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Full text of "Historia del serenissimo Señor D. Juan de Austria, hijo del invictissimo emperador Carlos V, rey de España"

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HISTORIA 


DEL  SBREXÍSSIMO  SBflOR 


D.  JUAN  DE  AUSTRIA 


Madum  x«M.-4a9rMU  da  U  VMa  é  fOJM  4c  M.  TaRo. 
CBrrvnt  <i«  Sm  Pnaciaoo,  «• 


HISTORIA 


DEL  SERENISSIMO  SEÑOR 


D.  JUAN  DE  AUSTRIA 

HIJO  DEL  INVICTÍSSIMO  EMPERADOR  CARLOS  V 
REY   DE   ESPAÑA 

DIRIGIDA  Á  LA  EXCELLENTÍSSIMA  SEÑORA 

DOÑA  ANA  DE  AUSTRIA 

HIJA  DE  S.  A.,  ABADESA  PERPETUA  Y  BENDITA  DEL  SANTO  Y  REAL 
MONASTERIO  DE  LAS  HUELGAS  DE  BURGOS 


Licenciado  BALTASAR  PORREÑO 

CURA  DB  LAS  VILLAS  DE  SACBDÓN  Y  CÓRCOLBS 
BN  EL  OBISPADO  DE  CUENCA  V  EXAMINADOR  SYNODAL  DEL  DICHO  OBISPADO 

PUBLÍCALA 

lA  SOCIEDAD  DE  BIBLIÓFILOS  ESPASOLES 


/  ^^  5.  O  é- 


MADRID 
MDCCCXCIX 


MáM.  tjt. 


INTRODUCCIÓN 


CON  ser  tan  gallarda  y  grandiosa  la  figura  de  Don 
Juan  de  Austria,  no  hay  historia  suya  digna  de 
su  renombre  y  de  sus  hazañas.  Las  biografías 
publicadas  hasta  hoy  son  por  todo  extremo  deficientes 
todas,  y  contienen  no  pocos  errores  y  puntos  obscuros. 
Verdad  es  que  en  los  pasados  siglos  ni  se  podía  contar 
todo  lo  que  se  sabía,  ni  tampoco  se  conocían  muchos  se- 
cretos de  Estado,  sepultados  cuidadosamente  en  los  archi- 
vos públicos  y  particulares.  Hasta  mediados  de  este  siglo 
no  se  han  comenzado  á  desenterrar  y  examinar,  ya  por  es- 
pañoles, ya  por  extranjeros,  los  papeles  históricos  relati- 
vos á  nuestro  personaje;  mas  desde  entonces  acá  ha  sido 
tal  la  cantidad  de  ellos  publicados  íntegra  ó  sumariamen- 
te, en  español  y  en  otros  idiomas,  que  bien  pudiera  for- 
marse con  ellos  una  colección  de  diez  volúmenes  como 
éste  y  de  pequeño  tipo,  á  que  podrían  añadirse  otros  tantos, 
á  nuestro  juicio,  de  los  que,  siendo  importantísimos,  no 
han  visto  todavía  la  luz  pública.  Sin  conocer  la  copiosísi- 
ma correspondencia  de  D.  Juan  con  el  Rey  y  sus  princi- 
pales Ministros,  con  los  Consejos,  Juntas  y  Corporaciones 
gubernativas,  con  su  familia  y  amigos,  es  imposible  escri- 
bir una  historia  completa,  razonada  y  crítica  del  héroe  de 
Lepanto.  No  es  extraño  que  tarea  tan  inmensa  y  abruma- 
dora retraiga  aun  á  los  más  decididos  y  apasionados  ad- 
miradores suyos  de  acometer  empresa  que  pudiera  califi- 
carse de  colosal  á  la  par  que  gloriosa. 


—  VI  — 

Las  drcunstantíat  en  qoe  te  desanoUó  U  vida  de  Don 
Joan,  contríbaym  á  hacer  de  él  una  de  las  figona  histó- 
ricas  que  más  curíotidad  y  simpatía  excitan.  Hase  escrito 
su  vida  muchas  veces,  y  puede,  sin  embargo,  dedrse  que 
todavia  aguarda  on  historiador  (i).  La  historia  de  D.  Juan 
de  Austria  por  Vander  Hamroen  (*)  es  por  demás  proUja 
y  difusa  en  la  parte  referente  á  las  guerras  sostenidas  por 
D.  Juan  en  el  antiguo  reino  de  Granada  y  en  Italia,  y  so 
extremo  concisa  y  obscura  «n  las  anit«ni<lai  ca  loa  PftiMi 
Bajos  contra  loa  rabeldM  da  aqMÜoi  RihiáM.  PMíiqí  al 
lector  con  sus  continuas  digresiones,  algunas  impertines* 
tes.  otras  lángnidai  y  pesadas,  y  él  mismo  recooocs  io  la* 
completo  de  so  obra  al  escribir:  «Esta  es  la  vida  dd  aellor 
D.  Juan  de  Austria,  6  por  mejor  decir,  lo  qoe  della  se  sabe, 
que  lo  más  es  lo  que  se  ignora.» 

La  historia  de  Porrefio,  hasta  shora  inédita  y  csai  dit- 
conocida^  es,  por  el  contrario,  breve  y  sucinta  en  Im  dos 
primeras  campanea  de  D.  Joan  y  bastuite  difosa  en  la  úl- 
tima. Su  estiJo  es  á  veoaa  llano  y  natural,  y  á  voosi  pon* 
poso  y  declamatorio.  No  es  Pomho  escritor  «Isgaats  ai 
historiador  notable  como  Coloma.  Su  slabsnia  ea  hipar* 
bólica,  sus  juicios  extremadoa,  y  su  faintssia  obocarece  en 
ocasiones  la  verdad  histórica.  Aun  con  todos  estos  defec- 
tos,  muy  comunes  entre  los  historiógrafos  de  su  tiempo, 
es,  sin  embargo,  su  historis  digna  de  eatudio  por  haber 
recogido  el  autor  documentos,  juicios  y  observaciones  de 
sus  contemporáneos,  que  en  no  escaso  número  lo  fueron 
también  de  los  sucesos  que  narra.  Muy  poco  es  lo  que  de 
su  vida  se  sabe.  Natural  de  Cuenca,  virtuoso  sacerdote, 
párroco  de  la  iglesia  de  Sacedón  y  Coreóles  y  luego  de 
San  Esteban  de  Huete,  fué  por  su  ilustración  nombrado 
Vicario  de  aquella  diócesis  por  el  Arzobispo  D.  Pedro  Por- 

(1}    Gtch«rd. 
(a)    Madrid,  1697. 


—   VII   — 

tocarrero.  Cítale  Lope  de  Vega  con  gran  elogio  en  su 
Laurel  de  Apolo: 

Gloria  de  Cuenca,  Baltasar  Porreño, 
En  el  verso  latino  y  castellano 
De  tanta  erudición  se  muestra  lleno. 
Cuanta  puede  alcanzar  límite  humano, 
Tulio  español,  Demóstenes  cristiano. 

Excesiva  es  á  todas  luces  tanta  ponderación  del  inge- 
nio de  nuestro  autor,  que  ni  como  poeta  ni  como  prosista 
puede  sostenerse  á  la  elevada  altura  en  que  el  Fénix  de 
los  ingenios  le  coloca.  Fué,  sí,  erudito  á  la  manera  de  su 
tiempo,  fecundo  y  diligente  escritor,  dotado  de  bellísimas 
cualidades  de  carácter  que  le  atrajeron  las  simpatías  y 
afecto  de  sus  coetáneos.  Nicolás  Antonio  trae  muy  incom- 
pleta la  lista  de  sus  obras.  De  las  que  hemos  podido  en- 
contrar damos  á  continuación  un  ligero  apunte  bibliográ- 
fico, aunque  algunas  más  deben  existir  olvidadas  en  los 
archivos  y  bibliotecas: 

Memoria  de  las  cosas  notables  que  tiene  la  ciudad  de  Cuen- 
ca y  su  Obispado  para  la  intelligencia  del  Mapa  dedicado  con 
esta  Memoria  á  D.  Pedro  Carrillo  de  Mendoza,  Conde  de 
Pliego  y  Maiordomo  de  la  Reina  nuestra  Señora,  por  el  lie.'*' 
Baltasar  Porreño,  iiatural  de  Cuenca,  cura  de  las  villas  de 
Sacedón  y  Coreóles. — 20  hojas  en  4.0 — MS.  original,  en  el 
que  se  hallan  noticias  curiosas. 

Discurso  de  la  vida  y  martirio  de  la  gloriosa  Virgen  y 
mártir  Santa  Librada,  española  y  patrona  de  la  Iglesia  y 
Obispado  de  Sigüenza:  Cuenca,  1629. 

Escribió  Porreño  poesías  para  varios  libros,  como  el 
Compefidio  de  las  fiestas  que  en  toda  España  se  hicieron  en  la 
beatificación  de  Santa  Teresa  de  Jesiís:  Madrid,  i6i5. 

Elogios  de  los  Cardenales  de  España.  Obra  citada  por 
Luis  Jacobo  de  San  Carlos. 

Tratado  de  la  venida  de  Santiago  á  España, 


—  ?1II  — 

Ortkuhs  dé  tas  dou  Sibilas  Profttímt  iá  Ckmtú  Hmmkú 
Siñor  entré  los  GesUiUs^  por  el  licencUdo  BAttaatr  PomAo: 
Cuenca,  Domiogo  de  U  Iglesia,  1621. 

Dichos  y  héckas  id  ttáor  Rey  Don  Pelip$  Mftmiú  d  Pnh 

dmk ,  por  el  licenciado  Baltasar  Porrefio:  Madrid,  lid- 

cbor  Sánchez,  i663. — 8  * — La  aprobación  de  Gil  Ooosá- 
lez  de  Avila  es  de  1627,  tiempo  en  que  debió  terminar  el 
autor  la  obra,  cuya  primera  edición  se  cree  tea  de  1639. 
Al  ña  de  la  edición  de  Bruselas  de  x666,  en  ii.*,  hay 
una  Breve  ieecr^cion  id  PaysBaxo,  por  Emammd  Siaryro. 

Salva,  en  sa  Catálogo  (tomo  II,  pág.  229),  dios  haber 
visto  en  Londres  una  obra  inédita  de  PorreAo,  desoopoci» 
da  de  Nicolás  Antonio,  cuyo  titulo  es:  Hidoeia  id  Smdo 
Rey  Don  Alonso  d  bueno  y  noble^  noumo  ie  etle  nombre  me» 
tre  los  Rijes  ie  CattíUa  y  Lmn,  eompmdes  par 

ca. — MS.  en  folio  de  159  hojas,  lujosamente  encuaderna- 
do, con  45  escudos  de  armas  iluminados.  B^aba  firmado 
en  dos  partes  por  el  licenciado  Porteño,  y  según  se  lela  al 
final,  lo  compuso  en  1624.  Hay  copia  en  la  Biblioteca  de 
la  Keal  Academia  de  la  Historia. 

Elogios  de  los  Infantes  qne  kan  sido  Arsobúpoe  i$  Tokio» 
Obra  dedicada  al  Infante  Cardenal  D.  Femando. 

Vida  y  hechos  hazañosos  id  Gran  Cardenal  Don  Gü  de 
AíbomoM,  Arxobispo  de  Toledo,  Capitán  y  Legado  gemand  §m 
Italia,  fnniaior  id  insigne  Collegio  ie  San  Ciérnante  ie  ka 
Españoles  ie  la  dtéiai  ie  Bdonia,  por  el  licenciado  Balta- 
sar Porrefio:  Cuenca,  Domingo  de  la  Iglesia,  1626. — 
EnS.*» 

Declaración  id  mapa  id  Obispado  de  Cuenca. — MS.  de  la 
Bibl.  Nac,  S'23o. 

Dichos  y  hechos,  virtudes  y  milagros  dd  Cardenal  CiimO' 
ros,  con  una  relación  de  los  varones  insignes  que  stdierom  id 
Colegio  mayor  que  fundó  en  Alcald,—Í¡LS,  de  la  BiU.  Nac, 
G-2Z4. 


—    IX    — 

Museo  de  los  Reyes  Sabios.  (Original.) — MS.  de  la  Biblio- 
teca Nacional,  H-iZj. 

Historia  del  Cardenal  D.  Pedro  González  de  Mendoza. 
(Original.)— MS.  de  la  Bibl.  Nac,  Ee-iij. 

Defensa  del  estatuto  de  limpieza. — MS.  de  la  Bibl.  Nac, 
Dd'62,  págs.  2-54. 

Discurso  en  razón  de  la  aduana  de  las  pécoras,  establecida 
en  Ñapóles.  (Original.) — MS.  de  la  Bibl.  Nac,  £-160. 

Edificio  espiritual. — MS.  de  la  Bibl.  Nac,  P-52. 

Libro  de  la  limpia  Concepción  de  la  Virgen  María re- 
cogido de  lo  que  se  halla  escrito  en  favor  de  este  Misterio,  en 
Concilios,  Papas,  revelaciones,  etc ,  por  el  licenciado  Bal- 
tasar Porreño.  Dirigido  á  D.  Andrés  Pacheco,  Obispo  de 
Cuenca  y  devotísimo  deste  Misterio:  Cuenca,  por  Domin- 
go de  la  Iglesia,  1620. 

Historia  episcopal  y  Real  de  España.  En  la  qual  se  trata 
de  los  Arzobispos  de  Toledo  y  Reyes  que  han  gobernado 
en  España  debajo  de  su  primado.  Ansimismo  se  trata  de 
los  Concilios  celebrados  en  España,  linajes  de  caballeros, 
fundaciones  de  monasterios,  hombres  santos  y  doctos,  y 
otras  cosas  de  mucha  curiosidad,  por  el  licenciado  Balta- 
sar Porreño,  cura  de  San  Esteban  de  la  ciudad  de  Huete, 
y  natural  de  la  ciudad  de  Cuenca.  Dirigida  á  D.  Bernar- 
do de  Rojas  y  Sandoval,  Cardenal ,  Arzobispo  de  Tole- 
do  Va  repartida  en  dos  tomos  esta  historia.  (Existe  el 

original  MS.  de  esta  obra  en  la  Biblioteca  Catedral  de  To- 
ledo.) 

Otro  historiador  de  D .  Juan  de  Austria  es  Bruslé  de 
Monplainchamp,  compilador  más  fecundo  que  juicioso,  se- 
gún Gachard,  que  publicó  en  Amsterdam  en  1690,  en 
I2.<*,  L'histoire  de  don  Jean  d'Austriche,  fils  de  l'Empereur 
Charles  Quint,  sin  nombre  de  autor;  y  á  pesar  de  su  ridícu- 
lo estilo,  tuvo  la  fortuna  de  que  se  tradujese  su  obra  al  ho- 
landés á  fines  del  siglo  xviii. 

En  1826  publicó  Alexis  Duraesnil  una  nueva  historia 


—  »  — 

de  D.  Joan,  tan  incompleta,  indocumentada  y  lalta  de 
critica  como  la  anterior. 

Con  gran  lujo  tipográfico,  ríqueta  de  retcatoa  y  lámi- 
naa  y  algunos  documentoa  inéditos,  publicó  en  1883  Str 
WiUiam  Stiriing  Maxwell  una  obra  titulada  Dm  J^km  of 
Amina,  or  patmgtt  /rom  tiu  htsíory  of  Hm  rixttmlk  omámy 
1547-1578.  Máa  atento  este  reputado  escritor  á  la  ilnatra- 
dóo  gráfica  de  su  historia  que  al  fondo  del  «nalo,  ooo* 
tentóse  con  recopilar  lo  ya  conocido  sin  intsattf  proAn- 
das  investigaciones  históricas. 

Desde  mediados  del  presente  siglo,  reoooociéodoie  la 
necesidad  de  reunir  y  publicar  documentos  para  eacrítur 
con  fundamento  y  critica  la  verdadera  historia  dd  hijo 
natural  de  Carlos  V,  comeasaron  sus  apasionadoa  á  dar 
á  luz  mttcboa  é  tmportaotaa  de  aqoéUoa.  Aii»  «1  te  C«<íp* 
ci6n  de  dúimmtmfm  imiéitm  pmm  U  kiüonñ  do  Bt^tilU  m  ha 
insertado  una  buena  parte  de  la  correspondencia  de  Doo 
Juan  con  Felipe  II,  el  Cardenal  Bapisoia,  el  Príncipe  de 
Evoli,  D.  García  de  Toledo  y  otros  peraonsjes.  El  diligen* 
te  y  entendido  Brigadier  D.  José  Aparici  publicó  en  1847 
una  Colección  de  documettíot  midiU»  reUtítvot  iUcU^vo  óa- 
UdU  do  Lepanio,  socados  del  Ankioo  gesunU  do  SimamoB» 
La  Real  Academia  de  la  Historia  picnió  an  al  concufao 
de  1 852  la  excelente  roonografia  escrita  por  D.  Cayetano 
Rosell,  titulada:  Historia  del  eosabaU  naoal  do  Lopamío  y 
juicio  de  la  importancia  y  eomeeaemiat  do  aquel  omaso.  Laa 
Relaciones  de  los  Embajadores  venecianos  en  el  siglo  xvt,  pa- 
blicadas  por  Alberí,  contienen  asimismo  interesantes  de- 
talles sobre  la  persona,  carácter  y  costumbres  de  D.  Juan 
y  sobre  algunos  de  los  sucesos  en  que  tomó  parte.  Apro« 
vechando  estos  materiales  y  otros  por  61  reunidos,  dio  á 
lu2  en  Gotha  en  z86S  el  profieaor  alemán  Havemann  una 
biografía,  más  bien  que  historia,  de  nuestro  personaje,  con 
titulo  de:  Das  Leven  des  Don  Joan  de  Austria,  Al  mismo 
género   corresponde  también  la  publicada   por  E,  Van 


—  XI   — 

Arenbergh  en  la  Biographie  naiionale  puhliée  par  I' Acude - 
mié  Royale  des  Sciences,  des  Lettres  et  des  Beaux-Arts  de  Bel- 
giqíie  (0. 

Son  también  numerosos  y  de  suma  importancia  los  do- 
cumentos sobre  D.  Juan  publicados  en  la  Corresponden- 
cia del  Cardenal  de  Granvela,  en  la  parte  editada  en  Fran- 
cia, y  principalmente  en  la  que  forma  parte  de  la  Colkction 
de  dociiments  inedits  relatifs  a  l'histoire  de  Belgique. 

Gachard,  en  los  archivos  de  su  país  y  en  sus  viajes  lite- 
rarios á  España,  Francia,  Alemania  é  Italia,  encontró  con 
su  habitual  perspicacia  muchos  y  muy  interesantes  docu- 
mentos, desconocidos  unos,  inéditos  otros,  sobre  este  Prín- 
cipe, confesando  que  de  buen  grado  hubiera  intentado  re- 
señar la  vida  de  D.  Juan,  pero  añadiendo,  con  su  excesiva 
modestia,  que  encontró  el  asunto  superior  á  sus  fuerzas  y 
sin  tiempo  bastante  para  consagrarse  á  él,  contentándose 
con  referir  algunos  episodios  imperfectamente  conocidos. 

Morel-Fatio,  en  su  estimada  compilación  VEspagne 
aii  XVI*  et  au  xvii*  siecle,  publicó  también  algunas  cartas 
desconocidas  de  D.  Juan,  que  convenientemente  dispuestas 
van  incluidas  en  este  volumen. 

Hizo  fructuosas  investigaciones  en  el  riquísimo  Archivo 
de  Simancas,  sobre  la  madre  de  D.  Juan,  nuestro  reputado 
historiador  D.  Modesto  Lafuente;  documentos  y  observa- 
ciones que  insertó  la  Revista  española  de  Ambos  Mundos. 

Interminable  sería  nuestro  relato  si  hubiéramos  de  dar 
aquí  noticia  de  cuanto  modernamente  se  ha  escrito  sobre 
D.  Juan  de  Austria,  de  lo  cual  se  deduce  la  ansiedad  ge- 
neral que  se  siente  por  conocer  de  una  manera  exacta  y 
detallada  la  vida  de  tan  glorioso  caudillo.  Esta  considera- 
ción nos  ha  movido  á  contribuir,  en  la  medida  de  nuestras 
pobres  fuerzas  y  de  los  reducidos  límites  de  que  disponía- 
mos, al  esclarecimiento  y  desarrollo  de  esta  noble  empresa, 

(i)    Bruxelles,  1889. 


—  ttl  — 

ya  publicando  la  historia  de  Porrefio,  caii  ducooocida,  ya 
ilustrándola  om  los  datos,  noticias  y  documentos  más  no- 
tables dados  á  lux  en  publicaciones  extranjeras,  y  otrot 
por  noaotros  encontrados  en  el  Archivo  de  Simancaa  y  en 
varias  iMbliotecas  públicas  y  particulares. 

Fué  D.  Juan  el  prototipo  y  dechado  el  más  parfselo  y 
acabado  de  la  España  caballmMca  del  siglo  xvi,  con  todas 
las  nobles  dotes  y  cualidades  y  los  defectos  y  enfondoiiM 
propias  de  este  carácter.  Criado  entre  el  pueblo,  edooido 
entre  la  clase  noble,  discípulo  de  la  insif^e  Universidad  de 
Alcalá  cuando  estaba  este  Instituto  en  su  nayor  grado 
de  florecimiento;  instruido  por  los  más  reputado*  y  aspar- 
tos  capitanes  en  la  milicia  de  mar  y  de  tierra,  ct,  por  da- 
drlo  así,  la  encamación  del  sentimiento  nacional.  Nada 
refliga  mcior  su  carácter  y  su  pensamisoto  qos  m  malo 
qMSt<^ar,  aal  trate  con  damas  ó  amigos,  ombo  ooo  ^  Rqr 
su  hermano,  sus  ministtos,  generales  y  subordinados.  Na- 
die como  él  expuso  en  sus  cartas  al  severfaiaao  Monarca 
que  entonces  regia  á  España,  la  verdad  dará,  enérgica  y 
desnuda  en  materias  de  Estado,  sin  faltar  nunca  al  debido 
respeto  y  consideración.  Nadie  como  él  trató  por  todos  me- 
dios de  vencer  la  excesiva  quietud,  la  oonataots  indsciiión, 
la  manera  lenta  de  despachar  loa  asuntos  politioos  y  mili- 
tares de  Felipe  II.  Acaso  esta  sinceridad,  este  fogoso  oslo 
fueron  causa  de  la  suspicacia  con  que  siempre  le  miró  aquel 
Rey.  Gran  marino,  esforzado  general,  dotado  de  maravi- 
llosas dotes  de  mando  y  de  pocas  de  cortesano,  de  espíritu 
levantado  y  animoso,  de  exquisito  tacto  y  habilidad  para 
el  trato  de  gentes,  no  es  de  maravillar  que  su  noble  figura 
y  heroicos  hechos  cautivaran  á  sus  contemporáneos  y  sigan 
cautivando  aun  hoy,  acaso  con  más  interés  que  entonces,  á 
la  posteridad  toda,  que  admira  en  él  uno  de  los  más  esda- 
recidos  y  grandiosos  personajes  del  siglo  xvi,  con  ser  ssU 
centuria  tan  exuberante  en  eminencias  de  todo  género. 

Adáptase  perfectamente  su  correspondencia  á  todas  las 


—    XIII    ~ 

circunstancias  y  momentos  de  la  vida:  es  su  estilo  llano  y 
jovial  á  veces;  grave,  elevado  y  sentencioso  otras;  acre  y 
mordaz  en  ocasiones,  y  siempre  digno,  elegante  y  castizo. 
Y  no  deben  atribuirse  estos  méritos  á  sus  secretarios,  por- 
que con  frecuencia,  según  él  mismo  lo  declara,  se  hallaba 
sin  ellos.  Las  más  de  las  veces  escribía  de  su  mano,  y  cuando 
la  empleaba  ajena,  era  él  siempre  quien  dictaba,  tratándose, 
sobre  todo,  de  su  correspondencia  con  el  Rey,  con  su  her- 
mana, con  los  principales  ministros  y  con  los  amigos  ínti- 
mos. En  esto,  como  en  todo,  su  actividad  era  prodigiosa. 
En  la  guerra  contra  los  moriscos  de  Granada  hizo  Don 
Juan  su  aprendizaje  militar  con  notable  y  provechoso  éxi- 
to; alcanzó  en  Italia  y  en  África,  en  las  guerras  contra  los 
turcos,  el  más  alto  y  glorioso  renombre,  sus  más  precia- 
dos trofeos.  Precedido  de  justa  fama,  sacrificando  en  aras 
de  la  patria  y  del  Rey  su  reputación  y  su  vida,  fué  á  los 
Países  Bajos,  donde,  casi  desamparado  de  su  hermano  y  de 
sus  ministros,  luchando  política  y  militarmente  con  ene- 
migos tan  tenaces  y  potentes  como  los  Estados  generales, 
dirigidos  por  el  astuto  Príncipe  de  Orange,  y  socorridos  y 
auxiliados  por  la  Reina  de  Inglaterra,  los  Príncipes  protes- 
tantes alemanes  y  otros  encubiertos  enemigos  de  la  Casa 
de  Austria,  teniendo  que  sujetarse  estrictamente  á  las  ór- 
denes del  Rey  su  hermano,  que  pretendía  reducir  á  la  obe- 
diencia á  los  rebeldes  con  halagos  y  promesas;  exhausto 
de  dinero,  de  hombres,  de  víveres  y  de  municiones,  su- 
cumbió heroicamente  en  lucha  tan  desigual  como  conti- 
nua y  desesperada.  Mal  aconsejado  anduvo  Felipe  II  en 
enviar  á  sosegar  las  alteraciones  de  aquellos  Países,  pri- 
mero al  gran  Duque  de  Alba  con  instrucción  de  llevarlo 
todo  á  sangre  y  fuego,  y  luego  á  D.  Juan  de  Austria  con 
orden  de  tratar  á  los  rebeldes  con  espíritu  de  blandura, 
benignidad  y  transacción,   porque  ni  aquél  consiguió  su 
propósito  por  su  desmedido  rigor,  ni  éste,  por  su  inclina- 
ción á  la  guerra  y  ardor  juvenil,  era  apropiado  para  caute- 


—  «V  — 

rizar  antig^uat  Ilagu  con  U  templajm  y  meturm  que  tolo 


dan  1m  aftot  y  la  experiencia.  Si  adeiBáa  de  estas  funeetaa 
vadlaciooes  del  Soberano  en  materia  tea  Kiave,  te  tieoeo 
en  cuente  su  habitual  irreaolocióo,  tu  terdansa  ao  al  dat- 
pacho,  los  odios  y  rivalidades  de  sus  minislroe  y  el  cenau- 
rabie  abandono  en  que  tuvo  á  su  hermano  en  momentoa 
críticos  y  graviaimos  ante  tal  coocurao  de  hio'saa  en«ni< 
gas  y  de  circunstancias  dealavorablea,  no  es  de  eirtraftar 
que  fracasara  la  misión  de  D.  Juan  en  loa  PaSaea  Bajoa, 
no  pudiendo  apenas  hacer  pie  en  aquel  prooeloao  y  revuel- 
to mar,  combatido  de  tantoa  y  tan  terribles  pel^|TO*f  ^' 
bílmeote  ayudado  da  Ba|MUte«  fftfaffHfnw^T  caluMiido  y 
deapreatigiado  eo  la  Corte  por  Antonio  Pifrat,  al  Caiéaaal 
Granvela  y  otros  in6uyentea  persooajea,  eoemigoa  auyoa 
más  6  menos  encubíertoa,  aiando  vilmente  aaaainadn  eo 
Madrid  su  secretario  Escobedo,  persona  de  toda  an  con- 
fianza; amagado  él  constantemente  por  ingleaea,  fraooaaea 
y  rebeldes  de  igual  trágico  fin,  y  desatendidos  sos  coosejoa, 
súplicas  y  reclamacionea.  Coondcrado  D.  Joan  en  cate 
deacooaolador  y  tristísimo  cuadro,  reaolte  en  an  daadicha- 
do  gobierno  de  los  Palaeo  Bajoa  mocho  máa  grande  y 
heroico  que  en  las  Alpujarras,  en  l^panto  y  en  África. 

Desde  que  salió  de  España  misteriosamente  con  diafrai 
de  criado  de  Octavio  Gonaaga,  haste  que  fisUeció  en  po- 
bre y  humilde  choza,  ¡cuántos  sacrificios,  cuántos  dolo- 
res, cuántas  amarguras,  cuántas  penalidades  de  cuerpo  y 
de  espíritu  tuvo  que  arrostrar  y  sufrir!  Contrariado  en  sos 
inclinaciones  belicosas,  ¡por  cuántas  vergonzosas  humilla- 
ciones, deslealtades  y  traiciones  tuvo  que  pasar  para  ae- 
guir  con  los  Estados  la  estéril  política  que  le  ordenaba  d 
Rey!  Y  cuando  al  fin  se  convenció  éste  de  los  lealea  con- 
sejos de  su  hermano,  y  volvieron  las  tropaa  eapañolas  y  se 
puso  al  frente  de  aquel  puñado  de  valientes,  ain  dinero, 
sin  recursos  de  ninguna  clase,  ¡con  qué  arrojo,  valentía  y 
pericia  militar  preparó  y  consiguió  aquel  milagroso  es- 


—   XV    — 

fuerzo  bélico,  deshaciendo  y  derrotando  la  potente  hueste 
enemiga  en  Gembloux! 

Mucho  le  censuraron  sus  enemigos  su  inclinación  á  re- 
solver por  las  armas  la  sublevación  de  los  Países  Bajos. 
El  tiempo,  sin  embargo,  mostró  cuan  acertado  era  su  pa- 
recer. El  Cardenal  Granvela,  que  no  perdonaba  ocasión 
de  desprestigiarle  en  vida,  continuó  después  de  la  muerte 
de  D.  Juan  su  poco  noble  tarea  de  difamarle.  Desde  Roma 
escribía  á  la  Princesa  Doña  Margarita  en  14  de  Diciem- 
bre de  1578:  «En  verdad,  el  difunto  Sr.  D.  Juan,  que 
Dios  perdone,  era  demasiado  aficionado  á  la  gente  de  gue- 
rra y  muy  poco  á  la  de  consejo  togada,  sin  los  cuales,  y 
sin  las  advertencias  de  los  que  han  manejado  por  algún 
tiempo  los  asuntos  de  gobierno  y  lo  tocante  á  pacifica- 
ción y  tratados,  mal  se  pueden  aquéllos  desenredar.  El 
bueno  del  difunto  ha  dictado  muchas  provisiones  á  instan- 
cia de  los  que  manejan  las  armas  que  han  resultado  poco 
convenientes  por  falta  de  información  y  de  buen  consejo, 
como  se  verá  luego,  y  tenía  por  enemigos  todos  los  conse- 
jeros del  Rey  que  no  le  seguían.»  El  Consejero  D'Asson- 
leville,  hechura  del  citado  Cardenal,  le  escribía  asimismo 
desde  Namur  á  17  de  Febrero  de  1579:  «Lo  que  V.  S.  I. 
escribe  del  difunto  Sr.  D.  Juan  (que  en  paz  descanse)  es 
verdad,  y  ha  sufrido  aquí  innumerables  trabajos  y  conti- 
nuos disgustos  por  la  guerra,  como  sucederá  á  todos  los 
que  prefieran  seguir  el  camino  de  la  fuerza  y  de  las  armas 
al  de  las  artes  y  expedientes  de  la  paz.  Es  también  cierto 
que  como  él  estaba  persuadido  de  que  sólo  por  las  armas 
podía  llegar  á  ser  grande,  escogía  sus  compañeros  más 
entre  los  partidarios  de  la  guerra  que  entre  los  de  la  paz, 
y  estaba  muy  creído  que  aquéllos  eran  los  mismos  del  di- 
funto Emperador.» 

Del  alto  aprecio  y  sincero  cariño  que  en  la  Corte  pro- 
fesaban todos  á  D.  Juan  desde  sus  juveniles  años,  dan 
puntual  noticia  los  Embajadores  venecianos,  tan  diestros 


—  XVI  — 

en  recoger  y  teguir  lu  oorríeotee  de  U  opioiÓQ.  Paolo 
Tiepolo  eecríbia  aJ  Senado  de  tu  República  en  i563:  «No 
cabe  duda  de  que  la  inclinación  de  todo  el  mmulo  bacía 
D.  Juan  ea  tal,  que  en  el  caso  de  tallecer  el  Rey  y  el  Prín- 
cipe (D.  Carloa)  nn  deacoidientea,  y  de  estar  d  en  Bapa- 
ña,  y  no  loa  hijoa  del  Rey  de  Bobenotia,  podria  muy  bien 
suceder,  en  opinión  de  roucbas  peraooaa,  que  fbeae  aoq»- 
tado  por  Rey  ooo  prdéreocia  á  otroa,  alejadoa  por  m  re- 
■ideoda,  eztnftoa  al  pala  por  su  lengua,  y  acato  da  reli- 
gión contraría  á  la  de  la  nadón.»  Doa  afioa  después  Juan 
Soranxo,  sucesor  del  anteríor,  eacríbia  al  misnao  Senado 
cuando  D.  Juan  sólo  contaba  diex  y  ocbo  aikw:  «Tiene 
d  Sr.  D.  Juan  muy  bdla  figura;  en  todos  sos  novimien- 
tos  maestra  singular  grada  y  revda  tan  raro  ingenio, 
que  cuantoa  le  ve  n  le  cobran  grandidmo  afscto,  y  ea  ama- 
do, no  sólo  de  la  Corte,  sino  de  toda  Baptfta.  Bl  Rty  lo 
eatima  sobremanera,  aunque  hasta  d  pnseatc  as  iiCDon 
la  situadón  en  que  piensa  colocarlo.  Pretenden  algnnoa 
qae  d  el  Príncipe  llegase  á  morír.  ó  S.  A.  no  tuviera  hi- 
jos, sería  proclamado  D.  Juan  heredero  del  reino.»  Ni  ssloa 
presagios,  ni  loa  aueAoa  doradoa  de  D.  Juan  de  llegar  á 
establecerse  como  Soberano  en  Afnca,  en  Grecia,  en  Ita* 
lia  ó  en  Inglaterra,  llegaron  á  realixarse,  pasando,  como 
dice  un  eacrítor  belga,  este  Príndpe  por  la  «soSDa  dd 
mundo  como  un  brillante  meteoro. 

A.  RooRiouBX  Villa. 


B.  PORREÑO 


HISTORIA  DE  D.  JUAN  DE  AUSTRIA 


A  LA  EXCELLENTISIMA  SEÑORA 
EL  AUTOR  DE  ESTA  OBRA 


HABIENDO  servido  á  V.  E.  pocos  años  há  con  la 
historia  del  Santo  Rey  D.  Alonso  ^  fundador 
de  ese  Real  Monasterio,  de  quien  V.  E.  es 
perpetua,  digna  y  bendita  Abadesa,  y  aun  algunas 
otras  obras,  parto  de  mi  pobre  ingenio,  mostró  V.  E. 
tanto  gusto  de  ellas,  que  me  dio  alientos  para  no  dejar 
la  pluma  de  la  mano,  ocupándola  siempre  en  servicio 
de  Señora  tan  agradecida  y  esclarecida.  Por  lo  cual 
la  tomé  y  corté  lo  más  delgada  que  me  fué  posible, 
para  escribir  y  delinear  la  historia  del  Serenísimo 
Sr.  D.  Juan  de  Austria,  padre  de  V.  E.  y  padre  de 
la  patria,  hijo  y  hermano  de  los  dos  potentísimos  y 
gloriosos  Monarcas  Carlos  V  y  Felipe  II,  dueños  de 
la  mayor  Monarquía  que  celebran  los  siglos. 

Suplico  á  V.  E.  la  reciba  como  hija  de  tal  padre, 
que  por  su  incomparable  valor  mereció  ser  ejemplo  de 


Principes,  y  por  su  grande  erudición  aiamxó  rimom- 
bre  de  Mecenas  de  sabios^  gradudndoU  el  mtmdo,  por 
lo  mucho  que  honró  á  ios  letras  y  las  armas,  con  el 
nombre  esclarecido,  en  las  unas,  de  Apoto,  y  en  tas 
otras,  de  Marte,  Guarde  Nuestro  Señor  Á  V,  E,  fe-- 
lidsimos  años,  como  deseo  y  pido  d  S.  M, 

El  Licenciado  PorrbAo. 


AL  PIADOSO  Y  ERUDITO  LECTOR 


Las  grandezas  y  memorables  hazañas  del  Sere- 
nísimo Sr.  D.  Juan  de  Austria  estaban  pidiendo 
quien  las  publicara  al  mundo  por  medio  de  la  es- 
tampa. Ninguno  se  atreviera  á  tomar  la  pluma  para 
escribir  del  hijo  antes  que  se  divulgaran  las  haza- 
ñas del  padre,  que  fué  el  invictísimo  Sr.  D.  Car- 
los V,  Emperador  Máximo,  César  invictísimo. 
Por  lo  cual,  habiéndose  ya  divulgado  la  historia 
de  este  Monarca  siempre  augusto,  era  razón  que 
hubiera  quien  tomara  por  su  cuenta  el  asunto  del 
hijo,  que  fué  tan  grande  imitador  suyo  en  la  re- 
ligión y  en  el  valor  y  en  el  ejercicio  de  las  armas; 
y  viendo  que  entre  tan  grandes  ingenios  y  eruditos 
historiadores  que  tiene  nuestra  España  ninguno 
tomaba  la  pluma  para  empresa  tan  alta,  me  deter- 
miné yo  á  tomarla  y  escribir  esta  historia  con  el 
mejor  acierto  que  me  fué  posible. 

Apenas  la  hube  concluido,  tuve  noticia  de  que 
dos  grandes  historiadores  habían  empleado  el  cau- 
dal de  sus  ingenios  en  este  mismo  asunto  de  pocos 


—  6  — 
días  á  esta  parte.  No  he  visto  sos  obras,  porque 
no  han  salido  ¿  luz  y  porqae  vivo  retirado  en  tina 
humilde  aldea.  Podráse  decir  con  razón  de  los  tres 
que  habernos  ocupado  el  tiempo  en  ana  misma 
empresa:  Trss  sitmus  in  bello;  yo  rindo  las  armas 
á  estos  dos  grandes  combatientes  y  sujeto  á  su 
corrección  esta  obra  mia^  y  de  ti,  discreto  y  de- 
voto lector,  á  quien  suplico  la  recibas  con  el  amor 
y  deseos  que  la  ofrezco. — VaU» 


CAPÍTULO  PRIMERO 

Nacimiento  y  crianza  del  Sr.  D,  Juan  de  Austria. 

* 

El  Sermo.  Sr.  D.  Juan  de  Austria  fué  hijo  del 
Emperador  Carlos  V,  Máximo,  Augusto,  César 
invictísimo,  germánico  fortísimo  y  católico:  títu- 
los que  le  envió  el  Papa  Paulo  III  en  un  Breve 
apostólico. 

Nació  en  Ratisbona,  en  Alemania  la  Alta,  en 
25  de  Febrero  del  año  de  1547.  Su  madre  fué  no- 
bilísima, y  el  suceso  fué  tan  secreto,  que  no  se 
tuvo  noticia  de  él  hasta  que  murió  su  padre.  Su 
madre  murió  en  España,  en  Arroyo  de  Molinos, 
cuatro  leguas  de  Madrid.  Crióse  en  Ratisbona  los 
años  infantiles,  en  que  descubrió  su  inclinación  á 
cosas  de  honor  y  al  ejercicio  de  las  armas,  aven- 
tajándose á  los  niños  de  su  edad  en  no  tener  te- 
mor de  pocas  cosas  y  en  mostrar  atrevimiento  y 
osadía  para  las  cosas  mayores  que  en  aquella  ter- 
nura de  años  se  ofrecían.  Cubrióle  en  pobres  pa- 
ños un  Aquiles  al  que  había  de  ser  un  Aquiles 
vencedor  y  un  nuevo  Escipión  en  el  mundo.  Pa- 
sada esta  edad  de  la  infancia,  fué  traído  á  España 
y  entregado  á  Luis  Quijada,  señor  de  Viliagarcía, 
á  quien  amó  tiernamente  el  Emperador,  y  le  tuvo 


—  8  - 

en  depósito  mientnuí  S.  M.  Cesárea  no  le  declaró 
por  su  hijo. 

Aquí  será  bien  decir  quién  era  Luis  Quijada  y 
Dofta  Magdalena  de  Ulloa,  su  mujer,  de  quien  el 
Sr.  D.  Juan  aprendió  buenas  y  loables  costumbres, 
y  á  quienes  llamó  padres  hasta  la  muerte  de  am> 
bos,  y  de  quien  el  Emperador  hizo  elección  para 
la  crianza  de  su  hijo.  Fué  Luis  Quijada  de  linea 
noble,  señor  de  Viliagarcía.  Le  hizo  S.  M.  Presi- 
dente de  Indias  y  de  los  Consejos  de  Estado  y 
Guerra;  hallóse  sü  servicio  del  Emperador  antes 
y  después  de  su  retirada  á  Y  usté;  y  en  U  última 
disposición  que  hizo  S.  M.  Cesárea,  le  dejó  por 
su  albacea,  junto  con  Fr.  Juan  de  Regla,  su  con- 
fesor, y  Martin  de  Gaztelu,  su  secretario.  Dio  tan 
buena  cuenta  de  su  persona,  que  le  hizo  el  Rey 
D.  Felipe  II  Caballerizo  mayor  del  Principe  Don 
Carlos,  de  quien  también  fué  testamentario  y  tes- 
tigo del  depósito  que  se  hizo  de  su  cuerpo  en  San- 
to Domingo  el  Real,  y  también  del  que  se  hizo  de 
la  señora  Reina  Doña  Isabel  de  la  Paz  en  el  Con- 
vento que  fundó  la  Princesa  Doña  Juana.  Acom- 
pañó ai  Sr.  D.  Juan  cuando  con  título  de  Capitán 
General  pasó  al  reino  de  Granada  y  sosegó  los 
moriscos  que  habían  tomado  las  armas  contra  la 
obediencia  de  su  Rey;  hallóse  en  el  Hospital  Real 
de  Granada  con  el  Sr.  D.  Juan  y  Marqués  de  Mon- 
déjar,  donde  estaban  recogidos  los  moriscos  de 
aquella  ciudad,  para  sacarlos  de  ella  y  pasarlos 
donde  no  se  temiese  ni  su  chusma  ni  sus  daños; 
asistió  en  el  cerco  de  Serón,  donde  fué  herido  de 
un  balazo  que  le  dieron  en  el  hombro;  fué  llevado 


—  9  — 
á  Canilles  por  mandado  del  Sr.  D.  Juan,  donde 
murió  el  año  de  1570,  y  yace  en  Villagarcía,  en  el 
Colegio  de  la  Compañía  de  Jesús,  que  fundó  Doña 
Magdalena  de  UUoa,  su  mujer,  parte  por  cumplir 
con  el  testamento  de  su  marido,  y  parte  por  apro- 
vechar á  sus  vasallos  y  toda  aquella  comarca. 

Doña  Magdalena  de  UUoa  era  señora  de  grande 
y  señalada  virtud,  hermana  de  D.  Rodrigo  de 
Ulloa,  primer  Marqués  de  la  Mota,  señor  de  San 
Cebrián  y  del  condado  de  Vegas,  y  era  también 
hermana  del  Padre  Maestro  Fr.  Domingo  de  üUoa, 
de  la  Orden  de  Santo  Domingo,  que  fué  Obispo 
de  Mechoacan  en  las  Indias  orientales,  el  cual, 
viendo  á  su  hermana  inclinada  á  fundar  en  Villa- 
garcía  el  dicho  Colegio  de  la  Compañía  de  Jesús, 
le  aconsejó  pidiese  por  Rector  de  él  al  P.  Baltasar 
Alvarez,  á  quien  él  había  tratado  mucho  tiempo 
en  Avila,  Medina  y  Salamanca,  y  había  conocido 
por  experiencia  el  grande  don  que  tenía  de  guiar 
almas  á  la  perfección:  hízolo  así,  y  sucedióle  tan 
bien,  que  no  cesaba  de  dar  gracias  á  Dios  por  ha- 
bérsele dado  á  conocer.  Esta  señora,  luego  que 
enviudó,  había  hecho  resolución  de  entrarse  á  ser- 
vir á  Dios  en  el  Monasterio  de  las  Huelgas  de  Va- 
Uadolid,  donde  era  Abadesa  una  hermana  de  su 
marido;  mas  por  el  pleito  que  ella  puso  á  la  ha- 
cienda de  su  hermano  se  impidió  la  ejecución,  y 
aunque  se  quedó  en  casa  particular  en  medio  de 
la  ciudad,  vivía  tan  recogida  como  si  estuviera  en 
monasterio;  confesaba  en  la  casa  profesa  con  un 
Padre  muy  espiritual  llamado  Juan  de  Pradanos, 
que  fué  su  confesor  casi  veintisiete  años,  y  la  ejer- 


—   10  — 

citó  bien  para  su  aprovechamiento,  y  de  cuando 
en  cuando  iba  á  Villagarda,  á  donde  tuvo  ocasión 
de  tratar  al  P.  Baltasar  Alvares,  que  la  industrió 
en  el  modo  de  oración  y  tratar  con  Dios  familiar- 
mente; hacíala  pláticas  espirituales,  y  todas  las 
veces  que  la  hablaba  siempre  era  de  Dios,  sin 
cansarse  ella  jamás,  porque  gustaba  mucho  de  las 
cosas  de  la  virtud,  y  comunicaba  sus  cosas  inte- 
riores con  él,  como  suelen  hacer  los  novicios  con 
su  maestro. 

Industriada  de  esta  manera,  comenzó  á  realzar 
con  espíritu  las  muchas  y  grandiosas  limosnas  que 
hada,  las  cuales  eran  en  tres  maneras:  unas,  para 
remediar  las  miserias  y  necesidades  corporales  de 
los  pobres;  otras,  para  remediar  las  necesidades 
espirituales  de  las  almas,  y  otras,  para  acieceatar 
el  culto  divino  y  honrar  más  á  Nuestro  Sefior. 

En  lo  primero  fué  grandemente  liberal  y  dadi- 
vosa para  remediar  toda  gente  de  necesidades,  y 
con  ésta  su  gran  caridad  puso  en  Valladolid  en  el 
Hospital  de  Esgueva  doce  camas,  para  curar  á  su 
costa  otros  tantos  enfermos,  dando  para  esto  cada 
año  600  ducados,  y  duró  esto  diez  y  ocho  años.  Al 
de  la  Resurrección  dio  300  ducados  casi  otro  tan- 
to tiempo,  pagados  en  cada  un  año,  y  en  Villa- 
garcía  fundó  un  hospital  con  renta  bastante  para 
curar  los  enfermos  pobres  de  los  lugares  que  fue- 
ron de  su  marido.  Daba  gruesas  limosnas  para  ca- 
sar huérfanas  pobres  y  para  remediar  necesidades 
de  pobres  vergonzantes,  que  se  las  pedían  en  se^ 
creto;  y  para  que  esto  se  hiciese  con  más  fidelidad 
y  largueza,  señaló  por  algún  tiempo  un  hombre 


II  — 


honrado  y  buen  cristiano  que  se  informase  de  estas 
necesidades  y  de  lo  que  era  menester  para  reme- 
diarlas, y  todo  lo  ponía  en  una  cédula  firmada  de  su 
nombre,  y  la  daba  á  la  persona  necesitada,  seña- 
lándole el  día  en  que  había  de  ir  por  aquella  limos- 
na á  casa  de  esta  señora,  la  cual  tenía  tantas  ga- 
nas de  dar,  que,  despertando  á  la  mañana  muy 
temprano,  solía  decir  que  se  levantasen  á  ver  si  ha- 
bían venido  algunos  pobres  para  despacharlos  lue- 
go, porque  no  esperasen,  y  en  levantándose  tomaba 
dos  bolsas,  una  llena  de  moneda  menuda  para  dar 
á  los  pobres  ordinarios,  y  otra  de  reales  de  plata 
para  los  vergonzantes,  y  en  viniendo  el  pobre,  to- 
maba la  cédula  que  traía  y  le  daba  la  limosna  que 
allí  venía  señalada,  la  cual  no  excedía  de  cierta 
cantidad  que  tenía  avisado,  porque  cuando  era  me- 
nester más,  en  particular  lo  proveía.  Fuera  de  esto, 
á  todos  los  pobres  que  acudían  á  sus  puertas,  que 
eran  muchos.  Daba  limosnas  con  entrañas  de  ma- 
dre, sin  que  ninguno  jamás  llegase  á  su  casa  que 
se  fuese  vacío,  aunque  viniese  dos  ó  tres  veces  por 
limosna  al  día;  casi  todo  el  año  se  ocupaba  en 
hacer  comprar  paño  y  lienzo  para  vestir  pobres  y 
hacerles  camisas,  y  por  mano  de  un  canónigo  de 
Zamora  y  de  otros  religiosos,  repartió  muchos  mi- 
llares de  ducados  con  los  vasallos  y  lugares  de  su 
marido,  para  que  su  caridad  y  misericordia  se  di- 
latase á  muchos  en  muchas  partes. 

No  fué  menor  su  liberalidad  en  remediar  las 
necesidades  espirituales,  ayudando  de  este  modo 
entrañablemente  á  la  salvación  de  las  almas.  Con 
estas  ansias  envió  dos  Padres  de  la  Compañía  á 


—    12   — 

redimir  cautivos;  esto  es,  al  P.  Joan  de  Torres, 
á  Argel,  y  al  P.  Gabriel  del  Puerto,  á  Marrue- 
cos, dando  á  cada  uno  ocho  mil  ducados  para  este 
espiritual  empleo,  encargándoles  que  rescatasen 
primero  á  los  que  estaban  con  mayor  peligro  de 
faltar  en  la  fe.  Hiciéronlo  asi  los  Padres,  y  cuando 
volvió  el  P.  Torres,  traía  la  lista  y  cuenta  de 
todo  por  escrito;  mas  la  buena  señora  nunca  quiso 
verla,  sino  fiarse  de  Dios  y  de  la  Compañía.  Por 
ese  fin,  biso  gmesas  limosnas  para  sacar  ruines 
mujeres  de  mal  estado  y  ponerlas  en  una  casa  de 
probación  de  aquella  ciudad,  donde  mirasen  el  es- 
tado que  las  convenía  escoger  y  las  ensilasen  á  vi- 
vir cristianamente,  y  para  esto  dejó  señalados  mil 
ducados  de  renta  cada  un  año,  y  cien  cargas  de  pan 
al  Monasterio  de  las  Arrepentidas  de  aquella  ciu- 
dad, donde  entrasen  las  que,  habiendo  sido  malas, 
tenían  talento  y  vocación  para  ser  monjas  y  seguir 
el  camino  de  la  virtud. 

Descubrió  altisimamente  su  gran  caridad  y  mag- 
nificencia en  las  obras  que  hizo,  dedicadas  sola- 
mente al  bien  de  las  almas  y  al  culto  del  Criador 
de  ellas  con  tanta  largueza  que  espanta  su  gran 
caridad.  Estando  un  día  de  San  Matías  Apóstol  en 
oración  por  la  mañana,  la  dio  Nuestro  Señor  un 
fervoroso  deseo  de  ser  participante  de  la  buena 
suerte  del  Santo  Apóstol,  procurando  con  su  ha- 
cienda que  por  la  ciudad  de  Oviedo  y  Principado 
de  Asturias  fuesen  religiosos  á  enseñar  la  doctrina 
cristiana  y  administrar  los  Sacramentos  de  la  Con- 
fesión y  Comunión.  Esto  lo  comunicó  con  el  Padre 
Fr.  Domingo  de  Uiloa,  su  hermano,  que  era  en- 


—  i3  — 

tonces  Vicario  provincial  de  su  provincia  de  Es- 
paña, el  cual  le  respondió  que  era  cosa  muy  im- 
portante, y  que  por  ello  recibiría  premio  del  Após- 
tol, y  que  enviase  religiosos  de  la  Compañía  por  el 
mucho  fruto  que  hacían  en  estas  misiones.  Con  esto 
se  resolvió  de  hacer  esta  obra  más  de  asiento,  y  de 
fundar  en  la  ciudad  de  Oviedo  un  Colegio  de  la 
Compañía,  no  con  otro  fin  sino  de  que  allí  se  sus- 
tentasen Padres  que  ayudasen  á  las  almas  necesi- 
tadas de  doctrina  y  enseñanza,  como  entonces  las 
había  en  todo  aquel  Principado,  ayudando  á  esto 
el  Obispo  D.  Francisco  de  Orantes,  Obispo  de 
Oviedo,  fraile  de  la  Orden  de  San  Francisco,  que 
se  había  hallado  en  el  Santo  Concilio  de  Trento 
por  el  Obispo  de  Plasencia,  siendo  lector  de  Teo- 
logía del  Convento  de  San  Francisco  de  Vallado- 
lid,  el  cual  había  sido  confesor  del  Sr.  D.  Juan  de 
Austria  y  había  muerto  en  sus  manos,  como  se  dirá. 

Puso  luego  por  obra  la  buena  señora  estas  ins- 
piraciones del  Señor  y  dio  mil  ducados  para  com- 
prar casa  y  mil  de  renta  para  el  sustento  de  los 
religiosos,  y  después  añadió  otros  mil;  y  fué  tanto 
lo  que  iba  dando,  que  queriendo  el  P.  Juan  Suá- 
rez.  Provincial,  ponello  por  cuenta  y  razón  para 
hacer  relación  de  ello  al  Padre  General,  la  pre- 
guntó qué  tanto  sería,  y  ella,  mostrando  su  gran- 
deza de  ánimo,  respondió: — No  sé,  por  cierto.  Por 
amor  de  Dios  lo  he  dado.  El  tendrá  la  cuenta. — 
Fué  grande  el  fruto  que  hicieron  los  Padres  de  la 
Compañía  en  esta  misión  y  fundación. 

Con  el  mismo  espíritu,  y  por  el  mismo  fin,  se 
determinó  después  de  hacer  otro  Colegio  de  la 


—  M  - 
Compañia  en  Santander,  para  que  se  acudiese  á  la 
enseñanza  de  las  almas  de  las  montañas  de  aque- 
lla comarca,  y  dio  luego  mil  ducados  de  renta,  y 
dentro  de  poco  tiempo  añadió  otros  mil,  y  fué  un 
puro  su  celo  en  la  fundación  de  estos  dos  Colegios, 
que  no  quiso  tener  el  patronazgo  de  ellos  (qae  po- 
diera  y  se  le  debía),  dejándoles  libertad  para  que 
si  algún  prelado  ú  otra  persona  poderosa  aumen- 
tase la  renta  y  quisiese  ser  fundador  y  patrono,  le 
admitiesen;  porque  esta  gran  señora  no  buscaba 
en  estas  obras  su  honra  propia,  sino  la  divina,  ni 
pretendía  perpetuar  su  nombre  en  la  tierra,  sino 
que  creciese  y  se  dilatase  la  gloria  de  Dios  en  ella. 
En  lo  que  mAs  se  señaló  esta  gran  señora  y  ma- 
trona, fué  en  la  fundación  del  Colegio  de  Villa- 
garcia,  que  era  la  obra  más  principal  y  más  queri- 
da de  cuantas  hizo,  para  lo  cual  quiso  que  en  este 
Colegio  se  enseñase  á  todos  los  niños  de  la  comar- 
ca á  leer,  escribir  y  contar,  y  después  la  latini- 
dad. Y  asimismo  quiso  que  aquella  casa  fuese  para 
criar  novicios  de  la  Compañía  en  espíritu  y  reli- 
gión, y  para  que  fuese  como  casa  de  espiritual  re- 
creación donde  acudiesen  los  Padres  de  la  Com- 
pañia de  toda  la  provincia  á  tomar  algún  alivio  en 
espíritu  con  el  olor  del  noviciado.  Para  hacer  esta 
obra  con  más  alivio,  se  resolvió  de  juntar  su  pro- 
pia hacienda  con  la  de  Luis  Quijada,  su  marido, 
el  cual  había  mandado  hacer  allí  una  capilla  con 
muy  tenuas  capellanías  para  su  entierro,  si  no 
fuese  que  su  mujer  quisiese  también  con  las  ha- 
ciendas de  ambos  hacer  algún  monasterio;  pero 
ella  lo  hizo  todo  junto,  edificando  una  muy  her- 


—  i5  - 

mosa  iglesia  que  sirviese  juntamente  á  los  Padres 
de  la  Compañía  y  á  doce  capellanes,  con  un  cape- 
llán mayor,  que  fundó  y  dotó  con  bastante  renta, 
doblada  de  la  que  señaló  su  marido,  para  que  can- 
tasen el  Oficio  divino  y  Misa  cada  día,  y  los  días 
solemnes  á  canto  de  órgano,  con  la  solemnidad  que 
se  hace  en  las  iglesias  catedrales,  proveyendo  para 
esto  que  los  ocho  capellanes  fuesen  cantores  y  uno 
de  ellos  maestro  de  capilla,  y  demás  de  esto,  pro- 
veyó su  organista,  seis  mozos  de  coro  y  un  sacris- 
tán con  sacristía  aparte,  proveída  de  ricos  orna- 
mentos, dando  el  cuidado  y  gobierno  de  todo  á 
los  Padres  de  la  Compañía,  y  sacando  bula  de  Su 
Santidad  para  que  tuviese  más  firmeza.  También 
hizo  en  la  misma  iglesia  una  capilla  aparte  donde 
colocó  muchas  y  muy  insignes  reliquias  que  tenía 
muy  bien  adornadas. 

Edificada  ya  la  iglesia  nueva,  por  el  mes  de 
Enero  del  año  de  1580,  se  ordenó  una  gran  fiesta 
para  trasladar  á  ella  el  Santísimo  Sacramento.  Vi- 
nieron á  ella  sus  dos  hermanos  arriba  referidos  y 
muchos  Padres  graves  de  la  Compañía. 

Fué  tan  grande  la  virtud  de  esta  señora,  que  nin- 
guna afición  de  personas,  por  más  deudas  y  cerca- 
nas que  fuesen,  hizo  presa  en  su  corazón,  ni  la 
apartó  de  lo  que  entendía  ser  voluntad  de  Nuestro 
Señor.  Nunca  comía,  poco  ni  mucho,  que  no  dijese 
primero,  despacio,  el  Padre  Nuestro;  comulgaba 
cada  tercer  día  con  mucha  devoción  y  lágrimas,  y 
mientras  tuvo  salud  se  iba  á  la  casa  profesa  de 
Valladolid  á  pie,  con  una  dueña  y  un  escudero, 
sin  querer  tener  coche  ni  ir  en  silla,  siendo  rica  y 


-  i6  — 

liberal  para  todos,  y  para  sí  pobre  y  corta  en  el 
vestido,  mesa,  cama,  alhajas  de  su  cata  y  acom- 
pañamiento de  criados,  no  teniendo  más  que  lo 
precisamente  necesario,  y  aun  eso  con  alguna 
mengua,  no  por  escasez,  sino  por  virtud.  Esta  gran 
señora  crió  al  Sr.  D.  Juan  de  Austria  desde  niño, 
y  de  ella  aprendió  mucho  bueno,  como  él  mismo 
lo  confesaba,  porque  ella  le  amaba  y  miraba  como 
á  hijo,  y  él  á  ella  como  á  madre,  y  cuando  se  par- 
tió de  España  para  Flandes,  se  despidió  de  ella 
con  gran  ternura,  y  fué  tan  grande  el  sentimiento 
que  tuvo  cuando  tuvo  nueva  de  su  muerte,  que  se 
halló  necesitada  de  consuelo;  y  el  P.  Baltasar  Al- 
vares, su  confesor,  hallándose  en  Valencia  ta  la 
visita  de  la  provincia  de  Aragón,  le  escribió  una 
carta,  que  se  pondrá  al  fin  de  éste,  por  no  inte~ 
rrumpir  el  corriente  de  esta  historia. 

Murió  esta  señora  año  de  1598,  siendo  de  edad 
de  setenta  y  tres  años,  y  fué  su  muerte  muy  sen- 
tida y  llorada  de  los  pobres,  y  el  día  de  sá  falle- 
cimiento se  repartieron  entre  ellos  400  ducados 
en  Valladolid,  donde  murió.  De  alli  fué  llevada  al 
Colegio  de  Villagarcía,  donde  se  le  hicieron  so- 
lemnes exequias  y  predicó  el  P.  Antonio  de  Padi- 
lla, hijo  del  Adelantado  mayor  de  Castilla. 

Aquí,  pues,  en  la  casa  de  los  dichos  D.  Luis 
Quijada  y  Doña  Magdalena  de  CJUoa,  pasó  sos 
tiernos  años  el  Sr.  D.  Juan,  descubriendo  en  esta 
edad  ingenio  vivo,  agudo,  magnanimidad,  buenas 
y  loables  inclinaciones,  ánimo  generoso  y  verda- 
deramente real;  era  limpio,  modesto,  grave,  come- 
dido, tratable,  y  en  esta  edad  ninguno  se  le  atrevió 


—  17  — 

que  se  fuese  riendo  de  él;  porque  solía  decir  este 
Príncipe,  muy  de  ordinario,  que  agravio,  ni  ha- 
cello  ni  sufriUo,  así  bien  parecido  á  la  empresa  de 
D.  Pedro  Dávila,  Conde  del  Risco,  que  traía  en 
sus  estandartes  bordadas  las  escusabarajas  con  una 
letra,  que  decía: 

Las  barajas,  escusallas; 
Comenzadas,  acaballas. 

Estaba  un  día  Luis  Quijada  limpiando  una  es- 
copeta, y  junto  á  él  D.  Juan,  atendiendo  á  lo  que 
hacía,  á  quien  dijo:  —  D.  Juan,  ¿seréis  para  tirar 
una  escopeta? — El  respondió  al  punto: — Seré  para 
tiralla,  y  aun  para  esperar  un  arcabuzazo. — Ad- 
miróse Luis  Quijada  de  la  respuesta,  y  se  prome- 
tió grandes  esperanzas  de  que  este  mancebo  ha- 
bía de  ser  otro  Escipión  y  otro  Marte  en  los  suce- 
sos de  la  guerra,  cuando  llegase  á  mayor  edad,  y 
así  fué,  que  bien  haya  quien  á  los  suyos  se  parece. 

Viendo  Luis  Quijada  el  valor  de  D.  Juan  y  lo 
mucho  que  se  esperaba  de  su  persona,  le  dio  licen- 
cia que  se  cubriese  delante  de  él,  y  que  ciñese  es- 
pada, más  por  galantería  que  por  pedirlo  su  edad, 
que  era  tierna. 

La  primera  vez  que  echó  mano  á  ella,  fué  en 
una  fiesta  de  toros,  en  que  embistió  con  el  anda- 
mio en  que  él  estaba  un  toro  bravo  y  feroz,  tan 
porfiado  en  hacer  presa  por  aquella  parte,  que 
toda  la  gente  del  andamio  desamparó  el  puesto, 
quedando  solo  D.  Juan,  con  su  espada  en  la  mano, 
haciendo  resistencia  al  feroz  animal,  que  preten- 
día derramar  sangre  real  y  austríaca.  D.  Juan  se 


—  i8  — 

le  opuso  con  tanto  valor  y  destresa,  qne  el  animal 
tuvo  por  bien  enfrenar  el  paso  y  escarbar  con  los 
pies.  Escarbando  y  levantando  mucho  polvo  entre 
los  dos  competidores,  y  bajando  y  levantando  la 
cabexa  á  priesa,  puso  treguas  á  la  contienda,  que- 
dando D.  Juan  vencedor  y  volviendo  el  animal 
atrás  á  buscar  á  quien  le  hiciese  menor  resisten- 
cia. Las  damas  del  ventanaje  le  cantaron  la  gala,  y 
todo  el  concurso  alabó  el  ánimo  y  osadía  de  este 
mancebo,  que,  sin  pelo  de  barba,  se  las  habia  te- 
nido tiesas  á  una  fiera  bestia,  deseosa  de  verter 
sangre  humana,  y  daban  el  parabién  á  Luis  Qui- 
jada del  valor  que,  en  traje  humilde,  descubría 
éste  su  encomendado,  juzgando  que,  debajo  del 
sayal,  hay  al. 


CAPITULO   II 

Por  la  muerte  del  Emperador  Carlos  V 

es  conocido  D.  Juan  por  su  hijo  natural,  y  lo  mucho  que  el 

Rey  D.  Felipe  procuró  honrarle. 

De  once  años  era  D.  Juan  cuando  murió  el  Em- 
perador Carlos  V,  su  padre ,  el  cual ,  como  tan 
recto  Monarca  y  amigo  de  la  verdad,  reconoció  á 
D.  Juan  por  su  hijo  natural,  dejándole  encomen- 
dado al  Rey  D.  Felipe  II,  su  hijo,  que  le  admitió 
muy  bien  y  puso  en  él  los  ojos  para  grandes  em- 
presas, y  D.  Juan  comenzó  á  dar  tan  generosas 
muestras  de  la  imperial  sangre  de  quien  descen- 
día, y  llevó  tan  adelante  las  obras  y  empresas  de 
su  incomparable  valor,  que  cuando  le  encargó  su 
hermano  el  peso  de  la  guerra,  fué  el  espíritu  de 
su  ejército,  y  vivo  ejemplo  que  movía  á  imitarle 
y  fiarse  de  él  por  su  persona  y  valentía,  superior 
entre  las  fuerzas  humanas,  con  que  dio  á  conocer 
al  mundo  la  destreza  de  su  brazo  y  el  incompa- 
rable valor  de  su  ánimo,  jamás  vencido. 

Heroicas  virtudes  ilustraron  su  vida,  teniendo 
liberalidad  en  las  obras,  gravedad  en  las  acciones 
y  palabras,  firmeza  en  las  promesas,  fidelidad  en 
el  trato  y,  sobre  todo,  un  celo  ardientísimo  de  la 
Religión  católica  y  reverencia  á  las  cosas  sagra- 
das; por  todo  lo  cual  tuvo  tan  buen  nombre,  que 


—  «o  — 

alcanzó  crédito  y  autoridad  aun  con  sus  enemigos. 
Tenía  madureza  en  proveer,  fortaleza  en  la  adver- 
sidad, modestia  en  lo  próspero,  y  tan  gran  pru- 
dencia en  juveniles  afios,  que  sabia  acertadamente 
medir  las  fuerzas,  elegir  las  ventajas  y  acomodar 
la  providencia  á  los  caisos  y  deliberaciones,  según 
la  variedad  de  los  accidentes;  y  supo  representar 
composición  con  afabilidad,  medio  por  donde  se  le 
rindió  y  tuvo  en  su  mano  la  diversidad  de  las  na- 
ciones, variedad  de  costumbres  y  desproporción 
de  ánimos  de  los  ejércitos  que  tuvo  á  su  cuenu, 
compuestos  de  diversas  lenguas  y  sujetos,  condi- 
ciones propias  de  un  perfecto  General,  tan  admi- 
rables en  Aníbal,  y  en  el  Gran  Capitán,  Gonzalo 
Fernández  de  Córdoba,  que  fueron  el  mejor  fun- 
damento de  sus  empresas  y  victorias.  Hacíase  que- 
rer por  su  modestia  y  estimar  por  su  gran  bondad 
y  afabilidad,  honrando  á  todos  y  no  consintiendo 
que  en  su  presencia  se  hablase  del  ausente,  excu- 
sando lo  mato  y  alabando  lo  bueno;  poníase  muy 
bien  á  caballo,  y  armado,  parecía  que  nadie  en  el 
mundo  podía  ser  su  competidor.  Tenia  gran  des- 
treza en  arremeter  y  parar,  y  sufría  con  gran  pa- 
ciencia el  peso  de  las  armas,  como  aquél  que  ha- 
bía nacido  para  este  bélico  ejercicio.  £1  que  que- 
ría conquistar  su  privanza  usaba  de  los  medios  de 
honra,  modestia  y  religión,  y  al  que  llegaba  á  al- 
canzarla, se  la  conservaba  sin  hacer  mudanza  de 
su  parte,  por  su  incomparable  valor  y  porque  tenía 
cordura  para  sufrir  y  esperar.  Una  cosa  rara  ad- 
vierto aquí,  y  es  que  quiso  la  Divina  Providencia 
que  fuese  este  Príncipe  tan  imitador  de  su  padre. 


—    21    — 


que  ordenó  fuese  su  nacimiento  en  el  día  que  él 
había  nacido,  esto  es,  á  25  de  Febrero,  día  de  San 
Matías,  y  que  le  fué  siempre  favorable  en  todo  el 
discurso  de  su  vida  al  dicho  Emperador. 

Crióle,  pues,  Luis  Quijada,  en  hábito  y  vida  hu- 
milde, en  una  de  sus  aldeas  de  Castilla  la  Vieja, 
y  cuando  el  Emperador  le  reconoció  por  hijo  y  lo 
dejó  encomendado  á  Felipe  II,  lo  llevó  Luis  Qui- 
jada al  Monasterio  de  la  Espina,  de  la  Orden  de 
San  Bernardo,  y  allí  lo  recibió  el  Rey  en  su  hábito 
de  labradorcillo,  y  se  holgó  mucho  de  verle,  y 
mandó  á  Luis  Quijada  que  lo  llevase  á  Vallado- 
lid.  Púsole  casa  con  autoridad  y  grandeza,  y  man- 
dó que  le  llamasen  Excelencia  (0;  pero  sus  reales 
costumbres  le  dieron  en  adelante  título  de  Alteza 
y  de  Señor  entre  los  grandes  y  menores,  y  así,  to- 
dos umversalmente  le  llamaron  el  Sr.  D.  Juan  de 
Austria,  y  hoy  día  le  llaman  así.  Tratóle  S.  M.  fa- 
miliarmente, aunque  tuvo  casa  fuera  de  Palacio, 
y  porque  cumpliese  las  esperanzas  que  daba  su  ju- 
ventud y  aventajadas  partes,  le  dio  materia  y  dis- 
posición para  ejercitar  su  valor  y  grandeza  de  áni- 
mo, si  bien  la  voluntad  del  Emperador,  su  padre, 
fué  que  le  encaminase  por  la  Iglesia  (2). 

El  primero  y  solemne  acto  de  honor  en  que  se 
halló  fué  en  la  jura  del  Príncipe  D.  Carlos,  su  so- 
brino, que  fué  jurado  en  la  Santa  Iglesia  de  To- 


(i)  Otro  autor  dice  que  ni  el  Marqués  de  los  Vélez  ni  el 
de  Mondéjar  le  quisieron  dar  sino  Señoría. —  {Nota  marginal.) 

(2)  Los  bastardos  de  España  deben  ir  por  la  Iglesia,  y  hay 
riesgo  en  lo  contrario. — [Nota  marginal.) 


—  a«  — 

ledo,  el  año  de  1560,  jueves  22  de  Febrero,  día 
de  la  Cátedra  de  San  Pedro,  á  I06  catorce  años 
de  su  edad,  siete  meses  y  trece  diat.  £1  Cabildo 
previno  su  capilla  noayor  con  tanta  grandeía,  ri- 
queza y  autoridad,  que  no  había  más  que  pedir,  y 
el  pontifical  era  tan  excelente,  que  no  le  tuvo  igual 
en  su  coronación  ningún  Pontífice.  El  Cardenal 
D.   Francisco  de  Mendoza,  natural  de  Cuenca, 
Obispo  de  Burgos,  que  había  de  decir  la  Misa, 
llegó,  acompafiado  de  su  familia  y  de  muchos  ca- 
balleros y  Canónigos,  y  en  el  altar  mayor  halló  los 
Arzobispos  de  Sevilla  y  Granada  y  los  Obispos  de 
Avila  y  Pamplona  vestidos  de  pontifical,  y  salo- 
dados  con  mucha  gracia  y  cortesía,  se  asentó  en 
su  sitial  en  silla  alta,  y  se  vistió,  asistiendo  con  él 
D.  Fernando  de  Mendoza,  Arcediano  de  Tole- 
do, su  hermano,  y  el  Maestrescuela  de  Toledo;  y 
dijo  el  Evangelio  el  Arcediano  de  Segovia,  y  la 
Epístola  D.  Pedro  Pacheco.  La  Princesa  de  Por- 
tugal vino  en  litera,  vestida  de  negro,  con  alguna 
guarnición,  piedras  y  perlas  en  el  tocado  y  manos, 
y  las  damas  costosísi  mámente  adornadas;  y  de- 
lante de  la  Princesa,  venía  D.  Carlos  á  su  jura- 
mento, en  un  caballo  blanco,  con  ricas  guarnicio- 
nes y  gualdrapa  de  oro  y  plata,  bordada  sobre  tela 
de  oro  parda,  como  lo  era  el  vestido  galán,  con 
muchos  botones  de  perlas  y  diamantes.  A  su  si- 
niestra le  acompañaba  D.  Juan  de  Austria,  su  tío, 
con  ropón  y  vestido  de  terciopelo  carmesí ,  bor- 
dado de  canutillo  de  oro  y  plata,  airoso,  vistoso  y 
lucido.  Delante  iban  el  Principe  de  Parma,  el  Al- 
mirante de  Castilla,  los  Condes  de  Benavente  y 


—   33  — 

Ureña,  los  Duques  de  Nájera,  Alba,  Francavila, 
los  Marqueses  de  Villena,  Denia,  Cénete,  Mon- 
déjar,  el  Maestre  de  Montesa,  los  dos  Priores  de 
San  Juan,  el  de  Castilla  y  el  de  León,  y  otros  mu- 
chos títulos,  con  ornamento  tan  rico  y  lucido,  que 
había  gualdrapas  de  dos  mil  ducados  de  valor,  sin 
computar  la  pedrería  ni  chapería  de  oro  que  lleva- 
ban, que  no  es  bien  caiga  polilla  en  los  atavíos  de 
los  poderosos.  En  éste  tan  solemne  acto,  D.  Juan 
de  Austria  tomó  el  juramento  al  Príncipe,  su  so- 
brino, de  que  guardaría  los  fueros  y  leyes  de  estos 
reinos,  manteniéndolos  en  paz  y  justicia  y  defen- 
diendo la  fe  católica  con  su  persona  y  hacienda  y 
con  todas  sus  fuerzas,  y  así  lo  prometió  y  juró  S.  A. 
Después  S.  M.  dio  al  Príncipe  instrucción  para 
su  persona  y  gobierno,  y  lo  envió  á  la  Real  ciudad 
de  Alcalá  de  Henares,  con  su  tío  D.  Juan  de 
Austria  y  el  Príncipe  de  Parma,  Alejandro  Farne- 
sio,  para  que  los  tres  aprendiesen  latinidad  y  lo 
que  debían  saber  de  gracias  y  gentilezas  (i),  por 
tener  aquesta  villa  buen  asiento  para  ejercicios 
de  caballería,  alegres  riberas  y  gran  Palacio  arzo- 
bispal, bien  acomodado  para  habitar  en  él.  Esto 
fué  el  año  de  1562,  y  el  año  de  1565,  trayéndose 
á  Toledo  el  cuerpo  del  bienaventurado  San  Eu- 
genio, á  15  de  Noviembre  salieron  á  Jetafe  D.  Juan 
de  Austria  y  la  Reina  de  España  y  Princesa  Doña 
Juana  á  recibirle  y  adorarle,  y  de  allí  pasaron  á 
Toledo,  donde  el  Rey  esperó  su  llegada  en  el  Hos- 

(i)     Los  Reyes  grandes  desean  que  sus  hijos  y  parientes 
aprendan  para  llegar  á  serlo. — {Nota  marginal.) 


—  14  — 

pital  del  Cardenal  Tavera,  acompañado  del  Prín- 
cipe D.  Carlos  y  de  los  Archiduques  Rodolfo  y 
Ernesto,  sus  sobrínos.  Ordenóse  una  solemnísima 
procesión  en  que  se  hallaron  D.  Fr.  Bernardo 
de  Fresneda,  obispo  de  Cuenca,  confesor  del  Rey 
y  de  su  Consejo  de  Estado;  D.  Juan  JuAres  de 
Carvajal,  obispo  de  Lugo;  D.  Pedro  Gasea»  obis- 
po de  Sigüenza;  D.  Diego  de  Covarrubias,  obispo 
de  Segovia;  D.  Cristóbal  de  Baltodano,  obispo  de 
Paiencia,  y  D.  Pedro  Carlos,  obispo  de  Gerona. 
El  Rey  llegó  á  las  andas  para  quererlas  llevar  coo 
D.  Juan  de  Austria,  su  hermano,  y  con  sus  sobrí- 
nos, y  por  ser  sus  compañeros  niños  las  tomaron 
los  Grandes,  y  llegando  á  la  puerta  del  Perdón  las 
llevaron  los  Obispos  que  allí  había  vestidos  de  pon- 
tifical. Fueron  grandes  y  muchas  las  fiestas  que 
hizo  Toledo,  y  S.  M.  dotó  una  fiesta  de  esta  tras- 
lación de  San  Eugenio  en  la  Santa  Iglesia  en  i8 
de  Noviembre,  perpetuamente. 

Este  año,  estando  en  Galapagar  el  Príncipe  Don 
Carlos,  caminando  al  bosque  de  Segovia,  D.  Juan 
de  Austría  su  tío,  en  edad  de  diez  y  ocho  años,  se 
puso  en  camino  para  ir  al  socorro  de  Malta,  que 
estaba  en  grande  aprieto  por  haber  llegado  alli  la 
armada  turquesca  y  desembarcado  su  gente  y  le- 
vantado trincheras,  ganando  el  espacio  entre  su 
alojamiento  y  el  castillo  con  su  mejora;  y  por  falta 
de  tierra,  por  faginas,  sacas  de  lana  y  vigas,  ha- 
blan hecho  explanadas  y  plantado  gabiones  de 
madera  de  tres  esquinas,  y  en  ellos  tres  gruesos 
cañones,  demás  de  otros  muchos,  para  batir  desde 
un  collado  la  cadena  que  cierra  el  seno  en  medio 


—   25    — 

de  la  ciudad  y  de  San  Miguel  y  los  bajeles  del 
Puerto. 

Salió  D.  Juan  de  Austria  al  socorro  de  esta  isla 
estimulado  de  la  fuerza  natural  de  la  sangre  de  su 
guerrero  y  glorioso  padre,  llevando  en  su  compa- 
ñía á  D.  Juan  de  Guzmán  y  á  D.  José  de  Acuña  y 
Peñuela,  su  guardarropa,  y  tomando  postas  cami- 
nó á  embarcarse  á  Barcelona.  El  Duque  de  Me- 
dinaceli,  que  iba  donde  estaba  el  Rey,  advertido 
del  viaje  de  D.  Juan  por  un  postillón,  se  lo  dijo 
á  S.  M.  y  al  Príncipe  D.  Carlos,  y  preguntando 
el  hecho  á  Luis  Quijada,  que  estaba  ignorante  del 
caso,  juzgó  luego  S.  M.  iba  á  Malta  su  hermano, 
y  despachó  luego  al  punto  correos  á  los  Virreyes 
y  puertos  para  que  no  le  dejasen  pasar,  y  á  Don 
Juan  escribió  se  volviese  luego  porque  no  le  con- 
cedía la  licencia  que  le  había  pedido  por  su  poca 
edad,  y  lo  mismo  mandó  le  dijese  D.  Pedro  Ma- 
nuel y  que  Luis  Quijada  se  lo  escribiese.  ¡Oh, 
mancebo  generoso,  y  qué  presto  quieres  derramar 
sangre  africana:  aguarda  un  poco,  que  presto  que- 
dará colmado  tu  deseo! 

En  Torija  enfermó  D.  Juan  de  calentura  tercia- 
na, y  era  tan  grande  su  ánimo,  brío  y  valor,  que  le 
secundó  en  Fresno,  cinco  leguas  de  Zaragoza,  y 
allí  le  alcanzó  D.  Pedro  Manuel  y  le  detuvo,  y  lue- 
go D.  Fernando  de  Aragón,  Arzobispo  de  Zarago- 
za. Envió  por  él  al  Gobernador  de  la  ciudad  y  otros 
caballeros,  y  lo  curó  y  hospedó  en  su  casa  con 
grandísimo  regalo.  Era  este  Arzobispo  nieto  del 
Rey  Católico  D.  Fernando,  monje  bernardo  y 
abad  del  insigne  convento  de  Veruela.  La  fama 


—  i6  — 

de  la  partida  de  D.  Joan  sacó  del  ocio  á  machos 
caballeros  de  la  Corte  y  reinos,  que  avergonzados 
de  quedarse  en  61  le  siguieron  á  grandes  jornadas: 
tanto  puede  el  buen  ejemplo  (0.  D.  Juan  convale- 
ció de  la  enfermedad,  y  IX  Pedro  Manuel  le  pidió 
no  pasase  adelante  si  no  quería  indignar  al  Rey 
80  hermano,  demás  de  que  las  galeras  en  que  pen- 
saba pasar  á  Malta  habían  partido  de  Barcelona. 
D.  Juan  le  respondió  era  la  jornada  del  servicio 
de  Dios  y  del  Rey,  y  no  la  podía  dejar  sin  men- 
gua de  su  reputación;  y  con  esta  resolución  envió 
á  D.  José  de  Acuña  á  ver  si  en  Barcelona  había 
galeras  para  su  pasaje.  {Notable  resoluciónl 

£1  Gobernador  de  Zaragoza  y  el  Arzobispo,  con 
machos  caballeros,  le  suplicaron  volviese  á  Ma- 
drid,  porque  tenía  orden  del  Rey  para  detenelle; 
y  no  condescendiendo  con  su  ruego  (por  su  invic- 
to valor),  le  requirieron  con  las  cartas  de  S.  M.  no 
pasase  adelante,  y  no  aprovechó.  Vista  su  determi- 
nación, le  pidieron  llevase  quinientos  arcabuceros 
para  su  guarda,  pues  no  convenía  á  su  autoridad  y 
grandeza  el  ir  tan  solo,  ofreciéndole  que  los  paga- 
ría el  reino  por  todo  el  tiempo  que  durase  la  jor- 
nada, y  dijo  que  si  se  embarcaba  aceptaba  su  ofre- 
cimiento, y  haciéndole  otro  de  buena  suma  de 
escudos  no  los  quiso  recibir  (>). 

(x)  El  vasallo  que  tiene  aaiigre  real  debe  hacer  obras  y  no 
quedarse  en  deseos,  para  merecer  agrado  de  su  Rey. — {NoU 
mofginalj 

(a)  Guardada  está  la  persona  que  tiene  sangre  real  sólo 
con  ser  obediente  á  su  Rey;  y  era  por  demás  la  ofioita  si  ao 
Utvaba  soldados  para  pelear. — (Noto  mtrfémáij 


—  27   — 

Partió  de  Zaragoza,  y  en  Belpuche  le  hospedó 
el  Almirante  de  Ñapóles,  y  con  guarda  llegó  á 
Nuestra  Señora  de  Montserrate,  donde  salió  á  re- 
cibirle el  Duque  de  Francavila,  Virrey  de  Catalu- 
ña, y  el  Obispo  de  Barcelona  y  el  Arzobispo  de 
Tarragona  y  los  Jurados.  Aposentóle  el  Virrey,  y 
habiendo  determinado  él  pasar  por  Francia,  le  en- 
tretuvo hasta  que  llegó  orden  del  Rey  para  que  vol- 
viese luego,  so  pena  de  su  desgracia.  Y  compelido 
de  esta  manera,  obedeció  el  mandato  y  orden  del 
Rey  su  hermano:  que  es  grave  amenaza  la  indig- 
nación de  un  Rey. 

Habían  llegado  en  su  seguimiento  D.  Bernardi- 
no  de  Cárdenas,  señor  de  Colmenar  de  Oreja,  con 
D.  Luis  Carrillo,  mayorazgo  del  Conde  de  Priego, 
y  su  tío  D.  Luis,  con  gran  compañía  de  caballe- 
ros, deudos,  capitanes,  soldados  y  criados  conduci- 
dos á  su  costa;  seguíanle  D.  Jerónimo  de  Padilla; 
D.  Gabriel  Manrique,  hijo  del  Conde  de  Osorno; 
D.  Bernardino  de  Mendoza,  hermano  del  Conde  de 
Coruña;  D.  Diego  de  Guzmán,  Mayordomo  de  la 
Reina;  D.  Lorenzo  Manuel,  D.  Francisco  Zapa- 
ta, el  Cardenal  D.  Pedro  de  Lujan,  D.  Gabriel 
Niño,  Juan  Bautista  de  Tasis,  hermano  del  Co- 
rreo mayor,  y  otros  caballeros  castellanos,  anda- 
luces y  aragoneses:  todos  venían  deseosos  de  em- 
plearse en  esta  empresa,  y  entraron  en  Malta  con 
grande  bizarría,  pidiendo  treguas  las  playas  al  mar 
airado  que  abatió  sus  hinchadas  olas,  vistiéndose 
las  riberas  de  flores  y  bordándose  los  campos  de 
aljófar  que  repartía  su  rocío. 

También  llegaron  á  Barcelona  cuatro  gentil- 


—  28   — 

hombres  de  la  boca  del  Príncipe  D.  Carlos  para 
ir  á  este  socorro,  y  entre  ellos  D.  Cristóbal  de 
Mora,  tan  conocido  por  el  amor  y  privanza  con 
su  Rey.  Y  habiendo  llegado  carta  de  S.  A.  en  que 
los  mandaba  volver,  obedecieron,  y  porque  tam«- 
bien  se  lo  mandó  D.  Joan,  el  cual  vino  á  la  pre- 
sencia del  Rey  sa  hermano  (que  no  se  va  quien  á 
casa  vuelve).  Recibióle  S.  M.  benignamente  y  es- 
tuvo en  la  Corte  hasta  el  año  de  1567,  que  le  envió 
el  Rey  á  fortificar  los  puertos  y  visitar  las  costas 
del  mar,  y  tuvo  aviso  de  la  muerte  del  Princi- 
pe D.  Carlos,  su  sobrino,  en  Barcelona  el  afio  de 
1568,  visitando  la  fortiñcación,  Atanunmas y  Pro- 
veeduría. Por  retirarse  á  causa  del  sentimiento  de 
la  dicha  muerte,  no  pudo  concluir  su  ocupación,  y 
encargando  el  acabar  y  barrar  las  galeras  que  se 
labraban  al  Duque  de  Francavila,  Gobernador  y 
Capitán  General  de  Cataluña,  navegó  á  Cartage* 
na  y  vino  á  Madrid  á  dar  cuenta  á  S.  M.  y  Conse- 
jo de  Estado  y  Guerra  de  su  viaje  y  de  lo  que  era 
menester  proveer  para  señorear  el  mar,  con  que 
se  asegurase  la  tierra  y  navegaciones  del  Océano 
y  Mediterráneo,  disponiendo  salir  con  gruesa  ar- 
mada el  verano  del  año  venidero  con  cien  galeras, 
estando  ya  acabadas  á  este  tiempo  ochenta  y  una: 
tanto  era  el  deseo  de  pelear  (•). 

£1  tiempo  que  estuvo  O.  Juan  en  la  Corte  hasta 
que  salió  á  las  jomadas  honrosas  que  se  referirán, 

(i)    Lástima  da  el  leer  esto,  mando  hoy  ae  cODOce  que  no 
pueden  salir  veinte,  aunque  se  quiera  hacer  preveadóo.— {N^ 


—  29  — 

gustaba  de  tratar  á  hombres  eruditos  y  de  buen 
gusto,  y  con  ellos  trataba  de  nobles  desengaños  y 
de  hechos  heroicos  de  capitanes,  y  era  aficionado 
á  los  oradores  y  poetas  que  habían  cantado  sus 
hazañas;  hacía  merced  á  Juan  Rufo,  jurado  de  Cór- 
doba, que  fué  insigne  poeta  y  escribió  la  Austria- 
da;  y  tratando  una  noche  S.  A.  de  cómo  la  muerte 
en  todo  y  por  todo  iguala  á  los  reyes  poderosos  y  á 
los  humildes  pastores,  le  mandó  dijese  esto  en 
verso  en  poco  más  espacio  del  que  pudiera  ha- 
blando en  prosa,  el  cual  lo  hizo  así  por  estos 
versos: 


Pues  de  reyes  sois  hermano,  |        Porque  el  cometa  que  cría 

ved  que  el  cielo  diferentes  j  cuando  á  morir  los  emplaza, 

los  hace  desotras  gentes  rayo  es  que  el  cuerpo  amenaza 

á  lo  divino  y  humano.  I  y  estrella  que  el  alma  guía. 

Solía  decir  este  poeta  que  desde  la  muerte  del 
Sr.  D.  Juan,  que  era  su  único  Mecenas,  nunca  ha- 
bía tenido  suceso  que  fuese  de  hombre  bien  afor- 
tunado, y  tanto,  que  era  ya  como  proverbio  su 
mala  dicha;  y  estando  un  día  con  un  dolor  en  un 
pie,  diciéndole  un  médico  que  era  gota,  llorando 
su  fortuna  dijo: 

Aunque  pobrq  y  en  pelota, 
mal  de  ricos  me  importuna, 
porque  al  mal  de  mi  fortuna 
/  no  le  faltase  una  gota. 


CAPITULO  in 

BmU  d  Rty  Ouélko  D.  Ftlipt 

por  Capitám  Gmmml  á  tu  hermanó  D,  Jmam  dg  AmlriM 

d  U  gmrrm  dé  Granada, 

Andando  muy  encendida  la  rebelión  de  los  mo- 
riscos del  reino  de  Granada,  que  habían  hecho  no- 
tables maldades,  insultos,  traiciones,  muertes  y 
robos,  particularmente  en  sacerdotes  y  gente  de- 
dicada á  Dios,  habiendo  ido  á  destruir  á  Granada, 
levantando  el  Albaicin  y  haciendo  terribles  inhu- 
manidades en  continuación  de  la  defensa  que  les 
hacia  el  Marqués  de  Mondéjar  y  D.  García  de  Vi- 
Uarroel  y  D.  Francisco  de  Córdoba,  para  allanar 
de  una  vez  estas  alteraciones,  S.  M.  proveyó  por 
Capitán  General  para  esta  empresa  á  D.  Juan,  su 
hermano,  y  lo  despachó  á  6  de  Abril  con  orden  é 
instrucciones  importantes  al  fin  de  esta  jornada, 
estando  S.  M.  en  Aranjuez,  teniendo  á  esta  sazón 
D.  Juan  veintidós  años  de  edad,  esto  es,  el  afio  de 
1569.  Dióle  por  su  Teniente  en  la  mar  á  D.  Luis 
de  Zúñiga  y  Requesens,  Comendador  mayor  de 
Castilla,  como  se  dirá,  persona  de  gran  valor  y  ex- 
periencia militar. 

Pero  tomemos  el  corriente  de  atrás:  Selín,  Sul~ 
tan  de  los  turcos,  el  año  de  antes  de  1567,  habien- 
do de  cesar  de  guerrear  contra  Hungría,  deseoso 


—  3i  — 

de  imitar  á  su  padre  de  hacer  memorable  su  entra- 
da á  reinar,  labraba  galeras  y  muchas  máquinas 
de  mar;  los  venecianos  temían  y  fortificaban  sus 
islas;  lo  mismo  hacía  Esclavonia,  y  el  Rey  Cató- 
lico fortificaba  á  Malta  y  á  la  Goleta,  y  crecía  el 
número  de  bajeles  de  remo  para  oponerse  al  ímpe- 
tu turquesco  y  defender  el  mar  Mediterráneo,  y  á 
Italia.  Todos  se  reparaban  (que  no  debe  dormir 
quien  tiene  enemigos).  Sacó  el  Rey  de  ser  Virrey 
de  Sicilia  á  D.  García  de  Toledo  por  hallarse  vie- 
jo y  oprimido  de  la  perlesía,  y  encomendó  su  Real 
Estandarte  á  D.  Juan  de  Austria,  su  hermano,  dis- 
poniendo su  hábil  y  gentil  juventud  para  grandes 
cosas  en  beneficio  de  la  cristiandad.  Comenzó  el 
Rey  á  guiar  á  su  hermano  por  lo  más  difícil,  que 
es  el  manejo  del  mar  y  sus  acciones;  porque  si  bien 
la  guerra  terrestre  tiene  más  suertes  y  los  capita- 
nes han  de  tener  destreza  por  la  variedad  de  sitios 
y  ventajas  en  asechanzas,  sol  puesto,  viento,  polvo 
y  otras  cosas,  pero  la  mar  há  menester  más  vigor 
de  ánimo  y  determinación  en  sí  y  en  los  que  go- 
biernan los  navios  en  guerra  más  cruel.  Con  el  nom- 
bramiento tan  calificado,, muchos  nobles  siguieron 
el  Estandarte,  y  para  ocupar  los  más  principales 
siguió  y  dividió  las  galeras  de  España  en  cuatral- 
vos,  esto  es,  en  cuatro  bajeles,  y  la  Real  Capitana 
se  encomendó  á  D.  Juan  Sanoguera.  Esto  dio  gran 
nombre  á  las  resoluciones  y  fuerzas  del  Rey,  y  así 
algunos  corsarios  se  recogieron  á  Argel  para  ase- 
gurarse con  su  armada.  Luego  que  hizo  el  Rey 
Lugarteniente  de  D.  Juan  de  Austria  á  D.  Luis 
de  Requesens  Embajador  de  Roma,  en  su  lugar 


—  3i  - 

entró  en  ella  D.  Juan  de  Zúñiga,  so  hermano,  para 
instruir  á  S.  A.  en  lo  que  debía  hacer,  y  para  el 
gobierno  de  su  casa  y  persona  le  dio  S.  M.  una  ins- 
trucción escrita  de  su  mano  con  que  podia  ser  buen 
cristiano,  gran  señor  y  gran  soldado,  que  decia  asi: 

«Tuviese  á  Dios  siempre  por  fundamento,  prín- 
cipio  y  fin  de  sus  cosas,  consejos,  empresas,  nave- 
gaciones, siendo  buen  cristiano  en  el  efecto  y  apa- 
riencia para  que  le  honrase  y  creciese  su  estima- 
ción. 

»  Frecuentase  los  Sacramentos  y  la  oración,  oyete 
misa  cada  día  y  navegando  si  pudiese. 

»Su  verdad  y  cumplimiento  de  sa  palabra  con- 
servase su  crédito  importante  á  los  gobernadores, 
y  más  cuanto  mayores  en  nacimiento  y  cargo  para 
la  fe  y  seguridad  pública  y  mejora  de  su  nombre 
y  fortuna. 

> Usase  con  igualdad  de  la  justicia  con  el  rigor 
y  ejemplo  que  requerían  los  casos,  teniendo  cons- 
tancia y  clemencia  cuando  conviniese,  propia  vir- 
tud de  las  personas  de  su  grado. 

»No  fuese  el  castigo  por  su  boca  y  manos,  evi- 
tando injurias. 

>Tocaba  á  su  autoridad  y  estimación  aborrecer 
con  demostración  y  evitar  los  lisonjeros,  para  ellos 
torpes,  y  desvergüenza  y  ofensa  para  quien  los  oye, 
y  decir  mal  en  su  presencia  (<). 


(i)  Si  no  s«  consintiera  esta  mala  ternilla  en  el  muodo,  ni 
hubiera  ambición  ni  codicia  en  loa  palacioa,  ni  loa  nyt»  deja- 
ran de  ser  amados,  ni  los  vasallos  de  ser  fiavocecidoa.— (Note 


—  33  — 

>Le  encomendaba  la  honestidad  de  su  persona 
en  las  pláticas  y  en  las  obras,  porque  de  su  falta 
y  excesos  nacían  inconvenientes  para  la  pública 
paz  y  mal  ejemplo  á  los  que  le  atendían. 

>En  el  tratamiento  fuese  afable,  apacible,  de 
buena  acogida  y  tuviese  decoro  conveniente  á  su 
oficio  y  calidad  y  gravedad,  con  blandura  y  mo- 
destia, con  autoridad,  que  daban  reputación  y  ve- 
neración. 

>Cuando  no  navegase  se  ocupase  en  loables  ejer- 
cicios, sin  gasto,  habilitándose  en  las  armas  él  y 
los  suyos  para  los  efectos.  > 

Habida  esta  instrucción,  llegó  D.  Juan  á  Car- 
tagena á  30  de  Mayo  del  dicho  año  de  1567,  donde 
le  aguardaba  el  Comendador  mayor  de  Castilla, 
su  Teniente,  y  le  hospedó  grandiosamente,  llevan- 
do por  cuenta  de  S.  M.  treinta  y  tres  galeras. 

A  2  de  Junio  se  juntaron  en  Consejo  S.  A.,  Don 
Luis  de  Requesens,  D.  Alvaro  Bazán,  D.  Juan  de 
Cardona  y  Gil  de  Andrade,  y  se  trató  en  él  de 
navegar  conforme  á  la  orden  del  Rey  á  propósito 
de  encontrar  las  flotas  de  Indias;  y  porque  la  ar- 
mada del  Turco  bajaba  al  Poniente  para  socorrer 
las  marinas  que  acometiese  en  los  reinos  de  Ña- 
póles y  Sicilia,  se  decretó  que  fuesen  las  suyas  ylas 
que  traían  algunos  particulares  á  sueldo  á  juntar- 
se con  las  de  Juan  Andrea  Doria  en  Genova,  á 
quien  el  Rey  encomendó  el  gobierno  de  las  que 
habían  de  ir  á  Sicilia;  para  que  fuesen  bien  arma- 
das, tenían  de  llevarlas  las  compañías  de  infantería 
de  Melgarejo  y  de  D.  Diego  Osorio,  porque  sin 
estos  soldados  que  metieron  en  las  galeras  queda- 


—  34  - 
ban  faltas  de  gente  las  treinta  y  tres  con  qae  ha- 
bía de  correr  las  islas  y  costas  D.  Juan,  limpián- 
dolas de  cursarios. 

Para  reforzarlas  escribió  al  Marqués  de  los  Vé- 
Íes,  al  de  Mondéjar  y  al  Conde  de  Monteagudo: 
el  primero,  4  Cartagena;  el  segundo,  á  Málaga,  y 
el  tercero,  á  Gibraltar,  enviasen  cada  uno  doecien- 
tos  soldados  de  la  milicia. 

A  3  de  Junio  partió  S.  A.,  y  desde  Denia  remi- 
tió las  once  galeras  á  Italia,  y  en  la  isla  de  Santa 
Pola  tomó  muestra  á  la  infantería  que  le  quedaba 
y  volvió  á  Cartagena,  con  aviso  de  que  navios  ber- 
beriscos venían  á  llevar  la  gente  de  un  lugar  del 
reino  de  Granada.  Navegó  recatadamente  hasta 
dar  fondo  en  Almería;  á  los  ii  de  Junio  pasó  á 
Málaga,  y  desde  la  Fuengírola  envió  á  Pedro 
Bautista  Comelfn,  con  cuatro  galeras,  á  tomar  bas- 
timentos, y  fué  á  Gibraltar.  Descubrió  á  vista  de 
Marbella  un  navfo  de  alto  bordo,  y  envió  á  reco« 
nocelle  en  una  fragata,  y  tuvo  nueva  de  que  había 
entrado  ya  en  Sanlúcar  la  armada  de  Indias  que 
iba  á  recibir.  Fué  á  la  bahía  de  Gibraltar,  no  sin 
gran  trabajo,  y  ancoró  detrás  del  monte,  por  no  ser 
descubierto  de  la  montaña  de  Bullanes,  que  es  de 
las  más  altas  de  Berbería  por  aquella  parte.  Allí 
estuvo,  por  recio  temporal,  basta  los  27  de  Junio; 
desde  allí  envió  una  fragata  al  Gobernador  de 
Ceuta  para  saber  de  él  sí  había  corsarios  en  su 
costa,  y  para  que  le  informase  despachó  á  D.  Juan 
de  Alarcón  y  algunos  pilotos  con  quienes  tuvo  lar- 
go discurso  de  las  cosas  de  Berbería. 

Llegaron  las  cuatro  galeras  con  bastimentos  y 


—  35  — 

pasaron  todos  á  tomar  otra  cantidad  y  remos  en 
Cádiz,  por  Tarifa,  donde  se  hace  el  Estrecho,  y 
entró  en  la  bahía  de  Cádiz  con  quince  galeras,  re- 
forzadas de  las  cinco  que  allí  dejó.  Hecho  esto,  sa- 
lió S.  A.  con  pilotos  prácticos  á  buscar  unos  cor- 
sarios que  decían  andaban  al  Poniente  y  á  la  vista 
de  Rota;  le  amaneció  sobre  la  barra  de  Sanlúcar, 
cargó  á  la  mar  por  el  peligro  de  bajíos,  y  dio 
fondo  en  el  Río  del  Oro,  ó  Arenas  Gordas,  donde 
acuden  los  corsarios  á  hacer  aguada,  porque  no 
hay  otro  en  aquella  costa,  y  volvió  á  despalmar 
en  el  Puerto  de  Santa  María:  tanta  era  su  vigi- 
lancia. 

Halló  en  la  muestra  sólo  ochocientos  once  solda- 
dos, y  escribió  al  Marqués  de  Mondéjar,  D.  Iñigo 
López  de  Mendoza,  enviase  á  Málaga  los  más  que 
pudiese  para  reforzar  las  galeras.  Allí,  el  día  de 
San  Pedro  hubo  nueva  de  que  habían  salido  de  Ar- 
gel treinta  galeras  reforzadas,  navegando  al  Po- 
niente; y  habiendo  visitado  la  casa  de  las  municio- 
nes y  fundición  de  la  artillería,  castillo  y  alcazaba, 
consideró  con  los  prácticos  el  sitio  y  designio  para 
el  muelle  que  había  hecho  el  capitán  Florio  y  el 
puerto  que  se  podía  hacer,  y  pareció  bien  enten- 
dido todo,  pero  costoso.  Determinóse  de  visitar  el 
Peñón,  y  de  camino  se  resolvió  de  saquear  en  la 
costa  del  Estrecho  el  cassal  de  Tarraza,  apartado 
de  lugares  que  le  pudiesen  socorrer,  y  cometió  el 
efecto  por  la  tierra  á  D.  Juan  Sanoguera  y  al  ca- 
pitán Luis  de  Acosta,  con  seiscientos  cincuenta 
soldados,  picas  y  arcabuces,  y  los  había  de  desem- 
barcar D.  Sancho  de  Leiva.  Fué  todo  sin  efecto. 


^36- 
porqae  el  corriente  los  adelantó  para  ser  descu- 
biertos del  cassal  y  subir  los  moradores  á  la  sierra. 
Llevaron  remolcando  una  carabela  con  municiones 
para  el  Peftón  y  ps^ra  hacer  agua  en  los  posos  de 
Vélez;  salió  gente  á  tierra  entre  tanto  que  D.  Juan 
visitaba  el  castillo,  y  para  echar  de  la  montaña 
los  moros  tiradores  y  algunos  caballos,  salió  el 
Alcaide  del  Peñón,  con  treinta  tiradores,  y  esca- 
ramuzaron, con  muerte  de  un  capitán  y  de  un  sol- 
dado. 

Llegaron  las  galeras  á  las  islas  Al  buceases  y 
pasaron  á  las  Herrerías,  donde  vieron  una  nave 
surta  y  dos  galeotas  gruesas,  y  á  la  nave  prendie- 
ron, que  navegaba  tierra  á  tierra  la  vuelta  del 
cabo.  Diéronles  caza  á  las  galeotas,  acercándose  á 
ellas;  mas  al  doblar,  era  el  mar  tan  recio  y  tan 
contrario  el  viento,  que  en  la  Real  entraba  el  agua 
hasta  el  árbol,  y  se  empeoraba  el  tiempo  cada 
hora,  y  así,  volvió  el  viento  á  la  nave  que  había 
cargado  en  la  Alicata  de  Sicilia,  y  aterrado,  pe- 
leando con  las  galeotas,  y  muerta  alguna  gente, 
que  los  vientos  son  dueños  de  la  mar,  á  cuya  causa, 
con  viento  contrarío,  anduvieron  las  galeras  temr 
pesiando  toda  la  noche  con  harto  trabajo,  y  les 
forzó  volver  á  las  Herrerías,  donde  estuvieron  dos 
dias  aguardando  mejor  temporal. 

A  los  9  de  Julio,  habiendo  dado  orden  S.  A.  que 
remolcasen  la  nave  ganada,  hasta  Melilla,  cuatro 
galeras,  ancoró  en  su  puertezuelo  y  la  visitó,  y  or- 
denó algunas  cosas  para  su  gobierno.  Desde  alli 
envió  la  nave  á  Cádiz,  con  guardia  y  marineros,  y 
buscando  á  Oran,  aunque  con  viento  contrarío, 


—  ^7  — 
dieron  caza  á  dos  galeotas,  y  la  una  se  alargó  y  la 
otra  dio  en  tierra  junto  á  una  peña.  Los  turcos  se 
retiraron  y  hallaron  en  ella  algunos  cristianos 
muertos  á  cuchilladas,  que,  por  estar  sin  espíritu 
de  cansados  de  bogar,  por  ir  forzados,  no  podían 
salir  de  ella,  y  sólo  siete  se  salvaron. 

Visitó  á  Oran  y  Mazarquivir,  y  los  prácticos 
alabaron  su  nueva  fortificación,  y  en  doce  horas 
arribó  á  Cartagena,  y  desde  allí,  buscando  corsa- 
rios por  Denia  é  Ibiza,  aportó  á  Mallorca  y  visitó 
el  castillo  y  la  milicia,  y  atravesó  á  España  por  los 
Moncabaletes,  Peñíscola,  y  entró  en  Barcelona,  y 
escribió  al  Rey  su  hermano  lo  acaecido  en  su  via- 
je, y  cómo  Selín  trataba  de  dar  guerra  á  España 
y  amparar  los  moriscos  alzados  y  dar  todos  sobre 
Granada. 

En  este  estado  estaban  las  cosas  de  la  guerra 
con  los  moros,  cuando  el  Rey  Católico  nombró  á 
su  hermano  D.  Juan  por  Capitán  General  para  la 
guerra  de  Granada,  como  queda  referido.  Detú- 
vose D.  Juan  en  Aranjuez  algunos  días  después  de 
despachado,  á  causa  de  que  la  Princesa  Doña 
Juana,  disparando  en  caza  una  ballesta  desde  un 
caballo,  se  espantó  el  caballo  y  dio  una  gran  caída 
y  se  desconcertó  un  brazo  y  maltrató  el  rostro. 
Dio  cuidado  el  suceso  al  Rey,  que  la  amaba  tier- 
namente, y  en  mejorando,  partió  D.  Juan  para 
Granada.  Fué  recibido  con  gran  demostración,  sin 
dejar  ceremonia  que  no  se  usase  con  él,  si  no  es  las 
que  tocan  á  los  Reyes.  Llamáronle  Alteza  (cuando 
los  de  su  familia  Excelencia);  llevó  libertad  limi- 
tada y  comisión  amplia,  y  aunque  era  menos  ayu- 


—  38  - 

dado  de  la  experiencia^  sa  ingenio,  indostría  y  ha- 
bilidad eran  tales,  que  hacia  poca  falta.  Su  ánimo 
era  grandísimo,  su  deseo  encendido  y  su  condi- 
ción atable,  mostrándose  á  todo6  modesto,  tierno  y 
amigo  de  complacer,  como  queda  referido. 

A  21  de  Abril  llegó  el  Duque  de  Sesa  con  orden 
de  S.  M.  Visitó  las  murallas  de  Granada;  ordenó 
los  cuerpos  de  guardia,  las  escuchas  y  rondas  en 
puestos  necesarios  paira  la  seguridad,  y  que  los 
moriscos  que  estaban  dentro  de  la  ciudad  no  reci* 
biesen  daño;  tomó  muestra  general  para  saber  el 
número  de  la  infantería  y  caballería  de  Granada  y 
de  la  Vega,  vecinos  y  forasteros.  Eran  los  del  Con- 
sejo de  guerra  el  Arzobispo  de  Granada,  D.  Pedro 
Guerrero,  varón  insigne,  el  Presidente;  el  Duque 
de  Sesa,  el  Marqués  de  Moiidéjar,  el  Comendador 
mayor  de  Castilla  y  Luis  Quijada.  El  Presidente 
dijo  convenía  sacar  los  moriscos  del  Albaicín,  ve- 
ga y  sierra,  y  meterlos  tierra  adentro,  porque  fa- 
vorecerían y  socorrerían  con  gente,  avisos  y  ar- 
mas á  los  alzados,  y  era  esto  grave  daño.  Arrimóse 
al  Ptesidente  el  Duque  de  Sesa,  aprobando  lo  pro- 
puesto por  él;  mas  el  Arzobispo  y  Luis  Quijada 
decían  que  no  conventa,  por  el  escándalo  y  por  ser 
muchos  en  número  y  ()or  los  inocentes,  que  se  de- 
jarían antes  hacerse  pedazos  que  salir.  El  de  MoQ- 
déjar  decía  no  se  debía  despoblar  un  reino  de  tanto 
provecho,  y  seguíale  el  Licenciado  Bríviesca  de 
Muñatones,  de  la  Cámara;  y  estando  las  cosas  en 
esta  diferencia,  el  dicho  Marqués  de  Mondéjar 
envió  con  su  hijo  D.  Iñigo  de  Mendoza  su  parecer 
al  Rey,  por  escrito,  para  que  sobre  ello  se  tratase. 


-  39  - 

Proveyó  S.  M.  se  prosiguiese  la  guerra  y  salie- 
sen los  moros  del  Albaicín  para  donde  los  llevasen, 
y  los  moriscos  forasteros  luego,  so  pena  de  la  vida; 
dio  nuevas  órdenes  para  que  sirviesen  las  ciudades 
y  señores  con  gente  de  guerra,  con  toda  brevedad 
y  con  dineros  para  su  paga.  Aquí  entra  bien  dar 
cuenta  de  la  ciudad  y  reino  de  Granada,  para  dar 
mejor  noticia  de  este  levantamiento  y  discurso  de 
la  guerra  de  que  se  ha  de  dar  cuenta  en  esta  His- 
toria, á  propósito  de  haber  sido  S.  A.  el  Capitán 
General  de  ella. 

El  reino  de  Granada  es  una  región  de  España, 
sita  en  medio  de  la  provincia  Bética,  sobre  la  cos- 
ta del  mar  Mediterráneo.  Tiene  sesenta  leguas  de 
contigüe  y  longitud  desde  Ronda  hasta  Huesear,  y 
veinticinco  de  latitud  desde  Cambrils  hasta  el  mar 
Mediterráneo  y  puerto  de  Almuñécar,  y  ciento 
ochenta  de  circuito. 

En  esta  distancia  abrazaba  treinta  y  tres  ciuda- 
des y  sesenta  y  una  villas,  sin  las  aldeas,  que  eran 
muchas  en  número.  Tómanse  los  lindes  de  este  rei- 
no por  la  parte  de  Poniente  desde  los  términos  ma- 
rítimos más  orientales  de  la  ciudad  de  Gibraltar, 
y  extendiéndose  sobre  el  mar  Mediterráneo,  llega 
por  la  parte  de  Levante  hasta  el  reino  de  Murcia, 
y  por  la  del  cierzo  confina  con  lugares  de  Córdoba, 
Jaén  y  adelantamiento  de  Cazorla.  Atraviesan  por 
este  reino,  de  Poniente  á  Levante,  dos  grandes  y 
fragosas  sierras:  la  mayor  se  mira  junto  al  mar 
Mediterráneo,  y  tomando  principio  por  cerca  de 
Gibraltar,  pasa  por  entre  las  ciudades  de  Málaga 
y  Antequera,  y  dejando  á  mano  derecha  la  hoya 


—  40  — 
del  Ajarchia»  prosigue  por  entre  Vélez  y  Aihama, 
donde  se  hace  el  puerto  de  Zalia.  Desde  este  puerto 
sale  una  ladera  de  tierra  hasta  el  mar  que  le  lla- 
man Tejeda,  y  i  la  bajada  de  ella,  á  la  mano  de- 
recha, está  la  de  Bentamix,  eo  la  cual  se  levanta 
hacia  el  mar  un  peñón  alto  y  firagoso  llamado  Fix- 
liana.  Vase  continuando  esta  sierra,  dejando  á  la 
mano  derecha  la  antigua  ciudad  de  Aimuftécar,  en 
la  costa  del  mar,  y  en  la  ixquierda  la  de  Alhama, 
y  pasando  por  la  marina,  en  la  fortaleza  de  Sa- 
lobreña, valle  de  Lecrin,  á  cuya  mano  izquierda 
está  la  famosa  y  celebrada  vega  de  Granada,  y  á 
la  derecha  la  villa  de  Motril. 

Desde  aqui  se  levanta  esta  sierra  en  mayor  al- 
tura, prosiguiendo  hacia  Levante,  dejando  al  Me- 
diodia  las  sierras  de  Lanjarón  y  al  cierzo  la  gran 
ciudad  de  Granada,  y  de  aqui  adelante  la  llaman 
Sierra  Nevada,  por  estar  en  todo  tiempo  cubierta 
de  nieve.  Las  vertientes  de  esta  sierra  hada  el  mar 
son  las  ásperas  Alpujarras,  cuya  habitación,  aun- 
que es  altísima  y  fragosa,  sus  largas  faldas  están 
bien  pobladas  de  villas  y  lugares,  y  en  ellas  hay 
mucha  tierra  para  pan  y  pasto  para  ganados,  y 
cria  de  sedas  para  toda  España,  con  muchos  y  her- 
mosos valles;  lo  más,  bancales  de  varios  y  diversos 
frutales,  con  admirables  fuentes  de  suaves  aguas 
que,  despeñándose  por  entre  riscos,  se  vienen  á 
abrazar  y  hacer  mansos  ríos,  unos  buscando  el  mar 
y  otros  el  cierzo,  prosiguiendo  esta  sierra  hacia 
Levante.  Al  pie  de  ella,  esto  es,  á  ocho  leguas  de 
Granada,  está  la  ciudad  de  Guadix,  y  siete  más 
adelante  la  de  Baza,  donde  se  hace  el  famoso  valle 


—  41  — 

llamado  el  río  de  Almanzora;  después  se  vuelve  á 
levantar  tan  alta,  que  dejando  en  la  marina  las 
ciudades  de  Vera  y  Mojacar,  se  entra  por  el  reino 
de  Murcia,  despidiéndose  con  lágrimas  de  sus  ojos 
del  reino  de  Granada,  por  dejar  su  fertilidad  y 
amenidad. 

La  última  sierra  menor  y  de  menos  aspereza 
está  en  la  parte  del  cierzo,  en  los  confines  de  la 
Andalucía,  llamada  la  sierra  de  Illora,  la  cual 
tiene  muchas  villas  y  lugares  fértilísimos  de  pan, 
y  corre  esta  sierra  de  Oriente  á  Occidente,  di- 
ferenciando el  nombre  según  el  de  las  varias  villas 
y  lugares  por  donde  pasa. 

Entre  estas  dos  sierras  tiene  hoy  el  reino  de 
Granada  diez  y  siete  ciudades,  que  son:  Granada, 
Ronda,  Alhama,  Santafé,  Baza,  Málaga,  Marbella, 
Vera,  Coria,  Antequera,  Loja,  Guadix,  Almuñé- 
car,  Vélez,  Almería,  Ugíjar  y  Purchena. 

La  ciudad  de  Granada,  cabeza  de  este  reino, 
tiene  su  asiento  en  las  verdes  faldas  del  monte  lUi- 
pulitano,  y  mira  parte  al  Mediodía  y  parte  al  Po- 
niente, donde  tiene  bellas,  apacibles  y  hermosas 
vistas,  y  está  cercada  de  montes  y  sierras  que  le 
sirven  de  murallas  para  la  guarda  de  sus  frutos. 
Estas  son  la  sierra  Elvira,  la  de  Parapanda,  la  de 
Alhama  y  la  Sierra  Nevada.  Su  sitio  es  exce- 
lente por  la  comodidad  de  agua  que  tiene  de  fuen- 
tes y  de  dos  ríos  caudalosos,  sin  otros  menos  prin- 
cipales, que  son  el  río  Genil  y  el  río  Dauro,  en 
cuyas  márgenes  se  miran  variedad  de  flores,  diver- 
sidad de  árboles,  amenidad  y  frescura  de  hierbas 
y  saltos  de  fuentes  á  quien  acompañan  voces  de 


_  4a  — 

niiseñores  y  delgados  y  suaves  aires,  y  tieiie  al  Me- 
diodía, respecto  de  la  Alcazaba,  el  tunoso  Alcáxar 
de  la  Alhambra,  cercado  de  on  bosque  poblado  de 
tanta  arboleda,  corsos  y  venados,  que  causa  nota- 
ble admiración  á  quien  mira  una  tan  grande  y  ex- 
tremada fortaleza,  fundada  sobre  un  collado  y 
cercada  de  un  verjel  de  tantos  y  tan  frondosos 
árboles,  que  parece  le  sirven  de  guirnalda;  y  asi 
esta  ciudad,  entre  las  famosas  de  Espafta,  podemos 
decir,  y  con  razón,  que  es  Granada,  y  la  más  gra- 
nada, y  como  tal,  tiene  corona.  Tiene  esta  ciudad 
torres,  castillos  y  murallas  de  tanta  antigüedad, 
que  compiten  con  las  romanas. 

Aqui  será  bien  referir  los  muchos  lugares  en  que 
estaban  extendidos  los  moriscos  para  la  mteligen- 
cia  de  esta  historia,  y  para  qoa  se  vea  lo  apode- 
rados que  estaban  para  su  rebelión,  en  anos  más  y 
en  otros  menos. 

LUGARES  DEL  RBTKO  T  VEGA  DE  GRANADA 

Granada. — Haiicadin. — uaüía  la  orande. — Ga- 
bialaChica. — Alfaras. — Pinos.  — Al  bolcte. — Mon- 
tefrio. — Alcalá  la  Real.  —  Modin. — Colomcra. — 
Iznalloz. — Guéjar. — M  alacena  .—Cogollos. — Los 
Zadulíes. — Albahá. — La  Zubia. — Alhama. — Lo- 
ja. — Lora. — Guadahortuna. — Cárdela. — Illora. — 
Zamala. — Huelva. 

LOS    LUGARES   DE   BAZA 

Baza. — Zújar. — Freile. — Orze. — Galera.— Cú- 
Uar. — Benzaiema. — Castríl. — Benamuro. — Casti- 


-43  - 

lleja.— Huesear.— Carriles. — Vélez  el  Blanco. — 
Vélez  el  Rubio. — Xiquena.— Tirseza. 

LUGARES  DEL  RÍO  ALMANZORA 

Serón.  —  Fijóla. —  Bayarque. —  Almuna.  —  Pur- 
chena. — Vicila. — Urraca. — Zumuizín. — Overa. — 
Santo  Petro. — Huércal. — Las  Cuevas. — Portilla. 
— Vera. — Benitagla. — Albánchez. — Cantoria.  — 
Fría. — El  Boz. — Alboreas.  —  Partaloa.  —  Zurge- 
na. — Cabrera. — Teresa. — Antrs. — Sorbas.— Ulei- 
la  del  Campo. —  Mojacar. —  Turre. —  Serena. — 
Guebro. 

LUGARES    DE    FILABORES 

Filabores. — Vacares. — Sierro. — Geal. — El  Vo- 
loduy. 

LUGARES    DEL    RÍO    ALMERÍA 

Almería. — Enix. — Félix. — Vicar. —  Huércal. — > 
Pichina. — Alhama  la  Seca. — Guezijar. — Guene- 
ja. — Torque. — Santafé. — Abiater. — Rioja. — liar. 
—  Lacunque. — Ragul.  — Esfisión.  —  Carjiyar. — 
Santacruz.  —  Oanes.  — Almancara.  —  Mieles.  — 
Marchena. 

LA    TABLA    AUDARAX    Y    OXICAR 

Audarax.  —  Oxicar.  —  Barchul .  —  Lanjarón.  — 
Murtal.  —  Turón.  —  Berja.  —  Las  Albuñuelas.  — 
Las  Guajaras  altas. — Las  Cuajaras  bajas. — Vator 


—  44  - 
el  Alto.— Vator  el  Bajo. — Cardiar. — Castillo  del 
Hierro. — Caniles.— .Arcitum. — Dalais.— Inoz. — 
Javernos.  —  Potros.  —  Alcudia.  —  Guadix.  —  La 
Pera.^Veax.— Fiñana. — La  Calahorra. — Pu- 
Uriana. 

Estos  y  otros  machos  lugares  de  las  Alpujarras 
y  Sierra  Bermeja  y  Ronda,  de  que  se  irá  haciendo 
relación,  estaban  debajo  de  la  Corona  real  de  Gra- 
nada y  abundantes  de  moriscos.  S.  M.  nombró 
por  Maestres  de  Campo  á  los  capitanes  Antonio 
Moreno,  Hernando  de  OruJüa  y  O.  Francisco  de 
Mendosa  y  otros  para  que  levantasen  gente  en 
Castilla;  y  en  la  Andalucía  dispuso  formar  ejér- 
cito, con  advertencia  y  consejo  de  D.  Francisco 
Solis,  comisario  y  veedor  general,  y  D.  Francisco 
de  Salabranca,  contador  del  ejército;  dejó  en  los 
presidios  capitanes;  envió  á  D.  Enrique  Henrf- 
quez,  á  Baza;  á  D.  García  de  Villarroel,  á  Almería; 
á  D.  Diego  Ramírez  de  Haro,  á  Salobreña,  su  al- 
caidía; á  D.  Lope  de  Valenzuela  á  Almuñécar, 
que  servía  el  oñcio  de  Comisario  General  en  el  Al- 
baicín,  por  el  Marqués  de  Mondéjar;  á  D.  Luis  de 
Baldivia,  á  Motril ;  al  capitán  Navas  de  la  Pue- 
bla, á  la  Calahorra,  á  D.  Juan  Pérez  de  Vargas, 
á  Fiñana;  á  D.  Diego  de  Castilla,  á  Gor;  á  Don 
Diego  Ponce  de  León,  al  Padul;  á  D.  Hernán  Ca- 
rrillo, natural  de  Cuenca,  encomendó  la  gente  de 
Alhama;  á  D.  Alonso  Mejía,  las  de  las  Siete  Vi- 
llas; al  capitán  Hernán  de  Alvarez  Bohorques,  á 
Huécijar,  cerca  de  la  tierra  de  Cogollos;  á  D.  An- 
tonio de  Lara  y  D.  Luis  de  Cardona,  el  recoger  los 


-45- 
ganados  de  los  moros  de  paz,  porque  no  se  entrega- 
sen de  ellos  los  alzados.  El  Marqués  de  los  Vélez 
envió  relación  del  estado  de  las  cosas.  En  la  parte 
de  Jerque,  con  D.  Juan  Enríquez,  entraba  á  pro- 
seguir la  guerra  en  la  Alpujarra,  y  para  que  las 
escoltas  pasasen  seguras  desde  Guadix,  ordenó  á 
Pedro  Arias,  su  corregidor,  hiciese  un  fuerte  en 
lo  alto  del  puerto  de  la  Ramba  capaz  de  alber- 
gar dos  compañías;  lo  cual ,  sabido  por  D.  Juan 
de  Austria,  le  mandó  que  no  entrase  allí,  porque 
echaría  los  moriscos  á  la  Orgiva,   donde  estaba 
D.  Juan  de  Mendoza  flaco  de  gente  y  le  podrían 
desbaratar,  si  bien  este  mandato  se  hizo,  en  parte, 
porque  no  saliese  por  su  autoridad,  sino  por  el 
orden  de  D.  Juan.  Gonzalo  Hernández,  animoso 
capitán ,   vino  con  las   compañías   de  Ubeda ,   y 
comenzó  á  hacer  algunas  paredes  bajas,  á  manera 
de  trincheras,  á  3  de  Mayo  de  este  año  de  1569, 
para  recoger  y  cubrir  su  gente.  Los  moriscos  aco- 
metieron á  los  cristianos  ocupados  en  la  obra;  las 
centinelas  tocaron  al  arma,  y  Gonzalo  Hernández 
puso  una  manga  de  ciento  cincuenta  arcabuceros 
en  el  cuchillo  de  la  sierra,  y  ordenó  que  los  ban- 
deras se  pusiesen  en  escuadrón;  pasó  á  reconocer 
á  los  enemigos,  y  acometieron  á  los  de  la  Orde- 
nanza con  tanta  presteza,   que  ninguno  les  hizo 
rostro.  Mataron  á  Juan  de  Benavides  y  á  Pedrosa, 
su  alférez;  y  puestos  en  fuga,  llevaron  tras  sí  los 
de  la  manga,  sin  poderlos  retener  Gonzalo  Her- 
nández. Los  moros,  en  el  alcance,  mataron  ciento 
cincuenta;  ganaron  la  bandera  de  Benavides,  y  se 
escapó  Gonzalo  Hernández  por  gran  ventura,  y 


-46- 

lo8  demás  soldados  entraron  en  Guadix  con  vitu- 
perio de  su  vil  huida. 

D.  Juan  de  Austria,  sabido  el  caso,  puso  por 
cabo  al  capitán  Francisco  de  Molina,  porque 
Abenhumeya,  cabeza  de  los  moriscos,  te  acercaba 
á  Orgiva,  entendiendo  tenía  falta  de  vitualla;  asi- 
mismo reforzó  á  D.  Juan  de  Mendoza  con  peones, 
caballos  y  bastimentos  que  llevó  D.  Luis  de  Cór- 
doba á  13  de  Junio,  y  halló  á  Mendoza  con  su 
gente  bien  disciplinada,  fortificado  el  lugar  por  la 
Haqueza  del  sitio. 

El  Comendador  mayor  embarcó  del  tercio  de 
Ñipóles  diez  compaftías;  y  aunque  pasó  grave  tor- 
menta con  pérdida  de  tres  galeras,  llegó  á  Carta- 
gena, y  alli  se  reparó  la  infantería  de  vestidos  y  ar- 
mas,  que  habían  echado  al  mar  por  aligerar  las 
galeras  en  que  venían.  £1  Rey  mandó  que  sin  es- 
cándalo se  metiesen  los  moriscos  tierra  adentro 
en  la  Andalucía;  y  la  vigilia  de  San  Juan,  la  gente 
de  las  banderas,  repartida  por  sus  cuarteles,  estu- 
vo aguardando  al  Marqués  de  Mondéjar,  el  cual 
perMondió  á  los  moriscos  se  recogiesen  en  sus  pa- 
rroquias de  Granada;  y  ellos,  la  vista  en  el  suelo, 
con  mayor  tristeza  que  arrepentimiento,  entraron 
en  el  Hospital  Real,  estando  D.  Juan  de  Austtia 
en  medio  de  la  arcabucería  con  su  guión  de  Capí- 
tan  General  delante,  junto  con  ¿1  todos  los  entre- 
tenidos. Los  mujeres  quedaron  en  sus  casas  para 
recoger  sus  cosas,  vender  la  ropa,  buscar  dineros 
y  seguir  á  sus  maridos,  y  daban  gritos  entendiendo 
los  llevaban  á  matar.  Ellos  y  ellas,  como  culpados, 
temían  la  muerte;  mas  D.  Juan  les  dio  palabra  de 


—  47  — 
seguro  y  amparo  del  Rey;  salieron  atadas  las  ma- 
nos tres  mil  quinientos,  con  guardia,  con  sus  co- 
misarios por  orden,  para  entregarlos  por  sus  lis- 
tas á  las  Justicias.  Usóse  de  clemencia  y  miseri- 
cordia con  ellos  sin  merecerlo,  porque  todos  eran 
participantes  y  sabedores  del  levantamiento  y  fa- 
vorecían de  secreto  á  los  alzados.  Muchos  mozos 
huyeron  á  la  sierra  antes  que  los  juntasen,  y  en  el 
camino  murieron  otros  de  tristeza,  hambre,  can- 
sancio y  trabajo;  justo  castigo  en  los  unos  y  en  los 
otros,  pues  faltando  á  Dios  y  á  su  Rey,  salieron 
desterrados,  destruidas  sus  casas,  baños,  cárme- 
nes y  jardines  en  que  vivían  regalados  y  podían 
dormir  á  sueño  suelto  y  pierna  tendida. 

Echados  estos  enemigos  caseros  de  Granada, 
quedaba  en  la  ciudad  mucha  gente  práctica  y  bien 
armada;  los  enemigos  menos;  guarda  de  á  pie  y  de 
á  caballo  en  la  Vega  y  el  ejército  en  Orgiva.  Los 
moros  de  la  Vega,  no  pudiendo  sufrir  los  malos 
tratamientos,  se  salían  á  la  sierra,  y  lo  mismo  hi- 
cieron los  de  Guéjar  y  los  del  río  de  Boloduí,  que 
huieron  á  lo  alto  con  su  ropa  y  vituallas  y  deja- 
ron escondido  lo  que  no  pudieron  llevar.  Quiso 
D.  Juan  de  Austria  reconocer  á  Guéjar  con  el  Du- 
que de  Sessa  y  Luis  Quijada;  trataron  de  for- 
tificarla, y  no  se  ejecutó  por  no  bastar  la  gente  de 
sueldo  de  guerra  de  Granada  á  asegurarla  y  soco- 
rrer á  un  mismo  tiempo  á  otras  necesidades  comu- 
nes. Y  en  este  tiempo,  pareciendo  al  Rey  ocupaba 
á  D.  Juan  el  acudir  á  tantas  cosas,  como  eran  el 
defender  á  Granada,  el  atender  á  las  cosas  del  go- 
bierno y  el  acudir  á  la  guerra  común  que  se  hacía 


~4«- 
por  diversas  partes,  dio  la  ejecución  de  la  guerra  al 
Marqués  de  los  Vélez  á  instancia  de  sus  amigos  y 
deudos,  y  por  haberse  ofrecido  por  cartas  de  con- 
cluir  la  guerra  con  cinco  mil  infantes  y  trescien- 
tos caballos,  pagados  y  mantenidos,  y  esto  fué  lo 
más  principal  de  encomendarle  el  hecho,  sin  gus- 
to de  los  que  asistían  á  D.  Juan,  deseosos  de  la 
honra  de  la  empresa.  Era  el  Marqués  de  los  Vélez 
diestro  en  armas,  caballero  valeroso  de  gran  espí- 
ritu y  discreto,  pero  arrogante  y  de  condición  ás- 
pera, inclinado  ai  rigor  demasiadamente,  sin  nin- 
gún cariño  para  los  soldados. 

Había  crecido  en  fuerzas  Abenhumeya  con  tur- 
cos y  capitanes  prácticos,  moros  berberiscos,  armas 
parte  de  los  suyos,  parte  de  las  que  habla  tomado 
á  los  cristianos,  vitualla  en  abundancia,  gente 
mucha  y  bien  ejercitada.  El  Rey,  cuidadoso  de  la 
guerra,  para  animar  á  las  ciudades  y  señores  de 
España  á  que  le  ayudasen  y  para  enfrenar  los  or- 
gullos del  enemigo,  mandó  que  los  Procuradores 
del  reino  celebrasen  Cortes  en  la  ciudad  de  Cór- 
doba para  lo  tocante  á  las  guerras  de  la  Anda- 
lucia. 

Salió  el  Marqués  de  los  Vélez  de  Jerque  á  es- 
torbar á  los  moros  de  Berbería  el  desembarcar  el 
socorro  que  traían  de  gente  y  armas  que  los  de  la 
Alpujarra  habían  de  recibir.  Por  la  parte  de  Alme- 
ría pasó  á  Berja,  donde  esperó  la  gente  de  sueldo 
y  la  de  las  ciudades  de  la  Andalucía;  y  antes  que 
llegase  al  término,  pasóAbenhumeyaá  combatirle, 
y  dicen  tenía  trato  con  los  esclavos  de  que  escon- 
diesen los  frenos  de  los  caballos,  porque  sin  ellos 


—  49  — 
fácilmente  vencería  ó  se  retiraría  sin  la  ofensa  que 
recibió  su  ejército  en  las  peleas  y  retiradas.  Te- 
niendo también  las  picas  y  las  lanzas  quiso  com- 
batirle en  lugar  que  fuesen  menos  efectivas  por  la 
estrechura  de  las  calles,  y  que  fuese  el  combate 
antes  del  día.  Para  lo  cual  juntó  diez  mil  comba- 
tientes del  río  de  Almería,  Alpujarra,  Boloduí  y  río 
de  Almanzora,  los  tres  mil  arcabuceros  y  balleste- 
ros, y  los  demás  con  diferentes  armas. 

Dio  tarde  el  Marqués  aviso  al  Rey  y  á  D.  Juan 
de  Austria,  y  como  acaso,  porque  de  mala  gana 
dependía  de  él:  que  un  altivo  no  quiere  supe- 
rior sobre  sí.  Al  fin,  el  dicho  Marqués  de  los 
Vélez  esperaba  con  secreto  la  venida  de  Abenhu- 
meya  para  rompelle:  reforzó  los  cuerpos  de  guar- 
dia, dobló  los  centinelas,  puso  caballos  á  lo  largo 
para  avisar  con  tiempo,  y  armado  á  prueba  y  el 
caballo  enfrenado,  esperó  al  enemigo.  Partió  de 
Uxíjar  Abenhumeya  con  sus  diez  mil  combatientes 
y  diestros  capitanes;  y  llegando  cerca  de  Verga  á 
tiempo  que  los  atambores  del  Marqués  tocaban  á 
recoger  (aunque  sospecharon  que  los  habían  sen- 
tido), caminaron  encamisados  en  esta  manera:  en 
la  vanguardia,  dos  mil  con  muchos  berberiscos  con 
guirnaldas  de  flores,  porque  habían  jurado  de  mo- 
rir ó  vencer,  y  así  no  temían  peligros  ni  la  muer- 
te; y  en  la  retaguardia  venía  Abenhumeya  con  va- 
lientes soldados  deseosos  de  pelear. 

Llegaron  con  tal  denuedo  á  las  centinelas,  que 
entraron  revueltos  unos  y  otros  en  el  lugar  tocan- 
do al  arma,  con  alaridos  que  atronaban  los  valles, 
y  con  trescientos  escopeteros  fué  el  Secretario  de 

4 


~  5o  — 

Abeohameya  á  buscar  al  Marqaét  para  matalle. 
Cesó  el  primer  temor  que  habla  cansado  el  Ímpe- 
tu, y  D.  Diego  Stt  hijo,  D.  Juan  su  hermano,  Don 
Bemardino  de  Mendoza,  hijo  del  Conde  de  Co- 
niña,  D.  Diego  de  Leiva,  nieto  del  famoso  An- 
tonio de  Leiva,  y  otros  muchos  caballeros  y  capi- 
tanes hasta  qninisatos  soldados,  resistieron  el  Ím- 
petu; y  acudiendo  los  demás  con  sos  banderas, 
pelearon  bien  con  los  que  se  tenían  por  vencedo- 
res, y  con  muertes  y  heridas  los  retuvieron  ani- 
mosamente. En  tanto  el  Marqués  estuvo  en  la 
Plasa  de  Armas  con  la  caballería  esperando  sacón 
para  salir,  y  porque  en  ella  tenía  su  confiansa,  no 
la  opuso  á  la  primera  furia. 

Abenhumeya,  deseoso  de  vencer,  reforzaba  con 
gente,  supliendo  el  ímpetu  remiso  de  la  primera 
acometida,  arrojando  tantas  pelotas  y  saetas,  que 
no  había  parte  segura.  Estos,  cebados  en  la  victo- 
ria, y  los  cristianos  animados  para  quitársela,  pe- 
learon reciamente.  El  Marque  acudió  á  favorecer 
á  los  suyos;  y  encomendando  el  escuadrón  de  la 
plaza  á  su  hermano  D.  Francisco,  salió  por  un 
portillo  que  hizo  abrir  en  su  casa  (por  estar  su 
calle  ocupada  con  bagajes),  y  acometió  dos  veces 
á  los  enemigos;  mas  fué  detenido  de  D.  Juan 
Henriquez,  á  quien  había  dicho  una  espía  venían 
conjurados  á  matarle.   Prosiguióse  el  combate; 
mejoraron  los  nuestros,  y  los  contrarios  huían  por 
haberlos  deshecho  del  todo;  quedaron  atajados  en 
una  calle  sin  salida  sesenta  y  seis  de  ellos,  que- 
dando muertos  en  la  demanda;  perdieron  diez 
banderas  y  algunos  caballos  y  yeguas  de  silla  y 


—  5i  — 

muchos  bagajes  cargados  de  bastimentos,  y  murie- 
ron en  el  combate  mil  quinientos  moros;  de  los 
cristianos  murieron  veintidós  á  veinticuatro,  y 
hubo  gran  número  de  heridos. 

Esta  victoria  fué  importante  para  reprimir  la 
osadía  de  los  rebeldes  y  enfrenallos  para  que  no 
acometiesen  á  lugares,  y  especialmente  á  Alme- 
ría, á  quien  tenían  intento  de  asaltar  y  dar  allí 
asiento  y  nombre  de  reino  y  de  Rey  al  tirano 
Abenhumeya,  que,  despechado  y  poco  reputado 
por  esta  rota,  residía  retirado  en  Porqueira  y  en 
los  más  altos  pueblos  de  la  Alpujarra,  mantenido 
con  la  vitualla  guardada  y  sin  dueño,  señalándole 
rentas  en  el  diezmo  de  los  frutos,  quintos  de  pre- 
sas y  en  lo  que  con  tiranía  quitaba  á  sus  soldados. 
Proveía  alcaides,  oficiales  y  ministros  de  justicia, 
mandando  levantasen  los  lugares,  y  á  los  que  no 
quisiesen  obedecer,  los  matasen  y  confiscasen  sus 
bienes  para  su  cámara  y  cobrasen  el  quinto  de  to- 
das las  presas  para  los  gastos  de  la  guerra,  que 
estaba  á  su  cargo:  mucha  grita  y  poca  poya.  Los 
rebelados  se  fortificaron  en  lo  alto  del  Peñón  de 
Fixliana,  donde  se  hace  un  espacio  no  muy  lla- 
no en  que  pudieron  caber  todos  los  moradores 
de  la  sierra  de  Bentomiz  y  mayor  número;  es  la 
sierra  tierra  fragosa  y  áspera,  menos  fértil  de  pan 
que  de  ganados,  el  cielo  claro  y  fuertes  los  mo- 
radores. 

El  Corregidor  de  Málaga  salió  de  Vélez  á  com- 
batir este  Peñón,  á  26  de  Mayo,  con  dos  compa- 
ñías de  infantes  y  con  ochocientos  concejiles  y  al- 
gunos caballos  de  la  ciudad.  Juntáronsele  ciento 


-  5i  — 

sesenta  soldados  de  Almuñécar  que  salieron  á  bas- 
car sos  ganados,  que  les  habían  robado  los  moris- 
cos. Arribaron  al  Peñón  al  siguiente  dia,  y  en  la 
fuente  del  Álamo  habla  espacio  para  la  caballería, 
y  hallaron  algunos  bagajes,  ropa  y  bastimentos  de 
los  que  huían  al  fuerte;  y  si  vinieran  el  día  antes, 
los  alcanzaran. 

Retiráronse  ¿  lo  alto  los  alzados,  y  mochos  de 
ellos,  viendo  á  los  nuestros,  se  querían  dar  á  par- 
tido. La  manga  de  arcabuceros  se  fué  dilatando  la 
cuesta  arriba,  escaramuzando  con  algunos  rebel- 
des que  se  retiraban  á  la  cumbre.  Estaban  tres  mil 
moros  en  la  ladera,  en  la  ala,  en  la  parte  ioperior; 
y  viendo  á  los  nuestros,  arrojaron  tanto  tropel  de 
piedras,  que  mataron  veinte  cristianos  é  hiñeron 
ciento  cincuenta,  aunque  de  los  moros  quedaron 
no  pocos  en  la  demanda  muertos  de  balazos,  qoe 
son  vía  ejecutiva. 

El  Comendador  mayor,  visto  lo  que  había  pasa- 
do, salió  con  mil  infantes  del  tercio  de  Ñipóles  y 
con  ochocientos  de  galeras  acompañado  de  Don 
Juan  de  Cárdenas,  D.  Pedro  de  Padilla,  Maestre 
de  campo,  D.  Juan  Sanoguera,  y  otros  caballeros 
y  capitanes,  y  ya  estaba  en  Torrox,  en  sitio  fuer- 
te, el  Corregidor  de  Málaga,  Zuazo,  con  dos  mil 
quinientos  infantes  y  cuatrocientos  caballos  de 
Málaga,  Vélez  y  Antequera,  defendiendo  la  entra- 
da de  la  Alpujarra.  Trabáronse  algunas  escara- 
muzas con  los  de  Vélez,  que  defendían  la  acequia, 
y  D.  Miguel  de  Mendoza  subió  á  reconocer  el 
fuerte  por  el  Levante  con  setecientos  arcabuceros 
y  cincuenta  caballos,  y  llegó  hasta  la  loma  de  Fiz- 


—  53  — 

liana.  Subió  tanto  escaramuzando,  que  descubrió 
el  llano  de  la  cumbre  del  Peñón  con  tantas  tien- 
das y  chozas  de  ramas,  que  parecía  alojamiento 
de  gran  ejército.  Retiróse  habiendo  muerto  algu- 
nos moros. 

Día  del  apóstol  San  Bernabé,  á  ii  de  Junio, 
mandó  ir  por  la  loma  de  los  Pinillos  á  D.  Pedro 
de  Padilla,  con  tres  mangas  de  arcabucería;  por  la 
parte  de  Fixliana  y  del  mar,  á  la  mano  derecha,  á 
D.  Juan  de  Cárdenas,  con  cuatrocientos  aventure- 
ros y  otros  prácticos  de  las  banderas  de  Italia;  por 
las  espaldas  (subida  áspera  y  menos  guardada) 
mandó  ir  á  D.  Miguel  de  Padilla,  con  trescientos 
de  galeras  y  algunos  de  Málaga  y  Vélez;  por  la 
umbría,  mandó  ir  á  Zuazo  con  los  soldados  de  las 
tres  ciudades,  y  puso  algunos  caballos  en  guarda 
del  agua. 

Habiendo  de  ser  el  acometimiento  á  un  tiempo, 
y  porque  no  se  vayan  unos  á  otros,  ordenó  hicie- 
sen ahumadas  en  llegando  á  sus  puertas  y  no  se 
moviesen  hasta  oir  disparar  una  pieza  de  su  cuar- 
tel. El  Comendador  mayor  permitió  libertad  á  un 
turco  de  su  galera  si  reconocía  el  fuerte  animosa- 
mente; y  habiéndolo  hecho,  dijo  había  gran  difi- 
cultad por  donde  se  intentaba  acometer;  que  le 
diesen  carga  por  el  lado  y  espaldas.  D.  Pedro  de 
Padilla  partió  la  gente  y  embistió  por  donde  dijo 
el  turco,  y  los  enemigos  se  dividieron,  para  resis- 
tir, hiriendo  y  matando.  Entre  tanto,  salió  Don 
Juan  de  Cárdenas  y  los  de  Málaga  y  Vélez  por  la 
retaguardia  de  los  moros,  que,  apretados  de  to- 
das partes,  salieron  por  el  Maestral  (parte  aspe- 


-54  - 

ra),  y  con  porfiado  combate  ▼inieron  á  conflicto 
por  las  espaldas.  Los  de  Málaga  y  Vélez  cami- 
naron una  legua  de  subida,  y  llegaron  los  delan- 
teros á  la  pefia  y  comenzaron  á  subir,  con  muerte 
de  algunos. 

Gonxalo  de  Vozmediano,  vecino  de  Vélez,  alzó 
una  toalla  blanca  con  la  punta  de  la  espada  en  se- 
nal  de  victoria,  y  arbolaron  banderas  dos  alfére- 
ces de  Vélez  y  de  Málaga;  y  luego  subieron  sut 
capitanes  y  soldados  y  D.  Pedro  de  Padilla  con 
los  suyos  al  mismo  tiempo,  y  arrojaron  cantidad  de 
moros  por  las  peñas.  La  mayor  parte  acudió  á 
Puerto  Blanco,  donde  estaban  los  caballos  de 
Zuazo,  y  alli  concluyeron  su  vida;  otros,  huyendo, 
dieron  en  la  infantería  y  fueron  degollados;  y  asi, 
de  cuatro  mil  murieron  la  mitad,  y  de  los  que  fue- 
ron á  la  Al pu jarra  heridos,  los  más  perecieron  en 
el  camino.  Pelearon  algunas  moras  valerosamen- 
te, y  perdido  el  fuerte  se  despeñaron  muchas  y 
otras  se  escaparon.  Captivaron  los  nuestros  tres 
mil  personas,  y  el  despojo  fué  grande  de  oro, 
plata,  seda,  aljófar,  ganado  mayor  y  menor,  trigo, 
cebada  y  otros  bastimentus,  con  que  tenían  sus- 
tento para  muchos  dias,  á  propósito  de  su  defen- 
sa. Murieron  doscientos  cristianos  y  hubo  más  de 
ochocientos  heridos.  £1  Comendador  majror  pasó 
la  noche  en  su  alojamiento;  y  al  día  siguiente, 
desbaratados  los  reparos  y  destruidos  los  basti- 
mentos que  no  se  podían  llevar,  y  curados  los  he- 
ridos, se  volvió  á  Málaga.  Los  de  Loja,  Alhama, 
Alcalá  la  Real  y  Archidona,  llegaron  tarde  á  la 
empresa,  y  con  robo  de  ganado  y  ropa  escondida 


—  55  — 

por  la  sierra  de  Bentomiz,  volvieron  aprovecha- 
dos, sin  herida  ni  trabajo.  Dicen  que  los  viejos  en 
el  Peñón  se  ofrecieron  á  la  muerte  porque  los  mo- 
zos se  salvasen:  tanto  puede  la  dureza  de  un  co- 
razón empedernido,  que  estima  en  menos  la  vida 
que  la  ceguedad. 


CAPITULO  IV 

Rifutrm  D.  Jwm  i$  Austria  ti  campo  id  Utrqtik  4$  lot 
VíUm  y  protigm  U  gmnm, 

Entendia  D.  Juan  de  Austria  en  reforzar  los 
presidios  en  diversas  partes  y  en  enviar  capitanes 
á  diversos  efectos,  y  á  D.  Antonio  de  Lona  mandó 
que  con  dos  mil  infantes  y  doscientos  caballos  fue- 
se á  talar  los  panes  del  Valle  y  destruir  á  Restabal, 
Pinillos  y  Beleríx,  que  inquietaban  á  Granada,  y 
llegando  tarde  halló  la  gente  levantada»  la  cual, 
favorecida  del  sitio,  le  acometió  viendo  que  los 
soldados  andaban  derramados  saqueando;  pero  fa- 
vorecido de  D.  García  de  Manrique  y  del  capitán 
Lázaro  de  Heredia,  que  le  a3rudaron  con  industria 
y  valor,  salió  á  lo  raso,  á  donde  los  enemigos  le 
dejaron  por  temor  de  la  caballería.  Murió  el  ca- 
pitán Céspedes  peleando  á  manos  de  un  capitán 
moro,  y  volvió  D.  Antonio  de  Luna  á  Granada 
con  presa  de  ganado,  y  D.  Alonso  de  Granada 
prendió  en  la  Cueva  de  Moríana  á  la  mujer  del 
moro  que  mató  á  Céspedes  y  á  sus  hijas  con  otras 
ciento  cincuenta  personas  y  mas  de  cien  soldados 
de  guarda,  y  entró  con  la  presa  en  Granada. 

Hallábase  el  Marqués  de  los  Vélez  en  Adra  con 
doce  mil  infantes  y  trescientos  caballos,  gente 
valerosa  y  bien  armada,  pero  con  poca  vitualla. 


-57- 

y  ansí  estaban  ociosos,  y  con  el  poco  favor  que 
hallaban  con  el  Marqués  (que  no  solamente  no  los 
acariciaba,  pero  trataba  mal),  se  fué  este  podero- 
so campo  entorpeciendo.  Tenía  el  Marqués  mucho 
descuido;  y  aunque  el  Comendador  mayor  le  acon- 
sejaba saliese  en  busca  de  Abenhumeya  con  vitua- 
lla para  ocho  días,  no  lo  hizo,  olvidado  de  la  dili- 
gencia, que  es  madre  de  la  buena  dicha. 

Escribió  á  D.  Juan  de  Austria  (aunque  lo  hacía 
pocas  veces)  que  le  mandase  hacer  provisión  de  vi- 
tuallas en  la  Calahorra.  Hízose  lo  que  pedía  y  to- 
davía se  estaba  quedo,  aunque  le  solicitaba  el  Co- 
mendador mayor  y  le  hacía  requerimientos  y  pro- 
testas. Treinta  días  estuvo  el  Marqués  en  Adra  sin 
hacer  nada,  hasta  que,  entendiendo  que  se  rehacía 
Abenhumeya,  salió  con  diez  mil  infantes  y  sete- 
cientos caballos,  todos  descontentos  del  Marqués 
y  de  su  rigor,  por  ser  hombre  áspero  y  mal  sufrido. 
Llevaba  vituallas  para  ocho  días;  salió  con  desor- 
den: el  primer  día  fué  á  Berja  y  después  por  el 
llano  de  Luca,  donde  se  descubrió  la  vanguardia 
de  Abenhumeya  y  se  escaramuzó  con  poco  daño 
de  todos.  Abenhumeya  se  salió  á  la  montaña  y  el 
Marqués  se  alojó  con  su  gente  en  Uxíjar,  donde  se 
detuvo,  contra  el  parecer  de  todos,  porque  pudo 
el  enemigo  recoger  y  quemar  lo  que  quiso,  todo  á 
media  legua  del  ejército.  Salió  al  siguiente  día  y 
se  mostraron  los  enemigos,  y  acometieron  á  Don 
Pedro  de  Padilla,  que  iba  de  vanguardia  con  harto 
ánimo  y  coraje  con  seis  mil  arcabuceros  y  balles- 
teros, y  se  veía  á  Abenhumeya  que  discurría  en- 
tre los  suyos  por  diversas  partes  vestido  de  colora- 


—  5S  — 

do,  con  su  guión  j  acompañado  de  sus  más  prínd- 
psüet  capitanes.  Salió  ¿  ellos  O.  Pedro  de  Padilla 
con  sus  banderas  y  los  aventureros  del  Marqués  de 
Favara,  j  los  hicieron  retirar  medio  rotos;  pero  no 
quiso  el  Marqués  seguillos,  contentándose  de  lo  he- 
cho diciendo  que  bastaba  esparcillos  y  ganar  d 
alojamiento,  como  quien  dice,  del  lobo  un  pdo. 

£1  Marqués  de  Favara  siguió  á  los  enemigos  y 
D.  Diego  Fajardo,  y  apretaron  tanto  á  Abeahn- 
mejra,  que  con  ocho  caballos  se  salvó  en  la  mon- 
tafia.  Detúvose  el  Marqnés  en  los  Valores  Alto  y 
Bajo  diez  días,  comiéndote  la  vitualla,  y  al  cabo 
se  mudó  á  la  Calahorra;  y  la  gente,  con  el  hambre 
y  necesidad,  comenzó  á  enfermar  y  morir,  y  todo 
era  murmurar  del  Marqués  y  hacer  corrillos  con- 
tra él.  Y  de  tal  suerte  le  perdieron  el  respeto,  que, 
viéndose  sólo  y  aborrecido,  por  la  seguridad  de  su 
persona  se  hubo  de  entrar  á  alojar  en  el  castillo  y 
la  gente  en  el  campo.  La  vitualla  era  tan  poca,  que 
sólo  se  daba  á  cada  soldado  una  libra  de  pan  al 
día,  y  el  que  alcanzaba  una  cebolla  lo  tomaba  por 
regalo,  por  las  remisiones  y  descuidos  del  Marqués. 
Abenhumeya  quedó  por  señor  de  la  mar  y  de  la 
tierra  con  esperanzas  de  salir  victorioso  de  sus 
empresas:  que  da  grande  aliento  ver  al  enemigo 
remiso. 

Pusieron  estas  cosas  á  D.  Juan  de  Austria  en 
cuidado,  y  envió  á  D.  Antonio  de  Luna  á  la  ciu- 
dad de  Baza  con  mil  infantes  y  cuatrocientos  ca- 
ballos para  asegurarla  del  pdigro  en  que  estaba, 
y  quedó  D.  García  Manrique  en  la  guarda  de  la 
vega  de  Granada;  y  como  en  las  compañías  había 


-59- 

muchos  moriscos,  que  no  se  conocían  por  saber 
bien  la  lengua  castellana,  tenían  tantos  espías  que 
de  todo  eran  avisados,  y  aun  los  mismos  cristia- 
nos viejos  los  avisaban  y  les  vendían  sus  armas  y 
vestidos,  desesperados  de  los  malos  tratamientos 
del  Marqués  y  por  verse  traídos  á  punto  de  tanta 
miseria,  que  andaban  ociosos,  mal  contentos  y  en- 
torpecidos. Entre  los  Ministros  de  Granada  había 
también  mucha  desconformidad,  y  el  Marqués  de 
Mondéjar  era  entre  ellos  mal  quisto,  y  por  su  cau- 
sa fué  llamado  del  Rey,  á  cuya  presencia  acudió 
con  gusto,  así  por  informarle  bien  de  todo  lo  que 
pasaba  (como  él  decía),  como  por  quitarse  de  don- 
de era  muy  odioso;  y  eran  tan  diversas  las  relacio- 
nes que  todos  daban  de  lo  que  pasaba  en  la  gue- 
rra, que  se  determinó  el  Rey  enviar  á  D.  Enri- 
que Henríquez,  castellano  de  Milán,  para  que 
viese  las  cosas  por  sus  ojos  y  le  informase  dere- 
chamente de  todo.  El  ejército  del  Marqués  se  con- 
sumió tanto,  que  quedó  en  mil  quinientos  infantes 
y  doscientos  caballos,  que  se  recogieron  en  la  Ca- 
lahorra y  atrincheraron,  y  con  esto  hubo  notable 
abundancia  de  vituallas,  mucha  mies  y  pocos 
obreros. 

Campeaba  Abenhumeya  con  siete  mil  moriscos 
y  quinientos  turcos  y  setenta  caballos,  con  lo  cual 
se  levantaron  algunos  lugares  y  se  les  juntaron 
otras  gentes;  y  el  Marqués  de  los  Vélez,  para  ase- 
gurar la  tierra  de  Baza  y  prevenir  que  Abenhume- 
ya no  se  juntase  con  ellos,  salió  caminando  con 
pensamiento  de  alojar  en  Fiñana.  Y  como  no  mi- 
dió bien  el  tiempo,  tomó  la  noche  á  la  gente  tan 


—  6o  — 

cansada  (por  ser  el  camino  largo),  que  alojaron  en 
el  campo  todos  mojados  y  maltratados  por  haber 
pasado  muchas  veces  un  rio,  y  los  enemigos  iban 
esperando  ocasión  y  siguiéndolos,  ya  en  un  paso  del 
rio,  ya  en  otro,  y  al  fin  dieron  en  ellos  de  manera 
que  los  hicieron  retirar  desordenados  y  con  pérdi- 
da. La  caballería,  por  orden  del  Marqués,  apretó 
á  los  moros  hasta  que  se  juntó  con  las  banderas  de 
D.  Pedro  de  Padilla,  y  asi  llegaron  á  Fiftana. 

Viéndose  Abenhumeya  sobre  las  fuerzas  del 
Marqués  de  los  Veles,  determinó  sitiar  á  Adra,  y 
se  puso  sobre  ella  con  siete  mil  combatiente;  y 
pareciéndole  que  perdía  tiempo,  fué  á  batir  á  Ber- 
ja;  y  como  no  hacia  efecto,  fué  á  hacer  talas  en  las 
tierras  del  Marqués  y  volvió  á  Andarax,  donde  vi- 
vía con  aparato  real.  Era  hombre  mañoso,  disi- 
mulado, manso  exteriormente  y  vengativo,  á  quien 
le  había  injuriado;  codicioso  y  falso;  y  conocida 
su  condición  y  ofendidos  los  moros  de  los  muchos 
que  hacía  ahorcar  á  título  de  justiciero,  se  apar- 
taron de  su  servicio  muchos  capitanes,  quejándose 
de  su  condición  y  burlándose  de  él.  Los  turcos  tam- 
bién andaban  quejosos  porque  no  los  ocupaba  don- 
de aprovechasen,  antes  los  entretenía  con  sólo  el 
sueldo,  por  lo  cual,  y  porque  sospechaban  que  te- 
nía tratos  con  D.  Juan  de  Austria,  se  acordó  entre 
todos  de  matarle  y  borrar  la  memoria  de  Abenhu- 
meya. Y  asi  fueron  á  donde  estaba;  y  hallándo- 
le en  la  cama,  sin  resistencia  le  prendieron  y  ata- 
ron las  manos;  y  codiciosos  de  sus  riquezas,  le  sa- 
quearon la  casa  y  se  repartieron  entre  ellos  las 
mujeres,  el  dinero  y  la  ropa,  y  eligieron  por  cabe- 


—  6i  — 

za  á  un  primo  suyo  llamado  Abdalla  Abenaboo, 
haciéndole  cargo  de  que  por  sus  cartas  había  man- 
dado matar  á  los  turcos  que  le  seguían. 

Abenhumeya,  en  cuya  presencia  todo  se  hizo, 
dijo  públicamente  que  nunca  fué  su  intento  ser 
moro,  y  que  si  había  aceptado  el  reino  fué  por 
vengarse  de  las  ofensas  que  los  Ministros  del  Rey 
D.  Felipe  le  habían  hecho  á  él  y  á  su  padre,  y  en 
particular  porque  un  teniente  de  D.  Luis  Maza, 
alguacil  mayor  de  la  Chancillería,  le  había  quita- 
do un  puñal,  tratándole  como  á  villano  siendo  ca- 
ballero de  tan  alta  sangre;  pero  que  él  estaba  ven- 
gado y  había  cumplido  su  voluntad;  y  en  cuanto 
á  la  elección  que  hacían  de  Abenaboo,  dijo  que  ha- 
ría el  mismo  fin  muy  presto,  y  que  protestaba  que 
moría  en  la  ley  de  los  cristianos,  en  que  había  pen- 
sado vivir,  si  no  le  atajara  la  muerte  violenta  que 
le  trataban  de  dar.  Y  visto  esto,  le  ahogaron;  y  de 
esta  manera  acabó  la  vida  D.  Hernandillo  de  Va- 
lor, de  la  casa  de  Abenhumeya,  tan  antigua  en  la 
progenie  de  los  Reyes  de  Córdoba.  Era  Abenhu- 
meya de  veinticuatro  años;  poca  barba,  color  mo- 
reno, cejunto,  ojos  negros  y  grandes,  y  de  buen 
cuerpo;  mostraba  ser  de  noble  sangre,  y  tuvo  siem- 
pre altos  pensamientos,  y  respondió  á  lo  de  las 
cartas  ser  falsas;  pero  nada  le  valió:  que  no  hay 
resistencia  á  un  vulgo  alterado. 

Supo  Abenhumeya  la  venida  de  los  turcos  á  ma- 
tarle, y  cuando  llegaron  tenía  á  punto  dos  caballos 
para  irse;  pero  su  desdicha  le  tuvo  en  una  zambra 
toda  una  noche.  Tenía  veinticuatro  soldados  en  su 
casa,  cuatrocientos  de  guardia,  mil  seiscientos  alo- 


—  6i  — 

jados  en  el  lagar,  y  nin|2^no  le  valió  ni  tomó  las 
armas,  porque  no  se  pudo  disponer  sos  cosas  con 
prudencia  y  valor,  pues  éste  le  tuvo  sólo  en  el  nom- 
bre y  no  en  la  cordura.  Envió  á  llamar  al  Faqul 
para  justificarse  en  la  acusación  de  querer  matar 
los  turcos;  pero  no  le  aprovechó,  y  asi,  le  ahogaron 
y  sacaron  muerto  y  le  enterraron  en  un  muladar, 
arrastrado  con  gran  menosprecio. 

Quedó  por  cabeza  Abdalla  Abenaboo,  tintorero, 
uno  de  los  inventores  del  levantamiento,  á  quien 
sacaron  de  su  casa  é  hicieron  con  él  la  ceremonia 
de  elección  y  coronación,  poniéndole  en  la  mano 
izquierda  un  estandarte  y  en  la  derecha  una  espa- 
da desnuda;  y  le  vistieron  de  colorado,  y  levan- 
tándole en  alto  le  mostraron  al  pueblo,  diciendo: 
«Dios  ensalce  al  Rey  de  la  Andalucía  y  Granada, 
Abdalla  Abenaboo.» 

£1  moro  aceptó  su  elección,  y  envió  por  confir- 
mación á  Argel  con  un  rico  presente  de  cantivot  y 
oro  y  á  pedir  gente  de  guerra:  diéronle  la  obedien- 
cia los  moros;  formó  su  Consejo  de  guerra,  y  envió 
á  Constantinopla  otro  presente  á  propósito  de  que 
SelÍQ  le  socorriese  con  gente  y  armas.  Juntó  ejér- 
cito de  cuatro  mil  arcabuceros;  puso  atalayas  por 
donde  podían  venir  los  cristianos;  daba  sueldo  á 
los  turcos,  ocho  ducados  al  mes,  y  á  los  moros  sólo 
la  comida;  proveyó  de  armas  y  repartiólas  á  bajo 
precio,  con  que  llegó  á  tener  ocho  mil  tiradores; 
cobró  opinión  y  autoridad  por  la  necesidad  que 
tenían  de  cabeza,  aunque  era  hombre  de  grosero 
entendimiento,  pero  bien  quisto,  y  así  le  obede- 
cieron como  á  Rey  generalmente. 


—  63  — 

Supo  D.  Juan  de  Austria  la  muerte  de  Abenhu- 
meya  y  la  elección  de  Abdalla  Abenaboo,  y  luego 
echó  á  visitar  el  presidio  de  Orgiba  al  capitán 
Pedro  de  Mendoza,  el  cual  envió  la  compañía  de 
Antonio  Moreno  con  Truches,  su  alférez,  á  cerrar 
la  tierra  y  traer  vitualla;  y  éste,  engañado  por  un 
espía,  fué  á  dar  en  una  emboscada  de  moros  en  el 
barranco  de  la  Negra,  donde  solos  tres  se  escapa- 
ron. Y  animado  Abenaboo  con  esta  victoria,  salió 
de  Cadiar  con  diez  mil  hombres,  demás  de  otros 
seiscientos  turcos  y  berberíes;  llegaron  todos  á  Or- 
giba; levantaron  sus  trincheras  con  buen  orden,  y 
las  acercaron  tanto  al  lugar,  que  descubrían  la  pla- 
za y  las  calles.  Dieron  furiosamente  algunos  asal- 
tos; pero  los  capitanes  que  estaban  dentro  pro- 
veían á  todo  con  valor  y  diligencia,  y  los  soldados 
peleaban  valerosamente.  Faltaba  el  agua,  porque 
de  un  arroyuelo  de  donde  la  tomaban,  la  habían 
atosigado  los  moros,  y  era  menester  pelear  bien 
para  ganar  lo  que  habían  de  beber;  y  porque  du- 
raba el  cerco  y  los  moros  porfiaban,  y  también  fal- 
taba la  vitualla,  envió  el  capitán  Molina  una  carta 
á  D.  Juan  de  Austria  diciéndole  su  estado  y  nece- 
sidad de  socorro. 

Sabía  D.  Juan  el  sitio,  y  habiendo  acordado  que 
el  Duque  de  Sesa  hiciese  el  socorro,  por  ser  per- 
sona que  tenía  mucha  autoridad  con  la  gente,  y 
por  ser  del  Consejo  y  señor  de  Orgiba  y  por  la  ex- 
periencia que  tenía  de  la  guerra,  detúvose  más 
días  que  convenía  esperando  la  vitualla;  y  por  ha- 
ber enfermado  de  gota  en  el  camino,  quiso  Don 
Juan  enviar  á  Luis  Quijada  á  su  expedición,  y 


porque  mejoró  el  Duque  no  partió.  Llevó  leif  mil 
infantes  y  seiscientos  caballos.  Los  moros,  que  lo 
entendieron,  salieron  con  grande  orden  y  resolu- 
ción, dejando  la  mitad  de  la  gente  del  ejército 
en  el  sitio,  y  con  la  otra  mitad  salieron  á  recibir  al 
Duque  de  Sesa,  y  trabando  escaramuza,  habien- 
do primero  emboscado  alguna  gente,  pareció  á  los 
cristianos  retirarse  á  donde  entendían  venía  el 
Duque,  y  la  emboscada  los  cargó  tan  reciamente 
que,  hallándoM  lejos  del  socorro,  se  recogieron  á 
un  alto  cerca  de  un  barranco  para  esperarle  he- 
chos fuertes;  pero  con  dafto  más  seguro  si  el  ca- 
pitán Perca  tuviera  sufrimiento  en  no  arrojarse  al 
barranco,  donde,  apretado  de  los  enemigos,  fué 
muerto  peleando  con  los  soldados  que  le  siguieron. 
Murieron  ciento;  perdieron  cantidad  de  armas  coa 
poco  daño  de  los  rebeldes  y  mucha  reputación. 

Con  esta  victoria  cargaron  los  moros  furiosa- 
mente á  los  cristianos  hasta  que  llegó  el  Duque, 
que  los  socorrió;  y  porque  los  cristianos  dieron  en 
otra  emboscada  de  moros,  convino  que  el  Duque 
hiciese  siempre  rostro;  y  confuso  por  lo  mucho  que 
los  enemigos  apretaban  y  porque  se  acercaba  la 
noche  y  no  había  tiempo  para  llegar  á  Orgiba,  se 
hubo  de  retirar  á  Acequia,  con  pérdida  de  sesenta 
soldados.  Apretaban  los  moros  demasiadamente  á 
Orgiba,  y  ya  no  se  podía  sufrir  el  hambre  ni  la 
sed;  y  entendido  por  el  Duque,  ordenó  á  los  ca- 
pitanes Francisco  de  Molina  y  Juan  Alvarez  de 
Bohorques  que,  no  pudiéndose  conservar,  se  reti- 
'  rasen  á  Motril.  Molina  lo  hizo  asi:  recogiólos  en- 
fermos; encerró  el  metal  de  dos  piezas  de  campa- 


-65- 

ña;  puso  cuatro  soldados  en  la  torre  para  que  ta- 
ñesen como  solían  hasta  que  hubiesen  pasado  el 
río,  de  que  les  harían  seña  con  fuegos,  y  así  salió 
al  segundo  cuarto  de  la  noche,  y  llegó  á  Motril  en 
salvamento,  con  gran  placer  de  los  vecinos  medro- 
sos; y  el  día  siguiente  Bohorques  saqueó  tres  lu- 
gares de  moriscos  para  tener  bastimentos. 

D.  Juan  de  Austria  alabó  el  cuidado  y  valor  de 
Molina  y  mandó  quedase  por  cabo  de  la  gente  de 
Motril,  y  hizo  buenos  efectos  contraios  enemigos, 
como  prudente  y  buen  soldado.  El  Duque  de  Sesa 
destruyó  las  Albuñuelas,  y  dejó  allí  mil  soldadosde 
presidio  donde  los  turcos  querían  alojar.  Vino  á 
Granada  el  Duque,  y  los  moriscos  hicieron  grandes 
alegrías  y  algazaras,  como  por  una  gran  victoria, 
por  haberse  apoderado  de  Orgiba,  que  fué  el  pri- 
mer lugar  solo  que  tomaron  por  fuerza. 

En  tanto  que  pasaba  lo  referido,  bajaron  por 
Guéjar  y  el  Murtal  á  la  vega  de  Granada  muchos 
moros,  y  se  llevaron  ganados,  quemaron  á  Mala- 
zena,  corrieron  hasta  media  legua  de  Granada  y  se 
recogieron  sin  pérdida  á  la  sierra.  D.  Juan  de  Aus- 
tria, obligado  de  los  desórdenes  de  los  moros,  re- 
formó treinta  capitanes,  puso  presidios  en  Pinos  y 
Cenes,  en  la  ribera  del  Genil  y  en  el  cerro  del  Sol 
dos  cuadrillas  ordinarias  para  descubrir  hasta 
Guéjar,  y  mandó  á  Tello  González  de  Aguilar  que 
en  tocando  alarma,  sin  otra  orden,  saliese  con  la 
caballería,  y  á  D.  Jerónimo  de  Padilla  puso  en 
Santa  Fe  con  una  compañía  de  caballos:  que  es 
gran  cosa  tomalle  los  puestos  al  enemigo. 


CAPrruLo  V 

LttámUim  QnUrm,  lugñr  /trnU,  y  toUrrtu  d  OriM, 

En  este  tiempo  se  levantó  Galera,  logaren  tierra 
de  Baxa,  fuerte  y  aparejado  para  desacomodar  la 
comarca;  no  tenían  agna,  y  para  gosar  de  la  del 
río  hicieron  una  mina:  habla  dentro  de  este  lugar, 
tres  mil  moros  con  armas  y  cien  torcos  y  berberis- 
cos. Era  señor  de  este  lugar  D.  Enrique  Henri- 
ques,  vecino  de  Baza,  donde,  hallándose  el  Mar- 
qués de  los  Veles  por  orden  del  Rey  y  avisos  de 
D.  Juan  de  Austria,  se  poso  en  campaña  antes  que 
los  moros  tomasen  mayores  foerzas,  y  con  mucho 
esfuerzo  sitió  á  Galera  con  cuatro  mil  infantes  y 
trescientos  cincuenta  caballos;  y  los  capitanes  tor> 
eos,  desconfiados  de  poderse  defender,  desampara- 
ron el  lugar,  quedándose  en  él  la  chusma  de  moros 
sin  capitanes.  En  Guéjar  se  había  juntado  gran 
presidio  de  moros  y  fortificado  la  villa,  corriendo 
cuatro  mil  de  ellos  hasta  la  casa  de  las  Gallinas, 
cercana  á  Granada,  y  los  caballos  de  los  nuestros 
los  cargaron,  atropellaron  y  mataron  cincuenta,  y 
asi  hubieron  de  dejar  las  armas;  y  del  cerro  de 
Guéjar  les  tomaron  cien  vacas  y  trescientos  baga- 
jes. D.  Juan  de  Austria  puso  guardas  concejiles  eu 
la  puerta  de  los  Molinos,  en  la  de  los  Mártires  y  en 
los  Pinillos,  y  reforzó  la  de  Antequeniela  y  la  ca- 


-  67  - 

ballería  en  Guinalloz.  Carjal  estaba  en  esta  fron- 
tera con  cuatro  mil  moros,  y  hacían  presas  y 
daños. 

El  Marqués  de  los  Vélez  batía  despacio  á  Ga- 
lera con  poco  fruto,  y  los  moros,  aunque  desam- 
parados de  los  capitanes  y  guarnición  que  tenían, 
salían  fuera  y  hacían  daño  sin  recibillo  de  los 
nuestros,  y  en  este  tiempo  fué  socorrida  Oria. 

Escribió  D.  Juan  de  Austria  al  Rey  el  peligro, 
y  pareció  á  S.  M.  convenía  apretar  á  los  moros 
por  más  partes;  y  habiéndolo  comunicado  con  su 
Consejo,  le  ordenó  que  entrase  con  parte  de  su 
ejército  por  el  río  de  Almanzora,  y  que  el  Duque 
de  Sesa  entrase  con  otro  por  el  Alpujarra;  y  sien- 
do ya  los  15  de  Diciembre  y  no  haciendo  nada 
contra  Galera,  y  habiendo  de  salir  D.  Juan  de 
Austria  á  campaña,  pareció  que  no  era  bien  dejar 
á  Guéjar  á  las  espaldas  por  el  mucho  daño  que 
hacía  á  Granada.  Llegó  el  de  Sesa  á  Guéjar  con 
cuatro  mil  infantes  y  trescientos  caballos;  los  mo- 
ros subieron  á  la  sierra,  con  muerte  de  cuarenta, 
pasando  el  río  Genil;  arribó  D.  Juan  poco  después, 
y  con  enojo  dijo  al  Duque  cómo  no  lo  había  es- 
perado; mas  con  industria  se  adelantó,  porque  si 
había  peligro,  no  lo  tuviese.  Dejó  guarnición  allí 
S.  A.,  y  se  volvió  á  Granada;  y  para  volver  á  cam- 
pear, mandó  apercibir  bastimentos  y  municiones, 
y  el  Rey  solicitó  por  caballeros  de  su  casa  las 
ciudades  de  Andalucía  y  de  Castilla  para  que  con 
toda  brevedad  enviasen  gente  de  guerra  á  Grana- 
da: que  no  hay  que  tener  descuido  cuando  el  ene- 
migo vela. 


CAPITULO  VI 

D.  Jmm  it  Amtrié  ml$  d  emmpñAá  y  ctmHnAtu  U  gutnñ. 


Salió  D.  Joan  de  Austría  de  Granada  á  23  de 
Diciembre  de  1569  con  nueve  mil  iniantes  y  cua- 
trocientos caballos.  Llevaba  la  vanguardia  Lnis 
Quijada  con  dos  mil  infantes;  la  caballería,  Don 
García  Manrique;  la  retaguardia,  con  las  muni- 
ciones, D.  Francisco  de  Solís  y  el  licenciado  Pe- 
dro López  de  Mesa.  Alojó  D.  Juan  la  primera  no- 
che en  Veas,  dos  leguas  de  Granada  y  dos  de  Gu¿- 
jar,  á  donde  había  de  llegar  á  embestir  el  Duque 
de  Sesa  con  sus  cuatro  mil  infantes  y  trescientos 
caballos;  al  mismo  tiempo  que  llegase  D.  Joan, 
que  andaba  cuidadoso  y  vigilante.  Llegó  D.  Joan  á 
Guéjar  y  descubrió  de  lo  alto  la  gente  del  Duque 
de  Sesa;  y  viendo  que  los  enemigos  habían  desam- 
parado la  plaza,  determinó  de  volverse  á  Granada, 
dejando  á  D.  Juan  de  Mendoza  en  ella  con  buen 
presidio.  Indignado  Abdalla  de  lo  de  Guéjar,  aco- 
metió á  Almuñécar  con  tres  mil  una  noche  tene- 
brosa, y  la  defendió  muy  bien  D.  Lope  de  Valen- 
zuela;  y  otros  tantos  moros  que  á  un  mismo  tiem- 
po acometieron  á  Salobreña,  también  fueron  resis- 
tidos y  descalabrados  por  D.  Diego  Ramírez, 
capitán  de  aquella  plaza.  Y  viendo  Abdalla  que 
sus  cosas  no  sucedían  bien,  envió  personas  á  Argel 


-  69- 

y  á  Constantinopla  á  pedir  socorro  y  navios  para 
eñibarcarse  y  desamparar  la  tierra:  que  la  mala 
conciencia  es  madre  de  la  cobardía. 

Continuaba  el  Marqués  de  los  Vélez  en  batir  á 
Galera,  y  no  surtía  efecto;  y  para  arrancar  de  una 
la  juncada,  partió  de  Granada  D.  Juan  de  Austria 
á  juntarse  con  él  con  cuatrocientos  caballos  y  tres 
mil  infantes,  y  el  Duque  de  Sesa  salió  de  Grana- 
da á  21  de  Febrero  del  año  1570,  dejando  de  pre- 
sidio cuatro  mil  hombres.  Llegó  con  su  gente  al 
Padul  el  mismo  día  que  salió  de  Granada,  y  allí  se 
detuvo  muchos  días,  por  mal  tiempo,  á  que  Don 
Juan  llegase  á  Galera,  y  luego  tomó  el  camino  de 
Orgiba  con  cinco  mil  infantes  y  trescientos  cin- 
cuenta caballos.  Estaba  Abdalla  determinado  á  de- 
jar el  paso  libre  al  Duque  de  Sesa  y  de  combatirle 
la  retaguardia,  y  cortarle  las  escoltas  y  ponerle  en 
necesidad  de  deshacer  el  campo,  y  esto  se  enten- 
dió que  le  aconsejaban  los  turcos,  los  cuales  traían 
pláticas'  con  D.  Juan  para  que  los  dejase  volver  á 
Berbería.  Treinta  días  se  detuvo  el  Duque  en  Or- 
giba fortificándola,  y  de  allí  fué  á  Poqueira,  y  en 
este  tiempo  rompieron  los  moros  una  escolta  de 
cuatrocientos  hombres  que  llevaba  el  capitán  An- 
drés de  Mesa,  y  salieron  seis  mil  moros  al  capi- 
tán D.  Pedro  de  Velasco,  que  iba  de  parte  del  Rey 
á  dar  priesa  al  Duque  de  Sesa  en  su  jornada;  es- 
caramuzaron con  él  y  cargaron  sobre  la  artillería. 
El  Duque  alojó  aquella  noche  en  Jubiles  y  salie- 
ron á  él  quinientos  moros,  y  hallando  buena  re- 
sistencia, se  retiraron.  Pasó  el  Duque  á  Uxíjar  y 
después  á  Valor,  cargando  siempre  los  moros  so- 


—  70  — 

bre  la  retaguardia,  que  serian  como  cuatro  mil: 
los  dos  mil  andaban  como  de  ordinario  sobre  el 
campo,  y  los  otros  dos  mil  traía  Abdalla  consigo 
rompiendo  las  escoltas,  con  que  ponian  al  ejército 
en  mucha  necesidad  de  mantenimientos.  La  otra 
gente  molestaba  á  Granada  por  diversas  partes,  y 
embistieron  los  moros  con  el  Marqués  de  Fabara, 
que  salió  de  la  ciudad  con  una  buena  escolta  para 
cargar  de  vituallas  en  la  Calahorra;  quitáronle  la 
presa  y  prendieron  á  once  y  mataron  á  muchos. 
Llegó  el  Duque  de  Alba  con  abundancia  de  vitua- 
llas, y  desmandándose  trescientosarcabuceros,  mu- 
rieron á  manos  de  los  moros.  También  mataron 
otro  golpe  de  gente  que  iba  á  Salobreña  y  cauti- 
varon á  D.  Diego  Osorio  después  de  muy  herido, 
el  cual  llevaba  á  D.  Juan  de  Austria  on  despacho 
del  Rey  tocante  al  concierto  de  los  moros  y  tur- 
cos. Escapóse  con  sus  heridas  á  Adra,  aunque  sin 
los  despachos  que  llevaba,  contentándose  con  ser 
él  carta  viva. 

Había  llegado  el  Rey  á  Córdoba  á  principios  de 
la  Primavera  este  dicho  año  con  los  Archiduques 
Rodulío  y  Ernesto,  sus  sobrinos,  y  se  comenzaron 
en  aquella  ciudad  las  Cortes  de  estos  Reinos;  y 
como  andaban  en  su  punto  los  tratos  de  paz,  en- 
vió D.  Juan  de  Austria  un  despacho  á  S.  M.  con 
D.  Alonso  de  Granada  para  que  le  diese  cuenta 
de  las  cosas  de  la  guerra.  Y  acercándose  D.  Juan  á 
Huesear,  le  salió  á  recibir  el  Marqués  de  los  Vé- 
lez;  y  auuque  S.  A.  le  dijo  que  iba  á  ser  su  sol- 
dado y  otros  comedimientos,  á  que  respondió  con 
mucha  crianza,  en  dejándole  en  su  posada,  sin 


—  71  — 
apearse,  se  fué  á  su  tierra  acompañado  de  algunos 
capitanes   y  caballeros  del   reino  de  Murcia.  Y 
considerando  el  Rey  que  los  moros  se  iban  enso- 
berbeciendo, para  estorbar  que  los  del  reino  de 
Granada  no  se  juntasen  con  los  de  Valencia  y 
Aragón,  con  quien  traían  tratos,  acordó  de  poner 
en  el  reino  de  Murcia  una  persona  de  grande  au- 
toridad, que  fué  el  Príncipe  Vespasiano  Gonzaga 
Colona,  que  se  hallaba  en  la  Corte,  y  partió  lue- 
go. Era  este  Príncipe  Duque  de  Trayecto  y  Ca- 
pitán General  de  la  infantería  italiana  por  S.  M. 
Los  tratos  de  paz  con  los  moros  se  continuaban, 
aunque   tibiamente,   porque    pedían   condiciones 
impertinentes  (propia  condición  de  rebeldes).  Te- 
niendo ya  D.  Juan  de  Austria  sitiada  á  Galera,  en- 
vió á  D.  Antonio  de  Luna,  señor  de  Fontidueña, 
con  buen  número  de  gente  á  asegurar  la  tierra 
de  Vélez  de  Málaga  de  los  moros  de    Frijilia- 
na,  y  el  Duque  de  Sesa  se  pasó  á  Adra.  D.  Juan 
iba   continuando  el  cerco  de  Galera,  aunque  se 
hallaban  grandes  dificultades,  porque  la  plaza  sa- 
lía más  fuerte  de  lo  que  se  había  pensado  y  los 
moros  la  defendían  bien.  Diéronse  muchos  asal- 
tos,  donde   murieron  hombres  valerosos  de  am- 
bas partes,  señalándose  muchos  caballeros  y  ca- 
pitanes y  diversos  soldados  por  la  presencia  de 
D.  Juan,  con  quien  todos  deseaban  ganar  honra 
sin  temor  del  peligro.  Al  fin  se  tomó  la  plaza  por 
fuerza,  con  muerte  de  quince  capitanes  y  muchos 
alféreces  y  hombres  de  cuenta  y  gran  número  de 
soldados,  habiéndola  defendido  los  moros  hasta 
que  se  la  ganaron  calle  por  calle  y  casa  por  casa. 


—  7»  - 

Pasó  el  campo  sobre  Jijóla  y  la  tomó;  también 
se  tomó  Serón,  á  quien  D.  Juan  envió  á  reconocer 
desde  Haza,  y  él  mismo  fué  en  persona  con  dos 
mil  arcabuceros,  acompañado  del  Comendador  ooa- 
yor  y  de  Luis  Quijada  y  otros  cabaUerot,  y  de  tres 
compañías  de  calxülos;  y  caminando  toda  la  no- 
che, emboscó  antes  del  amanecer  la  infantería,  y  se 
opuso  animosamente  á  grandes  peligros,  porque 
los  moros  crecían  en  número.  Luis  Quijada,  reco- 
giendo la  gente,  fué  hendo  de  un  balazo  en  el 
hombro  por  el  hueso,  mortalmente,  y  lo  llevaron 
á  Caniles  por  mandado  de  D.  Juan,  el  cual  se  re- 
tiró con  tanto  peligro  suyo  que  le  dio  una  pelota 
en  una  celada  fuerte,  y  se  volvió  ¿  Caniles,  con 
muerte  de  seiscientos  cristianos,  dejando  muertos 
en  el  campo  cuatrocientos  moros.  Supo  el  Rey  el 
mal  suceso,  y  mandó  al  Duque  de  Sesa  que  refor- 
zase á  D.  Juan  en  el  mayor  número  que  pudiese. 
Sintió  D.  Juan  la  muerte  de  Luis  Quijada  nota- 
blemente, porque  lo  estimaba  como  á  padre  y  le 
honraba  todo  el  ejército  por  su  gran  cristiandad, 
valor  y  experiencia. 

En  el  combate  de  Serón  se  alojó  D.  Juan  en  las 
casas  junto  al  río,  y  D.  Pedro  de  Padilla  en  la 
montaña  de  la  parte  de  Purchena,  evitándoles  el 
socorro;  y  mil  arcabuceros  del  tercio  de  D.  Lope 
de  Figueroa  estaban  á  la  parte  de  Serón,  donde  se 
habían  de  plantar  las  baterías.  Desde  allí  los  co- 
menzó á  batir  por  dos  partes,  y  viéndose  apretados 
huyeron  por  los  portillos  de  las  baterías,  siguien- 
do cada  cual  su  fortuna.  D.  Juan  envió  á  tomar 
los  pasos,  y  sintiendo  las  escuchas  el  ruido  de  la 


-73  - 

huida,  tocaron  al  arma  y  entraron  sin  resistencia. 
Cautivaron  mujeres  y  niños,  y  el  despojo  fué  gran- 
de, porque  allí  habían  puesto  los  rebeldes  todos  sus 
bienes.  Murieron  y  cautivaron  más  de  cuatrocien- 
tos moros;  los  que  huyeron  á  Purchena  llenos  de 
miedo,  le  causaron  á  los  otros,  de  manera  que  pu- 
sieron tierra  en  medio,  y  algunos  se  dieron  á  mer- 
ced del  Rey,  poniéndose  en  manos  de  D.  García 
Manrique,  á  quien  había  enviado  D.  Juan  á  es- 
piar lo  que  había  en  la  villa.  Metió  en  la  fortale- 
za las  mujeres,  niños  y  ropa,  diciendo  pertenecer- 
le  esto  á  él;  pero  D.  Juan  envió  á  D.  Jerónimo 
Manrique  con  cuatro  compañías  de  infantería  á 
ocupar  la  fortaleza  y  la  presa  para  repartirla  á  los 
soldados,  como  lo  hizo  (por  ser  tan  gran  Prínci- 
pe),   en  llegando  á   Purchena,    dejando   á   Jijóla 
arruinada.  Hecho  esto  mandó  D.  Juan  á  los  solda- 
dos que  ninguno  saliese  á  correr  la  tierra,  porque 
se  trataba  de  reducillos;  los  que  estaban  en  la  for- 
taleza de  Cantoría  la  desampararon,  y  para  reducir 
por  hambre  á  los  alzados  puso  presidios  en  Taha- 
lí y  en  el  Jergal  sin  resistencia.  Tomóles  mucho 
ganado,    trigo   y   escaña,  con  que  hubo  vitualla 
para  la  gente,  y  lo  superfino  se  quemó.  Mandó  á 
D.  Alonso  de  Granada  Venegas,  biznieto  del  Al- 
mirante de  Almería,  hermano  del  Rey  de  Grana- 
da, que  se  bautizó,  habiéndosele  aparecido  el  Após- 
tol San  Pedro,  estando  defendiendo  á  Baza  del 
Rey  Católico,  que  la  tenía  cercada,  sin  esperanza 
de  ganalla  y  con  mucho  riesgo,  tratase  de  la  re- 
ducción. Escribiólo  á  Abdalla  y  pidió  seguro  del 
Rey  para  enviar  persona  que  lo  tratase,  y  que  se 


—  74  — 
viese  con  él  D.  Alonso  en  Goadiz  ó  en  Orgiba. 
Luego  caminó  D.  Juan  contra  el  río  de  Almería, 
reforxado  de  bastimentos  de  Ubeda,  Baeza  y  Ca- 
zoría;  publicó  por  bandos  la  reducción  con  veinte 
días  de  término  y  concesión  de  la  vida  á  los  que 
matasen  á  los  turcos  y  berberiscos  y  capitanes  de 
la  rebelión,  y  trajesen  arcabuz  ó  ballesta  suya;  los 
caudillos  que  viniesen  cou  ellos,  y  á  los  que  no 
obedeciesen,  cautivasen  y  matasen;  mandó  que  el 
Duque  de  Sesa  admitiese  4  los  que  venían  4  ren- 
dirse (que  al  enemigo  que  se  rinde  y  huye,  la  puen- 
te de  plata). 

Partió  luego  S.  A.  4  Jerque,  y  envió  4  Tello  de 
Aguilar  con  cieu  lanxas,  y  4  jord4n  de  Valdés  con 
dos  mil  infantes,  contra  algunos  turcos  y  moros, 
que  hacían  daño  desde  Filabres,  con  orden  de  dar 
sobre  ellos  antes  de  amanecer  y  degollarlos  para 
ateroorízar  4  los  que  no  se  reducían.  Llegaron  4 
buen  tiempo,  y  sentidos  de  las  escuchas,  dieron  re- 
bato y  huyeron  4  la  sierra  con  sus  mujeres.  Alcan- 
sados  de  la  caballería,  pelearon  gran  rato,  y  car- 
gando la  arcabucería  los  desbarataron,  con  muer- 
te de  ciento  y  cautiverio  de  cuatrocientas  muje- 
res; saquearon  el  lugar,  y  con  su  despojo  y  mil 
cabezas  de  ganado  volvieron  4  Jerque.  Abdalla  es- 
críbió  4  S.  A.  se  juntasen  con  él  seis  comísanos 
en  el  Fondón,  una  legua  de  los  Padules,  4  tratar 
de  la  reducción,  d4ndose  rehenes.  D.  Pedro  de  Pa- 
dilla y  D.  Diego  de  Argote  corrían  la  tierra  y  te- 
nían grandes  encuentros  con  los  moros,  matando 
y  cautivando  4  muchos  con  sus  mujeres,  bagajes 
y  ganados,  que  su  rebeldía,  monstruo  fiero,  tenía 


—  75  — 
muchas  cabezas,  y  no  daba  lugar  á  los  nuestros  á 
descansar.  S.  M.  determinó  su  partida  de  Córdo- 
ba; despidió  los  Procuradores  de  Cortes;  despachó 
las  cosas  importantes  á  la  guerra,  y  se  determinó 
visitar  la  ciudad  de  Sevilla;  y  porque  para  su  reci- 
bimiento no  estuviesen  sin  cabeza,  envió  por  Asis- 
tente á  D.  Fernando  Carrillo  de  Mendoza,  conde 
de  Priego,  que  había  llegado  de  Portugal  de  una 
embajada. 

En  este  tiempo,  por  mandado  de  S.  A.,  se  jun- 
taron los  comisarios  de  ambas  partes  en  el  Fon- 
dón de  Andarax  para  tratar  de  la  reducción  y 
rendimiento  de  los  moros  rebeldes,  los  cuales  en- 
viaron doce  rehenes,  y  concluyeron  el  trato  de  la 
paz  en  esta  forma:  que  Hernando  Abaqui,  que  era 
un  morisco  de  los  principales  de  la  rebelión,  se 
echase  á  los  pies  de  S.  A.  en  nombre  de  los  mo- 
ros, y  pidiese  misericordia  de  sus  culpas  y  rindie- 
se las  armas  y  banderas,  y  que  S.  A.  le  admitiría 
y  haría  que  no  fuesen  molestados  ni  robados,  y  los 
enviaría  reducidos  con  sus  familias,  donde  habían 
de  vivir  fuera  de  las  Alpuj arras,  con  otras  parti- 
cularidades para  Abdalla,  para  sus  amigos  y  para 
sí  mismo,  que  se  les  concedieron  liberalmente. 

Para  hacer  esta  sumisión,  el  Abaqui  vino  con 
trescientos  escopeteros,  y  recibido  por  cuatro 
compañías  que  lo  aguardaban,  entregó  la  bandera 
del  tirano  Abdalla  á  Juan  de  Soto,  y  pasó  por 
medio  de  los  escuadrones  de  á  pie  y  de  á  caballo, 
sonando  los  atambores  y  trompetas  con  gran  sal- 
va. Entró  en  la  tienda  de  S.  A.  y  se  postró  á  sus 
pies,  diciendo:  <Misericordia,  señor,  y  en  nombre 


de  S.  M.  se  nos  conceda  perdón  de  nuestras  gran- 
des culpas;»  y  dándole  una  damasquina  que  se  des- 
ciñó, dijo:  «Estas  armas  y  banderas  ñndo  á  S.  M. 
en  nombre  de  Abdalla  y  de  todos  los  aleados,  cu- 
yos poderes  tengo.»  S.  A.,  con  gravedad  y  majes- 
tad imitada  y  heredada  del  invictísimo  Empe- 
rador su  padre,  le  mandó  levantar  y  guardar  la 
bandera  y  cimitarra  para  servir  con  ella  al  Rey, 
so  hermano,  y  le  hizo  merced  y  favor:  que  es  pro- 
pio del  león  perdonar  á  los  animales  rendidos. 
Volvió  el  Abaqui  á  la  Alpujarra  con  los  recados 
necesarios,  firmados  de  S.  A.,  á  dar  cuenta  á  Ab- 
dalla de  lo  que  se  había  hecho.  Diéronse  órdenes 
y  patentes  á  los  comisarios  para  que  acudiesen  á 
ios  partidos  á  juntar  los  moros  y  ordenar  la  sali- 
da, y  para  esto  se  vio  D.  Alonso  de  Granada  Ve- 
negas  con  Abdalla  en  Cádiz,  donde  el  moro  dio  sus 
disculpas  de  los  sucesos  pasados,  y  resolvió  haría 
lo  que  S.  A.  mandase  de  su  persona  y  armas  y  de 
lo  demás  que  le  tocaba,  y  mandó  desarbolar  las 
banderas,  porque  ya  no  habían  de  servir. 

Entre  tanto,  los  moros  de  la  tierra  de  Ronda, 
áspera  y  difícil,  y  de  pasos  estrechos  y  atajados, 
con  piedras  y  árboles,  querían  alzarse,  y  lo  pu- 
sieron por  obra,  enviando  el  Rey  á  D.  Antonio 
de  Luna  á  deshabitar  la  tierra,  con  que  tuvieron 
grandes  refriegas;  y  animados  por  los  huidos  de  las 
Alpujarras,  que  no  querían  reducirse,  hacían  gue- 
rra libremente;  recogieron  la  ropa  y  bastimentos; 
fortificáronse  en  Sierra  Bermeja  y  de  Istán;  to- 
maron la  mar  á  las  espaldas  para  recibir  socorros 
de  Berbería  y  bajaban  hasta  las  murallas  de  Ron- 


—  77  — 
da  robando  ganados  y  matando  labradores  como 
enemigos  declarados.  El  Rey  cometió  á  los  Du- 
ques de  Medina- Si donia  y  de  Arcos  el  volverles 
las  mujeres  y  ropas  para  que  se  rindiesen  y  metie- 
sen en  Castilla.  El  de  Arcos  se  vido  con  las  prin- 
cipales cabezas  de  los  alzados,  y  les  persuadió  el 
reducirse  para  entrar  en  Castilla  á  vivir;  y  final- 
mente, firmaron  los  capítulos  y  lo  avisó  al  Rey, 
que  lo  admitió  de  buena  gana  por  el  deseo  que  te- 
nía de  la  quietud  del  reino  de  Granada,  y  porque 
la  paz,  de  cualquiera  manera  que  se  alcance,  es  el 
fin  de  la  guerra. 


CAPITULO  VII 

PéU*  AbisiU  á  lo  oipUuiMio;  tigm  U  gmmi,y  h  qm 
tttctdió  ¡uukt  únt  M  lé  éi4  Jím, 

Abdalla,  mudable,  sin  fe  di  palabra,  envidioso 
del  faTor  que  S.  A.  hada  4  Hernando  de  Abaqoi, 
y  sospechoso  de  qne  no  trataba  verdad»  y  temero- 
so de  que  le  habían  de  matar,  favorecía  á  los  tar- 
cos y  berberiscos,  que  habían  venido  en  ayuda  de 
los  rebeldes,  aunque  no  impedia  ¿  los  naturales  el 
ir  á  reducirse,  porque  pretendía  quitar  la  negocia- 
ción á  Abaqui  y  llevar  las  gracias  y  el  premio  ase- 
gurando su  partido.  £1  Abaqui  lo  dijo  á  S.  A.  y  le 
pidió  su  ayuda,  y  le  dio  dineros  S.  A.  con  que 
pudiese  haber  á  sueldo  cuatrocientos  soldados 
para  su  defensa.  Llegó  á  Oxen,  y  diciéndole  los 
moriscos  de  este  lugar  aguardaban  orden  de  Ab- 
dalla  para  irse  á  reducir,  respondió  con  impru- 
dencia y  soberbia:  cReduciros,  que  si  él  no  quisie- 
se, lo  llevaré  atado  á  la  cola  de  mi  caballo.»  Sú- 
polo al  punto  Abdalla,  y  envió  ciento  cincuenta  tur- 
cos á  prendelle  en  Verchul,  donde  le  ahogaron  se- 
cretamente, diciendo  que  lo  mataban  por  traidor. 

Escribió  Abdalla  quejas  del  Abaqui  á  D.  Her- 
nando de  Barradas,  á  quien  pidió  le  favoreciese 
con  S.  A.;  y  porque  no  entrase  contra  él  en  el 
Alpujarra  hasta  que  estuviese  con  mejor  defensa, 


—  79  — 
tuvo  secreta  la  muerte  del  Abaqui.  Escribió  tam- 
bién mañosamente  á  D.  Alonso  de  Granada  Ve- 
negas  se  viesen  para  concluir  las  paces,  con  áni- 
mo de  suspender  la  guerra,  y  por  otra  parte  pidió 
socorro  á  Argel  para  proseguilla.  Asimismo  envió 
un  Embajador  á  levantar  los  reducidos  y  los  de 
paz,  y  cayó  en  manos  de  la  gente  de  Adra,  que  lo 
mató,  y  á  ciento  ochenta  arcabuceros  que  llevaba 
á  la  serranía  de  Ronda;  vendiéronse  doce  de  los 
cautivos,  y  de  su  precio  edificaron  los  cristianos 
una  ermita  de  la  Vera  Cruz  en  memoria  de  esta 
victoria. 

