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Full text of "Historia del emperador Napoleon"

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ff.  YFRME7.  DlL 


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HISTORIA 


IlFf.     fcMI'KII  \lli>|-. 


\.1P0LE0\, 

PORF.M.LAIWTDELARDECHE; 

con  50©  dibujos 

DE  HORACIO  VERNET. 


PUESTA  EN   CASTELLANO 
Xov    (-fe).    ¿-ímxtíi.'     (Jvent.u 


Imprenta  de  don  Antonio  Bekgnes  y  Compañía. 
1840. 


V 


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*  -: 


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• 


Bf  TK  ICI  OÍD. 


PROLOGO, 
que  temer  que  vaya  á  menos  el  desagravio  grandioso  que  debe  al  nú 
men ,  á  la  desventura  y  á  la  gloria. 

Mas  cabe  otro  medio  de  obsequiar  á  los  difuntos,  el  mas  esclarecido 
para  varones  del  temple  de  Napoleón,  y  es  el  historiar  circunstanciada 
mente  su  vida. 

¿Quién  acertará  con  efecto  á  idear  rasgos  mas  gloriosos  para  la  memo 
ria  de  Napoleón  que  ellos  mismos ,  ni  qué  ceremonial  equivaldrá  á  la 
mera  relación  de  tan  suma  nombradla? 

¡Nacer  casi  en  el  desamparo;  vivir  luego  en  la  púrpura;  Emperador 
y  Rey!  ¡y  luego  morir  y  yacer  allá  en  los  peñascos  de  una  isla  bravia, 
arrinconado  por  el  miedo  de  sus  enemigos! 

¡Encontrar  la  potestad  en  medio  de  la  calle,  la  sociedad  bajo  las  plan- 
tas de  la  revolución ,  y  un  mero  soldado  de  fortuna  restablecer  la  una  y 
realzar  la  otra:  ¡dos  afanes  para  emplear  un  siglo! 

¡Enseñorearse,  desde  la  nada,  de  todo  y  de  todos;  descollar  tanto  en 
política  como  en  milicia;  con  el  cetro,  con  la  vara  de  la  justicia  como 
con  la  espada ;  y  acá  y  acullá  andar  repartiendo ,  en  la  carrera  de  una 
vida  portentosa,  mas  coronas  que  derribaron  allá  Alejandro  y  César!... t 
¿Qué  numen  dio  jamás  á  luz  epopeya  mas  grandiosa?  y  ¿qué  monumen- 
to puede  abarcar  tan  inmensa  nombradía,  sino  su  misma  historia? 

Tras  aquel  embeleso  esplendoroso  y  la  grandeza  de  los  resultados, 
ya  muchos  han  intentado  referir  la  carrera  del  soldado-emperador;  pero 
quedaban  todavía  muy  cercanos  los  acontecimientos ;  no  habia  aun  vola- 
do la  humareda  de  las  guerras ,  y  no  se  rasguea  á  derechas  la  historia 
tras  un  campo  de  batalla. 

En  el  dia  nos  hallamos  ya  desviados  de  aquel  horizonte  abrasador ,  y 
Napoleón  ya  no  corresponde  ni  á  Walter-Scott  ni  á  Loriquet ,  ni  tampoco 
á  Hudson-Lowe.  Desde  la  crónica  y  el  folleto  que  al  pronto  lo  habían 
traspasado,  su  memoria  se  encumbró  á  la  historia  verdadera ,  y  Napo- 
león es  de  nuevo  Emperador  y  Rey. 

Reconócese  ya  la  posteridad  en  estas  muestras  esplendorosas;  rayó  por 
fin  el  dia  de  historiar  aquella  grandiosa  vida,  y  es  quizás  el  único  ins- 
tante favorable  para  levantar  un  monumento  á  la  verdad ,  pues  dejando 
á  la  espalda  el  folletín  yerto  con  la  postrer  llamarada  de  las  pasiones  des- 
vanecidas, ¿no  asoma  ya  en  el  horizonte  la  poesía  derramando  á  manos 
llenas  flores  y  patrañas? 

Un  sujeto  de  la  nueva  je neracion,  de  suyo  acalorado,  pero  también 
atinado  y  profundo,  se  enteró  perfectamente  del  asunto  y  puso  manos  á 
la  obra. 

Corre  de  estremo  á  estremo  por  Europa  este  libro ,  cuya  primera  edi 
cion  de  22,000  ejemplares  está  ya  apurada,  y  luego  sus  traducciones  en 


PBOLOGO.  9 

todos  los  idiomas  han  merecido  igual  aceptación  que  el  orijinal  (i\. 

Desde  luego  se  alcanza  aquella  ansia  tan  estremada,  líense  en  esta  his 
loria  los  afanes  del  sumo  capitán,  relación  portentosa  que  está  abarcan- 
do, desde  sus  dos  puntos  contrapuestos,  Tolón  y  Waterloo,  una  serie  de 
victorias  recordadas  con  los  nombres  de  Montcnotc,  Areola,  Pirámides, 
Rivoli,  Austerlitz,  .lena,  Wagram,  con  otros  muchos  estampados  en  la 
memoria  de  las  jentes  al  par  que  en  el  bronce  de  la  columna. 

Hállanse  en  esta  obra  sus  tratados  de  paz ,  que  pregonan  una  activi- 
dad que  no  podia  hallar  descanso  sino  en  el  término  esclarecido  señalado 
por  el  engrandecimiento  y  la  independencia  de  la  patria;  y  aquellos  bole- 
tines inmortales,  milagros  patentes  del  numen  político  y  de  la  elocuencia. 

Junto  á  tantísimo  primor  del  arte ,  de  la  diplomacia  y  de  la  guerra, 
Mr.  Laurcnt,  con  perspicacia  despojadora,  ha  ido  descubriendo  los  actos 
de  la  política  del  siglo  XIX ,  las  conquistas  de  la  revolución  planteadas 
por  el  Emperador,  y  aquella  igualdad  civil,  fundada  en  sus  códigos  co- 
mo base  de  la  vida  social,  y  que  patentiza  todas  las  carreras  al  trabajo, 
al  denuedo  y  á  la  esperanza. 

Tratándose  de  los  grandiosos  afanes  estemos,  ha  ido  >lr.  Laurent  deli- 
neando, con  aquel  brioso  y  arrebatado  lenguaje  que  le  es  tan  jenial,  cuan 
feliz  influjo  han  tenido  en  Europa  las  avenidas  de  los  ejércitos  franceses, 
hijos  de  la  revolución. 

En  fin ,  sobre  tantos  realces  para  merecer  el  aprecio  jeneral ,  ha  cabido 
á  esta  historia  de  Mr.  Laurent  la  ventaja  inapreciable  de  haberla  ilustrado 
Horacio  Vernet ,  pues  hasta  quinientos  dibujos  de  su  lápiz  en  cstremo 
espresivo  engalanan  este  libro,  en  el  cual  los  editores  han  echado  el  resto, 
pues  ,  aun  en  su  jerarquía  mas  llana  ,  no  se  han  avenido  á  quedarse  en 
zaga  del  dibujante  y  del  escritor. 

Barcelona  26  de  octubre  de  1X40. 


(I)  ¿Quién  no  ha  leído,  hace  algunos  días,  en  una  carta  fecha  en  Teherán,  una 
nueva  demostración  de  la  aceptación  imponderable  de  este  libro?  Un  ejemplar  de  es- 
ta  «  Historia  ilustrada  de  Napoleón»  fué  ofrecido  al  Shah  de  Persia,  por  M.  Sercey  ;  y 
este  libro  es  el  que  se  ha  hecho  traducir  aquel  emperador  de  Asia,  para  venir  en  co- 
nocimiento del  Emperador  de  Europa  ;i  quien  estaba  celebrando  por  el  eco  de  la  nom- 
bradla, antes  de  enterarse  de  los  portentos  de  su  vida.  (Véase  el  Diario  de  los  Deba- 
tes del  19  de  julio,  carta  de  M.  Enjenio  Flandin) 


Poct    oci.tui»vn- 


MAPOLtOli 


INTRODUCCIÓN. 


os  hombres  no  faltan  nunca  para  las  circuns- 
tancias, ha  dicho  Montesquieu,  y  en  efecto 
cuantas  veces  necesitó  el  mundo  de  un  nuevo 
pensamiento  para  no  perecer  con  las  creencias, 
las  instituciones  y  los  imperios,  ya  exhausta  su 
vitalidad  y  cumplido  su  destino,  otras  tantas 
se  hallaron  especuladores  de  relevante  mérito, 
apellidados  sabios,  profetas  ó  dioses,  según  las 
"*'''  épocas  y  la  elevación  ó  trascendencia  de  su  in 
jenio,  pareciendo  ora  como  sublimes  contempladores  para  idear  una  cm- 
presa  rejeneradora,  en  medio  del  aislamiento  y  del  misterio  de  la  inspira 
cion;  ora  como  filósofos  para>  enseñarla  en  las  aulas,  como  tribunos  para 
comunicarla  en  las  plaza» públicas,  como  lejisladores  para  darle  una  con 


42  INTRODUCCIÓN. 

sagracion  política,  y  como  conquistadores  para  esplayar  los  ámbitos  de 
su  poderío  y  propagación. 

Verdad  es  que  hasta  ahora  los  grandes  capitanes  antiguos  y  modernos 
apenas  se  han  hecho  acreedores  á  la  admiración  de  sus  contemporá 
neos  y  de  la  posteridad,  cooperando  indeliberadamente  ala  obra  de  la  ci- 
vilización universal.  La  historia  ha  realzado  con  especialidad  el  número 
ó  el  esplendor  de  los  triunfos,  el  arte  de  ganar  batallas,  la  ciencia  de  las 
retiradas ,  el  mérito  de  las  dificultades  vencidas  y  de  los  peligros  arrostra- 
dos, las  espediciones  ajigantadas,  las  conquistas  grandiosas  y  todo  cuan- 
to manifiesta  injenio  é  ilustra  militarmente,  añadiendo  además  cuanto 
deslumhra  á  los  pueblos  en  la  vida  de  los  varones  cstraordinarios  que  le- 
vantan ó  derrocan  imperios  con  el  poderío  de  sus  armas.  Así,  por  no 
comprender  la  trascendencia  filosófica  de  su  sangrienta  propaganda  y  por 
no  alcanzar  en  ellos  mas  que  estruendosos  asoladores,  varios  escritores  de 
nombradla  han  querido  derribar  el  pedestal  de  sus  estatuas  y  censurar 
la  autoridad  de  los  siglos,  jactándose  de  paradojistas  y  contraponiéndo- 
se á  las  preocupaciones  clásicas.  Así  el  lírico  Rousseau  rehusó  admirar 
en  Alejandro  lo  que  aborrece  en  Afila,  y  Boileau ,  tan  pródigo  de  in- 
cienso con  Luis  XIV,  no  quiso  ver  en  el  discípulo  de  Aristóteles,  vencedor 
de  Darío,  mas  que  un  alropellador  que  redujo  el  Asiaá  cenizas. 

Esta  absoluta  reprobación,  aunque  de  fecha  remota,  es  desatinada  é 
injusta.  Si  al  endiosar  á  los  guerreros,  no  se  han  recapacitado  bastante  los 
estragos  de  la  guerra,  y  si  al  ensalzar  el  heroísmo  del  soldado,  no  se  ha 
tenido  presente  que 


Y  donde  (jtiiera  qne  un  estado  empieze, 
Bañada  en  sangre  cada  espiga  crece. 


(  Iíekaisgek). 


mas  injusta,  y  quizás  menos  disculpable  que  esta  exajeracion  apolojética, 
seria  la  de  negar  redondamente  la  lejitimidad  de  la  gloria  militar ,  con 
ceptuando  allá  la  nombradía  de  los  conquistadores  como  un  dilatado  em- 
bate contra  el  jénero  humano,  y  el  producto  de  un  aciago  prestijio  y  de 
un  embeleso  perpetuo. 

Proclámese  enhorabuena  la  superioridad  racional  de  nuestro  siglo  so- 
bre los  anteriores;  no  titubearemos  en  reconocerla  como  secuaces  ansio- 
sos y  perseverantes  de  la  perfección  humana;  pero  fuera  sumo  engreimien- 
to en  la  época  actual  suponer  que  el  mundo  empezó  ahora  á  despejar 


INTRODUCCIÓN.  45 

se ,  y  tildar  el  descarrio  de  los  tiempos  pasados  como  desvariados  en  sus 
conceptos  históricos  y  en  sus  opiniones  racionales  mas  universal  y  anti 
guamente  acreditadas.  Cuando  los  pueblos  concedieron  al  gran  guerrero 
tan  unánimemente  la  ovación  en  vida  y  los  honores  del  Panteón  después 
de  su  muerte,  no  los  movió  solamente  el  embeleso  de  la  nombradla  para 
aquel  asombro  y  reconocimiento  inalterable.  Hermanábase  con  el  ímpetu 
de  un  portento,  en  los  pechos  nobles  y  en  las  fantasías  acaloradas,  un  ins- 
tinto próvido  de  que  los  grandes  hechos  y  los  inmensos  logros  que  infla- 
maban las  almas  jenerosas  y  recibían  por  do  quiera  la  sanción  del  aura 
popular,  lejos  de  malograrse  para  la  santa  causa  del  progreso  social  der- 
ramando ráfagas  de  luz  en  la  carrera  de  algunas  naciones  ó  de  algunos 
individuos,  producirían  forzosamente  consecuencias,  no  menos  provecho- 
sas para  toda  la  familia  humana,  que  gloriosas  para  algunos  de  sus  miem 
bros. 

Con  efecto,  cuando  el  pueblo  ejipcio  invade  el  Asia  y  plantea  sus  co- 
lonias victoriosas  en  las  islas  y  el  continente  de  la  Grecia,  la  civilización 
de  Tébas  y  Ménfis  marcha  en  pos  de  Sesostris  ó  de  Cecrops. 

Cuando  la  espada  de  Alejandro  derriba  el  trono  de  Ciro  y  avasalla  el 
Oriente  hasta  la  India,  la  civilización  triunfa  bajo  el  nombre  y  por  el 
brazo  del  discípulo  del  Estajirita;  aquel  rastro  esplendoroso  que  deja  la 
conquista  es  el  siglo  de  Péricles;  aquel  reflejo  que  se  va  tendiendo  por  le- 
janos paises  y  anchurosos  imperios  es  el  arte  y  la  ciencia  del  Ática ,  es  la 
filosofía  de  la  Academia  y  del  Liceo. 

Cuando  César  subyuga  á  los  Partos  y  á  los  Jermanos,  planta  las  águi- 
las romanas  desde  la  cumbre  del  Cáucaso  hasta  los  montes  de  la  Calcdonia, 
pasa  de  las  (¡alias  á  Italia,  de  Roma  á  Macedonia,  de  las  llanuras  de  Far- 
salia  á  las  costas  de  África,  de  las  ruinas  de  Cartago  á  las  márjenes  del 
Nilo  y  las  playas  del  Euxino:  cuando  traspone  el  Rósforo  y  el  Rin,  el  Tau- 
ro y  los  Alpes,  el  Atlas  y  los  Pirineos,  en  todas  estas  corridas  triunfales 
pasea,  en  alas  de  su  gloria  personal,  el  nombre,  el  idioma,  las  costumbres 
y  la  civilización  de  Roma ;  consigo  lleva  en  ellas  el  siglo  de  Augusto,  pró- 
ximo á  aparecer ;  va  iniciando  á  los  pueblos  idólatras  en  aquel  escepticis 
mo  que  no  permite  ya  que  los  agoreros  romanos  se  miren  sin  prorumpir 
en  risa,  funda  la  mayor  unidad  política  que  se  ha  conocido  en  la  tierra  , 
y  prepara,  con  el  hermanamiento  de  muchos  reinos  en  un  solo  imperio,  el 
establecimiento  de  la  inmensa  asociación  que  la  Iglesia  cristiana  debe  ir 
labrando  por  el  rumbo  espiritual.  Desalado  por  igualar  ó  aventajarse 
á  Alejandro,  objeto  de  su  pasmo,  y  proseguir  la  obra  de  los  tribunos 
cuyo  patrimonio  ha  venido  á  heredar,  engrandece  con  los  portentos  de  su 
espada  el  ámbito  en  que  va  á  descollar  apaciblemente  una  doctrina  que 


14  INTRODUCCIÓN. 

ensalzará  al  desvalido  y  humillará  al  prepotente ,  mejor  que  los  Gracos  y 
que  Mario. 

Ahora  bien ,  ninguno  de  aquellos  estruendosos  conquistadores  corro- 
boró en  tan  sumo  grado ,  como  Napoleón  con  sus  armas  victoriosas ,  las 
grandiosas  doctrinas,  la  enseñanza  material,  y  todas  las  relaciones  civili- 
zadoras que  la  guerra  entabla  entre  los  pueblos.  Si  en  pos  de  sí  lleva  Ale. 
jandro  el  siglo  de  Péricles,  y  César  el  de  Augusto  ;  si  los  acompañan  en 
sus  triunfos  el  numen  de  Homero  y  Sófocles,  de  Platón  y  Aristóteles,  de 
Cicerón  y  Lucrecio,  de  Virjilio  y  Horacio;  Napoleón  lleva  consigo  tres  si 
glos  que  ilustraron  también  las  artes,  las  ciencias  y  la  filosofía;  y  su  séqui 
to  no  es  menos  esplendoroso  que  el  de  sus  antecesores ,  pues  cruza  la  Eu 
ropa  con  Montaigne  y  Descartes,  Corneille  y  Racine,  Voltaire  y  Rousseau. 
Su  cuartel  jeneral  forma  una  verdadera  universidad  ambulante  en  la  que 
se  encumbra  y  señorea  el  espíritu  del  siglo  XVIII ,  y  que  recorre  las  na- 
ciones atrasadas  del  septentrión  y  del  mediodía  para  doblegarlas  al  in- 
flujo de  las  costumbres  y  de  las  doctrinas  de  la  nación  á  quien  el  mundo 
culto  reconoce  por  Reina  suya.  Por  mas  que  halague  en  Francia  los  re 
cuerdos  de  la  aristocracia  y  lisonjee  las  preocupaciones  monárquicas  con 
un  viso  volandero  de  instituciones  soterradas  con  el  trascurso  de  los  siglos, 
no  por  eso  deja  de  ser  el  demócrata  mas  poderoso,  el  innovador  mas  te- 
mible, el  propagandista  mas  formidable  para  la  añeja  Europa,  el  repre- 
sentante y  el  verbo  de  aquella  gran  revolución  que  estuvo  apuntando 
Mirabeau  con  los  destellos  de  la  elocuencia,  que  la  junta  de  salvación  pú 
blica defendió  con  los  centellazos  del  terror,  y  que  Napoleón  debe  conso 
lidary  propagar  con  los  rayos  de  la  guerra;  revolución  apellidada  fran- 
cesa en  su  cuna,  pero  que  estaba  destinada  á  ser  universal. 


INTRODUCCIÓN.  Í5 

Esto  es  el  varón  portentoso  en  quien  los  palaciegos,  los  haraganes  de 
los  salones  y  los  caciques  de  aldea  no  sabian  ó  no  querían  ver  mas  que  un 
déspota  aborrecible  y  un  conquistador  insaciable,  al  paso  que  el  artesa 
no,  el  labrador  y  el  guerrero ,  cuyo  instinto  es  mas  atinado  qne  el  racio 
nalismo  de  aquellos  críticos  vanos  y  desfallecidos ,  veían  y  todavía  ven  en 
él  un  hombre-pueblo,  un  enviado  ó  protejido  de  Dios,  el  mas  esclarecido 
enjendro  de  la  emancipación  política,  del  mérito  y  del  ingenio,  la  personi 
ficacíon  del  espíritu  de  ignaldad  que  reinaba  en  la  administración  y  en  el 
ejército  y  que  está  labrando  hoy  dia  toda  la  sociedad  europea. 

Este  es  el  hombre  cuyo  recuerdo  se  conservará  rclijiosamente  en  las 
chozas,  como  lo  ha  dicho  el  mas  popular  de  nuestros  poetas. 

Escribir  sucintamente  su  historia  y  compendiar  su  vida;  tal  es  nuestro 
instituto,  tras  ese  cúmulo  de  historias,  biografías  y  memorias  en  las  que 
tantos  banderizos  echaron  el  resto  con  sus  rasgos  estremados  de  alabanza 
y  de  vituperio. 


■ 


HISTORIA 


EMPERADOR  MPOLEON. 


CAPITULO   1 


Alcurnia  y  nin 


apoleon. 


eniendo  ya  un  pié  en  el  sepulcro  Voltaire  y 
Rousseau,  despidiéndose  del  siglo  aclama- 
dor  de  su  nombradla,  y  cuando  Mirabeau, 
tras  los  devaneos  de  su  mocedad ,  se  en- 
cumbraba á  la  escelsa  jerarquía  de  sumo 
orador  y  consumado  estadista;  la  Provi- 
dencia, que  conduce  siempre  el  mundo  á 

^•iífP'I^Tl  ^B*  l'í  P"  *os  fines  <lue  ^ene  an"^  Meados,  por  rum- 
*.y  T  ..r  fcos  CUyo  arcano  está  solo  á  su  alcance ,  y 

que  todo  lo  tiene  asombrosamente  dispuesto  en  la  sucesión  de  las  genera- 
ciones y  de  los  imperios  para  el  realce  de  los  pensamientos  y  el  triunfo 
de  las  grandes  revoluciones ;  la  Providencia  dio  á  luz  en  un  recóndito  rin- 
cón del  Mediterráneo  al  hombre  que  debia  avasallar  el  numen  de  la  guer- 

3 


]H  HISTORIA 

ra  al  ímpetu  reformador  y  cerrar  el  siglo  XVIII ,  ya  tan  engreído  con  sus 
conquistas  racionales  y  sus  triunfos  en  el  foro,  á  impulsos  de  sus  porten- 
tos militares ,  mas  esplendorosos  que  cuanto  asombró  en  la  antigüedad  y 
en  la  edad  media. 


Napoleón  Bonaparte  nació  en  Ajaccio  ,  capital  de  la  isla  de  Córcega 
el  día  15  de  agosto  de  4769,  de  Carlos  Bonaparte  y  de  Leticia  Ramolino 
En  tiempos  mas  favorables  á  lo  maravilloso ,  este  acontecimiento  hubie 
ra  ido  acompañado  de  prodijios  celestes  y  de  predicciones  populares 
« Mr.  de  las  Cazes  dice  que  su  madre,  de  suyo  física  y  moralmente  brío 
sa,  y  que  habia  seguido  al  ejército  estando  embarazada,  quiso  ir  á  misa 
con  motivo  déla  solemnidad  del  dia,  y  tuvo  que  volver  atropelladamen- 
te á  casa,  y  antes  de  llegar  á  su  alcoba,  arrojó  al  mundo  un  niño  sobre  uno 
de  aquellos  tapices  antiguos  con  figurones  de  héroes  de  la  fábula  ó  de  la 
Ilíada :  aquel  niño  era  Napoleón . » 

Algunos  escritores,  validos  de  la  indisputable  nobleza  de  la  alcurnia 
de  Bonaparte ,  idearon ,  durante  el  consulado  y  al  restablecerse  la  monar- 
quía, la  planta  de  una  jeuealojía  soberana  para  el  emperador  venidero, 
desemboscándole  antepasados  entre  los  antiguos  reyes  del  Norte ;  pero 
Napoleón ,  obrando  cual  soldado  que  sentia  en  sí  la  existencia  de  la  revo- 


DE  NAPOLEÓN  *» 

lucion  francesa  y  no  echaba  en  olvido  que  solo  su  mérito  le  liabia  en- 
cumbrado á  la  potestad  suprema  en  el  reinado  de  la  igualdad,  desde  los 
grados  subalternos  del  ejército ,  hizo  contestar  por  medio  de  sus  periódi- 


cos que  su  nobleza  se  vinculaba  en  los  servicios  hechos  á  la  patria,  y  que 
no  se  remontaba  sino  hasta  Montenole. 

El  padre  de  Napoleón  habia  cursado  en  Homa  y  en  l'isa.  Era  hombre 
instruido  y  afluente ,  que  lució  su  brio  y  fogosidad  en  trances  críticos , 
particularmente  en  la  consulta  estraordiaaria  de  la  Córcega ,  relativa  a 
avasallamiento  de  aquella  isla  á  la  Francia.  Mas  adelante  se  presentó  en 
Versalles  al  frente  de  la  diputación  de  su  provincia,  á  consecuencia  de  las 
contiendas  que  sobrevinieron  entre  Mr.  de  Marbeuf  y  Mr.  de  Narbonne 
Pelez,  jenerales  franceses  que  mandaban  en  Córcega.  El  valimiento  es 
traordinario  que  el  segundo  tenia  en  la  corte  se  estrelló  contra  la  naturali- 
dad y  la  trascendencia  del  testimonio  de  Carlos  Bonaparte,  quien  abogó 
bizarramente  por  la  causa  de  Mr.  Marbeuf,  obrando  conforme  á  verdad  y 
justicia.  De  aquí  provino  la  protección  que  aquel  caballero  dispensó  pos 
teriormente  á  la  familia  de  Bonaparte. 

Aunque  Napoleón  fué  el  segundo  de  los  hijos  que  tuvo  Carlos  Bona- 
parte, sin  embargo  se  le  consideró  como  cabeza  de  la  familia  porque  el 
arcediano  Luciano,  hermano  de  su  abuelo,  que  habia  sido  el  guia  y  apo- 
yo de  todos  los  suyos,  le  diera  este  título  antes  de  su  muerte,  recomen- 
dando á  José ,  el  primojénito ,  que  no  se  olvidase  de  su  hermano;  lo  cual 
hizo  decir  después  á  Napoleón  que  aquella  escena  de  Jacob  y  Esav  habia 
sido  un  verdadero  desheredamiento,  üebia  esta  distinción  niu\  notable 


20  HISTORIA 

al  carácter  grave  y  reflexivo ,  al  tino ,  y  á  los  alcances  peregrinos  de  que 
diera  pruebas  desde  niño 

Admitido  en  el  colejio  militar  de  Briena  en  el  año  de  \  777,  se  dedicó 
particularmente  al  estudio  de  la  historia,  jeografía  y  ciencias  exactas,  sien- 
do Pichegrú  su  pasante,  y  Mr.  de  Bourrienne  su  condiscípulo.  Sobresalió 
principalmente  en  las  matemáticas  y  manifestó  desde  entonces  su  afición 
á  los  negocios  políticos.  Entusiasta  por  la  independencia  de  su  patria, 
profesó  una  especie  de  culto  á  Paoli ,  defendiéndole  acaloradamente,  aun 
contra  el  dictamen  de  su  padre. 

Es  infundado  lo  de  estar  en  el  colejio  solitario  y  taciturno  sin  compa- 
ñeros y  amigos :  tampoco  es  cierto  que  se  mostrase  desabrido  en  sus  con- 
versaciones y  muy  poco  ajectuoso,  según  lo  ha  dicho  Mr.  de  Bourrienne, 
acaso  como  palaciego  desairado.  Su  gravedad  temprana  y  sus  modales 
broncos  y  despegados  le  han  hecho  tildar  sin  fundamento  de  misantropía 
y  adustez,  pues  era  naturalmente  afable  y  cariñoso.  Solo  en  la  temporada 


DE  NAPOLEÓN.  24 

de  su  pubertad  manifestó  cierto  cambio  en  su  carácter,  volviéndose  me 
Iancólico  y  silencioso,  como  él  mismo  lo  refiere  en  su  diario,  dictado  en 
Santa  Helena. 

También  se  ha  supuesto  que  su  amor  al  retiro  y  su  inclinación ,  tan 
esclusiva  como  precoz  al  arte  militar,  le  habían  como  aislado  en  su  jardín, 
fortificándose  contra  los  asaltos  de  sus  compañeros :  hecho  que  uno  de 
ellos  se  encargó  de  desmentir,  refiriendo  lo  que  podia  haberlo  motivado, 
esto  es,  la  célebre  anécdota  del  fuerte  construido,  sitiado  y  defendido  con 
bolas  de  nieve. 

«  Durante  el  invierno  de  \  785  á  J  784 ,  tan  memorable  por  las  nevadas 
que  estuvieron  cuajando  caminos,  patios,  etc.,  Napoleón  se  apesadumbró 
sobremanera,  careciendo  de  huertos  y  arbolados  que  le  merecían  tanto 
cariño.  Teniendo  que  alternar  con  sus  compañeros  en  los  ratos  de  recreo, 
paseando  con  ellos  por  un  salón  anchuroso,  acertó  á  desaburrirse  del  per 
petuo  y  desabrido  paseo ,  y  persuadió  á  sus  condiscípulos  que  se  diverti- 
rían sobremanera ,  abriéndose  con  palas  varios  caminos  por  medio  de  la 
nieve  y  levantando  medias  lunas,  parapetos,  caballeros,  etc.  Cuando 
nuestro  primer  trabajo  esté  concluido,  les  dijo,  podremos  dividirnos  en 
pelotones,  y  formar  una  especie  de  sitio,  encargándome  yo  de  disponer 
los  avances,  como  inventor  de  esta  nueva  diversión.  Aviniéronse  todos  y 
llevó  á  cabo  el  intento.  Aquel  embrión  de  guerra  duró  quince  dias,  sus 
pendiéndose  entonces  de  resultas  de  los  muchos  colejiales  que  resultaron 
gravemente  heridos  con  las  piedras  que  se  mezclaban  al  hacer  las  bolas 
de  nieve.  Y  aun  me  acuerdo  que  yo  fui  uno  de  los  mas  descalabrados. » 


22  HISTORIA 

Preciso  era ,  para  poner  á  todo  el  eolejio  en  movimiento,  que  el  joven 
Bonaparte  hubiese  conservado ,  á  pesar  de  su  propensión  á  la  soledad , 
cierto  predominio  sobre  la  jeneralidad  de  sus  condiscípulos,  sin  mediaren 
sus  relaciones  con  ellos  aquel  destemple  violento  que  algunos  se  han  com 
placido  en  achacarle ,  dando  crédito  á  biógrafos  ilusos  ó  mal  informados. 

No  solo  merecia  el  aprecio  de  sus  compañeros,  sino  que  lograba  tam 
bien  y  en  alto  grado  la  intimidad  de  los  catedráticos.  Muchos  de  ellos  han 
supuesto  posteriormente  que  le  habían  pronosticado  sumo  encumbramien 
to,  y  Mr.  de  l'Eguillc,  su  maestro  de  historia,  afirmaba,  durante  el  im 
perio,  que  en  los  archivos  de  la  Escuela  militar  paraba  una  nota  en  la 
que  habia  previsto  y  apuntado  en  pocas  palabras  todo  el  porvenir  de  su 
discípulo:  «Corzo  por  nacimiento  y  por  carácter,  decia  en  ellas,  llegará 
á  descollar  ,  si  le  favorecen  las  circunstancias. » 

Domairon,  su  catedrático  de  humanidades,  que  sobresalió  algún  tanto 
entre  los  retóricos ,  llamaba  á  sus  amplificaciones  granito  caldeado  por 
un  volcan. 

//■  /        ,  .     , 


DE  NAPOLEÓN.  ¿r, 

Elejido  por  el  caballero  de  Heralio  en  las  oposiciones  de  4785  para  pa 
sar  á  la  Escuela  militar  de  Paris,  á  pesar  de  las  objeciones  hechas  á  este 
jeneral,  que  desempeñaba  el  cargo  de  inspector,  de  que  el  tierno  alumno 
no  tenia  la  edad  requerida ,  y  que  solo  era  aventajado  en  matemáticas: 
« Ya  sé  lo  que  hago,  respondió;  esta  escepcion  no  es  una  preferencia  de 
familia,  pues  no  conozco  la  de  este  niño ;  si  le  elijo,  lo  debe  á  sí  mismo, 
porque  advierto  en  él  una  disposición  acreedora  á  todo  esmero. » 

Al  entrar  Napoleón  en  este  nuevo  colejio,  estrañó  y  vituperó  la  educa 
cion  afeminada  y  lujosa  de  unos  jóvenes  destinados  al  afán  y  vida  peno 
sísima  de  la  milicia,  con  cuyo  motivo  dedicó  al  director  Mr.  Berton  una 
memoria  representándole  « que  los  alumnos  del  rey ,  hijos  todos  de  casas 
nobles  atrasadas,  no  podían  mamar,  en  vez  de  prendas  morales,  sino 
amor  á  una  vanagloria ,  resabiándose  con  devaneos  de  presunción  y  en- 
greimiento; que  al  volverá  sus  hogares,  lejos  de  participar  gustosos  de 
las  medianas  comodidades  de  su  familia,  se  sonrojarían  quizás  de  sus  pa- 
dres y  despreciarían  su  modesta  morada.  Que  en  lugar  de  costearles  nu- 
merosos criados ,  darles  diariamente  comidas  de  dos  servicios ,  ostentar 
un  picadero  costosísimo,  tanto  en  picadores  como  en  caballos,  seria  mu- 
cho mejor  sujetarlos  á  servirse  á  sí  mismos,  sin  interrumpir  por  eso  el  cur- 
so de  sus  estudios.  Que  no  siendo  ricos  y  estando  destinados  todos  al  ser- 
vicio de  las  armas ,  seria  preciso  darles  una  educación  adecuada ,  y  que 


-  <n-\ 


*.-i 


24  HISTORIA 

sujetos  á  una  vida  sobria  y  á  mirar  por  su  equipo,  se  robustecerían  sabien- 
do arrostrar  la  intemperie  de  las  estaciones,  sobrellevar  con  tesón  las  fa- 
tigas de  la  guerra,  é  infundir  respeto  y  ciega  adhesión  á  los  soldados  que 
estuviesen  á  sus  órdenes. » 

Asiera  cómo  Napoleón,  aun  niño,  echaba  en  una  memoria  de  estu- 
diante los  cimientos  de  un  instituto  que  debia  realizar  algún  dia  en  su  om- 
nipotencia. 

Por  lo  demás,  los  exámenes  brillantes  que  sostuvo  le  merecieron  en 
Paris  igual  distinción  que  en  Briena.  Salió  de  la  Escuela  militar  en  4787 , 
y  pasó, con  el  grado  de  subteniente,  al  Tejimiento  de  artillería  de  La  Fere, 
que  estaba  ala  sazón  de  guarnición  en  Grenoble. 


CAPULLO 


Desde  la  entrada  de  Napoleón  en  el  servicio  hasta  el  sitio  de  Tolón. 


oco  tiempo  después  de  su 
llegada  a  París,  Napoleón, 
que  aun  do  babia cumpli- 
do diez  y  ocbo  aíios,  con- 
trajo amistad  con  el  aba- 
le Ilaynal,  y  ambos  á  com- 
petencia soban  engolfarse 
en  los  puntos  mas  arduos 
de  la  bis  loria,  la  legisla- 
ción y  la  política. 
Enviudo  á  Valencia,  donde  se  bailaba  á  la  sa/ou  una  paite  de  su  re- 


26  HISTORIA 

jimiento,  fué  admitido  en  las  principales  tertulias,  particularmente  en 
la  de  Madama  de  Colombier ,  mujer  de  mérito  sobresaliente  que  servia 
de  norma  á  la  jente  distinguida.  En  su  casa  tuvo  ocasión  de  relacionarse 
con  Mr.  de  Montalivet  á  quien  nombró  después  ministro  del  interior. 

Madama  de  Colombier  tenia  una  hija  (1),  que  inspiró  al  joven  oficial 
de  artillería  sus  primeros  arranques  amorosos. 


Esta  inclinación ,  tan  inocente  como  entrañable,  fué  felizmente  cor- 


(i)  Napoleón  volvió  á  ver  en  León  á  la  señorita  de  Colombier,  que  se  había 
casado  con  Mr.  de  Bressieux,  y  la  colocó  de  dama  de  honor  en  casa  de  su  her- 
mana, dándole  también  al  marido  un  empleo  muy  lucrativo. 


DE  NAPOLEÓN.  27 

respondida  por  el  objeto  que  la  causaba ,  y  dio  motivo  á  algunas  breves 
citas,  en  las  cuales,  según  dice  Napoleón ,  toda  la  dicha  de  los  dos  aman- 
tes se  reducía  á  comer  cerezas  juntos. 

Por  lo  demás,  nunca  se  trató  de  casarlos.  F*i  madre,  á  pesar  de  su 
aprecio  é  inclinación  al  joven,  no  pensó  en  aquel  enlace,  como  se  ha  su- 
puesto. En  recompensa,  le  pronosticó  muchas  veces  una  suerte  encum- 
brada, y  aun  renovó  sus  anuncios  antes  de  su  muerte,  cuando  la  revolu- 
ción francesa  acababa  de  abrir  la  carrera  en  que  debían  tener  cumpli- 
miento. 

Ni  sus  raptos  amorosos ,  ni  su  lucimiento  en  las  tertulias  retrajeron  á 
Napoleón  de  sus  estudios,  afanándose  con  los  problemas  harto  intrinca- 
dos de  la  cconomia  social ,  y  ganó ,  encubierto  bajo  otro  nombre ,  el  pre- 
mio que  la  academia  de  León  había  propuesto  sobre  esta  cuestión  sentada 
por  el  abate  Raynal :  «¿Cuáles  son  los  principios  é  instituciones  que  se 
han  de  infundir  á  los  hombres  para  hacerlos  lo  mas  felices  que  sea  da- 
ble? »  Napoleón  desempeñó  el  asunto  como  alumno  del  siglo  XVIII  y  sa- 
lió premiado.  Sin  duda  el  recuerdo  de  aquel  triunfo  no  le  pareció  muy 
lisonjero  en  lo  sucesivo,  porque  cuando  Mr.  deTalleyrand  le  presentó  su 
memoria  bajo  el  imperio,  la  arrojó  inmediatamente  al  fuego. 

Estalló  la  revolución  francesa,  y  toda  la  juventud  instruida  idolatró 
sus  anuncios,  pregoneros  de  las  doctrinas  enciclopédicas  en  que  se  ha- 
bía empapado.  La  nobleza,  encaprichada  con  sus  ejecutorias  y  privilejios, 
no  siguió  aquel  movimiento;  pero  aquellas  aprensiones  linajudas  no  po- 
dían trascender  á  que  desdijese  de  su  numen  y  de  su  siglo  un  oficial,  de 
quien  dijera  Paoli  con  motivo  y  acierto,  «que  estaba  vaciado  á  la  anti- 
gua y  que  era  un  hombre  de  Plutarco. »  Napoleón  no  imitó  á  la  mayor 
parte  de  sus  compañeros,  que  fueron  á  tildar  en  el  estranjero  la  rejenera- 
cion  de  su  patria.  Puede  ser  que  la  consideración  de  su  fortuna  y  de  su 
gloria  se  aunase  al  influjo  de  sus  opiniones  y  principios ,  diciendo  á  su 
capitán,  al  abrazar  el  partido  de  los  innovadores,  « que  las  revoluciones 
eran  una  temporada  de  cosecha  para  los  militares  que  tenían  valor  y  ta- 
lento; »  pero  ¿es  esta  una  razón  para  achacar  únicamente  á  un  cálculo 
mezquino  y  despojar  de  toda  moralidad  política  el  ardiente  patriotismo 
que  habia  manifestado  en  sus  conversaciones  y  escritos,  aun  antes  de  la 
esplosion  de  la  crisis?  No  cabe  entrar  con  la  nulidad  contemplativa  de  un 
ideólogo  ni  con  el  desapropio  místico  de  un  fraile  en  los  negocios  públi- 
cos, si  se  quiere  obrar  poderosamente  sobre  los  hombres  y  contribuir  á 
mejorar  la  suerte  de  los  pueblos,  y  no  se  ejecutan  grandes  empresas  ni  se 
da  impulso  al  mundo  con  el  despego  absoluto  de  la  impotencia.  Afortu- 
nado fué  para  la  Francia  que  se  hallasen,  entre  los  lejisladores  y  soldados 
adictos  á  la  reforma  de  \  789 ,  almas  desaladas  tras  la  gloria  que  se  gran- 
jea con  eminentes  servicios,  ó  ambiciosas  de  la  potestad  que  franquea  al 


28  HISTORIA 

numen  el  cabal  desempeño  de  sus  intentos.  Feliz  fué  sobre  todo  para  ella 
que  entre  estos  ambiciosos,  sin  los  cuales  el  drama  revolucionario,  de 
suyo  exánime,  solo  hubiera  presentado  el  yerto  y  desabrido  espectáculo 
de  un  congreso  de  cuáqueros  ó  de  un  concilio  de  jansenistas,  se  encontra- 
se un  soldado  lejislador ,  capaz  de  aspirar  y  encumbrarse  á  una  nombra- 
día  y  poderío  imponderable,  por  medio  de  grandiosos  afanes  en  beneficio 
de  la  civilización  europea. 


Napoleón  siguió  pues  sus  corazonadas  y  sus  convencimientos,  al 
abrazar  con  ansia  el  partido  popular ;  pero  este  ardiente  patriotismo  no 
le  imposibilitó  el  dar  pábulo  en  su  alma  á  la  aversión  á  la  anarquía  y 
asistir  con  indignación  y  dolor  á  las  bacanales  populares  que  se  estrema- 
ron en  la  agonía  de  una  potestad  cuya  sucesión  debia  recojer  un  dia.  Así 
en  20  de  juuio  de  1792,  hallándose  en  la  azotea  de  las  Tuilerías  que  cae 
al  rio,  y  viendo  que  un  hombre  de  la  plebe  ponia  un  gorro  encarnado  á 
Luis  XVI,  esclamó,  después  de  haber  pronunciado  una  palabra  tan  trivial 
como  enérjica-.  «¿Cómo  han  dejado  entrar  á  esos  canallas?  Era  preciso 
barrer  cuatrocientos  ó  quinientos  de  ellos  á  cañonazos,  y  los  demás  cor- 
rerían aun. » 

Presenciando  el  10  de  agosto,  que  habia  previsto,  como  consecuencia 


DE  NAPOLEÓN  29 

inevitable  del  20  de  junio,  ansioso  partidario  de  la  revolución  francesa  , 
pero  siempre  adicto  á  las  ¡deas  de  orden  y  al  acatamiento  á  la  potestad ,  <l<'s 
amparó  la  capital  de  la  Francia  para  regresar  á  Córcega.  Paoli  se  liallaha 
á  la  sazón  en  aquella  isla  maquinando  por  la  Inglaterra;  y  el  joven  pa- 
triota francés,  acongojado  hasta  lo  sumo  con  aquel  procedimiento,  estre- 
lló desde  entonces  el  ídolo  de  sus  niñeces.  Se  encargó  de  un  mando  en  la 
guardia  nacional  y  peleó  acérrimamente  contra  el  anciano  por  quien  mos- 
trara hasta  entonces  tanto  respeto  y  cariño. 

El  partido  inglés  fué  vencedor  en  esta  lucha  ,  señalada  con  el  incen- 
dio de  Ajaccio ,  por  cuyo  motivo  la  familia  de  Bonaparte  se  refnjió  á 
Francia  y  se  avecindó  en  Marsella.  Napoleón  permaneció  poco  tiempo  en 
esta  ciudad  y  regresó  desaladamente  á  Paris,  donde  los  acontecimientos 
se  iban  atrepellando  tan  violentamente  que  cada  dia  y  cada  hora  eran  la 
señal  de  una  nueva  crisis. 

El  Mediodía  acababa  de  enarbolar  el  estandarte  del  federalismo,  y  la 
traición  habia  entregado  Tolón  á  los  Ingleses.  El  jeneral  Cartaux  fué  en- 
cargado por  la  Convención  de  avasallar  la  Provenza  á  las  leyes  de  la  re- 
pública, activando  en  ella  la  derrota  y  castigo  de  los  traidores  y  rebeldes. 

Luego  que  la  victoria  condujo  á  este  jeneral  á  Marsella,  se  dispuso  el 
sitio  de  Tolón ,  á*donde  pasó  Napoleón  en  calidad  de  comandante  de  ar- 
tillería. En  aquella  época  dio  a  luz,  con  el  título  de  Cena  de  Beicaire, 
un  opúsculo  de  que  no  habla  el  Diario  de  Santa  Helena,  pero  que  Mr. 
de  Bourrienne  declara  haber  recibido  del  mismo  Bonaparte  á  su  regreso 


*yy. 


50  HISTORIA 

de  Tolón.  Por  lo  demás  este  escrito  lleva  el  sello  de  las  opiniones  que  de- 
bia  profesar  entonces  como  patriota  brioso  y  como  aventajado  militar; 
encierra ,  acerca  de  las  turbulencias  del  Mediodía  y  sobre  el  episodio  del 
federalismo ,  un  juicio  que  muestra  en  el  oficial  de  artillería  los  encum- 
brados alcances  y  el  tino  que  después  descolló  en  el  emperador. 


• 


CAPITULO   III 


Sitio  y  toma  de  Tolón.  Principio  de  las  campaña*  de  Italia.  D  e  posición. 


legando  Bonaparte  sobre  Tolón,  ha- 
lló un  ejército  de  voluntarios  deno- 
dados, pero  sin  caudillo  digno  de 
mandarlos.  El  jeneral  Cartaux,  que 
ostentaba  un  lujo  y  un  boato  impro- 
y;z  píos  de  la  austeridad  de  los  princi- 
pios republicanos ,  era  todavía  mas 
t*  negado  que  vanidoso.  La  conquista 
de  Tolón  era  una  empresa  superior  á  sus  fuerzas,  pero  estaba  lejos  de  re- 
conocer aquella  incapacidad,  suponiéndose  al  contrario  esclusivamente 
el  desempeño  adecuado  al  intento.  Esta  ridicula  conflanza  en  sí  mismo  le 
suministró  el  famoso  plan  que  motivó  su  deposición ,  y  estaba  concebido 
en  estos  términos : 

•  El  jeneral  de  artillería  bombardeará  la  ciudad  de  Tolón  por  espacio 


32  HISTORIA 

de  tres  dias,  y  al  cabo  de  este  tiempo,  la  asaltará  con  tres  columoas  y  la 
ocupará. » 

Afortunadamente  al  lado  de  este  táctico  estraño  y  lacónico  se  encon- 
tró un  oficial  subalterno,  tan  descollante  por  su  ciencia  y  desempeño 
militares  como  inferior  en  graduación.  Era  un  joven  de  veinte  y  cuatro 
años,  y  aunque  sencillo  y  modesto,  no  pudo  ocultar  el  menosprecio  que 
le  infundían  la  mayor  parte  de  los  hombres  á  quienes  la  jerarquía  y  la 
disciplina  le  precisaban  á  mirar  como  á  superiores,  pero  cuya  incapacidad 
podia  redundar  en  sumo  daño  de  la  república.  Este  desprecio  tan  funda- 
do y  el  concepto  de  su  propia  superioridad  entre  cuantos  le  rodeaban , 
le  alentaron  á  contradecir  á  sus  jefes  en  todas  las  disposiciones  que  con- 
ceptuaba descaminadas.  En  sus  disputas  diarias  con  Cartaux,  la  mujer 
de  este  jeneral  en  jefe  dijo  una  vez  á  su  marido :  « Deja  obrar  á  ese  jo- 
ven ;  sabe  mas  que  tú ;  él  nada  te  pide :  tú  debes  dar  parte ,  y  la  gloria  es 
tuya.  » 

Desde  el  momento  en  que  Napoleón  llegó  al  ejército,  comprendió  con 
aquella  mirada  pronta  y  certera  que  corria  parejas  con  su  numen  en  los 
campos  de  batalla ,  que  para  tomar  á  Tolón  era  preciso  embestir  la  gar- 
ganta de  la  rada,  y  solia  decir  indicando  este  punto  en  el  mapa:  que  allí 
estaba  Tolón.  Pero  sus  conatos  fueron  por  mucho  tiempo  infructuosos 
para  conseguir  que  se  adoptase  su  parecer,  aunque  merecia  la  aprobación 
del  comandante  de  injenieros ;  pues  nada  podia  vencer  la  necia  tenacidad 
del  jeneral  en  jefe.  Por  fin  ,  entre  los  representantes  del  pueblo  se  halló 
un  hombre  dotado  de  bastaute  penetración  y  perspicacia  para  adivinar  ó 
calar,  tras  el  uniforme  de  comandante  de  artillería,  un  gran  capitán.  Lo- 
gró Napoleón  cuanto  ensanche  necesitaba  para  afianzar  el  buen  éxito  de 
sus  planes;  Cartaux  fué  depuesto,  los  Ingleses  desocuparon  á  Tolón,  y  el 
vencedor,  al  acordarse  posteriormente  de  este  primer  triunfo,  debido  en 
parte  á  la  confianza  del  representante  del  pueblo,  decia  agradecido  que 
( raspar hi  le  había  abierto  la  carrera. 

Descolló  Napoleón  en  el  sitio  por  su  serenidad  y  bizarría  inalterables ; 
pues  no  era  solo  en  el  consejo  donde  manifestaba  su  ciencia  y  desempeño, 
acreditando  uno  y  otro  en  medio  de  la  acción,  haciendo  que  el  soldado 
admirase  tanto  su  heroica  presencia  de  ánimo,  como  el  jeneral  la  esten- 
sion  y  rapidez  de  su  intelijencia.  Esta  intrepidez  acarreó  el  sacrificio  de 
muchos  caballos  y  que  le  hiriesen  en  el  muslo  izquierdo  con  riesgo  de 
amputación. 

Era  de  suyo  tan  opuesto  á  la  teórica  pura,  y  menospreciaba  en  tanto 
gradólas  ínfulas  meramente  científicas,  que  nunca  se  atuvo  esclusi va- 
lúente á  sus  doctrinas.  Idear  y  plantear  eran  para  él  un  solo  acto  instan- 
táneo, desempeñando  su  brazo  ejecutivamente  cuanto  abarcaba  allá  su 
fantasía.  Esta  necesidad  de  obrar  le  siguió  á  todas  partes;  la  sintió  desde 


DE  NAPOLEÓN  55 

niño,  la  conservó  en  todos  los  vaivenes  de  su  estrella,  y  falleció  al  faltar- 
le campo  donde  esplayarla,  teniendo  ya  que  concentrar  en  sí  mismo  aque- 
lla omnipotencia  pensadora  que  habia  asombrado  la  Europa  con  sus  aji- 
gantados  conceptos. 

No  solo  aplicaba  esta  actividad  incansable  á  lo  grandioso,  pues  en  ro- 
deándose las  circunstancias,  ponia  la  mano  á  todo,  y  no  temia  esponer 
su  espíritu  trascendental  auna  jestion desairada,  dedicándose  á  un  porme- 
nor práctico  según  la  urjencia  del  trance.  Asi  fué  que,  hallándose  durante 
el  sitio  de  Tolón  en  una  batería  en  el  acto  en  que  uno  de  los  artilleros 
cayó  muerto ,  asió  inmediatamente  el  atacador  y  cargó  él  mismo  una  do- 


cena de  tiros.  Le  resultó  luego  una  sarna  maligna  de  que  estaba  plagado 
el  artillero ,  y  que  después  de  haber  puesto  su  vida  en  peligro,  le  causó  la 
estraordinaria  flaqueza  que  conservó  durante  las  guerras  de  Ejipto  6  Ita- 
lia. Su  cura  radical  no  se  efectuó  hasta  la  época  del  imperio,  merced  á  los 
conatos  de  Corvisart. 

No  todos  sus  jefes  fueron  tan  envidiosos  é  inhábiles  como  Cartaux.  Los 
jenerales  Dutheil  y  Dugommier  le  manifestaron  al  contrario  un  alto  apre- 
cio y  unas  atenciones  desusadas  jeneralmeute  con  subalternos,  lo  cual  era 
un  resultado  de  su  inmensa  é  indisputable  superioridad  de  saber  y  desem- 
peño. Dugommier  quedó  atónito  al  oirle  decir  con  una  serenidad  que  fué 
profética,  después  de  la  toma  del  Pequeño  Jibraltar-.  « Idos  á  descansar; 
acabamos  de  tomar  áTolou;  pasado  mañana  dormiréis  allí,  i  Pero  sobre 
pujó  á  la  estrañeza  mucho  mayor  pasmo,  cuando  la  predicción  fué  pun- 


54  HISTORIA 

lual  y  plenamente  cumplida.  Napoleón  se  acordó  en  su  testamento  de  los 
jenerales  Dutheil  y  Dugommier  y  también  de  Gasparin.  Entonces  Dugom- 
mier escribió  á  la  junta  de  salvación  pública  pidiéndole  el  grado  de  jene 
ral  de  brigada  para  el  comandante  Bonaparte:  «Recompensad  y  dad  as 
censos  á  este  joven,  porque  si  se  obrase  ingratamente  con  él,  se  los  to- 
marla él  mismo. » 

Los  representantes  del  pueblo  hicieron  justicia  á  esta  petición ,  y  el 
nuevo  jcneral  pasó  al  ejército  de  Italia  á  las  órdenes  de  Dumcrbion  y  con 
tribuyó  eficazmente  á  la  toma  de  Saorgio  y  á  las  victorias  de  Tanaro  y  de 
Onella. 

Aunque  Napoleón  era  adicto  al  sistema  de  los  republicanos  ardientes , 
que  salvaban  entonces  al  pais  con  una  pujanza  acompañada  á  veces  de 
providencias  pavorosas,  se  sobreponía  siempre,  desde  la  cumbre  de  su  la- 
lento,  á  las  pasiones  que  se  estaban  estrellando,  y  conservaba,  bajo  los 
ímpetus  del  delirio  revolucionario,  un  carácter  de  moderación  y  de  im- 
parcialidad filosófica  que  no  estaba  al  alcance  de  los  estremos  que  presen- 
ciaba. Así  no  usó  de  su  poder  y  valimiento  sino  para  resguardar  de  las 
persecuciones  á  sus  contrarios  políticos  y  salvar  á  varios  emigrados  que 
la  borrasca  había  arrojado  sobre  la  costa  de  Francia,  y  entre  los  cuales  se 
hallaba  la  familia  de  Chabrillant.  Cuando  las  venganzas  de  la  Conven- 
ción contra  los  federalistas  del  Mediodía  alcanzaron  á  Mr.  Hugues,  co- 
merciante rico  de  ¡Marsella,  de  edad  de  ochenta  y  cuatro  años,  quedó  ater 
rado  con  este  sacrificio,  que  le  hizo  prorumpir  después :  «  Con  aquel  es 
pectáculo  me  creí  entonces  al  fin  del  mundo. » 

Aunque  horrorizado  con  tan  estremada  barbarie,  Napoleón  calaba 
despejadamente  á  los  sangrientos  mandarines  de  aquella  temporada.  «  El 
emperador,  dice  el  Diario  de  Santa  Helena,  hacia  á  Hobespicrre  la  jus- 
ticia de  decir  que  habia  visto  largas  cartas  suyas  escritas  á  Hobespicrre 
menor  su  hermano,  entonces  representante  en  el  ejército  del  Mediodía, 
en  que  desaprobaba  espresivamente  aquellas  demasías,  diciendo  que  des 
honraban  la  revolución  y  la  matarían.  » 

Hobespierrc  menor  habia  comprendido  j  admirado ,  como  Gasparin , 
al  grande  hombre  en  sus  principios.  Hizo  todos  sus  esfuerzos  para  llevar 
le  consigo  á  Paris  cuando  fué  llamado  poco  antes  del  9  termidor.  « Si  yo 
no  me  hubiese  desentendido,  dice  Napoleón,  ¿  quien  sabe  adonde  hubiera 
podido  conducirme  un  primer  paso  y  qué  otra  suerte  hubiera  sido  la  mia? ■ 

En  el  sitio  de  Tolón  conoció  y  allegó  á  sí  á  Duroc  y  Junot:  el  primero, 
que  fué  el  único  que  poseyó  su  intimidad  y  su  entera  confianza,  y  Junot, 
á  quien  distinguió  con  el  rasgo  siguiente  i 

Luego  que  el  comandante  de  artillería  llegó  á  Tolón,  mandó  cons 
truir  una  batería,  y  necesitando  escribir  sobre  el  terreno,  pidió  un  cabo 
ó  sarjento  que  pudiese  servirle  en  clase  de  secretario.  Presentóse  al  punto 


DK  NAPOLKf>>  "i 

.un).  \  apenas  estaba  concluida  ia  carta,  cuando  una' bala  la  cubrió  do 
arena.  «Bien»,  dijo  el  soldado  amanuense,  <  no  necesitaré  areniHa.»  Este 


soldado  era  Junot,  y  la  prueba  que  dio  de  valor  y  serenidad  hizo  que  lo 
recomendase  su  comandante,  quien  le  ascendió  después  hasta  los  primeros 
grados  del  ejército. 

La  conquista  de  Tolón,  debida  al  joven  Itonapartc ,  no  alcanzó  á  es- 
cudarle contra  las  quejas  y  persecuciones  que  solían  padecerlos  jefes  mili 
tares  por  parte  de  los  comisarios  de  la  Convención.  Un  decreto,  que  no 
tuvo  ejecución,  le  citó  á  comparecer  ante  ella  para  responder  de  algunas 
disposiciones  suyas  relativas  á  las  fortificaciones  de  Marsella.  Un  represen 


3G  HISTORIA 

tante,  descontento  con  su  tesón  y  desabrimiento  respecto  ásus  demandas, 
pronunció  contra  él  aquella  fórmula  tantas  veces  mortal,  pero  en  esta  oca- 
sión felizmente  ilusoria  y  vana,  de  puesto  fuera  de  la  ley. 

No  todos  los  representantes  del  ejército  del  Mediodía  se  mostraron  des- 
afectos á  Napoleón,  como  antes  dijimos.  Uno  de  ellos,  casado  con  una 
mujer  muy  amable  y  hermosa,  le  colmó  de  atenciones  y  miramientos, 
permitiéndole  en  su  casa  una  familiaridad  de  que  se  utilizó  ú  abusó  el 
jeneral  de  artillería,  si  hemos  de  referirnos  á  las  indiscreciones  del  Diario 
de  Santa  Helena,  según  el  cual  aparece  que  la  esposa  participaba  de  la 
benevolencia  y  preocupación  del  marido,  quien  fué  uno  de  los  primeros 
que  inclinó  los  ánimos  de  la  Convención  al  vencedor  de  Tolón  en  la  épo- 
ca del  f5  vendimiarlo. 

Siendo  Napoleón  emperador,  volvió  á  ver  á  su  linda  patrona  de  Niza. 
El  tiempo  y  las  desgracias  habían  alterado ,  ó  mas  bien  destruido  entera- 
mente, lo  que  cautivara  en  otro  tiempo  á  Napoleón.  «¿Cómo  no  os  habéis 
valido  de  vuestros  conocidos  del  ejercito  de  Niza  para  llegar  ámí?»  le  dijo 
el  emperador.  «Hay  entre  ellos  muchos  personajes  que  están  en  relación 
perpetua  conmigo.— Ay,  señor,»  respondió  ella,  «yano  hemos  sido  cono- 
cidos desde  el  momento  en  que  ellos  han  sido  grandes  y  yo  he  llegado  á 
ser  desgraciada. »  Era  entonces  viuda  y  se  hallaba  en  sumo  desamparo. 
Napoleón  le  concedió  cuanto  pedia. 

Al  citar  la  época  de  esta  buena  ventura,  como  así  se  llama  en  el  esti- 
lo del  mundo,  aunque  no  en  el  lenguaje  de  la  moral,  Napoleón  se  espresó 
así:  «Yo  era  entonces  muy  joven  y  estaba  envanecido  cou  mi  escaso 
triunfo;  así  procuré  agradecérselo  con  todas  las  atenciones  que  estaban  á 


DE  NA.POI..BON  37 

mi  alcance,  y  vais  á  ver  cuál  puede  ser  el  abuso  de  la  autoridad  y  de  qué 
depende  á  veces  la  suerte  de  los  hombres ,  sin  que  por  eso  so  juzgue  qne 
yo  sea  de  peor  condición  que  otro.  Paseándome  un  dia  con  ella  por  nuestros 
acantonamientos  en  los  alrededores  de  la  garganta  de  Tende,  á  título  de 
reconocimiento  como  jefe  de  la  artillería,  me  ocurrió  de  repente  darle  el 
espectáculo  de  un  encuentro  y  mandé  un  ataque  de  avanzad;).  \erdad  es 
que  salimos  vencedores ,  pero  el  resultado  no  podia  ser  trascendental ;  el 
avance  era  un  mero  capricho,  y  sin  embargo  murieron  algunos  hombres. 
Asi,  cuando  posteriormente  me  ha  venido  este  recuerdo  á  la  memoria, 
me  lo  he  vituperado  amargamente.  » 

Los  sucesos  del  9  termidor  rezagaron  momentáneamente  á  Bonaparte 
la  carrera  que  emprendía  con  tanto  éxito  y  brillantez.  Ora  sea  (pie  sus  re- 
laciones con  Robespierre  menor  le  hubiesen  hecho  sospechoso  á  los  reac- 
cionistas, ora  que  los  envidiosos  de  su  gloria  asomante  se  hubiesen  vali- 
do de  este  ó  de  cualquier  otro  pretesto  para  perderle,  quedó  suspenso  de 
sus  funciones  y  arrestado  por  orden  de  Albitte,  Laporte  y  Sallicetti,  (ju io- 
nes le  acriminaron  el  viaje  que  había  hecho  á  Jénova ,  según  un  acuerdo 
y  las  instrucciones  de  su  companero  Ricord  á  quien  habian  reemplazado. 

Declarado  Bonaparte  indigno  de  la  confianza  del  ejército  y  citado  á 
comparecer  ante  la  junta  de  salvación  pública ,  no  se  avino  calladamente 
al  mandato  ni  á  los  cargos  que  se  le  hacian.  Estendió  al  punto  una  nota 
dirijida  á  los  representantes  que  le  habian  mandado  arrestar,  en  la  que 
asoma  ya  el  estilo  altivo,  enérjico  y  terminante,  harto  reconocido  y  cele- 
brado después  en  su  habla  y  en  sus  escritos.  De  aquí  algunos  fragmentos 
de  este  documento  memorable  i 

«Me  habéis  suspendido  de  mis  funciones,  me  habéis  arrestado  y  de- 
clarado sospechoso. 

« Heme  aquí  mancillado  sin  juicio  ó  sentenciado  sin  haberme  oido. 

« En  un  estado  revolucionario  hay  dos  clases,  una  de  patriotas,  y  otra 
de  sospechosos. 

« ¿En  cuál  de  ellas  quieren  clasificarme? 

« ¿Por  ventura  no  he  sido  adicto  á  los  principios  desde  el  orijen  de  la 
revolución? 

«¿No  me  han  visto  siempre  pelear  contra  los  enemigos  interiores  ó 
contra  los  estranjeros  á  fuer  de  militar? 

« He  sacrificado  la  residencia  de  mi  departamento ,  he  abandonado 
mis  bienes,  lo  he  perdido  todo  por  la  república. 

«Posteriormente  he  servido  en  Tolón  y  he  descollado,  he  servido  en 
el  ejército  de  Italia,  y  he  merecido  la  parte  de  los  laureles  granjeados  en 
las  tomas  de  Saorgio ,  Onella  y  Tanaro. 

« Cuando  se  descubrió  la  conspiración  de  Robespierre  ,  mi  conducta 
fué  la  de  un  hombre  acostumbrado  á  no  ver  mas  que  principios. 


•i 


38  HISTORIA 

« Luego  no  se  me  puede  disputar  el  título  de  patriota. 

i  ¿  Porqué  me  declaran  sospechoso  sin  oinne? 

«Inocente,  patriota,  calumniado,  cualesquiera  que  sean  las  disposi- 
ciones de  la  junta,  no  podré  quejarme  de  ella. 

« Si  tres  hombres  declarasen  que  he  cometido  un  delito,  yo  no  podría 
quejarme  del  jurado  que  me  condenase. 

«¿Deben  los  representantes  poner  al  gobierno  en  la  necesidad  de  ser 
injusto  y  desacertado? 

« Oidme,  destruid  esta  opresión  que  me  acosa ,. y  voivedme  el  aprecio 
de  los  patriotas. 

i  Una  hora  después ,  si  los  perversos  quieren  mi  vida ,  la  tengo  en  tan 
poco ,  la  he  despreciado  tantas  veces. . . .  Sí ,  la  mera  aprensión  de  que  aun 
puede  ser  útil  á  la  patria  me  hace  sobrellevar  su  peso  con  entereza. » 

Esta  protesta  bizarra  y  grandiosa  en  medio  de  su  sencillez ,  indujo  á 
los  representantes  á  reflexionar  que  trataban  con  un  hombre  de  suma 
capacidad,  y  que  por  consiguiente  debian  perder  la  esperanza  de  doble 
garle  bajo  la  arbitrariedad  y  la  persecución ,  sin  esponerse  á  una  larga  y 
tenaz  resistencia  de  su  parte.  Atemperándose  pues  á  las  exijencias  del 
amor  propio  y  á  los  consejos  de  la  prudencia,  Albitte  y  Sallicetti,  de  acucr 
do  con  el  jeneral  Dumerbion,  revocaron  provisionalmente  su  decreto  y 
mandaron  que  se  pusiese  en  libertad  al  jeneral  Bonaparte,  «cuyos  conocí 
mientos  militaresy  locales  podían  redundar  en  provecho  de  la  república.» 

Entretanto  la  reacción  de  termidor  puso  la  dirección  de  la  junta  mili 
tar  en  manos  de  Aubry ,  antiguo  capitán  de  artillería,  y  con  este  motivo 
Napoleón  fué  sacado  de  su  cuerpo  y  destinado  á  servir  en  la  Vendea  en 
clase  de  jeneral  de  infantería.  Indignado  de  una  trasmutación  tan  ofensi 


I>K  NAPOLEÓN  r>!> 

va  y  poco  dispuesto  á  dedicar  el  desempeño  que  se  conceptuaba  a  una  gner 
ra  tan  ingrata,  acudió  ejecutivamente  en  París  a  la  junta  militar,  esprc 
sándose  con  mucho  ímpetu  y  vehemencia.  Aubry  fué  inflexible,  y  dijo  á 
Napoleón  « que  era  joven  y  se  hacia  forzoso  que  se  antepusiesen  los  vete- 
ranos; »  a  lo  que  respondió  Napoleón ,  « que  en  el  campo  de  batallase  en 
vejecia  pronto ,  y  que  entonces  llegaba  de  él. »  El  presidente  de  la  junta 
no  se  había  hallado  en  ninguna  acción. 

Pero  esla  aguda  y  acalorada  replica  era  mas  á  propósito  para  indispo 
ner  que  para  persuadir  a  Aubry, quien  insistió  en  su  providencia,  >  el  Jé 
ven  oficial ,  no  menos  tenaz  en  sus  resoluciones,  pretirió  el  quedar  arrin 
eonado  ni  ceder  á  la  injusticia. 


CAPITULO  IV. 


Apeamiento.  13  de  vendimiaiin.  Josefina.  Casamiento. 


ncreible  parece  ver  al  avasallador  veuidero 
de  la  Europa ,  detenido  en  su  carrera ,  de- 
puesto y  borrado  de  la  lista  de  los  jenerales 
franceses  en  activo  servicio,  en  virtud  de 
una  orden  firmada  por  Merlin  de  Douai,  Ber- 
lier,  Boissy-d' Anglas  y  Cambaceres,  que  de 
bian  todos  uu  dia  desalarse  á  competencia  en 
demostraciones  lisonjeras  para  alcanzar  una  sonrisa  ó  un  ademan  de  apro- 


DE  NAPOLEÓN.  \\ 

bacion  del  joven  oficial,  á  quien  trataban  entonces  con  tan  poca  conside- 
ración y  miramiento. 

Pero  entre  los  rcaccionistas  de  lermidor  se  halló  un  hombre  que  no 
quiso  dejar  enteramente  ociosos  los  conocimientos  militares  que  Bonapar- 
te  habia  manifestado  en  Tolón,  y  este  fué  Pontccoulant,  sucesor  de  Aubry, 
quien  empleó  á  Napoleón  en  la  formación  de  los  planes  de  campaña,  sin 
hacer  caso  do  las  reconvenciones  de  la  facción  dominante. 

Este  destino  arrinconado  que  tan  mal  conjeniaba  con  el  carácter  de  un 
guerrero,  para  quien  eran  condiciones  necesarias  de  existencia  el  movi- 
miento, el  estruendo  y  la  gloria,  pareció  todavía  demasiado  ventajoso  y 
honorífico  para  el  joven  oficial  cuya  suerte  se  intentaba  soterrar.  Lctour- 
neur  de  la  Mancha,  que  reemplazó  á  Pontccoulant  en  la  presidencia  de  la 
junta  militar,  heredó  la  añeja  ojeriza  de  Aubry,  y  Napoleón  quedó  sin  em- 
pleo. 

Entonces,  desahuciado  de  arrollar  envidias,  vulgaridades  y  odios  po- 
derosos, y  no  queriendo  sin  embargo  doblegar  ante  la  idiotez  y  bastardía 
arbitraria  toda  la  capacidad  política  y  guerrera  que  abrigaba  en  su  inte- 
rior ,  desvió  por  un  momento  sus  miradas  de  Europa  para  clavarlas  en  el 
Oriente.  Necesitaba  á  todo  trance  destinos  grandiosos ;  la  naturaleza  lo 
habia  labrado  para  pretenderlos  y  ejecutarlos;  y  si  la  Francia  se  los  rehu- 
saba, el  Oriente  debia  ofrecérselos. 

Poseído  de  este  pensamiento,  estendió  unos  apuntes  para  dar  á  enten- 
der al  gobierno  francés  que  estaba  en  el  interés  de  la  república  el  aumen- 
tar los  medios  defensivos  de  la  Puerta,  contra  las  miras  ambiciosas  y  los 
proyectos  de  invasión  délas  monarquías  europeas.  «  El  jeneral  Bonapartc, 
que  sirve  en  la  artillería  desde  su  mocedad,  y  que  la  dirijió  en  el  sitio  de 
Tolón  y  durante  dos  campañas  en  el  ejército  de  Italia,  se  ofrece  al  gobier- 
no para  pasar  á  Turquía  con  un  encargo  político Será  útil  á  su  patria 

on  esta  nueva  carrera;  y  hará  un  verdadero  servicio,  á  su  pais  si  alcanza  á 
robustecer  las  fuerzas  de  los  Turcos,  perfeccionar  la  defensa  de  sus  prin- 
cipales fortalezas  y  construir  otras  nuevas. »  —  « Si  un  empleado  del  des- 
pacho de  la  guerra,  dice  Mr.  de  Bourrienne,  hubiese  puesto  la  palabra  con- 
cedido al  pié  de  la  nota ,  acaso  esto  solo  hubiera  cambiado  la  faz  de  la  Eu- 
ropa. »  Pero  esto  no  sucedió.  Preocupado  el  gobierno  con  la  política  inte- 
rior y  las  contiendas  de  partidos ,  no  podia  dedicar  su  atención  á  planes 
militares,  cuyo  resultado  era  tan  incierto  como  remoto;  y  Napoleón  conti- 
nuó ocioso  en  Paris,  condenado  á  la  inacción  por  la  prepotencia,  pero 
retenido  por  la  Providencia  á  las  órdenes  de  la  revolución. 

No  tardó  en  rodeársele  coyuntura  de  emplearse.  Los  realistas  ,  alen- 
tados con  la  reacción  de  termidor,  se  introdujeron  en  las  secciones  parisien- 
ses y  las  animaron  á  sublevarse  contra  la  Convención.  Las  primeras  tenta- 
tivas fueron  favorables  á  los  insurjentes.  El  jeneral  Menou,  indiciado  de 


' 


43  HISTORIA 

traición  y  ciertamente  culpable  de  Jlojedad  y  convencido  de  incapacidad, 
facilitó  esta  \  ictoria  á  los  seccionistas,  á  quienes  se  le  habia  encargado  dis- 
persar y  rendir.  Los  caudillos  de  la  Convención,  demasiado  comprometi- 


dos con  el  realismo,  á  pesar  de  sus  ímpetus  contra  los  jacobinos,  para  no 
sobresaltarse  con  el  triunfo  de  la  contra-revolución,  se  acordaron  enton- 
ces de  que  habían  proscrito,  desarmado  y  encarcelado  á  un  sinnúmero  de 
ardientes  patriotas  que  podiau  parar  en  denodados  auxiliares  en  tan  críti- 
cas circunstancias.  Los  republicanos  perseguidos  oyeron  el  llamamiento 
de  sus  perseguidores,  y  corrieron  á  las  armas  para  conjurar  el  peligro  co- 
mún. Pero  este  ejército  extemporáneo  necesitaba  un  jeneral,  después  del 
revés  y  del  arresto  de  Menou;  y  Barras,  nombrado  para  jefe ,  solo  podia 
ejercer  un  mando  nominal.  Tnvo  la  sensatez  de  comprenderlo  y  de  hacer 
que  se  le  agregase  un  ayudante  mas  intelijente  de  la  guerra  que  él.  Propu- 
so al  jeneral  Bonaparte,  y  la  Convención  confirmó  esta  elección  por  un  de- 
creto que  Bonaparte  pudo  oir  desde  la  tribuna  pública  á  donde  habia  con- 
currido para  observar  de  cerca  la  conducta  de  la  asamblea,  en  cuyas  manos 
estaba  la  suerte  de  la  república. 

Seguu  el  Diario  de  Santa  Helena ,  Napoleón  deliberó  por  mas  de  me- 
dia hora  consigo  acerca  de  la  admisión  ó  no  admisión  del  puesto  importan- 
te que  se  le  confiaba.  No  habia  querido  militar  contra  la  Vendea,  y  no  de- 
bía decidirse  de  repente  á  metrallar  á  los  Parisienses. « Pero  si  la  Convención 
fracasa,  decia  consigo  mismo,  ¿  qué  será  de  las  grandes  verdades  de  núes- 


DE  NA  I»  OLKOW.  i.' 

tra  revolución?  nucrtras  numerosas  victorias,  y  nuestra  sangre, lanías  veces 
derramada,  ya  no  serian  mas  ijuc  acciones  infames.  Los  «stranjeros,  á 
quienes  hemos  vencido,  triunfarían  entonces  y  nos  llenarian  de  vilipen- 


dio De  modo  que  la  derrota  de  la  Convención  ceñiría  las  sienes  de  los 

estranjeros  y  pondría  el  colmo  á  la  ignorancia  y  esclavitud  de-la  patria.» 
Este  arranque,  veinte  y  cinco  años,  la  confianza  en  sos  fiterzas  y  en  mi 
destino  preponderaron  en  él,  y  luego  que  se  hubo  decidido  ,  se  presentó  á 
la  junta. 

Aciaga  determinación  para  los  insurjcñtcs,  pues  Napoleón  ajustó  tan 
acertadamente  sus  medidas,  que  al  cabo  de  pocas  horas  de  refriega,  el 
ejército  parisiense  fué  arrojado  de  todas  sus  posiciones  y  el  levantamiento 
quedó  enteramente  sofocado. 


\\ 


HISTORIA 


La  Convención  recompensó  á  su  libertador,  nombrándole  jeneral  en 
jefe  del  ejército  del  interior. 


£¿EA/tfft 


Desde  aquel  dia  Napoleón  pudo  prever  que  dispondría  luego  de  las 
fuerzas  militares  de  la  Francia ,  y  subió  realmente  la  primera  grada  del 
trono,  al  tomar  el  mando  supremo  de  la  capital. 

¡En  veinte  y  cuatro  horas  qué  cambio  de  su  suerte!  El  12  vendimia- 
rio  estaba  arrinconadamente  desahuciado,  teniendo  que  ensimesmar  la  ac- 
tividad de  su  injenio,  propenso  á  desconfiar  de  su  estrella  con  tantísimos 
tropiezos,  y  en  tal  manera  aburrido  de  los  contratiempos  que  esperimen- 
taba  en  la  escena  política ,  que  el  halago  y  el  reposo  de  la  vida  privada 
empezaban  á  tentarle  y  le  hacían  prorumpir,  al  saber  el  enlace  de  su  her- 
mano José  con  la  hija  del  principal  comerciante  de  Marsella  ¡ 

« ¡Qué  afortunado  es  aquel  picaro  de  José! » 


DE  NAPOLEÓN.  4.'i 

Por  el  contrario,  todas  estas  veleidades  de  estado  llano  habían  desapa- 
recido el  14  vendimiarlo,  y  el  arrinconado  de  la  víspera  se  había  trasfor- 
mado  en  el  dominador  del  dia  siguiente,  viniendo  á  ser  el  centro  de  todas 
las  tramoyas  y  de  todas  las  ambiciones,  así  como  era  el  alma  de  todos  los 
movimientos.  En  presencia  del  realismo,  cuya  bandera  rechazaba  allá  el 
mimen  de  la  Francia,  y  no  teniendo  sobre  si  mas  que  una  junta  ejecuti- 
vamente desgastada  en  la  carrera  de  las  arbitrariedades  y  en  las  contien- 
das de  cadalso ,  el  joven  vencedor  de  las  secciones  parisienses  eslabonó 
con  su  estrella  asomante  los  destinos  de  la  revolución,  que  ya  no  podía 
acaudillar  el  astro  eclipsado  de  la  Convención  al  resplandor  de  los  prime- 
ros años  de  la  libertad. 

El  primer  uso  que  hizo  Napoleón  de  su  poder  y  valimiento  fué  salvar 
á  Menou,  cuya  pérdida  tramaban  las  juntas. 

Apesar  de  toda  su  moderación,  los  vencidos  no  le  pudieron  perdonar  su 
derrota;  pero  su  venganza  se  limitó  á  un  apodo  ,  no  pudiendo  nada  mas 
contra  él  que  llamarle  el  Metrallador. 

El  vecindario  parisiense  estaba  mortalmcnte  agraviado  y  abatido;  el 
hambre  estremó  el  quebranto  y  la  aversión  á  los  militares  que  lo  habían 


• 


46  HISTORIA 

avasallado.  «  Un  dia  que  no  habia  podido  veriQcarsc  el  reparto  del  pan , 
dice  Mr.  de  las  Cases ,  y  que  se  habia  agolpado  el  jcntío  á  las  puertas  de 
los  panaderos ,  Napoleón  pasaba  eon  una  parte  de  su  estado  mayor ,  ze- 
lando  la  seguridad  pública;  detiénele  un  tropel  de  la  plebe,  compuesto 
principalmente  de  mujeres,  y  le  pide  pan  á  voces  descompasadas:  crece 
la  concurrencia,  se  redoblan  las  amenazas,  y  la  situación  llega  á  ser  suma- 
mente crítica.  Sobresalía  sobre  todos  por  sus  ademanes  y  palabras  una 
mujer  desatinadamente  gruesa :  « Todo  ese  hato  de  matones  se  burla  de 
nosotros ,  clamaba  apuntando  á  la  oGcialidad,  pues  en  comiendo  y  engor- 
dando ellos  bien ,  poco  les  importa  que  el  pueblo  se  muera  de  hambre. » 
Volvióse  Napoleón  hacia  ella  y  dijo  :  « Oiga,  buena  mujer,  ¿qué  os  pare- 
ce? ¿cuál  está  mas  gordo  de  los  dos?»  Es  de  observar  que  Napoleón  se 
hallaba  á  la  sazón  sumamente  ílaco.  «Yo  parecía  un  esqueleto,  dice  él. 
Una  risa  jeneral  aplaca  la  furia  de  la  plebe,  y  el  estado  mayor  prosigue 
su  camino.  » 

Sin  embargo  la  trascendencia  de  la  asonada  insurreccional  de  vendí 
miario,  y  la  casi  jeneralidad  de  las  reconvenciones  en  que  prorumpian  con- 


DE  NAPOLEÓN.  47 

tía  la  Convención  todos  los  partidos,  habian  hecho  disponer  el  desarme 
jencral  de  las  secciones.  Mientras  se  llevaba  a  cabo  esta  providencia  ,  un 
joven  de  diez  á  doce  años  fué  á  suplicar  al  jeneral  en  jefe  que  le  maudase 
devolver  la  espada  de  su  padre,  que  habia  mandado  los  ejércitos  de  la  re- 
publita.  Este  joven  era  Eujenio  de  Beauharnais.  Napoleón  accedió  á  la 
súplica,  y  le  trató  con  sumo  agrado.  Enternecido  el  mozo,  derramó  algu- 
nas lágrimas,  y  habló  á  su  madre  de  la  buena  acojida  que  le  habia  dis- 
pensado el  jencral ,  con  cuyo  motivo  aquella  se  creyó  obligada  á  visitar- 
le y  manifestarle  su  agradecimiento.  Madama  Beauharnais,  todavía  jo- 
ven ,  no  ocultó  probablemente  en  este  avistamiento  el  donaire  y  los  pri- 
mores con  que  descollaba  en  las  grandiosas  tertulias  de  la  capital.  Interesó 
á  Bonaparte,  quien  avaloró  la  proporción  que  vino  á  rodearle  la  casuali- 
dad, siendo  desde  luego  uno  de  sus  contertulios  diarios.  Acudían  allí  al- 
gunos de  la  nobleza  antigua  que  no  descompadraban  con  el  metrallador- 
cillo,  como  se  le  apellidaba  con  estudio  en  las  concurrencias.  Cuando  esta 
se  retiraba ,  quedaban  algunos  amigos ,  como  el  anciano  Mr.  de  Montes- 
quieu  y  el  duque  de  Nivernés ,  para  hablar  á  puerta  cerrada  de  la  anti- 
gua corte  y  « dar  una  vuelta  por  Vcrsallcs. »  Muy  estraño  pareciera  hoy 


<h  r 


48  HISTORIA 

dia  ver  al  vencedor  de  vendimiario  rodeado  de  aquellos  palaciegos  vete 
ranos  ,  si  no  se  supiera  lo  que  ha  hecho  después  por  la  etiqueta  y  las  eje- 
cutorias, aunque  nunca  se  desprendió  respecto  á  sí  del  menosprecio  fi- 
losófico que  le  merecian  aquellas  aprensiones ,  y  debia  ser  el  repre- 
sentante nato  de  la  revolución  francesa  y  el  espanto  de  las  aristocracias 
europeas.  Por  lo  demás  no  fué  un  mero  conocimiento  ó  una  relación  vo- 
landera la  que  contrajo  Napoleón  con  Madama  de  Beauharnais.  El  cariño 
mas  ardiente  y  entrañable  se  aposentó  en  su  pecho ,  y  cifró  toda  su  dicha 
(Mi  desposarse  con  la  que  estaba  adorando.  Este  enlace  se  verificó  el  0  de 
marzo  de  4796.  Una  negra  había  pronosticado  á  Josefina  que  seria  reina; 
alo  menos  así  se  complacia  en  referirlo  sin  parecer  muy  incrédula,  y  su 
matrimonio  con  Bonaparte  fué  un  primer  paso  para  el  cumplimiento  de  la 
profecía. 


CAPITULO  V. 


Primera  campaña  de  Italia. 


ciierer ,  jenoral  en  jefe  del  ejército  de 
Italia ,  habia  comprometido  las  armas  y 
el  honor  de  la  república  por  su  incapaci- 
dad militar  y  por  el  desconcierto  de  su 
.  administración,  dejando  perecer  la  caba- 
llería por  falta  de  abastos.  El  ejército  ca- 
^^s-J*^CZ3=c^=^,-c^p>  recia  de  todo  y  no  podia  sostenerse  por 
mas  tiempo  en  la  ribera  de  Jénova.  Deseoso  el  Directorio  de  poner  un  tér 

7 


oO  HISTORIA 

mino  á  tamaña  desdicha ,  pero  escaso  de  víveres  y  de  caudales ,  le  envió 
un  nuevo  jeneral.  Afortunadamente  este  nombramiento  recayó  en  Rona- 
parte ,  cuyo  numen  lo  suplió  todo. 

Salió  de  Paris  el  2í  de  marzo  de  4796,  dejando  el  mando  del  ejército 
del  interior  á  un  antiguo  jeneral  llamado  Hatri ,  y  llevando  ya  ideado  su 
plan  de  campaña.  Habia  resuelto  internarse  en  Italia  por  el  valle  que  des- 
linda los  últimos  picos  de  los  Alpes  y  de  los  Apeninos,  para  atravesar  el 
ejército  austro-sardo,  precisando  á  los  Imperiales  á  cubrir  á  Milán,  y  á  los 
Piamonteses  á  escudar  su  capital .  Llega  á  Niza  á  fines  de  marzo,  de  donde 
traslada,  desde  el  arranque  de  la  campaña,  el  cuartel  jeneral  á  Albenga. 
« Soldados, »  dice  Napoleón  al  pasar  la  primera  revista  á  las  tropas,  «es- 
tais  desnudos  y  hambrientos:  se  os  está  debiendo  mucho,  y  nada  se  os 
puede  dar.  Vuestro  sufrimiento,  el  denuedo  que  mostrasteis  entre  estos 
peñascos  es  asombroso ,  mas  no  os  acarrea  el  menor  blasón,  y  así ,  vengo 
á  encaminaros  á  las  llanuras  mas  pingües  del  mundo.  Ricas  provincias  y 
grandes  ciudades  caerán  en  nuestro  poder,  y  allí  lograréis  riquezas  ,  ho- 
nor y  gloria.  ¡Soldados  de  Italia  !  ¿escasearíais  de  arrojo?» 

Kl  ejército  ya  esperanzado  vitorea  este  lenguaje ,  y  utiliza  el  jeneral 
aquel  entusiasmo  para  hablar  con  desembozo  al  senado  de  Jénova,  pidién- 
dole el  tránsito  por  la  Rochetta  y  las  llaves  de  Gavi. 

En  8  de  abril  escribe  al  directorio-  « He  hallado  este  ejército,  no  sola- 


DE  NAPOLEÓN.  51 

mente  falto  de  todo,  sino  también  de  disciplina  y  rematadamente  insu- 
bordinado. El  descontento  había  llegado  á  tal  cstremo  que  los  mal  inten- 
cionados, valiéndose  de  la  coyuntura,  habian  formado  una  compañía,  lla- 
mada del  Delfín,  que  iba  entonando  cantares  contrarevolucionarios 

Contad  con  que  se  restablecerán  en  61  la  paz  y  el  orden Cuando  leáis 

esta  carta,  ya  habremos  venido  a  las  manos. »  Y  con  efecto  sucedió  todo 
como  Bonapartc  había  previsto  y  asegurado. 

El  ejército  enemigo  estaba  mandado  por  Beaulicu  ,  oficial  sobresalien- 
te, que  se  habia  granjeado  nombradla  en  las  campañas  del  Norte.  Al  sa- 
ber que  el  ejército  francés,  hasta  entonces  mantenido  en  la  defensiva,  aca- 
baba de  entablar  de  repente  el  sistema  ofensivo,  y  trataba  osadamente  de 
arrollar  las  puertas  de  Italia,  sale  arrebatadamente  de  Milán  y  acude  al 
socorro  de  Jénova.  Situado  en  Novi ,  donde  fija  su  cuartel  jeneral,  repar- 
te su  ejército  en  tres  cuerpos,  y  publica  un  manifiesto  que  el  jeneral  fran- 
cés remite  al  Directorio,  diciéndole  que  iba  á  contestar  « al  otro  dia  de  la 
batalla.  » 


tfcy 


Verificóse  esta  em  en  Montenote:  y  descollando  con  un  golpe  sonado 
desde  el  principio  de  la  campaña ,  alcanza  el  jeneral  republicano  la  pri- 


52  HISTORIA 

mera  victoria ,  desde  cuya  lecha  quiso  contar  después  el  oríjen  de  su  no- 
bleza. 

Nuevas  refriegas  le  fueron  proporcionando  mayores  triunfos;  Bona- 
parte,  vencedor  eH4  en  Millesimo,  y  eUC  en  Dego,  responde,  no  al  otro 
dia  de  la  batalla ,  sino  con  tres  victorias  en  cuatro  dias,  al  manifiesto  de 
Beaulieu;  y  la  noche  misma  del  empeño  en  Dego,  da  cuenta  al  Directorio 
de  sus  rápidas  y  esclarecidas  operaciones ,  poniendo  estudio  en  dar  realce 
á  la  parte  que  habiau  tomado  en  tan  reñidos  trances  los  jefes  que  estaban 
ásus  órdenes ,  como  Joubert ,  Massena,  Augereau,  Menard,  Laharpe, 
Rampon ,  Lannes ,  etc. 

« Hemos  cojido  en  esta  acción  de  7  á  0.000  prisioneros ,  contándose 
entre  ellos  un  teniente  jeneral  y  veinte  ó  treinta  coroneles  y  tenientes  co- 
roneles. 

« El  enemigo  ha  dejado  en  el  campo  de  2.000  á  2.500  muertos. 
« Os  comunicaré  tan  pronto  como  me  sea  posible  los  pormenores  de 
este  glorioso  encuentro ,  remitiendo  lista  de  los  que  se  han  distinguido 
particularmente.  » 

Sucedió  entonces  que  el  jeneral  Colli,  que  mandaba  la  derecha,  escri- 
bió á  Bonaparte  reclamando  un  parlamentario  llamado  Moulin ,  emigra- 
do francés ,  que  habia  sido  detenido  en  Murseco,  y  amenazándole  que  usa- 
ría de  represalias  en  la  persona  del  brigadier  Barthelemy ,  prisionero  con 
los  Austríacos.  El  jeneral  francés  respondió  :  «Un  emigrado  es  un  hijo 
parricida  que  bajo  ningún  concepto  se  hace  respetable.  Al  enviar  á  Mr. 
Moulin  en  clase  de  parlamentario ,  se  ha  faltado  al  honor  y  á  las  conside- 
raciones debidas  al  pueblo  francés.  Sabidas  tenéis  las  reglas  de  la  guerra, 
y  no  creo  en  la  represalia  con  que  amenazáis  al  brigadier  Barthelemy. 
Pero  si  á  pesar  de  aquellas  leyes ,  os  propasaseis  á  semejante  acto  de  bar- 
barie ,  de  él  responderán  inmediatamente  todos  vuestros  prisioneros  con 
cruelísima  venganza,  porque  profeso  á  los  oficiales  de  vuestra  nación  el 
aprecio  debido  á  valientes  militares. »  Y  no  era  vana  la  amenaza  de  Bona- 
parte, pues  tenia  ya  en  su  poder  gran  número  de  prisioneros.  Así  pues 
contestó  á  Colli  eH8  de  abril. 

