaco amor y dwao do aarrirla
qoo «o mi ay, por lo qoal ao dado do qno étmpn oslaré re-
c^biando oüa Bwccad,oatfo hi dooiáaqaoakao^do V. Alt.%
áqttiooütpUcomelahaiaoodaniialasoiieTaadaaf, qaeoa>
tatéoaiMmidodooaotuuioooaiafiaito doaoo odó q«i«aqao
ma hallan, y éaU por la últíauk aará la qoo procacaié yo aao-
noar oa lodo, y más quo oii poaatbio, poaa ea oíiia lo qoo co-
Boooo dovir yo á V. Ale* Partírtela da aqof, á doa 6 tras dol
moa qoa agua, áLombardia,coBW allí, oopraaaacia da V.AltA
lo roaolvi. Eacrivowao do aqoaUaa partoa que mi pcoaanrii
aará da provacbo para laa coaa» da G«oova, y aa la miaaui
c<iiilwmirtad da lo qtia vtO V. Alt.« dura la intianria qoo om
hasao. Y aal, rtaapiiai qoo Ikgoé^ om ha dado príaaa ao ama-
da, da modo qoo al taaoupo awftalado om partúi, ai al bmrbo
tianapo ao ma le iaipido. Yo voy á Loaihardia; paro á la fe.
Madama, ai poodo, paaaaré á Kapafta, porqoa, á mi juixto,
aará lo mejor para todo lo quo ao trata, y por Buir da taa po-
lifTOiaa ocaaiooaa oooio anteveo pan aala varano, y da taa po-
UfTOia compaAia ooaao aa la deMu vuray, coa qoiaa ha paaa-
do, da^Miaa que Uagué, lo qoa máa laigameata atcrivir* á
V. Alt.' Juan Farraato, ai poada ol pobra tetaataiaa do la ca-
ma a dó le uaaaaa gota ordmaria. Pero«olviaadoalcaao,OBie
virrey aa moy daacomedido y muy poco cooaularado. poaa os»
tando yo ya proaanta, prandaá y dió U cuerda á cáartoa crtadoa
da don Alooao de Loyva, qua haaa oficio da gaoeral da laa (a-
leraa da Kapafta. Habíala aobra aato y dfxele á lo último que
como iaabia mandado praader un capitán de armaaeon quien
aucadiO la ocaaioa de oata cauaa, que también caatigarla á
quien me lo mereciaae, ai no ao miraae máa qoa por lo
do eu cómo aa prooadia. Al bn ubo maa quo daar qoe
dera V. Ait.* máa largo, si Juan Ferrante puede oyroae; que
por aarlo el cuento, y yo no tenar lugar da aacrivirle, do lo
hago. Sólo en susuncia digo que esto no puede durar con cate
hombre, porque quiere tratar como Dioa, y sus partes s<m co«
mo de baaCia. Perdone V. Alt.> el vocablo, pues aa ol más pro-
— 345 —
pió en este sujeto. Volveré, antes de yrtne, á dar nueva cuen-
ta de mí á V. Alt.» y de lo que más ubiere, si algo fuere; que
agora todo es aver hallado lo de aquí muy peor que' lo dexé,
sin dinero ni provisión ni forma de averia. Nuestro Señor lo
remedie y dé á V. Alt.» quanto merece y yo le deseo. — De Ñá-
peles á 24 de enero de 1576. — Besa las manos de V. Alt.» su
mayor servidor y obediente hermano, — Doh Ju,° de Austria.»
XXI
«Señora: pienso que ]u.° Ferrante abrá escrito á V. Alt.»,
algunos dias a, como mi yda á Lombardia cesó, porque en
aquellos dias que avia de partirme hizo tales tiempos, que no
dexaron navegarse. Después, con las buenas nuevas que nos
llegaron de lo de Genova, y con las nuevas necessidades que
por estas bandas apretavan con armada enemiga, pareció que
era esto á lo que cómbenla principalmente atender, y confir-
móse con mandar Su Magestad que así se hiziese. Pero para
la execucion dello, si viene nuestro enemigo, estamos por
nuestros pecados tan desproveydos y faltos de todo, y señala-
damente de dinero y lo demás con que la guerra se sustenta,
que certifico á V. Alt.» que tanto tardará en perderse lo que el
enemigo emprendiere, quanto él lo dilatare, porque á esto se
juntan tantas otras cosas, y ay para cada una tantas dificulta-
des, que no se trata de otra. Mire V. Alt.» qué gentil cargo es
el mió, y quál me devo de hallar. Escrito lo e á Su Mag.^ tan
claro como se deve con don Juan de Cardona, y hecho por mi
parte quanto me a tocado, aunque ya savemos que no basta
esto adonde no se alcan9an milagros, y éstos sólo á Dios es
dado hazerlos. Yo, cierto por muy grande le tendría que no
baxase, como se dize, el armada este año, porque si viene, y
pujante como suele, muy bien apercibidos nos hallará, sin gen-
te, vitualla, municiones, y al fin, por abrebiar, sin cosa alguna
de quantas son menester, por la falta de dinero y por la poca
ó ninguna sustancia que de la corte se me imbia y acá me dan.
Con todo, por cumplir si quiera conmigo mismo, yo me par-
tiré á Qarag09a de Cicilia dentro de pocos días, y desde allí,
•i U Miad lo toim, fnumé niHw It
Malta* & qmaóú ñute so piJi, eoa k qo* ■• <|!iiiiwt Mgair
yr6 yo a dé iriora a«r la necoMÍrlaíl anyor, pooi para olía for-
oía do pfomion ni ajr faola iovoMada, ai pora aaeor la ordi*
oork do ma alojamteoloa ay taopoco oa roiü. Do oqof Uefo-
ri algonaa ooapaftiaa oooonfo, y ooo haala aa faleíaa om
partké, y me aafairá hMfe eoo Im da oo catfo al oMrqiiéi da
Saota Cñtf . Lo denáa que ay qoa faaidar, coom á dasir Cor-
defta, Mallorca y otraa ialaa. guárdalas Dioa, que puado. EUo
mo ando foora do Wápolaa, porqoa aoo tantoo loa qoo oeiidao
coo mamorialoa por diaoroa, y taa poco d qoa toofo, quo por
BO pordar tiompo alM para aa diapocho oa iQapoador á todoo,
y por Bo aagMlai lo qaa taa joataaMala pidoo, y por IthriraMi
da oiroa cioa aal oatea^oa lalaa, baalfo príacípolBaala do
BO aalar aa aqwrfla Babiloaia da oooteioat ipfn^ lo daoa
aar afora Plaadoa. paaa aalaado taa paUfroaoa aqudloa Uo->
tadoo por laalaa viao y aHaant, lo fyia fobaraador. Ba vw-
dad qao lo taa» iafiajtarnaan, BMyoMuaalB ai lat áWknm m
do Fraocaaea llogao á coodailo ooom» la oíadra lo tcala y pro«
cura BMiy do iporaa. Graa aaado laago quo ooa aata ooaaioa
ow a do aer propmito «a dia dJIoa'qao vqra yo á Flaadaa.
Suplico á V. Ali.* que, cooio taa oii aadoca, oíodco y bonHaa
quo BM oa» vaya dotda loego pmaaario aa tal caao qué haii,
ctaio y aa qaé bm naolveré; qoo ai Sa Mag.' me lo
oacribir lo o antes á V. Alt.*, ai puedo, paca raaol^roraw,
digo, ooo 80 parecer y optnioo, pues coo ealo estaré BMqr <
teoto coo lo que üiere. Y así la suplioo que desde luego
se y me diga algo de lo que aa lo oiraoe aobro oala caao, que,
como digo, croo que noe a de eer propuesto y hordeoado —
De Proatta á 4 de abril 1576.— Bees las maaoa da V. Ak.* au
mayor serridor y obedieote hennaao,— ¿too 7«.« dé Atuiñ», »
XXU
«Seíiora por las copias de dos cartas que be recibido
de Flandes, verá V. Alt.* el mal estado de lo de allí. Y así coa •
— 347 —
sidorando yo esto, y quánto es grande el remedio que aquello
pide, y que aquí no tengo qué hazer, sino esperar al secretario
Escobedo, que está muy despacio negociando sin acavar de
darle resolución que valga, considerando con esto otras mu-
chas cosas largas que remito á la prudencia y discreción gran-
de de V. Alt.a, me e resuelto yo en partirme luego á España
y dar á entender á Su Mag-í*, como á quien más duele y toca
su servicio, que lo de Flandes pide antes grandes remedios
y tales quales deven procurarse á un cuerpo ya casi difunto,
que órdenes é instruciones infinitas, que aun verse no podrán
quanto más executarse. Junto con esto trataré de otras cosas,
y en ellas diré lo que entiendo y lo que sé tan desnudamente
quanto cumple se conozcan. Yo, Señora, para ésta mi yda ha-
llo muchas conviniencias que me harian con9Íencia no hazer-
la, y así la tengo tan determinada, que me partiré, Dios qui-
riendo, mañana á Genova, y otro dia de allí á España en dos
galeras que se han podido refor9ar de cinco que avía con las
de la Señoria propia. Desta mi determinación doy la cuenta
que puedo á quien de mis pensamientos, antes de executarlos,
querría yo darla siempre. Suplico á V. Alt.» me escriva y dé
nuevas de su salud — De Milán á ii de agosto de 1576, —
Besa las manos de V. Alt.» su mayor servidor y obediente her-
mano,— Don Ju,° de Austria.*
XXUI
« Señora yo veo bien lo que hay en la jornada, por-
que desde sus principios tiene grandes dificultades, travajos y
peligros; pero ya también lleva el hombre más que ofrecer á
Dios, y más con que obligar á Su Mag.^ y más gloria y hon-
ra para el mundo, que son los fines con que me parto muy
contento, ya que a guardado Su Mag.<í para mí, hasta lo últi-
mo, lo dificil ó lo imposible de la empresa. Lo que para ella
llevo es á Dios que la tome como suya que es, y que á raí me
ayude con milagros, pues si no fuere haziéndolos, no sé cómo
se pueda volver en vida un cuerpo con el último suspiro en
boca. Dineros pocos, porque nuestras riquezas no son muchas.
Lo ámaáM áé iKoridad, quohafi wtgamum^y lodo
do á mí . Pho, porqoo vm V. Alt.* qoo no me t gnaáido oAeio
por hanr ai cato por prevenir, la eabiari eo pediendo (que
afoim lio ee poathle) «o papel do n miao qaa Á áSalfaf.',
en que la advertía da todoa loa ommo qaa podías enoader, to>
meado el ealto may de etcee. Pero, ooow eeláo Uo el cabo
aqoalloe Eetadoe, lo eetuaoe teariMaB acá de eapadienüe y
fBnaaadenoMdio ^IMPMdoás6deoct«l»edt 1576.....
— Dom Ju,* 4» Amtirim*»
XXIV
•Seftonu*.** jro '•temo y hefo cada día qaeiitae dtUnnciaa
paedo pera qoe coooaran el cubíbo que Uavaa tea aerado.
Facoeetia tm deirtnedne y ea tal deeeepnracion, qaa gaieren
guana cao la pifaelpa, y Uíoimi á loa da fbara para vateree y
ewfrefirm á elloe; y airf tiene» ^artadaa ene foorgee ka eeta-
dae con lae áti priádpadeOraBfw, y eepeta lea da Piaacia,
para todee joaÉaa empleetie en lo qnelae doy por pea y aaaia»
tad, ooox) hijoe de Su Ifefeetad y hermenoe oaioiu Mm. aviea-
do Uegedo la deataq^Oenya á taato qoa, aia qoerer loe rame-
dioa qna lea doy, pweifnaa i qvitar á So Ifagaetad eoe Beta-
doa dabaxo de aonbre cayo, eerá faerza que, como lee e im-
biedo á proleetar, me qoite loe dedoe aate loe ojoe, y defienda
el rey lo que ea eoyo; y eaí lo abré de hazer á fmn fiMcsa y
pene mía, ñ 00 oeeen lae annee entietento que llejimoe á loe
acordioe..... Armes es lo que emtinata d tiempo, laa qoalea
quisiera yo osar, pero eo otras y muy difereiUes paitaeqaalaa
tan pn^Ms de Su Magestad —De Loxemborg á aa de no-
▼ieaobre de 1576 — Dom Ju,» Í4 AustrU,*
XXV
tSeftora Santiago, de que ae poede fiar quanto se le die-
re en escrito, lleva junto 000 esta carta una rétedon del cela-
do presente de lo de acá, á que me remito, aunque ea anstaa-
cia digo que el desconcierto destos hombree es tan grande, que
— 349 —
sólo en no saverse concertar son conformes, y en pasar muy
adelante con la más estraña forma de rebelión é insolencias
que se an visto. En lo demás andan tan sin caveza, que lo que
agora resuelven luego lo contradizen; y así ni ellos se entien-
den, ni aun me quieren entender, sino obligarme cada dia á
que con el sufrimiento se rompa todo. Y á lo último. Señora,
ó vendremos certísimos á las armas, y muy presto, ó ha de
hazer Dios por milagro que ánimos tan descompuestos é in-
tenciones tan dañadas se muden á lo contrario de lo en que
sus consciencias les ponen, pues corren tan sin tino en sus
malicias, que llaman á cuantos estranjeros príncipes pueden,
y al fin no hacen que lo que Oranjes les hordena. Yo, que lle-
vo el intento de la paz y blandura, sufro lo que Dios sabe, y
lo que sin su favor no seria posible Ya la paz sólo yo soy
el que la antepongo; pero ni ésta se sabe admitir, ni para ha-
zerlo ay govierno ni borden entre estas gentes Yo, Seño-
ra, tengo un travajo terribilísimo, y cuéstame mi salud, por-
que la e traydo perdida, y aún no ando sin algunas indispu-
siciones; pero Dios proveerá qus ésta resista al travajo, ya que
el verme puesto aquí no me desanima ni quita coraje de pasar
adelante con la cruz — De Marche á 20 de henero 1577
— Don Jn.° de Austria.*
XXVI
•Señora Quanto á lo de por acá, me remito á la rela-
ción de mano agena que dirá la paz y concierto entre los es-
tados y mí y las condiciones della. Bien veo. Señora, las que
son; pero ha sido fuer9a, ó pasar por ellas, ó llegar al rigor y
á los daños de las armas, cosa tan contra la voluntad y bor-
den de su dueño; y así se a de hazer cuenta desto como ha-
llado á caso y no de otra manera. La religión y obediencia
se han salvado, y todo se perdiera sin falta, y los Estados en
compañía, llevándolo por guerra, porque el pais se hinchia de
erejes, y fueran éstos los que al fin tubieran siempre la mayor
parte dél. Lo demás que de presente falta, por sin duda tengo
— 55o —
que lo jrrá áaado el tíaoipo. porque, qniteade algnw»
cioeoe y niyMet la mtyor pectt mq loe takmm qm ÜMraa •■
al áaioi» qM tabÍMOi (i); y lelkloe k» Fipeftolei, éiloe m
goniano y meftee teráii (á mi ver) moy fádlee ám foberaer.
*P>R>t SAon^ eMo 00 pMoe ser yt eo BMipn mooo pop
ni, poique hea ndo fastas y tan Istfiblei laa ocaaioMa que
ne ben dado de perder la paciencia con eOoi. que ai biea be
oa manoa so ha podido tasto fasoanaa qae no baya Hadado A
atrepeflarioa con pahhrif y amena lindoJea coo las obras, sí
00 ss r^Mctavao eo lo que dcsko: mI qoa elloa me tessen y
liaoao pof nou annridOt y 3ro 00 estoy iso biao 000 wioa qna
nata de so compsftts ai de pesar mi vida haaüodosela. T
posa, por pacia da Dios, be dado no pooode rasanabla cnen-
ta da mf en lo qne me a sido eoeaifido, no qoisvo mia aalar
adffodt tao A pelÍBo lo tenoo todo^ tiaa tanto ososo me a coo>
todo; y aal be ya pedido liesocis á Sa llafMtad laa aprsta-
damaiHa qoa, hablando clero, be eecrito qoe ei no me se de,
00 obii laaoimion qoa 00 tooH» beato dexerlo todo y yirne
aUá,aooqnaaaaáa8rraartgado, porqoe lo seré sm culpe. 7
aquí coo dU me perdería.
•Pretendo quesea eetocon tanta brevedad, qoebe^nuM-
Uda con los Bspaftolea, y que en mi taftf asisto madsois de
Lorana, que lo hari beata que So Mafsstad provea persona;
y sí an esto ubiere alguna dificultad, sólo teudié pecienria
basto al agosto 6 setiembre; pero deede entonce» no estaré
cierto má« en estas partee, poea jontáodoee A lo dicho mi poca
inclinación A goviemoa, y la mocbnqoe tengo A las armeay
otras cosas, noay que dudar en lo que diga Esto suerte, posa,
A algnáen ha de tocar, y pera qualqoMra ea aany bnsna, aino
pera mf eok», qoe ea rain; y pera quien eefialadaascnto asna
allA mejor pera ser nuestro hermano bien servido, ee V. Alt.*,
por lo que aquí la aman y la reapetan, que es cierto
Y yo. quaoto á mf, entre V. Alt." y la emperatriz, que
( 1) Pasaje obscuro, acaso por mai copudo.
— 35i —
también buena, creo que ha de correr el dado — De Mar-
che á 17 de hebrero 1577. — Besa las manos de V. Alt.» su ma-
yor servidor y obediente hermano, — Don Jufi de Austria.*
XXVII
t Serenísima Señora: Dios sabe la pena que siento de no
haver scrito y scrivir á Vuestra Alteza cada dia; pero él es
testigo que no a sido ni es más en mi mano, porque demás
de faltar de todo punto el tiempo, falta también la seguridad
de caminos, y sobran los inconvenientes que de entender
esta gente que escrivo en esta lengua nacerían, según está
sospechosa. Lo que tengo que añadir á lo que digo en esa otra
carta es que este cuerpo va espirando muy apriesa, sin que
baste ningún remedio de quantos le e aplicado para restaurarlo,
porque el príncipe d'Orange a respondido al duque d'Arescott
y á mosiur de Yerges que lo primero que se a de hazer es
entregarle á su hijo y estados, con Utrec y Amsterdam, que
dize son comprendidas en su govierno de Olanda; que des-
pués él cumplirá; y por otra parte, a dicho que es dos vezes
calvinista, en la cabe9a y en el coragon, y quede lo que tiene
ni de lo que se le entregare no restituyrá nada, porque ya que
de mí se podría fiar, de Su Magestad no lo hará jamás, ha-
viéndole engañado tantas vezes. Tiene muy estrecha Amster-
dan; y haviendo ocurrido, por parte de aquella villa, á pedir
socorro para defenderse y conservarse en religión y obedien-
cia, dizen los estados que conviene que se le entregue, pues
no tienen posibilidad para tomar las armas contra el príncipe
d'Orange, y en lo mismo concurren los del consejo, sin em-
bargo de que veen que anda más á hazerse señor de todo, y que
con aquel lugar lo será presto. Lo qual, y ver que no ay nin-
guno que me ayude, antes parece que todos se conciertan á con-
tradezir lo que propongo, me haze creer que todos siguen un
camino. E venido aquí á tratar del negocio de los Alemanes,
los quales quieren ser pagados, y tienen razón, y los estados
dizen que si no salen con dos pagas en dinero y una en paño
y obligación de pagarles lo demás en quatro años, que los de-
— 35a —
folUráa y llaoiaráii pan «Uo al principtt ó% Onnge. Y wmt
mpmo cada ora oyt qoa n rotto, y no a< quéet lo quo oo tan
lanrtble tnuoa tanfo da haacr. povqoa neutral t<«i medo «alar,
y ai tomo la parte da loa «atadoa, vango á toaur la dd prfad-
pe d'Oranfe, puoa ae ha do haaar U gnorra con tita fu«r(aa, y
ribMBaooeaao daitaado aar oo an baoaficío* <iimilan<V>, ooobo
q«adará« lodo á an diapaaickm. Si no arriaao á loa Alamanes.
harán prenda de mi por lo qoa aa loe devo. Si me aalgo.
xaré á mit criadoa oo el naitirio. daaaáa de que oato tioae mu •
cha dificultad. Y aaf laofo nooaaidad de que Dioa naa inapira
para acertar; y et Tiene á duatoucarteíaii con loa Alemanea,
•ncode oMo ynooovonieata. Noea menor el qoe ae eaperade
concartaiaa« poea ae entiende por ooaa cierto qoe, á la ora qoe
aalKan de las pU9as qoe tienen, ae perderá de todo pmito la
religión y la ohediaoiía de Su Mif^eatad* Qoedo deapadiando
al oaeratario Eeoobodo: quiera Dioa qna el vaoMdio sea á tiem-
po. Y 61 aabe lo que me peea do ombiar á Voeatn AUoaa tan
niynee noebea; pero puédeae conaolar con qoe no om a que-
dado coea por haaer de qoeote o entendido para remediar por
blandón eole dafto, paañade por todo k> que an qoerido <
yhaier, haalaaafrironBraealaa qoe nwa.'daEaano(
venir UaflaándolOt y qna el iiiaoíiiíaiWi de aquella villa hiaeaa
lo mianM, didendo qoe no era coalumbre hablarle sioo eo la
caMddla ~D« llalinaa á 19 de junio de 1577 —Dcm
7».* ás Auitrúi.»
XXVUi
«SetMiIsima SeAora..... ya V. Alt.* abrá entendido, por lo
que le ecrivf con doe oorreoa qoe partieroo de Bfalinas á ao de
junio y á 6 del presente, el m«l estado en que quedaba lo de
aquí, y quán difCBrente es el fructo que produce U pu del que
ae penad. Deepoaa tuve en un mismo tiempo quatro aviaoa
ooofatmaa, aunque por diversaa viaa, que la exeaacioa de
prenderme andava ya tan cerca que, ai no me ponía en ealvo,
luego abria eflbcto, pues para ello se havian ligado coa el de
Qrangealoa eatadoa de Brabante y mudioa do loa penaiooarioa
— 353 —
de las villas; los condes de Agamon, Lalain, Xampani, Cape,
Ese, Versal, llamándose los contrajuanistas, y que yban po-
niendo el regimiento de Valones de Xampañi y los del conde
de Agamont y mos."" de Hese por todos los contornos de Mali-
nas, á tal que por ninguna parte me pudiesse escapar.
t Visto esto y que la princesa de Bearne venia á la fuente de
Lieja y havia de passar por este lugar, me resolví de venirme
á él con el color de recevirla aquí, y assí me partí á los 14 del
presente. Llegué á los 15; y aunque traya concertado con
mos.*" de Yerges y sus hermanos, que son los que primero se
an declarado en servicio de Su Mag.d, y por cuyo consejo me
govierno en estas novedades, de apoderarme luego por su me-
dio y con estratagema deste castillo, pareció que era bien de-
xarlo para después que la dicha princesa fuesse partida de
aquí, por hazer con ella el cumplimiento que era razón, y no
dar causa de desden al rey su hermano. Ella llegó á los 20;
y habiendo procurado de regalarla lo mejor que pude, se par-
tió á los 23.
»En este tiempo fuefon continuando los avisos de que me
pusiesse en salvo, y particularmente tuve dos: que el primero
dezia que en ninguna manera diesse la vuelta á Brabante, por-
que en la primera villa que entrasse seria preso y degollados
los que me seguian; el segundo, que no solamente no volviese
atrás, pero que aun desta villa me convenia salir luego, por-
que sin duda se haria en ella lo mismo que se pensava hazer
fuera, y que, en un banquete que los de la liga havian hecho
en Bruseles, acordaron que todos los contrajuanistas traxessen
las gorras chatas para que fuessen conoscidos.
»Con el fin que digo de apoderarme deste castillo, eché voz
que, antes de partir de Namur, queria hazer una ca^a y la
aplazé para los 24. Este dia por la mañana salí con los ca-
valleros que me siguen, la mayor parte de mis lacayos y mi
guardia de Alemanes, y llevando delante quasi todos los que
me acompañavan de los payses. Y yendo por la calle, al tiempo
que me afronté con la puerta del castillo que sale á la villa,
volví la rienda; y con tener mos."" de Yerge y el conde de Mega
su hermano la puerta abierta, como que me aguardavan allí
»3
— 354 -
pan yr coomifo á ca^a, entré dentro ooo uae parte de ni
guardia y de init criadoe, antee que Um del paye (qoe yben,
como difo. delante) UefMBea, eeoetn el dttqpe de Aieeooc que
yba á mi lado. Vinieron loefo. Maméloe á él. al principe de
Ximay, «i hijo, loe coodee de AnunbeqiJba, de Ruz y de Po*
quenberga, marquée de Varaabon, moa.' de Beeituien, moa.'
de Gomioirt, moa.' de Floyon y moe.' de Loquea, y lea dtxe
que ya bavian vurto quántoa travaioa, tndeoencáaa y peli|poe
havia pmmdo y tuirido por el bien, quietud y eoMMfo deetoe
peyaea, ponaando aacar de todo el firucto que con mucha m-
xoo devia e^Mrar, de que junto too redutiree tat coeaa del
(Qviemoé eu antiguo eer y buen orden, hisierao lo náimo lea
que tocavan á la religión catbólica romana y á U obedienrii
de So Ifageitad: que elloe mbian que para esta fin no havia
dexado remedio por provar de blandura, benignidad y cle-
mencia, y que eelo no eólo no havia movido loa énimoo á
abrevar, como devieren, tan grande beneficio, maa que on lu-
gar de heterlo y do moetrar gmtitiid á la vduatad y affidoa
oon q«ie yo me emploiva en olio, andavan nmchoa maquinan-
do y hariendo ligas contra mi para prenderme, oooM el mis>
mo duque me lo luivia dicho, y ellos devian tener entendido;
que viendo esto y que los meloe pcevaledan, la religión yba
cada dia de mal en peor, la justicia no tenia su lugur» yo no
era obedecido, para remediar ninguna de lea mees que tanta
naccsfidsfl tenían de remedio, y, en fio. que ni el principe de
Omngeo ni loe eetados pensavan cumplir lo que eatavan obli-
gadoa, antes hasian grsn fuerza para echar loa Alemanea, por
poder de todo punto quedar libres y Su Megfwtad tropoeeibi-
litado de recobrar loa peysea, me havia roeoelto de poner mi
persone en salvo, para poder govemer con la anctoridad y ee-
gurtdad que convenía, defendteudo religión y obediencia con-
tra loe que pretendieesen salir della; que como los eetadoa
cumplieseen en esta parta con su obligación, yo no moverla
armas contra ellos, antes las volvería en su favor, si fueses
neceesarío, y que pues tenian en su nuoo la paz y la guerra,
podrían eecoger lo que les pareciesee, que tan apareiado me
hal lavan para lo uno cerno para lo otro, y quifá más aparee-
— 355 —
vido para lo postrero de lo que pensavan; que aunque yo tenia
del duque y de los demás que estavan presentes la confianza
que Su Magestad me havia mandado hiziese dallos, y la que
sus obras y el haverme siempre seguido me obligava, y assí
esperava que, cumpliendo con sus obligaciones y siguiendo las
pisadas de sus pasados, me assistirian y ayudarian en deman-
da tan santa y justa, todavía holgaria de saber la intención de
cada uno, y que assí les pedia que, después de haver pensado
en ello, me dixesse cada uno libremente su voluntad, enten-
diendo que yo no havia de forgar á nadie; pero que se desen-
gañassen (i) que de oy más tomasse la parte de Orange ó de
los estados contra el servicio de Su Magestad seria declarado
y tenido por rebelde, y como tal tratado y castigado, y con
los que me acudiesen no sólo podrían estar seguros de no re-
cevir daño ninguno por cosa passada hasta agora, pero que en
honras y en favores serian acrescentados, y que desto yo les
dava la palabra y, si fuesse menester, la propia vida; que á
esto les rogava diessen crédito, y no á lo que malintenciona-
dos les dirian.
• Respondió el duque que él servirá á Dios y á Su Magestad
como siempre lo havia hecho, y que seria el primero que mo-
rirla á mis pies; y lo mismo dixeron los demás, porque son los
en quien e conoscido siempre deseo de servir á Su Magestad.
He despachado á las villas, scriviéndoles en la misma confor-
midad, para entender lo que puedo esperar d'ellas, y á los go-
vernadores de provincias que vengan luego aquí, por ver si
obedecen mejor que por lo passado
»Dios sabe lo que e sentido llegar á estos términos; pero
V. Alt.*, con su mucha prudencia, podrá considerar quán for-
90SO a sido lo que e hecho. — Del castillo de Namur á 26 de
julio de 1577 — Doit Ju.o de Austria.*
(i) Hay aquí omisión de algunas palabras. Acaso debe leerse:
cque el que de oy mas.i
— S$6-
XXIX
«SaAom..... en lottancb iTOBOt cajrdoeo ana terrible ma-
dan^a, y uoto que no me iüta tiao veme oaccMlo aquí,
adonde no ae poade ganar oiofiaMi honna. Peco 70 «paro
nuj preato d tiempo de cantar otra eancioo eonba loa dada-
radoa rebaldea á au Dioa j tjrraooa á en rey, pordaraadatodo
plinto al mayor bdlaeo de la tierra* qne ea el de Oraofea. eon
el qual ae corratpondon de man'^ra que le llaman padre y li-
bertador, y obodecan nandaroieotoa como aue eaclavoa. y loa
de So Ifageatad aborrecen y daaaratan eono á an propio nom*
bre Rlloa al ftn qitt<>r«i de lodo pnnlo lo qna aqnd bdla-
co quiere, que es libertad en todo, y no qoieren Dioa ni rey,
ni aun pensar en ello, talvo alf^unoa qoe me aipien y inarocnn
lo qne á honrradlaimoa cavalleroa y loalee Taaalloaaa dava.....
—Del castillo de Nanrar á 8 de afiNlo de 1577. con nn ngi-
miento de Alamanet amorinadoa i iaa pnertaa de la villa y al
poablocaai «n ama, y yo eoBOaitiado ~i>oa /«.• 4$ Ams'
XXX
« Et fuerúi suplir la gran naoaaitfad que hay en
rra de todaa^las qiM íaltan, con puro y continuo trabajo del ae*
5or Príncipe (de Parma) y mió: de manera que no es mal ga-
nado el pobre pan que ae come. He inviado de nuevo á S. M.
hon^ira propio á qne pcolaila pata lo pteaente y asagnra para
lo ponrenir, que si 00 ae toma eaCa reaolocion la tomaré yo
en no traer tan colgado de miUgroa la honra de Dioa, de
S. M . y la mía — En d campo, cerca de Tirlemoot, la de
Agoatode 157A.»
NOTAV
Doña Jwma i€ Austria, hija de D, Juam.
De 1571 á 1576, período dnrante el cual ejerció D. Juan su
mando en Italia, pasó en Ñapóles las temporadas que sus em-
— 357 —
presas ó graves ocupaciones le permitieron algún descanso.
Era ya entonces aquella hermosa ciudad una de las deliciosas
de Italia y aun de Europa, á cuya mejora y embellecimiento
contribuyó poderosamente el insigne Virrey D. Pedro de To-
ledo durante los veintiún años que ejerció este alto cargo,
que á la sazón desempeñaba el cardenal Granvela. Ciudad
alegre y risueña, sucedíanse en ella las fiestas sin interrupción,
en las que tomaba parte y animaba con su presencia D. Juan,
no sm ser criticado por algunos espíritus severos y graves por
la llaneza y familiaridad de que el Príncipe hacía alarde en
aquellas diversiones.
Dos pasiones, dice M. Gachard , llenaban el corazón de
D. Juan: el amor y la gloria. Joven, gallardo y dotado de las
más brillantes y simpáticas cualidades, no podía menos de ob-
tener con las mujeres los mismos éxitos que había conquista-
do en la guerra. El embajador veneciano, Girolamo Lippoma-
no, asegura que, si bien era ardiente adorador del bello sexo,
jamás daba escándalos que pudiesen ocasionar hablilJas, y los
evitaba cuidadosamente «perche attende a darsi piacere con
quelle dame che hanuo per grazia di praticar con principi i
Otros detalles picarescos refieren algunas crónicas napolitanas.
«Era don Giovanni bellissimo e gratioso; e venuto negl' anui
della adolescenza, fu molto disordinato nelli piaceri venerei;
purché la donna ch' havesse dovuto godere fusse di faccia gra-
tiosa, non curandosi punto 1' esser nobile o plebea; e di raro
godea piu d' una volta quella donna ch' havea goduta una vol-
ta, e che fusse stata vergme; e quella non voleva vedar di
gioino ch' havea godutta di notte » (Fatti occorsi in diversi
Umpi tulla cittá di Napoli. — Bibl. Nac. de Ñapóles, MS. del
siglo XVII.)
Cobró, sin embargo, tierno afecto á una joven de distingui-
do nacimiento y de extraordinaria belleza. Llamábase Diana,
y era hija de un gentilhombre de Sorrento, llamado Antonio
Falangola, y de Lucrecia Braucia. Consiguió D. Juan pren-
derla en sus redes, y entonces aiejó de Ñapóles á Falangola,
dándole el gobierno de Puzzoli, y regalando á la madre y á la
hija con esplendor y largueza. (Fatti occorsi, etc.) Estas reía-
— 358 -
dooct tamaña Um rote iiiubím qm mmm i tbt por h car»
u que D. Joao escribió á an hamiana Maifarila, á la qoa aca-
baba da visitar á prtoctpioa da 1573 an Aqttila.
«Saftoca: Riasa V. A. aa layando asta carta da lo qioa ••
alia qniaro dacvla, qoa yo, aaaqoa corrido, piaoao tamWaii
¡Moerlo. Aciiérdeae V. A. qoa, eatra otras cosaa partirolarea,
na piifm* lí yo tañía alfoa I190, y |iiiifiman
qoatalodíaaa aila isaia, Raapondtla qna no,
maooa por la marcad qua ma qoaria hacer, y diie qna ptaslo
podría aar la acatasa Kala praalOt SaAora, casi lo as ya« porqna
da aquf á un nMa crao qoa da nMcfaneho qoa soy BM ha da «nr
padre corrido y avsrgoo^o; y difo atarfootado, porqna as
dooayra tonar yo hijoa. Ora al 60 V. A. perdona, q/am dalloe
ha da aar madre como de mi y del q<m nácara, qnaoartial pri*
maro, prinripalmant». Y aaf aa lo suplico rooy da voraa qoio-
ra, por hacoMiie maroad, loamr aata aoovo tníbaio y paanÁan-
bn, y qoa asa con todo al mayor oacralo y raeato qna poalMa
aaa* IñMO oslo, 000 todo lo demás qna paraoará aar asia con*
iMñaoie y acertado, qtnaro remitir y remito á V. A., y la en-
plico quo 00 aólo aa encargue de todo, sino Umbieo de advw-
tirma á mf eu aquello que sobra eata parttcolar y sobra todos
jttsgara por lo mejor, que cierto lo aera. Qoaodo aea tíampo
da aoiregana V. A. de la criatura, que será luego que sin an
peligro pueda Herana hasu do se bailare, ae lo aaciibirá d
cardenal Graavela, d cual, por amor roto y porque mayor y
más secreto se baga, se ha aocargado della hasta ponerla om
V. A., too quien el didio cardenal se dará la mano y correa*
poodencia. De nuevo suplico á V. A. se la dé con el mismo,
y que deada luego entieada que es madre de padre y hijo. La
que verdaderamente le parirá es mujer de laa nobles y seftala-
das de aquí y de las más bermoaaa qoe hay an toda Italia; qna
al fin, con todas estas partes, y principaliñente la de la noble-
sa, parece que podrá mejor sufrirse esU desborden, si desbor-
dan puede llamarse cosa tan natural y usada en el mundo
De Ñápeles 18 de Julio de i573.~Beaa las manos de V. A.
su muy cierto servidor y obediente hermano,— I>o» Jfmmm ds
AustrtM.—A la sereoissima señora nudama de Austria , mi
— 359 —
hermana y señora, en su mano.» — (Archivos farnesíanos en
Ñapóles.)
Con razón observa Gachard que D. Juan habla á su herma-
na de la criatura de que va á ser padre, como si fuese la pri-
mera. Esto era verdad en cuanto á Ñapóles, porque en Ma-
drid había tenido ya de una dama de la Corte, llamada Doña
María de Mendoza, una hija, que recibió en la pila bautismal
el nombre de Ana, la misma á quien Porreño dedica esta his-
toria. De esta niña se encargó, á ruego de Don Juan, su bue-
na tía, como él llamaba á Doña Magdalena de UUoa. Crióla
y educóla esta señora hasta la edad de siete años, en que la en-
tró en un monasterio de Madrid, trasladándola después Feli-
pe II al monasterio de las Huelgas de Burgos, de donde llegó
á ser abadesa perpetua.
D. Juan había salido de Ñápeles para Mesina, cuando llegó
la respuesta de Margarita, en un todo conforme á su deseo y
esperanza. Cuánto agradeció aquél esta prueba de cariño y
confianza de su hermana, nos lo dice la siguiente carta:
«Señora: Infinitas veces beso las manos de V. A. por la li-
beralidad y voluntad con que se ha encargado de ser madre mia
y de mis cosas: que, cierto, si algo se merece en este mundo,
merezco yo ésta y otra cualquier merced de V. A., porque es
quanto dezir se puede lo que deseo servirla, y lo que estoy
deseando ocasión en que hazerlo de veras y no burlando.
Ahora, Señora, responderé, pues así es, á la de V. A. de úl-
timo del pasado, que recibí dos días há. No sé si será mejor
y con más secreto llevar la criatura que naciere al lugar á do
V. A. mandare, y que de esto se encargue, como lo está ya,
el Cardenal Granvela, que dexar llegar á Ñapóles, ó por allí
cerca, la persona que tiene señalada V. A. para este efecto;
porque ai fin, según el Cardenal dize, con menor rumor la
hará él sacar de allí á do convendrá, que podrá sacarla la tal
persona; y como destas materias soy yo tan poco platico, lo
mejor es para mí remitirlo y suplicar á V. A. escriba al dicho
Cardenal su opinión, si todavía tiene la del inviar por la cria-
tura, para que lo que mejor pareciere, eso mande V, A. execu-
tar. Y esto es lo que en quanto en esto juzgarla yo por lo me-
— 36o -
jor; paro «i todo qnado lautido afon y liwipm á m ^nkm^
Ud y parecer, que «era tía duda lo mát «oertado. En cuanto
á ai 10 callará ó no al aaftor Príncipe (de Paoaa, Alaiiadrn
PanMéo) «au coaa, cwpoodo que pocaa é «iagmia qm na
toque le laadré jamás eocubierta; y a&i, ai paaar^ por ahí, po>
drá V. A. gMifini por la mum; qM yo liMfO q/m lo voa, aa
b dirá datos paco por aañahcck» paopia, aanqoe aark aan-
ledo. le aacomandaria el aecreto. La peraooa qoal tea, ao la
diré agora á V. A. baaia que teofi allá la críatnra, potqaa
taBpoco la conocerá, pioBao yo; paro aa. ciarto. nobla aa m
It^ar y de lea oaáa hermoaas del ó del nmodo, y, ooaao difo. de
Uai^ oottoctdo y may noble, qoe ea lo que aaáa ba
Y advkrto á V. A. qoe aera muy poatbia que
ae cate, la lleve yo ocro hijo, porque eate o6cio todo aa darla
principio. Rfaae V. A., que yo lo qoado haiiendo do mt aab-
mo, poaa aéa no aoy bien hijo, quaado también me «ao pndn
de hijoa. iGuay delloa ai no tuvieeen por nudre á V. A., qtM lo
ea no manoa de ellos quo mta, y mis qoe de aa propio hijo!
Eato ca quanto á pUúca de hijos me ocurre, aftadiando que ya
preato nacerá, á mi juicio, el que arriba digo. Si as varón, la
llamarán Gcróaimo, como de |Hla me llamo yo. y ai aami^,
Juana Nuestro Seftor goarda á V. A. con tanta aalnd, vida
y cootentaaaiento quanto aaaraoe y yo deaao, y aaí la aopUoo
me añae de continuo de la que tuviere. — De lfe9Íaa 19
de Agoalo 1575* — U«sa laa manoa de V. A. su más cierto ser*
vidor y obediente hecflBaao~£>a» yum dé Am$tñ»,^k la aa-
raniaaima aeftora madama de Austria, mi barmana y aeftoca, an
aumano.»
En efecto: el día 1 1 de Sq)tienibre dio á lux Diana Falan-
gola una niña, que recogió el cardenal Grmnvela y entrega á
uoa nodrtsa buacada de antemano. Siguiendo las instruocionea
de Maigarita, el Cardenal puso á principio de Noviarobra ca-
mino de Aquila á la nifta, á au nodriza y al marido da éata, al
cuidado de un milaaés llamado Frandaco Castaño, antiguo la-
cayo auyo; pero ignorando todos la procedencia de la criatu-
ra. Llegados á la aldea de la Rocca, cerca de Sulmooa, Caa-
tano hiso entrega del recién nacido y de las dos personas qna
— Bol-
le acompañaban á otra venida de Aquila para recibirlos, y se
volvió á Ñápeles.
A pesar de las precauciones tomadas para guardar el secre-
to, éste se divulgó con las exageraciones y comentarios consi-
guientes, atribuyendo unos la paternidad á D. Juan, y otros,
los más, al cardenal Granvela, que no vaciló en referir este
rumor á la Princesa Margarita, asegurándole que tcomo no ha
hablado jamás á la madre ni piensa hablarla, esto y su edad
disiparán semejante opinión.» Esto no obstante, sabido es que
el Cardenal no pasaba por muy continente. El caballero Vaini,
agente diplomático de Cosme de Médicis cerca de D. Juan,
habla repetidas veces en sus cartas de las intrigas amorosas de
Antonio Perrenot de Granvela, y aun le presenta algunas como
galante rival del héroe de Lepanto. Más aún: cuando los tur-
cos volvieron á apoderarse del fuerte de la Goleta y de Túnez,
por no ser á tiempo socorridos de Ñapóles, de cuyo reino era
Virrey aquel Príncipe de la Iglesia, corrió por toda Europa el
siguiente dístico:
Del Cardenal la bragueta
Ha hecho perder la Goleta.
Reftere el caballero de Vaini, antes mencionado, en carta al
gran duque de Florencia, fechada el 29 de Noviembre de 1573,
que una tal Falanga, treputata la piú bella donna di Napoli,»
después de haber estado en los años pasados encarcelada du-
rante bastantes meses y torturada por imputación de adulterio
y de dos homicidios, cuando obtuvo su libertad fué cortejada
por D. Juan, que la mostró grande afecto. No desplacía tam-
poco la dama ai cardenal Granvela; y como le parecía que es-
taba bajo su jurisdicción, no le gustaba que otros se ocupasen
de ella. Quiso entrarla en un convento de religiosas, pero és-
tas rehusaron admitirla; y entonces impetró del Papa un Bre-
ve dirigido á su Nuncio en Ñapóles, para que, so pena de in-
currir en desobediencia, la recibiesen en su comunidad.
Hízose así, pero no sin gran escándalo en el convento,
donde las religiosas dijeron á la dama toda clase de villanías,
— 36i —
llcgnido BÉibi UMomtii con &■ iBotrte* Si i
ra esta htiCoría, dioa Gschvd. y m rdvNW á Dímhi Flilanf^
la. invalkfatffa. do bóIo lot testimoaiot de Graoinrfa j dd mis*
roo D. Juta, ww las reUcíooat de loa crooialaa napolilinna,
rocantw á la madre de Dofta jttaa«: attf que debe oooaidenurw
como una de tanta* hablillas que ctrcnlaban por las plaas de
Nápolea, y de qoe Vaini se hixo eco.
Doedlasdeapoésde la mardia de so litja á loe Abnoaot, el
19 de Noviembre, estaba D. joaa de vuelta en Nápolet, dsíde
donde escribió á su hermana Ifarfaríta el s8 del miutna mea
en estos términos:
•SiAoim: En caru aparte quiero responder á V. A. y besar
IniíBwas vsose sos menos, por haber toonedo por tan propio
suyo el acomodo y crianza de ees ntfts. de coya boens fortuna
ttínf yo tan envidioeo qne, cmmdo la qmsisra madm, debie>
ra todavía estarm osua, onanto mns síunsiioo ssr tsn sorpa
padre, qoe no acabo de creer qoe lo soy, tras saberlo certfsi*
mo. Agora, si Dios se la llevase, á todos pienso que onsssrin
muchs merced, y majror á mf , qoe no eon hijos psra hombres
como yo. liiie V. A. y rfase de mi opinión y mi deseo. Con
todo, beso otm ves á V. A. bs manos por el trebejo qoe ha
tomado por librarme deste coidndo, que üiera agora grandísi-
mo para mí; y aaf es tanto mayor la merced que he recibido y
tanto más estimada. Quaodo aqui llegué, hallé algún tanto de
rumor aobre eato. que me peaó no poco, aunque siempre va-
riaban de lo cierto. Agora oliendo que ya peaó esta grita, la
qual por mi no puedo desear ni deseo que ses jamás levanta-
da. Es bien verdad que hubo un poco de yerro cuando nació
eata criatura, que íué la causa de lo que se dixo. Al fin, lo que
hié paaó para olvidarse, como en mayorea cosss vemos que su-
cede cada dia. Con todo, no pierdo la pena que me toca á mf
tener. Al seftor Prfaidpe (de Farros) no consiento que se tenga
secreto cosa que á mí me toque, y así seré 3ro d primero el qoe
le diré, qoe no piense ni se engañe que es sólo á él á quien
V. A. tieue y trata por hijo. Agora guárdeme Dioa á V. A.
con la felicidad y coutentamiento que merece y yo desso.....
—De Ñapóles á a8 de Noviembre de X573.>
— 363 —
En 15 de Abril de 1574, instando D. Juan sobre los mismos
conceptos de la carta anterior, escribía á su hermana:
«No trataré de encomendar á V. A. más á esa niña, lo uno
porque sé quán escusado es, pues cierto creo la quiere harto
más que yo, por ser mia, y lo otro de envidia que tengo della.
Con todo, he holgado de saber las nuevas que V. A. me es-
cribe della, aunque cierto, señora, me faltan todas las partes
de padre. »
En 7 de Junio añadía: «Con las nuevas que V. A. me envia
de la niña voy ya holgando, pues son tales, que parece obligan
á ello, aunque al fin este nombre de padre no acabo de admi-
tirlo, ni sé cómo puede venirme bien. Al fin es mi hija; pero
si no lo fuere más de V. A. que mia y de su madre, más le
valiera no haber nacido. Y éstas sean léis primeras palabras
que la amaestre á hablar: suplicólo á V. A »
En otra de 16 de Agosto (1574) escribía sobre lo mismo:
«La última carta de V. A. me dieron estando juntos el señor
Príncipe y yo, y leíle lo que me escribía de esa niña; pero
como tan desamorado padre, que se maravilló no menos de mi
condición en esta parte que yo lo estoy de la suya en la misma,
porque es más regalón de sus hijos que él creo lo fué de V. A.,
y á la verdad tiene razón, porque son los más lindos niños
que he visto jamás. De esa que V. A. tiene, creo que la quie-
re tanto, que ya llego á dudar y á creer que es pasión de ma-
dre lo que V. A. me escribe della. Con todo, no me pesa de
entender que meterá buenas partes en el monasterio que V. A.
la pusiere.»
Víspera de su partida para España, 20 de Noviembre del
mismo año, D. Juan volvió á escribir á Margarita sobre el mis-
mo asunto: «Al fin, señora (la decía), me ha reducido el señor
Príncipe á ser tan buen padre, que llego ya á holgar de las nue-
vas que V. A. y él me envian de esa niña, cosa que para mí
no es poco por mi mala condición en este caso de ser malísi-
mo regalón. Pero á fé que creo que quiero más á esa niña por
lo que V. A. haze con ella y por lo que la ama, que por hija
ni por otra cosa; y no es maravilla, pues es lo mejor que tiene,
tener á V. A., como su padre, también por madre y señora.
-364 -
EaolbanMi al teftor Prfocápe muy boeoat ooMt wohn lo 4|M
etA miicharha U pwao» y tobre mit culpts, ti oo U qoicro
tiernamiiiiH ooaw á h^; poro yo l« «mpondaié cono ■oiiwo.
Yá V. A. büoyolatnwotpor tlbí«»<k«McHAturm.que,
■i Dk» M U UovoM, hiña por todos......
Tfto tibio podra coo U hija, ooow poco «wwriiiKr coa lo
nodrCf O. luoo olvidó 4 lo bollo FoIomoUu ocopodo ooo oot
eiporticionoi imliiorat. Sólo ol refraoar á Nápolot te ooordó
do oUo pon boocorlo OMiido^ *— '■■"■«i r j^ndffkr, oBodioalo tico
fjl^jiB^ OQ ol cobollsra AotOQÍo Staaiibooo« pobco do bioMO do
fbrtuoa, qiM fiükció poco dotpoéo, á bam do 1577, dojoodo á
JDiooo m fitnofi^ 00 OMiy dotohooodo* Eoctibió ootooooo lo
«ando ol coidaool GcmivoIo qoo toplicaoo á lo Priocon Ifor-
gorito lo tooioM oo MI Mnncio ó UooooMdooooo ti
no; pan» oí lo prioiaro oro difoo, ai lo iitnodo podo
guirM.
Afinó doipMét tiirooaoolo D. Jooa á «no jovaa y
•una oapoüíaoa llomoda Zoaobio Sorotoaia> do lo qoo tuvo oa
hijo, qua oiunó poco daayiéi da to oactaáoato, aooarráodoM
do poaa la aiadio aa al monaüorio do Soata Marta Egipciaca.
Coaado D. Joaa volrió á Nápoloo, do va^aoo do Eapoba,
rocibió carta <Sa au Km mana, ao la qua daba ootáciaa de m
hija: «La bgliolioa ata baaiaiuBa, atofaifiomo ai bpi6 baila
et grande, at tanto garbata cha é guato vedarla.» — (4 de Abnl
do 1575)
A haaa de aoie abo íué D. Juaa á viaitar á au harmaiia por
aagiindi vea; pero antea la indicó laa prevcndonea qoo juaga*
bo oocoaarm guardar coo la niña para que 00 ee advirtioee
aada de extraño: « Kenúto (eacnbia) á V. A. aoU uoa coaa, eo
que auplico quaotu puedo á V. A. me la cumpla eo todo caao
y me aviae auies de nú ida que lo hará, que ea que mande te-
ner á Dote Juana tan eecoodida, que no la pueda ver peraooa
alguna do laa que hieieo conmigo, que habrá quizá quien lo
procure mucha El adóode y cómo, V. A. lo tabráme^, que
^ft^^^hwn deaeo sea en parte que yo aolo la pueda ver alguoa
vea. Y mande también que aila no M trate ea mi presencia de
coaa alguna della, porque uo sabré sino correrme infinito. P0>
. - 365 —
réceme que, para ver yo solo á esa niña, estaría mejor allá en-
tre sus mujeres de V. A.; y así, estando en su aposento algu-
na vez, sin gente de mi compañía, sucedería lo que preten-
do más á gusto t — (Ñapóles i." de Diciembre de 1575.)
No debió de ser muy profunda la impresión que en D. Juan
causó la vista de su hija, cuando vuelto á Ñapóles escribía á
su hermana en 24 de Enero de 1576: iNo digo á V. A. nada
de su sobrina, porque regalos no los tengo sino para madres y
no para hijos, come creo lo ha conocido ya V. A. de mi con-
dición, que, cierto, se parece á nuestra sangre. »
Hallábase por este tiempo D. Juan encadenado de nuevo á
otra beldad. Era ésta Doña Ana de Toledo, mujer del caste-
llano de Ñapóles, la cual ejercía sobre la voluntad del Prínci-
pe, y aun sobre los negocios públicos, influencia tan decisiva,
que dio no poco que hablar á todos. Uno de los regalos que la
hizo consistió en cuarenta esclavos, escogidos entre todos los
de la armada Real, para reforzar una galeota que poseía y des-
tinaba á andar en corso.
Cuando Margarita supo que D. Juan se hallaba próximo á
abandonar Italia para cumplir la difícil misión que Felipe II
le encomendara en Flandes, le escribió animándole á pedir al
Rey la legitimación de Doña Juana, cuya suerte tanto le preo-
cupaba. Algún paso dio D. Juan en este sentido; pero no de-
bió ser con éxito favorable, cuando posteriormente no volvió
á tratar de este asunto.
Modificóse de manera bien sensible el modo de pensar de
D. Juan respecto de su hija á poco de llegar á los Países Ba-
jos. Gachard, que con tanto cariño ha estudiado el carácter y
los sentimientos de este animoso Príncipe, cree que las contra-
riedades y disgustos que en aquéllos experimentó desde su lle-
gada, y las tristes realidades que sucedieron á las quiméricas
ideas con que venía soñando de tiempo atrás, produjeron un
cambio notable en su espíritu, tornándole más reflexivo y tier-
no. Así, el 20 de Enero de 1577 escribía á Margarita desde
Marche, donde negociaba con los Estados generales: «Enco-
miéndeme V. A. á su sobrina, si es tan su querida y privada
como suele, y si es tan mujer de bien que lo sabe merecer en
— 366 —
•IfttM nMttMra. pOM Uflfv á más qoe «tío ao es poabte. Y ti
•caso te hdlare V. A. ooo algún retrato suyo qiM le pndteae
tiaer este hombra (Seatísfo, penooa de toda la mámun de
D. J«aa), náa peraeido qoe el petado, la sopltoo ose le tavie,
y si DO que le haga sacar y toYiáfels ooo el primero, que to-
davía coafiaeo que es la vida que paeo, ■eeeríadeaiayorea»
-mmiaiiaaloal mnto, qae ne Ibé ella nsoia eo pceeeaeáa de
V. A. Y así no seré arñiadn de padre tan d^iesimiffsdn ooo»
A que roiHeetaba ea heta^aa ea 19 de Man»: «La figlia di
V. A. e náa aqwce li bacía amihnenle le bmuií; e creda che si
fa taato bdla e garbata che e ooea maravii^iosa; e taoto che,
■e V. A. la vedesBÍ, 000 solo li pareria belli«iiaa« ras di leí ai
iaaaaMteiebbe: U riuato dalla qaala. per rávelto dellá giaa
fpBddi, Boa ha petalo il pinofa aMtaia ia openu Si ímí hora
coa farevitáedUifSBtia,e súbito finito lo maudaróá V. A •
RaábMIo al fia ea jalao áfaiwla, después de iMbvio «pe-
ndo coa impacieacia, porqae (eacribie 4 aa hanHaa) tloa
trsbejoe me haceo saber teaer amor de padre.» (19 de Junio
^ >577*) Y ea a6 de julio aftadia: «Coaso teago js la coadi-
ck» un poco más de padre, deaeo omicIio <pie ae bm invie, y
entretanto saber si es entero ó pequefto d retrato, y si en eiec>
to ae parece á la dama. Mire V. A. quán diferente quedo del
qae aw vio, y cóoso al fin todo lo cura el tiempo.»
Coando Felipe II invitó á Margarita á tomar de nuevo el
gobieroo de Flaodea, volvió D. Juan á ta«tar coo su hermana
máa apasionadaaiaale U coeslióo de su hija. «Quanto á aa so-
brina de V. A., le suplico dos cosas: la una, que la trajrga coo-
a^, y la otra y ia más príndpsl que sea sin ningún batidio
suyo, pues cabrá en un baúl, y en compañía de otro la podrá
traer un caballo. Coo estaa coadicáonea querría yo que víaiaae,
porque al fin los aftoe me amansan 3ra á pesar por las de pedra.
Pero si su venida ha de causar el menor embarazo del mundo,
d&nla V. A. donde oaenor le dé, y mande que cada malkaaa
U tíiea por ka naricea, porque me dice el señor principe (de
Parma) que las tiene con necesidad de faaxer esto^...» (ai de
Diciembre de 1577.)
— 367 —
En el mismo vivo afecto á su hija están ¡aspiradas las car-
tas dirigidas por D. Juan á Margarita hasta su enfermedad y
muerte. Así, en 15 de Febrero de 1578 la escribía: «De las
nuevas de su sobrina huelgo ya, como padre que lo confiesa
sin empacho ni vergüenza alguna » Y en 6 de Junio: «Acabo
ésta volviendo á besar las manos de V. A. por las lisonjas que
me escribe de su sobrina, que por tales las tengo, según lo tan-
to que V. A. me dice della. Ora, sea lo que fuere, que á decir
verdad yo huelgo mucho dello, V. A. le diga que hasta que
me sepa escribir, no la quiero inviar otro recado; que en esto
veré, y en la priesa que se diere en aprenderlo, lo que estima
las nuevas de su padre »
Es, por tanto, bien extraño que al morir no se acordase
D. Juan de recomendar su hija al Rey su hermano. Madama
Margarita no podía cargar con la responsabilidad de tenerla
siempre á su lado, y por esta razón, cuando Gran vela fué lla-
mado por S. M. á Madrid en 1579, aquella Princesa le encargó
eficacísimamente tratase con el Rey de favorecer y cuidar del
porvenir de aquella tierna huérfana. Ya á raíz de la muerte de
D. Juan había propuesto Margarita á Granvela que escribiese
al Rey pusiese aquella niña en un convento de Italia; mas, á
juicio del Cardenal, no le parecía propio su carácter para ser
encerrada en un claustro. En la Correspoiidance du Cardinal de
Granvelle, publicada por la Real Academia de Bélgica, hay cu-
riosos detalles de las alternativas y vicisitudes que tuvo este
asunto. Decidióse al fin Felipe II á que Doña Juana fuese de-
positada en el monasterio de Santa Clara de Ñapóles, y así lo
efectuó, cumpliendo las órdenes de S. M. el Virrey de Ñapóles,
D. Juan de Zúñiga, solicitando antes del Papa un Breve que
autorizase la admisión de Doña Juana en el monasterio con
cuatro personas para servirla, autorización que concedió S. S.,
pero limitando á dos el número de sirvientes de Doña Juana.
El 21 de Enero de 1580 entró ésta en Ñapóles: contaba ape-
nas siete años de edad. Obsequióla cortesmente el Virrey y
la presentó á su esposa, la cual el día 23 la llevó al monasterio
de Santa Clara, confiándola al cuidado especial de una reli-
giosa, noble de nacimiento y de bondadoso carácter, llamada
— 368 -
Antonia Silveitre. El Virrejr dejó JiifniBHo todo lo wilarhm á
•u tmavteaáóü y fUtot, y ordenó qtie en adeUote te U diew
■oluMal* tttítmmtn dt Satartt, y no «1 de Esoeteock <|m
M It dib« en b Corte dt ÜHfirita.
Como DoAa Juana eatá dolada do ^nfO oapfritti y clara inte-
li^aocáa, ooo la uMíUmxiám qm M racibiMido aa daaarrolla-
foo praccmiMiita anirilas fMHdlidiib SHlMido á hablar y ea*
cñbit varíoe ¡dionaas, y aun coaupuao en Utfo algnnoa Uhrot
qm dedicó al Rey y al Príncipe ao hijo. Entra óttoa ea digno
da eilaraa el titulado i>t crmiim§ Tmlkém «r Sacni Sai^fcan,
mmUa fÉÉHéms ti pnKifm* tx FratM Lmiemco, a Jommn Anatfin
prtmipmt vofamoBeo 4.*, MS. de 57 boina, que forma partede
la biblioteca del dsAmto Sr. D. Pteoaal de Gayaagaa. Ouo
ejemplar MS. cita Gncbard como exialeote en la Biblioteca
HmíomI de Mapolea. Ea la dedicatoria Uama á Felipe llt
•íiratri atqaa doaiao eolaadiaimo. » Ealá fKbido «I ■jwmilir
del Sr. Gayaafoa: «Bi lefüi caaobio aaoet« Clana Idftat
Septembrit. aooo aalotia MDXC.t Y el citado por Gacfaaid
«idibua novembria «nno aahttia MDXCIV. •
Inótilea loeroo cuanlaa gettioaea practicó madama Ifaifui-
ta, prioctpalroeote por conducto dd cardenal Granéela, para
imaraaar at Rey Felipe II ea favor de DoAa Jnaaa. Deada
Madrid eacribfa aqoel piabMio á U Príoceaa en «3 de Febre-
ro de 1580: «En cuanto á Dofta Juana, y% había avieado pie-
▼iameale á V. A. de la raaolucton de S. M. de ponerla en
Santa Clara de Nápolea, y creo que V. A. habrá recilÑdo aaia
cartas posteriorea. Yo no dejé de advertir á S. M. que no pa-
recía ella muy propia para monasterio, y que mejor hubieae
servido para aoompafiumento y aolaa de la Reina. Y para de-
cirio todo á V. A. con la confíanra que debo, me parece qoe
S. M. quiere descargarse de ella {Connpamimté dn Cméi"
mi i* GnmmUt, tomo VIH.) Y eo 15 Je Septiembre de 1581
▼olvfa á insistir sobre lo mismo en eatoa términoa: «No me ol-
vidaré de procurar que al duque de Oaoaa (nombrado Virrey
de Ñapóles) se le recomiende muy expresamente á la sefksra
Dofta Juana, á quien yo desearía que S. M. hiciese venir aquí,
— 369 —
donde no faltan buenos y principales monasterios, como el de
las Huelgas de Burgos, donde hay religiosas emparentadas
con los principales señores de España; y yo he conocido en él
abadesa que se titulaba la excelente hija del Rey Católico
Fernando, de gloriosa memoria, aunque á la verdad, me pare-
ce seria más propia para el mundo que para monasterio, y que
podria un dia venir á propósito.!
Firme Felipe II en su propósito de tenerla alejada en Ña-
póles y recluida en un monasterio, se limitó únicamente á re-
comendarla á cuantos Virreyes enviaba á aquel Estado. Tenía
ya Doña Juana diez y ocho años cuando Felipe III subió al
Trono. Más favorablemente inclinado á ella este Monarca que
su padre, trató de casarla en el primer año de su reinado con
el duque de Urbino, viudo de Lucrecia de Este. El archidu-
que Alberto propuso se la casase con el duque de Braganza.
Mas ninguna de estas combinaciones matrimoniales llegó á
efectuarse. Por enfermedad tuvo necesidad Doña Juana de sa-
lir y de abandonar por algún tiempo su reclusión; pero apenas
quedó restablecida, Felipe III, con la mayor cortesía, la invi-
tó á volver á ella ó elegir otra que más le conviniese.
No sintiéndose con vocación de religiosa, y viéndose en
precaria situación, representó varias veces al Rey y al duque
de Lerma en este sentido, sin obtener resultado alguno. Deci-
dióse á escribir á Felipe III carta autógrafa en i o de Mayo de
1602, que se conserva en el Archivo de Simancas [Estado,
leg. 1. 098), y dice así:
fSeñor: ninguna cosa me pesa más que el ser for9ada á dar
á V. M. cada dia pesadumbre, suplicando por el remedio de
mi necesidad, la qual, llegando al punto en que está, envié
hombre propio á suplicar á V. M. mandase poner en ella su
Real mano; y usando de la sólita clemencia que con todo el
mundo suele, y particularmente conmigo, mandase lo que en
mis pretensiones se habia de hazer. Y aunque esto há más de
seis meses, y se ha solicitado al duque de Lerma por la expe-
dición, hasta agora no se ha hecho nada; y la condesa de Le-
mos dice que hasta este punto que se embarca, ni V. M. ni el
duque Than scrito nada. No sé^ señor y amparo mió, qué me
H
— 37© —
hacor, ni adéode ^ver Iw oxot ri no «■ á ki Raal
deV.M., poMVBOqM por tm parle MgoilAqwfOMlfM
modo que eatoy, por otra ea impoúMe vivir M
d'eüar Mi)ela á oída Virrey qoe vi«e, <|iaa cada ano me trata
eono qoiera, qoiéo béan y qirfia aaal, yqMtaafodacooMry
ireatir por ene muioa. Cono aé darto qoa ri V. M. MÉMdhia
la Tída qoa paae, nowáánñ m beaÍ(no eonaoii qat arta to
mfniBMi aiarra, aunque faidisna, de en miama aangra, hija da
na padre que tan fiel íbé al aarvicb de la Real Coroiia« qaa
paitocieae lo qoe padece, eito y verme ea tiam agana, taña
de flri Rey y arftor oatoral, beatuia á acabar la oalad da<|aiaa
la tvviaae mejor qoe yo la leaco; y ao taafo dada qm, ai
V. M. aopieae laa lágrteMa qoe eato aweaaata. ee apiadaría de
mf. Eato y otraa moda» coaaa que dexo dedr por ao eaaaar
á V. M., laa dirá de mi perte tola Cáaar de Thomaa. SapHoa
humildemente á V. |f ., como á nú aeftor y ónico biea, y como
á Rey beaigao y pmdoeo, aa afarva aleadarla, y oaaadar qaa
yo aaa remediada de ta amaera qae poedo aperar de aa graa>
de^ Gnarde Naeatro SeAor á V. II. loeeftoaqoe yodeeeo.—
De Nipolee á x de liayo de i6oa.— Dote Juénm 4$ Aut»ri*,%
Predaameote coaado eecribia eata carta ta hija de D. Joan,
haUa Felipe III dispuetto abrir una nueva negociación aialri-
monial para unir á la pobre huérfana coa el hijo primogénilo
del icfe (ie una de laa máa ihabea eaaaa de Sicilia, D. Fabri>
cío Branciforte, Príncipe de Biitera. Hl prímogénito se nom-
braba Franctaco, y uaab» el título de Príncipe de Pietrapenia.
El duque de Feria, Virrey de aquel reino, cumplió mtiafac-
toriamante an miaión. Dotóla d Rey en leaenta mil docadoey
ana renta anual de otroe trea mil para ana gastoa. DoAa Jaaaa,
que nada habla aabido de eatoa tratoa beata qoeeatnvieron ter-
roinadoa, recUáÓ con extraordinario júbilo U noticia.
La carta qoe eacríbió con eate motivo á Fdipe III, lopnidia
claramente. Dice así:
«Señor: El duque de Feria me ha scrito, en una de la de
Didembre, las mercedes que V. M. me ha hfscho, y el calado
en que me ha puesto con el hijo mayor del Príncipe de Bote-
- 371 -
ra, por lo que beso mil veces los pies de V. M., de cuya gran-
dega y liberalidad no se pedia esperar menos. Yo reconozco
esta merced en lo que es ra9on, y doy gracias á Dios que ya
que me hizo huérfana y me puso en un rincón como el en que
hasta agora he vivido, tan apartada de los pies de V. M. , se
dignó darme tal señor por padre y amparo como V. M., que
aunque veo es atrevimiento usar del segundo vocablo, pero las
mercedes y gracias que de V. M. he recibido, sin merecerlas,
no se pueden bien declarar con otro nombre que de padre. Y
pues V. M. me ha puesto en el estado en que estoy, le suplico
muy humildemente que no me desampare en lo que queda; que,
en fin, otro bien no tengo en este mundo que V. M., por cuyo
servicio deseo poner la propia vida. Désela Nuestro Señor á
V. M. tan larga y buena como ésta su indigna servidora desea,
y con la humildad que debo beso los pies á V. M. — De Ñapó-
les á X de Enero de 1603. — Doña Juana de Austria. i
Una flota de cinco galeras, al mando deD. García de Toledo,
la condujo el 5 de Julio de 1603 á Palermo, donde fué esplén-
didamente recibida. Celebróse la boda en el castillo con gran
solemnidad, representando al Rey el duque de Feria, resul-
tando felicísima esta unión por las excelentes dotes y cualida-
des de ambos contrayentes. En 1628 falleció el Príncipe, que-
dando viuda Doña Juana durante ocho años, al cabo de los
cuales, el 7 de Febrero de 1630 entregó á Dios su alma en Ña-
póles á los cincuenta y siete años de su edad.
Dejó una hija í3nica, llamada Margarita, en recuerdo de la
ilustre Princesa que había sido su segunda madre. Margarita
Branciforte casó más adelante con Federico Colonna, duque
de Paliano, condestable del reino de Ñapóles (i).
(i) Gachard, Eludes^ tomo I.
— 37* —
HOTA VI
D. Juan át Arntrié m ItMÜM y m A/ricm,
La verdadera r Intima hittoría de D. Jumn de Aoülrla
•e halla en su correspondencia, ast famUiar y aroitton co*
mo oficial y diploroáttca, y en la de Felipe II y otroa petio-
oajes que con él tuvieron amistad 6 relación. Pero esta co-
rrespondencia está tan dispersa que es punto menoe que
imposible conocerla toda. Una parte de ella ha sido publi-
tona dé España, en la CoUecióm éU ioemmitliu para U His-
tarim áé Btíi^ y en la Conttpomáann ém Cardmal it Gran-
mUé, editadas por la Real Attdemia de Bélgica; en irarias
obras de M. Gachard, Mord- Patio, Stirling y otros. Re-
cientemente ha visto la lúa pública una nueva oolecdóOf
titulada: LeUtrt ii Dcm Gwwnm íTAmtria d D. Giavamm
Anir$a Doria /, pahblicaU ptr cura del Principe I), Ai f orno
Doria Pamphilj (Roma, 1896), que contiene 62 cartas de
D. Juan de Austria, desde el 10 de Octubre de i568 al ai
de Agosto de 1578.
Permanece inédita la ma}ror parte de la corresponden-
cia de aquel ilustre caudillo relativa á la guerra de las Al>
pujarras en la biblioteca del difunto Sr. D. Pascual de Qa-
yangos, donde también se conservan algunos registros de
cartas de D. Juan, de tiempos posteriores, con el Rey y
sus principales ministros.
Algunas se guardan también en un tomo de papeles va-
rios de la Hiblioteca colombina, y asimismo en las Biblio*
tecas nacionales de Bspaña, Francia, Inglaterra é Italia,
en varios Centros extranjeros y en colecciones de partícula-
- 373 -
res. Pero el depósito que mayor número de cartas y despa-
chos de D. Juan ó referentes á él contiene, es el Archivo
general de Simancas.
De él he tomado la mayor parte de los documentos pu-
blicados, así en esta nota como en la siguiente, inéditos los
más y escogidos todos, y por evitar la repetición de esta
procedencia, debe tener presente el erudito lector que las
cartas y despachos que no lleven expresada la indicación
del lugar donde se guardan, son del citado Archivo.
Veinte tomos como éste podrían formarse con la corres-
pondencia selecta de D. Juan de Austria, empresa que es
verdaderamente lamentable no se haya ya acometido, te-
niendo en cuenta la importancia del personaje y la de los
sucesos en que tomó parte principal.
Dados los estrechos límites de esta publicación, me he
reducido á insertar sólo aquellas cartas ó fragmentos de
ellas más notables y en las que más resaltan el carácter y
sentimientos del ínclito hijo de Carlos V, y aun asi creo
que me he excedido en mi cometido, dando proporciones
excesivas á este volumen. Como las campañas de D. Juan
contra los moriscos de Granada y contra los turcos en
Italia y en África son más generalmente conocidas por los
documentos publicados y por las historias particulares, he
creído conveniente extenderme más en la ilustración de
los hechos ocurridos en los Países Bajos, no siendo posible
hacerlo por igual en los diversos períodos de la vida mili-
tar de D. Juan.
— 374
D. Jmm i* Aiulri* A RmfGómgsd* SUm nprtmiiámioU ewám'
to Mmiimmáe U kákU mmmim U mam f m is UéU
FtUp» //.— (Buoolatta 8 dt Jolio de 1571.)