Los  moros  de  la  sierra  dieron  sobre  Alozaina, 
lugar  abierto  de  ochenta  vecinos  cristianos;  las 
mujeres  se  recogieron  al  castillo,  mal  parado  por 
ser  antiguo;  diéronle  tres  asaltos  los  moros,  y  per- 
dieron diecisiete  y  fueron  heridos  setenta.  Animá- 
ronse las  mujeres  con  sólo  ocho  hombres  que  ha- 
bía en  el  lugar;  pusiéronse  con  los  sombreros  y 
capotes  de  sus  maridos  en  el  muro  y  en  el  cam- 
panario, y  se  mostraron  á  los  moros  y  pelearon 
como  leones.  Una  de  ellas,  llamada  María  de  Sa- 
gredo,  doncella,  viendo  muerto  á  su  padre,  con  su 
vestido  y  armas  defendió  un  portillo  y  mató  á  un 
moro  é  hirió  á  muchos,  y  se  aventajó  tanto,  que  el 
Rey  la  hizo  merced,  para  ejemplo  de  otras,  de  la 
hacienda,  de  un  moro  rico  de  Jólox  para  su  casa- 
miento. Los  moros,  vista  la  resistencia  tan  inopi- 
nada y  que  acudía  gente  al  rebato,  quemaron 
treinta  casas  y  se  retiraron  con  tres  mil  cabezas 
de  ganado,  que  partieron  en  Jolox,  y  cuatro  cau- 
tivas cristianas. 


—  8o  — 

El  Daqae  de  Arcos,  con  cuatro  mil  infantes  y 
ciento  cincuenta  de  á  caballo,  se  puso  á  dos  le- 
guas de  la  sierra  de  Istin,  donde  los  moros  esta- 
ban fortificados  en  lugar  asperísimo  y  de  subida 
dificultosa,  y  quemaron  la  sierra  para  que  las  pie- 
dras corrieran  sin  estorbo  desde  arriba.  Recono- 
ció el  Duque  el  puesto  en  la  montaña  de  Albolete, 
con  mil  infantes  y  algunos  caballos,  y  asimismo 
reconoció  el  lugar  fuerte  y  alojamiento  de  los 
moros  y  lugar  del  agua;  puso  guarda  en  aquella 
montafta,  aunque  odiocientos  arcabuceros  y  ba- 
llesteros lo  impedían  ^con  escaramuza  que  duró 
tres  horas;  y  viendo  que  dos  banderas  les  toma- 
ban la  cumbre,  se  cecogieron  al  fuerte  con  su  daño 
y  con  poco  de  los  del  Duque.  Reforzóse  la  guardia 
de  aquel  sitio  con  otras  dos  banderas,  y  llegó  Zua- 
zo  con  dos  mil  infantes  y  cien  caballos,  y  por  el 
Norte  dieron  combate  á  los  moros.  Aqui  murió  el 
buen  D.  Alonso  de  Aguilar,  hermano  del  Gran 
Capitán,  D.  Gonzalo  Fernández  de  Córdoba,  y  á 
los  moros  se  les  dio  tanta  batería,  que,  repartidos 
por  las  montañas,  no  se  afirmaban  en  puesto,  an- 
tes temerosos  de  la  muerte  que  les  aguardaba,  se 
pasaban  á  Berbería  por  travesia  corta.  £1  Duque 
no  podía  seguirlos  con  ejército  formado;  guarne- 
ció los  lugares  de  donde  con  facilidad  podían  ser 
combatidos  y  echados  de  la  tierra  con  cuadri- 
llas; despidió  la  gente  de  las  ciudades  y  señores,  y 
retuvo  la  de  su  Estado,  diestra  y  ejercitada,  aun* 
que  servía  á  su  costa. 

Viendo  en  esta  sazón  S.  A.  la  rebeldía  de  Ab- 
dalla,  el  cual  tenía  siete  mil  infantes  y  armas  y 


—  8i  — 

cumplimiento  á  doce  mil,  ordenó  entrase  el  Co- 
mendador mayor  en  la  Alpujarra  con  el  ejército. 
Llegó  á  Orgiba  con  cinco  mil  hombres  bien  arma- 
dos, y  allí  recibió  los  estandartes  de  caballos  de 
Córdoba,  que  estaban  en  las  Albuñuelas,  y  sete- 
cientos treinta  soldados  de  las  Cuajaras,  Almuñé- 
car  y  Salobreña,  á  cargo  del  capitán  Antonio  de 
Barrio.  S.  A.  partió  de  Guadix  y  vino  á  la  Calaho- 
rra, donde  estaba  junta  la  gente  que  había  de  en- 
trar por  aquella  parte;  y  D.  Pedro  de  Padilla  y 
Juan  de  Soto,  maestre  de  campo,  con  tres  mil  dos- 
cientos infantes  y  mil  quinientos  bagajes  mayores 
cargados  de  bastimentos,  y  otros  valerosos  capi- 
tanes, con  la  caballería,  en  Andarax,  yD.  Lope  de 
Figueroa  con  ochocientos  infantes  y  cuarenta  ca- 
ballos. La  gente  corría  la  tierra,  talaba  los  cam- 
pos y  hacía  otros  daños,  matando  y  prendiendo 
muchos  moros  y  ganados,  cuya  presa  se  repartió. 
Retirábanse  los  moros  al  valle  del  Infierno  y  escri- 
bió S.  A.  al  Presidente  ordenase  á  D.  Francisco 
de  Mendoza  los  cargase  con  el  presidio  de  Quejar 
y  el  mayor  número  de  gente  que  pudiese.  Hízose 
así,  y  el  ejército  trajo  mil  cien  esclavos,  mató 
quinientos  moros,  tomó  ganados  y  bagajes  en 
gran  número,  y  corriendo  ocho  tercios  la  Alpu- 
jarra, sacaron  trigo  de  las  cuevas  en  gran  suma 
y  mataron  ochocientos  y  cautivaron  doscientos 
moros.  En  Mezina  prendieron  muchas  personas 
en  una  cueva  y  la  mujer  y  dos  hijos  de  Abdalla, 
y  él,  por  un  agujero,  se  escapó,  y  al  fin  fué  muer- 
to y  llevado  á  Granada  al  Presidente.  También 
fué  muerto  Farax,  que  había  pretendido  ser  Rey: 

6 


—  8t  — 

qae  ¿tte  fué  siempre  el  fin  de  traidores  j  rebeldes. 

£1  Rey  dispuso  la  salida  de  los  moros  que  ha- 
bían quedado,  y  la  primera  fué  del  reino  de  Gra- 
nada. Salieron  las  familias  enteras,  seguras  con 
sus  bienes,  y  asegurados  con  sus  comisarios,  con 
listas  de  los  que  llevaban  para  los  distritos  de  los 
repartimientos.  Machos  hoyeroo  á  Berbería,  otros 
quedaron  en  la  sierra,  y  otros,  seguidos  de  las 
cuadrillas,  fueron  presos  y  acabaron  la  vida  mise- 
rablemente. 

S.  A.  despidió  los  capitanes  y  gente  y  se  par- 
tió á  Madrid  para  disponer  su  viaje  á  Italia,  don- 
de le  aguardaba  otra  gloriosa  empresa  contra  mo- 
ros; con  lo  cual  se  dio  fin  á  la  guerra  de  Granada, 
en  que  se  vieron  vencidos  enemigos  belicosos, 
confiados  en  la  asperesa  de  la  sierra  y  en  el  favor 
de  los  turcos  y  berberiscos;  fueron  los  quitados 
rebeldes  sacados  de  su  tierra,  despojados  de  sos 
casas  y  haciendas;  presos  y  atados  hombres,  mu- 
jeres y  niños,  vendidos  unos  en  almoneda  y  otros 
llevados  á  habitar  tierras  ajenas:  que  es  justo  cas- 
tigo de  Dios,  que  quien  tal  hizo  que  tal  pague. 


CAPITULO  VIII 

Entra  D,  Juan  en  Madrid  victorioso  de  la  guerra  de 
Granada. 

Acabada  la  guerra  de  Granada,  hubo  mucho  go- 
zo en  esta  nación,  porque  esta  guerra,  al  princi- 
pio fué  tenida  en  poco,  por  ser  dentro  de  casa  y  pa- 
recer cosa  ligera  sujetar  á  los  alzados;  pero  al  fin 
descubrió  mucha  malicia  esta  enfermedad,  juntán- 
dose innumerables  rebeldes  desasosegados,  opri- 
midos y  representados  en  forma  de  ejército;  nece- 
sitando á  España  á  mover  sus  fuerzas  para  atajar  el 
fuego,  salir  el  Rey  de  su  Corte  y  acercarse;  en- 
comendar la  empresa  á  su  hermano;  pelearse  cada 
día  en  diversas  partes  con  frío,  calor,  hambre,  fal- 
ta de  mantenimientos  y  otras  incomodidades,  re- 
presentándose los  enemigos  belicosos,  enteros  y 
confiados;  á  todo  lo  cual  puso  glorioso  fin  la  indus- 
tria, prudencia  y  valor  incomparable  de  S.  A.,  que 
como  triunfador  vino  á  la  Corte  de  S.  M.,  y  entró 
en  ella  á  13  de  Diciembre  de  este  año  de  1570. 

Recibióle  esta  Corte  con  gran  triunfo:  alegróse 
el  Prado  de  San  Jerónimo,  cuya  salida  es  al  Orien- 
te, en  que  se  había  hecho  una  calle  poco  antes  de 
más  de  dos  mil  pies  de  largo  y  ciento  de  ancho, 
plantada  de  diversos  árboles  agradables  á  la  vista, 
á  cuyo  lado  izquierdo  se  miraba  otra  calle  muy 


-84- 

fresca  de  la  misma  longitud  y  tamaño,  vistosa  por 
una  espaciosa  arboleda  de  una  parte  y  de  machos 
frutales  en  las  huertas  que  por  la  otra  la  cercan. 
Los  árboles  se  veían  plantados  por  sus  hileras  muy 
en  orden,  haciendo  sus  calles  con  notable  propor- 
ción, mezcladas  diferencias  de  árboles,  que  se  mez- 
claban y  representaban  umbrosos  y  agradables. 
En  esta  calle  á  sus  lados  había  cuatro  fuentes  de 
suntuosa  fábrica  y  vistoso  compartimento,  todas 
de  excelente  piedra  berroqueña,  con  una  bada  en 
cada  una,  que  hacía  una  taza  redonda  de  diez  pies 
de  diámetro  y  media  vara  de  borde,  y  cada  cuat  se 
miraba  baciada  por  de  dentro  y  aovada  por  de  fue- 
ra, asentada  sobre  un  balaustre  de  cinco  pies  de 
alto  y  grande  corpulencia  en  su  contorno,  con 
unos  adoquines  de  piedra,  labrados  graciosamen- 
te, de  diez  y  siete  pies  de  diámetro. 

Antes  de  entrar  en  el  Prado  se  miraba  un  pilar, 
llamado  en  castellano  abrevadero,  todo  de  cante- 
ría de  piedra  berroqueña;  tenía  de  largo  setenta 
pies  y  doce  de  hueco,  con  dos  gruesos  caños  de 
agua  en  los  dos  testeros:  el  uno  salía  por  la  boca 
de  un  delfín  de  bronce,  que  se  levantaba  del  agua 
más  de  dos  pies,  con  una  letra  de  relieve  que  de- 
cía «Bueno»,  y  el  otro  caño  por  la  boca  de  una 
culebra,  á  quien  rodeaban  otras  dos  culebras  tra- 
badas; y  en  la  esfera  que  hacían  había  un  espejo 
de  bronce,  y  en  medio  de  él  esta  letra:  «Vida  y 
gloha,>  correspondiente  á  la  letra  del  delfín  del 
otro  caño,  que,  usando  del  delfín  por  letra  venía 
á  decir  todo:  «Del  fin  bueno,  vida  y  gloria.» 

Las  cinco  fuentes  del  Prado  hacían  tan  agrada- 


—  85  - 

ble  murmullo,  que  convidaban  á  las  aves  á  gozar 
de  su  frescura  y  entretenerse  con  su  música  y  dul- 
ce resonar.  A  la  mano  derecha  de  la  entrada  se 
ponía  la  vista  en  la  primera,  vistosa  por  cinco  ca- 
ños que  de  ella  salían  y  subían  cuatro  pies  en  alto, 
y  al  caer  hacían  cuatro  arcos  que  resonaban  en  el 
borde  de  la  bacía,  donde  caían  vertiendo  gotas 
imitadoras  del  aljófar,  saliendo  otro  caño  de  en- 
medio,  que,  envidioso  de  los  otros,  subía  más  alto 
para  dar  mayor  caída.  A  esta  fuente  correspondía 
otra  á  la  mano  izquierda,  de  quien  se  levantaban 
muchos  caños  en  número  que  henchían  toda  la  ba- 
cía en  contorno  y  hacían  muy  suave  sonido,  á  emu- 
lación de  los  que  se  han  referido.  Tenía  alrededor 
sus  asientos,  labrados  de  cantería,  en  semicírculo, 
esparciéndose  el  agua  por  tanta  diversidad  de  ca- 
ños, que  parecía  estar  siempre  lloviendo  aljófar. 
A  esta  fuente  correspondía  otra,  de  quien  salían 
cuatro  golpes  de  agua  gruesos  que  subían  más  de 
cuatro  pies  en  alto,  y  al  caer  cada  cual  de  ellos 
hacía  un  gracioso  arco,  quedando  en  el  borde  de 
la  bacía:  causaba  gran  ruido  y  singular  armonía. 
La  cuarta  fuente,  que  se  ofrecía  á  la  vista  al  fin 
de  la  calle  y  arboleda,  hacía  una  muy  vistosa  pers- 
pectiva, y  del  medio  de  ella  brotaba  con  grande 
ímpetu  una  espadaña  de  agua  de  dos  palmos  en 
ancho,  de  cuyo  medio  salían  dos  caños  á  los  la- 
dos y  subían  cerca  de  una  vara,  haciendo  una  apa- 
riencia y  vista  tan  graciosa  y  de  tan  grande  ar- 
tificio, que  causaba  suspensión  al  que  la  miraba. 
Había  otra  fuente  ochavada,  de  cantería  labrada, 
de  cinco  pies  de  alto  y  doce  de  diámetro,  fundada 


•obre  dos  gradas  de  piedra  con  sus  molduras  rele- 
vadas por  la  parte  de  afuera,  y  de  eo  medio  de 
todo  esto  se  ievantaiNi  una  columna  dórica  con 
su  basa  y  chapitel,  y  encima  tenía  una  bacía  con 
QQ  cokMTtor  que  hacia  un  globo  ó  bola  redonda  con 
un  booei,  y  por  medio  de  la  junta  tenía  cuatro  se- 
raánes,  y  en  la  boca  de  cada  uno  de  ellos  un  caño 
de  bronce  con  tigura  de  un  baluarte,  por  donde  sa- 
üa  el  agua.  Todo  te  regocijó  con  la  entrada  át 
S.  A«,  mostrando  la  alegría  que  poco  antes  hafaáa 
recibido  con  la  entrada  de  la  serenisima  señora 
UoüJi  Ana  de  Austria,  para  cujro  recibimiento  se 
habian  hecho  las  dichas  fuentes  y  reales  aparatos, 
con  otros  arcos  que  seria  cosa  laiga  haberlos  de 
referir.  Saludaron  á  S.  A.  los  grandes  y  títulos  que 
se  hallaron  en  la  Corte,  dándole  el  parabién  de  sus 
victorias  y  dichosa  llegada,  que  faeron: 

D.  Iñigo  Fernández  de  Velasco,  Condestable  de 
Castilla. 

D.  Luis  Henriqnes  de  Cabrera,  Almirante  de 
Castilla. 

Su  hijo  D.  'Luis  Henriques  de  Cabrera,  Duque 
de  Medina  de  Rioseco. 

D.  Iñigo  López  de  Mendoza,  Duque  del  Infan- 
tado. 

D.  Francisco  López  Pacheco  de  Cabrera,  Mar- 
qués de  Viliena,  Duque  de  Escalona. 

D.  Juan  de  la  Cerda,  Duque  de  Medinaceli. 

D.  Gómez  de  Figueroa,  Duque  de  Feria,  del 
Consejo  de  Estado  de  S.  M.  y  Capitán  de  la  Guar- 
da Española  de  pie  y  de  á  caballo,  y  su  hijo  D.  Lo- 
renzo Suárez  de  Figueroa,  Marqués  de  Villalba. 


-  87  - 

D.  Pedro  Girón,  Duque  de  Osuna. 

D.  Manrique  de  Lara,  Duque  de  Nájera. 

El  Príncipe  Ruy  Gómez  de  Silva,  Duque  de 
Pastrana,  Camarero  mayor  de  S.  M.  y  del  Con- 
sejo de  Estado. 

D.  Antonio  de  Toledo,  Prior  de  León,  Caballe- 
rizo mayor  de  S.  M.  y  del  Consejo  de  Estado. 

D.  Fernando  de  Toledo,  Prior  de  Castilla,  del 
Orden  de  San  Juan. 

D.  Luis  Manrique,  Marqués  de  Aguilar,  Caza- 
dor mayor  de  S.  M. 

D.  Francisco  de  Sandoval,  Marqués  de  Denla. 

D.  Fernando  Ruiz  de  Castro,  Marqués  de  Sa- 
rria, Mayordomo  mayor  de  la  Serma.  Princesa  de 
Portugal,  Doña  Juana  de  Austria. 

D.  Pedro  de  Zúñiga  y  Avellaneda,  Conde  de 
Miranda. 

D.  Iñigo  López  de  Mendoza,  Marqués  de  Mon- 
déjar. 

D.  Diego  López  de  Guzmán,  Conde  de  Alba  de 
Liste. 

D.  Pedro  Fernández  de  Cabrera,  Conde  de 
Chinchón,  Mayordomo  de  S.  M.  y  Tesorero  ge- 
neral de  la  Corona  de  Aragón  y  del  Consejo  de 
Italia. 

D.  Enrique  de  Guzmán,  Conde  de  Olivares. 

D.  Lorenzo  de  Mendoza,  Conde  de  Coruña. 

D.  Pedro  de  Castro,  Conde  de  Andrada. 

D.  Francisco  de  los  Cobos,  Conde  de  Riela. 

D.  Antonio  de  Zúñiga,  Marqués  de  Ayamonte. 

D.  Jerónimo  de  Benavides,  Marqués  de  Fro- 
mista. 


—  8S  — 

D.  Rodrigo  Ponce  de  León,  Marqués  de  Zahara. 

D.  Joan  de  Saavedra,  Conde  de  Castellar. 

D.  Francisco  de  Rojas,  Marqués  de  Posa. 

O.  Luis  Sarmiento,  Conde  de  Salinas. 

D.  Francisco  de  Rojas,  Conde  de  Lerma. 

D.  Francisco  de  Zúñiga,  Conde  de  BenaJcátar. 

D.  Femando  de  Silva,  Conde  de  Cifaentet,  Al- 
férez mayor  de  Castilla. 

D.  Pedro  López  de  Ayala,  Conde  de  FueoMi- 
Uda. 

D.  Juan  de  Mendoza,  Conde  de  Orgaz. 

D.  Gabriel  de  la  Cueva,  Conde  de  Siroela,  y 
otros  aeftores  extranjeros. 

Alegróse  Granada  viéndoee  Ubre  de  las  ase- 
chanzas de  los  eoemigos  caseros,  y  me  imagino 
yo  celebrada  las  victorias  de  S.  A.,  saliendo  ves- 
tida de  Pascua,  con  vestiduras  de  tela  carmesí, 
guarnecida  de  pasamanos  de  oro;  el  pecho,  de  raso 
azul,  con  un  escudo  de  sus  armas  bordado  de  tela 
de  oro;  alpargates  blancos  y  medias  azules,  por  las 
claras  y  cerúleas  aguas  que  la  bañan,  y  la  abun- 
dancia de  oro  por  la  grandeza  de  su  riqueza. 

La  Serranía  y  Alpujarras,  gozosas  de  verse  sin 
enemigos,  roe  imagino  una  gallarda  serrana  con 
dos  faldones  verdes,  uno  á  media  pierna  de  tercio^ 
pelo  con  bajos  de  oro,  y  otros  dos  palmos  encima 
labrados  de  montería,  con  gruesos  ramos  y  fran- 
jones  de  oro,  guarnecidos  de  espesos  pasamanos 
de  oro  á  farpón;  el  pecho  y  fimabas  de  la  cinta  y 
hombros,  formados  de  un  tosco  y  bello  peñasco, 
guarnecido  de  collares  de  varias  frutas  de  relieve, 
por  la  aspereza  de  su  sitio  y  por  la  fertilidad  de 


-89  - 

su  espaciosa  vega;  su  tocado,  una  rubia  y  suelta 
greña  al  modo  rústico,  adornada  de  un  fresco  fes- 
tón de  hermosas  y  varias  frutas  y  verdes  ramos, 
con  un  cestillo  en  la  mano  de  plata  fina,  colmado 
de  grandes  y  sazonados  frutos,  de  que  son  fértiles 
sus  márgenes  y  espaciosas  vegas,  representando 
todo  el  gozo  con  que  se  hallaba  esta  serrana,  y 
ofreciendo  toda  su  riqueza  y  fertilidad  al  glorio- 
so triunfador. 


CAPITULO  IX 

Há£4U  Ugé  cotUra  d  Ttino,y  nucmbnuU  por  CMpitám 
GimnU  D.  Jutm  dé  Austria, 


el  Santo  Pontífice  Pió  V  de  hacer  ana 
grande  empresa  contra  los  torcos,  y  tratándose  de 
hacer  liga  contra  ellos  el  afto  de  1571,  so  San- 
tidad juntó  en  so  palacio  á  los  cardenales  Gran> 
vela  y  Pacheco  y  k  D.  Joan  de  Zúftiga,  emba- 
jador del  Rey  Católico  en  la  Corte  romana,  y  á 
Miguel  Soríano,  por  parte  de  la  República  de 
Venecia:  exhortólos  4  la  onión  contra  la  morisma, 
representándoles  los  trabajos  de  la  Iglesia,  la  pu- 
janza del  Turco,  engreído  con  las  discordias  de  la 
cristiandad,  y  les  significó  cómo  para  la  común 
defensa  y  ofensa  del  tirano  tenía  intento  de  unir 
sus  fuerxas  con  las  del  Rey  Católico  y  República 
de  Venecia,  aplacando  á  Dios,  airado  por  sus  di- 
visiones. 

Movieron  sus  razones  tiernamente  á  los  dichos, 
que  eran  diputados  para  este  efecto  por  el  Rey  de 
España  y  Señoría  de  Venecia;  propuso  el  Pontífi- 
ce y  pidió  condiciones,  haciendo  la  causa  común, 
y,  finalmente,  convinieron  en  que  las  fuerzas  para 
esta  empresa  fuesen  doscientas  galeras,  cien  na- 
ves, cincuenta  mil  infantes  y  cuatro  mil  quinien- 
tos caballos.  Era  la  costa  seiscientos  mil  escudos 


—  91  — 

al  mes,  y  en  el  repartimiento  no  se  convenían  los 
venecianos:  sólo  querían  pagar  la  cuarta  parte;  el 
Rey  no  salía  á  más  que  la  mitad;  el  Papa  podía 
poco. 

Nombró  su  Santidad  por  su  General  á  Marco 
Antonio  Colona;  el  Rey  de  España  á  su  hermano 
D.  Juan  de  Austria;  y  Venecia  á  Jerónimo  Zane; 
todos  con  autoridad  igual,  prevaleciendo  el  pare- 
cer de  todos. 

Convenía  crear  cabeza  que  fuese  suprema  á  to- 
dos y  que  ejecutase  las  deliberaciones  y  fuese 
obedecida  de  los  Generales.  Venecia  alegaba  com- 
petirle el  nombramiento  por  ser  la  guerra  publi- 
cada contra  su  República,  contradiciendo  el  Rey 
de  España  y  sus  diputados  por  la  reputación  de 
su  Corona  y  por  poner  más  fuerzas,  y  por  la  in- 
juria que  se  haría  á  su  persona  y  á  la  de  su  her- 
mano, hijo  de  un  tan  augusto  Emperador,  escla- 
recido por  su  sangre  y  por  su  grandeza  de  ánimo. 
Al  fin  fué  nombrado  por  Generalísimo  de  mar  y 
tierra  S.  A.;  y  sobre  darle  Lugarteniente  se  dis- 
putó largamente.  Decían  los  agentes  del  Rey  que 
por  la  eminencia  de  S.  A.  le  tocaba  el  nombra- 
miento; contradecían  los  venecianos,  temiendo  se 
hiciese  en  Juan  Andrea  Doria,  sospechoso  y  poco 
amigo;  clamaban  por  él  la  importancia  y  ex- 
celencia de  su  persona  los  antiguos  servicios  su- 
yos y  los  de  su  tío  por  su  incomparable  valor, 
ilustres  y  dignos  de  perpetua  memoria.  Remitido 
el  negocio  al  Pontífice,  nombró  á  Marco  Antonio 
Coloua,  por  la  autoridad  de  General  de  la  Iglesia 
y  por  el  seguro  de  que  miraría  derechamente  al 


—  9a  — 

bien  común.  No  venían  en  ello  los  del  Rey;  alar- 
gábase la  cosa  más  de  lo  que  convenía,  y  su  San- 
tidadf  con  el  ardiente  deseo  que  tenU  de  concluir 
esta  santa  liga,  escribió  á  S.  M.  con  Pompeo  Co- 
lona, diestro  en  las  materias  de  Estado  y  Guerra. 
Respondióle  S.  M.  era  su  deseo  el  de  su  Santidad 
y  no  cesaria  hasta  acabar  la  vida;  y  para  acudir 
con  obras  manifestadoras  de  su  deseo,  demás  del 
gran  número  de  sus  galeras,  juntó  otro  de  navios  y 
gmesoe  bajeles,  pagando  sueldo  á  diez  mil  alema- 
nes, ocho  mil  españoles  y  ocho  mil  italianos,  y  man- 
dó á  sus  Virreyes  y  Ministros  hacer  grandes  apres- 
tos de  vitualla,  munición,  aparato  y  máquinas  de 
guerra  en  Genova,  Ñapóles  y  Sicilia;  y  escribió  á 
su  Santidad  escribiría  luego  á  Italia  á  su  hermano 
D.  Juan,  con  orden  de  hacer  la  guerra  con  gran 
valor  y  solicitud,  según  el  esfuerzo  y  fuerzas  de  la 
Confederación,  y  que  estuviese  todo  á  punto,  por- 
que no  concluyéndose  efectivamente,  emplearía  lo 
prevenido  en  la  recuperación  de  Argel. 

Túvose  la  junta  con  un  papel  en  que  Granvela 
propuso  nuevas  condiciones,  con  poca  reputación 
de  los  venecianos,  y  alteró  su  República.  El  Papa, 
cuidadoso  de  lo  que  tanto  deseaba  para  aquietar 
la  República,  envió  á  Marco  Antonio  Colona,  á 
quien  recibieron  con  grande  honra,  como  á  su  ciu- 
dadano y  Embajador  del  Pontífice,  y  él  supo  de- 
cir tales  razones,  que  luego  envió  la  Señoría  orden 
á  su  Embajador  en  Roma  para  que  se  efectuase  el 
concierto  de  la  Liga.  Concluyóse,  juróse  y  publi- 
cóse con  universal  alegría  y  esperanza  de  gran- 
des efectos  y  victorias  en  esta  manera: 


-93- 

«Las  fuerzas  sean  doscientas  galeras,  cien  na- 
ves, cincuenta  mil  infantes,  cuatro  mil  quinientos 
caballos  con  municiones  y  aparatos. 

>Los  Generales  estén  en  fin  de  Marzo  ó  Abril 
en  los  mares  de  Levante  con  sus  armadas. 

»Embistiendo  el  Turco  á  alguno  de  los  ligados, 
envíe  la  Liga  ayuda  suficiente  ó  vayan  todos,  si  es 
necesario. 

>Los  confederados  asistan  en  Roma  por  sus  Em- 
bajadores al  otoño,  para  deliberar  la  jornada,  que 
se  hará  á  la  primavera  siguiente. 

>Pague  el  Papa  tres  mil  infantes,  doscientos  se- 
tenta caballos  y  doce  galeras. 

>E1  Rey  Católico,  délo  restante  contribuya  tres 
quintos  y  dos  Venecia. 

>La  República  de  Venecia  dé  al  Papa  las  gale- 
ras armadas  y  artilladas,  con  que  él  las  pague  ó  las 
restituya  salvas. 

> Pague  cada  uno  y  ponga  más  fuerzas  en  tierra 
ó  mar,  según  tuviere  aparejo,  y  satisfágase  de  lo 
demás. 

>La  vitualla  se  compre  de  moderado  precio, 
donde  más  abundancia  haya  en  los  Estados  de  los 
confederados,  sin  que  primero  puedan  los  señores 
hacer  sacas,  excepto  el  Rey  Católico,  para  Malta, 
la  Goleta  y  sus  armadas. 

>No  se  puede  imponer  nuevo  tributo  ni  acre- 
centarse sobre  los  bastimentos,  de  modo  que  se  en- 
carezcan á  la  Liga. 

>Si  no  se  hiciere  jornada  y  el  Rey  ó  la  Repúbli- 
ca fueren  asaltados  por  el  Turco,  acuda  el  otro  con 
cincuenta  galeras. 


-  94  — 

»Si  el  Rey  hiciere  jomada  á  Ar^l»  Tunes  y 
Trfpol,  6  la  Repáblica  á  la  Belona  6  fortaleza  del 
mar  Adriático,  uynát  el  otro  con  cincuenta  f^»- 
ras,  preñríéndose  el  Rey  Católico  si  acometieren 
en  unaAo. 

»Si  fnere  asaltado  el  Pontífice,  acodan  los  coli- 
gados con  todas  sos  foerxas. 

»Lo  qoe  ▼otaren  todos  los  dos  Generales  del 
Pontífice,  Rey  6  República,  ejecútelo  el  de  la 
Liga. 

»No  ose  el  General  estandarte  pcopio  ni  osorpe 
otro  nombre  que  Geoeral  de  la  Liga. 

>  Déjese  honradísimo  logar  al  Emperador,  Reyes 
de  Francia  y  Portogal,  y  la  parte  con  qoe  contri - 
boyeren  aomente  Us  foerzas  la  Liga. 

»Procore  el  Papa  se  confederen  el  Rey  de  Po- 
lonia y  otros  Príncipes  cristianos. 

»E1  despojo  divídase  entre  los  coligados  y  las 
provincias  que  se  ganaren,  según  lo  capitulado  con 
el  Emperador  el  afio  de  1537. 

»  Ampárese  Ragosa. 

»De  las  diferencias  entre  los  coligados,  sea  jaez 
el  Pontífice. 

>Ningano  pueda  hacer  paz  con  el  Turco  sin  con- 
sentimiento de  los  demás  coligados.» 

Hecho  esto,  el  Papa  confirmó  al  Rey  Católico  el 
subsidio  y  concedió  de  nuevo  el  excusado  y  cru- 
zada y  dio  su  breve  al  Embajador;  concedió  tam- 
bién á  los  venecianos  cien  mil  ducados  en  cada 
un  año  sobre  el  clero  de  sus  Estados.  El  dicho 
Pontífice,  con  el  valor  y  santo  celo  que  tenía,  en- 
vió Embajada  al  Emperador  y  al  Rey  de  Polonia 


-95- 

con  el  cardenal  Comenduno,  y  al  Rey  de  Francia, 
al  de  Castilla  y  Portugal  y  señores  de  Italia,  con 
su  sobrino  Fr.  Michael  Bonelo,  cardenal  Alejan- 
drino, que  después  fué  Papa  y  se  llamó  Sixto  V. 

D.  Juan  de  Austria,  con  el  primer  aviso  de  la 
conclusión  de  la  Liga,  partió  de  Madrid  por  man- 
dado del  Rey  su  hermano,  para  Italia,  advirtién- 
dole á  boca  muchas  cosas  acerca  del  gran  cargo 
que  llevaba  y  de  la  confianza  que  de  él  se  hacía 
del  gobierno  de  la  armada,  sin  limitarle  el  gozar 
de  la  ocasión  que  se  ofreciese  para  pelear  en  hon- 
ra y  defensa  de  la  cristiandad.  En  Barcelona  halló 
á  D.  Luis  de  Requesens,  su  lugarteniente,  envia- 
do por  el  Rey  muchos  días  antes  á  aparejar  su  em- 
barcación y  la  de  los  Archiduques  de  Austria,  Ro- 
dulfo  y  Ernesto,  que  volvían  del  Emperador  su 
padre,  y  por  haber  enfermado  el  uno  se  detuvo 
D.  Juan  de  Austria  algunos  días. 

Cuando  la  salud  del  Príncipe  Ernesto  y  el  tiem- 
po dio  lugar  para  navegar,  se  hizo  S.  A.  á  la  vela, 
embarcados  los  tercios  de  infantería  de  D.  Lope  de 
Figueroa  y  de  D.  Miguel  de  Moneada.  Navegó  prós- 
peramente y  llegó  á  Genova  á  26  de  Junio  de  este 
dicho  año,  y  de  allí  fueron  los  Archiduques  á  Mi- 
lán y  S.  A.  despachó  á  Veneciaá  D.  Miguel  Monea- 
da á  visitar  la  Señoría  y  decir  sería  brevemente  en 
Mesina  para  resolver  lo  que  conviniese  para  esta 
tan  importante  jornada.  Al  Pontífice  envió  á  Don 
Fernando  Carrillo  de  Mendoza,  conde  de  Priego, 
su  mayordomo  mayor,  á  besarle  el  pie  y  dai'le  gra- 
cias por  la  elección  que  había  hecho  de  su  perso- 
na, y  á  significalle  el  amor  y  gusto  con  que  le  ser- 


-ga- 
via, como  aficionado  y  obediente  hijo,  deseoeo  de 
dar  baena  cuenta  de  lo  que  le  mandare  y  de  lo  qne 
•e  le  había  encargado. 

Holgóte  grandemente  el  Papa  con  la  visita  y 
embajada,  y  en  ta  respuesta  le  dijo  tenia  grandes 
asperanas  de  tn  persona  como  hijo  de  tan  glorío* 
•o  padre  y  de  tan  pmdente  y  poderoso  hermano; 
y  le  encargaba  pelease  sin  temor,  que  le  asegura- 
ba la  victoría  de  parte  de  Dios  y  le  prometía  el 
primer  Estado  que  te  ganase  del  Turco.  Asimismo 
bendijo  ei  bastón  y  estandarte  que  habla  de  llevar 
en  esta  guerra,  y  lo  envió  á  Ñapóles  al  cardenal 
Granvela  para  qne  S.  A.  lo  recibiese  de  la  suya, 
que  hacía  oficio  de  Virrey  en  el  ínterin  por  muer- 
te del  duque  de  Alcalá. 

Luego  envió  S.  A.  al  marqués  de  Santa  Crus  á 
Ñapóles  &  solicitar  los  aprestos,  reparar  y  armar 
los  españoles  nuestros,  en  tanto  que  ¿1  llegaba  á 
disponer  los  viejos  que  habían  servido  con  gran 
trabajo  en  la  guerra  de  Granada.  Tras  esto  mandó 
que  D.  Juan  de  Cardona  con  las  galeras  de  Sici- 
lia, y  Juan  Andrea  con  las  su3ra8,  embarcasen  el 
tercio  de  alemanes  del  conde  de  Lodrón  y  la  in- 
fantería italiaua  del  tercio  de  Segismundo  Con- 
zaga.  Partió  S.  A.  á  i.*  de  Agosto,  y  llevó  consigo 
al  Príncipe  de  Parma,  Alejandro  Farnesio,  y  al 
de  Urbino,  y  llegó  á  Ñapóles  con  bonanza,  y  en  el 
Convento  de  San  Francisco  recibió  el  estandarte 
del  Generalato  por  mano  del  cardenal  Granvela, 
Legado  para  esto  de  su  Santidad,  el  cual  era  de 
color  azul  con  la  imagen  de  Jesucrísto  cnicifícado 
y  las  armas  del  Pontífice  al  pie,  y  las  del  Rey  Ca- 


-  97  - 
tólico  y  de  la  República  de  Venecia  ligadas  con 
una  cadena,  y  abajo  las  de  D.  Juan.  El  car- 
denal le  dijo  lo  siguiente:  <Toma,  dichoso  Prín- 
cipe, la  insignia  del  verdadero  Verbo  humana- 
do; toma  la  viva  señal  de  la  santa  fe,  de  que 
en  esta  empresa  eres  defensor;  El  te  dé  victoria 
gloriosa  del  enemigo  impío,  y  por  tu  mano  sea 
abatida  su  soberbia;  >  y  el  pueblo  respondió: 
<Amén.> 

Con  la  bendición  pontifical  partió  de  Roma  el 
cardenal  Alejandrino  para  ejecutar  su  legacía; 
atravesó  Italia  y  Francia,  y  llegó  con  buen  viaje 
á  Barcelona,  donde,  de  parte  del  Rey  Católico,  le 
esperaba,  para  recibille  y  guialle,  D.  Fernando  de 
Borja,  hermano  del  Duque  de  Gandía.  En  la  en- 
trada de  Castilla  le  dio  de  parte  de  S.  M.  el  para- 
bién de  su  llegada  D.  Enrique  de  Guzmán,  conde 
de  Olivares,  mostrando  lo  que  estimaba  las  pren- 
das de  su  Santidad;  en  Guadalajara  lo  recibió  el 
cardenal  Espinosa,  y  juntos  entraron  en  Madrid, 
y  el  Rey  en  medio,  que  salió  fuera  de  la  villa  á 
verle  con  todo  el  acompañamiento  de  la  grandeza 
de  su  Corte. 

Trató  de  su  embajada,  y  con  ella  resolvió  que 
por  ganar  tiempo  para  el  año  siguiente,  D.  Juan 
de  Austria  invernase  en  Italia,  y  los  Ministros  de 
la  armada  determinasen  en  tierra  y  mar  y  eje- 
cutasen sus  acuerdos  sin  otra  orden  del  Rey,  y 
en  el  hacer  las  prevenciones  obedeciesen  á  S.  A., 
que  era  Generalísimo,  los  Gobernadores  y  Vi- 
rreyes de  Italia;  que  se  cumpliesen  enteramen- 
te las  capitulaciones,  y  se  hiciesen  las  provisio- 

7 


-ga- 
nes pora  el  tiempo  establecido,  y  se  nom1>raseii 
personas  que  tratasen  de  la  empresa,  que  se  har> 
bia  de  hacer  el  siguiente  año,  que  ya  se  tsfdsha 
para  S.  A.,  que  deseaba  venir  á  manos  con  el 
enemigo. 


CAPITULO  X 

D.  Juan  llega  á  Mesina  y  dispone  su  partida  para  Levante. 

D.  Juan  de  Austria  embarcó  en  Ñapóles  la  gen- 
te de  Paulo  Esforza,  y  mandó  al  marqués  de 
Santa  Cruz  embarcar  en  sus  treinta  galeras  y  en 
algunas  naves  los  tercios  de  españoles  cuando 
estuviesen  un  poco  reparados,  y  asimismo  la  gen- 
te que  conducía  el  conde  de  Sauno  y  las  municio- 
nes, vituallas  y  aprestos  de  la  guerra;  arribó  á  Me- 
sina en  24  de  Agosto  con  treinta  y  cinco  galeras, 
y  fué  recibido  con  grande  aplauso  y  regocijo  de 
los  generales  del  Papa  y  venecianos,  que  le  es- 
peraban con  grande  deseo  y  cuidado. 

Antes  de  salir  á  tierra  llamó  á  Consejo  é  hizo 
en  él  S.  A.  un  reconocimiento  lleno  de  gravedad 
militar,  dando  gracias  por  haber  hecho  de  su  per- 
sona tan  honrado  juicio  y  elección  en  edad  tan 
tierna,  fiando  de  él  el  gobierno  de  cosas  tan  im- 
portantes, ofreciendo  de  su  parte  el  procurar  el 
abono  y  satisfacción  de  su  honrosa  elección. 

Hízose  lista  de  lo  que  llevaba  debajo  de  su  am- 
paro, y  todo  era,  hasta  ahora,  sesenta  famosas  gale- 
ras, veintidós  naves,  veintiún  mil  infantes  efecti- 
vos de  las  tres  naciones,  con  gran  cantidad  de  ar- 
tillería, vitualla,  máquinas  de  guerra  y  compañía 


—    100  — 

de  varones  iluttres,  que  por  generosidad  de  sn 
ánimo  j  por  el  celo  del  bien  de  la  cristiandad,  le 
seguían  dedicando  el  ánimo  y  la  vida  á  la  gloría  y 
á  la  fama. 

Llevaba  S.  A.  por  empresa  un  brazo  que  arro- 
jaba nn  rayo  con  esta  letra:  Qualis  vibrm$s,  esto 
es,  como  el  que  le  arroja,  dando  á  entender  que 
era  ta  valor  y  brazo  poderoso  un  rayo  contra  el 
enemigo;  el  rayo  se  miraba  arrojado  entre  unas 
nubes.  Era  Capitán  General  de  la  armada  tur- 
quesca AU,  que  había  hecho  grandes  crueldades 
en  cuatro  mil  soldados  iulianos  y  dos  mil  albane- 
ses  que  habían  defendido  á  Famagusta;  y  deseoeo 
de  venir  á  las  manos  con  el  ejército  de  la  Liga,  había 
esperado  quince  días,  y  era  la  mitad  de  Septiem- 
bre, tiempo  á  propósito  para  volver  las  armadas 
á  Constantinopla,  por  huir  el  peligro  de  las  horri- 
bles tempestades  ordinarias  en  aquellos  mares  en 
el  otoño,  y  ufano  partió  para  Corinto,  donde  en- 
tró á  los  veintinueve,  y  envió  á  tomar  lengua  de  la 
armada  de  la  Liga. 

Aguardaba  á  S.  A.  en  Mesina  el  obispo  de 
Pena  con  embajada  del  Papa,  en  que  le  pedía  no 
dudase  de  dar  la  batalla  al  enemigo,  interponien- 
do cuanta  autoridad  tenía  de  Dios;  y  como  había 
dicho  al  conde  de  Priego  y  á  Marco  Antonio  Co- 
lona, prometía  de  su  parte  la  victoria.  Envióle 
grandes  revelaciones  y  dos  profecías  de  San  Isi- 
dro, en  que  referia  la  batalla  y  vencimiento,  in- 
terpretando bien  á  propósito  en  persona  de  £>on 
Juan,  el  capitán  de  que  hablaban,  á  quien  prometía 
su  Santidad  tener  en  lugar  de  hijo  cuidadoso  de  su 


—    lOI    — 

aumento.  Por  su  orden  ayunó  la  gente  tres  días, 
imitando  á  su  General;  y  esto  era  con  tanta  devo- 
ción y  nueva  mudanza  de  vida,  que  no  había  sol- 
dado que  no  estuviese  tierno,  devoto  y  compun- 
gido. El  Nuncio  de  su  Santidad  les  otorgó  las  in- 
dulgencias que  acostumbra  conceder  la  Iglesia  á 
los  conquistadores  del  Santo  Sepulcro  de  Jesu- 
cristo; proveyó  los  bajeles  de  religiosos  que  predi- 
caban y  corregían  al  ejército,  y  dio  á  todos  los  sol- 
dados, en  nombre  de  su  Santidad,  reliquias,  imá- 
genes y  cuentas  benditas,  y  todo  lo  recibían  con 
gran  devoción;  y  asimismo  vedó  el  embarcar  mu- 
jeres, y  mandó  castigar  con  muerte  la  blasfemia. 

Para  salir  de  Mesina  no  se  esperaba  otra  cosa 
más  que  el  resto  de  la  armada  veneciana,  y  entre 
tanto  que  venía,  envió  S.  A.  á  Gil  de  Andrade, 
caballero  español,  de  la  religión  de  San  Juan,  y 
con  él  á  Chicopisano,  gentilhombre  de  Venecia, 
práctico  en  el  mar  de  Levante,  á  espiar  la  arma- 
da del  Turco  y  á  inquirir  sus  intentos,  porque  no 
holgaba  Alí,  General  de  ella,  ni  Selín,  gran  Tur- 
co, que  le  había  enviado  á  esta  empresa. 

Desocupado  el  mar  entre  Landia  y  Mesina, 
partió  Canaleto  con  setenta  y  cuatro  galeras,  y  en 
Mesina  se  vinieron  con  su  General,  Sebastián  Ve- 
niero,  que  tenía  cincuenta  y  cuatro  galeras  y  seis 
galeazas.  Estaba  allí  Marco  Antonio  Colona  con 
las  doce  galeras  del  Papa,  y  llegó  Juan  Andrea  Do- 
ria con  once  y  el  marqués  de  Santa  Cruz  con  trein- 
ta, con  que  el  gran  puerto  de  Mesina  estaba  hecho 
una  rica  feria  de  municiones  y  gente  de  guerra. 
Era  maestre  de  campo  general  Ascanio  de  Cor- 


—  loa  — 


gna;  General  de  los  italianos,  el  conde  de  Santa 
Flor,  y  de  la  artillería,  Cabrío  Cervellón.  S.  A. , 
deseoso  de  pelear  con  AU,  bizo  Consejo  de  los  su- 
premos generales  de  las  escuadras  con  el  Prin- 
cipe de  Parma  y  el  de  Urbino,  y  propusieron 
varias  empresas  y  nada  resolvieron,  por  no  tener 
la  Confederación  todas  las  fuerzas  de  la  capitula- 
ción enteras,  que  babian  de  ser  doscientas  ochen- 
ta galeras,  veinticinco  naos,  seis  galeazas  y  cua- 
renta fragatas.  Habíale*  mandado  el  Rey  que, 
siguiendo  el  parecer  del  comendador  mayor  de 
León,  D.  Luis  de  Keqaesens,  de  Juan  Andrea 
Doria  y  del  marqués  de  Santa  Crux,  pelease  con 
el  enemigo  si  necesario  fuese,  y  S.  A.  lo  daseaba 
poner  en  ejecución,  y  asi  tocaba  á  su  reputación 
pelear,  estando  lleno  el  mundo  de  esperanzas  y  el 
mar  de  bajeles.  Sólo  en  el  Consejo  el  día  de  antes 
se  había  puesto  duda  en  el  combatir,  por  esperar 
las  naves,  que,  por  el  tiempo  contrarío,  no  pasaron 
de  Zante.  A  los  15  de  Septiembre,  enviadas  de- 
lante las  naves  á  Corfú,  donde  habían  de  esperar, 
deseando  que  se  hallasen  en  la  batalla,  comenzó 
toda  la  armada  á  salir  al  mar.  £1  Nuncio  de  su 
Santidad  la  bendijo,  y  Andrea  Doría,  con  cincuen- 
ta y  cuatro  galeras  y  orden  de  tomar  el  cuerno 
derecho  si  se  conviniese,  iba  en  la  vanguardia  con 
su  capitana,  siete  de  Ñapóles,  diez  de  Genova 
del  sueldo  del  Key,  dos  de  Doria,  dos  del  Papa, 
veintiséis  de  Venecia,  cuatro  de  Sicilia  y  dos  de 
Saboya,  mezcladas  y  entremetidas  en  un  cuerpo 
de  la  diversidad,  solo  y  unido  de  las  naciones  en- 
tre sí,  para  que,  acompañados  los  bajeles  débiles 


—  io3  — 

con  los  fuertes,  se  igualasen  las  fuerzas,  espar- 
ciéndose igualmente  sin  haber  en  ninguna  parte 
falta,  quitando  la  ocasión  de  conspiraciones  é  in- 
quietudes, estando  divididas  en  estas  escuadras 
las  naciones.  Llevaba  la  vanguardia  bandoleras 
verdes  en  el  garcés,  para  ser  conocidas  con  distin- 
ción de  los  otros  dos  escuadrones. 

El  cuerno  izquierdo  constaba  de  cincuenta  y 
cinco  galeras  con  bandoleras  amarillas,  y  le  lle- 
vaba Agustín  Barbarigo,  veneciano;  de  éstas,  las 
treinta  y  cuatro  eran  venecianas,  en  que  iba  mu- 
cha copia  de  españoles,  ocho  de  Ñapóles  y  de  Es- 
paña, una  de  Lomelim,  otra  del  Papa  y  dos  del 
Doria;  á  su  lado  iba  el  marqués  de  Santa  Cruz  con 
treinta  galeras  con  bandoleras  blancas;  las  doce 
de  Venecia,  cuatro  de  España,  dos  del  Papa  y 
doce  de  Ñapóles;  dióse  la  retaguardia  detrás  de  la 
batalla,  y  su  cuerno  derecho  llevaba  D.  Alonso 
Bazán,  su  hermano,  y  el  izquierdo  D.  Martín  de 
Padilla. 

El  medio  frente  ó  cuerpo  de  la  batalla  llevaba 
S.  A.  con  sesenta  y  cuatro  galeras  con  bandoleras 
azules,  y  la  Real  con  el  Estandarte  de  la  Liga;  á 
su  diestra  la  capitana  del  Papa,  en  que  iba  Marco 
Antonio  Colona,  y  á  la  siniestra  Sebastián  Venie- 
ro  con  la  de  Venecia  y  con  la  capitana  de  Saboya, 
en  que  asistía  el  Príncipe  de  Urbino;tres  del  Papa, 
trece  venecianas,  tres  de  Juan  Andrea,  tres  de 
España,  dos  de  Ñapóles,  tres  de  Milán,  al  lado  de 
Marco  Antonio,  y  al  lado  de  Veniero  la  capitana 
de  Genova  y  otras  tres  de  España,  trece  de  Ve- 
necia,  tres  genovesas  del  sueldo  del  Rey,  dos  de 


—  104  — 

Joan  Andrea,  tres  del  Papa  y  ana  de  Ñipóles. 

A  Francisco  Doodo,  Genenü  de  las  galeasas, 
se  ordenó  que  de  dos  en  dos,  con  igoal  distancia 
apartadas,  faese  delante  del  filo  de  la  armada  una 
milla,  y  se  remolcasen  todas  si  fuese  menester.  A 
D.  Carlos  Dávalos  se  ordenó  que  pusiese  sos  na- 
ves para  combatir  la  mitad  á  un  lado  de  cada 
coenio  y  procorase  navegar  en  conserva  de  lasga- 
leras;  y  cuando  no  pudiese  pelear  en  este  puesto, 
llevase  con  esquifes  soldados  á  socorrerlas  pronta- 
mente en  la  batalla:  que  en  S.  A.  corrían  parejas 
la  prudencia  y  el  arte  militar. 

Ordenóse  á  D.  Juan  de  Cardona  hacer  la  des- 
cubierta á  la  armada  turquesca,  veinta  ó  treinta 
millas  delante,  con  ocbo  galeras,  y  que  avisase  con 
ana  fragata  de  todo  lo  qoe  viese.  Túvose  aviso  de 
que  la  armada  enemiga  estaba  en  la  Prevwa,  y 
S.  A.  juntó  su  Consejo  y  se  resolvió  en  combatir, 
y  esforzando  la  gente  hizo  el  siguiente  razona- 
miento: 

«Llegado  es  el  punto  de  alcanzar  la  fama  eter- 
na con  la  prometida  victoria  por  nuestro  Santo 
Pontífice:  por  tanto,  cristianos  y  amigos  míos,  mos- 
trad vuestros  brazos  y  corazones  invencibles,  pues 
sin  duda  la  alcanzaréis  con  la  ayuda  del  Señor,  por 
quien  peleáis.  No  temáis  á  los  tarcos,  vencidos  de 
nuestros  pasados  y  de  nosotros  tantas  veces;  cono- 
ced vuestra  mejora  por  las  provincias  en  que  na- 
cisteis, por  vuestras  familias,  por  sus  hechos,  por 
sus  pechos  de  leones,  por  la  justicia  y  por  la  reli- 
gión que  venís  á  defender.  Esta  causa  es  de  Dios, 
y  S.  M.  volverá  por  ella  y  peleará  por  nosotros.  La 


—  io5  — 

armada  es  grande  y  poderosa;  vosotros  soldados 
fuertes.  Confío  en  el  Señor  alcanzaréis  victoria  y 
renombre  inmortal;  no  desmayéis,  que  el  primero 
seré  en  socorreros  y  en  ponerme  al  peligro  en  de- 
fensa de  la  causa  de  Dios,  que  os  dé  su  esfuerzo, 
amén.> 


CAPITULO  XI 

Habiendo  hecho  S.  A.  el  dicho  razonamiento, 
caminó  buitcando  el  río  de  la  Prevesa,  en  el  golfo 
de  Lazta,  y  pasó  á  Lepanto.  Los  turcos,  en  el  gol- 
fo de  Corínto,  entraron  en  consejo,  y  algunos  des- 
estimaban la  amiada  cristiana;  otros  eran  de  pare- 
cer que  no  se  diesse  la  batalla,  exagerando  assi  su 
poder.  Alí,  con  soberbia,  dijo  que  SeUn  le  había 
mandado  pelear  y  se  había  de  hacer  por  su  reputa- 
ción. Y  por  tener  mayores  fuerzas  pareció  á  S.  A. 
que  Juan  Andrea  tomase  muestra  á  las  galeras 
puestas  en  figura  de  batalla;  los  venecianos  no  le 
admitieron,  teniéndole  por  sospechoso  poua  ellos, 
pero  admitieron  al  Comendador  mayor.  Curcio  An- 
ticocio,  capitán  valiente,  y  dos  soldados  de  su  com- 
pañía riñeron  en  una  galera  veneciana,  y  querién- 
dolos prender,  se  defendieron;  y  Sebastián  Venie- 
ro,  ciego  de  cólera,  llegó  al  ruido  y  ahorcó  á  Cur- 
cio y  á  los  dos  soldados  de  una  entena.  Los  señores 
y  capitanes  se  escandalizaron  del  atrevimiento, 
y  S.  A.  lo  sintió  tanto,  que  hiciera  gran  demostra- 
ción contra  Veniero  á  no  disponerlo  con  prudencia 
y  templanza  Marco  Antonio  Colona,  Doria,  Re- 
quesens,  Barbarigo,  cuya  bondad  y  canas  templa- 


—  107  — 

ron  la  justa  indignación  de  S.  A.:  que  un  Príncipe 
benigno  sufre  y  se  aplaca. 

En  Cabo  Blanco  puso  otra  vez  S.  A.  la  armada 
en  ordenanza  de  batalla,  entre  la  tierra  firme  y  la 
isla  de  Paxo,  donde  se  supo  venía  Alí,  habiendo 
salido  de  Lepanto. 

Disputóse  otra  vez  entre  los  turcos  sobre  el  dar 
la  batalla,  y  dijo  Farta,  valiente  capitán,  no  se 
podía  creer  que  los  buscase  un  hermano  de  tan 
gran  Rey  como  era  Felipe,  sin  fuerzas  mayores  y 
sí  iguales  con  esperanza  de  victoria,  con  fortísi- 
mos  españoles  é  italianos  resueltos  de  morir  ó  ven- 
cer, con  mucho  número  de  galeras  ponentinas, 
siempre  de  gran  efecto.  Alí  y  sus  secuaces  tenían 
la  victoria  por  cierta  y  querían  pelear,  y  así  mandó 
apercibir  las  armas  y  las  banderas  para  combatir 
en  el  día  siguiente,  porque  afirmaban  que  S.  A. 
estaba  cerca  con  su  armada;  por  lo  cual,  á  6  de 
Octubre  salió  de  Patras,  ciudad  de  la  Morea,  no 
lejos  de  la  boca  del  golfo  de  Corinto,  porque  lue- 
go que  tomó  resolución  de  pelear  acudió  á  Santa 
Maura  por  el  presidio  para  dar  la  batalla.  Arribó 
á  Colomba,  en  la  Albania,  con  doscientas  treinta 
galeras  reales,  en  que  había  cuarenta  de  fanal  y 
setenta  galeotas  de  á  veinte  bancos.  Persuadióse 
huirían  los  cristianos  antes  que  los  llegase  á  ver: 
tanta  era  la  arrogancia  y  confianza  de  este  bár- 
baro. Eran  los  combatientes  sesenta  mil  de  diver- 
sas naciones,  esto  es,  líbicos,  babilónicos,  egipcios, 
trapisondes,  tártaros,  georgianos,  calcedonios,  es- 
clavones, macedonios,  albanenses,  transilvanos, 
bitineos,  corintios,  efesios,  thesalos,  atenienses, 


—  xo8  — 

lacedemonios,  namidas,  partos,  dálmatas  y  extre- 
mados jenízaros. 

Todos  éstos  venían  prevenidos  y  sos  galeras 
con  diferentes  armas,  celadas,  cascos,  yelmos,  pe- 
tos, cotas,  caeros  curtidos,  pieles  ásperas,  adar- 
gas, escudos,  lanxas,  alfanjes,  cimitarras,  cuchi- 
llos, hachas  segares,  alabardas,  mana,  porras, 
bastones,  dardos,  hondas,  arcos,  flachas,  arcabo- 
ces,  mosquetes,  espingardas,  culebrinas,  bombar- 
das y  furiosos  tiros.  Gobernaban  toda  esta  multi- 
tud, en  diísrentes  puestos  y  con  oñcios  diferentes, 
alcancis,  asapos,  sanjacos,  berlebeies  y  bajaes. 

Salió  Alí,  general  de  toda  esta  gente  del  puerto 
de  Calata,  sábado  en  la  noche,  con  viento  prós- 
pero, y  mandó  apercibir  cuerda  para  atar  los  cris- 
tianos, confirmando  á  los  turcos  la  esperanxa  de 
vencer* 

S.  A.  partió  del  valle  de  Alejandría  y  potaó  á 
las  islas  Equinadas,  distantes  tres  leguas  de  Le- 
panto. 

Ali  partió  antes  de  salir  el  sol  con  todas  las  ga- 
leras en  un  filo,  y  costeando  la  ribera  se  encami- 
caba  á  Santa  Maura,  á  tiempo  que  S.  A.  estaba 
junto  á  las  Equinadas;  mas  no  entró  en  el  puerto 
porque  no  había  agua  para  toda  la  armada,  y  fué 
á  hacerla  dos  leguas  adelante,  con  intención  de 
volver  á  las  islas.  Otro  día,  domingo,  tuvo  S.  A. 
aviso  de  que  el  enemigo  se  acercaba,  y  dijo  no  ha- 
bía ya  sino  morir  ó  vencer,  y  fué  gran  ventura 
descubrir  muy  á  tiempo  la  armada  turquesca  para 
poder  concertarse  las  galeras  y  ponerse  bien  en 
defensa  con  pavesadas  y  reparos  en  las  proas  y 


—  log  — 

postas  de  entrada,  dando  lugar  á  que  cada  galera 
ocupase  la  suya;  y  para  hacer  S.  A.  plaza  de  ar- 
mas espaciosa  en  su  Real  para  que  pelease  su  gen- 
te con  resolución  de  morir  ó  vencer,  hizo  desem- 
barcar su  galera  y  la  dispuso  en  la  manera  si- 
guiente: 

A  Gil  de  Andrade  encomendó  el  gobierno  y  de- 
fensa de  la  medianía;  á  Pedro  Francisco  Doria,  el 
cuartel  del  Papa;  á  los  maestres  de  campo  Don 
Lope  de  Figueroa  y  D.  Miguel  de  Moneada,  y  á 
los  castellanos  Andrés  de  Salazar  y  Andrés  de  Me- 
sa, las  rumbadas;  á  D.  Pedro  Zapata,  el  fogón;  á 
D.  Luis  Carrillo,  el  esquife;  á  D.  Fernando  de 
Prado,  su  caballerizo  mayor,  y  á  D.  Bernardino 
de  Cárdenas,  D.  Rodrigo  de  Mendoza,  D.  Luis  de 
Cardona,  D.  Juan  de  Guzmán,  D.  Felipe  de  He- 
redia,  Ruy  Díaz  de  Mendoza  y  otros  caballeros 
capitanes  de  gran  valor,  la  popa. 

Alí  traía  una  galera  muy  grande  y  alta  de  pun- 
tal, y  en  ella  quinientos  jenízaros  y  turcos,  la  na- 
ta de  su  ejército,  bravos  flecheros  y  escopeteros; 
y  en  viendo  la  armada  cristiana,  que  iba  en  forma 
de  una  cruz  perfecta,  dispuso  la  suya  en  forma  de 
media  luna  con  igual  frente,  sin  dejar  socorro;  y 
cuando  acabó  de  descubrir  la  armada  cristiana, 
perdió  el  color  y  afirmó  le  habían  engañado,  y  ja- 
más pensó  juntaría  el  cristiano  tantas  fuerzas;  y 
mirando  á  los  cristianos  remeros  gozosos  con  la 
esperanza  de  su  libertad,  les  dijo,  no  sin  turba- 
ción: <Cristianos,  si  hoy  es  vuestro  día.  Dios  os  lo 
dé,  que  yo  confío  en  la  fortuna  otomana.  > 

S.  A.,  en  una  fragata  con  D.  Luis  de  Córdova 


—  lio  — 

y  Joan  de  Soto,  diictiiTió  por  la  armada,  recono- 
ciendo ti  ocupaba  y  guardaba  cada  nno  so  pues- 
to. Eaforaaba  á  la  gente  el  rerle  tan  gallardo  y  tan 
asimoto,  con  semblante  que  ponía  valor  militar  y 
cristiano,  confiado  de  alcanzar  rictoría,  porque 
era  su  rostro  alegre,  grave  y  desahogado.  Dijoles: 
«Ea,  so&dados  valerosos»  ya  tenéis  el  tiempo  que 
diiBáitfiii;  loque  me  toca  cumpH:  humillad  la  so- 
berbia del  enemigo,  alcanzad  gloria  en  tan  religio- 
sa pelea,  en  que  si  muriédedes,  os  iréis  al  cielo.» 
Respondieron  todos  á  S.  A.  con  voz  alentada  ha- 
rían su  mandato,  y  que  acometiese  y  no  difiriese 
la  batalla.  Volvió  gososo  y  satisfecho  á  su  Real  y 
en  ella  mandó  levantar  un  crucifijo,  á  quien,  hu- 
millándose, todos  adoraron  con  lágrimas.  Publicó- 
se al  instante  el  jubileo  é  indulgencia  del  Papa 
paxa  los  que  alli  muriesen,  y  se  hizo  la  absolución 
general.  Era  cosa  maravillosa  de  ver  el  resplandor 
de  las  armas,  en  que  hada  el  sol  vislumbres  y  re- 
flejos en  el  agua,  diversidad  de  colores,  banderas, 
estandartes,  flámulas,  gallardetes,  mido  de  las  ca- 
jas, trompetas  y  pífanos,  que  provocaban  á  la  ba- 
talla tan  deseada  del  ejército  cristiano. 


CAPITULO  XII 

Batalla  con  los  turcos  y  victoria  de  los  cristianos. 

Una  milla  antes  de  embestir  hizo  Alí  disparar 
una  pieza  de  artillería,  y  S.  A.  respondió  con  otra, 
y  se  dio  principio  á  la  empresa  y  espantosa  bata- 
lla, á  tiempo  que  en  la  cristiandad  se  celebraba  la 
procesión  del  Rosario,  esgrimiendo  el  Santo  Pon- 
tífice á  un  tiempo  las  dos  espadas  de  oración  y 
poder. 

Comenzaron  las  galeras  el  encuentro,  y  con  te- 
merosos truenos  hicieron  eco  en  los  mares,  cau- 
sando prolongados  ecos  en  las  peñas  remotas;  des- 
hicieron con  su  furia  el  concierto  de  la  media  lu- 
na, rompiendo  galeras,  destrozando  gente,  causan- 
do muertes  y  amedrentando  vidas,  y  dieron  lugar  á 
que  los  nuestros  hubiesen  de  acometer  con  no  pe- 
queña ventaja.  Embistiéronse  gallardamente  las 
capitanas  de  S.  A.  y  de  Alí,  supremos  Generales, 
porque  viendo  de  lejos  S.  A.  el  estandarte  de  Alí, 
mandó  al  timonero  enderezase  la  vuelta  de  él,  y 
con  resolución  se  le  presentó,  y  se  embistieron  por 
las  proas;  y  por  tener  la  galera  de  S.  A.  cortado 
el  espolón  y  ser  la  turca  más  alta,  entró  y  cargó 
mucho  sobre  ella;  mas  levantando  la  popa  y  des- 
cubriendo la  plaza  de  armas  de  Alí,  revolvió  ga- 


—  ItS  — 

llardamente  la  mosquetería  y  arcabucería  españo- 
la, con  mortandad  de  lot  jeni zares. 

D.  Alvaro  Bazin  advirtió  que  Ali  tenía  fbertes 
galeras  de  refuerzo  y  S.  A.  solamente  do%  y  te 
acercó  con  su  escuadrón  y  dio  rociada,  con  muer- 
te de  muchos  turcos,  y  metió  doscientos  españo- 
les en  la  Real,  y  se  volvió  á  su  puesto.  G>mbatíase 
con  ira  y  coraje  notable  entre  los  dos  Generales, 
y  dos  veces  pasaron  los  cristianos  en  la  galera  de 
Alí  hasta  el  árbol,  y  tantas  fueron  rebatidos  por 
el  mucho  socorro  que  le  metían  las  siete  galeras 
(y  todo  lo  había  menester),  porque  la  arcabucería 
de  lot  costados  de  la  galera  crístiana  y  la  mos- 
quetería los  deshacían.  Las  capitanas  del  Papa,  de 
Venecia  y  del  Comendador  mayor,  y  la  Patrona 
Real,  aferradas  con  grandes  y  leforzadas  galeras, 
combatían  porfiadamente;  y  llegando  D.  Juan  de 
Cardona  con  su  escuadra  á  su  posta,  halló  que  un 
batallón  de  galeras  turcas  iba  i  entrar  por  ellas  á 
tomar  la  batalla  de  la  popa,  y  resistió  animosa- 
mente su  acometida,  con  que  se  les  impidió  el 
pato;  pero  la  carga  que  recibió  le  mató  más  de 
cuatrocientos  cincuenta  soldados,  capitanes  y  ofi- 
ciales. D.  Martín  de  Padilla  rindió  con  sus  cuatro 
galeras  otras  cuatro.  Las  catorce  galeras  de  Hispa- 
na se  mostraron  tan  valerosas,  que  en  ninguna  de 
ellas  entró  el  enemigo. 

El  aspecto  era  terrible:  todo  eran  muertes,  he- 
ridas, gritos,  voces,  quejas,  lástimas  y  espantos, 
no  sólo  aprovechándose  ya  de  mosquetes  y  arca- 
buces, sino  peleando  tan  cerca  y  á  pie  quedo,  que 
se  herían  con  espadas,  puñales,  dagas,  frascos. 


—  113  — 

palos,  puños,  uñas,  dientes  y  boca;  huyendo  unos 
del  fuego,  se  arrojaban  al  mar,  donde  morían  aho- 
gados, y  aun  en  el  agua  se  quemaban,  haciendo 
paz  este  día  los  elementos  contrarios  para  ayu- 
darse á  dar  muertes;  abrazábanse  otros,  arroján- 
dose con  quien  peleaban  al  mar  sangriento,  deseo- 
sos de  morir  matando;  sonaba  en  una  parte  el  rui- 
doso combate  del  libre  fierro  y  la  maza  del  tárta- 
ro cruel,  y  en  otra  esgrimía  la  espada  y  daga  el 
español  valiente;  aquí  jugaba  el  turco  la  cimita- 
rra; allí  el  parto  flechaba  el  arco;  acullá  tiraba  la 
lanza  el  macedonio;  las  balas  eran  más  espesas  que 
el  granizo;  el  humo  de  la  pólvora  obscurecía  el 
cielo;  cubrían  las  pelotas  el  aire,  y  ninguna  se 
perdía,  llevando  unas  un  banco  entero  de  forza- 
dos, otras  hileras  de  soldados  combatientes,  ha- 
ciendo volar  por  el  aire  piernas,  brazos,  cabezas 
y  destroncados  cuerpos.  ¡Horrendo  espectáculo! 

La  confusión  era  tanta,  que  dio  lugar  á  los  cau- 
tivos cristianos  para  romper  los  hierros  y  con  los 
mismos  ayudar  á  los  suyos,  haciendo  armas  de 
cuanto  pudieron  hallar  en  las  galeras,  sin  dejar 
cosa  de  que  no  se  aprovechasen  para  su  intento: 
batallólas,  tenderetes,  filaretes,  velas,  escotas, 
candalizas,  trozas,  trizas,  brazas,  brandales,  ba- 
camentas,  brioles,  aflechates,  amantillos,  bolinas, 
amuras,  cajetas,  estays,  crujías,  pavesadas,  arrum- 
badas, proas,  popas,  carcetes,  gavias,  entenas, 
trinquetes,  mesanas,  palamenta,  bancos,  relin- 
ches, cadenas,  lampiones,  fanales,  faroles,  relin- 
gas, penóles,  flámulas,  banderolas  y  gallardetes, 
todo  lo  despedazaron  y  rompieron  para  tirar  de 

8 


—  114  — 

lejos  6  embestir  de  cerca,  peleando  como  h 

£1  mar  estaba,  teñido,  ó  por  mejor  decir,  vaelto 
en  sangre,  ó  hecho  sepulcro  de  io numerables  cuer- 
pos, que  movían  las  ondas  alteradas  y  espumantes 
de  ios  encuentros  de  las  galeras  y  horribles  golpes 
de  la  artillería,  de  las  picas,  armas  rnasTadas, 
espadas,  fuegos,  espesa  nube  de  saetas,  como  de 
granizo,  volviendo  erizos  los  árboles,  entenas,  pa- 
▼esadas  y  vasos,  donde  quedaban  fijos. 

La  galera  de  los  hijos  de  AH  embistió  por  la 
proa  á  la  capitana  del  Papa,  al  tiempo  que  pelea- 
ba por  el  costado  con  otro  enemigo.  £1  Príncipe 
'óe  Parma,  con  la  capitana  de  la  República  de  Ge- 
nova, acometió  otra  escuadra:  pelearon  porfiada* 
mente  y  la  entraron  sus  soldados,  y  él  fué  de  los 
primeros;  las  demás  galeras  hicieron  poco  efecto 
después  que  se  embistieron  las  dos  armadas,  por- 
que para  cooservar  el  filo  mejor,  mandó  S.  A.  bo* 
gar  con  demasiado  espacio. 

Combatió  AH  dos  horas  valerosamente,  procu- 
rando entrar  la  galera  de  S.  A.;  pero  D.  Lope  de 
Figueroa  se  mejoraba  contra  él,  ayudado  de  Don 
Bemardino  de  Cárdenas  y  D.  Miguel  de  Monea- 
da, que  les  socorrían  como  les  tocaba,  á  tiempo 
que  los  turcos  entraron  con  notable  porña,  y  un 
esmeril  azo  que  dio  en  la  rodela  de  D.  Bemardino 
de  Cárdenas  sin  pasarla,  fué  poderoso  para  de- 
rribarle y  quebrantarle  mortalmente,  pues  muríó 
otro  día. 

Asistía  S.  A.  en  el  estanterol,  proveyendo  con 
extremado  valor,  asistido  del  conde  de  Priego, 
D.  Luis  de  Córdova,  de  D.  Rodrigo  de  Benavides, 


—  ii5  — 

su  camarero  mayor,  de  D.  Juan  de  Guzmán,  Ruy 
Díaz  de  Mendoza  y  D.  Felipe  de  Heredia,  y  por 
debajo  del  estanterol  gobernaban  la  galera  Gil  de 
Andrade  y  Juan  Vázquez  Coronado.  La  capitana 
de  Malta  rindió  cuatro  galeras,  y,  acometida  de 
otras  cuatro,  se  defendía  en  su  daño. 

Entre  tanto  mataron  de  un  balazo  á  Alí,  Ge- 
neral de  la  armada  turquesca,  y  dio  la  nueva 
á  S.  A.  D.  Juan  de  Ayala,  con  cuya  muerte  los 
cristianos  entraron  del  todo  la  galera,  con  muer- 
te de  muchos  jenízaros;  quitaron  de  ella  el  es- 
tandarte llamado  el  Sanjac,  bandera  de  devoción 
del  gran  Turco,  y  pusieron  en  su  lugar  la  imagen 
de  Cristo  crucificado,  y  asimismo  levantaron  en 
una  pica  la  cabeza  de  Alí,  porque  la  viesen  los 
cristianos  para  glorificar  á  Dios,  y  los  turcos  para 
desmayar  y  perder  el  brío.  Este  suceso  aseguró 
el  fin  del  horrible  conflicto,  no  habiendo  hasta 
aquel  punto  inclinádose  la  victoria  ni  señalado  á 
quién  se  había  de  cantar  la  gala. 

El  general  Veniero  envió  luego  la  galera  de 
Onofre  Justiniano  á  llevar  la  nueva  á  Venecia;  y 
Aluch  Alí,  que  llevaba  el  cuerno  de  la  mar  en 
forma  de  la  media  luna,  viendo  los  gritos  de  los 
cristianos  por  el  vencimiento  y  los  clarines  en 
señal  de  victoria,  embistió  para  huir  por  el  claro 
que  dejó  Doria  en  su  escuadrón,  y  cargó  sobre  las 
galeras  de  Sicilia  y  Malta  con  más  de  treinta,  y 
embistió  la  de  Malta  por  la  popa,  con  toda  la  ar- 
tillería y  escopetería;  y  ayudado  de  las  otras,  la 
entró  y  mató  casi  todos  los  caballeros  y  soldados, 
y  frey  D.  Pedro  Justiniano,  General,  fué  herido 


—  ii6  — 

y  preso,  y  U  galera  «aqueada  y  ganado  so  ettan- 
darte;  y  la  remolcara,  si  la  galera  Guxmán  de  Ñá- 
peles DO  la  socorriera,  disparando  dos  piezas,  con 
qne  apartó  á  los  enemigos  y  la  libró.  Quedaron 
vivos  sólo  seis  caballeros,  mal  heridos  con  sa  Ge- 
neral, y  murió  el  Bailío  de  Alemania,  y  de  los 
turcos  en  ella  doscientos  cincuenta.  Mejor  fortuna 
tuvieron  las  otras  tres  galeras  sujras,  que  rindie- 
ron tres  turquescas.  £1  Comendador  mayor  entró 
la  galera  de  los  hijos  de  AH,  á  quienes  prendió, 
con  gran  mortandad  de  los  turcos  en  la  capitana 
y  otras  cuatro;  no  quedaron  sin  heridas  cien  sol- 
dados» y  fuera  mayor  el  estrago  si  no  llegara  en  su 
ayuda  la  Real,  y  el  Comendador  mayor  y  las  ca- 
pitanas del  Papa  y  de  Venecta,  que,  acometiendo 
á  las  que  encontraban,  las  rendían  y  llevaban 
presas. 

Los  turcos,  aunque  de  todas  las  bandas  heri- 
dos y  con  mala  ventura,  alargaron  la  batalla,  fu- 
riosa y  terrible,  hasta  el  fin  del  día,  por  la  espe- 
ranza de  una  parte  y  la  desesperación  de  otra. 
Metíanse  en  las  galeras  á  recibir  la  muerte  antes 
que  rendir  las  vidas,  ciegos  de  furor  y  rabia  (vis- 
ta miserable  y  espantosa).  Los  esclavos  cristianos 
y  los  forzados  hacían  maravillas,  ejecutando  su 
enojo  en  los  bárbaros,  á  cuya  vil  servidumbre  ha- 
bían estado  sujetos.  Huyó  Uchalí,  y  dándole  caza, 
varó  en  tierra.  Murieron  treinta  mil  turcos,  fue- 
ron presos  diez  mil;  mas  no  parecieron  sino  tres 
mil  quinientos.  Entre  los  turcos  muertos  se  cou- 
taron  treinta  gobernadores  de  provincias  y  ciento 
sesenta  bais  y  capitanes  de  fanal.  Libertáronse 


-  117  — 
quince  mil  cristianos  de  todas  naciones;  ganáron- 
se ciento  sesenta  y  cinco  galeras;  fueron  treinta  á 
fondo;  noventa  y  nueve  dieron  en  tierra  y  las  que- 
maron, y  en  el  repartimiento  hubo  ciento  treinta. 
S.  A.  despachó  á  D.  Lope  de  Figueroa  con  diez 
galeras  á  llevar  la  nueva  al  Rey  Católico,  y  al  con- 
de de  Priego  envió  al  Santo  Pontífice,  y  á  los  ve- 
necianos á  D.  Pedro  Zapata,  gentilhombre  de  su 
Cámara. 

Murieron  de  los  cristianos  siete  mil  quinientos, 
y  entre  ellos  algunos  capitanes  de  todas  nacio- 
nes, y  llegaron  después  á  diez  mil  por  la  mala  cu- 
ra de  las  heridas  de  flechas  herboladas,  y  dentro 
de  dos  días  murió  el  valiente  Barbarigo,  con  suma 
tristeza  de  la  armada  por  sus  grandes  virtudes  y 
valor. 

Dada  la  batalla  antes  de  tenerse  nueva  del  su- 
ceso, se  paseaba  el  Santo  Papa  Pío  V  con  el  teso- 
rero Donato  Cesio,  que  después  fué  cardenal,  y  sú- 
bitamente se  apartó  de  él,  abrió  una  ventana  y  es- 
tuvo mirando  al  cielo  como  atónito.  Cerróla  de  allí 
á  poco,  y  dijo  á  Cesio:  «Andad  con  Dios,  que  no  es 
tiempo  de  negocios,  sino  de  dar  gracias  á  Jesucristo 
porque  nuestra  armada  venció  en  este  punto;  >  y 
dadas  las  gracias  al  Señor,  se  salió  al  campo  á  pa- 
sear con  rostro  tan  alegre,  que  lo  advirtieron  cuan- 
tos le  seguían:  pidió  este  suceso  á  Nuestro  Señor 
el  Santo  Pontífice  con  tantos  suspiros,  ayunos  y 
lágrimas,  que  mereció  ser  oído  del  Señor. 

Este  fué  el  fin  del  día  siete  de  Octubre,  siem- 
pre memorable  á  los  siglos  presentes  y  venideros 
por  la  memorable  batalla  comenzada  antes  de  la 


—  ii8  — 

uta  después  del  mediodia,  y  fenecida  á  la  noche, 
habiendo  sido  á  las  dos  horas  de  pelear  muerto 
Ali,  fi;eneral,  y  presa  so  Real.  De  esta  felix  YÍctoría 
tuvieron  los  nuestros  un  presagio  dichoso  algunos 
afios  antes,  como  lo  refiere  J.  Bosio,  doctor  di- 
ligente, en  nn  libro  que  escribió  Dt  Crucs  irium 
pktmUt  el  cual  dice  que  en  Capha,  á  quien  los  aii» 
tigoos  UamaroD  Theodosia.  ciudad  de  la  Menor 


Tartaria,  que  se  dijo  en  un  tiempo  Chersoneito, 
apareció  el  año  de  1567,  á  16  de  Enero,  un  circulo 
en  el  cielo,  la  mitad  blanco  y  la  mitad  de  varios 
colores,  como  el  arco  celeste,  y  dentro  de  él  tres 
soles;  y  luego,  á  28  de  dicho  mes,  estando  la  luna 
menguajite  y  crecidos  sus  cuernos,  se  vio  sobre 
ella,  por  largo  tiempo  de  la  noche,  una  cruz  con 
una  estrella  en  la  parte  superior.  La  exposición 


—  119  — 
fué  ésta:  los  tres  soles  en  el  círculo  fueron  presa- 
gio de  los  tres  potentados  cristianos  juntos  en  la 
Liga  Santa  contra  el  Turco;  la  cruz  sobre  la  me- 
dia luna  denotaba  la  victoria  de  los  fieles  contra 
la  casa  otomana,  que  la  tiene  por  armas,  que  fue- 
ron vencedores  este  día,  y  la  estrella  en  la  cruz 
denotaba  á  la  Reina  de  los  ángeles,  con  cuyo  fa- 
vor se  consiguió  ésta  tan  memorable  victoria:  lo 
mismo  refiere  el  maestro  fray  Alonso  Chacón  en 
su  libro  De  signis  santissimce  Crucis. 

Apenas  se  humilló  la  cerviz  del  bárbaro  enemi- 
go, cuando  empezó  el  mar  á  perder  el  sosiego 
cansado  de  haber  estado  quieto  mirando  el  teme- 
roso fracaso:  bramaron  las  aguas;  cruzáronse  las 
ondas;  azotaron  las  peñas,  y  los  peces  marinos,  di- 
vididos en  cuadrillas,  saltando,  celebraban  la  vic- 
toria; los  vientos,  que  en  las  cuevas,  por  ventanas 
estrechas,  contemplaron  lo  sucedido,  ya  sueltos  y 
ligeros,  corrieron  por  el  salado  campo,  haciendo 
una  trabada  escaramuza,  soplando  todos  y  ame- 
zando  una  vecina  tormenta.  Temieron  los  pilotos 
una  vecina  tormenta,  y  la  fuerza  de  Leveche  y 
Joloque;  y  así,  previniendo  velas,  trabajando  ma- 
rineros y  proeles,  S.  A.,  vencedor  y  triunfante  con 
los  bajeles  enemigos  á  jorro,  alegre  tomó  el  puer- 
to de  Mesina,  como  se  dirá. 

A  dar  el  parabién  de  la  gran  victoria  á  S.  A. 
acudieron  los  Generales  del  Papa  y  de  Venecia, 
los  Príncipes  de  Parma  y  Urbino  y  los  demás  se- 
ñores, maestres  de  campo  y  capitanes,  derramando 
tiernas  lágrimas  el  venerable  viejo  Sebastián  Ve- 
niero  por  la  alegría  y  triunfo  de  este  día.  Celebra- 


—    I#0  — 

ron  la  noche  con  la  múnca,  ▼ocerio  y  trompetas,  y 
habo  luminarias  con  los  fuegos  de  las  galeras  in- 
útiles que  encendieron,  y  eran  muchas;  coraron  los 
heridos;  detcansaron  los  trabajados;  gosaron  li- 
bertad los  esclavos  cristianos;  pusieron  en  cadena 
á  los  torcos:  que  tanto  puede  como  esto  la  incons- 
tancia de  las  cosas  humanas,  poes  hoy  se  ve  libre 
el  que  ayer  era  esclavo  miserable. 

Paréceme  que  veo  al  ancho  Océano  gosoeo  sa- 
lir á  dar  el  parabién  á  S.  A.,  y  le  imagino  en  on 
carro  marino,  acompañado  de  Tritón:  era  el  ca- 
rro formado  de  dos  delfines  qoe  hadan  del  asiento 
de  la  silla,  coyas  espaldas  eran  ona  grande  con- 
cha de  plata,  y  el  asiento  otra  menor.  En  la  vuel- 
ta del  respaldo  llevaba  ana  venera  con  dos  ojos  de 
ballena  en  medio,  y  lo  demás  de  la  silla  era  com- 
puesto de  revueltos  caracoles  plateados;  veíanse 
los  delfines  entre  olas  de  volantes  blancos  de  pla- 
ta sobre  campo  azul;  tiraban  el  carro  dos  grandes 
focas  marinas  de  diez  palmos  de  largo,  y  el  carro 
tenia  notable  t>eUeza  y  majestad. 

£1  grande  Océano  representaba  un  anciano  y 
venerable  viejo  de  larga  barba  y  canas:  vestía  una 
anchurosa  y  real  ropa  de  olanquín,  de  seda  azul 
de  la  India,  guarnecida  de  oro  y  sembrado  de  olas 
de  volantes  blancos,  y  debajo  de  las  mangas  lar- 
gas unas  justas  de  raso  azul  guarnecidas  de  plata 
con  remates  de  veneras  y  perlas,  y  en  la  mano 
traía  su  plateado  tridente.  £1  Tritón  que  le  acom- 
pañaba era  un  fiero  monstruo  de  dos  colas  largas 
de  escamosa  plata,  cubierto  el  cuerpo  de  her- 
mosas conchas  y  ovas  verdes  preñadas  de  agua. 


—   121    — 

Traía  en  la  cabeza,  sobre  negra  greña,  una  casca 
de  áspera  langosta,  y  representaba  su  figura,  como 
pinta  el  famoso  poeta  Camoens,  en  forma  de  un 
mancebo  grande  y  seco,  trompeta  de  su  padre  y 
su  correo;  el  vestido  de  blanco  y  azul  se  dio  al 
Océano  por  el  color  de  sus  aguas;  corona,  carro 
y  tridente,  como  á  rey  de  ellas,  que  tal  le  siguen 
los  poetas.  Seguía  á  grande  grita  y  voces  de  mari- 
neros una  hermosa  y  bien  artillada  nave,  desple- 
gadas sus  corvas  y  blancas  velas,  llena  de  visto- 
sas banderillas  y  gallardetes  de  popa  á  proa,  con 
toda  la  cordoalla  y  crujía  que  pide  su  eterna  per- 
fección; llevaba  diez  piezas  de  bronce,  cuatro  por 
lado  y  dos  en  la  proa,  las  cuales  se  dispararon  ha- 
ciendo salva  á  S.  A.  Venía  la  nave  rodeada  de  ba- 
rriles, limones,  naranjas  y  otras  vituallas;  el  pilo- 
to vestía  peluca  parda,  y  se  ocupaba  mirando  en 
su  carta  de  marear;  llevaba  seis  marineros  vesti- 
dos de  varios  colores  de  seda,  con  guarniciones  de 
oro  y  ricos  collares,  cantando  todos  con  lindo  do- 
naire por  las  gavias  y  jarcias;  la  nave  se  veía  ro- 
deada de  cerúleas  y  encrespadas  olas,  y  por  ellas 
le  cercaban  cinco  tritones  y  cuatro  sirenas  con 
largas  y  rubias  cabelleras:  que  todo  ello  publica- 
ban la  grandeza  y  valor  del  triunfador  á  quien  ve- 
nían á  saludar. 

Acabóse  la  fiesta  con  música  y  tiros  de  artille- 
ría, y  salió  S.  A.  de  Pétala,  y  por  el  mal  tiempo 
entró  en  Puerto  Candela;  y  sobre  combatir  á  Le- 
panto  hubo  contrarios  pareceres,  y  se  entendió 
después  era  fácil  la  empresa  por  la  poca  defensa 
que  tenía. 


—   I«S  — 

A 12  de  Octubre  llegó  S.  A.  i  Santa  Maura,  fron- 
tero del  puerto  de  Gomenúca,  en  tierra  firme;  pa- 
reció ser  necesario  quince  días  para  expugna! la, 
difícil  la  batería  y  no  de  mucha  importancia  la  em- 
pretti,  y  tjánowt  trató  de  darle  aJtalto. 

Aqui  S.  A.  dio  gracias  á  Dios  por  la  victona  con 
misa  solemne,  sermón  y  procesión,  con  música  de 
instrumentos  y  acompañamiento  de  muchos  clé- 
rigos y  frailes  que  iban  en  la  armada. 

Repartió  S.  A.  los  despojos  de  esta  manera: 

Al  Rey  Católico,  la  capitana  del  Turco. 

Al  Papa,  veintisiete  galeras,  nueve  cañones 
gruesos»  tres  pedreros,  cuarenta  y  dos  sacres  y 
doscientos  esclavos. 

Al  Rey  Católico,  ochenta  y  un  vasos,  sesenta  y 
ocho  cañones  grandes,  doce  pedreros,  ciento  se* 
senta  y  ocho  sacres  y  tres  mil  seiscientos  esclavos. 

A  Venecia,  cincuenta  y  cuatro  vasos,  treinta  y 
ocho  cañones,  seis  pedreros,  ochenta  y  cuatro  sa- 
cres y  dos  mil  quinientos  esclavos. 

A  S.  A.,  de  la  décima,  diez  y  seis  vasos,  sete- 
cientos veinte  esclavos,  y  las  piezas,  de  diez  una; 
quedaron  en  su  poder  los  dos  hijos  del  Bajá  ^  '*  " 
cuarenta  y  siete  principales  de  los  turcos. 

Las  naves  dieron  bastimentos  á  las  galeras,  y 
S.  A.  se  fué  á  Mesina  con  Marco  Antonio  Colona, 
y  se  quedaron  los  venecianos  en  la  isla  de  Corfú, 
por  estar  cerca  de  Sicilia,  Calabria  y  Venecia. 

Entró  S.  A.  en  el  puerto  día  de  Todos  los  San- 
tos, remolcando  las  galeras  vencidas  y  sus  estan- 
dartes y  banderas,  y  tremolando  las  vencedoras, 
y  fué  recibido  del  obispo  y  clerecía  y  magistrado 


—   123   — 

con  grande  aplauso,  alegría  y  veneración;  dio  otra 
vez  gracias  á  Dios,  y  celebró  por  espacio  de  nueve 
días  las  exequias  de  los  difuntos  en  la  jornada  con 
suntuoso  túmulo,  adornado  de  elogios,  inscrip- 
ciones, trofeos  y  armas  propias  y  del  enemigo.  Su 
Alteza  hizo  merced  á  los  que  se  señalaron  en  la 
batalla  y  grandes  limosnas  al  hospital  de  la  arma- 
da. Los  romanos  recibieron  á  Marco  Antonio  Co- 
lona con  gran  triunfo,  y  su  Santidad  en  Palacio 
acompañado  de  cardenales;  y  en  lugar  de  los  gas- 
tos de  banquetes,  dio  dotes  á  huérfanas,  y  Colona 
ofreció  una  bella  campana  de  plata  en  Araceli  con 
su  inscripción. 

El  Rey  Católico  tuvo  la  nueva  en  la  octava  de 
Todos  los  Santos,  estando  en  vísperas  con  sus  frai- 
les de  San  Lorenzo  el  Real,  donde  recibió  la  en- 
horabuena y  se  hizo  una  solemne  procesión,  y  otro 
díase  dijo  misa  por  los  difuntos  de  la  armada. 
Allí  se  le  entregó  el  estandarte  del  Turco,  que  diji- 
mos llamarse  Sanjac,  que  era  traído  de  Meca:  su 
hechura  de  tela  de  algodón  y  lino  blanco,  escrito 
por  una  parte  de  letras  arábigas  mayores  y  meno- 
res, muchas  de  ellas  doradas,  lleno  de  círculos, 
cuadros  y  triángulos.  Partió  luego  para  Madrid  á 
hallarse  en  la  procesión  general,  que  allí  se  cele- 
bró suntuosísima,  y  llevó  á  su  lado  al  Embajador 
de  Venecia;  y  para  que  de  esta  victoria  hubiese 
perpetua  memoria  y  hacimiento  de  gracias,  dotó 
fiesta  en  cada  un  año  en  la  Santa  Iglesia  de  Tole- 
do, que  se  celebra  con  gran  solemnidad  en  7  de 
Octubre  todos  los  años.  Hizo  S.  M.  muchas  mer- 
cedes á  los  capitanes  que  sirvieron  en  esta  jorna- 


—  xt4  — 

da,  de  hábitos,  encomiendaB,  rentas,  entreteni- 
mientoe,  ventajaB  y  ayudas  de  costa,  teniendo  me- 
moria de  que  este  triunfo  les  había  costado  penas, 
cuidados,  trabajos,  peligro,  sudor  y  sangre  derra- 
mada. Halló  la  nueva  á  Selin  en  Andrínópolis,  y 
dijo  con  excesivo  sentimiento  á  sus  consejeros  era 
el  triste  caso  infelix  suceso  de  esta  batalla,  claro 
y  fatal  principio  de  la  ruina  de  su  monarquía,  y 
con  ira  y  furor  terrible  mandó  matar  los  esclavos 
«tpaftoles  y  venecianos;  pero  Mahomet  Bajá  le 
consoló  con  pmdaocia  y  valor,  y  le  disuadió  la 
crueldad  y  vengansa  vil  que  intentaba,  diciendo 
matarían  los  cristianos,  al  punto  que  lo  supiesen, 
á  los  esclavos  turcos,  y  se  seguirían  otros  muchos 
inconvenientes:  que  con  la  medida  que  nao  mide, 
coo  esa  le  vuelven  á  medir. 


CAPITULO  XIII 

Cantan  la  gala  de  esta  victoria  al  Sr.  D.  Juan  de  Austria 
los  nids  ittsignes  poetas  de  la  cristiandad. 

Bien  pudiera  referir  aquí  innumerables  versos 
que  se  escribieron  este  año  de  1571  en  loor  de  esta 
victoria  y  en  gloria  de  los  triunfadores;  pero  fuera 
eso  hacer  muy  largo  este  tratado,  fuera  de  los  lí- 
mites de  mi  pretensión,  los  que  aquí  se  pudieran 
poner  (i). 


(i)  Proponíase  acaso  el  autor  llenar  este  capítulo  con  poe- 
sías dedicadas  á  la  memorable  victoria  de  Lepanto,  y  desistió 
después  de  su  idea,  dejándolo  reducido  á  estas  cortas  líneas. 


CAPITULO  XIV 

Tráktté  ié  prougmir  h  gmnm  contr»  d  Tmm 
yqmlm  tmáimá»  d  Sr.  D.  Jum. 


El  Santo  Pontífice  Pío  V,  gotoso  con  la  victo- 
ría  paaada,  j  deieoao  de  continuar  la  guerra  con- 
tra el  Torco,  exhortaba  con  fervor  á  los  Príncipes 
cristianos  para  entrar  en  otra  Liga,  ó  por  mejor 
decir,  continuar  la  pasada,  porque  acometido  el 
Turco  por  mar  y  tierra,  bajase  la  cresta,  y  coando 
como  el  pavón  hiciese  rueda  mirando  sos  lunas, 
las  deshiciese  mirándose  á  los  pies,  esto  es,  á  la 
pérdida  de  sus  armadas;  y  porque  se  quejó  S.  A. 
en  Venecia  de  las  cóleras  y  términos  absolutos  de 
Sebastián  Veniero,  General  de  venecianos  (de  quien 
queda  referido  que,  arrogantemente,  mandó  ahor- 
car A  un  capitán  y  dos  soldados  al  tiempo  de  que- 
rerse dar  la  batalla),  le  dieron  por  sucesor  á  Ja- 
cobo  Foscarin. 

Aprestábase  S.  A.  para  la  continuación  de  la 
guerra  con  tan  heroico  espíritu,  que  cualquiera 
pequeño  impedimento  le  parecía  estorbar  el  curso 
de  su  gloria,  dispuesto,  no  ya  con  dudosa  espe- 
ranza para  la  batalla  de  incierto  fin,  mas  de  se- 
gura y  gloriosa  victoria  solicitaba  el  aparato  de 
la  guerra;  y  el  Rey,  su  hermano,  le  daba  priesa, 
y  con  este  incentivo  levantaba  nuevos  alemanes 


—   127    — 

é  italianos,  mandando  fletar  navios  de  carga  y  re- 
coger vitualla  y  municiones  para  que  á  la  prima- 
vera estuviese  la  armada  á  punto  y  con  gente 
descansada  en  los  alojamientos;  y  asimismo  nom- 
bró para  que  le  asistiesen  al  marqués  de  TrevÍ90, 
napolitano,  y  á  Antonio  Doria,  prácticos  y  de  buen 
consejo  en  los  sucesos  de  la  guerra. 

Entendido  esto  por  Selín,  Gran  Turco,  escribió 
al  rey  Carlos  IX  de  Francia,  entendiendo  era  so- 
licitado para  que  entrase  en  la  Liga  contra  él,  pi- 
diéndole guardasse  la  fe  que  debía  á  su  amistad, 
heredada  de  sus  padres  y  abuelos,  y  que,  dado 
caso  que  no  le  ayudase,  por  lo  menos  no  se  confe- 
derase contra  él,  y  diese  lugar  á  que  los  hugono- 
tes, que  trataban  de  favorecer  á  los  rebeldes  de 
Flandes,  metiesen  allí  sus  armas  para  necesitar  al 
Rey  Católico  á  que  mirase  aquellos  Estados  y  sa- 
liese de  la  Liga,  con  que  quedaría  enflaquecida 
por  faltarle  la  fuerza  y  parte  más  poderosa;  puso, 
finalmente,  Selín  eficaces  medios  en  asentar  esta 
paz  en  Francia  y  efectuar  para  ello  el  casamien- 
to de  Margarita  con  el  Príncipe  de  Bearne.  Era 
Margarita  hermana  del  Rey,  y  los  Príncipes  de  la 
Casa  de  Lorena  le  disuadían  este  casamiento,  di- 
ciendo sería  más  á  propósito  con  el  Rey  de  Por- 
tugal, á  gusto  y  petición  del  Pontífice,  por  su  Le- 
gado el  cardenal  Alejandrino;  asimismo  adver- 
tían al  rey  Carlos  del  engaño  de  Selín  y  de  los 
males  que  amenazaba  su  amistad:  que  es  desvarío 
presumirla  del  enemigo  común. 

D.  Juan  de  Austria,  por  mandado  del  Rey  Ca- 
tólico, llegó  á  Mesina  á  la  entrada  de  Abril  del 


año  de  1572  para  llevar  á  Corfú  su  armada,  donde 
te  habían  de  juntar  loe  generales.  Los  venecianos, 
en  el  Ínterin,  enviaron  galeras  á  correr  las  tierras 
del  enemigo  y  tomaron  la  isla  Margarita;  tam- 
bién enviaron  otras  escuadras  en  cono  para  ad- 
vertir y  mirar  las  empresas  que  se  podían  hacer 
en  la  costa  de  Morea  y  Albamia  y  para  entender 
loe  ánimos  de  los  griegos,  enemigos  del  Turco,  los 
cuales  habían  enviado  á  pedir  á  D.  Juan  acome- 
tiese la  Morea,  donde  le  recibirían  con  sus  gentes 
y  le  tendrían  por  su  cabeza,  y  que  Uevasse  armas 
y  guarnición  de  caballos,  que  ellos  le  acudirían 
con  los  suyos  valientemente.  El  Rey  Católico 
mandó  aprestarlo  todo  con  gran  abundancia,  guia- 
do de  la  esperanza  del  próspero  snoeso.  £n  esta 
sazón,  Aluch  AJÍ,  general  de  Selín,  con  las  quince 
galeras  que  salvó  de  la  batalla  pasada  y  algunas 
instas  de  conaríos,  hizo  doscientas  velas  y  par- 
tió á  defender  la  Morea,  porque  se  temía  de  su 
acometimiento  y  de  que  se  había  de  levantar  por 
haberle  avisado  que  traía  trato  con  D.  Juan,  á 
quien  había  dado  su  palabra  de  elegirle  por  su 
Rey,  si  bien  fiaba  poco  Alí  de  su  armada  y  sólo 
pretendía  estar  en  la  defensa  de  todo.  Entró  en  el 
archipiélago  Escarpanto  y  otras  islas,  y  echó  á 
remo  los  cristianos  por  reforzar  su  armada  y  por 
verlos  inclinados  á  los  confederados,  é  hizo  gran- 
des castigos  en  la  Morea  y  Albania  en  muchos, 
porque  querían  á  D.  Juan  por  Rey,  especialmente 
en  los  religiosos,  diciendo  eran  inducidores  de  los 
pueblos  al  levantamiento.  Este  moro  era  sagaz  y 
pájaro  matrero. 


—    129    — 

En  este  tiempo  murió  en  i.°  de  Mayo  el  Santo 
Pontífice  Pío  V,  á  los  seis  años,  tres  meses  y  vein- 
te días  de  su  Pontificado,  y  á  los  sesenta  y  siete 
y  catorce  días  de  su  religiosa  y  santa  vida,  con 
gran  tristeza  de  toda  la  cristiandad  y  de  la  santa 
ciudad  de  Roma,  de  cuya  muerte  se  alegraron 
por  todo  extremo  los  herejes  y  el  gran  Turco  Se- 
lín,  que  dentro  de  nueve  días  supo  la  nueva.  Tam- 
bién la  supo  con  brevedad  el  Rey  Católico,  é  hizo 
notable  sentimiento,  porque  la  Iglesia  perdía  un 
gran  pastor,  y  porque  muriendo  este  Santo  Pon- 
tífice recelaba  el  fin  que  había  de  tener  la  Liga;  y 
á  esta  causa,  y  por  haberse  alterado  en  este  tiem- 
po los  Estados  de  Flandes,  cuyos  rebeldes  habían 
saqueado  las  iglesias  y  monasterios,  destrozado 
las  imágenes,  apoderádose  de  la  tierra  y  pasado 
á  cuchillo  á  los  religiosos  y  católicos,  avisó  á  Don 
Juan  no  partiese  de  Mesina  hasta  que  le  avisase, 
porque,  si  era  forzoso,  en  pocos  días  metería  con 
su  armada  gente  en  el  Piamonte  y  en  algunos  más 
de  los  Estados  de  Flandes  que  se  habían  rebelado. 

Sucedió  en  el  Pontificado  Gregorio  XIII,  per- 
sona de  grandes  virtudes,  conocimiento  de  la  ju- 
risprudencia, gravedad,  entereza  y  vida  inculpa- 
ble, el  cual  deseó  el  buen  empleo  de  la  armada 
de  la  Liga,  cuya  prosecución  deseaba  grandemen- 
te S.  A.,  por  haberle  prometido  el  Papa  Pío  V  la 
investidura  del  primer  reino  que  se  ganase  al  Tur- 
co, haciéndole  su  Rey,  y  los  de  la  Morea  se  lo  ha- 
bían ofrecido  y  lo  desvelaban  é  incitaban  para  salir 
con  la  empresa,  para  cuyo  efecto  envió  sus  emba- 
jadores al  Rey  su  hermano  por  tierra  y  por  mar.  El 


-  i3o  — 

Rey  Católico  mandó  á  S.  A.  partiese  para  Levan* 
te,  sin  invernar  allí,  y  que  saliese  de  Mesina  con 
saenta  y  cinco  galeras  y  treinta  naves,  seis  mil  es- 
pañoles, seis  mil  italianos  y  tres  mil  alemanes, 
dejando  en  Palermo  el  resto  de  su  armada  á  cargo 
de  Juan  Andrea  Doria,  y  la  infantería  á  cargo  de 
Cabrío  Cerbellón,  para  dar  calor  á  las  cosas  de 
Poniente. 

Antes  que  llegase  este  mandato,  por  acuerdo 
de  la  Congregación  de  cardenales  de  la  Liga  par- 
tió de  Mesina  Marco  Antonio  Colona,  teniente 
general,  confirmado  por  el  nuevo  Pontífice  á  6  de 
Julio  de  este  afto  de  1372  con  el  estandarte  de  la 
Liga,  y  con  él  Jacobo  Soranxo,  proveedor  de  Ve- 
necia,  y  llegó  á  Corfó.  En  la  muestra  de  la  arma- 
da, halló  ciento  cuarenta  galeras,  seis  galeazas 
y  veinte  naves,  con  las  que  S.  A.  había  enviado 
delante.  Detúvose  allí  doce  días,  y  pasando  el  pe- 
queño canal,  navegó  con  ellas  el  puerto  de  Alba- 
nia al  puerto  de  las  Gomenizas,  donde  llegó  aviso 
de  S.  A.,  en  que  le  decía  se  esperase,  que  (mesto 
sería  con  ellos. 

Los  venecianos  decían  pasaba  el  tiempo  sin 
fruto,  y  Marco  Antonio  deseaba  señalarse  en  esta 


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jornada,  y  así  pasó  á  la  Cefalonia  y  envi^^ 
leras  á  15  de  Julio,  á  espiar  al  enemigo,  i  V\ó 

de  loe  naturales  y  griegos  de  la  Morea,  estaba 
AIÍ  con  armada  de  doscientas  veinte  galeras  y 
veinticinco  galeotas  en  el  puerto  de  Epidauro,  y 
á  7  de  Agosto  tuvo  aviso  de  que  el  enemigo  salía 
al  golfo  y  venía  á  embestir  con  su  armada.  Luego 
Marco  Antonio  tocó  al  arma,  salió  del  puerto, 


—  i3i  — 

alargóse  al  mar,  púsose  en  batalla,  presentándose 
tan  cerca  que  las  armadas  se  acañoneaban.  Vien- 
do Alí  el  buen  orden  de  la  armada  cristiana,  se 
retiró  sin  volver  las  proas,  por  no  dar  señal  de  te- 
mor y  huida,  apartándose  de  la  batalla  á  sotaven- 
to con  boga  lenta;  los  cristianos  los  cargaban  y 
vino  la  noche  sin  esperanza  de  pelear;  Alí  disparó 
toda  su  artillería  para  cubrirse  con  el  humo  y  se 
fué  á  puerto  Coalla,  veinte  leguas  de  la  armada 
cristiana. 

Los  cristianos  entraron  en  Consejo,  y  en  él  se 
acordó  que  el  capitán  Pedro  Pardo,  con  una  ga- 
lera, avisase  de  lo  sucedido  á  S.  A.,  que  estaría 
en  Corfú,  y  le  solicitase  para  unirse  con  la  arma- 
da brevemente  para  alcanzar  segunda  victoria  de 
los  turcos. 

Llegó  al  Zante,  donde  halló  que  S.  A.  había 
llegado  brioso  con  cincuenta  y  cuatro  galeras,  dos 
galeazas  de  Florencia  y  algunas  naves  á  cargo  de 
D.  Rodrigo  de  Mendoza  Cerbellón,  en  seguimien- 
to del  marqués  de  Santa  Cruz,  á  quien  había  en- 
viado delante  con  dos  galeras  para  avisar  á  Mar- 
co Antonio  de  su  viaje;  no  le  halló,  y  con  despla- 
cer le  envió  á  llamar,  para  que  juntos  peleasen 
con  Alí,  ó  se  hiciese  alguna  empresa  en  la  tierra. 

En  este  ínterin  los  de  la  Liga  fueron  descubier- 
tos de  los  turcos,  y  dejando  de  hacer  aguada,  se 
dispusieron  para  pelear,  saliendo  la  vuelta  de  ellos 
y  con  viento  en  popa  fueron  en  su  contra  hasta 
que  se  trocó  el  viento,  y  remolcaron  las  naves  y  es- 
tuvieron á  tiro  de  cañón.  Marco  Antonio  se  opuso 
contra  ellos  en  batalla;  y  vista  por  Alí  su  deter- 


—  I32  — 

minación  animosa.,  se  entretuvo  escaramoiando 
con  la  artillería  algunas  horas,  más  amenazando 
que  intentando  la  pelea.  Marco  Antonio  envió 
otro  aviso  á  S.  A.,  pidiéndole  no  tardase  en  jun- 
tarse con  su  armada;  S.  A.  lo  había  procurado  y 
lo  habian  detenido  los  vientos  y  la  resolución  del 
comisario  que  le  impedia  la  salida,  porque  andan- 
do tan  cerca  la  armada  del  Turco  fn^rn  rneterse 
en  manifiesto  peligro,  y  asi  escribió  a  '  An- 

tonio viniese  luego  á  Corfú,  y  él  lo  hizo  y  llegó  á 
la  presencia  de  S.  A.  á  31  de  Agosto. 

Llegado  Marco  Antonio,  determinó  D.  Juan  su 
partida  para  combatir  con  Mi;  envió  las  naves  al 
Zante;  pasó  la  annada  el  Canal;  hizo  agua  y  leña 
en  las  Gomenizas,  y  desde  allí  pasó  á  Siracosa, 
donde  Marco  Antonio  tuvo  aviso  de  que  AH,  con 
los  tarcos,  temerosos  v  malsanos,  estaba  en  el 
Puerto  Junco. 

S.  A.  llegó  á  la  Cefalonia,  donde  gastó  dos 
días  en  disponer  la  armada  para  combatir  al  ene- 
migo, trocando  la  forma  de  la  disposición:  el 
cuerpo  de  la  batalla  llevaba  sesenta  y  cinco  gale- 
ras con  bandoleras  amarillas;  el  escuadrón  de  su 
diestra,  con  cincuenta  galeras,  dio  al  marqués  de 
Santa  Cruz,  con  gallardetes  verdes;  y  el  de  la  si- 
niestra dio  á  Jacobo  Soranzo,  con  otras  tantas  ga- 
leras con  banderolas  azules,  y  para  socorro  dio 
treinta  galeras  á  D.  Juan  de  Cardona,  con  bande- 
retas  blancas;  delante  iban  ocho  galeazas  y  detrás 
algunas  galeotas  y  bergantines  y  naves  para  va- 
lerse de  ellas  cuando  fuese  menester. 

Caminaron  toda  la  noche  á  remo,  aunque  con 


—  i33  — 

viento  fresco,  y  pasaron  de  las  Estrofadas,  distan- 
tes diez  leguas  de  Puerto  Junco,  y  para  encubrir- 
se pasaron  allí  todo  el  día. 

La  noche  siguiente  se  trató  de  medir  el  tiempo 
con  el  camino  para  estar  al  amanecer  sobre  Mo- 
dón.  Enviaron  tres  galeras  á  reconocer  al  enemi- 
go, el  cual  fué  descubierto,  y  salió  con  ochenta 
galeras  media  legua  de  Modón  á  esperar  á  S.  A., 
de  lo  cual  S.  A.  se  holgó  mucho  y  le  presentó  la 
batalla,  entendiendo  sería  cierta,  porque  Alí  car- 
gaba á  algunas  adelantadas,  y  con  su  Real  arreme- 
tió animosamente,  y  el  enemigo  se  retiró  á  Modón. 

Fué  S.  A.  á  la  isla  de  la  Sapiencia  á  la  vista 
por  estrecho  canal,  dividida  por  tierra  firme,  y 
Aluch  Alí,  viendo  deshecha  la  ordenanza,  con  im- 
petuosa boga  se  mejoró  contra  los  confederados; 
ellos  volvieron  las  proas  para  ordenarse,  y  el  ene- 
migo se  metió  en  su  puerto.  S.  A.  estuvo  toda  la 
noche  sobre  las  áncoras,  y  el  siguiente  día  hizo 
agua  en  el  río  de  Corón  por  no  dejar  al  enemigo 
libre  el  paso  para  Constantinopla.  Llegaron  tres 
mil  turcos  para  impedir  la  aguada,  escaramuzan- 
do, cargando  casi  en  rota  á  los  cristianos.  S.  A. 
envió  á  Paulo  Esforza  con  buen  número  de  solda- 
dos y  se  las  hubo  con  los  turcos,  con  quienes  pe- 
leó, y  al  fin  quedaron  muertos  algunos  de  ambas 
partes.  El  día  siguiente  volvió  á  Modón  la  ar- 
mada puesta  en  batalla;  mas  Aluch  Alí,  temien- 
do, con  increíble  presteza  guarneció  el  collado 
puesto  sobre  la  ciudad  y  el  puerto  con  mucha  ar- 
tillería, para  batir  la  armada  cristiana  si  se  le 
acercaba,  quitando  del  todo  la  esperanza  de  venir 


-  i34  - 

&  txitaUa.  S.  A.  volvió  á  Puerto  Janeo,  cabo  se- 
guro de  todos  vientos  y  á  propósito  pgua  hacer 
agua:  alH  se  resolvió  de  esperar  los  movimientos 
de  los  griegos,  de  que  daban  esperansas,  y  las 
veinte  naves  que  haÜan  quedado  en  el  Zaote,  con 
la  vitualla  y  con  dos  mil  quinientos  aleosanes, 
municiones,  pertrechos  y  máquinas  de  guerra,  y 
dies  y  ocho  galeras  que  asimismo  mandó  traer 
S.  A.,  y  arribaron  á  los  i8  de  Septiembre. 

En  este  ínterin  se  intentaba  deshacer  la  guerra 
por  los  contrarios  pareceres  de  los  del  Consejo  de 
S.  A.,  deseoso  de  volver  á  embestir  la  armada 
dentro  del  puerto  con  la  ventaja  de  la  artillería  de 
tierra;  y  se  dejó  de  tomar  resolución.  £1  enemigo 
desarmó  muchas  galeras  y  puso  la  artilleriaen  alto 
para  guardar  el  puerto,  y  sobre  el  batir  á  Modón 
hulx>  varios  pareceres,  lo  cual,  visto  por  S.  A., 
volvió  el  ánimo  y  ímpetu  contra  Navarino,  ciudad 
grande  y  antigua  patria  de  Néstor,  griego  famo- 
so en  la  guerra  de  Troya.  Salieron  á  tierra  ocho 
mil  infantes,  escaramuzando  con  los  turcos,  y  re* 
conocieDilo  el  sitio  plantaron  ocho  cañones  gruesos 
en  las  explanadas,  en  puesto  á  propósito,  pero  con 
dificultad,  y  las  trincheras  flacamente  por  ser  pe- 
dregoso. Batiólo  tres  días  S.  A.  con  algún  efecto;  y 
por  no  haberse  ocupado  con  un  cuerpo  de  guardia 
el  camino  de  Modón,  socorrieron  á  los  sitiados 
quinientos  turcos.  La  primera  noche  del  sitio  Alí 
salió  á  divertir  con  cincuenta  galeras  reforzadas  y 
se  volvió  con  brevedad.  Continuábase  el  batir  á 
Navarino  y  estaban  mal  acomodados  ios  de  la  cam- 
paña, y  sin  esperanza  de  ganarla  por  el  mucho  so- 


—  i35  — 

corro  que  cada  día  le  traían,  si  bien  no  lo  pasaban 
menos  mal  los  turcos  con  poca  comida  y  mucha 
confusión:  que  ésta  es  la  moneda  de  la  guerra. 

Viendo  S.  A.  la  dificultad  de  la  empresa,  en  el 
silencio  de  una  noche  obscura  y  lluviosa  levantó  el 
cerco,  y  por  ser  fuerza  invernar  en  Poniente,  de- 
sistió de  batir  á  Navarino.  Pasó  á  Modón,  y  Alí, 
con  cincuenta  galeras,  salió  á  tomar  dos  naves  de 
municiones  echadizas,  para  socorrerle,  al  mar; 
acometióle  S.  A.,  y  retiróse.  El  marqués  de  San- 
ta Cruz  cargó  sobre  él,  y  prendió  la  galera  del 
nieto  de  Barbaroja.  Prosiguió  S.  A.  su  viaje,  y  en 
los  Gomenizas  halló  á  Juan  Andrea  Doria  y  al 
duque  de  Sessa  con  trece  galeras  que  habían  veni- 
do á  servir  por  orden  del  Rey. 

Alí  volvió  á  Constantinopla  deseoso  de  haber 
defendido  los  Estados  de  Selín  con  armada  débil 
y  enferma;  y  luego  trató  el  dicho  Selín  de  acre- 
centar su  armada,  labrando  galeras  en  el  mar  Ma- 
yor, y  en  otras  provincias  municiones  y  vituallas. 
El  Rey  Católico  y  los  venecianos  convinieron  en 
sacar  trescientas  galeras  á  la  primavera:  las  cien- 
to cincuenta  por  la  Corona  de  España  y  por  su 
cuenta:  que  el  Rey  de  España  es  león  que  duerme 
con  los  ojos  abiertos. 


CAPITULO  XV 

itUm 


Deieando  el  Rey  Católico  el  fruto  de  tantos 
gastos,  armó  las  dichas  ciento  cincuenta  galeras 
para  que  la  armada  llegase  á  trescientas,  como  lo 
habia  prometido  á  los  venecianos,  y  todos  ha- 
bían de  estar  en  Corfú  á  los  15  de  Abril  del  año 
de  1573. 

En  esta  saxón  los  venecianos  hicieron  paces  con 
el  Turco  por  medio  del  Rey  de  Francia  y  de  su 
Embajador  en  Constantinopla,  por  mano  de  Ma- 
homet  Bajá  y  de  su  Bailio.  El  Papa  sintió  mucho 
esta  novedad,  y  dijo  en  público  Consistorio  eran 
poco  religiosos  los  venecianos,  y  no  guardaban  so 
palabra  y  fe  ni  el  juramento  hecho  en  la  autori- 
dad de  la  Sede  Apostólica;  lo  cual,  sabido  por 
ellos,  enviaron  para  aplacaile  á  Nicolás  de  Por- 
te, su  embajador,  y  á  que  le  refíriese  á  boca  las 
causas  que  les  habían  movido  para  hacer  las  di- 
chas paces,  y  no  le  dio  audiencia  su  Santidad. 
Asimismo  enviaron  otro  Embajador  al  Rey  Cató- 
lico para  darle  satisfacción  de  lo  hecho,  el  cual 
respondió  con  su  gran  prudencia  que  cada  uno 
sabia  lo  que  le  estaba  bien,  y  que  si  les  habia  pa- 
recido conveniente  la  paz,  no  le  desplacía  deja- 


-  137  - 

sen  la  guerra  comenzada.  También  dieron  aviso  á 
S.  A.  con  su  Embajador  de  la  paz  alcanzada  á 
costa  de  mucho  dinero  (fuerte  negociación  y  re- 
putación poca,  por  las  condiciones  que  en  ella  se 
pusieron,  bien  á  gusto  de  los  turcos).  A\  punto 
quitó  S.  A.  de  su  Capitana  Real  el  estandarte  de 
la  Liga,  y  puso  el  de  España,  y  á  este  tiempo  lle- 
gó Alí  con  grande  armada  á  la  Previsa  en  defensa 
de  la  Morea  y  otras  provincias  de  Selín. 

S.  A.,  despedidos  los  venecianos,  juntó  su  Con- 
sejo sobre  el  empleo  de  las  ciento  cincuenta  galeras 
y  las  naves,  y  tanta  y  tan  lucida  infantería.  Pare- 
ció á  algunos  que,  juntas  con  las  doce  galeras  del 
Papa  (que  no  dejó  la  Liga)  y  las  de  Malta,  se 
combatiese  á  Alí,  aunque  estaba  con  más  número 
de  bajeles,  no  bien  armados  ni  sanos  ni  osados, 
medrosos  y  detenidos  sí,  y  malparados  de  una  fu- 
riosa tempestad,  recelándose  de  lo  que  podría  su- 
ceder en  su  daño,  sabiendo  que  el  Rey  Católico 
por  sí  solo  podía  hacer  la  guerra  al  Turco,  con- 
quistar reinos  y  alcanzar  victorias,  siendo  el  más 
poderoso  Monarca  del  mundo.  Hubo  en  el  Con- 
sejo varios  pareceres:  unos  decían  se  conquistase 
Argel,  el  cual,  ganado,  se  entregarían  Túnez  y 
Trípol;  otros  decían  se  conquistase  Túnez. 

S.  A.  consultó  al  Rey  Católico,  su  hermano,  y 
mientras  se  tomaba  entera  resolución,  Arab,  go- 
bernador de  Argel,  temeroso  de  que  la  conquista 
se  comenzaría  por  esta  ciudad,  la  fortificaba  con 
cuidado,  en  tanta  manera  que  echó  por  tierra  un 
grande  arrabal  de  casas  fuera  de  la  Puerta  de 
Bazón,  y  la  fortificó  con  un  rebellín  para  su  de- 


-  i3S  — 

fensa  y  un  baluarte  que  tocaba  en  el  mar;  ciñó  la 
isla  del  puerto  de  muralla  baja  para  poner  tira- 
dores que  impidiesen  el  plantar  la  batería,  é  hizo 
la  torre  de  lanterna,  todo  con  mucha  brevedad. 

El  Rey  Católico  mandó  á  S.  A.  emplease  su 
armada  en  la  conquista  de  Túnez  por  sacarle  de 
la  tiranta  de  AJÍ,  y  que  le  desmantelase,  y  asimis- 
mo  conquistase  la  Goleta  para  evitar  los  continuos 
peligros  y  gastos  de  Italia,  ordenándole  no  par* 
tiese  de  Sicilia  sin  estar  asegurado  de  que  la  ar- 
mada del  Turco  no  pasaría  del  mar  Jonio.  Para 
eit*  efecto,  S.  A.  tuvo  galeras  y  fragatas,  que  le 
avisaban  de  sus  movimientos. 

AH,  con  cincuenta  galeras,  vino  á  Calabria  á  es- 
piar los  intentos  de  S.  A.,  y  fué  su  venida  con  tan- 
ta príesa,  que  juntamente  se  supo  su  venida  y  su 
vuelta;  y  como  era  ya  la  mitad  del  mes  de  Sep- 
tiembre, despidió  los  corsaríos  y  fué  á  disponer  los 
presidios  de  la  Morea  y  Archipiélago  para  ir  á  in- 
vernar á  Constantinopla,  con  deseo  de  salir  el  aik> 
siguiente  á  la  Goleta  para  asegurar  su  reino  de 
Túnez. 

Dejó  S.  A.  en  Sicilia  á  Juan  Andrea  Doria,  con 
cuarenta  y  ocho  galeras,  para  que  acudiese  á  re- 
mediar las  diferencias  que  había  en  Genova,  en 
caso  que  fuese  necesario,  y  S.  A.  salió  con  ciento 
cuarenta  galeras  y  con  cuarenta  y  cuatro  naves  de 
gran  porte,  doce  barcones,  veinticinco  fragatas, 
veintidós  falúas,  con  casi  veinte  mil  infantes  de 
las  tres  naciones,  sin  los  muchos  aventureros  y  en- 
tretenidos, con  buena  artillería,  muuicíones,  má- 
quinas y  vituallas,  bueyes  para  tirar  los  cañones, 


—  iBg   — 

setecientos  cincuenta  gastadores  y  cuatrocientos 
caballos  ligeros. 

Encaminóse  á  Trápana,  y  por  estar  el  mar  alte- 
rado no  se  alargó  hasta  i."  de  Octubre,  que  ancoró 
en  la  isla  Fabiniana,  doce  millas  de  Sicilia.  No  se 
tenía  por  seguro  en  esta  parte  S.  A.  por  los  rigores 
del  tiempo,  y  así  envió  al  capitán  Petrucho  Mo- 
ran á  reconocer  un  puerto  antiguo,  inútil  por  sos- 
pecha de  bajíos.  Halló  ser  capaz  de  la  armada,  y 
tomando  su  derrota  entró  en  él  con  nombre  de 
puerto  de  Austria,  y  S.  A.  tomó  la  muestra,  que- 
dando el  puerto  ilustrado  con  el  nombre  de  S.  A. 
Hecho  esto,  volvió  S.  A.  á  la  Fabiniana  y  en- 
vió las  naves  á  Túnez,  que  llegaron  con  próspe- 
ro viaje,  y  las  galeras  á  la  Goleta,  y  puesta  la 
gente  en  tierra  y  las  municiones  y  artillería,  hizo 
espiar  á  Túnez,  ciudad  poco  distante  de  Cartago, 
en  un  seno  de  la  costa:  fué  pequeño  lugar  hasta  el 
tiempo  de  los  alárabes,  en  que  uno  llamado  Mo- 
habia  pasó  la  población  de  Cartago  á  Túnez: 
tanta  es  la  inconstancia  de  las  cosas  humanas. 
S.  A.  sacó  de  la  Goleta  dos  mil  quinientos  solda- 
dos viejos  que  hacían  temblar  la  tierra,  con  todos 
sus  mosquetes,  de  la  disciplina  de  D.  Alonso  Pi- 
mentel,  y  metió  otros  tantos  bisónos  diciendo  que 
los  viejos,  como  prácticos,  le  servirían  mejor;  dio  su 
gobierno  al  marqués  de  Santa  Cruz,  y  caminó  con 
toda  presteza  á  Túnez.  Halló  las  puertas  abiertas, 
y  en  la  Alcazaba  le  dijo  el  alcaide  la  tenía  por  el 
Rey  Muley  Hamida,  y  con  la  misma  facilidad  se 
le  humilló  la  Goleta,  según  había  hecho  Túnez, 
hermosa  y  fuerte  ciudad,  en  cuya  defensa  y  de 


—  140  — 

Muley  Hameta,  venía  S.  A.  por  orden  del  Rey. 
Entró  en  ella  S.  A.,  y  á  los  moros  que  halló  los 
recibió  salvándoles  las  vidas;  visitó  las  mnrallas, 
miró  y  consideró  el  sitio,  y  olvidó  el  bnen  acuerdo 
del  Rey  su  hermano  que  le  ordenó  debía  desmán- 
telalla,  lo  cual  no  hizo,  guiado  del  parecer  de  pri- 
vados, á  quien  parecía  que  S.  A.  podía  ser  Rey  de 
Túnez  y  que  convenía  disponerlo,  y  no  lo  despre- 
ciaba porque  es  grande  el  reino  y  el  más  oriental 
de  Berbería,  á  cuyo  poniente  está  la  Mauritania, 
al  levante  Egipto,  á  tramontana  el  mar,  al  me- 
diodía el  Atlante  Mayor,  y  se  extiende  á  la  pro- 
vincia de  Cob,  que  comprende  buena  parte  de  Nu- 
midia  y  Libia  Oriental.  Tiene  cinco  provincias 
muy  latas,  y  la  mayor  parte  está  en  llano,  donde 
hay  grandes  pueblos  de  alárabes  y  africanos  po- 
derosos; finalmente,  es  lato  y  florido  el  reino  de 
Túnez,  á  que  aspiraba  S.  A.  En  la  Alcazaba  de 
Túnez  halló  S.  A.  un  león,  y  le  hizo  tan  manso, 
que  dormía  y  residía  en  su  aposento;  y  no  me  es- 
panto de  esto:  que  no  era  mucho  que  un  león  se 
rindiese  á  otro  más  valeroso  león.  Con  tener  los 
moros  mucho  tiempo  para  recoger  sus  haciendas, 
fué  el  saco  de  esta  ciudad  mayor  de  lo  que  se  pen- 
só, porque  se  halló  gran  cantidad  de  pólvora,  cua- 
renta y  cuatro  piezas  de  artillería,  mucho  trigo, 
cebada,  aceite,  miel  y  manteca.  Era  tan  benigno 
S.  A.,  que  no  permitió  se  hiciesen  esclavos  los 
vecinos,  antes  procuró  que  los  huidos  volviesen  á 
su  patria,  y  muchos  de  la  comarca  vinieron  á  dar- 
le la  obediencia  en  nombre  de  S.  M.  Para  la  per- 
petuidad, determinó  se  fabricase  un  fuerte,  capaz 


—  141  — 

de  ocho  mil  personas,  en  la  parte  que  mira  á  la 
ciudad  y  que  ayudase  á  la  Goleta,  que  está  en  la 
entrada  del  canal,  célebre  puerto  de  Cartago,  ce- 
ñido de  la  tierra. 

S.  A.  encargó  la  fábrica  de  este  fuerte  á  Cabrio 
Cerbellón,  con  título  de  Gobernador  y  Capitán 
General,  con  suprema  autoridad,  y  dejó  en  la  guar- 
nición al  maestre  de  campo  Andrés  de  Salazar 
con  veintidós  compañías  de  españoles,  y  á  Pagan 
Doria,  coronel  de  otros  tantos  italianos,  y  cien 
arcabuceros  á  caballo,  de  la  compañía  de  D.  Juan 
Hurtado  de  Mendoza,  que  todos  eran  ocho  mil 
hombres,  y  la  isla  encomendó  á  D.  Pedro  Zano- 
guera.  Puso  en  la  posesión  del  reino  á  Muley  Pía- 
mete, y  mandó  gobernasse  los  moros  en  paz  y  jus- 
ticia, y  no  usando  las  tiranías  de  su  hermano;  y 
para  evitar  guerras  y  venganza  de  injurias,  como 
varón  tan  prudente,  llevó  á  Italia  á  Muley  Hami- 
da,  á  quien  privó  del  reino  de  que  él  había  pri- 
vado á  su  padre,  siendo  justo  castigo  que  quien 
tal  hizo  que  tal  pague.  Estando  aquí  S.  A.  salió 
D.  García  de  Toledo  y  otros  caballeros,  con  moros 
de  á  caballo,  á  montear:  salió  á  ellos  un  ferocísi- 
mo león,  y  asaltando  á  un  moro  de  á  caballo  por  la 
espalda,  le  hizo  pedazos,  abriendo  al  caballo  y  al 
caballero  por  las  caderas.  Otro  caso  raro  sucedió 
á  D.  Rodrigo  de  Benavides,  hermano  del  conde  de 
Santisteban,  y  fué  que  saliendo  á  lanzar  un  león 
en  Túnez  en  un  escogido  caballo,  dándole  al  león 
una  lanzada,  se  le  cayó  súbitamente  el  caballo  en 
tierra  muerto  sin  herida,  por  el  solo  temor  y  es- 
panto, lo  cual  se  probó,  porque  abriendo  al  ca- 


—   142   — 

bailo,  le  hallaron  la  hiél  rompida:  extraño  caso. 

Pan  asegurar  más  á  Túnez,  trató  S.  A.  de  ocu- 
par  á  Biserta,  y  le  vino  nueva  de  que  de  su  volun- 
tad se  le  entregaba.  Mataron  los  turcos  de  guar- 
nición, libertaron  ciento  treinta  y  cinco  cristianos 
que  habia  en  una  galera,  y  puso  S.  A.  por  gober- 
nador al  moro  que  habla  muerto  á  los  turcos,  y  en 
el  castillo  á  D.  Francisco  de  Avila  con  trescien- 
tos soldados.  Estuvo  en  Túnez  siete  días,  y  á  los 
17  de  Octubre  partió  para  la  Goleta,  donde  se  de- 
tuvo hasta  los  24,  disponiendo  su  seguridad.  En 
ella  dejó  por  su  General  á  D.  Pedro  Purtocarrero, 
caballero  poco  fuerte  en  defender  plaza  fuerte. 
Llegó  á  Palermo  y  de  alH  á  Ñapóles  á  i  r, 

aficionado  á  la  gentileza  de  la  tierra  y  ^...-.....Áo 
de  los  entretenimientos  honestos  á  que  le  inclina- 
ba su  fiorida  edad  y  lozanos  pensamientos. 

Selin,  considerando  la  rota  que  recibió  en  el 
mar  de  la  armada  de  la  Liga,  y  que  estando  la 
dicha  Liga  desunida,  el  Rey  Católico  habia  ocu- 
pado á  Túnez,  y  crecía  en  fuerzas  y  reputación,  y 
poseía  la  Goleta,  y  asimismo  el  puerto  de  Túnez, 
comenzado,  daba  á  entender  la  pujanza  de  los 
cristianos;  se  resolvió  en  no  hacerles  guerra,  sino 
estarse  quieto  en  sus  Estados,  á  quienes  le  parecia 
tener  seguros.  Ali  le  persuadía  conquistase  la  Go- 
leta para  recuperar  y  asegurar  á  Túnez;  facilitá- 
bale ia  empresa,  y  le  prometía  castigar  la  temeri- 
dad que  decía  haber  tenido  los  capitanes  del  Rey 
Católico,  echando  bravatas  que  son  tiro  por  el 
aire. 

Apretó  tanto  la  dificultad  á  Selín,  que  se  deter- 


-  143  - 

minó  á  hacer  la  jornada  con  toda  su  potencia, 
para  lo  cual  escribió  á  los  sanjacos  del  Trípol,  de 
Argel  y  del  Carván,  pidiéndoles  recogiesen  mucha 
cantidad  de  vituallas,  aparatos  de  guerra,  número 
de  gente,  y  que  estuviesen  á  punto  ellos  y  sus  gen- 
tes y  bagajes,  para  salir  á  unirse  con  su  armada, 
en  llegando  á  la  costa  de  Berbería,  á  la  entrada 
del  verano. 

Estos  aprestos  daban  cuidado  á  los  cristianos 
del  fuerte  de  Túnez,  y  así  tiraba  D.  Juan  en  con- 
cluillo  con  diligencia  y  gran  presteza;  pero  era  el 
dolor  que  faltaban  los  materiales,  á  causa  de  la 
mala  provisión  del  Virrey  de  Ñapóles  y  el  Regen- 
te de  Sicilia,  á  quienes  S.  A.  había  encargado 
la  provisión  de  esta  fábrica,  por  no  poder  acudir 
S.  A.  á  ella,  asistiendo  á  las  cosas  de  Genova  y 
á  su  quietud,  aunque  lo  deseaba  en  gran  manera 
por  su  oficio  y  su  reputación,  y  por  la  defensa  del 
fuerte,  de  que  había  sido  autor,  y  por  la  salud  y 
amparo  de  grandes  caballeros  y  soldados  que  ha- 
bía dejado  en  su  guarda,  contra  el  parecer  más 
acertado  de  desmantelar  antes  que  edificar  en 
África.  Acudían  los  dichos  tarde  y  mal  á  la  dicha 
provisión  del  fuerte,  pareciéndoles  se  edificaba 
otra  Goleta  que  consumiría  gentes,  dinero,  vitua- 
llas y  municiones,  á  costa  de  los  reinos,  faltando 
en  esto  á  su  obligación  y  á  la  promesa  hecha  á 
S.  A.,  el  cual,  teniendo  nuevas  de  la  bajada  de 
la  armada  del  Turco  contra  los  estados  y  fuerzas 
del  Rey  Católico,  ordenó  á  D.  Juan  de  Cardona 
fuese  con  las  galeras  de  su  cargo  á  Túnez  y  pro- 
veyese á  Gabrio  Cerbellón,  que  asistía  á  la  fábri- 


—  144  — 
ca  del  fuerte  y  á  la  Goleta  de  las  cosas  necesarias: 
remedio  que  valía  más  tarde  que  nunca. 

Ali,  envidioso  y  codicioso,  solicitaba  los  apres- 
tos de  la  armada  con  codicia,  para  expugnar  la  Go- 
leta y  recuperar  á  Túnez,  cumpliendo  lo  que  ha- 
bla prometido  á  Selín.  Para  este  efecto  fué  infor- 
mado del  modo  de  la  ejecución,  teniendo  una  traza 
de  la  planta  y  montea  de  la  fábrica  que  puso  en 
sus  manos  un  oficial  del  ingeniero  mayor  de  la  fá- 
brica, que  era  un  italiano  que  sirvió  muchos  aftos 
en  su  estructura,  y  asi  alcanzó  el  dicho  Alí  los  de- 
fectos de  esta  fábrica  en  lo  que  tocaba  á  la  forma, 
sitio  y  materia,  y,  conforme  á  ellos,  determinó  el 
modo  y  puesto  con  que  se  le  hablan  de  plantar 
las  baterías.  Este  ingeniero  habia  existido  en  Es- 
paña mucho  tiempo,  pretendiendo  que  el  Rey  le 
hiciese  merced  por  su  arte,  y  por  las  quejas  que 
tenia  del  Rey  por  no  haberle  dado  lo  que  él  que- 
ría» y  por  su  mala  lengua,  habla  sido  echado  de 
Aranjuez  ignominiosamente;  y  mal  contento  y  des- 
pechado, se  pasó  á  Argel  el  año  de  1570,  siendo  go- 
bernador el  dicho  Ali,  á  quien  asistió  y  le  dio  la 
traza  del  fuerte  de  Túnez,  como  se  ha  dicho:  que 
un  mal  contento  es  causador  de  muchos  daños. 

Para  la  defensa  de  Túnez  acudió  D.  Juan  de 
Cardona  y  puso  en  tierra  la  gente  y  municiones 
que  traía,  y  lo  mismo  hizo  D.  Bernardino  de  Ve- 
lasco,  que  arribó  con  veinte  galeras  de  Ñapóles  con 
bastimentos  y  cuatro  compañías  de  gente  italiana, 
las  cuales  ayudaron  á  abrir  los  fosos  en  el  fuerte 
de  Túnez  y  llenar  las  cisternas  de  agua  y  ayudar 
á  levantar  las  murallas,  que  aún  no  estaban  fuera 


—  145  — 

de  escala,  y  hacer  otras  cosas  necesarias  á  la  for- 
tificación, porque  había  nueva  de  que  se  acercaba 
la  armada  de  Selín,  y  en  su  confirmación  habían 
entrado  en  tierra  de  Túnez  el  gobernador  de  Trí- 
pol  y  el  alcaide  del  Carván,  con  cuatro  mil  turcos 
y  gran  número  de  alárabes,  para  impedir  la  entra- 
da de  los  bastimentos  á  la  Goleta  y  Túnez. 

Estando,  pues,  los  cristianos  ocupados  en  la 
fortificación  de  Túnez  y  su  fuerte  (más  lentamente 
de  lo  que  pedía  la  necesidad  y  el  tiempo),  salió  la 
armada  turquesca  de  Constantinopla,  gobernada 
por  Alí,  con  doscientas  treinta  galeras,  treinta  ga- 
leotas, cuarenta  bajeles  de  carga  de  todas  formas, 
con  cuarenta  mil  soldados  de  las  naciones  de  Áfri- 
ca y  Europa,  entre  los  cuales  venían  siete  mil  je- 
nízaros. 

A  los  II  de  Julio  llegó  al  Cabo  de  Cartago;  y 
Muley  Hamet,  Rey  de  Túnez,  para  evitar  su  des- 
embarcación, juntó  buena  caballería  é  infantería 
con  banderasde  españolesy  sus  caballos,  artillería, 
municiones,  pabellones  y  vitualla;  mas  desampa- 
rado de  sus  moros,  amigos  de  novedades,  no  pudo 
pelear.  Alí,  con  los  suyos,  puso  á  un  mismo  tiempo 
sitio  á  Túnez  y  á  la  Goleta,  acercándose  con  trin- 
cheras de  fajina  de  olivos,  de  que  había  mucha 
abundancia  en  aquella  comarca,  y  la  traía  con  ca- 
mellos y  gente  de  las  galeras  y  moros  con  bestias, 
cubriéndose  con  montañas  unas  detrás  de  otras, 
sacas  de  leña  y  mazorcas  de  carrizo  marino,  y  en 
siete  días,  aunque  su  ejército  fué  maltratado  de  los 
cristianos,  puso  las  cosas  en  tan  buen  punto  que  á 
los  trece  desembocó  en  el  foso. 


10 


~  146- 

liechas  sos  trincheras  y  plataformas,  comensa- 
ron  los  turcos  á  batir  con  cañones  gmesisimos  y 
basiliscos  espantosos  las  murallas  y  baluartes, 
unos  á  la  ciudad  y  otros  al  fuerte.  D.  Pedro  Por- 
tocarrero,  luego  que  llegó  la  armada,  despachó  á 
S.  A.,  pidiéndole  que,  por  lo  que  debía  á  su  oficio 
y  i  la  piedad  cristiana,  socorriese  con  brevedad 
aquellas  plaxas.  Estaba  S.  A.  en  Begeben  por  or- 
den del  Rey  su  hermano,  y  vino  luego  á  Genova 
para  ir  á  Ñapóles;  escribió  al  duque  de  Sesa  so- 
licitase al  cardenal  Granvela  para  que  enviase 
gente  de  socorro  á  la  Goleta,  y  respondió  tenía 
mucho  que  guardar  en  el  reino  y  no  le  con  venia 
dividir  sus  fuerzas;  y  no  era  ésta  la  causa,  sino  el 
poco  gusto  que  tenia  de  acudir  á  S.  A.,  envidioso 
de  sus  glorías,  y  que,  como  extranjero,  habla  col- 
gado el  duelo  ajeno  de  los  españoles  de  un  paüo 
quebradizo  y  no  de  un  hierro  de  firmeza.  Detúvo- 
se S.  A.  algunos  días  en  Genova,  á  causa  de  una 
terrible  tempestad  que  había  maltratado  su  Real 
capitana  y  cuantos  bajeles  había  en  el  puerto:  que 
no  hay  resistencia  4  la  ira  del  mar.  Llegó  á  Ñapó- 
les á  22  de  Agosto,  y  con  flaca  ayuda  de  gente  y 
dineros,  pasó  á  Palermo.  Asistían  á  la  defensa  de 
Túnez,  con  D.  Pedro  Portocarrero,  el  capitán 
Ocio  de  Avendaño  y  dos  alféreces  españoles;  mas 
el  enemigo,  puesto  á  trescientos  pasos  de  distan- 
cia, batía  las  murallas  desde  bastiones,  que  las  so- 
brepujaban furíosamente  de  día  y  de  noche,  tiran- 
do mil  balas  cada  día.  Hicieron  gran  ruina  en  el 
baluarte  de  San  Pedro,  trabajando  con  todas  sus 
fuerzas  por  ganar  la  estrada  encubierta  que  iba  á 


—  147  — 
la  mar,  defendida  gallardamente  de  los  cercados, 
y  la  desamparara  D.  Pedro  Portocarrero,  á  no  ser 
impedido  de  los  capitanes  prácticos. 

Había  embarcado  S.  A.  en  Genova,  para  el  so- 
corro de  la  Goleta,  la  infantería  española,  que  ve- 
nía á  cargo  de  D.  García  de  Mendoza,  del  hábito 
de  San  Juan,  y  el  tercio  de  D.  Lope  de  Figueroa 
y  ocho  compañías  que  sacó  del  Estado  de  Milán,  y 
asimismo  las  coronelías  de  Octavio  y  Segismundo 
Gonzaga;  y  en  Palermo  juntó  las  galeras  del  Rey 
y  de  los  amigos  para  socorrer  la  Goleta  por  su 
persona.  Allí  halló  á  D.  Alvaro  Bazán  con  cua- 
renta galeras,  y  arribó  Marcelo  Doria  con  veinti- 
cinco; y  el  duque  de  Terranova  había  enviado  dos 
reforzadas  con  trescientos  españoles  escogidos,  y 
prometió  libertad  á  la  chusma  si  metían  con  bre- 
vedad el  socorro;  mas  el  tiempo  contrario  las  vol- 
vió á  Palermo.  Enviólas  segunda  vez  S.  A.  sin 
pompas  ni  rumbadas,  para  no  ser  descubiertas  de 
lejos;  mas  las  tormentas  les  cerraron  el  paso. 

Gil  de  Andrade,  con  cuatro  galeras,  fué  á  reco- 
nocer la  armada  del  Turco  y  á  intentar  la  entra- 
da en  la  Goleta  ó  meter  el  socorro  en  parte  don- 
de no  se  perdiese,  y  las  borrascas  lo  echaron  á 
Cerdeña,  teniendo  bien  cuidadoso  á  S.  A.,  por  es- 
pacio de  diez  y  ocho  días  que  tardó,  y  con  temor 
de  si  había  caído  en  manos  de  los  turcos;  quiso  ir 
á  Trápana,  y  fué  detenido  del  mar  y  vientos  furio- 
sos: que  no  hay  un  punto  de  firmeza  en  las  cosas 
humanas,  y  el  mar  y  los  vientos,  envidiosos  de  las 
glorias  de  los  españoles,  les  hacían  guerra. 

Los  turcos  ganaron  á  poco  trabajo  la  estrada 


-I4S- 

encubierta;  y  esfonadoe  con  la  poca  resistencia  de 
los  cercados»  llegaron  con  las  trincheras  al  foto  que 
mira  á  Cartago,  y  haciendo  nuevos  bastiones,  pro- 
curaron llenarle,  pan  lo  cual  Alf  echó  las  chusmas 
de  las  galeras  en  tierra  y  éstos  tndan  fajinas,  de 
qae  los  proveían  los  moros  en  abundancia,  troncos 
gruesos  y  sacas  de  lana,  derramando  gran  suma 
de  dinero  entre  los  que  se  señalaban.  Comenzaron 
una  mina  los  cercados  que  iba  á  dar  á  la  tienda  de 
Sinán  Bajá,  yerno  de  Selfn;  mas  impidió  su  efec- 
to un  soldado  que  se  pasó  á  los  turcos  y  dio  aviso 
á  Alf,  que  siempre  andaba  cuidadoso,  y  fué  preso 
Portocarrero. 

No  estaba  menos  apretado  el  fuerte  de  Túnez 
con  trincheras  que  por  dos  partes  levantaban  los 
turcos,  aunque  los  retiró  siete  veces  G«brío  Cer~ 
bellón,  con  muerte  de  más  de  tres  mil.  En  la  Go> 
leta  no  paraban  un  punto:  antes  le  dieron  un  asal- 
to muy  largo  y  gallardamente  combatido  de  ambas 
partes,  á  costa  de  muchas  vidas,  y  sin  aprovechar 
los  socorros  de  soldados  que  por  dos  veces  envió, 
desde  el  fuerte  de  Túnez,  Cerbellón;  y  asi,  á  los 
23  de  Agosto  la  combatió  Sinán  con  tanto  furor, 
animando  á  su  gente  con  promesas,  y  Alí  con  es> 
puertas  de  dinero,  que  al  cabo  de  cinco  horas  de 
combate  fueron  vencidos  los  cristianos,  y  ejecuta- 
ron en  ellos  todas  bárbaras  fierezas. 

Desde  el  fuerte  de  Túnez  miraban  los  nuestros 
con  notable  dolor  y  quebranto,  derramando  lágri- 
mas, esta  tragedia,  afligiéndose  notablemente  de 
esta  pérdida,  pronóstico  de  la  suya;  y  á  25  de 
Agosto  Sinán  reforzó  las  trincheras  en  Túnez  y  las 


-  149  — 
puso  sobre  el  borde  del  foso,  tan  altas  como  la  mu- 
ralla, y  batió  el  baluarte  de  Cerbellón,  y  caminó 
con  mina  contra  el  de  Doria;  y  pareciendo  á  Sinán 
que  convenía  abreviar  la  empresa  y  que  las  bate- 
rías estaban  en  buena  disposición  para  arremeter, 
mandó  volar  las  minas  y  arrimar  las  escalas  en 
gran  número  y  dar  el  asalto  general.  Pelearon  seis 
horas  con  grande  ruina  de  los  turcos,  que,  retira- 
dos, obstinadamente,  renovaron  la  batalla  y  la  pro- 
siguieron por  otras  cinco  horas;  pero  maltratados 
y  heridos  animosamente  de  los  cristianos,  llenan- 
do las  baterías  y  fosos  de  muertos,  los  arrojaron 
de  las  murallas.  Fué  cosa  rara  que,  reducidos  los 
nuestros  á  seiscientos,  no  desmayaron  antes;  ocu- 
pando los  muros  se  opusieron  gallardamente  á  los 
turcos  en  otros  asaltos,  retirando  los  heridos  y 
cansados,  hasta  que,  acometidos  de  veinte  mil  ene- 
migos á  un  tiempo  y  por  diferentes  partes,  fueron 
entrados  y  muertos,  con  admiración  de  que  se  hu- 
biesen defendido  tanto  tiempo  tan  pocos  soldados; 
y  fué  traído  Cabrio  Cerbellón  á  Sinán,  y  lo  llevó 
delante  de  su  caballo  hasta  las  galeras;  D.  Juan 
Zanoguera  rindió  el  fuerte  de  la  isla,  y  con  cin- 
cuenta de  los  suyos  arribó  á  Trápana  en  una  nave 
francesa,  salvando  las  vidas  para  volverlas  á  em- 
plear en  otras  empresas. 

Sinán  tomó  la  muestra  á  su  ejército,  y  halló  ha- 
bían muerto  treinta  y  tres  mil  turcos  y  moros,  y 
entre  ellos  muchos  capitanes  y  personas  de  cuen- 
ta; dejó  en  Túnez  cuatro  mil,  y  embarcada  la  ar- 
tillería, y  volada  con  minas  la  Goleta,  caminó  á 
Porto  Fariña,  donde  despalmó  sus  galeras,  y  cami- 


—  i5o  — 

nó  á  27  de  Septiembre,  victoríoeo,  para  Levante, 
Ali  con  gran  reputación. 

D.  Pedro  Portocarreru  murió  antes  de  llegar  á 
G>n8tantinopla,  y  Cerbellón  estuvo  preso  hasta 
t)ue  se  dio  en  cambio  de  Mahomet  Bajá,  hijo  del 
arráex,  que  fué  preso  en  la  batalla  nai^:  que  ésta 
es  la  vuelta  de  las  cosas  de  esta  vida. 

Mucho  entristeció  á  todos  la  pérdida  de  la  Go- 
leta; mas  el  tiempo  descubrió  ser  mayor  el  daAo 
de  la  gente  y  de  la  artillería.  S.  A.  lo  sintió  mu> 
cho  y  el  Rey  no  poco,  cuyo  consejo  había  sido  el 
de  desmantelar  y  no  ediñcar:  tales  son  los  sucesos 
de  las  cosas  humanas.  Confióse  S.  A.  en  su  valor  y 
ánimo  constante;  opusiéronsele  los  vientos  y  el 
mar,  y  contrastaron  su  osadía,  siendo  ésta  tan 
acertada  cuando  no  se  levantan  tan  fuertes  con- 
trarios como  son  tempestades  y  vientos,  que  hace 
memorables  empresas  y  alcanxa  renombres  inmor- 
tales, como  se  vido  en  Mucio  Scebola,  que  con 
ella  sufrió  el  fuego;  Fabrício,  la  pobreza;  Rutilio, 
el  destierro;  Marco  Régulo,  los  tormentos;  Sócra- 
tes, la  ponzoña,  y  Catón  y  Aníbal,  la  muerte,  que 
hicieron  sus  nombres  inmortales. 


CAPITULO  XVI 

D.  Juan  de  Austria  vuelve  á  Genova  y  se  halla  en  pacificar 
sus  alteraciones  d  vista  de  la  ciudad. 

Volvió  S.  A.  para  Genova  á  29  de  Noviembre, 
donde  se  eligieron  gobernadores  con  quietud,  con- 
cluyéndose la  elección  á  22  de  Diciembre;  pero 
alterada  esta  gran  ciudad  de  la  agregación  ordi- 
naria de  las  familias,  fué  la  dicha  elección  impe- 
dida por  los  atrevidos  tolerados  de  la  Señoría  y 
mala  disposición  del  pueblo.  Trató  D.  Juan  Idiá- 
quez,  con  orden  del  Rey  Católico,  protector  de 
esta  República,  de  su  peligro  y  remedio;  y  por 
encenderse  notablemente  el  furor  popular,  inten- 
taba el  Papa  de  enviar  persona  que  interviniese 
en  su  pacificación,  si  bien  esto  tocaba  á  la  autori- 
dad del  Rey  Católico  como  protector,  y  el  Papa 
lo  intentaba  como  cabeza  de  la  Iglesia  y  á  quien 
incumbe  el  procurar  la  paz  de  sus  fieles,  para  cuyo 
efecto  despacha  cada  día  su  Santidad  sus  Legados 
á  diversas  provincias  de  la  cristiandad. 

La  alteración  de  los  ciudadanos  era  tan  grande 
y  dio  tal  estallido  en  Roma,  que  el  Papa  se  deter- 
minó enviar  su  Legado  á  esta  ciudad,  para  cuyo 
efecto  nombró  al  cardenal  Morón,  no  obstante 
que  lo  procuró  impedir  el  Embajador  de  España. 
Esta  legacía  no  fué  á  gusto  de  los  viejos  ni  del 


—    l52   — 

pueblo  de  Genova,  qae  no  queda  componedores, 
con  cuya  razón  se  juntaron  en  barrios  y  juraron 
de  defender  su  República  hasta  la  muerte.  El  Rey 
Católico  escribió  á  la  Señoría  dando  á  entender 
favoreceria  solamente  la  libertad  de  la  República 
con  neutralidad  de  bando,  y  con  graves  y  pruden- 
tes razones  le  aconsejaba  y  amonestaba  la  quietud 
y  paz.  Llegó  el  Cardenal  á  Genova,  donde  fué 
bien  recibido;  pero  las  cosas  andaban  de  manera 
que  desconfió  de  poderlas  concertar:  tales  son  al- 
gunas divisiones  y  encuentros,  que  no  hay  hallar- 
les entrada  ni  salida.  Habla  mandado  el  Rey  Ca- 
tólico á  S.  A.  que,  dejando  á  Berberia,  con  una 
gruesa  banda  de  galeras  llegase  á  Genova  para 
acomodar  las  cosas  de  aquella  ciudad  tan  altera- 
da; y  en  llegando  á  la  ribera,  la  ciudad  concibió 
gran  temor,  y  las  familias,  para  ganar  más  al  pue- 
blo, echaron  fama  que  S.  A.,  á  instancia  de  los 
viejos,  iba  á  ocupar  la  ciudad.  Ayudó  á  esto  el 
ver  que  los  viejos  habian  enviado  á  S.  A.  seis  em- 
bajadores á  darle  cuenta  del  estado  de  las  cotas 
y  pcdille  su  favor,  y  S.  A.  les  prometió  procura- 
ría que  volviesen  á  isC  patria  de  quien  estaban  au- 
sentes por  las  grandes  revoluciones,  conforme  al 
deseo  del  Rey  su  hermano;  y  entre  tanto,  estando 
el  pueblo  continuamente  en  armas,  afirmaba  que 
no  había  de  recibir  á  S.  A.  por  no  ser  engañado 
debajo  de  nombre  de  amistad.  El  Senado  le  en- 
vió embajadores  ofreciendo  la  entrada  en  la  ciu- 
dad y  todo  buen  servicio  y  acogimiento  si  iba  con 
tres  ó  cuatro  galeras,  significándole  el  escándalo 
que  el  pueblo  recibiría  si  iba  con  toda  la  armada. 


—  i53  — 

De  esto  se  disgustó  mucho  S.  A.,  por  la  poca 
confianza  que  tenían  de  su  persona,  que  sólo  tra- 
taba de  su  quietud,  paz  y  amistad,  y  así  no  qui- 
so entrar  en  la  ciudad  por  esta  razón  y  por  ha- 
berse previsto  que,  por  ser  el  cardenal  Morón  de- 
cano del  Sacro  Colegio  de  Cardenales  y  Legado 
de  su  Santidad,  le  precedería  en  las  visitas  y  jun- 
tas. Allegábase  á  esto  el  daño  que  podría  suceder 
en  lugar  de  paz,  por  hablar  el  pueblo  en  este  caso 
con  notable  atrevimiento,  y  haber  repartido  arti- 
llería y  guardas  en  el  muelle  y  en  las  murallas, 
diciendo  era  para  hacer  salva  á  S.  A.,  para  lo 
cual  nombraron  comisionados  que  gobernasen  la 
gente  é  hiciesen  las  provisiones  necesarias  en  am- 
bas riberas.  S.  A.  envió  á  visitar  al  Legado  y  á  la 
Señoría  en  ambos  Colegios  con  D.  Juan  de  Idiá- 
quez  y  con  D.  Luis  de  Cardona,  su  caballerizo 
mayor,  y  ellos  le  enviaron  otros  cuatro  embaja- 
dores con  refrescos,  para  que  le  sirviesen  en  su 
ribera  y  dominio.  El  marqués  de  Ayamontey  Juan 
Andrea  Doria  trataron  con  S.  x\.  del  remedio  de 
Genova;  halláronse  á  esto  presentes  los  viejos,  que 
propusieron  entrar  en  la  patria  con  fuerza,  pues 
por  concordia  no  se  hallaba  traza.  Estos  temerosos 
de  la  ira  popular  de  los  noveleros,  se  habían  salido 
de  la  ciudad  con  sus  familias  y  ropas:  que  es  gran 
cordura  huir  del  furor  popular;  y  para  volver  á 
entrar  en  la  ciudad  y  ocupar  sus  casas,  buscaban 
remedio,  y  queriendo  hacer  esto  á  su  costa,  pidie- 
ron licencia  para  ello.  Esta  convenía  que  la  diera 
el  Rey  Católico,  y  que  se  diese  el  cargo  de  esta 
fuerza  al  Príncipe  Juan  Andrea  Doria,  y  así  S.  A» 


-I54- 

envió  á  España  á  Juan  de  Escobedo,  fecretarío 
del  Rey,  que  andaba  en  compañía  de  S.  A.;  y  de- 
jando al  Principe  Dona  en  las  riberas  de  Genova 
con  sus  galeras  y  las  demás  de  paiticulares,  se 
pasó  S.  A.  á  Ñapóles  con  las  restantes. 

En  Ñapóles  tuvo  aviso  de  su  hermano  de  lo  que 
debía  hacer,  y  asi  S.  A.,  por  mandado  del  Rey, 
escribió  al  duque  de  Gandía,  D.  Carlos  de  Borja, 
qne  aststia  por  su  mandato  en  Genova,  junto  con 
su  Embajador,  á  la  pacificación  de  esta  ciudad,  no 
saliese  de  Genova,  teniendo  en  su  compañía  á  Don 
Juan  de  Idiiques,  porque  no  se  levantase  nn  tira- 
no en  ella  y  metiese  extranjeros  que  la  posieaen  en 
peligro  y  á  los  ministros  de  los  Principes  en  al- 
guna conjuración.  Asimismo  escribió  S.  A.  (4  ins- 
tancia del  Pontífice)  al  Principe  Doria  suspendie- 
se por  quince  dias  las  armas  que  trataba  de  mover 
contra  la  ciudad,  con  que  en  ellos  no  se  metiese  en 
la  ciudad  gente  ni  vitualla,  para  que  dentro  de 
este  término  se  tratasen  medios  y  se  hiciesen  y 
confirmasen  leyes,  dándose  rehenes  de  ambas  par- 
tes. Y  fué  así,  que  el  Rey  Católico  abrió  el  comer- 
cio de  sus  Estados  para  Genova,  y  envió  diez  mil 
escudos  de  limosna  para  que  se  repartiesen  entre 
los  pobres  y  monasterios,  librados  sobre  las  tratas 
de  Ñapóles  y  Sicilia,  y  las  paces  se  concluyeron 
á  20  de  Marzo  del  año  de  1575,  interviniendo  en 
ellas  los  buenos  medios  de  S.  A.,  que  sabía  juzgar 
diestramente  de  ambas  manos  de  paz  y  de  gue- 
rra. Hubo  grandes  regocijos,  salva  de  artillería, 
luminaria  tres  noches  y  otras  fiestas  públicas;  á 
los  rehenes  se  dio  libertad;  á  la  ciudad,  quietud;  á 


i55 


Italia,  contento;  envidia  á  Francia;  gloria  á  los 
tres  Príncipes  pacificadores:  el  Papa,  el  Rey  Ca- 
tólico y  S.  A.,  y  gracias  á  sus  ministros:  que  en 
habiendo  paz  en  una  República,  todo  anda  á  de- 
rechas. 


\ 


CAPITULO  XVII 


SotHbfa  ti  Riy  Cmtátí€ú  i  D.  Jmm  i§  AwOña  tu  kgrmmo, 
par  Chbemaéar  ié  Ict  Man  Bmjos, 

Este  afto  de  1575,  concluidas  las  alteraciones 
de  Genova,  nombró  el  Rey  Católico  á  S.  A.  por 
Gobernador  de  los  Países  Bajos,  mandándole  ca-> 
minase  loego  desde  Milán,  donde  se  hallaba,  por- 
que las  cosas  pedían  su  presencia,  con  presupues- 
to que  le  enviaría  brevemente  los  despachos  y  di- 
ñero  que  enviaba  á  beneficiar  en  Italia  por  orden 
de  D.  Juan  de  Idiáquez.  Tardábase  el  dinero;  los 
Estados  estaban  alterados;  los  españoles  medio 
amotinados;  las  demás  naciones  mal  contentas,  y 
todo  en  manifiesto  peligro.  Habia  enviado  á  S.  M. 
al  secretario  Juan  de  Escobedo;  no  hacia  nada, 
aunque  no  se  le  quedaba  por  falta  de  diligencia 
ni  de  importunación,  y  asi  se  determinó  S.  A.  ir 
á  solicitar  su  despacho,  ver  al  Rey  y  saber  de 
boca  lo  que  habia  de  ejecutar  en  cosa  que  tanto 
importaba.  Para  esto  escribió  á  Marcelo  Doria 
previniese  sus  galeras,  pues  no  había  otras  en  Ge- 
nova para  embarcarse,  y  á  D.  Juan  Idiáquez  y 
D.  Pedro  de  Mendoza,  embajador  ordinario,  pi- 
diesen á  la  Señoría  de  Venecia  dos  ó  tres  que  te- 
nía para  proseguir  su  jornada.  Parecía  á  muchos 
arriesgaba  en  esto  S.  A.  su  persona  y  reputación, 


—  157  — 
porque  acometido  de  corsarios,  era  forzoso  huir 
el  que  había  triunfado  tan  gloriosamente  del  po- 
der del  Turco,  cuya  presencia  causaba  gran  repu- 
tación y  paz  y  era  el  freno  de  Francia.  Demás  de 
esto,  decían  que  de  su  improvisa  partida  se  sospe- 
charía, ó  que  iba  desconfiado  del  remedio  de  las 
alteraciones  de  Flandes,  ó  llamado  de  alguna 
grande  necesidad  de  España,  ó  que  no  se  hallaba 
con  fuerzas  para  resistir  y  combatir  la  armada  del 
Turco.  Decían  también  que  su  ausencia  podría 
causar  mucho  daño  á  Flandes,  que  esperaba  la 
resolución  del  Rey  y  el  perdón  para  los  culpados, 
y  que  ya  estaría  Escobedo  despachado  á  su  entera 
satisfacción. 

Esto  significó  á  S.  A.  D.  Juan  de  Idiáquez,  que 
sabía  no  gustaba  el  Rey  fuese  á  su  Corte,  porque 
pretendía  ser  recibido  en  ella  como  Infante  de 
Castilla,  y  que  le  hiciese  merced  forzosamente, 
pues  tenía  tanta  necesidad  de  su  persona. 

S.  M.  no  quería  que  hubiese  más  voluntad  que 
la  suya,  ni  más  honor  y  bien  que  el  que  él  le  diese; 
y  así  mandó  caminase  luego  desde  Milán  á  Flan- 
des.  S.  A.,  confiado  en  sus  grandes  servicios  y  en 
la  buena  intención  que  llevaba  de  dar  honrado  fin 
á  sus  empresas,  cerrando  los  ojos  á  todos  los  in- 
convenientes, se  hizo  á  la  vela  y  llegó  en  bonanza 
á  Barcelona,  y  desde  allí  partió  á  Madrid  y  pasó  al 
Escorial,  donde  se  había  ido  el  Rey  por  no  reci- 
birle con  demostraciones  en  su  Corte,  y  para  pasar 
con  su  mujer  é  hijos  los  rigores  del  verano  en  su 
Monasterio  de  San  Lorenzo  el  Real. 

Recibió  á  D.  Juan  alegremente:  levantóse  de  la 


—  x58  — 

silla,  y,  pidiéndole  S.  A.  la  mano,  le  abrazó;  y 
volviéndose  á  la  Reina,  le  hizo  mesara;  y  al  vol~ 
ter  i  besar  la  mano  al  Principe  D.  Femando  te 
atravesó  por  detrás  y  con  la  contera  le  hirió  entre 
ceja  y  ojo,  de  manera  que  cayó  en  tierra  y  le  co- 
rrió sangre.  S.  A.,  condolido  del  hecho  y  calda 
del  Principe,  sintió  mis  su  sangre  derramada  que 
cuanta  él  habia  vertido  peleando  con  la  morisma; 
y  en  vez  de  alegrarse  viendo  al  Rey  su  hermano, 
se  comenzó  á  fatigar  del  suceso  tan  sin  pensar;  y 
el  Rey  le  dijo,  viendo  que  no  habia  recibido  daño 
considerable:  «Basta:  dad  gracias  á  Dios  de  que  no 
fué  más.»  Respondió  S.  A.:  «Si  esa  desdicha  me 
hubiera  sucedido,  ventanas  habia  aqoÍ  por  donde 
arrojarme.»  El  Rey,  con  sama  gravedad,  le  dijo: 
«¿Para  qué  deds  eso?»  Aquí  estuvieron  los  dos  her- 
manos aügunos  dias  tratando  de  las  guerras  pasa- 
das y  de  las  presentes  alteraciones  de  Flandes,  de 
que  cada  día  se  tenían  nuevas  harto  dolorosas,  por* 
que  los  españoles  se  hablan  amotinado  y  hablan 
prendido  á  los  del  Consejo  de  Estado,  sobre  lo 
cual  se  hablan  causado  grandes  alborotos;  y  asi- 
mismo los  de  Flandes  este  año  de  1576  hablan  he- 
cho guerra  á  los  españoles,  si  bien  los  había  venci- 
do el  valeroso  Julián  Romero,  natural  de  Cuenca, 
mi  patria,  maese  de  campo  del  ejército,  amparan- 
do el  señorío  del  Rey  Católico,  todo  lo  cual  esta- 
ba pidiendo  remedio  y  cabeza  que  lo  gobernase,  y 
á  quien  unos  y  otros  temiesen  y  respetasen. 

Por  lo  cual  partió  S.  M.  del  Monasterio  de  San 
Lorenzo  el  Real  con  su  hermano  D.  Juan  para 
Madrid  á  22  de  Septiembre  de  dicho  año,  y  con 


—  159  — 
secreto  y  brevedad  despachó  á  S.  A.,  dándole  pru- 
dente instrucción,  y  mandó  á  todos  los  obispos  y 
prelados  de  las  religiones  hiciesen  plegarias,  pro- 
cesiones y  oraciones  públicas,  teniendo  patente  el 
Santísimo  Sacramento  del  altar  para  que  Dios 
Nuestro  Señor  fuese  servido  de  apiadarse  de  aque- 
llos Estados  y  poner  en  ellos  perpetua  paz  y  ensal- 
zar su  Santa  Fe  católica,  que  era  lo  que  el  Rey 
Católico  sumamente  deseaba. 

Partió  desde  Madrid  S.  A.  por  la  posta  á  San 
Lorenzo,  con  voz  de  que  volvería  á  la  Corte  pai'a 
asegurar  la  gente  y  llegar  á  la  frontera  de  Francia 
sin  ser  descubierto;  llegó  solo  al  Monasterio  sin 
poder  atener  con  él  los  que  le  seguían,  impedidos 
de  un  viento  tempestuoso,  en  tanta  manera  que 
certificó  este  invicto  soldado  y  Príncipe  valeroso 
no  había  visto  ni  pasado  otro  trance  tal  en  mar  ni 
en  tierra  en  todo  el  discurso  de  su  vida.  Encomen- 
dóse en  las  oraciones  del  Convento,  certificando 
tenía  mucha  devoción  y  confianza  en  ellas,  y  tra- 
taba con  todos  los  religiosos  con  la  llaneza  y  hu- 
manidad con  que  había  tratado  á  los  del  Monas- 
terio de  Yuste,  cuando  siendo  muchacho  acudía  á 
él  con  Luis  Quijada,  antes  de  ser  conocido  por  hijo 
de  tan  gran  Monarca  como  fué  su  padre. 

Prosiguió  su  viaje  á  Valladolid  por  visitar  á  la 
buena  Doña  Magdalena  de  UUoa,  viuda  de  Luis 
Quijada,  á  quien  amaba  y  respetaba  como  á  ma- 
dre que  lo  había  criado  y  regalado  en  su  niñez  y 
pueriles  años.  Aquí  tiñó  su  barba  y  cabellos,  y  dis- 
frazado con  nombre  y  muestra  de  criado  de  Oc- 
tavio Gonzaga,  hermano  del  Príncipe  de  Melfi, 


—  i6o  ~ 

partió  con  un  correo,  lengua,  y  gafa.  (Oh  varón  in- 
victo! jOh  Príncipe  digno  de  eternas  alabanzas, 
qae^por  el  aumento  de  la  fe  y  por  el  servicio  del 
Rey  tu  hermano,  tiendo  Principe  esclarecido  te 
hiciste  siervo!  Mis  digno  eres  de  renombre  que  la 
otra  Semíramis,  reina  de  los  asiríos,  que,  muerto 
su  marido,  tomó  hábito  de  varón  para  reinar  un 
poco  de  tiempo  mientras  tenía  edad  y  discreción 
su  hijo,  niño,  para  encargarse  del  gobierno  del 
reino;  ella,  de  mujer,  se  fingió  varón;  pero  tú,  de 
Príncipe,  te  hiciste  siervo,  y  de  gran  seftor,  hu- 
milde criado. 

Apeóse  en  Parts  en  un  mesón,  y  entendió  de  Don 
Diego  de  Zúftiga,  embajador  de  EspaAa,  el  estado 
en  que  se  hallaban  las  alteraciones  de  los  Países 
Bajos;  y  advertido  de  la  pérdida  de  Cambray  y 
que  el  duque  de  Lucemburg  se  mantenía  único  y 
fiel  al  Rey  Católico  entre  todas  las  diez  y  siete 
provincias,  llegó  á  la  metrópoli  y  fué  recibido  con 
reverencia  y  amor  de  M.  de  Naves,  que  goberna- 
ba aquel  Estado  por  el  conde  de  Manztfelt,  preso 
en  Bruselas.  Asentó  allí  su  G>rtc,  aunque  peque- 
ña y  muy  turbada,  reconocido  por  hermano  del 
Rey  Católico,  su  natural  señor,  y  tenido  por  su  Go- 
bemador  en  sus  Países  Bajos. 

Los  diputados  de  los  Países  Bajos  al  punto  avi- 
saron al  Príncipe  de  Orange,  dándole  cuenta  de 
su  venida,  pidiéndole  orden  y  parecer  de  lo  que 
harian:  él  respondió  que  para  saber  sus  intentos  y 
conforme  á  ellos  admitille  ó  dejalle  de  admitir 
por  su  Gobernador,  le  preguntasen,  por  qnedio  de 
un  embajador  de  brío  y  poco  miramiento,  en  nom- 


—  i6i  — 

bre  de  los  Estados  generales,  quién  era,  á  qué 
venía,  qué  orden  traía  del  Rey,  y  la  mostrase  ó 
llevase  á  Bruselas  para  que  la  examinasen  los  del 
Consejo  de  Estado. 

Para  llevar  esta  descomedida  embajada  de  gen- 
te tan  rebelde  y  mal  mirada,  fué  nombrado  un 
hombre  atrevido,  llamado  Mos  de  Ische,  el  cual 
aceptó  el  cargo  muy  contra  su  voluntad,  repro- 
bando la  malevolencia  de  un  bellaco  y  traidor 
francés,  amigo  suyo,  que  le  dijo  estaba  su  reme- 
dio en  dar  de  puñaladas  á  S.  A.,  afirmándole  ve- 
nía con  fraude  y  palabras  fingidas  á  engañar  á  los 
flamencos  (resolución  diabólica  y  consejo  maligno, 
bien  como  de  enemigo  terrible  de  la  Corona  de 
España);  y  alteróse  tanto  Ische  de  esta  traición, 
que  le  desechó  con  palabras  ásperas,  y  fué  á  poner 
en  ejecución  su  embajada. 

Llegado  á  la  presencia  de  S.  A.  se  turbó  tanto, 
que  apenas  supo  decir  á  lo  que  iba  (efectos  de  una 
mala  conciencia),  y  S.  A.,  con  su  natural  bondad, 
le  respondió  con  más  modestia  que  pedía  su  pre- 
gunta, encubriendo  con  la  prudencia  comunicada 
de  su  hermano  su  justa  indignación,  y  dijo  que 
había  venido  para  hacer  la  paz  tan  deseada  y  go- 
bernar los  Estados,  y  que  no  estaba  acostumbrado 
á  fingir  órdenes  y  poderes  de  su  Rey,  cuya  firma 
y  forma  allí  tenía. 

Con  esto  se  despidió  Ische  y  fué  mal  recibido  en 
Bruselas,  y  tan  molestado  con  palabras  torpes  y 
preguntas  impertinentes,  que  lo  trataron  de  trai- 
dor sólo  porque  loaba  la  persona,  término  y  pru- 
dencia de  S.   A.;  y  llegó  á  tanto  la  villanía  de 

II 


-  i6a  — 
ellos  y  la  fatiga  de  él,  que  salió  de  juicio  algonot 


El  Consejo  de  Estado,  pedida  licencia  á  los  di- 
putados, despachó  á  Juan  Foch,  servidor  del  Rey, 
con  segunda  embajada.  Este  persuadió  á  S.  A.  el 
hacer  la  paz,  dándole  á  entender  hablan  cansado 
los  españoles  todo  el  mal,  y  que,  salidos  de  los 
Países  Bajos,  gozarían  los  flamencos  de  quietud  y 
ayudarían  para  la  paga  de  los  soldados  mal  con- 
tentos, con  que  todo  resultaría  en  bien.  Oyó  S.  A. 
bien  la  advertencia,  conforme  al  mandato  que  te- 
nía del  Rey  para  reducir  las  provincias  4  la  obe- 
diencia de  la  Iglesia  Romana,  sin  reparar  en  las 
cosas  á  que  por  la  rebelión  obligaba  la  materia  de 
Estado,  resuelto  á  olvidar  las  injurias  de  los  alte- 
rados, porque  se  limpiasen  los  Países  de  herejías. 
Visitaron  á  S.  A.  las  cabezas  del  ejército  del  Rey 
por  embajada;  pero  no  se  dejó  ver  de  los  capita- 
nes, en  odio  de  la  pasada  rebelión. 

Procedía  S.  A.  con  toda  prudencia  y  benigni- 
dad, pidiendo  consejo  á  quien  se  lo  podía  dar  y 
guardando  las  instrucciones  del  Rey,  tan  católico 
y  prudente,  y  decían  así: 

«Mandase  hacer  por  todas  las  provincias  pro- 
cesiones, sacrificios  y  oraciones  por  el  sosiego  y 
pública  paz,  y  que  todos  sus  pensamientos  y  ac- 
ciones fuesen  encaminados  á  esto. 

«Rigiese  las  provincias  por  las  leyes  y  costum- 
bres con  que  en  tiempo  del  Emperador  Carlos  V 
eran  gobernadas,  y  con  la  conservación  de  sus  prí- 
vilegios,  inmunidades  y  franquezas  y  restitución 
de  los  quebrantados. 


-  i63  - 

>  Despachase  los  negocios  públicos  con  parecer 
del  Consejo  que  tenía  en  Corte  y  con  el  de  las 
provincias,  á  las  cuales,  y  á  sus  ministros  y  ma- 
gistrados, guardase  su  decoro  y  conservase  en  su 
antigua  autoridad. 

♦Deshiciese  el  Consejo  de  Troubles  ó  de  las  re- 
vueltas, y  las  causas  pendientes  en  él  remitiese  á 
los  Consejos  provinciales. 

> Administrase  justicia  con  cuidado,  premiando 
y  honrando  los  buenos  y  castigando  los  malos. 

>Le  enviase  los  nombres  de  los  que  por  causa 
de  la  religión  y  por  su  obediencia  y  lealtad  ha- 
bían padecido,  y  avisase  los  premios  que  se  les  po- 
dían dar. 

♦Concediese  amplísimo  perdón  á  todos  por  la 
rebelión  pasada,  excepto  al  Príncipe  de  Orange, 
como  cabeza  y  factor  de  todos  los  malos. 

♦Redujese  á  disciplina  militar  los  hombres  de 
armas  y  presidios  ordinarios  de  soldados,  conforme 
al  orden  del  Emperador  Carlos  V,  y  en  ellos  se 
sirviese  de  naturales  y  españoles  igualmente,  y 
despidiese  poco  á  poco  á  los  tudescos. 

♦Procurase  reducir  con  clemencia  y  perdón  á 
los  de  Holanda  y  Zelanda,  y  siendo  pertinaces, 
juntando  sus  fuerzas  con  las  de  los  Estados,  los 
subyugase  por  armas. 

♦Dijese  de  su  parte  á  los  diputados  de  Braban- 
te se  determinaría  brevemente  lo  que  conviniese 
tocante  á  la  separación  de  las  Abadías  incorpora- 
das, como  pidieron. 

♦Quedase  el  modo  de  confiscar  bienes  como  en 
tiempo  del  Emperador  Carlos  V,  y  daba  licencia 


-164- 

para  seguir  su  derecho  en  el  Gran  Consejo  de  Ma;- 
linas. 

^Consnltase  en  el  de  Estado  si  convenia  conce- 
der lo  mismo  á  Duay,  Lila  y  Orchiet. 

» Deshacía  la  sentencia  pronunciada,  gobernan- 
do el  Duque  de  Alba,  contra  los  de  Utrech,  y  los 
restituia  en  su  primer  estado.» 

£1  Principe  de  Orange,  cauteloso,  fortificaba  las 
tierras  que  poseía  con  presupuesto  de  que,  aunque 
se  hiciese  la  pax  (en  que  no  habia  de  concurrir), 
duraría  poco;  y  asi  decía  á  los  diputados  consis- 
tia  la  libertad  en  la  salida  de  los  espoifioles,  que 
salidos  éstos,  luego  echarían  de  Flandes  ó  mata- 
rían á  D.  Juan,  con  que  conseguirian  sus  intentos, 
futí  estaba  bien  efectuar  la  pas. 

Para  tratar  esta  pazcón  S.  A.,  enviaron  con 
instrucción  al  abad  de  Marols,  monasterío  de  la 
Orden  de  San  Benito,  donde  está  el  cuerpo  de  San 
Humberto,  y  á  Mos  de  Erreques.  S.  A.  vido  los 
poderes  que  traían;  y  respondió  le  enviasen  algu- 
nos de  los  Grandes  con  poderes  más  amplios;  en- 
viaron al  abad  de  San  Gislen,  monasterío  de  la 
dicha  Orden  de  San  Benito,  donde  un  tiempo  es- 
tuvo el  cuerpo  de  la  bienaventurada  Santa  Leo- 
cadia, y  al  marqués  de  Havre,  al  barón  de  Le- 
decherche  y  á  Adolfo  Metcherche,  con  quien  no 
se  concluyó  la  paz,  porque  se  receló  S.  A.  el  pe- 
dir saliesen  los  españoles,  y  convenia  mirar  mucho 
en  esto  y  aconsejarse. 

Los  Estados  apretaban  á  los  españoles  y  les 
quitaban  la  comunicación  con  S.  A.,  prendían  sus 
correos,  abrían  sus  cartas  y  las  del  Rey,  alcanza- 


—  i65  — 

ban  la  cifra  y  sabían  los  secretos.  Asimismo  se 
apoderaban  de  las  tierras  y  ocuparon  la  aldea  de 
San  Bernardo,  á  una  legua  de  Ambers,  y  el  maes- 
tre de  campo  Valdés  los  rompió  y  la  recuperó  con 
mil  quinientos  hombres  y  dos  piezas  de  artillería. 
El  conde  de  Bossu  quiso  ocupar  el  castillo  de 
Utrech,  desde  la  villa,  poniendo  piezas  de  batir 
sobre  las  murallas.  Defendía  el  castillo  Francisco 
Hernández  de  Avila,  gran  soldado,  con  cien  espa- 
ñoles, que  pasaron  el  foso  en  una  barca  de  noche, 
y  los  acometieron  y  mataron  muchos  de  los  solda- 
dos del  Conde  en  los  cuerpos  de  guardia  y  trin- 
cheras, y  pegaron  fuego  á  la  villa.  Todo  andaba 
de  revuelta  hasta  que  llegó  orden  de  S.  A.  en  que 
mandaba  á  los  españoles  dejar  las  armas,  y  man- 
dándolo S.  A.  primera  y  segunda  vez,  entregó  el 
castillo  al  conde  Francisco  Hernández  para  que 
lo  tuviese  en  nombre  del  Rey  Católico,  según  lo 
mandaba  S.  A.  Salió  de  él  con  sus  soldados,  ropa, 
bagajes,  armas,  banderas,  cajas  y  artillería,  con 
ocho  heridos  y  cuatro  muertos  en  el  sitio,  y  con 
escolta  y  navios  se  vino  á  Ambers,  y  los  diputados 
de  los  Estados  hicieron  Liga  contra  el  Rey  Cató- 
lico, y  la  publicaron  por  orden  del  Príncipe  de 
Orange:  retrato  de  la  ceguedad  de  una  volun- 
tad apasionada  y  de  un  desenfrenado  apetito  de 
mandar. 


CAPITULO  XVIII 

D.  Joan  de  Anstria  tenia  gran  deseo  de  hacer 
paces,  como  lo  mandaba  el  Rey  sn  hermano,  aun- 
que le  pidiesen  molestas  condiciones  los  Estados, 
conservando  la  religión  católica,  que  peligraba, 
habiendo  de  ser  esto,  ante  todas  cosas,  lo  que  te 
había  de  asentar  y  capitular;  mas  por  la  arrogan- 
cia y  liviandad  de  los  comisarios,  se  determinó  de 
dar  guerra  á  los  rebeldes. 

Los  Embajadores  del  Emperador  y  muchos 
eclesiásticos  pidieron  á  S.  A.  se  templase  y  deja- 
se aconsejar,  y  le  dieron  nueva  aprobación  de 
teólogos  de  la  paz  que  se  había  hecho  en  Gante, 
conforme  se  la  pidió.  S.  A.  reparaba  en  que  si 
aceptaba  la  paz  de  Gante,  era  esto  contra  su  gran- 
deza, por  ser  hecha  sin  su  autoridad,  ni  del  Rey 
Católico  su  hermano.  La  dicha  aprobación  decla- 
raron y  firmaron  cuatro  obispos,  doce  abades, 
catorce  teólogos  eminentes  en  oñcios  y  dignida- 
des, nueve  doctores  y  catedráticos  y  cinco  juris- 
tas de  Lovaina,  afirmando  todos  no  ser  la  dicha 
paz  de  Gante  ofensiva  á  la  religión  católica.  Era 
la  dicha  paz  de  Gante  una  unión  que  se  había 
hecho  en  Gante  de  los  quince  Estados  por  una 


—  167  — 

parte,  y  del  Príncipe  de  Orange  y  sus  aliados  por 
otra;  perjudicaba  á  la  religión  católica,  que  era 
lo  que  en  primer  lugar  se  deseaba  y  había  de  ca- 
pitular por  S.  A.  También  declararon  los  Emba- 
jadores del  Emperador,  que  habida  consideración, 
según  el  tiempo  presente,  no  se  oponía  la  paz  de 
Gante  á  la  autoridad  Real;  pues  lo  establecido 
en  ella  lo  había  ordenado  el  Consejo  de  Estado, 
que  era  Gobernador  por  el  Rey  Católico. 

Los  diputados  de  los  Estados  pidieron  consejo 
al  Príncipe  de  Orange  acerca  de  las  condiciones 
que  se  habían  de  capitular  para  recibir  en  el  Go- 
bierno á  S.  A.,  y  á  4  de  Enero  del  año  1577  res- 
pondió largamente  en  francés  con  palabras  indi- 
ferentes y  con  dudosas  y  aparentes  razones,  para 
que  la  paz  se  hiciese  con  tales  condiciones,  que  la 
autoridad  del  verdadero  Señor,  que  era  el  Rey 
Católico,  quedase  sujeta  á  los  diputados,  á  quien 
pensaba  fácilmente  mandar  y  tener  superioridad 
en  ellos. 

Los  diputados  de  los  Estados,  ambiciosos  y 
alentados  con  la  carta  y  avisos  del  Príncipe  de 
Orange,  y  confiados  en  el  gran  deseo  que  tenía 
S.  A.  en  verse  en  el  gobierno  para  adquirir  más 
señorío  y  mando  del  que  se  les  debía  y  para  qui- 
társele á  S.  A.,  le  dijeron  en  Lovaina  echase  de 
su  compañía  los  extranjeros,  lo  cual  hicieron  con 
astucia  y  raposería,  para  que  S.  A.  no  se  valiese 
de  su  consejo.  También  le  propusieron  lo  siguien- 
te: que  se  sirviese  de  los  que  le  propusiesen  los 
deudos  diputados:  esto  hacían  para  saber  por  este 
medio  sus  hechos  y  pensamientos,  y  tener  lugar 


de  prevenirse  para  conservar  so  poder  y  fuerzas 
en  todo;  que  permitiese  á  los  dipotados  y  congre- 
gados en  Bruselas  el  estar  juntos  todo  el  tiempo 
qoe  les  pareciese,  y  mandase  congregar  Jonta  ge- 
neral de  las  provincias  y  ejecutar  sus  decretos:  y 
esto  hadan  para  que  S.  A.  no  alcanzase  toda  ú 
autoridad  que  le  era  debida;  que  restituyesen  lot 
dichos  diputados,  los  soldados  y  sus  oficiales  hasta 
la  salida  de  los  forasteros,  ó  por  el  tiempo  que  fue- 
se su  voluntad:  lo  coal  hacían  por  tener  tiempo 
de  fortalecerse  contra  S.  A.;  qoe  confirmase  lo 
que  parecía  convenir  á  los  diputados  para  alargar 
dinero  con  que  pagar  lo  que  debían,  y  para  esto 
consintiese  la  Junta  de  los  diputados  en  cada  pro- 
vincia como  les  conviniese,  sin  dependencia  del 
Gobernador  de  ella:  lo  cual  hacían  por  adquirir 
facultad  de  imponer  tributos  y  sisas,  siendo  todo 
esto  propio  de  S.  M.  y  de  su  Gobernador  general, 
y  la  potestad  de  los  diputados  poca  ó  ninguna 
para  esto  sin  él;  que  aprobase  la  Liga  que  los 
Estados  tenían  hecha,  y  el  Consejo  de  Estado  la 
confirmase  por  decreto:  lo  cual  hacían  para  esta- 
blecer ellos  y  fingir  nuevos  privilegios  con  esta 
piel  de  oveja  y  garras  de  león  ó  tigre.  Esta  fué  la 
manera  cautelosa  y  llena  de  ambición  con  que  se 
manifestaron  los  diputados,  á  ios  cuales  no  se 
pudo  dar  nombre  de  esforzados,  proponiendo  y 
pidiendo  cosas  injustas,  pues  en  el  acto  de  esfuer- 
zo se  deben  hallar  las  dos  hermanas,  fortaleza  y 
justicia.  Y  es  tan  excelente  la  virtud  sobre  todo, 
que,  puestas  las  dos  hermanas  en  una  balanza, 
haria  ventaja  la  justicia  á  la  fortaleza;  y  de  aquí 


—  i6g  — 

es  que  preguntado  Agesilao,  rey  de  los  lacede- 
inonios,  cuál  de  estas  dos  hermanas  era  más  exce- 
lente, respondió  que  la  justicia  sin  fortaleza  es 
virtud,  y  la  fortaleza  sin  justicia  no  lo  es;  por  lo 
cual  decía  Homero  que  los  sacrificios  de  los  grie- 
gos no  fueron  aceptos  á  los  dioses,  porque  el  rey 
Príamo  y  su  pueblo  no  eran  aceptos  á  ellos  por  la 
manifiesta  injusticia  de  la  guerra. 

Hecha  la  dicha  propuesta  á  S.  A.  por  los  dipu- 
tados, y  dada  por  escrito,  respondió  que  la  vería 
y  respondería  con  acuerdo;  y  al  fin,  solicitado  de 
los  comisarios  imperiales  y  religiosos  y  embajado- 
res (aunque  receloso  por  haber  de  echar  á  los  es- 
pañoles de  Flandes),  cumpliendo  la  voluntad  del 
Rey  su  hermano,  se  resolvió  en  efectuar  el  tras- 
lado de  la  paz,  y  en  él  se  capituló  lo  siguiente: 

«Olvídense  las  ofensas. 

> Confírmese  la  paz  de  Gante  y  se  guarde,  y 
mande  el  Rey  hacer  la  Junta  de  los  Estados  gene- 
rales. 

>Salgan  los  españoles  por  tierra  y  los  demás  sol- 
dados extranjeros  dentro  de  cuarenta  días;  los  tu- 
descos en  estando  pagados  por  los  Estados,  y  sean 
castigados  por  sus  delitos  ó  en  Flandes  ó  en  Es- 
paña, y  no  entren  más  en  Flandes  soldados  foras- 
teros, sino  para  hacer  la  guerra  fuera. 

>Queden  las  plazas  fuertes  y  villas  con  la  arti- 
llería y  municiones  en  manos  de  los  naturales  de 
las  provincias,  calificados  y  aprobados  por  esta 
primera  vez  por  los  diputados  de  los  Estados  ge- 
nerales. 

» Líbrense  los  presos  de  ambas  partes.  Felipe, 


—  170  — 

conde  de  Bueren,  sea  enviado  á  Flandes  luego  que 
el  Príncipe  de  Orange  hubiere  satisfecho  á  todo  lo 
que  en  la  JunU  de  los  Estados  generales  se  deter- 
minare, y  hasta  ella  queden  suspensos  los  pleitos 
y  controversias  de  o6cios  y  magistrados  para  que 
las  deñnan  los  que  nombraren  el  Rey  y  sos  gober- 
nadores. 

>Guárdense  los  antiguos  pnvüegios  de  ios  £»- 
tados,  y  entren  en  sos  Consejos  solamente  dos  na- 
turales. 

>Los  Estados  generales  prometen  guardar  y 
amparar  en  todas  las  provincias  la  santa  fe  cató- 
lica y  la  debida  obediencia  4  su  Santidad,  sin  ja- 
más contravenir  á  esto,  y  renuncian  las  Ligas  he- 
chas desde  el  principio  de  las  revueltas  con  foras- 
teros, y  despedirán  los  soldados  extranjeros  y 
mandados  levantar,  y  saldrán  de  los  Estados  sin 
que  otros  entren. 

»Los  Estados  paguen  á  los  embajadores  del  Em- 
perador y  del  duque  de  juliers  trescientos  mil  flo- 
rines, de  á  cuarenta  gruesos  de  Flandes  cada  uno, 
de  los  seiscientos  mil  que  á  S.  M.  prometieron, 
para  que  los  entreguen  al  Sr.  D.  Juan  de  Austria 
para  sacar  los  forasteros  de  las  villas  y  castillos, 
excepto  los  tudescos,  que  han  de  quedar  hasta  ser 
pagados. 

ȣn  saliendo  los  extranjeros,  el  Sr.  D.  Juan  de 
Austria,  mostrando  los  recados  de  S.  M.,  sea  re- 
cibido por  Gobernador  y  Capitán  General,  con  el 
juramento  solemne  y  ceremonias  acostumbradas, 
y  los  Estados  le  darán  toda  obediencia,  quedando 
en  su  fuerza  y  vigor  la  paz  de  Gante,  y  júrenla  por 


—   171 


mandado  del  Rey  los  gobernadores  generales  en 
virtud  de  los  privilegios,  y  los  presidentes,  conse- 
jeros, magistrados  y  jueces  antes  de  entrar  en  los 
cargos. 

»Confirme  el  Rey  todas  las  rentas,  pensiones  y 
obligaciones  que  los  Estados  generales  cargaron 
en  favor  de  los  que  con  dinero  les  ayudaron  en  las 
revueltas  pasadas,  y  particularmente  de  la  Reina 
de  Inglaterra. 

>Llámese  esta  paz  Edicto  perpetuo;  su  fecha  en 
17  de  Febrero  del  año  de  1577,  y  pregónese  en  to- 
das partes.  > 

La  carta  del  Príncipe  de  Orange  escrita  á  los 
Estados,  que  le  consultaron  con  palabras  indife- 
rentes y  con  dudosas  y  aparentes  razones  á  propó- 
sito de  impedir  la  paz,  llegó  después  de  la  publi- 
cación del  dicho  Edicto  perpetuo,  y  ojalá  hubiera 
llegado  antes,  porque  los  flamencos  pidieran  con- 
diciones que  no  concediera  S.  A.,  y  la  guerra  co- 
menzara en  utilidad  de  S.  M.,  la  cual  después  se 
hizo  con  desiguales  fuerzas  y  reputación. 

Con  la  paz  referida  los  diputados  de  Holanda  y 
el  Príncipe  de  Orange  se  indignaron  grandemente 
por  no  haber  admitido  sus  advertencias,  y  para 
mostrar  su  desabrimiento  escribieron  á  los  dipu- 
dos  de  los  Estados  una  carta  artificiosa  que  des- 
cubría su  doblez  de  ánimo  y  aumentaba  la  descon- 
fianza en  los  flamencos,  dándoles  ocasión  para  sa- 
lirse afuera  de  lo  capitulado  cuando  quisiesen,  y 
motivo  para  encaminar  la  traición  de  matar  á 
S.  A.  en  saliendo  ios  españoles  y  tiranizarlo  todo; 
y  porque  los  forasteros  saliesen,  no  reparaban  en 


—  17a  — 

condiciones,  no  habiendo  de  cumplirlas,  aspiran- 
do á  rebelión,  y  mudando,  con  la  usurpación  de  los 
Estados,  de  señor  verdadero. 

Pidieron  á  S.  A.  con  instancia  se  acercase;  y 
era  tan  grande  su  valor  y  ñrmeza,  que  aunque  fué 
avisado  de  cuan  poco  podía  fiar  de  esta  gente,  por- 
que perdiesen  el  miedo  fué  á  Namur  con  los  di- 
putados, y  les  aseguró  confirmarla  el  Rey  su  her- 
mano brevemente  el  edicto  que  ya  le  había  des- 
pachado. Tuvo  S.  A.  tan  grande  prudencia  y  cor- 
dura, que  por  complacer  á  los  Estados  despidió  los 
soldados  de  su  guarda  y  recibió  otros,  y  por  so 
capitán  al  duque  de  Ariscots,  debajo  de  juramen- 
to que  hicieron  él  y  los  diputados,  en  presencia 
del  obispo  de  Lieja  y  embajadores  imperiales,  de 
no  intentar  cosa  alguna  contra  la  seguridad  de 
S.  A.  y  de  su  casa,  ni  en  perjuicio  del  duque  y  de 
su  familia  y  Estados. 

A  4  de  Marzo  fué  recibido  S.  A.  en  Lovaina  y 
festejado  con  gran  demostración  de  alegría.  Sa- 
lieron los  caballeros  muy  á  la  orden  en  sus  caba- 
llos, ricamente  enjaezados,  con  cascabeles  y  cam- 
panillas de  plata,  vestidos  con  sus  vaqueros  de 
muy  ricas  telas  de  oro  y  plata  de  varios  colores, 
unos  con  gorras  de  grana  á  la  antigua  usanza  y 
otros  con  sombreros  de  plumas  de  varios  colo- 
res; sonaron  al  recibimiento  ministriles,  cometas 
y  chirimías,  respondiendo  los  bien  intencionados 
con  mosquetes  é  invenciones  que  descubrían  el 
amor  que  tenían  al  Rey  y  el  gozo  de  la  entrada 
de  S.  A.  en  su  nombre.  Era  S.  A.  tan  prudente  y 
benigno  Príncipe,  que  había  dado  dos  mil  ducados 


-  173- 

de  renta  á  M.  de  Hesse,  cabeza  de  la  rebelión,  y 
á  algunos  de  los  más  culpados  había  dado  rentas 
y  posesiones,  y  hecho  otras  mercedes.  Recibiólos 
con  amor,  como  si  hubieran  sido  los  más  leales  va- 
sallos de  toda  la  monarquía  de  S.  M.;  hizo  ban- 
quetes, juegos,  cargas  y  fiestas  con  rara  pruden- 
cia, hasta  faltar  industriosamente  á  la  gravedad 
de  su  persona,  casi  igualándose  con  ellos  para  ga- 
nar y  asegurar  los  vidriosos  y  poco  seguros.  Loa- 
ban todos  su  valor,  afable  condición,  buen  juicio, 
prontitud  en  responder,  liberalidad  en  hacer  mer- 
cedes, y  fué  tan  vigilante  y  estudioso,  que  para  no 
hablar  á  esta  nación  por  intérprete,  aprendió  de 
propósito  la  lengua  francesa.  Allegábase  á  esto  la 
generosidad  de  su  persona,  la  composición  de  su 
ánimo,  la  grandeza  de  corazón,  la  tolerancia  en 
los  trabajos  y  molestias,  la  paciencia  en  sufrir  co- 
sas duras,  ásperas,  difíciles,  graves,  terribles  y 
peligrosas;  la  constancia  en  reprimir  los  dolores  y 
no  dejar  vagos  los  deseos,  ni  dar  lugar  á  las  cosas 
adversas,  resistiendo  las  peligrosas  y  refrenando 
los  movimientos  hijos  de  la  ira.  Finalmente, 
S.  A.  fué  un  espejo  de  príncipes.  Persuadíanse 
los  fieles  y  buenos  cristianos  sería  su  gobierno 
loable  y  agradable;  mas  por  la  natural  liviandad 
y  depravadas  voluntades  de  esta  gente  perversa  y 
mal  intencionada,  no  surtió  el  efecto  que  se  de- 
seaba. 