El  resultado  de  las  famosas  jornadas  en  que  los  nombres  de  Joubert, 
Massena  y  Augereau  sonaron  por  primera  vez  esclarecidamente  para  la 
Francia,  fué  quedar  la  retaguardia  enemiga,  mandada  por  Provera,  ren- 
dida, disponer  la  separación  de  los  Austríacos  y  Piamon  teses,  y  abrir  á  las 
tropas  republicanas  á  diestro  y  siniestro  los  caminos  de  Milán  y  deTurin. 
Guando  el  jeneral  en  jefe  llegó  á  las  alturas  de  Montezemoto,  que  Auge- 
reau habia  ocupado  el  mismo  dia  en  que  Serrurier  habia  obligado  á  Colli 
á  evacuar  su  campamento  atrincherado  de  Ceva,  apuntó  desde  allí  á  su 
ejército  los  picos  altaneros  que  la  nieve  señalaba  alo  lejos  y  que  se  encum- 
braban á  manera  de  tendidas  cascadas  de  hielo  sobre  las  ricas  llanuras  del 


DE  NAPOLEÓN  53 

I'i.-iiik  ni  i<\  « Aníbal  ha  forzado  los  Alpes, »  dijo  á  sus  soldados,  fijando  sus 
miradas  en  los  montes;  a  nosotros  les  daremos  vuelta,  i 

II  22  quedó  señalado  con  una  nueva  victoria.  El  ejército  republicano 
pasó  el  Tanaro  y  se  apoderó  del  reducto  de  la  Bicoca ,  de  Mondovi  y  de  sus 
almacenes.  El  25  se  tomó  y  fortificó  Cherasque,  firmándose  un  armisti- 
cio el  28. 


Algunos  dias  antes,  el  24,  Bonaparte  habia  respondido  en  estos  térmi 
nos  á  una  carta  del  jeneral  Colli  ¡  «El  Directorio  ejecutivo  se  ha  reservado 
el  derecho  de  tratar  de  la  paz  :  por  lo  mismo  es  preciso  que  los  plenipo 
tenciarios  del  rey  vuestro  amo  pasen  á  Paris  ó  aguarden  en  Jénova  á  los 
enviados  del  gobierno  francés. 

« La  posición  militar  y  moral  de  ambos  ejércitos  imposibilita  toda  sus 
pensión  pura  y  sencilla.  Aunque  yo  esté  particularmente  convencido  de 
que  el  gobierno  concederá  á  vuestro  rey  condiciones  de  paz  honrosas,  no 
me  cabe  detener  mi  marcha  por  presunciones  aéreas;  sin  embargo  un  me 
dio  hay  de  conseguir  vuestro  objeto  conforme  con  los  verdaderos  intereses 
de  vuestra  corte  y  que  escusaria  un  derramamiento  de  sangre  infructuoso, 
y  por  lo  tanto  contrario  á  la  razón  y  á  las  leyes  de  la  guerra,  y  este  es  que 
me  entreguéis  dos  de  las  tres  fortalezas  de  Coni,  Alejandría  y  Tortona, 
las  que  bien  os  parezcan » 

Entregáronse  las  fortalezas  de  Coni  y  Tortona ,  como  también  la  de 
Ceva,  á  los  republicanos,  y  quedó  firmado  el  armisticio. 

j  Cuántas  empresas  ejecutadas  en  un  mes !  ya  no  tenia  que  temer  la  re- 
pública por  sus  puertos  y  fronteras :  estremeciendo  por  el  contrario  en  sus 
capitales  á  los  reyes  que  antes  la  amenazaban ;  y  este  trueque  se  habia  ve 


54  HISTORIA 

riíicado  con  suma  prontitud,  sin  recursos  nuevos,  con  un  ejército  exhaus- 
to que  carecia  á  un  tiempo  de  víveres,  de  artillería  y  de  caballería.  Este 
milagro  era  el  resultado  del  numen  ambidestro  de  un  prohombre  y  del 
ímpetu  de  la  libertad  que  le  franqueaba  soldados  y  una  oficialidad  acree- 
dora á  su  mando. 


Los  estranjeros  estaban  aterrados.  El  ejército  francés,  asombrado  con 
su  caudillo  novel,  se  angustiaba  para  lo  venidero,  aun  en  medio  de  sus 
inauditos  triunfos,  al  recapacitar  los  medios  escasos  que  le  acompañaban 
en  carrera  tan  esclarecida ,  entablando  la  ardua  empresa  de  conquistar  la 
Italia.  Para  desvanecer  aquellas  zozobras  y  reencender  el  entusiasmo  de 
las  tropas ,  Napoleou  les  dirijió  desde  Cherasque  la  proclama  siguiente  : 

« ¡Soldados!  en  quince  dias  habéis  alcanzado  seis  victorias,  cojido  vein- 
te y  una  banderas,  cincuenta  y  cinco  cañones;  habéis  tomado  varias  plazas 
fuertes  y  conquistado  la  parte  mas  rica  del  Piamonte ;  habéis  hecho  quin- 
ce mil  prisioneros  y  herido  ú  muerto  á  mas  de  diez  mil  hombres.  Hasta 


DE  NAPOLEÓN  55 

ahora  habéis  peleado  por  áridos  pénaseos,  esclarecidos  ya  con  vuestro  de- 
nuedo ,  pero  inservibles  para  la  patria.  Ahora  sois  ya  competidores  digní- 
simos del  ejército  conquistador  de  la  Holanda  y  del  Itin.  Faltos  de  todo, 
á  todo  habéis  acudido.  Habéis  ganado  batallas  sin  cánones,  pasado  rios 
sin  puentes,  hecho  marchas  forzadas  sin  calzado  y  acampado  sin  aguar- 
diente y  á  veces  sin  pan.  Solo  falanjes  republicanas  y  soldados  de  la  liber- 
tad eran  capaces  de  aguantar  cuanto  habéis  padecido.  I-a  patria  recono- 
cida os  deberá  en  parte  su  prosperidad ;  y  si  al  vencer  en  Tolón  estuvisteis 
ya  anunciando  la  campaña  inmortal  de  \  793 ,  otra  mas  hermosa  pregonan 
desde  ahora  vuestras  victorias. 

«  Ambos  ejércitos ,  que  poco  ha  os  embestían  con  arrojo,  huyen  aterra- 
dos á  vuestra  vista ;  los  malvados  que  se  estaban  mofando  de  vuestro  des- 
amparo y  soñaban  con  mil  triunfos  de  nuestros  enemigos,  yacen  confun- 
didos y  trémulos.  Pero  es  menester  que  no  os  desentendáis,  oh  soldados , 
de  que  nada  habéis  hecho ,  puesto  que  os  queda  todavía  algo  por  hacer. 
Turin  ni  Milán  no  están  en  vuestro  poder ,  y  los  asesinos  de  Basseville 
huellan  todavía  las  cenizas  de  los  vencedores  de  Tarquino.  Estabais  faltos 
de  todo  al  principio  de  la  campaña ;  ahora  estáis  abundantemente  provis- 
tos. Los  depósitos  cojidos  á  vuestros  enemigos  son  crecidos  y  ya  ha  llegado 
la  artillería  de  sitio  y  de  campaña.  Soldados ,  la  patria  tiene  derecho  á  es- 
perar heroicidades  de  vosotros.  ¿Corresponderéis  á  su  esperanza?  No  hay 
duda  que  están  vencidos  los  mayores  obstáculos;  pero  todavía  tenéis  re- 
friegas que  trabar,  ciudades  que  tomar  y  rios  que  atravesar.  ¿Hay  entre 
vosotros  alguno  cuyo  denuedo  amaine?  ¿Hay  alguno  que  prefiera  volver 
á  la  cumbre  del  Apenino  y  de  los  Alpes,  para  aguantar  los  baldones  de 
esa  soldadesca  esclava  ?  No,  no  hay  ninguno  entre  los  vencedores  de  Mon- 
tenote,  Millesimo,  Dego  y  Mondovi.  Todos  están  ardiendo  en  anhelos  de 
llevar  á  lo  lejos  la  gloria  del  pueblo  francés.  Todos  quieren  humillar  á 
esos  reyes  orgullosos  que  se  atrevían  á  tratar  de  aherrojarnos.  Todos  quie- 
ren dictar  una  paz  gloriosa  que  indemnice  á  la  patria  de  los  inmensos  sa- 
crificios que  tiene  hechos.  ¡Amigos!  esa  conquista  yo  osla  prometo,  pero 
bajo  una  condición,  que  debéis  jurar  y  cumplir,  de  respetar  á  los  pueblos 
que  libertáis  y  contener  los  horribles  saqueos  en  que  se  engolfan  algunos 
perversos  escitados  por  vuestros  enemigos.  No  siendo  así,  los  pueblos  os 
mirarán  como  un  azote,  y  no  como  á  sus  libertadores ;  y  el  pueblo  fran- 
cés, en  vez  de  blasonar  de  vuestras  acciones,  os  denegaria  por  sus  hijos. 
Victorias ,  valor,  triunfos,  la  sangre  de  nuestros  hermanos  muertos  en  las 
peleas,  todo  se  perdería,  hasta  el  honor  y  la  gloria.  En  cuanto  á  mi  y  á 
los  jencrales  que  os  merecen  confianza,  rubor  tendríamos  de  mandar  un 
ejército  sin  disciplina,  sin  freno  y  que  no  conociese  otra  ley  que  la  vio- 
lencia. Pero  revestido  de  la  autoridad  nacional  y  escudado  con  la  justicia 
y  las  leyes,  sabré  hacer  respetar  á  esa  corta  grey  de  cobardes  y  desalmados 


50  HISTORIA 

las  leyes  de  la  humanidad  y  del  honor  que  atropellan.  No  permitiré  que 

unos  salteadores  marchiten  vuestros  laureles.  Haré  ejecutar  rigurosamente 

el  reglamento  publicado  en  la  orden  del  dia.  Los  ladrones  serán  ejecutados 

sin  conmiseración;  algunos  lo  han  sido  ya,  y  con  este  motivo  he  podido 

observar  el  afán  con  que  cumplieron  mis  órdenes  los  buenos  soldados  del 

ejército. 

« ¡  Pueblos  de  Italia!  el  ejército  francés  viene  á  romper  vuestras  cade- 
nas :  el  pueblo  francés  es  amigo  de  todos  los  pueblos  J  salid  confiados  á  su 
encuentro.  Propiedades,  relijion,  costumbres,  todo  será  respetado.  Pelea- 
mos como  enemigos  jenerosos ,  y  solo  queremos  mal  á  los  tiranos  que  os 
avasallad. » 

Este  lenguaje  estaba  descubriendo  en  Napoleón  aun  mas  que  un  gran 
capitán.  En  él  descuella  ya  el  estadista  trascendental,  que  ha  de  ser  un  con- 
quistador que  imponga  leyes,  y  logre  pasmar  y  enloquecer  á  los  pueblos 
anunciándoles  su  libertad ,  el  castigo  de  los  malhechores  y  el  respeto  es- 
crupuloso para  con  su  relijion  y  sus  costumbres. 

Cuando  Napoleón  hablaba  con  tamaña  entereza ,  estaba  á  diez  leguas 
de  Turin,  y  tomaba,  digámoslo  así,  posesión  de  la  Italia.  El  rey  de  Orde- 
ña temió  y  activó  las  negociaciones  entabladas,  y  cuyas  primeras  conferen- 
cias se  efectuaron  en  casa  de  su  mayordomo  Salmatoris,  que  fué  posterior- 
mente prefecto  del  palacio  de  Napoleón  durante  el  imperio ;  y  firmóse  en 
Cherasque  el  armisticio  arriba  anunciado,  bajo  condición ,  entre  otras,  de 
que  el  rey  de  Cerdeña  se  retraería  inmediatamente  de  la  confederación  y 
enviaría  un  plenipotenciario  á  Paris  para  tratar  de  la  paz  definitiva ,  todo 
lo  cual  fué  puntualmente  ejecutado.  Hallábase  el  monarca  sardo  acosado 
por  el  ejército  republicano ,  y  así  no  le  cabia  el  faltar  á  su  palabra.  Despa- 
chó al  conde  de  Revel  á  Paris  con  las  mas  pacíficas  instrucciones ,  y  por  su 
parte  Napoleón  envió  de  antemano  á  la  misma  capital  al  jefe  de  escuadrón 
Murat,  encargado  de  llevar  la  noticia  de  las  victorias  con  que  se  habia 
señalado  el  principio  de  la  campaña.  «  Ya  podéis  dictarle  la  paz  al  rey  de 
Cerdeña  cual  vencedores, »  escribía  Napoleón  al  Directorio.  «  ....Si  tenéis 
el  proyecto  de  destronarle ,  entretenedle  algunas  décadas  y  avisadme  in- 
mediatamente ;  entonces  me  apodero  de  Valencia  y  marcho  sobre  Turin. 

« Enviaré  doce  mil  hombres  sobre  Roma  cuando  haya  derrotado  á 
Beaulieu » 

Los  representantes  de  la  nación  acojieron  este  mensaje  decretando  que 
el  ejército  de  Italia  habia  merecido  bien  de  la  patria  por  la  quinta  vez  en 
seis  dias.  La  paz  con  el  rey  de  Cerdeña  aumentó  el  alborozo  público,  que- 
dando firmada  el  1 5  de  mayo  bajo  las  condiciones  mas  ventajosas  para  la 
Francia. 

No  teniendo  ya  Bonaparte  que  pelear  sino  contra  los  Imperiales,  se 
preguntó  si  debia  guardar  la  línea  del  Tesino  ó  caer  sobre  el  Adijio  con  la 


DE  NAPOLEÓN.  57 

celeridad  audaz  que  le  había  hecho  dueño  eu  pocos  días  de  las  mas  lier 
mosas  provincias  de  la  monarquía  sarda.  Él  mismo  nos  lia  conservado, 
en  una  nota  recopilada  en  el  Diario  de  Sania  Helena,  las  razones  que  mi 
litaban  en  pro  de  uno  y  otro  partido.  Kl  primero ,  de  cordura  y  reserva, 
no  cuadraba  con  la  posición  de  la  república  nueva,  que  debía  acobardar  á 
laconfederacion  con  repetidos  golpes  é  incesantes  prodijios,  ni  con  el  joven 
jcncral  á  quien  su  índole  y  ambición  inclinaban  á  las  resoluciones  mas 
atrevidas  y  peligrosas ,  que  ofrecían  mayores  probabilidades  de  dificultad 
y  nombradía.  Bonapartc  siguió  adelante  después  de  haber  escrito  al  Direc- 
torio :  « Mañana  marcho  contra  Heaulicu;  le  obligo  á  atravesar  el  Po  ;  lo 
paso  inmediatamente  tras  él;  me  apodero  de  toda  la  Lombardía,  y  antes 
de  un  mes  confio  hallarme  sobre  los  montes  del  Tirol,  encontrar  el  ojér 
cito  del  Rin  y  trasladar  de  consuno  con  61  la  guerra  á  la  Baviera. » 

El  9  de  mayo  escribía  al  director  Carnot : 

« Al  fin  hemos  pasado  el  Po ,  y  se  ha  empezado  la  segunda  campaña. 
Beaulieu  está  desbaratado;  yerra  sus  cálculos,  y  siempre  para  en  los  lazos 
que  se  le  arman;  acaso  querrá  presentar  batalla,  porque  este  hombre  tie- 
ne arrojo  como  enfurecido,  mas  no  como  jeneral Una  victoria  mas  y 

somos  dueños  de  Italia Es  incalculable  lo  que  hemos  eojido  al  enemi- 


58  HISTORIA 

go Os  remito  veinte  cuadros  de  los  mejores,  del  Corregió  y  Miguel 

Anjel. 

« Os  doy  las  mas  espresivas  gracias  por  las  atenciones  que  tenéis  con 
mi  esposa;  os  la  recomiendo;  es  patriota  de  corazón  y  la  amo  en  estremo. » 

Al  día  siguiente  de  esta  carta,  la  nueva  victoria  de  que  esperaba  Bo- 
naparte  la  posesión  de  la  Italia  fué  patrimonio  de  la  historia,  inmortali- 
zando el  nombre  de  Lodi,  que  los  republicanos  ocuparon. 

La  conquista  de  la  Lombardía  fué  el  fruto  de  esta  batalla.  En  pocos 
dias,  Pizzighitone,  Cremonay  todas  las  ciudades  principales  del  Milanesa- 
do  cayeron  en  poder  del  ejército  francés. 

En  medio  de  los  campamentos  y  del  estruendo  de  las  armas,  Napoleón, 
á  quien  se  hubiera  podido  conceptuar  embargado  en  asuntos  políticos  y 
guerreros,  se  mostraba  ansioso  por  4as  artes  y  pedia  al  Directorio  una  co- 
misión de  artistas  para  recojer  las  preciosidades  que  la  conquista  ponia  á 
su  disposición.  Viósele  posteriormente  rehusar  tesoros,  que  hubieran  podi- 
do ser  propiedad  suya,  por  apropiarse  un  cuadro  del  Corregió  con  el  cual 
apetecía  enriquecer  el  Museo  Nacional. 

Y  no  solo  mostraba  interés  y  afán  por  el  progreso  y  la  prosperidad  de 
las  nobles  artes,  pues  cuanto  corresponde  al  entendimiento,  al  cultivo  de 
las  ciencias  ó  á  ¡a  causa  de  la  civilización  moderna ,  todo  tenia  cabida  en 
sus  pensamientos.  A  los  quiuce  dias  de  su  tránsito  del  Po,  allá  entre  el  es- 

/ 


I)E  NAPOLEÓN.  50' 

truendo  del  canon  de  Lodi  y  las  humaredas  del  crmpamento de  .Mantua, 
se  retraía  del  ansia  jeneral  por  verle  en  su  cuartel  de  Milán ,  pana  escri- 
bir á  un  célebre  jeómetra,  al  sabio  Oriani ,  la  carta  siguiente 

«  AL   CIUDADANO   ORIAS!. 

t  I,as  ciencias  que  honran  al  entendimiento  humano  y  las  artes  que 
hermosean  la  vida,  encomendando  las  heroicidades  á  la  posteridad,  mere- 
cen condecorarse  con  especialidad  en  los  gobiernos  libres.  Todos  los  hom- 
bres de  injenio  y  cuantos  se  han  granjeado  timbres  en  la  república  litera 
ria  son  hermanos ,  cualquiera  que  sea  el  pais  que  los  vio  nacer. 

«  Los  sabios  no  disfrutaban  en  Milán  el  aprecio  á  que  eran  acreedo- 
res. Retraídos  en  el  interior  de  sus  laboratorios,  se  conceptuaban  dicho 
sos,  con  tal  que  los  reyes  y  los  sacerdotes  los  dejasen  intactos.  Pero  esto 
no  sucede  hoy  dia:  el  pensamiento  es  libre  en  Italia ,  ya  no  hay  inquisi- 
ción ,  intolerancia  ni  déspotas.  Yo  insto  á  los  sabios  para  que  se  reúnan  j 
me  propongan  sus  miras  acerca  de  los  medios  que  pudieran  emplearse  ó  de 
las  carencias  que  están  padeciendo  para  dar  á  las  ciencias  y  las  artes  nue- 
va vida  y  verdadera  existencia.  Cuantos  gusten  pasar  á  Francia  pueden 
contar  con  desalada  acoj ida  por  parte- del  gobierno.  El  pueblo  francés  tie- 
ne en  mas  el  granjearse  un  sabio  matemático ,  un  pintor  acreditado  ó  un 
hombre  esclarecido,  eu  cualquiera  linea,  que  el  poseer  la  ciudad  mas  ri- 
ca y  abundante. 

«Sed  pues,  ciudadano,  el  órgano  de  estos  anhelos  respecto  á  los  sa 
bios  eminentes  que  está  atesorando  el  Milaacsado. 

t BOlfAPARTE.  t 


Pero  aquel  tino  finísimo,  y  aquel  desempeño  y  actividad  que  todo  lo 
estaba  abarcando  con  tanto  asombro  de  amigos  y  enemigos  de  la  Francia, 
encelaban  también  al  gobierno  suspicaz  que  manejaba  á  la  sazón  la  repú- 
blica. Estaba  ya  el  Directorio  presenciandOjUn  sucesor  en  el  héroe  de  Mon- 
tenote  y  Lodi,  y  queria  alejar  cuanto  fuese  dable  aquel  trance,  ton  esta 
mira  trató  de  dar  un  segundo  al  que  habia  probado  con  una  serie  de  vic- 
torias inesperadas  que  sabia  obrar  y  vencer  por  sí  solo.  No  se  equivocó 
Itonapartc  respecto  al  móvil  que  le  daba  por  compañero  á  Kellermann,  y 
se  franqueó  sin  rebozo  en  una  carta  escrita  al  director,  cuyo  carácter  , 
servicios  y  conocimientos  le  merecían  aprecio.  «Creo,  escribía  á  Carnot, 
que  juntar  á  Kellermann  conmigo  en  Italia  es  querer  desquiciarlo  todo.  Yo 
no  puedo  servir  gustoso  con  un  hombre  que  se  conceptúa  el  primer  je- 
neral de  Europa;  y  además  en  mi  dictamen,  un  jeneral  malo  vale  aun 
mas  que  dos  buenos.  En  la  guerra,  como  en  el  gobierno ,  todo  se  cifra  en 
el  tino. » 


i 


60  HISTORIA 

Después  de  haber  enviado  esta  carta,  Napoleón  prosiguió  obrando  con- 
forme á  sus  propias  miras  y  llevando  á  cabo  su  plan.  Habia  hecho  su  en- 
trada triunfal  en  Milán  el! 5  de  mayo,  mientras  que  en  Paris  se  firmaba 


la  paz  que  ¿1  mismo  habia  impuesto  á  la  Cerdeña  en  Montenote,  Dego,  Mi 
llesimo  y  Mondovi. 

El  Directorio  no  se  atrevió  á  realizar  su  intento  de  asociación.  Keller 
mano  fué  nombrado  gobernador  jcncral  de  los  paises  cedidos  á  la  Francia 
por  el  último  tratado  con  su  Majestad  sarda,  y  Bonaparte  conservó  el 
mando  en  jefe  del  ejército  de  Italia. 

Su  primer  conato  fué  trasladar  el  centro  de  las  operaciones  sobre  el  Adi 
jio  y  entablar  el  bloqueo  de  Mantua.  El  ejército  francés  se  componia  ape- 


nas de  treinta  mil  hombres,  mas  no  por  eso  el  arrojo  de  su  jeneral  dejó  di 


I, 


DE  NAPOLEÓN.  01 

aterrar  al  consejo  áulico.  Al  punto  se  trató  en  Vicna  de  retirar  á  Wurmser 
de  las  márjenes  del  Hin  y  enviarle  á  Italia  con  un  refuerzo  de  treinta  mil 
hombres  de  tropas  cscojidas. 

No  se  le  ocultaba  por  su  parte  á  Napoleón  que  los  encuentros  diarios 
y  las  enfermedades  podían  llegar  á  reducir  su  ejército,  ya  tan  escaso,  á  una 
inferioridad  de  número  considerable  respecto  á  los  Imperiales,  y  no  cesaba 
de  instar  y  clamar  al  Directorio  para  que  le  enviase  reclutas  y  que  el  ejér- 
cito del  Rin  ejecutase  una  llamada  poderosa  emprendiendo  activamente 
las  hostilidades.  ■  Me  figuro  que  están  peleando  allá  en  el  Rin  ,  había  es- 
crito Bonaparte  á  Carnot  pocos  días  después  de  la  victoria  de  Lodi;  sí  con- 
tinuase el  armisticio,  el  ejército  de  Italia  quedaría  destruido;  digno  de  la 
república  fuera  ir  á  firmar  el  tratado  de  paz  con  los  tres  ejércitos  reuni- 
dos en  el  riñon  de  la  Bavieraó  del  Austria  atónita. » 

Napoleón  tenia  tanto  mas  motivo  de  pedir  la  cooperación  de  los  ejér- 
citos del  Rin  y  de  Sambra  y  Mosa,  por  cuanto  se  lo  habían  formalmente 
prometido  á  su  salida  de  París  para  mediados  de  abril;  y  luego  estos  ejér- 
citos no  se  pusieron  en  movimiento  hasta  fines  de  junio,  cuando  Wurmser, 
á  quien  una  llamada  ejecutiva  hubiera  podido  detener  en  Alemania,  llega- 
ba á  Italia  con  sus  refuerzos. 

Los  que  estaba  demandando  el  jeneral  francés  acudían  mas  pausados: 
el  Directorio,  ó  por  imposibilidad  ó  malevolencia,  ensordecía  para  sus 
instancias.  Teniendo  así  Napoleón  que  hacer  frente  con  treinta  mil  hom- 
bres á  un  ejército  compuesto  de  cien  mil,  desentraña  entonces  de  sí  mismo 
medios  de  minorar  la  superioridad  numérica  de  los  Imperiales;  y  vuela 
en  alas  de  su  numen  y  de  su  estrella.  Va  allá  ideando  y  disponiendo  un 
plan  de  marchas  y  contramarchas ,  de  ataques  falsos  y  retiradas  aparentes, 
de  maniobras  osadas  y  movimientos  instantáneos ,  á  favor  de  los  cuales  se 
empeña  en  dividir  y  aislar  los  tres  cuerpos  enemigos,  descolgándose  des- 
pués de  improviso  coa  todas  sus  fuerzas  reunidas,  atacándolos  separada- 
mente y  derrotándolos  uno  tras  otro.  El  éxito  mas  completo  abona  el  pen- 
samiento y  las  esperanzas  del  sumo  capitán ,  á  quien  acompañan  eficaz- 
mente la  intelijencia  y  el  denuedo  de  los  jenerales  y  soldados  republica- 
nos. Mientras  que  Wurmser  le  supone  embargado  con  Mantua,  se  escabulle, 
por  decirlo  así ,  del  sitio  de  aqiiella  plaza ,  y  trasladándose  de  relámpago 
del  Po  al  Adijio,  del  Chiesa  al  Mincio,  parece  que  se  multiplica  para  embes- 
tir casi  al  mismo  tiempo  á  todas  las  divisiones  enemigas,  y  las  va  arrollan- 
do, dispersando  y  destruyendo  en  una  repetición  de  lances ,  conocida  con 
el  nombre  de  campaña  de  los  cinco  días,  que  sobrevinieron  en  Salo, 
Lonato,  Castiglione,  etc.  Quosnadowich  mandaba  á  los  Austríacos  en  los 
mas  de  estos  descalabros;  pero  Wurmser  quedó  derrotado  personalmente 
en  el  mas  desastrado  de  todos,  el  de  Castiglione. 

En  el  parte  de  esta  prodijíosa  campaña,  que  el  jeneral  victorioso  re- 


02  HISTORIA 

dactó  en  el  campo  de  batalla  y  remitió  al  Directorio  el  1  9  de  termidor 
año  IV  (G  de  agosto  de  I79G),  se  hallan  los  pormenores  siguientes: 


« De  algunos  dias  á  esta  parte  habían  ido  llegando  los  veinte  mil  hom- 
bres de  refuerzo  que  el  ejército  austríaco  del  Rin  enviaba  al  de  Italia ,  el 
cual,  junto  con  un  número  considerable  de  reclutas  y  muchos  batallones 
venidos  del  interior  del  Austria,  hacian  su  conjunto  harto  formidable,  y  la 
opinión  jeneral  era  que  los  Austríacos  llegarían  pronto  á  Milán 

« El  enemigo  me  acorralaba  entre  dos  fuegos  bajando  del  Tirol  por 
Brescia  y  el  Adijio.  Si  el  ejército  republicano  era  muy  escaso  para  hacer 
frente  á  las  divisiones  juntas  del  enemigo,  podia  derrotar  á  cada  una  sepa- 
radamente ,  y  yo  me  hallaba  situado  entre  ellas.  Érame  pues  asequible  el 
atajar  la  división  enemiga  bajada  de  Brescia,  por  medio  de  un  movimien- 
to ejecutado  con  rapidez,  hacerla  prisionera  y  derrotarla  completamente, 
descolgándome  luego  sobre  el  Mincio  para  embestir  á  Wurmser  y  ano- 
jarlo  lejos  del  Tirol;  mas  érame  forzoso,  para  ejecutar  este  intento,  le- 
vantar en  veinte  y  cuatro  horas  el  sitio  de  Mantua,  próxima  á  caer  en  mis 


DE  NAPOLEÓN.  68 

manos,  pues  no  podía  sostenerse  raas  de  seis  hora,  Era  también  impres- 
cindible despasar  velozmente  el  Mineio  sin  dar  tiempo  á  las  divisiones  ene 
migas  para  (jne  me  acorralasen.  La  suerte  me  fué  propicia,  y  la  refriega  de 
Dezenzano,  los  dos  encuentros  de  Salo ,  la  batalla  de  Lonato  y  la  de  Cas' 
tiglione  son  resultados  que  lo  manifiestan 

«  El  10,  al  rayar  el  dia ,  nos  hallamos  al  frente  del  enemigo  :  el  jenc- 
ral  Guieux ,  que  estaba  á  nuestra  izquierda ,  debía  atacar  á  íSalo;  el  jenc- ' 
ral  Massena,  situado  en  el  centro,  debia  operar  por  Lonato;  el  jeneral 
Augereau,  que  estaba  á  la  derecha,  debia  atacar  por  Castiglione.  El  ene- 
migo, en  vez  de  ser  atacado,  acometió  la  vanguardia  de  Massena  que  se 
hallaba  en  Lonato;  ya  estaba  cortada,  y  el  jeneral  Díjcon  habia  caído  pri- 
sionero ;  el  enemigo  nos  habia  tomado  tres  piezas  de  artillería  á  caballo. 
Mandé  formar  inmediatamente  la  t8  media  brigada  y  la  52  en  columna 
cerrada  por  batallones;  al  empeñarnos  en  arrollar  al  paso  de  ataque  las  fi- 
las enemigas,  estas  se  estendian  para  envolvernos,  cuya  maniobra  con- 
ceptué que  nos  brindaba  con  la  victoria.  Massena  envió  algunas  guerri- 
llas para  detener  la  marcha  de  las  alas  enemigas ;  la  primera  columna  lle- 
gada á  Lonato  arrolló  al  enemigo,  y  el  I  "i  rejimiento  de  dragones  dio  una 
carga  á  los  huíanos  y  recobró  nuestras  piezas. 

«  En  un  instante  se  dispersó  el  ejército  enemigo.  Intentó  verificar  su 
retirada  sobre  el  Mineio,  pero  mandé  á  mi  edecán,  jefe  de  brigada,  Junot, 
que  se  pusiese  al  frente  de  mi  compañía  de  guias,  persiguiendo  al  encmi 
go  y  aventajándole  en  rapidez  hacia  Dezenzano;  encontró  al  coronel  líen- 


G4  HISTORIA 

der  con  una  parte  de  su  Tejimiento  de  huíanos  á  quien  acometió;  pero  no 
queriendo  entretenerse  Junot  en  atacar  la  retaguardia,  contramarchó  por 
la  derecha ,  salió  de  frente  al  encuentro  del  Tejimiento,  cuyo  coronel  hirió 
con  intención  de  hacerle  prisionero ,  cuando  se  vio  rodeado  por  todas 
partes,  y  después  de  haber  muerto  á  seis  por  su  mano,  fué  derribado  del 
caballo  y  echado  en  un  foso  herido  con  seis  sablazos,  ninguno  de  los  cua- 
les dicen  será  mortal. 

•  Se  iba  retirando  el  enemigo  sobre  Salo,  pero  hallándose  este  en  nues- 
tro poder,  cayó  prisionera  toda  la  división  que  andaba  errante  por  los 
montes.  Entretanto  Augereau,  marchando  sobre  Castiglione  y  ocupando 
aquella  aldea ,  tuvo  que  estar  todo  el  dia  contrastando  recios  embates  de 
fuerzas  duplicadas:  artillería,  infantería  y  caballería,  todos  han  cumplido 
con  su  deber,  y  el  enemigo  ha  venido  á  quedar  enteramente  derrotado  en 
todas  direcciones. 

i  Ha  perdido  veinte  cañones ,  dos  ó  tres  mil  hombres  entre  muertos  y 
heridos,  y  cuatro  mil  prisioneros ,  entre  ellos  tres  jenerales.... 

t  Durante  todo  el  dia  1 7 ,  Wurinser  se  esmeró  en  ir  juntando  las  reli- 
quias de  su  ejército ,  en  adelantar  su  reserva ,  sacando  de  Mantua  cuantas 
fuerzas  le  era  dable,  colocándolas  en  batalla  por  la  llanura  entre  la  aldea 
de  Escandio,  sóbrela  que  apoyó  su  derecha,  y  laChiesa,  donde  apoyó  su  iz- 
quierda. 

«La suerte  de  la  Italia  no  estaba  todavía  decidida.  Reunió  un  cuerpo 
de  veinte  y  cinco  mil  hombres  y  numerosa  caballería,  comprendiendo  que 
aun  podía  contrarestar  el  destino.  Por  mi  parte  di  órdenes  para  que  se 
reuniesen  todas  las  columnas  del  ejército. 

« Pasé  yo  mismo  á  Lonato,  para  ver  qué  tropas  podia  sacar  de  allí ;  y 
¡cuál  fué  mi  estrañeza  al  entrar  en  la  plaza,  en  recibir  un  parlamentario  in- 
timando al  comandante  de  Lonato  á  que  se  rindiese  porque  estaba  acorra- 
lado! Con  efecto,  de  diferentes  puestos  de  caballería  me  anunciaban  que 
muchas  columnas  llegaban  á  nuestras  avanzadas  y  que  el  camino  de  Brescia 
á  Lonato  estaba  interceptado  en  el  puente  de  San  Marcos.  Comprendí  en- 
tonces que  no^podian  ser  mas  que  reliquias  de  la  división  cortada  que,  des- 
pués de  haber  andado  errante  y  haberse  reunido,  trataban  de  abrirse  paso. 
« Harto  crítica  era  la  situación :  apenas  tenia  en  Lonato  unos  mil  y 
doscientos  hombres ;  hice  entrar  al  parlamentario ,  le  mandé  desvendar 
los  ojos  y  le  dije  que  si  en  su  jeneral  cabia  el  arrojo  de  hacer  prisionero  al 
Jeneral  en  jefe  del  ejército  de  Italia,  no  tenia  mas  que  adelantarse  y  debia 
constarle  que  yo  me  hallaba  en  Lonato,  puessabian  todos  que  el  ejército 
republicano  lo  ocupaba;  que  todos  los  oficiales  jenerales  y  superiores  de 
la  división  serian  responsables  del  insulto  personal  que  me  habia  hecho  , 
declarándole  que  si  dentro  de  ocho  minutos  toda  su  división  no  habia 
rendido  las  armas ,  no  perdonaría  uno  solo. 


DE  NAPOLEÓN.  «5 

Kl  parlamentario  se  quedó  atónito  de  verme  allí,  y  poco  después  loria 


aquella  columna  rindió  las  armas.  Constaba  de  cuatro  mil  hombres  con 
dos  cañones  y  cincuenta  caballos;  venia  de Gavardo y  trataba  de  salvarse; 
mas  no  habiendo  podido  ejecutarlo  aquella  mañana  por  Salo,  queria  efec- 
tuarlo por  Lonato. 

t  El  \S  al  rayar  el  dia  nos  hallamos  al  fronte  del  enemigo;  sin  embal- 
so eran  las  seis,  y  aun  no  se  habia  hecho  ningún  movimiento.  Mandé  que 
el  ejército  retrocediese  para  atraer  al  enemigo ,  al  mismo  tiempo  que  el 
jeneral  Serrurier  á  quien  aguardaba  por  momentos,  llegaba  de  Marcario, 
acorralando  así  toda  la  izquierda  de  Wurmser.  Este  movimiento  produjo 
en  parte  el  efecto  que  me  prometía,  pues  Wurmser  iba  esplayando  su  de- 
recha para  observarnos. 

«Luego  que  descubrimos  la  división  de  Serrurier,  mandada  por  el  jene- 
ral Fiorella ,  que  atacaba  la  izquierda,  mandé  al  a\  udante  jeneral  Verdiere 
que  tomase  un  reducto  levantado  por  los  enemigos  en  medio  de  la  llanura 
para  sostener  su  izquierda  Di  orden  á  mi  edecán  jefe  de  batallón  Marmont 
para  que  dirijiese  veinte  piezas  de  artillería  lijera,  con  objeto  de  obligar  al 

9 


66  HISTORIA 

enemigo  á  que  nos  abandonase  aquel  puesto  interesante;  y  tras  un  caño 
neo  tremendo,  la  izquierda  del  enemigo  se  declaró  en  retirada. 


« Augereau  atacó  su  centro ,  apoyado  en  la  torre  de  Solferino;  Masse- 
na  acometió  la  derecha,  y  el  ayudante  jcneral  Leclerc,  al  frente  de  la.'i '.  me 
día  brigada,  marchó  en  auxilio  de  la  4\  Toda  la  caballería,  á  las  órdenes 
del  jeneral  Beaumont,  se  encaminó  á  la  derecha  para  sostener  la  artillería 
lijera  y  la  infantería.  En  todas  partes  quedamos  victoriosos,  en  todas  al- 
canzamos el  mas  completo  triunfo. 

«  Hemos  cojido  al  enemigo  diez  y  ocho  cañones  y  ciento  veinte  arco- 
nes:  su  pérdida  asciende  á  dos  mil  hombres  entre  muertos  y  prisioneros. 
Se  ha  dispersado  en  todas  direcciones;  pero  nuestras  tropas  cansadas  no 
han  podido  perseguirlo  sino  por  espacio  de  tres  leguas.  El  ayudante  jene- 
ral Frontín  pereció  haciendo  frente  al  enemigo. 

« Ya  tenernos  otra  campaña  concluida  en  cinco  días.  Wurmser  ha  per- 
dido en  ellos  setenta  piezas  de  campaña,  todas  sus  municiones  de  infan- 
tería ,  de  doce  á  quince  mil  prisioneros,  seis  mil  muertos  ó  heridos  y  casi 
todas  las  tropas  procedentes  del  Rin.  Fuera  de  todo  esto,  una  gran  parte 
de  su-ejército  se  ha  dispersado  y  va  cayendo  en  nuestro  poder  en  el  alcan- 
ce. Todos  los  oficiales,  soldados  y  jenerales  han  manifestado  en  trance  tan 
arduo  sumo  tesón  y  desempeño » 

Sucesos  tan  asombrosos  sublimaron  mas  y  mas  el  entusiasmo  de  cuan- 
tos pueblos  de  Italia  se  habían  apasionado  por  la  revolución  francesa.  Los 
partidarios  del  Austria  quedaron  aterrados;  habían  cometido  la  torpeza 
de  manifestar  su  regocijo  á  la  llegada  de  Wurmser,  asociándose  á  la  jactan- 
cia de  los  Imperiales,  quienes,  vista  su  inmensa  superioridad  numérica,  ce- 
lebraban de  antemano  la  derrota  de  los  Franceses  y  su  cspulsion  de  la  Pe- 


DE  NAPOLEÓN.  67 

nínsula.  Uuo  do  estos  imprudentes  había  sido  el  cardenal  Mattei,  arzobispo 
de  Ferrara.  Se  había  mostrado  mas  que  gozoso  al  asomo  de  los  Austria 
eos,  y  con  nuestros  desmanes  eventuales,  había  arrebatado  á  su  vecindario 
á  hostilizar  al  ejército  francés.  Después  de  la  batalla  deílastiglionc,  Na 
poleon  le  mandó  prender  y  conducir  á Breada.  Kl  sacerdote  italiano,  con 
vertido  con  el  malogro  de  sus  amaños  alborotadores  y  la  derrota  de  sus 
amigos,  tuvo  que  h emularse  ante  el  vencedor  dictándole :  Peccavi.  Esta 


contrición  aparente  le  redundó  en  gran  beneficio;  Napoleón  se  contente» 
con  tenerle  preso  por  tres  meses  en  un  seminario.  Había  nacido  principe 
romano  y  estuvo  después  encargado  en  Tolentino  con  plenos  poderes  de  la 
Santa  Sede. 

Pero  el  alto  clero  estaba  ajeno  de  conjeniar  con  la  nación  italiana  res 
pecto  á  la  Francia.  En  el  Piamonte,  la  Lombardía  y  las  legaciones,  la  pro- 
paganda revolucionaria  habia  encontrado  infinitos  secuaces.  Ante  todos, 
se  habían  mostrado  los  Milanescs  adictos  á  la  bandera  republicana;  el  je- 


68  HISTORIA 

neralen  jefe  les  manifestó  altamente  su  reconocimiento.  « Cuando  el  ejér- 
cito se  retiraba,  les  escribió,  algunos  partidarios  del  Austria  y  los  enemi- 


gos de  la  libertad  la  daban  por  desahuciada ;  cuando  era  imposible  que 
vosotros  sospechaseis  que  esta  retirada  era  un  ardid,  os  habéis  mostrado 
adictos  á  la  Francia  y  amantes  de  la  libertad;  habéis  manifestado  un  afán 
y  una  entereza  que  os  han  hecho  acreedores  al  aprecio  del  ejército  y  os  me- 
recerán la  protección  de  la  república  francesa. 

« De  dia  en  dia  vuestro  pueblo  se  va  haciendo  mas  digno  de  la  libertad; 
de  dia  en  dia  se  robustece  mas  y  mas  su  pujanza.  Algún  dia  se  presenta 
rá  sin  duda  con  gloria  en  el  teatro  del  mundo.  Recibid  el  testimonio  de  mi 
satisfacción ,  y  los  votos  sinceros  del  pueblo  francés  por  veros  libres  y  di- 
chón*. » 

No  se  atuvo  Napoleón  con  aquellos  pueblos  al  mero  sonido  de  para- 
bienes. Avaloró  su  nativa  disposición  para  con  ellos  mismos,  con  la  repú- 
blica francesa  y  con  la  causa  de  la  independencia  universal ,  planteando  la 
revolución  allende  los  Alpes ,  y  con  especialidad  las  repúblicas  Traspádana 
y  Cispadana.  Corre  de  batalla  en  batalla,  adelantando  mas  y  mas  sus  em- 
presas, y  saca  entretanto  y  de  improviso  á  luz  estas  creaciones  pacíficas. 
Aventado  allá  el  ejército  que  para  libertar  la  Italia  habia  enviado  el  gabi- 
nete de  Viena,  restablece  el  sitio  de  Mantua,  donde  Wurmser  consiguió  in 
troducir  algunas  tropas  y  víveres ,  el  dia  de  la  toma  de  Laüago  (lo  de  se- 
tiembre), quedando  ya  derrotado  en  diez  encuentros,  á  saber:  el  6  de  agos 
to  en  Peschiera;  e\\\  en  la  Corona;  el  24  en  Borgo-Forte  y  en  Governalo; 
el  3  de  setiembre  en  Serravalle ;  el  4  en  Roveredo ;  el  5  en  Tiento ,  que 
fué  tomada;  el  7  en  Covolo;  el  8  en  Bassano,  y  eH2  en  Cerca. 

Al  dia  siguiente  de  su  entrada  en  Mantua,  los  restos  de  su  ejército,  ar- 


DE  NAPOLEÓN.  69 

rollados  igualmente  en  DueCastelli,  y  en  ia  refriega  deS.  Jorje,  trabada 
el  15,  padecieron  su  postrer  ester minio. 

Mas  no  desampara  á  Wurmser  su  corteen  aquel  trance,  conceptuán- 
dolo el  emperador  como  el  prohombre  de  todos  sus  capitanes,  y  constán- 
dole  además  que  en  Mantua  se  eifraba  la  llave  de  sus  estados.  Echa  el 
resto  Viena  para  rehacerse  de  tantísimo  quebranto  y  preparar  el  rescate  de 
Mantua  y  de  Wurmser ,  fundando  en  uno  y  otro  reyes  y  aristócratas  lo 
que  apellidaban  la  libertad  de  Italia. 

Un  nuevo  ejercito  imperial,  y  hasta  de  sesenta  mil  hombres,  á  las  ór- 
denes del  mariscal  de  Alvinzi,  acude  al  socorro  de  Mantua. 

Al  primer  aviso  que  llega  á  Napoleón  de  la  marcha  de  aquella  hueste, 
se  quejó  amargamente  de  que  no  hubiese  sido  atendido  su  dictamen  res- 
pecto al  Rin,  en  donde  las  fuerzas  republicanas  eran  snficientcs  para  eje- 
cutar una  llamada  oportunísima.  Habia  estado  clamando  por  refuerzos,  y 
ninguno  le  habia  llegado.  Aunque  rebosando  mas  y  mas  de  confianza 
por  sí  mismo  y  por  sus  tropas,  manifiesta  sin  rebozo  sus  zozobras  respec- 
to al  éxito  de  la  nueva  campaña,  para  hacer  cargo  al  gobierno  francés  de 
la  injusticia  con  que  obraba  desatendiendo  al  ejército  de  Italia,  en  medio 
de  sus  redoblados  triunfos. 

«Allá  va  el  pormenor  de  lo  acaecido  desde  el  21  del  presente,  y  no 
hay  que  culpar  al  ejército  de  que  no  sea  mas  cabal  su  desempeño;  pues 
su  inferioridad  y  la  falta  de  los  hombres  mas  valientes  me  infunden  te- 
mores para  lo  sucesivo.  Quizás  estamos  amagados  de  perder  la  Italia.  To- 
davía no  asoma  auxilio  alguno  de  los  muchos  que  estábamos  esperando; 
la  85a.  semi-brigada  no  se  pone  en  camino;  todos  los  refuerzos  proceden- 
tes de  los  departamentos  están  detenidos  en  León,  y  con  especialidad  en 
Marsella.  Se  conceptúa  que  una  detención  de  ocho  ó  diez  dias  no  tiene 
trascendencia,  sin  hacerse  cargo  de  que  la  suerte  de  la  Italia  y  de  la  Europa 
se  cifra  aquí  en  ese  plazo.  El  imperio  todo  se  ha  puesto  y  está  todavía  en 
movimiento.  Solóla  actividad  de  nuestro  gobierno,  al  principio  de  la  guer- 
ra, puede  manifestarnos  con  que  ímpetu  se  obra  allá  en  Viena.  Cada  dia 
llegan  cinco  mil  hombres ;  y  de  dos  meses  á  esta  parte ,  siendo  tan  pa- 
tente la  necesidad  de  socorros  por  acá,  no  ha  llegado  mas  que  un  bata- 
llón de  la  iO,  ruin  tropa  y  no  fogueada,  mientras  que  nuestras  antiguas 
milicias  del  ejército  de  Italia  permanecen  ociosas  en  la  8."  división.  Yo 
cumplo  con  mi  deber  y  el  ejército  desempeña  el  suyo :  traspasado  está  mi 
pecho,  pero  desahogada  mi  conciencia.  Auxilios  ,  vengan  auxilios,  no  lo 
tengáis  por  asunto  de  juguete,  se  requieren,  no  solo  efectivos,  sino  presen- 
tes sobre  las  armas.  Cuando  se  ofrecen  seis  mil  hombres  efectivos  y  tres 
mil  presentes  sobre  las  armas,  al  llegar  á  Milán  quedan  en  mil  y  quinien- 
tos; con  que  este  número  es  el  que  recibe  el  ejército 

«  Los  heridos  son  la  flor  del  ejército :  todos  nuestros  oficiales  superio- 


70  HISTORIA 

res  y  jcnerales  están  fuera  de  combate ;  cuanto  llega  es  inservible  y  ajeno 
de  infundir  confianza  al  soldado.  El  ejército  de  Italia,  reducido  á  un  puna- 
do  de  hombres,  queda  exhausto.  Los  héroes  de  Lodí,  Millesiino,  Castiglio- 
ne  y  Bassano  han  muerto  por  su  patria  ó  yacen  por  los  hospitales;  solo 
queda  á  los  cuerpos  su  nombradía  y  su  engreimiento.  Joubert ,  Lannes, 
Lanusse  ,  Victor,  Murat,  Charlot,  Dupuis,  Rampon,  Pigeon,  Menard  y 
Chabran  están  heridos,  y  nos  vemos  en  sumo  desamparo,  arrinconados 
acá  por  la  Italia.  El  concepto  de  mis  fuerzas  nos  será  muy  provechoso ;  y 
he  aquí  que  en  la  correspondencia  de  oficio  publicada  en  Paris  se  dice 
que  no  llegamos  á  treinta  mil  hombres. 

« He  perdido  en  esta  guerra  poca  j ente,  mas  no  cabe  reemplazar  á  cuan- 
tos han  fenecido.  Los  valientes  que  me  quedan  ven  una  muerte  infalible 
en  medio  de  continjencias  tan  incesantes  y  con  fuerzas  tan  inferiores;  qui- 
zá va  á  llegar  la  última  hora  al  valeroso  Augereau,  al  denodado  Massena, 
á  Berthier  y  á  algún  otro:  entonces  ¿qué  será  de  estos  valientes?  Esta 
aprensión  me  trae  caviloso;  ya  no  me  atrevo  á  arrostrar  la  muerte,  que 
seria  un  motivo  de  desaliento  y  desgracia  para  quien  es  el  objeto  de  mis 
afanes. 

«Dentro  de  pocos  dias  echaremos  todo  el  resto;  si  la  suerte  nos  es 
propicia,  Mantua  caerá  en  nuestro  poder,  y  con  ella  seremos  dueños  de  la 
Italia.  Nada  habrá  que  no  emprenda,  si  me  veo  reforzado  con  mi  ejército 
de  sitio.  Si  hubiese  recibido  la  8.>,  cuya  fuerza  asciende  á  tres  mil  quinien- 
tos hombres  conocidos  en  el  ejército,  hubiera  respondido  de  todo.  Quizá 
dentro  de  algunos  dias  no  bastarán  cuarenta  mil  hombres. » 

Aquellas  corazonadas  tan  aciagas ,  que  Bonaparte  estaba  estudiada- 
mente aparentando,  no  se  realizaron,  y  la  suerte  se  mostró  risueña  otra  vez 
á  nuestras  armas. 

Bastáronle  algunos  dias  al  vencedor  de  Lodi  para  aventar  cuantas  espe 
ranzas  habia  podido  fundar  la  confederación  en  la  nombradia  de  Alvinzi 
y  la  fuerza  numérica  de  sus  tropas.  Una  batalla  que  duró  tres  dias,  termi- 
nada con  la  memorable  victoria  de  Areola,  acabó  de  dar  á  conocer  en  las 
armas  francesas  la  incontrastable  superioridad  contra  la  cual  luchaban  en 
vano  los  jenerales  y  los  soldados  veteranos  del  Austria.  En  aquella  batalla, 
viendo  Napoleón  que  sus  granaderos  titubeaban  un  momento  bajo  el  ter- 
rible fuego  del  enemigo  que  ocupaba  posiciones  inespugnables ,  se  apea, 
ase  una  bandera  y  se  arroja  sobre  el  puente  de  Areola  por  medio  de  mon- 
tones de  cadáveres,  voceando:  «Soldados,  ¡qué!  ¿no  sois  ya  los  valientes 
de  Lodi?  seguidme. »  Augereau  le  imita,  y  aquellos  heroicos  ejemplos  fue- 
ron de  sumo  influjo  para  el  resultado  de  la  batalla.  En  ella  perdió  Alvinzi 
treinta  cañones,  cinco  mil  prisioneros  y  seis  mil  muertos;  Davidowich 
volvió  al  Tirol  y  Wurmser  se  restituyó  á  Mantua. 

Véase  ahora  en  qué  términos  desahogaba  el  triunfador  de  tantos  guef  - 


72  HISTORIA 

reíos  alemanes  su  gozo  y  ufanía ,  y  cómo  descansaba  de  sus  afanes  y  lo- 
gros, en  raptos  entrañables  de  cariño  para  con  su  esposa.  Desde  Verona 
escribe  á  Josefina:  «  Al  fin ,  mi  adorada  Josefina,  salgo  de  nuevo  á  luz.  La 
muerte  no  está  ya  á  mi  vista  y  la  gloria  y  los  timbres  se  anidan  en  mi  pe- 
cho. El  enemigo  ha  quedado  derrotado  en  Areola.  Mañana  nos  rehacemos 
de  la  necedad  de  Vaubois,  que  desamparó  á  Rívoli;  dentro  de  ocho  dias 
seremos  dueños  de  Mantua,  y  entonces  podré  en  tus  brazos  darte  mil  prue- 
bas del  vehemente  cariño  que  te  profeso.  Pasaré  á  Milán  tan  pronto  como 
me  sea  dable.  Estoy  algo  cansado.  He  recibido  una  carta  de  Eujenio  y  Hor- 
tensia: estos  niños  son  preciosos.  Como  toda  mi  comitiva  anda  por  ahí 
dispersa,  en  juntándose  conmigo  te  los  enviaré. 

•  Hemos  hecho  cinco  mil  prisioneros  y  causado  á  lo  menos  seis  mil 
muertos  á  los  enemigos.  Adiós,  mi  adorada  Josefina,  piensa  en  mí.  Si  de- 
jases de  amar  á  tu  Aquíles,  ó  si  tu  pecho  se  entibiase  con  él,  injusta  y 
aleve  serias ;  pero  estoy  seguro  de  que  serás  siempre  mi  amante,  como  yo 
seré  tu  entrañable  amigo.  Tan  solo  la  muerte  podrá  romper  una  unión 
que  labraron  la  simpatía,  el  cariño  y  la  sensibilidad.  Dame  noticia  de  la 
barriguita;  te  envió  mil  besos  tiernos  y  amorosos. » 

Aquel  mismo  dia,  29  brumario  (49  de  noviembre),  esto  es,  dos  dias 
después  de  la  batalla  de  Areola,  el  jeneral  victorioso  daba  parte  al  Direc 
torio  de  aquella  jornada  memorable. 


DE  ^AI>()¡,EO^T  7:» 

•  Se  había  conceptuado  oportuua ,  le  escribía ,  la  evacuación  de  la  al- 
dea de  Areola,  y  creíamos  que  al  rayar  el  día  nos  iba  á  embestir  todo  el 
ejército  enemigo,  que  había  tenido  lugar  para  poner  en  salvo  sus  bagajes 
y  parques  de  artillería  y  retroceder  sobre  nosotros. 

«  Amanece  y  se  traba  la  refriega  ejecutivamente.  Massena,  que  estaba 
á  la  izquierda ,  derrota  al  enemigo ,  persiguiéndole  hasta  las  puertas  de 
Caldero.  El  jencral  Robert ,  que  se  halla  en  la  calzada  del  centro  con  la 
('>:>.",  arrolla  al  enemigo  a  la  bayoneta,  dejando  el  campo  de  batalla  cu- 
bierto de  cadáveres.  Mando  al  ayudante  Vial  que  siga  el  Adijio  con  media 
brigada  para  cortar  la  izquierda  del  enemigo ;  pero  este  pais  ofrece  obs- 
táculos insuperables;  en  vano  se  arroja  aquel  valiente  al  agua  hasta  el  pe 
olio,  no  puede  efectuar  una  llamada  suficiente.  Doy  orden  para  que  echen 
puentes  sobre  las  azequias  y  pantanos,  en  la  noche  del  26  al  27  :  por  cu- 
yo medio  el  jencral  Augereau  logra  pasar  con  su  división.  A  las  diez  de  la 
mañana  nos  hallamos  al  frente  del  enemigo:  el  jeneral  Massena  estaba  ala 
izquierda,  Robert  en  el  centro ,  y  Augereau  á  la  derecha.  El  enemigo  ataca 
denodadamente  el  centro,  obligándole  á  cejar.  Entonces  retiro  la  52.a  de 


la  izquierda  colocándola  en  emboscada,  y  cuando  el  enemigo  avanzando 
sobre  el  centro  está  para  cortar  nuestro  costado  derecho .  el  jeneral  Gar- 

ÍO 


74  HISTORIA 

danne  sale  del  bosque  y  flanquea  al  enemigo,  haciendo  en  él  horrorosa 
carnicería.  La  izquierda  enemiga,  apoyada  á  un  pantano  y  superior  en 
número,  asombraba  á  nuestra  derecha:  mando  al  ciudadano  Hercules, 
oficial  de  mis  guias ,  que  escoja  veinte  y  cinco  hombres  de  su  compañía,  y 
que  siguiendo  el  Adijio,  dé  la  vuelta  al  pantano,  embistiendo  á escape  so 
bre  la  retaguardia  enemiga  y  haciendo  tocar  muchas  trompetas.  lista  ma 
niobra  surtió  grandísimo  efecto:  la  infantería  se  cuarteó  y  el  jeneral  Auge 
reausupo  utilizar  los  momentos.  Sin  embargo  se  resistia  aun,  peleando 
en  retirada,  cuando  una  pequeña  columna  de  ochocientos  á  novecientos 
hombres  que  yo  habia  hecho  desfilar  por  Porto-Leñago  con  cuatro  piezas, 
para  situarse  á  retaguardia  del  enemigo,  acabó  de  derrotarlo.  El  jeneral 
Massena,  que  se  habia  encaminado  hacia  el  centro,  marchó  en  línea  recta  á 
la  aldea  de  Areola  de  que  se  apoderó,  persiguiendo  al  enemigo  hasta  la  de 
San  Bonifacio,  pero  la  oscuridad  de  la  noche  nos  imposibilitó  seguir  el 
alcana; 

«  Los  jenerales  y  oficiales  del  estado  mayor  han  mostrado  una  activi 
dad  y  un  denuedo  sin  ejemplo;  cuéntanse  doce  ó  quince  entre  los  muer 
tos  porque  la  refriega  fué  muy  reñida,  teniendo  casi  todos  sus  vestidos 
acribillados  á  balazos.  » 

Sin  embargo  Alvinzi  se  empeñó  en  su  desquite,  volvió  con  Provera  pol- 
las gargantas  del  Tirol,  y  esta  nueva  agresión  fué  un  motivo  para  que  el 
ejército  francáj)  y  su  jefe  cojiesen  nuevos  laureles.  La  batalla  de  Rívoli, 
los  trances  de  San  Jorje  y  de  la  Favorita,  en  los  que  la  victoria  fué  cons 
tantemente  fiel  a  la  bandera  republicana ,  obligaron  á  Provera  á  rendirse 
con  su  división  y  casi  á  vista  de  Wurmser ,  quien  capituló  también  poco 
después  en  Mantua. 

En  los  partes  que  dictó  Napoleón  en  su  cuartel  jeneral  de  Roverbello, 
los  dias  28  y  29  nevoso,  año  V  (1 7  y  1 8  de  enero  de  1  797),  se  leen  los  por 
menores  siguientes  acerca  de  estas  nuevas  victorias: 

« El  24  el  enemigo  echó  con  presteza  un  puente  en  Anghiari,  por  el  que 
pasó  su  vanguardia  á  una  legua  de  Porto  Leñago;  al  mismo  tiempo  el  je 
neral  Joubertme  informó  que  una  columna  bastante  considerable  desfila 
ba  por  Montagna,  amenazando  acorralar  su  vanguardia  en  la  Corona.  Va- 
ríos  indicios  me  dieron  á  conocer  el  verdadero  intento  del  enemigo,  y  ya 
no  dudé  de  que  estuviese  en  ánimo  de  atacar  con  sus  fuerzas  principales 
mi  línea  de  Rívoli,  llegando  así  hasta  Mantua.  Aquella  misma  noche  en 
caminé  la  división  del  jeneral  Massena  y  pasé  yo  mismo  á  Rívoli ,  «á  donde 
llegué  á  las  dos  de  la  madrugada. 

« Inmediatamente  hice  que  el  jeneral  Joubert  ocupase  la  posición  inte 
resantede  San  Marcos,  colocando  la  artillería  en  el  llano  de  Rívoli,  dispo 
niéndolo  todo  para  que  al  rayar  el  dia  pudiese  tomar  la  ofensiva  y  mar 
char  en  persona  sobre  el  enemigo. 


DE  NAPOLEÓN  75 

«  Al  amanecer  nuestra  ala  derecha  y  la  izquierda  enemiga  se  tropeza 
i>ll  en  las  alturas  de  San  Marcos;  y  la  pelea  fué  terrible  y  reñida 


«Sin embargo  hacia  tres  horas  que  se  estaba  peleando,  y  el  enemigo  no 
nos  habia presentado  todavía  todas  sus  fuerzas;  una  columna  suya  que 
habia  seguido  el  Adijio,  escudada  con  fuerzas  crecidísimas,  marcha  en  lí- 
nea recta  al  llano  de  Rívoli  para  ocuparlo,  amenazando  así  atajar  la  dere- 
cha y  el  centro.  Doy  orden  al  jeneral  de  caballería  Leclerc  para  que  se 
abalance  al  enemigo,  si  consigue  apoderarse  del  llano,  y  envió  al  jefe  de  es- 
cuadrón Lasalle  con  cincuenta  dragones  para  que  flanquee  la  infantería  que 
ataca  el  centro  y  la  rechace  denodadamente.  Al  mismo  tiempo  el  jeneral 
Joubcrt  habia  hecho  bajar  de  las  alturas  de  San  Marcos  algunos  batallones 
que  se  estendian  por  el  llano  de  Rívoli.  El  enemigo,  que  se  habia  adelan- 
tado ya  en  61 ,  viéndose  reciamente  acometido  por  todas  partes,  deja  en  el 
campo  un  gran  número  de  muertos,  una  parte  de  su  artillería  y  se  vuelve 
al  valle  del  Adijio.  Casi  al  mismo  instante  la  columna  que  estaba  ya  en 
marcha  para  cortarnos  la  retirada,  se  formó  en  batalla  sobre  los  picos 


76  HISTORIA 

que  estaban  á  nuestra  espalda.  Yo  habia  dejado  en  reserva  la  75",  que  no 
solo  amagó  «á  esta  columna ,  sino  que  acometió  también  la  izquierda  que 
se  habia  adelantado,  y  la  derrotó  inmediatamente.  Entretanto  llegó  la  I8.;' 
semi  brigada  á  tiempo  que  el  jeneral  Rey  se  habia  colocado  detrás  de  la 
columna  que  nos  iba  cercando:  mandé  hacer  luego  al  enemigo  con  algu 


^—•^ 


ñas  piezas  de  á  doce ,  y  dando  orden  de  atacar ,  en  menos  de  un  cuarto 
de  hora  quedó  prisionera  toda  aquella  columna,  compuesta  de  mas  de 
cuatro  mil  hombres. 

« El  enemigo  derrotado  por  donde  quiera  fué  perseguido  en  todas  di 
recciones,  y  durante  toda  la  noche  estuvimos  haciendo  prisioneros.  Mil  y 
quinientos  hombres  que  huian  por  Guarda,  quedaron  detenidos  por  cin- 
cuenta soldados  de  la  18.a,  quienes  al  punto  que  los  reconocieron  mar- 
charon contra  ellos  y  les  mandaron  rendir  las  armas. 

« El  enemigo  era  todavía  dueño  de  la  Corona ,  pero  ya  no  podia  ha- 
cernos daño.  Se  hacia  forzoso  marchar  ejecutivamente  contra  la  división 
del  jeneral  Provera  que  habia  pasado  el  Adijio  el  24,  por  Anghiari,  y  al  in- 
tento hice  acudir  al  jeneral  Victor  con  la  valiente  57.a,  y  retroceder  cí  Mas 
sena,  quien  llegó  á  Roverbello  el  25  con  una  parte  de  su  división. 


Di:  NAPOLEÓN  77 

«  Encargué,  al  partir,  a  Joubert ,  que  atacase  al  enemigo  por  la  ma 
ñaña,  s¡  aun  era  tan  temerario  que  se  mantuviese  en  la  Corona. 

•  I  labia  Murat  caminado  toda  la  noche  con  media  brigada  de  infante 
ría  1  i  jera  ,  á  fin  de  presentarse  al  rayar  el  dia  en  las  alturas  de  Montehal 
do  que  dominan  la  Corona-,  efectivamente  después  de  una  tenaz  resisten 


cia  fué  derrotado  el  enemigo,  quedando  prisioneros  todos  los  que  se  habían 
salvado  la  víspera.  La  caballería  logró  atravesar  el  Adijio  á  nado,  pero 
ahogándose  muchos. 

« En  las  dos  jomadas  de  Rívoli  hemos  cojido  trece  mil  prisioneros  y 
nueve  cañones. » 

Lo  restante  del  parte  se  refiere  á  los  reencuentros  de  San  Jorge,  An- 
ghiari  y  la  Favorita,  sostenidos  contra  el  jeneral  Provera.  En  d  segundo 
de  Anghiari,  un  comandante  de  los  huíanos  se  presenta  delante  de  un  es 
cuadron  del  9o.  rejimiento  de  dragones,  y  con  una  de  aquellas  fanfarrona 
das,  tan  comunes  á  los  Austríacos ,  vocea  al  rejimiento  que  se  rinda.  El 
ciudadano  Duvivier  manda  hacer  alto  á  su  escuadrón :  «  Si  eres  valiente, 
ven  á  cojerme, »  responde  al  comandante  enemigo.  Ambos  cuerpos  se 


78  HISTORIA 

escuadronan  frente  á  trente,  y  entrambos  caudillos  traban  uno  de  aquellos 

combates  que  describe  tan  gallardamente  el  Taso.  El  comandante  de  los 


huíanos  recibe  dos  sablazos  •.  los  huíanos  son  embestidos  y  quedan  todos 

prisioneros 

«  El  27,  una  hora  antes  del  dia,  los  enemigos  atacan  la  Favorita,  al 
mismo  tiempo  que  Wurmser  hace  una  salida  acometiendo  las  líneas  del 
bloqueo  por  San  Antonio.  El  jeneral  Víctor,  al  frentede  la  57.a  semi-briga- 
da,  arrolla  cuanto  se  le  opone,  y  Wurmser  tiene  que  volverse  á  Mantua  ca- 
si inmediatamente,  dejando  el  campo  de  batalla  cubierto  de  muertos  y  de 
prisioneros.  Serrurier  hace  entonces  avanzar  á  Victor  con  la  57.a  semi-bri- 
gada  para  que  tenga  bloqueado  á  Provera  en  el  arrabal  de  San  Jorje.  Con 
efecto,  es  tal  la  confusión  y  desconcierto  en  las  filas  enemigas,  que  caba 
Hería,  infantería  y  artillería  están  revueltas.  Nada  detiene  la  terrible  57." 
semi-brigada:  por  una  parte  coje  tres  cañones,  y  por  otra  desbarata  el  re- 
jimiento  de  húsares  de  Herdendy.  En  aquel  trance,  el  respetable  jeneral 
Provera  pide  capitulación  contando  connuestra  jenerosidad,  y  no  se  equi- 
voca. Se  la  concedimos  arreglada  á  las  condiciones  que  os  remitiré:  seis 
mil  prisioneros,  entre  los  que  se  cuentan  todos  los  voluntarios  de  Viena,  y 
veinte  piezas  de  artillería ,  fueron  el  fruto  de  aquella  jornada  memorable. 


I)i:  NAPOLEÓN  79 

Kl  ejército  de  la  república  ha  ganado  en  cuatro  «lias  tíos  lutadas  y 


'X.* 


seis  reencuentros,  ha  cojido  veinte  y  cinco  mil  prisioneros,  entre  ellos  un 
teniente  jeneral  y  dosjenerales,  doce  ó  quince  coroneles,  etc.,  veinte  ban 
deras,  sesenta  cañones,  y  muerto  ú  herido  á  seis  mil  hombres. » 

Tantos  reveses  no  podian  menos  de  inclinar  á  Wurmscr  á  una  capitu 
lacion  inevitable,  haciéndose  ya  cargo  de  que  el  sitio  de  Mantua  iba  á  He 
varse  á  cabo  como  todas  las  demás  empresas  del  ejército  republicano. 

Cuando  se  trató  de  la  rendición,  envió  al  jeneral  Klenau,  su  primer 
edecán,  al  cuartel  jeneral  de  Serrurier,  que  se  hallaba  en  Roverbello  y  que 
no  quiso  escuchar  ninguna  proposición  sin  comunicarlas  al  jeneral  en  jefe. 

Napoleón  tuvo  la  aprensión  de  asistir  de  incógnito  á  las  conferencias. 
Pasa  á Roverbello,  y  muy  encapotado  se  pone  á  escribir,  mientras  que  Kle 
ñau  y  Serrurier  están  contratando.  Va  estendiendo  sus  condiciones  al 
márjen  de  las  proposiciones  de  Wurmscr,  y  al  acabar,  dice  al  jeneral  ans 
trinco,  que  le  conceptúa  un  escribiente  del  estado  mayor:  « Si  Wurmscr 
tuviese  solamente  víveres  para  diez  y  ocho  ú  veinte  dias  y  hablase  de  rcn. 
dirse.no merecería  ninguna  capitulación  honrosa.  Aquí  están  las  condicio- 
nes que  le  concedo ,  añadió  entregando  el  papel  á  Serrurier.  Ahí  veréis 


80  HISTORIA 

que  queda  libre  porque  respeto  su  edad  y  sus  méritos,  y  que  no  quiero 

que  sea  víctima  de  los  maquinadores  que  tratasen  de  perderle  en  Viena. 


Si  abre  sus  puertas  mañana,  tendrá  las  condiciones  que  acabo  de  escribir; 
si  tarda  quince  dias,  un  mes  y  aun  dos,  iguales  serán  los  pactos,  y  asi 
puede  aguardar  hasta  el  postrer  mendrugo  que  le  quede.  Yo  marcho  al 
instante  para  pasar  el  Po  y  descolgarme  sobre  Roma.  Quedáis  enterado 
de  todo  y  podéis  participarlo  á  vuestro  jeneral. » 

Atónito  Kleuau  de  hallarse  aote  el  jeneral  en  jefe  y  lleno  de  asombro 
y  gratitud  por  cuanto  acaba  de  oir,  confiesa  que  Wurmser  solo  tiene  vive 
res  para  tres  dias.  lil  anciano  mariscal  se  conmueve  tanto  como  su  edecán 
cuando  sabe  lo  que  habia  pasado  en  las  conferencias  de  Roverbello. 
Manifiesta  su  agradecimiento  á  Napoleón  avisándole  de  un  intento  de  en 
venenarle,  ideado  á  la  sazón  contra  él  en  la  Romana.  Por  lo  demás  Serru- 
rier  fué  quien  mandó  en  la  rendición  de  Mantua  ( J ."  de  febrero  de  \  797), 
por  ausencia  del  jeneral  en  jefe. 

Tres  dias  después  de  la  capitulación  de  Mantua,  Bonaparte,  quejoso  de 
la  conducta  del  papa.dirijió  una  columna  del  ejército  francés  contra  Roma, 
y  publicó  el  f>  de  febrero  de  4707,  desde  su  cuartel  jeneral  de  Bolonia,  una 
proclama  que  empezaba  así : 


DE  NAPOLEÓN.  81 

«  Kl  ejército  francés  va  á  entrar  en  el  territorio  del  papa;  resguardará 
la  relijion  y  el  vecindario. 

«Elsoldado  francés  lleva  en  una  mano  la  bayoneta  fiadora  incontrastable 
de  la  victoria,  y  con  la  otra  ofrece  á  las  diferentes  ciudades  y  aldeas  paz, 
resguardo  y  seguridad....  Desgraciados  de  aquellos  que  la  despreciasen,  y 
que  seducidos  por  malvados  en  estremo  hipócritas,  acarreen  contra  sí  la 
guerra  y  sus  quebrantos  con  la  venganza  de  un  ejército  que  en  seis  me 
ses  hacojido  cien  mil  prisioneros  de  las  mejores  tropas  del  emperador, 
cuatrocientas  piezas  de  artillería,  ciento  y  diez  banderas,  y  ha  derrotado 
cinco  ejércitos » 

IhI  resistencia  de  la  Santa  Sede  no  podia  ser  formal. 

Pió  VI,  amenazado  en  sucapital,  enmudece  y  enfrena  su  enemistad,  es 
merándose  en  implorar  la  paz  del  jeneral  republicano ,  quien  se  la  conce- 
de por  un  tratado  del  i9f  de  febrero,  bajo  las  condiciones  siguientes:  \ ." 
El  papa  renuncia  á  todas  sus  pretensiones  sobre  Aviñon  y  el  condado  Ve- 
nesino ;  2."  Cede  perpetuamente  á  la  república  francesa  Bolonia,  Ferrara 
y  la  Romana;  5.°  Cede  además  todos  los  renglones  pedidos  por  Bonaparte, 
tales  como  el  Apolo  del  Belveder ,  la  Trasfiguracion  de  Bafael ,  etc. ;  i". 
Restablece  la  escuela  francesa  en  Roma  y  paga,  á  titulo  de  contribución 
militar,  trece  millones  en  plata  ó  en  preciosidades.  A  este  tratado  añade 
Fio  VI,  el  22  de  febrero,  un  breve  cu  el  cual  da  á  Bonaparte  el  título  de  hi 
jo  querido. 

Tras  tanto  desmán  estaba  despavorido  el  consejo  áulico,  mas  no  amai- 
naba su  odio  tenaz  contra  la  revolución  francesa ,  ni  se  avenia  al  menor 
pensamiento  pacífico.  Postrado  ya  con  la  guerra,  se  aferraba  mas  >  mas 
en  arrostrar  la  suerte  y  batallar  con  los  restos  de  sus  grandiosos  ejércitos, 
contra  el  poder  victorioso  que  los  habia  desbaratado  y  destruido  tan  á 
carrera  cuando  ostentaban  allá  en  la  cumbre  su  confianza  y  poderío.  Kl 
archiduque  Carlos  pasó  á  Italia  para  tomar  el  mando  en  jefe  de  las  tropas 
imperiales  y  rehacerlas  de  tanto  fracaso  como  habían  padecido  con  sus  au 
lecesores.  Conceptuando  á  Bonaparte  embargado  en  castigar  al  papa  por 
su  contravención  al  tratado  de  Bolonia ,  y  que  habia  llevado  consigo  la  me 
jor  parte  de  su  ejército,  quiso  utilizar  aquella  ausencia  para  activar  un 
avance  é  hizo  pasar  el  Brenta  al  jeneral  Guveux.  Pero  pronto  le  cupo  el 
desengaño.  Napoleón,  que  solo  habia  llevado  á  Boma  cuatro  ú  cinco  mil 
hombres,  volvió  á  presentarse  sobre  el  Brenta  y  trasladó  á  principios  de 
marzo  su  cuartel  jeneral  á  Bassano,  donde  publicóla  proclama  siguiente: 

«  ¡  Soldados ! 
«  \jü  toma  de  Mantua  pone  fin  á  una  campaña  en  que  habéis  contraído 
méritos  eternos  para  la  gratitud  de  la  patria. 

•  Habéis  salido  victoriosos  de  catorce  batallas  campales  y  setenta  reen 

II 


82  HISTORIA 

cuentros ;  habéis  cojido  cien  mil  prisioneros,  quinientas  piezas  de  campa- 
ña, dos  mil  de  grueso  calibre  y  cuatro  trenes  de  puentes. 

« Las  contribuciones  impuestas  á  los  países  conquistados  han  mante- 
nido, provisto  y  pagado  al  ejército  durante  toda  la  campaña;  además  ha- 
béis remitido  treinta  millones  al  ministerio  de  hacienda  en  auxilio  del 
erario  público. 

«  Habéis  enriquecido  el  Museo  de  París  con  mas  de  trescientas  precio- 
sidades esquisitas  de  la  antigua  y  nueva  Italia  y  producto  de  treinta  siglos. 

«  Habéis  conquistado  á  la  república  las  mas  hermosas  comarcas  de  Eu- 
ropa. Las  repúblicas  Lombarda  y  Traspadana  os  deben  su  libertad;  la  ban- 
dera francesa  tremola  por  la  primera  vez  en  las  orillas  del  Adriático,  en 
frente  y  á  veinte  y  cuatro  horas  de  navegación  de  la  antigua  Macedonia; 
los  reyes  de  Cerdeña  y  Ñapóles ,  el  papa  y  el  duque  de  Parma  se  han  se- 
parado de  la  confederación  enemiga  y  han  solicitado  nuestra  amistad ;  ha 

beis  arrojado  los  Ingleses  de  Liorna ,  Jénova  y  de  la  Córcega Pero  aun 

no  acalcasteis;  un  gran  destino  os  queda  reservado:  en  vosotros  cifra  la 
patria  sus  esperanzas  mas  entrañables;  continuaréis  siendo  acreedores  á  to- 
das ellas. 

-  Solo  queda  el  emperador,  de  tantos  enemigos  que  se  coligaron  para 
ahogar  la  república  en  su  cuna.  Este  principe,  apeándose  de  su  escclsa  je- 
rarquía, está  asalariado  por  los  mercaderes  de  Londres;  ya  no  tiene  mas 
albedríoni  mas  política  que  cuanto  viene  de  aquellos  alevosos  isleños, 
que  ajenos  de  las  desventuras  de  la  guerra,  se  sonríen  deleitosamente  con 
los  quebrantos  del  continente. 

« El  directorio  ejecutivo  tiene  echado  el  resto  para  proporcionar  la  paz 
á  la  Europa  entera ;  la  moderación  de  sus  proposiciones  desdecía  del  po 
derío  de  sus  ejércitos ,  no  se  alucinaba  con  vuestro  denuedo ,  obrando  á 
impulsos  de  la  humanidad  y  del  anhelo  de  haceros  volver  á  vuestras  fa- 
milias ;  pero  no  ha  sido  escuchado  en  Viena.  Ya  no  queda  pues  esperanza 
alguna  de  paz,  sino  yendo  en  su  busca  hasta  el  riñon  de  los  estados  he 
reditaríos  de  la  casa  de  Austria.  Allí  hallaréis  un  pueblo  valiente,  aniqui- 
lado  por  la  guerra  que  sostuvo  contra  los  Turcos,  como  también  por  la  ac- 
tual.  Los  habUantes  de  Viena  y  délos  estados  austríacos  están  llorando 
la  ceguedad  y  el  despotismo  de  su  gobierno.  Todos  viven  persuadidos  de 
que«l  oro  inglés  ha  cohechado  los  ministros  del  emperador.  Vosotros  res- 
petaréis su  rclijion  y  sus  costumbres ;  protejeréis  sus  propiedades  y  daréis 
la  libertad  á  la  valerosa  nación  húngara. 

«La  casa  de  Austria,  de  tres  siglos  á  esta  parte,  va  perdiendo  en  cada 
guerra  una  parte  de  su  poderío,  y  descontentando  á  sus  pueblos  despo- 
jándolos de  sus  privilejios,  severa  reducida  al  fin  de  esta  sexta  campaña 
(ya  que  nos  precisan  á emprenderla)  á  aceptar  la  paz  que  le  concedamos 


DE  NAPOLEÓN.  83 

y  á  bajar  ú  la  clase  de  las  potencias  de  segundo  orden,  en  el  que  se  ha  colo- 
cado asalariándose  servilmente  con  la  Inglaterra. » 

Condeció  Napoleón, cansado  de  vencer  al  emperador  en  Italia  sin  po- 
derle inclinar  á  una  negociación ,  había  resuelto  internar  la  guerra  en  el 
Austria  misma,  para  que  la  vista  de  la  bandera  tricolor,  bajo  los  muros  de 
Viena,  produjese  en  la  cancillería  austríaca  una  impresión  mas  intensa  y 
profunda  de  la  que  habian  hecho  los  reveses  lejanos  de  Beaulieu,  Proveía, 
Alvina  y  Wurmscr.  Era  su  intento  entrometerse  en  Alemania  por  la  cal 
zada  de  la  Carintia,  situándose  sobre  el  Simering.  Mandó  ocupar  las  gar- 
gantas de  Osopo  y  del  Pon  toba  por  Masena,  quien,  después  de  haber  atra 


vesado  el  Piave  y  el  Tagliamento  en  los  montes  ,  derrotó  al  príncipe  Car- 
los (\0  de  marzo  de  4797),  le  estrechó  ejecutivamente,  se  apoderó  de  Fel- 
tro,  Cadora  y  Belluna ,  y  cojió  gran  número  de  prisioneros,  entre  ellos  al 
jeneral  de  Lusignan ,  emigrado  francés ,  que  habia  atropellado  á  sus  com- 
patricios enfermos  en  los  hospitales  de  Brescia,  en  la  temporada  de  la  re- 
tirada simulada  del  ejército  republicano.  EN  tí,  la  batalla  de  Tagliamento 
acabó  de  arrebatar  al  archiduque  las  esperanzas  galanas  con  que  habia 
pasado  á  Italia,  y  que  su  mando  habia  podido  infundir  á  su  corte. 

El  príncipe  Carlos,  derrotado  así  y  humillado,  se  decidió  a  la  retirada, 
no  consiguiendo  efectuarla  desde  el  Tagliamento  hasta  el  >luer  ,  sino  des- 
pués de  haber  ido  padeciendo  descalabros  diarios  en  los  reencuentros  de 


84  HISTORIA 

Lavis,  Tramins,  Clausen,  Tarvis,  Gradísca,  Yillach,  l'alma-Nova,  etc.  El 
.">! ,  Napoleón  llegó  á  Clagenfurt,  capital  de  la  Carintia.  Al  entrar  en  aque- 
lla provincia  habia  pregonado  una  proclama  á  sus  habitantes,  para  indu- 
cirlos á  que  mirasen  álos  Franceses  como  libertadores,  y  no  como  enemi- 
gos. «La  nación-francesa,  les  decia,  es  amiga  de  todas  las  demás,  y  parti- 
cularmente de  los  valientes  pueblos  de  la  Jermania. . .  Yo  sé  que  despreciáis 
tanto  como  nosotros  álos  Ingleses,  que  son  los  únicos  que  ganan  en  la  guer- 
ra actual ,  como  igualmente  vuestro  ministerio  que  les  está  vendido. » 

En  medio  de  sus  triunfos  Napoleón  acechaba  al  senado  de  Venecia , 
enemigo  encubierto,  y  siempre  dispuesto  tras  la  coyuntura  propicia  para 
estallar.  Este  cuerpo,  esencialmente  aristocrático  y  adicto  á  la  confedera- 
ción de  los  reyes  contra  la  revolución  francesa,  andaba  fomentando  aso- 
nadas, é  incitaba  al  asesinato  contra  el  ejército  republicano  por  la  alta 
Italia  y  el  territorio  veneciano.  No  cabía  dilatar  ya  mas  la  hora  de  su  es- 
carmiento. 

Bonaparte  escribió  al  dux  : 

« Toda  la  tierra  firme  de  la  serenísima  república  de  Venecia  está  sobre 
las  armas. 

« Por  todas  partes  el  alarido  de  reunión  de  los  paisanos  que  habéis  ar- 
mado es :  « Muerte  á  los  Franceses ; »  centenares  de  soldados  del  ejército 
de  Italia  han  sido  ya  sus  víctimas ,  en  vano  negáis  unas  reuniones  que  ha- 
béis organizado ;  ¿creeréis  acaso  que,  en  hallándome  por  el  centro  de  la 
Alemania,no  tenga  potestad  para  imponer  acatamientos  con  el  primer  pue- 
blo del  universo?  ¿Creéis  que  las  lej iones  de  Italia  han  de  tolerar  los  ase- 
sinatos que  estáis  disponiendo  ?  La  sangre  de  mis  compañeros  de  armas 
quedará  vengada,  y  no  hay  un  solo  batallón  francés  que,  encargado  de  tan 
hidalgo  ministerio,no  sienta  enardecer  su  denuedo  y  triplicar  su  desempeño. 
El  senado  de  Venecia  ha  correspondido  con  la  mas  bastarda  alevosía  á  los 
jenerosos  procedimientos  usados  siempre  con  él.  Os  enviomi  primer  edecán 
portador  de  la  presente.  La  paz  ó  la  guerra ,  si  no  providenciáis  ejecutiva- 
mente la  disolución  de  esas  reuniones:  si  no  mandáis  prender  y  entregar 
me  los  autores  de  los  asesinatos  que  acaban  de  cometerse,  queda  declara 
da  la  guerra.  Los  Turcos  no  están  sobre  vuestras  fronteras  y  no  os  amena- 
za ningún  enemigo;  andáis  á  caza  de  pretestos  para  sinceraros  de  un 
agolpamiento  encaminado  contra  el  ejército:  dentro  de  veinte  y  cuatro 
horas  quedará  disuelto.  Ya  no  estamos  en  tiempo  de  Carlos  VIH.  Si  á  pesar 
del  anhelo  patente  del  gobierno  francés,  me  reducís  al  partido  de  haceros 
la  guerra,  no  creáis  que  los  soldados  franceses,  á  ejemplo  de  los  que  habéis 
armado,  talen  los  campos  del  pueblo  inocente  y  desventurado  de  la  tierra 
firme;  yo  le  escudaré,  y  bendecirá  algún  dia  hasta  los  crímenes  que  ha 
brán  obligado  al  ejército  francés  á  redimirlo  de  vuestro  tiránico  gobierno. » 
El  7  de  abril  se  firmó  un  armisticio  en  Judemburgo.  Cuando  el  príncepe 


DE  NAPOLEÓN.  85 

Carlos  se  vio  imposibilitado  enteramente  de  sostener  la  campaña ,  con  los 
desfiladeros  de  Ncuwmark  y  la  posición  de  Hundsmark  ocupado*  por  Ma- 
sería, se  hi/o  cargo  de  que  la  ioílexibilidad  monárquica  del  gabinete  aus- 
tríaco no  era  ya  del  caso.  Napoleón,  que  habiu  contado  por  *u  parte  con  el 
auxilio  del  ejército  de  Sambra-yMosa  y  acabando  de  saber  que  no  se  hnbia 
movido  ni  se  movería  ,  no  podia  atravesar  el  Simering  por  temor  de  in- 
ternarse á  solas  por  el  corazón  de  la  Alemania.  Así  luego  que  recibió  (!<•  oi 
cióla  disposición  del  Directorio  para  que  los  ejércitos  del  Hin  y  de  Sambra 
y-Mosa  no  se  moviesen,  careciendo  de  la  llamada  cuya  importancia  y  ne- 
cesidad había  manifestado ,  escribió  al  archiduque  brindándole  con  la 
participación  de  su  gloria  en  pacificar  la  Europa  y  atajar  los  inmensos  sa 
orificios  que  la  guerra  costaba  al  Austria  y  á  la  Francia.  « Ix>s  valientes 
militares,  le  dijo,  pelean  anhelando  la  paz.  Bastante jente  ha  perecido  y 
hartos  estragos  hemos  causado  ala  humanidad...  ¿vos,  que  por  nacimien- 
to os  acercáis  tanto  al  trono  y  os  sobreponéis  á  todas  las  pasioncillas  que 
suelen  predominar  á  los  ministros  y  á  los  gobiernos ,  ansiáis  merecer  el 
dictado  de  bienhechor  de  la  humanidad  entera  y  de  libertador  de  la  Ale- 
mania?.... En  cuanto  á  mi,  señor  jeneral  en  jefe,  si  la  comunicación  que 
acabo  de  haceros  puede  salvar  la  vida  á  un  solo  hombre,  me  engreiré 
mas  con  la  corona  cívica  que  haya  merecido,  que  con  la  aciaga  nombradla 
resultante  de  los  triunfos  militares.  » 

Llegaron  luego  á  Viena  las  disposiciones  pacíficas  espresadas  en  aque- 
lla carta,  y  amainó  un  tanto  el  pavor  que  habia  causado  el  asomo  de  la 
bandera  republicana.  El  emperador  envió  al  punto  el  embajador  napolita 
no  Gallo  al  cuartel  de  Bonaparte,  y  el  armisticio  de  Judemburgo  fué  el  re 
sultado  de  aquella  negociación. 

Utilizó  Napoleón  el  desahogo  que  le  proporcionaba  la  suspensión  de 
armas ,  para  quejarse  al  Directorio  de  la  inacción  en  que  permanecieron 
los  ejércitos  de  Alemania,  mientras  estaba  en  Italia  batallando  con  escasí- 
simos recursos  contra  todas  las  fuerzas  de  la  monarquía  austríaca. 