«PoM Vm., «ÜMpoet que llegó abf, habrá «bido U nueva
oidea que S. M. he qyendo que 70 gMfde. no le caMHé eos
vohriria abora á rafacir; peio ▼ajiéndonie de lo qoe m/ámá^
tm^ ea Vm. y de la Ucencia que como padre me ba dedo
pan qoe le acoda 00a m» ceome, diré á lo OMoee qoe he m»>
tido y aieoto érta lo qoe la mioo me obtífa; no tamo, aeftor,
por lo que es vaaided,qae de andar aporcado dolía pQOfo á Dioe
por teetifo^ maa me da mocba pena qoe yoaolo en el mondo
baya merecido orden tan noova, qoaodo con mayor rooftanm
YÍtria de que moetrara S. M. á todos que la tenia de mí y qoe
bolfaba que yo íoeae más honrado. Confteeo á Vm. qoe Im
qoebrado tauto ea mi eme diifiraof de igoalarme con modMa*
4 tiempo que todoe ■nrao, que algonm vecen be eelado por
^ifpffiyw <ie mf Bifuieodo otro camino de servir á Oioe y á
S. M., poeeenel que llevo se me da á eoteoder tan claramen-
te que DO acierto; aunque si alfo me hace rqiarar es periimtlir-
me que asi como no se lo meresoo, no sale de S. M. semejan-
te voluntad* siuo de alguna persona que querrá eer autoridad
suya tener yo poca (1). A liee, pues, Sr. Kuy Gómez, que si
las entraftat y pecho de cada uno se trasluciese, que quizá el
que mayor justiftrarion publica de al, tendría más necesidnd
de coosejo, y, por el consiguiente, deremedio, y desta verdad
DÍAS sieoto por extremo qoe sea tal ceático tanto dato preeento
y venidero, no por culpa ni opioioo de loe meóos habladores,
sino por la de aquéllos que toda su bieaaventuranza ponen en
moatrarse á fuem de desconteotoe y de donde (se) viere. Todo
(1) Sic en StirUng. Parece Jebía decir: «por uner 70 poca.a
-375-
esto me mueve á decir y á entender otras más que callo, creer
que falsas relaciones son las que me persiguen, aunque de
cualquier suerte debo quexarme mucho de la mia por haber
valido tan poco que, tras tantas obligaciones, vengo hasia agora
á parar por mandado de S. M., que es lo que siento más que
nada, en igualdad infinita con gentes que, por haberme Dios
hecho su hermano, no la puso entre mí y ellos. Bien veo que
no es tanto lo que he servido que sea aún digno de coronas de
laurel; pero que en tan poco se estime lo que he deseado acer-
tar y trabajado que en lugar de algo más llegue á mucho me-
nos en el pecho de mi Señor y Rey, esto es lo que fatiga no
poco á mi espíritu, y de lo que descanso volviéndome á Vm.,
á quien suplico que sin callarme nada, me escriba qué puede
haber causado á S. M. tratarme así; porque si desoía su vo-
luntad pende, dándome á entender que no merezco la gracia
della, holgaré antes de servirle en otro estado que de cansar-
le en el presente más; sobre todo lo qual si á Vm. le pare-
ciere deseo le hable y á mí me aconseje, acordándosele quánto
merecerá con Dios en hacer oficio de padre con quien ya no
tiene otro sino mil personas que trataran de la ocasión de mi
poca edad y experiencia para destruirme á mí, como si fuese
honra y provecho dellos quedarlo yo, y por lo que me importa
este particular vuelvo de nuevo á encomendarle y encomendar-
me eu Vm., de quien solamente confio cuanto puedo. — Nues-
tro iSeñor, etc. De Barcelona á 8 de Julio dei57i.» — (Biblio-
teca del Museo Británico, CoUc. Egerton.) Publicó esta carta el
Sr. Stirling, así como la que escribió D. Juan á Felipe II
(i2 de Julio de 1571), con aviso de haber recibido las instruc-
ciones y demás despachos para la jornada de Italia, en la que
muestra los mismos sentimientos y propósitos que en la an-
terior.
— 576 —
II
D. y»m dé A»$iriM Á Jnmm Amanta Dorf«.— {Ifotim 14 dt
Novieiubre de 1571.)
« H« fWfMMkdido á M cana dt immvo: vm tao poeo qiM
dtcir qtM no btite la oeioaid«d d« Ilé9tiit, ^tw im úmáo
madMi ptn ptaar muy adelante. Todo ea aocm ir praviaitodo
para aalir tampnoo, cono lo he ofrecido, y ocraa diliginriai i
eala &i. Da faaloa todoa peraa aa la pelou, y q«tara Lea-
dríano qne la tanga ao aer padrino de ana hija qoe la ha naci-
do, y para anlwicai me dtoao que ordena 00 aé qaé loraao y
juntada damaa; y tange yo paralodoai ánioao tan poco levan-
lado, qne ai pudiaaa k» aacnaaria da ver. Paao nMaohna haoM
en cüaeeerilarillo, revolviendo papalee viejoa y vida patada;
aieoto cada día niáa I* aoledad, y á íalta ddla, gnaloda la ao-
ledad dealoa retoa! deaeo y noeepero níogoa onnanrio i*ttliwij
muero da tovidia de oCioe que me figuro paaan oCim Immhpai
máa dtchoeoa, pero no más eoamoradoa; diecurro haaiendo
mil caatilloa ea Francia, y al fin todoa alloa y yo caaaNa en al
viento, ain ninguna eaparaa^a da edificación mia aigBia aa
eata parte. Eato ea quanio deaia vidaylugaraehadedeár......
—^Léitérs di Ü, Gic9mmi i'Aiisiris 4 D. Giow, Amdfm JLhnti /,
ftMiMU Pt^ €ti^é dd Pwimip$ Ü, Ai/, Dona Pmm^j.J
m
I>. }mm dé Au^ris d S, MI. foin U aiata > §$íféfn dé Ua §••>
léfs dé Jmm AmUm Donn,—{De Mesina ai de DicieoÜMa
de 1571.)
cSuplico huinilniente á V. M. que con ateodoo ae lea la
preaente carta y los papelea que coa ella van, y que ai dee>
puea de vistos se juxgare haber yo sido inol^teote á laa ór-
— 377 —
denes de V. M., se ma vuelva á dar nueva reprehensión más
áspera de la que se me da por la carta de los 23 de Octubre,
de que va aquí el traslado; y pareciendo que estoy sin culpa,
mande V. M . estimarme por tan obediente vasallo y criado
como lo soy, pues cierto ninguno tiene V. M. en todos sus
Estados que más lo sea. (Dice cómo S. M. manió tomar asien-
to y capitulación coa Juan Andrea Doria para la compra de
sus galeras, sin que de nada de esto se le hablase durante su
estancia en la Corte, y que entre el Comendador mayor de
Castilla, Juan Vázquez de Coronado, y el Cardenal Granvela
arreglaron este asunto, según las instrucciones que para ello
tenian). t Siendo así, añade, vuelvo de nuevo á suplicar humil-
mente á V. M. tenga por sin duda que no solamente no me ha
pasado por el pensamiento no obedecer las órdenes que se me
han dado, pero que quedo corrido y confuso de pensar que haya
persona ninguna que tal pueda imaginar » Y al fin de la
carta escribe de su mano: «Así como mi obligación de servir á
V. M. y observar sus órdenes es mayor que la de nadie en el
mundo, así siento también más que nadie que se pueda pensar
que por ninguna causa haya yo de dejar de obedecerlas; y así
de nuevo vuelvo á suplicar á V. M., cou la humildad que debo,
se sirva de mandarme oir siempre antes que condenarme.»
La carta de S. M. de 23 de Octubre, citada por D. Juan,
era, en efecto, bien dura y severa, como puede verse por el si-
guiente párrafo: « En comprarle sus galeras (á Juan An-
drea) tuvimos principal consideración á hacerle á él merced y
ayudarle en esto á que pudiese sahr de sus necesidades y deu-
das y por esto (porque al hacerle á él comodidad, no se
siguiese á S. M. necesidad y daño) paresció convenir deshacer-
nos dellas por empeño; y así yo quisiera mucho que no se hu-
biera dejado de ejecutar nuestra orden, y que vos la hubieseis
dado, para que, sin dar lugar á réplica ninguna, fuera obede-
cida y cumplida, por la falta que os ha de haber hecho el di-
nero que con las dichas galeras se sacaba para vuestra provi-
sión y por el inconveniente que la falta del habrá sido para
vuestro servicio. Y aunque por esta causa quisiera que se hu-
biera hecho la entrega de las dichas galeras, lo que más me ha
— 378 —
ptmdo m vir qnt m «kian de complír y guardar mit
7 como dBiBO qmmomtám ao lodo á mwuMtakm, ao he
qMiidedojardedocfnMie, yadrertirot qoado aqaf mMmü
en DÍnfooa com qoe hubiere orleo otteetm, voe oaoantáiaque
•e iaaove m aliare, aiao ao laa coeM que á auertro aerñcio
podna flOí oa ■Hoarfioiaolo 7 dato
IV
ttuéfmtdm áwetd Ihmo, D, Jmm dé Atatris, mi muy tmoy mmy
Púr laa ócdeoea é inatmociooea qtM te oa laa dado, aarf lea
faaaralaa locaotaa alcaifo da niieUfu Capitao feoMÜ dala
liar, ooaM ao lea daoiáa que ia oa dkroo para lo ooooanúaola
á la espedieioo de la Liga 7 del caifo de General dalla, ee oe
advirtió 7 ordeo6 lodo aqoaUo qoe por eotoooea paeeció qoe
haola qoa adoaitif 7 ordaoan aHaooaepodieroapretteoiraaif
todoe kM caaoe 7 ooaaa qoe la experieocia 00 aya claro atoa-
trado haoer alfoooa ao qoa ee requiera aaayor d<«Uractoo ó
prooeeciB 7 ordaoaraa de ooavos 7«aaif ha parecido aduertiioe
de preeeoto lo que aguí ee oe dirá, para que tengáía anHaíiido»
en lodo lo qoe ee podiere, ni ▼oluntad, cooio voe lo deaea7e
7 praleadeyi, puee eiguieodo aquella vos prooederqr* 000 máa
letiifarrinB 7 000 oMoor duda 7 diffiniUad aa lo que ocurne-
re, y voe taodreya eiempre co7dado de adoertimoa, aogua k»
que t»e oíreciere, de lo que oe parecerá cooveoir teoer enleodi-
da mi voluntad, 7 70 tendré andado de 7r oa ordeaando 7 ad*
uirtieodo de lo qoe pereciere qoe cooviena.
Por uno de loa capfiuloa de la Iiulruocioa particular qoa aa
oe dio filtimaBWBli para lo de la Liga, aa diaa qoa an todo lo
que ee ofliieciero haner oieaoeter de gante, vitoallaa, manicio»
nea, artiUeria 7 de otraa cosas neceeariae para la armada 7
effectos que con ella ee lunñeren de haaar, temáo orden aM
mis VirraTea 7 niniatroa, como la tianaa para hasar 7 coaplir
— 379 —
todo aquello que vos les ordenáredes y pidiéredes. Pero se os
encargó y ordenó que usásedes de aquella facultad y coraissioa
por medio dellos, y no del de ios ministros particulares é in-
feriores, pues aquéllos lo podrán mejor hazer y cumplir, y por
escusar confusión y la dilación que en usar destotro camino
puede hauer, y por las demás consideraciones que allí se dizen;
y aunque en todo conviene que assí se haga, y assí os lo tor-
no á ordenar y encargar muy de veras, en ninguna cosa es más
necesario esto que en materia de dinero; y por esto os encargo
que en ninguna manera interpongays vuestro nombre y aucto-
ridad en escriuir ni pedir ni á los lugares en general, ni á per-
sonas en particular, que os ayuden ó socorran con alguna can-
tidad de dinero, ni aunque sea prestado, ni que se tome á
cambio, aunque se ofreciesse poderlo hallar, por los inconve-
nientes que de hazerlo pueden succeder á mi seruicio; que en
lo que toca al proueeros de acá del dinero necesario, se terna
el cuydado possible, como hasta aquí se ha hecho; y vos de-
béis ir regulando las cosas con la posibilidad y prouision que
tuuiéredes, porque no os venga á faltar del todo, que seria del
inconveniente que podeys considerar, teniendo cuenta de ani-
sarme de contino del estado en que estuuiere lo del dinero, y
de cómo se fuere gastando, porque con saberlo se vaya preui-
niendo y proueyendo lo necesario.
Y porque podrá suceder que el dinero que de acá se os
prouee por cédulas no vaya tan puntual que no se hayan de
aguardar algunos días para cobrarlo, y por esto pareciesse,
ocurriendo alguna estrecha necesidad, ser forzoso anticipar
algo por cambio ó por asiento sobre la misma dita (i) y canti-
dad, aunque esto se deue excusar quanto se pudiere por los
daños é intereses, y porque tanto menos vernia á ser la proui-
sion, todavía en tal caso se podrá hazer. Pero en esto también
conuerna que useys del medio de los Virreyes, pues cada uno
en el reino de su cargo terna más disposición y noticia para
acomodarlo y para que se haga con mejores partidos.
Quanto á la gente que para el cumplimiento de la expedi-
(i) 5ÍC.' ¿letra?
— 3«o —
doo <k b Lifi M httbiece cada afto de l«tantar por mi ptite,
«■to cono tmmft Mtwnliilii, depoadt de le ■^— ^rtífii qoe ea
Roñe por ke ainirtrat de lodoe loe ooHfedoe te toaara, y earf
haeta eoloiioee oo parece qoe •• pecticiilar ee puede oí deoe
heaer otra cote «Ae ^oe algMia pfeMMÍoB, pera (|M coB nii
bfeaeilail te pueda deepMoe, coaJanae i lo imirtedu, lentef
•I aiaeip y de la naeióa que cooutoiere; jr eeif oo eeri me-
aoafeír que de allA deye oiden ea <|ue ee leveale uiBfttoe feote
ot que oombnye peraooae, ni ae deo deepecboi vueeirai pera
ello, eerf por eecuaer del gMioqae del aaüaparlo mit d« lo
■iciraiio te recrecería, coaao porque coovieoe qoe de acá yo
neuido aorabrar las pwiBuei que la bubiereo de lofanlar, y ae
mmau loadeipecboe necnoBiios; que pt^ toda* cauma coovi*-
DO ealo A oú eeruicáo; y aail oe eaeaifo que ae baga liarapre,
aiioque biea bolfu é que pera la leoe de quelqoter fMle que
ae bttttiwe Je basar, me aniaayadelee peraoaei que A toe ea
oe ofreceria A propóeUo, porque eoo voeitra lalnrinadon m
acierte etto mejor.
Y porque pMlna aer quedenAs de la kua pruapal de gen-
te que eebaurA becbo al priactpio,ooaBÍBÍaeee adeleate leuaa-
tar alguna más, ó aacarla de loe preeidioa de roía Reyooe por
(altar el aúmeíOk 6 eer aeoeaerio para alfuu ofiicto, celo ee po-
drá muy biea beaer ata enterar la tal iininÍBeíl0ii ai ilMpaflio
de acá, uaaiido eo ello también del medio dd Virrey 6 minia-
tro núo del Keyno ó parte doade oe pareciera que conviene
que ee provea, y anaándcme de todo lo que ee fuera beaSeadOi
£o lo que toca al nAmeio de falacat que pera la didia ex*
pedición conuiniere crecer, confaime A la reaolocioo que ea
Roma ae tomare de la empreea que ee huutera de haser, ae irA
aiampra preuiniendo y adviertiendo oa de lo que couueíaA,
como pera Ladéete afioae oeba ordenado btt gabaiaaqueba
parecido que ae crescan. Pero ai para el cumplimiento de aque-
llo alguaaa peraonat oiraderen armar galeraa por aoiento, eerA
bien que oygaya bi plAtica y condidonee y pertidoe que pro-
poaieran, sin efectuar allá ni concluir coea alguna; y me avi-
aarüa de ello con vuestro parecer, para que entendido lo uno
y k> otro, yo manda y prouea lo que aiAa convenga.
— 38i —
Si sucediere vacar algún oficio ó cargo principal de tierra 6
mar, así de los que hauemos proueido para lo de la Liga como
de los demás de mi armada, que suelen tener y tienen títulos
y patentes mias, será bien, y así os lo encargo, que me auiseys
del lo con breuedad, y que para que en el entre tanto en el tal
cargo ó oficio no haya falta en mi servicio, encomendéis el
uso y exercicio del á quien os parecerá conuiniente, sin darle
título ni patente, ni prendaros en otra manera, auisándome
de las personas que pata el tal cargo ó oficio os parecerán á
propósito, porque holgaré yo mucho de tener vuestra informa-
ción para la provisión dello.
Y esto mismo será bien que advirtays en lo que toca á las
galeras que al presente están por proueer por esquadras, y á
las que hauemos mandado armar de nuevo este año y adelante
se armaren, y que me vays auisando de lo que en todo ello os
parecerá mas conveniente á mi servicio. Data en Madrid á xx
de hebrero de 1572. — Yo el Rey. — (Hay un sello Real de pla-
ca.)— Por mandado de S. M., Ant. Pérez.*
En carta de D. Juan á Felipe II, de 30 de Abril de 1572,
fechada en Mesina, le da cuenta de im regalo que le había re-
mitido la madre de los hijos de Alí Baxá, general de la arma-
da turquesca, muerto en la batalla de Lepanto, regalo que tno
lo he recibido, ni me ha pasado por pensamiento de hacerlo
por diversas consideraciones que para ello hay; antes he orde-
nado á los dichos turcos (que se lo llevaron) que pasasen á
Roma, donde está el menor de los hijos del dicho Baxá, por-
que el mayor murió en Ñapóles los dias pasados, para que él
haga lo que le paresciere, y les he agradecido con buenas pa-
labras el regalo que en esto me ha querido hacer su madre.
Hame parecido dar cuenta dello á V. M., como soy obligado,
y decir juntamente que, movido á piedad deste mogo, que está
cautivo en Roma, el qual apenas puede tener quince años, y
considerando que no es de los hombres que soltándole pueda
hacer mucho daño, he scrito al embaxador D. Juan de Zúñiga
que habla de mi parte al Pipa y le pida ooo todo
■Ítalo qoa, por lo qoa á la tuya toca, dé libertad á aalaMi-
cíimIm f qoa trata coa loa amhaiadorea de Veaada que aa
rmámím da lo ibmdo.» Suplica «1 tambiao á S. M. la ooooa-
da aata BHtead«
La iaiaetóa dal pnaaala badio por la nadia de loa hi joa da
Ali BaxááD. juandaAoatrtacooaiitlaeQloaoljjeCoaagaieo-
taa: Uoa ropa da daanMOO carMÍ eos na foanicioo da n
pakDo, bordada da hilo da oro, iiiíiaiada aa loboa áarbaka.
Un aforro de martaa, moy boaao, y otroa doa aforroa dai
taa ootalea. Trea alorroa da loboa aarfaalaa. Brocado I
tataa ropaa á la rintoJaiiiata Ua ateo y oa carcax
aray baaao. Otroa qoatro 6 ciooo arooa y flechaa. Una aapada
daoHflqaiaa* faicaacida la corroa y roalera da roaaa da oro*
Tna oolaa dacaballoa aMrteoa traidaa da la ladla qaa lai
traen por aóoMiat al caballo: dioeo qaa aa aMra elloa coaa
muy eatioMda. Un lacho á la turqoeaca, todo bordado da oro, á
•u uiaoa. Uo doael hadio da brocadana y aaa aÜMoabra da
aada, aiáa polida qoa rica, y abnoJiadat pan al aatcadow Otroa
traa 6 quairo tapetea da laaa. Trae ó qoalro coirae da cairo,
aa qtM loa turooa coman, y taprtea delaoa paradebaxo, en qoe
aa aaiantan Cadáiloa damaaqiiinm aiay polldoa. Doa mana
da á caballo dawaaqaiaaa. Uoa bachata daawaqoiaa. Qoatro
6 dooo fraicoa de coero para afpia, labradoa á oo iiaanaa. Cier-
taa taas de coero para bdier agoa á ao oíann. Doa cacharaa
de palo. Ciertoa papoa da almiaele. 11 ocadorea de lodoa colo-
res á au iiaan»i. Ciertaa eacadillas porcelanaa. Ciertos pluma-
faa da gaviotaa á au oaansa.
VI
D, ytum d$ AmtíñM á Jum A, ZXjtm.— (Nápolea 4 daJfann
<>• 1573)
•Ayer, después de comer, llegué del Águila de haber visto
y conocido una de las más valerosas y prudaotaa onjerea qoa
agora se conocen, y aunque la quiero como á henMHia y aaá-
- 383 -
ga, no pasión me hace decir esto, sino ser en eso así y mucho
más de lo que publica el mundo della »
vn
D. Jiuin de Austria á y ñau A. Doy/ a.— (Genova 1574, Marzo?)
f Estoy en Genova, y muyto contra miña vountade. Mire
el diablo lo que hace y el mundo en que vivimos, que lo que
unos aborrecen, otros apetecen y desean. Dexé ayer esta carta
hasta esa raya, porque llegando á ella me llamaron para ir á se-
ñoría. Fui, y entre muchas damas que vi, vi á la señora To-
masina dos veces. Reímonos, y yo maravilléme de cuanto debe
ser mayor que su hermosura su discreción; y con todo, digo
que no apruebo por amores de mejor gusto amores bárbaros,
que fueron los della; ni á la señora Galeta, por tan hermosa,
que merezca ciento y tantos servidores, que los tantos le basta-
ran, si no fueran muchos; pero si lo fueran, le sobraran cierto.
Sobre todo esto, hauemos reído harto la señora doña Zenovia y
yo, y sobre haberla yo dicho que es más maliciosa que buena
al cagueta, porque no alcanzo della cosa que me satisfaga en
este oficio: está buena y muy preñada; pero tal joya como mi
mujer no se ha visto, mayormente quando habla, porque está
un hora en darme los hornos de dote. Andrea va siendo su pa-
dre en las reverencias, mas no en lo rubio; y yo estoy tan bien
hospedado y regalado, que no hace falta para esto Juan An-
drea, aunque me la hace á mí muy grande para otros efectos.
He jugado dos veces en la calle á la pelota, y entrambas per-
dido: yo sabré cuánto para que v. m. me lo pague, pues fué,
se puede decir, en su servicio. Partirme he el jueves á Vijeuen,
á do creo tomaré ocho dias el agua de palo para refrescar este
hígado, que de puro encendido rae sale al cuerpo y manos á
qualquiera exercicio que haga »
VUI
D. Jnm Í4 Amtíkim á Jmm A. I>orM.— <i8 de AfOtto da 1574,
fio logar.)
ff A caJtai he jugado, j heridoma muy bÍao on caballo un
toro; fué día de regocijo para todo, y «o particular la hallé yo
que le buacaba; y porque do aaa todo qoexaa de mí y le qiMpa
á V. m. M paita ao otro, qnaooctManÍM quiero tratarle, como
quiera aar tratado, y da oú fieita alcaaoa aiqoiaa mi veatido,
guardado aa le laogo, y quaado le ««a, irar* ai ttá galao; coa-
toaocomoooloaieoto, nolodigo, poraao traeéia deade luego,
y vaamoaeo qué para tanta tala y mparalo. A fé que no borlo,
tino qoa te le tange goaidado y dafandido de mil demandaa;
ye eapero qoe aer tan ^randfaiaie ballaee ne bnüwá para no
IX
En 19 de Noviembre de 1574 el Nondo dio á Felipe II uoa
carta de Su Santidad, en la que le acooiejaba. como ya antea
lohabfa hecho por medio del Cardenal Pacheco, qoe en viata
dal paligre en qoe ae hallaban loa interatea de la criatiaadad,
aa raaolvieee á ir en peraona á Italia. En en coniacoencii, el
Rey reunió tu Conaejo de Retado en ai de Eomedelaignien-
te aAo, para tratar de asunto de tanta tranaoandancia. Laaepi-
niooea y diacuraos que en él preralederon aobre este punto noa
lo dice d aiguiente importantísimo dooimento, que prueba laa
raaooaa qoe tnvo el Monarca pwa no aalir de au Corte:
La fw uhnplatUidomCmmjo dr EOmioA ai éU Eturodétsjs,
sobn iMÜadéS.hf.á lUáU.
•El Duque de Alba dijo primeramente de cuánta importan-
cia era este punto y el mirar dónde convemia que la peraona
de S. M. estuviese, y U obligación que cada Príncipe tiene á
- 385 -
visitar sus Estados y la necesidad que todos tienen de esto;
pero que no pudiendo estar sino en una parte, es necesario
que resida su persona en la principal y que en las otras esté
por interpósitas personas. Discurrió por todos los Estados de
S. M.: primero, por los de las Indias, y que aquéllos, por la
gran distancia, no habia que tratar de que pudiesen ser visita-
dos de S. M. Pasóse á los de Flandes, y dijo lo que se habia
tratado cuando se comenzaron á alterar aquellos Estados de lo
que convernia que S. M. hiciese, y que él se acordaba que to-
dos concurrieron en que no convenia que S. M. pasase á ellos,
sino enviar á abrir primero el camino, para lo cual se envió á
él; lo que después sucedió de la alteración de Granada, el em-
barazo del Príncipe nuestro señor, con lo cual se imposibilitó
la ida de S. M. Que en lo de Italia tiene S. M. la misma obli-
gación de visitar á aquellos Estados como á los demás, tanto
más en el estado que aquello se halla al presente, por la repu-
tación, en alguna manera perdida, por la que el enemigo ha
cobrado con el suceso pasado por el ánimo que habrán co-
brado los que no son amigos, por el que habrán perdido los
que lo son. Que todo esto es de tanta consideración é impor-
tancia, que no hay duda sino que seria lo que más convernia
que S. M. pasase á Italia, si pudiese, y esto con la mayor bre-
vedad posible. Que los efectos que de ello resultarían serian
tales que merecerian muy bien este trabajo. Que por lo de es-
tos reinos no parece que habria que reparar, pues no habría
duda sino que se podría esperar de ellos todo buen servicio y
obediencia y seguridad en todo; pero que viniendo al punto,
entiende por máxima y principio necesario que el niervo de
todas las cosas es el dinero, y que en tanto es grande y pode-
roso un Príncipe y señor de muchos Estados en cuanto es po-
deroso en esto, pues sin él, por muchos reinos que posea, no
tendrá poder para sustentarlos ni defenderlos; y siendo pode-
roso en ello, por gran necesidad que tengan los Estados de ser
visitados, se suplirla y remediaría con estotro. Que esto del
dinero entiende que está en tan estrecho estado, que con estar
S. M. presente á la solicitud de la provisión de esto, se ve coil
cuánta dificultad se provee «lún menos de lo necesario, y qu^
a5
- 38^ —
así tiaoe por dato que li S. M. bltate de eitot rnoot, It Cil.
taña la wiiUnrii ptn lis oeoeiidadea qoe m ofruciuMU. Qoo
por todo afto oo m poed« pcmiadtr que convenga en niof^una
manara que S. M. taifa de Eapafta por afora, tíao qtm aaiatt
á b proriaioQ del dinero pera todaa partea, poea m H ao ib
podrá hacer ninfiiA buen dbcto, y qoe lo demáa tehafipor
iaterpóaítas peraooas.
El Doqnede PraacaTflla y el Ifarqoéa de AguOar lecoaiar-
maroo coo eale perecer. Lo miarao l¿so el Duqoe de Medioa-
celi, afiadiendo que de tal naaera ti eotiende eate pomo, que
cuando S. M. tuvieae modio dinero no convemia, por mod^
rasooea de ooMideracioa y comí qoe podriaa aooeder, pero qoe
á A le pareaoeria que aeria ooaveqieale nodáree de aqof , como
aisría Arafoo, y viaitar i aqoelloa retooa que tanta nereaidad
ae eatiaade qoe tienen de ello.
Bl RraaidentÉ diaenrnó largo en la obtigacion de loa PrUici-
peÉ en ley divina y natural á viaitar ana reinoa cnando pueden,
viaiéodoaa á roiifínnar i Io6kini0 con lo dicho, qoe en ninfn-
na manera contenfa te ida de S. M. i ItaHa.
Andrés Póoce diacorrió también largo por d ealado de laa
coaaa de laa vtdanladea de Italk, y vino deapoea i decir qne,
ai por algonoa Eatadoa hobieae de lalir S. M . de éatos, habia
de aer pan Plandes, por eatar en la necesidad que están de re-
medio y aer Eatadoa patrimoniales, y porque si aquello se pier-
de, duda mocho de lo de Italia, y ai aquello ae aaentaae, aeria
lo qoe baria al caao para todo.
& Prior ae conformó con lo dd Duque de Alba, aAadiendo
lo de Ui Cortea de Aragón, por aer parte de lo que So Santi-
dad pide y tenor aqudlo tanta neoeaidad.
fil Inqñlndor general trató de la grandeza ¿ importancia dd
Üigodo; dijolo que d Nuncio le había hablado sdxe esta ma>
tería; refirió rauchaa hiatorias, asi antiguas conso de eatoa id-
. nos. de las alteraciones y mudanaaa que se habian visto dd
Estado por ausentarse los Reyes de estos reinos; lo de las Co>
tnunidades. cuando el Emperador noeatro seftor vino á ellos;
lo que habia jra cundido en ellos cuando S. M. vino de Fian-
do, y ctitnto daño y fuego se pudiera encender si se diüHara
- 387 -
su venida; el ejemplo del Rey Católico, que siempre asistió
en estos reinos de Castilla, lo que desde ellos ganó y conquis-
tó, resumiendo de todos los inconvenientes grandes y malos
sucesos que han sucedido y podrían suceder de faltar S. M. de
estos reinos, tanto más que, habiendo de ir S. M. á Italia, ha-
bla de ser é ir como convernia, con mucho dinero, con mucha
gente principal que le seguiria, con mucha de guerra, que se
considere cuál quedarían estos reinos en tal caso, cuanto más
habiendo en ellos tanto número de moriscos y armados, y con
la mala intención que se entiende, y que así en ninguna mane-
ra conviene la ida de S. M. á Italia; pero que bien le parece lo
que estaba dicho de lo de Aragón.
El Conde de Chinchón entró por la importancia del negocio
y por las obligaciones de los Príncipes á visitar sus reinos, di-
ciendo que, si reinos tienen necesidad de la presencia de S. M.,
ningunos tanto como los de Aragón, y que así, él seria de pa-
recer que acabados y asentados los negocios que están pen-
dientes en estos reinos, fuese á Aragón ó á hacer Cortes ó á
visitar aquellos reinos, y que en este tiempo, que seria de aquí
á Julio, á parecer, que se tuviese toda la armada de S. M. muy
en orden y junta, y que acomodado lo de aquí y lo de allí, si
lo de Flandes y otras cosas diesen lugar, y el efecto grande
que se viese que podria resultar de su pasada á Italia, pasase
á verse con Su Santidad, y que á él se le respondiese en esta
misma sustancia, y que después se podria tomar la resolución
que conviniese conforme al estado de las cosas.
El Sr. D. Juan (de Austria) aprobó los inconvenientes que
estaban tocados en lo de faltar S. M. de estos reinos, añadien-
do, por no el menor de todos, lo que importa la salud de S. M.,
porque en el no ir y visitar aquellos Estados, hay todo lo que
había dicho á S. M. en aquel Consejo, y que pues el negocio
era de tal importancia, seria de parescer que se pensase más
en él; pero que entretanto le parecía bien lo que estaba dicho
de lo de Aragón. A esto del tomar á platicar y pensar más en
el negocio, se le respondió que era negocio muy pensado y
platicado esto de atrás, y con esto se conformó con el parecer
del Consejo.»
— 388 —
Ea m coimcmnáá, Felipe n eacríbió al PboHfice en a6 de
EUiero une certa en que l« decía: «Yo eatoy muy cierto que ai
V. S. irieee coa la difimltad y faena que ae be proteido to qoe
ticular lo que ae ha de proveer ea eate pieeauta, varia biea
cuan lorsoaa ha aido y ea aii preaancia ea ealoe reiaoa, y c4cdo
ain ella fuera impoaible haberae acadido á taatat partea..... y
V. S. qaedaria aatiaiadio de qae el ao hacer yo laego lo qae
V. 8. ea eala parle me eacribe, ao ea por ao teaer ea aiocho
aaa boaaoe coaaajoe y advertantento aioo porqae aeria de
poco efecto mi id^ aia la proviaíoa aeceaaria, aieado, coeao ea,
4ate el priadpal (aademeato pera todo. Paro tieae coaarigo
tanta foem el perecer y coMefO de V. S., vieado d aaior de
qae proeade y la amcha pradeada de V. S. coa qae tula lea
oooea, qae iré peaaaado Ctm fcan cuidado y procaraado la
forma qae pueda haber pera que oceea lea diScaltadee qae
baüa afora ha hdbido y hay pera qae yo paeda hacer lo qaa
V.S. aweecriba......
O0«e Méfásitm 4» UlUm á D. ymmi$E»nh»i:
•Iluatxe aeAor: No he querido cechbtr á ▼. m. el ooateato
que me ha dado verle en oompefiia del Sr. D. Juan, porque
"■■f*"** ooaa en la tierra deeeo yo que ver en ao compeftta
gente tal, porque coaoce la aeceaidad que dallo tieae y lo qae
ae aprovecha ddlo, y pcMrque S. A. ao ae deacwida de aviaar*
me, le be suplicado que eche la carga á v. m. á quien auplico
roe la haga ea aviaarme coa todoe los correoe lo que v. m. vie-
re que puedo deaeer aaber del Sr. D. Juan y de lo que se hace,
y también á v. m. suplico que coa ningún correo deje de ser
aviaada, porque quien está tan colgada, con cualquiera que
cute me da gran sobresalto, y podrá v. ro. mandar dar las car-
tea ea caaa de D. Pedro Manuel, que yo por aquella vía rea-
ponderé 6 por donde v. m. mandare; y porque crep que aunque
- 389 —
sea esta importunidad, lo hará por hacerme á mí merced, acabo
suplicando á nuestro Señor dé á v. m. tan buen viage y tan
buenos sucesos en él como deseo. Nuestro Señor la ilustre
persona de v. m, guarde y acreciente como deseo. De Valla-
dolid á 29 de Marzo de 1575. — A servicio de v. m., Doña Ma-
dalenade Ulloa.»
XI
Cédula de Felipe II dirigida á D . Jiian de Austria, corno Capi-
tán General de la Mar, para que pueda tomar dinero á cambio,
— (Dada en San Lorenzo á 4 de Abril de 1575.)
■limo. D. Juan de Austria, mi muy caro y muy amado her-
mano, nuestro Capitán general de la Mar (Le dice que,
además de la provisión de dinero que en estos reinos ha man-
dado hacer para aprestar la armada), me ha parecido enviaros
la comisión que va con ésta para que por nos y en nuestro
nombre podáis para el dicho efecto tomar á cambio en el nues-
tro reino de Sicilia hasta la suma y cantidad de trezientos mil
escudos, de á doce tarines, moneda del dicho reino, y remitir
la paga y cumplimiento dellos y de sus intereses al Cardenal
de Granvela, nuestro Lugarteniente general en el reino de Ña-
póles sobre las consignaciones del año venidero de 1576,
ó de allí adelante, á los más largos plazos que pudiéredes.....
(Al pie de la cédula, de mano del Rey:) Y desta comisión no
usaréis sino para lo deste año, pues para los de adelante habrá
tiempo de ver lo que converná que se haga. — Vuestro buen
hermano. — Yo el Rey.*
XII
Juan de Guevara al Sr. D. Pedro de Escobedo.
(Cartagena á 21 de Abril de 1575.)
«111. < Sr.: Por empezar á cansar á v. m. con mis cartas, hago
ésta para dalle cuenta del progreso de nuestro viage, el cual
(ué ámá» U UMteiM de Paacua hatfa k» okc dd pcetoate que
wtTwnnt ao tttt dudad, ooo haboiM dahwido S. A. eo el
Comí da Almagoar y m Maceta doa días, adooda owiiarwi
tocoa y hiciaroo oliaa fiaataa y ractbínuaiiloa oBoy gnadtt^
coBM ií la pacaooa da S. li. paaaia, akgráadoaa ea al propio
grado coa la da S. A. , coeao aa lo dijeroo eo laa náa paitaa qaiB
Ikfó. Eo todaa hubo nmiebo qua var y oo pocaa inmawa bar-
OBoaat, que á bo ir tan de pato todavía fbéñoH» adimHdoa da
atadDMOM ao laban tinta baUaraaria ooaao laa daaa Corta*
aia MBoaotMr á la aaAoca Clan por náa oíba qna aaa. Caita-
faM paaaóal Sr. D. Juao por lü calles y diaparó gran aianli-
dad da aitiUana y las galacaa aqiaal día y el tiguiaola, qna
S. A. aiitr6 ao la mar 4 viaitar la Kcai, eo las cuates aalá to-
davía la iniuiteria de ly conpaltíaa embarcada, sin lo cual bay
tanta fante por la mucha qna cada dia Ifcifa, que no a6 ai tar-
dan macho al aater Secralario, á quioa ya U raaolacioa qua
ú Rey tomará, n afaarda por noanatoa para partir, cafarfa-
moa en el pueblo, por aar da poco más que mil vectooa. Anti-
yer arribó Farahnta y compaftia, á loa cualean proveyó luego'
dai aoaaorias, y la principal aatá guardada. Tampoco ha idiado
para Guiliamas en can da una muger muy harmoaa, que In
bay aquí maravillosas. Van tooundo U razón de unas mo-
rifCM qua ao la nuestra reaemn I-iaBcano y yo sin iotarvan-
don da la qua ahí dejé, la cual eooomandara á v. m. si no la
quisiera tanto, y del suboaao dará aviso antnde la leva •
XUI
¡mitufíitm mí limo. D, Jmmi dé Au^brim, mi muy otro y wmy
MmoÍ9 áwamo, totrtsuxdmá Rowufloqms aliUm i» huér.
«Habiendo de pasanr por tan cerca de Roma, y siendo el
año de tanta devoción, me ha parecido que será bien que
paaséis á vuestra yda por aquella ciudad, y que de camino he-
léis el pié á S, S. y ganéis el jubileo deste año sancto, y que
con su s&ncta bendición panáii adelante á seguir vuestra jar-
^ 391 — '
nada y á lo demás que este año se hubiere de hazer, para lo
qual todo, y para que nuestro Señor os dé mejor ventura, apro-
vechará mucho. Pero importando tanto, como lleváis entendi-
do, la brevedad de vuestra llegada á Ñapóles y Sicilia, para
que con vuestra presencia se apreste y junte todo con más bre-
vedad, os encargo que vuestra estada en Roma no passe de
dos ó tres dias, pues en éstos os podréis muy bien desembara9ar
de lo de alli. Y que si por el tiempo y las ocasiones os pareciese
no deteneros ni aun estos pocos dias, paséis de largo vuestro
camino derecho; pues será muy buena deuocion y muy del
servicio de nuestro Señor ganar horas en lo que vays á hazer,
pues no va en ello menos que la defensa de la christiandad.
Para en caso que el tiempo diesse lugar para poder entrar
en Roma, llenáis una carta de mi mano para S. S. de visita en
vuestra creencia, con la qual vos le visitaréis de mi parte y le
diréis quánto quisiera yo poder hazer lo que vos y ver á S. S.
y besarle sus muy sanctos pies, tanto más en año de tanta de-
uocion; pero que ya que no lo he podido yo hazer, he holgado
que vos gocéis de la ocasión y visitéis á S. S. por entrambos;
y por aquí lo que más os paresciere á propósito.
Demás desto, me ha parescido que será bien que deis á
S. S. quenta de la orden que lleváis para lo deste año en lo
general, y de las prouisiones hechas para la defensa contra la
armada del Turco, y assí lo podréis hazer de las cosas que os
pareciere.
Y porque podrá ser que S. S. os hable en los negocios que
el Cardenal Pacheco truxo en comisión, de que vos vais ad-
vertido, por lo que se trató dellos en vuestra presencia, en tal
caso podréis responder y satisfacer con lo mismo que se res-
pondió al Cardenal Pacheco, que para vuestra memoria y ad-
vertimiento se os envia con esta copia de la respuesta que se le
dio, pero no habrá para qué meteros en más discursos ni razo^-
nes de lo que la misma respuesta contiene.
Ya lleváis entendido el estado y necesidad en que se halla
lo de nuestra hacienda y la gran dificultad con que se ha hecho
la provisión de dinero para vuestro despacho, y quanto más ha
de ser menester iros proveyendo cada dia, demás de las gran-
dm noMM <|M «'ftinoto provMr á otras mtadiM ptgtm; y
porque de U mía te he eapUcedo á & S. por alpuiM gredat
pera ayude á tHíMM necwktidee, por medio de D. Juaa de ^-
ftiga« mi embaxedor, me be periectdo queeerá de importeucte
que vos eo tal oceeioa ooom ir á ocuperee voeMm peceooe coo
taotet 6aersae ea deíian de toda la chriifianded, befüe oficio
coo S. S. eo mi sooibre en cetaiaelerie, mát 6 meaoe apreta-
do, ooofbrma i lo qne el didio D. Jueo oeedvirtíera que eoa»
veíaá, lenui el ettado ea qoe toviere eatoe nefocioe y la dii-
poeicioQ de S. S. Pero esto ha de ser eo snsisncis ripw a
Ufle mié neceiidides, las rinmi y nmeiniíM deUae, teo oabe»
neficío pAbBco y bíoB de k chriatiiadad como proprio mió; le
provitioa que lleváis de dioero, y qoe coa no eer pequsfte, es
tanto meooe de lo qoe ha de ssr menester pan to desü aftos el
trabejo y difieoltad oo« qoe te ha proveído, y la necesidad y
raxon qoe hay de que S. S. me ayode, poee es tente paite de
lo que por la mía se §Mta eo deimee y ooosenracion de aque«
lia Santa Sede, y geoeralmentn de toda la christiandad, y las
demás raaonee en esta sostanda qoe os peieciere. Yei oopo-
diáredes en loe doe 6 trae dies qoe habéis destar en Roma an-
ear alguna rceolucioo en esta materia, aunque lo habéis de pro>
corar, y podrá biso ssr qoe se saqoe coo tan boen medios oo
teméis qoe deleaeroe más de lo qoe eetá dicho, ni qué hacer
más que dexarlo á la de^)edida muy eooomendado á S. S. y
remitido á mi embaxador. Lo que queda que advertiroe eo esls
papel, es que vays con mucha advertencia y consideración eo
Interoesionee y demande» con S S., tanto más en ooeas que
frieren contra el concilio, porque en éstas son yo voy moy ra-
eatado y atentado; y así oe encargo noicho qoe voe en todas
maneras lo escuséis por vuestra parte. En visitas y cumpU>
mientos de Cardenalee perece que no habrá para qué meteroe,
pues habeys|lestar tan pocoe días allí, como arriba eetá didio,
porque seria nunca acabar y dexar quexoeoe y deeoontcutoe á
muchoe. Y porque el dicho D. Juan de ^^ftíge sepe y entienda
todo lo que vos habéis de hazer en Roma« se le advierte dello
en el despacho que va con ésta para él. Vos se lo remitiréis, y
sntes de llegar allá ó en llegando, se lo comunicaréis todo lo
— 393 —
que aquí habeys de decir y hacer en todas estas cosas, según
el término en que estuvieren las de allá; que á él ordeno que
os advierta y avise de todo lo que le paresciere y conviniere,
para que vos podáis acertar mejor. — Data en Aranxuez á xxi
de Abril de 1575. — Yo el Rey. — Antonio Pérez. — Instrucción
al Sr. D. Juan sobre su ida á Roma y lo que allí ha de hacer.»
No habiéndole sido posible á D. Juan pasar á Roma, envió
á besar en su nombre el pie á Su Santidad á D. José de Acuña
«por el mucho peligro de la salud, por causa de la mudanza de
aire.»
XIV
Instrucción al Sr. D. Juan para lo que ha de hacer en su camino
hasta llegar á Sicilia {i).
tlllmo. Don Juan de Austria, mi muy caro y muy amado
hermano: Aunque en vuestra presencia se ha tratado y platica-
do largamente sobre todo lo que ha parecido convenir cerca de
vuestra partida y viage y lo demás que este año se habrá de
hacer, he querido advertiros aquí para vuestro advertimiento
y memoria de algunos puntos principales.
Primeramente, una de las cosas que más se entiende que
convienen, como lo lleváis entendido, es la brevedad de vues-
tra partida destos reynos, y que lleguéis quanto más presto
fuere posible á Italia, por estar el tiempo tan adelante, y por-
que con vuestra presencia y asistencia allá, se apresten y jun-
ten las cosas necesarias con más cuidado y diligencia; y así, no
puedo dexaros de encargar, de:r.ás de lo que en presencia lo
he hecho, que uséis en esto de vuestra buena diligencia, pues
veis que toda será menester para que se halle todo prevenido á
tiempo que preste y sea del efecto que se pretende.
Por la relación que se os envió y recibistes antes que llegá-
sedes aquí, habréis visto la cantidad de artillería y pelotería
que habernos mandado fundir y proveer de nuevo en Milán.
(i) Así dice al pie del documento original.
laiocBMiw dt dd liaiqytedeAyaaioatB dal
«toestá; ycoofonMáloquedél6at«KÍtéradet,haréwq|iiete
OM «o «lio da OMiy fraa düifeack, y advcrtíréis dt lo qoo
•obre aquello ot paraden qiae aa ddw mudar 6 afiadír.
A loa Doqoaa da Sabojra y Plonoda y Repóblica da Géoo-
va, oooBO taoáif antandido, aa 1» eicripCo y pravaoido pidi4n-
dolaa poofM á poolo an faktaa y tengaa por biao qna aa
jMtaB aHa vanao coa Bit aroMda; y auaqoaaetiaoa por dar-
lo qoa vamáo aa alio, todavía ooovaroá qua voa oa infonnéii
dd artado an qoa aalo aituviara, y hafAia lobre elk» loa o6doa
qpm oa paraoarAn coovaoir. Tamfaiao aa aacribió A loa didioa
Dnqnea da Saboya y Ploraoda y Rap6bUca de Géoova« pi-
diéodolea que noa aoiproitaaeo algoñaa pie9aa do artiUeria
para lo qoa aila afto oa podría ofraoar; y porqoa ate oo taoe-
OMM aviao da la raipMaati qoa aobro aato habria dado, aari
biao qua ai fuaro nwnaatar hacar allA d(oo o6ck> oerca ddlo
lo iMfda, habiéodooa prioMro iaformado dd catado ao qua
aalo «ttuviara.
Auoqoa aa ha advertido en vuestra preaaoda que, porqoa
llevéis coo voa feote máa pUtsca eqiaftola para la anuida, i»-
na t>iea trocar de la que ha de ir biaoAa de acá coo d larcáo
de Lonbardia la porta qua oa paractaea, paraoe d pwwnte
que, eetaodo laa coeas de Géoova eo d eetado eo que ertio, ae
debe excuaar, porque oo cauaa cdoa A loa de aquella Rqióbli-
oa d aodar u>aneao(to geote por allí cerca. Y aoaque peía
lahiodiir d tercio de Looiberdia hahemoa ordeoado qa» m lo-
vaoten quioieotoa hombres, coa» teoéta eotendido, coo la de-
nAa geote que ae ha de llevar A Italia, oo aera meoeatcr que
«nviéu loa didioa quioieotoe hombrea A aqud Eatado, por ha-
ber teaido cartas después del Marqués de AyanxMíte, eo que
aviaa que aquel terete se halla ea el número orduuurto que auek
teoer; y asi, loa podrAia pasar adelante, y tanto más, poes no
va tanu gente de acA conoo aa penaó.
Llegado que seáis A NApoles, entenderéis del Cardenal de
Gran%'e]a y dd Duque de Seasa, si dli estuviere, d estado eo
qoeostá la provisioa de las vituallas y de todaa laa otraa ooaaa
pecuarias que habemoa mandado proveer en aqud rdoo pon
— 395 —
la armada y seguridad y defensa del, y la orden que se hubie-
re dado en la provisión de las plazas principales del, y entendi-
do el estado en que todo se hallare, veréis, con comunicación
del Virrey de aquel reino y Duque de Sessa, lo que más con-
verná ordenar y proveer, y conforme lo que allá pareciere, da-
réis en todo la orden que convenga para la buena provisión y
defensa de aquel reino, según lo que tenéis entendido por los
despachos que recibistes antes que aquí llegásedes y por los
que se os envíen agora.
Habiéndose dado en lo de aquel reino la orden que conven-
ga, os partiréis quanto más presto pudiéredes á Mecina, donde
ha parecido que, con la mayor brevedad que fuere posible, se
junte toda nuestra armada y vuestra persona con ella, y que
allí estéis y asistáis, esperando á ver lo que la armada del
Turco emprende, por ser la parte donde parece que con más
brevedad y necesidad se podrá acudir á donde conviniere, se-
gún el estado de las cosas y las ocasiones que se ofrecieren.
Una de las cosas que acá se han platicado, como lleváis en-
tendido, es en la forma que se habrá y converná hazer el repar-
timiento de la gente de guerra ordinaria y extraordinaria que se
ha de meter en los reinos de Ñapóles, Sicilia y Cerdeña, y en
la orden que se ha de tener en el socorro de la plaza y reino
que el Turco emprendiere, en lo qual no se ofrece de qué ad-
vertiros de nuevo sobre lo que se os escribió y ordenó con Don
Carlos Dáñalos; y se os advierte en otros despachos que con
éste se os envian, sino que se os remite todo para que proveáis
y ordenéis lo que más viéredes convenir para la defensa, segu-
ridad y socorro de aquellos reinos.
Hase tratado diversas veces, como lleváis entendido, sobre
algunas cosas que se pueden ofrecer este verano de las que
puede emprender la armada del Turco y lo que en cada una
se podria y debria hacer; y aunque se han apuntado diversas
cosas, ha parecido que lo que á esto toca se os debe remitir,
pues estando presente á las ocasiones y sucesos y con las per-
sonas de consejo y experiencia que tenéis y lleváis cerca de la
vuestra, podréis mejor ver y resolver lo que en todo converná
que se haga, y así os remito esto con lo demás.
-396-
Ovanto á la pcovMMMi de 1m vüoftUM pw» lodnliiAo.M
ha dftcio U ord60 oim tMMis MlNMÜdOi y mí wi mIo oo fasbcá
que advortinM «ao «acHfUos qas, IkfMlo á Italu. taagáit
Dtfticalar riií4xiff de miImmIsí 0I 0MMIO m cpie tsto wtitvMre,
y qM w vwys raoo^icodo y poowfMw lodo es 1m poflH y lu-
I <|M covniíMfo» y iMcioodo lo <|oo más nan hmbmIHi
ti ll«ia|M y eoofanoo á U armada y faola da fMRa y
loa «ÍBCtoa qtM ae hobierea de baoer. Paro aquí oa ha qoarido
advertir que, porque el Duque de Tenaoofa om ha «Kriplo á
IMODOflUO^O0l DflnElOO OS VlSOOCllO QttC 6i SftO DMHwlO fll9 BISO SQ
Nápdet por qoeola de la armada, que eo niofuaa parte de
itatia ae puede hacer m^or ai coa flBáa oomodKdad y banefido
de niiaarra herienda loque locare á la penátiea que— SJdlia,
aará bien que eillia prevenido dello para dar ordea que eoealo
ae haga lo que hubiere de aer más broe6cio de nuaetra badea-
da; y que aaf eilo ooaw qualquier otra ooaa que ae hubiam de
hacar, ae hafa ea la parla que coa mea aptovechaauaBtn ae
pudiere hacer. —Dada ea Araaxues á xxi de Abril de 1575. "■
Ko «/ /?«y.— (Hay ao aello real.)— ileloai» Pént.»
XV
imkunUu ti Sr. D. Juém tohn Icithi /imUs Í4 BmémU
ymmffJUwmmimmit).
•Illmo. D. Juan de Auatriai mi muy caro y muy amado her-
mano: Demás de lo que por otra loitruccioo nuestra Heváia
eoleadido, be querido aquí aparte advertiroa de algunoa pun-
toe de importancia y de lo que en ellos me peieace.
Bien lleváis entendido quáolas vecea y quán largameate ae
ha tratado y platicado sobre lo de loe fuertes de Berbería, y lo
que ae entiende por toJoa que conviene hacerse; todavía, como
ea Bienester para la execucion desto provisión de tanto dinero
y olraa mochas coaaa, y ver lo que la armada del Turco em-
(1) Asi dice al pie del documento orif^inal.
— 397 —
prende este año, y el tiempo que queda al fin del para poder-
se executar, y sí de aquí allá, con tener más particular infor-
mación de la calidad del sitio, de las comodidades del y de
otras muchas cosas, en cuya noticia consiste gran parte del
acertamiento de tales resoluciones, me parece se debe ir mi-
rando más en lo que cerca desto converná hacer; pero para en
cualquier caso, será bien que enviéis á reconocer lo de Puerto
Farin y Biserta con persona plática y que lo sepa hacer con el
recato que conviene, para que no abramos los ojos más al
enemigo.
Una cosa se ha advertido acá que me parece de mucha con-
sideración é importancia, y es que cuando se entienda que no
pueda baxar la armada del Turco, ó después de vuelta, si ba-
xare, converná, dando el tiempo lugar á ello, atender primero
con toda mi armada y fuerzas que estuvieren juntas, y lo de-
más necesario para tal efecto, á yr á desmantelar á Túnez y
asolar y atalar la campaña, y que podria ser que con esto el
tiempo aconsejase que no fuese menester hacer tan de propó-
sito fuertes en Berbería, ó lo que será necesario y bastará para
la seguridad de aquello. Pero esto es de advertir que se ha de
hacer según como se entendiere que está lo de Túnez, porque
si estuviese el fuerte en pié, ó con muchos turcos dentro del,
y quisiesen defender la alcazaba, hay que mirar si seria tan fá-
cil que fuese bien emprenderle, advirtiendo también que en
ninguna manera se trate de sostenerlo ni aun de hacerse lo que
está dicho, sino no viniendo la armada del Turco y estando lo
de allí de manera que no se tenga duda de que se pueda salir
con ello, porque no sucedan los inconvenientes que podrían
suceder.
Lo de Biserta ha parecido acá también, que, si se pudiese
hacer con facilidad, seria cosa muy conveniente cegar aquel
puerto y excusar con esto el gasto del fuerte que allí se ha
apuntado que convernia hacer. Pero también os remito allá este
punto para que veáis lo que más converná en ello, y me vais
avisando en él y en lo demás de lo que se ofreciere y el tiem-
po diere lugar.
Pejnás de lo que está dicjjo, os he querido advertir aquí
-.398-
^rivte <|tw« co caso (|im u HiiMn (M Turco no bmw 6íIb
afto, 6 á U mdta della, m p«ni los dectot que átapam m hu-
bÍM6o ite Imost cqo BUMtn inBAdft no hícÍ6ttB mrttblif frltn
allá, oooreroá que eaviéia á oiloa míim» uaa baada át gaAeras
pira que m juoten coo las que quedaren acá y puedan renttir
á las de Atfgú, poes no twÑeado armada del Turco, 6 tiendo
ida. tanto mát lefá mamiiBr «to, por veoine oca loago loa
navioe de coeaarioa de aqudl» ooita; y por eato. et noy nece-
aario y oootenanle qoe onnéit la didia binda da péttm, y
má m «acug» qoe lo hagáis.
También lleHii entendido lo que ae ha tratado algonaa vo-
cea en vueatm preaenda, de lo que coa vendría y te deiina ha-
cer en cato que la armada dd Tnoo vtnieie aobre veoadanoe,
en lo qual oe he querido yo advertir lo que en ello me parece
que conviene, y ea que li loa venectanoa aa hallamn para tu
defama con tan gnieaa armada y Jonta de fueriai qna jvntátt>
dote con las núas nos pudiésemos oponer á la annsda dd
snemigo, ss dsbria dar socoro áveneciaoos. y qve del heoerlo
en esta forma, no sólo no podrá resultar inconveniente, pero
iHMho bsMfido á la cfaristiandad y dato al laiwmign. Paro
qos ao pudiéndose hscsr el socorro en la forma que está dicho,
no se debe en oiogima manera aventurar mi amwda, pues im»
porta tanto la conaervadon ddls pera la defisnea y aeguridad
de mis reinos, annqns si oso sef^ridad se les pudiess dar al-
gún socorro con hasta tretota galeras, parece que se podría
hacer; y asi, vos veréis allá, aegun lo que aquf se os advierte,
lo que en esto convemá que ss haga. Y porque podrá bien ser
que con d miedo del Turco, veoecisnos, 6 de so parte, 6 por
medio de Su Santidad, propuiieaeu plática en materia de Uga,
será bien vais advertido que en este caso oygáis siempre lo que
se os pR^msiere, y que respondáis con biMoas palabrea y sa-
peranzas della y que avisaréis acá; y asilo habéis de hacer de
qualquier cosa que eo esta materia se ofreciere, porque á la ver-
dad, si fuese coo buenas condiciooes, es cosa que nos estaña
muy bien.
Sólo queda que advertiros una cosa: que si acaao no se hu-
biese de poder hacer, ó no conviniese hacerse mnfuno de los
— 399 —
efectos que arriba están dichos, será muy conveniente poner á
invernar temprano mi armada y despedir toda la gente, fuera
de los españoles, y excusar todo el gasto que se pudiere para
poder salir al otro verano muv temprano, que es la cosa más
importante que se puede hacer, y crescer para este efecto para
entonces la armada, artillería y municiones y todo lo demás
que conviniere y fuere posible; y así, os encargo yo muy de
veras el cuidado de lo que á esto toca; y tanto más convendrá
atender á esto, si la armada del Turco no baxase, porque en
este caso es menester estar apercibidos muy temprano el año
que viene, pues no hay duda sino que en él saldrá muy más
presto la dicha armada del Turco. — Data en Aranxuez á xxi
de Abril de 1575. — Yod Rey. — Antonio Pérez.»
XVI
D. Juan de Austria á Felipe II.
(Ñapóles 25 de Abril de 1575.)
• Entre otros hombres principales que de los Estados del
Turco han venido á mí á ofrecerme ayuda y consejo para re-
ducir los griegos, vasallos del dicho Turco, á la obediencia
de V. M., fueron Panesternicos y Mateo Papa Juan, personas
que en la baja Grecia tienen muy gran parte, los quales plati-
caron conmigo y dieron discursos en escripto, en que mostra-
ban que con gran facilidad se pudieran reducir los griegos de
aquella provincia á obediencia y conservarlos para lo venide-
ro. Helos entretenido, dándoles esperanza que con brevedad
se pondría en efecto lo que me hablan propuesto. Pero habién-
dose concertado los venecianos con el Turco y faltado el prin-
cipal fundamento que ellos y yo hacíamos en este negocio tan
importante, se ha resuelto el dicho Mateo Papa Juan de ir á
esa Corte á pedir lo que se entenderá de su relación. Suplico
muy humilmente á V. M. mande oirle y tenerle por muy en-
comendado en sus pretensiones »
Presentáronlas, en efecto, en el Consejo de Estado á 7 de
Mayo de 1575, manifestando que, por haber traído en su com-
— 400 —
¡mhÍM mucha (Hit* y mmimiá^nmAm mtichot gutat, y por
habar tábido loa Tivcoa que hablan vamdo acá y loaidolaa
leda au haciaoda, ao podfM vohrar á aoa caaaa, por ooyo iDotí*
▼o lolicitahan da S. If . algnoa maroed pan aolrrteoanadloa.
aoa mojaraa, hijoa y hamaooa. De l^ra da Aotoaio Pires aa
laa al BMrgM da arta tnalanrii; « Vialoa loa papelea y
ríalaa da aala Eabajador, qna ha dado por al y su
(al qoal noailá aquí), paraca aa laa dé á aaCr«roboa dooa aaca-
doa al oMa á cada noo y cías dncadoa da ayvda daooala al qoa
aüá aqof.— Arar.»
El Rey aa ooof onnó coa aita dkttman.
XVII
¡$mkunim dt h f m tM, D. Um ü CánfoAa. M Cmujo i* 5m
•Habéia da aabar que habÍMdo entendido S. M. laa diís-
reodaa y diaaaaboaa qoa hay an aqoalla ciudad aotra loa qoa
dicen noblaa Tiaioa y noavoay daaaando aiempca lo niamo qoa
al BoBpacador, ni aeAor, qoa arta en el cielo, que aquella Re-
póbltca ae couteiia an libartad y quietud, ha hecho baato aquí
por medio da aa Bmbiyador todoa loa oficioa qoa la han pa-
raacido aprapóatto para eaCe fto, y que últimamente, ▼icodo que
aqodlo DO ftuí baatado, ha mandado al Duque de Gaodia que
de tu parta venga á exortarloa á la concordia y buena confor-
midad qna anln af han da tañer, por lo que ealo lea ioqtorta
para la conaertadon de an República y bien de toa ooaaa, y laa
oertificaae qtie á etto aeria siempre enderezada su intención y
deaeo sin aer parcial en sus diferencias, y qoe yo, <ttadome
lugar las otras coaas que llevo á mi cargo, procurase haoar eate
0^:10: y no pudiendo por estar el tiempo tan adelante y haber
daaaguir mi viage sin detenerme, me ha pareactdo que vais tos
á hacerle con el cuidado y boen celo que tenéis al aerricio
deS. M.
Y porque he entendido que las pasiones que basta squí ha
— 40^ —
habido van todabia adelante, y que si no se atajan subcederán
nuevos inconvenientes en daño de la misma República y en
gran deservicio de S. M., os partiréis con el Embajador Don
Juan de Idiaquez, y con su parescer pediréis audiencia á la se-
ñoria, y habiéndoosla dado iréis á hablarlos en compañia del
dicho Embajador, y dándoles la caita que lleváis mia, en
vuestra creencia, les diréis que S. M. ha sentido en gran ma-
nera los desasosiegos y revueltas que ha habido en esta Repú-
blica, por lo mucho que dessea su quietud y sosiego y la con-
servación de su libertad, y cuánto les conviene tomaren estos
negocios y diferencias algún buen medio que esté bien á todas
las partes, para que de una vez se compongan y atajen los in-
convenientes que podrian subceder de dejarse correr, como
hasta aquí, en daño de su libertad, de que han comenzado á ha-
cer la experiencia con harto peligro suyo, y que para exortar-
les y encargarles su buena conformidad enviaua al Regente
Julio Claro, que como sabrán murió en la jornada, y agora en-
via de nuevo al dicho Duque, en que verán el gran cuidado que
tiene de lo que les toca, encargándoles que tomen muy de ve-
ras el buscar remedio en sus pretensiones y diferencias, y que
miren el trabajo y peligro grande en que por no hacer esto se
han visto y el que adelante les puede venir habiendo llegado las
cosas y el pueblo á los términos passados, y que así traten de
tomar algún medio con que del todo y para siempre queden
compuestas y acomodadas las diferencias pasadas, quitadas de
por medio sus pasiones y las causas dellas, porque si esto no
se hace de una vez y los ánimos de todos no se sosiegan y
conforman entre sí, cada día se perturbará su quietud y sosiego,
con peligro de perderse todos y su propia República. Que
S. M. está cierto que si ellos quieren tomar este negocio con
las veras que es razón, se po irán hallar medios muy conve-
nientes y que estén bien á la una y otra parte.
Demás desto, les habéis de asegurar y ofrecer de parte de
S. M. que no hay nadie que más desee que él el bien de su
República, y que vivan y se conserven en su libertad antigua
como hasta aquí y que estén muy ciertos que éste es sólo su
deseo é intención; y que en desear esto, les hace á todos ello^
i6
- 4«« —
ventaja por eitar libre de tus paaiooaa y por eilo
)or el ioooavMÚeal» dellaa y lo (|ae les eem'ñmm auqaflM.
Que iMcieado oIIm de m parto k» que laalo le« eoavieM,
hallarán ttenpre eo S. 11 . la boena voluntad, ayuda f üiHa««
da que lea ooaviaiera, eomo oCias veoee se leahaoftaacidoda
M pafle, didéodolat todoealo por las palabras y laaooss <ms
vos sabréis om^ decirlo, llevando entendido por priacipal
pooto dssia laslrooeioo, que lo que S. M. preteods sobrs todo
es la qoiatnd y libertad da esta Rapéblica, sin ser pardal por
nafaas parta, sino porque se alientan y poofsa las cosas
eooae á aUa misma coovieaa.
Y porque Su Santidad ha enviado á tratar deatos miamos oa-
fsdos si Cardenal Moroo , y aspsra qoa ha de ssr da aMMfao iini-
lo y Hwmento por al oelo qtM tnoa al bien poMioOi osméb da
ssr taa afictooado como sabéis al servicio de S. M.. y estar jro
deno que bol^ffáda qna se eocawtine lo que de s« parte es
dsaea, la daréis ensota aa sobstaoda da lo qoe vais á tratar aa
virtud de la carta de rrssBCJs que lleváis mta, didéodole la
oonfiaosa que S. M. y yo taasmoa de que coo su pradeoda y
basóos BMlioa sa ha de acabar esto tfocin; qos si psra aato
sftoto oomrieoe qos S. M. haita tígattA mát diligeoeto qos ésta,
la haré parsadeodo á él y á So Santidad.— Dea ea baMa á 3
de Junio de 1575.
xvm
D, ymttn éU ÁmstrU i S , M ,
(De Galera sobre la Especia á ta de Junio de 1575.)
tSefior: Entenderá V. M.' del Srío. Eacobedo las caí
me mueven á embiarle á esa Corte, que son tales, que 1
bien quererse entender, y, sobre todo, resolverse coo
brevedad de una ves para siempre, porque puedeo
OMidios y muy pessdoa daftos de taídsnw eo poner maoo á
eosBS que no sufren más diladcmes ni consultas, y esto
00 se coQosca alguo día con alguna esperiencia que
— 4^3 —
caro. Yo, señor, bien querría escusarme de decir tanto á V. M.<*
porque no llegase á presumir que hablo más por mí que (como
debo) por su servicio; pero como me ten^o tan satisfecho en
esta parte, y espero que en la misma lo estará de todo punto
V. M.d algún dia, y como al fin es más mia que de otro la
causa de V. M..^, me ha de perdonar si hablo tan claro, pues
que á hacerlo estoy tan obligado, entre tanto que (no dándose
otro remedio en las cosas) no me mandare callar. Las de Ge-
nova dirá Escovedo en el peligro en que las deja, y el que de
éste tienen estos Estados de V. M.^ en todo le hay muy grande,
y así embio á persona tan bien informada sobre tanta sustan-
cia. Recebí anoche por duplicada la carta que V. MA me hizo
merced de escribirme de su mano en respuesta de la última
mia de Cartagena, cuyas reales manos torno de nuevo á besar,
por volver á acordarme lo que tan en memoria traigo, que es
el recuerdo que por escrito y de palabra me ha dado; pero por-
que en aigo del, y en dos puntos que trae esta carta, me hallo
harto más descargado que sea informado V. M.^, no se debe
maravillar que, antepuniendo la verdad, quiera yo descargarme
como conmigo lo estoy. Ya he dicho á V. MA sobre lo de Ña-
póles lo que puede casi valer por respuesta sobre lo otro, que
muchos deben de poder hablar y escribir, aunque los menos,
según veo, se allegan á lo que deben, tratando con su Rey y
señor, pues de quien hizo Dios su hermano osan alargarse
á tanto. Suplico cuanto puado á V. MA que como lo tengo
escrito, mire á lo que yo hiciere y á lo que hasta agora he he-
cho, Y que me valga lo que ha sido en su servicio á despecho
de imbidiosos, para que se ponga mente en mis efectos y se
castiguen sus dichos cuando tuvieren tan poco de verdaderos.
Los inconvinientes que hay en lo de Ñapóles, V. M.^ crea que
los salvaré muy fácilmente entre Dios y entre mí: entre las
gentes no sé qué me diga.
Si pueden, lo que no deben, y si no perdonan á ninguno en
lo otro de su hermano de D. Juan de Gusman, poco más ó
menos yo sé quién escribió á V. MA lo que quiso, porque si
fuera la cierta relación de lo que pasaba, no pudiera jamás
comprehenderse que en mi imaginación cupo tan desatinado
— 404 —
ywnoeoawáMnpMMr pftxaeo aiogua tiarapo <k i
toáCardwal.
Certifico á V. HJ qiM me de moche pene el beber ooligi-
do luí poco iBteodiflMiBtD y teoCe aeoedid toooMÍdenwle de
qniea ponftii eilo^ mae oo teo tneltemeate qve IMgne á tea
greo diíJate; lo que fué dirá Eecobedo coo lo demás, ooq qoe
no quiero cerner á V. M.' por doode cooooerá lo que merece
cede uno y ti te me d^ á mi por lodae vím ler en todo creí-
do y eobre Uxloe. Noeilro SeAor goerde y posee á V. U.* eo
le üilicáded y oooteoiemieoio qoe puede y yo dreeo. De Gele*
rm iobre le Bepede á la de Juoio de 1575.--D. V. UJ be-
chore y mis bmailde Mnridor que fut reelee muoe beie,—
XIX
D. /mn dé Aiulrm á 5. M.
(De Nápolei á 5 de Noviembre de 1575.)
«Seftor: No eé cierto cdmo cecotenne de der á V. If . peee-
dombra^ puee le en que ecá ee vive es teo greode* que no so-
'iTT*** llefs á ser for^edo qoe V. M. le sepe y le pese, sóm»
tembieo que lo remedie y muy apriese; ó que permite que se
le heble tea clero qoe ee le di^s que todo ee ecabe, y se le
perderá presto á este eader qoe lleve. Yo me veo sin un reel.
sto forme casi de haberle, si aquf ao roe le de el Marqués de
Ifoodéjar, y tan cargado de hombres y obligactoaes que soa*
tentar, que ya no sé qué hacer sino por lo último acudir yo
mismo á V. 11. á hacerle fe muy verdadera de lo que digo y
que en este reyoo está también imposibilitado el iifofcmniic)
conx) en el de Cicilia; que pera el año que viene 00 se etien-
de ni se da forma de prevención alguna, siendo ya tarde paca
todo; que lo de las fortificaciones camina como por lo pesedo,
porque se trata mucho y no se hace nada sino cálculos de gen-
te; que el tiempo se nos pesa en puntos enemigos de provisio-
nes más que necesarias; que la sustancia de los nagodoe eMá
puesta en esto me toca, estotro es mío y en otras cosas talet
— 405 ^
empuestas por agradar al gusto de hombres más estudiosos
deste arte que bien encaminados al oficio que deben; y al fin
hay tanto que remediar y tan poco prevenido, que digo de
nuevo que es fuer9a for9ada que V. M. lo quiera entender y
dar otra forma de la que lleva, so pena de que lo perderá, cier-
to, mal perdido; para testigo de lo cual he dicho otras veces
que ni V. M. debe tenerme por acá, ni yo puedo por ninguna
via ser para tal efelo bueno. En estas pocas palabras que tanto
me duele decir, es bien que tenga yo prevenido á V. M. para
que vaya pensando al remedio de lo que se contiene en ellas;
entre tanto que todo se entienda tan particularmente como
conviene de uno de los Secretarios Soto ó Escobedo, que in-
viaré á esa Corte, en viniendo de Roma Escobedo. Plega á
Dios, señor, que tras el que fuere no sea necesario partir yo
luego, que harto lo temo según lo poco que acá yo hago ni
puedo hacer en servicio que tanto bien deseo y procuro como
en el de V. M., á quien suplico me perdone lo que juzgare
demasiado desta carta, pues los trabajos del tiempo presente y
antever los del Duque esperamos, obligan como tan extraordi-
narios á términos de último encarecimiento. Yo he estado casi
20 días en Pu^ol curándome de mis indisposiciones ordinarias
de estómago: hallóme mejor con los remedios que allí he he-
cho, gracias á Nuestro Señor, que guarde á V. M. con la felici-
dad, descanso y grandeza que á todos conviene y yo deseo.