Llegado  el  término  en  que  los  españoles  habían 
de  salir  de  las  provincias,  Sancho  Dávila,  caste- 
llano de  Ambers,  recibió  carta  del  Rey  á  20  de 
Marzo  de  este  año  de  1577,  en  que  le  mandaba  en- 


—  X74  — 
tregase  la  plaza  á  quien  S.  A.  señalase,  aunque 
no  le  presentasen  la  contraseña  para  entregarla, 
y  que  en  la  dicha  razón  desde  luego  le  alzaba 
S.  M.  el  homenaje  y  jununento  que  tenia  hecho. 
Sintiólo  notablemente  Sancho  Dávila  y  no  se  qui- 
so hallar  presente  á  la  entrega,  considerando  los 
desastrados  sucesos  que  habian  de  resultar  de  la 
salida  de  los  españoles  celosos  y  fieles  á  su  Rey;  y 
porque  habían  de  partir  de  vanguardia  con  los  da- 
mas cabezas  y  soldados  que  sallan  de  Ambers,  or- 
denó á  Martin  de  Hoyo,  su  teniente,  entregase  la 
plaza  conforme  al  orden  de  S.  M.  El  duque  de 
Ariscots  vino  para  recibirla  acompañado  de  los 
embajadores  del  Imperio  y  de  muchos  gentiles- 
hombres  de  los  Países  Bajos,  y  del  secretario  Juan 
de  Escobedo  y  otros  soldados.  Era  Hoyo  hombre 
animoso:  mandó  tomar  las  armas  á  todos  los  sol- 
dados; levantó  los  puentes  y  cerró  las  puertas, 
entreteniéndose  hasta  la  hora  en  que  se  había  de 
hacer  la  entrega,  cumpliendo  como  lo  pedía  la 
razón  de  guerra  con  su  oñcio,  que  era  mantener- 
la todo  el  tiempo  que  le  obligaba  la  lealtad  de 
guardarla  sin  faltar  á  la  obediencia  de  su  Rey, 
luego  que  llegase  el  punto  de  su  Real  mandamien- 
to para  la  entrega,  la  cual  se  hizo  puntualmente, 
bajando  el  puente  pequeño  para  la  entrada  del 
duque  y  su  acompañamiento,  entregando  las  lla- 
ves, abriendo  las  puertas  y  bajando  los  otros  puen- 
tes, con  que  se  hizo  la  total  entrega  con  dolor  de 
su  corazón. 

Los  españoles  despedidos  esperaban  sus  pagas, 
y  para  esto  se  habían  juntado  en  Mastricht;  y  te- 


-  175  - 

niendo  hechas  sus  cuentas,  hubo  discordia  entre 
D.  Alonso  de  Vargas,  Sancho  Dávila,  Julián  Ro- 
mero y  Francisco  de  Velasco  sobre  quién  había 
de  mandar  ú  obedecer.  Supo  esto  S.  A.  y  nombró 
por  Gobernador  de  la  gente  al  conde  de  Manzt- 
felt.  Hecho  esto  salieron  los  españoles  de  Flandes, 
después  de  diez  años  que  habían  entrado  á  hacer 
y  continuar  una  guerra  tan  sangrienta  como  es 
notorio  al  mundo,  con  muchedumbre  de  hazañas, 
sitios,  asedios  de  villas,  rebatos,  encuentros  y  ba- 
tallas, con  envidia,  con  odio  y  con  espanto  de  los 
flamencos,  y  de  sus  vecinas  naciones.  Quejábanse 
de  no  haber  podido  ver  el  rostro  á  S.  A.:  cosa 
que  les  fuera  de  consuelo  y  alivio,  para  que  no  se 
persuadieran  los  mal  intencionados  salían  como 
culpados,  con  mengua  de  su  valor,  lealtad  y  vir- 
tud. Envidiaban  la  suerte  de  los  españoles  que 
se  habían  casado  en  Flandes  y  que  vivían  como 
naturales,  con  su  casa  y  familia,  en  sus  presidios; 
y  ellos,  ya  viejos,  cargados  de  heridas  y  necesi- 
dades, siendo  merecedores  de  descanso,  trataban 
nuevas  fortunas  con  el  hato  al  hombro.  Hallábanse 
afligidos  y  despechados,  pronosticando,  por  lo  que 
conocían  de  la  mudanza  y  depravada  intención  de 
los  flamencos,  que  presto  volverían  á  defender  la 
fe  católica, la  autoridad  real  y  la  persona  de  S,  A.: 
pronóstico  que  salió  bien  cierto. 

Mientras  se  ponía  en  orden  esta  transmigración 
de  los  españoles,  fué  avisado  S.  A.  de  que  á  per- 
suasión del  Principe  de  Orange,  y  orden  del  du- 
que de  Alanzón,  el  conde  de  Lalaín,  con  otros  di- 
putados de  los  Estados,  se  había  conjurado  para 


—  X76  — 

prendelle  por  mano  de  dos  capitanes  franceses, 
con  escuadras  de  soldados  que  estaban  cerca.  Oc- 
tavio Gonzaga  dio  queja  de  la  txaición  á  los  di- 
putados de  los  Estados,  nombrando  solamente  á 
los  capitanes  franceses,  porqne  más  fácilmente 
los  prendiesen  y  declarasen  los  cómplices  y  auto- 
res de  esta  maldad  y  alevosía,  y  porqne  habia  tan 
manifiestos  indicios  y  presunción  contra  ellos,  que 
el  abad  de  Santa  Gertrudis,  con  ser  amigo  del 
Principe  de  Orange,  fué  de  parecer,  y  otros  con 
él,  que  á  puros  tormentos  les  hiciesen  confesar  el 
delito  tan  grave,  para  que  fuese  castigado  con 
severidad  y  publicidad.  Mas  porque  tocaba  á  mu- 
chos de  los  diputados  y  al  duque  de  Alanzón,  á 
quien  se  recelaban  de  ofender,  libraron  los  mal- 
hechores; y  S.  A.,  como  tan  prudente  y  recatado, 
disimuló  este  agravio,  haciéndole  sufrido,  no  el 
hecho,  sino  la  necesidad  en  que  se  hallaba  en  me- 
dio de  sus  enemigos.  Sabía  este  gran  Príncipe  que 
es  más  dificultoso  y  honroso  hecho  el  sufrir  que 
el  acometer:  porque  el  que  vence  al  que  sufre, 
que  es  el  miedo,  más  hace  que  el  que  vence  al 
que  acomete,  que  es  la  osadía;  y  ansí  supo  en  esta 
traición  callar  S.  A.,  como  tan  prudente  Príncipe, 
y  asimismo  sufrir,  disimular  y  esperar:  cosa  dig- 
namente alabada  en  aquellos  que  con  grande  y 
superior  ánimo,  sufriendo  las  cosas  graves,  difíci- 
les y  peligrosas,  sosegaron  el  miedo  y  salieron 
vencedores  de  los  graves  dolores  que  de  él  se  si- 
guen, y  no  cayeron  de  su  honor  ó  reputación. 

Y  no  sólo  fué  S.  A.  prudente,  sufrido  y  callado, 
sino  tan  leal  á  su  Rey,  que  ofreciéndole  un  título, 


—  177  — 
el  señorear  los  Estados,  si  quería;  no  pudiendo 
sufrir  este  golpe,  que  tocaba  en  lo  vivo  de  su  fide- 
lidad, sacó  una  daga  y  le  hirió  con  notable  indig- 
nación: por  manera  que  sus  trabajos^  é  injurias  los 
llevaba  con  rostro  alegre  y  con  gravedad;  la  fren- 
te serena,  sin  quiebras  ni  arrugas;  las  cejas  asen- 
tadas, lisas  y  compuestas;  los  ojos  humildes  y  re- 
catados; la  boca  cerrada,  sin  quejarse  ni  decir 
mal  de  nadie;  pero  en  llegando  á  su  hermano  y  á 
su  fidelidad,  rostro,  frente,  manos,  ojos  y  boca, 
todos  se  pusieron  en  arma  contra  el  lisonjero  y 
fementido:  que  no  hay  valor  en  el  mundo  como  el 
de  un  pecho  leal. 

Pedíanle  el  duque  de  Ariscots,  el  marqués  de 
Haure  y  el  vizconde  de  Gante  que  pasase  á  Bru- 
selas para  ganar  las  voluntades  y  entrar  presto 
en  el  Gobierno;  pero  el  fiel  y  prudente  conde  de 
Barlaimont,  conociendo  las  malas  voluntades  de 
aquel  pueblo  revuelto  y  de  perversa  condición, 
movido  por  facinerosos,  dijo  á  S.  A.  no  era  esto 
negocio  seguro  ni  honroso,  si  primero  no  fuese  ju- 
rado y  admitido  en  el  Gobierno.  S.  A.  como  era 
Príncipe  tan  confiado  y  valeroso,  no  quiso  usar  de 
este  medio  que  pudiera  causar  desplacer  en  tan- 
tas y  tan  diversas  voluntades:  sólo  envió  al  mar- 
qués de  Haure  á  que  tomase  juramento  de  fide- 
lidad al  barón  de  Hesse,  gobernador  de  Bruselas, 
y  á  los  del  gobierno  de  la  ciudad,  de  que  no  ha- 
rían contra  S.  A.  y  los  suyos  cosa  que  no  fuese 
en  orden,  y  recibirle  con  amor  y  asistirle  con  todo 
buen  tratamiento.  ¡Oh,  qué  confiado  vive  un  pe- 
cho leal! 

12 


-  178- 

Hecho  este  juramento,  con  sólo  la  guarda  del 
duque  de  Aríscots,  llegó  á  vista  de  Bruselas 
en  I.*  de  Mayo  por  la  tarde,  con  esperanza  de  me- 
jor recibimiento  del  que  le  esperaba,  con  gusto  de 
los  buenos  y  temor  y  despecho  de  los  malos,  y 
fué  ast  que  una  hora  antes  que  S.  A.  llegara,  un 
sedicioso  hombre,  llamado  Comelio  Straten, cabe- 
za de  facinerosos  y  turbadores  de  la  paz,  llegó  á 
la  puerta  de  la  ciudad  con  ánimo  alterado  y  dijo 
á  las  guardas  no  dejasen  entrar  á  quien  con  trai- 
ción les  traía  la  muerte,  y  que,  pues  era  esto  tan  en 
su  dafto,  convenía  cerrasen  las  puertas  á  D.  Juan. 
£1  vulgo,  vano  y  ligero  en  dar  crédito  á  lo  malo, 
echó  el  rastrillo  de  hierro  y  quiso  cerrar  la  en- 
trada, á  no  serle  impedido  de  algunos  del  Magis- 
trado, con  grave  reprensión  por  haberse  alterado 
y  creído  á  un  hombre  pertinaz,  á  quien  había  per- 
turbado la  malicia  y  el  engaño,  aífirmando  era  la 
venida  de  D.  Juan  para  bien  universal  de  todos  y 
mayor  para  Bruselas.  Estas  alteraciones  movía  el 
señor  de  Aldegón,  hombre  astuto  y  perverso,  in- 
troductor en  Holanda  y  Zelanda  de  la  herejía  del 
malvado  Juan  Cal  vino,  su  amigo  y  maestro  desde 
su  juventud,  y  éste  era  ministro  cuidadosísimo  del 
principe  de  Orange,  que  le  seguía  y  a3rudaba  con 
traición  y  malevolencia  para  prender  á  D. .  Juan, 
teniendo  por  blanco  de  sus  depravados  intentos  el 
querer  quitar  la  vida  á  quien  se  la  iba  á  dar,  con- 
servando la  fe  católica  y  gobernando  aquellos  Es- 
tados en  justicia  y  paz. 

Fué  recibido  S.  A.  por  los  diputados  y  festeja- 
do segúu  lo  permitía  el  tiempo  y  los  accidentes 


—  179  — 
de  él;  y  habiendo  jurado  en  4  de  Mayo  de  que 
cumpliría  el  edicto  perpetuo  y  le  haría  guardar, 
fué  admitido  en  el  Gobierno  con  aplauso  de  bue- 
nos y  despecho  de  traidores;  y  luego  S.  A.  envió 
á  París  un  Embajador  á  dar  cuenta  de  este  suceso 
al  Rey  Enrique  III,  cosa  á  que  jamás  se  persua- 
dió, porque  sabía  lo  que  tenían  maquinado  contra 
su  persona  el  príncipe  de  Orange  y  los  diputados, 
y  esperaba  por  momentos  el  aviso  de  su  muerte  ó 
prisión:  que  no  vive  más  el  leal  de  cuanto  quiere 
el  traidor. 


CAPITULO  XIX 


/>.  Jmn  dt  Austria  cmmmmm  d  gobmmtr  lo»  EtUuUn 


Comenzó  S.  A.  á  gobernar  los  Eitadoi  con 
prudencia  y  vigilancia,  con  el  parecer  de  Consejos 
colaterales  y  provinciales;  y  cuando  la  necesidad 
lo  pedia,  los  consultaba  á  todos,  y  lo  mismo  hacía 
con  los  diputados  de  los  Países. 

Entró  haciendo  mercedes  (propio  de  grandes 
Príncipes),  y  asi  dio  seis  mil  florines  de  renta  al 
barón  de  Hesse;  el  gobierno  de  Artois  dio  al  viz- 
conde de  Gante,  y  confirmó  á  un  hermano  suyo  el 
de  Tornai.  Consentía  los  soldados  con  que  se  con- 
servase la  autoridad  Real  y  la  quietud  de  los  Paí- 
ses, y  hacía  otras  cosas  dignas  de  su  prudencia, 
cordura  y  valor. 

£1  Príncipe  de  Orange  estaba  gozosísimo  de  la 
salida  de  los  españoles,  y  le  parecía  estaba,  con 
sólo  esto,  tan  poderoso,  que  nada  tenía  que  temer, 
con  lo  cual  puso  en  trato  con  la  Reina  de  Ingla* 
térra  y  con  el  Rey  de  Dinamarca  y  con  el  duque 
de  Sajonia,  el  prender  á  S.  A.  y  tiranizar  los  Es- 
tados, usurpándolos  á  su  verdadero  dueño  y  se- 
ñor. Para  esto  escribió  al  duque  de  Alanzón,  dán- 
dole cuenta  de  sus  intentos  y  la  disposición  que 
tenían  las  provincias  para  su  ejecución,  y  encar- 


-  i8i  — 

gándole  estuviese  prevenido  para  enviar  gente  en 
ayuda  de  los  Estados  y  para  encargarse  del  go- 
bierno de  ellos,  luego  que  prendiesen  á  D.  Juan. 
Ayudábase   de    los   embajadores   de    Inglaterra, 
Francia  y  Alemania,  herejes  enemigos  del  Rey 
Católico,  que  todos  procuraban  la  prisión  de  S.  A., 
á  fin  de  que  firmase  la  libertad   de  conciencia. 
Para  valerse  de  los  bienes  eclesiásticos  y  hacer 
guerra,  pregonó  edicto,  en  nombre  del  Rey  (medio 
con  que  daba  cubierta  á  sus  traiciones),  del  todo 
contrario  á  la  Liga  y  á  la  paz  de  Gante;  mandó 
por  él  á  los  jueces,  magistrados,  oficiales,  mayor- 
domos y  tesoreros  de  las  iglesias,  y  á  todos  los  de 
Holanda  y  Zelanda  manifestasen  dentro  de  un 
mes  por  inventario,  á  las  personas  para  ello  nom- 
bradas, todas  las  rentas  pertenecientes  á  las  igle- 
sias, dignidades,  curas,  beneficiados,  prebendas  y 
memorias,  so  pena  de  pagar  el  doble  de  lo  que  en- 
cubriesen,  y  lo  manifestado  mandó  se  aplicase 
para  el  sustento  de  los  ministros  déla  perversa  sec- 
ta de  Cal  vino  y  para  alimentos  de  pobres;  vendió  la 
propiedad  de  todas  las  rentas  eclesiásticas,  sin  dar 
satisfacción  á  los  interesados  (especialmente  si  eran 
católicos);  mandó  derribar  un  monasterio  de  Car- 
tujos que  estaba  junto  á  Sinte,  y  con  los  materiales 
edificó  un  palacio;  enriquecióse  con  los  que  hubo 
en  las  iglesias  y  de  muchos  monasterios  que  de- 
rribó en  Holanda,  especialmente  de  la  Orden  del 
seráfico  Padre  San  Francisco,  á  quien  por  extremo 
aborrecía;  hizo  artillería  de  las  campanas,  y  hun- 
dió la  del  Rey,  que  había  de  restituirle  por  la  paz 
de  Gante,  para  que  no  se  conociese  por  las  armas, 


—  i8a  — 

y  armó  las  plazas  fuertes  con  ochenta  cañones. 
Persuadía  por  ios  de  su  parcialidad  á  los  pueblos 
que  por  la  paz  de  Gante  era  permitido  la  libertad 
de  conciencia  á  las  provincias;  envió  por  todas 
ellas  predicadores  de  la  secta  de  Calvino;  y  si  los 
obispos  ó  magistrados  lo  impedían,  los  amenaza- 
ba y  deda  haría  conocer  de  ellos  como  de  quebran- 
tadores  de  la  paz.  Solicitó  la  ciudad  de  Utrecht 
para  que  le  siguiese,  y  no  permitió  pregonar  el 
edicto  perpetuo.  Retenía  los  soldados  viejos  y  los 
acrecentaba  en  número,  pagas  y  armas,  y  asimis- 
mo fortificaba  las  villas  y  fuertes  más  importan- 
tes. Afirmaban  sos  amigos  no  concluirían  cosa  que 
les  importase  á  D.  Juan  y  los  diputados,  ni  meiiot 
se  juntarían  los  Estados  generales. 

Era  tan  ooal  hombre,  que  deseando  ver  lo  que 
escribía  S.  A.  al  Rey  su  hermano,  y  lo  que  el  Rey 
le  respondía,  con  intento  de  manifestarlo  á  los  di- 
putados si  fuese  en  su  contra,  é  irritarlos  á  mal, 
ordenó  que  los  hugonotes  de  Gascuña  prendiesen 
en  el  paso  de  Burdeos  á  los  correos  y  le  remitie- 
sen sus  despachos,  ofreciéndoles  por  esta  maldad 
buena  paga  y  agradecimiento. 

Con  esta  orden  saltearon  un  correo  y  le  envia- 
ron sus  despachos,  en  que  iban  cartas  que  S.  A. 
enviaba  al  Rey  y  á  Antonio  Pérez,  su  secretario, 
con  relación  verdadera  de  los  malos  sucesos  de  los 
Países  y  el  temor  de  otros  peores;  y  un  capítulo  de 
la  carta  que  iba  para  S.  M.  decía  lo  siguiente: 

«De  lo  que  toca  á  la  reducción  y  quietud  de  es- 
tos Estados,  no  puedo  afirmar  á  V.  M.  cosa  cierta, 
ni  que  de  la  paz  hecha  se  haya  de  sacar  el  fruto 


—  i83  — 

que  se  esperaba.  Porque  el  príncipe  de  Orange 
continúa  el  fortificar  á  gran  furia  en  Holanda  y 
Zelanda;  la  Reina  de  Inglaterra  le  incita  y  hace 
gran  fuerza  á  no  pasar  por  lo  capitulado,  y  para 
ello  le  ofrece  su  poder;  la  mayor  parte  de  los  Es- 
tados está  á  su  favor  y  devoción,  los  unos  por 
querer,  los  otros  por  ser  engañados  de  éstos,  y  aquí 
entra  casi  todo  el  pueblo;  á  los  que  desean  gozar 
de  la  merced  que  V.  M.  les  hace,  que  son  los  me- 
nos, les  parece  que  en  aceptarla  hacen  todo  lo  que 
les  toca,  y  están  con  tal  ánimo,  que  no  harán  de- 
mostración señalada;  y  cuando  bien  se  quisieren 
señalar,  habrá  una  gran  confusión  y  cisma  entre 
todos  para  el  día  en  que  salieren  los  españoles, 
los  unos  porque  yo  sea  admitido  al  Gobierno  y  los 
otros  por  estorbarlo;  y  porque,  como  tengo  dicho, 
los  primeros  no  tienen  bríos,  y  si  sucediese  que  los 
otros  echasen  mano  de  mí,  perderían  de  todo  pun- 
to el  ánimo,  y  no  habría  ninguno  que  se  osase  me- 
near, voy  pensando  en  ponerme  en  algún  lugar 
más  seguro  que  éste,  de  donde  pueda  acudir  á  los 
negocios,  porque  estando  en  salvo,  todavía  creo 
que  habrá  muchos  que  se  declararán  por  V.  M. 
(si  ya  no  me  engañan  sus  palabras  y  demostracio- 
nes), y  en  esto  se  va  pensando.  Ahora  no  me  que- 
da ni  ha  quedado  otro  oficio  que  ganar  volunta- 
des y  dar  á  entender  á  los  Estados  lo  que  les 
conviene;  pero  veo  que  hasta  ahora  es  todo  pre- 
dicar en  desierto.  Iré  continuando  lo  mismo,  y 
de  lo  que  sucediere  advertiré  á  V.  M.;  y  suplico, 
cuanto  lo  demanda  su  mismo  servicio,  que  se 
cumpla  luego  esto,  pues  no  tiene  este  cuerpo  otro 


-I84  - 

remedio  que  el  cortar  lo  dañado  de  él,  lo  cual  se 
ha  de  hacer  ahora,  haciendo  la  provisión  de  dine- 
ros, que  suplico  de  nuevo,  porque  si  falta  no  que- 
dará cosa  en  pie,  y  aun  entre  tanto  es  bien  me- 
nester que  Dios  ayude  á  lo  presente.» 

Para  levantar  los  naturales,  escribió  un  perver- 
so hereje  una  invectiva  contra  el  Rey  y  contra 
S.  A.  Las  cosas  se  iban  empeorando  por  la  astu- 
cia y  maldad  de  los  facinerosos.  S.  A.  estaba  con 
grande  necesidad  para  acudir  al  remedio  del  fue- 
go que  se  iba  encendiendo,  y  asi  se  determinó  á 
enviar  á  España  al  secretario  Escobedo  á  pedir  al 
Rey  algún  dinero  y  para  hacerle  relación  á  boca 
del  estado  de  los  Países,  que,  según  los  tenian  afea- 
dos los  herejes  con  sos  abominaciones,  más  pare- 
cían pintura  de  aprendix  que  Países  de  Flandes, 
si  bien  no  faltaban  en  ellos  varones  católicos  que 
volviesen  por  la  causa  de  Dios  escribiendo  contra 
los  herejes,  quales  fueron  Fr.  Baltasar  Bravan- 
tino  y  Fr.  Damiano  Aligno,  que  escribieron  y 
disputaron  altamente,  ambos  de  la  Orden  de  San- 
to Domingo  y  conventuales  de  Amberes  y  otros. 
Tenía  preso  el  Principe  de  Orange  á  un  español 
llamado  Luis  del  Río,  que  era  del  Consejo  de  Es- 
tado, y  lo  procuró  traer  á  sí;  pero  él,  como  fiel  á 
Dios  y  á  su  Rey  y  á  su  patria,  no  sólo  no  condes- 
cendió con  las  promesas  y  acciones  del  Príncipe 
de  Orange,  pero  ganó  á  un  su  gran  privado,  y  por 
su  medio  era  avisado  S.  A.  antes  y  después  de  ha- 
ber salido  de  la  prisión  de  cuanto  se  maquinaba 
contra  él,  y  así  fué  advertido  de  la  alteración  que 
causaban  en  Bruselas  dos  perversos  calvinistas 


—  i85  — 

que  trataban  de  prenderle  ó  de  matarle,  por  lo 
cual  pidió  á  los  diputados  fuesen  echados  de  la 
ciudad  ó  no  fuesen  admitidos  en  sus  Juntas. 

A  19  de  Mayo,  fiesta  célebre  en  Bruselas,  con- 
vidaron á  S.  A.  á  comer  los  diputados  y  nobleza 
en  la  casa  del  Magistrado.  Había  aparatos  y  fies- 
ta, que  se  interrumpió  con  el  acometimiento  que 
hicieron  ciertos  hombres  revoltosos  contra  ochen- 
ta mosqueteros,  que  en  lugar  de  los  alabarderos  dio 
á  S.  A.  el  duque  de  Ariscots  por  concesión  de  los 
diputados;  y  aunque  hirieron  á  muchos  y  les  qui- 
taron los  mosquetes  sin  defenderse,  conforme  al 
orden  que  tenían  de  S.  A.,  con  todo  eso  disimuló 
S.  A.  esta  agresión,  como  Príncipe  tan  prudente  y 
detenido,  y  volvió  con  pocos  á  su  palacio  y  los 
despidió  al  punto.  Gran  valor  es  esperar  cuando 
conviene  y  no  acometer  temerariamente:  la  razón 
es  porque  el  acto  del  acometer  es  más  dificultoso  y 
peligroso  que  el  acto  de  esperar;  pues  el  que  aco- 
mete, de  necesidad  se  ha  de  mover,  y  con  el  movi- 
miento se  desordena  ó  descompone,  y  de  allí  le 
puede  venir  el  peligro;  pero  el  que  es  acometido 
se  está  quieto  y  quedo,  y  puede  guardar  mejor  lo 
que  á  su  defensa  conviene,  y  tiene  más  aparejos 
para  vencer  á  su  enemigo;  y  ansí  los  valerosos  ca- 
pitanes que  se  hallaron  con  poca  gente,  pocas  ve- 
ces acometieron,  y  muchas  esperaron  á  ser  aco- 
metidos. Scipión  Africano  el  menor,  cuando  veía 
á  los  enemigos  desesperados,  dilataba  la  batalla,  y 
decía  que  con  la  dilación  del  tiempo  compraba  la 
seguridad  de  su  ejército.  De  aquí  es  que  el  buen 
capitán  ha  de  tener  tres  cosas,  que  son:  osadía 


—  i86  - 

contra  tos  enemif^,  benevolencia  con  los  súbdi* 
tos,  y  advertencia  acerca  de  la  oportunidad  de  los 
tiempos  y  lagar. 

Todo  esto  se  hallaba  con  grande  eminencia  en 
S.  A.,  y  asi  calló  y  disimuló  en  la  presente  oca- 
sión, y  sólo  dijo  á  los  dipotados  castigasen  este  de- 
lito, lo  cual  se  dejó  de  hacer,  ó  por  descuido  ó  por 
poca  voluntad  ó  mucho  atrevimiento,  con  que  se 
abrió  camino  para  mayores  insolencias;  poes  es 
cosa  cierta  que  en  las  casas  del  conde  de  Lalafn  y 
y  del  barón  de  Hesse,  á  quien  S.  A.  habia  dado 
seis  mil  florines  de  renta,  como  queda  referido,  se 
hadan  Juntas,  y  de  allí  salían  novedades  para  alte- 
rar el  pueblo  contra  el  Rey  y  contra  D.  Juan. 
Quejáronse  por  memoriales  de  que  el  edicto  per- 
petuo no  se  obedecía,  pues  había  machos  fonste* 
ros  de  secreto  con  quienes  dedan  se  juntaba  S.  A. 
á  Consejo,  y  pedían  fuesen  privados  de  sus  ofidos, 
y  le  presentaban  sos  nombres,  y  asimismo  pedían 
bascase  y  prendiese  los  demás  forasteros,  como  se 
había  capitulado  y  ofrecido. 

Recibía  S.  A.  estas  petidones  con  semblante 
alegre  y  ánimo  triste:  alegre,  por  no  dar  su  bra- 
zo á  torcer  á  gente  tan  mal  intencionada;  triste, 
porque  cuanto  más  se  alejaban  los  españoles,  tan- 
to crecían  más  los  atrevidos  desacatos  y  libertad 
insolente  de  los  flamencos,  y  se  hallaba  más  des- 
amparado y  sin  fuerzas  para  su  defensa  y  de  la 
autoridad  Real,  violada  cada  hora,  y  se  empeora- 
ban los  ánimos  libres  sin  el  freno  de  los  españo- 
les, que  les  hadan  tener  á  raya  y  vivir  con  más 
cuidado  y  menos  orgullo.  Conociendo,  pues,  S.  A. 


—  iSy  — 

que  el  autor  de  tantas  desórdenes  era  el  Príncipe 
de  Orange,  con  acuerdo  de  los  diputados  le  envió 
una  embajada  con  el  duque  de  Ariscots,  que  fué 
bien  acompañado.  En  esta  embajada  se  quejaba 
S.  A.  de  lo  siguiente: 

«De  que  no  cumplía  la  paz  de  Gante. 

>De  que  no  publicaba  el  edicto  perpetuo  en  las 
islas. 

>De  que  no  se  abstenía  de  la  guerra  ni  de  dar 
causas  de  desconfianzas  para  esto. 

>De  que  impedía  la  Junta  de  los  Estados  gene- 
rales, conviniendo  esto  al  bien  de  las  tierras.» 

Hallábase  este  tirano  fuerte  con  el  favor  de  los 
Príncipes  confederados  y  de  los  Estados,  y  no  da- 
ba lugar  á  que  se  publicase  el  edicto,  porque  en- 
tendía se  aumentaría  por  este  camino  el  poder  del 
Rey  y  las  provincias  encontradas  se  podrían  re- 
conciliar y  habría  de  restituir  lo  que  tenía  usur- 
pado; y  así  era  absoluto  desestimador  de  la  ver- 
dadera quietud  y  nada  temeroso,  aunque  tímido 
por  naturaleza;  y,  arrogante  y  licencioso,  respon- 
día por  escrito  á  S.  A.: 

<Que  la  guarda  de  la  paz  de  Gante,  violada  en 
mucha  parte  por  D.  Juan  y  por  los  diputados,  qui- 
taría las  desconfianzas. 

>Que  el  edicto  perpetuo,  por  ser  en  su  contra,  no 
le  firmarían  él  ni  sus  aliados  si  no  fuese  con  ciertas 
condiciones. 

>Que  los  diputados  no  habían  cumplido  el  ha- 
cer restituir  los  privilegios. 

»Que  los  tudescos  aún  se  estaban  en  Flandes. 

>Que  la  hacienda  que  tenía  en  Borgoña  y  en 


—  i88  » 

Lucemburg  y  en  otras  provincias,  se  le  estaba  sin 
restituir,  y  su  hijo  el  conde  de  Baeren. 

»Que  no  se  le  había  concedido  el  Gobierno  tan 
cumplido  como  lo  referia  la  patente  del  Rey,  mien- 
tras no  se  le  entregaba  á  Utrech  con  las  villas 
de  Hoxilen  y  Tolen. 

»Que  se  habia  dejado  al  albedrío  de  D.  Joan  el 
juntar  los  Estados  generales;  y  los  diputados  de 
las  provincias  particulares,  contra  sus  privilegios, 
y  con  ayuda  de  los  espaftoles,  le  habían  admitido 
al  Gobierno  sin  su  consentimiento  y  de  los  de  su 
parcialidad. 

»Que  hacia  G>Dsejo  con  Octavio  Gonsaga,  Juan 
Bautista  de  Tassts  y  Escobedo  y  privaban  con  61. 

>Que  no  habían  dejado  volver  á  Flandes  á  mu- 
chos de  los  reformados,  contra  la  pax  de  Gante. 

>Que  habían  tardado  los  recibidores  de  las  con- 
fiscaciones en  restituir  los  bienes  de  ellas. 

»Que  con  la  Liga  jurada  se  había  introducido  de 
propósito  ó  con  ignorancia  una  inquisición  de  más 
rigor  que  la  de  España.» 

Todo  esto  dió  por  escrito,  afirmando  diría  á  su 
tiempo  otras  muchas  quejas  que  tenía;  y  de  pala- 
bra dijo,  con  mucha  soberbia  y  arrogancia,  no  es- 
taría por  lo  que  determinase  acerca  de  la  religión 
la  Junta  de  los  Estados  generales,  ni  dejaría  la 
secta  de  Calvino,  ni  se  haría  la  Junta,  y  cuando 
fuese  no  dejaría  determinase  negocios  tocantes  á 
la  fe,  ni  las  islas  echarían  sus  predicantes  por  re- 
cibirlos católicos,  y  que  se  hallaba  con  poder  para 
acometer  á  España  y  resistir  á  todo  el  mundo;  y 
si  las  quince  provincias  se  le  juntasen,  no  tendría 


—  189  — 

fuerzas  el  Rey  para  contrastalle,  y  que  el  daño  de 
haber  admitido  á  D.  Juan  se  restauraría  con  su 
prisión,  con  que  de  grado  ó  por  fuerza  haría  cuan- 
to ellos  quisiesen. 

Viendo  S.  A.  que  por  su  escrito  se  eximía  este 
Príncipe  del  edicto  perpetuo  con  sus  razones  mal 
fundadas,  propuso  á  los  diputados  el  juntar  sus 
fuerzas  con  las  del  Rey  para  forzalle  á  cumplir  la 
paz  de  Gante,  como  lo  había  prometido;  mas  ellos 
respondieron  con  tibieza  diciendo  perderían  an- 
tes su  libertad  y  autoridad  que  hacer  la  guerra  al 
Príncipe  de  Orange  ni  á  sus  consortes.  De  esta  res- 
puesta infirió  S.  A.  que  se  entendían  con  él  y  que 
no  harían  cosa  de  provecho  ni  la  aconsejarían  ja- 
más, y  así  andaba  cuidadoso  y  receloso  de  algún 
mal  suceso:  que  no  está  seguro  un  cordero  entre 
lobos  carniceros. 

El  barón  de  Hesse  y  el  conde  de  Lalaín,  con 
otros  dos  Grandes,  herejes  pertinaces,  viendo  lo 
que  pasaba,  se  juntaron  en  Bruselas  en  la  casa  de 
un  Grande  y  concertaron,  con  más  de  quinientos 
vecinos,  de  prender  una  noche  á  S.  A.  y  matar  á 
los  extranjeros  y  naturales  que  hacían  sus  partes. 
Tuvo  noticia  de  esto  el  vizconde  de  Gante,  que 
era  leal  á  S.  A.,  agradecido  á  los  beneficios  reci- 
bidos, y  descubrió  el  trato  y  la  "manera  cómo  lo 
había  sabido,  y  dijo  á  S.  A.  mataría  á  los  conju- 
rados si  era  su  voluntad.  S.  A.,  para  salir  del  peli- 
gro de  la  conjuración,  partió  de  Bruselas á  Malinas 
á  título  de  hallarse  en  el  remate  de  las  cuentas  de 
los  tudescos  para  sacarlos  de  F'landes,  conforme  al 
edicto  perpetuo;  llevó  menor  acompañamiento  de 


—  190  — 

nobles  de  lo  que  debiera,  no  sin  riesgo  de  so  perso- 
na, porque  con  ocasión  de  impedirle  la  salida,  que- 
rían levantar  un  alboroto  para  ejecutar  la  traición 
de  prendelle:  que  ai  fin  no  vive  seguro  el  leal  cuan- 
do le  tiene  odio  un  traidor.  Y  en  esta  sacón,  S.  A., 
deseoso  de  allanar  los  herejes,  aftadió  á  sos  armas 
una  crux  con  esta  letra:  In  hoc  signo  vid  Turcos, 
t»  koc  signo  vincam  ksrsikos. 


CAPITULO  XX 


Tratan  los  conjurados  de  Flandes  de  prender  á  D.  Juan  de 
Austria,  y  él  se  retira  al  castillo  de  Namiir. 


Los  conjurados  contra  S.  A.  trataron  en  Bru- 
selas de  prenderle,  y  para  conocerse  los  que  eran 
de  la  conjuración  traían  por  señal  las  gorras  ba- 
jas por  todo  el  circuito;  y  llegó  á  tanto  su  des- 
vergüenza y  maldad,  que  trataban  en  los  ban- 
quetes qué  linaje  de  muerte  habían  de  dar  á  los 
juanistas,  que  así  llamaban  á  los  leales  al  Rey. 
De  un  convite  resultó  la  muerte  de  un  Juan,  el 
mayor  de  los  nacidos,  y  de  estos  convites,  saraos 
y  banquetes  resultaba  el  trato  de  muerte  del  Juan 
más  valeroso  entre  los  capitanes  del  orbe.  Vale- 
rosos Juanes  fueron  por  las  armas  y  empresas  de 
guerra,  Juan  II  BentiboUo,  señor  de  Bolonia,  su 
patria;  Juan  Bautista  Castaldo,  napolitano  vale- 
roso en  la  guerra  contra  Francisco  María,  duque 
de  Urbino;  Juan  Antonio  Ursino,  príncipe  de  Ta- 
ranto; Juan  Francisco,  primer  marqués  de  Man- 
tua; Juan  Galeazo,  marqués  y  vizconde  de  Milán; 
Juan  Jacobo  Tribulcio,  en  ayuda  del  Papa  Inocen- 
cio VIII,  contra  tiranos;  Juan  Paulo  Gallón,  con- 
tra el  duque  de  Valentinois,  hijo  del  Papa  Alejan- 
dro VI;  Juan  Vitelechi,  cardenal  Legado  del  Papa 
Eugenio  IV,  contra  los  tiranos  de  la  Marca  de  An- 


~  19a  — 

cona;  Juan  Fragoso,  Juan  Grímaldo,  Joan  Justi- 
niano,  Juan  de  la  Robere,  Juan  Dona,  Juan  de  Me- 
diéis, capitán  fortísimo,  y  otros  muchos;  pero  to- 
dos callen  con  el  invictísimo  D.  Juan  de  Austria, 
esforzado,  valiente,  animoso,  prudente,  suave, 
humano,  honrador  y  digno  de  inmortales  alaban- 
xat,  por  éttoi  y  otros  muchos  epítetos  que  caben 
eatn  persona. 

Los  conjurados  se  juntaron  con  el  Embajador 
de  Inglaterra,  y  todos  estaban  rabiosos  de  que 
S.  A.  se  hubiese  ausentado,  por  parecerles  que  en 
ninguna  parte  pudieran  mejor  hacer  la  prisión 
que  en  Bruselas,  en  la  procesión  que  se  hace  cada 
año,  en  3  de  Julio,  del  Santísimo  Sacramento  del 
Milagro,  en  que  iban  los  Gobernadores  generales 
por  costumbre;  é  ignorando  los  del  Magistrado  la 
conjuración,  pidieron,  por  consejo  de  los  autores 
de  ella,  á  S.  A.  viniese  desde  Malinas  á  la  solem- 
nidad de  la  fiesta.  S.  A.  en  Malinas  tenía  noticia 
de  sus  malignas  intenciones,  y  se  excusó,  adverti- 
do de  su  trato;  y  mandó  allí  quemar  un  hereje 
pertinaz  que  había  sido  preso  de  noche,  predican- 
do su  herejía,  lo  cual  alteró  mucho  al  Principe  de 
Orange  y  á  los  de  su  bando,  que  eran  glandes 
herejes. 

Llegaron  á  S.  A.  muchos  avisos,  por  escrito  y 
de  palabra,  para  que  no  volviese  á  Bruselas,  y 
asimismo  le  afirmaban  que  en  Malinas  no  estaba 
seguro,  y  el  duque  de  Ariscots  le  dijo  á  boca  las 
conjuraciones  que  se  hacían  contra  su  persona  y 
familia,  para  prenderlos  por  consejo  del  Principe 
de  Orange,  encargando  á  S.  A.  le  convenia  pasar 


—  igS  — 

á  parte  más  segura,  porque  todo  andaba  de  re- 
vuelta, y  querían  firmase  la  libertad  de  conciencia 
y  otras  cosas,  y  si  no  lo  hiciese,  matalle. 

Quisiera  S.  A.  retirarse  á  Lucemburg;  mas  te- 
nían los  rebeldes  tomados  los  pasos,  y  así  le 
dijo  el  Duque  se  retirase  á  Namur,  y  lo  puso  por 
ejecución,  echando  voz  iba  á  hospedar  á  Madama 
Margarita,  hermana  del  Príncipe  de  Bearne,  que 
pasaba  por  allí  á  beber  el  agua  de  la  fuente  de 
Haspa,  en  Lieja.  Los  conjurados,  temiendo  no  pa- 
sase á  Lucemburg  á  juntar  gente  con  que  vengar- 
se, hicieron  diligencias  con  los  de  Namur  para  que 
no  le  recibiesen,  y  si  entrase,  le  prendiesen;  y  co- 
mo eran  perversos  y  traidores,  escribieron  al  Ma- 
gistrado diciendo  quería  juntar  D.  Juan  en  Namur 
los  titulados  de  Flandes  y  matallos  (cosa  que  esta- 
ba tan  lejos  de  su  pensamiento,  cuanto  ellos  cerca 
de  quererle  quitar  la  vida),  que,  como  era  Juan, 
trataban  de  apoderarse  de  su  cabeza  y  quitársela 
de  los  hombros,  y  presentársela  al  de  Orange  en 
el  plato  de  su  maldad,  haciéndose  verdugos  de  tan 
enorme  traición.  Procuraron  (aunque  en  vano)  que 
los  borgoñones  entregasen  algunos  castillos  á  los 
de  su  bando,  para  cerrar  la  puerta  á  los  ejércitos 
que  viniesen  de  Italia;  hicieron  extremadas  dili- 
gencias en  esto;  pero  más  vale  á  quien  Dios  ayuda 
que  á  quien  mucho  madruga. 

Entró  S.  A.  en  24  de  Julio  en  Namur  con  la 
Princesa  y  con  la  mayor  parte  del  Consejo  de  Es- 
tado y  de  Hacienda,  y  con  el  duque  de  Ariscots 
y  otros  titulados  y  caballeros.  El  Príncipe  de 
Orange  no  holgaba  un  punto,  llevando  delante  el 

13 


—  .194  — 

prender  á  S.  A.  y  que  lo  eligieaen  á  él  por  Gober- 
nador general  de  los  Estados,  para  quitar  al  Rey 
sa  autoridad  é  introducir  libertad  de  vida,  y  para 
la  seguridad  de  la  patria  y  de  sus  diputados»  por 
tener  aviso  de  que  en  Francia,  por  orden  de  S.  A., 
el  duque  de  Guisa  juntaba  gran  número  de  gente 
para  entrar  en  Flandes,  y  el  barón  de  Büli  forma- 
ba ejército  para  sujetar  á  todos  los  rebeldes. 

Hl  trato  contra  S.  A.  tuvo  principio  en  Bru- 
selas y  se  acabó  en  el  castillo  de  Fanilie,  en  He- 
nault,  para  cuyo  efecto  persuadieron  á  los  dipu- 
tados que,  en  partiendo  la  Princesa,  apretasen  á 
D.  Juan  á  que  volviese  á  Bruselas  ó  á  Malinas 
para  prenderle  en  el  camino.  £1  conde  de  Lalain 
le  escribió  le  avisase  con  mucho  secreto  el  dia  de 
su  partida,  para  darle  aviso  en  el  camino  de  cosas 
importantes. 

S.  A.,  como  tan  prudente  y  advertido,  le  res- 
pondió en  la  margen  de  la  carta  viniese  á  Namur 
á  verle,  si  los  negocios  eran  de  la  importancia 
que  decía;  mas  el  traidor  no  vino:  que  la  mala 
conciencia  siempre  teme,  y  más  siendo  este  trai- 
dor el  principal  movedor  de  la  rebelión  que  te 
siguió. 

Enviaron  los  diputados  á  un  arcediano  y  á  otro 
republicano  á  que  persuadiesen  á  S.  A.  no  cre3re- 
se  ya  rumores  falsos,  roas  volviese  como  Principe 
magnánimo  á  gobernarlos;  pero  no  quiso,  porque 
era  advertido  de  sus  traiciones  por  cartas  del  pri- 
vado del  Principe  de  Orange,  en  las  que  le  acon- 
sejaba guardase  su  vida  en  Namur,  afirmándole 
andaban  muchos  traidores  señalados  con  meda- 


—  igS  — 

lias,  cuya  inscripción  era  contra  juanistas;  y  le 
decía  que  se  había  prometido  gran  premio  al  que 
matase  á  S.  A.,  con  color  de  que  por  su  muerte 
pendía  la  prosperidad  antigua  de  las  provincias, 
porque  decían  que  de  mejor  gana  obedecerían  al 
turco  ó  á  los  ingleses  que  á  los  españoles.  ¡Qué 
burlado  ó  necio  queda  tin  cazador  astuto  cuando 
se  le  ha  ido  la  paloma  de  entre  las  manos,  esca- 
pándose de  la  red  engañosa  que  le  tenía  armada 
junto  á  una  fuente!  Así  se  quedaron  estos  inquie- 
tos y  astutos  flamencos,  que  quisieron  echar  la 
garra  á  la  paloma  mansa  de  S.  A.,  que  más  tra- 
taba de  hacerles  bienes  que  de  ambiciones  ni  co- 
dicias de  su  mando  y  haciendas.  ¡Oh,  gran  cegue- 
dad la  de  esta  gente!  S.  A.  despachó  con  buenas 
palabras  al  arcediano  y  escribió  á  los  diputados, 
afirmándoles  no  volvería  á  Bruselas  hasta  que  se 
castigase  y  enfrenase  el  desorden  del  pueblo,  ni 
permitiría  se  hiciese  guardia  si  no  fuese  á  su  per- 
sona y  al  Magistrado. 

Con  las  ansias  que  tenían  los  diputados  de  pren- 
derle, volvieron  á  enviarle  segunda  embajada  con 
el  señor  de  Capres,  para  que  volviese,  en  todo 
caso,  á  Bruselas,  afirmándole  andaban  las  cosas 
alteradas  sin  su  presencia,  de  lo  que  todo  se  aquie- 
taría, entrando  en  esta  ciudad,  y  que  de  esto  se 
holgarían  grandemente  los  diputados  que  estaban 
sin  cabeza;  y  llevaba  orden  el  dicho  Embajador 
de  que  si  no  quisiese  venir  á  Bruselas,  lo  apretase 
con  los  soldados  que  había  en  Namur  y  lo  pren- 
diese á  todo  trance.  ¡Qué  desórdenes  no  causará 
un  pecho  ambicioso,  pues  como  viento  metido  en 


-loó- 
las concavidades  de  la  República,  por  sabir  á  la 
cumbre  de  lo  que  pretende,  derriba  edificios  y 
causa  terremotos  de  bandos  y  divisiones  en  la 
tierra! 

A  esta  sazón  llegó  á  Namor,  de  vuelta  de  París, 
el  conde  de  Fauchemberg,  y  afirmó  á  S.  A.  había 
venido  cuidadoso,  porque  en  aquella  Corte  se  tenía 
por  muy  cierta  su  prisión  (cosa  que  fuera  muy 
acerba,  porque  de  la  libertad  de  S.  A.  dependía 
la  conservación  de  la  fe  católica  y  autoridad  del 
Rey  en  aquellos  Estados),  y  así,  de  consejo  de  ms 
leales,  se  determinó  de  no  desamparar  4  Ñamar, 
fuerte  paso  y  llave  para  entrar  en  los  Estados  por 
fuerza  si  conviniese,  y  de  gran  utilidad  y  prove- 
cho por  los  machos  bastimentos  que  venían  de 
Francia  por  el  río  Mosaa,  y  porque  para  sitiarla 
eran  menester  dos  ejércitos,  y  tomado  el  castillo 
con  industria,  no  tendría  que  temer.  Tratóse  del 
modo  como  se  tomaría,  y  se  puso  en  ejecución  al 
siguiente  día,  sin  dar  aviso  al  Consejo  de  Estado 
ni  á  los  diputados,  de  quienes  no  se  fiaba. 

La  traza  fué  ésta.  Fingió  S.  A.  ir  á  caza,  y  pa- 
sando por  la  puerta  del  Socorro  del  castillo,  pidió 
á  Mo6  de  Ibes,  castellano,  le  dejase  entrar  dentro 
para  mirar  desde  lo  alto  la  campaña;  y  como  las 
cosas  no  estaban  en  rotura  y  la  tela  se  estaba  en 
urdimbre,  mandó  Ibes  abrír  la  puerta  á  los  pocos 
soldados  de  guarnición  que  en  él  había.  Entró 
S.  A.  y  los  que  le  seguían  con  arcabuces  en  las 
manos,  y  dijo  al  castellano  no  temiese,  porque  se 
apoderaba  del  castillo  por  el  Rey,  cuyo  era,  para 
librarse  de  cierta  conjuración   hecha  contra  su 


—  197  — 
persona,  donde  estaría  con  libre  y  verdadero  go- 
bierno de  los  Estados;  encargóle  las  llaves,  y  orde- 
nó al  duque  de  Ariscots  pusiese  en  la  ciudad  en 
salvo  á  su  familia.  Sabiendo  esto  el  señor  de  Ca- 
pres  huyó  á  Hoxi,  y  los  soldados  que  venían  en  su 
compañía  á  prender  á  S.  A.  le  siguieron  con  tanta 
prisa,  que  apenas  recogieron  sus  mochilas,  dicien- 
do no  tenían  que  aguardar,  pues  se  les  había  esca- 
pado D.  Juan. 

S.  A.  declaró  luego  su  intento  y  las  causas  que 
le  habían  movido  á  hacer  esta  retirada;  aprobaron 
el  hecho  los  que  sabían  las  razones  que  para  ello 
tenía;  otros  decían  se  había  fiado  mucho  de  los 
flamencos  al  principio,  y  que  no  debía  desconfiar 
de  ellos;  mas  estaba  Flandes  tan  desordenado 
cuando  S.  A.  entró  en  él,  y  traía  tan  apretadas 
órdenes  del  Rey  para  hacer  la  paz,  que  no  le  con- 
venía tomar  otro  medio  del  que  tomó:  ó  había  de 
caer  en  manos  de  aleves  y  foragidos,  ó  había  de 
ser  muerto.  Siempre  en  las  cosas  graves  son  di- 
versos los  juicios,  ó  por  el  deseo  ó  por  el  ignorar 
las  cosas,  á.  A.  anduvo  prudentísimo  desde  que 
entró  en  Flandes,  y  echó  el  sello  cuando  se  en- 
tró en  el  castillo:  que  á  traidores  lo  mejor  es  poner 
tierra  por  medio  y  dejarlos  burlados.  Es  Namur 
villa  grande,  puesta  entre  dos  cerros  eminentes: 
tiene  al  levante  el  río  Mossa,  con  largo  puente, 
y  el  río  Sambla,  que  baña  el  pie  de  la  montaña  del 
castillo  y  entra  en  el  Mossa,  que,  acrecentando 
sus  corrientes,  van  hermanados  y  unidos  á  pagar 
tributo  al  mar.  Pudieron  los  diputados  de  los  Es- 
tados y  el  brazo  eclesiástico  y  militar,  que  los  se- 


—  198  — 

guian  casi  todos,  y  umversalmente  el  pueblo,  con 
poco  trabajo,  echar  á  S.  A.  del  castillo  de  Namor 
estando  sin  gente  y  sin  prevención  para  esperar 
cerco,  y  los  de  la  ciudad  inclinados  á  sus  natura- 
les; y  fué  Dios  servido  que  en  muchas  semanas 
no  tuvieron  presidio:  que  al  pa«o  de  los  dolores, 
son  los  consuelos  de  los  que  buscan  la  verdad  y  ei 
camino  derecho  del  agrado  de  Dios,  y  volver  por 
su  fe  católica.  Siete  pruebas  hixo  Dios  de  Joab,  y 
tantas  veces  le  consoló  y  tantas  le  halló  ser  fiel;  y 
en  medio  de  ellos  dice  San  Ambrosio  era  bien- 
aventurado,  porque  en  la  misma  prueba  del  tra- 
bajo hallaba  la  corona  de  Dios.  Con  señalado  des- 
cuido dejaron  i  los  tudescos  acercarse  á  S.  A., 
que  aunque  fiaba  poco  de  ellos  por  no  estar  paga- 
dos, con  esperanza  4^  su  remuneración  se  le  arri- 
maron: habia  en  sus  ánimos  mucha  variedad,  poca 
resolución  y  menos  fuersas  para  comenzar  la  gue- 
rra al  descubierto,  y  así  el  de  Orange,  advertido  de 
todo,  los  provocó  á  la  guerra,  para  que  acudiesen 
á  ella  y  no  descuidasen  el  presidio  de  las  villas 
de  Brabante,  que  estaba  á  su  cargo,  y  rendidas 
las  dichas  villas  y  unidas  ¿  los  Estados,  echar  de 
ellos  á  D.  Juan,  ganando  á  Namur  y  á  Lucem- 
burg.  A  la  carta  que  S.  A.  escribió  á  los  diputa- 
dos, le  respondieron  con  acuerdo,  diciéndole  habia 
dado  ocasión  á  nueva  guerra  la  retirada  al  castillo 
de  Narour;  que  no  creyese  relaciones  falsas,  y  que 
avisase  de  los  autores  de  las  conjuraciones  para 
que  fuesen  castigados,  y  que  le  rogaban  viniese  á 
Bruselas  y  saliesen  los  tudescos  de  Flandes,  para 
evitar  el  daño  de  la  religión  católica  y  quitar  el 


—  199  — 
impedimento  de  la  Junta  general:   éstas  y  otras 
cosas  contenía  la  respuesta  de  los  diputados,  de 
quien  S.  A.  no  se  fiaba. 

En  este  ínterin,  el  duque  de  Ariscots  y  el  mar- 
qués de  Haure  su  hermano,  mostrando  salirse  de 
Namiír  á  pasear,  á  boca  de  noche  se  fueron;  y  la 
marquesa  de  Haure,  entendida  de  la  necesidad  de 
dinero  en  que  se  hallaba  S.  A.,  é  ignorante  de  esta 
huida  de  los  dos  hermanos,  le  envió  todas  sus  jo- 
yas y  plata;  y  aunque  no  lo  recibió,  se  mostró 
S,  A.  muy  agradecido  y  ella  se  fué  á  su  tierra,  que 
era  de  Lorena.  Salió  Octavio  Gonzaga  tras  ellos, 
con  hasta  veinte  caballos,  y  por  ser  de  noche  y 
estar  tomados  los  pasos,  no  los  alcanzó.  Hicieron 
esta  salida  por  haberse  unido  con  los  diputados, 
que  les  escribieron  que  D.  Juan  no  contempori- 
zaba con  ellos  como  solía,  y  trataba  con  otros  del 
Consejo  los  negocios  de  más  peso,  fiándose  menos 
de  ellos;  y  así,  olvidados  del  juramento  y  ley  de 
caballeros  agradecidos  y  fieles  como  hasta  allí  se 
habían  mostrado  en  todos  trances,  enviando  con 
secreto  algunos  de  los  suyos,  hicieron  esta  desleal 
retirada,  á  que  les  ayudó  el  saber  que  el  castillo  de 
Ambers  había  sido  tomado  por  trato,  y  habían  de- 
rribado gran  parte  de  la  muralla;  y  al  Príncipe  de 
Orange  se  había  dado  el  gobierno  de  la  provincia, 
y  entregado  de  él  había  mandado  derribar  el  cas- 
tillo del  Emperador.  Todas  estas  cosas  eran  de 
gran  contento  para  los  rebeldes,  y  les  ponían  áni- 
mo y  fuerza;  pero  para  los  leales  y  aficionados  al 
Rey,  eran  de  mucha  tristeza  y  pesar:  que  éstos  son 
ios  vaivenes  de  las  cosas  humanas. 


—  aoo  — 

Los  caballeros  flamencos  y  borgoñones  que  ha- 
bían quedado  con  S.  A.,  viéndole  apretado  por 
machas  partes,  con  inimo  (generoso  le  presentaron 
sos  vajillas  de  plata,  cadenas,  medallas  y  dinero; 
y  el  conde  de  Barlaimont  y  sos  cuatro  hijos,  se- 
ñalándose en  liberalidad,  como  lo  hablan  he<iho  en 
fidelidad  y  valor,  le  socorrieron  con  doce  mil  flo- 
rines, con  que  se  compraron  municiones,  esperan- 
do sitio  de  los  rebeldes,  que  andaban  orgullosos, 
y  aguardaba  S.  A.  este  aprieto  y  peligro  con  más 
ánimo  y  valor  que  aparejo  para  defensa:  que  era 
su  ánimo  oro  fino,  á  quien  el  fuego  no  consume, 
antes  lo  purifica.  Caminaba  todo  tan  al  descu- 
bierto, que  los  diputados  hacían  gente  en  Bra- 
bante á  toda  priesa  para  el  sitio,  ya  sin  temor  del 
Rey,  con  esperanza  de  buen  suceso,  publicando  y 
haciendo  guerra  á  banderas  desplegadas. 

Deseando  S.  A.  ocurrir  á  los  daftos  que  amena- 
zaba la  malicia  de  los  rebeldes,  labró  un  fuerte 
sobre  la  montaña  que  señorea  el  castillo  de  Na- 
mur,  y  lo  guarneció  con  tres  compañías  de  tudes- 
cos; y  en  el  castillo  estaba  la  familia  de  S.  A.  y 
los  hombres  señalados  en  virtud,  religión  y  leal- 
tad, que  eran  algunos  titules  y  caballeros,  y  con 
ellos  Juan  Bautista  de  Tasis  con  su  hermano  Leo- 
nardo de  Tasis.  El  conde  de  Barlaimont  ganó 
con  dádivas  y  promesas  los  presidios  de  las  dos 
importantes  y  fuertes  villas  de  Carlomont  y  Ma- 
ríamburg,  y  obedecieron  á  S.  A. 

Hallábanse  los  diputados  con  gran  necesidad  de 
dinero,  y  para  suplilla  lo  iban  sacando  de  merca- 
deres y  abades  de  su  devoción  y  gente  del  clero; 


—    201    — 

y  porque  les  ayudase  el  abad  de  Santa  Vinoxber- 
ga  le  dieron  el  abadía  de  Ninove,  y  lo  enviaron  á 
llamar  á  Bruselas;  y  fué  tan  leal  al  Rey,  que  en- 
vió las  cartas  á  S.  A.,  y  en  la  que  él  le  escribió  le 
significó  haría  lo  que  estaba  obligado  un  buen 
abad  y  vasallo  de  su  Rey,  y  se  entró  en  Francia 
para  dar  lugar  al  furor  de  los  rebeldes.  En  Bruse- 
las cada  día  indignaban  al  pueblo  y  sembraban 
falsos  rumores,  que  se  derramaban  por  los  Esta- 
dos, interpretando  mal  las  cartas  benignas  y  sin- 
ceras que  escribía  S.  A.  persuadiendo  la  paz, 
siendo,  como  los  de  Madian  y  Amalech,  que  des- 
trozaban cuanto  sembraba  Israel:  Cum  seídsset  Is~ 
rael  Madian  et  Amalech  cuneta  vastabant.  Asi  nos  lo 
dice  el  Libro  de  los  Jueces. 

Tomáronse  en  esta  ocasión,  junto  á  Cambray, 
por  orden  de  los  rebeldes,  muchas  cartas  llenas  de 
humanidad  y  buena  cortesía,  que  el  Rey  Católico 
escribía  á  los  diputados  y  á  diferentes  personas 
de  los  Estados,  representando  los  trabajos  de  la 
guerra,  amonestando  que  la  dejasen  y  diesen  gra- 
to oído  á  la  paz,  que  conserva  y  aumenta  las  Re- 
públicas; y  S.  A.  les  escribió  que  había  satisfecho 
á  los  artículos  del  edicto  perpetuo,  olvidando  las 
cosas  pasadas  y  aprobando  la  paz  de  Gante,  que 
había  dado  confirmada  por  S.  M.,  y  asimismo  ha- 
bía sacado  de  Flandes  á  los  españoles;  entregado 
las  villas  y  castillos  á  las  personas  nombradas  por 
los  Estados;  confirmado  los  gobiernos;  dado  liber- 
tad á  los  prisioneros;  restituido  los  privilegios,  sir- 
viéndose en  los  negocios  de  solos  los  naturales,  y 
que  había  procurado  despedir  los  alemanes  y  ha- 


—  2oa  — 


cer  Janta  general,  y  no  se  habia  efectuado,  no  por 
culpa  suya,  sino  de  los  diputados,  porque  no  ha- 
bían fenecido  la  cuenta  con  los  tudescos,  ni  les 
habían  pagado,  antes  les  tten  defraudando  con 
dilaciones,  y  el  Príncipe  de  Orange  había  impedi- 
do la  Junta  general  con  el  favor  de  los  diputados. 
Que  le  era  permitido  servirse  en  su  casa  de  ex> 
tranjsros  por  haber  reservado  esta  libertad,  y  por- 
que no  les  ocupaba  en  cosa  que  tocase  á  los  Esta- 
dos. Que  no  negaba  haber  escrito  al  Rey  las  car- 
tas que  le  habían  salteado,  porque  su  oficio  reque- 
ría darle  noticia  de  lo  que  se  ofrecía,  pues  era 
ministro  suyo.  Que  no  negaba  la  correspondencia 
con  lus  coroneles  de  los  alemanes,  porque  aumen- 
tándose el  atrevimiento  de  los  malos  con  disimu- 
lación de  los  diputados,  le  convenía  procurar 
quién  amparase  su  persona  y  á  los  que  con  lealtad 
servían  al  Rey.  Afiadía  S.  A.  las  conspiraciones 
hechas  contra  su  persona,  y  el  haberse  escapado 
de  muchos  peligros  por  la  misericordia  de  Dios,  y 
que  siempre  había  ofrecido  la  paz  y  procurado 
que  se  despidiese  la  gente  levantada,  y  que  se  en- 
viase quien  diese  cuenta  al  Rey  de  lo  que  pasaba 
para  que  enviase  otro  Gobernador,  y  que,  entre 
tanto,  se  estaría  con  sólo  su  guarda  en  el  castillo 
de  Namur,  gobernando  conforme  al  edicto  perpe- 
tuo. Esto  contenía  la  carta  de  S.  A.:  que  un  buen 
intencionado  é  inocente  en  las  manos  tiene  el 
descargo,  aunque  la  malicia  le  haga  cargos  y  la 
envidia  se  los  proponga. 

Con  parecer  de  los  Consejos  recibieron  los  di- 
putados esta  carta,  cuando  su  ejército  formado 


—    203     — 

llegaba  á  tres  leguas  de  Namur.  Habían  los  Esta- 
dos mandado  desmantelar  los  castillos  de  Gante 
y  de  Ambers,  y  para  la  prosecución  del  sitio  y  de 
la  guerra  habían  enviado  á  pedir  socorro  de  gente 
y  dinero  á  Inglaterra,  con  que  los  de  Bruselas  se 
hacían  cada  día  más  arrogantes  y  querían  que  se 
diese  el  gobierno  de  Brabante  al  Príncipe  de 
Orange.  Los  diputados  excluían  de  la  Junta  y  de 
los  oficios  á  unos  y  honraban  á  otros,  por  hacerse 
más  señores  de  todo,  lo  cual,  advertido  por  S.  A., 
hallándose  sin  consejeros  para  proveer  lo  que  más 
conviniese,  escribió  á  los  del  Consejo  privado  y 
de  Hacienda  y  otros  oficiales,  pidiéndoles  asistie- 
sen á  su  persona;  pero  ninguno  quiso  obedecer, 
antes,  por  menosprecio,  llevaron  preso  á  Bruse- 
las á  Antonio  del  Río,  tesorero  de  bienes  confis- 
cados, el  cual  se  había  retirado  á  un  lugar  suyo 
con  deseo  de  ir  á  servir  á  S.  A.,  y  teniéndole  en 
la  prisión,  le  pedían  cuentas.  El  desorden  de  los 
de  Bruselas  era  muy  grande:  trataban  mal  de  pa- 
labra á  los  comisarios  imperiales  qne  andaban  en 
la  paz,  y  los  diputados  decían  que  no  estaba  en  su 
mano  el  remedio,  y  así  se  fueron  los  comisarios 
muy  sentidos  sin  haber  hecho  cosa  de  provecho. 
Pasaron  los  meses  de  Agosto  y  Septiembre  en  tra- 
tos de  concierto,  que  lo  procuraban  los  embaja- 
dores del  duque  de  Juliers;  y  sin  duda  la  guerra 
pasara  adelante,  á  no  tenerse  nuevas,  por  cartas  del 
marqués  de  los  Vélez  y  del  secretario  Escobedo, 
en  que  se  afirmaba  aborrecía  el  Rey  la  guerra  y 
trataba  de  enviar  otro  gobernador.  Con  esta  nueva 
cobró  aliento  la  pertinacia  de  los  Estados  en  tan- 


—  204  — 

ta  manera,  que  entendiendo  S.  A.  se  habían  de 
soeefi^r  con  la  benignidad  del  Rey,  les  envió  car~ 
tas  de  mucha  cortesía  é  hicieron  el  efecto  contra- 
rio, y  se  desvergonzaron  escribiéndole  qae  ya  no 
era  Gobernador,  pues  el  Rey  trataba  de  enviar 
otro,  y  que  bien  se  podía  ir  á  Rspafta  ó  donde  más 
bien  le  estuviese.  Y  con  esta  resolución  trataron 
de  continuar  la  guerra,  pareciéndoles  que  por  este 
medio  alcanzarían  lo  que  pretendían,  que  era  ocu- 
par las  villas  y  castillos  de  Namur,  Carlomont, 
Maríamburg,  Sansón,  Teodor  y  otros;  y  asimismo 
decían  que  se  fuese  á  Lucemburg  y  gobernase  allí 
hasta  que  llegase  el  sucesor,  y  que  ordenase  á  los 
tudescos  que  entregasen  á  Breda  y  las  demás  pla- 
cas que  tenía:  que  á  tanto  como  á  esto  se  extien- 
de un  desenfrenamiento  y  falta  de  lealtad. 

Hallábase  S.  A.  muy  confuso,  porque  unos  le 
decían  que  debía  dar  á  los  Estados  lo  que  pedían, 
pues  el  Rey  no  quería  la  guerra,  y  era  notorio  que 
las  galeras  que  estaban  en  Genova  aguardando  á 
los  soldados  que  habían  salido  de  Flandes  para 
llevarlos  á  España,  habrían  ya  partido,  ó  partirían 
cuando  tuviesen  temporal,  y  así  no  podía  aguar- 
dar socorro  de  ellos;  otros  tenían  opinión  contra- 
ria, y  la  fundaban  desapasionadamente,  por  lo 
cual  S.  A.,  para  justiñcar  enteramente  su  causa, 
y  porque  en  ningún  tiempo  se  dijese  que  no  ama* 
ba  y  quería  la  paz,  envió  á  decir  á  los  Estados 
que  ninguna  cosa  amaba  y  estimaba  más  que 
guardar  los  mandamientos  del  Rey,  y  que  por  el 
amor  que  les  tenia  perdonaba  lo  que  habían  delin- 
quido contra  el  edicto  perpetuo,  y  entregaría  vo- 


—    205   — 

luntariamente   la  ciudad  de  Namur  con  el  casti- 
llo á  quien  le  gobernaba  cuando  le  ocupó;  que  se 
despidiesen  los  soldados  de  ambas  partes  que  se 
habían  levantado  después  de  la  última  determina- 
ción, y  que  se  diese   libertad  á  Mos  de  Trelón, 
Carlos  Fúcar  y  Antonio  del  Río  y  á  los  demás  pre- 
sos que  estaban  en  su  poder,  y  restituyesen  todas 
las  haciendas  que  habían  vendido  y  embargado  á 
á  los  que  servían  al  Rey;  y  las  dignidades,  cargos 
y  oficios  que  habían  quitado  á  ministros  suyos,  se 
las  volviesen;  y  en  cumpliéndose  todo  esto,  por  su 
parte  daría  S.  A.  á  Carlomont  y  Mariamburg,  y 
despediría  todos  los  tudescos,  pagándoles   como 
ellos  lo  habían  prometido  en  el  edicto  perpetuo;  y 
que  entre  tanto  los  alojasen  en  algunas  villas,  y 
después  de  salidos  se  despidiesen  los  valones,  sal- 
vo los  que  estaban  en  los  presidios  ordinarios;  y 
que  mandaría  á  los  gobernadores  de  las  provincias 
no  admitiesen  soldados  forasteros;  y  que  cumplie- 
sen puntualmente  los  artículos  de  la  paz,  y  antes 
de  salir  los  soldados  alemanes  de  las  villas  en  que 
al  presente  estaban,  jurasen  los  vecinos  y  magis-- 
trados  de  ellas  de  no  recibir  presidio  sin  orden  de 
S.  A.  y  consentimiento  de  los  diputados  de  los 
Estados,  y  asimismo  jurasen  que  defenderían  la  fe 
católica  y  autoridad  Real,  y  el  mismo  juramento 
hiciesen  los  vecinos  y  magistrados  de  las  villas  á 
donde  había  presidios;  y  que  se  procurase  que  los 
ciudadanos  y  labradores  de   Flandes  dejasen  el 
ejercicio  de  las  armas  y  se  ocupasen  en  sus  oficios 
ordinarios,  y  se  apartasen  de  la  Liga  hecha  en  la 
última  revuelta;  y  entre  tanto  que  el  Rey  enviaba 


otro  gobernador,  S.  A.  se  estarla  en  Lucemlmfg  y 
gobemaria  á  Flandes,  conforme  al  edicto  perpe- 
tuo, con  toda  pax  y  baenos  deseos. 

Távose  por  cierto  que  los  diputados  aceptarian 
estas  condiciones,  por  ser  tan  puestas  en  razón; 
pero  fué  tan  poderosa  la  parcialidad  del  Principe 
de  Orange,  que  les  dio  á  entender  era  poco  lo  que 
se  les  concedía,  y  que  convenía  asentar  mejor  la 
vara.  (Oh  qué  de  cabezas  tiene  la  serpiente  hidra, 
que  es  la  ciega  pasión  y  ambición  de  mandar!  Con 
este  presupuesto  respondieron  á  S.  A.  querían  que 
el  castillo  de  Namur  se  entregase  luego  á  Mos  de 
Freimont  y  que  no  pudiese  nombrar  tenientes  sin 
intervención  de  los  diputados;  que  pagarían  los 
alemanes  hasta  25  de  Julio  próximo  pasado,  y  que 
cumplirían  el  concierto  hecho  después,  con  que  no 
entrasen  en  él  los  que  se  habían  despedido  cuando 
llegó  S.  A.,  ni  los  de  Cornelio  Vaneps,  ni  los  que 
se  habían  hallado  en  los  sacos  de  Mastríque  y  de 
Ambers;  y  que  S.  A.  despidiese  á  loe  soldados  que 
desde  su  llegada  se  habían  levantado  y  á  los  que 
se  entretenían  con  ocasión  de  debérseles  pagas; 
que  ellos  despedirían  á  los  suyos  después  de  haber 
entregado  S.  .\.  las  villas  de  Carlomont  y  Ma- 
ríamburg  y  las  demás  villas  que  tenía,  lo  cual  con- 
venía que  fuese  luego,  y  que  saliesen  los  tudescos 
antes  que  dejasen  las  armas  los  diputados;  y  que 
se  le  acudiría,  para  defenderse  de  naciones  extran- 
jeras y  para  otros  efectos,  con  mil  caballos  y  tres 
coronelías  de  infantería;  y  en  cuanto  al  nombra- 
miento de  personas  que  S.  A.  pedía,  no  les  parecía 
convenir,  y  que  desistirían  de  hacelle  guerra  en 


—   207   — 

habiéndoles  entregado  á  Namur  con  el  castillo;  y 
en  lo  que  tocaba  á  los  presos,  los  pondrían  en  ma- 
nos del  obispo  de  Lieja  y  republicanos,  para  que 
los  guardasen  entre  tanto  que  fuesen  entregados 
Carlomont  y  Mariamburg  y  las  demás  plazas;  y  he- 
cho todo  lo  referido,  restituirían  los  bienes  confis- 
cados no  enajenados,  pero  no  los  oficios  y  cargos, 
que  no  se  podían  volver  á  los  que  antes  los  tenían 
por  muchas  dificultades  que  se  ofrecían:  todo  lo 
cual  se  resolvería  en  la  primera  Junta  general  de 
los  Estados,  y  las  villas  harían  el  juramento  que 
S.  A.  pedía  en  saliendo  los  tudescos;  y  que  advir- 
tiese que  todo  lo  dicho  era  última  resolución  y  no 
quitarían  ni  añadirían  cosa  alguna,  porque  en  esto 
estaban  determinados:  estando  el  león  encerrado, 
no  me  espanto  que  se  le  atrevan. 


CAPITULO  XXI 

Át(m  D,  Jmm  «/  Rty  d  $tUdo  i$  Uu  tmn  ͧ  WUmUi^y 
MíuiéUt  Sm  ht .  vmAmm  Itt  tth^Atltt  Á  FLutéUt» 

De  26  de  Julio  de  este  año  de  1577  recibió  el 
marqués  de  Ayamonte  en  Milán,  y  D.  Joan  de 
Idiáques  en  Genova,  cartas  de  S.  A.,  fechait  en  el 
castillo  de  Ñamar,  con  aviso  de  no  haber  cumpli- 
do los  flamencos  lo  capitulado  y  jurado,  y  de  cómo 
ocupaban  las  tierras,  desmantelaban  los  castillos 
y  le  cercaban,  después  de  muchas  injurias  y  ase- 
chansas,  para  prendelle  ó  matalle,  por  lo  cual  de- 
cía S.  A.  convenia  no  embarcar  la  infantería  y  ca- 
ballería que  había  salido  de  los  Estados,  sino  pa> 
galla  y  beneñcialla,  para  que  <Mn  buen  ánimo  y 
satisfacción  volviese  luego  á  ellos,  en  recibiendo 
orden  de  S.  M.,  que  sería  con  brevedad. 

£1  marqués  de  Ayamonte  llamó  á  los  maestres 
de  campo  para  tomar  orden  y  resolución  en  su 
vuelta  á  Flandes,  nueva  bien  alegre  para  todo  el 
ejército,  para  vengarse  de  los  flamencos,  y  por  el 
cumplimiento  de  su  pronóstico,  de  que  presto  los 
llamaría  quien  los  enviaba  con  disgusto  y  mala 
satisfacción:  sólo  se  ponían  dificultades  en  pedir 
ayuda  de  pagas,  como  hicieron  para  embarcarse. 
Llegábase  áesto  la  competencia  entre  los  maestres 
de  campo  sobre  cuál  había  de  ser  superior  á  los 


—  209   — 

demás,  aunque  se  creía  de  su  buen  celo  y  bondad 
que  en  necesidad  tan  apretada  cesarían  las  com- 
petencias, por  estar  de  por  medio  el  servicio  de 
Dios  y  del  Rey  y  la  seguridad  de  D.  Juan  su  her- 
mano. 

El  Rey  escribió  á  su  sobrino  Alejandro  Farne- 
se,  príncipe  de  Parma,  que  se  había  mostrado 
valeroso  en  la  batalla  de  Lepanto,  fuese  á  Flandes 
á  ayudar  á  D.  Juan  en  la  reducción  de  los  Esta- 
dos. Había  asistido  en  ellos  con  su  madre.  Mada- 
ma Margarita,  cuando  los  gobernó,  y  había  casa- 
do allí  con  hermana  de  la  duquesa  de  Berganza; 
conocía  las  provincias  y  los  humores  de  sus  ha- 
bitadores, y  ellos  le  conocían  á  él,  con  que  sería 
mejor  recibido  de  los  flamencos  que  S.  A.,  con 
quien  estaban  encontrados,  demás  del  gusto  que 
recibirían  en  ver  salir  de  los  Estados  al  que  de- 
seaban prender  ó  matar  y  ahora  repeler  con  las 
armas. 

Tuvieron  nueva  de  esto  los  Estados,  y  cobró 
tanto  ánimo  su  pertinacia,  que  no  trataban  ya  de 
conciertos  con  S.  A.,  sino  de  dar  y  quitar  leyes, 
sembrando  nuevas  de  que  el  Rey  le  había  manda- 
do partir  de  Flandes,  y  que  de  grado  ó  de  fuerza 
recibiría  las  condiciones  que  ellos  le  diesen  ó  les 
haría  guerra  contra  la  orden  que  tenía  del  Rey 
(que  la  aborrecía  y  quería  se  guardase  el  Edicto 
perpetuo),  con  que  les  parecía  alcanzarían  repu- 
tación y  honra. 

En  este  ínterin,  el  Príncipe  de  Orange  mandó 
en  Holanda  y  Zelanda  no  se  pregonase  el  Edicto 
perpetuo;   metió  presidio  en  Haerlen  contra  su 


—   2IO   — 


capitulación,  y  quito  que  en  la  iglesia  de  la  Mag- 
dalena fe  predicase  públicamente  la  secta  de  Cal- 
vino,  y  lo  mismo  en  otras  villas;  apretó  con  sa  ar- 
mada  á  la  de  Amsterdam,  fidelísima  y  moy  cató- 
lica; solicitó  el  llamarle  los  Estados  capitán  ge- 
neral, y  apretó  á  los  diputados  para  que  sitiasen  á 
Breda  y  Bolduque,  plazas  importantes,  diciendo 
que  hasta  tenerlas  en  su  poder  no  habla  de  pasar  á 
Brabante.  S.  A.,  entendiendo  lo  que  pasaba,  en- 
vió once  compaftlas  de  tudescos  al  socorro  de  estas 
plasas,  é  hicieron  alto  cerca  de  Lieja,  recelando 
el  pasar  adelante  sin  caballería;  y  en  el  ínter,  Bre- 
da fué  entregada  al  de  Orange  por  los  soldados, 
sobornados  con  dinero,  y  Boldnqoe  se  rindió  en 
buenas  condiciones.  Panron  los  rebeldes  á  sitiar 
á  Ruremunda,  á  quien  defendían  los  dichos  tudes- 
cos, que  habían  hecho  alto  cerca  de  Lieja  y  ha- 
bían acudido  á  su  defensa,  y  se  trabó  una  fuerte 
escaramuza,  en  que  murieron  muchos  de  ambas 
partes,  y  los  que  quedaron  fueron  á  Namur  á  pe- 
dir á  S.  A.  el  sueldo,  y  los  rebeldes  se  amotinaron 
por  no  haberles  pagado  los  diputados,  que  estaban 
tan  faltos  de  dinero  como  de  lealtad  y  fidelidad. 

A  esta  sazón  llegaron  cuatrocientos  españoles, 
que  se  juntaron  en  Francia,  de  los  que  habían  sa- 
lido primero  de  los  presidios,  y  S.  A.  los  metió  en 
Namur  y  en  el  castillo  para  su  defensa  con  las 
tres  compañías  de  tudescos  que  allí  tenía  y  tres 
de  valones  y  una  de  arcabuceros  á  caballo,  de 
Mos  de  Mousey,  y  esperaba  por  momentos  mu- 
cha gente  de  Francia,  Lorena  y  Borgoña. 

Eran  tantas  las  instancias  que  habían  hecho  á 


—    211 


los  diputados  dos  fautores  del  Príncipe  de  Orange, 
grandes  herejes,  que  acabaron  con  ellos  viniese  á 
Bruselas,  para  cuyo  efecto  enviaron  por  embaja- 
dores á  los  abades  de  Santa  Gertrudis  y  de  Maro- 
Íes,  que  eran  sus  amigos,  con  orden  de  que  lo  tra- 
jesen á  Bruselas,  donde  fué  recibido  con  general 
aplauso,  acompañándole  gran  número  de  arcabu- 
ceros que  traía  de  guarda,  fiando  del  los  diputados 
y  no  fiando  de  ellos  él,  que  les  traía  con  el  odio 
encubierto  su  perdición,  cual  veneno  en  vaso  do- 
rado. Hízose  Junta,  y  en  ella  se  leyó  la  carta  de 
S.  A.  atrás  referida  en  que  se  contenía  la  defensa 
de  la  fe  católica  y  autoridad  del  Rey,  cosa  que  no 
supo  bien  al  de  Orange,  y  aceptando  maliciosa- 
mente las  condiciones  que  S.  A.  ofrecía,  pidió  de 
nuevo  otras,  con  acuerdo  de  los  diputados,  que  son 
las  referidas,  en  que  decían  no  quitarían  ni  añadi- 
rían cosa  alguna,  por  ser  esto  su  absoluta  resolu- 
ción. 

A  esta  sazón,  entendiendo  el  Rey  Católico  lo 
que  su  autoridad  Real  había  perdido  en  Flandes 
y  lo  que  perdía  la  religión  católica,  y  viendo  que 
los  beneficios  y  nuevas  concesiones  de  privilegios 
habían  obstinado  más  á  los  flamencos,  se  resolvió  de 
castigallos  y  restituir  su  justicia  y  el  divino  culto 
á  Dios,  gravemente  ofendido  con  las  apostasías  y 
enormidades  que  se  habían  cometido  por  esta  gen- 
te, para  cuya  ejecución  escribió  al  marqués  de 
Ayamonte  que  luego  diese  orden  en  remitir  la  in- 
fantería y  caballería  á  los  Estados  de  Flandes, 
dándoles  entera  satisfacción  de  pagas  y  comodi- 
dades, y  escribió  al  Virrey  de  Ñapóles  y  al  de  Si- 


—  axa 


cilia  que  aprestasen  los  tercios  de  espaitoles  de  su 
cargo,  porque  pasasen  á  Genova  en  geeras,  y  des- 
de Milán  se  encaminasen  á  Flandes.  Qaejóse  gra- 
vemente al  Emperador  de  qae  dejase  nlir  ale- 
manes á  sueldo  á  los  Estados  de  Flandes,  y  le  pi- 
dió no  lo  permitiese  para  adelante,  y  escribió  á  los 
Electores  su  razón,  para  que  movidos  de  ella  no 
los  favoreciesen.  Y  informado  bien  de  lo  que  habla 
trabajado  S.  A.  y  de  los  peligros  en  que  se  habla 
visto,  y  de  la  prudencia  con  que  habla  procedido, 
le  escribió  estaba  satisfecho  de  su  prudencia  en 
haber  ocupado  á  Namur;  y  que  por  las  conjuracio- 
nes hechas  contra  su  persona,  y  el  rompimiento 
del  Edicto  perpetuo,  mandaba  volver  á  Flandes 
los  espaftoles,  que  hablan  salido  de  sus  provincias, 
y  la  cabal  ieria,  y  que  enviarla  los  tercios  viejos  de 
Italia  y  dinero  para  que  defendiesen  su  justicia. 
S.  A.,  sabida  la  resolución  del  Key  Católico,  y  go- 
zoso de  ella,  escribió  al  punto  á  los  españoles  pi- 
diéndoles le  viniesen  i  socorrer,  y  la  carta  era  del 
tenor  siguiente,  sin  alterar  de  ella  una  letra: 

<A  los  magniñcos,  amados  y  amigos  míos  los  ca- 
pitanes y  soldados  de  la  infantería  española  que 
salió  de  los  Estados  de  Flandes. 

»Magn{fícos  amados  y  amigos  míos:  El  tiempo  y 
la  manera  de  proceder  de  estas  gentes  han  sacado 
tan  verdaderos  vuestros  pronósticos,  que  ya  no 
queda  por  cumplir  de  ellos  sino  lo  que  Dios  por  su 
bondad  ha  reservado,  porque  no  sólo  no  han  que~ 
rido  gozar  ni  aprovecharse  del  perdón  que  les 
truje;  pero  en  lugar  de  agradecerme  el  trabajo  que 
por  su  beneficio  había  pasado,  me  han  querido 


—   213   — 

prender  con  el  fin  de  desechar  de  sí  religión  y 
obediencia.  Y  aunque  desde  el  principio  entendí 
(como   afirmasteis   siempre)   que    tiraban  á   este 
blanco,  no  quise  dejar  de  la  mano  la  cura  de  su 
dolencia,  hasta  que  la  ejecución  del  trato  estuvo 
muy  en  víspera.  Entonces  me  retiré  á  este  castillo 
por  no  ser  causa  de  tan  gran  ofensa  de  Dios  y  de- 
servicio de  S.  M.;  y  como  los  más  ciertos  testimo- 
nios de  su  malicia  son  sus  propias  conciencias, 
hanse  alterado  de  tal  manera,  que  en  toda  la  tie- 
rra se  me  han  declarado  enemigos;  y  los  Estados 
usan  de  extraordinarias  diligencias  para  apretar- 
me, pensando  salir  esta  vez  con  su  intención;  y 
si  bien  por  hallarme  tan  lejos  de  vosotros,  estoy 
en  el  trabajo  que  podéis  considerar  y  espero  de 
día  en  día  ser  sitiado,   no  menos  acordándome 
que  envío  por  vosotros,  y  que  como  de  soldado  y 
compañero  vuestro  no  me  podéis  faltar,  estimo  en 
nada  todos  estos  nublados. 

>Venid,  pues,  amigos  míos:  mirad  que  no  sólo 
aguardo  yo,  sino  también  las  iglesias,  monasterios 
y  religiosos  y  católicos  cristianos,  que  tienen  á  su 
enemigo  presente  con  el  cuchillo  en  la  mano,  y  no 
os  detenga  el  interés  de  lo  poco  ó  mucho  que  se 
os  dejare  de  pagar,  pues  será  cosa  muy  ajena  de 
vuestro  valor  preferir  eso,  que  es  miseria,  á  una 
ocasión  donde,  con  servir  tanto  á  Dios  y  á  S.  M., 
podréis  acrecentar  la  fama  de  vuestras  hazañas, 
ganando  perpetuo  nombre  de  defensores  de  la  fe, 
y  obligarme  á  mí  para  todo  lo  que  os  tocare,  ma- 
yormente que  de  lo  que  dejáredesde  cobrar  allá,  no 
perderéis  nada,  pues  yo  tomo  á  mi  cargo  el  satis- 


faceros  de  ello;  y  así  como  tengo  por  cierto  que 
S.  M.  tomará  este  negocio  con  las  veras  que  la 
calidad  de  él  le  obliga,  y  que  en  la  misma  confor- 
midad hará  las  provisiones,  podéis  vototroe  creer 
que  ni  yo,  que  os  amo  como  á  hermanos,  ni  las 
ocasiones  que  os  esperan,  consentiremos  que  pa- 
descáis.  Y  porque  no  dudo,  sino  que,  acudiendo  al 
nombre  y  ser  de  cristianos  españoles,  valientes 
soldados,  buenos  vasallos  de  S.  M.  y  amigos  mÍos, 
haréis  lo  que  pido  con  la  deliberada  resolución  y 
presteza  que  de  vos  confío  y  conviene;  y  de  José 
judice  entenderéis  lo  que  dejo  de  escribiros,  no 
me  alargaré  en  encarecer  más  este  negocio:  sólo 
diré  que  éste  es  aquel  tiempo  que  mostrábades 
desear  todos  de  militar  conmigo,  y  que  yo  qoedo 
muy  alegre  (3ra  que  estas  cosas  han  llegado  hasta 
este  extremo)  de  pensar  que  ahora  se  me  ha  de 
cumplir  el  deseo  de  hallarme  con  vosotros  en 
alguna  empresa  donde,  satisfaciendo  á  nuestras 
obligaciones,  hagamos  algún  señalado  servicio  á 
Dios  y  á  S.  M. 

»Nuestro  Señor  guarde  vuestras  magnificas  per- 
sonas como  deseáis.  Del  castillo  de  Namur  á  15  de 
Agosto  de  1577. — No  escribo  en  particular,  por- 
que no  sé  cuáles  capitanes  y  compañías  habrán 
quedado  en  pie;  pero  ésta  sirva  para  reformados  y 
no  reformados.  Y  á  todos  os  ruego  que  vengáis 
con  la  menos  ropa  y  bagajes  que  pudiéredes,  que 
llegados  acá  no  os  faltan&n  de  nuestros  enemigos. 
Vuestro  amigo,— D.  Juan.» 

Esta  es,  puntualmente,  la  carta  que  S.  A.  es- 
(;ribió  á  los  españoles  que  á  su  despecho   habían 


—  2l5  — 

salido  de  Flandes,  procurando  la  malicia  de  los 
rebeldes  su  salida  á  título  de  paz,  para  mover  la 
guerra  y  vivir  en  libertad,  como  el  potro  cerril  que 
no  admite  freno  ni  carga;  y  cual  suele  el  cazador 
que  va  en  busca  de  una  fiera  para  hacer  presa  en 
ella,  buscar  perros  diestros,  ballestas  armadas  y 
saetas  con  yerba,  así  estos  rebeldes,  deseando  pren- 
der'á  S.  A.  (para  ellos  empresa  terrible),  se  apro- 
vecharon del  tiempo  y  de  la  ocasión^  procurando 
la  salida  de  los  españoles,  que  eran  el  freno  de  sus 
insolencias;  buscando  hombres  crueles,  sanguino- 
lentos y  adversos  á  la  verdad,  que  apellidasen  li- 
bertad y  enseñasen  á  vivir  torpe  y  licenciosamente. 
Con  todo  lo  cual  S.  A.  quedó  probado  y  conocido 
por  gran  Capitán  de  la  fidelidad,  y  por  fuerte  y  va- 
liente más  que  un  diamante,  sobre  cuya  prueba 
cayeron  después  los  favores  de  su  Rey  y  el  tener 
satisfacción  de  su  persona,  pues  se  determinó  á 
vengar  sus  injurias  por  fuerza  de  armas,  volvien- 
do por  la  causa  de  Dios  y  por  su  justicia  y  por  la 
inocencia  de  S.  A.,  imitador  del  gran  Patriarca 
José,  que  por  la  lealtad  que  tuvo  á  su  Señor,  y  por 
haber  sido  valiente  en  la  castidad,  tuvo  grandes 
favores  de  Dios,  profetizando  con  luz  que  le  envió 
los  años  de  hambre  y  abundancia,  distribuyendo 
el  trigo,  y  adjudicando  muchas  tierras  y  posesio- 
nes al  Patrimonio  Real.  Esto  hizo  S.  A.,  siendo 
fiel  á  Dios  y  al  Rey,  y  defendiendo  la  religión  ca- 
tólica y  la  autoridad  Real,  y  apremiando  á  los 
flamencos  para  que  obedeciesen.  El  Rey  mandó  á 
S.  A.  enviase  embajador  á  Inglaterra  que  de   su 
parte  dijese  á  la  Reina  no  se  metiese  en  la  guerra 


—  «i6  - 

de  ras  vasallos,  pues  no  le  tocaba,  ni  los  socóme - 
se  en  público  ni  en  secreto,  y  mirase  que  sa  pa~ 
ciencia  y  sufrimiento  no  duraría  para  siempre, 
pues  tenia  muy  en  la  memoria  las  cosas  pasadas 
contra  él  hechas,  y  que  no  le  faltarian  fuersas  para 
tomar  venganzas. 

De  parte  de  los  diputados  habia  venido  el  obis- 
po de  Bruxas  con  las  nuevas  demandas  y  condi- 
ciones del  Principe  de  Orange,  á  quien  dijo  S.  A. 
DO  tenían  traza  los  diputados  de  concertarse,  pues 
cada  dfa  pedían  cosas  nuevas,  ni  menos  de  obser- 
var el  Edicto  perpetuo;  y  que  en  lugar  de  guardar 
la  religión  católica  y  obedecer  al  Rey,  introducían 
el  gobierno  popular  y  libertad  de  conciencia,  sir- 
viendo sólo  S.  M.  de  protector,  sin  tener  mando 
sobre  ellos,  y  que  ésta  era  la  causa  de  pedir  nueva 
forma  de  Consejo  y  de  haber  traído  á  Brujías  al 
de  Orange,  sin  licencia  del  Rey  ni  suya,  y  admi- 
tidole  al  Consejo  de  Estado  y  á  la  Junta  de  los  di- 
putados, y  desmantelado  las  antiquísimas  fortale- 
zas de  Lille  y  Betune,  que  les  servían  más  de  or- 
nato que  de  espanto,  y  cometiólo  otras  cosas  indig- 
nísimas que  ya  no  se  podían  disimular,  por  lo  cual 
estaba  resuelto  de  escribirlo  al  Rey,  y  en  tanto 
que  le  venía  orden,  retirarse  á  Lucemburg  y  des- 
de allí  gobernaría  los  Estados,  porque  con  menos- 
precio de  su  persona  y  de  su  oñcio,  el  ejército  de 
ellos,  á  su  vista,  hacía  cada  día  en  Namur  cosas 
de  enemigo,  y  que  si  le  querían  dar  obediencia 
como  á  lugarteniente  y  Gobernador  general  del 
Rey,  cumplirían  con  lo  que  debían  y  corresponde- 
rían con  los  beneficios  recibidos,  y  donde  no,  se 


—  217  — 

persuadiesen  que  S.  M.  sabía  usar  del  rigor  como 
de  la  clemencia. 

Escuchó  el  obispo  de  Bruxas  y  su  compañero 
con  muestras  de  arrogancia  lo  referido  por  S.  A.,  y 
respondieron  lo  siguiente:  que  estando  S.  A.  con 
tal  resolución,  ellos  no  serían  causadores  déla  san- 
grienta guerra  que  se  esperaba,  y  que  ésta  podía 
excusarla  S.  A.,  de  lo  contrario  se  le  cargaría  to- 
da la  culpa;  que  no  bastaría  el  poder  del  Rey  para 
sujetar  á  Flandes,  porque  sus  fuerzas  unidas  eran 
invencibles;  que  por  lo  que  á  ellos  tocaba,  no  ha- 
rían guerra  al  Rey,  sólo  se  haría  á  la  tiranía  que 
S.  A.  quería  introducir  por  consejo  de  sus  domés- 
ticos, por  lo  cual  tomarían  las  armas  por  fuerza 
para  defenderse  á  sí  y  á  su  patria,  en  cuya  razón 
habían  derribado  los  castillos  para  que  no  queda- 
se rastro  de  la  tiranía  pasada;  que  la  religión  cató- 
lica corriera  peligro  de  perderse,  á  no  haberse  res- 
taurado llamando  al  Príncipe  de  Orange,  que  la 
había  tomado  debajo  de  su  amparo. 

Rieron  mucho  los  que  asistían  á  S.  A.  cuando 
el  obispo  de  Bruxas  dijo  esto  último  de  su  respues- 
ta, porque  era  tan  falso,  que  el  Príncipe  de  Oran- 
ge  era  perverso  hereje  de  tres  sectas  diferentes,  y 
con  pregón  público  se  había  nombrado  defensor 
perpetuo  de  los  calvinistas  y  jurado  enemigo  de 
los  católicos,  y  era  tan  mal  hombre,  que  se  había 
casado  con  una  monja  llamada  Carlota  de  Ban- 
doma,  en  vida  de  su  legítima  mujer,  hija  del  du- 
que Mauricio  de  Sajonia.  Tal  como  esto  era  la 
cabeza  de  los  rebelados  de  Flandes,  y  cual  la  ca- 
beza tales  eran  los  miembros.  Otros  dicen  se  ha- 


—  SIS  — 

bia  amancebado  con  esta  monja  en  rida  de  su 
mujer;  en  fin,  él  era  hombre  perverso,  enemigo  de- 
clarado del  Papa  y  de  la  Iglesia. 

Otro  día  siguiente  templaron  su  arrogancia  los 
embajadores  con  las  cartas  del  Rey,  entendlepdo 
por  ellas  cuan  mal  habia  tomado  su  temeridad  y 
porfía,  y  fué  esto  de  manera  que  mostraron  en  el 
aspecto  y  palabras  tristeza  y  turbación,  parecién- 
dotes  que  ya  no  las  hal>ian  de  haber  con  D.  Juan, 
sino  con  un  Rey,  el  más  poderoso  y  prudente  del 
orbe,  señor  suyo  á  quien  tenUn  gravemente  ofen- 
dido, y  asi  volvieron  tan  confusos,  que  doliéndose 
de  esto  un  ministro  con  el  Principe  de  Orange,  á 
quien  decía  que  ya  eran  acabadas  las  paces  (aun- 
que le  fué  nueva  alegre  la  imposibilidad  de  las 
paces),  respondió  con  indignación,  fuera  insigne 
pax  perder  la  vida  él;  lo  cual  dijo  temeroso  de  los 
vaivenes  que  esperaba  de  la  determinación  del  Rey 
en  la  prosecución  de  la  guerra,  que  se  había  de  ha- 
cer á  fuego  y  sangre,  que  como  conocían  su  incom- 
parable valor  y  poder  temían  el  golpe:  que  en  ser 
de  Monarca  tal  y  tan  sufrido,  fuerza  era  que  fuese 
muy  para  temer. 


CAPITULO  XXII 

Los  rebeldes,  en  odio  á  D.  Juan,  tratan  de  traer  en  su  defensa 
unos  al  archiduque  Matías,  otros  al  duque  de  Alanzan. 

Luego  que  el  duque  de  Ariscots  llegó  á  Bruse- 
las de  la  retirada  fea  de  Namur,  hecho  Goberna- 
dor de  Flandes  por  los  Estados,  asistía  en  Gan- 
te su  cabeza  á  la  provisión  de  los  negocios.  Te- 
nia odio  notable  al  Príncipe  de  Orange,  procedi- 
do de  competencias  entre  ellos  sobre  preeminen- 
cias, poder,  autoridad,  pretensiones  de  oficios, 
grandeza  y  favores  de  su  Príncipe,  el  cual  odio 
estaba  disimulado  como  brasa  debajo  de  ceniza, 
y  descubrióle  una  palabra  dicha  de  los  del  ban- 
do de  Orange.  Esta  fué:  «No  hay  que  temer  al  de 
Ariscots,  que  tiene  más  liviandad  que  valor. >  Sin- 
tió el  duque  notablemente  esta  palabra  y  despre- 
cio de  su  persona.  Y  así,  queriendo  dar  testimo- 
nio de  su  persona  y  mostrar  el  valor  que  le  nega- 
ban los  aficionados  al  Príncipe,  se  determinó  de 
restaurar  la  religión  católica  y  la  autoridad  Real, 
dando  traza  que  se  trajese  por  Gobernador  de  los 
Países  al  archiduque  Matías,  hijo  del  Emperador 
Maximiliano  II  y  de  su  mujer  Doña  María,  her- 
mana del  Rey  Católico,  el  cual  Matías  fué  des- 
pués Emperador  de  Alemania  por  muerte  de  su 
hermano  el  emperador  Rodulfo  II,  todos  de  la  Ca- 


—  aso  — 

sa  de  Austria.  El  conde  de  Lalain  y  los  de  U  par- 
cialidad del  Príncipe  de  Orange  querían  llamar 
para  el  mismo  efecto  al  duque  de  Alanzón;  pero 
no  convenia  por  ser  insuírible  la  inquietud  de  los 
franceses  y  poca  su  segundad  con  la  experiencia 
de  las  violencias  que  hablan  usado  en  Sicilia  y  en 
Ñapóles  cuando  las  poseían.  El  Rey  de  Francia 
no  favorecía  al  de  Alanzón  al  descubierto  por  no 
indignar  al  Rey  Católico  ni  romper  la  pax  con  él, 
mostrándose  ingrato  á  los  beneficios  que  su  Co- 
rona había  recibido  de  la  Monarquía  de  España 
reinando  sus  hermanos  Francisco  y  Carlos.  Era 
engaño  decir  el  de  Orange  casaría  la  Reina  de  In* 
glaterra  con  el  duque  de  Alanzón,  porque  á  él  y  á 
Enrique,  su  hermano,  los  había  despreciado  por 
el  aborrecimiento  que  tenia  á  la  Casa  de  Valois;  y 
se  inclinaba  á  la  Casa  de  Austria  en  tanta  mane- 
ra, que  el  embajador  de  Inglaterra  había  dicho  no 
le  desplacería  el  casar  con  D.  Juan  de  Austria  si 
los  Estados  le  hacían  su  Gobernador  perpetuo  y 
cuando  fuese  su  señor. 

El  Príncipe  de  Orange  procuraba  con  secreto  y 
sagacidad  ganar  votos  para  que  le  diesen  el  go> 
biemo  al  de  Alanzón;  y  sabido  por  el  de  Aríscots 
y  sus  secuaces,  enviaron  ocultamente  á  Viena  por 
el  archiduque,  despachando  para  esta  embajada 
á  un  caballero  de  su  opinión,  lo  cual  fué  sabido 
luego  por  S.  A.  y  por  el  Príncipe  de  Orange,  que, 
sentido  de  cuan  pocos  de  la  nobleza  le  querían 
por  superior,  recelando  su  seguridad  y  temiendo 
naturalmente,  mostrando  no  estimar  lo  que  se  ha- 
cia por  él  y  dando  á  entender  que  quería  ausen- 


—   221    — 


tarse,  él,  que  deseaba  le  rogasen  se  estuviese  que- 
do en  Bruselas,  hizo  que  Carlota  de  Bandoma,  su 
mujer,  abadesa  de  un  monasterio,  con  quien  vivía 
sacrilegamente,  como  se  ha  dicho,  viniese  á  Am- 
bers  para  que  con  esta  ocasión  le  diesen  los  de 
Bruselas  licencia  de  partir  de  ella.  Hízose  así,  y 
los  de  Ambers  hicieron  gran  recibimiento  á  esta 
monja  arrepentida,  y  con  muchas  fiestas  solem- 
nizaron su  llegada  y  hospedaje  en  la  Abadía  de 
San  Miguel,  donde  públicamente  se  predicaba  la 
secta  de  Calvino,  y  ella  era  visitada  con  venera- 
ción; y  siendo  visitada  de  las  mayores  señoras  de 
la  ciudad,  le  era  más  grata  la  que  se  mostraba 
enemiga  de  los  católicos.  S.  A.,  deseando  impe- 
dir la  negociación  que  hacían  los  rebeldes  en  In- 
glaterra, Alemania  y  Francia,  envió  sus  emba- 
jadores á  estas  provincias;  y  para  poner  en  ejecu- 
ción lo  que  había  mandado  hacer  el  Rey  Católico 
con  la  Reina  de  Inglaterra,  representándole  sus 
sentimientos,  envió  á  M.  de  Gatte,  gentilhombre 
de  su  cámara.  Asimismo  escribió  á  D.  Juan  de 
Borja,  que  estaba  en  la  Corte  del  Emperador, 
dándole  aviso  de  cómo  el  duque  de  Ariscots  lla- 
maba al  archiduque  Matías  para  introducirle  en 
Flandes,  cosa  que  disgustaría  mucho  al  Rey  y 
que  debía  remediar  S.  M.  Cesárea,  para  acudir- 
le  como  buen  sobrino  y  cuñado  y  no  desunir  con 
lo  contrario  la  Casa  de  Austria.  Todo  lo  cual  es- 
cribió también  al  Emperador,  que,  teniendo  no- 
ticia de  que  había  partido  á  3  de  Octubre  de  este 
año  á  media  noche  con  solos  tres  criados,  llevado 
de  la  ambición  y  codicia  del  señorío,  despachó  á 


diveraas  portes  para  qae  le  boscasen,  y  eteribió  á 
los  electores  del  Imperio  le  detuviesen  si  pasase  por 
sos  Estados  y  le  enviasen  á  Viena,  porque  juraba 
solemnemente,  en  fe  de  Emperador,  que  sin  su  no- 
ticia era  su  determinación.  Túvose  nueva  de  que 
habia  llegado  á  Mastrich  y  allí  le  habla  detenido 
el  de  Orange  para  que  no  entrase  luego  en  Bruse- 
las, temiendo  que  se  le  juntaría  luego  la  mayor 
parte  de  la  nobleza  en  diminución  de  su  poder,  y 
en  el  ínterin  dio  orden  para  que  entrase  el  duque 
de  AJansón,  pero  no  lo  quisieron  recibir.  Algunos 
decían  era  mejor  concertarse  con  S.  A.  que  tra- 
tar de  hacer  la  guerra,  por  hallarse  los  Estados 
muy  apurados  y  ser  sus  trances  tan  dudosos  é  in- 
ciertos. El  de  Orange,  con  mañas  é  invenciones  de 
los  suyos,  puso  tan  mal  al  duque  de  Arisoots  con 
los  Estados,  que  se  hubo  de  salir  de  Gante  y  venir 
á  Bruselas  corrido  y  desautorizado,  con  lo  cual  el 
de  Orange  quedó  ufano  y  poderoso  sin  temor  de 
contraríos,  porque  los  Estados  tenían  mucho  di- 
nero y  gente  para  la  guerra  y  socorro  de  escoceses 
y  franceses,  y  su  ejército  alojado  á  vista  de  Namur. 
En  esta  sazón  escribió  el  Rey  á  D.  Juan  se  guar- 
dase la  paz  de  Gante  y  el  Edicto  perpetuo  ente- 
ramente, sin  disminución  de  la  religión  católica  y 
obediencia  debida  á  S.  M.,  jurada  tantas  veces 
por  los  diputados  de  los  Estados;  y  en  lo  que  se  le 
había  contravenido,  se  restaurase  y  restituyese  la 
autoridad  que  había  heredado  de  sus  pasados  y 
se  había  confirmado  con  la  paz  de  Gante;  que  los 
diputados  dejasen  las  armas  que  habían  tomado 
sin  orden  suya,  y  echasen  de  sus  Juntas  al  Princi- 


—    223   — 

pe  de  Orange  y  á  sus  consortes,  declarados  enemi- 
gos suyos  y  de  la  fe  católica,  violadores  del  Edic- 
to perpetuo  y  contrarios  á  la  paz  de  Gante,  y  asi- 
mismo usurpadores  de  gobiernos  de  provincias, 
villas,  castillos,  coronelías,  compañías  de  solda- 
dos y  otros  cargos  y  oficios;  que  todos  dejasen  los 
oficios  y  los  aldeanos  las  armas,  y  el  de  Orange  el 
molestar  á  Amsterdam;  que  se  pagasen  los  tudes- 
cos y  volviesen  los  diputados  á  sus  provincias 
para  aguardar  la  orden  de  la  Junta  general  de  los 
Estados,  que  mandaría  convocar,  y  que  éstos  ha- 
bían de  obedecer  á  sus  magistrados,  y  no  pedir  á 
su  Gobernador  general  cosa  contra  la  fe  católica 
ni  su  autoridad,  y  así  les  sería  clemente  y  buen 
Príncipe  y  mandaría  volver  á  Italia  los  españoles 
y  forasteros  que  caminaban  á  Flandes.  ¡Oh,  qué 
de  trazas  busca  un  buen  Príncipe  para  pacificar  su 
República! 

S.  A.  envió  copia  de  esta  carta  á  los  diputados 
y  les  pidió  cumpliesen  lo  que  el  Rey  demandaba 
justamente;  y  ellos,  quebrantando  el  derecho  de 
las  gentes,  prendieron  al  que  la  llevaba,  que  era 
un  portero  del  Consejo  de  Estado,  y  respondieron 
que  S.  A.  había  dado  causa  para  la  guerra,  y  con 
razón  los  diputados  no  se  fiaban  de  él  ni  creían 
que  el  Rey  hubiese  escrito  ni  mandado  lo  que  de- 
cía, ni  les  constaba  ser  esa  la  voluntad  Real,  ni 
podía  ser  que  con  tanta  brevedad  hubiese  respon- 
dido á  las  cartas  de  S.  A.,  demás  de  que  contrade- 
cía esto  á  lo  que  otras  veces  les  había  significado. 
Todo  esto  decían  ciegos  con  la  pasión,  que  sabe 
hacer  del  día  noche  y  de  la  luz  tinieblas.  El  Rey, 


-  2*4  — 
antes  que  llegase  la  última  carta  de  S.  A.,  m  mo- 
vió á  25  de  Septiembre  4  escribir  la  que  se  ha  re- 
ferido, por  relaciones  que  tenia  de  lo  sucedido  en 
Flandes;  y  porque  antes  que  llegase  la  gente  de 
Italia  mirasen  lo  que  les  convenía,  mandó  ¿  S.  A. 
que  se  la  enviase  con  toda  la  brevedad;  mas  ellos, 
para  encubrir  su  rebelión,  dijeron  lo  referido,  y, 
en  consecuencia  de  ello,  se  disponían  para  elegir 
un  protector  de  Flandes,  con  ánimo  de  entregarle 
el  gobierno  general. 

Poco  después  fueron  certificados  de  que  la  car- 
ta referida  era  del  Rey;  y  advertidos  de  que  les 
convenía  satisíacer  á  S.  M.  y  al  mundo  de  los  car- 
gos que  les  hacían,  imprimieron  un  librillo,  cuyo 
titulo  era  Breog  narración  d$  las  justas  causas  por 
las  cuaUs  los  Estados  i$  FlamUs,  /orzados,  u  han 
puéslo  tn  defensa  contra  el  Sr,  D.  Juan  de  Aus- 
tria, En  este  librillo  decían  daba  el  Rey  más  cré- 
dito á  lisonjeros  que  á  sus  personas,  que  eran  lea- 
les y  le  tenían  buena  voluntad,  y  habían  sustenta- 
do innumerables  soldados  que  el  duque  de  Alba  y 
el  Comendador  mayor  habían  tenido  para  la  des- 
trucción de  los  Estados.  Decían  que  no  estarían 
ya  más  sujetos  á  españoles,  ni  tenidos  por  siervos 
y  vasallos  conquistados,  siendo  ellos  más  antiguos 
de  la  Casa  de  Austria  que  los  españoles.  Alegaban 
que  los  moros  de  Granada  gozaban  de  sus  leyes, 
privilegios  y  franquezas;  pedían  á  S.  M.  los  go- 
bernase como  sus  antepasados  y  no  les  enviase 
españoles  ni  italianos,  cuyo  ingenio  y  humor  era 
en  todu  contrario  al  suyo,  y  asi  intolerable  su  go- 
bierno, y  para  librarse  de  él  pasarían  peligros  y 


—    225   — 

muerte,  y  pedirían  socorro  á  todos  los  mortales; 
que  advertían  con  gran  dolor  las  calamidades  que 
tenían  por  pasar,  y  la  causa  de  ellas  decían  era  el 
Sr.  D.  Juan,  que  los  había  tenido  por  transgreso- 
res  de  la  religión  católica  y  de  la  debida  obedien- 
cia á  S.  M.  Decían  que  no  se  había  deshecho  la 
Junta  de  los  Estados  porque  trataba  de  la  defen- 
sa contra  el  Sr.  D.  Juan,  y  pedían  á  S.  M.  le  man- 
dase desarmar  y  enviase  otro  gobernador  legítimo 
de  la  Casa  de  Austria,  y  deseaban  y  querían  fue- 
se el  gobierno  en  Matías:  quien  tiene  mal  pleito, 
todo  lo  mete  á  barato. 

Esto  y  otras  cosas  concernientes  á  ello  contenía 
el  librillo  mal  fundado,  en  cuyo  abono  enviaron  á 
España  é  Italia  algunos  testimonios  de  vicarios  de 
iglesias,  de  cónsules  y  hombres  de  negocios  en  que 
afirmaban  no  se  hacía  cosa  en  Flandes  en  perjui- 
cio de  la  religión  católica  (prevención  y  diligencia 
sospechosa);  los  herejes  tomaban  fuerzas  cada  día, 
y  por  injuriar  á  los  católicos,  particularmente  en 
Ambers,  cometían  insolentes  delitos  con  desver- 
güenza y  alevosía  en  las  iglesias  y  monasterios,  y 
afrentaban  ignominiosamente  á  los  clérigos  y  frai- 
les, y  escribieron  á  S.  A.  recorriese  la  memoria  y 
hallaría  las  veces  que  había  contravenido  á  su  pa- 
labra, y  que  no  se  maravillase,  estando  el  Rey  tan 
lejos,  de  que  el  pueblo,  desesperado,  se  acogiese 
al  amparo  de  los  Príncipes  comarcanos,  y  en  par- 
ticular al  archiduque  Matías,  de  Real  sangre,  lo 
cual  hacían  movidos  de  su  indignación,  y  no  para 
contrariar  á  la  fe  católica  ó  al  Rey,  como  se  había 
significado.  Que  le  requerían  dejase  las  armas  y 

i5 


Miliete  de  lot  Pulses,  con  qae  se  aplacarían  las  re- 
vueltas y  se  restituirían  la  paz  y  tranquilidad,  y 
QO  lo  haciendo  le  protestaban  y  ponian  i  Dios  por 
testigo  sería  causador  de  los  males  Tenideros  y  de 
cualquiera  mudanza  que  hubiese,  cr>mo  persona 
que  prefería  su  pasión  al  aumento  de  la  religión  y 
utilidad  de  aquellas  provincias.  ¡Oh  lo  que  intenta 
un  pecho  duro,  desleal,  ingrato  y  apasionado!  La 
prueba  está  en  las  manos,  pues  estos  descomedi- 
dos blasonaban  y  publicaban  fidelidad  á  Dios  y  al 
Rey,  habiendo  el  año  de  1566  predicado  la  here- 
jía en  quince  provincias  y  procurado  introducir  el 
gobierno  popular,  como  al  presente  se  ve,  y  lo 
mismo  se  habla  hecho  el  aAo  de  '573.  para  cuyo 
efecto,  echando  á  su  rebeldía  fuertes  cimientos, 
hablan  prendido  el  G>nsejo  de  Estado,  que  fué 
como  prender  á  sa  Rey,  y  hablan  hecho  Liga  entre 
si  contra  el  derecho  y  contra  la  paz  de  Gante  y 
contra  la  autoridad  de  su  Príncipe.  Demás  de  esto, 
véase  el  aumento  de  religión  de  que  blasonaban, 
pues  en  Ambers  y  en  Bruselas  y  en  las  islas  se  pro- 
fesaba la  herejía,  no  tolerada,  mas  amparada  de 
eclesiásticos;  véase  la  observancia  que  tenían  al 
Papa  y  al  Rey,  pues  proveían  las  abadías  que  va- 
caban y  se  hacían  señores  de  todo;  véase  la  fideli- 
dad que  tenían  á  su  Rey,  pues  el  Sr.  D.  Juan,  que 
representaba  su  persona,  en  viéndole  desarmado, 
le  trataron  de  prender  y  hacer  jurar  la  libertad  de 
conciencia  y  las  demás  condiciones  que  les  pare- 
cieron á  propósito  para  disminuir  la  libertad  y  au- 
toridad Real.  A  todo  lo  cual  ocurrió  S.  A.  con  su 
prudencia  y  ánimo,   previniendo  el  daño  que  le 


—    227    — 

amenazaba  la  conjuración  hecha  contra  su  perso- 
na y  contra  la  religión  y  contra  el  poderío  Real, 
no  queriendo  disimular  cosas  injustas  ni  los  tratos 
que  traían  con  el  Príncipe  deOrange,  en  daño  de  la 
religión  católica  y  de  S.  M.,  para  cuyo  efecto  los 
había  frustrado,  retirándose  necesariamicnte  á  Na- 
mur,  con  despecho  de  los  conjurados  y  rebeldes, 
ingratos  y  ciegos  de  pasión.  Para  mostrar  las  men- 
tiras que  decían  en  el  librillo  que  habían  publica- 
do estos  insolentes,  hizo  S.  A.  responder  con  otro, 
y  lo  envió  á  España,  Francia,  Italia,  Inglaterra, 
Baviera  y  al  Emperador  de  Alemania,  significan- 
do la  verdad  y  puntualidad  de  lo  que  había  pasa- 
do, y  pidiendo  á  este  Príncipe  no  permitiese  salir 
soldados  de  Alemania  en  favor  de  los  rebeldes  de 
Flandes,  y  que  mandase  volver  al  archiduque,  y 
escribiese  á  la  ciudad  de  Besanzon,  en  Borgoña, 
sujeta  al  Imperio,  de  cómo  había  sido,  sin  licen- 
cia suya,  la  partida  del  archiduque  Matías  de  su 
Corté  y  que  no  le  obedeciesen,  para  lo  cual  envió 
al  dicho  Emperador,  por  sus  embajadores,  al  mar- 
qués de  Barambón  y  al  Doctor  Houst,  oidor  del 
ducado  de  Lucemburg. 

El  libro  y  respuesta  mandada  ordenar  por  S.  A. 
contenía  las  principales  cosas  sucedidas  desde  su 
llegada,  antes  y  después  de  ser  admitido  al  go- 
bierno; Ítem  las  cosas  en  que  el  Príncipe  de  Oran- 
ge  y  sus  secuaces  contravenían  á  la  paz  de  Gante; 
Ítem  las  conspiraciones  hechas  contra  su  persona, 
con  los  conciertos  y  empresas  de  los  diputados 
con  el  de  Orange;  ítem  una  respuesta  agudísima 
contra  todo  lo  que  oponía  el  librillo  hecho  por  ellos 


—   2lS   — 

contra  S.  A.  Visto  por  ellos  lo  qoe  S.  A.  afirma- 
ba con  tanta  verdad,  ocultaron  este  segundo  libro 
cuanto  les  fué  posible,  para  que  el  pueblo  no  en- 
tendiese sus  marafias  y  embustes;  mas  divulgóse, 
volvieron  á  imprimir  otro  en  su  contra,  y  al  prime- 
ro le  añadieron  y  quitaron  tanto,  que  más  parecía 
obra  nueva  que  el  mismo:  calidad  propia  de  la 
mentira,  que  al  referirla  de  palabra  ó  por  escrito, 
siempre  tiene  contrariedad  y  no  hay  firmesa  en 
ella. 


CAPITULO  XXIII 

Parten  los  españoles  para  Flandes,  sale  D.  Juan  de  Austria 
del  castillo  de  Namur  y  se  prosigue  la  guerra. 

En  este  tiempo  el  Rey  Católico,  habiendo  mi- 
rado con  alta  consideración  y  madurez  el  estado 
de  las  cosas  de  Flandes,  mandó  partir  para  estos 
Estados  la  infantería  y  caballería  que  estaba  en 
Italia,  en  número  de  seis  mil,  á  cargo  del  valero- 
sísimo maestre  de  campo  Julián  Romero,  natural 
de  Cuenca,  y  cerca  de  Cremona  cayó  súbitamente 
muerto  del  caballo.  Dio  á  todos  gran  tristeza  su 
muerte  por  la  falta  que  hacía  este  incomparable 
varón,  cuyo  valor  y  experiencia  de  soldado  par- 
ticular le  habían  subido  al  puesto  de  maestre  de 
, campo,  mereciendo  sus  hechos  y  conocimiento  de 
la  guerra  los  grados  por  donde  ascendió  al  últi- 
mo, en  que  acabó  la  vida,  siendo  Capitán  Gene- 
ral en  grandes  empresas  y  trances  de  guerra.  Su 
muerte  fué  de  apoplegía. 

Con  la  nueva  de  la  llegada  de  los  españoles  á 
los  confines  de  Flandes,  salió  S.  A.  del  castillo  de 
Namur,  dejando  el  castillo  y  ciudad  con  la  mejor 
guardia  que  pudo,  y  á  2  de  Octubre  partió  para 
Lucemburg  y  gastó  en  Famine  algunos  días.  Los 
soldados  rebeldes  hicieron  una  emboscada  entre 
el  Mossa  y  el  Sambre,  y  mataron  algunos  del  cas- 


—   230  — 

tillo  d^  Naraur  é  hirieron  á  otros.  S.  A.,  desde 
Marcha,  envió  á  París  á  Maximiliano  de  Longue- 
val,  caballero  de  mucha  virtud  y  lealtad,  á  ente- 
rar de  las  cosas  de  los  Paises  al  Rey  de  Francia 
Enríque  111,  y  á  persuadille  juntase  sus  fuerzas 
con  las  del  Rey  Católico  para  extirpar  las  herejías, 
que  amenazaban  á  todos  los  Príncipes  crístianos, 
significándole  el  daño  que  le  tocaría  si  los  rebeldes 
de  Flandes  se  hiciessen  más  poderosos,  y  persua- 
diéndole á  que  mandase  con  pena  de  muerte  que 
ninguno  de  sus  vasallos  los  socorriese.  Por  otra 
parte,  los  flamencos  pidieron  ayuda  al  dicho  Rey 
y  al  duque  de  Alanzón  su  hermano,  ofreciéndole 
el  seftorío  de  los  Estados,  y  asi  todo  andaba  de 
revuelta. 

El  Rey  de  Francia  no  los  admitió  mientras  los 
embajadores  de  S.  A.  le  asistieron;  mas  el  de 
Alanzón  les  respondió  á  25  de  Octubre  tomaba  á 
su  cargo  su  protección  y  amparo,  y  no  permitirla 
fuesen  oprimidos,  poniendo  su  hacienda  y  persona 
al  trance  de  su  defensa;  y  en  consecuencia  de  esto, 
se  mandó  á  los  gobernadores  de  las  fronteras  no 
dejasen  pasar  gente  y  municiones  para  D.  Juan  de 
Austria.  Tratóse  en  la  junta  de  los  rebeldes  el 
apercibir  hombres  de  armas,  y  el  Príncipe  de 
Orange,  enemigo  de  la  nobleza,  y  fiando  más  del 
pueblo,  que  tenía  embaucado,  dijo  convenia  más 
traer  de  Alemania  cinco  ó  seis  mil  hombres  de  los 
que  llaman  reyes,  lo  cual  persuadía  con  ánimo  de 
fortalecerse  con  ellos  y  extender  la  secta  de  Cal- 
vino  y  enriquecer  sus  parientes. 

En  Lttcemburg  recibió  S.  A.  carta  de  los  Esta- 


dos,  en  que  le  atribuían  la  causa  de  la  guerra  y 
tachaban  al  Rey  claramente  de  tirano,  y  asimismo 
decían  pondrían  gobernador  á  su  elección,  y  no 
criado  en  España,  y  para  su  amparo  pedirían  su 
ayuda  á  todos  los  Príncipes  de  la  tierra.  Los  rebel- 
des estaban  prontos  para  la  guerra,  porque  reci- 
bían en  los  Países  públicamente  á  los  herejes  y  ad- 
mitían á  sus  predicantes,  y  así  trataban  de  nombrar 
al  de  Orange  por  absoluto  Gobernador  de  Braban- 
te; pero  confirmábase  mal,  por  haber  tantas  cabe- 
zas y  los  diputados  faltos  de  dinero. 

El  de  Orange,  cuidando  siempre  de  su  prove- 
cho, hizo  que  los  diez  y  ocho  del  nuevo  magistra- 
do de  Bruselas  le  diesen  por  arbitrio  convenía  con 
cerco  recuperar  á  Namur,  y  para  este  efecto  diez- 
mar las  personas  de  Flandes  y  armarles  con  la  ar- 
mería de  Malinas,  tomando  muestra  general  á  la 
gente,  gastadores,  carruajes  y  artillería,  y  para 
destruir  á  los  de  Lucemburg  y  Borgoña  poner  pre- 
sidios en  Malinas,  Lovaina,  Tiiemont  y  otras  tie- 
rras; Ítem  que  todos  los  lugares  criasen  cierto  nú- 
mero de  soldados  con  que  estuviese  seguro  el  soco- 
rro; Ítem  que  se  nombrasen  de  cada  provincia  dos 
nobles  y  dos  letrados  de  ios  aficionados  á  la  patria, 
para  formar  tres  Consejos  colaterales  al  Goberna- 
dor general,  por  tres  años  ó  más,  á  voluntad  de  los 
diputados  de  los  Estados;  item  que  echasen  de  la 
Junta  á  los  sospechosos  de  ios  Estados  y  que  tira- 
ban sueldos  ó  pensiones  del  Rey,  y  los  eclesiásti- 
cos amigos  de  la  Inquisición  de  España,  y  en  su  lu- 
gar se  subrogasen  los  de  su  facción,  y  éstos  jurasen 
de  hacer  lo  que  entendiesen  ser  de  provecho  á  la 


—  t32  — 

patria,  so  pena  de  la  vida  y  perdimiento  de  bienes; 
ítem  se  removiesen  de  sus  oficios  los  que  habían 
militado  con  el  duque  de  Alba  y  Comendador  ma- 
yor y  toman  rentas  del  Rey;  item  que  se  procurase 
el  socorro  del  duque  Casimiro  y  de  la  Reina  de  ln> 
glaterra,  y  se  envíase  á  rogar  al  Emperador  de 
Alemania,  Rey  de  Francia  y  Principes  de  sus  Es- 
tados, no  dejasen  salir  gente  de  sus  Estados  á  ser- 
vir á  D.  Juan  de  Austria;  y  que  el  librillo  impre- 
so contra  el  de  la  justificación  de  los  Estados,  se 
imprimiese  otra  ves  y  se  distribuyese  por  todo  el 
mundo,  para  que  se  moviesen  todos  á  socorrerlos 
contra  D.  Juan  y  el  Rey,  defensor  de  la  Inquisi- 
ción de  España.  Todo  lo  cual  hacian  en  odio  y  abo- 
rrecimiento de  dos  tan  católicos  Príncipes,  herma- 
nos en  sangre  y  en  celo  de  la  religión,  que  aborre- 
cían sus  herejías  y  apostasias,  y  no  les  dejaban  4 
estos  rebeldes  é  ingratos  andar  4  su  albedrio  y  sin 
orden  alguna.  El  presidio  de  Namur  hacía  conti- 
nuas salidas  y  escaramuzas,  con  mayor  daño  siem- 
pre de  los  enemigos,  y  ellos,  indignados,  habiendo 
herido  de  muerte  4  dos  españoles,  les  sacaron  los 
ojos,  cortaron  los  labios,  narices  y  manos,  y  los  en- 
viaron 4  Bruselas.  Por  el  Rey  ganó  un  coronel  el 
castillo  de  Funay,  sobre  el  río  Mossa,  y  degolló 
la  g^uamícíón;  y  para  tomar  venganza  de  esto,  los 
rebeldes  pasaron  el  río  con  silencio,  y  sin  duda 
rompieran  4  los  soldados  del  conde  de  Mandercht, 
que  estaban  descuidados,  4  no  ser  avisado;  y  así 
puso  4  punto  de  guerra  las  coronelías  y  carga- 
ron y  retiraron  los  enemigos,  temerosos  de  que 
no  les  acometiesen  los  presidios  de  Namur  y  Ma- 


—  233  — 

riamberg.  La  Reina  de  Inglaterra,  viendo  tan  pre- 
venido á  D.  Juan  para  hacer  la  guerra,  le  pidió 
por  su  embajador  breve  tregua  con  los  rebeldes; 
mas  no  se  la  otorgó,  satisfaciéndola  con  solas  cor- 
tesías: que  era  falsa  y  no  la  merecía. 

En  España  asistía  el  Rey  á  la  provisión  de  di- 
nero para  la  prosecución  de  esta  guerra,  y  se  ha- 
lló tan  apretado,  que  le  fué  forzoso  asentar  juros 
sobre  la  Hacienda  Real  y  ayudarse  del  fruto  de  la 
nueva  imposición  de  la  alcabala  del  lo  por  lOO. 
Asimismo  suplicó  al  Papa  Gregorio  XIII  exten- 
diese el  Breve  de  pagar  escudo  que  había  conce- 
dido para  esta  guerra  de  Flandes  el  Papa  Pío  V, 
que  había  sido  en  la  manera  siguiente:  el  dicho 
Pontífice  concedió  al  Rey  por  su  Breve,  dado  en 
Roma  en  15  de  Julio  de  1567,  la  gracia  del  escudo 
para  ayudar  al  gasto  de  las  guerras  de  Flandes 
contra  herejes,  otorgándole  latercera  casadezmera 
de  cada  parroquia  de  los  reinos  de  España  é  islas 
adyacentes,  para  que  cobrasen  los  diezmos  de 
cualquiera  calidad  que  fuesen,  que  la  tal  casa  y 
morador  de  ella  debiese  pagar  á  la  Iglesia,  segre- 
gando la  tal  casa  de  cualesquier  personas,  iglesias 
y  lugares  que  llevasen  los  diezmos  de  ellas;  y  por 
no  haberse  ejecutado  este  dicho  Breve,  pidió  el 
Rey  á  su  Santidad  el  año  de  1571  diese  letras  para 
que  las  personas  é  iglesias  que  habían  cobrado 
y  gozado  los  años  pasados  de  las  dichas  terceras 
casas  dezmeras,  pagasen  los  diezmos  procedidos. 

Su  Santidad  miró  en  esto  lo  que  convenía;  y 
para  evitar  las  inquietudes  que  se  habían  de  se- 
guir de  la  cobranza,  y  viendo  que  las  guerras  con- 


-234- 
tra  inBeles  iban  en  anroento,  concedió  á  S.  M. 
que  en  luf^ar  de  la  tercera  parte  dezmera  y  de  lo 
qne  se  ie  debia  de  lo  pasado,  llevase  y  cobrase  los 
diezmos  de  la  primera  casa  dezmera  de  cada  pa- 
rroquia por  tiempo  de  cinco  años,  y  á  este  tal  dez* 
mero  le  llamó  excusado,  porque  habiendo  de  ir  to- 
dos los  diezmos  á  un  montón  donde  se  dividen  en- 
tre las  partes,  este  primer  y  mayor  dezmero  se 
excusa  y  aparta,  quedando  enteramente  para  S.  M. 
Sobre  esta  paga  se  tomó  anento  con  S.  M.  el  año 
de  1609;  y  asi  se  paga  por  repartimiento,  en  la  for- 
ma que  se  paga  el  subsidio  sin  desmembrar  la  casa 
desñera,  acudiendo  esta  casa  y  todos  los  otros 
ctounos  mayores  á  un  montón.  De  este  excnndo 
y  de  otras  retenras  de  azogue,  solimán,  salinas  y 
naipes,  se  aprovechó  S.  M.  para  esta  guerra,  con 
lo  cual  podía  respirar  quitando  los  gastos  super- 
fluos  y  reduciendo  el  de  su  despensa  á  diez  mil  du- 
cados cada  mes  con  lo  extraordinario. 

Pesábale  grandemente  á  la  Reina  de  Inglaterra 
de  que  los  flamencos  tratasen  de  meter  en  Flan- 
des  por  su  gobernador  al  duque  de  Alanzón,  Fran- 
cisco de  Valois,  y  los  amenazó  con  su  desamparo 
y  temieron;  demás  de  que  el  Principe  de  Orange 
se  inclinó  al  archiduque  Matías,  á  quien  la  Reina 
favorecía  con  gusto,  si  bien  era  infiel  á  todos 
agradándolos  en  público  y  abrasándolos  en  secre- 
to. £1  de  Alanzón  no  había  perdido  del  todo  la 
esperanza  de  señorear  á  Fiandes,  por  verse  favo- 
recido en  parte  de  la  nobleza,  y  soliciuba  esto 
por  los  medios  posibles,  á  gusto  de  los  diputados; 
mas  porque  les  parecía  que  recelándose  el  Rey 


—  235  — 

Católico  de  que  le  recibiesen  por  señor  contra  su 
voluntad,  sacaría  de  Flandes  á  S.  A.  y  pondría  en 
el  gobierno  al  archiduque  Matías,  resueltos  en  ad- 
mitirle al  gobierno,  le  hicieron  jurar  treinta  y  una 
condiciones  al  dicho  archiduque,  instituyendo  el 
gobierno  popular  á  su  modo,  sin  acordarse  de  la 
religión  católica  ni  mentarla  en  todas  ellas,  con 
lo  cual  el  pueblo  venía  á  quedar  superior  en  el  go- 
bierno al  archiduque,  y  éste  á  no  tener  más  que 
el  nombre  de  Gobernador,  no  siendo  verdad  lo  que 
referían  de  que  así  lo  disponían  sus  antiguos  pri- 
vilegios, antes  iban  en  todo  contra  la  paz  de  Gan- 
te, y  las  condiciones  eran  injustas  é  intolerables  y 
en  derecho  de  su  dedo. 

No  se  contentaron  con  hacer  jurar  á  Matías  es- 
tas condiciones  en  Lieri,  donde  privadamente  es- 
taba tratado  como  muchacho  y  poco  poderoso  en- 
tre rebeldes  y  sectarios;  pero  nombraron  por  su 
lugarteniente  al  Príncipe  de  Orange,  dejando  al 
archiduque  sólo  el  título  y  nombre  de  Goberna- 
dor, usurpando  el  tirano  para  sí  todo  el  poder  y 
autoridad.  Lo  que  fué  más  de  llorar,  y  que  descu- 
bre la  poca  constancia  de  aquella  nación,  es  que 
formaron  nueva  Liga  entre  sí  los  católicos  y  los 
herejes,  deseando  salir  de  la  servidumbre  de  fo- 
rasteros, y  se  obligaron  unos  á  otros  con  juramen- 
tos de  no  injuriarse  ni  ofenderse,  sino  ayudarse 
para  restituir  su  libertad  y  privilegios,  siguiendo 
cada  uno  los  ejercicios  de  su  religión  como  le  dic- 
tase su  conciencia;  y  hecho  esto,  juraron  de  que 
recibían  al  archiduque  de  Austria  Matías  por  Go- 
bernador y  Capitán  General  de  Flandes,  por  for- 


-  t36  — 

ma  de  Ínterin,  y  como  tal  le  obedecerían  en  con- 
formidad de  las  condiciones  propuestas  por  los 
diputados,  hasta  que  por  el  Rey  y  ellos  se  ordena- 
se otra  cosa. 

Hiso  su  entrada  el  archiduque  en  Bruselas  con 
gran  pompa,  fiestas  y  alegría  como  Gobernador 
General,  y  entre  otros  regocijos  le  representaron 
comedias  en  flamenco,  y  en  aignng»  de  ellas  com- 
paraban al  archiduque  á  David,  y  á  D.  Juan  4 
Goliat,  y  con  singulares  alabantas  engrandecían 
al  de  Orange,  perverso  calvinista. 

Los  diputados  formaban  un  Consejo  de  Estado, 
y  los  que  hoy  nombraban,  quitaban  maftana.  Los 
españoles,  habiendo  pasado  por  Lorena  y  Boiigo- 
ña,  llegaron  á  Lucemburg,  y  sus  capitanes  vinie- 
ron por  la  posta  á  ver  á  S.  A.,  todos  con  grande 
gusto  y  alegría  de  emplearse  en  el  servicio  de  su 
Rey  y  de  S.  A.,  olvidados  del  disgusto  que  habían 
recibido  cuando  los  despidieron  de  Flandes.  Re- 
forzóse mucho  con  esto  la  parte  de  S.  A.;  y  como 
tan  prudente  y  benigno  Príncipe  mandó  pregonar 
á  20  de  Noviembre  recibiría  en  su  gracia  á  todos 
los  que  de  voluntad  viniesen  al  servicio  del  Rey 
dentro  de  quince  días,  muchos  acudieron,  y  lista» 
ron  de  ellos  los  que  parecieron  leales  y  á  propósi- 
to para  la  guerra. 

£1  Príncipe  de  Orange,  que  andaba  siempre  sos- 
pechoso para  conocer  mejor  los  que  le  querían 
mal,  publicó  le  habían  muerto  de  un  tiro  de  pis- 
tolete (pronóstico  de  lo  que  después  le  sucedió  el 
año  de  1584,  en  que  le  mató  un  valeroso  soldado 
llamado  Baltasar  Gerardo,  borgoñón,  natural  de 


—  237  - 
Villasant,  secretario  del  conde  Pedro  Ernesto  de 
Mansfelt),  y  se  tuvo  cuenta  con  los  que  se  alegra- 
ban ó  entristecían,  y  tenía  memorial  de  los  que 
amaban  el  servicio  del  Rey;  y  así  aborrecía  á  los 
de  Lovaina,  que  eran  leales  á  S.  M.  Con  tal  cau- 
dillo como  era  el  de  Orange,  los  herejes,  con  nota- 
ble libertad,  desenfrenados  totalmente,  cometían 
notables  insultos  contra  Dios  y  contra  los  santos, 
profanando  iglesias,  rompiendo  altares,  martiri- 
zando católicos,  robándolo  todo,  en  particular  en 
Ambers,  escribiendo  apologías  y  cartas  llenas  de 
maldad  y  sembradas  de  mentiras.  Un  ejército  de 
los  Estados  estaba  sobre  Ruremunda,  y  el  barón 
de  Polviller,  que  la  defendía  como  valiente  caba- 
llero, salió  una  noche  y  hizo  gran  matanza.  A  la 
villa  de  Amsterdam,  constante  y  católica,  tenían 
los  rebeldes  tan  apretada,  que  perecían  de  ham- 
bre los  soldados;  y  estando  hablando  de  concierto 
con  los  rebeldes,  con  cierta  maña  les  ganaron  una 
puerta,  y  Ruichalvert,  capitán  del  Príncipe  de 
Orange,  entró  con  muchos  soldados  escogidos  y 
llegó  á  la  plaza;  y  el  pueblo,  embravecido  é  indig- 
nado de  la  traición,  mató  al  dicho  capitán  y  á  cua- 
trocientos soldados  que  le  seguían,  y  cobró  lo  per- 
dido, con  muerte  de  solos  cincuenta  de  la  villa  y 
del  capitán  Volfardo,  valeroso  católico. 

Prendiéronse  algunos  y  confesaron  que  los  dipu- 
tados y  el  Príncipe  de  Orange  les  habían  manda- 
do hacer  esta  empresa,  y  que  llevaban  orden  de 
matar  al  magistrado  y  á  los  eclesiásticos;  pero  él 
lo  negaba:  que  no  se  halla  verdad  en  un  apóstata 
fementido.  El  magistrado  avisó  del  caso  á  S.  A. , 


prometiendo  de  estar  firme  hasta  morir,  pMiaiido 
algún  socorro,  y  no  siendo  posible  dárselo  por  maír 
ni  por  tierra,  aquella  villa,  fiel  á  Dios  y  al  Rey 
hasta  este  tiempo,  se  hubo  de  juntar  con  las  demás 
de  Holanda,  y  los  herejes  introdujeron  so  secta  y 
echaron  fuera  á  los  católicos,  de  los  cuales  formó 
S.  A.  una  compañía.  ¡Oh  gran  dolor! 

£1  magistrado  nuevo  de  Bruselas  alteraba  más 
el  pueblo  cada  día,  haciéndose  indigno  del  perdón 
Real  por  sus  graves  maldades,  y  añadiendo  inju- 
rias á  injurias.  Publicaron  edicto  de  confiscación 
de  haciendas  de  los  que  seguían  á  S.  A.,  llamán- 
dolos rebeldes  á  la  patria,  dando  libertad  que 
matasen  al  que  pudiesen,  y  prohibiendo  el  darles 
ayuda  con  pena  de  la  vida  y  perdimiento  de  bie- 
nes; porque  desde  que  S.  A.  ocupó  á  Namur  no  le 
llamaban  gobernador,  sino  enemigo  y  quebranta- 
dor  de  su  juramento;  y  asimismo  mandaba  que  los 
ausentes  volviesen  á  sus  dignidades  y  oficios,  don* 
de  no  serían  privados  de  ellos;  y  estando  las  cosas 
en  este  estado,  llegaron  á  S.  A.  Francisco,  duque 
de  Lucemburg,  que  ofreció  servir  al  Rey  con  tres 
rail  caballos;  y  Alejandro  Famese,  duque  de  Par- 
ma,  por  la  posta,  con  deseo  de  señalarse  en  su  ser- 
vicio y  en  defensa  de  la  religión  católica. 

En  este  tiempo,  á  14  de  Noviembre,  se  vio  en 
Flandes  aquella  famosa  cometa  que  pareció  en  Es- 
paña, Italia  y  otras  partes  de  Levante,  que  se  co- 
mensó  á  manifestar  en  el  Zodiaco  á  9  de  Noviem- 
bre, á  las  cinco  de  la  tarde,  sobre  la  cabeza  de  Sa- 
gitario, y  á  3  de  Diciembre  en  un  punto  fué  vista 
partirse  en  tres  rayos  como  lanzas  de  fuego  y  tirar- 


—  239  — 

las  la  vuelta  de  Italia,  el  Estrecho  de  Gibraltar  y 
la  parte  del  Occidente,  y  siguiendo  el  primer  móvil 
desapareció  á  i8  de  Enero  de  1578:  prodigio  de  las 
guerras  que  hubo  en  Flandes,  mudanza  del  reino 
de  Portugal  y  muerte  de  S.  A.  en  juveniles  años. 

S.  A.,  desde  Lucemburg,  despachó  á  D.  Alonso 
de  Sotomayor,  capitán  de  caballos,  para  París, 
con  cartas  para  los  de  la  casa  de  Guisa  (con  quien 
se  correspondía),  con  grandes  tratos  sobre  la  li- 
bertad de  la  Reina  de  Escocia,  presa  en  Ingla- 
terra en  un  castillo,  por  la  tiranía  é  infidelidad 
de  la  cruel  Reina  Isabel.  Era  el  caso  que,  para  obli- 
gar más  al  Rey  Católico  á  que  ayudase  á  libertar 
la  Reina  presa,  trataron  los  de  Guisa,  por  medio 
del  conde  de  Mansfelt,  su  amigo,  de  casar  á  S.  A. 
con  la  Reina  presa,  con  que  se  aseguraría  Flandes 
y  se  quietaría  Francia.  Este  negocio  se  fué  en- 
treteniendo, esperando  la  mejoría  de  las  cosas  de 
los  Países,  para  volver  todas  las  fuerzas  de  mar  y 
tierra  en  favor  de  la  libertad  y  restitución  de  la 
Reina,  que  así  lo  iba  disponiendo  el  Rey,  y  esta 
diligencia  iba  encaminada  á  disponer  al  Rey  de 
Francia  para  que  tuviese  por  bien  la  ida  de  la 
gente  francesa  al  País  Bajo,  y  para  que  no  ayu- 
dase por  ningún  modo  álos  rebelados  é  inquietos 
de  Flandes. 

El  Príncipe  de  Orange,  inquieto  y  nada  asegu- 
rado, puso  gobernador  de  su  mano  en  Lovaina  á 
pesar  de  sus  moradores,  nombrado  por  los  Esta- 
dos, pero  no  le  admitieron  los  cinco  miembros  de 
la  Universidad;  lo  cual  sintió  en  tanta  manera,  que 
les  metió  de  presidio  dos  compañías  de  escoceses 


—    240  — 

sin  retUtencia,  á  despecho  de  la  ciudad,  que  que- 
dó denbrída  y  con  notable  indicación;  y  no  con- 
tento con  esto,  inventó  en  Bruselas  nueva  forma  de 
magistrado,  nombrando  diez  y  ocho  personas  sedi- 
ciosas  que  hiciesen  este  oficio,  cuyo  ministerio  era 
abrir  las  cartas  que  venian  para  los  diputados  y 
▼ecsDOS  de  Bruselas;  inquirir  los  hechos,  palabras, 
casas  y  albergues  de  los  aficionados  al  Rey,  y  mi- 
rar lo  que  con  venia  i  la  conservación  de  la  villa, 
con  lo  cual  quedó  oprimida  grandemente  la  gente 
principal,  dando  el  mando  á  la  ruin  y  más  inú- 
til; y  asi  vivian  los  buenos  con  tanto  temor,  que 
no  se  atrevian  á  hablar  ni  á  callar,  porque  si  ha- 
blaban, los  argüían  de  sediciosos,  y  si  callaban  los 
tenían  por  sospechosos;  y  con  todas  «us  mafias  y 
embustes  no  se  tenia  el  de  Orange  por  seguro  en 
Bruselas:  que  no  hay  seguridad  ni  paz  donde  hay 
mala  conciencia. 


CAPITULO  XXIV 

Los  rebeldes  hacen  guerra  d  D.  Juan. 

Al  principio  del  año  de  1578  los  rebeldes  habían 
apretado  á  Ruremunda,  y  por  la  parte  que  mira 
á  Mastrich  habían  levantado  altas  trincheas,  con 
traveses  y  hondo  foso;  y  el  conde  de  Hollac,  su 
general,  envió  al  atambor  á  pedir  al  barón  de  Pol- 
viller  la  rindiese,  y  para  alterar  la  tierra  y  des- 
confiar á  los  cercados  de  socorro  y  hacer  que  de 
todo  punto  se  desanimasen,  mandó  al  atambor  di- 
jese á  los  soldados  habían  rompido  los  diputados 
á  D.  Juan  de  Austria,  y  degollado  la  mayor  par- 
te de  los  españoles,  y  quitado  las  vidas  á  los  fla- 
mencos que  seguían  la  parte  del  Rey,  y  los  espa- 
ñoles que  habían  escapado  del  trance  se  habían 
huido  á  Italia.  Los  soldados,  fáciles  en   creer,  ó 
por  livianos  ó  por  mal  contentos,  comenzaron  á 
conmoverse  y  á  hacer  corrillos  y  dar  arbitrios,  á 
propósito  de  su  libertad  y  seguridad  de  la  vida; 
mas  Polviller,  sagaz,  advirtiendo  fortificaban  los 
rebeldes  á  gran  priesa  las  trincheas,  conoció  la 
mentira,  y  les  entendió  el  juego  y  mandó  brinda- 
sen largo  al  atambor,  á  la  usanza  de  la  tierra,  y 
cuando  lo  tuvieron  puesto,  á  ios  viejos  les  descu- 
brió todo  lo  que  pasaba:  que  el  vino  es  el  mayor 
chismoso  del  mundo,  que  dice  lo  suyo  y  lo  ajeno. 

16 


—  14J  — 

Sabida  la  marafta,  mandó  guardar  coo  cuidado 
las  salidas  de  la  ciudad,  para  que  los  rebeldes  no 
pudiesen  entender  su  determinación,  y  echó  de 
golpe  la  infantería  sobre  su  alojamiento;  y  pelean- 
do gallardamente,  le  sobrevino  la  vanguardia  de 
Mos  de  Hierges,  que  venia  en  su  ayuda  y  socorro, 
y  los  acometieron  animosamente,  y  á  las  primeras 
ruciadas  cayeron  de  ánimo  los  rebeldes,  y  desam- 
parando el  alojamiento  se  retiraron  á  un  fuerte 
que  poco  antes  habían  edificado,  y  no  teniéndose 
por  seguros,  pasaron  el  río  Mossa.  Mos  de  Hierges 
halló  en  el  fuerte  alguna  artillería  y  municiones 
y  gran  cantidad  de  trígo,  con  que  socorrió  la  ne> 
cesidad  de  los  cercados,  y  se  volvió  á  juntar  con 
el  ejército  del  Rey,  que  iba  marchando.  Sabiendo 
los  rebeldes  que  O.  Juan  caminaba  y  que  había 
de  pasar  el  río  Mona  por  la  parte  de  Namnr,  mu- 
daron su  campo  á  Bouges;  morían  muchos  solda- 
dos por  la  contagión  del  aire  corrupto,  á  causa 
de  haber  alojado  mucho  tiempo  del  invierno  en 
campaña.  Y  así  en  Bruselas  se  altercaba  sobre  lo 
que  se  debía  hacer:  la  ma3ror  parte  de  los  Esta- 
dos quería  que  se  excusasen  las  batallas  y  que  el 
ejército  se  retirase  en  las  villas,  cuya  copia  era 
doce  mil  infantes  y  dos  mil  caballos,  y  daban  no 
pequeñas  razones  para  ello;  pero  como  esta  guerra 
se  hacía  á  contemplación  del  Príncipe  de  Oran- 
ge,  que  astutamente  la  procuraba,  no  se  tomó  este 
medio,  y  así  se  confirió  sobre  si  se  había  de  des- 
amparar la  villa  de  Bobines,  que  era  flaca,  y  to- 
mándola los  enemigos  se  perdía  reputación.  Hubo 
sobre  esto  diversos  pareceres,  y  no  conformando- 


—  243  — 

se,  enviaron  al  ejército  á  comunicar  con  los  del 
Consejo  lo  que  se  debía  de  hacer;  y  estando  ocu- 
pados en  esta  consulta  los  divertió  la  repentina 
llegada  del  ejército  de  S.  A.,  el  cual,  á  19  de  Ene- 
ro, partió  de  Lucemburg,  y  antes  de  llegar  á  rom- 
pimiento con  los  rebeldes,  los  convidó  S.  A.  con 
la  paz  con  un  Edicto,  impreso  en  Famine,  que 
contenía  lo  siguiente: 

Jamás  el  Rey  ni  él  habían  querido  reducir  á 
servidumbre  los  Estados  de  Flandes,  ni  destruir- 
los; antes  habían  procurado  su  bien  y  conserva- 
ción, y  al  presente  lo  hacían,  y  su  intención  era 
que  los  rebeldes  obedeciesen  á  su  Rey  y  guarda- 
sen y  amparasen  la  religión  católica,  en  que  todos 
habían  nacido  y  se  habían  criado  y  tenían  cuando 
le  juraron  Príncipe  y  Señor,  que  algunos  herejes 
y  sediciosos  por  todas  vías  intentaban  de  extirpar. 

Si  cumplían  estas  dos  cosas,  les  guardaría  in- 
violablemente sus  privilegios,  fueros,  costumbres, 
leyes,  franquezas,  y  restituiría  la  forma  del  go- 
bierno de  Carlos  V  y  lo  ratificaría  el  Rey.  Recibi- 
ría en  gracia  las  provincias,  ciudades,  villas,  cas- 
tillos, aldeas,  monasterios,  abadías,  colegios,  que 
desde  luego  le  obedeciesen  como  á  Gobernador 
General  de  Flandes.  Les  perdonaba  en  nombre  de 
S.  M.  y  ponía  en  olvido  su  yerro,  y  los  gobernaría 
con  amor,  dejándoles  gozar  los  bienes  y  dignida- 
des que  tenían  antes  de  la  rebelión.  Era  infamia 
que  los  soldados  que  habían  servido  al  Rey,  y  los 
había  acrecentado  y  honrado,  llevasen  sueldo  de 
un  rebelde,  autor  de  cosas  nuevas  y  monstruo  que 
mandaba  con  soberbio  señorío,  siendo  cosa  más 


-  «44  - 
honoriñca  servir  á  la  Rey  6  retirauve  á  sus  casas. 
Que  despidiesen  los  presidios,  y  las  tierras  que  se 
redujesen  serian  amparadas  y  favorecidas,  y  á  las 
qoe  ayudasen  á  los  rebeldes  haría  la  guerra,  y  asi- 
mismo á  los  qne  se  hallasen  armados  y  á  los  que 
,no  obedeciesen  este  Edicto. 

Publicóse  este  Edicto  en  Lucemburg  y  en  el 
condado  de  Namur,  donde  S.  A.  era  obc^iecido. 
El  enemigo  estaba  legua  y  media  de  Namur,  en 
un  sitio  con  bosques,  cuestas,  valles  y  llanura  para 
la  caballería,  y  cerca  de  su  alojamiento  había  un 
soto  acomodado  para  emboscadas,  desde  el  cual 
se  descubría  mucha  tierra,  á  quien  venían  á  dar 
dos  caminos  que,  ocupados,  le  quitaban  de  todo 
ponto  el  paso. 

Determinado  S.  A.  de  hacer  la  guerra  con  todo 
rigor,  viendo  que  3ra  no  había  otro  remedio,  en- 
vió al  teniente  de  la  compañía  del  capitán  Mucio 
Pagan,  que  era  de  arcabuceros  á  caballo,  á  tomar 
lengua,  y  tuvo  tan  buena  suerte,  que  trajo  prisio- 
neros, de  quien  supo  S.  A.  el  intento  que  tenían 
los  rebeldes  de  mudar  el  ejército  á  Gemblous  y 
hacerle  plaza  de  armas.  A  30  de  Enero  partió  Su 
Alteza  con  el  Príncipe  de  Parma,  y  prevenidos  los 
puestos  necesarios  con  arcabucería,  fué  á  recono- 
cer el  sitio  del  ejército  contrarío  y  los  caminos  de 
Gemblous,  para  cargallos  en  tocando  á  leva. 

Este  dia  llegaron  cerca  de  Namur,  por  su  or- 
den, las  compañías  de  caballos  ligeros  de  los  capi- 
tanes siguientes: 

D.  Bernardino  de  Mendoza. 

D.  Hernando  de  Toledo, 


—  24^  — 

D.  Alonso  de  Vargas. 

Juan  Bautista  del  Monte. 

Nicolao  Basta. 

Conde  Curcio  Martinengo. 

Aurelio  Palermo. 

También  llegaron  las  de  arcabuceros  de  á  ca- 
ballo, cuyos  capitanes  eran:  Antonio  de  Olivera, 
Juan  de  Alconeta,  Antonio  Dávalos  y  la  de  la 
guardia  de  S.  A.,  que  gobernaba  García  de  Alda- 
na,  y  la  de  borgoñones  de  Mos  de  Mousey,  y  mil 
infantes  arcabuceros  españoles  con  doscientas  pi- 
cas. Toda  la  demás  gente  estaba  alojada  á  dos  y 
tres  y  cuatro  leguas  del  río   Mossa  y  cerca  de  la 
Marcha.  S.  A.  mandó  á  dos  capitanes  de  fama  que 
al  alba  del  día  siguiente  emboscasen  cerca  de  Bou- 
ges  ciento  cincuenta  picas  tudescas,  trescientos  ar- 
cabuceros borgoñones,  otros  tantos  valones,  cien- 
to veinte  españoles,  y  que  la  demás  infantería  que- 
dase con  él  puesta  en  escuadrón,  para  hacer  es- 
paldas á  la  caballería,  con  que  Octavio  Gonzaga, 
su  general,  pasaría  á  picar  á  los  rebeldes;  los  cua- 
les, el  último  día  de  Enero,  pegando  fuego  á  las 
barracas  ó  cabanas  de  paja,  cubiertas  contra  las 
inclemencias  del  tiempo,  dieron  señales  de  leva  y 
marcharon  en  buen  orden,   llevando  en  su  reta- 
guardia dos  escuadrones,  formados  de  tres  compa- 
ñías de  franceses  y  trece  de  escoceses,  y  á  las  es- 
paldas la  caballería  en  orden  para  resistir  siendo 
acometida,  y  para  amparo  seguro  de  su  infantería. 
S.    A.,  ejecutando   diestramente   lo    proveído, 
hizo  marchar  á  Octavio  Gonzaga  con  la  caballe- 
ría, advirtiéndole  anduviese  con  mucho  tiento, 


—  146  — 

pues  cualquiera  desgracia  haría  notable  daño  en 
este  principio.  Octavio  dividió  la  caballería  en 
tres  tropas  y  siguió  al  enemigo,  á  quien  descubrió 
en  una  llanura,  puesto  en  escuadrón.  Siguióle  el 
barón  de  Cheureau  con  la  infantería  de  su  asigna- 
ción, y  con  la  otra  caminaba  S.  A.,  procurando 
ganar  las  cuestas  para  que  le  viesen  los  rebeldes  y 
oobraien  temor,  y  asimismo  para  descubrir  mejor 
la  campaña  y  dar  el  orden  conveniente,  para  cuyo 
electo  envió  á  Cristóbal  de  Mondragón  con  orden 
de  que  asistiese  á  Octavio  Gonzaga  y  le  dijese  se 
acordase  del  orden  que  le  tenía  dado.  En  este  ejér- 
cito de  S.  A.  no  había  diez  mil  combatientes,  y 
el  de  los  enemigos  tenía  más  de  veinte  mil.  Había 
entre  el  bosque  ó  soto  y  los  rebeldes  una  coste- 
zuela  que  tenían  ocupada,  y  la  desampararon  vien- 
do la  resolución  de  los  soldados  de  S.  A.,  los  cua- 
les, ganada  la  cuesta,  entraron  en  la  campafta 
rasa.  S.  A.  envió  orden  al  barón  de  Cheureau  que 
sacase  la  infantería  del  capitán  Trancoso  con  al- 
gunos borgoñones,  y  desde  el  lado  izquierdo  de  la 
caballería  cargase  á  los  rebeldes.  £1  Príncipe  de 
Parma,  permitiéndolo  S.  A.,  empuñada  la  lanza, 
con  gran  valor  llegó  con  los  primeros  caballos  á 
un  arroyo  de  altas  ríberas,  templando  algún  tanto 
el  ardor  de  la  caballería,  mas  no  el  ánimo  con  que 
le  pasaron  en  un  punto;  y  con  tan  gran  porfía  pi- 
caron tan  adentro  en  la  retaguardia  de  los  rebel- 
des, que  no  se  podía  excusar  el  venir  á  batalla, 
ni  los  capitanes  detener  los  soldados.  S.  A.,  arri- 
mado  al  bosque,  mandó  al  barón  de  Cheureau 
acometiese  por  el  lado  con  los  borgoñones,  valo- 


—  247  — 
nes  y  tudescos.  Avisáronle  Gonzaga,  Mondragón 
y  Verdugo  del  orgullo  y  ánimo  de  los  soldados, 
y  de  cómo  no  podían  excusar  el  combate,  vien- 
do que  los  enemigos  á  paso  largo  se  retiraban 
para  huir.  Respondió,  como  tan  prudente,  andu- 
viesen sin  temeridad  y  con  pie  de  plomo,  y  si  se 
hallasen  superiores,  gozasen  de  la  ocasión.  Era 
S.  A.  enemigo  de  temerarios  y  amigo  de  esforza- 
dos, como  quien  sabía  los  daños  que  acarrea  la 
temeridad,  pues  ésta  derribó  á  Phaetón,  que  quiso 
gobernar  los  caballos  y  carro  de  su  padre  Apolo. 
Esta  dio  al  traste  con  Terencio  Varrón,  cónsul 
romano,  por  la  loca  osadía  que  tuvo  de  pelear  con 
Aníbal  en  la  batalla  de  Canas,  en  grave  daño  del 
pueblo  romano,  por  lo  cual  toda  su  vida  pasó  en. 
mengua  y  quebranto,  sin  quitarse  la  barba,  ni  cor- 
tar el  cabello,  ni  comer  sobre  mesa,  ni  tomar  oficio 
de  honra,  aunque  se  lo  daban;  ésta,  finalmente,  ha 
derribado  á  muchos,  que  por  no  tener  espera,  aca- 
baron ignominiosamente  en  manos  de  sus  enemi- 
gos hechos  fábula  del  tiempo. 

Con  esta  prudencia  y  valor  incomparables,  S.  A. 
previno  que  los  rebeldes  no  ocupasen  un  puesto  de 
donde  podían  dañar,  y  le  ocupó  Octavio  Gonzaga 
con  su  caballería  bien  apiñada,  y  cerró  con  los 
enemigos;  y  tomando  la  carga  desbarató  la  reta- 
guardia de  la  rebelde  infantería,  que  era  la  que 
había  enviado  el  Príncipe  de  Orange,  y  por  la 
priesa  que  les  dieron  los  soldados  del  Rey  no  se  pu- 
dieron ordenar.  Octavio,  siguiendo  con  poco  tra- 
bajo el  alcance,  rompió  también  la  batalla,  que 
era  de  alemanes  bajos,  con  la  vanguardia  de  los 


vsLlonet,  qoe  lial>U  llegado  á  Gemblotis;  te  Mura- 
ron los  mim  príocipales  de  los  rebeldes»  pero  la  al- 
canzó S.  A.,  y  haciendo  rostro  arrimado  i  la  tí- 
11a,  los  acometió  por  la  mano  derecha  de  dos  com- 
paftfas  de  infanteria  espaftola,  guiada  del  capitán 
Gaspsu'  Ortiz,  y  por  la  izquierda  de  otras  de  va- 
lones amparados  de  alguna  caballería  ligera,  con 
lo  cual  los  rebeldes  volvieron  las  espaldas,  y  par- 
te entró  en  Gemblous,  parte  huyó  4  Bruselas.  Oc- 
tavio Gonzaga  iba  gozando  bien  de  la  victoria, 
matando  en  el  alcance  y  prendiendo  hasta  que  lle- 
gó la  noche,  siendo  los  muertos  y  presos  más  de 
siete  mil,  con  cambio  de  solos  dos  que  murieron 
de  los  españoles  y  cinco  que  quedaron  heridos. 
Victoria  célebre,  rara  y  tan  ilustre  alcanzada  por 
el  valor  de  S.  A.,  que  no  se  habla  visto  ni  Idído 
otra  tan  grande  en  Flandes  hasta  este  tiempo  ni 
con  menos  daño  del  vencedor:  que  ajruda  Dios  á  la 
verdad. 

Era  S.  A.  tan  benigno  Principe,  que  dio  libertad 
á  seiscientos  escoceses  presos,  mostrando  su  cle- 
mencia con  los  rendidos,  por  lo  que  tenía  de  León 
de  España,  y  juraron  de  no  servir  contra  el  Rey 
Católico  en  un  año. 

El  maestre  general  del  campo  enemigo  fué  trai- 
do  ante  S.  A.,  y  pidiéndole  la  mano  victoriosa 
para  besársela,  le  dijo  castigaba  Dios  asi  á  los  que 
le  menospreciaban  y  se  rebelaban  contra  su  Rey, 
y  favorecía  S.  M.  la  causa  justa  según  lo  manifes- 
taba el  suceso  de  la  batalla;  y  dicho  esto,  lo  man- 
dó llevar  al  castillo  de  Namur.  Ganáronse  cuatro 
estandartes  de  hombres  de  armas  y  casi  todas  las 


—  249  — 

banderas  de  la  infantería,  y  luego  S.  A.  envió  la 
nueva  de  esta  feliz  victoria  al  Rey  su  hermano, 
que  la  celebró  con  actos  de  religión,  cantando  la 
gala  á  Dios,  de  quien  procede  todo  bien. 

Cuando  miro  esta  victoria  de  S.  A.  y  de  la  ma- 
nera que  sus  enemigos  le  pensaron  rendir,  ocu- 
pando la  cuesta,  se  me  representa  aquel  famoso 
capitán  Publio  Decio,  tribuno  de  los  romanos  en 
la  guerra  contra  los  samnitas,  que  traído  incauta- 
mente á  un  valle  peligroso,  salió  de  él  con  gran 
presteza  y  se  puso  en  una  altura;  y  maravillados 
de  esto  los  samnitas,  dieron  contra  él  furiosamente; 
y  reforzándose  con  la  mejora  del  puesto,  entró  en 
el  real  de  los  enemigos  y  los  venció  gloriosamen- 
te, por  cuya  victoria  le  fué  puesta  corona  de  oro  y 
se  le  dieron  cien  bueyes  con  los  cuernos  dorados, 
y  uno  blanco,  muy  bello,  que  le  ofreció  al  dios 
Marte,  y  los  demás  dio  á  sus  caballeros  compañe- 
ros de  la  virtud  y  del  peligro.  Esto  hizo  el  Sere- 
nísimo Sr.  D.  Juan:  ocupó  el  puesto  aventajado 
que  había  tomado  para  sí  el  enemigo;  venció  y 
triunfó  á  pesar  de  desleales,  ganó  estandartes, 
arrastró  banderas,  y  la  fama  le  puso  corona  de  oro; 
ofreció  á  Dios  sacriñcio  de  alabanza,  é  hizo  parti- 
cipantes del  despojo  á  sus  capitanes  y  soldados, 
mostrándose  tan  liberal  como  benigno  con  todos: 
que  en  esto  ningún  Capitán  General  le  llevó  ven- 
taja de  cuantos  tuvo  el  orbe. 

Los  enemigos  en  Bruselas  y  Lovaina  sintieron 
este  suceso  gravemente,  culpándose  unos  á  otros 
y  muchos  al  Príncipe  de  Orange,  á  quien  desam- 
paró la  guarda  del  castillo  de  Selles,  y  luego  Su 


Alteza  cercó  á  Gembloux;  y  respondiendo  á  un 
alambor»  que  les  requirió  te  rindieiien  que  no  te- 
nían que  ver  con  españoles,  hizo  traer  de  Namur 
cuatro  caik>nes  gruesos,  con  lo  cual  se  entregaron, 
haciendo  juraosento  de  no  tomar  las  armas  en 
contra  suya  por  espacto  de  on  año,  y  mandando 
llevar  doce  prísioBefOS  al  castillo  de  Namur,  que 
era  cárcel  muy  á  propósito  para  foragidosy  rebel- 
des. Bien  pudiera  S.  A.  usar  de  más  rigor  con 
esta  gente  perversa;  pero  no  lo  hacia  para  dar  á 
entender  al  mundo  que  su  ánimo  era  sólo  defender 
la  autoridad  de  la  Iglesia  romana  y  de  la  Majes- 
tad católica,  y  reducir  á  los  engañados  por  los  he- 
rejes astutos,  que  sigOModo  al  calvinista  Principe 
de  Orange  los  despeñaba  en  peligros,  muertes, 
robos,  desventaras,  calamidades  y  confusiones, 
haciéndolos  traidores  á  la  patria  y  á  su  legítimo 
Príncipe,  que  estaba  con  los  bracos  abiertos  para 
recibillos  en  su  gracia;  lo  cual  fué  causa  de  su 
mayor  duresa,  por  estar  persuadidos  de  que  los  re- 
cibiría en  todo  tiempo  con  amor  y  clemencia, 
asando  mal  de  su  benignidad  y  jugando  á  dos  hi- 
tos con  raposería  y  engaño,  levantándose  á  ma- 
yores si  vencían,  y  pidiendo  misericordia  siendo 
vencidos:  astucia  y  maña  infernal,  hija  de  la  mala 
conciencia. 

En  Gembloux  ganó  S.  A.  gran  cantidad  de  tri- 
go, municiones,  armas  y  seis  piezas  de  artillería; 
y  con  la  mayor  parte  de  caballería  envió  á  Octavio 
Gonzaga  á  rendir  á  Lobaina,  la  cual  se  entregó 
con  ciertas  condiciones,  y  S.  A.  puso  gobernador 
en  ella  y  le  dio  para  su  guarda  una  compañía  deca- 


—  25l    — 

ballos  ligeros  y  dos  de  infantería  tudesca,  y  cuatro 
de  lucemburgenses  y  dos  de  borgoñones.  Malinas 
no  tenía  presidio,  y  el  Príncipe  de  Orange,  astuta- 
mente, le  metió  guarnición;  á  Tilemón  desampa- 
raron cinco  compañías  de  infantería  que  no  tu- 
vieron flema  para  aguardar  cierto  dinero  que  se 
les  había  ofrecido  de  parte  del  Rey.  Las  villas  de 
Diest,  Sichen  y  Ariscoth  no  se  quisieron  rendir; 
rindióse  Bobines  con  ciertas  condiciones. 

Fué  el  Príncipe  de  Parma  sobre  Ariscoth,  y  S.  A. 
se  mostró  en  Vilvorde  para  que  los  rebeldes  no 
enviasen  socorro.  Rindióse  Ariscoth,  y  querien- 
do S.  A.  ganar  á  Diest,  en  el  ínter  sitiaron  á  Si- 
chen sus  soldados;  batieron  la  muralla  y  arreme- 
tieron los  españoles  furiosamente;  pero  los  cerca- 
dos tuvieron  tanto  aliento,  que  mataron  buen  nú- 
mero de  soldados,  y  con  ellos  tres  capitanes,  é 
hirieron  muchos,  entre  los  cuales  quedó  herido  en 
una  pierna  D.  Jerónimo  de  Ayanzo;  pero  no  bastó 
su  resistencia  y  así  fué  ganado  el  castillo  y  la  vi- 
lla, á  quien  saquearon,  y  dieron  muerte  de  horca 
al  superior  de  ella  y  ahogaron  muchos  soldados  en 
el  río  Demeer;  y  temiendo  otro  tal  suceso  las  villas 
de  Diest,  Leve,  Hannent  y  Lauden,  se  rindieron 
y  se  puso  en  ellas  presidio  de  borgoñones,  y  en  He- 
ver  mandó  pregonar  S.  A.  que  los  ausentes  de  las 
villas  que  había  ganado  y  los  que  estaban  con  los 
rebeldes  viniesen  á  servir  al  Rey  dentro  de  diez 
días,  que  los  recibiría  en  su  gracia  y  restituiría 
sus  haciendas,  so  pena  de  rebeldes  y  de  perdimen- 
to  de  bienes,  y  mandó  que  los  deudores  no  paga- 
sen á  los  ausentes. 


~  15»  - 

Imprimieron  un  librillo  en  Ambers  loe  rebeldes, 
en  que  daban  contrario  sentido  ai  Edicto  publica- 
do por  S.  A.  antes  de  romper  la  guerra,  persua- 
diendo al  pueblo  quería  engañarles,  y  diciendo 
muchos  males  de  S.  A.;  asimismo  eran  tan  per- 
versos, que  introducían  la  secta  donactana,  intro- 
ducida por  £>onato,  hereje  africano,  el  año  de  353, 
condenada  por  San  Agustín  y  por  las  determina- 
ciones de  la  romana  Iglesia.  Al  libríllo  respondió 
Lenceo  Beliolano  admirablemente  y  con  vergüen- 
za de  los  herejes,  que  son  como  mujercillas  livia- 
nas, que  encomiendan  á  la  lengua  la  falta  de  las 
manos,  y  depara  Dios  quien  se  las  entienda  y  trai- 
ga sos  enredos  y  tramas  debajo  de  los  pies.  Era 
tan  perverM  hombre  este  Principe  de  Orange,  que 
para  desacreditar  á  S.  A.  con  el  Rey  su  herma- 
no, yodarle  ocasión  para  que  lo  sacase  de  Flandes» 
echó  fama  que  se  casaba  S.  A.  por  su  mano  con 
la  Reina  de  Inglaterra,  y  que  él  y  sus  amigos  le 
hadan  señor  de  los  Países  Bajos,  y  no  falta  quien 
diga  que  á  la  Reina  le  placía  esto  y  que  escribió 
á  S.  A.  y  le  envió  regalos,  y  que  todo  vino  á  no- 
ticia de  S.  M.  Lo  que  puedo  afirmar  con  toda 
verdad  es  que  S.  A.  era  tan  leal,  que  no  diera  un 
paso  contra  la  voluntad  y  gusto  del  Rey  por  todos 
los  haberes  del  mundo,  porque  era  leal  católico  y 
obediente  Príncipe  amador  de  la  verdad. 

Aunque  la  guerra  andaba  tan  en  su  punto  en 
Flandes,  el  Rey  Católico  no  desistia  de  tratar  de 
la  paz,  y  para  este  efecto  envió  al  barón  de  Seles; 
mas  como  se  les  prohibía  libertad  de  conciencia  y 
de  gobierno,  no  se  hacia  nada.  D.  Juan  de  Borja 


—  253  — 

hacía  instancia  con  el  emperador  Rodolfo  II,  her- 
mano de  Matías,  para  que  interpusiese  la  autori- 
dad del  Imperio  en  convenir  á  los  flamencos  con 
el  Rey;  mas  ningún  buen  efecto  resultaba  por  la 
dureza  y  obstinación  de  los  rebeldes,  y  así,  en 
prosecución  de  la  guerra,  llegó  de  Italia  D.  Lope 
de  Figueroa  con  cuatro  mil  españoles,  á  quien  re- 
cibió con  singular  alegría  el  ejército  del  Rey  por 
su  aumento  y  por  la  venida  de  tan  gran  capitán. 
Dióse  batería  y  sitio  á  Nivele,  y  defendiéndose 
gallardamente  se  le  presentó  S.  A.;  y  pidiendo  el 
asalto  los  franceses,  se  les  concedió  y  llevaron  lo 
peor;  pero  viéndose  los  cercados  sin  esperanza  de 
socorro,  escribieron  á  S.  A.  querían  rendir  la  vi- 
lla, y  así  lo  hicieron  saliendo  con  solas  sus  espa- 
das en  las  manos  y  jurando  de  no  ser  contra  el 
Rey;  mas  fueron  desleales  y  se  entraron  en  Phi- 
lipevilla.  S.  A.  concedió  á  los  franceses  sólo  el 
saco  de  las  armas,  y  ellos  estendiéndole  á  la  ropa 
de  los  vecinos,  no  dejaban  estaca  en  pared,  de  lo 
cual  indignado  S.  A.,  envió  tres  compañías  de 
españoles  que  los  detuviesen;  y  pudieron  tanto  los 
briosos  españoles,  que  ocupando  los  más  impor- 
tantes puestos,  los  sacaron  de  la  villa;  y  habien- 
do dejado  los  rebeldes  los  mosquetes  y  arcabu- 
ces cargados  y  amontonados  en  la  Casa  del  Con- 
sistorio, por  descuido  de  un  francés  se  encendió 
un  frasco  de  pólvora,  con  que  se  dispararon  y  ma- 
taron y  quemaron  más  de  doscientos  de  su  nación. 
Y  malcontentos  de  no  haberles  permitido  entera- 
mente el  saco,  pidieron  licencia  á  S.  A.  para  irse, 
y  se  la  dio  liberalmente,  librando  su  paga  en  Pa- 


-a34  - 

ris  conforme  so  remate,  porque  habla  deseado 
deshacerse  de  ellos  por  sos  insolencias,  malos  tra- 
tos y  blasfemias.  Llevaron  tras  si  la  mayor  porte 
de  los  lorenetes,  y  S.  A.  despidió  el  resto. 

£n  el  condado  de  Henau  rindió  S.  A.  á  Bins, 
Beamont,  Realx,  Sorgui,  Brene,  Maobose  y  el 
castillo  de  Haare  y  i  Chimai,  desamparado  de 
sos  moradores.  En  esta  sazón  llegó  por  la  posta, 
con  licencia  del  Rey,  D.  Pedro  de  Toledo,  doqoe 
de  Fernandina;  asimismo  llegó  D.  Alonso  de  Lei- 
▼a  con  ana  compafiia  qoe  traía  desde  Ñapóles  de 
capitanes  reformados,  caballeros  y  soldados  vale- 
rosos, de  qoien  era  alférez  su  tio  D.  Diego  Har- 
tado de  Mendoza;  también  llegó  de  Espafia  el  ba- 
rón de  Villy  y  alegró  á  S.  A.,  que  esUba  triste  y 
pensativo  por  la  muerte  de  Juan  de  Escobedo,  se- 
cretario de  S.  M.,  causada  en  Madrid,  á  quien 
S.  A.  amaba  tiernamente.  Escribió  á  S.  A.  S.  M., 
y  lo  que  en  suma  contenía  la  carta  era: 

Habla  estado  remiso  en  hacer  guerra  á  los  re- 
beldes, que  se  habían  alentado  con  su  clemencia 
para  ofenderle  más. 

Que  amparase  su  autoridad  con  las  armas,  y 
para  que  lo  pudiese  hacer,  en  su  nombre  le  envia- 
ba nuevecientos  mil  escudos,  y  en  adelante  le  pro- 
veería de  doscientos  mil  cada  mes  con  que  susten- 
tase ejército  de  treinta  mil  infantes,  seis  mil  qui- 
nientos caballos  y  treinta  piezas  de  artillería. 

Cuando  fuese  menester,  le  creciese  en  mayor 
número  á  su  albedrio. 

Satisfaciese  á  los  leales  sus  pérdidas  con  los 
bienes  confiscados. 


—  255  - 

Publicase  el  Edicto  que  le  enviaba,  en  el  cual, 
después  de  referir  las  ofensas  hechas  contra  Dios 
y  contra  él,  mandaba  á  todos  sus  vasallos  y  dipu- 
tados de  los  Estados  y  de  cada  provincia  obede- 
ciesen á  D.  Juan,  su  lugarteniente  y  gobernador  y 
capitán  general,  y  no  á  otro,  so  pena  de  crimen 
lesee  majestatis. 

Deshiciesen  la  Junta  los  diputados  y  volviesen 
á  sus  provincias,  porque  de  su  poder  absoluto  la 
declaraba  por  ninguna,  y  la  de  las  provincias,  has- 
ta ser  por  él  ó  su  Lugarteniente  legítimamente 
convocada,  aniquilando  sus  decretos  y  conciertos, 
en  especial  para  imponer  tributos  y  sacar  sisas  de 
sus  vasallos,  y  les  concedía  poder  para  no  obede- 
cer y  resistir  sus  cargas. 

No  usasen  de  los  oficios  los  del  Consejo  de  Es- 
tado y  Hacienda,  no  asistiendo  á  su  Gobernador 
general  como  les  tocaba,  y  en  defecto  de  esto  los 
privaba,  y  á  todos  los  ministros  y  oficiales  de  Es- 
tado y  justicia,  gracia,  dominio,  y  á  los  del  ejérci- 
to y  al  general  de  la  artillería;  y  condenaba  en  lo 
usurpado  del  Patrimonio  Real  á  que  lo  pagasen 
los  que  lo  tomaron  y  los  que  se  lo  dieron  sin  su 
licencia. 

Sintieron  notablemente  los  rebeldes  la  publica- 
ción de  este  Edicto  por  la  declaración  que  el  Rey 
hacía  de  su  ánimo  y  voluntad,  y  por  la  resolución 
que  mostraba  de  seguir  la  guerra,  y  por  el  abono 
que  esto  daba  á  S.  A.  en  Plandes  y  en  las  provin- 
cias vecinas,  donde  como  desleales  habían  publi- 
cado era  contra  su  voluntad  todo  cuanto  hacía, 
justificando  por  este  camino  el  odio  que  le  tenían 


—  a56  — 

y  las  armas  que  contra  él  tomaban  tan  injustamen- 
te; y  tanto  más  les  pesó  de  la  resolución  publicada 
por  S.  M.  por  haber  publicado  ellos  otro  Edicto 
poco  antes  cautelosamente  en  nombre  del  Rey,  en 
que  decia  mandaba  con  pena  de  la  vida  y  perdi- 
miento de  bienes  ninguno  tratase  con  los  enemi- 
gos, y  de  serlo  de  la  patria,  ni  los  ayudase  con  ar- 
mas ni  dineros,  ni  encaminase  cartas  ó  les  diese 
favor,  y  de  los  que  en  contrarío  hiciesen  fuese 
avisado  el  archiduque  Matías;  y  para  apartar  los 
subditos  de  su  obediencia  decía  el  dicho  cauteloso 
embuste  que  ninguno  hablase  ni  predicase  contra 
el  Principe  de  Orange  y  los  diputados,  ni  en  pro- 
vecho de  O.  Juan  de  Austria  y  de  los  espai^oles; 
y  contenia  otras  muchas  cosas  salidas  de  sus  pe- 
chos diabólicos,  enemigos  de  la  pas,  bondad  y  be- 
nignidad de  S.  A.  A  pocas  tretas  se  descubre  la 
mentira,  porque  el  mentiroso  sale  al  camino  en  la 
soledad  como  el  escorpión,  manifestando  uno  con 
el  aguijón  y  otro  con  el  rostro,  semejante  á  aque- 
llas langostas  que  sallan  del  humo  del  poso  infer- 
nal, de  quien  habla  San  Juan  en  su  Apocalipsis. 
S.  A.  iba  ganando  tierra  y  crédito,  y  para  re- 
primir las  atrevidas  salidas  á  que  atendía  la  guar- 
nición de  Philipevilla,  impidiendo  la  navegación 
del  rio  Mossa  en  daño  de  los  lugares  de  S.  M., 
envió  al  conde  de  Meghen  con  infantería  espa- 
ñola y  tudesca,  y  vino  en  persona  á  sitialla  algu- 
nos días  después.  Reconoció  el  sitio  y  la  mura- 
lla á  vista  de  ojos  y  le  plantó  la  batería  por  la 
parte  más  flaca.  Estaba  en  llano  esftacioso  fortifi- 
cada con  cinco  baluartes,  muralla  alta  y  terraple- 


—  257  — 
no  y  foso  alto.  Desembocó  en  él  brevemente  con 
las  trincheas,  ha"bía  refriegas  y  trances  de  una  y 
otra  parte,  y  S.  A.  andaba  tan  cuidadoso  que  ha- 
cia oficio  de  general,  de  capitán,  de  soldado  y  de 
ingeniero,  y  dormía  en  las  trincheas  y  aun  se  po- 
nía á  los  mayores  peligros:  hazaña  digna  de  su 
grandeza  de  ánimo. 

Cuando  el  sitio  estaba  más  apretado  por  S.  A., 
entraron  en  Flandes  algunas  compañías  de  fran- 
ceses, que  las  más  de  ellas  eran  las  que  había  des- 
pedido S.  A.,  con  ánimo  de  socorrer  los  cercados, 
metiéndole  gente  ó  desmembrando  el  ejército  por 
grandes  promesas  que  les  hicieron  los  rebeldes. 
S.  A.  envió  al  encuentro  de  esta  gente,  antes  que 
^e  juntasen  con  más  número  que  esperaban,  á  Oc- 
tavio Gonzaga  con  infantería  y  caballería,  y  de- 
golló doscientos  soldados  cerca  del  castillo  de 
Barlaimont  y  prendió  cincuenta;  los  demás  se  sal- 
varon en  el  castillo,  con  lo  cual  cobraron  tanto 
temor  las  compañías  que  estaban  en  Philipevilla 
que  se  salieron  otro  día  con  solas  sus  espadas  por 
concierto  cinco  compañías  de  ocho  que  había,  y 
las  tres  se  quedaron  á  servir  al  Rey  por  el  conde 
de  Hollach;  se  batieron  dos  aldeas  fortificadas  en- 
tre Malinas  y  Lovaina,  y  las  rindió,  y  algunos  de 
sus  soldados  llegaron  á  vista  de  Bruselas,  con  tan- 
to esfuerzo,  que  prendieron  mucho  ganado  que 
pacía  debajo  de  la  muralla;  y  hubo  tanto  alboroto 
y  miedo  en  los  ciudadanos  cobardes,  que  pareció 
á  los  del  Rey,  si  fueran  más  en  número,  pudieran 
á  escala  vista  ganar  la  ciudad. 

S.  A.,  viendo  que  los  rebeldes  no  tenían  ejérci- 

17 


-  258  — 

to  formado,  entregó -ona  parte  del  suyo  al  Princi- 
pe de  Parma  con  que  entrase  por  el  ducado  de 
Ltnburg;  y  con  Octavio  Gonzaga  entró  S.  A.  en 
los  confínes  de  Brabante  y  Henau;  y  la  caballe* 
ría  trajo  gran  presa  de  caballos  y  ganado,  y  la  in- 
fantería ocupó  la  iglesia  de  Nuestra  Seftora  de 
Halsemberg,  en  sitio  alto  y  áspero,  para  fortifi- 
calla  y  correr  la  campaña  de  Bruselas,  Ninove  y 
otras  tierras,  y  poco  después  la  desamparó.  Los 
Estados  no  se  descuidaban  en  procurar  gente  que 
sustentase  la  guerra,  y  trajrendo  dos  compaftias  fo- 
rasteras á  sueldio,  las  mandó  S.  A.  acometer,  y 
fueron  rompidas  y  casi  deshechas  por  D.  Alonso 
de  Sotomayor  y  Juan  Bautista  del  Monte  con  sus 
compaftias  de  caballos. 

El  Principe  de  Parma  entró  en  el  pais  de  la  otra 
parte  del  Mossa  y  cercó  á  Linburg  y  la  batió  y  en- 
tró, y  los  vecinos  y  soldados  retirados  en  el  casti- 
llo se  rindieron,  y  basteció  su  campo  con  el  mu- 
cho trigo  que  tenia  la  villa;  luego,  consecutiva- 
mente, cercó  el  castillo  de  Dalen,  y  habiéndole 
batido  reciamente  sin  efecto,  el  barón  de  Chere- 
rau  lo  acometió  y  ganó  á  escala  vbta  con  sus  bor- 
goñones.  I>ejó  el  Principe  por  gobernador  de  di- 
cho pais  al  coronel  Mondragón;  y  estando  en  el 
castillo  de  Linburg  se  incendió  la  pólvora  y  vo- 
ló la  torre  en  que  se  guardaba  con  estruendo  y 
muerte  de  solas  dos  personas,  lo  cual,  entendido 
por  los  rebeldes,  falsos  invencioneros,  tomando 
ocasión  de  esto  para  sacar  dineros  para  la  guerra 
inicua  que  sustentaban,  imprimieron  un  librillo  en 
que  referían  falsamente  habían  muerto  en  la  abra- 


—  aSg  — 

sada  torre  el  Príncipe  de  Parma  y  Mondragón  y 
los  más  principales  del  ejército  del  Rey,  cosa  tan 
ajena  de  verdad,  que  luego  á  la  primera  vista  que- 
dó comprobada  su  mentira  y  maldad:  que  la  men- 
tira es  de  vidrio  y  luego  quiebra. 

S.  A.  se  hallaba  tan  caído  de  ánimo  y  fuerzas 
para  sustentar  esta  guerra  por  la  falta  de  dine- 
ro, que  trataba  de  retirarse  de  Flandes;  pero  con- 
siderando esto  con  maduro  consejo  y  alentado  de 
los  suyos,  se  estuvo  quedo,  si  bien  sus  soldados 
molestaban  los  aldeanos  buscando  la  comida.  Y 
para  ocurrir  á  este  daño,  formó  S.  A.  Consejo  se- 
creto de  hombres  sabios  y  cuerdos,  y  eligió  mi- 
nistros leales  y  buenos  católicos  que  cuidasen  de 
la  necesidad  del  ejército,  y  dio  por  ninguno  el 
Consejo  y  Chancillería  de  Brabante,  que  residía 
en  Bruselas,  y  señaló  por  asiento  y  Corte  á  Lo- 
vaina,  donde  se  administrase  la  justicia  de  los  feu- 
dos y  feudatarios  del  Rey  y  se  procediese  en  todo 
con  suma  rectitud. 

Por  otra  parte,  el  Príncipe  de  Orange  apretaba 
las  tierras  con  excesivos  tributos,  que  se  le  paga- 
ban á  él  y  á  los  Estados,  porque  se  pagaba  el  quin- 
to y  alguna  vez  el  cuarto  del  dinero,  sin  las  con- 
tribuciones de  cada  mes  y  de  cada  semana,  demás 
de  lo  impuesto  sobre  el  trigo  y  las  otras  vituallas. 

Pedíanse  dineros  prestados  á  muchos  católicos, 
y  si  rehusaban  el  darlos,  les  vendían  sus  hacien- 
das; y  como  era  tan  grande  hereje  este  Príncipe  de 
Orange,  vendía  las  campanas  que  había  mandado 
quitar  de  las  iglesias,  y  hacía  fundir  de  muchas 
de  ellas  artillería  para  que  se  olvidase  el  culto  di- 


—  a6o  — 

vino;  y  asimismo  mandó  quitar  las  escuelas  de  la 
doctrina  cristiana,  todo  1q  cual  sentían,  á  par  del 
alma,  loe  buenos  y  piadosos  católicos,  que  Hora* 
ban  con  lágrimas  de  san^i^re  tanta  desorden  y  per- 
dición causada  por  un  hereje. 


CAPITULO  XXV 

La  persecución  de  los  eclesiásticos  y  católicos,  por  los  herejes 
enemigos  de  D.  Juan. 

Era  tanto  el  desenfrenamiento  y  rotura  de  los 
rebeldes,  que  en  Ambersy  Gante  se  trataba  de  dar 
libertad  de  conciencia,  y  el  Príncipe  de  Orange 
nombró  coroneles  y  capitanes  calvinistas,  y  con 
este  apoyo  se  imprimían  libros  heréticos  con  con- 
sentimiento de  los  magistrados,  que  eran  puestos 
de  su  mano  sacrilega.  En  los  monasterios  á  donde 
se  habían  quedado  campanas,  prohibió  que  no  se 
tocasen  de  noche,  y  que  no  se  diese  limosna  á  los 
frailes  mendicantes,  antes  les  tapiasen  todas  las 
puertas  de  sus  casas,  dejando  sólo  una  para  pren- 
derlos sin  que  ninguno  se  escapase.  Llegó  á  tanto 
la  maldad  de  este  Príncipe  y  sus  secuaces,  que 
para  conservación  de  su  Liga  tomaron  toda  la 
plata  de  las  iglesias  de  los  Estados  de  Flandes  y 
Brabante,  y  mandaron  pregonar  que  en  los  pul- 
pitos nadie  hablase  mal  del  archiduque  Matías, 
ni  del  Príncipe  de  Orange,   ni  de  los  diputados, 
amenazando  con  graves  penas  á  quien  hiciese  lo 
contrario;  y  asimismo  mandó  este    mal  Príncipe 
hiciesen  todos  los  clérigos  y  frailes  juramento  en 
forma  de  no  tratar  cosa  alguna  contra  la  paz  de 
Gante  ni  contra  el  bien  de  la  ciudad  de  Ambers, 


—  26a  — 

y  de  defender  estas  dos  cosas  con  todo  cuidado;  y 
para  que  tuviese  más  firmeza  esto,  se  mandó  por 
edicto  que  hicieron  publicar  los  diputados  (que 
algunos  de  ellos  eran  católicos),  y  en  la  primera 
parte  de  este  edicto  impedUn  el  profanar  las  igle- 
sias; pero  en  lo  demás  de  hacer  guerra  á  S.  A«  y 
defender  la  patria  (como  ellos  dedan),  eran  uoá- 
oimes  con  los  demás. 

De  la  violencia  de  este  juramento  se  quejaron  á 
los  diputados  católicos  algunos  eclesiásticos,  es-> 
pecial  mente  los  Padres  de  la  CompaAía  de  Jesús 
de  Ambers,  que  eran  leales,  y  eran  ellos  contra 
quien  principalmente  asestaba  sus  tiros  d  Prfn- 
dpe  de  Orange,  que  los  aborrecía  sumamente  por 
su  observancia  de  religión  y  por  la  doctrina  que 
enseñaban,  empleándose  en  defensa  de  la  fe  cató- 
lica, y  porque  pocos  meses  antes  habían  dado  por 
escrito  al  magistrado  era  cosa  impía  hacer  que  ju- 
rasen los  edesiásticos  en  manos  de  soldados,  contra 
lo  decretado  en  los  sagrados  cánones  y  ley  divina, 
y  que  sufrirían  graves  tormentos  antes  que  entro- 
peterse  contra  su  instituto  en  negocios  seglares. 

A  esta  causa,  deseosos  los  rebeldes  de  contras- 
tar este  muro  que  les  hacía  tanta  resistencia,  die- 
ron orden  de  que  por  mandado  de  los  diputados 
de  los  Estados  se  les  requiriese  á  los  dichos  Pa- 
dres de  la  Compañía  jurasen  lo  teferído;  mas  ellos 
estuvieron  tan  constantes  en  no  hacer  el  dicho  ju- 
ramento, que  no  fué  posible  convencerlos  ni  por 
amenazas  ni  por  halagos.  Los  herejes,  embrave- 
cidos contra  estos  Padres,  los  oprimieron  con  guar* 
dias  y  cerraron  la  puerta  de  la  iglesia;  mas  un  ca* 


—   203   — 

tólico  las  abrió  diciendo  que,  conforme  á  la  paz 
de  Gante,  no  se  les  debía  prohibir  á  estos  religio- 
sos el  uso  de  su  religión,  y  así  celebraron  misa  y 
se  quietó  el  ruido;  mas  á  las  doce  del  día  los  aco- 
metieron los  mismos  herejes,  y  por  fuerza  los  sa- 
caron del  monasterio  y  los  embarcaron  para  Ma- 
linas con  escolta,  y  un  Padre  tuvo  tan  gran  valor 
que,  escapándose  de  los  herejes  armados,  volvió 
por  el  Santísimo  Sacramento  y  tomó  la  custodia,  y 
pasando  con  gran  reverencia  por  entre  más  de  tres- 
cientos herejes,  la  llevó  consigo;  y  al  fin,  con  mucho 
sentimiento  del  archiduque,  fueron  echados  de 
Ambers  y  llevados  de  doce  soldados  calvinistas  á 
Malinas,  dándoles  en  el  camino  mil  angustias  y  es- 
cudriñándoles cuanto  llevaban;  y  tuvo  por  bien  la 
Majestad  de  Dios  (á  quien  estos  religiosos  servían) 
que  nunca  toparon  con  la  custodia  del  Santísimo 
Sacramento.  Por  la  misma  causa  echaron  también 
de  Ambers  al  guardián  de  San  Francisco  con  quin- 
ce religiosos,  arrojándolos  á  Malinas  (que  tales 
eran  las  intenciones  de  los  que  hacían  tan  grandes 
ofensas  á  Dios),  y  de  Malinas  fueron  los  unos  y  los 
otros  religiosos  á  Lovaina,  donde  fueron  puestos 
en  salvo  por  orden  del  archiduque  y  á  petición  de 
católicos  y  píos  (cosa  que  se  tuvo  por  milagrosa, 
porque  á  no  venir  esta  orden,  estaban  á  punto  se- 
tenta herejes  para  matarlos,  y  el  gobernador  de 
Ambers  había  mandado  fuesen  sin  escolta  para  que 
cayesen  en  el  peligro). 

Echados  estos  religiosos  de  sus  casas,  los  here- 
jes se  las  ocuparon,  y  profanando  las  iglesias  pre- 
dicaron la  secta  de  Calvino  en  ellas  y.en  otras  par- 


—  264  — 

tes  de  la  ciodad,  oprímieodo  á  los  católicos,  inju- 
riando á  los  sacerdotes  y  pidiendo  algunas  iglesias 
para  el  aso  de  sos  prédicas.  En  Gante  echaron  á 
los  religiosos  y  clérigos  y  admitieron  calvinistas, 
arruinando  los  templos  y  monasterios,  y  si  alga- 
nos  dejaron,  los  dieron  á  los  herejes.  Contami- 
naron estos  perversos  con  su  falsa  doctrina  á 
Brujas,  G>rtray,  Oudenarde  y  otras  villas  y  loga- 
res, donde  á  porfía  la  racibfao.  Desmantelaron  en 
la  alMuiia  de  San  Bernardo,  que  está  entre  Bro- 
jas  y  Bruselas,  el  grandioso  edificio  y  so  templo 
sontooso,  porque  el  ahad  no  la  quiso  desampa- 
rar ni  seguir  la  parcialidad  del  de  Orange,  como 
se  lo  había  pedido  machas  veces.  A  los  ingleses 
del  Seminario  de  Duay,  desterrados  de  Inglaterra, 
porque  rehusaron  de  jurar  el  edicto,  los  echaron  de 
su  habitación;  y  á  un  fraile  agustino,  que  hacia  ofi- 
cio de  cura  en  una  aldea  llamada  Corlrech,  lo  sa- 
caron una  noche  de  so  casa  y  le  estiraron  con 
cnerdas  en  ona  escalera  y  le  mataron  á  cuchilla- 
das; y  eran  tan  perversos  estos  heiejes  calvinis- 
tas, que  se  apoderaron  de  las  iglesias  de  Bruselas 
y  Liere;  y  en  Holanda,  en  Amsterdam,  el  día  del 
Corpus  arrebataron  el  Santísimo  Sacramento  al 
sacerdote  en  la  procesión,  y  matando  é  hiriendo  á 
los  católicos,  los  echaron  de  la  ciudad;  y  lo  mismo 
hicieron  con  los  frailes  de  San  Francisco,  profa- 
nando los  templos  y  santuarios  y  haciendo  peda- 
zos las  imágenes  de  los  santos.  El  mismo  día,  en 
Haerlen,  entraron  en  la  iglesia  catedral  y  atrope- 
liaron  á  los  que  iban  en  la  procesión,  y  al  sacer- 
dote que  llevaba  el  Saniisimo  Sacramento  te  mal- 


—  265  — 

trataron  y  ultrajaron,  haciendo  lo  mismo  de  los 
niños  y  doncellas,  que  por  antigua  costumbre  iban 
delante  esparciendo  flores;  y  asimismo  encarcela- 
ron al  obispo,  por  justo  juicio  de  Dios  castigado, 
porque  intervino  en  el  acuerdo  hecho  con  el  de 
Orange. 

Imprimían  los  pérfidos  herejes  cada  día  estam- 
pas en  oprobio  del  Pontífice,  del  Rey  Católico  y  de 
S.  A.  y  de  otros  Príncipes  cristianos,  pintándolos 
con  diversas  figuras  de  animales  y  engrandeciendo 
al  de  Orange.  No  es  vituperio  del  sol  que  las  le- 
chuzas no  le  vean  ni  le  estimen;  y  así  no  era  men- 
gua de  estos  Príncipes  que  los  aborreciesen  y  ul- 
trajasen estos  herejes  fementidos.  Pues  ansí  como 
el  hombre  mareado  saliendo  del  mar  á  tierra  que- 
da turbado,  pareciéndole  que  se  mueve  la  tierra  y 
anda  al  derredor,  no  porque  la  tierra  se  mueva,  si- 
no por  el  movimiento  que  él  trae  consigo,  causado 
de  la  inconstancia  del  mar,  que  le  movió  los  humo- 
res, así  estos  ingratos  andaban  desatinados  mur- 
murando de  los  católicos  Príncipes  y  queriendo 
regir  y  enmendar  los  vivos  y  muertos;  blasfeman- 
do de  todo  lo  bueno;  pareciéndoles  que  todos  an- 
daban en  tinieblas,  siendo  ellos  los  que  las  traían 
consigo,  ciegos  y  locos  con  su  pasión  y  asidos  á  la 
libertad  de  la  carne,  que  los  traía  al  despeñadero. 

Los  católicos  de  Malinas  resistían  bien  á  los 
herejes,  impidiéndoles  que  no  saqueasen  los  tem- 
plos y  poniendo  en  cobro  la  preciosa  caja  de  pla- 
ta, de  valor  de  cien  mil  florines,  en  que  estaba  el 
cuerpo  de  San  Rumodo,  patrón  de  la  ciudad,  por- 
que la  deseaban  presentar  al  de  Orange  los  herejes. 


—  206  — ' 

Eran  muchos  los  católicos  y  aficionados  del  Rey, 
y  escribían  á  sus  amigos  que  estaban  con  S.  A. 
pidiendo  parte  del  ejército,  ofreciendo  darle  en- 
trada y  ayuda  para  los  intentos  de  S.  A.;  y  por 
contentarlos  eo¥Íó  S.  A.  cuatrocientos  infantes  y 
seiscientos  caballos,  cuyo  capitán  era  Mos  de  Ro- 
sigttol,  y  desde  Lovaina  llevó  consigo  á  D.  Alon- 
so de  Sotomayor;  mas  no  tuvo  efecto  esta  salida, 
porque  tenían  una  emboscada  los  herejes  y  oaata- 
ron  á  diex  caballeros  que  se  adelantaron  en  segui- 
miento de  unos  herejes  sin  recelarse  de  la  em- 
boscada. 