Por  lo  demás,  harto  bien  hallado  con  lo  anterior  que  le  cabia  presenciar 
sin  quebranto,  se  afanaba  tras  el  porvenir,  ahora  ya  de  mas  entidad  con 
la  cooperación  de  Moreau ,  para  conseguir  mejores  condiciones  en  el  tra- 
tado de  paz  ó  mayores  probabilidades  de  éxito  en  el  caso  de  renovarse  las 
hostilidades.  «En  mediando  afán  por  entrar  en  campaña,  decia  al  Direc- 
torio, nada  detiene;  ni  jamás  un  rio  ha  podido  ser  un  obstáculo  verda- 
dero desde  que  la  historia  nos  describe  operaciones  militares.  Si  Moreau 
quiere  atravesar  el  Rin ,  lo  pasará ,  y  si  ya  lo  hubiese  ejecutado ,  nos  ha- 
llaríamos en  estado  de  dictar  imperiosamente  las  condiciones  de  la  paz  \ 
sin  asomo  de  peligro;  pero  el  que  teme  perder  la  gloria,  por  seguro  se 
queda  sin  ella.  Yo  pasé  los  Alpes  Julianos  y  los  Alpes  Nórieos  sobre  tres 
pies  de  hielo,  etc.  Si  tan  solo  hubiese  mirado  por  el  sosiego  del  ejército  y 


8G  HISTORIA 

mi  interés  particular ,  me  hubiera  detenido  después  de  traspuesto  el  Ison- 
zo ;  me  arrebaté  á  la  Alemania  para  libertar  los  ejércitos  del  Rin  é  imposi- 
bilitar alenemigo  el  tomar  la  ofensiva.  Estoy  á  las  puertas  de  Viena,  y  los 
plenipotenciarios  de  esta  corte  engreída  y  descocada  se  hallan  en  mi  cuar- 
tel jeneral.  Parece  como  si  allá  los  ejércitos  del  Rin  careciesen  de  sangre 
en  sus  venas  i  si  me  dejan  solo,  me  volveré  á  Italia,  y  la  Europa  juzgará 
de  la  diferencia  de  conducta  en  ambos  ejércitos,  f 

El  26  jerminal  se  entablaron  las  negociaciones  en  Leoben,  y  los  preli- 
minares de  la  paz  quedaron  firmados  el  29.  Conversando  llonaparte  con 
los  plenipotenciarios  austríacos,  les  dijo  ¡  « Vuestro  gobierno  ha  enviado 
contra  mí  cuatro  ejércitos  sin  jenerales,  y  esta  vez  un  jeneral  sin  ejérci- 
to. »  Y  como  aquollos  encargados  demostraban  en  el  encabezamiento  del 
tratado  ya  estendido,  que  el  emperador  reconocía  la  república  francesa: 
«Borrad,  esclamó  enordecídamente  Napoleón;  la  existencia  de  la  repú- 
blica es  tan  visible  como  la  del  sol,  y  un  artículo  como  ese  tan  solo  podría 
cuadrar  para  ciegos. » 

Había  llegado  el  punto  de  tratar  de  Venecia.  Aquella  república  fué  por 
sí  misma  en  busca  del  peligro  que  la  estaba  amenazando.  Su  nobleza,  uni- 
da al  Austria  que  parecía  aguardar  al  abrigo  del  convenio  de  Leoben  que 
unos  viles  matadores  villanos  acudiesen  á  su  auxilio  y  la  librasen  de  un 
vencedor  que  habia  triunfado  del  valor  de  sus  mas  aguerridos  soldados ; 
la  nobleza  de  Venecia,  repito,  unida  al  clero  italiano ,  sublevó  las  pobla- 
ciones ignorantes  situadas  á  orillas  del  Adriático ,  haciendo  degollar  en 


DE  \  tPOLBON.  87 

Verona  nocido  número  de  Franceses,  tú  la  festividad  déla  Pascua.  Ixw 
ministros  de  la  relijion  olvidando  sn  instituto  <le  paz  y  caridad,  predica 
han  como  furiosos  « que  era  lícito  y  aun  meritorio  matar  á  los  jacobinos. » 

Acudió  al  punto  Honnpai te  para  sofocar  la  revuelta  y  el  asesinato  en 
el  Yoronesado,  tomando  venganza  de  las  Vísperas  venecianas.  Kn  la  tarde 
misma  do  la  asonada,  dijo  á  su  antiguo  condiscípulo  Ilóurríenne,  que  le 
acompañaba  en  clase  de  secretario  privado  y  que  al  juntarse  con  él  había 
estado  cspiicsto  á  fenecer  de  una  puñalada :  « Sosiégate ;  esos  bribones  me 
la  pagarán.  Su  república  dejará  de  existir. »  De  allí  á  pocos  dias  escribió 
al  Directorio ,  « que  el  único  partido  que  cabía,  era  destruir  aquel  gobier- 
no feroz  y  sanguinario,  y  borrar  el  nombre  veneciano  de  la  superficie  del 
globo. » 

En  vano  los  raajistrados  de  Brcscia,  Bérgamo  y  Cremona  formaron  sus 
sumarias,  en  términos  de  manifestar  empeñadamente  que  los  Franceses 
habían  sido  los  provocadores  de  su  propia  matanza.  Bonaparte  los  des- 
mintió solemnemente  en  un  manifiesto  que  fué  el  decreto  de  muerte  para 
la  aristocracia  veneciana,  y  terminado  con  las  disposiciones  siguientes: 

« El  jeneral  en  ¡efe  requiero  al  ministro  de  Francia  cerca  de  la  repú- 
blica do  Venecia  que  salga  do  dicha  ciudad;  manda  á  los  varios  ajentes 


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88  HISTORIA 

de  la  república  veneciana  en  la  Lombardía  y  Tierra  Firme  veneciana,  que 

la  evacúen  dentro  de  veinte  y  cuatro  horas. 

■  Manda  á  los  varios  jenerales  de  división  que  traten  como  enemigas  á 
las  tropas  de  la  república  de  Venecia,  derribando  el  león  de  San  Marcos 
en  todas  las  ciudades  de  la  Tierra  Firme. » 

Esta  orden  del  dia  se  ejecutó  puntualmente.  Despavorido  el  sumo  con- 
sejo de  Venecia,  hizo  dimisión  de  su  potestad  y  entregó  la  soberanía  al 
pueblo,  quien  cometió  á  un  ayuntamiento  el  ejercicio  de  la  autoridad.  El 
46  de  mayo  la  bandera  tricolor  fué  enarbolada  en  la  plaza  de  San  Marcos 
por  el  jeneral  Baraguay  de  Hilliers,  efectuándose  completamente  una  revo- 
lución democrática  en  toda  la  esteusion  de  los  estados  venecianos.  Dándo- 
lo ,  abogado  de  Venecia ,  uno  de  los  dos  sujetos  de  mérito  que  Napoleón 
declaró  haber  encontrado  en  Italia ,  fué  colocado ,  por  el  favor  popular  al 
al  frente  de  este  movimiento.  El  león  de  San  Marcos  y  los  caballos  de  Co- 
rinto,  que  sirvieron  después  para  adornar  el  arco  triunfal  del  Carrousel, 
fueron  trasladados  á  París. 

Mientras  que  las  negociaciones  con  el  Austria  se  llevaban  á  cabo ,  Na- 
poleón supo  que  1  loche  y  Moreau  habian  pasado  el  Rin.  Pocos  dias  antes 
el  Directorio  le  habia  anunciado  que  este  movimiento  no  podría  verilicarse, 
y  cuando  la  falta  de  esta  poderosa  cooperación  le  habia  determinado  á  sus- 
pender las  hostilidades  y  detenerse  á  las  puertas  de  Viena,  se  veia  conde- 
nado á  asistir  con  la  espada  envainada  por  un  armisticio  á  los  movi- 
mientos militares  que  en  vano  había  estado  pidiendo  y  solicitando  por 
espacio  de  dos  meses ,  cuando  podían  ayudarle  á  tremolar  la  bandera 
republicana  en  la  capital  del  Austria.  Era  evidente  que  sus  triunfos 
demasiado  rápidos  habian  sobresaltado  al  Directorio,  y  que  los  pen tarcas 
presentían  todo  un  emperador  en  el  guerrero  triunfante  de  Italia.  Él  mis- 
mo confesó  en  Santa  Helena  que  en  efecto  después  de  la  batalla  de  Lodi, 
le  habia  venido  al  pensamiento  que  podría  muy  bien  llegar  á  ser  el  prota- 
gonista en  la  escena  política.  «  Entonces  brotó,  decia,  la  primera  chispa 
de  la  encumbrada  ambición. » 

Los  directores,  que  habint  advertido  el  chispazo,  temerosos  de  que  in- 
cendiase el  edificio  republicano  cuya  cima  estaba  ocupando  ,  se  oponían  á 
sus  progresos  y  su  ensalzamiento ,  llevados  de  una  envidia  personal  y  del 
instinto  suspicaz  de  la  democracia.  Veían  con  pesar  que  el  reconocimiento 
nacional  y  el  asombro  de  la  Europa  propendían  á  concentrarse  en  un  so- 
lo individuo,  y  no  querían  proporcionarle  medios  de  estremar  el  entusias- 
mo que  lo  endiosase,  entrando  triunfalmente  en  Viena  al  frente  de  todos  los 
ejércitos  republicanos.  Los  caló  Napoleón  ,  como  ellos  le  habian  penetra- 
do ;  lo  que  no  quitó  el  que  se  manifestase  descontento  en  todas  sus  car- 
tas y  conversaciones.  Pero  el  Directorio  disimuló  los  verdaderos  móviles  de 
su  estraña  conducta  con  tanto  mayor  motivo,  cuanto  el  jeneral  Bonaparte, 


DE  NAPOLEÓN.  *<> 

comandante  del  ejército  del  interior  después  de  vendimiario,  habia  ideado 
y  puesto  en  los  archivos  de  la  guerra  un  plan  de  campaña  que  fijaba 
el  término  de  las  hostilidades  y  la  pacificación  en  la  cumbre  del  Simering 
Kl  mismo  habia  colocado  la  valla  que  ahora  estaba  deseaodo  emlnsin 
Tero  el  vencedor  del  principe  Carlos  debia  tener  imprescindiblemente  pM 
samientos  mas  grandiosos  y  miras  menos  comedidas  que  el  arrollador  del 
vecindario  de  Paris. 

Bonapnrte  se  hallaba  en  una  isla  del  Tagliamcnto  cuando  recibió  H 


correo  que  le  traia  la  noticia  de  que  Moreau  habia  pasado  el  rio.  «  No  ca- 
be retratar,  dice  Mr.  de  Bourrienne,  la  conmoción  del  jeneral  al  leer  aquel 

aviso Fué  tal  el  trastorno  de  sus  pensamientos,  que  ideó  por  un  mo 

mentó  traspasar  la  orilla  izquierda  del  Tagliamento  y  romper  bajo  cual- 
quier pretcsto... »  Decia:  «Que  diferentes  hubieran  sido  los  preliminares 
en  el  caso  de  haberlo  sabido. »  Cierto  es  que  Napoleón  no  hubiera  mam 
Testado  el  ánimo  pacífico  tan  patente  en  su  carta  al  principe  (.«arlos,  si  hu- 
biese podido  contar  con  la  cooperación  de  los  ejércitos  de  Alemania,  la 
conquista  de  Viena  le  halagaba  tanto  como  la  de  Roma,  la  doblez  envi- 
diosa y  suspicaz  del  Directorio  no  le  permitió  satisfacer  entonces  su  ambi- 
ción. 

12 


90  HISTORIA 

Las  negociaciones  se  iban  dilatando,  y  el  jeneral  en  jefe  utilizó  el 
ensanche  del  armisticio  para  recorrer  la  Lombardía  y  los  Estados  Venecia- 
nos, Organizando  un  gobierno.  Para  sus  intentos  necesitaba  hombres,  y 
los  buscaba  en  vano.  « ¡Dios  mió,  decia,  cuan  escasos  son  los  sujetos!  Cuén- 
tanse  en  Italia  diez  y  ocho  millones,  y  apenas  encuentro  entre  ellos  dos  de 
mérito,  Dándolo  y  Melzi. » 

Cansado  Bonaparte  de  las  trabas  que  ponían  los  jefes  de  la  república 
á  la  ejecución  de  sus  planes,  y  aburrido  de  las  pausas  de  los  diplomáticos 
austríacos,  habló  de  orillar  el  mando  del  ejército  de  Italia,  é  ir  tras  el  re- 
tiro y  la  soledad  y  luego  el  reposo  que  suponía  necesitar.  No  hay  duda 
que  esta  era  solamente  una  amenaza  que  no  tenia  deseos  de  realizar,  pues 
no  conceptuaba  que  se  pudiese  prescindir  de  su  desempeño ,  tras  los  ser 
vicios  hechos,  de  los  conocimientos  prodijiosos  de  que  habia  dado  prue- 
bas y  de  la  asombrosa  popularidad  que  se  habia  granjeado.  La  noticia  de 
su  renuncíale  parecía  con  razón  un  acontecimiento  político  harto  sonado 
para  comprometer  con  la  nación  al  gobierno  que  la  hubiese  acarreado  con 
sus  injusticias  y  admitido  por  esceso  de  ingratitud  y  de  envidia.  Pero  to 
do  se  redujo  á  un  mero  susto,  contentándose  con  quejarse  amargamente  y 
desentonarse  en  su  correspondencia  de  oflcio  con  suma  vehemencia  y  alti- 
vez. Después  de  haber  declarado  que,  ■  en  vista  de  la  situación  de  los  ne 
gocios,  aun  las  negociaciones  con  el  emperador  habían  llegado  á  ser  una 
operación  militar, » lo  que  le  hacia  arbitro  de  la  paz  y  de  la  guerra  y  le 
habilitaba  para  serlo  de  la  misma  república,  aparentó  saciedad  de  gloria 
para  convencer  á  sus  apasionados,  á  sus  émulos  y  competidores,  que  los 
intereses  de  la  Francia,  y  no  los  suyos,  eran  los  únicos  móviles  de  la  fogosa 
actividad  que  le  estaba  arrebatando.  « Me  lie  arrojado  sobre  Viena,  dice  en 
una  de  sus  cartas ,  habiéndome  granjeado  mas  nombradla  de  la  que  se  re- 
quiere para  ser  feliz,  y  dejando  á  la  espalda  las  hermosas  llanuras  de  Ita- 
lia, como  habia  hecho  al  principio  de  la  última  campaña,  en  busca  de  pan 
para  el  ejército  que  la  república  ya  no  podía  alimentar. » 

Por  lo  demás  acompañó  al  Directorio  en  su  ruin  emulación  y  en  sus 
zozobras  el  desenfreno  de  la  política  interior.  La  reacción  termidoriana 
habia  alentado  á  los  realistas,  que  acababan  de  rehacerse  en  las  eleccio- 
nes de  su  derrota  de  vendimiario.  Era  natural  que  el  partido  contra-revo- 
lucionario temiese  el  influjo  del  jeneral  que  habia  salvado  á  la  república 
con  cincuenta  victorias,  y  cuya  nombradla,  timbres  y  existencia  se  her- 
manaban con  los  progresos  de  la  revolución.  Los  oradores  y  publicistas 
de  aquel  partido  se  valieron  de  la  libertad  ilimitada  de  la  tribuna  y  de  la 
imprenta,  para  fomentar  hablillas,  y  robustecer  las  sospechas  mas  inju- 
riosas respecto  á  la  índole  y  los  intentos  de  Napoleón.  El  Directorio,  á  pe- 
sar de  la  lid  que  estaba  encarnizadamente  sosteniendo  contra  los  Clichien- 
ses ,  les  dejó  imprimir  y  obrar  cuanto  quisieron  contra  el  héroe  de  Areola 


DE  NAPOLEÓN  W 

y  Lodi,  cuyo  repentino  engrandecimiento  le  lastimaba  en  ¿ran  manera 
Imprimióse  en  periódicos  y  folletos,  y  se  proclamó  en  consejos  y  juntas, 
que  el  gobierno  de  Venecia  había  sido  víctima  de  las  alevosías  y  provoca- 


ciones  encubiertas  del  jeneral  francés,  y  que  todos  aquellos  asesinatos  de 
que  se  habia  quejado  a  la  faz  del  mundo  y  de  que  habia  tomado  \  mean  - 
za,  habían  sido  acontecimientos  previstos  y  maquiavélicamente  ideados 
en  el  cuartel  jeneral  del  ejército  republicano.  Dumolard,  uno  de  los  pro- 
hombres realistas,  hizo  una  propuesta  en  la  que  introdujo  una  frase  que 
mentaba  espresamente  las  dudas  suscitadas  en  el  consejo  de  los  Ancianos, 
acerca  de  las  causas  y  gravedad  de  las  violaciones  del  derecho  de  jentes  co- 
metidas en  Venecia.  Sabedor  Napoleón  de  todos  estos  ataques  y  malevo 


1)2  HISTOUIA 

las  insinuaciones,  escribió  al  Directorio  en  estos  términos:  «Tenia  dere 
cIjo, después  de  haber  firmado  cinco  paces  y  dado  un  golpe  mortal  á  la  con 
federación,  sinoá  triunfos  cívicos,  al  menos  para  vivir  desahogado  y  bajo 
la  protección  de  los  primeros  majistrados  de  la  república.  En  el  dia  me 
veo  desatendido,  perseguido ,  disfamado  por  cuantos  medios  vergonzosos 

suele  usar  toda  política  perseguidora 

«¿Pues que,  hemos  sido  asesinados  por  traidores,  han  fenecido  mas 
de  cuatrocientos  hombres,  y  los  primeros  majistrados  de  la  república  le 
acriminarán  el  haberlo  creido  por  un  momento  ? 

«  Ya  sé  que  hay  sociedades  en  las  que  se  dice:  ¿y  qué,  tan  pura  es  esa 
sangre?.... 

«  Que  lo  hubiesen  dicho  unos  villanos,  yertos  para  con  la  patria  y  la 
gloria  nacional,  no  me  quejaría,  ni  hubiera  hecho  alto;  pero  tengo  de 
recho  para  quejarme  del  envilecimiento  en  que  sumen  los  primeros  ma 
jistrados  de  la  república  á  los  que  han  engrandecido  y  encumbrado  la 
gloria  del  nombre  francés. 

«Os repito,  ciudadanos  directores,  la  demanda  que  os  hice  de  mi  re- 
nuncia. Necesito  vivir  á  mis  anchuras ,  si  los  puñales  de  Clichy  me  lo 
consienten. 

« Me  habéis  encargado  negociaciones;  soy  poco  á  propósito  para  ellas. » 
Poco  tiempo  antes  habia  escrito  amistosamente  á  C&rnot : 
« Recibí  vuestra  carta,  mi  querido  director,  en  el  campo  de  batalla  de 
Rívoli.  Leí  entonces  con  menosprecio  cuanto  se  dice  respecto  á  mí ,  pues 
cada  cual  me  hace  prorumpir  á  medida  de  sus  deseos ;  y  harto  me  cono- 
céis para  poderos  figurar  que  alguien  influya  en  mi  ánimo;  blasoné  en  todo 
tiempo  de  tantas  finezas  como  os  estamos  debiendo,  con  sumo  agradecí 
miento,  asi  yo  como  los  mios.  Hay  hombres  para  quienes  el  odio  es  una 
necesidad,  y  que  no  pudiendo  trastornar  la  república ,  se  consuelan  sem- 
brando zizañay  discordia  á  diestro  y  siniestro.  En  cuanto  á  mí,  por  mucho 
que  digan,  ya  no  me  alcanzan:  lo  único  que  me  interesa  es  el  aprecio  de 
unos  cuantos  sujetos  como  vos ,  y  el  de  mis  companeros  y  soldados;  á  ve- 
ces también  la  opinión  de  la  posteridad,  y  sobre  todo  la  rectitud  de  mi 
conciencia  y  la  prosperidad  de  mi  patria.  » 

Después  Napoleón  se  encargó  de  responder  personalmente  á  las  calum- 
nias de  la  facción  clichiense,  respecto  á  Venecia,  haciendo  circular  al  efec 
toen  el  ejército,  bajo  un  anónimo,  una  nota  que  iba  refutando  todas  las 
patrañas  de  los  realistas  y  ponia  muy  en  claro  la  verdad  con  todos  sus  de- 
rechos. 

Queda  ya  advertida  la  ninguna  sinceridad  de  su  renuncia;  mas  en  cuan 
to  á  la  modestia  con  que  se  profesaba  inhábil  para  tareas  diplomáticas , 
se  conceptuará  el  alcance  de  aquella  manifestación  con  la  anécdota  siguien 


DE  NAI'OLKON.  tí 

te,  relativa  alas  negoeiaeioiies  de  Campo-Formio,  y  que  él  mismo  rcfi 
rió  en  Santa  Helena. 

Mr.  de  Cobentzel,  decia  ,  era  el  prohombre  de  la  monarquía  austríaca, 
el  alma  de  sus  intentos  y  el  móvil  de  su  diplomacia.  Había  desempeñado 
las  primeras  embajadas  de  Kuropa  y  vivido  mucho  tiempo  junto  á  Catali- 
na, cuyo  aprecio  particular  se  habia  granjeado.  Engreído  con  su  jerarquía 
y  su  trascendencia ,  no  dudaba  que  el  señorío  de  sus  modales  y  su  prárti 
ca  en  las  cortes  arrollarían  desde  luego  aun  jeneral  labrado  en  los  campa 
mentos  revolucionarios ;  así  recibió  al  jeneral  francés  con  cierta  liviandad; 
pero  bastaron  el  ademan  y  las  primeras  palabras  de  este  para  arrinconar 
lo  en  su  lugar,  del  cual  no  trató  de  salir  en  lo  sucesivo.— I -as  primeras 
conferencias,  añade  Mr.  de  I>as  Cazes,  iban  con  suma  pausa,  pues  Mr.  de 
Cobentzel,  según  costumbre  del  gabinete  austríaco ,  se  mostró  muy  du- 
cho en  ir  dilatando  los  puntos;  pero  el  jeneral  francés  resolvió  dar  un 
corte.  La  conferencia,  que  habia  resuelto  fuese  la  última,  llegó;  y  que- 
dando desairado  en  sus  propuestas ,  se  levantó  furioso  voceando  briosa- 
mente: Ya  que  queréis  la  guerra,  la  tendréis,  y  asiendo  una  magnifica 
jarra  de  porcelana  que  Mr.  de  Cobentzel  complacido  repetía  sin  cesar  que 
era  regalo  de  la  gran  Catalina,  la  arrojó  al  suelo  con  toda  su  fuerza,  don- 
de se  estrelló  en  mil  pedazos.  Ix)  veis,  esclamó  otra  vez,  pues  bien,  an- 
tes de  tres  meses  yo  os  prometo  que  la  monarquía  austríaca  va  á  quedar 
eu  el  mismo  estado.  Y  se  salió  arrebatadamente  de  la  sala.  Mr.  de  Co- 
bentzel se  quedó  estático ,  decia  el  emperador;  pero  Mr.  de  Gallo ,  su  se 


94  HISTORIA 

gundo  y  mucho  mas  conciliador ,  acompañó  al  jeneral  francés  hasta  su 
coche,  procurando  detenerle,  «haciéndome  rendidos  acatamientos ,  ana- 
dia el  emperador ,  con  unos  ademanes  tan  estrambóticos ,  que  á  pesar  de 
mis  iras  estudiadas,  no  podia  interiormente  contener  la  risa. » 

Este  rumbo  de  negociar,  que  al  parecer  abonaba  cuanto  Napoleón  ha- 
bía dicho  acerca  de  su  atraso  en  punto  á  diplomacia ,  no  dejó  sin  embargo 
de  conseguir  el  objeto  que  se  habia  prometido ,  pues  en  tal  coyuntura  te- 
nia el  enojo  visos  de  maña  y  sabiduría ;  como  que  se  hacia  forzoso  zanjar 
aquellas  pausas  premeditadas  y  los  vaivenes  alevosos  del  gabinete  austría- 
co; y  Napoleón  lo  vino  á  lograr  estrellando  el  agasajo  primoroso  de  Cata- 
lina. Su  disparo  fué  mas  provechoso  en  aquel  trance  para  los  intereses  de 
la  Francia  de  lo  que  pudiera  serlo  la  política  de  un  palaciego  redomado. 
Pudo  arrebatarse  á  tiempo,  y  cabe  el  decir  que  si  quebrantó  la  etiqueta  y 
los  estilos  corrientes,  fué  para  merecer  bien  de  su  pais  y  de  la  humanidad 
acelerando  el  ajuste. 

Pero  mientras  Napoleón  se  enojaba  en  Italia  de  las  interminables  de- 
moras en  las  conferencias  diplomáticas  ,  de  la  inacción  que  le  habia  im- 
puesto la  voluntad  aviesa  del  Directorio  ,  y  de  los  insultos  que  le  asesta- 
ban las  facciones  del  interior  de  todos  los  puntos  de  la  Europa,  por  medio 
de  los  emigrados  y  de  los  corresponsales  asalariados ,  el  Directorio  se  vio 
amenazado  en  su  existencia  por  la  mayoría  realista  de  los  dos  consejos , 
al  acercarse  eH8  de  fructidor. 

El  ejército  de  Italia,  que  habia  vencido  en  tantas  batallas  bajo  la  ban- 
dera republicana,  y  el  jefe  esclarecido  que  lo  habia  conducido  á  la  carrera 
de  victoria  en  victoria,  no  podían  menos  de  embargar  la  atención  de  am- 
bos partidos,  las  zozobras  del  uno  y  las  esperanzas  del  otro.  Napoleón,  po- 
co antes  calumniado  con  rebozo  ó  sin  él  por  los  Clichienses  y  el  Directorio, 
se  vio  de  repente  apetecido  y  galanteado  por  todas  partes.  Francisco  Du- 
coudray,  uno  de  los  oradores  predominantes  de  la  mayoría  monárquica, 
no  escaseó  dar  el  dictado  de  héroe  al  metrallador  del  \  3  vendimiario ,  di- 
ciéndole  « que  habia  descollado  en  su  desempeño  de  negociador,  después 
de  haber  igualado  en  ocho  meses  á  los  prohombres  del  arte  militar. »  Pe- 
ro estos  elojios  interesados  de  un  hombre  mañero  no  podían  encubrir  el 
odio  que  abrigaba  y  vertía  su  partido  en  los  diarios  y  juntas  contra  el  je- 
neral en  jefe  del  ejército  de  Italia.  Aubry,  antiguo  enemigo  de  Bonaparte, 
era  uno  de  los  prohombres  en  la  reunión  de  Clichy.  Sostenido  por  algu- 
nos oradores  furibundos,  pedia  á  gritos  la  deposición  y  arresto  de  Napo- 
león, lo  cual  era  bastante  para  que  este  no  debiese  titubear  entre  el  Direc- 
torio y  los  consejos.  Pero  Napoleón  despreciaba  al  Directorio,  en  cuyo  in- 
terior tan  solo  habia  un  sujeto,  cuyo  carácter  apreciable  y  cuyos  servicios 
y  capacidad  conocía,  y  este  era  Carnot,  que  se  habia  separado  de  la  ma- 
yoría directorial  por  escrúpulos  constitucionales,  repugnándole  repeler 


DE  \  l POLIO N  0!> 

los  ataques  de  los  realistas  con  una  arbitrariedad.  Sin  embargo,  á  impul- 
sos de  sus  antecedentes ,  recuerdos  y  previsiones ,  prevaleció  su  menospre 
ció  de  Barras  y  su  inclinación  á  Carnot. 

Kstuvo  decidido  por  un  momento  á  marchar  sobre  Paris,  atravesando 
lieon  al  frente  de  veinte  y  cinco  mil  hombres,  y  realizara  esto  intento,  si 
la  probabilidad  del  triunfo  en  la  capital  quedara  ó  favor  de  los  Clichien- 
ses ,  y  lo  que  ante  todo  le  decidió  á  poner  su  poderosa  espada  del  lado  de 
los  directores  contra  la  mayoría  de  los  consejos,  fué  el  descubrimiento  de 
la  traición  de  Pichegrú  que  encabezaba  aquella  mayoría,  y  cuya  criminal 
intelijencia  con  el  estranjero  se  descubrió  con  la  detención  y  reconocimien 
to  de  los  papeles  del  célebre  conde  Antraigues,  maquinador  realista,  sor 
prendido  y  preso  en  los  estados  de  Venecia,  puesto  en  libertad  bajo  su  pa 
labra  en  Milán,  y  que  se  fugó  á  Suiza,  donde  publicó  un  libelo  infame 
contra  Napoleón,  a  quien  no  tenia  mas  que  motivos  para  alabar. 

\a  indignación  de  Bonaparte  contra  el  partido  estranjero  se  manifestó 
en  la  esposicion  que  envió  en  nombre  del  ejército  de  Italia  para  arredrar 
á  los  consejos  y  desahogar  al  Directorio.  «¿Acaso,  hizo  decir  á  sus  compa- 
ñeros de  armas ,  el  camino  de  Paris  ofrece  mas  obstáculos  que  el  de  Vie- 
na?  No;  los  republicanos  fieles  á  la  libertad  nos  lo  franquearán,  reunidos 
la  defenderemos,  y  nuestros  enemigos  dejarán  de  existir. 

tUnos  hombres,  tiznados  con  su  afrenta,  ansiosos  de  venganzas, 
ahitos  de  maldades,  se  azoran  y  conspiran  en  medio  de  Paris,  cuando  nos- 
otros hemos  triunfado  á  las  puertas  de  Viena Vosotros  que  habéis  he- 
cho patrimonio  de  los  defensores  de  la  república  el  menosprecio,  el  baldón, 
los  ultrajes  y  la  muerte,  ¡temblad!  desde  el  Adijio  al  Bin  y  al  Sena  no  hay 
mas  que  un  paso;  ¡temblad!  vuestras  iniquidades  están  contadas,  y  la  re- 
compensa reluce  en  la  punta  de  nuestras  bayonetas.  » 

Napoleón  cscojió  para  llevar  esta  esposicion  á  Augereau,  el  mas  capaz 
entre  sus  tenientes  de  aspirar  al  primer  papel  y  hacer  olvidar  al  jeneral 
en  jefe  por  su  consistencia  personal  en  medio  de  las  circunstancias  que  se 
preparaban.  En  cuanto  al  dinero  que  Barras  habia  pedido  por  medio  de 
su  secretario  Bottot  para  el  buen  éxito  del  dia  premeditado,  Napoleón  se 
contentó  con  prometerlo  y  no  lo  envió  nunca.  Por  lo  demás  despachó  a 
Paris  á  su  edecán  Lavallette,  contando  con  su  celo  y  perspicacia  para 
saberlo  todo  y  obrar  según  lo  exijiesen  los  acontecimientos. 

La  intimidad  de  Bonaparte  con  Desaix  empezó  por  entonces.  Desaix , 
empleado  en  el  ejército  del  Rin,  seguía  de  lejos  con  asombro  los  triunfos 
del  jeneral  en  jefe  del  ejército  de  Italia.  Valióse  del  ensanche  que  le  fran- 
queaba el  armisticio  de  Leoben  para  admirar  mas  de  cerca  al  sumo  capi- 
tán. Estos  dos  hombres  se  calaron  y  se  prendaron  al  verse,  y  en  una  de 
sus  conversaciones,  habiendo  querido  confiar  Napoleón  á  su  nuevo  amigo 
el  arcano  de  la  traición  de  Pichegrú :  «Hace  tres  meses  que  la  sabíamos  en 


96  HISTORIA 

el  Riu,  respondió  Desaix.  La  furgón  eojido  al  jeneral  Klinglin  puso  en 
nuestro  poder  la  correspondeueia  de  Pichegrú  con  los  enemigos  de  la  re 
pública.  —  ¿  Pero  Moreau  no  ha  dado  parte  al  Directorio  ?  —  No .  —  Es  pues 
un  criminal;  cuando  media  la  pérdida  de  la  patria,  el  silencio  es  una  com 
plicidad. »  Después  del  18  de  fructidor .,  cuando  Pichegrú  recibió  el  golpe 
del  estrafiamiento,  Moreau  le  denunció  ignominiosamente.  « Con  no  ha- 
blar antes,  dijo  Napoleón,  hizo  traición  á  la  patria;  con  hablar  tan  tarde, 
ha  rematado  la  suerte  de  un  desgraciado.  » 

Bonaparte  supo  con  sumo  gozo  la  derrota  y  proscripción  de  los  di- 
chienses,  que  Augereau  le  participó  en  estos  términos:  «Al  fin,  mi  jeneral, 
se  cumplió  mi  eucargo,  y  las  promesas  del  ejército  de  Italia  han  que- 
dado satisfechas  esta  noche. »  ,; 

Pero  el  Directorio,  libre  ya  de  los  realistas,  volvió  á  su  envidia  encu- 
bierta y  tenaz  contra  Napoleón.  Aunque  conociese  muy  bien  el  modo  de 
pensar  del  jeneral  respecto  al!8  fructidor,  después  de  los  pliegos  que  ha 
bia  recibido,  reclamando  todos  el  golpe  de  arbitrariedad  con  una  ener- 
jía  que  rayaba  en  videncia,  hizo  correr  la  voz  en  Paris  para  que  cundiese 
hasta  el  ejército  que  ia  opinión  de   Bonaparte  acerca  de  aquel  suceso 

. 


t 


DE  NAPOLEÓN.  97 

era  dudosa;  y  para  dar  mas  poso  á  esta  sospecha,  encargó  á  Augercan 
que  remitiese  él  mismo  á  todos  los  jcnerales  de  división  la  circular  que 
solo  el  jeneral  en  jefe  hubiera  debido  naturalmente  "nviarles.  Avisado 
Napoleón  de  todos  estos  amaños,  manilestó  desde  luego  su  duconUPlo  v 
su  indignación. 

«Es  constante,  cscribiaal  Directorio,  que  el  gobierno  obra  OMNMgo 
como  procedió  con  Pichegrú  después  de  vendimiario  del  año  IV. 

«Os  pido  que  mandéis  quien  me  reemplace  y  admitáis  mi  renuneia. 
Ningún  poder  en  la  tierra  seria  capaz  de  hacer  que  siga  sin  ieudo.  después 
de  esta  horrible  prueba  de  la  ingratitud  del  gobierno,  que  estaba  muy  a|e 
no  de  presumir.  Mi  salud,  en  estremo  menoscabada,  está  pidiendo  desaho- 
go y  sosiego. 

«La  situación  de  mi  alma  necesita  igualmente  recntonarse  entre  el 
bullicio  délos  ciudadanos.  Demasiado  tiempo  hace  que  tengo  en  mis  111,1 
nos  una  potestad  grandiosa,  de  la  cual  me  he  valido  a  todo  trance  para 
el  bien  de  la  patria;  allá  se  las  hayan  los  que  descrean  la  virtud  y  hayan 
maliciado  contra  la  mia.  ¡Mi  galardón  se  cifra  en  mi  conciencia  y  en  el 
juicio  de  la  posteridad 

«Creed  que  si  hubiera  un  momento  de  peligro,  me  hallaríais  en  pri- 
mera Ala  para  defender  la  libertad  y  la  constitución  del  año  III. » 

El  Directorio ,  que  no  se  conceptuaba  con  fuerzas  para  sostener  una 
competencia  directa  y  patente  con  el  guerrero  esclarecido,  siguió  disimulan- 
do; se  esmeró  en  redoblarle  espiraciones  para  desenconarlo,  y  le  dijo:  «Te- 
med que  los  conspiradores  realistas,  en  el  momento  en  que  quizá  estaban 
envenenando  á  Hoche,  no  hayan  tratado  de  introducir  en  vuestro  ánimo 
sinsabores  y  desconfianzas,  capaces  de  privar  á  vuestra  patria  de  los  cona- 
tos de  todo  ese  mimen. » 

Bonaparte  no  estaba  tan  desabrido  con  el  mando  en  jefe  como  queria 
aparentar;  así  finjió  aceptar  las  esplicaciones  lisonjeras  que  le  daban,  y  se 
puso  en  correspondencia  particular  con  individuos  y  ministros  del  Direc 
torio ,  acerca  de  las  eventualidades  de  la  guerra,  las  condiciones  de  la  paz 
y  las  cuestiones  mas  recónditas  de  la  política  jeneral.  Conjorados  momen 
táneamente  los  peligros  de  la  república  en  el  esterior  é  interior,  se  indi 
naba  á  la  moderación  y  á  la  clemencia.  «  La  suerte  de  la  Europa,  escribió 
á  Francisco  Neufchateau ,  depende  de  la  unión ,  la  sabiduría  y  la  pujanza 
del  gobierno.  Queda  una  corta  parte  de  la  nación  que  es  preciso  cautivar 

por  medio  de  un  buen  gobierno Un  decreto  del  Directorio  ejecutivo 

derroca  los  tronos;  haced  de  modo  que  algunos  escritores  asalariados  ó  al- 
gunos ambiciosos  fanáticos,  encubiertos  con  toda  clase  de  máscaras,  no  nos 
vuelvan  á  sumir  en  el  torrente  revolucionario.  » 

Por  entonces  fué  cuando  un  sujeto  afamado  desde  la  asamblea  consti- 
tuyente, y  cuya  nombradía  fué  después  siempre  en  aumento  por  una  acu- 
ló 


98  HISTORIA 

va  participación  al  establecimiento  y  al  vuelco  de  todos  los  mandos  que 
fueron  mas  y  mas  arrebatando  á  la  Francia  de  reacción  en  reacción  hasta 
su  situación  actual ;  por  entonces,  repito,  fué  cuando  Talleyrand,  siempre 
pronto  á  saludar  al  sol  saliente,  procuró  entablar  relaciones  seguidas  y  con 
íidenciales  con  Bonaparte.  Escribióle  varias  cartas  sobre  el  18  fructidor, 
espresándose  en  todas  con  la  vehemencia  de  un  fogoso  revolucionario. 
Curioso  es  ver  al  hombre  que  contribuyó  tan  eficazmente  en  lo  sucesivo 
para  eutronizar  ambas  ramas  de  la  casa  de  Borbon,  y  cuyo  último  afecto 
político  fué  definitivamente  adquirido,  al  menos  en  apariencia,  á  la  di 
nastía  reinante;  curioso  es  verle  anunciar  con  entusiasmo  á  su  emperador 
venidero ,  al  ídolo  que  habia  de  ensalzar  y  estrellar,  que  una  muerte pron 
ta  se  habia  sentenciado  contra  cuantos  recordasen  el  trono,  la  consti- 
tución del  año  93  ó  á  Orleans. 

Napoleón  recibió  estas  proposiciones  del  jefe  de  la  facción  ,  llamada 
entonces  los  constitucionales  y  los  diplomáticos,  como  hombre  solícito 
de  ir  poniendo  audamios  y  preparar  instrumentos  para  la  suma  ambición 
que  ocultaba  en  su  pecho.  Se  hacia  cargo  de  que  no  habia  llegado  la  ho 
ra,  pero  que  llegaría,  y  procuraba  ir  juntando  sujetos  para  moverlos  á  su 
albedrío  cuando  las  circunstancias  lo  rodeasen.  Cabe  conceptuar,  en  vis 
ta  de  la  anarquía  que  reinaba  en  Francia,  antes  y  después  del  18  de  fruc 
tidor ,  del  poco  aprecio  de  los  depositarios  de  la  potestad ,  de  la  maldad 
de  los  unos  y  la  torpeza  de  los  otros ,  que  Napoleón  fué  harto  reservado  y 
encojido  y  no  abarcó  el  influjo  de  su  Hombradía  y  el  cansancio  de  los  par- 
tidos ,  cejando  ante  el  golpe  de  estado  que  tenia  premeditado,  y  ejecutó 
posteriormente  con  tanto  éxito.  Pero  le  pareció  que  era  preciso  engrande 
cer  mas  y  mas  todavía  su  fama  con  nuevos  portentos,  dejando  aumentar 
en  la  masa  de  la  nación  el  disgusto  á  las  tormentas  de  la  democracia.  Aca- 
^so  entonces  ideó  la  espedicion  de  Ejipto,  lo  que  muchos  han  pensado  des- 
pués de  haber  leido  la  proclama  que  envió,  el  16  de  setiembre  de  \  797 ,  á 
los  marinos  de  la  escuadra  del  almirante  Brueix,  y  en  la  que,  al  celebrar  el 
triunfo  del  Directorio  sobre  los  traidores  y  emigrados  que  se  habían 
apoderado  de  la  tribuna  nacional,  dice  á  aquellos  valientes  i  « Sin  vo 
sotros  no  podemos  llevar  la  gloria  del  nombre  francés  sino  á  un  estrecho 
rincón  de  la  Europa ;  con  vosotros  cruzaremos  los  mares  y  llevaremos  el 
estandarte  de  la  república  á  las  mas  remotas  rejiones. » 

Para  realizar  este  grandiosísimo  intento,  se  hacia  forzoso  ajustarpí  i 
meramente  la  paz  en  Europa.  El  Austria,  cuyas  esperanzas  fundadas  en 
una  revolución  interior  en  Francia  se  habian  desvanecido  eH8  de  fruc 
tidor,  no  tenia  ya  los  mismos  motivos  para  ir  entorpeciendo  las  negocia 
ciones ;  pero  el  Directorio,  engreído  con  su  victoria  sobre  los  realistas  alia 
dos  del  emperador ,  manifestaba  ímpetus  belicosos.  «No  hay  que  guardar 
miramientos  con  el  Austria,  escribió  á  Bonaparte;  su  doblez  y  su  intcli- 


DE  NAI'OI.KON.  M 

jenciaoon  los  conspiradores  del  interior  ion  manifiestas. »  Kstas  órdenes 
belicosas  no  cuadraban  con  las  miras  del  jeneral  en  jefe,  la  aproximación 
del  invierno  le  decidió  á  ajnstar  la  paz.  «  Se  necesita  mas  de  un  mes,  dijo 
á  su  secretario ,  para  que  los  ejércitos  del  Hin  me  apoyen ,  si  es  que  se  ha 
Man  en  estado  de  hacerlo,  y  dentro  de  quince  dias  los  caminos  y  pasos  es 
taran  cubiertos  de  nieve.  Ks asunto  concluido,  hago  la  paz.  Veneciana 
gara  los  gastos  de  la  guerra  y  el  límite  del  Rin.  Digan  cuanto  quieran  el 
Directorio  y  los  letrados.  • 

Con  efecto,  se  firmó  la  paz  en  Campo-Formio  el  '2A\  de  vendimiario , 
año  VI  ( 17  de  octubre  de  4797).  Una  de  las  primeras  condiciones  del  tra 
lado  que  Napoleón  requirió  tenazmente,  fué  la  lil>crtad  délos  prisioneros 
de  Olmutz,  Ufayettc,  Iatour -Maubourg  y  Burean  de  Fusy.  Justo  es  decjr 
que  obraba  entonces  con  arreglo  á  las  instrucciones  del  Directorio 


a  y 


•  U'ITILO  Vf. 


Viaje  ¡i  Rastnilt.  Vuelra  ¡i  Pan*.  PaitiJn   |»ar¡i  el  Fjiplo. 


ibre  ya  Napoleón  de  la  guerra  y  de  las  nego- 
ciaciones en  las  fronteras  del  Austria,  anduvo 
visitando  sus  conquistas,  y  con  especialidad 
la  Lombardía ,  que  le  recibió  con  aplausos 
de  libertador.  Vitoreado  umversalmente 
por  donde  quiera ,  le  llegó  una  providencia 
del  Directorio  para  trasladarse  á  Rastadt, 
f.^^j^-^^  y  presidir  allí  la  legación  francesa.  En  su 
tránsito  seguia  caminando  en  alas  de  miles  y  miles  de  aclamaciones  estre- 


DK  NAPOLEÓN.  101 

mudas,  por  toda  la  Suiza  hasta  liasilca.  Antes  de  salir  de  Milán  envió,  por 
Joubcrt,  al  Directorio  la  bandera  del  ejército  de  italia,  donde  cam- 
peaban por  una  cara  el  resumen  de  todas  las  acciones  portentosas  que 
había  desempeñado  aquel  ejército ;  y  por  otra  estas  palabras:  al  ejército 
de  italia  la  patria  RECONOCIDA.  A  su  paso  por  Mantua  había  mandado 
celebrar  unos  funerales  en  honor  de  Moche ,  que  acababa  de  fallecer,  y 
habia  activado  la  conclusión  de  un  monumento  dedicado  á  la  memoria 
de  Virjilio. 

Entre  los  aclamadores  ansiosos  que  le  salieron  al  encuentro  en  aquella 
temporada,  se  cuenta  un  observador  despejado ,  cuyas  rellexiones  envia- 
das á  Paris  se  publicaron  en  un  periódico  por  diciembre  de  47í)7.  Decían 
asi :  «  He  visto  con  entrañable  interés  y  suma  atención  aquel  varón  es- 
traordinario,  ejecutador  de  heroicidades,  que  deja  pendiente  su  carrera. 
Lo  hallo  muy  parecido  á  su  retrato,  pequeño,  flaco,  macilento,  con  un 
esterior  atropellado,  pero  no  enfermizo  como  algunos  han  dicho.  \jo  he 
conceptuado  distraído,  y  como  ensimesmado  y  ajeno  de  cuantos  obsequios 
se  le  estaban  tributando.  Su  fisonomía  es  de  suyo  aguda ,  y  al  par  de  ca- 
vilosa, sumamente  reservada.  No  cabe  desentenderse  de  los  pensamientos 
que  está  abarcando  aquella  cabeza  y  aquel  espíritu, arrollador  tal  vez  de  la 
Europa  entera. » 


102  HISTORIA 

Al  atravesar  la  llanura  de  Morat,  en  la  que  los  Suizos  esterminaron  el 
ejército  de  Carlos  el  Temerario  en  \  45C ,  Lannes  dijo  que  los  Franceses 
de  ahora  peleaban  mucho  mejor.  «En  aquel  tiempo,  interrumpió  Napo- 
león disparadamente ,  los  Borgoñones  no  eran  Franceses. » 

Cuando  Napoleón  llegó  á  Rastadt,  conoció  pronto  que  su  nuevo  empleo 
por  ningún  título  le  cuadraba;  y  tan  solo  en  París,  en  el  centro  del  mo- 
vimiento político  ó  al  frente  de  su  ejército,  podia  hallar  en  adelante  hom- 
bre tan  portentoso  su  lugar  competente.  Mas  no  tuvo  para  qué  solicitar 
su  regreso  á  la  capital ,  pues  pronto  le  llamó  á  ella  una  carta  del  Directo- 
rio. Mr.  de  Bourrienne ,  su  secretario ,  que  no  sabia  aun  que  estaba  bor- 
rado de  la  lista  de  los  emigrados ,  temia  acompañarle  y  quería  quedarse 
en  Alemania.  «Venid,  le  dijo  Bonaparte,  pasad  el  Rin  sin  zozobra;  no 
os  apartarán  de  mi  lado;  yo  me  constituyo  responsable. » 

El  recibimiento  de  Napoleón  en  París  fué  tal  cual  lo  debia  esperar  de 
la  aceptación  universal  que  le  habían  granjeado  sus  hazañas.  El  Directo 
rio,  encabezando  el  reconocimiento  nacional,  disimuló  su  envidia  y  so- 
bresalto disponiendo  un  agasajo  esplendoroso  al  conquistador  de  Italia, 
en  el  recinto  del  Luxemburgo.  Tallcyrand,  que  presentó  el  héroe  á  los 
directores,  pronunció  con  este  motivo  un  discurso  rebosando  de  ardiente 
y  acendrado  republicanismo:  «Quizase  estrañará,  dijo,  este  mi  conato 
en  rasguear  y  tal  vez  menoscabar  la  nombradíade  Bonaparte,  quien  no 
se  dará  por  ofendido.  Debo  decirlo,  temí  un  momento  contra  él  allá  un 
desasosiego  receloso  que  asoma  en  una  república  bisoña  que  se  sobresal- 
ta con  cuanto  amaga  al  parecer  á  la  igualdad ;  pero  me  engañé ;  la  gran- 
deza personal ,  lejos  de  menoscabar  la  igualdad,  es  su  mas  esclarecido 
triunfo ;  y  en  este  dia ,  los  republicanos  franceses  deben  conceptuarse  mas 
encumbrados. » 

Napoleón  respondió,  dando  por  primera  vez  el  dictado  de  grande  á 
la  nación  francesa,  y  se  espresó  en  estos  términos : 

« Ciudadanos  directores : 

« El  pueblo  francés,  para  ser  libre,  tenia  que  pelear  contra  los  reyes. 

« Para  conseguir  una  constitución  fundada  en  la  razón ,  tenia  que  ar 
rollar  las  preocupaciones  de  diez  y  ocho  siglos. 

« Triunfasteis  de  todos  estos  obstáculos  con  la  constitución  del  año  III. 

«La  relijion,  el  feudalismo  y  los  reyes  han  ido  sucesivamente  avasa 
liando  la  Europa  durante  veinte  siglos ;  pero  la  paz  que  acabáis  de  firmar 
deslinda  la  era  de  los  gobiernos  representativos. 

« Habéis  conseguido  organizar  la  grande  nación,  cuyo  territorio  solo 
está  zanjado  porque  la  misma  naturaleza  fijó  sus  límites. 

« Aun  habéis  hecho  mas. 


DE  NAPOLEÓN.  405 

•  I -as  dos  partos  preferentes  do  la  Europa,  antiguamente  tan  esclarecí 
das  por  sus  ciencias  ,  arles  y  prohombres ,  viven  esperanzadas  de  ver  el 
mimen  de  la  libertad  remontarse  del  sepulcro  de  sus  antepasados. 

« Me  cal>e  el  honor  de  remitiros  el  tratado  firmado  en  Campo-Formio 
y  ratificado  por  S.  !\!.  el  emperador. 

«Cnando  la  felicidad  del  pueblo  (Vanees  estribe  por  fin  en  mejores  le 
yes  orgánicas ,  toda  la  Europa  quedará  libre. » 

Harto  modesto  se  mostraba  el  negociador  de  Paseriano,  traspasando 
así  «al  Directorio  el  blasón  do  haber  ajustado  la  par.  Pero  requería  la  po 
lítica  aquel  acatamiento  ceremonioso,  y  los  favorecidos  le  dieron  igual  eré 
dito  que  el  mismo  favorecedor.  Desde  aquel  punto  encumbróse  en  realidad 
Napoleón  á  lo  sumo  de  la  diplomacia  europea  ,  en  lugar  del  gobierno  de 
la  república.  Cifraba  en  sí  el  estado  entero  y  trasladaba  á  la  Erancin  el 
ademan  y  lenguaje  que  su  grandiosa  ambición  y  sus  alcances  traseenden 
tales,  y  no  las  instrucciones  del  Directorio,  le  patentizaban  como  los  mas 
dignos  del  gran  pükblo  y  los  mas  favorables  á  las  miras  ulteriores  del 
hombre  grande.  Desde  su  entrada  en  Italia, y  sobre  todo  desde  lodi,  se  ha- 
bía dedicado  á  ir  apeando  la  política  francesa  del  carácter  feroz  que  ñeco 
sariamente  le  infundiera  la  terrible  lucha  de  9.").  No  queria  conquistar  una 
paz  gloriosa  para  su  pais  y  una  inmensa  nombradía  para  sí,  bajo  la  capa  de 
una  democracia  desaforada  é  implacable.  Parecióle  que  había  llegado  la  épo- 
ca de  amansar  el  fanatismo  revolucionario,  cuya  necesidad  habia  compren 
dido  en  otro  tiempo  y  cuyas  inspiraciones  le  habían  arrebatado.  En  las  no 
gociaciones  con  el  rey  de  Cerdeña,  ol  papa  y  el  emperador,  se  mostró  ave 
nible  y  revestido  de  aquel  espíritu  de  conciliación  y  tolerancia  que  deslinda 
á  los  sujetos  sensatos ;  pero  en  el  tratado  de  Campo  Eormio  sobre  todo  se 
esmeró  en  manifestará  los  reyes  de  Europa  la  república  francesa  como 
un  enemigo  jencroso  que  no  profesaba  enconos  ciegos ,  y  cuyos  prin 
cipios  y  consejos  nada  tendrían  en  lo  sucesivo  que  pudiese  amenazará  los 
gobiernos  estranjeros.  Él  mismo  lo  declaró  en  Santa  Helena,  diciendo:  «I-os 
principios  que  debían  rejir  á  la  república  habian  quedado  en  planta  desde 
Gampo-Formio ,  pero  el  Directorio  no  tuvo  parte  en  olios.  »  Y  tal  ora  el 
poderío  que  estaba  ejerciendo  aquel  individuo,  que  el  Directorio,  cuya  au 
loridad  suprema  habia  desconocido  y  cuyas  funciones  habia  usurpado . 
no  se  atrevió  á  residenciarle  por  sus  menosprecios  y  su  osadía,  y  antes 
bien  le  halagó  solemnemente  por  boca  de  su  presidente  con  un  cúmulo 
pomposo  de  lisonjas.  « La  naturaleza ,  avarienta  en  sus  prodijios,  dijo 
Parras  en  la  contestación  al  jencral ,  solo  franquea  varones  eminentes  a 
la  tierra  de  tarde  en  tarde,  pero  quiso  esclarecer  la  aurora  do  la  libertad 
con  uno  de  aquellos  fenómenos,  y  la  sublime  revolución  del  pueblo  fian 
ees,  nueva  en  la  historia  de  las  naciones ,  tenia  que  presentar  un  numen 
nunca  visto  en  la  historia  de  los  hombres  preeminentes.  •  Esta  adulación 


404  HISTORIA 

que  el  influjo  de  la  opinión  pública  arrancaba  á  la  envidia,  está  demos 
trando  el  encumbramiento  en  que  se  hallaba  Napoleón  ,  siendo  de  notar 
que  el  caudillo  del  gobierno  republicano  se  conceptuase  precisado  á  hablar 
á  un  mero  jeneral  y  subdito  suyo,  como  le  habló  después  en  el  mismo  lu 
gar  el  presidente  de  su  senado  ó  el  principal  de  sus  rendidos. 

Los  Parisienses  aparentaron  trascordarse  de  que  el  vencedor  de  Arco 
la  había  sido  el  metrallador  de  vendimiado.  Do  quiera  se  presentaba,  lo 
iban  asaltando  torrentes  de  aclamaciones,  y  en  asistiendo  al  teatro,  el  au- 
ditorio lo  vitoreaba  con  estruendosa  gritería.  Estas  demostraciones,  tan  li- 
sonjeras para  su  amor  propio,  parecian  sin  embargo  serle  ya  incómodas,  y 
prorumpió  en  una  ocasión:  « No  vengo  al  teatro,  á  saber  que  los  palcos 
estaban  tan  patentes.»  Deseando  ver  una  ópera  cómica  muy  celebrada,  en 
la  que  cantaban  madama  de  Saint-Aubin  y  Elleviou,  pidió  su  representa 


V  ni.iHow»-^ 


DE  NAPOl.Kn\  405 

cion  bajo  la  fórmula  comedida  do:  t Si  fuese  dable*  Y  el  empresario 
contestó  agudamente  que  no  so  daban  imposibles  para  el  vencedor  di»  Ita 
lia,  quo  hacia  tiempo  tenia  borrada  esta  voz  dd  diccionario. 

A  pesar  del  ansia  universal  que  iba  en  su  alcance,  Napoleón ,  sin  de 
jarse  embriagar  por  tantísima  humareda  de  incienso,  y  haciéndose  atina- 
damente cargo  de  su  situación  ,  temió  que  con  tan  dilatada  inacción  fue 
se  á  menos  el  recuerdo  de  sus  antiguos  servicios  y  entibiase  el  acalora 
miento  de  sus  secuaces.  •  Kn  París,  decia  él,  nada  se  tiene  presente,  y  si 
paso  mucho  tiempo  sin  hacer  nada,  estoy  perdido.  Kn  esta  gran  Babilonia 
una  Hombradía  desbanca  «á  otra ,  y  cuando  me  hayan  visto  tres  veces  en 
el  teatro,  ya  no  harán  caso  de  mi,  por  lo  cual  me  escasearé  por  allá.  Des 
pues  repetía  el  dicho  de  Cromwell,  cuando  le  llamaban  la  atención  al  en 
tusiasmo  que  movia  su  presencia:  « ¡  Y  qué!  ¿si  yo  fuese  al  cadalso,  el  pue- 
blo no  correría  tras  mí  con  igual  afán?  *  Rehusó  una  representación  de 
aparato  que  le  ofreció  la  empresa  de  la  ópera,  y  desde  entonces  asistió  al 
teatro  en  palco  cubierto. 

Sobrevinieron  á  la  sazón  varias  conspiraciones  contra  su  persona.  I  na 
mujer  le  hizo  avisar  que  trataban  de  envenenarle:  el  individuo  que  fué  á 
dar  el  aviso  qnedó  arrestado,  y  el  juez  de  paz  del  distrito  le  hizo  declarar 
la  casa  de  la  mujer  que  lo  habia  enviado.  Hallaron  a  esta  desventurada 
nadando  en  su  sangre;  los  asesinos,  noticiosos  de  que  habia  sabido  y  de 
latado  sns  viles  intentos ,  trataron  delibrarse  de  su  testimonio  con  un 
nuevo  atentado. 


\1 


100  HISTORIA 

Bonaparte,  retraído  del  Directorio,  apeteció  entrar  en  el  Instituto,  aun 
que  su  afán  se  encaminase  á  otros  objetos  que  los  científicos  ó  literarios. 
Fué  admitido  en  reemplazo  de  Carnot,  fallecido  el!  8  de  fructidor,  forman- 
do parte  déla  clase  de  ciencias  y  artes.  La  carta  que  escribió  al  presidente 
Camus  merece  citarse  por  entero. 

i  Ciudadano  presidente : 

« El  voto  de  los  sujetos  de  suposición  que  componen  el  Instituto  me 
favorece. 

«Estoy  muy  hecho  cargo  de  que  antes  de  ser  su  igual,  seré  mucho 
tiempo  su  discípulo. 

« Si  hubiese  un  modo  mas  espresivo  de  darles  á  conocer  el  aprecio  que 
me  están  mereciendo,  lo  usaría.        » 

i  Las  conquistas  verdaderas  hechas  contra  la  ignorancia  son  las  úni- 
cas que  no  redundan  en  quebrantos.  Coadyuvar  á  la  ostensión  del  alean 
ce  humano  es  la  tarca  mas  honorífica  y  provechosa  para  las  naciones. 

« El  poderío  verdadero  de  la  república  francesa  debe  cifrarse  para  lo  su 
cesivo  en  no  consentir  que  asome  un  solo  concepto  nuevo  que  no  sea  suyo. 

Bonaparte. i 


Asombroso  era  este  lenguaje  en  boca  de  un  hombre  que  habia  llega 
do  á  la  cumbre  de  la  gloria  por  medio  de  afanes  puramente  militares ,  pe- 
ro Napoleón  quería  manifestar  que  no  le  alucinaban  la  suerte  ni  las  preo 
cupaciones  de  su  profesión.  Para  encumbrarse  allá  hasta  la  altura  que  su 
mimen  ambicioso  habia  divisado  y  hacia  la  cual  asestaba  sus  pensamientos 
con  desalada  perseverancia,  necesitaba  manifestaren  sí  mas  que  un  gran 
de  capitán  engreído  con  sus  triunfos  y  propenso  á  apreciar  únicamente  el 
arte  de  la  guerra,  la  ciencia  y  el  valor  de  los  campamentos.  Importábale 
que  la  gran  nación  dueña  del  orbe  sobre  la  que  aspiraba  á  reinar ,  se  seos 
tumbrasc  á  mirarle  como  al  mas  capaz  ¿le  defenderla  con  las  armas,  y  tam 
bien  de  sublimar  siempre  sus  alcances  intelectuales  y  el  ejercicio  del  pa 
trocinio  universal  que  estaba  ejerciendo,  así  por  su  superioridad  moral, 
como  por  su  preponderancia  militar. 

;,Pero  habia  llegado  el  trance  de  patentizar  pretensiones  encubiertas 
que  albergaba  desde  la  campaña  de  Italia?  Napoleón  no  lo  creyó,  y  desde 
entonces  debió  pensar  en  salir  pronto  de  la  ociosidad  que  podia  compro 
meter,  si  no  dar  al  través  con  su  grandiosa  nombradía. 

Acordó  pues  pasar  á  Ejipto ,  á  lo  cual  consintió  el  Directorio,  porque 
su  previsión  menguada  y  que  solo  comprendía  los  trances  del  dia  siguien- 
te ,  le  hacia  desear  la  ausencia  del  ilustre  guerrero,  sin  reflexionar  que 
nuevos  triunfos  deslumhrarían  mas  y  mas  á  la  nación,  y  por  consiguiente 
acrecentarían  la  popularidad  que  tanto  temían.  Bonaparte,  que  ideara  el 


DE  \  IPOLBON  407 

plan  ,  preparó  por  sí  solo  su  ejecución ,  y  se  encargo  de  organizar  todo  el 
ejercito  espedicionario.  'también  formó  y  elijió  las  (lucientes  comisiones 
de  sabios  y  artistas  que  debían  acompañar  a  nuestras  tropas,  para  que  los 
triuufosdc  nuestras  armas  sirviesen  á  los  progresos  de  la  civilización .  Cuan 
do  le  preguntaron  si  permanecería  mocho  tiempo  en  Ejipto,  respondió  ¡ 
« Estaré  pocos  meses  o  seis  anos;  todo  depende  de  los  aconta rimientos.  » 
Llovó  consigo  una  biblioteca  de  campaíía/compnesta  de  tomos  en  18".  que 
trataban  de  ciencias  y  artes,  jcografiay  viajes,  historia,  poesía,  novelas  y 
política.  Kn  su  catálogo  se  hallaban  Plutarco,  l'olihio,  Tucídides,  Tito 
Livio,  Tácito,  llaynal,  Yollaire,  Federico  II.  Homero,  el  Taso,  <>s¡an, 
Niijilio,  Fonelon,  \a  Fon  tai  ne,  Housseau,  Marmontel,  I-e  Sage,  (¿oethe, 
el  Antiguo  Testamento,  el  Nuevo,  el  Alcorán,  el  Vedan,  el  Espíritu  de  las 
Leyes  y  la  Mitolojía. 

Una  desavenencia  de  Reí  nadotte  con  el  gabinete  austríaco ,  á  causa 
de  la  bandera  tricolor  que  el  embajador  francés  habia  enarl>olado  en  su 
casa  y  que  la  plebe  de  Viena  habia  insultado,  faltó  poco  para  que  detu 
viese  á  Bonaparte  en  Europa  la  víspera  de  su  marcha  de  Paris.  El  Direc 
torio  quería  tomar  venganza  de  este  ultraje  á  costa  de  una  nueva  guerra 
que  hubiera  capitaneado  el  vencedor  de  Italia;  pero  este,  que  veia  desba 
ratadas  sus  miras  con  este  nuevo  desvío,  observó  « que  á  la  política  tocaba 
avasallar  los  incidentes,  y  no  á  los  incidentes  gobernar  la  política. »  El 
Directorio  tuvo  que  ceder  á  un  reparo  tan  atinado,  y  Napoleón  se  encami 
nóá  Tolón. 

Llegado  el  4  8  de  mayo  de  4  799  á  aquella  ciudad ,  cuna  de  su  fama  y 
gloria,  supo  que  la  lejislacion  violentísima,  ocasionada  por  los  emigrados 
contra  ella,  y  restablecida  en  48  de  fructidor,  estaba  todavía  causando 
amargo  duelo  á  la  9a.  división  militar.  No  cabiéndole  promulgar  órdenes 
como  jeneral  en  un  país  que  no  estaba  bajo  su  mando ,  escribió  como  in- 
dividuo del  Instituto  nacional  á  las  comisiones  militares  del  Mediodía  , 
para  exhortarlas  á  que  se  asesorasen  para  sus  fallos  con  la  clemencia  y  la 
humanidad.  «  He  sabido  muy  á  mi  pesar ,  les  dijo,  que  han  sido  ejecuta 
dos  como  reos  de  emigración,  ancianos  de  setenta  y  ochenta  anos,  desdi 
chadas  mujeres  embarazadas,  madres  de  niños  tiernos. 

« ¿  Acaso  los  soldados  de  la  libertad  se  han  trasformado  en  verdugos  ? 

« ¿  Falleció  por  ventura  en  sus  corazones  la  compasión  que  llevaron  en 
medio  de  los  combates? 

«La ley  del  48  de  fructidor  fué  una  providencia  de  salvamento  jene 
ral.  Su  mente  fué  atajar  á  los  conspiradores,  desentendiéndose  de  miseras 
mujeres  cuitadas  y  de  ancianos  caducos. 

«Os  exhorto,  pues,  ciudadanos,  á  que  declaréis,  cuantas  voces  la  ley 
haga  comparecer  ante  vuestro  tribunal  mujeres  ó  ancianos  de  mas  de  se 


IOS  II1ST01UA 

sonta  años,  que  en  medio  de  las  refriegas  habéis  respetado  las  mujeres  y 
los  ancianos  de  vuestros  enemigos. 

« El  militar  que  firma  una  sentencia  contra  una  persona  inhábil  para 
el  manejo  de  las  armas  es  un  cobarde. » 

Este  jeneroso  paso  salvó  la  vida  á  un  anciano  emigrado  á  quien  la  co- 
misión tolonesa  habia  condenado  á  muerte.  Precioso  se  hace  este  rasgo  en 
un  guerrero  acostumbrado  á  derramar  sangre  humana  en  los  campos  de 
batalla,  recomendando  á  sus  compañeros  que  respeten  lahumanidad  en  la 
flaqueza  ya  postrada  de  la  vejez  y  de  las  mujeres ;  asombroso  se  hace  el 
presenciarle  encareciendo  á  sus  guerreros  aquella  prenda  con  el  sumo 
ahinco  de  su  propia  humanidad.  Reina  en  aquella  carta  de  Bonaparte, 
individuo  del  Instituto,  á  las  comisiones  militares  del  Mediodía,  un  im- 
pulso de  subordinación  necesaria  de  la  espada  al  pensamiento  en  la  gran 
carrera  del  progreso  social. 

Dispuesto  ya  todo  para  el  embarquo  y  cercana  la  partida,  Napoleón 
dirijió  á  su  ejercito  la  arenga  siguiente : 


DE  MAPOLKUiY  lu'J 

t  Oficiales  y  soldado»: 

«  llano  dos  anos  que  vine  á  mandaros:  cu  aquella  época  os  hallabais 
por  la  ribera  de  Jénova  en  sumo  desamparo,  faltos  de  lodo  y  habiendo 
sacrificado  hasta  vuestros  relojes  para  vuestra  reciproca  subsistencia ;  o^ 
prometí  poner  un  término  a  vuestras  desdichas,  os  condujo  á  Italia  y  allí 
se  os  concedió  todo...  Decid,  ¿no  he  cumplido  mi  palabra?»  l-os  soldados 
respondieron  que  sí  con  vocería  jcneral. 

Napoleón  prosiguió: 

t  Quedo  enterado,  pero  sabed  que  aun  no  habéis  hecho  bastante  por 
la  patria,  y  que  ella  tampoco  ha  hecho  todavía  lo  suficiente  por  vosotros. 

•  Voy  á  llevaros  ahora  á  un  pais,  en  el  que  vuestras  hazañas  venido 
ras  van  á  sobrecojer  mas  y  mas  á  vuestros  aclamadores,  y  en  donde  ha 
réis  a  la  patria  servicios  tan  sumos  cuales  tiene  derecho  á  esperar  de  un 
ejército  de  invencibles. 

« Prometo  á  cada  soldado  que,  al  volver  de  esta  espedicion,  se  le  fiara 
con  que  comprar  seis  aranzadas  de  terreno. 

« Vais  á  correr  nuevos  peligros  que  participaréis  con  vuestros  herma 
nos  los  marinos.  Hasta  ahora  esta  arma  no  se  ha  hecho  temible  á  nuestros 
enemigos;  sus  hazañas  no  han  igualado  las  vuestras;  les  han  faltado  oca 
siones;  pero  el  valor  de  los  marinos  es  igual  al  vuestro;  su  voluntad  es 
triunfar,  y  también  lo  conseguirán. 

« Comunicadles  esa  esperanza  invencible  que  os  hizo  en  todas  partes 
victoriosos;  apoyad  sus  conatos;  vivid  á  bordo  en  aquella  buena  intelijen 
cia  tan  jenial  entre  los  hombres  animosos  de  corazón  y  adictos  al  éxito  de 
la  misma  causa;  se  han  granjeado,  al  par  de  vosotros,  derechos  al  recono 
cimiento  nacional  en  el  arte  tan  arduo  de  la  náutica. 

«  Acostumbraos  á  las  maniobras  de  abordo ;  sed  el  terror  de  vuestros 


HO  HISTORIA 

enemigos  de  mar  y  tierra ,  imitando  así  á  los  soldados  romanos  que  su 
pieron  por  igual  derrotar  á  Cartago  en  las  llanuras  y  á  los  Cartajincses  en 
sus  armadas. » 

El  ejéreito  respondió  con  aclamaciones  de  « ¡Viva  la  república!  i 
Josefina  habia  acompañado  á  su  marido  hasta  Tolón.  Bonapartc  la 
amaba  con  estremo,  y  así  fué  muy  entrañable  su  despedida,  pues  podían 
temer  que  su  separación  fuese  eterna,  al  pensar  en  los  riesgos  á  que  iba 
á  esponerse  el  jeneral.  La  escuadra  dio  á  la  vela  en  19  de  mayo. 


H'IIIIM       \|| 


Conquista  di     Ijij, 


stando  ya  la  escuadra  dispuesta  para  sdn  i  h 
mar,  tomó  el  nimbo  de  Malla.  I  na  larde  que 
¡navegaba  por  el  mar  de  Sicilia,  el  secretario 
fdel  jeneral  en  jefe  creyó  divisar,  ai  ponerse  el 
sol,  la  cumbre  de  los  Alpes.  Comunicó  su  des 
cuDiimientoa  lionaparte,  ijuien  le  respondió  con  un  jestode  incredulidad 
Pero  el  almirante  Brueyx  habiendo  tomado  su  anteojo,  declaró  que  Itour 
rienne  tenia  razón.  Entonces  Konapartc  esclamó:  « ¡Qué!  los  Alpes!*  y  al 
cabo  de  un  rato  de  permanecer  allá  pensativo,  añadió:  «No,  no  puedo  ver 
el  suelo  de  Italia  sin  conmoverme.  Allá  está  el  Oriente  y  alia  me  encami- 
no.  Una  empresa  aventurada  me  llama.  Aquellos  montes  dominan  las 


442  HISTORIA 

llanuras  en  que  tuve  la  dicha  de  conducir  en  tantas  ocasiones  los  France- 
ses a  la  victoria.  Con  ellos  todavía  venceremos. » 

Durante  la  travesía  se  entretenía  en  conversar  con  los  sabios  y  jenera- 
les  que  le  acompañaban,  hablando  á  cada  uno  del  objeto  de  su  inclinación 
y  de  sus  estudios.Trataba  con  Monge  y  Berthollet  de  las  ciencias  exactas,  y 
aun  de  metafísica  y  de  política.  El  jeneral  Cafarelli  Dufalga,  á  quien  pro 
fesaba  un  aprecio  afectuoso,  le  proporcionaba  también  distracciones  dia- 
rias con  la  agudeza  de  sus  aprensiones  y  la  amenidad  de  su  conversación. 
Después  de  comer  solia  suscitar  cuestiones  arduas  sobre  las  mas  graves 
materias,  complaciéndose  en  estimular  á  los  interlocutores  unos  contra 
otros,  ora  para  aprender  á  justipreciarlos,  ora  para  adquirir  instrucción, 


dando  siempre  la  preferencia  al  mas  capaz  y  al  que  sostenía  con  mas  inje 
nio  lo  paradojista  y  disparatado.  Estas  discusiones  no  tenían  por  consi- 
guiente para  él  mas  que  un  valor  de  ejercicio  mutuo  ú  de  jimnástica  in 
tclectual.  Gustábale  también  sacar  á  luz  el  doble  problema  de  la  edad  del 
mundo  y  de  su  destrucción  probable.  Su  imajinacion  y  su  pensamiento  no 
se  hallaban  á  gusto  sino  con  datos  grandiosos  ó  sublimes. 

Al  cabo  de  una  navegación  bonancible  de  veinte  dias,  la  escuadra 
francesa  se  presentó  el  40  de  junio  delante  de  Malta,  que  se  dejó  ocupar 
sin  resistencia,  lo  cual  dio  motivo  á  que  Cafarelli  dijese  á  Bonaparte  des- 
pués de  haber  visitado  las  fortificaciones:  «  A  fe  mia,  jeneral ,  que  he- 
mos tenido  suerte  en  que  hubiese  alguien  dentro  en  la  ciudad  para  abrir- 
nos las  puertas. »  Empero  Napoleón  negó  en  Santa  Helena  que  debiese  es- 


I>K  NAPOLEÓN  \\r, 

la  conquista  »  intelijcncias  particulares.  iEn  Mantua  fue,  dijo,  riondc 
tomóá  Malta;  mi  procedimiento  caballeroso  con  Wurmsn  m  valió  la 
sumisión  del  gran  maestre  y  los  caballeros.  *  Mr.  de  llourricnnc  asegura 
al  contrario  que  estos  fueron  vendidos. 

Como  quiera  que  sea,  Itonapartc  se  detuvo  jxxos  días  en  Malta.  Li  M 
cuadra  surcó  bácia  Candía  á  donde  llegó  el  25  de  junio,  babiendo  burlado 
con  este  rodeo  á  ¡Nclson ,  quien  estaba  esperando  la  espedicion  francesa 
|H>r  las  aguas  de  Alejandría  como  habia  calculado,  lo  cual  fué  muy  reí 
turoso  para  la  armada  francesa  ,  porque  Hrueyx  declárala  que  con  solos 
diez  navios,  el  almirante  inglés  tendría  á  su  favor  todas  las  probabilida 
des  del  triunfo.  «Quiera  Dios,  decia  a  veces  con  un  profundo  suspiro, 
que  pasemos  sin  encontrar  á  los  Ingleses. » 

Antes  de  pisar  la  costa  africana,  Bonaparte  (puso  encararse  de  nuevo 
con  sus  soldados  para  enardecer  mas  y  mas  su  entusiasmo  con  la  perspec 
I  iva  de  una  próxima  y  grandiosa  conquista,  precaviéndolos  del  desalíen 
to  y  de  la  indisciplina.  He  aquí  la  famosa  proclama  que  les  hizo  en  aque 
Ha  ocasión: 

«  BONAI'ARTK,    MIKMHKO   DEL   INSTITUTO   NAOOflAL,    JENERA1.    EN    IKH 
«A  bordo  del  ürirktk,  el  \  de  mesidor,  año  VI. 


« Soldados : 

«  Vais  a  emprender  una  conquista  cuyos  resultados  sobre  la  civiliza 
cion  y  el  comercio  del  mundo  son  imponderables.  Daréis  sobre  la  Ingla 
ierra  un  embute  recio  y  doloroso,  ínterin  llega  el  dia  en  que  podáis  darle 
el  golpe  mortal. 

i  Haremos  marchas  penosas;  trabaremos  muchas  peleas;  pero  saldré 
mos  airosos  de  todas  nuestras  empresas,  porque  el  destino  nos  es  propi- 
cio. Los  beyes  mamelucos,  que  favorecen  csclusivamenteel  comercio  in 
glés,  que  han  vejado  á  nuestros  comerciantes  y  tiranizan  á  los  infelices 
habilantes  del  Nilo,  fenecerán  con  nuestra  llegada. 

« Los  pueblos  con  quienes  vamos  á  vivir  son  mahometanos .  su  primer 
articulo  de  fe  es  este:  « No  hay  otro  Dios  sino  Dios,  y  Mahoma  es  su  pro 
felá. »  No  les  contradigáis;  obrad  respecto  á  ellos  como  hemos  obrado 
con  los  Judíos  y  los  Italianos;  guardad  miramientos  con  sus  muftis  y  sus 
imanes,  como  los  habéis  guardado  con  los  rabinos  y  los  obispos;  dispen 
sad  á  las  ceremonias  que  prescribe  el  Alcorán  y  á  las  mezquitas  la  misma 
tolerancia  que  usasteis  con  los  conventos  y  sinagogas,  con  la  relijion  de 
Moisés  y  con  la  de  Jesucristo. 

«  Las  lejiones  romanas  amparaban  todas  las  relijiones.  Hallaréis  aquí 
usos  diferentes  de  los  de  Europa,  y  es  preciso  que  os  acostumbréis  á  ellos 

15 


444  HISTORIA 

«  Los  pueblos  á  donde  varaos ,  tratan  á  las  mujeres  de  muy  diferente 
modo  que  nosotros ;  pero  en  todos  países  el  que  las  violenta  es  un  mons 
truo. 

« El  saqueo  solo  enriquece  á  un  corto  número  de  hombres,  nos  des 
honra,  destruye  nuestros  recursos  y  nos  hace  enemigos  de  los  mismos 
pueblos  que  es  nuestro  interés  tener  por  amigos. 

«  La  primera  ciudad  que  encontraremos  fué  edificada  por  Alejandro ; 
á  cada  paso  hallaremos  grandes  recuerdos  dignos  de  escitar  la  emulación 
de  los  Franceses. » 

Después  de  esta  proclama,  Bonaparte  publicó  una  orden  del  dia,  con 
donando  á  pena  capital  á  cualquiera  individuo  del  ejército  que  saquease, 
forzase ,  impusiese  contribuciones ,  ó  cometiese  tropelías  de  cualquiera 
clase  que  fuesen.  Hacia  responsables  á  los  cuerpos  dolos  escesos  de  aquo 
líos  individuos  á  quienes  hubiera  querido  librar  la  intimidad  militar  de  la 
aplicación  de  esta  terrible  pena.  Ia)s  jefes  estaban  también  sujetos  á  una 
responsabilidad  que  debia  activar  su  vijilancia,  estimulando  su  severidad. 

Por  lo  demás,  toda  esta  prudente  rijidez  era  al  remedo  de  los  Roma- 
nos á  quienes  recuerda  tan  fundadamente  Bonaparte  en  su  proclama.  Pe 
ro  lo  que  hay  de  verdaderamente  nuevo  en  este  documento  orijinal,  como 
en  la  mayor  parte  de  los  que  infundió  la  espedicion  de  Ejipto  al  prohom 
bre  que  la  capitaneaba,  es  el  espectáculo  de  un  conquistador  que,  al  decir 
una  palabra  solemne  á  sus  soldados  ó  á  los  pueblos,  cuyo  territorio  inva- 
de ,  no  va  á  buscar,  siguiendo  las  huellas  de  sus  predecesores,  en  títulos 
pomposos  y  terribles  el  apoyo  de  la  superstición,  de  la  vanagloria  ó  del 
temor,  sino  que  aparenta  por  el  contrario  considerar  como  su  primer  dic 
tado  para  el  respeto  y  la  confianza  de  las  naciones  su  cualidad  de  indi- 
viduo de  un  instituto  académico,  cuya  autoridad  está  afianzada  en  el  in 
flujo  pacífico  del  pensamiento  y  de  la  razón  humana.  Alejandro  asomó  en 
Ejipto  como  hijo  de  Júpiter ;  César  quiso  también  descender  de  los  dioses 
por  Ascanio ;  Mahoma  se  presentó  cual  profeta ,  al  paso  que  obraba  en  el 
ejercicio  de  su  apostolado  como  un  soldado  feroz,  dando  el  renombre  de 
Espada  de  Dios  al  mas  temible  de  sus  tenientes.  Atila  se  hizo  llamar  el 
Azote  de  Dios,  y  la  divinidad  misma  en  la  edad  media  cristiana,  reme- 
dando á  la  antigüedad  pagana,  recibió  por  principal  atributo  de  parte  de 
los  teólogos  y  poetas  el  depósito  de  los  rayos,  el  mando  de  los  ejércitos 
y  la  dirección  de  las  batallas.  Bonaparte  conocia  bien  el  siglo  que  estaba 
grandiosamente  encabezando  y  sobre  el  cual  debia  imperar  con  su  numen 
todo  poderoso ,  para  acudir  á  otros  realces  que  los  enjendrados  por  sumos 
talentos  y  esclarecidos  triunfos;  y  eomo  si  hubiese  querido  manifestar  es- 
truendosa y  ejemplarmente  que  el  progreso  social,  anunciado  por  los  filó 
sofos  y  acojido  por  los  pueblos ,  se  cifraba  en  la  subordinación  progresi 
va  de  la  espada  á  la  potestad  civilizadora  de  las  artes,  del  comercio  y  de 


DE  NAPOLEÓN  44S 

!,is  ciencias,  siendo  el  primero  de  los  guerreros  cu  la  nación  mas  belicosa 
de  la  tierra,  pospone  su  dictado  de  jcncral  en  jefe  al  de  académico,  en 

■  ■  1 1 '!•/. mili  i  sus  oficios  y  proclamas  con  estas  palabras  ¡  Honapartc ,  mimi 

IIHO  UEL   INSTITUTO   RACIONAL.  * 

La  escuadra  llegó  el  V.  de  julio  á  Alejandría,  en  donde  habia  estado 
Nclson  dos  dias  antes,  y  estrenando  no  encontrar  la  espedicion  francesa, 
sii|K)  que  se  habia  dirijido  á  las  costas  de  Siria  para  desembarcar  en  Ale 
jandreta.  Bonaparte,  informado  de  su  aparición  y  previendo  su  próximo 
regreso,  resolvió  efectuar  inmediatamente  el  desembarro  de  su  ejercito.  El 
almirante  Brucyx  encontraba  dificultades  y  se  oponía  á  todo  trance.  Bona 
parte  insistió  y  acudió  á  la  potestad  de  su  mando  supremo.  « Almirante , 
le  dijo  á  Brueyx,  que  pedia  una  suspensión  de  doce  horas,  no  tenemos 
tiempo  que  perder,  la  fortuna  me  concede  tres  dias,  si  no  los  aprovecho, 
estamos  perdidos.  » 

El  almirante  tuvo  que  ceder,  felizmente  para  su  escuadra,  porque  no 
habiéndola  hallado  Nelson  en  los  parajes  en  donde  la  habia  buscado ,  no 
tardó  en  volver  á  Alejandría,  pero  era  ya  tarde;  la  tenacidad  y  la  pronti 


rey 


M6  HISTORIA 

tud  de  Bonapartc  habían  salvado  el  ejército  francés,  que  se  hallaba  ya  des 
embarcado. 

Esta  operación  se  verificó  en  la  noche  del  \  al  2  de  julio  á  la  una  de 
la  mañana  en  el  Marabut ,  á  tres  leguas  de  Alejandría.  El  ejército  marchó 
inmediatamente  corttraesta  ciudad,  que  fué  asaltada,  diríjiendo  la  opera 
cíob  Kleber,  quien  salió  herido  en  la  cabeza.  Esta  conquista  costó  poco 
empeño,  sin  que  resultase  el  menor  esceso,  pues  no  hubo  saqueo  ni  mor 
laudad  en  Alejandría. 

Al  desembarcar  Bonapartc,  escribió  la  carta  siguiente  al  bajá  de  Ejipto- 

« El  Directorio  ejecutivo  de  la  república  francesa  ha  acudido  muchas 
veces  ala  Sublime  Puerta,  pidiéndole  el  castigo  de  los  beyes  de  Ejipto  que 
oprimían  á  los  comerciantes  franceses. 

« Pero  la  Sublime  Puerta  ha  declarado  que  los  beyes,  hombres  anto 
jadizos  y  codiciosos,  desoían  los  recursos  de  la  justicia,  y  que  no  solo  no 
autoriza  los  desacatos  que  cometían  con  los  Franceses  sus  buenos  y  anti 
guos  amigos ,  sino  que  también  les  negaba  su  amparo. 

«La  república  francesa  ha  por  fin  acordado  enviar  un  poderoso 
ejército  para  poner  coto  á  las  demasías  délos  beyes  de  Ejipto,  comorepe 
tidas  veces  tuvo  que  hacerlo  en  este  siglo  contra  los  beyes  de  Túnez  y  Arjel 

« A  ti  que  debieras  ser  el  señor  de  los  beyes,  y  á  quien  tienen  sin  em- 
bargo en  el  Cairo  sin  potestad  ni  facultades ,  mi  llegada  debe  serte  agrá 
dable. 

«  Sin  duda  estás  noticioso  de  que  nada  intento  contra  el  sultán  ni  el 
Alcorán,  y  que  la  nación  francesa  es  la  sola  y  única  aliada  que  el  sultán 
tiene  en  Europa. 

« Sáleme  pues  al  encuentro  y  maldice  conmigo  la  ralea  malvada  de  los 
beyes. » 

Al  entrar  en  Alejandría  publicó  una  proclama,  dirijidaá  los  habitan 
tes  y  concebida  en  estos  términos : 

BONAPARTE,    INDIVIDUO    DEL   INSTITUTO   NACIONAL,    JENERAL   EN    JEFE, 
DEL   EJÉRCITO   FRANCÉS. 

«Bastante  tiempo  hace  que  los  beyes,  gobernadores  del  Ejipto,  están 
insultando  á  la  nación  francesa  y  causando  estorsiones  á  sus  comerciantes; 
la  hora  de  su  castigo  ha  llegado. 

« Tiempo  hace  que  esa  gavilla  de  esclavos  comprados  en  el  Cáucaso  y 
la  Jeorjia  tiranizan  la  parte  mas  hermosa  del  mundo;  pero  Dios,  de  quien 
lodo  depende,  ha  dispuesto  que  su  imperio  se  acabe. 

«  Pueblos  del  Ejipto ,  os  dirán  que  vengo  á  destruir  vuestra  relijion ; 
mas  no  los  creáis.  Respondedles  que  vengo  á  reponeros  en  vuestros  derc 
chos,  castigando  á  los  usurpadores,  y  que  respeto  mas  que  los  mamelucos 
á  Dios,  á  su  profeta  y  ancoran.  Decidles  que  todos  los  hombres  son 


DE  NAPOLEÓN.  M7 

■míales  á  los  ojos  de  Dios  y  que  solo  los  diferencian  la  sabiduría,  el  talen 
lo  y  las  virtudes.  ¿Y  que  sabiduría,  qué  talento,  que  virtudes  realzan  ¡i 
los  mamelucos  para  que  tengan  eselusivamentc  todo  euanto  hace  la  vida 
grata  y  apetecible  ? 

« Si  el  Kjipto  es  su  hacienda ,  que  presenten  el  contrato  que  Dios  les 
lia  hecho.  Pero  Dios  es  justo  y  misericordioso  con  el  pueblo. 

« Todos  los  Kjipeios  serán  llamados  a  ejercer  todos  los  cargos;  gober 
narán  los  mas  sabios,  instruidos  y  virtuosos,  y  el  pueblo  será  Miz 

tEn  otro  tiempo  teníais  grandes  ciudades,  hermosos  canales  y  gran 
dioso  comercio:  ¿y  quién  ha  destruido  todo  esto,  sino  la  avaricia,  la  sinra 
zon  y  la  tiranía  de  los  mamelucos? 

«Cadíes,  jeques,  imanes,  eschorbadjis,  decid  al  pueblo  que  somos  ami 
gosde  los  verdaderos  musulmanes.  ¿No  somos  nosetros  los  que  hemos 
destruido  al  papa,que  decia  era  preciso  hacer  la  guerra  á  los  musulmanes? 
¿  No  somos  nosotros  los  que  hemos  destruido  á  los  caballeros  de  Malta 
porque  estos  insensatos  ereian  que  Dios  deseaba  hiciesen  la  guerra  á  los 
musulmanes?  ¿No  somos  nosotros  los  que  hemos  sido  en  todos  tiempos 
amigos  del  (irán  Señor  (cuyos  deseos  cumpla  Dios)  y  el  enemigo  de  sus 
enemigos?  Y  al  contrario,  ¿no  son  los  mamelucos  los  que  se  sublevaron 
contra  la  autoridad  del  Gran  Señor,  que  aun  desconocen,  soltando  la  rien 
da  á  sus  antojos? 

«Tres  veces  bienaventurados  los  que  estuviesen  con  nosotros,  pues 
prosperarán  en  riquezas  y  honores.  Bienaventurados  los  que  permanezcan 
neutrales ;  tendrán  tiempo  para  conocernos  y  se  alistarán  con  nosotros 
Pero  desgraciados,  tres  veces  desgraciados  los  que  se  armaren  por  los  ma 
melucosy  pelearen  contra  nosotros.  Para  ellos  no  habrá  esperanza:  fene 
cerán  todos. » 

Luego  que  Bonaparte  hubo  encargado  á  Kleber  el  mando  de  Alejan 
dría,  salió  de  allí  el  7  de  julio  tomando  el  camino  de  Damanhur  por  medio 
del  desierto,  en  donde  el  hambre,  la  sed  y  un  calor  insufrible  acosaron  el 
ejército  con  padecimientos  inauditos,  feneciendo  muchos  soldados.  Halló 
la  tropa  algún  alivio  en  Damanhur ,  donde  Bonaparte  planteó  sus  reales 
en  casa  del  jeque  anciano,  que  aparentaba  suma  pobrezaá  fin  de  libertarse 
de  las  tropelías  que  le  acarrearan  las  muestras  de  su  riqueza.  Prosiguió  su 
marcha  sobre  el  Cairo,  y  en  cuatro  dias  derrotó  á  los  mamelucos  en  Kama 
nieh  y  destruyó  la  escuadrilla  y  la  caballería  de  los  beyes  en  ChebUMI 
En  esta  última  refriega  el  jeneral  en  jefe  habia  escuadronado  absoluta 
mente  en  cuadro,  de  modo  que  la  caballería  enemiga  se  estrelló  á  i>esar  del 
arrojo  de  su  ataque  y  del  ímpetu  de  su  denuedo.  Al  principio  de  este  en 
cuenteo,  en  el  que  el  jefe  de  división  Peree,atacado  por  fuerzas  superiores. 
se  apoderó  con  brillante  éxito  de  una  posición  arriesgada ,  los  sabios  Mon 


-H8  HISTORIA 

ge  y  Berthollet  hicieron  grandes  servicios  arrollando  personalmente  al 

enemigo. 