De Ñapóles á 3 de Noviembre de 1575. — D. V. M. hechura y
más humilde servidor que sus reales manos besa, — D, Juan
de Austria. t
NOTA VII
D. Juan de Austria en Flandcs.
Desde 1573 se pensó en la Corte en enviar á D. Juan á
Flandes con el Duque de Alba. Se consultó después al
Consejo sobre la conveniencia de que fuera á reemplazar
á Un Uiwtre caudillo; mas firevaleció por enUmoes la idea
de oo enviar al hijo natural de Carlos V á gobernar aqiM)>
Uoa Palaea. tustentando principalmente esta opinión el
Cardenal Granvcla, ya por no tener suficiente confiansa
tn el talento político y militar de D. J uao, confiando más
tn tu pericia naval, ya por estimar mái política y conve>
niente la vuelu de la Duquesa llarfaríta de Parma, tan
oonoosdora de aquellos Estados. Muerto Reqocsens, qtis
dcaempcfiaba el cargo de Gobernador general de ellos, fué
la mayor preocupación de Felipe II el nombramiento de
•Q sucesor. Sonaban en la Corte varios nombres con esls
motivo, como los del Duque de Sessa, Archidnqnes £r*
nesto y Alberto, D. Fadrique de Toledo, el Duque dsSn*
boya, el de Béjar, el Marqués de Ay amonte, Alejandro
Pamesio, Marco Antonio Coiona, Margarita de Psrma, y
000 mis probabilidades que ninguno, D. Juan de Austria,
por conocerse en el ánimo del Rey ioclinsdón preferente
á su hermano. Con astucia y disimulo procuraba Antonio
Pérex, de acuerdo con Granvela y otros más ó menos en-
cubiertos enemigos de D. Juan, disuadir al Rey de su pro-
pósito, presentando á aquél uoaa veces como poco apto
para el cargo y resuelto á no aceptarlo; otraa, como sos>
pechoso ds lealtad á su hermano, ya como índoddo á
más altos propósitos por sus secretarios y más Íntimos
compañeros, ya, en fin, como mis idóneo para gobernar
un arzobispado que un Estado ó un ejército. Temia Peli«
pe II que su hermano D. Juan se dejase llevar de su ge-
nio ff^oso y vehemente, pretendiendo resolver por la
fuen a de las armas los negocios de aquellos Países, cuan-
do todos aconsejaban temperamentos suaves y concilla*
dorea. <Su espíritu de independencia; los proyectos con-
cebidos entre cl y su Secretario Juan de Soto de hacerse
proclamar Rey de Túnez, eran poco tranquilizadores. Bl
mismo Pontífice había apoyado esta aspiración de D. Juan,
— 407 —
con gran descontento del Rey (>).» De aquí los temores y
-sobresaltos del Rey y de Antonio Pérez, bien manifiestos
en el documento número II de esta nota, por la tardanza
en recibir contestación de su hermano, al proponerle, en
carta de 8 de Abril de 1576, su designación para el cargo
de Gobernador y Capitán general de los Países Bajos, ex-
poniéndole la nueva política de atracción y dulzura que
se proponía aplicar. Estos le esperaban con recelo, no por-
que no le estimasen, sino porque, conociendo su inclina-
ción á la guerra, temían á los españoles é italianos de su
séquito. Remitióle S. M. á Lombardía los poderes, des-
pachos é instrucciones necesarias, ordenándole que sin
acompañamiento alguno de gente de guerra, con la ma-
yor diligencia y gran secreto, se pusiese inmediatamente
en camino para Flandes. No quiso D. Juan ir á aquellos
Estados sin pasar antes por la Corte y conferenciar con
su hermano, para obtener, sin duda, de él personales
promesas y seguridades de que había de ser ahora mejor
asistido que lo había sido en Italia. No es de creer, como
algunos escritores han supuesto, que D. Juan, sostenido
por el Papa y excitado por los Guisas, quisiese poner los
pies en los Países Bajos, sólo con la mira de llegar más
lejos; ni que los asuntos anglo- escoceses y la situación de
María Stuard excitasen su ambición y sus ideas caballe-
rescas. Bien claro se ve en las cartas suyas que á conti-
nuación publicamos la exigua parte que estos móviles tu-
vieron en su determinación de cumplir las órdenes del
Rey su hermano. Placíale, sí, el proyecto de un desembar-
co de fuerzas españolas en Inglaterra, como medio el más
seguro, según opinión entonces bastante acreditada, de
restaurar en aquel reino la religión católica, y de someter
(i) Correspondance du Cardinal de Granvelle, publicada por
la Real Academia de Bélgica.
luefo con mát facilidad á la obediencia de Eapafia loa re-
beldes de los Etstadoa Bajos. Atixaba el Secretario Anto-
nio Peres, valiéndose de esfos pro}*ectos, la desconfianza
de Felipe II para ooo so hermano, y más aún cuando ss
vi6 á Eicobe(k>, que rsemplaió á ¿ioiOf coadyuvar á k»
designios de D. Juan, rasón por la cual retuvo el Rey lar-
gas temporadas á Escobado en la Corte, á donde habla ve-
nido para negociar diversos asuntos en nombre del Prin-
cipe, por más que éste clamara una y cien veoea en sus
cartaa á su hermano que le despachasen pronto por la suma
fula que á su Isdo hada.
Escobado era Intimo de D. Juan, gocaba de su más ab-
soluta confiante, y se*hi<o por eato aoapechoao de Cavore-
eer y aun alentar las srobiciones da «ala Príncipe en Áfri-
ca, en Inglaterra y aun en E»pafUu Habla intrigado mu-
cho en Roma á («vor de su amo, sin dar conocimiento da
ello al Rty ; en todaa paites era el alma de todas estss ma-
quinaciones, y como era astuto, hábil y muy activo, temía
el Secretario Pérez, que le sq|uia y eapisba muy de cerca,
que en un momento dado pudiera contrabalancear au in-
fluencia con el Monarca. He aqui el origen de la secreta
rivalidad y encono de estos dos Sccrctaiios, que 8cab6 por
intentar más de una vez Pérez envenenar á su contrario,
y no pudiéndolo oonaeguir, ae determinó á mandarlo ase-
sinar, como se verificó en Msdrid en la noche del 3 1 de
Marzo de 1578.
Toda la buena voluntad y espíritu de concordia que dea-
de su llegsda á Flandea mostró D. Juan, la desbarató con
sus hábiles negociaciones el Principe de Orange, aconse-
jando á los Estadoa fiíeaen cada vez más exigentes é intole*
lantes en sus relsciones con el nuevo Gobernador genctal.
Su retiíada al castillo de Namur fué dura é injustamorta
censurada por Gran vela y otros Ministros del Rey Católico,
y, sin embargo, leyendo su correspondencia se encuentra
— 409 —
plenamente justificada por las gravísimas circunstancias
del momento. Las interminables lentitudes y las indecisio-
nes sin fin de Felipe II, naturales unas veces y artificiosas
otras, afligieron más el ánimo de D. Juan que la sorda y
encarnizada guerra con que los Estados le atormentaban.
«D. Juan, escribía Granvela á Margarita de Parma, tiene
buen corazón; nada le detendrá en el servicio de su señor;
había comenzado bien, y hubiera persistido en el buen ca-
mino si no le hubieran detenido.» Y después de haber su-
cumbido á tantas penalidades y angustias aquel insigne
capitán, escribía el Cardenal á la misma Princesa: «Pien-
so que habrá muerto de sus indisposiciones, que eran gran-
des é incurables, y tenía más ánimo que fuerzas; su cons-
titución estaba muy debilitada por sus excesos. Había vi-
vido mucho en poco tiempo.» Y con este motivo aprove-
cha la ocasión de insistir en que no conviene gente joven
para el gobierno de aquellas provincias, sino personas ma-
duras, prudentes y calmosas. Hallándose Granvela al lado
del Rey, poco después del fallecimiento de D. Juan, es-
cribía á la Princesa Margarita: «El Rey está muy descon-
tento del difunto D. Juan y de su conducta, tanto en las
galeras como del gobierno de los Países Bajos, por haber
introducido notables cambios y cometido excesos hasta el
punto d'avoir eslargy la main. El Príncipe se hacía inso-
portable: no sufría el menor freno, y quería siempre obrar
á su antojo. Por lo que advierto, temo que si aún viviese,
hubiera tenido S. M. que romper con él: nadie se hubiera
quejado de esta pérdida. Su marcha á Namur y las dificul-
tades que se suscitaron entre él y los Estados, no fueron
seguramente obra del Rey.» En otra carta posterior le de-
cía: «El temor y la desconfianza que mostró el señor Don
Juan, á quien Dios premie, mal inducido por algunos es-
píritus malignos ó poco prudentes, fué causa, por su in-
tempestiva retirada á Namur, de nuestra extremada ruí-
— 4to —
na.» Allade que D. jtum m exodUó mucho en dar peano-
oes y benefidot contra las instrucctonaa que llevaba del
Rey, á quien etta conducta deaai^iidó oOBtJdanblenaate,
habiéadoaele quejado repetidas vwea S. M. de todo, cuan*
do el Cardenal ▼ioo á la Corte. Y eacribiaodo eo lo de
Dicteobre de i5So al Príoctpe de Parma dándola alfmioa
contcjoe para el gobierno de Plandea, le dice: «Ya k ten»
go avisado que yo hallé á S. M. resentido de que el Dsque
de Alba, y más aún el Sr. D. Juan, se hubiesen considera*
blemente excedido de aos instrucciones y reirtriociones dd
poder general, t Más justa con él la posteridad que muchos
de aos coetáneos, le adama y aclamará siempn oomo mía
da laa más gloriosas y nobles pewonalidadaa dai
doroao siglo XYi.
I
Ote i4 yé$$trt i* Cémpo Jmliém Rommo é S. M„ iétiút*
mmd» i$ Ut tnfé* w^été f mm^ti* ád Cvmmtimiw mayttr, —
(Bmsdss 6 de Marso de 1576.)
tS.C. R. M.: A los vetóte dd psasdn cayó maloai '
dador nugror de un ctfboaco qoe le osació ea la pwMa dd ea-
pdda ixqtiierda; hidéronsele todos k» remedios que fueron po-
dblee, y oonca ae le coooeeió que estovieee mortd hasta d
cnsrto día dd pieaeate; desde allí fué siempce empeorando
hssta d quinto, que entró &k d catorceno de su enfermedad, y
teniendo esperan^ que aalieado del coa alguna mejoría que-
daría libre su persona; y fué Dios servido que el propio día le
apretó tanto la enfermedad, que demandó todos los Sacramen-
tos, estando eo su juicio, y ansí se le dieron póblicsmente; y
aquella noche, á las tres horas y tres cuartos, después de me-
dia noche, dio el alma á Nuestro Seftor, de que á todos nos
dejó muy confusos, viendo que la cabdiería se había alterado
y los alemanes habían comeofado á hacello, prindpalnMBte
— 411 —
los que estaban en Bu Ja, y el poco remedio que para ello ha-
bia; y ansí, nos juntamos luego en Consejo para proveer á las
mayores necesidades que se ofrescian y tenían más necesidad
de remediarse con brevedad, lo cual se habia dejado de pro-
veer por la enfermedad del Comendador mayor; y todos los
que se hallaron en Consejo, que fueron el Conde de Barlaimont
y el Presidente de Consejo secreto, y Jerónimo de Roda, y
Alejandre Gon^aga y Sumbila, y D. Alonso de Vargas y yo,
todos ellos mostraron gran voluntad de desear acertar á servir
á V. M., y ansí puede V. M. estar cierto qu-í en lo que tocare
al servicio de V. M. que todo se hará como V. M. desea, hasta
que V. M. provea lo que conviene en estos Estados con la bre-
vedad que se requiere. — Nuestro Señor, etc.»
II
Consulta autógrafa del Secretario Antonio Pérez á Felipe II, con
apostillas, igualmente autógrafas, de este Monarca. — (Tres
pliegos en folio, escritos los dos primeros por las cuatro ca-
ras, y el tercero sólo por la primera.)
(Sábado i6 de Junio de 1576.)
(Después de dar cuenta á S. M. de varios asuntos relativos
á Italia, ajenos al nuestro, escribe:)
«Con cuydado estoy, 9Íerto, Señor, de ver lo que tarda el
correo del Sr. D. Juan, porque há que llegaron los nuestros
cuarenta y dos dias, porque yo he visto una carta de Loren90
spínola, de 8 de Mayo, de Ñapóles, en que le responden á las
que escriuió con el correo de tierra y con Santiago; de manera
que se les ha ydo más de doce ó quince dias en responder,
que es mucha dilación y occasion de sospechar que ha entrado
el negocio en disputa de aquellas ligas y congregaciones de
allá (i), »o para dudar yo en la obediencia del Sr. D. Juan, sino
para recibir el daño de la dilación. Plegué á Dios que acabe de
(i) Todo lo de letra cursiva, está subrayado en el original por
Antonio Pérez.
IkfveomoyodMMjrMpvo. Y.Sdkor, erat V. II. q|M ao
pÍMto ptdir pardo» á Diot d« lo qae !• Im didio «IffaaM vt-
0.ymm^púítmkimfPmd9tnÍ€Íoié V, M, , Mtgmm ^ jwiai,
jr pmUnl inmuté A S^ht fm mmo tí, y mm fmifá 0km^ m pmtim
mánm á U pmU id mmtjp ithqné u mtmmdmrt W Sr, Dm
ywmt i$mo fw kau 4$ pvúcmmr makarntaH; mmpm ti atém
Ü. Jmm m tel «¿W /« / t-»l tomtMmáomuh^mitfmtm U
gntit tontos #Mi ftuKt ptéú 99ff §otk> m ^itumif fwt mMs fM^
ím éV, M, dé dg>mm$ ptminwAitn mm/ont f mmuHt totméa éU
Sf, D, Jim, f fM foérU, tümtrnimiom m é triáii9 §m ktuJB
«fu/ kt Umio tmyot mfitmimrtéjr lUférii á icio ío f«#/i
imááiáé r.lí.fl^ycSdtof, pjudaattaocMÍotty
dad da Plaadai (jr plttgnMn á Díot qoa podían a« ooo «Kro
madio) oo me tattaüiifOt si quiere V. II. qiaa la diga loqua
■íaotoii cooioaa lo dixa om Mcba, qoa vaya por mqniti emuuko,
dm §m m mmmkmu, §m «•■ gnm gmsio y tétúft^úm ntfa i§»
MtmdáhU» fmt timty ímmni d dt ciéñgoy Mmu, t«m pu m
mUÍ4su i» Uip»9mmmUam, Y procuráadoaa da aadara^ir todo
aito coo liampo, cno qoa aaria mucho dd aanricio da V. If . y
fuuralSr. D. Juan, para que no pudteaae ao oiogoo tiem-
po amr. Qm mo «t kmm mmiumo d fm m mm «ate y ffmmáu
mguém aa lo mktm ioiú. Y pocqua viaoa á ptopóaito, osa atra-
Tacé también á deúr á V. Ú,, qut ttumiio oyic itñr fcr ay qué
V.M.kédéámd mfMtp^io i* ToUio d Prímcéf^ AUtHo, y
mtadámiom* yo dé lo dd tofdio dé qu$ u Intte pmm tí, iiém
gmmdé nmñdmm^im étto. Porqué émmqm té» cUrigo, k étOngonm
V. M, la (iiuUd dé Toledo, que es ul y de Ul calidad y mana-
ras, que entregársela seria, pues vendria á ser la primera per-
sona della y con tanta autoridad y dignidad. Darle ya V. M.
también muchos lugares prui^i pales del mismo arzobispado,
y entre otros un Talavera y un Alcalá, que dexia Doo Diego
de Mendoza que no hauian de estar sino en poder de V. M.,
porque demás de ser los lugares que son, dezia de Alcalá qoa
tenia 3.000 hombres mo9os da ordinario por la universidad.
— 4iS —
Assimísmo le daría V. M. otros muchos lugares y alcaydias, y
lo que á mí me pares^eria de mayor importan9Ía y dignidad
(demás de la mucha renta que tiene) con que poiria sustentar
y manteaer mucha gente principal y muchos caballeros é hi-
dalgos; y aunque de la fee de tales Prín9Ípes y de tal crianfa,
como aquí aprenden debaxo de la real sombra de V. M., no se
ha de dudar de ninguno dellos en los negocios destado, y tan
grandes, lo más seguro creo que es preuenir las cosas como
si se pudiessen temer; y en fin, Señor, como el ser Cardenal
y clérigo puede ser conveniente auiendo de residir en estos
reynos para compañia del Príncipe nuestro señor, y ei darle
de comer también es muy necessario, creo assimismo que seria
más seguro para todo y para quitarle á él la occasion de errar,
dársele en renta seca lo que hubiesse menester, que no en dig-
nidad y grandeza tan grande, porque con el dinero mantenía
lo que aquél sufriere, y con la autoridad de tal dignidad, mu-
cho más sin compara9Íon de lo que valiere de renta, demás del
punto que he dicho de ser señor de tales y tan principales lu-
gares y vasallos, y las historias dizen hartos exemplos desto.
V. M., por amor de Dios, me perdone si corro tanto, que me
lleua mucho amor y fee del seruicio de V. M. Y la occasion de
lo del Sr. D. Juan me ha hecho correr, y en esto bien desseo
ser de algún seruÍ9Ío en que meresciesse alguna pequeña parte
de lo mucho que yo deuo, con que yo viuiesse contento algim
dia que me viesse en un rincón. » — (Rúbrica de Antonio Pérez.)
— (Sábado á i6 de Junio de 1576.)
(Al margen, de letra de Felipe li:) t Cierto que es ya mucha la
dilación desta respuesta y muy dañosa, porque como la estoy
esperando para la resolución de todo, es de mucho inconve-
niente esta suspensión para lo de Flandes, y era lo principal
que yo esperava embiar con el marqués de Havrey esta resolu-
ción; y como no viene la respuesta y conviene despacharle,
ando buscando con qué emviarle, y así ha de ir con promesas,
que será de gran inconveniente no cumplirlas con mucha bre-
uedad; y así, temo mucho con esta dilación que aquello (i) se
(i) Lo de Flandes.
— 4X4 —
tan anl oam olla, qi
Y mt fenfib omkími cmimi m decir lo que
qokar «rtat nnwpiliin á wA haomma, y no hera lo poor, qoe
k> úm FlndM litM lai bsaa wnniíii) parm mIo, y « bo aam
nMMMOlw nMCSff olios pora qwlono oqaollo oooipdMOt povqoo
lo tronido acá yo oo leofo por rooMdio boiftanio poim fadr <lio-
tao ffniwpoñion ob lo que yo oo faoüo aíafBao oaria oi lo do
Floadoo ú faUooo lo do «i li wnwnn; po»D poporo qoo no pao»
do lardar y qoo nrá buooo, y pora en qoalqtner coao eo bien
BO^aoBTio ai Maullo V voo Immm oon w pan
oo lo qoo BMO ooBvonipa pan todOt pena oo qoa
aa lo qoa nés cooveofa á ni aervifio. Y p«r« dedrot la ver-
dad, oo ma poedo peraoadirqoa coovinieae hacer clérito á na
bamiaao* ni creo qoa aa ponía ooo boeaa oooctanciat viaio lo
qoa ba pasado hasta afora por él; y daiaodo \m royoaa eoni-
palHas, espero yoqoa sí qoiera, eo el hábüo qoa tisoay avien-
oo bacoo tan boan principio como htaot podna inipoilar nm*
dM> aa panana pan nmdiaa cosas, y para esto importara mu-
cho luostro boan oona^ y para lo de FUodes ia^iorta tanto,
qoa no sé yo qoé nondw Ssofi aquello sioo el de an
y an voidnd qna aqaialándoae. como lo aapero, qoa •
na parta ealé tan bien oomo allí ni tan á ao plaasr.
Esu nueva que os an dado de lo qoe aquf dada, aa otmm
otras mochae que aabéía <nia aa li^twntffn á cada pMO¡ pero ella
M caartU oomo otras, y ya creo qoa se va caysodo, y muy
temprano fuera pera agora esto, y primero hera meoestor var
cómo ibe aprohaodo an lodo, y ano onioooeo havria qoe my-
rar por mooiaa da faM causss qoa aqof dacfa, aon por olna se
podria pasar, que no creo que resoltaría dellaa nracbo io-
cooneniente, pero á su tiempo el consejo; y creo yo moy bien
qoa lodo lo que aquí habéis dicho es coo el aelo qoa aqnf
decís.
Es ya muy tarde, y quédame aún mocho de Hopperus y Za-
yaa, que coovieoe que bajra esta noche; y así, no podré re^MO-
der á las otras dos cartas ni á lo que oy he recibido: mañana
lo procuraré. — Viernes, noche.»— (Rúbrica.)
(Bm U tuaHm tma id Un*f plugo u Im^i» Ultm dé Ankmio
— 4^5 —
Pérez:) lAl Rey nuestro Señor.— A xvi de Junio de 1576. —
En su mano. >
A la amabilidad del Excmo. Sr. Conde de Valencia de Don
Juan debo el conocimiento y copia de este importantísimo do-
cumento, que forma parte de su escogida colección de papeles
históricos.
m
Minuta de despacho al Secretario Escobedo de mano de Antonio
Pérez, con enmieiidas y apostillas autógrafas de Felipe II, sobre
la ida de D. Juan á Flandes. — (Sin fecha.)
€ Y así, señor, yo soy de parescer que el Sr. D. Juan
obedezca con grande amor y resolución á S. M.; y que, pues
S. M. entiende que en la persona de S. A. está puesta tanta
virtud para el remedio de aquello, se parta luego é imite á su
padre, que en semejante ocasión se metió por medio de los
enemigos para remediar y sosegar á solo Gante (i). De que se
siguió el efecto que pretendia, y después, estando en Alemania^
creo que en Inspmch, y entendiendo que franceses venian sobre Flan-
des, se puso en camino, viejo y tan enfermo, teñida la barba y dis-
frazado, y sólo con dos ó tres, por ir más secretamente á aquellos
Estados, como lo hiciera, habiendo ya andado muí jornada ó dos,
si fio le hubiera tomado la gota tan recio que no le dejó pasar ade-
lante, y se hubo de volver á la cama muy apretado, en la cual habia
dejado á Adrián (2), á quien decían misa y trahian de comer para
que todos pensasen que estaba allí su persona, y no le echasen menos
hasta estar ya muy adelante; y espero que ha de ser tanto mayor
el efecto que ha de resultar desta resolución, cuanto es ma-
yor la necesidad en que lo de aquellos Estados se vee. — S. M.
escribe á S. A. lo que le parece del modo como debe ir su per-
(i) Decía de letra de A. Pérez «aquellos Estados, 1 y Felipe II
lo tachó y corrigió, poniendo en su lugar lo que está en cursiva y
añadiendo todo lo que está de igual letra.
(2) Su ayuda de Cámara.
-4I6-.
MM, f ciarlo d so llevar el Sr. D. Joaa (eale da gMoa om
paraca foraoao y qoa á loa iniírooa Eatadoa obadiaatM peo-
dría terror y aapaoto y que temicaao locoaArark» da loqiuaaa-
pana aacar da m gobiamo y ccMopaAí*, da BMirha blaad— y
boa» trafamiantm y «ato craaráo vardadarainaala qaabaoda
aacar da S. A. cuando te vean ir ata fuerza ni geota da goarm,
y qoa aa ka aatrafa aolo aa m podar y aa flMla aatiailaa como
eoeapaftaao,/ ié mm Mtmfnmitt mm é Mm, h fval áai/ar-
tméwaitk^pukMgm áépu m imt gnm nmfimm y mmi «r^
MliMawv ^aa par nlé amiaa m aa ■* mowjpmít aa ai#y aMW naai*
/a la fw M anMAa aa « A« fúiidp tammgnm tmt Uu mrnt», vk
con la fuam, ni ooo tan fran gaato tomo m Mo u k» ktcko
Aaimiamo paraaoa aany oacaaario al ir al Sr. D. Joaa aany aoto
da criadoa y cQMa|aioa..... f tth mo m poürn Imm tm mmgmm
tiroé* U umgw», /or mt tcim km aMaaajr na tMfmmeU, dé mm-
aar« fM «o podrUm w tim tmmjmméáfm; lotm^ mm m tí, pmm
/ara /adir itktmmmioy d$ fitr $t,$im wté$ Cmmjúpuim mdi'
oanet d« «f «atfat EiÉadnt, atl i« Ettoéo mmo ict éámé$,fmétr
jnMgm i» pm H, rawafi» k mom$éJém Hm pmrn tañar m tcmmjOt
y tmmdé no /ara áMoar tí Wf», fw amf ad anb aairtada. Y i»-
anb i* tamumkt «MO, Aao<a /ara mqutílm Etímim^ y $t^ U faa
«Um Í4*Mm, ttmtím» tmMm pmm tí, ptrm pu aaa íoio tí mmtít
fUé jémiito Dimí km» tíUi y ditamiom, etc Que en una
nacaaidad tan grande la pida an peraona, la qntí m como rrú>
tímm m caaw mhtíUro «ifai, na /a foirim mtfttr A m hmwmm>
y fa» na tmmptírim «on Dim, tí é tsto foUnit é fmümiúm mmdm
Migmim 4* wtnky mmifkofu per m ftíégiom, pvr k$ arntuim
qu4 U km ktcho, y pñmcifiümmU m áarts Is mtíoria qut U dio; y
«Mi M»r» » d4»ptn$ até U ka o/mdido, d» matura fmt para tímm
hté uria; ni toa su padrt cumpliria no acnduado á Im
dé aqméUo$ Estados, f m tí quiso tamto, y por quim awatmrólamh
mato ké dicho, y doadé faí nacido y criado; qué es tsto dé manera
qné ana détdé tí délo pmrcé qm u quejaría dil, tí m étío U/al-
tam,pués é su hermano hééumsla faUaqm hariam noacndiríé
— 417 —
forma del, y no podría su hermano quedar sin muy Justo setttiiui¿H'
to si en tal lucesidad y ocasión le faltase. Tampoco cumpliría con
el inundo, ni consigo mismo, ni con su honor. Podréis añidir aquí
algunas causas for qué no cumple con el mundo ni con la gente, ni
consigo y su honor; que aquí creo entra bien lo que anoche platicá-
bamos En verdad, señor, que he pensado que para aquello
de Inglaterra, que vra. md. entendió en Roma (i), no será
malo hallarse S. A. cerca y ocupado en tan gran servicio de
S. M.; demás de que yo deseo ver al Sr. D. Juan en algún
cargo principal, en que él sea solo el dueño de todo, para que
conozca S. M. lo que vale y la buena cuenta que sabrá dar de
cualquier gobierno, sin embarazo ni competencia de otros Mi-
nistros: que no ha de ser de poca consideración también verse
S, A. libre desto.i
IV
Parecer dt Hopperus sobre la ida de D. Juan á F laudes.
«Que en ninguna manera conviene que el Sr. D. Juan vaya
allá con mano armada ni gente de guerra por mar ni por tie-
rra. Que ¡leve consigo los menos criados y gentiles hombres
no naturales de aquellos paises. Que no lleve secretarios ni
consejeros de otra nación, ni en manera alguna se use de dos
plumas, deque ha procedido todo el daño de hasta aquí.» —
(Sin fecha.)
El Cardenal Granvela, en sus advertencias á D. Juan para el
gobierno en Flandes, le aconseja muy especialmente: «que se
guarde de ofender á gente principal en materia de amores y
sea cauto en lo que de esta materia tratare. »
(i) Alude al proyecto que hubo de efectuar una empresa con-
tra Inglaterra, ayudando Escocia y casando á D. Juan con la Rei-
na María Stuard.
»7
-4i8 -
Comtutlm ád Ccmuja i$ BtUlo lok'é U iás ds D, Jtm
ÚFimdts,
•TedoteoMMvdM «i k ida M Se. D. Jufea y qat m par-
M«l mejor mnedio que M puede apUcarálo de HaadM*
Umm qm «ay» por Fnuicyi oca graa bravedad y qm ao aa
tiala da profaw ocm coia aofcra taato qoa Uapu Otioa ^oa
vaya por Italia, y qne antialaiilo ee eacHba á loa Gobernado-
fae, elCt y aa eaAala algnaa cabaia; paro ao ealo te haa locado
nMidioa inooayaoiaatat. Oaanáa deelo, diceo oaoe qm vaya
afflaado Uetraodo loe wapaaolai axliaordiaarioe de Itotia y loe
alefiMUMM de D. Joaa li«KM|iaa. Otroa, que tieoe en Plandea
haru gente, y qaaooaau parMioa ydiaaropataaBaaaar kqiM
hay, teodrá harta aa loa etpeftolei, alea^aae y yaloneii Otwag
que DO vaya armado^ y qoa oo coafJMW tá aa poada llevar
eeto por la fuera, porque np ee pueda hacer cueota de la feo-
te alemaiia ai valooa Que por lodo eito (la actitad aoqta-
cboea da loe Prfocipee de Alaaaaaia y da la Reiaa de laglala-
m), y por la impoeabilidad de las fiíersaa propia* y por el pe>
Ijgiro de apealar oMicbo estoe reynoe, poee ha de salir delloe la
Mbitanría, lee paiace que ao ee debe llafv al camioo fiaerta;
y que ee peor que ae vea que ao ae pudo, que no que* pieoeeo
que oo ee puede..... Uooe dioea que es peor perder loe Eeta*
doa dd todo para al ejemplo y oooaecMencia de loa ocroa rei-
nos, que reteocrloe, como quiera que ae pudiere, salvando la
religión y obediencia de S. M., porque ee podrá a^ mejor ir
coa el tiempo recobrando lo demás, y que eeto hiao el Rey de
Francia y ha sido aprobado por Su Santidad. Otroe, qoe aa
mejor perderse todo para la reputación y para el ejemplo de
otros Estados, que uo conceder á éstos lo que piden por asta
forma, y añaden la poca seguridad que habrá que con ealo te
hajran de contentar viendo que por aquel camino salen con lo
que quieren.»
— 419 -
VI
A dvertencia de mano de Antonio Pérez á S. M. sobre la ida de
D. Juan de Austria á Flandes.
t Si el Sr. D. Juan convenia que viniese luego acá, no
habiendo de convenir que vuelva á Ñapóles, ni que esté en
Italia, como dice Quiroga que no conviene, aunque no hubiese
de ir á Flandes, porque el Papa no le pida, para lo de la ar-
mada si viene el turco.»
En otras advertencias, también de letra de A. Pérez, escri-
be éste: «Si se escribirá al Sr. D. Juan en carta de S. M. con
resolución en lo de su ida á Flandes, y que luego parta para
allá, ó solamente que venga á Lombardia y que yo le escriba
que se va tratando de persona para Flandes, y que, entre otras,
está la suya nombrada; que si S. M. se resolviese en ella, que
yo soy de parecer que obedezca y se sacrifiqíu Que se
meta en los Estados y se entregue por cabeza y gobernador
entrellos, que será la cosa que más amor y satisfacción puede
dar, ver esta confianza y seguridad que se hace dellos, quanto
pudo la que S. M. hizo en Inglaterra, entregando su persona
á todo aquel reino Añadiendo las otras razones de quitarse
D. Juan de las pesadumbresde los Ministros de Italia, y de que
con esto se verá en parte, donde pueda mostréur sin embarazo ni
competencias, que es para gobernar Estados, y con su persona y
experiencia y trabajo y buena fortuna repare y reduzca aquéllos
al buen estado que conviene, que es lo que él ha dicho á V. M.,
que lo en que quiere ocupar su vida y persona es en servicio
de la Corona, y por aquí, etc. Apretando yo á lo último á Es-
cobedo lo que les conviene obedescer y la ocasión que él tiene
de servir á nuestro Señor y á V. M. Itera, advertirle que en
ninguna manera debe consentir que trate el Sr. D. Juan de
venir acá, porque para la jornada seria gran dilación. •
En la consulta celebrada en el Consejo de Estado en los
días 20 y 22 de Febrero de 1576 sobre designar persona para
el gobierno de Flandes, se acusó á D. Juan de Austria por el
prior D. Harnaado ám Tolado át «proette eos Übvliid m
ooMseootnbtónkaM<foS.IÍ.» loclioáraaMlMMitdtlot
CooMJOTM «a fivor de D. Jaso; pero otros propoticroa á !!«•
dama Marfviudo Pum», á m bijo Alfisodro Ftnmúo, á
lo« archiduqun FotimumIo, Curios, y priacipelmeate á Enm
lo y al doqM do Sabojra.
va
AFlmáti,
Pva oviUr h vaoida de D. Juan á U Corte, el Rey 1« hsblt
prvriafDeote etcríto:
Ot oMadé detpachir uo correo por tierra, ^fémémét^u
qoe «ctttáaedee orto y pHmiip^iwmU wmiifm tmiié mtá, por «I
gnuMle iocooveoíoote que tmjora eootifo..... oí he querido
tomar aquí á eocargar que m tdngwm mum» mi ^ eifuea
«eiMe Bo tratéb de venir voa, poea oaaodo ooo^ema voeatra
iraoida. nadie teodrá tanto cuidado dalla / d* tUmtnm go-
bio yo »
BlRtféü, Jmm i» ^Milm.-~{Sin fecha.)
«Anoche roe díó Eacovedo vneatra carta y ■▼tao de fueatra
llefada á Barcelona, y no puedo dejaros de decir que..... ooo
desear y holgar mucho veroe y teoeroa presente, me ha quita-
do mucha parte del cooteotamiento que esto me diera......
VIH
D. Jutmi$ Ausir%0 A Oottdo VmíUjo, su </oawrfeier ws/sr (i).
tGonzalo Vallejo: Ya os acordaréis que yo mandé dar á don
Pedro Qapata, geatilhombre de mi Cámara, una cama de tela
(i) Copiada de la orinal. (Colee. SaJa^ar^ I>-6yf6í. 105.)
de plata y oro con su cobertor y adere9o; y porque mi volun-
tad es que la dicha cama se dé al dicho don Pedro, ordenaréys
y mandaréis de mi parte á mi tapicero mayor que entregue
á la persona que el dicho don Pedro os scriviere la dicha ca-
ma con su cobertor y adere90, reservando el dosel que hay
conforme á ella, que ha de quedar en su poder, que por la pre-
sente lo tengo así por bien y doy por libre al dicho mi tapice-
ro mayor ó á la persona que tuviere á cargo la dicha cama del
que della le estará hecho. Nuestro Señor os guarde. De Sant-
Lorenzo á Xí de Setiembre de 1576. — Don Juan.*
IX
D. Juan de Austria á D. García de Toledo, sobre su ida á Flan,
des pasando por Francia disfrazado. — (El Pardo 7 de Octubre
de 1576.)
«De mi jomada quiero decir lo poco que el tiempo me per-
mite que en sustancia es ir á Flandes por Francia con los
disfraces que pueda llevar y que después de Dios han de sal-
varme; pero no voy poco contento de que me dé esto que ofre-
cer á sus servicios, y así voy aún deseando más peligro y no
fatigándome de los nuevos trabajos que emprendo, pues no es
éste menos que volver dentro de un cuerpo el último suspiro
que tiene en la boca, y sin llevar aquella parte de milagros que
por la de los hombres convendría, pues el dinero es corto por
ser laigas las necesidades presentes. Al fin Dios ha de tomar
por de todo punto su)a esta causa y ayudarme á mí propia-
mente con milagros {Colee, de doc, tomo VIH.)
— 4*2 —
D, Jmm 4» Amttñ» fmt m wUj« i* mógmUú á Flminy «•-
Eo U cubitcta de «te docomolo dice: «ReoMido á Ocla-
vio púa dcMUiiode FcaBcáa.teci«lo,coo el Sr. D. Jttuí (i).»
Rtctmio délo fmké ii Iuu4r m m wUj§,
•Seguir mi cemino cao toda disáaMlacioa* no
bí datnulodoaw an ooia ntagiioa que aa ofraaca, por lo qoa
impocta aii llegada á aahraaMBlo. Lfagado A kim, oonaicar
coQ García de Aroe, para quiea Uavo CHta, m cmmiao, é ia-
fonnarroe del de lo qoe cou tanga para acgotrle coo obAí lega-
rtdad. Fiadiria algua cotcoo 6 paraooa oany plAtka da la táe-
na y leogua para qoa me goia haHa ftna. Llafido A Pvia,
qpM ha de ter con ^ oMOoa eamMndo que te pudiere, y mi-
mndo allA ai aarA naejor irme A apear i caaa de D. Ditjp (a),
6 eo oCra forma; verme coa él y darle coeota de ni viafs y da
loque llevo, y tonar lusy aoüciadalealadode laacoaaayda
lo que mAa oonvenga para acertar —jor oii camino. Habien-
do hecho esto, y entendido el eatado y seguridad de lo de
Cambray y Arras y paia de Artoia, paaar A una da etlaa vi*
Uaa. la que mejor pareariere, y puaito allí, ai 6iei« en Caai-
bray, comunicar lo que llevo coo el Arzobispo de aquella vi*
lia, que por ssr hijo de Barlamonte y vasallo de S. IC, y
muy aficionado A su servioo, se podrá muy bien hacer, y con
el castellano Moa de Ligues; y si ea Arras, cooñarme del Go-
bernador de aquel condado el Conde de la Roja, D. Femando
de la Noy, y de Moa de Baria, Gobernador de Arras. Adver-
(i) Minuu origiaal de mano del Secreurío Antonio Peras.
(s) O. Diego de Zú&iga, embajador de E»pafia en Francia.
— 423 —
tír de llevar entendido también del dicho Embajador cómo es-
tuvieren estas personas en la devoción y servicio de S. M,,
porque de la segundad de esto y de las mismas tierras depen-
de el haber de tomar aquel camino. En caso que lo de aquella
parte no esté con la seguridad que conviene, comunicar con el
dicho D. Diego el camino que será bien tomar para pasar á
Mastrich ó Lieja, que paresce que será bueno, ó por Lorrena,
ó por Lucemburg, y meterme por el dicho camino en una de
las dichas villas que paresciere más apropósito, según el es-
tado de las cosas. Si fuere en Lieja, hacer confianza del
Obispo de allí por ser persona de mucha confianza y aficiona-
do al servicio de S. M. En Mastrich está Montesdoca, que es
buen soldado y persona de quien podré valerme en algunas
cosas. Llegado que sea á cualquiera de las partes que arriba
están dichas, qu§ esto ha de ser según el estado y seguridad
en que estuviere cada una, y habiendo entendido el estado de
las cosas, avisar á los del Consejo de Estado á cada uno de
por sí y á los Gobernadores de provincias de la llegada, y es-
cribirles á ellos y á los demás para quien se llevan cartas el
ánimo y determinación con que va de darles satisfacción en
todo que le avissen y adviertan de lo que se les ofreciere para
el bien y sosiego de aquellos estados, y lo que más á este pro-
pósito paresciere. Advirtiendo principalmente que es este pun-
to de mucha consideración, que ellos pidan lo que quieren que
se les conceda para la pacificación de todo, porque así se hará
con mayor reputación y se concertará más presto, pidiendo
ellos que no ofresciéndoles. ítem, se advertirá á pedírseles
persona por quien remitirle los tales despachos ó seguridad
para el que se hubiere de enviar, si el estado de las cosas lo
pidiere. Para ordenar las dichas cartas y despachos en que se
ha de poner la mano sin perder tiempo, valerse del Secretario
que tuviere la persona principal del lugar donde se hubiere me-
tido, y que todo ello vaya en lengua francesa, siguiendo su es-
tilo y forma de escribir y el modo de firmar que llevo adverti-
do, ítem, advertir cuando llegare el Barón de Rasinguien, co-
municarle todo lo que hubiere hecho y se hiciere, por ser la
persona que es y del Consejo de Estado. ítem, mirar si será
- 4*4 —
btealaeer coa «I pnmámua Viglint alfas anea paitinalar oá-
cío, porqoa te aafiíada qaa tiaaa warhi autoridad coo k»
najroraa, y qm podrá par aito aocamioar y ayudar mucho lo
qoe ooovaofa. Tañar aukiado da ir avitaado da todo U» qua
faiara anoadáMdo»*
AémHémImáo étS.M.mi Sw. D. /«m.
tBlMrridofrMida<|iaaliaoaáDioa, y qoa^ poaataoaaai
m lao aojra, do la fallará na ayuda, aaidiendo á ál aobra to-
do, y maraaciéodoaala coa náa cuidado. La oblifacioo aa q«a
á od BM pona. Qua poaato ao ano da loa lafuaaqoallava ad-
vertido, y hacha te ddigaoda átt laa cartaaqna ha da aanriar, n
foeta admiudo, y m cooleotarao ooo las gracias qoa aüahao
aalaa apoaiadaa, <|aa aa eraa qoa ao haráa, aa deba arto ahra-
fsota d« gdarra cooforoM y ooo lapntacioa da bataaa aoeesos,
y para podarsa &ar ao aiU qoa m mtu aatislla y paacara com»
pooar ktt coaas por biso coo máa aaloridad y laplacioo (i).
Sí las cosas astavierto tao adalaata qoa ao haya qoa
ao asto y pidiarca al sacar los sspaholas y se podisra i
dar aeto, coo qua asa daspoas ds ooodocklo lo da Holaada y
Galaods, y diaerwairtiM loa astados y quedando ao los casti*
líos fuaraidoa da tudaaooa, yqoaao lodal Prfoctpa da Oraa*
fs se remiu al Joaiicia, y qoa sa vualvan las cosas al gobier-
oo y pia aot^oo del tisoipo del £aq;Mrador, uá astar, y i
COSIDO astaba allá, coo al perdoo faasral qam m las
ctarra coa ello, procuraodo qoa todo esto se ha^ eo la ma»
jor foroM y coo la mayor r^iutacioo qae sa podieie. Paro si
Iss coaas estoviesao tao apreudea qoa lo pidieaca todo abso-
lotamaata y que de otra ouuiera no qntsieaeo recibirle, parea-
os qoe, aalvaudo la religioo y mi obediaocia oauíio se puada^
llegaodo las cosas á oatos términos, prasnpiiasto que cootío»
ne atajar este fuego y no dejar llegar aquella geate á la última
dsssspcrarion. y que coa ella se cierra todo; que ss dabs ooo-
(i) Estt párrafo está tachado por Antonio Peres.
*— 425 — '
ceder lo que fuere menester para acabar y salvar lo que se pu-
diere, y que el último advertimiento que se puede dar en tal
negocio es éste, y que se fie de aquella gente con toda la aven-
tura que se corre. Advertir que se procura de sacar de los Es-
tados, en todos estos casos, que despidan y paguen la gente, y
que lo que no pudiesen pagar, luego salgan por ello con la
gente de guerra, de manera que no ponga sombra. Advertir
que en estos últimos desórdenes y en todos los pasados debe
de olvidar y no hacer caso de todo lo pasado. «
XI
Imtrucciótt dada por S, M. á D. Juan de Austria, como Lugar-
teniente y Capitán general de los Países Bajos.
flnstruccion á vos, D.Juan de Austria ,de lo queen nues-
tro nombre en ellos habéis de hacer, que ya por espacio de al-
gunos años que están en inquietud y alteración, con grande
desplacer nuestro, para llegar con la gracia de Dios por todos
los medios justos y razonables á la verdadera, firme, duradera
y general pacificación dellos, que tanto deseamos. Primera-
mente, como todo depende de Dios Nuestro Señor, procura-
réis que se hagan plegarias y oraciones por todos ellos á su
divina clemencia dando á entender, por diversos buenos
medios, á nuestros buenos vasallos y subditos y á todo el pue-
blo, el grande amor y afición de padre que les tenemos, no de-
seando otra cosa más en nuestra vida que verlos por la gracia
de Dios en buena paz, tranquiii lad y su antigua prosperidad,
con la conservación de la santa fé católica romana y nuestra
debida obediencia Y para mejor lo cumplir, nos, siguiendo
sus pisadas (las de Carlos V), habemos elegido para el gobier-
no general de los dichos paíi>es vuestra persona, tan propinqua
á nos en sangre, como sois, teniendo por muy cierto que si-
guiendo las mismas pisadas del quondam, mi señor y padre,
mias, y juntamente las de los Gobernadores y Gobernadoras
de nuestra sangre, que antes de agora allí lo han sido, vos go-
derocfaoty cottumbntiMMkuiyftuHrdadasen tácmpodcMÍm-
por falla deilo anfwidiiiiBa qoa allf hay, moy eootm aaiMn
irohmlad, y ha tklo la causa principal (M dicho mal, máéá
tedoa juato y raaonaMa ronlMtamianfn » (Pata lo caal diapooa
99 V^9D0Qfl9tt 90 SO ttOftIflOO 9flttO0 100 ^^CMBMKOS 09 JSflHHlOa DC***
vado y da ftnaiwat. y ow «¡loa trata loa aifocioa; qsa aa qotle
el CoaaaloJlaiBado da Trooblafl y Codo lo qua d41 dopaiide:
qm m admiiiiatra boaaa y racta juaticia á Codoa; <|ae loa oMloa
aaao raalifadoa y loa hoaooa remuoeradoa; qoa aa dafá oa par -
doo anqrtio y faoaral; qoa eo cuanto á la goam, aa raatamaB
las bandaraa d« ordenansa y guarnidonet ordioariaa, como aa
tíainpodal Empacador aoliaa aatar.) «Yaa aianto á lo qoa loca
paiticttlamiaata á miaaiioa boaooa patea y vaaalloa da Holaa»
da y Cdanda y ana adbarentaa, aaducidot y daamdoa, no por
an propte flaalida, aiC«a looNaBBOi «MiaaMata, aioopor la da
aqñalloaqoa coa ana aiuiaaUaa plilicM y «ala ordao han aido
cansa de todo el mal, eaperamoa que viendo lo aoaodicho así
en ra^Mcto del perdón (anaral coom) ocnuneota, volver As oe
aoyo, ajando bien lOaBnMooa..... al verdadero caasuM».*.*
Tanto eata lostrucdóo como el titulo de Lugarteniente y Ca-
pitán general de los Eatadoa Bajoa llevan a61o la teha da
Madrid, 1576. sin mes ni día.
xn
D, Jmm éé Ámttñ* mí /2rf .— {Vmlosa ao de Octubre de 1^76.)
fl Me parto eeta noche, sábado, no tan tarde como allá
creta, pensando atender á mis disfraoea hasta aerlo, sino á loa
diex después de haber ocupado la nodie pasada y d día en
ellos y en lo demás que ha de ponerme en aalvamento Lsa
tintas no me han aprovechado, traa de haber ocopado toda la
nodw y ttaAana eo ponerlas; mas con lo demás, fuera deliaa,
— 427 —
procuraremos encubrirnos hasta que nos desconozcan, pues
nos va, fuera de lo principal, que es el efecto que nos lleva,
las vidas. Desto debe quedar á V. M. continua memoria •
xni
D. Juan de Austria á S. Af. —(Irún á 24 de Octubre de 1576.)
«Señor: Yo acabo de llegar en este punto aquí á Irun, no
habiendo pasado tanto trabajo en mi vida como en solo este
camino, porque con ser tan pocos caballos, ha sido fuer9a co-
rrer en unos mismos muchas veces doce leguas, y tal vez diez
y seis, y aun con todo tener por gran suerte el salir de las pos-
tas en dos horas ó algo menos después de llegados á ellas. Al
fin, V. M. crea que se ha trabajado mucho y dormido muy
poco, aunque la diligencia parece corta, y aun esto no me
deja de costar renovación de males viejos, con que he llegado
aquí; pero Dios quiriendo, no serán parte para impedimento á
la jornada, pues el ser tan suya y tan de V. M. ha de vencer
todos males y dificultades, y así, para partirme luego espero á
Octavio, que por no perder tiempo fué á Fuente- Rabia, y me
vine yo aquí á tener todo en orden como está. Acaba de llegar
agora un mercader francés; no asegura, según me dice, mucho
los caminos; pero no dudo de cosa ni la temo, pues para esto
hay tantas razones y obligaciones juntas. Ora, Señor, lo que
conviene es que V. M. mande acabar con mucha brevedad lo
del dmero, y con la misma y con él inviarme á Escobedo, pues
sin estas dos cosas no sé cuáles me saldrán mis principios, y
son en los que querría que no me faltase lo que después se me
dará sin provecho y se me querría haber dado. Y pues puede
suceder caso en que se me acudiría con la sangre propia si valie-
se, suplico de nuevo agora á V. M. se me acuda con lo que digo,
que es dinero, dinero y más dinero, porque sin éste valiera más
no haber puesto tantas prendas; no sé que me quede más que
decir ni suplicar á V. M. Otavio acaba de llegar con García de
Arce, y así, para partirnos luego, acabo ésta y suplico á nuestro
fMid* á V. M. coa te fettddttd y oommto <|iw dMM y
Di Iran á H ^ Octabra da t576.»I>o V. II.
b«clmiii y más bumild* Mnrtdor qo* tat Rattet nuK» ban,
XIV
Si Rty á D. Jmm dé ámtlrm.'-{Ea El Ptedoáji daOctufara
da 1576.)
qoa oa ¡Mrttetfs, BM ptfftaeió aoCralnar al dada-
lar te laaotacioa qoa toase ao voaitra partida y canino tcaa 6
cuatro dút, para qoa podiéioJei lulteroa bten adátente OMUido
•a eotcodiaaa; y paaadoa éitoa, df parte de ello y da laa caoaas
qoa ma Iwbiao movido, á loa qua traían de e^aa materias y i
loa demás dd Cooarjo da Bátado; y astmísoM á Hopparns y á
itaain|^i«o, didéodutea á ástoa particotennaote qoa te cama
porque me habte raauelto eo qoa fuááodea solo coo Octavio
(Goossfi) y qoa 00 foaae Rasin^ten coo voa, babia sido por-
que habiendo de ir juotoa, Ibera necesario Itevar reaoludoo de
los negocios que quedaban por reaolvar •
XV
D. 7mm éé AnOrim á S. A#.— <Parf«, pobrero de Octubre, á tes
aaia de te maitena de 1576.)
•SeAor: Despoes de baber pasado eo el camino qoe be traído
mucbo trabajo, por haberlos hallado muy ruioes, y haberma
llovido siempre, y habenne tamlMeo detenido medio dte ao
Burdeoa sin dejarme paaar, y haber eocootrado con un fiaocéa
en coya compsftia be venido doa dias» trayéndooos Un como á
criados, que te truje tres postas so maleta; y al fin, habiendo»
como difo, trabajado mucho y descansado arto poco, ha sido
Dios aervido de que llegase anoche aquí, y hiciéralo te paaada
si no me hubieran sucedido los impidimantos dichos, que, ú
— 429 —
puedo, los escribiré más largo á Antonio Pérez, aunque no
creo podrá ser ahora, por la priesa de partirme, que es grande,
porque con haber venido á esta casa del Embajador, como él
escribirá, he sido visto y conocido de criados suyos, y casas de
Embajadores son muy espiadas, y así creo no podrá tardar en
sonarse siquiera algo de esta mi venida, porque está muy pues-
ta en consideración de todos.
He aquí en sustancia cuanto puedo decir agora. V. M., por
amor de nuestro Señor, ayude estos principios y haga aquí en
ellos no nos ven9an tantas dificultades, porque las que á mí
tocan yo las ven90 quanto es posible, y así crea V. M. que lo
hago y lo trabajaré hasta lo último; pero al fin todo será perdi-
do, y créalo V. M., las dilaciones y falta de dinero tienen ago-
ra la fuerza que por lo pasado han tenido, y para que tanto me-
nos tema yo esto, acuérdesele á V. M. Suplíceselo que soy yo
el empeñado, y que esta prenda debe ponerle en nuevo cuida-
do, pues por cuantas vias he sabido lo he procurado más que
otro merecer á V. M.»
XVI
D. Juan de Austria á los del Consejo de Bruselas.
(De Lucemburg á 4 de Noviembre de 1576.)
«Yo acabo de llegar tan solo y tan falto de todas cosas, que
me hallo sin secretario, por lo cual no irá ésta en francés, que
aunque lo hablo, no sabré aún escrebirlo; y estimo en tanto el
no perder tiempo en nada, que antes de buscar secretario quie-
ro escribir luego ésta de mi mano en español.
Con la venida de monsiur de Abre, habrán VV. SS. enten-
dido la resolución quel Rey mi señor habia tomado de enviar-
me al Gobierno destos paises con la resolución y remedios
para la pacificación de los rumores y diferencias, que con su
gran desplacer han durado tanto tiempo por acá; y así, ha-
biéndome yo aventurado, y con mucho trabajo y diligencia
llegado á esta villa, lo doy todo por más que bien empleado,
pues ha sido Dios servido que esté yo adonde, cumpliendo
-43^ —
tM fDMdt qne taifo dt «BplMnM ta d btMAeio y qoidad
dt todos eüot Etfadot, paca lo cual me ha de aprovecfaer de
tM peñones, y pfñtto emendev eos iWMstsdsSf powiBS la ds
• ia«« 7 a ■■ IB sa Dfiíwa» es coa^NMiMnss ea looBa eas
jwlM dsmendse y praftsasioaas, y eo cUes las eyadaré yo
000» qoiea tiae esto por priactpal dssso; y paga dselMar aiás
ea pefticalsr esta iiMÍBeioa de S. M. y BMi, oemMdfá iatrisr-
BM 000 la mayor hretodad qae poeible sea, la peraeaa é per-
soaas qiM allá aUtisrao y aoBabrareo; pero ea al
las arwai gmatímtáú ea has SMvido yeadadia se
aaÉMi todos, coofoudiá frandeaMSle al sarricio de Dk» aaee-
Iro Seftor, al de S. M. y al biaa del pafs. que ceeea y que ee
aqoietoa todas lea faolae dal pafs. Se lo pido y ftssfa yo da
■i paito oaaaio paade á W. SS., pQcqaa á la féato da fHini
eepefteia y á la dsasls qos srtaleVen, sBeadarf yo taesUsa
aquiatsr y snamariw. ao dodando que, Irataodo eetae coess eo-
lia oosotrospor los tánniooa que di(o de qaietody tosasatt*
dad, lonnráa cierto coa el fiinror dhríao tal fia, qm uamtto
Seftor Dioe quede servido y S. M. taasbieo, y W. SS. coo-
taitfas y sslirffchos, y el paib eo todo repoio y traoqoUidad;
y en eüo. aelorss, mamplearé yo ooo wa grsa deaeo decoo»-
placerlas y derles toda satísCiccioo y gasto, como lo varán fcca-
tándooae. Guarde Nuestro SeAor las OMiy ilustres personee de
W. SS. oooBo dsewea. Pe ¡«ainhiwg á 4 de Noñembca
de 1576.»
XVU
D, Jtum A Im mkm it U fmtt is gtmfm w^eásís.
(De Lucemburg á 4 de Noviembre de 1576.)
clf uy msgnifinna seinraa- llaipnsa da habsr peaado
trebejo y peligro <ie veoir tan soto de E^Mfte y por tierras tan
extrañas, he Usgado, bendito Dios, coa salud á esu vilU de
Lucembuq{, en la casi he entendido, con mocha pena mis, las
diierenciss y armas que andan lovantoása entre estos Estados
y la gente de guerra española; y porque al servicio de S. M.
conviene que esto se aquiete, os mando que en la hora que
ésta recibáis no os mudéis de vuestros alojamientos ni hagáis
ninguna novedad, sino que aviséis del estado en que estáis, y
esto ha de ser por carta sin enviarme personas, porque yo las
estoy aguardando para concertar la quietud de todos, y lo
mismo he pedido á los destos Estados; que esto es lo que con-
viene á todos; y porque yo no tengo lugar como tan recien
llegado, de escribiros á todos en particular, digo al que ésta
primero aportare, así de los que mandan infantería ó caballería
y castillos, que dé aviso á los demás para que todos obedes-
can lo que aquí os escribo. De Lucemburg á 4 de Noviembre
de 1576. — A lo que, señores, mandáredes. — D. Juan. — Para
cualquiera de los maestres de Campo de la Infantería ó Go-
bernador de la Caballeria.»
XVIII
D. Juan ¿U Austria á S. M.
(De Lucemburg á yde Noviembre de 1576.)
€ Señor: Muy solo me hallo y muy desacompañado de todo
lo que es menester, como siempre me figuré, para atender á lo
de acá y dar á V. M. particular noticia de mí y de lo que he
hallado; pero con todo esto, llevaré lo erape9ado adelante sin
que me falte espíritu en el servicio de V, M., y así satisfaré en
mi posible y más á cuanto me tocase pxjr mucho que ello sea.
Yo, señor, salí de Paris, como escribí de allí á V. M. pocas
horas antes de hacerlo, muy apríesa, y la misma tuve en mi ca-
mino, porque creí cierto, y agora no lo dudo, sino que aquella
noche ú otro dia al más largo se tuvo noticia de mí, porque no
quedó criado del Embajador que no lo entendiese y me viese,
y entre tantos tan espiados, mal podia guardarse un secreto tal
mucho tiempo, y trabajé cuanto pude por llegar en breve á
tierra de V. M., por lo que en las agenas pudiera sucederme
descubierto; pero hallé tan malos caminos, tan pocos caballos
y tan atajado todo por la peste que hay en Metz, que hube de
-43a -
tttoottut y QdiQtfflK bmm 4|M ^QMMfft* A' nn nié Oioc tervido
qott Ikfift aquí i lot tr«t «o la noche, y porque y« yo traía
ootida deadt Ttoobtla da la devock» an qae m hallaba eala
aatado y de U obadieocía qoa laaiaB á V. If .. iovié delante
á Octavio paim qoe antea qoa yo estrave eo eaia villa, lo en-
mdieaa máa en partictilar de loa miamoo (obenwdoiaa dalla
y da Moa da Kavaa, y qoe á étte na fiata y daacubrifia ai va*
Hfsoaa aaf, y anoqoe le envié á piweoír qoe por tto día leria
bien qoa la tuvioia aacralOt por ai acaao ooBvtsieaa paav oda*
iMMi t por otro tal qoe aa ofraciaaa; al fin lo hallé yo pébHee
an cierta menera, y no podo ni convino tenerte máa cofaierlo.
He aido focibédo da loa da aqof bien por ciarto, y cono de feo>
lea qoe aa tiaaao y dan haala agora por finoaa y laalaavaialloa
de V. M. Luego, en llofuido, qoíae entender al attado da
todo, y entendí aer el peor qoa podía hallar, poea aólo eatá
por levMlar aato, y á lo que aa crea Friae, no tanto por hi vo-
lontad de loa de ella, como por teocrloa en freno al goberna-
dor, qoe ea Roblaa, como V. M. aabe; lodo lo daanéa eitá ooo>
vocado junto y atendiendo 4 grandea licvaa qoe haoan de gen-
te franceaea, inglaam. balooea y da ka denoéa nadooea qoa
hallan, aia oonaídaradoo de an^goa 6 anenúgoa de V. M., y
todo eato ee levanta y ae amaaa en ao nombie, eo el aaiaaM
reoogan, noaólo geolao del Prfocipe de Orange, pero ano pora
8B miaaaa peraona le eatá nderoa^ando eo Broaelea aa eaaa.
Entre tanto que todo eeto ae va haciendo por uoa mano, por
otra van tratando nmy aprieta de lo de la reltgion y gobicmo;
lo primero como lo aegondo, y todo coaw Infidea á Dioa y dea-
lealaa á V. M., y i eete fio atraeo aaf coantoa pueden; y para
ello eon todos de coocierto, y eecriben y ordenan en nombro
de V. M.; mas cuando ae les acude por algo coavioieote á an
servicio, juegan á esotro lo sabe, encogiendo los unoe loa hooH
bros, y otros remitiéodolo á los otros, de manera que en sus-
tancia desta he hallado estos pobres eatadoa. Maa en particu-
lar va eacrito todo en francés, porque he remitido qoe me haga
esta relacioo Moe de Navas, que, como V. M. sabrá mejor, ea
comisario general y del Consejo privadOr y por raaoo de an
— 433 —
cargo creo que le metía el Comendador mayor en el de esta-
do. A éste he remitido no sólo esto, pero hémele puesto en
bra90s, porque cierto en el poco tiempo que le he tratado, he
conocido mucho bueno en él, y lo que mejor, lealtad y buenas
entrañas, pues de lo primero tiene hecha prueba con no haber
acudido al llamamiento que le han hecho tres ó cuatro veces,
y por la última hallé aquí un buen hombre inviado á él de
parte y con carta de los estados, y deste hombre se ha sabido
lo más de lo que envió á V. M. Y por no salir de mi propósi-
to empezado que después volveré á estotro de lo segundo, voy
también tomando esperiencia con lo que me aconseja y ad-
vierte y con la diligencia y cuidado que pone en esto y en
buscar inteligencias para atender lo que pasa, porque estamos
sin saber más de lo que quieren consentir allá dentro. Este
hombre, señor, es todo el descanso que tengo, y así por él me
gobierno hasta agora; y habiéndole parecido cosa muy convi-
niente, he escrito las cartas en español, cuyas copias van con
ésta de mano de Octavio, que me ayuda arto, porque para las
de francés, demás del peligro que corria en el tiempo habien-
do de ir con otras mias, se juzga que se tomarían por cartas
ordinarias al estilo de otras, y que baria más provecho y seria
de mayor fuerza, que, entre tanto que estotras van, les escri-
biese yo á todos juntos, y en particular al Duque de Ariscot y
presidente Viglius de mi mano y de la forma que verá por esas
copias V. M. Lo que también escribí á la gente de guerra es-
pañola, pareció convenir: lo uno, porque tuviesen noticia de mi
venida, entre tanto que no se la podía dar más en particular
con ordenarles lo demás que conviniese, y lo otro, pareció que
les escribiese de aquella manera, porque de otra no le dejarían
dar la carta al que la lleva, pues aun con ir como la pueden
desear los que la han de ver, está muy en duda si se lo con-
sentirán. Mire V. M. en cuan peligroso término he hallado es-
tos Estados, pues debajo de su nombre se atiende tan apriesa
á la total ruina dellos, y con el de echar á los españoles dellos,
juntan gente y recogen armas en grueso, para no solamente
hacer lo que dicen, pero también para salirse con lo que quie-
ren, como señores ya de sí y de sus volimtades y dañadas in-
28
por «o V. M. vajra echando lo de acá á lo peor»
pon ballane deede liMfo apercibido y mandannt á mf qñé Im
de hacer « oo me admiten, coo lóio darles lo que tcaifo atoo do>
jándolü Tmr cootra Dioo y ooofaa V. M., porque me dice Ha-
vas qne ten» oatáo tan adelaali «n lodo ealo, que has do Ilefar
á eala última detvrrfcOco^, en que ni V.M. ha de vedr, ni yo
pa«r ni aun conaentirlo al penaamiento; de maaeni qoe, poea
la praeba de lo qoe aera aalá tan carca y la ooaa ha ll«|ado á
tal punto, ea ya ti«fnpo de pragonUr á V. 11. lo q«M dif0e a«»
pKoole cnanto puedo me laaponda loefo qoé haré de ntf y da
lo denáa que podtera maofl^, aia dm logar á que dilaciooaa
pongan mát el p^ligR» en lo aano qoa hay en lo ilnlimtn, qaa
yo, Señor, eo el entretanto, naaré de todoa loa madioa poaiblaa
pera la cura de llafM tan penetrantea, por térmiooa y caminoa
blandoa, qnietoa y da confiaasa, cooao ha ampanado, pnaa van*
go publicando que si llego dranndo aa para vtlnns á modo
delloB. digo en coatumbrea ygobiemo. aalimndo, na aiiiande, lo
que debe aer salvado, qoe lan feara ooaso eato no ma InTÍa
V. M. ni tengo yo de tomar otroa aaodoa y aHoaraa de pro>
ceder coo ellos. B^ieraré á vor qné me rsapondan. <pié hacen,
qu6 hombre 6 hooslirea aae ¡avian y con coalas comiaíooaa pan
lo demás que deapoea deato ma tocare eo el remttMea eataa car-
tea y dfapadwt de V. M., que I» miai eo francés se satán ya
haciendo y pata las otras resoluctooes que yo habré de tomar,
6 de entrar si me admiten dmpoea de haber concertádoooaen
todo, óeo proveer deadeaqof lo que aepudicee para salvar loa
eapaftolea, si todavía qniaiñeo loa Eatados llevarlo por armaa
entre ellos, y oo por concierto ni pez conmigo; pero en tal caao
(que no quiera Dioa ancede) oo aé oémo ha de ao" poiSUa jon-
tarae y salirse 6 deCsnderse loa eapaftolea, pues eo «Cacto, aon
pocoe, muy divididos, y estando tomadoe lodoa los paaoa y
cortadoa aun hasta para el comunicarae por cartea, y ea eato
de manera que no hallo camino, sí bien we buscan con gran
dilif^encia para avisarlea de mi venida y animarles con ella,
que entinndo lo han bien menester, porque há tres meses qoe
dix que están sin orden de lo que ham de hacer, sino proce-
diendo á cuestaa contra ella, y así tienen en tanta iadanactoná
— 435 —
estas gentes, que suplico á Nuestro Señor baste ya mi venida
para satisfacer sus ánimos por medio della antes que por las
vias empe9adas que han tomado.
Aqui adonde yo estoy parece que convendrá reforgar un
poco de guarda con toda disimulación; pero para traer gen-
te de fuera, ni para entretener la poca que hay, hay un real
ni forma de haberle, pues ni el dinero, que debe estar ya
en Italia, ni las cédulas que truje, me valen hasta agora de
nada, porque ni las puedo inviar á Anveres, ni inviadas se
me puede encaminar un real, ni en Paris lo halla el Embaja-
dor, según me dice, ni V. M. se lo provee. Escribo á Escove-
do que al pasar por allí busque todo el que pudiere y haga
que se remita á pagar en Metz ó aquí, pues traerlo él será con
gran peligro suyo. Por eso vaya también pensando V. M. al
remedio desto de la provisión, como será conviniendo tanto, si
las pla9as de acá tienen los caminos cortados, que esto se en-
tenderá presto con lo demás de lo que mi venida causa. El
dicho Escovedo creo cierto que traerá más dinero del que yo
truje, como V. M. me lo dijo, y que con él entenderé que están
abiertas las vias que tan cerradas dejé á la correspondencia
por el decreto ó por no haberse aún concertado lo del medio
general que tanto y tanto conviene al servicio de V. M., á
quien suplico perdone los desconciertos desta carta, porque
ellos van escritos en ella como acá los he hallado y entendido.
Octavio me ha traído tan bien, y tan sin perdonar á peligro
ni trabajo suyo, y después de llegado, ayudóme tanto del en
todo, que no está menos obligado V. M. á agradecérselo y ha-
cerle merced, que yo á suplicárselo muy de veras, pues ver-
daderamente, señor, las encomiendas y cosas tales se criaron
para animar á otros para servicios tales, y así suplico yo cuan-
to puedo á V. M. que á su tiempo, cuando se tratare desto, se
acuerde deste caballero, que por hijo de su padre y por su per-
sona lo tiene tan merecido á V. M., y agora luego será justo
que le mande escribir una carta con ringlones de su mano
agradeciéndole lo que tan debidamente debe cierto agradecér-
sele. Todo esto torno de nuevo á suplicarlo á V. M. Taml>ien
convendrá escribir otra carta y inviármela á este Mos de Na-
— 4^ —
m eoo fractat por lo l>ien qoe yo be bocho fe quo m ha go-
boraado T por lo qtao doapaoa dol Lofado ma ha aaíatido, ooa-
tingando olhacéraato y oor<wnan<1áiMV»la do ■oofogaa lo hafi;
y «n vordad qoo holfara arto do traer carta para él como para
loa danéa la tsaico, qoo por tonar oficio tan priocÚMÜ como
tionoyaarolGaaodéláloqoaTao, paroooaloqooÁioaera-
modinrá «a parto. Pkrm ooko aatado y para el de Priaa j para loa
fobomadona del, croo tana aoortado iovianne cariaa,qao yo
OMré ddltt os dánoiaa aagon Tiara ooonranir, y oo laaarlaa no
oa piavdo anda. Aquí ot gobonador afora, on Iniv dal Cooda
do ilaarfilr. ol Coodo do Maadraaat, qva oa do aqof y da loa
máa príocipalea oo oota tierra; aera también á propóáto carta
pan ét Doapoaa do lodo eole oocritoliatt llegado loa aviooo,
quo van á lo últirao do la ralacion qoa« aegon vao« oonciartHt
con lo que el Embajador D. Diego de ^fttga Ittbrá eacrito á
V. If . y con loa denáa qoo de lodaa partea oa van tnniondn
rotura y qoe tardarán ya poco loa efectoa ddlaa, pooa tan cerca
tlflDflO V i9VWK<ftO ffBA^C u ^mOOBOSt DltfQOOflSO «BBftOBOQ fltf 1
po de qoo oa dé V. M. por entendido para ponoar y
ae, porque oo ae venga á lullar de toido panto doaapawfíbido
debajo de confiar en paUbraa de aua enemígoo, liando oian^Mra
Uio poco verdaderaa oomo eabemoa. Si la coaa paaa ndelanÉa,
fbarai me aera á mf quitaime U mano de ant» loa 090a y m-
eof» lodoa loa eapaftoloa qoo pooda y con elloa otro tanto de
alemanes; pero todo aeré al fia para entretenemoa algunoa
diaa, ii se juntan y noa cargan todaa laa fber^aa de acá, haala
qoe V. M. muy de vena y muy aprieaa lo vea y lo renwdia.
Haga Dioe que no ae llegue á talea térroinoa, y que guarde á
V. M. con la felicidad y deacanao que yo deaeo y la críatian-
dad há menester. De Lucemburg á 7 de Noviembre de 1576.
— De V. M. hechura y más humilde servidor, que aua radea
manoa beaa,— D. Jnm dé AusíHa,*
— 437 —
XIX
El Rey á D. Juan de Austria.
(Madrid 8 de Noviembre de 1576.)
Teniendo S. M. consideración á los gastos que se han recre-
cido á D. Juan con el cargo de Gol>ernador general de Flan-
des, le hace merced, además, del sueldo ordinario de 41.600
ducados anuales por todo el tiempo que tuviere el dicho cargo,
y además 80.000 ducados de ayuda de costa por una sola vez.
XX
D. Juan de Austria á D. Sancho Dávila,
(Lucemburgo 9 de Noviembre de 1576.)
De mano de D. Juan: «Pues conviene tanto al servicio de
S. M., y es su voluntad que las cosas de por acá lleven otro ca-
mino diferente de las armas, no puede dejar también de ser la
mia para encargaros, Sr. Sancho Dávila, que sea enderezado
á tal fin el modo que se tuviese de proceder por vuestra parte
y por la de toda la gente de guerra española, hasta que, aveci-
nándome yo, ordene á él y á los demás lo que han de hacer.»
— (En el mismo sentido he visto varias cartas de D. Juan á
otros Gobernadores, castellanos y maestres decampo.)