No  podían  )ra  sufrir  muchos  la  grande  libertad 
del  Principe  de  Orange,  que  usurpaba  toda  la  au- 
toridad y  mando,  no  dejando  al  archiduque  Ma- 
tías más  que  el  nombre,  con  cuya  venida,  no  ha- 
biéndose conseguido  lo  que  se  pretendía,  que  era 
hacer  contrapeso  á  la  demasiada  autoridad  de  este 
hereje,  viendo  no  salían  con  sus  intentos,  ó  por  la 
mucha  libertad  del  hereje,  ó  por  el  poco  brío  del 
archiduque  y  no  grande  experiencia  de  negocios, 
se  determinaron  de  llamar  al  duque  de  Alanzón,  á 
quien  enviaron  á  ofrecer  cien  mil  ducados  cada 
año  para  su  plato,  y  que  le  pagarían  los  soldados 
que  trajese  para  socorrellos,  y  él  estaba  contentí- 
simo con  un  arrogante  titulo  que  le  habían  dado 
de  protector  de  los  Estados,  aunque  llegado  á 
Flandes  no  se  pagó  mucho  de  las  esperanzas  que  le 
daban  de  que  le  antepondrían  á  los  pretensores  si 
hubiesen  de  mudar  de  señor;  y  asimismo  le  prome- 
tieron que,  si  dentro  de  tres  meses  no  tomaba  el 
Rey  asiento  con  ellos,  le  quitarían  la  obediencia. 


—  267  — 

Hacía  el  duque  de  Alanzón  esta  jornada  de 
consentimiento  de  su  madre,  que  lo  envió  acom- 
pañado de  capitanes  de  experiencia;  y  aunque  se 
quejaba  el  embajador  de  España  de  lo  mal  que  se 
cumplía  al  Rey  Católico  lo  que  se  le  había  pro- 
metido, la  respuesta  era  decille  que  no  podían 
más  y  que  el  duque  de  Alanzón  era  poco  obedien- 
te, y  así  envió  el  Rey  Enrique  embajador  á  S.  A., 
afirmando  que  su  hermano  había  salido  de  Fran- 
cia contra  su  voluntad,  y  que  había  mandado  en 
su  reino  que  nadie  le  ayudase;  mas  los  bien  en- 
tendidos juzgaban  la  cosa  de  otra  manera. 

El  duque  Juan  Casimiro  venía  también  en  favor 
de  los  rebeldes  con  mayor  número  de  gente  del 
que  quisieran  los  Estados  y  el  Príncipe  de  Oran- 
ge,  porque  los  unos  no  podían  tener  paga  para 
tanta  gente,  y  el  otro  no  quisiera  ver  á  nadie  con 
más  poder  que  él  en  el  gobierno  de  la  tierra.  De- 
más de  esto,  Casimiro  era  sospechoso  al  duque  de 
Alanzón  porque  le  favorecía  la  Reina  de  Inglate- 
rra, que  no  quería  ver  franceses  cerca  de  sí,  de 
todo  lo  cual  nacía  poca  unión  entre  ellos  y  me- 
nos conformidad.  De  ésta  se  aprovechaba  S.  A., 
aguardando  á  que  con  tantas  cabezas  que  manda- 
ban habría  novedad  en  el  ejército,  que  era  todo 
junto  de  sesenta  mil  hombres,  infantes  y  caballos, 
atendiendo  á  defenderse  tan  solamente  y  á  no  per- 
der la  reputación  y  tierras  ganadas  hasta  que  mos- 
trase el  tiempo  mejor  ocasión;  y  por  no  tener  su 
gente  muy  repartida,  desmanteló  algunas  fuer- 
zas y  puso  presidio  en  las  que  eran  más  impor- 
tantes. 


--  i68  - 

Loe  ejércitos  noTÍnieron  á  las  manos,  porque  los 
rebeldes  aguardaban  que  acabasen  de  llegar  el 
duque  de  Alansón  con  el  socorro  de  Francia,  y  el 
duque  Casimiro  con  el  de  Alemania,  los  cuales  es- 
taban ya  cerca  de  los  Estados.  Y  porque  no  sa- 
qoeasen  el  condado  de  Borgofta  ó  el  ducado  de 
Lucemburg,  ó  impidiesen  la  vitualla,  asistió  S.  A. 
en  Namur,  y  mandó  al  coronel  Verdugo  que  estu- 
viese alerta  con  sus  valones  en  el  ducado;  y  en  el 
condado  mandó  asistir  los  tudescos  con  el  nuevo 
socorro  de  espafioles  que  venían  de  Italia,  cuyos 
capitanes  eran  el  conde  de  Mandeschet  y  el  con- 
de Aníbal  Altemps,  y  éstos  rebatieron  á  los  fran- 
ceses, que  acometieron  á  estos  dos  Estados,  con 
tanto  valor,  que  dejaron  la  empresa  y  se  volvieron 
á  Francia. 

El  ejército  de  los  rebeldes  marchó  con  buen  or- 
den,  aligerando  el  paso,  para  recibir  los  tudescos 
del  duque  Casimiro  la  vuelta  de  Grave,  y  juntos 
se  alojaron  entre  Malinas  y  Liere  y  se  fortificaron 
sabiendo  venía  para  ellos  el  ejército  del  Rey  Ca- 
tólico. S.  A.  metió  bastantes  guarniciones  en  las 
villas  comarcanas  para  asegurarlas,  y  tomó  pues- 
to para  acometer  y  socorrer  las  acometidas,  en- 
treteniendo con  prudencia  y  reputación  la  guerra 
hasta  que  llegasen  de  Borgoña  las  catorce  compa- 
ñías de  españoles  y  seis  de  caballos  ligeros  italia- 
nos, y  el  regimiento  de  tudescos  del  conde  Altemps 
y  otros  tres  mil  soldados  alemanes. 

£1  Príncipe  de  Orange  hacía  mil  insolencias, 
prendiendo,  tiranizando,  sacando  mucho  dinero  y 
persiguiendo  á  los  católicos  de  Ambers  y  de  Bru- 


—  269  — 

selas  y  del  ejército,  lo  cual  fué  ocasión  de  que 
muchos  se  alterasen  y  desabriesen;  y  S.  A.,  apro- 
vechándose de  la  ocasión,  vino  con  su  ejército 
contra  él,  y  se  determinó  combatir  la  infantería, 
porque  la  caballería  se  alojaba  de  por  sí,  por  lo 
cual  mandó  á  Octavio  Gonzaga  que  con  una  parte 
del  ejército  se  metiese  á  mano  izquierda  entre  Lie- 
re  y  Malinas  y  el  campo  de  los  rebeldes  para  qui- 
tarles el  socorro;  y  con  otra  envió  al  Príncipe  de 
Parma  á  la  mano  diestra  á  cerrar  con  la  caballe- 
ría de  los  rebeldes  si  socorriese  su  infantería,  y 
contra  ésta  partió  con  los  escuadrones  que  mira- 
ban á  ella  y  á  la  caballería  para  que  no  la  pudie- 
sen socorrer.  Estaba  bien  atrincherada,  pero  fué 
asaltada  gallardamente  de  los  españoles,  los  cua- 
les subieron  sobre  el  terrapleno  del  reparo  primero 
y  echaron  de  él  á  los  rebeldes  y  de  una  aldea  lla- 
mada Reimenant,  y  con  sobra  de  temor  se  retira- 
ron éstos  á  un  fuerte  más  principal  bien  guarneci- 
do de  artillería,  para  pelear  desde  allí  con  buena 
determinación  y  ventaja.  Los  españoles  querían  á 
todo  trance  romperlos,  y  subieron  algunas  picas  en 
lo  alto  de  la  trinchea,  yendo  los  demás  en  su  se- 
guimiento; y  considerando  S.  A.  que  no  podía 
conseguir  victoria  sin  peligro  y  pérdida  por  la  for- 
taleza del  puesto,  que  daba  ventaja  á  los  enemigos 
(aunque  los  suyos  peleaban  como  leones),  envió 
caballos  á  su  amparo  y  recogida,  y  se  retiró  á  su 
alojamiento,  gozoso  en  haber  conocido  el  poco  áni- 
mo de  los  rebeldes  en  no  venir  á  batalla  ni  pelear, 
sino  escoceses  é  ingleses,  y  en  haberles  ganado  á 
Reimenant,  y  encerrádolos  en  lo  último  de  sus  de- 


—  170  — 

feosas  con  temor  conocido  y  con  muerte  de  dos 
mil  de  lot  rebeldes. 

Procaraba  S.  A.  con  la  trasa  de  Cabrío  Cenre- 
llón  fortificarse  en  un  sitio  fuerte  junto  á  Namur 
para  hacer  rostro  al  enemigo  y  ofenderle  y  defen- 
derte. Era  so  ejército  de  treinta  mil  hombres,  in~ 
fantes  y  caballos,  gente  escogida  y  soldados  viejos. 
Era  teniente  de  S.  A.  el  Principe  de  Parma;  era 
general  de  la  caballería  Octavio  Gonzaga,  y  maes- 
tre de  campo  general  el  conde  Carlos  de  Mansfelt, 
á  los  cuales  aststiati  otros  grandes  capitanes,  qoe 
eran  D.  Pedro  de  Toledo,  O.  Femando  de  Tole- 
do, D.  Gabríel  de  ZúAiga,  Cristóbal  de  Mondragón 
y  otros.  Recelábase  S.  A.  de  qoe  juntos  los  tres 
ejércitos  del  Príncipe  de  Orange,  Casimiro  y  el 
doqoe  de  Alanzón,  no  acometiesen  alguna  empresa 
importante  ó  le  pusiesen  sitio  en  aquel  puesto,  y 
por  esto  reforzados  los  presidios  de  Namur  y  Lo- 
vaina  con  diez  y  seis  mil  soldados  escogidos,  qui- 
so acometer  al  enemigo  en  so  alojamiento.  Lleva- 
ba la  vanguardia  D.  Alonso  de  Leiva,  tan  valeroso 
y  esforzado,  que  trabó  escaramuza  con  el  ene- 
migo, en  que,  dándose  batería  por  espacio  de  seis 
horas,  quedaron  muertos  quinientos  de  los  rebel- 
des y  no  pocos  de  los  católicos,  y  por  justos  res- 
petos no  dio  S.  A.  licencia  de  que  combatiera  el 
resto  de  la  gente:  que  era  varón  de  gran  pruden- 
cia y  no  quería  poner  en  aventura  su  reputación  y 
la  confianza  que  en  él  tenia  el  Rey,  y  consideraba 
como  tan  experto  en  el  arte  militar  que  es  acto  del 
esfuerzo  la  tardanza  ó  dilación  que  hace  el  capi- 
tán prudente,  difiríendo  la  batalla  por  algún  tiem- 


—  271  — 
po,  cuando  no  tiene  copia  de  gente  ó  le  faltan  al- 
gunos ministros  y  los  espera  ó  no  tiene  buen  pues- 
to, y  con  la  dilación  le  espera  de  haber  ó  con  ella 
se  menguara  el  ejército  del  adversario  por  falta  de 
mantenimiento  ó  por  otra  razón.  Asi  le  sucedió  á 
Quinto  Fabio  con  Aníbal  en  las  Canas,  que  hacía 
muestras  de  querer  pelear  con  él  y  no  tenía  tal  in- 
tención: antes  ocupaba  tal  puesto  que,  aunque 
Aníbal  quisiera,  no  le  pudiera  traer  á  batalla;  y 
aunque  esto  le  fué  atribuido  al  principio  á  temor, 
por  lo  que  después  sucedió  con  Marco  Varrón,  le 
fué  reputado  á  virtud  de  fortaleza  y  esfuerzo,  y  así 
decía  Aníbal  que  más  temía  á  Fabio  cuando  no 
acometía,  que  á  Marcelo  cuando  peleaba. 

Tratábase  de  treguas  por  parte  de  Francia  y  de 
Inglaterra  para  tomar  algún  asiento  de  paz;  mas 
no  se  concluía  nada,  habiendo  diversos  sucesos  en 
ambas  partes  y  grandes  desórdenes  en  los  Esta- 
dos; y  así  todo  andaba  turbado  y  confuso,  y  cada 
día  sucedían  muertes,  destrozos  y  sacos  de  los 
templos  y  de  grandes  edificios,  sin  que  hubiese  re- 
sistencia á  tantos  males  por  la  mucha  insolencia 
y  crueldades  de  los  calvinistas,  de  lo  cual,  enfa- 
dado el  archiduque  Matías,  y  de  que  hubiesen  lla- 
mado al  duque  de  Alanzón  (de  quien  se  temía  que, 
efectuada  la  paz  ó  concluida  la  guerra,  le  había  de 
preceder,  conforme  á  la  promesa  que  los  Estados 
le  habían  hecho),  determinó  volverse  á  Alemania; 
pero  no  lo  puso  tan  presto  en  ejecución. 

La  Reina  de  Inglaterra,  en  orden  á  las  paces, 
envió  dos  embajadores  á  S.  A.  para  que  fuesen 
amigables  componedores  entre  el  Rey  Católico  y 


—  272   -~ 

los  rebeldes;  pero  como  era  tan  enemiga  de  la  me- 
dra de  loe  católicos,  les  dio  orden  de  que  conside- 
rasen y  advirtiesen  los  consejos  y  acciones  de  S.  A. 
y  la  gente  que  tenia  en  so  ejército.  Estos  embaja- 
dores se  volvieron  sin  efectuar  nada,  y  no  dio  lo- 
gar S.  A.  á  qoe  se  apartasen  de  so  presencia,  por- 
que hubo  aviso  de  qoe  había  salido  de  Inglaterra 
Nf os  de  Raclef,  hijo  bastardo  de  on  conde  inglés, 
con  ánimo  de  matalle  por  orden  de  estos  dos  here- 
jes. £1  cual  Raclef  era  un  gran  bellaco,  íacinaroeo 
y  homicida,  á  quien  por  sos  grandes  maldades  tenía 
preso  la  Reina  en  la  Torre  de  Londres,  y  le  habla 
dado  libertad,  aonque  lo  aborreda;  y  por  haber 
ofrecido  de  matar  á  S.  A.,  para  tener  comodidad 
de  obrar  so  traición,  le  iba  á  servir  en  el  ejército; 
pero  como  Dios  voelve  por  la  verdad  y  por  la  ino- 
cencia, tuvo  aviso  S.  A.  desde  Paris  y  lo  mandó 
prender,  á  despecho  de  los  embajadores;  y  éstos 
declararon  la  verdad,  puestos  en  salvo,  cuando  se 
volvian  á  Inglaterra,  de  que  Raclef  y  otro  compa- 
ñero habían  salido  á  matar  á  S.  A.  Este  Raclef 
habla  dicho  en  diversas  partes  que  brevemente 
haría  tal  hecho  que  se  admirase  el  mundo,  y  S.  A. 
mandó  al  capitán  Bustamante,  preboste  general 
del  campo,  lo  prendiese  junto  con  su  compañero 
y  los  llevase  á  Namur  para  que  el  Consejo  priva- 
do conociese  de  su  causa.  Echáronles  mano  y  per- 
dieron el  ánimo  y  confesaron  sin  tormento:  el  Ra- 
clef dijo  que  estando  preso  en  la  Torre  de  Londres, 
le  persuadió  uno  de  los  dichos  embajadores,  que 
era  señor  de  Valsiguen,  con  grandes  promesas, 
que  matase  á  S.  A.,  y  que  lo  pensaba  hacer  tiran- 


—  273  - 
dolé  una  daga,  en  que  era  muy  diestro,  é  irse  al 
ejército  de  los  Estados  en  un  caballo  corredor;  el 
compañero  confesó  haber  sabido  la  voluntad  de 
Raclef  y  que  procuró  apartarle  de  ella  y  no  pudo, 
y  que  todavía  tenía  esperanza  de  acabarlo  con  él, 
á  cuya  causa  no  lo  había  manifestado.  S.  A.  era 
tan  benigno  Príncipe,  que  no  los  dejó  sentenciar 
en  vida;  pero  después  de  muerto  fueron  degolla- 
dos: que  es  lo  más  cierto,  de  los  enemigos  los 
menos. 

Aunque  el  ejército  de  los  rebeldes  era  copiosísi- 
mo, por  ser  en  la  mayor  parte  bisónos  é  inexpertos, 
no  se  atrevían  á  dar  la  batalla,  y  porque  S.  A.  da- 
ba el  gasto  á  la  campaña  de  Brabante.  Con  todo 
eso,  Casimiro,  con  la  mayor  parte  de  su  gente,  fué 
á  tentar  el  ánimo  de  los  de  Lovaina  con  intento 
de  sitiarla;  pero  volvió  con  las  manos  en  la  cabe- 
za, dejando  muertos  trescientos,  saliendo  contra 
él  el  barón  de  Chererau,  y  así  se  hubo  de  ir  á  su 
alojamiento  con  miedo  y  sin  reputación:  mirad 
con  quién  y  sin  quién  para  que  le  fuese  bien. 

Había  en  Lovaina  diez  compañías  de  infante- 
ría borgoñona,  dos  de  españoles,  seis  de  tudescos, 
una  de  holandeses,  cuatro  de  valones  y  tres  de  ca- 
ballos; y  aunque  se  habían  quejado  de  tan  gran 
carga,  la  aprobaron  con  el  suceso  y  agradecieron 
su  defensa  á  la  prudencia  y  valor  de  S.  A. 

Los  rebeldes  cercaron  á  Nivele,  y  por  no  po- 
derla socorrer  S.  A.  sin  dar  la  batalla  (y  para  ello 
no  tener  iguales  fuerzas),  mandó  á  los  que  la  de- 
fendían rendirla  con  razonables  condiciones.  En- 
trando en  ella  hicieron  algunos  homicidios  en  los 


—  «74  — 
leales  contra  la  capitolación  hecha:  qae  no  hay 
ñrmeza  en  ingratoi  y  desleales.  Estaba  sa  ejército 
apestado  y  el  de  los  católicos  enfermo  de  mal  de 
cámaras  que  los  consumía  y  apuraba,  y  S.  A.,  co« 
motan  cristiano  y  benij^roo  Principe,  se  quedaba  en 
la  retai^rdia  recogiendo  los  que  no  podían  seguir 
el  campo;  visitaba  los  heridos  y  los  animaba  y 
alentaba;  luego  buscaba  carros  en  que  llevarlos,  y 
con  palabras  amorosisimas,  y  casi  con  lágrimas  ea 
los  ojos,  les  preguntaba  la  cansa  de  su  enferme- 
dad, y  por  sn  persona  los  visitaba  en  sus  barracas 
acompaftando  al  Santísimo  Sacramento,  y  pro- 
veiendo  regalos  para  los  más  necesitados.  Asimis- 
mo mandaba  al  P.  Orantes,  su  confesor,  de  la  Or- 
den de  San  Francisco,  de  quien  al  principio  de 
este  libro  se  biso  mención,  que  en  los  hospitales 
no  faltase  cosa  alguna  á  los  enfennos  ni  muriese 
alguno  sin  los  Santos  Sacramentos,  aunque  fuese 
de  los  apestados  que  tenían  hospital  aparte;  reci- 
bía con  piadosísimas  entrañas  los  más  pobres,  des- 
nudos y  desechados,  consumiendo  lo  más  de  sn 
sueldo  en  regalarlos  y  acariciarlos. 

En  tres  meses  que  estuvo  S.  A.  en  campaña,  re- 
formó el  ejército  de  manera  que  la  nación  españo- 
la parecía  convento  de  religiosos.  Confesaba  dos 
veces  al  mes  para  tener  limpia  su  conciencia;  pro- 
curaba quitar  los  pecados  públicos,  proveyendo  de 
predicadores  y  confesores  que  diesen  pasto  á  su 
ganado;  no  consentía  frailes  ni  clérigos  perdidos 
y  vagantes,  ni  se  alojaba  jamás  en  lugares  sa- 
grados sin  precisa  necesidad,  ni  consentía  cuerpos 
de  guardia  si  no  fuese  para  defender  la  entrada  al 


—  275  — 
enemigo;  reconocía  de  Dios  los  buenos  sucesos,  y 
le  daba  muchas  gracias  por  ellos;  armóse  con  el 
santo  temor  de  Dios,  á  quien  había  de  dar  estre- 
cha residencia;  entró  en  el  gobierno  de  Capitán 
General  y  Gobernador  de  los  Estados,  cual  sabio 
médico  en  un  hospital  general  donde  hay  dolien- 
tes de  todas  enfermedades,  aplicándoles  las  me- 
dicinas necesarias  conforme  á  sus  dolencias;  ha- 
cíase amar  antes  que  temer;  no  se  airaba  ni  se 
aceleraba  en  los  negocios,  teniendo  á  la  ira  por 
enemiga  del  consejo,  y  á  la  aceleración  por  madre 
del  engaño;  era,  finalmente,  S.  A.  un  espejo  de 
Príncipes,  á  quien  desearon  sumamente  quebrar 
ó  escurecer  sus  mortales  enemigos;  pero  no  pu- 
dieron, que  era  de  acero,  no  de  vidrio. 


CAPITULO  XXVI 

Mmrk  Í4  D,  Jtum  d€  AialriM,  ccn  U  pwitmnl  nÜMÓm  dé  h 
iitcédéétú  M  tÜM» 

Viendo  el  Rey  Católico  ca¿n  poco  podían  con  la 
Reina  de  Inglaterra  amenazas  y  ofertas  para  que 
desistiese  de  favorecer  á  los  tiranos  y  rebeldes  de 
Flandes,  trató  de  darle  f>;uerra  por  Escocia  para 
que,  acudiendo  al  daño  propio,  se  descuidase  del 
ajeno,  y  para  esto  se  echó  voz  de  que  S.  M.  hada 
la  guerra  en  venganza  de  las  opresiones  hechas 
con  tiranía  á  la  Reina  María  Estuart,  parienta 
cercana  de  la  Casa  de  Guisa,  favoreciendo  á  los 
Principes  de  ella  para  la  ejecución  de  su  deseo.  En 
orden  á  esto,  S.  A.  estaba  de  acuerdo  con  ellos, 
y  daba  medio  en  evitar  las  salidas  de  los  france- 
ses en  favor  de  los  rebeldes  de  Flandes,  poniéndo- 
los en  tanto  cuidado,  que  su  Rey  (que  procedía 
cautelosamente  en  las  cosas  de  Italia  y  Flandes) 
volviese  todo  su  estudio  y  diligencia  en  atenderá 
su  conservación,  proveyendo  primero  en  su  duelo 
que  en  l6s  ajenos. 

S.  A.  había  despachado  á  S.  M.  un  embajador 
dándole  aviso  de  lo  que  había  tratado  con  el  du- 
que de  Guisa  y  del  estado  de  la  guerra,  pidiendo 
dineros  y  gente  (que  son  los  nervios  de  ella), 
porque  los  enemigos  le  estaban  superiores  en  el 


_  277  — 
número,  aunque  no  en  el  ánimo.  El  Rey  no  se  ha- 
bía descuidado  en  dar  priesa  á  los  Virreyes  de  Ita- 
lia para  que  enviasen  los  tercios  de  españoles  de 
ella,  y  asimismo  un  buen  número  de  caballería  ita- 
liana y  española,  y  la  esperaba  con  deseo  ardiente 
y  con  igual  necesidad. 

A  este  tiempo  le  dio  á  S,  A.  el  mal  de  la  muer- 
te: no  se  sabe  si  se  ocasionó  de  una  enfermedad 
secreta  que  tenía  de  almorranas,  si  de  la  contagión 
del  aire,  si  del  trabajo  padecido  en  el  ejército  ó  de 
veneno,  que  todas  estas  cosas  tenían  cabida  en  su 
enfermedad,  como  se  manifestó  después  de  muer- 
to. No  se  tuvo  al  principio  por  peligrosa;  mas  al 
segundo  día  dijo  S.  A.  á  su  confesor  que  aunque 
los   médicos  decían  que  no  era  nada  su  mal,  él 
sentía  que  le  iban  faltando  las  fuerzas  y  que  se 
moría,  y  que  estaba  contentísimo  de  hallarse  en 
este  trance  tan  pobre  y  morir  enmedio  de  sus  sol- 
dados y  ejército,  en  una  humilde  barraca  en  el 
campo,  como  pobre  soldado,  porque  las  riquezas 
no  le  estorbaban  para  darse  todo  á  Dios,  en  quien 
fiaba  le  había  de  dar  su  gloria  por  los  merecimien- 
tos de  la  sangre  de  Jesucristo.  Jueves  25  de  Sep- 
tiembre se   confesó  con  gran  contrición  y  arre- 
pentimiento de  sus  pecados,  diciendo  después  de 
la  confesión  que  de  ninguna  cosa  tenía  mayor  sen- 
timiento que  de  haber  defendido  con  alguna  remi- 
sión la  parte  de  Dios  y  del  Rey;  mas  que  fiaba  en 
la  Divina  Majestad  aceptaría  ésta  su  muerte  como 
si  fuera  peleando  en  defensa  de  su  santa  fe,  y  el 
Rey  su  hermano  la  pondría  á  sú  cuenta  como  si 
fuera  defendiendo  sus  Estados,  y  así  esperaba  en 


80  clemencia  acudiría  al  cumplimiento  de  sn  alma 
y  miraría  por  sus  criados,  y  le  suplicaba  y  pedia 
por  merced  le  mandase  enterrar  con  el  Emperador 
Carlos  V  sa  padre;  y  si  en  esto  no  hubiese  lugar, 
le  diese  sepultura  en  el  monasterio  de  Nuestra  Se- 
ñora de  Monserrate,  á  donde  tenia  particular  de- 
voción, imitando  á  la  que  tuvo  á  este  gran  santua- 
rio el  emperador  Caríos  quinto  su  padre  que  le 
hiso  grandes  limosnas;  y  con  andar  siempre  em- 
peñado en  sus  guerras»  jomadas  y  empresas,  acu- 
dió liberalmente  á  favorecerlo,  ¿  hizo  merced  al 
abad  de  esta  casa  del  oficio  de  sacristán  mayor  de 
la  Casa  Real  en  los  tres  Estados,  Aragón,  Catalu- 
ña y  Valencia,  como  consta  por  su  privilegio,  dado 
en  Barcelona  á  13  de  Enero  del  año  de  1520. 

Domingo  28  del  dicho  mes  se  volvió  á  recond- 
liar,  y  comulgó  con  muchas  lágrimas  y  suspiros 
(claras  señales  de  un  grande  arrepentimiento  y 
dolor),  y  pidió  después  de  la  Comunión  que  cuan- 
do lo  demandase  la  necesidad,  se  le  diese  la  Extre- 
maunción. Delante  de  las  personas  más  graves  del 
ejército  y  del  Consejo  de  Estado,  nombró  á  Ale- 
jandro Famesio,  principe  de  Parma,  por  sucesor 
suyo  en  el  gobierno  de  Flandes  y  del  ejército  hasta 
que  S.  M.  mandase  otra  cosa,  y  no  dos  horas  des- 
pués se  le  comenzó  á  turbar  el  juicio,  aunque  á  ra- 
tos le  tenia  vivo  y  entero.  Lunes  y  martes  estuvo 
con  esta  turbación  y  muestras  de  gran  dolor,  y  este 
mismo  martes  en  la  noche  le  preguntó  su  confesor 
si  quería  la  Extremaunción,  y  respondió  que  sí,  y 
se  le  dio  luego  y  la  recibió  en  su  sentido.  Miérco- 
les por  la  mañana  le  dijeron  misa  delante  de  la 


—  279  — 

cama,  y  ya  tenía  turbados  los  ojos;  pero  advir- 
tiéndole  que  alzaban  el  Santísimo  Sacramento, 
acudió  á  quitarse  el  bonetillo  que  tenía  en  la  ca- 
beza y  le  adoró.   Pasóse  un  poco  de  tiempo  en 
oración  y  en  nombrar  los  dulcísimos  nombres  de 
Jesús  y  María,  y  este  día  dio  su  alma  al  Cria- 
dor entre  las  doce  y  la  una,  con  grande  conformi- 
dad de  espíritu,  en  aquella  pobre  choza  ó  barraca. 
El  discurso  de  su  enfermedad  y  muerte  escribió 
su  médico  al  Rey  Católico,  y  yo  tuve  ventura  de 
haber  el  mismo  papel  original  que  se  envió  á  S.  M., 
y  le  tengo  y  guardo  entre  mis  papeles,  y  dice  al 
pie  de  la  letra  lo  siguiente:  «Porque  fué  fuerza 
que  escribiese  la  relación  del  proceso  y  suceso  de 
la  enfermedad  del  Sermo.  Sr.  D.  Juan  de  Austria, 
mi  señor,  á  dos  horas  después  que  espiró,  no  pu- 
de decir  algunas  cosas  más  en  particular  y  otras 
que  después  se  vieron,    las  cuales  es  justo  que 
V.  M.  las  sepa.  Y  para  que  mejor  se  entienda,  re- 
feriré en  suma  desde  el  principio  de  su  mal  lo  que 
ha  pasado.  Es,  pues,  así:  que  un  martes,  i6  de 
Septiembre,  á  las  ocho  de  ia  noche,  sintió  S.  A. 
una  calentura  pequeña  con  algún  desabrimiento  de 
toda  la  persona,  la  cual  tuvo  toda  la  noche  y  el 
miércoles  siguiente  en  el  mismo  tenor,  y  aunque 
la  calentura  quedó,    cesaron  los  desabrimientos 
el  miércoles  á  la  mañana,  y  como  no  le  daba  mu- 
cha pena,  no  quiso  hacer  cama,  antes  se  levantó 
y  tuvo  negocios  en  su  aposento  y  Consejo,  y  salió 
á  visitar  alguna  parte  de  los  cuarteles.  El  miér- 
coles en  la  noche,  á  la  misma  hora  que  le  había 
comenzado  el  martes,  subió  la  calentura  notable- 


—  i8o  — 

mente,  de  suerte  que  se  únúó  üaitigado,  y  asi 
lo  estuvo  toda  la  noche,  y  con  machas  angustias; 
y  el  jueves  &  la  maftana  la  tenia  en  el  mismo  te- 
nor, y  casi  en  ese  duró  hasta  el  domingo,  que  fué 
el  quinto,  en  el  cual,  á  las  tres  de  la  tarde,  tuvo 
un  poco  de  horror  y  luego  subió  un  poco  más  la 
calentura;  y  de  alli  á  hora  y  media  sudó  por  toda 
la  persona  un  sudor  caliente,  aunque  con  muchas 
congojas,  y  duró  el  sudor  casi  una  hora  y  no  era 
muy  coptoeo;  acabado  de  sudar,  quedó  sin  ningún 
alivio,  y  la  calentura  en  el  ser  que  antes« 

De  allí  adelante  tuvo  crecimientos  cada  noche, 
muy  conocidos  desde  las  nueve  de  la  noche  hasta 
otro  dia  casi  á  la  misma  hora,  en  que  le  volvía  á 
crecer;  en  el  cual  tiempo  el  pulso  se  retiraba  no- 
tablemente y  se  enfriaban  un  poco  los  extremos, 
y  tardaban  en  calentarse  hasta  la  una  de  la  no- 
che. De  modo  que  duraba  el  principio  de  la  ac- 
cesión cuatro  ó  cinco  horas,  y  el  pulso  tardaba 
más  en  volver  á  su  ser  (digo  á  no  estar  retirado), 
y  esto  era  un  día  más  que  otro  en  forma  de  ter- 
ciana doble,  no  tan  continua,  y  esta  forma  guar- 
dó hasta  el  onceno.  Desde  el  onceno  no  aparecie- 
ron los  crecimientos  tan  manifiestos;  mas  la  ca- 
lentura siempre  perseveraba  en  el  tenor  que  antes, 
y  esto  hasta  el  fin  del  catorceno,  en  el  cual  cre- 
ció mucho  y  duró  así  hasta  seis  horas  antes  que  se 
cumpliese  el  fin  del  quinceno  día.  Esta  fué  la  for- 
ma que  tuvo  la  fiebre.  £1  calor  era  tan  mordaz,  asi 
de  dentro  como  de  fuera,  que  no  se  podía  sufrir. 

Los  accidentes  que  la  acompañaron  desde  el  se- 
gundo  dia,  que  fué  miércoles  en  la  noche,  fue- 


—  28l    — 

ron  un  dolor  tan  grande  de  toda  la  cabeza,  prin- 
cipalmente de  la  media  izquierda,  y  más  en  el  ojo 
y  oído  izquierdo,  que  le  sacaba  de  juicio  y  le  to- 
maban desmayos,  y  decía  que  parecía  que  le  que- 
maban todo  aquel  medio  lado  de  la  cabeza,  y  prin- 
cipalmente el  ojo  y  oído,  y  que  de  poco  en  poco 
le  daban  unas  punzadas  que  le  hacían  quedar  sin 
sentido,  y  así  de  poco  en  poco  le  veíamos  quedar 
medio  desmayado. 

Tenía  junto  con  esto  unos  saltos  de  corazón  que 
de  cuarto  de  hora  á  cuarto  de  hora  (y  algunas  ve- 
ces menos)  le  hacían  levantar  el  cuerpo  de  la  ca- 
ma, y  decía  le  daban  grande  pena  y  angustia  de 
corazón  y  que  se  sentía  muy  apretado  de  ello. 

Tenía  asimismo  tantas  ventosidades  y  eructos 
por  la  boca,  que  le  venían  á  ahogar,  las  cuales  de- 
cía le  daban  grandísima  pena  y  sentía  escocimien- 
tos en  la  garganta  cuando  las  echaba.  Sentía  asi- 
mismo desde  este  día  tanta  pena  y  escocimiento 
en  la  garganta,  que  no  lo  podía  sufrir,  agora  co- 
miese ó  bebiese  algo,  ó  vomitase,  agora  no.  Sin- 
tió luego  tanta  sed,  que  no  la  podía  sufrir,  aunque 
la  lengua  los  dos  días  primeros  no  se  le  secaba  si- 
no muy  poco,  y  fué  de  grande  admiración  que 
desde  este  día  no  fué  posible  comer  ni  meter  en 
la  boca  cosa  que  no  fuese  líquida,  como  caldo  del- 
gado ó  zumo  de  capón  y  destilados;  y  si  en  otra 
forma  tomaba  alguna  cosa,  tomábanle  unas  ansias 
y  unos  ascos,  y  daba  tantas  voces  que  parecía 
que  rabiaba,  y  perdía  los  pulsos,  y  algunas  veces 
vomitaba  lo  que  acababa  de  tragar,  cosa  en  él  no 
acostumbrada,  porque  jamás  podía  vomitar. 


—  a8a  - 

Tuvo  tras  esto,  desde  este  día,  temblores  de 
manos,  brazos,  lengua  y  ojos,  y  tanta  Baqueza  en 
el  movimiento,  que  casi  no  se  podía  mover  en  la 
cama,  y  así,  cuando  se  levantaba  á  hacer  cámara, 
era  menester  levantarle  en  brasos  dos  ó  tres  per- 
sooM,  y  el  tiempo  que  se  detenia  en  el  servicio  se 
desmayaba  tres  ó  cuatro  veces,  de  suerte  que  per- 
día el  sentido  y  los  pulsos;  y  cuando  volvía  al  le- 
cho quedaba  tan  cansado,  que  no  se  meneaba  por 
una  hora. 

No  era  posible  dormir  de  noche  ni  de  día,  sino 
muy  poco  y  con  sueños  turbados  y  desasosegados, 
y  de  cosas  de  enemigos,  y  que  le  venían  á  matar, 
y  de  los  ingleses  que  poco  antes  habían  prendido; 
la  respiración  era  tan  cansada,  que  decía  no  podía 
levantar  el  pecho. 

La  cámara  que  hada  era  poca  y  líquida  y  de 
color  de  cenisa,  y  siempre  con  mucha  dificultad 
y  dolores;  la  orina  delgada  y  un  color  de  hollín 
hasta  el  quinto,  y  de  allí  hasta  el  onceno,  rubra, 
crassa,  con  el  cerco  alto  verde  y  oleoso.  Estos  ac- 
cidentes le  duraron  hasta  el  onceno,  salvo  que  el 
dolor  de  cabeza,  oído  y  ojo,  y  los  saltos  de  cora- 
i6n  cesaron  algo  con  los  remedios;  pero  el  tem- 
blor perseveró,  hasta  que  espiró,  aumentándose 
algunas  veces. 

Sobreviniéronle  al  seteno  unas  manchas  de  ta- 
bardillo coloradas  y  pocas;  al  nono  muchas  y  al 
onceno  tantas,  que  no  había  donde  poner  la  cabe- 
za del  dedo  sin  topar  eu  manchas,  porque  estaba 
cuajado,  y  al  doceno  y  catorceno  tantas  que  past- 
cía  estar  todo  hecho  una  plasta,  y  entre  ellas  ha- 


—  283  — 

bía  algunas  lívidas  y  casi  azules,  y  otras  coloradas, 
anchuelas,  y  en  medio  unas  puntas  negras  y  ás- 
peras. 

A  la  salida  del  seteno  le  comenzaron  unas  cá- 
maras que  le  duraron  hasta  el  nono,  en  el  cual 
tiempo  hacía  como  trece  ó  catorce  cámaras,  y  todas 
más  líquidas  que  moderadas  y  de  color  de  ceniza, 
y  algunas  mezcladas  de  amarillas.  Tuvo  también 
desde  los  primeros  días  que,  para  echar  una  vento- 
sidad, le  tomaban  ansias  de  muerte,  y  asimismo, 
cuando  hacía  la  cámara,  en  este  tiempo  que  tuvo 
las  cámaras,  era  cosa  de  compasión  el  ver  las  an- 
gustias y  dolores  que  decía  pasaba,  que,  como  dije 
arriba,  se  desmayaba  de  cada  día  más. 

Tomábanle  unos  paroxismos  semejantes  á  epi- 
lépticos, y  esto  aunque  no  se  levantase  de  la  cama, 
sino  que  se  estuviese  echado,  y  primero  que  hacía 
la  cámara  pasaba  una  hora,  y  en  este  tiempo  sen- 
tía grandísima  pena  y  ansias.  Olía  toda  la  persona 
tan  mal  (dejando  aparte  los  excrementos),  que  no 
se  podía  estar  en  el  aposento,  y  esto  hasta  el  fin. 

Al  fin  del  onceno  le  vino  un  sueño  muy  grave, 
que  con  dificultad  se  podía  despertar,  junto  con 
algún  delirio. 

Al  fin  del  doceno  cesó  el  sueño  y  quedóse  con 
el  delirio;  perseveró  hasta  el  catorceno,  en  el  cual 
le  volvió  el  sueño,  con  el  cual  acabó,  aunque  des- 
de el  onceno  hasta  el  fin  volvía  á  ratos  en  sí  y  que- 
daba en  su  juicio. 

Desde  este  día  la  orina  fué  delgada,  con  un  cer- 
co verde,  y  perspicua  hasta  que  acabó. 

El  pulso  fué  siem.pre  frecuente  y  parado  y  dé- 


bil,  y  Unto,  qoe  no  se  osaba  acometer  con  reme- 
dios que  no  fuesen  leves. 

Las  ocasiones  qoe  precedieron  á  tanta  maligni- 
dad y  gravedad  de  enfermedad  fueron  una  reten- 
ción de  almorranas  de  más  de  un  año  qoe  solía 
purgar  mocha  sangre  por  ellas,  y  en  todo  este  año 
ni  gota,  y  haberle  cesado  otra  qoe  se  soHa  hacer 
en  el  tiempo  que  le  daba  so  dolor,  cólico  y  ron- 
chas, porqoe  no  le  habla  acodido  on  aAo  había 
poco  más  ó  menos,  y  tras  esto  muchos  trabajos  y 
densostegos  de  cuerpo  y  ánimo,  porque  era  gran- 
de su  diligencia,  solicitod  y  coidado  qoe  tenía  en 
todas  lascosas  siempre,  y  más  en  estos  tíem|x>8  que 
el  enemigo  estaba  pujante  y  tenía  noticia  de  algo- 
nos  que  le  trataban  daftar,  como  eran  los  ingleses. 

Poaito  esto  ansí  como  en  realidad  de  verdad 
pasó,  y  entendida  la  gravedad  y  malignidad  de  la 
enfennedad,  púsose  toda  la  diligencia  loego  que 
pndimoe,  y  asi  se  sangró  luego  dos  veces  y  le  pur- 
gó con  una  porga  leve  de  boena  mano  con  jarabe 
rosado  de  nueve  infusiones,  porque  ni  las  fuerras 
ni  estado  de  la  enfermedad  sufrían  cosa  más  fuer- 
te; y  aunque  en  todo  le  sucedió  bien,  qoe  purgó 
bien  y  con  facilidad  (salvo  los  dolores  de  abajo) 
y  se  le  remitieron  algunos  accidentes,  en  especial 
los  dolores  de  cabeza,  ojo  y  oído  y  las  ventosida- 
des, perdió  luego  Us  fuerzas  de  tal  suerte,  que  no 
se  pudo  usar  más  de  remedios  fuertes;  pero  usóse 
con  alguna  sospecha  de  remedios  contra  veneno, 
agora  fuese  de  fuera,  agora  de  dentro,  por  corrup- 
ción maligna  de  humores  y  de  otros  que  se  usan 
en  estas  fiebres  de  tabardillo,  como  es  piedra  be- 


—  285  — 

zaar  y  confección  de  jacintos  y  otras  bebidas  á  pro- 
pósito, y  adelante  se  le  escarificaron  las  almorra- 
nas y  sangría  de  narices  y  postura  de  cosas  en  la 
cabeza,  y  muchas  ventosas  al  tiempo  que  las  pe- 
dían los  accidentes  y  pintas;  y  esto  sin  perder  un 
punto  en  lo  que  era  de  nuestra  parte,  especial- 
mente que  desde  el  segundo  día  se  entendió  la  di- 
ficultad que  traía  el  negocie. 

Allegábase  á  sospechar  esto  el  ver  que  en  estos 
tiempos  en  estos  Países  andan  unas  calenturas 
continuas  y  continentes,  á  las  cuales  se  les  siguen 
unos  tubérculos  á  las  ingles  y  subalis,  y  á  otras 
carbuncos,  de  las  cuales  se  mueren  casi  todos,  y 
esto  á  lo  más  largo  al  quinto,  y  otros  en  veinti- 
cuatro horas,  en  especial  los  niños,  y  los  que  pa- 
ran en  tabardillo  duran  más,  pero  mueren  asimis- 
mo los  más,  y  ésta  es  la  peste  que  en  estos  tiem- 
pos Dios  ha  enviado  en  estos  Países.  Después  de 
todo  esto,  por  falta  de  materiales,  no  se  pudo 
abrir  el  cuerpo  hasta  veinticuatro  horas  después 
de  muerto;  y  cuando  entramos  á  haberlo  de  hacer, 
no  se  podía  sufrir  el  mal  olor  del  aposento,  que 
era  más  y  más  indecible  que  el  ordinario  en  se- 
mejantes casos;  y  el  cuerpo  por  de  fuera,  desde  los 
hombros  hasta  los  muslos  en  longitud,  y  desde  la 
espina  hasta  junto  á  las  tetillas  en  latitud  y  om- 
bligo, estaba  negro,  veré  negro,  y  los  remates 
verdes,  y  detrás  de  las  orejas  y  á  los  pies  man- 
chas azules  á  trechos  y  los  brazos  hasta  los  codos 
negros;  y  dadas  navajadas,  estaba  la  carne  del 
mismo  color  y  no  salía  humedad  ninguna,  y  la  car- 
ne parecía  engrudo. 


—  i86  - 

Después  de  abierto  vimos  todo  lo  interior»  co- 
mo son  tripas,  pulmón,  hígado  y  lo  demás,  ne- 
gro y  verde  y  mezclado  de  colorado;  y  llegado  á 
tomar  con  los  dedos  de  ana  parte,  asi  se  dMasfa  de 
la  otra  como  si  fuera  borra,  y  el  corazón  casi  no 
tenia  sangre,  y  tan  arrogado  y  marchito  como  un 
paik>  mojado. 

El  cerebro  y  telas  en  que  se  envuelve,  estaba 
tan  teco  todo,  qoe  parecía  haberlo  limpiado  á  pos- 
ta de  toda  humedad  y  sangre;  y  esto  es  de  adver- 
tir que  los  que  mueren  de  tabardillo,  especial- 
mente en  pasiones  de  cabeza,  como  es  delirio  y 
sneAo,  oomo  se  ha  visto  en  anatomías,  snelen  te- 
ner en  el  corazón  más  sangre  y  mucha  agna  entre 
las  telas,  y  en  toda  la  capacidad  y  la  sobstancia 
del  cerebro  y  telas  muy  húmedas. 

Esta  es  la  historia  de  lo  que  se  vio  en  el  proce- 
so de  la  enfermedad  y  en  la  disección  de  aquel 
bendito  cuerpo,  en  suma,  aunque  me  dejo  algunas 
cosas  por  la  prolijidad  y  porque  no  son  de  tanta 
importancia  como  las  dichas.  Los  médicos  que  se 
hallaron  presentes  á  la  cura  fueron  el  doctor  del 
Excelentísimo  Principe  de  Parma  y  uno  del  cam- 
po, y  el  licenciado  Antonio  Pérez  y  yo,  como  más 
obligado,  aunque  pluguiera  á  Dios  que  antes  yo 
muriera  que  tal  suceso  viera.» 

Hasta  aquí  son  formales  y  puntuales  palabras 
de  la  dicha  relación,  que  originalmente  está  en  mi 
poder  como  tengo  dicho,  y  de  ella  parece  colegir- 
se que  su  muerte  más  fué  de  veneno  que  de  tabar- 
dillo; y  no  me  admiro  de  esto,  pues  andando 
S.  A.  metido  en  tantos  peligros  y  tratando  con 


—  287  — 

tantas  y  tan  diversas  naciones,  y  pasando  la  vida 
en  tierra  ajena  tan  llena  de  enemigos,  y  siendo 
tan  frecuente  para  todos,  se  puede  presumir  que 
no  faltaría  algún  traidor  que  se  le  diese,  cuando 
tantos  andaban  tras  de  quitarle  la  vida. 

Ni  es  nuevo  en  el  mundo  morir  los  grandes 
Príncipes  y  capitanes  de  veneno  dado  por  sus  ene- 
migos. Claudio  César  murió  de  veneno,  como  lo 
cantó  Ausonio  en  este  verso: 

Claudias  ambiguo  conclussit  fata  veneno. 

La  misma  muerte  de  veneno  tuvieron  Lothario, 
rey  de  Francia;  Constantino,  emperador,  hijo  de 
Heraclio;  Carolo  Calvo,  emperador  y  rey  de 
Francia,  á  quien  echó  veneno  en  la  bebida  un 
médico  suyo  judío,  llamado  Sedechías;  Julio  Fo- 
lión, tribuno;  Ludovico  Balbo;  Aníbal,  cartagi- 
nense, capitán  general  contra  romanos;  Arato,  du- 
que y  capitán  general  de  Macedonia;  Ladislao, 
rey  de  Apulia,  que,  trayendo  guerra  con  los  flo- 
rentinos, por  su  orden  fué  muerto  como  se  va  di- 
ciendo; Guillermo,  duque  de  Verona;  Carolo,  oc- 
tavo rey  de  Francia;  Temístocles,  y  otros  que  se- 
ría cosa  prolija  referir:  que  no  hay  prometerse 
seguridad  el  que  vive  entre  enemigos  y  traidores. 


CAPITULO  XXVII 

LUvm  d  etmpo  iiS.  A,á  N«M«r  y  dtm  mUciñ  i  S.  If  • 
ii  M  mmrU  y  lo  mmmi*  trtur  al  BiwhaL 

Llevó  Dios  i  S.  A.  &  su  Reino  celes i....,  ...e- 
diante  nuestra  fe,  siendo  de  edad  de  treinta  y  tres 
afios,  cumplidos  á  i/  de  Octubre  del  año  que  llo- 
vamos de  setenta  y  ocho.  Llevaron  el  cuerpo, 
acompañándolo  todo  el  ejército  en  hombros  de  co- 
roneles y  maestres  de  campo  á  la  ciudad  de  Namur, 
donde  lo  depositaron  en  la  iglesia  catedral  hasta 
dar  cuenta  á  S.  M.  Fué  grande  el  sentimiento  de 
todos  sus  soldados,  que  le  amaban  ternissimamen- 
te:  lloraban  unos  y  lamentábanse  otros  viendo 
muerto  al  esfuerzo  de  la  guerra,  el  ornamento  de 
la  paz,  la  honra  de  los  nobles,  el  modelo  de  los 
jueces,  el  padre  de  la  patria,  el  reparo  de  los  po- 
bres, el  amigo  de  los  buenos,  el  espanto  de  los  ma- 
los y  el  defensor  de  la  fe  católica  y  sagrada.  Jun- 
táronse en  este  nuevo  Scipión  lo  que  en  pocos  ca- 
pitanes vemos  junto,  esto  es,  amor,  temor  y  reve- 
rencia, y  así  traia  su  campo  tan  disciplinado,  que 
ni  se  veían  en  él  deshonestidades,  ni  se  oian  jura- 
mentos, porque  tenia  S.  A.  desterrados  los  vicios 
públicos  y  toJo  andaba  con  recato  y  cristiano  pro- 
ceder: que  al  paso  de  la  cabeza  andan  los  miem- 
bros. 


—  289  — 

Es  cosa  ordinaria  haber  sentimientos  en  los  ele- 
mentos y  en  otras  cosas,  en  las  muertes  de  los  gran- 
des Príncipes,  como  lo  da  á  entender  San  Ambro- 
sio en  el  principio  de  la  oración  fúnebre  que  tuvo 
en  las  honras  del  Emperador  Teodosio,  por  estas 
palabras  traducidas  de  su  gallardo  latín:  «Esto  nos 
amenazaban  los  grandes  terremotos  y  copiosas 
lluvias  que  habemos  tenido,  y  esto  nos  anunciaba 
el  tiempo,  más  tenebroso  y  obscuro  de  lo  acostum- 
brado; y  era  que  el  clementísimo  Emperador  Teo- 
dosio se  nos  había  de  morir. > 

Siendo  esto  así,  ¿quién  duda  de  que  anunció  la 
muerte  de  este  Príncipe  el  cometa  de  que  atrás 
queda  hecha  mención?  Y  á  esta  señal  del  cielo  co- 
rrespondió otra  en  la  tierra,  tañéndose  la  campa- 
na de  Velilla,  lugar  del  reino  de  Aragón,  en  la 
diócesis  de  Zaragoza,  campana  que  suele  tañer  al- 
gunos meses  antes  que  suceda  en  la  cristiandad 
alguna  cosa  adversa,  como  lo  refieren  graves  au- 
tores y  la  experiencia  lo  ha  manifiestado;  pues  es- 
ta campana  se  tañó  el  año  de  1435  á  4  de  Agosto, 
cuando  fueron  presos  el  Rey  D.  Alonso  de  Aragón 
y  el  Rey  D.  Juan  de  Navarra,  su  hermano;  tañóse  el 
año  1485  por  tres  días  enteros,  cuando  unos  judíos 
se  concertaron  de  quitar  la  vida  al  maestro  Pedro 
de  Arbués,  inquisidor  de  Aragón  y  canónigo  de 
la  Seo  de  Zaragoza,  y  de  hecho  se  la  quitaron  de- 
lante del  coro  de  la  dicha  iglesia,  donde  está  se- 
pultado; tañóse  el  año  1516,  antes  de  la  muerte 
del  Rey  D.  Fernando  el  Católico;  tañóse  el  año 
1527,  cuando  saquearon  á  Roma  Carlos  de  Bor- 
bón  y  los  soldados  del  Emperador  Carlos  V;  ta- 

'9 


—  190  - 

ftóee  el  uho  de  1558;  taAóse  caando  murió  el  Em- 
perador Carlos  V  y  sos  dos  hermanas,  Doña  Leo- 
nor, Reina  de  Francia,  y  I>ofta  Maria,  Reina  de 
Hungría;  tañóse  el  aik>  de  1568,  cnando  se  altera- 
ron los  moriscos  de  Granada  é  hicieron  conciertos 
de  levantarse  en  EspaAa,  en  el  cual  año  sucedió 
también  la  prisión  y  muerte  del  Principe  D.  Car- 
los; tañóse  también  este  año  en  que  murió  S 
que  fué  el  de  1578,  en  el  cual  sucedió  también  U 
muerte  de  O.  Sebastián,  Rey  de  Portugal;  des- 
pués acá  se  ha  tañido  otras  veces,  como  se  puede 
ver  en  el  discorso  elegante  que  de  esta  campama 
ha  hecho  el  Dr.  D.  Juan  de  Quiñones,  alcalde  de 
Corte  por  S.  M. 

Muerto  S.  A.,  el  P.  Fr.  Francisco  de  Oran- 
tes, su  confesor,  de  quien  atrás  queda  hecha  men- 
ción, envió  una  complida  relación  á  S.  M.,  dándo- 
le cuenta  muy  por  menudo  de  lo  que  había  pasa- 
do en  su  muerte  y  de  lo  que  en  particular  había 
comunicado  con  él,  y  entre  otras  cláusulas  dice  lo 
siguiente: 

«Todo  el  tiempo.  Poderosísimo  Señor,  que  S.  A. 
estuvo  en  el  castillo  de  Namur,  ó  lo  más  del,  gas- 
taba en  componerse  con  Dios  y  dar  orden  en  sus 
cosas,  pidiéndome  muchas  veces  encarecidamente 
rogase  á  Dios  por  los  méritos  y  celo  del  invictísi- 
mo Emperador  su  padre,  que  pues  no  tenía  otra 
cosa  que  su  persona  p>ara  ofrecerle,  la  emplease 
en  la  defensa  de  la  religión  católica.»  Y  luego, 
más  abajo,  añade  que  le  dijo  de  esta  suerte:  «Pa- 
dre mío,  para  que  por  agora  y  para  siempre  en- 
tienda cuál  es  mi  última  voluntad  y  disposición. 


—  2gi  — 

fuera  de  lo  que  tenemos  tratado,  teniéndome  á  sus 
pies  advierta  lo  que  le  quiero  decir,  que  es  justo 
que  yo  me  acuerde  de  mi  alma  y  de  mi  cuerpo,  y 
esas  cosas  que  están  á  mi  cargo,  como  son  cria- 
dos, deudos  y  hermano.  El  alma  encomiendo  á 
Dios  y  al  padre  mío;  cuanto  á  mi  cuerpo,  bien  en- 
tiendo que  hace  poco  al  caso  el  lugar  donde  ha 
de  reposar  hasta  el  día  del  Juicio;  mas  quiérole 
encargar  y  pedir  que  en  mi  nombre  suplique  á 
la  Majestad  del  Rey,  mi  señor  y  hermano,  que 
mirando  á  lo  que  le  pidió  el  Emperador  mi  pa- 
dre, y  á  la  voluntad  con  que  yo  le  procuro  servir, 
alcance  yo  de  S.  M.  esta  merced:  que  mis  huesos 
hayan  algún  lugar  cerca  de  los  de  mi  señor  y  pa- 
dre, que  con  esto  quedarán  mis  servicios  satisfe- 
chos y  pagados.  Cuanto  á  la  obligación  de  perso- 
nas que  yo  tengo  y  cuentas,  muy  claras  son  y  po- 
cas;» y  al  remate  de  la  relación  concluye  así: 
«Este  fué,  Poderosísimo  Señor,  el  fin  y  remate  de 
una  vida  tan  gloriosa  de  este  hijo  y  siervo,  como  él 
se  nombraba,  de  V.  M.;  y  según  entiendo,  en  trein- 
ta y  tres  años  que  vivió,  cumplió  la  voluntad  de  los 
dos  padres  que  tuvo,  de  su  señor  y  padre  el  Em- 
perador, y  de  V.  M.;  porque  según  S.  A.  me  ha- 
bía dicho,  la  Majestad  del  Emperador,  nuestro  se- 
ñor, quisiera  que  él  fuera  religioso  y  V.  M.  solda- 
do: él,  como  obediente  hijo,  muere  desapropiado 
mucho  antes  de  sus  bienes  como  un  fraile,  y  en 
una  barraca  pobre  como  soldado;  que  prometo  á 
V.  M.  que  no  había  sino  un  sobradillo  encima  de 
un  corral,  para  que  en  esto  imitase  la  pobreza  de 
Cristo.  Y,  sin  duda,  Cristianísimo  Señor,  que  cua- 


~  293  — 
tro  ó  cinco  metes  antes  que  muriese,  tan  de  veras 
se  ocupaba  en  obras  de  misericordia,  piedad  y  hu- 
mildad que  no  me  parecía  muchas  veces  en  lo  qM 
le  vela  hacer  en  público,  con  grande  ejemplo  de 
todos,  y  decir  en  secreto,  sino  que  de  todo  en  todo 
le  llevaba  Dios.  Asi,  su  contento  era  entender  con 
enfermos  (que  había  hartos  en  el  campo),  visitán- 
dolos en  sus  barracas,  acompañando  el  Santísimo 
Sacramento,  hadéndoles  limosnas  con  su  mano, 
recibiendo  con  piadodstmas  entrañas  los  más  po- 
bres y  desechados  soldados,  y  hasta  por  su  persona 
buscar  carros  para  llevarlos  al  hospital.  Mandóme  á 
mí  de  continuo  que  en  los  hospitales  no  Callase  cosa 
alguna,  encomendándome  muy  particularmente  la 
administración  de  los  Sacramentos  entre  los  en- 
fermos, y  que  ninguno  muriese  sin  ellos,  hacien- 
do aparte  hospital  de  apestados.  En  tres  meses 
continuos  que  anduvo  en  campafta  sin  entrar  en 
poblado,  reformó  el  campo  en  tal  manera,  espe- 
cialmente en  lo  que  tocaba  á  EspaAa,  que  no  pa- 
recía sino  un  convento  de  religiosos;  y  de  tal  ma- 
nera se  trataba  el  felicísimo  Príncipe,  que  como 
ahora  le  ven  muerto,  sus  soldados  no  pueden  creer 
sino  que  tenía  espíritu  de  profecía  acerca  de  so 
fallecimiento,  y  aun  dicen  que  no  les  parece  que 
haya  muerto  como  hombre,  sino  que  como  ángel 
del  cielo  haya  volado  para  Dios.»  ICste  es  un  peda- 
so  de  la  dicha  relación. 

Luego  que  tuvo  el  Rey  Católico  la  nueva  de  su 
muerte,  hizo  tan  grave  sentimiento,  que  se  retiró 
al  monasterio  de  San  Jerónimo  el  Real  de  Madrid, 
y  desde  allí  respondió  al  dicho  Padre  confesor  de 


—  293  — 

S.  A.,  como  tan  católico  y  pío  y  cumpliendo  lo 
que  S.  A.  tanto  había  deseado,  que  era  tener  sus 
huesos  junto  á  los  del  Emperador  su  padre,  en- 
vió á  mandar  á  D.  Gabriel  Niño,  maestre  de  campo 
en  los  Estados  de  Flandes,  que  trajese  el  cuerpo 
de  S.  A.  á  San  Lorenzo  el  Real,  dándole  instruc- 
ción que  hasta  llegar  al  monasterio  y  vicaría  de 
Parraces  viniese  en  secreto  y  sin  pompa,  y  luego 
se  puso  por  la  obra,  y  llegando  á  Parraces  estaba 
prevenido  el  obispo  de  Avila  para  que,  junto  con 
el  maestre  de  campo  D.  Gabriel,  le  llevasen  á  San 
Lorenzo  con  aparato  real. 

Llegaron  á  24  de  Mayo  del  año  de  1579,  y  se 
hizo  la  entrega  y  entierro  con  la  misma  solemni- 
dad que  con  las  otras  personas  Reales,  mandándolo 
así  S.  M.  al  Prior  por  su  carta;  y  hechos  los  oficios, 
los  monteros,  á  cuyo  cargo  es  la  guarda  de  las  per- 
sonas Reales,  pusieron  el  austríaco  cuerpo  en  el 
lugar  que  en  vida  deseaba,  y  lo  mereció  un  hijo 
que  se  pareció  tanto  á  su  glorioso  padre  en  lo  poco 
que  vivió.  Y  no  contento  con  esto  S.  M.,  mandó 
poner  su  retrato  entre  las  insignes  pinturas  de  los 
heroicos  de  la  Casa  de  Austria,  que  por  su  orden 
se  pusieron  con  singular  adorno  en  la  Casa  Real  del 
bosque  del  Pardo,  copiado  por  Alonso  Sánchez, 
valiente  retratador,  á  quien  conocí  y  traté. 

Fué  el  dicho  año  de  1578  laboriosísimo  para 
S.  M.,  porque  en  él  murió  el  dicho  Sr.  D.  Juan 
de  Austria  y  el  Príncipe  Wenceslao,  gran  prior 
de  San  Juan,  y  el  Rey  de  Portugal  D.  Sebastián, 
y  el  Príncipe  D.  Fernando,  su  muy  caro  y  amado 
hijo,  dejando  lastimadas  las  entrañas  de  su  padre, 


—  ••4  — 
qiM  le  amaba  con  giaa  tanmia  por  mochas  laao» 
nat.  Talas  aon  las  prosparidades  humanas,  seme- 
jantes al  vidrio,  qoe  cuando  más  resplandece,  en- 
tonces quiebra.  Mezclóse  esta  amargura  con  la 
alegría  del  naciroieiito  del  Infante  D.  Felipe,  qoe 
fué  tercero  Rey  de  este  nombre,  probándose  lo  que 
dijo  un  filósofo:  que  la  tristeza  y  el  placer  estaban 
asidos  por  los  extremos,  y  ninguno  era  firme  y  es- 
Uble. 


CAPITULO  XXVIII 

Virtudes  que  tenía  el  Sr.  D.  Juan  de  Austria,  y  sus  dones 
naturales. 

Era  S.  A.  mancebo  gallardo,  lindo  jinete  de 
ambas  sillas,  bien  ejercitado  en  las  armas,  diestro 
en  jugar  de  ellas  por  haberse  impuesto  en  la  paz 
desde  su  niñez,  habilitándose  para  lo  que  había  de 
hacer  después  al  tiempo  de  la  guerra,  á  que  de  su 
voluntad  se  ofreció  cuando  hizo  viaje  al  socorro  de 
Malta.  Tuvo  gran  fortaleza  en  sufrir  trabajos  in- 
comparables por  su  ley  y  por  su  Rey,  y  grandeza 
de  ánimo  en  los  peligros,  industria  en  compren- 
derlos, destreza  en  acabarlos,  y  tan  grande  uso 
del  arte  militar,  que  con  justo  título  tomó  el  rayo 
por  su  empresa,  como  queda  referido,  arrojándole 
con  su  poderoso  brazo  con  la  letra  Qualis  vibrans, 
que  traducido  por  mí  este  mote,  suena  así: 

Tal  sois  rayo,  empresa  mía, 
cual  el  brazo  que  os  envía. 

¿Quien  podrá  referir  lo  que  padeció  este  Prínci- 
pe por  aumentar  la  fe  de  Jesucristo,  conservar  y 
extender  el  patrimonio  Real  y  Monarquía  de  Es- 
paña, y  por  ilustrar  el  nombre  y  grandeza  de  su 
casa?  Bien  nos  dijeran  esto,  si  supieran  hablar,  los 


—  296  — 

encumbrados  cerros  y  espantosos  llanos  qae  que- 
daron uíanos  con  sus  huellas;  las  fieras  salvaji- 
nas, que  huyendo  de  su  invencible  brazo,  en  nin- 
guna parte  se  tenían  por  seguras;  los  espesos  bos- 
ques, en  que  desmontaba  sendas,  con  mostrarse 
tan  fuertes  como  murallas;  los  caudalosos  rioe  que 
vadeaba,  sin  acobardarle  el  furioso  raudal  de  sus 
corrientes. 

Heroicas  virtudes  ilustraron  su  vida,  porque 
tuvo  liberalidad,  gravedad,  fe,  verdad  y  fidelidad, 
venciendo  con  demencia  y  gobernando  con  benig- 
nidad. Anduvo  con  los  suyos  muchos  tiempos  en 
campaña  rasa,  sujeto  al  frió  y  á  la  helada  y  al  gra- 
nito, sin  desmayar  un  punto  ni  (altar  á  sus  obli- 
gaciones, porque  siendo  en  todo  mayor,  era  en  el 
trabajo  igual;  en  el  amor,  hermano,  y  en  la  solici- 
tud y  compasión  padre;  acariciaba  i  los  unos» 
socorría  á  los  otros,  y  á  todos  era  ejemplo  de  valor 
y  paciencia  invencible. 

Lastimábale  el  corazón  no  poder  socorrer  á  mu- 
chos de  sus  soldados  en  tiempos  de  graves  necesi- 
dades,  y  puesto  en  esta  agonía  pedía  á  Dios  mise- 
ricordia para  sí  y  para  los  suyos,  y  le  socorría 
S.  M.  en  el  tiempo  de  la  mayor  necesidad.  Siem- 
pre anduvo  con  las  armas  en  la  mano,  verificándose 
en  él  con  singular  propiedad  aquel  dicho  de  Job: 
Militia  est  vita  hominis  super  Urram:  la  vida  del 
hombre  es  una  continua  soldadesca  sobre  la  tierra. 
Nunca  estuvo  libre  de  rebatos,  seguro  de  enemi- 
gos, lejos  de  batallas,  apartado  de  peligros,  lle- 
vándosele la  muerte  sin  coger  el  fruto  de  sus  tra- 
bajos; y  en  lo  fuerte  de  ellos,  en  todas  las  oca- 


—  297  — 
siones  se  mostró  fuerte,  magnánimo  y  diligente, 
sin  declinará  la  temeridad,  pertinacia,  arrogancia, 
ira,  temor,  facilidad  ó  pusilanimidad.  Nunca  la 
avaricia  le  inclinó  á  despojar  los  rendidos  ni  á 
saquear  los  rebeldes,  ni  la  sensualidad  le  trajo  de 
la  melena  á  los  vicios  y  torpes  deleites,  ni  la  como- 
didad y  regalo  le  acortó  los  pasos  de  sus  intentos  y 
jornadas,  ni  el  mismo  trabajo  pudo  acabar  con  él, 
que  tomase  algún  descanso  que  no  fuese  común  á 
todos,  hasta  morir  en  una  casa  pajÍ9a,  estando 
cerca  del  albergue  de  la  ciudad. 

Siempre  estuvo  armado  con  el  temor  santo  de 
Dios,  á  quien  había  de  dar  estrecha  cuenta,  y  así 
se  dio  á  las  leyes  y  observancia  debida  á  su  Dios  y 
á  su  Rey,  escogiendo  varones  temerosos  y  cuerdos 
que  le  ayudasen  á  llevar  la  carga  por  consejo  y  por 
amonestación  y  doctrina,  teniendo  confesor  tan 
grave  y  prudente,  que  fué  uno  de  los  Padres  del 
santo  Concilio  de  Trento.  Pacificaba  los  pueblos  y 
entablaba  en  ellos  justas  leyes  y  ordenanzas;  des- 
hacía los  bandos  y  parcialidades  de  hombres  in- 
quietos; reprimía  los  insolentes  motines  de  solda- 
dos temerarios;  sosegaba  las  turbulentas  ondas  y 
repentinas  avenidas  de  enemistades  no  pensadas,  y 
en  todo  era  el  medianero  y  el  nivel  y  regla  de  to- 
dos. ¿Cuándo  se  le  pidió  algo  puesto  en  razón  que 
él  no  lo  concediese?  ¿Qué  hombre  noble  vido  nece- 
sitado que  no  le  ofreciese  su  amparo  y  le  diese 
cuanto  había  menester?  ¿Qué  pobre  le  pidió  limos- 
na que  se  fuese  con  las  manos  vacías?  ¿Qué  huér- 
fano, qué  viuda,  qué  persona  desvalida  le  pidió 
justicia  que  no  la  alcanzase  de  él?  Lloráronle,  y 


con  raaón,  los  etfonados  capttiuies,  que  vieron  con 
mi  nniarte  quebrada  ooa  firme  columna  de  la  for- 
taleza; lloráronle  los  prudentes  republicanos,  pues 
perdieron  en  él  un  rico  depósito  de  la  prudencia 
civil;  lloráronle  los  gobernadores  y  jueces,  pues 
les  faltó  un  vivo  retrato  de  la  justicia;  lloráronle, 
finalmente,  todos  los  buenos,  pues  con  su  falta  les 
faltó  un  raro  ejemplo  de  modestia,  recato,  fideli- 
dad, bondad,  y  no  menor  ejemplo  de  templanza 
en  la  comida,  en  la  bebida,  en  el  sueAo  y  en  el 
trato  recatado  de  su  persona. 

El  fué,  finalmente,  un  retrato  de  un  verdadero 
Gobernador  y  Capitán  General,  y  será  su  ¿una 
perpetua,  pnes  lo  son  sus  empresas,  victorias  y 
hazaflas:  que  as{  medra  quien  bien  sirve. 


CAPITULO  XXIX 

Sentimiento  que  se  tuvo  en  España  de  la  muerte  de  S.  A. 

Cuando  se  supo  en  esta  nación  la  muerte  de 
S.  A.,  fué  notablemente  sentida  de  todos,  po- 
niéndose luto  los  nobles  y  descubriendo  grandes 
y  pequeños  el  dolor  que  tenían  de  la  pérdida  de 
este  Príncipe,  amado  universalmente  de  gran- 
des y  pequeños,  buenos  y  malos.  No  fué  tan  senti- 
da en  España  la  muerte  del  que  le  dio  el  nombre, 
que  fué  Hispan,  y  por  quien  se  introdujeron  en 
ella  los  negros  mantos  que  antes  traían  las  muje- 
res blancos,  como  lo  fué  la  del  Sr.  D.  Juan,  con 
quien  esta  nación  estaba  amparada  y  defendida, 
y  le  parecía  que  con  sólo  su  brazo  tenía  seguro  su 
partido  contra  moros  y  herejes,  sus  capitales  ene- 
migos. Quien  la  lloró  amargamente,  entre  las  per- 
sonas de  cuenta,  fué  la  buena  Doña  Magdalena  de 
UUoa,  renovándose  las  llagas  que  le  había  causa- 
do la  de  Luis  Quijada;  pues  si  al  uno  había  llora- 
do como  á  marido,  al  otro  lloraba  ahora  como  á 
hijo,  acordándose  de  la  última  despedida  suya 
cuando  se  partió  á  Flandes,  y  lamentándose  de 
verse  privada  de  quien  era  tan  amado  suyo,  como 
si  le  hubiera  traído  en  sus  entrañas.  Fué  tan  gran- 
de su  sentimiento,  que  estando  el  P.  Baltasar  Ai- 
varez,  santo  varón  de  la  Compañía  de  Jesús,  con- 


-  300  - 

fesor  rayo,  visitando  la  provincia  de  Ara|p6n,  cer- 
tificado de  la  muerte  de  S.  A.  y  del  grave  dolor 
de  Doña  Magdalena,  le  escribió  la  siguiente  carta 
consolatoria,  que  pongo  aquí  de  buena  gana  por 
•er  de  tal  varón,  y  en  sentimiento  de  tan  hon- 
rada muerte.  Escribióla  á  ii  de  Diciembre  del 
año  de  1578: 

«El  Esplríto  Santo  sea  su  consuelo  y  aliento  de 
V.  S.,  que  para  poner  en  cobro  el  fruto  de  tan 
abundante  año,  bien  será  necesario.  No  escribí  á 
V.  S.  en  estando  cierto  del  tránsito  de  esta  vida, 
á  la  que  en  todo  es  eterna,  del  Sr.  D.  Juan  de 
Austria,  porque  tuve  mi  necesidad  de  ser  conso- 
lado también  como  V.  S.;  mas  reparando  en  que 
penetraría  tanto  más  agudamente  el  golpe  en 
V.  S.  cuanto  le  era  más  cercana,  como  madre, 
y  todo  lo  que  en  este  mundo  preciaba,  me  ha 
parecido  no  dilatarlo  más,  y  sea  el  principio  de 
aquí,  que  yo  he  hecho  el  oficio  que  á  S.  A.  y  á 
V.  S.  debia  en  este  trabajo,  con  mucho  cuidado  y 
con  más  deseo  de  que  fuese  á  provecho,  y  enco- 
mendado al  Padre  Provincial  de  esta  provincia 
que  lo  ordenase  en  toda  ella;  y  si  conforme  á  mi 
deseo  me  fuera  licito  el  gobierno,  antes  pareciera 
yo  allá  que  mi  carta  á  descubrir  mi  sentimiento; 
mas  hace  Dios  tales  rayas,  que  yéndosele  á  uno  el 
alma  por  pasarlas,  ni  hay  poderlo  ni  mejor  seso 
que  adorarlas.  El  sea  bendito  para  siempre  por  lo 
que  ha  hecho,  que  siendo  lo  que  al  difunto  le  es- 
taba mejor,  nos  ha  dejado  qué  pensar  y  qué  llorar 
á  los  que  acá  quedamos,  que  lo  hemos  menester 
para  que  también  nos  lo  sea  á  nosotros,  como 


— ■  3oi  — 

obra  de  Dios,  que  de  un  camino  premia  al  que  ve- 
laba, y  avisa  y  castiga  á  los  dormidos;  mas  no  sin 
consuelo,  porque  tiene  vida  su  disciplina,  si  se  sa- 
ben bien  mirar  sus  obras,  no  parando  en  la  super- 
ficie y  exterior,  sino  entrando  á  lo  interior  de 
ellas,  donde  está  encerrada  la  médula:  Si  sic  vivitur 
et  in  talibus  vita  spiritus  mei  corripies  me  et  vivifica- 
bis  me,  dijo  el  Rey  Ezequías  hablando  con  Dios  en 
otra  semejanza  de  recuerdos  parecidos  á  éste,  á  él 
pesadísimos.  Si  así  se  vive  en  esta  peregrinación, 
y  en  tales  aprietos  está  la  vereda  de  mi  espíritu, 
adorados  sean  tus  acuerdos,  Señor,  y  tú  en  ellos, 
que  con  tal  enseñanza  de  molestias  me  corregirás 
y  vivificarás.  Lección  nos  ha  leído  Dios,  señora. 
¡Si  supiésemos  aprovecharnos  de  ella  para  toda  la 
vida,  y  á  V.  S.  con  mezcla  de  entrañable  consue- 
lo, viendo  aguijar  á  su  dulzura  por  sacar  del  pe- 
ligro el  alma  que  V.  S.  y  él  tan  tiernamente  ama- 
ban, y  que  él  ab  eterno  escogió  con  tanta  particu- 
laridad para  su  reino,  queriendo  que  acabase  en 
el  campo,  volviendo  por  la  honra  de  su  padre  como 
él,  pareciéndole  en  la  causa  tan  universal  de  su 
gloria  y  en  la  pureza  de  su  corazón,  de  que  tantos 
dan  testimonio,  de  los  que  de  cerca  y  lejos  le  tra- 
taron y  á  su  tránsito  se  hallaron! 

»Verdaderamente  há  lugar  en  él  y  en  V.  S.  lo 
que  Cristo  Nuestro  Señor  dijo  á  su  colegio  lasti- 
mado de  la  nueva  de  su  partida  al  Padre:  Si  me 
amásedes  holgarosíades  porque  voy  al  padre,  pe- 
sando más  en  vuestros  ojos,  mi  bien,  para  conso- 
laros (aun  cuando  á  vosotros  estuviera  mal),  que 
la  falta  que  imagináis  que  os  haría  mi  ausencia 


—  3W  - 

para  entristeceros,  y  más  siendo  la  verdad  en  con- 
trarío, como  cosa  qne  hago  yo,  que  soy  Dios  y 
Redentor  vaestro,  porque  á  vosotros  es  lo  que  me- 
jor os  está  y  más  os  conviene.  Ex^idU  vobis  ui 
igo  vadam;  y  porque  no  fueron  incrédulos  á  su  pa- 
labra cuando  después  lo  entendieron  con  la  veni- 
da del  Espirítu  Santo,  no  quisieran  por  todo  lo 
del  mundo  que  no  hubiera  asi  pasado;  y  asi  se 
sintieron  tan  trocados  en  su  consuelo  y  apcovecha- 
miento  y  aprecio  de  todo  su  bien,  Cristo,  que  pro» 
barón  por  experiencia  que  no  hay  otro  ser  ni  sa- 
ber sino  dejar  á  Dios  hacer  y  deshacer  en  sf  y 
en  todas  las  cosas,  sin  querer  tener  otro  querer 
ni  escoger,  venerando  con  silencio  lo  qne  de  sos 
acuerdos  no  alcanza  la  humana  flaqueza  con  sa 
entendimiento,  porque  bien  podrán  ser  ellos  ocul- 
tos, mas  no  injustos  en  ninguna  manera.» 

Con  esta  carta  se  consoló  mucho  esta  señora, 
aunque  ya  Nuestro  Señor  la  tenia  prevenida  con 
la  generosa  entrega  que  le  habia  hecho  de  si  mis- 
ma y  de  todas  sus  cosas,  aunque  fuesen  muy  ama- 
das y  preciosas:  efectos  de  un  alma  resignada  toda 
en  las  manos  del  Señor. 


CAPITULO  XXX 

Epitafio  que  se  puso  al  Sr.  D.  Juan  de  Austria  en  la  iglesia 
de  Namur. 

Llevado  el  cuerpo  de  S.  A.  á  la  iglesia  catedral 
de  Namur,  hubo  llanto  universal  en  todo  el  ejérci- 
to y  en  ios  flamencos  bien  intencionados,  porque  la 
presencia  de  S.  A.  era  muy  para  ser  amada,  y  su 
ausencia  y  muerte  muy  digna  de  ser  llorada.  Los 
poetas  y  oradores  hicieron  grandes  panegíricos  y 
canciones  lúgubres,  extremándose  entre  todos  aquel 
famosísimo  varón  Levino  Torrencio,  arcediano 
leodicense,  que  después  fué  obispo  de  Ambers,  tan 
excelente  en  el  verso  lírico,  que  después  de  Hora- 
cio no  se  le  ha  hallado  semejante,  y  por  varón  tan 
insigne  como  se  significa,  le  honraban  y  reveren- 
ciaban los  cardenales  Sirleto  y  el  santo  Carlos 
Borromeoy  los  famosos  escritores  Antonio  Augus- 
tino,  Octavio  Panagatho,  Hipólito  Salviano,  Basi- 
lio Zancho,  Hipólito  Capilupo,  Laurencio  Cam- 
bara, Gabriel  Faerno ,  Paulo  Manucio,  Ursino  y 
otros. 

Embalsamaron  el  cuerpo  de  S.  A.  y  le  deposi- 
taron, como  se  ha  dicho,  en  aquella  iglesia  cate- 
dral, y  porque  llevado  su  cuerpo  á  España  no  fal- 
tase la  memoria  de  sus  hazañas  en  aquella  nación, 
el  Príncipe  de  Parma,  Alejandro  Farnesio,  puso 


-304- 

en  una  tabla  bien  adornada  el  siguiente  elogio, 
hecho  con  acuerdo  de  S.  M.: 

D.  O.  M.  S. 
••rtnlMtino  Prlnoipi  JoAnni  Anitriaoo 

D.  CAROU  V  mPBR.  PlUO 

Pasí  Mauros  in  BithUa  rtbéikmiss  subimgaias: 

Turcaruwupts  maximam  classem  apud  Patras  eo 

duu  fimdUus  fugatam  deUtamque:  cum  in 

Belgio  Prortgtm  agerei,  in  castris  Btm- 

gramis  c&ntímia  filtre  in  ipso  iuüenMU 

jÍ0f$  subíalo:   auuuculo  amantissimo 

AlexatuUr  Fanusius  Pama  Pla^ 

C4HÍÍ€tqus  princeps  in  imperio  suc- 

cesor  ex  wumdato  D,  PkUippi 

Hispaniarum   ac   Indiarum 

Regit  potenlissimi  kanc 

allaris  tabulam  canoU^ 

pkii  loco.  P.  C. 

MDLXXVIII 

Hacen  memoria  de  este  elogio  ó  epitafio  Lauren* 
ció  Beyerline,  canónigo  de  Ambers,  en  su  Chrono-^ 
logia  umversalf  año  de  1578,  y  Francisco  Suuercio 
en  su  libro  curioso  llamado  Selecta  chrisíiani  orbis 
delicia,  y  fuera  cosa  prolija  haber  de  referir  los 
autores  de  todas  naciones  que  escriben  de  S.  A. 
Su  memoria  será  memorable  en  los  venideros  si- 
glos, como  en  los  pasados  lo  fueron  sus  hazañas. 

Sub  correctione  Sanctse  Ecclesiae. — El  Liceur- 
ciado  Porreño. 


NOTAS  Y  APÉNDICES 


ao 


NOTA  I 

Sobre  el  manuscrito  original  de  esta  obra. 

Cuando  se  comenzó  á  imprimir  esta  Historia,  no  se  conocía 
más  origina]  de  ella  que  una  copia  de  fines  del  siglo  xvii,  que 
se  guardaba  en  el  Archivo  del  Ministerio  de  Estado,  tomo  XI 
de  Papeles  relativos  á  Felipe  II,  y  que  ha  pasado  después,  con 
otros  manuscritos  antiguos  de  que  aquélla  formaba  parte,  al 
Archivo  Histórico  Nacional.  Estando  imprimiendo  los  últimos 
capítulos,  supe,  por  una  feliz  casualidad,  que  el  verdadero  ori- 
ginal se  conservaba  en  la  riquísima  biblioteca  del  difunto  se- 
ñor D.  Pascual  de  Gayangos,  cuya  pérdida  nunca  será  bastan- 
te sentida  por  los  bibliófilos  españoles.  Conociendo  la  bene- 
volencia de  sus  hijos,  heredada  de  tan  ilustre  padre,  acudí  á 
ellos  en  demanda  del  libro  original  de  Porreño  para  confron- 
tarlo con  lo  ya  publicado  y  sacar  las  erratas  y  variantes  de  que 
pudiera  adolecer  la  copia  del  Archivo  Histórico.  Otorgáronme 
en  el  acto  el  favor  que  solicitaba,  por  cuya  generosidad  les 
doy  aquí  público  testimonio  de  mi  gratitud,  y  gracias  á  esta 
fortuna  he  podido  purificar  y  perfeccionar  el  texto  en  aquellos 
pasajes  ó  palabras  que  en  la  copia  antigua  estaban  no  mucho, 
pero  sí  algo  alterados.  A  esta  necesidad  responde  la  lista  de 
Variantes  que  más  adelante  encontrará  el  lector. 

Forma  el  manuscrito  original  un  volumen  en  4.**  de  195 
hojas  útiles,  encuadernado  en  pasta  antigua.  Está  todo  escrito 
de  mano  de  Baltasar  Porreño,  con  enmiendas  y  adiciones 
igualmente  suyas,  y  rubricadas  todas  sus  hojas,  por  ser  el  ori- 
ginal que,  firmado  por  él,  presentó  á  la  aprobación  y  censura, 
requisito  que  fué  desempeñado  por  el  Dr.  Aguilar  y  el  maes- 
tro Gil  González  Dávila,  cuyos  testimonios  originales  constan 
en  las  dos  últimas  hojas  del  libro. 


-  3o8  — 

Ea  U  ho)a  pnroeri,  nbre  el  tftnlodtfi,  Mtá  ptpA>  m  |«- 
l>d  ooo  el  etcndo  de  anaes  de  D.  Jnea  de  AiMtríe,  tnaulo  á 
pluma  con  Ul  toeqoeded,  qoe  me  he  retraído  de  pooerlo  el 
freote  de  le  obre,  pcefiíieado  «I  iwyifftro  retrato  del  proCe- 


DeeimiidelededieilorieáDote  Ane  de  Auelrk  y  de  1m 
pelefacaeqoe  el  entor  dirife  el  lector,  iigiieo 


Ditima  dü  autcr  «/  Sr,  D,  Jum  ái  AmtMñ,  alméimio  á  áfutUc 
dt  h$  CmtUvM  (Cent.  4.*):  Vmá  Atuitr  p$rjU  kortmm. 

Coa  ra^oa  pedia  el  espoao 
(Qoe  Mato  de  amorr*  labe) 
Soplo  del  AuMro  suave 
Pare  a«  fafdia  howoao. 
Vitedola  tan  (Poroto 
Doo  Joan  de  Aoscria  te  combide, 

A  mr  a—re  dd  ^mféi 
YeliaaepIdMMOfadl, 
Que  aa  la  aeabd  la  vida. 

DIMttko  4d  mAof  á  U  dimm  id  Sr,  D,  Jmm  d»  AusiriM,  fus  m 
tm  PMyo  mmjédo  dt  m  dütim  cm  U  Utm  Quaus  timums. 

Aastria  cognooicn,  Maorís  toa  descera 
fttlmen: 
Tala  CTM  TitMans,  qoi  modo 
fulmen  eras. 


ScmOo  déi  P,  Fr,  JuUm  d»  Cmmtm,  kmmmo  dd  amior, 

fwedüadcr  y  fimrdim  dd  smito  Cmwmio  dé  los  frtúU*  dncalfm 

dé  TorrtjonfUh, 

Rcfiartido  os  a  cl  ciclo,  hermano  amado, 
De  sus  ricos  tesoros  ttnta  parte, 
Que  no  roe  atreveré,  por  ser  jo  parte. 
Cantar  vuestro  valor  tan  sublimado. 


—  3o9  — 

Mas  pues  que  Apolo  y  Marte  se  han  juntado 
Para  comunicaros  sciencia  y  arte, 
En  gracia  de  Don  Juan,  Español  Marte, 
Quiero  perder  el  miedo  y  el  cuidado. 

Vos  sois  honor  de  nuestra  patria  amada; 
Sois  otro  Homero,  que  cantáis  la  historia 
Del  Austríaco  Achules  soberano. 

Por  vos  queda  su  fama  eternicada, 

Y  vos  por  él  gocais  renombre  y  gloria, 

•     Y  yo  vengo  á  medrar  por  vuestro  hermano. 

Del  mismo  Padre  gtuirdian,  versos  dtstichos  al  autor  su  hermano. 

Parnasi  quondam  supremi  in  vértice  Pindi 
Clara  doraus  Phasbi,  Pieridumque  fuit: 
Sed  planam  Musae  statuentes  poneré  sedem, 
Porreñi  in  docta  constituere  domo. 
O  nimium  fcElix  eruditissime  frater, 
Cuius  Musaeo  docta  Mínerua  niteL 


Soneto  del  licenciado  Francisco  Porreño,  hermano  del  autor, 
collegial  del  Rey  y  cura  de  San  Esieuan  de  Huete. 

Querido  hermano:  ofrezcan  á  tu  frente 
Perlas  el  mar  del  Sur,  oro  el  Pactólo, 

Y  texa  una  guirnalda  el  sabio  Apolo, 
Con  que  te  adorne  soberanamente. 

Tu  fama  heroica,  clara  y  excelente, 
Ha  corrido  del  uno  al  otro  Polo, 

Y  sólo  tu  valor,  tu  ingenio  solo, 

Da  honor  á  nuestra  patria,  á  nuestra  gente. 

Si  no  fuera  tu  hermano,  publicara 
La  muchedumbre  de  obras  que  has  compuesto 
Con  ingenio  subtil,  con  diestra  mano: 

Y  el  tiempo  y  la  memoria  me  faltara 
Antes  que  diera  fin  á  lo  propuesto. 
Teneos,  amor.  Mirad  que  soy  su  hermano. 


—  3io  — 


«K  pniit  OMMM  Mtcaanif  opimce. 
Quid  adnm,  il  tv  BthlMMBr  ann  eoUt? 

Sttmmi»  ia  ore  kpot,  MuniM  ttc  libi  copia  faoa. 
ClftnM  hfwiffft.  dtarai  tiflipUcilitii  UMf  • 

Aotirkd  GUUM  ctkbwriM  fMM  Joioaii, 
No0  deertt  vttc»  qní  toa  facta  caoM. 


Sigue  á  «lat  potriai  uiia  AdwtHtnem  mtrm  4é  Im  Btl^iM  i§ 
Pimém,  que  m  htvfímtm  rtmU  feofráfica  dfqmüoiPtftt»; 
y  tmopor  eelar  tooMkbi  enftma  pertede  le  DmtHpiián  dd 
P0ys  Büxo^  por  Emannel  Sueyro,  como  por  haberla  poblicMlo 
ya  Pónete  eo  sue  Ükko$  $  kitkn  4s  FtUfg  II,  edicáte  de  Bru- 
lolat  de  1666,  coo  levee  wiuMe,  omuo  aquí  eu  tiieaRi6a. 

LesnotM  poeetaaen  eite  foliimea  eo  lee  páfiaeaat,  aj, 
a6,  ad  y  3a,  «I  ki  mtifeuei  dd  origiDal,  00  eos  de  Porrefto: 
U  kua  es  de  anee  del  eiglo  xvii. 

El  capitulo  XUI,  Ululado:  «CanUo  la  füa  de  eata  ykmia 
(U  de  Lepaoto),  ai  ¿r.  D.  Juan  de  AuMiu  loe  máa  inágnee 
poetas  de  la  cristiandad,»  no  contenía  en  la  copia  de  fines  del 
«glo  zvii  masque  breves lioeaa. £a el orifiíial qaa teofo á la 
iráala  copia  el  autor  varías  poesías  lattaas,  rnnipWitii  anas  y 
Cragmentos  de  otras  en  loor  de  D.  Juan,  de  bien  escaso  mérito 
literario,  de  Cornelio  Amelrtwo,  Cerios  Malstwsta,  Hipólito 
Capilupo,  Juan  Antonio  Viperano,  Tboroes  Conea,  Juan  Ce- 
sáreo, Fabio  Benevoleocio,  i^uis  Cauano  de  Parma,  Horacio 
Blado,  Fedro  de  la  FuetU  Placen  tino,  Guillermo  Modicto  de 
Mooteierrara,  Juan  Antonio  Odescako,  Juan  baptista  Olivo  de 
Cremona,  Juan  Baptista  Arcuao,  Juan  Antonio  Taygeto,  Pe> 
dro  Fulvio,  Pompeyo  Hugón,  bebastián  San  Leonino,  Juan 
Francisco  Ferrer,  Jerómmo  Cadena,  Lucio  Meldior  Barieo, 
flamenco;  Valentino  Odoricea  Antonio  Kenerio,  y  cinco  oc- 
tavas castellanas  de  Juan  Rulo 

Finalmente,  las  Apfobmioms  del  Dr.  Aguilar  y  de  Gil  Gon- 
zález Davila  dicen  así: 


—  3ii  — 

«Por  mandado  del  limo.  Sr.  D.  Em^ique  Pimentel,  obispo 
de  Cuenca,  he  visto  la  historia  del  Sermo.  Sr.  D.  Joan  de  Avs- 
tria  scripta  por  el  Licenciado  Baltasar  Porteño;  y  me  parece 
muy  digna  de  su  autor,  por  estar  muy  bien  trabajada  y  prose- 
guida, y  su  verdad  averiguada  con  relaciones  muy  ciertas  de  las 
cosas  notables.  No  tiene  cosa  que  disuene  de  nuestra  sancta 
fee  y  christianas  costumbres,  y  así  se  le  puede  dar  la  licencia 
que  pide  para  imprimirle.  Cuenca  y  Agosto  25  de  1627. — El 
Dr.  Aguilar.t 

•  Muy  poderoso  Señor:  Por  mandado  de  V,  A.  he  visto  esta 
historia.  Su  autor,  cumpliendo  con  lo  que  se  deue  á  tan  gran 
Príncipe  y  Capitán  ha  dispuesto  con  su  gran  cuydado  lo  que 
ha  visto  y  leydo  de  sus  hechos,  y  puede  V.  A.  dar  la  licencia 
que  pide.  Madrid,  Mayo  6,  1628. — M°  Gil  González  Dávila.» 


NOTA  II 

Sobre  la  Madre  de  D.  Juan  de  Austria. 

La  cuestión  de  averiguar  quién  fué  la  verdadera  madre  de 
D.  Juan  de  Austria,  sus  circunstancias  y  ulterior  vida,  no  ha 
sido  del  todo  resuelta  hasta  mediados  del  corriente  siglo.  Na- 
tural era  que  por  lo  secreto,  escabroso  y  delicado  del  asunto, 
ó  lo  ignoraran  ó  no  se  atrevieran  á  divulgarlo  los  historiadores 
coetáneos  y  ios  inmediatamente  posteriores.  Porreño  y  Vander 
Hammen  pasan  como  sobre  ascuas  al  llegar  á  este  punto,  y  aun 
en  lo  poco  que  dicen  incurren  en  inexactitudes.  A  D.  Modesto 
Lafuente  en  primer  lugar  se  debe  el  esclarecimiento  de  esta 
cuestión,  y  con  posterioridad  al  ilustre  historiógrafo  belga 
M.  Gachard.  Creíase  vaga  y  tradicionalmente  por  uaos  que  la 
madre  de  D.  Juan  era  Bárbara  Blombergh,  natural  de  Ratisbo- 
na;  opinaban  otros  que  esta  señora  no  fué  sino  una  madre  alqui- 
lada, que  desempeñó  gustosa  semejante  papel  para  dejar  á  cu- 
bierto de  la  maledicencia  pública  á  la  verdadera,  de  más  alta 


—  3ii  — 

y  elendft  alcnrmi.  Atríboíaii  otros,  eo  fia,  k  iwiiBrnhlifl  de 
D.  Juan  atda  neaot  que  á  U  wimm.  bonmna  del  Boporador 
Ctfioi  V,  Dote  Marte,  raba  viodft  de  Hto^ptiB.  Lm  Srao.  La- 
íoeate  y  Gadiard,  coo  affmneolos  irrebatiUea,  eco  docomeii- 
loe  origiiialee  eriehmtwi  en  loe  Archivoe  de  Simanrae  y  de 
B^lgira,  han  rebetidoeeta  raUímninea  nyoeición,  y  probado 
de  on  modo  coodoyenle  qom  b  irerdadera  medra  de  D.  Juan 
de  AoBlria  hé  la  dtnda  Bárbara  Blonberslh,  aduciendo  atrio- 
Boe  é  inferaaantea  dalos  aobra  k  vida  de  etta  aetoca,  de  loe 
que  aóto  auaaariameBte  podemoe  dar  aqnf  noticia* 

Barbera  Blombeqth,  natural  de  Ratitbona,  nofiíédeorifen 
nobtUamo,  como  dice  Porraho,  ni  tampoco  una  pnncipai  oe* 
fiora  alemana,  eonw  aaegora  Vender  Hammen,  tino  Uja  de  vn 
ctodadano  bnrguia  que  ae  aoelenfa  de  su  haciende  Coando  la 
conoció  el  Emperador  era  joven,  aoUen,  y  vivfaen  compañía 
de  ena  pndns.  Una  mnjer  andaMi  te  aínrió  de  eooAdeate  en 
ana  veladooee  con  el  Cémr,  y  no  ae  apartó  de  su  lado  haata 
que  di6  á  IttS  al  que  con  el  tlenq»  había  de  aer  boom  y  pres 
delaaarmaeeyrfiotea,  tocnalacontació,  noenelaaodei545, 
en  qne  fijan  loa  hiatnrimlnraa  d  nadmieato  de  D.  Joan,  «no 
máa  de  un  afto  deapuée,  aegán  deduoe  el  Sr.  Lafoeotedeltee- 
timooio  de  las  Cortee  de  Toledo  de  1560,  en  qne  íné  jurado 
por  Principe  de  Aaturiaa  D.  Carloe,  primogénito  de  Felipe  II, 
y  de  la  medalla  acatada  pan  inmortalixar  el  ^orioeo  triunfo 
de  Lepante  Ceaó  dfán  tiempo  deapoés  la  joren  Bárbara  con 
un  Comisario  llamado  Jerónimo  Pyramo  Ksféll,  que  tenfa  es- 
cudo y  modio  diario  de  sueldo.  De  so  marido  tuvo  la  Bkxn- 
bergh  dos  hijos,  el  menor  de  los  cuales  ae  ahogó  en  su  misma 
casa  en  Junio  de  1569;  el  mayor,  llamado  Conrado  Pyramo,  de 
edad  de  catorce  atea  entoocea,  era  hermoao  y  de  grande  enten- 
dimiento. Ocho  días  antes  de  U  desgracu  de  su  hijo  menor,  ha- 
bía perdido  eata  wehon  á  su  esposo,  qoedaado  pobre  y  coo 
roudias  deudas,  por  cuyo  motivo  escribió  d  Duque  de  Alba  á 
Felipe  II  que  si  bien  algunas  de  días  podría  psgarlaa  con  loa 
dnco  mil  y  tantos  florines  que  S.  M.  le  habb  envkido,  ü  la 
había  mandado  visitar  y  acoosejádola  no  dispusiese  de  sí  sin 
ainsarle  priroero,  por  lo  que  creía  que  debía  S.  M.  hacer  alga« 


—  3i3  — 

na  demostracióa  con  ella,  «la  qual  era  imposible  poderse  hacer 
en  vida  de  su  marido,»  y  apuntaba  la  idea  de  mandarla  á  Es- 
paña. La  contestación  del  Rey,  escrita  de  su  puño  y  letra  en  la 
misma  carta,  según  su  costumbre,  es  por  cierto  bien  seca  y 
dura:  «A  esto  tiempo  ay  para  responder,  y  quaiido  se  haga  á 
las  otras  cosas  me  lo  acordad:  si  entretanto  fuere  alguno,  es- 
ciibir  al  Duque  que  no  consienta  venga  acá,  que  no  conven- 
dría sino  que  esté  allí;  después  se  verá  si  convendrá  otra  cosa.» 

Poco  satisfecho  el  Duque  con  las  instrucciones  que  lu^o 
recibió  del  Rey,  volvió  á  escribirle  en  17  de  Noviembre,  entre 
otras  cosas,  sobre  el  mismo  punto  lo  siguiente:  «No  faltan 
hombres  (jue  querrían  casarse  con  ella,  y  aun  no  sé  si  á  ella  le 
falta  voluntad  para  hacerlo,  porque  le  parece  que  aún  está 
moza:  yo  le  he  enviado  á  decir  que  no  trate  de  casarse  en  nin- 
guna manera  del  mundo, » 

Sin  duda  a  instancias  del  mismo  D.  Juan,  volvió  á  ocupar- 
se Felipe  lí  de  la  situación  de  la  Blombergh,  pues  en  30  de 
Junio  de  1570  escribió  al  Duque  de  Aiba  encargándole  pro- 
curase que  aquella  señora  se  estableciera  en  algún  lugar  de  los 
Países  Bajos,  sin  pasar  á  segundas  nupcias,  y  que  la  propor- 
cionara decorosos  medios  de  vivir.  Accedió  la  madre  de  Don 
Juan,  no  sm  alguna  repugnancia,  á  establecerse  en  Gante,  no 
pudiendo  ir  á  Mons,  donde  el  Duque  quería  enviarla,  por  no 
saber  hablar  francés  ni  otro  idioma  que  el  suyo.  Diéronsele 
para  su  servicio  tres  criados,  dos  doncellas,  dos  criados  y  un 
carruaje;  mas  ella  parece  que  ni  arreglaba  sus  gastos  á  la  sub- 
vención que  se  le  daba,  ni  guardaba  todo  el  recogimiento  y  de- 
coro que  convenía  á  la  maüre  de  tan  gran  Príncipe,  en  térmi- 
nos que  el  Duque  de  Alba  tuvo  impulsos  de  hacerla  entrar  en 
un  Monasterio,  y  sólo  desistió  por  el  temor  de  no  ser  obedecido. 
También  su  hijo,  vencedor  ya  de  ios  moriscos,  trató,  por  las 
razones  expresadas,  de  traerla  á  España;  pero  el  Duque  de 
Alba,  encargado  de  esta  misión,  obtuvo  por  toda  respuesta 
que  se  alegraría  mucho  de  ver  á  su  hijo,  pero  que  no  se  sentía 
con  vocación  de  venir  á  España.  «Temo,  escribía  el  Duque 
á  S.  M.,  que  se  vuelva  á  casar,  y  darle  dinero  es  arrojarlo  al 
río,  porque  en  dos  días  lo  tiene  banqueteado.» 


-  iu  — 

NoMlia  «aeoolndo  hMla  abon  nutro  algaao  de 
poodeock  de  D.  Juan  ooo  eo  medie.  Que  no  le  ere  todtfBfea- 
te  ea  eaorte,  pmÁMÜo  la  certa  que  eecríbió  al  Raf  en  19  de 
Junio  de  1570,  eftadedéodote  cyeoto  por  ella  habla  becfao. 
EVeocupábele,  fia  embergo,  la  vida  que  Ueveba.  por  lo  iiiu- 
dioqiieiii  reputaciáa  enfria,  y  en  deeeo  hebiera  lído  el^  á 
i«  OMidra  de  la  vina  del  mondo,  bebiendo  becbo  al  efecto  ro- 
petádae  ^neliniiM  que  ee  eetrellebeo  eiempre  ea  el  rerácler 
poco  dócil  de  aquella  eebora. 

El  Socrelario  Albornos  remitia,  en  34  de  Septiembre  de 
1571,  deede  ikoeeUe.  «1  Secretario  Zajee,  pera  que  le  puaie- 
ra  en  roanoe  del  Rey,  un  eetedo  de  loe  ^rntoe  de  le  medke  de 
D.  Joea  de  Auetrie,  eegáo  el  cual  tenia  eeta  eeftora  á  cu  eer- 
vicio  una  doeAa  y  eeíe  mujeree  taá»,  un  mayordoaao,  un  ce- 
pnllán,  un  despeoeero  y  ouoe  cuatro  stnrienlee,  cuyoe  mla- 
fioe  ím|Mirtaben  i^aaó  bbrae  enuelee,  y  el  gesto  de  meee  y  el 
de  la  edaoeciéa  de  eu  hijo  Coando  ooaeHBfea  4.  too  libree. 

Ea  «eta  ¿tuacióo  permaneció  bnta  la  Uepda  de  D.  Juan  á 
Flandee. 

Cneado  antee  de  eete  suoeeo  Ve  permitió  el  Hey  en  herma* 
no,  venir  de  Italia  á  la  Corle  pera  vieiterlo»  trataron  emboe 
de  ñjer  la  reeidenrie  de  Meikwne  Blombergh»  £1  Doque  de 
Albe,  que  tomó  perte  en  eiteeoonieieaciae,  propileo  que  ee  la 
envieee  á  visitar,  por  persona  diecrela  y  de  onwfienm,  para 
persuadirla  á  que  ella  misma  pidiera  ir  á  ver  su  hijo;  que  en- 
towiM  ee  la  condujeee  por  Alemania  á  Italia,  y  que  llegsils  á 
Genova  ó  á  otro  puerto  del  litoral,  ee  la  «nherrase,  peome- 
tiéadola  transportarla  á  Ñapóles,  peso  oondocÜodoU  á  Sepa- 
Aa.  Aceptado  este  proyecto,  y  hsilándoee  D.  Juan  de  wmlta 
en  Népolee,  recordó  su  ejecuctoo;  mas  los  suceaoe  precipita» 
roo  la  marclia  de  IX  Juan,  y  Uegado  a  Lu]»mbargo,  ya  es* 
ponráimainrntrt,  ya  por  invitación  que  su  hijo  la  hixo,  corrió  á 
en  encuentro.  Después  de  estar  juntos  algún  tiempo,  creyó  lle- 
gado D.  Juan  el  momento  de  realixar  el  plan  que  tanto ; 
li^b^-  Mucho  dihcuitaba  su  ejecución  la  inveocihle 
da  que  su  madre  tenia  á  tijar  su  resideucia  ea  Rspafta;  pero 
•e  empleó  la  estratagema  conveoida,  participáodola  D.  Juan 


—  3i5  — 

que  su  hermana  Margarita  de  Austria,  que  residia  en  Aquila 
(Abruzos),  deseaba  conocerla,  y  acaso  añadió  que  verificada 
esta  visita,  podía  ir  á  establecerse  donde  mejor  le  pareciera. 
Consintió  en  ello  Madama  Blombergh,  y  en  el  mes  de  Marzo 
de  1577  partió  para  Italia.  Llegada  á  Genova,  se  la  indujo  á 
embarcarse  en  una  nave  que  debía  conducirla  á  Ñapóles,  des- 
de donde  podría  encaminarse  a  ios  Abruzos.  Una  vez  embar- 
cada, el  barco  hizo  rumbo  á  España. 

Instruyó  D.  Juan  al  Secretario  Antonio  Pérez,  en  carta  que 
no  es  conocida,  del  plan  que  había  formado  para  el  viaje  de 
su  madre  y  para  su  futura  residencia,  y  al  mismo  tiempo  es- 
cribió desde  Lovaina  al  Rey  su  hermano,  á  24  de  Marzo  de 
1577:  «Dirá  también  el  dicho  Antonio  (Pérez)  á  V.  M.  la  re- 
solución y  modos  que  he  tomado  en  enviar  á  mi  madre  á  Es- 
paña, por  convenir  así  á  su  real  servicio  y  á  mi  consciencia  y 
honra.  Suplico  á  V.  M.  que  á  quien  la  lleva,  y  á  otra  que  va 
con  él,  les  haga  toda  merced,  no  tanto  por  la  obligación  en 
que  les  soy,  aunque  ésta  es  grande,  como  por  la  en  que  les  es 
el  servicio  de  V.  M.,  que  es  harto  mayor  (i).» 

Arreglado  así  lo  tocante  á  su  madre,  dice  M.  Gachard,  se 
ocupó  de  su  hermano  uterino.  Era  un  arrogante  joven,  de 
buena  estatura,  espíritu  vivo  é  inteUgencia  poco  común.  Ha- 
blaba varias  lenguas,  era  habilísimo  en  los  ejercicios  corpora- 
les, bailaba  con  gracia,  y  tenía  decidida  vocación  por  las  ar- 
mas. Su  nombre  era  Conrado  Pyramus,  por  haber  repudiado 
el  apellido  Kegel  y  adoptado  el  de  Pyramus,  que  su  padre  so- 
lía añadir  al  suyo.  D.  Juan,  olvidando  su  propia  historia,  ha- 
bía intentado  que  su  hermano  tomase  el  estado  eclesiástico, 
con  el  ñn  de  apartarle  lo  más  posible  del  mundo.  Con  este  ob- 
jeto le  envió  á  la  Universidad  de  Douai  para  que  estudiase  los 
sagrados  cánones;  mas  al  malquistarse  después  con  ios  Esta- 
dos Generales,  no  creyó  conveniente  que  permaneciese  en  una 
ciudad  que  se  había  adherido  á  la  causa  de  la  rebelión,  y  así 
le  mandó  á  París,  de  donde  le  hizo  marchar  á  Dole  á  conti- 
nuar sus  estudios.  «Es  mozo  que  desde  el  principio  siempre 

(i)    Arch.  de  Simancas,  Estado,  leg.  574. 


-  3i6  — 

ha  huido  de  áum  al  dicho  ejercicio  (edeeiáatico),  Iwiiendo 
aotee  inrlineríno  á  las  anaas;  y  atuiqae  taofa  muy  biMooa 
pwiiamíitne,  ha aido aljo  aaÉi  diatiaido  de  toqoeS.  A.qm> 
aieca.  Para  cuyo  nmedio,  ooom  ñeaa  que  ao  batÁpbeai'hueaaa 
admooictooea  y  oCiaa  dilifeaciaa,  áltiwmiiaiila,  temíiiidn  que 
OB  día  aa  hnWaiii  ido  y  boldoae,  ordenó  al  Conde  de  Chem- 
pliía,  fBb«9ndor  de  BoiioAa,  que  por  «Mfea  ae  le  Uevaae  á  oa 
castillo  suyo,  con  fia  de  que  alU  ealuwsee  detenido  heala  wan- 
dar  de  huaior  y  raeolverae  de  fnlwrnarae  BMjor.  Y  aef  lo  hiao 
el  dicho  ooode,  y  allí  eetá  el  dicho  awao  coauabonfara  de 
igleiia  y  olroe  críadoe  qoe  se  le  dieroo  días  há.  y  no  siti  algaa 
faalo.  V.  M.  aecÉ  aarvido  aiandar  aviaar  lo  que  eo  este  pertiea- 
lar  se  hará,  á  quiaa  no  d^faré  de  euplicar  aaa  serrido  hacer 
merced  y  «nperar  al  dicho  BMOO,  porque  sé  qoe  S.  A.  lelaaia 
perticttlar  amor,  domia  de  haheUe  tratado  cooso  hanaaao.  Y 
puedo  certificar  á  V.  M.  que  no  haciéadoto,  ae  perderá.»  (Car- 
ta de  J.  B.  Tasaisá  S.  M.  de  a  de  Octubre  de  157S.  Arch.  de 
Simancas,  l«g.  578.)  En  esta  eapeck  de  cautividad  se  hallaba 
uxiavla  el  joven  Fycsmus  cuando  ocurrió  la  maerte  dd  héroe 
deLepento(i). 

£1  barco  que  coododa  á  sn  oaadra  dio  fondo  en  Larsdo. 
Hidrfa  eeoo^o  D.  Juan  para  morada  de  aqodlaasAora  el  con* 

(I)  De  idéntico  modo  m  cspretaba  Octavio  Gooags  tn  carta 
á  S.  M.,  desde  FUndet,  á  19  de  Octubre  de  1578.  (Siméocas,  Es- 
imdOf  tq|.  S7^)  *^(*  Borgofis,  en  nos  ca»a  del  Gobemsdor  dells, 
tenia  el  Sr.  D.  Juap  i  Contad  Piraniu»,  hijo  de  »u  madre,  pfOC«« 
rsndo  liaccric  atender  á  las  letras,  para,  por  Tva  de  U  Iglesia,  pro- 
curarle tuviese  que  comer;  y  tenia  el  Sr.  D.  Juan  gran  cuidado  del 
y  de  no  dexarle  desmandar  ni  poner  loa  ojos  en  ninguna  otra  pro- 
fesión. Y  aunque  el  moao  se  mostraba  de  muy  diferentes  inclina* 
ciones,  no  por  eso  quiso  jamás  permitírselo,  antes  le  hacu  detener 
en  un  castillo  porque  noatcnütcse  á  oua  cosa.  Agora,  con  habar  Cal- 
udo  quien  le  procuraba  su  bien,  si  de  V.  M.  no  es  amparado,  irá 
este  rooso  perdido;  y,  en  fin,  tener  nombre  de  hermano  del  señor 
D.  Juan,  merece  tenga  V.  M.  algún  cuidado  d¿l.  Su  inclinación 

es  soldadesca Es  moso  de  buena  disposición  y  buen  ulle,  y  u- 

niéndose  cuidado  del,  creo  saldrá  hombre  de  bien.» 


-3i7  - 

vento  de  religiosas  dominicas,  denominado  de  Santa  María  la 
Real,  sito  en  San  Cebrián  de  Mazóte,  á  siete  leguas  de  Va- 
Uadolid.  Al  desembarcar  fué  recibida  por  Doña  Magdalena  de 
Ulloa,  que  había  educado  á  D.  Juan  y  le  profesaba  cariñoso 
afecto.  Antes  de  entrar  en  el  convento  pasó  algunos  días  en 
casa  del  Marqués  de  la  Mota,  señor  de  San  Cebrián  y  herma- 
no de  Doña  Magdalena,  el  cual  dispensó  á  todos  las  mayores 
atenciones. 

Mientras  vivió  D.  Juan,  proveyó  á  las  necesidades  de  su 
madre.  Poco  antes  de  fallecer  encargó  á  su  confesor,  el  P.  Do- 
rante, que  la  recomendase  á  la  bondad  del  Rey,  ruego  que 
éste  atendió  con  solicitud  fraternal,  haciendo  merced  á  Ma- 
dama Bárbara  Blombergh,  como  entonces  se  la  nombraba, 
de  3.000  ducados  anuales,  por  Real  cédula  de  9  de  Agosto 
de  1579,  para  su  gasto  y  entretenimiento.  O  este  asignado  no 
se  pagaba  con  regularidad,  ó  la  madre  del  esclarecido  Prínci- 
pe seguía  siendo  tan  manirrota  en  España  como  en  Flandes, 
ó  acaso  sucedía  lo  uno  y  lo  otro,  puesto  que  en  un  Memorial 
que  en  1582  dirigió  al  Rey,  pide  se  le  renueve  el  libramiento 
y  se  le  pague  con  puntualidad.  Nuevamente  en  1595  suplicó 
en  otro  Memorial  á  S.  M.  que,  pagadas  que  fuesen  las  deudas 
de  D.  Juan  de  Austria,  y  cumplidos  sus  legados,  le  mande  dar 
la  hacienda  que  sobrare,  «como  á  madre  y  heredera  de  sus 
bienes. » 

Esta  solicitud  debió  quedar  sin  respuesta,  á  causa,  sin  duda, 
de  que  D.  Juan  no  dejó  testamento,  y  los  bienes  muebles  ^ue 
poseía  resultaron  ser  de  valor  inferior  á  sus  deudas. 

Aburrida  su  madre  de  la  vida  que  hacía  en  el  convento  de 
San  Cebrián,  pidió  al  Rey  la  trasladase  de  residencia;  y  acce- 
diendo á  su  instancia,  el  Monarca  puso  á  su  disposición  la  casa 
del  Secretario  Escobedo,  situada  en  Colindres,  jurisdicción 
de  Laredo,  donde  falleció  el  mismo  año  que  Felipe  II  (1598), 
según  se  deduce  de  una  representación  de  su  testamentario 
D.  Agustín  de  Alvarado,  dirigida  á  S.  M.,  en  que  le  participa 
el  fallecimiento  de  dicha  Madama,  y  que  en  su  testamento  dejó 
ordenado  que  su  cuerpo  fuese  sepultado  en  el  convento  de 
frailes  franciscos  de  la  villa  de  Escalante,  hasta  que  S.  M. 


hooisM  Mt  ImatM  coa  sMva  Mpvltan  «a  «1 

por  fo  alflM  «que  por  oaom  tan  pohne  como  BNrié,  por  habar 
acudido  ai  raniadio  de  au  hijo,  no  dexa  coo  qué  faaocr 
ffia  alguna  por  an  dma,  ni  á  ana  criadoa,  por  dabar 
dawlaaLt  Débalo  de  aala  liaotorial.  jr  da  dífwante  ktm  7  tin- 
ta, aa  lee:  «Bata  depoiítado  eaeloonvaato  da'An6(San  Se- 
baatiátt  de  Ano.  cooTcoto  de  frandacanoa  recoktea,  an  al  tár- 
» jvidáeckwal  de  la  villa  de  Eacabate),  y  manda  por  au 
aa  aga  el  entierro  en  el  convuito  de  la  villa  de 
Laredo.» 

No  parece  juatthcado,  por  tanto,  el  dicbo  de  FoneAo.  de 
habar  fülecido  Madama  Blombargh  ••  Arroyo  de  If oUnoa, 
cuatro  leguaa  de  Madrid. 

Libre  al  fia  Conrado  Pyramua  para  aeguir  la  cañera  de  laa 
armaa,  entra  an  el  ejápcilo  da  loa  Pülaaa  Bajoa,  «a  al  que  lia- 
f6  á  obtener  al  fnído  de  coronel,  fnroracido  por  Alejandro 
Faraaain,  por  nia  qna  aa  conducta  no  fiíaaa  nmy  oonecta, 
daado  aaolivo  á  qne  nqoel  inaigne  caudillo  aa  quajeae  da  alk 
an  16  da  Septiembre  de  1591  al  Secretario  de  Eatado  D.  jaan 
de  Idiéqoei.  Ceaó  Coorado  coo  una  aeftora  de  Hainaut,  la  Ba- 
ranean  de  Saint  Martin,  la  cual,  muerto  an  mvido  antea  de 
ocurrir  el  fiülecimiento  de  au  madre  DoAa  Bárbara,  vino  á  vi- 
vir á  Eapafta,  donde  murió. 


HOTA  m 
Primerm  müos  dt  D.  Jmm. 


Extrafta  000  raaóo  M.  Gachard  que  deyíéa  de  tanto  como 
aa  ha  eacrito  y  publicado  sobre  D.  Juan  de  Austria,  noaeaqM 
aún  con  certeza  ni  la  lecha  ni  el  lugar  de  su  nacuniento.  Ven- 
der Hanunen  y  algunoa  otroa  biógrafoa  dicen  qne  aacié  el  34 
ó  25  de  Febrero  de  1545  en  Ratiabooa;  aaeguran  otroa  que  6ié 


—  3i9  — 

al  año  siguiente,  y  no  faltan  algunos  que  fijen  el  nacimiento 
en  1547.  El  cardenal  Gran  vela,  tan  enterado  de  la  vida  de 
toda  la  Familia  Real,  escribía  á  Felipe  II  al  tener  conocimiento 
de  la  muerte  de  D.  Juan:  «Hale  llamado  Nuestro  Señor  en  la 
flor  de  su  edad,  á  los  31  años  de  esta.»  (Carta  de  23  de  Octu- 
bre de  1578. — Archivo  de  Simancas,  Estado,  leg.  932).  La- 
fuente  ha  probado  en  su  Historia  de  España,  que  tanto  la  fecha 
<ís  1545  como  la  de  1546,  no  son  ciertas.  Gachard,  valiéndose 
del  manuscrito  de  Vandenesse,  observa  que  Carlos  V  sólo  es- 
tuvo en  Ratisbona  desde  el  10  de  Abril  de  1546  hasta  el  3  de 
Agosto  del  mismo  año;  deduciendo  de  aquí  que  el  verdadero 
año  del  nacimiento  de  D.  Juan  es  el  de  1547,  quedando  en  la 
obscuridad  la  fecha  precisa  de  este  suceso  y  aun  el  lugar  don- 
de se  verificó.  Puede  suponerse,  añade,  que  Bárbara  Ülom- 
bergh,  ó  permaneció  en  Ratisbona  después  de  la  marcha  del 
Emperador,  ó  que  le  siguió,  ó  bien  por  ocultar  su  embarazo 
cambió  de  residencia,  inclinándose  á  aceptar  la  primera  de 
estas  tres  conjeturas.  Como  veinticinco  años  antes  había  tenido 
Carlos  V  otra  hija  natural,  y  reconocídola  públicamente,  ca- 
sándola con  uno  de  los  Príncipes  soberanos  de  Italia,  aver- 
gonzado ahora  de  su  debilidad  moral,  no  quiso  hacerla  públi- 
ca, y  resolvió  envolver  en  la  obscuridad  y  en  el  misterio  el  na- 
cimiento de  D.  Juan. 

Sospecha  con  algún  fundamento  Gachard,  que  el  ayuda  de 
cámara  del  Emperador,  Adriano  Du  Bois,  persona  de  su  ma- 
yor confianza,  fué  el  encargado  de  recoger  y  hacer  criar  secre- 
tamente el  fruto  de  los  últimos  amores  de  su  señor.  El  recién 
nacido  recibió  en  el  bautismo  el  nombre  de  Jerónimo.  Poste- 
riormente nada  se  sabe  de  cierto,  sino  que  en  1550  seguía  Don 
Juan  en  las  provincias  belgas,  según  se  deduce  del  texto  de  la 
siguiente  escritura,  otorgada  el  13  de  Junio  de  aquel  año,  en  len- 
gua castellana  por  los  esposos  Massy. 

«Yo,  Francisco  Massi,  violeur  de  S.  M.,  y  Ana  de  Medina 
mi  muger,  conocemos  y  confessamos  de  aver  tomado  y  recebi- 
do  un  hijo  del  señor  Adrián  de  Bues,  ayuda  de  camarade  S.  M., 
el  qual  tomamos  por  su  ruego,  que  nos  ha  rogado  que  le  to- 
memos y  tratemos  y  gobernemos,  assí  como  si  fuesse  nuestro 


—    320  — 

hijo  pfopno,  y  <M  no  dmr  os  iWclifif  á  mti|ptiMi  psnosA  OKfO 
tMw  dicÍM>  BiftOt  pon|wd  tsAoc  AibiMi  iM<|VMra  m  BinpiH 
na  imaant  qm  m  nofir  wipiwM  ni  Ofmm  híblir  de  ello,  ni 
otm  pam)an  ninfone.  Rúa  lo  qoel  yo,  PMndeooliMii,  y  Ani 
de  lfedba«  ni  nwifw,  y  noeelro  hijo  Diep»  de  lledlaa,  jum- 
moe  y  prometiwne  el  dídio  feftar  Adrián  de  no  desir  ni  dede- 
rar  á  penone  qoe  lee  ea  e«n  vida,  de  quién  ea  d  dicho  niho, 
MM  tftB  yodaré  <pie  ea  asió, liaala(|ne el aaAor  Adrían aMcníH 
ble  nna  penona  con  eela  aMn»  carta,  6  que  el 
Adrián  vené  en  peíaona.  Y  porque  el  aaftor  Adrián 
nar  erte  cato  lecreto,  rae  ha  rofado*  por  haaarle  bnean  otea* 

na  volanlad  yo  y  nú  raofir,  y  coooaoo  aw  weebkb  del  di- 
cho teAor  Adrián  para  hanr  eite  viage  de  llevar  eda  nifto, 

q«iaBMda,ciane8cadaa,yea  á  aiter,  q«ae  te  cnanla  el  didio 
afto  dende  primero  dia  de  agodo  de  eMe  praMBéa  ato  de  1550 
ahoa»  De  loqoal  me  lenflo  por  contento  y  pe^Mlo  de  etle  dicho 
aAo(  y  poique  ea  verdad,  lo  firmé  de  an  nomwe  yo  y  nú  mu* 
ger;  y  porque  mi  muger  no  aabe firmer, rognéá  Ogar  Bodoarte 

dicho  aahor  Adrián  dwpMota  docartoe  por  cada  un  afio  por  el 
tmamiento  del  niAo.  Pecha  en  Bruaelo  á  13  días  del  oaea  de 
Junio  de  1550  atea.  »—<Pa^Mr*  áTEUd  éu  Cñrdmti  dt  Grmmd- 
lét  tomo  IV,  pég.  498. — P^MBlea  que  ae  hallaron  incluaoa  en 
el  mtanwnto  dd  EaBperador  Carica  V.) 

Debe  teoerae  en  cuenta  que  Frandaoo  Maasy,  bdga  de  na- 
cimiento como  Du  Bots,  edaba  al  servicio  dd  Emperador  mu- 
choe  atea  hada.  Hablase  casado  en  Tdedo  en  1539  con  Ana 
de  Medina,  coyoe  pedrés  vivían  en  f^^gan^;  y  cansado  aqnd 
de  loe  continuos  viajes  á  que  le  obUgaba  d  servido  de  so  im- 
perid  amo,  y  disgustada  ella  dd  clima  de  loe  Piafasa  Bi^os, 
perjudicid  para  su  sdud,  [Ndieron  d  Emperador  pemuso  pera 
retirat'se  d  mendonado  pueblo.  Ocurrfa  esto  en  vísperas  de 
partir  S.  M.  para  Alemania,  donde  de  nuevo  hd>fai  convocado 
la  Dieta  dd  Imperio. 

Aprovechó  Chi  Bois  esta  petición  de  Massy,  si  es  que  no  la 


—  321  — 
suscitó  él,  para  desembarazarse  del  niño  puesto  á  su  cuidado. 
¿Pero  qué  pensar,  añade  Gachard,  del  Emperador  al  exponer  á 
su  hijo  en  tan  tierna  edad  á  todas  las  fatigas  é  incomodida- 
des de  un  largo  y  difícil  viaje,  y  dar  orden  ó  autorización  para 
recluirle  en  un  pueblecillo  y  hacerle  vivir  como  los  hijos  de  los 
aldeanos?  Preciso  era  que  de  tal  suerte  le  dominase  el  temor 
de  ver  descubierto  su  secreto,  que  ahogase  en  su  corazón  el 
sentimiento  de  la  paternidad. 

Transcurrieron  así  algunos  años,  y  el  6  de  Junio  de  1554, 
estando  Carlos  V  en  Bruselas,  otorgó  testamento,  mediante  el 
cual  anulaba  y  revocaba  todos  los  anteriores.  Había  sufrido 
considerablemente  su  salud  durante  aquel  rudo  invierno,  y  ha- 
biéndola recobrado,  quiso  aprovecharla  para  expresar  en  defi- 
nitivas disposiciones  su  voluntad  sobre  el  lugar  de  su  sepul- 
tura, pago  de  sus  deudas,  orden  de  su  sucesión  y  otras  ma- 
terias importantes.  Acordóse  entonces  de  aquel  hijo,  del  que 
al  parecer  tan  poco  se  había  interesado  hasta  entonces,  y  re- 
dactó en  español  la  Cédula  siguiente,  que  unió  ásu  testamento, 
y  que,  como  éste,  no  se  debía  abrir  hasta  después  de  su  muerte. 

«Demás  de  lo  contenido  en  este  mi  testamento,  digo  y  de- 
claro que,  por  quanto  estando  yo  en  Alemana,  después  que  em- 
biudé,  huve  un  hijo  natural  de  una  muger  soltera,  el  qual  se 
llama  Gerónimo,  y  mi  intención  ha  sido  y  es  que,  por  algunas 
causas  que  á  esto  me  mueven,  que  pudiéndose  buenamente 
endere9ar,  que  de  su  libre  y  spontánea  voluntad,  él  tomase 
hábito  en  alguna  religión  de  frayles  reformados,  á  lo  qual  se 
encamine,  sin  hacerle  para  ello  premia  ni  extorcion  alguna.  Y 
no  pudiendo  esto  guiar  assí,  y  queriendo  él  más  seguir  la  vida 
y  estado  seglar,  es  mi  voluntad  y  mando  que  se  le  den  de  ren- 
ta, por  via  ordinaria,  en  cada  un  año,  de  veynte  á  treinta  mil 
ducados  en  el  reyno  de  Ñapóles,  señalándole  lugares  y  vasa- 
llos con  la  dicha  renta.  Lo  qual  todo,  assí  en  el  señalar  los  di- 
chos, como  en  la  cantidad  de  la  renta,  que  la  suma  susodicha 
sea  como  pareciese  al  Príncipe  mi  hijo,  á  quien  lo  remito;  y 
en  defecto  dé!,  sea  como  pareciere  á  mi  nieto  el  Infante  Don 
Carlos,  ó  á  la  persona  que,  conforme  á  este  mi  testamento, 
fuere  mi  heredero  ó  heredera,  al  tiempo  que  se  abriere.  Y 

21 


-  3«f  — 

qoMKlo  d  dicho  Geróoñno  ao  «kovímm  fM»  «Bloaoet  JFK 
to  ea  d  «tedo  qn*  jo  daHoo,  fonti  dt  la  ékim  laate  y  !•• 
giret  por  lodot  loo  dios  de  wi  vkU.  y  deopw»  del  «m  htrado- 
roo  y  MOOMorao  ImHíiBoo»  do  oo  cotrfio  dMoewMMfeH*  Y  oa 
qtutlquior  oiCodo  qno  Iosumo  él  dido  GofteiMO»  osoHifO  ol 
dicho  PrfDcipe  mi  hijo,  j  al  dicho  mi  nielo  y  á  qwdqoMn  ni 
horodoio,  quo,  como  didio  lOB(p>,  tuNa»  id  tiampo  qoo  oolo 
ni  tnlMMBto  fO  obnoreí  <|Qo  lo  noora  y  miidit  ■oMOf » y  (|m 
lo  toBKu  el  mpelo  que  cooyieoe  y  qoe  b  hafigQndn,  cmn 
plir  y  encotar  lo  qw  eo  eatt  cédala  ea  iwninmdo.  ÍJk  qoal 
fimé  de  ni  nombre  y  naoo,  y  m  oanada  y  aallada  ooa  ni 
aallo  peqacKo  y  aaciete»  y  ae  he  de  (MMnar  y  de  pooer  eo  en* 
to,  cooto  cliaaiila  del  <Bclio  nñ  lealanénto.  Hecha  ao  Bran* 
lee,  áiayadiaadelmeadejaaiodo  1554. 

vHiio  ó  nieto,  6  qmiqiéii»  qm  al  tieoíipo  que  ean  nt  lee- 
tamesto  y  cédula  m  abii— ,  y  Ibeie  coafoma  á  él  ni  harade- 
n>  ó  herédela,  si  ao'toviéredea  raaoo  de  dóade  ená  eafea  Ge- 
rónimo, lo  podreya  aaber  de  Adríaa,  ayada  de  bm  céaura;  6 
ea  caao  deán  anorta,  de  Oger.nd  portero  de  cenara  (1),  pe- 
ra qoe  nae  del,  coajuraw  á  lo  anaodici».»— <Fimada  de  aa 
Bwno  y  aonlive  cono  Rey.  Deolfo  de  eala  cédala  calaba 
la  cagltnri  hacha  coa  Fraociaco  MaHqr  y  aa  anjar.— Ptf* 
fiits  á"EM  im  C^dimi  ié  Ctmmtlh,  tomo  IV,  pé¿iaa  496.) 
Papdea  que  ae  hallaron  tnduaoa  eo  el  K^amanlo  del  £a|n- 
redor  Ovloe  V.  Coatro  papelea  meCidoa  eo  olre  <|Be  paraoa 
estovo  cerrado,  y  tiaoe  eala  tflulo  encima,  de  letn  dd  Rey 
Fdipe  11:  «Si  yo  me  nnviere  antes  qne  so  iiiaffetad,  deae 
cato  en  sos  menea;  ai  de^mes,  á  mi  hijo  6  heredero  eo  en  bl- 
ta.»  Y  eotá  firmadode  sa  nombre.  Uno  de  toa  dichoe  pepoln 
qne  estaban  melidoa  deairo  de  h  dicha  cobiofta,  paraoa  qae 
eetavo  cerrado,  y  tieae  cata  inscripción  de  mano  dd  Baapera- 
don  «No  ha  de  «brir  esta  cédula  otro  que  el  Prfndpe  nú  hijo, 
y  en  defecto  del,  mi  nieto  D.  Carlos;  y  en  sn  ddecto,  d  ó  U 
qne  fuere  mi  heredero  ó  heredera,  confonne  á  este  mi  teata- 

(i)  Etfo  hace  creer,  con  M.  Gachard,  qne  todivia  ignoraba 
este  secreto  del  Eaipcrador  sa  mayordomo  Luis  Quijada. 


—  3*3  — 
mentó  al  tiempo  que  se  abriere.»  Contenía  este  sobre  la  cédu- 
la antes  inserta  y  la  escritura  de  Massy . 

Vivía  el  hijo  de  Carlos  V  y  df  Bárbara  de  Blombergh  en 
Leganés,  confundido  con  otros  chicuelos  de  su  edad,  sin  dis- 
tinguirse de  ellos  más  que  por  llevar  algo  más  cuidados  sus 
vestidos  y  por  cierto  aire  de  gentileza,  que  le  hacía  ser  estima- 
do de  todo  el  mundo.  Massy  había  muerto  poco  después  de 
su  llegada  á  España,  y  no  tenía  Jerónimo  quien  velase  por  él 
más  que  Ana  de  Medina,  impropia  por  su  condición  para 
ocuparse  del  desarrollo  intelectual  de  su  infantil  pupilo.  De 
cuando  en  cuando  recibía  lecciones  de  lectura  y  escritura  que 
le  daba  Francisco  Fernández,  sacristán  de  la  parroquia.  Otras 
veces  iba  con  sus  camaradas  á  la  escuela  de  Jetafe,  siendo  en 
una  y  en  otra  parte  poco  lo  que  aprendía.  El  clérigo  Bautista 
Vela,  á  quien  también  había  ido  recomendado,  no  cuidaba  de 
su  educación.  Gustaba  más  el  rapaz  de  correr  jxjr  el  campo  y 
tirar  con  una  ballestilla  á  los  pájaros. 

No  ignoraba  el  Emperador  la  negligencia  y  abandono  en  que 
vivía  su  hijo,  y  así  resolvió  mejorar  su  situación.  Al  efecto  des- 
cubrió el  secreto,  según  opina  Gachard,  á  Luis  Méndez  de 
Quijada,  aunque,  según  Vander  Hammer  y  otros  historiadores, 
estaba  ya  en  él  muy  desde  el  principio.  Era  Quijada  señor  de 
Villagarcía,  mayordomo  del  Emperador  y  coronel  de  infante- 
ría española.  Treinta  años  hacía  que  no  se  había  separado  de 
él,  sirviéndole  siempre  y  en  todas  ocasiones  con  fidelidad  y 
desinterés  extraordmarios.  Quijada  estaba  casado  con  Doña 
Magdalena  de  Ulloa  desde  1549,  y  no  tenía  hijos,  residiendo 
ella  en  su  casa  de  Villagarcía,  situada  á  seis  leguas  de  Valla- 
dolid.  Pidióle  Carlos  V  recibiese  á  su  hijo  en  su  casa,  bajo  el 
cuidado  de  Doña  Magdalena,  señora  tan  distinguida  por  sus 
virtudes  y  talentos  como  por  su  nacimiento  ilustre;  y  aunque 
con  escrúpulo  de  que  su  esposa  pudiese  abrigar  alguna  sospe- 
cha y  celo  respecto  á  la  procedencia  del  niño,  al  fin  aceptó  el 
encargo  de  su  amo  y  señor,  recomendándoselo  á  Doña  Mag- 
dalena como  hijo  de  uno  de  sus  mejores  amigos,  cuyo  nom- 
bre no  podía  revelar.  Obediente  siempre  aquella  ilustre  seño- 
ra á  los  ruegos  de  su  esposo,  no  puso  dificultad  alguna  en  el 


—  3«4  - 

cmnpUndealo  áú  MHiifO  qns  aban  coa  taota  eBcada  te  ha- 
da. Una  panoaa  «oviada  por  Quqada  fué  á  Legaoéa,  provis- 
ta de  (tommento  que  acreditaba  m  cwniaifa,  á  rectoBMir  á  te 
viada  de  Pnmdaqalo.  ó  aea  MaaajTt  el  bíAo  qae  te  babfi  lido 
confiado,  y  te  coodajo  á  VUte^tfda.  La  aocaatadom  figwi 
de  «il*  mirteripio  mña,  au  irivaddad  y  prnem 
diada  bwfo  ai  caiiftb  de  Dofta  Mafdaliaa,  qoa  eójo  i 
gte  te  «qmaióo  de  Vaadar  Hammeo,  oo  aar  te  madwi  de  taa 


Lote  Oiújada  volvió  á  EapaAa  deapoéa  de  te  abdieaeióa  del 
Enpendor,  y  te  aconyafté  al  oMoaaterio  de  Yoste.  Cíate  él 
que  u—  vea  iaatetedo  aa  aafior  ea  an  miro  te  deapidirfa  y  p»» 
dria  volver  al  lado  de  an  majert  de  te  qm  m  balbdMi  «telado 
noncho  tieoqM  bacte.  Carloa  V,  ata  eoabarfo,  oo  podte  paoar 
aia  él,  aegéa  indica  M.  Gacbard.  ComenoA  por  imiaipite  de 
te  dirección  de  en  caaa  de  naa  nauMm  ¡nterteaj  poeo  daapnéa 
te  propnao  qoa  ae  eeteblerteei  con  Dofta  Ifagdatena  en  Cna- 
coa*  pnebteciUo  próximo  al  oonvento  de  Yoites  y  aMM|ne  nada 
podte  contrariarte  taoto  como  ealo,  eran  tan  profundoa  el  rea- 
poto  y  adhaáén  de  Qn^inda  hada  an  aatigno  amo.  que  obede- 
ció ciafaoMnle. 

Unoa  trae  maaea  anlaa  de  te  aanerte  dd  En^iarador,  á  prio* 
dpioa  de  Jnlio  de  1558,  ae  ealableció  con  an  bm^  en  Ctta> 
coa.  NingAn  ffiit«*«tw  ae  notaba  por  enlonoea  inw  podteae  aar 
precurtor  del  próximo  telloctmieoto  del  Céaar.  Nunca  bfebte 
foaado  de  tan  buena  aalod. 

^wnaa  inalateda  DoAa  Bfafdatena  de  Ulloa  en  tea  inmedte- 
cionet  de  Yutte,  fué  á  visitar  al  Emperador,  acompaAada  del 
nifto  Jerónimo,  preaeotándote  como  m  pi^.  Pádl  ai  6gu- 
nuie  U  carioeidad  y  te  emodóo  con  qae  te  miró,  aunque  en 
au  aembtente  no  ae  roflujaian  CuantMs  vocea  te  volvió  á  eo- 
cootrar  so  viita,  le  miró  aiempre  con  tal  majestad  y  circuat- 
pección,  que  nadie  hubieae  aoapechado  que  era  su  hijo.  Una 
6  doa  veces  que  el  muchacho  entró  en  su  habitación,  le  babló 
de  te  misma  manera  que  á  los  demás  niños  que  entraban  en  el 
mooaateno.  No  era  además  este  sitio  el  que  el  miatehoeo  nifto 
preferte.  Sus  mayores  placeres  consistían  en  tirar  á  loa  paja- 


—  325  — 

ros  con  ballestilla  y  corretear  por  los  jardines  y  cármenes  de 
Cuacos  y  sus  cercanías  en  busca  de  frutas . 

La  víspera  de  su  muerte,  el  Emperador  mandó  que  le  deja- 
ran solo  con  Quijada,  y  entre  otras  materias  importantes,  le 
habló  del  hijo  cuya  crianza  y  educación  le  había  encomendado, 
declarándole  que  deseaba  «que  esto  estuviese  secreto  hasta  la 
venida  de  V.  M.,  y  desde  allí  adelante  se  hiciese  lo  que  V.  M. 
mandase.»  (Carta  de  Quijada  á  Felipe  II,  de  13  de  Diciembre 
de  1558.)  Por  lo  demás,  ni  el  más  pequeño  recuerdo  de  afecto 
para  su  hijo,  si  se  exceptúa  «la  muía  que  en  el  monasterio  de 
Yíiste  el  Emperador,  qu'está  en  gloria,  tenia  quando  falleció,  y 
un  cuartago  que  ha  cegado  y  un  machuelo  chiquito  que  está 
en  mi  poder,  lo  tengo  todo,  con  voluntad  de  S.  M.  para  ser- 
vir con  ello  á  la  persona  que  V.  M.  sabe.»  (Quijada  á  Feli- 
pe II,  6  de  Julio  de  1559.) 

A  pesar  del  misterio  con  que  Carlos  V  había  tratado  de  en- 
volver el  fruto  de  sus  «unores  con  Bárbara  Blombergh,  no  dejó 
de  transcender  este  suceso  á  algunas,  si  bien  muy  limitadas 
personas,  entre  ellas  al  Embajador  veneciano  Badoaro,  Feli- 
pe II  y  Ruy  Gómez  de  Silva.  Tres  semanas  después  del  fa- 
llecimiento del  César,  escribió  el  Secretario  Vázquez,  por 
orden  de  la  Princesa  gobernadora  Doña  Juana,  que  tenía  su 
Corte  en  Valladolid,  á  Luis  Quijada,  preguntándole  si  era 
verdad  que  tenía  en  su  casa  un  hijo  del  Emperador.  En  grave 
aprieto  ponía  esta  pregunta  al  viejo  y  leal  servidor;  pero  fiel 
al  mandato  de  su  amo,  contestó:  «En  lo  que  v.  m.  dice  del 
mochadlo  que  está  en  mi  poder,  es  verdad  que  me  lo  enco- 
mendó un  amigo  mió  años  há,  y  no  se  ha  de  creer  que  es  de 
S.  M.,  como  V.  m.  dice  que  se  ha  publicado  alií,  pues  eu  su 
testamento  cuya  copia  tenia  en  su  poder,  que  nos  hizo  leer  á 
Gaztelu,  en  su  presencia,  á  su  confesor  y  á  mí,  ni  en  el  code- 
cillo  que  después  otorgó,  hace  mención  de  nada  de  esto.» 
(Carta  de  18  de  Octubre  de  1558.) 

Concluido  todo  lo  que  exigía  su  presencia  en  el  monasterio 
de  Yuste,  volvió  á  fines  de  Noviembre  Quijada  con  su  mujer 
y  toda  su  casa  á  Villagarcía,  no  sin  haber  visitado  autes  Doña 
Magdalena  y  su  gallardo  paje  á  Nuestra  Señora  de  Guadalupe. 


—  3t6  — 

A  poeo  de  Ikfv  Qni jida  al  lugv  da  tn  teterfo,  U  Prinwi  k 
Uaínóá  Valladobd  pta  ocnpacM  daU  «iccacióo  del  teite- 
■MiAo  de  eu  pedf*.  Gmade  toé  «1  Mooibro  del  tUetei  ae- 
ypcdoaao  el  oír  heUir  póhlíceiniele  ea  le  Corte  del  háio  oe* 
uanü  del  Empendor.  «HeUotaQp6bláooeqiti(eKril]foel  Rey) 
lo  qgm  toce  á  aquiUe  pinne  <|He  V.  II.  tebe  qoe  eitá  á  ni 
ceqi»,  qoe  bm  he  eupeetidn,  y  eepinfinwf  mucho  má»  Us 
pertimbndedei  que  eofar*eUo  ojro.» 

Vtürfio  4  en  ceM«  ooMnpntee  á  la  if4iinp*i^  dci  iHrttiTf  Qiftft 
qim  le  eelaba  coofiedo,  la  ooal  hillátiaie  tea  dwmididí,  <|ae 
fin  <lnda  oootribttia  á  la  avenéóo  que  iwMfaba  al  eeCndio.  Ha* 
Me  tucomandedo  üBMfá  QutiiKla  que  el  ai6o 

alcuBaa  pelalma;  pero  euepcoflteeoeoo  podían  eerciaBdee  por 
fUiaríe  ocaaióo  para  ello.  Prefarfa  ol  mudiecbo,  f  era  netnral, 
■nntar  á  cebaUo,  á  la  jiaeuy  álabóday  aMOipr  lalaosa, 
que  lo  hada  oon  particular  gracia,  haciendo  pfeewBÍr  qne,  en- 
deudo el  ^len^1o,  aif«nu>iaiia  en  loe  i^iercicioa  oorporalea.  y 
aia(ularaMale  en  km  de  *yi«4vt  f  valentía* 

Ün  ana Mtitiúii$i9 C^tiM  f^V'^fv^ el  SecnCario  ABtnrff  ^4» 
•aa  la  di»eiyirn  de  opinionea  que  hubo  en  el  Coneiiode  Ee* 
ledo  cuando  por  orden  de  Felipe  U  delibera  aobre  la  prnfaaién 
á  que  CerkM  V  habla  deatinarln  á  au  hijo  natural,  y  loe  aóvi- 
lee  que  en  elb  hubo.  Deermhircrt  D.  Felipeen  Leradoel  8de 
Sepüenibre  de  1559,  Hctfuido  acia  diaa  despuéa  á  VaiUdolid. 
Adivinanae  íacilmanie  la  io^iaciencia  y  la  anaiitdad  de  S¿uija-> 
da  por  conocer  la  intención  del  &ey  acerca  da  au  hannaoo; 
nuw  el  Muoarca  la  reeenraba  para  cuando  eatuvieae  á  punto  de 
marchar  de  VaUadohd.  Al  fia,  d  28  de  Septiemlire,  ao  pretox- 
to  de  uoa  partida  de  cese,  m  du%i6  al  OMMunterio  de  Sen  Pe- 
dro  de  U  b»^iaa,  kito  a  uoa  legua  de  ViliagarcEa,  4  donde  ha- 
bía nMioda<k>  le  eipenaa  Quijada  con  su  pupUo  tin  que  ¿kte 
aoepechaaa  eJ  objeto  de  la  excursióa.  «Ailí  le  tzaxeroo  au  me- 
dio hermano  y  holgó  de  velk)  tal  como  ea,  harmoao  y  aviaado, 
y  mandó  que  le  Uevasoí  4  caaa  secretamente.  Y  aasí,  el  lunee 
üguie&ie  hizo  4  todoe  los  de  su  palacio  que  lo  reoooocieseeo 
por  au  hannauo,  comen94ndolo  él  abrasar  y  4  beaar,  y  luego  ao 


—  327  — 
hermana  y  su  hijo,  y  luego  los  demás  de  capa  negra.»  Sigue 
Gachard  en  el  relato  de  este  suceso  la  versión  del  manuscrito 
de  la  Biblioteca  Maggliabecchiana,  de  Florencia,  titulado  Mis- 
celánea, por  parecerle,  como  sin  duda  lo  es,  más  exacta  que  la 
de  Vander  Hammen,  Strada  y  otros  escritores. 

Entonces  fué  cuando  Felipe  II  declaró  que  en  adelante  que- 
ría que  su  hermano  se  llamase  D.  Juan  de  Austria,  desechan- 
do el  nombre  de  Jerónimo;  le  concedió  el  título  de  Excelencia, 
le  asignó  dotación  proporcionada  á  su  rango,  y  quiso  que  fue- 
se educado  en  compañía  de  su  hijo  D.  Carlos  y  del  Príncipe  de 
Parma,  Alejandro  Farnesio.  Cumplía  entonces  D.  Juan  trece 
años,  y  debió  ser,  por  tanto,  notable  el  efecto  que  debió  produ- 
cir en  su  ánimo  esta  elevación  súbita  é  inesperada,  sintiendo  al 
mismo  tiempo  despedirse  de  su  antigua  mansión  de  ViUagar- 
cía,  donde  con  tanto  cariño  y  solicitud  había  vivido.  Durante 
toda  su  vida,  añade  Gachard,  conservó  viva  y  respetuosa  gra- 
titud para  Luis  Méndez  Quijada  y  Doña  Magdalena  de  Ulloa, 
nombrándolos  con  el  afectuoso  nombre  de  tíos;  y  muerto 
aquél,  se  concentró  en  su  viuda  la  veneración  filial  que  había 
hasta  entonces  dividido  entre  los  dos  esposos. 


NOTA  IV 

D.  Juan  y  Doña  Margarita  de  Austria. 

Las  relaciones  que  debieron  existir  entre  D.  Juan  y  Doña 
Margarita  de  Austria,  hijos  naturales  de  Carlos  V,  han  queda- 
do en  gran  parte  ignoradas.  Los  historiadores  de  ambos  per- 
SiOnajes  apenas  hacen  mención  de  ellas.  Los  papeles  de  Don 
Juan,  traídos  de  los  Países  Bajos  por  orden  expresa  de  Feli- 
pe II,  opina  con  gran  fundamento  Gachard  que  fueron  des- 
truidos, después  de  haber  sido  minuciosamente  examinados 
para  averiguar  las  sospechas  que  el  Rey  había  concebido  de 
su  hermano.  En  el  Archivo  de  Simancas  no  se  encuentran,  y 


—  3««  — 

por  otra  pute  te  «be  que  D.  Juau  oo  acoitainbnlMi  feerdar 
Un  cartas  que  iiargeiiia  le eacríbia. 

Loa  papelea  de  Marfil  i»  de  Paroaa,  por  el  cootnario,  ooo- 
aenradoe  mirtadnwwle  doraste  aa  vi«la,  íueroa  de^Náa  de 
■u  muerte  depoiitadoa  en  loa  aiciiinMdacalaa  de  PanmuStn- 
da  atiliaó  loa  conce«ieatea  á  loa  iwjocioa  de  loa  PaJeeaBigoa 
dónala  la  r«(aocia  de  e«a  Prinoai;  y  el  aebio  Aichivofo  de 
mijini  Gaohttd*  tuvo  la  asarte  deeaooatrar  as  Népoleala 
cofwapondascie  de  la  Uoicra  biia  satucal  del  Eoipersdor  oos 
as  bermaoo.  Cósala  de  uo  lefijo  de  cerca  de  aoo  docsons- 
loa.  TodaalaacagtaadaO.  Jsas  satas  eecntaa  de  «6  smso, 
etrsptsadae  alfssaa  ferhadaa  es  loa  PalaeaBaioa,  y  todaa  es» 
tas  es  laogsa  eapaftola,  úoica  de  qse  D.  Juan  aa  aerrfa.  Ks 

<»|^^i^^i^    Maay»»»  ^^yi^^^  f^mampf^  ^  i^\»^mm^  A  pgggg  dS  bS* 

bar  iSitdido  asa  jsvssálaa  aftoa  es  Braaetaa*  dosdg  el  frascéa 
era  la  torusa  dominaste. 

llaryuua  Isé  Is  primars,  acfuo  uachanl,  qse  deede  qse  ea- 
tOTO  al  fresta  .del  fobierso  ds  los  Paftea  B^^ot  urnaámé  is- 
lescióo  de  estiar  as  reUcáooea.ooo  as  beroMso  satoial,  co> 
neepoodiésdole  en  cealídsd  eeía  iaidabva  por  as  edad  y  «- 
tuactóS.  De  eala  oorfeiposdesda»  toanada  de  la  publicada  por 
M.  Gadiaid,  dass»  más  adelaste  algssoa  ingvsestot  de  Uní 
más  iniereaaotea,  como  stueatia*  en  la  qse  aa  renda  la  diaere- 
don,  buco  juicio  y  atmads  masnia  de  apreciar  D.  Jiua  laa 
peraonas  y  loa  auoesoa. 

Coando  U.  Juan  deaambaroá  es  Genova  ei  a6  de  julio  de 
1571 ,  la  Duquesa  de  Parma  envió  á  salodar  á  su  bermaiw  es 
su  nombre  á  Pedro  Albcobendino,  uoodeaoapriscipslaa  (as- 
tilbombrea.  Ltagado  D.  Juan  á  Ñapóles,  eocaigó  á  D.  Diígo 
delieodoaa,  goberoadoc  del  Abcuso,  á  hacer  pre sestil  á  as  bar» 
mana  su  aastimisnlo  por  no  poder  ir  á  beaarla  la  maso  á  cau- 
sa de  la  uffencia  es  que  se  hallaba  de  escargarse  del  amsdo 
de  la  armada.  Graves  ocupaciones  le  impidieron  antea  y  algte 
tiempo  deaptiés  de  la  batalla  de  L^MUito  el  deaeo  que  tenU  de 
conocer  personalmente  á  au  hermana,  qsien  no  omqos  lo  anhe- 
laba, así  por  loa  laxoa  de  la  sangre  que  lea  uniao,  como  por  el 
renombre  universal  adquirido  por  el  vencedor  deLepanto.  Al 


—  329  — 
fin,  en  Jos  primeros  días  de  Febrero  de  1573  salió  D.  Juan  de 
Ñapóles,  con  numeroso  séquito,  para  Aquiia,-en  los  Abruzos, 
donde  su  hermana  residía.  Inútil  es,  dice  Gachard,  referir  las 
demostraciones  de  alegría  y  ternura  con  que  fué  acogido  por 
Margarita;  pero  no  pudo  conseguir  ésta  que  aceptase  los  rega- 
los y  donativos  que  le  ofreció,  excusándose  D.  Juan  de  reci- 
birlos con  exquisita  galantería. 

Importantes  asuntos  reclamaban  la  presencia  de  D.  Juan  en 
Ñapóles,  y  así,  el  19  de  Febrero,  aunque  el  tiempo  era  riguro- 
sísimo y  los  caminos  estaban  impracticables,  se  despidió  de 
su  hermana,  prometiéndola  volver  á  verla  antes  de  regresar  á 
España.  Separáronse  ambos  anegados  en  lágrimas,  y  al  si- 
guiente día  D.  Juan  la  escribió  desde  Naveilas  (i)  afectuosa 
carta,  en  la  que  se  advierte  que  da  á  su  hermana  ei  trata- 
miento de  Alteza,  habiéndola  dado  antes  el  de  Excelencia. 
Aunque  éste  era  el  tratamiento  que  por  la  Corte  de  España  se 
daba  á  los  Príncipes  soberanos  de  Italia,  toleróse  que  tanto  á 
D.  Juan  como  á  Margarita  se  les  titulase  Alteza,  confirmando 
al  fin  el  Consejo  de  Estado  en  1575  este  título  á  D.  Juan. 

A  fines  de  este  año  logró  visitar  por  segunda  vez  á  su  her- 
mana en  Aquila,  de  donde  salió  el  i.°  de  Enero  del  siguiente 
año  para  ganar  en  Nuestra  Señora  de  Loreto  el  jubileo  conce- 
dido por  Gregorio  XIII . 

Nombrado  D.  Juan  Gobernador  general  de  los  Países  Ba- 
jos, y  una  vez  en  ellos,  siguió  correspondiéndose  con  su  her- 
mana, la  que  le  confortaba  en  sus  penas  y  le  daba  prudentes 
consejos.  La  última  carta  de  D.  Juan  á  su  hermana  es  del  12 
de  Agosto  de  1578  en  el  campo,  cerca  de  Tirlemont.  En  ella  se 
quejaba  vivamente  de  las  grandes  fatigas  que  le  causaban  las 
extremadas  necesidades  á  que  se  hallaba  reducido.  A  poco 
más  de  un  mes  de  la  fecha  de  esta  carta,  cayó  gravemente  en- 
fermo D.  Juan.  Cuando  Margarita,  que  no  tuvo  noticia  de  su 
enfermedad,  recibió  la  triste  nueva  de  su  muerte,  sintióla  pro- 
fundamente, y  escribió  á  Felipe  II: 

La  notabilissima  et  inespettata  perdita  che  si  é  íatto 

(1)    Véanse  las  cartas  de  D.  Juan  á  Doña  Margarita. 


—  33o  — 

del  tignor  doo  Gio.  d'  Axtáxm  (che  m  ia  délo)  é  tentó  gnnde 
et  di  tal  qiMÜitá  th»  cfaMoeno  «Mwleeteiaeme  ooo  ngioae  ne 
deve  teoliie  ii^itlo  dkpáteere*  come  fft  io,  et  pía  che  eltri  le 
Ifeeitá  Voetre,  haveodo  pcteo  «m  ftstello  temo  obedkate  et 
▼aleroeo  net  6or  de  enoi  anai  et  io  lempo  ooei  contrarío  et  di 
tanto  oMttovealoeleemtio  di  V.M.  Al  cbe  coMÍdefando. 
ollre  nqnello  die  me  tooca  per  le  ooMaagtfiaítá  et  pertkwlar 
■fettione  che  eta  tra  di  noí,  ne  eaolo  tanto  dolóte  cbe  i 
non  poó  «eeete,  ec  ne  rceio  alflttiüMne  et  elooite.  Bc  per 
angMMKitMlo  ella  M.  V.  io  tmttarli  di  giieeti  meterie,  nuflioe 
tacere,  na  bea  vengo,  per  mesao  dalla  pceeaoCe,  non  polanlo 
fwto  di  peraooa,  oome  «uebbe  miodelMito  eC  deeirtario,  a  coo- 
dolermi  coaiultoraSaclodell*aniaM,oonV.M.dicoaifno- 
diaeima  et  importante  penlita»  et  la  eapplioo  a  toUenrla  ooo 
paiieotia..,».»  (8  de  Noviembre  de  1578.) 

No  tuvo  que  beoer  Felipe  11  gnuidea  eaiiienoa  pera  oomo- 
lar»e  de  k  pérdida  de  D.  ¡uan  de  Aoatría.  Una  fcam  de  Amo- 
nio Pétea  refleia  mijor  q«ie  cuanto  ae  podiere  dectr  eobia  elle 
particular,  la  iropceaióo  qoe  produjo  en  «te  llooatca  el  falle- 
cimieaio  de  au  hermano  natural.  El  Dr.  Kamfcat,  que  babfa 
aaiatido  á  D.  Juan  en  an  61tima  enfcnaedad,  eecribi6  al  Eey 
drcunalanctada  relación  de  ella,  dándole  famhiéi  enante  de 
laauíopcia  que  habto  hecho  del  cuerpo  del  Rrlndfe.  Recibió 
eate  retedóo  Antonio  Peras,  como  Seaetarb  de  Balado  y  en- 
cargado de  loa  negocioe  de  loe  Pafaea  Bajoe;  y  al  remitfraelaá 
Felipe  11,  la  aoompahó  de  una  note  de  eu  mano,  en  la  que  de- 
cía que  nada  oonlenfa  que  valieae  la  pena  de  lecda  (i).  Eate 
(raae,  dice  con  justicia  Gacbard,  retrate  á  la  ves  al  Rey  y  al 
Miniatro. 

He  aqui  ahora  algunos  frsgmentoa  de  la  coneapoodeacia  de 
D.  ]uan  con  su  hermana: 

I 

tllluatrfairoa  y  Excelentfsiina  SeAora:  la  carte  de  V.  Ex.»  de 
XX  de  hebrero  me  dio.  á  loa  XXIX  del  paaaado.  moa.' de  Latileia, 

(1)    Archivo  de  Stmaocat,  Ettmdo,  leg.  b^%. 


—  33i  — 

su  mayordomo,  y  ea  conformidad  de  ella,  me  visitó  de  su  parte, 
y  me  dixo  lo  que  traia  en  comission,  assí  de  la  voluntad  y  amor 
que  V.  Ex.*  me  tiene  y  oífresce  y  por  la  obra  me  dessea  mos- 
trar, como  del  contentamiento  que  recibe  y  la  da  siempre  en- 
tender nuevas  de  mí.  Yo  le  vi  de  tan  buena  gana,  que  ninguna 
cosa  oy  puede  ser  para  mí  de  mayor  contentamiento  como  me 
han  sido  las  que  él  me  dio  de  V.  Ex.*,  cuyas  manos  beso  mu- 
chas vezes  por  el  cuydado  que  en  esto  ha  tenido  y  la  merced 
que  con  ello  me  hizo,  que  no  puedo  encarescerlo,  ni  el  amor  y 
voluntad  tan  correspondiente  que  yo  tengo  á  V.  Ex.*  y  desseo 
de  servirla,  como  de voá  hermana  y  señora  miay  lo  requiere 
nuestra  sangre.  El  señor  príncipe  mi  sobrino  es  muy  gentil  ca- 
vallero  y  de  valor,  grandes  partes,  y  bien  quisto,  como  cosa  tan 
heredada  de  tal  madre.  Por  esto  y  ser  cuyo  hijo  es,  y  por  el 
deudo  estrecho  y  amistad  que  tenemos,  le  quiero  y  amo  tanto, 
que  su  ausencia  me  causará  gran  soledad;  y  holgué  lo  que  po- 
dría dezir  de  su  casamiento,  por  ser  de  tanta  calidad  y  tan  con- 
veniente á  ambas  partes.  Plegué  á  Dios  que  dé  muy  larga  vida 
á  V.  Ex.*  y  á  ellos,  para  que  los  goze,  y  nietos  d'ellos,  muchos 
años,  y  á  mí  para  mostrarles  mi  voluntad  y  desseo  de  servir- 
los. Si  antes  no  he  escripto  á  V.  Ex.*,  como  era  razón,  ha 
sido  la  causa  no  a  ver  me  hasta  agora  á  ello  dado  lugar  mi  poca 
edad.  De  aquí  adelante  esto  se  podrá  recompensar  siempre  que 
V.  Ex.a  me  embiare  á  mandar  en  qué  la  sirva  y  la  pueda  dar, 
como  desseo,  contentamiento.  Y  porque  lo  he  dicho  largo  á  La- 
tiloia,  y  V.  Ex.*  entenderá  del  lo  que  mas  de  acá  le  pluguiese 
saber,  á  él  me  remito.  Nuestro  Señor  guarde  y  acresciente  la 
illustrísima  persona  y  estado  de  V.  Ex.",  como  yo  desseo. — De 
Madrid,  á  dos  de  abril  MDLXV.  — Besa  las  manos  á  V.  Ex.* 
su  servidor  y  buen  hermano, — Do»  Ju.'>  de  A  ustria. » 

II 

« Y  porque  estoy  asegurado  de  la  voluntad  que  con  tan- 
ta razón  tiene  Vuestra  Excelencia  de  hacerme  merced,  la  su- 
plico me  la  haga  de  avisarme  siempre  de  su  salud  y  en  qué  la 
sirva,  porque  en  ninguna  cosa  la  podré  yo  recibir  mayor  que 


.   -  33i  — 

•o  «ttoe  eo  qtM  V.  B.  correspoodará  á  la  volontid  qm  eo  mí 
baUará  ■■lapw  pan  m  tarneáo.  como  lo  requiera  le  «A» 
gra •— (lladrid  jode  Abrilde  1567.) 

m 

• TiaiM  V.  E.  moche  raaon  de  eaeiniie  y  gifeiuiu  tan- 
to como  dice,  ciéndole  p>  taa  obedieote  y  verdadero  eeiTidor 
y  hrnnmwtiyaia^um  coi  a»  jfoém  dar  mayor  dobUiHb  que 
eüieecaiae  oeanoa  de  poder  ver  y  beeer  lee  BMaoe  á  V.  E..... 
No  diré  ea  esta  naát  de  que  eetoy  moy  ooaleato  coo  la  mer- 
ced que  S.  11.  aw  hese  ea  avadarme  taiga  eacao^paAa •  — 

(Gcaaada  15  de  DiciiBibia  de  1569.) 

IV 

• S(q>licoá  V,  IL  qoa  cea  la  lliaifi  y  aariitad  qaeea- 

tre  V.  E.  y  Bif  ha  de  ai^er  eieaipra,  por  les  oMigarinaai  que 
ealumline  teaanoa,  que  ao  ponga  dificultad  alguaa  ea  aian- 
daroM  y  querer  de  mf  todo  lo  en  que  podré  eenrirla.*  —(Ge- 
nova «7  de  Julio  de  1571.) 

V 

• £1  aebor  principe  (de  Parma)  podrá  decir  á  V 

volaatad  que  ha  hallado  ea  mi  de  eenrirle  y  darle  todo  gusto  y 
Mliflficcioa:  y  aai  creo  yo  que  ao  ee  meaor  U  que  tieae  de  mí 
que  yo  la  tengo  del,  y  éeta  tan  grande  quanto  nuestra  amiatad 
deudo  y  ooaoecimienu»  nos  obli|Ba..*..»— (4  de  Julio  de  1572.) 

VI 

Yo  proaaeto  á  V.  £.  que  le  amo  (al  Principe  de  Par- 

ma*  Akiandro  Farneaio,  hijo  de  liaigarita)  y  deeeo  servir 
harto  más  de  lo  que  sé  mostrar,  parque  verdadenmetOe  ce  dig- 
no hijo  de  su  madre,  y  será  no  menoe  soldado  y  vaJeroto  que 
lu  piMdre.....!— (5  de  Diciembre  de  1573.) 


—  333 


VU 


i  Señora:  Su  M.^  ha  tomado  resolución  de  mandarme  quedar 
este  invierno  en  estas  partes.  Sintiéralo  mucho,  si  no  convi- 
niera tanto  á  su  servicio  como  me  escrive,  por  el  deseo  que 
tengo  de  besarle  las  manos;  pero  siendo  ésta  su  voluntad,  por 
el  consiguiente  ha  de  ser  la  mia  obedescerle.  Y  como  es  agora 
quando  las  cosas  de  la  liga  se  tratan  y  platican  en  Roma,  mán- 
dame también  atender  á  ellas  desde  acá,  con  advertir  á  sus  mi- 
nistros señalados  para  esto  de  cosas  en  que  siempre  entran  de- 
mandas y  respuestas:  que  es  la  causa  de  no  execuíar  luego  el 
deseo  tan  grande  que  tengo  de  besar  á  V.  Ex.«  las  manos.  Creo 
que  de  aquí  á  25  ó  30  dias  se  abrán  puesto  estas  cosas  de  ma- 
nera que  haziéndoles  yo  poca  falta,  me  dexen  con  la  libertad  de 
executar  lo  que  digo;  y  aun,  sin  esperar  á  más  que  tanto,  me 
pondré  en  camino  de  ver  á  V.  Ex.%  porque  á  ninguna  cosa  me 
inclino  tan  de  veras.  Entre  tanto,  Señora,  suplico  á  V.  Ex.*, 
quanto  puedo  me  escuse  para  consigo  misma,  pues  no  ser  mió 
en  esta  parte  me  haze  detener  de  no  partirme  en  esta  hora.  El 
quándo  será  avisaré  á  V.  Ex.*  algún  dia  antes,  por  el  contento 
grandísimo  que  yo  recibiré  de  embiarla  nueva  que  tanto  me  ale- 
grará. Al  señor  príncipe  he  escrito  por  la  via  de  Roma,  dándole 
cuenta  de  mi  quedada  en  Ytalia,  y  de  la  ocasión  de  galeras  que 
hay  para  España,  adonde  quisiera  yo  más  acompañarle  y  ser- 
virle que  verle  yr  sin  que  presencialmente  pudiera  dar  cuen- 
ta á  S.  M.  del  valor  y  diligencia  y  otras  partes  con  que  le  a  ser- 
vido; que  aunque,  por  este  camino  del  escrivir,  pienso  aver 
cumplido  largamente  con  esta  verdad,  todavía  fuera  con  ma- 
yor satisfacion  mia  de  boca  á  boca.  No  sé  lo  que  el  señor  prín- 
cipe abrá  resuelto  en  su  yda  ó  no,  ni  en  lo  que  querrá  emplear- 
me; esperando  estoy  su  borden  para  seguirla  en  mi  posible. 
Muy  de  veras  toma  S.  M.  el  proseguir  en  la  liga,  y  así  ha  man- 
dado, y  á  mí  principalmente,  que  con  las  mismas  se  atienda  á 
reforgar  su  armada.  Váse  procediendo  en  esta  conformidad  en 
todas  las  provisiones  queconbienen.  Espero  en  Nuestro  Señor 
que  todas  serán  á  daño  del  enemigo,  el  qual  se  entiende  que 


—  334  — 

arina  a  gru  fofu  y  coo  uuiíidoQ  dt  Mliroot  al  Mcotalro;  ptio 
por  veatsniíot  topará  anteiik lo qtMymigiaa.  To,fiadMá 
Dios,  estoy  ya  boeoo.  El  guanSaá  V.  Ex.*  y  déle  talaa  paacMa 
y  atoa  codM  yo  ao  ba  deaeo.— Da  Nipolat,  9<le  «MTo  f  573.— 
Baaa  laa  manoa  de  V.  Bx««a«inayckrloaanridoryolMdiaala 
bermaiKK^IXNi  Ju,»  i$  Amtñ».» 

vni 

«Se&o«a:«l  dia  da  ayer  ttté  éapmo  pan  loa  qoa  caaaiMmo, 
paro  para  mí  ñwpmimmn  Ott  «xtramo,  poaa  w  partí  da  la  pv^ 
aaoeiaydaaarvirá  V.  Alt.*,  coaa  qoa  cataré  aÍDtia»do  toito  al 
Ciaospo  qoa  dorare  no  volver  á  baaarta  ha  naooa.  Ha  paaado 
BMqrbMnle  noche,  por  doraraae  loa  rcfüoa  da  V.  Alt.*  tan  ao- 
laroa  oooae  ea  el  A¿iik.  Pártona  eo  eate  puato  á  ftteoMi  y 
eoa  úmopo  blando.  Voy  tan  da  V.  Alt.*  oobm  loaarilaáaato 
diet  qoe  vivieie,  y  pan  eato  aopUco  á  N«t«atro  SeAor  oía  la  iM, 
y  á  V.  Alt.*  la  aalod.  Middad  y  cootaataaúaoto  qoa  maraco  y 
yo  la  deaeo.->De  Navellaa,  aávado.  ao  da  brfiñro  1575.— 
B.  L.  M .  de  V.  Alt.*  ao  maa  cierto  aarvidor  y  ohadÍBBfta  liec- 
HMOO,— l>0a  Jm.»  4$  Amdrm,» 

IX 

•Scfton:  la  caoaa  de  no  aver  eacrko  á  V.  Ate.*  algoooa  diai 
há,  ha  sido  estar  todo,  y  yo  princtpalmeiite,  auapeoao  aia  id0B- 
na  reeoloctoo,  esperándola  de  corte,  «donde  ha  eabtado  al  aa- 
cretario  Joan  de  Soto,  lo  uno  á  óu  coeota,  como  tan  bien  in- 
fomiado  da  ooaia  paaadaa  y  sooadidaa,  y  lo  otro  á  nver  y  pro> 
poner  qoé  haremoa  eo  d  tiempo  y  prorisiooes  000  que  aoa 
vemoa.  Hasta  que  llegue,  ninguna  oCn  cosa  ae  oie  bordapa 
sino  que  me  vaya  á  Medina,  y  allf  recofa  toda  d  armada»  parm 
acudir  coo  ella  aegun  los  andaniieotoa  y  aviaoa  de  la  esami^a. 
Y  así  en  efta  coofbrmidad  quedo  dando  priesa  á  todas  provi- 
aiooea,  y  darla  á  Juan  Andrea  pan  qoe  ae  parta,  luego  qoe  lie* 
gne  coo  la  inCanteria  ytaliana  de  Lombardia,  á  CicUia.  Yo  en- 
tretanto recojeré  todo  lo  que  deate  reyno  se  ha  de  sacar,  pan 


—  335  — 

llevarlo  conmigo,  y  no  dexar  cosa  que  traficar  después;  y  á  esto 
usaré  de  toda  diligencia,  porque  cierto  parezco  y  estoy  aquí 
ya  muy  mal  y  padeciendo  el  honor.  He  proveydo,  entretanto 
que  llegHva  este  correo,  con  esta  determinación,  la  Goleta  de 
gente  y  toda  munición,  y  á  Malta  asimismo,  y  al  fin  prevenido 
las  partes  y  lugares  sospechosos  de  cerco.  Agora,  como  digo, 
quedo  yo  atendiendo  á  mi  parti  la  y  esperando  la  última  reso- 
lución de  jornada  y  de  efecto.  Esto  es,  Señora,  en  sustancia 
nuestro  estado,  del  qyal  he  dado  cuenta  al  señor  príncipe,  para 
lo  uno  cumplir  yo  con  mi  obligación,  y  lo  otro  para  que  vea 
según  esto  lo  que  mejor  le  estubiere^  que  será  á  loque  yo  asis- 
tiré con  todo  mi  posible  y  mis  veras.  Ora  V,  Alt.»  me  haga  sa- 
ver  cómo  se  halla  y  adonde,  y  cómo  la  tratan  estos  calores  que 
van  entrando,  pues  no  ay  persona  en  la  tierra  á  quien  más  to- 
que ni  mas  huelgue  de  tener  las  nuevas  que  en  esta  parte  pue- 
den desearse.  S.  Mag.^  quedava  con  salud;  el  príncipe  con  unas 
tercianillas,  la  princesa  algo  mejor,  y  toda  la  demás  sangre 
buena;  Flándes  muy  gastada;  el  duque  que  la  govierna  en  es- 
tremo odiado,  y  la  esperanza  dudosa  de  allanar  aquellos  pay- 

ses,  aunque  los  que  les   tienen  á  cargo  lo  prometen Yo, 

gracias  á  Nuestro  Señor,  quedo  con  salud  y  esperando,  entre 
otras  resoluciones,  la  que  S.  Mag.'*  tomará  de  mí.  Mil  gentes 
me  inbian  á  diferentes  partes.  Pero  lo  principal  sobre  que  hago 
instancia,  y  no  pequeña,  es  por  la  presencia  de  nuestro  patrón, 
con  el  qual  querría  yo  propio  verme  y  resolverme.  Dios  guie 
este  efecto  y  guarde  á  V.  Alt.*  con  la  felicidad  y  contento  que 
merece  y  yo  deseo. — De  Ñapóles.  4  de  junio  1573. — Besa  las 
manos  de  V.  Alt.*  su  muy  cierto  servidor  y  bueu  hermano, — 
Don  jfu.o  de  A nstrúi . » 

X 

«Señora:  cierto  V.  Alt.*  deve  á  lo  que  la  deseo  servir  y  quiero 
toda  la  merced  que  á  mí  me  haze.  Muy  grande  la  he  recebido 
en  saver,  tan  particularmente  como  Marcelo  me  a  dicho,  la  sa- 
lud con  que  V.  Alt.*  se  halla  y  en  lo  que  en  este  tiempo  se  en- 
tretiene. E  holgado  tanbien  mucho  de  entender  la  que  ay  en 


—  336  — 


toda  M  CMA  7  erkdot,  povqiM  píMMO  qo»  oo  Itt  davo  wtmm 
á  todos  qm  «Um  á  V.  Alt.*  Y  arf«ÍBlnúio  lo  qMlM  fallado 
da  tavar  lo  <pie  «o  «Ha  parta  iIbíbo;  y  aaparo,  pkriopdo  á  Piot 
(|oa(  asB  aalaa  da  ynBa*  voltrcfé  otia  vas  A  coasplv  al  <|Qa  tni* 
xa  de  baaar  las  «laBoa  A  V.  Alt.*  y  aatnganBa  A  loa  raploa  lao 
coottoooa  da  soacríadoi;  y  Aaa  da  procurarlo  ooaao  coaa  < 
da  ao  aatranOf  y  poc  oWifMiOB  y  por  ansor*  y  por  i 
tai  partaa  pnadao  dasiiaa.  Entiataslo  yré  linniptu  ^1hii4ff  A 
V.  Alt.*  cnaoti  da  mí,  para  valarme  iSa  todos  los  lavoras  que 
rscibo  y  maioadaa  qoa  om  haas.  Ba  lo  4|U8  oitA  agors  mí  par- 
tida diré  algo  etaro.  por  la  aiforidad  qaa  Uava  asta  latn  da 
iFaraaAmaDosdsV.  Alt.*SeAorB,  yo  hs  daieado  aatia5aaBiwlÉ 
hassr  la  joraadada  Arfd,  ypriocipalinaataastaafto«|aalaar- 
BMda  aasaalfi  BO  saldrA  tan  oumerosa  dabiaa  aonadaa  (ala- 
ras qoa  oaSra  dasviaiae  taolo  d'estas  maraa.  y  ao  tíaaspo  taa 
al  tnbianio  cooao  faare  al  fio  de  agoato.  A  asta  fia  ba  aacann- 
nado  mk  daspadboa  ao  corta  y  preveodoiMa  por  acA«  y  helo 
hacbo  taato  aaa  aniñado  qtantn  qftm  aatria  yo  qoa  am  Asta  la 
irolantad  da  S.  Mag.^,  ataaqaa,  A  dasir  vardad,  él  aa  oaoy  mal 
asnrido  dastos  uunistroa,  qua  atiandao  omIs  A  sí  qoa  no  i  sn 
aoM».  Y  por  vohrar  A  mi  pMlica,  digo  qoa,  tiníando  ya  lisios 
ima  gran  parte  da  paitiaüioa  de  goarm  A  aala  propáeito,  ba 
visto,  en  este  último  despacbo  que  aún  no  ea  eo  req^oaata  da 
Soto,  U  impoaibiUdad  que  ao  corte  paraca  qoa  tiene  eats  jor* 
nada.  Y  como  al  tien^io  eatA  ya  Un  adatenta,  y  por  empacar 
anadias  cosas  qoa  (altan,  y  la  priocipal  la  raaolucioo  de  do  lu 
da  venir  junto  con  la  bordan,  y  que  ésta  ae  inclina  antea  A  qoa 
ae  vea  lo  que  hue  al  enemigo,  me  a  laanelto  al  fin  de  BMdar 
aales  de  opinioo  que  de  aveotitrar,  sin  tener  con  qué,  lo  qoe 
en  »ta  emprwi  pudiera  aventurarse.  Y  asi  me  yré  praato  A 
Medina,  adonde  estué  spercabido,  lo  uno  para  ver  qué  nos 
deacobre  el  armada  enemiga,  y  lo  otro  para,  si  nos  da  qoal- 
quiera  lugar,  acudir  A  lo  da  Túnez,  para  lo  qoal  creo  qoa  trae- 
mos lo  que  conbieoe,  si  el  tiempo  no  me  falta.  Y  es  cierto  que, 
pensando  antes  que  fuéramos  A  Argel,  ascrivf  con  grande  en- 
carecimiento A  Su  Mag.',  acordAndole  las  partes  y  deseo  dd 
señor  príncipe  para  ser  ocupado  por  Su  Msg.'  en  aquella  jor- 


—  337  — 

nada,  en  la  qual,  si  se  efetuara,  quisiera  yo  verle.  Estoes,  Se- 
ñora, en  sustancia  lo  que  pasa  y  la  cuenta  que  puedo  dar  de 
mí  y  de  mi  cargo  á  V.  Alt.»  Yré  siempre  continuándola  se- 
gún las  ocasiones  y  tiempo  dieren  lugar.  Creo  que,  acabado 
este  verano,  tendré  cierta  licencia:  ya  digo  que,  antes  de  usar 
della,  quiero  en  todo  caso  besar  las  manos  de  V.  Alt.»;  pero 
el  quándo  y  cómo,  diré  quando  sepa  lo  que  será  de  mí.  Entre- 
tanto, la  suplico  me  tenga  en  su  memoria  y  en  su  gracia,  y  que 
me  dé  de  su  salud  siempre  nueva,  pues  según  la  que  fuere  será 

mi  ánimo  y  mi  contento Suplico  á  V.  Alt.»  sea  para  sí  sola 

lo  que  en  ésta  la  escrivo,  y  mande  romperla  luego,  porque  al  fin 
papeles  son  papeles.  He  mandado  á  don  Rodrigo  de  Venavi- 
des  solicite  un  retrato  mió  para  enbiar  á  V.  Alt.*,  y  creo  lo  po- 
drá llevar  agora  Marcelo,  á  quien  me  remito  á  todo  lo  demás 
que  V.  Alt. a  querrá  saver,  á  quien  Nuestro  Señor  me  guarde 
como  deseo,  V.  Alt.»  merece  y  él  puede. — De  Ñapóles,  26  de 
junio  1573. — Besa  las  manos  de  V.  Alt.»  su  mayor  servidor  y 
hermano  obediente, — Don  Jii."  de  Austria.* 

XI 

«Señora.....  no  sé  lo  que  haremos  este  poco  verano  que  nos 
queda.  Aquí  estoy  esperando  cada  dia  el  armada  enemiga;  pero 
no  será  posible  combatir  con  ella  sin  más  armada  nuestra, 
porque  no  de  poco  es,  por  mis  pecados,  inferior  á  la  del  ene- 
migo, cosa  que  siento  en  el  alma,  y  que  atribuyo  á  particular 
desgracia  mia  no  ser  un  poco  más  ygual;  que  cierto  para  con- 
batir  no  esperara  á  ygualdad  por  ygualdad,  sino  que  con  harta 
ventaja  que  nos  tuviera  lo  hiziera;  pero  pasa  de  no  pequeña  la 
que  nos  lleva.  Doy  me  entretanto  priesa  á  ganar  tiempo,  para 
en  tiniendo  alguno  acudir  á  lo  de  Túnez,  que  aunque  sele  a  me- 
tido nuevo  socorro  y  gente,  todavía  espero  en  Nuestro  Señor 

la  ganaremos,  si  este  enemigo  me  da  qualquier  poco  lugar 

— De  Megina,  ig  de  Agosto  1573 — Don  Ju^ i»  Austria.* 


2% 


—  558  — 


XU 


......  Lo  que  V.  A.  BM  ouuMk  át  qa»  ms  carttt  do  kt  vm 

nidio,  oto  nenprt  do  boeerlo;  y  á  mtyor  Mfwidad,  tMgo  por 
^'i^ifÉM— |yf§do  wwopofkit  00  ocobudodo  nnpoodorá  oOoo*  Eot 
á  mi  Jtiiek»,  ol  partido  qoo  oiás  valo,  y  ol  qoo  ooii¥tono  qoo 
Mgunot  ontfwnbo»,  porque  al  fio  papeloi  too  papdaa.*--<Pa- 
loriDO  8  do  Noviembre  do  1573.) 

XUI 

« Sepo  V.  A*  que  flaonaoda  S.  ML  quema  emniiqiief  y 

qoeam  tocar  eo  Mofoo  c^w,  me  vaya  á  Géoova Loaieo- 

lo,  porqoe  qoeria  aoleo  oo  lodo  caao  viaílar  á  Noeatra  Seftora 
daLoralo,  qoo  oe  lo  be  oftoddo  y  liaféo^  muy  bieo  debido, 
ybaaaroIrovaskaaMMade  V.  A*  Betoaolomodaooidodo. 

y  oolo  aolo  qoarría  podar  baear «—{Oo  ao  fuero  daloala  de 

Füarmo  8  de  Noviembre  de  1573.) 

XIV 

......  Aafpoao  el  OMfortiobalo  qoo  he  tenido  jamao.  UooBOh 

paAodoplalay  prendaomiaa  paro  dmpodir  on  faipo  do  müía- 
t«ria  italiana  y  para  duoperhar  una  banda  de  galena;  pero 
harto  mo  qimda,  poao  ni  á  novea  ni  á  infuMoria  eapeftola  ni 
atomeao  poedo  dar  un  duendo.  Ando  boacfadolo  por  todaa 
las  vías  postbles.  No  a¿  cuándo  ni  cómo  lo  hallaré, «  lo  hallo; 
y  no  hallándolo,  qué  he  de  hacer  de  mí;  porque  volver  laa  ea* 
paklas  á  tanta  máquina,  dexámhrfa  tan  quebrada,  no  oonviane 
ni  al  servicio  de  S.  M.  ni  á  mi  reputacioo;  pues  estar  así,  tam- 
poco veo  cómo  ae  pueda.  El  Cardenal  (Granvela)  dia  que  ha- 
ce lo  que  puede;  pero  debe  poder  poco,  porque  en  electo  no 
haoe  nada.....  BatoAltimode  mi  idaenEapoftaealaooaaque 

máa  peoa  me  da  no  verla  ya  executada,  deapuea  de  no  lo  estar 
el  ver  á  V.  A.;  y  aaí  es  de  creer  qiw  hago  largamente  mi  poai- 
ble  en  deapacharme;  pero  vale  tanto  el  crédito  y  rqNiCacioa, 


-  339  — 

que  conservando  el  que  Dios  me  ha  dado,  es  fuerza  dexarme 
estar  hasta  dexar  contentas  cien  mil  gentes  que  con  mi  presen- 
cia se  entretienen  y  que  sin  ella  clamarían  al  cielo  con  quexas 
y  lamentos  de  mí » — (9  de  Enero  de  1574.) 

XV 

tSeñora:  ya  por  otras  vias  abrá  V.  Alt.»  sabido  en  sustancia 
la  última  borden  que  me  a  tomado  de  Su  Mag.d,  mandándome 
quedar  en  Lombardia,  cosa  que  siento  harto  mas  de  lo  que 
sabria  encarezer,  por  todas  las  razones  que  V.  Alt. a  tiene  tan 
bien  entendidas;  y  particularmente  me  duele,  porque  fuera, 
á  mi  juizio,  de  más  fruto  mi  yda  á  corte  que  la  quedada  como 
la  hago.  Por  que  m'e  resuelto  de  inbiar  al  secretario  Juan  de 
Soto  á  España  á  tratar  todo  lo  que  yo  lleva  va  en  memoria,  que 
no  será  poco;  y  entretanto  me  quedaré  en  Vigeven,  xx  millas 
de  Milán,  sin  entender  ni  empacharme  en  nada  de  mi  comisión 
hasta  que  el  dicho  Soto  vuelva,  porque  para  aventurar  lo  ga- 
nado de  honor,  conocidamente  y  sin  provecho  alguno,  lo  mejor 
es  dexarme  estar,  á  lo  menos  hasta  que  Su  Mag.d  lo  entienda 
desta  manera.  Lo  principal  que  agora  pretendo  es  salir  con  el 
armada  á  impedir,  en  quanto  se  pueda,  los  efetos  de  la  del  ene- 
migo, adonde  quigá  se  ganara  mas  honra  que  en  estas  partes, 
sin  tener  á  qué  atender  ni  más  que  tanto  en  qué  ocuparse. 
Mando  también  á  Soto  que,  si  en  corte  entendiere  que  se  trata 
de  inbiarme  á  Flandes,  que  responda  que  para  tal  resolución 
conbiene  antes  verme  con  Su  Ma.^,  y  que  yo  no  sabré  tomarla 
sin  que  primero  suceda  esto.  Lo  que  Su  Mag.<i  me  escrive  y 
hordena  es  que  asista  en  Milán,  hasta  que  me  mande  otra  cosa, 
para  dar  cuydado  de  allí  á  los  vezinos  y  proveer  á  Flandes  de 
gente,  y  á  otros  efetos  tales,  encargándome  la  inteligencia  de 
todo  lo  que  toca  á  guerra,  y  dízeme  que  por  este  verano  sola- 
mente. Dios  lo  quiera  así,  como  lo  espero.  Esto  es,  Señora, 
en  sustancia  lo  que  contiene  el  despacho  de  quedarme  y  lo 
que  yo  resuelvo,  porque  quedo  con  muy  poco  dinero  y  con  el 
actoridad  quebrada;  y  así  no  me  ocuparé  en  nada,  sino  todo 
lo  remitiré  al  marqués  de  Ayamonte,  y  yo  me  estaré  en  Vige- 


—  340  — 

vn  baüa  qot  Jttuí  da  Soto  vaftlv».  S6b  me  huolgo  CMrto  de 
qiMdar«i  Mtas  |Mutat,por  Uoomp«fiU  y  vesíadiddd 
pKfpdpo.  qiM  a  datamioado  da  oo  yr  á  Eapafta  por 
ooaa  da  qna  yo  aaloy  any  oootaolo.  por  lo  qoa  aM  la  dadU  lo 
uno  ao  compaltia  y  yatindad,  y  lo  otro  al  pareoar  joaloa  aate 
So  Mag/  Yo  OM  parto  luafo  á  dormir  aataaoc!»  an  Sarcaval. 
y  da  allí  ai(atr6  ni  oaaúoo,  adOada  cmo  murmitnté  al  aaftor 
prioctpa,  para  cayo  ateo  voy  mny  alborotado  y  fwrtanto  Da 
to  daoBáa  da  mi  qoa  foaca  ancadiendo  yré  daodo  caaotaá 
V.  Alt.*,  á  qoíao  Nuaatro  SaAor  gnaida  oooio  yo  daiao. — ^Da 
G^oova,  á  6  da  Mayo  i574.~Baaa  laa  aaaoot  de  V.  AU.*  au 
mayor  larvidor  y  obadianCa  barmano^— '¿>ini  Jm*  4$  Au$ths.» 

XVI 

•SaftoraitáofUBaV.  Ak.»  joataaaaota  por  atnimdo,  ai  no  ha 
raapoodido  á  ana  doa  cartaa,  qoa  a  dtaa  qoa  ha  rodbido.  da  19 
y  aS  da  agoato,  poaa  ao  lo  qaaha  aadado  aiampra  oía  a  oagado 
ttampo  y  logar  da  baaarlo;  y  afOia  digo  á  V.  Alt.*  qoa  famhian 
aatoy  tan  ambangado^  qoa  apaaaa  puado  dar  Buava  da  mí .  Laa 
da  por  acá  aa  abrán  antandido  moa  hoyuMola  qoa  nqnf  diré, 
dal  aeftor  principa  y  da  otroa,  ooaa  qoa  á  mi  ma  tiaoa  maraTi- 
Uado  y  oray  dolido.  00  tanto  por  lo  qoa  aa  a  paidido  an  laa 
pla^aa da  Barbaria,  coaao  porqua  aa  noa  latirá  al  aaamifo  Tito» 
ñoao  y  hoorado,  quando  almidamoa  noaotroa  á  juntar  ouaatra 
armada  y  aa  gula  al  dinero,  que  tanto  aa  mira  por  él,  ain  tiem- 
po, ain  aaaon  y  ain  otro  (ruto  qua  malgaaUrle.  Quando  partí 
de  Nápolea,  aquel  día  se  perdió  la  Goleta,  y  apanaa  pode  jun- 
tar inedia  armada  ea  Palermo  quando  aiguió  á  la  Goleta  el 
fuerte  de  Túnez:  de  manera  que  el  diUgeotarme  á  partirma  da 
Lombardia  ain  orden  tamhim  ha  sido  inválido.  ¿Q06  foara  ai 
la  eaperara  haata  quando  ma  Hof^,  que  (u6  catando  en  Paler- 
mo? Al  6n  todo  va.  Señora,  en  pelifposo  catado;  y  en  verdad 
que  no  es  en  parte  toda  la  culpa  de  Su  Mag.',  sino  en  conaan- 
tir  á  los  que  govieman  sus  Estadoa  qoa  no  tengan  por  tan  anyo 
el  vezino  y  el  que  no  lo  es.  como  el  que  es  á  ctrgo  de  cada  mi  - 
nistro.  Mire,  pues,  V.  Alt.*  qué  será  juntando  á  cato  dazar  pa- 


—  341  — 

sar,  como  agora,  el  tiempo  que  deve  ocuparse  no  sólo  en  es- 
torvar  al  enemigo  sus  efetos,  pero  aun  que  de  razón  de\'iamos 
atender  á  otros  nuestros.  Yo  espero  oyr  cada  día  que  el  enemi- 
go se  aya  retirado,  y  habrálo  cierto  hecho  días  a,  si  este  tiem- 
po, que  tan  contrario  nos  es,  se  lo  a  consentido;  y  bien  creo  que 
ya  por  este  año  no  nos  queda  más  que  esperar  ni  temer,  porque 
para  todos  ha  entrado  el  inbierno  y  cerrádose  las  ocasiones, 
mayormente  para  nosotros,  que  ni  hallamos  ninguna,  ni  aun 
tenemos  forma  de  emprender  cosa  que  balga.  Abrá  al  fin  de 
parar  todo  en  retirarnos  al  sólito  en  hora  buena  ó  mala;  y  yo 
cierto,  sin  mas  detenerme,  pasaré  luego  á  España,  que  es  el 
panto  á  que  agora  tengo  puesta  la  mira;  pero  avisaré  antes  á 
V.  Alt.*,  y  aun,  si  posible  es,  la  besaré  las  manos.  A  la  última 
de  V.  Alt. a,  por  ser  en  respuesta  de  otra  mia,  tendré  poco  que 
dezir,  y  á  la  primera  menos,  pues  lo  que  toca  á  la  autoridad  y 
honor  del  señor  príncipe,  save  él  que  lo  estimo  en  el  grado  que 
lo  que  toca  á  mí,  y  así  cierto  es  una  de  las  cosas  por  que  he 
sentido  mucho  no  averse  ofrecido  alguna  ocasión,  el  no  aver  po- 
dido hazer  con  él  lo  que  traya  en  designo,  como  lo  save  el  se- 
ñor príncipe,  á  quien  yo  quiero  lo  que  devo  á  V.  Alt.»,  á  toda 
su  casa  y  á  mí,  pues  soy  tan  cercano  deudo  y  tan  grande  ami- 
go suyo.  Hazémonos  en  todo  muy  buena  compañía,  y  la  mis- 
ma nos  haremos  siempre  que  estemos  juntos,  como  creo  lo  es- 
crivirá  más  largo  á  V.  Alt.*  A  Juan  de  Soto  estoy  esperando 
cada  dia,  el  qual  ha  llegado  ya  á  Ytalia;  pero  buen  despacho 
cierto  inbiarmele  á  cabo  de  cinco  meses  que  a  que  le  despaché, 
advirtiendo  á  lo  que  a  sucedido,  y  acordando  y  antepuniendo 

el  remedio — De  Trápana  á  3  de  otubre  de  1574. — Bésalas 

manos  de  V.  Alt.*  su  mayor  servidor  y  obediente  hermano, — 
Don  Ju,°  de  Austria. t 

XVII 

« Señora:  yo,  gloria  á  Dios,  he  llegado,  algunos  días  a, 

á  esta  corte,  adonde  he  recebido  tanta  merced  de  Su  Mag.^,  que 

por  sólo  esto  doy  por  más  que  bien  empleada  mi  venida 

Después  de  aver  llegado,  creo  que  se  tiene  entendido  lo  de 


Ylalk  naqr  de  otra  modo  <k  lo  qos  MlM  «iMt.  rimi. 
lo  •▼»  Miplioido  á  Su  ÍUg.S  «Mv  M  «te  corte  algoB 
pero  el  fin  eeerteaeito  Meadegme  volver  áeetee  portee,  y  coa 
teote  prteie,  <iiie  ee  le  de  fresde  á  deepochenne.  Creo  BM  per- 
tiré  mefliedorel  mee  qoe  eolre,  y  creo  rembiea  <pM  yié  á  em- 
pegerMeveenertedooKvkioea  roafcfiíled  de  lo  que  coa- 
▼ieae  el  de  So  llec.4  Batietealo,  te  etieade  á  veaeer  aeoeeide- 
dee  y  á  der  priem  á  lo  coa  qoe  be  de  eenrir  y  defnder  eete 
A  todo  ello  doy  ten  coatfaaeprieee.qae  cade  die«ea 
yfiwadelloe.  aoheffocoeeqBeeileao  eee;  pero  el 
tienipo  eetá  ye  tM  el  vereoo,  que  oo  me  cootaoto  de  lo  qoe  ao 
veo.....  Aqof,  SeAore,  eoo  todoe  Coneijoe;  nrte  ilie  twpi  rtee. 
etn  oCreenál  ocapecioBoe  que  ao  BMdeBa  tiewpn  qpnaiio 
poede  UeoMrae.....— De  Ifedrid  á  15  de  febrero  de  1575..... 
— X>Mi  7«.*  éé  ilaitfráe.» 