Estos  diversos  triunfos  alcanzados  sobre  los  Árabes  fueron  el  preludio 
de  una  victoria  mas  señalada  que  franqueó  las  puertas  del  Cairo  al  ejérci 
to  francés.  A  fines  de  julio  se  bailó  en  presencia  de  Murad-Bey  y  al  pié  de 
las  pirámides, en  donde  Bonaparte,  sin  duda  inspirado  á  la  vista  de  aque- 


ni!H¡ii!:¡rt 


"vW*)*ft.VM*».V 


DE  NAPOLEÓN  H!> 

líos  antiguos  y  njigantmlo*  monumentos,  esrlamo  on  el  arto  de  dar  la  !>;< 


talla :  « Soldados ,  vais  á  pelear  contra  los  dominadores  del  Ejipto ,  recapa- 
citad que  desde  la  cumbre  de  esos  monumentos  os  están  mirando  cuaren- 
ta siglos,  i 

Y  con  efecto,  cuarenta  siglos  contemplaban  á  los  Franceses  desde  la  ci- 
ma de  las  pirámides;  cuarenta  siglos,  habiendo  visto  echar  el  primero  los 
cimientos  de  aquellos  inmensos  sepulcros  rejios  por  las  serviles  manos  de 
las  castas  ejipcias,  y  viendo  el  último  conquistar  á  beneücio  de  la  civiliza 
cion  aquellos  monumentos  de  la  antigua  servidumbre  por  las  manos  libres 
de  ciudadanos  franceses.  La  breve  arenga  de  Napoleón  rasgueaba  toda 
la  distancia  qne  mediaba  entre  los  fundadores  de  entonces  y  los  conquis 
tadores  de  ahora :  unos  tiranos  ó  esclavos  por  nacimiento ;  otros  todos 
libres e  iguales ,  jefes  ó  soldados  según  su  mérito.  Desde  los  Faraones, 
señores  absolutos  y  opresores  de  las  tribus  hereditariamente  avasalladas 
para  los  mas  violentos  afanes  y  la  mas  vil  existencia  hasta  el  jeneral  que 
viene  á  decir  á  los  Ejipcios  que  « todos  los  hombres  son  iguales  ante  Dios* 
y  les  anuncia  el  reinado  esclusivo  de  los  talentos  y  de  las  virtudes,  se  es 
labona  de  continuo  una  serie  de  pausados  y  trabajosísimos  progresos, 


\2i) 


HISTORIA 


uyo  primer  entronque  procede  allá  de  la  primera  piedra  de  las  pirámi 


des,  colocada  por  la  desdicha  hereditaria,  y  el  último  en  la  proclama  del 
guerrero  que  solo  reconoce  á  la  sabiduría  y  á  la  capacidad  el  derecho  de 
mandar  á  los  hombres,  mostrándose  mas  ansioso  y  ufano  de  la  prepon- 
derancia de  sus  luces  que  del  poderío  de  su  espada.  Al  decir  á  los  solda- 
dos de  la  república  que  cuarenta  siglos  los  están  mirando,  al  hallarse  es- 
cuadronados y  en  el  punto  de  trabar  la  pelea  con  las  tribus  que  han  reco 
jido  las  reliquias  de  la  esclavitud  antigua,  Bonaparte  enardece  el  afán  por 
los  trofeos  para  que  conserven  y  estiendan  los  beneficios  de  una  civiliza- 
ción que  costó  á  la  humanidad  cuatro  mil  años  de  conatos  y  sacrificios. 
Por  lo  demás ,  no  en  vano  tomó  por  testigos  aquellos  monumentos  embe- 


DE  NAPOLEÓN  121 

Icsantos  y  misteriosos,  pues  el  ejército  francés  correspondió  con  una  com- 
pleta victoria  á  la  invocación  elocuente  de  su  caudillo. 

La  batalla  recibió  el  nombre  de  Embabé,  de  la  aldea  cerca  de  la  cual 
vino  á  darse.  Los  mamelucos  quedaron  derrotados  tn»s  una  refriega  te- 
naz que  duró  diez  y  nueve  horas.  He  aquí  la  narración  ét  esta  encarni 
zada  y  tremenda  lid,  tal  cual  la  describió  el  vencedor: 

•  HATAM.A    I»K    I.AS    IIRAMIDF.S.  • 


i  Al  rayar  el  alba  del  dia  .",  encontramos  los  puestos  avanzados  que 
luimos  rechazando  de  una  en  otra  aldea. 

«  A  las  dos  de  la  tarde  nos  bailamos  delante  de  los  atrincheramientos 
del  ejército  enemigo. 

« Mandé  á  las  divisiones  de  los  jenerales  Desaix  y  Rcynier  que  se  situa- 
sen á  la  derecha  entre  Djyzé  y  Embabé  á  f¡n  de  cortar  al  enemigo  la  co 
municaeion  con  el  Alto  Ejipto,  que  era  su  retirada  natural.  El  ejército  es 
taba  formado  del  mismo  modo  que  en  la  batalla  de  Chebrcisa. 

« Luego  que  Murad-Bey  advirtió  el  movimiento  del  jeneral  Desaix,  de- 
terminó atacarle,  y  envió  uno  de  sus  beyes  mas  valientes  con  un  cuerpo 
sobresaliente  que  acometió  disparadamente  á  entrambas  divisiones.  Ha 
biéndoles  dejado  aproximarse  á  la  distancia  de  cincuenta  pasos,  se  les  re 
cibió  con  una  nube  de  balas  y  metralla,  quedando  gran  número  tendidos 
en  el  campo.  Después  se  arrojaron  al  intermedio  de  las  dos  divisiones,  en 
donde  fueron  recibidos  con  dobles  descargas  que  completaron  su  derrota. 

« Aproveché  el  momento  y  di  orden  á  la  división  del  jeneral  Bon,  que 
se  hallaba  sobre  el  Nilo,  para  que  atacase  los  atrincheramientos,  al  mismo 
tiempo  que  el  jeneral  Vial,  comandante  de  la  división  del  jeneral  Menou , 
se  colocaba  entre  el  cuerpo  que  acababa  de  atacarle  y  los  atrincheramieu 
tos,  con  el  intento  de  acudir  al  triple  objeto  de  imposibilitar  que  este  cuer- 
po revolviese  sobre  ellos,  cortar  la  retirada  al  que  los  estaba  arrostrando, 
y  finalmente  atacar  dichos  atrincheramientos  por  la  izquierda,  si  fuese 
necesario. 

« Luego  que  los  jenerales  Vial  y  Bon  se  hallaron  á  tiro  de  fusil,  manda 
ron  á  la  primera  y  tercera  división  de  cada  batallón  que  se  formase  en 
columna  de  ataque,  mientras  que  la  segunda  y  la  cuarta  conservarían  la 
misma  posición,  formando  siempre  un  cuadro,  que  solo  tenia  tres  hombres 
de  fondo  y  se  adelantaba  para  apoyar  las  columnas  de  ataque. 

« Dirijidas  estas  por  el  valiente  jeneral  Rampon ,  se  arrojaron  con  su 
acostumbrado  ímpetu  sobre  los  atrincheramientos  á  pesar  del  fuego  de 
crecida  artillería.  Cuando  los  mamelucos  dieron  una  carga  y  salieron  de 
los  atrincheramientos  á  galope  tendido,  nuestras  columnas  tuvieron  tiem- 
po de  hacer  alto  y  frente  por  todas  partes  recibiéndolos  con  bayoneta  ca 

16 


122  HISTORIA 

lada  y  con  una  nube  de  balas.  El  campo  de  batalla  quedó  al  punto  cubier- 
to de  cadáveres,  y  nuestras  tropas  se  apoderaron  de  los  atrincheramientos. 
Los  mamelucos  fujitivos  se  atropellaron  sobre  la  izquierda,  pero  un  bata- 
llón de  carabineros,  cerca  del  cual  tuvieron  que  pasar  á  quema  ropa,  les 
causó  una  pérdida  de  consideración.  Muchos  se  arrojaron  también  al  Nilo 
y  quedaron  ahogados. 

« Han  caido  en  nuestro  poder  mas  de  cuatrocientos  camellos  cargados 
de  bagajes  y  cincuenta  piezas  de  artillería.  Calculo  que  la  pérdida  de  los 
mamelucos  asciende  á  dos  mil  hombres  de  su  mejor  caballería,  pues  ran- 
chos délos  beyes  han  quedado  heridos  ó  muertos,  y  Murad-ltey  herido 
en  la  mejilla.  Nuestra  pérdida  es  de  veinte  á  treinta  hombres  muertos  y 
ciento  veinte  heridos.  Por  la  noche  la  ciudad  del  Cairo  ha  sido  evacuada. 
Todas  sus  cañoneras,  corbetas,  bergantines,  y  aun  una  fragata,  han  sido  in- 
cendiadas,) el  4  nuestras  tropas  entraron  en  el  Cairo.  Durante  la  noche  el 
populacho  ha  quemado  las  casas  de  los  beyes  y  cometido  muchos  escesos. 
El  Cairo,  que  tiene  mas  de  trescientos  mil  habitantes ,  encierra  la  mas  as 
querosa  plebe  del  orbe. 

« Después  del  gran  número  de  encuentros  y  batallas  dadas  por  las  tro- 
pas que  mando,  contra  fuerzas  superiores ,  no  pasaría  á  elojiar  su  ade- 
man y  serenidad  en  tan  reñido  trance ,  si  verdaderamente  este  jénero  en- 
teramente nuevo  no  hubiera  requerido  por  su  parte  un  aguante  muy  con- 
trapuesto al  ímpetu  francés,  ya  que  con  su  ardor  jenial  no  lográramos  la 
victoria  que  solo  podia  alcanzarse  con  sumo  sosiego  y  sufrimiento. 

« La  caballería  de  los  mamelucos  ha  descollado  por  su  denuedo.  De- 
fendían su  fortuna,  pues  nuestros  soldados  les  han  hallado  á  todos  de  cua- 
trocientos á  quinientos  luises  de  oro. 

«Todo  el  lujo  de  estas  jentes  consistía  en  sus  caballos  y  su  armamen- 
to. Sus  casas  son  ruines,  y  no  cabe  apenas  ver  terreno  mas  fértil  y  pueblo 
mas  ignorante  y  embrutecido.  Prefieren  un  botón  de  nuestros  soldados  á 
un  escudo  de  seis  francos,  y  en  las  aldeas  ni  siquiera  conocen  unas  tijeras. 
Sus  casas  están  fabricadas  con  barro,  y  su  ajuar  se  reduce  á  una  estera  y 
dos  ó  tres  vasijas,  también  de  barro.  Comen  y  consumen  por  lo  jeneral 
poquísimos  renglones,  no  conocen  el  uso  de  los  molinos,  de  manera  que 
hemos  acampado  sobre  inmensos  montones  de  trigo  sin  poder  lograr  ha- 
rina, alimentándonos  con  legumbres  y  animales.  La  escasa  cantidad  de 
grano  que  reducen  á  harina  la  muelen  con  guijarros;  y  en  las  aldeas  ma- 
yores hay  tahonas  de  bueyes. 

«Nos andau  hostilizando  de  continuo  nubes  y  nubes  de  Árabes,  que 
son  los  mayores  salteadores  y  asesinos  de  la  tierra,  pues  degüellan  á  todos 
los  que  caen  en  sus  manos,  sean  Turcos  ó  Franceses.  El  jeneral  de  brigada 
Muireur  y  otros  muchos  edecanes  y  oficiales  del  estado  mayor  han  sido 
asesinados  por  estos  desastrados ,  quienes  se  emboscan  con  sus  caballos 


DE  NAPOLEÓN  123 

(letras  de  las  vallas  y  en  los  fosos,  y  desgraciado  de  aquel  que  se  aleje  a 
cien  pasos  de  las  columnas.  El  jcneral  Muircur,  á  pesar  délos  avisos  de  la 
gran  guardia ,  solo  por  una  fatalidad  propia  de  los  llegndos  á  su  última 
hora,  quiso  subir  á  un  cerrillo  que  estaba  á  doscientos  pasos  del  campa 
mentó,  y  tres  Beduinos  encubiertos  lo  han  asesinado.  Ia  república  ha  pa 
decido  con  él  grandísima  pérdida,  pues  era  uno  de  los  jenerales  mas  arro- 
jados que  he  conocido. 

« No  se  puede  rodear  á  la  república  colonia  que  esté  mas  á  la  mano , 
y  de  terreno  mas  fértil  que  el  Ejipto.  El  clima  es  sano,  porque  las  noches 
son  frescas.  A  pesar  de  quince  dias  de  marchas  y  fatigas  de  todas  clases, 
de  hallarnos  privados  de  vino  y  aun  de  cuanto  puede  aliviar  el  cansancio, 
no  tenemos  ningún  enfermo.  El  soldado  ha  fenido  á  hallar  cuantioso  re 
curso  con  las  sandías  que  abundan  en  gran  manera 

« La  artillería  ha  descollado  sumamente;  y  así  pido  el  grado  de  jeneral 
de  división  para  el  jeneral  de  brigada  Dommartin.  He  promovido  al  gra- 
do de  jeneral  de  brigada  al  jefe  de  la  misma  Destaing  ,  comandante  de  la 
cuarta  semi-brigada ;  el  jcneral  Zayonschek  se  ha  portado  esclarecidamen- 
te en  las  varias  comisiones  importantes  que  le  han  cabido.  El  ordenador 
Sucy  se  había  embarcado  en  la  escuadrilla  del  Nilo  para  podernos  remi 
tir  víveres  de  la  Delta.  Viendo  que  activaba  mi  marcha  y  deseando  hallarse 
á  mi  lado  en  la  batalla,  se  trasladó  á  una  cañonera,  y  á  pesar  de  los  peli- 
gros á  que  se  esponia  ,  se  desvió  de  la  escuadrilla.  Habiendo  encallado  la 
cañonera,  fué  acometido  por  una  gavilla  de  enemigos,  y  estremó  su  añojo 
hasta  el  punto  de  hallarse  mal  herido  en  un  brazo  y  reanimar  con  su  ejem- 
plo á  la  tripulación  y  sacar  su  lancha  de  tamaño  conflicto. 

« No  hemos  recibido  noticias  de  Francia  desde  nuestra  partida 

«Os  ruego  que  mandéis  entregar  mil  y  doscientos  francos  á  la  mujer 
del  ciudadano  Larrey ,  cirujano  en  jefe  del  ejército.  Nos  ha  hecho  en  me 
dio  del  desierto  señalados  servicios  con  su  afán  y  desembarazo.  Es  el  su 
jeto  mas  á  propósito  para  estar  al  frente  de  los  hospitales  de  un  ejército.  • 

Al  dia  siguiente,  4  de  termidor  (22  de  julio),  Bonaparte  se  acuartelo 
sobre  el  Cairo,  y  publicó  la  proclama  siguiente : 

«Vecindario  del  Cairo,  estoy  bien  hallado  con  tu  conducta,  pues  lias 
tenido  el  tino  de  no  tomar  partido  contra  mí.  He  venido  para  destruir  la 
ralea  de  los  mamelucos,  amparar  el  comercio  y  á  los  naturales  del  pais. 
Sosiégúense  los  medrosos,  y  vuelvan  á  sus  casas  los  que  se  han  ausentado, 
haciéndose  hoy  la  oración  como  es  costumbre  y  como  apetezco  que  con 
tinúe  siempre.  Nada  temáis  acerca  de  vuestras  familias,  casas  y  propieda- 
des, y  sobre  todo  por  la  relijion  del  profeta  á  quien  amo.  Como  es  urjente 
que  haya  hombres  encargados  de  la  policía  para  que  no  se  altere  la  tran 
quilidad,  se  formará  un  diván  compuesto  de  siete  personas  que  se  reuni 
rán  en  la  mezquita  de  Ver;  dos  de  ellas  estarán  siempre  junto  al  coman 


Í24  HISTORIA 

dante  de  la  plaza,  y  cuatro  estarán  ocupados  en  mantener  la  quietud  pú- 
blica  y  mirar  por  la  policía.  • 

Bonapai  te  entró  el  24  de  julio  en  la  capital  del  Ejipto,  y  el  25  escribió 
á  su  hermano  José  ,  individuo  del  consejo  de  los  quinientos. 


«  Verás  por  los  periódicos,  le  dice,  los  partes  de  las  batallas  y  la  con- 
quista del  Ejipto  que  ha  sido  harto  reñida  para  añadir  todavía  una  hoja 
á  la  gloria  militar  de  este  ejército.  El  Ejipto  es  el  pais  mas  rico  en  trigo, 
arroz,  legumbres  y  carnes  que  hay  sobre  la  tierra.  La  barbarie  está  en  su 
punto.  No  hay  dinero  para  pagar  las  tropas.  Dentro  de  dos  meses  estaré 
acaso  en  Francia. 

«  Haz  de  modo  que  tenga  una  casa  de  campo  á  mi  llegada ,  cerca  de 
l'aris  ó  en  Borgoña,  pues  quiero  pasar  en  ella  el  invierno. » 

Esta  carta  prueba  que  Napoleón  conceptuaba  su  conquista  harto  aíian 
zada  para  poder  fiar  su  conservación  sin  continjencia  á  la  cordura  y  des- 
empeño de  sus  segundos.  ¿Pero  qué  objeto  tenia  esta  vuelta  inesperada  á 
Francia  ?  ¿  era  en  busca  de  nuevos  recursos  militares  y  elementos  de  co- 
lonización, como  algunos  lo  han  opinado?  ¿ó  era  solo  su  objeto  acercarse 


DE  NAPOLEÓN.  l'¿f> 

al  teatro  á  -Ion. Ir  su  destino  le  llamaba  á  representar  el  primer  papel,  y  mi 
raba  próximos  los  acontecimientos  que  habia  previsto  y  deseado  por  mu 
cho  tiempo  en  alas  de  su  encumbramiento?  Esta  última  suposición  nos  pa- 
iree mas  verosímil. 


CAPITULO  VIII 


Desastre  de  Abukir.  Establecimientos  é  institutos  de  Bonapatte  en  Ejipto. 

Campaña  de  Siria.  Regreso  al  Ejipto.  Batalla  de  Abukir. 

Salida   para  Francia. 


an  afanado  audaba  Desaix  en  perseguir 
á  Murad-Bey  en  el  Alto  Ejipto,  como  Na 
poleon  en  el  Cairo  por  plantear  una  ad- 
ministración acertada  en  las  provincias 
ejipcias.  Pero  Ibrahim-Bey,  que  se  habia 
encaminado  á  la  Siria,  precisó  con  sus 
movimientos  al  conquistador  á  orillar 
para  volver  á  las  peleas.  Bonaparte  le  encontró  y 


I)K  NAPOLEÓN  427 

le  derrotó  en  Salehcy'h.  El  valiente  Sulkowsky  salió  herido  en  este  en 

cuentro. 

Aguóse  luego  aquel  regocijo  con  una  nueva  muy  aciaga.  Klcber  partí 
cipo  de  oficio  á  Bonaparte  cómo  Nelson  acababa  de  derrotar  la  escuadra 
(raneen  en  Abukir  tras  una  lid  reñidísima.  Luego  que  la  noticia  de  esta 
catástrofe  cundió  por  el  ejército,  el  descontento  y  la  consternación  llegaron 
á  lo  sumo.  Los  soldados  y  jcnerales,  que  desde  el  primer  dia  del  desem- 
barco adolecieron  de  estremado  quebranto  y  desasosiego ,  se  mostraron 
agravados  de  este  achaque ,  prorumpiendo  en  estremos  desesperados  por 
su  ilusión  ya  desvanecida.  Napoleón,  abarcando  de  una  mirada  toda  la 
trascendencia  de  aquel  desastre,  se  mostró  al  pronto  igualmente  postra 
do;  y  diciéndole  que  el  Directorio  sedaría  priesa  en  repararlo,  interrum 

pió  atropelladamente  diciendo:  « Vuestro  Directorio  es  una  gavilla  de 

Me  envidian,  me  aborrecen  y  me  dejarán  perecer  aquí.»  Y  luego  añadía 
apuntando  á  su  estado  mayor:  «¿No  veis  todas  esas  trazas?  No  hay  un  solo 
sujeto  que  trate  de  quedarse. » 

Pero  el  abatimiento  no  llegaba  á  su  grande  alma  y  salió  pronto  de  él 
[>ara  esclamar  con  acentos  de  una  resignación  heroica :  « Enhorabuena 
nos  quedaremos  aquí ,  ó  nos  engrandeceremos  á  la  antigua. » 

Desde  aquel  momento  Bonaparte  se  dedicó  allá  con  un  ahinco  y  una 


428  HISTORIA 

actividad  infatigable  á  la  organización  civil  del  Ejipto.  Conoció  mas  que 
nunca  la  necesidad  de  cautivar  á  los  naturales  del  pais  y  plantear  en  él 
establecimientos  duraderos.  Una  de  sus  primeras  y  principales  creaciones 
fué  la  de  un  instituto  pautado  por  el  de  Paris.  Lo  dividió  en  cuatro  clases: 
matemáticas,  física,  economía  política,  literatura  y  nobles  artes.  La  pre 
sidencia  se  confirió  á  Monge,  y  Bonaparte  se  honró  él  mismo  con  el  cargo 
de  vicepresidente.  La  instalación  de  este  cuerpo  se  celebró  solemnemente, 
y  allí  revalidó  el  inmortal  guerrero  sus  grandiosas  palabras  al  superior 
del  Instituto  de  Francia  al  quedar  admitido ,  no  mostrándose  enamorado 
de  sus  conquistas,  sino  en  cuanto  las  hacia  contra  la  barbarie,  y  que  el 
progreso  de  sus  armas  no  era  mas  que  el  de  las  luces. 

Bonaparte,  ya  bienquisto  con  los  musulmanes,  que  le  llamaban  el  sultán 
Kebir  (padre  del  fuego),  fué  admitido  y  convidado  á  todas  sus  funciones. 

Asi  asistió,  pero  sin  presidir,  como  se  ha  dicho,  á  las  fiestas  de  la 
inundación  del  Nilo  y  del  aniversario  del  nacimiento  de  Maboma.  Los 
miramientos  que  guardó  con  la  relijion  del  profeta  en  todas  ocasiones  no 
contribuyeron  poco  á  hacer  respetar  su  nombre  y  su  autoridad  entre  los 
Kjipcios.  Algunos  han  querido  ver  en  esta  conducta  una  especie  de  cariño 


DE  NAPOLEÓN  129 

;il  islamismo,  cuando  solo  había  en  ella  maestría  política  (t).  Bonaparte 
no  era  musulmán  ni  cristiano;  él  y  su  ejército  representaban  en  Ejipto  la 
ülosofía  francesa,  el  escepticismo  tolerante,  la  indiferencia  rclijiosa  del 
siglo  XVIII,  y  solo  á  falta  de  relijion  positiva  en  su  cabeza ,  abrigaba  allá 
en  su  alma  ciertos  lejos  de  relijiosidad.  Pero  esta  disposición,  que  le  pre- 
servó del  (lujo  antirelijioso  de  su  época  y  que  le  permitió  conversar  muy 
de  veras  y  mantener  relaciones  amistosas  con  los  imanes  y  jeques,  como 
ha  podido  hacerlo  en  otras  circunstancias  con  los  ministros  del  cristianis- 
mo ó  del  judaismo;  esta  disposición  no  propendía  mas  al  Alcorán  que  al 
Ityanjelio. 

El  aniversario  de  la  fundación  de  la  república  se  celebró  en  el 
Cairo  el  \".  de  vendimiarío  del  ajio  VII ,  presidiendo  Bonaparte  aquella 
solemnidad  patriótica.  «Soldados,  dijo  á  sus  compañeros  de  armas, 
cinco  años  atrás  la  independencia  del  pueblo  se  hallaba  amenazada;  re 
cobrasteis  á  Tolón,  y  esta  victoria  fué  el  presajio  del  esterminio  de  vues- 
tros enemigos.  Un  año  después  derrotabais  á  los  Austríacos  en  Dego :  y  al 
siguiente  estabais  en  la  cumbre  de  los  Alpes.  Dos  años  hace  que  peleabais 
contra  Mantua  y  que  alcanzábamos  la  célebre  victoria  de  San  Jorje.  El 
año  pasado  estabais  en  el  nacimiento  del  Drava  y  del  Isonzo  al  volver  de 
Alemania.  ¿Quién  hubiera  dicho  entonces  que  os  hallaríais  en  las  márje- 
nes  del  Nilo,  en  el  centro  del  antiguo  continente?  Embargáis  las  miradas 
del  orbe  desde  las  del  Inglés,  célebre  en  las  artes  y  el  comercio ,  hasta  las 
del  horroroso  y  feroz  Beduino.  Soldados,  vuestro  destino  es  grandioso,  por 
cuanto  sois  dignos  de  lo  que  habéis  hecho  y  del  concepto  que  estáis  mere- 
ciendo. Moriréis  con  honor,  como  los  valientes  cuyos  nombres  están  ins- 
critos en  esa  pirámide  (2),  ó  volveréis  á  vuestra  patria  ceñidos  de  laureles 
y  admirados  de  todas  las  naciones. 

« Cinco  meses  ha  que  estamos  ausentes  de  Europa  y  que  somos  el  ob 
jeto  perpetuo  del  ansia  de  nuestros  compatricios.  En  este  dia  cuarenta 
millones  de  ciudadanos  celebran  la  era  del  gobierno  representativo ;  cua- 
renta millones  de  ciudadanos  piensan  en  vosotros;  todos  dicen:  ásus  afa- 
nes y  á  su  sangre  debemos  la  paz  jeneral ,  el  reposo ,  la  prosperidad  del 
comercio  y  los  beneficios  de  la  libcr<ad  civil. » 

Por  su  parte  los  jeques  (ó),  en  reconocimiento  de  que  Bonaparte  había 


(i)  Mr.  de  fiourrienuc  ,  testigo  ocul;ir,  desmiente  todo  manto  Walter  Scott 
y  otros  escritores  han  dicho  de  la  participación  solemne  de  Bonaparte  á  las  ce- 
remonias musulmanas.  Asegur.i  que  solo  asistió  á  ellas  como  mero  concurrente, 
y  siempre  en  traje  francés. 

(a)  Hahia  mandado  esculpir  en  la  columna  de  Pom}>evo  Loa  Honrare*  <lc  los 
cuarenta  primeros  soldados  muertos  en  Ejipto. 

(3)  En  casa  del  jeque  El-Bckri  participó  Napoleón  en  la  cclchracion  dtl  .mi. 
versario  de  Malioma.  Allí  halló  dos  jóveues  mamelucos,  Ihr.iliim  y  HuM.ni,  que 

17 


430  HISTORIA 

asistido  á  sus  funciones,  se  asociaron,  al  menos  en  apariencia,  á  los  regó 
cijos  del  ejercito  francés;  hicieron  resonar  la  mezquita  principal  con  can- 
tares de  regocijo ;  pidieron  al  gran  Alá  « que  bendijese  al  predilecto  de  la 
victoria  (I )  é  hiciese  prosperar  el  ejército  de  los  valerosos  del  Occidente. » 


pidió  al  jeque  y  que  este  le  cedió.  Por  lu  demás  no  llevaba  turbante  ni  ninguna 
otra  insignia  de  mahometismo.  Verdad  es  que  se  había  mandado  hacer  un  traje 
turco  ,  pero  solo  por  mero  antojo  y  para  divertirse  con  sus  familiares.  Como  le 
manifestaron  sin  rebozo  que  no  cuadraba  á  su  fisonomía  y  á  sus  modales,  no  se 
lo  puso  dos  veces. 

(i)  Napoleón  dejó  en  Ejipto ,  como  en  Europa  ,  huellas  permanentes  de  su 
tránsito;  su  nombre  es  venerado  éntrelos  bárbaros,  como  entre  los  pue- 
blos civilizados  que  sujetó  con  sus  armas.  El  célebre  orientalista  Champollion 
menor,  á' quien  una  muerte  muy  temprana  arrebató  á  las  ciencias  y  á  sus  ami- 
gos, nos  ha  referido  que  habiendo  sido  obsequiado  por  un  bey  de  la  Tebaida  en 
su  viaje  á  las  ruinas  ejipcias,  y  hallándose  á  comer  en  su  casa,  se  conceptuó  pre- 
cisado á  dar  un  brindis  al  virey,  persuadido  de  que  su  huésped  correspondería 


DE  NAPOLEÓN  \M 

l'.n  medio  de  estas  demostraciones  amistosas ,  Ibrahim  y  Murad-Bey  , 
caudillos  de  los  mamelucos  aliados  de  la  Inglaterra,  estaban  fraguando  uu 
alzamiento  en  la  capital  misma  del  Kjipto,  que  no  tardó  en  estallar,  lio 
ñaparte  se  hallaba  á  la  sa/.on  en  el  Antiguo  Cairo,  y  luego  que  supo  lo  que 
estaba  pasando,  regresó  á  su  cuartel  jenernl.  I^is  calles  del  Cairo  queda- 


á  e-ta  atención  meramente  ceremoniosa  á  la  salud  del  rey  de  Francia,  que  era 
entonces  Carlos  X.  Pero  el  bey, orillando  todo  miramiento  diplomático  y  en  alas 
del  asombro  en  que  terciaba  también  nuestro  esclarecido  amigo,  prorumpió  con 
acentos  de  vivísimo  entusiasmo  :  «  Voy  á  proponerte  un  brindis  que  no  rehusa- 
rás: Al  gran    Bortaparte.» 


\  52  HISTORIA 

ron  luego  barridas  por  las  tropas  francesas,  que  obligaron  á  los  sublevados 
árefujiarse  en  la  mezquita  principaren  donde  quedaron  pronto  malpara- 
dos con  la  artillería.  Se  desentendían  de  toda  capitulación,  pero  el  estam- 
pido del  trueno  que  llegó  á  lastimar  su  imajinacion  supersticiosa  los  mostró 
luego  mas  avcniblcs  .  Mas  Napoleón  se  negó  á  sus  propuestas  ya  tardías. 
«La  horade  la  clemencia  voló,  les  dijo;  vosotros  empezasteis,  y  a  mí  me 
toca  acabar. »  Las  puertas  de  la  mezquita  quedaron  al  punto  allanadas  y 
la  sangre  de  los  Turcos  rebosó  por  los  umbrales.  Tenia  Bonaparte  que 
vengar  entre  otras  muchas  la  muerte  del  jeneral  Dupuis ,  comandante  de 
la  plaza,  y  la  del  valiente  Sulkowsky  á  quien  apreciaba  y  quería  en  igual 
grado. 

El  inllujo  inglés,  quehabia  traido  la  sedición  del  Cairo  y  la  sublevación 
de  todo  el  Ejipto,  decidió  también  al  diván  de  Constantinopla  á  hostilizar 
igualmente  á  la  Francia.  Un  manifiesto  del  gran  Señor,  lleno  de  imprecado 
nes  y  de  invectivas,  condenaba  á  la  alienta  las  banderas  de  la  república, 
y  sus  soldados  al  cstermüiio.  Bonaparte  respondió  á  estos  ultrajes  y  pro- 
vocaciones homicidas  con  una  proclama  que  terminaba  así :  « el  mas  reli- 
jioso  de  los  profetas  ha  dicho:  La  sedición  está  dormida;  maldito  el  que 
la  despierte.  » 

A  poco  tiempo  pasó  á  Suez  para  visitar  las  ruinas  del  antiguo  canal  que 
juntaba  las  aguas  del  Nilo  con  el  mar  Rojo.  Monge  y  Berthollet  leacompa 
fiaron,  y  habiendo  lenido  deseo  de  ver  las  fuentes  de  Moisés,  le  faltó  poco 
paraser  víctima  de  su  curiosidad,  estraviándose,  por  efecto  de  la  oscuridad. 


/ 


DE  NAPOLEÓN.  153 

durante  la  sabida  d«  la  marca.  «  Estuve  á  |  iijnc  de  fenecer  como  Faraón . 
ha  dicho  él  mismo  .  lo  cual  no  htibicra  dejado  de  proporcionar  á  todos 
los  predicadora  de  la  cristiandad  un  magnifico  texto  contra  mi.  » 

Los  monjes  del  monte  Sinai,  informados  de  «pie  se  hallaba  en  las  en 
canias,  le  diputaron  un  enviado  pidiéndole  (pie  se  apuntase  en  su  reper 


torio  á  continuación  de  Ali,  Saladino,  Ibrahim,  etc.  Napoleón  no  les  re 
huso  una  fineza  que  lisonjeaba  su  pasión  á  la  nombradla. 

Entretanto  Djezzar-Bajá  se  habia  apoderado  del  fuerte  de  El- Arish  en 
Siria.  Napoleón,  que  estaba  meditando  desde  tiempo  atrás  una  campaña 
por  aquella  provincia,  resolvió  ejecutar  inmediatamente  su  intento.  Ha 
bia  recibido  en  Suez  la  noticia  de  las  ventajas  de  Djczzar ;  se  apresuró  á 
volver  al  Cairo  para  lomar  las  tropas  que  necesitaba  para  su  espedicion,  y 
después  de  haber  afianzado  el  rendimiento  y  sosiego  de  aquella  capital 
con  el  suplicio  nocturno  de  los  cabecillas  que  habían  descollado  en  la  últi 
ma  revuelta,  salió  de  Ejipto  y  entró  en  Asia.  Arrostra  el  desierto  y  lo  atra 
viesa  montando  las  mas  veces  sobre  un  dromedario  que  resistía  mejor  que 
sus  caballos  al  calor  y  á  la  fatiga. Habiéndose  estraviado  la  vanguardia,  no 


Í54  HISTORIA 

la  volvió  á  encontrar  hasta  el  trance  mismo  de  ir  á  fenecer  de  sed  y  de  can 


5©íS*~íSP2^ 


sancio.  Ronapartc  ofrece  víveres  y  aguaá  los  infelices  soldados-.  «  Pero  aun 
cuando  todo  esto  hubiese  tardado  mas,  les  dijo,  ¿habría  motivo  para  tan 
to  murmurar  y  carecer  de  tesón?  No,  soldados,  aprended  á  morir  con 
honor.  » 

Sin  embargo  las  privaciones  y  padecimientos  físicos  solían  ser  tan  es- 
tremados que  venian  á  redundar  en  sumo  menoscabo  de  la  obediencia  y 
disciplina.  Sucedió  en  los  arenales  ardientes  de  la  Arabia,  que  un  soldado 
francés  cedió  con  repugnancia  á  sus  jefes  unos  sorbos  de  agua  cenagosa  ó 


di:  napoleón.  155 

la  sombra  do  algunos  restos  di»  pared,  asi  como  posteriormente  les  disputó, 
«mi  medio  de  los  hielos  de  la  Rusia,  un  rincón  cu  un  hogar  ó  algunos  des- 
pojos do  caballo.  Un  dia  que  el  jcneral  en  jefe  estaba  sofocado  por  el  ardor 
del  sol .  obtnvo  como  un  favor  el  poner  su  cabeza  á  la  sombra  de  un  pe- 
da/» de  puerta;  «y  en  esto,  diee  Napoleón,  me  badán  un  inmenso  favor. » 
Habiendo  levantado  algunas  piedras  con  el  pie ,  descubrió  un  camafeo 
de  Augusto  al  cual  los  intelijentes  han  dado  mucho  valor,  y  que  Napoleón 
cedió  á  Andreossy  para  quitárselo  después  y  regalárselo  á  Josefina.  Kste 
hermoso  descubrimiento  ocurrió  sobre  las  ruinas  de  Pelusa. 

Al  ir  en  busca  del  ejército  turco  por  Siria,  era  el  ánimo  de  Nonapai  te 
llevar  adelante  sus  embates  mas  ó  menos  directos  contra  el  poderío  britá 
uieo.  Tenia  ideado  el  proyecto  de  una  espedicion  á  la  India,  atravesando 
la  Pcrsia,  y  habia  escrito  á  Tipo-Saib  una  carta  concebida  en  estos  térmi 
nos:  «  Sabréis  ya  mi  llegada  á  las  orillas  del  Mar  Rojo  con  un  ejército  in- 
vencible, ardiendo  en  anhelos  de  libertaros  del  yugo  férreo  de  la  Ingla- 
terra. 

« Os  pido  con  ansia  que  me  deis  noticias  de  la  situación  política  en  que 
os  halláis, por  la  via  de  Máscate  ó  de  Moka.  También  desearía  que  pudieseis 
enviar  á  Suez  ó  al  gran  Cairo  algún  sujeto  de  todo  desempeño  que  os  me 
reciese  confianza  y  con  el  cual  pudiese  yo  conferenciar. » 

Esta  carta  no  tuvo  contestación.  Se  habia  escrito  el  2T>  de  enero  de 
I7íU>  ,  y  el  imperio  de  Tipo  Sai b  fracasó  poco  tiempo  después. 

Bonaparte  llegó  delante  de  El  Arish  á  mediados  de  febrero. 


15C  HISTORIA 

Este  fuerte  capituló  eH  G  de  febrero  después  de  mía  completa  derrota 
de  los  mamelucos.  Seis  dias  después  Gaza  abrió  sus  puertas.  Cuando  es- 
tuvieron cerca  de  Jerusalen,  preguntaron  á  Bonaparte  si  no  deseaba  pasar 
por  aquella  ciudad,  á  lo  cual  coutestó  arrebatadamente :  « ¡En  cuanto  á 
eso  no !  Jerusalen  no  está  en  mi  línea  de  operaciones;  yo  no  quiero  haber- 
las con  montañeses  en  caminos  intrincados.  Y  además  por  la  otra  parte 
me  acometería  una  caballería  crecidísima,  y  no  apetezco  la  suerte  de  Ca- 
sio. » 

El  C  de  marzo  se  tomó  Jafa  por  asalto  y  se  entregó  al  saqueo  y  de- 
güello. Bonaparte  envió  sus  edecanes  Beauharnais  y  Croisier  á  desenfure- 
cer al  soldado.  Llegaron  á  tiempo  para  conceder  la  vida  á  cuatro  mil  Ar- 
nautas  ó  Albaneses  que  formaban  parte  de  la  guarnición  y  se  habían  sal- 


vado del  degüello  refujiándose  en  unas  grandiosas  hosterías.  Cuando  el 
jeneral  en  jefe  vio  que  le  traían  aquella  mole  de  prisioneros,  esclamó  con 
tono  entrañable:  «¿Qué  queréis  que  haga  con  ellos?  ¿Tengo  acaso  víve- 
res para  mantenerlos  y  buques  para  trasladarlos  á  Francia  ó  á  Ejipto  ? 
¿Qué  diablos  habéis  hecho?»  Los  edecanes  se  escusaron  acerca  del  riesgo 
que  hubieran  corrido  desechando  la  capitulación,  y  recordaron  á  Bona- 
parte la  embajada  de  humanidad  que  les  habia  encargado.  «  Sí,  no  hay 
duda, »  les  replicó  al  momento,  «  por  lo  que  toca  á  las  mujeres,  niños  y 


I>K  N  M'OI.ION  <57 

ancianos,  pero  no  en  cnanto  á  soldados  armarios;  era  forzoso  morir  y  no 
traerme  estos  desgraciados.  ¿Qué  queréis  «pie  haga  ron  ellos?.  Deliberó 
Ins  dios  -obre  la  suerte  de  aquellos  desventurados,  aguardando  que  el 
mar  y  los  vientos  le  proporcionasen  bajeles  que  le  descargasen  de  tantísi- 
mos prisioneros  sin  obligarle  a  nuevo  derramamiento  desangre ;  pero  no 
permitiéndole  las  quejas  del  ejército  dilatar  por  mas  tiempo  una  disposi- 
ción repugnantísima,  dio  orden,  el  10  de  mar/o,  para  que  los  Amantas  y 
A  Iban  eses  fuesen  ejecutados.  l,a  toma  de  Jafa  se  anunció  en  el  Cairo  con  la 
proclama  siguiente: 

« En  el  nombre  de  Dios  misericordioso ,  clemente,  santísimo,  señor 
del  mundo,  que  hace  lo  que  quiere  de  su  propiedad,  que  dispone  de  la 
victoria,  lie  aquí  la  relación  délos  favores  que  Dios  poderoso  ha'concedi 
do  á  la  república  francesa ;  nos  hemos  apoderado  de  Jafa  en  Siria. 

«  Djezzar  estaba  en  ánimo  de  pasar  con  los  salteadores  árabes  al  Ejip- 
to,  morada  de  los  menesterosos,  pero  los  decretos  de  Dios  destruyen 
las  tramas  de  los  hombres.  Quería  derramar  sangre,  según  su  bárbara  eos 
lumbre,  á  causa  de  su  altanería  y  de  los  principios  malvados  que  ha  reci 
bido  de  los  mamelucos  y  de  su  escasísimo  talento.  No  ha  recapacitado  que 
todo  proviene  de  Dios. 

« El  20  de  ramazan,  el  ejército  francés  cercó  á  Jafa.  El  27  el  jeneral 
en  jefe  mandó  abrir  zanjas  porque  vio  que  la  ciudad  estaba  guarnecida  de 
artillería  y  contenia  mucha  jente.  El  29  las  zanjas  tenían  cien  pies  de 
largo.  El  jeneral  en  jefe  hizo  colocar  los  cañones,  morteros  y  baterías  por 
la  parte  del  mar  para  detener  á  los  que  quisieran  salir. 

i  El  jueves  último,  día  de  ramazan,  el  jeneral  en  jefe  se  apiadó  de  los 
habitantes  de  Jafa ;  intimó  la  rendición  al  gobernador,  y  por  respuesta  fué 
detenido  el  enviado  contra  todas  las  leyes  de  la  guerra*y  de  Mahoma. 

« Al  punto  estalló  la  ira  de  Bonaparte,  hizo  disparar  balas  y  bombas,  y 
al  cabo  de  pocos  instantes  la  artillería  de  Jafa  quedó  desmontada.  A  la> 
doce  la  muralla  tenia  brecha;  se  dio  el  asalto,  y  en  menos  de  una  hora  los 
Franceses  fueron  dueños  de  la  ciudad  y  de  sus  fuertes.  Los  dos  ejércitos 
trabaron  su  pelea.  I  .os  Franceses  quedaron  vencedores  y  el  saqueo  duro 
toda  la  noche.  El  viernes  el  jeneral  tuvo  compasión  de  los  Ejipcios  que  se 
hallaban  en  Jafa;  pobres  y  ricos,  á  todos  concedió  perdón,  dejándolos  vol 
ver  con  honor  á  su  país.  Del  mismo  modo  obró  por  lo  que  toca  á  los  de 
Damasco  y  A  lepo. 

«  En  la  refriega  perecieron  mas  de  cuatro  mil  hombres  de  Djezzar  á 
tiros  y  al  arma  blanca,  tas  Franceses  perdieron  poca  jente,  y  hubo  tam- 
bién pocos  heridos;  penetraron  por  el  camino  del  puente  sin  ser  vistos. 
;  O  adoradores  de  Dios!  sujetaos  á  sus  decretos;  no  os  opongáis  á  su  vo 
Itmtad,  guardad  sus  mandamientos.  Sabed  que  el  mundo  es  su  propiedad 

18 


Í38  HISTORIA 

y  que  la  da  á  quien  quiere.  Tras  esto  os  deseo  la  bondad  y  la  misericordia 

de  Dios. » 

El  ejército  francés  habia  llevado  á  Siria  las  semillas  de  la  peste  que  se 
manifestó  en  el  sitio  de  Jafa  y  llegó  á  ser  cada  dia  mas  intensa.  Bonaparte 
dijo,  hablando  del  ayudante  jeneral  (írcsieux,  que  no  queria  tocar  á  nadie 
para  precaverse  del  contajio:  «si  tiene  miedo  de  la  peste,  morirá  de  ella;» 
pronóstico  que  se  cumplió  en  el  sitio  de  Acre. 

Bonaparte  llegó  el  ti  de  marzo  delante  de  esta  plaza,  en  la  que  pade- 
ció  una  resistencia  mas  tenaz  de  lo  que  habia  supuesto.  El  jeneral  Cafare- 
II i  rocibió  una  herida  mortal,  y  antes  de  exhalar  el  último  suspiro  mando 
que  le  leyesen  el  prólogo  de  Voltaire  al  Espíritu  de  las  Leyes,  lo  que  pa- 
reció bastante  estraño  al  jeneral  en  jefe ,  quien  por  otra  parte  se  descon- 
soló en  el  alma  con  este  malogro. 

Llegaron  noticias  del  Alto  Ejipto  al  cuartel  jeneral.  Desaix  participa- 
ba, entre  otras  particularidades,  que  la  barca  la  Italia  se  habia  ido  á  pique 
en  la  orilla  occidental  del  N'ilo  después  de  un  sangriento  choque.  Napoleón, 


di:  napoleón  150 

de  suyo  afectísimo  ¡i  toda  aprensión  imuci'IÚOÍWI  (4),  esclamo,  al  uter 
este  funesto  suceso:  «la  Italia  esta  perdida  parala  I-' rancia.  Mli  H  béeho 
mis  corazonadas  son  siempre  certeras  ■ 


.  I  '  •  ■  H 


x  v. -- 


Durante  el  sitio  de  San  Juau  de  Acre  se  ganó  la  batalla  del  monte  la 
l>or,  en  la  que  Kleber,  acometido  y  acorralado  por  doce  mil  infantes  y  otros 
tantos  caballos,  les  opuso  con  tres  mil  hombres  la  mas  heroica  resistencia 
Itonaparte,  cerciorado  de  las  fuerzas  del  enemigo, marchó  con  unadi\is¡oii 
para  sostener  á  Kleber.  Habiendo  llegado  al  campo  de  batalla,  escuadronó 
su  división  en  dos  cuadros  y  la  dispuso  de  manera  que  formase  un  trian 
guio  equilátero  con  el  cuadro  de  Kleber,  poniendo  de  este  modo  al  enemi 
go  en  medio  de  ellos.  El  fuego  terrible  que  salió  entonces  de  los  cstreir.os 
de  este  triángulo  volcó  á  los  mamelucos  y  los  dispersó  á  diestro  y  siniestro, 
dejando  la  llanura  cubierta  de  cadáveres.  Aquel  ejército,  que  los  habitan 
tes  deciar.  tan  numeroso  como  las  estrellas  del  cielo  y  los  granos  de  «re 
na  del  mar,  quedó  derrotado  por  seis  mil  Franceses. 

Al  cabo  de  dos  meses  de  sitio,  viendo  Napoleón  que  su  escaso  ejército 
iba  aun  menguando  diariamente  con  los  estragos  de  la  peste  y  los  repelí 
dos  trances  imprescindibles  contra  una  guarnición  intrépida  y  mandada 
por  un  caudillo  tenaz,  determinó  volver  al  Ejipto.  Todos  sus  grandiosos 
proyectos  respecto  al  Oriente ,  que  hacían  vagar  su  ¡majinaciou  ambiciosa 

(t)  Sin  embarga  t  elimo  avenirse  en  el  Cairo  á  las  tramoyas  de  uno  «te  etoc 
|ir«>fet.T¡  vagabundo*,  qne  recorren  el  Oliente  y  «pie  quería  derirle  la  hurnaven- 
tnra. 


i  40  HISTORIA 

ora  sobre  el  ludo,  ora  sobre  el  Bosforo,  volaron  para  él  desde  aquel  pun- 
to, lo  cual  hizo  decir  posteriormente  que  «  si  hubiese  zozobrado  San  Juan 
de  Acre,  cambiaba  la  faz  del  mundo;  que  la  suerte  del  Oriente  dependía 
de  aquella  fruslería. » 

He  aquí  la  proclama  que  publicó  en  su  cuartel  jeneral  de  Acre  para 
anunciar  y  sincerar  su  regreso  á  Ejipto : 


« Soldados : 

« Habéis  atravesado  el  desierto  que  separa  el  África  del  Asia  con  mas 
rapidez  que  un  ejército  árabe 

« La  hueste  árabe  que  estaba  en  marcha  para  invadir  el  Ejipto ,  queda 
derrotada  ;  habéis  cojido  su  jenoral,  su  tren  de  campaña,  bagajes,  odres 
y  camellos. 

« Os  habéis  apoderado  de  todas  las  plazas  fuertes  que  defienden  los  po- 
zos del  desierto. 

«  Habéis  dispersado  los  campamentos  del  monte  Tabor,  aquella  nube 
de  hombres  reunidos  de  todas  las  partes  del  Asia  con  la  esperanza  de  sa- 
quear el  Ejipto. 

«  Los  treinta  bajeles  que  habéis  visto  llegar  doce  dias  ha ,  llevaban  el 
ejército  que  debía  sitiar  á  Alejandría,  pero  teniendo  que  acudir  á  Acre,  ha 
terminado  su  destino:  una  parte  de  sus  banderas  adornará  vuestra  entra- 
da en  Ejipto. 

«  Finalmente  después  de  haber  sostenido  con  un  puñado  de  hombres 
la  guerra  durante  tres  meses  en  el  riñon  de  la  Siria,  tomado  cuarenta  ca- 
ñones, cincuenta  banderas ,  hecho  seis  mil  prisioneros  y  arrasado  las  for- 
tiGcaciones  de  Gaza,  Jafa,  Caifa  y  Acre,  vamos  á  regnesar  á'Ejipto  á  donde 
me  llama  la  estación  de  los  desembarcos. 

« Dentro  de  algunos  dias  teníais  la  esperanza  de  cojer  al  bajá  en  su 
mismo  palacio;  pero  en  la  presente  estación,  la  toma  del  castillo  de  Acre  no 
equivale  á  la  pérdida  de  algunos  dias;  los  valientes  que  debería  malograr 
en  ella  son  hoy  dia  necesarios  para  operaciones  mas  esenciales. » 

El  20  de  mayo  se  dio  la  orden  de  retirada.  Bonaparte  quiso  que  todos 
echasen  pié  á  tierra  para  dejar  los  caballos  á  la  disposición  de  los  heridos 
y  apestados.  Cuando  su  asistente  vino  á  preguntarle  qué  caballo  se  reser- 
vaba para  sí,  lo  despachó  enojado  voceándole :  « Que  todos  vayan  á  pié... 
yo  el  primero ;  ¿no  sabéis  la  orden  ?  salid. » 

En  Jafa,  á  donde  llegaron  el  2í,los  hospitales  estaban  llenos  de  enfer- 
mos, la  fiebre  causaba  los  mayores  estragos.  El  jeneral  en  jefe  visitó  á 
aquellos  desventurados,  se  condolió  entrañablemente  de  sus  padecimien- 
tos, y  se  manifestó  inconsolable  con  tan  doloroso  espectáculo.  Dióse  la  or- 
den de  evacuarlos,  pero  había  entre  ellos  apestados,  cuyo  número  ascen- 
día á sesenta ,  y  de  ellos  siete  ú  ocho  estaban  tan  enfermos,  dice  el  Dia 


1>K  NAPOLEÓN.  141 

rio  dr  Santa  Helena,  que  no  podían  pasar  de  veinte  y  cuatro  horas,  ¿yin- 
era  lo  quo  cabía  con  aquellos  moribundos?  Honapartc  lo  consultó,  y  le 
respondieron  que  linbia  muchos  que  pedían  la  muerte,  que  su  contacto 


podía  ser  muy  aciago  para  el  ejército,  y  que  seria  á  un  tiempo  un  acto  de 
cordura  y  caridad  el  acelerar  su  muerte  de  algunas  horas.  Viene  á  ser  po- 
sitivo que  les  administró  una  bebida  soporífica. 

Al  acercarse  al  Cairo,  Bonaparte  encargó  eficazmente  que  le  preparasen 
una  entrada  triunfal  en  aquella  capital ,  para  desvanecer  ó  minorar  la  im- 
presión aciaga  que  hubiese  podido  causar  el  malogro  de  la  espedicion  á  Si- 
ria en  el  ánimo  del  vecindario  y  de  la  soldadesca.  Se  hacia  forzoso  preca- 
ver el  desaliento  de  esta  y  enfrenar  los  ímpetus  sediciosos  de  los  naturales. 
\a  política  le  imponía  la  precisión,  y  aun  diremos,  la  virtud  de  encubrir 
sus  pérdidas  y  abultar  sus  ventajas. 

Kl  diván  del  Cairo  correspondió  á  las  miras  de  Bonaparte ,  dispuso  re- 
gocijos y  dio  á  luz  una  proclama  en  que  sobresalen  los  pasos  siguientes  : 

« Ha  llegado  al  Cairo  el  bien  guardado,  el  caudillo  del  ejército  francés, 

el  jeneral  Bonaparte  que  ama  la  reiijion  de  Mahoma Ha  entrado  en  el 

(airo  por  la  puerta  de  la  Victoria Este  dia  es  tan  grande  cual  no  ha 


1 42 


HISTORIA 


tenido  semejante...  estuvo  en  Jafa  y  Gaza:  ha  protejido  á  los  habitantes 
de  esta  ciudad, pero  los  de  Jafa,estraviados,no  habiendo  querido  rendirse, 
los  entregó  todos,  como  enfurecido,  al  saqueo  y  á  la  muerte.  Ha  destruido 
todas  las  fortificaciones  y  muerto  á  cuantos  se  hallaban  en  ella. » 

Durante  su  residencia  en  el  Cairo,  Napoleón  se  dedicó  á  sus  tareas  es- 
tadísticas sobre  el  Ejipto.  Las  notas  que  redactó  se  han  publicado  en  las 
memorias  de  su  secretario. 

Una  nueva  correría  de  Murad-Bey  por  el  Rajo  Ejipto  le  sacó  pronto  de 
estas  pacíficas  ocupaciones.  Salió  del  Cairo  en  \  4  de  julio  y  se  encaminó  á 
las  Pirámides. 

Pero  un  espreso  de  IVlarmont,  que  mandaba  en  Alejandría,  le  trajo  el 
5  por  la  tarde  la  noticia  de  que  losTurcos,  protejidos  por  los  lngleses,ha- 
bian  efectuado  un  desembarco  en  Abukir  el  dia  \\ .  El  jeneral  en  jefe  voló 
al  punto  al  encuentro  del  ejército  musulmán  mandado  por  el  bajá  Musta- 
fá,  ansiosísimo  de  vengar  el  desastre  de  Abukir  en  este  mismo  punto.  Com- 
pleto fué  el  desagravio,  pues  diez  mil  hombres  fueron  arrojados  al  mar, 
y  los  demás  quedaron  prisioneros  ó  muertos.  Dejemos  hablar  á  Bonaparte 
mismo  escribiendo  al  Directorio  sobre  este  gran  dia. 

« En  mis  pliegos  del  2\  de  florea!,  os  participé  cómo  la  estación  de  los 
desembarques  me  determinaba  á  dejar  la  Siria. 

« El  23  de  mesidor ,  cien  velas,  muchas  de  ellas  de  guerra,  se  presentan 
delante  de  Alejandría  y  fondean  en  Abukir.  El  27,  el  enemigo  desembarca, 
y  toma  por  asalto  y  con  cstremado  denuedo  el  reducto  y  estacada  de  Abukir. 


•:.  -- 


DE  NAPOLEÓN.  143 

III  fuerte  capitula  ;  el  enemigo  desembarca  su  artillería  de  campana,  y  re 
forzado  por  cincuenta  velas,  se  sitúa,  apocaría  la  dereeba  en  el  mar  y  la  iz- 
(|uiei da  junto  al  lago  Maadicb,  sobre  unos  cerros  de  arena. 

Silgo  de  mi  campamento  de  las  Pirámides  el  27 ,  llego  el  I",  de  ter- 
midor  á  Hahmanieh ,  elijo  á  Hirket  por  centro  de  mis  operaciones,  y  ci  7 
de  termidor  á  las  siete  de  la  mañana  nrrostro  al  enemigo. 

■  Kl  joneral  l,annes  marcha  siguiendo  el  lago  y  so  forma  en  batalla  en 


144  HISTORIA 

frente  de  la  izquierda  del  enemigo,  al  mismo. tiempo  que  el  jeneral  Murat, 
que  manda  la  vanguardia ,  dispone  que  el  jeneral  de  Deslaings  ataque  !a 
derecha  sostenido  por  el  jeneral  Lanusse. 

« Una  hermosa  llanura  de  cuatrocientas  toesas  separa  las  alas  del  ejér- 
cito enemigo ,  nuestra  caballería  se  entromete  en  ella,  y  con  la  velocidad 
del  pensamiento  pasa  ¿retaguardia  del  enemigo,  qucacuchillado  y  volcado, 
se  ahoga  en  el  mar  sin  que  se  libre  uno  solo.  Si  hubiese  sido  un  ejército 
europeo,  hubiéramos  hecho  tres  mil  prisioneros,  pero  aquí  fueron  tres  mil 
muertos . 

« La  segunda  linea  del  enemigo,  situada  á  quinientas  ó  seiscientas  toe- 
sas ,  ocupa  una  posición  formidable.  El  istmo  es  allí  muy  estrecho;  estaba 
atrincherado  con  el  mayor  esmero  y  sostenido  por  treinta  lanchas  cañone- 
ras, ocupando  además  por  delante  la  aldea  de  Abukir,  que  estaba  aspillera- 
da  y  fortificada. El  jeneral  Murat  entra  en  la  aldea, y  el  jeneral  Lannes,con 
la  22a.  y  parte  de  la  Gí)a .  ,se  arroja  sobre  la  izquierda  del  enemigo,  mientras 
que  el  jeneral  Fugieres  ataca  en  columna  cerrada  la  derecha.  Se  echa  igual- 
mente el  resto  en  el  ataque  y  en  la  defensa ;  pero  la  intrépida  caballería 
del  jeneral  Murat  ha  resuelto  merecer  el  principal  timbre  en  estedia;  ata- 
ca al  enemigo  por  la  izquierda,  coje  la  derecha  por  retaguardia ,  la  sor- 
prende en  un  mal  paso  y  hace  en  ella  una  carnicería  horrorosa.  El  ciuda- 
dano Bernard ,  comandante  de  batallón  en  la  69.a,  y  el  ciudadano  Bayle , 
capitán  de  granaderos  de  esta  semi-brigada,  son  los  primeros  que  entran 
en  el  reducto  y  se  cubren  de  gloria. 

« Toda  la  segunda  línea  enemiga  queda,  como  la'primera,  en  el  campo 
de  batalla  ó  se  ahoga  en  el  mar. 

A  Qucdanlc  al  enemigo  tres  mil  hombres  de  reserva  que  ha  situado  en 
el  fuerte  de  Abukir  á  cuatrocientas  toesas  detrás  de  la  segunda  línea:  el  je- 
neral Lanusse  lo  acomete  bombardeándolo  con  seis  morteros. 

« La  playa  á  que  las  corrientes  llevaron  el  año  pasado  los  cadáveres 
ingleses  y  franceses,  se  halla  cubierta  ahora  de  los  de  nuestros  enemigos; 
se  han  contado  muchos  railes,  y  no  se  ha  salvado  un  solo  hombre  de  este 
ejército. 

« ¡VIustafá,  bajá  de  Romelia,  jeneral  en  jefe  del  ejército  y  primo  herma- 
no del  embajador  turco  en  l'aris,  se  halla  prisionero  con  todos  sus  oficia- 
les :  os  envió  esas  tres  colas 

« El  triunfo  de  esta  batalla  se  debe  principalmente  á  Murat:  os  pido 
para  este  jeneral  el  grado  de  jeneral  de  división  ,  pues  su  brigada  de  ca- 
ballería ejecutó  imposibles 

«He  regalado  al  jeneral  BertLicr,  departe  del  Directorio  ejecutivo, un 
puñal  de  labor  esquisita,  como  prueba  de  satisfacción  por  los  servicios  que 
no  ha  cesado  de  hacerme  durante  toda  la  campana » 

Aprovechóse  Bonaparte  de  esta  ventaja  para  enviar  un  parlamentario 


DE  NAP0L8ON  I4Í 

al  almirante  ingles ,  este  Ir  remitió  la  gaceta  francesa  de  Francfort  del  40 
de  JUDÍO  d«  lfW<  l'.l  jéncral  francés,  que  sr  quejaba  de  algún  tiempo  á 
(Mfoella  pai  lo  de  que  le  dejaban  sin  noticias  <)>'  Km  opa,  leyó  ron  anhelo 
aquel  periódico.  Vio  la  rematada  sitnanon  de  los  negocio*  de  Francia  y  los 
desmanes  de  nuestros  ejércitos:  « Ya  lo  veo  .  esrlamó  .  no  me  engañó  mi 
corazonada ,  ¡la  Italia  está  perdida!!!  ¡ab  desastrados!  Todo  el  fruto  de 
nuestras  victorias  ba  desaparecido;  tengo  que  irme. » 

Desdo  aquel  momento  tomó  su  determinación ,  comunicóla  á  Bertbier 
y  al  almirante  (lantheaume,  encargado  de  disponer  dos  fragatas,  la  Mui. 
ron  y  la  Carrete,  y  dos  bajclillos,  el  Desquite  y  la  Fortuna,  paratraspor 
tar  a  Francia  nljeneral  y  su  comitiva. 


140  HISTORIA  ' 

Tratábase  de  dejar  el  mando  en  jefe  del  ejército  en  manos  dignas  de 
él.  Bouaparte  tenia  que  elejir  entre  Desaix  y  Kleber.  Deseoso  de  llevar 
consigo  al  primero,  se  decidió  á  nombrar  el  segundo  por  sucesor  suyo, 
aunque  no  estuviesen  muy  bien  avenidos  (1).  Escribió  para  comunicarle 
su  intento  y  entregarle  el  mando.  Entre  las  instrucciones  que  le  dio,  mere- 
ce notarse  esta  frase :  « Los  cristianos  serán  siempre  nuestros  amigos:  hay 
que  irles  á  la  mano  en  punto  á  sus  demasías  para  que  los  Turcos  uo  ten- 
gan contra  nosotros  el  mismo  fanatismo  que  tieueu  con  los  cristianos ,  lo 
cual  nos  haria  irreconciliables. » 


(i)lionap.irte  habla  eser¡d>  á  Kleber  en  1798:  «Crea  Vil.  queaprecio  mucho 
su  amistad.  Temo  que  estemos  algo  reñidos,  y  seria  Vd.  injusto,  si  dudase  del 
sentimiento  que  esto  me  causaria.  En  el  Ejipto,  las  nubes,  cuando  las  hay,  pasan 
en  seis  horas;  por  mi  parte,  si  las  hubiese,  hubieran  pasado  en  tres.  »  Todo  es- 
to manifiesta  la  zozobra  de  un  rompimiento,  mas  bien  que  una  si  Apatía  mutua. 
Los  dos  guerreros  podían  y  dehian  apreciarse ,  pero  es  innegable  que  no  se  ama- 
ban. 


DE  NAPOLEÓN.  Ul 

En  cnanto  á  si  el  regreso  de  Bonnpartc  fué  deseado  y  solicitado  por  el 
Directorio  (l),i|uc  le  había  visto  marchar  con  pozo  mal  encubierto  ¡Mira  el 
guerrero  mismo,  liase  citado  una  carta  firmada  por  Trcilhard,  Ijircveillcrc 
LepMtt  y  Barras  ,  en  vista  de  la  cual  Napoleón  se  hubiera  decidido  par 
tieularmente  á  salir  de  Ejipto.  Arduo  es  apurar  cómo  pudo  acordar  aquel 
ptM  cu  medio  de  datos  contradictorios  ,  pero  lo  que  nos  parece  cierto  es 
qM  desengañado  de  sus  aprensiones  sobre  el  Oriente  por  el  poco  éxito  de 
su  campafia  de  Siria,  é  instruido  del  estado  de  los  negocios  en  Francia, 
creyó  que  era  llegado  el  momento  de  patentizar  sus  miras  ambiciosas  y 
asestarlas  al  Occidente.  «  \as  noticias  de  Europa ,  dice  en  una  proclama 
dada  en  Alejandría,  me  han  decidido  á  marcharme  á  Francia.  Dejo  al  je 
ncral  Kleber  el  mando  del  ejército,  y  pronto  tendrá  todo  él  noticias  de  mi 
paradero.  Amarguísimo  se  me  hace  el  dejar  á  unos  soldados  á  quienes 
profeso  tanto  afecto,  pero  será  momentáneamente,  y  el  jencral  que  les  que- 
da merece  la  confianza  del  gobierno  y  la  mia. » 

Bonaparte  dio  á  la  vela  á  fines  de  agosto  llevando  consigo  á  Berthicr, 
Marmont,  Murat,  Lanncs,  Andrcossy,  Mongo,  Berthollet,  etc.  Fué  evi 
tando  el  crucero  inglés  que  se  habia  alejado  de  la  costa  africana  para  ir 
á  reponerse  de  víveres  en  un  puerto  de  Chipre,  y  habiéndose  librado  así  de 
Sydney-Smitb,  desembarcó  en  Frejus  el  f>  de  octubre. 


(i)  También  se  ha  hablarlo  de  pliego*  que  Bonaparte  hahria  recibirlo  de«u* 
hermanos  en  el  sitio  de  Acre,  por  medio  de  un  oficial  llamarlo  Rurbaki,  y  que  le 
habrian  inducido  á  abandonar  aquel  cerco  para  regresar  á  Francia.  Esto  no  e« 
verosímil.  Bonaparte  se  quejaba  de  la  total  ignorancia  en  que  se  hallaba  acerca 
de  los  negocios  de  Europa  hasta  el  acto  de  su  partida. 


■ 
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a  travesía  de  Alejandría  á  l'rcjus  no  se  había 
efectuado  sin  contratiempos  y  peligros.  Para 
salir  de  las  aguas  del  Ejipto  la  escuadrilla  habia 
tenido  que  forcejear  contra  vientos  tan  contra- 
rios, que  el  almirante  habia  propuesto  volver 
al  puerto ;  y  este  partido,  aconsejado  ú  desea- 
do por  toda  la  tripulación,  hubiera  prevalecido 
sin  el  tesón  brioso  y  la  resolución  incontrasta- 
ble de  Bonaparte,  decidido  á  aventurarlo  todo  para  abarcar  los  destinos 
esclarecidos  que  le  estaban  aguardando  en  Europa.  Iguales  obstáculos  y 
consejos  encontró  al  partir  de  Ayacio,  y  les  opuso  igual  tenacidad.  Este 


DE  XAPOI.I  o\  Mí) 

empuje  de  su  arrojo  y  el  estraño  rumbo  que  señaló  al  nlmirnnle  (lantheau 
me,  siguiendo  las  costas  de  África  para  tomar  después  la  punta  de  la  Ger- 
deña,  le  salvaron  probablemente  de  los  cruceros  ingleses.  Sumo  contra 


resto  le  oponía  la  peí  speeliva  del  fastidio  de  la  cuarentena,  al  mismo  tiem 
po  que  la  mas  pequeña  vela  le  causaba  las  mayores  congojas.  Había  sabi- 
do en  Ayacio  el  funesto  éxito  de  la  batalla  de  Novi,  y  prorumpia  una  y 
mil  veces:  «Sin  esa  maldita  cuarentena,  apenas  tocara  en  tierra,  fuera  á 
ponerme  al  frente  del  ejército  de  Italia.  Aun  hay  remedio.  Estoy  seguro 
de  que  no  hay  un  jcneral  que  rae  negara  el  mando.  La  noticia  de  una  victo- 
ria alcanzada  por  mi  llegaría  á  París  tan  pronto  como  la  de  Abukir,  y  esto 
surtiría  muy  buen  efecto,  i  Ya  se  ve  que  Bonaparte  conocía  la  necesidad 
de  rebozar  con  novedades  las  desagradables  impresiones  que  podia  produ- 
cir su  partida  de  Ejipto,  venida  solitaria  y  tan  inesperada  que  debia  espo- 
ner al  jeneral  á  las  reconvenciones  do  haber  desamparado  su  ejército.  Pero 
cuando  conoció  toda  la  cstension  de  los  reveses  que  habían  padecido  las 
armas  francesas  allende  los  Alpes,  quedó  desahuciado  de  sus  soñados  triun- 
fos, y  luego  se  mostró  tan  abatido  que  con  motivo  so  dijo  que  estaba  vis- 
tiendo luto  por  el  malogro  de  la  ludia.  Por  lo  demás,  el  afán  del  vecindario 
de  Frejus  le.  preservó  de  las  congojas  de  la  cuarenteua.  Luego  que  supieron 
la  entrada  del  jeneral  Bonaparte  en  su  puerto,  cubrieron  el  mar  de  botes, 
rodeando  el  bajel  que  traia  á  bordo  al  hombro  grande,  voceando:  « Prefo 
rimos  la  peste  á  los  Austríacos. »  De  modo  que  fue  imposible  observar  las 
precauciones  sanitarias,  de  lo  cual  se  aprovechó  Bonaparte  para  acelerar 
su  regreso  á  París. 


\  50  HISTORIA 

Había  participado  su  llegada  á  la  esposa  y  hermanos,  quienes  le  salie- 
ron desaladamente  al  encuentro  por  el  camino  de  la  Borgoña  que  debía 
seguir  según  el  itinerario  que  les  habia  enviado,  Pero  en  Liou  mudó  de 


parecer  y  tomó  el  rumbo  del  Borbonés.  Josefina  y  siis  cuñados  no  habién- 
dole hallado  en  Lion,  volvieron  inmediatamente  á  París. 

CAialquiera  que  íuese  el  concepto  que  se  pudiera  formar  del  pronto 
regreso  de  un  jeneral  en  jefe  dejando  su  ejército  allende  el  mar,  bajo  un 
cielo  abrasador  y  en  un  pais  mal  sano,  la  gran  mayoría  de  la  nación  le  re- 
cibió como  un  libertador.  La  deraocracia,dcspues  de  haber  dado  á  la  Fran- 
cia sus  inmensos  recursos  contra  el  estranjero,  habia  llegado  á  producir  en 
el  interior  un  quebranto  universal  á  fuerza  de  vicisitudes,  de  reacciones 
y  de  turbulencias.  La  revolución,  que  habia  hallado  tan  dignos  y  podero- 
sos pregoneros  en  la  asamblea  constituyente,  la  lejislativa,  la  convención 
y  la  junta  de  salvación  pública,  nada  tenia  que  esperar  de  las  institucio- 
nes y  de  los  caudillos  áp  aquella  temporada,  porque  estaban  desconcep- 
tuando la  potestad  sin  provecho  para  la  libertad,  y  reemplazando  la  prepo- 
tencia popular  con  la  tiranía  alternada  de  las  facciones.  Si  á  esto  se  añade 
que  la  república,  en  las  manos  á  donde  habia  ido  á  parar  y  bajo  el  viso 
que  habia  tomado,  no  lograba  afianzar  la  victoria  bajo  nuestras  banderas, 
y  que  desmanes  redoblados  habían  desvanecido  el  fruto  de  nuestras  pri- 
meras é  inmortales  campañas,  era  muy  obvio  que  los  ánimos  estuvieran 
en  lo  jeneral  dispuestos  para  una  gran  mudanza  política.  ¿  Pero  de  qué 
jaez  seria  este  trueque,  y  qué  hombre  ó  qué  hombres  lo  ejecutarían?  He 
aquí  lo  que  todos  se  andaban  preguntando, y  lo  que  daba  campo  á  mil  con- 
jeturas, á  esperanzas  ó  zozobras,  según  las  opiniones  é  intereses  de  cuantos 
se  afanaban  tras  estas  cuestiones. 


DE  napoleón.  HW 

No  Cabía  «lar  el  golpe  de  estado  á  favor  de  la  democracia,  que  padecía  ó 
la  sazón  toda  la  odiosidad  de  los  recuerdoi  y  cargo»,  Acriminándole  mas  y 
mas  los  trastornos  y  la  anarquía  <u\o  termino  aguardaban  todos  NU  im 
paciencia.  Tampoco  podia  darse  á  favor  de  los  realistas,  porque  la  nación 
en  globo  seguía  apeteciendo  los  resultados  de  la  revolución,  ann  cansándo- 
se de  las  tormentas  del  réjimen  republicano,  y  todo  el  ejército,  como 
lo  había  probado  en  fructidor,sc  hubiera  sublevado  por  otra  parte  contra 
cualquier  tentativa  para  reponer  á  los  llorboncv 

Era  pues  únicamente  hacia  una  concentración  de  la  autoridad  en  ma- 
nos briosas  á  lo  que  la  opinión  nacional  manifestaba  su  propensión  ;  pero 
siempre  por  el  rumbo  y  miras  de  la  revolución,  y  no  contra  ella.  En  se- 
mejanto  situación,  entre  la  repugnancia  invencible  del  pueblo  y  del  ejér- 
cito por  nna  reacción  borbónica,  y  la  zozobra  de  un  recrecimiento  po|w- 
lar,  la  necesidad  llamaba  al  timón  de  los  negocios  á  un  hombre  que  pu- 
diera preservar  la  reforma  social  del  año  Síí  de  los  riesgos  que  le  había 
hecho  correr  la  relajación  incesante  de  los  móviles  del  estado,  é  imposibi- 
litase á  los  ánimos  enconados  el  inclinarse  al  partido  realista.  En  desem 
peno  de  tan  sublime  intento,  no  debía  el  emprend<xlor  apear  tcmporalmen 
te  á  la  democracia  sino  en  provecho  de  la  revolución  misma,  y  hacer  iu 
dividual  la  dictadura  colectiva  que  habían  ejercido  las  asambleas  naciona- 
les en  nombre  del  pueblo.  Era  preciso  pues  que  fuese  íntimamente  revo- 
lucionario, adicto  sin  reserva  á  los  nuevos  intereses,  hondamente  imbuí 
do  en  el  aura  de  su  siglo ,  enciímbrado  en  alas  de  una  gloria  granjeada  al 
servicio  de  la  Francia  rejeuerada,  y  capaz  de  triunfar,  con  el  predominio 
de  su  nombradía  y  de  su  mimen,  de  la  fidelidad  y  adhesión  que  fomenta- 
ba el  acaloramiento  patriótico  tras  la  constitución  del  año  111  en  algunos 
pechos  republicanos.  También  era  preciso  que  su  brazo  fuese  un  antemu- 
ral poderoso  contra  el  estranjero,  y  que  su  nombre  no  hubiese  sonado  entre 
los  estadistas,  despavoridos  aun  con  el  desenfreno  que  habia  salvado  al 
país  sin  dejar  á  los  libertadores  otra  recompensa  que  el  borrón  de  su  me- 
moria. Solo  un  soldado  de  la  revolución  podia  domar  al  león  popular  y 
derrocar  el  sistema  republicano  sin  tocar  al  fondo  del  plantel  revoluciona- 
rio, siempre  bienquisto  on  la  Francia.  Tiempo  habia  que  la  corazonada 
estaba  latiendo  en  el  pecho  de  aquel  soldado  ambicioso,  acechando  allá  el 
ti  -anee,  engreído  con  su  situación  y  poderío  que  le  ponían  su  logro  en  la 
mano. 

Lo  que  Bonaparte  habia  previsto  y  anhelado  se  avenia  demasiado  con 
el  ansia  y  las  necesidades  públicas  para  que  su  presencia  no  fnesc  la  señal 
precursora  del  acontecimiento  que  debía  entablar  una  carrera  muy  fttfera 
para  el  ímpetu  irresistible  de  la  revolución  francesa.  Asi,  desde  que  se  so- 
po sn  regreso ,  todos  los  partidos  se  agolparon  á  él ,  formando  un  estribo 


J52  HISTORIA 

con  su  reputación  y  su  talento,  y  haciéndole  servir  para  el  logro  de  sus  com- 
binaciones y  de  sus  planes. 

La  mayoría  del  Directorio,  formada  de  Barras,  Gohier  y  Maulins,  quería 
conservar  la  constitución  del  año  III:  el  primero  porque  hallaba  en  ella 
medios  de  perpetuarse  en  la  potestad;  Gohier  y  Moulins,  porque  concep- 
tuaban muy  asequible  la  continuación  del  réjimen  republicano  bajo  su 
planta  establecida.  Sieyes,  que  por  el  contrario  habia  conservado  siempre 
una  predisposición  monárquica  y  una  repugnancia  desdeñosa  á  las  fórmu- 
las; populares,  aguardaba  con  impaciencia  una  ocasión  para  manifestar  y 
satisfacer  su  propensión  encubierta.  Y  aun  le  acusaban  de  haber  pensado 
en  vender  la  república  en  beneficio  de  un  príncipe  de  la  casa  de  Bruns- 
wick, así  como  se  maliciaba  que  Barras,  desahuciando  su  causa  y  cansado 
de  tantas  vicisitudes,  habia  entablado  relaciones  con  la  casa  de  Borbon. 
Predispuesto  ya  Sieyes  para  quien  se  arrojara  á  una  arbitrariedad  contra 
los  individuos  y  las  instituciones  democráticas,  su  compañero  Roger-Ducos 
no  pensaba  ni  obraba  sino  como  él.  Sin  embargo  Bonaparte  desconoció  al 
pronto  á  este  cómplice  imprescindible,  y  aun  aparentó  con  él  un  menos- 
precio insultante  en  una  comida  que  Gohier  le  dio  al  dia  siguiente  del  pri- 
mer avistamiento  que  el  jeneral  tuvo  con  el  Directorio,  y  en  la  que  se  pasó 
todo  con  suma  reserva  y  despego  respectivo.  A  consecuencia  de  esta  comida, 
dijo  Sieyes  con  enojo:  « ¡Miren  Vds.  ese  insolente  cómo  traía  al  miembro 
de  una  autoridad  que  hubiera  debido  mandarle  arcabu/ear! » 

Pero  esta  repugnancia  recíproca  que  sentían  el  metafísico  y  el  guerrero 
cedió  pronto  al  anhelo  común  de  cambiar  el  orden  político  establecido  en 
Francia.  Habiendo  dicho  alguien  delante  de  Bonaparte:  « Buscad  un  apoyo 
en  las  personas  que  tratan  de  jacobinos  á  los  amigos  de  la  república,  y  no 
dudéis  de  que  Sieyes  está  capitaneando  esas  jentes, »  el  jeneral  fué  amai- 
nando en  su  repugnancia  ó  se  esmeró  al  menos  en  disimularla  para  com- 
prometer en  la  ejecución  de  sus  intentos  al  hombre  que  habia  recibido  al 
principio  con  desvio  y  á  quien  positivamente  no  amaba.  El  Directorio,  pa. 
ra  librarse  de  un  roce  tan  arriesgado,  quería  desterrar  á  Bonaparte  dán- 
dole el  mando  del  ejército  que  mas  le  cuadrase;  pero  este  ofrecimiento, 
esplendoroso  para  cualquiera  otro  jeneral,  no  era  para  tentar  al  próximo 
soberano  de  Francia.  « No  he  querido  desentenderme ,  dijo ,  pero  les  he 
pedido  tiempo  para  restablecer  mi  salud,  y  me  he  retirado  para  evitar  otros 
ofrecimientos  que  pudiesen  comprometerme.  No  volveré  á  asistir  á  sus  se- 
siones; me  decido  por  el  partido  de  Sieyes,  pues  reúne  mas  votos  que  el  del 
disoluto  Barras. »  Las  combinaciones  que  ocasionaron  el!  8  de  brumario  se 
tramaron  principalmente  por  Luciano  Bonaparte  en  los  consejos,  y  por 
Sieyes,  Talleyrand,  Fouché,  Real,  Begnault  de  San  Juan  de  Angely  y 
algunos  otros.  Sobre  todo  Fouché  se  mostró  ansiosísimo  de  volcar  el 
sistema  republicano  cuyos  antojos  mas  sangrientos  habia  lisonjeado  , 


DF  NAPOLBOIS  153 

y  dijo  al  secretario  de  Bonaparte.  « l|Wéi  wu vocrtro Jwuil,  pues  sitar 
da .  está  perdido. » 

Cambaccrcs  y  Lchrun  fueron  mas  pausados  en  decidirse.  Kl  pa|»el  de 
conspirador  no  cuadraba  eon  la  circunspección  del  uno  ni  con  el  comedí 
miento  del  otro.  Informado  Bonapartedc  su  incertidumbre,  es»  lamo  como 
si  ya  dispusiera  de  los  destinos  de  la  Francia-.  «  No  quiero  medias  palnlu  m; 
no  se  figuren  que  los  necesito;  que  se  decidan  hoy,  si  no,  mañana  será  de 
masiado  tarde,-  ahora  ya  me  siento  bastante  fuerte  para  obrar  á  solas. » 

Casi  todos  los  jeneralcs  de  algún  concepto  presentes  en  París  entraron 
en  las  miras  de  Bonaparte ;  el  mismo  Morenu  se  puso  á  su  disposición ,  \ 
pronto  veremos  qué  papel  se  avino  á  representar  en  el  movimiento  que  se 
preparaba.  Pero  le  faltaba  al  esclarecido  conspirador  el  arrimo  del  com 
pañero  de  armas  cuya  oposición  ,  carácter  y  lalento  le  eran  mas  temibles. 
Bernadotte  porfiaba  defendiendo  á  la  república  y  la  constitución  del 
año  III.  Sin  embargo  su  pariente  José  Bouaparte  lo  llevó  á  casa  de  su  her 
mano  en  la  mañana  del  48  de  brumario.  Todos  los  oficiales  jenerales  es- 
taban de  uniforme,  y  Bernadotte  se  presentó  en  traje  de  paisano.  Ofendióse 


Napoleón,  y  habiéndole  manifestado  agriamente  su  estrañeza,  lo  llevo  á  un 
gabinete,  en  donde  se  esplicó  acerca  de  sus  intentos  con  sumo  desahogo. 
« Vuestro  Directorio  es  aborrecible,  le  dijo,  vuestra  constitución  esta  des 
gastada ,  es  preciso  dar  un  barrido  y  encaminar  por  otro  rumbo  el  gobier 
no.  Idos  á  poner  el  uniforme,  no  puedo  aguardaros  mas;  pero  me  halla- 
réis en  las  Tuilcrías  en  medio  de  todos  nuestros  compañeros.  No  contéis 
con  Moreau  ni  con  Beurnonville  ni  con  los  jenerales  de  abordo.  Cuando 
conozcáis  mejor  á  los  hombres,  veréis  que  prometen  mucho  y  cumplen 


454  HISTORIA 

poco.  No  seáis  confiado.  ■  Bernadotte  respondió  que  no  quería  lomar 
parte  en  una  rebelión,  y  entonces  Bonaparte  exijió  la  promesa  de  una  com- 
pleta neutralidad,  que  solo  consiguió  á  medias  al  principio.  «  Permanece- 
ré tranquilo  como  ciudadano,  respondió  el  austero  republicano,  que  des- 
pués consintió  en  ser  rey;  pero  si  el  Directorio  me  da  orden  de  obrar, 
marcharé  contra  todos  los  alborotadores. » A  estas  palabras,  Bonaparte,  en 
vez  de  entregarse  á  su  fogosidad  jenial,  echó  el  resto  en  amainarle  para 
ajcnciarse  con  promesas  y  lisonjas  la  intervención  de  un  hombre  de  talen- 
to y  valor  que  podia  hacer  frustrar  la  conjuración. 

Mientras  que  esto  pasaba  en  la  casa  de  la  calle  de  la  Victoria,  en  don- 
de viviael  vencedor  de  Areola  y  las  Pirámides,  el  consejo  de  los  Ancianos 
le  enviaba  por  un  mensaje  el  decreto  siguiente: 

«  Art.  4".  El  cuerpo  lejislativo  se  traslada  al  pueblo  de  San  Cloud. 

«  Art.  2".  Los  consejos  se  hallarán  allá  mañana  19  á  las  doce. 

*  Art.  3o.  El  jeneral  Bonaparte,  encargado  déla  ejecución  del  presenta 
decreto,  tomará  todas  las  disposiciones  conducentes  á  la  seguridad  de  la  re- 
presentación nacional.  El  jeneral  comandante  de  la  47a.  división  militar,  la 
guardia  del  cuerpo  lejislativo,  los  guardias  nacionales  sedentarios,  las  tro- 
ñas  de  línea  que  se  hallan  en  Paris  y  en  el  distrito  constitucional  y  en  toda 
'a  estension  de  la  47a.  división  militar,  quedan  inmediatamente  bajo  sus 
órdenes,  etc. 

« Art.  4o.  El  jeneral  Bonaparte,  es  llamado  al  seno  del  consejo  para 
recibir  una  copia  del  presente  decreto  y  prestar  juramento.  Se  pondrá  de 
acuerdo  con  los  comisarios  inspectores  de  ambos  consejos. » 

El  jeneral  aguardaba  este  decreto,  convenido  entre  él  y  los  partidarios 
que  tenia  en  el  consejo,  y  después  de  haberlo  Ieido  á  las  tropas,  añadió : 

« Soldados : 

«  El  decreto  estraordinario  del  consejo  de  los  Ancianos  está  conforme 
con  los  artículos  402  y  403  del  acta  constitucional.  Él  me  confiere  el  man- 
do de  la  ciudad  y  del  ejército. 

« Yo  lo  he  aceptado  en  apoyo  de  cuanto  va  á  providenciar,  y  es  todo  en 
favor  del  pueblo. 

« Hace  dos  años  que  la  república  está  mal  gobernada.  Habéis  esperado 
que  mi  regreso  pondría  término  á  tantos  males  (4);  lo  habéis  celebrado  con 

(i)  Bonaparte  estaba  interesado  eu  recargar  lo»  quebrantos  públicos  para 
sincerar  la  revolución  que  estaba  ideando  bajo  una  planta  gubernativa;  pe- 
ro por  muy  lamentable  que  fuese  la  situación  de  la  república,  los  negocios 
militares  no  infundían  ya  las  mismas  zozobras  que  tras  la  batalla  de  No- 
vi  :  los  triunfos  de  Masena  habian  remediado  en  parte  nuestros  fracasos.  Así 
cuando  el  jeneral  en  jefe  del  ejército  de  Ejipto  dijo  al  Directorio  que  habia  ve- 
nido llevado  de  un  temor  patriótico  para  participar  de  los  peligros  del  gobierno 
republicano,  Gohier  le  contestó  arrebatadamente:  «Jeneral,  esos  peligros  eran 


DE  NAPOLEÓN  IW 

una  hermandad,  madre  de  las  obligaciones  que  estoy  cumpliendo;  coa 
plircis  las  vuestras,  y  ayudaréis  á  vuestro  jeneral  con  H  l»ii'»  <onl¡;in/;i 
y  tesón  que  siempre  he  visto  en  vosotros. 

«  \a  libertad,  la  paz  y  la  victoria  volverán  a  colocar  a  la  república 
francesa  en  el  lugar  que  ocupaba  en  Europa,  y  que  solo  han  podido  hacer- 
le perder  la  torpeza  ó  la  traición.  >< 
Publicóse  el  decreto  de  los  Ancianos,  y  si'  tocó  llamada  en  todos  los  cuar 


teles  de  Paris.  Acto  continuo,  Bonaparte  mando  lijar  por  las  esquinas  la  pro- 
clama siguiente : 

«  Ciudadanos : 

« El  consejo  de  los  Ancianos,  depositario  de  la  sabiduría  nacional,  aca- 
ba de  espedir  el  decreto  adjunto.  Está  autorizado  por  los  artículos  102  \ 
I0.">  del  acta  constitucional. 

« Me  encargo  de  providenciar  el  resguardo  de  la  representación  nacio- 
nal. Su  traslación  es  necesaria  y  momentánea.  El  cuerpo  lejislativo  se  ha 
liará  en  estado  de  sacar  á  la  representación  nacional  del  inminente  peligro 


gravísimos,  pero  hemos  salido  de  ellos  con  gloria.  Llegaii  á  tiempo  |>.>rn  cele- 
brar con  nosotros  los  repetidos  triunfos  de  vuestros  compañeros  de  armas  y  con- 
solarnos de  la  pérdida  del  joven  guerrero  (Joubert)  que  aprendió  ,i  vuestro  lado 
á  pelear  y  vencer. .Bonaparte  habia  abultado  el  peligro,  y  Gohier  ex.ijeraha  lue- 
go la  seguridad. 


456  HISTORIA 

en  que  nos  ha  puesto  la  desorganización  de  todas  las  partes  de  la  admi- 
nistración. 

« En  este  trance  necesita  la  hermandad  y  confianza  de  los  patriotas;  reu 
níos  en  torno  de  él ,  único  medio  de  afianzar  la  república  sobre  los  ci 
mientos  de  la  libertad  civil ,  felicidad  interior,  victoria  y  paz. » 

Mientras  que  Bonaparte  se  hallaba  así  revestido  de  hecho  y  con  uua 
apariencia  de  legalidad  del  mando  supremo  de  la  capital ,  el  Directorio 
nada  hacia,  y  preciso  es  decirlo  para  su  descargo ,  nada  podia  hacer  para 
contrarestar  los  amaños  que  lo  cercaban  y  mantener  á  un  tiempo  la  cons 
titucion  y  su  propia  autoridad.  Gobier  aguardaba  en  el  Luxemburgo  al 
caudillo  de  los  conjurados  que  se  habia  brindado  familiarmente  á  comer; 
no  se  hubiera  atrevido  á  maliciar  que  su  glorioso  convidado  quería  con- 
signar por  medio  de  este  convite  en  su  comedor  al  presidente  de  la  repú 
blica  para  dejarle  ignorar  lo  que  se  estaba  tramando  ú  ejecutando  contra 
el  gobierno  directorial.  Moulins  desfogaba  sus  iras  con  protestas  solitarias 
y  desvalidas;  lianas  venia  en  conocimiento dequeelgolpecuyasventajasle 
habían  lisonjeado  que  participaría,  iba  á  ejecutarse  sin  él  (I),  y  que  tenia 
que  resignarse  á  la  nulidad  en  que  venia  á  quedar.  Sieyes  y  Roger-Ducos 


(i)  Bonaparte  habia  prometido  á  Barras  que  se  entendería  con  él  «obre  sus 
intentos  y  le  bahía  ofrecido  con  este  motivo  una  visita  para  el  17  brumario  por 
la  noche,  pero  se  contentó  con  enviarle  su  secretario,  lo  que  indicaba  qne  el 
jeueral  estaba  ocupado  en  otra  parte  y  que  habia  dado  otra  dirección  á  sus 
confidencias.  Comprendiólo  Barras  luego  que  vio  entrar  á  Mr.  de  Bourrienne,  y 
.te  miró  como  perdido,  y  al  acompañarle  le  dijo:  «  Veo  que  Bonaparte  me  enga- 
ña, y  a  sé  que  no  volverá;  9Ín  embargo  á  mí  me  lo  debe  todo.  »  El  secretario 
quiso  asegurarle  que  su  jeueral  le  baria  una  visita  al  dia  siguiente;  pero  esta 
promesa  no  esperanzó  tampoco  al  director. 