XXI
D. Juan de AustriaáS.M.
(De Lucemburgo á 21 de Noviembre de 1576.)
tjOh Señor! y quán diferentes están acá las cosas y se van
puniendo cada hora, de lo que veo que V. M. debe prosupo-
ner en la carta del último del pasado, porque debe pensar que
se pueden llevar por aquel camino, y están de todo punto tan
— 4^ —
y MoiRM. que «gnao aquél, como «o eaotra cicta
UfB qMB iHgMMMlt paodos j«B éüa dké ate mát
■o IM kif», pMt há dos diM qM BO pMdo ••-
cribír. ni me doiui rliunflM y wn>imfii qa* Umb coamifo
lot Batadoa, como il primtr día, m» vMÉt fM há qvo Uagoé,
•Bal cnal tíanuM vaa aUoa BMMxaado aa partido y haciaado
qua jro la piaida. qaa aa á lo qiaa afiaadan laaolola y daItcBB-
nadaaMnta; y para qpm V. M. lo vaa aaáa m partkalar, to-
maré al prufraao datU carta deade al cabo da la otra. Yo raca-
blIadaV. M.aotaaiiBdoaABfinBBda lamia; peco aaiMdo
paim hacerlo, aw imnd D. Diafo da Qétífgk al pliafo aa qaa
iFaaia* y iuataaiaala aia éacribió o6ax> acababa da Uanr allí
Moa da Roaiajaian, y qaa al dicho aa partkia olro día pan
Braaalaa por al f^— ^*T*r da allá con loa daapacboa qaa Craia«
aalvo la da mano da V. M.. qua me torio coa ctok aaya qaa, á
la iwdad, ao ma afradó nada aqaella raaolucioa, aabiaado qaa
artaba yo agoL A loa diat y aaata, por la wiftana, viao al di»
che RoaimwieB y me di6 laa trnUi, mym$ copié» larda «m arta
id ÜMpm 4i AfúMl y Moa de Abré, en raapuaeta da la qaa la
aacribl con al &* JBaaaar. Afora mira V. M., auplfcoailo, quáa
dileraata aa da lo qaa debiera, y qué ruia y evideala aaAal del
trato qaa traaa, paea á cuanto les digo reapondea cata aquí un
clavo, tan adeíesioa como éete y tan ain hacer caao de k> qua
tanto bao moauado deaaar y pedido, que ea aobre lo da echar
loa aapaiWrfea, Dioeme que Tendrá ai le Ibuaao, traa haber pedi-
do tantaa vecea, que no cumple ooea tanto juata como que ti y
otros de loa más principalea ven|^ á <Ío yo eatqy; y paamr qaa
él m Mt hermano saldrán de Hruaelea la vuelta de acá, ni qaé ha-
rán amo acometidas y retirarse; crea V. M. que no se lo con-
aiante la coocieocui ui el pecho se lo iaclioa, y asf no hay que
eaperar en esu parte sino lo peor que ae puede. La instrucción
que trae Moa de Roeuiguieo (á que ae lemiteo el dicho Duque
y Marqué»), de los Hatadoe y Coosejo, es, por cierto, coox> lo
domáa, voluiiodome á pedir lo que les tengo concedido, y
al leude dello que todo aeegecute y baga luego sin intenraio de
otras coDsideíacioQea y respetoa; y para que V. M. esté al cabo
da todot s^M que con estos oficios van rogando qoaa insoiaa
- 439 —
temente pueden; pero que agora, junto con esto, pasa estotro:
que Mos de la Mota, con veinte banderas, sigue la vuelta de
Terramonde, afirmando lo que en esotra escribo; que la gente
de los Estados y Príncipe de Oranges va á meterse entre Am-
beres y Mastric, á fin de impedir que no se comuniquen ni den
la mano los españoles; que los de Gueldres se han declarado
p)or los Estados, y los soldados que estaban en guarnición de
los regimientos del Conde de Mega y Mos de Yerges, bajaban
al servicio de los mismos Estados; que Mos de Yerges (habién-
doles acudido como los demás) diz que se iba á poner sobre
Utreque, digo, sobre el Castillo. Habiendo, pues, entendido
yo juntamente con esto otras infinitas tramas y resoluciones ta-
les que llevan adelante de todo el peligro que puede ser para la
total ruina de lo de acá, y viendo que ya el más disimular y
entretenerme, como hasta agora, hará que se pierdan las más
de las placas que están por de V. M., y las que quedaren
muy á peligro con cuanto acá se halla, me he resuelto por
último de volver á enviar á Rosinguien á Bruseles á protes-
tarles que, tras haber cumplido en nombre de V. M. y mío
ante Dios y el mundo tan largamente como lo he hecho en su
remedio, paz y descanso; que si no hacen que cesen las ar-
mas que traen levantadas, como yo lo he mandado á los es-
pañoles, que me será fuerza defender lo que es tan de V. M.i
como son estos Estados, contra todos los que trataren y qui-
sieren apoderarse tan injustamente de las fuerzas y plazas que
tiene en ellos, y que, por haber ya tantos dias que disimu-
lo, perdiendo quÍ9á muchos dellos por mostrarles la intincion
con que vengo, les digo que me daré por entendido dentro en
seis dias si no ordenan, y en efeto hacen, que este movimiento
pare hasta que yo sea en Namur, y allí me oigan y entiendan,
si antes no quieren enviarme personas con quienes tomar
apuntamiento y segura solución; y así como lo protesto, así
convendrá. Señor, más por fuerza que de otro modo, ponerlo
en ejecución, pues no hay más que esperar sino á ser degolla-
dos si no nos defendemos, porque aun echar los españoles ya
no se contentan, ni pienso que pueden, por ser muchas y gran-
des las prendas en que se han empeñado. Quisiera decir arto
- 44» —
más que tiM «tta materU ooq««o; ptro aotr* tanto que Baoo-
bado ao naMwa, no podri V. M. «ibar hmkIhw ooaai que el
entanoanaat o no eerá de arto BMUMato pan todOt pov^M á ni
DO roe eerá poeible eacríbirUe, ni yo leafo á qoiéo eaooaMO-
derlaa para mát qoe lo que hace Otavio, <^ ea wpiannn, y
aaerftir á diíenotea partea tan á eoala da Maewro tiémio, qaa
loa Mis da loa tatoa ado noa faltan para aito. Mire V. II. qué
aari amraiido máa en lo que d tieaipo anyniTa, y eato difo
porque de ver que tarda tanto Bacobedo en partir y de haber*
BM dicBO Roaiii(piiaB qoa eeparua á aaber primero qoe yo bn*
bieae UeCMlo^ pieaao qne qoi9á le habrA mandado V. lá. qne
no veoga, por dar máa tariefamno á ftamroroa y más trabajo
á mf; poaa aepa V. M. qne aeré muy á coala deán aarvieio por
lo qne difo y porqoe le doy mi palabra, qoe oitoy tai ib de
qoiáo me fiar, cuanto terá por lo qoe agora bago, que no po>
dré máa baoer, ai be de atender á otioa oficioa de oiáa impor-
tada qoe d venir á aar Sauetorio de mf anáaoMb poiqae de
otro ni quien me acuerJe ni aoonaeie mochea cotaa importan-
tlaiaMa á lo qoe V. M. me ha «nraipdn, no le leogo, ni eo
dMo lo hay; y paaarlo deato moaen yo Cdtaria á V. M. y á
mí d no le deeengafiaae y le di|eee daro qoe ee fanpoaibla; por
eao, meada V. MU innarme á Eeoobedo. 6 que yo levante la
mann deate Ifiniilerin, ó eapere que, no poderle dercoenta de
nada, proeeguiré en d coanto lea ftaema alcanzaran, perqpe
no te puodo prooBcter ni ano t^fffift viéndome aolo ontra taata
trabajo y tan falto de qoieo coofiarroe ni ayudarme.
AaimiHDO debe V. M. uunbiea mandar hacerme luego gru^
aa proviaioii de dtoero, porque habiéodoae de llevar á 6ier'
fa do armas este juego (6 más propiamente, este muerto á la
eepoUun), sin dinero cómo puede aer, ai ya no hwra toodado-
lo á do se hallare y raaánddo todo, porque para deCander alga-
lia pane siquiera deetoe Eatadoa (entre tauto que V. M. lo pro-
vee máa eo giueao y determinándose á lo postrero que viere
convenir á en aervido) forf cao es juntar por lo meoca ocho
mil infantes, demás de los ocupadoa en guardar preaidioa, y
dos mil y quioieotos 6 tres mil cabdloe, con los coalea haré
(Dios quirieodo] que no se pongan sobre pla^a en que estén M-
- 441 —
guros los enemigos. Mire V. M. en qué número se reducen los
6o ® hombres de que allá se hace cuenta, porque demás de ser
muchos, y muchos menos, la mayor parte de los alemanes es-
tán juramentados y á devoción de los Estados, y mire también
V. M. cómo podré mantener ni sustentar esta gente sin correr
la campaña, y acomodarlos á fuerza de desórdenes, que me lle-
garán al alma. Haga, pues, V. M. cuenta de qué es esto, á lo
que me ha inviado acá y que lo he hallado, ó para abandonar-
lo vergonzosamente, según que antevi y lo di á V. M. por es-
crito en un papel de mi mano en El Pardo, ó para llevarlo
como digo hasta que V. M. disponga, mandando en tal caso
qué haremos, y para paso de todo procuraré tener seguro este
Estado de Lucemburg, que es por do ha de entrar lo que V. M.
inviare, que salir inominiosamente y dejando rebelde á Dios
este brago de cristiandad, siendo á cargo de V. M., no creo
que lo querrá, ni pasar en el mundo por tal daño. Yo veo que
digo quÍ9á más que será admitido; pero. Señor, qué he de ha-
cer si veo también que esto es cumplir con mis obligaciones,
y principalmente no faltar á la cuenta, que al fin he de dar á
Dios Nuestro Señor? Cierto V. M. debe perdonármelo por es-
tas propias razones y porque creo que no cumple cosa tanto á
su servicio como en casos tales hablarle tan claro. No obstan-
te que en esotra mi carta digo que no sé cuándo podré escribir
en francés lo que he hallado y hay hasta agora, irá con este
correo un despacho dello con lo que se entiende de las condi-
ciones con que se ha hecho la paz entre estos Estados, y al
cabo el protesto en sustancia que hize yo anoche más larga-
mente delante de Mos de Navas, Rosinguien y Funquius, como
Consejeros, para que los dos últimos lo declarasen así en mi
nombre al Consejo y Estados. Mándelo ver V. M. todo y res-
ponderme luego, que entre tanto aseguro á V. M. de disimular
más que pueda, hasta pasar por algo de lo que no deba, antes
de poner armas en campaña y declararme acudiendo al socorro
de la mayor necesidad. Dícenme de nuevo que voy mal á Na-
mur, sin mayor seguridad que llevo, y los de este Estado que
han de ir conmigo me protestan también á mí; mas antes de
entrar ni confiarme de los de dentro, tendré hecho tomar el
- 44a —
CafüUoyetlktylatpatitM, ygttirMeidodcUfMiteqMi
rifo*, y iitandaré MMÚMM» ds ftiini lo qot pan. Si ímn alfo
qoa M date dudar, liaréna|«iaralgMMfialadaladallMlrie
k wAa da mf , y ii á néa na obUfMvn, habré da aoidk por
la prioaaca vas á la dicha Maatrie, paca da allf procadar
lo qua viera eoovaoir. A D. Horoaado da ToÍnIo y
dooa ha aaerilo éklMaMaola lo qiaa aa irará por la oopia da
loa ai. iiaiai'iiiidnaM aw oqodlo y so otra ooai lo qm aa tal
(If^tm ordanánaiaa* Brtaa cartaa da bm Bnii*" no van oí
ir an cuna* porona, como ya diap. daada al
ta loa hombraa lodo na íalta, y darto van bmI aal
da paaar por tan laifo y tan poligroao camino; poaa d^^ar da
decir lo qoa paaa, oocio alio aa, an at amina da lo faa aará» ya
V. M. va k klla qaa yo hark, nwjeraiaBla aalaado todo tan
para quebrar ó qaahrade; da BMMMa qaa ai aak klla aa alpi-
na, mira V. M. caáalo anyor aará aalraado aíiáa ka aafocka
ólasarmaay trabajoaaín lanar da qaiéa ooafiarma y qaa aaa
ayuda oonio Eacobcdo, que afora aokmaata Octavio y yo ao-
noa á todo. Racrfbalc V. M., MtpUooaalo, y agndiacak na-
cho lo que trabaja, que no aa naaoa qaa aalo lo qualoan-
reoe, y qoa aaa aakpoaato á fcabir toda neroad, poaa por
tantas caoaaa m k deba. No aé ai aará V. M. aarvido qoa eataa
mis caitas se lean an Cooaqo, á lo onnoa éata, qoa aaotn no-
eaaario piaña o qoa aera; ai no k (oara (i), Mak V. li.: aapU-
eoaak da qua laa veaa y ttaka aebra alka doa: el Ifarquáa da
ka Velas (tan confidente y buen consejero de V. lí.) y el Se-
Ontario Antón» Peras, y Escobado, ai estuviera, qoa de loa
dichoa yo aé bien y aaoguro qua aará aervido con lo qoa aose
ñas agora en todos hombres, y vale seto más que junto con
ancho saber mocha nulicia, digo experiencia, que ssber V. II.
eoaoea el de cada uno.—De ¡.acainharg á ai de Noviembre
de 1576.»
(1) De mano de S. M. dice io siguiente: cEsto será mejor que
no te les, digo lo que se sigue, y si se hubiese de leer podrí«se afta»
dir el Inquisidor general; mas creo qoes me)or no leerk ni volver-
se esu plana. Vos haced lo mejor. Antonio Peres.f
— 443 —
XXII
D. ]fuan de Austria á S. M.
(Lucemburg á 22 de Noviembre de 1576.)
• Este cuerpo queda en lo postrero de su vida y ya puesto
en mano de Dios para que por milagro le libre de muerte,
pues por las últi ñas cartas y avisos que he tenido hoy de San-
cho de Avila y Roda, en Anveres, y de D. Hernando de Toledo
y Motttesdoca, en Mastric, verá V. M. si mis sospechas, guiadas
de lo que via, se van tornando en propias verdades más aprie-
sa que convendria para todo, porque los Estados se arman y
aperciben entre tanto que yo, por mostrar la paz que les traigo,
ordeno que se la usen en todas partes; pero responderé á los
que me preguntan qué harán, que sin perder tiempo en nada,
le ganen en todo y se provean cuanto puedan, lo que creo ha-
brán hecho desde que escribí á los de Mastric que, según vie-
sen, procediesen con los de fu=ra, puniéndoles delante la inten-
ción con que V. M. me inviaba. Aquí, señor, no hay ya más
que disimular por no perder lo poco que está por de V. M., y
así (-entre tanto que Moa de Rosinguien vuelve y se cumple el
té! mino de mi protesto) iré apercibiéndome lo más y mejor
que pueda para ponerme á do pueda atender mejor que desde
aquí á todas bandas, y habrá de ser por la primera vez á la
dicha Mastric, por ser allí la parte más cercana y segura para
acudir desde esta tierra, y porque es á do va acudiendo lo más
de lo que los estados levantan, y por asegurar si pudiere lo de
Lieja á devoción de V. M. Desde allí haré según el estado de
las cosas, y para que por el presente piense y provea V. M. al
porvenir, quiero decir lo que pudiere del en que me hallo para
las armas: cuanto á lo primero apenas con cien escudos para
comer y despachar á diferentes partes y sin forma de hallar un
ducado, porque ni de las céJulas me aseguro, ni aquí hay quien
tenga un real. Los soldados que están en los presidios deste
Condado piden dinero y temo algún desorden. Los de las otias
putn focn <j0 M|Qf ( OOQ m pcopMi MOHidM y ¡bIhiciob^ tuvo
kM que te aa eofiq— cido «a Anvm, <|im teariMoo ámím ht-
brá que temer qot me dcjaráo n pudiemi. La feote que puedo
jooter peim aaadir á doeoomiera» no poade mt bmcIm^ por
' fiptftidaeB dÜBffwlM pltfaa, áaabtadooaciM, jr por ime
coda dia i loe Baladoe mndioe de loe aleooaaee
para OMforar U que queda y pera latmlM la que ten ■»•
peeler; f para la prieaa qu« me coavaadria dar ea todo aalai
que me aea fuerza eooerrarme y alU defeoderme. ealojr taa aio
provocho ai forma de teoerla, ooaio digo. Aodaa á loe ooalar-
aoa daela Balado lab mil nytraa y algaaoa ya deatro qw dk
qaa ee Toalfaa dMpetlidiü datraaoMUi. Sabe Pioa la leidad y
la intiodoa qaa Ikñraa; pero aí lo ea ea mamrloa al «aMo da
V. M. 6 el número delloa qaa pataciera, ae paaia al
queae tardaealevaotaroCraaaotaleayquiCarloaáloa)
que loa recibiráa ato Cuta 6 alfaaoa, ñ ao aoa lodoa, y lo
SBAa aaoo. Eala dobe aer la »ft*tnf^iTa y deeámo ooa qaa daiaa
loa paiaea de Fraacia y loa iavíaa á loa de Flaodea, y qaa
aea la verdad eo alfo de lo qae me taoio, verálo V. 11. por oa
aviao que iovio deato oiiamo, dado por al ptopio que tovo la
oomiiion por loa Estadoa para mcebár creo que trea mil de loa
laytraa; pero lialléodooM ea al aa q«» aetoy, mal podré at r»-
cebirlaa yo, ni meooe impedtrlea el paao, inviaado, coa todo, á
llamar al Corooel 6 jeoeral delloa. St ▼iniere varé de i
roe en algún partido, si le hubiere tal qae qaieraa
Ítem, que para aaegurar aa( d Coodado (como puerta para loa
reveladoa, sin haber agora otra) ao aé da dóade ni cóeio traer
6 invtar alguna geote aaiea qae caigaen aobia él y aa llavaa
alguna de sus piafas que están £ill(stroas de todo. Eitaa aoa
así halladas luego las dificultades para puestaa en eacrtto; aiaa
suplico á V. M. mire lasque en efecto habrá, quáles y cuániaa
más aeran y quán aprieaa ae han de tornar en dificultadoa aia
remedio, si muy apriesa no ae le pone V. M. Yo, wthor, cnan-
to á m(, de nada me curo, porque sirviendo á V. M. en lo que
me ha puesto (conociendo el mundo en lo que es) yo procura-
rá ganar honra defendiendo á V. M. sus piafas, y aeftalada-
mente lo que roe tocare, de manera que sos enemigoa comprea
— 445 -
caro cada gota de sangre que derramaren de los nuestros; mas
al fin, á largo andar, V. M. sabe que no hay casa fuerte si por
todas partes somos combatidos y cercados; cuanto pueda hui-
ré el encerrarme; pero si creciendo el enemigo, menguáremos
nosotros, fuer9a será, y entonces por lo último haré lo que ofre-
cí y dije á V. M. que haria (si se le acuerda) en tal caso, por-
que puesto aquí, á esto entiendo que soy inviado, no siendo
admitido de otra manera ni habiendo bastado los que por tan-
tas vias les he antepuesto. Agora tocará á V. M. mandar lo
que más su servicio sea y ver si le obliga á más que lo es-
taba tener acá en tal forma la prenda que ha metido, que yo
muy contento estaré (por mí digo) de que no me quede cosa
por pasar en servicio de nuestro Señor, y por el contento y sa-
tisfacción de V. M. iré, si puedo, dando cuenta de lo que suce-
diere (y si pudiera cierto) si me hallara con dinero y caudal
para mantener en campaña ocho ó diez mil Infantes y 4.000 ó
6 mil caballos este invierno, demás de la gente que ha de guar-
dar las placas, hasta que, tomando la primavera temprano, in-
viar á V. M. de Italia lo que conviniera para castigo y sujeción
destos (de una vez para siempre) ya que como leales no quie-
ren tenerla; pero estando tan apretado y falto de todo, no sé
qué puedo ofrecer sino lo que digo, porque mantener un ejér-
cito con desórdenes y robos, al fin no creo que se puede, ma-
yormente habiéndole de levantar, y menos creo que se debe
por ningún camino. Con tanto, señor, acabaré esta carta y cer-
raré este pliego para despachar, si puedo, hoy á 22 de Noviem-
bre; plega á nuestro Señor que á lo último suceda todo, y guar-
de con el contento y felicidad que desea y todos tenemos me-
nester.— De Luceraburg 1576.»
xxm
MmmU ié $mté i»S,M,d 5r. D. Jmm,
(De Madrid á «6 (k NoviMibra <!• t576.~B« de leUm de
Autooto Peres.)
• Yo «pero en Dioi qtM oo bi de penoitir qoe ee eiegM más
■qoelle fiofti jr qoe no ee aprovedian de nnelrm Uefíide y del
peidoa f freeÍBe qtm UevMtee, y he hebrüe prapneeto, f eüo
iapoito tul» procanv qae eee, qae ewqne eattoado qne oo
es misiiiir, poee Uevaetas tea bisa etspJids eeta nnleri», y
lo que sobre elle te trató lae leiCHMMe sqof eo yueetis pos-
ssads f AMMOMals wá jaleacioa y folsaiad, os qaien tor-
■ar á SMsmw qw pseoiHéis <|M ss scsiodun lasoaeeey se
ecqoiele y sesiegiie todo, aoaqoe eee llcguido á lo «ItiaM de
lo que llevaatee de oaf advertido, qae eelo ooovteoe asf ma-
cho, pues afora es eaeadoee ha de probar toda la blaadora y
perdón y gracia, y tanto más ai hubieee eiicedido algo que ha-
bises paaMo nuisties cosas y ginls ea oHyor aatandsd y re-
patadea j á la ffeaisdeeoe Befados ea BMfcr asiedo poca pa-
rar ya eo so deeordeu y locura, y admitir loe remedios qoe ae
les propoaiereo. que para eelo oe habéb de valer de cuelgiaer
baen laceeo que hubiere habido.
No me ha dado poco cuidado ver qnán eolo oe debáis ha-
ber hallado en cetoe priacipéoa, y por eeto hedeeeedo y deeeo
mucho que haya acebedo de llegar Rceingnien, por lo que lle>
va y por lo que podrá haber ayudado, y prioctpaJaeate Eecob»
do, por el alivio y descanso de que os podrá ser su aerrido, y
creed cierto que no be dejado ni dejaré de cooaiderar y tener
*mTinti> siempre lo que habéis (Musido por mi tervido y el áni-
mo y Tcdnntad con que lo hacéis y seguís, y U obligación en
que me habéis puesto coa ello, y todo lo habéis de dar por bien
empleado, poea ea eo tanto servicio de Nueetro Seikir, que por
su parte oa lo pagará, y tanto más sideste trabajo se saca el fruc*
to que se pretende, de que se remedie lo desos Eatadus, y se
- 447 —
componga y sosiegue todo, como yo espero que ha de ser con
su favor y coa lo que ha de valer vuestra presencia y los re-
medios que podréis haber aplicado.»
XXIV
El Duqiu de Ariscot al Cardenal ie Granvela. — (De Bruselas á
último de Noviembre de 1576. — Traducida del francés.)
cMonsieur: Por respuesta á las cartas de 13 de Octubre,
diré solamente que los Estados y pueblo de por acá, viéndo-
se tantos años engañados de vana esperanza sin algún fructo
ni buen suceso, se son enteramente solevantados. Las causas
os pueden ser asaz conocidas, porque primeramente vos sa-
bréys que después de las alteraciones del año de 66, S. M.
nos prometió su venida por acá, la qual huviera sido gratísi-
ma al Pays; mas no sólo no se efectuó esto, antes todo lo con-
trario, estando todo esto sosegado, enviaron al Duque de Al-
ba con gente de guerra y ministros della, y no hay para qué
traer á la memoria, por ser notorias, las crueldades, robos é
insolencias que él y sus gentes han usado, así sobre los nobles
como sobre el pueblo, para supeditarlos, lo qual se sufrió pa-
cientemente, con esperanza de que S. M., teniendo compasión
de nuestras miserias, y usando de su clemencia, enviaria los
verdaderos remtídios, de que esperavan el remedio con la ve-
nida áel Comendador mayor. Y aunque no dudamos de que
tal era la voluntad de S. M., pero, no embargante esto, no sé
por qué desastre fatal ó permisión divina, se han continuado y
augmentado todas las maneras de insolencias que se podrian
imaginar, de suerte que parece verdaderamente, y ésta es la
opinión universal de todos, que su fin y pretensión era abolir,
ó á lo menos reducir los nobles ai último mal estado, y des-
pués suppeditar el pueblo y ponerle un yugo de perpetua ser-
vidumbre, á lo qual, demás de muchas indebidas usurpaciones,
así de Roda como de Sancho de Avila y sus consortes, se
ayuntó el motín de los españoles, habiendo sido ayudados y
áiTorecKk» <kUot, hacwadp todo gteoro á§
lot tn4MiÍMfe« 7 opiwioMt, «riaiadoM déOo y
doM tío qyererUa oorrcfir. aunque m les han hecho ofertas
más que resooabtw, ca lo qoal yo he trabejedo lo que be po*
dido, como todo el amado Mbt, ato haber perdoaedo á aia-
fuá defto d pelifro de nd ponoaa, hnta beber iocamdo «a U
iafiflaecíoa de aiacboe* y pateado^ poc todo lo que dicho est
te tefgi pacieacia de loe vaaalloe afligídoe» y aon eeparaado
fli;i ^p^nfl^ d— **'»^'?'* •! wwwHo wIndwM^, fwpltfadff ptTf Mflt ifff
Abce, aii beieMao. diapiiae que vieroa qae coa eu veoida ao
aalk aiafuaa baeaa reeolucioo» ai el electo de lea pcoawaaa
qtte it tea haviaa hecho dhrenat ipaaM, aatoa por al ooatiario.
aaa tea ealrataateo coa Crfboteapanaaateaeat perdida dd todo
U eaperania, bao tomado lea armaa para la guarda y proCec-
aaa qae ya peaavaa, á fia qae el paebte ao ee aieBeteae y ea-
tfifaae coa pérdida de te ReUgion Católica Roaiaaa, y de te
autoridad y obediencte devida á S M.» haa toaiado te bmum»
eo ello, ayaaláadoee y untéadoee geaiíaliBtnto coa elloa loe
priocipalea y cait todoe loe eeJWaee y gantileAnaibria de por
acá, eataodieado que heciaa ea dio aray aotabte aenricio á
S. M.» coBM» ao dado aiao que al fiaS. M. toooaocerá. y tea*
to Biáa oiraciéBdeae aiay gvaadea iaooaKMaieataa qae aoa ame*
aasavan muy de oerca* porque loa priacipetee «edaoe, baTÍeo-
do de bu«i tiempo atrae pueeto loa ojee eo eete Paya, loe cooi>
bidea a6o y loa f^iM^t^n aaÍBiteBio paca esto efecto, eo to qualt
ao dntai^ eeto, trabajaieaioa que ao soooeda ooea ea ^erjai-
cio de S. M., cooao eomoe obligadoe. Y aún ae repceeeotan
otras dificaUadee, de que ow deeptese, que alteran en graa aaa-
aera loa coraaooes de loe vesalloa, y eoo que por certas tator-
ceptaa de S. M. y de su Secretario Zayas. escritas en ciíra pe-
ra Roda doade antea que fueeeo adveitidoe por allá deata mu-
daasa sooectida, y dÍTenas veoea deapiw, bao deecabierto que
S. M., verdaderamente á persuasión de los perturbadores de
nuestro reposo, esteva resuelto de continuar con el mtsaio pie
y progreso del tiempo del Duque de A Iva, y que aguardaado
te venida del Sr. D. Juan, era necesario y combenu disimular
— 449 —
conmigo y Mos de Xampani, vuestro hermano, y otros áe
nuestro humor, y que entonces se daria el orden combeniente,
causando todas estas cosas, y otras semejantes, una disidencia
entre S. M. y sus buenos vasallos, tal qual podéys considerar.
Pero no obstante esto, á ejemplo de mis antepasados, no deja-
ré yo de rendirle bueno y leal servicio, como deve un tan fiel
y leal vasallo suyo como yo soy; y los negocios han ya cami-
nado tan adelante, que la pacificación es hecha y publicada
desde los ocho deste mes entre el Príncipe de Oranges y Es-
tados de por acá, remitiendo los Payses de Olanda y Gelanda
en la obediencia de S. M. , de donde yo espero que S. M. y
estos Payses recivirán tan grande bien y reposo, que no se pue-
de decir, siendo así que no hay cosa en perjuicio de los dichos
Estados, ni que sea contra su autoridad ó en perjuicio de la
obediencia que se le deve, ni que pueda causar mudanza en la
Religión Católica Romana, antes solamente, efecto del deseo
que tienen de ver el Pays reducido y libre destas miserias y ca-
lamidades con restitución de sus antiguos privilegios, fran-
quezas y libertades, lo qual no se puede conseguir sin que los
españoles se retiren; y tanto más ha viendo aún añadido nue-
vas estratagemas y crueldades de guerra, así por el saco y robo
de Mastrich, donde havia solamente guarnición ordinaria de
Alemanes, como por el de Pays abierto, el qual han destruydo
y quemado en diversas partes, y asolado muchos villajes y al-
deas, como después á los quatro deste, por las crueldades in-
humanas de que usaron en la villa de Anveres, porque havien-
do entrado nuestra gente para aseguralla de tal incombenien-
te, los españoles, con asistencia de los amotinados de Alost,
á los quales solicitaron é inducieron á este fin, los echaron
fuera matando muchos caballeros de linage y principales, y
llevando preso, entre otros, al Conde de Ayamont, mozo, don-
de está aún detenido estrechamente (de que los Príncipes de
Alemania en gran manera se resienten), quemando la Abadia
de San Miguel y la casa de la villa, y con ella otras mil y qua-
trocientas ó mil y quinientas de particulares, matando mise-
rablemente algunos de los Magistrados y increyble número de
vecinos de la dicha villa, saqueándolo y robándolo todo, vio-
»9
— 43o —
lando y fonando OMijarat 7 doaeellM, jr rntÜándoUt ea ti éi-
efao CÑtUlo psn wt beiliftkt lubriddÁdet; j fiatlments, eom-
peliendo á kx mocadem y ctodadanoa á reacatar ma bieaaa
omabita y mercadariaa tomadaa por giaa amna da dlaaro: oo-
üi tao mwfabloa y do tan ímfMMfo dato y pérfida eonso aa
aeatirá en toda la críatiandad. Moa de Abra, mi hennano, y
Moa de Champan! aa eacapwon. Vesra aquí, mwiiimr. lo que
aatoa boonoa criatianoa, qoe ae «fioeo tan boeaoaaanrtdorer de
S. M., aaben hacer, yannafora, noobataate la IkfMladdao-
tor D. Joan, qoe fué, aegnn ae dice, á Lucembuff á loa qua-
tio daate mea, no dejan de oooturaar todaa nmana de loboa
é inaolfwriaa. que aoo tantea que no hay papal que beale para
eaeribirlaa. Loa del Cooaejo de Balado y loa Eatndoa gaaera-
lea aquí aytatadoa han deapacfaadodÍTeraaa vocea áS. A. pn-
ra aaber «u inteocioo, de qoe no tenemoa «w reaelocioo cier-
ta; y ai él no trae loa verdadcroa remecUoe con pleoario poder
<te hacer aalir luego loa eapatolaa y ealiaogaroe(qaa eael aolo
y flnico remedio para poner laa ooaaa en ooaíafo), aa venida
aera de bien poco electo. El noa da bnenaa e^iemiaa, oono
lo hace también Moa de Roatnguieo que ea vuelto de Eepefta;
pero laa ooaaa eatán en tal aatado, qoe no ae craarft nada an»
tea de ver loa eiectoe» Yo oe aupUeo, monateor, que oooCí*
nuaodo la afición que aé que teoéya á nueatra Patria, hagiya
todoa loa boenoa o6cioa y el extremo que ae pudiera con S. M.
pera que le pioBa tooBar ealaa ooaaa como coiablene a au aer-'
vicio, preñríendo clemeocia y dulzura á toda fuerza y rigor,
aprovando y haciendo ejecutar loa advertimientos y parecerea
qoe le avernos dado tanto tiempo hi, sin tener cuenta con lo
que loa malsines y enemigoa de nueatro bien le podrían poner
delante en contrarío, aolamente por au particular interéa, por-
que procediendo de otra manera, deade agora me parece lo que
otras muchMs vece^ he advertido, que se seguirá una pérdida
irrecuperable de todos estos Payses, príncipalroente que firan-
nos premen é instan á tomar socorro del ios.»
— 4^1 —
XXV
El Rey á D. Jtwn de Austria.
(Noviembre de 1576.)
«Por otra que va con ésta veréis lo que se me ofrece sobre
el negocio de Inglaterra. En ésta he querido deciros que la
voluntad que siempre os he tenido y tengo de hermano es tal
y tan grande, que después del servicio que deseo que se haga
á Nuestro Señor en reducir aquel reino á la Religión Católi-
ca, estimaré en más de lo que os podré encarescer, que aque-
llo suceda bien, por ser ocasión en que os podré mostrar lo
mucho que os amo y quiero; y en señal y prenda dello, desde
agora os aseguro que, saliéndose con la empresa del dicho rei-
no, holgaré que quedéis en él, casándoos con la Reina de Es-
cocia, habiéndose viva, poniéndose en libertad y posesión de
su reino, que es cosa que se ha entendido que eHa desea, y que
será bien debida al que la hubiere sacado de tantos trabajos y
puesto en libertad y posesión de sus reinos, quando vuestra
persona, por la calidad y valor dalla, no lo meresciese también
de suyo. Y aunque sucediendo el caso, habrá algunas cosas
que convenga aceptar y capitular, me ha parescido que no hay
que tratar desto tan antes de tiempo, y que bastará, por aho-
ra, advertiros, como arriba está dicho, haya de ser y sea en
la forma y con las condiciones que á mí me parescieren que
convernán á mi servicio y al bien de nuestras cosas y Es-
tados. »
En otra carta de la misma fecha le dice sobre el negocio de
Inglaterra:
«Habiendo considerado la orden y advertimiento que os di,
de lo que se habría de hacer para la entera pacificación de lo de
Flandes, y particularmente en lo del sacar los españoles, siendo
necesario, y lo que seria bien hacer dellos he venido después
que os partistes en pensar lo que en tal caso seria bien de hacer
de la dicha gente, y si seria buena esta coyuntura para empren-
der lo de Inglaterra, representándoseme, por una parte, que es
-4fc-
lÉ IBCJtf OCMIOS ^M M fMMM OfrWtFt pOP tOHMIf A M RlMft 09
aquel reino dawnwirribid^t j pam mcu U dich« faote dt nb
Eitadoi 000 máa lepotactoo. y d tanrido gr«n<le quo M ha-
ría á Nuestro Seftor eo roducár aquel roiao Codo A la RdifioQ
Católica, y otras oooMderadooet que por osla parto ia me haa
pepfeeeutado; y ^pot otra, las obli^aciooea eo que noemetada-
BBoa de cooMUsarae, tío TmKJift fiindinienlfl y aenñdad del
boea flDOOie del, U» dificultadet qae puede haber eu eoaao-
guirae sale Hegocio, y loa fraodaa ioconTeoteotea que podrían
suceder da turbarse la chrístiandad y el moodo todo he
querido advertiroe aquí de lodo lo que eobce este oaiocto se
me ofrece y de mi voluoud en él PriwsrameHi habüt de
advertir que en ningnna manera se debe eospreuder mtm uego-
cto hasta que lo deaosEUadoa esté todo quieto y llano De*
OMM desto, se debe coosiderBr omcbo el foadaníeoln que M po-
drá hacer de la ayudada loa de Inglatacfa para emprender as-
ís negocio, pues no hay ningún reino tan flaco ni pequefto que
ss pueda ganar ni deba emprender sin ayuda del misaK» rsí -
no Pernea dssto, si la dicha Rmna se ha recalndo da vnsa-
tra ida A esos Betadoa y hecho algunaa prerencionea y comen-
ado A vivir con meyor reodo de eo eegurídad y de la de aqud
reino, porque si esto fiíeee, no habría que tr«ur dd negocio
Para deacuidar A la dicha Reina de la sospecha y recelo que
le podrA haber causado veroe A voe eo eeoe Estadoa, parece que
serA A propósito irla regalando y tener con ella buena correa-
pondeocú en lo que ee ofreedere.
Bn 8 de Diciembre de 1576 ñrmó D. Juan la inatruccióa para
Moa de Gate, gentilhombre de S M.. de lo que de su parte
había de decir A la Reina de laglaternu
XXVI
D. Juan d» Austria mí Rty.
(Lucemborgo 6 de Diciembre de 1576.)
«En esotra carta que va con ésta doy aviso A V. M. cómo
estaba aguardando al Marqués de Havre y los otros comísanos
— 4S3 —
que los Estados enviaban á tratar conmigo. A los 2 del preseú-
te llegaron el dicho Marqués y el Obispo de Arras y Mos de
Liquerque. Recibílos alegre y cortesmente, y ellos me dieron
la bienvenida , y de aquí dieron lu^o de punto en blanco
en decir que lo primero de todo convenia que los españoles
fuesen fuera En suma. Señor, pretenden y quieren resolu-
tamente que, ante todas cosas, eche los españoles fuera y me
meta entre ellos, y esto con tanta brevedad, que no admiten
punto de dilación; y de los dos que les he pedido, me asegu-
ran que, como está dicho, son la observancia de la religión ca-
tólica y la obediencia de V. M.; no sé qué me pueda prome-
ter Yo, Señor, estoy inclinado, y en gran manera deseoso,
de acabar esto por bien, aunque sea aventurando lo que al fin
parece que no se podrá excusar, por ser conforme á la voluntad
de V. M. y á lo que conviene al servicio (de Dios) y al bien
de toda la christiandad. >
xxvn
Julián Romero á D. Juan de Austria.
(Liexa 14 de Diciembre de 1576.)
•El pensar V. A. que ellos (los rebeldes de los Países Ba-
jos) han de hacer virtud hasta que le vean armado y pujante
para podellos hacer recular á donde le pareciere, V. A. se des-
engañe que ellos no harán virtud hasta que esto vean, por mu-
chas palabras que den. Y plega á Dios no sean con intención
de engañar á S. M. y á V. A.; y debajo desto, puedo asegurar
á V. A., como hombre de bien, que no hay ninguno en el mun-
do que tanto desee la paz y quietud destos Estados como yo,
porque sé lo que conviene; y tras esto digo que por bien nun-
ca se hará nada, por muchas cosas que sobre ello podria decir,
segim yo lo entiendo. Bien podrá ser que me engañase, pero
yo conozco bien á la gente deste país, porque há treinta y cin-
co años que los he tratado. > Lo mismo escriben Alejandro
Gonzaga, Jerónimo de Roda, el coronel Mondragón, Sancho
Dávila, los coroneles alemanes y otros jefes militares.
^4^4-
xxvm
(BmIovhi ta de Dideiiibre de 1576.)
«Le últími que tango eecrite á V. If . ee de T ^rwll^^^n á
loe 6 derte, y eákme tan al justo lo queea eOe difo á le poe-
tía. qoeaoiólOBOiepiMdejttigwdeaaahofa á otm loqw
iflfá; BMa aéa iranaa enredenendo loe iiegocioa da aserte que,
pwiaandn taaaf alguna ooaa aiqoíaní coa qoé dwipaf hiroorfoo,
entretienen loa nianMa nigocioa de dia en din la ^|aeneian
deato, por lo qne^ran ptowiatiandi>deaíy infiBaBite ileaqna
loa tratan; y de calo ee la canea lo que creo d^^ en eeoCra, qne
oooM eon ******** y tan dieoordea eetoe boasbrea oon qníen ee
platica, lo que loe onoaoonctactan, loe otroe lo nkfan» y lo qne
aBochoa repnieben, otroe admitan, poee al fin lólo ae han bedbo
Cflttcordee pera mocir y lalir con la anya; en el cómo y de qoé
BMuian eatá la dÜKancia, por la que hay entre elloe de entan-
dnnientoa y bnanna ininncíonea. Y aaf , crea V. If. que se pa-
dece harto náa que aafariadecirae, y que la paciencia y condi-
ción para reaistir á ana denwndai y modo de proceder,
roeario qira, de humana, la haga Dioe por mibgro pfi
te de ángel; porque piden y quieren coeas y naen de
tan insolentes, que, ó ha de paaar el que loa trata por fianoer,
como ellos, iograto á su Dios y rebelde á en Rey, 6 ee ha de
abandonar caai todo en la reputación, autoridad y obediencia
de V. M., 6 ae ha de venir á las armas y á la fuerau Vea
V. M. , por amor de Dioe, qué maloe trea partidoa peía sacogar
d m^, y quinto conTÍane encomendarle que él noe inepimen
lo que más su servicio sea, como yo lo hago, cierto, por mi
parte quanto puedo, coofiado de que ha de suplir su infinita
bondad lo mucho que en mí £alta para merecer lo que lapido.
No seria posible escribir, aunque el tiempo fuese aobrado, loa
dares y tomares que ha habido entre los Diputados que úlii-
maiueute me enviaron los Estados y Consejo y entre mí.....
'-^ 455 ^
Ora V. M. crea que lo ha de guiar Dios de su mano para nó
llegar á rotura, según todo y todos están llenos del diablo que
se los lleve, si decirlo puede, quien tanto padece por ellos
Prevenga V. M. que vuestra Real persona se disponga al tra-
bajo de ir siquiera á Lombardia, pues este solo movimiento
bastará para muchos importantísimos efectos, que si una vez
se imposibilitan, le quedarán in etermim Mire V. M. que
en esto se asegura Italia, que tanto y tan de veras lo tiene me-
nester acabar lo de acá, que es lo que tan fácilmente se deja
entender •
XXIX
D, Juan ie Austria al Rey.
(Marcha lo de Enero de 1577.)
•Ya V. M. se acordará que cuando me mandó venir á estos
Estados, dixe á V. M que todos los cargos del mundo,
respecto del de la mar, eran para mí accesorios, y que así no
le dexaria por ningún otro, pues con él habia servido á Nues-
tro Señor y á V. M., como todo el mundo sabe, y ganado el
poco nombre que se entiende, y que V. M. fué servido que
no hubiese novedad y que yo me quedase con él, como lo te-
nia. Tráigolo á la memoria á V. M. para que mande se me dé
siempre aviso de lo que se proveyere • etc.
XXX
D. Juan de Austria á S. M.
(Marcha 2 de Febrero de 1577.)
« Suplico á V. M. se acuerde de la merced que me tie-
ne hecha de sus armas para lo de Inglaterra, siendo éstas que
hay acá bastantes, en efecto, con poco más que se añada para
salir con aquella empresa de tanto servicio á Dios y renombre
para V. M., y de tanta honra y provecho para mí. Pero vien-
do qoe de no ochariat deitot Ealadot, podrá ineidw 60M
contri la volaotad do V. M., como la goarra an alloa, y q«a
roe eovió priocipahDante á aaoMarla, no quiera ni permita
Dioa qtM finaa mioa me hafui inobediente á V. If. 7 tan á
coala de an aanrkáo y tan á pdifro de mi alma, poaa cuanto
en eata vida pretendo^ ea aalvando eaiaa coodiciooaa priataro.
Paro todo aalo difo para aiqrficar ato niáa qoe poado i V. M.,
que 00 alendo yo ya boeoo para entre eataa fnlaa, por lo qM
entre elloa y mí faa paaado, qoe ha aído mucho, y tan» lo que
podrá aer, porque oueatraa coodiciooaa no aon para aoomodaraa
en imo. ni la aalud me lo compórtala, aino á coala da pardaria
y aun quixá U vida, ni de ntoguna manera yo aabri quedar
acá por Gobernador, porque m la edad ato me lo Ueva, ni la
inclmacton al o6cio que he oaado de laa araaaa ae me ha mu-
dado que para el aatablecimíonto dealo envíe V. M. quien
k> hará todo, ain compararioo alguna» mocho mejor ye yo......
XXXI
D. Jeea ás Austris A O. Garría ás T9UÍ9,
(Marcha ai de Febrero de 1577.)
...... Algunaa oondidonea deata paz han de parecer dona, y
á mí me perecen durfsinMa; pero por aalvar religioo y la obo»
dienda, cuando eato y loa Eatadoa eatabeo perdidoa, fiíeraa
ha tido pasar de preaeote por ellaa, haciendo cuenta de lodo
como hallado acaao. Lo demás irá el tiempo dando cada dis,
que agora no ea poco lo que nos ha dado por gracia de Dioa.»
--(Cot. dé ioc., tomo III.)
XXXII
D. Jimm i$ Austria ai Rty,
(Lovaina 16 de Marzo de 1577.)
• Ea coaa maravillosa ver quán fundados andan todoa an
su negocio, y llamo su negocio aquél en que mueatran
— 457 —
puesta su felicidad, que es querer mandar y vivir con libertad,
dando á la ambición y apetito desordenado el lugar que debria
tener la templanza y la razón; y como aquél anda á rienda suel-
ta, tráelos tan fuera de camino, que sólo Dios basta á reducir-
los. Entre sí no hay hermano, pariente ni amigo, porque el
vínculo de tales no cabe en su malicia; pero contra Dios y con-
tra V. M. no se ha visto tal unión y conformidad, ni se puede
creer de hombres que tienen nombre de cristianos si no se
vee. Los malos son peores que los peores demonios del infier-
no, y los buenos conténtanse con no llegar á aquel extremo,
y pasan facilísimamente por los defectos y obras de aquéllos,
porque aunque lo cuenta de llano, viendo que toca la honra de
Dios y de V. M., como no les llama al interese, no se les da
nada, y cuando pasan de muy buena gana por esto como por
lo demás, es cuando se trata de desechar de sí el freno de la
obediencia. Quieren ser libres, y de tal manera libres, que
V. M. tenga sólo el nombre de Señor, y ellos los efectos; y si
con esto se contentasen, aún seria menos mal; pero hay tan-
tas señales de que pretenden esta libertad en lo temporal, para
quererla después en lo spiritual, que es el mayor peligro en que
yo veo á estos Estados; y así me lo certifican todos los que
verdaderamente son celosos de nuestra santa religión y del
servicio y grandeza de V. M. , que tienen conocimiento y ex-
periencia de los humores dellos, los cuales sienten tanto la
salida de los españoles, que lloran lágrimas de sangre, porque
tienen por sin duda que aquel dia ha de reventar esta poníoña
por todas partes, con tanta fuer9a, que se apodere deste cuer-
po, siendo así que los que querrán acudir á este daño, que son
los menos, no tendrán posibilidad, y los que podrán, no que-
rrán ni les dará lugar á ello su tivieza y floxedad. El nombre
y servicio de V. M., con no apellidar otra cosa, es tan aborre-
cido y poco estimado, cuanto temido y amado el del Príncipe
de Oranges; la Cristiandad, como se puede inferir de lo dicho,
tan tibia, que siendo lo que más habria de mover y obligar,
es lo que menos estorbo hace á su malicia. V. M. no tiene
agora más parte en estos vasallos de la que ellos, no por serlo
sino por su propio interese, le quisieren dar, y ésta se ha de
-4»-
á lo UWO08 «i wtot principioii y plague á Piot güt
no w fif^*'*t* por 1a msLi oooMcofloctt «Mk?ft boorudoi
hfotmúoodo y lúdoido mucha OMrood á Um rebokiM y tcai-
dores, y, por d codisrio, uriooonuMlo y dwíifOWKWiido
lot twMfftfft y ImIm, ow tnt (mw mt MnitiUos riHímrTtitt,
qakna uñkim qm «itotrM teui abatídot, y como V. M.
Terá por k» sviaot qm «¡oí «ovio, tratan por div«nat vías do
matarme, paroactéodolet qoo coo oito lea quedará el campo
franco pon OTorartar soa roaldadaa. Do^Mioa que te pobUoÓ
la par, y qw el Principe de Oraafea, Olaada y Celaoda la
acepUfoo, te han hecho cuantas düigmriaa han aido poaiblea
parmcomplir lo prometido cerca de la aalkk de loa mptibotm,
wtS por quitarle la ocaatoo de iferiÉii io nal propódlo, cono
por aaegorar á loa Ettartoa; y aunque por aar nefodo tan em-
barayoio que como otraairecea he eacripto, requería nwa para
■cabaraa, y d tiao^w tan brare entendí que ooa ptm dificul-
fad y trabajo ae había de llepir á la execocioo, y lo que mea
temí m&mpn íaé la (alta del dinero, porque donas qno el pa-
fimieoto de la fOBteque había de aaUr montaba nadionayor
toma de la que yo hacia atenta que tenia acá y en Géoora, oo
había eoperanfa que aun de aqodlo me pndiaao vakv á
po, poea aqof no había hombro que aobre U qmtk
real; y asf me traía eito con gnm cuidado.....
La gente de guerra desesperada y deadoAada,
V. M. cuál andará todo, y cuan poco habrá aprovechado bbI
trabajo y tufrimieoto, ni en qué coea se pudiera emplear mejor
aquel dinero. Siéntelo en el alma, no por mí, sino por lo que
toca al servicio de V. M., que yo, con haberme puesto deado
que salí de ahí hasta hoy á todos loa peligros que do vida y
honra se han ofreecido, sin parar en ninguno por mecrtar k
voluntad de V. M . y acordar y prevenir lo que me ha parea-
cido, quedo consejado de lo que á mí toca. Aunque no dé la
desgraciado aer tan mal ayudado, que por ello quede sin fructo
lo que tan caro me cuesta, y V. M. tiene esperienda que para
haber querido proveer con resolución de tan lejoa han llegado
las coeas al estado en que están, y de laa de aquí, pom el
tiempo que había de acudir coo suataoda la quita, no «f/ir#
— 4^9 —
V . M.^ sino muy en breve, alguna pérdida irreparable y de mi las
nuevas que de tanto peligro se puede protneter, pues los sticesos de
las que se pueden desear penden ya más de milagro que de me-
dios humanos. Y cierto, señor, que cuando me acuerdo de las
provisiones que V. M. hizo á los otros ministros que aquí han
estado, quitando de todas las otras partes por acudir á ésta, y
considero quánto mayor era la necesidad presente que las pa-
sadas, y la palabra que V. M. me dio de que me proveería, de
que vine muy confiado, como lo escribo más largamente de mi ma-
no, no sé á qué atribuir efecto tan contrario sino á pura desgra-
cia mia. Bien me podrá ésta seguir, pero no quitar que no acabe
en servicio de V. M. cumpliendo con todas mis obligaciones, y
así, aunque no con la esperanca que pudiera, si tuviera dine-
ro, voy continuando la execucion de lo comen9ado con procu-
rar que salga la gente de Anveres, en lo cual ha trabajado y
trabaja Escovedo más de lo que se puede encarescer, haciendo
espaldas á cuantas dificultades se han ofrescido, así de parte
de los Estados como de la gente; y si Dios quiere que aquello
se acabe, se procurará entretener lo demás; pero esto no sé
adonde podrá llegar, ni de qué fructo será.»
XXXIII
D, Juan de Austria á S. M.
(Lovaina á i6 de Marzo de 1577.)
«Viendo las cosas en tan peligroso estado, como por esotra
carta se entenderá, y que no quedaba otro camino para llegar
al remedio dellas sino el de la negociación, pareció ser conve-
niente introducirla con el Príncipe de Oranges, porque siendo
el timón que guia y gobierna esta barca, es también el que la
puede perder ó salvar, y con ganarle á él se quitarla la mayor
dificultad é impedimento que agora tiene este negocio, del cual,
tratando con el Duque de Ariscot, que muestra estar muy re-
ducido al servicio de V. M., acordamos que fuese con cartas
suyas al dicho Príncipe un Doctor Leonino, de quien tiene
nudia ronfimia y ■iHrfacffioa, y qiM p«n dar mif aoctorklAd
á U pUtica le habUM yo, cono lo hixe, dicifadoto que 1« ra*
firíaM «1 polifto y datoomodidMl coo qM htbbi psndode £••
pafta, por fci qaittod y padficadoo daitoi Ettadoa; Itgmciat
y nwroedet qoa l« tmU do V. 11., y lo qoo había procurado la
pos y dewaha que te mantorieae; que en U adida de iMOipo*
fióles te osaba de toda breirodad posible, y te compUría es
sato y so todo lo por mf ofrecido so nombre de V. 11., y ao
coostotina qoe habiese Calta en cosa ntngona, aniss f''****^^
las armas contra quslqoisr psrsoosqtas lo qiiisisss iaipsdir 6 ir
esotra ella, por prenda de lo cnal ne había mstido so poder
de los Estados; que rotrass qoe teoia entre maoos ocasión ds
haosr oa ssnricio á V. M., por donds oo sólo fueee perdona-
do, psronsrsdessakanxarsoRBalgraciayelfnMlodahonm
y üvor qoe podía dessar, sstsblerisiido su casa para su poste-
ridad, y que yo le ssris bosn saifo, y cono tal, baria por él
quifá más de lo que penssba; que cooiídsrsss qus, cwirsdisii
do á los Estados lo qus hsa pedido, y á él lo qoe poede prs-
tender, no le quedaría dssculpa con Dios ni con si mondo ds
lo que había bocho ai de lo que sdelante hidsss, stnolososp-
taba, sotes coo muy juMa causs ss vohrerisn todos contal tí y
dejaría su cass perdida y Jssccsnpnfwti. dejado aparta qoe la
muerte, Us más veces, venia cuando menos ss penssbs; qus
de mi le podía asegurar que no iría por el ounino que loe otros
Gobernadores, poes no Tenis sino á perdooar y pooer en oItí-
do cosas pasadas, reducir el gobierno destos Estados á su an-
tiguo ser y procurar en ellos una pax tan firme y provechoaa
que con ella se restaurasen de los trabajos psssdos; qos si ssto
era por lo que él habia tomado las armas, ya no le quedabe
causa para pasar coo ellas adelante; por tanto, que se resolvie-
se en abra^ negocio que también le estaba, y que oo sola-
meote atendiese á mantener la pax, mas asimúuno á la verda-
dera reduction de aquellos Estados en la religión católica ro-
mana y en la obediencia que deben á V. M., y que si me que-
ría escribir, que yo le respondería de manera que tuviese csu-
sa de estar contento. Ha vuelto el dicho Doctor, y por la rela-
cioa que ha hecho vsrá V. M. lo que hs pssado con si dicho
— 4^1 —
Príncipe, y la poca seguridad que se puede tener de que haya
de durar en la paz. Con todo esto, salidos los españoles de
Amberes, pienso volver á darle otro tiento, procurando satis-
facer á sus temores y sospechas, y si él se contenta de hablar-
me, de muy buena gana lo consentiré y iré para ello á Ambe-
res; que ya. Señor, no estamos en tiempo de hacer elección ni
de mirar en puntos de indecencia, sino de reparar el Estado
por todas las vias posibles, pues en la conservación del consis-
te la verdadera auctoridad y reputación, y yo ningún remedio
veo para que aquí no se pierda, si no es reducir á este hombre
que tanta parte tiene en lo demás, y plega á Dios que el darle
lo que pidiere, fuera de religión y obediencia, baste para
atraerle, que yo mucho lo dubdo, viendo cuan sobre el hito
tiene la suya
Al fin. Señor, yo ando entre ellos como pelota en el ju^o,
que uno me toma y otro me deja; y en resolución, estoy como
preso, y V. M. crea que es intolerable cosa haber de tratar y
satisfacer á hombres de tan poca capacidad y entendimiento,
que no admiten otra razón más de aquélla que á su poco juicio
les parece que hace á su negocio, que por la mayor parte vie-
ne á ser sin razón; pero si el sufrimiento y blandura puede ser
medicina para curar esta llaga, V. M. se asegure que no falta-
rá en mí; mas no sé á dónde podré llegar con esta carga, por-
que es muy contraria á la salud, y tanto, que sin dubda la per-
deré, y tras della la vida, si V. M. no me hace la merced que le
he suplicado, y de nuevo le suplico, de mandarme salir de
aquí, pues es también lo que conviene al servicio de V, M.»
XXXIV
D. Juan d¿ Austria á S. M.
(Lovaina i6 de Marzo de 1577.)
«En el alma siento verme tan obligado á tratar de cosas que
han de ser de mucha pesadumbre á V. M.; pero quien pasa
por la que yo en su servicio y tiene las obligaciones que tengo,
-461-
por fnersa ha de ll«gir á lo qot te htlk obligado. Ha nuda«
do V. M. que del dinaro qm «taba en Géoovt á óitpoéciim
mia le taquen las paitidaa paia la amada y MiUn, qoo aa
verá de lo qoe loe Emboxadorea me eauiíott, y no sé cieito
qué me diga deato atoo qoe aaa hallo aa tal téaém qaa «i
fbaoa acoerde V. M. la palabra qoe me dio fentaa «ana, di
que le daba tan particalar coydado de aaiattnne y pioneer roe,
que no sólo paoaé sanca qaa de lo profaido
naa aatae qoaaqonlo ee roeaeoonarentandOi
del Sol, por cumplimiento de la coofianí que con tanta raaea
aie troxo y dd propio eervido de V. 11. Pero vieodo qm,
jualo con la memoria y el dinero, me Cutan loa modos y alo-
meatos, y cargao cada instante noevae neceaidadai y paJÍpaa,
no a6 qué asegurar A V. M. otra coaa que la AttiaBa ndaa y !»•
tal perdición detod<^ y cato tan ein eocaruciiuiaiito ni amaera
de deztr, quanto ae cooofrA por lo qoe eacríbo mia bufo da
mano agena, pues anda to de por acA tan leboatoo y el deaM>>
nío tan entre estas gentea, que sin excepcioo de nacionee ni
personas. A todoa trae A en obediaaeia. Los RfíioB, qoeolo
mAs se les ooocede, mAs y más qoieiea cada <fia; y al in, bea-
ta libertad de coodendaa y de duefto no aé si han de parar,
porque allende de que nuestra rebgion eatá oray
eo eetae partee, y que la nuiyor deatoa aojetoe
pa junto al fuego, acude de trarés d diablo rerestido en el de
Orangea, y aopla de aoerle que todo lo trae encendido y con-
traminado, ab qoe baste otro que sólo Dios; y ooaao ea la
canea que nguen religioa y libertad, acuden liberalísimanieate
A ella agentes y cooseotienles, entre loe quales apenas queda
hombre en pie. Yo, que eoy eolo al ransedio de tanta babilo-
nia, no hallo ni tengo ya otro que acudir A Dioe y basar de la
pura fuerza virtud, llevándolo por la confianza; y asf, no aólo
he llegado A donde estoy, sino que desde aquí procuro aago*
ciacionea con d dicho Orangea, y he querido irme deredw A
Brusellas para paaar por las nuiyores indecencias y trabajos en
que nadie janaAa se ha visto, andando de aquél d otro, y po-
niéndoaae A loe pelifros que Dios sabe, de perder 6 la libertad
6 la vida, cono daniiui diré, por manos de algún ioíuno, qoe
— 463 —
es lo que se ha de sentir harto más que perderla; pero ¿qué
aprovecha? pues ni aun para esto soy admitido, hasta que con
la salida de los españoles, que es el término para recebirme,
subceda lo que he antevisto muchos dias há, que serán nue-
vas guerras y revueltas entre estos pobres Estados, los unos
por querer cumplir con lo concertado en la paz, y Oranges y
los suyos por llevar adelante sus intentos, que son tan fuera de
passar por lo tratado, que si creyeran que viniera yo en nom-
bre de V. M., como he venido en ello, no se huviera llegado
por su parte aún á tanto. Mire agora V. M. en quán terrible
tran9e anda esto por esta mano. Por la de los españoles lléva-
se tan á punto crudo el ser pagados hasta el postrer ducado, y
faltan tantos para serlo, sin que se halle forma de hallarlos,
que con la nueva necesidad en que me ha puesto quitarme
V. M. en lugar de proveerme, allende del daño que haze no
haberse acabado lo del medio general, no sé qué esperar ni
prometer sino lo que se sigue de un motin general de todos,
quando si se falta una hora á lo prometido y capitulado, no
nos queda nada en qué confiar, porque los menos mal inten-
cionados aguardan este dia de la salida para resolverse según
lo que vieren en él; y los otros, que son los más y de mayores
prendas, traen tan prevenidos y desconfiados á los que digo,
que aun aquello que veen en conformidad de lo que quieren,
atribuyen á lo que los ruynes pretenden. He aquí, Señor, en lo
que andamos por parte de los españoles, y á esto se añaden
otras maldades suyas tan suzias y desatinadas, que ni oso lla-
marme español, ni sé si éstos lo son, ni sobrello me atrevo á
más que remitirme á un cartel que han puesto en Amberes, y
que envió al Secretario Antonio Pérez, pues para enviado á
S. M. no es él, por cierto. Quanto á la de los alemanes, son
tan grandes sus quexas y tan sinnúmero, que diziendo no ha-
ver servido ellos á los Estados ni conocerlos, sino á V. M., de
quien pretenden ser pagados y asegurados, se resuelven en
diferentes cosas las cabezas y principales en irse desdeñados
y publicando sus agravios, para castigo y exemplo á los otros.
De manera que, si milagro merecemos, con sólo milagro se
ha 4^ curar; pero si no, y en ^ecto no le haze Dios, encojo los
-464-
hOBibro» y no om> peastr en lo que lerá, timt mar todo col*
fkU» dd Tiento. £• uat frattMni mitancia «leste cargo eo
que me haiJo, y V. 11. me ha pneeto, conioime al qual y á lo
qoe ae ha juagMio de aus dificultades y trabajoa y ler yo el enn
bmdo, enf áawpre qoe ae me acodien con lo ofrecido y da-
bido á todo eato; paro poea han TMcido ocraa ohHgwioiwa á
las qoe tan praaartaa crayaran de V. M., y, ato duda, quantos
acá aatamoa valamoa tan poco para au aenricio, ooeao aa muea-
tn en al olvido que hay da ooaotroa, yo. que aoy al priaetpal
de todoa» ma eafomré con loa diwinif que me wpMw á maraoar
de nuevo lo mndio que me debe fiütar, y esto haré paidiéndo*
me á mí por aervir á V. M., y pwtaatando que jaááa fué ni
aera á mi cargo ni por mi culpa la última deatruioion daHoi
pafaea» ai bien el espirar entra mis manos aeri ilaagraria y
mala Tentura mia, tras que aoy hasta agora el que en pocos
diM ha laoogido k» 4|oa an dooa aftoa aa ha perdido y aembm-
do da mal; y al fin, en lo que ma loca oo hay <pie tratar, que
lo menoa aa de lo que aiento; mas lo que me da harto mayor
pana de quaotas puedo recebñ, aa la del aervicio de V. If*.
porque eatas coosequendaa y enemploa tamo que ha de aer al
diablo para en otras partea, poea vamos siempre que los tooaan
Eatadoa de Eatadoa y ICiniatroa de If inistroa, que no quiero
pooenne en otra ooenta aobre tal caso, por oo encarecer más
el que digo. De dos coaaa oonviane aa haga luego proviaioo
para runodio y eatabledmieoto deatas: la vna, de dinero en el
número que ae verá eo lo escrito de mano sgena, para vencer
ya de una vez tan extrañas dificultadea y trabajoa, ai llagua á
tiempo; y la otra, de persona que tome á au caigo eato, como
lo tengo escrito á V. M., porque, ó sea por lo que habernos
panado antea de agora, ó aea porque lea aoy oatácolo contra
aua daaignioa (con la paciencia que sabe Dios lo que me cues-
ta traer la que ea menester, y si podrá más durar el sufrimien-
to 6 la vida), ó aea por sus malignidades, ellos andan (digo loa
que son) machinando de matarme, y yo he de andar guardado
destos mismos que tienen este intento; y de que es sai casi
cada día me llegan diversos advertimientos por diferentes
partes, porque por la de Inglaterra, franoeaas, onage» y bella»
— 4^5 -
eos de los de la tierra está tratado esto, de manera que hay
ya gentes que tienen á su cargo el hazerlo á hierro ó veneno,
ó como pudieren. Y en verdad, Señor, que aunque el morir es
algo, que no sé qué me daria mayor pana, ó el de ser á manos
y por medios tales, ó los daños que de presente causaria al
servicio de V. M., principalmente esto, y no la muerte, es lo
que he yo siempre desseado huyr; y assí, por ello, que no por
mí, suplico á V. M. de nuevo quanto sé y puedo, que haga
venga á assistir aquí quien fuese servido, porque qualquiera
será harto mejor que yo para manejar este cargo, y la Empe-
ratriz ó Madama lo serán sin comparación alguna; que si fuere
menester mi presencia para algún efecto, digo que de muy
buena gana haré compañía y serviré á qualquiera de las dos, y
que no la dexaré todo el tiempo que conviniere, tomando á mi
cargo el obede9er y todo lo demás que se viere ser necessario
al servicio de V. M., porque su grandeza y ser mujer, junto
con su auctoridad, assegurará infinito y hará más que yo, sin
armas, por donde se conocerá que éste solamente, y lo que
debo á mi honrra, me haze tratar como hombre que estando
presente entiende lo que más cumple al negocio.
Con vn correo que despaché á Italia, yente y viniente, he
sabido el orden y reformación que se ha seguido en lo de la ar-
mada, sobre lo qual tendré yo poco que dezir, aunque dixera
algo, pues veo que no me deve tocar y que, no sólo se me qui-
tan los efectos, sino aun también el nombre de Capitán Gene-
ral, ahorrando lo que como tal me toca proveer, y no dándose-
me parte siquiera de lo que se innova, y como el cargo de la
mar es el á que más debo, y me he de preciar toda mi vida de
haberle tenido, y desto previne á V. M. con Escobedo y des-
pués yo mismo; y cierto, desde entonces acá no he traydo
passos de desmerecer qualquiera honrra que V. M. me hizie-
se, le suplicaré, como lo hago, quanto puedo, que pues en
aquello me falta á la auctoridad que tenía, que también se me
descargue de lo demás que me queda, porque si en lo uno no
acerté, no sé ya para qué seré bueno sino para morir antes que
faltar á la más pobre obligación de las con que me hizo Dios
nacer. Esto aseguro á V. M. de nuevo, como christiano, por
30
-4«6-
lo qtte debo á Dios, qoñ m iafioidttiiio, y como oÜMUaro, por
lo qm Bw dabo á ni y 4 mi hoona, <|im ao a» poco, y por k»
mucho taoibion qm pMOto mr obUgMlo á V. II. y á m mnri-
do, y por no hüag «o nada deato con caifoa da qoa tan poca
á V. M. qoa no ma qoada niopno hnaln <|oa al cabo da la vi-
da lUgoa A meraoar aifco, amM|ae ya la ronaidagacioo da loa
aAoa y da lo pasado ao alloa obügaa A V. II. A qoa ptaata, ai
aa aún tiampo para lo qoa digo.»
XXXV
O. /«« dt Amürim á 5. M,
(Lovatna 24 da Uarso da 1577-)
«Daapoaada habar pMado por el rigor deitoa diao. noaé
qué máa pnada qoadtfnw por ofraoer A V. M.. habiendo visto
an dloa, y badio agacntsr yo por so volunud y mandado la
oomdaitavida méaparaaantiryaolamaoeraun Aloamoyaa-
trajk» y duroa de coraaoo. Piensa V. M.« sopUooaalo, pnm
tan de cerca le toca, si aa para laatiour un caao tal come la
salida de loa espatolea de Anverea y Liexa, y la aottada en
aquellas placas dcstos traidores; qoe esto y mis que diga ma
ha da perdonar V. M. Aipoca 6gare V. II. el corrimiento y ver-
gOan^a de loa sa]roa, y la grita y soberbia deatoa malvadoa rs"
baldes A Dios y A su Rey. Por cierto, se&or, que han udo dim
propiaroeote de juicio, salvo que quedan en su gloria loa que
aoQ para el infierno, y pasamos por las penas del los que de
raaon debíamos ser verdugos de condenados. Crea V. II. que
ha sido uu espectáculo de gran dolor, y aún será mayor el que
aa aaparacon la última arrancada, si no se nos enturbia por
falta de dinero y se coocluj-en allí tantos temorea y conciertos
de motia como el pobre de Escob^o ha roto, usando de infi-
nito trabajo, de lo que á ningua otro se debe agradecer, ni su-
piera guiarle como él. Harto es de dudar lo que digo, y tan-
to, que no sé cómo nos hagamos, porque U gente no laldrA
— 467 —
sin ser pagada, y en esto no hay que dudar, y falta el dinero
para serlo en demasiada cantidad. Si no sale, no sólo no habe-
rnos hecho nada, pero quedamos rotos y sin lo mejor de la de-
fensa: de manera que, ó lo ha de remediar Dios del cielo sola-
mente, ó ha de tocar V. M. con mano lo que le escribo en
esotra y en esotras cartas que llamo de mi mano y son tam-
bién de la agena. Sirva, pues, esto, por amor de Dios, por
egemplo para en otras partes y negocios tales, que ésta es la
hora que ni sé de cuál lado volverme, ni resuelvo nada sino
mintiendo hoy para que me conozcan mañana. Desta suerte
ando fuera de los otros trabajos, y con semejantes modos de
negociar, crea V. M. que se pierden negocios y ministros, y se
perderán también Estados y Rey nos.
Voy haciendo lo que suelo en su servicio, que es empe-
ñándome á mí y á mi palabra; y así, pues, ésta es mi honra,
juro por vida de V. M. de entregar mi persona en poder de los
que la he obligado poner, si al tiempo señalado me falta dine-
ro para pagar, y desta manera supliré en parte lo que aque-
lla deuda de Ñapóles me obligó, y cobraré con estotros mer-
cadantes lo que con ellos perdí, por no lo haber mandado
V. M. satisfacer, como yo en su nombre lo prometí. Pero lo
que hace al caso es que no se llegue á este término, porque no
se abandone todo y que luego se acuda hasta con las cruces
de plata, si decir se puede, porque si no son deste metal ó de
oro, ó si Dios no lo permite, no bastarán cierto á hacer mila-
gros. Estas son, Señor, verdades desnudas que el tiempo y
ocasiones fuer9an á que se diga, y si en decir las hubiere que
perdonar, como lo pienso, hágalo V. M. Suplíceselo, que yo se
lo estaré mereciendo con sufrir agora, sobre todo que me ven-
ga á dar cada villa las gracias de haber hechado de las pla9as
á los rebaldes que ellos llaman, trayendo escrito en sus fren-
tes, quiénes lo son; aún oirlo menos mal, pero casi concederlo
con grandes aparencias de alegría, no sé cómo lo haga, y pa-
so por ello; pero esto, con lo demás, es imp>osible durar. Por eso
créalo y remedíelo V. M., como se lo tengo suplicado, antes
que llegue á pesarle de no haberlo hecho, que según me ame-
nazan, para luego es tarde, pues me acaban de avisar agora,
-468-
por parte de una piítooft q«t ai codomo ■! me eoaeoe. fino
de luna, y que Jo poede bieo Mcar por aer de le aecioa trao-
oeea, que b« venido «• fnncáe. criedo dd Dnqoe de Akneoo.
coa ocdea eoye peí» metme, y qtie lo píeoea inleatar un dta
qoe eittra ea Broaelaa 6 eo otro loipir á do ae rae hafi recibi-
miaato, tífiodooM na arcabunao á vuelta de loa de laa latvaa
oidioBriaa que ae faaoaa aa talea diaa» y aHo lapodiá aar laaca
Biáa fácil lí lo *«yfiitftt*i *^nftTitff que ae trata dallo ea Araaalaa*
y haolo oído amcboa aio que pieoaeo máa ea el raa^dio qoe
m 6iaae oaa obia de graa aiárilo y glotia: paio Díoa, ea cayo
aarviáo aado* aará coaarigo y lo diapoadrá nM^or qae lo pro-
pooea fraaoaaea; y ea verdad que ti ecto pasa idalialat qae
deede loego tooie lioeocia de V. M. para ofrecer al d¡cÍM> da
Akaaoa BM perMaa, á doade por otfoa BMdioa qae da ttaidoa
pueda ptcbu lo que tan eo gana liaae y yo deii aderé eaaalo
poaible aie aea. Oe Eacobedo digo á V. M. que ai agora ao
aMnoa eacoatieoda, qoe ao ai caaodo nMre9erA oras, porqae
lo qiie él ha trabajado, loa OMtiaaa y ligaa qae ha deaacbo, y
d pedio que ha teaido para haoerae leaier y obedecer, ha aido
lo qae ha aacado loa «^paftdaa de laa pla^aa.»
XXXVI
Ü. }mm di Auttri^ mÍ Rif,
(Lovaioa 24 de ICarso de 1577.)