XVIU 

«Seftorm.....  deai  á  Su  Uag.*  bwao,  fradae  á  Mamtie  So- 
ltar; pero  leo  fitficedo  de  Betoooe,qaedwB4e  de  feríele  ye  ea 
el  rostro  y  ceoee,  ee  nuicbo  de  temerlo.  Lee  onevee  que  de 
naeeHa  corte  podr6  der  á  V.  Alt.»  eoa  cierto  poco  bueoee,  por- 
que, como  no  tkoe  Su  Meg.'  coa  quiéa  dwreneif,  eade  cede 
uno  lleno  de  confueioa  y  oaeetro  emo  de  fatiga,  y  loe  aegocioe 
■aeleapedieote  que  ottaevaeee.  Cierto  que  ee  giea  láetieM 
quel  dexft  aquelle  corte,  y  coa  todo  certifico  á  V.  Alt*  qae 
holgerie  ya,  y  lo  trmté  muy  de  veres,  00  eelir  de  dU;  pero  pa- 
reció á  Su  Meg.<  que  acá  podie  volverle  á  eervir  ea  tienqio  y 
ocesiooee  de  tmportande,  y  eef  ube,  como  eiempre, de  obede- 
cer eu  reeolucioQ Pere  coo  V.  Alt.*  eolemeate,  y  eif  ee  lo 

suplico  yo  por  mucboe  reepetoe,  traygo  tembien  ordea  de  lo 
que  cede  uno  he  de  hexer,  que  es  estar  á  obedieocie;  pero  dee- 
te  ee  e  de  usar  quendo  elgon  oúniatro  ee  pnraiedieni  lo  con- 
trerío,  lo  qual  no  creo  sucederá,  porque  por  cortea  hea  enten- 
dido lo  que  les  toce.....— De  Ñapóles  á  19  de  junio  de  1575. 
— i>0N  7e.*  éé  AtutHi, » 


—  343  — 

XIX 

« Ora,  Señora,  quanto  á  estas  cosas  de  Genova,  ellas  van 

como  se  abrá  entendido.  El  papa  no  quiere  acavar  de  satisfa- 
zerse  de  la  intincion  buena  y  pacífica  de  Su  Mag.'^,  aunque  la 
tiene  de  no  consentir  que  nadie  se  mezcle  entre  Ginoveses;  y 
así  estoy  yo,  en  su  nombre,  con  sus  armas  casi  j  untas  para  no 
permitirlo;  y  deseo,  pues  me  está  remitido  desde  que  Esco- 
bedo  llegó,  que  éstas  estén  libres  para  oponerse  al  verano  á 
nuestro  común  enemigo  el  Turco;  y  por  eso  doy  priesa  por  mi 
parte  á  que,  si  a  de  aver  concierto,  se  tome  en  pocos  dias,  y 
si  no  consintiré  el  camino  de  la  fuer9a,  porque  en  este  inbierno 
sepamos  y  antemiremos  lo  que  al  verano  será  de  nosotros.  Y 
para  dar  cuenta  de  todo  á  Su  Santidad,  y  suplicarle  no  se  al- 
tere, sino  dexe  á  quien  toca  allanarle  estas  rebueltas,  sin  otro 
fin  que  el  de  la  protección,  como  por  lo  pasado,  he  inbiado  á 
Roma  al  secretario  Escobedo.  Entretanto,  creo  que  por  quinze 
ú  veinte  dias  se  sobreseerán  armas  por  los  viejos  y  nuevos  de 
Genova,  para  qu'el  concierto  tome  forma,  ó  se  conozca  la  in- 
tincion d'estos  poderes  y  decretos  que  dan  de  remisión  los  de 
dentro.  Al  fin  las  quietudes  ó  desasosiegos  d'esta  causa  consis- 
ten sólo  en  que  Su  Santidad  no  se  apasione,  sino  haga  oficio 
de  padre  que  es  de  todos,  amando  la  equidad,  sin  declararse 
por  nadie  contra  su  brazo  derecho,  que  es  Su  Mag.^  Este  es 

sucintamente  el  estado  d'estos  principios  de  garbullo — De 

Ñapóles  á  último  de  setiembre  de  I575.-.-. — Don  /«.«  d4 
Austria.* 

XX 

t  Señora:  yo  he  llegado  aquí  con  la  soledad  de  V.  Alt.*,  que 
tendré  siempre  que  no  estubiere  adonde  continuamente  la  pue- 
da ver  y  besar  las  manos;  y  así  deve  estar  cierta  V.  Alt.*  de  que 
quantas  vezes  me  diere  el  tiempo  ocasión  de  hazerlo,  no  faltaré 
al  cumplimiento  de  tan  gran  deseo,  causado  de  tan  grandes  obli- 
gaciones como  yo  tengo  y  V.  Alt.»  me  a  dado.  La  soledad  en 
que  me  escrive  averia  yo  dexado,  y  la  que  me  a  dicho  Don  Die- 


—  344  — 

fo  de  MMdocAM  qot  quadó  V.  Ak.%  M  «a  todo  ooafionM  á  la 
BBia  y  á  lo  qot  m  d«v«  al  vardadaco  amor  y  dwao  do  aarrirla 
qoo  «o  mi  ay,  por  lo  qoal  ao  dado  do  qno  étmpn  oslaré  re- 
c^biando  oüa  Bwccad,oatfo  hi  dooiáaqaoakao^do  V.  Alt.% 
áqttiooütpUcomelahaiaoodaniialasoiieTaadaaf,  qaeoa> 
tatéoaiMmidodooaotuuioooaiafiaito  doaoo  odó  q«i«aqao 
ma  hallan,  y  éaU  por  la  últíauk  aará  la  qoo  procacaié  yo  aao- 
noar  oa  lodo,  y  más  quo  oii  poaatbio,  poaa  ea  oíiia  lo  qoo  co- 
Boooo  dovir  yo  á  V.  Ale*  Partírtela  da  aqof,  á  doa  6  tras  dol 
moa  qoa  agua,  áLombardia,coBW  allí,  oopraaaacia  da  V.AltA 
lo  roaolvi.  Eacrivowao  do  aqoaUaa  partoa  que  mi  pcoaanrii 
aará  da  provacbo  para  laa  coaa»  da  G«oova,  y  aa  la  miaaui 
c<iiilwmirtad  da  lo  qtia  vtO  V.  Alt.«  dura  la  intianria  qoo  om 
hasao.  Y  aal,  rtaapiiai  qoo  Ikgoé^  om  ha  dado  príaaa  ao  ama- 
da, da  modo  qoo  al  taaoupo  awftalado  om  partúi,  ai  al  bmrbo 
tianapo  ao  ma  le  iaipido.  Yo  voy  á  Loaihardia;  paro  á  la  fe. 
Madama,  ai  poodo,  paaaaré  á  Kapafta,  porqoa,  á  mi  juixto, 
aará  lo  mejor  para  todo  lo  quo  ao  trata,  y  por  Buir  da  taa  po- 
lifTOiaa  ocaaiooaa  oooio  anteveo  pan  aala  varano,  y  da  taa  po- 
UfTOia  compaAia  ooaao  aa  la  deMu  vuray,  coa  qoiaa  ha  paaa- 
do,  da^Miaa  que  Uagué,  lo  qoa  máa  laigameata  atcrivir*  á 
V.  Alt.'  Juan  Farraato,  ai  poada  ol  pobra  tetaataiaa  do  la  ca- 
ma a  dó  le  uaaaaa  gota  ordmaria.  Pero«olviaadoalcaao,OBie 
virrey  aa  moy  daacomedido  y  muy  poco  cooaularado.  poaa  os» 
tando  yo  ya  proaanta,  prandaá  y  dió  U  cuerda  á  cáartoa  crtadoa 
da  don  Alooao  de  Loyva,  qua  haaa  oficio  da  gaoeral  da  laa  (a- 
leraa  da  Kapafta.  Habíala  aobra  aato  y  dfxele  á  lo  último  que 
como  iaabia  mandado  praader  un  capitán  de  armaaeon  quien 
aucadiO  la  ocaaioa  de  oata  cauaa,  que  también  caatigarla  á 
quien  me  lo  mereciaae,  ai  no  ao  miraae  máa  qoa  por  lo 
do  eu  cómo  aa  prooadia.  Al  bn  ubo  maa  quo  daar  qoe 
dera  V.  Ait.*  máa  largo,  si  Juan  Ferrante  puede  oyroae;  que 
por  aarlo  el  cuento,  y  yo  no  tenar  lugar  da  aacrivirle,  do  lo 
hago.  Sólo  en  susuncia  digo  que  esto  no  puede  durar  con  cate 
hombre,  porque  quiere  tratar  como  Dioa,  y  sus  partes  s<m  co« 
mo  de  baaCia.  Perdone  V.  Alt.>  el  vocablo,  pues  aa  ol  más  pro- 


—  345  — 

pió  en  este  sujeto.  Volveré,  antes  de  yrtne,  á  dar  nueva  cuen- 
ta de  mí  á  V.  Alt.»  y  de  lo  que  más  ubiere,  si  algo  fuere;  que 
agora  todo  es  aver  hallado  lo  de  aquí  muy  peor  que'  lo  dexé, 
sin  dinero  ni  provisión  ni  forma  de  averia.  Nuestro  Señor  lo 
remedie  y  dé  á  V.  Alt.»  quanto  merece  y  yo  le  deseo. — De  Ñá- 
peles á  24  de  enero  de  1576. — Besa  las  manos  de  V.  Alt.»  su 
mayor  servidor  y  obediente  hermano, — Doh  Ju,°  de  Austria.» 

XXI 

«Señora:  pienso  que  ]u.°  Ferrante  abrá  escrito  á  V.  Alt.», 
algunos  dias  a,  como  mi  yda  á  Lombardia  cesó,  porque  en 
aquellos  dias  que  avia  de  partirme  hizo  tales  tiempos,  que  no 
dexaron  navegarse.  Después,  con  las  buenas  nuevas  que  nos 
llegaron  de  lo  de  Genova,  y  con  las  nuevas  necessidades  que 
por  estas  bandas  apretavan  con  armada  enemiga,  pareció  que 
era  esto  á  lo  que  cómbenla  principalmente  atender,  y  confir- 
móse con  mandar  Su  Magestad  que  así  se  hiziese.  Pero  para 
la  execucion  dello,  si  viene  nuestro  enemigo,  estamos  por 
nuestros  pecados  tan  desproveydos  y  faltos  de  todo,  y  señala- 
damente de  dinero  y  lo  demás  con  que  la  guerra  se  sustenta, 
que  certifico  á  V.  Alt.»  que  tanto  tardará  en  perderse  lo  que  el 
enemigo  emprendiere,  quanto  él  lo  dilatare,  porque  á  esto  se 
juntan  tantas  otras  cosas,  y  ay  para  cada  una  tantas  dificulta- 
des, que  no  se  trata  de  otra.  Mire  V.  Alt.»  qué  gentil  cargo  es 
el  mió,  y  quál  me  devo  de  hallar.  Escrito  lo  e  á  Su  Mag.^  tan 
claro  como  se  deve  con  don  Juan  de  Cardona,  y  hecho  por  mi 
parte  quanto  me  a  tocado,  aunque  ya  savemos  que  no  basta 
esto  adonde  no  se  alcan9an  milagros,  y  éstos  sólo  á  Dios  es 
dado  hazerlos.  Yo,  cierto  por  muy  grande  le  tendría  que  no 
baxase,  como  se  dize,  el  armada  este  año,  porque  si  viene,  y 
pujante  como  suele,  muy  bien  apercibidos  nos  hallará,  sin  gen- 
te, vitualla,  municiones,  y  al  fin,  por  abrebiar,  sin  cosa  alguna 
de  quantas  son  menester,  por  la  falta  de  dinero  y  por  la  poca 
ó  ninguna  sustancia  que  de  la  corte  se  me  imbia  y  acá  me  dan. 
Con  todo,  por  cumplir  si  quiera  conmigo  mismo,  yo  me  par- 
tiré á  Qarag09a  de  Cicilia  dentro  de  pocos  días,  y  desde  allí, 


•i  U  Miad  lo  toim,  fnumé  niHw  It 
Malta*  &  qmaóú  ñute  so  piJi,  eoa  k  qo*  ■•  <|!iiiiwt  Mgair 
yr6  yo  a  dé  iriora  a«r  la  necoMÍrlaíl  anyor,  pooi  para  olía  for- 
oía  do  pfomion  ni  ajr  faola  iovoMada,  ai  pora  aaeor  la  ordi* 
oork  do  ma  alojamteoloa  ay  taopoco  oa  roiü.  Do  oqof  Uefo- 
ri  algonaa  ooapaftiaa  oooonfo,  y  ooo  haala  aa  faleíaa  om 
partké,  y  me  aafairá  hMfe  eoo  Im  da  oo  catfo  al  oMrqiiéi  da 
Saota  Cñtf .  Lo  denáa  que  ay  qoa  faaidar,  coom  á  dasir  Cor- 
defta,  Mallorca  y  otraa  ialaa.  guárdalas  Dioa,  que  puado.  EUo 

mo  ando  foora  do  Wápolaa,  porqoa  aoo  tantoo  loa  qoo  oeiidao 
coo  mamorialoa  por  diaoroa,  y  taa  poco  d  qoa  toofo,  quo  por 
BO  pordar  tiompo  alM  para  aa  diapocho  oa  iQapoador  á  todoo, 
y  por  Bo  aagMlai  lo  qaa  taa  joataaMala  pidoo,  y  por  IthriraMi 
da  oiroa  cioa  aal  oatea^oa  lalaa,  baalfo  príacípolBaala  do 
BO  aalar  aa  aqwrfla  Babiloaia  da  oooteioat  ipfn^  lo  daoa 
aar  afora  Plaadoa.  paaa  aalaado  taa  paUfroaoa  aqudloa  Uo-> 
tadoo  por  laalaa  viao  y  aHaant,  lo  fyia  fobaraador.  Ba  vw- 
dad  qao  lo  taa»  iafiajtarnaan,  BMyoMuaalB  ai  lat  áWknm  m 
do  Fraocaaea  llogao  á  coodailo  ooom»  la  oíadra  lo  tcala  y  pro« 
cura  BMiy  do  iporaa.  Graa  aaado  laago  quo  ooa  aata  ooaaioa 
ow  a  do  aer  propmito  «a  dia  dJIoa'qao  vqra  yo  á  Flaadaa. 
Suplico  á  V.  Ali.*  que,  cooio  taa  oii  aadoca,  oíodco  y  bonHaa 
quo  BM  oa»  vaya  dotda  loego  pmaaario  aa  tal  caao  qué  haii, 
ctaio  y  aa  qaé  bm  naolveré;  qoo  ai  Sa  Mag.'  me  lo 
oacribir  lo  o  antes  á  V.  Alt.*,  ai  puedo,  paca  raaol^roraw, 
digo,  ooo  80  parecer  y  optnioo,  pues  coo  ealo  estaré  BMqr  < 
teoto  coo  lo  que  üiere.  Y  así  la  suplioo  que  desde  luego 
se  y  me  diga  algo  de  lo  que  aa  lo  oiraoe  aobro  oala  caao,  que, 

como  digo,  croo  que  noe  a  de  eer  propuesto  y  hordeoado — 

De  Proatta  á  4  de  abril  1576.— Bees  las  maaoa  da  V.  Ak.*  au 
mayor  serridor  y  obedieote  hennaao,— ¿too  7«.«  dé  Atuiñ», » 

XXU 

«Seíiora por  las  copias  de  dos  cartas  que  be  recibido 

de  Flandes,  verá  V.  Alt.*  el  mal  estado  de  lo  de  allí.  Y  así  coa  • 


—  347  — 

sidorando  yo  esto,  y  quánto  es  grande  el  remedio  que  aquello 
pide,  y  que  aquí  no  tengo  qué  hazer,  sino  esperar  al  secretario 
Escobedo,  que  está  muy  despacio  negociando  sin  acavar  de 
darle  resolución  que  valga,  considerando  con  esto  otras  mu- 
chas cosas  largas  que  remito  á  la  prudencia  y  discreción  gran- 
de de  V.  Alt.a,  me  e  resuelto  yo  en  partirme  luego  á  España 
y  dar  á  entender  á  Su  Mag-í*,  como  á  quien  más  duele  y  toca 
su  servicio,  que  lo  de  Flandes  pide  antes  grandes  remedios 
y  tales  quales  deven  procurarse  á  un  cuerpo  ya  casi  difunto, 
que  órdenes  é  instruciones  infinitas,  que  aun  verse  no  podrán 
quanto  más  executarse.  Junto  con  esto  trataré  de  otras  cosas, 
y  en  ellas  diré  lo  que  entiendo  y  lo  que  sé  tan  desnudamente 
quanto  cumple  se  conozcan.  Yo,  Señora,  para  ésta  mi  yda  ha- 
llo muchas  conviniencias  que  me  harian  con9Íencia  no  hazer- 
la,  y  así  la  tengo  tan  determinada,  que  me  partiré,  Dios  qui- 
riendo,  mañana  á  Genova,  y  otro  dia  de  allí  á  España  en  dos 
galeras  que  se  han  podido  refor9ar  de  cinco  que  avía  con  las 
de  la  Señoria  propia.  Desta  mi  determinación  doy  la  cuenta 
que  puedo  á  quien  de  mis  pensamientos,  antes  de  executarlos, 
querría  yo  darla  siempre.  Suplico  á  V.  Alt.»  me  escriva  y  dé 

nuevas  de  su  salud — De  Milán  á  ii  de  agosto  de  1576, — 

Besa  las  manos  de  V.  Alt.»  su  mayor  servidor  y  obediente  her- 
mano,— Don  Ju,°  de  Austria.* 

XXUI 

« Señora yo  veo  bien  lo  que  hay  en  la  jornada,  por- 
que desde  sus  principios  tiene  grandes  dificultades,  travajos  y 
peligros;  pero  ya  también  lleva  el  hombre  más  que  ofrecer  á 
Dios,  y  más  con  que  obligar  á  Su  Mag.^  y  más  gloria  y  hon- 
ra para  el  mundo,  que  son  los  fines  con  que  me  parto  muy 
contento,  ya  que  a  guardado  Su  Mag.<í  para  mí,  hasta  lo  últi- 
mo, lo  dificil  ó  lo  imposible  de  la  empresa.  Lo  que  para  ella 
llevo  es  á  Dios  que  la  tome  como  suya  que  es,  y  que  á  raí  me 
ayude  con  milagros,  pues  si  no  fuere  haziéndolos,  no  sé  cómo 
se  pueda  volver  en  vida  un  cuerpo  con  el  último  suspiro  en 
boca.  Dineros  pocos,  porque  nuestras  riquezas  no  son  muchas. 


Lo ámaáM áé iKoridad,  quohafi  wtgamum^y  lodo 
do  á  mí .  Pho,  porqoo  vm  V.  Alt.*  qoo  no  me  t  gnaáido  oAeio 
por  hanr  ai  cato  por  prevenir,  la  eabiari  eo  pediendo  (que 
afoim  lio  ee  poathle)  «o  papel  do  n  miao  qaa  Á  áSalfaf.', 
en  que  la  advertía  da  todoa  loa  ommo  qaa  podías  enoader,  to> 
meado  el  ealto  may  de  etcee.  Pero,  ooow  eeláo  Uo  el  cabo 
aqoalloe  Eetadoe,  lo  eetuaoe  teariMaB  acá  de  eapadienüe  y 

fBnaaadenoMdio ^IMPMdoás6deoct«l»edt  1576..... 

— Dom  Ju,*  4»  Amtirim*» 

XXIV 

•Seftonu*.**  jro  '•temo  y  hefo  cada  día  qaeiitae  dtUnnciaa 
paedo  pera  qoe  coooaran  el  cubíbo  que  Uavaa  tea  aerado. 
Facoeetia  tm  deirtnedne  y  ea  tal  deeeepnracion,  qaa  gaieren 
guana  cao  la  pifaelpa,  y  Uíoimi  á  loa  da  fbara  para  vateree  y 
ewfrefirm  á  elloe;  y  airf  tiene»  ^artadaa  ene  foorgee  ka  eeta- 
dae  con  lae  áti  priádpadeOraBfw,  y  eepeta  lea  da  Piaacia, 
para  todee  joaÉaa  empleetie  en  lo  qnelae  doy  por  pea  y  aaaia» 
tad,  ooox)  hijoe  de  Su  Ifefeetad  y  hermenoe  oaioiu  Mm.  aviea- 
do  Uegedo  la  deataq^Oenya  á  taato  qoa,  aia  qoerer  loe  rame- 
dioa  qna  lea  doy,  pweifnaa  i  qvitar  á  So  Ifagaetad  eoe  Beta- 
doa  dabaxo  de  aonbre  cayo,  eerá  faerza  que,  como  lee  e  im- 
biedo  á  proleetar,  me  qoite  loe  dedoe  aate  loe  ojoe,  y  defienda 
el  rey  lo  que  ea  eoyo;  y  eaí  lo  abré  de  hazer  á  fmn  fiMcsa  y 
pene  mía,  ñ  00  oeeen  lae  annee  entietento  que  llejimoe  á  loe 
acordioe.....  Armes  es  lo  que  emtinata  d  tiempo,  laa  qoalea 
quisiera  yo  osar,  pero  eo  otras  y  muy  difereiUes  paitaeqaalaa 

tan  pn^Ms  de  Su  Magestad —De  Loxemborg  á  aa  de  no- 

▼ieaobre  de  1576 — Dom  Ju,»  Í4  AustrU,* 

XXV 

tSeftora Santiago,  de  que  ae  poede  fiar  quanto  se  le  die- 
re en  escrito,  lleva  junto  000  esta  carta  una  rétedon  del  cela- 
do presente  de  lo  de  acá,  á  que  me  remito,  aunque  ea  anstaa- 

cia  digo  que  el  desconcierto  destos  hombree  es  tan  grande,  que 


—  349  — 
sólo  en  no  saverse  concertar  son  conformes,  y  en  pasar  muy 
adelante  con  la  más  estraña  forma  de  rebelión  é  insolencias 
que  se  an  visto.  En  lo  demás  andan  tan  sin  caveza,  que  lo  que 
agora  resuelven  luego  lo  contradizen;  y  así  ni  ellos  se  entien- 
den, ni  aun  me  quieren  entender,  sino  obligarme  cada  dia  á 
que  con  el  sufrimiento  se  rompa  todo.  Y  á  lo  último.  Señora, 
ó  vendremos  certísimos  á  las  armas,  y  muy  presto,  ó  ha  de 
hazer  Dios  por  milagro  que  ánimos  tan  descompuestos  é  in- 
tenciones tan  dañadas  se  muden  á  lo  contrario  de  lo  en  que 
sus  consciencias  les  ponen,  pues  corren  tan  sin  tino  en  sus 
malicias,  que  llaman  á  cuantos  estranjeros  príncipes  pueden, 
y  al  fin  no  hacen  que  lo  que  Oranjes  les  hordena.  Yo,  que  lle- 
vo el  intento  de  la  paz  y  blandura,  sufro  lo  que  Dios  sabe,  y 

lo  que  sin  su  favor  no  seria  posible Ya  la  paz  sólo  yo  soy 

el  que  la  antepongo;  pero  ni  ésta  se  sabe  admitir,  ni  para  ha- 
zerlo  ay  govierno  ni  borden  entre  estas  gentes Yo,  Seño- 
ra, tengo  un  travajo  terribilísimo,  y  cuéstame  mi  salud,  por- 
que la  e  traydo  perdida,  y  aún  no  ando  sin  algunas  indispu- 
siciones;  pero  Dios  proveerá  qus  ésta  resista  al  travajo,  ya  que 
el  verme  puesto  aquí  no  me  desanima  ni  quita  coraje  de  pasar 

adelante  con  la  cruz — De  Marche  á  20  de  henero  1577 

— Don  Jn.°  de  Austria.* 

XXVI 

•Señora Quanto  á  lo  de  por  acá,  me  remito  á  la  rela- 
ción de  mano  agena  que  dirá  la  paz  y  concierto  entre  los  es- 
tados y  mí  y  las  condiciones  della.  Bien  veo.  Señora,  las  que 
son;  pero  ha  sido  fuer9a,  ó  pasar  por  ellas,  ó  llegar  al  rigor  y 
á  los  daños  de  las  armas,  cosa  tan  contra  la  voluntad  y  bor- 
den de  su  dueño;  y  así  se  a  de  hazer  cuenta  desto  como  ha- 
llado á  caso  y  no  de  otra  manera.  La  religión  y  obediencia 
se  han  salvado,  y  todo  se  perdiera  sin  falta,  y  los  Estados  en 
compañía,  llevándolo  por  guerra,  porque  el  pais  se  hinchia  de 
erejes,  y  fueran  éstos  los  que  al  fin  tubieran  siempre  la  mayor 
parte  dél.  Lo  demás  que  de  presente  falta,  por  sin  duda  tengo 


—  55o  — 

que  lo  jrrá  áaado  el  tíaoipo.  porque,  qniteade  algnw» 
cioeoe  y  niyMet  la  mtyor  pectt  mq  loe  takmm  qm  ÜMraa  •■ 
al  áaioi» qM  tabÍMOi  (i);  y  lelkloe  k»  Fipeftolei,  éiloe  m 

goniano  y  meftee  teráii  (á  mi  ver)  moy  fádlee  ám  foberaer. 

*P>R>t  SAon^  eMo  00  pMoe  ser  yt  eo  BMipn  mooo  pop 
ni,  poique  hea  ndo  fastas  y  tan  Istfiblei  laa  ocaaioMa  que 
ne  ben  dado  de  perder  la  paciencia  con  eOoi.  que  ai  biea  be 

oa  manoa  so  ha  podido  tasto  fasoanaa  qae  no  baya  Hadado  A 
atrepeflarioa  con  pahhrif  y  amena  lindoJea  coo  las  obras,  sí 
00  ss  r^Mctavao  eo  lo  que  dcsko:  mI  qoa  elloa  me  tessen  y 
liaoao  pof  nou  annridOt  y  3ro  00  estoy  iso  biao  000  wioa  qna 
nata  de  so  compsftts  ai  de  pesar  mi  vida  haaüodosela.  T 
posa,  por  pacia  da  Dios,  be  dado  no  pooode  rasanabla  cnen- 
ta  da  mf  en  lo  qne  me  a  sido  eoeaifido,  no  qoisvo  mia  aalar 
adffodt  tao  A  pelÍBo  lo  tenoo  todo^  tiaa  tanto  ososo  me  a  coo> 
todo;  y  aal  be  ya  pedido  liesocis  á  Sa  llafMtad  laa  aprsta- 
damaiHa  qoa,  hablando  clero,  be  eecrito  qoe  ei  no  me  se  de, 
00  obii  laaoimion  qoa  00  tooH»  beato  dexerlo  todo  y  yirne 
aUá,aooqnaaaaáa8rraartgado,  porqoe  lo  seré  sm  culpe.  7 
aquí  coo  dU  me  perdería. 

•Pretendo  quesea  eetocon  tanta  brevedad,  qoebe^nuM- 
Uda  con  los  Bspaftolea,  y  que  en  mi  taftf  asisto  madsois  de 
Lorana,  que  lo  hari  beata  que  So  Mafsstad  provea  persona; 
y  sí  an  esto  ubiere  alguna  dificultad,  sólo  teudié  pecienria 
basto  al  agosto  6  setiembre;  pero  deede  entonce»  no  estaré 
cierto  má«  en  estas  partee,  poea  jontáodoee  A  lo  dicho  mi  poca 
inclinación  A  goviemoa,  y  la  mocbnqoe  tengo  A  las  armeay 
otras  cosas,  noay  que  dudar  en  lo  que  diga  Esto  suerte,  posa, 
A  algnáen  ha  de  tocar,  y  pera  qualqoMra  ea  aany  bnsna,  aino 
pera  mf  eok»,  qoe  ea  rain;  y  pera  quien  eefialadaascnto  asna 
allA  mejor  pera  ser  nuestro  hermano  bien  servido,  ee  V.  Alt.*, 
por  lo  que  aquí  la  aman  y  la  reapetan,  que  es  cierto 
Y  yo.  quaoto  á  mf,  entre  V.  Alt."  y  la  emperatriz,  que 

( 1)    Pasaje  obscuro,  acaso  por  mai  copudo. 


—  35i  — 

también  buena,  creo  que  ha  de  correr  el  dado — De  Mar- 
che á  17  de  hebrero  1577. — Besa  las  manos  de  V.  Alt.»  su  ma- 
yor servidor  y  obediente  hermano, — Don  Jufi  de  Austria.* 

XXVII 

t Serenísima  Señora:  Dios  sabe  la  pena  que  siento  de  no 
haver  scrito  y  scrivir  á  Vuestra  Alteza  cada  dia;  pero  él  es 
testigo  que  no  a  sido  ni  es  más  en  mi  mano,  porque  demás 
de  faltar  de  todo  punto  el  tiempo,  falta  también  la  seguridad 
de  caminos,  y  sobran  los  inconvenientes  que  de  entender 
esta  gente  que  escrivo  en  esta  lengua  nacerían,  según  está 
sospechosa.  Lo  que  tengo  que  añadir  á  lo  que  digo  en  esa  otra 
carta  es  que  este  cuerpo  va  espirando  muy  apriesa,  sin  que 
baste  ningún  remedio  de  quantos  le  e  aplicado  para  restaurarlo, 
porque  el  príncipe  d'Orange  a  respondido  al  duque  d'Arescott 
y  á  mosiur  de  Yerges  que  lo  primero  que  se  a  de  hazer  es 
entregarle  á  su  hijo  y  estados,  con  Utrec  y  Amsterdam,  que 
dize  son  comprendidas  en  su  govierno  de  Olanda;  que  des- 
pués él  cumplirá;  y  por  otra  parte,  a  dicho  que  es  dos  vezes 
calvinista,  en  la  cabe9a  y  en  el  coragon,  y  quede  lo  que  tiene 
ni  de  lo  que  se  le  entregare  no  restituyrá  nada,  porque  ya  que 
de  mí  se  podría  fiar,  de  Su  Magestad  no  lo  hará  jamás,  ha- 
viéndole  engañado  tantas  vezes.  Tiene  muy  estrecha  Amster- 
dan;  y  haviendo  ocurrido,  por  parte  de  aquella  villa,  á  pedir 
socorro  para  defenderse  y  conservarse  en  religión  y  obedien- 
cia, dizen  los  estados  que  conviene  que  se  le  entregue,  pues 
no  tienen  posibilidad  para  tomar  las  armas  contra  el  príncipe 
d'Orange,  y  en  lo  mismo  concurren  los  del  consejo,  sin  em- 
bargo de  que  veen  que  anda  más  á  hazerse  señor  de  todo,  y  que 
con  aquel  lugar  lo  será  presto.  Lo  qual,  y  ver  que  no  ay  nin- 
guno que  me  ayude,  antes  parece  que  todos  se  conciertan  á  con- 
tradezir  lo  que  propongo,  me  haze  creer  que  todos  siguen  un 
camino.  E  venido  aquí  á  tratar  del  negocio  de  los  Alemanes, 
los  quales  quieren  ser  pagados,  y  tienen  razón,  y  los  estados 
dizen  que  si  no  salen  con  dos  pagas  en  dinero  y  una  en  paño 
y  obligación  de  pagarles  lo  demás  en  quatro  años,  que  los  de- 


—  35a  — 

folUráa  y  llaoiaráii  pan  «Uo  al  principtt  ó%  Onnge.  Y  wmt 
mpmo  cada  ora  oyt  qoa  n  rotto,  y  no  a<  quéet  lo  quo  oo  tan 
lanrtble  tnuoa  tanfo  da  haacr.  povqoa  neutral  t<«i  medo  «alar, 
y  ai  tomo  la  parte  da  loa  «atadoa,  vango  á  toaur  la  dd  prfad- 
pe  d'Oranfe,  puoa  ae  ha  do  haaar  U  gnorra  con  tita  fu«r(aa,  y 
ribMBaooeaao  daitaado  aar  oo  an  baoaficío*  <iimilan<V>,  ooobo 
q«adará«  lodo  á  an  diapaaickm.  Si  no  arriaao  á  loa  Alamanes. 
harán  prenda  de  mi  por  lo  qoa  aa  loe  devo.  Si  me  aalgo. 
xaré  á  mit  criadoa  oo  el  naitirio.  daaaáa  de  que  oato  tioae  mu  • 
cha  dificultad.  Y  aaf  laofo  nooaaidad  de  que  Dioa  naa  inapira 
para  acertar;  y  et  Tiene  á  duatoucarteíaii  con  loa  Alemanea, 
•ncode  oMo  ynooovonieata.  Noea  menor  el  qoe  ae  eaperade 
concartaiaa«  poea  ae  entiende  por  ooaa  cierto  qoe,  á  la  ora  qoe 
aalKan  de  las  pU9as  qoe  tienen,  ae  perderá  de  todo  pmito  la 
religión  y  la  ohediaoiía  de  Su  Mif^eatad*  Qoedo  deapadiando 
al  oaeratario  Eeoobodo:  quiera  Dioa  qna  el  vaoMdio  sea  á  tiem- 
po. Y  61  aabe  lo  que  me  peea  do  ombiar  á  Voeatn  AUoaa  tan 
niynee  noebea;  pero  puédeae  conaolar  con  qoe  no  om  a  que- 
dado coea  por  haaer  de  qoeote  o  entendido  para  remediar  por 
blandón  eole  dafto,  paañade  por  todo  k>  que  an  qoerido  < 
yhaier,  haalaaafrironBraealaa  qoe  nwa.'daEaano( 
venir  UaflaándolOt  y  qna  el  iiiaoíiiíaiWi  de  aquella  villa  hiaeaa 
lo  mianM,  didendo  qoe  no  era  coalumbre  hablarle  sioo  eo  la 

caMddla ~D«  llalinaa  á  19  de  junio  de  1577 —Dcm 

7».*  ás  Auitrúi.» 

XXVUi 

«SetMiIsima  SeAora.....  ya  V.  Alt.*  abrá  entendido,  por  lo 
que  le  ecrivf  con  doe  oorreoa  qoe  partieroo  de  Bfalinas  á  ao  de 
junio  y  á  6  del  presente,  el  m«l  estado  en  que  quedaba  lo  de 
aquí,  y  quán  difCBrente  es  el  fructo  que  produce  U  pu  del  que 
ae  penad.  Deepoaa  tuve  en  un  mismo  tiempo  quatro  aviaoa 
ooofatmaa,  aunque  por  diversaa  viaa,  que  la  exeaacioa  de 
prenderme  andava  ya  tan  cerca  que,  ai  no  me  ponía  en  ealvo, 
luego  abria  eflbcto,  pues  para  ello  se  havian  ligado  coa  el  de 
Qrangealoa  eatadoa  de  Brabante  y  mudioa  do  loa  penaiooarioa 


—  353  — 

de  las  villas;  los  condes  de  Agamon,  Lalain,  Xampani,  Cape, 
Ese,  Versal,  llamándose  los  contrajuanistas,  y  que  yban  po- 
niendo el  regimiento  de  Valones  de  Xampañi  y  los  del  conde 
de  Agamont  y  mos.""  de  Hese  por  todos  los  contornos  de  Mali- 
nas, á  tal  que  por  ninguna  parte  me  pudiesse  escapar. 

t  Visto  esto  y  que  la  princesa  de  Bearne  venia  á  la  fuente  de 
Lieja  y  havia  de  passar  por  este  lugar,  me  resolví  de  venirme 
á  él  con  el  color  de  recevirla  aquí,  y  assí  me  partí  á  los  14  del 
presente.  Llegué  á  los  15;  y  aunque  traya  concertado  con 
mos.*"  de  Yerges  y  sus  hermanos,  que  son  los  que  primero  se 
an  declarado  en  servicio  de  Su  Mag.d,  y  por  cuyo  consejo  me 
govierno  en  estas  novedades,  de  apoderarme  luego  por  su  me- 
dio y  con  estratagema  deste  castillo,  pareció  que  era  bien  de- 
xarlo  para  después  que  la  dicha  princesa  fuesse  partida  de 
aquí,  por  hazer  con  ella  el  cumplimiento  que  era  razón,  y  no 
dar  causa  de  desden  al  rey  su  hermano.  Ella  llegó  á  los  20; 
y  habiendo  procurado  de  regalarla  lo  mejor  que  pude,  se  par- 
tió á  los  23. 

»En  este  tiempo  fuefon  continuando  los  avisos  de  que  me 
pusiesse  en  salvo,  y  particularmente  tuve  dos:  que  el  primero 
dezia  que  en  ninguna  manera  diesse  la  vuelta  á  Brabante,  por- 
que en  la  primera  villa  que  entrasse  seria  preso  y  degollados 
los  que  me  seguian;  el  segundo,  que  no  solamente  no  volviese 
atrás,  pero  que  aun  desta  villa  me  convenia  salir  luego,  por- 
que sin  duda  se  haria  en  ella  lo  mismo  que  se  pensava  hazer 
fuera,  y  que,  en  un  banquete  que  los  de  la  liga  havian  hecho 
en  Bruseles,  acordaron  que  todos  los  contrajuanistas  traxessen 
las  gorras  chatas  para  que  fuessen  conoscidos. 

»Con  el  fin  que  digo  de  apoderarme  deste  castillo,  eché  voz 
que,  antes  de  partir  de  Namur,  queria  hazer  una  ca^a  y  la 
aplazé  para  los  24.  Este  dia  por  la  mañana  salí  con  los  ca- 
valleros  que  me  siguen,  la  mayor  parte  de  mis  lacayos  y  mi 
guardia  de  Alemanes,  y  llevando  delante  quasi  todos  los  que 
me  acompañavan  de  los  payses.  Y  yendo  por  la  calle,  al  tiempo 
que  me  afronté  con  la  puerta  del  castillo  que  sale  á  la  villa, 
volví  la  rienda;  y  con  tener  mos.""  de  Yerge  y  el  conde  de  Mega 
su  hermano  la  puerta  abierta,  como  que  me  aguardavan  allí 

»3 


—  354  - 
pan  yr  coomifo  á  ca^a,  entré  dentro  ooo  uae  parte  de  ni 
guardia  y  de  init  criadoe,  antee  que  Um  del  paye  (qoe  yben, 
como  difo.  delante)  UefMBea,  eeoetn  el  dttqpe  de  Aieeooc  que 
yba  á  mi  lado.  Vinieron  loefo.  Maméloe  á  él.  al  principe  de 
Ximay,  «i  hijo,  loe  coodee  de  AnunbeqiJba,  de  Ruz  y  de  Po* 
quenberga,  marquée  de  Varaabon,  moa.'  de  Beeituien,  moa.' 
de  Gomioirt,  moa.'  de  Floyon  y  moe.'  de  Loquea,  y  lea  dtxe 
que  ya  bavian  vurto  quántoa  travaioa,  tndeoencáaa  y  peli|poe 
havia  pmmdo  y  tuirido  por  el  bien,  quietud  y  eoMMfo  deetoe 
peyaea,  ponaando  aacar  de  todo  el  firucto  que  con  mucha  m- 
xoo  devia  e^Mrar,  de  que  junto  too  redutiree  tat  coeaa  del 
(Qviemoé  eu  antiguo  eer  y  buen  orden,  hisierao  lo  náimo  lea 
que  tocavan  á  la  religión  catbólica  romana  y  á  U  obedienrii 
de  So  Ifageitad:  que  elloe  mbian  que  para  esta  fin  no  havia 
dexado  remedio  por  provar  de  blandura,  benignidad  y  cle- 
mencia, y  que  eelo  no  eólo  no  havia  movido  loa  énimoo  á 
abrevar,  como  devieren,  tan  grande  beneficio,  maa  que  on  lu- 
gar de  heterlo  y  do  moetrar  gmtitiid  á  la  vduatad  y  affidoa 
oon  q«ie  yo  me  emploiva  en  olio,  andavan  nmchoa  maquinan- 
do y  hariendo  ligas  contra  mi  para  prenderme,  oooM  el  mis> 
mo  duque  me  lo  luivia  dicho,  y  ellos  devian  tener  entendido; 
que  viendo  esto  y  que  los  meloe  pcevaledan,  la  religión  yba 
cada  dia  de  mal  en  peor,  la  justicia  no  tenia  su  lugur»  yo  no 
era  obedecido,  para  remediar  ninguna  de  lea  mees  que  tanta 
naccsfidsfl  tenían  de  remedio,  y,  en  fio.  que  ni  el  principe  de 
Omngeo  ni  loe  eetados  pensavan  cumplir  lo  que  eatavan  obli- 
gadoa,  antes  hasian  grsn  fuerza  para  echar  loa  Alemanea,  por 
poder  de  todo  punto  quedar  libres  y  Su  Megfwtad  tropoeeibi- 
litado  de  recobrar  loa  peysea,  me  havia  roeoelto  de  poner  mi 
persone  en  salvo,  para  poder  govemer  con  la  anctoridad  y  ee- 
gurtdad  que  convenía,  defendteudo  religión  y  obediencia  con- 
tra loe  que  pretendieesen  salir  della;  que  como  los  eetadoa 
cumplieseen  en  esta  parta  con  su  obligación,  yo  no  moverla 
armas  contra  ellos,  antes  las  volvería  en  su  favor,  si  fueses 
neceesarío,  y  que  pues  tenian  en  su  nuoo  la  paz  y  la  guerra, 
podrían  eecoger  lo  que  les  pareciesee,  que  tan  apareiado  me 
hal  lavan  para  lo  uno  cerno  para  lo  otro,  y  quifá  más  aparee- 


—  355  — 

vido  para  lo  postrero  de  lo  que  pensavan;  que  aunque  yo  tenia 
del  duque  y  de  los  demás  que  estavan  presentes  la  confianza 
que  Su  Magestad  me  havia  mandado  hiziese  dallos,  y  la  que 
sus  obras  y  el  haverme  siempre  seguido  me  obligava,  y  assí 
esperava  que,  cumpliendo  con  sus  obligaciones  y  siguiendo  las 
pisadas  de  sus  pasados,  me  assistirian  y  ayudarian  en  deman- 
da tan  santa  y  justa,  todavía  holgaria  de  saber  la  intención  de 
cada  uno,  y  que  assí  les  pedia  que,  después  de  haver  pensado 
en  ello,  me  dixesse  cada  uno  libremente  su  voluntad,  enten- 
diendo que  yo  no  havia  de  forgar  á  nadie;  pero  que  se  desen- 
gañassen  (i)  que  de  oy  más  tomasse  la  parte  de  Orange  ó  de 
los  estados  contra  el  servicio  de  Su  Magestad  seria  declarado 
y  tenido  por  rebelde,  y  como  tal  tratado  y  castigado,  y  con 
los  que  me  acudiesen  no  sólo  podrían  estar  seguros  de  no  re- 
cevir  daño  ninguno  por  cosa  passada  hasta  agora,  pero  que  en 
honras  y  en  favores  serian  acrescentados,  y  que  desto  yo  les 
dava  la  palabra  y,  si  fuesse  menester,  la  propia  vida;  que  á 
esto  les  rogava  diessen  crédito,  y  no  á  lo  que  malintenciona- 
dos les  dirian. 

•  Respondió  el  duque  que  él  servirá  á  Dios  y  á  Su  Magestad 
como  siempre  lo  havia  hecho,  y  que  seria  el  primero  que  mo- 
rirla á  mis  pies;  y  lo  mismo  dixeron  los  demás,  porque  son  los 
en  quien  e  conoscido  siempre  deseo  de  servir  á  Su  Magestad. 
He  despachado  á  las  villas,  scriviéndoles  en  la  misma  confor- 
midad, para  entender  lo  que  puedo  esperar  d'ellas,  y  á  los  go- 
vernadores  de  provincias  que  vengan  luego  aquí,  por  ver  si 
obedecen  mejor  que  por  lo  passado 

»Dios  sabe  lo  que  e  sentido  llegar  á  estos  términos;  pero 
V.  Alt.*,  con  su  mucha  prudencia,  podrá  considerar  quán  for- 
90SO  a  sido  lo  que  e  hecho.  — Del  castillo  de  Namur  á  26  de 
julio  de  1577 — Doit  Ju.o  de  Austria.* 

(i)  Hay  aquí  omisión  de  algunas  palabras.  Acaso  debe  leerse: 
cque  el  que  de  oy  mas.i 


—  S$6- 

XXIX 

«SaAom.....  en  lottancb  iTOBOt  cajrdoeo  ana  terrible  ma- 
dan^a,  y  uoto  que  no  me  iüta  tiao  veme  oaccMlo  aquí, 
adonde  no  ae  poade  ganar  oiofiaMi  honna.  Peco  70  «paro 
nuj  preato  d  tiempo  de  cantar  otra  eancioo  eonba  loa  dada- 
radoa  rebaldea  á  au  Dioa  j  tjrraooa  á  en  rey,  pordaraadatodo 
plinto  al  mayor  bdlaeo  de  la  tierra*  qne  ea  el  de  Oraofea.  eon 
el  qual  ae  corratpondon  de  man'^ra  que  le  llaman  padre  y  li- 
bertador, y  obodecan  nandaroieotoa  como  aue  eaclavoa.  y  loa 
de  So  Ifageatad  aborrecen  y  daaaratan  eono  á  an  propio  nom* 

bre Rlloa  al  ftn  qitt<>r«i  de  lodo  pnnlo  lo  qna  aqnd  bdla- 

co  quiere,  que  es  libertad  en  todo,  y  no  qoieren  Dioa  ni  rey, 
ni  aun  pensar  en  ello,  talvo  alf^unoa  qoe  me  aipien  y  inarocnn 
lo  qne  á  honrradlaimoa  cavalleroa  y  loalee  Taaalloaaa  dava..... 
—Del  castillo  de  Nanrar  á  8  de  afiNlo  de  1577.  con  nn  ngi- 
miento  de  Alamanet  amorinadoa  i  iaa  pnertaa  de  la  villa  y  al 
poablocaai  «n  ama,  y  yo  eoBOaitiado ~i>oa  /«.•  4$  Ams' 

XXX 


« Et  fuerúi  suplir  la  gran  naoaaitfad  que  hay  en 

rra  de  todaa^las  qiM  íaltan,  con  puro  y  continuo  trabajo  del  ae* 
5or  Príncipe  (de  Parma)  y  mió:  de  manera  que  no  es  mal  ga- 
nado el  pobre  pan  que  ae  come.  He  inviado  de  nuevo  á  S.  M. 
hon^ira  propio  á  qne  pcolaila  pata  lo  pteaente  y  asagnra  para 
lo  ponrenir,  que  si  00  ae  toma  eaCa  reaolocion  la  tomaré  yo 
en  no  traer  tan  colgado  de  miUgroa  la  honra  de  Dioa,  de 

S.  M .  y  la  mía — En  d  campo,  cerca  de  Tirlemoot,  la  de 

Agoatode  157A.» 

NOTAV 

Doña  Jwma  i€  Austria,  hija  de  D,  Juam. 

De  1571  á  1576,  período  dnrante  el  cual  ejerció  D.  Juan  su 
mando  en  Italia,  pasó  en  Ñapóles  las  temporadas  que  sus  em- 


—  357  — 

presas  ó  graves  ocupaciones  le  permitieron  algún  descanso. 
Era  ya  entonces  aquella  hermosa  ciudad  una  de  las  deliciosas 
de  Italia  y  aun  de  Europa,  á  cuya  mejora  y  embellecimiento 
contribuyó  poderosamente  el  insigne  Virrey  D.  Pedro  de  To- 
ledo durante  los  veintiún  años  que  ejerció  este  alto  cargo, 
que  á  la  sazón  desempeñaba  el  cardenal  Granvela.  Ciudad 
alegre  y  risueña,  sucedíanse  en  ella  las  fiestas  sin  interrupción, 
en  las  que  tomaba  parte  y  animaba  con  su  presencia  D.  Juan, 
no  sm  ser  criticado  por  algunos  espíritus  severos  y  graves  por 
la  llaneza  y  familiaridad  de  que  el  Príncipe  hacía  alarde  en 
aquellas  diversiones. 

Dos  pasiones,  dice  M.  Gachard ,  llenaban  el  corazón  de 
D.  Juan:  el  amor  y  la  gloria.  Joven,  gallardo  y  dotado  de  las 
más  brillantes  y  simpáticas  cualidades,  no  podía  menos  de  ob- 
tener con  las  mujeres  los  mismos  éxitos  que  había  conquista- 
do en  la  guerra.  El  embajador  veneciano,  Girolamo  Lippoma- 
no,  asegura  que,  si  bien  era  ardiente  adorador  del  bello  sexo, 
jamás  daba  escándalos  que  pudiesen  ocasionar  hablilJas,  y  los 
evitaba  cuidadosamente  «perche  attende  a  darsi  piacere  con 

quelle  dame  che  hanuo  per  grazia  di  praticar  con  principi i 

Otros  detalles  picarescos  refieren  algunas  crónicas  napolitanas. 
«Era  don  Giovanni  bellissimo  e  gratioso;  e  venuto  negl'  anui 
della  adolescenza,  fu  molto  disordinato  nelli  piaceri  venerei; 
purché  la  donna  ch'  havesse  dovuto  godere  fusse  di  faccia  gra- 
tiosa,  non  curandosi  punto  1'  esser  nobile  o  plebea;  e  di  raro 
godea  piu  d'  una  volta  quella  donna  ch'  havea  goduta  una  vol- 
ta,  e  che  fusse  stata  vergme;  e  quella  non  voleva  vedar  di 

gioino  ch'  havea  godutta  di  notte »  (Fatti  occorsi  in  diversi 

Umpi  tulla  cittá  di  Napoli. — Bibl.  Nac.  de  Ñapóles,  MS.  del 

siglo  XVII.) 

Cobró,  sin  embargo,  tierno  afecto  á  una  joven  de  distingui- 
do nacimiento  y  de  extraordinaria  belleza.  Llamábase  Diana, 
y  era  hija  de  un  gentilhombre  de  Sorrento,  llamado  Antonio 
Falangola,  y  de  Lucrecia  Braucia.  Consiguió  D.  Juan  pren- 
derla en  sus  redes,  y  entonces  aiejó  de  Ñapóles  á  Falangola, 
dándole  el  gobierno  de  Puzzoli,  y  regalando  á  la  madre  y  á  la 
hija  con  esplendor  y  largueza.  (Fatti  occorsi,  etc.)  Estas  reía- 


—  358  - 

dooct  tamaña  Um  rote  iiiubím  qm  mmm  i  tbt  por  h  car» 
u  que  D.  Joao  escribió  á  an  hamiana  Maifarila,  á  la  qoa  aca- 
baba da  visitar  á  prtoctpioa  da  1573  an  Aqttila. 

«Saftoca:  Riasa  V.  A.  aa  layando  asta  carta  da  lo  qioa  •• 
alia  qniaro  dacvla,  qoa  yo,  aaaqoa  corrido,  piaoao  tamWaii 
¡Moerlo.  Aciiérdeae  V.  A.  qoa,  eatra  otras  cosaa  partirolarea, 
na  piifm*  lí  yo  tañía  alfoa  I190,  y  |iiiifiman 
qoatalodíaaa  aila  isaia,  Raapondtla  qna  no, 
maooa  por  la  marcad  qua  ma  qoaria  hacer,  y  diie  qna  ptaslo 
podría  aar  la  acatasa  Kala  praalOt  SaAora,  casi  lo  as  ya«  porqna 
da  aquf  á  un  nMa  crao  qoa  da  nMcfaneho  qoa  soy  BM  ha  da  «nr 
padre  corrido  y  avsrgoo^o;  y  difo  atarfootado,  porqna  as 
dooayra  tonar  yo  hijoa.  Ora  al  60  V.  A.  perdona,  q/am  dalloe 
ha  da  aar  madre  como  de  mi  y  del  q<m  nácara,  qnaoartial  pri* 
maro,  prinripalmant».  Y  aaf  aa  lo  suplico  rooy  da  voraa  qoio- 
ra,  por  hacoMiie  maroad,  loamr  aata  aoovo  tníbaio  y  paanÁan- 
bn,  y  qoa  asa  con  todo  al  mayor  oacralo  y  raeato  qna  poalMa 
aaa*  IñMO  oslo,  000  todo  lo  demás  qna  paraoará  aar  asia  con* 
iMñaoie  y  acertado,  qtnaro  remitir  y  remito  á  V.  A.,  y  la  en- 
plico  quo  00  aólo  aa  encargue  de  todo,  sino  Umbieo  de  advw- 
tirma  á  mf  eu  aquello  que  sobra  eata  parttcolar  y  sobra  todos 
jttsgara  por  lo  mejor,  que  cierto  lo  aera.  Qoaodo  aea  tíampo 
da  aoiregana  V.  A.  de  la  criatura,  que  será  luego  que  sin  an 
peligro  pueda  Herana  hasu  do  se  bailare,  ae  lo  aaciibirá  d 
cardenal  Graavela,  d  cual,  por  amor  roto  y  porque  mayor  y 
más  secreto  se  baga,  se  ha  aocargado  della  hasta  ponerla  om 
V.  A.,  too  quien  el  didio  cardenal  se  dará  la  mano  y  correa* 
poodencia.  De  nuevo  suplico  á  V.  A.  se  la  dé  con  el  mismo, 
y  que  deada  luego  entieada  que  es  madre  de  padre  y  hijo.  La 
que  verdaderamente  le  parirá  es  mujer  de  laa  nobles  y  seftala- 
das  de  aquí  y  de  las  más  bermoaaa  qoe  hay  an  toda  Italia;  qna 
al  fin,  con  todas  estas  partes,  y  principaliñente  la  de  la  noble- 
sa,  parece  que  podrá  mejor  sufrirse  esU  desborden,  si  desbor- 
dan puede  llamarse  cosa  tan  natural  y  usada  en  el  mundo 

De  Ñápeles  18  de  Julio  de  i573.~Beaa  las  manos  de  V.  A. 
su  muy  cierto  servidor  y  obediente  hermano,— I>o»  Jfmmm  ds 
AustrtM.—A  la  sereoissima  señora  nudama  de  Austria ,  mi 


—  359  — 

hermana  y  señora,  en  su  mano.» — (Archivos  farnesíanos  en 
Ñapóles.) 

Con  razón  observa  Gachard  que  D.  Juan  habla  á  su  herma- 
na de  la  criatura  de  que  va  á  ser  padre,  como  si  fuese  la  pri- 
mera. Esto  era  verdad  en  cuanto  á  Ñapóles,  porque  en  Ma- 
drid había  tenido  ya  de  una  dama  de  la  Corte,  llamada  Doña 
María  de  Mendoza,  una  hija,  que  recibió  en  la  pila  bautismal 
el  nombre  de  Ana,  la  misma  á  quien  Porreño  dedica  esta  his- 
toria. De  esta  niña  se  encargó,  á  ruego  de  Don  Juan,  su  bue- 
na tía,  como  él  llamaba  á  Doña  Magdalena  de  UUoa.  Crióla 
y  educóla  esta  señora  hasta  la  edad  de  siete  años,  en  que  la  en- 
tró en  un  monasterio  de  Madrid,  trasladándola  después  Feli- 
pe II  al  monasterio  de  las  Huelgas  de  Burgos,  de  donde  llegó 
á  ser  abadesa  perpetua. 

D.  Juan  había  salido  de  Ñápeles  para  Mesina,  cuando  llegó 
la  respuesta  de  Margarita,  en  un  todo  conforme  á  su  deseo  y 
esperanza.  Cuánto  agradeció  aquél  esta  prueba  de  cariño  y 
confianza  de  su  hermana,  nos  lo  dice  la  siguiente  carta: 

«Señora:  Infinitas  veces  beso  las  manos  de  V.  A.  por  la  li- 
beralidad y  voluntad  con  que  se  ha  encargado  de  ser  madre  mia 
y  de  mis  cosas:  que,  cierto,  si  algo  se  merece  en  este  mundo, 
merezco  yo  ésta  y  otra  cualquier  merced  de  V.  A.,  porque  es 
quanto  dezir  se  puede  lo  que  deseo  servirla,  y  lo  que  estoy 
deseando  ocasión  en  que  hazerlo  de  veras  y  no  burlando. 
Ahora,  Señora,  responderé,  pues  así  es,  á  la  de  V.  A.  de  úl- 
timo del  pasado,  que  recibí  dos  días  há.  No  sé  si  será  mejor 
y  con  más  secreto  llevar  la  criatura  que  naciere  al  lugar  á  do 
V.  A.  mandare,  y  que  de  esto  se  encargue,  como  lo  está  ya, 
el  Cardenal  Granvela,  que  dexar  llegar  á  Ñapóles,  ó  por  allí 
cerca,  la  persona  que  tiene  señalada  V.  A.  para  este  efecto; 
porque  ai  fin,  según  el  Cardenal  dize,  con  menor  rumor  la 
hará  él  sacar  de  allí  á  do  convendrá,  que  podrá  sacarla  la  tal 
persona;  y  como  destas  materias  soy  yo  tan  poco  platico,  lo 
mejor  es  para  mí  remitirlo  y  suplicar  á  V.  A.  escriba  al  dicho 
Cardenal  su  opinión,  si  todavía  tiene  la  del  inviar  por  la  cria- 
tura, para  que  lo  que  mejor  pareciere,  eso  mande  V,  A.  execu- 
tar.  Y  esto  es  lo  que  en  quanto  en  esto  juzgarla  yo  por  lo  me- 


—  36o  - 

jor;  paro  «i  todo  qnado  lautido  afon  y  liwipm  á  m  ^nkm^ 
Ud  y  parecer,  que  «era  tía  duda  lo  mát  «oertado.  En  cuanto 
á  ai  10  callará  ó  no  al  aaftor  Príncipe  (de  Paoaa,  Alaiiadrn 
PanMéo)  «au  coaa,  cwpoodo  que  pocaa  é  «iagmia  qm  na 
toque  le  laadré  jamás  eocubierta;  y  a&i,  ai  paaar^  por  ahí,  po> 
drá  V.  A.  gMifini  por  la  mum;  qM  yo  liMfO  q/m  lo  voa,  aa 
b  dirá  datos  paco  por  aañahcck»  paopia,  aanqoe  aark  aan- 
ledo.  le  aacomandaria  el  aecreto.  La  peraooa  qoal  tea,  ao  la 
diré  agora  á  V.  A.  baaia  que  teofi  allá  la  críatnra,  potqaa 
taBpoco  la  conocerá,  pioBao  yo;  paro  aa.  ciarto.  nobla  aa  m 
It^ar  y  de  lea  oaáa  hermoaas  del  ó  del  nmodo,  y,  ooaao  difo.  de 
Uai^  oottoctdo  y  may  noble,  qoe  ea  lo  que  aaáa  ba 
Y  advkrto  á  V.  A.  qoe  aera  muy  poatbia  que 
ae  cate,  la  lleve  yo  ocro  hijo,  porque  eate  o6cio  todo  aa  darla 
principio.  Rfaae  V.  A.,  que  yo  lo  qoado  haiiendo  do  mt  aab- 
mo,  poaa  aéa  no  aoy  bien  hijo,  quaado  también  me  «ao  pndn 
de  hijoa.  iGuay  delloa  ai  no  tuvieeen  por  nudre  á  V.  A.,  qtM  lo 
ea  no  manoa  de  ellos  quo  mta,  y  mis  qoe  de  aa  propio  hijo! 
Eato  ca  quanto  á  pUúca  de  hijos  me  ocurre,  aftadiando  que  ya 
preato  nacerá,  á  mi  juicio,  el  que  arriba  digo.  Si  as  varón,  la 
llamarán  Gcróaimo,  como  de  |Hla  me  llamo  yo.  y  ai  aami^, 

Juana Nuestro  Seftor  goarda  á  V.  A.  con  tanta  aalnd,  vida 

y  cootentaaaiento  quanto  aaaraoe  y  yo  deaao,  y  aaí  la  aopUoo 
me  añae  de  continuo  de  la  que  tuviere. — De  lfe9Íaa  19 
de  Agoalo  1575* — U«sa  laa  manoa  de  V.  A.  su  más  cierto  ser* 
vidor  y  obediente  hecflBaao~£>a»  yum  dé  Am$tñ»,^k  la  aa- 
raniaaima  aeftora  madama  de  Austria,  mi  barmana  y  aeftoca,  an 
aumano.» 

En  efecto:  el  día  1 1  de  Sq)tienibre  dio  á  lux  Diana  Falan- 
gola  una  niña,  que  recogió  el  cardenal  Grmnvela  y  entrega  á 
uoa  nodrtsa  buacada  de  antemano.  Siguiendo  las  instruocionea 
de  Maigarita,  el  Cardenal  puso  á  principio  de  Noviarobra  ca- 
mino de  Aquila  á  la  nifta,  á  au  nodriza  y  al  marido  da  éata,  al 
cuidado  de  un  milaaés  llamado  Frandaco  Castaño,  antiguo  la- 
cayo auyo;  pero  ignorando  todos  la  procedencia  de  la  criatu- 
ra. Llegados  á  la  aldea  de  la  Rocca,  cerca  de  Sulmooa,  Caa- 
tano  hiso  entrega  del  recién  nacido  y  de  las  dos  personas  qna 


—  Bol- 
le acompañaban  á  otra  venida  de  Aquila  para  recibirlos,  y  se 
volvió  á  Ñápeles. 

A  pesar  de  las  precauciones  tomadas  para  guardar  el  secre- 
to, éste  se  divulgó  con  las  exageraciones  y  comentarios  consi- 
guientes, atribuyendo  unos  la  paternidad  á  D.  Juan,  y  otros, 
los  más,  al  cardenal  Granvela,  que  no  vaciló  en  referir  este 
rumor  á  la  Princesa  Margarita,  asegurándole  que  tcomo  no  ha 
hablado  jamás  á  la  madre  ni  piensa  hablarla,  esto  y  su  edad 
disiparán  semejante  opinión.»  Esto  no  obstante,  sabido  es  que 
el  Cardenal  no  pasaba  por  muy  continente.  El  caballero  Vaini, 
agente  diplomático  de  Cosme  de  Médicis  cerca  de  D.  Juan, 
habla  repetidas  veces  en  sus  cartas  de  las  intrigas  amorosas  de 
Antonio  Perrenot  de  Granvela,  y  aun  le  presenta  algunas  como 
galante  rival  del  héroe  de  Lepanto.  Más  aún:  cuando  los  tur- 
cos volvieron  á  apoderarse  del  fuerte  de  la  Goleta  y  de  Túnez, 
por  no  ser  á  tiempo  socorridos  de  Ñapóles,  de  cuyo  reino  era 
Virrey  aquel  Príncipe  de  la  Iglesia,  corrió  por  toda  Europa  el 
siguiente  dístico: 

Del  Cardenal  la  bragueta 
Ha  hecho  perder  la  Goleta. 

Reftere  el  caballero  de  Vaini,  antes  mencionado,  en  carta  al 
gran  duque  de  Florencia,  fechada  el  29  de  Noviembre  de  1573, 
que  una  tal  Falanga,  treputata  la  piú  bella  donna  di  Napoli,» 
después  de  haber  estado  en  los  años  pasados  encarcelada  du- 
rante bastantes  meses  y  torturada  por  imputación  de  adulterio 
y  de  dos  homicidios,  cuando  obtuvo  su  libertad  fué  cortejada 
por  D.  Juan,  que  la  mostró  grande  afecto.  No  desplacía  tam- 
poco la  dama  ai  cardenal  Granvela;  y  como  le  parecía  que  es- 
taba bajo  su  jurisdicción,  no  le  gustaba  que  otros  se  ocupasen 
de  ella.  Quiso  entrarla  en  un  convento  de  religiosas,  pero  és- 
tas rehusaron  admitirla;  y  entonces  impetró  del  Papa  un  Bre- 
ve dirigido  á  su  Nuncio  en  Ñapóles,  para  que,  so  pena  de  in- 
currir en  desobediencia,  la  recibiesen  en  su  comunidad. 

Hízose  así,  pero  no  sin  gran  escándalo  en  el  convento, 
donde  las  religiosas  dijeron  á  la  dama  toda  clase  de  villanías, 


—  36i  — 


llcgnido  BÉibi  UMomtii  con  &■  iBotrte*  Si  i 
ra  esta  htiCoría,  dioa  Gschvd.  y  m  rdvNW  á  Dímhi  Flilanf^ 
la.  invalkfatffa.  do  bóIo  lot  testimoaiot  de  Graoinrfa  j  dd  mis* 
roo  D.  Juta,  ww  las  reUcíooat  de  loa  crooialaa  napolilinna, 
rocantw  á  la  madre  de  Dofta  jttaa«:  attf  que  debe  oooaidenurw 
como  una  de  tanta*  hablillas  que  ctrcnlaban  por  las  plaas  de 
Nápolea,  y  de  qoe  Vaini  se  hixo  eco. 

Doedlasdeapoésde  la  mardia  de  so  litja  á  loe  Abnoaot,  el 
19  de  Noviembre,  estaba  D.  joaa  de  vuelta  en  Nápolet,  dsíde 
donde  escribió  á  su  hermana  Ifarfaríta  el  s8  del  miutna  mea 
en  estos  términos: 

•SiAoim:  En  caru  aparte  quiero  responder  á  V.  A.  y  besar 
IniíBwas  vsose  sos  menos,  por  haber  toonedo  por  tan  propio 
suyo  el  acomodo  y  crianza  de  ees  ntfts.  de  coya  boens  fortuna 
ttínf  yo  tan  envidioeo  qne,  cmmdo  la  qmsisra  madm,  debie> 
ra  todavía  estarm  osua,  onanto  mns  síunsiioo  ssr  tsn  sorpa 
padre,  qoe  no  acabo  de  creer  qoe  lo  soy,  tras  saberlo  certfsi* 
mo.  Agora,  si  Dios  se  la  llevase,  á  todos  pienso  que  onsssrin 
muchs  merced,  y  majror  á  mf ,  qoe  no  eon  hijos  psra  hombres 
como  yo.  liiie  V.  A.  y  rfase  de  mi  opinión  y  mi  deseo.  Con 
todo,  beso  otm  ves  á  V.  A.  bs  manos  por  el  trebejo  qoe  ha 
tomado  por  librarme  deste  coidndo,  que  üiera  agora  grandísi- 
mo para  mí;  y  aaf  es  tanto  mayor  la  merced  que  he  recibido  y 
tanto  más  estimada.  Quaodo  aqui  llegué,  hallé  algún  tanto  de 
rumor  aobre  eato.  que  me  peaó  no  poco,  aunque  siempre  va- 
riaban de  lo  cierto.  Agora  oliendo  que  ya  peaó  esta  grita,  la 
qual  por  mi  no  puedo  desear  ni  deseo  que  ses  jamás  levanta- 
da. Es  bien  verdad  que  hubo  un  poco  de  yerro  cuando  nació 
eata  criatura,  que  íué  la  causa  de  lo  que  se  dixo.  Al  fin,  lo  que 
hié  paaó  para  olvidarse,  como  en  mayorea  cosss  vemos  que  su- 
cede cada  dia.  Con  todo,  no  pierdo  la  pena  que  me  toca  á  mf 
tener.  Al  seftor  Prfaidpe  (de  Farros)  no  consiento  que  se  tenga 
secreto  cosa  que  á  mí  me  toque,  y  así  seré  3ro  d  primero  el  qoe 
le  diré,  qoe  no  piense  ni  se  engañe  que  es  sólo  á  él  á  quien 
V.  A.  tieue  y  trata  por  hijo.  Agora  guárdeme  Dioa  á  V.  A. 
con  la  felicidad  y  coutentamiento  que  merece  y  yo  desso..... 
—De  Ñapóles  á  a8  de  Noviembre  de  X573.> 


—  363  — 

En  15  de  Abril  de  1574,  instando  D.  Juan  sobre  los  mismos 
conceptos  de  la  carta  anterior,  escribía  á  su  hermana: 

«No  trataré  de  encomendar  á  V.  A.  más  á  esa  niña,  lo  uno 
porque  sé  quán  escusado  es,  pues  cierto  creo  la  quiere  harto 
más  que  yo,  por  ser  mia,  y  lo  otro  de  envidia  que  tengo  della. 
Con  todo,  he  holgado  de  saber  las  nuevas  que  V.  A.  me  es- 
cribe della,  aunque  cierto,  señora,  me  faltan  todas  las  partes 
de  padre. » 

En  7  de  Junio  añadía:  «Con  las  nuevas  que  V.  A.  me  envia 
de  la  niña  voy  ya  holgando,  pues  son  tales,  que  parece  obligan 
á  ello,  aunque  al  fin  este  nombre  de  padre  no  acabo  de  admi- 
tirlo, ni  sé  cómo  puede  venirme  bien.  Al  fin  es  mi  hija;  pero 
si  no  lo  fuere  más  de  V.  A.  que  mia  y  de  su  madre,  más  le 
valiera  no  haber  nacido.  Y  éstas  sean  léis  primeras  palabras 
que  la  amaestre  á  hablar:  suplicólo  á  V.  A » 

En  otra  de  16  de  Agosto  (1574)  escribía  sobre  lo  mismo: 
«La  última  carta  de  V.  A.  me  dieron  estando  juntos  el  señor 
Príncipe  y  yo,  y  leíle  lo  que  me  escribía  de  esa  niña;  pero 
como  tan  desamorado  padre,  que  se  maravilló  no  menos  de  mi 
condición  en  esta  parte  que  yo  lo  estoy  de  la  suya  en  la  misma, 
porque  es  más  regalón  de  sus  hijos  que  él  creo  lo  fué  de  V.  A., 
y  á  la  verdad  tiene  razón,  porque  son  los  más  lindos  niños 
que  he  visto  jamás.  De  esa  que  V.  A.  tiene,  creo  que  la  quie- 
re tanto,  que  ya  llego  á  dudar  y  á  creer  que  es  pasión  de  ma- 
dre lo  que  V.  A.  me  escribe  della.  Con  todo,  no  me  pesa  de 
entender  que  meterá  buenas  partes  en  el  monasterio  que  V.  A. 
la  pusiere.» 

Víspera  de  su  partida  para  España,  20  de  Noviembre  del 
mismo  año,  D.  Juan  volvió  á  escribir  á  Margarita  sobre  el  mis- 
mo asunto:  «Al  fin,  señora  (la  decía),  me  ha  reducido  el  señor 
Príncipe  á  ser  tan  buen  padre,  que  llego  ya  á  holgar  de  las  nue- 
vas que  V.  A.  y  él  me  envian  de  esa  niña,  cosa  que  para  mí 
no  es  poco  por  mi  mala  condición  en  este  caso  de  ser  malísi- 
mo regalón.  Pero  á  fé  que  creo  que  quiero  más  á  esa  niña  por 
lo  que  V.  A.  haze  con  ella  y  por  lo  que  la  ama,  que  por  hija 
ni  por  otra  cosa;  y  no  es  maravilla,  pues  es  lo  mejor  que  tiene, 
tener  á  V.  A.,  como  su  padre,  también  por  madre  y  señora. 


-364  - 

EaolbanMi  al  teftor  Prfocápe  muy  boeoat  ooMt  wohn  lo  4|M 
etA  miicharha  U  pwao»  y  tobre  mit  culpts,  ti  oo  U  qoicro 
tiernamiiiiH  ooaw  á  h^;  poro  yo  l«  «mpondaié  cono  ■oiiwo. 
Yá  V.  A.  büoyolatnwotpor  tlbí«»<k«McHAturm.que, 
■i  Dk»  M  U  UovoM,  hiña  por  todos...... 

Tfto  tibio  podra  coo  U  hija,  ooow  poco  «wwriiiKr  coa  lo 
nodrCf  O.  luoo  olvidó  4  lo  bollo  FoIomoUu  ocopodo  ooo  oot 
eiporticionoi  imliiorat.  Sólo  ol  refraoar  á  Nápolot  te  ooordó 
do  oUo  pon  boocorlo  OMiido^  *— '■■"■«i  r j^ndffkr,  oBodioalo  tico 
fjl^jiB^  OQ  ol  cobollsra  AotOQÍo  Staaiibooo«  pobco  do  bioMO  do 
fbrtuoa,  qiM  fiükció  poco  dotpoéo,  á  bam  do  1577,  dojoodo  á 
JDiooo  m  fitnofi^  00  OMiy  dotohooodo*  Eoctibió  ootooooo  lo 
«ando  ol  coidaool  GcmivoIo  qoo  toplicaoo  á  lo  Priocon  Ifor- 
gorito  lo  tooioM  oo  MI  Mnncio  ó  UooooMdooooo  ti 
no;  pan»  oí  lo  prioiaro  oro  difoo,  ai  lo  iitnodo  podo 
guirM. 

Afinó  doipMét  tiirooaoolo  D.  Jooa  á  «no  jovaa  y 
•una  oapoüíaoa  llomoda  Zoaobio  Sorotoaia>  do  lo  qoo  tuvo  oa 
hijo,  qua  oiunó  poco  daayiéi  da  to  oactaáoato,  aooarráodoM 
do  poaa  la  aiadio  aa  al  monaüorio  do  Soata  Marta  Egipciaca. 

Coaado  D.  Joaa  volrió  á  Nápoloo,  do  va^aoo  do  Eapoba, 
rocibió  carta  <Sa  au  Km  mana,  ao  la  qua  daba  ootáciaa  de  m 
hija:  «La  bgliolioa  ata  baaiaiuBa,  atofaifiomo  ai  bpi6  baila 
et  grande,  at  tanto  garbata  cha  é  guato  vedarla.» — (4  de  Abnl 

do  1575) 

A  haaa  de  aoie  abo  íué  D.  Juaa  á  viaitar  á  au  harmaiia  por 
aagiindi  vea;  pero  antea  la  indicó  laa  prevcndonea  qoo  juaga* 
bo  oocoaarm  guardar  coo  la  niña  para  que  00  ee  advirtioee 
aada  de  extraño:  « Kenúto  (eacnbia)  á  V.  A.  aoU  uoa  coaa,  eo 
que  auplico  quaotu  puedo  á  V.  A.  me  la  cumpla  eo  todo  caao 
y  me  aviae  auies  de  nú  ida  que  lo  hará,  que  ea  que  mande  te- 
ner á  Dote  Juana  tan  eecoodida,  que  no  la  pueda  ver  peraooa 
alguna  do  laa  que  hieieo  conmigo,  que  habrá  quizá  quien  lo 
procure  mucha  El  adóode  y  cómo,  V.  A.  lo  tabráme^,  que 
^ft^^^hwn  deaeo  sea  en  parte  que  yo  aolo  la  pueda  ver  alguoa 
vea.  Y  mande  también  que  aila  no  M  trate  ea  mi  presencia  de 
coaa  alguna  della,  porque  uo  sabré  sino  correrme  infinito.  P0> 


.       -  365  — 

réceme  que,  para  ver  yo  solo  á  esa  niña,  estaría  mejor  allá  en- 
tre sus  mujeres  de  V.  A.;  y  así,  estando  en  su  aposento  algu- 
na vez,  sin  gente  de  mi  compañía,  sucedería  lo  que  preten- 
do más  á  gusto t  — (Ñapóles  i."  de  Diciembre  de  1575.) 

No  debió  de  ser  muy  profunda  la  impresión  que  en  D.  Juan 
causó  la  vista  de  su  hija,  cuando  vuelto  á  Ñapóles  escribía  á 
su  hermana  en  24  de  Enero  de  1576:  iNo  digo  á  V.  A.  nada 
de  su  sobrina,  porque  regalos  no  los  tengo  sino  para  madres  y 
no  para  hijos,  come  creo  lo  ha  conocido  ya  V.  A.  de  mi  con- 
dición, que,  cierto,  se  parece  á  nuestra  sangre. » 

Hallábase  por  este  tiempo  D.  Juan  encadenado  de  nuevo  á 
otra  beldad.  Era  ésta  Doña  Ana  de  Toledo,  mujer  del  caste- 
llano de  Ñapóles,  la  cual  ejercía  sobre  la  voluntad  del  Prínci- 
pe, y  aun  sobre  los  negocios  públicos,  influencia  tan  decisiva, 
que  dio  no  poco  que  hablar  á  todos.  Uno  de  los  regalos  que  la 
hizo  consistió  en  cuarenta  esclavos,  escogidos  entre  todos  los 
de  la  armada  Real,  para  reforzar  una  galeota  que  poseía  y  des- 
tinaba á  andar  en  corso. 

Cuando  Margarita  supo  que  D.  Juan  se  hallaba  próximo  á 
abandonar  Italia  para  cumplir  la  difícil  misión  que  Felipe  II 
le  encomendara  en  Flandes,  le  escribió  animándole  á  pedir  al 
Rey  la  legitimación  de  Doña  Juana,  cuya  suerte  tanto  le  preo- 
cupaba. Algún  paso  dio  D.  Juan  en  este  sentido;  pero  no  de- 
bió ser  con  éxito  favorable,  cuando  posteriormente  no  volvió 
á  tratar  de  este  asunto. 

Modificóse  de  manera  bien  sensible  el  modo  de  pensar  de 
D.  Juan  respecto  de  su  hija  á  poco  de  llegar  á  los  Países  Ba- 
jos. Gachard,  que  con  tanto  cariño  ha  estudiado  el  carácter  y 
los  sentimientos  de  este  animoso  Príncipe,  cree  que  las  contra- 
riedades y  disgustos  que  en  aquéllos  experimentó  desde  su  lle- 
gada, y  las  tristes  realidades  que  sucedieron  á  las  quiméricas 
ideas  con  que  venía  soñando  de  tiempo  atrás,  produjeron  un 
cambio  notable  en  su  espíritu,  tornándole  más  reflexivo  y  tier- 
no. Así,  el  20  de  Enero  de  1577  escribía  á  Margarita  desde 
Marche,  donde  negociaba  con  los  Estados  generales:  «Enco- 
miéndeme V.  A.  á  su  sobrina,  si  es  tan  su  querida  y  privada 
como  suele,  y  si  es  tan  mujer  de  bien  que  lo  sabe  merecer  en 


—  366  — 

•IfttM  nMttMra.  pOM  Uflfv  á  más  qoe  «tío  ao  es  poabte.  Y  ti 
•caso  te  hdlare  V.  A.  ooo  algún  retrato  suyo  qiM  le  pndteae 
tiaer  este  hombra  (Seatísfo,  penooa  de  toda  la  mámun  de 
D.  J«aa),  náa  peraeido  qoe  el  petado,  la  sopltoo  ose  le  tavie, 
y  si  DO  que  le  haga  sacar  y  toYiáfels  ooo  el  primero,  que  to- 
davía coafiaeo  que  es  la  vida  que  paeo,  ■eeeríadeaiayorea» 
-mmiaiiaaloal  mnto,  qae  ne  Ibé  ella  nsoia  eo  pceeeaeáa  de 
V.  A.  Y  así  no  seré  arñiadn  de  padre  tan  d^iesimiffsdn  ooo» 


A  que  roiHeetaba  ea  heta^aa  ea  19  de  Man»:  «La  figlia  di 
V.  A.  e  náa  aqwce  li  bacía  amihnenle  le  bmuií;  e  creda  che  si 
fa  taato  bdla  e  garbata  che  e  ooea  maravii^iosa;  e  taoto  che, 
■e  V.  A.  la  vedesBÍ,  000  solo  li  pareria  belli«iiaa«  ras  di  leí  ai 
iaaaaMteiebbe:  U  riuato  dalla  qaala.  per  rávelto  dellá  giaa 
fpBddi,  Boa  ha  petalo  il  pinofa  aMtaia  ia  openu  Si  ímí  hora 

coa  farevitáedUifSBtia,e  súbito  finito  lo  maudaróá  V.  A • 

RaábMIo  al  fia  ea  jalao  áfaiwla,  después  de  iMbvio  «pe- 
ndo coa  impacieacia,  porqae  (eacribie  4  aa  hanHaa)  tloa 
trsbejoe  me  haceo  saber  teaer  amor  de  padre.»  (19  de  Junio 
^  >577*)  Y  ea  a6  de  julio  aftadia:  «Coaso  teago  js  la  coadi- 
ck»  un  poco  más  de  padre,  deaeo  omicIio  <pie  ae  bm  invie,  y 
entretanto  saber  si  es  entero  ó  pequefto  d  retrato,  y  si  en  eiec> 
to  ae  parece  á  la  dama.  Mire  V.  A.  quán  diferente  quedo  del 
qae  aw  vio,  y  cóoso  al  fin  todo  lo  cura  el  tiempo.» 

Coando  Felipe  II  invitó  á  Margarita  á  tomar  de  nuevo  el 
gobieroo  de  Flaodea,  volvió  D.  Juan  á  ta«tar  coo  su  hermana 
máa  apasionadaaiaale  U  coeslióo  de  su  hija.  «Quanto  á  aa  so- 
brina de  V.  A.,  le  suplico  dos  cosas:  la  una,  que  la  trajrga  coo- 
a^,  y  la  otra  y  ia  más  príndpsl  que  sea  sin  ningún  batidio 
suyo,  pues  cabrá  en  un  baúl,  y  en  compañía  de  otro  la  podrá 
traer  un  caballo.  Coo  estaa  coadicáonea  querría  yo  que  víaiaae, 
porque  al  fin  los  aftoe  me  amansan  3ra  á  pesar  por  las  de  pedra. 
Pero  si  su  venida  ha  de  causar  el  menor  embarazo  del  mundo, 
d&nla  V.  A.  donde  oaenor  le  dé,  y  mande  que  cada  malkaaa 
U  tíiea  por  ka  naricea,  porque  me  dice  el  señor  principe  (de 
Parma)  que  las  tiene  con  necesidad  de  faaxer  esto^...»  (ai  de 
Diciembre  de  1577.) 


—  367  — 

En  el  mismo  vivo  afecto  á  su  hija  están  ¡aspiradas  las  car- 
tas dirigidas  por  D.  Juan  á  Margarita  hasta  su  enfermedad  y 
muerte.  Así,  en  15  de  Febrero  de  1578  la  escribía:  «De  las 
nuevas  de  su  sobrina  huelgo  ya,  como  padre  que  lo  confiesa 

sin  empacho  ni  vergüenza  alguna »  Y  en  6  de  Junio:  «Acabo 

ésta  volviendo  á  besar  las  manos  de  V.  A.  por  las  lisonjas  que 
me  escribe  de  su  sobrina,  que  por  tales  las  tengo,  según  lo  tan- 
to que  V.  A.  me  dice  della.  Ora,  sea  lo  que  fuere,  que  á  decir 
verdad  yo  huelgo  mucho  dello,  V.  A.  le  diga  que  hasta  que 
me  sepa  escribir,  no  la  quiero  inviar  otro  recado;  que  en  esto 
veré,  y  en  la  priesa  que  se  diere  en  aprenderlo,  lo  que  estima 
las  nuevas  de  su  padre » 

Es,  por  tanto,  bien  extraño  que  al  morir  no  se  acordase 
D.  Juan  de  recomendar  su  hija  al  Rey  su  hermano.  Madama 
Margarita  no  podía  cargar  con  la  responsabilidad  de  tenerla 
siempre  á  su  lado,  y  por  esta  razón,  cuando  Gran  vela  fué  lla- 
mado por  S.  M.  á  Madrid  en  1579,  aquella  Princesa  le  encargó 
eficacísimamente  tratase  con  el  Rey  de  favorecer  y  cuidar  del 
porvenir  de  aquella  tierna  huérfana.  Ya  á  raíz  de  la  muerte  de 
D.  Juan  había  propuesto  Margarita  á  Granvela  que  escribiese 
al  Rey  pusiese  aquella  niña  en  un  convento  de  Italia;  mas,  á 
juicio  del  Cardenal,  no  le  parecía  propio  su  carácter  para  ser 
encerrada  en  un  claustro.  En  la  Correspoiidance  du  Cardinal  de 
Granvelle,  publicada  por  la  Real  Academia  de  Bélgica,  hay  cu- 
riosos detalles  de  las  alternativas  y  vicisitudes  que  tuvo  este 
asunto.  Decidióse  al  fin  Felipe  II  á  que  Doña  Juana  fuese  de- 
positada en  el  monasterio  de  Santa  Clara  de  Ñapóles,  y  así  lo 
efectuó,  cumpliendo  las  órdenes  de  S.  M.  el  Virrey  de  Ñapóles, 
D.  Juan  de  Zúñiga,  solicitando  antes  del  Papa  un  Breve  que 
autorizase  la  admisión  de  Doña  Juana  en  el  monasterio  con 
cuatro  personas  para  servirla,  autorización  que  concedió  S.  S., 
pero  limitando  á  dos  el  número  de  sirvientes  de  Doña  Juana. 
El  21  de  Enero  de  1580  entró  ésta  en  Ñapóles:  contaba  ape- 
nas siete  años  de  edad.  Obsequióla  cortesmente  el  Virrey  y 
la  presentó  á  su  esposa,  la  cual  el  día  23  la  llevó  al  monasterio 
de  Santa  Clara,  confiándola  al  cuidado  especial  de  una  reli- 
giosa, noble  de  nacimiento  y  de  bondadoso  carácter,  llamada 


—  368  - 

Antonia  Silveitre.  El  Virrejr  dejó  JiifniBHo  todo  lo  wilarhm  á 
•u  tmavteaáóü  y  fUtot,  y  ordenó  qtie  en  adeUote  te  U  diew 
■oluMal*  tttítmmtn  dt  Satartt,  y  no  «1  de  Esoeteock  <|m 
M  It  dib«  en  b  Corte  dt  ÜHfirita. 

Como  DoAa  Juana  eatá  dolada  do  ^nfO  oapfritti  y  clara  inte- 
li^aocáa,  ooo  la  uMíUmxiám  qm  M  racibiMido  aa  daaarrolla- 
foo  praccmiMiita  anirilas  fMHdlidiib  SHlMido  á  hablar  y  ea* 
cñbit  varíoe  ¡dionaas,  y  aun  coaupuao  en  Utfo  algnnoa  Uhrot 
qm  dedicó  al  Rey  y  al  Príncipe  ao  hijo.  Entra  óttoa  ea  digno 
da  eilaraa  el  titulado  i>t  crmiim§  Tmlkém  «r  Sacni  Sai^fcan, 
mmUa  fÉÉHéms ti pnKifm* tx FratM Lmiemco,  a  Jommn  Anatfin 

prtmipmt  vofamoBeo  4.*,  MS.  de  57  boina,  que  forma  partede 
la  biblioteca  del  dsAmto  Sr.  D.  Pteoaal  de  Gayaagaa.  Ouo 
ejemplar  MS.  cita  Gncbard  como  exialeote  en  la  Biblioteca 
HmíomI  de  Mapolea.  Ea  la  dedicatoria  Uama  á  Felipe  llt 
•íiratri  atqaa  doaiao  eolaadiaimo. »  Ealá  fKbido  «I  ■jwmilir 
del  Sr.  Gayaafoa:  «Bi  lefüi  caaobio  aaoet«  Clana  Idftat 
Septembrit.  aooo  aalotia  MDXC.t  Y  el  citado  por  Gacfaaid 
«idibua  novembria  «nno  aahttia  MDXCIV.  • 

Inótilea  loeroo  cuanlaa  gettioaea  practicó  madama  Ifaifui- 
ta,  prioctpalroeote  por  conducto  dd  cardenal  Granéela,  para 
imaraaar  at  Rey  Felipe  II  ea  favor  de  DoAa  Jnaaa.  Deada 
Madrid  eacribfa  aqoel  piabMio  á  U  Príoceaa  en  «3  de  Febre- 
ro de  1580:  «En  cuanto  á  Dofta  Juana,  y%  había  avieado  pie- 
▼iameale  á  V.  A.  de  la  raaolucton  de  S.  M.  de  ponerla  en 
Santa  Clara  de  Nápolea,  y  creo  que  V.  A.  habrá  recilÑdo  aaia 
cartas  posteriorea.  Yo  no  dejé  de  advertir  á  S.  M.  que  no  pa- 
recía ella  muy  propia  para  monasterio,  y  que  mejor  hubieae 
servido  para  aoompafiumento  y  aolaa  de  la  Reina.  Y  para  de- 
cirio  todo  á  V.  A.  con  la  confíanra  que  debo,  me  parece  qoe 

S.  M.  quiere  descargarse  de  ella {Connpamimté  dn  Cméi" 

mi  i*  GnmmUt,  tomo  VIH.)  Y  eo  15  Je  Septiembre  de  1581 
▼olvfa  á  insistir  sobre  lo  mismo  en  eatoa  términoa:  «No  me  ol- 
vidaré de  procurar  que  al  duque  de  Oaoaa  (nombrado  Virrey 
de  Ñapóles)  se  le  recomiende  muy  expresamente  á  la  sefksra 
Dofta  Juana,  á  quien  yo  desearía  que  S.  M.  hiciese  venir  aquí, 


—  369  — 

donde  no  faltan  buenos  y  principales  monasterios,  como  el  de 
las  Huelgas  de  Burgos,  donde  hay  religiosas  emparentadas 
con  los  principales  señores  de  España;  y  yo  he  conocido  en  él 
abadesa  que  se  titulaba  la  excelente  hija  del  Rey  Católico 
Fernando,  de  gloriosa  memoria,  aunque  á  la  verdad,  me  pare- 
ce seria  más  propia  para  el  mundo  que  para  monasterio,  y  que 
podria  un  dia  venir  á  propósito.! 

Firme  Felipe  II  en  su  propósito  de  tenerla  alejada  en  Ña- 
póles y  recluida  en  un  monasterio,  se  limitó  únicamente  á  re- 
comendarla á  cuantos  Virreyes  enviaba  á  aquel  Estado.  Tenía 
ya  Doña  Juana  diez  y  ocho  años  cuando  Felipe  III  subió  al 
Trono.  Más  favorablemente  inclinado  á  ella  este  Monarca  que 
su  padre,  trató  de  casarla  en  el  primer  año  de  su  reinado  con 
el  duque  de  Urbino,  viudo  de  Lucrecia  de  Este.  El  archidu- 
que Alberto  propuso  se  la  casase  con  el  duque  de  Braganza. 
Mas  ninguna  de  estas  combinaciones  matrimoniales  llegó  á 
efectuarse.  Por  enfermedad  tuvo  necesidad  Doña  Juana  de  sa- 
lir y  de  abandonar  por  algún  tiempo  su  reclusión;  pero  apenas 
quedó  restablecida,  Felipe  III,  con  la  mayor  cortesía,  la  invi- 
tó á  volver  á  ella  ó  elegir  otra  que  más  le  conviniese. 

No  sintiéndose  con  vocación  de  religiosa,  y  viéndose  en 
precaria  situación,  representó  varias  veces  al  Rey  y  al  duque 
de  Lerma  en  este  sentido,  sin  obtener  resultado  alguno.  Deci- 
dióse á  escribir  á  Felipe  III  carta  autógrafa  en  i o  de  Mayo  de 
1602,  que  se  conserva  en  el  Archivo  de  Simancas  [Estado, 
leg.  1. 098),  y  dice  así: 

fSeñor:  ninguna  cosa  me  pesa  más  que  el  ser  for9ada  á  dar 
á  V.  M.  cada  dia  pesadumbre,  suplicando  por  el  remedio  de 
mi  necesidad,  la  qual,  llegando  al  punto  en  que  está,  envié 
hombre  propio  á  suplicar  á  V.  M.  mandase  poner  en  ella  su 
Real  mano;  y  usando  de  la  sólita  clemencia  que  con  todo  el 
mundo  suele,  y  particularmente  conmigo,  mandase  lo  que  en 
mis  pretensiones  se  habia  de  hazer.  Y  aunque  esto  há  más  de 
seis  meses,  y  se  ha  solicitado  al  duque  de  Lerma  por  la  expe- 
dición, hasta  agora  no  se  ha  hecho  nada;  y  la  condesa  de  Le- 
mos  dice  que  hasta  este  punto  que  se  embarca,  ni  V.  M.  ni  el 
duque  Than  scrito  nada.  No  sé^  señor  y  amparo  mió,  qué  me 

H 


—  37©  — 

hacor,  ni  adéode  ^ver  Iw  oxot  ri  no  «■  á  ki  Raal 
deV.M.,  poMVBOqM  por  tm  parle  MgoilAqwfOMlfM 
modo  que  eatoy,  por  otra  ea  impoúMe  vivir  M 

d'eüar  Mi)ela  á  oída  Virrey  qoe  vi«e,  <|iaa  cada  ano  me  trata 
eono  qoiera,  qoiéo  béan  y  qirfia  aaal,  yqMtaafodacooMry 
ireatir  por  ene  muioa.  Cono  aé  darto  qoa  ri  V.  M.  MÉMdhia 
la  Tída  qoa  paae,  nowáánñ  m  beaÍ(no  eonaoii  qat  arta  to 
mfniBMi  aiarra,  aunque  faidisna,  de  en  miama  aangra,  hija  da 
na  padre  que  tan  fiel  íbé  al  aarvicb  de  la  Real  Coroiia«  qaa 
paitocieae  lo  qoe  padece,  eito  y  verme  ea  tiam  agana,  taña 
de  flri  Rey  y  arftor  oatoral,  beatuia  á  acabar  la  oalad  da<|aiaa 
la  tvviaae  mejor  qoe  yo  la  leaco;  y  ao  taafo  dada  qm,  ai 
V.  M.  aopieae  laa  lágrteMa  qoe  eato  aweaaata.  ee  apiadaría  de 
mf.  Eato  y  otraa  moda»  coaaa  que  dexo  dedr  por  ao  eaaaar 
á  V.  M.,  laa  dirá  de  mi  perte  tola  Cáaar  de  Thomaa.  SapHoa 
humildemente  á  V.  |f .,  como  á  nú  aeftor  y  ónico  biea,  y  como 
á  Rey  beaigao  y  pmdoeo,  aa  afarva  aleadarla,  y  oaaadar  qaa 
yo  aaa  remediada  de  ta  amaera  qae  poedo  aperar  de  aa  graa> 
de^  Gnarde  Naeatro  SeAor  á  V.  II.  loeeftoaqoe  yodeeeo.— 
De  Nipolee  á  x  de  liayo  de  i6oa.— Dote  Juénm  4$  Aut»ri*,% 

Predaameote  coaado  eecribia  eata  carta  ta  hija  de  D.  Joan, 
haUa  Felipe  III  dispuetto  abrir  una  nueva  negociación  aialri- 
monial  para  unir  á  la  pobre  huérfana  coa  el  hijo  primogénilo 
del  icfe  (ie  una  de  laa  máa  ihabea  eaaaa  de  Sicilia,  D.  Fabri> 
cío  Branciforte,  Príncipe  de  Biitera.  Hl  prímogénito  se  nom- 
braba Franctaco,  y  uaab»  el  título  de  Príncipe  de  Pietrapenia. 

El  duque  de  Feria,  Virrey  de  aquel  reino,  cumplió  mtiafac- 
toriamante  an miaión.  Dotóla  d  Rey  en  leaenta  mil  docadoey 
ana  renta  anual  de  otroe  trea  mil  para  ana  gastoa.  DoAa  Jaaaa, 
que  nada  habla  aabido  de  eatoa  tratoa  beata  qoeeatnvieron  ter- 
roinadoa,  recUáÓ  con  extraordinario  júbilo  U  noticia. 

La  carta  qoe  eacríbió  con eate  motivo  á  Fdipe  III,  lopnidia 
claramente.  Dice  así: 

«Señor:  El  duque  de  Feria  me  ha  scrito,  en  una  de  la  de 
Didembre,  las  mercedes  que  V.  M.  me  ha  hfscho,  y  el  calado 
en  que  me  ha  puesto  con  el  hijo  mayor  del  Príncipe  de  Bote- 


-  371  - 

ra,  por  lo  que  beso  mil  veces  los  pies  de  V.  M.,  de  cuya  gran- 
dega  y  liberalidad  no  se  pedia  esperar  menos.  Yo  reconozco 
esta  merced  en  lo  que  es  ra9on,  y  doy  gracias  á  Dios  que  ya 
que  me  hizo  huérfana  y  me  puso  en  un  rincón  como  el  en  que 
hasta  agora  he  vivido,  tan  apartada  de  los  pies  de  V.  M. ,  se 
dignó  darme  tal  señor  por  padre  y  amparo  como  V.  M.,  que 
aunque  veo  es  atrevimiento  usar  del  segundo  vocablo,  pero  las 
mercedes  y  gracias  que  de  V.  M.  he  recibido,  sin  merecerlas, 
no  se  pueden  bien  declarar  con  otro  nombre  que  de  padre.  Y 
pues  V.  M.  me  ha  puesto  en  el  estado  en  que  estoy,  le  suplico 
muy  humildemente  que  no  me  desampare  en  lo  que  queda;  que, 
en  fin,  otro  bien  no  tengo  en  este  mundo  que  V.  M.,  por  cuyo 
servicio  deseo  poner  la  propia  vida.  Désela  Nuestro  Señor  á 
V.  M.  tan  larga  y  buena  como  ésta  su  indigna  servidora  desea, 
y  con  la  humildad  que  debo  beso  los  pies  á  V.  M. — De  Ñapó- 
les á  X  de  Enero  de  1603. — Doña  Juana  de  Austria. i 

Una  flota  de  cinco  galeras,  al  mando  deD.  García  de  Toledo, 
la  condujo  el  5  de  Julio  de  1603  á  Palermo,  donde  fué  esplén- 
didamente recibida.  Celebróse  la  boda  en  el  castillo  con  gran 
solemnidad,  representando  al  Rey  el  duque  de  Feria,  resul- 
tando felicísima  esta  unión  por  las  excelentes  dotes  y  cualida- 
des de  ambos  contrayentes.  En  1628  falleció  el  Príncipe,  que- 
dando viuda  Doña  Juana  durante  ocho  años,  al  cabo  de  los 
cuales,  el  7  de  Febrero  de  1630  entregó  á  Dios  su  alma  en  Ña- 
póles á  los  cincuenta  y  siete  años  de  su  edad. 

Dejó  una  hija  í3nica,  llamada  Margarita,  en  recuerdo  de  la 
ilustre  Princesa  que  había  sido  su  segunda  madre.  Margarita 
Branciforte  casó  más  adelante  con  Federico  Colonna,  duque 
de  Paliano,  condestable  del  reino  de  Ñapóles  (i). 

(i)    Gachard,  Eludes^  tomo  I. 


—  37*  — 

HOTA  VI 

D.  Juan  át  Arntrié  m  ItMÜM  y  m  A/ricm, 

La  verdadera  r  Intima  hittoría  de  D.  Jumn  de  Aoülrla 
•e  halla  en  su  correspondencia,  ast  famUiar  y  aroitton  co* 
mo  oficial  y  diploroáttca,  y  en  la  de  Felipe  II  y  otroa  petio- 
oajes  que  con  él  tuvieron  amistad  6  relación.  Pero  esta  co- 
rrespondencia está  tan  dispersa  que  es  punto  menoe  que 
imposible  conocerla  toda.  Una  parte  de  ella  ha  sido  publi- 

tona  dé  España,  en  la  CoUecióm  éU  ioemmitliu  para  U  His- 
tarim  áé  Btíi^  y  en  la  Conttpomáann  ém  Cardmal  it  Gran- 
mUé,  editadas  por  la  Real  Attdemia  de  Bélgica;  en  irarias 
obras  de  M.  Gachard,  Mord- Patio,  Stirling  y  otros.  Re- 
cientemente ha  visto  la  lúa  pública  una  nueva  oolecdóOf 
titulada:  LeUtrt  ii  Dcm  Gwwnm  íTAmtria  d  D.  Giavamm 
Anir$a  Doria  /,  pahblicaU  ptr  cura  del  Principe  I),  Ai f orno 
Doria  Pamphilj  (Roma,  1896),  que  contiene  62  cartas  de 
D.  Juan  de  Austria,  desde  el  10  de  Octubre  de  i568  al  ai 
de  Agosto  de  1578. 

Permanece  inédita  la  ma}ror  parte  de  la  corresponden- 
cia de  aquel  ilustre  caudillo  relativa  á  la  guerra  de  las  Al> 
pujarras  en  la  biblioteca  del  difunto  Sr.  D.  Pascual  de  Qa- 
yangos,  donde  también  se  conservan  algunos  registros  de 
cartas  de  D.  Juan,  de  tiempos  posteriores,  con  el  Rey  y 
sus  principales  ministros. 

Algunas  se  guardan  también  en  un  tomo  de  papeles  va- 
rios de  la  Hiblioteca  colombina,  y  asimismo  en  las  Biblio* 
tecas  nacionales  de  Bspaña,  Francia,  Inglaterra  é  Italia, 
en  varios  Centros  extranjeros  y  en  colecciones  de  partícula- 


-  373  - 

res.  Pero  el  depósito  que  mayor  número  de  cartas  y  despa- 
chos de  D.  Juan  ó  referentes  á  él  contiene,  es  el  Archivo 
general  de  Simancas. 

De  él  he  tomado  la  mayor  parte  de  los  documentos  pu- 
blicados, así  en  esta  nota  como  en  la  siguiente,  inéditos  los 
más  y  escogidos  todos,  y  por  evitar  la  repetición  de  esta 
procedencia,  debe  tener  presente  el  erudito  lector  que  las 
cartas  y  despachos  que  no  lleven  expresada  la  indicación 
del  lugar  donde  se  guardan,  son  del  citado  Archivo. 

Veinte  tomos  como  éste  podrían  formarse  con  la  corres- 
pondencia selecta  de  D.  Juan  de  Austria,  empresa  que  es 
verdaderamente  lamentable  no  se  haya  ya  acometido,  te- 
niendo en  cuenta  la  importancia  del  personaje  y  la  de  los 
sucesos  en  que  tomó  parte  principal. 

Dados  los  estrechos  límites  de  esta  publicación,  me  he 
reducido  á  insertar  sólo  aquellas  cartas  ó  fragmentos  de 
ellas  más  notables  y  en  las  que  más  resaltan  el  carácter  y 
sentimientos  del  ínclito  hijo  de  Carlos  V,  y  aun  asi  creo 
que  me  he  excedido  en  mi  cometido,  dando  proporciones 
excesivas  á  este  volumen.  Como  las  campañas  de  D.  Juan 
contra  los  moriscos  de  Granada  y  contra  los  turcos  en 
Italia  y  en  África  son  más  generalmente  conocidas  por  los 
documentos  publicados  y  por  las  historias  particulares,  he 
creído  conveniente  extenderme  más  en  la  ilustración  de 
los  hechos  ocurridos  en  los  Países  Bajos,  no  siendo  posible 
hacerlo  por  igual  en  los  diversos  períodos  de  la  vida  mili- 
tar de  D.  Juan. 


—  374 


D.  Jmm  i*  Aiulri*  A  RmfGómgsd*  SUm  nprtmiiámioU  ewám' 
to  Mmiimmáe  U  kákU  mmmim  U  mam  f  m  is  UéU 
FtUp»  //.— (Buoolatta  8  dt  Jolio  de  1571.) 


«PoM  Vm.,  «ÜMpoet  que  llegó  abf,  habrá  «bido  U  nueva 
oidea  que  S.  M.  he  qyendo  que  70  gMfde.  no  le  caMHé  eos 
vohriria  abora  á  rafacir;  peio  ▼ajiéndonie  de  lo  qoe  m/ámá^ 
tm^  ea  Vm.  y  de  la  Ucencia  que  como  padre  me  ba  dedo 
pan  qoe  le  acoda  00a  m»  ceome,  diré  á  lo  OMoee  qoe  he  m»> 
tido  y  aieoto  érta  lo  qoe  la  mioo  me  obtífa;  no  tamo,  aeftor, 
por  lo  que  es  vaaided,qae  de  andar  aporcado  dolía  pQOfo  á  Dioe 
por  teetifo^  maa  me  da  mocba  pena  qoe  yoaolo  en  el  mondo 
baya  merecido  orden  tan  noova,  qoaodo  con  mayor  rooftanm 
YÍtria  de  que  moetrara  S.  M.  á  todos  que  la  tenia  de  mí  y  qoe 
bolfaba  que  yo  íoeae  más  honrado.  Confteeo  á  Vm.  qoe  Im 
qoebrado  tauto  ea  mi  eme  diifiraof  de  igoalarme  con  modMa* 
4  tiempo  que  todoe  ■nrao,  que  algonm  vecen  be  eelado  por 
^ifpffiyw  <ie  mf  Bifuieodo  otro  camino  de  servir  á  Oioe  y  á 
S.  M.,  poeeenel  que  llevo  se  me  da  á  eoteoder  tan  claramen- 
te que  DO  acierto;  aunque  si  alfo  me  hace  rqiarar  es  periimtlir- 
me  que  asi  como  no  se  lo  meresoo,  no  sale  de  S.  M.  semejan- 
te  voluntad*  siuo  de  alguna  persona  que  querrá  eer  autoridad 
suya  tener  yo  poca  (1).  A  liee,  pues,  Sr.  Kuy  Gómez,  que  si 
las  entraftat  y  pecho  de  cada  uno  se  trasluciese,  que  quizá  el 
que  mayor  justiftrarion  publica  de  al,  tendría  más  necesidnd 
de  coosejo,  y,  por  el  consiguiente,  deremedio,  y  desta  verdad 
DÍAS  sieoto  por  extremo  qoe  sea  tal  ceático  tanto  dato  preeento 
y  venidero,  no  por  culpa  ni  opioioo  de  loe  meóos  habladores, 
sino  por  la  de  aquéllos  que  toda  su  bieaaventuranza  ponen  en 
moatrarse  á  fuem  de  desconteotoe  y  de  donde  (se)  viere.  Todo 

(1)    Sic  en  StirUng.  Parece  Jebía  decir:  «por  uner  70  poca.a 


-375- 

esto  me  mueve  á  decir  y  á  entender  otras  más  que  callo,  creer 
que  falsas  relaciones  son  las  que  me  persiguen,  aunque  de 
cualquier  suerte  debo  quexarme  mucho  de  la  mia  por  haber 
valido  tan  poco  que,  tras  tantas  obligaciones,  vengo  hasia  agora 
á  parar  por  mandado  de  S.  M.,  que  es  lo  que  siento  más  que 
nada,  en  igualdad  infinita  con  gentes  que,  por  haberme  Dios 
hecho  su  hermano,  no  la  puso  entre  mí  y  ellos.  Bien  veo  que 
no  es  tanto  lo  que  he  servido  que  sea  aún  digno  de  coronas  de 
laurel;  pero  que  en  tan  poco  se  estime  lo  que  he  deseado  acer- 
tar y  trabajado  que  en  lugar  de  algo  más  llegue  á  mucho  me- 
nos en  el  pecho  de  mi  Señor  y  Rey,  esto  es  lo  que  fatiga  no 
poco  á  mi  espíritu,  y  de  lo  que  descanso  volviéndome  á  Vm., 
á  quien  suplico  que  sin  callarme  nada,  me  escriba  qué  puede 
haber  causado  á  S.  M.  tratarme  así;  porque  si  desoía  su  vo- 
luntad pende,  dándome  á  entender  que  no  merezco  la  gracia 
della,  holgaré  antes  de  servirle  en  otro  estado  que  de  cansar- 
le en  el  presente  más;  sobre  todo  lo  qual  si  á  Vm.  le  pare- 
ciere deseo  le  hable  y  á  mí  me  aconseje,  acordándosele  quánto 
merecerá  con  Dios  en  hacer  oficio  de  padre  con  quien  ya  no 
tiene  otro  sino  mil  personas  que  trataran  de  la  ocasión  de  mi 
poca  edad  y  experiencia  para  destruirme  á  mí,  como  si  fuese 
honra  y  provecho  dellos  quedarlo  yo,  y  por  lo  que  me  importa 
este  particular  vuelvo  de  nuevo  á  encomendarle  y  encomendar- 
me eu  Vm.,  de  quien  solamente  confio  cuanto  puedo. — Nues- 
tro iSeñor,  etc.  De  Barcelona  á  8  de  Julio  dei57i.» — (Biblio- 
teca del  Museo  Británico,  CoUc.  Egerton.)  Publicó  esta  carta  el 
Sr.  Stirling,  así  como  la  que  escribió  D.  Juan  á  Felipe  II 
(i2  de  Julio  de  1571),  con  aviso  de  haber  recibido  las  instruc- 
ciones y  demás  despachos  para  la  jornada  de  Italia,  en  la  que 
muestra  los  mismos  sentimientos  y  propósitos  que  en  la  an- 
terior. 


—  576  — 

II 

D.  y»m  dé  A»$iriM  Á  Jnmm  Amanta  Dorf«.— {Ifotim  14  dt 
Novieiubre  de  1571.) 

« H«  fWfMMkdido  á  M  cana  dt  immvo:  vm  tao  poeo  qiM 

dtcir  qtM  no  btite  la  oeioaid«d  d«  Ilé9tiit,  ^tw  im  úmáo 
madMi  ptn  ptaar  muy  adelante.  Todo  ea  aocm  ir  praviaitodo 
para  aalir  tampnoo,  cono  lo  he  ofrecido,  y  ocraa  diliginriai  i 
eala  &i.  Da  faaloa  todoa  peraa  aa  la  pelou,  y  q«tara  Lea- 
dríano  qne  la  tanga  ao  aer  padrino  de  ana  hija  qoe  la  ha  naci- 
do, y  para  anlwicai  me  dtoao  que  ordena  00  aé  qaé  loraao  y 
juntada  damaa;  y  tange  yo paralodoai  ánioao  tan  poco  levan- 
lado,  qne  ai  pudiaaa  k»  aacnaaria  da  ver.  Paao  nMaohna  haoM 
en  cüaeeerilarillo,  revolviendo  papalee  viejoa  y  vida  patada; 
aieoto  cada  día  niáa  I*  aoledad,  y  á  íalta  ddla,  gnaloda  la  ao- 
ledad  dealoa  retoa!  deaeo  y  noeepero  níogoa  onnanrio  i*ttliwij 
muero  da  tovidia  de  oCioe  que  me  figuro  paaan  oCim  Immhpai 
máa  dtchoeoa,  pero  no  más  eoamoradoa;  diecurro  haaiendo 
mil  caatilloa  ea  Francia,  y  al  fin  todoa  alloa  y  yo  caaaNa  en  al 
viento,  ain  ninguna  eaparaa^a  da  edificación  mia  aigBia  aa 
eata  parte.  Eato  ea  quanio  deaia  vidaylugaraehadedeár...... 

—^Léitérs  di  Ü,  Gic9mmi i'Aiisiris  4  D.  Giow,  Amdfm  JLhnti  /, 
ftMiMU  Pt^  €ti^é  dd  Pwimip$  Ü,  Ai/,  Dona  Pmm^j.J 

m 

I>.  }mm  dé  Au^ris  d  S,  MI.  foin  U  aiata  >  §$íféfn  dé  Ua  §••> 
léfs  dé  Jmm  AmUm  Donn,—{De  Mesina  ai  de  DicieoÜMa 
de  1571.) 

cSuplico  huinilniente  á  V.  M.  que  con  ateodoo  ae  lea  la 
preaente  carta  y  los  papelea  que  coa  ella  van,  y  que  ai  dee> 
puea  de  vistos  se  juxgare  haber  yo  sido  inol^teote  á  laa  ór- 


—  377  — 

denes  de  V.  M.,  se  ma  vuelva  á  dar  nueva  reprehensión  más 
áspera  de  la  que  se  me  da  por  la  carta  de  los  23  de  Octubre, 
de  que  va  aquí  el  traslado;  y  pareciendo  que  estoy  sin  culpa, 
mande  V.  M .  estimarme  por  tan  obediente  vasallo  y  criado 
como  lo  soy,  pues  cierto  ninguno  tiene  V.  M.  en  todos  sus 
Estados  que  más  lo  sea.  (Dice  cómo  S.  M.  manió  tomar  asien- 
to y  capitulación  coa  Juan  Andrea  Doria  para  la  compra  de 
sus  galeras,  sin  que  de  nada  de  esto  se  le  hablase  durante  su 
estancia  en  la  Corte,  y  que  entre  el  Comendador  mayor  de 
Castilla,  Juan  Vázquez  de  Coronado,  y  el  Cardenal  Granvela 
arreglaron  este  asunto,  según  las  instrucciones  que  para  ello 
tenian).  t  Siendo  así,  añade,  vuelvo  de  nuevo  á  suplicar  humil- 
mente  á  V.  M.  tenga  por  sin  duda  que  no  solamente  no  me  ha 
pasado  por  el  pensamiento  no  obedecer  las  órdenes  que  se  me 
han  dado,  pero  que  quedo  corrido  y  confuso  de  pensar  que  haya 

persona  ninguna  que  tal  pueda  imaginar »   Y  al  fin  de  la 

carta  escribe  de  su  mano:  «Así  como  mi  obligación  de  servir  á 
V.  M.  y  observar  sus  órdenes  es  mayor  que  la  de  nadie  en  el 
mundo,  así  siento  también  más  que  nadie  que  se  pueda  pensar 
que  por  ninguna  causa  haya  yo  de  dejar  de  obedecerlas;  y  así 
de  nuevo  vuelvo  á  suplicar  á  V.  M.,  cou  la  humildad  que  debo, 
se  sirva  de  mandarme  oir  siempre  antes  que  condenarme.» 

La  carta  de  S.  M.  de  23  de  Octubre,  citada  por  D.  Juan, 
era,  en  efecto,  bien  dura  y  severa,  como  puede  verse  por  el  si- 
guiente párrafo:  « En  comprarle  sus  galeras  (á  Juan  An- 
drea) tuvimos  principal  consideración  á  hacerle  á  él  merced  y 
ayudarle  en  esto  á  que  pudiese  sahr  de  sus  necesidades  y  deu- 
das  y  por  esto  (porque  al  hacerle  á  él  comodidad,  no  se 

siguiese  á  S.  M.  necesidad  y  daño)  paresció  convenir  deshacer- 
nos dellas  por  empeño;  y  así  yo  quisiera  mucho  que  no  se  hu- 
biera dejado  de  ejecutar  nuestra  orden,  y  que  vos  la  hubieseis 
dado,  para  que,  sin  dar  lugar  á  réplica  ninguna,  fuera  obede- 
cida y  cumplida,  por  la  falta  que  os  ha  de  haber  hecho  el  di- 
nero que  con  las  dichas  galeras  se  sacaba  para  vuestra  provi- 
sión y  por  el  inconveniente  que  la  falta  del  habrá  sido  para 
vuestro  servicio.  Y  aunque  por  esta  causa  quisiera  que  se  hu- 
biera hecho  la  entrega  de  las  dichas  galeras,  lo  que  más  me  ha 


—  378  — 

ptmdo  m  vir  qnt  m  «kian  de  complír  y  guardar  mit 
7 como  dBiBO  qmmomtám  ao  lodo  á  mwuMtakm,  ao  he 
qMiidedojardedocfnMie,  yadrertirot  qoado  aqaf  mMmü 
en  DÍnfooa  com  qoe  hubiere  orleo  otteetm,  voe  oaoantáiaque 
•e  iaaove  m  aliare,  aiao  ao  laa  coeM  que  á  auertro  aerñcio 
podna  flOí  oa  ■Hoarfioiaolo  7  dato 


IV 


ttuéfmtdm  áwetd  Ihmo,  D,  Jmm  dé  Atatris,  mi  muy  tmoy  mmy 


Púr  laa  ócdeoea  é  inatmociooea  qtM  te  oa  laa  dado,  aarf  lea 
faaaralaa  locaotaa  alcaifo  da niieUfu  Capitao  feoMÜ  dala 
liar,  ooaM  ao  lea  daoiáa  que  ia  oa  dkroo  para  lo  ooooanúaola 
á  la  espedieioo  de  la  Liga  7  del  caifo  de  General  dalla,  ee  oe 
advirtió  7  ordeo6  lodo  aqoaUo  qoe  por  eotoooea  paeeció  qoe 
haola  qoa  adoaitif  7  ordaoan  aHaooaepodieroapretteoiraaif 
todoe  kM  caaoe  7  ooaaa  qoe  la  experieocia  00  aya  claro  atoa- 
trado  haoer  alfoooa  ao  qoa  ee  requiera  aaayor  d<«Uractoo  ó 
prooeeciB  7  ordaoaraa  de  ooavos  7«aaif  ha  parecido  aduertiioe 
de  preeeoto  lo  que  aguí  ee  oe  dirá,  para  que  tengáía  anHaíiido» 
en  lodo  lo  qoe  ee  podiere,  ni  ▼oluntad,  cooio  voe  lo  deaea7e 
7  praleadeyi,  puee  eiguieodo  aquella  vos  prooederqr*  000  máa 
letiifarrinB  7  000  oMoor  duda  7  diffiniUad  aa  lo  que  ocurne- 
re,  y  voe  taodreya  eiempre  co7dado  de  adoertimoa,  aogua  k» 
que  t»e  oíreciere,  de  lo  que  oe  parecerá  cooveoir  teoer  enleodi- 
da  mi  voluntad,  7  70  tendré  andado  de  7r  oa  ordeaando  7  ad* 
uirtieodo  de  lo  qoe  pereciere  qoe  cooviena. 

Por  uno  de  loa  capfiuloa  de  la  Iiulruocioa  particular  qoa  aa 
oe  dio  filtimaBWBli  para  lo  de  la  Liga,  aa  diaa  qoa  an  todo  lo 
que  ee  ofliieciero  haner  oieaoeter  de  gante,  vitoallaa,  manicio» 
nea,  artiUeria  7  de  otraa  cosas  neceeariae  para  la  armada  7 
effectos  que  con  ella  ee  lunñeren  de  haaar,  temáo  orden  aM 
mis  VirraTea  7  niniatroa,  como  la  tianaa  para  hasar  7  coaplir 


—  379  — 

todo  aquello  que  vos  les  ordenáredes  y  pidiéredes.  Pero  se  os 
encargó  y  ordenó  que  usásedes  de  aquella  facultad  y  coraissioa 
por  medio  dellos,  y  no  del  de  ios  ministros  particulares  é  in- 
feriores, pues  aquéllos  lo  podrán  mejor  hazer  y  cumplir,  y  por 
escusar  confusión  y  la  dilación  que  en  usar  destotro  camino 
puede  hauer,  y  por  las  demás  consideraciones  que  allí  se  dizen; 
y  aunque  en  todo  conviene  que  assí  se  haga,  y  assí  os  lo  tor- 
no á  ordenar  y  encargar  muy  de  veras,  en  ninguna  cosa  es  más 
necesario  esto  que  en  materia  de  dinero;  y  por  esto  os  encargo 
que  en  ninguna  manera  interpongays  vuestro  nombre  y  aucto- 
ridad  en  escriuir  ni  pedir  ni  á  los  lugares  en  general,  ni  á  per- 
sonas en  particular,  que  os  ayuden  ó  socorran  con  alguna  can- 
tidad de  dinero,  ni  aunque  sea  prestado,  ni  que  se  tome  á 
cambio,  aunque  se  ofreciesse  poderlo  hallar,  por  los  inconve- 
nientes que  de  hazerlo  pueden  succeder  á  mi  seruicio;  que  en 
lo  que  toca  al  proueeros  de  acá  del  dinero  necesario,  se  terna 
el  cuydado  possible,  como  hasta  aquí  se  ha  hecho;  y  vos  de- 
béis ir  regulando  las  cosas  con  la  posibilidad  y  prouision  que 
tuuiéredes,  porque  no  os  venga  á  faltar  del  todo,  que  seria  del 
inconveniente  que  podeys  considerar,  teniendo  cuenta  de  ani- 
sarme de  contino  del  estado  en  que  estuuiere  lo  del  dinero,  y 
de  cómo  se  fuere  gastando,  porque  con  saberlo  se  vaya  preui- 
niendo  y  proueyendo  lo  necesario. 

Y  porque  podrá  suceder  que  el  dinero  que  de  acá  se  os 
prouee  por  cédulas  no  vaya  tan  puntual  que  no  se  hayan  de 
aguardar  algunos  días  para  cobrarlo,  y  por  esto  pareciesse, 
ocurriendo  alguna  estrecha  necesidad,  ser  forzoso  anticipar 
algo  por  cambio  ó  por  asiento  sobre  la  misma  dita  (i)  y  canti- 
dad, aunque  esto  se  deue  excusar  quanto  se  pudiere  por  los 
daños  é  intereses,  y  porque  tanto  menos  vernia  á  ser  la  proui- 
sion, todavía  en  tal  caso  se  podrá  hazer.  Pero  en  esto  también 
conuerna  que  useys  del  medio  de  los  Virreyes,  pues  cada  uno 
en  el  reino  de  su  cargo  terna  más  disposición  y  noticia  para 
acomodarlo  y  para  que  se  haga  con  mejores  partidos. 

Quanto  á  la  gente  que  para  el  cumplimiento  de  la  expedi- 

(i)    5ÍC.' ¿letra? 


—  3«o  — 

doo  <k  b  Lifi  M  httbiece  cada  afto  de  l«tantar  por  mi  ptite, 
«■to  cono  tmmft  Mtwnliilii,  depoadt  de  le  ■^— ^rtífii  qoe  ea 
Roñe  por  ke  ainirtrat  de  lodoe  loe  ooHfedoe  te  toaara,  y  earf 
haeta  eoloiioee  oo  parece  qoe  ••  pecticiilar  ee  puede  oí  deoe 
heaer  otra  cote  «Ae  ^oe  algMia  pfeMMÍoB,  pera  (|M  coB  nii 
bfeaeilail  te  pueda  deepMoe,  coaJanae  i  lo  imirtedu,  lentef 
•I  aiaeip  y  de  la  naeióa  que  cooutoiere;  jr  eeif  oo  eeri  me- 
aoafeír  que  de  allA  deye  oiden  ea  <|ue  ee  leveale  uiBfttoe  feote 
ot  que  oombnye  peraooae,  ni  ae  deo  deepecboi  vueeirai  pera 
ello,  eerf  por  eecuaer  del  gMioqae  del  aaüaparlo  mit  d«  lo 
■iciraiio  te  recrecería,  coaao  porque  coovieoe  qoe  de  acá  yo 
neuido  aorabrar  las  pwiBuei  que  la  bubiereo  de  lofanlar,  y  ae 
mmau  loadeipecboe  necnoBiios;  que  pt^  toda*  cauma  coovi*- 
DO  ealo  A  oú  eeruicáo;  y  aail  oe  eaeaifo  que  ae  baga  liarapre, 
aiioque  biea  bolfu é  que  pera  la  leoe  de  quelqoter  fMle  que 
ae  bttttiwe  Je  basar,  me  aniaayadelee  peraoaei  que  A  toe  ea 
oe  ofreceria  A  propóeUo,  porque  eoo  voeitra  lalnrinadon  m 
acierte  etto  mejor. 

Y  porque  pMlna  aer  quedenAs  de  la  kua  pruapal  de  gen- 
te que  eebaurA  becbo  al  priactpio,ooaBÍBÍaeee  adeleate  leuaa- 
tar  alguna  más,  ó  aacarla  de  loe  preeidioa  de  roía  Reyooe  por 
(altar  el  aúmeíOk  6  eer  aeoeaerio  para  alfuu  ofiicto,  celo  ee  po- 
drá muy  biea  beaer  ata  enterar  la  tal  iininÍBeíl0ii  ai  ilMpaflio 
de  acá,  uaaiido  eo  ello  también  del  medio  dd  Virrey  6  minia- 
tro  núo  del  Keyno  ó  parte  doade  oe  pareciera  que  conviene 
que  ee  provea,  y  anaándcme  de  todo  lo  que  ee  fuera  beaSeadOi 

£o  lo  que  toca  al  nAmeio  de  falacat  que  pera  la  didia  ex* 
pedición  conuiniere  crecer,  confaime  A  la  reaolocioo  que  ea 
Roma  ae  tomare  de  la  empreea  que  ee  huutera  de  haser,  ae  irA 
aiampra  preuiniendo  y  adviertiendo  oa  de  lo  que  couueíaA, 
como  pera  Ladéete  afioae  oeba ordenado  btt  gabaiaaqueba 
parecido  que  ae  crescan.  Pero  ai  para  el  cumplimiento  de  aque- 
llo alguaaa  peraonat  oiraderen  armar  galeraa  por  aoiento,  eerA 
bien  que  oygaya  bi  plAtica  y  condidonee  y  pertidoe  que  pro- 
poaieran,  sin  efectuar  allá  ni  concluir  coea  alguna;  y  me  avi- 
aarüa  de  ello  con  vuestro  parecer,  para  que  entendido  lo  uno 
y  k>  otro,  yo  manda  y  prouea  lo  que  aiAa  convenga. 


—  38i  — 

Si  sucediere  vacar  algún  oficio  ó  cargo  principal  de  tierra  6 
mar,  así  de  los  que  hauemos  proueido  para  lo  de  la  Liga  como 
de  los  demás  de  mi  armada,  que  suelen  tener  y  tienen  títulos 
y  patentes  mias,  será  bien,  y  así  os  lo  encargo,  que  me  auiseys 
del  lo  con  breuedad,  y  que  para  que  en  el  entre  tanto  en  el  tal 
cargo  ó  oficio  no  haya  falta  en  mi  servicio,  encomendéis  el 
uso  y  exercicio  del  á  quien  os  parecerá  conuiniente,  sin  darle 
título  ni  patente,  ni  prendaros  en  otra  manera,  auisándome 
de  las  personas  que  pata  el  tal  cargo  ó  oficio  os  parecerán  á 
propósito,  porque  holgaré  yo  mucho  de  tener  vuestra  informa- 
ción para  la  provisión  dello. 

Y  esto  mismo  será  bien  que  advirtays  en  lo  que  toca  á  las 
galeras  que  al  presente  están  por  proueer  por  esquadras,  y  á 
las  que  hauemos  mandado  armar  de  nuevo  este  año  y  adelante 
se  armaren,  y  que  me  vays  auisando  de  lo  que  en  todo  ello  os 
parecerá  mas  conveniente  á  mi  servicio.  Data  en  Madrid  á  xx 
de  hebrero  de  1572. — Yo  el  Rey. — (Hay  un  sello  Real  de  pla- 
ca.)— Por  mandado  de  S.  M.,  Ant.  Pérez.* 


En  carta  de  D.  Juan  á  Felipe  II,  de  30  de  Abril  de  1572, 
fechada  en  Mesina,  le  da  cuenta  de  im  regalo  que  le  había  re- 
mitido la  madre  de  los  hijos  de  Alí  Baxá,  general  de  la  arma- 
da turquesca,  muerto  en  la  batalla  de  Lepanto,  regalo  que  tno 
lo  he  recibido,  ni  me  ha  pasado  por  pensamiento  de  hacerlo 
por  diversas  consideraciones  que  para  ello  hay;  antes  he  orde- 
nado á  los  dichos  turcos  (que  se  lo  llevaron)  que  pasasen  á 
Roma,  donde  está  el  menor  de  los  hijos  del  dicho  Baxá,  por- 
que el  mayor  murió  en  Ñapóles  los  dias  pasados,  para  que  él 
haga  lo  que  le  paresciere,  y  les  he  agradecido  con  buenas  pa- 
labras el  regalo  que  en  esto  me  ha  querido  hacer  su  madre. 
Hame  parecido  dar  cuenta  dello  á  V.  M.,  como  soy  obligado, 
y  decir  juntamente  que,  movido  á  piedad  deste  mogo,  que  está 
cautivo  en  Roma,  el  qual  apenas  puede  tener  quince  años,  y 
considerando  que  no  es  de  los  hombres  que  soltándole  pueda 
hacer  mucho  daño,  he  scrito  al  embaxador  D.  Juan  de  Zúñiga 


que  habla  de  mi  parte  al  Pipa  y  le  pida  ooo  todo 
■Ítalo  qoa,  por  lo  qoa  á  la  tuya  toca,  dé  libertad  á  aalaMi- 
cíimIm  f  qoa  trata  coa  loa  amhaiadorea  de  Veaada  que  aa 
rmámím  da  lo  ibmdo.»  Suplica  «1  tambiao  á  S.  M.  la  ooooa- 
da  aata  BHtead« 

La  iaiaetóa  dal  pnaaala  badio  por  la  nadia  de  loa  hi  joa  da 
Ali  BaxááD.  juandaAoatrtacooaiitlaeQloaoljjeCoaagaieo- 
taa:  Uoa  ropa  da  daanMOO  carMÍ  eos  na  foanicioo  da  n 
pakDo,  bordada  da  hilo  da  oro,  iiiíiaiada  aa  loboa  áarbaka. 
Un  aforro  de  martaa,  moy  boaao,  y  otroa  doa  aforroa  dai 
taa  ootalea.  Trea  alorroa  da  loboa  aarfaalaa.  Brocado  I 
tataa  ropaa  á  la  rintoJaiiiata  Ua  ateo  y  oa  carcax 
aray  baaao.  Otroa  qoatro  6  ciooo  arooa  y  flechaa.  Una  aapada 
daoHflqaiaa*  faicaacida  la  corroa  y  roalera  da  roaaa  da  oro* 
Tna  oolaa  dacaballoa  aMrteoa  traidaa  da  la  ladla  qaa  lai 
traen  por  aóoMiat  al  caballo:  dioeo  qaa  aa  aMra  elloa  coaa 
muy  eatioMda.  Un  lacho  á  la  turqoeaca,  todo  bordado  da  oro,  á 
•u  uiaoa.  Uo  doael  hadio  da  brocadana  y  aaa  aÜMoabra  da 
aada,  aiáa  polida  qoa  rica,  y  abnoJiadat  pan  al  aatcadow  Otroa 
traa  6  quairo  tapetea  da  laaa.  Trae  ó  qoalro  coirae  da  cairo, 
aa  qtM  loa  turooa  coman,  y  taprtea  delaoa  paradebaxo,  en  qoe 
aa  aaiantan  Cadáiloa  damaaqiiinm  aiay  polldoa.  Doa  mana 
da  á  caballo  dawaaqaiaaa.  Uoa  bachata  daawaqoiaa.  Qoatro 
6  dooo  fraicoa  de  coero  para  afpia,  labradoa  á  oo  iiaanaa.  Cier- 
taa  taas  de  coero  para  bdier  agoa  á  ao  oíann.  Doa  cacharaa 
de  palo.  Ciertoa  papoa  da  almiaele.  11  ocadorea  de  lodoa  colo- 
res á  au  iiaan»i.  Ciertaa  eacadillas  porcelanaa.  Ciertos  pluma- 
faa  da  gaviotaa  á  au  oaansa. 

VI 

D,  ytum  d$  AmtíñM  á  Jum  A,  ZXjtm.— (Nápolea  4  daJfann 
<>•  1573) 

•Ayer,  después  de  comer,  llegué  del  Águila  de  haber  visto 
y  conocido  una  de  las  más  valerosas  y  prudaotaa  onjerea  qoa 
agora  se  conocen,  y  aunque  la  quiero  como  á  henMHia  y  aaá- 


-  383  - 
ga,  no  pasión  me  hace  decir  esto,  sino  ser  en  eso  así  y  mucho 
más  de  lo  que  publica  el  mundo  della » 

vn 

D.  Jiuin  de  Austria  á  y  ñau  A.  Doy/ a.— (Genova  1574,  Marzo?) 

f Estoy  en  Genova,  y  muyto  contra  miña  vountade.  Mire 

el  diablo  lo  que  hace  y  el  mundo  en  que  vivimos,  que  lo  que 
unos  aborrecen,  otros  apetecen  y  desean.  Dexé  ayer  esta  carta 
hasta  esa  raya,  porque  llegando  á  ella  me  llamaron  para  ir  á  se- 
ñoría. Fui,  y  entre  muchas  damas  que  vi,  vi  á  la  señora  To- 
masina dos  veces.  Reímonos,  y  yo  maravilléme  de  cuanto  debe 
ser  mayor  que  su  hermosura  su  discreción;  y  con  todo,  digo 
que  no  apruebo  por  amores  de  mejor  gusto  amores  bárbaros, 
que  fueron  los  della;  ni  á  la  señora  Galeta,  por  tan  hermosa, 
que  merezca  ciento  y  tantos  servidores,  que  los  tantos  le  basta- 
ran, si  no  fueran  muchos;  pero  si  lo  fueran,  le  sobraran  cierto. 
Sobre  todo  esto,  hauemos  reído  harto  la  señora  doña  Zenovia  y 
yo,  y  sobre  haberla  yo  dicho  que  es  más  maliciosa  que  buena 
al  cagueta,  porque  no  alcanzo  della  cosa  que  me  satisfaga  en 
este  oficio:  está  buena  y  muy  preñada;  pero  tal  joya  como  mi 
mujer  no  se  ha  visto,  mayormente  quando  habla,  porque  está 
un  hora  en  darme  los  hornos  de  dote.  Andrea  va  siendo  su  pa- 
dre en  las  reverencias,  mas  no  en  lo  rubio;  y  yo  estoy  tan  bien 
hospedado  y  regalado,  que  no  hace  falta  para  esto  Juan  An- 
drea, aunque  me  la  hace  á  mí  muy  grande  para  otros  efectos. 
He  jugado  dos  veces  en  la  calle  á  la  pelota,  y  entrambas  per- 
dido: yo  sabré  cuánto  para  que  v.  m.  me  lo  pague,  pues  fué, 
se  puede  decir,  en  su  servicio.  Partirme  he  el  jueves  á  Vijeuen, 
á  do  creo  tomaré  ocho  dias  el  agua  de  palo  para  refrescar  este 
hígado,  que  de  puro  encendido  rae  sale  al  cuerpo  y  manos  á 
qualquiera  exercicio  que  haga » 


VUI 

D.  Jnm  Í4  Amtíkim  á  Jmm  A.  I>orM.— <i8 de  AfOtto  da  1574, 
fio  logar.) 

ff A  caJtai  he  jugado,  j  heridoma  muy  bÍao  on  caballo  un 

toro;  fué  día  de  regocijo  para  todo,  y  «o  particular  la  hallé  yo 
que  le  buacaba;  y  porque  do  aaa  todo  qoexaa  de  mí  y  le  qiMpa 
á  V.  m.  M  paita  ao  otro,  qnaooctManÍM  quiero  tratarle,  como 
quiera  aar  tratado,  y  da  oú  fieita  alcaaoa  aiqoiaa  mi  veatido, 
guardado  aa  le  laogo,  y  quaado  le  ««a,  irar*  ai  ttá  galao;  coa- 
toaocomoooloaieoto,  nolodigo,  poraao  traeéia  deade  luego, 
y  vaamoaeo  qué  para  tanta  tala  y  mparalo.  A  fé  que  no  borlo, 
tino  qoa  te  le  tange  goaidado  y  dafandido  de  mil  demandaa; 
ye  eapero  qoe  aer  tan  ^randfaiaie  ballaee  ne  bnüwá  para  no 


IX 

En  19  de  Noviembre  de  1574  el  Nondo  dio  á  Felipe  II  uoa 
carta  de  Su  Santidad,  en  la  que  le  acooiejaba.  como  ya  antea 
lohabfa  hecho  por  medio  del  Cardenal  Pacheco,  qoe  en  viata 
dal  paligre  en  qoe  ae  hallaban  loa  interatea  de  la  criatiaadad, 
aa  raaolvieee  á  ir  en  peraona  á  Italia.  En  en  coniacoencii,  el 
Rey  reunió  tu  Conaejo  de  Retado  en  ai  de  Eomedelaignien- 
te  aAo,  para  tratar  de  asunto  de  tanta  tranaoandancia.  Laaepi- 
niooea  y  diacuraos  que  en  él  preralederon  aobre  este  punto  noa 
lo  dice  d  aiguiente  importantísimo  dooimento,  que  prueba  laa 
raaooaa  qoe  tnvo  el  Monarca  pwa  no  aalir  de  au  Corte: 

La  fw  uhnplatUidomCmmjo dr  EOmioA  ai  éU Eturodétsjs, 
sobn  iMÜadéS.hf.á  lUáU. 

•El  Duque  de  Alba  dijo  primeramente  de  cuánta  importan- 
cia era  este  punto  y  el  mirar  dónde  convemia  que  la  peraona 
de  S.  M.  estuviese,  y  U  obligación  que  cada  Príncipe  tiene  á 


-  385  - 

visitar  sus  Estados  y  la  necesidad  que  todos  tienen  de  esto; 
pero  que  no  pudiendo  estar  sino  en  una  parte,  es  necesario 
que  resida  su  persona  en  la  principal  y  que  en  las  otras  esté 
por  interpósitas  personas.  Discurrió  por  todos  los  Estados  de 
S.  M.:  primero,  por  los  de  las  Indias,  y  que  aquéllos,  por  la 
gran  distancia,  no  habia  que  tratar  de  que  pudiesen  ser  visita- 
dos de  S.  M.  Pasóse  á  los  de  Flandes,  y  dijo  lo  que  se  habia 
tratado  cuando  se  comenzaron  á  alterar  aquellos  Estados  de  lo 
que  convernia  que  S.  M.  hiciese,  y  que  él  se  acordaba  que  to- 
dos concurrieron  en  que  no  convenia  que  S.  M.  pasase  á  ellos, 
sino  enviar  á  abrir  primero  el  camino,  para  lo  cual  se  envió  á 
él;  lo  que  después  sucedió  de  la  alteración  de  Granada,  el  em- 
barazo del  Príncipe  nuestro  señor,  con  lo  cual  se  imposibilitó 
la  ida  de  S.  M.  Que  en  lo  de  Italia  tiene  S.  M.  la  misma  obli- 
gación de  visitar  á  aquellos  Estados  como  á  los  demás,  tanto 
más  en  el  estado  que  aquello  se  halla  al  presente,  por  la  repu- 
tación, en  alguna  manera  perdida,  por  la  que  el  enemigo  ha 
cobrado  con  el  suceso  pasado  por  el  ánimo  que  habrán  co- 
brado los  que  no  son  amigos,  por  el  que  habrán  perdido  los 
que  lo  son.  Que  todo  esto  es  de  tanta  consideración  é  impor- 
tancia, que  no  hay  duda  sino  que  seria  lo  que  más  convernia 
que  S.  M.  pasase  á  Italia,  si  pudiese,  y  esto  con  la  mayor  bre- 
vedad posible.  Que  los  efectos  que  de  ello  resultarían  serian 
tales  que  merecerian  muy  bien  este  trabajo.  Que  por  lo  de  es- 
tos reinos  no  parece  que  habria  que  reparar,  pues  no  habría 
duda  sino  que  se  podría  esperar  de  ellos  todo  buen  servicio  y 
obediencia  y  seguridad  en  todo;  pero  que  viniendo  al  punto, 
entiende  por  máxima  y  principio  necesario  que  el  niervo  de 
todas  las  cosas  es  el  dinero,  y  que  en  tanto  es  grande  y  pode- 
roso un  Príncipe  y  señor  de  muchos  Estados  en  cuanto  es  po- 
deroso en  esto,  pues  sin  él,  por  muchos  reinos  que  posea,  no 
tendrá  poder  para  sustentarlos  ni  defenderlos;  y  siendo  pode- 
roso en  ello,  por  gran  necesidad  que  tengan  los  Estados  de  ser 
visitados,  se  suplirla  y  remediaría  con  estotro.  Que  esto  del 
dinero  entiende  que  está  en  tan  estrecho  estado,  que  con  estar 
S.  M.  presente  á  la  solicitud  de  la  provisión  de  esto,  se  ve  coil 
cuánta  dificultad  se  provee  «lún  menos  de  lo  necesario,  y  qu^ 

a5 


-  38^  — 

así  tiaoe  por  dato  que  li  S.  M.  bltate  de  eitot  rnoot,  It  Cil. 
taña  la  wiiUnrii  ptn  lis  oeoeiidadea  qoe  m  ofruciuMU.  Qoo 
por  todo  afto  oo  m  poed«  pcmiadtr  que  convenga  en  niof^una 
manara  que  S.  M.  taifa  de  Eapafta  por  afora,  tíao  qtm  aaiatt 
á  b  proriaioQ  del  dinero  pera  todaa  partea,  poea  m  H  ao  ib 
podrá  hacer  ninfiiA  buen  dbcto,  y  qoe  lo  demáa  tehafipor 
iaterpóaítas  peraooas. 

El  Doqnede  PraacaTflla  y  el  Ifarqoéa  de  AguOar  lecoaiar- 
maroo  coo  eale  perecer.  Lo  miarao  l¿so  el  Duqoe  de  Medioa- 
celi,  afiadiendo  que  de  tal  naaera  ti  eotiende  eate  pomo,  que 
cuando  S.  M.  tuvieae  modio  dinero  no  convemia,  por  mod^ 
rasooea  de  ooMideracioa  y  comí  qoe  podriaa  aooeder,  pero  qoe 
á  A  le  pareaoeria  que  aeria  ooaveqieale  nodáree  de  aqof ,  como 
aisría  Arafoo,  y  viaitar  i  aqoelloa  retooa  que  tanta  nereaidad 
ae  eatiaade  qoe  tienen  de  ello. 

Bl  RraaidentÉ  diaenrnó  largo  en  la  obtigacion  de  loa  PrUici- 
peÉ  en  ley  divina  y  natural  á  viaitar  ana  reinoa  cnando  pueden, 
viaiéodoaa  á  roiifínnar  i  Io6kini0  con  lo  dicho,  qoe  en  ninfn- 
na  manera  contenfa  te  ida  de  S.  M.  i  ItaHa. 

Andrés  Póoce  diacorrió  también  largo  por  d  ealado  de  laa 
coaaa  de  laa  vtdanladea  de  Italk,  y  vino  deapoea  i  decir  qne, 
ai  por  algonoa  Eatadoa  hobieae  de  lalir  S.  M .  de  éatos,  habia 
de  aer  pan  Plandes,  por  eatar  en  la  necesidad  que  están  de  re- 
medio y  aer  Eatadoa  patrimoniales,  y  porque  si  aquello  se  pier- 
de, duda  mocho  de  lo  de  Italia,  y  ai  aquello  ae  aaentaae,  aeria 
lo  qoe  baria  al  caao  para  todo. 

&  Prior  ae  conformó  con  lo  dd  Duque  de  Alba,  aAadiendo 
lo  de  Ui  Cortea  de  Aragón,  por  aer  parte  de  lo  que  So  Santi- 
dad pide  y  tenor  aqudlo  tanta  neoeaidad. 

fil  Inqñlndor  general  trató  de  la  grandeza  ¿  importancia  dd 
Üigodo;  dijolo  que  d  Nuncio  le  había  hablado  sdxe  esta  ma> 
tería;  refirió  rauchaa  hiatorias,  asi  antiguas  conso  de  eatoa  id- 
.  nos.  de  las  alteraciones  y  mudanaaa  que  se  habian  visto  dd 
Estado  por  ausentarse  los  Reyes  de  estos  reinos;  lo  de  las  Co> 
tnunidades.  cuando  el  Emperador  noeatro  seftor  vino  á  ellos; 
lo  que  habia  jra  cundido  en  ellos  cuando  S.  M.  vino  de  Fian- 
do, y  ctitnto  daño  y  fuego  se  pudiera  encender  si  se  diüHara 


-  387  - 

su  venida;  el  ejemplo  del  Rey  Católico,  que  siempre  asistió 
en  estos  reinos  de  Castilla,  lo  que  desde  ellos  ganó  y  conquis- 
tó, resumiendo  de  todos  los  inconvenientes  grandes  y  malos 
sucesos  que  han  sucedido  y  podrían  suceder  de  faltar  S.  M.  de 
estos  reinos,  tanto  más  que,  habiendo  de  ir  S.  M.  á  Italia,  ha- 
bla de  ser  é  ir  como  convernia,  con  mucho  dinero,  con  mucha 
gente  principal  que  le  seguiria,  con  mucha  de  guerra,  que  se 
considere  cuál  quedarían  estos  reinos  en  tal  caso,  cuanto  más 
habiendo  en  ellos  tanto  número  de  moriscos  y  armados,  y  con 
la  mala  intención  que  se  entiende,  y  que  así  en  ninguna  mane- 
ra conviene  la  ida  de  S.  M.  á  Italia;  pero  que  bien  le  parece  lo 
que  estaba  dicho  de  lo  de  Aragón. 

El  Conde  de  Chinchón  entró  por  la  importancia  del  negocio 
y  por  las  obligaciones  de  los  Príncipes  á  visitar  sus  reinos,  di- 
ciendo que,  si  reinos  tienen  necesidad  de  la  presencia  de  S.  M., 
ningunos  tanto  como  los  de  Aragón,  y  que  así,  él  seria  de  pa- 
recer que  acabados  y  asentados  los  negocios  que  están  pen- 
dientes en  estos  reinos,  fuese  á  Aragón  ó  á  hacer  Cortes  ó  á 
visitar  aquellos  reinos,  y  que  en  este  tiempo,  que  seria  de  aquí 
á  Julio,  á  parecer,  que  se  tuviese  toda  la  armada  de  S.  M.  muy 
en  orden  y  junta,  y  que  acomodado  lo  de  aquí  y  lo  de  allí,  si 
lo  de  Flandes  y  otras  cosas  diesen  lugar,  y  el  efecto  grande 
que  se  viese  que  podria  resultar  de  su  pasada  á  Italia,  pasase 
á  verse  con  Su  Santidad,  y  que  á  él  se  le  respondiese  en  esta 
misma  sustancia,  y  que  después  se  podria  tomar  la  resolución 
que  conviniese  conforme  al  estado  de  las  cosas. 

El  Sr.  D.  Juan  (de  Austria)  aprobó  los  inconvenientes  que 
estaban  tocados  en  lo  de  faltar  S.  M.  de  estos  reinos,  añadien- 
do, por  no  el  menor  de  todos,  lo  que  importa  la  salud  de  S.  M., 
porque  en  el  no  ir  y  visitar  aquellos  Estados,  hay  todo  lo  que 
había  dicho  á  S.  M.  en  aquel  Consejo,  y  que  pues  el  negocio 
era  de  tal  importancia,  seria  de  parescer  que  se  pensase  más 
en  él;  pero  que  entretanto  le  parecía  bien  lo  que  estaba  dicho 
de  lo  de  Aragón.  A  esto  del  tomar  á  platicar  y  pensar  más  en 
el  negocio,  se  le  respondió  que  era  negocio  muy  pensado  y 
platicado  esto  de  atrás,  y  con  esto  se  conformó  con  el  parecer 
del  Consejo.» 


—  388  — 

Ea  m  coimcmnáá,  Felipe  n  eacríbió  al  PboHfice  en  a6  de 
EUiero  une  certa  en  que  l«  decía:  «Yo  eatoy  muy  cierto  que  ai 
V.  S.  irieee  coa  la  difimltad  y  faena  que  ae  be  proteido  to  qoe 

ticular  lo  que  ae  ha  de  proveer  ea  eate  pieeauta,  varia  biea 
cuan  lorsoaa  ha  aido  y  ea  aii  preaancia  ea  ealoe  reiaoa,  y  c4cdo 
ain  ella  fuera  impoaible  haberae  acadido  á  taatat  partea.....  y 
V.  S.  qaedaria  aatiaiadio  de  qae  el  ao  hacer  yo  laego  lo  qae 
V.  8.  ea  eala  parle  me  eacribe,  ao  ea  por  ao  teaer  ea  aiocho 

aaa  boaaoe  coaaajoe  y  advertantento aioo  porqae  aeria  de 

poco  efecto  mi  id^  aia  la  proviaíoa  aeceaaria,  aieado,  coeao  ea, 
4ate  el  priadpal  (aademeato  pera  todo.  Paro  tieae  coaarigo 
tanta  foem  el  perecer  y  coMefO  de  V.  S.,  vieado  d  aaior  de 
qae  proeade  y  la  amcha  pradeada  de  V.  S.  coa  qae  tula  lea 
oooea,  qae  iré  peaaaado  Ctm  fcan  cuidado  y  procaraado  la 
forma  qae  pueda  haber  pera  que  oceea  lea  diScaltadee  qae 
baüa  afora  ha  hdbido  y  hay  pera  qae  yo  paeda  hacer  lo  qaa 
V.S.  aweecriba...... 


O0«e  Méfásitm  4»  UlUm  á  D.  ymmi$E»nh»i: 


•Iluatxe  aeAor:  No  he  querido  cechbtr  á  ▼.  m.  el  ooateato 
que  me  ha  dado  verle  en  oompefiia  del  Sr.  D.  Juan,  porque 
"■■f*"**  ooaa  en  la  tierra  deeeo  yo  que  ver  en  ao  compeftta 
gente  tal,  porque  coaoce  la  aeceaidad  que  dallo  tieae  y  lo  qae 
ae  aprovecha  ddlo,  y  pcMrque  S.  A.  ao  ae  deacwida  de  aviaar* 
me,  le  be  suplicado  que  eche  la  carga  á  v.  m.  á  quien  auplico 
roe  la  haga  ea  aviaarme  coa  todoe  los  correoe  lo  que  v.  m.  vie- 
re que  puedo  deaeer  aaber  del  Sr.  D.  Juan  y  de  lo  que  se  hace, 
y  también  á  v.  m.  suplico  que  coa  ningún  correo  deje  de  ser 
aviaada,  porque  quien  está  tan  colgada,  con  cualquiera  que 
cute  me  da  gran  sobresalto,  y  podrá  v.  ro.  mandar  dar  las  car- 
tea ea  caaa  de  D.  Pedro  Manuel,  que  yo  por  aquella  vía  rea- 
ponderé  6  por  donde  v.  m.  mandare;  y  porque  crep  que  aunque 


-  389  — 

sea  esta  importunidad,  lo  hará  por  hacerme  á  mí  merced,  acabo 
suplicando  á  nuestro  Señor  dé  á  v.  m.  tan  buen  viage  y  tan 
buenos  sucesos  en  él  como  deseo.  Nuestro  Señor  la  ilustre 
persona  de  v.  m,  guarde  y  acreciente  como  deseo.  De  Valla- 
dolid  á  29  de  Marzo  de  1575. — A  servicio  de  v.  m.,  Doña  Ma- 
dalenade  Ulloa.» 


XI 


Cédula  de  Felipe  II  dirigida  á  D .  Jiian  de  Austria,  corno  Capi- 
tán General  de  la  Mar,  para  que  pueda  tomar  dinero  á  cambio, 
— (Dada  en  San  Lorenzo  á  4  de  Abril  de  1575.) 

■limo.  D.  Juan  de  Austria,  mi  muy  caro  y  muy  amado  her- 
mano, nuestro  Capitán  general  de  la  Mar (Le  dice  que, 

además  de  la  provisión  de  dinero  que  en  estos  reinos  ha  man- 
dado hacer  para  aprestar  la  armada),  me  ha  parecido  enviaros 
la  comisión  que  va  con  ésta  para  que  por  nos  y  en  nuestro 
nombre  podáis  para  el  dicho  efecto  tomar  á  cambio  en  el  nues- 
tro reino  de  Sicilia  hasta  la  suma  y  cantidad  de  trezientos  mil 
escudos,  de  á  doce  tarines,  moneda  del  dicho  reino,  y  remitir 
la  paga  y  cumplimiento  dellos  y  de  sus  intereses  al  Cardenal 
de  Granvela,  nuestro  Lugarteniente  general  en  el  reino  de  Ña- 
póles  sobre  las  consignaciones  del  año  venidero  de  1576, 

ó  de  allí  adelante,  á  los  más  largos  plazos  que  pudiéredes..... 
(Al  pie  de  la  cédula,  de  mano  del  Rey:)  Y  desta  comisión  no 
usaréis  sino  para  lo  deste  año,  pues  para  los  de  adelante  habrá 
tiempo  de  ver  lo  que  converná  que  se  haga. — Vuestro  buen 
hermano. —  Yo  el  Rey.* 

XII 

Juan  de  Guevara  al  Sr.  D.  Pedro  de  Escobedo. 
(Cartagena  á  21  de  Abril  de  1575.) 

«111. <  Sr.:  Por  empezar  á  cansar  á  v.  m.  con  mis  cartas,  hago 
ésta  para  dalle  cuenta  del  progreso  de  nuestro  viage,  el  cual 


(ué  ámá»  U  UMteiM  de  Paacua  hatfa  k»  okc  dd  pcetoate  que 
wtTwnnt  ao  tttt  dudad,  ooo  haboiM  dahwido  S.  A.  eo  el 
Comí  da  Almagoar  y  m  Maceta  doa  días,  adooda  owiiarwi 
tocoa  y  hiciaroo  oliaa  fiaataa  y  ractbínuaiiloa  oBoy  gnadtt^ 
coBM  ií  la  pacaooa  da  S.  li.  paaaia,  akgráadoaa  ea  al  propio 
grado  coa  la  da  S.  A. ,  coeao  aa  lo  dijeroo  eo  laa  náa  paitaa  qaiB 
Ikfó.  Eo  todaa  hubo  nmiebo  qua  var  y  oo  pocaa  inmawa  bar- 
OBoaat,  que  á  bo  ir  tan  de  pato  todavía  fbéñoH»  adimHdoa  da 
atadDMOM  ao  laban  tinta  baUaraaria  ooaao  laa  daaa  Corta* 
aia MBoaotMr á  la aaAoca  Clan  por  náa  oíba qna  aaa.  Caita- 
faM  paaaóal  Sr.  D.  Juao  por  lü  calles  y  diaparó  gran  aianli- 
dad  da  aitiUana  y  las  galacaa  aqiaal  día  y  el  tiguiaola,  qna 
S.  A.  aiitr6  ao  la  mar  4  viaitar  la  Kcai,  eo  las  cuates  aalá  to- 
davía la  iniuiteria  de  ly  conpaltíaa  embarcada,  sin  lo  cual  bay 
tanta  fante  por  la  mucha  qna  cada  dia  Ifcifa,  que  no  a6  ai  tar- 
dan macho  al  aater  Secralario,  á  quioa  ya  U  raaolacioa  qua 
ú  Rey  tomará,  n  afaarda  por  noanatoa  para  partir,  cafarfa- 
moa  en  el  pueblo,  por  aar  da  poco  más  que  mil  vectooa.  Anti- 
yer  arribó  Farahnta y compaftia,  á loa  cualean  proveyó  luego' 
dai  aoaaorias,  y  la  principal  aatá  guardada.  Tampoco  ha  idiado 
para  Guiliamas  en  can  da  una  muger  muy  harmoaa,  que  In 
bay  aquí  maravillosas.  Van  tooundo  U  razón  de  unas  mo- 
rifCM  qua  ao  la  nuestra  reaemn  I-iaBcano  y  yo  sin  iotarvan- 
don  da  la  qua  ahí  dejé,  la  cual  eooomandara  á  v.  m.  si  no  la 
quisiera  tanto,  y  del  suboaao  dará  aviso  antnde  la  leva • 


XUI 


¡mitufíitm  mí  limo.  D,  Jmmi  dé  Au^brim,  mi  muy  otro  y  wmy 
MmoÍ9 áwamo,  totrtsuxdmá Rowufloqms  aliUm  i»  huér. 


«Habiendo  de  pasanr  por  tan  cerca  de  Roma,  y  siendo  el 
año  de  tanta  devoción,  me  ha  parecido  que  será  bien  que 
paaséis  á  vuestra  yda  por  aquella  ciudad,  y  que  de  camino  he- 
léis el  pié  á  S,  S.  y  ganéis  el  jubileo  deste  año  sancto,  y  que 
con  su  s&ncta  bendición  panáii  adelante  á  seguir  vuestra  jar- 


^  391  — ' 

nada  y  á  lo  demás  que  este  año  se  hubiere  de  hazer,  para  lo 
qual  todo,  y  para  que  nuestro  Señor  os  dé  mejor  ventura,  apro- 
vechará mucho.  Pero  importando  tanto,  como  lleváis  entendi- 
do, la  brevedad  de  vuestra  llegada  á  Ñapóles  y  Sicilia,  para 
que  con  vuestra  presencia  se  apreste  y  junte  todo  con  más  bre- 
vedad, os  encargo  que  vuestra  estada  en  Roma  no  passe  de 
dos  ó  tres  dias,  pues  en  éstos  os  podréis  muy  bien  desembara9ar 
de  lo  de  alli.  Y  que  si  por  el  tiempo  y  las  ocasiones  os  pareciese 
no  deteneros  ni  aun  estos  pocos  dias,  paséis  de  largo  vuestro 
camino  derecho;  pues  será  muy  buena  deuocion  y  muy  del 
servicio  de  nuestro  Señor  ganar  horas  en  lo  que  vays  á  hazer, 
pues  no  va  en  ello  menos  que  la  defensa  de  la  christiandad. 

Para  en  caso  que  el  tiempo  diesse  lugar  para  poder  entrar 
en  Roma,  llenáis  una  carta  de  mi  mano  para  S.  S.  de  visita  en 
vuestra  creencia,  con  la  qual  vos  le  visitaréis  de  mi  parte  y  le 
diréis  quánto  quisiera  yo  poder  hazer  lo  que  vos  y  ver  á  S.  S. 
y  besarle  sus  muy  sanctos  pies,  tanto  más  en  año  de  tanta  de- 
uocion; pero  que  ya  que  no  lo  he  podido  yo  hazer,  he  holgado 
que  vos  gocéis  de  la  ocasión  y  visitéis  á  S.  S.  por  entrambos; 
y  por  aquí  lo  que  más  os  paresciere  á  propósito. 

Demás  desto,  me  ha  parescido  que  será  bien  que  deis  á 
S.  S.  quenta  de  la  orden  que  lleváis  para  lo  deste  año  en  lo 
general,  y  de  las  prouisiones  hechas  para  la  defensa  contra  la 
armada  del  Turco,  y  assí  lo  podréis  hazer  de  las  cosas  que  os 
pareciere. 

Y  porque  podrá  ser  que  S.  S.  os  hable  en  los  negocios  que 
el  Cardenal  Pacheco  truxo  en  comisión,  de  que  vos  vais  ad- 
vertido, por  lo  que  se  trató  dellos  en  vuestra  presencia,  en  tal 
caso  podréis  responder  y  satisfacer  con  lo  mismo  que  se  res- 
pondió al  Cardenal  Pacheco,  que  para  vuestra  memoria  y  ad- 
vertimiento se  os  envia  con  esta  copia  de  la  respuesta  que  se  le 
dio,  pero  no  habrá  para  qué  meteros  en  más  discursos  ni  razo^- 
nes  de  lo  que  la  misma  respuesta  contiene. 

Ya  lleváis  entendido  el  estado  y  necesidad  en  que  se  halla 
lo  de  nuestra  hacienda  y  la  gran  dificultad  con  que  se  ha  hecho 
la  provisión  de  dinero  para  vuestro  despacho,  y  quanto  más  ha 
de  ser  menester  iros  proveyendo  cada  dia,  demás  de  las  gran- 


dm  noMM  <|M  «'ftinoto  provMr  á  otras  mtadiM  ptgtm;  y 
porque  de  U  mía  te  he  eapUcedo  á  &  S.  por  alpuiM  gredat 
pera  ayude  á  tHíMM  necwktidee,  por  medio  de  D.  Juaa  de  ^- 
ftiga«  mi  embaxedor,  me  be  periectdo  queeerá  de  importeucte 
que  vos  eo  tal  oceeioa  ooom  ir  á  ocuperee  voeMm  peceooe  coo 
taotet  6aersae  ea  deíian  de  toda  la  chriifianded,  befüe  oficio 
coo  S.  S.  eo  mi  sooibre  en  cetaiaelerie,  mát  6  meaoe  apreta- 
do, ooofbrma  i  lo  qne  el  didio  D.  Jueo  oeedvirtíera  que  eoa» 
veíaá,  lenui  el  ettado  ea  qoe  toviere  eatoe  nefocioe  y  la  dii- 
poeicioQ  de  S.  S.  Pero  esto  ha  de  ser  eo  snsisncis  ripw a 
Ufle  mié  neceiidides,  las  rinmi  y  nmeiniíM  deUae,  teo  oabe» 
neficío  pAbBco  y  bíoB  de  k  chriatiiadad  como  proprio  mió;  le 
provitioa  que  lleváis  de  dioero,  y  qoe  coa  no  eer  pequsfte,  es 
tanto  meooe  de  lo  qoe  ha  de  ssr  menester  pan  to  desü  aftos  el 
trabejo  y  difieoltad  oo«  qoe  te  ha  proveído,  y  la  necesidad  y 
raxon  qoe  hay  de  que  S.  S.  me  ayode,  poee  es  tente  paite  de 
lo  que  por  la  mía  se  §Mta  eo  deimee  y  ooosenracion  de  aque« 
lia  Santa  Sede,  y  geoeralmentn  de  toda  la  christiandad,  y  las 
demás  raaonee  en  esta  sostanda  qoe  os  peieciere.  Yei  oopo- 
diáredes  en  loe  doe  6  trae  dies  qoe  habéis  destar  en  Roma  an- 
ear alguna  rceolucioo  en  esta  materia,  aunque  lo  habéis  de  pro> 
corar,  y  podrá  biso  ssr  qoe  se  saqoe  coo  tan  boen  medios  oo 
teméis  qoe  deleaeroe  más  de  lo  qoe  eetá  dicho,  ni  qué  hacer 
más  que  dexarlo  á  la  de^)edida  muy  eooomendado  á  S.  S.  y 
remitido  á  mi  embaxador.  Lo  que  queda  que  advertiroe  eo  esls 
papel,  es  que  vays  con  mucha  advertencia  y  consideración  eo 
Interoesionee  y  demande»  con  S  S.,  tanto  más  en  ooeas  que 
frieren  contra  el  concilio,  porque  en  éstas  son  yo  voy  moy  ra- 
eatado  y  atentado;  y  así  oe  encargo  noicho  qoe  voe  en  todas 
maneras  lo  escuséis  por  vuestra  parte.  En  visitas  y  cumpU> 
mientos  de  Cardenalee  perece  que  no  habrá  para  qué  meteroe, 
pues  habeys|lestar  tan  pocoe  días  allí,  como  arriba  eetá  didio, 
porque  seria  nunca  acabar  y  dexar  quexoeoe  y  deeoontcutoe  á 
muchoe.  Y  porque  el  dicho  D.  Juan  de  ^^ftíge  sepe  y  entienda 
todo  lo  que  vos  habéis  de  hazer  en  Roma«  se  le  advierte  dello 
en  el  despacho  que  va  con  ésta  para  él.  Vos  se  lo  remitiréis,  y 
sntes  de  llegar  allá  ó  en  llegando,  se  lo  comunicaréis  todo  lo 


—  393  — 

que  aquí  habeys  de  decir  y  hacer  en  todas  estas  cosas,  según 
el  término  en  que  estuvieren  las  de  allá;  que  á  él  ordeno  que 
os  advierta  y  avise  de  todo  lo  que  le  paresciere  y  conviniere, 
para  que  vos  podáis  acertar  mejor. — Data  en  Aranxuez  á  xxi 
de  Abril  de  1575.  —  Yo  el  Rey. — Antonio  Pérez. — Instrucción 
al  Sr.  D.  Juan  sobre  su  ida  á  Roma  y  lo  que  allí  ha  de  hacer.» 
No  habiéndole  sido  posible  á  D.  Juan  pasar  á  Roma,  envió 
á  besar  en  su  nombre  el  pie  á  Su  Santidad  á  D.  José  de  Acuña 
«por  el  mucho  peligro  de  la  salud,  por  causa  de  la  mudanza  de 
aire.» 


XIV 


Instrucción  al  Sr.  D.  Juan  para  lo  que  ha  de  hacer  en  su  camino 
hasta  llegar  á  Sicilia {i). 

tlllmo.  Don  Juan  de  Austria,  mi  muy  caro  y  muy  amado 
hermano:  Aunque  en  vuestra  presencia  se  ha  tratado  y  platica- 
do largamente  sobre  todo  lo  que  ha  parecido  convenir  cerca  de 
vuestra  partida  y  viage  y  lo  demás  que  este  año  se  habrá  de 
hacer,  he  querido  advertiros  aquí  para  vuestro  advertimiento 
y  memoria  de  algunos  puntos  principales. 

Primeramente,  una  de  las  cosas  que  más  se  entiende  que 
convienen,  como  lo  lleváis  entendido,  es  la  brevedad  de  vues- 
tra partida  destos  reynos,  y  que  lleguéis  quanto  más  presto 
fuere  posible  á  Italia,  por  estar  el  tiempo  tan  adelante,  y  por- 
que con  vuestra  presencia  y  asistencia  allá,  se  apresten  y  jun- 
ten las  cosas  necesarias  con  más  cuidado  y  diligencia;  y  así,  no 
puedo  dexaros  de  encargar,  de:r.ás  de  lo  que  en  presencia  lo 
he  hecho,  que  uséis  en  esto  de  vuestra  buena  diligencia,  pues 
veis  que  toda  será  menester  para  que  se  halle  todo  prevenido  á 
tiempo  que  preste  y  sea  del  efecto  que  se  pretende. 

Por  la  relación  que  se  os  envió  y  recibistes  antes  que  llegá- 
sedes  aquí,  habréis  visto  la  cantidad  de  artillería  y  pelotería 
que  habernos  mandado  fundir  y  proveer  de  nuevo  en  Milán. 

(i)    Así  dice  al  pie  del  documento  original. 


laiocBMiw  dt  dd  liaiqytedeAyaaioatB  dal 
«toestá;  ycoofonMáloquedél6at«KÍtéradet,haréwq|iiete 
OM  «o  «lio  da  OMiy  fraa  düifeack,  y  advcrtíréis  dt  lo  qoo 
•obre  aquello  ot  paraden  qiae  aa  ddw  mudar  6  afiadír. 

A  loa  Doqoaa  da  Sabojra  y  Plonoda  y  Repóblica  da  Géoo- 
va,  oooBO  taoáif  antandido,  aa  1»  eicripCo  y  pravaoido  pidi4n- 
dolaa  poofM  á  poolo  an  faktaa  y  tengaa  por  biao  qna  aa 
jMtaB  aHa  vanao  coa  Bit  aroMda;  y  auaqoaaetiaoa  por  dar- 
lo qoa  vamáo  aa  alio,  todavía  ooovaroá  qua  voa  oa  infonnéii 
dd  artado  an  qoa  aalo  aituviara,  y  hafAia  lobre  elk»  loa  o6doa 
qpm  oa  paraoarAn  coovaoir.  Tamfaiao  aa  aacribió  A  loa  didioa 
Dnqnea  da  Saboya  y  Ploraoda  y  Rap6bUca  de  Géoova«  pi- 
diéodolea  que  noa  aoiproitaaeo  algoñaa  pie9aa  do  artiUeria 
para  lo  qoa  aila  afto  oa  podría  ofraoar;  y  porqoa  ate  oo  taoe- 
OMM  aviao  da  la  raipMaati  qoa  aobro  aato  habria  dado,  aari 
biao  qua  ai  fuaro  nwnaatar  hacar  allA  d(oo  o6ck>  oerca  ddlo 
lo  iMfda,  habiéodooa  prioMro  iaformado  dd  catado  ao  qua 
aalo  «ttuviara. 

Auoqoa  aa  ha  advertido  en  vuestra  preaaoda  que,  porqoa 
llevéis  coo  voa  feote  máa  pUtsca  eqiaftola  para  la  anuida,  i»- 
na  t>iea  trocar  de  la  que  ha  de  ir  biaoAa  de  acá  coo  d  larcáo 
de  Lonbardia  la  porta  qua  oa  paractaea,  paraoe  d  pwwnte 
que,  eetaodo  laa  coeas  de  Géoova  eo  d  eetado  eo  que  ertio,  ae 
debe  excuaar,  porque  oo  cauaa  cdoa  A  loa  de  aquella  Rqióbli- 
oa  d  aodar  u>aneao(to  geote  por  allí  cerca.  Y  aoaque  peía 
lahiodiir  d  tercio  de  Looiberdia  hahemoa  ordeoado  qa»  m  lo- 
vaoten  quioieotoa  hombres,  coa»  teoéta  eotendido,  coo  la  de- 
nAa  geote  que  ae  ha  de  llevar  A  Italia,  oo  aera  meoeatcr  que 
«nviéu  loa  didioa  quioieotoe  hombrea  A  aqud  Eatado,  por  ha- 
ber teaido  cartas  después  del  Marqués  de  AyanxMíte,  eo  que 
aviaa  que  aquel  terete  se  halla  ea  el  número  orduuurto  que  auek 
teoer;  y  asi,  loa  podrAia  pasar  adelante,  y  tanto  más,  poes  no 
va  tanu  gente  de  acA  conoo  aa  penaó. 

Llegado  que  seáis  A  NApoles,  entenderéis  del  Cardenal  de 
Gran%'e]a  y  dd  Duque  de  Seasa,  si  dli  estuviere,  d  estado  eo 
qoeostá  la  provisioa  de  las  vituallas  y  de  todaa  laa otraa ooaaa 
pecuarias  que  habemoa  mandado  proveer  en  aqud  rdoo  pon 


—  395  — 

la  armada  y  seguridad  y  defensa  del,  y  la  orden  que  se  hubie- 
re dado  en  la  provisión  de  las  plazas  principales  del,  y  entendi- 
do el  estado  en  que  todo  se  hallare,  veréis,  con  comunicación 
del  Virrey  de  aquel  reino  y  Duque  de  Sessa,  lo  que  más  con- 
verná  ordenar  y  proveer,  y  conforme  lo  que  allá  pareciere,  da- 
réis en  todo  la  orden  que  convenga  para  la  buena  provisión  y 
defensa  de  aquel  reino,  según  lo  que  tenéis  entendido  por  los 
despachos  que  recibistes  antes  que  aquí  llegásedes  y  por  los 
que  se  os  envíen  agora. 

Habiéndose  dado  en  lo  de  aquel  reino  la  orden  que  conven- 
ga, os  partiréis  quanto  más  presto  pudiéredes  á  Mecina,  donde 
ha  parecido  que,  con  la  mayor  brevedad  que  fuere  posible,  se 
junte  toda  nuestra  armada  y  vuestra  persona  con  ella,  y  que 
allí  estéis  y  asistáis,  esperando  á  ver  lo  que  la  armada  del 
Turco  emprende,  por  ser  la  parte  donde  parece  que  con  más 
brevedad  y  necesidad  se  podrá  acudir  á  donde  conviniere,  se- 
gún el  estado  de  las  cosas  y  las  ocasiones  que  se  ofrecieren. 

Una  de  las  cosas  que  acá  se  han  platicado,  como  lleváis  en- 
tendido, es  en  la  forma  que  se  habrá  y  converná  hazer  el  repar- 
timiento de  la  gente  de  guerra  ordinaria  y  extraordinaria  que  se 
ha  de  meter  en  los  reinos  de  Ñapóles,  Sicilia  y  Cerdeña,  y  en 
la  orden  que  se  ha  de  tener  en  el  socorro  de  la  plaza  y  reino 
que  el  Turco  emprendiere,  en  lo  qual  no  se  ofrece  de  qué  ad- 
vertiros de  nuevo  sobre  lo  que  se  os  escribió  y  ordenó  con  Don 
Carlos  Dáñalos;  y  se  os  advierte  en  otros  despachos  que  con 
éste  se  os  envian,  sino  que  se  os  remite  todo  para  que  proveáis 
y  ordenéis  lo  que  más  viéredes  convenir  para  la  defensa,  segu- 
ridad y  socorro  de  aquellos  reinos. 

Hase  tratado  diversas  veces,  como  lleváis  entendido,  sobre 
algunas  cosas  que  se  pueden  ofrecer  este  verano  de  las  que 
puede  emprender  la  armada  del  Turco  y  lo  que  en  cada  una 
se  podria  y  debria  hacer;  y  aunque  se  han  apuntado  diversas 
cosas,  ha  parecido  que  lo  que  á  esto  toca  se  os  debe  remitir, 
pues  estando  presente  á  las  ocasiones  y  sucesos  y  con  las  per- 
sonas de  consejo  y  experiencia  que  tenéis  y  lleváis  cerca  de  la 
vuestra,  podréis  mejor  ver  y  resolver  lo  que  en  todo  converná 
que  se  haga,  y  así  os  remito  esto  con  lo  demás. 


-396- 

Ovanto  á  la  pcovMMMi  de  1m  vüoftUM  pw»  lodnliiAo.M 
ha  dftcio  U  ord60  oim  tMMis  MlNMÜdOi  y  mí  wi  mIo  oo  fasbcá 
que  advortinM  «ao  «acHfUos  qas,  IkfMlo  á  Italu.  taagáit 
Dtfticalar  riií4xiff  de  miImmIsí  0I 0MMIO  m  cpie  tsto  wtitvMre, 
y  qM  w  vwys  raoo^icodo  y  poowfMw  lodo  es  1m  poflH  y  lu- 
I  <|M  covniíMfo»  y  iMcioodo  lo  <|oo  más  nan  hmbmIHi 
ti  ll«ia|M  y  eoofanoo  á  U  armada  y  faola  da  fMRa  y 
loa  «ÍBCtoa  qtM  ae  hobierea  de  baoer.  Paro  aquí  oa  ha  qoarido 
advertir  que,  porque  el  Duque  de  Tenaoofa  om  ha  «Kriplo  á 

IMODOflUO^O0l  DflnElOO  OS  VlSOOCllO  QttC  6i  SftO  DMHwlO  fll9  BISO  SQ 

Nápdet  por  qoeola  de  la  armada,  que  eo  niofuaa  parte  de 
itatia  ae  puede  hacer  m^or  ai  coa  flBáa  oomodKdad  y  banefido 
de  niiaarra  herienda  loque  locare  á  la  penátiea  que— SJdlia, 
aará  bien  que  eillia  prevenido  dello  para  dar  ordea  que  eoealo 
ae  haga  lo  que  hubiere  de  aer  más  broe6cio  de  nuaetra  badea- 
da;  y  que  aaf  eilo  ooaw  qualquier  otra  ooaa  que  ae  hubiam  de 
hacar,  ae  hafa  ea  la  parla  que  coa  mea  aptovechaauaBtn  ae 
pudiere  hacer.  —Dada  ea  Araaxues  á  xxi  de  Abril  de  1575.  "■ 
Ko  «/ /?«y.— (Hay  ao  aello  real.)— ileloai»  Pént.» 


XV 


imkunUu  ti  Sr.  D.  Juém  tohn  Icithi /imUs  Í4  BmémU 

ymmffJUwmmimmit). 


•Illmo.  D.  Juan  de  Auatriai  mi  muy  caro  y  muy  amado  her- 
mano: Demás  de  lo  que  por  otra  loitruccioo  nuestra  Heváia 
eoleadido,  be  querido  aquí  aparte  advertiroa  de  algunoa  pun- 
toe  de  importancia  y  de  lo  que  en  ellos  me  peieace. 

Bien  lleváis  entendido  quáolas  vecea  y  quán  largameate  ae 
ha  tratado  y  platicado  sobre  lo  de  loe  fuertes  de  Berbería,  y  lo 
que  ae  entiende  por  toJoa  que  conviene  hacerse;  todavía,  como 
ea  Bienester  para  la  execucion  desto  provisión  de  tanto  dinero 
y  olraa  mochas  coaaa,  y  ver  lo  que  la  armada  del  Turco  em- 

(1)    Asi  dice  al  pie  del  documento  orif^inal. 


—  397  — 

prende  este  año,  y  el  tiempo  que  queda  al  fin  del  para  poder- 
se executar,  y  sí  de  aquí  allá,  con  tener  más  particular  infor- 
mación de  la  calidad  del  sitio,  de  las  comodidades  del  y  de 
otras  muchas  cosas,  en  cuya  noticia  consiste  gran  parte  del 
acertamiento  de  tales  resoluciones,  me  parece  se  debe  ir  mi- 
rando más  en  lo  que  cerca  desto  converná  hacer;  pero  para  en 
cualquier  caso,  será  bien  que  enviéis  á  reconocer  lo  de  Puerto 
Farin  y  Biserta  con  persona  plática  y  que  lo  sepa  hacer  con  el 
recato  que  conviene,  para  que  no  abramos  los  ojos  más  al 
enemigo. 

Una  cosa  se  ha  advertido  acá  que  me  parece  de  mucha  con- 
sideración é  importancia,  y  es  que  cuando  se  entienda  que  no 
pueda  baxar  la  armada  del  Turco,  ó  después  de  vuelta,  si  ba- 
xare,  converná,  dando  el  tiempo  lugar  á  ello,  atender  primero 
con  toda  mi  armada  y  fuerzas  que  estuvieren  juntas,  y  lo  de- 
más necesario  para  tal  efecto,  á  yr  á  desmantelar  á  Túnez  y 
asolar  y  atalar  la  campaña,  y  que  podria  ser  que  con  esto  el 
tiempo  aconsejase  que  no  fuese  menester  hacer  tan  de  propó- 
sito fuertes  en  Berbería,  ó  lo  que  será  necesario  y  bastará  para 
la  seguridad  de  aquello.  Pero  esto  es  de  advertir  que  se  ha  de 
hacer  según  como  se  entendiere  que  está  lo  de  Túnez,  porque 
si  estuviese  el  fuerte  en  pié,  ó  con  muchos  turcos  dentro  del, 
y  quisiesen  defender  la  alcazaba,  hay  que  mirar  si  seria  tan  fá- 
cil que  fuese  bien  emprenderle,  advirtiendo  también  que  en 
ninguna  manera  se  trate  de  sostenerlo  ni  aun  de  hacerse  lo  que 
está  dicho,  sino  no  viniendo  la  armada  del  Turco  y  estando  lo 
de  allí  de  manera  que  no  se  tenga  duda  de  que  se  pueda  salir 
con  ello,  porque  no  sucedan  los  inconvenientes  que  podrían 
suceder. 

Lo  de  Biserta  ha  parecido  acá  también,  que,  si  se  pudiese 
hacer  con  facilidad,  seria  cosa  muy  conveniente  cegar  aquel 
puerto  y  excusar  con  esto  el  gasto  del  fuerte  que  allí  se  ha 
apuntado  que  convernia  hacer.  Pero  también  os  remito  allá  este 
punto  para  que  veáis  lo  que  más  converná  en  ello,  y  me  vais 
avisando  en  él  y  en  lo  demás  de  lo  que  se  ofreciere  y  el  tiem- 
po diere  lugar. 

Pejnás  de  lo  que  está  dicjjo,  os  he  querido  advertir  aquí 


-.398- 

^rivte  <|tw«  co  caso  (|im  u  HiiMn  (M  Turco  no  bmw  6íIb 
afto,  6  á  U  mdta  della,  m  p«ni  los  dectot  que  átapam  m  hu- 
bÍM6o  ite  Imost  cqo  BUMtn  inBAdft  no  hícÍ6ttB  mrttblif  frltn 
allá,  oooreroá  que  eaviéia  á  oiloa  míim»  uaa  baada  át  gaAeras 
pira  que  m  juoten  coo  las  que  quedaren  acá  y  puedan  renttir 
á  las  de  Atfgú,  poes  no  twÑeado  armada  del  Turco,  6  tiendo 
ida.  tanto  mát  lefá  mamiiBr  «to,  por  veoine  oca  loago  loa 
navioe  de  coeaarioa  de  aqudl»  ooita;  y  por  eato.  et  noy  nece- 
aario  y  oootenanle  qoe  onnéit  la  didia  binda  da  péttm,  y 
má  m  «acug»  qoe  lo  hagáis. 

También  lleHii  entendido  lo  que  ae  ha  tratado  algonaa  vo- 
cea en  vueatm  preaenda,  de  lo  que  coa  vendría  y  te  deiina  ha- 
cer en  cato  que  la  armada  dd  Tnoo  vtnieie  aobre  veoadanoe, 
en  lo  qual  oe  he  querido  yo  advertir  lo  que  en  ello  me  parece 
que  conviene,  y  ea  que  li  loa  venectanoa  aa  hallamn  para  tu 
defama  con  tan  gnieaa  armada  y  Jonta  de  fueriai  qna  jvntátt> 
dote  con  las  núas  nos  pudiésemos  oponer  á  la  annsda  dd 
snemigo,  ss  dsbria  dar  socoro  áveneciaoos.  y  qve  del  heoerlo 
en  esta  forma,  no  sólo  no  podrá  resultar  inconveniente,  pero 
iHMho  bsMfido  á  la  cfaristiandad  y  dato  al  laiwmign.  Paro 
qos  ao  pudiéndose  hscsr  el  socorro  en  la  forma  que  está  dicho, 
no  se  debe  en  oiogima  manera  aventurar  mi  amwda,  pues  im» 
porta  tanto  la  conaervadon  ddls  pera  la  defisnea  y  aeguridad 
de  mis  reinos,  annqns  si  oso  sef^ridad  se  les  pudiess  dar  al- 
gún socorro  con  hasta  tretota  galeras,  parece  que  se  podría 
hacer;  y  asi,  vos  veréis  allá,  aegun  lo  que  aquf  se  os  advierte, 
lo  que  en  esto  convemá  que  ss  haga.  Y  porque  podrá  bien  ser 
que  con  d  miedo  del  Turco,  veoecisnos,  6  de  so  parte,  6  por 
medio  de  Su  Santidad,  propuiieaeu  plática  en  materia  de  Uga, 
será  bien  vais  advertido  que  en  este  caso  oygáis  siempre  lo  que 
se  os  pR^msiere,  y  que  respondáis  con  biMoas  palabrea  y  sa- 
peranzas  della  y  que  avisaréis  acá;  y  asilo  habéis  de  hacer  de 
qualquier  cosa  que  eo  esta  materia  se  ofreciere,  porque  á  la  ver- 
dad, si  fuese  coo  buenas  condiciooes,  es  cosa  que  nos  estaña 
muy  bien. 

Sólo  queda  que  advertiros  una  cosa:  que  si  acaao  no  se  hu- 
biese de  poder  hacer,  ó  no  conviniese  hacerse  mnfuno  de  los 


—  399  — 

efectos  que  arriba  están  dichos,  será  muy  conveniente  poner  á 
invernar  temprano  mi  armada  y  despedir  toda  la  gente,  fuera 
de  los  españoles,  y  excusar  todo  el  gasto  que  se  pudiere  para 
poder  salir  al  otro  verano  muv  temprano,  que  es  la  cosa  más 
importante  que  se  puede  hacer,  y  crescer  para  este  efecto  para 
entonces  la  armada,  artillería  y  municiones  y  todo  lo  demás 
que  conviniere  y  fuere  posible;  y  así,  os  encargo  yo  muy  de 
veras  el  cuidado  de  lo  que  á  esto  toca;  y  tanto  más  convendrá 
atender  á  esto,  si  la  armada  del  Turco  no  baxase,  porque  en 
este  caso  es  menester  estar  apercibidos  muy  temprano  el  año 
que  viene,  pues  no  hay  duda  sino  que  en  él  saldrá  muy  más 
presto  la  dicha  armada  del  Turco. — Data  en  Aranxuez  á  xxi 
de  Abril  de  1575. — Yod  Rey. — Antonio  Pérez.» 

XVI 

D.  Juan  de  Austria  á  Felipe  II. 
(Ñapóles  25  de  Abril  de  1575.) 

•  Entre  otros  hombres  principales  que  de  los  Estados  del 
Turco  han  venido  á  mí  á  ofrecerme  ayuda  y  consejo  para  re- 
ducir los  griegos,  vasallos  del  dicho  Turco,  á  la  obediencia 
de  V.  M.,  fueron  Panesternicos  y  Mateo  Papa  Juan,  personas 
que  en  la  baja  Grecia  tienen  muy  gran  parte,  los  quales  plati- 
caron conmigo  y  dieron  discursos  en  escripto,  en  que  mostra- 
ban que  con  gran  facilidad  se  pudieran  reducir  los  griegos  de 
aquella  provincia  á  obediencia  y  conservarlos  para  lo  venide- 
ro. Helos  entretenido,  dándoles  esperanza  que  con  brevedad 
se  pondría  en  efecto  lo  que  me  hablan  propuesto.  Pero  habién- 
dose concertado  los  venecianos  con  el  Turco  y  faltado  el  prin- 
cipal fundamento  que  ellos  y  yo  hacíamos  en  este  negocio  tan 
importante,  se  ha  resuelto  el  dicho  Mateo  Papa  Juan  de  ir  á 
esa  Corte  á  pedir  lo  que  se  entenderá  de  su  relación.  Suplico 
muy  humilmente  á  V.  M.  mande  oirle  y  tenerle  por  muy  en- 
comendado en  sus  pretensiones » 

Presentáronlas,  en  efecto,  en  el  Consejo  de  Estado  á  7  de 
Mayo  de  1575,  manifestando  que,  por  haber  traído  en  su  com- 


—  400  — 

¡mhÍM  mucha  (Hit*  y  mmimiá^nmAm  mtichot  gutat,  y  por 
habar  tábido  loa  Tivcoa  que  hablan  vamdo  acá  y  loaidolaa 
leda  au  haciaoda,  ao  podfM  vohrar  á  aoa  caaaa,  por  ooyo  iDotí* 
▼o  lolicitahan  da  S.  If .  algnoa  maroed  pan  aolrrteoanadloa. 
aoa  mojaraa,  hijoa  y  hamaooa.  De  l^ra  da  Aotoaio  Pires  aa 
laa  al  BMrgM  da  arta  tnalanrii;  « Vialoa  loa  papelea  y 
ríalaa  da  aala  Eabajador,  qna  ha  dado  por  al  y  su 
(al  qoal  noailá  aquí),  paraca  aa  laa  dé  á  aaCr«roboa  dooa  aaca- 
doa  al  oMa  á  cada  noo  y  cías  dncadoa  da  ayvda  daooala  al  qoa 
aüá  aqof.— Arar.» 
El  Rey  aa  ooof onnó  coa  aita  dkttman. 

XVII 
¡$mkunim  dt  h  f  m  tM,  D.  Um  ü  CánfoAa.  M  Cmujo  i*  5m 

•Habéia  da  aabar  que  habÍMdo  entendido  S.  M.  laa  diís- 
reodaa  y  diaaaaboaa  qoa  hay  an  aqoalla  ciudad  aotra  loa  qoa 
dicen  noblaa  Tiaioa  y  noavoay  daaaando  aiempca  lo  niamo  qoa 
al  BoBpacador,  ni  aeAor,  qoa  arta  en  el  cielo,  que  aquella  Re- 
póbltca  ae  couteiia  an  libartad  y  quietud,  ha  hecho  baato  aquí 
por  medio  da  aa  Bmbiyador  todoa  loa  oficioa  qoa  la  han  pa- 
raacido  aprapóatto  para  eaCe  fto,  y  que  últimamente,  ▼icodo  que 
aqodlo  DO  ftuí  baatado,  ha  mandado  al  Duque  de  Gaodia  que 
de  tu  parta  venga  á  exortarloa  á  la  concordia  y  buena  confor- 
midad qna  anln  af  han  da  tañer,  por  lo  que  ealo  lea  ioqtorta 
para  la  conaertadon  de  an  República  y  bien  de  toa  ooaaa,  y  laa 
oertificaae  qtie  á  etto  aeria  siempre  enderezada  su  intención  y 
deaeo  sin  aer  parcial  en  sus  diferencias,  y  qoe  yo,  <ttadome 
lugar  las  otras  coaas  que  llevo  á  mi  cargo,  procurase  haoar  eate 
0^:10:  y  no  pudiendo  por  estar  el  tiempo  tan  adelante  y  haber 
daaaguir  mi  viage  sin  detenerme,  me  ha  pareactdo  que  vais  tos 
á  hacerle  con  el  cuidado  y  boen  celo  que  tenéis  al  aerricio 
deS.  M. 

Y  porque  he  entendido  que  las  pasiones  que  basta  squí  ha 


—  40^  — 

habido  van  todabia  adelante,  y  que  si  no  se  atajan  subcederán 
nuevos  inconvenientes  en  daño  de  la  misma  República  y  en 
gran  deservicio  de  S.  M.,  os  partiréis  con  el  Embajador  Don 
Juan  de  Idiaquez,  y  con  su  parescer  pediréis  audiencia  á  la  se- 
ñoria,  y  habiéndoosla  dado  iréis  á  hablarlos  en  compañia  del 
dicho  Embajador,  y  dándoles  la  caita  que  lleváis  mia,  en 
vuestra  creencia,  les  diréis  que  S.  M.  ha  sentido  en  gran  ma- 
nera los  desasosiegos  y  revueltas  que  ha  habido  en  esta  Repú- 
blica, por  lo  mucho  que  dessea  su  quietud  y  sosiego  y  la  con- 
servación de  su  libertad,  y  cuánto  les  conviene  tomaren  estos 
negocios  y  diferencias  algún  buen  medio  que  esté  bien  á  todas 
las  partes,  para  que  de  una  vez  se  compongan  y  atajen  los  in- 
convenientes que  podrian  subceder  de  dejarse  correr,  como 
hasta  aquí,  en  daño  de  su  libertad,  de  que  han  comenzado  á  ha- 
cer la  experiencia  con  harto  peligro  suyo,  y  que  para  exortar- 
les  y  encargarles  su  buena  conformidad  enviaua  al  Regente 
Julio  Claro,  que  como  sabrán  murió  en  la  jornada,  y  agora  en- 
via  de  nuevo  al  dicho  Duque,  en  que  verán  el  gran  cuidado  que 
tiene  de  lo  que  les  toca,  encargándoles  que  tomen  muy  de  ve- 
ras el  buscar  remedio  en  sus  pretensiones  y  diferencias,  y  que 
miren  el  trabajo  y  peligro  grande  en  que  por  no  hacer  esto  se 
han  visto  y  el  que  adelante  les  puede  venir  habiendo  llegado  las 
cosas  y  el  pueblo  á  los  términos  passados,  y  que  así  traten  de 
tomar  algún  medio  con  que  del  todo  y  para  siempre  queden 
compuestas  y  acomodadas  las  diferencias  pasadas,  quitadas  de 
por  medio  sus  pasiones  y  las  causas  dellas,  porque  si  esto  no 
se  hace  de  una  vez  y  los  ánimos  de  todos  no  se  sosiegan  y 
conforman  entre  sí,  cada  día  se  perturbará  su  quietud  y  sosiego, 
con  peligro  de  perderse  todos  y  su  propia  República.  Que 
S.  M.  está  cierto  que  si  ellos  quieren  tomar  este  negocio  con 
las  veras  que  es  razón,  se  po  irán  hallar  medios  muy  conve- 
nientes y  que  estén  bien  á  la  una  y  otra  parte. 

Demás  desto,  les  habéis  de  asegurar  y  ofrecer  de  parte  de 
S.  M.  que  no  hay  nadie  que  más  desee  que  él  el  bien  de  su 
República,  y  que  vivan  y  se  conserven  en  su  libertad  antigua 
como  hasta  aquí  y  que  estén  muy  ciertos  que  éste  es  sólo  su 
deseo  é  intención;  y  que  en  desear  esto,  les  hace  á  todos  ello^ 

i6 


-  4««  — 
ventaja  por  eitar  libre  de  tus  paaiooaa  y  por  eilo 
)or  el  ioooavMÚeal»  dellaa  y  lo  (|ae  les  eem'ñmm  auqaflM. 

Que  iMcieado  oIIm  de  m  parto  k»  que  laalo  le«  eoavieM, 
hallarán  ttenpre  eo  S.  11 .  la  boena  voluntad,  ayuda  f  üiHa«« 
da  que  lea  ooaviaiera,  eomo  oCias  veoee  se  leahaoftaacidoda 
M  pafle,  didéodolat  todoealo  por  las  palabras  y  laaooss  <ms 
vos  sabréis  om^  decirlo,  llevando  entendido  por  priacipal 
pooto  dssia  laslrooeioo,  que  lo  que  S.  M.  preteods  sobrs  todo 
es  la  qoiatnd  y  libertad  da  esta  Rapéblica,  sin  ser  pardal  por 
nafaas  parta,  sino  porque  se  alientan  y  poofsa  las  cosas 
eooae  á  aUa  misma  coovieaa. 

Y  porque  Su  Santidad  ha  enviado  á  tratar  deatos  miamos  oa- 
fsdos  si  Cardenal  Moroo ,  y  aspsra  qoa  ha  de  ssr  da  aMMfao  iini- 
lo  y  Hwmento  por  al  oelo  qtM  tnoa  al  bien  poMioOi  osméb  da 
ssr  taa  afictooado  como  sabéis  al  servicio  de  S.  M..  y  estar  jro 
deno  que  bol^ffáda  qna  se  eocawtine  lo  que  de  s«  parte  es 
dsaea,  la  daréis  ensota  aa  sobstaoda  da  lo  qoe  vais  á  tratar  aa 
virtud  de  la  carta  de  rrssBCJs  que  lleváis  mta,  didéodole  la 
oonfiaosa  que  S.  M.  y  yo  taasmoa  de  que  coo  su  pradeoda  y 
basóos  BMlioa  sa  ha  de  acabar  esto  tfocin;  qos  si  psra  aato 
sftoto  oomrieoe  qos  S.  M.  haita  tígattA  mát  diligeoeto  qos  ésta, 
la  haré  parsadeodo  á  él  y  á  So  Santidad.— Dea  ea  baMa  á  3 
de  Junio  de  1575. 

xvm 

D,  ymttn  éU  ÁmstrU  i  S ,  M , 
(De  Galera  sobre  la  Especia  á  ta  de  Junio  de  1575.) 


tSefior:  Entenderá  V.  M.'  del  Srío.  Eacobedo  las  caí 
me  mueven  á  embiarle  á  esa  Corte,  que  son  tales,  que  1 
bien  quererse  entender,  y,  sobre  todo,  resolverse  coo 
brevedad  de  una  ves  para  siempre,  porque  puedeo 
OMidios  y  muy  pessdoa  daftos  de  taídsnw  eo  poner  maoo  á 
eosBS  que  no  sufren  más  diladcmes  ni  consultas,  y  esto 
00  se  coQosca  alguo  día  con  alguna  esperiencia  que 


—  4^3  — 

caro.  Yo,  señor,  bien  querría  escusarme  de  decir  tanto  á  V.  M.<* 
porque  no  llegase  á  presumir  que  hablo  más  por  mí  que  (como 
debo)  por  su  servicio;  pero  como  me  ten^o  tan  satisfecho  en 
esta  parte,  y  espero  que  en  la  misma  lo  estará  de  todo  punto 
V.  M.d  algún  dia,  y  como  al  fin  es  más  mia  que  de  otro  la 
causa  de  V.  M..^,  me  ha  de  perdonar  si  hablo  tan  claro,  pues 
que  á  hacerlo  estoy  tan  obligado,  entre  tanto  que  (no  dándose 
otro  remedio  en  las  cosas)  no  me  mandare  callar.  Las  de  Ge- 
nova dirá  Escovedo  en  el  peligro  en  que  las  deja,  y  el  que  de 
éste  tienen  estos  Estados  de  V.  M.^  en  todo  le  hay  muy  grande, 
y  así  embio  á  persona  tan  bien  informada  sobre  tanta  sustan- 
cia. Recebí  anoche  por  duplicada  la  carta  que  V.  MA  me  hizo 
merced  de  escribirme  de  su  mano  en  respuesta  de  la  última 
mia  de  Cartagena,  cuyas  reales  manos  torno  de  nuevo  á  besar, 
por  volver  á  acordarme  lo  que  tan  en  memoria  traigo,  que  es 
el  recuerdo  que  por  escrito  y  de  palabra  me  ha  dado;  pero  por- 
que en  aigo  del,  y  en  dos  puntos  que  trae  esta  carta,  me  hallo 
harto  más  descargado  que  sea  informado  V.  M.^,  no  se  debe 
maravillar  que,  antepuniendo  la  verdad,  quiera  yo  descargarme 
como  conmigo  lo  estoy.  Ya  he  dicho  á  V.  MA  sobre  lo  de  Ña- 
póles lo  que  puede  casi  valer  por  respuesta  sobre  lo  otro,  que 
muchos  deben  de  poder  hablar  y  escribir,  aunque  los  menos, 
según  veo,  se  allegan  á  lo  que  deben,  tratando  con  su  Rey  y 
señor,  pues  de  quien  hizo  Dios  su  hermano  osan  alargarse 
á  tanto.  Suplico  cuanto  puado  á  V.  MA  que  como  lo  tengo 
escrito,  mire  á  lo  que  yo  hiciere  y  á  lo  que  hasta  agora  he  he- 
cho, Y  que  me  valga  lo  que  ha  sido  en  su  servicio  á  despecho 
de  imbidiosos,  para  que  se  ponga  mente  en  mis  efectos  y  se 
castiguen  sus  dichos  cuando  tuvieren  tan  poco  de  verdaderos. 
Los  inconvinientes  que  hay  en  lo  de  Ñapóles,  V.  M.^  crea  que 
los  salvaré  muy  fácilmente  entre  Dios  y  entre  mí:  entre  las 
gentes  no  sé  qué  me  diga. 

Si  pueden,  lo  que  no  deben,  y  si  no  perdonan  á  ninguno  en 
lo  otro  de  su  hermano  de  D.  Juan  de  Gusman,  poco  más  ó 
menos  yo  sé  quién  escribió  á  V.  MA  lo  que  quiso,  porque  si 
fuera  la  cierta  relación  de  lo  que  pasaba,  no  pudiera  jamás 
comprehenderse  que  en  mi  imaginación  cupo  tan  desatinado 


—  404  — 
ywnoeoawáMnpMMr  pftxaeo  aiogua  tiarapo  <k  i 
toáCardwal. 