El  dia  antes,  Bouaparle  no  habia  titubeado  tanto  en  las  Toilerías  con  Botot , 
secielario  de  Barras,  á  quien  habia  conceptuado  representante  del  Directorio,  y 
á  quien  descargó  una  amarga  reconvención  que  empezaba  con  estas  palabras: 
«¿Qué  habéis  hecho  de  la  Francia..?»  Mr.  Collot,  testigo  ocular,  ha  referido  así 
esta  escena  memorable: 

«No  sé  qué  numen  le  estaba  inspirando  en  aquel  momento.  Espresiones  é  imá- 
jenes  sublimes  manaron  de  sus  labios  como  uu  raudal  de  elocuencia.  Rasgueaba 
á  la  Francia  tal  como  la  habia  dejado;  los  arsenales  llenos  ,  su  territorio  au- 
mentado, sus  tropas  bien  vestidas,  bien  mantenidas  y  en  todas  partes  victorio- 
sas, etc.  etc. ;  luego  trasladándose  de  repente  á  nuestros  últimos  campos  de  ba- 
talla, mostró  todavía  en  ellos  sus  soldados  tendidos  ,  muertos  en  el  campo  de  Ja 
derrota,  aquellos  soldados  que  no  habian  conocido  á  sus  órdenes  mas  que  la  vic- 
toria ;  pintó  sus  restos  humillados,  etc.  etc.  Todo  esto  fué  bosquejado  con  pin- 
celadas tan  recias  y  trascendentales  y  pronunciado  con  una  vehemencia  ,  una  en- 
tonación de  autoridad  y  de  quebranto  tau  grandiosa,  que  todos  los  que  estaban 
presentes  quedaron  exhalando  ¡ras  contra  el  Directorio. 


DE  NAPOLEÓN  4T>7 

estaban  decididos  ;i  hacer  dimisión  de  sus  cargos,  y  sobresalía  sobre  todo 
el  primero  entre  los  jefes  de  la  maquinación.  Los  obstáculos  que  Ronapar 
le  podia  encontrar,  solóse  hallaban  por  consiguiente  en  el  consejo. 

Trasladóse  a  él  á  la  una  de  la  tarde  del  ítt,  después  de  haber  tafeo 
ocupar  por  sus  tropas  todas  los  puestos  importantes  á  las  órdenes  de  jene 


rales  adictos ,  llevando  consigo  á  Berthier,  Lefevre,  Murat,  Lamics,  etc. 
Kn  cuanto  áMoreau,  le  nombró  alcaide  de  los  directores  obstinados  (lobier 
y  Moulins,  cuya  renuncia  se  publicó  sin  embargo  por  medio  de  una  de 
aquellas  patrañas  no  escaseadas  en  este  dia.  Sieyes  y  Koger-Ducos  en 
viaron  efectivamente  las  suyas:  el  primero, siempre  cuidadoso  de  tener  una 
salida  á  todo  evento,  tuvo  la  precaución  de  mandarse  arrestar  en  su  casa. 
Informado  Marras  por  Talleyraud  de  lo  que  le  habia  hecho  presumir  la 
visita  de  Bourrienne,  abdicó  en  manos  del  célebre  negociador  y  salió  in- 
mediatamente para  (írosbois ,  dejando  una  carta  para  el  presidente  del 
consejo  de  los  Ancianos,  en  la  que,  después  de  haber  protestado  de  su  des- 
interés y  amor  esdusivo  á  la  patria  y  á  la  libertad,  declaraba  «que  volvia 
gustoso  al  estado  de  mero  ciudadano ,  feliz,  tras  tantas  l>orrascas ,  de  en 
tregar  enteros  y  mas  respetables  que  nunca  los  destines  de  la  república 
en  cuyo  depósito  habia  tenido  parte. » 


Í58 


HISTORIA 


Aunque  los  conjurados  se  creían  dueños  del  consejo  de  los  Ancianos  , 
Bonaparte  encontró  en  este  cuerpo  mas  oposición  de  la  que  habia  previs- 
to. Su  presencia  fué  la  señal  de  vehementísimos  cargos,  y  como  estaba 
acostumbrado  á  hablar  á  muchedumbres  obedientes,  el  ademan  amenaza- 
dor de  algunos  republicanos  adustos  ó  acalorados  que  se  cubrían  con  el 
título  sagrado  de  representantes  del  pueblo ,  le  causó  una  conmoción  que 
estuvo  á  punto  de  comprometer  el  éxito  de  aquel  dia.  Oraciones  cortadas, 
palabras  sin  ilación ,  esclamaciones  interrumpidas  por  los  alaridos  del  au- 
ditorio, fueron  todo  lo  que  se  le  pudo  oir  en  la  tribuna.  Ora  dirijia  re- 
convenciones al  partido  democrático ,  ora  tomaba  un  rumbo  apolojético  y 
procuraba  sincerar  su  conducta  con  el  recuerdo  de  sus  pasados  servicios. 
Al  lin  invocó  la  libertad  y  la  igualdad,  y  como  Lenglet  se  valió  de  esto  para 
recordarle  la  constitución ,  esclamó  con  mas  entereza  :  « La  constitución 
la  habéis  atropellado  eH8  de  fructidor  y  el  22  de  floreal  y  el  50  de  pra- 
deral.  ¡  La  constitución !  todas  las  facciones  la  invocan  y  todas  la  quebran- 
tan  y  aun  hoy  se  conspira  en  su  nombre.  Si  es  forzoso  esplicarse  cla- 
ramente, si  hay  que  citar  personas,  las  citaré.  Diré  que  los  directores 
Barras  y  Moulins  me  han  propuesto  que  me  pusiese  al  frente  de  un  parti- 
do, cuya  propensión  era  abatir  á  todos  los  hombres  de  ideas  liberales. » 

Estas  últimas  palabras  estremaron  todos  los  ímpetus  que  arrebataban 
al  consejo.  Pidieron  que  se  declarase  en  sesión  secreta,  pero  la  mayoría 
se  opuso  é  intimó  á  Bonaparte  que  se  esplicase  sin  rebozo  á  la  faz  de  la  na- 
ción. Entonces  se  vio  en  mayor  apuro,  y  reinando  en  la  asamblea  la  mas 
ansiosa  ajitacion ,  terminó  con  esta  voz  que  pronunció  al  retirarse  :  «  El 
que  sea  de  los  mios,  que  me  siga. » 

Aun  era  mayor  el  desasosiego  en  el  consejo  de  los  Quinientos,  cuya 
mayoría  se  mantenía  firmemente  adicta  á  la  constitución  y  á  la  república. 
La  lectura  de  la  carta  de  Barras,  al  confirmar  todo  lo  que  hacían  presajiar 
los  acontecimientos  del  dia  anterior,  habia  escitado  las  proposiciones  mas 
enérjicas  contra  cualquiera  que  atentase  contra  el  orden  existente.  A  pro- 
puesta de  Delbrel ,  los  representantes  renovaban  su  juramento ,  cuando 
Bonaparte  se  presentó  en  la  asamblea  con  una  escolta  de  granaderos.  A  es- 
te aspecto  se  manifestó  en  el  salón  una  indignación  casi  universal,  oyén- 
dose por  todas  partes  los  gritos  de :  «  Muera  el  dictador ,  muera  el  Crom- 
well,  Bonaparte  fuera  de  la  ley. »  Algunos  diputados  se  arrojaron  de  sus 
asientos,  saliendo  al  encuentro  al  jeneral ,  para  echarle  en  cara  aquella 
profanación  del  templo  de  las  leyes.  « ¿Qué  hacéis,  temerario?  le  dijo  Bi- 
gonet,  retiraos.»  Y  como  esta  demostración  parecía  unánime,  Bonaparte, 
aun  conmovido  de  la  resistencia  inesperada  que  habia  encontrado  en  el 
consejo  de  los  Ancianos,  se  vio  imposibilitado  de  contrarestar  á  este  nue- 
vo alboroto  parlamentario  ,  mas  amenazador  que  el  primero,  y  volvió  á 


DK  NAPOLEÓN  ww 

reunirse  ron  su  escolta  que  le  acompañó  hasta  H  punto  don  le  estaban  Ins 
tropas  (4).  Allí  se  sintió  roas  alentado  y  recobró  su  osadía  v  confianza 


cuando  Luciano,  teniendo  que  dejar  la  presidencia  porque  no  quiso  poner 
á  votación  la  proscripción  de  su  hermano ,  le  trajo  ,  no  solo  el  apoyo  de 
la  autoridad  que  acababa  de  deponer  en  el  seno  de  la  asamblea  y  con  la 
que  persistía  en  apoyarse  fuera  de  ella ,  sino  también  el  auxilio  de  su  elo- 
cuencia, denuedo  y  eficacia. 

(i)  Inútiles  recordar  aqui  la  interpretación  de  oficio  qu«  quito  tranformar 
en  asesinos  á  lo*  representantes  del  pueblo,  y  recomendó  a  las  gracias  del  primer 
cónsul  al  granadero  Thotné  y  otro  compañero  suyo  por  supuestas  heridas  que 
no  recibieron  uno  ni  otro.  Sabido  es  de  todos  boy  dia  que  la  fábula  de  los  pu- 
nales  solo  fué  inventada  para  lejitimar  la  intervención  de  las  bayonetas  y  escitar 
la  ojeriza  nacional  contra  los  republicanos.  Cualquiera  quesea  la  opinión  que  se 
forme  acerca  del  18  de  brumario,  imposible  es  no  ajar,  en  nombre  de  la  moral 
pública,  todas  las  imposturas  y  calumnias  de  que  hicieron  uso  los  que  de*pue* 
se  proclamaron  libertadores  del  pais,  cuando  el  éxito  coronó  sus  conatos.  Asf  el 
terror  salvó  á  la  Francia,  y  mas  de  cuatro  terroristas  emplearon  medios  ó  come» 
tieron  actos  que  el  resultado  no  pnede  abonar.  En  la  misma  balanza  debe  ¡ 
la  historia  los  actos  y  las  palabras  de  Luciano  Bonapartey  desús  cómplices. 


160  HISTORIA 

Luciano  nontó  á  caballo,  recorrió  las  filas  y  con  el  acento  de  nn  hom 
bre  que  parcciaaun  teñera  la  vista  puñales  y  asesinos ,  esclamó: 

« Ciudadanos ,  soldados : 

« El  presidente  del  consejo  de  los  Quinientos  os  declara  que  la  inmensa 
mayoría  de  aquel  consejo  se  halla  en  este  momento  aterrada  por  algunos 
representantes  del  pueblo  que  armados  de  puñales  asedian  la  tribuna,  ame 
nazan  de  muerte  á  sus  companeros  y  acarrean  las  deliberaciones  mas  es- 
pantosas. 

■«Os  declaro  que  esos  malvados  forajidos,  sin  duda  pagados  por  la  In 
glaterra,  se  han  rebelado  contra  el  consejo  de  los  Ancianos,  atreviéndose  á 
querer  poner  fuera  de  la  ley  al  jeneral  encargado  de  la  ejecución  de  su  de 
creto;  como  si  aun  estuviéramos  en  aquellos  terribles  tiempos  de  su  reina- 
do en  que  la  palabra  fuera  de  la  ley  bastaba  para  derribar  las  cabezas  mas 
amadas  de  la  patria. 

« Os  declaro  que  ese  puñado  de  furiosos  se  han  puesto  ellos  mismos  fue 
ra  de  la  ley  por  sus  atentados  contraía  libertad  del  consejo. 

«  En  nombre  de  ese  pueblo,  tantos  años  hace  juguete  de  tan  desastra 
dos  hijos  del  terror,  confio  á  los  guerreros  el  afán  de  libertar  á  la  mayo- 
ría de  sus  representantes ,  para  que  salvos  de  los  puñales  por  medio  de  las 
bayonetas,  puedan  deliberar  sobre  la  suerte  de  la  república. 

« Jeneral ,  y  vosotros  soldados  y  ciudadanos ,  no  reconozcáis  por  lejis- 
ladores  de  la  Francia  sino  á  los  que  se  reúnan  conmigo ;  en  cuanto  á  los 
que  permanecerán  en  el  Invernadero,  serán  espulsados  á  viva  fuerza.  Esos 
bandidos  ya  no  son  los  representantes  del  pueblo,  son  los  representantes 
del  puñal.  Quédeles  este  dictado,  sígales  á  todas  partes,  y  cuando  se  atre- 
van á  mostrarse  al  pueblo,  señalémoslos  con  el  dedo  dándoles  el  merecido 
nombre  de  representantes  del  puñal 

•  ¡  Viva  la  república !  » 

A  pesar  de  este  lenguaje,  los  soldados  titubearon,  lo  cual,  visto  por  Lu- 
ciano, añadió  para  determinarlos:  «Juro  traspasar  el  pecho  de  mi  propio 
hermano,  si  algún  dia  atentase  contra  la  libertad  de  los  Franceses. » 

Este  juramento,  pronunciado  conbrio,  triunfó  déla  indecisión  délas 
tropas.  Sin  embargo  Bonaparte  titubeó  al  dar  orden  á  Murat  de  marchar  al 
frente  de  los  granaderos  y  dispersar  la  representación  nacional.  Pero  frus- 
trada ya  la  esperanza  que  habia  concebido  de  conseguirlo  todo  con  el  pre- 
dominio de  su  presencia  y  de  sus  razonamientos,  é  instado  eficazmente  por 
su  hermano  y  los  principales  conjurados,  se  decidió  á  disolver  la  asamblea 
á  viva  fuerza  y  el  salón  quedó  desocupado  en  un  momento. 

Sin  embargo  los  autores  del  \  8  de  brumario,  una  vez  victoriosos,  quisie- 
ron valerse  todavía  de  los  fórmulas  constitucionales  que  acababan  de  des- 
truir para  dar  á  sus  actos  un  viso  legal,  y  al  efecto  buscaron  por  todas 


DI.   \  MM>|.l.o\ 


lf.1 


partes  algunos  restos  de  In  asamblea  que  habían  etptfcHáo  \in|.ntanv»ntc 


para  formar  un  remedo  do  representación  nacional. Luciano  logró  reunir, 
en  el  invernadero  de  San  Cloud,  unos  treinta  diputados  que  se  encargaron 
de  ejercer  maquinalmente  la  potestad  soberana  que  Bouaparte  poseía  ya  en 
realidad  y  que  decretaron,  además  de  la  esclusionde  sesenta  y  un  eompa 
fieros  suyos,  la  disolución  del  Directorio  y  formación  de  una  junta  con 
sular  compuesta  de  tres  miembros,  á  saber:  Sioyes,  Hoger-Dueos  y  Bona 
parte.  Este  gran  cambio  se  efectuó  á  las  nueve  de  la  noche. 

Eran  las  once,  y  aun  Bonaparte  se  bailaba  en  ayunas  de  todo  aquel 
dia.  En  lugar  de  atender  á  sus  necesidades  físicas,  solo  pensó  al  voher  a 
rasa ,  aunque  tan  eutrada  la  noche ,  en  completar  aquel  día  memorable 
anunciándolo  y  esplicándolo  al  pueblo  francés  con  su  acostumbrada  supe 
rioridad.  Con  este  objeto  redactó  la  siguiente  proclama  : 

« A  mi  regreso  á  I'aris  bailé  todas  las  autoridades  divididas  y  solo 
unánimes  en  una  sola  verdad,  esto  es,  que  la  constitución  estaba  casi  <lcs 
truida  y  no  podía  salvar  la  libertad. 

«Todos  los  partidos  acudieron  á  mi,  me  patentizaron  sus  intentos  y 
reclamaron  mi  arrimo,  pero  me  desentendí  de  partidos. 

«  El  consejo  de  los  Ancianos  me  ha  llamado  y  he  correspondido  á  su 
confianza ;  los  sujetos  ,  en  quienes  la  nación  está  acostumbrada  á  ver 

21 


W2  HISTORIA 

defensores  de  la  libertad,  igualdad  y  propiedad,  habían  ideado  un  plan  de 
restauración  jeneral ,  que  requería  un  escrutinio  detenido,  libre  y  ajeno  de 
todo  influjo  y  zozobra.  En  su  consecuencia  el  consejo  de  los  Ancianos  ha 
dispuesto  la  traslación  del  cuerpo  lejislativo  á  San-Cloud,  encargándome 
de  disponer  la  fuerza  necesaria  á  su  independencia.  He  creído  deber  aceptar 
el  mando  en  obsequio  á  mis  conciudadanos,  á  los  soldados  que  están  pere 
ciendo  en  nuestros  ejércitos,  y  á  la  gloria  nacional  granjeada  con  su  san 
gre.» 

Después  Bonaparte  referia  lo  que  habia  ocurrido  en  San-Cloud  ,  con 
firmando  con  su  poderoso  testimonio  el  arrojado  invento  de  Luciano  so 
bre  los  puñales,  y  terminaba  asi: 

« Franceses,  sin  duda  agradeceréis  el  afán  de  un  soldado  déla  libertad 
y  de  un  ciudadano  adicto  á  la  república.  Las  ideas  conservadoras,  tutela 
res  y  liberales  han  recobrado  sus  derechos  con  la  dispersión  de  los  faccio 
sos  que  oprimían  á  los  consejos,  los  cuales,  al  parar  en  malvados  odiosí- 
simos ,  han  venido  á  ser  los  mas  desventurados  » 


<  APIH  LO  X 


i  -i.ihic i  ni"  del  gobierno  (onsulai. 


os  hombres  austeros  efl  sus  principios ,  los 
^republicanos  inflexibles,  persuadidos  de  que 
[la  causa  popular  había  zozobrado  con  la  es 
[paila  y  la  calumnia,  con  las  formulas  demo 
[créticas  déla  constitución  del  año  III,  tilda 
| ron  de  crimen  de  lesa  nación  la  arbitrariedad 
fdc  brumario.  El  pueblo  en  globo,  el  conjiin 
to  de  todos  los  partidos ,  la  inmensa  mayoría  de  las  clases  alta  \  media, 
y  casi  la  unanimidad  de  la  clase  trabajadora,  cuantos  daban  mayor  valor 
á  la  prosperidad  material  de  la  Francia,  á  su  pacilicacion  doméstica  y  a  su 
seguridad  esterior ,  que  á  las  cuestiones  de  mecanismo  constitucional  y  de 
metafísica  gubernativa,  en  una  palabra,  todo  el  país,  esceplo  algunos  áni 


4G4  HISTORIA 

mos  indómitos ,  se  afanó  en  descargar  á  Bonaparte  del  atentado  de  San- 
Cloud,  considerándolo  umversalmente  como  un  suceso  acarreador  de  fe- 
licidades. 

« Se  ha  estado  ventilando  metafísicamente ,  dijo  Napoleón  en  Santa 
Helena,  y  aun  se  cavilará  por  mucho  tiempo  sobre  si  se  atrepellaron  las 
leyes  y  fuimos  delincuentes;  pero  estas  son  abstracciones  cuando  mas  apro- 
piadas á  los  libros  y  las  tribunas,  y  que  deben  desaparecer  ante  la  incon- 
trastable ley  deja  necesidad;  y  es  en  suma  culpar  al  marino  que  hachea  sus 
mástiles  para  no  zozobrar.  El  hecho  es  que  sin  nosotros  la  patria  estaba 
perdida  y  que  la  salvamos.  Así  los  autores  y  ejecutores  de  aquella  memo- 
rable arbitrariedad  en  vez  de  sincerarse,  deben  tan  solo  responder  en- 
greidamente  á  sus  acusadores  á  ejemplo  del  Romano  ••  «  Protestamos  que 
hemos  salvado  nuestro  pais ,  venid  con  nosotros  á  dar  gracias  á  los  dio- 
ses. » 

« Y  no  cabe  duda  en  que  cuantos  se  arremolinaban  en  el  torbellino 
político,  han  tenido  tanto  menos  derecho  de  quejarse  con  justicia,  cuanto 


DE  NAPOLEÓN.  405 

concordaban  todos  en  que  era  imprescindible  una  mudanza ,  que  todos  la 
ansiaban  y  que  cada  cual  procuraba  efectuarla  por  su  parte.  Yo  ejecuté  la 
inia  á  impulsos  de  los  moderados,  y  sus  resultados  fueron  el  fln  ejecutivo  de 
|a  anarquía  y  el  inmediato  recobro  del  orden,  hermandad,  fuerza  y  nom- 
inadla. ¿  Acaso  hubieran  sobresalido  los  de  los  jacobinos  ó  de  los  inmo 
rales?  Permítasenos  decir  que  no.  Natural  es  que  hayan  quedado  descon- 
tentos y  hayan  voceado  destempladamente.  Asi  solo  á  tiempos  mas  remo- 
tos y  hombres  mas  desinteresados  toca  sentenciar  á  derechas  asunto  tan 
grave.  » 

Ksos  tiempos  remotos  se  acercan,  esos  hombres  desinteresados  van 
asomando ,  y  aunque  las  jeneraciones  actuales  estén  empapadas  en  el  espí- 
ritu democrático  cuyos  representantes  dispersó  Bonaparte  derribando  las 
instituciones  en  San-Cloud,  los  demócratas  de  hoy  día,  personalmente 
ajenos  de  las  violentas  impresiones  que  esta  dispersión  y  mudanza  causaron 
á  los  mas  ardientes  patriotas ,  deben  estar  ya  harto  exentos  de  recuerdos 
amargos  y  del  justo  encono  de  sus  padres ,  para  cavilar  á  solas  con  la  im 
parcialidad  si  el  apeamiento  de  los  mas  fogosos  revolucionarios  y  de  los 
mas  enteros,  ardientes  y  acendrados  demócratas  y  republicanos  no  fué  al 
cabo  mas  favorable  que  perjudicial  á  la  marcha  déla  revolución, y  aun  al 
porvenir  de  la  democracia. 

Cuando  Bonaparte  se  presentó  espada  en  mano  para  entronizar  su  al- 
bedrio  en  lugar  de  las  leyes  que  el  pueblo  había  dictado  y  de  los  majistra- 
dos ,  fué  porque  las  leyes  y  los  majistrados  no  podian  defender  su  causa 
contra  sus  enemigos  interiores  y  estertores,  porque  el  rumbo  de  la  revo- 
lución se  hallaba  entorpecido,  y  su  éxito  comprometido  ya  por  la  debilidad 
y  desquicio  de  la  potestad ;  poique  la  anarquía  estaba  amenazando  entre- 
gar el  pais  á  las  ciegas  y  menguadas  pasiones  de  los  varios  sitios  y  faccio- 
nes, y  finalmente  porque  los  chuanes  y  emigrados,  siempre  apoyados  en 
la  liga  de  los  reyes  de  Europa,  disputaban  al  jacobinismo  desfallecido  las 
gradea  conquistas  políticas  que  solo  el  jacobinismo  en  su  mocedad  habia 
podido  emprender,  realizar  y  sostener. 

Era  evidente  que  la  revolución  habia  apurado  sus  arbitrios  populares  y 
habia  desgastado  una  de  sus  fórmulas.  Después  de  haber  vencido  por  la 
omnipotencia  de  la  muchedumbre,  corría  riesgo  de  herirse  á  sí  misma  con 
aquel  temible  instrumento  de  su  victoria  que  no  acertaba  á  manejar  por 
mucho  tiempo  sin  peligro.  Su  nueva  situación  requeria  por  lo  tanto  una 
nueva  planta;  la  dictadura  de  uno  solo  debia  coartar  el  desenfreno  que 
no  podia  contener  la  dictadura  de  todos.  Una  de  las  mas  hermosas  mani- 
festaciones de  la  potestad  revolucionaria  era  aquella  facilidad  en  hallar,  se- 
gún las  necesidades  del  momento,  conceptos  y  hombres  de  orden  para  con- 
tinuar la  obra  de  los  conceptos  y  de  los  hombres  de  libertad  bajo  una 
apai  ienriade  reacción  opuesta,  y  en  realidad  bajo  un  interés  común  y  un 


IOG  HISTORIA 

objeto  idéntico.  Los  reyes  y  la  aristocracia  europea,  que  habian  temblado 
ante  el  pueblo  soberano  cuando  se  espresaba  con  millones  de  voces  y 
tremolaba  millones  de  heroicos  brazos ,  se  habituaban  ya  á  no  temerle, 
y  aun  empezaban  á  recobrar  sobre  él  cierta  ventaja,  desde  que  el  sin- 
número de  sus  ajentes  había  acarreado  funestas  desavenencias  y  roto  la 
unanimidad  arrolladora  que  debió  á  sus  dias  de  peligro,  trasformándolos 
en  dias  de  gloria.  Era  preciso  que  el  pueblo  soberano  volviese  á  infundir 
á  sus  irreconciliables  enemigos  el  terror  y  respeto  de  que  trataban  de  exi 
mirsc,  y  enarbolase  en  sus  mismas  capitales  el  estandarte  de  la  reforma  que 
hasta  entonces  se  habia  ceñido  á  defender  contra  sus  ataques.  Para  lograr 
este  magnífico  resultado,  bastábale  variar  de  táctica  y  de  rumbo,  remozan 
do  y  cobrando  nuevo  temple  por  medio  de  una  trasformacion  completa. 
El  número  inmenso  de  sus  prohombres  habia  llegado  á  esponerle  á  mil 
discordias  destrozadoras ;  la  mayor  parte  de  sus  miembros ,  acosados  con 
tan  larga  lucha,  se  hallaban  exhaustos  y  ruinosos.  Sualbedrío  y  empuje, 
endentados  por  infinitas  ruedas  que  se  estaban  rozando  y  entorpeciendo 
mutuamente ,  carecían  de  esfuerzo  y  unidad ,  y  todo  vino  á  brotar  oportu 
ñámente  por  el  numen  de  un  solo  individuo. 

Así  Bonapartc  no  destronó  al  pueblo  en  San-Cloud  ,  y  solo  varió  su  re- 
presentación haciéndola  única  de  colectiva  que  era,  y  el  pueblo  manifestó 
que  así  lo  comprendía,  saludando  su  advenimiento  con  entusiasmo.  Como 
la  asamblea  constituyente  y  la  junta  de  salvación  pública  habian  espresa- 
do la  voluntad  nacional  en  su  período  de  destrucción  y  resistencia ,  así  el 
dictador,  que  se  revistió  sucesivamente  con  los  dictados  de  cónsul  y  empe 
rador ,  fué  su  esclarecida  espresion  en  su  período  de  reorganización  y  de 
propaganda  armada.  Tras  tantísimo  yerro  cometido  últimamente  por  el 
grande  hombre ,  tras  tantos  descarríos  villanos ,  tantos  desmanes  y  tantos 
ultrajes  padecidos,  el  pueblo  ha  permanecido  inalterable  en  su  pensamien 
to,  y  el  pensamiento  del  pueblo  es  el  único  cuya  infalibilidad  atestigua  la 
perseverancia.  En  aquel  piélago  político,  cuyo  flujo  y  reflujo  ha  sumido 
durante  treinta  años  y  diariamente  absorve  tantas  grandes  Hombradías  y 
tan  esplendorosas  reputaciones,  el  recuerdo  de  Napoleón  va  surcando  so 
lo  y  arrostrando  la  borrasca  y  las  oleadas  que  al  parecer  lo  encumbran, 
para  que  reciba  en  mas  remontado  sitio  el  testimonio  duradero  del  afecto 
popular. 

Y  esta  inmensa  y  constante  popularidad  no  la  debe  á  los  prodijios  de 
su  espada,  cuyo  poderío  pudiera  deslumhrar  á  la  jeneracion  contemporá 
nea.  El  culto  á  su  nombre,  mas  relijiosamente  tributado  bajo  un  techo  de 
paja  que  ea  los  palacios,  demuestra  que,  lejos  de  haberse  propasado  de  los 
principios  y  de  los  intereses  democráticos ,  tuvo  algún  derecho  en  llamar 
se  el  primer  demócrata  de  Europa;  porque  no  sin  motivo  le  eonsidera  el 
pueblo  todavía  como  el  revolucionario  que  mas  poderosamente  conmo- 


DE  NAPOLEÓN  m;t 

vio  las  potencias  antiguas  y  1a  preponderancia  sobrepuesta  dH  nacimiento 
y  de  las  riqueza»,  por  medio  de  In  emancipación  del  mérito  que  llegó  á  fa- 
cí único  realce  para  todos  los  empleos ,  y  cuyo*  escojidos  llegaron  basta  el 
trono  para  hollar  el  orgullo  y  los  prestijios  de  la  antigua  soberanía,  de 
jando  nsi  rampo  desahogado  y  anchurosa  carrera  al  sistema  de  igualdad 
desda  el  ínfimo  escalón  hasta  el  sumo  en  la  gradería  política 

No  vayan  pues  á  defender  el  tema  personal  de  los  republicanos  del 
año  VIII  los  hombres  preocupados  con  la  suerte  de  su  pnis  y  con  el  por- 
venir de  la  humanidad ,  ni  á  pedir  cuenta  á  Ronaparte  de  la  ronstiturion 
del  ano  III ,  si  es  indisputable  que  su  usurpación  ,  yn  (pie  así  quiere  Ha 
ni  arsela.  no  fué  mas  que  una  de  las  faces  bajo  que  debia  consolidarse  en 
Frauda  y  cundir  por  Europa  el  afán  revolucionario.  También  Mirabean 
fué  un  usurpador ,  cuando  queriendo  encumbrar  á  soberana  la  junta  en 
que  estaba  reinando  con  su  elocuencia,  incitó  al  estado  llano  á  menospre 
ciar  sus  acuerdos,  á  destruir  la  antigua  distinción  de  los  estamentos,  y  á 
derribar  las  leyes  vijentes  para  proclamarse  único  depositario  de  la  potes- 
tad constitutiva.  Sin  embargo,  solamente  los  estremados  del  antiguo  réji 
men  se  han  atrevido  á  decir  que  el  juramento  del  Trinquete  fué  un  acto  im- 
pío y  culpable,  porque  atacó  las  instituciones  fundamentales  de  la  monar 
quia  ,  y  se  tributó  con  manifiesta  violación  del  espreso  mandato  de  los 
diputados.  En  efecto,  solo  á  partidarios  y  letrados,  movidos  por  enconos 
ó  por  escrúpulos,  toca  andar  escudriñando  sutilezas  al  numen  sobre  la  le- 
galidad de  su  desempeño,  coando  acaba  de  ejecutar  heroicidades. 

Si  Bonaparte  no  apagó  el  volcan  democrático  como  alternativamente 
se  le  ha  tildado  y  encarecido ;  si  tan  solo  ocultó  su  cráter  espantoso,  pri- 
mero con  la  silla  consular,  y  luego  con  el  solio  imperial,  debe  descargarle 
la  jente  republicana  de  haber  sacrificado  los  visos  de  la  democracia  á  sos 
intereses  esenciales  ,  su  salud  y  su  propagación.  Sin  él,  no  por  eso  hubie- 
ra dejado  de  perecer  la  república;  pero  algunos  años  mas  de  existencia  bajo 
leyes  desvalidas  y  autoridades  menospreciadas,  no  hubieran  hecho  mas  que 
agravar  el  cáncer  que  la  estaba  corroyendo,  y  los  cargos  que  le  asestaban. 
Tales  hubieran  sido  los  progresos  del  quebranto  y  del  enfado,  que  hubic. 
ra  podido  efectuarse  una  reacción  violenta  contra  la  revolución ,  aun  sin 
permitir  que  ninguno  de  sus  partidarios  encaminase  sus  pasos  por  el  rum- 
bo de  los  nuevos  intereses,  y  que  hubiéramos  tenido  en  los  primeros  años 
del  siglo  XIX  la  restauración  que  vino  quince  años  después.  No  cabe  du- 
da en  que  la  restauración  no  hubiera  logrado  tampoco  sentarse  definitiva 
mente,  pero  hubiera  tenido  mas  probabilidades  de  duración,  llegando  á 
favor  de  las  discordias  civiles  tras  una  conmoción  interior,  y  con  la  apa 
ríencia  de  un  acto  espontáneo  de  la  nación  que  la  hubiera  preservado  del 
achaque  orijinal  que  la  manchó  en  su  alianza  con  los  estranjero3 ;  acha 
que  radical  que  la  estrelló  desde  sus  primeros  pasos.  Hallara  además  toda- 


108  HISTORIA 

vía  á  la  sazón  la  mayor  parte  de  las  jeiieraciones  educadas  bajo  el  réjimen 
antiguo,  y  que  las  tormentas  revolucionarias  habian  hermanado  algún 
tanto  con  los  tiempos  pasados.  Por  otra  parte,  los  hijos  de  la  revolución, 
que  se  hallaron  ya  hombres  en  4815  y  cuya  entrada  en  los  negocios  pú- 
blicos causó  la  desesperación  de  los  Borbones ,  hubieran  visto  atajada  en 
su  principio  aquella  educación  liberal,  lográndose  tanto  mas  fácilmente 
horrorizarlos  con  la  república,  cuanto  hubiera  enconado  su  odiosidad  con 
la  prolongación  de  su  agonía.  Luego,  aunque  involutariamente,  en  el  in- 
terés mismo  de  las  ideas  republicanas,  Bonaparte  derribó  el  sistema  repu- 
blicano, pudiendo  decirse  que  sustancialmente  ningún  golpe  mortal  dio 
á  la  república ,  como  tampoco  á  la  revolución ,  sino  que  estorbó  el  que 
suscitase  por  mas  tiempo  contra  ella  las  aprensiones  y  rencores,  dificultan- 
do mas  y  mas  su  renovación. 

No  cabia  en  los  republicanos  enterarse  por  entonces  debidamente  de 
los  resultados  de  la  arbitrariedad  que  presenciaban.  Destempló  al  pronto 
su  encono  al  nuevo  gobierno,  en  términos  de  amagar  con  su  esterminio  á 
varios  de  sus  caudillos;  empero  los  ciudadanos  beneméritos,  designados 
para  el  ostracismo,  quedaron  libres  y  solo  sujetos  á  la  vijilancia  de  la  nueva 
policía. 

Para  formar  un  concepto  cabal  del  desorden  que  reinaba  en  Fiancia 
bajo  el  Directorio  cuando  Bonaparte  le  arrebató  el  poder,  baste  decir  que 
habiendo  querido  el  cónsul  despachar  un  correo  á  Ghampionnet  que  man 
daba  en  Italia,  no  se  halló  en  el  erario  con  qué  costearlo,  y  cuando  quiso 
conocer  el  estado  de  los  ejércitos,  hubo  de  enviar  comisarios  para  hacerse 
cargo  de  ellos  por  falta  de  documentos  en  las  oficinas  de  la  guerra,  a  Pero 
á  lo  menos  debéis  tener  ,  decia  Bonaparte  á  los  empleados  del  ministerio, 
un  estado  de  los  sueldos,  lo  cual  nos  conducirá  á  nuestro  objeto.  —  Como 
no  los  pagamos, »  le  respondieron 

Desde  la  primera  sesión  de  la  comisión  consular,  Sieyes,  queso  lison- 
jeaba  merecer  por  su  edad  y  antecedentes  políticos  cierta  deferencia  por 
parte  de  su  compañero  aun  mozo,  á  quien  tenia  mas  envidia  que  nunca  , 
preguntó :  «¿cuál  de  nosotros  presidirá?  •  lo  cual  era  en  cierto  modo  obli 
gar  á  los  demás  á  darle  este  distintivo ;  pero  el  raudal  de  los  sucesos  arro- 
lló á  la  política,  y  Roger-Ducos  respondió  prontamente:  «  ¿no  veis  que 
está  presidiendo  el  jeneral  ?  » 

Sieyes,  empapado  en  metafísica,  no  pensaba  que  un  joven  salido  del 
ejército,  y  cuyos  estudios  y  afanes  militares  parecían  haber  vinculado  toda 
su  existencia  ,  pudiera  abarcar  ó  imajinar  nuevas  combinaciones  guber- 
nativas, al  par  de  un  antiguo  lejislador  ,  de  quien  con  razón  se  decia  que 
siempre  tenia,  como  Tomás  Payne,  una  constitución  en  el  bolsillo.  Pre- 
sentó pues  osadamente  el  fruto  de  sus  cavilaciones,  y  cuando  llegó  á  pro- 
poner un  grande  elector  que  debia  residir  en  Versalles  con  una  renta  de 


DE  NA  POLISÓN  i.,-, 

mis  millones, y  sin  otra  función  que  la  de  nombrar  dos  cónsules  con  apro 


Imcion  del  senado,  que  podía  anular  la  elección  y  borrar  al  propio  elector, 
Honaparte  prorumpió  en  risa  y  en  sablazos,  como  él  mismo  lo  dice,  á  las 
l>equeñcces  metafísicas  de  su  compañero.  Sieyes ,  tan  apocado  como  vani 
doso,  cuando  encontraba  una  resistencia  tenaz,  se  defendía  torpemente, 
queriendo  sincerar  su  concepto  por  medio  de  una  analojia  con  la  majes- 
tad. « Pero  no  veis,  le  dijo  el  jeneral,  que  tomáis  un  abuso  por  un  princi- 
pio y  la  sombra  por  el  cuerpo.  ¿  Y  cómo  os  habéis  podido  imajiuar,  señor 
Sieyes,  que  un  hombre  de  algún  talento  y  honor  quisiera  avenirse  ai  pa- 
pel de  un  cerdo  cebado  con  algunos  millones  ?  * 

Desde  aquel  momento  no  hubo  mas  discusiones  entre  el  metafísico  y 
el  guerrero,  comprendiendo  ambos  que  no  podían  marchar  por  largo  tiem 
po  de  pareja.  Promulgóse  la  constitución  del  año  VIH,  que  establecía  un 
simulacro  de  representación  nacional,  repartida  entre  varios  cuerpos,  ta- 
les como  el  senado,  el  tribunado  y  la  junta  lejislativa,  mientras  que  la 
verdadera  representación  residió  de  hecho  en  el  consulado,  ó  por  mejor 
decir,  en  el  primer  cónsul. 

Encumbrado  Honaparte  á  tanta  elevación ,  separó  á  Sieyes ,  quien  se 
dejó  deponer  mediante  una  dotación  nacional.  También  alejó  de  su  lado 
a  Roger-Ducos,  quien  halló  un  retiro  natural  en  el  senado,  y  entonces  to- 
mó por  nuevos  compañeros  á  Cambaceres  y  Lebrun. 

Cuanto  providenciaba  al  golpe  el  consulado  se  cifraba  m  mejoras.  Ke 
vocarouse  las  le>  es  sobre  los  rehenes  y  el  empréstito  forzado,  la  toleran 
cía  reemplazó  á  la  persecución,  y  la  fdosofia  sentada  en  el  solio  permitió  á 
los  líeles  que  levantasen  altares  y  amparasen  á  los  sacerdotes.  Regresaron 

23 


470  HISTORIA 

los  emigrados  y  proscritos  de  todas  las  opiniones  y  de  todas  las  épocas,  y 
Carnot  pasó  del  destierro  al  Instituto  y  al  ministerio. 


Bonaparte  conservó  en  los  primeros  tiempos  de  su  majistratura  supre- 
ma, y  aun  durante  su  residencia  en  el  Luxemburgo,  toda  la  sencillez  de 
recreos ,  costumbres  y  modales  que  le  eran  naturalísimos ,  y  que  no  habia 
perdido  con  el  hábito  de  los  campamentos.  Era  sumamente  parco,  y  sin 
embargo  ya  barruntaba  que  pararía  en  comedor  y  que  su  flaqueza  se  tro- 
caria  en  gordura.  Acaso  no  influyeron  poco  para  este  trueque  los  baños 
templados  de  que  hacia  mucho  uso.  Por  lo  que  toca  al  sueño,  dormía  sie- 
te horas  en  las  veinte  y  cuatro,  y  encargaba  siempre  que  no  le  despertasen, 
á  menos  que  no  sobreviniesen  novedades  infaustas :  « Porque  si  es  una 
noticia  favorable ,  solia  decir ,  nada  requiere,  al  paso  que  con  una  aciaga 
no  hay  que  perder  un  momento. » 

A  pesar  de  la  vida  algo  vulgar  que  tenia  en  su  palacio,  recibía  diaria- 
mente á  todos  los  sujetos  visibles  de  aquella  temporada ,  y  Josefina  hacia 
los  honores  de  su  tertulia  con  el  gracejo  y  amenidad  de  una  gran  señora 


.. 


DE  NAPOLEÓN.  471 

de  la  sociedad  antigua.  Allí  se  introdujeron,  á  jnsar  de  la  proscripción  do 
que  estaban  amenazados,  los  términos  de  finura  y  cortesanía  que  el  rigo 
rumo  republicano  habia  desterrado  de  la  conversación,  y  la  palabra  señor 
volvió  á  usarse  con  preferencia  á  la  voz  ciudadano. 

Kl  primer  cónsul,  por  lo  regular  vinculado  en  sus  cavilaciones  ,  por 
maravilla  terciaba  en  los  coloquios  injeniosos  y  en  los  pasatiempos  hala 
güeños  de  la  esplendorosa  tertulia  que  empezaba  á  plantearse  en  su  casa. 
Sin  embargo,  solia  estar  á  veces  placentero  ,  manifestando  entonces,  con 
la  travesura,  lluidcz  y  chiste  de  su  espresion,  que  era  amable  cuando  que- 
ría; pero  esto  no  sucedía  á  menudo,  y  las  damas  tuvieron  particularmente 
motivo  para  quejarse  de  tanto  desvío. 

Adusto  al  parecer  y  arrebatado,  encubría  Bonaparte  bajo  aquel  rapto 
desabrido  un  pecho  de  suyo  afectuoso  y  graciable.  Cuanto  estaba  ceñudo, 
angustioso,  violento,  despegado  é  inexorable  en  sus  preocupaciones  poli 
ticas  obrando  como  hombre  público ,  otro  tanto  se  aparecía  suave,  fami 
liar  y  cariñoso  en  las  intimidades  de  la  vida  privada. 

En  comprobación  de  cuanto  decimos  acerca  de  las  prendas  del  corazón 
y  de  los  afectos  de  Napoleón,  creemos  oportuno  citar  el  párrafo  de  una  car 
ta  que  escribía  el  año  III  á  su  hermano  José:  *  Cualquiera  que  sea  la  si 
tuacion  en  que  te  coloque  la  suerte,  ya  sabes,  hermano  mío,  que  no  pne 
des  tener  mejor  amigo  á  quien  seas  mas  querido  y  que  desee  mas  entra- 
ñablemente tu  felicidad. ...  La  vida  es  un  leve  sueño  que  allá  se  desvanece . 
Si  te  marchas  y  crees  que  sea  por  algún  tiempo,  envíame  tu  retrato.  Hemos 
vivido  tantos  años  juntos  y  tan  estrechamente  unidos  que  nuestros  cora 
zones  se  han  hermanado  también ,  y  ya  sabes  mejor  que  nadie  que  el  mió 
es  todo  tuyo;  al  rasguear  estos  renglones ,  siento  unas  corazonadas  que 
l>ocas  veces  he  percibido  en  mi  vida ;  conozco  que  tardaremos  en  volver- 
nos á  ver  y  no  puedo  proseguir  mi  carta » 

Madama  Leticia  solia  decir,  hablando  de  su  hijo  Napoleón  cuando  es- 
taba en  la  cumbre  del  poderío:  « El  emperador  es  bueno  por  mas  que 
haga.  >  Igual  justicia  le  hace  Mr.  de  Bourrienne,  al  paso  que  pretende  que 
Napoleón  aparentaba  no  creer  en  la  amistad ,  y  aun  que  manifestaba 
no  tener  cariño  á  nadie.  Esta  contradicción  se  halla  esplicada  por  la  dife- 
rencia de  las  situaciones:  el  hombre  de  estado  no  tiene  afectos  privados,  y 
como  tal  y  en  la  esfera  de  los  intereses  jenerales  que  traia  á  su  cargo,  de- 
cía Napoleón  que  no  amaba  á  nadie.  Pero  dejando  la  política  aparte,  la 
naturaleza  recobraba  ampliamente  sus  derechos,  y  aun  se  le  ha  visto  miti 
gar  en  los  campos  de  batalla  el  alborozo  y  la  embriaguez  del  triunfo  con 
impulsos  enfrenados  á  veces  por  precisión  en  la  carrera  de  las  armas.  Du- 
rante las  campañas  de  Italia,  después  de  una  refriega  sangrienta,  pasaba 
con  su  estado  mayor  por  medio  de  los  muertos  y  heridos,  y  sus  oficiales, 
enajenados  con  la  victoria,  manifestaban  su  entusiasmo  sin  detenerse  en 


\Tl  U1ST0H1A 

los  cuadros  mas  ó  menos  lastimosos  que  se  ofreeian  continuamente  á  su 
vista.  De  repente  el  jeneral  victorioso  advierte  un  perro  que ahullaba  jun- 
to al  cadáver  de  un  soldado  austríaco:  «Mirad,  señores,  les  dijo,  esc 
perro  nos  asta  dando  una  lección  de  humanidad.  ■ 


l'ero  cualquiera  lugar  que  ocupasen  en  el  corazón  de  Napoleón  los 
alectos  fundamentales  de  toda  virtud  privada  y  de  la  felicidad  domestica,  y 
cualquier  valor  que  diese  á  esta  dicha,  debia  sacrificarla  á  la  gloria  y  pros 
peridad  del  pueblo,  constituyéndose  su  único  representante,  porque,  lo 
repetimos,  aunque  la  nueva  constitución  hubiese  confiado  la  potestad 
ejecutiva  á  tres  cónsules,  sabido  era  de  todos  que  uno  solo  gobernaba;  así 
cuando  Cambacercs  y  Lebrun  fueron  instalados,  mas  parecían,  al  decir  de 
Mr.  de  Bourrienne,  dos  testigos  que  compañeros  de  Bonaparte.Hallábase 
pues  restablecida  de  hecho  la  monarquía  con  el  título  de  república.  El  pf  i- 
mer  cóusul  hacia  y  debia  hacerlo  todo,  según  lo  que  cabia  prometerse  del 
oríjen  de  su  potestad,  de  su  predominio  jenial  y  prepotencia  de  su  si 
tuacion.  Talleyrand  lo  habia  presentido  así  como  palaciego  artero,  y  ha 
hia  anticipadamente  hablado  bajo  este  concepto  á  Bonaparte,  desde  el  pri 
nier  dia  que  despachó  con  él  como  ministro  de  negocios  estranjeros. 

«  Ciudadano  cónsul ,  le  dijo ,  me  habéis  confiado  el  ministerio  de  es 
lado  y  corresponderé  á  vuestra  confianza,  pero  creo  deberos  manifestar 
desde  ahora  que  solo  acudiré  al  despacho  bajo  vuestro  mando.  No  es 
un  mero  engreimiento  el  que  me  impele ,  os  hablo  por  el  interés  de  la 
Francia:  para  que  esté  bien  gobernada,  es  forzoso  que  haya  unidad  de 
empuje ,  que  seáis  el  primer  cónsul  y  que  este  tenga  en  su  mano  todo  lo 
que  corresponde  directamente  á  la  política,  esto  es,  los  ministerios  de  la 
gobernación  y  de  la  policía  para  los  negocios  interiores ,  mi  ministerio 


DE  NAP0L10N.  Ifl 

para  los  estenios,  y  luego  los  dos  grandes  medios  de  ejecución,  guerra  y 
marina.  Siria  pues  sumamente  del  caso  que  los  ministros  de  estos  cinco 
ramos  despachasen  á  vuestras  órdenes;  no  hay  duda  que  la  administra 
cion  de  la  justicia  y  el  buen  orden  en  la  hacienda  están  unidos  con  la 
|K)litica  por  un  sinnúmero  de  vínculos,  aunque  menos  estrechos.  Si  me  lo 
permitís, añadiré,  jcneral.que  convendría  dar  al  segundo  cónsul, intelijen 
te  jurisconsulto,  pleno  poder  para  la  justicia,  y  al  tercer  cónsul,  también 
muy  versado  en  el  conocimiento  de  las  leyes  de  hacienda ,  pleno  poder 
eo  este  ramo.  Kso  los  ocupará,  los  entretendrá,  y  entonces  teniendo  á  vues 
tía  disposición  todas  las  partes  vitales  del  gobierno,  alcanzareis  el  objeto 
grandioso  que  lleváis  por  delante,  la  rejeneracion  de  la  Francia. »  «Sabéis 
que  Talleyrand  es  un  buen  consejero,  dijo  Bonaparte  á  su  secretario  des^ 

pues  de  haberse  marchado  el  ministro.  Es  un  hombre  sensato harto 

perspicaz ,  y  me  ha  penetrado  el  interior.  Ya  sabéis  que  lo  que  me  acón 
seja  es  lo  idéntico  que  estoy  deseando.  Sí ,  no  hay  duda,  tiene  razón :  se 
camina  con  mas  desahogo  marchando  solo.  Lebrun  es  un  hombre  de  bien, 
pero  no  hay  política  en  aquella  cabeza;  parece  como  si  estuviese  traba 
jando  algún  escrito;  Cambaceres  está  harto  imbuido  en  la  revolución.  Ks 
forzoso  que  mi  gobierno  sea  enteramente  nuevo. » 

Preciso  era  que  esta  planta  esencial  de  novedad  llegase  á  cundir  por 
todas  las  clases ,  porque  los  amigos  de  la  revolución  vitoreaban  en  globo 
el  gobierno  consular,  aunque  encumbrado  sobre  las  ruinas  de  la  constitu 
(ion  republicana  del  año  111,  al  paso  que  las  poblaciones  ciegamente  adic 
tas  al  antiguo  réjimen  rehusaban  su  adhesión  á  la  nueva  potestad ,  no 
obstante  todos  los  actos  de  conciliación  y  de  prudencia  que  habían  seña 
lado  su  instalación. 

Temeroso  el  primer  cónsul  de  que  tanta  terquedad  reencendiese  !a 
guerra  civil  por  el  oeste ,  espidió  á  los  habitantes  de  todo  aquel  ámbito 
una  proclama  precaviéndolos  contra  las  ajencias  inglesas.  Sus  encargos, 
sostenidos  por  un  ejército  de  sesenta  mil  hombres,  lograron  felices  resul 
lados  y  evitaron  una  esplosion  jeneral.  Sin  embargo  los  caudillos  realis 
tas,  sostenidos  en  su  perseverancia  por  convencimientos  personales  y  por 
las  exhortaciones  de  la  diplomacia  europea,  se  mantuvieron  sobre  las  ar 
mas.  siempre  dispuestos  para  reentablar  la  contienda. Bonaparte,  á  quien 
no  cabia  usar  con  ellos  el  lenguaje  de  la  imparcialidad  histórica,  >  que  ni 
siquiera  hubiera  podido  desempeñar  su  papel  revolucionario ,  si  hubiese 
sido  capaz  de  contemplar  con  la  insensibilidad  de  un  estoico  las  nue\as 
amenazas  de  la  chuaneria  y  de  la  emigración ;  Bonaparte  caracterizó  con 
su  enerjia  acostumbrada  á  los  tercos  provocadores  de  la  insurrección  rea 
lista,  y  los  citó  en  una  proclama  como  acreedores  al  menosprecio  de  la  na 
cion  \  á  la  venganza  del  ejército. 

Se  enteraron  los  realistas  de  que  ya  no  teuia  cabida  la  guerra  civil,  no 


174  HISTORIA 

pudiendo  ya  sostenerse  en  campaña  ni  dar  batallas  contra  el  nuevo  re- 
presentante de  la  revolución,  y  tuvieron  que  resignarse  á  terminar  la  his- 
toria de  la  Vendea;  felices  en  poder  separar  de  los  anales  de  su  fidelidad 
y  heroísmo  los  robos  y  asesinatos  que  debian  en  adelante  formar  los  úni 
eos  y  mustios  trofeos  de  las  gavillas  que  infestaron  el  oeste  y  el  medio 
dia  después  de  haberse  disuelto  los  ejércitos  reales  (I). 


Enfrenar  ó  castigar  á  los  enemigos  de  la  república  y  recompensar  á  sus 
servidores  i  tales  eran  las  tareas  que  Bonaparte  seguia  con  igual  tesón  y 
rectitud.  Conociendo  cuanto  apetece  el  mérito  su  debido  galardón,  y 
cuanto  aventaja  en  verse  justipreciado,  distribuyó  cien  sables  de  honor  á 
los  soldados  que  se  habian  señalado  en  esclarecidos  encuentros ;  y  el  pue- 
blo, que  veia  dar  al  denuedo  los  distintivos  honrosos ,  antes  reservados 
para  el  nacimiento,  ensalzó  esta  distribución,  que,  lejos  de  faltar  á  la 
igualdad  por  la  que  tenia  hecha  la  revolución ,  la  establecía  al  contrario 


(i)  En  esta  época  creyeron  algunos  hombres  eminentes  del  partido  realista 
que  Bonaparte,  siguiendo  el  ejemplo  de  Monck,  ajenciaria  la  restauración  de  la 
monarquía.  Admitidos  reservadamente  á  conferenciar  con  él,  les  dijo:  Olvido  lo 
pasado  y  despejo  el  porvenir.  El  que  marchare  recto  delante  de  sí  será  proteji- 
do sin  distinción,  y  al  quese  desviare  á  derecha  ó  izquierda  le  alcanzará  el  rayo- 
Dejad  que  todos  los  Vendeanos,  ansiosos  de  avenirse  al  gobierno  nacional, se  pon- 
gan bajo  mi  protección  y  sigan  la  carrera  que  tienen  patente » 


OK  WPOI.KON  475 

sobro  el  cimiento  de  la  justicia  y  In  remuneración  proporcionada  á  los 
servicios  y  a  las  virtudes. 

t  na  carta  de  gracias  que  recibió  entonces  de  un  sárjenlo  de  granade- 
ros llamado  Aune,  le  proporcionó  la  ocasión  de  dar  la  respuesta  sigm.  ni. 
i  Kiribi  vuestra  carta,  mi  valiente  compañero,  y  no  necesitabais  hablar 
me  de  vuestras  acciones,  pues  de  todas  esto>  enterado.  Sois  el  mas  va 
líente  granadero  del  ejercito  desde  que  murió  el  esforzado  ltenezcltc.  lia 
beis  recibido  uno  de  los  cien  sables  que  he  distribuido  al  ejército,  todos 
los  soldados  concordaban  en  que  lo  merecíais  mas  que  otro  alguno. 

« Deseo  mucho  volveros  á  ver,  y  el  ministro  de  la  guerra  os  da  orden 
para  que  paséis  á  París. » 

Cualesquiera  que  fueran  las  miras  reservadas  que  encubriera  Bona 
parte  bajo  sus  demostraciones  de  llaneza  y  desahogo,  preferible  es  verle 
halagar  y  recompensar  el  valor,  aun  por  sistema  de  ambición,  á  seguirle  en 
las  fiestas  dadas  en  honor  de  los  sujetos  conceptuados  de  haberle  preser- 
vado en  San  C.loud  de  los  peligros  á  que  no  estuvo  espuesto.  Por  lo  de 
mas,  si  es  cierto  que  Bonaparte  ansiaba  bienquistarse  á  impulsos  de  la  am 
bieion  que  abrigaba  en  su  pecho,  si  es  también  innegable  que  el  afán  de 
su  engrandecimiento  personal ,  poderío  y  nombradla  tenia  gran  cabida  en 


476  HISTORIA 

todas  sus  empresas  políticas  y  militares,  es  también  muy  obvio  que  su 
grandeza  y  poderío  no  podian  ser  sino  los  de  la  Francia,  cuyos  destinos  le 
estaban  cometidos,  y  que  para  él  trabajar  en  su  propia  gloria,  para  el  lo 
gro  de  su  ambición  y  de  su  inmortalidad ,  era  afanarse  por  el  encumbra- 
miento, prosperidad  y  porvenir  del  pueblo  al  que  habia  apellidado  gran- 
de, y  cuya  asombrosa  personificación  ofrecia  en  su  persona  y  en  su  numen. 
El  poderío  ilimitado  que  estaba  gozando  solo  debia  servirle  de  palanca 
para  que  el  sistema  de  igualdad  y  el  mimen  de  la  civilización  moderna 
hicieran  los  nuevos  progresos  que  el  afán  de  libertad,  momentáneamente 
entorpecido  en  su  planta  esterior,  no  podia  ya  favorecer  ni  por  sí  mismo 
ejecutar.  Los  sabios  y  artistas  recibieron  en  efecto  estímulos  de  todas  cla- 
ses; la  industria  nacional,  atascada  con  las  discordias  civiles,  tomó  un 
vuelo  que  nunca  habia  conocido.  Se  planteó  el  banco  de  Francia,  el  mar- 
co de  pesos  y  medidas  ideado  por  el  Instituto  mereció  la  sanción  legislati- 
va; en  una  palabra,  Bonaparte  realizó  como  caudillo  del  gobierno  francés 
cuanto  habia  concebido ,  anhelado  y  dado  ya  á  conocer  cuando  era  jene- 
ral  republicano,  y  se  mostraba  celoso  de  enriquecer  el  Museo  nacional,  in 
terrogando  á  los  profesores,  poniendo  sabios  al  frente  de  su  estado  mayor, 
y  recomendándose  al  aprecio  y  respeto  de  los  pueblos ,  mas  por  su  dicta- 
do de  individuo  del  Instituto  que  por  el  de  comandante  supremo  de  los 
ejércitos. 

El  cónsul  se  conceptuaba  tanto  mas  dichoso  en  poder  presidir  á  las 
conquistas  intelectuales  y  fomentar  los  progresos  de  la  ciencia ,  cuanto  él 
mismo  habia  pensado  en  la  gloria  científica  durante  su  mocedad,  y  aun 
intentado  aventajarse  á  Newton.  «  Siendo  joven ,  dice,  deseé  ser  un  in- 
ventor, y  allá  un  Newton. »  El  señor  Godofredo  Saint  Hilaire  refiere  que 
le  oyó  decir:  «La  carrera  de  las  armas  no  fué  de  mi  elección;  me  hallé  em 
juñado  en  ella  por  las  circunstancias. »  En  las  últimas  horas  de  su  residen 
cia  en  el  Cairo,  se  dirijió  áMonge,  que  repetia  afectadaments  el  dicho  de 
Lagrange :  « Nadie  alcanzará  á  la  gloria  de  Newton ,  pues  no  habia  mas 
que  un  mundo  por  descubrir.— ¿Qué  oigo?  esclamó,  y  ¡el  mundo  de 
los  roRMBNORES !  ¿quién  ha  pensado  en  él  ?  Yo  á  los  quince  años  ya  lo  te- 
ma creido ¿Quién  ha  clavado  la  atención  en  el  carácter  de  intensidad 

y  de  imán  á  corta  distancia  de  los  mínimos  átomos,  de  los  que  somos  en 
cierto  modo  los  forzosos  observadores  ? » 

En  medio  de  sus  afanes  belicosos  y  de  los  triunfos  diarios  que  esclare 
caeros  las  campañas  de  Italia,  conservó  siempre  sus  aficiones,  y  no  cesó 
de  hacer  marchar  de  frente  el  engrandecimiento  político  de  la  Francia  y 
la  esploracion  científica  por  la  civilización  universal. 

En  Pavía  hizo  preguntas  al  fisiolojista  Scarpa.  En  1801,  conferencio 
con  el  físico  Volta,  á  quien  condecoró  sobre  manera.  En  1802,  fundó  un 
premio  de  sesenta  mil  francos  para  el  que  hiciese  dar  á  la  electricidad  y 


DE  NAPOLEÓN  177 

al  galvanismo,  con  sus  descubrimientos  y  «ponencias,  un  poso  compara 
ble  al  que  propon  ¡(Miaron  á  estas  ciencia*  Frankhn  y  Volta.  Pidió  también 
al  Instituto  un  resumen  dolos  progresos  que  lasarles,  la  literatura  y  las 
ciencias  habiau  hecho  con  la  revolución.  Chcnier  quedó  encargado  de  la 
parle  literaria. 

No  se  dedicaba  oclusivamente  el  primer  cónsul  á  pacificar  y  organi 
/ni  el  interior  de  la  república;  también  pensaba  en  la  paz  csterior.  i  <>n  Ib 
cual  hubiera  querido  poner  el  complemento  á  los  beneficios  con  que  sena 
l.ua  su  advenimiento  á  la  potestad.  Entabló  al  intento  negociaciones  con 
el  gabinete  inglés  por  medio  de  Talleyrand.y  aun  escribió  personalmente, 
el  '¿(i  do  diciembre  de  IV'.K).  la  earta  siguiente  al  rey  de  Inglaterra,  desde 
los  primeros  dias  de  su  instalación  en  el  consulado  ron  f-ayí  hacer  es  y  I> 
brun. 

Hi»\\i'\r.-iT.,  pansa  cóvsn.  i>f.  u  rehouca,  a  s.  M.  u  aar 

l»K    I.A    GftJUi    IniKI  \>A    V    PC    IllLARDA. 

«  l.l.mi,i(l(i  por  el  voto  de  la  nación  francesa  á  ocupar  el  primer  puesto 
di1  la  república,  creo  muy  oportuno,  al  encargarme  de  este  destino,  parti- 
ciparlo direelamente  á  V.  M. 

«¿Ha  do  ser  eterna  la  guerra  que  lleva  ocho  anos  de  estar  talando  las 
cuatro  partes  del  muudo?  ¿no  cabe  medio  de  entenderse?  ¿Cómo  es  que 
las  dos  naciones  mas  ilustradas  de  Europa,  poderosas  aun  mas  de  lo  que 
requieren  su  seguridad  é  independencia,  cómo  es,  repito,  que  sacrifican 
a  ideas  do  vanas  grandezas  la  suerte  del  eomercio,  la  prosperidad  interior 
y  la  dicha  de  las  familias?  ¿Cómo  no  se  hacen  cargo  de  que  la  paz  es  la 
primera  de  las  necesidades,  como  la  primera  de  todas  las  glorias? 

«  Estos  impulsos  no  pueden  ser  ajenos  del  corazón  de  V.  M.  que  go- 
bierna una  nación  libre  con  el  único  objeto  de  hacerla  feliz. 

-  V.  M.  no  echará  de  ver  en  esta  participación  mas  que  mi  anhelo  sin 
cero  de  contribuir  eficazmente  por  la  segunda  vez  á  la  pacificación  jeneral 
con  un  pronto  arreglo,  prescindiendo  de  aquellas  fórmulas  que,  sisón  ne- 
cesarias para  disfrazar  la  dependencia  de  los  estados  débiles,  solo  raani 
fiestan  en  las  naciones  grandiosas  un  mutuo  deseo  de  engañarse. 

«Francia  é  Inglaterra, abusando  de  su  poderío, pueden  aun  dilatar  |>or 
mucho  tiempo  su  cstenuacion  para  desgracia  de  todos  los  pueblos;  pero 
me  atrevo  a  decir  que  la  suerte  de  todas  las  naciones  civilizadas  eafiá  m 
ti  resada  en  que  se  termine  una  guerra  que  abarca  al  orbe  «otero. 

«  IkmPARTK.  ► 

No  era  esta  una  mera  ostentación  de  comedimiento  \  humanidad  Si 
llonapartc  hubiese  apetecido  la  continuación  de  la  guerra,  si  la  Míese 
querido  como  le  han  echado  en  cara,  nada  le  precisaba  á  dar  este  paso 

25 


. 


m  HISTORIA 

directo  y  solícito  con  el  rey  de  Inglaterra.  No  hay  duda  en  que  eoncep 
tuaba  provechosa  la  paz  á  su  gobierno ,  pero  sobre  todo  tenia  empeño  en 
consolidarlo  y  hacerlo  amar  por  interés  de  la  Francia  y  de  la  civilización 
europea.  Además,  ¡con  qué  desahogo  y  miramiento  espresa  sn  menosprecio 
de  las  fórmulas  de  la  diplomacia !  Sale  aquí  á  luz  y  á  las  claras  en  este 
lenguaje  el  hijo  de  la  democracia,  el  depositario  de  los  intereses  déla  re 
volucion.  Así  el  anciano  monarca  se  desentendió  de  la  innovación  que  eí 
majistrado  republicano  habia  tratado  de  introducir  en  las  relaciones  di 
plomáticas ,  y  mandó  á  lord  Grenville  que  respondiese  que  no  podia  con 
venirle  la  correspondencia  directa  entablada  por  el  primer  cónsul,  y  aun 
encargó  al  ministro  que  redactase  una  nota  llena  de  reconvenciones  contra 
la  Francia.  Comprendió  Bonaparte  que,  para  obligar  á  la  paz¡á  enemigo  tan 
tenaz  de  nuestra  rejeneracion  política,  habia  que  acudirá  llamamientos  su 
periores  ásu  ilustración  y  jenerosidad.  Pero  no  hubiera  querido  tener  con 
trasí  dos  contrarios  tan  poderosos  como  Londres  y  Viena,  y  si  entabló 
comunicaciones  con  ambos,  fué  con  objeto  de  separarlos  ánno  ú  otrojde  la 
liga  contra  la  Francia.  Malográronse  sus  conatos.  \a  antipatía  que  las  coi- 
tes  estranjeras  abrigaban  siempre  contra  el  pueblo  francés,  desde  el  orí- 
jen  de  la  revolución ,  no  podia  cejar  sino  ante  la  victoria  y  la  necesidad. 


ftV. 


CAPIT1  lo  XI. 


Tnútriam  de  la  roiidMTfe  coiuular  n  la*  luilcn.-iv   Mueva  <.nn| 
Ilahi.  Batalla  efe  Marcngo.  Vuelta   a   Pan-,.  Fusta  nacional 


\  importancia  de  las  csterioridad. 9  era 
harto  conocida  del  primer  consol,  para 

no  dedil  irte  i  dar  a  las  suyas  cuanto  po 

dia  engrandeeerlii  i  la  riela  del  pn«* 
blo.  Kl  palacio  del  I  ai  xemburgo  liabia  -i 
do  la  morada  de  una  autoridad  endeble, 
\  hija  de  nuestras  juntas  revolucionarias, 
ml  y  derribada  en  medio  de  las  aclamacio 
nes  déla  Francia,  al  impulso  de  la  repugnancia  pública  «pie  había  enjen 
drado  y  que  hacia  diariamente  mas  amarga  y  aciaga  la  prolongación  de 
la  anarquía  :  bastaba  esto  para  «pie  llonapai  le  no  se  hallase  gustoso  en  se 


180  HISTORIA 

mejante  residencia.  Ya  no  convenía  á  un  gobierno  que  abarcaba  toda  la 
unidad  y  fuerza  y  que  aspiraba  á  añadir  la  duración  á  su  poderío  y  su 
gloria,  no  le  convenia,  repito,  lo  que  habia  podido  bastar  á  hospedar 
aun  lujosamente  á  un  gobierno  esencialmente  provisional,  cuya  breve  exis- 
tencia no  formaba  en  los  recuerdos  populares  mas  que  un  período  de  re- 
vueltas, afrentas  y  desastres.  Necesitaba  en  adelante  el  cónsul  el  palacio 
de  los  reyes,  por  cuanto  se  hallaba  realmente  ejerciendo  la  potestad  ré- 
jia,  y  tan  solo  en  las  Tuilerías,  dedicadas  por  las  tradiciones  nacionales, 
para  residencia  natural  de  los  caudillos  del  estado  y  como  una  especie  de 
santuario  gubernativo,  solo  en  las  Tuilerías  podia  residir  Bonaparte.  Los 
republicanos  suspicaces  insinuaban  que  era  de  temer  que  allí  le  importu- 
nase ó  influyese  sobre  él  la  sombra  de  la  antigua  monarquía,  cuyo  edificio 
se  maliciaba  intentaba  restablecer;  pero  entre  el  10  de  agosto  y  el  18  de 
brumario ,  entre  Luis  XVI  y  Napoleón  había  habido  otros  dias  y  otras  po- 
testades fundadamente  gratas  á  los  demócratas;  habían  existido  la  con- 
vención y  la  junta  de  salvación  pública,  que  también  habían  celebrado  sus 
sesiones  en  la  real  mansión,  y  seguramente  su  residencia  en  aquel  palacio 
había  debido  bastar  á  su  inauguración  revolucionaria,  y  destenar  para 
siempre  la  sombra  amenazadora  y  todas  las  malignas  influencias  del  an- 
tiguo réjimen. 

Una  vez  tomada  la  determinación,  se  fijó  el  19  de  enero  de  1800  para 
la  instalación  del  cónsul  en  su  nueva  residencia.  Llegado  este  día,  dijo  á 

su  secretario :  « Al  fin  vamos  á  dormir  en  las  Tuilerías Me  fastidia  te 

ncr  que  ir  con  gran  séquito,  pero  es  forzoso  hablar  á  los  ojos;  esto  produ- 
ce buenos  resultados  con  el  pueblo.  El  Directorio  era  demasiado  sencillo, 
y  por  lo  tanto  no  merecía  la  menor  consideración.  En  el  ejército  es  del 
caso  la  sencillez;  en  una  gran  ciudad,  en  un  palacio,  es  menester  que  el 
caudillo  de  un  gobierno  procure  embargar  la  atención  por  todos  los  me 

dios  posibles » 

A  la  una  en  punto  salió  Bonaparte  del  Luxemburgo,  acompañado  de 
tt|  séquito  mas  imponente  que  ostentoso,  y  cuyo  principal  boato  se  cifraba 
en  el  buen  porte  de  las  tropas.  Cada  cuerpo  marchaba  precedido  de  su 
música;  losjenerales  y  su  estado  mayor  iban  á  caballo,  y  el  pueblo  scagol 
paba  á  su  tránsito  para  ver  y  aclamar  de  cerca  á  los  héroes  de  tantas  ba- 
tallas, la  flor  de  los  guerreros ,  cuyos  nombres  se  le  habian  hecho  tan  fa- 


l)K  NAPOLEÓN  181 

miliares  con  las  esplendorosas  campañas  de  la  revolución  Pero  w  <l.-il  i 
ba  BOtt  todo  tras  el  que  sobro  los  domas  so  encumbraba  en  aquel  <li;i  por 
su  |K)tcstaíl  sola,  poique  siempre  había  descollado  Iota  tilos  mu  su  mi 
meo  y  sus  son  icios  ;  el  varón  que  compendiaba  en  si  la  uloria  militar  dr  la 
('•pora  con  cuyos  Ionios  hermanaba  la  Francia  cngí enlámenle  su  propio 

destino,  Todas  las  minadas  ndafabaa  m  el  pitan  cónsul,  cuyo  itdM 

iba  tirado  por  seis  caballos  blancos  que  el  emjwrador  de  Alemania  le  había 
dado  después  del  tratado  de  Campo-  Formio.  Cambaeeres  \  lebrón,  ««uta- 
dos  en  la  delantera  del  coche,  parecían  ser  los  jentiles  hombres  de  su  com- 
pañero. U  comitiva  atravesó  una  gran  parte  de  París,  y  la  presencia  de 
Bonapartc  enardeció  por  donde  quiera  con  arrebatado  entusiasmo .  «  no 
siendo  preciso,  dice  un  testigo  verídico  ,  que  l.i  policía  lo  dispusiese. » 

Luego  que  el  cónsul  llego  al  palio  del  palacio,  paso  re\  ista  a  las  tropas, 
acompañado  de  Unncs  y  Mural.  Cuando  deslilaron  la  30/,    '•"»     j  N 
serai-brigadas,  se  quitó  el  sombrero,  iuclínándo^c  en  señal  de  respeto  aute 


sus  banderas  hechas  jiras  por  el  luego  enemigo  y  ennegrecidas  por  la  |nd 
vora.  Terminada  la  revista,  se  instaló  sin  ostentación  en  la  antigua  mora 
da  réjia. 

Sin  embargo  para  desvanecer  la  aprensión  de  toda  restauración  mo- 
nárquica demasiado  pronta,  quiso  que  el  albergue  real  solo  fuese  mi\o 
bajo  el  titulo  de  palacio  del  gobierno,  y  á  fin  de  contemporizar  con  d  vi- 
drioso republicanismo,  mandó  colocar  en  su  nueva  residencia  los  cu -nlros 
y  estatuas  de  los  virones  eminentes  de  la  antigüedad  ven. >r able.  cuyo  re 
eueido  era  grato  á  los  amantes  de  la  libertad. 


182  HISTORIA 

David  tuvo  el  encargo  de  colocar  su  Junio  Bruto  en  una  de  las  galerías 
de  la  nueva  habitación  consular ,  como  también  un  hermoso  busto  del 
segundo  Bruto,  traido  de  Italia. 

Desde  su  instalación  en  las  Xiiilerias  se  cuentan  ya  las  providencias  res- 
tauradoras y  los  grandiosos  establecimientos,  délos  que  algunos  ya  se  han 
apuntado,  tales  como  el  decreto  cerrando  la  lista  de  los  emigrados,  la  or- 
ganización del  banco  de  Francia  y  la  de  las  prefecturas.  Un  suceso  que 
acababa  de  enlutar  los  pechos  de  los  republicanos  de  América  proporcionó 
luego  al  primer  cónsul  una  nueva  ocasión  de  manifestar  que  á  pesar  de  su 
rápido  encumbramiento,  se  consideraba  siempre  como  el  primer  majistra- 
do  de  una  república,  y  como  tal,  unido  al  destino  de  los  pueblos  libres  por 
una  simpatía  inalterable. 

« ¡  Washington  ha  muerto ! »  decia  una  orden  del  dia  dirijida  á  todas 
las  tropas  de  la  república;  «aquel  varón  eminente  peleó  contra  la  tiranía 
y  consolidó  la  libertad  de  su  patria ;  su  memoria  será  siempre  grata  al 
pueblo  francés,  como  á  todos  los  hombres  libres  de  ambos  mundos,  y  par 
ticularmente  á  los  soldados  franceses ,  que ,  siguiendo  su  ejemplo  y  el  de 
los  Americanos ,  lidian  por  la  libertad  y  la  igualdad. 

« En  su  consecuencia  el  primer  cónsul  manda  que  durante  diez  dias 
todas  las  banderas  y  estandartes  de  la  república  lleven  una  gasa  negra. » 

El  mismo  dia  los  cónsules  proclamaron  el  resultado  de  los  votos  reco 
jidos  acerca  de  la  nueva  acta  constitucional. 

De  los  tres  millones  doce  mil  quinientos  sesenta  y  nueve  votantes,  mil 
quinientos  sesenta  y  dos  habian  desechado,  y  tres  millones  once  mil  sete 
cientos  habian  aceptado  la  constitución. 

Entretanto  llegaron  al  gobierno  noticias  del  ejército  de  Ejipto.  Venían 
con  el  sobre  al  Directorio,  y  Kleber  zahería  á  Ikmaparte  culpándole  de  ha- 
ber dejado  al  ejército  en  el  mayor  desamparo. El  primer  cónsul,  que  abrió 
estos  pliegos,  se  tuvo  por  dichoso  que  hubiesen  caído  en  sus  manos,  pero 
incapaz  de  sacrificar  á  rencillas  personales  lo  que  podían  requerir  de 
él  los  intereses  de  la  Francia,  contestó  grandiosamente  á  Kleber  como  hom 
bre  que  sabia  dominarse  y  probar  cuan  digno  era  de  mandar  á  los  demás. 
Su  respuesta  fué  una  proclama  dirijida  al  ejército  de  Oriente,  y  estendida 
para  encubrir  el  contenido  de  los  pliegos  é  informes  recien  llegados  de 
Ejipto  ;  esta  es  la  proclama : 

«  Soldados : 
«  Los  cónsules  de  la  república  se  afanan  á  porfía  por  la  suerte  del 
ejército  de  Oriente. 

«  La  Francia  conoce  todo  el  influjo  de  nuestras  conquistas  sobre  la 
restauración  de  su  comercio  y  la  civilización  del  mundo.  La  Europa  ente 
ra  os  contempla  y  mi  imajinacion  me  traslada  á  vuestro  lado. 


HK  NAPOLEÓN  «*' 

«  Kn  cualquiera  situación  ni  qn«»  lo»  azares  de  la  guerra  os  pongan  , 
mostraos  siempre  los  soldados  de  lli\oh\  de  \l>iikn.  \  seréis  iim-ncibles 

•  Tened  en  kleber  la  rmlianza  ilimitada  que  en  mi  teníais,  pnct  la 
merece.  * 

•  Soldados,  pensad  en  aquel  día  en  que  \ol\eivis  \  ictoriosos  al  suelo 
palno:  aquel  día  sera  de  gloria  para  la  nación  colera. » 

Sin  embargo  la  corte  de  Viena.  recobrada  del  abatimiento  en  que  la  ha 
Iii.iii  dejado  sus  repelidos  descalabros  en  las  memorables  campañas  de 
Italia,  había  cedido  otra  nc/  a  su  odio  in\eterado  contra  la  república  fran 
cesa,  asociándose  á  la  política  hostil  del  gabinete  inglés,  y  i  relia/. indo  lo 
das  las  proposiciones  pacificas  de  Kounpartc.  Kn  esla  situacion.'el  primer 
cónsul  mando  al  pronlo  que  se  lormase  en  Dijon  un  ejército  do  reserv  |  <\> 


Í84  HISTORIA 

sesenta  mil  hombres,  cuyo  mando  cometió  á  Berthier  á  quien  reemplazó 
Carnoí  en  el  ministerio  de  la  guerra;  pero  no  tardó  en  ir  á  ponerse  el  mis 
moal  frente  de  aquella  hueste,  titulándola  nuevo  ejército  de  Italia. 

Salido  de  París  el  Gde  mayo,  llegó  el  15  al  monte  San  Bernardo  que 
atravesó  en  tres  dias.  El  48,  Bonaparte  escribió  desde  su  cuartel  jeneral 
de  Martigni  al  ministro  del  interior,  anunciándole  que  se  habia  efectua- 
do aquel  tránsito  tan  arduo  y  que  todo  el  ejército  se  hallaría  el  24  en  el 
territorio  italiano. 

« Ciudadano  ministro,  le  dijo ,  estoy  al  pié  de  los  Alpes  en  medio  del 
Valles. 

« El  Gran  San  Bernardo  ha  presentado  muchos  obstáculos  que  han 
quedado  vencidos  con  aquel  heroico  denuedo,  distintivo  jenial  de  las  tro- 
pas francesas  en  todas  circunstancias.  Una  tercera  parte  de  la  artillería 
está  ya  en  Italia;  el  ejército  baja  á  marchas  forzadas ;  Berthier  está  en  el 
Piamonte,  y  dentro  de  tres  dias  todos  habrán  pasado.  » 

Con  efecto  todo  se  ejecutó  con  orden  y  celeridad  como  el  primer  cón- 
sul lo  habia  previsto. 

Después  de  haberse  apoderado  de  la  ciudad  de  Aosta,  el  ejército  se 


DE  \  \l'o|.Kn\  IH.i 

hallo  detenido  por  el  fuerte  de  Bard,  considerado  romo  inexpugnable,  a 
rausa  <)«■  mi  posición  sobre  un  peñasco  perpendicular,  y  atajando  nn  valle 
profundo  que  era  preciso  atravesar  Para  supernr  tamaña  dificultad,  se 
abrió  en  la  pefla  ,  fuera  de  tiro  de  canon ,  una  senda  que  hirvió  de  paso  a 
la  infantería  y  caballería;  luego  en  una  noche  oscura  se  envolvieron  con 
paja  las  ruedas  de  las  cureñas  y  carros,  logrando  asi  pasar  el  fuerte  por 
medio  de  la  villa  de  Bard ,  bajo  los  fuegos  de  una  batería  de  veinte  y  dos 
piezas,  cuyos  tiros  mal  dirijidos  ningún  daño  hicieron  a  los  soldado?  re 
publícanos. 

Trasladóse  el  cuartel  jencral  á  Milán  en  los  primeros  dias  de  junio,  y 
desde  allí  dirijió  Bonaparte  la  proclama  siguiente ,  después  de  haber  de 
•  retado  el  restablecimiento  de  la  república  Cisalpina. 

«  Soldados : 

«Uno  de  nuestros  departamentos  se  hallaba  en  poder  del  enemigo; 
todo  el  norte  de  la  Francia  estaba  atemorizado  y  la  mayor  parte  del  terri 
torio  liguriense  ,  el  mas  fiel  amigo  de  la  república,  estaba  ya  invadida. 

«  Ia  república  Cisalpina,  reducida  «i  la  nada,  era  juguete  del  burlesco 
réjimen  feudal.  Soldados,  apenas  os  ponéis  en  marcha,  cuando  queda  li 
bre  el  territorio  Irancés,  sucediendo  el  alborozo  y  la  esperanza  á  la  zozo 
bra  y  la  consternación. 

« Restituiréis  al  pueblo  de  Jénova  su  libertad  c  independencia ;  estará 
para  siempre  libre  de  sus  eternos  enemigos. 

•  Os  halláis  en  la  capital  de  la  Cisalpina,  y  el  enemigo  aterrado  solo  as 


"s 


i\ 


*8G  HISTORIA 

pira  á  alcanzar  sus  fronteras.  Habéis  cojido  hospitales,  depósitos  y  par- 
ques de  reserva. 

«  Ya  está  terminado  el  primer  acto  de  la  campaña ,  y  como  lo  ois  dia 
riamcntc,  millones  de  hombres  os  manifiestan  su  reconocimiento. 

« Pero  ¿quedará  impune  la  violación  del  territorio  francés  ?  ¿  dejaréis 
volver  á  sus  hogares  el  ejército  que  tiene  despavoridas  vuestras  familias  ? 
¡  No ,  correréis  á  las  armas. . . . ! 

« Hues  bien,  marchad  en  su  persecución,  oponeos  á  su  retirada,  arran 
cadle  los  laureles  con  que  se  ha  engalanado ,  y  así  enseñaréis  al  mundo 
que  la  maldición  cae  sobre  los  insensatos  que  se  atreven  á  insultar  el  ter 
ri torio  de  la  gran  nación. 

•  El  resultado  de  todos  nuestros  conatos  será:  gloria  sin  mancha  y  só- 
lida paz.  » 

Tiempo  habia  que  el  ejército  francés  y  su  caudillo  se  habían  granjeado 
aquella  gloria  sin  mancha;  pero  mas  arduo  se  les  hacia  alcanzar  una  sóli- 
da paz.  Hallábanse  sin  embargo  en  vísperas  de  una  de  aquellas  batallas 
decisivas  que  precisan  á  los  mas  pertinaces  enemigos  á  enfrenar,  al  menos 
momentáneamente,  sus  ímpetus  hostiles.  El  í)  de  junio,  Bonaparte  cruzó 


elPo,  derrotó  á  los  Imperiales  en  Montebello,  mereciendo  allí  el  jeneral 
Lannes  un  timbre  esclarecido.  El  14  alcanzó  á  los  Imperiales  en  lasllanu 
ras  de  Marengo,  y  consiguió  sobre  ellos  una  de  las  mayores  victorias  que 
han  inmortalizado  las  armas  republicanas.  Dejemos  al  vencedor  la  narra- 
ción de  esta  memorable  jornada: 

«  Después  de  la  batalla  de  Montebello  ,  el  ejército  se  puso  en  marcha 
para  pasar  el  Siera.  La  vanguardia,  mandada  por  el  jeneral  Gardanne,  en- 
contró el  24  al  enemigo,  que  defendía  los  alrededores  del  Bórmida  y  los 
tres  puentes  que  tenia  cerca  de  Alejandría ;  lo  ha  arrollado  cojiéndole  dos 
piezas  y  haciéndole  cien  prisioneros. 


Di:  \  VPOI.tON  |87 

Al  miMiio  tiempo  llegaba  la  división  del  jonei  .1  (.habrán  siguiendo 


el  l'o  en  Irontc  do  Valencia,  para  impedir  que  el  enemigo  cruzase  aquel  rio. 
He  esta*  nodo  Melas  se  hallaba  acorralado  entre  el  Bormida  y  el  l'o.  Ha 
liábase  interceptada  la  única  retirada  que  le  quedaba  después  de  la  refrié 
ga  dt>  Montebello;  el  enemigo  al  parecer  carecía  de  plan,  y  hacia  indeter 
imitadamente  sus  movimientos. 

i  El  25,  al  rayar  el  dia,  el  enemigo  pasó  el  Bórmida  sobre  tres  puentes, 
resuello  a  abrirse  paso;  se  presentó  con  Tuerzas  mayores,  sorprendió  mies 
Ira  vanguardia,  y  entabló  con  denuedo  la  célebre  batalla  de  Marengo  que 
decide  Analmente  de  la  suerte  de  Italia  y  del  ejército  austríaco. 

«Cuatro  veces  hemos  retrocedido  durante  la  batalla  y  otras  tantas  nos 
adelantamos.  Mas  de  sesenta  piezas  se  han  cojido  y  recobrado  por  una  y 
otra  parle  en  diferentes  puntos  y  en  diversas  horas.  \¿i  caballería  ha  car 
gado  doce  veces  y  con  diferentes  resultados. 

«  Eran  las  tres  de  la  tarde,  y  diez  mil  hombres  de  infantería  se  escua 
1 1  roñaban  contra  nuestra  derecha  en  la  hermosi  llanura  de  .San  Julián  ; 
estaban  sostenidos  por  una  linea  de  caballería  y  mucha  artillería  Los  gra 
naderos  de  la  guardia  se  colocaron  á  fuer  de  un  reducto  de  granito  en 
medio  de  aquella  inmensa  llanura:  dirijióse  contra  este  batallón  la  caba- 
llería ,  infantería  y  artillería  con  el  objeto  de  arrollarlo,  pero  fué  en  vano 
Entonces  so  vio  lo  que  puedo  un  puñado  de  valientes. 

« Contenida  la  izquierda  del  enemigo  con  esta  tonazisima  resistencia  . 
y  apoyada  nuestra  derecha  hasta  la  llegada  del  jeneral  Monnier ,  nos  apo- 
deramos á  la  bayoneta  de  la  aldea  de  Castol Ceriolo. 

«  Entonces  la  caballería  enemiga  hizo  un  rápido  movimiento  sobre 


I 

188  HISTORIA 

nuestra  izquierda  que  empezaba  ya  á  cejar,  y  aquel  avance  atropello  su 

retirada. 


« El  enemigo  se  adelantaba  contra  toda  la  línea,  haciendo  un  luego  de 
metralla  con  mas  de  cien  piezas. 

■  Los  caminos  estaban  cubiertos  de  fujitivos  y  heridos.  La  batalla  apa- 
recía perdida.  Dejamos  adelantar  al  enemigo  hasta  tiro  de  fusil  de  la  aldea 
de  San  Julián,  en  donde  se  hallaba  formada  en  batalla  la  división  üesaix, 
avanzando  ocho  piezas  de  artillería  lijera  y  dos  batallones  sobre  las  alas. 
Todos  los  fujitivos  se  iban  rehaciendo  á  la  espalda. 

« El  enemigo  empezaba  á  cometer  desaciertos  que  presajiaban  su  catás- 
trofe; pues  fué  estendiendo  sus  alas  en  demasía. 

« La  presencia  del  primer  cónsul  rehacía  el  espíritu  de  las  tropas. 

« Muchachos,  les  decia,  acordaos  de  que  yo  suelo  dormir  en  el  campo 
de  batalla. 


DI.  NAPOLEÓN  IH» 

\l  eco  del  alarido  «lo  viva  la  república,  vna  el  primer  <<>:.«.,. I,  l>i*;ii* 


acometo  el  rentro  á  paso  de  ataque,  y  en  un  ¡oslante  el  enemigo  queda  ar- 
rollado. Kl  jeneral  Kellermann.qne  habia  protejido  todo  el  dia  con  su  bri 
gada  de  cabaHería  la  retirada  de  nuestra  izquierda,  cargó  con  tanto  acier- 
to y  rapidez,  que  cayeron  prisioneros  seis  mil  granaderos,  y  el  jeneral 
Zach ,  jefe  de  estado  mayor  jeneral ,  quedando  en  el  campo  varios  jene 
rales  enemigos.  Todo  el  ejército  siguió  este  movimiento,  la  derecha  «leí 
enemigo  se  halló  cortada,  y  la  consternación  y  el  espanto  cundieron  por 
sus  filas. 

•  Ia  caballería  austríaca  se  habia  adelantado  hacia  el  centro  para  cu- 
brir la  retirada.  Kl  jefe  de  brigada  Bessieres.al  frente  de  los  granaderos  de 
la  guardia,  dio  una  carga  con  tanto  denuedo  como  tesón,  aportillando  la 
caballería  enemiga,  con  lo  cual  se  completó  la  derrota  del  ejército. 


!<)<>  IIISTOMA 

«  Hemos  cojido  quince  banderas,  cuarenta  pie/as,  y  herbó  de  seis 


ocho  mil  prisioneros;  mas  de  seis  mil  enemigos  han  quedado  en  el  cam- 
po de  batalla. 

«  El  0".  lijero  ha  merecido  el  dictado  de  incomparable.  La  caballería 
de  linea  y  el  8."  de  dragones  han  descollado  hasta  lo  sumo.  Nuestra  pér- 
dida es  considerable,  hemos  tenido  seiscientos  muertos,  mil  y  quinientos 
heridos  y  novecientos  prisioneros. 

« Los  jenerales  Champaux,  Marmont  y  Boudet  están  heridos. 

« Los  vestidos  del  jeneral  en  jefe  Herthier  han  sido  acribillados  de  ba- 
las, y  muchos  de  sus  edecanes  han  quedado  desmontados.  Pero  una  pér- 
dida que  el  ejército  siente  vivamente  y  que  también  sentirá  toda  la  repú 
blica  destierra  el  júbilo  de  nuestros  pechos.  Desaix  ha  sido  herido  de  una 
bala  al  principio  de  la  refriega,  y  ha  muerto  sin  tener  tiempo  mas  que  pa- 
ra decir  al  joven  Lebrun  que  estaba  con  él:  «Id  á  decir  al  primer  cónsul 
que  muero  con  el  sentimiento  de  no  haber  hecho  bastante  para  vivir  en 
la  posteridad.  » 


DE  !S  \  POLIO  N  101 

huíanlo  In  batallo,  rl  jeneral  Desoís  quedo  desmontado  cuatro  reres 


M./ 


y  recibió  tres  heridas.  Tres  (lias  antes  se  habia  reunido  con  el  cuartel  jeno- 
ral,  ardiendo  en  deseos  de  pelear,  y  la  víspera  habia  dicho  dos  ó  tres  veces 
a  sus  edecanes:  « Ya  hace  rancho  tiempo  que  no  peleo  en  Europa;  las  ba- 
las no  me  conocen,  algo  nos  sucederá. »  Cuando  fueron  á  participar  al  pri 
raer  cónsul,  en  lo  mas  encarnizado  del  trance,  la  muerte  de  Desaix,  solo 
soltó  estas  palabras:  t¿  Porqué  no  me  cabe  llorar?  »  Su  cuerpo  fue  llera 
do  en  posta  á  Milán  para  embalsamarlo. 