•Cooio eecrivo en esaotras cartea, há días que he witeadido
que la Reyoa de litglaterra y d Príodpe de Oraogea procura-
baa haaenne reatar; deqMiea tuve aviaoa por divenaa viaa qoe
eo Bruaadaa havia un firaocés que tenia la mianu conaaioa dd
hermano dd Rey de Francu y dd Rey de Navaira. que elk»
llaman. Ayer vino aquí el agente que aquí tiene d Chrutianfai-
mo, y me dixo que me venia avisar, no conio criado de tu amo.
sino como ()ersona que deseaba servirme, que el dicho Rey de
Navarra habia enviado á estos Estados á un Mos. de Velai^ra-
vila para que con ayuda de doa m'I fraoceaea, y la de loa atoo»
-^ 469 -«
Ceses é ingleses del Príncipe de Oranges que en ellos se halla->-
ban, me prendiese y embiase á la Rochela, ofreciéndole que
si lo hazia le daria el Estado de Guiena, pareciéadole que por
este camino recobrarla más fácilmente que por otro el Reyno de
Navarra, y que el dicho Mos. de Velangravila estaba tan ade-
lante en esta empresa, que dentro de quatro diasla pensava exe-
cutar, y que el Príncipe tenia ya aparejados y á punto los na-
vios que me hablan de llevar; por tanto, que me guardase y hi-
ziese caudal del negocio, porque yva guiado con mucho fun-
damento y con inteligencia de algunas personas particulares de
los Estados, entre las quales se sospechava que eran el Conde
de Lnlainy Champañi. Respondíle que queda va muy agradeci-
do de tan buen aviso y de la voluntad con que me le daba, y
que esta demostración me hazia creer que todo lo que se me
havia dicho de los malos oficios que hazia con los Estados era
falso, y que de allí adelante le tendría por muy buen amigo y
como tal le procuraría dar satisfacción; que pues él havia he-
cho confianza de mí, la queria yo hazer del y hablarle libre y
llanamente; que era verdad que habia días que estaba avisado
de diversas personas que me guardase porque había algunas
personas que trataban de matarme, )' que en ésta quenta en-
travan ciertos gentileshombres franceses que tenian esta or-
den del Duque de Alau9on ó del Rey de Navarra, ó de en-
trambos; que me maravillaba mucho desto, porque yo no so-
lamente no les habia hecho obras por las quales tuviesen causa
de intentar contra mí semejante cosa, pero que antes los habia
desseado y deseaba servir. Mas que si con todo esto preten-
dían algo de mí, lo podrían hazer de sus personas á la mía,
que en tal caso me hallarían siempre muy aparejado á respon-
derles; y que éste era término de caballeros, y que ellos como
tales debían vsar; que le hazia saber que si andávamos á ma-
tarnos por terceras personas, ninguno dellos estaba seguro,
porque yo tenia muchos amigos, que por amor de mí se pon-
drían á qualquier riesgo; pero que lo mejor era que no viuié-
semos á estos términos, sino que, pues entre V. M. y el Rey
de Francia havia tanta amistad, era cosa razonable que los
que dependíamos de la una parte y de la otra correspondié-
— 470 -
á ella y ao diéa«moi cmim de turbarla; que por ra( oo
iidtanaJmátaalBlMMMiooniqKMidaocta. Díxomaqiiaaoiób
ao M hallarít que por an R&f ai por al Duque au heraaBO, ta
bttbíaaa dado ul ordao, paro qua a»a iiafiifitia qaaaaa por ai
pwmiaatn ao lea hairia pawdo Halar da » wiejérta eom; qoa
la trama am, como aie haría dklio, del VaadooBa y Onagaa,
j yva lao f uodada, qua ara aecaatrio aodar ooo (raa caydado.
Toraéia á dar laa gncÍM y dal aviao, y coa aalo aa fiai. Ha-
viéadoaa coutoaado aito por olraa Tiaa« pareció qua ara bioa
poblicario, porque víaado loa deeta coojttnictoo qoa ara dae*
aiararkWi como panialian y aa wriraaen dH, y aal bm naohrf
aa aaibiar á Octavio Gooaifa á Bruaalat con orden que dea-
poea dm haberlo comunicado coa di Obiepo de Liqa, habiaaa
á loa dal Cooaajo y Eatadoi dáadolat qoÍAta de lo qoa paaa-
ba, y diriéndoiei qua bm aMraYtllava mndio da qaa. haviéa-
dome puealo aa toa manfla dabaxo de la prooBOia y jurameato
qoa habiao hacho de guardarme, y viendo qaáa puntualoMMa
ha Gaa^tUaado lo qoa bm tocava ofwforma á lo capétalado, y
■endn cala aafocao can p6blioo qaa ao podía dax» da havor
vaaído á «u ooücta, ao puiieaBU diligaacia aiafnaaaa praadar
y oaaliiar loa aotoraa daela co^jancioa qaa aadavaa aa aqaal
lOfu* poce tratabaa de ofaader á quiea ooo taata vohailad ha-
vía procurado y (vocurava tu quietud y repoao. sin pflrdftiiar á
aiagua peligro de hoonm y vida; que por cato quaado ao hu-
biara da por medio haberme tomado debaxo de ao prolactioo,
aetaban obligadoa á mirar por mf y bazer vna gran demoatra-
9aoa« asaf porque con aoooederme á mf deagracia no aa rom-
piaaa al hilo de la pacificación que coo tan buen pie yva ca-
minando, como porque no ee pudiese jamás oír cota de tanta
TorgOMiaa é infamia, como seria que baviendo venido D. Juan
da Aoatria á loa Esudos de Flandes con tanto riesgo y peli-
gro de tu persona por restaurar con una verdadera paz loa da-
&OS de loa trabajos pasados, y después de coocluida poeatdae
en sua manoa, y estando debaxo de su protectioo y salvagaar-
dia executando con mucho cuy dado lo que por su parte era
obligado, huviasaa tenido tan poca cuenta con U aeguxidad da
— 47i -
sü persona, que tuviesen atrevimiento gentes perdidas de in-
tentar contra ella cosa ninguna; que mirasen que aun el yma-
ginarlo les tocaba tan en lleno en la honrra, que tenian neces-
sidad de hazer vn castigo y demostración exemplar; que yo
les pedia, tanto por lo que les amaba y desseava su prosperi-
dad, como por lo que á mí tocava, considerasen el daño que
de descuydarse en este caso les pedia venir, y acudiesen como
devian al remedio, que donde no, yo lo procuraria poniéndo-
me en salvo, protestando que fuese á su cargo y no al mío los
males que succediesen de no cumplir lo que habían prometi-
do y jurado como yo lo hazla, y que á este propósito hiziese
los demás oficios que le pareciesen convenir; y así se partió
esta mañana para bolver esta noche. Conforme á lo que truxe-
se ó me avisare, me resolveré. Mire V. M. si anda el demonio
suelto y si conviene salir de aquí presto, pues no dubdo sino
que les sale vana esta traza han de volver á la primera de ma-
tarme y seráles la cosa más fácil del mundo. Ya ha entrado mi
casa en el pais de Lucemburg, y con estar solo y desnudo
aun de lo que de ordinario no puedo escusar, no osso hazerla
passar adelante, porque andando las cosas de la manera que
andan, quanto más desembarazado estuviese es mejor para lo
que se puede ofrezer. »
XXXVII
El Rey á D. Juan de Austria.
(San Lorenzo á 6 de Abril de 1577.)
«A catorce del pasado os avisé de la llegada de Concha y
del recibo de todos los despachos que trujo y de lo mucho que
habia holgado de entender el buen estado y término en que
quedaban los negocios, con el concierto que habíades tomado
con los Estados, y la satisfacción que me habia dado todo lo
que vos en ello habéis trabajado, y esto ha sido de manera
que no me contento con lo que os escribí entonces sino con
daros de nuevo las gracias por ello, y certificaros que me que-
- 47t —
cbo vinürot timlMiot, y el fructo y boan momo qm m MgiM
(MIm «o todM Im MfociM <pM M MmwiMdo (!• ni Mrvt*
do» McA coda dio oiqror» y mo ooootfá ol aádodo do lodo lo
qtm á «00 M loMfo, oataodo iiompn Mojr ciacto qm coda
dio VM tamhioii on inia poniaiido m puaioa obtigacioDM,
coo dttcor M ol mímm coidodo y tnbalo qam buta aqol, pan
qookaooaM dooM Eatadoaae aoabao daaaaotar y poMrao
¿ qw ooonaM ol oanricio do Dím y mió; qoo oonya lo qM
baola oqid m bo bodio m mucho, m ain
más lo qam m ha do coooagutr por truaatro modto i
Quodo odvortido do lo dificultad |{nado qm hubo m qm
Im oapaftolM'aalíaaM poc mof do Im Balodoa» y coéb ínoom
y Dooaaario finé poia acabar ol coociarto qm aaliaoM por lio-
n»; y M oato, oono M todo, ho visto ol amor y oaio da mí aar-
ncra coo qoa habéis deaeodo y procurado ol oooasodoaMaalo
daaM BococtM» y «f^«»^A voa cada dio doslo f»Tf!*t pruabao, oo
hoy que tooor cuidodo do lo qoo oodio qoiaioM'docir, poMyo
oo sólo no lo he de croar, pero oi auo oírlo, porque toofo grao
aS0tiidad y satiaioocioQ de voeatso amor y obediancio oo cuao-
to Molraooe y oooTÍooeám¡serTÍcio;y pMsyooQMaooeslo,
podréis creer que holgaré mucho de nxMtruos la toluotad que
M teofo eo todo lo que m ofroaciere y que Im ooaM m oom-
oiioao do maoera que m pooda rfwrhiar lo de lagjbleao.....
Cuaoto á lo que me escribís que w pareaoe que aaria coo-
tooieote BMidar el Gofaíemodeaos Estadoa, y que M encooeo-
amo á la EoqMratrix mi hermana, ó á madama do Pvma, ó
á la de Lorreoa, porque seria más á propósito cualquiera de>
llaa por las coaM que hao pasado coo vos eo el trato de estM
aagociM, oo ose paresce cierto que hay que tratar deato parti-
cular por agora, porque el iocoavenieote que vos
de Im dettbrimieotos que se han ohescido coo algtiMS
oas, yo eotieodo que éstM serán pocas y que no poed» pa-
sar más que hasta haber conseguido lo que desean, y qoa ba>
iMéodose hecho esto tan cumplida ícente, y procoriieodo vm
como iHOcedéis, y gobemáodoM con tanta discredon y blao-
— 4^3 —
dura con todos, no es posible sino que os han de amar y que^^
rer mucho, y recibir gran satisfacción y contentamiento con
vuestro Gobierno; y vuestra persona es muy más necesaria
para lo de adelante que para lo pasado, pues habiendo vos
sido el que habéis tratado los conciertos y conocídoles los áni-
mos, y entendido las dificultades de cada cosa, y sabiendo lo
que os han ofrescido y prometido, nadie podrá, no digo yo
como vos, pero en ninguna manera pasar adelante con los ne-
gocios, y el estado de las cosas há menester, juntamente con la
blandura, persona de mucho entendimiento y discreción y
noticia de los negocios presentes y mucho valor; y por con-
currir todas estas partes en vos, de nadie fiaria yo esos Esta-
dos y negocios como de vuestra persona, la cual también para
la Junta de los Estados haría notable falta por haberse capi-
tulado con vos, de lo cual más fácilmente se saldrían los Es-
tados tratándolo con otro Gobernador
En lo del casamiento con la Reina de Inglaterra, lo que yo
os puedo decir es que en tal forma y con tal intención se po-
dría tratar y hacer, que se hiciese un gran servicio y sacrificio
á Nuestro Señor, y el reducir aquel reyno á la Religión Cató-
lica es de suyo de tanto honor y gloria, que paresce que no
hay cosa por que no se debiese pasar. »
XXXVIII
El Rey á D, Juan de Austria.
(San Lorenzo 8 de Abril de 1577. — Minuta de mano
de Antonio Pérez.)
« Os quiero tornar á dar muchas gracias, como lo hago,
por el trabajo y cuidado grande que habéis puesto en reducir
los negocios de esos Estados al bueno en que quedaban; y
aunque creo bien que lo que habéis padescido por esto ha sido
mucho, devéis lo dar todo por bien empleado, habiéndose de
sacar dello tanto fruto y obligádome á mí tanto para toJo lo
que os conviniere. Y porque yo entiendo que vuestra perso-
- 474-
Imv tí TM lo dfliésBdM <!• Im — !*iMf lodo lo QM fasbüi tn-
lM|ado, jr poMT ea nityor doaftiitoa y palifro kw Bttadot. m
mogo, btn—BO, qot, pnai k» qm vm o» adirertft m «lo ••
por wHiodir qM convkoa aol á ai Mrvicio y aJ biw do lot
Bifociot, oo trmtéM por afon dt imuhiiia Motna
Ikvéb adoUato ol trabajo coo al aaMr f coMado
aqttf, pot^M docto oa lo qoa ooavtaaa al aarvkio do Díoa f
mfo, f al bian y náaoekm do todoa oaoa Baladoa.»
De latrado S. M. dios an la cárpate: «HaiidoaaliMijrliiao
por la eaoaa qtM dada, yáioi iim^ paració osodarar ob pooo lo
<|oa aqitf dantro varüas di|pi lo <|oa va bonado*»
ai|Ml «o pooo lo do La no aalida da alli. porqao vaaa ^oo V. If.
lo toma y eoiiaada de vana aaf.*— (Robriñdo.)
XXXIX
D. Jmm dé Austhé é S. I/.
(Dniaalii á 9 de lUyo de 1577)
tYo aacrivf á V. If . ota» Eacovedo ae Babia dado tao boa*
na mafta ooo la feote, qoa habia acabado coo oUa qoa ■liaie
de Mastridí ttn la mayor parte de lo que se 1« debia, Taliéo-
doaa para lo damas de las Cédulas que los mercadaraa la ha-
bían dado para EspaAa y lulia, en virtad de loa aiitntoi que
coo ellos había hecho, que según estavan duros los aoldadoa
eo llevar todo su dinero de contado, ha sido roodio; ao fio,
salió el exército repartido eo trea partes: vanguardia, batalla y
retaguardia, y ha caminado dándoae vn día de veolaia la vna
á la otra; de manera que me escriva Eacovedo (<^ ho aído
nooaaario ir 000 el dicho exército pan acabarle de daapofhar)
que á los doae daato aaldrá del pafs de Luoembufg, do haber
ioocodido aiagoa aolabla iocooTaoieote
^ 475 -
Luego que comenzó á salir la dicha gente de Mastrich, en-
vié al Duque de Ariscot á este lugar á prevenir mi entrada en
él, y hize llamar al Obispo de Liége, diputados del Emperador
y al Nuncio para qiie me acompañasen. Vinieron, y con ellos
y con la nobleza que se hallaba conmigo y en esta villa, partí
á primero deste. Saliéronme á recibir de parte della y de los
Estados, y aunque tube muchos avisos que me guardase este
día, entré sin ningún escrúpulo ni inconveniente, y al parecer
con mucha demostración de alegria y contentamiento general
y particular. A los dos mandé juntar el Consejo de Estado, y
después de haber hablado y conferido con los del lo que me
pareció, conforme al término en que estavan los negocios, y
resuéltose ellos de recibirme y jurarme, hize llamar á los Es-
tados y les hablé. Respondieron que tratarian sobre ello, y
assí lo hizieron otro dia, y, en fin, resolvieron de darme la
obediencia, cuyo acto se hizo á los quatro con las ceremonias
acostumbradas, y á los cinco fuimos á misa á Sancta Gula, y
hubo procession general Después acá he ido tratando de ne-
gocios, y es tanto lo que hay que hazer y la confusión y pa-
sión destos consejeros, vnos con otros, tan grande, que es te-
rrible trabajo verlos y concertarlos. Veo al pie de la letra lo
que escriví á V. M. que éstos se yvan consumiendo sin sentir,
teniendo solamente por objeto los españoles, porque se ha-
llan cargados de su gente y ésta anda por el país amotinada
haziendo cien mil desórdenes, y no tienen un real ni para des-
pedirla ni entretenerla, y cada dia de los que se difiere el
echarla de sí crece la dificultad y es inconveniente. Los ale-
manes claman al cielo pidiendo sus pagas, ó á lo menos los
socorros ordinarios que se les solian dar para poderse susten-
tar, y quéxanse á banderas desplegadas de V. M. porque los
tratan mal, diziendo que no conozen á los Estados ni tienen
que ver sino con V. M., que capituló con ellos, y apriétanme
que ponga remed io en sus necesidades ó que les dé licencia
para que se vayan, porque con la hambre no vengan á hazer
cosa de la qual tomen achaque los Estados para vengarse de-
llos. Tratamos de todo, y es tanta la miseria, que para ningu-
na cosa se halla medio ni forma, y andan tomando de aquí 200
- 476 —
y át allá 300 cocdo por fmtna; y Twado «tto. pan animiddt jr
qM cada ▼no m dupariata por •■ parta al remedio dcsCoa tra>
ba|oa por evitar olraa nayoioa qoa aa aapona, lea be ofrecido
de rot dinero 30.000 eacodoa. Bieo creerá V. 11. que el uon-
braaerá mío j la ooata anya, poaa yo no poado dv to que 00
tango; paro ha aido tan fomao tuar aala linnino, qoa no aa ha
podido eacnaar ao «ata lahenoto. Qoedo agora tan ocupado
ñocha y dta, qoa prooiato á V. M. no aé da qoé lado volver-
■Mh y aerfuna rlaacenao eate trabajo «i vieaa qoa del aa aacava
el frado qoe eeria raaoo; pero anda, como digo* aala feote tan
coofoea y «Bbaraaada, qua ao baeta predicarla y moatrarlacoQ
al dado au perdicioo pan qoa aa laveaten del aiialo; y veida-
daramanla no aa da aMm^illiir, porqna m tmtiiémé ha llegado
á tocar tan de Uano en lo impoetbla, y «prieta taoto por todas
partea, que 00 eabea á quál acudir. El Frfnctpa da Oraofe
ootttiaAa agora máa qoa w*n^ loa maltTi flfitiftg por lodae laa
viaa que pande; y oonao ee temido, qoérido y laepartado y loa
tooia taa /mm. 00 hay qui«a oae levantar loa ojoa contra él,
aunque vean qoa lu intención va jimdada en aajelHloa y ba*
aanaaeikir dalloa. Pnaaifiie al ftmifttaiaean Holanda y Go-
leada, 00 aoUmente eo laa plaxaa, mee también en loe diquee y
paaoe de la frontera de tierra firme; y en fio. ae data 1
que no paeará por lo capitulado, y que yo oo podré baMr <
que le asegure. La reeolocáoo, SeAor, es que si V. If. quiera
que eeta máqtiini 00 ae caya sm remedio ni m vuelva irtráa en
al mal, al doble de lo que m ha paaado adalante en el bien,
conviene que luego, y ¿» a— a>g, §eh» wumo á Im Msm y mms mqui
urna gnum nuaa dé dimént 000 <^ ae acomode eato dé im éU^
wuméé y ae quite la costa y date fw kéum ém Utt pmüét, porque
da otm auerte ¿a 4<MM<a aera cada dia toato aM/or qnanto mano»
rea laa fiíerxaa y poaibUidad de M/«r delia, siendo asf qoe pmtm
loe gastos que han tenido se han cobrado de loe subditos trea
diesmoa en uo abo y dixeo pu ya nopuédém más, Y ea asf, que
ai los quieren apretar ae levantarán con lo poco y con lo mu-
cho, y entrará vna comunidad tan rabiosa como lo Miden aer
las que proceden de pura fuerza de necesidad; y aunque V. M.
no j^odéá ^VQétt todo lo que u ithé á Uu aiéwutmét, ni yo pido
— 477 —
tal todavía, con dos millotus de contado se acomodará su deuda,
de manera que se quite esta carga á los Estados y el crédito
con esta nación se conserve, porque por lo demás yo acabaré con
ellos que se contenten de ser pagados á plazos; pero esta provi-
sión será necesario hazerse con grandísima brevedad. Y pues
V. M. ha gastado tantos millones para perder estos Estados, dis-
póngase á gastar éstos más para ganarlos, que yo no veo otro
remedio, ni puedo prometer sin éste de ninguna industria ni
trabajo, sino lo que digo, porque, en efecto, los países no pue-
den más aunque quieran; y yo no me maravillo dello sino
cómo se stistetttan, según lo que han sufrido y padecido, parti-
cularmente en estas últimas alteraciones con los sacos, y haver
cessado el comercio y trato de todas partes, el qual se acabará
de perder si los tallones ó da9Íos que pagan agora, passan ade-
lante.*
XL
D. Juan de Austria al Rey.
(Bruselas 26 de Mayo de iS77-)
Sólo trataré délo que toca á la religión y obediencia
de V. M., y que esto quede en su fuerza y vigor, teniendo tan-
to cuidado por establecerlo y corroborarlo, que he estado mu-
chas veces resuelto de volverme á las armas viendo tan estra-
gados los ánimos desta gente, que no ha de haber cura en ellos
sino por hierro y sangre. Con todo esto, por probarlo todo, y
que en ningún tiempo pueda V. M. tener qnexa de sí mismo,
ni yo de no haber procurado encaminar sus negocios por bien
y por mal, he pasado por el trabajo que puede dar seguir una
cosa que se entiende que no ha de bastar para remediar tanto
mal; y entendiendo, pues, esto, he hecho y voy haciendo por
el camino blando que V. M. me ha encomendado, y doblando
mi condición á lo que en ninguna manera lleva todos los oficios
y beneficios que se pueden y deben hacer á un cuerpo deshau-
ciado; pero, como he dicho á V. M buenos y malos quie-
-47»-
r«o Uberud ¿m roacMOcin, y alfimot pwtodot ■
á qiM vaofft M «10, y Im danés MB CM tifaio*» «iiM ao dudft-
fia «Bdio « pHW por aUo; «a (|im yo voo clanMnol»<|M
todos mááa ctoffoo y olvidado» do lo qua dolMo; y ai Dioa no
loa alambra, oo a^ no aaparo mejoría coa laJootadaloaBa-
tadoa, pero qtaa coo elk haa da acabar do dodanr y aalablo-
oar ana nalaa imaociooea y áoúno paca aa él y oapflaloa da
laa paoea, porqoo aqooUo, raapecto dortotro, aaré da poco mo-
foaoto Yo ooofiaao á V. II. que de mi propia voluotad
qoiaroBwriraatoaqttopaaarportalooaa,y qoaai ftiwinayoa
loo foftooa y loa aatadoa, lo dexaria huadir todo y patdar aalaa
qua panakir que ao oiogoaa parta doUoa aa viviaaa ao difa-
faala faligioa de la qoa yo taofo. V. M., é qoiaa priaeqaü-
BMala loca al ranaadio. vara lo qaa aa aarrido qaa aa hafa aa
pMito da taau anatancia; qoa yo, coa decir dortado qaa liaae
al natptiii y lo qoa haría aa mi propia caoaa. cun^o ooa aii
oblifactoo. y no hafa Dioa taalo mal qua V. M. me tooie por
iostrumeoto de tan grao maldad; y ya que Ua quiaca provio-
ciaa han prometido obodiaocia á Dioa y á V. M., laafo fvr
mmoi tmUo dt$m4mhm Im 0kmitUmy qus sm» á$ ímAo aif#*
■o, paaa oatéa aaajiaailai del mtaaio Dioa, qaa pannitir por
aalvarlaa coaa ningima Coa lo que trabajo y van trabajan •
do loa qua aa dudoa del aervido de V. U., que aoo bien po-
coa, podría eaperar alfaa buea auoaao eo laa ooaaa; pero hay
otroa tan mal tntencioiMdoa y tan autoriaadoa de loa oíaloa,
qoa aoa loa máa, que oo poedo esperar que haya de bastar
ningún trabajo. El Canlenal de Granvala, por una parte, aa-
críbe cartaa alabando la peraeveranoia deatoa y la íoraaa qoa
han tenido en gobernarse para ochar loa eapaftolea, iacrepán-
doloa de oo haberlo hecho antea su hermano Champafti. Crea
V. M. que ai el demooio viniese eo 6gura de hombre á aem-
brar cixaña en esta iieredad, no lo haría por térmínoa máa día*
bóliooa qoa él lo hace. HasU aquí, antes de la salida de loa
eapaftolea lea decía que verían que oo saldrían y que todo
era engaño. Ahora dice que verán que mi gobierno será como
el de los pasados; que ya Escobado tiene inteUgencias en Ge*
laoda y eovu hombres á ello; coaa que, si biea ha pasado por
— 479 —
el pensamiento y se ve la mano salva para hacerlo, se hará
con quitarle á él de la tierra y al Príncipe de Orange, hasta
agora no ha sido, porque es menester andar muy á tiento.
Puedo hacer juicio temerario, pero entiendo de su manera
de trato que es tan hereje como el dicho Príncipe, y si hubie-
se algún medio para apartarlo de aquí, que se va procurando,
creo que importarla mucho más á él se guardara de apartar,
y así creo que convendrá, perseverando en despacharlo
V, M. me hace mucha merced en entender que he de pospo-
ner siempre mi particular á su servicio; y de nuevo puede es-
tar asegurado que ni el reino de Inglaterra, ni todos los del
mundo, me mudarán jamás de que con obras y con palabras
ponga siempre en primer lugar la grandeza de su Real Coro-
na, porque en esto, y en ser fiel y leal, consiste todo el bien
que yo puedo pretender en esta vida; y si bien la edad y lo
poco que se vive me puede convidar y tirar á que mire algu-
na hora para mi propio negocio, háceme Dios merced de te-
ner por tal el de V. M. y de ayudarme de todo lo demás. Y si
trato y he tratado lo de Inglaterra, ha sido el principal funda-
mento ver que ninguna cosa conviene tanto al servicio de
V. M. como reducir aquello á la obediencia de la Iglesia y
tenerlo puesto en persona que le sirva como yo, porque cuan-
do lo de aquí esté desesperado de buen suceso, como casi lo
está, si V. M. tuviese tal ventura que aquel reino se conquis-
tase, con él, sin duda, allanarla esto. Pensar hacerlo con fla-
cos medios, sin costa y sin gente, es engaño creer que sin
ello, ó sin lo de Gelanda, V. M. ha de ser señor desto como
solia ni más ni menos; y así entiendo olvidado, como está
dicho de mi interese propio, que desde luego, sin perder nin-
gún tiempo, se debe ir mirando en la forma que podrá haber
para intentar esta empresa y salir con ella No son de tan
poco fundamento los oficios que va haciendo la Reina de In-
glaterra en todas partes, que no se haya de mirar mucho la
orden que pueda haber para remediarlos; que como el mundo
está ya tan lleno de herejes, tiene ministros muy eficaces en
todas partes; y es cosa natural á los hombres, á quien Dios dexa
de su mano, tratar con mucho cuidado las cosas de acá, y así lo
bacea eiU datvcatmdt (i) y Mt aaquace^ de coya nda
y GOituiiibrfli he oído y oigo tanto, que •• kmlmáo qwitn fut
XLI
¿I. y$mm dé AmOns si kty,
(BniMUt a8 <k IC«yo de 1577.)
« El lardar V. 11. ao reaolverae á la goefra leri como
hetta aquí la ruioa deatoa oegocsoa: para ella graodaa di6cul-
tadea é impoaibtltdadaa veo. Paro ¿á qué mayor mal puede
V. If . veoir que á perder ealo y gaaorio? Le Baás vil* abatida
y cobarde gente que bay eo el maodo, aia pelear, y ■Hodiea»
do el aar henfeB y waJIoa fobeldea loe que loconqMWtan, da»
me mil V4oea gna de morir aotaa que ver tai, y pkigae á Dio*
que no me haga á mf tanto mal que ae pierda ain haber pro>
hado á defenderlo, que teodrui oto pera la repotacioo y auto-
ridad de V. M. por k mayor pérdida de toda», pueaaaria abrir
puerta larga á las rebeliooee de otru nadonea que aon más va-
leroeaa y prudentee que agora duermen. Y porque eeto corre
muy aprieaa, y no han de bestar buenas raxonea, ni diaímular
y pesar por mil indignidades, venga V. M. al punto, que es re-
solverse, y crea que le abot recen, y que fuersa y no amor lea ha
de eobjetar, tanto más juntando al desamor canea de U reli-
gión contraria á la de V. M., y teoieido para esa y para sus
maldades tantos valedores Y no entienda V. M. <pae por
reeolvsrse á la guerra y proveerse pera ello, yo dejaré de ha-
cer lo que agora por términos blandas y pacíficos, que por ee-
ta traza correré todo lo que durare el camino y el aliento, con-
forme á la orden que V. M. me ha mandado dar •
(1) Roto el papel, perece debía decir: Retna.
— 48i —
XLII
D. Juan de Austria al Rty.
(Bruselas 29 de Mayo de 1577.)
« V. M. entienda el peligro grande en que quedan sus
negocios, y cuan cerca de caerse de golpe este cuerpo muerto
sin remedio, acordándose que, si bien yo de buena gana me
pongo y pondré á todos los peligros que me pueden venir por
su servicio, y que en defensa deste perderé mil vidas, si tantas
tuviese; que si de hacerlo no se ha de seguir á V. M. sino ma-
yor pérdida y deshonra, que mire dónde me ha metido, que-
riendo que esté solo y desarmado; pues esta voluntad, y las
obras que tras ella se han de seguir siempre, no merecen que
V. M. me desampare y me deje tan sin abrigo, que ni con
quien hablar tengo. Y fálteme Dios Nuestro Señor, si para de-
cir esto á V. M. me acuerdo de muerte ni de peligro, sino de
sola la autoridad y honra de V. M Si me estoy aquí suce-
derá lo que todos temen, que no me dejarán salir cuando quie-
ra, si me voy; y llamé á los de los Estados, como parece que
conviene, y no obedecen »
XLIII
D. Juan de Austria al Rey.
(Malinas 21 de Junio de 1577.)
« V. M. mande que parta volando correo á Italia, orde-
nando al (Marqués) de Ayamonte que entretenga la gente que
de aquí va, sin hacer ninguna novedad, que es fuerza que
vuelva. Y no congoje esto á V. M., que ya que llega el pecado
destos á ser tan grande, y no se valen de la merced que V. M.
les hace, diferente ha de ser la guerra que la de hasta aquí; y
es que aquélla se sustente de la hacienda de ellos, sin sacarla
de otros reinos; y quien tal hace, que tal pague; y fuego y san-
-4««-
gre «o dkM, y déjanit V. IL, qo» ya qM qaitrao Mr del dU-
blo y aborreoM á V. M. y áns«MM,yá Diosy álatnyM,
yo l«t m¡9iué, mát presto que «Ik» qnañáo, á doodt nwwiCMi,
coo anupunrimianto do tu pondo. Y V. 11. creo que no oe oe-
gocio do meooot qoo oMo ha de ir atf, para que io Mlve lo
I.»
XUV
D. Jmami$An$hñt§lR^.
(Mafioia aa do Junio do 1577.)
...... Suplico á V. M. qoe deeu vas paca riMnpw acaba da
deeen^ükaree que aquf (alta de todo poi^ relifíoB y nhadií
da, y que eobrao laa roaldadee para 000 Dioa y el
para coo m Rey; oo hay juetada ni obodieoda alguna;
ni r»peto no lo tiaoen de Dioa ni de V. M.; al ^, por 00a-
dutr, eo eetos mieerablcs Ettadoe y hombres se han juntado
cuantas hef^taa, trsidooes y tridos hay en el mundo, porque
cuanto á lo primero y segundo no pretondan sino Ubartad de
vidas y coodeodas, y cuanto á lo tercero, todo se los va on
comeres y bomdieras: de oMoera que solamente á Us ma&a-
ñas ae piitde tratar con olloa. y entonces mudan lo que otro
dta resolvieron, majromwnte si fué algo encaminado á aasnoa
mal.»
XLV
U. Jwam dé Austria tU Rty.
(Malinas 13 de Julio de 1577.)
(De mano de D. Juan:) «Si trabajoe y servicios pueden ha»
ber valido algo, bien mereddo tienen loe de Escobado (i) y
(1) Ea esta misma cana dice 1). Joan al Rey que Eacobedoper*
rió de Malinas tres días antes de la fecha de aquélla para darte
«uanta del apurado catado d« laa coaaade Flandea.
— 483 —
los mios, que le honrre V. M., que es lo que él y yo pretende-
mos. Esto suplico á V. M. cuanto puedo para que redunde
todo en su servicio..... (i).*
XLVI
D. Juan de Austria á S. M.
(Namur á 30 de Julio de 1577.)
tCon los avisos de la conjuración que he entendido que se
trataba contra mi persona, de que avisé á V. M. en una carta
de mi mano, me he resuelto, con parecer de algunas personas
que asisten cerca de la mia, de venirme á este castillo por no
dar lugar á que sucediese alguna desgracia; y lo que en ello ha
sucedido diré en esta á V. M. Habiendo entendido que la Prin-
cesa de Bearne venia á la fuente de Lieja, pero considerando
que la Princesa caminaba ya por los Estados, y que si se po-
nia en egecucion mi entrada en el castillo, no sólo no la pu-
diera recibir ni regalar como era razón, pero que por ventura
no la dejaran entrar en la villa, y que desto se pudiera desde-
ñar y sentir el Rey su hermano, y que no era tiempo sino de
darles satisfacción, nos resolvimos de. suspender el efecto para
después de partida la dicha Princesa, la cual entró á los 20 y
se detuvo hasta los 23 que se partió, contenta del acogimien-
to y hospedage que le hice. Y porque los Estados me daban
gran priesa que me volviera luego á Bruselas, y que cualquier
dia que sin causa aparente me detuviera, les diera ocasión de
sospechar que me quería ir, eché la voz que antes de partirme
la vuelta de Bravante queria hacer una ca9a cerca de aquí, y
la aplacé para otro dia, después que la Princesa fuese partida.
En este medio anduvo Mons.*^ de Yerges disponiendo algimas
cosas, y habiéndose asegurado de Charlemont, á donde le en-
(i) Sabido es el pago que recibió Escobedo por sus muchos y
buenos servicios: una estocada mortal, asestada en esta Corte por
mano alevosa y criminal, inducida por Antonio Pérex.
-4«4-
viéá eü» rfacto. voItíó. y á los «4 porlaiBiteiMiMfttéooQ«l
Coodeda ItopiyotrotdotlwroMionuyoialcMtiUocoac»'
lor de ir i ilmorfar eoa d CftUdfane y «tpamarn i k poarti
pwa iritt coamigo á U o^a. Yo nJf á la bon eoooaitMk ooo d
Doqaa <te Aritooc, M hi jo, lot Coodas de AfMBtafM, dt Rot
y de Poqoeoibefgae. Marqeée de Benuaboo, Mot de Liqoee,
Reeingiiiea, Mooe.' de Geoieurre y de GUeoo y elfoooe olrae
cebeileroi, y le mayor parte de mb criadoe; y yeoMlo por la
calle al tiempo qoe afrooté eoo la puerta dd caatUlo qoe sale
á la villa, doode cataban lot dicbot Moas.' de Yerigee y Coode
de Ifega. volvf la rieoda y <Kjed Duque: «Veegi, eetor Duque,
que ee oeoeearío que ooe poQ(punoeeo aaKm yo y loe que me
eigueo;» y apeáodome eotré. tiftuiéndome el duque, que iba á
mi lado, y mis criados y mi guarda de tudsecoe sm ntagim
estorbo ni impedimento. Vinieran ioefo los dkhoe tituladne y
csbslleros. y teniéodoloe juotoe les dije: «que ya babieu vido
y eotoidido cuántoe pelifroe y trabajoe iMbia peeado deede
que pertf de Madrid hasta aquella boro por el bieo, quietud y
sosiego destoe pafses, cumplieodo, nnmo ellos habiiu visto,
cuanto conforme á loe capftuloa de la pea era obttgsdo, cre-
yendo que, causadoe de la guerra é inquietud pe«da, ebra^a-
ran y reconocieran como bueooe vesellos lea merredee y be*
neficios que V. M. lee hacia, 00 sólo 000 ubeaisr inviniihls
mente la religioo católica romana y la obedieoda de V. M., ee-
gua el tenor de su promesa y obtígacioo en lee quince prona-
casa, pero 000 procurar que las dos ee rediijeeen; que ellos es-
bisa qoe pen eete fin no había dejado diligencia por hacer ai
remedio por prober; que de todo esto no hallaba que ae hu-
bieee sacado ningún fructo. mas, por el contrario, veía que
laa ooeaa se iban poniendo cada dia en mayor peligro por culpa
y negligencia de los propioe Estadoe, porque en lugar de ayu-
darse ayudándome á mf, como fiíera justo, pues trataba de au
propio bien, y sabían el amor y voluntad con que procuraba
encaminarles, tiraban por caminos tan diversos y fuera de ra-
zón y de lo que á ellos misaoos coovenia, que era en vano mi
trabajo, y por remate de todo trataban de prenderme, qoerien
do pegarme con ingratitud lo que por ellos había hedió, y pera
— 485 —
este efecto habia ligas y conjuraciones de muchos, llamándose-
los contraj uanistas , y señalándose para ser conocidos por tales;
que viendo esto, y que aquella propia mañana habia tenido
dos avisos de personas verdaderas, que el uno decía que en
ninguna manera volviese á Bravante, porque en la primera
villa que entrase me prenderían, pasando á cuchillo todos los
que me siguiesen, y el otro que no sólo corría peligro de vol-
ver atrás, pero que si no me ponía en salvo, luego se egecuta-
ria en esta villa lo que se tenia acordado de egecutar fuera
della, me habia resuelto de meterme en este castillo para desde
aquí procurar el remedio de tan peligrosos inconvenientes;
que aunque yo tenia confianza del Duque y los demás que es-
taban presentes, que siguiendo las pisadas de sus pasados y
sus obligaciones, acudirían como debían al servicio de Dios y
de V. M. asistiéndome á mí, todavía holgaría de saber la in-
tención de cada uno; que les pedia se declarasen, presupuesto
que estaban en entera libertad para hacer lo que quisiesen,
pues yo no había de for9ar á nadie; y para que entendiesen
que mi intención no era de mover armas, les aseguraba que
queriendo los Estados ampararse, como lo debían hacer, de su
Rey y Señor natural, y cumplir lo que tenían prometido acerca
de la religión y obediencia de V. M., yo les daría en todo lo
demás la satisfacción que quisiesen, y poniendo en olvido todo
lo pasado, admitiría á los que se redujesen al servicio de V. M.;
que sí querían paz, que yo la amaba como quien habia venido
á traérsela, y si guerra, que en su mano estaba escoger, que á
mí á lo uno y á lo otro me hallarían aparejado, y por ventura
más apercebido de lo que pensaban para lo postrero; pero que
les advertía que los que de hoy más siguiesen otro partido que
el de V. M., serían declarados por rebeldes y tratados como
tales; que se guardasen de probar su ira y no se fiasen en decir
que estaba V. M. necesitado, porque se hallarían muy burla-
dos. Respondió el Duque que, como otras veces me había
dicho, él pondría su persona, muger, hijos y hacienda por ser-
vir á Dios y á V. M., y en la misma conformidad respondie-
ron los demás. Con cartas en esta sustancia despaché luego á
las villas, y aguardo su respuesta para ver lo que puedo espe-
-4M-
rir «lellat. Enrié i OMiidar á lot Gob«Mdoi«i dt pHiliiiM
que TiaiaMo ItMfo aqaf p«m v«r eómo ebadoen. RHÍii|aÍHi
foé á Dmioiai á iMbItf á lot fftttdot •■ ki uimm nÉtacit.
RMpOWntroS OQB pMMOCM |pMnM§i COMO WttUfni P"^
por otra parto hia <IW|ittiado á todas Im viltot y mrtlloi, y
á la goolt do foafra, ifoidioitolai la Ufa y jiirain— to qm «o-
tro SI DoooB oociiD 7 oxoonoBooioo a poraawor wk €■■# y ■
11 00 do TnrloB oaviarao hooabre propio á tratar coa tf qm
ochase lo goote de V. M. dol coettUc. y metioeo do lo do loo
Batidoo y lo tvrloee por oIKm; y oo lia, lodoo loo [oaAoloo qm
daa 00 poroovoraroo nbolion. R«ta villa, aanqtie oetoiro taoio*
roea por loe bmIoo oBcioequeea olla habían hecho loodolo
li^. deopuoo qao oaioadiowa qao yo noo oqof dJcioade qao
oro pora eoqtieorla, ao 00 iBoné howlwo ai ol BMiJhftBado^ ooe^o»
ráadolo gao no eoieaioiilo ao ceaeealli ia qao oo looMeiooe dofto,
poro qtM loe deéeoderia y amporaria de qaioo eo lo qaioiooe
hooer. Pidiéronme qoe «te rnaíleM doUoe pora lo qao loeabo i
tafaordadela villa: holoe dicho eooso hafaa lo qaodeboaal
eenricto do V. M. y oo haya ocaaioo qao roqoíon otra eooo;
por ou propia eegorídad y bonoficio, ordoaoré qao ao oo leo
meta gMrnicloa. Coa todo etto ho oidonodo qao eo oQevqaoa
aquí d regimiento de Walooeo de Moe de Ployoo y doce
compeAiaa de tudeoooe qoe oetáo en el pide do Liicnailwg.
El caatino do AoTereo, doade al preeeote eelá Moo do IW*
loo, ee tiene por V. M.. y lo miemo la villa qoe eoli é coifo do
loe corooolea Fraaapergoe y Carlee Fúcar, y yo ho oecrito i
loo unoe y á loe oCroe qae ee correopoodao y den la mano para
la goarda y oagoridod de aquellas placas; y porqao podría so»
ceder en d didio castillo alguoü noveJad 6 anidaeca, y ea
tal caso importaré aracho tener la villa, ee ha resoello qao ol
Conde do llefaeo vaya é juntar coa loo iltmanti ba|oo do oa
refimieato y dol do Moa de Yergaa tn heroMoo, y ee ooer*
que é ella y poaga dentro otras siete 6 odio compaftias, coa hH
cuales, apoderéndoee de la villa nueva y atriodieréodooe por
la parte dd castillo, se podrá defender entretanto que oe paeda
tocorrer. Las otras piafas qoe tienen loe aleeiaoee eetáa toM*
bieo por orden de V. M., de manera que nos hallamos ates bi«i
-487 -
puestos que antes que saliesen los españoles. Quédase dando
orden en avituallar este castillo y hacer algunos reparos de
que tiene necesidad, y como liguen las compañías que digo
de tudescos, meteré en él la gente que me parescerá convenir.
En este estado quedan al presente las cosas de acá, y yo con
cuidado de avisar á W M. con brevedad el camino que toma-
ren, para que V. M. pueda mejor tomar resolución en todo.»
XLVII
Minuta de carta, de S. M. , escrita por Antonio Pérez y dirigida
al Cardetkil Granvela, sobre la retirada de D. Juan á Namur.
— (Sin fecha.)
«Cuanto á las cosas de aquellos Estados (de Flandes) y á la
retirada de mi hermano á Namur, á donde se habia puesto por
haber entendido que algunos, no de buena intención, trataban
de prenderle ó matarle, á mí me ha pesado de que le haya si-
do forzoso hacer aquello, por lo que puede haberse alterado
en alguna manera el buen camino que los negocios llevaban,
aunque por otra parte espero que se han de mejorar mucho las
cosas con poder mi hermano con más seguridad atender al go-
bierno y bien de los negocios; y como yo deseo tan de veras
esto y el descanso de aquellos Paises, he dado orden que en
ninguna manera vuelva la gente española á Flandes, y escrito
á mi hermano que, teniendo cuenta con su persona y la segu-
ridad que conviene, atienda á la pacificación de aquello por
los buenos medios que se habian comenzado »
XLVIII
D. Juan de Austria á S. M.
(Namur 28 de Julio de 1577.)
« Tengo carta de Gamica en que me dice maravillas so-
bre los asientos que acá se han hecho á pagar en esa Corte; y
porque creo que no son de su aljaba las saetas que nos tiran
^4M-
á Eaoofáo y á mí. por wr harto oiái expcnaMoUdo y ttijor
íffít olroÉf ot fiMm <|M» dÉfanaMní
V. M. qoe «• dora tom qm laja hoabni 900
too haoír lu oogocio coodeaaodo á lot qoo m andui
á !•• rooiM por ao thn§mm, V«umo« Sotar, ^
on toloi trmcoi iiao ocoBwdoroo á ln nirogáidw
imyoroi datao oumIo qoo k« os mát ooturml lo Indio. V. II.
croo quo do Madnd. ooo loo oooMdidodoo troo loo romoioi^ y
oía otra oxp«ioacto quo do pooioo y do Ubro^ y do aeneoa*
lor hodoodoi, 00 lerá, ciorto, sioo tan dooarrido eooK» k» vo
•iondo, poao fiüu cotia boro osáa á V. M. y loo oobia á oUoo.
PordóaooM V. M.; topUcooalo ai di(o dionoModo, y no dado
qoe oa ol coló y aficioa 000 que hoblo ao tioae qao pMdoaar,
ooax» Olas lorfo ao habrá ooloadido de Bocovodo, ol cool do-
bo ya do habor hablado por lodoo.»
XLIX
|>. 700a di Amttrm é 5. I#.
(Mamar 18 de Septiembre de 1577.)
• No teo^ oaptritu pora etcribir á V. M. traa do hoborlo
hecho taotaa vocea, qoáo aprieaa camina eolo á la perdidoa.
Octavio Goanca lo hoce, yaaf bm remito á 61 Níagaaa
cooa me pudiera certificar Uolo de que quiere abandonar es-
toa Eatadoa, en caao que ello* miamoa no oe reduscaa, coom
ver que aabieado V. M. que qoodaba «olo. eio gente, dinero,
crédito, ni de quién poder aer aocorrido. y toda la tierra por
enemiga, no haya mandado hacer la meoor demoetradoo del
mundo de verme eo tanto peligro, que ya que para volver
aquí por la honra de Dtoa y de V. M. no hubieni ftierxa, y
quisiera, por la via de la confiann, aventurar esto, no peaoé
jamás haber mtfecido, quando no fuera hermano de V. M.,
qae oatimara en tan poco rni persona ni el selo y aficicm con
que le he procurado servir, que me consintiera padetcer en loa
ojoe de todo el mundo tanu vergOeoza y necesidad quanu b«
- 489 -^
padescido después que entré en estos Estados, sin ser siquiera
servido de mandarme responder á lo sustancial de mis despa-
chos. Lo qual me hace pensar una de dos cosas: ó que V. M.
no me ha dado crédito, ó que me ha enviado á negocio tan
perdido como cosa que importaba poco que se perdiese. Se-
ríame, cierto, gran consuelo, si del) o se siguiese á V. M. al-
gún provecho; pero no lo siendo, no puedo dexar de quexar-
me de mi poca suerte, pues no ha alcanzado á merescer la me-
nor parte de lo que sobró á los que por ventura fueron causa
del mal presente. No quiero cansar á V. M. con justificar mi
proceder, pues es á todo el mundo tan notorio, que no dudo
habrá llegado y llegará á noticia de V. M. por diversas vias.
De mi intención, á Dios pongo por testigo, y de su divina ma-
no espero el premio, que, como justo, no pide ni quiere de na-
die lo imposible. Yo he procurado entretenerme aquí contra
la opinión de todos los que me asisten, no porque no conocie-
sen lo que importaba conservar este puesto, sino por ver que
para defenderle me faltaba todo lo necesario, y que no tenia
de dónde ni cómo proveerlo, esperando de dia en dia que me
llegara algún despacho de V. M. por donde entendiera su últi-
ma voluntad, paresciéndome que, en caso de guerra, no tenia
precio este paso, como en efecto es la verdad, y á este fin he
alargado la negociación quanto he podido. Sé que hay cartas
de V. M. en Italia de los 18 del pasado, y que en Francia las
tienen mercaderes de diversas datas de Madrid y otras par-
tes, y de Burgos de los 28 del mismo, y yo no sólo no he te-
nido ninguna, pero ni señal ni nueva de cuándo las pueda es-
perar. Los Estados no estiman ninguna merced de V. M. si no
es para ensoberbecerse, ni quieren concluir nada sino me sal-
go de aquí, y seré forzado á hacerlo si dentro de quatro dias
ó cinco no me viene algún despacho de V. M. que me obli-
gue á quedar para tomar las armas Yo mucho temo que
por una via ó por otra me han de forzar (los Estados) á que
tome alguna resolución de qué maravillar á V. M. y al mun-
do, pues siendo la orden que tengo de no llegar á rotura, con-
vendrá huir la ocasión della •
-#^-
CmtMémifr»dMáiD.JtimiS.M.
(Nmmt 19 da SapCiMBbra d« 1577.)
•lAOt Sflftoff <|M u Tohmlsd y praotitnd 000 <|itt nt h§
Mwj^do ■toapw á todo lo qtt> h> mi— didimrgi^ayianri'
do afrudoctmiooto y unto olvido dt rol como voo, pnm eHoy
«I loe noyom Imbtjoo q«M Bvae» oodio podoeíó «1 ">»a^»»
tioolo ootrt l*s miat al pdigio 00 qiM «üá la hoom de Dioa,
k anya y la mia, ab «amoria aiqoSart da •oooriüiua 000 lo
aaaQoa de lo qua aobró á otroa. Crea V. M., por aaaor da
Noaalro SeAor, qtia al t4naioo en qoa rae hallo no aa pooíbla
aocarecafta. y q«e imiy á coala da aa aamicio y rtaacanan lo
noatrará el tiempo cada día, porque por al caoiiiio qoe aa Itera,
eeto et acabado, y trae ello le ha da aar fiiam aalir al ramadie
de lo demáa 6 perderlo, y aua plcfiia i Dtea que ealQa9aa te
taogan laa coaai Acoárdeiate á V. M . qoaato bá que te difa
que ae debria ya hanr lo propio qoa qoiatera habar hacho aa
te ftltiaia neceaidad; te aaiino, pnaa, aa foam qoa difa afora.
Un apretado deltea, qoaato querría yo que podÜeae cooocerae
é craaraa allá, pora 00 marahi liarse á lo neaoa da oada da
qoaato ae eacrnriara¡ paro para te qoa pnocSpalaBaala daaao
eato, es para que de una manera 6 de otra V. M. ae raaoelTa á
te que le BttpUoo. .. . . •
U
D, /mm éé Aiabria «/ Rty.
(Namur 24 de Septiembre de 1577. )
« De manera, SeAor, qoe si Dioa por au bondad no me
aocorre, ésta ea la hora que so aé qoé hacer de uf al ia qoé
reparar. Plufoiese ya al miaño Dioa que, sia aalir da te qoa
- 49Í -
soy obligado á raí consciencia y á la obediencia que debo á
V. M., y sin que fuese juzgado por mocedad poco honrada,
pudiese dar con la cabeza en pared y arrojarme á un precipi-
cio, que yo lo hiciera, cierto, antes de pasar por tan nobles
riesgos de perderlo todo, tan triste y mal perdidamente como
está, á pique de sucederme por la poca ó ninguna cuenta que
se tiene con esto y conmigo. Conmigo no me maravillo, pues
nunca valí para menos, aunque para más he procurado valer;
pero espántame, Señor, que no se haga caso de las prendas
que V. M. tiene en estos Países, yendo, como le va en ellas y
en ellos, desde religión, honra}' obediencia, hasta ser ó no ser
seguro Rey de los otros que le quedan. No sé ya qué decirme,
sino que todo creo que lo causa mi desgracia, y que conocién-
dolo yo y viendo cuan fuera soy de ser el que ha de pasar por
la larga destos puntos, mande V. M. que venga por los aires
el que me ha de suceder, porque de mí no se ha de decir jamás
que fui ni quise parecer con disimular y conceder lo que éstos
son, siendo tan grandes herejes y traidores; y al fin, crea V. M,
que del que encubre al que ofende hay muy poca diferencia,
y ninguna cuanto á la pena; y á donde se atravesare honra de
mi Dios y fidelidad de mi Rey, no hay buen disimular, ni V. M.
me tenga por otro del que debo ser á todas las obligaciones
con que nací de cristiano y hijo del Emperador, mi Señor, de
gloriosa memoria, y así suplico de nuevo á V. M. que
vuele quién ha de venir á seguir el camino comenzado, porque
yo, ni seré bueno para llevarle adelante por lo que digo, ni
tampoco por el odio que nos tenemos los Estados y yo. Ellos
á mí, porque no soy el que han menester sus maldades; y 5^0 á
ellos, por lo que, naturalmente, siendo hombre, he de sentir,
costándome tantos y tales trabajos y peligros de malperderrae,
para serme tan mal agradecidos »
Ul
Ü. Jwam á k§ SttfwtmiM EímMb y AmUmio Pht»
(NaoMr i 15 d« S^ptiearfife de 1577)
tiQoé dir6, SeftorM, de U cnitidMl <{iift m um <
taoermt átt/bk muMni, un «o oMnioria ni deiuoHinciim dt
hnbnrln jr* d« mil Sntnnln y ocho dtas há boy qoe m pnrtió d
SnuHniio Eaeovndo, dacótotn y Mln qon llnfé á tm Cortn,
•Mtota y eMlro qoe «noy prnto, con eün tolo ctiiiUo por cir-
oA, merocicodo antes bonhi que prieioo, y ganáodcrfe en lodo
el mundo « no ei ahf, y cíocoeme dtat lif hoy <!<■• m otcríbio-
ron !•• ultimes ceitat qne be recibido, que tenM be de 7 de
AfoMo; y es Dk» servido que eoeeica erto, cuando serie el
egue peca matar el 6MfO eomoa y más corrsos, poss sebrk
el bombre cómo fobemerte, á deode 00 sabe qo* adivinar.
1 Ah, Seftorasl que nsfocios de la importancia que son los que
aquí se tratan, y voluntad tan á la mano como se ba ooooctdo
en mí la mia, no debrfamoe, cierto, ser tan deeamperados oomo
somos, siquiera por lo poco que se gana, ctiando 00 se mire á
lo mucho que se pierde; pero ni me maravillo desto, ni ase es-
candaliza el peligro tan evidente en que está todo, porque veo
claro que ee Díoe el que h» permita y nos ciega; mas <
me grandemente de que á lo meooa no vengan
cartas por loa airea, y que me dejen mis amigos padecer y mo-
rir aquí mala muerte, como lo hago, por lo que ee tan fletl y
necesario. {Oh! Bendito sea Nueetro Seftor, que á nadie sino á
m( pudiera acaecer, ni de nadie sino de mi fortuna me qu^o,
aunque de Escovedo podría quejarme Seteres, poraoMirde
Dios, que se acuerden de este, su amigo, sin cerimooiaa, y que
hagan que S. M. no se olvide del hombre más pronto á su ser-
vicio y de más leales y verdaderas entraftas que nunca tuvo
Otro Príncipe*.... •
— 49^ —
Lili
D. ytian de Austria á S. M.
(Namur á 28 de Septiembre de 1577.)
« Hame parescido detener este correo hasta ver la resolución
que los Estados tomavan sobre la negociación. Anoche llegaron
sus Diputados y hoy me han hablado, aunque el Tesorero se
quedó viendo que no podré hacer cosa que los satisfaga; por-
que vea V. M. si es como los demás, lo que traen se verá por
los despachos en francés. Suplico á V. M. los mande ver todos
desde el principio hasta el cabo con mucha atención, que entre
la miel de sus dulces palabras hallará tanta ponzoña, que bas-
te á desengañarle de lo que tiene en estas gentes, aunque, á la
verdad, ya lo debria estar sin esto. Verá V. M. también que si
han pedido el dedo y se les ha dado, por el mismo caso qui-
sieron luego la mano y el brazo, y agora que tienen lo uno y lo
otro quieren la cabeza, y no se contentarán hasta que no vean
ni aya entre ellos señal de V. M. ni de cosa suya; y esto es tan
cierto como el morir, y así lo será perderse todo si V. M.
alarga el acudir con el remedio, que tantas veces le he suplica-
do, porque al mismo tiempo que andamos en esta negociación
se me viene acercando su gente, de manera que cada dia le veo
de las ventanas deste castillo, todo á fin de espantarme para
que salga de aquí, y yo no sé ni puedo decir á V. M. qué reso-
lución he de tomar, porque lo mismo será concederles lo que
agora piden que dejarlo de hacer; pero según los nublados
que por todas partes asoman para descargar aquí, tengo por
cierto que antes que V. M. reciva ésta, se habrá encendido esto
en fuego vivo, porque los que desean que se abrase, no perde-
rán tan buena ocasión. He hecho lo que he podido, que ha sido
decir á V. M. la verdad, y no me queda ya qué hacer sino
sentir que sea tan á costa de su servicio el no haberme dado
crédito, y que sea yo solo el olvidado y abandonado de V. M. ,
pues á todos responde y acude sino á mí. Sea Dios loado por
todo.»
- 494 —
UV
lí áMto i$ tmU 4i FMft UAD.JmmáéA utm $oén U wmd*
téi»h$ npÉátIu y imá» <wp^ é Fl¿dn,—i^ fodMU— Bt
dt lün <b Aoloaio Péns.)
L« diot ha dado ofdea qoa vwltaa dt lulk kttiopM.
...... E« a» voluntad que procedáis de modo qoe loílos ea*
Hidei <|ae lai intettcion jr ámno ao ee le nÚM y oaüigo de
eeoe Betedoe, eUio vohrsr coo la obtifaeioa qne iMfo por la
reUfioB católica romana y por ni obedienria, y leoogaírloa á
todos, siempre qoe cumplieren con lo que debeo á estas dos co*
sas y olvidar todo lo pasÍMlo, y que loe vays rofandoooo la pax
y cas loe beneficios del la, y reqiiirilnilolfls eos loo^sfiM aüe
de la ^MTim ee lee poedei seguir. Y habiendo
desposs desto lo poco que se puede hacer con las
este iaviemo. y qiis el nayor Cnito de lodos
eee Estado de LuoeoriMKfo y todo lo demás que estuviera á
Busstia devodoo, y que pan eeto no será oeceearto ftan golpe
de geabe de guerra, me ha parescido advertiros de lo que eobfe
esto se me ofreaoe, para que procedáis y oe gobernéie uiiifarms
á mi voluntad y asi os ordeno que por todo e«ie invierno no
hegáis que mcoger y tiitietiaiei toda la infuitecia eapstola y
caballeria qoe oe vifuere de Italia* qne entiendo eerá do ocho á
nueve mil »»*■■!— y doe mtl cabaiioe, y que demás deeto, ai
oe pareciere, tengáis algimoe borgoAones que bmtarian
hasta dos mil, y que no levantéis por agora ningima otra
gente, ni alemanes, ni reytces^ aunque ee oe envíen ios deapa-
chos pan ello, y que deiiiás deeto no eaquóis loe alemanes qus
están en las plazas delloe, sino que les digáis que se están que-
doe, y que yo tengo por bien que las toigan por prenda de su
deuda Pero eetad muy advertido que de lo queaqnf os or-
deno, no deis parte á nadie allá, sino que lo ejecutéis como
cosa qoe vos resolvéis por pereeceroe que oonvieae ad •
Este despacho está en todo conforme coo d diflamon que
— 495 —
dio el Duque de Alba á S. M., en el que le manifestaba que
S. M. debe t proceder en esta guerra, no con ánimo de castigo
ni venganza, sino con intención de la reducción de los Esta-
dos al que está dicho, si pudiere ser con la sombra de las armas ^
y cuando esto no se pudiese, no usar dellas más que hasta en
aquella parte que bastase para hacerles venir á la razón.»
LV
D. Juan de Austria al Rey.
(Marcha 3 de Octubre de 1577.)
• Después que últimamente escribí á V. M. se fueron con-
firmando ios avisos por diversas partes del esfuerzo que los
Estados hacian para sitiarme en este castillo de Namur y
apretarme por todas partes, y que á este fin habia pasado
Mos de Lume la Mossa con un regimiento de infantería y
el de Champañi caminaba á juntarse con él en el pais de Lim-
burg á ponerse en el paso de aquí á Namur. Y habiendo co-
municado y tratado con estos caballeros lo que debria hacer,
no sólo fueron de opinión que yo saliese del dicho castillo,
pero llegaron á protestarme sobre ello, viendo que si lo dila-
taba tres ó cuatro dias más me hallaría sitiado y sin forma de
poder ir atrás ni adelante, y quedarla á mucho peligro por no
tener socorro ni ser bastantes las fuerzas que acá se podrían
juntar á dármele; y así me resolví en partirme, dejando al
mejor recaudo que pudiese el castillo Que ha recibido
aviso del Marqués de Ayamonte de haber tenido orden de
S. M. de enviarle las tropas que salieron de Flandes. (Al fin
de la carta, de mano de S. A.:) V. M. ha tomado una reso-
lución propia de quien le ha hecho Dios, pues no se debia
menos que poner la mano al remedio de lo que aquí se me-
rece. Agora trabajaremos todos nuevamente animados para
morir, si conviene, en demanda tan justa, por ser toda de la
honra y servicio de Nuestro Señor y de V. M »
-496--
LVI
(llaiclM 3 M Octubre de 1577.)
•Dwpuei dt McríU b que vt cao éita he tfll«dUo <|iM
tas Mete eotepaBÍM de AleoMnee del Corooel PBHMpsj^Mb (|M
loe diet peeedoi eelieroa de juoto á Nunur, U voelta de R<»>
femnnda, te eooooCnun» cuatro compeAUe de Velooee del re-
ftaiéenlo de OiinwrelH eo el peie de Lemborc y lee raoMN*"
roo, matando le mayor perte de b faote, y Moe de Yecfas,
qoe acababa de Uegar de Nenwr, doode ee quedó á dar oidea
eo aUnuiee ooeee« me dice que eeta nMdkaoa« aotee oue
deee, iriaieroo el Vinoade de Gante y otrae Iree 6 <
be^ae eou vn (olpe de iaiuteria y cabellerie á lee puertee de
Namur, coo fia. á lo que ee eutiende, de eomr deolio; y ha-
bieodo aido eeotidoe de uaa compeftie de Valooua nuartia que
eotebe fiíere, juoto á la muralla, cwnenyeroo á dar eo elloe, y
eo fío, deepuee de haber peleado un rato, ee retireroo k» eae-
migoe con pérdida de doce 6 catorce eoldadoe, y entre elloe trm
ó cneUo gentileihowhffee y otroe tentoe heridoe, y de loe
nueetroe quedó eólo mo ua poco kméo m mm pimm:y «Mf»
V. M, f«i fMHÉ itUm de eer loe que venían, puee fritaban á
loe otroe Uamáodoloe pepietaa, y cuan joete y aeacte ee la
guerra que aquf pteoaa hacer oootra tan pervereoe Óiafmtoa
hombree. He holgado que por la primera ves hayan llevedo la
peor parte, por el ánimo que dará á loe nueetroe y quitará á
loe eoemigoa..... He eabido que Moe de Villerral y el Obiapo
de &ii|ea han ido pubUceado que yo lee dije que ao había de
parar baste labarme en la sangre de loe niños, todo á fin de
indignar y deeeeperar al pueblo, porque .vea V. M. á lo que
llega la maldad deatas gentes, pues inventan cosas nunca pea-
aadaa y callan la verdad >
— 497 —
LVII
D. Jtum de Austria al Rsy.
(Marcha 4 de Octubre de 1577.)
tDesde que comencé á entender que estos negocios se ha-
bían de reducir á la fuerza, fui pensando en algunas cosas que
podian ser de importancia, y entre otras que me ocurrieron,
fué la principal que V. M. emplease aquí al Príncipe de Par-
ma, dándole el cargo de mi Lugarteniente General, porque
demás de ser muy á propósito para ello y tan aficionado al
servicio de V. M. como él lo ha mostrado siempre, me pare-
cía cosa muy necesaria que cerca de mi persona hubiese algu-
na tal que en caso de muerte ó de ausencia mia pudiese que-
dar en mi lugar f
LVIII
D. Juan cU Austria al Rey.
(Lucemburgo 20 de Octubre de 1577.)
« Yo voy procurando ganar tiempo en todo; pero es
muy poco lo que puedo hacer por la falta de dinero, porque
de las cédulas de los cien mil escudos, demás de ser tan poca
suma para lo que es menester, no me puedo valer como seria
menester, y temo que esto nos ha de atar mucho las manos si
V. M. no manda que sea proveído con gran brevedad; y así he
escrito al Duque de Saboya me preste hasta 30.000 escudos y
me los vaya enviando con correos. No sé lo qué hará. Supli-
co á V. M. que, pues se ha dispuesto á acudir al remedio des-
to, lo haga con las veras que es razón, y se mueva de Madrid
ó dé muestras del lo, que el entender que lo hace, á todo el
mundo tendrá suspenso >
3>
UX
D. ywm ág AwstrU ti Rty,
(I.wwilmn 3 de Norieaibre de 1577.)
Al OMrgeo, eo letra de S. M., ee lee: «Pum mí tolo y ver lo
tüÉwo AHoüb ColoiM me he eecnto que, wilwndJMde «I
aprieto y BecMÍi,1i>1 eo que me hallabe. y k» mucho qwi impor»
tUM Mv socorrido, pefticuuuuieute de dinevOt imomi iMMceoo
hMleeiaqoeoU mil etendoe, y loe peoMlMi remitir i Géaov» i
loe Bn^ladoiee, pera qu« de allí me lot enviaMi, y qiM de»
mal deato <fanie mil y quinieotos loldedoe del Mcfo «li Sici>
Ua..... Y steodo éett oaa deaaoamdOB wmtf ekn dtl eelo y
afición qtie tiene al aenricto de V. M., he qoerido dalla ^pMBli
delta y suplicarle, como lo bago, con todo esoBinMwlo la
maode dar laa gradat que merece y mplieo iMiririmii
V. M . mmii vamiitmi íofmsmim Mmüin fmem it mwé^ y
Mirfer pm grmit f m tm h rntettiJÉJ á$ le fw Htm 4 avfo,
temo m tftáo U» «s mmy hm/ot U m fut m UdU Mmto AtdaaiOt
Mdl. Y 90 ttUflt V, Bm» tito POf mé Pot9 COKtiibnMtB MI fS tl^'
witio, porqué yot qus ¡o tmgo Um proiodo, ti fM nié grm «mm,
emcem maet fM#, P^ o^ aaMVBe, venMouMi mi fro% MMrviMe ev
K. Af.»^Eo cifra lo que está eo cársica.)
LX
D. Juam it Austria ai Rty,
(Lttcemburg i.* de Diciembre de 1577.)
c Yo confieso á V. M. qiw esto (el no cumplir S. M. con
los mercaderes) por una parte, y por otra ver que há tad 4m
mna que no tengo carta suya, habiendo yo escrito tantaa, me
tiene muy confuso y maravillado y ccm ruin esperanza de biie>
— 499 —
nos sucesos, porque temo que se ha de ofender Dios tanto de
nuestro descuido, que en lugar de hacernos merced nos ha de
castigar; y si yo no tuviera puesta la mira en su servicio y en
el de V. M. como la tengo, diera velas al viento que corre,
callando y obedeciendo. Pero no quiera Nuestro Señor que tal
me pase por el pensamiento, antes hasta que V. M. me mande
que calle, diré lo que entendiere, conformándome con mis
obligaciones, sin tener respeto á otro ningún fin particular mío,
porque habiendo cumplido con ellos, no estimaré, por lo que á
mí toca, ningún suceso, por desastrado que sea, en la menor cosa
del mundo.! (Insiste en pedir á S. M. le provea de dineros y lo
demás necesario, y añade:) «Protesto á V. M. que (de no hacer-
lo así) por no ver morir su exército de hambre se me quie-
bra el corazón. Juntarélo cuando vea que más no pueda, que
será muy presto, y iré á buscar al enemigo donde quiera que es-
tuviere para vencerle ó morir, porque si de una manera ó de
otra se ha de aventurar este ju^o, quiero hacerlo honradamen-
te, y no con tanta infamia como será comernos y matamos unos
á otros; que esto deben desear los que son causa de tanta di-
lación en negocio que, por atravesarse en él la honra y servicio
de V. M., deberían no comer ni dormir por atender á él; pero
creo que el gusto de lo postrero los tiene olvidados de lo pri-
mero. Hame parescido decir esto á V. M. de la misma manera
que lo tengo determinado, para que, si le llegare aviso de algu-
na gran novedad, entienda que puede ser y mire por lo que le
quedare si la suerte nos fuere contraria, que yo, tras haberlo
hablado tan claro y hacer lo que debo, con qualquiera que sea
me concertaré.!
- 5oo -
LXI
imkmetém i* loqm ím, D. Jmm iimthfmt, umiiw9 mromti 4$
hfmUrm tttmsm, ktUú dé inám ié m pmU tmdSmmdm-
mo Arfméufms Fmtmdot mi mmy tmo / mmf <
(Ifftdrid %i d« Dicknbra de 1577.)
(ExpóoflM «I «tMk» y vicMíuidflt d» k» iwfnrioi <!• los
Paites Bejoe ileedi b moarte del Cenwadedoc iMfor; k» ee-
ftteraM bachoe por S. M. «a favor do b p«s; qoo lo teioo que
oiEÍfe de olk» oe el onalioiniMtodo la laUfioo eetttai 7 Ift
obedionm á S. IC; qoo hk füilladB tofiraciaooe k mmSmáiom
de D. Joto de Aoüría, y aAede:) «Y porqoe podxk wat qtm
pare «1 lemedio de todo a(|aollo y pen que las coeae ae oca-
beaeo de componer y aaaoltf y ee rodajeaaa al bnea «ala-
do que deeeo, yo hubiaaa oMoeafear valaraM de aa panooa y
madio pan eocomandarle «1 Gobiarao de aqnellao Eaiadoa,
deaao aaber ai nwmiff Uegiae ealé caao podría diaposane á
ello..... coa la cooíiaiuEa qoe él podría asegurar de mf, que la
aaiatirú y ajrudaria pera eemejante oegocio conao éatei .. he
querido prunero aaber an voloaCad ao aala parta.» (A pwpoaa»
ta de D. Juan al Rey hfsoee eita nefoctadóo.)
LXU
£/ Prfncipt di ParwM A S. M.
(Lucemburg á último de Diciembre de 1577.)
«Deade Parma «cribí á V. M. cómo me partía coa toda la
diligencia poeible á la vuelta de Lucemburg, por obedecelle y
servil le, como había sido servido hacerme merced de mandár-
melo por su carta. Agora no he querido dejar de dar cuenta
& V. M. de mi libada aquí, que fué á los 17 del presente, doa>
de hallé al br. D. Juan, que está muy bueno, del cual he rect*
— 5oi —
bido tantos favores y mercedes .como yo del esperaba y es sü
costumbre hacerme siempre. Yo le he suplicado muy encare-
cidamente que en todas las ocasiones que se ofrecieren que
entervenga el servicio de V. M., me mande y emplee, pues
nadie le obedecerá como yo, y para mí será la minor merced
que del puedo recebir, y certifico á V. M. que me desvelaré
de dia y de noche por acertar á servirle conforme á la mucha
obligación y deseo que tengo de hacello »
LXIII
Cofña del trato sobre la intentada prisión eU D, Juan de Austria.
(Año 1577.)
fQu'estant 1' Ambassadeur de la Royne d'Angleterre Wilson
a Bruxelles, elle luy escrivit une lettre du 24 ou 25 de May de
1577, selon la memoire que Ton en a, portant comm'elle es-
toit fort bien adverlie que S. A. allait tellement gaignant la fa-
veur et benevolence du peuple et des subiects du pays bas,
quelle craindoit qu'il viendroit a bout du appaiser les troubles
et qu'elle s'asseuroit que se faisant cela, elle auroit la guerre,
pour estre S. A. homme la cerchat luy engageant portant de
les forcer de rom|)re la paix entre sa dicte Altesse et les Es-
táis » (Añade que Wilson se esforzó cuanto pudo en excitar
el odio de los Estados contra D. Juan, á fin de conseguir que
le hiciesen prisionero, lo cual hubiera conseguido en Bruselas,
si S. A. permanece allí diez ó doce días más.)