Certifico  á  V.  HJ  qiM  me  de  moche  pene  el  beber  ooligi- 
do  luí  poco  iBteodiflMiBtD  y  teoCe  aeoedid  toooMÍdenwle  de 
qniea  ponftii  eilo^  mae  oo  teo  tneltemeate  qve  IMgne  á  tea 
greo  diíJate;  lo  que  fué  dirá  Eecobedo  coo  lo  demás,  ooq  qoe 
no  quiero  cerner  á  V.  M.'  por  doode  cooooerá  lo  que  merece 
cede  uno  y  ti  te  me  d^  á  mi  por  lodae  vím  ler  en  todo  creí- 
do y  eobre  Uxloe.  Noeilro  SeAor  goerde  y  posee  á  V.  U.*  eo 
le  üilicáded  y  oooteoiemieoio  qoe  puede  y  yo  dreeo.  De  Gele* 
rm  iobre  le  Bepede  á  la  de  Juoio  de  1575.--D.  V.  UJ  be- 
chore  y  mis  bmailde  Mnridor  que  fut  reelee  muoe  beie,— 

XIX 

D.  /mn  dé  Aiulrm  á  5.  M. 
(De  Nápolei  á  5  de  Noviembre  de  1575.) 

«Seftor:  No  eé  cierto  cdmo  cecotenne  de  der  á  V.  If .  peee- 
dombra^  puee  le  en  que  ecá  ee  vive  es  teo  greode*  que  no  so- 
'iTT***  llefs  á  ser  for^edo  qoe  V.  M.  le  sepe  y  le  pese,  sóm» 
tembieo  que  lo  remedie  y  muy  apriese;  ó  que  permite  que  se 
le  heble  tea  clero  qoe  ee  le  di^s  que  todo  ee  ecabe,  y  se  le 
perderá  presto  á  este  eader  qoe  lleve.  Yo  me  veo  sin  un  reel. 
sto  forme  casi  de  haberle,  si  aquf  ao  roe  le  de  el  Marqués  de 
Ifoodéjar,  y  tan  cargado  de  hombres  y  obligactoaes  que  soa* 
tentar,  que  ya  no  sé  qué  hacer  sino  por  lo  último  acudir  yo 
mismo  á  V.  11.  á  hacerle  fe  muy  verdadera  de  lo  que  digo  y 
que  en  este  reyoo  está  también  imposibilitado  el  iifofcmniic) 
conx)  en  el  de  Cicilia;  que  pera  el  año  que  viene  00  se  etien- 
de  ni  se  da  forma  de  prevención  alguna,  siendo  ya  tarde  paca 
todo;  que  lo  de  las  fortificaciones  camina  como  por  lo  pesedo, 
porque  se  trata  mucho  y  no  se  hace  nada  sino  cálculos  de  gen- 
te; que  el  tiempo  se  nos  pesa  en  puntos  enemigos  de  provisio- 
nes más  que  necesarias;  que  la  sustancia  de  los  nagodoe  eMá 
puesta  en  esto  me  toca,  estotro  es  mío  y  en  otras  cosas  talet 


—  405  ^ 

empuestas  por  agradar  al  gusto  de  hombres  más  estudiosos 
deste  arte  que  bien  encaminados  al  oficio  que  deben;  y  al  fin 
hay  tanto  que  remediar  y  tan  poco  prevenido,  que  digo  de 
nuevo  que  es  fuer9a  for9ada  que  V.  M.  lo  quiera  entender  y 
dar  otra  forma  de  la  que  lleva,  so  pena  de  que  lo  perderá,  cier- 
to, mal  perdido;  para  testigo  de  lo  cual  he  dicho  otras  veces 
que  ni  V.  M.  debe  tenerme  por  acá,  ni  yo  puedo  por  ninguna 
via  ser  para  tal  efelo  bueno.  En  estas  pocas  palabras  que  tanto 
me  duele  decir,  es  bien  que  tenga  yo  prevenido  á  V.  M.  para 
que  vaya  pensando  al  remedio  de  lo  que  se  contiene  en  ellas; 
entre  tanto  que  todo  se  entienda  tan  particularmente  como 
conviene  de  uno  de  los  Secretarios  Soto  ó  Escobedo,  que  in- 
viaré  á  esa  Corte,  en  viniendo  de  Roma  Escobedo.  Plega  á 
Dios,  señor,  que  tras  el  que  fuere  no  sea  necesario  partir  yo 
luego,  que  harto  lo  temo  según  lo  poco  que  acá  yo  hago  ni 
puedo  hacer  en  servicio  que  tanto  bien  deseo  y  procuro  como 
en  el  de  V.  M.,  á  quien  suplico  me  perdone  lo  que  juzgare 
demasiado  desta  carta,  pues  los  trabajos  del  tiempo  presente  y 
antever  los  del  Duque  esperamos,  obligan  como  tan  extraordi- 
narios á  términos  de  último  encarecimiento.  Yo  he  estado  casi 
20  días  en  Pu^ol  curándome  de  mis  indisposiciones  ordinarias 
de  estómago:  hallóme  mejor  con  los  remedios  que  allí  he  he- 
cho, gracias  á  Nuestro  Señor,  que  guarde  á  V.  M.  con  la  felici- 
dad,   descanso  y  grandeza  que  á  todos  conviene  y  yo  deseo. 
De  Ñapóles  á  3  de  Noviembre  de  1575. — D.  V.  M.  hechura  y 
más  humilde  servidor  que  sus  reales  manos  besa, — D,  Juan 
de  Austria. t 

NOTA  VII 

D.  Juan  de  Austria  en  Flandcs. 

Desde  1573  se  pensó  en  la  Corte  en  enviar  á  D.  Juan  á 
Flandes  con  el  Duque  de  Alba.  Se  consultó  después  al 
Consejo  sobre  la  conveniencia  de  que  fuera  á  reemplazar 


á  Un  Uiwtre  caudillo;  mas  firevaleció  por  enUmoes  la  idea 
de  oo  enviar  al  hijo  natural  de  Carlos  V  á  gobernar  aqiM)> 
Uoa  Palaea.  tustentando  principalmente  esta  opinión  el 
Cardenal  Granvcla,  ya  por  no  tener  suficiente  confiansa 
tn  el  talento  político  y  militar  de  D.  J  uao,  confiando  más 
tn  tu  pericia  naval,  ya  por  estimar  mái  política  y  conve> 
niente  la  vuelu  de  la  Duquesa  llarfaríta  de  Parma,  tan 
oonoosdora  de  aquellos  Estados.  Muerto  Reqocsens,  qtis 
dcaempcfiaba  el  cargo  de  Gobernador  general  de  ellos,  fué 
la  mayor  preocupación  de  Felipe  II  el  nombramiento  de 
•Q  sucesor.  Sonaban  en  la  Corte  varios  nombres  con  esls 
motivo,  como  los  del  Duque  de  Sessa,  Archidnqnes  £r* 
nesto  y  Alberto,  D.  Fadrique  de  Toledo,  el  Duque  dsSn* 
boya,  el  de  Béjar,  el  Marqués  de  Ay amonte,  Alejandro 
Pamesio,  Marco  Antonio  Coiona,  Margarita  de  Psrma,  y 
000  mis  probabilidades  que  ninguno,  D.  Juan  de  Austria, 
por  conocerse  en  el  ánimo  del  Rey  ioclinsdón  preferente 
á  su  hermano.  Con  astucia  y  disimulo  procuraba  Antonio 
Pérex,  de  acuerdo  con  Granvela  y  otros  más  ó  menos  en- 
cubiertos enemigos  de  D.  Juan,  disuadir  al  Rey  de  su  pro- 
pósito, presentando  á  aquél  uoaa  veces  como  poco  apto 
para  el  cargo  y  resuelto  á  no  aceptarlo;  otraa,  como  sos> 
pechoso  ds  lealtad  á  su  hermano,  ya  como  índoddo  á 
más  altos  propósitos  por  sus  secretarios  y  más  Íntimos 
compañeros,  ya,  en  fin,  como  mis  idóneo  para  gobernar 
un  arzobispado  que  un  Estado  ó  un  ejército.  Temia  Peli« 
pe  II  que  su  hermano  D.  Juan  se  dejase  llevar  de  su  ge- 
nio ff^oso  y  vehemente,   pretendiendo  resolver  por  la 
fuen a  de  las  armas  los  negocios  de  aquellos  Países,  cuan- 
do todos  aconsejaban  temperamentos  suaves  y  concilla* 
dorea.  <Su  espíritu  de  independencia;  los  proyectos  con- 
cebidos entre  cl  y  su  Secretario  Juan  de  Soto  de  hacerse 
proclamar  Rey  de  Túnez,  eran  poco  tranquilizadores.  Bl 
mismo  Pontífice  había  apoyado  esta  aspiración  de  D.  Juan, 


—  407  — 

con  gran  descontento  del  Rey  (>).»  De  aquí  los  temores  y 
-sobresaltos  del  Rey  y  de  Antonio  Pérez,  bien  manifiestos 
en  el  documento  número  II  de  esta  nota,  por  la  tardanza 
en  recibir  contestación  de  su  hermano,  al  proponerle,  en 
carta  de  8  de  Abril  de  1576,  su  designación  para  el  cargo 
de  Gobernador  y  Capitán  general  de  los  Países  Bajos,  ex- 
poniéndole la  nueva  política  de  atracción  y  dulzura  que 
se  proponía  aplicar.  Estos  le  esperaban  con  recelo,  no  por- 
que no  le  estimasen,  sino  porque,  conociendo  su  inclina- 
ción á  la  guerra,  temían  á  los  españoles  é  italianos  de  su 
séquito.  Remitióle  S.  M.  á  Lombardía  los  poderes,  des- 
pachos é  instrucciones  necesarias,  ordenándole  que  sin 
acompañamiento  alguno  de  gente  de  guerra,  con  la  ma- 
yor diligencia  y  gran  secreto,  se  pusiese  inmediatamente 
en  camino  para  Flandes.  No  quiso  D.  Juan  ir  á  aquellos 
Estados  sin  pasar  antes  por  la  Corte  y  conferenciar  con 
su  hermano,  para  obtener,  sin  duda,  de  él  personales 
promesas  y  seguridades  de  que  había  de  ser  ahora  mejor 
asistido  que  lo  había  sido  en  Italia.  No  es  de  creer,  como 
algunos  escritores  han  supuesto,  que  D.  Juan,  sostenido 
por  el  Papa  y  excitado  por  los  Guisas,  quisiese  poner  los 
pies  en  los  Países  Bajos,  sólo  con  la  mira  de  llegar  más 
lejos;  ni  que  los  asuntos  anglo- escoceses  y  la  situación  de 
María  Stuard  excitasen  su  ambición  y  sus  ideas  caballe- 
rescas. Bien  claro  se  ve  en  las  cartas  suyas  que  á  conti- 
nuación publicamos  la  exigua  parte  que  estos  móviles  tu- 
vieron en  su  determinación  de  cumplir  las  órdenes  del 
Rey  su  hermano.  Placíale,  sí,  el  proyecto  de  un  desembar- 
co de  fuerzas  españolas  en  Inglaterra,  como  medio  el  más 
seguro,  según  opinión  entonces  bastante  acreditada,  de 
restaurar  en  aquel  reino  la  religión  católica,  y  de  someter 


(i)    Correspondance  du  Cardinal  de  Granvelle,  publicada  por 
la  Real  Academia  de  Bélgica. 


luefo  con  mát  facilidad  á  la  obediencia  de  Eapafia  loa  re- 
beldes de  los  Etstadoa  Bajos.  Atixaba  el  Secretario  Anto- 
nio Peres,  valiéndose  de  esfos  pro}*ectos,  la  desconfianza 
de  Felipe  II  para  ooo  so  hermano,  y  más  aún  cuando  ss 
vi6  á  Eicobe(k>,  que  rsemplaió  á  ¿ioiOf  coadyuvar  á  k» 
designios  de  D.  Juan,  rasón  por  la  cual  retuvo  el  Rey  lar- 
gas temporadas  á  Escobado  en  la  Corte,  á  donde  habla  ve- 
nido para  negociar  diversos  asuntos  en  nombre  del  Prin- 
cipe, por  más  que  éste  clamara  una  y  cien  veoea  en  sus 
cartaa  á  su  hermano  que  le  despachasen  pronto  por  la  suma 
fula  que  á  su  Isdo  hada. 

Escobado  era  Intimo  de  D.  Juan,  gocaba  de  su  más  ab- 
soluta confiante,  y  se*hi<o  por  eato  aoapechoao  de  Cavore- 
eer  y  aun  alentar  las  srobiciones  da  «ala  Príncipe  en  Áfri- 
ca, en  Inglaterra  y  aun  en  E»pafUu  Habla  intrigado  mu- 
cho en  Roma  á  («vor  de  su  amo,  sin  dar  conocimiento  da 
ello  al  Rty ;  en  todaa  paites  era  el  alma  de  todas  estss  ma- 
quinaciones, y  como  era  astuto,  hábil  y  muy  activo,  temía 
el  Secretario  Pérez,  que  le  sq|uia  y  eapisba  muy  de  cerca, 
que  en  un  momento  dado  pudiera  contrabalancear  au  in- 
fluencia con  el  Monarca.  He  aqui  el  origen  de  la  secreta 
rivalidad  y  encono  de  estos  dos  Sccrctaiios,  que  8cab6  por 
intentar  más  de  una  vez  Pérez  envenenar  á  su  contrario, 
y  no  pudiéndolo  oonaeguir,  ae  determinó  á  mandarlo  ase- 
sinar, como  se  verificó  en  Msdrid  en  la  noche  del  3 1  de 
Marzo  de  1578. 

Toda  la  buena  voluntad  y  espíritu  de  concordia  que  dea- 
de  su  llegsda  á  Flandea  mostró  D.  Juan,  la  desbarató  con 
sus  hábiles  negociaciones  el  Principe  de  Orange,  aconse- 
jando á  los  Estadoa  fiíeaen  cada  vez  más  exigentes  é  intole* 
lantes  en  sus  relsciones  con  el  nuevo  Gobernador  genctal. 
Su  retiíada  al  castillo  de  Namur  fué  dura  é  injustamorta 
censurada  por  Gran  vela  y  otros  Ministros  del  Rey  Católico, 
y,  sin  embargo,  leyendo  su  correspondencia  se  encuentra 


—  409  — 

plenamente  justificada  por  las  gravísimas  circunstancias 
del  momento.  Las  interminables  lentitudes  y  las  indecisio- 
nes sin  fin  de  Felipe  II,  naturales  unas  veces  y  artificiosas 
otras,  afligieron  más  el  ánimo  de  D.  Juan  que  la  sorda  y 
encarnizada  guerra  con  que  los  Estados  le  atormentaban. 
«D.  Juan,  escribía  Granvela  á  Margarita  de  Parma,  tiene 
buen  corazón;  nada  le  detendrá  en  el  servicio  de  su  señor; 
había  comenzado  bien,  y  hubiera  persistido  en  el  buen  ca- 
mino si  no  le  hubieran  detenido.»  Y  después  de  haber  su- 
cumbido á  tantas  penalidades  y  angustias  aquel  insigne 
capitán,  escribía  el  Cardenal  á  la  misma  Princesa:  «Pien- 
so que  habrá  muerto  de  sus  indisposiciones,  que  eran  gran- 
des é  incurables,  y  tenía  más  ánimo  que  fuerzas;  su  cons- 
titución estaba  muy  debilitada  por  sus  excesos.  Había  vi- 
vido mucho  en  poco  tiempo.»  Y  con  este  motivo  aprove- 
cha la  ocasión  de  insistir  en  que  no  conviene  gente  joven 
para  el  gobierno  de  aquellas  provincias,  sino  personas  ma- 
duras, prudentes  y  calmosas.  Hallándose  Granvela  al  lado 
del  Rey,  poco  después  del  fallecimiento  de  D.  Juan,  es- 
cribía á  la  Princesa  Margarita:  «El  Rey  está  muy  descon- 
tento del  difunto  D.  Juan  y  de  su  conducta,  tanto  en  las 
galeras  como  del  gobierno  de  los  Países  Bajos,  por  haber 
introducido  notables  cambios  y  cometido  excesos  hasta  el 
punto  d'avoir  eslargy  la  main.  El  Príncipe  se  hacía  inso- 
portable: no  sufría  el  menor  freno,  y  quería  siempre  obrar 
á  su  antojo.  Por  lo  que  advierto,  temo  que  si  aún  viviese, 
hubiera  tenido  S.  M.  que  romper  con  él:  nadie  se  hubiera 
quejado  de  esta  pérdida.  Su  marcha  á  Namur  y  las  dificul- 
tades que  se  suscitaron  entre  él  y  los  Estados,  no  fueron 
seguramente  obra  del  Rey.»  En  otra  carta  posterior  le  de- 
cía: «El  temor  y  la  desconfianza  que  mostró  el  señor  Don 
Juan,  á  quien  Dios  premie,  mal  inducido  por  algunos  es- 
píritus malignos  ó  poco  prudentes,  fué  causa,  por  su  in- 
tempestiva retirada  á  Namur,  de  nuestra  extremada  ruí- 


—  4to  — 
na.»  Allade  que  D.  jtum  m  exodUó  mucho  en  dar  peano- 
oes  y  benefidot  contra  las  instrucctonaa  que  llevaba  del 
Rey,  á  quien  etta  conducta  deaai^iidó  oOBtJdanblenaate, 
habiéadoaele  quejado  repetidas  vwea  S.  M.  de  todo,  cuan* 
do  el  Cardenal  ▼ioo  á  la  Corte.  Y  eacribiaodo  eo  lo  de 
Dicteobre  de  i5So  al  Príoctpe  de  Parma  dándola  alfmioa 
contcjoe  para  el  gobierno  de  Plandea,  le  dice:  «Ya  k  ten» 
go  avisado  que  yo  hallé  á  S.  M.  resentido  de  que  el  Dsque 
de  Alba,  y  más  aún  el  Sr.  D.  Juan,  se  hubiesen  considera* 
blemente  excedido  de  aos  instrucciones  y  reirtriociones  dd 
poder  general,  t  Más  justa  con  él  la  posteridad  que  muchos 
de  aos  coetáneos,  le  adama  y  aclamará  siempn  oomo  mía 
da  laa  más  gloriosas  y  nobles  pewonalidadaa  dai 
doroao  siglo  XYi. 


I 


Ote  i4  yé$$trt  i*  Cémpo  Jmliém  Rommo  é  S.  M„  iétiút* 
mmd»  i$  Ut  tnfé*  w^été  f  mm^ti*  ád  Cvmmtimiw  mayttr, — 
(Bmsdss  6  de  Marso  de  1576.) 


tS.C.  R.  M.:  A  los  vetóte  dd  psasdn  cayó  maloai ' 
dador  nugror  de  un  ctfboaco  qoe  le  osació  ea  la  pwMa  dd  ea- 
pdda  ixqtiierda;  hidéronsele  todos  k»  remedios  que  fueron  po- 
dblee,  y  oonca  ae  le  coooeeió  que  estovieee  mortd  hasta  d 
cnsrto  día  dd  pieaeate;  desde  allí  fué  siempce  empeorando 
hssta  d  quinto,  que  entró  &k  d  catorceno  de  su  enfermedad,  y 
teniendo  esperan^  que  aalieado  del  coa  alguna  mejoría  que- 
daría libre  su  persona;  y  fué  Dios  servido  que  el  propio  día  le 
apretó  tanto  la  enfermedad,  que  demandó  todos  los  Sacramen- 
tos, estando  eo  su  juicio,  y  ansí  se  le  dieron  póblicsmente;  y 
aquella  noche,  á  las  tres  horas  y  tres  cuartos,  después  de  me- 
dia noche,  dio  el  alma  á  Nuestro  Seftor,  de  que  á  todos  nos 
dejó  muy  confusos,  viendo  que  la  cabdiería  se  había  alterado 
y  los  alemanes  habían  comeofado  á  hacello,  prindpalnMBte 


—  411  — 

los  que  estaban  en  Bu  Ja,  y  el  poco  remedio  que  para  ello  ha- 
bia;  y  ansí,  nos  juntamos  luego  en  Consejo  para  proveer  á  las 
mayores  necesidades  que  se  ofrescian  y  tenían  más  necesidad 
de  remediarse  con  brevedad,  lo  cual  se  habia  dejado  de  pro- 
veer por  la  enfermedad  del  Comendador  mayor;  y  todos  los 
que  se  hallaron  en  Consejo,  que  fueron  el  Conde  de  Barlaimont 
y  el  Presidente  de  Consejo  secreto,  y  Jerónimo  de  Roda,  y 
Alejandre  Gon^aga  y  Sumbila,  y  D.  Alonso  de  Vargas  y  yo, 
todos  ellos  mostraron  gran  voluntad  de  desear  acertar  á  servir 
á  V.  M.,  y  ansí  puede  V.  M.  estar  cierto  qu-í  en  lo  que  tocare 
al  servicio  de  V.  M.  que  todo  se  hará  como  V.  M.  desea,  hasta 
que  V.  M.  provea  lo  que  conviene  en  estos  Estados  con  la  bre- 
vedad que  se  requiere. — Nuestro  Señor,  etc.» 

II 

Consulta  autógrafa  del  Secretario  Antonio  Pérez  á  Felipe  II,  con 
apostillas,  igualmente  autógrafas,  de  este  Monarca. —  (Tres 
pliegos  en  folio,  escritos  los  dos  primeros  por  las  cuatro  ca- 
ras, y  el  tercero  sólo  por  la  primera.) 

(Sábado  i6  de  Junio  de  1576.) 

(Después  de  dar  cuenta  á  S.  M.  de  varios  asuntos  relativos 
á  Italia,  ajenos  al  nuestro,  escribe:) 

«Con  cuydado  estoy,  9Íerto,  Señor,  de  ver  lo  que  tarda  el 
correo  del  Sr.  D.  Juan,  porque  há  que  llegaron  los  nuestros 
cuarenta  y  dos  dias,  porque  yo  he  visto  una  carta  de  Loren90 
spínola,  de  8  de  Mayo,  de  Ñapóles,  en  que  le  responden  á  las 
que  escriuió  con  el  correo  de  tierra  y  con  Santiago;  de  manera 
que  se  les  ha  ydo  más  de  doce  ó  quince  dias  en  responder, 
que  es  mucha  dilación  y  occasion  de  sospechar  que  ha  entrado 
el  negocio  en  disputa  de  aquellas  ligas  y  congregaciones  de 
allá  (i),  »o  para  dudar  yo  en  la  obediencia  del  Sr.  D.  Juan,  sino 
para  recibir  el  daño  de  la  dilación.  Plegué  á  Dios  que  acabe  de 

(i)  Todo  lo  de  letra  cursiva,  está  subrayado  en  el  original  por 
Antonio  Pérez. 


IkfveomoyodMMjrMpvo.  Y.Sdkor,  erat  V.  II.  q|M  ao 
pÍMto  ptdir  pardo»  á  Diot  d«  lo  qae  !•  Im  didio  «IffaaM  vt- 

0.ymm^púítmkimfPmd9tnÍ€Íoié  V,  M, ,  Mtgmm  ^  jwiai, 
jr  pmUnl  inmuté  A  S^ht  fm  mmo  tí, y  mm  fmifá  0km^  m pmtim 
mánm  á  U  pmU  id  mmtjp  ithqné  u  mtmmdmrt  W  Sr,  Dm 
ywmt  i$mo  fw  kau  4$  pvúcmmr  makarntaH;  mmpm  ti  atém 
Ü.  Jmm m  tel «¿W  /«  /  t-»l  tomtMmáomuh^mitfmtm U 

gntit  tontos  #Mi  ftuKt  ptéú  99ff  §otk>  m  ^itumif  fwt  mMs  fM^ 
ím  éV,  M,  dé  dg>mm$  ptminwAitn  mm/ont  f  mmuHt  totméa  éU 
Sf,  D,  Jim,  f  fM  foérU,  tümtrnimiom  m  é  triáii9  §m  ktuJB 
«fu/  kt  Umio  tmyot  mfitmimrtéjr  lUférii  á  icio  ío  f«#/i 
imááiáé  r.lí.fl^ycSdtof,  pjudaattaocMÍotty 
dad  da  Plaadai  (jr  plttgnMn  á  Díot  qoa  podían  a«  ooo  «Kro 
madio)  oo  me  tattaüiifOt  si  quiere  V.  II.  qiaa  la  diga  loqua 
■íaotoii  cooioaa  lo  dixa  om  Mcba,  qoa  vaya  por  mqniti  emuuko, 
dm  §m  m  mmmkmu,  §m  «•■  gnm  gmsio  y  tétúft^úm  ntfa  i§» 
MtmdáhU»  fmt  timty  ímmni  d  dt  ciéñgoy  Mmu,  t«m  pu  m 
mUÍ4su  i»  Uip»9mmmUam,  Y  procuráadoaa da  aadara^ir  todo 
aito  coo  liampo,  cno  qoa  aaria  mucho  dd  aanricio  da  V.  If .  y 
fuuralSr.  D.  Juan,  para  que  no  pudteaae  ao  oiogoo  tiem- 
po amr.  Qm  mo  «t  kmm  mmiumo  d  fm  m  mm  «ate  y  ffmmáu 
mguém  aa  lo  mktm  ioiú.  Y  pocqua  viaoa  á  ptopóaito,  osa  atra- 
Tacé  también  á  deúr  á  V.  Ú,,  qut  ttumiio  oyic  itñr  fcr  ay  qué 
V.M.kédéámd  mfMtp^io  i*  ToUio  d  Prímcéf^  AUtHo,  y 
mtadámiom*  yo  dé  lo  dd  tofdio  dé  qu$  u  Intte  pmm  tí,  iiém 
gmmdé  nmñdmm^im  étto.  Porqué  émmqm  té»  cUrigo,  k  étOngonm 
V.  M,  la  (iiuUd  dé  Toledo,  que  es  ul  y  de  Ul  calidad  y  mana- 
ras, que  entregársela  seria,  pues  vendria  á  ser  la  primera  per- 
sona della  y  con  tanta  autoridad  y  dignidad.  Darle  ya  V.  M. 
también  muchos  lugares  prui^i pales  del  mismo  arzobispado, 
y  entre  otros  un  Talavera  y  un  Alcalá,  que  dexia  Doo  Diego 
de  Mendoza  que  no  hauian  de  estar  sino  en  poder  de  V.  M., 
porque  demás  de  ser  los  lugares  que  son,  dezia  de  Alcalá  qoa 
tenia  3.000  hombres  mo9os  da  ordinario  por  la  universidad. 


—  4iS  — 

Assimísmo  le  daría  V.  M.  otros  muchos  lugares  y  alcaydias,  y 
lo  que  á  mí  me  pares^eria  de  mayor  importan9Ía  y  dignidad 
(demás  de  la  mucha  renta  que  tiene)  con  que  poiria  sustentar 
y  manteaer  mucha  gente  principal  y  muchos  caballeros  é  hi- 
dalgos; y  aunque  de  la  fee  de  tales  Prín9Ípes  y  de  tal  crianfa, 
como  aquí  aprenden  debaxo  de  la  real  sombra  de  V.  M.,  no  se 
ha  de  dudar  de  ninguno  dellos  en  los  negocios  destado,  y  tan 
grandes,  lo  más  seguro  creo  que  es  preuenir  las  cosas  como 
si  se  pudiessen  temer;  y  en  fin,  Señor,  como  el  ser  Cardenal 
y  clérigo  puede  ser  conveniente  auiendo  de  residir  en  estos 
reynos  para  compañia  del  Príncipe  nuestro  señor,  y  ei  darle 
de  comer  también  es  muy  necessario,  creo  assimismo  que  seria 
más  seguro  para  todo  y  para  quitarle  á  él  la  occasion  de  errar, 
dársele  en  renta  seca  lo  que  hubiesse  menester,  que  no  en  dig- 
nidad y  grandeza  tan  grande,  porque  con  el  dinero  mantenía 
lo  que  aquél  sufriere,  y  con  la  autoridad  de  tal  dignidad,  mu- 
cho más  sin  compara9Íon  de  lo  que  valiere  de  renta,  demás  del 
punto  que  he  dicho  de  ser  señor  de  tales  y  tan  principales  lu- 
gares y  vasallos,  y  las  historias  dizen  hartos  exemplos  desto. 

V.  M.,  por  amor  de  Dios,  me  perdone  si  corro  tanto,  que  me 
lleua  mucho  amor  y  fee  del  seruicio  de  V.  M.  Y  la  occasion  de 
lo  del  Sr.  D.  Juan  me  ha  hecho  correr,  y  en  esto  bien  desseo 
ser  de  algún  seruÍ9Ío  en  que  meresciesse  alguna  pequeña  parte 
de  lo  mucho  que  yo  deuo,  con  que  yo  viuiesse  contento  algim 
dia  que  me  viesse  en  un  rincón. » — (Rúbrica  de  Antonio  Pérez.) 
— (Sábado  á  i6  de  Junio  de  1576.) 

(Al  margen,  de  letra  de  Felipe  li:)  t Cierto  que  es  ya  mucha  la 
dilación  desta  respuesta  y  muy  dañosa,  porque  como  la  estoy 
esperando  para  la  resolución  de  todo,  es  de  mucho  inconve- 
niente esta  suspensión  para  lo  de  Flandes,  y  era  lo  principal 
que  yo  esperava  embiar  con  el  marqués  de  Havrey  esta  resolu- 
ción; y  como  no  viene  la  respuesta  y  conviene  despacharle, 
ando  buscando  con  qué  emviarle,  y  así  ha  de  ir  con  promesas, 
que  será  de  gran  inconveniente  no  cumplirlas  con  mucha  bre- 
uedad;  y  así,  temo  mucho  con  esta  dilación  que  aquello  (i)  se 

(i)    Lo  de  Flandes. 


—  4X4  — 
tan  anl  oam  olla,  qi 
Y  mt  fenfib  omkími  cmimi  m  decir  lo  que 
qokar  «rtat  nnwpiliin  á  wA  haomma,  y  no  hera  lo  poor,  qoe 
k>  úm  FlndM  litM  lai  bsaa  wnniíii)  parm  mIo,  y  «  bo  aam 
nMMMOlw  nMCSff  olios  pora  qwlono  oqaollo  oooipdMOt  povqoo 
lo  tronido  acá  yo  oo  leofo  por  rooMdio  boiftanio  poim  fadr  <lio- 
tao  ffniwpoñion  ob  lo  que  yo  oo  faoüo  aíafBao  oaria  oi  lo  do 
Floadoo  ú  faUooo  lo  do  «i  li  wnwnn;  po»D  poporo  qoo  no  pao» 
do  lardar  y  qoo  nrá  buooo,  y  pora  en  qoalqtner  coao  eo  bien 
BO^aoBTio  ai  Maullo  V  voo  Immm  oon  w  pan 
oo  lo  qoo  BMO  ooBvonipa  pan  todOt  pena  oo  qoa 
aa  lo  qoa  nés  cooveofa  á  ni  aervifio.  Y  p«r«  dedrot  la  ver- 
dad, oo  ma  poedo  peraoadirqoa  coovinieae  hacer  clérito  á  na 
bamiaao*  ni  creo  qoa  aa  ponía  ooo  boeaa  oooctanciat  viaio  lo 
qoa  ba  pasado  hasta  afora  por  él;  y  daiaodo  \m  royoaa  eoni- 
palHas,  espero  yoqoa  sí  qoiera,  eo  el  hábüo  qoa  tisoay  avien- 
oo  bacoo  tan  boan  principio  como  htaot  podna  inipoilar  nm* 
dM>  aa  panana  pan  nmdiaa  cosas,  y  para  esto  importara  mu- 
cho luostro  boan  oona^  y  para  lo  de  FUodes  ia^iorta  tanto, 
qoa  no  sé  yo  qoé  nondw  Ssofi  aquello  sioo  el  de  an 
y  an  voidnd  qna  aqaialándoae.  como  lo  aapero,  qoa  • 
na  parta  ealé  tan  bien  oomo  allí  ni  tan  á  ao  plaasr. 

Esu  nueva  que  os  an  dado  de  lo  qoe  aquf  dada,  aa  otmm 
otras  mochae  que  aabéía  <nia  aa  li^twntffn  á  cada  pMO¡  pero  ella 
M  caartU  oomo  otras,  y  ya  creo  qoa  se  va  caysodo,  y  muy 
temprano  fuera  pera  agora  esto,  y  primero  hera  meoestor  var 
cómo  ibe  aprohaodo  an  lodo,  y  ano  onioooeo  havria  qoe  my- 
rar  por  mooiaa  da  faM  causss  qoa  aqof  dacfa,  aon  por  olna  se 
podria  pasar,  que  no  creo  que  resoltaría  dellaa  nracbo  io- 
cooneniente,  pero  á  su  tiempo  el  consejo;  y  creo  yo  moy  bien 
qoa  lodo  lo  que  aquí  habéis  dicho  es  coo  el  aelo  qoa  aqnf 
decís. 

Es  ya  muy  tarde,  y  quédame  aún  mocho  de  Hopperus  y  Za- 
yaa,  que  coovieoe  que  bajra  esta  noche;  y  así,  no  podré  re^MO- 
der  á  las  otras  dos  cartas  ni  á  lo  que  oy  he  recibido:  mañana 
lo  procuraré. — Viernes,  noche.»— (Rúbrica.) 

(Bm  U  tuaHm  tma  id  Un*f  plugo  u  Im^i»  Ultm  dé  Ankmio 


—  4^5  — 
Pérez:)  lAl  Rey  nuestro  Señor.— A  xvi  de  Junio  de  1576. — 
En  su  mano.  > 

A  la  amabilidad  del  Excmo.  Sr.  Conde  de  Valencia  de  Don 
Juan  debo  el  conocimiento  y  copia  de  este  importantísimo  do- 
cumento, que  forma  parte  de  su  escogida  colección  de  papeles 
históricos. 

m 

Minuta  de  despacho  al  Secretario  Escobedo  de  mano  de  Antonio 
Pérez,  con  enmieiidas  y  apostillas  autógrafas  de  Felipe  II,  sobre 
la  ida  de  D.  Juan  á  Flandes. — (Sin  fecha.) 

€ Y  así,  señor,  yo  soy  de  parescer  que  el  Sr.  D.  Juan 

obedezca  con  grande  amor  y  resolución  á  S.  M.;  y  que,  pues 
S.  M.  entiende  que  en  la  persona  de  S.  A.  está  puesta  tanta 
virtud  para  el  remedio  de  aquello,  se  parta  luego  é  imite  á  su 
padre,  que  en  semejante  ocasión  se  metió  por  medio  de  los 
enemigos  para  remediar  y  sosegar  á  solo  Gante  (i).  De  que  se 
siguió  el  efecto  que  pretendia,  y  después,  estando  en  Alemania^ 
creo  que  en  Inspmch,  y  entendiendo  que  franceses  venian  sobre  Flan- 
des,  se  puso  en  camino,  viejo  y  tan  enfermo,  teñida  la  barba  y  dis- 
frazado, y  sólo  con  dos  ó  tres,  por  ir  más  secretamente  á  aquellos 
Estados,  como  lo  hiciera,  habiendo  ya  andado  muí  jornada  ó  dos, 
si  fio  le  hubiera  tomado  la  gota  tan  recio  que  no  le  dejó  pasar  ade- 
lante, y  se  hubo  de  volver  á  la  cama  muy  apretado,  en  la  cual  habia 
dejado  á  Adrián  (2),  á  quien  decían  misa  y  trahian  de  comer  para 
que  todos  pensasen  que  estaba  allí  su  persona,  y  no  le  echasen  menos 
hasta  estar  ya  muy  adelante;  y  espero  que  ha  de  ser  tanto  mayor 
el  efecto  que  ha  de  resultar  desta  resolución,  cuanto  es  ma- 
yor la  necesidad  en  que  lo  de  aquellos  Estados  se  vee. — S.  M. 
escribe  á  S.  A.  lo  que  le  parece  del  modo  como  debe  ir  su  per- 

(i)  Decía  de  letra  de  A.  Pérez  «aquellos  Estados,  1  y  Felipe  II 
lo  tachó  y  corrigió,  poniendo  en  su  lugar  lo  que  está  en  cursiva  y 
añadiendo  todo  lo  que  está  de  igual  letra. 

(2)    Su  ayuda  de  Cámara. 


-4I6-. 

MM,  f  ciarlo  d  so  llevar  el  Sr.  D.  Joaa  (eale  da  gMoa  om 

paraca  foraoao y  qoa  á  loa  iniírooa  Eatadoa  obadiaatM  peo- 

dría  terror  y  aapaoto  y  que  temicaao  locoaArark»  da  loqiuaaa- 
pana  aacar  da  m  gobiamo  y  ccMopaAí*,  da  BMirha  blaad—  y 
boa»  trafamiantm  y  «ato  craaráo  vardadarainaala  qaabaoda 
aacar  da  S.  A.  cuando  te  vean  ir  ata  fuerza  ni  geota  da  goarm, 
y  qoa  aa  ka  aatrafa  aolo  aa  m  podar  y  aa  flMla  aatiailaa  como 
eoeapaftaao,/  ié  mm  Mtmfnmitt  mm  é  Mm,  h  fval  áai/ar- 

tméwaitk^pukMgm áépu  m  imt  gnm  nmfimm  y  mmi  «r^ 

MliMawv  ^aa  par  nlé  amiaa  m  aa  ■*  mowjpmít  aa  ai#y  aMW  naai* 
/a  la  fw  M  anMAa  aa  «  A«  fúiidp  tammgnm  tmt  Uu  mrnt»,  vk 

con  la  fuam,  ni  ooo  tan  fran  gaato  tomo  m  Mo  u  k»  ktcko 

Aaimiamo  paraaoa  aany  oacaaario  al  ir  al  Sr.  D.  Joaa  aany  aoto 
da  criadoa  y  cQMa|aioa.....  f  tth  mo  m poürn  Imm  tm  mmgmm 
tiroé*  U  umgw»,  /or  mt  tcim  km  aMaaajr  na  tMfmmeU,  dé  mm- 
aar«  fM  «o  podrUm  w  tim  tmmjmméáfm;  lotm^  mm  m  tí,  pmm 

/ara  /adir  itktmmmioy  d$  fitr  $t,$im  wté$  Cmmjúpuim  mdi' 
oanet  d«  «f «atfat  EiÉadnt,  atl  i«  Ettoéo  mmo  ict  éámé$,fmétr 
jnMgm  i»  pm  H,  rawafi»  k  mom$éJém  Hm  pmrn  tañar  m  tcmmjOt 
y  tmmdé  no  /ara  áMoar  tí  Wf»,  fw  amf  ad  anb  aairtada.  Y  i»- 
anb  i*  tamumkt  «MO,  Aao<a  /ara  mqutílm  Etímim^  y  $t^  U  faa 
«Um  Í4*Mm,  ttmtím»  tmMm  pmm  tí,  ptrm  pu  aaa  íoio  tí  mmtít 

fUé  jémiito  Dimí  km»  tíUi  y  ditamiom,  etc Que  en  una 

nacaaidad  tan  grande  la  pida  an  peraona,  la  qntí  m  como  rrú> 

tímm  m  caaw  mhtíUro  «ifai,  na  /a  foirim  mtfttr  A  m  hmwmm> 

y  fa»  na  tmmptírim  «on  Dim,  tí  é  tsto  foUnit  é  fmümiúm  mmdm 
Migmim  4*  wtnky  mmifkofu  per  m  ftíégiom,  pvr  k$  arntuim 
qu4  U  km  ktcho,  y  pñmcifiümmU  m  áarts  Is  mtíoria  qut  U  dio;  y 
«Mi  M»r»  »  d4»ptn$  até  U  ka  o/mdido,  d»  matura  fmt  para  tímm 

hté  uria;  ni  toa  su  padrt  cumpliria  no  acnduado  á  Im 
dé  aqméUo$  Estados,  f  m  tí  quiso  tamto,  y  por  quim  awatmrólamh 
mato  ké  dicho,  y  doadé  faí  nacido  y  criado;  qué  es  tsto  dé  manera 
qné  ana  détdé  tí  délo  pmrcé  qm  u  quejaría  dil,  tí  m  étío  U/al- 
tam,pués  é  su  hermano  hééumsla  faUaqm  hariam  noacndiríé 


—  417  — 
forma  del,  y  no  podría  su  hermano  quedar  sin  muy  Justo  setttiiui¿H' 
to  si  en  tal  lucesidad  y  ocasión  le  faltase.  Tampoco  cumpliría  con 
el  inundo,  ni  consigo  mismo,  ni  con  su  honor.  Podréis  añidir  aquí 
algunas  causas  for  qué  no  cumple  con  el  mundo  ni  con  la  gente,  ni 
consigo  y  su  honor;  que  aquí  creo  entra  bien  lo  que  anoche  platicá- 
bamos  En  verdad,  señor,  que  he  pensado  que  para  aquello 

de  Inglaterra,  que  vra.  md.  entendió  en  Roma  (i),  no  será 
malo  hallarse  S.  A.  cerca  y  ocupado  en  tan  gran  servicio  de 
S.  M.;  demás  de  que  yo  deseo  ver  al  Sr.  D.  Juan  en  algún 
cargo  principal,  en  que  él  sea  solo  el  dueño  de  todo,  para  que 
conozca  S.  M.  lo  que  vale  y  la  buena  cuenta  que  sabrá  dar  de 
cualquier  gobierno,  sin  embarazo  ni  competencia  de  otros  Mi- 
nistros: que  no  ha  de  ser  de  poca  consideración  también  verse 
S,  A.  libre  desto.i 

IV 

Parecer  dt  Hopperus  sobre  la  ida  de  D.  Juan  á  F laudes. 

«Que  en  ninguna  manera  conviene  que  el  Sr.  D.  Juan  vaya 
allá  con  mano  armada  ni  gente  de  guerra  por  mar  ni  por  tie- 
rra. Que  ¡leve  consigo  los  menos  criados  y  gentiles  hombres 
no  naturales  de  aquellos  paises.  Que  no  lleve  secretarios  ni 
consejeros  de  otra  nación,  ni  en  manera  alguna  se  use  de  dos 
plumas,  deque  ha  procedido  todo  el  daño  de  hasta  aquí.» — 
(Sin  fecha.) 

El  Cardenal  Granvela,  en  sus  advertencias  á  D.  Juan  para  el 
gobierno  en  Flandes,  le  aconseja  muy  especialmente:  «que  se 
guarde  de  ofender  á  gente  principal  en  materia  de  amores  y 
sea  cauto  en  lo  que  de  esta  materia  tratare. » 

(i)  Alude  al  proyecto  que  hubo  de  efectuar  una  empresa  con- 
tra Inglaterra,  ayudando  Escocia  y  casando  á  D.  Juan  con  la  Rei- 
na María  Stuard. 


»7 


-4i8  - 


Comtutlm  ád  Ccmuja  i$  BtUlo  lok'é  U  iás  ds  D,  Jtm 
ÚFimdts, 


•TedoteoMMvdM  «i  k  ida  M  Se.  D.  Jufea  y  qat  m  par- 
M«l  mejor  mnedio  que  M  puede  apUcarálo  de  HaadM* 
Umm  qm  «ay»  por  Fnuicyi  oca  graa  bravedad  y  qm  ao  aa 
tiala  da  profaw  ocm  coia  aofcra  taato  qoa  Uapu  Otioa  ^oa 
vaya  por  Italia,  y  qne  antialaiilo  ee  eacHba  á  loa  Gobernado- 
fae,  elCt  y  aa  eaAala  algnaa  cabaia;  paro  ao  ealo  te  haa  locado 
nMidioa  inooayaoiaatat.  Oaanáa  deelo,  diceo  oaoe  qm  vaya 
afflaado  Uetraodo  loe  wapaaolai  axliaordiaarioe  de  Itotia  y  loe 
alefiMUMM  de  D.  Joaa  li«KM|iaa.  Otroa,  que  tieoe  en  Plandea 
haru  gente,  y  qaaooaau  parMioa  ydiaaropataaBaaaar  kqiM 
hay,  teodrá  harta  aa  loa  etpeftolei,  alea^aae  y  yaloneii  Otwag 
que  DO  vaya  armado^  y  qoa  oo  coafJMW  tá  aa  poada  llevar 
eeto  por  la  fuera,  porque  np  ee  pueda  hacer  cueota  de  la  feo- 
te alemaiia  ai  valooa Que  por  lodo  eito  (la  actitad  aoqta- 

cboea  da  loe  Prfocipee  de  Alaaaaaia  y  da  la  Reiaa  de  laglala- 
m),  y  por  la  impoeabilidad  de  las  fiíersaa  propia*  y  por  el  pe> 
Ijgiro  de  apealar  oMicbo  estoe  reynoe,  poee  ha  de  salir  delloe  la 
Mbitanría,  lee  paiace  que  ao  ee  debe  llafv  al  camioo  fiaerta; 
y  que  ee  peor  que  ae  vea  que  ao  ae  pudo,  que  no  que*  pieoeeo 
que  oo  ee  puede.....  Uooe  dioea  que  es  peor  perder  loe  Eeta* 
doa  dd  todo  para  al  ejemplo  y  oooaecMencia  de  loa  ocroa  rei- 
nos, que  reteocrloe,  como  quiera  que  ae  pudiere,  salvando  la 
religión  y  obediencia  de  S.  M.,  porque  ee  podrá  a^  mejor  ir 
coa  el  tiempo  recobrando  lo  demás,  y  que  eeto  hiao  el  Rey  de 
Francia  y  ha  sido  aprobado  por  Su  Santidad.  Otroe,  qoe  aa 
mejor  perderse  todo  para  la  reputación  y  para  el  ejemplo  de 
otros  Estados,  que  uo  conceder  á  éstos  lo  que  piden  por  asta 
forma,  y  añaden  la  poca  seguridad  que  habrá  que  con  ealo  te 
hajran  de  contentar  viendo  que  por  aquel  camino  salen  con  lo 
que  quieren.» 


—  419  - 
VI 

A  dvertencia  de  mano  de  Antonio  Pérez  á  S.  M.  sobre  la  ida  de 
D.  Juan  de  Austria  á  Flandes. 

t Si  el  Sr.  D.  Juan  convenia  que  viniese  luego  acá,  no 

habiendo  de  convenir  que  vuelva  á  Ñapóles,  ni  que  esté  en 
Italia,  como  dice  Quiroga  que  no  conviene,  aunque  no  hubiese 
de  ir  á  Flandes,  porque  el  Papa  no  le  pida,  para  lo  de  la  ar- 
mada si  viene  el  turco.» 

En  otras  advertencias,  también  de  letra  de  A.  Pérez,  escri- 
be éste:  «Si  se  escribirá  al  Sr.  D.  Juan  en  carta  de  S.  M.  con 
resolución  en  lo  de  su  ida  á  Flandes,  y  que  luego  parta  para 
allá,  ó  solamente  que  venga  á  Lombardia  y  que  yo  le  escriba 
que  se  va  tratando  de  persona  para  Flandes,  y  que,  entre  otras, 
está  la  suya  nombrada;  que  si  S.  M.  se  resolviese  en  ella,  que 

yo  soy  de  parecer  que  obedezca  y  se  sacrifiqíu Que  se 

meta  en  los  Estados  y  se  entregue  por  cabeza  y  gobernador 
entrellos,  que  será  la  cosa  que  más  amor  y  satisfacción  puede 
dar,  ver  esta  confianza  y  seguridad  que  se  hace  dellos,  quanto 
pudo  la  que  S.  M.  hizo  en  Inglaterra,  entregando  su  persona 

á  todo  aquel  reino Añadiendo  las  otras  razones  de  quitarse 

D.  Juan  de  las  pesadumbresde  los  Ministros  de  Italia,  y  de  que 
con  esto  se  verá  en  parte,  donde  pueda  mostréur  sin  embarazo  ni 
competencias,  que  es  para  gobernar  Estados,  y  con  su  persona  y 
experiencia  y  trabajo  y  buena  fortuna  repare  y  reduzca  aquéllos 
al  buen  estado  que  conviene,  que  es  lo  que  él  ha  dicho  á  V.  M., 
que  lo  en  que  quiere  ocupar  su  vida  y  persona  es  en  servicio 
de  la  Corona,  y  por  aquí,  etc.  Apretando  yo  á  lo  último  á  Es- 
cobedo  lo  que  les  conviene  obedescer  y  la  ocasión  que  él  tiene 
de  servir  á  nuestro  Señor  y  á  V.  M.  Itera,  advertirle  que  en 
ninguna  manera  debe  consentir  que  trate  el  Sr.  D.  Juan  de 
venir  acá,  porque  para  la  jornada  seria  gran  dilación.  • 

En  la  consulta  celebrada  en  el  Consejo  de  Estado  en  los 
días  20  y  22  de  Febrero  de  1576  sobre  designar  persona  para 
el  gobierno  de  Flandes,  se  acusó  á  D.  Juan  de  Austria  por  el 


prior  D.  Harnaado  ám  Tolado  át  «proette  eos  Übvliid  m 
ooMseootnbtónkaM<foS.IÍ.»  loclioáraaMlMMitdtlot 
CooMJOTM  «a  fivor  de  D.  Jaso;  pero  otros  propoticroa  á  !!«• 
dama  Marfviudo  Pum»,  á  m  bijo  Alfisodro  Ftnmúo,  á 
lo«  archiduqun  FotimumIo,  Curios,  y  priacipelmeate  á  Enm 
lo  y  al  doqM  do  Sabojra. 

va 

AFlmáti, 

Pva  oviUr  h  vaoida  de  D.  Juan  á  U  Corte,  el  Rey  1«  hsblt 
prvriafDeote  etcríto: 

Ot  oMadé  detpachir  uo  correo  por  tierra,  ^fémémét^u 

qoe  «ctttáaedee  orto  y  pHmiip^iwmU  wmiifm  tmiié  mtá,  por  «I 
gnuMle  iocooveoíoote  que  tmjora  eootifo.....  oí  he  querido 
tomar  aquí  á  eocargar  que  m  tdngwm  mum»  mi  ^  eifuea 
«eiMe  Bo  tratéb  de  venir  voa,  poea  oaaodo  ooo^ema  voeatra 
iraoida.  nadie  teodrá  tanto  cuidado  dalla  /  d*  tUmtnm  go- 
bio yo » 

BlRtféü,  Jmm  i»  ^Milm.-~{Sin  fecha.) 

«Anoche  roe  díó  Eacovedo  vneatra  carta  y  ■▼tao  de  fueatra 
llefada  á  Barcelona,  y  no  puedo  dejaros  de  decir  que.....  ooo 
desear  y  holgar  mucho  veroe  y  teoeroa  presente,  me  ha  quita- 
do mucha  parte  del  cooteotamiento  que  esto  me  diera...... 

VIH 

D.  Jutmi$  Ausir%0  A  Oottdo  VmíUjo,  su  </oawrfeier  ws/sr  (i). 

tGonzalo  Vallejo:  Ya  os  acordaréis  que  yo  mandé  dar  á  don 
Pedro  Qapata,  geatilhombre  de  mi  Cámara,  una  cama  de  tela 

(i)    Copiada  de  la  orinal.  (Colee.  SaJa^ar^  I>-6yf6í.  105.) 


de  plata  y  oro  con  su  cobertor  y  adere9o;  y  porque  mi  volun- 
tad es  que  la  dicha  cama  se  dé  al  dicho  don  Pedro,  ordenaréys 
y  mandaréis  de  mi  parte  á  mi  tapicero  mayor  que  entregue 
á  la  persona  que  el  dicho  don  Pedro  os  scriviere  la  dicha  ca- 
ma con  su  cobertor  y  adere90,  reservando  el  dosel  que  hay 
conforme  á  ella,  que  ha  de  quedar  en  su  poder,  que  por  la  pre- 
sente lo  tengo  así  por  bien  y  doy  por  libre  al  dicho  mi  tapice- 
ro mayor  ó  á  la  persona  que  tuviere  á  cargo  la  dicha  cama  del 
que  della  le  estará  hecho.  Nuestro  Señor  os  guarde.  De  Sant- 
Lorenzo  á  Xí  de  Setiembre  de  1576. — Don  Juan.* 


IX 


D.  Juan  de  Austria  á  D.  García  de  Toledo,  sobre  su  ida  á  Flan, 
des  pasando  por  Francia  disfrazado. — (El  Pardo  7  de  Octubre 
de  1576.) 

«De  mi  jomada  quiero  decir  lo  poco  que  el  tiempo  me  per- 
mite  que  en  sustancia  es  ir  á  Flandes  por  Francia  con  los 

disfraces  que  pueda  llevar  y  que  después  de  Dios  han  de  sal- 
varme; pero  no  voy  poco  contento  de  que  me  dé  esto  que  ofre- 
cer á  sus  servicios,  y  así  voy  aún  deseando  más  peligro  y  no 
fatigándome  de  los  nuevos  trabajos  que  emprendo,  pues  no  es 
éste  menos  que  volver  dentro  de  un  cuerpo  el  último  suspiro 
que  tiene  en  la  boca,  y  sin  llevar  aquella  parte  de  milagros  que 
por  la  de  los  hombres  convendría,  pues  el  dinero  es  corto  por 
ser  laigas  las  necesidades  presentes.  Al  fin  Dios  ha  de  tomar 
por  de  todo  punto  su)a  esta  causa  y  ayudarme  á  mí  propia- 
mente con  milagros {Colee,  de  doc,  tomo  VIH.) 


—  4*2  — 


D,  Jmm  4»  Amttñ»  fmt  m  wUj«  i*  mógmUú  á  Flminy  «•- 


Eo  U  cubitcta  de  «te  docomolo  dice:  «ReoMido  á  Ocla- 
vio  púa  dcMUiiode  FcaBcáa.teci«lo,coo  el  Sr.  D.  Jttuí  (i).» 

Rtctmio  délo  fmké  ii  Iuu4r  m  m  wUj§, 


•Seguir  mi  cemino  cao  toda  disáaMlacioa*  no 
bí  datnulodoaw  an  ooia  ntagiioa  que  aa  ofraaca,  por  lo  qoa 
impocta  aii  llegada  á  aahraaMBlo.  Lfagado  A  kim,  oonaicar 
coQ  García  de  Aroe,  para  quiea  Uavo  CHta,  m  cmmiao,  é  ia- 
fonnarroe  del  de  lo  qoe  cou tanga  para  acgotrle  coo  obAí  lega- 
rtdad.  Fiadiria  algua  cotcoo  6  paraooa  oany  plAtka  da  la  táe- 
na  y  leogua  para  qoa  me  goia  haHa  ftna.  Llafido  A  Pvia, 
qpM  ha  de  ter  con  ^  oMOoa  eamMndo  que  te  pudiere,  y  mi- 
mndo  allA  ai  aarA  naejor  irme  A  apear  i  caaa  de  D.  Ditjp  (a), 
6  eo  oCra  forma;  verme  coa  él  y  darle  coeota  de  ni  viafs  y  da 
loque  llevo,  y  tonar  lusy  aoüciadalealadode  laacoaaayda 
lo  que  mAa  oonvenga  para  acertar  —jor  oii  camino.  Habien- 
do hecho  esto,  y  entendido  el  eatado  y  seguridad  de  lo  de 
Cambray  y  Arras  y  paia  de  Artoia,  paaar  A  una  da  etlaa  vi* 
Uaa.  la  que  mejor  pareariere,  y  puaito  allí,  ai  6iei«  en  Caai- 
bray,  comunicar  lo  que  llevo  coo  el  Arzobispo  de  aquella  vi* 
lia,  que  por  ssr  hijo  de  Barlamonte  y  vasallo  de  S.  IC,  y 
muy  aficionado  A  su  servioo,  se  podrá  muy  bien  hacer,  y  con 
el  castellano  Moa  de  Ligues;  y  si  ea  Arras,  cooñarme  del  Go- 
bernador de  aquel  condado  el  Conde  de  la  Roja,  D.  Femando 
de  la  Noy,  y  de  Moa  de  Baria,  Gobernador  de  Arras.  Adver- 

(i)    Minuu  origiaal  de  mano  del  Secreurío  Antonio  Peras. 
(s)    O.  Diego  de  Zú&iga,  embajador  de  E»pafia  en  Francia. 


—  423  — 

tír  de  llevar  entendido  también  del  dicho  Embajador  cómo  es- 
tuvieren estas  personas  en  la  devoción  y  servicio  de  S.  M,, 
porque  de  la  segundad  de  esto  y  de  las  mismas  tierras  depen- 
de el  haber  de  tomar  aquel  camino.  En  caso  que  lo  de  aquella 
parte  no  esté  con  la  seguridad  que  conviene,  comunicar  con  el 
dicho  D.  Diego  el  camino  que  será  bien  tomar  para  pasar  á 
Mastrich  ó  Lieja,  que  paresce  que  será  bueno,  ó  por  Lorrena, 
ó  por  Lucemburg,  y  meterme  por  el  dicho  camino  en  una  de 
las  dichas  villas  que  paresciere  más  apropósito,  según  el  es- 
tado de  las  cosas.  Si  fuere  en  Lieja,  hacer  confianza  del 
Obispo  de  allí  por  ser  persona  de  mucha  confianza  y  aficiona- 
do al  servicio  de  S.  M.  En  Mastrich  está  Montesdoca,  que  es 
buen  soldado  y  persona  de  quien  podré  valerme  en  algunas 
cosas.  Llegado  que  sea  á  cualquiera  de  las  partes  que  arriba 
están  dichas,  qu§  esto  ha  de  ser  según  el  estado  y  seguridad 
en  que  estuviere  cada  una,  y  habiendo  entendido  el  estado  de 
las  cosas,  avisar  á  los  del  Consejo  de  Estado  á  cada  uno  de 
por  sí  y  á  los  Gobernadores  de  provincias  de  la  llegada,  y  es- 
cribirles á  ellos  y  á  los  demás  para  quien  se  llevan  cartas  el 
ánimo  y  determinación  con  que  va  de  darles  satisfacción  en 
todo  que  le  avissen  y  adviertan  de  lo  que  se  les  ofreciere  para 
el  bien  y  sosiego  de  aquellos  estados,  y  lo  que  más  á  este  pro- 
pósito paresciere.  Advirtiendo  principalmente  que  es  este  pun- 
to de  mucha  consideración,  que  ellos  pidan  lo  que  quieren  que 
se  les  conceda  para  la  pacificación  de  todo,  porque  así  se  hará 
con  mayor  reputación  y  se  concertará  más  presto,  pidiendo 
ellos  que  no  ofresciéndoles.  ítem,  se  advertirá  á  pedírseles 
persona  por  quien  remitirle  los  tales  despachos  ó  seguridad 
para  el  que  se  hubiere  de  enviar,  si  el  estado  de  las  cosas  lo 
pidiere.  Para  ordenar  las  dichas  cartas  y  despachos  en  que  se 
ha  de  poner  la  mano  sin  perder  tiempo,  valerse  del  Secretario 
que  tuviere  la  persona  principal  del  lugar  donde  se  hubiere  me- 
tido, y  que  todo  ello  vaya  en  lengua  francesa,  siguiendo  su  es- 
tilo y  forma  de  escribir  y  el  modo  de  firmar  que  llevo  adverti- 
do, ítem,  advertir  cuando  llegare  el  Barón  de  Rasinguien,  co- 
municarle todo  lo  que  hubiere  hecho  y  se  hiciere,  por  ser  la 
persona  que  es  y  del  Consejo  de  Estado.  ítem,  mirar  si  será 


-  4*4  — 

btealaeer  coa  «I  pnmámua  Viglint  alfas  anea  paitinalar  oá- 
cío,  porqoa  te  aafiíada  qaa  tiaaa  warhi  autoridad  coo  k» 
najroraa,  y  qm  podrá  par  aito  aocamioar  y  ayudar  mucho  lo 
qoe  ooovaofa.  Tañar  aukiado  da  ir  avitaado  da  todo  U»  qua 
faiara  anoadáMdo»* 

AémHémImáo  étS.M.mi  Sw.  D.  /«m. 

tBlMrridofrMida<|iaaliaoaáDioa,  y  qoa^  poaataoaaai 
m  lao  aojra,  do  la  fallará  na  ayuda,  aaidiendo  á  ál  aobra  to- 
do, y  maraaciéodoaala  coa  náa  cuidado.  La  oblifacioo  aa  q«a 
á  od  BM  pona.  Qua  poaato  ao  ano  da  loa  lafuaaqoallava  ad- 
vertido, y  hacha  te  ddigaoda  átt  laa  cartaaqna  ha  da  aanriar,  n 
foeta  admiudo,  y  m  cooleotarao  ooo  las  gracias  qoa  aüahao 
aalaa  apoaiadaa,  <|aa  aa  eraa  qoa  ao  haráa,  aa  deba  arto  ahra- 

fsota  d«  gdarra  cooforoM  y  ooo  lapntacioa  da  bataaa  aoeesos, 
y  para  podarsa  &ar  ao  aiU  qoa  m  mtu  aatislla  y  paacara  com» 
pooar  ktt  coaas  por  biso  coo  máa aaloridad  y  laplacioo  (i). 
Sí  las  cosas  astavierto  tao  adalaata  qoa  ao  haya  qoa 
ao  asto  y  pidiarca  al  sacar  los  sspaholas  y  se  podisra  i 
dar  aeto,  coo  qua  asa  daspoas  ds  ooodocklo  lo  da  Holaada  y 
Galaods,  y  diaerwairtiM  loa  astados  y  quedando  ao  los  casti* 
líos fuaraidoa da  tudaaooa,  yqoaao  lodal  Prfoctpa da Oraa* 
fs  se  remiu  al  Joaiicia,  y  qoa  sa  vualvan  las  cosas  al  gobier- 
oo  y  pia  aot^oo  del  tisoipo  del  £aq;Mrador,  uá  astar,  y  i 
COSIDO  astaba  allá,  coo  al  perdoo  faasral  qam  m  las 
ctarra  coa  ello,  procuraodo  qoa  todo  esto  se  ha^  eo  la  ma» 
jor  foroM  y  coo  la  mayor  r^iutacioo  qae  sa  podieie.  Paro  si 
Iss  coaas  estoviesao  tao  apreudea  qoa  lo  pidieaca  todo  abso- 
lotamaata  y  que  de  otra  ouuiera  no  qntsieaeo  recibirle,  parea- 
os qoe,  aalvaudo  la  religioo  y  mi  obediaocia  oauíio  se  puada^ 
llegaodo  las  cosas  á  oatos  términos,  prasnpiiasto  que  cootío» 
ne  atajar  este  fuego  y  no  dejar  llegar  aquella  geate  á  la  última 
dsssspcrarion.  y  que  coa  ella  se  cierra  todo;  que  ss  dabs  ooo- 

(i)    Estt  párrafo  está  tachado  por  Antonio  Peres. 


*—  425  — ' 

ceder  lo  que  fuere  menester  para  acabar  y  salvar  lo  que  se  pu- 
diere, y  que  el  último  advertimiento  que  se  puede  dar  en  tal 
negocio  es  éste,  y  que  se  fie  de  aquella  gente  con  toda  la  aven- 
tura que  se  corre.  Advertir  que  se  procura  de  sacar  de  los  Es- 
tados, en  todos  estos  casos,  que  despidan  y  paguen  la  gente,  y 
que  lo  que  no  pudiesen  pagar,  luego  salgan  por  ello  con  la 
gente  de  guerra,  de  manera  que  no  ponga  sombra.  Advertir 
que  en  estos  últimos  desórdenes  y  en  todos  los  pasados  debe 
de  olvidar  y  no  hacer  caso  de  todo  lo  pasado. « 


XI 


Imtrucciótt  dada  por  S,  M.  á  D.  Juan  de  Austria,  como  Lugar- 
teniente y  Capitán  general  de  los  Países  Bajos. 

flnstruccion  á  vos, D.Juan  de  Austria ,de  lo  queen  nues- 
tro nombre  en  ellos  habéis  de  hacer,  que  ya  por  espacio  de  al- 
gunos años  que  están  en  inquietud  y  alteración,  con  grande 
desplacer  nuestro,  para  llegar  con  la  gracia  de  Dios  por  todos 
los  medios  justos  y  razonables  á  la  verdadera,  firme,  duradera 
y  general  pacificación  dellos,  que  tanto  deseamos.  Primera- 
mente, como  todo  depende  de  Dios  Nuestro  Señor,  procura- 
réis  que  se  hagan  plegarias  y  oraciones  por  todos  ellos  á  su 

divina  clemencia dando  á  entender,  por  diversos  buenos 

medios,  á  nuestros  buenos  vasallos  y  subditos  y  á  todo  el  pue- 
blo, el  grande  amor  y  afición  de  padre  que  les  tenemos,  no  de- 
seando otra  cosa  más  en  nuestra  vida  que  verlos  por  la  gracia 
de  Dios  en  buena  paz,  tranquiii  lad  y  su  antigua  prosperidad, 
con  la  conservación  de  la  santa  fé  católica  romana  y  nuestra 

debida  obediencia Y  para  mejor  lo  cumplir,  nos,  siguiendo 

sus  pisadas  (las  de  Carlos  V),  habemos  elegido  para  el  gobier- 
no general  de  los  dichos  paíi>es  vuestra  persona,  tan  propinqua 
á  nos  en  sangre,  como  sois,  teniendo  por  muy  cierto  que  si- 
guiendo las  mismas  pisadas  del  quondam,  mi  señor  y  padre, 
mias,  y  juntamente  las  de  los  Gobernadores  y  Gobernadoras 
de  nuestra  sangre,  que  antes  de  agora  allí  lo  han  sido,  vos  go- 


derocfaoty  cottumbntiMMkuiyftuHrdadasen  tácmpodcMÍm- 

por  falla  deilo  anfwidiiiiBa  qoa  allf  hay,  moy  eootm  aaiMn 
irohmlad,  y  ha  tklo  la  causa  principal  (M  dicho  mal,  máéá 
tedoa  juato  y  raaonaMa  ronlMtamianfn  » (Pata  lo  caal  diapooa 

99  V^9D0Qfl9tt  90  SO  ttOftIflOO  9flttO0 100  ^^CMBMKOS  09  JSflHHlOa  DC*** 

vado  y  da  ftnaiwat.  y  ow  «¡loa  trata  loa  aifocioa;  qsa  aa  qotle 
el  CoaaaloJlaiBado  da  Trooblafl  y  Codo  lo  qua  d41  dopaiide: 
qm  m  admiiiiatra  boaaa  y  racta  juaticia  á  Codoa;  <|ae  loa  oMloa 
aaao  raalifadoa  y  loa  hoaooa  remuoeradoa;  qoa  aa  dafá  oa  par  - 
doo  anqrtio  y  faoaral;  qoa  eo  cuanto  á  la  goam,  aa  raatamaB 
las  bandaraa  d«  ordenansa  y  guarnidonet  ordioariaa,  como  aa 
tíainpodal  Empacador  aoliaa  aatar.)  «Yaa  aianto  á  lo  qoa  loca 
paiticttlamiaata  á  miaaiioa  boaooa  patea  y  vaaalloa  da  Holaa» 
da  y  Cdanda  y  ana  adbarentaa,  aaducidot  y  daamdoa,  no  por 
an  propte  flaalida,  aiC«a  looNaBBOi  «MiaaMata,  aioopor  la  da 
aqñalloaqoa  coa  ana  aiuiaaUaa  plilicM  y  «ala  ordao  han  aido 

cansa  de  todo  el  mal,  eaperamoa que  viendo  lo  aoaodicho  así 

en  ra^Mcto  del  perdón  (anaral  coom)  ocnuneota,  volver  As  oe 
aoyo,  ajando  bien  lOaBnMooa.....  al  verdadero  caasuM».*.* 
Tanto  eata  lostrucdóo  como  el  titulo  de  Lugarteniente  y  Ca- 
pitán general  de  los  Eatadoa  Bajoa  llevan  a61o  la  teha  da 
Madrid,  1576.  sin  mes  ni  día. 

xn 

D,  Jmm  éé  Ámttñ*  mí  /2rf .— {Vmlosa  ao  de  Octubre  de  1^76.) 

fl Me  parto  eeta  noche,  sábado,  no  tan  tarde  como  allá 

creta,  pensando  atender  á  mis  disfraoea  hasta  aerlo,  sino  á  loa 
diex  después  de  haber  ocupado  la  nodie  pasada  y  d  día  en 

ellos  y  en  lo  demás  que  ha  de  ponerme  en  aalvamento Lsa 

tintas  no  me  han  aprovechado,  traa  de  haber  ocopado  toda  la 
nodw  y  ttaAana  eo  ponerlas;  mas  con  lo  demás,  fuera  deliaa, 


—  427  — 

procuraremos  encubrirnos  hasta  que  nos  desconozcan,  pues 
nos  va,  fuera  de  lo  principal,  que  es  el  efecto  que  nos  lleva, 
las  vidas.  Desto  debe  quedar  á  V.  M.  continua  memoria • 

xni 

D.  Juan  de  Austria  á  S.  Af. —(Irún  á  24  de  Octubre  de  1576.) 

«Señor:  Yo  acabo  de  llegar  en  este  punto  aquí  á  Irun,  no 
habiendo  pasado  tanto  trabajo  en  mi  vida  como  en  solo  este 
camino,  porque  con  ser  tan  pocos  caballos,  ha  sido  fuer9a  co- 
rrer en  unos  mismos  muchas  veces  doce  leguas,  y  tal  vez  diez 
y  seis,  y  aun  con  todo  tener  por  gran  suerte  el  salir  de  las  pos- 
tas en  dos  horas  ó  algo  menos  después  de  llegados  á  ellas.  Al 
fin,  V.  M.  crea  que  se  ha  trabajado  mucho  y  dormido  muy 
poco,  aunque  la  diligencia  parece  corta,  y  aun  esto  no  me 
deja  de  costar  renovación  de  males  viejos,  con  que  he  llegado 
aquí;  pero  Dios  quiriendo,  no  serán  parte  para  impedimento  á 
la  jornada,  pues  el  ser  tan  suya  y  tan  de  V.  M.  ha  de  vencer 
todos  males  y  dificultades,  y  así,  para  partirme  luego  espero  á 
Octavio,  que  por  no  perder  tiempo  fué  á  Fuente- Rabia,  y  me 
vine  yo  aquí  á  tener  todo  en  orden  como  está.  Acaba  de  llegar 
agora  un  mercader  francés;  no  asegura,  según  me  dice,  mucho 
los  caminos;  pero  no  dudo  de  cosa  ni  la  temo,  pues  para  esto 
hay  tantas  razones  y  obligaciones  juntas.  Ora,  Señor,  lo  que 
conviene  es  que  V.  M.  mande  acabar  con  mucha  brevedad  lo 
del  dmero,  y  con  la  misma  y  con  él  inviarme  á  Escobedo,  pues 
sin  estas  dos  cosas  no  sé  cuáles  me  saldrán  mis  principios,  y 
son  en  los  que  querría  que  no  me  faltase  lo  que  después  se  me 
dará  sin  provecho  y  se  me  querría  haber  dado.  Y  pues  puede 
suceder  caso  en  que  se  me  acudiría  con  la  sangre  propia  si  valie- 
se, suplico  de  nuevo  agora  á  V.  M.  se  me  acuda  con  lo  que  digo, 
que  es  dinero,  dinero  y  más  dinero,  porque  sin  éste  valiera  más 
no  haber  puesto  tantas  prendas;  no  sé  que  me  quede  más  que 
decir  ni  suplicar  á  V.  M.  Otavio  acaba  de  llegar  con  García  de 
Arce,  y  así,  para  partirnos  luego,  acabo  ésta  y  suplico  á  nuestro 


fMid*  á  V.  M.  coa  te  fettddttd  y  oommto  <|iw  dMM  y 
Di  Iran  á  H  ^  Octabra  da  t576.»I>o  V.  II. 
b«clmiii  y  más  bumild*  Mnrtdor  qo*  tat  Rattet  nuK»  ban, 

XIV 

Si Rty  á  D.  Jmm  dé  ámtlrm.'-{Ea  El  Ptedoáji  daOctufara 
da  1576.) 


qoa  oa  ¡Mrttetfs,  BM  ptfftaeió  aoCralnar  al  dada- 
lar  te  laaotacioa  qoa  toase  ao  voaitra  partida  y  canino  tcaa  6 
cuatro  dút,  para  qoa  podiéioJei  lulteroa  bten  adátente  OMUido 
•a  eotcodiaaa;  y  paaadoa  éitoa,  df  parte  de  ello  y  da  laa  caoaas 
qoa  ma  Iwbiao  movido,  á  loa  qua  traían  de  e^aa  materias  y  i 
loa  demás  dd  Cooarjo  da  Bátado;  y  astmísoM  á  Hopparns  y  á 
itaain|^i«o,  didéodutea  á  ástoa  particotennaote  qoa  te  cama 
porque  me  habte  raauelto  eo  qoa  fuááodea  solo  coo  Octavio 
(Goossfi)  y  qoa  00  foaae  Rasin^ten  coo  voa,  babia  sido  por- 
que habiendo  de  ir  juotoa,  Ibera  necesario  Itevar  reaoludoo  de 
los  negocios  que  quedaban  por  reaolvar • 


XV 

D.  7mm  éé  AnOrim  á  S.  A#.— <Parf«,  pobrero  de  Octubre,  á  tes 
aaia  de  te  maitena  de  1576.) 

•SeAor:  Despoes  de  baber  pasado  eo  el  camino  qoe  be  traído 
mucbo  trabajo,  por  haberlos  hallado  muy  ruioes,  y  haberma 
llovido  siempre,  y  habenne  tamlMeo  detenido  medio  dte  ao 
Burdeoa  sin  dejarme  paaar,  y  haber  eocootrado  con  un  fiaocéa 
en  coya  compsftia  be  venido  doa  dias»  trayéndooos  Un  como  á 
criados,  que  te  truje  tres  postas  so  maleta;  y  al  fin,  habiendo» 
como  difo,  trabajado  mucho  y  descansado  arto  poco,  ha  sido 
Dios  aervido  de  que  llegase  anoche  aquí,  y  hiciéralo  te  paaada 
si  no  me  hubieran  sucedido  los  impidimantos  dichos,  que,  ú 


—  429  — 
puedo,  los  escribiré  más  largo  á  Antonio  Pérez,  aunque  no 
creo  podrá  ser  ahora,  por  la  priesa  de  partirme,  que  es  grande, 
porque  con  haber  venido  á  esta  casa  del  Embajador,  como  él 
escribirá,  he  sido  visto  y  conocido  de  criados  suyos,  y  casas  de 
Embajadores  son  muy  espiadas,  y  así  creo  no  podrá  tardar  en 
sonarse  siquiera  algo  de  esta  mi  venida,  porque  está  muy  pues- 
ta en  consideración  de  todos. 

He  aquí  en  sustancia  cuanto  puedo  decir  agora.  V.  M.,  por 
amor  de  nuestro  Señor,  ayude  estos  principios  y  haga  aquí  en 
ellos  no  nos  ven9an  tantas  dificultades,  porque  las  que  á  mí 
tocan  yo  las  ven90  quanto  es  posible,  y  así  crea  V.  M.  que  lo 
hago  y  lo  trabajaré  hasta  lo  último;  pero  al  fin  todo  será  perdi- 
do, y  créalo  V.  M.,  las  dilaciones  y  falta  de  dinero  tienen  ago- 
ra la  fuerza  que  por  lo  pasado  han  tenido,  y  para  que  tanto  me- 
nos tema  yo  esto,  acuérdesele  á  V.  M.  Suplíceselo  que  soy  yo 
el  empeñado,  y  que  esta  prenda  debe  ponerle  en  nuevo  cuida- 
do, pues  por  cuantas  vias  he  sabido  lo  he  procurado  más  que 
otro  merecer  á  V.  M.» 

XVI 

D.  Juan  de  Austria  á  los  del  Consejo  de  Bruselas. 
(De  Lucemburg  á  4  de  Noviembre  de  1576.) 

«Yo  acabo  de  llegar  tan  solo  y  tan  falto  de  todas  cosas,  que 
me  hallo  sin  secretario,  por  lo  cual  no  irá  ésta  en  francés,  que 
aunque  lo  hablo,  no  sabré  aún  escrebirlo;  y  estimo  en  tanto  el 
no  perder  tiempo  en  nada,  que  antes  de  buscar  secretario  quie- 
ro escribir  luego  ésta  de  mi  mano  en  español. 

Con  la  venida  de  monsiur  de  Abre,  habrán  VV.  SS.  enten- 
dido la  resolución  quel  Rey  mi  señor  habia  tomado  de  enviar- 
me al  Gobierno  destos  paises  con  la  resolución  y  remedios 
para  la  pacificación  de  los  rumores  y  diferencias,  que  con  su 
gran  desplacer  han  durado  tanto  tiempo  por  acá;  y  así,  ha- 
biéndome yo  aventurado,  y  con  mucho  trabajo  y  diligencia 
llegado  á  esta  villa,  lo  doy  todo  por  más  que  bien  empleado, 
pues  ha  sido  Dios  servido  que  esté  yo  adonde,  cumpliendo 


-43^  — 

tM  fDMdt  qne  taifo  dt  «BplMnM  ta  d  btMAeio  y  qoidad 
dt  todos  eüot  Etfadot,  paca  lo  cual  me  ha  de  aprovecfaer  de 
tM  peñones,  y  pfñtto  emendev  eos  iWMstsdsSf  powiBS  la  ds 
•  ia««  7  a  ■■  IB  sa  Dfiíwa»  es  coa^NMiMnss  ea  looBa  eas 
jwlM  dsmendse  y  praftsasioaas,  y  eo  cUes  las  eyadaré  yo 
000»  qoiea  tiae  esto  por  priactpal  dssso;  y  paga  dselMar  aiás 
ea  pefticalsr  esta  iiMÍBeioa  de  S.  M.  y  BMi,  oemMdfá  iatrisr- 
BM  000  la  mayor  hretodad  qae  poeible  sea,  la  peraeaa  é  per- 
soaas  qiM  allá  aUtisrao  y  aoBabrareo;  pero  ea  al 
las  arwai  gmatímtáú  ea  has  SMvido  yeadadia  se 
aaÉMi  todos,  coofoudiá  frandeaMSle  al  sarricio  de  Dk»  aaee- 
Iro  Seftor,  al  de  S.  M.  y  al  biaa  del  pafs.  que  ceeea  y  que  ee 
aqoietoa  todas  lea  faolae  dal  pafs.  Se  lo  pido  y  ftssfa  yo  da 
■i  paito  oaaaio  paade  á  W.  SS.,  pQcqaa  á  la  féato  da  fHini 
eepefteia  y  á  la  dsasls  qos  srtaleVen,  sBeadarf  yo  taesUsa 
aquiatsr  y  snamariw.  ao  dodando  que,  Irataodo  eetae  coess  eo- 
lia oosotrospor  los  tánniooa  que  di(o  de  qaietody  tosasatt* 
dad,  lonnráa  cierto  coa  el  fiinror  dhríao  tal  fia,  qm  uamtto 
Seftor  Dioe  quede  servido  y  S.  M.  taasbieo,  y  W.  SS.  coo- 
taitfas  y  sslirffchos,  y  el  paib  eo  todo  repoio  y  traoqoUidad; 
y  en  eüo.  aelorss,  mamplearé  yo  ooo  wa  grsa  deaeo  decoo»- 
placerlas  y  derles  toda  satísCiccioo  y  gasto,  como  lo  varán  fcca- 
tándooae.  Guarde  Nuestro  SeAor  las  OMiy  ilustres  personee  de 
W.  SS.  oooBo  dsewea.  Pe  ¡«ainhiwg  á  4  de  Noñembca 
de  1576.» 

XVU 

D,  Jtum  A  Im  mkm  it  U  fmtt  is  gtmfm  w^eásís. 
(De  Lucemburg  á  4  de  Noviembre  de  1576.) 


clf uy  msgnifinna  seinraa-  llaipnsa  da  habsr  peaado 
trebejo  y  peligro  <ie  veoir  tan  soto  de  E^Mfte  y  por  tierras  tan 
extrañas,  he  Usgado,  bendito  Dios,  coa  salud  á  esu  vilU  de 
Lucembuq{,  en  la  casi  he  entendido,  con  mocha  pena  mis,  las 
diierenciss  y  armas  que  andan  lovantoása  entre  estos  Estados 


y  la  gente  de  guerra  española;  y  porque  al  servicio  de  S.  M. 
conviene  que  esto  se  aquiete,  os  mando  que  en  la  hora  que 
ésta  recibáis  no  os  mudéis  de  vuestros  alojamientos  ni  hagáis 
ninguna  novedad,  sino  que  aviséis  del  estado  en  que  estáis,  y 
esto  ha  de  ser  por  carta  sin  enviarme  personas,  porque  yo  las 
estoy  aguardando  para  concertar  la  quietud  de  todos,  y  lo 
mismo  he  pedido  á  los  destos  Estados;  que  esto  es  lo  que  con- 
viene á  todos;  y  porque  yo  no  tengo  lugar  como  tan  recien 
llegado,  de  escribiros  á  todos  en  particular,  digo  al  que  ésta 
primero  aportare,  así  de  los  que  mandan  infantería  ó  caballería 
y  castillos,  que  dé  aviso  á  los  demás  para  que  todos  obedes- 
can  lo  que  aquí  os  escribo.  De  Lucemburg  á  4  de  Noviembre 
de  1576. — A  lo  que,  señores,  mandáredes. — D.  Juan. — Para 
cualquiera  de  los  maestres  de  Campo  de  la  Infantería  ó  Go- 
bernador de  la  Caballeria.» 

XVIII 

D.  Juan  ¿U  Austria  á  S.  M. 
(De  Lucemburg  á  yde  Noviembre  de  1576.) 

€  Señor:  Muy  solo  me  hallo  y  muy  desacompañado  de  todo 
lo  que  es  menester,  como  siempre  me  figuré,  para  atender  á  lo 
de  acá  y  dar  á  V.  M.  particular  noticia  de  mí  y  de  lo  que  he 
hallado;  pero  con  todo  esto,  llevaré  lo  erape9ado  adelante  sin 
que  me  falte  espíritu  en  el  servicio  de  V,  M.,  y  así  satisfaré  en 
mi  posible  y  más  á  cuanto  me  tocase  pxjr  mucho  que  ello  sea. 
Yo,  señor,  salí  de  Paris,  como  escribí  de  allí  á  V.  M.  pocas 
horas  antes  de  hacerlo,  muy  apríesa,  y  la  misma  tuve  en  mi  ca- 
mino, porque  creí  cierto,  y  agora  no  lo  dudo,  sino  que  aquella 
noche  ú  otro  dia  al  más  largo  se  tuvo  noticia  de  mí,  porque  no 
quedó  criado  del  Embajador  que  no  lo  entendiese  y  me  viese, 
y  entre  tantos  tan  espiados,  mal  podia  guardarse  un  secreto  tal 
mucho  tiempo,  y  trabajé  cuanto  pude  por  llegar  en  breve  á 
tierra  de  V.  M.,  por  lo  que  en  las  agenas  pudiera  sucederme 
descubierto;  pero  hallé  tan  malos  caminos,  tan  pocos  caballos 
y  tan  atajado  todo  por  la  peste  que  hay  en  Metz,  que  hube  de 


-43a  - 

tttoottut  y  QdiQtfflK  bmm  4|M  ^QMMfft*  A'  nn  nié  Oioc  tervido 
qott  Ikfift  aquí  i  lot  tr«t  «o  la  noche,  y  porque  y«  yo  traía 
ootida  deadt  Ttoobtla  da  la  devock»  an  qae  m  hallaba  eala 
aatado  y  de  U  obadieocía  qoa  laaiaB  á  V.  If ..  iovié  delante 
á  Octavio  paim  qoe  antea  qoa  yo  estrave  eo  eaia  villa,  lo  en- 
mdieaa  máa  en  partictilar  de  loa  miamoo  (obenwdoiaa  dalla 
y  da  Moa  da  Kavaa,  y  qoe  á  étte  na  fiata  y  daacubrifia  ai  va* 

Hfsoaa  aaf,  y  anoqoe  le  envié  á  piweoír  qoe  por  tto  día  leria 
bien  qoa  la  tuvioia  aacralOt  por  ai  acaao  ooBvtsieaa  paav  oda* 
iMMi  t  por  otro  tal  qoe  aa  ofraciaaa;  al  fin  lo  hallé  yo  pébHee 
an  cierta  menera,  y  no  podo  ni  convino  tenerte  máa  cofaierlo. 
He  aido  focibédo  da  loa  da  aqof  bien  por  ciarto,  y  cono  de  feo> 
lea  qoe  aa  tiaaao  y  dan  haala  agora  por  finoaa  y  laalaavaialloa 
de  V.  M.  Luego,  en  llofuido,  qoíae  entender  al  attado  da 
todo,  y  entendí  aer  el  peor  qoa  podía  hallar,  poea  aólo  eatá 
por  levMlar  aato,  y  á  lo  que  aa  crea  Friae,  no  tanto  por  hi  vo- 
lontad  de  loa  de  ella,  como  por  teocrloa  en  freno  al  goberna- 
dor, qoe  ea  Roblaa,  como  V.  M.  aabe;  lodo  lo  daanéa  eitá  ooo> 
vocado  junto  y  atendiendo  4  grandea  licvaa  qoe  haoan  de  gen- 
te franceaea,  inglaam.  balooea  y  da  ka  denoéa  nadooea  qoa 
hallan,  aia  oonaídaradoo  de  an^goa  6  anenúgoa  de  V.  M.,  y 
todo  eato  ee  levanta  y  ae  amaaa  en  ao  nombie,  eo  el  aaiaaM 
reoogan,  noaólo  geolao  del  Prfocipe  de  Orange,  pero  ano  pora 
8B  miaaaa  peraona  le  eatá  nderoa^ando  eo  Broaelea  aa  eaaa. 
Entre  tanto  que  todo  eeto  ae  va  haciendo  por  uoa  mano,  por 
otra  van  tratando  nmy  aprieta  de  lo  de  la  reltgion  y  gobicmo; 
lo  primero  como  lo  aegondo,  y  todo  coaw  Infidea  á  Dioa  y  dea- 
lealaa  á  V.  M.,  y  i  eete  fio  atraeo  aaf  coantoa  pueden;  y  para 
ello  eon  todos  de  coocierto,  y  eecriben  y  ordenan  en  nombro 
de  V.  M.;  mas  cuando  ae  les  acude  por  algo  coavioieote  á  an 
servicio,  juegan  á  esotro  lo  sabe,  encogiendo  los  unoe  loa  hooH 
bros,  y  otros  remitiéodolo  á  los  otros,  de  manera  que  en  sus- 
tancia desta  he  hallado  estos  pobres  eatadoa.  Maa  en  particu- 
lar va  eacrito  todo  en  francés,  porque  he  remitido  qoe  me  haga 
esta  relacioo  Moe  de  Navas,  que,  como  V.  M.  sabrá  mejor,  ea 
comisario  general  y  del  Consejo  privadOr  y  por  raaoo  de  an 


—  433  — 

cargo  creo  que  le  metía  el  Comendador  mayor  en  el  de  esta- 
do. A  éste  he  remitido  no  sólo  esto,  pero  hémele  puesto  en 
bra90s,  porque  cierto  en  el  poco  tiempo  que  le  he  tratado,  he 
conocido  mucho  bueno  en  él,  y  lo  que  mejor,  lealtad  y  buenas 
entrañas,  pues  de  lo  primero  tiene  hecha  prueba  con  no  haber 
acudido  al  llamamiento  que  le  han  hecho  tres  ó  cuatro  veces, 
y  por  la  última  hallé  aquí  un  buen  hombre  inviado  á  él  de 
parte  y  con  carta  de  los  estados,  y  deste  hombre  se  ha  sabido 
lo  más  de  lo  que  envió  á  V.  M.  Y  por  no  salir  de  mi  propósi- 
to empezado  que  después  volveré  á  estotro  de  lo  segundo,  voy 
también  tomando  esperiencia  con  lo  que  me  aconseja  y  ad- 
vierte y  con  la  diligencia  y  cuidado  que  pone  en  esto  y  en 
buscar  inteligencias  para  atender  lo  que  pasa,  porque  estamos 
sin  saber  más  de  lo  que  quieren  consentir  allá  dentro.  Este 
hombre,  señor,  es  todo  el  descanso  que  tengo,  y  así  por  él  me 
gobierno  hasta  agora;  y  habiéndole  parecido  cosa  muy  convi- 
niente,  he  escrito  las  cartas  en  español,  cuyas  copias  van  con 
ésta  de  mano  de  Octavio,  que  me  ayuda  arto,  porque  para  las 
de  francés,  demás  del  peligro  que  corria  en  el  tiempo  habien- 
do de  ir  con  otras  mias,  se  juzga  que  se  tomarían  por  cartas 
ordinarias  al  estilo  de  otras,  y  que  baria  más  provecho  y  seria 
de  mayor  fuerza,  que,  entre  tanto  que  estotras  van,  les  escri- 
biese yo  á  todos  juntos,  y  en  particular  al  Duque  de  Ariscot  y 
presidente  Viglius  de  mi  mano  y  de  la  forma  que  verá  por  esas 
copias  V.  M.  Lo  que  también  escribí  á  la  gente  de  guerra  es- 
pañola, pareció  convenir:  lo  uno,  porque  tuviesen  noticia  de  mi 
venida,  entre  tanto  que  no  se  la  podía  dar  más  en  particular 
con  ordenarles  lo  demás  que  conviniese,  y  lo  otro,  pareció  que 
les  escribiese  de  aquella  manera,  porque  de  otra  no  le  dejarían 
dar  la  carta  al  que  la  lleva,  pues  aun  con  ir  como  la  pueden 
desear  los  que  la  han  de  ver,  está  muy  en  duda  si  se  lo  con- 
sentirán. Mire  V.  M.  en  cuan  peligroso  término  he  hallado  es- 
tos Estados,  pues  debajo  de  su  nombre  se  atiende  tan  apriesa 
á  la  total  ruina  dellos,  y  con  el  de  echar  á  los  españoles  dellos, 
juntan  gente  y  recogen  armas  en  grueso,  para  no  solamente 
hacer  lo  que  dicen,  pero  también  para  salirse  con  lo  que  quie- 
ren, como  señores  ya  de  sí  y  de  sus  volimtades  y  dañadas  in- 

28 


por  «o  V.  M.  vajra  echando  lo  de  acá  á  lo  peor» 
pon  ballane  deede  liMfo  apercibido  y  mandannt  á  mf  qñé  Im 
de  hacer  «  oo  me  admiten,  coo  lóio  darles  lo  que  tcaifo  atoo  do> 
jándolü  Tmr  cootra  Dioo  y  ooofaa  V.  M.,  porque  me  dice  Ha- 
vas  qne  ten»  oatáo  tan  adelaali  «n  lodo  ealo,  que  has  do  Ilefar 
á  eala  última  detvrrfcOco^,  en  que  ni  V.M.  ha  de  vedr,  ni  yo 
pa«r  ni  aun  conaentirlo  al  penaamiento;  de  maaeni  qoe,  poea 
la  praeba  de  lo  qoe  aera  aalá  tan  carca  y  la  ooaa  ha  ll«|ado  á 
tal  punto,  ea  ya  ti«fnpo  de  pragonUr  á  V.  11.  lo  q«M  dif0e  a«» 
pKoole  cnanto  puedo  me  laaponda  loefo  qoé  haré  de  ntf  y  da 
lo  denáa  que  podtera  maofl^,  aia  dm  logar  á  que  dilaciooaa 
pongan  mát  el  p^ligR»  en  lo  aano  qoa  hay  en  lo  ilnlimtn,  qaa 
yo,  Señor,  eo  el  entretanto,  naaré  de  todoa  loa  madioa  poaiblaa 
pera  la  cura  de  llafM  tan  penetrantea,  por  térmiooa  y  caminoa 
blandoa,  qnietoa  y  da  confiaasa,  cooao  ha  ampanado,  pnaa  van* 
go  publicando  que  si  llego  dranndo  aa  para  vtlnns  á  modo 
delloB.  digo  en  coatumbrea  ygobiemo.  aalimndo,  na  aiiiande,  lo 
que  debe  aer  salvado,  qoe  lan  feara  ooaso  eato  no  ma  InTÍa 
V.  M.  ni  tengo  yo  de  tomar  otroa  aaodoa  y  aHoaraa  de  pro> 
ceder  coo  ellos.  B^ieraré  á  vor  qné  me  rsapondan.  <pié  hacen, 
qu6  hombre  6  hooslirea  aae  ¡avian  y  con  coalas  comiaíooaa  pan 
lo  demás  que  deapoea  deato  ma  tocare  eo  el  remttMea  eataa  car- 
tea y  dfapadwt  de  V.  M.,  que  I»  miai  eo  francés  se  satán  ya 
haciendo  y  pata  las  otras  resoluctooes  que  yo  habré  de  tomar, 
6  de  entrar  si  me  admiten  dmpoea  de  haber  concertádoooaen 
todo,  óeo  proveer  deadeaqof  lo  que  aepudicee  para  salvar  loa 
eapaftolea,  si  todavía  qniaiñeo  loa  Eatados  llevarlo  por  armaa 
entre  ellos,  y  oo  por  concierto  ni  pez  conmigo;  pero  en  tal  caao 
(que  no  quiera  Dioa  ancede)  oo  aé  oémo  ha  de  ao"  poiSUa  jon- 
tarae  y  salirse  6  deCsnderse  loa  eapaftolea,  pues  eo  «Cacto,  aon 
pocoe,  muy  divididos,  y  estando  tomadoe  lodoa  los  paaoa  y 
cortadoa  aun  hasta  para  el  comunicarae  por  cartea,  y  ea  eato 
de  manera  que  no  hallo  camino,  sí  bien  we  buscan  con  gran 
dilif^encia  para  avisarlea  de  mi  venida  y  animarles  con  ella, 
que  entinndo  lo  han  bien  menester,  porque  há  tres  meses  qoe 
dix  que  están  sin  orden  de  lo  que  ham  de  hacer,  sino  proce- 
diendo á  cuestaa  contra  ella,  y  así  tienen  en  tanta  iadanactoná 


—  435  — 

estas  gentes,  que  suplico  á  Nuestro  Señor  baste  ya  mi  venida 
para  satisfacer  sus  ánimos  por  medio  della  antes  que  por  las 
vias  empe9adas  que  han  tomado. 

Aqui  adonde  yo  estoy  parece  que  convendrá  reforgar  un 
poco  de  guarda  con  toda  disimulación;  pero  para  traer  gen- 
te de  fuera,  ni  para  entretener  la  poca  que  hay,  hay  un  real 
ni  forma  de  haberle,  pues  ni  el  dinero,  que  debe  estar  ya 
en  Italia,  ni  las  cédulas  que  truje,  me  valen  hasta  agora  de 
nada,  porque  ni  las  puedo  inviar  á  Anveres,  ni  inviadas  se 
me  puede  encaminar  un  real,  ni  en  Paris  lo  halla  el  Embaja- 
dor, según  me  dice,  ni  V.  M.  se  lo  provee.  Escribo  á  Escove- 
do  que  al  pasar  por  allí  busque  todo  el  que  pudiere  y  haga 
que  se  remita  á  pagar  en  Metz  ó  aquí,  pues  traerlo  él  será  con 
gran  peligro  suyo.  Por  eso  vaya  también  pensando  V.  M.  al 
remedio  desto  de  la  provisión,  como  será  conviniendo  tanto,  si 
las  pla9as  de  acá  tienen  los  caminos  cortados,  que  esto  se  en- 
tenderá presto  con  lo  demás  de  lo  que  mi  venida  causa.  El 
dicho  Escovedo  creo  cierto  que  traerá  más  dinero  del  que  yo 
truje,  como  V.  M.  me  lo  dijo,  y  que  con  él  entenderé  que  están 
abiertas  las  vias  que  tan  cerradas  dejé  á  la  correspondencia 
por  el  decreto  ó  por  no  haberse  aún  concertado  lo  del  medio 
general  que  tanto  y  tanto  conviene  al  servicio  de  V.  M.,  á 
quien  suplico  perdone  los  desconciertos  desta  carta,  porque 
ellos  van  escritos  en  ella  como  acá  los  he  hallado  y  entendido. 
Octavio  me  ha  traído  tan  bien,  y  tan  sin  perdonar  á  peligro 
ni  trabajo  suyo,  y  después  de  llegado,  ayudóme  tanto  del  en 
todo,  que  no  está  menos  obligado  V.  M.  á  agradecérselo  y  ha- 
cerle merced,  que  yo  á  suplicárselo  muy  de  veras,  pues  ver- 
daderamente, señor,  las  encomiendas  y  cosas  tales  se  criaron 
para  animar  á  otros  para  servicios  tales,  y  así  suplico  yo  cuan- 
to puedo  á  V.  M.  que  á  su  tiempo,  cuando  se  tratare  desto,  se 
acuerde  deste  caballero,  que  por  hijo  de  su  padre  y  por  su  per- 
sona lo  tiene  tan  merecido  á  V.  M.,  y  agora  luego  será  justo 
que  le  mande  escribir  una  carta  con  ringlones  de  su  mano 
agradeciéndole  lo  que  tan  debidamente  debe  cierto  agradecér- 
sele. Todo  esto  torno  de  nuevo  á  suplicarlo  á  V.  M.  Taml>ien 
convendrá  escribir  otra  carta  y  inviármela  á  este  Mos  de  Na- 


—  4^  — 

m  eoo  fractat  por  lo  l>ien  qoe  yo  be  bocho  fe  quo  m  ha  go- 
boraado  T  por  lo  qtao  doapaoa  dol  Lofado  ma  ha  aaíatido,  ooa- 
tingando  olhacéraato  y  oor<wnan<1áiMV»la  do  ■oofogaa  lo  hafi; 
y  «n  vordad  qoo  holfara  arto  do  traer  carta  para  él  como  para 
loa  danéa  la  tsaico,  qoo  por  tonar  oficio  tan  priocÚMÜ  como 
tionoyaarolGaaodéláloqoaTao,  paroooaloqooÁioaera- 
modinrá  «a  parto.  Pkrm  ooko  aatado  y  para  el  de  Priaa  j  para  loa 
fobomadona  del,  croo  tana  aoortado  iovianne  cariaa,qao  yo 
OMré  ddltt  os  dánoiaa  aagon  Tiara  ooonranir,  y  oo  laaarlaa  no 
oa  piavdo  anda.  Aquí  ot  gobonador  afora,  on  Iniv  dal  Cooda 
do  ilaarfilr.  ol  Coodo  do  Maadraaat,  qva  oa  do  aqof  y  da  loa 
máa  príocipalea  oo  oota  tierra;  aera  también  á  propóáto  carta 
pan  ét  Doapoaa  do  lodo  eole  oocritoliatt  llegado  loa  aviooo, 
quo  van  á  lo  últirao  do  la  ralacion  qoa«  aegon  vao«  oonciartHt 
con  lo  que  el  Embajador  D.  Diego  de  ^fttga  Ittbrá  eacrito  á 
V.  If .  y  con  loa  denáa  qoo  de  lodaa  partea  oa  van  tnniondn 

rotura  y  qoe  tardarán  ya  poco  loa  efectoa  ddlaa,  pooa  tan  cerca 

tlflDflO  V  i9VWK<ftO  ffBA^C  u  ^mOOBOSt   DltfQOOflSO  «BBftOBOQ  fltf  1 

po  de  qoo  oa  dé  V.  M.  por  entendido  para  ponoar  y 

ae,  porque  oo  ae  venga  á  lullar  de  toido  panto  doaapawfíbido 
debajo  de  confiar  en  paUbraa  de  aua  enemígoo,  liando  oian^Mra 
Uio  poco  verdaderaa  oomo  eabemoa.  Si  la  coaa  paaa  ndelanÉa, 
fbarai  me  aera  á  mf  quitaime  U  mano  de  ant»  loa  090a  y  m- 
eof»  lodoa  loa  eapaftoloa  qoo  pooda  y  con  elloa  otro  tanto  de 
alemanes;  pero  todo  aeré  al  fia  para  entretenemoa  algunoa 
diaa,  ii  se  juntan  y  noa  cargan  todaa  laa  fber^aa  de  acá,  haala 
qoe  V.  M.  muy  de  vena  y  muy  aprieaa  lo  vea  y  lo  renwdia. 
Haga  Dioe  que  no  ae  llegue  á  talea  térroinoa,  y  que  guarde  á 
V.  M.  con  la  felicidad  y  deacanao  que  yo  deaeo  y  la  críatian- 
dad  há  menester.  De  Lucemburg  á  7  de  Noviembre  de  1576. 
— De  V.  M.  hechura  y  más  humilde  servidor,  que  aua  radea 
manoa  beaa,— D.  Jnm  dé  AusíHa,* 


—  437  — 


XIX 

El  Rey  á  D.  Juan  de  Austria. 
(Madrid  8  de  Noviembre  de  1576.) 

Teniendo  S.  M.  consideración  á  los  gastos  que  se  han  recre- 
cido á  D.  Juan  con  el  cargo  de  Gol>ernador  general  de  Flan- 
des,  le  hace  merced,  además,  del  sueldo  ordinario  de  41.600 
ducados  anuales  por  todo  el  tiempo  que  tuviere  el  dicho  cargo, 
y  además  80.000  ducados  de  ayuda  de  costa  por  una  sola  vez. 

XX 

D.  Juan  de  Austria  á  D.    Sancho  Dávila, 
(Lucemburgo  9  de  Noviembre  de  1576.) 

De  mano  de  D.  Juan:  «Pues  conviene  tanto  al  servicio  de 
S.  M.,  y  es  su  voluntad  que  las  cosas  de  por  acá  lleven  otro  ca- 
mino diferente  de  las  armas,  no  puede  dejar  también  de  ser  la 
mia  para  encargaros,  Sr.  Sancho  Dávila,  que  sea  enderezado 
á  tal  fin  el  modo  que  se  tuviese  de  proceder  por  vuestra  parte 
y  por  la  de  toda  la  gente  de  guerra  española,  hasta  que,  aveci- 
nándome yo,  ordene  á  él  y  á  los  demás  lo  que  han  de  hacer.» 
— (En  el  mismo  sentido  he  visto  varias  cartas  de  D.  Juan  á 
otros  Gobernadores,  castellanos  y  maestres  decampo.) 

XXI 

D.  Juan  de  AustriaáS.M. 
(De  Lucemburgo  á  21  de  Noviembre  de  1576.) 

tjOh  Señor!  y  quán  diferentes  están  acá  las  cosas  y  se  van 
puniendo  cada  hora,  de  lo  que  veo  que  V.  M.  debe  prosupo- 
ner  en  la  carta  del  último  del  pasado,  porque  debe  pensar  que 
se  pueden  llevar  por  aquel  camino,  y  están  de  todo  punto  tan 


—  4^  — 

y  MoiRM.  que  «gnao  aquél,  como  «o  eaotra  cicta 
UfB  qMB  iHgMMMlt  paodos  j«B  éüa  dké  ate  mát 
■o  IM  kif»,  pMt  há  dos  diM  qM  BO  pMdo  ••- 
cribír.  ni  me  doiui  rliunflM  y  wn>imfii  qa*  Umb  coamifo 
lot  Batadoa,  como  il  primtr  día,  m»  vMÉt  fM  há  qvo  Uagoé, 
•Bal  cnal  tíanuM  vaa  aUoa  BMMxaado  aa  partido  y  haciaado 
qua  jro  la  piaida.  qaa  aa  á  lo  qiaa  afiaadan  laaolola  y  daItcBB- 
nadaaMnta;  y  para  qpm  V.  M.  lo  vaa  aaáa  m  partkalar,  to- 
maré al  prufraao  datU  carta  deade  al  cabo  da  la  otra.  Yo  raca- 
blIadaV.  M.aotaaiiBdoaABfinBBda  lamia;  peco  aaiMdo 
paim  hacerlo,  aw  imnd  D.  Diafo  da  Qétífgk  al  pliafo  aa  qaa 
iFaaia*  y  iuataaiaala  aia  éacribió  o6ax>  acababa  da  Uanr  allí 
Moa  da  Roaiajaian,  y  qaa  al  dicho  aa  partkia  olro  día  pan 
Braaalaa  por  al  f^— ^*T*r  da  allá  con  loa  daapacboa  qaa  Craia« 
aalvo  la  da  mano  da  V.  M..  qua  me  torio  coa  ctok  aaya  qaa,  á 
la  iwdad,  ao  ma  afradó  nada  aqaella  raaolucioa,  aabiaado  qaa 
artaba  yo agoL  A  loa  diat  y  aaata,  por  la  wiftana,  viao  al  di» 
che  RoaimwieB  y  me  di6  laa  trnUi,  mym$  copié»  larda  «m  arta 
id  ÜMpm  4i  AfúMl  y  Moa  de  Abré,  en  raapuaeta  da  la  qaa  la 
aacribl  con  al  &* JBaaaar.  Afora  mira  V.  M.,  auplfcoailo,  quáa 
dileraata  aa  da  lo  qaa  debiera,  y  qué  ruia  y  evideala  aaAal  del 
trato  qaa  traaa,  paea  á  cuanto  les  digo  reapondea  cata  aquí  un 
clavo,  tan  adeíesioa  como  éete  y  tan  ain  hacer  caao  de  k>  qua 
tanto  bao  moauado  deaaar  y  pedido,  que  ea  aobre  lo  da  echar 
loa  aapaiWrfea,  Dioeme  que  Tendrá  ai  le  Ibuaao,  traa  haber  pedi- 
do tantaa  vecea,  que  no  cumple  ooea  tanto  juata  como  que  ti  y 
otros  de  loa  más  principalea  ven|^  á  <Ío  yo  eatqy;  y  paamr  qaa 
él  m  Mt  hermano  saldrán  de  Hruaelea  la  vuelta  de  acá,  ni  qaé  ha- 
rán amo  acometidas  y  retirarse;  crea  V.  M.  que  no  se  lo  con- 
aiante  la  coocieocui  ui  el  pecho  se  lo  iaclioa,  y  asf  no  hay  que 
eaperar  en  esu  parte  sino  lo  peor  que  ae  puede.  La  instrucción 
que  trae  Moa  de  Roeuiguieo  (á  que  ae  lemiteo  el  dicho  Duque 
y  Marqué»),  de  los  Hatadoe  y  Coosejo,  es,  por  cierto,  coox>  lo 
domáa,  voluiiodome  á  pedir  lo  que  les  tengo  concedido,  y 
al  leude  dello  que  todo  aeegecute  y  baga  luego  sin  intenraio  de 
otras  coDsideíacioQea  y  respetoa;  y  para  que  V.  M.  esté  al  cabo 
da  todot  s^M  que  con  estos  oficios  van  rogando  qoaa  insoiaa 


-  439  — 
temente  pueden;  pero  que  agora,  junto  con  esto,  pasa  estotro: 
que  Mos  de  la  Mota,  con  veinte  banderas,  sigue  la  vuelta  de 
Terramonde,  afirmando  lo  que  en  esotra  escribo;  que  la  gente 
de  los  Estados  y  Príncipe  de  Oranges  va  á  meterse  entre  Am- 
beres  y  Mastric,  á  fin  de  impedir  que  no  se  comuniquen  ni  den 
la  mano  los  españoles;  que  los  de  Gueldres  se  han  declarado 
p)or  los  Estados,  y  los  soldados  que  estaban  en  guarnición  de 
los  regimientos  del  Conde  de  Mega  y  Mos  de  Yerges,  bajaban 
al  servicio  de  los  mismos  Estados;  que  Mos  de  Yerges  (habién- 
doles acudido  como  los  demás)  diz  que  se  iba  á  poner  sobre 
Utreque,  digo,  sobre  el  Castillo.  Habiendo,  pues,  entendido 
yo  juntamente  con  esto  otras  infinitas  tramas  y  resoluciones  ta- 
les que  llevan  adelante  de  todo  el  peligro  que  puede  ser  para  la 
total  ruina  de  lo  de  acá,  y  viendo  que  ya  el  más  disimular  y 
entretenerme,  como  hasta  agora,  hará  que  se  pierdan  las  más 
de  las  placas  que  están  por  de  V.  M.,  y  las  que  quedaren 
muy  á  peligro  con  cuanto  acá  se  halla,  me  he  resuelto  por 
último  de  volver  á  enviar  á  Rosinguien  á  Bruseles  á  protes- 
tarles que,  tras  haber  cumplido  en  nombre  de  V.  M.  y  mío 
ante  Dios  y  el  mundo  tan  largamente  como  lo  he  hecho  en  su 
remedio,  paz  y  descanso;  que  si  no  hacen  que  cesen  las  ar- 
mas que  traen  levantadas,  como  yo  lo  he  mandado  á  los  es- 
pañoles, que  me  será  fuerza  defender  lo  que  es  tan  de  V.  M.i 
como  son  estos  Estados,  contra  todos  los  que  trataren  y  qui- 
sieren apoderarse  tan  injustamente  de  las  fuerzas  y  plazas  que 
tiene  en  ellos,  y  que,  por  haber  ya  tantos  dias  que  disimu- 
lo, perdiendo  quÍ9á  muchos  dellos  por  mostrarles  la  intincion 
con  que  vengo,  les  digo  que  me  daré  por  entendido  dentro  en 
seis  dias  si  no  ordenan,  y  en  efeto  hacen,  que  este  movimiento 
pare  hasta  que  yo  sea  en  Namur,  y  allí  me  oigan  y  entiendan, 
si  antes  no  quieren   enviarme  personas  con  quienes  tomar 
apuntamiento  y  segura  solución;  y  así  como  lo  protesto,  así 
convendrá.  Señor,  más  por  fuerza  que  de  otro  modo,  ponerlo 
en  ejecución,  pues  no  hay  más  que  esperar  sino  á  ser  degolla- 
dos si  no  nos  defendemos,  porque  aun  echar  los  españoles  ya 
no  se  contentan,  ni  pienso  que  pueden,  por  ser  muchas  y  gran- 
des las  prendas  en  que  se  han  empeñado.  Quisiera  decir  arto 


-  44»  — 
más  que  tiM  «tta  materU  ooq««o;  ptro  aotr*  tanto  que  Baoo- 
bado  ao  naMwa,  no  podri  V.  M.  «ibar  hmkIhw  ooaai  que  el 
entanoanaat  o  no  eerá  de  arto  BMUMato  pan  todOt  pov^M  á  ni 
DO  roe  eerá  poeible  eacríbirUe,  ni  yo  leafo  á  qoiéo  eaooaMO- 
derlaa  para  mát  qoe  lo  que  hace  Otavio,  <^  ea  wpiannn,  y 
aaerftir  á  diíenotea  partea  tan  á  eoala  da  Maewro  tiémio,  qaa 
loa  Mis  da  loa  tatoa  ado  noa  faltan  para  aito.  Mire  V.  II.  qué 
aari  amraiido  máa  en  lo  que  d  tieaipo  anyniTa,  y  eato  difo 
porque  de  ver  que  tarda  tanto  Bacobedo  en  partir  y  de  haber* 
BM  dicBO  Roaiii(piiaB  qoa  eeparua  á  aaber  primero  qoe  yo  bn* 
bieae  UeCMlo^  pieaao  qne  qoi9á  le  habrA  mandado  V.  lá.  qne 
no  veoga,  por  dar  máa  tariefamno  á  ftamroroa  y  más  trabajo 
á  mf;  poaa  aepa  V.  M.  qne  aeré  muy  á  coala  deán  aarvieio por 
lo  qne  difo  y  porqoe  le  doy  mi  palabra,  qoe  oitoy  tai  ib  de 
qoiáo  me  fiar,  cuanto  terá  por  lo  qoe  agora  bago,  que  no  po> 
dré  máa  baoer,  ai  be  de  atender  á  otioa  oficioa  de  oiáa  impor- 
tada qoe  d  venir  á  aar  Sauetorio  de  mf  anáaoMb  poiqae  de 
otro  ni  quien  me  acuerJe  ni  aoonaeie  mochea  cotaa  importan- 
tlaiaMa  á  lo  qoe  V.  M.  me  ha  «nraipdn,  no  le  leogo,  ni  eo 
dMo  lo  hay;  y  paaarlo  deato  moaen  yo  Cdtaria  á  V.  M.  y  á 
mí  d  no  le  deeengafiaae  y  le  di|eee  daro  qoe  ee  fanpoaibla;  por 
eao,  meada  V.  MU  innarme  á  Eeoobedo.  6  que  yo  levante  la 
mann  deate  Ifiniilerin,  ó  eapere  que,  no  poderle  dercoenta  de 
nada,  proeeguiré  en  d  coanto  lea  ftaema  alcanzaran,  perqpe 
no  te  puodo  prooBcter  ni  ano  t^fffift  viéndome  aolo  ontra  taata 
trabajo  y  tan  falto  de  qoieo  coofiarroe  ni  ayudarme. 

AaimiHDO  debe  V.  M.  uunbiea  mandar  hacerme  luego  gru^ 
aa  proviaioii  de  dtoero,  porque  habiéodoae  de  llevar  á  6ier' 
fa  do  armas  este  juego  (6  más  propiamente,  este  muerto  á  la 
eepoUun),  sin  dinero  cómo  puede  aer,  ai  ya  no  hwra  toodado- 
lo  á  do  se  hallare  y  raaánddo  todo,  porque  para  deCander  alga- 
lia pane  siquiera  deetoe  Eatadoa  (entre  tauto  que  V.  M.  lo  pro- 
vee máa  eo  giueao  y  determinándose  á  lo  postrero  que  viere 
convenir  á  en  aervido)  forf  cao  es  juntar  por  lo  meoca  ocho 
mil  infantes,  demás  de  los  ocupadoa  en  guardar  preaidioa,  y 
dos  mil  y  quioieotos  6  tres  mil  cabdloe,  con  los  coalea  haré 
(Dios  quirieodo]  que  no  se  pongan  sobre  pla^a  en  que  estén  M- 


-  441  — 
guros  los  enemigos.  Mire  V.  M.  en  qué  número  se  reducen  los 
6o  ®  hombres  de  que  allá  se  hace  cuenta,  porque  demás  de  ser 
muchos,  y  muchos  menos,  la  mayor  parte  de  los  alemanes  es- 
tán juramentados  y  á  devoción  de  los  Estados,  y  mire  también 
V.  M.  cómo  podré  mantener  ni  sustentar  esta  gente  sin  correr 
la  campaña,  y  acomodarlos  á  fuerza  de  desórdenes,  que  me  lle- 
garán al  alma.  Haga,  pues,  V.  M.  cuenta  de  qué  es  esto,  á  lo 
que  me  ha  inviado  acá  y  que  lo  he  hallado,  ó  para  abandonar- 
lo vergonzosamente,  según  que  antevi  y  lo  di  á  V.  M.  por  es- 
crito en  un  papel  de  mi  mano  en  El  Pardo,  ó  para  llevarlo 
como  digo  hasta  que  V.  M.  disponga,  mandando  en  tal  caso 
qué  haremos,  y  para  paso  de  todo  procuraré  tener  seguro  este 
Estado  de  Lucemburg,  que  es  por  do  ha  de  entrar  lo  que  V.  M. 
inviare,  que  salir  inominiosamente  y  dejando  rebelde  á  Dios 
este  brago  de  cristiandad,  siendo  á  cargo  de  V.  M.,  no  creo 
que  lo  querrá,  ni  pasar  en  el  mundo  por  tal  daño.  Yo  veo  que 
digo  quÍ9á  más  que  será  admitido;  pero.  Señor,  qué  he  de  ha- 
cer si  veo  también  que  esto  es  cumplir  con  mis  obligaciones, 
y  principalmente  no  faltar  á  la  cuenta,  que  al  fin  he  de  dar  á 
Dios  Nuestro  Señor?  Cierto  V.  M.  debe  perdonármelo  por  es- 
tas propias  razones  y  porque  creo  que  no  cumple  cosa  tanto  á 
su  servicio  como  en  casos  tales  hablarle  tan  claro.  No  obstan- 
te que  en  esotra  mi  carta  digo  que  no  sé  cuándo  podré  escribir 
en  francés  lo  que  he  hallado  y  hay  hasta  agora,  irá  con  este 
correo  un  despacho  dello  con  lo  que  se  entiende  de  las  condi- 
ciones con  que  se  ha  hecho  la  paz  entre  estos  Estados,  y  al 
cabo  el  protesto  en  sustancia  que  hize  yo  anoche  más  larga- 
mente delante  de  Mos  de  Navas,  Rosinguien  y  Funquius,  como 
Consejeros,  para  que  los  dos  últimos  lo  declarasen  así  en  mi 
nombre  al  Consejo  y  Estados.  Mándelo  ver  V.  M.  todo  y  res- 
ponderme luego,  que  entre  tanto  aseguro  á  V.  M.  de  disimular 
más  que  pueda,  hasta  pasar  por  algo  de  lo  que  no  deba,  antes 
de  poner  armas  en  campaña  y  declararme  acudiendo  al  socorro 
de  la  mayor  necesidad.  Dícenme  de  nuevo  que  voy  mal  á  Na- 
mur,  sin  mayor  seguridad  que  llevo,  y  los  de  este  Estado  que 
han  de  ir  conmigo  me  protestan  también  á  mí;  mas  antes  de 
entrar  ni  confiarme  de  los  de  dentro,  tendré  hecho  tomar  el 


-  44a  — 
CafüUoyetlktylatpatitM,  ygttirMeidodcUfMiteqMi 


rifo*,  y  iitandaré  MMÚMM»  ds  ftiini  lo  qot  pan.  Si  ímn  alfo 
qoa  M  date  dudar,  liaréna|«iaralgMMfialadaladallMlrie 
k  wAa  da  mf ,  y  ii  á  néa  na  obUfMvn,  habré  da  aoidk  por 
la  prioaaca  vas  á  la  dicha  Maatrie,  paca  da  allf  procadar 
lo  qua  viera  eoovaoir.  A  D.  Horoaado  da  ToÍnIo  y 
dooa  ha  aaerilo  éklMaMaola  lo  qiaa  aa  irará  por  la  oopia  da 
loa  ai.  iiaiai'iiiidnaM  aw  oqodlo  y  so  otra  ooai  lo  qm  aa  tal 
(If^tm  ordanánaiaa*  Brtaa  cartaa  da  bm  Bnii*"  no  van  oí 
ir  an  cuna*  porona,  como  ya  diap.  daada  al 
ta  loa  hombraa  lodo  na  íalta,  y  darto  van  bmI  aal 
da  paaar  por  tan  laifo  y  tan  poligroao  camino;  poaa  d^^ar  da 
decir  lo  qoa  paaa,  oocio  alio  aa,  an  at amina  da  lo  faa  aará»  ya 
V.  M.  va  k  klla  qaa  yo  hark,  nwjeraiaBla  aalaado  todo  tan 
para  quebrar  ó  qaahrade;  da  BMMMa  qaa  ai  aak  klla  aa  alpi- 
na, mira  V.  M.  caáalo  anyor  aará  aalraado  aíiáa  ka  aafocka 
ólasarmaay  trabajoaaín  lanar  da  qaiéa  ooafiarma  y  qaa  aaa 
ayuda  oonio  Eacobcdo,  que  afora  aokmaata  Octavio  y  yo  ao- 
noa  á  todo.  Racrfbalc  V.  M.,  MtpUooaalo,  y  agndiacak  na- 
cho lo  que  trabaja,  que  no  aa  naaoa  qaa  aalo  lo  qualoan- 
reoe,  y  qoa  aaa  aakpoaato  á  fcabir  toda  neroad,  poaa  por 
tantas  caoaaa  m  k  deba.  No  aé  ai  aará  V.  M.  aarvido  qoa  eataa 
mis  caitas  se  lean  an  Cooaqo,  á  lo  onnoa  éata,  qoa  aaotn  no- 
eaaario  piaña  o  qoa  aera;  ai  no  k  (oara  (i),  Mak  V.  li.:  aapU- 
eoaak  da  qua  laa  veaa  y  ttaka  aebra  alka  doa:  el  Ifarquáa  da 
ka  Velas  (tan  confidente  y  buen  consejero  de  V.  lí.)  y  el  Se- 
Ontario  Antón»  Peras,  y  Escobado,  ai  estuviera,  qoa  de  loa 
dichoa  yo  aé  bien  y  aaoguro  qua  aará  aervido  con  lo  qoa  aose 
ñas  agora  en  todos  hombres,  y  vale  seto  más  que  junto  con 
ancho  saber  mocha  nulicia,  digo  experiencia,  que  ssber  V.  II. 
eoaoea  el  de  cada  uno.—De  ¡.acainharg  á  ai  de  Noviembre 
de  1576.» 

(1)  De  mano  de  S.  M.  dice  io  siguiente:  cEsto  será  mejor  que 
no  te  les,  digo  lo  que  se  sigue,  y  si  se  hubiese  de  leer  podrí«se  afta» 
dir  el  Inquisidor  general;  mas  creo  qoes  me)or  no  leerk  ni  volver- 
se esu  plana.  Vos  haced  lo  mejor.  Antonio  Peres.f 


—  443  — 

XXII 

D.  ]fuan  de  Austria  á  S.  M. 
(Lucemburg  á  22  de  Noviembre  de  1576.) 

•  Este  cuerpo  queda  en  lo  postrero  de  su  vida  y  ya  puesto 
en  mano  de  Dios  para  que  por  milagro  le  libre  de  muerte, 
pues  por  las  últi  ñas  cartas  y  avisos  que  he  tenido  hoy  de  San- 
cho de  Avila  y  Roda,  en  Anveres,  y  de  D.  Hernando  de  Toledo 
y  Motttesdoca,  en  Mastric,  verá  V.  M.  si  mis  sospechas,  guiadas 
de  lo  que  via,  se  van  tornando  en  propias  verdades  más  aprie- 
sa que  convendria  para  todo,  porque  los  Estados  se  arman  y 
aperciben  entre  tanto  que  yo,  por  mostrar  la  paz  que  les  traigo, 
ordeno  que  se  la  usen  en  todas  partes;  pero  responderé  á  los 
que  me  preguntan  qué  harán,  que  sin  perder  tiempo  en  nada, 
le  ganen  en  todo  y  se  provean  cuanto  puedan,  lo  que  creo  ha- 
brán hecho  desde  que  escribí  á  los  de  Mastric  que,  según  vie- 
sen, procediesen  con  los  de  fu=ra,  puniéndoles  delante  la  inten- 
ción con  que  V.  M.  me  inviaba.  Aquí,  señor,  no  hay  ya  más 
que  disimular  por  no  perder  lo  poco  que  está  por  de  V.  M.,  y 
así  (-entre  tanto  que  Moa  de  Rosinguien  vuelve  y  se  cumple  el 
té!  mino  de  mi  protesto)  iré  apercibiéndome  lo  más  y  mejor 
que  pueda  para  ponerme  á  do  pueda  atender  mejor  que  desde 
aquí  á  todas  bandas,  y  habrá  de  ser  por  la  primera  vez  á  la 
dicha  Mastric,  por  ser  allí  la  parte  más  cercana  y  segura  para 
acudir  desde  esta  tierra,  y  porque  es  á  do  va  acudiendo  lo  más 
de  lo  que  los  estados  levantan,  y  por  asegurar  si  pudiere  lo  de 
Lieja  á  devoción  de  V.  M.  Desde  allí  haré  según  el  estado  de 
las  cosas,  y  para  que  por  el  presente  piense  y  provea  V.  M.  al 
porvenir,  quiero  decir  lo  que  pudiere  del  en  que  me  hallo  para 
las  armas:  cuanto  á  lo  primero  apenas  con  cien  escudos  para 
comer  y  despachar  á  diferentes  partes  y  sin  forma  de  hallar  un 
ducado,  porque  ni  de  las  céJulas  me  aseguro,  ni  aquí  hay  quien 
tenga  un  real.  Los  soldados  que  están  en  los  presidios  deste 
Condado  piden  dinero  y  temo  algún  desorden.  Los  de  las  otias 


putn  focn  <j0  M|Qf ( OOQ  m  pcopMi  MOHidM  y  ¡bIhiciob^  tuvo 
kM  que  te  aa  eofiq— cido  «a  Anvm,  <|im  teariMoo  ámím  ht- 
brá  que  temer  qot  me  dcjaráo  n  pudiemi.  La  feote  que  puedo 
jooter  peim  aaadir  á  doeoomiera»  no  poade  mt  bmcIm^  por 
'  fiptftidaeB  dÜBffwlM  pltfaa,  áaabtadooaciM,  jr  por  ime 
coda  dia  i  loe  Baladoe  mndioe  de  loe  aleooaaee 
para  OMforar  U  que  queda  y  pera  latmlM  la  que  ten  ■»• 
peeler;  f  para  la  prieaa  qu«  me  coavaadria  dar  ea  todo  aalai 
que  me  aea  fuerza  eooerrarme  y  alU  defeoderme.  ealojr  taa  aio 
provocho  ai  forma  de  teoerla,  ooaio  digo.  Aodaa  á  loe  ooalar- 
aoa  daela  Balado  lab  mil  nytraa  y  algaaoa  ya  deatro  qw  dk 
qaa  ee  Toalfaa  dMpetlidiü  datraaoMUi.  Sabe  Pioa  la  leidad  y 
la  intiodoa  qaa  Ikñraa;  pero  aí  lo  ea  ea  mamrloa  al  «aMo  da 
V.  M.  6  el  número  delloa  qaa  pataciera,  ae  paaia  al 
queae  tardaealevaotaroCraaaotaleayquiCarloaáloa) 
que  loa  recibiráa  ato  Cuta  6  alfaaoa,  ñ  ao  aoa  lodoa,  y  lo 
SBAa  aaoo.  Eala  dobe  aer  la  »ft*tnf^iTa  y  deeámo  ooa  qaa  daiaa 
loa  paiaea  de  Fraacia  y  loa  iavíaa  á  loa  de  Flaodea,  y  qaa 
aea  la  verdad  eo  alfo  de  lo  qae  me  taoio,  verálo  V.  11.  por  oa 
aviao  que  iovio  deato  oiiamo,  dado  por  al  ptopio  que  tovo  la 
oomiiion  por  loa  Estadoa  para  mcebár  creo  que  trea  mil  de  loa 
laytraa;  pero  lialléodooM  ea  al  aa  q«»  aetoy,  mal  podré  at  r»- 
cebirlaa  yo,  ni  meooe  impedtrlea  el  paao,  inviaado,  coa  todo,  á 
llamar  al  Corooel  6  jeoeral  delloa.  St  ▼iniere  varé  de  i 
roe  en  algún  partido,  si  le  hubiere  tal  qae  qaieraa 
Ítem,  que  para  aaegurar  aa(  d  Coodado  (como  puerta  para  loa 
reveladoa,  sin  haber  agora  otra)  ao  aé  da  dóade  ni  cóeio  traer 
6  invtar  alguna  geote  aaiea  qae  caigaen  aobia  él  y  aa  llavaa 
alguna  de  sus  piafas  que  están  £ill(stroas  de  todo.  Eitaa  aoa 
así  halladas  luego  las  dificultades  para  puestaa  en  eacrtto;  aiaa 
suplico  á  V.  M.  mire  lasque  en  efecto  habrá,  quáles  y  cuániaa 
más  aeran  y  quán  aprieaa  ae  han  de  tornar  en  dificultadoa  aia 
remedio,  si  muy  apriesa  no  ae  le  pone  V.  M.  Yo,  wthor,  cnan- 
to á  m(,  de  nada  me  curo,  porque  sirviendo  á  V.  M.  en  lo  que 
me  ha  puesto  (conociendo  el  mundo  en  lo  que  es)  yo  procura- 
rá ganar  honra  defendiendo  á  V.  M.  sus  piafas,  y  aeftalada- 
mente  lo  que  roe  tocare,  de  manera  que  sos  enemigoa  comprea 


—  445  - 

caro  cada  gota  de  sangre  que  derramaren  de  los  nuestros;  mas 
al  fin,  á  largo  andar,  V.  M.  sabe  que  no  hay  casa  fuerte  si  por 
todas  partes  somos  combatidos  y  cercados;  cuanto  pueda  hui- 
ré el  encerrarme;  pero  si  creciendo  el  enemigo,  menguáremos 
nosotros,  fuer9a  será,  y  entonces  por  lo  último  haré  lo  que  ofre- 
cí y  dije  á  V.  M.  que  haria  (si  se  le  acuerda)  en  tal  caso,  por- 
que puesto  aquí,  á  esto  entiendo  que  soy  inviado,  no  siendo 
admitido  de  otra  manera  ni  habiendo  bastado  los  que  por  tan- 
tas vias  les  he  antepuesto.  Agora  tocará  á  V.  M.  mandar  lo 
que  más  su  servicio  sea  y  ver  si  le  obliga  á  más  que  lo  es- 
taba tener  acá  en  tal  forma  la  prenda  que  ha  metido,  que  yo 
muy  contento  estaré  (por  mí  digo)  de  que  no  me  quede  cosa 
por  pasar  en  servicio  de  nuestro  Señor,  y  por  el  contento  y  sa- 
tisfacción de  V.  M.  iré,  si  puedo,  dando  cuenta  de  lo  que  suce- 
diere (y  si  pudiera  cierto)  si  me  hallara  con  dinero  y  caudal 
para  mantener  en  campaña  ocho  ó  diez  mil  Infantes  y  4.000  ó 
6  mil  caballos  este  invierno,  demás  de  la  gente  que  ha  de  guar- 
dar las  placas,  hasta  que,  tomando  la  primavera  temprano,  in- 
viar  á  V.  M.  de  Italia  lo  que  conviniera  para  castigo  y  sujeción 
destos  (de  una  vez  para  siempre)  ya  que  como  leales  no  quie- 
ren tenerla;  pero  estando  tan  apretado  y  falto  de  todo,  no  sé 
qué  puedo  ofrecer  sino  lo  que  digo,  porque  mantener  un  ejér- 
cito con  desórdenes  y  robos,  al  fin  no  creo  que  se  puede,  ma- 
yormente habiéndole  de  levantar,  y  menos  creo  que  se  debe 
por  ningún  camino.  Con  tanto,  señor,  acabaré  esta  carta  y  cer- 
raré este  pliego  para  despachar,  si  puedo,  hoy  á  22  de  Noviem- 
bre; plega  á  nuestro  Señor  que  á  lo  último  suceda  todo,  y  guar- 
de con  el  contento  y  felicidad  que  desea  y  todos  tenemos  me- 
nester.— De  Luceraburg  1576.» 


xxm 

MmmU  ié  $mté  i»S,M,d  5r.  D.  Jmm, 

(De  Madrid  á  «6  (k  NoviMibra  <!•  t576.~B«  de  leUm  de 

Autooto  Peres.) 

•  Yo  «pero  en  Dioi  qtM  oo  bi  de  penoitir  qoe  ee  eiegM  más 
■qoelle  fiofti  jr  qoe  no  ee  aprovedian  de  nnelrm  Uefíide  y  del 
peidoa  f  freeÍBe  qtm  UevMtee,  y  he  hebrüe  prapneeto,  f  eüo 
iapoito  tul»  procanv  qae  eee,  qae  ewqne  eattoado  qne  oo 
es  misiiiir,  poee  Uevaetas  tea  bisa  etspJids  eeta  nnleri»,  y 
lo  que  sobre  elle  te  trató  lae  leiCHMMe  sqof  eo  yueetis  pos- 
ssads  f  AMMOMals  wá  jaleacioa  y  folsaiad,  os  qaien  tor- 
■ar  á  SMsmw  qw  pseoiHéis  <|M  ss  scsiodun  lasoaeeey  se 
ecqoiele  y  sesiegiie  todo,  aoaqoe  eee  llcguido  á  lo  «ItiaM  de 
lo  que  llevaatee  de  oaf  advertido,  qae  eelo  ooovteoe  asf  ma- 
cho, pues  afora  es  eaeadoee  ha  de  probar  toda  la  blaadora  y 
perdón  y  gracia,  y  tanto  más  ai  hubieee  eiicedido  algo  que  ha- 
bises  paaMo  nuisties  cosas  y  ginls  ea  oHyor  aatandsd  y  re- 
patadea  j  á  la  ffeaisdeeoe  Befados  ea  BMfcr  asiedo  poca  pa- 
rar ya  eo  so  deeordeu  y  locura,  y  admitir  loe  remedios  qoe  ae 
les  propoaiereo.  que  para  eelo  oe  habéb  de  valer  de  cuelgiaer 
baen  laceeo  que  hubiere  habido. 

No  me  ha  dado  poco  cuidado  ver  qnán  eolo  oe  debáis  ha- 
ber  hallado  en  cetoe  priacipéoa,  y  por  eeto  hedeeeedo  y  deeeo 
mucho  que  haya  acebedo  de  llegar  Rceingnien,  por  lo  que  lle> 
va  y  por  lo  que  podrá  haber  ayudado,  y  prioctpaJaeate  Eecob» 
do,  por  el  alivio  y  descanso  de  que  os  podrá  ser  su  aerrido,  y 
creed  cierto  que  no  be  dejado  ni  dejaré  de  cooaiderar  y  tener 
*mTinti>  siempre  lo  que  habéis  (Musido  por  mi  tervido  y  el  áni- 
mo y  Tcdnntad  con  que  lo  hacéis  y  seguís,  y  U  obligación  en 
que  me  habéis  puesto  coa  ello,  y  todo  lo  habéis  de  dar  por  bien 
empleado,  poea  ea  eo  tanto  servicio  de  Nueetro  Seikir,  que  por 
su  parte oa  lo  pagará,  y  tanto  más  sideste  trabajo  se  saca  el  fruc* 
to  que  se  pretende,  de  que  se  remedie  lo  desos  Eatadus,  y  se 


-  447  — 
componga  y  sosiegue  todo,  como  yo  espero  que  ha  de  ser  con 

su  favor  y  coa  lo  que  ha  de  valer  vuestra  presencia  y  los  re- 
medios que  podréis  haber  aplicado.» 

XXIV 

El  Duqiu  de  Ariscot  al  Cardenal  ie  Granvela. — (De  Bruselas  á 
último  de  Noviembre  de  1576. — Traducida  del  francés.) 

cMonsieur:  Por  respuesta  á  las  cartas  de  13  de  Octubre, 
diré  solamente  que  los  Estados  y  pueblo  de  por  acá,  viéndo- 
se tantos  años  engañados  de  vana  esperanza  sin  algún  fructo 
ni  buen  suceso,  se  son  enteramente  solevantados.  Las  causas 
os  pueden  ser  asaz  conocidas,  porque  primeramente  vos  sa- 
bréys  que  después  de  las  alteraciones  del  año  de  66,  S.  M. 
nos  prometió  su  venida  por  acá,  la  qual  huviera  sido  gratísi- 
ma al  Pays;  mas  no  sólo  no  se  efectuó  esto,  antes  todo  lo  con- 
trario, estando  todo  esto  sosegado,  enviaron  al  Duque  de  Al- 
ba con  gente  de  guerra  y  ministros  della,  y  no  hay  para  qué 
traer  á  la  memoria,  por  ser  notorias,  las  crueldades,  robos  é 
insolencias  que  él  y  sus  gentes  han  usado,  así  sobre  los  nobles 
como  sobre  el  pueblo,  para  supeditarlos,  lo  qual  se  sufrió  pa- 
cientemente, con  esperanza  de  que  S.  M.,  teniendo  compasión 
de  nuestras  miserias,  y  usando  de  su  clemencia,  enviaria  los 
verdaderos  remtídios,  de  que  esperavan  el  remedio  con  la  ve- 
nida áel  Comendador  mayor.  Y  aunque  no  dudamos  de  que 
tal  era  la  voluntad  de  S.  M.,  pero,  no  embargante  esto,  no  sé 
por  qué  desastre  fatal  ó  permisión  divina,  se  han  continuado  y 
augmentado  todas  las  maneras  de  insolencias  que  se  podrian 
imaginar,  de  suerte  que  parece  verdaderamente,  y  ésta  es  la 
opinión  universal  de  todos,  que  su  fin  y  pretensión  era  abolir, 
ó  á  lo  menos  reducir  los  nobles  ai  último  mal  estado,  y  des- 
pués suppeditar  el  pueblo  y  ponerle  un  yugo  de  perpetua  ser- 
vidumbre, á  lo  qual,  demás  de  muchas  indebidas  usurpaciones, 
así  de  Roda  como  de  Sancho  de  Avila  y  sus  consortes,  se 
ayuntó  el  motín  de  los  españoles,  habiendo  sido  ayudados  y 


áiTorecKk»  <kUot,  hacwadp  todo  gteoro  ᧠
lot  tn4MiÍMfe«  7  opiwioMt,  «riaiadoM  déOo  y 
doM  tío  qyererUa  oorrcfir.  aunque  m  les  han  hecho  ofertas 
más  que  resooabtw,  ca  lo  qoal  yo  he  trabejedo  lo  que  be  po* 
dido,  como  todo  el  amado  Mbt,  ato  haber  perdoaedo  á  aia- 
fuá  defto  d  pelifro  de  nd  ponoaa,  hnta  beber  iocamdo  «a  U 
iafiflaecíoa  de  aiacboe*  y  pateado^  poc  todo  lo  que  dicho  est 
te  tefgi  pacieacia  de  loe  vaaalloe  afligídoe»  y  aon  eeparaado 
fli;i  ^p^nfl^  d— **'»^'?'*  •!  wwwHo  wIndwM^,  fwpltfadff  ptTf  Mflt  ifff 
Abce,  aii  beieMao.  diapiiae  que  vieroa  qae  coa  eu  veoida  ao 
aalk  aiafuaa  baeaa  reeolucioo»  ai  el  electo  de  lea  pcoawaaa 
qtte  it  tea  haviaa  hecho  dhrenat  ipaaM,  aatoa  por  al  ooatiario. 
aaa  tea  ealrataateo  coa  Crfboteapanaaateaeat  perdida  dd  todo 
U  eaperania,  bao  tomado  lea  armaa  para  la  guarda  y  proCec- 

aaa  qae  ya  peaavaa,  á  fia  qae  el  paebte  ao  ee  aieBeteae  y  ea- 
tfifaae  coa  pérdida  de  te  ReUgion  Católica  Roaiaaa,  y  de  te 
autoridad  y  obediencte  devida  á  S  M.»  haa  toaiado  te  bmum» 
eo  ello,  ayaaláadoee  y  untéadoee  geaiíaliBtnto  coa  elloa  loe 
priocipalea  y  cait  todoe  loe  eeJWaee  y  gantileAnaibria  de  por 
acá,  eataodieado  que  heciaa  ea  dio  aray  aotabte  aenricio  á 
S.  M.»  coBM»  ao  dado  aiao  que  al  fiaS.  M.  toooaocerá.  y  tea* 
to  Biáa  oiraciéBdeae  aiay  gvaadea  iaooaKMaieataa  qae  aoa  ame* 
aasavan  muy  de  oerca*  porque  loa  priacipetee  «edaoe,  baTÍeo- 
do  de  bu«i  tiempo  atrae  pueeto  loa  ojee  eo  eete  Paya,  loe  cooi> 
bidea  a6o  y  loa  f^iM^t^n  aaÍBiteBio  paca  esto  efecto,  eo  to  qualt 
ao  dntai^  eeto,  trabajaieaioa  que  ao  soooeda  ooea  ea  ^erjai- 
cio  de  S.  M.,  cooao  eomoe  obligadoe.  Y  aún  ae  repceeeotan 
otras  dificaUadee,  de  que  ow  deeptese,  que  alteran  en  graa  aaa- 
aera  loa  coraaooes  de  loe  vesalloa,  y  eoo  que  por  certas  tator- 
ceptaa  de  S.  M.  y  de  su  Secretario  Zayas.  escritas  en  ciíra  pe- 
ra Roda  doade  antea  que  fueeeo  adveitidoe  por  allá  deata  mu- 
daasa  sooectida,  y  dÍTenas  veoea  deapiw,  bao  deecabierto  que 
S.  M.,  verdaderamente  á  persuasión  de  los  perturbadores  de 
nuestro  reposo,  esteva  resuelto  de  continuar  con  el  mtsaio  pie 
y  progreso  del  tiempo  del  Duque  de  A  Iva,  y  que  aguardaado 
te  venida  del  Sr.  D.  Juan,  era  necesario  y  combenu  disimular 


—  449  — 
conmigo  y  Mos  de  Xampani,  vuestro  hermano,  y  otros  áe 
nuestro  humor,  y  que  entonces  se  daria  el  orden  combeniente, 
causando  todas  estas  cosas,  y  otras  semejantes,  una  disidencia 
entre  S.  M.  y  sus  buenos  vasallos,  tal  qual  podéys  considerar. 
Pero  no  obstante  esto,  á  ejemplo  de  mis  antepasados,  no  deja- 
ré yo  de  rendirle  bueno  y  leal  servicio,  como  deve  un  tan  fiel 
y  leal  vasallo  suyo  como  yo  soy;  y  los  negocios  han  ya  cami- 
nado tan  adelante,  que  la  pacificación  es  hecha  y  publicada 
desde  los  ocho  deste  mes  entre  el  Príncipe  de  Oranges  y  Es- 
tados de  por  acá,  remitiendo  los  Payses  de  Olanda  y  Gelanda 
en  la  obediencia  de  S.  M. ,  de  donde  yo  espero  que  S.  M.  y 
estos  Payses  recivirán  tan  grande  bien  y  reposo,  que  no  se  pue- 
de decir,  siendo  así  que  no  hay  cosa  en  perjuicio  de  los  dichos 
Estados,  ni  que  sea  contra  su  autoridad  ó  en  perjuicio  de  la 
obediencia  que  se  le  deve,  ni  que  pueda  causar  mudanza  en  la 
Religión  Católica  Romana,  antes  solamente,  efecto  del  deseo 
que  tienen  de  ver  el  Pays  reducido  y  libre  destas  miserias  y  ca- 
lamidades con  restitución  de  sus  antiguos  privilegios,  fran- 
quezas y  libertades,  lo  qual  no  se  puede  conseguir  sin  que  los 
españoles  se  retiren;  y  tanto  más  ha  viendo  aún  añadido  nue- 
vas estratagemas  y  crueldades  de  guerra,  así  por  el  saco  y  robo 
de  Mastrich,  donde  havia  solamente  guarnición  ordinaria  de 
Alemanes,  como  por  el  de  Pays  abierto,  el  qual  han  destruydo 
y  quemado  en  diversas  partes,  y  asolado  muchos  villajes  y  al- 
deas, como  después  á  los  quatro  deste,  por  las  crueldades  in- 
humanas de  que  usaron  en  la  villa  de  Anveres,  porque  havien- 
do  entrado  nuestra  gente  para  aseguralla  de  tal  incombenien- 
te,  los  españoles,  con  asistencia  de  los  amotinados  de  Alost, 
á  los  quales  solicitaron  é  inducieron  á  este  fin,  los  echaron 
fuera  matando  muchos  caballeros  de  linage  y  principales,  y 
llevando  preso,  entre  otros,  al  Conde  de  Ayamont,  mozo,  don- 
de está  aún  detenido  estrechamente  (de  que  los  Príncipes  de 
Alemania  en  gran  manera  se  resienten),  quemando  la  Abadia 
de  San  Miguel  y  la  casa  de  la  villa,  y  con  ella  otras  mil  y  qua- 
trocientas  ó  mil  y  quinientas  de  particulares,  matando  mise- 
rablemente algunos  de  los  Magistrados  y  increyble  número  de 
vecinos  de  la  dicha  villa,  saqueándolo  y  robándolo  todo,  vio- 

»9 


—  43o  — 

lando  y  fonando  OMijarat  7  doaeellM,  jr  rntÜándoUt  ea  ti  éi- 
efao  CÑtUlo  psn  wt  beiliftkt  lubriddÁdet;  j  fiatlments,  eom- 
peliendo  á  kx  mocadem  y  ctodadanoa  á  reacatar  ma  bieaaa 
omabita  y  mercadariaa  tomadaa  por  giaa  amna  da  dlaaro:  oo- 
üi  tao  mwfabloa  y  do  tan  ímfMMfo  dato  y  pérfida  eonso  aa 
aeatirá  en  toda  la  críatiandad.  Moa  de  Abra,  mi  hennano,  y 
Moa  de  Champan!  aa  eacapwon.  Vesra  aquí,  mwiiimr.  lo  que 
aatoa  boonoa  criatianoa,  qoe  ae  «fioeo  tan  boeaoaaanrtdorer  de 
S.  M.,  aaben  hacer,  yannafora,  noobataate  la  IkfMladdao- 
tor  D.  Joan,  qoe  fué,  aegnn  ae  dice,  á  Lucembuff  á  loa  qua- 
tio  daate  mea,  no  dejan  de  oooturaar  todaa  nmana  de  loboa 
é  inaolfwriaa.  que  aoo  tantea  que  no  hay  papal  que  beale  para 
eaeribirlaa.  Loa  del  Cooaejo  de  Balado  y  loa  Eatndoa  gaaera- 
lea  aquí  aytatadoa  han  deapacfaadodÍTeraaa  vocea  áS.  A.  pn- 
ra  aaber  «u  inteocioo,  de  qoe  no  tenemoa  «w  reaelocioo  cier- 
ta; y  ai  él  no  trae  loa  verdadcroa  remecUoe  con  pleoario  poder 
<te  hacer  aalir  luego  loa  eapatolaa  y  ealiaogaroe(qaa  eael  aolo 
y  flnico  remedio  para  poner  laa  ooaaa  en  ooaíafo),  aa  venida 
aera  de  bien  poco  electo.  El  noa  da  bnenaa  e^iemiaa,  oono 
lo  hace  también  Moa  de  Roatnguieo  que  ea  vuelto  de  Eepefta; 
pero  laa  ooaaa  eatán  en  tal  aatado,  qoe  no  ae  craarft  nada  an» 
tea  de  ver  loa  eiectoe»  Yo  oe  aupUeo,  monateor,  que  oooCí* 
nuaodo  la  afición  que  aé  que  teoéya  á  nueatra  Patria,  hagiya 
todoa  loa  boenoa  o6cioa  y  el  extremo  que  ae  pudiera  con  S.  M. 
pera  que  le  pioBa  tooBar  ealaa  ooaaa  como  coiablene  a  au  aer-' 
vicio,  preñríendo  clemeocia  y  dulzura  á  toda  fuerza  y  rigor, 
aprovando  y  haciendo  ejecutar  loa  advertimientos  y  parecerea 
qoe  le  avernos  dado  tanto  tiempo  hi,  sin  tener  cuenta  con  lo 
que  loa  malsines  y  enemigoa  de  nueatro  bien  le  podrían  poner 
delante  en  contrarío,  aolamente  por  au  particular  interéa,  por- 
que procediendo  de  otra  manera,  deade  agora  me  parece  lo  que 
otras  muchMs  vece^  he  advertido,  que  se  seguirá  una  pérdida 
irrecuperable  de  todos  estos  Payses,  príncipalroente  que  firan- 
nos  premen  é  instan  á  tomar  socorro  del  ios.» 


—  4^1  — 

XXV 

El  Rey  á  D.  Jtwn  de  Austria. 
(Noviembre  de  1576.) 

«Por  otra  que  va  con  ésta  veréis  lo  que  se  me  ofrece  sobre 
el  negocio  de  Inglaterra.  En  ésta  he  querido  deciros  que  la 
voluntad  que  siempre  os  he  tenido  y  tengo  de  hermano  es  tal 
y  tan  grande,  que  después  del  servicio  que  deseo  que  se  haga 
á  Nuestro  Señor  en  reducir  aquel  reino  á  la  Religión  Católi- 
ca, estimaré  en  más  de  lo  que  os  podré  encarescer,  que  aque- 
llo suceda  bien,  por  ser  ocasión  en  que  os  podré  mostrar  lo 
mucho  que  os  amo  y  quiero;  y  en  señal  y  prenda  dello,  desde 
agora  os  aseguro  que,  saliéndose  con  la  empresa  del  dicho  rei- 
no, holgaré  que  quedéis  en  él,  casándoos  con  la  Reina  de  Es- 
cocia, habiéndose  viva,  poniéndose  en  libertad  y  posesión  de 
su  reino,  que  es  cosa  que  se  ha  entendido  que  eHa  desea,  y  que 
será  bien  debida  al  que  la  hubiere  sacado  de  tantos  trabajos  y 
puesto  en  libertad  y  posesión  de  sus  reinos,  quando  vuestra 
persona,  por  la  calidad  y  valor  dalla,  no  lo  meresciese  también 
de  suyo.  Y  aunque  sucediendo  el  caso,  habrá  algunas  cosas 
que  convenga  aceptar  y  capitular,  me  ha  parescido  que  no  hay 
que  tratar  desto  tan  antes  de  tiempo,  y  que  bastará,  por  aho- 
ra, advertiros,  como  arriba  está  dicho,  haya  de  ser  y  sea  en 
la  forma  y  con  las  condiciones  que  á  mí  me  parescieren  que 
convernán  á  mi  servicio  y  al  bien  de  nuestras  cosas  y  Es- 
tados. » 

En  otra  carta  de  la  misma  fecha  le  dice  sobre  el  negocio  de 
Inglaterra: 

«Habiendo  considerado  la  orden  y  advertimiento  que  os  di, 
de  lo  que  se  habría  de  hacer  para  la  entera  pacificación  de  lo  de 
Flandes,  y  particularmente  en  lo  del  sacar  los  españoles,  siendo 

necesario,  y  lo  que  seria  bien  hacer  dellos he  venido  después 

que  os  partistes  en  pensar  lo  que  en  tal  caso  seria  bien  de  hacer 
de  la  dicha  gente,  y  si  seria  buena  esta  coyuntura  para  empren- 
der lo  de  Inglaterra,  representándoseme,  por  una  parte,  que  es 


-4fc- 

lÉ  IBCJtf  OCMIOS  ^M  M  fMMM  OfrWtFt  pOP  tOHMIf  A  M  RlMft  09 

aquel  reino  dawnwirribid^t  j  pam  mcu  U  dich«  faote  dt  nb 
Eitadoi  000  máa  lepotactoo.  y  d  tanrido  gr«n<le  quo  M  ha- 
ría á  Nuestro  Seftor  eo  roducár  aquel  roiao  Codo  A  la  RdifioQ 
Católica,  y  otras  oooMderadooet  que  por  osla  parto  ia  me  haa 
pepfeeeutado;  y  ^pot  otra,  las  obli^aciooea  eo  que  noemetada- 
BBoa  de  cooMUsarae,  tío  TmKJift  fiindinienlfl  y  aenñdad  del 
boea  flDOOie  del,  U»  dificultadet  qae  puede  haber  eu  eoaao- 
guirae  sale  Hegocio,  y  loa  fraodaa  ioconTeoteotea  que  podrían 

suceder  da  turbarse  la  chrístiandad  y  el  moodo  todo he 

querido  advertiroe  aquí  de  lodo  lo  que  eobce  este  oaiocto  se 

me  ofrece  y  de  mi  voluoud  en  él PriwsrameHi  habüt  de 

advertir  que  en  ningnna  manera  se  debe  eospreuder  mtm  uego- 

cto  hasta  que  lo  deaosEUadoa  esté  todo  quieto  y  llano De* 

OMM  desto,  se  debe  coosiderBr  omcbo  el  foadaníeoln  que  M  po- 
drá  hacer  de  la  ayudada  loa  de  Inglatacfa  para  emprender  as- 
ís negocio,  pues  no  hay  ningún  reino  tan  flaco  ni  pequefto  que 
ss  pueda  ganar  ni  deba  emprender  sin  ayuda  del  misaK»  rsí  - 

no Pernea  dssto,  si  la  dicha  Rmna  se  ha  recalndo  da  vnsa- 

tra  ida  A  esos  Betadoa  y  hecho  algunaa  prerencionea  y  comen- 
ado  A  vivir  con  meyor  reodo  de  eo  eegurídad  y  de  la  de  aqud 

reino,  porque  si  esto  fiíeee,  no  habría  que  tr«ur  dd  negocio 

Para  deacuidar  A  la  dicha  Reina  de  la  sospecha  y  recelo  que 
le  podrA  haber  causado  veroe  A  voe  eo  eeoe  Estadoa,  parece  que 
serA  A  propósito  irla  regalando  y  tener  con  ella  buena  correa- 

pondeocú  en  lo  que  ee  ofreedere. 

Bn  8  de  Diciembre  de  1576  ñrmó  D.  Juan  la  inatruccióa  para 
Moa  de  Gate,  gentilhombre  de  S  M..  de  lo  que  de  su  parte 
había  de  decir  A  la  Reina  de  laglaternu 

XXVI 

D.  Juan  d»  Austria  mí  Rty. 
(Lucemborgo  6  de  Diciembre  de  1576.) 

«En  esotra  carta  que  va  con  ésta  doy  aviso  A  V.  M.  cómo 
estaba  aguardando  al  Marqués  de  Havre  y  los  otros  comísanos 


—  4S3  — 

que  los  Estados  enviaban  á  tratar  conmigo.  A  los  2  del  preseú- 
te  llegaron  el  dicho  Marqués  y  el  Obispo  de  Arras  y  Mos  de 
Liquerque.  Recibílos  alegre  y  cortesmente,  y  ellos  me  dieron 

la  bienvenida ,  y  de  aquí  dieron  lu^o  de  punto  en  blanco 

en  decir  que  lo  primero  de  todo  convenia  que  los  españoles 
fuesen  fuera En  suma.  Señor,  pretenden  y  quieren  resolu- 
tamente que,  ante  todas  cosas,  eche  los  españoles  fuera  y  me 
meta  entre  ellos,  y  esto  con  tanta  brevedad,  que  no  admiten 
punto  de  dilación;  y  de  los  dos  que  les  he  pedido,  me  asegu- 
ran que,  como  está  dicho,  son  la  observancia  de  la  religión  ca- 
tólica y  la  obediencia  de  V.  M.;  no  sé  qué  me  pueda  prome- 
ter  Yo,  Señor,  estoy  inclinado,  y  en  gran  manera  deseoso, 

de  acabar  esto  por  bien,  aunque  sea  aventurando  lo  que  al  fin 
parece  que  no  se  podrá  excusar,  por  ser  conforme  á  la  voluntad 
de  V.  M.  y  á  lo  que  conviene  al  servicio  (de  Dios)  y  al  bien 
de  toda  la  christiandad.  > 

xxvn 

Julián  Romero  á  D.  Juan  de  Austria. 
(Liexa  14  de  Diciembre  de  1576.) 

•El  pensar  V.  A.  que  ellos  (los  rebeldes  de  los  Países  Ba- 
jos) han  de  hacer  virtud  hasta  que  le  vean  armado  y  pujante 
para  podellos  hacer  recular  á  donde  le  pareciere,  V.  A.  se  des- 
engañe que  ellos  no  harán  virtud  hasta  que  esto  vean,  por  mu- 
chas palabras  que  den.  Y  plega  á  Dios  no  sean  con  intención 
de  engañar  á  S.  M.  y  á  V.  A.;  y  debajo  desto,  puedo  asegurar 
á  V.  A.,  como  hombre  de  bien,  que  no  hay  ninguno  en  el  mun- 
do que  tanto  desee  la  paz  y  quietud  destos  Estados  como  yo, 
porque  sé  lo  que  conviene;  y  tras  esto  digo  que  por  bien  nun- 
ca se  hará  nada,  por  muchas  cosas  que  sobre  ello  podria  decir, 
segim  yo  lo  entiendo.  Bien  podrá  ser  que  me  engañase,  pero 
yo  conozco  bien  á  la  gente  deste  país,  porque  há  treinta  y  cin- 
co años  que  los  he  tratado.  >  Lo  mismo  escriben  Alejandro 
Gonzaga,  Jerónimo  de  Roda,  el  coronel  Mondragón,  Sancho 
Dávila,  los  coroneles  alemanes  y  otros  jefes  militares. 


^4^4- 


xxvm 


(BmIovhi  ta  de  Dideiiibre  de  1576.) 


«Le  últími  que  tango  eecrite  á  V.  If .  ee  de  T  ^rwll^^^n  á 
loe  6  derte,  y  eákme  tan  al  justo  lo  queea  eOe  difo  á  le  poe- 
tía.  qoeaoiólOBOiepiMdejttigwdeaaahofa  á  otm  loqw 
iflfá;  BMa  aéa  iranaa  enredenendo  loe  iiegocioa  da  aserte  que, 
pwiaandn  taaaf  alguna  ooaa  aiqoíaní  coa  qoé  dwipaf hiroorfoo, 
entretienen  loa  nianMa  nigocioa  de  dia  en  din  la  ^|aeneian 
deato,  por  lo  qne^ran  ptowiatiandi>deaíy  infiBaBite  ileaqna 
loa  tratan;  y  de  calo  ee  la  canea  lo  que  creo  d^^  en  eeoCra,  qne 
oooM  eon  ********  y  tan  dieoordea  eetoe  boasbrea  oon  qníen  ee 
platica,  lo  que  loe  onoaoonctactan,  loe  otroe  lo  nkfan»  y  lo  qne 
aBochoa  repnieben,  otroe  admitan,  poee  al  fin  lólo  ae  han  bedbo 
Cflttcordee  pera  mocir  y  lalir  con  la  anya;  en  el  cómo  y  de  qoé 
BMuian  eatá  la  dÜKancia,  por  la  que  hay  entre  elloe  de  entan- 
dnnientoa  y  bnanna  ininncíonea.  Y  aaf ,  crea  V.  If.  que  se  pa- 
dece harto  náa  que  aafariadecirae,  y  que  la  paciencia  y  condi- 
ción para  reaistir  á  ana  denwndai  y  modo  de  proceder, 
roeario  qira,  de  humana,  la  haga  Dioe  por  mibgro  pfi 
te  de  ángel;  porque  piden  y  quieren  coeas  y  naen  de 
tan  insolentes,  que,  ó  ha  de  paaar  el  que  loa  trata  por  fianoer, 
como  ellos,  iograto  á  su  Dios  y  rebelde  á  en  Rey,  6  ee  ha  de 
abandonar  caai  todo  en  la  reputación,  autoridad  y  obediencia 
de  V.  M.,  6  ae  ha  de  venir  á  las  armas  y  á  la  fuerau  Vea 
V.  M. ,  por  amor  de  Dioe,  qué  maloe  trea  partidoa  peía  sacogar 
d  m^,  y  quinto  conTÍane  encomendarle  que  él  noe  inepimen 
lo  que  más  su  servicio  sea,  como  yo  lo  hago,  cierto,  por  mi 
parte  quanto  puedo,  coofiado  de  que  ha  de  suplir  su  infinita 
bondad  lo  mucho  que  en  mí  £alta  para  merecer  lo  que  lapido. 
No  seria  posible  escribir,  aunque  el  tiempo  fuese  aobrado,  loa 
dares  y  tomares  que  ha  habido  entre  los  Diputados  que  úlii- 
maiueute  me  enviaron  los  Estados  y  Consejo  y  entre  mí..... 


'-^  455  ^ 
Ora  V.  M.  crea  que  lo  ha  de  guiar  Dios  de  su  mano  para  nó 
llegar  á  rotura,  según  todo  y  todos  están  llenos  del  diablo  que 

se  los  lleve,  si  decirlo  puede,  quien  tanto  padece  por  ellos 

Prevenga  V.  M.  que  vuestra  Real  persona  se  disponga  al  tra- 
bajo de  ir  siquiera  á  Lombardia,  pues  este  solo  movimiento 
bastará  para  muchos  importantísimos  efectos,  que  si  una  vez 

se  imposibilitan,  le  quedarán  in  etermim Mire  V.  M.  que 

en  esto  se  asegura  Italia,  que  tanto  y  tan  de  veras  lo  tiene  me- 
nester acabar  lo  de  acá,  que  es  lo  que  tan  fácilmente  se  deja 
entender • 

XXIX 

D,  Juan  ie  Austria  al  Rey. 
(Marcha  lo  de  Enero  de  1577.) 

•Ya  V.  M.  se  acordará  que  cuando  me  mandó  venir  á  estos 

Estados,  dixe  á  V.  M que  todos  los  cargos  del  mundo, 

respecto  del  de  la  mar,  eran  para  mí  accesorios,  y  que  así  no 
le  dexaria  por  ningún  otro,  pues  con  él  habia  servido  á  Nues- 
tro Señor  y  á  V.  M.,  como  todo  el  mundo  sabe,  y  ganado  el 
poco  nombre  que  se  entiende,  y  que  V.  M.  fué  servido  que 
no  hubiese  novedad  y  que  yo  me  quedase  con  él,  como  lo  te- 
nia. Tráigolo  á  la  memoria  á  V.  M.  para  que  mande  se  me  dé 
siempre  aviso  de  lo  que  se  proveyere •  etc. 

XXX 

D.  Juan  de  Austria  á  S.  M. 
(Marcha  2  de  Febrero  de  1577.) 

« Suplico  á  V.  M.  se  acuerde  de  la  merced  que  me  tie- 
ne hecha  de  sus  armas  para  lo  de  Inglaterra,  siendo  éstas  que 
hay  acá  bastantes,  en  efecto,  con  poco  más  que  se  añada  para 
salir  con  aquella  empresa  de  tanto  servicio  á  Dios  y  renombre 
para  V.  M.,  y  de  tanta  honra  y  provecho  para  mí.  Pero  vien- 


do  qoe  de  no  ochariat  deitot  Ealadot,  podrá  ineidw  60M 
contri  la  volaotad  do  V.  M.,  como  la  goarra  an  alloa,  y  q«a 
roe  eovió  priocipahDante  á  aaoMarla,  no  quiera  ni  permita 
Dioa  qtM  finaa  mioa  me  hafui  inobediente  á  V.  If.  7  tan  á 
coala  de  an  aanrkáo  y  tan  á  pdifro  de  mi  alma,  poaa  cuanto 
en  eata  vida  pretendo^  ea  aalvando  eaiaa  coodiciooaa  priataro. 
Paro  todo  aalo  difo  para  aiqrficar  ato  niáa  qoe  poado  i  V.  M., 
que  00  alendo  yo  ya  boeoo  para  entre  eataa  fnlaa,  por  lo  qM 
entre  elloa  y  mí  faa  paaado,  qoe  ha  aído  mucho,  y  tan»  lo  que 
podrá  aer,  porque  oueatraa  coodiciooaa  no  aon  para  aoomodaraa 
en  imo.  ni  la  aalud  me  lo  compórtala,  aino  á  coala  da  pardaria 
y  aun  quixá  U  vida,  ni  de  ntoguna  manera  yo  aabri  quedar 
acá  por  Gobernador,  porque  m  la  edad  ato  me  lo  Ueva,  ni  la 
inclmacton  al  o6cio  que  he  oaado  de  laa  araaaa  ae  me  ha  mu- 
dado  que  para  el  aatablecimíonto  dealo  envíe  V.  M.  quien 

k>  hará  todo,  ain  compararioo  alguna» mocho  mejor  ye  yo...... 

XXXI 

D.  Jeea  ás  Austris  A  O.  Garría  ás  T9UÍ9, 
(Marcha  ai  de  Febrero  de  1577.) 

......  Algunaa  oondidonea  deata  paz  han  de  parecer  dona,  y 

á  mí  me  perecen  durfsinMa;  pero  por  aalvar  religioo  y  la  obo» 
dienda,  cuando  eato  y  loa  Eatadoa  eatabeo  perdidoa,  fiíeraa 
ha  tido  pasar  de  preaeote  por  ellaa,  haciendo  cuenta  de  lodo 
como  hallado  acaao.  Lo  demás  irá  el  tiempo  dando  cada  dis, 
que  agora  no  ea  poco  lo  que  nos  ha  dado  por  gracia  de  Dioa.» 
--(Cot.  dé  ioc.,  tomo  III.) 

XXXII 

D.  Jimm  i$  Austria  ai  Rty, 
(Lovaina  16  de  Marzo  de  1577.) 

• Ea  coaa  maravillosa  ver  quán  fundados  andan  todoa  an 

su  negocio,  y  llamo  su  negocio  aquél  en  que  mueatran 


—  457  — 

puesta  su  felicidad,  que  es  querer  mandar  y  vivir  con  libertad, 
dando  á  la  ambición  y  apetito  desordenado  el  lugar  que  debria 
tener  la  templanza  y  la  razón;  y  como  aquél  anda  á  rienda  suel- 
ta, tráelos  tan  fuera  de  camino,  que  sólo  Dios  basta  á  reducir- 
los. Entre  sí  no  hay  hermano,  pariente  ni  amigo,  porque  el 
vínculo  de  tales  no  cabe  en  su  malicia;  pero  contra  Dios  y  con- 
tra V.  M.  no  se  ha  visto  tal  unión  y  conformidad,  ni  se  puede 
creer  de  hombres  que  tienen  nombre  de  cristianos  si  no  se 
vee.  Los  malos  son  peores  que  los  peores  demonios  del  infier- 
no, y  los  buenos  conténtanse  con  no  llegar  á  aquel  extremo, 
y  pasan  facilísimamente  por  los  defectos  y  obras  de  aquéllos, 
porque  aunque  lo  cuenta  de  llano,  viendo  que  toca  la  honra  de 
Dios  y  de  V.  M.,  como  no  les  llama  al  interese,  no  se  les  da 
nada,  y  cuando  pasan  de  muy  buena  gana  por  esto  como  por 
lo  demás,  es  cuando  se  trata  de  desechar  de  sí  el  freno  de  la 
obediencia.  Quieren  ser  libres,  y  de  tal  manera  libres,  que 
V.  M.  tenga  sólo  el  nombre  de  Señor,  y  ellos  los  efectos;  y  si 
con  esto  se  contentasen,  aún  seria  menos  mal;  pero  hay  tan- 
tas señales  de  que  pretenden  esta  libertad  en  lo  temporal,  para 
quererla  después  en  lo  spiritual,  que  es  el  mayor  peligro  en  que 
yo  veo  á  estos  Estados;  y  así  me  lo  certifican  todos  los  que 
verdaderamente  son  celosos  de  nuestra  santa  religión  y  del 
servicio  y  grandeza  de  V.  M. ,  que  tienen  conocimiento  y  ex- 
periencia de  los  humores  dellos,  los  cuales  sienten  tanto  la 
salida  de  los  españoles,  que  lloran  lágrimas  de  sangre,  porque 
tienen  por  sin  duda  que  aquel  dia  ha  de  reventar  esta  poníoña 
por  todas  partes,  con  tanta  fuer9a,  que  se  apodere  deste  cuer- 
po, siendo  así  que  los  que  querrán  acudir  á  este  daño,  que  son 
los  menos,  no  tendrán  posibilidad,  y  los  que  podrán,  no  que- 
rrán ni  les  dará  lugar  á  ello  su  tivieza  y  floxedad.  El  nombre 
y  servicio  de  V.  M.,  con  no  apellidar  otra  cosa,  es  tan  aborre- 
cido y  poco  estimado,  cuanto  temido  y  amado  el  del  Príncipe 
de  Oranges;  la  Cristiandad,  como  se  puede  inferir  de  lo  dicho, 
tan  tibia,  que  siendo  lo  que  más  habria  de  mover  y  obligar, 
es  lo  que  menos  estorbo  hace  á  su  malicia.  V.  M.  no  tiene 
agora  más  parte  en  estos  vasallos  de  la  que  ellos,  no  por  serlo 
sino  por  su  propio  interese,  le  quisieren  dar,  y  ésta  se  ha  de 


-4»- 

á  lo  UWO08  «i  wtot  principioii  y  plague  á  Piot  güt 
no  w  fif^*'*t*  por  1a  msLi  oooMcofloctt  «Mk?ft  boorudoi 
hfotmúoodo  y  lúdoido  mucha  OMrood  á  Um  rebokiM  y  tcai- 
dores,  y,  por  d  codisrio,  uriooonuMlo  y  dwíifOWKWiido 
lot  twMfftfft  y  ImIm,  ow  tnt  (mw  mt  MnitiUos  riHímrTtitt, 
qakna  uñkim  qm  «itotrM  teui  abatídot,  y  como  V.  M. 
Terá  por  k»  sviaot  qm  «¡oí  «ovio,  tratan  por  div«nat  vías  do 
matarme,  paroactéodolet  qoo  coo  oito  lea  quedará  el  campo 
franco  pon  OTorartar  soa  roaldadaa.  Do^Mioa  que  te  pobUoÓ 
la  par,  y  qw  el  Principe  de  Oraafea,  Olaada  y  Celaoda  la 
acepUfoo,  te  han  hecho  cuantas  düigmriaa  han  aido  poaiblea 
parmcomplir  lo  prometido  cerca  de  la  aalkk  de  loa  mptibotm, 
wtS  por  quitarle  la  ocaatoo  de  iferiÉii  io  nal  propódlo,  cono 
por  aaegorar  á  loa  Ettartoa;  y  aunque  por  aar  nefodo  tan  em- 
barayoio  que  como  otraairecea  he  eacripto,  requería  nwa  para 
■cabaraa,  y  d  tiao^w  tan  brare  entendí  que  ooa  ptm  dificul- 
fad  y  trabajo  ae  había  de  llepir  á  la  execocioo,  y  lo  que  mea 
temí  m&mpn  íaé  la  (alta  del  dinero,  porque  donas  qno  el  pa- 
fimieoto  de  la  fOBteque  había  de  aaUr  montaba  nadionayor 
toma  de  la  que  yo  hacia  atenta  que  tenia  acá  y  en  Géoora,  oo 
había  eoperanfa  que  aun  de  aqodlo  me  pndiaao  vakv  á 
po,  poea  aqof  no  había  hombro  que  aobre  U  qmtk 
real;  y  asf  me  traía  eito  con  gnm  cuidado..... 

La  gente  de  guerra  desesperada  y  deadoAada, 
V.  M.  cuál  andará  todo,  y  cuan  poco  habrá  aprovechado  bbI 
trabajo  y  tufrimieoto,  ni  en  qué  coea  se  pudiera  emplear  mejor 
aquel  dinero.  Siéntelo  en  el  alma,  no  por  mí,  sino  por  lo  que 
toca  al  servicio  de  V.  M.,  que  yo,  con  haberme  puesto  deado 
que  salí  de  ahí  hasta  hoy  á  todos  loa  peligros  que  do  vida  y 
honra  se  han  ofreecido,  sin  parar  en  ninguno  por  mecrtar  k 
voluntad  de  V.  M .  y  acordar  y  prevenir  lo  que  me  ha  parea- 
cido,  quedo  consejado  de  lo  que  á  mí  toca.  Aunque  no  dé  la 
desgraciado  aer  tan  mal  ayudado,  que  por  ello  quede  sin  fructo 
lo  que  tan  caro  me  cuesta,  y  V.  M.  tiene  esperienda  que  para 
haber  querido  proveer  con  resolución  de  tan  lejoa  han  llegado 
las  coeas  al  estado  en  que  están,  y  de  laa  de  aquí,  pom  el 
tiempo  que  había  de  acudir  coo  suataoda  la  quita,  no  «f/ir# 


—  4^9  — 

V .  M.^  sino  muy  en  breve,  alguna  pérdida  irreparable  y  de  mi  las 
nuevas  que  de  tanto  peligro  se  puede  protneter,  pues  los  sticesos  de 
las  que  se  pueden  desear  penden  ya  más  de  milagro  que  de  me- 
dios humanos.  Y  cierto,  señor,  que  cuando  me  acuerdo  de  las 
provisiones  que  V.  M.  hizo  á  los  otros  ministros  que  aquí  han 
estado,  quitando  de  todas  las  otras  partes  por  acudir  á  ésta,  y 
considero  quánto  mayor  era  la  necesidad  presente  que  las  pa- 
sadas, y  la  palabra  que  V.  M.  me  dio  de  que  me  proveería,  de 
que  vine  muy  confiado,  como  lo  escribo  más  largamente  de  mi  ma- 
no, no  sé  á  qué  atribuir  efecto  tan  contrario  sino  á  pura  desgra- 
cia mia.  Bien  me  podrá  ésta  seguir,  pero  no  quitar  que  no  acabe 
en  servicio  de  V.  M.  cumpliendo  con  todas  mis  obligaciones,  y 
así,  aunque  no  con  la  esperanca  que  pudiera,  si  tuviera  dine- 
ro, voy  continuando  la  execucion  de  lo  comen9ado  con  procu- 
rar que  salga  la  gente  de  Anveres,  en  lo  cual  ha  trabajado  y 
trabaja  Escovedo  más  de  lo  que  se  puede  encarescer,  haciendo 
espaldas  á  cuantas  dificultades  se  han  ofrescido,  así  de  parte 
de  los  Estados  como  de  la  gente;  y  si  Dios  quiere  que  aquello 
se  acabe,  se  procurará  entretener  lo  demás;  pero  esto  no  sé 
adonde  podrá  llegar,  ni  de  qué  fructo  será.» 

XXXIII 

D,  Juan  de  Austria  á  S.  M. 
(Lovaina  á  i6  de  Marzo  de  1577.) 

«Viendo  las  cosas  en  tan  peligroso  estado,  como  por  esotra 
carta  se  entenderá,  y  que  no  quedaba  otro  camino  para  llegar 
al  remedio  dellas  sino  el  de  la  negociación,  pareció  ser  conve- 
niente introducirla  con  el  Príncipe  de  Oranges,  porque  siendo 
el  timón  que  guia  y  gobierna  esta  barca,  es  también  el  que  la 
puede  perder  ó  salvar,  y  con  ganarle  á  él  se  quitarla  la  mayor 
dificultad  é  impedimento  que  agora  tiene  este  negocio,  del  cual, 
tratando  con  el  Duque  de  Ariscot,  que  muestra  estar  muy  re- 
ducido al  servicio  de  V.  M.,  acordamos  que  fuese  con  cartas 
suyas  al  dicho  Príncipe  un  Doctor  Leonino,  de  quien  tiene 


nudia  ronfimia  y  ■iHrfacffioa,  y  qiM  p«n  dar  mif  aoctorklAd 
á  U  pUtica  le  habUM  yo,  cono  lo  hixe,  dicifadoto  que  1«  ra* 
firíaM  «1  polifto  y  datoomodidMl  coo  qM  htbbi  psndode  £•• 
pafta,  por  fci  qaittod  y  padficadoo  daitoi  Ettadoa;  Itgmciat 
y  nwroedet  qoa  l«  tmU  do  V.  11.,  y  lo  qoo  había  procurado  la 
pos  y  dewaha  que  te  mantorieae;  que  en  U  adida  de  iMOipo* 
fióles  te  osaba  de  toda  breirodad  posible,  y  te  compUría  es 
sato  y  so  todo  lo  por  mf  ofrecido  so  nombre  de  V.  11.,  y  ao 
coostotina  qoe  habiese  Calta  en  cosa  ntngona,  aniss  f''****^^ 
las  armas  contra  quslqoisr  psrsoosqtas  lo  qiiisisss  iaipsdir  6  ir 
esotra  ella,  por  prenda  de  lo  cnal  ne  había  mstido  so  poder 
de  los  Estados;  que  rotrass  qoe  teoia  entre  maoos  ocasión  ds 
haosr  oa  ssnricio  á  V.  M.,  por  donds  oo  sólo  fueee  perdona- 
do, psronsrsdessakanxarsoRBalgraciayelfnMlodahonm 
y  üvor  qoe  podía  dessar,  sstsblerisiido  su  casa  para  su  poste- 
ridad,  y  que  yo  le  ssris  bosn  saifo,  y  cono  tal,  baria  por  él 
quifá  más  de  lo  que  penssba;  que  cooiídsrsss  qus,  cwirsdisii 
do  á  los  Estados  lo  qus  hsa  pedido,  y  á  él  lo  qoe  poede  prs- 
tender,  no  le  quedaría  dssculpa  con  Dios  ni  con  si  mondo  ds 
lo  que  había  bocho  ai  de  lo  que  sdelante  hidsss,  stnolososp- 
taba,  sotes  coo  muy  juMa  causs  ss  vohrerisn  todos  contal  tí  y 
dejaría  su  cass  perdida  y  Jssccsnpnfwti.  dejado  aparta  qoe  la 
muerte,  Us  más  veces,  venia  cuando  menos  ss  penssbs;  qus 
de  mi  le  podía  asegurar  que  no  iría  por  el  ounino  que  loe  otros 
Gobernadores,  poes  no  Tenis  sino  á  perdooar  y  pooer  en  oItí- 
do  cosas  pasadas,  reducir  el  gobierno  destos  Estados  á  su  an- 
tiguo ser  y  procurar  en  ellos  una  pax  tan  firme  y  provechoaa 
que  con  ella  se  restaurasen  de  los  trabajos  psssdos;  qos  si  ssto 
era  por  lo  que  él  habia  tomado  las  armas,  ya  no  le  quedabe 
causa  para  pasar  coo  ellas  adelante;  por  tanto,  que  se  resolvie- 
se en  abra^  negocio  que  también  le  estaba,  y  que  oo  sola- 
meote  atendiese  á  mantener  la  pax,  mas  asimúuno  á  la  verda- 
dera reduction  de  aquellos  Estados  en  la  religión  católica  ro- 
mana y  en  la  obediencia  que  deben  á  V.  M.,  y  que  si  me  que- 
ría escribir,  que  yo  le  respondería  de  manera  que  tuviese  csu- 
sa  de  estar  contento.  Ha  vuelto  el  dicho  Doctor,  y  por  la  rela- 
cioa  que  ha  hecho  vsrá  V.  M.  lo  que  hs  pssado  con  si  dicho 


—  4^1  — 

Príncipe,  y  la  poca  seguridad  que  se  puede  tener  de  que  haya 
de  durar  en  la  paz.  Con  todo  esto,  salidos  los  españoles  de 
Amberes,  pienso  volver  á  darle  otro  tiento,  procurando  satis- 
facer á  sus  temores  y  sospechas,  y  si  él  se  contenta  de  hablar- 
me, de  muy  buena  gana  lo  consentiré  y  iré  para  ello  á  Ambe- 
res; que  ya.  Señor,  no  estamos  en  tiempo  de  hacer  elección  ni 
de  mirar  en  puntos  de  indecencia,  sino  de  reparar  el  Estado 
por  todas  las  vias  posibles,  pues  en  la  conservación  del  consis- 
te la  verdadera  auctoridad  y  reputación,  y  yo  ningún  remedio 
veo  para  que  aquí  no  se  pierda,  si  no  es  reducir  á  este  hombre 
que  tanta  parte  tiene  en  lo  demás,  y  plega  á  Dios  que  el  darle 
lo  que  pidiere,  fuera  de  religión  y  obediencia,  baste  para 
atraerle,  que  yo  mucho  lo  dubdo,  viendo  cuan  sobre  el  hito 

tiene  la  suya 

Al  fin.  Señor,  yo  ando  entre  ellos  como  pelota  en  el  ju^o, 
que  uno  me  toma  y  otro  me  deja;  y  en  resolución,  estoy  como 
preso,  y  V.  M.  crea  que  es  intolerable  cosa  haber  de  tratar  y 
satisfacer  á  hombres  de  tan  poca  capacidad  y  entendimiento, 
que  no  admiten  otra  razón  más  de  aquélla  que  á  su  poco  juicio 
les  parece  que  hace  á  su  negocio,  que  por  la  mayor  parte  vie- 
ne á  ser  sin  razón;  pero  si  el  sufrimiento  y  blandura  puede  ser 
medicina  para  curar  esta  llaga,  V.  M.  se  asegure  que  no  falta- 
rá en  mí;  mas  no  sé  á  dónde  podré  llegar  con  esta  carga,  por- 
que es  muy  contraria  á  la  salud,  y  tanto,  que  sin  dubda  la  per- 
deré, y  tras  della  la  vida,  si  V.  M.  no  me  hace  la  merced  que  le 
he  suplicado,  y  de  nuevo  le  suplico,  de  mandarme  salir  de 
aquí,  pues  es  también  lo  que  conviene  al  servicio  de  V,  M.» 

XXXIV 

D.  Juan  d¿  Austria  á  S.  M. 
(Lovaina  i6  de  Marzo  de  1577.) 

«En  el  alma  siento  verme  tan  obligado  á  tratar  de  cosas  que 
han  de  ser  de  mucha  pesadumbre  á  V.  M.;  pero  quien  pasa 
por  la  que  yo  en  su  servicio  y  tiene  las  obligaciones  que  tengo, 


-461- 

por  fnersa  ha  de  ll«gir  á  lo  qot  te  htlk  obligado.  Ha  nuda« 
do  V.  M.  que  del  dinaro  qm  «taba  en  Géoovt  á  óitpoéciim 
mia  le  taquen  las  paitidaa  paia  la  amada  y  MiUn,  qoo  aa 
verá  de  lo  qoe  loe  Emboxadorea  me  eauiíott,  y  no  sé  cieito 
qué  me  diga  deato  atoo  qoe  aaa  hallo  aa  tal  téaém  qaa  «i 
fbaoa  acoerde  V.  M.  la  palabra  qoe  me  dio  fentaa  «ana,  di 
que  le  daba  tan  particalar  coydado  de  aaiattnne  y  pioneer  roe, 
que  no  sólo  paoaé  sanca  qaa  de  lo  profaido 
naa  aatae  qoaaqonlo  ee  roeaeoonarentandOi 
del  Sol,  por  cumplimiento  de  la  coofianí  que  con  tanta  raaea 
aie  troxo  y  dd  propio  eervido  de  V.  11.  Pero  vieodo  qm, 
jualo  con  la  memoria  y  el  dinero,  me  Cutan  loa  modos  y  alo- 
meatos,  y  cargao  cada  instante  noevae  neceaidadai  y  paJÍpaa, 
no  a6  qué  asegurar  A  V.  M.  otra  coaa  que  la  AttiaBa  ndaa  y  !»• 
tal  perdición  detod<^  y  cato  tan  ein  eocaruciiuiaiito  ni  amaera 
de  deztr,  quanto  ae  cooofrA  por  lo  qoe  eacríbo  mia  bufo  da 
mano  agena,  pues  anda  to  de  por  acA  tan  leboatoo  y  el  deaM>> 
nío  tan  entre  estas  gentea,  que  sin  excepcioo  de  nacionee  ni 
personas.  A  todoa  trae  A  en  obediaaeia.  Los  RfíioB,  qoeolo 
mAs  se  les  ooocede,  mAs  y  más  qoieiea  cada  <fia;  y  al  in,  bea- 
ta libertad  de  coodendaa  y  de  duefto  no  aé  si  han  de  parar, 
porque  allende  de  que  nuestra  rebgion  eatá  oray 
eo  eetae  partee,  y  que  la  nuiyor  deatoa  aojetoe 
pa  junto  al  fuego,  acude  de  trarés  d  diablo  rerestido  en  el  de 
Orangea,  y  aopla  de  aoerle  que  todo  lo  trae  encendido  y  con- 
traminado, ab  qoe  baste  otro  que  sólo  Dios;  y  ooaao  ea  la 
canea  que  nguen  religioa  y  libertad,  acuden  liberalísimanieate 
A  ella  agentes  y  cooseotienles,  entre  loe  quales  apenas  queda 
hombre  en  pie.  Yo,  que  eoy  eolo  al  ransedio  de  tanta  babilo- 
nia, no  hallo  ni  tengo  ya  otro  que  acudir  A  Dioe  y  basar  de  la 
pura  fuerza  virtud,  llevándolo  por  la  confianza;  y  asf,  no  aólo 
he  llegado  A  donde  estoy,  sino  que  desde  aquí  procuro  aago* 
ciacionea  con  d  dicho  Orangea,  y  he  querido  irme  deredw  A 
Brusellas  para  paaar  por  las  nuiyores  indecencias  y  trabajos  en 
que  nadie  janaAa  se  ha  visto,  andando  de  aquél  d  otro,  y  po- 
niéndoaae  A  loe  pelifros  que  Dios  sabe,  de  perder  6  la  libertad 
6  la  vida,  cono  daniiui  diré,  por  manos  de  algún  ioíuno,  qoe 


—  463  — 

es  lo  que  se  ha  de  sentir  harto  más  que  perderla;  pero  ¿qué 
aprovecha?  pues  ni  aun  para  esto  soy  admitido,  hasta  que  con 
la  salida  de  los  españoles,  que  es  el  término  para  recebirme, 
subceda  lo  que  he  antevisto  muchos  dias  há,  que  serán  nue- 
vas guerras  y  revueltas  entre  estos  pobres  Estados,  los  unos 
por  querer  cumplir  con  lo  concertado  en  la  paz,  y  Oranges  y 
los  suyos  por  llevar  adelante  sus  intentos,  que  son  tan  fuera  de 
passar  por  lo  tratado,  que  si  creyeran  que  viniera  yo  en  nom- 
bre de  V.  M.,  como  he  venido  en  ello,  no  se  huviera  llegado 
por  su  parte  aún  á  tanto.  Mire  agora  V.  M.  en  quán  terrible 
tran9e  anda  esto  por  esta  mano.  Por  la  de  los  españoles  lléva- 
se tan  á  punto  crudo  el  ser  pagados  hasta  el  postrer  ducado,  y 
faltan  tantos  para  serlo,  sin  que  se  halle  forma  de  hallarlos, 
que  con  la  nueva  necesidad  en  que  me  ha  puesto  quitarme 
V.  M.  en  lugar  de  proveerme,  allende  del  daño  que  haze  no 
haberse  acabado  lo  del  medio  general,  no  sé  qué  esperar  ni 
prometer  sino  lo  que  se  sigue  de  un  motin  general  de  todos, 
quando  si  se  falta  una  hora  á  lo  prometido  y  capitulado,  no 
nos  queda  nada  en  qué  confiar,  porque  los  menos  mal  inten- 
cionados aguardan  este  dia  de  la  salida  para  resolverse  según 
lo  que  vieren  en  él;  y  los  otros,  que  son  los  más  y  de  mayores 
prendas,  traen  tan  prevenidos  y  desconfiados  á  los  que  digo, 
que  aun  aquello  que  veen  en  conformidad  de  lo  que  quieren, 
atribuyen  á  lo  que  los  ruynes  pretenden.  He  aquí,  Señor,  en  lo 
que  andamos  por  parte  de  los  españoles,  y  á  esto  se  añaden 
otras  maldades  suyas  tan  suzias  y  desatinadas,  que  ni  oso  lla- 
marme español,  ni  sé  si  éstos  lo  son,  ni  sobrello  me  atrevo  á 
más  que  remitirme  á  un  cartel  que  han  puesto  en  Amberes,  y 
que  envió  al  Secretario  Antonio  Pérez,  pues  para  enviado  á 
S.  M.  no  es  él,  por  cierto.  Quanto  á  la  de  los  alemanes,  son 
tan  grandes  sus  quexas  y  tan  sinnúmero,  que  diziendo  no  ha- 
ver  servido  ellos  á  los  Estados  ni  conocerlos,  sino  á  V.  M.,  de 
quien  pretenden  ser  pagados  y  asegurados,  se  resuelven  en 
diferentes  cosas  las  cabezas  y  principales  en  irse  desdeñados 
y  publicando  sus  agravios,  para  castigo  y  exemplo  á  los  otros. 
De  manera  que,  si  milagro  merecemos,  con  sólo  milagro  se 
ha  4^  curar;  pero  si  no,  y  en  ^ecto  no  le  haze  Dios,  encojo  los 


-464- 

hOBibro»  y  no  om>  peastr  en  lo  que  lerá,  timt  mar  todo  col* 
fkU»  dd  Tiento.  £•  uat  frattMni  mitancia  «leste  cargo  eo 
que  me  haiJo,  y  V.  11.  me  ha  pneeto,  conioime  al  qual  y  á  lo 
qoe  ae  ha  juagMio  de  aus  dificultades  y  trabajoa  y  ler  yo  el  enn 
bmdo,  enf  áawpre  qoe  ae  me  acodien  con  lo  ofrecido  y  da- 
bido  á  todo  eato;  paro  poea  han  TMcido  ocraa  ohHgwioiwa  á 
las  qoe  tan  praaartaa  crayaran  de  V.  M.,  y,  ato  duda,  quantos 
acá  aatamoa  valamoa  tan  poco  para  au  aenricio,  ooeao  aa  muea- 
tn  en  al  olvido  que  hay  da  ooaotroa,  yo.  que  aoy  al  priaetpal 
de  todoa»  ma  eafomré  con  loa  diwinif  que  me  wpMw  á  maraoar 
de  nuevo  lo  mndio  que  me  debe  fiütar,  y  esto  haré  paidiéndo* 
me  á  mí  por  aervir  á  V.  M.,  y  pwtaatando  que  jaááa  fué  ni 
aera  á  mi  cargo  ni  por  mi  culpa  la  última  deatruioion  daHoi 
pafaea»  ai  bien  el  espirar  entra  mis  manos  aeri  ilaagraria  y 
mala  Tentura  mia,  tras  que  aoy  hasta  agora  el  que  en  pocos 
diM  ha  laoogido  k»  4|oa  an  dooa  aftoa  aa  ha  perdido  y  aembm- 
do  da  mal;  y  al  fin,  en  lo  que  ma  loca  oo  hay  <pie  tratar,  que 
lo  menoa  aa  de  lo  que  aiento;  mas  lo  que  me  da  harto  mayor 
pana  de  quaotas  puedo  recebñ,  aa  la  del  aervicio  de  V.  If*. 
porque  eatas  coosequendaa  y  enemploa  tamo  que  ha  de  aer  al 
diablo  para  en  otras  partea,  poea  vamos  siempre  que  los  tooaan 
Eatadoa  de  Eatadoa  y  ICiniatroa  de  If  inistroa,  que  no  quiero 
pooenne  en  otra  ooenta  aobre  tal  caso,  por  oo  encarecer  más 
el  que  digo.  De  dos  coaaa  oonviane  aa  haga  luego  proviaioo 
para  runodio  y  eatabledmieoto  deatas:  la  vna,  de  dinero  en  el 
número  que  ae  verá  eo  lo  escrito  de  mano  sgena,  para  vencer 
ya  de  una  vez  tan  extrañas  dificultadea  y  trabajoa,  ai  llagua  á 
tiempo;  y  la  otra,  de  persona  que  tome  á  au  caigo  eato,  como 
lo  tengo  escrito  á  V.  M.,  porque,  ó  sea  por  lo  que  habernos 
panado  antea  de  agora,  ó  aea  porque  lea  aoy  oatácolo  contra 
aua  daaignioa  (con  la  paciencia  que  sabe  Dios  lo  que  me  cues- 
ta traer  la  que  ea  menester,  y  si  podrá  más  durar  el  sufrimien- 
to 6  la  vida),  ó  aea  por  sus  malignidades,  ellos  andan  (digo  loa 
que  son)  machinando  de  matarme,  y  yo  he  de  andar  guardado 
destos  mismos  que  tienen  este  intento;  y  de  que  es  sai  casi 
cada  día  me  llegan  diversos  advertimientos  por  diferentes 
partes,  porque  por  la  de  Inglaterra,  franoeaas,  onage»  y  bella» 


—  4^5  - 
eos  de  los  de  la  tierra  está  tratado  esto,  de  manera  que  hay 
ya  gentes  que  tienen  á  su  cargo  el  hazerlo  á  hierro  ó  veneno, 
ó  como  pudieren.  Y  en  verdad,  Señor,  que  aunque  el  morir  es 
algo,  que  no  sé  qué  me  daria  mayor  pana,  ó  el  de  ser  á  manos 
y  por  medios  tales,  ó  los  daños  que  de  presente  causaria  al 
servicio  de  V.  M.,  principalmente  esto,  y  no  la  muerte,  es  lo 
que  he  yo  siempre  desseado  huyr;  y  assí,  por  ello,  que  no  por 
mí,  suplico  á  V.  M.  de  nuevo  quanto  sé  y  puedo,  que  haga 
venga  á  assistir  aquí  quien  fuese  servido,  porque  qualquiera 
será  harto  mejor  que  yo  para  manejar  este  cargo,  y  la  Empe- 
ratriz ó  Madama  lo  serán  sin  comparación  alguna;  que  si  fuere 
menester  mi  presencia  para  algún  efecto,  digo  que  de  muy 
buena  gana  haré  compañía  y  serviré  á  qualquiera  de  las  dos,  y 
que  no  la  dexaré  todo  el  tiempo  que  conviniere,  tomando  á  mi 
cargo  el  obede9er  y  todo  lo  demás  que  se  viere  ser  necessario 
al  servicio  de  V.  M.,  porque  su  grandeza  y  ser  mujer,  junto 
con  su  auctoridad,  assegurará  infinito  y  hará  más  que  yo,  sin 
armas,  por  donde  se  conocerá  que  éste  solamente,  y  lo  que 
debo  á  mi  honrra,  me  haze  tratar  como  hombre  que  estando 
presente  entiende  lo  que  más  cumple  al  negocio. 

Con  vn  correo  que  despaché  á  Italia,  yente  y  viniente,  he 
sabido  el  orden  y  reformación  que  se  ha  seguido  en  lo  de  la  ar- 
mada, sobre  lo  qual  tendré  yo  poco  que  dezir,  aunque  dixera 
algo,  pues  veo  que  no  me  deve  tocar  y  que,  no  sólo  se  me  qui- 
tan los  efectos,  sino  aun  también  el  nombre  de  Capitán  Gene- 
ral, ahorrando  lo  que  como  tal  me  toca  proveer,  y  no  dándose- 
me parte  siquiera  de  lo  que  se  innova,  y  como  el  cargo  de  la 
mar  es  el  á  que  más  debo,  y  me  he  de  preciar  toda  mi  vida  de 
haberle  tenido,  y  desto  previne  á  V.  M.  con  Escobedo  y  des- 
pués yo  mismo;  y  cierto,  desde  entonces  acá  no  he  traydo 
passos  de  desmerecer  qualquiera  honrra  que  V.  M.  me  hizie- 
se,  le  suplicaré,  como  lo  hago,  quanto  puedo,  que  pues  en 
aquello  me  falta  á  la  auctoridad  que  tenía,  que  también  se  me 
descargue  de  lo  demás  que  me  queda,  porque  si  en  lo  uno  no 
acerté,  no  sé  ya  para  qué  seré  bueno  sino  para  morir  antes  que 
faltar  á  la  más  pobre  obligación  de  las  con  que  me  hizo  Dios 
nacer.  Esto  aseguro  á  V.  M.  de  nuevo,  como  christiano,  por 

30 


-4«6- 

lo  qtte  debo  á  Dios,  qoñ  m  iafioidttiiio,  y  como  oÜMUaro,  por 
lo  qm  Bw  dabo  á  ni  y  4  mi  hoona,  <|im  ao  a»  poco,  y  por  k» 
mucho  taoibion  qm  pMOto  mr  obUgMlo  á  V.  II.  y  á  m  mnri- 
do,  y  por  no  hüag  «o  nada  deato  con  caifoa  da  qoa  tan  poca 

á  V.  M.  qoa  no  ma  qoada  niopno  hnaln  <|oa  al  cabo  da  la  vi- 
da  lUgoa  A  meraoar  aifco,  amM|ae  ya  la  ronaidagacioo  da  loa 
aAoa  y  da  lo  pasado  ao  alloa  obügaa  A  V.  II.  A  qoa  ptaata,  ai 
aa  aún  tiampo  para  lo  qoa  digo.» 

XXXV 

O.  /««  dt  Amürim  á  5.  M, 
(Lovatna  24  da  Uarso  da  1577-) 

«Daapoaada  habar  pMado  por  el  rigor  deitoa  diao.  noaé 
qué  máa  pnada  qoadtfnw  por  ofraoer  A  V.  M..  habiendo  visto 
an  dloa,  y  badio  agacntsr  yo  por  so  volunud  y  mandado  la 
oomdaitavida  méaparaaantiryaolamaoeraun  Aloamoyaa- 
trajk»  y  duroa  de  coraaoo.  Piensa  V.  M.«  sopUooaalo,  pnm 
tan  de  cerca  le  toca,  si  aa  para  laatiour  un  caao  tal  come  la 
salida  de  loa  espatolea  de  Anverea  y  Liexa,  y  la  aottada  en 
aquellas  placas  dcstos  traidores;  qoe  esto  y  mis  que  diga  ma 
ha  da  perdonar  V.  M.  Aipoca  6gare  V.  II.  el  corrimiento  y  ver- 
gOan^a  de  loa  sa]roa,  y  la  grita  y  soberbia  deatoa  malvadoa  rs" 
baldes  A  Dios  y  A  su  Rey.  Por  cierto,  se&or,  que  han  udo  dim 
propiaroeote  de  juicio,  salvo  que  quedan  en  su  gloria  loa  que 
aoQ  para  el  infierno,  y  pasamos  por  las  penas  del  los  que  de 
raaon  debíamos  ser  verdugos  de  condenados.  Crea  V.  II.  que 
ha  sido  uu  espectáculo  de  gran  dolor,  y  aún  será  mayor  el  que 
aa  aaparacon  la  última  arrancada,  si  no  se  nos  enturbia  por 
falta  de  dinero  y  se  coocluj-en  allí  tantos  temorea  y  conciertos 
de  motia  como  el  pobre  de  Escob^o  ha  roto,  usando  de  infi- 
nito trabajo,  de  lo  que  á  ningua  otro  se  debe  agradecer,  ni  su- 
piera guiarle  como  él.  Harto  es  de  dudar  lo  que  digo,  y  tan- 
to, que  no  sé  cómo  nos  hagamos,  porque  U  gente  no  laldrA 


—  467  — 

sin  ser  pagada,  y  en  esto  no  hay  que  dudar,  y  falta  el  dinero 
para  serlo  en  demasiada  cantidad.  Si  no  sale,  no  sólo  no  habe- 
rnos hecho  nada,  pero  quedamos  rotos  y  sin  lo  mejor  de  la  de- 
fensa: de  manera  que,  ó  lo  ha  de  remediar  Dios  del  cielo  sola- 
mente, ó  ha  de  tocar  V.  M.  con  mano  lo  que  le  escribo  en 
esotra  y  en  esotras  cartas  que  llamo  de  mi  mano  y  son  tam- 
bién de  la  agena.  Sirva,  pues,  esto,  por  amor  de  Dios,  por 
egemplo  para  en  otras  partes  y  negocios  tales,  que  ésta  es  la 
hora  que  ni  sé  de  cuál  lado  volverme,  ni  resuelvo  nada  sino 
mintiendo  hoy  para  que  me  conozcan  mañana.  Desta  suerte 
ando  fuera  de  los  otros  trabajos,  y  con  semejantes  modos  de 
negociar,  crea  V.  M.  que  se  pierden  negocios  y  ministros,  y  se 
perderán  también  Estados  y  Rey  nos. 