Dos  dias  después  Konaparte  escribió  á  los  cónsules  la  carta  siguiente 
desde  el  cuartel  jeneral  de  Torre  di  (iarafola. 

■  Al  dia siguiente  déla  batalla  de  Marenso,  ciudadanos  cónsules,  el 
jeoenü  Meki  em  ió  á  pedir  que  se  le  permitiese  enviarme  el  jeneral  .skal 
Donato1  el  dia  se  ajustó  el  tratado  de  que  remito  copia.  Anoche  quedó  lir 
mado  por  el  jeneral  Ilerthier  y  el  jeneral  Melas.  Ksporo  que  el  pueblo 
francés  estará  satisfecho  de  su  ejército.  • 

Ixi  batalla  de  Marengo  bizo  dueña  á  la  Francia  del  Piamonte  y  la 
Lombardia.  Kl  primer  consol  permaneció  poco  tiempo  en  Italia.  En  Hilan, 


4  92  HISTORIA 

el  vecindario  le  había  recibido  con  entusiasmo,  y  aun  los  sacerdotes  ha- 
bían participado  de  la  alegría  jeneral.  Bona parte,  queriendo  granjearse  el 
apoyo  de  los  clérigos  de  la  capital,  les  habló  en  estos  términos  : 

« Ministros  de  una  relijion  que  también  es  la  mia ,  les  dijo,  os  miro 
como  á  mis  mejores  amigos;  os  manifiesto  que  consideraré  como  á  pertur- 
badores del  sosiego  público  y  escarmentaré  ejemplarmente  como  tales,  y 
aun  si  necesario  fuere,  con  la  pena  capital,  á  todos  los  que  cometan  el 
mas  mínimo  desacato  contra  nuestra  común  relijion,  ó  incurran  en  el  me- 
nor ultraje  contra  vuestras  sagradas  personas. 

« Los  filósofos  modernos ,  añadió,  se  han  empeñado  en  persuadir  á  la 
Francia  que  la  relijion  católica  era  la  implacable  enemiga  de  todo  sistema 
democrático  y  de  todo  gobierno  republicano:  de  ahí  provino  la  cruel  per- 
secución que  estremó  la  república  francesa  contra  la  relijion  y  sus  minis- 
tros; de  ahí  todo  el  desenfreno  á  que  se  entregó  aquel  desgraciado  pue- 
blo... También  yo  soy  filósofo,  y  sé  que  en  una  sociedad,  cualquiera  que 
sea,  ningún  hombre  puede  ser  tenido  por  virtuoso  y  justo,  si  no  sabe  de 
dónde  viene  y  á  dónde  va.  No  cabe  en  la  razón  proporcionarnos  la  menor 
luz  sobre  este  punto;  sin  la  relijion  se  está  caminando  á  ciegas,  y  la  reli- 
jion católica  es  la  única  que  franquea  al  hombre  luces  positivas  é  infalibles 
sobre  su  principio  y  su  fin  postrero » 

No  hay  que  achacar  este  lenguaje  á  la  política  de  un  soldado  ambicio 
so.  Aunque  indiferente  en  materias  relijiosas,  como  lo  manifestó  en  el 
Cairo  ,  distaba  mucho  Bonapartede  ser  irrelijioso.  « Mi  razón,  decia,  me 
hace  incrédulo  tocante  á  muchos  puntos;  pero  las  impresiones  de  mi  niñez 
y  las  inspiraciones  de  mi  primera  mocedad  me  envuelven  en  la  incertidum- 
bre. » 

No  cabe  duda  en  que  obraba  á  impulsos  de  la  necesidad  política  de  la 
relijion ,  como  lo  manifiestan  el  Diario  de  Santa  Helena,  las  Memorias 
de  Napoleón,  el  doctor  O' Meara,  Pelet  de  la  Lozere  y  Thibaudeau.  «  Yo 
no  veo  en  la  relijion ,  decia,  el  misterio  de  la  encarnación,  sino  el  miste- 
rio del  orden  social ;  ofrece  en  el  cielo  un  concepto  de  igualdad  que  im- 
pide que  el  rico  sea  asesinado  por  el  pobre —  Hemos  visto  repúblicas 

y  democracias,  pero  ningún  estado  sin  relijion,  sacerdotes  y  culto. » 

A  este  modo  de  considerarlas  cuestiones  relijiosas,  debe  atribuirse  prin- 
cipalmente la  acojida  que  Bonaparte  hizo  á  los  curas  de  Milán,  y  el  dis- 
curso cuyos  trozos  mas  notables  hemos  citado.  Por  lo  demás  reconquistada 
la  Italia  en  pocos  dias,  se  apresuró  el  primer  cónsul  á  regresar  á  Francia 
después  de  haber  formado  una  junta  para  reorganizarla  república  Cisalpi- 
na, y  haber  restablecido  la  universidad  de  Pavía.  El  26  de  junio  mandó  tras- 
ladar el  cuerpo  de  Desaix  al  monte  San  Bernardo,  disponiendo  que  se  le- 
vantase en  este  lugar  un  monumento  á  la  memoria  de  aquel  héroe  man- 
cebo. El  29  llegó  á  Lion  ,  en  donde  quiso  señalar  su  tránsito  con  un  acto 


DE  \\l»ni.F.n\  i»'. 

reparador  que  le  conciliar»  dc*dc  entonces  el  afecto  de  aquella  cinn.l.  é 
industriosa  ciudad,  en  cuyo  regazo  no  ha  cesado  mi  nombre  de  menear 
aceptación.  Decretó  la  reedificación  de  la*  indiadas  de  Bcll'-muí  i  \  .1  mi* 
ino  puso  la  primera  piedra. 

Kl ."» de  julio,  esto  es ,  antes  de  lo»  do»  meses  desdi*  *u  salida  do  l'an*, 
volvió  triunfante  á  la  capital  en  medio  de  las  aclamaciones  de  un  purblo 
inmenso.  Su  primer  alan  fué  premiar  el  denuedo  de  sus  compañero*  do 
unió  Va  al  principio  de  la  campaña  y  en  la  falda  del  monte  San  Rernar 
do  liabia  nombrado  imiimkr  orajarkro  i>k  i.a  rf.pi  hlic.a  al  arrojado  l.atour 
dc-Auvergne,  que  rehusaba  todo  ascenso  A  su  represo,  y  después  dn  tan 
\elo/  espedicion  coronada  con  victoria  tan  esclarecida,  crc\oojH»rlunoba 
cer  varias  promociones  y  distribuir  despachos  de  honor 

Mientras  que  el  primer  cónsul  recobraba  en  pocos  dins  la  |«rte  mas 
hermosa  de  Italia,  Bruñe  y  Bernadottc,  comandantes  en  jefe  d<-  los  ejérej 
tos  del  oeste,  habían  pacilicado  la  Bretaña,  y  con  este  motivo  schabiadis 
puesto  una  función  á  la  concordia  de  todos  los  Franceses.  I  n  decreto  con 
Milar  del  1*2  de  junio  suspendió  su  celebración  hasta  el  I  i  de  julio,  para 
que  la  nación  hermanase  en  una  misma  consagración  el  regreso  de  la  con- 
cordia y  el  nacimiento  de  la  libertad;  y  para  que  nada  faltara  á  tan  escel 
sa  solemnidad  ,  se  fijó  para  el  mismo  día  la  colocación  de  las  primeras 
piedras  de  las  columnas  departamentales  y  sobre  todo  de  la  nacional 
unas  levantadas  en  las  cabezas  de  los  deparlamentos .  y  oirás  en  París  en 
la  plaza  Yendoma  ,  todas  á  la  gloria  de  los  valerosos  muertos  en  defensa 
de  la  patria  y  de  la  libertad 


23 


I1M  HISTORIA 

El  Campo  de  Marte,  que  habia  recibido  á  los  diputados  de  todas  las 
guardias  nacionales  de  Francia  en  el  primer  aniversario  de  julio,  en  aqnel 
dia  memorable  de  la  confederación,  fiesta  cívica  que  se  procuró  hacer  re 
lijiosa,  y  en  la  que  representó  Laíayette  el  patriotismo  en  su  cuna,  yTalley 
rand  la  fe  moribunda  ;  el  Campo  de  Marte  volvió  á  ver,  tras  diez  años  de 
conmociones  civiles  y  guerras  cstranjeras,  á  los  defensores  de  la  revolución, 
otra  vez  reunidos  en  su  grandioso  recinto,  no  para  jurar  vencer  ó  morir, 
sino  para  ver  atestiguar  solemnemente  por  los  diputados  del  ejército  que 
se  habia  cumplido  gloriosamente  el  juramento  de  los  diputados  de  la  guar- 
dia nacional,  y  que  la  nueva  Francia  habia  vencido  á  la  antigua  Europa. 
Fn  efecto,  oficiales  enviados  por  los  dos  ejércitos  del  Rin  y  de  Italia  des- 
plegaron ante  los  cónsules  las  banderas  cojidas  al  enemigo ,  que  venían  á 
ofrecer  al  gobierno  como  un  homenaje  á  la  patria,  y  Bonaparte  les  habló 
en  estos  términos  grandiosos  t 

« l,as  banderas  presentadas  al  gobierno  delante  del  pueblo  de  esta  in 
mensa  capital  atestiguan  el  desempeño  de  los  jenerales  en  jefe  Morcan, 
Massena  y  Bcrthier  ;  los  conocimientos  militares  de  los  jenerales,  sus  te 
nienles,  y  el  arrojo  del  soldado  francés. 

.V  & 


DK  NAI'OI.KON.  <•»» 

-  \l  volvci  a  los  campamentos  decid  .1  los  soldados  quc|Mia  la  éjioca 
del  I     dfl  \endinuario,  60  que  celebraremos .  I  aun.  1   .11  unir  la  i.  publica. 

el  pueblo  franco»  espera  o  la  publicación  de  ln  pus,  o  en  «i  tmo  ajos  1 1 

encmiiio  opusiera  obstáculos  invencibles,  nuevas  tanderas,  fruto  de  mi. 
V8J  uctorias.  • 

I  11. 1  particularidad  se  hace  reparable  cu  estafaste  arenp  Honapain  . 
teniendo  i|u«*  |>osponerse  a  si  mismo  en  la  distribución  de  los  elojios  que 
da  á  los  caudillos)  al  ejército,  sabiendo  por  otra  parte  muy  bien  qncesle 
olvido  necesario  sera  compensado  con  ventaja  por  los  recuerdos  del  pan 

blo,  Bonaparle  se  esmera  en  real/ar  cabalmente  ¡i  los  jenerales  que  pmlic 
ron  concebir  alguna  idea  de  emulación ;  antepone  Morcan  \  Mastena  a 
Bertbier,  su  eonlidentc  y  amigo.  También  aleja  asi  todo  asomo  de  cetos 
res|MTto  á  guerreros  tan  esclarecidos,  al  paso  (pie  maniliesta  que  no  pin- 
dó cr  formalmente  en  ellos  competidores  á  quienes  temer  y  rebajar  Vqui 
se  esta  viendo  el  engreimiento  del  mimen  que  se  deja  adivinar  y  traslucir 
|K)r  medio  de  tanto  comedimiento  imprescindible  en  el  lenguaje  de  oficio, 
y  qne  nunca  patento  mas  á  las  elaras  el  concepto  que  abriga  de  su  pro 
pia  superioridad 

Kste  esplendoroso  dia  se  terminó  con  un  banquete  que  el  primer  con 
sul  dio  á  las  principales  autoridades  de  la  república,  y  en  el  que  dio  el  brin 
dis  siguiente : 

•Al.    II    PE   ful  10,    V    AL   PIKIH.O    KR\>CÉS,    M ESTRO    SORERAV).  • 


. 


1 94  HISTORIA 

El  Campo  de  Marte,  que  había  recibido  á  los  diputados  de  todas  las 
guardias  nacionales  de  Francia  en  el  primer  aniversario  de  julio,  en  aqnel 
dia  memorable  de  la  confederación,  fiesta  cívica  que  se  procuró  hacer  re 
lijiosa,  y  en  la  que  representó  Lafayettc  el  patriotismo  en  su  cuna,  yTalley 
rand  la  fe  moribunda  ;  el  Campo  de  Marte  volvió  á  ver,  tras  diez  años  de 
conmociones  civiles  y  guerras  cstranjeras,  á  los  defensores  de  la  revol  ucion , 
otra  vez  reunidos  en  su  grandioso  recinto,  no  para  jurar  vencer  ó  morir, 
sino  para  ver  atestiguar  solemnemente  por  los  diputados  del  ejército  que 
se  había  cumplido  gloriosamente  el  juramento  de  los  diputados  de  la  guar 
dia  nacional,  y  que  la  nueva  Francia  había  vencido  á  la  antigua  Europa. 
En  efecto ,  oficiales  enviados  por  los  dos  ejércitos  del  Rin  y  de  Italia  des- 
plegaron ante  los  cónsules  las  banderas  cojidas  al  enemigo  ,que  venían  á 
ofrecer  al  gobierno  como  un  homenaje  á  la  patria,  y  Bonaparte  les  hablo 
en  estos  términos  grandiosos: 

p  I„as  banderas  presentadas  al  gobierno  delante  del  pueblo  de  esta  in 
mensa  capital  atestiguan  el  desempeño  de  los  jcncrales  en  jefe  Morcan, 
Massena  y  Heithier ;  los  conocimientos  militares  de  los  jencrales,  sus  te 
Dientes,  y  el  arrojo  del  soldado  francés. 

■ 

.1  &        , 


I>K  NAIMH.KON  105 

•  M  \olvei  .1  los  campamentos  decid  a  los  soldados  que  para  la 
del  I"  de  vendimiario,  ni  que  celebraremos  i-I  aimei    modela  república, 
«•I  pueblo  flanees  i  ¡|mm  i  <•  la  publicación  de  la  POS,  Ó  M  el  raso  qm-  «I 
enemigo  opusiera  obstáculos  invencibles,  nuevas  Laminas,  iiotod.  mi, 
vas  victorias.  • 

l'na  parlieularulad  se  liacc  reparable  cu  CilltiiHOinwpi  Rona|>nrte, 
leincndo  que  posponéis.-  ,i  |j  misino  en  la  distribución  de  los  elojios  que 
da  n  los  caudillos  y  al  ejército,  sabiendo  por  otra  parte  muy  bien  <|u.  .  t. 
olvido  necesario  sera  com|>ensado  con  ventaja  por  los  rccuefdosdd  pne 
l>lo.  Bonaparte  se  esmera  en  realzar  cabalmente  á  los  jenerales  que  pndie 
ron  eoooebir  alguna  idea  de  emulación ;  antepone  Morcan  \  MasscM  ¡i 
Bcrthier,  su  eonlldentcy  amigo.  También  aleja  asi  todo  átomo  de  teta 
res|Hrto  á  guerreros  tan  esclarecidos,  al  paso  que  maniliesta  que  no  pne 
de  ver  formalmente  en  ellos  eom|)ctidores  á  quienes  temer  y  rebajar  \qui 
se  esta  viendo  el  engreimiento  del  mimen  que  se  deja  adivinar  y  traslucir 
por  medio  de  tanto  comedimiento  imprescindible  en  el  lenguaje  de  olido, 
y  q-ie  nunca  patentiza  mas  á  las  claras  el  concepto  que  abriga  de  su  pro 
pía  superioridad. 

Kste  esplendorólo  día  se  termino  con  un  banquete  que  el  primer  con 
sul  dio  á  los  principales  autoridades  de  la  república,  y  en  el  que  dio  el  brin 
dis  siguiente : 

•Al.    14    DF   JII.IO.    V     \l.   fl  K.llMI    KKWC.KS,    M  KSTKO    SOItKRAIO.  • 


CAPITULO  XII. 


Organización  del  cuerno  Je  estado.    Congreso  de  Luncvilic.    Fiesta  de  la 
fundación  de  la  república.  Trama  republicana.  Conspira- 
ción realista.    M.'iqninn  infernal. 


a  lirma  de  los  preliminares  de  la  paz  entre 
Francia  y  Austria  por  el  primer  cónsul,  si 
guió  de  cerca  á  la  celebración  del  \  4  de  ju 
I  lio,  quedando  justificadas  las  disposiciones 
¿•'  pacíficas  que  habia  manifestado  á  los  diputa 
g^T  dos  y  enviados  á  Paris  por  los  ejércitos  de 
Alemania  é  Italia. 
Al  cabo  de  un  mes ,  Bonaparte  se  dedicó  á  organizar  el  consejo  de  es- 
tado, y  nombrar  los  que  debían  componerlo.  El  5  de  setiembre,  firmó  un 
tratado  de  amistad  y  comercio  entre  la  Francia  y  los  Estados  Unidos,  y  el 
20  del  mismo  mes,  negándose  el  emperador  á  firmar  los  preliminares  de  la 


I)K  N\l'<)|  I  n\ 


497 


paz,  apunta  otro  congreso  en  l.unevHle,  hallándose  representada  la  ropnMi 
ea  por  el  jeneral  Ctafta 

\a  función  del  1  Al  \»ii<lnniario  no  íné  menos  ostento»!  que  la  del 
44  de  julio.  Asistieron  á  ella  diputados  de  todas  las  autoridades  departa 
mentales,  habiéndose  fijado  el  mismo  dia  para  la  colocación  de  la  primera 
piedra  del  monumento  nacional  (pie  debia  levantarse  en  la  plata  de  la 
Victoria  á  la  memoria  de  Desaix  y  de  hleber ,  muertos  ambos  en  un  mis 
mo  día,  el  uno  en  Marengo  con  los  tiros  enemigos ,  el  otro  en  H  Cairo  con 
el  puñal  de  un  asesino.  I  a  traslación  de  las  cenizas  de  Turma  al  templo 
de  Marte,  decretada  por  los  cónsules,  realzo  el  esplendor  del  aniversario 


aywS.W;y¥o«¿- 


de  la  fnndaeion  de  la  república.  Con  este  motivo  el  ministro  de  la  goerra 
Carnot  pronunció  un  discurso,  y  ningún  labio  era  mas  dignoqueel  suyo  de 
tributar  encomios  al  guerrero  inmortal  cuyos  restos  honraba  la  Francia.  La 
ciencia  militar,  el  desempeño,  las  virtudes  públicas  y  privadas  del  gran 
capitán  de  la  monarquía,  fueron  celebradas  por  el  gran  ciudadano  de  la  re 
pública,  que  había  puesto,  como  Turena,  al  servicio  de  su  país  su  virtud 
inalterable  y  su  profundo  conocimiento  en  el  arte  de  la  guerra.  Carnet 
supo  hermanar  con  los  nombres  de  Kleber  y  l>esai\  el  del  adíente  y  sabio 


198  HISTORIA 

Latour-de-Auvergne,  que  acababa  de  fallecer  en  Alemania,  y  cuya  muerte 
lastimaba  á  los  descendientes  del  grande  hombre,  ácuya  memoria  rendía 
solemne  tributo.  Esplendoroso  dia  fué  para  todos  los  Franceses,  engreídos 
y  ansiosos  con  este  nombre,  aquel  en  que  la  patria  reconocida  pudo  encum- 
brar en  el  templo  de  la  fama  ásus  esclarecidos  hijos,  bajo  los  auspicios  de 
un  gobierno  que  tenia  por  ministro  á  Carnot  y  por  caudillo  á  Bonaparte. 

La  inauguración  del  Pritaneo  en  San  Ciro  contribuyó  también  á  la  ce 
lebracion  del  octavo  aniversario  de  la  fundación  de  la  era  republicana. 

Sin  embargo  á  pesar  del  boato  de  las  fiestas  cívicas  y  de  los  conatos 
del  cónsul  para  no  lastimar  á  los  patriotas  recelosos  sobre  la  naturaleza 
de  sus  segundas  intenciones,  la  manera  con  que  se  había  apoderado  de  la 
potestad,  y  las  disposiciones  posteriormente  manifestadas  harto  patentiza 
ban  su  impaciencia  por  acabar  con  las  instituciones  republicanas,  para 
que  los  veteranos  del  partido  republicano ,  ya  muy  airados,  no  hallasen 
entre  ellos  algunos  fanáticos  capaces  de  idear  y  poner  en  planta  el  asesi- 
nato de  un  hombre  que  miraban  como  á  un  tirano  y  un  usurpador.  El  ex- 
diputado Arena,  el  escultor  Cerachi ,  Topino  Lebrun,  discípulo  de  David, 
y  Damerville  fueron  de  este  número;  y  un  mentecato  llamado  Harrel 
especuló  con  el  odio  que  profesaban  á  Bonaparte,  y  los  metió  en  una  cons 
piracion ,  cuya  trama  descubrió  á  la  policía ,  y  fué  tal  la  serenidad  del 
primer  cónsul  respecto  á  los  conspiradores,  que  no  dejó  de  asistir  á  la 
representación  estraordinaria  de  la  ópera  en  donde  tenían  dispuesto  aco- 
meterle. 

Por  su  parte  los  tenaces  partidarios  de  los  Borbones,  que  un  momento 
antes  se  lisonjeaban  de  encontrar  un  Monck  en  Bonaparte,  viendo  que  ya 
no  podían  abrigar  aquella  loca  esperanza,  empezaron  á  conspirar  con 
tra  él.  Hermanáronse  la  malevolencia  estranjera ,  la  emigración  y  la 
chuanería,  y  de  su  conjunto  resultó  la  máquina  infernal.  Era  el  5  de  nevo- 
so; el  primer  cónsul  iba  á  la  ópera,  en  donde  se  representaba  por  pri- 
mera vez  la  Creación  de  Haydn .  Acompañábanle  Lannes ,  Berthier  y 
Lauriston.  Al  pasar  por  la  calle  de  San  Nicasio,  oyóse  la  csplosion  de 
un  barril  de  pólvora  colocado  sobre  un  carro.  A  haber  tardado  diez 
segundos,  Bonaparte  y  su  acompañamiento  quedaban  en  trozos.  Afor- 
tunadamente el  cochero,  que  estaba  beodo,  aguijó  á  los  caballos  mas  de 
lo  que  acostumbraba,  y  esta  celeridad  ,  debida  á  tan  estraño  acaso,  pre- 
servó  al  hombre  cuyo  trájico  íin  hubiera  cambiado  los  destinos  de  Fran- 
cia y  Europa.  «  Estamos  minados,  esclamó  el  primer  cónsul.  »  Lannes  y 
Berthier  insistían  para  que  se  volviese  á  las  Tuilerías.  « No,  no,  dijo  Bo 
ñaparte,  á  la  ópera. «  En  efecto,  compareció  allá,  se  sentó  en  el  primer 
asiento  del  palco,  mostrando  un  rostro  tan  sereno  como  si  reinase  en  su 
alma  el  mas  cabal  sosiego.  Sin  embargo  no  era  así,  y  al  cabo  de  algunos 
momentos,  dados  á  esta  demostración  pública  de  tranquilidad,  se  dejó  ai 


DE  \  M'OI ,Ki\  iwi 

rcbntnr  por  H  ímpetu  de  mis  lÉ^tMoiWI  y  nrndió  n  fosTnderi*»*.  á  donde 
llegaban  los  |>or*onnje*  influyentes  de  la  épora  para  saber  lo  qno  habia 
Mínenlo  y  lo  que  iba  a  sureder.  A  ponas  llegado  M  medio  de  ellos,  lk)iin 
partí  M-  disparó  COII  todn  su  (nria  jrninl.  y  ron  voz  rocín  le*  dijo  :  •  Ean 
os  obro  do  los  jnrobinos:  los  jnrobinos  me  lian  querido  asesinar         \o 

lereinu  en  «^to  ni  nobles,  ni  saeerdotes,  ni  cbtWMi Yn  sé  n  lo  qtie 

dobo  atenerme  y  M  me  banni  IMMtt1  nno  por  otro  bM  rs  un  f>  dpe  de 
los  sehombristns.  di  l#f  imitados  cubiertos  do  cieno  que  MAfl  <n  ron 
lúiim  revuelta,  en  conspiración  permanente,  en  batallón  cerrado  contra 
lodos  los  gobiernos  que  lian  ido  sobreviniendo.  EMfe  golpe  c*  obm  de  nr 
listas  y  pintores  de  imajinneion  nrnlorndn.  y  de  nn  poro  mas  de  iinfni 


200  HISTORIA 

que  el  pueblo,  sobre  quien  ejercen  su  influjo.  Esta  es  obra  de  los  asesi- 
nos de  Versalles,  de  los  facinerosos  del  51  de  mayo ,  de  los  conspiradores 
de  praderal,  de  los  autores  de  todos  los  crímenes  cometidos  contra  los  go- 
biernos. Si  no  se  les  puede  enfrenar ,  habrá  que  esterminarlos  y  despejad- 
la Francia  de  esa  hez  odiosa.  Que  no  haya  compasión  con  semejantes  mal- 
vados  » 

Estas  palabras,  en  que  la  aprensión  se  juntaba  con  la  ira  muy  funda- 
da ,  fueron  repetidas  con  poca  variedad  en  una  respuesta  del  primer  cón- 
sul á  una  diputación  del  departamento  del  Sena;  pero  lo  lastimoso  fué 
que  se  siguió  á  ellas  el  suplicio  de  las  víctimas  que  el  ájente  Harrel  había 
eutregado  á  la  policía,  y  el  estrafiamiento  de  ciento  y  treinta  ciudadanos  á 
quienes  hacían  sospechosos  la  perseverancia  y  el  denuedo  de  su  patriotis- 
mo. El  ministro  de  la  policía  Fouché,  que  tenia  que  disculparse  de  no  ha- 
ber precavido  y  desbaratado  la  atrocidad,  se  mostró  uno  de  los  mas  ardien- 
tes en  castigar  á  los  supuestos  culpados,  y  las  providencias  que  propuso 
merecieron  desde  luego  la  aprobación  del  primer  cónsul,  cuyas  sospechas 
contra  los  republicanos  estaba  fogueando  y  dirijiendo  de  tiempo  atrás.  Por 
una  combinación  que  no  admite  disculpa,  no  se  contentaron  con  proscri- 
bir en  globo  á  ¡nocentes,  quisieron  también  hollarlos  con  menosprecio  y 
oprobio,  asociando  monstruosamente  los  honoríficos  nombres  deTalot, 
Destrem,  Lcpelletier-Saint-Fargeau,  etc.  etc.,  á  los  de  algunos  terroristas 
sangrientos  y  forajidos,  á  los  que  se  empeñaron  en  apellidar  setiembristas, 
con  el  fin  de  hacer  su  complicidad  mas  agravante  para  aquellos  republi- 
canos irreprensibles  que  se  intentaba  envilecer  y  estrenar  al  mismo  tiempo. 


DE  \  VPou.nv  201 

M  rabo  de  un  mes  m  descubrió  que  el  crimen  en  obra  do  los  realistas; 
dos  emisarios  de  la  chuaneria,  llamados  Carbón  y  Siint-Regcnt,  eoOTictOf 
de  ser  autores  del  atentado,  fueron  condenados  i  muerte  y  ejecutados;  pe 
i  o  este  castigo  do  los  verdaderos  reos  no  hizo  revocar  la  disposición  que 
el  gobierno  liabia  tomado  do  pronto  contra  los  demócratas  inocentes  que 
á  su  transito  por  Nantcs  habian  estado  á  punto  de  ser  victimas  de  la  in 
dignación  pública. 

Esta  justicia  directoría!  tropezó  con  pocos  oponentes,  tan  descollante 
era  a  la  sazón  el  concepto  á  favor  de  Ronaparte.  Kl  almirante  Truguet 
arriesgó  algunas  rellcxioncs  en  favor  del  partido  cuyas  doctrinas  profesa 
ba,  quejándose  de  que  el  espíritu  público  se  iba  estragando  con  publica 
ciones  que  pregonaban  la  monarquía  y  el  gobierno  hereditario  Istoalu 
dia  al  escrito  intitulado  Paralelo  entre  César, CromwoH  y  Ronaparte,  que 
se  publicaba  bajo  la  protección  del  ministro  del  interior,  y  parecía  destina 
do  a  las  claras  para  sondear  las  disposiciones  del  pueblo  francés  sobro  la 
revolución  que  Ronaparte  estaba  ideando 


CAPITULO    XIII. 


Creación  de  los  tribunales  escepcionales.  Obras  públicas.    Tratado  de  Ln- 

neville.  Fomento  dado  á  las  ciencias  y  á  la  industria.  Tratados  de 

paz  con  Es  a  fia,  Ñapóles  y  Parnia.  Concordato.  Paz 

de  Aniietis.  Te-Deum  en  Nnestra  Señora. 


os  escritos  destinados  á  labrar  los  ánimos  para 
una  nueva  revolución  en  la  forma  del  gobier 
no,  no  siendo  acojidos  como  debian  hacerlo 
^  suponer  el  favor  popular  de  que  gozaba  el  con 
sul ,  y  el  desconcepto  en  que  habían  caido  los 
^pensamientos  y  las  instituciones  republicanas, 
se  disimuló  su  oríjen  gubernativo,  posponien 
do  atinadamente  los  intentos  que  traian  consigo.  Pero  la  máquina  infer- 


DE  \  iPOLEOtS  «« 

nal  motivó  la  creación  de  tribunales  especíala  y  jurisdicciones  deescep 
cion,  que  fueron  instrumentos  de  I»  potestad  absoluta  que  el  primer  con 
Mil  ejercía  realmente  sobre  la  Francia.  Esta  temible  instituto  sublevó  en 
el  tribunado  la  animosa  Oposición  de  Benjamín  -Constan!,  Daunou,  Cingue 
né,  chenier,  Isnard,  etc.  Trcsó  cuatro  voces  jcaerosas,  las  de  Laabndite, 
Lmjuinais,  Carat  y  lenoir-laroche,  se  oyeron  también  en  el  senado;  pero 
los  defensores  de  las  libertades  públicas  tuvieron  una  gran  minoría,  y  los 
deseos  del  cónsul  fácilmente  se  convirtieron  en  disposkiooei  Icjislativas. 

Al  par  de  estas  providencias  reaccionarias ,  veíanse  diariamente  actos 
que  manifestaban  el  mimen  que  debia  realzar  la  gloria  y  el  poder  «le  la 
Francia.  Por  todas  partes  se  abrían  carreteras  y  canales,  las  nobles  artes 
descollaban  coa  nuevo  esplendor ,  los  descubrimientos  científicos  recibían 
mayor  fomento,  y  el  comercio  y  la  industria  rompían  por  sendas  basta  en 
tónces  desconocidas. 

Restablecióse  el  17  de  enero  de  I  KOI  la  compañía  de  África,  y  el  pri 
mer  cónsul  trasportándose  en  pensamiento  del  Atlas  á  los  Alpes  y  atarean- 
do  en  su  grandioso  anhelo  los  intereses  de  la  civilización  entre  los  pueblos 
cultos  y  los  bárbaros,  cometió  por  un  decreto  de  aquella  misma  fecha  al 
jencral  Turreau  el  encargo  de  presidir  á  la  construcción  del  hermoso  ca 
mino  del  Simplón. 

Fl  *.)  de  febrero  se  lírmó  la  paz  continental  en  Lunevillc,  valiéndose 
Bonaparte  de  esta  circunstancia  para  aci.sar  al  gabinete  inglés  de  ser  el 
único  obstáculo  á  la  pacificación  universal.  «¿Porqué,  dijo  al  cuerpo  le 
jislativo  y  al  tribunado  en  su  mensaje,  porqué  no  es  este  tratado  el  de  la 
pazjeneral?  Este  era  el  deseo  de  la  Francia  y  el  objeto  constante  de  todos 
los  conatos  del  gobierno;  pero  ellos  han  sitio  vanos.  La  Europa  sal>c  todo 
lo  (pie  el  ministerio  británico  ha  hecho  para  que  se  frustrasen  las  negocia- 
ciones de  Lunevillc. »  Luego  respondiendo  á  los  parabienes  que  le  dírijió 
el  cuerpo  lejislativo,  dejó  columbrar  el  grandioso  concepto  del  bloqueo 
continental.  «Todas  las  potencias  del  continente,  dijo,  se  hermanarían 
|>ara  hacer  que  la  Inglaterra  vuelva  á  la  senda  del  comedimiento,  de  la 
equidad  y  de  la  razón. » 

Blasonando  también  de  la  paz  interior  que  había  precedido  á  la  este 
rior,  manifestó  el  cónsul  su  contento  por  la  armonía  y  hermandad  que  ha 
bia  notado  en  los  departamentos  que  acababa  de  visitar,  añadiendo:  «Asi 
no  debe  darse  ninguna  importancia  á  las  palabras  indiscretas  de  algunos 
individuos.  »  Lo  cual  era  una  alusión  á  los  atrevidos  discursos  pronuncia 
dos  en  el  tribunado  con  motivo  i!o  los  tribunales  estraordinarios.  I  este 
cuerpo  se  le  consideró  desde  este  momento  como  el  último  refujio  del  es 
piritu  republicano,  y  debió  pensarse  en  sofocarlo ,  primero  cercenándolo, 
y  luego  suprimiéndolo  completamente. 

Al  tratado  de  Luneville,firmado  principalmente  con  la  corte  de  Viena, 


20  < 


HISTORIA 


se  siguieron  otros  particulares  con  Ñapóles,  Parma  y  Madrid.  Hacíala  mis- 
ma época  Bonaparte  formó  los  departamentos  del  Roer,  Sane,  Rin  y  Po- 
seía y  Mont-Tonnerrc,  y  como  el  engrandecimiento  y  la  pacificación  de 
la  república  dcbian  acompañar  á  su  prosperidad  material ,  obtuvo  el  cón- 
sul una  autorización  por  medio  de  una  ley  para  plantear  lonjas,  y  mandó 
que  se  hiciera  anualmente  en  el  mes  de  setiembre  una  esposicion  pública 
de  los  productos  de  la  industria  francesa. 

Libre  de  todo  recelo  por  parte  de  las  potencias  continentales  y  habien- 
do logrado  aislará  la  Inglaterra,  al  menos  en  apariencia,  con  el  nuevo 
sistema  que  la  revolución  victoriosa  acababa  de  imponerá  la  diplomacia 
europea,  fundaba  Bonaparte  grandes  esperanzas  en  la  amistad  personal 
que  le  enlazaba  con  el  czar  Paulo  I.  El  asesinato  de  aquel  príncipe,  acaeci- 
do en  la  noche  del  25  al  2 i  de  marzo,  trastornó  todos  sus  proyectos.  Luego 
que  supo  este  suceso,  manifestó  el  mayor  desconsuelo,  y  mandó  insertar 
en  el  Monitor  la  nota  siguiente: 

« Paulo  I  ha  muerto  en  la  noche  del  23  al  24  de  marzo.  'La  escuadra 
inglesa  pasó  el  Sund  el  50.  La  historia  nos  dirá  qué  relaciones  pueden 
mediar  entre  estos  dos  acontecimientos.  ■ 

Ksta  era  la  segunda  vez  que  Bonaparte  veía  frustrados  los  grandiosos 
intentos  que  habia  ideado  para  derribar  el  poderío  inglés  en  las  Indias. 

Sin  ombargo,  no  le  bastaba  al  primer  cónsul  el  haber  vencido  á  la  Eu 
ropa ,  pacificado  la  Francia,  alentado  el  comercio  y  la  industria  y  fomen- 
tado las  artes  y  las  ciencias.  En  medio  de  sus  inmensas  y  gloriosas  tareas 
y  de  sus  fundaciones  grandísimas,  daba  todavía  por  incompleto  su  edifi- 
cio, careciendo  de  lugar  para  la  relijion.  No  cabe  duda  en  que  hasta  en- 
tonces no  la  habia  desconocido  ni  menospreciado;  pero  aun  no  habia  dis- 
puesto nada  para  ella,  ora  en  los  tratados,  ora  en  las  leyes ,  y  aunque  el 
clero  habia  tenido  también  su  parte  en  las  finezas  consulares,  su  nueva 
posición,  por  muy  ventajosa  que  Bonaparte  la  hubiese  hecho,  no  por  eso 
dejaba  de  ser  continjente.  Para  encumbrarla  sobre  cimientos  legales  entró 
el  primer  cónsul  en  negociaciones  con  Roma  y  firmó  un  concordato  con 
Pió  VIL  Los  filósofos  que  le  cercaban  y  habían  vitoreado  la  revolución  de 
brumario  ,  porque  consolidaba  su  encumbramiento  repentino,  se  queja- 
ron de  esta  reacción  rclijiosa,  pues  hubieran  querido  que  Ronaparte  se 
proclamara  cabeza  de  la  relijion  galicana  y  rompiera  definitivamente  con 
la  santa  sede;  pero  el  primer  cónsul  conocía  mejor  la  trascendencia  de  la 
relijion  en  la  mayoría  y  cuan  espuesto  era  lastimar  á  la  nación  en  globo 
por  parte  tan  vidriosa. 

Durante  el  curso  de  la  revolución  y  bajo  el  reinado  del  filosofismo 
perseguidor  de  la  Montana  y  del  Directorio,  algunos  habiau  sentido  el  va- 
cío que  deja  en  el  estado  la  falta  de  relijion,  y  en  balde  habian  echado  el 
resto  para  suplirlo,  unos  con  fiestas  al  Ser  supremo,  otros  con  el  culto  de 


DE  NA  POLEO  tN  200 

los  teofllánrropos.  «Kl  qae lograra  reemplazar  la  Divinidad  n  el  riitaaas 
del  uuiverso,  había  dicho  Robespierre,  seria  para  mi  Mn  prodqio  da  talen 
lo;  pero  el  qne,  sin  haberla  reemplazado,  Irale  de  borrarla  da  la  Diente  de 

los  hombros  os  un  portento  <lo  estupidez  ó  de  maldad.  • 

Mgunosaños  después,  i»»*  Maistre,nno  de  los  entendimientos  mas  ,11 

(•timbrados  y  profundos  del  partido  de  la  emigración  .  al  lamentarse  de  la 
relajación  de  los  vínculos  sociales,  de  la  decadencia  de  los  principios  mo 
rales  y  de  la  instabilidad  de  las  solieran ias  que  carenan  de  cimiento,  hahia 
atribuido  el  desorden  universal  a  la  desaparición  de  la  fe,  csclamando. 
que  á  vista  de  tan  triste  espectáculo,  cualquier  verdadero  filósofo  debía 
optar  entre  una  de  estas  dos  hipótesis,  » o  que  el  cristianismo  seria  rejene 
rado  por  algún  medio  extraordinario;  ó  que  se  formaría  una  nueva  reli- 
jion. » 

Bonaparte,  á  pesar  de  la  sublimidad  habitual  de  su  mimen,  no  vio  la 
urjente  alternativa  en  que  el  pensador  católico  habia  puesto  á  todo  verda- 
dero filosofo.  Para  él  las  creencias  rolijiosas,  tan  varias  entre  las  naciones, 
solo  eran  superstirionos  que  el  tienijM)  arraigara,  aprensiones  de  la  niñez 
en  los  pueblos,  impugnadas  por  la  razón,  cuyos  progresos  no  habia  hecho 
mas  que  eontrarostar,  y  que  sin  embargo  imponían  en  su  vejez  ciertas  con 
sideraciones  al  estadista.  Del  cristianismo,  solia  decir,  aun  cuando  le  lia 
maba  la  verdadera  relijion,  que  «la  instrucción  y  la  historia  eran  sus  roa 
yore*  enemigos. » 

Kraesto  sentenciar  al  divino  coloso  que  fué  durante  quince  siglos  el 
do|>ositario  del  saber  y  el  maestro  de  la  razón  humana,  no  por  el  magnifico 
cuadro  de  su  influjo  civilizador  en  lo  sumo  de  su  encumbramiento,  sino 
por  el  trihte  espectáculo  de  su  pugna  con  la  ciencia  y  la  razón  en  el  resba 
ladero  de  su  decadencia.  Al  oponer  asi  la  instrucción  y  la  historia  al  cris 
tianismo  sin  deslindar  tiempos  ni  sitios,  trascordaba  Bonaparte  el  estrecho 
miicuIo  que  medió  entre  la  relijion  y  el  saber,  y  entre  la  relijion  y  la  po- 
lítica, al  formarse  las  sociedades  modernas  en  la  lucha  de  las  creencias 
cristianas  y  de  las  costumbres  caballerescas  contra  las  repugnantes  tradi- 
ciones del  mundo  pagano  y  las  supersticiones  rastreras  de  las  naciones 
idólatras :  alianza  indisputable  sin  embargo  y  en  que  descuellan  con  es 
plendor  los  nombres  de  los  Pablos,  Clementes,  Agustinos,  Jerónimo-  > 
Bernardos,  al  par  de  los  de  Hildebrando,  f.arlomagnoy  Alfredo. 

Kl  entendimiento  encumbrado  de  Bonaparte  no  podía  menos  de  ador 
mecerse  también  ,  como  suele  hacerlo  el  mimen  de  Homero  ,  pues  al  dar 
por  sentada  la  contraposición  de  los  dogmas  cristianos  y  de  las  doctrinas 
lilosólieas,  llegaba  a  negar,  no  tan  solo  el  auxilio  supremo  del  elemento 
relijioso  en  el  desarrollo  racional  y  la  perfección  política  de  las  sociedades 
humanasen  lo  pasado,  sino  también  la  perfectibilidad  del  alcance  huma 
no  en  materia  relijiosa  ;  lo  cual  dio  en  espresar  bajo  esta  formula  vulgar. 


200  HISTORIA 

que  « todos  debiaii  vivir  en  la  relijion  de  sus  padres  (O'Meara ) ,  y  que  no 

quería  que  se  estableciesen  otras  nuevas  ( Pelet  de  la  Lozere). » 

Si  conceptuara  Bonaparte  el  influjo  social  de  la  relijion  muy  del  caso 
para  lo  venidero,  se  hubiera  podido  figurar  que  esta  relijion  no  podia  ser 
ya ,  al  cabo  de  tres  siglos  de  protestas  y  dudas  filosóficas  después  de  Ba- 
con  y  Descartes,  Voltaire  y  Rousseau,  lo  que  habia  sido  cu  la  edad  media; 
y  hubiera  podido  añadir  á  su  carrera  conquistadora,  lejisladora  y  revolu- 
cionaria política ,  la  de  reformador  relijioso.  Entonces  hubiera  comprendi- 
do la  necesidad  de  optar,  á  que  intentaba  someter  De  Maistre  á^los  filósofos, 
y  llevando  al  dominio  de  la  relijion  el  afán  activo  y  fecundo  de  su  numen, 
hubiera  favorecido  ú  ocasionado  la  rejeneracion  del  cristianismo  ó  la  apa- 
rición de  una  nueva  creencia,  según  se  hubiera  decidido  por  una  ú  otra 
de  estas  dos  hipótesis,  según  hubiera  hollado  la  senda  en  que  entró  poste- 
riormente el  ilustre  Lamennais,  ó  la  que  han  tratado  de  abrir  innovadores 
cuya  osadía  ha  merecido  á  veces  la  aprobación  de  los  dos  primeros  poetas 
de  Francia ,  Beranger  y  Lamartine. 


DE  N  \  POl.lo  N  207 

Poro  Honaparto ,  moro  deísta  ,  y  cifrando  su  rclijion  |>orsnnal  en  una 
creencia  abstracta,  solo  veía,  como  filosofo,  on  las  rolijionos  positivas  unos 
enemigo*  perpetuos  de  la  ra/.on  y  del  sabor,  y  romo  estadista,  solo  medios 
do  empaje  sobro  ol  pueblo,  ó  ostorhos  para  la  potestad  según  la  naturali- 
za do  sus  relaciones  con  los  gobiernos.  Por  tanto  .  bailándola  mayoría  do 
la  nación  franeesa  adieta  al  catolicismo,  natural  ora  «pie.  bajo  el  concepto 
que  le  hacia  osolamnr  que  eada  cual  debía  vivir  y  morir  on  la  rehjioo  ét 
sus  padres,  so  afanara  por  zanjar  eon  la  santa  sede  los  internes  del  culto 
eatolieo,  aparentando  restituir  á  la  Iglesia  f  al  episcopado  su  antiguo  espíen 
dor,  y  avinioudoseá  eneubrir  sus  opiniones  íntimas,  su  indiferencia  é  m 
credulidad  bajo  las  mas  grandiosas  demostraciones  do  una  fe  ministerial 
Así  arrostrando  los  escarnios  de  su  corto,  mandó  cantar  un  Te-Deum  en 
Nuestra  Senora.con  motivo  del  concordato  y  de  la  paz  con  la  Inglaterra  que 
acababa  do  firmarse  en  Asuena.  Todos  los  personajes  eminentes  ala  sazón 
acudieron  á  esta  fiesta  rolijiosa.  Cuando  taimes  y  Augercau.  que  forma 
ban  parto  del  séquito  de  los  cónsules,  supieron  que  iban  á  misa,  trataron 
de  retirarse.  Bonapartc  les  dio  orden  de  asistir  y  se  entretuvo  al  dia  si 
guíente  on  preguntar  taimadamente  á  Augercau  qué  le  había  parecido  la 
ceremonia.  Pero  el  bizarro  campeón  de  Areola  y  Lodi  le  respondió:  «Muy 
hermosa;  solo  faltaba  un  millón  de  hombres  que  han  muerto  por  destruir 
lo  que  restablecemos. » 

Desabrida  al  par  que  exajerada  fue  la  contestación  ;  pues  el  millón  de 
hombres  no  habia  muerto  por  derribar  la  rclijion  ,  sino  para  impedií 
que  volviesen  los  abusos,  diezmos,  franquicias  y  privilejíos  eclesiásticos, 
y  ol  concordato  nada  de  esto  restablecía.  No  cabe  duda  en  que  la  revota- 
cion  asaltó  al  pronto,  por  lo  monos  al  parecer  á  la  rclijion  misma,  dispo- 
niéndose para  derribar  todos  los  cultos  cristianos  y  sustituirles  el  de  la  ra- 
zón; pero  este  recuerdo  ora  el  que  eabalmente  debía  borrarse.  Su  afán 
no  era  solo  acabar  con  la  opresión  y  la  arbitrariedad,  asegurar  el  triunfo 
de  un  partido  sobre  otro ,  libertará  los  eselavos  para  avasallar  á  los  amos, 
facilitar  á  la  filosofía  odiosas  represalias  contra  la  intolerancia  rolijiosa  > 
no  dar  al  mundo  mas  que  el  escándalo  de  un  dilatado  bacanal.  Lejos  de 
esto,  no  podia  triunfar  definitivamente  sino  probando  que  su  causa  era  la 
de  toda  la  sociedad ;  que  el  nuevo  derecho  que  habia  creado  amparaba  a 
todos  los  miembros  del  estado  sin  distinción  de  clases,  opiniones  ni  creen 
cías.  \  que  bajo  su  tandera  habia  resguardos  para  todas  las  tradiciones, 
que  aun  podían  ser  objeto  do  los  respetos  populares,  y  para  todos  los  inte 
roses  físicos  ó  morales  que  dejalwu  de  serlo  hostiles.  Cuanto  mas  rigurosa 
ó  implacable  habia  sido  con  los  sacerdotes  cuando  se  habia  tratado  de 
(potarlos  la  rica  parte  que  el  réjimen  antiguo  les  habia  concedido  eu  la 
distribueion  de  los  privilejíos  sociales,  ó  habia  sido  preciso  castigar 
sn  resistencia  .  tanto  mas  debía  empegarse  en  manifestar  que  sus  rigores 


208  HISTORIA, 

solo  so  aplicaban  á  las  desigualdades-monstruosas  establecidas  en  beneíi 
ció  del  clero  y  á  la  hostilidad  activa  de  los  privilejiados  desposeídos  con 
el  nuevo  sistema;  porque  si  esta  tenaz  hostilidad  habia  dado  motivo  á  que 
se  cerrasen  los  templos,  y  acarreado  el  desenfreno  de  los  apóstoles  de  la 
razón  y  trasformado  las  iglesias  en  bodegones ,  mientras  habia  durado  la 
lucha,  indispensable  se  hacia  que  la  revolución  victoriosa  declarase  rui- 
dosamente ,  al  volver  la  paz  y  la  concordia ,  que  solo  accidentalmente  y 
por  necesidad  habia  sido  enemiga  del  sacerdocio  y  del  culto  ;  pues  no 
era  incompatible  para  ella  la  relijion  del  mayor  número,  y  lejos  de  pro- 
fesar el  ateísmo,  como  vulgarmente  se  le  tachaba,  estaba  propensa,  no 
solo  á  tolerar,  sino  a  practicar  las  creencias  existentes,  con  tal  que  no 
acarreasen  novedades  al  pueblo,  que  necesita  por  alimento  relijioso  ob- 
jetos abultados  y  ajenos  de  sublimidades  inesplicables.  Esta  fué  la  mani- 
festación solemne  y  necesaria  que  hizo  la  revolución  al  negociar  con  Ro- 
ma, dando  publicidad  al  concordato  y  yendo  con  grandiosa  pompa  á  misa 
en  la  persona  del  mas  glorioso  de  sus  hijos  y  el  mas  esclarecido  de  sus  in- 
térpretes. Si  el  partido  de  la  contra-revolución  miró  este  paso  como  un 
triunfo  para  su  causa,  gravísimo  fué  su  error.  Cuando  Henrique  IV  halló 
que  París  valía  «  una  misa» ,  y  consintió  en  hacer  profesión  pública  de 
catolicismo,  estos  actos  de  condescendencia  ,  al  quitar  á  sus  enemigos  el 
arma  en  realidad  mas  acerada  que  pudieran  emplear  contra  él ,  no  reani- 
mó, sino  que  dio  al  través  con  el  partido  de  la  liga. 

« El  concordato  de  1801 ,  dijo  Napoleón  en  sus  Memorias,  era  nece- 
sario á  la  relijion ,  á  la  república  y  al  gobierno Puso  coto  al  descon- 
cierto, desvaneció  los  escrúpulos  de  los  compradores  de  bienes  nacionales 
y  rompió  el  último  hilo  con  que  todavía  se  comunicaba  la  antigua  dinas- 
tía con  el  pais ■  En  una  de  las  conferencias  que  precedieron  á  este 

acto,  habia  soltado  esta  espresion :  «A  no  mediar  el  papa,  se  hacia  forzoso 
el  plantearlo  para  esta  ocasión ,  como  los  cónsules  romanos  nombraban 
un  dictador  en  las  circunstancial  críticas. » 

Por  lo  demás,  Ronaparte,  reconciliado  con  la  iglesia  romana,  dio  una 
nueva  prenda  de  duración  á  esta  alianza  fundando  reinos  en  el  suelo  ita- 
liano, el  mismo  que  en  otro  tiempo  habia  querido  cubrir  de  república/;. 
La  Toscana  se  constituyó  en  monarquía  bajo  el  mando  de  un  infante  de 
Parma  á  quien  habían  quitado  sus  estados  para  incorporarlos  con  la  Lom- 
bardía.  Este  príncipe,  revestido  con  el  dictado  de  rey  de  Etruria,  visitó  la 
capital  de  Francia  bajo  el  nombre  de  conde  de  Liorna.  Hiciéronsele  brillan- 
tes festejos  en  que  volvieron  á  aparecer  los  primores  y  modales  de  la  anti- 
gua aristocracia.  Toda  la  magnificencia  de  aquel  recibimiento  no  alcanza- 
ba á  encubrir  la  nulidad  del  personaje  que  la  motivaba,  y  mostrando  alguien 
á  Bonaparte  alguna  estrañeza  al  ver  encumbrado  ala  suprema  dignidad 
un  hombre  de  tan  escasos  alcances,  respon  dio : « Así  lo  ha  querido  la  política; 


DI.  N\l»nu:n\  un 

por  lo  domas  es  muy  «l*»l  caso  que  la  jnventn  l.qnc  mi  ha  visto  rc\c>    \c.i 
como  están  hechos. » 

,  No  era  «'sto  decir  (\\u>  sus  segundas  intenciones  di*  reconstrucción 
monarquía  llevaban  siempre  la  estampa  y  sello  revolucionario .  y  que  si 
la  \  imbloa  lejislntivn  y  la  Convención  habían  ajeado  al  rey  de  la  sobera 
.na  .  él  estaba  llamado  á  proseguir  el  intento  y  destruir  el  prostijio  pro 
lector  de  la  misma  planteando  reyes?. . . . 

Pero  si  el  primer  eónsul  manifestaba  entre  las  csterioridades  de  un 
agasajo  ostentoso  el  menosprecio  que  le  infundía  el  rejio  personaje  que 
acaltaba  de  imponer  á  la  Finiría,  por  otra  parte  osó  de  menos  boato  y 
ceremonial  y  mas  injenuo  esmero  en  el  recibimiento  de  un  nuevo  huésped 
llegado  de  las  orillas  del  Támesis.  No  era  una  nulidad  soberana  encabrien 
do,  1k\jo  las  insignias  y  el  lujo  délas  cortes,  la  escasez  de  su  talento  y  la  estro 
•  hez  do  su  alma:  era  un  entendimiento  elevado,  un  hombre  muy  superior 
en  el  que  dijo  Napoleón  que,  «el  pecho  encumbraba  el  mimen  ,  al  paso 
que  en  Pitt,  el  injenio  apocaba  el  corazón. »  Este  personaje  era  Fov 

Rooaparte  dispensó  al  esclarecido  Inglés  el  mayor  afecto  y  aprecio 
«  Venia  ti  visitarme  con  frecuencia,  dice  en  el  Memorial;  la  nombradla  me 
había  enterado  do  su  talento,  y  pronto  reconocí  en  él  una  alma  grandiosa, 


un  buen  corazón,  miras  elevadas  y  jenerosas,  liberales,  en  lin,  un  realce 
«le  la  humanidad.  Yo  le  quería.  Hablábamos  á  menudo  sin  ninguna  preo 
capación  acerca  de  muchos  objetos....  Fox  es  un  dechado  para  los  e>i  van 
tas  .  y  su  escuela  debo  rejir  al  mundo  tarde  o  temprano. ...» 

El  afecto  que  manifestó  el  primer  cónsul  para  con  Fox  \ino  a  jcnorali- 

27 


•2Í0  HISTORIA 

zarse  en  Francia,  «  Recibiósele  como  un  triunfador  en  todas  las  ciudades 
por  donde  pasó.  Hiciéronsele  espontáneamente  festejos  y  se  le  tributaron 
los  mayores  obsequios  por  donde  quiera  que  lo  conocieron. »  (O  Meara). 
La  revolución  francesa  no  debia  menos  á  su  perseverante  amigo,  y 
treinta  y  siete  años  después  quedará  colmadamente  retribuida  por  el  aga- 
sajo hecho  á  Fox  con  el  recibimiento  que  el  pueblo  inglés  haga  á  un  sol- 
dado de  Napoleón,  á  un  veterano  de  la  república,  y  esto  será  porque  la 
escuela  de  Fox  y  Mackintosh,  popularen  Francia  en  4801,  llegará  áser 
lo  en  Inglaterra  en  4858. 


CAPITULO  XIV 


Desde  el  tratado  de  Aniinis  ( J5  «le  marzo  de  18OI )  hasta  el  rompimiento 
de  la  Francia  con  U  Inglaterra  (22  de  mayo  de  1803 ). 


\  Étí& 


a  revolución  francesa  habia  abierto  un  hueco 
en  el  sistema  europeo  que  nadie  hasta  entonces 
habia  podido  llenar.  Tal  fué  la  hermosa  espío 
sion  de  Burke.  Con  efecto,  aquel  hueco  estaba 
asustando  á  todos  los  gabinetes  con  sus  ensan- 
ches por  Alemania  é  Italia;  pero  los  apuros  del 
erario,  el  cansancio  de  los  pueblos,  la  neeesi- 
'  dad  de  rehacerse  de  tantas  batallas  perdidas 
y  campañas  desgraciadas ,  el  temor  de  nuevos  desmanes ,  y  también  una 
especie  de  creencia  supersticiosa  en  la  fortuna  de  la  república  y  de  su  cau 
dillo,  todo  esto  habia  hecho  doblegar  la  Europa  cristiana  y  feudal  ante  la 
prepotencia  irresistible  de  la  Francia  revolucionaría;  y  en  adelante  el  pue- 
blo libre,  tanto  tiempo  acometido  por  naciones  esclavas, y  herido  con  su 
reprobación  como  impío  y  rejicida  ,  habia  llegado  á  reconciliarse  con  la 


212  HISTORIA 

iglesia  romana  y  la  monarquía,  siu  retraerse  un  punto  de  sus  principios 
ni  de  sus  actos  con  el  papa  ni  con  los  reyes. 

¡Cuan  asombrosa  era  la  situación  de  la  república  francesa!  Después 
de  haber  sostenido  con  heroísmo,  durante  diez  años,  el  peso,  á  veces  po 
derosísímo,  de  una  larga  guerra  para  librarse  del  dominio  de  los  privile 
jios,  se  vciaal  fin  en  la  cumbre  del  poderío,  gozando  engreída  y  sosegada 
los  beneficios  de  la  igualdad,  y  pudiendo  maravillar  al  mundo  con  los 
portentos  de  la  paz,  así  como  lo  habia  asombrado  con  los  prodijios  de  la 
guerra.  Si  sus  ejércitos  se  componían  de  los  mas  valientes  soldados  y  de 
los  mejores  capitanes  del  siglo ,  sus  administraciones  contaban  en  su  se 
no  lodos  los  prohombres  que  habían  descollado  con  su  desempeño  en  los 
negocios  públicos;  sus  juntas  políticas  contenían  la  flor  de  los  oradores  y 
estadistas  europeos ;  su  Instituto  no  tenia  par  entre  los  cuerpos  académi 
eos;  sus  sabios  presidian  á  los  descubrimientos  cuya  iniciativa  habían  to 
mado;  sus  literatos,  poetas,  pintores  y  escultores  empuñaban  el  cetro  en 
el  dominio  de  las  artes ;  su  comercio  e  industria,  enriquecidos  en  poco 
liempo  con  puentes ,  carreteras  y  un  sinnúmero  de  canales  ,  ostentaban 
sus  adelantos  bajo  las  bóvedas  del  Louvre,como  para  desairar  el  fausto  es 
toril  de  la  antigua  monarquía  con  el  fecundo  lujo  de  la  nueva  Francia  ;  la 
juventud,  para  educarse  digna  de  aquella  grandiosa  temporada,  veía  es 
cuelas  abiertas  para  cada  especie  de  instrucción,  y  hallaba  en  el  erario  un 
arrimo  para  entrar  en  los  liceos;  sus  museos  y  bibliotecas  se  enríquecian 
con  el  fruto  de  sus  conquistas  y  la  victoria  le  traia  á  París  la  Venus  de  Me- 
diéis y  la  Palas  de  Velletri.  Finalmente  su  nombre,  temido  de  los  reyes,  era 
objeto  del  respeto  y  la  admiración  de  los  pueblos.  De  modo  que,  gloria 
militar,  política  y  literaria;  triunfo  de  la  civilización  por  las  armas,  las 
ciencias ,  las  artes  y  la  industria ;  tranquilidad  completa  en  el  interior , 
paz  universal  en  el  estertor,  y  además  BONAPARTE  ensalzado  al  asiento 

de  primer  majistrado Esta  era  la  situación  de  la  república  írances;i 

después  de  la  paz  de  Araiens. 

Nada  faltaba  pues  entonces  á  la  grandiosidad  y  prosperidad  de  la  Fran 
cia.  Pero  aquel  estado  floreciente  envidiado  de  la  Europa  hallaba  en  la 
constitución  misma  inevitables  probabilidades  de  instabilidad.  Todos  esta 
bau  convencidos  de  que  las  victorias,  pacificación,  poderío  y  esplendor 
de  la  república  eran  en  gran  parte  obra  del  hombre  estraordinario  que  la 
providencia  habia  enviado  en  auxilio  de  la  revolución,  y  también  opinaban 
todos  que  la  permanencia  y  conservación  de  tanto  esplendor  y  poderío  es 
tribaban  á  la  sazón,  y  aun  por  mucho  tiempo  estribarían  en  el  numen  que 
los  habia  dado  á  luz.  ¿Cómo  cabia  pues  maliciar  que  su  numen  criador  y 
conservador  pudiese  quedar  alejado  del  timón  del  estado  y  despojado  de 
su  instituto  á  impulsos  del  mecanismo  constitucional  y  la  intervención  de 
los  amaños  y  maquinaciones?  ¿Cabia  en  la  racionalidad  suponer  que  eJ 


l)K  NAPOLBOM  til 

primero  cu  sei\  icios.  |k>ha,  intelijencia,  voluntad  y  todo  el  desempeño 
(Ir  guerrero  y  estadista,  pudiese  quedar  arrinconado  en  un  puesto  sulml 
turno  por  una  necesidad  legal?  Kl  senado  había  creído  hacer  Instante, 
cuando. á  propuesta  del  tribunado. que  pedia  una  prenda  del  reconocí  míen 
lo  nacional  para  el  primer  consol ,  liabin  nombrado  á  Bonapartc  cónsul 
por  diez  años.  Pero  esta  próroga  dejaba  la  majistratura  suprema  con  su 
carácter  temporal,  y  por  consiguiente,  no  hacia  mas  (pie  ir  dilatando  in 
rom  ementes  y  peligros  (pie  era  del  caso  precaver  y  alejar  interminable* 
mente.  ln  humbre  como  Boiuqiarte,  en  la  situación  que  habia  propon  n> 
nado  a  la  Francia  y  la  que  esta  le  iria  rodeando,  ya  no  podia,  al  cabo  de 
cinco  ni  de  diez  años,  volver  á  ser  un  mero  ciudadano,  ú  avenirse  á  que 
dar  el  segundo  en  el  estado.  Tan  solo  el  destierro  ó  la  muerte  podinn  se 
pararle  de  la  Francia  y  derrocarle  del  sumo  encumbramiento.  Asi  lo  con 
ceptuaron  Unto  el  mismo  como  la  Francia,  porque  habiendo  tenido  a  me 
nos  el  \oto  con  que  el  senado  le  habia  conferido  el  consulado  por  diez 
aiios.  apelo  al  pueblo  proponiéndole  esta  pregunta:  «¿Será  Ronaparte 
cónsul  perpetuo? *\  acudiendo  el  pueblo  atropelladamente  alcscrutinio, 
respondió  aJinnativamente  con  tres  millones  de  votos. 


214  HISTORIA 

El  senado ,  ansiando  que  se  olvidara,  en  cuanto  posible  fuese  ,  su  in- 
tempestiva cortedad,  se  afanó  en  pregonar  el  voto  del  pueblo,  añadiendo 
el  realce  de  una  nueva  prerogativa  para  el  primer  cónsul ,  la  de  elejir  su 
sucesor.  Bonaparte  respondió  á  la  diputación  de  aquel  cuerpo  •. 

i  Senadores, 

•  La  vida  de  un  ciudadano  es  de  su  patria.  El  pueblo  francés  quiere 
que  yo  le  vincule  la  mia Obedezco  á  su  voluntad 

«  Al  darme  una  prenda  nueva  y  permanente  de  su  confianza ,  me  im- 
pone la  precisión  de  afianzar  el  sistema  de  sus  leyes  con  próvidas  institu- 
ciones. 

« Con  mis  conatos ,  vuestro  ánimo  y  el  de  todas  las  autoridades ,  la 
confianza  y  voluntad  de  este  inmenso  pueblo,  la  libertad,  igualdad  y  bien- 
estar de  la  Francia,  quedarán  escudados  contra  los  caprichos  de  la  suerte 

y  contra  la  incertidumbre  del  porvenir El  pueblo  sobresaliente  será 

el  mas  venturoso  como  el  mas  digno  de  serlo ,  y  su  felicidad  acarreará  la 
de  toda  Europa. 

«  Entonces  ufano  de  ser  llamado  por  disposición  de  aquel  con  quien 
todo  se  eslabona  para  devolver  á  la  tierra  la  justicia,  el  orden  y  la  igual- 
dad, oiré  sonar  la  hora  postrera  sin  desazón  ni  zozobra  acerca  del  concep- 
to de  las  jeneraciones  venideras. » 

En  efecto',  la  opinión  de  las  jeneraciones  contemporáneas  era  para  él 
una  prueba  terminante  y  un  anuncio  precursor  del  endiosamiento  que  la 
posteridad  le  estaba  reservando.  Sin  embargo,  el  voto  popular  que  le  ha- 
bía asegurado  el  goce  vitalicio  de  la  majistratura  suprema ,  padeció  sus 
protestas  aisladas ,  que  solo  sirvieron  para  realzar  á  algunos  varones  sin 
menoscabar  la  universalidad  y  precisión  del  voto  nacional.  Imposible  era 
que  de  otro  modo  sucediese.  El  consulado  perpetuo  estaba  al  parecer  fijan- 
do los  destinos  de  la  república  con  la  suerte  de  un  individuo  que  consti 
tuia  una  especie  de  monarquía  vitalicia  que  asomaba  á  la  república  sobre 
el  confín  de  la  monarquía  hereditaria:  ¿cómo  cabía  embotar  los  destemples 
y  los  recelos  sistemáticos  y  el  tesón  de  las  diferentes  ramas  liberales  for- 
madas desde  \  789  para  dejar  allá  plantear  con  visos  de  una  aprobación 
unánime  loque  les  era  jenialmente  contrapuesto?  Pero  entonces  cabia opi- 
nar que  la  Francia ,  al  revestir  á  Bonaparte  con  su  inmenso  poderío ,  no 
cedia  solamente  al  embate  de  las  circunstancias ,  y  que ,  en  vez  de  hacer 
sencillamente  una  jestiou  provisional  de  cordura,  encumbrando  un  dicta- 
dor, conceptuaba  proceder  sistemáticamente,  plantear  una  constitución 
definitiva,  y  renunciar  en  favor  de  sus  caudillos  venideros  á  todas  las  teo- 
rías que  invocara  con  tanta  gloria  contra  sus  antiguos  señores.  Era  preci- 
so que  la  revolución,  al  encumbrar  á  Bonaparte  como  el  mas  esclarecido  y 
fiel  representante  de  sus  intereses  actuales  y  de  sus  nuevas  exijencias,  no 


DE  NAPOLBON  MR 

se  desentendiese  de  sus  prohombres  anteriores,  ipie  por  d  contrario  hiciese 
(|iic  algunos  \elcranos  de  nuestras  jimias  nacionales  sincerasen  su  obra 
grandiosa.  Kl  consulado  no  solo  había  salvado,  sino  también  esclarecido 
la  revolución  ¡  la  Asamblea  constituyente  y  la  Convención  debían  pues  ha 
llar  hombres  que  protestasen  en  nombre  suyo  contra  la  disposición  de  los 
ánimos  i  la  potestad  absoluta,  y  estorbasen  que  lasmáximas  liberales,  pro 
clamadas  en  1789  y  cuya  exajeracion  habia  sido  en  1798  una  condición 
de  salvación  pública,  no  quedasen  enteramente  olvidadas,  Li  Asamblea 
i ■onsiitiiyento  resucitó  en  la  persona  de  tafayette  para  conceder  tan  solo 
un  voto  motivado  y  suspensivo  sobre  el  punto  del  consulado  perpetuo,  al 
paso  que  la  sombra  de  la  Convención  dio  un  voto  absolutamente  negativo 
por  boca  de  Caraot. 

Kl  primer  cónsul  habia  previsto  la  oposición  de  Lafayette,  porque  nun 
ca  habia  podido  determinar  al  prisionero  de  Olmutz,  desde  su  vuelta  á 
Francia,  á  que  admitiese  la  dignidad  de  senador.  Si  Konaparte  cono- 
ciera cabalmente  á  Lafayette,  escusara  todo  paso  en  demanda  suya.  La 
fayette  era,  no  solo  el  mismo  que  en  J789,  sino  que  tenia  empeño  en  que 
esto  se  supiese  en  Francia,  en  Kuropa  y  en  América.  Recordando  el  gran 
dioso  papel  que  tan  gallardamente  habia  desempeñado,  ya  juntoáWashing 
ton ,  ya  al  lado  de  M  ¡rabean  ,  se  habia  constituido  un  estadista  de  primer 
orden ,  cuyo  concepto  ileso  le  embargaba  de  continuo,  y  no  trataba  por 
cierto  de  doblegarse  á  nadie.  Aspiraba  también  á  que  se  cifrase  en  él  una 
época,  apersonar  en  si  un  sistema  y  la  bandera  de  los  patriotas  del  año  89; 
y  cuando  este  individuo  se  aparecía  brillando  todo  con  la  gloria  del  hm 
quete  y  de  la  Bastilla,  encumbrado  á  la  cima  que  el  reconocimiento  nacio- 
nal le  habia  tributado  en  los  dias  esclarecidos  de  la  Asamblea  constituyen 
te;  ¿cómo  hubiera  podido  avenirse  á  apearse  del  pedestal  que  le  habian 
levantado  los  vencedores  del  L4  de  julio  para  sumirse  y  desaparecer  en  la 
oleada  de  rendidos  que  estaban  cercando  al  vencedor  del  \  8  de  brumario? 
Sin  duda  en  las  miras  del  supremo  y  misterioso  regulador  de  los  negocios 
humanos,  el  I  s  de  brumario  y  eH4  de  julio  se  enlazaban  para  el  desar- 
rollo de  un  plan  idéntico,  y  para  el  éxito  de  una  misma  causa ;  pero  esta 
relación  íntima,  encubierta  en  los  arcanos  del  sistema  revolucionario  de  la 
Providencia  ,  no  por  eso  dejaba  que  existiesen  entre  los  varios  instrumen- 
tos de  que  alternativamente  se  habia  ido  valiendo,  según  las  circunstancias, 
para  llegar  á  un  mismo  fin ,  todas  las  incompatibilidades  y  antipatías  indi- 
viduales que  podían  resultar  de  la  diferencia  de  las  situaciones  de  !os  indi 
viduos  y  de  los  alcances.  Asi  el  patriota  de  la  primera  confederación,  celo- 
so de  su  inmutabilidad,  mal  podía  hermanarse  con  el  dictador  de  1802: 
asi  Lafayette  debió  desdeñar  la  toga  de  senador  y  oscurecer  garbosamente  en 
su  retiro  de  tagrange.  en  vez  de  adocenarse  en  el  brillante  alcázar  de  las 
Tuilerías. 


2Í6  HISTORIA 

En  el  tiempo  que  medió  entre  el  senado-consulto  que  confería  el  consu 
lado  á  Bonaparte  por  diez  años  y  el  plebiscito  que  hizo  esta  próroga  vita- 
licia, fundó  el  primer  cónsul  la  orden  de  la  Lejion  de  Honor. 


« Este  instituto,  dijeron  sus  intérpretes  ante  el  cuerpo  legislativo,  borra 
las  distinciones  que  anteponían  el  blasón  heredado á  la  gloria  granjeada, 
y  los  descendientes  de  los  hombres  grandes  á  estos. 

Asi  tributaba  un  nuevo  homenaje  á  los  principios  de  la  filosofía  moder 
na  y  constituía  la  verdadera  igualdad,  fundando  la  recompensa  en  el  méri 
to;  pero  Bonaparte  efectuaba  este  grandioso  invento  en  medio  de  un  pue- 
blo que  todavía  abrigaba  en  su  seno  algunos  partidarios  de  las  distincio- 
nes hereditarias,  naturalmente  envidiosasde las  distinciones  personales,  y 
algunos  niveladores  que  veían  el  restablecimiento  de  la  aristocracia  anti- 
gua ó  la  fundación  de  otra  nueva  en  la  mas  lejítima  distinción.  Bastaba 
esto  para  que  el  establecimiento  de  la  Lejion  de  Honor  encontrase  oposi- 
ción, y  debemos  decirlo,  le  dieron  sus  embates  sujetos  en  quienes  no  po- 
día maliciarse  competencia  aristocrática  ni  exajeracion  democrática.  Ad- 
miróse Bonaparte  y  culpó  á  los  oradores  que  habían  defendido  el  proyec- 
to. Decia « que  si  la  diversidad  de  las  órdenes  de  caballería  y  su  partícula 
ridad  de  galardones  deslindaban  los  linajes,  la  única  condecoración  de  la 
Lejion  de  Honor,  con  la  universalidad  de  su  aplicación,  era  por  el  contra 
rio  el  distintivo  de  la  igualdad. »  Por  esta  consideración  había  desechado 
los  consejos  de  aquellos  que  apetecían  fuese  la  Lejion  de  Honor  pura- 
mente militar.  «Ese  concepto,  les  dijo.,  podia  ser  del  caso  en  tiempo  del 
réjimen  feudal  y  de  la  caballería,  ó  cuando  los  Galos  fueron  conquistados 
por  los  Franceses.  La  nación  era  esclava;  únicamente  los  vencedores  eran 
libres;  lo  eran  todo;  lo  eran  como  militares Es  imprescindible  que  en 


DI     \  M'OI  I  UN  JI7 

rl  tiempo  nrtii.il  se  piense  de  olio  modo  qnr  en  Ir»  siglo*  do  barbarie.  So- 
idos  treinta  millones  di*  hombros  reunidos  |>or  las  lnrr« ,  l.i  propiedad  y  el 
comercio.  Nada  son  trescientos  ó  cuatrocientos  militan-*  para  esa  mole; 
i  I.  ni  ii  el  caudillo  solo  mandn  por  sn  desempeño  civil .  pnes  en  no  ejer 
riendo  sus  moñones ,  vndve  ni  orden  natural.  Kl  ejérrito  es  la  nación,  ti 
se  conceptúa  al  militar  prescindiendo  del  orden  riul .  se  vera  rpir  < 
noce  otra  les  que  la  fuerza  a  que  iodo  lo  refiere  y  que  iiontirnoV  masque  á 

si Ks  jenial  en  el  militar  el  quererlo  todo  despóticamente,  y  en  H 

hombre  civil  el  sujetarlo  todo  á  la  discusión,  á  la  verdad  j  a  la  ii/.mi 
No  titubeo  pues  en  opinarque,  tratándose  de  prceminenein,  correspondo 

sin  disputa  á  lo  eivil No  gobierno  por  ser  jeneral .  sino  |K>r  cuanto  la 

nación  conceptúa  que  tengo  las  prendas  civiles  adecuadas  al  gPbieno  Bí 
no  lo  opinase  asi .  se  desplomaría  el  gobierno.  Ya  sabia  yo  mu>  bien  lo 
qoe  hacia  .  cuando  siendo  caudillo,  me  apropiaba  el  dictado  de  individuo 
del  Instituto,  pues  estaba  seguro  de  que  me  comprendería  hasta  el  intimo 

tambor 

« Si  la  l-cjion  de  Honor  no  fuese  el  galardón  do  los  servicios  civiles  en 
mo  de  los  militares .  dejaría  de  Mf  lo  que  espresa  su  titulo. ... « 

Y  después  dijo:  «Kldiaen  que  M  desvien  de  la  organización  funda 
mental,  habrán  destruido  un  aran  pensamiento  y  mi  I  .ejión  de  Honor  deja 
rá  de  existir.  • 

Grandioso  era  con  efecto  el  jionsamiento  de  suscitar  y  promover  la 
emulación  entra  losciudadanos,  patentizando  á  todos  igualmente  la  carre- 
ra de  Ins  distinciones  honoríficas  y  la  de  las  dignidades  y  destinos.  En  lo 
sucesivo,  el  mérito  era  todo  ,  y  nada  valia  la  casualidad  del  nacimiento: 
era  el  triunfo  de  la  revolución  desprendida  de  sus  pretensiones  accidenta 
les  y  ansiosa  de  afianzar  lo  que  esencial  y  constantemente  había  apetecí 
do.  Cabe  pues  el  conceptuar  que  si  la  Lejion  de  Honor  tropezó  con  crecidos 
opositores  entre  los  mas  esclarecidos  patriotas,  fué  porque  no  creyeron  en 
los  bienes  que  indicaban  los  oradores  del  gobierno,  viendo  solo  un  medio 
reclutador  para  revolver  imperceptiblemente  la  nación  á  los  antiguos  titu. 
los,  en  ii  1 1 1.- 1  lo  ni  i  sino  donde  Ilonapartc  les  mostraba  los  primeros  ser \  idores 
del  pais  premiados,  j  los  principios  de  la  igualdad  puestos  en  práctica  con 
la  fundación  de  una  orden  accesible  á  todos.  De  modo  que  cabe  decir 
que  la  oposición  briosa  y  manifestada  en  el  interior  del  tribunado  dima 
nó  menos  de  que  los  tribunos  indóciles  comprendieron  mal  al  primer 
cónsul,  que  de  haber  columbrado  con  acierto  la  mente  del  emperador 

l'ero  entre  las  creaciones  consulares,  una  hay  á  lo  menos  que  niagn 
na  aprensión  de  secta  ó  partido  alcanza  á  menoscabar  en  la  memoria  y  el 
reconocimiento  de  los  pueblos,  y  este  csel  Código  eivil.  Vano  fuera  el  em- 
peño de  atribuir  esclusivamente  el  milagrea  los  sumos  jurisconsultos  que 
lo  revolución  babia  ensalzado.  Sabido  es  que  en  las  disensiones  mas  tras- 

28 


218  HISTORIA 

cendentales,  Bonapartedió  su  dictamen,  y  que  á  veces  le  sucedió  resolver, 
con  una  ocurrencia  ó  uno  de  aquellos  rasgos  grandiosos  peculiares  del 
numen ,  dificultades  que  no  podian  despejarlos  lejistas.  Así  mandó  añadir 
el  capítulo  V  al  título  de  los  autos  del  estado  civil  para  deslindarla  condi 
cion  civil  de  los  militares  fuera  del  territorio  de  la  república.  Decian,  para 
desentenderse  de  esta  adición,  que  bastaba  que  los  autos  concernientes  á 
estos  militares  se  hallasen  revestidos  con  las  fórmulas  usadas  en  los  paises 
estranjeros  en  donde  se  hallasen.  ■  El  militar,  replicó  prontamente  Ñapo 
león,  nunca  está  en  el  estranjero  cuando  está  bajo  sus  banderas;  donde  se 
hallan  estas,  allí  está  la  patria.  • 


Sin  embargo  con  la  paz  de  Amiens  quedaban  ociosos  en  manos  de  Bo- 
naparte  todos  los  recursos  militares  de  la  Francia.  Entonces  fué  cuando  el 
primer  cónsul  trató  de  aprovecharse  de  la  bonanza  europea  para  trasla- 
dar la  guerra  á  América ,  y  conquistar  á  Santo  Domingo.  Dio  el  mando 
de  la  espedicion  á  su  cuñado  Leclerc,  y  le  cupo  un  éxito  fatalísimo.  Su 


Dfi  NM'OI.KON  *| 

principal  resultado  fué  la  sorpresa  «Id  rnnililln  ucun» .  Todo*  Santo*  l¿nti- 


•"' 


verture,  varón  descollante  entre  los  suyos,  el  cual  remitido  á  Francia,  mu- 
rió en  el  castillo  de  Joux.  Leclerc  pereció  con  la  pesadumbre  de  haberse 
encargado  de  una  empTesa  desastrada.  Rochambeau.  que  lo  sucedió,  per 
dio  la  colonia  con  sus  tropelías. 

La  Italia,  cuna  de  la  gloria  y  del  poderío  de  Bonaparte ,  embargaba 
también  su  pensamiento.  Habia  recibido  de  la  consulta  reunida  en  fjon  ¡i 
principios  de  Í802,  la  presidencia  do  la  república  cisalpina,  cuyo  peso 
no  era  capaz  de  sobrellevar  ninguno  entre  los  Italianos;  aun  cuando  no 
hubiese  entrado  en  las  miras  de  Bonaparte  el  reservarlo  para  si .  «No  te- 
neis  mas  que  leyes  particulares  ,  dijo  á  los  diputados  de  aquella  nación  ; 
las  necesitáis  jcnerales.  Vuestro  pueblo  no  tiene  mas  que  hábitos  locales  y 
es  forzoso  que  se  nacionalize. »  En  el  trascurso  del  mismo  año  Bonaparte 
incorporó  el  Piamonte  á  la  Francia  y  lo  dividió  eu  seis  departamentos :  el 
Po ,  el  boira ,  el  Sesia,  el  Stnra,  el  Tanaro  y  Marengo. 

Floreció  el  año  nuevo  de  Í80S  con  una  nueva  organización  del  In^ti 
tuto  nacional  que  se  distribuyó  en  cuatro  clases:  4".  ciencias  ;  2*.  idio- 
mas y  literatura;  3*.  historia  y  literatura  antigua;  4\  nobles  artes.  Esta 


220  HISTORIA 

clasificación  cercenaba  en  el  Instituto  las  ciencias  morales  y  políticas,  por 
encono  de  Bonaparte  con  algunos  publicistas  y  metafísicos  que  osaron  le- 
vantar la  voz  contra  sus  planes  de  gobierno  hasta  en  el  mismo  tribunado, 
y  que  desde  aquel  punto  le  merecieron  el  concepto  de  meros  soñadores. 

Planteó  también  por  entonces  varios  establecimientos  de  suma  entidad, 
como  la  escuela  especial  militar  de  Fontainebleau ,  y  la  especialísima  de 
artes  y  oficios  de  Compiegne. 

Vencedor  de  las  monarquías  europeas  y  pacificador  de  la  república 
francesa,  quiso  añadir  Bonaparte  á  entrambos  dictados  el  de  mediador 
de  la  confederación  helvética,  dando  á  la  Suiza  una  nueva  organización 
que  zanjó  las  contiendas  sobrevenidas  entre  los  antiguos  cantones.  Diez  y 
nueve  estados,  que  tenian  cada  uno  su  propia  constitución  bajo  la  protec- 
ción suprema  de  la  Francia,  formaron  la  nueva  Helvecia.  El  primer  con 
su  I  les  dirijió  una  proclama  en  la  que  se  nota  el  paso  siguiente  : 

«  Todo  hombre  sensato  está  viendo  que  la  mediación,  de  que  me  en- 
cargo, es  para  la  Helvecia  un  beneficio  de  aquella  providencia  que  en 
medio  de  tantos  trastornos  y  tropiezos  siempre  se  desveló  por  la  existen- 
cia y  libertad  de  vuestra  nación ,  y  que  esta  disposición  es  el  único  ai 
bitrio  que  os  queda  para  salvar  uno  y  otro.  » 

Los  gabinetes  estran  jeros  veian  con  enfado  y  con  ira  la  prepotencia  que 
mas  y  mas  se  iban  granjeando  la  Francia  y  su  caudillo  mozo  en  los  negó 
cios  de  Europa.  Pero  sobretodo  en  Londres,  en  aquellos  consejos  de  San 
James,  donde  se  habían  ideado  y  planteado  tantas  ligas  por  la  aristocracia 
europea  contra  la  democracia  francesa ,  se  iba  sobrellevando  la  paz  con 
suma  impaciencia.  ¿Cómo  se  avendrían  los  estadistas,  autores  ó  aclamado 
res  de  los  ímpetus  de  Brunswick,  en  su  manifiesto,  á  presenciar  por  largo 
tiempo  el  aparato  grandioso  y  armado  y  la  prosperidad  floreciente  de  un 
pueblo  que  soñaban  poner  absolutamente  en  manos  de  su  soldadesca? 
Los  injenios  toris  entonaban  las  cantinelas  de  Burke  y  de  Pitt  con  todas 
sus  violencias  contraía  revolución  francesa.  Bonaparte  solo  respondió  al 
pronto  mandando  insertar  en  el  Monitor  una  nota  que  empezaba  asi  i 

« Una  parte  de  los  periodistas  ingleses  está  batallando  en  mil  discor 
días  Todas  sus  columnas  están  brotando  sangre.  Claman  á  gritos  por  la 
guerra  civil  en  el  regazo  de  la  nación  occidental  tan  felizmente  pacificada 
Todos  sus  raciocinios  é  hipótesis  versan  sobre  estos  dos  puntos: 

«  I".  Soñar  agravios  de  parte  de  la  Francia. 

<'  2".  Ajenciar  aliados  y  dar  alas  á  sus  ímpetus  con  el  auxilio  de  las 
potencias  principales  del  continente. 

« Sus  agravios  mayores  son  los  negocios  de  Suiza,  cuyo  feliz  éxito  pro 
voca  su  zeloso  furor » 

La  nota  de  oficio  terminaba  con  votos  por  la  paz  duradera,  al  paso 
que  apuntaba  estar  la  Francia  preparada  para  la  guerra  y  que  nunca  se 


DE  NAPOLEÓN  124 

OMMfUilte  nada  de  ella  con  amagos  arrogante».  Por  lo  demás  «guióse  á 
tvla  nota  otro  parto  de  ia  misma  pluma  y  que  terminal»  con  estas  pala- 
lúas,  liarlo  reparables: 

Mas  hiedes  ipu*  las  idas  del  Océano  derroquen  el  |wfton  que  enhena 
su  saña  por  cuarenta  siglos ,  que  á  la  facción  enemiga  de  la  Europa  y  de 
los  nombres  reenoeoder  la  guerra  y  todos  sos  desafuero»  en  raed»  del  Oc 
cidenle,  y  sobre  todo  oscurecer  por  un  momento  el  astro  de)  pueblo  Ituf 
oes.  • 

Pero  pronto  el  primer  cónsul  debió  tomar  otro  rumbo  que  el  d»'  sus 
contiendas  periódicas  de  oficio,  pues  se  patentizó  que  los  periodistas  i  agir 
ses  tenian  harta  cabida  en  el  gabinete  de  San  James,  como  Bonaparle  lo  ha 
bia  dicho  con  bastante  claridad  en  esta  solemne  denuncia  que  el  Monitor 
llevó  de  un  estremo  ¿  otro  de  la  Europa: 

•  El  Times ,  que  dicen  cstó  bajo  la  vijilancia  ministerial .  desemboza 

incesantes  embates  contra  la  Francia El  desastrado  achaca  al  gobierno 

¡i  unís  cuanto  la  fantasía  puede  idear  en  bajeza,  pequenez  y  ruindad. 
¿Goal  es  su  objeto  ?. . . .  ¿  Quién  lo  paga?. . . 

i  ii  periódico,  redactado  por  algunos  viles  emigrados,  hez  impura  y 
escoria  sin  patria  y  sin  honor,  tiznados  con  todas  las  torpezas  que  ningu- 
na amnistía  puede  sincerar ,  sobrepuja  todavía  al  Times. 

« Once  obispos,  presididos  por  el  atroz  obispo  de  Arras,  rebeldes  á  la 
patria  y  á  la  iglesia,  se  congregan  en  landres ;  imprimen  folletos  contra 
los  obispos  del  clero  francés,  é  injurian  al  gobierno  y  al  papa  porque  han 
restablecido  la  paz  y  el  Evanjelio  entre  cuarenta  millones  de  cristianos. 

t  La  isla  de  Jersey  rebosa  de  facinerosos  sentenciados  á  muerte  por  los 
tribunales  por  crímenes  cometidos  posteriormente  á  la  paz,  tales  como 
asesinatos ,  tropelías  é  incendios.  El  tratado  de  Amiens  espresa  que  serán 
respectivamente  entregadas  las  personas  acusadas  de  crímenes  y  homici- 
dio ;  muy  lejos  de  esto,  los  asesinos  que  se  hallan  en  Jersey  son  bien  re 
ci  Indos 


222  HISTORIA 

« Jorje  lleva  públicamente  en  Londres  su  cordón  encarnado  en  re- 
compensa de  la  máquina  infernal  que  destruyó  un  barrio  de  Paris  y  dio 
muerte  á  treinta  mujeres,  niños  ó  pacíficos  ciudadanos.  ¿Esta  protección 
especial  no  inclina  á  creer  que  si  hubiese  logrado  su  intento,  le  hubieran 
dado  la  orden  de  la  jarretera?  » 

Tras  tales  jestiones  y  cargos  y  tales  acusaciones ,  ¿  qué  venia  á  ser  la 
paz  de  Amiens? 


CU?,  í)\ 

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¿o!  •!'.>■; 


<:\i'm  Ijü  \\ 


Rompimiento  entra  Francia  e  IngUterr^.    Viaje»  «le  Bonaparle  |ior  la 

B.  I|m ■■>  y  la»  costas.    Conspiración  de  Picbrpru  v  do. 

forje.  Muerta  del  tintine  de  FnRhien. 