LXIV
En todas las cartas de fines de 1577 D. Juan no cesa de pe-
dir dinero á S. M.; que vuelva Escobedo por la mucha falta que
le hace; que se le responda á todas las cartas y capítulos de
ellas, y que se mueva S. M. de Madrid. A Antonio Pérez le es-
cribía de su mano en Lucemburgo á 20 de Noviembre de 1877:
«Señor Antonio: Escríbame, pues entre muchos despachos,
huelgo modio eoo ouuro raaglooM tuyot. Mire <|iié hMxé
ao lo too y tardan tanto. B«o <|m no m dki de loe
pero boBÜe me tieaes diiariliidee y mbejoe. A lo que
«wA OM remito, f dale Dloe «¡aeolo deeee é deeeo. •
LXV
¡uforwuuiAm pmtm pmtuaiif á S* M, U r»i$ueiSm id rtimo
(Sfai fid»; pero ee de 1577.)
«Eüe ee el medio máe coaveniflota que te ofireoe pen le re-
faroMkcioa de LogUterra. Ee iropoetble que te halle medio no*
jor pera este mtaoto que ceear con la Reioa de Eecocia alfvo
perieote de V. If ., y con el Pltlodpe de aqvd filao algoae
Infanta de Eepefie« loe coelee eeaeoteCoelnerien oaie provo-
cbo y utilidad á V. If . qoe eí tofetate y feunieei teda aqoella
ida..... Fuere de eeto, ee coea mié docente á tm Capitán y
Plrfncipe cciMitiio qoitar á ant eaemlgae «na Princeea con
quien deeae CMeíae, con la e^ieda en la maao^ que no con
ceutelea, ardidee y enfiftoe; i lo qttal ee junta que la razón
mis eficBs y derta de owneer en meno y eeeamienlo, ee que
el minw qoe la deiee ee iiiuliu tan galán y enamorado que
000 rie^ de tu pereooe la aeqoe y libre de aoa penone pri<-
liooes La preeeocia de un grande Capitán et gran parte de
lat célebres victoriaa, y eetá ya muy extendido por el mundo
el nombre ilustre dd Sr. D. Juan; mas ti esta en Flandes en-
tre peftaa, foeee y agua mucho tiempo, y recibe acaso algún
daftoenla goena, meoguarálaíaroa ilustre de sus bechoe y ee
oomará en docena con los otros Capitanes y Príncipes. Pero
si después de haber ganado y gosado tantas victorias en Orien-
te va deredio á Inglatafra, sólo su nombre aficionará y atraerá
á todos loe magnánimos y fuertes ioglesse..... y persnedirán £i*
cilmenta á la Reina de Escocia á que ee case con on tan va-
liente Capitán y General de tan grandes ejircitoe •
— 5o3 —
LXVI
Descifrado de carta de la Reina de Escocia á Antonio de Guaras,
agente de S. M. C. en Londres.
(Del castillo de Schefeld á 28 de Agosto de 1577.)
« II semble que le Sieur Don Jean se doibt soigneuse-
ment donner garde qu'il n'aye au pres de lui quelques plus
grandes espions que fidelles serviteurs anglois ou aultres. Le
Conseil n'ayent point faculté de telles instmmens et pareilles
inven tions par toute la chrestienté, je me sens bien tenue au
dict Sieur D, Jean du tesmoigaage qu'il vous a donné charge
de me rendre de sa bonne volonté au bien estre et establise-
ment de raes affaires, ce me sera tousiours autant d'accroise-
ment de l'obligation que j'ay au Roi, vostre maistre, son frere,
et a toutte la maison d'Espagae, que je prie a Dieu prosperer
et vous avoir en sa saínete garde. >
LXVU
Nicolás Sanderus escribía también en 10 de Octubre de 1577
á Felipe II, en carta autógrafa, sobre el proyectado casamien-
to de D. Juan con la Reina de Escocia, María Stuard, que lo
estimaba muy conveniente. Y Antonio Pérez, en sus adverten-
cias escritas de su mano sobre relaciones y proyectos en Ingla-
terra, decía entre otras cosas: «Si ha hecho la Rema de Ingla-
terra algunas prevenciones por ver de cerca á D. Juan. Ad-
mitir plática de casamiento, y aun de amores, si ella los em-
prendiera, como suele. »
--504-.
LXVUI
Bt Rtf á D. Jmm áe ÁiUkrim,
{Utáñá 84 dt EiMro dt 1576.)
••«M. Por una cuta de 6 del |wuaimte m oe aviió bíao parti-
ciott pfl^ M — hiiifia •• <|M, por ima parta* aa vajpa i
do BBoy de veraa eaa faule ooo laa annaa ato perder |TWrti'r eo
nada; y por otra, ▼aliéndooa da la ua|ociaciuu, daclaiandn i
todoa mi ánimo é toteocioo ao eaoa oofodoa. noaerriM>lara-
docdoo daaoa Batadoa á la obediencia de Dioa y nia, y no d
cHtifa ni la ntiaa dalloa en faneral, dno de loa ffm eatnrio-
encaxgwroa inucbo c|ue en aQosla oonMnBidad cannáiay proc^
dáia; / ^ «to cUm pm ttlá dida, na ktg^pttrpU jémmm, tm»
B^ttlat hÍ0 lú fm m pmtiñ y cmmmf p&rmiéntHméUfm $$
fnlmi«.»—{Lo que ealá en corahra ea de mano de S. M.)
LXIX
(Aifmtoo á 7 de Hebrero de 1578. )
«Bata nna aarviiá a61o para d«r á V. II. d parabién de la
victoria qoe Nueairo SeAor ha sido aervido de conoodeUe el
viernes peaado, la cual, deap«MadeDioa,qaelaha fivoneidD
como causa ania y tan juaia, ae debe reconocer toda del giaa
valor y prudencia y buen gobierno d«l Sr. D. Joan, porque no
dejó de ordenar ni de mandar ponto de lo qoe oonvenia, y lodo
lo biso coo tanta rason y fundamento, habiéndoto prioMro
cooaultado con el parecer de todoa los de su Consejo, qoe no
se podia hacer en el mundo más. Cierto, Seftor, eata rota ha
sido una gran victoria, y de tanta importancia al aervicio de
V. M.. qoe yo no lo podría encarecer, porque deapuea denla
felice suceso, los que se habian recogido en Tillo se le han reo*
- 505 —
dido á misericordia, y el Sr. D. Juan ha usado con ellos de
toda clemencia, que no es de menos importancia haber tenido
ocasión con el egemplo de la misericordia dar á entender á todo
este país que los que quisieren ser buenos católicos y fieles
vasallos de V. M., han de recibir toda merced y buen trata-
miento, como siempre lo ha V. M, acostumbrado hacer. Ansí,
tengo yo por sin duda que todas estas tierras de allá dentro
que no tienen guarnición y no son muy fuertes, no dejarán con
este ejemplo y con la buena manera que se tendrá y con el
gran miedo que habrán cobrado, de venir á rendirse al señor
D. Juan y ponerse debajo de la obediencia de V. M., como de
antes lo estaban, como lo ha hecho Lobayna, por los avisos
que ha enviado Otavio Gonzaga, y lo mismo se espera de Ma-
linas. Yo tengo en muy gran dicha la ocasión que se me ha
ofrecido de emplear mi persona en servicio de V. M., lo cual
he hecho procurando ponerme en aquel lugar que yo entendí
y conocí de poder hacer maior servicio á V. M., y esto hice
con tanta voluntad, que ninguno me hizo en ello ventaja ni me
la hará jamás donde entrare al servicio de V. M.
El Sr. D. Juan ha resuelto no perder tiempo y seguirla vic-
toria, procurando en el mismo tiempo con la fuerza y blandu-
ra sacar dello todo el fructo posible, y así del suceso como de
la determinación que tomará él, dará á V. M. muy entera rela-
ción; no me alargaré yo en hacello, y guarde Nuestro Señor la
S. C. R. persona de V. M. »
LXX
D. Juan de Austria á Jtian A. Doria,
(Argenten 7 de Febrero de 1578.)
• Muy illustre señor: No me hallo con carta de v. m. á que
deba respuesta, y así servirá ésta solamente de decir que por
la relación que le darán los embaxadores, entenderá el buen
pie con que habernos pasado la Mossa, y la merced que Nues-
tro Señor fué servido hazernos, á último del pasado, de rom-
per el campo del enemigo que estaba cerca de Namur, y des-
- $06-
h¿mMt€m\o&mak§qmámtnm ha «ntdido, «¡m todo la
éáo obt» dd dalo, y Mi lo pendo tm k taMo oidM y
cteto qoe hubo y b ooDfonoidod eoo qw ot pneodió por
aot$ quo ffOwoMolo pMOCii <|oo Dloo w cocsminsbo
■HMBii, eo«o m 4o cnMr q«o le liosu. lU tido om
rio (i) do fraadfíiBi iMportmio y do qoo aoo ¡indiioi pro-
flMlor wuf protpivoo ooottoo* oí S. oL ocudo á oiio ooiocio
000» dÉbo y eooyiwn á oo Mnrkio. Yo ha^o lo qm poodo
por nootror lo dooNMCto ó% S* ll« por ooo partOb y por otro
LXXI
D,Jimté»Auíki»éfwm A, Dmim,
(Do Hobro, joato á Honrar, i 14 do Hobrwodo 1578.)
« H«BO oqof lleno do nraoioim y coraaoo poro
ol oooriico do hijo do «i podro; y Imom oqof , por ota
oi mió d— yirfodo ortiÉBow do lo tiorro« porqoo á 00 o«lo,
difo de verdad qoo Me U victorío qoo ooo ho dedo Dioo, too
dodo de ou tnooo, tinrilroMoo otroo ■wiilwn, hoüo teaor lo oaág
■ndodo, tí le ayudárooioo á 41 poro oer oyododoo BoooCroo;
meo ni oprovodix fritar, ni boato piotoalar, y oaf 00 oHMOfear
lomiÜrBo» ooterameftte á milafros dñrtnoa. Miro por oa vido
lo que aentiré yo y lo qoe aiento de qoe vaya aoliondo cm der-
to lo qoe tan antevisto le ha ñdo. Ai fin, coo todo eeto ao ha
de llevar la crux y no aolt^rlo haota lo Altimo: oef lo voy ha-
depdo y llegando á doode puedo, poea á doode quiero no hay
rontodic De todo oeto doeoo miidio eaber qué oe trato 00 oea
PÍ090 del mundo (a), y a lo qoo ae jusfi do oú trobejo oa lo
^M merece mi porfiar en él con tan áaperaa condiciooee como
Dioe aobo qoe lo hofo. Eatoy por deeear ok olfoao oápopor
BoUogváoaleBdv^oooe moCioBo lártiwo, qw dio qoo oí
(i) La de Gembloox.
(1) Kú te deoooriBebe en aquel tiempo á toda Italia, j muy
perticoUnnente á Roma.
— 5o7 —
un miserabilísimo estado, y con razón, pues tiene tanto cíe
simple. Ora el dia de la rota fué, cierto, demás de útil, alegre
y de gran lección, porque quanto á lo primero, ya no podíamos
sustentarnos ni vivir en un palmo de tierra que hollábamos
gastado hasta el casco; lo segundo, se iba de paso en paso
caminando á la victoria; y lo tercero fué con tanta orden, y fue-
ra de la sólita confusión que suele haber en tales dias y casos,
que tocó parte á todos y cada uno en su tanto . Nuestro Octa-
vio (Gonzaga) anduvo fino desde el gobernar y obedecer, has-
ta el cerrar y seguir; pero ¡oh qué gente ésta y quáles estamos
todos, si ayudasen al corazón las fuerzas! Quando más no se
pueda, volveremos á combatir, y será, sin falta, presto, con
que me acuerdo hartas veces de Juan Andrea, quando aca-
bada la batalla me emplazó para otra al año siguiente. Así,
pues, vamos agora, porque el enemigo se nos rehace y nos-
otros nos deshacemos, al menos no tenemos con qué irle á la
mano hasta que, vuelto en sí, volvamos á la segunda, que si
llega será fina, y acuérdese de lo que le digo, ó guárdese esta
carta por señal de lo que digo. De la buena vida de Genova y
su ribera, no tiene el caballero del león un tan solo punto de
invidia, tras que la suya asen mucho mayor estremo trabajosa
que del caballero descansado descansada. Ande, ande; tenga
vergüenza noramala, y salga de ahí, y sea para donde quiera,
aunque bien mirado no sé qué me le diría á la oreja por ago-
ra. Hele deseado mucho por acá, y algunos dias harto más
que mucho; pero diz que bien está San Pedro en Roma
Parto mañana á ponerme sobre Bilvorde, que es camino de
Bruselas, á donde si no fuere, sabe Dios quánto y quánto me
faltara y con quán moderado remedio me contentara, y la ga-
nara por más y más que se nos ha fortificado. »
- So8-
LXXII
D,^umd$AtuinméS.M.
(TUtoMa as <k H«br«ode 1576.)
«]>• dU «B dfe M «R pomMdo lo d« MÉ 4t
áltioM dtUgeocM de que uto con V. 11 .» 00 1
por haoarqotloqaonwácMftD, « nott
tOMKio 6 diario, eoo Más ate do k potiblo brovodad, por-
qm oooM Uogo «crípco á V. If ., « lia da atr gnanm, laal la
puado yo b«c«r 000 fiJta da todM toa ooom qoo aoo oaaoialv
paiaelU. Si 00 lo Im danr, ■riiérdawlB á V. M», por aaor da
Diot, que rnnaiiMi coaato fMla, no tolo lio |MOfacÍM>, paM
avaatiuando Jaalo oon alio lo denáa que tiaoa aqaf, y avaa*
tacándolo de aaarta qoa aa foer^a qoa diga qoa por vida da
V. M. qoa andanrw aaay aiáa tnijalM á «Ivamoapor oulafro,
ó á aanlaparnoa del, qua á gaaer nada qoe valga, yqoaam
la vacdad. Ciaa V. M. qoa noa tnaa vicocas da anua vaatan*
Dioa labe caál es por pura y ailiaarfriaM nttmááñá da parta
•iqakrade Lu rotgaiaa que aobraroo coando te perdió eeto tan
perdido como aatá; y porque ee trata de últioia dUigeoda paia
no volver más á tratar, sino da sola priesa en la rsMtocMo,
qaíiso cumplir hasta donde puado oon lo qnadabo, y aaplicar
á V. If. de nuevo, que demáa de la bcevodad della que im-
porta, y á todo oslo mira macho en to que resuelve y á quien
cree; mire en loa finea da cada uno, y loa que Uava el consejo
que le dieren, y acuérdeeele á V. M. para esto de la expe-
riencia y efsnq^o qua tiene de todos y de las nHjfWTinniis de*
Uos. Si digo demasiado csstigoemelo V» M., qoa yo bolpaá an-
tes dello que de Ikgar á faltar de mi coociencia, y á las de en
servido y mi honra. Pero por no hacerlo envió á Moa. de Vi-
lly, de quien entenderá cuanto fuere V. M. servido saber des>
de que despaché al Secretario Escovedo hasta agora, porque
como presente testigo que ha sido de casi todo ello, y como
tan platico de lo destos Paiaes y celoso de lo que debe á cris-
tiano y caballero, dirá y cumplirá eoteraroente su comisión;
— 5o9 —
óigale y créale V. M., suplíceselo, y mándeme luego á mí lo
que querrá que yo haga, que eso executaré con toda obedien-
cia y humildad, y con el deseo que debo de que lo favorezca y
guie Nuestro Señor, á honra y gloria suya, y á servicio y des-
canso de V. M.»
LXXIII
D. Juan de Austria á Antonio Pérez y á Escobedo.
(Vinz 15 de Marzo de 1578.)
c El Príncipe de Parma há que está conmigo hartos dias
y algunos meses, y no ha recibido una carta siquiera de S. M.,
mereciendo él harto más que palabras, pues sirve con muchas
obras y no con menos trabajos y peligros de su persona, que
no es poco de agradecer; ni merece asimismo que sea olvidado
un Mos de Yerges, por quien conozco la libertad ó la vida y
lo que se posee por acá, fuera de lo que toca á Dios. Estos
cuidados y disfavores desaniman mucho, y con razón, á los
que sirven, y dañan harto á los servidos, porque al fin no lo
serán.»
LXXIV
D. Juan de Austria á Felipe II sobre ia muirte del Secretario Juan
de Escobedo (i).
(Beaumont 20 de Abril de 1578.)
«Señor: Con mayor lástima de la que sabria encarecer, he
entendido la infelice muerte del secretario Escobedo, de que
no me puedo consolar ni consolaré nunca, pues ha perdido
V. M. en él un criado tal como yo sé, y yo el que V. M. sabe;
y aunque es esto de sentir tanto como yo lo hago, siento sobre
todo que al cabo de tantos años y servicios haya acabado de
muerte tan indigna á él causada por servir á su Rey con tanta
(i) Biblioteca Egerton, publicada por Stirling.
— 5x0 —
tmátá y MBor. «a otro aiagiiB cMpecto ni Idipmcím dt 1m
qmm uata ahora. Y« hÍMiaa la cena oOa vadad
<|oa ia jittxa da oadia iHMnriaflMote, no pteoao iocoffir
aala paoado as aala caao* i^m yo oo aahalo parta» n
por itn duda lo qoa ^go, y coano bombee á qnian taala oea»
•ioo ia ha dado y que ooooda U libertad coo qoa Eacobado
trataba d aenricio de V. M., tanooM da dóoda lo poada Ubar
vaoido. Al fia yo 00 b aé darlo, oi oo labiaodo lodHé.dao
que por aawr da Nueüre Seter ti^ilico á V. 11. eoa coaalo
aocarodoMoto piaado, qoa ao panoita la aaa hacha tal oienaa
aa 80 Corta, ai qoa la ractba yo tao gnuida coa» U que tam-
bíaa aa na hace á mf« tin qoa aa hafaa lodaa laa podbtoa dt-
Hfnc^M pm Mber da dteda viaoa y para caatíprio ooa el
rifar qoB asaraca. Y aaaqaa cíoo qoa V. M. lo habrá ya hecho
muy cumptidameole. y que habrá complido coa al aér de P( in-
ope tao chrittÍMio y joaticíaro, qoiero aal bmmow il^>licarla
qiie como caballero vudva y nnnMaala volver por la hoam de
qoiea tan da vasaa la aMrocía ooaM Eacobadoj y aaí, paaa, la
qoade yo taa oblifido. qaa ooa jaata raaoa poado tatMfiaafoia
habar aído caoaa da ao oMürta por lat que V. M. oMjor qiaa
otro aaba. Taofa por bioa, iapllooaak». que no aólo acuerda y
•olkUe, ooaM lo haré coa lodoa loa oorraoa.qoaoto toca al di-
funto hasta que le aea hecha eotera ju«ticia y rerouneracioa de
iua aarvicioi^ síbo qoa poM adelanta aa lo donáa coo que
Todo esto tomo á suplicar á V. M. de nuevo quan humilde
y eacaioctdamaato poedo, y que aa sirva de OMadarroe rea-
poodar á todoa aatoa paiticuUrea, porque coofieao á V. M. qaa
ninguno pudiera sobrevenir ahora que tanto me inquiete el es-
píritu, basta cumplimiento de todos los que tocan al maarto,
como so muerte.
Yo no sé aán cómo han quedado aoi coaaa, y así no puedo
tratar da ningunas en particular; mas aopUco á V. M. que
acordáadoaala del intento que Eacovedo llevaba, que era el
del booor y la limpieza con que aiampra le airvió, y del poco
cómodo que deja en su casa, haga toda la merced que mere-
cen á los que quedan en ella, y principalmente al hijo mayor,
— 5" -
de los oficios y beneficios que el padre tenia, que de que Pe-
dro de Escovedo los merece y que es subjeto para ir mere-
ciendo cada día más, si es empleado y favorecido, V. M. mes-
mo lo sabe mejor que nadie. Y porque pienso que, según lo que
era fuerza gastar y lo poco que tenia, habrá dejado algunas
deudas que podrían dar pena á su alma, y acá á sus hijos y
mujer, suplicaré también á V. M. les mande hacer merced con
que las puedan pagar. Aunque principalmente le suplico cuan-
to puedo que, como á padre que he quedado del dicho hijo
mayor, me haga á mí ésta tan señalada merced de darle en todo
todo lo que su padre gozaba, porque cuanto á las deudas, yo
me acomodaré fácilmente á quitar lo más del comer y vestir y
de lo que tuviera menester forzosamente para pagarlas, que es
lo menos que puedo hacer por descanso de quien trabajó hasta
morir, como murió, por descansarme á mí y hacerme acertar
el servicio de V. M. en cuanto pasaba por sus manos, que era
y será cuanto he pretendido y pretenderé toda mi vida.
Vea V. M. si estas obligaciones merecen que se use destos
oficios, y si quedo con razón confiado de que ha de hacer la
merced que pido en todo lo que le suplico y suplicaré conti-
nuamente, hasta alcanzar la justicia y gracia que le estaban pi-
diendo siempre la sangre y los servicios del muerto.
Guarde Nuestro Señor á V. M. con la felicidad y descanso
que deseo y tengo menester. — De Beaumont á 20 de Abril de
1578..
LXXV
D. Bernardiiio de Mendoza, Embajador de Londres, áS. M.
(Londres á 17 de Mayo de 1578.)
€ Aquí há muchos dias que se platica en casa del de Leices-
ter de matar á S. A. (D. Juan de Austria), refrescándose la
plática con la buena ocasión de la guerra, de lo qual he dado
aviso á S. A., y juntamente que esta Reina dio libertad á los 10
á Edemondo Ratelife, hermano del Conde de Susex, que esta-
ba preso en esta Torre de Londres tres años há ; y á causa
— Sxa —
dshftbémkl dldOCMÍ MMCntOtdMlHlABdfllS dt MltftÍBOt
OIM M OOM OM poett V60M é OIMOft ■• hk VMiOt IMtolviiodOM
étit* «o «1 náfOBO ponto qiM la diarao Ubartad, de ir á aenrir
á S. A.. 1« he advertido dallo, por tm omoo deabaratada y
atrevido paimcitalqttiar*caio,8aguo lo qoaaqof um<
puaa aa rapanfina Ubaitad y reaotectOD puado, ooo Tflf**!
LXXVI
D. Jmm é* Auttn» á Jnm Aairm Doria,
(Namur á 7 de Juoio da 1578.)
«AcábooMi da levantar de la caaM para aaeribír lata; pero
volveféme loefo á ella, porqoe om he poeeto á un o^io harto
peaado para m poco anfrido cobm yo, <|im ea aader, y no
preaantai Dioa raba qoa oi por decir ai hacer ma ha que-
dado dilifaocia algnaa por uaar, da qoa quanto al nnado la
taofo tafltbiao «oao á aaf ■tirfrhn, tna lo qual no taaw la
hoora, ni se me da de lo que aneadtara aioo lo que ooaw cria-
tiano caballefo aoy obligado. Bo verdad qne ha vnalla Ifoa
da BiUi y traido la reaolncioo de palabra, qne difo an aaoln;
mea ya he reapoodido de nuevo que, i lo qoa poedo, oobm»
hombre humano, ma obligo, y 00 á lo que hombrea no ae poa-
den ni pudo nadie obliguloa. Al fio, traa lo paaado la laofo
larga y dura de paaar, aagun veo. iGloria al mianK> Dioa, qne
roe dió memoria y pecho pafa no volver á meooa de lo qoe
debo, antea para paaar á todo lo que aoy obligadol y con eito
me tomarán alagñaaenle trabajoa y moerte, ai aataodo an lo
pnmero aobreviniere lo aegundo. Qm por eae orando de allá
se entienda ello asi, huelgo lo que labrá juzgar qnalqaiera
hombre honrado; y de que á este fin ae enderezan loa ofidoa
de V. S. por todas partes, no lo dudo punto, poea como quien
tanto lo es y tan grande amigo mió, sabe que se estiman tales
(1) Parece fiüu aquí alguna palabra.
— 5i3 —
obras para continuarlas; así, le pido yo quanto puedo que lo
haga, y que, en todo caso, se desembarace para escribirme la
opinión que corre, de quien tan presto está en merecer la me-
jor y lo que habré de hazer para al9arla enteramente con sus
finezas y todo, porque el honor con tales condiciones se ha de
procurar.
De la infelice muerte de nuestro Escovedo estoy que no sé
qué decir, mayormente desde tan lexos, que de cerca aun algo
dixera, aunque, á mi juicio, caso es que pide más presto obras
que palabras; pero atapan la boca y ligan las manos tantas
sospechas y ninguna certeza, sobre lo qual no se puede de pre-
sente más que estar á ver y sentir lo que se debe á un caso y
á un criado, tal qual se ha visto en esta muerte de Escove-
do Yo quedo, como empecé á decir, sudando, porque no
tengo lo que he menester para sudar trabajando en esta cam-
paña, ó sobreplaza que sea de algún importe, lo que siento
harto más que todo cuanto padezco. El enemigo se rehace, y
yo deseo verle ya rehecho, porque sin volver á las espadas no
sé qué podemos hacer, estando qual estoy; pero él mirará por
sí, á lo que creo, harto más que aquí miraremos por nosotros,
porque combatiremos, cierto, si osa combatir. Dios con los
suyos, que sí será sin falta, como lo ha sido, y guarde á
V. S., etc....»
(Al fin de la carta y de mano de D. Juan:)
«¡Oh, qué tiempo y qué vida para tenerla envidia! pues
quedo qual dice la cifra, aunque ninguna hay que diga lo que
hay y se pasa. Una higa, pues, para mis enemigos, que no ha-
rán que falte de lo que debo, suceda lo que sucediere. V. S.
me escriba lo que corre por allá y esté atento en lo de por acá,
que oirá, cierto, ó milagros de Dios, como por lo pasado, ó
que con toda razón y á puro ser forzado se emprendió quanto
se emprendiere.»
33
— 514 —
LXXVU
D.ymmisAmiñéáS.M,
(De U Abtdfa ám JUotr» á ao de Julio de 157S.)
«Yo adhriarto de otétmno i D. BenMnüoo de
(Embejedor ea Ingietene) lo que me be puteicido cwifinii id
itnriciode V. M.; y» be dedeck le verded, oobeMaido|Ni*
eáeocie peca dieimulef testo» pon|tie 00 peresce qjtmmeXbimm
el defto iíii ■ebef de d^hytf ooe vime* ttfftyli? tea a^iBri^f n
elMoi aywlle Reioe, diriáodoleá íoqmmH oWii¿ y eaáa
oMil cimiple coa ello, f ^le V. M. 00 he de rnmwfir qm
qúkm le debe eyuder, le okade; qoe auw qae láeaa legfo btm»
ao, y que tí de oidoe á ei» veeelloe, hellexA ooa taHaJdadqae
le abren Ue p«iertee: cpie lo qoe le ocnvieae ee ooaeenw le
aanüad 000 V, M., paee eoo ellaealá Mgaia, y de otra naaae-
la atn que V. If. k he oheenrido y obemetá, y yo Ja temiré
ea coeoco no diece oraeina á lo coatnrio. y otsM ooaai á eile
pfopóeito*....*
LXXVU
p. Jmm dé Amiirim á Juam A, Dmi*.
(Dri campo junto á Tilimóo á 13 de Agoeto de 1578.)
«.'.... Lo que noe de meyor pena qao le multitud de loe <
angoe es le vUuelle, que cierto temo que ésta aoe he de ee-
duiír á Buiyor extremo que todei quentaa fuenae pueden car-
gu lofare oototroe. Coee ee que deide el principio be eotevie-
to; pero U fette de dinero no he dedo lugar á prevenir el
dio, mi S. M. km sido ttrñdo pommU. AMha ti juicio y I» ^
da «fr UmUJlauiédy ámemiáo m aum qu* no U importé mmmm
qué U koma y U vgwOad de todos sus reynos.»
— 515 -^
LXXIX
D. ytian de Austria á Juan A. Doria.
(Del campo junto á Tirlemoat, i2 de Agosto de 1578.)
«Las cartas de V. S. de último de Junio y 19 de Julio he re-
cibido, y holgado lo que suelo coa las nuevas de la salud y fe-
licidad y contento en que vive, que no es menos prudencia sa-
berse contentar y gozar desto, que sufrir en su tiempo los tra-
bajos y adversidades. Dichoso V. S., que aunque ha corrido,
al fin ha llegado á tomar puerto seguro, y pobre del que corre
sin saber á dónde ni cómo ha de parar, siéndole contrarios los
elementos. Este soy yo, y á quien con mucha razón debe V. S.
tener lástima, no por el trabajo de cuerpo y spíritu que trae
consigo haber de sustentar el peso que cuelga de mis hombros,
sino por querer que lo haga milagrosamente, y que por este
camino conquiste y allane lo que otros no pudieron conservar
con tantos millones de oro; y pues V. S. sabe las condiciones
con que humanamente se pueden hacer semejantes cosas, y
considera con mucha prudencia las dificultades desta guerra,
no habrá para que yo le canse ni aflija con dezir la particula-
ridad dellas: basta que el hacerla en otros tiempos sin pagar
la gente fuera más fácil que agora pagándola, porque la mis-
ma diferencia que hay de los ánimos, hay también de todas las
otras cosas (Lo que sigue, de mano de D. Juan.) Huelgúe-
se quien puede, pues el tiempo se lo permite, que á mí no
me toca ya sino padecer trabajos nunca padecidos de otro; y
cierto que holgaría con ellos si no truxesen otros peligros que
los de la vida; pero andan los de la christiandad y mi honra
colgados de aventuras tales que si Dios no usase de conti-
nuos milagros, se habrían ya acabado con una sola desventu-
ra. Yo espero en él lo que debo, tras lo qual quedaré mostra-
do para antes de empeñarme en otra donde falte todo, como
en ésta. Lo demás remito á la relación y esotras cartas que
van con ésta. V. S. las vea y mire, que lo de acá no está co-
mo lo figuran allá, para pensar menos de que al fin es fuerza
— 5i6 —
que K av«otiire el pobre cebellero del leoo intes que le eor»
otto dift w cnenu^f y crao no peeifi leii^ tienpo ms HwV*
nos; pero todo w cooiideni y núde prinMMO y te encioiiiieBdt
á Dioe, eaaqoe boe» debe ter de preeaote om iride dedi tode
el dieblo,dl ee veided qee qoeolo aiieloee,«ÍeeecMle......
LXXX
Atáomio Fha á D. Jmm i$ AuOrU*
(Medrid 19 de Acoelo de 157S.)
(Deepoit de tefarkle el deifBMiedo eooeeo del Rey de Por*
tufiaU D. SebeetÜo. ea AMce, le <fiee:) tT «nq«e V. A. no há
meoeeter ni oone^ioe ni «ieoiploe pera fobemeree, como ady
prndeme Geoetal, yo, «0BW «Me tf V, ^. teete, me «ravo á eo-
pKetfle <|ae mire eteeo eveotoni lo qne tieneeotra mnoe y ee
pereoMi, que ee lo que mát importe, y qu« «noque el velor oe-
torel le lleve, no hifi pruebe de le fortnoe tía ootefale oirti-
dumbre del idoeeOí poique enM|oe le vmorie ee ooie msy
glorioae, lot loonoe de le goenm eoa dadoeoe, y en le párdW
deeveotora V. A. oMciio mis qoe ene enenrigoe, porque eOoe,
Mmqoe ▼encicne* ▼veiveoí oomo 10 neo necno mmaB «eoeei y
V. A., con pérdide noteble, podrís msl volTer eobrelioe ten
lejoe de los socorros. Psro iqoé geotil difiérete hdrfer mi pen-
d^srio con on tan grsn General en este meteríe! El emer y
cdo de que V. A. ederte me dieealpe, y d exemplo deeis
ililtiiiii de Portugal me he dedo ocasión pera dio.»
LXXXI
El Rif á D, Jtum dé Austrim.
(Msdríd 10 de Septiembre de 1578.)
• Por una de vuestras cartas he entendido cómo luibia-
des puesto en ejecución lo que me escrilñstes por la carta de
Oltimo de Julio y lo que en dio pes6, qoe he eido muy biea
- 517 -
haberme avisado dello; y he holgado de entenderlo todo tan
particular como me lo avisáis, y de saber que vos y el Prínci-
pe mi sobrino quedásedes con salud, que son las nuevas que
yo principalmente deseo tener, y hame parescido que os go-
bernastes en todo aquello con la prudencia y destreza que se
podia desear
LXXXU
D. Gabriel Niño dt ^úñiga á D. Diego de Córdoba.
(Del campo de Bouge á i.° de Octubre de 1578.)
tNo quisiera tomar principio á hacer esto de tan desastrada
ocasión como es por muerte del Serenísimo Sr. D. Juan, á
quien ha sido Dios servido llevarse hoy miércoles i .° de Oc-
tubre, entre la una y las dos de la tarde, pérdida cierta tan
miserable y digna de sentimiento, cuanto otra se ha visto ja-
más para todo el mundo, mayormente para este ejército, el
cual queda hoy el más condolido y con mayor decaecimiento
y tristeza que debe haber estado otro cuanto ha que el mundo
es, juzgando cada mínimo y mayor soldado haber oy perdido
su padre, juntamente con el brio y valor deste egercicio mili-
tar. A mí me tocará esta pérdida como á hombre desta profe-
sión, aunque de mucho más cerca como á criado suyo y de
quien tanta merced rescibia, pues habiéndole servido desde
que comenzó á ser quien hoy era, le servia desde que entró en
estos Estados de Gentilhombre de su cámara y su caballerizo,
habiendo antes juntamente tenido el cargo de sus guardias. Asta
que volvimos á entrar este año en los Estados, y quien estos
lugares ha perdido no pierde mucho, pues en general habemos
perdido un Príncipe de valor y de tan grandes principios y
de mayores esperanzas. Sea Dios alabado por lo que hace que,
pues acá no le habemos merescido, perdámosle á nuestro des-
pecho. Murió S. A. á los quince de su enfermedad, saliendo
del catorceno ya desaufuciado, y puédese decir lo estaba an-
tes, pues desdel domingo de mañana que habia recibido el
Santísimo Sacramento, empezó á desvariar, y desde ese día,
- 5t« -
en U noche, oo hablabt p^Ubr» rmunertiila oat ooo oln, Im-
biflodo UmmIo á Mis témiMO ■• uptnMm tai m^diww om
BM^ arlulan»», qae filé al oovmo, ao m echó de rm que ert
tabardüte. A ta omI w jooté apmwta Ím ekMRMM, 4t qw
cnadoe, poee oo ooe podioMM di^Mdtr ÓÜ ni Ü decimoe á
Dioe aolat do acefaer. Ha aserto^ le que •• freo oaaeado, 00-
IDO QUft OnBKMUBBflMBO BnrHBOiD^* oVDUttflMilO Q0CDO vOOCNi 100 OD**
tíoe d« lalt y «i lodo «I Úmpo lo taoia y diiuBtitii aleaipro
qiMielolirfilaiMioaeooHide Diotf doderoetoo, yeedecnar
qo» «üá «o ol ciólo, et coal le dé Nooatro
No hizo taftaoMBÉo «a oMa ooianBadad; y aaoqvo yoi
que lo tooáa hacho do atrAa, todavía lo acordé A aa cooteor, |MI-
» oía hioa qMdaaa «oaa ¡^ hooar da íbb q«a ü
lasaiSKaMO^ A oila Pitecq^ avsqoa tan pobnoai
del cual aolaadf qoa CQ todo dejaba la oidao qiM eoovnia y (
d Sr. D. Joao. «B praaoaeia dd Sotar Prtadpa da i^noa. Coa-
de de Mamfelt, Odavio y algoooa qoa oqaf aoo dol Cooae|o, y
do Balado, y loa onaiea da nwpo y cabaaaa da
do foafta, ff^ ooa haofanooo joobmo a oaa noca a oqbmi*
nicar la dedaiadoo qoa S. A. hiao eo d dicho aatar ftiadpo
dd fohianio deala machina, ea d Inlerín qoa S. M. oavioA
■andar otra eoaa, lo cnd aa jaiió aUf por laa peiioiMa A qni»*
naa toca aaegwar por juramento qoo on nailia nadon no aa
aaa, pnaa hay otraa prendaa qoa noa obhfui tanto. Vino d
Aidra coneaor A ealajunla, donde dodaró, como dicho oa, qna
habiendo d Sr. D. Juan, eo algunas eonfidoaea de auAe, or-
dañado las coaas de su alma, se la dejaba enromendada A d, y
d^ba lo que toca á su hacienda A S. M., anpHrAndolo rac»-
bieaeaaatiapoay qoeaeencaifasadeanadandaa y obKfari»
neaqoeaoatieneen tan poquitos criadoe oomo aqd qnodan,
pnaa Ü no tenia para aatisíicer A esto. Y que esta so propia
volnntod había oonfirmado en la oonfidon qoa había hecho ea
•da anfemadad, dejAndole i d por dacl—dor de todo aquel
^— 5i9 —
último paso. Aquí también apuntó cómo en su confesión últi-
ma, acordándole algunos particulares, le habia respondido que
no disponía otra cosa de nuevo más de que él, y juntamente el
Sr. Octavio, lo tratasen con S. M., á quien acuden por la orden
de todas las cosas de su casa, quedando hasta esta resolución
todo en pie, como allá lo entenderá V. m. Yo, de lo que á mi
cargo toca, que es caballeriza y guardarnés, daré cuenta á S. M.
y á V. m. en su nombre, á quien suplico la resciba, con el pri-
mer correo que vaya tan particularísimamente como conviene y
se debe, para que así mismo S. M. vea lo que manda se haga
desta hacienda, porque si se ha de vender por acá, vale menos
y no habrá compradores, ni aun pienso los habrá en Italia para
lo que más vale. También hay cosas de embarazo y costa para
mudarlas largo camino. Lo de más importancia, que son jae-
ces, ya V. m. los debe conocer: hay gíreles nuevos, arto lindos,
que han venido de Milán, y otros que acá habia; algunos bor-
dados como de gualdrapas, tellices, guarniciones con oro bue-
nos y de otras suertes, y otras artas cosas más menudas, que
todas están por su cuenta y razón, que de nuevo se tomará y se
enviará á V. m. para que muy particularmente lo entienda.
Hay de todo género de caballos y rozas hasta setenta y tres;
los que hay de persona y parescer son pocos y tan viejos, que
los conoce V. m.»
Lxxxm
^uan Bautista de Tassis á Felipe II.
fS. C. R. M.
»Si fué mala la nueva que avisé á V. M. á los 2g del pas-
sado del gran peligro en que quedaua el Sr. D. Juan, harto
peor lo será ésta de cómo en este punto, que son entre doze y
una de medio dia, á primero de Ottubre acaua de expirar S. A.,
dexando este exercito como V. M. puede considerar, sin tener
consuelo más de en la christiandad con que acauó. Ayale dios
en su santa gloria y yo no me alargaré más porque no lo sufre
*- 520 —
el tifloipo ai «I ooca^oo. El principe (>) qoeda onteadieodo aa
al fOMiMiiOb f aaaqae yo ao dado ttao <|Ba todos la obadaa-
otiÉB ontufimnnte, todavía pos vaer loa tiaauwt taa adu*
ooaos y vidrioaoe Jamoqot qauíto más prealo tobra dio Ua-
fua la ocdao da V. M. aicA laalo awior.
NaMBo Stbot la Real penooa de V. M. oooMnfa y goaide
con la vida y talad qaa ea oMaaMer. Dal Cmpo á boafa, á
de Ottotaa da t^jB.-S. C. R. M. Beea laa laalea
da V. M. la OMiy banOda criado. 7immi fiealMa d§
Tmát (a).
LXXXIV
(Dal eitio de Buge á s de Octabia da 1578.)
«No habrá paia que yo (;paee á V. oi. coa Mfpúfiovle la to-
leded, peaa y aaoumieato con qoe BM ba dejido al Sr. D. Juaa,
paealo podcá iaévir de la oblMKÍoa« ad dd dando como da
la foidadeía y aüíadM aandad qaa oon S. A. tenia, á caya
vidayaMMrta podewioi tener nda envidia que láetíma, pnee
trae beber pe«MÍo en cañara ooaM á todo d arando ee noteriot
acabó tea criüiaoa y eentemunta, que no ee peqoefto conenelo
de la pérdida qaa beane becbo, aooqoe yo, como máe obli-
pdo á eete bienavialnndoieAor, niagano bailo ^pM me poada
conorter, tento nda ooniiderendo la fdte qoe en peraoaaheiá
á S. M. Obraa eon de Dioe y eecretoe joicioe eoyoe, y ed no
hay tino darle sradat por todo.
Por lo que eecribo á S. M., «atenderá V. m. lo que S. A.
me dejó eoceigtdo; cierto yo bolfura mocho eecuteima dette
otrga. Paro como nací pare tenrir á S. M. y no viat aquí á
otra cota, paieedócoe que no cumpliría con mi obtigacton d
eneeteocedondeiasede moetrar el amor y celo que tengo á
ta ttrvicio; mea como quiera que para aceiter en él tango na»
(1) De ParoM, Alc}« Feraeato.
(t j Toda <l« au oitno.
— 521 —
cesídad de ser ayudado, y yo sé cuánto lo era S. A. de V. ra*
siguiendo sus mismas pisadas y haciendo de su persona la con-
fianza que de ministro tan principal de S. M. y en quien tanta
voluntad he conoscido siempre, para lo que me toca de ha-
cer, no puedo dejar de pedir á V. m., como lo hago muy en-
carescidamente, que pues vee el peligro en questo queda y la
necesidad que hay de que S. M. se resuelva y nos mande lue-
go lo que habemos de hacer, lo solicite y procure con todo el
calor y veras posibles, acordándose que la resolución sea tam-
bién para en caso que estos no quieran paz ni los franceses
salir de los paises, porque lo uno y lo otro anteveo que ha
de suceder, y es bien que desde luego se resuelva sobre este
presupuesto »
LXXXV
D, Juan Bautista de Tassis á S. M.
(Del campo de Bouge 2 de Octubre de 1578.)
(Da parte á S. M. de la muerte de D. Juan con sentidas fra-
ses, y añade:) «De las obligaciones de S. A. la principal que
yo sé es la de su madre que está en ese reino, la qual tenia
mil florines de renta sobre An veres, de á 16.000 el millar. De-
más desto, quedaron cuando S. A. salió de Bruselas allí en
palacio algunos muebles suyos, los quales, á lo que entiendo,
se han perdido después.» Refiere luego el estado en que se ha-
llaba el hijo de madama Bárbara, llamado Pyramo, y ruega á
S. M. se interese por él.
LXXXVI
D, Gabriel Niño de Zúñiga al Rey.
(2 de Octubre de 1578.)
«S. C. R. M.: Ha sido Dios servido llevarse para sí al señor
D. Juan al quinceno dia de su enfermedad, que fué 1.° de Oc-
tubre, entre una y dos de la tarde. De la calidad de la en-
— Sai —
Immbáaá qoe le icabó teraá V. M . ya wiKion. qo*
la que yo dabia dareooM al oiii antigiao eriado qaeaqafaa
halla carea del Sr. D. Joaii. Déjaaaa á lea lalea BMiy leniiii»
dot M mocita, y oo meoea á todo eate ejércitO| por haberlet
fUHado «B laa valaraao pcfocipe y cqiitaii. Ea da alfoo ooo-
•odo liÉiMfk) BMMrtiado lao dmb en eela úlnaBO traoee nucieo*
do tan critCiana y dafotaoMole como víina« de do tanfo per
aín duda ailá daecanaaMO en el cielo.
No Uao taatamaolOt « ooa oaclaro a viifimo de ana criadoa
ao Tohmtad poatrera: creo foé la caoaa apretarle el mal uttf
qoe fbeea ceoeacido el peüfro^ de aoeiteqjm oo dio lufar para
má«. El ftidie Flriy P^aaciaeo da Otanlea» aa coníaaer. dada»
ró una hora aatoi qoe eipifaaa eo praaeocia de el pitMipade
Parma, Otario GoQsaci y algnaaa penooat de elCooaajode
V. M., donde yo roe hallé, cómo en m coofiaion dejaba todaa
laacoaaaaBleaaMmoada V. IL, y arf acodinoa á V. M. loa
qoe laoeaBoa da qoe dar caanta da hadaBda, para qoe V. M«
muide lo qoe aa habrá de hacer, qee ea eala medio qoeda
lodo ea pie ea la forma qoe antee había. Coam V. M . habrá
eaiMdido. yo avrie al Sr. D. Joan defHtIfflieaibce deaa cá-
nMra y de tu caballeriao, y aef de lo qae loca á cala oido
hifo raladoa á D. Díafada C6rdofaa para qoe él la hifi á
V. If ., i qoiea IwBilileimiitn aaplioo bm aavia á maadar lo
qoe de eüa parte de hacieada aa ha de hacer.»
LXXXVII
El P. Frama$eo Dormt4s, cmft$o^ éU D. /eae, d Aniemh Phm,
(Dd aitio, jmMo á Namur, á 3 de Octubre de 1578.)
tMuy ilustre aefton Si hubiera hecho lo qoe roudiaa
S. A., que en gloria aaa, me había mandado, no fuera érta fai
primera que de mí V. m. hubiera recibido; mas pues no lo
cumpU en la vida, soy forjado hacerlo en su muerte, suplican-
do á V. m. cuan encareddaroente puedo, muestre aboca por
obras lo mucho qoe s6 yo que este gloriosfaimo y mantiiimi
Príncipe cooBaba de la adamad de V. m. Saa coaaa qoedaa
- 523 -
tan claras y fáciles, que dan bien muestra á la mucha cuenta
que este bien aventurado caballero con su alma continuo traía.
No quiso tener otra voluntad por escrito ni palabra en esa mi-
seria de que usaba, que cierto lo era para su valor, más de la de
su Rey y señor. Este propuesto tuvo siempre y con éste vivió
y murió, diciendo que él no tenia sobre la haz de la tierra cosa
que fuese suj^a, sino que él y todo cuanto él usaba era de Dios
y del Rey, á quien particularmente encomendaba sus criados
por haberlos hallado tan buenos y fieles; y crea V. m. , señor
mió, que todo eso que se escribe á S. M. acerca de su felice
tránsito, es cifra conforme á lo que acá ha pasado y á lo mu-
cho que del se ha entendido en estos dias, lo cual es sumo
contento á los que con tanta ra9on amaban á este famosísimo
amparo de la fe católica, entre los cuales es V. m. el principal,
y por tal le tenemos, en especial yo, á quien con tanto ahinco
mandó y encomendó infinitas veces el cumplimiento y descar-
go de su alma. Invióla él desta vida tan descargada, y dejó
sus cosas tan sin marañas ni embara9os, que siendo servido
S. M., conforme á quienes y á lo mucho que á tal hermano de-
bía, en un dia solo, como dicen, puede mandar concluirlas,
para esto y para la brevedad será V. m. para con S. M., no
sólo parte, mas el todo. El Sr. Octavio de Gonzaga y yo no
faltaremos á nuestro obligo, pues él nos lo mandó. »
LXXXVIII
Gonzalo Valltjo, Guardajoyas de S. A.,á Antonio Pérez.
(Namur á 7 de Octubre de 1578.)
Después de lamentarse amargamente de la muerte de D. Juan,
añade: tLo que toca á la hacienda y está á mi cargo, que son
joyas y ropa y armeria, de que he de dar cuenta, y del oficio
de Aposentador mayor, con dexalle, la di y salí de uno de los
grandes trabajos. Me parece que las joyas, con alguna plata
que hay en la Cámara, valdrá ocho mil ducados. Lo que es
vestidos y aforros y algunas telas de oro y plata, si valen tres
á cuatro mili será mucho, por ser galas traídas. Las armas,
— Sir-
que too fíete ó ocho oofret, valdcia doe mil. Lo de cepilk*
valdrá miR Le Upioeríe que ee ocmpró de D. Luis de Toledo,
coetó veinte mil. Le ác Une y eede y le de terciopelo cerme-
•{, Taldrádoemil. Lee carnes y elboiñbne y edheraotes deltas»
valdrán tres mili. El ádrelo de ana cuadra y cama de rhaaM
tole epcamadn y todo bordado, y otra cuadra y cama de da-
iiiasrin azul y todo bordado, que se biso en liifaa. valdrá osas
de castro mil ducados. Lo dd guadaméa valdrá cvatio oúl,
poco más 6 meaos. La fiírríeniu quinientos. La pista de ssrvi-
do, custro mU, poco más á menos. La ropa blanca de mena-
je, doe mil. Lo que toca á la ooónay banñs, no bey que tra-
tar. Hay aetenu caballoe: bey poooe buenos. Hsy treinta y
ssis scémilas. Hsy los más pobrós criados que aquf ss puadsn
pintsr, que con mássmory voluntad sirvieron á su amo, áloe
cuales, 6 á los más, debe dos eftos de p^„^ So muerte fiíá
en el bierte, une peque&a miUa dests villa. Salió á las ties de
la tarde, secándole caballares sobre uoss sndss cubíertss de
tela de oro. vestido galán y araMdo, y aobre laa anass si co-
llar del Tusón. En la cabesa un bonete de raso carmesí, y en-
cima una corone de tele de oro, toda cubierU de perlas y dis-
msntes, y las msnos piwstsi oon sus sortiias, con toda la de-
recia y flaires y tres Obispos. En saliendo de cess, k tomsron
en hombros, á trechos, los eatretenidoe. Llevóee por todoe loe
cuarteles de espaftoles y slwmsnes, y en llegsndo á cada cuar-
tal le tomaban los cspitanas, y ssf lo hicieron loe elemanee, y
loe raytrea, con las mayoree lágrimas y llantos que ee podris
crssr. Llegado el cuerpo á la puerta de la villa, le tomaron á
tomar hatta la iglesia los caballeroe y eotreteoidoa. No hubo
d luto que (bera razón por oo hallarae; pero hubo alguno. El
Príncipe de Parma iba junto á las sodas coa fu loba y capiro-
te. Lloraban loe de la villa, cosa nunca vista. Entró en la igle-
sia al anochecer. Púsoee, como le traían, sobre un teetro, pera
que le viesen de^ues de hedías ó dichas laa oraríones; y lne>
go que la gente ee íaé, á media noche se bajó dd teetro y ss
puso en su ataúd de plomo, desannado y con los vestidos y so
espada, y luego en la bóveda que se hizo junto á las grsdas dd
dtar mayor. Esto es lo que pess y hs pasado. •
— 525 —
LXXXIX
El Rey á D. Jtian de Austria.
(Madrid á lo de Octubre de 1578.)
« La resolución que habéis tomado de retiraros al sitio
de Buge con toda vuestra gente ha parecido acá muy acerta-
da, y más con la autoridad y reputación de haber buscado pri-
mero al enemigo, como lo hicistes, en que cierto os gober-
nastes como se podia desear; y siendo aquel puesto tan seguro,
no estará en mano del enemigo haceros pelear no conviniendo,
y con el mismo tiempo, siendo tanta la gente y gasto con que
se halla, le habrá de ser forzoso retirarse y deshacerse, á lo
menos de una gran parte de su gente y fuerzas; y con esto y
con haberse conservado y entretenido nuestra gente, se podrá
mejor después volver sobre ellos La falta de salud que hay
en ese ejército he sentido mucho, y en particular de la gente
española, por lo que ahí me ha servido y por la falta que á vos
os puede hacer. »
XC
El Rey al Principe de Parma.
(Madrid á 13 de Octubre de 1578,)
illlmo. Príncipe, mi muy caro y muy amado sobrino: Estan-
do para despachar este correo con la respuesta de los últimos
despachos que de mi hermano se han recibido estos dias, y con
lo que más acá habia parescido advertir y ordenar, he recibido
vuestra carta de 28 del pasado con otras dos de Octavio Gon-
zaga , por la cual he entendido cómo quedaba mi hermano,
oleado y muy á lo último de su vida, que me deja cierto con
tan gran pena y sentimiento, como lo seria la pérdida, si su-
cediese, que lo uno y lo otro no se puede encarecer. Y aunque
este caso me deja tal, todavía importando tanto al servicio de
Dios acudir á lo de ahí para en cualquier suceso, no he queri-
— 5a6 -
OO ^M MMÉM^fi Mis 00fT6O, MQO ^WpflftA Im^ MI|pDMldl*
UIJMKiAt ■■ fllpMraW otro AViSOt OQB MS «MpfldlOl <|M 0IÍMr
bu 7» iMcliot y onltMidot pv» mi hwiwiiw Yo oo oNgo y
ODCMfoiiMctioqii>,oQCMoqiitDiooUh«biwmlteti<lo,obriii
iroo loo dwpachoi que |inmHi>Mi y ímijíío potroo ejecudoa
todo lo qM i él M lo oocribo y ordena, coo el caidido y düi-
fiacie qae yo de voe confio; qne por k wiMÍerrioo friade
que me» de fuertre penooe, y cooocieodo el amor y vokm-
ted que teaéit á mii ooeee y eenricio, me be reeoeUo en eooo-
wenderei lo de ebf entre tamo qoe ee ordena ota com, qoe
pan qne podáie pcofoer y ordenar todo lo qoe foen menerter
y conviniere á nú eenrido coo la aoctoridad i^ ae réquiem,
ee oe enviencon hu loe deepechoe neremrioe en la jarmagae
varéit por eiloe miemoa. Una de lea ooeea que ee iwdeoí á n»
bermaao, como verüa por loa dmpachfw, ee qoe ae pracora
y mentaner lo de atoa £etadoa,y qoe
del amado, ni per oiagnna ooea que pueda
deeempare lo que afora m tiene en ellos, ]^qoe para eMo y á
eete ftn enderece lodaa ana aocionee. Y porque « an voKmiad
que w guerde y obeerre eeía orden, oe be querido eecnbir á
voe y eocerproe, ooaw lo hefOk que ao m atora ori
cion en mnguna ñamara ai por aiafuaa ooae.*
Pera d PHHiip§ áé Pmwm, 4» wtam d» S. M,
«Ee Canto lo qoe be aentido la mala nueva de mi
que ya que no lo puedo eocareecer, no puado dejar de tocneroe
á decir que el dolor y eenrimifwto della ee muy coníaram á la
pérdida de mi bermano, que yo amaba y eetimaba taalo, y á
la íálta grande que me hará para todo, y en perticular pan lo
deeoe Fetafloe, aunque en esta parte me ha sido decouueloel
hallaroe vos ahí, de quien yo tengo tanU aati&faocioo y con-
fiama; y asf, me he resuelto en hacer de vos lo que veréia an
loa deepechoe que van con ésta. Yo oe ruego que correapoa-
dáia á ella y que atendáis á lo de «hí y á la ejecución y cum-
— 327 ~"
plimiento de lo que sabéis que tenia en orden mi hermano y de
lo que agora se escribe, y, sobre todo, á la conservación de la
parte que se tiene en esos Estados y de mantener en ellos ese
ejército, pues importa tanto para el remedio de lo demás de ahí,
y más en esta ocasión, que se trata de que las cosas se acomo-
den y asienten lo mejor que se pudiere por la via del concierto
y por el medio del Emperador.»
XCI
^tian Bautista de Tassis á S. M.
(De Buge á 13 de Octubre de 1578.)
«Envió con ésta el duplicado de lo que escribí á V. M. á 2
deste; y este otro dia después, que fué á 3, depositóse el cuer-
po del Sr. D. Juan, que en gloria sea, en la iglesia mayor de
Namur, en presencia de testigos, como es costumbre. La for-
ma que en traelle se tuvo fué: que después de embalsamado,
le armamos; y ansí, puesto en una tabla cubierta de un paño
de brocado, llevando en la cabeza, arrimada á almohadas, una
corona Ducal, y puestas á los pies la celada y manoplas, le
sacaron de casa sus gentileshombres de la Cámara, y después
de mano en mano los gentileshombres y caballeros entreteni-
dos le fueron llevando, y luego dos capitanes de caballería y
infantería, ansí de españoles como alemanes, cada uno en los
puestos á do estaba con su gente en batalla. Y como se entra-
se en el lugar, hiciéronlo los del Consejo, yendo en vanguar-
dia de todos D. Lbpe de Figueroa, con siete banderas de in-
fantería, á la cual seguían la clerecía, y á ella los criados de
casa; y de los lados iban burgueses con las hachas, y con al-
gunas los pajes al lado del cuerpo, yendo los mayordomos
delante. Venía detrás el Príncipe de Parma, y junto á él el
Obispo de Arras y luego los Consejos. Llevaban las puntas
del paño Octavio Gonzaga, el Conde de Mansfelt, D. Pedro
de Toledo y el Conde de Reuz; y el Obispo de Namur, por
estar enfermo, quedó á la puerta de su iglesia y hizo los ofi-
cios, todo ello lo mejor que se pudo. Fué dia tristísimo, y en
— 5a8 -
•1 coa] M TÍO llorar onirnrilMuiiÉa lodo «I eiiicilo, baüa kü
particular íoaaMliiiiiamo, daclaniodo todos el aator qoo lo !•-
oiaB. Daada eoloaeat IB ha ido y ao ^ tmaadooo loa laloo y
hotaraa, habiendo pavaddo ao oer msoo <{ao aa oacooa m lo ooo
ai looCro,y yoboi^tfiaqaaeolopotfraroV. M. foaaaaarrido
de OBoadar lafonnar la fonna, pan qtw oo aa yano aa aada.»
XCIl
iffltarfe Pt^ é Gemelo VaUsjo, mkn tm wmmUidSr. D. Jm/m
4é ifm«rta(i).
•niaatiaaeftor La carU de V. m. da vii daata ha laeibido,
y por ella, y por otras qtw aatea habiaa llardo, aa oataadió
el fidledratcato de S. A., que noa ha caaiado taala UaHaia y
aeotiroieBto á loa auyoa como V. m. puede ooaaidanr, poaa
ao poede haber canaaBla do tal deagracia y de la qaa daapoaa
aahaa^aidodal Prtaetpa. aoaatto aaftor. habiéadolo Uom-
do Dioa ayer para ú, qoa todo aoatieaa coa el dolor qaa oa
raaoo.
Da hi carta de V. m. he hecho relactoo á S. M ., y ha hacho
V. m. oíay amilailaiiiiiialii ea advertir de lo qoe ea ella dice;
y porqae aobre todo ello, y lo deiBáa qoe toca á hi coaa y cria-
doe del Sr. D. Joaa. ae eaviarA ordea particalarcoael priaier
correo, no diré aqnf más, remUiadoBW á lo qoe eotoocea ae
eacríbiri, aiao qoe V. m. crea qae ea coaato yo pudiera le
aerriró iiiwipra ooa mocha volootad, oooio lo debo á te qoe
ne olrece V. m. Nuestro Seikir la illuatre penoaa de V. bl
guarde y proepere coa» yo deaeo.— De Madrid á 19 de Octu-
bre de X578.— Beaa las maaoa de V. ra.— iiefeoM Pént («).»
(1) Copuda de la original. (Acad, de la Hiac Colar. Saim-
fmr^ D-63, fol. 103.)
(•) Sobrescrito: «Al Ulustre sefior, mi señor, Gonalo VaUeio.»
— 529 ~"
XCII
Octavio Gonzaga á S' M.
(Buja 20 de Octubre de 1578.)
(Después de decir que le envía el inventario de la ropa de
D. Juan, la nómina de sus criados y las deudas que S. A. te-
nía, prosigue:)
«Demás de las deudas que en las cuentas van nombradas, hay
una que el Sr. D. Juan me debia de la manera que aquí diré,
si á V. M. le pareciere justo que se me pague. Deudas tengo,
y hartas, hechas en servicio de V. M., y podrán ayudar para
ellas, cuando no para lo que toca al alma de aquel Príncipe.
Digo que la resta de mi hacienda y mis propios hijos venderé
para descargarla, y no entiendo que por mi particular le que-
de cargo ninguno. El Sr. D. Juan en diversas veces jugó con
caualleros y otras personas que ahora residen en este campo,
y perdió hasta la suma de cuatro mil y trescientos y cincuenta
escudos de oro, y con quien él los perdió acertaron á deberme
á mí esa y mayor suma; y como se andaba aquí tan alcanzado
de dinero, y sabiendo el Sr. D. Juan que cuanto yo tenia era
suyo, y que conmigo no habia que darse prisa en cumplir, me
dijo tomase toda la deuda en él, y todos los otros me lo pidie-
ron y yo recibí mucha merced en ello. Ha sido Dios servido
llevarle. De que esto sea así, los con quien ha pasado están
aquí, y tan sabido entre todos los de su casa, que dello tema
V. M. toda claridad. Suplico á V. M. me mande declarar su
voluntad, porque de lo que V. M. mandare me daré yo por
más contento y satisfecho.»
XCIII
El Cardenal Granvela á Felipe II.
( Roma 23 de Octubre de 1578.)
«Gran lástima nos ha hecho y causado infinito dolor el falle-
cimiento del Sr. D. Juan, del cual me conduelo con V. M. que
34
— 53o —
en esta muerte he perdido laolo, puee le podiMitennr eo no-
ches ooeee troportaatee, y cade dii mié, craeiáodoleooB le eded
el medoro juictoy esperiancie. Hele Ihunedo Nuestro Seftor en
hi flor da su edad, á 3a aAos da éeta, y haoe á todoe pao oooi-
paeioo, yiaotíaMaqMá V. U. causará esta BaJSBsoewBbeíaao.
Pronta provisioa sa maoaalsr ea maches cosas y corrsspoodso-
dacoDtiaua; 00 aa podía perder al difooto ea asea oaala 00-
yuntnra; Dioa por so mieerioordie le dé al deto. Fwa ei fo-
bieno de aqosUas pronodas 00 cooviaoeQ ea oiofnaa asa-
oarm mona, por iafioitos respetos. liiio pcrtnnaa gravaa y ra-
poaadas, y que 00 divertidoe etiendaa ooodBoamaota al ••-
gOCIO*»«M»
xcnr
Awlméo Pim i Gmnto K«%o $oknkttimmÍ4 Ó. Jmm
Í4 AmtHa (1).
•lUttstre seftor: Las doe certas de V. m. da 4 y 6 del peaado
be recibido, y entce bebía recibido le del ai de Octubre, coa
la qual cmbió V. m. el inventario de lo qae está 4 su caifo de
la harienda del Sr. D. Joea, que loé tmi oany bien. Y pttaa
allá entenderá V. m. la reeoluctcio que S. M. ha tomado aa
todo, no teo^ yo f]ue dexir más eo eeto siao soplicar á V. m.
que con lo demás que se truxere de U hetienda de S. A., me
tiayca las doa aarrihanias que S. A. tenia de merfil y éaaao,
porque lea tomvé yo. Ba lo que toce á sos perticttlaroa y á lo
muclio que V. m. ha servido, heblaremoa acá, pues la veaida
ha de ser ten en breve; y eo lo que yo pudiere aervir á V. m.
lo haré con mucha voluntad. Nuestro Seftor gnerde y proapera
la Ulttstre persona de V. m. como puede. — De ICedríd á 7 de
Diciembre de 1578. — Servidor de V. m,,—AmUmio Pént.*
(1) Copiada de la original. (Bibl. de la Acad. de la Hist., Co-
/•c. Smim^mr, D^éy, folio 99.)
53i —
XCV
D. Bernardino de Mendoza á S. M.
(Londres 8 de Diciembre de 1578.)
«Los (negocios) de la (Reina) de Escocia y de aquel reyno
están tan vidriosos, con las sombras y sospechas que tiene esta
gente, que se pueden mal tratar sino con mucho recato y atten-
tadísimamente, porque donde no, seria poner en condición la
vida de la pobre señora, y por esto no puedo avisar á S. M.,
con la presteza que deseo, la resolución dellas con hacer todo
lo que me es posible. Dízenme que ha sentido mucho la muerte del
señor D. Jxian, y que estuvo quando la entendió aquel día y el si-
guiente casi sin comer. »
XCVI
Relación de los criados que el Sermo. Sr. D. Juan tenia en su
servicio, y sueldo que cada uno llevaba.
^Capilla. — Francisco Umara, capellán, 260 ducados de ra-
ción y quitación. — Gaspar de Toro, capellán, otro tanto. —
Jacobo Zantel, otro tanto. — Antonio González, mozo de ca-
pilla, 18.750 mrs. y de comer. — Nicolás de Antezana, idem,
30 ducados, de comer, muía y cama.
Casa. — Juan Baptista de Tassis, mayordomo, 600 ducados,
y de comer á su persona y un paje. — Mr. de Ruisellon, ma-
yordomo, otro tanto. — Ludovico Visconde, de la boca, 200
ducados, y de comer á él y un paje. — Mr. de Merlán, de la
boca, otro tanto. — Mr. de Teves, otro tanto. — Mr. de Ambro-
vet, id. — D. Juan de Robles, id. — Lamoral de Tassis, id. —
Mos de Liguies, id. — Bartolomé Portillo de Solís, thesorero,
600 ducados, y de comer á él y un paje. — Juan de Vergara,
contralor, 250 ducados, de comer á él y un paje. — Juan Gó-
mez, grefier, 250 ducados, de comer á él y un oficial y un paje.
Panateria.—G'ú de Rey, sumiller de la panateria, 100 du-
— 53i —
eadM y deooner áéi y ttB cfiado.— VakociaCilidn* tf«d««
50 doetdot y de eoaar.— (Otras ctooo «nplaadot €tkmí»9&'
cío ptpaftolM.)
C«M.— Goanlo d* Onado, Hmilkr, 100 áaadm y d« 00-
UNT.— (Otras Irai impliidei, dt ellot ooo (|m kbm oanu)
ff ■Iwrái f fnémiu^^yUmutX de Ptt. eüiíar, xoo docedoe y
de eoflMf ••— (Otrae tns mAt. )
BiUio á» hoem.^ftuí de le Heye, mayoidoBeo, too
B¿tiú i* jmUJukmñk w.—Leoneido, «fue einw de
dooio, 100 docedoe, de oomer A 61 y na moco.— Doe moeoe
BMeie i$ iyelei.-— Juea de Veldée, OMfoidenio, 45 doce-
defc" ütt meso de oficio.
Creenle-eteecM.— Joan de Raveaede, geerrle-meifflg, loe
docedoe y de eootier.— Kicerdo Beeoo. eotopreder, 100 doe*-
doey racioofMmitíy tmcnedo.— JiieodeAolepuia,eyodede
ooeopnMlor, 7a dncodee y de cooMr.— Doe moeoe de oficio. —
Uttcexooera^
CocAm.— Pedro de Perada, qoe eleve d ofido de deepeo»-
ro meyoTt eia titulo; tiene eef eMno A eo ceifo lee eeéenleSi....
Minelni Jeróniíno, coctaere oieyor, 100 docedoe.— Meeelra
Pedro el Gnuido, 50 docedoe y de oooMr.— Meettra Pedro
Revdloa, peatdero, 50 docedoe y de cooMr y eyode deooeie.
— Meeetra JoidAn, codoero. 50 ducadoe.— Maaetre Joan Bor-
goAon. id.— Maestra Jtiao LaedMcto, id. y de coeaer. Mera
tre Jaquee, id.— Agoatiii, poitedor de oodoa.— Bertoloaié de
Trigo, buner de leAa, 74 ducados y de comer. — Juan Beoce-
la, portero de codoa. 30 ducedoe y de ooomt. — Seú moeoe de
cocina, A 24 ducados. — Un moro dd portador, id.
Ti^Mms. — Juan B. Canela, tapicero mayor, xoo docedoe y
de comer.— Alonso Ramires, au qroda, 50 docedoe y de oo>
mer.— Un moro de ofido, 14 docedoe.
i4MMi/m«.— Pedro de Pereda.— x8 acemileroe, A 84 reales
ceda uno.
Ceéo/Zmie. — Frandsco Diez, aoo ducedoe.— Ocho emplea-
dos mAs (furrier, guardamos, palafreneros, sillero, guarnido^
^ 533 —
ñero, dorador). — Trece lacayos á 70 ducados cada uño. —
Treinta y cinco mozos de caballos, á 60 ducados y medio al
mes cada uno. — Juan Gozon, cazador, 40 ducados y un vesti-
do al año y de comer. — Cinco trompetas, á 10 ducados. —
Juan Martínez de Goicolea, armero, 36.COO mrs. de ración y
quitación. — Un mozo que le ayuda, 20 ducados y de comer.
Pajes. — Nuncibay, ayo de pajes, 84.375 ^'^^^' — Gutierre
Hernández, su teniente, 50 ducados y ración. — Cuatro mozos,
un cocinero y un mozo de cocina.
Furriera. — D. Gabriel Niño de ^úñiga, gentilhombre de la
Cámara y caballerizo, 340 ducados, de comer á él y un paje.
— Mos. de Gate, lo propio. — D. Agustín Mexia, lo mismo. —
El secretario Al9amora, 150.000 mrs. — El secretario Prada. —
Gonzalo de Vallejo, aposentador mayor, 400 ducados, y de
comer á él y un paje y guardajoyas. — El Dr. Ramirez, médi-
co de Cámara, id. — ^Jorje de Lima, ayuda de Cámara, 180 du-
cados y de comer. — Francisco de Estrada, ayuda de Cámara,
80 ducados, de comer á él y un paje. — Bartolomé de Ugarte,
lo mismo, y 180 ducados por via de entretenimiento. — Gabriel
de Morales y su paje. — ^Juan Gaitan, aposentador de Palacio,
75.000 mrs. y de comer á él y un mozo. — El licenciado An-
tonio Pérez, médico y cirujano, 77.520 mrs. — Juan de León,
aposentador, 90.000 mrs. — Juan de la Ma9a, aposentador. —
Juan de Arras, músico de tecla, 56.250 mrs. y dos raciones. —
Hércules Carrion, que sirve en la Cámara. — Juan Fernandez,
ídem. — Payo Rodríguez, hugier de vianda. — Diego de Estra-
da, ayuda de aposentador. — Andrés de Azcárate, ayuda de
Tesorero. — Hermes, barbero del cuerpo, 26.250 mrs., y de co-
mer y un mozo. — V^icente, barbero de iacasa, 50 ducados y de
comer. — Catalina Hernández, labandera del cuerpo, iio du-
cados.— Marina de la Paz, labandera de los estados, 100 du-
cados.— Gabriel Andrea, portero de Cámara, 100 ducados y
de comer. — Pedro de Oliva, id. — Hernando Ortiz, id.— Mar-
cos Garcia, boticario, 70 ducados. — Pedro de Ibarra, enfer-
mero, 70 ducados. — Bernardo de Aróstegui. — Cuatro escude-
ros de á pie, á 24 ducados y de comer. — Un mozo de oficio de
la furriera y dos barrenderos.
- 5i4 —
0/kklm ié wumm i$ CAMr«.--|aao JliftinT de LorríifK,
mírfi, rj doeadMde ndoo y qvitaetoo.— Diaf» PkImi «I*
etiaro, id.» Joan OcIkmi, oofdoMCO, id.->Toaite
sapfttOTO, id.— Jeróoimo de Setas. preoMdor, i6 dvndoe.
(ñMnlet.--Et ooadede PaeMriwiqe, cepilM de le I
000 dooedoe y de eooMr á « y w pi^— jo «dieros i js
leetai cede «no el hmb.— Loe elemew, ^oe eoo deo pleai.
á coetio daeedoe cede 000 el BMe.
Forneaen qoemoBtea loo MeUoe qoe ee pofn eo cede
«oetoeakcettdeS. A» dtao qwiiw, cnetroctaotoe ochoMe
yerieoittlMOctaalooyciMMBliyoaevoMi».— Neenrá 8
de Oetobn do tsTt.»