Voy  haciendo  lo  que  suelo  en  su  servicio,  que  es  empe- 
ñándome á  mí  y  á  mi  palabra;  y  así,  pues,  ésta  es  mi  honra, 
juro  por  vida  de  V.  M.  de  entregar  mi  persona  en  poder  de  los 
que  la  he  obligado  poner,  si  al  tiempo  señalado  me  falta  dine- 
ro para  pagar,  y  desta  manera  supliré  en  parte  lo  que  aque- 
lla deuda  de  Ñapóles  me  obligó,  y  cobraré  con  estotros  mer- 
cadantes  lo  que  con  ellos  perdí,  por  no  lo  haber  mandado 
V.  M.  satisfacer,  como  yo  en  su  nombre  lo  prometí.  Pero  lo 
que  hace  al  caso  es  que  no  se  llegue  á  este  término,  porque  no 
se  abandone  todo  y  que  luego  se  acuda  hasta  con  las  cruces 
de  plata,  si  decir  se  puede,  porque  si  no  son  deste  metal  ó  de 
oro,  ó  si  Dios  no  lo  permite,  no  bastarán  cierto  á  hacer  mila- 
gros. Estas  son,  Señor,  verdades  desnudas  que  el  tiempo  y 
ocasiones  fuer9an  á  que  se  diga,  y  si  en  decir  las  hubiere  que 
perdonar,  como  lo  pienso,  hágalo  V.  M.  Suplíceselo,  que  yo  se 
lo  estaré  mereciendo  con  sufrir  agora,  sobre  todo  que  me  ven- 
ga á  dar  cada  villa  las  gracias  de  haber  hechado  de  las  pla9as 
á  los  rebaldes  que  ellos  llaman,  trayendo  escrito  en  sus  fren- 
tes, quiénes  lo  son;  aún  oirlo  menos  mal,  pero  casi  concederlo 
con  grandes  aparencias  de  alegría,  no  sé  cómo  lo  haga,  y  pa- 
so por  ello;  pero  esto,  con  lo  demás,  es  imp>osible  durar.  Por  eso 
créalo  y  remedíelo  V.  M.,  como  se  lo  tengo  suplicado,  antes 
que  llegue  á  pesarle  de  no  haberlo  hecho,  que  según  me  ame- 
nazan, para  luego  es  tarde,  pues  me  acaban  de  avisar  agora, 


-468- 

por  parte  de  una  piítooft  q«t  ai  codomo  ■!  me  eoaeoe.  fino 
de  luna,  y  que  Jo  poede  bieo  Mcar  por  aer  de  le  aecioa  trao- 
oeea,  que  b«  venido  «•  fnncáe.  criedo  dd  Dnqoe  de  Akneoo. 
coa  ocdea  eoye  peí»  metme,  y  qtie  lo  píeoea  inleatar  un  dta 
qoe  eittra  ea  Broaelaa  6  eo  otro  loipir  á  do  ae  rae  hafi  recibi- 
miaato,  tífiodooM  na  arcabunao  á  vuelta  de  loa  de  laa  latvaa 
oidioBriaa  que  ae  faaoaa  aa  talea  diaa»  y  aHo  lapodiá  aar  laaca 
Biáa  fácil  lí  lo  *«yfiitftt*i  *^nftTitff  que  ae  trata  dallo  ea  Araaalaa* 
y  haolo  oído  amcboa  aio  que  pieoaeo  máa  ea  el  raa^dio  qoe 
m  6iaae  oaa  obia  de  graa  aiárilo  y  glotia:  paio  Díoa,  ea  cayo 
aarviáo  aado*  aará  coaarigo  y  lo  diapoadrá  nM^or  qae  lo  pro- 
pooea  fraaoaaea;  y  ea  verdad  que  ti  ecto  pasa  idalialat  qae 
deede  loego  tooie  lioeocia  de  V.  M.  para  ofrecer  al  d¡cÍM>  da 
Akaaoa  BM  perMaa,  á  doade  por  otfoa  BMdioa  qae  da  ttaidoa 
pueda  ptcbu  lo  que  tan  eo  gana  liaae  y  yo  deii  aderé  eaaalo 
poaible  aie  aea.  Oe  Eacobedo  digo  á  V.  M.  que  ai  agora  ao 
aMnoa  eacoatieoda,  qoe  ao  ai  caaodo  nMre9erA  oras,  porqae 
lo  qiie  él  ha  trabajado,  loa  OMtiaaa  y  ligaa  qae  ha  deaacbo,  y 
d  pedio  que  ha  teaido  para  haoerae  leaier  y  obedecer,  ha  aido 
lo  qae  ha  aacado  loa  «^paftdaa  de  laa  pla^aa.» 

XXXVI 

Ü.  }mm  di  Auttri^  mÍ  Rif, 
(Lovaioa  24  de  ICarso  de  1577.) 

•Cooio  eecrivo  en  esaotras  cartea,  há  días  que  he  witeadido 
que  la  Reyoa  de  litglaterra  y  d  Príodpe  de  Oraogea  procura- 
baa  haaenne  reatar;  deqMiea  tuve  aviaoa  por  divenaa  viaa  qoe 
eo  Bruaadaa  havia  un  firaocés  que  tenia  la  mianu  conaaioa  dd 
hermano  dd  Rey  de  Francu  y  dd  Rey  de  Navaira.  que  elk» 
llaman.  Ayer  vino  aquí  el  agente  que  aquí  tiene  d  Chrutianfai- 
mo,  y  me  dixo  que  me  venia  avisar,  no  conio  criado  de  tu  amo. 
sino  como  ()ersona  que  deseaba  servirme,  que  el  dicho  Rey  de 
Navarra  habia  enviado  á  estos  Estados  á  un  Mos.  de  Velai^ra- 
vila  para  que  con  ayuda  de  doa  m'I  fraoceaea,  y  la  de  loa  atoo» 


-^  469  -« 

Ceses  é  ingleses  del  Príncipe  de  Oranges  que  en  ellos  se  halla->- 
ban,  me  prendiese  y  embiase  á  la  Rochela,  ofreciéndole  que 
si  lo  hazia  le  daria  el  Estado  de  Guiena,  pareciéadole  que  por 
este  camino  recobrarla  más  fácilmente  que  por  otro  el  Reyno  de 
Navarra,  y  que  el  dicho  Mos.  de  Velangravila  estaba  tan  ade- 
lante en  esta  empresa,  que  dentro  de  quatro  diasla  pensava  exe- 
cutar,  y  que  el  Príncipe  tenia  ya  aparejados  y  á  punto  los  na- 
vios que  me  hablan  de  llevar;  por  tanto,  que  me  guardase  y  hi- 
ziese  caudal  del  negocio,  porque  yva  guiado  con  mucho  fun- 
damento y  con  inteligencia  de  algunas  personas  particulares  de 
los  Estados,  entre  las  quales  se  sospechava  que  eran  el  Conde 
de  Lnlainy  Champañi.  Respondíle  que  queda  va  muy  agradeci- 
do de  tan  buen  aviso  y  de  la  voluntad  con  que  me  le  daba,  y 
que  esta  demostración  me  hazia  creer  que  todo  lo  que  se  me 
havia  dicho  de  los  malos  oficios  que  hazia  con  los  Estados  era 
falso,  y  que  de  allí  adelante  le  tendría  por  muy  buen  amigo  y 
como  tal  le  procuraría  dar  satisfacción;  que  pues  él  havia  he- 
cho confianza  de  mí,  la  queria  yo  hazer  del  y  hablarle  libre  y 
llanamente;  que  era  verdad  que  habia  días  que  estaba  avisado 
de  diversas  personas  que  me  guardase  porque  había  algunas 
personas  que  trataban  de  matarme,  )'  que  en  ésta  quenta  en- 
travan  ciertos  gentileshombres  franceses  que  tenian  esta  or- 
den del  Duque  de  Alau9on  ó  del  Rey  de  Navarra,  ó  de  en- 
trambos; que  me  maravillaba  mucho  desto,  porque  yo  no  so- 
lamente no  les  habia  hecho  obras  por  las  quales  tuviesen  causa 
de  intentar  contra  mí  semejante  cosa,  pero  que  antes  los  habia 
desseado  y  deseaba  servir.  Mas  que  si  con  todo  esto  preten- 
dían algo  de  mí,  lo  podrían  hazer  de  sus  personas  á  la  mía, 
que  en  tal  caso  me  hallarían  siempre  muy  aparejado  á  respon- 
derles; y  que  éste  era  término  de  caballeros,  y  que  ellos  como 
tales  debían  vsar;  que  le  hazia  saber  que  si  andávamos  á  ma- 
tarnos por  terceras  personas,  ninguno  dellos  estaba  seguro, 
porque  yo  tenia  muchos  amigos,  que  por  amor  de  mí  se  pon- 
drían á  qualquier  riesgo;  pero  que  lo  mejor  era  que  no  viuié- 
semos  á  estos  términos,  sino  que,  pues  entre  V.  M.  y  el  Rey 
de  Francia  havia  tanta  amistad,  era  cosa  razonable  que  los 
que  dependíamos  de  la  una  parte  y  de  la  otra  correspondié- 


—  470  - 
á  ella  y  ao  diéa«moi  cmim  de  turbarla;  que  por  ra(  oo 
iidtanaJmátaalBlMMMiooniqKMidaocta.  Díxomaqiiaaoiób 
ao  M  hallarít  que  por  an  R&f  ai  por  al  Duque  au  heraaBO,  ta 
bttbíaaa  dado  ul  ordao,  paro  qua  a»a  iiafiifitia  qaaaaa  por  ai 
pwmiaatn  ao  lea  hairia  pawdo  Halar  da  »  wiejérta  eom;  qoa 
la  trama  am,  como  aie  haría  dklio,  del  VaadooBa  y  Onagaa, 
j  yva  lao  f uodada,  qua  ara  aecaatrio  aodar  ooo  (raa  caydado. 
Toraéia  á  dar  laa  gncÍM  y  dal  aviao,  y  coa  aalo  aa  fiai.  Ha- 
viéadoaa  coutoaado  aito  por  olraa  Tiaa«  pareció  qua  ara  bioa 
poblicario,  porque  víaado  loa  deeta  coojttnictoo  qoa  ara  dae* 

aiararkWi  como  panialian  y  aa  wriraaen  dH,  y  aal  bm  naohrf 
aa  aaibiar  á  Octavio  Gooaifa  á  Bruaalat  con  orden  que  dea- 
poea  dm  haberlo  comunicado  coa  di  Obiepo  de  Liqa,  habiaaa 
á  loa  dal  Cooaajo  y  Eatadoi  dáadolat  qoÍAta  de  lo  qoa  paaa- 
ba,  y  diriéndoiei  qua  bm  aMraYtllava  mndio  da  qaa.  haviéa- 
dome  puealo  aa  toa  manfla  dabaxo  de  la  prooBOia  y  jurameato 
qoa  habiao  hacho  de  guardarme,  y  viendo  qaáa  puntualoMMa 
ha  Gaa^tUaado  lo  qoa  bm  tocava  ofwforma  á  lo  capétalado,  y 
■endn  cala  aafocao  can  p6blioo  qaa  ao  podía  dax»  da  havor 
vaaído  á  «u  ooücta,  ao  puiieaBU  diligaacia  aiafnaaaa  praadar 
y  oaaliiar  loa  aotoraa  daela  co^jancioa  qaa  aadavaa  aa  aqaal 
lOfu*  poce  tratabaa  de  ofaader  á  quiea  ooo  taata  vohailad  ha- 
vía  procurado  y  (vocurava  tu  quietud  y  repoao.  sin  pflrdftiiar  á 
aiagua  peligro  de  hoonm  y  vida;  que  por  cato  quaado  ao  hu- 
biara  da  por  medio  haberme  tomado  debaxo  de  ao  prolactioo, 
aetaban  obligadoa  á  mirar  por  mf  y  bazer  vna  gran  demoatra- 
9aoa«  asaf  porque  con  aoooederme  á  mf  deagracia  no  aa  rom- 
piaaa  al  hilo  de  la  pacificación  que  coo  tan  buen  pie  yva  ca- 
minando, como  porque  no  ee  pudiese  jamás  oír  cota  de  tanta 
TorgOMiaa  é  infamia,  como  seria  que  baviendo  venido  D.  Juan 
da  Aoatria  á  loa  Esudos  de  Flandes  con  tanto  riesgo  y  peli- 
gro de  tu  persona  por  restaurar  con  una  verdadera  paz  loa  da- 
&OS  de  loa  trabajos  pasados,  y  después  de  coocluida  poeatdae 
en  sua  manoa,  y  estando  debaxo  de  su  protectioo  y  salvagaar- 
dia  executando  con  mucho  cuy  dado  lo  que  por  su  parte  era 
obligado,  huviasaa  tenido  tan  poca  cuenta  con  U  aeguxidad  da 


—  47i  - 
sü  persona,  que  tuviesen  atrevimiento  gentes  perdidas  de  in- 
tentar contra  ella  cosa  ninguna;  que  mirasen  que  aun  el  yma- 
ginarlo  les  tocaba  tan  en  lleno  en  la  honrra,  que  tenian  neces- 
sidad  de  hazer  vn  castigo  y  demostración  exemplar;  que  yo 
les  pedia,  tanto  por  lo  que  les  amaba  y  desseava  su  prosperi- 
dad, como  por  lo  que  á  mí  tocava,  considerasen  el  daño  que 
de  descuydarse  en  este  caso  les  pedia  venir,  y  acudiesen  como 
devian  al  remedio,  que  donde  no,  yo  lo  procuraria  poniéndo- 
me en  salvo,  protestando  que  fuese  á  su  cargo  y  no  al  mío  los 
males  que  succediesen  de  no  cumplir  lo  que  habían  prometi- 
do y  jurado  como  yo  lo  hazla,  y  que  á  este  propósito  hiziese 
los  demás  oficios  que  le  pareciesen  convenir;  y  así  se  partió 
esta  mañana  para  bolver  esta  noche.  Conforme  á  lo  que  truxe- 
se  ó  me  avisare,  me  resolveré.  Mire  V.  M.  si  anda  el  demonio 
suelto  y  si  conviene  salir  de  aquí  presto,  pues  no  dubdo  sino 
que  les  sale  vana  esta  traza  han  de  volver  á  la  primera  de  ma- 
tarme y  seráles  la  cosa  más  fácil  del  mundo.  Ya  ha  entrado  mi 
casa  en  el  pais  de  Lucemburg,  y  con  estar  solo  y  desnudo 
aun  de  lo  que  de  ordinario  no  puedo  escusar,  no  osso  hazerla 
passar  adelante,  porque  andando  las  cosas  de  la  manera  que 
andan,  quanto  más  desembarazado  estuviese  es  mejor  para  lo 
que  se  puede  ofrezer. » 

XXXVII 

El  Rey  á  D.  Juan  de  Austria. 
(San  Lorenzo  á  6  de  Abril  de  1577.) 

«A  catorce  del  pasado  os  avisé  de  la  llegada  de  Concha  y 
del  recibo  de  todos  los  despachos  que  trujo  y  de  lo  mucho  que 
habia  holgado  de  entender  el  buen  estado  y  término  en  que 
quedaban  los  negocios,  con  el  concierto  que  habíades  tomado 
con  los  Estados,  y  la  satisfacción  que  me  habia  dado  todo  lo 
que  vos  en  ello  habéis  trabajado,  y  esto  ha  sido  de  manera 
que  no  me  contento  con  lo  que  os  escribí  entonces  sino  con 
daros  de  nuevo  las  gracias  por  ello,  y  certificaros  que  me  que- 


-  47t  — 

cbo  vinürot  timlMiot,  y  el  fructo  y  boan  momo  qm  m  MgiM 
(MIm  «o  todM  Im  MfociM  <pM  M  MmwiMdo  (!•  ni  Mrvt* 
do»  McA  coda  dio  oiqror»  y  mo  ooootfá  ol  aádodo  do  lodo  lo 
qtm  á  «00  M  loMfo,  oataodo  iiompn  Mojr  ciacto  qm  coda 
dio  VM  tamhioii  on  inia  poniaiido  m  puaioa  obtigacioDM, 
coo  dttcor  M  ol  mímm  coidodo  y  tnbalo  qam  buta  aqol,  pan 
qookaooaM  dooM  Eatadoaae  aoabao  daaaaotar  y  poMrao 
¿  qw  ooonaM  ol  oanricio  do  Dím  y  mió;  qoo  oonya  lo  qM 
baola  oqid  m  bo  bodio  m  mucho,  m  ain 
más  lo  qam  m  ha  do  coooagutr  por  truaatro  modto  i 

Quodo  odvortido  do  lo  dificultad  |{nado  qm  hubo  m  qm 
Im  oapaftolM'aalíaaM  poc  mof  do  Im  Balodoa»  y  coéb  ínoom 
y  Dooaaario  finé  poia  acabar  ol  coociarto  qm  aaliaoM  por  lio- 
n»;  y  M  oato,  oono  M  todo,  ho  visto  ol  amor  y  oaio  da  mí  aar- 
ncra  coo  qoa  habéis  deaeodo  y  procurado  ol  oooasodoaMaalo 
daaM  BococtM»  y  «f^«»^A  voa  cada  dio  doslo  f»Tf!*t  pruabao,  oo 
hoy  que  tooor  cuidodo  do  lo  qoo  oodio  qoiaioM'docir,  poMyo 
oo  sólo  no  lo  he  de  croar,  pero  oi  auo  oírlo,  porque  toofo  grao 
aS0tiidad  y  satiaioocioQ  de  voeatso  amor  y  obediancio  oo  cuao- 
to  Molraooe  y  oooTÍooeám¡serTÍcio;y  pMsyooQMaooeslo, 
podréis  creer  que  holgaré  mucho  de  nxMtruos  la  toluotad  que 
M  teofo  eo  todo  lo  que  m  ofroaciere  y  que  Im  ooaM  m  oom- 
oiioao  do  maoera  que  m  pooda  rfwrhiar  lo  de  lagjbleao..... 

Cuaoto  á  lo  que  me  escribís  que  w  pareaoe  que  aaria  coo- 
tooieote  BMidar  el  Gofaíemodeaos  Estadoa,  y  que  M  encooeo- 
amo  á  la  EoqMratrix  mi  hermana,  ó  á  madama  do  Pvma,  ó 
á  la  de  Lorreoa,  porque  seria  más  á  propósito  cualquiera  de> 
llaa  por  las  coaM  que  hao  pasado  coo  vos  eo  el  trato  de  estM 
aagociM,  oo  ose  paresce  cierto  que  hay  que  tratar  deato  parti- 
cular por  agora,  porque  el  iocoavenieote  que  vos 
de  Im  dettbrimieotos  que  se  han  ohescido  coo  algtiMS 
oas,  yo  eotieodo  que  éstM  serán  pocas  y  que  no  poed»  pa- 
sar más  que  hasta  haber  conseguido  lo  que  desean,  y  qoa  ba> 
iMéodose  hecho  esto  tan  cumplida  ícente,  y  procoriieodo  vm 
como  iHOcedéis,  y  gobemáodoM  con  tanta  discredon  y  blao- 


—  4^3  — 
dura  con  todos,  no  es  posible  sino  que  os  han  de  amar  y  que^^ 
rer  mucho,  y  recibir  gran  satisfacción  y  contentamiento  con 
vuestro  Gobierno;  y  vuestra  persona  es  muy  más  necesaria 
para  lo  de  adelante  que  para  lo  pasado,  pues  habiendo  vos 
sido  el  que  habéis  tratado  los  conciertos  y  conocídoles  los  áni- 
mos, y  entendido  las  dificultades  de  cada  cosa,  y  sabiendo  lo 
que  os  han  ofrescido  y  prometido,  nadie  podrá,  no  digo  yo 
como  vos,  pero  en  ninguna  manera  pasar  adelante  con  los  ne- 
gocios, y  el  estado  de  las  cosas  há  menester,  juntamente  con  la 
blandura,  persona  de  mucho  entendimiento  y  discreción  y 
noticia  de  los  negocios  presentes  y  mucho  valor;  y  por  con- 
currir todas  estas  partes  en  vos,  de  nadie  fiaria  yo  esos  Esta- 
dos y  negocios  como  de  vuestra  persona,  la  cual  también  para 
la  Junta  de  los  Estados  haría  notable  falta  por  haberse  capi- 
tulado con  vos,  de  lo  cual  más  fácilmente  se  saldrían  los  Es- 
tados tratándolo  con  otro  Gobernador 

En  lo  del  casamiento  con  la  Reina  de  Inglaterra,  lo  que  yo 
os  puedo  decir  es  que  en  tal  forma  y  con  tal  intención  se  po- 
dría tratar  y  hacer,  que  se  hiciese  un  gran  servicio  y  sacrificio 
á  Nuestro  Señor,  y  el  reducir  aquel  reyno  á  la  Religión  Cató- 
lica es  de  suyo  de  tanto  honor  y  gloria,  que  paresce  que  no 
hay  cosa  por  que  no  se  debiese  pasar. » 

XXXVIII 

El  Rey  á  D,  Juan  de  Austria. 

(San  Lorenzo  8  de  Abril  de  1577. — Minuta  de  mano 

de  Antonio  Pérez.) 

« Os  quiero  tornar  á  dar  muchas  gracias,  como  lo  hago, 

por  el  trabajo  y  cuidado  grande  que  habéis  puesto  en  reducir 
los  negocios  de  esos  Estados  al  bueno  en  que  quedaban;  y 
aunque  creo  bien  que  lo  que  habéis  padescido  por  esto  ha  sido 
mucho,  devéis  lo  dar  todo  por  bien  empleado,  habiéndose  de 
sacar  dello  tanto  fruto  y  obligádome  á  mí  tanto  para  toJo  lo 
que  os  conviniere.  Y  porque  yo  entiendo  que  vuestra  perso- 


-  474- 

Imv  tí  TM  lo  dfliésBdM  <!•  Im  — !*iMf  lodo  lo  QM  fasbüi  tn- 
lM|ado,  jr  poMT  ea  nityor  doaftiitoa  y  palifro  kw  Bttadot.  m 
mogo,  btn—BO,  qot,  pnai  k»  qm  vm  o»  adirertft  m  «lo  •• 
por  wHiodir  qM  convkoa  aol  á  ai  Mrvicio  y  aJ  biw  do  lot 
Bifociot,  oo  trmtéM  por  afon  dt  imuhiiia  Motna 
Ikvéb  adoUato  ol  trabajo  coo  al  aaMr  f  coMado 
aqttf,  pot^M  docto  oa  lo  qoa  ooavtaaa  al  aarvkio  do  Díoa  f 
mfo,  f  al  bian  y  náaoekm  do  todoa  oaoa  Baladoa.» 

De  latrado  S.  M.  dios  an  la  cárpate:  «HaiidoaaliMijrliiao 
por  la  eaoaa  qtM  dada,  yáioi  iim^  paració  osodarar  ob  pooo  lo 
<|oa  aqitf  dantro  varüas  di|pi  lo  <|oa  va  bonado*» 

ai|Ml  «o  pooo  lo  do  La  no  aalida  da  alli.  porqao  vaaa  ^oo  V.  If. 
lo  toma  y  eoiiaada  de  vana  aaf.*— (Robriñdo.) 


XXXIX 

D.  Jmm  dé  Austhé  é  S.  I/. 
(Dniaalii  á  9  de  lUyo  de  1577) 

tYo  aacrivf  á  V.  If .  ota»  Eacovedo  ae  Babia  dado  tao  boa* 
na  mafta  ooo  la  feote,  qoa  habia  acabado  coo  oUa  qoa  ■liaie 
de  Mastridí  ttn  la  mayor  parte  de  lo  que  se  1«  debia,  Taliéo- 
doaa  para  lo  damas  de  las  Cédulas  que  los  mercadaraa  la  ha- 
bían dado  para  EspaAa  y  lulia,  en  virtad  de  loa  aiitntoi  que 
coo  ellos  había  hecho,  que  según  estavan  duros  los  aoldadoa 
eo  llevar  todo  su  dinero  de  contado,  ha  sido  roodio;  ao  fio, 
salió  el  exército  repartido  eo  trea  partes:  vanguardia,  batalla  y 
retaguardia,  y  ha  caminado  dándoae  vn  día  de  veolaia  la  vna 
á  la  otra;  de  manera  que  me  escriva  Eacovedo  (<^  ho  aído 
nooaaario  ir  000  el  dicho  exército  pan  acabarle  de  daapofhar) 
que  á  los  doae  daato  aaldrá  del  pafs  de  Luoembufg,  do  haber 
ioocodido  aiagoa  aolabla  iocooTaoieote 


^  475  - 

Luego  que  comenzó  á  salir  la  dicha  gente  de  Mastrich,  en- 
vié al  Duque  de  Ariscot  á  este  lugar  á  prevenir  mi  entrada  en 
él,  y  hize  llamar  al  Obispo  de  Liége,  diputados  del  Emperador 
y  al  Nuncio  para  qiie  me  acompañasen.  Vinieron,  y  con  ellos 
y  con  la  nobleza  que  se  hallaba  conmigo  y  en  esta  villa,  partí 
á  primero  deste.  Saliéronme  á  recibir  de  parte  della  y  de  los 
Estados,  y  aunque  tube  muchos  avisos  que  me  guardase  este 
día,  entré  sin  ningún  escrúpulo  ni  inconveniente,  y  al  parecer 
con  mucha  demostración  de  alegria  y  contentamiento  general 
y  particular.  A  los  dos  mandé  juntar  el  Consejo  de  Estado,  y 
después  de  haber  hablado  y  conferido  con  los  del  lo  que  me 
pareció,  conforme  al  término  en  que  estavan  los  negocios,  y 
resuéltose  ellos  de  recibirme  y  jurarme,  hize  llamar  á  los  Es- 
tados y  les  hablé.  Respondieron  que  tratarian  sobre  ello,  y 
assí  lo  hizieron  otro  dia,  y,  en  fin,  resolvieron  de  darme  la 
obediencia,  cuyo  acto  se  hizo  á  los  quatro  con  las  ceremonias 
acostumbradas,  y  á  los  cinco  fuimos  á  misa  á  Sancta  Gula,  y 
hubo  procession  general  Después  acá  he  ido  tratando  de  ne- 
gocios, y  es  tanto  lo  que  hay  que  hazer  y  la  confusión  y  pa- 
sión destos  consejeros,  vnos  con  otros,  tan  grande,  que  es  te- 
rrible trabajo  verlos  y  concertarlos.  Veo  al  pie  de  la  letra  lo 
que  escriví  á  V.  M.  que  éstos  se  yvan  consumiendo  sin  sentir, 
teniendo  solamente  por  objeto  los  españoles,  porque  se  ha- 
llan cargados  de  su  gente  y  ésta  anda  por  el  país  amotinada 
haziendo  cien  mil  desórdenes,  y  no  tienen  un  real  ni  para  des- 
pedirla ni  entretenerla,  y  cada  dia  de  los  que  se  difiere  el 
echarla  de  sí  crece  la  dificultad  y  es  inconveniente.  Los  ale- 
manes claman  al  cielo  pidiendo  sus  pagas,  ó  á  lo  menos  los 
socorros  ordinarios  que  se  les  solian  dar  para  poderse  susten- 
tar, y  quéxanse  á  banderas  desplegadas  de  V.  M.  porque  los 
tratan  mal,  diziendo  que  no  conozen  á  los  Estados  ni  tienen 
que  ver  sino  con  V.  M.,  que  capituló  con  ellos,  y  apriétanme 
que  ponga  remed  io  en  sus  necesidades  ó  que  les  dé  licencia 
para  que  se  vayan,  porque  con  la  hambre  no  vengan  á  hazer 
cosa  de  la  qual  tomen  achaque  los  Estados  para  vengarse  de- 
llos.  Tratamos  de  todo,  y  es  tanta  la  miseria,  que  para  ningu- 
na cosa  se  halla  medio  ni  forma,  y  andan  tomando  de  aquí  200 


-  476  — 

y  át  allá  300  cocdo  por  fmtna;  y  Twado  «tto.  pan  animiddt  jr 
qM  cada  ▼no  m  dupariata  por  •■  parta  al  remedio  dcsCoa  tra> 
ba|oa  por  evitar  olraa  nayoioa  qoa  aa  aapona,  lea  be  ofrecido 
de  rot  dinero  30.000  eacodoa.  Bieo  creerá  V.  11.  que  el  uon- 
braaerá  mío  j  la  ooata  anya,  poaa  yo  no  poado  dv  to  que  00 
tango;  paro  ha  aido  tan  fomao  tuar  aala  linnino,  qoa  no  aa  ha 
podido  eacnaar  ao  «ata  lahenoto.  Qoedo  agora  tan  ocupado 
ñocha  y  dta,  qoa  prooiato  á  V.  M.  no  aé  da  qoé  lado  volver- 
■Mh  y  aerfuna  rlaacenao  eate  trabajo  «i  vieaa  qoa  del  aa  aacava 
el  frado  qoe  eeria  raaoo;  pero  anda,  como  digo*  aala  feote  tan 
coofoea  y  «Bbaraaada,  qua  ao  baeta  predicarla  y  moatrarlacoQ 
al  dado  au  perdicioo  pan  qoa  aa  laveaten  del  aiialo;  y  veida- 
daramanla  no  aa  da  aMm^illiir,  porqna  m  tmtiiémé  ha  llegado 
á  tocar  tan  de  Uano  en  lo  impoetbla,  y  «prieta  taoto  por  todas 
partea,  que  00  eabea  á  quál  acudir.  El  Frfnctpa  da  Oraofe 
ootttiaAa  agora  máa  qoa  w*n^  loa  maltTi  flfitiftg  por  lodae  laa 
viaa  que  pande;  y  oonao  ee  temido,  qoérido  y  laepartado  y  loa 
tooia  taa  /mm.  00  hay  qui«a  oae  levantar  loa  ojoa  contra  él, 
aunque  vean  qoa  lu  intención  va  jimdada  en  aajelHloa  y  ba* 
aanaaeikir  dalloa.  Pnaaifiie  al  ftmifttaiaean  Holanda  y  Go- 
leada, 00  aoUmente  eo  laa  plaxaa,  mee  también  en  loe  diquee  y 
paaoe  de  la  frontera  de  tierra  firme;  y  en  fio.  ae  data  1 
que  no  paeará  por  lo  capitulado,  y  que  yo  oo  podré  baMr  < 
que  le  asegure.  La  reeolocáoo,  SeAor,  es  que  si  V.  If.  quiera 
que  eeta  máqtiini  00  ae  caya  sm  remedio  ni  m  vuelva  irtráa  en 
al  mal,  al  doble  de  lo  que  m  ha  paaado  adalante  en  el  bien, 
conviene  que  luego,  y  ¿»  a— a>g,  §eh»  wumo  á  Im  Msm  y  mms  mqui 
urna  gnum  nuaa  dé  dimént  000  <^  ae  acomode  eato  dé  im  éU^ 
wuméé  y  ae  quite  la  costa  y  date  fw  kéum  ém  Utt  pmüét,  porque 
da  otm  auerte  ¿a  4<MM<a  aera  cada  dia  toato  aM/or  qnanto  mano» 
rea  laa  fiíerxaa  y  poaibUidad  de  M/«r  delia,  siendo  asf  qoe  pmtm 
loe  gastos  que  han  tenido  se  han  cobrado  de  loe  subditos  trea 
diesmoa  en  uo  abo  y  dixeo  pu  ya  nopuédém  más,  Y  ea  asf,  que 
ai  los  quieren  apretar  ae  levantarán  con  lo  poco  y  con  lo  mu- 
cho, y  entrará  vna  comunidad  tan  rabiosa  como  lo  Miden  aer 
las  que  proceden  de  pura  fuerza  de  necesidad;  y  aunque  V.  M. 
no  j^odéá  ^VQétt  todo  lo  que  u  ithé  á  Uu  aiéwutmét,  ni  yo  pido 


—  477  — 
tal  todavía,  con  dos  millotus  de  contado  se  acomodará  su  deuda, 
de  manera  que  se  quite  esta  carga  á  los  Estados  y  el  crédito 
con  esta  nación  se  conserve,  porque  por  lo  demás  yo  acabaré  con 
ellos  que  se  contenten  de  ser  pagados  á  plazos;  pero  esta  provi- 
sión será  necesario  hazerse  con  grandísima  brevedad.  Y  pues 
V.  M.  ha  gastado  tantos  millones  para  perder  estos  Estados,  dis- 
póngase á  gastar  éstos  más  para  ganarlos,  que  yo  no  veo  otro 
remedio,  ni  puedo  prometer  sin  éste  de  ninguna  industria  ni 
trabajo,  sino  lo  que  digo,  porque,  en  efecto,  los  países  no  pue- 
den más  aunque  quieran;  y  yo  no  me  maravillo  dello  sino 
cómo  se  stistetttan,  según  lo  que  han  sufrido  y  padecido,  parti- 
cularmente en  estas  últimas  alteraciones  con  los  sacos,  y  haver 
cessado  el  comercio  y  trato  de  todas  partes,  el  qual  se  acabará 
de  perder  si  los  tallones  ó  da9Íos  que  pagan  agora,  passan  ade- 
lante.* 


XL 


D.  Juan  de  Austria  al  Rey. 
(Bruselas  26  de  Mayo  de  iS77-) 

Sólo  trataré  délo  que  toca  á  la  religión  y  obediencia 

de  V.  M.,  y  que  esto  quede  en  su  fuerza  y  vigor,  teniendo  tan- 
to cuidado  por  establecerlo  y  corroborarlo,  que  he  estado  mu- 
chas veces  resuelto  de  volverme  á  las  armas  viendo  tan  estra- 
gados los  ánimos  desta  gente,  que  no  ha  de  haber  cura  en  ellos 
sino  por  hierro  y  sangre.  Con  todo  esto,  por  probarlo  todo,  y 
que  en  ningún  tiempo  pueda  V.  M.  tener  qnexa  de  sí  mismo, 
ni  yo  de  no  haber  procurado  encaminar  sus  negocios  por  bien 
y  por  mal,  he  pasado  por  el  trabajo  que  puede  dar  seguir  una 
cosa  que  se  entiende  que  no  ha  de  bastar  para  remediar  tanto 
mal;  y  entendiendo,  pues,  esto,  he  hecho  y  voy  haciendo  por 
el  camino  blando  que  V.  M.  me  ha  encomendado,  y  doblando 
mi  condición  á  lo  que  en  ninguna  manera  lleva  todos  los  oficios 
y  beneficios  que  se  pueden  y  deben  hacer  á  un  cuerpo  deshau- 
ciado;  pero,  como  he  dicho  á  V.  M buenos  y  malos  quie- 


-47»- 
r«o  Uberud  ¿m  roacMOcin,  y  alfimot  pwtodot  ■ 
á  qiM  vaofft  M  «10,  y  Im  danés  MB  CM  tifaio*»  «iiM  ao  dudft- 
fia  «Bdio  «  pHW  por  aUo;  «a  (|im  yo  voo  clanMnol»<|M 
todos  mááa  ctoffoo  y  olvidado»  do  lo  qua  dolMo;  y  ai  Dioa  no 
loa  alambra,  oo  a^  no  aaparo  mejoría  coa  laJootadaloaBa- 
tadoa,  pero  qtaa  coo  elk  haa  da  acabar  do  dodanr  y  aalablo- 
oar  ana  nalaa  imaociooea  y  áoúno  paca  aa  él  y  oapflaloa  da 
laa  paoea,  porqoo  aqooUo,  raapecto  dortotro,  aaré  da  poco  mo- 

foaoto Yo  ooofiaao  á  V.  II.  que  de  mi  propia  voluotad 

qoiaroBwriraatoaqttopaaarportalooaa,y  qoaai  ftiwinayoa 
loo  foftooa  y  loa  aatadoa,  lo  dexaria  huadir  todo  y  patdar  aalaa 
qua  panakir  que  ao  oiogoaa  parta  doUoa  aa  viviaaa  ao  difa- 
faala  faligioa  de  la  qoa  yo  taofo.  V.  M.,  é  qoiaa  priaeqaü- 
BMala  loca  al  ranaadio.  vara  lo  qaa  aa  aarrido  qaa  aa  hafa  aa 
pMito  da  taau  anatancia;  qoa  yo,  coa  decir  dortado  qaa  liaae 
al  natptiii  y  lo  qoa  haría  aa  mi  propia  caoaa.  cun^o  ooa  aii 
oblifactoo.  y  no  hafa  Dioa  taalo  mal  qua  V.  M.  me  tooie  por 
iostrumeoto  de  tan  grao  maldad;  y  ya  que  Ua  quiaca  provio- 
ciaa  han  prometido  obodiaocia  á  Dioa  y  á  V.  M.,  laafo  fvr 
mmoi  tmUo  dt$m4mhm  Im  0kmitUmy  qus  sm»  á$  ímAo  aif#* 
■o,  paaa  oatéa  aaajiaailai  del  mtaaio  Dioa,  qaa  pannitir  por 

aalvarlaa  coaa  ningima Coa  lo  que  trabajo  y  van  trabajan  • 

do  loa  qua  aa  dudoa  del  aervido  de  V.  U.,  que  aoo  bien  po- 
coa,  podría  eaperar  alfaa  buea  auoaao  eo  laa  ooaaa;  pero  hay 
otroa  tan  mal  tntencioiMdoa  y  tan  autoriaadoa  de  loa  oíaloa, 
qoa  aoa  loa  máa,  que  oo  poedo  esperar  que  haya  de  bastar 
ningún  trabajo.  El  Canlenal  de  Granvala,  por  una  parte,  aa- 
críbe  cartaa  alabando  la  peraeveranoia  deatoa  y  la  íoraaa  qoa 
han  tenido  en  gobernarse  para  ochar  loa  eapaftolea,  iacrepán- 
doloa  de  oo  haberlo  hecho  antea  su  hermano  Champafti.  Crea 
V.  M.  que  ai  el  demooio  viniese  eo  6gura  de  hombre  á  aem- 
brar  cixaña  en  esta  iieredad,  no  lo  haría  por  térmínoa  máa  día* 
bóliooa  qoa  él  lo  hace.  HasU  aquí,  antes  de  la  salida  de  loa 
eapaftolea  lea  decía  que  verían  que  oo  saldrían  y  que  todo 
era  engaño.  Ahora  dice  que  verán  que  mi  gobierno  será  como 
el  de  los  pasados;  que  ya  Escobado  tiene  inteUgencias  en  Ge* 
laoda  y  eovu  hombres  á  ello;  coaa  que,  si  biea  ha  pasado  por 


—  479  — 
el  pensamiento  y  se  ve  la  mano  salva  para  hacerlo,  se  hará 
con  quitarle  á  él  de  la  tierra  y  al  Príncipe  de  Orange,  hasta 
agora  no  ha  sido,  porque  es  menester  andar  muy  á  tiento. 
Puedo  hacer  juicio  temerario,  pero  entiendo  de  su  manera 
de  trato  que  es  tan  hereje  como  el  dicho  Príncipe,  y  si  hubie- 
se algún  medio  para  apartarlo  de  aquí,  que  se  va  procurando, 
creo  que  importarla  mucho  más  á  él  se  guardara  de  apartar, 

y  así  creo  que  convendrá,  perseverando  en   despacharlo 

V,  M.  me  hace  mucha  merced  en  entender  que  he  de  pospo- 
ner siempre  mi  particular  á  su  servicio;  y  de  nuevo  puede  es- 
tar asegurado  que  ni  el  reino  de  Inglaterra,  ni  todos  los  del 
mundo,  me  mudarán  jamás  de  que  con  obras  y  con  palabras 
ponga  siempre  en  primer  lugar  la  grandeza  de  su  Real  Coro- 
na, porque  en  esto,  y  en  ser  fiel  y  leal,  consiste  todo  el  bien 
que  yo  puedo  pretender  en  esta  vida;  y  si  bien  la  edad  y  lo 
poco  que  se  vive  me  puede  convidar  y  tirar  á  que  mire  algu- 
na hora  para  mi  propio  negocio,  háceme  Dios  merced  de  te- 
ner por  tal  el  de  V.  M.  y  de  ayudarme  de  todo  lo  demás.  Y  si 
trato  y  he  tratado  lo  de  Inglaterra,  ha  sido  el  principal  funda- 
mento ver  que  ninguna  cosa  conviene  tanto  al  servicio  de 
V.  M.  como  reducir  aquello  á  la  obediencia  de  la  Iglesia  y 
tenerlo  puesto  en  persona  que  le  sirva  como  yo,  porque  cuan- 
do lo  de  aquí  esté  desesperado  de  buen  suceso,  como  casi  lo 
está,  si  V.  M.  tuviese  tal  ventura  que  aquel  reino  se  conquis- 
tase, con  él,  sin  duda,  allanarla  esto.  Pensar  hacerlo  con  fla- 
cos medios,  sin  costa  y  sin  gente,  es  engaño  creer  que  sin 
ello,  ó  sin  lo  de  Gelanda,  V.  M.  ha  de  ser  señor  desto  como 
solia  ni  más  ni  menos;  y  así  entiendo  olvidado,  como  está 
dicho  de  mi  interese  propio,  que  desde  luego,  sin  perder  nin- 
gún tiempo,   se  debe  ir  mirando  en  la  forma  que  podrá  haber 

para  intentar  esta  empresa  y  salir  con  ella No  son  de  tan 

poco  fundamento  los  oficios  que  va  haciendo  la  Reina  de  In- 
glaterra en  todas  partes,  que  no  se  haya  de  mirar  mucho  la 
orden  que  pueda  haber  para  remediarlos;  que  como  el  mundo 
está  ya  tan  lleno  de  herejes,  tiene  ministros  muy  eficaces  en 
todas  partes;  y  es  cosa  natural  á  los  hombres,  á  quien  Dios  dexa 
de  su  mano,  tratar  con  mucho  cuidado  las  cosas  de  acá,  y  así  lo 


bacea  eiU  datvcatmdt (i)  y  Mt  aaquace^  de  coya  nda 

y  GOituiiibrfli  he  oído  y  oigo  tanto,  que  ••  kmlmáo  qwitn  fut 


XLI 

¿I.  y$mm  dé  AmOns  si  kty, 
(BniMUt  a8  <k  IC«yo  de  1577.) 

« El  lardar  V.  11.  ao  reaolverae  á  la  goefra  leri  como 

hetta  aquí  la  ruioa  deatoa  oegocsoa:  para  ella  graodaa  di6cul- 
tadea  é  impoaibtltdadaa  veo.  Paro  ¿á  qué  mayor  mal  puede 
V.  If .  veoir  que  á  perder  ealo  y  gaaorio?  Le  Baás  vil*  abatida 
y  cobarde  gente  que  bay  eo  el  maodo,  aia  pelear,  y  ■Hodiea» 
do  el  aar  henfeB  y  waJIoa  fobeldea  loe  que  loconqMWtan,  da» 
me  mil  V4oea  gna  de  morir  aotaa  que  ver  tai,  y  pkigae  á  Dio* 
que  no  me  haga  á  mf  tanto  mal  que  ae  pierda  ain  haber  pro> 
hado  á  defenderlo,  que  teodrui  oto  pera  la  repotacioo  y  auto- 
ridad de  V.  M.  por  k  mayor  pérdida  de  toda»,  pueaaaria  abrir 
puerta  larga  á  las  rebeliooee  de  otru  nadonea  que  aon  más  va- 
leroeaa  y  prudentee  que  agora  duermen.  Y  porque  eeto  corre 
muy  aprieaa,  y  no  han  de  bestar  buenas  raxonea,  ni  diaímular 
y  pesar  por  mil  indignidades,  venga  V.  M.  al  punto,  que  es  re- 
solverse, y  crea  que  le  abot recen,  y  que  fuersa  y  no  amor  lea  ha 
de  eobjetar,  tanto  más  juntando  al  desamor  canea  de  U  reli- 
gión contraria  á  la  de  V.  M.,  y  teoieido  para  esa  y  para  sus 

maldades  tantos  valedores Y  no  entienda  V.  M.  <pae  por 

reeolvsrse  á  la  guerra  y  proveerse  pera  ello,  yo  dejaré  de  ha- 
cer lo  que  agora  por  términos  blandas  y  pacíficos,  que  por  ee- 
ta  traza  correré  todo  lo  que  durare  el  camino  y  el  aliento,  con- 
forme á  la  orden  que  V.  M.  me  ha  mandado  dar • 

(1)    Roto  el  papel,  perece  debía  decir:  Retna. 


—  48i  — 


XLII 

D.  Juan  de  Austria  al  Rty. 
(Bruselas  29  de  Mayo  de  1577.) 

« V.  M.  entienda  el  peligro  grande  en  que  quedan  sus 

negocios,  y  cuan  cerca  de  caerse  de  golpe  este  cuerpo  muerto 
sin  remedio,  acordándose  que,  si  bien  yo  de  buena  gana  me 
pongo  y  pondré  á  todos  los  peligros  que  me  pueden  venir  por 
su  servicio,  y  que  en  defensa  deste  perderé  mil  vidas,  si  tantas 
tuviese;  que  si  de  hacerlo  no  se  ha  de  seguir  á  V.  M.  sino  ma- 
yor pérdida  y  deshonra,  que  mire  dónde  me  ha  metido,  que- 
riendo que  esté  solo  y  desarmado;  pues  esta  voluntad,  y  las 
obras  que  tras  ella  se  han  de  seguir  siempre,  no  merecen  que 
V.  M.  me  desampare  y  me  deje  tan  sin  abrigo,  que  ni  con 
quien  hablar  tengo.  Y  fálteme  Dios  Nuestro  Señor,  si  para  de- 
cir esto  á  V.  M.  me  acuerdo  de  muerte  ni  de  peligro,  sino  de 
sola  la  autoridad  y  honra  de  V.  M Si  me  estoy  aquí  suce- 
derá lo  que  todos  temen,  que  no  me  dejarán  salir  cuando  quie- 
ra, si  me  voy;  y  llamé  á  los  de  los  Estados,  como  parece  que 
conviene,  y  no  obedecen » 

XLIII 

D.  Juan  de  Austria  al  Rey. 
(Malinas  21  de  Junio  de  1577.) 

« V.  M.  mande  que  parta  volando  correo  á  Italia,  orde- 
nando al  (Marqués)  de  Ayamonte  que  entretenga  la  gente  que 
de  aquí  va,  sin  hacer  ninguna  novedad,  que  es  fuerza  que 
vuelva.  Y  no  congoje  esto  á  V.  M.,  que  ya  que  llega  el  pecado 
destos  á  ser  tan  grande,  y  no  se  valen  de  la  merced  que  V.  M. 
les  hace,  diferente  ha  de  ser  la  guerra  que  la  de  hasta  aquí;  y 
es  que  aquélla  se  sustente  de  la  hacienda  de  ellos,  sin  sacarla 
de  otros  reinos;  y  quien  tal  hace,  que  tal  pague;  y  fuego  y  san- 


-4««- 

gre  «o  dkM,  y  déjanit  V.  IL,  qo»  ya  qM  qaitrao  Mr  del  dU- 
blo  y  aborreoM  á  V.  M.  y  áns«MM,yá  Diosy  álatnyM, 
yo  l«t  m¡9iué,  mát  presto  que  «Ik»  qnañáo,  á  doodt  nwwiCMi, 
coo  anupunrimianto  do  tu  pondo.  Y  V.  11.  creo  que  no  oe  oe- 
gocio  do  meooot  qoo  oMo  ha  de  ir  atf,  para  que  io  Mlve  lo 
I.» 

XUV 

D.  Jmami$An$hñt§lR^. 
(Mafioia  aa  do  Junio  do  1577.) 


......  Suplico  á  V.  M.  qoe  deeu  vas  paca  riMnpw  acaba  da 

deeen^ükaree  que  aquf  (alta  de  todo  poi^  relifíoB  y  nhadií 
da,  y  que  eobrao  laa  roaldadee  para  000  Dioa  y  el 
para  coo  m  Rey;  oo  hay  juetada  ni  obodieoda  alguna; 
ni  r»peto  no  lo  tiaoen  de  Dioa  ni  de  V.  M.;  al  ^,  por  00a- 
dutr,  eo  eetos  mieerablcs  Ettadoe  y  hombres  se  han  juntado 
cuantas  hef^taa,  trsidooes  y  tridos  hay  en  el  mundo,  porque 
cuanto  á  lo  primero  y  segundo  no  pretondan  sino  Ubartad  de 
vidas  y  coodeodas,  y  cuanto  á  lo  tercero,  todo  se  los  va  on 
comeres  y  bomdieras:  de  oMoera  que  solamente  á  Us  ma&a- 
ñas  ae  piitde  tratar  con  olloa.  y  entonces  mudan  lo  que  otro 
dta  resolvieron,  majromwnte  si  fué  algo  encaminado  á  aasnoa 
mal.» 

XLV 

U.  Jwam  dé  Austria  tU  Rty. 
(Malinas  13  de  Julio  de  1577.) 

(De  mano  de  D.  Juan:)  «Si  trabajoe  y  servicios  pueden  ha» 
ber  valido  algo,  bien  mereddo  tienen  loe  de  Escobado  (i)  y 

(1)  Ea  esta  misma  cana  dice  1).  Joan  al  Rey  que  Eacobedoper* 
rió  de  Malinas  tres  días  antes  de  la  fecha  de  aquélla  para  darte 
«uanta  del  apurado  catado  d«  laa  coaaade  Flandea. 


—  483  — 

los  mios,  que  le  honrre  V.  M.,  que  es  lo  que  él  y  yo  pretende- 
mos. Esto  suplico  á  V.  M.  cuanto  puedo  para  que  redunde 
todo  en  su  servicio.....  (i).* 


XLVI 

D.  Juan  de  Austria  á  S.  M. 
(Namur  á  30  de  Julio  de  1577.) 

tCon  los  avisos  de  la  conjuración  que  he  entendido  que  se 
trataba  contra  mi  persona,  de  que  avisé  á  V.  M.  en  una  carta 
de  mi  mano,  me  he  resuelto,  con  parecer  de  algunas  personas 
que  asisten  cerca  de  la  mia,  de  venirme  á  este  castillo  por  no 
dar  lugar  á  que  sucediese  alguna  desgracia;  y  lo  que  en  ello  ha 
sucedido  diré  en  esta  á  V.  M.  Habiendo  entendido  que  la  Prin- 
cesa de  Bearne  venia  á  la  fuente  de  Lieja,  pero  considerando 
que  la  Princesa  caminaba  ya  por  los  Estados,  y  que  si  se  po- 
nia  en  egecucion  mi  entrada  en  el  castillo,  no  sólo  no  la  pu- 
diera recibir  ni  regalar  como  era  razón,  pero  que  por  ventura 
no  la  dejaran  entrar  en  la  villa,  y  que  desto  se  pudiera  desde- 
ñar y  sentir  el  Rey  su  hermano,  y  que  no  era  tiempo  sino  de 
darles  satisfacción,  nos  resolvimos  de. suspender  el  efecto  para 
después  de  partida  la  dicha  Princesa,  la  cual  entró  á  los  20  y 
se  detuvo  hasta  los  23  que  se  partió,  contenta  del  acogimien- 
to y  hospedage  que  le  hice.  Y  porque  los  Estados  me  daban 
gran  priesa  que  me  volviera  luego  á  Bruselas,  y  que  cualquier 
dia  que  sin  causa  aparente  me  detuviera,  les  diera  ocasión  de 
sospechar  que  me  quería  ir,  eché  la  voz  que  antes  de  partirme 
la  vuelta  de  Bravante  queria  hacer  una  ca9a  cerca  de  aquí,  y 
la  aplacé  para  otro  dia,  después  que  la  Princesa  fuese  partida. 
En  este  medio  anduvo  Mons.*^  de  Yerges  disponiendo  algimas 
cosas,  y  habiéndose  asegurado  de  Charlemont,  á  donde  le  en- 

(i)  Sabido  es  el  pago  que  recibió  Escobedo  por  sus  muchos  y 
buenos  servicios:  una  estocada  mortal,  asestada  en  esta  Corte  por 
mano  alevosa  y  criminal,  inducida  por  Antonio  Pérex. 


-4«4- 

viéá  eü»  rfacto.  voItíó.  y  á  los  «4  porlaiBiteiMiMfttéooQ«l 
Coodeda  ItopiyotrotdotlwroMionuyoialcMtiUocoac»' 
lor  de  ir  i  ilmorfar  eoa  d  CftUdfane  y  «tpamarn  i  k  poarti 
pwa  iritt  coamigo  á  U  o^a.  Yo  nJf  á  la  bon  eoooaitMk  ooo  d 
Doqaa  <te  Aritooc,  M  hi jo,  lot  Coodas  de  AfMBtafM,  dt  Rot 
y  de  Poqoeoibefgae.  Marqeée  de  Benuaboo,  Mot  de  Liqoee, 
Reeingiiiea,  Mooe.'  de  Geoieurre  y  de  GUeoo  y  elfoooe  olrae 
cebeileroi,  y  le  mayor  parte  de  mb  criadoe;  y  yeoMlo  por  la 
calle  al  tiempo  qoe  afrooté  eoo  la  puerta  dd  caatUlo  qoe  sale 
á  la  villa,  doode  cataban  lot  dicbot  Moas.'  de  Yerigee  y  Coode 
de  Ifega.  volvf  la  rieoda  y  <Kjed  Duque:  «Veegi,  eetor  Duque, 
que  ee  oeoeearío  que  ooe  poQ(punoeeo  aaKm  yo  y  loe  que  me 
eigueo;»  y  apeáodome  eotré.  tiftuiéndome  el  duque,  que  iba  á 
mi  lado,  y  mis  criados  y  mi  guarda  de  tudsecoe  sm  ntagim 
estorbo  ni  impedimento.  Vinieran  ioefo  los  dkhoe  tituladne  y 
csbslleros.  y  teniéodoloe  juotoe  les  dije:  «que  ya  babieu  vido 
y  eotoidido  cuántoe  pelifroe  y  trabajoe  iMbia  peeado  deede 
que  pertf  de  Madrid  hasta  aquella  boro  por  el  bieo,  quietud  y 
sosiego  destoe  pafses,  cumplieodo,  nnmo  ellos  habiiu  visto, 
cuanto  conforme  á  loe  capftuloa  de  la  pea  era  obttgsdo,  cre- 
yendo que,  causadoe  de  la  guerra  é  inquietud  pe«da,  ebra^a- 
ran  y  reconocieran  como  bueooe  vesellos  lea  merredee  y  be* 
neficios  que  V.  M.  lee  hacia,  00  sólo  000  ubeaisr  inviniihls 
mente  la  religioo  católica  romana  y  la  obedieoda  de  V.  M.,  ee- 
gua  el  tenor  de  su  promesa  y  obtígacioo  en  lee  quince  prona- 
casa,  pero  000  procurar  que  las  dos  ee  rediijeeen;  que  ellos  es- 
bisa  qoe  pen  eete  fin  no  había  dejado  diligencia  por  hacer  ai 
remedio  por  prober;  que  de  todo  esto  no  hallaba  que  ae  hu- 
bieee  sacado  ningún  fructo.  mas,  por  el  contrario,  veía  que 
laa  ooeaa  se  iban  poniendo  cada  dia  en  mayor  peligro  por  culpa 
y  negligencia  de  los  propioe  Estadoe,  porque  en  lugar  de  ayu- 
darse ayudándome  á  mf,  como  fiíera  justo,  pues  trataba  de  au 
propio  bien,  y  sabían  el  amor  y  voluntad  con  que  procuraba 
encaminarles,  tiraban  por  caminos  tan  diversos  y  fuera  de  ra- 
zón y  de  lo  que  á  ellos  misaoos  coovenia,  que  era  en  vano  mi 
trabajo,  y  por  remate  de  todo  trataban  de  prenderme,  qoerien 
do  pegarme  con  ingratitud  lo  que  por  ellos  había  hedió,  y  pera 


—  485  — 

este  efecto  habia  ligas  y  conjuraciones  de  muchos,  llamándose- 
los contraj uanistas ,  y  señalándose  para  ser  conocidos  por  tales; 
que  viendo  esto,  y  que  aquella  propia  mañana  habia  tenido 
dos  avisos  de  personas  verdaderas,  que  el  uno  decía  que  en 
ninguna  manera  volviese  á  Bravante,  porque  en  la  primera 
villa  que  entrase  me  prenderían,  pasando  á  cuchillo  todos  los 
que  me  siguiesen,  y  el  otro  que  no  sólo  corría  peligro  de  vol- 
ver atrás,  pero  que  si  no  me  ponía  en  salvo,  luego  se  egecuta- 
ria  en  esta  villa  lo  que  se  tenia  acordado  de  egecutar  fuera 
della,  me  habia  resuelto  de  meterme  en  este  castillo  para  desde 
aquí  procurar  el  remedio  de  tan   peligrosos  inconvenientes; 
que  aunque  yo  tenia  confianza  del  Duque  y  los  demás  que  es- 
taban presentes,  que  siguiendo  las  pisadas  de  sus  pasados  y 
sus  obligaciones,  acudirían  como  debían  al  servicio  de  Dios  y 
de  V.  M.  asistiéndome  á  mí,  todavía  holgaría  de  saber  la  in- 
tención de  cada  uno;  que  les  pedia  se  declarasen,  presupuesto 
que  estaban  en  entera  libertad  para  hacer  lo  que  quisiesen, 
pues  yo  no  había  de  for9ar  á  nadie;  y  para  que  entendiesen 
que  mi  intención  no  era  de  mover  armas,  les  aseguraba  que 
queriendo  los  Estados  ampararse,  como  lo  debían  hacer,  de  su 
Rey  y  Señor  natural,  y  cumplir  lo  que  tenían  prometido  acerca 
de  la  religión  y  obediencia  de  V.  M.,  yo  les  daría  en  todo  lo 
demás  la  satisfacción  que  quisiesen,  y  poniendo  en  olvido  todo 
lo  pasado,  admitiría  á  los  que  se  redujesen  al  servicio  de  V.  M.; 
que  sí  querían  paz,  que  yo  la  amaba  como  quien  habia  venido 
á  traérsela,  y  si  guerra,  que  en  su  mano  estaba  escoger,  que  á 
mí  á  lo  uno  y  á  lo  otro  me  hallarían  aparejado,  y  por  ventura 
más  apercebido  de  lo  que  pensaban  para  lo  postrero;  pero  que 
les  advertía  que  los  que  de  hoy  más  siguiesen  otro  partido  que 
el  de  V.  M.,  serían  declarados  por  rebeldes  y  tratados  como 
tales;  que  se  guardasen  de  probar  su  ira  y  no  se  fiasen  en  decir 
que  estaba  V.  M.  necesitado,  porque  se  hallarían  muy  burla- 
dos. Respondió  el  Duque  que,  como  otras  veces  me  había 
dicho,  él  pondría  su  persona,  muger,  hijos  y  hacienda  por  ser- 
vir á  Dios  y  á  V.  M.,  y  en  la  misma  conformidad  respondie- 
ron los  demás.  Con  cartas  en  esta  sustancia  despaché  luego  á 
las  villas,  y  aguardo  su  respuesta  para  ver  lo  que  puedo  espe- 


-4M- 

rir  «lellat.  Enrié  i  OMiidar  á  lot  Gob«Mdoi«i  dt  pHiliiiM 
que  TiaiaMo  ItMfo  aqaf  p«m  v«r  eómo  ebadoen.  RHÍii|aÍHi 
foé  á  Dmioiai  á  iMbItf  á  lot  fftttdot  •■  ki  uimm  nÉtacit. 

RMpOWntroS  OQB  pMMOCM  |pMnM§i  COMO  WttUfni   P"^ 

por  otra  parto  hia  <IW|ittiado  á  todas  Im  viltot  y  mrtlloi,  y 
á  la  goolt  do  foafra,  ifoidioitolai  la  Ufa  y  jiirain— to  qm  «o- 
tro  SI  DoooB  oociiD  7  oxoonoBooioo  a  poraawor  wk  €■■#  y  ■ 
11  00  do  TnrloB  oaviarao  hooabre  propio  á  tratar  coa  tf  qm 
ochase  lo  goote  de  V.  M.  dol  coettUc.  y  metioeo  do  lo  do  loo 
Batidoo  y  lo  tvrloee  por  oIKm;  y  oo  lia,  lodoo  loo  [oaAoloo  qm 
daa  00  poroovoraroo  nbolion.  R«ta  villa,  aanqtie  oetoiro  taoio* 
roea  por  loe  bmIoo  oBcioequeea  olla  habían  hecho  loodolo 
li^.  deopuoo  qao  oaioadiowa  qao  yo  noo  oqof  dJcioade  qao 
oro  pora  eoqtieorla,  ao  00  iBoné  howlwo  ai  ol  BMiJhftBado^  ooe^o» 
ráadolo  gao  no  eoieaioiilo  ao  ceaeealli ia qao oo  looMeiooe  dofto, 
poro  qtM  loe  deéeoderia  y  amporaria  de  qaioo  eo  lo  qaioiooe 
hooer.  Pidiéronme  qoe  «te  rnaíleM  doUoe  pora  lo  qao  loeabo  i 
tafaordadela  villa:  holoe  dicho  eooso  hafaa  lo  qaodeboaal 
eenricto  do  V.  M.  y  oo  haya  ocaaioo  qao  roqoíon  otra  eooo; 
por  ou  propia  eegorídad  y  bonoficio,  ordoaoré  qao  ao  oo  leo 
meta  gMrnicloa.  Coa  todo  etto  ho  oidonodo  qao  eo  oQevqaoa 
aquí  d  regimiento  de  Walooeo  de  Moe  de  Ployoo  y  doce 
compeAiaa  de  tudeoooe  qoe  oetáo  en  el  pide  do  Liicnailwg. 
El  caatino  do  AoTereo,  doade  al  preeeote  eelá  Moo  do  IW* 
loo,  ee  tiene  por  V.  M..  y  lo  miemo  la  villa  qoe  eoli  é  coifo do 
loe  corooolea  Fraaapergoe  y  Carlee  Fúcar,  y  yo  ho  oecrito  i 
loo  unoe  y  á  loe  oCroe  qae  ee  correopoodao  y  den  la  mano  para 
la  goarda  y  oagoridod  de  aquellas  placas;  y  porqao  podría  so» 
ceder  en  d  didio  castillo  alguoü  noveJad  6  anidaeca,  y  ea 
tal  caso  importaré  aracho  tener  la  villa,  ee  ha  resoello  qao  ol 
Conde  do  llefaeo  vaya  é  juntar  coa  loo  iltmanti  ba|oo  do  oa 
refimieato  y  dol  do  Moa  de  Yergaa  tn  heroMoo,  y  ee  ooer* 
que  é  ella  y  poaga  dentro  otras  siete  6  odio  compaftias,  coa  hH 
cuales,  apoderéndoee  de  la  villa  nueva  y  atriodieréodooe  por 
la  parte  dd  castillo,  se  podrá  defender  entretanto  que  oe  paeda 
tocorrer.  Las  otras  piafas  qoe  tienen  loe  aleeiaoee  eetáa  toM* 
bieo  por  orden  de  V.  M.,  de  manera  que  nos  hallamos  ates  bi«i 


-487  - 
puestos  que  antes  que  saliesen  los  españoles.  Quédase  dando 
orden  en  avituallar  este  castillo  y  hacer  algunos  reparos  de 
que  tiene  necesidad,  y  como  liguen  las  compañías  que  digo 
de  tudescos,  meteré  en  él  la  gente  que  me  parescerá  convenir. 
En  este  estado  quedan  al  presente  las  cosas  de  acá,  y  yo  con 
cuidado  de  avisar  á  W  M.  con  brevedad  el  camino  que  toma- 
ren, para  que  V.  M.  pueda  mejor  tomar  resolución  en  todo.» 

XLVII 

Minuta  de  carta,  de  S.  M. ,  escrita  por  Antonio  Pérez  y  dirigida 
al  Cardetkil  Granvela,  sobre  la  retirada  de  D.  Juan  á  Namur. 
— (Sin  fecha.) 

«Cuanto  á  las  cosas  de  aquellos  Estados  (de  Flandes)  y  á  la 
retirada  de  mi  hermano  á  Namur,  á  donde  se  habia  puesto  por 
haber  entendido  que  algunos,  no  de  buena  intención,  trataban 
de  prenderle  ó  matarle,  á  mí  me  ha  pesado  de  que  le  haya  si- 
do forzoso  hacer  aquello,  por  lo  que  puede  haberse  alterado 
en  alguna  manera  el  buen  camino  que  los  negocios  llevaban, 
aunque  por  otra  parte  espero  que  se  han  de  mejorar  mucho  las 
cosas  con  poder  mi  hermano  con  más  seguridad  atender  al  go- 
bierno y  bien  de  los  negocios;  y  como  yo  deseo  tan  de  veras 
esto  y  el  descanso  de  aquellos  Paises,  he  dado  orden  que  en 
ninguna  manera  vuelva  la  gente  española  á  Flandes,  y  escrito 
á  mi  hermano  que,  teniendo  cuenta  con  su  persona  y  la  segu- 
ridad que  conviene,  atienda  á  la  pacificación  de  aquello  por 
los  buenos  medios  que  se  habian  comenzado » 

XLVIII 

D.  Juan  de  Austria  á  S.  M. 
(Namur  28  de  Julio  de  1577.) 

« Tengo  carta  de  Gamica  en  que  me  dice  maravillas  so- 
bre los  asientos  que  acá  se  han  hecho  á  pagar  en  esa  Corte;  y 
porque  creo  que  no  son  de  su  aljaba  las  saetas  que  nos  tiran 


^4M- 
á  Eaoofáo  y  á  mí.  por  wr  harto  oiái  expcnaMoUdo  y  ttijor 
íffít  olroÉf  ot  fiMm  <|M»  dÉfanaMní 
V.  M.  qoe  «•  dora  tom  qm  laja  hoabni  900 
too  haoír  lu  oogocio  coodeaaodo  á  lot  qoo  m  andui 
á  !••  rooiM  por  ao  thn§mm,  V«umo«  Sotar,  ^ 
on  toloi  trmcoi  iiao  ocoBwdoroo  á  ln  nirogáidw 
imyoroi  datao  oumIo  qoo  k«  os  mát  ooturml  lo  Indio.  V.  II. 
croo  quo  do  Madnd.  ooo  loo  oooMdidodoo  troo  loo  romoioi^  y 
oía  otra  oxp«ioacto  quo  do  pooioo  y  do  Ubro^  y  do  aeneoa* 
lor  hodoodoi,  00  lerá,  ciorto,  sioo  tan  dooarrido  eooK»  k»  vo 
•iondo,  poao  fiüu  cotia  boro  osáa  á  V.  M.  y  loo  oobia  á  oUoo. 
PordóaooM  V.  M.;  topUcooalo  ai  di(o  dionoModo,  y  no  dado 
qoe  oa  ol  coló  y  aficioa  000  que  hoblo  ao  tioae  qao  pMdoaar, 
ooax»  Olas  lorfo  ao  habrá  ooloadido  de  Bocovodo,  ol  cool  do- 
bo  ya  do  habor  hablado  por  lodoo.» 

XLIX 

|>.  700a  di  Amttrm  é  5.  I#. 
(Mamar  18  de  Septiembre  de  1577.) 

•  No  teo^  oaptritu  pora  etcribir  á  V.  M.  traa  do  hoborlo 
hecho  taotaa  vocea,  qoáo  aprieaa  camina  eolo  á  la  perdidoa. 

Octavio  Goanca  lo  hoce,  yaaf  bm  remito  á  61 Níagaaa 

cooa  me  pudiera  certificar  Uolo  de  que  quiere  abandonar  es- 
toa  Eatadoa,  en  caao  que  ello*  miamoa  no  oe  reduscaa,  coom 
ver  que  aabieado  V.  M.  que  qoodaba  «olo.  eio  gente,  dinero, 
crédito,  ni  de  quién  poder  aer  aocorrido.  y  toda  la  tierra  por 
enemiga,  no  haya  mandado  hacer  la  meoor  demoetradoo  del 
mundo  de  verme  eo  tanto  peligro,  que  ya  que  para  volver 
aquí  por  la  honra  de  Dtoa  y  de  V.  M.  no  hubieni  ftierxa,  y 
quisiera,  por  la  via  de  la  confiann,  aventurar  esto,  no  peaoé 
jamás  haber  mtfecido,  quando  no  fuera  hermano  de  V.  M., 
qae  oatimara  en  tan  poco  rni  persona  ni  el  selo  y  aficicm  con 
que  le  he  procurado  servir,  que  me  consintiera  padetcer  en  loa 
ojoe  de  todo  el  mundo  tanu  vergOeoza  y  necesidad  quanu  b« 


-  489  -^ 

padescido  después  que  entré  en  estos  Estados,  sin  ser  siquiera 
servido  de  mandarme  responder  á  lo  sustancial  de  mis  despa- 
chos. Lo  qual  me  hace  pensar  una  de  dos  cosas:  ó  que  V.  M. 
no  me  ha  dado  crédito,  ó  que  me  ha  enviado  á  negocio  tan 
perdido  como  cosa  que  importaba  poco  que  se  perdiese.  Se- 
ríame, cierto,  gran  consuelo,  si  del) o  se  siguiese  á  V.  M.  al- 
gún provecho;  pero  no  lo  siendo,  no  puedo  dexar  de  quexar- 
me  de  mi  poca  suerte,  pues  no  ha  alcanzado  á  merescer  la  me- 
nor parte  de  lo  que  sobró  á  los  que  por  ventura  fueron  causa 
del  mal  presente.  No  quiero  cansar  á  V.  M.  con  justificar  mi 
proceder,  pues  es  á  todo  el  mundo  tan  notorio,  que  no  dudo 
habrá  llegado  y  llegará  á  noticia  de  V.  M.  por  diversas  vias. 
De  mi  intención,  á  Dios  pongo  por  testigo,  y  de  su  divina  ma- 
no espero  el  premio,  que,  como  justo,  no  pide  ni  quiere  de  na- 
die lo  imposible.  Yo  he  procurado  entretenerme  aquí  contra 
la  opinión  de  todos  los  que  me  asisten,  no  porque  no  conocie- 
sen lo  que  importaba  conservar  este  puesto,  sino  por  ver  que 
para  defenderle  me  faltaba  todo  lo  necesario,  y  que  no  tenia 
de  dónde  ni  cómo  proveerlo,  esperando  de  dia  en  dia  que  me 
llegara  algún  despacho  de  V.  M.  por  donde  entendiera  su  últi- 
ma voluntad,  paresciéndome  que,  en  caso  de  guerra,  no  tenia 
precio  este  paso,  como  en  efecto  es  la  verdad,  y  á  este  fin  he 
alargado  la  negociación  quanto  he  podido.  Sé  que  hay  cartas 
de  V.  M.  en  Italia  de  los  18  del  pasado,  y  que  en  Francia  las 
tienen  mercaderes  de  diversas  datas  de  Madrid  y  otras  par- 
tes, y  de  Burgos  de  los  28  del  mismo,  y  yo  no  sólo  no  he  te- 
nido ninguna,  pero  ni  señal  ni  nueva  de  cuándo  las  pueda  es- 
perar. Los  Estados  no  estiman  ninguna  merced  de  V.  M.  si  no 
es  para  ensoberbecerse,  ni  quieren  concluir  nada  sino  me  sal- 
go de  aquí,  y  seré  forzado  á  hacerlo  si  dentro  de  quatro  dias 
ó  cinco  no  me  viene  algún  despacho  de  V.  M.  que  me  obli- 
gue á  quedar  para  tomar  las  armas Yo  mucho  temo  que 

por  una  via  ó  por  otra  me  han  de  forzar  (los  Estados)  á  que 
tome  alguna  resolución  de  qué  maravillar  á  V.  M.  y  al  mun- 
do, pues  siendo  la  orden  que  tengo  de  no  llegar  á  rotura,  con- 
vendrá huir  la  ocasión  della • 


-#^- 


CmtMémifr»dMáiD.JtimiS.M. 
(Nmmt  19  da  SapCiMBbra  d«  1577.) 

•lAOt  Sflftoff  <|M  u  Tohmlsd  y  praotitnd  000  <|itt  nt  h§ 
Mwj^do  ■toapw  á  todo  lo  qtt>  h>  mi— didimrgi^ayianri' 

do  afrudoctmiooto  y  unto  olvido  dt  rol  como  voo,  pnm  eHoy 
«I  loe  noyom  Imbtjoo  q«M  Bvae»  oodio  podoeíó  «1  ">»a^»» 

tioolo  ootrt  l*s  miat  al  pdigio  00  qiM  «üá  la  hoom  de  Dioa, 
k  anya  y  la  mia,  ab  «amoria  aiqoSart  da  •oooriüiua  000  lo 
aaaQoa  de  lo  qua  aobró  á  otroa.  Crea  V.  M.,  por  aaaor  da 
Noaalro  SeAor,  qtia  al  t4naioo  en  qoa  rae  hallo  no  aa  pooíbla 
aocarecafta.  y  q«e  imiy  á  coala  da  aa  aamicio  y  rtaacanan  lo 
noatrará  el  tiempo  cada  día,  porque  por  al  caoiiiio  qoe  aa  Itera, 
eeto  et  acabado,  y  trae  ello  le  ha  da  aar  fiiam  aalir  al  ramadie 
de  lo  demáa  6  perderlo,  y  aua  plcfiia  i  Dtea  que  ealQa9aa  te 
taogan  laa  coaai  Acoárdeiate  á  V.  M .  qoaato  bá  que  te  difa 
que  ae  debria  ya  hanr  lo  propio  qoa  qoiatera  habar  hacho  aa 
te  ftltiaia  neceaidad;  te  aaiino,  pnaa,  aa  foam  qoa  difa  afora. 
Un  apretado  deltea,  qoaato  querría  yo  que  podÜeae  cooocerae 
é  craaraa  allá,  pora  00  marahi  liarse  á  lo  neaoa  da  oada  da 
qoaato  ae  eacrnriara¡  paro  para  te  qoa  pnocSpalaBaala  daaao 
eato,  es  para  que  de  una  manera  6  de  otra  V.  M.  ae  raaoelTa  á 
te  que  le  BttpUoo. .. . .  • 

U 

D,  /mm  éé  Aiabria  «/  Rty. 
(Namur  24  de  Septiembre  de  1577. ) 

« De  manera,  SeAor,  qoe  si  Dioa  por  au  bondad  no  me 

aocorre,  ésta  ea  la  hora  que  so  aé  qoé  hacer  de  uf  al  ia  qoé 
reparar.  Plufoiese  ya  al  miaño  Dioa  que,  sia  aalir  da  te  qoa 


-  49Í  - 

soy  obligado  á  raí  consciencia  y  á  la  obediencia  que  debo  á 
V.  M.,  y  sin  que  fuese  juzgado  por  mocedad  poco  honrada, 
pudiese  dar  con  la  cabeza  en  pared  y  arrojarme  á  un  precipi- 
cio, que  yo  lo  hiciera,  cierto,  antes  de  pasar  por  tan  nobles 
riesgos  de  perderlo  todo,  tan  triste  y  mal  perdidamente  como 
está,  á  pique  de  sucederme  por  la  poca  ó  ninguna  cuenta  que 
se  tiene  con  esto  y  conmigo.  Conmigo  no  me  maravillo,  pues 
nunca  valí  para  menos,  aunque  para  más  he  procurado  valer; 
pero  espántame,  Señor,  que  no  se  haga  caso  de  las  prendas 
que  V.  M.  tiene  en  estos  Países,  yendo,  como  le  va  en  ellas  y 
en  ellos,  desde  religión,  honra}'  obediencia,  hasta  ser  ó  no  ser 
seguro  Rey  de  los  otros  que  le  quedan.  No  sé  ya  qué  decirme, 
sino  que  todo  creo  que  lo  causa  mi  desgracia,  y  que  conocién- 
dolo yo  y  viendo  cuan  fuera  soy  de  ser  el  que  ha  de  pasar  por 
la  larga  destos  puntos,  mande  V.  M.  que  venga  por  los  aires 
el  que  me  ha  de  suceder,  porque  de  mí  no  se  ha  de  decir  jamás 
que  fui  ni  quise  parecer  con  disimular  y  conceder  lo  que  éstos 
son,  siendo  tan  grandes  herejes  y  traidores;  y  al  fin,  crea  V.  M, 
que  del  que  encubre  al  que  ofende  hay  muy  poca  diferencia, 
y  ninguna  cuanto  á  la  pena;  y  á  donde  se  atravesare  honra  de 
mi  Dios  y  fidelidad  de  mi  Rey,  no  hay  buen  disimular,  ni  V.  M. 
me  tenga  por  otro  del  que  debo  ser  á  todas  las  obligaciones 
con  que  nací  de  cristiano  y  hijo  del  Emperador,  mi  Señor,  de 

gloriosa  memoria,  y  así suplico  de  nuevo  á  V.  M.  que 

vuele  quién  ha  de  venir  á  seguir  el  camino  comenzado,  porque 
yo,  ni  seré  bueno  para  llevarle  adelante  por  lo  que  digo,  ni 
tampoco  por  el  odio  que  nos  tenemos  los  Estados  y  yo.  Ellos 
á  mí,  porque  no  soy  el  que  han  menester  sus  maldades;  y  5^0  á 
ellos,  por  lo  que,  naturalmente,  siendo  hombre,  he  de  sentir, 
costándome  tantos  y  tales  trabajos  y  peligros  de  malperderrae, 
para  serme  tan  mal  agradecidos » 


Ul 

Ü.  Jwam  á  k§  SttfwtmiM  EímMb  y  AmUmio  Pht» 
(NaoMr  i  15  d«  S^ptiearfife  de  1577) 


tiQoé  dir6,  SeftorM,  de  U  cnitidMl  <{iift  m  um  < 
taoermt  átt/bk  muMni,  un  «o  oMnioria  ni  deiuoHinciim  dt 
hnbnrln  jr*  d«  mil  Sntnnln  y  ocho  dtas  há  boy  qoe  m  pnrtió  d 
SnuHniio  Eaeovndo,  dacótotn  y  Mln  qon  llnfé  á  tm  Cortn, 
•Mtota  y  eMlro  qoe  «noy  prnto,  con  eün  tolo  ctiiiUo  por  cir- 
oA,  merocicodo  antes  bonhi  que  prieioo,  y  ganáodcrfe  en  lodo 
el  mundo  «  no  ei  ahf,  y  cíocoeme  dtat  lif  hoy  <!<■•  m  otcríbio- 
ron  !••  ultimes  ceitat  qne  be  recibido,  que  tenM  be  de  7  de 
AfoMo;  y  es  Dk»  servido  que  eoeeica  erto,  cuando  serie  el 
egue  peca  matar  el  6MfO  eomoa  y  más  corrsos,  poss  sebrk 
el  bombre  cómo  fobemerte,  á  deode  00  sabe  qo*  adivinar. 
1  Ah,  Seftorasl  que  nsfocios  de  la  importancia  que  son  los  que 
aquí  se  tratan,  y  voluntad  tan  á  la  mano  como  se  ba  ooooctdo 
en  mí  la  mia,  no  debrfamoe,  cierto,  ser  tan  deeamperados  oomo 
somos,  siquiera  por  lo  poco  que  se  gana,  ctiando  00  se  mire  á 
lo  mucho  que  se  pierde;  pero  ni  me  maravillo  desto,  ni  ase  es- 
candaliza el  peligro  tan  evidente  en  que  está  todo,  porque  veo 
claro  que  ee  Díoe  el  que  h»  permita  y  nos  ciega;  mas  < 
me  grandemente  de  que  á  lo  meooa  no  vengan 
cartas  por  loa  airea,  y  que  me  dejen  mis  amigos  padecer  y  mo- 
rir aquí  mala  muerte,  como  lo  hago,  por  lo  que  ee  tan  fletl  y 
necesario.  {Oh!  Bendito  sea  Nueetro  Seftor,  que  á  nadie  sino  á 
m(  pudiera  acaecer,  ni  de  nadie  sino  de  mi  fortuna  me  qu^o, 

aunque  de  Escovedo  podría  quejarme Seteres,  poraoMirde 

Dios,  que  se  acuerden  de  este,  su  amigo,  sin  cerimooiaa,  y  que 
hagan  que  S.  M.  no  se  olvide  del  hombre  más  pronto  á  su  ser- 
vicio y  de  más  leales  y  verdaderas  entraftas  que  nunca  tuvo 
Otro  Príncipe*....  • 


—  49^  — 

Lili 

D.  ytian  de  Austria  á  S.  M. 
(Namur  á  28  de  Septiembre  de  1577.) 

« Hame  parescido  detener  este  correo  hasta  ver  la  resolución 
que  los  Estados  tomavan  sobre  la  negociación.  Anoche  llegaron 
sus  Diputados  y  hoy  me  han  hablado,  aunque  el  Tesorero  se 
quedó  viendo  que  no  podré  hacer  cosa  que  los  satisfaga;  por- 
que vea  V.  M.  si  es  como  los  demás,  lo  que  traen  se  verá  por 
los  despachos  en  francés.  Suplico  á  V.  M.  los  mande  ver  todos 
desde  el  principio  hasta  el  cabo  con  mucha  atención,  que  entre 
la  miel  de  sus  dulces  palabras  hallará  tanta  ponzoña,  que  bas- 
te á  desengañarle  de  lo  que  tiene  en  estas  gentes,  aunque,  á  la 
verdad,  ya  lo  debria  estar  sin  esto.  Verá  V.  M.  también  que  si 
han  pedido  el  dedo  y  se  les  ha  dado,  por  el  mismo  caso  qui- 
sieron luego  la  mano  y  el  brazo,  y  agora  que  tienen  lo  uno  y  lo 
otro  quieren  la  cabeza,  y  no  se  contentarán  hasta  que  no  vean 
ni  aya  entre  ellos  señal  de  V.  M.  ni  de  cosa  suya;  y  esto  es  tan 
cierto  como  el  morir,  y  así  lo  será  perderse  todo  si  V.  M. 
alarga  el  acudir  con  el  remedio,  que  tantas  veces  le  he  suplica- 
do, porque  al  mismo  tiempo  que  andamos  en  esta  negociación 
se  me  viene  acercando  su  gente,  de  manera  que  cada  dia  le  veo 
de  las  ventanas  deste  castillo,  todo  á  fin  de  espantarme  para 
que  salga  de  aquí,  y  yo  no  sé  ni  puedo  decir  á  V.  M.  qué  reso- 
lución he  de  tomar,  porque  lo  mismo  será  concederles  lo  que 
agora  piden  que  dejarlo  de  hacer;  pero  según  los  nublados 
que  por  todas  partes  asoman  para  descargar  aquí,  tengo  por 
cierto  que  antes  que  V.  M.  reciva  ésta,  se  habrá  encendido  esto 
en  fuego  vivo,  porque  los  que  desean  que  se  abrase,  no  perde- 
rán tan  buena  ocasión.  He  hecho  lo  que  he  podido,  que  ha  sido 
decir  á  V.  M.  la  verdad,  y  no  me  queda  ya  qué  hacer  sino 
sentir  que  sea  tan  á  costa  de  su  servicio  el  no  haberme  dado 
crédito,  y  que  sea  yo  solo  el  olvidado  y  abandonado  de  V.  M. , 
pues  á  todos  responde  y  acude  sino  á  mí.  Sea  Dios  loado  por 
todo.» 


-  494  — 

UV 

lí áMto i$ tmU 4i  FMft  UAD.JmmáéA utm $oén  U  wmd* 
téi»h$  npÉátIu  y  imá»  <wp^  é  Fl¿dn,—i^  fodMU— Bt 
dt  lün  <b  Aoloaio  Péns.) 

L«  diot  ha  dado  ofdea  qoa  vwltaa  dt  lulk  kttiopM. 

......  E«  a»  voluntad  que  procedáis  de  modo  qoe  loílos  ea* 

Hidei  <|ae  lai  intettcion  jr  ámno  ao  ee  le  nÚM  y  oaüigo  de 
eeoe  Betedoe,  eUio  vohrsr  coo  la  obtifaeioa  qne  iMfo  por  la 
reUfioB  católica  romana  y  por  ni  obedienria,  y  leoogaírloa  á 
todos,  siempre  qoe  cumplieren  con  lo  que  debeo  á  estas  dos  co* 
sas  y  olvidar  todo  lo  pasÍMlo,  y  que  loe  vays  rofandoooo  la  pax 
y  cas  loe  beneficios  del  la,  y  reqiiirilnilolfls  eos  loo^sfiM  aüe 
de  la  ^MTim  ee  lee  poedei  seguir.  Y  habiendo 
desposs  desto  lo  poco  que  se  puede  hacer  con  las 
este  iaviemo.  y  qiis  el  nayor  Cnito  de  lodos 
eee  Estado  de  LuoeoriMKfo  y  todo  lo  demás  que  estuviera  á 
Busstia  devodoo,  y  que  pan  eeto  no  será  oeceearto  ftan  golpe 
de  geabe  de  guerra,  me  ha  parescido  advertiros  de  lo  que  eobfe 
esto  se  me  ofreaoe,  para  que  procedáis  y  oe  gobernéie  uiiifarms 

á  mi  voluntad y  asi  os  ordeno  que  por  todo  e«ie  invierno  no 

hegáis  que  mcoger  y  tiitietiaiei  toda  la  infuitecia  eapstola  y 
caballeria  qoe  oe  vifuere  de  Italia*  qne  entiendo  eerá  do  ocho  á 
nueve  mil  »»*■■!—  y  doe  mtl  cabaiioe,  y  que  demás  deeto,  ai 

oe  pareciere,  tengáis  algimoe  borgoAones que  bmtarian 

hasta  dos  mil,  y  que  no  levantéis  por  agora  ningima  otra 
gente,  ni  alemanes,  ni  reytces^  aunque  ee  oe  envíen  ios  deapa- 
chos  pan  ello,  y  que  deiiiás  deeto  no  eaquóis  loe  alemanes  qus 
están  en  las  plazas  delloe,  sino  que  les  digáis  que  se  están  que- 
doe,  y  que  yo  tengo  por  bien  que  las  toigan  por  prenda  de  su 
deuda Pero  eetad  muy  advertido  que  de  lo  queaqnf  os  or- 
deno, no  deis  parte  á  nadie  allá,  sino  que  lo  ejecutéis  como 
cosa  qoe  vos  resolvéis  por  pereeceroe  que  oonvieae  ad • 

Este  despacho  está  en  todo  conforme  coo  d  diflamon  que 


—  495  — 

dio  el  Duque  de  Alba  á  S.  M.,  en  el  que  le  manifestaba  que 
S.  M.  debe  t proceder  en  esta  guerra,  no  con  ánimo  de  castigo 
ni  venganza,  sino  con  intención  de  la  reducción  de  los  Esta- 
dos al  que  está  dicho,  si  pudiere  ser  con  la  sombra  de  las  armas ^ 
y  cuando  esto  no  se  pudiese,  no  usar  dellas  más  que  hasta  en 
aquella  parte  que  bastase  para  hacerles  venir  á  la  razón.» 


LV 


D.  Juan  de  Austria  al  Rey. 
(Marcha  3  de  Octubre  de  1577.) 

•  Después  que  últimamente  escribí  á  V.  M.  se  fueron  con- 
firmando ios  avisos  por  diversas  partes  del  esfuerzo  que  los 
Estados  hacian  para  sitiarme  en  este  castillo  de  Namur  y 
apretarme  por  todas  partes,    y  que  á  este  fin  habia  pasado 

Mos  de  Lume  la  Mossa  con  un  regimiento  de  infantería y 

el  de  Champañi  caminaba  á  juntarse  con  él  en  el  pais  de  Lim- 
burg  á  ponerse  en  el  paso  de  aquí  á  Namur.  Y  habiendo  co- 
municado y  tratado  con  estos  caballeros  lo  que  debria  hacer, 
no  sólo  fueron  de  opinión  que  yo  saliese  del  dicho  castillo, 
pero  llegaron  á  protestarme  sobre  ello,  viendo  que  si  lo  dila- 
taba tres  ó  cuatro  dias  más  me  hallaría  sitiado  y  sin  forma  de 
poder  ir  atrás  ni  adelante,  y  quedarla  á  mucho  peligro  por  no 
tener  socorro  ni  ser  bastantes  las  fuerzas  que  acá  se  podrían 
juntar  á  dármele;  y  así  me  resolví  en  partirme,  dejando  al 

mejor  recaudo  que  pudiese  el  castillo Que   ha  recibido 

aviso  del  Marqués  de  Ayamonte  de  haber  tenido  orden  de 
S.  M.  de  enviarle  las  tropas  que  salieron  de  Flandes.  (Al  fin 
de  la  carta,  de  mano  de  S.  A.:)  V.  M.  ha  tomado  una  reso- 
lución propia  de  quien  le  ha  hecho  Dios,  pues  no  se  debia 
menos  que  poner  la  mano  al  remedio  de  lo  que  aquí  se  me- 
rece. Agora  trabajaremos  todos  nuevamente  animados  para 
morir,  si  conviene,  en  demanda  tan  justa,  por  ser  toda  de  la 
honra  y  servicio  de  Nuestro  Señor  y  de  V.  M » 


-496-- 


LVI 


(llaiclM  3  M  Octubre  de  1577.) 

•Dwpuei  dt  McríU  b  que  vt  cao  éita  he  tfll«dUo  <|iM 
tas  Mete  eotepaBÍM  de  AleoMnee  del  Corooel  PBHMpsj^Mb  (|M 
loe  diet  peeedoi  eelieroa  de  juoto  á  Nunur,  U  voelta  de  R<»> 
femnnda,  te  eooooCnun»  cuatro  compeAUe  de  Velooee  del  re- 
ftaiéenlo  de  OiinwrelH  eo  el  peie  de  Lemborc  y  lee  raoMN*" 
roo,  matando  le  mayor  perte  de  b  faote,  y  Moe  de  Yecfas, 
qoe  acababa  de  Uegar  de  Nenwr,  doode  ee  quedó  á  dar  oidea 
eo  aUnuiee  ooeee«  me  dice  que  eeta  nMdkaoa«  aotee  oue 
deee,  iriaieroo  el  Vinoade  de  Gante  y  otrae  Iree  6  < 
be^ae  eou  vn  (olpe  de  iaiuteria  y  cabellerie  á  lee  puertee  de 
Namur,  coo  fia.  á  lo  que  ee  eutiende,  de  eomr  deolio;  y  ha- 
bieodo  aido  eeotidoe  de  uaa  compeftie  de  Valooua  nuartia  que 
eotebe  fiíere,  juoto  á  la  muralla,  cwnenyeroo  á  dar  eo  elloe,  y 
eo  fío,  deepuee  de  haber  peleado  un  rato,  ee  retireroo  k»  eae- 
migoe  con  pérdida  de  doce  6  catorce  eoldadoe,  y  entre  elloe  trm 
ó  cneUo  gentileihowhffee  y  otroe  tentoe  heridoe,  y  de  loe 
nueetroe  quedó  eólo  mo  ua  poco  kméo  m  mm  pimm:y  «Mf» 
V.  M,  f«i  fMHÉ  itUm  de  eer  loe  que  venían,  puee  fritaban  á 
loe  otroe  Uamáodoloe  pepietaa,  y  cuan  joete  y  aeacte  ee  la 
guerra  que  aquf  pteoaa  hacer  oootra  tan  pervereoe  Óiafmtoa 
hombree.  He  holgado  que  por  la  primera  ves  hayan  llevedo  la 
peor  parte,  por  el  ánimo  que  dará  á  loe  nueetroe  y  quitará  á 
loe  eoemigoa.....  He  eabido  que  Moe  de  Villerral  y  el  Obiapo 
de  &ii|ea  han  ido  pubUceado  que  yo  lee  dije  que  ao  había  de 
parar  baste  labarme  en  la  sangre  de  loe  niños,  todo  á  fin  de 
indignar  y  deeeeperar  al  pueblo,  porque  .vea  V.  M.  á  lo  que 
llega  la  maldad  deatas  gentes,  pues  inventan  cosas  nunca  pea- 
aadaa  y  callan  la  verdad > 


—  497  — 
LVII 

D.  Jtum  de  Austria  al  Rsy. 
(Marcha  4  de  Octubre  de  1577.) 

tDesde  que  comencé  á  entender  que  estos  negocios  se  ha- 
bían de  reducir  á  la  fuerza,  fui  pensando  en  algunas  cosas  que 
podian  ser  de  importancia,  y  entre  otras  que  me  ocurrieron, 
fué  la  principal  que  V.  M.  emplease  aquí  al  Príncipe  de  Par- 
ma,  dándole  el  cargo  de  mi  Lugarteniente  General,  porque 
demás  de  ser  muy  á  propósito  para  ello  y  tan  aficionado  al 
servicio  de  V.  M.  como  él  lo  ha  mostrado  siempre,  me  pare- 
cía cosa  muy  necesaria  que  cerca  de  mi  persona  hubiese  algu- 
na tal  que  en  caso  de  muerte  ó  de  ausencia  mia  pudiese  que- 
dar en  mi  lugar f 

LVIII 

D.  Juan  cU  Austria  al  Rey. 
(Lucemburgo  20  de  Octubre  de  1577.) 

« Yo  voy  procurando  ganar  tiempo  en  todo;  pero  es 

muy  poco  lo  que  puedo  hacer  por  la  falta  de  dinero,  porque 
de  las  cédulas  de  los  cien  mil  escudos,  demás  de  ser  tan  poca 
suma  para  lo  que  es  menester,  no  me  puedo  valer  como  seria 
menester,  y  temo  que  esto  nos  ha  de  atar  mucho  las  manos  si 
V.  M.  no  manda  que  sea  proveído  con  gran  brevedad;  y  así  he 
escrito  al  Duque  de  Saboya  me  preste  hasta  30.000  escudos  y 
me  los  vaya  enviando  con  correos.  No  sé  lo  qué  hará.  Supli- 
co á  V.  M.  que,  pues  se  ha  dispuesto  á  acudir  al  remedio  des- 
to,  lo  haga  con  las  veras  que  es  razón,  y  se  mueva  de  Madrid 
ó  dé  muestras  del  lo,  que  el  entender  que  lo  hace,  á  todo  el 
mundo  tendrá  suspenso > 


3> 


UX 

D.  ywm  ág  AwstrU  ti  Rty, 
(I.wwilmn  3  de  Norieaibre  de  1577.) 

Al  OMrgeo,  eo  letra  de  S.  M.,  ee  lee:  «Pum  mí  tolo  y  ver  lo 

tüÉwo  AHoüb  ColoiM  me  he  eecnto  que,  wilwndJMde  «I 
aprieto  y  BecMÍi,1i>1  eo  que  me  hallabe.  y  k»  mucho  qwi  impor» 
tUM  Mv  socorrido,  pefticuuuuieute  de  dinevOt  imomi  iMMceoo 
hMleeiaqoeoU  mil  etendoe,  y  loe  peoMlMi  remitir  i  Géaov»  i 
loe  Bn^ladoiee,  pera  qu«  de  allí  me  lot  enviaMi,  y  qiM  de» 
mal  deato  <fanie  mil  y  quinieotos  loldedoe  del  Mcfo  «li  Sici> 
Ua.....  Y  steodo  éett  oaa  deaaoamdOB  wmtf  ekn  dtl  eelo  y 
afición  qtie  tiene  al  aenricto  de  V.  M.,  he  qoerido dalla  ^pMBli 
delta  y  suplicarle,  como  lo  bago,  con  todo  esoBinMwlo  la 

maode  dar  laa  gradat  que  merece y  mplieo  iMiririmii 

V.  M .  mmii  vamiitmi  íofmsmim  Mmüin  fmem  it  mwé^  y 
Mirfer  pm  grmit  f m  tm  h  rntettiJÉJ  á$  le  fw  Htm  4  avfo, 
temo  m  tftáo  U»  «s  mmy  hm/ot  U  m  fut  m  UdU  Mmto  AtdaaiOt 

Mdl.  Y  90  ttUflt  V,  Bm»  tito  POf  mé  Pot9  COKtiibnMtB  MI  fS  tl^' 

witio,  porqué yot  qus  ¡o  tmgo  Um  proiodo,  ti  fM  nié  grm  «mm, 

emcem  maet  fM#,  P^  o^  aaMVBe,  venMouMi  mi  fro%  MMrviMe  ev 
K.  Af.»^Eo  cifra  lo  que  está  eo  cársica.) 

LX 

D.  Juam  it  Austria  ai  Rty, 
(Lttcemburg  i.*  de  Diciembre  de  1577.) 

c Yo  confieso  á  V.  M.  qiw  esto  (el  no  cumplir  S.  M.  con 

los  mercaderes)  por  una  parte,  y  por  otra  ver  que  há  tad  4m 
mna  que  no  tengo  carta  suya,  habiendo  yo  escrito  tantaa,  me 
tiene  muy  confuso  y  maravillado  y  ccm  ruin  esperanza  de  biie> 


—  499  — 
nos  sucesos,  porque  temo  que  se  ha  de  ofender  Dios  tanto  de 
nuestro  descuido,  que  en  lugar  de  hacernos  merced  nos  ha  de 
castigar;  y  si  yo  no  tuviera  puesta  la  mira  en  su  servicio  y  en 
el  de  V.  M.  como  la  tengo,  diera  velas  al  viento  que  corre, 
callando  y  obedeciendo.  Pero  no  quiera  Nuestro  Señor  que  tal 
me  pase  por  el  pensamiento,  antes  hasta  que  V.  M.  me  mande 
que  calle,  diré  lo  que  entendiere,  conformándome  con  mis 
obligaciones,  sin  tener  respeto  á  otro  ningún  fin  particular  mío, 
porque  habiendo  cumplido  con  ellos,  no  estimaré,  por  lo  que  á 
mí  toca,  ningún  suceso,  por  desastrado  que  sea,  en  la  menor  cosa 
del  mundo.!  (Insiste  en  pedir  á  S.  M.  le  provea  de  dineros  y  lo 
demás  necesario,  y  añade:)  «Protesto  á  V.  M.  que  (de  no  hacer- 
lo así)  por  no  ver  morir  su  exército  de  hambre se  me  quie- 
bra el  corazón.  Juntarélo  cuando  vea  que  más  no  pueda,  que 
será  muy  presto,  y  iré  á  buscar  al  enemigo  donde  quiera  que  es- 
tuviere para  vencerle  ó  morir,  porque  si  de  una  manera  ó  de 
otra  se  ha  de  aventurar  este  ju^o,  quiero  hacerlo  honradamen- 
te, y  no  con  tanta  infamia  como  será  comernos  y  matamos  unos 
á  otros;  que  esto  deben  desear  los  que  son  causa  de  tanta  di- 
lación en  negocio  que,  por  atravesarse  en  él  la  honra  y  servicio 
de  V.  M.,  deberían  no  comer  ni  dormir  por  atender  á  él;  pero 
creo  que  el  gusto  de  lo  postrero  los  tiene  olvidados  de  lo  pri- 
mero. Hame  parescido  decir  esto  á  V.  M.  de  la  misma  manera 
que  lo  tengo  determinado,  para  que,  si  le  llegare  aviso  de  algu- 
na gran  novedad,  entienda  que  puede  ser  y  mire  por  lo  que  le 
quedare  si  la  suerte  nos  fuere  contraria,  que  yo,  tras  haberlo 
hablado  tan  claro  y  hacer  lo  que  debo,  con  qualquiera  que  sea 
me  concertaré.! 


-  5oo  - 


LXI 


imkmetém  i*  loqm  ím,  D.  Jmm  iimthfmt,  umiiw9  mromti  4$ 
hfmUrm  tttmsm,  ktUú  dé  inám  ié  m  pmU  tmdSmmdm- 
mo  Arfméufms  Fmtmdot  mi  mmy  tmo  /  mmf  < 
(Ifftdrid  %i  d«  Dicknbra  de  1577.) 


(ExpóoflM  «I  «tMk»  y  vicMíuidflt  d»  k»  iwfnrioi  <!•  los 
Paites  Bejoe  ileedi  b  moarte  del  Cenwadedoc  iMfor;  k»  ee- 
ftteraM  bachoe  por  S.  M.  «a  favor  do  b  p«s;  qoo  lo  teioo  que 
oiEÍfe  de  olk»  oe  el  onalioiniMtodo  la  laUfioo  eetttai  7  Ift 
obedionm  á  S.  IC;  qoo  hk  füilladB  tofiraciaooe  k  mmSmáiom 
de  D.  Joto  de  Aoüría,  y  aAede:)  «Y  porqoe  podxk  wat  qtm 
pare  «1  lemedio  de  todo  a(|aollo  y  pen  que  las  coeae  ae  oca- 
beaeo  de  componer  y  aaaoltf  y  ee  rodajeaaa  al  bnea  «ala- 
do que  deeeo,  yo  hubiaaa  oMoeafear  valaraM  de  aa  panooa  y 
madio  pan  eocomandarle  «1  Gobiarao  de  aqnellao  Eaiadoa, 
deaao  aaber  ai  nwmiff  Uegiae  ealé  caao  podría  diaposane  á 
ello.....  coa  la  cooíiaiuEa  qoe  él  podría  asegurar  de  mf,  que  la 
aaiatirú  y  ajrudaria  pera  eemejante  oegocio  conao  éatei  ..  he 
querido  prunero  aaber  an  voloaCad  ao  aala  parta.»  (A  pwpoaa» 
ta  de  D.  Juan  al  Rey  hfsoee  eita  nefoctadóo.) 

LXU 

£/  Prfncipt  di  ParwM  A  S.  M. 
(Lucemburg  á  último  de  Diciembre  de  1577.) 

«Deade  Parma  «cribí  á  V.  M.  cómo  me  partía  coa  toda  la 
diligencia  poeible  á  la  vuelta  de  Lucemburg,  por  obedecelle  y 
servil  le,  como  había  sido  servido  hacerme  merced  de  mandár- 
melo por  su  carta.  Agora  no  he  querido  dejar  de  dar  cuenta 
&  V.  M.  de  mi  libada  aquí,  que  fué  á  los  17  del  presente,  doa> 
de  hallé  al  br.  D.  Juan,  que  está  muy  bueno,  del  cual  he  rect* 


—  5oi  — 

bido  tantos  favores  y  mercedes  .como  yo  del  esperaba  y  es  sü 
costumbre  hacerme  siempre.  Yo  le  he  suplicado  muy  encare- 
cidamente que  en  todas  las  ocasiones  que  se  ofrecieren  que 
entervenga  el  servicio  de  V.  M.,  me  mande  y  emplee,  pues 
nadie  le  obedecerá  como  yo,  y  para  mí  será  la  minor  merced 
que  del  puedo  recebir,  y  certifico  á  V.  M.  que  me  desvelaré 
de  dia  y  de  noche  por  acertar  á  servirle  conforme  á  la  mucha 
obligación  y  deseo  que  tengo  de  hacello » 

LXIII 

Cofña  del  trato  sobre  la  intentada  prisión  eU  D,  Juan  de  Austria. 
(Año  1577.) 

fQu'estant  1' Ambassadeur  de  la  Royne  d'Angleterre  Wilson 
a  Bruxelles,  elle  luy  escrivit  une  lettre  du  24  ou  25  de  May  de 
1577,  selon  la  memoire  que  Ton  en  a,  portant  comm'elle  es- 
toit  fort  bien  adverlie  que  S.  A.  allait  tellement  gaignant  la  fa- 
veur  et  benevolence  du  peuple  et  des  subiects  du  pays  bas, 
quelle  craindoit  qu'il  viendroit  a  bout  du  appaiser  les  troubles 
et  qu'elle  s'asseuroit  que  se  faisant  cela,  elle  auroit  la  guerre, 
pour  estre  S.  A.  homme  la  cerchat  luy  engageant  portant  de 
les  forcer  de  rom|)re  la  paix  entre  sa  dicte  Altesse  et  les  Es- 
táis  »  (Añade  que  Wilson  se  esforzó  cuanto  pudo  en  excitar 

el  odio  de  los  Estados  contra  D.  Juan,  á  fin  de  conseguir  que 
le  hiciesen  prisionero,  lo  cual  hubiera  conseguido  en  Bruselas, 
si  S.  A.  permanece  allí  diez  ó  doce  días  más.) 

LXIV 

En  todas  las  cartas  de  fines  de  1577  D.  Juan  no  cesa  de  pe- 
dir dinero  á  S.  M.;  que  vuelva  Escobedo  por  la  mucha  falta  que 
le  hace;  que  se  le  responda  á  todas  las  cartas  y  capítulos  de 
ellas,  y  que  se  mueva  S.  M.  de  Madrid.  A  Antonio  Pérez  le  es- 
cribía de  su  mano  en  Lucemburgo  á  20  de  Noviembre  de  1877: 
«Señor  Antonio:  Escríbame,  pues  entre  muchos  despachos, 


huelgo  modio  eoo  ouuro  raaglooM  tuyot.  Mire  <|iié  hMxé 
ao  lo  too  y  tardan  tanto.  B«o  <|m  no  m  dki  de  loe 
pero  boBÜe  me  tieaes  diiariliidee  y  mbejoe.  A  lo  que 
«wA  OM  remito,  f  dale  Dloe  «¡aeolo  deeee  é  deeeo.  • 

LXV 

¡uforwuuiAm  pmtm  pmtuaiif  á  S*  M,  U  r»i$ueiSm  id  rtimo 

(Sfai  fid»;  pero  ee  de  1577.) 


«Eüe  ee  el  medio  máe  coaveniflota  que  te  ofireoe  pen  le  re- 
faroMkcioa  de  LogUterra.  Ee  iropoetble  que  te  halle  medio  no* 
jor  pera  este  mtaoto  que  ceear  con  la  Reioa  de  Eecocia  alfvo 
perieote  de  V.  If .,  y  con  el  Pltlodpe  de  aqvd  filao  algoae 
Infanta  de  Eepefie«  loe  coelee  eeaeoteCoelnerien  oaie  provo- 
cbo  y  utilidad  á  V.  If .  qoe  eí  tofetate  y  feunieei  teda  aqoella 
ida.....  Fuere  de  eeto,  ee  coea  mié  docente  á  tm  Capitán  y 
Plrfncipe  cciMitiio  qoitar  á  ant  eaemlgae  «na  Princeea  con 
quien  deeae  CMeíae,  con  la  e^ieda  en  la  maao^  que  no  con 
ceutelea,  ardidee  y  enfiftoe;  i  lo  qttal  ee  junta  que  la  razón 
mis  eficBs  y  derta  de  owneer  en  meno  y  eeeamienlo,  ee  que 
el  minw  qoe  la  deiee  ee  iiiuliu  tan  galán  y  enamorado  que 
000  rie^  de  tu  pereooe  la  aeqoe  y  libre  de  aoa  penone  pri<- 

liooes La  preeeocia  de  un  grande  Capitán  et  gran  parte  de 

lat  célebres  victoriaa,  y  eetá  ya  muy  extendido  por  el  mundo 
el  nombre  ilustre  dd  Sr.  D.  Juan;  mas  ti  esta  en  Flandes  en- 
tre peftaa,  foeee  y  agua  mucho  tiempo,  y  recibe  acaso  algún 
daftoenla  goena,  meoguarálaíaroa  ilustre  de  sus  bechoe  y  ee 
oomará  en  docena  con  los  otros  Capitanes  y  Príncipes.  Pero 
si  después  de  haber  ganado  y  gosado  tantas  victorias  en  Orien- 
te va  deredio  á  Inglatafra,  sólo  su  nombre  aficionará  y  atraerá 
á  todos  loe  magnánimos  y  fuertes  ioglesse.....  y  persnedirán  £i* 
cilmenta  á  la  Reina  de  Escocia  á  que  ee  case  con  on  tan  va- 
liente Capitán  y  General  de  tan  grandes  ejircitoe • 


—  5o3  — 


LXVI 


Descifrado  de  carta  de  la  Reina  de  Escocia  á  Antonio  de  Guaras, 

agente  de  S.  M.  C.  en  Londres. 

(Del  castillo  de  Schefeld  á  28  de  Agosto  de  1577.) 

« II  semble  que  le  Sieur  Don  Jean  se  doibt  soigneuse- 

ment  donner  garde  qu'il  n'aye  au  pres  de  lui  quelques  plus 
grandes  espions  que  fidelles  serviteurs  anglois  ou  aultres.  Le 
Conseil  n'ayent  point  faculté  de  telles  instmmens  et  pareilles 
inven tions  par  toute  la  chrestienté,  je  me  sens  bien  tenue  au 
dict  Sieur  D,  Jean  du  tesmoigaage  qu'il  vous  a  donné  charge 
de  me  rendre  de  sa  bonne  volonté  au  bien  estre  et  establise- 
ment  de  raes  affaires,  ce  me  sera  tousiours  autant  d'accroise- 
ment  de  l'obligation  que  j'ay  au  Roi,  vostre  maistre,  son  frere, 
et  a  toutte  la  maison  d'Espagae,  que  je  prie  a  Dieu  prosperer 
et  vous  avoir  en  sa  saínete  garde.  > 

LXVU 

Nicolás  Sanderus  escribía  también  en  10  de  Octubre  de  1577 
á  Felipe  II,  en  carta  autógrafa,  sobre  el  proyectado  casamien- 
to de  D.  Juan  con  la  Reina  de  Escocia,  María  Stuard,  que  lo 
estimaba  muy  conveniente.  Y  Antonio  Pérez,  en  sus  adverten- 
cias escritas  de  su  mano  sobre  relaciones  y  proyectos  en  Ingla- 
terra, decía  entre  otras  cosas:  «Si  ha  hecho  la  Rema  de  Ingla- 
terra algunas  prevenciones  por  ver  de  cerca  á  D.  Juan.  Ad- 
mitir plática  de  casamiento,  y  aun  de  amores,  si  ella  los  em- 
prendiera, como  suele. » 


--504-. 

LXVUI 

Bt  Rtf  á  D.  Jmm  áe  ÁiUkrim, 
{Utáñá  84  dt  EiMro  dt  1576.) 

••«M.  Por  una  cuta  de  6  del  |wuaimte  m  oe  aviió  bíao  parti- 

ciott  pfl^  M  — hiiifia  ••  <|M,  por  ima  parta*  aa  vajpa  i 
do  BBoy  de  veraa  eaa  faule  ooo  laa  annaa  ato  perder  |TWrti'r  eo 
nada;  y  por  otra,  ▼aliéndooa  da  la  ua|ociaciuu,  daclaiandn  i 
todoa  mi  ánimo  é  toteocioo  ao  eaoa  oofodoa.  noaerriM>lara- 
docdoo  daaoa  Batadoa  á  la  obediencia  de  Dioa  y  nia,  y  no  d 
cHtifa  ni  la  ntiaa  dalloa  en  faneral,  dno  de  loa  ffm  eatnrio- 

encaxgwroa  inucbo  c|ue  en  aQosla  oonMnBidad  cannáiay  proc^ 
dáia;  /  ^  «to  cUm  pm  ttlá  dida,  na  ktg^pttrpU  jémmm,  tm» 
B^ttlat  hÍ0  lú  fm  m pmtiñ y  cmmmf  p&rmiéntHméUfm  $$ 
fnlmi«.»—{Lo  que  ealá  en  corahra  ea  de  mano  de  S.  M.) 

LXIX 

(Aifmtoo  á  7  de  Hebrero  de  1578. ) 

«Bata  nna  aarviiá  a61o  para  d«r  á  V.  II.  d  parabién  de  la 
victoria  qoe  Nueairo  SeAor  ha  sido  aervido  de  conoodeUe  el 
viernes  peaado,  la  cual,  deap«MadeDioa,qaelaha  fivoneidD 
como  causa  ania  y  tan  juaia,  ae  debe  reconocer  toda  del  giaa 
valor  y  prudencia  y  buen  gobierno  d«l  Sr.  D.  Joan,  porque  no 
dejó  de  ordenar  ni  de  mandar  ponto  de  lo  qoe  oonvenia,  y  lodo 
lo  biso  coo  tanta  rason  y  fundamento,  habiéndoto  prioMro 
cooaultado  con  el  parecer  de  todoa  los  de  su  Consejo,  qoe  no 
se  podia  hacer  en  el  mundo  más.  Cierto,  Seftor,  eata  rota  ha 
sido  una  gran  victoria,  y  de  tanta  importancia  al  aervicio  de 
V.  M..  qoe  yo  no  lo  podría  encarecer,  porque  deapuea  denla 
felice  suceso,  los  que  se  habian  recogido  en  Tillo  se  le  han  reo* 


-  505  — 
dido  á  misericordia,  y  el  Sr.  D.  Juan  ha  usado  con  ellos  de 
toda  clemencia,  que  no  es  de  menos  importancia  haber  tenido 
ocasión  con  el  egemplo  de  la  misericordia  dar  á  entender  á  todo 
este  país  que  los  que  quisieren  ser  buenos  católicos  y  fieles 
vasallos  de  V.  M.,  han  de  recibir  toda  merced  y  buen  trata- 
miento, como  siempre  lo  ha  V.  M,  acostumbrado  hacer.  Ansí, 
tengo  yo  por  sin  duda  que  todas  estas  tierras  de  allá  dentro 
que  no  tienen  guarnición  y  no  son  muy  fuertes,  no  dejarán  con 
este  ejemplo  y  con  la  buena  manera  que  se  tendrá  y  con  el 
gran  miedo  que  habrán  cobrado,  de  venir  á  rendirse  al  señor 
D.  Juan  y  ponerse  debajo  de  la  obediencia  de  V.  M.,  como  de 
antes  lo  estaban,  como  lo  ha  hecho  Lobayna,  por  los  avisos 
que  ha  enviado  Otavio  Gonzaga,  y  lo  mismo  se  espera  de  Ma- 
linas. Yo  tengo  en  muy  gran  dicha  la  ocasión  que  se  me  ha 
ofrecido  de  emplear  mi  persona  en  servicio  de  V.  M.,  lo  cual 
he  hecho  procurando  ponerme  en  aquel  lugar  que  yo  entendí 
y  conocí  de  poder  hacer  maior  servicio  á  V.  M.,  y  esto  hice 
con  tanta  voluntad,  que  ninguno  me  hizo  en  ello  ventaja  ni  me 
la  hará  jamás  donde  entrare  al  servicio  de  V.  M. 

El  Sr.  D.  Juan  ha  resuelto  no  perder  tiempo  y  seguirla  vic- 
toria, procurando  en  el  mismo  tiempo  con  la  fuerza  y  blandu- 
ra sacar  dello  todo  el  fructo  posible,  y  así  del  suceso  como  de 
la  determinación  que  tomará  él,  dará  á  V.  M.  muy  entera  rela- 
ción; no  me  alargaré  yo  en  hacello,  y  guarde  Nuestro  Señor  la 
S.  C.  R.  persona  de  V.  M. » 

LXX 

D.  Juan  de  Austria  á  Jtian  A.  Doria, 
(Argenten  7  de  Febrero  de  1578.) 

•  Muy  illustre  señor:  No  me  hallo  con  carta  de  v.  m.  á  que 
deba  respuesta,  y  así  servirá  ésta  solamente  de  decir  que  por 
la  relación  que  le  darán  los  embaxadores,  entenderá  el  buen 
pie  con  que  habernos  pasado  la  Mossa,  y  la  merced  que  Nues- 
tro Señor  fué  servido  hazernos,  á  último  del  pasado,  de  rom- 
per el  campo  del  enemigo  que  estaba  cerca  de  Namur,  y  des- 


-  $06- 

h¿mMt€m\o&mak§qmámtnm  ha  «ntdido,  «¡m  todo  la 
éáo  obt»  dd  dalo,  y  Mi  lo  pendo  tm  k  taMo  oidM  y 
cteto  qoe  hubo  y  b  ooDfonoidod  eoo  qw  ot  pneodió  por 
aot$  quo  ffOwoMolo  pMOCii  <|oo  Dloo  w  cocsminsbo 
■HMBii,  eo«o  m  4o  cnMr  q«o  le  liosu.  lU  tido  om 
rio  (i)  do  fraadfíiBi  iMportmio  y  do  qoo  aoo  ¡indiioi  pro- 
flMlor  wuf  protpivoo  ooottoo*  oí  S.  oL  ocudo  á  oiio  ooiocio 
000»  dÉbo  y  eooyiwn  á  oo  Mnrkio.  Yo  ha^o  lo  qm  poodo 
por  nootror  lo  dooNMCto  ó%  S*  ll«  por  ooo  partOb  y  por  otro 

LXXI 

D,Jimté»Auíki»éfwm  A,  Dmim, 
(Do  Hobro,  joato  á  Honrar,  i  14  do  Hobrwodo  1578.) 


« H«BO  oqof  lleno  do  nraoioim  y  coraaoo  poro 

ol  oooriico  do  hijo  do  «i  podro;  y  Imom  oqof ,  por  ota 
oi  mió  d— yirfodo  ortiÉBow  do  lo  tiorro«  porqoo  á  00  o«lo, 
difo  de  verdad  qoo  Me  U  victorío  qoo  ooo  ho  dedo  Dioo,  too 
dodo  de  ou  tnooo,  tinrilroMoo  otroo  ■wiilwn,  hoüo  teaor  lo  oaág 
■ndodo,  tí  le  ayudárooioo  á  41  poro  oer  oyododoo  BoooCroo; 
meo  ni  oprovodix  fritar,  ni  boato  piotoalar,  y  oaf  00  oHMOfear 
lomiÜrBo»  ooterameftte  á  milafros  dñrtnoa.  Miro  por  oa  vido 
lo  que  aentiré  yo  y  lo  qoe  aiento  de  qoe  vaya  aoliondo  cm  der- 
to  lo  qoe  tan  antevisto  le  ha  ñdo.  Ai  fin,  coo  todo  eeto  ao  ha 
de  llevar  la  crux  y  no  aolt^rlo  haota  lo  Altimo:  oef  lo  voy  ha- 
depdo  y  llegando  á  doode  puedo,  poea  á  doode  quiero  no  hay 
rontodic  De  todo  oeto  doeoo  miidio  eaber  qué  oe  trato  00  oea 
PÍ090  del  mundo  (a),  y  a  lo  qoo  ae  jusfi  do  oú  trobejo  oa  lo 
^M  merece  mi  porfiar  en  él  con  tan  áaperaa  condiciooee  como 
Dioe  aobo  qoe  lo  hofo.  Eatoy  por  deeear  ok  olfoao  oápopor 
BoUogváoaleBdv^oooe  moCioBo  lártiwo,  qw  dio  qoo  oí 


(i)    La  de  Gembloox. 

(1)    Kú  te  deoooriBebe  en  aquel  tiempo  á  toda  Italia,  j  muy 
perticoUnnente  á  Roma. 


—  5o7  — 

un  miserabilísimo  estado,  y  con  razón,  pues  tiene  tanto  cíe 
simple.  Ora  el  dia  de  la  rota  fué,  cierto,  demás  de  útil,  alegre 
y  de  gran  lección,  porque  quanto  á  lo  primero,  ya  no  podíamos 
sustentarnos  ni  vivir  en  un  palmo  de  tierra  que  hollábamos 
gastado  hasta  el  casco;  lo  segundo,  se  iba  de  paso  en  paso 
caminando  á  la  victoria;  y  lo  tercero  fué  con  tanta  orden,  y  fue- 
ra de  la  sólita  confusión  que  suele  haber  en  tales  dias  y  casos, 
que  tocó  parte  á  todos  y  cada  uno  en  su  tanto .  Nuestro  Octa- 
vio (Gonzaga)  anduvo  fino  desde  el  gobernar  y  obedecer,  has- 
ta el  cerrar  y  seguir;  pero  ¡oh  qué  gente  ésta  y  quáles  estamos 
todos,  si  ayudasen  al  corazón  las  fuerzas!  Quando  más  no  se 
pueda,  volveremos  á  combatir,  y  será,  sin  falta,  presto,  con 
que  me  acuerdo  hartas  veces  de  Juan  Andrea,  quando  aca- 
bada la  batalla  me  emplazó  para  otra  al  año  siguiente.  Así, 
pues,  vamos  agora,  porque  el  enemigo  se  nos  rehace  y  nos- 
otros nos  deshacemos,  al  menos  no  tenemos  con  qué  irle  á  la 
mano  hasta  que,  vuelto  en  sí,  volvamos  á  la  segunda,  que  si 
llega  será  fina,  y  acuérdese  de  lo  que  le  digo,  ó  guárdese  esta 
carta  por  señal  de  lo  que  digo.  De  la  buena  vida  de  Genova  y 
su  ribera,  no  tiene  el  caballero  del  león  un  tan  solo  punto  de 
invidia,  tras  que  la  suya  asen  mucho  mayor  estremo  trabajosa 
que  del  caballero  descansado  descansada.  Ande,  ande;  tenga 
vergüenza  noramala,  y  salga  de  ahí,  y  sea  para  donde  quiera, 
aunque  bien  mirado  no  sé  qué  me  le  diría  á  la  oreja  por  ago- 
ra. Hele  deseado  mucho  por  acá,  y  algunos  dias  harto  más 

que  mucho;  pero  diz  que  bien  está  San  Pedro  en  Roma 

Parto  mañana  á  ponerme  sobre  Bilvorde,  que  es  camino  de 
Bruselas,  á  donde  si  no  fuere,  sabe  Dios  quánto  y  quánto  me 
faltara  y  con  quán  moderado  remedio  me  contentara,  y  la  ga- 
nara por  más  y  más  que  se  nos  ha  fortificado. » 


-  So8- 

LXXII 

D,^umd$AtuinméS.M. 
(TUtoMa  as  <k  H«br«ode  1576.) 

«]>•  dU  «B  dfe  M  «R  pomMdo  lo  d«  MÉ  4t 
áltioM  dtUgeocM  de  que  uto  con  V.  11 .»  00 1 
por  haoarqotloqaonwácMftD, «  nott 
tOMKio  6  diario,  eoo  Más  ate  do  k  potiblo  brovodad,  por- 
qm  oooM  Uogo  «crípco  á  V.  If ., « lia  da  atr  gnanm,  laal  la 
puado  yo  b«c«r  000  fiJta  da  todM  toa  ooom  qoo  aoo  oaaoialv 
paiaelU.  Si  00  lo  Im  danr,  ■riiérdawlB  á  V.  M»,  por  aaor  da 
Diot,  que  rnnaiiMi  coaato  fMla,  no  tolo  lio  |MOfacÍM>,  paM 
avaatiuando  Jaalo  oon  alio  lo  denáa  que  tiaoa  aqaf,  y  avaa* 
tacándolo  de  aaarta  qoa  aa  foer^a  qoa  diga  qoa  por  vida  da 
V.  M.  qoa  andanrw  aaay  aiáa  tnijalM  á  «Ivamoapor  oulafro, 
ó  á  aanlaparnoa  del,  qua  á  gaaer  nada  qoe  valga,  yqoaam 
la  vacdad.  Ciaa  V.  M.  qoa  noa  tnaa  vicocas  da  anua  vaatan* 
Dioa  labe  caál  es  por  pura  y  ailiaarfriaM  nttmááñá  da  parta 
•iqakrade  Lu  rotgaiaa  que  aobraroo  coando  te  perdió  eeto  tan 
perdido  como  aatá;  y  porque  ee  trata  de  últioia  dUigeoda  paia 
no  volver  más  á  tratar,  sino  da  sola  priesa  en  la  rsMtocMo, 
qaíiso  cumplir  hasta  donde  puado  oon  lo  qnadabo,  y  aaplicar 
á  V.  If.  de  nuevo,  que  demáa  de  la  bcevodad  della  que  im- 
porta, y  á  todo  oslo  mira  macho  en  to  que  resuelve  y  á  quien 
cree;  mire  en  loa  finea  da  cada  uno,  y  loa  que  Uava  el  consejo 
que  le  dieren,  y  acuérdeeele  á  V.  M.  para  esto  de  la  expe- 
riencia y  efsnq^o  qua  tiene  de  todos  y  de  las  nHjfWTinniis  de* 
Uos.  Si  digo  demasiado  csstigoemelo  V»  M.,  qoa  yo  bolpaá  an- 
tes dello  que  de  Ikgar  á  faltar  de  mi  coociencia,  y  á  las  de  en 
servido  y  mi  honra.  Pero  por  no  hacerlo  envió  á  Moa.  de  Vi- 
lly,  de  quien  entenderá  cuanto  fuere  V.  M.  servido  saber  des> 
de  que  despaché  al  Secretario  Escovedo  hasta  agora,  porque 
como  presente  testigo  que  ha  sido  de  casi  todo  ello,  y  como 
tan  platico  de  lo  destos  Paiaes  y  celoso  de  lo  que  debe  á  cris- 
tiano y  caballero,  dirá  y  cumplirá  eoteraroente  su  comisión; 


—  5o9  — 

óigale  y  créale  V.  M.,  suplíceselo,  y  mándeme  luego  á  mí  lo 
que  querrá  que  yo  haga,  que  eso  executaré  con  toda  obedien- 
cia y  humildad,  y  con  el  deseo  que  debo  de  que  lo  favorezca  y 
guie  Nuestro  Señor,  á  honra  y  gloria  suya,  y  á  servicio  y  des- 
canso de  V.  M.» 

LXXIII 

D.  Juan  de  Austria  á  Antonio  Pérez  y  á  Escobedo. 
(Vinz  15  de  Marzo  de  1578.) 

c El  Príncipe  de  Parma  há  que  está  conmigo  hartos  dias 

y  algunos  meses,  y  no  ha  recibido  una  carta  siquiera  de  S.  M., 
mereciendo  él  harto  más  que  palabras,  pues  sirve  con  muchas 
obras  y  no  con  menos  trabajos  y  peligros  de  su  persona,  que 
no  es  poco  de  agradecer;  ni  merece  asimismo  que  sea  olvidado 
un  Mos  de  Yerges,  por  quien  conozco  la  libertad  ó  la  vida  y 
lo  que  se  posee  por  acá,  fuera  de  lo  que  toca  á  Dios.  Estos 
cuidados  y  disfavores  desaniman  mucho,  y  con  razón,  á  los 
que  sirven,  y  dañan  harto  á  los  servidos,  porque  al  fin  no  lo 
serán.» 

LXXIV 

D.  Juan  de  Austria  á  Felipe  II  sobre  ia  muirte  del  Secretario  Juan 
de  Escobedo  (i). 
(Beaumont  20  de  Abril  de  1578.) 

«Señor:  Con  mayor  lástima  de  la  que  sabria  encarecer,  he 
entendido  la  infelice  muerte  del  secretario  Escobedo,  de  que 
no  me  puedo  consolar  ni  consolaré  nunca,  pues  ha  perdido 
V.  M.  en  él  un  criado  tal  como  yo  sé,  y  yo  el  que  V.  M.  sabe; 
y  aunque  es  esto  de  sentir  tanto  como  yo  lo  hago,  siento  sobre 
todo  que  al  cabo  de  tantos  años  y  servicios  haya  acabado  de 
muerte  tan  indigna  á  él  causada  por  servir  á  su  Rey  con  tanta 

(i)    Biblioteca  Egerton,  publicada  por  Stirling. 


—  5x0  — 

tmátá  y  MBor.  «a  otro  aiagiiB  cMpecto  ni  Idipmcím  dt  1m 
qmm  uata  ahora.  Y«  hÍMiaa  la  cena  oOa  vadad 
<|oa  ia  jittxa  da  oadia  iHMnriaflMote,  no  pteoao  iocoffir 
aala  paoado  as  aala  caao*  i^m  yo  oo  aahalo  parta»  n 
por  itn  duda  lo  qoa  ^go,  y  coano  bombee  á  qnian  taala  oea» 
•ioo  ia  ha  dado  y  que  ooooda  U  libertad  coo  qoa  Eacobado 
trataba  d  aenricio  de  V.  M.,  tanooM  da  dóoda  lo  poada  Ubar 
vaoido.  Al  fia  yo  00  b  aé  darlo,  oi  oo  labiaodo  lodHé.dao 
que  por  aawr  da  Nueüre  Seter  ti^ilico  á  V.  11.  eoa  coaalo 
aocarodoMoto  piaado,  qoa  ao  panoita  la  aaa  hacha  tal  oienaa 
aa  80  Corta,  ai  qoa  la  ractba  yo  tao  gnuida  coa»  U  que  tam- 
bíaa  aa  na  hace  á  mf«  tin  qoa  aa  hafaa  lodaa  laa  podbtoa  dt- 
Hfnc^M  pm  Mber  da  dteda  viaoa  y  para  caatíprio  ooa  el 
rifar  qoB  asaraca.  Y  aaaqaa  cíoo  qoa  V.  M.  lo  habrá  ya  hecho 
muy  cumptidameole.  y  que  habrá  complido  coa  al  aér  de  P( in- 
ope tao  chrittÍMio  y  joaticíaro,  qoiero  aal  bmmow  il^>licarla 
qiie  como  caballero  vudva  y  nnnMaala  volver  por  la  hoam  de 
qoiea  tan  da  vasaa  la  aMrocía  ooaM  Eacobadoj  y  aaí,  paaa,  la 
qoade  yo  taa  oblifido.  qaa  ooa  jaata  raaoa  poado  tatMfiaafoia 
habar  aído  caoaa  da  ao  oMürta  por  lat  que  V.  M.  oMjor  qiaa 
otro  aaba.  Taofa  por  bioa,  iapllooaak».  que  no  aólo  acuerda  y 
•olkUe,  ooaM  lo  haré  coa  lodoa  loa  oorraoa.qoaoto  toca  al  di- 
funto hasta  que  le  aea  hecha  eotera  ju«ticia  y  rerouneracioa  de 
iua  aarvicioi^  síbo  qoa  poM  adelanta  aa  lo  donáa  coo  que 

Todo  esto  tomo  á  suplicar  á  V.  M.  de  nuevo  quan  humilde 
y  eacaioctdamaato  poedo,  y  que  aa  sirva  de  OMadarroe  rea- 
poodar  á  todoa  aatoa  paiticuUrea,  porque  coofieao  á  V.  M.  qaa 
ninguno  pudiera  sobrevenir  ahora  que  tanto  me  inquiete  el  es- 
píritu, basta  cumplimiento  de  todos  los  que  tocan  al  maarto, 
como  so  muerte. 

Yo  no  sé  aán  cómo  han  quedado  aoi  coaaa,  y  así  no  puedo 
tratar  da  ningunas  en  particular;  mas  aopUco  á  V.  M.  que 
acordáadoaala  del  intento  que  Eacovedo  llevaba,  que  era  el 
del  booor  y  la  limpieza  con  que  aiampra  le  airvió,  y  del  poco 
cómodo  que  deja  en  su  casa,  haga  toda  la  merced  que  mere- 
cen á  los  que  quedan  en  ella,  y  principalmente  al  hijo  mayor, 


—  5"  - 
de  los  oficios  y  beneficios  que  el  padre  tenia,  que  de  que  Pe- 
dro de  Escovedo  los  merece  y  que  es  subjeto  para  ir  mere- 
ciendo cada  día  más,  si  es  empleado  y  favorecido,  V.  M.  mes- 
mo  lo  sabe  mejor  que  nadie.  Y  porque  pienso  que,  según  lo  que 
era  fuerza  gastar  y  lo  poco  que  tenia,  habrá  dejado  algunas 
deudas  que  podrían  dar  pena  á  su  alma,  y  acá  á  sus  hijos  y 
mujer,  suplicaré  también  á  V.  M.  les  mande  hacer  merced  con 
que  las  puedan  pagar.  Aunque  principalmente  le  suplico  cuan- 
to puedo  que,  como  á  padre  que  he  quedado  del  dicho  hijo 
mayor,  me  haga  á  mí  ésta  tan  señalada  merced  de  darle  en  todo 
todo  lo  que  su  padre  gozaba,  porque  cuanto  á  las  deudas,  yo 
me  acomodaré  fácilmente  á  quitar  lo  más  del  comer  y  vestir  y 
de  lo  que  tuviera  menester  forzosamente  para  pagarlas,  que  es 
lo  menos  que  puedo  hacer  por  descanso  de  quien  trabajó  hasta 
morir,  como  murió,  por  descansarme  á  mí  y  hacerme  acertar 
el  servicio  de  V.  M.  en  cuanto  pasaba  por  sus  manos,  que  era 
y  será  cuanto  he  pretendido  y  pretenderé  toda  mi  vida. 

Vea  V.  M.  si  estas  obligaciones  merecen  que  se  use  destos 
oficios,  y  si  quedo  con  razón  confiado  de  que  ha  de  hacer  la 
merced  que  pido  en  todo  lo  que  le  suplico  y  suplicaré  conti- 
nuamente, hasta  alcanzar  la  justicia  y  gracia  que  le  estaban  pi- 
diendo siempre  la  sangre  y  los  servicios  del  muerto. 

Guarde  Nuestro  Señor  á  V.  M.  con  la  felicidad  y  descanso 
que  deseo  y  tengo  menester. — De  Beaumont  á  20  de  Abril  de 
1578.. 

LXXV 

D.  Bernardiiio  de  Mendoza,  Embajador  de  Londres,  áS.  M. 
(Londres  á  17  de  Mayo  de  1578.) 

€  Aquí  há  muchos  dias  que  se  platica  en  casa  del  de  Leices- 
ter  de  matar  á  S.  A.  (D.  Juan  de  Austria),  refrescándose  la 
plática  con  la  buena  ocasión  de  la  guerra,  de  lo  qual  he  dado 
aviso  á  S.  A.,  y  juntamente  que  esta  Reina  dio  libertad  á  los  10 
á  Edemondo  Ratelife,  hermano  del  Conde  de  Susex,  que  esta- 
ba preso  en  esta  Torre  de  Londres  tres  años  há ;  y  á  causa 


—  Sxa  — 

dshftbémkl  dldOCMÍ  MMCntOtdMlHlABdfllS  dt  MltftÍBOt 
OIM  M  OOM  OM  poett  V60M  é  OIMOft  ■•  hk  VMiOt  IMtolviiodOM 

étit*  «o  «1  náfOBO  ponto  qiM  la  diarao  Ubartad,  de  ir  á  aenrir 
á  S.  A..  1«  he  advertido  dallo,  por  tm  omoo  deabaratada  y 
atrevido  paimcitalqttiar*caio,8aguo  lo  qoaaqof  um< 
puaa  aa  rapanfina  Ubaitad  y  reaotectOD  puado,  ooo  Tflf**! 


LXXVI 

D.  Jmm  é*  Auttn»  á  Jnm  Aairm  Doria, 
(Namur  á  7  de  Juoio  da  1578.) 


«AcábooMi  da  levantar  de  la  caaM  para  aaeribír  lata;  pero 
volveféme  loefo  á  ella,  porqoe  om  he  poeeto  á  un  o^io  harto 
peaado  para  m  poco  anfrido  cobm  yo,  <|im  ea  aader,  y  no 

preaantai Dioa  raba  qoa  oi  por  decir  ai  hacer  ma  ha  que- 
dado dilifaocia  algnaa  por  uaar,  da  qoa  quanto  al  nnado  la 
taofo  tafltbiao  «oao  á  aaf  ■tirfrhn,  tna  lo  qual  no  taaw  la 
hoora,  ni  se  me  da  de  lo  que  aneadtara  aioo  lo  que  ooaw  cria- 
tiano  caballefo  aoy  obligado.  Bo  verdad  qne  ha  vnalla  Ifoa 
da  BiUi  y  traido  la  reaolncioo  de  palabra,  qne  difo  an  aaoln; 
mea  ya  he  reapoodido  de  nuevo  que,  i  lo  qoa  poedo,  oobm» 
hombre  humano,  ma  obligo,  y  00  á  lo  que  hombrea  no  ae  poa- 
den  ni  pudo  nadie  obliguloa.  Al  fio,  traa  lo  paaado  la  laofo 
larga  y  dura  de  paaar,  aagun  veo.  iGloria  al  mianK>  Dioa,  qne 
roe  dió  memoria  y  pecho  pafa  no  volver  á  meooa  de  lo  qoe 
debo,  antea  para  paaar  á  todo  lo  que  aoy  obligadol  y  con  eito 
me  tomarán  alagñaaenle  trabajoa  y  moerte,  ai  aataodo  an  lo 
pnmero  aobreviniere  lo  aegundo.  Qm  por  eae  orando  de  allá 
se  entienda  ello  asi,  huelgo  lo  que  labrá  juzgar  qnalqaiera 
hombre  honrado;  y  de  que  á  este  fin  ae  enderezan  loa  ofidoa 
de  V.  S.  por  todas  partes,  no  lo  dudo  punto,  poea  como  quien 
tanto  lo  es  y  tan  grande  amigo  mió,  sabe  que  se  estiman  tales 

(1)    Parece  fiüu  aquí  alguna  palabra. 


—  5i3  — 

obras  para  continuarlas;  así,  le  pido  yo  quanto  puedo  que  lo 
haga,  y  que,  en  todo  caso,  se  desembarace  para  escribirme  la 
opinión  que  corre,  de  quien  tan  presto  está  en  merecer  la  me- 
jor y  lo  que  habré  de  hazer  para  al9arla  enteramente  con  sus 
finezas  y  todo,  porque  el  honor  con  tales  condiciones  se  ha  de 
procurar. 

De  la  infelice  muerte  de  nuestro  Escovedo  estoy  que  no  sé 
qué  decir,  mayormente  desde  tan  lexos,  que  de  cerca  aun  algo 
dixera,  aunque,  á  mi  juicio,  caso  es  que  pide  más  presto  obras 
que  palabras;  pero  atapan  la  boca  y  ligan  las  manos  tantas 
sospechas  y  ninguna  certeza,  sobre  lo  qual  no  se  puede  de  pre- 
sente más  que  estar  á  ver  y  sentir  lo  que  se  debe  á  un  caso  y 
á  un  criado,  tal  qual  se  ha  visto  en  esta  muerte  de  Escove- 
do  Yo  quedo,  como  empecé  á  decir,  sudando,  porque  no 

tengo  lo  que  he  menester  para  sudar  trabajando  en  esta  cam- 
paña, ó  sobreplaza  que  sea  de  algún  importe,  lo  que  siento 
harto  más  que  todo  cuanto  padezco.  El  enemigo  se  rehace,  y 
yo  deseo  verle  ya  rehecho,  porque  sin  volver  á  las  espadas  no 
sé  qué  podemos  hacer,  estando  qual  estoy;  pero  él  mirará  por 
sí,  á  lo  que  creo,  harto  más  que  aquí  miraremos  por  nosotros, 
porque  combatiremos,  cierto,  si  osa  combatir.  Dios  con  los 
suyos,  que  sí  será  sin  falta,  como  lo  ha  sido,  y  guarde  á 
V.  S.,  etc....» 

(Al  fin  de  la  carta  y  de  mano  de  D.  Juan:) 

«¡Oh,  qué  tiempo  y  qué  vida  para  tenerla  envidia!  pues 
quedo  qual  dice  la  cifra,  aunque  ninguna  hay  que  diga  lo  que 
hay  y  se  pasa.  Una  higa,  pues,  para  mis  enemigos,  que  no  ha- 
rán que  falte  de  lo  que  debo,  suceda  lo  que  sucediere.  V.  S. 
me  escriba  lo  que  corre  por  allá  y  esté  atento  en  lo  de  por  acá, 
que  oirá,  cierto,  ó  milagros  de  Dios,  como  por  lo  pasado,  ó 
que  con  toda  razón  y  á  puro  ser  forzado  se  emprendió  quanto 
se  emprendiere.» 


33 


—  514  — 

LXXVU 

D.ymmisAmiñéáS.M, 
(De  U  Abtdfa  ám  JUotr»  á  ao  de  Julio  de  157S.) 


«Yo  adhriarto  de  otétmno  i  D.  BenMnüoo  de 
(Embejedor  ea  Ingietene)  lo  que  me  be  puteicido  cwifinii  id 
itnriciode  V.  M.;  y»  be  dedeck  le  verded,  oobeMaido|Ni* 
eáeocie  peca  dieimulef  testo»  pon|tie  00  peresce  qjtmmeXbimm 
el  defto  iíii  ■ebef  de  d^hytf  ooe  vime*  ttfftyli?  tea  a^iBri^f  n 

elMoi  aywlle  Reioe,  diriáodoleá  íoqmmH  oWii¿  y  eaáa 
oMil  cimiple  coa  ello,  f  ^le  V.  M.  00  he  de  rnmwfir  qm 
qúkm  le  debe  eyuder,  le  okade;  qoe  auw  qae  láeaa  legfo  btm» 
ao,  y  que  tí  de  oidoe  á  ei»  veeelloe,  hellexA  ooa  taHaJdadqae 
le  abren  Ue  p«iertee:  cpie  lo  qoe  le  ocnvieae  ee  ooaeenw  le 
aanüad  000  V,  M.,  paee  eoo  ellaealá  Mgaia,  y  de  otra  naaae- 
la  atn  que  V.  If.  k  he  oheenrido  y  obemetá,  y  yo  Ja  temiré 
ea  coeoco  no  diece  oraeina  á  lo  coatnrio.  y  otsM  ooaai  á  eile 
pfopóeito*....* 

LXXVU 

p.  Jmm  dé  Amiirim  á  Juam  A,  Dmi*. 
(Dri  campo  junto  á  Tilimóo  á  13  de  Agoeto  de  1578.) 


«.'....  Lo  que  noe  de  meyor  pena  qao  le  multitud  de  loe  < 
angoe  es  le  vUuelle,  que  cierto  temo  que  ésta  aoe  he  de  ee- 
duiír  á  Buiyor  extremo  que  todei  quentaa  fuenae  pueden  car- 
gu  lofare  oototroe.  Coee  ee  que  deide  el  principio  be  eotevie- 
to;  pero  U  fette  de  dinero  no  he  dedo  lugar  á  prevenir  el 
dio,  mi  S.  M.  km  sido  ttrñdo pommU.  AMha  ti  juicio  y  I»  ^ 
da  «fr  UmUJlauiédy  ámemiáo  m  aum  qu*  no  U  importé  mmmm 
qué  U  koma  y  U  vgwOad  de  todos  sus  reynos.» 


—  515  -^ 

LXXIX 

D.  ytian  de  Austria  á  Juan  A.  Doria. 
(Del  campo  junto  á  Tirlemoat,  i2  de  Agosto  de  1578.) 

«Las  cartas  de  V.  S.  de  último  de  Junio  y  19  de  Julio  he  re- 
cibido, y  holgado  lo  que  suelo  coa  las  nuevas  de  la  salud  y  fe- 
licidad y  contento  en  que  vive,  que  no  es  menos  prudencia  sa- 
berse contentar  y  gozar  desto,  que  sufrir  en  su  tiempo  los  tra- 
bajos y  adversidades.  Dichoso  V.  S.,  que  aunque  ha  corrido, 
al  fin  ha  llegado  á  tomar  puerto  seguro,  y  pobre  del  que  corre 
sin  saber  á  dónde  ni  cómo  ha  de  parar,  siéndole  contrarios  los 
elementos.  Este  soy  yo,  y  á  quien  con  mucha  razón  debe  V.  S. 
tener  lástima,  no  por  el  trabajo  de  cuerpo  y  spíritu  que  trae 
consigo  haber  de  sustentar  el  peso  que  cuelga  de  mis  hombros, 
sino  por  querer  que  lo  haga  milagrosamente,  y  que  por  este 
camino  conquiste  y  allane  lo  que  otros  no  pudieron  conservar 
con  tantos  millones  de  oro;  y  pues  V.  S.  sabe  las  condiciones 
con  que  humanamente  se  pueden  hacer  semejantes  cosas,  y 
considera  con  mucha  prudencia  las  dificultades  desta  guerra, 
no  habrá  para  que  yo  le  canse  ni  aflija  con  dezir  la  particula- 
ridad dellas:  basta  que  el  hacerla  en  otros  tiempos  sin  pagar 
la  gente  fuera  más  fácil  que  agora  pagándola,  porque  la  mis- 
ma diferencia  que  hay  de  los  ánimos,  hay  también  de  todas  las 
otras  cosas (Lo  que  sigue,  de  mano  de  D.  Juan.)  Huelgúe- 
se quien  puede,  pues  el  tiempo  se  lo  permite,  que  á  mí  no 
me  toca  ya  sino  padecer  trabajos  nunca  padecidos  de  otro;  y 
cierto  que  holgaría  con  ellos  si  no  truxesen  otros  peligros  que 
los  de  la  vida;  pero  andan  los  de  la  christiandad  y  mi  honra 
colgados  de  aventuras  tales  que  si  Dios  no  usase  de  conti- 
nuos milagros,  se  habrían  ya  acabado  con  una  sola  desventu- 
ra. Yo  espero  en  él  lo  que  debo,  tras  lo  qual  quedaré  mostra- 
do para  antes  de  empeñarme  en  otra  donde  falte  todo,  como 
en  ésta.  Lo  demás  remito  á  la  relación  y  esotras  cartas  que 
van  con  ésta.  V.  S.  las  vea  y  mire,  que  lo  de  acá  no  está  co- 
mo lo  figuran  allá,  para  pensar  menos  de  que  al  fin  es  fuerza 


—  5i6  — 
que  K  av«otiire  el  pobre  cebellero  del  leoo  intes  que  le  eor» 

otto  dift  w  cnenu^f  y  crao  no  peeifi  leii^  tienpo  ms  HwV* 
nos;  pero  todo  w  cooiideni  y  núde  prinMMO  y  te  encioiiiieBdt 
á  Dioe,  eaaqoe  boe»  debe  ter  de  preeaote  om  iride  dedi  tode 
el  dieblo,dl  ee  veided  qee  qoeolo  aiieloee,«ÍeeecMle...... 

LXXX 

Atáomio  Fha  á  D.  Jmm  i$  AuOrU* 
(Medrid  19  de  Acoelo  de  157S.) 

(Deepoit  de  tefarkle  el  deifBMiedo  eooeeo  del  Rey  de  Por* 
tufiaU  D.  SebeetÜo.  ea  AMce,  le  <fiee:)  tT  «nq«e  V.  A.  no  há 
meoeeter  ni  oone^ioe  ni  «ieoiploe  pera  fobemeree,  como  ady 
prndeme  Geoetal,  yo,  «0BW  «Me  tf  V,  ^.  teete,  me  «ravo  á  eo- 
pKetfle  <|ae  mire  eteeo  eveotoni  lo  qne  tieneeotra  mnoe  y  ee 
pereoMi,  que  ee  lo  que  mát  importe,  y  qu«  «noque  el  velor  oe- 
torel  le  lleve,  no  hifi  pruebe  de  le  fortnoe  tía  ootefale  oirti- 
dumbre  del  idoeeOí  poique  enM|oe  le  vmorie  ee  ooie  msy 
glorioae,  lot  loonoe  de  le  goenm  eoa  dadoeoe,  y  en  le  párdW 
deeveotora  V.  A.  oMciio  mis  qoe  ene  enenrigoe,  porque  eOoe, 
Mmqoe  ▼encicne*  ▼veiveoí  oomo  10  neo  necno  mmaB  «eoeei  y 
V.  A.,  con  pérdide  noteble,  podrís  msl  volTer  eobrelioe  ten 
lejoe  de  los  socorros.  Psro  iqoé  geotil  difiérete  hdrfer  mi  pen- 
d^srio  con  on  tan  grsn  General  en  este  meteríe!  El  emer  y 
cdo  de  que  V.  A.  ederte  me  dieealpe,  y  d  exemplo  deeis 
ililtiiiii  de  Portugal  me  he  dedo  ocasión  pera  dio.» 

LXXXI 

El  Rif  á  D,  Jtum  dé  Austrim. 
(Msdríd  10  de  Septiembre  de  1578.) 

• Por  una  de  vuestras  cartas  he  entendido  cómo  luibia- 

des  puesto  en  ejecución  lo  que  me  escrilñstes  por  la  carta  de 
Oltimo  de  Julio  y  lo  que  en  dio  pes6,  qoe  he  eido  muy  biea 


-  517  - 

haberme  avisado  dello;  y  he  holgado  de  entenderlo  todo  tan 
particular  como  me  lo  avisáis,  y  de  saber  que  vos  y  el  Prínci- 
pe mi  sobrino  quedásedes  con  salud,  que  son  las  nuevas  que 
yo  principalmente  deseo  tener,  y  hame  parescido  que  os  go- 
bernastes  en  todo  aquello  con  la  prudencia  y  destreza  que  se 
podia  desear 

LXXXU 

D.  Gabriel  Niño  dt  ^úñiga  á  D.  Diego  de  Córdoba. 
(Del  campo  de  Bouge  á  i.°  de  Octubre  de  1578.) 

tNo  quisiera  tomar  principio  á  hacer  esto  de  tan  desastrada 
ocasión  como  es  por  muerte  del  Serenísimo  Sr.  D.  Juan,  á 
quien  ha  sido  Dios  servido  llevarse  hoy  miércoles  i .°  de  Oc- 
tubre, entre  la  una  y  las  dos  de  la  tarde,  pérdida  cierta  tan 
miserable  y  digna  de  sentimiento,  cuanto  otra  se  ha  visto  ja- 
más para  todo  el  mundo,  mayormente  para  este  ejército,  el 
cual  queda  hoy  el  más  condolido  y  con  mayor  decaecimiento 
y  tristeza  que  debe  haber  estado  otro  cuanto  ha  que  el  mundo 
es,  juzgando  cada  mínimo  y  mayor  soldado  haber  oy  perdido 
su  padre,  juntamente  con  el  brio  y  valor  deste  egercicio  mili- 
tar. A  mí  me  tocará  esta  pérdida  como  á  hombre  desta  profe- 
sión, aunque  de  mucho  más  cerca  como  á  criado  suyo  y  de 
quien  tanta  merced  rescibia,  pues  habiéndole  servido  desde 
que  comenzó  á  ser  quien  hoy  era,  le  servia  desde  que  entró  en 
estos  Estados  de  Gentilhombre  de  su  cámara  y  su  caballerizo, 
habiendo  antes  juntamente  tenido  el  cargo  de  sus  guardias.  Asta 
que  volvimos  á  entrar  este  año  en  los  Estados,  y  quien  estos 
lugares  ha  perdido  no  pierde  mucho,  pues  en  general  habemos 
perdido  un  Príncipe  de  valor  y  de  tan  grandes  principios  y 
de  mayores  esperanzas.  Sea  Dios  alabado  por  lo  que  hace  que, 
pues  acá  no  le  habemos  merescido,  perdámosle  á  nuestro  des- 
pecho. Murió  S.  A.  á  los  quince  de  su  enfermedad,  saliendo 
del  catorceno  ya  desaufuciado,  y  puédese  decir  lo  estaba  an- 
tes, pues  desdel  domingo  de  mañana  que  habia  recibido  el 
Santísimo  Sacramento,  empezó  á  desvariar,  y  desde  ese  día, 


-  5t«  - 
en  U  noche,  oo  hablabt  p^Ubr»  rmunertiila  oat  ooo  oln,  Im- 
biflodo  UmmIo  á  Mis  témiMO  ■•  uptnMm  tai  m^diww  om 

BM^  arlulan»»,  qae  filé  al  oovmo,  ao  m  echó  de  rm  que  ert 
tabardüte.  A  ta  omI  w  jooté  apmwta  Ím  ekMRMM,  4t  qw 

cnadoe,  poee  oo  ooe  podioMM  di^Mdtr  ÓÜ  ni  Ü  decimoe  á 
Dioe  aolat  do  acefaer.  Ha  aserto^  le  que  ••  freo  oaaeado,  00- 

IDO  QUft  OnBKMUBBflMBO  BnrHBOiD^*  oVDUttflMilO  Q0CDO  vOOCNi  100  OD** 

tíoe  d«  lalt  y  «i  lodo  «I  Úmpo  lo  taoia  y  diiuBtitii  aleaipro 
qiMielolirfilaiMioaeooHide  Diotf  doderoetoo,  yeedecnar 
qo»  «üá  «o  ol  ciólo,  et  coal  le  dé  Nooatro 


No  hizo  taftaoMBÉo  «a  oMa  ooianBadad;  y  aaoqvo  yoi 
que  lo  tooáa  hacho  do  atrAa,  todavía  lo  acordé  A  aa  cooteor,  |MI- 
»  oía  hioa  qMdaaa  «oaa  ¡^  hooar  da  íbb  q«a  ü 
lasaiSKaMO^  A  oila  Pitecq^  avsqoa  tan  pobnoai 
del  cual  aolaadf  qoa  CQ  todo  dejaba  la  oidao  qiM  eoovnia  y  ( 

d  Sr.  D.  Joao.  «B  praaoaeia  dd  Sotar  Prtadpa  da  i^noa.  Coa- 
de  de  Mamfelt,  Odavio  y  algoooa  qoa  oqaf  aoo  dol  Cooae|o,  y 
do  Balado,  y  loa  onaiea  da  nwpo  y  cabaaaa  da 
do  foafta,  ff^  ooa  haofanooo  joobmo  a  oaa  noca  a  oqbmi* 
nicar  la  dedaiadoo  qoa  S.  A.  hiao  eo  d  dicho  aatar  ftiadpo 
dd  fohianio  deala  machina,  ea  d  Inlerín  qoa  S.  M.  oavioA 
■andar  otra  eoaa,  lo  cnd  aa  jaiió  aUf  por  laa  peiioiMa  A  qni»* 
naa  toca  aaegwar  por  juramento  qoo  on  nailia  nadon  no  aa 
aaa,  pnaa  hay  otraa  prendaa  qoa  noa  obhfui  tanto.  Vino  d 
Aidra  coneaor  A  ealajunla,  donde  dodaró,  como  dicho  oa,  qna 
habiendo  d  Sr.  D.  Juan,  eo  algunas  eonfidoaea  de  auAe,  or- 
dañado  las  coaas  de  su  alma,  se  la  dejaba  enromendada  A  d,  y 
d^ba  lo  que  toca  á  su  hacienda  A  S.  M.,  anpHrAndolo  rac»- 
bieaeaaatiapoay  qoeaeencaifasadeanadandaa  y  obKfari» 
neaqoeaoatieneen  tan  poquitos  criadoe  oomo  aqd  qnodan, 
pnaa  Ü  no  tenia  para  aatisíicer  A  esto.  Y  que  esta  so  propia 
volnntod  había  oonfirmado  en  la  oonfidon  qoa  había  hecho  ea 
•da  anfemadad,  dejAndole  i  d  por  dacl—dor  de  todo  aquel 


^—  5i9  — 

último  paso.  Aquí  también  apuntó  cómo  en  su  confesión  últi- 
ma, acordándole  algunos  particulares,  le  habia  respondido  que 
no  disponía  otra  cosa  de  nuevo  más  de  que  él,  y  juntamente  el 
Sr.  Octavio,  lo  tratasen  con  S.  M.,  á  quien  acuden  por  la  orden 
de  todas  las  cosas  de  su  casa,  quedando  hasta  esta  resolución 
todo  en  pie,  como  allá  lo  entenderá  V.  m.  Yo,  de  lo  que  á  mi 
cargo  toca,  que  es  caballeriza  y  guardarnés,  daré  cuenta  á  S.  M. 
y  á  V.  m.  en  su  nombre,  á  quien  suplico  la  resciba,  con  el  pri- 
mer correo  que  vaya  tan  particularísimamente  como  conviene  y 
se  debe,  para  que  así  mismo  S.  M.  vea  lo  que  manda  se  haga 
desta  hacienda,  porque  si  se  ha  de  vender  por  acá,  vale  menos 
y  no  habrá  compradores,  ni  aun  pienso  los  habrá  en  Italia  para 
lo  que  más  vale.  También  hay  cosas  de  embarazo  y  costa  para 
mudarlas  largo  camino.  Lo  de  más  importancia,  que  son  jae- 
ces, ya  V.  m.  los  debe  conocer:  hay  gíreles  nuevos,  arto  lindos, 
que  han  venido  de  Milán,  y  otros  que  acá  habia;  algunos  bor- 
dados como  de  gualdrapas,  tellices,  guarniciones  con  oro  bue- 
nos y  de  otras  suertes,  y  otras  artas  cosas  más  menudas,  que 
todas  están  por  su  cuenta  y  razón,  que  de  nuevo  se  tomará  y  se 
enviará  á  V.  m.  para  que  muy  particularmente  lo  entienda. 

Hay  de  todo  género  de  caballos  y  rozas  hasta  setenta  y  tres; 
los  que  hay  de  persona  y  parescer  son  pocos  y  tan  viejos,  que 
los  conoce  V.  m.» 

Lxxxm 

^uan  Bautista  de  Tassis  á  Felipe  II. 

fS.  C.  R.  M. 

»Si  fué  mala  la  nueva  que  avisé  á  V.  M.  á  los  2g  del  pas- 
sado  del  gran  peligro  en  que  quedaua  el  Sr.  D.  Juan,  harto 
peor  lo  será  ésta  de  cómo  en  este  punto,  que  son  entre  doze  y 
una  de  medio  dia,  á  primero  de  Ottubre  acaua  de  expirar  S.  A., 
dexando  este  exercito  como  V.  M.  puede  considerar,  sin  tener 
consuelo  más  de  en  la  christiandad  con  que  acauó.  Ayale  dios 
en  su  santa  gloria  y  yo  no  me  alargaré  más  porque  no  lo  sufre 


*-  520  — 

el  tifloipo  ai  «I  ooca^oo.  El  principe  (>)  qoeda  onteadieodo  aa 
al  fOMiMiiOb  f  aaaqae  yo  ao  dado  ttao  <|Ba  todos  la  obadaa- 
otiÉB  ontufimnnte,  todavía  pos  vaer  loa  tiaauwt  taa  adu* 
ooaos  y  vidrioaoe  Jamoqot  qauíto  más  prealo  tobra  dio  Ua- 
fua  la  ocdao  da  V.  M.  aicA  laalo  awior. 

NaMBo  Stbot  la  Real  penooa  de  V.  M.  oooMnfa  y  goaide 
con  la  vida  y  talad  qaa  ea  oMaaMer.  Dal  Cmpo  á  boafa,  á 
de  Ottotaa  da  t^jB.-S.  C.  R.  M.  Beea  laa  laalea 
da  V.  M.  la  OMiy  banOda  criado.  7immi  fiealMa  d§ 
Tmát  (a). 

LXXXIV 
(Dal  eitio  de  Buge  á  s  de  Octabia  da  1578.) 


«No  habrá  paia  que  yo  (;paee  á  V.  oi.  coa  Mfpúfiovle  la  to- 
leded,  peaa  y  aaoumieato  con  qoe  BM  ba  dejido  al  Sr.  D.  Juaa, 
paealo  podcá  iaévir  de  la  oblMKÍoa«  ad  dd  dando  como  da 
la  foidadeía  y  aüíadM  aandad  qaa  oon  S.  A.  tenia,  á  caya 
vidayaMMrta  podewioi  tener  nda envidia  que  láetíma,  pnee 
trae  beber  pe«MÍo  en  cañara  ooaM  á  todo  d  arando  ee  noteriot 
acabó  tea  criüiaoa  y  eentemunta,  que  no  ee  peqoefto  conenelo 
de  la  pérdida  qaa  beane  becbo,  aooqoe  yo,  como  máe  obli- 
pdo  á  eete  bienavialnndoieAor,  niagano  bailo  ^pM  me  poada 
conorter,  tento  nda  ooniiderendo  la  fdte  qoe  en  peraoaaheiá 
á  S.  M.  Obraa  eon  de  Dioe  y  eecretoe  joicioe  eoyoe,  y  ed  no 
hay  tino  darle  sradat  por  todo. 

Por  lo  que  eecribo  á  S.  M.,  «atenderá  V.  m.  lo  que  S.  A. 
me  dejó  eoceigtdo;  cierto  yo  bolfura  mocho  eecuteima  dette 
otrga.  Paro  como  nací  pare  tenrir  á  S.  M.  y  no  viat  aquí  á 
otra  cota,  paieedócoe  que  no  cumpliría  con  mi  obtigacton  d 
eneeteocedondeiasede  moetrar  el  amor  y  celo  que  tengo  á 
ta  ttrvicio;  mea  como  quiera  que  para  aceiter  en  él  tango  na» 


(1)    De  ParoM,  Alc}«  Feraeato. 
(t  j    Toda  <l«  au  oitno. 


—    521    — 

cesídad  de  ser  ayudado,  y  yo  sé  cuánto  lo  era  S.  A.  de  V.  ra* 
siguiendo  sus  mismas  pisadas  y  haciendo  de  su  persona  la  con- 
fianza que  de  ministro  tan  principal  de  S.  M.  y  en  quien  tanta 
voluntad  he  conoscido  siempre,  para  lo  que  me  toca  de  ha- 
cer, no  puedo  dejar  de  pedir  á  V.  m.,  como  lo  hago  muy  en- 
carescidamente,  que  pues  vee  el  peligro  en  questo  queda  y  la 
necesidad  que  hay  de  que  S.  M.  se  resuelva  y  nos  mande  lue- 
go lo  que  habemos  de  hacer,  lo  solicite  y  procure  con  todo  el 
calor  y  veras  posibles,  acordándose  que  la  resolución  sea  tam- 
bién para  en  caso  que  estos  no  quieran  paz  ni  los  franceses 
salir  de  los  paises,  porque  lo  uno  y  lo  otro  anteveo  que  ha 
de  suceder,  y  es  bien  que  desde  luego  se  resuelva  sobre  este 
presupuesto » 

LXXXV 

D,  Juan  Bautista  de  Tassis  á  S.  M. 
(Del  campo  de  Bouge  2  de  Octubre  de  1578.) 

(Da  parte  á  S.  M.  de  la  muerte  de  D.  Juan  con  sentidas  fra- 
ses, y  añade:)  «De  las  obligaciones  de  S.  A.  la  principal  que 
yo  sé  es  la  de  su  madre  que  está  en  ese  reino,  la  qual  tenia 
mil  florines  de  renta  sobre  An veres,  de  á  16.000  el  millar.  De- 
más desto,  quedaron  cuando  S.  A.  salió  de  Bruselas  allí  en 
palacio  algunos  muebles  suyos,  los  quales,  á  lo  que  entiendo, 
se  han  perdido  después.»  Refiere  luego  el  estado  en  que  se  ha- 
llaba el  hijo  de  madama  Bárbara,  llamado  Pyramo,  y  ruega  á 
S.  M.  se  interese  por  él. 

LXXXVI 

D,  Gabriel  Niño  de  Zúñiga  al  Rey. 
(2  de  Octubre  de  1578.) 

«S.  C.  R.  M.:  Ha  sido  Dios  servido  llevarse  para  sí  al  señor 
D.  Juan  al  quinceno  dia  de  su  enfermedad,  que  fué  1.°  de  Oc- 
tubre, entre  una  y  dos  de  la  tarde.  De  la  calidad  de  la   en- 


—  Sai  — 

Immbáaá  qoe  le  icabó  teraá  V.  M .  ya  wiKion.  qo* 
la  que  yo  dabia  dareooM  al  oiii  antigiao  eriado  qaeaqafaa 
halla  carea  del  Sr.  D.  Joaii.  Déjaaaa  á  lea  lalea  BMiy  leniiii» 
dot  M  mocita,  y  oo  meoea  á  todo  eate  ejércitO|  por  haberlet 
fUHado  «B  laa  valaraao  pcfocipe  y  cqiitaii.  Ea  da  alfoo  ooo- 
•odo  liÉiMfk)  BMMrtiado  lao  dmb  en  eela  úlnaBO  traoee  nucieo* 
do  tan  critCiana  y  dafotaoMole  como  víina«  de  do  tanfo  per 
aín  duda  ailá  daecanaaMO  en  el  cielo. 

No  Uao  taatamaolOt  «  ooa  oaclaro  a  viifimo  de  ana  criadoa 
ao  Tohmtad  poatrera:  creo  foé  la  caoaa  apretarle  el  mal  uttf 
qoe  fbeea  ceoeacido  el  peüfro^  de  aoeiteqjm  oo  dio  lufar  para 
má«.  El  ftidie  Flriy  P^aaciaeo  da  Otanlea»  aa  coníaaer.  dada» 
ró  una  hora  aatoi  qoe  eipifaaa  eo  praaeocia  de  el  pitMipade 
Parma,  Otario  GoQsaci  y  algnaaa  penooat  de  elCooaajode 
V.  M.,  donde  yo  roe  hallé,  cómo  en  m  coofiaion  dejaba  todaa 
laacoaaaaBleaaMmoada  V.  IL,  y  arf  acodinoa  á  V.  M.  loa 
qoe  laoeaBoa  da  qoe  dar  caanta  da  hadaBda,  para  qoe  V.  M« 
muide  lo  qoe  aa  habrá  de  hacer,  qee  ea  eala  medio  qoeda 
lodo  ea  pie  ea  la  forma  qoe  antee  había.  Coam  V.  M .  habrá 
eaiMdido.  yo  avrie  al  Sr.  D.  Joan  defHtIfflieaibce  deaa  cá- 
nMra  y  de  tu  caballeriao,  y  aef  de  lo  qae  loca  á  cala  oido 
hifo  raladoa  á  D.  Díafada  C6rdofaa  para  qoe  él  la  hifi  á 
V.  If .,  i  qoiea  IwBilileimiitn  aaplioo  bm  aavia  á  maadar  lo 
qoe  de  eüa  parte  de  hacieada  aa  ha  de  hacer.» 

LXXXVII 

El  P.  Frama$eo  Dormt4s,  cmft$o^  éU  D.  /eae,  d  Aniemh  Phm, 
(Dd  aitio,  jmMo  á  Namur,  á  3  de  Octubre  de  1578.) 


tMuy  ilustre  aefton  Si  hubiera  hecho  lo  qoe  roudiaa 
S.  A.,  que  en  gloria  aaa,  me  había  mandado,  no  fuera  érta  fai 
primera  que  de  mí  V.  m.  hubiera  recibido;  mas  pues  no  lo 
cumpU  en  la  vida,  soy  forjado  hacerlo  en  su  muerte,  suplican- 
do á  V.  m.  cuan  encareddaroente  puedo,  muestre  aboca  por 
obras  lo  mucho  qoe  s6  yo  que  este  gloriosfaimo  y  mantiiimi 
Príncipe  cooBaba  de  la  adamad  de  V.  m.  Saa  coaaa  qoedaa 


-  523  - 

tan  claras  y  fáciles,  que  dan  bien  muestra  á  la  mucha  cuenta 
que  este  bien  aventurado  caballero  con  su  alma  continuo  traía. 
No  quiso  tener  otra  voluntad  por  escrito  ni  palabra  en  esa  mi- 
seria de  que  usaba,  que  cierto  lo  era  para  su  valor,  más  de  la  de 
su  Rey  y  señor.  Este  propuesto  tuvo  siempre  y  con  éste  vivió 
y  murió,  diciendo  que  él  no  tenia  sobre  la  haz  de  la  tierra  cosa 
que  fuese  suj^a,  sino  que  él  y  todo  cuanto  él  usaba  era  de  Dios 
y  del  Rey,  á  quien  particularmente  encomendaba  sus  criados 
por  haberlos  hallado  tan  buenos  y  fieles;  y  crea  V.  m. ,  señor 
mió,  que  todo  eso  que  se  escribe  á  S.  M.  acerca  de  su  felice 
tránsito,  es  cifra  conforme  á  lo  que  acá  ha  pasado  y  á  lo  mu- 
cho que  del  se  ha  entendido  en  estos  dias,  lo  cual  es  sumo 
contento  á  los  que  con  tanta  ra9on  amaban  á  este  famosísimo 
amparo  de  la  fe  católica,  entre  los  cuales  es  V.  m.  el  principal, 
y  por  tal  le  tenemos,  en  especial  yo,  á  quien  con  tanto  ahinco 
mandó  y  encomendó  infinitas  veces  el  cumplimiento  y  descar- 
go de  su  alma.  Invióla  él  desta  vida  tan  descargada,  y  dejó 
sus  cosas  tan  sin  marañas  ni  embara9os,  que  siendo  servido 
S.  M.,  conforme  á  quienes  y  á  lo  mucho  que  á  tal  hermano  de- 
bía, en  un  dia  solo,  como  dicen,  puede  mandar  concluirlas, 
para  esto  y  para  la  brevedad  será  V.  m.  para  con  S.  M.,  no 
sólo  parte,  mas  el  todo.  El  Sr.  Octavio  de  Gonzaga  y  yo  no 
faltaremos  á  nuestro  obligo,  pues  él  nos  lo  mandó. » 

LXXXVIII 

Gonzalo  Valltjo,  Guardajoyas  de  S.  A.,á  Antonio  Pérez. 
(Namur  á  7  de  Octubre  de  1578.) 

Después  de  lamentarse  amargamente  de  la  muerte  de  D.  Juan, 
añade:  tLo  que  toca  á  la  hacienda  y  está  á  mi  cargo,  que  son 
joyas  y  ropa  y  armeria,  de  que  he  de  dar  cuenta,  y  del  oficio 
de  Aposentador  mayor,  con  dexalle,  la  di  y  salí  de  uno  de  los 
grandes  trabajos.  Me  parece  que  las  joyas,  con  alguna  plata 
que  hay  en  la  Cámara,  valdrá  ocho  mil  ducados.  Lo  que  es 
vestidos  y  aforros  y  algunas  telas  de  oro  y  plata,  si  valen  tres 
á  cuatro  mili  será  mucho,  por  ser  galas  traídas.  Las  armas, 


—  Sir- 
que too  fíete  ó  ocho  oofret,  valdcia  doe  mil.  Lo  de  cepilk* 
valdrá  miR  Le  Upioeríe  que  ee  ocmpró  de  D.  Luis  de  Toledo, 
coetó  veinte  mil.  Le  ác  Une  y  eede  y  le  de  terciopelo  cerme- 
•{,  Taldrádoemil.  Lee  carnes  y  elboiñbne  y  edheraotes  deltas» 
valdrán  tres  mili.  El  ádrelo  de  ana  cuadra  y  cama  de  rhaaM 
tole  epcamadn  y  todo  bordado,  y  otra  cuadra  y  cama  de  da- 
iiiasrin  azul  y  todo  bordado,  que  se  biso  en  liifaa.  valdrá  osas 
de  castro  mil  ducados.  Lo  dd  guadaméa  valdrá  cvatio  oúl, 
poco  más  6  meaos.  La  fiírríeniu  quinientos.  La  pista  de  ssrvi- 
do,  custro  mU,  poco  más  á  menos.  La  ropa  blanca  de  mena- 
je, doe  mil.  Lo  que  toca  á  la  ooónay  banñs,  no  bey  que  tra- 
tar. Hay  aetenu  caballoe:  bey  poooe  buenos.  Hsy  treinta  y 
ssis  scémilas.  Hsy  los  más  pobrós  criados  que  aquf  ss  puadsn 
pintsr,  que  con  mássmory  voluntad  sirvieron  á su  amo,  áloe 
cuales,  6  á  los  más,  debe  dos  eftos  de  p^„^  So  muerte  fiíá 
en  el  bierte,  une  peque&a  miUa  dests  villa.  Salió  á  las  ties  de 
la  tarde,  secándole  caballares  sobre  uoss  sndss  cubíertss  de 
tela  de  oro.  vestido  galán  y  araMdo,  y  aobre  laa  anass  si  co- 
llar del  Tusón.  En  la  cabesa  un  bonete  de  raso  carmesí,  y  en- 
cima una  corone  de  tele  de  oro,  toda  cubierU  de  perlas  y  dis- 
msntes,  y  las  msnos  piwstsi  oon  sus  sortiias,  con  toda  la  de- 
recia  y  flaires  y  tres  Obispos.  En  saliendo  de  cess,  k  tomsron 
en  hombros,  á  trechos,  los  eatretenidoe.  Llevóee  por  todoe  loe 
cuarteles  de  espaftoles  y  slwmsnes,  y  en  llegsndo  á  cada  cuar- 
tal le  tomaban  los  cspitanas,  y  ssf  lo  hicieron  loe  elemanee,  y 
loe  raytrea,  con  las  mayoree  lágrimas  y  llantos  que  ee  podris 
crssr.  Llegado  el  cuerpo  á  la  puerta  de  la  villa,  le  tomaron  á 
tomar  hatta  la  iglesia  los  caballeroe  y  eotreteoidoa.  No  hubo 
d  luto  que  (bera  razón  por  oo  hallarae;  pero  hubo  alguno.  El 
Príncipe  de  Parma  iba  junto  á  las  sodas  coa  fu  loba  y  capiro- 
te. Lloraban  loe  de  la  villa,  cosa  nunca  vista.  Entró  en  la  igle- 
sia al  anochecer.  Púsoee,  como  le  traían,  sobre  un  teetro,  pera 
que  le  viesen  de^ues  de  hedías  ó  dichas  laa  oraríones;  y  lne> 
go  que  la  gente  ee  íaé,  á  media  noche  se  bajó  dd  teetro  y  ss 
puso  en  su  ataúd  de  plomo,  desannado  y  con  los  vestidos  y  so 
espada,  y  luego  en  la  bóveda  que  se  hizo  junto  á  las  grsdas  dd 
dtar  mayor.  Esto  es  lo  que  pess  y  hs  pasado.  • 


—  525  — 

LXXXIX 

El  Rey  á  D.  Jtian  de  Austria. 
(Madrid  á  lo  de  Octubre  de  1578.) 

« La  resolución  que  habéis  tomado  de  retiraros  al  sitio 

de  Buge  con  toda  vuestra  gente  ha  parecido  acá  muy  acerta- 
da, y  más  con  la  autoridad  y  reputación  de  haber  buscado  pri- 
mero al  enemigo,  como  lo  hicistes,  en  que  cierto  os  gober- 
nastes  como  se  podia  desear;  y  siendo  aquel  puesto  tan  seguro, 
no  estará  en  mano  del  enemigo  haceros  pelear  no  conviniendo, 
y  con  el  mismo  tiempo,  siendo  tanta  la  gente  y  gasto  con  que 
se  halla,  le  habrá  de  ser  forzoso  retirarse  y  deshacerse,  á  lo 
menos  de  una  gran  parte  de  su  gente  y  fuerzas;  y  con  esto  y 
con  haberse  conservado  y  entretenido  nuestra  gente,  se  podrá 

mejor  después  volver  sobre  ellos La  falta  de  salud  que  hay 

en  ese  ejército  he  sentido  mucho,  y  en  particular  de  la  gente 
española,  por  lo  que  ahí  me  ha  servido  y  por  la  falta  que  á  vos 
os  puede  hacer. » 

XC 

El  Rey  al  Principe  de  Parma. 
(Madrid  á  13  de  Octubre  de  1578,) 

illlmo.  Príncipe,  mi  muy  caro  y  muy  amado  sobrino:  Estan- 
do para  despachar  este  correo  con  la  respuesta  de  los  últimos 
despachos  que  de  mi  hermano  se  han  recibido  estos  dias,  y  con 
lo  que  más  acá  habia  parescido  advertir  y  ordenar,  he  recibido 
vuestra  carta  de  28  del  pasado  con  otras  dos  de  Octavio  Gon- 

zaga ,  por  la  cual  he  entendido  cómo  quedaba  mi  hermano, 

oleado  y  muy  á  lo  último  de  su  vida,  que  me  deja  cierto  con 
tan  gran  pena  y  sentimiento,  como  lo  seria  la  pérdida,  si  su- 
cediese, que  lo  uno  y  lo  otro  no  se  puede  encarecer.  Y  aunque 
este  caso  me  deja  tal,  todavía  importando  tanto  al  servicio  de 
Dios  acudir  á  lo  de  ahí  para  en  cualquier  suceso,  no  he  queri- 


—  5a6  - 

OO  ^M  MMÉM^fi  Mis  00fT6O,  MQO  ^WpflftA  Im^  MI|pDMldl* 
UIJMKiAt  ■■  fllpMraW  otro  AViSOt  OQB  MS  «MpfldlOl  <|M  0IÍMr 

bu  7»  iMcliot  y  onltMidot  pv»  mi  hwiwiiw  Yo  oo  oNgo  y 
ODCMfoiiMctioqii>,oQCMoqiitDiooUh«biwmlteti<lo,obriii 
iroo loo  dwpachoi  que  |inmHi>Mi  y  ímijíío  potroo  ejecudoa 
todo  lo  qM  i  él  M  lo  oocribo  y  ordena,  coo  el  caidido  y  düi- 
fiacie  qae  yo  de  voe  confio;  qne  por  k  wiMÍerrioo  friade 
que  me»  de  fuertre  penooe,  y  cooocieodo  el  amor  y  vokm- 
ted  que  teaéit  á  mii  ooeee  y  eenricio,  me  be  reeoeUo  en  eooo- 
wenderei  lo  de  ebf  entre  tamo  qoe  ee  ordena  ota  com,  qoe 
pan  qne  podáie  pcofoer  y  ordenar  todo  lo  qoe  foen  menerter 
y  conviniere  á  nú  eenrido  coo  la  aoctoridad  i^  ae  réquiem, 
ee  oe  enviencon  hu  loe  deepechoe  neremrioe  en  la  jarmagae 
varéit  por  eiloe  miemoa.  Una  de  lea  ooeea  que  ee  iwdeoí  á  n» 
bermaao,  como  verüa  por  loa  dmpachfw,  ee  qoe  ae  pracora 
y  mentaner  lo  de  atoa  £etadoa,y  qoe 
del  amado,  ni  per  oiagnna  ooea  que  pueda 
deeempare  lo  que  afora  m  tiene  en  ellos,  ]^qoe  para  eMo  y  á 
eete  ftn  enderece  lodaa  ana  aocionee.  Y  porque  «  an  voKmiad 
que  w  guerde  y  obeerre  eeía  orden,  oe  be  querido  eecnbir  á 
voe  y  eocerproe,  ooaw  lo  hefOk  que  ao  m  atora  ori 
cion  en  mnguna  ñamara  ai  por  aiafuaa  ooae.* 

Pera  d  PHHiip§  áé  Pmwm,  4»  wtam  d»  S.  M, 

«Ee  Canto  lo  qoe  be  aentido  la  mala  nueva  de  mi 
que  ya  que  no  lo  puedo  eocareecer,  no  puado  dejar  de  tocneroe 
á  decir  que  el  dolor  y  eenrimifwto  della  ee  muy  coníaram  á  la 
pérdida  de  mi  bermano,  que  yo  amaba  y  eetimaba  taalo,  y  á 
la  íálta  grande  que  me  hará  para  todo,  y  en  perticular  pan  lo 
deeoe  Fetafloe,  aunque  en  esta  parte  me  ha  sido  decouueloel 
hallaroe  vos  ahí,  de  quien  yo  tengo  tanU  aati&faocioo  y  con- 
fiama;  y  asf,  me  he  resuelto  en  hacer  de  vos  lo  que  veréia  an 
loa  deepechoe  que  van  con  ésta.  Yo  oe  ruego  que  correapoa- 
dáia  á  ella  y  que  atendáis  á  lo  de  «hí  y  á  la  ejecución  y  cum- 


—  327  ~" 
plimiento  de  lo  que  sabéis  que  tenia  en  orden  mi  hermano  y  de 
lo  que  agora  se  escribe,  y,  sobre  todo,  á  la  conservación  de  la 
parte  que  se  tiene  en  esos  Estados  y  de  mantener  en  ellos  ese 
ejército,  pues  importa  tanto  para  el  remedio  de  lo  demás  de  ahí, 
y  más  en  esta  ocasión,  que  se  trata  de  que  las  cosas  se  acomo- 
den y  asienten  lo  mejor  que  se  pudiere  por  la  via  del  concierto 
y  por  el  medio  del  Emperador.» 

XCI 

^tian  Bautista  de  Tassis  á  S.  M. 
(De  Buge  á  13  de  Octubre  de  1578.) 

«Envió  con  ésta  el  duplicado  de  lo  que  escribí  á  V.  M.  á  2 
deste;  y  este  otro  dia  después,  que  fué  á  3,  depositóse  el  cuer- 
po del  Sr.  D.  Juan,  que  en  gloria  sea,  en  la  iglesia  mayor  de 
Namur,  en  presencia  de  testigos,  como  es  costumbre.  La  for- 
ma que  en  traelle  se  tuvo  fué:  que  después  de  embalsamado, 
le  armamos;  y  ansí,  puesto  en  una  tabla  cubierta  de  un  paño 
de  brocado,  llevando  en  la  cabeza,  arrimada  á  almohadas,  una 
corona  Ducal,  y  puestas  á  los  pies  la  celada  y  manoplas,  le 
sacaron  de  casa  sus  gentileshombres  de  la  Cámara,  y  después 
de  mano  en  mano  los  gentileshombres  y  caballeros  entreteni- 
dos le  fueron  llevando,  y  luego  dos  capitanes  de  caballería  y 
infantería,  ansí  de  españoles  como  alemanes,  cada  uno  en  los 
puestos  á  do  estaba  con  su  gente  en  batalla.  Y  como  se  entra- 
se en  el  lugar,  hiciéronlo  los  del  Consejo,  yendo  en  vanguar- 
dia de  todos  D.  Lbpe  de  Figueroa,  con  siete  banderas  de  in- 
fantería, á  la  cual  seguían  la  clerecía,  y  á  ella  los  criados  de 
casa;  y  de  los  lados  iban  burgueses  con  las  hachas,  y  con  al- 
gunas los  pajes  al  lado  del  cuerpo,  yendo  los  mayordomos 
delante.  Venía  detrás  el  Príncipe  de  Parma,  y  junto  á  él  el 
Obispo  de  Arras  y  luego  los  Consejos.  Llevaban  las  puntas 
del  paño  Octavio  Gonzaga,  el  Conde  de  Mansfelt,  D.  Pedro 
de  Toledo  y  el  Conde  de  Reuz;  y  el  Obispo  de  Namur,  por 
estar  enfermo,  quedó  á  la  puerta  de  su  iglesia  y  hizo  los  ofi- 
cios, todo  ello  lo  mejor  que  se  pudo.  Fué  dia  tristísimo,  y  en 


—  5a8  - 


•1  coa]  M  TÍO  llorar  onirnrilMuiiÉa  lodo  «I  eiiicilo,  baüa  kü 

particular  íoaaMliiiiiamo,  daclaniodo  todos  el  aator  qoo  lo  !•- 
oiaB.  Daada  eoloaeat  IB  ha  ido  y  ao  ^  tmaadooo  loa  laloo  y 
hotaraa,  habiendo  pavaddo  ao  oer  msoo  <{ao  aa  oacooa  m  lo  ooo 
ai  looCro,y  yoboi^tfiaqaaeolopotfraroV.  M.  foaaaaarrido 
de  OBoadar  lafonnar  la  fonna,  pan  qtw  oo  aa  yano  aa  aada.» 

XCIl 

iffltarfe  Pt^ é  Gemelo  VaUsjo,  mkn tm  wmmUidSr.  D.  Jm/m 
4é  ifm«rta(i). 


•niaatiaaeftor  La  carU  de  V.  m.  da  vii  daata  ha  laeibido, 
y  por  ella,  y  por  otras  qtw  aatea  habiaa  llardo,  aa  oataadió 
el  fidledratcato  de  S.  A.,  que  noa  ha  caaiado  taala  UaHaia  y 
aeotiroieBto  á  loa  auyoa  como  V.  m.  puede  ooaaidanr,  poaa 
ao  poede  haber  canaaBla  do  tal  deagracia  y  de  la  qaa  daapoaa 
aahaa^aidodal  Prtaetpa.  aoaatto  aaftor.  habiéadolo  Uom- 
do  Dioa  ayer  para  ú,  qoa  todo  aoatieaa  coa  el  dolor  qaa  oa 
raaoo. 

Da  hi  carta  de  V.  m.  he  hecho  relactoo  á  S.  M .,  y  ha  hacho 
V.  m.  oíay  amilailaiiiiiialii  ea  advertir  de  lo  qoe  ea  ella  dice; 
y  porqae  aobre  todo  ello,  y  lo  deiBáa  qoe  toca  á  hi  coaa  y  cria- 
doe  del  Sr.  D.  Joaa.  ae  eaviarA  ordea  particalarcoael  priaier 
correo,  no  diré  aqnf  más,  remUiadoBW  á  lo  qoe  eotoocea  ae 
eacríbiri,  aiao  qoe  V.  m.  crea  qae  ea  coaato  yo  pudiera  le 
aerriró  iiiwipra  ooa  mocha  volootad,  oooio  lo  debo  á  te  qoe 
ne  olrece  V.  m.  Nuestro  Seikir  la  illuatre  penoaa  de  V.  bl 
guarde  y  proepere  coa»  yo  deaeo.— De  Madrid  á  19  de  Octu- 
bre de  X578.— Beaa  las  maaoa  de  V.  ra.— iiefeoM  Pént  («).» 

(1)    Copuda  de  la  original.  (Acad,  de  la  Hiac  Colar.  Saim- 
fmr^  D-63,  fol.  103.) 
(•)    Sobrescrito:  «Al  Ulustre  sefior,  mi  señor,  Gonalo  VaUeio.» 


—  529  ~" 

XCII 

Octavio  Gonzaga  á  S'  M. 
(Buja  20  de  Octubre  de  1578.) 

(Después  de  decir  que  le  envía  el  inventario  de  la  ropa  de 
D.  Juan,  la  nómina  de  sus  criados  y  las  deudas  que  S.  A.  te- 
nía, prosigue:) 

«Demás  de  las  deudas  que  en  las  cuentas  van  nombradas,  hay 
una  que  el  Sr.  D.  Juan  me  debia  de  la  manera  que  aquí  diré, 
si  á  V.  M.  le  pareciere  justo  que  se  me  pague.  Deudas  tengo, 
y  hartas,  hechas  en  servicio  de  V.  M.,  y  podrán  ayudar  para 
ellas,  cuando  no  para  lo  que  toca  al  alma  de  aquel  Príncipe. 
Digo  que  la  resta  de  mi  hacienda  y  mis  propios  hijos  venderé 
para  descargarla,  y  no  entiendo  que  por  mi  particular  le  que- 
de cargo  ninguno.  El  Sr.  D.  Juan  en  diversas  veces  jugó  con 
caualleros  y  otras  personas  que  ahora  residen  en  este  campo, 
y  perdió  hasta  la  suma  de  cuatro  mil  y  trescientos  y  cincuenta 
escudos  de  oro,  y  con  quien  él  los  perdió  acertaron  á  deberme 
á  mí  esa  y  mayor  suma;  y  como  se  andaba  aquí  tan  alcanzado 
de  dinero,  y  sabiendo  el  Sr.  D.  Juan  que  cuanto  yo  tenia  era 
suyo,  y  que  conmigo  no  habia  que  darse  prisa  en  cumplir,  me 
dijo  tomase  toda  la  deuda  en  él,  y  todos  los  otros  me  lo  pidie- 
ron y  yo  recibí  mucha  merced  en  ello.  Ha  sido  Dios  servido 
llevarle.  De  que  esto  sea  así,  los  con  quien  ha  pasado  están 
aquí,  y  tan  sabido  entre  todos  los  de  su  casa,  que  dello  tema 
V.  M.  toda  claridad.  Suplico  á  V.  M.  me  mande  declarar  su 
voluntad,  porque  de  lo  que  V.  M.  mandare  me  daré  yo  por 
más  contento  y  satisfecho.» 

XCIII 

El  Cardenal  Granvela  á  Felipe  II. 
(  Roma  23  de  Octubre  de  1578.) 

«Gran  lástima  nos  ha  hecho  y  causado  infinito  dolor  el  falle- 
cimiento del  Sr.  D.  Juan,  del  cual  me  conduelo  con  V.  M.  que 

34 


—  53o  — 

en  esta  muerte  he  perdido  laolo,  puee  le  podiMitennr  eo  no- 
ches ooeee  troportaatee,  y  cade  dii  mié,  craeiáodoleooB  le  eded 
el  medoro  juictoy  esperiancie.  Hele  Ihunedo  Nuestro Seftor  en 
hi  flor  da  su  edad,  á  3a  aAos  da  éeta,  y  haoe  á  todoe  pao  oooi- 
paeioo,  yiaotíaMaqMá  V.  U.  causará  esta  BaJSBsoewBbeíaao. 
Pronta  provisioa  sa  maoaalsr  ea  maches  cosas  y  corrsspoodso- 
dacoDtiaua;  00  aa  podía  perder  al  difooto  ea  asea  oaala  00- 
yuntnra;  Dioa  por  so  mieerioordie  le  dé  al  deto.  Fwa  ei  fo- 
bieno  de  aqosUas  pronodas  00  cooviaoeQ  ea  oiofnaa  asa- 
oarm  mona,  por  iafioitos  respetos.  liiio  pcrtnnaa  gravaa  y  ra- 
poaadas,  y  que  00  divertidoe  etiendaa  ooodBoamaota  al  ••- 

gOCIO*»«M» 

xcnr 

Awlméo  Pim  i  Gmnto  K«%o  $oknkttimmÍ4  Ó.  Jmm 
Í4  AmtHa  (1). 

•lUttstre  seftor:  Las  doe  certas  de  V.  m.  da  4  y  6  del  peaado 
be  recibido,  y  entce  bebía  recibido  le  del  ai  de  Octubre,  coa 
la  qual  cmbió  V.  m.  el  inventario  de  lo  qae  está  4  su  caifo  de 
la  harienda  del  Sr.  D.  Joea,  que  loé  tmi  oany  bien.  Y  pttaa 
allá  entenderá  V.  m.  la  reeoluctcio  que  S.  M.  ha  tomado  aa 
todo,  no  teo^  yo  f]ue  dexir  más  eo  eeto  siao  soplicar  á  V.  m. 
que  con  lo  demás  que  se  truxere  de  U  hetienda  de  S.  A.,  me 
tiayca  las  doa  aarrihanias  que  S.  A.  tenia  de  merfil  y  éaaao, 
porque  lea  tomvé  yo.  Ba  lo  que  toce  á  sos  perticttlaroa  y  á  lo 
muclio  que  V.  m.  ha  servido,  heblaremoa  acá,  pues  la  veaida 
ha  de  ser  ten  en  breve;  y  eo  lo  que  yo  pudiere  aervir  á  V.  m. 
lo  haré  con  mucha  voluntad.  Nuestro  Seftor  gnerde  y  proapera 
la  Ulttstre  persona  de  V.  m.  como  puede. — De  ICedríd  á  7  de 
Diciembre  de  1578. — Servidor  de  V.  m,,—AmUmio  Pént.* 

(1)  Copiada  de  la  original.  (Bibl.  de  la  Acad.  de  la  Hist.,  Co- 
/•c.  Smim^mr,  D^éy,  folio  99.) 


53i  — 


XCV 

D.  Bernardino  de  Mendoza  á  S.  M. 
(Londres  8  de  Diciembre  de  1578.) 

«Los  (negocios)  de  la  (Reina)  de  Escocia  y  de  aquel  reyno 
están  tan  vidriosos,  con  las  sombras  y  sospechas  que  tiene  esta 
gente,  que  se  pueden  mal  tratar  sino  con  mucho  recato  y  atten- 
tadísimamente,  porque  donde  no,  seria  poner  en  condición  la 
vida  de  la  pobre  señora,  y  por  esto  no  puedo  avisar  á  S.  M., 
con  la  presteza  que  deseo,  la  resolución  dellas  con  hacer  todo 
lo  que  me  es  posible.  Dízenme  que  ha  sentido  mucho  la  muerte  del 
señor  D.  Jxian,  y  que  estuvo  quando  la  entendió  aquel  día  y  el  si- 
guiente casi  sin  comer. » 

XCVI 

Relación  de  los  criados  que  el  Sermo.  Sr.  D.  Juan  tenia  en  su 
servicio,  y  sueldo  que  cada  uno  llevaba. 

^Capilla. — Francisco  Umara,  capellán,  260  ducados  de  ra- 
ción y  quitación. — Gaspar  de  Toro,  capellán,  otro  tanto. — 
Jacobo  Zantel,  otro  tanto. — Antonio  González,  mozo  de  ca- 
pilla, 18.750  mrs.  y  de  comer. — Nicolás  de  Antezana,  idem, 
30  ducados,  de  comer,  muía  y  cama. 

Casa. — Juan  Baptista  de  Tassis,  mayordomo,  600  ducados, 
y  de  comer  á  su  persona  y  un  paje. — Mr.  de  Ruisellon,  ma- 
yordomo, otro  tanto. — Ludovico  Visconde,  de  la  boca,  200 
ducados,  y  de  comer  á  él  y  un  paje. — Mr.  de  Merlán,  de  la 
boca,  otro  tanto. — Mr.  de  Teves,  otro  tanto. — Mr.  de  Ambro- 
vet,  id. — D.  Juan  de  Robles,  id. — Lamoral  de  Tassis,  id. — 
Mos  de  Liguies,  id. — Bartolomé  Portillo  de  Solís,  thesorero, 
600  ducados,  y  de  comer  á  él  y  un  paje. — Juan  de  Vergara, 
contralor,  250  ducados,  de  comer  á  él  y  un  paje. — Juan  Gó- 
mez, grefier,  250  ducados,  de  comer  á  él  y  un  oficial  y  un  paje. 

Panateria.—G'ú  de  Rey,  sumiller  de  la  panateria,  100  du- 


—  53i  — 

eadM  y  deooner  áéi  y  ttB  cfiado.— VakociaCilidn*  tf«d«« 
50  doetdot  y  de  eoaar.— (Otras  ctooo  «nplaadot  €tkmí»9&' 
cío  ptpaftolM.) 

C«M.— Goanlo  d*  Onado,  Hmilkr,  100  áaadm  y  d«  00- 
UNT.— (Otras  Irai  impliidei,  dt  ellot  ooo  (|m  kbm  oanu) 

ff ■Iwrái  f  fnémiu^^yUmutX  de  Ptt.  eüiíar,  xoo  docedoe  y 
de  eoflMf ••— (Otrae  tns  mAt. ) 

BiUio  á»  hoem.^ftuí  de  le  Heye,  mayoidoBeo,  too 

B¿tiú  i*  jmUJukmñk  w.—Leoneido,  «fue  einw  de 
dooio,  100  docedoe,  de  oomer  A  61  y  na  moco.— Doe  moeoe 

BMeie  i$  iyelei.-— Juea  de  Veldée,  OMfoidenio,  45  doce- 
defc"  ütt  meso  de  oficio. 

Creenle-eteecM.— Joan  de  Raveaede,  geerrle-meifflg,  loe 
docedoe  y  de  eootier.— Kicerdo  Beeoo.  eotopreder,  100  doe*- 
doey  racioofMmitíy  tmcnedo.— JiieodeAolepuia,eyodede 
ooeopnMlor,  7a  dncodee  y  de  cooMr.— Doe  moeoe  de  oficio. — 
Uttcexooera^ 

CocAm.— Pedro  de  Perada,  qoe  eleve  d  ofido  de  deepeo»- 
ro  meyoTt  eia  titulo;  tiene  eef  eMno  A  eo  ceifo  lee  eeéenleSi.... 

Minelni  Jeróniíno,  coctaere  oieyor,  100  docedoe.— Meeelra 
Pedro  el  Gnuido,  50  docedoe  y  de  oooMr.— Meettra  Pedro 
Revdloa,  peatdero,  50  docedoe  y  de  cooMr  y  eyode  deooeie. 
— Meeetra  JoidAn,  codoero.  50  ducadoe.— Maaetre  Joan  Bor- 
goAon.  id.— Maestra  Jtiao  LaedMcto,  id.  y  de  coeaer.  Mera 
tre  Jaquee,  id.— Agoatiii,  poitedor  de  oodoa.— Bertoloaié  de 
Trigo,  buner  de  leAa,  74  ducados  y  de  comer. — Juan  Beoce- 
la,  portero  de  codoa.  30  ducedoe  y  de  ooomt. — Seú  moeoe  de 
cocina,  A  24  ducados. — Un  moro  dd  portador,  id. 

Ti^Mms. — Juan  B.  Canela,  tapicero  mayor,  xoo  docedoe  y 
de  comer.— Alonso  Ramires,  au  qroda,  50  docedoe  y  de  oo> 
mer.— Un  moro  de  ofido,  14  docedoe. 

i4MMi/m«.— Pedro  de  Pereda.— x8  acemileroe,  A  84  reales 
ceda  uno. 

Ceéo/Zmie. — Frandsco  Diez,  aoo  ducedoe.— Ocho  emplea- 
dos mAs  (furrier,  guardamos,  palafreneros,  sillero,  guarnido^ 


^  533  — 
ñero,  dorador). — Trece  lacayos  á  70  ducados  cada  uño. — 
Treinta  y  cinco  mozos  de  caballos,  á  60  ducados  y  medio  al 
mes  cada  uno. — Juan  Gozon,  cazador,  40  ducados  y  un  vesti- 
do al  año  y  de  comer. — Cinco  trompetas,  á  10  ducados. — 
Juan  Martínez  de  Goicolea,  armero,  36.COO  mrs.  de  ración  y 
quitación. — Un  mozo  que  le  ayuda,  20  ducados  y  de  comer. 

Pajes. — Nuncibay,  ayo  de  pajes,  84.375  ^'^^^' — Gutierre 
Hernández,  su  teniente,  50  ducados  y  ración. — Cuatro  mozos, 
un  cocinero  y  un  mozo  de  cocina. 

Furriera. — D.  Gabriel  Niño  de  ^úñiga,  gentilhombre  de  la 
Cámara  y  caballerizo,  340  ducados,  de  comer  á  él  y  un  paje. 
— Mos.  de  Gate,  lo  propio. — D.  Agustín  Mexia,  lo  mismo. — 
El  secretario  Al9amora,  150.000  mrs. — El  secretario  Prada. — 
Gonzalo  de  Vallejo,  aposentador  mayor,  400  ducados,  y  de 
comer  á  él  y  un  paje  y  guardajoyas. — El  Dr.  Ramirez,  médi- 
co de  Cámara,  id. — ^Jorje  de  Lima,  ayuda  de  Cámara,  180  du- 
cados y  de  comer. — Francisco  de  Estrada,  ayuda  de  Cámara, 
80  ducados,  de  comer  á  él  y  un  paje. — Bartolomé  de  Ugarte, 
lo  mismo,  y  180  ducados  por  via  de  entretenimiento. — Gabriel 
de  Morales  y  su  paje. — ^Juan  Gaitan,  aposentador  de  Palacio, 
75.000  mrs.  y  de  comer  á  él  y  un  mozo. — El  licenciado  An- 
tonio Pérez,  médico  y  cirujano,  77.520  mrs. — Juan  de  León, 
aposentador,  90.000  mrs. — Juan  de  la  Ma9a,  aposentador. — 
Juan  de  Arras,  músico  de  tecla,  56.250  mrs.  y  dos  raciones. — 
Hércules  Carrion,  que  sirve  en  la  Cámara. — Juan  Fernandez, 
ídem. — Payo  Rodríguez,  hugier  de  vianda. — Diego  de  Estra- 
da, ayuda  de  aposentador. — Andrés  de  Azcárate,  ayuda  de 
Tesorero. — Hermes,  barbero  del  cuerpo,  26.250  mrs.,  y  de  co- 
mer y  un  mozo. — V^icente,  barbero  de  iacasa,  50  ducados  y  de 
comer. — Catalina  Hernández,  labandera  del  cuerpo,  iio  du- 
cados.— Marina  de  la  Paz,  labandera  de  los  estados,  100  du- 
cados.— Gabriel  Andrea,  portero  de  Cámara,  100  ducados  y 
de  comer. — Pedro  de  Oliva,  id. — Hernando  Ortiz,  id.— Mar- 
cos Garcia,  boticario,  70  ducados. — Pedro  de  Ibarra,  enfer- 
mero, 70  ducados. — Bernardo  de  Aróstegui. — Cuatro  escude- 
ros de  á  pie,  á  24  ducados  y  de  comer. — Un  mozo  de  oficio  de 
la  furriera  y  dos  barrenderos. 