Fin  del  Consulado. 


a  unidad  europea,  primitivamente  plantea 
da  á  influjo  del  cristianismo  y  la  conquis- 
ta ,  y  escudada  después  bajo  el  manto  de 
la  diplomacia ,  habia  ido  al  través  con  la 
revolución  francesa.  Todos  los  gobiernos 
añejos  se  habían  alarmado ,  y  el  gabinete 
británico ,  aunque  la  Inglaterra  se  titulase 
•el  pais  clasico  de  la  libertad,  se  habia  mos- 
trado el  mas  desaforado  y  tenaade  nuestro* 
enemigos,  porque  representaba,  bajo  fórmulas  constitucionales,  la 
eraría  mas  fiiureida  é  implacable,  el  feudalismo  —I  MUJO  «pie 
Europa.  Ninguna  paz  duradera  tenia  cabida  para  la  Francia  con  aquel  ga- 
binete ni  con  ninguno  de  los  que  dirijian  el  continente,  toa  hostilidad 
encubierta  é  incesante  debia  abrigarse  tras  todas  las  demostraciones  pací- 


224  HISTORIA 

Qcas  de  las  chaneillerías ;  y  esta  antipatía,  fundada  en  una  contraposición 
fundamental  de  principios  é  intereses ,  iba  en  aumento ,  al  paso  que  el 
triunfo  de  los  intereses  y  principios  revolucionarios,  haciéndolos  mas  ame 
nazadores ,  enfrenaba  un  tanto  sin  embargo  los  ímpetus  soberanos  y  aris- 
tocráticos. Si  la  escasez,  la  miseria  y  los  clamores  de  los  pueblos  obliga 
ban  á  veces  á  los  gobiernos  á  deponer  las  armas,  la  urjencia  acarreaba 
tratados  insubsistentes  que  dejaban  en  auje  todos  los  móviles  de  guerra, 
reservándose  el  atropellados  sin  escrúpulo  á  la  primera  coyuntura.  La 
vieja  Europa  queria  reconquistar  á  todo  trance  su  unidad,  como  aun  lo 
quiere  hoy  dia;  se  hacia  cargo  de  que  mediaba  su  existencia,  y  cuando  ya 
no  podia  marchar  descubiertamente,  disimulaba  oficialmente  y  tomaba 
caminos  ocultos.  Por  su  parte,  la  Europa  joven  debia  también  afanarse, 
ya  con  el  heroismo  del  soldado ,  ya  con  la  sabiduría  del  estadista ,  en  fun- 
dar una  nueva  unidad,  sabiendo  muy  bien  que  siempre  habria  para  ella 
peligro  y  mala  vecindad ,  mientras  el  privilejio  estuviese  junto  á  la  igual- 
dad. El  desengaño  de  esta  deshermandad  hizo  decir  á  Napoleón  que 
« dentro  de  cincuenta  años  la  Europa  seria  cosaca  ó  república, » lo  que  so- 
lamente significa  que  en  este  trascurso ,  la  revolución  ó  la  contrarevolu- 
cion  habrán  restablecido  la  unidad  europea ;  y  como  no  cabe  sn  el  orden 
natural  de  lo  humano  que  el  poderío  del  porvenir,  la  fuerza  y  fecundi- 
dad ,  tan  jemales  en  la  mocedad ,  tengan  milagrosamente  por  paradero  la 
vejez ,  claro  está  que  la  alternativa  profética  que  han  repetido  los  ecos  de 
Santa  Helena,  no  puede  sobresaltar  formalmente  á  cuantos  esperan  la  con- 
versión mas  ó  menos  remota  de  la  barbarie  moscovita  á  las  ideas  francesas. 

Si  al  cabo  de  mas  de  treinta  años  la  guerra  de  principios  que  está 
enfrenando  el  influjo  de  las  disposiciones  y  de  las  necesidades  de  los  pue- 
blos ,  continúa  calladamente  por  parte  de  los  gobiernos  en  medio  de  la 
paz,  ¿qué  debia  ser  en  1805,  cuando  los  ímpetus  estaban  siempre  hirvien- 
do y  la  revolución  aun  no  tenia  para  abogar  por  su  duración  y  éxito  defi- 
nitivo las  victorias  del  imperio  ni  las  desvalidas  tentativas  de  la  restaura- 
ción ni  los  portentosos  acontecimientos  de  1830?  Una  lid  patente  debia 
pues  suceder  á  estas  hostilidades,  encubiertas  tan  pronto  como  asomase  el 
trance  propicio  á  los  enemigos  inveterados  de  la  Francia.  No  se  necesita 
ron  dos  años  en  la  corte  de  Londres  para  cansarse  de  la  paz  engañosa  fir 
mada  en  Amiensy  para  desenfrenar  enmortal  contienda á  dosnaciones  que 
solo  hubieran  necesitado  manejarse  por  gobiernos  con  miras  liberales,  por 
estadistas  de  la  escuela  de  Fox,  para  marchar  de  frente  y  en  perfecta  ar- 
monía á  la  paz,  prosperidad  y  civilización  del  mundo. 

Un  mensaje  de  los  cónsules,  con  fecha  del  20  de  mayo  de  1803,  ente- 
ró al  senado,  al  cuerpo  lejislativo  y  al  tribunado,  de  las  disposiciones  hos- 
tiles del  gabinete  inglés  y  lo  inminente  de  la  guerra.  Estos  diferentes  cuer- 
pos contestaron  á  esta  manifestación  espresando  el  anhelo  de  que  « se  pro- 


DE  NAPOLEÓN.  22-i 

vidcncinse  ni  punto  para  hacer  respetar  la  fe  de  los  tratados  y  la  dignidad 
del  pueblo  (ranees,  i  Su  resolución,  participada  al  gobierno,  fué  acojida 
con  otas  solemnes  palabras  del  primer  cónsul : 

•  Nos  precisan  a  baeer  la  guerra  para  rechazar  una  injusta  agresión : 
la  haremos  con  gloria. 

■  Si  el  rey  de  Inglaterra  está  en  el  ánimo  de  mantener  la  (Irán  Bretaña 
en  estado  de  guerra  hasta  que  la  Francia  le  reconozca  el  derecho  de  cum 
plir  ú  hollar  A  su  antojo  los  tratados,  como  también  el  privilejiode  ultra 
jar  al  gobierno  francés  en  impresos  de  oficio  ú  por  particulares,  sin  que  po 
damos  quejarnos,  forzoso  se  hace  lastimarse  por  la  suerte  de  la  humanidad. 

t  Es  positivamente  nuestro  Animo  dejar  á  los  últimos  nietos  el  nombre 
francés  siempre  condecorado  y  sin  mancilla 

«  Cualesquiera  que  puedan  ser  las  circunstancias ,  cederemos  siempre 
a  la  Inglaterra  la  iniciativa  en  tropelías  contra  la  paz  y  la  independencia 
de  las  naciones,  y  le  corresponderemos  con  ejemplares  de  comedimiento, 
que  únicamente  puede  mantener  el  orden  social.  •  La  posesión  de  las  islas 
ríe  I^impedusa  y  de  Malta  y  la  evacuación  de  la  Holanda  ,  eran  Las  causas 
aparentes  ,  los  protestos  en  que  se  fundaba  el  rey  de  Inglaterra  p'ira  rom 
|x«r  el  tratado  de  Amiens ;  pero  en  realidad  la  idéntica  causa  que  había 
fraguado  la  primera  liga  volvia  á  armar  á  la  (irán  Bretaña  contra  la  Fran 
cía:  la  guerra  que  se  encendía,  era  toda  de  principios  contra  la  revolución 
francesa.  En  vano  el  emperador  de  Busia  y  el  rey  de  Prusia  aparentaron 
ofrecer  su  mediación  ;  los  sucesos  de  los  años  siguientes  comprobarán  que 


220  HISTORIA 

eran  los  aliados  encubiertos  de  nuestros  enemigos,  con  los  que  estaban 
probablemente  hermanados  para  que  se  rehusase  de  oficio  su  proposición ; 
pero  como  la  Inglaterra  habia  padecido  mucho  menos  en  las  primeras 
guerras  que  las  potencias  del  continente,  y  habia  necesitado  plazo  mas 
corto  para  rehacerse,  natural  era  que  encabezase  la  nueva  coligación  que 
debia  encubrirse  aun  por  mucho  tiempo  contra  la  Francia. 

El  primer  resultado  de  aquel  rompimiento  redundó  en  quebranto  su- 
mo del  gabinete  que  lo  causó.  Las  tropas  francesas  ocuparon  el  Hanover, 
y  el  ejército  anglo-hanoveriano ,  desamparado  vergonzosamente  por  el 
caudillo  duque  de  Cambridge,  quedó  prisionero  de  guerra. 

Entablada  ya  tan  esclarecidamente  la  contienda,  sale  Bonaparte  de 
Paris  para  recorrer  la  Béljica.  Bruselas  le  recibe  á  fuer  de  triunfador,  y  el 
pueblo  belga  manifestó  á  su  tránsito  aquel  entusiasmo  que  le  causaba  la 
presencia  del  héroe  á  quien  debia  el  hallarse  recien  incorporado  á  la  re 
pública  francesa.  Bonaparte  va  correspondiendo  á este  recibimiento,  según 
su  costumbre,  dotando  al  pais  con  establecimientos  y  construcciones  de 
utilidad  pública:  dispone  el  enlace  del  Rin,  del  Mosa  y  del  Escalda  por 
medio  de  un  gran  canal  de  comunicación. 

De  vuelta  á  Paris,  manda  que  se  abra  al  público  el  puente  de  las  Artes, 
y  trasforma  el  Pritaneo  en  Liceo.  Ocupábanle  entretanto  los  negocios  es- 
tranjeros.  Firma  un  tratado  de  alianza  con  la  Suiza,  recibe  en  audiencia 
estraordinaria  al  embajador  de  la  Puerta  Otomana,  y  publica  la  cesión  de 
la  Luisiana  á  los  Estados-Unidos,  mediante  una  indemnización  de  sesenta 
millones  de  francos. 

Pero  la  guerra  con  la  Gran  Bretaña  embarga  ante  todo  la  atención  del 
primer  cónsul.  Cavila  sobre  un  desembarco  en  Inglaterra,  y  con  este  mo 


DE  NAPOLEÓN  Til 

livo  dijo  después  que  •  si  en  Taris  se  h.ibi.in  rcido  .  no  sucedía  olro  tanto 
en  Londres.  «•  A  principios  de  iio\iemhre  sale  de  París 
parn  ir  examinando  las  obras  inmensas  que  tema  dispuestas  ron  este  objeto, 
j  pi  esencia  un  combate  que  ocurre  en  Bolonia  entre  una  división  inglesa  y 
la  escuadrilla  franeesa. 

Al  volver  á  su  capital  (pues  ya  estaba  reinando  Itnnanarte) .  halla  el 
primer  cónsul  un  mensaje  del  rey  de  Inglaterra  al  parlamento,  en  el  que 
Jorje  III  declaraba  «rque  va  personalmente  á  acaudillar  á  su  pueblo,  por 
qua  la  Francia  está  amenazando  contra  la  constitución,  relijion  é  iiidepcn 
delicia  de  la  nación  inglesa ;  pero  que  va  á  providenciar  de  modo  que  todo 
redunde  en  quebranto  ,  trastorno  y  desventura  de  la  misma  Francia.  • 

Booaparte  se  enoja  y  escribe  en  el  Monitor  ■ 

« ¿  Ks  posible  que  el  rey  de  Inglaterra,  que  el  caudillo  de  esa  nación, 

«•ñora  de  los  mares  y  soberana  de  la  India,  use  semejante  lenguaje? 

I  Ignoran  acaso  los  que  le  dictan  esos  párrafos  indiscretos,  que  Ilaroldo,  el 
perjuro,  acaudilló  también  á  su  pueblo?  ¿Ignoran  por  ventura  que  los  pres 
tijios  del  nacimiento  ,  los  atributos  de  la  potestad  soberana  y  el  manto  de 
púrpura  que  cubre  á  los  reyes,  escudan  frájilmente  en  tales  trances,  cuan 
do  la  muerte,  arrollando  filas  por  ambas  huestes ,  aguarda  la  mirada 
del  mimen  y  un  arranque  inesperado  para  escojer  el  partido  que  debe  ofre 
corle  sus  victimas?  Todos  los  hombres  son  iguales  el  dia  de  una  batalla. 

« La  maestría  en  las  peleas ,  una  táctica  superior  y  la  serenidad  en  el 
mando,  sobreponen  el  vencedor  al  vencido.  Un  rey,  que  á  los  sesenta  y 
tres  años  por  la  vez  primera  encabezase  sus  tropas,  seria  en  la  refriega  un 
estorbo  para  los  suyos  y  una  nueva  probabilidad  de  triunfo  para  sus  ene 
migos. 

«  El  rey  de  Inglaterra  habla  del  honor  de  su  corona ,  del  sosten  de  la 
constitución,  de  la  relijion,  de  las  leyes  y  de  la  independencia.  ¿No  le 
afianzaba  el  tratado  de  Amiens  el  goce  de  todos  estos  preciosos  bienes  ?. . . . 
¿t>ué  tienen  que  ver  el  peñasco  de  Malta  y  vuestra  relijion  ,  leyes  é  inde- 
pendencia f 

•  No  le  cabe  alcanzar  á  la  intelijencia  humana  cuanto  la  providencia 
decretó  en  su  profunda  sabiduría  como  conducente  al  castigo  del  perju- 
rio y  de  los  que  siembran  la  zizaíia,  provocan  á  la  guerra,  y,  por  vanos  pre 
testos  ó  motivos  encubiertos  de  una  ambición  torpe,  están  derramando  á 
rios  la  sangre  humana;  pero  podemos  presajiar  con  seguridad  el  éxito  de 
»>sta  grandiosa  contienda,  y  decir  que  no  tendréis  á  Malta,  ni  tampoco  a 
Limpedusa,  y  que  firmaréis  un  tratado  menos  ventajoso  que  el  «le  Amiens. 

•  I-a  derrota ,  la  confusión  y  las  desventuras Todos  esos  retos  son 

ajenos  de  un  gran  pueblo  y  de  un  hombre  que  está  en  su  juicio  cabal. 
Aun  cuando  el  rey  de  Inglaterra  hubiera  alcanzado  tantas  victorias  como 
Alejandro.  Aníbal  ó  César,  insensato  en  cstremo  fuera  semejante  lengua 


228  H1ST01UA 

je.  La  suerte  de  la  guerra  y  de  las  batallas  pende  de  lances  tan  nimios , 
que  es  forzoso  carecer  de  todo  raciocinio  para  afirmar  que  el  ejército  fran- 
cés, nunca  cobarde,  solo  hallaría  en  el  suelo  de  la  Gran  Bretaña  derrota, 
confusión  y  desveuturas. » 

La  guerra  habia  encumbrado  á  Bonaparte  á  la  jerarquía  del  sumo  cau- 
dillo del  orbe  ;  había  dado  en  el  gobierno  pruebas  de  grande  estadista; 
faltábale  darse  á  conocer  como  escritor  en  aquella  temporada,  cuando  era 
la  prensa  ya  una  potestad  política.  A  bien  que  sus  proclamas,  sus  órdenes 
del  día,  sus  arengas  militares  y  rasgos  de  oficio  podían  dar  una  idea  de 
su  estilo;  pero  esto  no  bastaba  para  manifestar  todo  el  ámbito  de  sus  al- 
cances. Su  instinto  de  hombre  grande  le  estaba  voceando  que  acudiese  á 
todo  jénero  de  armas,  absolutamente  imprescindibles  en  aquella  época,  á 
saber,  la  espada,  el  habla  y  la  pluma;  que  no  desateudiese  personalmente 
ninguno  de  los  principales  medios  que  necesita  la  potestad  para  acaudillar 
en  el  interior  los  pueblos  y  defender  sus  derechos  en  el  esterior.  Los  pe- 
riódicos ejercían  en  esta  parte  un  imperio  incontrastable,  y  bastaba  esto 
para  que  Bonaparte  no  se  desdeñase  de  hermanar  la  propiedad  de  perio- 
dista con  la  de  guerrero  y  de  lejislador ,  mostrándose  en  todo  el  hombre 
cabal  de  su  siglo.  Y  lejos  de  conceptuar  que  se  desdorase  afanándose  en 
contiendas  periódicas,  persuadidos  estamos  de  que  el  vencedor  de  Maren- 
go  no  se  tenia  en  menos,  con  la  pluma  en  la  mano  peleando  con  elocuen- 
tes discursos  y  con  el  poderío  de  la  razón  contra  los  enemigos  de  la  Fian 
cia,  que  al  blandir  la  espada  en  el  acto  de  la  pelea  para  arrojar  sobre  ellos 
sus  invencibles  falanjes.  Aun  podemos  añadir  que  en  varias  ocurrencias 
manifestó  que  si  optar  debiera  entre  las  prendas  civiles  y  militares ,  no  ti- 
tubeara en  dar  la  preeminencia  á  las  primeras,  y  ya  vimos  poco  ha  como 
recordaba  que  en  Ejipto  é  Italia  habia  antepuesto  el  dictado  de  individuo 
del  Instituto  al  de  jeneral  en  jefe. 

Y.  no  se  diga  que  lo  hacia  con  afectación ;  no :  Bonaparte  estaba  muy 
hecho  cargo  de  los  requisitos  imprescindibles  para  gobernará  un  pueblo, 
puesto  ya  por  la  filosofía  en  insurrección  contra  la  monarquía  militar  de 
Luis  XIV.  Sabia  que  la  revolución  francesa  era  una  lid  del  entendimiento 
contra  las  instituciones  feudales  planteadas  por  la  irracionalidad,  y  que 
si  á  veces  tenia  que  valerse  ella  misma,  en  propia  defensa.de  aquella 
fuerza,  le  repugnaba  en  gran  manera  aquella  clase  de  pelea.  Anteponía 
por  tanto  Bonaparte  el  acudir  á  la  lójica ,  arma  natural  que  ilustra  y  ena- 
mora los  ánimos  para  avasallarlos  á  la  razón ,  que  hacer  uso  de  los  ajenies 
mortíferos  empleados  en  la  guerra  para  derramar  con  profusión  la  sangre 
de  los  hombres,  y  que  solo  pueden  dar  por  resultado  el  rendimiento  de  la 
razón  á  la  violencia, lo  que  constituiría  esencialmente  la  contra-revolución. 
Por  eso  en  todas  las  guerras  que  sostuvo  como  jeneral,  cónsul  ó  empera 
dor,  siempre  se  dedicó  á  que  constase,  como  en  el  rompimiento  del  tratado 


di:  napoleón  ISO 

di'  \micns,  que  solo  cedía  a  la  necesidad  ile  repeler  una  injusta  agresión, 
haciendo  recaer  sobre  los  enemigos  «le  la  Francia  li  odiosidad  «Ir  mantos 
padecimientos  debían  caber  a  la  humanidad  desvalida  (I). 

Al  naso  que  el  primer  cónsul  repella  •■  n  m  periódico  de  oficio  las  hala 
drouadas  parlamentarias  del  rey  Jorje  .  echaba  el  resto  en  la  KM|  un/ 1 
i  ion  interior  de  la  república.  En  '20  de  diciembre  de  ISO",  con\oco  un  se 
nado  consulto  para  modificar  la  constitución  del  cuerpo  lejislativo.  que 
empezó  sus  sesiones  clf»  de  enero  de  1804,  siendo  presidente  Mr  Fontanes. 
Piole  llonaparte  la  preferencia  sobre  kM  «lemas  candidatos,  á  pesar  de  sus 
relaciones  con  el  |>artido  realista,  llevado  del  sistema  de  liermanamn  rito 
por  cuyo  mcibo  esperaba  reconciliar  con  la  revolución  drstiznmla,  como 
solía  llamarla,  á  los  enemigos  comedidos  y  álos  amigos  exagerados  de  la 
causa  democrática,  á  los  que  vieron  la  revolución  COI  repugnancia  y  los 
que  la  sirvieron  con  escesos,  en  una  palabra,  á  Fontanes  y  Foucíié,  y  con 
ellos  á  cuantos  la  cordura  o  la  ambición  .  el  quebranto  de  lo  pasado  y  la 
incei  lidumbre  del  porvenir  defraudaban  de  la  reconciliación  y  el  sosiego. 

El  informe  sobre  la  situación  de  la  república,  hecho  ante  el  cuerpo  le 
jislalivo ,  en  la  sesión  del  10  de  enero  ,  era  un  magnifico  cuadro  de  los 
adelantos  en  la  prosperidad  nacional.  Mr.  de  Fonlanes,  encabezando  la  di 
putacion,  congratulo  ni  primer  cónsul  en  nombre  de  aquella  junta.  «El 
cuerpo  lejislativo,  le  dijo,  os  da  gracias,  en  nombre  del  pueblo  francés, 
|K>r  tantos  afanes  entablados  á  favor  de  la  agricultura  y  de  la  industria  \ 
que  la  guerra  no  ha  interrumpido.  Kl  raudal  de  pensamientos  encumbra 
dos  hace  á  veces  que  los  prohombres  desatiendan  los  pormenores  de  la  ad- 
ministraeion ;  pero  no  os  hará  este  cargo  la  posteridad.  La  mente  y  el  rum- 
Im)  de  vuestro  gobierno  caminan  al  par  por  donde  quiera. 

Todo  va  á  mas ;  los  enconos  se  embotan ,  las  contraposiciones  desapa 
recen,  y  al  ímpetu  del  numen  avasallador,  sistemas  6  individuos,  al  pare 
cer  opuestos ,  se  aunan ,  se  emparejan  y  acuden  acordes  á  la  gloria  de  la 
patria.  Us  costumbres  antiguas  y  las  nuevas  se  hermanan,  conservándose 
cuanto  puede  mantener  la  igualdad  de  los  derechos  civiles  y  políticos,  y  au- 
mentar el  esplendor  y  dignidad  de  un  imperio  grandioso. 

« Estos  beneficios,  ciudadano  primer  cónsul .  son  obra  de  cuatro  anos 
Todos  los  destellos  de  la  gloria  nacional .  de  cinco  años  á  esta  parte  empaña 


(i)  Pnra  'I  ir  iiumit  |msu  .i  IM  pacificas  prolMtftft,  UoiiapaMe  quiso  i|uc  rstu- 
\ie*rn  revertida*  con  rl  «rilo  de  la  relijion.  Pidióle  al  clero  que  Ituirsc  pública* 
rogativa*  |»or  el  Imen  éxito  da  sus  amias  contr.»  la  injusta  agresión  He  la  logia- 
»rrr.i,  y  rl  clero  accedió  a  »ua  deseos.  Kl  cardenal  de  Belloy,antobi«po  <tr  Paria, 
pul  |i.  ii  con  ole  motivo  una  pastoral  en  la  que  da  prof'-licameote  a  B<>na|>ar- 
ic  el  dictado  da  Cwhjuí umJor  Je  la  Emrvpa,  y  apuuli  a|  gobierno  ingles  como  au- 
tor de  l.i  guerra. 


230  HISTORIA 

dos ,  han  ido  cobrando  un  esplendor  que  hasta  ahora  nunca  habían  te- 
nido. » 

El  asombro  que  todos  estaban  tributando  á  Bonaparte  y  el  apego  de 
casi  toda  la  Francia  á  su  consulado  perpetuo,  debian  al  parecer  enfrenar 
desafueros  y  tenerlos  á  raya ;  pero  los  partidos  que  tremolan  principios 
en  sus  banderas,  siguen  agonizando  tras  sus  derrotas,  aun  cuando  su  sis- 
tema esté  ya  alterado  por  el  tiempo,  y  tan  solo  equivalga  á  una  preocupa- 
ción. El  cúmulo  de  Jos  realistas  podia  ceder  al  raudal  de  los  acaecimientos, 
á  la  prepotencia  del  numen  y  á  la  estrella  victoriosa  de  Bonaparte,  y  resig- 
narse á  ver  la  voluntad  de  Dios  y  el  dedo  de  la  Procidencia  en  los  porten- 
tosos acontecimientos  que  mediaban  á  fuer  de  antemurales  entre  los  Bor- 
bones  y  la  Francia ;  y  este  en  efecto  era  el  concepto  que  á  la  sazón  iba 
predominando  entre  las  poblaciones  en  otro  tiempo  adictas  á  la  causa 
real.  Empero,  los  prohombres  del  partido  que  habían  permanecido  en  la 
emigración,  perseveraban  siempre  en  sus  enconos  y  amaños  contra  el  nue- 
vo sistema;  contaban  con  el  afecto  de  todas  las  cortes  europeas  y  con  su 
auxilio  encubierto,  que  podia  brotar  y  florecer  según  las  circunstancias,  y 
tenían  el  arrimo  patente  de  la  Inglaterra,  desde  que  había  quebrantado 
la  fe  prometida  en  Amiens. 

En  tal  estado,  parecióles  que  la  continuación  del  sosiego  interior,  res- 
tituyendo á  lospueblos  del  Occidente á  sus  faenas  pacíficas,  dificultaría  mas 
y  mas  cualquiera  nueva  tentativa  de  insurrección,  y  que  por  lo  mismo  era 
urjente  abalanzarse  al  primer  cónsul  antes  que  su  poderío  hubiese  echa- 
do mas  hondas  raices.  Tramóse  pues  una  conspiración  contra  el  gobierno 
y  la  vida  de  Bonaparte.  Los  conjurados  se  aunaron  desde  el  Bin  hasta  el 
Támesis  bajo  los  auspicios  del  gabinete  inglés,  avasallado  por  los  toris  mas 
desaforados.  Pichegrú,  atenido  á  sus  antecedentes  de  traidor,  terció  en 
la  conspiración,  asociándose  con  el  célebre  chuan  Jorje  Cadoudal.  Moreau, 
empañando  la  gloria  de  Hohenlinden,  recibió  sin  enfado,  y  aun  quizá  es- 
cuchó gustoso  la  comunicación  de  esta  odiosa  trama. « ¿Cómo  se  ha  metido 
Moreau  en  este  negocio?  esclamó  Bonaparte.  ¿Es  posible  que  se  estrelle 
tan  á  ciegas  el  único  prohombre  que  podia  causarme  zozobra,  el  único  que 
podia  tener  algunas  probabilidades  contra  mí  ?  Tengo  una  estrella.....  » 

Descubierta  la  conspiración ,  el  gobierno  la  denunció  á  la  Europa  en- 
tera, valiéndose  de  cuantos  medios  le  cabían  para  pregonarla.  Todos  los 
cuerpos  del  estado  pasaron  á  manifestar  al  primer  cónsul  su  indignación, 
ofreciéndole  su  cooperación  para  cuanto  fuera  dable  providenciar  al  inten- 
to. Bonaparte  les  contestó: 

« Desde  el  día  en  que  rae  encargué  de  la  potestad  suprema,  se  han  ido 
fraguando  repetidas  conspiraciones  contra  mi  vida;  criado  en  los  campos 
de  batalla,  nunca  conceptué  de  entidad  peligros  que  no  me  infunden  zo- 
zobra. 


1)1.  NAPOLEÓN  25t 

«  Pero  no  puedfl  menos  de  amargarme  el  recapacitar  la  situación  en 
queso  hallaría  hoy  este  eran  pueblo,  si  el  atentado  ultimo  bobeen  tenido 
éxito  ;  porque  la  conspiración  iba  principalmente  asestada  contra  la  pío 
ria.  la  libertad  y  los  destinos  del  pueblo  francés. 

«  Tiempo  hace  que  renuncié  al  embeleso  de  la  vida  primada,  todos  mis 
momentos,  mi  existencia  entera  se  x  incida  en  el  ileMIBpeéo  de  los  deberes 
que  me  han  impuesto  mis  destinos  y  el  pueblo  francés. 

■  Kl  cielo  velará  por  la  Francia  y  borlará  las  conspiraciones  de  los 
malvados.  No  tienen  los  ciudadanos  porque  sobresaltarse;  mi  vida  durará 
tanto  cuanto  necesaria  sea  á  la  nación.  Tero  quiero  que  el  pueblo  francés 
sepa  qoe  la  existencia  sin  su  confianza  y  su  cariño  carecería  para  mi  de 
todo  consuelo  y  ante  torio  carecería  de  objeto.  • 

De  este  modo,  dejando  que  se  trasluciese  el  triunfo  de  la  contra  revolu- 
ción en  el  malogro  de  una  trama  contra  su  vida,  y  enlazando  con  su  pro 
pia  existencia  el  blasón  ,  libertad  y  deslinos  de  la  Francia,  Bonaparte  da- 
ba á  entender  qoe  no  bastaba  en  su  concepto,  para  precaver  al  país,  la 
majistratura  vitalicia  que  el  pueblo  le  había  conferido,  y  que  pensaba  en 
un  nuevo  instituto  que  pudiera  escodar  con  él  los  intereses  recién  plan 
teados.  Tronío  veremos  su  |M*nsamientn  patente  y  realizado. 

Futre  los  emigrados  que  estaban  prontos  para  trasponer  la  rasa  a  la 
primera  señal  dada  por  los  conspiradores,  se  hallaba  el  duque  de  Fnghien. 
ultimo  vastago  de  la  sangre  de  Conde.  El  primer  cónsul  lo  mandó  prender 


232  HISTORIA 

en  los  estados  de  Badén  y  trasladar  á  Vincenas  para  sumariarlo  y  ajusticiar- 
le atropelladamente.  Algunos  han  afeado  esta  ejecución ,  tiznándola  como 
un  vil  asesinato  que  eslampaba  un  borrón  indeleble  en  la  memoria  de  Bo- 
naparte.  No  cabe  duda  en  que  si  el  joven  príncipe,  que  llevaba  uno  de  los 
apellidos  mas  grandiosos  de  la  antigua  Francia,  hubiese  guerreado  contra 
los  intentos  y  novedades  que  le  eran  opuestos,  con  el  antiguo  pundonor  y 
según  las  leyes  de  la  honradez  y  el  derecho  de  jentes,  su  arresto  y  su  muer- 
te entrarían  en  el  dominio  de  aquella  implacable  política  que  se  valió  del 
terror  y  del  cadalso  como  armas  de  guerra ;  y  desde  entonces  Bonaparte, 
citado  por  aquel  hecho  ante  el  tribunal  de  la  historia,  solo  pudiera  sin- 
cerarse igualando  su  causa  con  la  de  la  junta  de  salvación  pública  y  acla- 
mando como  ella  la  necesidad.  Pero  si,  por  el  contrario,  el  duque  de  En- 
ghien  no  se  habia  ceñido  á  pelear  contra  la  república  como  soldado,  y  si 
verdaderamente  se  habia  asociado  con  los  que  asaltaran  la  persona  del 
primer  cónsul ,  para  trastornar  y  avasallar  á  su  pais,  ya  no  es  un  descen- 
diente del  vencedor  de  Rocroy  el  que  pereció  en  los  fosos  de  Vincenas,  sino 
un  cómplice  de  Jorje  y  de  Pichcgrú. 

«  He  mandado  prender  y  procesar  al  duque  de  Enghien,  dice  Napoleón 
en  su  Testamento ,  porque  así  lo  requerían  el  aíianzamicnlo ,  el  interés  y 
el  honor  del  pueblo  francés,  pues  él  mismo  confesó  que  el  conde  de  Artois 
pagaba  sesenta  asesinos  dentro  de  Paris.En  circunstancias  iguales,  volvería 
á  obrar  del  idéntico  modo  con  que  procedí  entonces. »  —  «  Aun  cuando  las 
leyes  del  pais  no  abogaran  á  favor  mió  y  contra  el  duque  de  Enghien,  dice 
en  otra  parte,  me  autorizan  los  derechos  de  la  ley  natural  y  los  de  una  le- 
j  i  tima  defensa.  Así  él  como  los  suyos  no  tenían  otro  objeto  que  quitarme 
la  vida;  yo  me  veía  continuamente  acometido;  valíanse  de  escopetas  de 
viento,  de  máquinas  infernales  y  de  toda  clase  de  lazos  y  tramas.  Cánseme 
al  fin:  utilizó  la  coyuntura  de  aterrarlos  hasta  en  el  mismo  Londres,  y  lo 

conseguí Y  ¿quién  pudiera  oponerse?  La  sangre  está  clamando  por 

sangre ;  preciso  fuera  ser  necio  é  insensato  para  creer  que  una  familia  hu- 
biera gozado  el  estraño  privilejio  de  atacar  diariamente  mi  existencia  sin 

darme  derecho  para  pagarle  en  la  misma  moneda Yo  nunca  habia 

hecho  personalmente  nada  contra  ellos ;  una  gran  nación  me  habia  colo- 
cado á  su  frente;  casi  toda  la  Europa  habia  consentido  en  esta  elección,  y 
al  cabo  mi  sangre  valia  tanto  como  la  suya. » 

No  cabe  duda  en  que  la  sangre  del  hombre  grande,  acatado  por  la  Eu- 
ropa entera  y  manantial  de  la  dicha  de  la  Francia,  valia  tanto  como  la  de 
los  príncipes  empeñados  en  trastornarla  Francia  y  la  misma  Europa.  Pero 
¿quién  ignora  que  la  sangre  de  los  héroes  á  quienes  no  está  ya  escudando 
el  prestijio  heráldico  es  de  ningún  valor  para  los  linajes  soberanos  y  las 
aristocracias  que  se  agolpan  á  sus  plantas?  ¿Quién  ignora  que  los  mismos 
hombres  que  aparentan  enternecerse  y  airarse  viendo  caer  el  esclarecimien- 


DE  NAPOLEÓN,  '253 

to  hereditario  bajo  la  cuchilla  de  las  reacciooei  políticas,  bailan  después 
romo  los  salvajes  entorno  del  suplicio,  cuando  el  plomo  ardiente  vuela  el 
celebro  á  los  prohombres  nuevos?  Preguntádselo  si  no  á  la  sombra  de 
aquel  malhadado  mariscal ,  que  no  era  do  la  prole  de  los  bravos,  sino  el 


mas  descollante  de  los  valerosos,  y  que  no  habia  envilecido  aquel  dictado 
conflándose  en  viles  asesinos.  El  pecho  verdaderamente  humano  se  con 
duele  y  enternece  con  todas  las  víctimas  de  las  revoluciones  sin  acepción 
de  partidos ;  el  Francés  verdadero  simpatiza  con  todas  las  glorias  de  la 
Francia,  se  desconsuela  y  se  enluta  en  presencia  de  la  desapiadada  razón 
de  estado,  si  no  acierta  á  respetar  en  sus  ímpetus  las  grandes  nombradlas 
granjeadas  en  Austerlilz  y  Marengo. 

Algunos  han  conceptuado  que  el  anhelo  y  la  necesidad  de  resguardar 
contra  el  regreso  de  los  Borbones  á  los  jacobinos  veteranos  que  rodeaban  y 
franqueaban  á  Bonaparte  el  camino  del  solio,  indujo  á  este  á  quitar  de 
en  medio  al  duque  de  Enghicn.  Esta  suposición,  que  desmienten  el  temple 
y  las  palabras  de  Bonaparte ,  es  inverosímil.  No  recordaremos  las  desear 
gas  de  San  Boque  ni  el  estragamiento  de  los  Clichienses ;  obstáculos  mas 
insuperables  que  los  recuerdos  del  ir»  de  vendimiario  y  del  IX  de  íructi 
dor,  mediaban  entre  el  primer  cónsul  y  el  partido  realista.  (Mros  mas  com- 
prometido! que  él  con  la  antigua  dinastía,  tales  como  Fouché  y  Talleyraod, 
tomaron  posteriormente  asiento  en  los  consejos  de  Luis  XVIII;  pero  lo  que 
verdaderamente  inutilizaba  el  resguardo  horroroso  que  se  le  requería,  es 
que  habia  manifestado  claramente  lo  que  intentaba  y  podía  ser  ;  que  á  to 
dos  constaba  cómo ,  para  avenirse  con  los  Borbones,  se  hacia  forzoso  que 
mudara  de  repente  de  naturaleza ,  desertara  de  su  destino  .  olvidara  su 

SO 


254  HISTORIA 

situación  y  la  de  la  Francia,  que  se  desentendiera  al  par  de  sus  anteceden- 
tes y  de  lo  venidero,  en  una  palabra,  que  dejara  de  ser  el  mismo.  « Nun- 
ca pensé  en  los  príncipes,  ha  dicho  en  Santa  Helena;  y  aun  cuando  me 
hallara  intensamente  predispuesto  á  favor  suyo ,  no  estuviera  en  mi  mano 
llevar  á  cabo  mis  intentos.  Por  lo  demás,  son  falsas  las  noticias  que  corrie- 
ron de  que  yo  les  habia  hecho  proposiciones  tocante  á  la  cesión  de  sus 
derechos ,  por  mucho  que  lo  hayan  voceado  en  grandiosas  declaraciones 
derramadas  con  profusión  por  toda  Europa.  ¿Y  cómo  hubiera  podido  ser 
de  otra  manera,  cuando  yo  no  podia  reinar  sino  por  el  principio  de  la  so- 
beranía del  pueblo  que  los  escluia?  Esto  mismo  habrán  conceptuado  ya  á 
la  sazón  los  hombres  sensatos  que  sabían  que  yo  no  era  un  loco  ni  un 
necio.  » 

Como  quiera  que  sea,  los  conspiradores  que  habían  intentado  reponer 
el  solio  de  los  Borbones  por  medio  de  un  asesinato ,  contribuyeron  con 
efecto  al  restablecimiento  de  la  monarquía;  pero  esta  revolución  no  se  eje- 
cutó en  provecho  del  pretendiente  á  quien  intentaban  ensalzar;  y  desde 
su  encierro  pudieron  ver  que  sus  proyectos  habían  dado  una  corona  á 
aquel  cuya  muerte  estaban  premeditando. 


j&toüJtilUR^ 

IfH 

T  , 

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(MMIl  l.o   \M 


EataMecintienin  del  gobierna  imperial.   Arlo  «le  rlcnicmia.   <  mi|.amcni.i 
»lr  Bolnñ*    Viaje  .i  ¡.i  Bt'ljitM. 


i  Bonaparte  no  hubiese  apetecido 
mas  que  una  potestad  grandiosa 
para  restableceré]  orden  \  la  uni 
dad  en  la  administración  del  esta 
do.  y  dar  á  la  revolución  .  hasta 
entonces  necesariamente  militan 
te,  elauje  regular  que  las  eonvul 
siones  populares  habían  imposibi- 
litado por  largo  tiempo,  bastarale 
el  ejereieio  \  italício  de  la  majistra 
todo  ron  la  regalía  descompasada  de  nombrar  él  mis 


250  HISTORIA 

mo  su  sucesor.  Con  efecto ,  la  elección,  puesta  en  manos  de  tan  subidos 
alcances,  afianzabael  desempeño  sucesivo,  obviando  los  acasos  de  todo  he- 
redero inhábil,  y  era  muy  probable  que  el  primojénito  del  monarca  veni 
dero  seria  menos  cabal  que  el  segundo  de  los  hijos  esclarecidos  de  la  Fran- 
cia para  gobernar  pais  tan  aventajado. 

Al  plantear  de  raiz  otra  potestad ,  conceptuaba  ante  todo  perpetuar  un 
nuevo  rumbo  despejado  por  la  revolución.  « El  derecho  hereditario,  dijo, 
es  la  única  valla  que  ha  de  atajar  toda  contrarevolucion.  Nada  hay  que 
temer  mientras  yo  viva;  pero  en  faltando  yo,  cualquier  caudillo  electivo 

adolecerá  de  apocamiento  para  contrarestar  al  bando  de  los  Borbones 

La  Francia  debe  mucho  á  sus  veinte  jenerales  de  división ;  todos  han  pe- 
leado valerosamente  en  las  filas  donde  estaban  embebidos,  pero  ninguno 
sirve  para  jeneral  supremo,  y  aun  menos  para  caudillo  del  gobierno. »  (Pe- 

LET    DE   LA    L.OZERE.  ) 

¿Era  acaso  fundado  este  concepto  esclusivo  que  Bonaparte  manifestó 
tocante  á  los  jenerales  de  división  mas  sobresalientes?  ¿No  han  desmenti- 
do posteriormente  algunos  de  ellos  su  incapacidad  para  el  gobierno,  tan 
empeñadamente  encarecida?  ¿Y  no  es  uno  de  aquellos  tenientes  de  quienes 
se  decia  en  t804  que  no  servían  para  caudillos  de  gobierno,  el  que  ocu- 
pa aun  en  t85í)  el  trono  de  los  Wasas,  á  que  fué  llamado  en  t8t0,  sin 
que  la  alianza  con  las  alcurnias  añejas,  que  estrelló  el  cetro  de  Napo- 
león, haya  podido  hallar,  por  la  incapacidad  ó  los  deslices  de  aquel  antiguo 
jeneral  francés ,  medio  y  ocasión  de  restaurar  la  lejitimidad  en  Suecia, 
como  pudo  hacerlo  en  Francia,  y  libertar  enteramente  á  la  Europa  mo- 
nárquica del  escándalo  de  las  soberanías  plebeyas? 

Y  si  los  mas  decantados  jenerales  desdecían  en  realidad  del  papel  de 
caudillos  del  gobierno,  ¿habia  también  incapacidades  políticas  entre  los 
prohombres  civiles  que  galanteaban  al  primer  cónsul  y  entre  los  que  po- 
día entresacar  el  nuevo  gobernante  del  estado,  lo  mismo  que  entre  las 
Hombradías  guerreras? 

No  lo  creemos,  y  nos  parece  indisputable  que  si  Bonaparte,  para  sin- 
cerar el  restablecimiento  del  derecho  hereditario ,  alegó  muy  de  veras  la 
imposibilidad  de  hallar  un  hombre  digno  de  la  primera  majistratura  en  el 
grande  agolpamiento  de  varones  eminentes  que  la  revolución  habia  en- 
cumbrado en  Francia ,  su  ambición  en  este  caso  pudo  mas  que  sus  al- 
cances. Al  buscar  una  garantía  de  estabilidad  para  el  derecho  hereditario 
monárquico,  ¿acaso  Bonaparte  contaba  con  el  poderío  del  principio  here- 
ditario ,  y  no  con  el  desempeño  de  su  heredero  ?  Si  cupo  tal  esperanza  en 
el  primer  cónsul,  y  si  en  ella  participaron  los  hombres  de  estado  que  le 
ayudaron  á  plantear  su  solio,  esto  solo  prueba  que  el  numen  mas  encum- 
brado se  aletarga  á  ratos,  y  que  la  perspicacia  mas  intensa  se  suele  embo- 
tar y  proceder  ciegamente. 


DE  NAPOLEÓN  «17 

Knhorabtieníi  que  en  la  edad  media  se  hubiese  contado  ante  todo  con 
el  poderío  del  principe  hereditario;  entonces  este  derecho  era,  no  solo  ase 
quible,  sino  necesario.  Kra  posible,  porque  bastaba  que  la  relijion  lohubie 
ra  consagrado  para  que  fuera  inviolable  á  los  ojos  de  los  principes  y  de 
los  pueblos,  cuya  viva  6  idéntica  fe  afianzaba  el  avasallamiento  jeneral  a 
cualquier  instituto,  ley  ó  máxima  realzada  con  su  estampa  divina.  Kra 
asequible,  porque  en  aquellos  tiempos  de  universales  y  profundas  creencias, 
la  consagración  de  los  reyes  no  era  un  mero  ceremonial,  pues  el  unjimien 
to  sagrado  atesoraba  su  virtud  política,  y  el  sello  de  la  lejitimi.lad  solo 
pertenecia  al  unjido  del  Señor  y  á  su  linaje. 

Era  necesario,  porque  sin  la  consagración  relijiosa  de  aquel  dogma  po 
litico ,  la  tranquilidad  y  unidad  del  reino  se  hubieran  hallado  comprome- 
tidas al  fin  de  cada  reinado ,  con  las  competencias  de  los  vasallos  podero- 
sos, pretendiendo  unos  la  corona  de  mano  armada,  mientras  otros  hubie 
ran  apelado  á  la  violencia  para  declararse  independientes  y  sacudir  el  v  u 
go  de  todo  vasallaje.  Ya  que  á  pesar  del  derecho  público  de  la  monarquía 
sancionado  por  la  relijion,  se  han  manifestado  tantas  veces  estas  ambi 
ciosas  pretensiones  y  estas  propensiones  trastornadoras ,  provocando  en 
Francia  á  la  guerra  civil  desde  el  oríjen  del  feudalismo  hasta  las  conmo- 
ciones de  la  Fronda,  ¿á  qué  no  se  arrojaran  los  magnates  sedientos  de 
dominio  y  de  riquezas ,  desalados  por  la  guerra  y  malhallados  con  todo 
jénero  de  freno,  á  no  contener  sus  ímpetus  la  autoridad  moral  de  un  mó- 
vil que  no  podian  contrarestar  sin  esponerse  á  los  remordimientos  de  su 
propia  conciencia  y  sin  ser  declarados  traidores  é  impíos  en  el  pregón  de 
la  Iglesia  y  del  estado?  \a  barbarie  y  la  indocilidad  feudales  destrozaran 
mas  desaforadamente  el  regazo  de  la  Francia,  y  careciera  la  corona  de  me 
dios  para  arrollarlas.  1.a  sanción  relijiosa  concedida  al  derecho  hereditario 
fué  la  que  hizo  desvalida  contra  el  solio  la  tenaz  insubordinación  de  los 
lirones,  como  habia  dado  á  Juana  de  Are  la  fuerza  milagrosa  de  que 
necesitaba  para  salvar,  con  un  rey  niño,  el  reino  mas  precioso  del  orbe. 
Cuando  Kichelieu  y  Luis  XIV  lograron  por  fin  doblegar  la  antigua  ansto 
cracia  y  bosquejaron  el  plan  de  unidad  y  conecntramiento,  perfeccionado, 
y  después  realizado  por  la  revolución  francesa,  las  violencias  y  el  despo- 
tismo que  ejercitaron  contra  la  grandeza,  favorecieron  á  la  potestad  real, 
en  vez  de  redundar  en  su  quebranto,  porque  entonces  era  el  representante 
del  derecho  divino,  escudado  todavía  por  la  fe  de  los  pueblos,  y  porque 
lastimando  á  los  subditos  altivos  que  le  hacian  sombra,  no  alcanzaba  mas 
que  a  los  representantes  de  la  fuerza  irracional  encubierto  con  el  boato  de 
los  dictados. 

¿Qué  habia  sido  en  4804  del  derecho  div  ino,  protector  del  hereditario? 

Había  franqueado  su  asiento  al  derecho  divino  del  mérito  y  del  mi 


258  HISTORIA 

men,  y  asi  la  fe  universal  correspondía  en  adelante  á  la  soberanía  del  puc 
blo. 

Por  otra  parte,  ¿  habia  acaso,  al  rededor  del  solio  consular,  vasallos  te- 
mibles, dueños  de  las  mas  hermosas  provincias  de  la  monarquía ,  siempre 
dispuestas  para  alzarse  aviva  fuerza  con  la  potestad  suprema,  y  á  constituir- 
se independientes  ea  un  rincón  del  imperio?  No,  nada  de  esto  habia  que 
temer  :  pues  si  la  santa  ampolla  estaba  perdida,  también  el  blasón  queda- 
ba hecho  jiras.  En  vez,  de  potestades  feudales  hereditariamente  destinadas 
á  la  carrera  de  las  armas  y  no  pudiendo  sostenerse  sino  por  ellas  en  una 
sociedad  constituida  por  la  conquista  y  organizada  para  la  guerra,  la  Fran- 
cia estaba  viendo  brotar  por  todas  partes  en  la  agricultura,  comercio,  ar- 
tes y  ciencias  ,  nuevos  prohombres,  levantándose  sobre  los  antiguos  con 
toda  la  superioridad  del  mérito  personal  ante  el  acaso  del  nacimiento  y 
no  pudiendo  subsistir  ó  engrandecerse  sino  por  medio  de  la  paz.  Los  cau- 
dillos mas  sobresalientes  solo  debían  su  encumbramiento  al  estado  escep- 
cional  sobrevenido  en  el  pais  de  quince  años  á  aquella  parte,  y  sus  timbres 
se  cifraban  por  escelencia  en  hacerle  gozar  pacíficamente  de  los  beneficios 
de  una  revolución,  que  preparando  la  asociación  moral  é  industrial  de  los 
pueblos ,  dcbia  hacer  algún  dia  que  se  imposibilitase  la  guerra.  Además 
nuestros  jenerales  no  teuian  influjo  particular  ni  directo  sobre  parte  algu- 
na del  territorio ,  no  tenían  secuaces  ni  medio  alguno  de  repetir  el  papel 
de  los  militares  del  antiguo  réjimen.  No  podía  tampoco  haber  entre  ellos 
un  Armagnac,  un  Burguignon,  un  Montmorency  ó  unEpernon-.  y  su  con- 
ducta asombradiza  y  reservada  en  todas  las  vicisitudes  del  solio  ha  venido 
después  á  demostrar  que  la  traslación  de  potestad,  hereditaria  ó  electiva, 
no  padecería  alteración  ó  contraresto  por  sus  miras  personales. 

Engañábase  pues  Bonaparte  al  afanarse  en  sincerar  el  restablecimien- 
to de  la  monarquía  hereditaria,  acudiendo  á  máximas  y  hechos  propios  de 
un  estado  social  enteramente  diverso.  Lo  que  habia  sido  posible  y  necesa- 
rio allá  en  el  regazo  de  una  jeneracion  militar  y  creyente  ,  no  era  preciso 
ni  asequible  en  una  sociedad  industrial  6  incrédula  que  ya  no  tenia  que 
temerla  turbulencia  feudal,  y  solo  pedia  por  paradero  délos  trances, en 
premio  de  los  triunfos  guerreros  mas  esclarecidos ,  el  derecho  de  entre- 
garse con  seguridad  á  sus  pacíficas  tareas. 

Por  lo  demás,  el  primer  cónsul  habia  dado,  poco  antes  del  48  de  bru- 
mario,  poderosísimas  razones  contra  el  derecho  hereditario,  proclamando 
que  este  instituto,  tan  provechoso  á  la  Francia  en  la  edad  media ,  era  ina- 
sequible en  el  siglo  decimonono  «El  derecho  hereditario  es  absurdo,  de- 
cía, no  porque  deje  de  afianzar  la  estabilidad  del  estado,  sino  porque  es 
imposible  en  Francia.  Estuvo  allá  establecido  por  mucho  tiempo;  pero  con 
instituciones  que  lo  hacían  practicable,  que  ya  no  existen  y  que  no  se  pue- 
den ni  deben  restablecer.  El  derecho  hereditario  dimana  del  civil;  supone 


DE  NAPOLEÓN.  2T.9 

la  propiedad  y  tiene  por  objeto  vincular  mi  traspaso.  ¿Cómo  cabía  herma 
nar  el  derecho  hereditario  de  la  primera  majistratnra  001  el  principio  de 
la  soberanía  del  pueblo?  ¿Cómo  el  persuadir  «pie  esta  majistratnra  es  una 
propiedad?  Cuando  la  corona  era  hereditaria,  crecido  numero  «le  majis 
ti  aturas  lo  eran  igualmente;  esta  aprensión  era  una  ley  casi  jeneral.  déla 
que  ya  nada  existe.  ■  (Thibaodbao.  —  El  Consulado  y  r/  Imperio. ) 

¿Acaso  lo  absurdo  se  habia  convertido  en  atinado  desde  el  principio 
al  Un  del  consulado,  y  por  ventura  habia  cesado  tí  era  menos  aparente  en 
1804  la  desemejanza  radical  tan  claramente  advertida  en  I800?sin  duda 
cpie  no;  cada  época  habia  conservado  su  estampa;  pero  Ronaparte  habia 
ido  variando  de  pensamientos.  Ya  no  le  bastaba  la  potestad  suprema  a  ti 
tulo  vitalicio.  Habia  penetrado  en  su  alma  el  concepto  engreído  de  plan 
tear  una  dinastía  y  trasformar  su  familia  en  un  rejio  linaje.  Desde  entón 
ees  su  politíes,  siempre  nacional  y  filosófica,  siempre  grandiosa  y  abarca 
dora  como  sus  alcances .  se  halló  espuesta  á  contaminarse  por  el  contacto 
de  las  consideraciones  secundarias  y  apearse  casi  de  continuo  sobre  las  mez- 
quinas proporciones  de  la  vanagloria  y  combinación  dinástica.  •  Kste  des- 
compasado jigante,  dice  >lr.  Chateaubriand,  no  enlazaba  completamente 
sus  destinos  con  los  de  sus  contemporáneos;  su  numen  pertenecía  á  la 
edad  moderna,  y  su  ambición  correspondía  á  los  tiempos  antiguos;  no  ad- 
virtió que  los  milagros  de  su  vida  descollaban  en  gran  manera  sobre  el 
valor  de  una  diadema,  y  que  este  gótico  realce  le  «vendría  al  soslayo.  > 

Justo  es  decir  sin  embargo  que,  aun  cediendo  á  su  « ambición  de  los 
tiempos  antiguos,*  Ronaparte  comprendió  bastante  las  necesidades  de 
■  la  época  moderna, »  para  no  embeber  en  el  derecho  hereditario  que  es- 
taba planteando,  el  sesgo  de  absolutismo  y  las  consecuencias  rigurosas  del 
antiguo  derecho  divino.  Quería  por  el  contrarío  eslabonarlos  en  cuanto 
cupiera  con  la  soberanía  del  pueblo:  asi,  cuando  el  senado  pasó  á  visitarle 
el  28  de  floreal  del  año  XII  ( 18  de  mayo  de  1804)  para  presentarle  el  se- 
nado consulto  de  aquel  dia ,  por  el  cual  el  primer  cónsul. era  llamado  al 
solio  y  se  declaraba  la  dignidad  imperial  hereditaria  en  su  familia,  Rona- 
parte se  esmeró  en  espresar  contestando  : 

i  Rindo  ante  la  sanción  del  pueblo  la  ley  del  derecho  hereditario.  Be- 
pero  que  la  Francia  no  se  arrepentirá  nunca  de  los  timbres  que  derrama 
sobre  mi  familia.  En  todo  caso ,  mi  espíritu  no  estará  con  mi  posteridad . 
el  dia  en  que  esta  deje  de  merecer  el  amor  y  la  confianza  del  pueblo 
francés.  • 

¿No  era  esto  hacer  el  derecho  hereditario  meramente  condicional , 
posponer  los  privilejios  de  la  sangre  á  los  derechos  de  la  nación ,  sostener 
el  ejercicio  privativo  de  la  soberanía  del  pueblo  y  atenerse  de  antemano 
con  solemnidad  á  la  prescripción  eventual  de  la  dinastía  que  fundaba ,  si 
esta  llegaba  á  perder  la  confianza  nacional'' 


240  HISTORIA 

En  este  sentido,  el  principio  hereditario  solo  atribuía  á  los  miembros 
de  la  familia  imperial  una  especie  de  candidatura  legal  que  podia  ofrecer 
algún  afianzamiento  de  orden  y  de  estabilidad  contra  las  vicisitudes  inse- 
parables de  los  interregnos,  sin  quitarle  al  pueblo  el  derecho  soberano  de 
separar  al  sucesor  que  no  se  granjeara  ó  dejara  de  merecer  su  amor  y  con- 
fianza. 

Con  efecto,  así  fué  entendido  y  practicado  el  derecho  hereditario  en 
Francia  desde  el  principio  de  este  siglo.  El  mismo  Bonaparte,  tan  aprensi- 
vo de  fallecer  sin  completar  su  obra  y  plantear  herederos  que  la  consoliden, 
sobrevivirá  á  su  dinastía  y  á  su  propio  gobierno  por  falta  de  arrimo  con- 
tra el  poderío  estranjero  en  el  león  popular  que  habrá  aherrojado  ú  ador- 
mecido á  la  sombra  de  su  esclarecido  despotismo.  De  nada  le  servirán  el 
voto  del  Luxemburgo  y  la  consagración  de  Nuestra  Señora;  veíase  des- 
echado por  el  senado  que  lo  encumbró ,  maldecido  del  pontífice  que  le 
bendijo,  y  cuando  la  antigua  lejitimidad  acuda  ufana  y  se  aposente  sobre 
los  escombros  del  derecho  hereditario  imperial,  retando  ciega  y  engreída- 
mente  el  ímpetu  del  siglo  y  de  la  nación,  bastarán  algunos  jornaleros  des- 
nudos para  castigar  el  orgullo  dinástico,  vengar  el  siglo  y  la  nación,  cor- 
roborando el  dicho  de  Bonaparte,  «que  en  lo  sucesivo, el  derecho  heredita- 
rio, tal  cual  se  entendía  en  tiempo  de  nuestros  antiguos  reyes,  es  desatina 
do  é  inasequible. »  Entonces  se  convencerá  de  que  el  numen  del  individuo, 
las  glorias  del  linaje ,  ni  las  consagraciones  de  Paris  y  de  Reinas  no  son 
mas  que  meras  aprensiones  de  estabilidad,  y  que  si  la  consagración  cons 
titucional  de  un  trono  hereditario  precave  al  pais  de  continuas  revueltas 
populares  y  de  amaños  electorales,  siempre  espuestos,  solo  es  para  librarlo 
de  conmociones  revolucionarias  periódicas.  Con  efecto,  se  podrá  prescindir 
de  zozobrasen  las  juntas  parroquiales,  mas  no  por  eso  dejará  de  romper- 
se el  vínculo  dinástico,  y  en  lugar  del  bullicio  del  escrutinio,  se  oirá  el  es- 
truendo de  las  armas;  se  padecerá  una  invasión  ó  sobrevendrán  revolucio- 
nes, y  el  orden  de  sucesión,  ideado  como  medio  infalible  para  perpetuar 
los  gobiernos,  se  hallará  quebrantado  dos  veces  en  menos  de  veinte  años, 
ora  por  bayonetas  estranjeras ,  en  el  nombrado  por  la  nación ,  ora  por  la 
espada  nacional,  en  el  nombrado  por  las  bayonetas  estranjeras.  Ufánense 
entonces  de  haberse  libertado  de  los  trastornos  inseparables  del  sistema 
electivo  y  haber  entronizado  el  sosiego  del  estado  y  la  fortuna  de  los  lina- 
jes soberanos  al  arrimo  del  derecho  hereditario 

¿Cuál  podia  ser  sin  embargo  y  cual  fué  el  resultado  moral  sobre  el  es- 
píritu de  los  pueblos  europeos,  del  restablecimiento  de  la  monarquía  y  de 
la  potestad  hereditaria  en  Francia? 

¿Salieron  verdaderamente  gananciosas  la  soberanía  y  la  sucesión  he- 
reditaria, conceptuadas  idealmente?  Se  consolidaron  mas  los  tronos?  ¿Se 
afianzaron  mas  las  dinastías?  ¿Recobraron  por  ventura  el  poder  de  em- 


DE  N  UM)LKON  ¿II 

I  «losar  y  arrebatar  que  ed  otro  tiempo  ejercieran  sobre  toda  la  sociedad 
europea  y  aquel  antiguo  prestijin  que  constituía  mi  brillante/  \  su  pujanza? 

Por  el  contrario,  aquel  prestijio  amaino  masque  nunca  en  «l  regafl 
las  naciones,  al  ver  que  ol  pueblo  que  había  reinado  en  glol>o  encasque- 
tándose «'1  gorro  encarnado  y  entonando  la  caramañola ,  se  bada  nw\»' 
rador  en  uno  de  sus  soldados,  vestia  la  purpura  \  ceñía  la  diadema  sin 
<pie  pareciera  escandaloso  lo  que  la  vieja  Kuropa  no  podía  conceptuar  sino 
como  una  profanación  de  las  insignias  monárquicas  n  por  una  usurpación 
odiosísima. 

Kl  principio  hereditario  se  adultero  mas  y  mas  cuando  las  familias  pfc 
beyas  reemplazaron  en  Francia  ,  Italia,  Espafla,  etc.,  ala  dinastía  n 
clarecida,  sentándole  marcialmente  entre  los  descendientes  «le  Cárloa  v, 
de  Pedro  el  (irai.de  y  de  Federico. 

Tan  cierto  es  que  el  destino  de  Ronaparte  era  ser  el  ájente  mas  activo 
déla  revolución,  hasta  en  aquellos  actos  que  mas  estaban  ostentando  el 
sello  contrarevolucionario.  Para  contrareslar  ala  Kuropa  entera,  aquella 
revolución  habia  tenido  que  pasar  de  la  monarquía  constitucional  á  la  re- 
publica.  Para  rundir  |>or  donde  quiera  y  afrancesar  de  estremo  á  estremo 
la  Kuropa ,  paro  en  ambiciosa  y  conquistadora,  pasando  de  la  república  á 
la  monarquía  militar.  Ksta  nueva  trasformacion  se  ejecutó  por  el  senado 
(  onsnlto  del  ¿S  de  lloreal,  año  XII  (IS  de  mayo  de  1804).  Kl  cónsul  Cam 
baceres,  encargado  de  presentar  esta  solemne  acta  á  los  pies  del  compañe- 
ro que  iba  á  ser  su  soprano .  pronunció  las  palabras  siguientes  : 

'  Kl  pueblo  francés  ha  estado  disfrutando  por  largos  siglos  las  venta- 
jas consiguientes  á  la  potestad  hereditaria.  Ha  hecho  una  prueba  corta . 
l>ero  trabajosísima,  del  sistema  contrario,  >  tras  una  deliberación  libre  y 
premeditada,  regresa  á  la  senda  que  le  señalaba  su  jenio.  Kjeree  desahoga 
(lamente  sus  derechos  para  delegar  á  vuestra  imperial  majestad  una  |K>tes- 
lad  (pie  su  interés  le  imposibilita  desempeñar  por  si  mismo.  Estipula  pa 
ra  las  jencraciones  venideras  y  cifra  por  medio  de  un  contrato  solemne  la 
dicha  de  sus  nietos  en  los  vastagos  de  vuestrolinaje.F>stosimitarán\  uesiras 
vii ludes  y  herederán  nuestro  amor  y  nuestra  fidelidad. » 
Napoleón  respondió : 

«  lodo  cuanto  puede  contribuir  al  bien  de  la  patria  está  esencialmcn 
le  enlatado  con  nuestra  felicidad. 

•  Acepto  el  dictado  que  conceptuáis  provecboao  el  conferirme  para 
«loria  de  la  nación.  > 

talego  subordinando  el  nue\o  derecho  hereditario  a  la  sanción  del  voto 
popular,  s,-  esmeró  en  no  provocar  las  repugnancias  democráticas  del  si 
glo ,  tributando  un  postrer  homenaje  á  la  soberanía  del  pueblo  en  la  acta 
misma  que  iba  a  suspender  indefinidamente  mi  ejercicio  Entonces  pro- 
nuncio las  | ...labras  ,\\U-  ya  citamos. 


242  HISTORIA 

« Rindo  á  la  sanción  del  pueblo  la  ley  del  derecho  hereditario.  Espe 
ro  que  la  Francia  no  se  arrepentirá  nunca  de  los  blasones  que  franquea  á 
mi  familia.  En  todo  caso,  mi  espíritu  abandonará  á  mi  posteridad  el  dia 
en  que  deje  de  merecer  el  amor  y  la  confianza  de  la  gran  nación. » 

Al  salir  de  la  audiencia  del  emperador ,  el  senado  pasó  á  casa  de  Jose- 
fina para  saludarla  con  el  dictado  de  emperatriz.  «Señora,  le  dijo  Cam 
baceres,  el  concepto  público  y  las  finezas  que  estáis  de  continuo  derraman- 
do pregonan  que,  amiga  de  los  desgraciados,  solo  hacéis  uso  de  vuestro 
valimiento  con  el  caudillo  del  estado  para  aliviar  su  desventura,  y  que 
vuestra  majestad  añade  á  la  complacencia  en  favorecer  el  entrañable  esmo- 
ro que  hace  mas  grato  el  reconocimiento  y  mas  precioso  el  beneficio.  Esta 
disposición  presajia  que  el  nombre  de  la  emperatriz  Josefina  será  la  señal 

del  consuelo  y  de  la  esperanza Kl  senado  se  da  el  parabién  de  encabo 

zar  á  todos  en  saludará  vuestra  imperial  majestad. » 

Cambaceres  recibió  en  galardón  de  sus  afanes  la  dignidad  de  canciller 
mayor.  No  se  debia  menos  á  las  veras  con  que  había  depuesto  el  título  de 
segundo  majistrado  de  la  república  para  allanarse  al  de  primer  subdito 
del  imperio.  Labran  fué  nombrado  tesorero  mayor. 

No  fué  solo  en  la  respuesta  al  senado  en  la  que  Napoleón  se  esmeró  en 
halagar  á  los  asombradizos  republicanos;  la  fórmula  del  juramento  que 
prestó  al  tomar  posesión  del  solio,  demuestra  el  mismo  afán.  Quiere  que 
la  Francia  sepa  que  el  emperador  es  lo  mismo  que  e!  cónsul ,  el  primer  re 
presentante  de  la  revolución,  el  arrimo  mas  esforzado  de  la  causa  popular 
y  el  supremo  defensor  do  la  república  misma.  He  aquí  el  juramento. 

« Juro  mantener  la  integridad  del  territorio  de  la  república,  respetar  y 
hacer  respetar  las  leyes  del  concordato  y  la  libertad  de  cultos ;  respetar 
y  hacer  respetar  la  igualdad  de  los  derechos,  la  libertad  política  y  civil, 
la  irrevocabilidad  de  las  ventas  de  bienes  nacionales;  no  recaudar  contri- 
bución ni  impuesto  alguno  sino  en  virtud  de  una  ley;  mantener  el  insti- 
tuto de  la  Lejion  de  Honor  y  gobernar  con  la  única  mira  del  interés,  la 
dicha  y  la  gloria  del  pueblo  francés.  » 

Aun  echando  así  el  resto  de  sus  conatos  para  persuadir  á  la  nación  que 
el  establecimiento  del  imperio  dejaría  en  pié  la  república,  imposible  era 
que  la  fundación  de  una  nueva  dinastía  no  moviera  zozobras  en  los  pechos 
republicanos,  y  no  tuviera  que  prorumpir  en  protestas  mas  ó  menos  brio- 
sas. Fué  Carnot,  como  el  mas  descollante,  el  mas  señalado  en  el  trance.  La 
propuesta  de  restablecer  la  potestad  hereditaria  á  favor  de  Napoleón  y  de 
su  familia  se  habia  hecho  en  el  tribunado,  y  Carnot  la  habia  impugnado  á 
su  primer  asomo.  «Desde  eH8  de  brumario,  dijo  ,  hubo  una  época,  úni- 
ca acaso  en  los  anales  del  mundo,  para  premeditar  al  abrigo  de  las  bor- 
rascas, y  plantear  la  libertad  sobre  sólidos  cimientos ,  reconocidos  por  la 
esperiencia  y  la  razón.  Después  de  la  paz  de  Amiens,  Ronaparte  pudo  ele- 


DI.  N  M'OI.KON  Jjr, 

jir  entro  el  sistema  republicano )  el  monárquico  hubiera  hecho  emolo 
¡ipeteciera  sin  asomo  de  contraresto  Estábale  confiado  el  dcpi>*ito  de  la 
libertad ;  había  jurado  defenderla .  cumpliéndola  promesa,  hubiera  «lis 
fecho  las  esperaoxasde  ln  nación,  que  le  habió  cooocptuado  «'I  uniro  capaz 
de  resolvere!  gran  problema  de  la  libertad  pública  en  los  estados  gran 
•liosos;  se  hubiera  cubierto  de  una  «lona  mu  igual • 

l-a  voz  «le  Carnot  son<>  en  el  desierto.  Los  grandes  cuerpos  del  estad» 
fueron  unánimes  en  su  adhesión  á  la  monarquía.  No  dirían  sino  que  en 
una  milagrosa  resurrección  del  lado  derecho  de  la  asamblea  constituyente 
Sin  embargo,  ni  el  senado,  ni  el  tribunado,  ni  aun  el  cuerpo  lejislativo 
habían  venido  por  aquel  rumbo.  Pero  tal  babia  sido  el  raudal  de  los 
acontecimientos,  que  los  veteranos  de  la  Convención  se  bailaron  de  repen 
le  trasformados  en  rortesanos,  olvidando  los  principios,  lenguaje  y  rostí  un 
bies  que  tuvieran  el  dia  anterior. 

Ix)s  jenerales  republicanos  se  doblegaron  .  romo  lo>  antiguos  reprr 
sentantes  del  pueblo,  al  imperio  de  las  circunstancias.  Siempre  adictos  á 
la  revolución,  se  avinieron  á  servirla  bajo  su  nueva  planta",  ron  tanto  mas 
motivo,  cnanto  hallaron  una  prenda  de  resguardo  para  mi  propio  enriim 
tiramiento.  Después  de  hal>ci  sido  promovido  á  la  dignidad  imperial,  Vi 
poleon  convocó  á  la  gradería  de  su  sobo  a  los  compañeros  mas  esclarecí 
dos,  condecorándolos  con  el  dictado  de  mariscales  del  imperio,  á saber 
Bcrthicr,  Mural,  Moncey,  Jourdan,  Massena,  Augereau,  Bernadotte, 
Soult,  Bruñe,  l^annes,  Mortier,  Ney,  Davoust,  Besicres,  Kellermann,  \jc 
fevre,  Perignon  y  Serrurier. 

El  pueblo  no  culpó  de  apostasia  á  todos  los  soldados  de  la  república 
viéndolos  aceptar  un  titulo  que  recordaba  la  monarquía  fcudnl.  Al  contra 
rio,  consideró  como  un  nuevo  homenaje  á  los  principios  de  igualdad,  para 
él  (anearos,  el  decreto  que  vinculaba  en  el  cabal  desempeño  militar  la 
alta  dignidad  que  el  antiguo  réjimen  solia  conferir  únicamente  al  naci- 
miento. 

Pronto  se  le  proporcionó  á  Napoleón  una  coyuntura  para  solemnizar 
su  advenimiento  a  la  potestad  suprema  con  un  acto  de  demencia,  l'.l  fallo 
del  tribunal  de  justicia  criminal,  pronunciado  el  lude  junio  de  1801,  con 
dañó  a  pena  capital  á  Jorje  Cadoudal  y  á  sus  cómplices.  Kl  jeneral  Morcan, 
escudado  ron  su  nombradla  y  el  afecto  del  ejército,  fué  sentenciado  a  una 
reclusión  de  dos  años,  conmutada  en  destierro  perpetuo.  Pero  entre  los 
reos  sentenciados  á  la  pena  capital .  se  hallaban  hombres  de  esclarecido 
linaje,  tales  como  MM.  de  Bi viere  y  de  Polignac.  luciéronse  las  mas  a<  ti 
vas  dilijencias  para  salvarlos,  y  Josefina  se  encargó  de  corroborar  las  efi 
caces  instancias  de  las  familias  desconsoladas.  Madama  de  Nonlessoe  pasó 
ji  San  Cloud  bajo  sus  auspicios ,  y  presento  al  emperador  madama  Ac  Po 
lignac,  quien  le  pidió  la  gracia  de  su  marido  v  la  de  Mr.  ilc  Riviere.  «  He 


244  HISTORIA 

mos  conseguido ,  decia  de  allí  a  pocos  dias  la  emperatriz ,  que  madama  de 
Polignac  se  le  presentase.  ¡Dios  mió!  ¡cuan  hermosa  estaba !  Bonaparte  se 
conmovió  al  verla  y  le  dijo :  « Señora ,  perdono  á  vuestro  marido ,  ya  que 
solo  trataba  de  quitarme  la  vida. » 


No  paró  en  esto  la  jenerosidad  de  Bonaparte ,  pues  también  accedió  á 
menos  poderosas  intercesiones.  Una  muchacha  de  una  familia  desconocida 
obtuvo  para  su  hermano  lo  que  madama  de  Polignac  habia  conseguido 
para  su  marido.  La  clemencia  imperial,  implorada  con  feliz  resultado  por 
MM.  de  Polignac  y  de  Riviere,  se  estendió  á  Lajolais ,  Bouvet  de  Lozier , 
Rochelle,  Gaillard,  Russillony  Carlos  de  Hozier;  Jorje  y  sus  cómplices 
fueron  ajusticiados.  Pichegrú  habia  precavido  á  un  tiempo  su  sentencia  y 
su  castigo  ahorcándose  en  el  calabozo.  « La  ejecución  de  Jorje,  dice  Napo- 
león en  sus  Memorias,  no  movió  á  compasión,  por  cuanto  el  asesinato , 
cualquiera  causa  que  lo  motive,  será  siempre  odioso  á  los  hombres.  La  ac- 
ción de  Judit  necesita  todo  el  predominio  de  la  Sagrada  Escritura  para  no 
causar  ira. »  En  cuanto  al  suicidio  de  Pichegrú,  debia  ser  revocado  en  du- 
da en  una  época  en  que  todas  las  pasiones  odiosas  de  los  partidos  contra- 
rios y  de  las  facciones  vencidas  se  hermanaban  para  calumniar  y  envilecer 
al  vencedor.  Puede  haber  habido  hombres  de  buena  fe  que  se  dejaron  per- 
suadir que  se  habia  atropellado  la  muerte  de  Pichegrú  por  disposición  del 
emperador.  «Vergonzoso  fuera,  dijo  Napoleón,  quererse  sincerar  de  un  he- 


i>K  NAPOLEÓN 
clin  tan  ilf^iiuiarfo-  ¿(Joá  podwi  yo  ganar  ron  c*ln»  1  n  hombre  de  mi  carác- 


ter no  obra  sin  grandes  motivos.  ¿Me  han  visto  acaso  derramar  sangre  por 
antojo?  Por  mas  qne  echen  el  resto  en  timarme  bajo  todos  los  conceptos, 
I.N  que  me  conocen  saben  qne  mi  organización  es  opuesta  al  crimen,  y 
que  en  toda  mi  administración  no  aparece  ningún  acto  privado  del  que  yo 
no  pudiera  responder  ante  un  tribunal,  no  solo  sin  cortedad,  sino  con  cier 
to  señorío.  Kl  hecho  es  que  Pichegrú  viéndose  en  una  situación  desahucia, 
da,  no  pudo  su  entereza  arrostrar  la  afrenta  de  un  ajusticiado;  desconfió 
de  mi  clemencia  ó  la  menospreció  y  se  dio  la  muerte.  •  (Memorial.) 
Pero  en  tanto  que  los  principes  que  habían  armado  el  brazo  de  l< 
inducido  á  Pichegrú  á  una  nueva  traición,  estaban  devorando  en  Inglater- 
ra el  sonrojo  de  haber  dado  el  cetro  al  que  intentaban  matar  á  puñaladas, 
el  caudillo  ile  la  familia  de  Jos  Borbones.  a  quien  Napoleón  declara  no  ha 
bcr  hallado  nunca  ten  una»conspi  ración  directa  contra  n  vida,  i  |  que  se 
hallaba  á  la  sazón  retirado  en  Vnrsovía .  ere*  ó  deber  pnbliear  un  maní 
tiesto  contra  «d  acta  del  cenado  que  había  I u miado  una  cuarta  dinastía. 
1'ouche.  que  fué  el  primer  sabedor  da  aquel  documento .  estuvo  solicito 
.mi  lavando  al  emperador,  conceptuando  que  Napoleón  le  agí adecena su 
afán  *  dilijemia  >  le  daría  inmediatamente  ítideMi  leveras  para  atajar  en 
Francia  el  escrito  de  luis  \\  III .  pero  Kouch.-  m  engañaba  Napoleón  leyó 
la  declaración  del  pretendiente  y  dijo  tibiamente  al  ministro  al  devolverse- 
la :  •  Vaya,  vaya ,  ¿con  qué  el  conde  de  lila  quiere  hacer  de  tes  soyas  ? 


246  HISTORIA 

bien,  muy  bien.  Mi  derecho  está  en  la  voluntad  de  la  Francia  y  sabré  man- 
tenerlo mientras  tenga  una  espada.  Los  Borbones  deben  saber  que  no  los 
temo,  y  así  que  me  dejen  en  paz.  Decis  que  los  bobos  del  arrabal  de  San 
Jerman  van  á  sacar  copias  de  la  protesta  del  conde  de  Lila;  pues  bien,  que 
la  lean  á  su  gusto.  Maudadla  al  Monitor  y  que  la  publiquen  mañana. »  Y 
en  efecto ,  ell".  de  julio,  el  Monitor  publicó  la  protesta  de  Luis  XVIII. 

De  allí  á  pocos  dias  era  el  aniversario  de  la  toma  de  la  Bastilla,  y  esta 
función  republicana  parecía  deber  hacerse  desabrida  al  nuevo  monarca ; 
pero  muy  lejos  de  esto ,  acertó  Napoleón  á  eslabonar  los  recuerdos  del  1  \ 
de  julio  con  las  instituciones  que  habia  planteado.  Elijió  este  dia  para  la 
primera  distribución  de  las  cruces  de  la  Lejion  de  Honor,  y  para  que  los 
agraciados  prestasen  juramento.  Verificóse  la  ceremonia  en  los  Inválidos. 
El  cardenal  de  Belloy,  arzobispo  dcParis,  salió  á  recibir  al  emperador,  á 
la  puerta  de  la  iglesia  seguido  de  todo  el  clero.  Napoleón  iba  acompañado 
de  todas  las  grandes  dignidades  y  empleados  eminentes  del  imperio.  Des 
pues  del  oficio  divino ,  Lacepede ,  canciller  mayor  de  la  Lejion  de  Honor, 
tomó  la  voz  y  pronunció  un  discurso  del  que  estractamos  el  paso  si- 
guiente : 


DE  \  IPOI.RON  *¿Í7 

«  Hoy  existe  por  la  voluntad  del  pueblo  cnanto  apeteció  alia  en  I i  él 
julio  de  ITHt».  Ha  conquistado  su  hUntad.  y  se  halla  afianzada  sobre  leu*. 
inmutable»;  b« querido  la  igualdad.  >  esta  escudada  por  un  gobierno  que 

constituye  80  cimiento Repetid estas  palabras,  ya  proferida*  en  este 

milito,  \  que  suenen  basta  los  confines  dd  imperio:  caMtoteaanNeo  m 
i  •  de  julio  m  ¡nnutable  ¡  cuaalo  n  destruyó  do  puede  )a  tener  cabida.  • 

Deapoei  de  su  discurso,  Lncepcde  llamo  por  sus  nombres  A  Ion  gran 
dai  itii.i.ilcs  de  la  i  .ejión,  entre  los  que  asomaba  el  cardenal  Cepi  i 

cubriéndose  el  emperador  .  según  uso  de  losrc\es  de  Francia,  dij»  ron 

ros  muy  eatera  ea  medio  dd  profundo  silencio  y  del  fetyioso recojimien 
to  de  toda  la  ooncurreaeia. 

« Gomaodaales,  oficiales,  lejionarios  .  cíodadaoos  y  soldado*,  ¿juráis 
por  fueatro  honor  sacrificaros  ni  sonido  del  imperio  y  conservar  integro 
su  territorio? ¿Juráis defender  d  emperador,  las  leyes  de  la  repábües  > 
las  propiedades  por  dlasreasagradaí,  pelear  per  oaanfos  lawlios  abonan 

la  justicia .  la  razón  y  las  leyes,  COOtra  CUilqnieT  intento  encaminado  a 
restablecer d  réjaaea  feudal? ¿jarais  finalmente  echar  d  resto  de  vuestros 
elctoeea  BU  sostener  la  Hkertad  y  la  igualdad ,  estribos  fundamentales  de 
nuestras  constituciones?  ¿  Ijo  juráis?  • 

Todoi  los  miemhros  de  la  Lsjion  respondieron  afirmativamente,  y  al 
punto  resonaron  bajo  las  bofadas  del  templo  las  voces  de  <  Viva  el  empe- 
rador. »  Mr.  de  Rourrienne  confiesa  que  fuera  imposible  describir  el  entu 
siasmo  de  los  circunstantes. 

Al  dia  siguiente  de  esta  ceremonia,  la  escuela  Politécnica  recibió  una 
nueva  organización. 

Dos  dias  después,  Napoleón  salió  de  Paris  para  recorrer  las  costas  de 
la  Mancha  é  inspeccionar  los  campamentos  que  tenia  dispuestos.  Anuncio 
que  este  viaje  tenia  por  objeto  una  solemne  distribución  de  las  anees  ■  I » - 
la  lsjion  de  Honor  á  los  valientes  que  no  habian  podido  asistir  á  la  cere- 
monia de  los  Inválidos.  Sin  embargo,  se  creyó  jenernlmente  que  esta  dis 
tribucion  era  un  pretesto,  y  que  Napoleón  tenia  siempre  i  la  vista  la  reali 
/«•ion  de  su  intento  predilecto,  esto  es,  un  desembarco  en  Inglaterra. 

I  is  tropas  situadas  en  la  costa  se  eslemban  desde  Ktaples  basta  (>sten- 
de.  Davoust  mandaba  en  Dunkerque ;  Ney  en  Cales ;  Oudinot  en  Santomer; 
Mormonl  en  Mis  fronteras  de  Holanda,  y  Soulten  el  campamento  jeneral  en 
Boloña. 

\  su  llegada  á  esta  riudad  ,  el  emperador  halló  el  ejército  rebosando 
•  le  entusiasmo  y  denuedo.  Soldados  \  jenerales  m-  creían  próximos  á  pasar 
el  estrecho.  >  no  dejaba  de  li  d>or  sus  re. dos  de  la  otra  parle  de  la  Mancha. 
Quinientas  velas  mandadas  por  el  almirante  Verbuel  estaban  como  aguar 
dando  una  señal  |>ara  diríjirse  sobre  los  puertos  de  la  Grao  Bielafta.  Ñapo 
león  era  el  único  que  tenia  el  secreto  del  destino  eventual  de  aquellos  te 


248  HISTORIA 

mibles  campamentos.  Al  paso  que  amenazaba  verdaderamente  á  la  Ingla- 
terra ,  veia  formarse  nuevas  borrascas  en  el  continente ;  y  acaso  cuando 
parecía  estar  engolfado  con  los  inmensos  preparativos  de  una  espedicion 
marítima,  se  preparaba  mas  de  recio  para  laguerra continental,  cuya  inevi- 
table esplosion  divisaba  á  lo  lejos. 

Ochenta  mil  hombres  de  los  campamentos  de  Boloña  y  de  Montreuil 
se  reunieron  á  las  órdenes  del  mariscal  Soult  en  una  dilatada  llanura  cerca 
de  la  Torre  de  César.  El  emperador  compareció  en  medio  de  ellos,  seguido 
de  un  estado  mayor  compuesto  de  los  capitanes  mas  descollantes  de  aque- 
lla época  esclarecida.  Situóse  en  una  eminencia  que  la  naturaleza  parecía 
haber  proporcionado  de  intento  para  servirle  de  trono,  y  allí  repitió  con 
voz  sonora  la  alocución  que  habia  dirijido  á  los  lejionarios  en  la  ceremo- 
nia de  los  Inválidos.  Sus  palabras  no  tuvieron  menos  fuerza  en  Boloña  que 
en  Paris;  fueron  tales  los  arranques  que  escitó,  y  tal  la  satisfacción  que 
sintió  Napoleón,  que  su  edecán,  el  jeneral  Rapp,  ha  declarado  después  que 
nunca  le  habia  visto  tan  complacido. 

Este  precioso  dia  de  la  Torre  de  Orden  fué  sin  embargo  alterado  por 
la  tarde  con  un  temporal  que  infundió  zozobra  por  el  paradero  de  una  par- 
te de  la  escuadrilla.  Elemperador,  avisado,  acudió  inmediatamente  al  puer- 
to para  providenciar  presencial  y  ejecutivamente.  Pero  á  su  llegada,  cesó 
la  tempestad,  como  si  los  elementos  acataran  el  predominio  del  prohombre 


DE  NAI'OI.KON.  249 

>  el  embolen  den  mirada.  ÜLaKeadj illa  \«>h m  inlarbí  al  puerto,  y  Na- 
poleón regresó  al  campamento  en  don. Ir  las  tropas  se  rutn-naron  luego  á 
<li\  rrsinnos  y  regocijos  que  se  terminaron  ron  fuego*  artilirtales  disparados 


en  la  costa  y  cuyos  destellos  se  divisaron  desde  la  costa  misma  de  Ingla 
térra. 

Durante  la  residencia  de  Napoleón  en  el  campamento  de  Rolona  ,  dos 
marineros  ingleses,  prisioneros  en  el  depósito  de  Verdón,  se  escaparon  y 
llegaron  á  Molona ,  en  donde  construyeron  un  l>ote ,  sin  otra  herramienta 
que  sus  navajas ,  con  algunos  pedazos  de  madera  que  ajustaron  lo  mejor 
que  pudieron ,  para  pasar  á  Inglaterra  en  aquel  frájil  bajel  que  \\u  hombre 
solo  podia  llevar  fácilmente  al  hombro.  Acabado  su  trabajo ,  los  dos  ma- 
rineros se  hirieron  á  la  mar,  procurando  «lar  lIcNMe  á  una  fracata  nicle 
sa  que  cruzaba  á  vista  de  la  costa.  Apenas  salieron,  cuando  los  aduaneros 
los  descubrieron .  y  habiéndolos  apresado  y  vuelto  al  puerto,  fueron  presen 
tados  al  emperador,  quien  habia  manifestado  deseos  de  verlos,  como  tam 
bien  el  bote,  pues  su  arrojo  habia  causado  mucha  novedad  en  todo  H 
r.mipamento  «¿Es  cierto,  le»  preguntó  el  emperador,  que  tratabais  de 
pasar  el  mar  en  ese  bote  v  —  Señor .  si  k>  dudáis,  respondieron  los  marine 


250 


HISTORIA 


ros,  dadnos  vuestro  permiso  y  nos  marcharemos  inmediatamente.  —Cor- 
riente ,  marchad,  puesto  que  tal  es  vuestro  arrojo ;  me  prenda  el  denuedo 
en  donde  quiera  que  asome;  mas  no  quiero  que  espongais  vuestras  vidas; 


desde  ahora  quedáis  libres  y  voy  á  mandar  que  os  lleven  á  bordo  de  un 
buque  inglés.  Allá  podréis  referir  cuanto  aprecio  á  los  valientes,  aun  cuan 
do  sean  mis  enemigos. »  Estos  dos  hombres,  que  iban  á  ser  ajusticiados  por 
espías,  con  la  vista  del  emperador,  no  solo  consiguieron  su  libertad,  sino 
también  algunas  monedas  de  oro.  Hallándose  después  en  Santa  Helena, 
se  entretuvo  en  referir  este  hecho  á  sus  compañeros  de  destierro. 

Ya  dijimos  que  el  emperador  contaba  con  una  guerra  mas  ó  menos 
próxima  en  el  continente.  Sabia  que  si  la  diplomacia  monárquica  de  Euro 
pa  habia  ido  atemperando  su  lenguaje  y  sus  pretensiones  á  la  pujauza  de 
nuestras  armas  victoriosas,  en  nada  habían  variado  sus  propensiones.  Las 
maquinaciones  del  gabinete  inglés  podrían  inducir  de  un  dia  á  otro  á  las 
cortes  de  Viena,  de  Petersburgo  ó  de  Berlín  á  una  nueva  alianza  contra  la 
Francia.  Las  disposiciones  hostiles  de  todas  estas  cortes  se  alcanzaban  por 
cualquiera  que  comprendiese  la  incompatibilidad  de  nuestra  monarquía  re- 
volucionaria con  la  añeja  soberanía  de  los  demás  estados.  Pero  Napoleón 
conocia  aun  mejor,  de  un  modo  positivo  por  medio  de  sus  ajentes  diplo 
máticos,  la  malquerencia  y  las  disposiciones  guerreadoras  de  los  gabine- 
tes austríaco,  ruso  y  prusiano.  Los  ochenta  mil  hombres  que  tenia  en  el 
campamento  de  Boloña  debían  servirle  para  las  continjencias  que  esta 
mala  voluntad  podia  acarrear.  Miraba  en  ellos  su  porvenir  y  el  de  la  Fran- 


DE  NAfOLBOÍS  I  H 

na.  \  asi  echo  d  resto  ni  fomentar  y  estimular  el  entusiasmo di  la»  tropas 
Desde  entonces  fue  Braoldando  sobre  lo  restante  «Ir  los  «•júralos  repnbh.  i 
nos  la  planta  de  las  fe.lanjes  imperiales .  niyo  transito  trina  dispuesto  la 
Providencia  por  todas  las  capitales  do  Knrnpa.  K.ran  siempre  los  mismos 
soldados  y  jcnerales ,  eran  los  VITOMI  >  los  pensamientos  dH  siglo  diez  y 
odio,  los  hijos  de  la  revolución.  Kl  campo  de  lloloña  fué  la  cuna  de  aquel 
(irande  Ejército,  á  un  tiempo  avasallador  y  propagandista,  qu«-  hallo  en 
los  campos  de  Waterloo,  tras  diez  años  de  inauditos  triunfos,  una  huesa 
labrada  por  la  traición  y  la  fatalidad,  y  esclarecida  con  su  heroísmo ,  ante 
poniendo  la  muerte  á  la  rendición. 

Los  preparativos  militares  que  estaban  embargando  el  ánimo  del  em 
perador  no  le  hacían  desatender  la  administración  civil  del  imperio.  Se 
complacía  todo,  al  contrario,  en  abarcar  cuantos  objetos  caben  en  losam 
bitos  del  gobierno  con  desojada  y  cabal  maestría  Asi  en  medio  de  las 
inspecciones  y  revistas  del  campo  de  Bolona,  fundo  los  premios  derenales 
con  un  decreto  estendido  en  estos  términos 

«  Namh.eo*  ,  emperador  de  los  Franceses ,  a  lodos  los  que  las  presen 
tes  vieren,  salud. 

t  Siendo  nuestro  ánimo  fomentar  las  atoan ,  las  letras  y  las  arte» 
que  contribuyen  ante  todo  á  la  ilustración  y  gloria  de  las  naciones ; 

•  Deseando  no  solo  que  la  Francia  conserve  la  preponderancia  que  se 
ha  granjeado  en  ciencias  y  artes ,  sino  también  que  el  siglo  entrante  aven 
taje  á  los  anteriores ; 

«  Anhelando  conocer  también  á  cuantos  descollaren  eu  la  carrera  de 
ciencias ,  letras  y  artes  ; 

<  Hemos  decretado  y  decretamos  lo  siguiente : 

«  Art.  1.  Se  celebrará  cada  diez  años,  el  dia  aniversario  del  IX  de  bru 
m. u  10 .  una  distribución  de  grandes  premios ,  dados  por  nuestra  propia 
mano,  en  el  sitio  y  con  la  solemnidad  que  mas  adelante  se  espresarán. 

t  II.  Todas  las  obras  de  ciencias,  literatura  y  artes,  todos  los  inventos 
útiles ,  Uníoslos  establecimientos  dedicados á  los  adelantos  de  la  agricul- 
tura ó  de  la  industria  nacional ,  publicados ,  conocidos  ó  planteados  en 
un  intermedio  de  diez  años,  cuyo  término  procederá  de  un  año  á  la  épo 
ca  de  la  distribución ,  competirán  para  los  premios  mayores. 