XCVll
UtqmS, y. mmisp$4mkai»ml0fti4iem él ttmfttmmf
tfiaim id 5r. D. 7imm, fM Atfjw ffeiie.
ee S. M. lortido qoe el CMrpo dil <
D. Joeo oe tfoifi á ortoe reiooo pore meadetta poMr oo 8Mí
Loráofo el Real, coufoiaie á ta ovdoo que S. M. meadari der
qoeodo eeá Vktfpm. Lee penooes que S. 11. eevá
^cagn eoo el coirpe del Sr. D. Joaa y eo ta
to, eoo principelinente: D. Gabriel Nifto de QMige, que ha
de tiaer el cargo de todo. kM Capelleoee de S. A. y el Goer-
d^joyet. el Tesocero. el Coatador y el GreBer de S. A., tn-
yeodo lee demás peceooea qae fberea aeoeeeriee de loe criedoe
del Sr. D. Joaa, eepeftolee, pera el eenricio y ^asto qoe oelia-
biere de hacer • (Quetidelprodoctode taelanoededolos
hieoea de S. A. oo reaoltere beaCeale «aae pera todos ortoe
gaatot, lo provee el Prfodpe de Panos del diaero del ejáicílo;
qoe á los críadoa que oo seeo españolea se les psgos y deepi>
da; que los que quisieren quedar sirviendo eo el ejército, soea
en él admitidoe; que en lo tocuite á la recáaiara y harieade
de S. M., se forme toveatario de todo, oe laee y veoda eo al-
Bwaoda, y satas de todo loe caballoe y aoéoalee, pon qao ao
hafso fsilo; qoe lo qas allá oo ss poads inila, n tn^pcfli
— 535 -
el cuerpo siendo cosa de alguna importancia.) «Tiene S. M.
por bien que se pague á Octavio Gonzaga lo que justamente
constare que le debía el Sr. D. Juan, y que esto lo haga to-
mando el dicho Octavio algunas cosas del almoneda, que á él
le pareciere, en el precio que fuere justo Las colgaduras,
camas y las tapicerías que allá no se pudieren vender,
manda S. M. se traigan con el cuerpo del Sr. D. Juan »
(Que la venida sea por Francia, á embarcarse en Nantes, y
desde allí á Bilbao ú otro puerto de nuestras costas.)
XCVIII
D. Gabriel Niño á Antonio Pérez.
(París á 29 de Marzo de 1 579. )
«A los 18 deste partí de Namur, habiéndome llegado á los
12 los pasaportes que esperaba deste Rey Christianísimo, cuyo
comisario hallé en Masieres, que habia venido á pedimento de
Juan de Vargas Mexia á esperarnos allí y guiarnos por Fran-
cia. Llegamos ayer á los 28 á esta ciudad, habiéndose pasado
bien en el camino, aunque con los acostumbrados rumores que
por acá se usan. Corre gran fama de la riqueza desta tropa y
del bagaje que se lleva, que ha embarazado harto, y no se pue-
den persuadir por do pasamos, sino que se lleva otra prenda
más preciosa. Con el ayuda de Dios se irá todo en rumor y ha-
remos lo que nos queda del viaje prósperamente. El carruaje,
con parte de la gente que viene, quedó anoche dos leguas de
aquí. Atravesará hoy por esta ciudad, yendo á hacer noche
otras dos más adelante sobre nuestro camino, por haberme pa-
rescido no era bien hacer aquí alto con tanto embarazo, aun-
que esta ciudad es grande y la gente extranjera muy notada.
Detenernos hemos dos dias en despachar aquí lo que habia
que hacer en cobrar parte del dinero que se lleva, que venia
en letras, y también con mudar de carruaje para pasar hasta
Orleans, do llegaremos el viernes. Allí se embarcará la gente,
ropa y algunos caballos hasta Nantes, y hago cuenta que seré-
— 536 —
rootfloaqottlpaertoálot ta(lelqMTÍaot.T«iifo ]r»prav«oi-
Lo oteno TMoe á dBdr la carta <|iM 000 k miflDA fBcha di-
rifióal Bbjt* Eldfa 15 de Abril daoambowó ao SalMMkt coo
al cuerpo da D. Juaa. á laaiaiadakinaftana, 00 podíanlo aar
ao Bilbao por mnot da loa MarioaR». tEI cuerpo, dioa, aaka
ilaaitiarreilri mii ni iirnpin ■■rraln 1111a biaíi aijiiftiTMMn 1
(Al aHifM eacribió Felipa 11 da ao nMBo:)«Apratfbaaeleloo-
{o la deeembarcacioo y al babar vaoido á Saotaoder, puaa 00
oaba podido hacer olea coaa* y qoapoaavieoe al coarpo cobm
dice, qoa lo mejor ea que aa vaofancoo al atesó nenlOb dl-
deodo qoa viene aólo la caaa, y no aatraado lo <|oa ee podáeía
por btiwaa fnadea, y que dictando qjoa víomb afaf ,
por Pamoaa******
xdx
D, GakMJ NMe it ZUigm W Stmkmú éímínit Pim.
(Sanlander, poetrero de Abril de 1579.)
Dice que ha mandado á bofgaa por nwlaa pera Imeralba-
g^ que cree podrá aalir da Santander el 6 de Mayo; pero
qne no puede fijar el día de llegada á Panacaa. «Y no poado
dejar da poner á v. m. delante loa otjoa, y anpUcarla qoanlo
puado, como á verdadero eerñdor y amifo del Sr. D. Joan,
qm ttnr*-^«* y haga de amnen qne daade Parracea vaya en
coerpo pdblioo, da tal anana, qne el moodo. queeettála mim
pera ver de la ananerm que S. M. le recibe, enrienda y canoocn
parta del amor que le ta&ta« ea 00 verle eocerru de go^;»e an
San Lorenao; que hnrKnrtoae con eate aecrem, y hahiéñilBln
habido en al aacarla da Flandaa y por el caoúno, ÜcUaBonta
M podiia dudar en que S. M. le haya mandado traer en
eetaa provinciaa de EepaAa para dark la Mpoltora qne la da,
cabe loa bneeoedel Emperador su padre, de falirláma memo
ria. Por todo buen reapato, hice traer de Namur un veittdo da
BU peraona, que eoQ calzM amarillas recamadas da oro y joboo
conforma, un capotillo da tafotán pardo con trea fojas de bor-
^ 537 -
dadura de oro y plata, aderezo de espada y daga y su Tusón,
para en caso que S. M. mande que se vista en esta forma.»
Contestóle S. M. desde el Escorial que excuse venir y en-
trar por lugares grandes, «y convendrá que, dando á entender
que venís á Madrid, hagáis el camino para Parraces, que está
ocho leguas de aquí de San Lorenzo, y que me aviséis luego
para cuándo hacéis cuenta de llegar allí, y cómo viene el cuer-
po, y si os parece que estará para poderse traer públicamente
desde allí hasta aquí en la forma que es justo.»
D. Gabriel Niño de Zúñiga á S. M.
(Santander i.° de Mayo de 1579.)
«A los 27 deste mes llegó la orden V. M. para caminar la
vuelta de Parraces con el cuerpo del Sr. D. Juan, de felice
memoria, en la propria forma y manera que hasta aquí ha
venido.
Hame parecido no perder tiempo en avisar á V. M. del es-
tado en que este bendito cuerpo se halla, para que á V. M. no
falte (noticia) en mandar y dar orden á lo que se habrá de hacer
para acompañamiento de Parraces á San Lorenzo el Real,
viendo que el cuerpo viene en forma y estado que por esta par-
te no habrá causa de escusar la voluntad que V. M. tiene de que
vaya público, pues desto su felice memoria rescebirá la honra
que en todas partes se prometen de su llegada á tomar tal se-
poltura y reposo. El cuerpo se dividió y puso en Namur en
tres partes, cortando la principal por el fundamento de la es-
pina, y la otra por la coyuntura de las rodillas, que paresció
vernia así mejor y más seguramente, por poderse traer dentro
vn baúl, como ha venido. Todo él se consumió, mirró y aro-
matizó, de manera que vino á reducirse en peso de cincuenta y
cinco ó seis libras, quedando casi con su corpulencia. Las par-
tes por do se cortó traen puestas sus engazaduras, de suerte
que siempre que se quiera se puede juntar como si viniese en-
tero, y vestirse en cualquiera hábito, de manera que puede
- 538 —
y poQflCM feendido 6 arrioMMlM las mpéükn wohn cotl-
Útn ámmtmóm. El lotUo tnt MfrOt qn* qwHMlo m-
U6 <M dipéiito cas lo «teba; pera «1 »**»«n— ^ y Im (tanas
mafMJilw tittt w Turan, fnhiiirwi 4t ¡Mwy wtt nfcttft^ y mIa
part» — IM riniwriih Tnw w bigolai, barba, c>¡—y paa-
talaa. qoa OMÍ ao ím fula palo, y aa la color qoa laa laoia ao
▼ida. En U aolMBadad la nparao la cabaM. y aaf naoa. £1
rw, daaciibrw loa dÉanlaa aHo^ por habéraala rstirado y <
jido m poeo aqnal labb. Bo aala fonoa viaoa, y
lla(6 tmfa uaa poca da hnmadad. la coal aa la ba
Eala la ba cauado wiihhim td poquito de olor, qna oo ta i
te tillo llagáodoaa á poaar aocioM, y iüa
tino que tira al báltamo y é loa dañi
oúrró, y va la perdiendo de cada día mea.»
CI
Amtcmio Phn, 4 Cmudo V^iUjo, mh$ U k»timi§ 4» Ü. Jmm
Í4 AwHris (I).
«lUaaiio aaAar: Büa wmímm ba llefado al peón qoa V. n^.
daapacht^ anoclw de Madrid, con qniao recabi la carta de
V. bu; y hablando rafarido á S. M. lo que oootieoe, dice que
he eido bien qne V. m. haya pasado á Madrid con la hacien-
da. Y en lo que toca á la casa donde se ha deponer, que por-
que no lahay aafialada,8affeooiay flMtalabaciandaananca»
tilla de campo; y qoa entre tanto te boei^ al^n buen peda-
90 de casa de lat que te alquilan para que te pase á dUa la
harwnda y baft la almoneda; y que V. m. y el Secretario de
Cámara entiendan en lo que á etto toca. Pero antea que ae
ooraieoce la almooeda, dice S. M. que te haga una memoria
de todo lo que contiene, porque la quiere Ter. En lo que toca
á la potada de V. m. y de lat demát pertooas que vienen con
(1) Copiada de la original. (Bib. Acad. de la Hist., Z>^3, fo-
lio 101.)
— 539 —
orden de S. M., y han de tener cuidado de la hacienda y de la
almoneda, dice S. M. que sean acomodados en las accesorias
del Sr. D. Juan ó en otras, y que para esto yo le dé esta tar-
de una memoria de las que son, y aun de los demás que vie-
nen sin orden de los que pareciere que será justo tener consi-
deración y quenta con ellos. Y para esto holgaría yo que
V. m. me advirtiese de lo que se le ofrece de cada uno, con
comunicación del señor Secretario de Cámara, el qual quiere
S. M. que intervenga también en todo lo que se hubiere de
hacer, como criado de S. A. V. m. sea bien venido, y yo le
quisiera ver sin memoria de causa de tanto dolor como la que
le trae. De mí le aseguro á V. m. que en todo lo que pudiere
servirle lo haré con la voluntad que le he ofrecido por sí y
como criado de aquel señor. En lo de la venida de V. m. acá,
dice S. M. que él será presto por allá, y que holgará entonces
de ver y oir á V. m.; y así me parece que V. m. se debe en-
tretener y descansar, y recoger toda esa hazienda en mi casi-
lla. A Céspedes, criado mió, escribo que dé orden cómo se re-
coja en dos cuadras ó en las que más fuere menester. Suplico
á V. m. que, aunque sea un poco de pesadumbre, me la haga
en hacer lo que Céspedes le dirá de mi parte, que es enviar-
me aquel estoque del Sr. D. Juan que apartó para mí del al-
moneda y las dos escribanías de éuano y marfil, que las deseo
en gran manera, y yo pensé primero que no habia sino una, y
he visto en la Memoria de la hacienda que habia dos. Nuestro
Señor, etc. — De Aranjuez á 25 de Mayo de 1573. — Besa las
manos de V. m., — Antonio Pérez.»
APÉNDICES
Núm. I
Cartas de D. Juan de Austria á D. Rodrigo de Mendoza.
Publicó estas cartas por primera vez nuestro buen amigo y
erudito hispanófilo M. Morel-Fatio en su interesante volumen
titulado VEspagne au xvi^ et ari xvii^ siecle (Bonn, 1878),
advirtiendo ya que las tomaba de unas copias poco exactas del
siglo XVIII. Adviértense, en efecto, bastantes erratas del co-
pista antiguo, y aun la carta IV está dividida en dos partes,
como si fueran dos diferentes: errores que M. Morel-Fatio,
con su reconocida competencia, ha salvado en su mayor parte
por medio de notas. Posteriormente publicó también algunas
de ellas M. Stirling en su Vida de D. Jtian de Austria, co-
piándolas de los originales que poseían D. Pascual de Gayan-
gos y el Marqués de San Román. Y como también yo he po-
dido examinar estos originales, y las dos obras citadas son muy
raras en España, me he resuelto á publicarlas de nuevo aquí,
por ser sumamente curiosas é importantes. Formaban parte de
una colección que, ó definitivamente se ha perdido, ó se ha-
lla todavía olvidada y arrinconada en algún archivo.
D. Juan de Austria á D. Rodrigo de Mendoza.
«De Antonio Pérez se habrá entendido mi llegada á Paris,
pues se la escriví, y lo que hasta allí havia pasado. De donde
seguí, luego otro dia que llegué, mi viage con más priesa de lo
qatbibiti
lot criados áá «■buador, «otro lot qaúm no podk donr
nmcfao d tacrato; j a«l oo tvve tícmpo do otpoar más, ai
oté dao oocnr día y aocfat; poco coa haUorlos<
boitaooty totnadfta dolo poMOi obodooRodoof yt
dios ra tuMM Twíwiwt coboUoOi ooo (rao m #cfty^Bf4 ol trabo*
jo y U jomado. Al fio, boadko Dioo, yo Uogoft ofof á loo j do
éaie, y hallé loa pooraoBBovaoqno podía do ooloooMiidoi» paos
sólo ol oa qoo oatoy ae oave darto qoodoaBO doootar lobaalodo,
y Friaa quo tiooo Robloa á ao caifo. Loa daoiéa
y ooQvoouido onM y oocioiioa oaliatea pan
loa, y aomcaato boa doado y qoitaado loyoo á OB aaodo, y to-
do aalo aa haco daboao do aoonbio do por ol Roy, y ooo ol
mwDO ae odoiiio y ae odanat lo coao del do Oni^ pon qoa
aalio m Braaaloa. Ho oaorilo al roaoijo todo, y i olgoBOo oa
paiticttlar, da oii vaaidiu No ai lo qno a» loapoadarta, ai ai
BM odnútífáa, qtia aapaiaDdo ooloy á oataadario ooo lo doaiio
qpt Aatooio POnopodiA docv aii^jof <|ao yo ofon» Bola as
•I timiao toa aiioanblo oa qae anda lo de acá. Dioo lo naio-
dio, que Ü ado puedo.
Gnn doaoo tcafo de aovar aoavaa do allá, y qoé aa tcaté y
dixo de BÚ hoida; poro de lo toofo mayor oa de «ntoadar to
que ae hace de^Maa qoa ow portf ea lo que yo coaoartaba en-
tre Vm. y aa barniaao, pocqae oono oe ooea que toca tóalo á
eea caaa, <yie yo taato bioa y daaranan daeoo, pteooaaeaaMK
cbo cuidado, y quema saber que ae coocluye. Eacrfvaaaolo y
de letra que me lo declare.
Al Duque me eoconiondo, y qoe de mí lo qoe difo y lo qoe
allá entenderá, es lo que le puedo eecrívir, que del y so aalod
eq)ero las nuevas que pretendo.
A nuestro Orgedo hago saber que si Marina beyló en casa
de Antonio Pares, que pofa lo que holgó eaoatatiem, adoo-
de era doofla do todoa ana amigoa y ae halla entro eatraftoa; y
aunque no es esto lo peor de lo que se padece que toe tenga
láatíma como un tan ao amigo, en lugar de la que ao lo toago
á él, poea dovo bolgarae, ai me cree, á medida do lo qoo aw
huelgo yo; que Otavio bieoe muy desecho de nalgas, y lo aa»*
- 543 —
mo le acaesciera á Su Señoría si huviera dormido tan poco,
corrido tanto y pasado por lo que nosotros, que íbamos lla-
mando muchas vezes: ¡Ah, D.° Rodrigo! ¡Ah, Conde deOrgaz!
A mi dama beso las manos, y que la prometo que era ella
de las más llamadas y la más escogida en mi memoria, y que
así lo será pagando á lo que me figuro devo á la suya; que la
suplico me escriva, como se halla en la presenciado su galán,
tras que la hago saver que al fin ella pasa lo que entre ausen-
tes se siente, y no declaro lo que es, porque tanto lo sabrá sen-
tir quanto supiere ser mi amiga; que yo la escriviré con otro,
mas que pues no puedo agora, la imbio siquiera ^tas nuevas
que la doy de mí, para obligarla á recivirlas yo della, y mire
que cómo ba la mitad deste recado.
A mi tuerta beso las manos, y no digo los ojos, hasta que yo
la escriva á ella que se le acuerde deste su amigo, que lo es
agora suyo y tan grande, que no puede en esta parte ni tiene
más que oj&recerla por pago de los que le debo, y que este re-
cado ba tan en seso, porque desde tan lexos assí ha de ir.
A nuestra prima no se las beso, porque lo haga su primo sin
compañia de nadie, pues para esto ninguna puede ser buena;
que bien la acuerdo se acuerde de darme la cuenta que deve
de mi mayor amigo, á quien guarde Dios y dé lo que puede y
yo le suplico. — De Lucemburg á 5 de Nobiembre 76. — D. Juan
de Austria al Sr. D. Rodrigo de Mendoza, adelantado, en su
mano. >
II
Del mismo al mismo.
«Estaba con muy gran pena después de la venida de D.° Ro-
drigo Pimentel, porque me habia dicho el barbero que él ha-
via cerrado una carta para mí y no la havia recivido, ni otra
ninguna desde que partí del Pardo hasta que Bautista Dubues
me truxo dos de Vm., y con ellas una de mi dama; que lo que
holgué con ellas y con la que últimamente reciví con Escove-
do fué cierto mucho, como lo será con todas quantas tubiere.
-544-
con Cmm uuiwu o psnoDB ^M Tiom» poco
é BMbo, y d« letot l^fíbie, porqM á f» qot quado Mdndo
al cavo de hafoclat liido cono al cabo de ham ertade tna
kmrncoaíotytmbmfUmmáB parte da ertoe Baladoa, de
eMfoe nefocMiaowé pnnBaro<|Me bo eé <|Mé bm di|pa, poc^qna
eoolalea y andan de manan qoeoo ae puede pramelar para
dMlfOda vaa honi lo <|iia w aMifMa olnu Lo <pie pnade mm
dadna ee qae ea aMBealv «a idHBianiode oa Job peniMiatir
lea mayocea iaeol—riai que Jaméa ae emprandieroo, puea pi-
da y qoianii eoaaa qaa eaal ao aaba al hoaabee eo allaa k fe*
aoidcioa qm w «toafte toaaria, d bteaéqaaaa faena fm»-
tffjiTWi 6 paear pof aendiaa oue oe oompeeioo y veffttean» ó
haw da ¥00» á laa anMa, ^M ea al pnMola al tnaoe de lo-
badea, y qoe no ton pera eecrí Wree en carta qoe ha de paaar por
tan laifaa y peiifroeoe caaaiaoa. Beele qoelodoeelo dovo teoeiw
aa aOá harto aavido; poro coo todo eelo y qoe pednrie lo <pie
■ ^ooe en eenficio» yadi^ <|ueoo eé <|Qé me eeenont po^
patoontalea condkioaea, qoe no ee poÁle
dáñala ooo aflea, y aa neoeaefio qoe llenen á doblene en al-
gMea ai hai>eeBoa de concertamoa. Beto tntamoe afon, y an-
dan tan •**H*"1t loe ooocjertoe* qoe eetaaMa de ^wíowlff en el-
gnnoe pontoe príodpelee, y pera ooochieioQ de loe otroe ve-
ilwMie á jontamoa eolio MaiiOt Ado* Yobay y Wawoff» A do
aale el Cooaijo* Bolncanlo oetA ewndeda canción de anna
por embae parte»; pero loe pr^wramentoe deUoe peeeo eiem-
pn por coda ana, porqoe elloa imboran A toda Francia, Ale-
■ania y lot^rteiia, y lee ecade ceda día genio de cada banda*
y yo hago lo que puado, que ee eeUr aobn mk foardae, y tam-
bién recivo alguna gente. Y ad he tomado doe mil hombm y
poeeto A Tortipialt A cumplimiento de dnoo mil; pero ai Ua-
guDoa á lea aeenoa, mocho y mocho máe ea nwaaetert de aeodo
que he aquí en lo qoe endemoe, ein «iñer en lo qoe he de pe-
rar tan gran reeolucioo y tan firme como ee la de éetoe eolxe
lo que se han puesto. Espero con todo que ha de eer Dioe eer-
vido que no lleguemos á la última rotura, aunque junto con lo
ofrecido, que ee que salgan loe eq)efiotoe, M lee cooceda algo
— 545 —
S^más, aunque toque en mucho de la autoridad de nuestro amo,
porque antes creo quiere pasar por esto que por los daños de
la guerra en sus estados. Dios nos ayude, que si por nuestra
culpa habernos llegado á tales términos, mal se pueden escusar
las condiciones porque pasamos, á costa del pobre de mí, que
estoy desde las siete del dia hasta la una de la noche resistien-
do; aun hasta á mí proprio es menester que me venza, porque
si no, estas gentes andan tan fuera de sí y de razón, que todas
quantas dan sobre cada cosa que se les dice, son que salgan
y que salgan los españoles. Ha venido últimamente por comi-
sario y embaxador de parte de los Estados, juntamente con
otros, el marqués de Abré, tan sin vergüenza ni respeto, que
para nada le tiene, pues claramente habla de todo, pasando del
pie á la mano, sin respeto alguno como digo. Al fin, en sus-
tancia esto queda en esta conformidad, sin saber qué prome-
ter, porque si bien muchos aman la paz, otros desean la gue-
rra y llébanla muy adelante, sujetando á los buenos (si los ay),
ora con fuerza, quándo con invenciones y desconfianzas que
les ponen. He aquí todo: de aquí á una hora no sé qué me
diré. Yo estoy tan bien entretenido, que ó se ha de acabar
presto esta vida, ó ella á mí, porque ya ni tengo cabeza ni
cuerpo para resistir tanto como paso. Dios nos ayude á todos.
Si las cosas se rebolbieren, razón será que sea allá la causa de
todos, porque á lo último, si no somos acudidos, nos perdere-
mos cierto, aunque antes costará caro á nuestros enemigos.
Lo que fuere sonará, y presto.
Otra cosa no puedo escrivir agora, sino que sea esta carta
también del Duque, en respuesta de dos suyas que me truxo
Bautista, á que no he podido responder más de lo que aquí di-
go. Deseo infinitamente saver en qué anda allá el negocio suyo
y de Vm., igualmente de entrambos, que yo dexé entablado,
porque por lo que me escrive, no veo que está tan adelante
como á mi juicio yo le tubiera, como quien desea tanto el bien
de su casa, antes que algún mal lo imposibilite. No se dexen
olbidar, por amor de Dios, porque assí se quedará sin falta, si
no buelben por sí y tratan muy apriesa de causa que tanto les
toca; y esto se tome de quien la tiene por propia, y á Dios. —
35
— 546 -
De Lucembufn á 9 dt Duiombn 76, y ae bi bacho poco oo
Ikfwaqsf.»
ni
« Auoqoe todo piüdo Mr pin d Doqoo, mtú apirto; y dtfo
qM fiHpoDdo do etvta ■!• voltor á loar mo cartas, potqoa oi
otbidaré qoisi algo, qoa ao oa do oHaabillar. pow¡aa da todo
■afdlalaaMaMfia,i«|aaÍatsayfooBiipiaadaypooo octoaa.
aoa qaa ao liavia bodlo i Madrid, dMpiiiia que yo om partí,
haala qoa aulié Barotytdff; qoa aMoacriva aa todo caaooooM
alia daaocopado y BM^or aacfhraao, Mnqaa taanbiaa tiaaa a|aa
de lo diActtltoao m lalra, ó yo ao ai loar paro ai aato ea, aeo»
Biidaaaa ooHBtea. BnfvaaMti Coadaaaavaadaaaaamavi*
filüiM^ li ladaa IwBMr iMlia» y taagpi poraayaalaaqMaanf
doy de mí. Eaa carta sia aobreaaciito ba para na dama, por
aeftaa qoe la aacrivf oaa bocími por daacaoaar do oa paaadiaai-
mo trabajo de todo el dia, feam de loa paaadoa; y aarf aa alia
prot>Uineole caite de deacanao, porque U eacrÍTf ooox» ai 00
huviera más que hacer, ooow otraa veaaa aoUa: taalo aiia bm
devemi dama, y lo ha hadio asoy anl ao ao havaona iadbiado
un recado siquiera coa loa últioMa qae han Ileupulo. Ealo ea
bien que entieoda. juoto coo darla aaa mi carta. El oorraofrao»
cea ha venido y no traidoaaa carta ni nueva de V. m. ni de
noeatro Conde, y ai no aupiera lo poco que laa alboroaari y lo
mocho que lea amohinari la ida de Goadalopa, creyera qaa da
alegrea y aperdvidoa ae me havian buelto y trocado en ohri>
dados: airba de aviso para lo avenir.
EaU carta se cierra á 33, porque de ora á otra ae aocadaoaa
lo« negocios de manera que obligan i eaperar para acabar el
despacho, y lo qoe ee anstancia ttaaaaoa ca ai certeía de lo
quaaari.
— 547 —
A nuestra prima beso las manos, y que ya. yo estoy sintiendo
lo que costará á un amigo el ausencia de Guadalupe, y si pen-
sara ser á tiempo, la pidiera un milagro, y fuera que pudiera
tanto con el hombre que más lo merece y me lo truxera con-
tento, porque temo de los dos que no se conciertan en uno, y
deve ser por culpa de entrambos. No puedo decir más, tinien-
do bien que »
IV
Del mismo al mismo.
«Una de dos: ó todos los correos de España son muertos, 6
todos se han perdido después de despachados, porque de razón
assí ha de ser en el tiempo que há que no he tenido cartas de
allá . De Vm. á lo menos bien sé yo que há casi tres meses que ni
péname el amor, y quiera Dios no sea por lo que le pena; pero
no creo que es por lo que pudiera temerse, si no hu viera anda-
do fuera de la Corte, y á donde tanpoco se deve haver sabido
las vezes que se me ha despachado. Y porque de los caminos
no sé qué prometerme, quiero avisar en ésta de que le escriví
con un correo que imbié á los 22 de diziembre, y fué una carta
para mi dama, como agora ba también ese pliego para ella. De
éste y de esotro, y de lo demás que fuere reciviendo, me vaya
avisando, que assí lo haré yo.
Ora, quanto á lo de acá, diré poco, remitido en lo más á lo
que se entenderá de esotros pliegos grandes. En sustancia, la
paz está hecha en nombre de S. M. entre mí y los Estados; y
si bien no han sido las condiciones della como se ha deseado y
trabajado, avemos llegado á do se ha podido, que es el térmi-
no de los Reyes. Al fin, en la religión y obediencia salba, como
lo está, lo demás el tiempo lo ha de dar, y espero en Dios que
lo irá dando y muy apriesa; y que con esto se pueda decir que,
como hallados, acaso se ha de hacer cuenta de estos Estados,
porque si por armas lo llevábamos (como muchas vezes ha es-
tado roto), lo mejor que nos pudiera suceder fuera la ruina to-
— 54» —
tal y p«rp6taa de «Ma tienm* y lo peor Dios lo ww y ímfm-
tot lo adeviiMii, vitado U MMñdad y ettrediea db loetíMB-
pos; pnts Miot noMBOSt oono <fi|Ot y si ir •comoduMlo Im
ooiM poco á poco, darán á lo ákimo Mío ganado, de tan par-
dido como lo hallé, aabe Dioa por colpa da qaánloa y daqñiáa
prineipalaMOte. Yo la doy fradaa, i|m bm vao
geatae y deMciaodo pcavancioQat da gaffca, ^pa ya
adelanta, y eo aatoaaiipatamrw á ocuparnoa agora loa Eatadoa
y yo. Ello, loa iipaltolai aalao y d alna bm llalian trae ellos,
qoa encantado querría estar antaa qna tal ver. (Ah. Dioaaa lo
perdona al brojaao (i ) que «lU está, que áéü naca tanto daftol
Entra loa tratoa qoe ha balido entre estoa hombres y af, om
hsn possto sn tantas oesaioasa da perder la pauisíwla, qna
dido, y beles atropellado, didáodolea lo qoe aon y lo qnama»
recen, de maneta qoe de lodo ponfeo noa havsasoa BacBO iaÉIft**
lea loa oooa á loa ocroa. EUoa me Isbmb y tisBaa por toMriooi
y yo les aborrasco y tango por muy grudistmos bellacos, f
assí esmeneststqoslasgosalgayoybsagaolfD, porqaaáao,
noa verensoa darto ealia alfBB aaabo daaeoadarto q«a date.
Allá lo eacrÍTO muy apcatadsflsaala. Téngalo para tí aolo, qas
yo Qo puedo ni quiero ealar aiéa acá, poea por gracia de Dioa
hice á lo que vine, que es haver hachado, como ae om ordené,
las armas de aquf , quando tan en mano andaban de «noa y de
otros.
A nuestro Conde ñguro ay, para quien fango también aita
misma carta; por eao, téncda por aoya, oonwél as da los dia-
blos, si esos áogeies tioaen con él la parte <^ anden. ¡Guay
de mí! Que quanto a que Uegoé á eata tierra, d«nás da oCroa
inñnitos trabajos, poedo decir qoe he estado preso, posa aanca
he salido de dos apoaenloa en loa logaras á do he andado, y
allí midiendo dias y noches, pues á fe que la vida que e^iero
que no es qual se la dio quien es causs de la que paso. Sebo»
res, escríbanme más que lo hacen, por su vida, y díganme qué
se dice y trata allá de nuestros trabajos, á los qiides sólo £al-
(i) El Príncipe de Orange,
— 549 —
ta ser desagradecidos para ser de todo punto incomportables.
A la prima digo, sin besarla ni aun la ropa, que solamente á
ella y á D.^ Rodrigo, su señor, y á ese gordo de Orgacio no
maldigo si se huelgan, y á todo el mundo sin eceptuacion de
nadie. Mas ¡oh qué dia éste y éstos para no holgarme yo! Por-
que haze mañana un año justo que me despedí para in eterno
de la amiga á quien más quise y mayor amor tendré toda mi
pobre vida, y assí estoy agora sin otra memoria que deste caso
para hacer la pena tanto mayor, y es verdad como su muerte
que casi como quando la vi se me atrabiesan los tragos que
tragué. ¡O! téngala Dios á do confio, que es sólo el contento que
dexo; si ubieren llegado allá prendas suyas, mírenme mucho
por ellas y escríbamelo todo, que todo me lo deben á mí. Al
Duque no escribo, porque no puedo cierto; pero á lo menos
escríbale v. md. este cuidado que le ofrezco cuando más no
puedo. Orgacio amigo, si don Rodrigo no escribe mejor que
suele, no me escribáis vos, por vida mia, sino cópieme su carta
porque la entienda y la lea, y después meteos su letra á donde
la borréis bien porque entienda como la haze. Adiós, mis ami-
gos.— De marche á 17 de Febrero de 1577. — D. Jtum eU
Austria.
Conde hermano, solicítame la respuesta de mi dama, que de
ese hombre no fío agora, sino sus cuidados, y acúseme v. md.
si son mayores que fueron, que iguales ó menores sólo la de
Guadalupe lo puede auer hecho, y si tuviera por penitencia
esta comisión, acordaos quán os hizo por esa ►J^.i — (En el so-
brescrito:) €Al Señor Don Rodrigo.»
V
Del mismo al mismo.
«Con Concha (i), á quien despaché á los 23 del pasado, es-
criví más largo que ahora podré en respuesta de la de los 24
(i) Correo de gabinete.
— 530 —
qM noivf 9k laiimn dk, y mt* Dim lo qnt «• Um
por ooirtHli á loar; á qoo IomM
doctr, poM á aracbo do olk bo dodo
carta qno Uov» Concho, y lo donio lo oo do oliao aioi» Pvo
•obra lo qM aiáo OM oloqpriaoi|«l, oí podían, flinooobiooHi
gao liatimo, qoo coio lo aianlo yo la haa do aaaiii
■b OMigoo. El pobro do Ooorato ( I ) dio á ott Díooao I
béao doda, que ha doxado de m ommiCo igoai ímbidio qoo Mo-
tio» á loo qoo aalobiaiou praaautaa Moriéoo Aatoioaá 13 da
Fwtaro» y oo fuioiui qoo Mala dloo poro ocahor 00 oo ato y
db oaa aoofi y oo criado aoHfo, coo qoioo rtoaranMba algo*
Mi nrtoo oooao laaiifo pnoaota do looaáoyaiianidooliiü
di aaBaro qoo yo ao tango ai 00a qoiio paHfloiBi OOB qpdií
tnUarlot. Soa Dioa loado, qoo taloa banUaa om tiía pan qoo
obra loo cjoo y nwo por mf . Doíd, oabo oiroa cooao qoo mo
dwooidodo» aoon»mariaeacrittidoaoflMao,yaaollaooio-
nitooo tomáoáoolaalaaoaloqaobiaooiBniqnaad
oa oao tafar, y lo aotwf6 á D^ Omiobol do Mora
•o lo fooidoaa y labiaao; y annqao píanoo qoo oo babráooél
ooaa que pueda cnnaor olgon imoombmkmá^ üdom oe aao-
aeater mirar en ello, de manora qoo noa aaogoraiuoa do todo
puio en oato y que antea de publicarae ae voa lo qno d(fo,
má oon el prinaro copia de <1, porqoe ai dendao lo baalaMa
quedado ú otraa obligaciooee á que 00 puedan akaonr ana
bianea, tanae á ni caigo yo el daoranao de ao akaa* qoo lo
baré cierto de tan buena gaoa oomo la oonocf yo en él pon
aerbirme, haata que, haciéndolo, murió. £1 tenia ropa y beo>
tidoa nuevoa que biso eo láUan, que creo loa deza á en her-
mano. Al fin, lo que ordenó últimamente wobn lo que eotá por
acá, yo haré disponer de ello en aquella conformidad quanto
ae pueda deede tan lexos y entre tan inciertos caminos; pero lo
que me poao en mayor cuidado es lo que anda por allá, porque
podría haver algo en ello que requiera infinito cuidado, como
Vn. anvo. No a6 ai hallarán algunoi intntoo y papalea. Si oato
(1) Honortto de Silva.
— 551 —
huviere, por amor de Dios, que los papeles se quemen ó se me
guarden con los retratos, y que diga todo esto tan de veras á
D.° Christobal de mi parte, que tome para sí todo lo que en
esta materia trato, pues lo deve á la amistad del difunto, y á mf
también pienso que me deve toda esta satisfacción, que le pido
para el descanso de muertos y seguridad de vivos. Los retra-
tos y papeles deseo que los dé Vm. para que me los imbie con
el primero que viniere por Italia, aunque papeles de razón no
ha de haver ninguno, ni creo que ay de quién los pueda ha ver
que de mi parte. Al fin, tómelo todo tan de veras, y hágame á
mí este placer tan cumplido, que me responda á cada cosa de
éstas, sacándome de este cuidado, que es grande por lo que
digo, y no menor por la soledad y lástima que me ha quedado,
sino que me tema en España acompañado de otros con quien
pasar, porque save Dios por quántas vias son agora mis traba-
jos grandes, y aun la obligación de los criados que allá se me
quedaron no es menor de seguir á su amo, quando más los há
menester, si tienen memoria de sus honores y lo que les he
procurado; porque servirme de gentes de por acá lo haré como
quedar en estas partes, lo qual todo no haré ni será posible.
Si andubiere por ay D.° Josepe y D.° Pedro ^apata, no dexe
de decírselo, que yo ya se lo tengo escrito. De acá no ay más
de nuevo de que se prosigue en la salida de los de nuestra na-
ción, y de que espero qne se ha de poner luego casi como se
desea, porque el pueblo y mucha nobleza se han olgado tan-
to con la paz y conmigo, que lo muestran y mostrarán cada
dia más.
La carta de mi dama he recivido, y no respondo porque ni
el lugar ni el tiempo me lo permiten agora, y assí ésta, como
la que fué en el pliego que Uebó Concha para ella, me escusa-
rán por esta vez.
Las cajas de los retratos será bien acordar á nuestro Anto-
nio (i) que me imbie una á una por Italia, que vendrán más
seguras y suelo pagarlas yo.
£1 jaez lo es; que se baga y se me guarde nuevo y muy bien
(i) Péreí.
- 55a —
acaUdo baila que, aegua diapnaiew Diot da nsí, dieponfi yo
da él y da loi caballoa y annaa qoa «Uá na tíanaa, á doada
^■íavo if á ywai'lo lodo* ai 41 aa aafvido*
A auaalro Coada ao caapoodo afora á mm, tmf Imana carta
qoe taofo aojra. porqva adamái qua 4ala lo aa. k> hafé ooo
ocro y coa ocro cootanto, ai lo haviara p«a oU, dai ooo tfam
roe hailo, cota qua ao aaagPHO «i taalo qoo atta priaioa wm
durara, y eo eiU ta meaaorio da ctaa aál Maawciaa; qoa la pido
aolidta y ay ude por M parte A lo qua oicrivo da Oooñlo, y quo
hada aqgiatar, qoa famtiian lo doto ciarto á qriaa la did m-
taa veíaa harto qua rnr y aoa le bautiaó «1 paator Or|KÍo. No
io poada oroaf la paaa y láaiiiBa wm ma haca, ai aadia paada
aalíoadar coa qoáata woa aiao pnaado por lo qoa yo obío
vida. TAofala Dioa aa al dalo, que yo lo doy frasiaa da qua
aa aalido fabrara, aoaqaa yaaaloy laaiieado al dal ato abaair.
Mataaa a» parto á Lohi^aa. Dioa aw foia á al y á atta
da^Mcho, qoe haga qoa ooa »aamna roataaloa, oobm» 11 poada
faaoarlo aMJor que yo aé dwaailoi— Do Naaiur á i.* da Mam
do 77.
jocfe de Lia» aalá ollA, y porque le coooooo de Irooa aftoa
qoa há que bm airba, inaroriertor de criado de S. 11., la aopli«
^¡aá de aii parte bm hafa OMfoed que ae sirva do él aa ao ayo*
da de Cánottra, puaa hafo fia que U hará coa mucho cuidado y
aut "«"f«**« paaailiiiiihio. y éata aacrivo lambían á
Péroi.»
VI
Por laa aiiaBiaa cauaw qoo aa fué Coocha aio carta mía, aari
tamlMeo éala corta, pues para decir mucho deaayuda ol tieoBpo,
y pata hablar claro oo ayuda nada. AUA ba Eacobedo, á qoieo
noaito todaa laa ooebas de mí que pudieraa eacriviraa, y poaa
■N daaaBÍanbro de él ao tal aaaoo y eatro taaloa liabaioai da
— 553 -
creer es que importa al beneficio de estos estados y al servi-
cio de S. M., porque los perderá cierto si no los ayuda á lie-
bar lo que á ellos es imposible. Al fin, en esto y en todo me
buelbo á remitir á tan buen testigo como es el que imbio, y
señaladamente sobre lo que toca á Vra. y á nuestro Orgacio; y
aunque con Concha escriví algo sobre sus negozios al s* A.
P. (i) y al Marqués (2) y Arzobispo (3), como me lo pidieron
por sus cartas, con esta presente ocasión se tratará de aquello
y de lo demás que veo convenirles, siguiendo lo mismo que
pude en plática quando estube en esa corte, y lo que veo ser
intincion y probecho de entrambos, y por el consiguiente mió,
pues todo lo es quanto lo fuere de tan grandes mis amigos;
aora sobre esto no más, por lo ya dicho arriba. El poco lugar
que he tenido y tengo, y la sobra de trabajos, no me le dan ni
aun agora para responder algo de lo que querría sobre mate-
rias de gustos. Miren, por amor de Dios, quán sin ellos que
vivo. Sólo me entretengo algún rato desmandado con memo-
ria y soledad de los pasados y con invidia de los que se están
holgando, embarazados quizá de los propios gustos ya, pues
prové yo tiempo en que aprendí á profetizar lo que digo, y en-
tonces se conocerá, quando se viva tan á la desesperada como
yo, entretiniéndose solamente con deseo de lo perdido y de lo
que por ventura sobra agora; y á f e que muero por ver en este
estado á Orgazon, porque no puedo sufrir la imbidia del suyo
ni el acomodarse tan fácilmente á todas fortunas que ay de la
nuestra, pues yo aseguro que tengamos que contar más dias
que contaremos, porque de tales casos jamás se pierde memo-
ria ni soledad, mayormente haviendo quedado prendas que
ayudan y obligan, todo junto, á lo que digo. De la havida,
después que yo me partí, doy cien mil parabienes á entrambos
primos, y, por no engañarme, se le doy ni más ni menos de los
nuevos vómitos de la prima, que apostaré que fueron como
fueron los pasados; si no, escrívamelo el Conde y dígalo quien
(i) Al Sr. Antonio Pérez,
(a) El Marqués de los Vélez.
(3) D, Gaspar de Quiroga,
— 554 —
le wmÉBf atmqoe I» «k tndw tttMo en partir oorrto eomo há
qMaolM tMido limiMii dt kCortt; IkiHé nit piMloá
áttát Mío por otro <mo por ol om iMiblo*
A ni doinaoicrín) y imbio «I pUoRo que ba con étta, y devt
CMrtOf Bo >6io poraoMnwv so lo faiw hodio Imio há* mm
opidtoonMol bMHtoofsn*
Macho (Umo oír que oMé allá nú Bohicha (i), y ao Us Dea-
cahm la h—iam, y au podra coolHáo y accawdado ay, qna
do moB oolo ha da aar« poaa lodo aa daba darto. Yo «odiaré
eoo lo dicho por aoia vos, y ofo á lo qna ka dirá Baoobado,
qva yo lo i^m puado ha|^« como <|iiiao tasto daaaa lo ^na laa
aotá béan y iwloa ecoao aMracao; paro aj
> por aa parta. Loa CMtaa da D.* Rodrigo
r, yal<Miaoacabodaaato>darlaa«ylaadelCoBdolo
andar á ál. A aatramboa bm eooomieodo coo aviao y
ilMCÉiodalaacasaodeloavaliaaoa. Daloacahallaa
¡KObodo, y por acabar, aobra todo, ana bialbo á r»-
aútir á 61. Adiot.~Da Malioaa á 6 da Jalao, coa foafo ao te
.»
vn
D. Jwmt «i C<mdé i$ Orgn.
f Eo no hacerlo diacólpa— aala vaa, qua con otro lo
haré, duapuaa da tañar on poco da oíayor luz de lo que hubie-
re por allá, peaa ha da daapaadar dallo eacritot. dichoa y ha>
dios como 61 aaba. Dala ó anbfala aate recado de nú parta,
deaaáa qoe praaupofo que le toca caai te mayor parta da lo
qoa eacrí^ro. Y porqoa aa halle tanto máa preaCo lo á que aa ha
da napoodar, y an algonaa oons podría hacerlo de mano afa-
na en tiempoa que de te mte no ea poaibla, ai ao fiaeaa por ao
fiar nuestros guttoa da otro que no loa haya tratado, aera buano
daxarloc aieropre eo nueattaa cartas para lo último; y aunque
(i) liabai.
— 555 —
venga lo que se tratare de esto en pliego aparte, aunque esta
prebencion holgaría yo que baliese por no dada, á condición
que, al llegar de ésta, estubiésemos seguros de mi pretensión.
Que ¡ay de mí! para con primo y prima, pues debaxo de amis-
tad, trato lo que yo me sé del que ama. Por todo he pasado, y
assí veo que por todo ha de pasar el obligado á ello, mayor-
mente tras tantos años de bien logrados, que no parecerán
agora tan largos como un dia de apercebiros para una triste
despedida. Asaz es que lo save bien el desventurado que lo ha
probado á costa de lo que supo sentir el mismo que lo hubo de
padecer, y assí veo á lo que me pongo en lo que trato, hasta
que el tiempo haga lo que escrivia por las paredes el marqués
viejo de las Navas; que, ó él lo cura todo, ó al fin lo pone del
lodo; y qu2 sea la verdad, dezilde vos, mi Orgacio, que sabéis
de tiempo y de modo, y savemos que os curarán con poneros
del lodo.
Ese pliego para mi dama haga encaminar seguramente como
los pasados veo que lo han ido. Hanlo venido también hasta
agora los que me ha imbiado suyos, que no es poco, ni huelgo
poco de ello. Dame, en verdad, mucha pena sus melanco-
lías, aunque como tan mi amiga que ia merezco serme, no me
deben tocar la menor parte dellas; pero más quiero de ima tan
grande amiga su salud y su contento, que su memoria en su
daño, por más y más probecho mío que sea. Dígala esto, y que
estoy muy sentido de su hermano, y con gran razón, pues me
ha obligado á procurar otra resolución de la que tenia to-
mada en quedarse, por haver dado una cuchillada, tras aver
dicho malas palabras, á un gentilhombre flamenco de los que
me siguen, que es muy bueno para en el tiempo presente y el
respeto y caricias con que yo los trato y conviene hacerlo, por
merecerlo ellos y por la consecuencia de los otros.
Deseo tener nuevas de la ida á Palacio de mi Belucha, y de
que haya sido y haya parecido, como me pareciera á mí, por
ser lo que se verá, tratándola. Ella debe de ir bien llena de
regalos de casa de la señora Duquesa (i), que debe haver red-
(i) D«l Infantado.
— 556 —
vido «o ella, y no U habrán hecho poqnefto probacho lof dita
da aUa an Pltíacia A tu padre qoenia ver qna S. M. ae lir-
irieíada 11 6 en caaa deenhijo, porterderto propio á ello,
dándola con qna «B lecoiBpaoia da lo que dexa y lo OMcbo qaa
há que eirbe. Buena carta da comhalerienle m áela; pero ea-
critrieodo á un amigo ee pica el honlmi, eomo ae da al diablo
aecnviendo á qnien no lo ea por coapttaiealok
El jaaa nogro deeao qna vanfi ei eelá acabado, y ann ei hn •
hiera otro lindo hotfttia de oooprarlo para andar por acá. C«-
büka aeran arto meneeter para todo; tiaoapo ea ^oca de aoi-
bianM loa que qoedaroo allá por mioa, y ana loa dania qne
baaecrito á Eecobedo; y adioa.— De Locanborg á 99 de Oc*
labra de 1577.»
VUI
/>. 7mm á D. Roéñgo it Mmdotm.
• MU aboe bá que no eecrivo, y mil lAoe há qoe no poedo
hacerlo, por eer tantaey tan variaa las lortonaa qoe he corrido,
qna no ha havido ooea á qna no me ha irieio obtifado, anea
de loa proptoe amtgoe, y ni reeoluciooet de la corte, y oCna da
poca ealud, porque U txayso muy al propio oompahera da oHa
trabi^oe. Qoado agora reheriéndome de mudia povft y eaa-
griea, qoe he havido iiiemelai da apretado, como digo, que ha
andido aetoa diaa, y eeef no podrá ponerme á Tolber á leer lea
(Utimee ni primerea carUu de Vnu para reeponder á ellas, ma>
yormente aieodo la letra qual ya eabeoMa. Dirá, puea, aa po»
cas palabras qne ai quiere lo que me eecri^ y lo deeea lo qna
yo, que ee ayude por su parte, que por la mía quanto me et
poñble hago deede acá, no s61o en los oficios que ee habrán
enteDdido Urgameate de Eecobedo, pero loe qoe he ido oooti-
Quaodo hasta con este correo, con d qual escrivo á S. >£.< y
amigos lo que me será merced y servicio suyo, qoe haTÍs
da decir prunero qoe fauraaba D.« Rodrigo eo lo da hi en-
— 557 —
balleria, en cuyo cargo (dejando á una banda pasión y deseo
de su presencia) digo que estará tan bien puesto y tan honrra-
damente de presente, que si bien queremos todos mirarlo, ha-
llaremos que será otra cosa que dejarse olbidar ay, sin más
honra ni provecho de la que se gana en pasos tan continuos y
de tan ordinaria grandeza; y como la que yo deseo á Vm. es
de amigo, que le quiere quanto él mismo save, no me contento
con que se haga conocer solamente adonde por qualquiera fácil
ocasión se perderá la memoria con el hombre, que esto acaece
á los que se contentan con morir adonde nacen. Tras esto, si
huviere quien trate de otra manera de resolución, yo me re-
porto, no dando ventaja al deseo ni voluntad de nadie, quanto
á lo que yo entendiere ser bien y reputación de D.o Rodrigo de
Mendoza, que es solamente lo que veo que hasta agora tiene
que agradecerme: de lo que me pesa y no poco. Ora buelbo á
decir que, según el intento que llebare en este particular y el
consejo del Duque, siendo tan de amigo y verdadero hermano,
se ayude y apriete, que yo cierto lo he hecho y hago con la efi-
cacia y veras que escrivo; y aunque antes de la respuesta desta
espero tener aviso de lo que se habrá resuelto, con todo será
bien embiármela, tanto más si es como la que yo querria, en
el qual caso no se me detenga ni repare en nada, sino véngase
luego por la via de Ytalia, que es la que, á mi juicio, deve se-
guir, porque con esto y su presencia se vencerán las dificulta-
des que por ventura se ofrecerán allá, en que yo hallo ó nin-
gunas ó pocas, aunque no trayga dinero, que es lo que más
cuesta y á las vezes menos se ha de mirar. Fuera de esto, bien
se me puede creer que también llebó Escobedo bien en me-
moria á nuestro Conde, y que si biniese por acá pensar ia no
faltarme nada; mas no sé cierto cómo nos hagamos en cosa
más señalada que se habrá entendido del, porque ni la veo,
aunque la busco, ni en efecto la ay de presente. Es verdad que
me parece que, si hiñiendo Vm. viniese él, nos descubriría el
tiempo alguna ocasión de abrazar y por bentura aún más pres-
to de lo que se confia en la apariencia, porque lo de acá pide
grandes cosas, y en ellas ando por hallar al Conde. Dígaselo
de mi parte, y que tras tener esto por propio, lo hace muy mal
— 558 —
tü BO Mcrhrimie Uato há, ti y» no tieoe allá quito lo h^t
^ftmoaaUtmmqim)úmá»émnúmiá haotrio ooa «U*. Yol-
ñmdo, pom, á fm^miu á lo priacipol qoo «• ho qotdodo
difo <|M qmaío «1 otro p«ticular quo yo desi
y quidó á ctt|o dri AnolMpo que «■ do Tolodo, di
■ ooaúíoa A fficotMido qoo lo talMt m id
y coo Im vent y A lot tioaipoo qoo l« fuoM advwtido.
CnoqMloliabiAlMeiio,ydttio nmdt» mímám m q^ mía
y lo qoo tt OM praotit OH olio, fMiqat bMli iian,poffoiaM
que no me ha podido «acriTir Eacovodo, veo daio lo
Monanoi qoo lo da arriba holgaré de enlaoderqoé laaaaMa
íb lo dal AdalHMMMOlo, que lo veo elado, 6 oo oyfo que
OMM nado, qnaodo por la BMiorta del que lo era lo he judiado
yo por OMiy oiiáa Uaoo.
Amai do olTÍdacaa, dovo acordar qoo li paoBÍla Dioa qM ai
aica el verooa. oo aa oiOBda aofara ¡¿aa^i^a. oowioa loenafia
Vok, it le tooiaae por intarroiiDn t obÜgarkín de oodie, y no
por la pMa aooüidod<MM tawlfAdo tañarle lao cbapodocoow
ea aMoaaiar paro ao hoora y la sala; y oa» aoo qfm le hallaci
eolra la propia caballena, ooo qoe aatiáeíA taoto máa A loaqoa
ha de maadar, que importe mucho. Al Doqoe no eacrivo, y
hAfolo muy mal.
ReaolWme, deapoea de eacrite éate, de eacrivir al Doque la
que ha coa ella de maoo ageoot dAodolo oa poco de coeatade
flil y de lo de acA. De to deaAa, Va. aa lo podrA dar y iaiH
bivleeaucarte.*
IX
D4 mismo ti wijwa.
«Por U priwa ooo que parte eate corroo, y teoer Dioa aovo
quinto que hazer, no responderé agora á la de a8 de nonea-
bre, aunque quisiera arto hacerlo máa particulamieDte qoe po-
dré. Diae bieo que oiloy mAs que maravillado de lo quo Voa.
— 559 —
me escrive del no haverle hablado Escovedo, no digo una, sino
mil veces, sobre lo que tan á cargo Uebó y tantas le he después
escrito. Atribúyolo]cierto, S.""" D.° Rodrigo, no tanto á falta de
voluntad, como al demasiado trabajo que pasa en esa corte, por
no poder acabar de negociar lo que tanto y tanto nos conviene
allá y acá, porque al fin, los hombres descontentos y fatigados
llegan á olvidarse aun de sí propios. Escovedo lo anda, y coa
razón, pues en su nombre y en el mió la tiene grandísima para
estarlo; con todo, quisiera yo que hubiera mostrado el cuida-
do de lo que toca á Vm,, y sabe me dexó y tengo, y creo de
verdad que para con S. M. le habrá tenido muy mayor de lo
que ha sabido mostrar fuera de allí. Y porque no puedo negar
muchas obligaciones en que me han puesto los trabajos de Es-
cobedo, padecidos en mi presencia y por mi orden, y que no
le deba lo mucho que me ha descansado en los míos, y con
esto otras cosas tales, confieso que me pesaría en gran manera
si viese ó entendiese qualquiera desavenimiento entre él y mi
mayor amigo; y assí, me ha de hacer esa gracia el 5.°'' D.° Ro-
drigo, pues lo es, que no pase con él cosa que no sea antes
para mayor confirmación de amistad, porque cierto me daría
mucha pena que hubiese más que esto entre un tan grande mi
amigo y una persona á quien quiero lo que realmente devo á
Escovedo. Demanda es, por cierto, muy justa la que hago, y
tanto, que no dudo un punto de alcanzarla, por lo que me im-
porta á mí, que es infinito.
Quanto á lo demás, bien save Vm. que no he deseado cosa
tanto como verle adelante en lo que le estubiese mejor, y assí
le digo delante de Dios que lo he procurado siempre con aque-
llas veras que lo que más puedo desear para mí propio. Yo
juzgaba, quando estube en esa Corte, las dos vezes que he es-
tado de buelta de Ytalia, que una de las cosas que más conve-
nian á sus partes y calidad era emplearse en lo que hace á los
hombres más conocidos por tales, mayormente en compañia de
quien no faltará, á buen seguro, en nada de lo que le tocara.
Pero esto vemos que sucede por muchas vias, y assí es cordu-
ra allegarse á la más segura y de mejor fundamento; y pues lo
que toca á lo del casamiento lo trata el Duque tan de veras y
-5Í0-
eomo tao buen henntoo y cahtUcro y amigo, ato jasgo y jiu-
fwé MBiira por lo nacior y «¡no momea U mayor ioatanrii,
pon|uo wMxo fnafa boaso pan m (nAona y paca pooar <n
8i»ba oblígactoo á S. M.. no a6lo en k> prMaate, ana ano as
eooaidaracioa para loavaoir, puaa oaaftoda lactoo ao D.« Ro-
drifo do Haodoaa maraca daapooa «a fa^fv da loa aiiia pfiact-
paiaa qoa aa probooo. y aaaf , por eato ha daaaadlo yo lo <|ae aa
ha vialo. Moa haviondo UagMlo las coma taa adatante y h» da
la iucoaaion da tu caaa á tanta piaaaidí J, ooay quapooarpor
agomal inlaatoaootiaalfima, aíao agradar al Da<|iia ao k»
qm tan Man mU á lodoa, para lo qoal pluguiaca á Dioa po*
diam yo daada acá lo qoa daada carca y laxoa qinara poder;
paro á k» maooa no fOteri an nn poaftia, poaa trataré anteada
paaarla qoa da qnadarma atria ao tal dfloanda; y porqoa, como
digo, la prtaaa daate daapacbo ma obligí á corta aacñtura, re-
aanraré para con otro al oaar da lodaa mía diliganoaa para coo
& M.y AraobiapoyIoadamiaqaaTiareoonvantr.Sertabueoo
avianrma do allá qnitem paroca qoa davao aar «atoa, y lo damáa
que ▼ioiera á coaoto da la materia, y aaaf noa aocoda todo
como lodeaaoyo.
. A Octavio (i) aa haría gnnde agravio si m diem á otro la
caballaria, porqna damáa da qoa U maraca por antandarla,
jántemli lo damáa qoa aamanaatar para al cargo, y aa tenca-
paAol an antnAat con» lo aoy yo, qoa aa qoanto loaabria an>
carnear; ai no, pragontámoalo á aatoa trmydorea, y varán por
ao fOBpoaate ti oatá bien encarecido.
Ho eacfivo aate vas á mi dama por lo dicho arriba. No dea-
terré á au hermano, ooroo penaá, y él marodó hacerlo; pero
cormiutóae en que atrvieae eo tum compaftia de iofitnteria, en
qoa antea le honré qoa le caatigoi.
Ayoda á lo de loa caballea qoa aa me han de imbiar. porqoe
m de creer que loa habré harto meoesler, y por reapoarta de
éata. eacrivame antea poco y deqwcto y legible, qoe nmcho,
apriaaa y gambatoa qoe el diablo no loa leerá, ni nadie faaate-
ria, lino una amiga de las qoe io saben y pueden to<lo.
(t) Goomga.
— 56i —
Aquí tengo el de Panna (i), con que estoy contentísimo,
porque vale mucho, y ha de ser lo que promete su sujeto para
gran servicio de S. M. Andamos de partida para la buelta de
nuestra gente, aunque antes comenzarán las armas de veras,
porque imbio á socorrer á Roremonda; pero seguirémoslas des-
pués, con el ayuda de Dios, en mayores veras, pues casi soy
forzado á combatir, y lo seré mañana por muchas razones, que,
aunque no quieran , me han de ser recevidas y tomadas en cuen-
ta, según me hallo y me tienen.
A nuestro Conde no escrivo hasta saber más que sé del.
Bueno anda si es á ca9a y en su casa; pero mejor andaba quan-
do le ca9aban á él en las agenas.
Ojo: escrivirme algunas más vezas, y que lo sepa mi dama
con tiempo para tener nuevas de ella y de quien ella me las
dará: que quándo partirán correos, nuestro Antonio lo dirá, á
quien devemos todos mucho, señaladamente D.n Rodrigo y yo.
Ge lo conozco y se lo agradeceré algún dia, si Dios fuere servi-
do. Él dé á Vm. quanto yo le deseo, y que nos veamos en la
casilla del amigo en mucho contento, tras nuevos mejores años
para todos que ha sido para mí el de 77. — De Lucemburg á
primero del mes y año de 78. — D. Jíian de Austria, — Al ¡Ilus-
tre Sr. D. Rodrigo de Mendoza, en su mano.»
Del mismo al mismo.
«111. « S.°r: Muy buen principio ha dado Dios á esta su causa,
pues ha sucedido lo que se verá más á lo largo por la relación
que imbio. Al fin ella ha sido una rota (2) de estimar por todas
vias; porque demás de la importancia de ella, que es quanto se
puede decir, si es ayudada, fué cierto lo más sin confusión y
con el mayor orden en todas partes desde el principio hasta el
(1) Alejandro Farnesio.
(2) La batalla de Gembloux.
36
- 5«« -
cabo, que le ha visto mucho» diai há« MQ<|«i i
paleó ai to tonia fUM» patquo en oom dt «w qoál «üiét y
quál queda. Coa todo, 00 lo «««airee irá ooa eonde «b BMaof
coa taote mejror ooaeidanctoo petaeoipeierooe. Afoim qoedo
tn vidorie, y arf ee ooe vea diado yeLobeinM, TiltoMa y ottM
plaxai, eatre lee qoecrao tere Mahnet; y yo me peitiré deoM-
ftaaaooo loqoepaeda jootar degeoleyartáUoriaádaroieefe
á loe qoe ee nos eatref», calor y eeimldes á Octebio» qoe lo
aads trataodo de paite á oüa con la m^ror psfls de úxaba-
Ueria, y ánodo á lo qoeee tiene duro, y ieñslaitaBiMUs á Bru-
selas, que 1« tieoe grandfámo, y ooo fasaa« porgas todoe gri-
tan: ¡ttl4, éUéJ y yo me iadioo tiinhieii alM« eaaqoe el tÍHMM>
y oraainaes susien eer y eoo steropss los mejoiee y osee dertee
cioos^ieros. Dioe lo guie, como lo ba gioando lodo, que si era,
si vo qoe ee «yoda II 4 quiea el mimo Oioe epdb tanto, y
si 00, fampoco «segure siao k peaa de haver eollMio el kbor
qoeH aoedebe. Harto lo digo y arto coovieoe craenoe. MocIm
deeeo que Vm. «se «ecriva lo que eosoa por allá de esta rota,
porgas oonso eá loa gentes que pisea loe lodoe de eea corte, no
dudo sino que juagsrán le que de la batalla, sin que la iabidia
de loe unos y el no eataoderio do los otros, lee doM oeoside
rar. Que aun en les cosos ordinuries ee diceqoeqoiea no aveo-
tura no há ventura; pero esta verdad tanto toé» ee podeioes y
cieruen la* coeas de las amee que eaáetaeedoadeaoee con-
quista si no se pelea. Al fin. deede seentadoe y seguios fictl
es ei^renar al mundo; pero vengan por acá eeos ooooaee, del
que ellos hablarán otro Ut(n; y dígalo assf de mf parte y de la
soya á los que y «doode viere oooveair.
La priesa y el dar despacho áteataa cosas no roe deja decir
más. ni aun eecrivir otra de mi maao qoe á S. M. y á loe ami-
goe secretarios; párese bien escusado. Estoy y devo estarlo en
lo venidero, pues apenas, apenas puedo ni podré raecarn» la
cábese, y si algún gran espitan dixera á esto que no hada ál
así, respondiera jro que por eso. etc. , y que en sa tiempo ss
acabó lo sobrado que tanta fiilta hace co el presente.
Octabio anduvo coa la cabaüeni^ UQ Mfsn y cuotdagieote, y
— 563 —
quando convino cerró tan determinadamente, que visto la de-
terminación de Vm., sobre la qual tengo ya respondido más
largo, y creo que lo hice á i." del pasado, escrivo á S. M. que
le dé en propiedad este cargo que le havia dado yo por provi-
sión: de que es bien estar advertido para que por su parte ayu-
de á esta demanda, desistiendo de ella.
A nuestro Orgacio me encomiendo muchas y muchas veces,
de quien, hallándose ay, será también ésta, y la comisión de
defender conviniéndolo, que con agradecerse y mostrarse ser-
viria harto más.
A mi dama beso las manos, y no la escrivo porque cierto no
puedo escrivirla. Su hermano se halló en el encuentro y muy
puesto en merecer perdón y olvido de lo pasado, y así lo está;
queda sano y bueno, como los demás, porque no sé si de nues-
tra parte llegaron los muertos á cuatro y los heridos á quince,
y de la del enemigo fueron bien más de cinco mil, y quizá,
quizá quinientos los muertos y presos. Hízolo Dios, y suya
sola fué la jornada, en tiempo que, á no hacerse, á estas oras
muriéramos de ambre embueltos en otros cien mil peligros.
Al Duque escrivo y envió una relación; va con ésta; désela
ó imbiésela Vm., y avíseme del recivo de otra que le escriví
quando fué la que digo arriba. Con tanto, adiós. — De la aba-
día de San Arjenton á 7 de Febrero de 1578.»
XI
Del mismo al mismo.
tHame escrito el secretario Antonio Pérez lo que S. M. ha-
bía hecho sobre el Adelantado, y que se havia resuelto de ayu-
darlo muy de ueras, y yo aseguro que el mismo Adelantado no
se ha holgado más, porque me daua ya mucha pena ver la tar-
danza desto. Deseo sauer que esté acauado de cumplir y qué
es lo que me toca á mí para ayuda dello, sobre lo qual he res-
pondido á nuestro Antonio y escrítole que se me auíse de los
oficios que he de hazer en Roma, pero que querría fuesen cu-
-564-
biotot, por U conakkTicioo que d«uo á Ib amtftad aatígiíA
<te k d« Riela. BtcrfvaaM. poai^ Vm. tobn lodo, j (|hmIo
tmríon q«e á&ck eem qM le «ele bien, no tarde tanto en ha-
cerlo, ei OM ea. eomo le aojr. amifo.
La moerla de D. Diefo (t) he eaotido como quieB le qne-
rU mucho y coooda lo que ya Al fio, «a i
re. ato que llegue á haber en ellaa la guerra qoe i
m áüa. Ttefüo Dioa eo el cáelo, que if croo iMdri, m nm-
rió coa» me dtseo. de que he holfMlo harto, poiqw «uta que
lo auia meMüar, ai no havia mejorado alfo la oetieaciB.
Em pKflio qoe va pera mi dama ae la licomiando x que le
reeíha aifHO eo •■ aauo. So hennaoo ha vuelto á haoor om
f.oecawlada, potqoa acordó de dar uo eaadaleraao á otro ata
níiáa |iiO|iiailo qoo tanto, y aarf ae á hofdo, f eávidolo yo wá»
de aaia dlaa daipaao. Bl darto no ai para aagatr eatoa peeoe, ni
eataa peana para tf, porqaa obligaría á cortiraaloaá coda nno.
Croo qoe aa abci rocovido In qoo oacrinf de S." Arjenlon ao-
bro la Vitoria qoe Dioa ooa haína dado. El miM» Dioa aooo
quál qnedo de hallaraaa tan en ertnnw impoaihililido de no
pruiagnir con ella tan adelante quilo m podBera, ú» oon anar-
OM oreydo tanto ha, me hvfaíera S. M. proreydo como convo-
nie; que, á eatarlo, yo aoagoro qoa Bruaalaa foen anya, y con
ella la mayor parto deetoa payaea; pero han hecho en
y atif ae ponen á defandáraenoa vioocaa d« nonada, y de
ñera que ooe hacen coetar aancto de gante honrrada; y aarf iai-
bio á Moa do Vttti oon eato deipncho para oertar, eo no fid-
tarme com por hacer, y que entieoda S. M. lo que peaa y le
cumple, y entondamoa lo que ordena, porque andar an una
mia que firme y ayudada reeoludon, ee le aeguiña derto lo
que le escriuf y dirá mié lergo Roblea. Al raiamo me toarito,
que lo dirá también á Vm.; mea por aaeor de mí, qoe ato la
regale y OMto 4 S. M. quando tratare de hablarle, porque ea
uM paria, ctcito. Llena cartea pan S. M.. Ar^ofaiapo y Velas
«obre lo qoe yo dexé empoyedo, y en la initraocion capftulo a»>
ñalado, en que se le manda que con todoa haga loo o6cioa que
(i) Un hermano de O. Rodrigo.
-565 -
le dixere y concertaren los dos; pero quisiera yo hartó más no
remitirlos á otro que á mí propio, pues tanto lo es lo que tan
de cerca toca á Vm. Yo quedo bueno, bendito Dios, y no es
poco, según lo que trauaja el cuerpo; pero principalmente, se-
gún lo que padece el spíritu, que es lo que obliga el miserable
mundo presente, enemigo mortal de los pobres ausentes, y tan-
to, que diz que auéis de dar disculpas de seruicios muy leales,
ó que no llegan á serlo, si no os dexáis prender y perder como
una bestia. Así me dicen que no falta quien diga por allá que
quando me uvieran prendido, ¿qué se perdia'ó importaua? Vén-
gase, pues, por acá el que tiene tal opinión contra lo que 5'o
pensé que me hera amigo, que por lo que evitará para sí, cono-
cerá lo que he de hacer 3^0, que no evitaré peligros, sino los vi-
les, ni supe nunca apartarme de otros, y si viniese, lo veria
quigá á su despecho el que de lexos condena.
Yo no creo podré escrivir al Duque. Sea también ésta para
él en tal caso, y que, por amor de Dios, le pido que miren en-
trambos hermanos que con el tiempo se pasa todo, quando an-
tes no se ganó en lo que se desea, y conviene que le ganen allá
en el efetuar lo que tan bien está á todos, y que se acabe ya el
casamiento para descanso de ellos y satisfacción de sus ami-
gos, sin esperar más algún agidente que traiga mucho que arre-
pentimos. Endustrien á Mos de Villi, que de mi parte hará lo
que se le dixere, puesUeua, como digo, cartas y comisión para
ello. — Nuestro Señor, etc. — Desta abadía, junto á Tilimon, á
23 de Hebrero 1578. — D. Juan de Austria.
Mos de Villi lleua la copia de la que escriuo á S. M. con él.
Sobre lo que toca á Vm., diga que se la amuestre para que con-
forme á ella negocie.»
XII
Dd mismo al mismo.
«Hallóme con las de 19 de Marzo y 4 de Abril, y con tan
corto tiempo para responder á ellas, que apenas le he traydo
- 566 -
•■ hftftoi dÍM qoe há que ando <Wtp>rhMKlo mtt oorrao ptra
finMrloqntl» dt ata» tfHMu qat «• lodo ó loaiispara
do lo poco qot dki «B éHa, Mfá b prioMro b mocho qot íím-
to la vaUúm OMMVto do Bocobodo, y qoáoto más tiatvio que
ao w avorifoiM do dtedo ha adido iMtta oMidid, porqoo dar»
to, damAado qoo on ol qoa havia oataaMr al ainricio de S. If«
pam lo qm oauMilaba, le deria yo iofiaito, y he perdido ea ea-
üORMioa «a ftaa deaoaaao, y aoa creo qoa al
Tlaipyo Dioa ea al cielo» y á nf rae deecidm qpñéa lo
qae de haierie pite do á Van. ao lo dado, poee et biea Beoo-
bedo parteo qoa te deaaaidafaa coa él» por lo caía loca á uú
creo qaa lo hafacA hacho oea» laa •• wadadew» y fmade aaii-
go. Pluguiera A Diot que viera yo el táea^woa qaa av hado-
lao el jtt«a aatra eatiainboe, qae yo fio de qoo laaallaiá pao
para todo el ato y aoa pin loda la ñda por kmii qoo fa— .
On ealo ee acabó, gloria A Dioa por lodo.
Eacrivo A niiaain Aaloab aobie lo de lee cabaUoa y joyaa;
allA lo TorAa y tatarAa loe doa, qae A eu roeolacioa a» feiai-
tOi BiadaraaodogQRa filao «na qaa aeíA aray baeaopaia
qoíhi aalea beade y oaaMiAa lo fiao que paada coaamatow A
lodenAa de ene cartea no poedo reepooder efon iiao que
bato A aá daoM, qae if baaaria, A fe, awaoa y oabaaa. j qoo
00 padiaado y UagfadeaM la foapaeila da la qae Uebé Soblea,
la daré yo A aqoAhí y A aaloCna que viaieroo coa la do loe 19.