-  5i4  — 

0/kklm  ié  wumm  i$  CAMr«.--|aao  JliftinT  de  LorríifK, 
mírfi,  rj  doeadMde  ndoo  y  qvitaetoo.— Diaf»  PkImi  «I* 
etiaro,  id.» Joan  OcIkmi,  oofdoMCO,  id.->Toaite 
sapfttOTO,  id.— Jeróoimo  de  Setas.  preoMdor,  i6  dvndoe. 

(ñMnlet.--Et  ooadede  PaeMriwiqe,  cepilM  de  le  I 
000  dooedoe  y  de  eooMr  á  «  y  w  pi^— jo  «dieros  i  js 
leetai  cede  «no  el  hmb.— Loe  elemew,  ^oe  eoo  deo  pleai. 
á  coetio  daeedoe  cede  000  el  BMe. 

Forneaen  qoemoBtea  loo  MeUoe  qoe  ee  pofn  eo  cede 
«oetoeakcettdeS.  A»  dtao  qwiiw,  cnetroctaotoe  ochoMe 
yerieoittlMOctaalooyciMMBliyoaevoMi».— Neenrá  8 
de  Oetobn  do  tsTt.» 

XCVll 

UtqmS,  y.  mmisp$4mkai»ml0fti4iem  él  ttmfttmmf 
tfiaim  id  5r.  D.  7imm,  fM  Atfjw  ffeiie. 


ee  S.  M.  lortido  qoe  el  CMrpo  dil  < 
D.  Joeo  oe  tfoifi  á  ortoe  reiooo  pore  meadetta  poMr  oo  8Mí 
Loráofo  el  Real,  coufoiaie  á  ta  ovdoo  que  S.  M.  meadari  der 
qoeodo  eeá  Vktfpm.  Lee  penooes  que  S.  11.  eevá 
^cagn  eoo  el  coirpe  del  Sr.  D.  Joaa  y  eo  ta 
to,  eoo  principelinente:  D.  Gabriel  Nifto  de  QMige,  que  ha 
de  tiaer  el  cargo  de  todo.  kM  Capelleoee  de  S.  A.  y  el  Goer- 
d^joyet.  el  Tesocero.  el  Coatador  y  el  GreBer  de  S.  A.,  tn- 
yeodo  lee  demás  peceooea  qae  fberea  aeoeeeriee  de  loe  criedoe 
del  Sr.  D.  Joaa,  eepeftolee,  pera  el  eenricio  y  ^asto  qoe  oelia- 

biere  de  hacer •  (Quetidelprodoctode  taelanoededolos 

hieoea  de  S.  A.  oo  reaoltere  beaCeale  «aae  pera  todos  ortoe 
gaatot,  lo  provee  el  Prfodpe  de  Panos  del  diaero  del  ejáicílo; 
qoe  á  los  críadoa  que  oo  seeo  españolea  se  les  psgos  y  deepi> 
da;  que  los  que  quisieren  quedar  sirviendo  eo  el  ejército,  soea 
en  él  admitidoe;  que  en  lo  tocuite  á  la  recáaiara  y  harieade 
de  S.  M.,  se  forme  toveatario  de  todo,  oe  laee  y  veoda  eo  al- 
Bwaoda,  y  satas  de  todo  loe  caballoe  y  aoéoalee,  pon  qao  ao 
hafso  fsilo;  qoe  lo  qas  allá  oo  ss  poads  inila,  n  tn^pcfli 


—  535  - 

el  cuerpo  siendo  cosa  de  alguna  importancia.)  «Tiene  S.  M. 
por  bien  que  se  pague  á  Octavio  Gonzaga  lo  que  justamente 
constare  que  le  debía  el  Sr.  D.  Juan,  y  que  esto  lo  haga  to- 
mando el  dicho  Octavio  algunas  cosas  del  almoneda,  que  á  él 

le  pareciere,  en  el  precio  que  fuere  justo Las  colgaduras, 

camas  y  las  tapicerías que  allá  no  se  pudieren  vender, 

manda  S.  M.  se  traigan  con  el  cuerpo  del  Sr.  D.  Juan » 

(Que  la  venida  sea  por  Francia,  á  embarcarse  en  Nantes,  y 
desde  allí  á  Bilbao  ú  otro  puerto  de  nuestras  costas.) 

XCVIII 

D.  Gabriel  Niño  á  Antonio  Pérez. 
(París  á  29  de  Marzo  de  1 579. ) 

«A  los  18  deste  partí  de  Namur,  habiéndome  llegado  á  los 
12  los  pasaportes  que  esperaba  deste  Rey  Christianísimo,  cuyo 
comisario  hallé  en  Masieres,  que  habia  venido  á  pedimento  de 
Juan  de  Vargas  Mexia  á  esperarnos  allí  y  guiarnos  por  Fran- 
cia. Llegamos  ayer  á  los  28  á  esta  ciudad,  habiéndose  pasado 
bien  en  el  camino,  aunque  con  los  acostumbrados  rumores  que 
por  acá  se  usan.  Corre  gran  fama  de  la  riqueza  desta  tropa  y 
del  bagaje  que  se  lleva,  que  ha  embarazado  harto,  y  no  se  pue- 
den persuadir  por  do  pasamos,  sino  que  se  lleva  otra  prenda 
más  preciosa.  Con  el  ayuda  de  Dios  se  irá  todo  en  rumor  y  ha- 
remos lo  que  nos  queda  del  viaje  prósperamente.  El  carruaje, 
con  parte  de  la  gente  que  viene,  quedó  anoche  dos  leguas  de 
aquí.  Atravesará  hoy  por  esta  ciudad,  yendo  á  hacer  noche 
otras  dos  más  adelante  sobre  nuestro  camino,  por  haberme  pa- 
rescido  no  era  bien  hacer  aquí  alto  con  tanto  embarazo,  aun- 
que esta  ciudad  es  grande  y  la  gente  extranjera  muy  notada. 
Detenernos  hemos  dos  dias  en  despachar  aquí  lo  que  habia 
que  hacer  en  cobrar  parte  del  dinero  que  se  lleva,  que  venia 
en  letras,  y  también  con  mudar  de  carruaje  para  pasar  hasta 
Orleans,  do  llegaremos  el  viernes.  Allí  se  embarcará  la  gente, 
ropa  y  algunos  caballos  hasta  Nantes,  y  hago  cuenta  que  seré- 


—  536  — 


rootfloaqottlpaertoálot  ta(lelqMTÍaot.T«iifo  ]r»prav«oi- 

Lo  oteno  TMoe  á  dBdr  la  carta  <|iM 000  k  miflDA  fBcha  di- 
rifióal  Bbjt*  Eldfa  15  de  Abril  daoambowó  ao  SalMMkt  coo 
al  cuerpo  da  D.  Juaa.  á  laaiaiadakinaftana,  00  podíanlo  aar 
ao  Bilbao  por  mnot  da  loa  MarioaR».  tEI  cuerpo,  dioa,  aaka 
ilaaitiarreilri  mii  ni  iirnpin  ■■rraln  1111a  biaíi  aijiiftiTMMn  1 
(Al  aHifM  eacribió  Felipa  11  da  ao  nMBo:)«Apratfbaaeleloo- 
{o  la  deeembarcacioo  y  al  babar  vaoido  á  Saotaoder,  puaa  00 
oaba  podido  hacer  olea  coaa*  y  qoapoaavieoe  al  coarpo  cobm 
dice,  qoa  lo  mejor  ea  que  aa  vaofancoo  al  atesó  nenlOb  dl- 
deodo  qoa  viene  aólo  la  caaa,  y  no  aatraado  lo  <|oa  ee  podáeía 
por  btiwaa  fnadea,  y  que  dictando  qjoa  víomb  afaf , 
por  Pamoaa****** 

xdx 


D,  GakMJ  NMe  it  ZUigm  W  Stmkmú  éímínit  Pim. 
(Sanlander,  poetrero  de  Abril  de  1579.) 


Dice  que  ha  mandado  á  bofgaa  por  nwlaa  pera  Imeralba- 
g^  que  cree  podrá  aalir  da  Santander  el  6  de  Mayo;  pero 
qne  no  puede  fijar  el  día  de  llegada  á  Panacaa.  «Y  no  poado 
dejar  da  poner  á  v.  m.  delante  loa  otjoa,  y  anpUcarla  qoanlo 
puado,  como  á  verdadero  eerñdor  y  amifo  del  Sr.  D.  Joan, 
qm  ttnr*-^«*  y  haga  de  amnen  qne  daade  Parracea  vaya  en 
coerpo  pdblioo,  da  tal  anana,  qne  el  moodo.  queeettála  mim 
pera  ver  de  la  ananerm  que  S.  M.  le  recibe,  enrienda  y  canoocn 
parta  del  amor  que  le  ta&ta«  ea  00  verle  eocerru  de  go^;»e  an 
San  Lorenao;  que  hnrKnrtoae  con  eate  aecrem,  y  hahiéñilBln 
habido  en  al  aacarla  da  Flandaa  y  por  el  caoúno,  ÜcUaBonta 
M  podiia  dudar  en  que  S.  M.  le  haya  mandado  traer  en 
eetaa  provinciaa  de  EepaAa  para  dark  la  Mpoltora  qne  la  da, 
cabe  loa  bneeoedel  Emperador  su  padre,  de  falirláma  memo 
ria.  Por  todo  buen  reapato,  hice  traer  de  Namur  un  veittdo  da 
BU  peraona,  que  eoQ  calzM  amarillas  recamadas  da  oro  y  joboo 
conforma,  un  capotillo  da  tafotán  pardo  con  trea  fojas  de  bor- 


^  537  - 

dadura  de  oro  y  plata,  aderezo  de  espada  y  daga  y  su  Tusón, 
para  en  caso  que  S.  M.  mande  que  se  vista  en  esta  forma.» 

Contestóle  S.  M.  desde  el  Escorial  que  excuse  venir  y  en- 
trar por  lugares  grandes,  «y  convendrá  que,  dando  á  entender 
que  venís  á  Madrid,  hagáis  el  camino  para  Parraces,  que  está 
ocho  leguas  de  aquí  de  San  Lorenzo,  y  que  me  aviséis  luego 
para  cuándo  hacéis  cuenta  de  llegar  allí,  y  cómo  viene  el  cuer- 
po, y  si  os  parece  que  estará  para  poderse  traer  públicamente 
desde  allí  hasta  aquí  en  la  forma  que  es  justo.» 


D.  Gabriel  Niño  de  Zúñiga  á  S.  M. 
(Santander  i.°  de  Mayo  de  1579.) 

«A  los  27  deste  mes  llegó  la  orden  V.  M.  para  caminar  la 
vuelta  de  Parraces  con  el  cuerpo  del  Sr.  D.  Juan,  de  felice 
memoria,  en  la  propria  forma  y  manera  que  hasta  aquí  ha 
venido. 

Hame  parecido  no  perder  tiempo  en  avisar  á  V.  M.  del  es- 
tado en  que  este  bendito  cuerpo  se  halla,  para  que  á  V.  M.  no 
falte  (noticia)  en  mandar  y  dar  orden  á  lo  que  se  habrá  de  hacer 
para  acompañamiento  de  Parraces  á  San  Lorenzo  el  Real, 
viendo  que  el  cuerpo  viene  en  forma  y  estado  que  por  esta  par- 
te no  habrá  causa  de  escusar  la  voluntad  que  V.  M.  tiene  de  que 
vaya  público,  pues  desto  su  felice  memoria  rescebirá  la  honra 
que  en  todas  partes  se  prometen  de  su  llegada  á  tomar  tal  se- 
poltura  y  reposo.  El  cuerpo  se  dividió  y  puso  en  Namur  en 
tres  partes,  cortando  la  principal  por  el  fundamento  de  la  es- 
pina, y  la  otra  por  la  coyuntura  de  las  rodillas,  que  paresció 
vernia  así  mejor  y  más  seguramente,  por  poderse  traer  dentro 
vn  baúl,  como  ha  venido.  Todo  él  se  consumió,  mirró  y  aro- 
matizó, de  manera  que  vino  á  reducirse  en  peso  de  cincuenta  y 
cinco  ó  seis  libras,  quedando  casi  con  su  corpulencia.  Las  par- 
tes por  do  se  cortó  traen  puestas  sus  engazaduras,  de  suerte 
que  siempre  que  se  quiera  se  puede  juntar  como  si  viniese  en- 
tero, y  vestirse  en  cualquiera  hábito,  de  manera  que  puede 


-  538  — 


y  poQflCM  feendido  6  arrioMMlM  las  mpéükn  wohn  cotl- 
Útn  ámmtmóm.  El  lotUo  tnt  MfrOt  qn*  qwHMlo  m- 
U6  <M  dipéiito  cas  lo  «teba;  pera  «1  »**»«n— ^  y  Im  (tanas 
mafMJilw  tittt  w  Turan,  fnhiiirwi  4t  ¡Mwy  wtt  nfcttft^  y  mIa 
part»  — IM  riniwriih  Tnw  w  bigolai,  barba,  c>¡—y  paa- 
talaa.  qoa  OMÍ  ao  ím  fula  palo,  y  aa  la  color  qoa  laa  laoia  ao 
▼ida.  En  U  aolMBadad  la  nparao  la  cabaM.  y  aaf  naoa.  £1 

rw,  daaciibrw  loa  dÉanlaa  aHo^  por  habéraala  rstirado  y  < 

jido  m  poeo  aqnal  labb.  Bo  aala  fonoa  viaoa,  y 

lla(6  tmfa  uaa  poca  da  hnmadad.  la  coal  aa  la  ba 

Eala  la  ba  cauado  wiihhim  td  poquito  de  olor,  qna  oo  ta  i 

te  tillo  llagáodoaa  á  poaar  aocioM,  y  iüa 

tino  que  tira  al  báltamo  y  é  loa  dañi 

oúrró,  y  va  la  perdiendo  de  cada  día  mea.» 

CI 

Amtcmio  Phn,  4  Cmudo  V^iUjo,  mh$  U  k»timi§  4»  Ü.  Jmm 
Í4  AwHris  (I). 


«lUaaiio  aaAar:  Büa  wmímm  ba  llefado  al  peón  qoa  V.  n^. 
daapacht^  anoclw  de  Madrid,  con  qniao  recabi  la  carta  de 
V.  bu;  y  hablando  rafarido  á  S.  M.  lo  que  oootieoe,  dice  que 
he  eido  bien  qne  V.  m.  haya  pasado  á  Madrid  con  la  hacien- 
da. Y  en  lo  que  toca  á  la  casa  donde  se  ha  deponer,  que  por- 
que no  lahay  aafialada,8affeooiay  flMtalabaciandaananca» 
tilla  de  campo;  y  qoa  entre  tanto  te  boei^  al^n  buen  peda- 
90  de  casa  de  lat  que  te  alquilan  para  que  te  pase  á  dUa  la 
harwnda  y  baft  la  almoneda;  y  que  V.  m.  y  el  Secretario  de 
Cámara  entiendan  en  lo  que  á  etto  toca.  Pero  antea  que  ae 
ooraieoce  la  almooeda,  dice  S.  M.  que  te  haga  una  memoria 
de  todo  lo  que  contiene,  porque  la  quiere  Ter.  En  lo  que  toca 
á  la  potada  de  V.  m.  y  de  lat  demát  pertooas  que  vienen  con 

(1)  Copiada  de  la  original.  (Bib.  Acad.  de  la  Hist.,  Z>^3,  fo- 
lio 101.) 


—  539  — 

orden  de  S.  M.,  y  han  de  tener  cuidado  de  la  hacienda  y  de  la 
almoneda,  dice  S.  M.  que  sean  acomodados  en  las  accesorias 
del  Sr.  D.  Juan  ó  en  otras,  y  que  para  esto  yo  le  dé  esta  tar- 
de una  memoria  de  las  que  son,  y  aun  de  los  demás  que  vie- 
nen sin  orden  de  los  que  pareciere  que  será  justo  tener  consi- 
deración y  quenta  con  ellos.  Y  para  esto  holgaría  yo  que 
V.  m.  me  advirtiese  de  lo  que  se  le  ofrece  de  cada  uno,  con 
comunicación  del  señor  Secretario  de  Cámara,  el  qual  quiere 
S.  M.  que  intervenga  también  en  todo  lo  que  se  hubiere  de 
hacer,  como  criado  de  S.  A.  V.  m.  sea  bien  venido,  y  yo  le 
quisiera  ver  sin  memoria  de  causa  de  tanto  dolor  como  la  que 
le  trae.  De  mí  le  aseguro  á  V.  m.  que  en  todo  lo  que  pudiere 
servirle  lo  haré  con  la  voluntad  que  le  he  ofrecido  por  sí  y 
como  criado  de  aquel  señor.  En  lo  de  la  venida  de  V.  m.  acá, 
dice  S.  M.  que  él  será  presto  por  allá,  y  que  holgará  entonces 
de  ver  y  oir  á  V.  m.;  y  así  me  parece  que  V.  m.  se  debe  en- 
tretener y  descansar,  y  recoger  toda  esa  hazienda  en  mi  casi- 
lla. A  Céspedes,  criado  mió,  escribo  que  dé  orden  cómo  se  re- 
coja en  dos  cuadras  ó  en  las  que  más  fuere  menester.  Suplico 
á  V.  m.  que,  aunque  sea  un  poco  de  pesadumbre,  me  la  haga 
en  hacer  lo  que  Céspedes  le  dirá  de  mi  parte,  que  es  enviar- 
me aquel  estoque  del  Sr.  D.  Juan  que  apartó  para  mí  del  al- 
moneda y  las  dos  escribanías  de  éuano  y  marfil,  que  las  deseo 
en  gran  manera,  y  yo  pensé  primero  que  no  habia  sino  una,  y 
he  visto  en  la  Memoria  de  la  hacienda  que  habia  dos.  Nuestro 
Señor,  etc. — De  Aranjuez  á  25  de  Mayo  de  1573. — Besa  las 
manos  de  V.  m., — Antonio  Pérez.» 


APÉNDICES 


Núm.   I 

Cartas  de  D.  Juan  de  Austria  á  D.  Rodrigo  de  Mendoza. 

Publicó  estas  cartas  por  primera  vez  nuestro  buen  amigo  y 
erudito  hispanófilo  M.  Morel-Fatio  en  su  interesante  volumen 
titulado  VEspagne  au  xvi^  et  ari  xvii^  siecle  (Bonn,  1878), 
advirtiendo  ya  que  las  tomaba  de  unas  copias  poco  exactas  del 
siglo  XVIII.  Adviértense,  en  efecto,  bastantes  erratas  del  co- 
pista antiguo,  y  aun  la  carta  IV  está  dividida  en  dos  partes, 
como  si  fueran  dos  diferentes:  errores  que  M.  Morel-Fatio, 
con  su  reconocida  competencia,  ha  salvado  en  su  mayor  parte 
por  medio  de  notas.  Posteriormente  publicó  también  algunas 
de  ellas  M.  Stirling  en  su  Vida  de  D.  Jtian  de  Austria,  co- 
piándolas de  los  originales  que  poseían  D.  Pascual  de  Gayan- 
gos  y  el  Marqués  de  San  Román.  Y  como  también  yo  he  po- 
dido examinar  estos  originales,  y  las  dos  obras  citadas  son  muy 
raras  en  España,  me  he  resuelto  á  publicarlas  de  nuevo  aquí, 
por  ser  sumamente  curiosas  é  importantes.  Formaban  parte  de 
una  colección  que,  ó  definitivamente  se  ha  perdido,  ó  se  ha- 
lla todavía  olvidada  y  arrinconada  en  algún  archivo. 


D.  Juan  de  Austria  á  D.  Rodrigo  de  Mendoza. 

«De  Antonio  Pérez  se  habrá  entendido  mi  llegada  á  Paris, 
pues  se  la  escriví,  y  lo  que  hasta  allí  havia  pasado.  De  donde 
seguí,  luego  otro  dia  que  llegué,  mi  viage  con  más  priesa  de  lo 


qatbibiti 

lot  criados  áá  «■buador,  «otro  lot  qaúm  no  podk  donr 
nmcfao  d  tacrato;  j  a«l  oo  tvve  tícmpo  do  otpoar  más,  ai 
oté  dao  oocnr  día  y  aocfat;  poco  coa  haUorlos< 
boitaooty  totnadfta dolo poMOi  obodooRodoof  yt 
dios  ra  tuMM  Twíwiwt  coboUoOi  ooo  (rao  m  #cfty^Bf4  ol  trabo* 
jo  y  U  jomado.  Al  fio,  boadko  Dioo,  yo  Uogoft  ofof  á  loo  j  do 
éaie,  y  hallé  loa  pooraoBBovaoqno  podía  do  ooloooMiidoi»  paos 
sólo  ol  oa  qoo  oatoy  ae  oave  darto  qoodoaBO  doootar  lobaalodo, 
y  Friaa  quo  tiooo  Robloa  á  ao  caifo.  Loa  daoiéa 
y  ooQvoouido  onM  y  oocioiioa  oaliatea  pan 
loa,  y  aomcaato  boa  doado  y  qoitaado  loyoo  á  OB  aaodo,  y  to- 
do aalo  aa  haco  daboao  do  aoonbio  do  por  ol  Roy,  y  ooo  ol 
mwDO  ae  odoiiio  y  ae  odanat  lo  coao  del  do  Oni^  pon  qoa 
aalio  m  Braaaloa.  Ho  oaorilo  al  roaoijo  todo,  y  i  olgoBOo  oa 
paiticttlar,  da  oii  vaaidiu  No  ai  lo  qno  a»  loapoadarta,  ai  ai 
BM  odnútífáa,  qtia  aapaiaDdo  ooloy  á  oataadario  ooo  lo  doaiio 
qpt  Aatooio  POnopodiA  docv  aii^jof  <|ao  yo  ofon»  Bola  as 
•I  timiao  toa  aiioanblo  oa  qae  anda  lo  de  acá.  Dioo  lo  naio- 
dio,  que  Ü  ado  puedo. 

Gnn  doaoo  tcafo  de  aovar  aoavaa  do  allá,  y  qoé  aa  tcaté  y 
dixo  de  BÚ  hoida;  poro  de  lo  toofo  mayor  oa  de  «ntoadar  to 
que  ae  hace  de^Maa  qoa  ow  portf  ea  lo  que  yo  coaoartaba  en- 
tre Vm.  y  aa  barniaao,  pocqae  oono  oe  ooea  que  toca  tóalo  á 
eea  caaa,  <yie  yo  taato  bioa  y  daaranan  daeoo,  pteooaaeaaMK 
cbo  cuidado,  y  quema  saber  que  ae  coocluye.  Eacrfvaaaolo  y 
de  letra  que  me  lo  declare. 

Al  Duque  me  eoconiondo,  y  qoe  de  mí  lo  qoe  difo  y  lo  qoe 
allá  entenderá,  es  lo  que  le  puedo  eecrívir,  que  del  y  so  aalod 
eq)ero  las  nuevas  que  pretendo. 

A  nuestro  Orgedo  hago  saber  que  si  Marina  beyló  en  casa 
de  Antonio  Pares,  que  pofa  lo  que  holgó  eaoatatiem,  adoo- 
de  era  doofla  do  todoa  ana  amigoa  y  ae  halla  entro  eatraftoa;  y 
aunque  no  es  esto  lo  peor  de  lo  que  se  padece  que  toe  tenga 
láatíma  como  un  tan  ao  amigo,  en  lugar  de  la  que  ao  lo  toago 
á  él,  poea  dovo  bolgarae,  ai  me  cree,  á  medida  do  lo  qoo  aw 
huelgo  yo;  que  Otavio  bieoe  muy  desecho  de  nalgas,  y  lo  aa»* 


-  543  — 

mo  le  acaesciera  á  Su  Señoría  si  huviera  dormido  tan  poco, 
corrido  tanto  y  pasado  por  lo  que  nosotros,  que  íbamos  lla- 
mando muchas  vezes:  ¡Ah,  D.°  Rodrigo!  ¡Ah,  Conde  deOrgaz! 

A  mi  dama  beso  las  manos,  y  que  la  prometo  que  era  ella 
de  las  más  llamadas  y  la  más  escogida  en  mi  memoria,  y  que 
así  lo  será  pagando  á  lo  que  me  figuro  devo  á  la  suya;  que  la 
suplico  me  escriva,  como  se  halla  en  la  presenciado  su  galán, 
tras  que  la  hago  saver  que  al  fin  ella  pasa  lo  que  entre  ausen- 
tes se  siente,  y  no  declaro  lo  que  es,  porque  tanto  lo  sabrá  sen- 
tir quanto  supiere  ser  mi  amiga;  que  yo  la  escriviré  con  otro, 
mas  que  pues  no  puedo  agora,  la  imbio  siquiera  ^tas  nuevas 
que  la  doy  de  mí,  para  obligarla  á  recivirlas  yo  della,  y  mire 
que  cómo  ba  la  mitad  deste  recado. 

A  mi  tuerta  beso  las  manos,  y  no  digo  los  ojos,  hasta  que  yo 
la  escriva  á  ella  que  se  le  acuerde  deste  su  amigo,  que  lo  es 
agora  suyo  y  tan  grande,  que  no  puede  en  esta  parte  ni  tiene 
más  que  oj&recerla  por  pago  de  los  que  le  debo,  y  que  este  re- 
cado ba  tan  en  seso,  porque  desde  tan  lexos  assí  ha  de  ir. 

A  nuestra  prima  no  se  las  beso,  porque  lo  haga  su  primo  sin 
compañia  de  nadie,  pues  para  esto  ninguna  puede  ser  buena; 
que  bien  la  acuerdo  se  acuerde  de  darme  la  cuenta  que  deve 
de  mi  mayor  amigo,  á  quien  guarde  Dios  y  dé  lo  que  puede  y 
yo  le  suplico. — De  Lucemburg  á  5  de  Nobiembre  76. — D.  Juan 
de  Austria  al  Sr.  D.  Rodrigo  de  Mendoza,  adelantado,  en  su 
mano.  > 

II 

Del  mismo  al  mismo. 

«Estaba  con  muy  gran  pena  después  de  la  venida  de  D.°  Ro- 
drigo Pimentel,  porque  me  habia  dicho  el  barbero  que  él  ha- 
via  cerrado  una  carta  para  mí  y  no  la  havia  recivido,  ni  otra 
ninguna  desde  que  partí  del  Pardo  hasta  que  Bautista  Dubues 
me  truxo  dos  de  Vm.,  y  con  ellas  una  de  mi  dama;  que  lo  que 
holgué  con  ellas  y  con  la  que  últimamente  reciví  con  Escove- 
do  fué  cierto  mucho,  como  lo  será  con  todas  quantas  tubiere. 


-544- 


con  Cmm  uuiwu  o  psnoDB  ^M  Tiom»  poco 
é  BMbo,  y  d«  letot  l^fíbie,  porqM  á  f»  qot  quado  Mdndo 
al  cavo  de  hafoclat  liido  cono  al  cabo  de  ham  ertade  tna 
kmrncoaíotytmbmfUmmáB  parte  da  ertoe  Baladoa,  de 
eMfoe  nefocMiaowé  pnnBaro<|Me  bo  eé  <|Mé  bm  di|pa,  poc^qna 
eoolalea  y  andan  de  manan  qoeoo  ae  puede  pramelar  para 
dMlfOda  vaa  honi  lo  <|iia  w  aMifMa  olnu  Lo  <pie  pnade  mm 
dadna  ee  qae  ea  aMBealv  «a  idHBianiode  oa  Job  peniMiatir 
lea  mayocea  iaeol—riai  que  Jaméa  ae  emprandieroo,  puea  pi- 
da  y  qoianii  eoaaa  qaa  eaal  ao  aaba  al  hoaabee  eo  allaa  k  fe* 
aoidcioa  qm  w  «toafte  toaaria,  d  bteaéqaaaa  faena  fm»- 
tffjiTWi  6  paear  pof  aendiaa  oue  oe  oompeeioo  y  veffttean»  ó 
haw  da  ¥00»  á  laa  anMa,  ^M  ea  al  pnMola  al  tnaoe  de  lo- 

badea,  y  qoe  no  ton  pera  eecrí  Wree  en  carta  qoe  ha  de  paaar  por 
tan  laifaa  y  peiifroeoe  caaaiaoa.  Beele  qoelodoeelo  dovo  teoeiw 
aa  aOá  harto  aavido;  poro  coo  todo  eelo  y  qoe  pednrie  lo  <pie 
■  ^ooe  en  eenficio»  yadi^  <|ueoo  eé  <|Qé  me  eeenont  po^ 
patoontalea  condkioaea,  qoe  no  ee  poÁle 
dáñala  ooo  aflea,  y  aa  neoeaefio  qoe  llenen  á  doblene  en  al- 
gMea  ai  hai>eeBoa  de  concertamoa.  Beto  tntamoe  afon,  y  an- 
dan tan  •**H*"1t  loe  ooocjertoe*  qoe  eetaaMa  de  ^wíowlff  en  el- 
gnnoe  pontoe  príodpelee,  y  pera  ooochieioQ  de  loe  otroe  ve- 
ilwMie  á  jontamoa  eolio  MaiiOt  Ado*  Yobay  y  Wawoff»  A  do 
aale  el  Cooaijo*  Bolncanlo  oetA  ewndeda  canción  de  anna 
por  embae  parte»;  pero  loe  pr^wramentoe  deUoe  peeeo  eiem- 
pn  por  coda  ana,  porqoe  elloa  imboran  A  toda  Francia,  Ale- 
■ania  y  lot^rteiia,  y  lee  ecade  ceda  día  genio  de  cada  banda* 
y  yo  hago  lo  que  puado,  que  ee  eeUr  aobn  mk  foardae,  y  tam- 
bién recivo  alguna  gente.  Y  ad  he  tomado  doe  mil  hombm  y 
poeeto  A  Tortipialt  A  cumplimiento  de  dnoo  mil;  pero  ai  Ua- 
guDoa  á  lea  aeenoa,  mocho  y  mocho  máe  ea  nwaaetert  de  aeodo 
que  he  aquí  en  lo  qoe  endemoe,  ein  «iñer  en  lo  qoe  he  de  pe- 
rar  tan  gran  reeolucioo  y  tan  firme  como  ee  la  de  éetoe  eolxe 
lo  que  se  han  puesto.  Espero  con  todo  que  ha  de  eer  Dioe  eer- 
vido  que  no  lleguemos  á  la  última  rotura,  aunque  junto  con  lo 
ofrecido,  que  ee  que  salgan  loe  eq)efiotoe,  M  lee  cooceda  algo 


—  545  — 

S^más,  aunque  toque  en  mucho  de  la  autoridad  de  nuestro  amo, 
porque  antes  creo  quiere  pasar  por  esto  que  por  los  daños  de 
la  guerra  en  sus  estados.  Dios  nos  ayude,  que  si  por  nuestra 
culpa  habernos  llegado  á  tales  términos,  mal  se  pueden  escusar 
las  condiciones  porque  pasamos,  á  costa  del  pobre  de  mí,  que 
estoy  desde  las  siete  del  dia  hasta  la  una  de  la  noche  resistien- 
do; aun  hasta  á  mí  proprio  es  menester  que  me  venza,  porque 
si  no,  estas  gentes  andan  tan  fuera  de  sí  y  de  razón,  que  todas 
quantas  dan  sobre  cada  cosa  que  se  les  dice,  son  que  salgan 
y  que  salgan  los  españoles.  Ha  venido  últimamente  por  comi- 
sario y  embaxador  de  parte  de  los  Estados,  juntamente  con 
otros,  el  marqués  de  Abré,  tan  sin  vergüenza  ni  respeto,  que 
para  nada  le  tiene,  pues  claramente  habla  de  todo,  pasando  del 
pie  á  la  mano,  sin  respeto  alguno  como  digo.  Al  fin,  en  sus- 
tancia esto  queda  en  esta  conformidad,  sin  saber  qué  prome- 
ter, porque  si  bien  muchos  aman  la  paz,  otros  desean  la  gue- 
rra y  llébanla  muy  adelante,  sujetando  á  los  buenos  (si  los  ay), 
ora  con  fuerza,  quándo  con  invenciones  y  desconfianzas  que 
les  ponen.  He  aquí  todo:  de  aquí  á  una  hora  no  sé  qué  me 
diré.  Yo  estoy  tan  bien  entretenido,  que  ó  se  ha  de  acabar 
presto  esta  vida,  ó  ella  á  mí,  porque  ya  ni  tengo  cabeza  ni 
cuerpo  para  resistir  tanto  como  paso.  Dios  nos  ayude  á  todos. 
Si  las  cosas  se  rebolbieren,  razón  será  que  sea  allá  la  causa  de 
todos,  porque  á  lo  último,  si  no  somos  acudidos,  nos  perdere- 
mos cierto,  aunque  antes  costará  caro  á  nuestros  enemigos. 
Lo  que  fuere  sonará,  y  presto. 

Otra  cosa  no  puedo  escrivir  agora,  sino  que  sea  esta  carta 
también  del  Duque,  en  respuesta  de  dos  suyas  que  me  truxo 
Bautista,  á  que  no  he  podido  responder  más  de  lo  que  aquí  di- 
go. Deseo  infinitamente  saver  en  qué  anda  allá  el  negocio  suyo 
y  de  Vm.,  igualmente  de  entrambos,  que  yo  dexé  entablado, 
porque  por  lo  que  me  escrive,  no  veo  que  está  tan  adelante 
como  á  mi  juicio  yo  le  tubiera,  como  quien  desea  tanto  el  bien 
de  su  casa,  antes  que  algún  mal  lo  imposibilite.  No  se  dexen 
olbidar,  por  amor  de  Dios,  porque  assí  se  quedará  sin  falta,  si 
no  buelben  por  sí  y  tratan  muy  apriesa  de  causa  que  tanto  les 
toca;  y  esto  se  tome  de  quien  la  tiene  por  propia,  y  á  Dios. — 

35 


—  546  - 

De  Lucembufn  á  9  dt  Duiombn  76,  y  ae  bi  bacho  poco  oo 
Ikfwaqsf.» 


ni 


« Auoqoe  todo  piüdo  Mr  pin  d  Doqoo,  mtú  apirto;  y  dtfo 
qM  fiHpoDdo  do  etvta  ■!•  voltor  á  loar  mo  cartas,  potqoa  oi 

otbidaré  qoisi  algo,  qoa  ao  oa  do  oHaabillar.  pow¡aa  da  todo 
■afdlalaaMaMfia,i«|aaÍatsayfooBiipiaadaypooo  octoaa. 

aoa  qaa  ao  liavia  bodlo  i  Madrid,  dMpiiiia  que  yo  om  partí, 
haala  qoa  aulié  Barotytdff;  qoa  aMoacriva  aa  todo  caaooooM 
alia  daaocopado  y  BM^or  aacfhraao,  Mnqaa  taanbiaa  tiaaa  a|aa 
de  lo  diActtltoao  m  lalra,  ó  yo  ao  ai  loar  paro  ai  aato  ea,  aeo» 
Biidaaaa  ooHBtea.  BnfvaaMti  Coadaaaavaadaaaaamavi* 
filüiM^  li  ladaa  IwBMr  iMlia»  y  taagpi  poraayaalaaqMaanf 
doy  de  mí.  Eaa  carta  sia  aobreaaciito  ba  para  na  dama,  por 
aeftaa  qoe  la  aacrivf  oaa  bocími  por  daacaoaar  do  oa  paaadiaai- 
mo  trabajo  de  todo  el  dia,  feam  de  loa  paaadoa;  y  aarf  aa  alia 
prot>Uineole  caite  de  deacanao,  porque  U  eacrÍTf  ooox»  ai  00 
huviera  más  que  hacer,  ooow  otraa  veaaa  aoUa:  taalo  aiia  bm 
devemi  dama,  y  lo  ha  hadio  asoy  anl  ao  ao  havaona  iadbiado 
un  recado  siquiera  coa  loa  últioMa  qae  han  Ileupulo.  Ealo  ea 
bien  que  entieoda.  juoto  coo  darla  aaa  mi  carta.  El  oorraofrao» 
cea  ha  venido  y  no  traidoaaa  carta  ni  nueva  de  V.  m.  ni  de 
noeatro  Conde,  y  ai  no  aupiera  lo  poco  que  laa  alboroaari  y  lo 
mocho  que  lea  amohinari  la  ida  de  Goadalopa,  creyera  qaa  da 
alegrea  y  aperdvidoa  ae  me  havian  buelto  y  trocado  en  ohri> 
dados:  airba  de  aviso  para  lo  avenir. 

EaU  carta  se  cierra  á  33,  porque  de  ora  á  otra  ae  aocadaoaa 
lo«  negocios  de  manera  que  obligan  i  eaperar  para  acabar  el 
despacho,  y  lo  qoe  ee  anstancia  ttaaaaoa  ca  ai  certeía  de  lo 
quaaari. 


—  547  — 

A  nuestra  prima  beso  las  manos,  y  que  ya.  yo  estoy  sintiendo 
lo  que  costará  á  un  amigo  el  ausencia  de  Guadalupe,  y  si  pen- 
sara ser  á  tiempo,  la  pidiera  un  milagro,  y  fuera  que  pudiera 
tanto  con  el  hombre  que  más  lo  merece  y  me  lo  truxera  con- 
tento, porque  temo  de  los  dos  que  no  se  conciertan  en  uno,  y 
deve  ser  por  culpa  de  entrambos.  No  puedo  decir  más,  tinien- 
do  bien  que » 

IV 

Del  mismo  al  mismo. 

«Una  de  dos:  ó  todos  los  correos  de  España  son  muertos,  6 
todos  se  han  perdido  después  de  despachados,  porque  de  razón 
assí  ha  de  ser  en  el  tiempo  que  há  que  no  he  tenido  cartas  de 
allá .  De  Vm.  á  lo  menos  bien  sé  yo  que  há  casi  tres  meses  que  ni 
péname  el  amor,  y  quiera  Dios  no  sea  por  lo  que  le  pena;  pero 
no  creo  que  es  por  lo  que  pudiera  temerse,  si  no  hu viera  anda- 
do fuera  de  la  Corte,  y  á  donde  tanpoco  se  deve  haver  sabido 
las  vezes  que  se  me  ha  despachado.  Y  porque  de  los  caminos 
no  sé  qué  prometerme,  quiero  avisar  en  ésta  de  que  le  escriví 
con  un  correo  que  imbié  á  los  22  de  diziembre,  y  fué  una  carta 
para  mi  dama,  como  agora  ba  también  ese  pliego  para  ella.  De 
éste  y  de  esotro,  y  de  lo  demás  que  fuere  reciviendo,  me  vaya 
avisando,  que  assí  lo  haré  yo. 

Ora,  quanto  á  lo  de  acá,  diré  poco,  remitido  en  lo  más  á  lo 
que  se  entenderá  de  esotros  pliegos  grandes.  En  sustancia,  la 
paz  está  hecha  en  nombre  de  S.  M.  entre  mí  y  los  Estados;  y 
si  bien  no  han  sido  las  condiciones  della  como  se  ha  deseado  y 
trabajado,  avemos  llegado  á  do  se  ha  podido,  que  es  el  térmi- 
no de  los  Reyes.  Al  fin,  en  la  religión  y  obediencia  salba,  como 
lo  está,  lo  demás  el  tiempo  lo  ha  de  dar,  y  espero  en  Dios  que 
lo  irá  dando  y  muy  apriesa;  y  que  con  esto  se  pueda  decir  que, 
como  hallados,  acaso  se  ha  de  hacer  cuenta  de  estos  Estados, 
porque  si  por  armas  lo  llevábamos  (como  muchas  vezes  ha  es- 
tado roto),  lo  mejor  que  nos  pudiera  suceder  fuera  la  ruina  to- 


—  54»  — 

tal  y  p«rp6taa  de  «Ma  tienm*  y  lo  peor  Dios  lo  ww  y  ímfm- 
tot  lo  adeviiMii,  vitado  U  MMñdad  y  ettrediea  db  loetíMB- 
pos;  pnts  Miot  noMBOSt  oono  <fi|Ot  y  si  ir  •comoduMlo  Im 
ooiM  poco  á  poco,  darán  á  lo  ákimo  Mío  ganado,  de  tan  par- 
dido  como  lo  hallé,  aabe  Dioa  por  colpa  da  qaánloa  y  daqñiáa 
prineipalaMOte.  Yo  la  doy  fradaa,  i|m  bm  vao 
geatae  y  deMciaodo  pcavancioQat  da  gaffca,  ^pa  ya 
adelanta,  y  eo  aatoaaiipatamrw  á  ocuparnoa  agora  loa  Eatadoa 
y  yo.  Ello,  loa  iipaltolai  aalao  y  d  alna  bm  llalian  trae  ellos, 
qoa  encantado  querría  estar  antaa  qna  tal  ver.  (Ah.  Dioaaa  lo 
perdona  al  brojaao  (i )  que  «lU  está,  que  áéü  naca  tanto  daftol 
Entra  loa  tratoa  qoe  ha  balido  entre  estoa  hombres  y  af,  om 
hsn  possto  sn  tantas  oesaioasa  da  perder  la  pauisíwla,  qna 

dido,  y  beles  atropellado,  didáodolea  lo  qoe  aon  y  lo  qnama» 
recen,  de  maneta  qoe  de  lodo  ponfeo  noa  havsasoa  BacBO  iaÉIft** 
lea  loa  oooa  á  loa  ocroa.  EUoa  me  Isbmb  y  tisBaa  por  toMriooi 
y  yo  les  aborrasco  y  tango  por  muy  grudistmos  bellacos,  f 
assí  esmeneststqoslasgosalgayoybsagaolfD,  porqaaáao, 
noa  verensoa  darto  ealia  alfBB  aaabo  daaeoadarto  q«a  date. 
Allá  lo  eacrÍTO  muy  apcatadsflsaala.  Téngalo  para  tí  aolo,  qas 
yo  Qo  puedo  ni  quiero  ealar  aiéa  acá,  poea  por  gracia  de  Dioa 
hice  á  lo  que  vine,  que  es  haver  hachado,  como  ae  om  ordené, 
las  armas  de  aquf ,  quando  tan  en  mano  andaban  de  «noa  y  de 
otros. 

A  nuestro  Conde  ñguro  ay,  para  quien  fango  también  aita 
misma  carta;  por  eao,  téncda  por  aoya,  oonwél  as  da  los  dia- 
blos, si  esos  áogeies  tioaen  con  él  la  parte  <^  anden.  ¡Guay 
de  mí!  Que  quanto  a  que  Uegoé  á  eata  tierra,  d«nás  da  oCroa 
inñnitos  trabajos,  poedo  decir  qoe  he  estado  preso,  posa  aanca 
he  salido  de  dos  apoaenloa  en  loa  logaras  á  do  he  andado,  y 
allí  midiendo  dias  y  noches,  pues  á  fe  que  la  vida  que  e^iero 
que  no  es  qual  se  la  dio  quien  es  causs  de  la  que  paso.  Sebo» 
res,  escríbanme  más  que  lo  hacen,  por  su  vida,  y  díganme  qué 
se  dice  y  trata  allá  de  nuestros  trabajos,  á  los  qiides  sólo  £al- 

(i)    El  Príncipe  de  Orange, 


—  549  — 

ta  ser  desagradecidos  para  ser  de  todo  punto  incomportables. 

A  la  prima  digo,  sin  besarla  ni  aun  la  ropa,  que  solamente  á 
ella  y  á  D.^  Rodrigo,  su  señor,  y  á  ese  gordo  de  Orgacio  no 
maldigo  si  se  huelgan,  y  á  todo  el  mundo  sin  eceptuacion  de 
nadie.  Mas  ¡oh  qué  dia  éste  y  éstos  para  no  holgarme  yo!  Por- 
que haze  mañana  un  año  justo  que  me  despedí  para  in  eterno 
de  la  amiga  á  quien  más  quise  y  mayor  amor  tendré  toda  mi 
pobre  vida,  y  assí  estoy  agora  sin  otra  memoria  que  deste  caso 
para  hacer  la  pena  tanto  mayor,  y  es  verdad  como  su  muerte 
que  casi  como  quando  la  vi  se  me  atrabiesan  los  tragos  que 
tragué.  ¡O!  téngala  Dios  á  do  confio,  que  es  sólo  el  contento  que 
dexo;  si  ubieren  llegado  allá  prendas  suyas,  mírenme  mucho 
por  ellas  y  escríbamelo  todo,  que  todo  me  lo  deben  á  mí.  Al 
Duque  no  escribo,  porque  no  puedo  cierto;  pero  á  lo  menos 
escríbale  v.  md.  este  cuidado  que  le  ofrezco  cuando  más  no 
puedo.  Orgacio  amigo,  si  don  Rodrigo  no  escribe  mejor  que 
suele,  no  me  escribáis  vos,  por  vida  mia,  sino  cópieme  su  carta 
porque  la  entienda  y  la  lea,  y  después  meteos  su  letra  á  donde 
la  borréis  bien  porque  entienda  como  la  haze.  Adiós,  mis  ami- 
gos.— De  marche  á  17  de  Febrero  de  1577. — D.  Jtum  eU 
Austria. 

Conde  hermano,  solicítame  la  respuesta  de  mi  dama,  que  de 
ese  hombre  no  fío  agora,  sino  sus  cuidados,  y  acúseme  v.  md. 
si  son  mayores  que  fueron,  que  iguales  ó  menores  sólo  la  de 
Guadalupe  lo  puede  auer  hecho,  y  si  tuviera  por  penitencia 
esta  comisión,  acordaos  quán  os  hizo  por  esa  ►J^.i — (En  el  so- 
brescrito:) €Al  Señor  Don  Rodrigo.» 

V 

Del  mismo  al  mismo. 

«Con  Concha  (i),  á  quien  despaché  á  los  23  del  pasado,  es- 
criví  más  largo  que  ahora  podré  en  respuesta  de  la  de  los  24 

(i)    Correo  de  gabinete. 


—  530  — 
qM  noivf  9k  laiimn  dk,  y  mt*  Dim  lo  qnt  «•  Um 
por  ooirtHli  á  loar;  á  qoo  IomM 
doctr,  poM  á  aracbo  do  olk  bo  dodo 
carta  qno  Uov»  Concho,  y  lo  donio  lo  oo  do  oliao  aioi»  Pvo 
•obra  lo  qM  aiáo  OM  oloqpriaoi|«l,  oí  podían,  flinooobiooHi 
gao  liatimo,  qoo  coio  lo  aianlo  yo  la  haa  do  aaaiii 
■b  OMigoo.  El  pobro  do  Ooorato  ( I )  dio  á  ott  Díooao  I 
béao  doda,  que  ha  doxado  de  m  ommiCo  igoai  ímbidio  qoo  Mo- 
tio»  á  loo  qoo  aalobiaiou  praaautaa  Moriéoo  Aatoioaá  13  da 
Fwtaro»  y  oo  fuioiui  qoo  Mala  dloo  poro  ocahor  00  oo  ato  y 
db  oaa  aoofi  y  oo  criado  aoHfo,  coo  qoioo  rtoaranMba  algo* 
Mi  nrtoo  oooao  laaiifo  pnoaota  do  looaáoyaiianidooliiü 
di  aaBaro  qoo  yo  ao  tango  ai  00a  qoiio  paHfloiBi  OOB  qpdií 
tnUarlot.  Soa  Dioa  loado,  qoo  taloa  banUaa  om  tiía  pan  qoo 
obra  loo  cjoo  y  nwo  por  mf .  Doíd,  oabo  oiroa  cooao  qoo  mo 
dwooidodo»  aoon»mariaeacrittidoaoflMao,yaaollaooio- 
nitooo  tomáoáoolaalaaoaloqaobiaooiBniqnaad 
oa  oao  tafar,  y  lo  aotwf6  á  D^  Omiobol  do  Mora 
•o  lo  fooidoaa  y  labiaao;  y  annqao  píanoo  qoo  oo  babráooél 
ooaa  que  pueda  cnnaor  olgon  imoombmkmá^  üdom  oe  aao- 
aeater  mirar  en  ello,  de  manora  qoo  noa  aaogoraiuoa  do  todo 
puio  en  oato  y  que  antea  de  publicarae  ae  voa  lo  qno  d(fo, 

má  oon  el  prinaro  copia  de  <1,  porqoe  ai  dendao  lo  baalaMa 
quedado  ú  otraa  obligaciooee  á  que  00  puedan  akaonr  ana 
bianea,  tanae  á  ni  caigo  yo  el  daoranao  de  ao  akaa*  qoo  lo 
baré  cierto  de  tan  buena  gaoa  oomo  la  oonocf  yo  en  él  pon 
aerbirme,  haata  que,  haciéndolo,  murió.  £1  tenia  ropa  y  beo> 
tidoa  nuevoa  que  biso  eo  láUan,  que  creo  loa  deza  á  en  her- 
mano. Al  fin,  lo  que  ordenó  últimamente  wobn  lo  que  eotá  por 
acá,  yo  haré  disponer  de  ello  en  aquella  conformidad  quanto 
ae  pueda  deede  tan  lexos  y  entre  tan  inciertos  caminos;  pero  lo 
que  me  poao  en  mayor  cuidado  es  lo  que  anda  por  allá,  porque 
podría  haver  algo  en  ello  que  requiera  infinito  cuidado,  como 
Vn.  anvo.  No  a6  ai  hallarán  algunoi  intntoo  y  papalea.  Si  oato 

(1)    Honortto  de  Silva. 


—  551  — 
huviere,  por  amor  de  Dios,  que  los  papeles  se  quemen  ó  se  me 
guarden  con  los  retratos,  y  que  diga  todo  esto  tan  de  veras  á 
D.°  Christobal  de  mi  parte,  que  tome  para  sí  todo  lo  que  en 
esta  materia  trato,  pues  lo  deve  á  la  amistad  del  difunto,  y  á  mf 
también  pienso  que  me  deve  toda  esta  satisfacción,  que  le  pido 
para  el  descanso  de  muertos  y  seguridad  de  vivos.  Los  retra- 
tos y  papeles  deseo  que  los  dé  Vm.  para  que  me  los  imbie  con 
el  primero  que  viniere  por  Italia,  aunque  papeles  de  razón  no 
ha  de  haver  ninguno,  ni  creo  que  ay  de  quién  los  pueda  ha  ver 
que  de  mi  parte.  Al  fin,  tómelo  todo  tan  de  veras,  y  hágame  á 
mí  este  placer  tan  cumplido,  que  me  responda  á  cada  cosa  de 
éstas,  sacándome  de  este  cuidado,  que  es  grande  por  lo  que 
digo,  y  no  menor  por  la  soledad  y  lástima  que  me  ha  quedado, 
sino  que  me  tema  en  España  acompañado  de  otros  con  quien 
pasar,  porque  save  Dios  por  quántas  vias  son  agora  mis  traba- 
jos grandes,  y  aun  la  obligación  de  los  criados  que  allá  se  me 
quedaron  no  es  menor  de  seguir  á  su  amo,  quando  más  los  há 
menester,  si  tienen  memoria  de  sus  honores  y  lo  que  les  he 
procurado;  porque  servirme  de  gentes  de  por  acá  lo  haré  como 
quedar  en  estas  partes,  lo  qual  todo  no  haré  ni  será  posible. 
Si  andubiere  por  ay  D.°  Josepe  y  D.°  Pedro  ^apata,  no  dexe 
de  decírselo,  que  yo  ya  se  lo  tengo  escrito.  De  acá  no  ay  más 
de  nuevo  de  que  se  prosigue  en  la  salida  de  los  de  nuestra  na- 
ción, y  de  que  espero  qne  se  ha  de  poner  luego  casi  como  se 
desea,  porque  el  pueblo  y  mucha  nobleza  se  han  olgado  tan- 
to con  la  paz  y  conmigo,  que  lo  muestran  y  mostrarán  cada 
dia  más. 

La  carta  de  mi  dama  he  recivido,  y  no  respondo  porque  ni 
el  lugar  ni  el  tiempo  me  lo  permiten  agora,  y  assí  ésta,  como 
la  que  fué  en  el  pliego  que  Uebó  Concha  para  ella,  me  escusa- 
rán  por  esta  vez. 

Las  cajas  de  los  retratos  será  bien  acordar  á  nuestro  Anto- 
nio (i)  que  me  imbie  una  á  una  por  Italia,  que  vendrán  más 
seguras  y  suelo  pagarlas  yo. 

£1  jaez  lo  es;  que  se  baga  y  se  me  guarde  nuevo  y  muy  bien 

(i)    Péreí. 


-  55a  — 

acaUdo  baila  que,  aegua  diapnaiew  Diot  da  nsí,  dieponfi  yo 
da  él  y  da  loi  caballoa  y  annaa  qoa  «Uá  na  tíanaa,  á  doada 
^■íavo  if  á  ywai'lo  lodo*  ai  41  aa  aafvido* 

A  auaalro  Coada  ao  caapoodo  afora  á  mm,  tmf  Imana  carta 
qoe  taofo  aojra.  porqva  adamái  qua  4ala  lo  aa.  k>  hafé  ooo 
ocro  y  coa  ocro  cootanto,  ai  lo  haviara  p«a  oU,  dai  ooo  tfam 
roe  hailo,  cota  qua  ao  aaagPHO  «i  taalo  qoo  atta  priaioa  wm 
durara,  y  eo  eiU  ta  meaaorio  da  ctaa  aál  Maawciaa;  qoa  la  pido 
aolidta  y  ay  ude  por  M  parte  A  lo  qua  oicrivo  da  Oooñlo,  y  quo 

hada  aqgiatar,  qoa  famtiian  lo  doto  ciarto  á  qriaa  la  did  m- 
taa  veíaa  harto  qua  rnr  y  aoa  le  bautiaó  «1  paator  Or|KÍo.  No 
io  poada  oroaf  la  paaa  y  láaiiiBa  wm  ma  haca,  ai  aadia  paada 
aalíoadar  coa  qoáata  woa  aiao  pnaado  por  lo  qoa  yo  obío 
vida.  TAofala  Dioa  aa  al  dalo,  que  yo  lo  doy  frasiaa  da  qua 
aa  aalido  fabrara,  aoaqaa  yaaaloy  laaiieado  al  dal  ato  abaair. 

Mataaa  a»  parto  á  Lohi^aa.  Dioa  aw  foia  á  al  y  á  atta 
da^Mcho,  qoe  haga  qoa  ooa  »aamna  roataaloa,  oobm»  11  poada 
faaoarlo  aMJor  que  yo  aé  dwaailoi— Do  Naaiur  á  i.*  da  Mam 
do  77. 

jocfe  de  Lia»  aalá  ollA,  y  porque  le  coooooo  de  Irooa  aftoa 
qoa  há  que  bm  airba,  inaroriertor  de  criado  de  S.  11.,  la  aopli« 
^¡aá  de  aii  parte  bm  hafa  OMfoed  que  ae  sirva  do  él  aa  ao  ayo* 
da  de  Cánottra,  puaa  hafo  fia  que  U  hará  coa  mucho  cuidado  y 
aut  "«"f«**«  paaailiiiiihio.  y  éata  aacrivo  lambían  á 
Péroi.» 

VI 


Por  laa  aiiaBiaa  cauaw  qoo  aa  fué  Coocha  aio  carta  mía,  aari 
tamlMeo  éala  corta,  pues  para  decir  mucho  deaayuda  ol  tieoBpo, 
y  pata  hablar  claro  oo  ayuda  nada.  AUA  ba  Eacobedo,  á  qoieo 
noaito  todaa  laa  ooebas  de  mí  que  pudieraa  eacriviraa,  y  poaa 
■N  daaaBÍanbro  de  él  ao  tal  aaaoo  y  eatro  taaloa  liabaioai  da 


—  553  - 

creer  es  que  importa  al  beneficio  de  estos  estados  y  al  servi- 
cio de  S.  M.,  porque  los  perderá  cierto  si  no  los  ayuda  á  lie- 
bar  lo  que  á  ellos  es  imposible.  Al  fin,  en  esto  y  en  todo  me 
buelbo  á  remitir  á  tan  buen  testigo  como  es  el  que  imbio,  y 
señaladamente  sobre  lo  que  toca  á  Vra.  y  á  nuestro  Orgacio;  y 
aunque  con  Concha  escriví  algo  sobre  sus  negozios  al  s*  A. 
P.  (i)  y  al  Marqués  (2)  y  Arzobispo  (3),  como  me  lo  pidieron 
por  sus  cartas,  con  esta  presente  ocasión  se  tratará  de  aquello 
y  de  lo  demás  que  veo  convenirles,  siguiendo  lo  mismo  que 
pude  en  plática  quando  estube  en  esa  corte,  y  lo  que  veo  ser 
intincion  y  probecho  de  entrambos,  y  por  el  consiguiente  mió, 
pues  todo  lo  es  quanto  lo  fuere  de  tan  grandes  mis  amigos; 
aora  sobre  esto  no  más,  por  lo  ya  dicho  arriba.  El  poco  lugar 
que  he  tenido  y  tengo,  y  la  sobra  de  trabajos,  no  me  le  dan  ni 
aun  agora  para  responder  algo  de  lo  que  querría  sobre  mate- 
rias de  gustos.  Miren,  por  amor  de  Dios,  quán  sin  ellos  que 
vivo.  Sólo  me  entretengo  algún  rato  desmandado  con  memo- 
ria y  soledad  de  los  pasados  y  con  invidia  de  los  que  se  están 
holgando,  embarazados  quizá  de  los  propios  gustos  ya,  pues 
prové  yo  tiempo  en  que  aprendí  á  profetizar  lo  que  digo,  y  en- 
tonces se  conocerá,  quando  se  viva  tan  á  la  desesperada  como 
yo,  entretiniéndose  solamente  con  deseo  de  lo  perdido  y  de  lo 
que  por  ventura  sobra  agora;  y  á  f e  que  muero  por  ver  en  este 
estado  á  Orgazon,  porque  no  puedo  sufrir  la  imbidia  del  suyo 
ni  el  acomodarse  tan  fácilmente  á  todas  fortunas  que  ay  de  la 
nuestra,  pues  yo  aseguro  que  tengamos  que  contar  más  dias 
que  contaremos,  porque  de  tales  casos  jamás  se  pierde  memo- 
ria ni  soledad,  mayormente  haviendo  quedado  prendas  que 
ayudan  y  obligan,  todo  junto,  á  lo  que  digo.  De  la  havida, 
después  que  yo  me  partí,  doy  cien  mil  parabienes  á  entrambos 
primos,  y,  por  no  engañarme,  se  le  doy  ni  más  ni  menos  de  los 
nuevos  vómitos  de  la  prima,  que  apostaré  que  fueron  como 
fueron  los  pasados;  si  no,  escrívamelo  el  Conde  y  dígalo  quien 

(i)    Al  Sr.  Antonio  Pérez, 
(a)    El  Marqués  de  los  Vélez. 
(3)    D,  Gaspar  de  Quiroga, 


—  554  — 

le  wmÉBf  atmqoe  I»  «k  tndw  tttMo  en  partir  oorrto  eomo  há 
qMaolM  tMido  limiMii  dt  kCortt;  IkiHé  nit  piMloá 
áttát  Mío  por  otro  <mo  por  ol  om  iMiblo* 

A  ni  doinaoicrín)  y  imbio  «I  pUoRo  que  ba  con  étta,  y  devt 
CMrtOf  Bo  >6io  poraoMnwv  so  lo  faiw  hodio  Imio  há*  mm 
opidtoonMol  bMHtoofsn* 

Macho  (Umo  oír  que  oMé  allá  nú  Bohicha  (i),  y  ao  Us  Dea- 
cahm  la  h—iam,  y  au  podra  coolHáo  y  accawdado  ay,  qna 
do  moB  oolo  ha  da  aar«  poaa  lodo  aa  daba  darto.  Yo  «odiaré 
eoo  lo  dicho  por  aoia  vos,  y  ofo  á  lo  qna  ka  dirá  Baoobado, 
qva  yo  lo  i^m  puado  ha|^«  como  <|iiiao  tasto  daaaa  lo  ^na  laa 


aotá  béan  y  iwloa  ecoao  aMracao;  paro  aj 
>  por  aa  parta.  Loa  CMtaa  da  D.*  Rodrigo 
r,  yal<Miaoacabodaaato>darlaa«ylaadelCoBdolo 

andar  á  ál.  A  aatramboa  bm  eooomieodo  coo  aviao  y 
ilMCÉiodalaacasaodeloavaliaaoa.  Daloacahallaa 
¡KObodo,  y  por  acabar,  aobra  todo,  ana  bialbo  á  r»- 
aútir  á  61.  Adiot.~Da  Malioaa  á  6  da  Jalao,  coa  foafo  ao  te 


.» 


vn 

D.  Jwmt  «i  C<mdé  i$  Orgn. 


f Eo  no  hacerlo  diacólpa—  aala  vaa,  qua  con  otro  lo 

haré,  duapuaa  da  tañar  on  poco  da  oíayor  luz  de  lo  que  hubie- 
re por  allá,  peaa  ha  da  daapaadar  dallo  eacritot.  dichoa  y  ha> 
dios  como  61  aaba.  Dala  ó  anbfala  aate  recado  de  nú  parta, 
deaaáa  qoe  praaupofo  que  le  toca  caai  te  mayor  parta  da  lo 
qoa  eacrí^ro.  Y  porqoa  aa  halle  tanto  máa  preaCo  lo  á  que  aa  ha 
da  napoodar,  y  an  algonaa  oons  podría  hacerlo  de  mano  afa- 
na en  tiempoa  que  de  te  mte  no  ea  poaibla,  ai  ao  fiaeaa  por  ao 
fiar  nuestros  guttoa  da  otro  que  no  loa  haya  tratado,  aera  buano 
daxarloc  aieropre  eo  nueattaa  cartas  para  lo  último;  y  aunque 

(i)    liabai. 


—  555  — 

venga  lo  que  se  tratare  de  esto  en  pliego  aparte,  aunque  esta 
prebencion  holgaría  yo  que  baliese  por  no  dada,  á  condición 
que,  al  llegar  de  ésta,  estubiésemos  seguros  de  mi  pretensión. 
Que  ¡ay  de  mí!  para  con  primo  y  prima,  pues  debaxo  de  amis- 
tad, trato  lo  que  yo  me  sé  del  que  ama.  Por  todo  he  pasado,  y 
assí  veo  que  por  todo  ha  de  pasar  el  obligado  á  ello,  mayor- 
mente tras  tantos  años  de  bien  logrados,  que  no  parecerán 
agora  tan  largos  como  un  dia  de  apercebiros  para  una  triste 
despedida.  Asaz  es  que  lo  save  bien  el  desventurado  que  lo  ha 
probado  á  costa  de  lo  que  supo  sentir  el  mismo  que  lo  hubo  de 
padecer,  y  assí  veo  á  lo  que  me  pongo  en  lo  que  trato,  hasta 
que  el  tiempo  haga  lo  que  escrivia  por  las  paredes  el  marqués 
viejo  de  las  Navas;  que,  ó  él  lo  cura  todo,  ó  al  fin  lo  pone  del 
lodo;  y  qu2  sea  la  verdad,  dezilde  vos,  mi  Orgacio,  que  sabéis 
de  tiempo  y  de  modo,  y  savemos  que  os  curarán  con  poneros 
del  lodo. 

Ese  pliego  para  mi  dama  haga  encaminar  seguramente  como 
los  pasados  veo  que  lo  han  ido.  Hanlo  venido  también  hasta 
agora  los  que  me  ha  imbiado  suyos,  que  no  es  poco,  ni  huelgo 
poco  de  ello.  Dame,  en  verdad,  mucha  pena  sus  melanco- 
lías, aunque  como  tan  mi  amiga  que  ia  merezco  serme,  no  me 
deben  tocar  la  menor  parte  dellas;  pero  más  quiero  de  ima  tan 
grande  amiga  su  salud  y  su  contento,  que  su  memoria  en  su 
daño,  por  más  y  más  probecho  mío  que  sea.  Dígala  esto,  y  que 
estoy  muy  sentido  de  su  hermano,  y  con  gran  razón,  pues  me 
ha  obligado  á  procurar  otra  resolución  de  la  que  tenia  to- 
mada en  quedarse,  por  haver  dado  una  cuchillada,  tras  aver 
dicho  malas  palabras,  á  un  gentilhombre  flamenco  de  los  que 
me  siguen,  que  es  muy  bueno  para  en  el  tiempo  presente  y  el 
respeto  y  caricias  con  que  yo  los  trato  y  conviene  hacerlo,  por 
merecerlo  ellos  y  por  la  consecuencia  de  los  otros. 

Deseo  tener  nuevas  de  la  ida  á  Palacio  de  mi  Belucha,  y  de 
que  haya  sido  y  haya  parecido,  como  me  pareciera  á  mí,  por 
ser  lo  que  se  verá,  tratándola.  Ella  debe  de  ir  bien  llena  de 
regalos  de  casa  de  la  señora  Duquesa  (i),  que  debe  haver  red- 

(i)    D«l  Infantado. 


—  556  — 

vido  «o  ella,  y  no  U  habrán  hecho  poqnefto  probacho  lof  dita 
da  aUa  an  Pltíacia  A  tu  padre  qoenia  ver  qna  S.  M.  ae  lir- 
irieíada  11 6  en  caaa  deenhijo,  porterderto  propio á ello, 
dándola  con  qna  «B  lecoiBpaoia  da  lo  que  dexa  y  lo  OMcbo  qaa 
há  que  eirbe.  Buena  carta  da  comhalerienle  m  áela;  pero  ea- 
critrieodo  á  un  amigo  ee  pica  el  honlmi,  eomo  ae  da  al  diablo 
aecnviendo  á  qnien  no  lo  ea  por  coapttaiealok 

El  jaaa  nogro  deeao  qna  vanfi  ei  eelá  acabado,  y  ann  ei  hn  • 
hiera  otro  lindo  hotfttia  de  oooprarlo  para  andar  por  acá.  C«- 
büka  aeran  arto  meneeter  para  todo;  tiaoapo  ea  ^oca  de  aoi- 
bianM  loa  que  qoedaroo  allá  por  mioa,  y  ana  loa  dania  qne 
baaecrito  á  Eecobedo;  y  adioa.— De  Locanborg  á  99  de  Oc* 
labra  de  1577.» 

VUI 

/>.  7mm  á  D.  Roéñgo  it  Mmdotm. 

•  MU  aboe  bá  que  no  eecrivo,  y  mil  lAoe  há  qoe  no  poedo 
hacerlo,  por  eer  tantaey  tan  variaa  las  lortonaa  qoe  he  corrido, 
qna  no  ha  havido  ooea  á  qna  no  me  ha  irieio  obtifado,  anea 

de  loa  proptoe  amtgoe,  y  ni  reeoluciooet  de  la  corte,  y  oCna  da 
poca  ealud,  porque  U  txayso  muy  al  propio  oompahera  da  oHa 
trabi^oe.  Qoado  agora  reheriéndome  de  mudia  povft  y  eaa- 
griea,  qoe  he  havido  iiiemelai  da  apretado,  como  digo,  que  ha 
andido  aetoa  diaa,  y  eeef  no  podrá  ponerme  á  Tolber  á  leer  lea 
(Utimee  ni  primerea  carUu  de  Vnu  para  reeponder  á  ellas,  ma> 
yormente  aieodo  la  letra  qual  ya  eabeoMa.  Dirá,  puea,  aa  po» 
cas  palabras  qne  ai  quiere  lo  que  me  eecri^  y  lo  deeea  lo  qna 
yo,  que  ee  ayude  por  su  parte,  que  por  la  mía  quanto  me  et 
poñble  hago  deede  acá,  no  s61o  en  los  oficios  que  ee  habrán 
enteDdido  Urgameate  de  Eecobedo,  pero  loe  qoe  he  ido  oooti- 
Quaodo  hasta  con  este  correo,  con  d  qual  escrivo  á  S.  >£.<  y 
amigos  lo  que  me  será  merced  y  servicio  suyo,  qoe  haTÍs 
da  decir  prunero  qoe  fauraaba  D.«  Rodrigo  eo  lo  da  hi  en- 


—  557  — 

balleria,  en  cuyo  cargo  (dejando  á  una  banda  pasión  y  deseo 
de  su  presencia)  digo  que  estará  tan  bien  puesto  y  tan  honrra- 
damente  de  presente,  que  si  bien  queremos  todos  mirarlo,  ha- 
llaremos que  será  otra  cosa  que  dejarse  olbidar  ay,  sin  más 
honra  ni  provecho  de  la  que  se  gana  en  pasos  tan  continuos  y 
de  tan  ordinaria  grandeza;  y  como  la  que  yo  deseo  á  Vm.  es 
de  amigo,  que  le  quiere  quanto  él  mismo  save,  no  me  contento 
con  que  se  haga  conocer  solamente  adonde  por  qualquiera  fácil 
ocasión  se  perderá  la  memoria  con  el  hombre,  que  esto  acaece 
á  los  que  se  contentan  con  morir  adonde  nacen.  Tras  esto,  si 
huviere  quien  trate  de  otra  manera  de  resolución,  yo  me  re- 
porto, no  dando  ventaja  al  deseo  ni  voluntad  de  nadie,  quanto 
á  lo  que  yo  entendiere  ser  bien  y  reputación  de  D.o  Rodrigo  de 
Mendoza,  que  es  solamente  lo  que  veo  que  hasta  agora  tiene 
que  agradecerme:  de  lo  que  me  pesa  y  no  poco.  Ora  buelbo  á 
decir  que,  según  el  intento  que  llebare  en  este  particular  y  el 
consejo  del  Duque,  siendo  tan  de  amigo  y  verdadero  hermano, 
se  ayude  y  apriete,  que  yo  cierto  lo  he  hecho  y  hago  con  la  efi- 
cacia y  veras  que  escrivo;  y  aunque  antes  de  la  respuesta  desta 
espero  tener  aviso  de  lo  que  se  habrá  resuelto,  con  todo  será 
bien  embiármela,  tanto  más  si  es  como  la  que  yo  querria,  en 
el  qual  caso  no  se  me  detenga  ni  repare  en  nada,  sino  véngase 
luego  por  la  via  de  Ytalia,  que  es  la  que,  á  mi  juicio,  deve  se- 
guir, porque  con  esto  y  su  presencia  se  vencerán  las  dificulta- 
des que  por  ventura  se  ofrecerán  allá,  en  que  yo  hallo  ó  nin- 
gunas ó  pocas,  aunque  no  trayga  dinero,  que  es  lo  que  más 
cuesta  y  á  las  vezes  menos  se  ha  de  mirar.  Fuera  de  esto,  bien 
se  me  puede  creer  que  también  llebó  Escobedo  bien  en  me- 
moria á  nuestro  Conde,  y  que  si  biniese  por  acá  pensar ia  no 
faltarme  nada;  mas  no  sé  cierto  cómo  nos  hagamos  en  cosa 
más  señalada  que  se  habrá  entendido  del,  porque  ni  la  veo, 
aunque  la  busco,  ni  en  efecto  la  ay  de  presente.  Es  verdad  que 
me  parece  que,  si  hiñiendo  Vm.  viniese  él,  nos  descubriría  el 
tiempo  alguna  ocasión  de  abrazar  y  por  bentura  aún  más  pres- 
to de  lo  que  se  confia  en  la  apariencia,  porque  lo  de  acá  pide 
grandes  cosas,  y  en  ellas  ando  por  hallar  al  Conde.  Dígaselo 
de  mi  parte,  y  que  tras  tener  esto  por  propio,  lo  hace  muy  mal 


—  558  — 

tü  BO  Mcrhrimie  Uato  há,  ti  y»  no  tieoe  allá  quito  lo  h^t 
^ftmoaaUtmmqim)úmá»émnúmiá  haotrio  ooa  «U*.  Yol- 
ñmdo,  pom,  á  fm^miu  á  lo  priacipol  qoo  «•  ho  qotdodo 
difo  <|M  qmaío  «1  otro  p«ticular  quo  yo  desi 
y  quidó  á  ctt|o  dri  AnolMpo  que  «■  do  Tolodo,  di 
■  ooaúíoa  A  fficotMido  qoo  lo  talMt  m  id 
y  coo  Im  vent  y  A  lot  tioaipoo  qoo  l«  fuoM  advwtido. 
CnoqMloliabiAlMeiio,ydttio  nmdt»  mímám  m  q^  mía 
y  lo  qoo  tt  OM  praotit  OH  olio,  fMiqat  bMli  iian,poffoiaM 
que  no  me  ha  podido  «acriTir  Eacovodo,  veo  daio  lo 


Monanoi  qoo  lo  da  arriba  holgaré  de  enlaoderqoé  laaaaMa 
íb  lo  dal  AdalHMMMOlo,  que  lo  veo  elado,  6  oo  oyfo  que 
OMM  nado,  qnaodo  por  la  BMiorta  del  que  lo  era  lo  he  judiado 
yo  por  OMiy  oiiáa  Uaoo. 

Amai  do  olTÍdacaa,  dovo  acordar  qoo  li  paoBÍla  Dioa  qM  ai 
aica  el  verooa.  oo  aa  oiOBda  aofara  ¡¿aa^i^a.  oowioa  loenafia 
Vok,  it  le  tooiaae  por  intarroiiDn  t  obÜgarkín  de  oodie,  y  no 
por  la  pMa  aooüidod<MM  tawlfAdo  tañarle  lao  cbapodocoow 
ea  aMoaaiar  paro  ao  hoora  y  la  sala;  y  oa»  aoo  qfm  le  hallaci 
eolra  la  propia  caballena,  ooo  qoe  aatiáeíA  taoto  máa  A  loaqoa 
ha  de  maadar,  que  importe  mucho.  Al  Doqoe  no  eacrivo,  y 
hAfolo  muy  mal. 

ReaolWme,  deapoea  de  eacrite  éate,  de  eacrivir  al  Doque  la 
que  ha  coa  ella  de  maoo  ageoot  dAodolo  oa  poco  de  coeatade 
flil  y  de  lo  de  acA.  De  to  deaAa,  Va.  aa  lo  podrA  dar  y  iaiH 
bivleeaucarte.* 

IX 

D4  mismo  ti  wijwa. 


«Por  U  priwa  ooo  que  parte  eate  corroo,  y  teoer  Dioa  aovo 

quinto  que  hazer,  no  responderé  agora  á  la  de  a8  de  nonea- 
bre,  aunque  quisiera  arto  hacerlo  máa  particulamieDte  qoe  po- 
dré. Diae  bieo  que  oiloy  mAs  que  maravillado  de  lo  quo  Voa. 


—  559  — 
me  escrive  del  no  haverle  hablado  Escovedo,  no  digo  una,  sino 
mil  veces,  sobre  lo  que  tan  á  cargo  Uebó  y  tantas  le  he  después 
escrito.  Atribúyolo]cierto,  S."""  D.°  Rodrigo,  no  tanto  á  falta  de 
voluntad,  como  al  demasiado  trabajo  que  pasa  en  esa  corte,  por 
no  poder  acabar  de  negociar  lo  que  tanto  y  tanto  nos  conviene 
allá  y  acá,  porque  al  fin,  los  hombres  descontentos  y  fatigados 
llegan  á  olvidarse  aun  de  sí  propios.  Escovedo  lo  anda,  y  coa 
razón,  pues  en  su  nombre  y  en  el  mió  la  tiene  grandísima  para 
estarlo;  con  todo,  quisiera  yo  que  hubiera  mostrado  el  cuida- 
do de  lo  que  toca  á  Vm,,  y  sabe  me  dexó  y  tengo,  y  creo  de 
verdad  que  para  con  S.  M.  le  habrá  tenido  muy  mayor  de  lo 
que  ha  sabido  mostrar  fuera  de  allí.  Y  porque  no  puedo  negar 
muchas  obligaciones  en  que  me  han  puesto  los  trabajos  de  Es- 
cobedo,  padecidos  en  mi  presencia  y  por  mi  orden,  y  que  no 
le  deba  lo  mucho  que  me  ha  descansado  en  los  míos,  y  con 
esto  otras  cosas  tales,  confieso  que  me  pesaría  en  gran  manera 
si  viese  ó  entendiese  qualquiera  desavenimiento  entre  él  y  mi 
mayor  amigo;  y  assí,  me  ha  de  hacer  esa  gracia  el  5.°''  D.°  Ro- 
drigo, pues  lo  es,  que  no  pase  con  él  cosa  que  no  sea  antes 
para  mayor  confirmación  de  amistad,  porque  cierto  me  daría 
mucha  pena  que  hubiese  más  que  esto  entre  un  tan  grande  mi 
amigo  y  una  persona  á  quien  quiero  lo  que  realmente  devo  á 
Escovedo.  Demanda  es,  por  cierto,  muy  justa  la  que  hago,  y 
tanto,  que  no  dudo  un  punto  de  alcanzarla,  por  lo  que  me  im- 
porta á  mí,  que  es  infinito. 

Quanto  á  lo  demás,  bien  save  Vm.  que  no  he  deseado  cosa 
tanto  como  verle  adelante  en  lo  que  le  estubiese  mejor,  y  assí 
le  digo  delante  de  Dios  que  lo  he  procurado  siempre  con  aque- 
llas veras  que  lo  que  más  puedo  desear  para  mí  propio.  Yo 
juzgaba,  quando  estube  en  esa  Corte,  las  dos  vezes  que  he  es- 
tado de  buelta  de  Ytalia,  que  una  de  las  cosas  que  más  conve- 
nian  á  sus  partes  y  calidad  era  emplearse  en  lo  que  hace  á  los 
hombres  más  conocidos  por  tales,  mayormente  en  compañia  de 
quien  no  faltará,  á  buen  seguro,  en  nada  de  lo  que  le  tocara. 
Pero  esto  vemos  que  sucede  por  muchas  vias,  y  assí  es  cordu- 
ra allegarse  á  la  más  segura  y  de  mejor  fundamento;  y  pues  lo 
que  toca  á  lo  del  casamiento  lo  trata  el  Duque  tan  de  veras  y 


-5Í0- 

eomo  tao  buen  henntoo  y  cahtUcro  y  amigo,  ato  jasgo  y  jiu- 
fwé  MBiira  por  lo  nacior  y  «¡no  momea  U  mayor  ioatanrii, 
pon|uo  wMxo  fnafa  boaso  pan  m  (nAona  y  paca  pooar  <n 
8i»ba  oblígactoo  á  S.  M..  no  a6lo  en  k>  prMaate,  ana  ano  as 
eooaidaracioa  para  loavaoir,  puaa  oaaftoda  lactoo  ao  D.«  Ro- 
drifo  do  Haodoaa  maraca  daapooa  «a  fa^fv  da  loa  aiiia  pfiact- 
paiaa  qoa  aa  probooo.  y  aaaf ,  por  eato  ha  daaaadlo  yo  lo  <|ae  aa 
ha  vialo.  Moa  haviondo  UagMlo  las  coma  taa  adatante  y  h»  da 
la  iucoaaion  da  tu  caaa  á  tanta  piaaaidí  J,  ooay  quapooarpor 
agomal  inlaatoaootiaalfima,  aíao  agradar  al  Da<|iia  ao  k» 
qm  tan  Man  mU  á  lodoa,  para  lo  qoal  pluguiaca  á  Dioa  po* 
diam  yo  daada  acá  lo  qoa  daada  carca  y  laxoa  qinara  poder; 
paro  á  k»  maooa  no  fOteri  an  nn  poaftia,  poaa  trataré  anteada 
paaarla  qoa  da  qnadarma  atria  ao  tal  dfloanda;  y  porqoa,  como 
digo,  la  prtaaa  daate  daapacbo  ma  obligí  á  corta  aacñtura,  re- 
aanraré  para  con  otro  al  oaar  da  lodaa  mía  diliganoaa  para  coo 
&  M.y  AraobiapoyIoadamiaqaaTiareoonvantr.Sertabueoo 
avianrma  do  allá  qnitem  paroca  qoa  davao  aar  «atoa,  y  lo  damáa 
que  ▼ioiera  á  coaoto  da  la  materia,  y  aaaf  noa  aocoda  todo 
como  lodeaaoyo. 

.  A  Octavio  (i)  aa  haría  gnnde  agravio  si  m  diem  á  otro  la 
caballaria,  porqna  damáa  da  qoa  U  maraca  por  antandarla, 
jántemli  lo  damáa  qoa  aamanaatar  para  al  cargo,  y  aa  tenca- 
paAol  an  antnAat  con»  lo  aoy  yo,  qoa  aa  qoanto  loaabria  an> 
carnear;  ai  no,  pragontámoalo  á  aatoa  trmydorea,  y  varán  por 
ao  fOBpoaate  ti  oatá  bien  encarecido. 

Ho  eacfivo  aate  vas  á  mi  dama  por  lo  dicho  arriba.  No  dea- 
terré  á  au  hermano,  ooroo  penaá,  y  él  marodó  hacerlo;  pero 
cormiutóae  en  que  atrvieae  eo  tum  compaftia  de  iofitnteria,  en 
qoa  antea  le  honré  qoa  le  caatigoi. 

Ayoda  á  lo  de  loa  caballea  qoa  aa  me  han  de  imbiar.  porqoe 
m  de  creer  que  loa  habré  harto  meoesler,  y  por  reapoarta  de 
éata.  eacrivame  antea  poco  y  deqwcto  y  legible,  qoe  nmcho, 
apriaaa  y  gambatoa  qoe  el  diablo  no  loa  leerá,  ni  nadie  faaate- 
ria,  lino  una  amiga  de  las  qoe  io  saben  y  pueden  to<lo. 

(t)    Goomga. 


—  56i  — 

Aquí  tengo  el  de  Panna  (i),  con  que  estoy  contentísimo, 
porque  vale  mucho,  y  ha  de  ser  lo  que  promete  su  sujeto  para 
gran  servicio  de  S.  M.  Andamos  de  partida  para  la  buelta  de 
nuestra  gente,  aunque  antes  comenzarán  las  armas  de  veras, 
porque  imbio  á  socorrer  á  Roremonda;  pero  seguirémoslas  des- 
pués, con  el  ayuda  de  Dios,  en  mayores  veras,  pues  casi  soy 
forzado  á  combatir,  y  lo  seré  mañana  por  muchas  razones,  que, 
aunque  no  quieran ,  me  han  de  ser  recevidas  y  tomadas  en  cuen- 
ta, según  me  hallo  y  me  tienen. 

A  nuestro  Conde  no  escrivo  hasta  saber  más  que  sé  del. 
Bueno  anda  si  es  á  ca9a  y  en  su  casa;  pero  mejor  andaba  quan- 
do  le  ca9aban  á  él  en  las  agenas. 

Ojo:  escrivirme  algunas  más  vezas,  y  que  lo  sepa  mi  dama 
con  tiempo  para  tener  nuevas  de  ella  y  de  quien  ella  me  las 
dará:  que  quándo  partirán  correos,  nuestro  Antonio  lo  dirá,  á 
quien  devemos  todos  mucho,  señaladamente  D.n  Rodrigo  y  yo. 
Ge  lo  conozco  y  se  lo  agradeceré  algún  dia,  si  Dios  fuere  servi- 
do. Él  dé  á  Vm.  quanto  yo  le  deseo,  y  que  nos  veamos  en  la 
casilla  del  amigo  en  mucho  contento,  tras  nuevos  mejores  años 
para  todos  que  ha  sido  para  mí  el  de  77. — De  Lucemburg  á 
primero  del  mes  y  año  de  78. — D.  Jíian  de  Austria, — Al  ¡Ilus- 
tre Sr.  D.  Rodrigo  de  Mendoza,  en  su  mano.» 


Del  mismo  al  mismo. 

«111. «  S.°r:  Muy  buen  principio  ha  dado  Dios  á  esta  su  causa, 
pues  ha  sucedido  lo  que  se  verá  más  á  lo  largo  por  la  relación 
que  imbio.  Al  fin  ella  ha  sido  una  rota  (2)  de  estimar  por  todas 
vias;  porque  demás  de  la  importancia  de  ella,  que  es  quanto  se 
puede  decir,  si  es  ayudada,  fué  cierto  lo  más  sin  confusión  y 
con  el  mayor  orden  en  todas  partes  desde  el  principio  hasta  el 

(1)  Alejandro  Farnesio. 

(2)  La  batalla  de  Gembloux. 

36 


-  5««  - 

cabo,  que  le  ha  visto  mucho»  diai  há«  MQ<|«i  i 
paleó  ai  to  tonia  fUM»  patquo  en  oom  dt  «w  qoál  «üiét  y 
quál  queda.  Coa  todo,  00  lo  «««airee  irá  ooa  eonde  «b  BMaof 
coa  taote  mejror  ooaeidanctoo  petaeoipeierooe.  Afoim  qoedo 

tn  vidorie,  y  arf  ee  ooe  vea  diado  yeLobeinM,  TiltoMa  y  ottM 
plaxai,  eatre  lee  qoecrao  tere  Mahnet;  y  yo  me  peitiré  deoM- 
ftaaaooo  loqoepaeda  jootar  degeoleyartáUoriaádaroieefe 
á  loe  qoe  ee  nos  eatref»,  calor  y  eeimldes  á  Octebio»  qoe  lo 
aads  trataodo  de  paite  á  oüa  con  la  m^ror  psfls  de  úxaba- 
Ueria,  y  ánodo  á  lo  qoeee  tiene  duro,  y  ieñslaitaBiMUs  á  Bru- 
selas, que  1«  tieoe  grandfámo,  y  ooo  fasaa«  porgas  todoe  gri- 
tan: ¡ttl4,  éUéJ  y  yo  me  iadioo  tiinhieii  alM«  eaaqoe  el  tÍHMM> 
y  oraainaes  susien  eer  y  eoo  steropss  los  mejoiee  y  osee  dertee 
cioos^ieros.  Dioe  lo  guie,  como  lo  ba  gioando  lodo,  que  si  era, 
si  vo  qoe  ee  «yoda  II 4  quiea  el  mimo  Oioe  epdb  tanto,  y 
si  00,  fampoco  «segure  siao  k  peaa  de  haver  eollMio  el  kbor 
qoeH  aoedebe.  Harto  lo  digo  y  arto  coovieoe  craenoe.  MocIm 
deeeo  que  Vm.  «se  «ecriva  lo  que  eosoa  por  allá  de  esta  rota, 
porgas  oonso  eá  loa  gentes  que  pisea  loe  lodoe  de  eea  corte,  no 
dudo  sino  que  juagsrán  le  que  de  la  batalla,  sin  que  la  iabidia 
de  loe  unos  y  el  no  eataoderio  do  los  otros,  lee  doM  oeoside 
rar.  Que  aun  en  les  cosos  ordinuries  ee  diceqoeqoiea  no  aveo- 
tura  no  há  ventura;  pero  esta  verdad  tanto  toé»  ee  podeioes  y 
cieruen  la*  coeas  de  las  amee  que  eaáetaeedoadeaoee  con- 
quista si  no  se  pelea.  Al  fin.  deede  seentadoe  y  seguios  fictl 
es  ei^renar  al  mundo;  pero  vengan  por  acá  eeos  ooooaee,  del 
que  ellos  hablarán  otro  Ut(n;  y  dígalo  assf  de  mf  parte  y  de  la 
soya  á  los  que  y  «doode  viere  oooveair. 

La  priesa  y  el  dar  despacho  áteataa  cosas  no  roe  deja  decir 
más.  ni  aun  eecrivir  otra  de  mi  maao  qoe  á  S.  M.  y  á  loe  ami- 
goe  secretarios;  párese  bien  escusado.  Estoy  y  devo  estarlo  en 
lo  venidero,  pues  apenas,  apenas  puedo  ni  podré  raecarn»  la 
cábese,  y  si  algún  gran  espitan  dixera  á  esto  que  no  hada  ál 
así,  respondiera  jro  que  por  eso.  etc. ,  y  que  en  sa  tiempo  ss 
acabó  lo  sobrado  que  tanta  fiilta  hace  co  el  presente. 

Octabio  anduvo  coa  la  cabaüeni^  UQ  Mfsn  y  cuotdagieote,  y 


—  563  — 

quando  convino  cerró  tan  determinadamente,  que  visto  la  de- 
terminación de  Vm.,  sobre  la  qual  tengo  ya  respondido  más 
largo,  y  creo  que  lo  hice  á  i."  del  pasado,  escrivo  á  S.  M.  que 
le  dé  en  propiedad  este  cargo  que  le  havia  dado  yo  por  provi- 
sión: de  que  es  bien  estar  advertido  para  que  por  su  parte  ayu- 
de á  esta  demanda,  desistiendo  de  ella. 

A  nuestro  Orgacio  me  encomiendo  muchas  y  muchas  veces, 
de  quien,  hallándose  ay,  será  también  ésta,  y  la  comisión  de 
defender  conviniéndolo,  que  con  agradecerse  y  mostrarse  ser- 
viria  harto  más. 

A  mi  dama  beso  las  manos,  y  no  la  escrivo  porque  cierto  no 
puedo  escrivirla.  Su  hermano  se  halló  en  el  encuentro  y  muy 
puesto  en  merecer  perdón  y  olvido  de  lo  pasado,  y  así  lo  está; 
queda  sano  y  bueno,  como  los  demás,  porque  no  sé  si  de  nues- 
tra parte  llegaron  los  muertos  á  cuatro  y  los  heridos  á  quince, 
y  de  la  del  enemigo  fueron  bien  más  de  cinco  mil,  y  quizá, 
quizá  quinientos  los  muertos  y  presos.  Hízolo  Dios,  y  suya 
sola  fué  la  jornada,  en  tiempo  que,  á  no  hacerse,  á  estas  oras 
muriéramos  de  ambre  embueltos  en  otros  cien  mil  peligros. 

Al  Duque  escrivo  y  envió  una  relación;  va  con  ésta;  désela 
ó  imbiésela  Vm.,  y  avíseme  del  recivo  de  otra  que  le  escriví 
quando  fué  la  que  digo  arriba.  Con  tanto,  adiós. — De  la  aba- 
día de  San  Arjenton  á  7  de  Febrero  de  1578.» 

XI 

Del  mismo  al  mismo. 

tHame  escrito  el  secretario  Antonio  Pérez  lo  que  S.  M.  ha- 
bía hecho  sobre  el  Adelantado,  y  que  se  havia  resuelto  de  ayu- 
darlo muy  de  ueras,  y  yo  aseguro  que  el  mismo  Adelantado  no 
se  ha  holgado  más,  porque  me  daua  ya  mucha  pena  ver  la  tar- 
danza desto.  Deseo  sauer  que  esté  acauado  de  cumplir  y  qué 
es  lo  que  me  toca  á  mí  para  ayuda  dello,  sobre  lo  qual  he  res- 
pondido á  nuestro  Antonio  y  escrítole  que  se  me  auíse  de  los 
oficios  que  he  de  hazer  en  Roma,  pero  que  querría  fuesen  cu- 


-564- 

biotot,  por  U  conakkTicioo  que  d«uo  á  Ib  amtftad  aatígiíA 
<te  k  d«  Riela.  BtcrfvaaM.  poai^  Vm.  tobn  lodo,  j  (|hmIo 
tmríon  q«e  á&ck  eem  qM  le  «ele  bien,  no  tarde  tanto  en  ha- 
cerlo, ei  OM  ea.  eomo  le  aojr.  amifo. 

La  moerla  de  D.  Diefo  (t)  he  eaotido  como  quieB  le  qne- 
rU  mucho  y  coooda  lo  que  ya  Al  fio,  «a  i 
re.  ato  que  llegue  á  haber  en  ellaa  la  guerra  qoe  i 
m  áüa.  Ttefüo  Dioa  eo el  cáelo,  que  if  croo  iMdri,  m  nm- 
rió  coa»  me  dtseo.  de  que  he  holfMlo  harto,  poiqw  «uta  que 
lo  auia  meMüar,  ai  no  havia  mejorado  alfo  la  oetieaciB. 

Em  pKflio  qoe  va  pera  mi  dama  ae  la  licomiando  x  que  le 
reeíha  aifHO  eo  •■  aauo.  So  hennaoo  ha  vuelto  á  haoor  om 
f.oecawlada,  potqoa  acordó  de  dar  uo  eaadaleraao  á  otro  ata 
níiáa  |iiO|iiailo  qoo  tanto,  y  aarf  ae  á  hofdo,  f  eávidolo  yo  wá» 
de  aaia  dlaa  daipaao.  Bl  darto  no  ai  para  aagatr  eatoa  peeoe,  ni 
eataa  peana  para  tf,  porqaa  obligaría  á  cortiraaloaá  coda  nno. 
Croo  qoe  aa  abci  rocovido  In  qoo  oacrinf  de  S."  Arjenlon  ao- 
bro  la  Vitoria  qoe  Dioa  ooa  haína  dado.  El  miM»  Dioa  aooo 
quál  qnedo  de  hallaraaa  tan  en  ertnnw  impoaihililido  de  no 
pruiagnir  con  ella  tan  adelante  quilo  m  podBera,  ú»  oon  anar- 
OM  oreydo  tanto  ha,  me  hvfaíera  S.  M.  proreydo  como  convo- 
nie;  que,  á  eatarlo,  yo  aoagoro  qoa  Bruaalaa  foen  anya,  y  con 
ella  la  mayor  parto  deetoa  payaea;  pero  han  hecho  en 
y  atif  ae  ponen  á  defandáraenoa  vioocaa  d«  nonada,  y  de 
ñera  que  ooe  hacen  coetar  aancto  de  gante  honrrada;  y  aarf  iai- 
bio  á  Moa  do  Vttti  oon  eato  deipncho  para  oertar,  eo  no  fid- 
tarme  com  por  hacer,  y  que  entieoda  S.  M.  lo  que  peaa  y  le 
cumple,  y  entondamoa  lo  que  ordena,  porque  andar  an  una 
mia  que  firme  y  ayudada  reeoludon,  ee  le  aeguiña  derto  lo 
que  le  escriuf  y  dirá  mié  lergo  Roblea.  Al  raiamo  me  toarito, 
que  lo  dirá  también  á  Vm.;  mea  por  aaeor  de  mí,  qoe  ato  la 
regale  y  OMto  4  S.  M.  quando  tratare  de  hablarle,  porque  ea 
uM  paria,  ctcito.  Llena  cartea  pan  S.  M..  Ar^ofaiapo  y  Velas 
«obre  lo  qoe  yo  dexé  empoyedo,  y  en  la  initraocion  capftulo  a»> 
ñalado,  en  que  se  le  manda  que  con  todoa  haga  loo  o6cioa  que 

(i)    Un  hermano  de  O.  Rodrigo. 


-565  - 

le  dixere  y  concertaren  los  dos;  pero  quisiera  yo  hartó  más  no 
remitirlos  á  otro  que  á  mí  propio,  pues  tanto  lo  es  lo  que  tan 
de  cerca  toca  á  Vm.  Yo  quedo  bueno,  bendito  Dios,  y  no  es 
poco,  según  lo  que  trauaja  el  cuerpo;  pero  principalmente,  se- 
gún lo  que  padece  el  spíritu,  que  es  lo  que  obliga  el  miserable 
mundo  presente,  enemigo  mortal  de  los  pobres  ausentes,  y  tan- 
to, que  diz  que  auéis  de  dar  disculpas  de  seruicios  muy  leales, 
ó  que  no  llegan  á  serlo,  si  no  os  dexáis  prender  y  perder  como 
una  bestia.  Así  me  dicen  que  no  falta  quien  diga  por  allá  que 
quando  me  uvieran  prendido,  ¿qué  se  perdia'ó  importaua?  Vén- 
gase, pues,  por  acá  el  que  tiene  tal  opinión  contra  lo  que  5'o 
pensé  que  me  hera  amigo,  que  por  lo  que  evitará  para  sí,  cono- 
cerá lo  que  he  de  hacer  3^0,  que  no  evitaré  peligros,  sino  los  vi- 
les, ni  supe  nunca  apartarme  de  otros,  y  si  viniese,  lo  veria 
quigá  á  su  despecho  el  que  de  lexos  condena. 

Yo  no  creo  podré  escrivir  al  Duque.  Sea  también  ésta  para 
él  en  tal  caso,  y  que,  por  amor  de  Dios,  le  pido  que  miren  en- 
trambos hermanos  que  con  el  tiempo  se  pasa  todo,  quando  an- 
tes no  se  ganó  en  lo  que  se  desea,  y  conviene  que  le  ganen  allá 
en  el  efetuar  lo  que  tan  bien  está  á  todos,  y  que  se  acabe  ya  el 
casamiento  para  descanso  de  ellos  y  satisfacción  de  sus  ami- 
gos, sin  esperar  más  algún  agidente  que  traiga  mucho  que  arre- 
pentimos. Endustrien  á  Mos  de  Villi,  que  de  mi  parte  hará  lo 
que  se  le  dixere,  puesUeua,  como  digo,  cartas  y  comisión  para 
ello. — Nuestro  Señor,  etc. — Desta  abadía,  junto  á  Tilimon,  á 
23  de  Hebrero  1578. — D.  Juan  de  Austria. 

Mos  de  Villi  lleua  la  copia  de  la  que  escriuo  á  S.  M.  con  él. 
Sobre  lo  que  toca  á  Vm.,  diga  que  se  la  amuestre  para  que  con- 
forme á  ella  negocie.» 

XII 

Dd  mismo  al  mismo. 

«Hallóme  con  las  de  19  de  Marzo  y  4  de  Abril,  y  con  tan 
corto  tiempo  para  responder  á  ellas,  que  apenas  le  he  traydo 


-  566  - 

•■  hftftoi  dÍM  qoe  há  que  ando  <Wtp>rhMKlo  mtt  oorrao  ptra 
finMrloqntl»  dt  ata»  tfHMu  qat  «•  lodo  ó  loaiispara 
do  lo  poco  qot  dki  «B  éHa,  Mfá  b  prioMro  b  mocho  qot  íím- 
to  la  vaUúm  OMMVto  do  Bocobodo,  y  qoáoto  más  tiatvio  que 
ao  w  avorifoiM  do  dtedo  ha  adido  iMtta  oMidid,  porqoo  dar» 
to,  damAado  qoo  on  ol  qoa  havia  oataaMr  al  ainricio  de  S.  If« 
pam  lo  qm  oauMilaba,  le  deria  yo  iofiaito,  y  he  perdido  ea  ea- 
üORMioa  «a  ftaa  deaoaaao,  y  aoa  creo  qoa  al 
Tlaipyo  Dioa  ea  al  cielo»  y  á  nf  rae  deecidm  qpñéa  lo 
qae  de  haierie  pite  do  á  Van.  ao  lo  dado,  poee  et  biea  Beoo- 
bedo  parteo  qoa  te  deaaaidafaa  coa  él»  por  lo  caía  loca  á  uú 
creo  qaa  lo  hafacA  hacho  oea»  laa  ••  wadadew»  y  fmade  aaii- 
go.  Pluguiera  A  Diot  que  viera  yo  el  táea^woa  qaa  av  hado- 
lao  el  jtt«a  aatra  eatiainboe,  qae  yo  fio  de  qoo  laaallaiá  pao 
para  todo  el  ato  y  aoa  pin  loda  la  ñda  por  kmii  qoo  fa— . 
On  ealo  ee  acabó,  gloria  A  Dioa  por  lodo. 

Eacrivo  A  niiaain  Aaloab  aobie  lo  de  lee  cabaUoa  y  joyaa; 
allA  lo  TorAa  y  tatarAa  loe  doa,  qae  A  eu  roeolacioa  a»  feiai- 
tOi  BiadaraaodogQRa  filao  «na  qaa  aeíA  aray  baeaopaia 
qoíhi  aalea  beade  y  oaaMiAa  lo  fiao  que  paada  coaamatow  A 
lodenAa  de  ene  cartea  no  poedo  reepooder  efon  iiao  que 
bato  A  aá  daoM,  qae  if  baaaria,  A  fe,  awaoa  y  oabaaa.  j  qoo 
00  padiaado  y  UagfadeaM  la  foapaeila  da  la  qae  Uebé  Soblea, 
la  daré  yo  A  aqoAhí  y  A  aaloCna  que  viaieroo  coa  la  do  loe  19. 
AcA  ee  padece  lo  qae  aavo  Díoe  y  lo  rodva  ea  aenrioéQ,  por- 
que A  pora  fbefia  de  hooabree  y  do  trafaajoe  ee  ha  Uafado 
adoode  ee  ha  paeado  A  lo  poeible,  ee^m  lo  coo  que  om  hallo; 
lo  que  ao  puede  io^goraree  ya,  ai  ano  maolaoeilo  ei  00  eoy 
loAa  y  floAi  eyadado,  y  aeef  tnygo  aota  loa  ojee,  qae  acabado 
el  enemigo  de  r^uicerae,  que  eerA  presto,  que  noe  ha  da  eer 
fuerxa  bolber  á  ooavatir  000  graode  deeabeotaja  oueetra,  ó  que 
por  lo  roeooe  no  harunoe  oeda  en  lo  qoe  aoe  queda  del  Ten- 
no,  que  ea  ea  oetoe  paiaee  la  seaoo  de  la  guerra,  porque  antes 
de  r^brxer  ot  ea  so  maao  eeeoger  lo  bm^ot,  y  deqmes  estor- 
benoe  que  noe  qoedomoe  eolameote  con  lo  qoe  se  ha  gaoedo 
iMoa  diaa,  y  aua  coa  eao  A  gran  peaa.  Da  S.  II.  ea  y  aoBMi 
todoa,  ioyo  serA  tambieo  lo  qaa  te  fumo  ó  perdieio,  lo  qao 


—  567  — 

acahecerá  en  conformidad  de  la  resolución  que  tomare;  pero 
jugar  á  lo  cierto  lo  tengo  por  mucho  mejor  que  remitirlo  á  so- 
lamente milagro  ó  á  lo  imposible  de  los  hombres,  pues  si  un 
dia  se  ve,  otro  cuesta  caro  ha  ver  confiado  siempre  en  ello. 

A  Mos  de  Villi  espero,  ó  á  quien  me  diga  lo  que  se  hace  y 
ha  hecho  en  los  negocios  de  Vm.  Escríbamelo,  por  su  vida,  si 
tardare  el  dicho,  como  lo  creo,  y  lo  demás  que  me  tocare,  para 
que  los  acabemos.  Al  Duque  escribo  de  mano  agena,  que  de 
la  propia  no  es  posible.  A  nuestro  Orgacio  tampoco  puedo  res- 
ponder más  de  que  le  prometo  que  no  deseo  menos  de  lo  que 
puede  desear  lo  que  me  escrive  en  la  de  18  de  Marzo;  pero 
que  para  ello  y  lo  demás  que  se  encaminare  á  este  nuestro  de- 
seo, veo  que  es  fuerza  de  presente  remitirlo  al  tiempo,  que  nos 
ha  de  aconsejar  allá  y  acá  á  todos. 

De  buena  vida  no  trato,  porque  si  la  tube  ya  no  la  conozco, 
sino  la  peor  y  más  llena  de  trabajos  de  espíritu  y  cuerpo  de  la 
tierra,  aunque  de  cuatro  dias  acá  que  estoy  aquí  se  pasa  á  ra- 
tos mal  con  mal;  mas  ella  bolberá  á  su  carril  de  aquí  á  dos 
que  me  buelbo  sobre  Felipevilla,  sabe  Dios  con  quánta  más 
necesidad  de  tomarla  que  recado  para  hacerlo;  pero  él  nos  ayu- 
dará, pues  nosotros  nos  ayudamos  lo  que  no  digo  sino  porque 
lo  puedo  decir. — De  Namur  á  3  de  Mayo  78.» 

XUI 

Del  mismo  al  mismo, 

«Quatro  ó  cinco  dias  a  que  receví  la  de  g  de  Abril,  que  ha 
tardado  harto  á  esta  quenta.  Tengo  poco  que  decir  en  respues- 
ta della,  y  menos  tiempo  para  hacerlo,  pues  me  tiene  á  mí 
S.  M.  muy  más  apretado  que  le  pudo  merecer  nunca  ningim 
christiano,  aunque  fuese  de  los  malos  que  se  usan  agora;  pero 
merézcoselo  mucho  menos  yo  que  ningún  otro,  pues  jamás  tu- 
bo voluntad  tan  suya  ni  hombre  tan  dispuesto  para  ser  apoya- 
do donde  quiera,  como  se  conoce  en  cada  mínima  ocasión;  y 
como  junto  con  esto  todas  mis  obligaciones  para  dar  la  cuenta 


—  568  — 


qtM  á&90  da  mis  McéPUM  y  mt  «m  pMito  moy  á  peligro  de 
darU,  iafaliot  dt  poro  «baadoMMlo,  etloy  o»  nsoa  may  •■•• 
tido,  MbMOtdMaásqMOOofiocoDiotqtMlMdehaoerloqM 
•mIa,  quedaré  diacolpedo  aots  da  él  y  el  mondo  da  • 
o,  mhkmán,  como  «aban,  qtia  tiat 

y  tnfa^  m»  tímoe  ooo  lóloa  lo  6  la  mil 
y  5  mil  cabalk»  para  wii^anfii  da  14  mil  y  40  mtl  infcniaa, 
ik  «I  «Mfo  aBMB^  qna  OM  aala  aforada  Fnaek  (1),  dama- 
sm  Qaaailoy  Immm  poc  todoa  Itdiia;  y  ami 
ai  aa  qua  00a  nmitimoi  á  aoloa  milagioa  da  Dioa»  j 

laamaiado,  y  qoa  pom  ooaa  loa 

M  aa  obli^do  á  haoarlo.  Si  qaiaioa  qoa  yo  loa 
Imw^do  poado.  poiqaa  al  flúamo  Dioa  ma  hiao  homlwa,  y  bo 
Aoftl  ai  iaalo;  y  ami,  ao  ofraaoo  aioo  lo  qna  ooow  tal  podré, 
qpaoafáalÜAdarooo  la  cabaaa  aa  laa  aapadaa  da  oaartroa 

é  probar  á  ffoaapar  por  alloa,  palaaado  cada  ooo 
da  ooaotroa  coo  qtutro  da  aUoa.  Y  créaoM.  S.»  O.*  Rodrífo, 
qoa  ao  aa  oMdo  da  daeir,  aiao  vardad  qoa  coatará  caro,  ai  Dioa 
laianla  aa  mano  da  awaauuiibor.  VaaaMa  ao  ul  caao  qoé  ha- 
brá fuiadoS.  M.  oon  pardarnoa,  y  qoé  habré  perdido  yo,  pum 
ao  lüté,  como  00  fiüburé  darte,  á  U  menor  da  ana  obUfacio- 
naa.  Pwoiaaiéntome,  eotraunto,  que  tolo  para  ral  Cdtea  paita 
siquiera  de  aqueUoa  exercOaaoa  que  eobraroa  aquf  para  traer- 
me á  mf  al  pobre  eetndo  eo  que  tn«  tieoeo.  Mae  doy  fmdaa  á 
Nuaetto  Seftor,  que  aw  ha  dado  un  pacho  OMyoompneMo  pan 
paaar  por  eeto  y  para  aquello;  coo  lo  qoal  no  me  ahofwé  en 
tanu  agua  haata  que  ee  coovieila  eo  pora  aai^ra.  Ora  beata  lo 
dicho  por  eita  v«»,  da  dónde  ee  poede  aacar  lo  roáa  y  más  que 
no  digo,  mayormente  remitiéadome  á  D.*  Akmao  Sotomayor 
ea  mucha  parte  dello  que  ae  podrá  decir,  el  qual  va  con  mi  61* 
timo  deacargo.  porque  lleba  el  protesto  de  lo  que  me  aooadio- 
re,  no  por  culpa  mia  ai  coo  pena  alguoa,  puea  aoy  yo  el  aobra 
quien  llueven  laa  patrochadas  de  todoa. 
Al  Arfobiapo  escrtvo,  haciendo  lo  que  Vm.  me  dice  aa  m 

(1)    El  Duque  Je  At«ofoo. 


—  569  - 

carta,  que  es  agradecerle  lo  hecho  y  encargándole  muy  de  ve- 
ras lo  por  hacer.  Y  lo  propio  digo  por  nuestro  Conde,  pues 
está  en  el  mismo  caso  con  los  negocios  que  tiene  con  él,  á  quien 
escribo  la  que  ba  con  ésta,  remitiéndome  en  lo  de  acá  á  ella, 
por  ser  de  los  amigos  con  quien  huelgo  descausar;  y  por  no 
poder  alargarme  tanto  en  aquella  conformidad,  irá  también  con 
esta  otra  que  trate  de  lo  de  mi  pasada,  que  irá  tal  que  la  pueda 
mostrar  y  hacer  el  oficio  que  dize,  de  lo  que  holgaré  yo  mucho, 
porque  antes  la  vea  quemada  que  meta  por  mió  más  el  pie  en 
ella,  aunque  me  haga  Dios  otra  vez  cortesano  de  asiento,  li- 
brándome de  soldado  de  los  de  tiempo  tan  infelice. 

Espero  los  caballos  con  harta  nezesidad  de  ellos,  porque  los 
mios  se  acabaron,  con  haver  dado  los  buenos  y  embejezido  los 
quQ^e  han  quedado.  El  de  Vm.  deseo  ya  ver,  pues  será  sin 
falta  aún  mejor  que  me  le  pinta,  de  quien  creo  seguramente 
todo  lo  que  me  dice,  pues  puede  creer  de  mí  que  le  merezco 
quanto  no  sabria  encarecer,  por  lo  que  le  quiero  y  deseo  el  bien 
de  todas  sus  cosas.  Al  Duque  no  escriviré,  de  mi  mano  á  lo 
menos,  por  lo  dicho  ya  arriba;  sea  por  amor  de  mí  esta  suya, 
porque  vea  quál  está  éste,  su  mayor  amigo,  y  quán  justamen- 
te se  resolverá  antes  á  meterse  en  una  hermita,  que  volver,  si 
escapo  de  ésta,  tras  tantas  de  que  me  ha  Dios  escapado,  á  ser 
yo  el  que  tenga  tan  á  riesgo  al  mismo  Dios  su  christiandad,  á 
mi  Rey  sus  Estados  y  á  mí  mi  honra,  que  tanto  y  tantos  tra- 
bajos me  cuesta.  Todo  lo  qual  cuelga  agora  de  mi  pobre  hilo 
que  está  en  mis  manos,  aunque  mi  honra  se  salbará  en  qual- 
quier  suceso,  pues  con  ayuda  de  Nuestro  Señor  ninguno  habrá 
que  la  ofenda.  Pero  duéleme  lo  demás,  como  christiano  y  cava- 
Uero  obligado  á  dolerme  destas  cosas,  quando  bien  me  halla- 
ra tan  lexos  dellas  como  los  que  las  juzgan,  y  quizá  no  temen 
ni  se  curan  de  lo  que  digo. 

No  sé  si  me  queda  por  responder  en  algo.  Sí,  deve  de  ser, 
porque  no  quiero  bolber  á  sudar  tercera  ó  quarta  vez  en  leer 
letra  tan  inlegible.  Del  juego  de  cañas  tengo  nuebas,  y  no  digo 
embidia,  porque  no  la  tengo  cierto,  sino  lástima  al  tiempo  que 
corre.  Dios  le  mejore  lo  mucho  que  es  menester  y  me  guarde 
á  Vm.  como  deseo,  acordándole  que  con  menos  ocupaciones 


me  «cm«  maoot  wat  qm  le  «•críiro. — De  jaaio  á  TiUmm 
á  so  de  Jolio  (1578],  y  eittMlliiiBÉedevaaNe. 

P.  D.  Aouade  i9.qiMbiivkre(ÍTÍdoaalee»ee  ■naol- 
bidedp  de  reepooder,  y  acora  00  puedo  oi  aim  eeoibir  mm  le- 
tra mét.  de  qm  emro  eele  pUefo  vfipera  de  SeoHego.— Dea 
7«ea<d«  ilMiárM.»<— (Sobraecrito:)  «Al  lUoelra  Seftor.  al  SeAor 
D.  Rodrigo  de  Meeídogí»  eo  oa  mano.-i'-Saplko  á  V.  S.  rae 


XIV 


«m.*  S.«^  Del  peUfpaeo  eetado  da  lo  de  acá,  f  qate  nia 

lio.  trae  haUanM  fodaado  de  alloa.  Ma  naallo  i  D.  Alooio 
de  botoonafor,  poee  be  á  alifitme  de  eeta  carga,  ooa  decár 
allá  de  mi  parte  que  tras  no  ose  baver  ítnadMin  diligiiicls  por 
liaeor  ai  trabajo  por  passr,  rae  ilsii  sign  dslaals  da  Miisirio 
SeAor,  da  S.  M.  y  todoel  naodo.  de  lo  qoeeotáas  aparisMia 
da  wwsdsr  á  eeta  ea  agáicito,  que,  aaayie  paqusta,  aa  al  qae 
«MtiaM  la  cbriatieadad  y  eos  astadoa.  Yo  bíea  si  qoa  eom- 
pHrá,  como  be  eomplido  toda  aá  ñák,  huta  coo  la  asaaor  de 
pero  M»  eé  oóoM  querrá  tonnr  Dioa  al  cos- 
ía aas  saemigos  y  los  qos  le  basUsa  csda  día  SesfBa 
aprieto  á  los  dstesores  da  sa  boom.  El  ooe  ayuda  y 
hroraaca  iiaesno  basa  áaiaio,  qae  ee  eólo  lo  que  tanamoe  par 
Doaotroe,  digo  ablaado  da  lefae  abajo.  Yo  qaedo  ooa  salad, 
si  bisa  arto  trabajado  en  procurar  dar  te  anata  de  orf  esia  vn 
qae  bá  intwtt!— '  junto  con  lo  didbo  om  boara,  te  cual  saHra- 
réyoeolodotiampoyceeoe,paeenoaelaltará,  cQaMdigo,ea 

nada  de  lo  qos  si  tiempo  y (1)  de  este  goem  ose  aMífi» 

isa.  Mas  so  aseguro  lo  imposible,  ni  dosto  qaisro  decir  olio 
de  lo  que  |Mdamoe  á  Dios,  qos  te  toca;  assf  se  lo  suplico  yo  y 

(1)    En  bisoco. 


—  571  — 
que  me  ayude  á  mí  quando  tanto  y  tanto  lo  há  menester  quien 
tíene  el  peso  que  se  me  ha  puesto,  y  sólo  buen  deseo  y  ánimo 
para  llevarle  adelante.  Seré  brebe,  porque  no  puedo  más,  y 
diré  solamente  que  de  la  merced  que  me  escrive,  S.  M.  tendrá 
cuidado  de  hacerle.  Estoy  muy  contento,  pues  no  dudo  de  que 
la  rezivirá,  mayormente  con  que  sé  que  tiene  Vm.  un  buen 
amigo  en  el  Arzobispo,  y  assí  conviene  agradecérselo  mucho, 
á  quien  escrivo  yo,  pidiéndole  que  lo  acuerde  á  S.  M.,  como 
espero  lo  hará  por  no  faltar  en  nada  á  ninguno  de  sus  amigos. 
Y  porque  he  entendido  que  desea  tener  la  que  era  mi  posada, 
holgaré  infinito  verle  antes  á  él  que  á  otro  en  ella,  porque  de- 
ve  ser  mejor  que  la  que  tiene,  aunque  no  tal  como  se  la  deseo. 
Si  para  esto  fuere  menester  hablar  á  S.  M.  ó  hacer  otra  qual- 
quiera  diligencia,  hágala  por  amor  de  mí,  porque  deseo  de  ma- 
nera que  entre  en  ella,  que  sólo  para  darle  mi  parte  quiero 
tener  la  que  tenia,  pues  para  otra  cosa  la  he  dejado  ya  de  todo 
punto,  desde  que  quiso  nuestro  Antonio  recojerme  antes  en  la 
suya  que  verme  en  la  calle.  No  sé  si  está  todavía  en  esotra 
D."»  Rodrigo  Manuel;  mas  trocando,  quedarán  mejor  acomo- 
dados entrambos,  pues  no  será  uno  solo  el  que  lo  estará. 

He  sentido  mucho  la  muerte  de  D.°  Pedro,  porque  cierto 
me  era  muy  grande  amigo  y  honradísimo  caballero;  ha  perdi- 
do S.  M.  un  buen  criado;  pero  creo  que  le  tiene  en  el  cielo,  á 
donde  está  mejor.  Llévenos  Dios  allá  á  todos;  pero  confun- 
damos antes  á  estos  herejes  traidores,  tan  puestos  en  confun- 
dirnos á  nosotros.  El  de  Alan9on  arremanga  sus  faldas  para 
ser  con  ellos;  pero  no  fuera  él  quien  es,  ni  yo  sea  quien  soy, 
si  no  le  escriviere  y  mantubiere  que  es  un  hombre,  ni  digno  de 
llamarse  caballero  ni  príncipe  honrado,  si  es  verdad  que  hace 
las  obras  de  que  dan  á  uno  fe  dello;  y  si  respondiere  lo  contra- 
río de  palabra  solamente,  mentira,  á  que  prevengo,  porque  es- 
crivo claro.— De  junto  á  TUimon  á  20  de  Julio  1578.» 


—  57«  — 


Núm.  2. 

D.  Jütrn  dé  AmMñ  á  Dtém  ÜMgiélmm  4$  ÜUom^  mmim  ék 

D.  Lms  QmjadM  ft). 

(Afoito.  1570.) 


•Stftonu  fitn  Im  wwrt  <!•  Vou  por  •!  fuiitilft  oim  i 

dt  ntpoodw  íím^''*  ^ '"^  ^'"^^  ^1**^  ^  P***^*?^  pon|vilo 
Jmo  por  tibcr  á  b  eoBtmiM  do  U  «üod  jr  «ümÍIo  ¿m  Vak-,. 
No  hay  qoo  dudar  «ao  qM  las  ooMi  «otáa  do  «Mi 
lo  la  parMNMdotanaba 00 «opilólo»  ooolroaMltfacevol«< 

<|Ba  OB  todo  ia  ha  da  prooadar  acguo  loa  iMaipoa  ootfiMB* 
Sukiuaolo  aerta  yo  porfiado  oa  caao  qoa  om  qniiiaiw  ¡aviar  á 
Fkadaa,  á  doada  por  oor  taa  lowo  no  vm  coofiapa  ir,  y  taa* 
hiaapor  ao  aar  á  mi  propáailo  la  qeiatad  da  aqaal  pafa.  Por 
cartas  da  analfoa  qaa  poadaa  taaar  alguna  íiHolifBrii,  haao- 
taadido  qoa  aa  trata  da  qaa  la  Plriaoen  vaya  á  aqoaUa  tierra,  y 
ooa  aUa  al  Doqoa  da  llodinacaM.  No  lo  he  juigado  por  daa- 
propóatlo:  ao  ai  n  lo  caota  al  daaeaílo;  ciarto  yo  creo  tena  lo 
oiáa  acortado.  Dioa  lo  hafa  aaf .  Eita  oagra  ga«ra  no  oa  aúa 
a«T*f^*!  poro  oüá  á  aolB  hora  en  tal  estado  que,  ti  nnoroa  ha* 
PMMOS  ao  se  revuelven,  lo  que  para  aá  hay  qaa  hacar  podría 
aar  acabado  á  lo  nr.ás  Uufo  por  todo  Octubre.  Deaéolo  tanto, 
qoa  aun  víalo  dodvia  dello.  Dioa  lo  haga,  que  á  mf  lauto  bien 
BMaalaria.  Ahora  ha  ladbido  ana  letra  de  S.  M.,  deaaanao, 
aa  qaa  me  dice  U  aecoaidad  qoa  da  mí  tiene  psra  aolo  da  la 
Liga  y  otras  cosaa.  Creeré  lo  que  viere  en  todas  ellaa.....  Dí- 
oeme  Vm.,  hacttedomela  muy  grande,  que  mire  lo  que  hago, 
por  tener  ahora  todoa  puestos  en  mf  loe  ojos,  y  que  no  asa  taa 
galán,  sino  que  antes  evite  todas  las  ocasiones  de  que  podria 

(1)    Pé^ks  Í9  /émuif  toooo  7a.  ^Academia  de  la  Historia). 


—  573  — 

ser  dañado.  De  nuevo  beso  las  manos  de  Vm.  por  la  que  me 
hace,  de  lo  qual  le  suplico  que  no  se  canse.  A  esto,  Señora, 
respondo  con  la  pura  verdad,  de  que  soy  tan  amigo,  que  doy 
á  Nuestro  Señor  infinitas  gracias  desde  que  mi  tio  y  padre  (i) 
me  faltó,  he  procurado  siempre  vivir  como  ausente  de  quien 
tanto  bien  me  hacia,  y  así  creo  que  no  me  he  gobernado  tan 
mal  ni  trabaxado  tan  poco,  que  considerado  esto  haya  quien 
afirme  lo  contrario.  Galas,  aunque  bien  quisiera  usarlas,  el 
trabaxo  de  nueve  meses  de  campaña  no  diera  lugar  á  destruir- 
me, quanto  más.  Señora,  que  no  todos  los  tiempos  y  condicio- 
nes son  unas,  antes  veo  que  en  gentes  de  razón  y  no  brutas 
se  mudan,  juntamente  con  la  edad;  si  otras  hay  en  el  mundo 
que  para  decir  mal  travan  de  que  quiera,  no  me  espanto,  que 
de  Dios  dixeron  y  murmuraron,  y  aun  Vm.  me  escribe  que 
liega  esto  á  tanto,  que  ni  de  mí  ossa  preguntar:  de  manera  que, 
en  cuanto  á  esta  parte,  los  santos  no  viven  seguros  de  las  vexa- 
ciones  de  este  mundo,  en  el  qual  procuraré  de  regirme  lo  más 
conforme  al  parecer  de  Vm.,  que  j'O  supiere,  á  quien  suplico 
me  guarde  siempre  un  oido,  porque  á  nadie  quiero  ni  debo 
satisfacer  tanto  como  á  quien  debo  la  crianza  que  en  mí  hizo 
y  el  estado  que  agora  tengo,  que  esto  reconoceré  yo  aun  en 
la  sepultura.  Suplico  á  Vm.  perdone  discurso  tan  largo,  pues 
las  invenciones  deste  siglo  bastan  á  causar  lo  que  el  hombre 
menos  pensaba,  y  que  me  haga  saber  si  las  de  la  Señora  Aba- 
desa llegan  á  tanto  que  inquieten  mucho  la  justa  de  Vm » 


Núm.  3. 


La  Excma.  Sra.  Duquesa  de  Alba,  en  su  precioso  libro  Do- 
cumentos escogidos  del  Archivo  de  la  Casa  de  Alba,  ha  publicado 
una  colección  de  «Cartas  de  D.  Juan  de  Austria  y  de  su  madre 
Bárbara  Blomberch.  — Batalla  de  Lepanto  y  Empresas  de 

(i)    D.  Luis  Quijada. 


^y  wkMéico  hijiob  Bain  «Ika,  «  4ifM  de  rt- 
;  I»  OHlt  qw  «I  DiK|M  dt  Alta  Mcribió  al  S*- 
ZtyÑk  «■  que  1«  diee:  «Aquí  pifli  «a  Mfobo  qiM  w 
tiMM  M  Bwdbo  cidadoi  pon|w  MMqpM  Im  proevndOi  por  io« 
ditl>twmq»t«ihMiádopoiftl«,«iwaMÍiiio»>aiftiwiflii, 
y  •!  Mfoeáo  anda  ya  tan  «oto  y  taa  dafi— lado.  qua  ctmntam 
qaa  eos  BMiy  fna  brawdad  S.  M .  la  poofa  faoMdio.  Vaa.  aM 
la h^aan daeir  á  S.  M.  qaa  aii  aaadra  dal  Sr.  O.  Jbm  viva 
cQo  iMla  libartad  y  laa  toara  da  k>  q  w  daba  á  aaadro  da  lal 
biio,  qoa  eamriaM  aMd»  poMria  naaadio,  poiqM  al  Mfocio 
aa  la»  pftbUeo  y  ooft  taala  libartad  y  aaltaia,  qoa  viaaa  la  ooaa 
á  qaa  na  ha»  aviaado,  qoa  ya  ao  imy  mmim  iMHada  qva  qnia* 
n  antear  por  aaa  paertaa,  pofqaa  Uafa  á  técraÍMa  qaa  aa  wmt 
mndatlo  laa  aarridoiaa  por  aaaaMi;  y  ooo  mi  aMaMia  ha 


laa.q«a]ro        f 


laa;  y  Iw  acbado  doa  daBMyaallaa  viaiaa  oaay 

la  df .  y  BMÚdo  aa  aa  lugu-  doa  rayiMa  mafaraa.  Ba  taRÍbU,  y 

da  ana  cabaaa  amy  dura.  S.  M.  vaa  lo  qoa  aaaada,  q«a  yo  ra- 

analto  aataba  haaerU  lonmr  oaa  aodia  y  aaaaaria  ao  im 

tarío,  paro  no  ba  qaartdo  aio  oooaultáraelo  primaro.»' 

iaá7da)tiaiodax573.) 

A  qoa  eoQlaaié  al  Rajf  al  Doqiaa:  • Sari 

ooQ  alia  haala  qua  haya  coawdidad  da  panga  aagiwn;  y 
oaai  ao  aalmdo  a|icaando  y  al  iM^po  hacho  para  oaraogar,  la 
liac^fia  aaafear  ao  hi  oavo,  qoian  6  no  qoiara,  ooo  la  compalüa 
qoa  oQBvanfi*  dando  oidan  qna  n  la  provaa  lo  oaoaaario  para 
al  viaia»  y  qna  ao  fi  n  la  haga  bnao  tralamianlo...*.»— {Bal 
boaque  da  Safovk  á  i6  da  Julio  da  1573*) 


—  575  ~" 


Núm.  4. 

Mefnorial  de  Conrado  Piramiis,  herntano  del  Sr.  D.  Juan 

de  Austria,  para  S.  M. 

(Año  158 1.) 

«S.  C.  R.  M. — Conrrado  Piramus,  hermano  del  Sr.  D.  Juan, 
que  sea  en  gloria,  hijo  de  Jherónimo  Piramus,  dice  que  ade- 
más de  los  servicios  que  el  dicho  su  padre  hizo  al  Emperador, 
de  gloriosa  memoria,  y  á  V.  M.  toda  su  vida  en  oficios  princi- 
pales de  la  milicia  y  en  otras  cosas,  él  ha  continuado  los  dichos 
servicios  en  los  Estados  de  Flandes  después  de  la  muerte  del 
dicho  Sr.  D.  Juan,  su  hermano,  con  solos  cincuenta  escudos 
al  mes  de  que  V.  M.  le  hizo  merced,  con  los  cuales  agora  se 
le  mandaba  servir  en  Milán;  y  porque  él  desea  servir  en  parte 
donde  se  ejercite  la  milicia  para  mostrar  con  obras  su  buen 
deseo,  suplica  á  V.  M.  que  considerando  que  el  dicho  señor 
D.  Juan,  al  tiempo  de  su  muerte,  le  dejó  encargado  á  V.  M.  sea 
servido  mandar  que  el  dicho  entretenimiento,  á  lo  menos,  sea 
de  cien  escudos  al  mes,  cerca  del  Príncipe  de  Parma,  en  la 
dicha  Flandes,  porque  con  menos  destos  no  se  puede  entrete- 
ner cómodamente,  advirtiendo  que  en  sus  estudios  se  le  daban 
ciento  y  sesenta  y  seis  escudos  al  respecto  de  dos  mil  por  año; 
y  para  mejor  continuar  el  dicho  servicio,  suplica  ansí  mismo 
se  le  mande  dar  carta  de  V.  M.  para  el  dicho  Príncipe,  que  le 
tenga  por  muy  encargado,  y  acomode  en  todo  lo  que  haya  lu- 
gar y  particularmente  en  la  primera  compañia  de  caballos  que 
haya  vaca  ó  se  probea,  y  para  ir  á  la  dicha  Flandes  y  pagar 
parte  de  lo  mucho  que  debe,  que  ha  gastado  en  su  venida,  por 
no  se  le  haber  dado  entretenimiento  ha  más  de  doce  meses,  se 
le  de  la  ayuda  de  costa  que  V.  M.  sea  servido  para  le  desem- 
peñar y  hacer  el  dicho  viage.  Y  porque  al  servicio  de  V.  M, 
y  al  honor  del  dicho  Sr.  D.  Juan,  su  hermano,  conviene  que 


—  576  - 
él  iiid>  mmWtMWMta  boiH»do  y  mHmImHo,  iiylitf  á  V.  U, 

Mft  MnridO^jM  CB  M  primUHI  OOBHlIft  08  MOOBMOQMt  •  #1 
fl9  N  iMfll  flBWO0Q  OS  QWI«  OOB  lüCHHOHHBQHdflSMf  MI0MB* 

nimianto  que  m  fe  dé  y  tenriiá  eoo  «Ib  doode  m  fe  maiMfe.  f 
que  de  pnaeata  pan  d  dfebo  onMtode  m  p«WM  m  fe  dé  m 
hábilodeSAiitúifD.  yoooMlMeQiMMpWi  m  I>iot<|ae«M 
■amciotMvéBiiMraoedoiwdaimyoiwinériloicefaide  V.  M.. 
^w  CB  «Uo  iMMviiá  iiMioed*»— S*  li.(  por  dscrato  nclMMSo  mi 
•leoOTWtod«toaMrÍ9  de  Abril  d«  1581,  dfepnMqMtee 
50  ddcedM  OMaiinles  que  fe  faebfea  wlfefedo  m  Milán  ee  fe 

á  FfeadM  y  ee  ■iiiinnl—  hma  70,  y  que  ••  fe  noo- 

iw  IVfDcipe  de  PlMiiMt 


Núm.  5. 

Sobtt  §1  ntimto  dt  D,  Jtmm  4*  Awtínm  qm  /igw  «I  fnmitr 
dé  mi»  hktorim. 


B  TCtnito  de  D.  Joib  de  Antne  que  pabbca  m  «üe  vo- 
Ihmb  fe  SocfedMl  de  Bibüéfifet  eipdofeft.  fe  poete  y  QOMifw 
ve  eo  90  pefecio  ■olirinp  de  SnlfcMMie,  en  Vilfecacnedo  (Sea- 
r),  d  Sr.  D.  FeoMBdo  Peraéndes  de  Vefeeoo.  Be  «le 
pfen— ee  tebfe  que  mkfe  66  cewtfamroe  de  eto  por 
5ideeocfao.  TiiBaM  d  reteeto,  y  erf  fe  pegece  por  fe  faelam, 
coeM  obc»  de  Aaloofe  Moro,  6  por  lo  meooe  de  elgte  nolabfe 
pfator  de  ee  eeonde.  Belá  OMy  bíea  dibujado  y  ee  may  ber- 
moeo  de  cdor.  Aunque  eHá  lepfMaotedo  de  perfil,  no  deie  de 
eer  intereeenle  d  pereoM^e,  por  ev  mny  0dferde  y  conecte  fe 
figure  de  D.  Juan  de  Auatrie.  No  ooooció  este  retrato  SlirUnf« 
Mgún  ee  dedoce  dd  aUeacio  que  acaree  de  él  guarde  en  en  li- 
bro eobre  D.  Juen,  doade  pnlilfeé  6  dio  noticia  de  loe  qne  eo- 
nocía. 


VARIANTES 


DEL  MANUSCRITO  ORIGINAL  DE   ESTA  HISTORIA  COTEJADO 
CON  LA  COPIA  DE  FINES  DEL  SIGLO  XVII  (0. 


Página. 

Linea. 

2 

7 

con  algunas 

5 

5 

atrevía 

6 

2 

estoy  retirado 

8 

9 

(Después  de  Villagarcía:)  Amolé  grandemente 
el  Emperador  y  le  hizo  su  mayordomo  y  ca- 
pitán general  de  la  infantería. 

9 

23 

resolución  de  encerrarse 

lO 

19 

toda  suerte 

II 

6 

tqntqt;  ansiaS 

13 

23 

que  espanta. 

14 

29 

tenues 

i6 

16 

de  este  libro. 

17 

3 

apotegma  bien  parecido 

i8 

3 

con  los  pies.  Y  levantando 

> 

9 

todo  el  coso 

23 

16 

villa  de  Alcalá  de  Henares 

24 

28 

con  faginas. 

27 

23 

Zapata  de  Cárdenas 

• 

3» 

que  tal  parecía  su  roció. 

28 

7 

que  no  huye 

• 

14 

veeduría;  y  por 

> 

26 

el  deseo  que  tenia                                  l 

30 

26 

habiendo  cesado 

31 

I 

en  imitación  de  su  padre 

34 

6 

que  el  primero 

(i)    Véase  la  pág.  307. 


37 


-578  - 


N^ 

Uwk. 

34 

15 

• 

«7 

Loaeltn. 

35 

6 

y  á  lA  viüa  de  Rcxa,  te  ubümcÍó 

• 

19 

fá&tmffumm 

36 

11 

tM^MM  ftbooaiiias 

$ 

la 

MoocatebralM 

s 

«mpwdioi» 

• 
39 

14 

CoM^  «1  anobtepo 
tesoaa  da  lo^itiid  daada 

CttBbil 

9 

40 

1 

» 

Frinliaaa 

• 

II 

Salobrafta  va  «1  valle 

t 

18 

por  eMar  aa  cniíuxe 

• 

*5 

vaUee,  loaMa,  baacetea 

• 

«9 

' -  -  ■   ■%     *-.<■.■  iii 

• 

JO 

Lavante,  al  pié 

4a 

ao 

Alhaiirtin 

» 

M 

MacUB 

• 

:2 

P)Mlaka.-iübabia.^ 

• 

Faaaate 

• 

a8 

Piafla 

43 

a9 

Caaitea 

• 

t 

Tijote 

• 

Santopatar 

• 

8 

Albovcaa.— Pattaha. 

• 

.1 

Antaa.— Soifaaa.-»Locfaia. 

• 

TenjM 

t 

19 

Cafgiyar 

44 

3 

Tavanioa.— Potros 

» 

4 

Peía.— Veas. 

t 

16 
3» 

» 

Antonio  de  Luna 

45 

3 

coeas,  en  la  parte 

• 

4 

y  de  cómo  entraba 

• 
• 

8 
«3 

puerto  de  la  Ranba. 
aabaaderaa 

46 
47 

«3 
ao 

doce  oonuMfitas 
enbian  á  h  aierTa. 

48 

10 

espfñtu  y  diacreoctón 

• 

27 

recibir  por  la  parte  de  Almena.  Pae6 

—  579  — 


Página. 

Linea. 

48 

30 

llegase,  determinó  Abenhumeya  combatirle 

49 

20 

Verja 

50 

29 

haberlos  rompido 

> 

30 

y  allí  pagaron  de  contado,  quedando 

51 

3 

veintidós  ó  veinticuatro 

> 

27 

cielo  claro,  aire  puro  y  tal  que  se  hace  de  gran- 
de aliento  y  fuerza  á  los  moradores 

» 

32 

caballeros  de  la  ciudad. 

52 

21 

ochocientos  de  Galera 

> 

30 

D.  Miguel  de  Moneada 

53 

H 

de  Galera 

» 

18 

Habia  de  ser 

> 

19 

no  se  veian  unos  á  otros 

• 

20 

á  sus  puestos 

> 

22 

prometió  libertad 

• 

29 

subió  Don  Juan 

57 

23 

Abenhumeya  se  subió 

58 

21 

lo  tenia  por  regalo.  Con  las  remisiones 

60 

17 

con  quien 

6i 

4 

todo  se  hacia 

■ 

26 

diciendo  ser  falsas 

62 

2 

no  supo  disponer 

> 

4 

al  Abaqui 

63 

5 

con  Vilches,  su  alférez,  á  correr 

> 

25 

habia  acordado 

» 

29 

Detúvose 

■ 

32 

á  su  petición 

64 

4 

la  mitad  de  su  ejército 

* 

12 

hechos  fuertes  con  daño,  pero  seguros 

• 

13 

capitán  Perea 

66 

22 

así  huieron  dejando  las  armas 

.67 

I 

en  Iznalloz. 

68 

4 

Diciembre  de  este  año  de 

» 

25 

con  tres  mil  hombres 

69 

12 

por  dar  tiempo 

70 

11 

el  Duque  de  Adra 

72 

I 

Tijola 

> 

XI 

por  lo  hueco,  mortalmente 

» 

12 

Canilles 

73 

16 

Tijola , 

• 

25 

biznieto  del  infante  de  Almería, 

74 

7 

y  á  los  caudillos 

—  5«o  — 


n>i«. 

Umm. 
«9 

?í 

miando  graadat  «ontotrai 

«7 

AbdaU  60  Cttdiar 

• 

aa 

de  fai  aMRm  do  Rosda 

7« 

• 

:í 

U^áTaMs 

qoaanaí « 

é  hirió  áoMKboiooBjma 

79 

«5 

• 

1 

Tolos 

8i 

Aatooio  dt  Barrio 

• 
89 

«9 

•i 

doahiiaadeAbdaUa 
CoiiMloa  nbaldaa 

^ 

qaa  aa  rapraaaotabao  oaabaoaoa 

6 

88 

• 

a6 
«9 

y  otro  doa  palmoa  aodina  labrado 
yfimaiaaiM  lactoCa 

H 

7 

aala  Mrrinii                                          .^ 
!  loa  vanacíMoa  afllo  <|MtiaB                   ^^^ 

9X 

1 

• 

«4 

9* 

15 

• 

ai 

Turbóaa  la  joota 

» 

1 

Poofacadaono 

94 

Lo  gao  irotatip  loa  doa  GaoawJaa 

• 

s« 

000  al  farvor  y  aaato  oab 

95 

.i 

ao 

advirtióla  á  boca 

• 
• 

ooa  vohriao  á  la  proMocia  dd  Eoparador 
diaroolufar 

96 

18 

loa  aapaftolaa  nuavoa 

99 

8 

CoodadoSarno 

• 

«5 

raaooaaaiaBto  lleoo  de  gravedad 

too 
101 

«3 
«3 

-■-* —  »-  »*-  -- 
oonpooB  roía 

» 

:i 

aa  uiueroo  oon 

t09 

ai  ae  combatí  bmb 

» 

3» 

aolo  y  unido  y  de  laa  nacioBea 

103 

a 

en  alguna  perta 

• 

5 

banderolaa 

• 

9 

baodarolaa 

• 

«7 
at 

dióeale  la  ratagoardin 
El  nedio  bu  6  coarpo 

» 

>9 

trea  de  Malla 

104 

a 

Doedo 

» 

«7 

Pranaa 

106 

5 

Laita 

—  58i  — 


Página. 


Línea. 


io6 


107 
108 
109 


lio 
III 


113 

t 


114 

"5 
116 

• 

117 
118 
119 


120 
121 

> 
• 

122 
123 
124 
125 


II 
23 

7 

9 

16 

27 
8 

5 

10 
II 

6 

7 
12 

25 
28 
16 

7 
II 

23 
19 
5 
H 
22 

12 

7 
12 

17 
2 

12 
7 
7 


126 


24 


exagerando  Alí  su  poder  con  soberbia 

por  su  reputación  y  por  tener  mayores  fuerzas. 
Pareció  á  S.  A. 

á  Calonga,  en  la  Albania 

hachas,  segures, 

cuartel  de  popa 

D.  Luis  de  Cardona,  D.  Luis  de  Córdoba, 

cristiano  bando 

lo  que  me  tocaba,  cumplí. 

se  dio  principio  á  la  espantosa  batalla 

las  galeazas 

hirieron  los  mares 

en  el  mar  sangriento 

el  ñudoso  bastón  del  libio  fiero  y  la  maza 

las  viras  eran  más  espesas 

brandales,  racamentas, 

car ceses 

las  demás  galeazas 

de  un  arcabuzazo 

En  la  capitana  y  otras  cuatro  no  quedaron 

y  locos  de  rabia 

Donato  Cesis 

refiere  Jacobo  Bosio 

erizáronse  las  ondas 

Temieron  los  pilotos  la  fuerza  de  Leveche  y 
Jaloque. 

dos  delfines  que  asian 

que  tal  le  fingen 

su  entera  perfección 

y  se  miraba  ocupado  en 

Goniza 

bella  lámpara  de  plata 

caso  y  infeliz  suceso 

este  tratado  y  así  protesto  de  referir  sólo  aque- 
llos versos  que  hablan  positivamente  con 
S.  A.  y  que  se  hicieron  á  sola  su  persona,  y 
de  los  que  han  llegado  á  mis  manos,  aún  no 
los  referiré  todos,  sino  parte,  por  no  exten- 
der este  tratado  fuera  de  los  límites  de  mi 
pretensión.  Los  que  aquí  se  pondrán  son  los 
siguientes: 
victoria.  Solicitaba 


—  SSs  — 

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buidárolu  uMrtllM 

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y  u  fio  boywoa  nwaiknrto  wartoi 

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Eo  «te  totenn  te  ttaíahñ  ám  iMoar  h  mm  y 
Ioi<MC<MM^deS.A. 

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por  cvMlidt  U  CoraM  de  Etptfia;  q|M  ti 
ASSmoámDmdbmm 

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ti 

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Pueita  «fe  Bftbttsoa 
y  cuatro  püent 

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vetolidoft  mIim» 

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todot  OOQ  MI  OMiqMlM 

á  Imomc  na  kte 

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poco  dmtioMi  <felHiidtr 

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dfbertodeTteiB 

143 

10 

V  Mf  trabajabMi  m  conrlnilio 

lot  ttMlot  dt  la  MVMidft  p«a.  «MHr 

cabailetia  é  iajurtaria  000  oaoe  haiwawi 

X44 
145 

4 
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• 

>9 

de  lana  y  OMONioaa 

146 

5 

ambo  la  amada 

• 

«7 

el  enemi^  daade  treactentot 

>47 

ta 

0.  AlooaoBaaáa 

M9 

14 

DO  desnayaroa;  anlM 

150 

■ 

a 
6 

vAlf 

hijo  de  Sela  anMic 

• 

aa 

00a  que  hiciaran 

151 

6 

á  aS  de  Didembra 

X53 

5 
*7 

habene  pcopueito 
0.  LotsdeCócdoba 

i^ 

a8 

aaUa  jugar 

7 

siatió  másd  ver  m  •aafro 

• 

16 

•Plua  qu6  decís  eao?  Fuera  inát  que  una  de»- 
gracia.» 

1 6a 

X 

—  583  — 


Pigiiui. 

linea. 

162 

4 

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22 

163 

17 

164 

17 

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19 

» 

28 

165 

8 

167 

31 

168 

7 

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12 

169 

13 

> 

15 

170 

13 

172 

23 

173 

6 

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24 

175 

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21 

176 

32 

181 

I 

182 

29 

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26 

187 

10 

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21 

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17 

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21 

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25 

192 

14 

193 

32 

194 

10 

195 

3 

> 

7 

> 

25 

196 

12 

» 

29 

198 

9 

Juan  Fonch 

del  Rey  su  hermano,  que  eran  como  de  Rey  tan 

católico 
fautor  de  todos 
abad  de  Maroles 
Mos  de  Breques 
pedirle  saliesen 

Defendíale  el  castellano  Francisco 
dichos  diputados 
retuviesen  los 
para  allegar  dinero 
por  haber  de  sacar  á  los 
efectuar  el  tratado 
obediencia  á  Su  Majestad 
vestidos  con  sayos  vaqueros 
cazas  y  fiestas 
buenos  cathólicos 
Francisco  de  Valdés 
tentaban  nuevas  fortunas 
un  titulado 
para  entrar  gente 
lo  siguiente  al  pie  de  la  letra 
está  á  su  devoción 
otro  oficio  por  hacer  para  ganar 
desconfianzas  con  esto, 
y  assí  arrogante  y  licencioso 
no  determinarla  negocios 
patria;  Juan  Aucuto,  inglés,  insigne  capitán  en 

las  guerras  contra  franceses. 
Juan  Galeazo,  vizconde  y  primer  Duque  de 

Milán; 
Juan  Paulo  Bailón 
Juan  Viteleschi 
en  13  de  Julio 
llevando  muy  adelante 
Fenilie 

de  que  de  su  muerte 
burlado  y  necio 
presencia;  díjole  que 
Namur,  grande  y  fuerte,  y  paso 
con  arcabucetes 
Dios  de  Jacob 


584- 


Um^ 

1^ 

90 

pin  qM  iciidiwiln  á  tUa,  m  ám 

soo 

II 

npanjo  putí  áémámm 

• 

93 

los  boUm  9lAftl9dot 

901 

•í 

Gnii  aaniaiMit 

3 

Cad»hfl»MátOTnpiilii 

9 

a9MteBi4ortetei>. 

m 


índice 


Páginas. 

Introducción i 

Dedicatoria  á  Doña  Ana  de  Austria , 3 

Al  piadoso  y  erudito  lector 5 

Capítulo  I. — Nacimiento  y  crianza  del  Sr.  D.  Juan  de 
Austria 7 

Capítulo  II. — Por  la  muerte  del  Emperador  Carlos  V 
es  conocido  D.  Juan  por  su  hijo  natural,  y  lo  mucho 
que  el  Rey  D.  Felipe  procuró  honrarle 19 

Capítulo  III. — Envía  el  Rey  Católico  D.  Felipe  por 
Capitán  General  á  su  hermano  D.  Juan  de  Austria  á 
la  guerra  de  Granada 30 

Capítulo  IV. — Refuerza  D.  Juan  de  Austria  el  campo 
del  Marqués  de  los  Vélez  y  prosigúese  la  guerra. ...       56 

Capítulo  V. — Levántase  Galera,  lugar  fuerte,  y  socó- 
rrese Oria 66 

Capítulo  VI. — D.  Juan  de  Austria  sale  á  campaña  y 
continúase  la  guerra 68 

Capítulo  VII. — Falta  Abdalá  á  lo  capitulado;  sigue  la 
guerra,  y  lo  que  sucedió  hasta  que  se  la  dio  fin 78 

Capítulo  VIII.— Entra  D.  Juan  en  Madrid  victorioso 
de  la  guerra  de  Granada 83 

Capítulo  IX. — Hácese  liga  contra  el  Turco,  y  es  nom- 
brado por  Capitán  General  D.  Juan  de  Austria 90 

Capítulo  X. — D.  Juan  llega  á  Mesina  y  dispone  su  par- 
tida para  Levante 99 

Capítulo  XI. — Sucesos  de  las  dos  armadas  y  disposi- 
ción para  la  batalla , xo6 


—  5S6  - 


CaHtolo  XII.— >B«teUa  coo  lot  turoof  y  victoru  de  lot 
crifüaiiot III 

CáfitüLO  Xni.— Cantan  la  gala  da  eata  TÍctoría  al  aa- 
ik}r  D.  Joan  de  Anatría  loa  más  inaigDea  poelaa  de  la 
cmtiaadad 115 

CárfruLO  XrV.— Trátaae  de  proaegiiir  la  (nena  ooolim 
el  Turco,  y  qoa  la  oootioóa  al  Sr.  D.  |mb 116 

CatÍtulo  XV.— ProaígM  D.  Joaa  da  AoMia  aw  an- 
piwaa  ain  ayuda  da  loa  vaoadaaoa 136 

Céftmo  XVI.— D.  Juan  da  ÁBürk  vnalve  á  Géww, 
y  ae  baila  en  p&á¿cu  tm  éítmtímm  á  wim  da  k 
ctndad .«^ »»»     151 

CArfTObO  XVn.— N«Bkn  al  Eqr  CaMIiOTD.  Juan  da 
Auatria.  m  bannaao,  por  Gobanadoc  da  lot  Piína 
Bi^ •••••••••.  156 

CaWtuu»  XVUL— Haoaa  paoaa  D.  Jnaade  aumuia  y 
loa  Eatadoa  oon  gnadaa  tanxtres  y  vanadadaik  y  mh 
len  da  alloa  loa  aapaftolaa . .  ■  •..••.•    if( 

Catítulo  XIX««— D.  Juan  da  Aumtui  cocnieiua  a gtlMih 
oar  loa  Baladoa  de  FUndea. tSo 

CAFfTUbo  XX.— Tratan  loa  conjundoa  da  Flandaa  da 
pnoder  á  D.  Joan  de  Aoatria,  y  él  ae  recini  al  caati- 
llodaNamur 191 

CértrvLO  XXI.~ATÍaa  D.  Juan  al  Rey  el  Mtndo  da  laa 
coaaada  Flandaa,  y  oMiida  S.  M.  vuelvan  loa  aapft- 
Aolaa  á  Flandea. m8 

CaKtulo  XXU.— Loa  fabatdaa,  en  odio  á  D.  ]uen«  tr». 
tan  de  traer  ao  so  difenaa  al  Archiduque  Matíaa;  otroa 
al  Duque  de  AUuuóo 219 

CaHtulo  XXIU.— Partan  loa  Mpaftnlai  para  Flandaa; 
tale  D.  Juan  de  Auüría  dal  cMliUo  da  Hamm,  j  ae 
proaigue  la  guerra. •  •••••••••  «L**»»**^»*» ••«...•.    M9 

CArfmijO  XXIV.— Loa  rebeldea  hacen  guerra  á  Don 
Joan «41 

CAPfrtTLO  XXV.— La  pecaecndóo  de  loa  edeaiáatiooa  y 
católicos  por  lot  herejes  eDemigoa  de  D.  Juan 361 


—  587  — 

PáginAs. 

Capítulo  XXVI. — Muerte  de  D.  Juan  de  Austria,  con 
la  puntual  relación  de  lo  sucedido  en  ella 276 

Capítulo  XXVII. — Llevan  el  cuerpo  de  S.  A.  á  Na- 
mur  y  dase  noticia  á  S.  M.  de  su  muerte,  y  le  manda 
traer  al  Escorial 288 

Capítulo  XXVIII. — Virtudes  que  tenía  el  Sr.  D.  Juan 
de  Austria  y  sus  dones  naturales 295 

Capítulo  XXIX. — Sentimiento  que  se  tuvo  en  España 
de  la  muerte  de  S.  A 299 

Capítulo  XXX. — Epitafio  que  se  puso  al  Sr.  D.  Juan 
de  Austria  en  la  iglesia  de  Namur 303 

NOTAS  Y  APÉNDICES 

Nota  I. — Sobre  el  manuscrito  original  de  esta  obra. — 

Poesías 307 

Nota  II. — Sobre  la  madre  de  D.  Juan  de  Austria 311 

Nota  III. — Primeros  años  de  D,  Juan 318 

Nota  IV. — D.  Juan  y  Doña  Margarita  de  Austria. — 
Extractos  de  la  correspondencia  de  D.  Juan 

con  su  hermana 327 

I. — Madrid,  2  de  Abril  1565 330 

II. — Madrid,  30  de  Abril  1567 331 

IIÍ. — Granada,  15  de  Diciembre  1569 332 

IV. — Genova,  27  de  Julio  1571 332 

V. — Genova,  4  de  Julio  1572 332 

VI. — Genova,  5  de  Diciembre  1572 332 

VII. — Ñapóles,  9  de  Enero  1573 333 

VIII. — Navellas,  20  de  Febrero  1573 334 

IX. — Ñapóles,  4  de  Junio  1573 334 

X. — Ñapóles,  26  de  Junio  1573 335 

Xí. — Mesina,  19  de  Agosto  1573 337 

XII. — Palermo,  8  de  Noviembre  1573 33^ 

XIII. — Palermo,  8  de  Noviembre  1573 338 

XIV. — Palermo,  9  de  Enero  1574 338 

XV.-— Genova,  6  de  Mayo  1574 339 


—  588  — 


XVL— Tráptiu,  jclaOctabra  1574 540 

XVlI.—Madrid.  i5<kF«bnrot575 341 

XVUl.-NápolaB,i9<leJaaioi575 34S 

XiX--N4polatt  30  de  Septiembre  1575 343 

XX.~Nápolei,  a4<le£aeroij76 343 

XXl.— Proeite,  4  de  Abril  1576 345 

XXII.— Miláa.  iideAf(Ntoi576 .    346 

XXUl.— El  Ptedo,  96  de  Odabra  1376. 347 

XXIV.— Looambacfo,  ta  de  Noviembre  1576.. . .    348 

XXV.— Mercbe,  ao  de  Eoero  X577 .     348 

XXVI.>-IUrcbe,t7  de  Febrero  1577 349 

XXVtl.— ifaline»,  i9de  Jimii^jg^y 331 

XXVIII— Ñamar,  «6  dt  julio  1577  .     35a 

XXlX.~Nimur.8deAcoetoi577 356 

XXX.— Tirlemoot,  11  deAfOtlo  1378 356 

Nota  V.— XMhi  Jumm  éé  Ámttñ^  kifm  4§  D.  /iMn.— 
Amorfoe  de  D.  J  uen.  — S«  oom^ModeoctA  OOB 
DoAe  Marvtfita  reletítm  el  nedmiealo  y  crias- 
adoOoAt  Janila.*fi«UKia  de  4m  ea  «I 
oQBVWlo  do  Sttia  Clare  de  Nápolee  --Sue 
cartee  á  Felipe  UL — Sacaaamieoto  .  356 
U<yrkWÍ,^D.yMmd*AMtlHMmlkUém/méJnfa.,».  379 
I.— D.  jttaná  Ruy  Gomes  de  Silva  aobre  el  aaoti- 
mt«ito  que  le  habla  cauaado  una  ordeo  de  Fe- 
lipe II:  Baroelcoa,  8  de  Julio  1371 374 

U.^D.  Juan  de  Aoetrta  á  Juan  Andrea  Doria: 

Mesina,  94  de  Noviembre  1571 376 

III.— D.  Juan  á  S.  M.  aobre  la  venta  y  entropí  de 
laa  ^eras  de  Juan  A.  Doria:  Meeini.  ax  dt 

Diciembre  X571 376 

IV. — Inatrocdóo  del  Rey  á  D.  Juan  de  AueCria, 
OMno  C^Mtán  General  de  la  mar:  Madrid,  ao  de 

Febrero  1 57a 378 

V.— Regalo  que  envió  á  D.  Juan  la  madre  de  loe 
hijoe  de  AU  Baxá,General  turco  muerto  en  Le- 
pante      381 


589  — 

Piíginas. 


VI. — D.  Juan  de  Austria  á  Juan  A.  Doria:  Ñapó- 
les, 4  de  Marzo  1573 382 

VII. — D.   Juan  de  Austria  al   mismo:   Genova, 

Marzo  1574 383 

VIIL— El  mismo  al  mismo:  18  de  Agosto  1574.. .     384 

IX. — Sobre  la  ida  de  Felipe  II  á  Italia,  y  lo  plati- 
cado en  el  Consejo  de  Estado  sobre  este  pun- 
to en  21  de  Enero  de  1575 384 

X. — Doña  Magdalena  de  Ulloa  á  D.  Juan  de  Es- 
cobedo,  felicitándole  por  haber  sido  nombra- 
do para  asistir  á  D.  Juan  y  rogándole  le  comu- 
nique con  frecuencia  noticias  suyas:  Vallado- 
lid,  29  de  Marzo  1575 388 

XI.  — Cédula  de  Felipe  II  á  D.  Juan,  como  Capitán 
General  de  la  mar,  para  que  pueda  tomar  dine- 
ro á  cambio:  San  Lorenzo,  4  de  Abril  1575. .     389 

XII. — D.  Juan  de  Guevara  al  Sr.  D.  Pedro  de  Es- 
cobedo  sobre  el  recibimiento  hecho  á  D.  Juan 
de  Austria  en  Cartagena:  Cartagena,  21  de 
Abril  1575 389 

XIII. — Instrucción  de  Felipe  II  á  su  hermano  Don 
Juan  sóbrela  ida  de  éste  á  Roma  y  lo  que 
allí  ha  de  hacer:  Aranjuez,  21  de  Abril  1575..     391 

XIV. — Instrucción  de  Felipe  II  á  su  hermano  Don 
Juan  sobre  lo  que  ha  de  hacer  en  su  camino 
hasta  llegar  á  Sicilia:  Aranjuez,  21  de  Abril 

^575 393 

XV. — Instrucción  de  Felipe  II  á  su  hermano  Don 
Juan  sobre  los  fuertes  de  Berbería  y  socorro 
de  venecianos:  Aranjuez,  21  de  Abril  1575. . . .     396 

XVI. — D.  Juan  de  Austria  á  Felipe  II:  Ñapóles,  25 

de  Abril  1575 399 

XVII. — Instrucción  de  D.  Juan  de  Austria  á  Don 
Luis  de  Córdoba  sobre  lo  que  ha  de  hacer  en 
Genova:  De  la  bahía  de  Genova,  3  de  Junio 

1575 400 


-S90- 


XVUL-D.  ¡mik  ám  Awtm  á  S.  Mt  Dt  k  galera 

•obraSpeccu,  lade  JtiMOX575 403 

XÜL— D.  jMsd*  A«lmá  &  M.:  Náfiolea,  3  de 

Norienibn  1575 404 

UwáVll.-^D.Jmmáé  Amina mletFmimB^ot.,,,    405 
L— Julián  Rooiaro  á  S.  M.  aobra  b  mÍMiaaihil  y 
ád  Co«MMMkdor  mayor  BruaeUi,6<k 

IJ76 4»o 

JL— Tn—ilri  éú  Stcntario  Aoloaio  Pévez  á  Feli- 

Bar  á  D.  Juan  d«  Anatcia  al  «itado  6d«i¡áatieo 

4  iDviarla  á  Flaadaa:  16  da  Juaio  1576 41 1 

nL— ICioyta  da  AaUMiio  ^|0|  coo  apoitillaa  de 

Felipa  a  panal  SacnonoBaeobedo»  sobre  la 

•da  da  D.  Juaa  á  Flaodaa.— Sia  fMha. .  415 

IV.— Psaraoar  da  Hoppama  aobra  lo  OMOM 417 

V.~CoBiiiltaadal  Coaáqoda Balado lobca  lomianao  ^16 
Vl«— Advartaocáa  de  mano  de  Antonio  Péias  á  So 

Majaalad  aobn  lo  ayaoM». 419 

VU.-SobraU  •Abito  Tenida  da  D.  Juan  da  Italia 

A  EapaAa  anlaa  da  ir  á  loa  Paiaea  Bajoa^ 430 

Vni.— D.  JwM  de  AnaCría  á  Goosalo  Valkjo,  so 

apoaaalador:  Sao  Lorenxo,  11  de  Sntianbra 

«576 4ao 

IX.— IX  Juan  de  Austria  á  D.  García  de  Toledo 
aobre  su  ida  A  loa  PsSaaa  Bajoa  por  Francia, 
diafeasado:  mPrnlc^  7  da  Octubre  1576....    421 

X.~Inatnicdonaa  aecrotaá  dadaa  por  S.  M.  á  Oc- 
tavio Gonsaga  y  A  O.  Juan  de  Austria  sobre  so 
▼iaje  de  iocógaito  á  los  Países  Bajoa,  y  mane- 
ta da  gobernarse  allí  al  principio 422 

XI.— Instrucción  dada  por  S.  M.  A  D.  Juan,  como 
Lugarteniente  y  CapttAn  General  de  loa  Pafaea 
BajoR  Madrid,  1576 435 

XII.— D.  Juan  de  Austria  al  Rey:  Ventoaa,  ao  de 

Octubre  1576 •••••• 4^ 


—  Sgi  — 

Páginas. 


XIII. — D.  Juan  de  Austria  á  S.  M.:  Irún,  24  de 

Octubre  1576 427 

XIV.— El  Rey  á  D.  Juan  de  Austria:  El  Pardo, 

31  de  Octubre  1576 428 

XV. —D.  Juan  de  Austria  á  S.  M:  París,  31  Oc- 
tubre 1576 428 

XVI. — D.  Juan  de  Austria  á  los  del  Consejo  de 

Bruselas:  Lucemburgo,  4  de  Noviembre  1576.     429 

XVII. — D.  Juan  á  los  Cabos  de  la  gente  de  guerra 

española:  Lucemburgo,  4  de  Noviembre  1576.     430 

XVIII. — D.  Juan  de  Austria  á  S.  M.:  Lucembur- 
go, 7  de  Noviembre  1576 43 1 

XIX.— El  Rey  á  D.  Juan  de  Austria:  Madrid,  8 

de  Noviembre  1576 437 

XX. — D.  Juan  de  Austria  á  D.  Sancho  Dávila: 

Lucemburgo,  9  de  Noviembre  1576 437 

XXI. — D.  Juan  de  Austria  á  S.  M.:  Lucemburgo, 

21  de  Noviembre  1576 437 

XXII. — D.  Juan  de  Austria  á  S.  M.:  Lucemburgo, 

22  de  Noviembre  1576 443 

XXIII. — S.  M.  á  D.  Juan  de  Austria. — Minuta  de 

carta:  Madrid,  26  Noviembre  1576 446 

XXIV. — El  Duque  de  Ariscot  al  Cardenal  de  Gran- 
vela:  Bruselas,  30  de  Noviembre  1576 447 

XXV. — El  Rey  á  D.  Juan  de  Austria  sobre  el  ne- 
gocio de  Inglaterra:  Noviembre  1576. .  * 451 

XXVI. — D.  Juan  de  Austria  al  Rey:  Lucemburgo, 

6  de  Diciembre  1576 452 

XXVII. — Julián  Romero  á  D.  Juan  de  Austria: 

Lieja,  14  de  Diciembre  1576 453 

XXVIIL — D.  Juan  de  Austria  al  Rey:  22  de  Di- 
ciembre 1576 454 

XXIX. — D.  Juan  de  Austria  al  Rey:  Marcha,  10  de 

Enero  1577 455 

XXX. — D.  Juan  de  Austria  á  S.  M.:  Marcha,  2  de 

Febrero  1577 455 


-S^a- 


XXXI  .—D.  Joan  de  Amtah  á  D.  Gaidi  dt  Tdb- 

do:  Marcha,  ai  d«  Fabnro  1577 45^ 

XXXII.--D.  Juan  da  Avlria  al  lUf:  Lovaina, 

16  da  llano  1577 456 

ZXXUL— D.  Juaa  da  AtMbia  á  S.  ILs  Lovaiaa, 

sedallano  1577 459 

XXXIV.-^D.  Jaaa  de  Aivlria  á  S.  Itt  Lonáoa, 

i6daliafTO  1577 461 

XXXV.-^.  Jwada  AMbk  á  S.  M.:  LovaÚM. 

34  de  Mano  1577 466 

XXXVI.—D.  Juan  de  Aortria  al  Rey:  Lovataa, 

a4deManot577 • 4^ 

XXXVIL— El  Rey  á  D^'ii^  de  Atnlria:  Sea 

Lonoao,  6  de  Abril  1577 47^ 

XXXVUL— Bl  Rejr  á  D.  Joaa  da  Aoitria:  Sea 

Loraaao,  8  de  Abril  1577 473 

XXX1X.—D.  Joao  de  AMlria  i  S.  M.:  Braaalaa, 

9  de  Mayo  1577 474 

XL.-D.  Joan  da  Aaalria  al  Rey:  BraaalM,  t6  de 

BÍayoi577 477 

XLl.— p.  Juaa  de  Aaalria  al  Ref:  DlMHiiai,  a8  da 

M*yo»577 4*> 

XUL— D.  Joaa  de  Aoatria  al  Rey:  Bniaelaa.  99  de 

Mayo  1577 4*' 

XLUl.— D.  Juande  Austria  al  Rey:  Maltaas,  21  de 

}oaiox577 4S1 

XLIV.— D.  Juan  de  Austna  alRey:  Maliaaa,  aa  de 

Janio  1577 482 

XLV.— D.  Jaaa  de  Aastrá  al  Rey:  Maltnaa,  13  de 

JoUo  1577 48a 

XLVl.— D.  Joaa  de  AoiCria  á  S.  M.:  Nanntr,  30 

de  Julio  1577 4^3 

XLVIL—Miaota  de  carta  de  S.  M.  al  Cardenal  de 

Gnmvda  aobce  la  retirada  de  D.  Joan  de  Na- 

mun  ain  fecha 4^ 

XLVUI.— D.  Juan  de  Aaalria  á  S.  M.:  NaoMir,  a8 


—  593  — 

Páginas 

de  Julio  1577 487 

XLIX. — D.  Juan  de  Austria  á  S.  M.:  Namur,  18  de 

Septiembre  1577 488 

L. — Descifrado  de  carta  de  D.  Juan  á  S.  M.:  Na- 
mur, 19  de  Septiembre  1577 490 

LI. — D.  Juan  de  Austria  al  Rey:  Namur,  24  de 

Septiembre  1577 490 

LII. — D.  Juan  de  Austria  á  los  Secretarios  Escobe- 
do  y  Antonio  Pérez:  Namur,  25  de  Septiem- 
bre 1577 492 

Lili. — D.  Juan  de  Austria  á  S.  M.:  Namur,  28  de 

Septiembre  1577 493 

LIV. — Felipe  II  á  D.  Juan  de  Austria  sobre  la  vuel- 
ta de  los  españoles  y  demás  tropas  á  los  Paí- 
ses Bajos:  sin  fecha 494 

LV. — D.  Juan  de  Austria  al  Rey:  Marcha,  3  de 

Octubre  1577 495 

LVI. — D.Juan  de  Austria  al  Rey:  Marcha,  3  de 

Octubre  1577 496 

LVII. — D.  Juan  de  Austria  al  Rey:  Marcha,  4  de 

Octubre  1577 497 

LVIII. — D.  Juan  de  Austria  al  Rey:Lucemburgo, 

20  de  Octubre  1577 497 

LIX. — D.  Juan  de  Austria  al  Rey:  Lucemburgo,  3 

de  Noviembre  1577 498 

LX. — D.  Juan  de  Austria  al  Rey:  Lucemburgo,  i.° 

de  Diciembre  1577 498 

LXI. — Extracto  de  la  instrucción  dada  por  el  Rey 
á  D.  Juan  Manrique  sobre  concierto  con  el  Ar- 
chiduque Fernando:  Madrid,  23  de  Diciem- 
bre 1577 500 

LXII. — El  Príncipe  de  Parraa  á  S.  M.:  Lucembur- 
go, 31  de  Diciembre  1577 500 

LXIII. — Copia  del  trato  sobre  la  intentada  prisión 

de  D.  Juan  de  Austria:  1577 501 

LXIV. — Resumen  de  varias  cartas  de  D.  Juan  á 

38 


-  594  — 


S.  M.  y  á  A.  Pins:  1577 5oi 

LXy^háaamBiém  pMmpgíyidir  á  S.  M.  de  iu 
vioIi|m  dt  k  fftdaedéo  <M  remo  de  lagbl»- 

mu  1577 50a 

LXVI.— DeKifndo  dacMti  d«  te  R«M  de  Emo- 
cíe  á  AiloMode  Gvemii  e^Mle  de  $•  M*  en 
LoMkee:  CeetiUo  de  ScheMd,  98  de  Afoe- 

toisn • 5^ 

LXVIL— OpinioQee  deelgoooe  Mtaielrae  de  S.  M. 
eobre  d  proyectedo  ceeeaeieolode  D.  Juan  coo 
leReiiuideEeoode,lfeffeSlaHd 503 

LXVUI.— El  Rer  á  D.  Jueo  de  Auelriet  Medrid, 

«4  de  Enero  1578.. TSl 504 

LXIX.-El  PrfDcipe  de  Parma  ¿  S.  M.:  Argealte, 
7  de  Peinero  1578.  504 

LXX.— 1>.  Jaesde  AMtru  a  Juan  A.  Dañe:  Ar- 
fnl6a,  7  de  Pefatero  1578 505 

LXXI.— D.  J«en  de  Aalfie  á  Jueo  A.  Dovie:  De 

Hebre,  14  de  Pebiero  1578 506 

LXXII.— D.  Joan  de  AtMirie  á  S.  M.:  Tírlemoat, 

35  de  Pobrero  1578 508 

LXXni.— D.  Joan  de  Aoelria  A  AnUwio  Parea  y  A 

Eaoobedo:  Vías,  15  de  Mifao  1576 509 

LXXI V.~  D.  Jaea  de  Aoetrie  A  PeUpe  U  eolwe  le 
mtMrte  dd  Secrelafio  Eaoobedo:  Peaieneiir, 
sodeAbril  1578 509 

LXXV.— D.  BeniardiiiodeMeodosa.Embejedor 
de  S.  M.  eo  Loodrea.  á  S.  M.:  Loodree,  17  de 
Majro  1578 511 

LXX  VI.— D.  Juan  de  Aoetria  A  Juan  A.  Doria:  Ña- 
mar, 7  de  Jonio  1578 51a 

LXXVII.— D.  Juan  de  Aoatria  A  S.  M.:  Abedfade 

Lintre,  20  de  Julio  1578 514 

LXXVIIL— D.  Juan  de  Anitria  á  Joan  A.  Doria: 

TirlemooC,  la  de  Agosto  1578 514 

LXXIX.—D.  Juan  de  Austria  al  mtamo:  Tírlemoat, 


595  — 

Páginas. 


12  de  Agosto  1578 515 

LXXX. — Antonio  Pérez  á  D.  Juan  de  Austria: 

Madrid,  ig  de  Agosto  1578 516 

LXXXI.— El  Rey  á  D.  Juan  de  Austria^  Madrid, 

10  de  Septiembre  1578 516 

LXXXII.— D.  Gabriel  Niño  de  Zúñiga  á  D.  Diego 
de  Córdoba,  sobre  la  muerte  de  D.  Juan  de 
Austria:  Bouge,  i  °  de  Octubre  1578 517 

LXXXIÍI.— Juan  B.  de  Tassis  á  Felipe  II  sobre 

lo  mismo:  Bouge,  i.*  de  Octubre  1578 519 

LXXXIV.— El  Príncipe  de  Parma  á  Antonio  Pé- 
rez sobre  lo  mismo;  Bouge,  2  de  Octubre  1578.     520 

LXXXV.— D.  Juan  B.  de  Tassis  á  S.  M.:  Bouge, 

2  de  Octubre  1578 521 

LXXX VI.— D.  Gabriel  Niño  de  Zúñiga  al  Rey: 

2  de  Octubre  1578 521 

LXXXVII.— El  P.  Francisco  Dorantes,  confesor 
de  D.  Juan,  á  Antonio  Pérez:  3  de  Octubre 
1578 522 

LXXXVUI. — Gonzalo  Vallejo,  guarda-joyas  de 
D.  Juan,  á  Antonio  Pérez:  Namur,  7  de  Octu- 
bre 1578 523 

LXXXIX.— El  Rey  á  D.  Juan  de  Austria:  Madrid, 

10  de  Octubre  1578 525 

XC. — El  Rey  al  Príncipe  de  Parma:  Madrid,  13 

de  Octubre  1578 525 

XCI. — Juan  B.  de  Tassis  á  S.  M.:  De  Buge,  13  de 

Octubre  1578 527 

XCII. — Antonio  Pérez  á  Gonzalo  Vallejo:  Madrid, 

19  de  Octubre  1578 528 

XCII  bis. — Octavio  Gonzaga  á  S.  M.:  Buja,  20  de 

Octubre  1578 529 

XCIII.— El  Cardenal  de  Granvela  á  Feb'pe  II: 

Roma,  23  de  Octubre  1578 529 

XCIV. — Antonio  Pérez  á  Gonzalo  Vallejo:  Ma- 
drid, 7  de  Diciembre  1578 530 


-596 


XCV.^D.  Boavdioo  de  Umáon  á  S.  M.:  Loo- 
dfw»  8  <k  DicMnbra  1576 531 

XCVl.~Relftcíóo  de  lot  crÍÉdot  qoa  D.  }mn  át 
Aattm  taok  en  tu  tenricio  y  dd  eneldo  ree- 
pectÍTo.  ••... 531 

XCVII.— Lo  qoe  &  M.  meode  qve  ee  hi^  en  lo 
qne  toce  al  ctierpo.  ceee  y  cnedoe  de  D.  Joea 
de  Anelria 534 

XCVm.— D.  Gebriel  Ni5o  á  Antonio  Péccc  Pte- 

rft.  2g  de  lleno  1579 533 

Xax.— D.  Gebriel  Nifto  de  Zóftifi  el  Secralerio 
Peras:  Seniander.  50 de  AbríJ  1579. 336 

C.->D.  Gebriel  Nifto  de  ai%iáS.  M.:  Senten- 
der,  i.*delfe]rox579 337 

CL— Antonio  Piras  á  Gooalo  Velleio:  AnajoMi 
13  de  Meyo  1379 33S 

APÉNDICES 

NúM.  I.— Cartas  de  D.  joen  de  Anatria  á  D.  Rodrigo 
de  Mendosa  y  al  Conde  de  Olgas:  1576-1378 541 

NúM.  e.— D.  Joan  de  Austria  á  Dc^  Mafdaleoa  de 
UUoe:  Afoalo  1370 57a 

NÚM.  3. — Fragmento  de  carta  del  inique  de  Aioa  ai  se- 
cretario 2^yas,  sobra  la  conducta  de  le  madre  de  Don 
Juan  de  Austria,  y  respoesta  dd  Rey,  tomados  del 

citm  di  Alé» 573 

NÓM.  4. — Memorial  de  Coorado  Pyramo  á  S.  M:  1581.  373 
NÚM.  3. — Sobre  el  retrato  de  D.  Juan  de  Austria  qtw 

figura  al  frente  de  esta  historia 376 

NÚM.  6.— Variantes  de  loe  códices  consultados  pera  la 

publicackki  de  esta  historia 577 


SOCIEDAD 

DE 

BIBLIÓFILOS  ESPAÑOLES 


1.  Excmo.  Sr.  D.  José  Fernández  Jiménez. 

2.  Excmo.  Sr.  D.  Mariano  Vergara. 

3.  Excmo.  Sr.  D.  Santos  de  Isasa. 

4.  Sr.  D.  Vicente  Vignau. 

5.  Excmo.  Sr.  D.  Miguel  Colmeiro. 

6.  limo.  Sr.  D,  Juan  Facundo  Riéúio. 

7.  Sr.  D.  Jacinto  Sarrasí. 

8.  Sr.  D.  Toribio  del  Campillo. 
g.     Sr.  D.  Cándido  Bretón  Orozco. 

10.  Sr.  D.  Eugenio  Maífei. 

11.  La  Biblioteca  Nacional. 

12.  Excmo.  Sr.  D.  Joaquín  Ceballos  Escalera. 

13.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  la  V^a  de  Armijo. 

14.  Sr.  D.  Fermín  Hernández  Iglesias. 

15.  La  Biblioteca  del  Ministerio  de  Gracia  y  Justicia. 

16.  Sr.  D.  Rafael  Vidart  y  Vargas  Machuca. 

17.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Perales. 

18.  limo.  Sr.  D.  Félix  García  Gómez, 
ig.     Sr.  D.  Ricardo  Chacón. 

20.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Casa- Valencia. 

21.  Excmo.  Sr.  D.  Nilo  María  Fabra. 

22.  Excmo.  Sr.  D.  Luis  de  Estrada. 

23.  limo.  Sr.  D.  Julián  Zugasti  y  Sáenz. 
24*     Excmo.  Sr.  Marqués  de  Aranda. 

25.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Heredia. 

26.  Excmo.  Sr.  D.  Fermín  Lasala. 


9j.  Sr.  D.  AiDÓt  de  Eacalante. 

sB.  limo.  Sr.  D.  Joan  UAa. 

39.  limo.  Sr.  O.  Joaqufa  Ifaldonado 

30.  Bl  Aleoeo  de  Medrid. 

31.  Sr.  D.  Juta  Mftfté  y  PUqner. 

33.  Excmo.  Sr.  D.  P^ákio  AgiÚR»  de  Tei*da. 

33.  Exono.  Sr.  Mbrqoét  de  Valmer. 

34.  Sr.  D.  Juan  Federico  Itaatad». 

35.  Sr.  D.  Eduardo  Sanchas  y  Rubio. 

36.  La  BiHwffi?fi  del  Senado. 

37.  Sr.  D.  ]oaé  de  Garaica. 

38.  Un».  Sr.  O.  Ifanual  Mereio. 

39.  Sr.  D.  Franctsoo  de  Dorja  Fabón. 

40.  Excmo.  Sr.  D.  Ifaaoel  R.  Zarco  del  VaQe. 

41 .  Excmo.  Sr.  Marqnéa  de  VaDeio. 

4a.  Sr.  D.  Salvador  de  Torres  y  Agoilar. 

43.  La  Bibláoieca  de  la  Real  Academia  KspriJnla 

44.  Sr.  D.  Penando  Feraáadas  de  Velasoo. 

45.  Excmo.  Sr.  Umqaéi  de  F(dal. 

46.  Excmo.  Sr.  Ilanpiés  de  Hofot, 

47.  Excroo.  Sr.  Conde  da  Vakoda  de  Don  Joan. 

48.  Scea.BaUly-BamiéRé  Hijos. 

49.  Sr.  D.  José  liarla  Aaensio. 

50.  La  Real  Academia  de  la  I&toria. 

51.  Excmo.  Sr.  D.  Joan  Valenu 

¡2.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Tom^Puido. 

53.  Sr.  D.  FéUx  Ifaifa  de  Urcolhi  y  Zohieta. 

54.  Sr.  D.  Luía  de  la  Eaooava. 

55.  Sr.  D.  Haanel  Cania. 

56.  La  KblioCeca  dd  Miniüerío  de  Fomento. 

57.  Sr.  D.  Joaé  Sancho  Rayón. 

58.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Caaa-Loring. 

59.  Sr.  D.  Femando  Arias  Saaiwdnu 

60.  Dr.  E.  Thebossen. 

61.  Excmo.  Sr.  D.  Bqgenio  Montero  Rfos. 

62.  Sr.  D.  José  Antonio  de  Balenchana. 

63.  limo.  Sr.  D.  Marcial  Taboada. 

64.  Excmo.  Sr.  D.  Antonio  María  Fabié. 

65.  Sr.  Conde  de  Roche. 

b 


66.  Sr.  D.  Enrique  Rouget  de  Lóseos. 

67.  Exorno.  Sr.  Marqués  de  Miravel. 

68.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Casa-GaJindo. 

69.  Sr.  D.  José  de  Palacio  y  Viteri. 

70.  Sr.  D.  Juan  Llordachs. 

71.  Sr.  D.  Pablo  Cuesta. 

72.  Sr.  D.  Fernando  Núñez  Arenas. 

73.  Sr.  D.  José  Llordachs. 

74.  Sr,  D.  Ramón  Sisear. 

75.  Sr.  Gerold,  de  Viena. 

76.  Sr.  D.  Donato  Guío. 

77.  Excmo.  Sr.  D.  Segismundo  Moret. 

78.  Sr.  D.  Vicente  Poleró. 

79.  Sr.  D.  Carlos  de  Uhagón  y  Arispe. 

80.  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  Romero  y  Robledo. 

81.  La  Real  Academia  de  Bellas  Artes  de  San  Femando. 

82.  Sr.  D.  Gabriel  Sánchez. 

83.  Sr.  D.  José  Jorge  Daroqui. 

84.  Sr.  D.  Pedro  Pablo  Blanco. 

85.  Excmo.  Sr.  D.  Ricardo  Villalba  y  Pérez. 

86.  Sr.  D.  Eduardo  Corredor. 

87.  Excma.  Sra.  Condesa  de  Oñate. 

88.  Sr.  D.  Luis  Masferrer. 

89.  Sr.  D.  Francisco  Cuesta.- 

90.  Sr.  D.  Mariano  Murillo. 

91.  Sr.  D.  Federico  Real  y  Prado. 

92.  Sr.  D.  Felipe  Barroeta. 

93.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Peñaranda  de  Bracamente. 

94.  Sr.  D.  Enrique  García  de  Ángulo. 

95.  La  Biblioteca  del  Ministerio  de  Marina. 

96.  Sr.  D.  José  Moncerdá. 

97.  Sr.  D.  Rafael  de  la  Escosura. 

98.  Excmo.  Sr.  D.  José  Gutiérrez  de  la  Vega. 

99.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Casa-Irujo. 
ICO.  Sr.  D.  Miguel  Victoriano  Araer. 
loi.  Sr.  D.  Leocadio  López. 

102.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Toreno. 

103.  Sr.  D.  Luis  María  de  Tro  y  Moxó. 

104.  Sr.  D.  Francisco  Iravedra. 


105.  Sr.  D.  José  Canon  y  MartfneB. 

106.  La  Biblioceca  Impeñal  de  StrMsbuff . 

X07.  La  Btblioceca  dal  Coi^Peao  de  kM  Dipotidoa. 

X08.  Sr.  D.  Antoaio  Beaftes  de  Lu^o. 

X09.  Sr.  D.  WeocedM  Ranfrex  de  Villa- Umttia. 

lio.  Sr.  D.  José  Maifa  Pires  y  Porto  Moodngte. 

til.  Sr.  D.  jote  Enrique  Serrano. 

lis.  Excmo.  Sr.  Manfiiés  de  Vilunia. 

113.  La  Biblioceca  Real  de  la  Uoivertkkd  de  boon. 

XI4.  Sr.  D.  fuliáe  Arias  MaRís. 

115.  Sr.  D.  Naxario  Cakmje. 

1x6.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Baftneloe. 

117.  Sr.  D.  Eugenio  Hartseabnicii  é  Hiriart.    • 

xt8.  Sr.  D.  Lub  Toeqoeta. 

XX9.  Sr.  D.  Luía  Navarro. 

sso.  Excmo.  Sr.  D.  llaroeliao  Menliidn  y  Pelayo. 

itx.  La  Biblioteca  de  la  UahreraidMl  de  BaioakMML 

xaa.  Sr.  D.  Femando  Pklha. 

tty  Sr.  D.  Joan  Vidal. 

124.  Sr.  D.  Alonso  Ifeaia  de  la  Cerda. 

135.  Sr.  D.  Antonio  Pto  y  Mélia. 
ia6.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Sallent. 
197.  Sr.  Marqa£e  del  Boech  de  Aria. 
xa8.  Excmo.  Sr.  Duque  T  Serdnea. 

199.  Excmo.  Sr.  Maxqoét  de  Jeres  de  loa  Caballeroa. 

X30.  Sr.  D.  Carlos  Volmóller. 

X31.  Sr.  D.  Francisco  A.  Coomielerán. 

X3a.  Sr.  D.  J.  C.  Cebrián. 

X33.  Excmo.  Sr.  D.  José  Esperanza  y  Sola. 

X34.  Sr.  D.  Mateo  de  Rivas  y  Cuadrillero. 

X35.  Sr.  D.  León  Medina. 

136.  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  R.  de  Uha^ón. 
X37.  Sr.  D.  Cesáreo  Aragón. 

X38.  Exono.  Sr.  D.  Raimundo  F.  Viiiaverde. 

X39.  Sr.  D.  José  Luis  Gallo. 

t40.  Señora  Doüa  blanca  de  los  Ríos. 

X41.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Cedillo. 

142.  Sr.  H.  B.  Clarcke. 

X43.  Excmo.  Sr.  Conde  de  VUches. 

d 


144-  Sr.  D.  Joaquín  Hazañas  y  la  Rúa. 

145.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Estrada. 

146.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Linares. 

147.  Sr.  D.  Calixto  Oyuela. 

148.  Sr.  D.  Ramón  Morenés  y  Alesson. 

149.  Sr.  D.  Miguel  Toldrá. 

150.  Sr.  Marqués  de  Santa  Susana. 

151.  Excmo.  Sr.  Duque  de  Bervvick  y  de  Alba. 

152.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Valdeterrazo. 
153'  Sr.  Johannes  Merck,  de  Hamburgo. 

154.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Santillana. 

155.  Excmo.  Sr.  D.  Emilio  Nieto. 

156.  Karl.  W.  Hiersemann,  de  Leipzig. 

157.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Limpias. 

158.  Sr.  D.  José  Manuel  de  Garamendi. 

159.  I!mo.  Sr.  D.  Atanasio  Morlesín. 

160.  Sr.  D.  Cristóbal  Pérez  Pastor. 

161.  Sr.  D.  Antonio  Rodríguez  Villa. 

162.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Comillas. 

163.  Excmo.  Sr.  Duque  de  Rivas. 

164.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Tejada  de  Valdosera. 

165.  Excmo.  Sr.  D.  Cayetano  Sánchez  Bustillo. 

166.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Torreánaz. 

167.  Excmo.  Sr.  D.  Carlos  Frontaura. 

168.  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  de  P.  Arrillaga. 

169.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Casa-Torre. 

170.  Excmo.  Sr.  Conde  de  la  Vinaza. 

171.  Excmo.  Sr.  D.  Tomás  Castellanos. 

172.  limo.  Sr.  Marqués  de  Bolaños. 

173.  D.  Francisco  F.  Bethencourt. 

174.  Excmo.  Sr.  D.  Cesáreo  Fernández  Duro. 

175.  Sr.  D.  Manuel  Gómez  Imaz. 

176.  Sr.  D.  Anselmo  Rodríguez  de  Rivas. 

177.  Excmo.  Sr.  D.  Eduardo  de  Ibarra. 

178.  Sr.  D.  José  María  de  Urquijo. 

179.  Sr.  D.  Emilio  Cotarelo  y  Morí. 

180.  Excmo.  Sr.  D.  José  Sanchiz. 

181.  Sr.  D.  Pedro  Pascual  Ollver. 

182.  Sr.  D.  Manuel  Serrano  y  Sanz. 


185.    Sr.  Normas  MaocoU  E«|.' 

184.  Sr.  D.  Imwl  Annda. 

185.  Otto  Aitmowite,  de  Leipsig. 

186.  La  Gimo  PMa. 
187. 

188. 
189. 
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254. 
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257- 
258. 

259. 
26o. 


s6i. 
96a. 
363.    LaSodfldMldeBibliófilotEapaAolet. 


SEAORES  socios  FAIXEODOS 

COf  A  WOKMJKIÓK  OOVIUiÚAM  MU  PAMBnSt  6 1 

S.  M.  EL  REY  D.  ALFONSO  XU 
s.    4i  Excmo.  Sr.  D.  Joaqttfii  Rou  de  Caftahal». 
s.    4*  Bxono.  Sr.  D.  S«v«ro  r4ihiliiMi. 
3.    4a  Eicmo.  Sr.  Marqués  de  k  Tomdlk. 

4«  4*  ^*  ^*  '^'^"^  Boffoa- 

5.  •!*  ExcB».  Sr*  Marquét  d«  Molfnt. 

6.  4«  Sr.  D.  Ptodio  N.  OMAthk. 

7.  41  Sr.  D.  Sftturio  Martfatt. 

8.  •!•  Sr.  D.  AlfottK»  Darán. 

9.  4«  Sr.  D.  Bernardo  Rico. 

10.    •{•  Excao.  Sr.  Conde  de  UKfh^. 


JUNTA  DE  GOBIERNO 


Presidente Excmo.  Sr.  D.  Marcelino  Menéndez  y  Pela- 

yo,  Académico  de  la  Real  de  la  Historia. 
—León,  21. 

Vicepresidente Excmo.  Sr.  D.  Antonio  María  Fabié,  Aca- 
démico de  la  Real  de  la  Historia. — Rei- 
na, 43. 

Tesorero Sr.  D.  José  Antonio  de  Balenchana.— Rei- 
na, 24,  bajo. 

Contador limo.  Sr.  D.  Vicente  Vignau,  Académico 

de  la  Real  de  la  Historia.— Calle  de  San 
Andrés,  34. 

Secretario  primero.  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  R.  de  Uhagón, 
Académico  de  la  Real  de  la  Historia. — 
Serrano,  16. 

Secretario  segiwdo.  limo.  Sr.  Conde  de  Cedillo,  Académico 
electo  de  la  Real  de  la  Historia.— Hernán 
Cortés,  3. 

(Sr.  D.  Antonio  Rodríguez  Villa,  Académi- 
co de  la  Real  de  la  Historia — Huertas,  5. 
Excmo.  Sr.  D.  José  María  Asensio,  Acadé- 
mico de  la  Real  de  la  Historia.— Lista,  4. 

Vocales  . <  limo.  Sr.  D.  Atanasio  Morlesín,  C.  de  la 

Real  de  la  Historia. — Barrionuevo,  10. 
Sr.  D.  Antonio  Paz  y  Mélia. — Princesa,  30. 
Sr.  D.  Cristóbal  Pérez  Pastor.— Convento 
de  las  Descalzas  Reales. 


UBROS  PUBUCAOOS 


SOCIEDAD  DB  BIBLIÓFILOS  BSPAÑ0LB8 


L  C*«TAi  K  EcMMMo  S*i.At»»,  poT  D.  PttcuaJ  de  Qtfiaiok 
Tirada  d«  $B»^&mfUm,ÁgmméM  Im  Oieiém. 

U.  PonUt  M  D.  Fiuicaoo  m  Rkua,  por  D.  Cayetano  A.  de 
la  Barrara.  Tirada  d»  y»  a^plaraa.  Afotmdti  Im  •iiciám, 

ilL  Rbumiohbi  bb  Mofffftt  aoovos  aa  tot  óltmdc  Tiiinrif*  aat. 
asmo  DB  Gmaiuba,  por  D.  Emilio  Lafocote  Alciotara.  Tirada  da 
]00  etMBplarca.  ÁgotmáM  Im  «fkida. 

IV.  (^m  CABTAt  foüTno^LnaaAAus  ea  D.  Dboo  SAamairTO 
Dc  AcnÜA,  CoNoa  M  GowpOMiía.  por  D.  Pascual  de  Gajraiifoa.  Ti> 
rada  de  joo  efaesplarca.  Agotmám  Im  ^éiriém 

V.  El  umo  oa  la*  *▼»  oa  ca^a,  obl  GiMcn.LKa  Piaao  Ldms 
DB  Ayai.a,  com  las  Ojosas  oaL  DoQDB  DB  Al  Bwqu«muB»  Tliada 
dc  300  cicroplarcs.  Agoimám  Im  éáició», 

VL  Tbacbma  llamada  JoaarntA,  oa  Mkusl  ob  Cakvaial,  por 
D.  Manad  Caüeie.  Tirada  de  )oo  e)aa»plarea.  Grmtispmmku  «a> 
cioi,  Agotmám  Im  tiitiim. 

VIL  Lnao  bb  la  Címara  Rsal  dbl  PaiMara  D.  Joais  aa  Con* 
SALO  FsMiÁMiBs  BB  Otisoo,  poT  D.  José  Marte  Eacinlero  d«  la 
Peña.  Tirada  de  ]00  eiemplares.  Agotmám  Im  edieióm. 

VUl.  HtsTOMA  DB  EmtfuquK  n  db  Ouua,  Rct  db  IjUEaotALCM, 
EamotADoa  dk  ConrrAintHorLA,  por  D.  Paacoal  de  Gayaofoa.  Ti> 
rada  de  300  eiempbret.  Agotmám  Im  eáicióm. 

IX.  El  Chotalón  di  CataisTárMORo  Gi«ontoso.  Tirada  de  y» 
eienpUret.  Agotmám  Im  táieióm. 

X.  Don  Lacarillo  VtacARDi,  DB  D.  Arromo  Eumsw),  por  Don 
Francisco  Asenjo  Barbieri.  Dos  tomos.  Tirada  de  300  ejemplaro. 
Agotmám  Im  edición. 

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XI.  Relaciones  de  Pedro  de  Gante,  por  D.  Pascual  de  Gayan- 
gos.  Tirada  de  300  ejemplares.  Gratis  para  los  socios.  Agotada 
la  edición. 

XII.  Tratado  de  las  batallas  y  ligas  de  los  ejércitos  del 
Emperador  Carlos  V,  desde  i  32  i  hasta  1545,  por  Martín  García 
Cereceda.  Tomos  I,  U  y  111.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la 
edición. 

XIII.  Memorus  del  Cautivo  en  la  Goleta  de  Túnez,  por  Don 
Pascual  de  Gayangos.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edi- 
ción. 

XIV.  Libro  de  la  Jineta  y  descendencia  de  los  caballos  guz- 
manes,  por  D.  José  Antonio  de  Balenchana.  Tirada  de  300  ejem- 
plares. Agotada  la  edición. 

XV.  Viaje  de  Felipe  segxwdo  á  Inglaterra,  por  D.  Pascual 
de  Gayangos.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XVI.  Tratado  de  las  epístolas  y  otros  varios,  de  Mosén 
Diego  de  Valera,  por  D.  José  Antonio  de  Balenchana.  Tirada  de 
300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XVII.  Dos  obras  didácticas  y  dos  leyendas,  sacadas  de  manus- 
critos de  la  Biblioteca  del  Escorial,  por  D.  Germán  Knust.  Tirada 
de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XVIII.  Divina  retribución  sobre  la  caída  de  España  en  tiempo 
del  noble  Rey  D.  Juan  el  primero,  del  Bachiller  Palma,  por  Don 
José  María  Escudero  de  la  Peña.  Tirada  de  300  ejemplares.  Ago- 
tada la  edición. 

XIX.  Romancero  de  Pedro  de  Padilla,  por  el  Marqués  de  la 
Fuensanta  del  Valle.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XX.  Relación  de  la  jornada  de  Pedro  de  Orsúa  á  Omagua  y 
AL  Dorado,  por  el  Marqués  de  la  Fuensanta  del  Valle.  Tirada  de 
300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XXI.  Cancionero  general  de  Hernant)0  del  Castillo,  por  Don 
José  Antonio  de  Balenchana.  Dos  tomos.  Tirada  de  300  ejempla- 
res. Agotada  la  edición. 

XXII.  Obras  de  Juan  Rodríguez  de  la  Cámara  (ó  del  Padrón), 
por  D.  Antonio  Paz  y  Mélia.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada 
la  edición. 

XXIII.  El  Pelegrino  Curioso,  por  D.  Pascual  de  Gayangos. 
Tomos  1  y  II.  Tirada  de  300  ejemplares. 

XXIV.  Cartas  de  Villalobos,  por  D.  Antonio  María  Fabié. 
Tirada  de  300  ejemplares. 

XXV.  Memorias  de  D.  Félix  Nieto  de  Silva,  Marqués  de  Te- 
NEBRÓN,  por  el  Excmo.  Sr.  D.  Antonio  Cánovas  del  Castillo.  Ti- 
rada de  300  ejemplares. 

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XXVL  HanmiA  un.  mamtm  Altimo  qok  foá  os  Motrnau  t 
MI  ao  ■CTMiW»  D.  FtuK  Mt  Boma,  por  D.  Frmacaoo  Gailte  Ro* 
ble*.  Tomo  L  Tkadt  de  joo  cietnphireft. 

XXVIL  Dii&jooQS  m  uk  Mon««U.  ManiMCJiío  iaédho  4t  b 
E«ilAcadaBii<lelallitiork,poreÍSr.D.  FraacÍMO  R.  de  Uba- 
9te.Tlnd*de  fw  efcaplvit. 

XX VUL  Lmm»  m  ua  vm-nioMs  á  clamas  tminun,  d  eani  Am 
é  BOinpMO  el  CoaJeenhU  D.  AJvero  de  Lose,  Mbestrt  de  le  Or> 
de»  de  SemiijB,  por  el  Eamno.  Sf .  O.  Meroettao  Mettlades  y  ^- 
leyó.  Tire^  de  900  ef^pplaret. 

XXIX.  Ofóteaum  urauate»  ac  im  matm  snr  i  sn,  por 
D.  AattNile  Pie  y  lUBe.  Tlnde  de  }M  efcmpleret. 

XXX.  NoMUAsm  M  CofaoooTAMMUM  fie  Itiaut*  por  D.  Aato- 
iúo  Pee  y  MéUi.  Tirada  de  600  etemptare». 

XXXL  Doi  MOv&AS  as  D.  Atólo  imémmo  m  SaLaa  Bama- 
aauíA  por  el  F.xcmo.  Sr.  D.  Fraaeieco  R.  de  IMiaprtii.  Tirada 
4e  )0O  efemplarea. 

XXXU.  RauíooMBí  WBTteacAS  aa  i4ie  «nuee  svi  f  <▼«,  por  d 
Baeno.  Sr.  O.  Fraociseo  R.  de  Ubifón.  Tirada  de  300 etcmplaret. 

XXXU.  ímmmoaá.  campiouaám  wtmu  lo  Aimooo  t  lo  mt- 
wrra,  obl  Baonlubi  Cam^teaL  a«  VaLALóii,  por  D.  MamMl  Se- 
rraao  y  Sattt.  Tirada  de  jpo  ejeai^larca. 

XXXIV.  IteveatA  aa  D.  Joa»  ae  Aurrau.  caí.  Licaaouao  Po- 
aaiio»  por  a  ÁMOttio  Rodrlioes  Villa.  Tirada  de  )oo  eyeaiplMea. 


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