AcA ee padece lo qae aavo Díoe y lo rodva ea aenrioéQ, por-
que A pora fbefia de hooabree y do trafaajoe ee ha Uafado
adoode ee ha paeado A lo poeible, ee^m lo coo que om hallo;
lo que ao puede io^goraree ya, ai ano maolaoeilo ei 00 eoy
loAa y floAi eyadado, y aeef tnygo aota loa ojee, qae acabado
el enemigo de r^uicerae, que eerA presto, que noe ha da eer
fuerxa bolber á ooavatir 000 graode deeabeotaja oueetra, ó que
por lo roeooe no harunoe oeda en lo qoe aoe queda del Ten-
no, que ea ea oetoe paiaee la seaoo de la guerra, porque antes
de r^brxer ot ea so maao eeeoger lo bm^ot, y deqmes estor-
benoe que noe qoedomoe eolameote con lo qoe se ha gaoedo
iMoa diaa, y aua coa eao A gran peaa. Da S. II. ea y aoBMi
todoa, ioyo serA tambieo lo qaa te fumo ó perdieio, lo qao
— 567 —
acahecerá en conformidad de la resolución que tomare; pero
jugar á lo cierto lo tengo por mucho mejor que remitirlo á so-
lamente milagro ó á lo imposible de los hombres, pues si un
dia se ve, otro cuesta caro ha ver confiado siempre en ello.
A Mos de Villi espero, ó á quien me diga lo que se hace y
ha hecho en los negocios de Vm. Escríbamelo, por su vida, si
tardare el dicho, como lo creo, y lo demás que me tocare, para
que los acabemos. Al Duque escribo de mano agena, que de
la propia no es posible. A nuestro Orgacio tampoco puedo res-
ponder más de que le prometo que no deseo menos de lo que
puede desear lo que me escrive en la de 18 de Marzo; pero
que para ello y lo demás que se encaminare á este nuestro de-
seo, veo que es fuerza de presente remitirlo al tiempo, que nos
ha de aconsejar allá y acá á todos.
De buena vida no trato, porque si la tube ya no la conozco,
sino la peor y más llena de trabajos de espíritu y cuerpo de la
tierra, aunque de cuatro dias acá que estoy aquí se pasa á ra-
tos mal con mal; mas ella bolberá á su carril de aquí á dos
que me buelbo sobre Felipevilla, sabe Dios con quánta más
necesidad de tomarla que recado para hacerlo; pero él nos ayu-
dará, pues nosotros nos ayudamos lo que no digo sino porque
lo puedo decir. — De Namur á 3 de Mayo 78.»
XUI
Del mismo al mismo,
«Quatro ó cinco dias a que receví la de g de Abril, que ha
tardado harto á esta quenta. Tengo poco que decir en respues-
ta della, y menos tiempo para hacerlo, pues me tiene á mí
S. M. muy más apretado que le pudo merecer nunca ningim
christiano, aunque fuese de los malos que se usan agora; pero
merézcoselo mucho menos yo que ningún otro, pues jamás tu-
bo voluntad tan suya ni hombre tan dispuesto para ser apoya-
do donde quiera, como se conoce en cada mínima ocasión; y
como junto con esto todas mis obligaciones para dar la cuenta
— 568 —
qtM á&90 da mis McéPUM y mt «m pMito moy á peligro de
darU, iafaliot dt poro «baadoMMlo, etloy o» nsoa may •■••
tido, MbMOtdMaásqMOOofiocoDiotqtMlMdehaoerloqM
•mIa, quedaré diacolpedo aots da él y el mondo da •
o, mhkmán, como «aban, qtia tiat
y tnfa^ m» tímoe ooo lóloa lo 6 la mil
y 5 mil cabalk» para wii^anfii da 14 mil y 40 mtl infcniaa,
ik «I «Mfo aBMB^ qna OM aala aforada Fnaek (1), dama-
sm Qaaailoy Immm poc todoa Itdiia; y ami
ai aa qua 00a nmitimoi á aoloa milagioa da Dioa» j
laamaiado, y qoa pom ooaa loa
M aa obli^do á haoarlo. Si qaiaioa qoa yo loa
Imw^do poado. poiqaa al flúamo Dioa ma hiao homlwa, y bo
Aoftl ai iaalo; y ami, ao ofraaoo aioo lo qna ooow tal podré,
qpaoafáalÜAdarooo la cabaaa aa laa aapadaa da oaartroa
é probar á ffoaapar por alloa, palaaado cada ooo
da ooaotroa coo qtutro da aUoa. Y créaoM. S.» O.* Rodrífo,
qoa ao aa oMdo da daeir, aiao vardad qoa coatará caro, ai Dioa
laianla aa mano da awaauuiibor. VaaaMa ao ul caao qoé ha-
brá fuiadoS. M. oon pardarnoa, y qoé habré perdido yo, pum
ao lüté, como 00 fiüburé darte, á U menor da ana obUfacio-
naa. Pwoiaaiéntome, eotraunto, que tolo para ral Cdtea paita
siquiera de aqueUoa exercOaaoa que eobraroa aquf para traer-
me á mf al pobre eetndo eo que tn« tieoeo. Mae doy fmdaa á
Nuaetto Seftor, que aw ha dado un pacho OMyoompneMo pan
paaar por eeto y para aquello; coo lo qoal no me ahofwé en
tanu agua haata que ee coovieila eo pora aai^ra. Ora beata lo
dicho por eita v«», da dónde ee poede aacar lo roáa y más que
no digo, mayormente remitiéadome á D.* Akmao Sotomayor
ea mucha parte dello que ae podrá decir, el qual va con mi 61*
timo deacargo. porque lleba el protesto de lo que me aooadio-
re, no por culpa mia ai coo pena alguoa, puea aoy yo el aobra
quien llueven laa patrochadas de todoa.
Al Arfobiapo escrtvo, haciendo lo que Vm. me dice aa m
(1) El Duque Je At«ofoo.
— 569 -
carta, que es agradecerle lo hecho y encargándole muy de ve-
ras lo por hacer. Y lo propio digo por nuestro Conde, pues
está en el mismo caso con los negocios que tiene con él, á quien
escribo la que ba con ésta, remitiéndome en lo de acá á ella,
por ser de los amigos con quien huelgo descausar; y por no
poder alargarme tanto en aquella conformidad, irá también con
esta otra que trate de lo de mi pasada, que irá tal que la pueda
mostrar y hacer el oficio que dize, de lo que holgaré yo mucho,
porque antes la vea quemada que meta por mió más el pie en
ella, aunque me haga Dios otra vez cortesano de asiento, li-
brándome de soldado de los de tiempo tan infelice.
Espero los caballos con harta nezesidad de ellos, porque los
mios se acabaron, con haver dado los buenos y embejezido los
quQ^e han quedado. El de Vm. deseo ya ver, pues será sin
falta aún mejor que me le pinta, de quien creo seguramente
todo lo que me dice, pues puede creer de mí que le merezco
quanto no sabria encarecer, por lo que le quiero y deseo el bien
de todas sus cosas. Al Duque no escriviré, de mi mano á lo
menos, por lo dicho ya arriba; sea por amor de mí esta suya,
porque vea quál está éste, su mayor amigo, y quán justamen-
te se resolverá antes á meterse en una hermita, que volver, si
escapo de ésta, tras tantas de que me ha Dios escapado, á ser
yo el que tenga tan á riesgo al mismo Dios su christiandad, á
mi Rey sus Estados y á mí mi honra, que tanto y tantos tra-
bajos me cuesta. Todo lo qual cuelga agora de mi pobre hilo
que está en mis manos, aunque mi honra se salbará en qual-
quier suceso, pues con ayuda de Nuestro Señor ninguno habrá
que la ofenda. Pero duéleme lo demás, como christiano y cava-
Uero obligado á dolerme destas cosas, quando bien me halla-
ra tan lexos dellas como los que las juzgan, y quizá no temen
ni se curan de lo que digo.
No sé si me queda por responder en algo. Sí, deve de ser,
porque no quiero bolber á sudar tercera ó quarta vez en leer
letra tan inlegible. Del juego de cañas tengo nuebas, y no digo
embidia, porque no la tengo cierto, sino lástima al tiempo que
corre. Dios le mejore lo mucho que es menester y me guarde
á Vm. como deseo, acordándole que con menos ocupaciones
me «cm« maoot wat qm le «•críiro. — De jaaio á TiUmm
á so de Jolio (1578], y eittMlliiiBÉedevaaNe.
P. D. Aouade i9.qiMbiivkre(ÍTÍdoaalee»ee ■naol-
bidedp de reepooder, y acora 00 puedo oi aim eeoibir mm le-
tra mét. de qm emro eele pUefo vfipera de SeoHego.— Dea
7«ea<d« ilMiárM.»<— (Sobraecrito:) «Al lUoelra Seftor. al SeAor
D. Rodrigo de Meeídogí» eo oa mano.-i'-Saplko á V. S. rae
XIV
«m.* S.«^ Del peUfpaeo eetado da lo de acá, f qate nia
lio. trae haUanM fodaado de alloa. Ma naallo i D. Alooio
de botoonafor, poee be á alifitme de eeta carga, ooa decár
allá de mi parte que tras no ose baver ítnadMin diligiiicls por
liaeor ai trabajo por passr, rae ilsii sign dslaals da Miisirio
SeAor, da S. M. y todoel naodo. de lo qoeeotáas aparisMia
da wwsdsr á eeta ea agáicito, que, aaayie paqusta, aa al qae
«MtiaM la cbriatieadad y eos astadoa. Yo bíea si qoa eom-
pHrá, como be eomplido toda aá ñák, huta coo la asaaor de
pero M» eé oóoM querrá tonnr Dioa al cos-
ía aas saemigos y los qos le basUsa csda día SesfBa
aprieto á los dstesores da sa boom. El ooe ayuda y
hroraaca iiaesno basa áaiaio, qae ee eólo lo que tanamoe par
Doaotroe, digo ablaado da lefae abajo. Yo qaedo ooa salad,
si bisa arto trabajado en procurar dar te anata de orf esia vn
qae bá intwtt!— ' junto con lo didbo om boara, te cual saHra-
réyoeolodotiampoyceeoe,paeenoaelaltará, cQaMdigo,ea
nada de lo qos si tiempo y (1) de este goem ose aMífi»
isa. Mas so aseguro lo imposible, ni dosto qaisro decir olio
de lo que |Mdamoe á Dios, qos te toca; assf se lo suplico yo y
(1) En bisoco.
— 571 —
que me ayude á mí quando tanto y tanto lo há menester quien
tíene el peso que se me ha puesto, y sólo buen deseo y ánimo
para llevarle adelante. Seré brebe, porque no puedo más, y
diré solamente que de la merced que me escrive, S. M. tendrá
cuidado de hacerle. Estoy muy contento, pues no dudo de que
la rezivirá, mayormente con que sé que tiene Vm. un buen
amigo en el Arzobispo, y assí conviene agradecérselo mucho,
á quien escrivo yo, pidiéndole que lo acuerde á S. M., como
espero lo hará por no faltar en nada á ninguno de sus amigos.
Y porque he entendido que desea tener la que era mi posada,
holgaré infinito verle antes á él que á otro en ella, porque de-
ve ser mejor que la que tiene, aunque no tal como se la deseo.
Si para esto fuere menester hablar á S. M. ó hacer otra qual-
quiera diligencia, hágala por amor de mí, porque deseo de ma-
nera que entre en ella, que sólo para darle mi parte quiero
tener la que tenia, pues para otra cosa la he dejado ya de todo
punto, desde que quiso nuestro Antonio recojerme antes en la
suya que verme en la calle. No sé si está todavía en esotra
D."» Rodrigo Manuel; mas trocando, quedarán mejor acomo-
dados entrambos, pues no será uno solo el que lo estará.
He sentido mucho la muerte de D.° Pedro, porque cierto
me era muy grande amigo y honradísimo caballero; ha perdi-
do S. M. un buen criado; pero creo que le tiene en el cielo, á
donde está mejor. Llévenos Dios allá á todos; pero confun-
damos antes á estos herejes traidores, tan puestos en confun-
dirnos á nosotros. El de Alan9on arremanga sus faldas para
ser con ellos; pero no fuera él quien es, ni yo sea quien soy,
si no le escriviere y mantubiere que es un hombre, ni digno de
llamarse caballero ni príncipe honrado, si es verdad que hace
las obras de que dan á uno fe dello; y si respondiere lo contra-
río de palabra solamente, mentira, á que prevengo, porque es-
crivo claro.— De junto á TUimon á 20 de Julio 1578.»
— 57« —
Núm. 2.
D. Jütrn dé AmMñ á Dtém ÜMgiélmm 4$ ÜUom^ mmim ék
D. Lms QmjadM ft).
(Afoito. 1570.)
•Stftonu fitn Im wwrt <!• Vou por •! fuiitilft oim i
dt ntpoodw íím^''* ^ '"^ ^'"^^ ^1**^ ^ P***^*?^ pon|vilo
Jmo por tibcr á b eoBtmiM do U «üod jr «ümÍIo ¿m Vak-,.
No hay qoo dudar «ao qM las ooMi «otáa do «Mi
lo la parMNMdotanaba 00 «opilólo» ooolroaMltfacevol«<
<|Ba OB todo ia ha da prooadar acguo loa iMaipoa ootfiMB*
Sukiuaolo aerta yo porfiado oa caao qoa om qniiiaiw ¡aviar á
Fkadaa, á doada por oor taa lowo no vm coofiapa ir, y taa*
hiaapor ao aar á mi propáailo la qeiatad da aqaal pafa. Por
cartas da analfoa qaa poadaa taaar alguna íiHolifBrii, haao-
taadido qoa aa trata da qaa la Plriaoen vaya á aqoaUa tierra, y
ooa aUa al Doqoa da llodinacaM. No lo he juigado por daa-
propóatlo: ao ai n lo caota al daaeaílo; ciarto yo creo tena lo
oiáa acortado. Dioa lo hafa aaf . Eita oagra ga«ra no oa aúa
a«T*f^*! poro oüá á aolB hora en tal estado que, ti nnoroa ha*
PMMOS ao se revuelven, lo que para aá hay qaa hacar podría
aar acabado á lo nr.ás Uufo por todo Octubre. Deaéolo tanto,
qoa aun víalo dodvia dello. Dioa lo haga, que á mf lauto bien
BMaalaria. Ahora ha ladbido ana letra de S. M., deaaanao,
aa qaa me dice U aecoaidad qoa da mí tiene psra aolo da la
Liga y otras cosaa. Creeré lo que viere en todas ellaa..... Dí-
oeme Vm., hacttedomela muy grande, que mire lo que hago,
por tener ahora todoa puestos en mf loe ojos, y que no asa taa
galán, sino que antes evite todas las ocasiones de que podria
(1) Pé^ks Í9 /émuif toooo 7a. ^Academia de la Historia).
— 573 —
ser dañado. De nuevo beso las manos de Vm. por la que me
hace, de lo qual le suplico que no se canse. A esto, Señora,
respondo con la pura verdad, de que soy tan amigo, que doy
á Nuestro Señor infinitas gracias desde que mi tio y padre (i)
me faltó, he procurado siempre vivir como ausente de quien
tanto bien me hacia, y así creo que no me he gobernado tan
mal ni trabaxado tan poco, que considerado esto haya quien
afirme lo contrario. Galas, aunque bien quisiera usarlas, el
trabaxo de nueve meses de campaña no diera lugar á destruir-
me, quanto más. Señora, que no todos los tiempos y condicio-
nes son unas, antes veo que en gentes de razón y no brutas
se mudan, juntamente con la edad; si otras hay en el mundo
que para decir mal travan de que quiera, no me espanto, que
de Dios dixeron y murmuraron, y aun Vm. me escribe que
liega esto á tanto, que ni de mí ossa preguntar: de manera que,
en cuanto á esta parte, los santos no viven seguros de las vexa-
ciones de este mundo, en el qual procuraré de regirme lo más
conforme al parecer de Vm., que j'O supiere, á quien suplico
me guarde siempre un oido, porque á nadie quiero ni debo
satisfacer tanto como á quien debo la crianza que en mí hizo
y el estado que agora tengo, que esto reconoceré yo aun en
la sepultura. Suplico á Vm. perdone discurso tan largo, pues
las invenciones deste siglo bastan á causar lo que el hombre
menos pensaba, y que me haga saber si las de la Señora Aba-
desa llegan á tanto que inquieten mucho la justa de Vm »
Núm. 3.
La Excma. Sra. Duquesa de Alba, en su precioso libro Do-
cumentos escogidos del Archivo de la Casa de Alba, ha publicado
una colección de «Cartas de D. Juan de Austria y de su madre
Bárbara Blomberch. — Batalla de Lepanto y Empresas de
(i) D. Luis Quijada.
^y wkMéico hijiob Bain «Ika, « 4ifM de rt-
; I» OHlt qw «I DiK|M dt Alta Mcribió al S*-
ZtyÑk «■ que 1« diee: «Aquí pifli «a Mfobo qiM w
tiMM M Bwdbo cidadoi pon|w MMqpM Im proevndOi por io«
ditl>twmq»t«ihMiádopoiftl«,«iwaMÍiiio»>aiftiwiflii,
y •! Mfoeáo anda ya tan «oto y taa dafi— lado. qua ctmntam
qaa eos BMiy fna brawdad S. M . la poofa faoMdio. Vaa. aM
la h^aan daeir á S. M. qaa aii aaadra dal Sr. O. Jbm viva
cQo iMla libartad y laa toara da k> q w daba á aaadro da lal
biio, qoa eamriaM aMd» poMria naaadio, poiqM al Mfocio
aa la» pftbUeo y ooft taala libartad y aaltaia, qoa viaaa la ooaa
á qaa na ha» aviaado, qoa ya ao imy mmim iMHada qva qnia*
n antear por aaa paertaa, pofqaa Uafa á técraÍMa qaa aa wmt
mndatlo laa aarridoiaa por aaaaMi; y ooo mi aMaMia ha
laa.q«a]ro f
laa; y Iw acbado doa daBMyaallaa viaiaa oaay
la df . y BMÚdo aa aa lugu- doa rayiMa mafaraa. Ba taRÍbU, y
da ana cabaaa amy dura. S. M. vaa lo qoa aaaada, q«a yo ra-
analto aataba haaerU lonmr oaa aodia y aaaaaria ao im
tarío, paro no ba qaartdo aio oooaultáraelo primaro.»'
iaá7da)tiaiodax573.)
A qoa eoQlaaié al Rajf al Doqiaa: • Sari
ooQ alia haala qua haya coawdidad da panga aagiwn; y
oaai ao aalmdo a|icaando y al iM^po hacho para oaraogar, la
liac^fia aaafear ao hi oavo, qoian 6 no qoiara, ooo la compalüa
qoa oQBvanfi* dando oidan qna n la provaa lo oaoaaario para
al viaia» y qna ao fi n la haga bnao tralamianlo...*.»— {Bal
boaque da Safovk á i6 da Julio da 1573*)
— 575 ~"
Núm. 4.
Mefnorial de Conrado Piramiis, herntano del Sr. D. Juan
de Austria, para S. M.
(Año 158 1.)
«S. C. R. M. — Conrrado Piramus, hermano del Sr. D. Juan,
que sea en gloria, hijo de Jherónimo Piramus, dice que ade-
más de los servicios que el dicho su padre hizo al Emperador,
de gloriosa memoria, y á V. M. toda su vida en oficios princi-
pales de la milicia y en otras cosas, él ha continuado los dichos
servicios en los Estados de Flandes después de la muerte del
dicho Sr. D. Juan, su hermano, con solos cincuenta escudos
al mes de que V. M. le hizo merced, con los cuales agora se
le mandaba servir en Milán; y porque él desea servir en parte
donde se ejercite la milicia para mostrar con obras su buen
deseo, suplica á V. M. que considerando que el dicho señor
D. Juan, al tiempo de su muerte, le dejó encargado á V. M. sea
servido mandar que el dicho entretenimiento, á lo menos, sea
de cien escudos al mes, cerca del Príncipe de Parma, en la
dicha Flandes, porque con menos destos no se puede entrete-
ner cómodamente, advirtiendo que en sus estudios se le daban
ciento y sesenta y seis escudos al respecto de dos mil por año;
y para mejor continuar el dicho servicio, suplica ansí mismo
se le mande dar carta de V. M. para el dicho Príncipe, que le
tenga por muy encargado, y acomode en todo lo que haya lu-
gar y particularmente en la primera compañia de caballos que
haya vaca ó se probea, y para ir á la dicha Flandes y pagar
parte de lo mucho que debe, que ha gastado en su venida, por
no se le haber dado entretenimiento ha más de doce meses, se
le de la ayuda de costa que V. M. sea servido para le desem-
peñar y hacer el dicho viage. Y porque al servicio de V. M,
y al honor del dicho Sr. D. Juan, su hermano, conviene que
— 576 -
él iiid> mmWtMWMta boiH»do y mHmImHo, iiylitf á V. U,
Mft MnridO^jM CB M primUHI OOBHlIft 08 MOOBMOQMt • #1
fl9 N iMfll flBWO0Q OS QWI« OOB lüCHHOHHBQHdflSMf MI0MB*
nimianto que m fe dé y tenriiá eoo «Ib doode m fe maiMfe. f
que de pnaeata pan d dfebo onMtode m p«WM m fe dé m
hábilodeSAiitúifD. yoooMlMeQiMMpWi m I>iot<|ae«M
■amciotMvéBiiMraoedoiwdaimyoiwinériloicefaide V. M..
^w CB «Uo iMMviiá iiMioed*»— S* li.( por dscrato nclMMSo mi
•leoOTWtod«toaMrÍ9 de Abril d« 1581, dfepnMqMtee
50 ddcedM OMaiinles que fe faebfea wlfefedo m Milán ee fe
á FfeadM y ee ■iiiinnl— hma 70, y que •• fe noo-
iw IVfDcipe de PlMiiMt
Núm. 5.
Sobtt §1 ntimto dt D, Jtmm 4* Awtínm qm /igw «I fnmitr
dé mi» hktorim.
B TCtnito de D. Joib de Antne que pabbca m «üe vo-
Ihmb fe SocfedMl de Bibüéfifet eipdofeft. fe poete y QOMifw
ve eo 90 pefecio ■olirinp de SnlfcMMie, en Vilfecacnedo (Sea-
r), d Sr. D. FeoMBdo Peraéndes de Vefeeoo. Be «le
pfen— ee tebfe que mkfe 66 cewtfamroe de eto por
5ideeocfao. TiiBaM d reteeto, y erf fe pegece por fe faelam,
coeM obc» de Aaloofe Moro, 6 por lo meooe de elgte nolabfe
pfator de ee eeonde. Belá OMy bíea dibujado y ee may ber-
moeo de cdor. Aunque eHá lepfMaotedo de perfil, no deie de
eer intereeenle d pereoM^e, por ev mny 0dferde y conecte fe
figure de D. Juan de Auatrie. No ooooció este retrato SlirUnf«
Mgún ee dedoce dd aUeacio que acaree de él guarde en en li-
bro eobre D. Juen, doade pnlilfeé 6 dio noticia de loe qne eo-
nocía.
VARIANTES
DEL MANUSCRITO ORIGINAL DE ESTA HISTORIA COTEJADO
CON LA COPIA DE FINES DEL SIGLO XVII (0.
Página.
Linea.
2
7
con algunas
5
5
atrevía
6
2
estoy retirado
8
9
(Después de Villagarcía:) Amolé grandemente
el Emperador y le hizo su mayordomo y ca-
pitán general de la infantería.
9
23
resolución de encerrarse
lO
19
toda suerte
II
6
tqntqt; ansiaS
13
23
que espanta.
14
29
tenues
i6
16
de este libro.
17
3
apotegma bien parecido
i8
3
con los pies. Y levantando
>
9
todo el coso
23
16
villa de Alcalá de Henares
24
28
con faginas.
27
23
Zapata de Cárdenas
•
3»
que tal parecía su roció.
28
7
que no huye
•
14
veeduría; y por
>
26
el deseo que tenia l
30
26
habiendo cesado
31
I
en imitación de su padre
34
6
que el primero
(i) Véase la pág. 307.
37
-578 -
N^
Uwk.
34
15
•
«7
Loaeltn.
35
6
y á lA viüa de Rcxa, te ubümcÍó
•
19
fá&tmffumm
36
11
tM^MM ftbooaiiias
$
la
MoocatebralM
s
«mpwdioi»
•
39
14
CoM^ «1 anobtepo
tesoaa da lo^itiid daada
CttBbil
9
40
1
»
Frinliaaa
•
II
Salobrafta va «1 valle
t
18
por eMar aa cniíuxe
•
*5
vaUee, loaMa, baacetea
•
«9
' - - ■ ■% *-.<■.■ iii
•
JO
Lavante, al pié
4a
ao
Alhaiirtin
»
M
MacUB
•
:2
P)Mlaka.-iübabia.^
•
Faaaate
•
a8
Piafla
43
a9
Caaitea
•
t
Tijote
•
Santopatar
•
8
Albovcaa.— Pattaha.
•
.1
Antaa.— Soifaaa.-»Locfaia.
•
TenjM
t
19
Cafgiyar
44
3
Tavanioa.— Potros
»
4
Peía.— Veas.
t
16
3»
»
Antonio de Luna
45
3
coeas, en la parte
•
4
y de cómo entraba
•
•
8
«3
puerto de la Ranba.
aabaaderaa
46
47
«3
ao
doce oonuMfitas
enbian á h aierTa.
48
10
espfñtu y diacreoctón
•
27
recibir por la parte de Almena. Pae6
— 579 —
Página.
Linea.
48
30
llegase, determinó Abenhumeya combatirle
49
20
Verja
50
29
haberlos rompido
>
30
y allí pagaron de contado, quedando
51
3
veintidós ó veinticuatro
>
27
cielo claro, aire puro y tal que se hace de gran-
de aliento y fuerza á los moradores
»
32
caballeros de la ciudad.
52
21
ochocientos de Galera
>
30
D. Miguel de Moneada
53
H
de Galera
»
18
Habia de ser
>
19
no se veian unos á otros
•
20
á sus puestos
>
22
prometió libertad
•
29
subió Don Juan
57
23
Abenhumeya se subió
58
21
lo tenia por regalo. Con las remisiones
60
17
con quien
6i
4
todo se hacia
■
26
diciendo ser falsas
62
2
no supo disponer
>
4
al Abaqui
63
5
con Vilches, su alférez, á correr
>
25
habia acordado
»
29
Detúvose
■
32
á su petición
64
4
la mitad de su ejército
*
12
hechos fuertes con daño, pero seguros
•
13
capitán Perea
66
22
así huieron dejando las armas
.67
I
en Iznalloz.
68
4
Diciembre de este año de
»
25
con tres mil hombres
69
12
por dar tiempo
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11
el Duque de Adra
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I
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XI
por lo hueco, mortalmente
»
12
Canilles
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16
Tijola ,
•
25
biznieto del infante de Almería,
74
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y á los caudillos
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17
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12
7
7
126
24
exagerando Alí su poder con soberbia
por su reputación y por tener mayores fuerzas.
Pareció á S. A.
á Calonga, en la Albania
hachas, segures,
cuartel de popa
D. Luis de Cardona, D. Luis de Córdoba,
cristiano bando
lo que me tocaba, cumplí.
se dio principio á la espantosa batalla
las galeazas
hirieron los mares
en el mar sangriento
el ñudoso bastón del libio fiero y la maza
las viras eran más espesas
brandales, racamentas,
car ceses
las demás galeazas
de un arcabuzazo
En la capitana y otras cuatro no quedaron
y locos de rabia
Donato Cesis
refiere Jacobo Bosio
erizáronse las ondas
Temieron los pilotos la fuerza de Leveche y
Jaloque.
dos delfines que asian
que tal le fingen
su entera perfección
y se miraba ocupado en
Goniza
bella lámpara de plata
caso y infeliz suceso
este tratado y así protesto de referir sólo aque-
llos versos que hablan positivamente con
S. A. y que se hicieron á sola su persona, y
de los que han llegado á mis manos, aún no
los referiré todos, sino parte, por no exten-
der este tratado fuera de los límites de mi
pretensión. Los que aquí se pondrán son los
siguientes:
victoria. Solicitaba
— SSs —
** ,!í«S* ,.
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12
»
29
198
9
Juan Fonch
del Rey su hermano, que eran como de Rey tan
católico
fautor de todos
abad de Maroles
Mos de Breques
pedirle saliesen
Defendíale el castellano Francisco
dichos diputados
retuviesen los
para allegar dinero
por haber de sacar á los
efectuar el tratado
obediencia á Su Majestad
vestidos con sayos vaqueros
cazas y fiestas
buenos cathólicos
Francisco de Valdés
tentaban nuevas fortunas
un titulado
para entrar gente
lo siguiente al pie de la letra
está á su devoción
otro oficio por hacer para ganar
desconfianzas con esto,
y assí arrogante y licencioso
no determinarla negocios
patria; Juan Aucuto, inglés, insigne capitán en
las guerras contra franceses.
Juan Galeazo, vizconde y primer Duque de
Milán;
Juan Paulo Bailón
Juan Viteleschi
en 13 de Julio
llevando muy adelante
Fenilie
de que de su muerte
burlado y necio
presencia; díjole que
Namur, grande y fuerte, y paso
con arcabucetes
Dios de Jacob
584-
Um^
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pin qM iciidiwiln á tUa, m ám
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3
Cad»hfl»MátOTnpiilii
9
a9MteBi4ortetei>.
m
índice
Páginas.
Introducción i
Dedicatoria á Doña Ana de Austria , 3
Al piadoso y erudito lector 5
Capítulo I. — Nacimiento y crianza del Sr. D. Juan de
Austria 7
Capítulo II. — Por la muerte del Emperador Carlos V
es conocido D. Juan por su hijo natural, y lo mucho
que el Rey D. Felipe procuró honrarle 19
Capítulo III. — Envía el Rey Católico D. Felipe por
Capitán General á su hermano D. Juan de Austria á
la guerra de Granada 30
Capítulo IV. — Refuerza D. Juan de Austria el campo
del Marqués de los Vélez y prosigúese la guerra. ... 56
Capítulo V. — Levántase Galera, lugar fuerte, y socó-
rrese Oria 66
Capítulo VI. — D. Juan de Austria sale á campaña y
continúase la guerra 68
Capítulo VII. — Falta Abdalá á lo capitulado; sigue la
guerra, y lo que sucedió hasta que se la dio fin 78
Capítulo VIII.— Entra D. Juan en Madrid victorioso
de la guerra de Granada 83
Capítulo IX. — Hácese liga contra el Turco, y es nom-
brado por Capitán General D. Juan de Austria 90
Capítulo X. — D. Juan llega á Mesina y dispone su par-
tida para Levante 99
Capítulo XI. — Sucesos de las dos armadas y disposi-
ción para la batalla , xo6
— 5S6 -
CaHtolo XII.— >B«teUa coo lot turoof y victoru de lot
crifüaiiot III
CáfitüLO Xni.— Cantan la gala da eata TÍctoría al aa-
ik}r D. Joan de Anatría loa más inaigDea poelaa de la
cmtiaadad 115
CárfruLO XrV.— Trátaae de proaegiiir la (nena ooolim
el Turco, y qoa la oootioóa al Sr. D. |mb 116
CatÍtulo XV.— ProaígM D. Joaa da AoMia aw an-
piwaa ain ayuda da loa vaoadaaoa 136
Céftmo XVI.— D. Juan da ÁBürk vnalve á Géww,
y ae baila en p&á¿cu tm éítmtímm á wim da k
ctndad .«^ »»» 151
CArfTObO XVn.— N«Bkn al Eqr CaMIiOTD. Juan da
Auatria. m bannaao, por Gobanadoc da lot Piína
Bi^ •••••••••. 156
CaWtuu» XVUL— Haoaa paoaa D. Jnaade aumuia y
loa Eatadoa oon gnadaa tanxtres y vanadadaik y mh
len da alloa loa aapaftolaa . . ■ •..••.• if(
Catítulo XIX««— D. Juan da Aumtui cocnieiua a gtlMih
oar loa Baladoa de FUndea. tSo
CAFfTUbo XX.— Tratan loa conjundoa da Flandaa da
pnoder á D. Joan de Aoatria, y él ae recini al caati-
llodaNamur 191
CértrvLO XXI.~ATÍaa D. Juan al Rey el Mtndo da laa
coaaada Flandaa, y oMiida S. M. vuelvan loa aapft-
Aolaa á Flandea. m8
CaKtulo XXU.— Loa fabatdaa, en odio á D. ]uen« tr».
tan de traer ao so difenaa al Archiduque Matíaa; otroa
al Duque de AUuuóo 219
CaHtulo XXIU.— Partan loa Mpaftnlai para Flandaa;
tale D. Juan de Auüría dal cMliUo da Hamm, j ae
proaigue la guerra. • ••••••••• «L**»»**^»*» ••«...•. M9
CArfmijO XXIV.— Loa rebeldea hacen guerra á Don
Joan «41
CAPfrtTLO XXV.— La pecaecndóo de loa edeaiáatiooa y
católicos por lot herejes eDemigoa de D. Juan 361
— 587 —
PáginAs.
Capítulo XXVI. — Muerte de D. Juan de Austria, con
la puntual relación de lo sucedido en ella 276
Capítulo XXVII. — Llevan el cuerpo de S. A. á Na-
mur y dase noticia á S. M. de su muerte, y le manda
traer al Escorial 288
Capítulo XXVIII. — Virtudes que tenía el Sr. D. Juan
de Austria y sus dones naturales 295
Capítulo XXIX. — Sentimiento que se tuvo en España
de la muerte de S. A 299
Capítulo XXX. — Epitafio que se puso al Sr. D. Juan
de Austria en la iglesia de Namur 303
NOTAS Y APÉNDICES
Nota I. — Sobre el manuscrito original de esta obra. —
Poesías 307
Nota II. — Sobre la madre de D. Juan de Austria 311
Nota III. — Primeros años de D, Juan 318
Nota IV. — D. Juan y Doña Margarita de Austria. —
Extractos de la correspondencia de D. Juan
con su hermana 327
I. — Madrid, 2 de Abril 1565 330
II. — Madrid, 30 de Abril 1567 331
IIÍ. — Granada, 15 de Diciembre 1569 332
IV. — Genova, 27 de Julio 1571 332
V. — Genova, 4 de Julio 1572 332
VI. — Genova, 5 de Diciembre 1572 332
VII. — Ñapóles, 9 de Enero 1573 333
VIII. — Navellas, 20 de Febrero 1573 334
IX. — Ñapóles, 4 de Junio 1573 334
X. — Ñapóles, 26 de Junio 1573 335
Xí. — Mesina, 19 de Agosto 1573 337
XII. — Palermo, 8 de Noviembre 1573 33^
XIII. — Palermo, 8 de Noviembre 1573 338
XIV. — Palermo, 9 de Enero 1574 338
XV.-— Genova, 6 de Mayo 1574 339
— 588 —
XVL— Tráptiu, jclaOctabra 1574 540
XVlI.—Madrid. i5<kF«bnrot575 341
XVUl.-NápolaB,i9<leJaaioi575 34S
XiX--N4polatt 30 de Septiembre 1575 343
XX.~Nápolei, a4<le£aeroij76 343
XXl.— Proeite, 4 de Abril 1576 345
XXII.— Miláa. iideAf(Ntoi576 . 346
XXUl.— El Ptedo, 96 de Odabra 1376. 347
XXIV.— Looambacfo, ta de Noviembre 1576.. . . 348
XXV.— Mercbe, ao de Eoero X577 . 348
XXVI.>-IUrcbe,t7 de Febrero 1577 349
XXVtl.— ifaline», i9de Jimii^jg^y 331
XXVIII— Ñamar, «6 dt julio 1577 . 35a
XXlX.~Nimur.8deAcoetoi577 356
XXX.— Tirlemoot, 11 deAfOtlo 1378 356
Nota V.— XMhi Jumm éé Ámttñ^ kifm 4§ D. /iMn.—
Amorfoe de D. J uen. — S« oom^ModeoctA OOB
DoAe Marvtfita reletítm el nedmiealo y crias-
adoOoAt Janila.*fi«UKia de 4m ea «I
oQBVWlo do Sttia Clare de Nápolee --Sue
cartee á Felipe UL — Sacaaamieoto . 356
U<yrkWÍ,^D.yMmd*AMtlHMmlkUém/méJnfa.,». 379
I.— D. jttaná Ruy Gomes de Silva aobre el aaoti-
mt«ito que le habla cauaado una ordeo de Fe-
lipe II: Baroelcoa, 8 de Julio 1371 374
U.^D. Juan de Aoetrta á Juan Andrea Doria:
Mesina, 94 de Noviembre 1571 376
III.— D. Juan á S. M. aobre la venta y entropí de
laa ^eras de Juan A. Doria: Meeini. ax dt
Diciembre X571 376
IV. — Inatrocdóo del Rey á D. Juan de AueCria,
OMno C^Mtán General de la mar: Madrid, ao de
Febrero 1 57a 378
V.— Regalo que envió á D. Juan la madre de loe
hijoe de AU Baxá,General turco muerto en Le-
pante 381
589 —
Piíginas.
VI. — D. Juan de Austria á Juan A. Doria: Ñapó-
les, 4 de Marzo 1573 382
VII. — D. Juan de Austria al mismo: Genova,
Marzo 1574 383
VIIL— El mismo al mismo: 18 de Agosto 1574.. . 384
IX. — Sobre la ida de Felipe II á Italia, y lo plati-
cado en el Consejo de Estado sobre este pun-
to en 21 de Enero de 1575 384
X. — Doña Magdalena de Ulloa á D. Juan de Es-
cobedo, felicitándole por haber sido nombra-
do para asistir á D. Juan y rogándole le comu-
nique con frecuencia noticias suyas: Vallado-
lid, 29 de Marzo 1575 388
XI. — Cédula de Felipe II á D. Juan, como Capitán
General de la mar, para que pueda tomar dine-
ro á cambio: San Lorenzo, 4 de Abril 1575. . 389
XII. — D. Juan de Guevara al Sr. D. Pedro de Es-
cobedo sobre el recibimiento hecho á D. Juan
de Austria en Cartagena: Cartagena, 21 de
Abril 1575 389
XIII. — Instrucción de Felipe II á su hermano Don
Juan sóbrela ida de éste á Roma y lo que
allí ha de hacer: Aranjuez, 21 de Abril 1575.. 391
XIV. — Instrucción de Felipe II á su hermano Don
Juan sobre lo que ha de hacer en su camino
hasta llegar á Sicilia: Aranjuez, 21 de Abril
^575 393
XV. — Instrucción de Felipe II á su hermano Don
Juan sobre los fuertes de Berbería y socorro
de venecianos: Aranjuez, 21 de Abril 1575. . . . 396
XVI. — D. Juan de Austria á Felipe II: Ñapóles, 25
de Abril 1575 399
XVII. — Instrucción de D. Juan de Austria á Don
Luis de Córdoba sobre lo que ha de hacer en
Genova: De la bahía de Genova, 3 de Junio
1575 400
-S90-
XVUL-D. ¡mik ám Awtm á S. Mt Dt k galera
•obraSpeccu, lade JtiMOX575 403
XÜL— D. jMsd* A«lmá & M.: Náfiolea, 3 de
Norienibn 1575 404
UwáVll.-^D.Jmmáé Amina mletFmimB^ot.,,, 405
L— Julián Rooiaro á S. M. aobra b mÍMiaaihil y
ád Co«MMMkdor mayor BruaeUi,6<k
IJ76 4»o
JL— Tn—ilri éú Stcntario Aoloaio Pévez á Feli-
Bar á D. Juan d« Anatcia al «itado 6d«i¡áatieo
4 iDviarla á Flaadaa: 16 da Juaio 1576 41 1
nL— ICioyta da AaUMiio ^|0| coo apoitillaa de
Felipa a panal SacnonoBaeobedo» sobre la
•da da D. Juaa á Flaodaa.— Sia fMha. . 415
IV.— Psaraoar da Hoppama aobra lo OMOM 417
V.~CoBiiiltaadal Coaáqoda Balado lobca lomianao ^16
Vl«— Advartaocáa de mano de Antonio Péias á So
Majaalad aobn lo ayaoM». 419
VU.-SobraU •Abito Tenida da D. Juan da Italia
A EapaAa anlaa da ir á loa Paiaea Bajoa^ 430
Vni.— D. JwM de AnaCría á Goosalo Valkjo, so
apoaaalador: Sao Lorenxo, 11 de Sntianbra
«576 4ao
IX.— IX Juan de Austria á D. García de Toledo
aobre su ida A loa PsSaaa Bajoa por Francia,
diafeasado: mPrnlc^ 7 da Octubre 1576.... 421
X.~Inatnicdonaa aecrotaá dadaa por S. M. á Oc-
tavio Gonsaga y A O. Juan de Austria sobre so
▼iaje de iocógaito á los Países Bajoa, y mane-
ta da gobernarse allí al principio 422
XI.— Instrucción dada por S. M. A D. Juan, como
Lugarteniente y CapttAn General de loa Pafaea
BajoR Madrid, 1576 435
XII.— D. Juan de Austria al Rey: Ventoaa, ao de
Octubre 1576 •••••• 4^
— Sgi —
Páginas.
XIII. — D. Juan de Austria á S. M.: Irún, 24 de
Octubre 1576 427
XIV.— El Rey á D. Juan de Austria: El Pardo,
31 de Octubre 1576 428
XV. —D. Juan de Austria á S. M: París, 31 Oc-
tubre 1576 428
XVI. — D. Juan de Austria á los del Consejo de
Bruselas: Lucemburgo, 4 de Noviembre 1576. 429
XVII. — D. Juan á los Cabos de la gente de guerra
española: Lucemburgo, 4 de Noviembre 1576. 430
XVIII. — D. Juan de Austria á S. M.: Lucembur-
go, 7 de Noviembre 1576 43 1
XIX.— El Rey á D. Juan de Austria: Madrid, 8
de Noviembre 1576 437
XX. — D. Juan de Austria á D. Sancho Dávila:
Lucemburgo, 9 de Noviembre 1576 437
XXI. — D. Juan de Austria á S. M.: Lucemburgo,
21 de Noviembre 1576 437
XXII. — D. Juan de Austria á S. M.: Lucemburgo,
22 de Noviembre 1576 443
XXIII. — S. M. á D. Juan de Austria. — Minuta de
carta: Madrid, 26 Noviembre 1576 446
XXIV. — El Duque de Ariscot al Cardenal de Gran-
vela: Bruselas, 30 de Noviembre 1576 447
XXV. — El Rey á D. Juan de Austria sobre el ne-
gocio de Inglaterra: Noviembre 1576. . * 451
XXVI. — D. Juan de Austria al Rey: Lucemburgo,
6 de Diciembre 1576 452
XXVII. — Julián Romero á D. Juan de Austria:
Lieja, 14 de Diciembre 1576 453
XXVIIL — D. Juan de Austria al Rey: 22 de Di-
ciembre 1576 454
XXIX. — D. Juan de Austria al Rey: Marcha, 10 de
Enero 1577 455
XXX. — D. Juan de Austria á S. M.: Marcha, 2 de
Febrero 1577 455
-S^a-
XXXI .—D. Joan de Amtah á D. Gaidi dt Tdb-
do: Marcha, ai d« Fabnro 1577 45^
XXXII.--D. Juan da Avlria al lUf: Lovaina,
16 da llano 1577 456
ZXXUL— D. Juaa da AtMbia á S. ILs Lovaiaa,
sedallano 1577 459
XXXIV.-^D. Jaaa de Aivlria á S. Itt Lonáoa,
i6daliafTO 1577 461
XXXV.-^. Jwada AMbk á S. M.: LovaÚM.
34 de Mano 1577 466
XXXVI.—D. Juan de Aortria al Rey: Lovataa,
a4deManot577 • 4^
XXXVIL— El Rey á D^'ii^ de Atnlria: Sea
Lonoao, 6 de Abril 1577 47^
XXXVUL— Bl Rejr á D. Joaa da Aoitria: Sea
Loraaao, 8 de Abril 1577 473
XXX1X.—D. Joao de AMlria i S. M.: Braaalaa,
9 de Mayo 1577 474
XL.-D. Joan da Aaalria al Rey: BraaalM, t6 de
BÍayoi577 477
XLl.— p. Juaa de Aaalria al Ref: DlMHiiai, a8 da
M*yo»577 4*>
XUL— D. Joaa de Aoatria al Rey: Bniaelaa. 99 de
Mayo 1577 4*'
XLUl.— D. Juande Austria al Rey: Maltaas, 21 de
}oaiox577 4S1
XLIV.— D. Juan de Austna alRey: Maliaaa, aa de
Janio 1577 482
XLV.— D. Jaaa de Aastrá al Rey: Maltnaa, 13 de
JoUo 1577 48a
XLVl.— D. Joaa de AoiCria á S. M.: Nanntr, 30
de Julio 1577 4^3
XLVIL—Miaota de carta de S. M. al Cardenal de
Gnmvda aobce la retirada de D. Joan de Na-
mun ain fecha 4^
XLVUI.— D. Juan de Aaalria á S. M.: NaoMir, a8
— 593 —
Páginas
de Julio 1577 487
XLIX. — D. Juan de Austria á S. M.: Namur, 18 de
Septiembre 1577 488
L. — Descifrado de carta de D. Juan á S. M.: Na-
mur, 19 de Septiembre 1577 490
LI. — D. Juan de Austria al Rey: Namur, 24 de
Septiembre 1577 490
LII. — D. Juan de Austria á los Secretarios Escobe-
do y Antonio Pérez: Namur, 25 de Septiem-
bre 1577 492
Lili. — D. Juan de Austria á S. M.: Namur, 28 de
Septiembre 1577 493
LIV. — Felipe II á D. Juan de Austria sobre la vuel-
ta de los españoles y demás tropas á los Paí-
ses Bajos: sin fecha 494
LV. — D. Juan de Austria al Rey: Marcha, 3 de
Octubre 1577 495
LVI. — D.Juan de Austria al Rey: Marcha, 3 de
Octubre 1577 496
LVII. — D. Juan de Austria al Rey: Marcha, 4 de
Octubre 1577 497
LVIII. — D. Juan de Austria al Rey:Lucemburgo,
20 de Octubre 1577 497
LIX. — D. Juan de Austria al Rey: Lucemburgo, 3
de Noviembre 1577 498
LX. — D. Juan de Austria al Rey: Lucemburgo, i.°
de Diciembre 1577 498
LXI. — Extracto de la instrucción dada por el Rey
á D. Juan Manrique sobre concierto con el Ar-
chiduque Fernando: Madrid, 23 de Diciem-
bre 1577 500
LXII. — El Príncipe de Parraa á S. M.: Lucembur-
go, 31 de Diciembre 1577 500
LXIII. — Copia del trato sobre la intentada prisión
de D. Juan de Austria: 1577 501
LXIV. — Resumen de varias cartas de D. Juan á
38
- 594 —
S. M. y á A. Pins: 1577 5oi
LXy^háaamBiém pMmpgíyidir á S. M. de iu
vioIi|m dt k fftdaedéo <M remo de lagbl»-
mu 1577 50a
LXVI.— DeKifndo dacMti d« te R«M de Emo-
cíe á AiloMode Gvemii e^Mle de $• M* en
LoMkee: CeetiUo de ScheMd, 98 de Afoe-
toisn • 5^
LXVIL— OpinioQee deelgoooe Mtaielrae de S. M.
eobre d proyectedo ceeeaeieolode D. Juan coo
leReiiuideEeoode,lfeffeSlaHd 503
LXVUI.— El Rer á D. Jueo de Auelriet Medrid,
«4 de Enero 1578.. TSl 504
LXIX.-El PrfDcipe de Parma ¿ S. M.: Argealte,
7 de Peinero 1578. 504
LXX.— 1>. Jaesde AMtru a Juan A. Dañe: Ar-
fnl6a, 7 de Pefatero 1578 505
LXXI.— D. J«en de Aalfie á Jueo A. Dovie: De
Hebre, 14 de Pebiero 1578 506
LXXII.— D. Joan de AtMirie á S. M.: Tírlemoat,
35 de Pobrero 1578 508
LXXni.— D. Joan de Aoelria A AnUwio Parea y A
Eaoobedo: Vías, 15 de Mifao 1576 509
LXXI V.~ D. Jaea de Aoetrie A PeUpe U eolwe le
mtMrte dd Secrelafio Eaoobedo: Peaieneiir,
sodeAbril 1578 509
LXXV.— D. BeniardiiiodeMeodosa.Embejedor
de S. M. eo Loodrea. á S. M.: Loodree, 17 de
Majro 1578 511
LXX VI.— D. Juan de Aoetria A Juan A. Doria: Ña-
mar, 7 de Jonio 1578 51a
LXXVII.— D. Juan de Aoatria A S. M.: Abedfade
Lintre, 20 de Julio 1578 514
LXXVIIL— D. Juan de Anitria á Joan A. Doria:
TirlemooC, la de Agosto 1578 514
LXXIX.—D. Juan de Austria al mtamo: Tírlemoat,
595 —
Páginas.
12 de Agosto 1578 515
LXXX. — Antonio Pérez á D. Juan de Austria:
Madrid, ig de Agosto 1578 516
LXXXI.— El Rey á D. Juan de Austria^ Madrid,
10 de Septiembre 1578 516
LXXXII.— D. Gabriel Niño de Zúñiga á D. Diego
de Córdoba, sobre la muerte de D. Juan de
Austria: Bouge, i ° de Octubre 1578 517
LXXXIÍI.— Juan B. de Tassis á Felipe II sobre
lo mismo: Bouge, i.* de Octubre 1578 519
LXXXIV.— El Príncipe de Parma á Antonio Pé-
rez sobre lo mismo; Bouge, 2 de Octubre 1578. 520
LXXXV.— D. Juan B. de Tassis á S. M.: Bouge,
2 de Octubre 1578 521
LXXX VI.— D. Gabriel Niño de Zúñiga al Rey:
2 de Octubre 1578 521
LXXXVII.— El P. Francisco Dorantes, confesor
de D. Juan, á Antonio Pérez: 3 de Octubre
1578 522
LXXXVUI. — Gonzalo Vallejo, guarda-joyas de
D. Juan, á Antonio Pérez: Namur, 7 de Octu-
bre 1578 523
LXXXIX.— El Rey á D. Juan de Austria: Madrid,
10 de Octubre 1578 525
XC. — El Rey al Príncipe de Parma: Madrid, 13
de Octubre 1578 525
XCI. — Juan B. de Tassis á S. M.: De Buge, 13 de
Octubre 1578 527
XCII. — Antonio Pérez á Gonzalo Vallejo: Madrid,
19 de Octubre 1578 528
XCII bis. — Octavio Gonzaga á S. M.: Buja, 20 de
Octubre 1578 529
XCIII.— El Cardenal de Granvela á Feb'pe II:
Roma, 23 de Octubre 1578 529
XCIV. — Antonio Pérez á Gonzalo Vallejo: Ma-
drid, 7 de Diciembre 1578 530
-596
XCV.^D. Boavdioo de Umáon á S. M.: Loo-
dfw» 8 <k DicMnbra 1576 531
XCVl.~Relftcíóo de lot crÍÉdot qoa D. }mn át
Aattm taok en tu tenricio y dd eneldo ree-
pectÍTo. ••... 531
XCVII.— Lo qoe & M. meode qve ee hi^ en lo
qne toce al ctierpo. ceee y cnedoe de D. Joea
de Anelria 534
XCVm.— D. Gebriel Ni5o á Antonio Péccc Pte-
rft. 2g de lleno 1579 533
Xax.— D. Gebriel Nifto de Zóftifi el Secralerio
Peras: Seniander. 50 de AbríJ 1579. 336
C.->D. Gebriel Nifto de ai%iáS. M.: Senten-
der, i.*delfe]rox579 337
CL— Antonio Piras á Gooalo Velleio: AnajoMi
13 de Meyo 1379 33S
APÉNDICES
NúM. I.— Cartas de D. joen de Anatria á D. Rodrigo
de Mendosa y al Conde de Olgas: 1576-1378 541
NúM. e.— D. Joan de Austria á Dc^ Mafdaleoa de
UUoe: Afoalo 1370 57a
NÚM. 3. — Fragmento de carta del inique de Aioa ai se-
cretario 2^yas, sobra la conducta de le madre de Don
Juan de Austria, y respoesta dd Rey, tomados del
citm di Alé» 573
NÓM. 4. — Memorial de Coorado Pyramo á S. M: 1581. 373
NÚM. 3. — Sobre el retrato de D. Juan de Austria qtw
figura al frente de esta historia 376
NÚM. 6.— Variantes de loe códices consultados pera la
publicackki de esta historia 577
SOCIEDAD
DE
BIBLIÓFILOS ESPAÑOLES
1. Excmo. Sr. D. José Fernández Jiménez.
2. Excmo. Sr. D. Mariano Vergara.
3. Excmo. Sr. D. Santos de Isasa.
4. Sr. D. Vicente Vignau.
5. Excmo. Sr. D. Miguel Colmeiro.
6. limo. Sr. D, Juan Facundo Riéúio.
7. Sr. D. Jacinto Sarrasí.
8. Sr. D. Toribio del Campillo.
g. Sr. D. Cándido Bretón Orozco.
10. Sr. D. Eugenio Maífei.
11. La Biblioteca Nacional.
12. Excmo. Sr. D. Joaquín Ceballos Escalera.
13. Excmo. Sr. Marqués de la V^a de Armijo.
14. Sr. D. Fermín Hernández Iglesias.
15. La Biblioteca del Ministerio de Gracia y Justicia.
16. Sr. D. Rafael Vidart y Vargas Machuca.
17. Excmo. Sr. Marqués de Perales.
18. limo. Sr. D. Félix García Gómez,
ig. Sr. D. Ricardo Chacón.
20. Excmo. Sr. Conde de Casa- Valencia.
21. Excmo. Sr. D. Nilo María Fabra.
22. Excmo. Sr. D. Luis de Estrada.
23. limo. Sr. D. Julián Zugasti y Sáenz.
24* Excmo. Sr. Marqués de Aranda.
25. Excmo. Sr. Marqués de Heredia.
26. Excmo. Sr. D. Fermín Lasala.
9j. Sr. D. AiDÓt de Eacalante.
sB. limo. Sr. D. Joan UAa.
39. limo. Sr. O. Joaqufa Ifaldonado
30. Bl Aleoeo de Medrid.
31. Sr. D. Juta Mftfté y PUqner.
33. Excmo. Sr. D. P^ákio AgiÚR» de Tei*da.
33. Exono. Sr. Mbrqoét de Valmer.
34. Sr. D. Juan Federico Itaatad».
35. Sr. D. Eduardo Sanchas y Rubio.
36. La BiHwffi?fi del Senado.
37. Sr. D. ]oaé de Garaica.
38. Un». Sr. O. Ifanual Mereio.
39. Sr. D. Franctsoo de Dorja Fabón.
40. Excmo. Sr. D. Ifaaoel R. Zarco del VaQe.
41 . Excmo. Sr. Marqnéa de VaDeio.
4a. Sr. D. Salvador de Torres y Agoilar.
43. La Bibláoieca de la Real Academia KspriJnla
44. Sr. D. Penando Feraáadas de Velasoo.
45. Excmo. Sr. Umqaéi de F(dal.
46. Excmo. Sr. Ilanpiés de Hofot,
47. Excroo. Sr. Conde da Vakoda de Don Joan.
48. Scea.BaUly-BamiéRé Hijos.
49. Sr. D. José liarla Aaensio.
50. La Real Academia de la I&toria.
51. Excmo. Sr. D. Joan Valenu
¡2. Excmo. Sr. Conde de Tom^Puido.
53. Sr. D. FéUx Ifaifa de Urcolhi y Zohieta.
54. Sr. D. Luía de la Eaooava.
55. Sr. D. Haanel Cania.
56. La KblioCeca dd Miniüerío de Fomento.
57. Sr. D. Joaé Sancho Rayón.
58. Excmo. Sr. Marqués de Caaa-Loring.
59. Sr. D. Femando Arias Saaiwdnu
60. Dr. E. Thebossen.
61. Excmo. Sr. D. Bqgenio Montero Rfos.
62. Sr. D. José Antonio de Balenchana.
63. limo. Sr. D. Marcial Taboada.
64. Excmo. Sr. D. Antonio María Fabié.
65. Sr. Conde de Roche.
b
66. Sr. D. Enrique Rouget de Lóseos.
67. Exorno. Sr. Marqués de Miravel.
68. Excmo. Sr. Conde de Casa-GaJindo.
69. Sr. D. José de Palacio y Viteri.
70. Sr. D. Juan Llordachs.
71. Sr. D. Pablo Cuesta.
72. Sr. D. Fernando Núñez Arenas.
73. Sr. D. José Llordachs.
74. Sr, D. Ramón Sisear.
75. Sr. Gerold, de Viena.
76. Sr. D. Donato Guío.
77. Excmo. Sr. D. Segismundo Moret.
78. Sr. D. Vicente Poleró.
79. Sr. D. Carlos de Uhagón y Arispe.
80. Excmo. Sr. D. Francisco Romero y Robledo.
81. La Real Academia de Bellas Artes de San Femando.
82. Sr. D. Gabriel Sánchez.
83. Sr. D. José Jorge Daroqui.
84. Sr. D. Pedro Pablo Blanco.
85. Excmo. Sr. D. Ricardo Villalba y Pérez.
86. Sr. D. Eduardo Corredor.
87. Excma. Sra. Condesa de Oñate.
88. Sr. D. Luis Masferrer.
89. Sr. D. Francisco Cuesta.-
90. Sr. D. Mariano Murillo.
91. Sr. D. Federico Real y Prado.
92. Sr. D. Felipe Barroeta.
93. Excmo. Sr. Conde de Peñaranda de Bracamente.
94. Sr. D. Enrique García de Ángulo.
95. La Biblioteca del Ministerio de Marina.
96. Sr. D. José Moncerdá.
97. Sr. D. Rafael de la Escosura.
98. Excmo. Sr. D. José Gutiérrez de la Vega.
99. Excmo. Sr. Marqués de Casa-Irujo.
ICO. Sr. D. Miguel Victoriano Araer.
loi. Sr. D. Leocadio López.
102. Excmo. Sr. Conde de Toreno.
103. Sr. D. Luis María de Tro y Moxó.
104. Sr. D. Francisco Iravedra.
105. Sr. D. José Canon y MartfneB.
106. La Biblioceca Impeñal de StrMsbuff .
X07. La Btblioceca dal Coi^Peao de kM Dipotidoa.
X08. Sr. D. Antoaio Beaftes de Lu^o.
X09. Sr. D. WeocedM Ranfrex de Villa- Umttia.
lio. Sr. D. José Maifa Pires y Porto Moodngte.
til. Sr. D. jote Enrique Serrano.
lis. Excmo. Sr. Manfiiés de Vilunia.
113. La Biblioceca Real de la Uoivertkkd de boon.
XI4. Sr. D. fuliáe Arias MaRís.
115. Sr. D. Naxario Cakmje.
1x6. Excmo. Sr. Conde de Baftneloe.
117. Sr. D. Eugenio Hartseabnicii é Hiriart. •
xt8. Sr. D. Lub Toeqoeta.
XX9. Sr. D. Luía Navarro.
sso. Excmo. Sr. D. llaroeliao Menliidn y Pelayo.
itx. La Biblioteca de la UahreraidMl de BaioakMML
xaa. Sr. D. Femando Pklha.
tty Sr. D. Joan Vidal.
124. Sr. D. Alonso Ifeaia de la Cerda.
135. Sr. D. Antonio Pto y Mélia.
ia6. Excmo. Sr. Conde de Sallent.
197. Sr. Marqa£e del Boech de Aria.
xa8. Excmo. Sr. Duque T Serdnea.
199. Excmo. Sr. Maxqoét de Jeres de loa Caballeroa.
X30. Sr. D. Carlos Volmóller.
X31. Sr. D. Francisco A. Coomielerán.
X3a. Sr. D. J. C. Cebrián.
X33. Excmo. Sr. D. José Esperanza y Sola.
X34. Sr. D. Mateo de Rivas y Cuadrillero.
X35. Sr. D. León Medina.
136. Excmo. Sr. D. Francisco R. de Uha^ón.
X37. Sr. D. Cesáreo Aragón.
X38. Exono. Sr. D. Raimundo F. Viiiaverde.
X39. Sr. D. José Luis Gallo.
t40. Señora Doüa blanca de los Ríos.
X41. Excmo. Sr. Conde de Cedillo.
142. Sr. H. B. Clarcke.
X43. Excmo. Sr. Conde de VUches.
d
144- Sr. D. Joaquín Hazañas y la Rúa.
145. Excmo. Sr. Conde de Estrada.
146. Excmo. Sr. Marqués de Linares.
147. Sr. D. Calixto Oyuela.
148. Sr. D. Ramón Morenés y Alesson.
149. Sr. D. Miguel Toldrá.
150. Sr. Marqués de Santa Susana.
151. Excmo. Sr. Duque de Bervvick y de Alba.
152. Excmo. Sr. Marqués de Valdeterrazo.
153' Sr. Johannes Merck, de Hamburgo.
154. Excmo. Sr. Marqués de Santillana.
155. Excmo. Sr. D. Emilio Nieto.
156. Karl. W. Hiersemann, de Leipzig.
157. Excmo. Sr. Conde de Limpias.
158. Sr. D. José Manuel de Garamendi.
159. I!mo. Sr. D. Atanasio Morlesín.
160. Sr. D. Cristóbal Pérez Pastor.
161. Sr. D. Antonio Rodríguez Villa.
162. Excmo. Sr. Marqués de Comillas.
163. Excmo. Sr. Duque de Rivas.
164. Excmo. Sr. Conde de Tejada de Valdosera.
165. Excmo. Sr. D. Cayetano Sánchez Bustillo.
166. Excmo. Sr. Conde de Torreánaz.
167. Excmo. Sr. D. Carlos Frontaura.
168. Excmo. Sr. D. Francisco de P. Arrillaga.
169. Excmo. Sr. Marqués de Casa-Torre.
170. Excmo. Sr. Conde de la Vinaza.
171. Excmo. Sr. D. Tomás Castellanos.
172. limo. Sr. Marqués de Bolaños.
173. D. Francisco F. Bethencourt.
174. Excmo. Sr. D. Cesáreo Fernández Duro.
175. Sr. D. Manuel Gómez Imaz.
176. Sr. D. Anselmo Rodríguez de Rivas.
177. Excmo. Sr. D. Eduardo de Ibarra.
178. Sr. D. José María de Urquijo.
179. Sr. D. Emilio Cotarelo y Morí.
180. Excmo. Sr. D. José Sanchiz.
181. Sr. D. Pedro Pascual Ollver.
182. Sr. D. Manuel Serrano y Sanz.
185. Sr. Normas MaocoU E«|.'
184. Sr. D. Imwl Annda.
185. Otto Aitmowite, de Leipsig.
186. La Gimo PMa.
187.
188.
189.
190.
191.
19a,
193.
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198.
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229.
230.
231.
232.
233.
234-
235-
236.
237-
238.
239-
240.
241.
242.
243-
244.
245.
246.
247-
248.
249.
250.
251-
252.
253.
254.
255-
256.
257-
258.
259.
26o.
s6i.
96a.
363. LaSodfldMldeBibliófilotEapaAolet.
SEAORES socios FAIXEODOS
COf A WOKMJKIÓK OOVIUiÚAM MU PAMBnSt 6 1
S. M. EL REY D. ALFONSO XU
s. 4i Excmo. Sr. D. Joaqttfii Rou de Caftahal».
s. 4* Bxono. Sr. D. S«v«ro r4ihiliiMi.
3. 4a Eicmo. Sr. Marqués de k Tomdlk.
4« 4* ^* ^* '^'^"^ Boffoa-
5. •!* ExcB». Sr* Marquét d« Molfnt.
6. 4« Sr. D. Ptodio N. OMAthk.
7. 41 Sr. D. Sftturio Martfatt.
8. •!• Sr. D. AlfottK» Darán.
9. 4« Sr. D. Bernardo Rico.
10. •{• Excao. Sr. Conde de UKfh^.
JUNTA DE GOBIERNO
Presidente Excmo. Sr. D. Marcelino Menéndez y Pela-
yo, Académico de la Real de la Historia.
—León, 21.
Vicepresidente Excmo. Sr. D. Antonio María Fabié, Aca-
démico de la Real de la Historia. — Rei-
na, 43.
Tesorero Sr. D. José Antonio de Balenchana.— Rei-
na, 24, bajo.
Contador limo. Sr. D. Vicente Vignau, Académico
de la Real de la Historia.— Calle de San
Andrés, 34.
Secretario primero. Excmo. Sr. D. Francisco R. de Uhagón,
Académico de la Real de la Historia. —
Serrano, 16.
Secretario segiwdo. limo. Sr. Conde de Cedillo, Académico
electo de la Real de la Historia.— Hernán
Cortés, 3.
(Sr. D. Antonio Rodríguez Villa, Académi-
co de la Real de la Historia — Huertas, 5.
Excmo. Sr. D. José María Asensio, Acadé-
mico de la Real de la Historia.— Lista, 4.
Vocales . < limo. Sr. D. Atanasio Morlesín, C. de la
Real de la Historia. — Barrionuevo, 10.
Sr. D. Antonio Paz y Mélia. — Princesa, 30.
Sr. D. Cristóbal Pérez Pastor.— Convento
de las Descalzas Reales.
UBROS PUBUCAOOS
SOCIEDAD DB BIBLIÓFILOS BSPAÑ0LB8
L C*«TAi K EcMMMo S*i.At»», poT D. PttcuaJ de Qtfiaiok
Tirada d« $B»^&mfUm,ÁgmméM Im Oieiém.
U. PonUt M D. Fiuicaoo m Rkua, por D. Cayetano A. de
la Barrara. Tirada d» y» a^plaraa. Afotmdti Im •iiciám,
ilL Rbumiohbi bb Mofffftt aoovos aa tot óltmdc Tiiinrif* aat.
asmo DB Gmaiuba, por D. Emilio Lafocote Alciotara. Tirada da
]00 etMBplarca. ÁgotmáM Im «fkida.
IV. (^m CABTAt foüTno^LnaaAAus ea D. Dboo SAamairTO
Dc AcnÜA, CoNoa M GowpOMiía. por D. Pascual de Gajraiifoa. Ti>
rada de joo efaesplarca. Agotmám Im ^éiriém
V. El umo oa la* *▼» oa ca^a, obl GiMcn.LKa Piaao Ldms
DB Ayai.a, com las Ojosas oaL DoQDB DB Al Bwqu«muB» Tliada
dc 300 cicroplarcs. Agoimám Im éáició»,
VL Tbacbma llamada JoaarntA, oa Mkusl ob Cakvaial, por
D. Manad Caüeie. Tirada de )oo e)aa»plarea. Grmtispmmku «a>
cioi, Agotmám Im tiitiim.
VIL Lnao bb la Címara Rsal dbl PaiMara D. Joais aa Con*
SALO FsMiÁMiBs BB Otisoo, poT D. José Marte Eacinlero d« la
Peña. Tirada de ]00 eiemplares. Agotmám Im edieióm.
VUl. HtsTOMA DB EmtfuquK n db Ouua, Rct db IjUEaotALCM,
EamotADoa dk ConrrAintHorLA, por D. Paacoal de Gayaofoa. Ti>
rada de 300 eiempbret. Agotmám Im eáicióm.
IX. El Chotalón di CataisTárMORo Gi«ontoso. Tirada de y»
eienpUret. Agotmám Im táieióm.
X. Don Lacarillo VtacARDi, DB D. Arromo Eumsw), por Don
Francisco Asenjo Barbieri. Dos tomos. Tirada de 300 ejemplaro.
Agotmám Im edición.
i
XI. Relaciones de Pedro de Gante, por D. Pascual de Gayan-
gos. Tirada de 300 ejemplares. Gratis para los socios. Agotada
la edición.
XII. Tratado de las batallas y ligas de los ejércitos del
Emperador Carlos V, desde i 32 i hasta 1545, por Martín García
Cereceda. Tomos I, U y 111. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la
edición.
XIII. Memorus del Cautivo en la Goleta de Túnez, por Don
Pascual de Gayangos. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edi-
ción.
XIV. Libro de la Jineta y descendencia de los caballos guz-
manes, por D. José Antonio de Balenchana. Tirada de 300 ejem-
plares. Agotada la edición.
XV. Viaje de Felipe segxwdo á Inglaterra, por D. Pascual
de Gayangos. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edición.
XVI. Tratado de las epístolas y otros varios, de Mosén
Diego de Valera, por D. José Antonio de Balenchana. Tirada de
300 ejemplares. Agotada la edición.
XVII. Dos obras didácticas y dos leyendas, sacadas de manus-
critos de la Biblioteca del Escorial, por D. Germán Knust. Tirada
de 300 ejemplares. Agotada la edición.
XVIII. Divina retribución sobre la caída de España en tiempo
del noble Rey D. Juan el primero, del Bachiller Palma, por Don
José María Escudero de la Peña. Tirada de 300 ejemplares. Ago-
tada la edición.
XIX. Romancero de Pedro de Padilla, por el Marqués de la
Fuensanta del Valle. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edición.
XX. Relación de la jornada de Pedro de Orsúa á Omagua y
AL Dorado, por el Marqués de la Fuensanta del Valle. Tirada de
300 ejemplares. Agotada la edición.
XXI. Cancionero general de Hernant)0 del Castillo, por Don
José Antonio de Balenchana. Dos tomos. Tirada de 300 ejempla-
res. Agotada la edición.
XXII. Obras de Juan Rodríguez de la Cámara (ó del Padrón),
por D. Antonio Paz y Mélia. Tirada de 300 ejemplares. Agotada
la edición.
XXIII. El Pelegrino Curioso, por D. Pascual de Gayangos.
Tomos 1 y II. Tirada de 300 ejemplares.
XXIV. Cartas de Villalobos, por D. Antonio María Fabié.
Tirada de 300 ejemplares.
XXV. Memorias de D. Félix Nieto de Silva, Marqués de Te-
NEBRÓN, por el Excmo. Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo. Ti-
rada de 300 ejemplares.
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XXVL HanmiA un. mamtm Altimo qok foá os Motrnau t
MI ao ■CTMiW» D. FtuK Mt Boma, por D. Frmacaoo Gailte Ro*
ble*. Tomo L Tkadt de joo cietnphireft.
XXVIL Dii&jooQS m uk Mon««U. ManiMCJiío iaédho 4t b
E«ilAcadaBii<lelallitiork,poreÍSr.D. FraacÍMO R. de Uba-
9te.Tlnd*de fw efcaplvit.
XX VUL Lmm» m ua vm-nioMs á clamas tminun, d eani Am
é BOinpMO el CoaJeenhU D. AJvero de Lose, Mbestrt de le Or>
de» de SemiijB, por el Eamno. Sf . O. Meroettao Mettlades y ^-
leyó. Tire^ de 900 ef^pplaret.
XXIX. Ofóteaum urauate» ac im matm snr i sn, por
D. AattNile Pie y lUBe. Tlnde de }M efcmpleret.
XXX. NoMUAsm M CofaoooTAMMUM fie Itiaut* por D. Aato-
iúo Pee y MéUi. Tirada de 600 etemptare».
XXXL Doi MOv&AS as D. Atólo imémmo m SaLaa Bama-
aauíA por el F.xcmo. Sr. D. Fraaeieco R. de IMiaprtii. Tirada
4e )0O efemplarea.
XXXU. RauíooMBí WBTteacAS aa i4ie «nuee svi f <▼«, por d
Baeno. Sr. O. Fraociseo R. de Ubifón. Tirada de 300 etcmplaret.
XXXU. ímmmoaá. campiouaám wtmu lo Aimooo t lo mt-
wrra, obl Baonlubi Cam^teaL a« VaLALóii, por D. MamMl Se-
rraao y Sattt. Tirada de jpo ejeai^larca.
XXXIV. IteveatA aa D. Joa» ae Aurrau. caí. Licaaouao Po-
aaiio» por a ÁMOttio Rodrlioes Villa. Tirada de )oo eyeaiplMea.
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