•  III.  S¿i  primera  distribución  se  verificará  el  18  de  brumario  del 
año  XVIII,  y  conforme  á  las  disposiciones  del  articulo  precedente,  el  certa 
men  abarcará  cuantas  obras,  inventos  ó  establecimientos  sean  publicados 
ó  conocidos  desde  el  intermedio  del  18  de  brumario  del  año  VII  al  18  de 
brumario  del  año  XVII. 

•  IV.  Estos  premios  mayores  seráo,  unos  del  valor  de  I  O.OOo  frascos. 
y  otros  del  de  5.000. 

■  V.  Ixw  del  valor  de  10.000  francos  serán  nueve,  y  conferidos: 


252  HISTORIA 

« I".  A  los  autores  de  las  dos  mejores  obras  de  ciencias :  una  de  física 
y  otra  de  matemáticas; 

«2°.  Al  autor  de  la  mejor  historia  ó  del  mejor  trozo  de  historia,  ya 
sea  antigua  ó  moderna ; 

« 5o.  Al  inventor  de  la  máquina  mas  útil  á  las  artes  y  á  la  fabricación; 

« 4o.  Al  fundador  del  establecimiento  mas  ventajoso  á  la  agricultura  ó 
á  la  industria  nacional ; 

« 5o.  Al  autor  de  la  mejor  composición  dramática  representada  en  los 
teatros  franceses,  ya  sea  comedia  ó  trajedia; 

•  6o.  A  los  autores  de  las  dos  mejores  obras,  una  de  pintura  y  otra  de 
escultura,  representando  hechos  señalados  ó  acontecimientos  memorables 
sacados  de  nuestra  historia ; 

« 7o.  Al  compositor  de  la  mejor  ópera  representada  en  el  teatro  de  la 
Academia  imperial  de  música; 

«  VI.  Los  premios  mayores  del  valor  de  5.000  francos  serán  trece,  y 
conferidos : 

«Io.  A  los  traductores  de  diez  manuscritos  de  la  biblioteca  imperial 
ó  de  las  demás  bibliotecas  de  Paris,  escritos  en  lenguas  antiguas  ú  orienta- 
les, y  reconocidos  por  los  mas  útiles  á  las  ciencias,  historia,  buenas  letras 
y  artes ; 

«  2o.  A  los  autores  de  los  tres  mejores  poemas  que  traten  de  sucesos 
memorables  de  nuestra  historia  ó  de  acciones  honoriíicás  para  el  pueblo 
francés. 

« Vil.  Estos  premios  se  adjudicarán  por  informe  y  á  propuesta  de  un 
jurado  compuesto  de  los  cuatro  secretarios  perpetuos  de  las  cuatro  clases 
del  Instituto ,  y  de  los  cuatro  presidentes  en  ejercicio  durante  el  año  que 
preceda  al  de  la  distribución. »  , 

Mientras  que  la  Europa  conceptuaba  á  Napoleón  dispuesto  á  caer  sobre 
Inglaterra,  le  vio  Bruselas  aparecer  de  repente  en  sus  muros.  Habia  avisado 
á  Josefina  que  se  verian  en  aquella  ciudad,  y  con  efecto  se  verificó  su  reu- 
nión en  el  castillo  de  Laken,  que  estaba  magníficamente  dispuesto  para  el 
intento.  Allí  fué  donde  recayendo  la  conversación  sobre  una  novela  de 
madama  de  Stael ,  se  espresó  Napoleón  acerca  de  aquella  célebre  escritora 
en  los  términos  que  citamos  y  que  dan  vado  para  enterarse  de  la  hostilidad 
en  que  prorumpió  posteriormente  la  autora  de  Corina  respecto  al  empera- 
dor :  «  Así  como  no  me  gustan  los  hombres  afeminados,  tampoco  me  cua- 
dran las  mujeres  ahombradas.  Cada  cual  desempeñe  su  papel  en  este  mun- 
do. ¿Qué  son  esos  desvarios  de  la  imajinacion?  ¿Qué  viene  á  quedar  de 
todos  ellos  ?  Nada.  Todo  eso  no  es  mas  que  metafísica  inapeable  y  descon- 
cierto de  potencias.  No  puedo  estomagar  á  esa  mujer;  además  no  me  gus- 
ta que  las  mujeres  den  conmigo  los  primeros  pasos,  y  sabe  Dios  de  cuan- 
tas zalamerías  se  ha  valido  la  susodicha. » 


DK  ISAPOLB01S  ir, 

\a  repugnancia  que  Napoleón  había  proferido  siempre  á  madama  de 
Stnel.  convertida  en  enemiga  por  haberse  visto  desechada, •  como  diferí 
Piano  rir  Snnla  Helena,  destempla  aquí  descompasadamente  al  probom 
bre  ron  la?  mujeres  en  joneral ,  porque  tenin  motivos  particulares  para 
quejarte  de  uñado  ellas.  Su  tino  habitual  se  estmio  además  tanto  en  esto 
punto  ron  su»  rencores  y  sus  mañas,  que  aun  en  Santa  Molona  continuaba 
opinando  del  mismo  modo  acerca  de  las  relación»*  morales  de  los  sexos,  y 
-tinaba  eo  afirmar  que  las  mujeres  solo  oran  del  caso  para  procrear. 
•  Devaneo  os  qno  aspiréis  a  la  igualdad  .  •  doria  á  las  señoras  Bertrand  y 
Montholon  ;  « la  mujer  es  propiedad  nuestra;  nosotros  no  somos  Ui  suya.  • 

li  residencia  del  emperador  en  1-iken  fuo  do  corta  duración  l^p» 
aquel  \  istoso  paraje  trasladándose  á  Aquisgran  ,  donde  pormanorió  alga 
nos  días,  detenido  eo  cierto  modo  por  una  simpatía  misteriosa  a  la  capital 
y  al  tepatero  del  conquistador,  cuyo  imperio  reponía  al  cabo  de  mil  año*. 
>  que  había  recibido  del  cíelo,  como  él.  el  instituto  de  cmlixador  da  la  Eu- 
ropa por  entrambas  potestades  .  dd  Domen  J  de  lafl  armas 

Desde  la  ciudad  de  C-irlomagno .  ciñas  insignias  quiso  trasladar  a  Ta- 
ris .  s«-  dinjio  Napoleón  á  Maguncia .  pasando  por  Colonia  y  Cohlcnza.  Los 
principes  del  imperio  se  agolparon  a  su  encuentro,  y  utilizó  su  oficiosidad 
para  ochar  los  cimientos  do  la  Confederación  del  Rin ,  con  que  trataba  de 
\  aliar  la  Francia  contra  las  grandes  potencias  del  Norte. 

Poro  no  le  bastaban  todavía  al  glorioso  restaurador  del  imperio  de  Car 
lomagno  los  rendimientos  sinceros  ó  finjidos  de  los  principes  y  los  votos 
del  pueblo.  II  héroe  civilizador  de  la  edad  media  habia  hecho  que  la  re 
Iijioii  consagrara  su  potestad ,  y  Napoleón  desentendiéndose  de  la  diferen 
cía  de  los  tiempos,  quería  escudar  su  solio  con  todos  los  arrimos  que  eupie 
ron  al  do  Carlomagno.  Para  que  la  semejanza  fuese  aun  tan  cabal  como 
cabia.  deseo  el  nnjimiento  pontifical .  y  con  este  objeto  despacho  desdo 
Maguncia  i  liorna  á  Cafarelli  para  que  recabase  de  Pió  Vil  el  venir  á  con 
sagrar  en  Paris  al  emperador  de  los  Franceses.  Durante  esta  negociación  . 
Napoleón  disponía,  desde  las  márjenes  del  Hin.  la  salida  do  (Lis  escuadras. 


254  HISTORIA 

una  de  Rochefort  y  otra  de  Tolón,  á  las  órdenes  de  los  almirantes  Missiessy 
y  Villeneuve.  Así  andaba  preocupado  de  espediciones  marítimas.  Al  cabo 
de  tres  meses  de  ausencia,  volvió  á  tomar  el  camino  de  su  capital  y  llegó 
á  San  Cloud  á  mediados  de  octubre. 


I.AIM1IH»     VMI 


t  omocjrinn  dr¡  rnerpo  l*)i«l*ti*o    <  .miprnl.inon  n>  lo«  »olo«  popnlar 
I  lrt»dj  *   Frjnria  <!*•!  papi   Pió   Vil.     Coronarton  ilrl  amblador. 


a  época  de  la  coronación  M  1K1 
acareando,  pues  Cafarelli  avisaba 
de  Roma  que  estaba corrunic  su 
encargo.  Napoleón  iba  i  sentar* 
en  el  solio  de  los  primoj«»nitos  de 
la  Iglesia  con  el  solemne  benapla- 
BÜO  |  Un  auspicios  de  la 
infalible  déla 


aunarse  el  boato  de  las  representaciones  políticas  con  las  solemnidades  de 
la  rdijion   Kl  afijo .  el  tribunado  y  el  consejo  de  esudo 


256  HISTORIA 

toarse  como  perenes  ;  solo  el  cuerpo  lejislativo  necesitaba  convocarse  con 
mucha  anticipación,  y  lo  fué  por  un  decreto  del  4  7  de  octubre. 

Los  individuos  del  senado  habian  prestado  ya  un  juramento  individual 
al  emperador ,  y  el  presidente  Francisco  de  Neufchateau  habia  pronuncia- 
do un  discurso  en  que  sobresalian  las  palabras  siguientes  : 

« Señor,  cuando  en  un  porvenir  allá  remoto,  nuestros  nietos  y  bisnie- 
tos vengan  con  igual  festejo  á  reconocer  por  emperador  á  aquel  de  vuestra 
prole  que  deba  recibir  su  juramento  de  fidelidad ,  una  sola  palabra  basta- 
rá para  retratarle  al  vivo  los  anhelos  y  urjencias  del  pueblo ,  y  para  deli- 
nearle todos  sus  deberes :  «  Os  llamáis  Bonaparte  ;  sois  el  hombre  de  la 
Francia  :  acordaos ,  príncipe ,  del  Gran  Napoleón.  » 

Cuando  se  recojieron  los  votos  del  pueblo  acerca  del  senado-consulto 
del  28  deíloreal  del  año  XII,  y  la  comisión  especial  del  recuento  que 
desempeñó  Rcederer,  hubo  probado  que  «tres  millones  quinientos  setenta 
y  dos  mil  trescientos  veinte  y  nueve  ciudadanos »  habian  declarado  que- 
rer la  sucesión  hereditaria  de  la  dignidad  imperial  en  la  descendencia  di- 
recta, natural,  lejílima  y  adoptiva  de  Napoleón  Bonaparte,  y  en  la  descen- 
dencia natural  y  lejítima  de  José  y  Luis  Bonaparte,  también  fué  Francisco 
de  Neufchateau  quien  tuvo  el  encargo  de  dar  el  parabién  á  Napoleón  por 
el  nuevo  testimonio  de  confianza  y  gratitud  que  acababa  de  darle  el  pueblo 
francés.  En  medio  de  los  conatos  de  la  adulación  y  de  las  lisonjas  académi- 
cas que  por  precisión  tenían  que  componer  el  razonamiento  oficial  del  pre- 
sidente del  senado,  y  que  al  menos  se  hacían  disculpables  con  un  hombre 
como  Napoleón ,  supo  el  orador  deslindar  la  diferencia  esencial  que  debía 
mediar  entre  la  monarquía  imperial  y  la  antigua  soberanía,  que  venia  á  ser 
la  misma  que  habia  entre  la  revolución  y  el  antiguo  réjimen ,  porque  de 
otro  modo,  no  tuviera  cabida  el  voto  reciente  del  pueblo  francés.  «El  dic- 
tado de  emperador  siempre  recordó  ,  dijo,  no  la  soberanía  ante  que  se 
humillan  y  postran  los  subditos,  sino  el  concepto  encumbrado  y  liberal 
de  un  primer  majistrado  mandando  en  nombre  de  la  ley  á  la  que  los  ciu- 
dadanos se  precian  de  obedecer  » 

Napoleón  contestó: 

« Subo  al  trono  á  que  me  llaman  los  votos  unánimes  del  senado,  del 
pueblo  y  del  ejército,  convencido  de  los  sumos  destinos  de  ese  pueblo  á  quien 
yo  saludé  el  primero  desde  los  campamentos  con  el  nombre  d"  Grande. 

« Desde  mi  mocedad  se  vincularon  en  él  todos  mis  pensamientos,  y  este 
es  el  momento  de  espresarlo ;  mis  recreos  y  mis  congojas  se  cifran  desde 
ahora  en  la  dicha  ó  desventura  de  mi  pueblo. 

«  Mis  descendientes  conservarán  por  mucho  tiempo  este  solio,  el  pri- 
mero del  universo. 

« En  los  campos  de  batalla  serán  los  primeros  soldados  del  ejército , 
sacrificando  su  vida  por  la  defensa  de  su  pais. 


DE  NAPOLIOfS 

•  (jtinn  majistrados.  no  perderán  do  visi.i  qnr  el  mcnosprmo  de  h- 
leyw  \  la  illeiauon  del  órdei  «.(>•  iil  son  tan  solo  el  rutilado  de  la  flaqueza 
\  «Ir  la  ineertidumbre  fio  los  principes. 

«Nosotros,  sonadores .  cnvo  consejo  y  ¡irrimo  minea  mr  hilaron  en 
las  mas  criticas  circunstancia*,  VUestroi  alcnnoe*  se  irán  trasmitiendo  á 
Mifsiros  sucesores;  so«l  siempre  el  resguardo  >  km  prinápele*  cot)tt|efoi 
ríe ntfl  trono.  imprescindible  parala  folirul.nl  de  t.ui  dilatado  iiii|n>ii  I 

toeraébeJC  el  «lia  «le  la  consagración .  Pío  Vil.  salido  «lo  Roma  a  pnnn 
pioc  de  noviembre,  llegó  el  2Bá  Fwliiígbleac  Napoleón,  «pie  había  di* 
puesto  imn  cacería  para  hallarsr  en  si:  transito,  le  salió  al  encuentra  oa 
el  camino  de  Nemurs.  Luego  «pie  le  áuuhtié,  se  apeó  ;  hizo  lo  mismo  o| 
pontífice,  y  habiéndose  abrazado,  subieron  en  el  mismo  eoehe  y  pasaron  al 
palacio  imperial  «le  Kontaineblcan,  alhajado  de  nuevo  con  loda  maenifi 
cencía,  Ll  emperador  y  el  papa  tuvieron  juntos  vanas  conferenciasen  aque- 
lla rejia  mansión  .  de  la  «pie  salieron  el  '2X.  verificando  el  mismo  «lia  su 
entrada  en  París. 

Habíase  lijado  el  '2  «le  diciembre  para  la  consagración  .  pero  aun  n:> 
estaba  determinado  el  sitio  de  la  ceremonia.  I  nos  hablaban  del  Campo  de 
Marte,  otros  «le la  iglesia  «le  los  Inválidos,  >  al  lin  Napoleón  prefiní)  Nuestra 
Seftore.  Kl  Campo  «le  Harte  abundaba  demasiado  en  recuerdos  revolucio- 
narios- para  cuadrar  eon  un  ceremonial  en  el  que  la  revolución .  dando  al 


258  HISTORIA 

olvido  sus  borrascosos  estremos  y  su  odio  primitivo  á  los  sacerdotes  y  á 
los  reyes,  debia  estremarse  en  sincerar  su  monárquico  disfraz,  y  manifes- 
tar á  la  Europa  que  podia  hermanarse  con  la  unidad  del  poderío  y  el  ejer- 
cicio de  la  relijion.  Desatino  fuera  repetir  en  4  804  lo  que  se  hiciera  en 
1790.  Pero  si  Pió  VII  estaba  harto  sabedor  de  su  dignidad  para  avenirse  á 
un  arreglo  en  el  cual  tenia  que  ser  un  imitador  de  Talleyrand ,  tam 
bien  Napoleón  tenia  de  suyo  un  tino  muy  certero  para  requerir  algo 
que  se  le  pareciese.  «Se  ha  tratado  del  Campo  de  Marte,  dijo,  como  un  re- 
cuerdo de  la  confederación  ;  pero  los  tiempos  han  variado Se  ha  pen- 
sado en  celebrar  la  ceremonia  en  la  iglesia  de  los  Inválidos  á  causa  de  las 
memorias  guerreras  que  presenta ;  pero  la  de  Nuestra  Señora  será  mejor; 
es  mas  capaz,  y  también  tiene  sus  recuerdos  que  hablan  mas  á  la  imajina 

cion,  dará  á  la  solemnidad  un  carácter  mas  augusto »  (Pelet  de  la 

Lozere. ) 

Llegado  el  dia,  Pió  VII  pasó  á  Nuestra  Señora,  acompañado  de  un 
clero  numeroso,  y  precedido,  según  costumbre  romana,  de  una  muía,  lo 
cual  dio  campo  para  que  los  Parisienses  prorumpiesen  á  porfía  en  carca- 
jadas, interrumpiendo  por  algún  rato  la  gravedad  del  acompañamiento 
pontifical.  El  emperador  siguió  al  papa.  Nunca  monarca  alguno  se  vio  ro- 
deado de  un  séquito  tan  grandioso  y  galano.  Allí  iba  todo  lo  mas  esclare- 
cido en  armas'y  gobierno.  Agolpábase  la  brillantez  de  la  gloria  personal 
al  de  las  jerarquías  y  dignidades.  El  boato  de  los  trajes  y  condecoraciones, 
el  lujo  de  las  carrozas 'y  caballos,  la  riqueza  de  las  libreas,  la  oleada  de 
los  concurrentes  de  todo  el  ámbito  del  imperio,  contribuía  todo  para  ha- 
cer de  aquella  solemnidad  un  espectáculo  inaudito  de  grandiosidad  y  mag- 
nificencia. La  nación  se  hallaba  representada  en  Nuestra  Señora  por  los 
presidentes  de  los  cantones,  los  presidentes  de  los  colejios  electorales,  los 
diputados  de  las  diferentes  administraciones  y  del  ejército,  el  cuerpo  legis- 
lativo y  las  demás  grandes  corporaciones  del  estado.  El  papa  celebró.  En 
cuanto  al  emperador,  al  adelantarse  hacia  el  altar,  no  aguardó  que  el  pon- 
tífice le  coronase,  sino  que  tomando  la  corona  de  manos  del  papa,  se  la 
puso  en  la  cabeza  y  después  coronó  á  la  emperatriz. 

Al  dia  siguiente  de  esta  gran  solemnidad,  hubo  en  el  Campo  de  Marte 
una  revista  á  la  que  se  siguió  la  distribución  de  las  águilas  imperiales  á  los 
diferentes  cuerpos  del  ejército.  El  emperador,  colocado  en'un  solio  encum 
brado  cerca  de  la  Escuela  Militar,  hizo  el  repartimiento  personalmente. 
A  una  señal  dada,  las  tropas  se  pusieron  en  movimiento  y  se  acercaron  á 
él.  « Soldados,  les  dijo,  he  aquí  vuestras  banderas ;  estas  águilas  os  servi- 
rán siempre  de  punto  de  reunión :  siempre  las  hallaréis  do  quiera  que 
vuestro  emperador  las  crea  necesarias  para  la  defensa  de  su  trono  y  de  su 
pueblo. 


DE  NAI'OI.KON.  MI 

¿Juráis  vi.riiir.u  \ insii. i  Mbttflda  en  defenderlas  y  manteoorlas 


■ 

M      i 


•  undantemente  por  vuestro  valor  ea  el  camino  del  honor  y  de  In  victo 
ria?i 

lx>ssoldados»rcspondieroii  con  unánimes  aclamaciones:  «Si,  lo  jura 
mos.  ■ 

Kl  senado  y  la  ciudad  de  París  quisieron  después  consagrar  la  época  de 
la  coronación  con  fiestas  que  dieron  al  emperador  y  á  laemperatn/  II 
consejo  mum<  ip;.l  de  la  .  apital  congratuló  también  con  este  motivo  ni  cm 
perador.  ajinen  k  dio  la  respuesta  siguiente: 

«  Señores  del  ayuntamiento ,  he  venido  á  vuestra  presencia  para  ma 
infestar  a  mi  buena  dudad  de  Paris  el  afán  con  que  ea  mi  animo  apadrinar 


200  HISTORIA 

la.  En  todas  circunstancias  rae  servirá  de  complacencia  y  será  de  mi  obli- 
gación el  darle  pruebas  particulares  de  mi  afecto :  porque  habéis  de  saber 
que  en  las  batallas,  en  los  mayores  peligros,  en  los  mares,  y  aun  en  me- 
dio de  los  desiertos,  siempre  tuve  á  la  vista  la  opinión  de  esta  gran  capí 
tal  de  Europa,  aunque  posponiéndola  al  voto,  para  mí  preponderante,  de 
la  posteridad.  » 

Pió  VII  se  detuvo  en  Paris  durante  todas  estas  fiestas.  Solo  habia  ido  á 
Francia  con  la  esperanza  de  que  su  condescendencia  sirviese  á  los  intereses 
de  la  relijion  y  á  los  de  su  soberanía  temporal.  Era  pues  natural  que  pro- 
longase su  residencia  junto  á  Napoleón  tanto  tiempo  como  lo  conceptuara 
necesario  á  la  realización  de  las  esperanzas  que  traia.Mas  adelante  veremos 
si  eran  ó  no  fundadas,  y  si  el  emperador,  al  redoblar  con  el  pontífice  ro- 


■ 


DK  \  L FOLIÓN 

niíino  sus  fusilamientos  por  los  santos  nloos  ron  qnr  Iií  liabin  nnjklo,  lavo 

1 1  uIim  nV  s.k  i  ilic.ii  ;i  mi  nvoiniciininilM  los  |>mi«i|>i <»  v  inti  i 
liticn  ri.iiMi-sa  en  Italia. 


'<* 


►*• 


• 


1 


Sesión  del  cuerpo  lejislalivo.  Inauguración  de  l.<  estatua  de  Napoleón.  Carla  del 

emperador  al   rey  de    Inglaterra.   K< puesta  de  lord  Mulgrave. 

Mensaje  del  .senado. 


einte  y  cinco  dias  después  de  la 
coronación,  el  emperador  abrió  las 
a¿{»  sesiones    del   cuerpo   lejislativo. 
«Príncipes,  majistrados,  dudada 
"   nos,  soldados,  dijo,  todos  no  tene- 
mos en  nuestra  carrera  mas  que  un 
I'  objeto:  el  interés  de  la  patria.  Si  es- 
te solio  en  que  me  han  colocado  la 
Providencia  y  la  voluntad  nació- 
os preciosísimo  á  mis  ojos ,  la  razón  es  por  cuanto  solo  él  puede  de- 


fondee  y  conservar  los  mas  sagrados  intereses  44  pueblo  ir nj| 

<  l-i  flaqueza  do  I»  potestad  supieron  es  la  mas  espantosa  calamidad 
pira  los  pudiatl.  (.orno  soldado  u  primer  cónsul .  no  tuve  masque  un 
pensamiento  ;  ei  mismo  lie  tenido  romo  emperador:  la  prosperidad  de  la 
I  rancia,  luí  harto  venturoso  en  esclarecerla  con  victorias,  convalidarla 
con  tratados .  saharla  de  las  discordias  ciules  >  BfOpeTtt  el  rcstable.  i 
miento  de  las  costumbres  .  de  la  sociedad  y  de  la  relijion.  Si  la  muerte  no 
me  asalta  en  medio  de  mis  afanes,  vivo  esperanzado  de  traspasar  a  la  nos 
teridad  un  recuerdo  que  sirva  siempre  do  norma  o  de  reeon vención  á  mis 
sucesores. 

•  Kl  ministro  del  interior  os  liará  un  relato  <l«  h  situación  del  imp<  i 
Con  efecto.  Mr.  de  Champagny  desempeñó  esta  obvia  y  esclarecida 
describiendo  el  sosiego,  prosperidad  y  grandeza  de  la  Francia, 
despoei  de  (antas  tormentas;  los  sacerdotes  y  pastores  de  diferentes  culh* 
reunidos  en  un  mismo  amor  de  la  patria  y  un  pasmo  universal  respecto  a 
Napoleón  ;  la  nueva  lejislacion  celebrada  en  todas  partes  como  un  benefi 
ció  ;  las  escuelas  de  derecho  próximas  á  abrirse;  la  escuela  Politécnica 
proporcionando  jóvenes  aventajado!  a  nuestros  arsenales,  puertos  y  talle- 
res; las  escuelas  de  Artes  y  Oficios  de  Compicgne  haciendo  cada  día  nuevos 
adelantos;  la  inventiva  francesa  estimulada  para  producir  obras  majistra 
les  en  todos  los  ramos  de  ciencias,  letras  y  artes,  por  medio  de  los  premios 
docenales;  la  administración  de  Puentes  y  Calzadas  ejecutando  con  la  ma 


204  HISTORIA 

yor  confianza  las  faenas  entabladas  é  ideando  otras  nuevas;  un  vecindario 
recien  venido  á  la  Vendea  (Napoleón— Vendea) ,  para  ser  un  foco  de  luces 
y  el  centro  de  una  activa  y  segura  vijilancia ;  el  comercio  reanimado  en 
la  orilla  izquierda  del  Rin  por  los  decretos  del  emperador  y  dando  á  Ma- 
guncia y  á  Colonia  todas  las  ventajas  de  un  verdadero  depósito  sin  el  ries- 
go de  las  introducciones  fraudulentas  en  el  interior  de  Francia  ;  nuestras 
manufacturas  perfeccionadas;  nuestra  industria  esfendiendo  sus  raices  en 
nuestro  mismo  suelo  y  rechazando  la  industria  inglesa  lejos  de  nuestras 
fronteras,  después  de  haber  logrado  igualarla  en  lo  que  constituía  su  bla- 
són y  su  ventaja,  esto  es,  en  la  perfección  de  sus  máquinas;  la  agricultura 
engrandecida  y  mejorada;  finalmente,  las  verdaderas  riquezas  multiplican 
(lose  en  todos  los  puntos  del  imperio.  A  continuación  de  esta  pintura,  el 
ministro  manifestó  que  el  número  de  los  pordioseros  de  la  capital  ascendía 
á  treinta  y  dos  mil  menos  que  en  1791 ,  y  á  veinte  y  cinco  mil  menos  que 
en  el  año  X. 

Bl  estado  de  nuestra  situación  colonial  era  menos  próspero  á  causa  de 
la  guerra  marítima.  Por  lo  que  tocaba  á  nuestras  relaciones  diplomáticas 
con  las  potencias  del  continente,  eran  esteriormenle  amistosas,  pero,  como 
ya  dijimos,  era  una  paz  fementida  que  estaba  siempre  encubriendo  la 
guerra. 

En  respuesta  áesta  comunicación,  el  cuerpo  lejislativo  se  presentó  de 
gala  el  2  de  enero  de  \  805  en  la  audiencia  del  emperador  para  manifestar- 
le parabién,  y  el  presidente  Mr.  de  Fontanes  usó,  á  pesar  de  los  mur- 
mullos de  casi  todos  sus  compañeros ,  la  antigua  fórmula  de  «  fidelísimos 
subditos. »  Pocos  dias  después  se  inauguró  en  el  sitio  donde  celebraban 
sus  sesiones  los  diputados,  la  estatua  de  Napoleón,  ejecutada  por  Chaudet: 
y  Mr.  de  Vaublanc,  cuestor  del  cuerpo,  llevando  la  voz  en  aquel  acto  de- 
lante del  emperador,  la  emperatriz  y  los  grandes  personajes  del  imperio  , 
empezó  así  el  elojio  histórico  de  su  héroe: 

« Señores ,  habéis  señalado  la  conclusión  del  Código  civil  con  un  acto 
de  admiración  y  reconocimiento.  Habéis  levantado  una  estatua  al  ilustre 
príncipe  cayo  tesón  hizo  llevar  á  cabo  esta  grande  obra,  al  paso  que  su 
grandioso  entendimiento  difundió  vivísima  luz  sobre  esta  porción  sobre 
saliente  de  las  instituciones  humanas. Primer  cónsul  á  la  sazón,  y  hoy  (lia 
emperador  de  los  Franceses,  se  presenta  en  el  templo  de  las  Isyes,  orlada  la 
sien  con  la  corona  triunfal  que  tantas  veces  le  ciñió  la  victoria  presajián- 
dole  la  rejia  diadema 

« Si  las  alabanzas  estragan  los  pechos  mezquinos,  alimento  son  de  co- 
razones grandiosos 

« ¿Qué  hombre  es  mas  acreedor  que  Napoleón  al  honor  supremo  que 
hoy  se  le  confiere?  ¿Quién  ha  merecido  mas  de  sus  contemporáneos  y  de 
la  posteridad?.... » 


DE  NAPOLEÓN 
>lr.  de  I  botana  hablo  lurfio.  y  los  olojios  fnrron  M  H  Uva  no  mi- 
nos amaestrados  y  grandiosos.  *C«be,  dijo,  «mi  esta  punto  el  gakfdOfl 
mas  debido á  la  gloría,  al  paso  que  la  potolad  s<<  granjea  csclnn 
instrucciones.  No  m>  l«'\nn(.i  »sp  monumento  ni  gran  capitán,  ni  al  tente 
dorde  tantas  naciones :  el  cuerpo  lejislativo  lo  dedica  al  restaurador  de  las 
No  s<«  homiilan  a  los  pies  de  esa  estálna  trémulos  ovrla^os  ó  pneMos 
aherrojados ;  en  rila  se  cooipltce  una  nación  jenerosa  presenciando  las 
faenónos  de  sn  libertador 


.-.; 


2C6  HISTORIA 

« ¡  Fenezcan  allá  cuantos  monumentos  levantaron  el  orgullo  ó  la  lison- 
ja !  pero  que  el  reconocimiento  condecore  á  cuantos  rebosan  de  heroísmo 
y  beneficencia.  ■ 

El  cuerpo  lejislativo  terminó  sus  sesiones  de  allí  á  poco  tiempo,  cer- 
rándolas Mr.  de  Segur,  consejero  de  estado,  quien,  después  de  haber  re- 
cordado en  su  discurso  y  bajo  una  nueva  planta  las  maravillas  que  cele- 
braran Lacepede,  Neufchateau,  Vaublanc,  Fontanes,  etc. ,  recomendó  á 
los  diputados  las  palabras  que  el  emperador  mismo  habia  pronunciado  al 
abrirse  las  sesiones:  « Príncipes,  majistrados,  ciudadanos,  soldados  todos, 
no  tenemos  mas  que  un  objeto,  el  interés  de  la  patria. » 

Pero  Napoleón  habia  comprendido  que  este  interés  requería  ante  todo 
una  paz  sólida  y  duradera ,  una  paz  verdaderamente  europea ,  de  que  no 
estuviese  esceptuada  la  Inglaterra.  Olvidando  entonces  el  poco  éxito  que 
tuviera  en  otro  tiempo  la  carta  del  primer  cónsul  al  rey  Joi  je  III ,  renovó 
como  emperador  sus  pacíficos  intentos.  «  Hermano  mió,  le  escribía  (en 
2  de  enero  de  Í805) ,  llamado  al  solio  por  la  Providencia  y  los  votos  del 
senado,  del  pueblo  y  del  ejército,  mi  primer  impulso  es  el  anhelo  de  la 
paz.  Francia  é  Inglaterra  están  desgastando  su  prosperidad,  pueden  luchar 
siglos  enteros.  ¿  Pero  desempeñan  bien  sus  gobiernos  el  mas  sagrado  de 
sus  delires?  ¿y  no  les  reconviene  su  conciencia  de  tanta  sangre  inútil- 
mente derramada  y  sin  la  perspectiva  de  ningún  objeto?  No  tengo  por 
deshonroso  dar  los  primeros  pasos ;  me  parece  que  tengo  harto  demostra- 
do cuan  poca  zozobra  me  causan  los  trances  de  la  guerra ,  y  por  otra  par- 
te nada  hay  porque  deba  temerla.  La  paz  es  el  ansia  de  mi  corazón  ,  pero 
nunca  la  guerra  contrarestó  mi  gloria ,  etc. ,  etc.  » 

Napoleón  no  recibió  contestación  directa ,  contentándose  el  rey  de  In 
glaterra  con  que  lord  Mulgrave  escribiese  á  Mr.  de  Talleyrand  una  carta 
muy  enmarañada,  que  el  emperador  sujetó  al  escrutinio  del  senado  con 
una  copia  de  la  que  él  mismo  dirijiera  á  Jorje  III.  «Su  Majestad  ha  re- 
cibido, decia  lord  Mulgrave,  la  carta  que  le  dirijró  el  caudillo  del  gobier- 
no francés. 

« Nada  desea  tanto  su  Majestad  como  utilizar  la  primera  coyuntura  de 
proporcionar  á  sus  subditos  los  beneficios  de  una  paz  fundada  en  cimien 
tos  que  no  sean  incompatibles  con  la  seguridad  permanente  y  los  intereses 
esenciales  de  sus  estados.  Su  Majestad  está  persuadido  de  que  este  bien  solo 
puede  lograrse  con  arreglos  que,  al  paso  que  afianzen  el  sosiego  venidero 
de  la  Europa,  precavan  la  repetición  de  los  peligros  y  desventuras  en  que 
se  ha  visto  comprometida.  Bajo  este  concepto,  su  Majestad  se  halla  impo- 
sibilitado de  contestar  mas  particularmente  á  las  proposiciones  que  se  le 
hacen,  hasta  que  haya  tenido  tiempo  de  comunicarlas á  las  potencias  del 
continente  y  en  especial  al  emperador  de  Rusia,  quien  ha  dado  las  mas 


I>K  NAIMH.KON.  Üi7 

patentes  mtiesttii  de  la  cordura  y  elevación  de  sus  dktáflMDei  y  del  inte 
res  que  loma  por  la  seguridad  ó  independencia  de  Kuropa.  • 

\  pesar  do  los  conatos  del  diplomático  inglés  para  no  decir  nada  ter 
minante  sobre  el  ánimo  verdadero  del  gabinete  de  l/mdres  respecto  á  la 
Francia,  harto  demostraba  que  no  era  pacifica  la  respuesta  que  araba  il<> 
leerse.  Y  con  efecto ,  ¿qué  significaba  ese  afectado  empeño  de  no  dar  á  Na 
poleon  el  dictado  que  acababa  de  conferirle  el  pueblo  francés,  que  el  papa 
babia  consagrado,  y  reconocido  toda  la  Europa  continental  y  soberana  ? 
¿Cuales  eran  además  esos  arreglos  indispensables  para  la  seguridad  vem 
dera  de  la  Kuropa  y  que  solo  podia  evitar  la  repetición  de  las  pasadas  des 
venturas?  Y  esas  relaciones  confidenciales  con  las  potencias  del  conlúini 
te  y  particularmente  con  el  emperador  de  Rusia,  ¿con  qué  objeto  y  contra 
quién  se  habían  fraguado?  Todo  en  esle  documento ,  en  la  apariencia  tan 
comedido  é  indeciso ,  estaba  descubriendo  y  retratando  el  tenaz  pensa 
miento  del  gabinete  de  San  James ,  la  mente  de  Burke  y  de  l'itt ,  el  liste 
ma  que  anhelaba  guerrear  con  la  Francia,  á  las  claras  ó  con  amaños  en 
cubiertos ,  hasta  que  ofreciese  garantías  de  tranquilidad  á  la  vieja  Kuropa 
orillando  sus  doctrinas  y  derrocando  sus  nuevos  institutos  para  volver 
al  antiguo  réjimen.  Comprendiólo  Napoleón  y  dio  la  mayor  publicidad  á 
esta  correspondencia,  que  atonaba  sus  preparativos,  y  bastó  para  com 
prolmr  esta  observación  atinada  de  >lr.  do  Hignon ,  que  se  aplicó  luego  á 
las  guerras  posteriores,  que  « la  guerra  contra  el  emperador  siempre  fué 
la  guerra  contra  la  revolución.  » 


CM'ITLLO  XIX. 


Napoleón  proclamado  rey  de  Italia.  Salida  de  Parí».    Residencia  cu  Tai 
Monumento  en  M* rengo.  Entrada  en  Milán.  Reunión  de 
Jen  ova  á  la  Francia.   Nueva   consagración. 
Viaje  á  Italia.  Regreso  á  Francia. 


a  comunicación  que  Talleyraud  pasó  al 
senado  en  nombre  del  emperador,  había 
J  avisado  á  la  Francia.  Napoleón  se  ha- 
llaba ya  escudado  con  la  opinión  públi- 
ca de  toda  reconvención  acerca  de  la 
guerra  marítima,  ó  de  haber  suscitado 
la  guerra  continental ,  dado  caso  que  cs- 


Pio  Vil  continuaba  residiendo  en  Pa- 
donde  vio  llegar  los  diputados  de  los  colejios  electorales  y  de  los 


DE  NA  POLLÓN  Mfl 

cuerpos  consumidos  de  la  república  italiana ,  poniendo  á  los  pies  del  em- 
perador el  voto  de  la  nación  y  proclamándole  rey  de  Italia. 

Melzi ,  v  ice-presidente  de  la  república,  fué  el  informante  de  la  diptiia 
cion:  se  presentó,  el  Í7de  marzo  de  INO.i.cn  la  audiencia  solemncdcl.ru 
perador,  y  allí,  en  presencia  del  senado,  pronunció  nn  discurso  que  termi- 
nó con  estas  palabras  ¡ 

«Señor,  quisisteis  que  hubiese  república  italiana,  y  existió.  Quered 
que  la  monarquía  italiana  sea  dichosa  ,  y  lo  será. » 

Napoleón  respondió : 

« Nuestro  primera  voluntad,  todavía  salpicada  con  la  sangre  y  cubier 
ta  con  el  polvo  de  las  batallas,  fué  la  reorganización  de  la  patria  italiana. 

« Entonces  conceptuasteis  forzoso  para  vuestros  intereses  que  fuese 
caudillo  de  vuestro  gobierno;  y  hoy  persistiendo  en  el  propio  pensamien 
to,  queréis  que  seamos  el  primero  de  vuestros  reyes :  la  separación  de  las 
coronas  de  Italia  y  Francia,  que  puede  ser  provechosa  pera  asegurar  la  in- 
dependencia de  vuestros  descendientes,  redundara  ahora  en  detrimento  de 
vuestra  existencia  y  sosiego.  Conservaré  esta  corona,  pero  tan  solo  el 
tiempo  que  asi  lo  requieran  vuestros  intereses,  y  veré  gustosísimo  el  mo- 
mento en  que  me  cupiere  poderla  ceñir  en  sienes  de  persona  mas  joven 
que,  siguiendo  mi  rumbo,  se  manifieste  siempre  dispuesta  para  labrar 
la  dicha  del  pueblo,  sobre  el  cual  la  habrán  llamado  á  reinarla  Providen- 
cia, las  constituciones  del  reino  y  nú  votijMad. 

No  sin  zozobra  estaba  viendo  el  papa  como  se  planteaba  el  nuevo  reí- 


(lia. 


270  HISTORIA 

no  de  Italia  y  se  estendia  la  autoridad  directa  de  Napoleón  hasta  las  puer- 
tas de  Roma.'El  viaje  de  Francia,  decidido  sobre  todo  por  consideracio- 
nes temporales ,  habia  tenido  un  objeto  muy  diverso  de  aquella  vecindad 
formidable.  Pió  Vil  disimuló  sin  embargo  su  descontento ,  á  lo  menos  en 
sus  manifestaciones  esteriores,  pues  consintió  en  franquear  segunda  vez 
su  ministerio  á  la  familia  imperial. 

Luis  Ronaparte  acababa  de  ser  padre  de  un  segundo  hijo,  y  el  empe 
radar  habia  mandado  depositar  en  los  archivos  del  senado  la  fe  de  bautis- 
mo del  joven  príncipe  á  quien  llamaban  eventualmente  al  trono  las  cons- 
tituciones  del  imperio.  El  recien  nacido  recibió  el  nombre  de  Napoleón 
Luis,  bautizándolo  el  papa,  el  24  de  marzo  de  4805,  en  el  sitio  de  San 
Cloud,  y  siendo  su  padrino  el  emperador. 

Salió  este  de  París  el  i°.  de  abril  para  pasar  á  Milán  con  la  emperatriz. 
Detúvose  tres  semanas  en  Turin,  habitando  en  el  palacio  de  Stupinice,  lla- 
mado el  San  Cloud  de  los  reyes  de  Cerdeña.  Allí  le  volvió  á  ver  el  papa 


¿§SggÉ£§T§T«¡ 


I>K  NAPOLEÓN.  *27l 

ni  su  regreso  n  Huma.  \  tuvieron  junio*  varia»  conferencia*  en  las  que 
Napoleón  nunca  eaporanaó  a  Pió  \  II .  lo  mismo  que  en  los  alistamiento* 
de  Partí  v  rontainobloau .  rn  pago  de  los  santos  óleos,  ron  U  mas  mínima 
rcnunria  de  territorio. 

Kn  su  viaje  ¡i  Milán,  quiso  visitar  Napoleón,  el  s  de  m.no.cl  campo  «Ir 
batalla  de  Marengo.  Habíanse  reunido  todos  los  CttcrpOi  francotes  que  so 
bailaban  en  aquella  parte  (Ir  Italia.  Patóleí  revista  el  emperador,  vestido 
• .  'ii  el  traje  y  el  sombrero  que  llevaba  el  día  de  aquella  gran  batalla.  ■  No- 
tóte, dice  Bourrienne,  qne  la  polilla  que  desacata  los  vetfidoi  de  los  pro- 
bombres.  al  parque  los  gusanos  sus  cadaverca,  habían  agujereado  su 
traje ,  lo  cual  no  le  retrajo  do  ponérselo.  • 

Napoleón  no  continuo  su  viaje  basta  después  de  baber  colocado  U 
primera  piedra  del  monumento  dedicado  á  los  valientes  fenecidos  en  aquel 
eampo  de  batalla .  J  verileó d  mismo  día  su  entrada  en  Milán. 

I  os  historiado!  n  mas  opuestos  á  Napoleón  lian  confesado  que  esta  ca 
l'H.il  le  tributo  entonces  un  recibimiento  tan  lucido  eomo  todos  los  que 
se  hicieran  en  Francia  después  de  las  victorias  de  Leones  >  Marengo.  El 
entusiasmo  de  los  Italianos  fue  extremado. 

Napoleón  ocupó  el  palacio  de  Muza,  en  que  Duiazzo.  ultimo  du\  de  Je 
nova,  vino  a  pcdii  le  que  incorporase  la  republiea  liguriense  con  el  impe 
no  francés. 

Napoleón  contesto. 

«  Señor  dn\ ,  y  señores  diputados  del  senado  y  del  pueblo  de  Jénova. 

«  Tan  solo  las  ideas  liberales  alcanzarán  á  devolver  «i  vuestro  gobier 
no  el  esplendor  que  tuvo  alia  en  otros  siglos;  pero  pronto  me  convencí 
de  que  estabais  imposibilitados  de  ejoeutar  por  vosotros  heroicidad  alguna, 
digna  de  vuestros  antepasados. 

•  Varió  todo:  los  nuevos  principios  de  la  lejislacion  de  los  mares  que 
lian  adoptado  los  Ingleses  ,  obligando  á  la  mayor  parte  de  Europa  á  reco- 
nocerlos ;  el  supuesto  derecho  de  bloqueo  qne  pueden  estender  «i  las  plazas 
no  bloqueadas,  y  que  no  es  mas  que  el  alan  de  acabar  «i  su  antojo  con  el 
comercio  de  los  pueblos ;  los  saqueos  siempre  en  aumento  de  los  Berberís 
eos;  todas  estas  circunstancias  no  os  acarreaban  mas  que  aislamiento  en 
vuestra  inde|»eiidenoia.  I«a  posteridad  me  agradecerá  el  halier  libertado  loa 
mares  y  obligado  á  los  Berberiscos  á  no  atropHIar  las  banderas  inferiores 
\ minábanme  á  esto  solamente  el  interés  \  dignidad  del  hombre.  Kn  el  Ira 
lado  de  \miens .  la  Inglaterra  se  negó  á  cooperar  a  BfJas  ideal  Kbfl  til  l 

•  En  no  mediando  la  independencia  marítima,  forzoso  se  hace  para 
todo  pueblo  comerciante  acojersc  á  otra  ¡Midan  B-BI  poderom.  lumpli 

i  uise  vuestros  anhelos,  quedaréis  reunidos á  mi  gran  pueblo.  • 

Con  efecto,  esta  incorporación  >e  ejecuto  al  golpe .  \  el  dnx  de  I 
va  tomó  el  titulo  de  senador  franeév 


•>7  2  HISTORIA 

Celebróse  la  consagración  de  Napoleón,  como  rey  de  Italia,  el  20  de 
mayo  en  la  catedral  de  Milán.  Ofició  el  cardenal  Caprara,  arzobispo  de  es- 
ta capital,  y  entregó.la  antigua  corona  de  hierro  al  emperador;  y  este  re- 
novando lo  que  habia  hecho  en  la  consagración  de  Paris ,  se  la  colocó  él 
mismo  en  la  cabeza,  esclamando:  «Dios  me  la  dio, cuidado  con  el  que  la 
toque,  i 

Pero  la  corte  de  Viena  debia  tener  mas  zelos  que  la  santa  sede,  al  ver 
establecido  el  dominio  francés  en  Italia.  Se  le  rodeaba  una  queja  particu- 
lar que  tenia  que  añadir  á  las  jenerales  y  que  las  antiguas  monarquías  de 
Europa  mantenían  con  relijiosa  pertinacia  para  ponerlas  en  cobro  en  tiem- 
po oportuno  contra  el  gobierno  revolucionario  de' Francia.  Napoleón,  que 
contaba  siempre  con  la  esplosion  de  los  odios  y  del  descontento  entre  los 
antiguos  enemigos  de  la  revolución  frc\ncesa,que  no  hacían  mas  que  real- 
zar de  nuevo  su  encumbramiento  y  la  prosperidad  del  imperio,  procuró 
desde  entonces  mantener  mas  que  nunca  y  estremar  la  adhesión  y  el 
entusiasmo  del  pueblo  sujeto  á  su  poderío.  Recorrió  el  reino  de  Italia  con 
Josefina,  y  en  todas  partes  fueron  aeojidos  con  estruendosas  aclamaciones. 
Jénova,  sobre  todo  ,  obsequió  con  festejos  á  los  ilustres  viajeros.  Antes  de 
salir  de  Milán,  Napoleón  cumplió  la  promesa  que  habia  hecho  á  los  Ita- 
lianos, dándoles  un  virey  y  haciendo  recaer  su  elección  en  Kujenio 
Reauharnais.  Después  fundó  la  orden  de  la  Corona  de  Hierro,  y  organizó 
la  universidad  de  Turin. 
Napoleón  y  Josefina  tomaron  el  camino  de  Francia,  y  llegaron,  el  1 1  de 


•&s*iáf-  S? 


M)M 


I)K  IHAPOI.I  <»\  ¿7- 

juHo,  ;i  I  onimneldenn  Onde  allí  pasarooá  Pwm  >  ¡i  s.ox.iond.  |»erolns 
« -iirunsi.iiiri.is  no  permitían  ni  emperador  gozar  en  ptJ  de  su  ul<>ri.» 
su  destino  que  su  engrandecimiento  fuese  siempre  n  eo*ta  de  su  reposo. 


•  • 


CAPITULO  XX 


dida  de  Napoleón  para  el  campo  de  Boloña.  Reunión  de  las  tropas  francesa 
en  las  fronteras  del  Austria.  Kegreso  del  emperador  á  París.  Resta- 
blecimiento del  calendario  gregoriano.  Comunicación 
al  senado  de  la  guerra  inminente  con  el 
Austria,  y  orden  para  una  quinta 
de  ochenta  mil  hombres. 
El  emperador  sale 
para  el  ejérci- 
to.  Campa- 
ña de  Áus- 
terlitz. 


a  hora  prevista  por  Napoleón  se  iba 
acercando,  y  las  hostilidades  encubier- 
tas se  iban  á  trocar  en  guerra  patente. 
El  emperador  salió  otra  vez  de  su  ca- 
J,v  pital  á  principios  de  agosto  para  visitar 
el  campamento  de  Boloña  y  el  ejército 
¡repartido  por  las  costas. 

Este  viaje  duró  un  mes,  en  cuyo 
tiempo  dispuso  el  emperador  que  se 
reuniesen  ocho  mil  hombres  en  las 
fronteras  del  Austria. 
A  su  regreso  á  París,  en  medio  de  sus  afanes  guerreros,  se  dedicó  Na- 


t>K  NAPOLEÓN.  273 

l>oloon  á  restablecer  d  calendario  gregoriano.  Kra  una  <  mi 
sistema  de  gobiefDO  que  estiba  planteando  y  del  diotado  con  que  había 
venido  á  condecorarse;  la  era  republicana  ora  incompatible  con  el  ronjun 
to  de  las  inslitnriones  monárquicas  que  iban  brotando, al  imputa)  de  Ni 
poleon,  do  quiera  que  asomaba  su  poderío.  Sin  embargo  la  división  del 
año,  decretada  por  la  convención  nacional,  estaba  fundada  en  cálculos  non 
tíficos:  mas  no  importa,  abi  está  obsequiosa  la  ciencia  y  va  á  demostró 
la  precisión  de  volver  al  calendario  antiguo,  encargándose  \a  Place  de 
restaurar  la  obra  romana.  Empero  justo  es  decir  que  este  sabio  senador 
esforzó  ante  todo  la  universalidad  del  calendario  gregoriano  ,  y  que  juz 
fió  del  caso  desvanecer  cuanta  zozobra  infundía  el  trueque  propuesto  res 
pecto  al  restablecimiento  de  las  medidas  antiguas.  Tero  sobre  todo  delnrn 
conservarse  las  palabras  del  orador  del  gobierno,  Kegnault  «le  San  Juan 
d'Angely,  al  intentar  que  se  considerase  como  transitorio  el  proyecto  tras 
puesto  al  senado.  «  Dia  vendrá,  dijo,  en  que  la  Kuropa  bonancible,  re 
puesta  con  la  paz  á  sus  conceptos  provechosos  y  á  sus  sabios  estudios . 
conocerá  la  necesidad  de  perfeccionar  las  instituciones  sociales ,  de  her 
manar  á  los  pueblos  jeneralizándolas,  y  en  el  que  descollará  una  era  me 
morable  con  un  método  común  y  mas  cabal  de  medir  el  tiempo. 

« Entonces" podrá  componerse  un  nuevo  calendario  para  la  Europa  en 
tera,  para  el  universo  político  y  mercantil ,  con  los  restos  perfeccionados 
del  (pie  desecha  la  Francia  en  este  punto  por  no  deshermanarse  con  las 
demás  naciones. » 

Empero  la  Europa  se  obstinaba  en  tener  á  la  Francia  aislada  á  pesar 
del  restablecimiento  de  tantas  instituciones  añejas  y  comunes  á  los  anti- 
guos estados,  porque  veía  claramente  que  la  especie  de  contrarevoiucimí 
efectuada  en  la  superficie  de  la  sociedad  francesa  no  constituía  mas  que 
un  disfraz  político  y  pasajero  que  dejaba  á  la  revolución  social  todo  su  ¡n 
timo  poderío  y  su  virtualidad  democrática.  Asi  diez  dias  después  del  sena 
do  consulto  que  sustituía  el  calendario  del  antiguo  rejimen  al  de  la  repú- 
blica, Napoleón  tuvo  que  esponer  al  senado  la  conducta  hostil  del  Austria 
y  de  la  Rusia  y  anunciarle  su  próxima  salida  para  el  ejército.  «  Senadores, 
les  dijo,  en  las  circunstancias  actuales  de  la  Europa,  tengo  que  asociarme 
con  vosotros  v  daros  á  conocer  mis  interioridades. 

•  Voy  á  ausentarme  de  mi  capital  para  ponerme  al  Irente  del  ejercito, 
acudir  al  socorro  de  mis  aliados,  y  defender  los  sumos  intereses  de  mis 
pueblos. 

«Se  han  cumplido  los  anhelos  de  los  enemigos  constantes  del  eonti 
nente:  ha  vuelto  á  encenderse  la  guerra  en  Alemania.  El  Austria  y  la  Ru 
sia  se  han  coligado  con  la  Inglaterra,  y  nuestra  jeneracion  se  ha  de  i  er 
acosada  con  todas  las  calamidades  de  la  guerra.  Dias  atrás  aun  vivia  es- 
peranzado de  que  no  se  turbaría  la  paz;  pero  el  ejército  austríaco  ha  tran 


27<>  HISTORIA 

sitado  el  Inn ,  ha  entrado  en  Munich,  y  el  elector  de  Baviera  ha  sido  arro 

jado  de  su  capital.  Todas  mis  esperanzas  quedan  desvanecidas. 

« En  este  punto  ha  salido  á  luz  la  maldad  de  los  enemigos  del  conti 
líente.  Temían  todavía  la  manifestación  de  mi  cariño  á  la  paz  ;  temian  que 
el  Austria  manifestara  ideas  mas  justas  y  moderadas  al  presenciar  el  abis 
mo  á  dondt;  iba  á  derrumbarse.  Ellos  la  han  precipitado  á  esta  guerra.  Me 
desconsuelo  por  la  sangre  que  costará  á  la  Europa ;  pero  el  nombre  fran 
ees  se  granjeará  nuevos  timbres. 

« Senadores,  cuando  con  anuencia  vuestra  y  por  los  votos  de  todo  el 
pueblo  francés  coloqué  sobre  mi  frente  la  corona  imperial,  recibí  de  vo 
sotros  y  de  todos  los  ciudadanos  la  obligación  de  mantenerla  pura  é  ilesa . 
Mi  pueblo  me  ha  dado  á  todo  trance  pruebas  de  su  confianza  y  de  su  ca 
riño.  Volará  bajo  las  banderas  de  su  emperador  y  de  su  ejército,  que  den 
tro  de  pocos  dias  habrá  traspuesto  las  fronteras 

« Majistrados,  soldados,  ciudadanos,  todos  quieren  mantenerla  patria 
libre  del  influjo  de  la  Inglaterra,  porque  si  este  prevaleciera,  solo  nos 
concedería  una  paz  tiznada  de  afrenta  y  baldón  y  cuyas  principales  condi 
ciones  serian  el  incendio  de  nuestras  escuadras,  la  destrucción  de  nuestros 
puertos  y  el  aniquilamiento  de  nuestra  industria. 

« He  cumplido  cuanto  prometí  al  pueblo  francés,  y  este  por  su  parte  no 
ha  contraido  conmigo  ningún  empeño  que  no  haya  satisfecho  colmada- 
mente. En  esta  coyuntura,  tan  sonada  para  su  gloria  y  la  mia,  continuará 
mereciendo  el  nombre  de  gran  pueblo  con  que  le  saludé  desde  los  campos 
de  batalla. 

« Franceses,  vuestro  emperador  desempeñará  su  deber ,  mis  soldados 
acudirán  al  suyo,  y  vosotros  cumpliréis  el  vuestro. » 

El  senado  respondió  al  llamamiento  del  emperador  votando  una  quin- 
ta de  ochenta  mil  hombres  y  la  reorganización  de  la  guardia  nacional.  El 
tribunado  quiso  manifestar  igualmente  su  afán  y  adhesión,  espresando  en 
las  gradas  del  solio  la  indignación  que  le  causaban  las  disposiciones  hosti 
les  de  la  Rusia  y  del  Austria.  Las  autoridades  de  la  capital  tampoco  enmu 
decieron  en  tan  críticas  circunstancias.  El  prefecto  del  Sena,  Frochot,  en 
cabezando  el  ayuntamiento,  presentó  al  emperador  las  llaves  de  Paris  co 
mo  antiguo  símbolo  del  rendimiento  y  afecto  de  toda  la  ciudad.  «  Si  es 
cierto,  como  se  susurra,  dijo  aquel  majistrado,  que  están  amenazadas 
vuestra  persona ,  la  independencia  de  la  nación,  nuestras  libertades  é  ins- 
tituciones ,  mandad  que  nuestra  defensa  sea  proporcionada  al  interés  de 
semejante  causa.  Do  quiera  que  sea  preciso  marchar,  creed  que  todos  es 
taran  prontos á  seguiros,  serviros  y  vengaros. » 

Por  mucho  que  quiera  achacarse  á  las  demostraciones  forzosas  de  los 
grandes  cuerpos  del  estado  y  al  temple  sospechoso  de  las  arengas  de 
oficio ,  lo  cierto  es  que  los   oradores  cuyas  palabras  hemos  citado  no 


DE  \  k POLEO N  277 

liarían  mas  que  retratar  ni  vivo  con  sus  rasgos  el  anhelo  naeíonal.  Alian 
/ailu  Napoleón  con  la  unanimidad  do  la  Francia  ,  salió  de  Paris  H  '24  de 


**»«*«.>•».  WU  t¡  UAOl* 


setiembre,  sentó  su  real  en  Estrasburgo  y  publicó  el  29  la  proclama  si 
guíente  al  ejército: 

«Soldados, 

«Ua  empezado  la  guerra  de  la  tercera  coligación.  El  ejército  anstriaco 
ha  pasado  el  Ion,  quebrantando  los  tratados,  acometiendo  y  arrojando 

de  su  capital  á  nuestro  aliado Vosotros  mismos  habéis  debido  acudir 

á  marchas  forzadas  en  defensa  de  nuestras  fronteras.  Pero  ya  habéis 
pasado  el  Rin,-  y  ya  no  nos  detendremos  hasta  que  hayamos  afianzado  la 
independencia  del  cuerpo  jermánico,  socorrido  á  nuestros  aliados  y  ajado 
el  orgullo  de  esos  injustos  agresores.  No  firmaremos  otra  paz  sino  al  res 
guardo  de  nuestra  jenerosidad;  no  engañará  ya  nuestra  política. 

•Soldados  ,  vuestro  emperador  está  con  vosotros.  Sois  la  vanguardia 
del  gran  pctehlo,  y  si  es  necesario,  se  levantará  entero  á  mi  voz  para  con 
fundir  y  disolver  esa  nueva  liga  que  han  tramado  el  encono  y  el  oro 
inglés. 

«Tendremos  que  hacer  marchas  forzadas  y  padecer  toda  clase  de  afa 
nes  y  privaciones;  pero  por  muchos  obstáculos  que  se  nos  opongan,  los 
arrollaremos  y  no  descansaremos  hasta  que  hayamos  plautado  nuestras 
águilas  en  el  territorio  de  nuestros  enemigos. 

•  Napoleón.» 


278  HISTORIA 

El  emperador  pasó  el  Rin  por  Kehl  el  \ .°  de  octubre,  hizo  noche  en 
Etelingen ,  donde  recibió  al  elector  y  á  los  príncipes  de  Badén  ,  y  en- 
caminándose después  á  Luisburgo,  se  hospedó  en  el  palacio  del  elector 
de  Wurtemberg. 

El  ejército  francés  entró  el  6  en  Baviera,  después  de  haber  ladeaíp  los 
montes  Negros  y  la  línea  de  ríos  paralelos  que  desaguan  en  el  valle  del 
Danubio.  Los  Austríacos,  que,  después  de  haber  invadido  los  estados  bá- 
varos  durante  la  paz,  habían  querido  adelantarse  hasta  los  confines  de  la 
Selva  Negra  para  disputar  el  paso  al  ejército  francés ,  se  hallaban  ya 
acorralados  por  retaguardia. 

Aquel  mismo  dia,  el  emperador  dirijió  una  proclama  á  los  soldados 
bávaros.  «Me  he  puesto  al  frente  de  mi  ejército,  les  dijo ,  para  libertar  á 

vuestra  patria  de  los  mas  injustos  opresores Como  buen  aliado  de 

vuestro  soberano,  me  he  enternecido  con  las  pruebas  de  afecto  que  le 
habéis  dado  en  esta  coyuntura  memorable.  Conozco  vuestro  valor;  y  me 
lisonjeo  de  que  después  de  la  primera  batalla/podré  decir  á  vuestro  prínci- 
pe y  á  mi  pueblo  que  sois  dignos  de  pelear  en  las  filas  del  grande  ejér- 
cito.» Al  dia  siguiente  ocurrió  el  primer  encuentro.  El  puente  de  Lech, 


defendido  en  balde  por  el  enemigo,  fué  tomado  por  doscientos  dragones 
del  cuerpo  de  Murat.  El  coronel  Wattier  encabezó  la  embestida  de  aquellos 
valientes. 

El  dia  8,  el  mariscal  Soult,  que  habia  entablado  la  campaña  con  la 
toma  de  Donawerth,  se  encaminó  sobre  Augsburgo. 

Entretanto  Murat,  capitaneando  tres  divisiones  de  caballería,  manio- 
braba para  atajar  el  camino  de  Ulma  á  Augsburgo.  Habiendo  encontrado 
al  enemigo  en  Wertingen,  lo  acometió  denodadamente,  y  sostenido  por 
el  mariscal  Lannes  que  llegó  con  la  división  de  Oudinot,  hizo  rendir  Jas 


DE  NAPOLEÓN  27» 

armas  ,  a  las  dos  horas  de  polca,  al  cuerpo  austríaco,  compuesto  de  doce 
batallones  «le  granaderos.  Kl  om|>crador  quiso  participar  el  mismo  este 
triunfo  esclarecido  a  los  prefectos  \  demás  loloridsjdw  de  la  ciudad  de 
París,  anviándotes  las  banderas  y  dos  piezas  cojidas  al  enemigo,  para 
que  se  colocasen  en  la  cosa  del  Ayuntamiento  la  carta  era  del  40  de 
octubre  en  d  cuartel  jcneral  de  Augsburgo.  Kl  mariscal  Soult  habia  en- 
trado la  víspera  en  aquella  ciudad  con  las  divisiones  Ar  Yandamme, 
Saint  llilnirey  l>egrand. 

Kl  emperador  pasó  revista  á  los  dragones  en  la  aldea  de  Zumcrshan- 
sen,  y  mandó  que  le  presentasen  á  un  tal  Marente,  que  habia  salvado  a 
su  capitán  en  el  tránsito  del  Lech,  á  pesar  de  que  estele  habia  depuesto 
algunos  días  antes  del  grado  de  alférez  Napoleón  concedió  el  amula  de 
la  I  ejión  de  Honor  al  valiente,  que  respoudió:  «  No  he  hecho  mas  que 
cumplir.  Mi  capitán  me  habia  dqniesto  por  algunos  desmanes  de  disci 
plina;  pero  sabe  que  siempre  fui  un  buen  soldado  . » 


El  desempeño  de  los  dragones  en  el  encuentro  de  Wertingen  no  habia 
sido  menos  asombroso  que  en  el  puente  de  I  .e«  h .  El  emperador  mandó 
comparecer  un  dragón  por  Tejimiento  y  les  dio,  como  á  Marente,  el  águila 
de  la  l.-jion  «le  Honor  Cuando  el  comandante  de  escuadrón  Kxcclraans. 
edecán  de  Mm.it.  á  quien  habian  muerto  dos  caballos  eu  aquel  día, 
trajo  al  cuartel  jeneral  las  banderas  cojidas  á  los  Austríacos,  Napoleón 
le  dijo:  «Sé  que  no  cabe  mas  valentía  que  la  vuestra:  os  nombro  oBcial 
de  la  Lejion  de  Honor.» 


280  HISTORIA 

Veinte  y  cuatro  horas  después  del  reencuentro  de  Wertingen,  el  puente 
de  Gunzburgo,  defendido  por  el  archiduque  Fernando  en  persona,  fué  to- 
mado á  la  bayoneta  por  un  Tejimiento  (el  59)  de  la  división  de  Malhcr, 
del  cuerpo  del  mariscal  Ney.  El  coronel  I'aeuée,  que  estuvo  peleando 
valerosamente  á  la  cabeza  de  este  Tejimiento,  quedó  tendido  en  el  campo 
de  batalla. 

Por  todas  partes  los  Austríacos  se  iban  retirando  atropelladamente ,  y 
el  ejército  francés  ejecutaba  tan  atinados  movimientos  en  su  persecución, 
que  casi  siempre  se  hallaban  cortadas  sus  comunicaciones. 

«Va  á  darse  una  batalla  decisiva,  decia  el  quinto  Boletín,  el  ejército 
austríaco  se  halla  casi  en  la  misma  situación  en  que  vino  á  estar  el  de 
Melas  en  Marengo. 

«El  emperador  se  hallaba  en  el  puente  de  Lech,  cuando  desfiló  el  cuer- 
po de  ejército  del  jencral  Marmont.  Mandó  que  cada  Tejimiento  formase 
un  círculo;  y  le  habló  de  la  situación  del  enemigo  ,  de  la  suma  entidad 
de  la  batalla  que  iba  á  darse,  y  de  la  confianza  que  en  ellos  tenia.  Mien- 
tras les  hacia  esta  arenga,  nevaba  copiosamente,  y  el  soldado  estaba  me- 
tido en  lodazales  hasta  la  rodilla,  padeciendo  un  frió  intensísimo;  pero 
las  palabras  del  emperador  eran  como  fuego,  y  al  oirle,  las  tropas  olvida- 
ban sus  quebrantos  y  privaciones,  ansiando  mas  y  mas  la  llegada  del 
trance. » 

El  dia  \  4  de  octubre,  la  capital  de  la  Baviera  quedó  libre  de  los  ene 
migos.  El  mariscal  Hernadotte  hizo  su  entrada  á  las  seis  de  la  mañana, 
después  de  arrojar  al  príncipe  Fernando,  que  dejó  ochocientos  prisioneros 
en  poder  del  vencedor. 

Casi  al  mismo  tiempo  una  división  francesa  a  las  órdenes  del  jeneral 
Dupont,  compuesta  de  seis  mil  hombres,  resistía  triunfalmente  á  la  guar 
nicion  de  Ulma,  de  hasta  veinte  y  cinco  mil,  y  le  hacia  quinientos  pri 
sioneros  en  el  reencuentro  de  Albeck. 


DE  NAPOLEÓN  Mi 

II  emperador  llegó  el  I."»  di*  o<  tubre  al  campamento  sentado  ttbh 
lima,  y  dispuso  que  se  ocupase  el  puente  con  las  posiciones  de  Elchiogen 
para  facilitar  el  ataque  contra  el  ejército  enemigo. 

II  ni. iris,  al  Nej  paso  aquel  puente  el  1 1  al  rayar  el  día,  y  se  aposentó 
sobre  Elcbingcn,  á  pesar  de  la  renitencia  tenadehlMl  'I»  I  enemigo.  Aldia 
siguiente,  regreso  el  emperador  sobre  l  lina.  Mural ,  Lomes  \  Ne|  se 
situaron  en  bal. illa  peía  «lar  el  asalto,  mientras  que  .soult  íh  upaba  a  l'.i 
beraeh  y  que  llcrnadottc  seguía  triunfante  mas  alia  de  Munich,  derro- 
lando  de  todo  punto  al  jencral  hienmayer.  En  el  campamento  de  t  Ima, 
los  soldados  estaban  metidos  en  el  lodo  bástala  rodilla,  y  el  emperMQf 
no  se  descalzó  en  ocho  dial 


El  (7,  Mack  se  anticipó  al  asalto,  y  capituló,  quedando  prisionera  toda 
su  guarnición. 

Conceptuaba  Napoleón  por  en  estremo  descollante  la  refriega  de 
Elcbingen.  Desde  sus  reales,  y  sentado  en  aquel  memorable  campo  de 
batalla,  escribió  el  18  al  senado  conservador,  tributándole  homenaje  con 
cuarenta  banderas  que  el  ejército  francés  había  cojido  en  faritfl  | 
posteriores  aja  de  Wertingen;  «Desde  que  salí  á  campaña,  dijo,  be  &¡ 
|>ersado  un  ejército  de  cien  mil  hombres,  cuya  mitad  ha  quedado  pri- 
sionera; la  otra  se  halla  fuera  de  combate  ó  reducida  á  la  ma\or  eons 

teroacioQ El  principal  objeto  de  la  guerra  se  ha  cumplido   El  elector 

deRaviera  ocupa  otra  vez  su  solio.  Acentellados  de  muerte  lian  venido! 
quedar  los  agresores,  y  confio  que,  Dios  mediante.  .  a  bn\e  habré  trian- 
fado  de  los  demás  enemigos.»  Aquel  mismo  día  peñó  una  circular  á  los 
obispos  del  imperio,  encargándoles  que  mandasen  cantar  un  Te  Dmm 

-r, 


282  HISTORIA 

«Las  esclarecidas  victorias  que  acaban  de  alcanzar  nuestros  ejércitos 
contra  la  injusta  liga  que  han  fomentado  el  encono  y  el  oro  inglés,  re 
quieren,  les  dice,  que  asi  yo  como  mi  pueblo  demos  gracias  al  Dios  de 
los  ejércitos  y  le  imploremos  para  que  esté  constantemente  con  nosotros.  • 

La  capitulación  de  Ulma  tuvo  cumplimiento  el  20  de  octubre.  Veinte 
y  siete  mil  soldados  austríacos  ,  sesenta  cañones  y  diez  y  ocho  jenerales 
desfilaron  delante  del  emperador,  situado  en  las  alturas  de  la  abadía  de 
Elchingen  que  dominaban  el  Danubio,  á  la  sazón  salido  de  madre  con 
una  riada  sin  ejemplar  en  cien  años.  Al  ver  pasar  aquel  ejército  prisio 
ñero,  Napoleón  dijo  á  los  jenerales  austríacos  que  babia  hecho  venir  á 
su  presencia:  «Señores,  vuestro  amo  me  hace  una  guerra  injusta.  Os  lo 
digo  sin  rebozo ,  no  sé  porqué  peleo,  ni  lo  que  de  mí  se  requiere.  MacK 
respondió  que  esta  guerra  no  era  del  dictamen  del  emperador  de  Alema 
nia,  y  que  solo  la  hacia,  obligado  por  la  Rusia.  «En  ese  caso,  replicó  Na 
poleon,  ya  dejais  de  ser  una  potencia.» 

Una  nueva  proclama,  dirijida  al  ejército  en  los  reales  de  Elchingen 
el  21  de  octubre,  hablaba  en  estos  términos: 

«Soldados  del  grande  ejército; 

«En  quince  dias  hemos  hecho  una  campaña.  Queda  ejecutado  cuanto 
intentábamos,  arrojando  de  Raviera  las  tropas  de  la  casa  de  Austria  y 
reponiendo  á  nuestro  aliado  en  la  soberanía  de  sus  estados.  Queda  des- 
truido ese  ejército  que  habia  venido  á  situarse  en  nuestras  fronteras  con 


DE  NAPOLEÓN  as- 

íanlo boato  como  desacierto  é  imprudencia  /Pito  que  le  importa  estoá 
la  Inglaterra?  logró  su  intento.  Ya  no  estamos  en  Boloña.  y  sus  pagos  no 
Mráfl  BMi  m  menos  crecidos. 

•  De  los  cien  mil  hombres  que  componían  aquel  ejercito,  sesenta  mil 
están  prisioneros.  Irán  á  reemplazar  á  nuestros  reclutas  en  las  faenas 
campestres.  Doscientas  pie/as  de  artillería,  todo  el  parque,  noventa  ban- 
deras, y  todos  los  jenerales  están  en  nuestro  poder;  apenas  se  salvaron 
quince  mil  hombres  de  todo  el  ejército  Soldados,  os  habia  anunciado 
una  gran  batalla;  pero  gracias  á  la  suma  loi  pe/a  del  enemigo,  he  podido 
alcanzarlos  idénticos  ronltados  sin  correr  los  mismos  riesgos,  y  lo  que 
se  hace  inconcebible  en  la  historia  de  las  naciones,  es  que  tan  esclarecido 
triunfo  apenas  nos  cuesta  mil  y  quinientos  hombres. 

-Soldados,  esta  victoria  se  debe  á  vuestra  confianza  total  en  \ucs 
tro  emperador,  á  vuestro  agitante  para  la  fatiga  y  las  privaciones  de  toda 
espe.ie  y  a  \iiesho  sin  |»ar  denuedo. 

«Pero  no  pararemos  aquí.  ÜMÍOlti  estáis  ya  de  entablar  segunda 
campana.  Igual  suerte  debe  tener  ese  ejército  ruso  trasladado  con  d  oro 
inglés  de  los  estremos  del  universo. 

■En  este  trance  se  cifra  esencialmente  el  pundonor  de  la  infantería , 
por  segunda  vez  va  á  sentenciarse,  como  ya  lo  fué  en  Suiza  y  en  Holanda, 
la  cuestión  de  si  la  infantería  francesa  es  la  segunda  ó  la  primera  de 
Europa.  Allí  no  hay  jeneralescontra  los  que  yo  pueda  granjear  blasones 
Todos  mis  desvelos  serán  alcanzar  la  victoria  economizando  sangre, 
pues  conceptúo  á  mis  soldados  por  otros  tantos  hijos.» 

A  esta  proclama  siguió  un  decreto,  espresando  que  el  mes  vencido, 
desde  el  2.>  de  setiembre  al  '21  de  octubre,  secontaria  á  todo  el  ejército 
I»» i  una  campaña. 

El  emperador  marchó  después  de  Elchingen  y  tomó  el  camino  de  Mu 
nich  en  donde  entro  el  24. 

El  ejército  austríaco  estaba  casi  derrotado.  Sin  embargo  sus  restos, 
eficazmente  acosados  en  su  atropellada  fuga,  esperi mentaron  todavía  en 
varios  encuentros  el  ímpetu  y  el  denuedo  francés.  Finalmente  después 
de  nna  marcha  mas  y  mas  victoriosa  y  esclarecida  con  los  encuentros  de 
M  inenzel,  Merhenbach,  Lambach.  Ix>vers  y  Vmstetten,  el  grande  ejército 
llegó  á  los  umbrales  de  Viena.  El  40  de  no\ieml. re,  el  emperador  sentó 
su-  reales  en  Molk  .  y  se  hospedó  en  la  abad  .'a  ,  uno  de  los  mas  hermosos 
edificios  de  l'.mopa.  Esta  en  sitnaeion  Inri  Usina  señoreando  el  Danubio. 
los  Romanos  tenian  en  ella  una  desús  mayores  fortalezas,  llamada  la  Casa 
de  Hierro,  y  habia  sido  construida  por  Cómodo. 

Antes  de  entrar  en  la  capital  del  Austria,  el  ejército  francés  debia  aña 
dir  un  nuevo  y  grandioso  triunfo  á  los  que  diariamente  conseguía  El  1 1 
de  noviembre,  seis  batallones,  formando  un  total  «le  cuatro  mil  hombro 


284  HISTORIA 

mandados  por  el  mariscal  Mortier,  alcanzaron  él  ejército  ruso  en  la  aldea 
de  Diernstein,  en  donde  solo  creían  hallar  la  retaguardia.  Aunque  infe- 
riores en  número  ,  los  soldados  franceses  no  se  acobardaron.  Desde  las 
seis  de  la  maiíana  hasta  las  cuatro  de  la  tarde,  estos  cuatro  mil  valientes 
sostuvieron  la  pelea  contra  el  ejército  ruso,  derrotándolo  de  todo  punto, 
causándole  una  pérdida  de  cuatro  mil  hombres  entre  muertos  y  heridos 
y  haciéndole  mil  y  trescientos  prisioneros. 

A  los  dos  diasde  aquel  memorable  empeño,  el  grande  ejército  verificó 
su  entrada  en  la  capital  del  Austria.  El  mariscal  Lannes  y  el  jeneral  Ber- 
trand  fueron  los  primeros  que  pasaron  por  el  puente  que  no  habian  lo- 
grado quemar  los  enemigos. 

El  emperador  no  quiso  entrar  en  Viena;  plantó  su  real  en  el  palacio 
de  Schonbrunn,  edificado  por  María  Teresa.  Al  ver  en  el  gabinete  que 
escojió  para  sus  tareas  una  estatua  de  mármol  que  representaba  dicha 
soberana,  dijo  que  si  hubiera  vivido  aquella  gran  reina,  no  hubiera  con- 
sentido que  los  Cosacos  y  Moscovitas  talasen  su  pais,  tomando  por  con- 
sejeros una  mujer  como  madama  Colloredo,  un  palaciego  como  Cobentzel, 
un  escribiente  como  Collenbach,  un  maquinador  como  Laraberty ,  y  un 
jeneral  como  Mack  al  frente  de  sus  ejércitos. 

La  corte  austríaca  habia  desamparado  la  capital  y  seguido  los  restos 
del  ejército.  Las  autoridades  que  habian  quedado  en  Viena,  encabezadas 
por  M.  de  Bubna,  pasaron  á  Schonbrunn  para  tributar  al  emperador  su 
homenaje  en  nombre  de  aquella  gran  ciudad.  Napoleón  agasajó  á  dicha 
diputación  y  publicó  una  orden  del  dia  encargando  á  sus  soldados  la  mas 
estrecha  disciplina  y  el  mas  absoluto  respeto  á  las  personas  y  propiedades. 

La  ocupación  de  Viena  no  suspendió  el  raudal  de  los  acontecimientos 
y  de  las  operaciones  militares.  Murat  y  Lannes,  estrechando  mas  y  mas 


DE  NAPOLEÓN.  2H.i 

ni  rj.-roito  ntistro-nisn  eO  mi  retirada  hacia  la  Moravia ,  lograron  alean- 
zarlo  y  lo  derrotaron  dos  diae  cootecvtifOf ,  H  18  j  ir.  <|p  eovtmbfe, 
en  Hollabninn  y  lontersdorf.  Kl  mariscal  Sonlt  se  halló  en  esta  última 
refriega. 

EotretaotO  el  marisral  \ey,  destinado  á  invadir  el  Tirol,  estaba  descm 
penando  n  encargo  con  la  maestría  que  1<*  era  Jenial ,  romo  din  <-i  \  yéal 
mo  quinto  boletín.    Después  de  haberse  apoderado  de   las  fortaleza»  de 
Sohartnitl  y  Ncustark  ,  entró  en  Insprnek  ,  el  18  de  noviembre    efl  dotda 
hallódiez  y  seis  mil  fusilas  y  una  gran  cantidad  de  pólvora.  Kntre  los 


280  HISTORIA 

Tejimientos  valerosos  de  su  división,  descollaba  el  70°.,  que  habia  perdido 
dos  banderas  en  la  última  guerra  y  estaba  entrañablemente  apesadum 
brado  por  aquel  malogro.  Dichas  banderas  se  hallaron  en  el  arsenal  de 
Inspruck;  un  oficial  las  conoció,  y  cuando  el  mariscal  Ney  las  volvió  al 
Tejimiento  con  toda  solemnidad,  prorumpieron  en  lágrimas  los  veteranos, 
mientras  que  los  reclutas  se  estaban  engriendo  de  haber  contribuido  á 
recobrar  las  insignias  cuya  pérdida  habia  causado  tanta  amargura  á  todo 
el  cuerpo.  El  emperador,  sabedor  de  este  hecho,  mandó  que  se  perpetuase 
su  memoria  en  un  hermoso  cuadro. 

Al  dia  siguiente  de  la  refriega  de  Juntersdorf,  el  emperador  trasladó 
sus  reales  á  Znaim,  y  de  allí  á  Porlitz  y  á  Brunn.  Los  Rusos,  en  su  retirada, 
andaban  padeciendo  diariamente  nuevas  derrotas.  Al  fin,  alucinados  con 
un  movimiento  retrógado,  que  efectuó  Napoleón  para  hacerles  conceptuar 
que  juzgaba  su  situación  arriesgada  y  su  ejército  comprometido ,  se  detu 
vieron  y  tomaron  al  punto  la  ofensiva,  no  alcanzando  que  el  caudillo  fran- 
cés quería  atraerlos  al  terreno  que  habia  elejido  para  darles  la  batalla. 
Cuando  Napoleón  los  vio  caer  tan  de  bruces  en  el  lazo  que  les  habia  arma 
do,  procuró  mantenerlos  en  su  necia  confianza ,  enfrenando  sus  propios 
ímpetus  para  escuchar,  con  aparente  allanamiento,  las  proposiciones  inad- 
misibles de  un  parlamentario.  Finalmente  el  Io.  de  diciembre,  hallándose 
los  dos  ejércitos  arrostrados,  y  siendo  ya  positiva  la  batalla  que  habia  dis- 
puesto, juntó  sus  mariscales  y  mostrándoles  las  filas  enemigas,  esclamó  ■ 
« Ese  ejército  es  mió. »  «  Soldados ,  dijo  después  en  una  proclama  con  fe- 
cha del  campamento  de  Austerlitz,  el  ejército  ruso  se  presenta  para  vengar 
al  austríaco  de  Ulma.  Esos  son  los  mismos  batallones  que  habéis  derrotado 
en  Hollabrun  y  que  habéis  perseguido  hasta  aquí. 

« Las  posiciones  que  ocupamos  son  inespugnables,  y  al  marchar  para 
acorralarme  por  la  derecha,  me  presentarán  su  costado. 

«Soldados,  yo  mismo  escuadronaré  todos  vuestros  batallones;  me 
mantendré  lejos  del  fuego,  si  arrolláis  con  vuestro  denuedo  acostumbrado 
y  desbaratáis  á  diestro  y  siniestro  las  filas  enemigas ;  pero  si  la  victoria  es 
tuviera  un  momento  indecisa,  veriais  á  vuestro  emperador  esponiéndose  á 
los  primeros  tiros,  porque  el  vencimiento  no  puede  titubear,  sobre  todo  en 
este  dia  en  que  se  cifra  el  pundonor  de  la  infantería  francesa,  que  es  deto 
dala  nación. 

«Que  no  haya  desorden  en  las  filas  al  retirar  los  heridos,  y  que  todos 
se  enteren  cabalmente  de  que  es  forzoso  escarmentar  á  los  asalariados  de 
la  Inglaterra  enconados  contra  nuestra  nación. 

« Esta  victoria  terminará  nuestra  campaña  y  podremos  retirarnos  á 
nuestros  cuarteles  de  invierno,  en  donde  se  nos  incorporarán  los  nuevos 
ejércitos  que  se  están  planteando  en  Francia,  y  entonces  Ja  paz  que  firme 
será  digna  de  mi  pueblo,  de  vosotros  y  de  mí. » 


I)K  NAPOLKOM  287 

l  lo  sucedía  la  víspera  del  cumpleaños  do  la  coronación ;  por  la  noche 
hubo  ilumina»  ion  «mi  el  campo  para  celebrar  aquella  fiesta. 

Al  din  si^tn^iit*1  se  cumplieron  las  provisiones  y  esperanzas  de  Napo- 
león. \a  maestría  do  su  numen,  al  arrimo  del  desempeño  de  sus  serondo* 
y  del  sumo  denuedo  de  la  tropa,  le  granjeó  en  Austcrlitz  una  de  aquellas 
victorias  decisivas  que  la  historia  retrata  poquísimas  veees  en  la  vida  de 
los  masóles  capitanes  \  que  solo  Napoleón  ha  redoblado  M  h  NJI  LOI 
pormenores  de  aquella  grandiosa  batalla,  contenidos  en  el  .">o"  tndetin, 
son  los  siguientes. 

BATALLA    DK    At'STKRMTZ. 

« El  f»  de  frimario,  al  recibir  el  emigrador  el  pliego  con  los  plenos  po 
«leres  de  los  señores  de  Stadion  y  de  (iiulay .  ofreció  un  armisticio  para 
escusar  el  derramamiento  de  sangre,  si  efectivamente  mediaban  deseos  de 
ajustar  un  convenio  definitivo. 

« Pero  desde  luego  se  entero  de  que  eran  muy  diversos  los  intentos  del 
enemigo,  y  como  este  solo  podia  esperar  el  triunfo  por  parle  del  ejército 
ruso .  conjeturó  obviamente  que  ya  habian  llegado ,  ó  estaban  á  punto  de 
llegará  Otante  el  segundo  y  tercer  ejército,  y  que  las  negociaciones  no 
«Tan  mas  que  un  ardid  de  guerra  para  adormecer  su  vijilancia. 

« El  7,  á  las  nueve  de  la  mañana,  una  nube  de  Cosacos,  sostenida  por  la 
caballería  rusa,  arrolló  las  guerrillas  del  principe  ¡Murat,  cercó  á  Vischau  y 
cojió  cuarenta  hombres  á  pié,  pertenecientes  al  0".  rejimiento  de  dragones. 
Duranteel  din,  el  emperador  de  Rusia  se  trasladó  a  Vischau ,  y  todo  su  ejér- 
cito se  situó  detrás  de  aquella  ciudad. 


288  HISTORIA 

« El  emperador  había  enviado  á  su  edecán  el  jeneral  Savary,  para  cum- 
plimentar al  emperador  de  Rusia,  luego  que  supo  su  llegada  al  ejército. 
El  jeneral  Savary  regresó  en  el  acto  en  que  el  emperador  estaba  recono- 
ciendo los  fuegos  del  campamento  enemigo  situado  en  Vischau.  Elojió  el 
agasajo  y  amenidad  del  emperador  de  Rusia,  y  aun  del  gran  duque  Cons- 
tantino, quien  le  mostró  sumas  atenciones;  pero  desde  luego  se  enteró, 
por  las  conversaciones  que  tuvo  en  tres  dias  con  unos  treinta  fatuos  que 
bajo  diversos  conceptos  están  cercando  al  emperador  de  Rusia,  que  la  pre- 
sunción, la  desvergüenza  y  la  botaratería  habían  de  prevalecer  en  las  deci- 
siones del  gabinete  militar ,  así  como  estaban  reinando  en  las  del  gabine- 
te político. 

« Una  hueste  tan  á  ciegas  acaudillada  no  podia  menos  de  cometer  yer- 
ros. El  plan  del  emperador  fué  desde  entonces  disponerse  para  utilizar  el 
trance  favorable.  Dio  al  punto  orden  á  su  ejército  para  que  emprendiese 
la  retirada  de  noche,  como  si  hubiese  padecido  algún  desmán,  y  tomando 
posiciones  á  tres  leguas  en  zaga,  les  mandó  fortificar  con  mucho  boato  y 
plantear  sus  baterías. 

«Propuso  un  avistamiento  al  emperador  de  Rusia,  quien  le  envió  su 
edecán  Delgorouki :  el  cual  vino  á  conceptuar  por  el  ademan  del  ejército 
francés  que  procedia  en  todo  con  zozobra  y  sobresalto.  La  colocación  de 
las  avanzadas  y  las  fortificaciones  que  se  trabajaban  atropelladamente , 
todo  mostraba  al  oficial  ruso  un  ejército  mal  parado. 

«El  emperador,  que  nunca  recibe  con  tanta  circunspección  á  los  parla- 
mentarios en  sus  reales,  pasó  personalmente  á  las  guerrillas.  Después  de  los 


DE  NAPOLtOfS  W.) 

primeros  cumplidos,  quiso  el  oficial  ruso  enlabiar  cuestiones  políticas  .sen 
tcnciaba  sobro  lodo  ron  Mimn  iui|>erlineiieia.  desconociendo  absolutamen- 
i.-  kM  kMBNHI  de  la  Knropa  y  la  situación  del  continente.  Kn  una  pala 
lara  .  era  un  fnt  sanio  apuntnrín  por  la  Inglnterra.  Hablaba  al  emperador 

•  orno  suelo  hacerlo  ron  los  nucíales  rusos  a  quienes  tiene  mucho  tiempo 
li  i  destemplados  eoo  su  ÉM  y  sus  ruindades.  Kl  emperador  so  contuvo. 
\  aquel  barbilampiño,  que  está  gozando  suma  privanza  ron  el  emperador 
\fejandro,  volvió  muy  creido  de  «pío  el  ejército  francés  estaba  en  TÍtpc 

i m  de  su  total  esleí  minio.  Ya  se  deja  discurrir  cuanto  vendria  á  padecer 
el  emperador  al  enterarse  de  que  proponía  por  despedida  ceder  la  MQfei 
\  i  mIih  .11  la  corona  de  hierro  en  las  sienes  de  los  mas  implacables  enemt 
«os  de  la  Francia.  Toda  esta  variedad  de  pasos  vino  á  surtir  su  oferto.  \a 
fatua  liviandad  que  encabeza  los  dictámenes  rusos  ,  enloqueció  su  en 
freimiento  jemal.  Ya  no  se  trataba  de  derrotar  al  ejército  francés,  sino  de 
acorralarlo  y  eojerlo  prisionero ;  pues  todos  sos  logros  eran  meros  abortos 
de  la  cobardía  austríaca.  Asegúrase  que  muchos  antiguos  jenerales  aus 
triaros .  que  habían  militado  contra  el  emperador,  advirtieron  al  consejo 
que  no  era  del  caso  engreírse  tanto  contra  un  ejército  que  contaba  en  sus 
lilas  tantos  soldados  aguerridos  y  oficiales  de  acreditado  desempeño.  De 

•  mu  que  habían  visto  al  emperador  reducido  á  escasísimas  fuerzas,  en  cir 
«-(instancias  mucho  mas  criticas,  reconquistar  la  victoria  por  medio  de 
marchas  y  contramarchas  impensadas,  y  destruir  ejércitos  crecidísimos  ; 
«pie  además,  ninguna  ventaja  se  había  logrado,  y  que  muy  al  contrario, 
iodos  los  encuentros  <!o  la  retaguardia  del  primer  ejército  ruso  habían  re 
dundado  en  favor  del  francés;  pero  aquella  juventud  engreída  andaba 
oponiendo  á  estas  razones  el  tesón  de  ochenta  mil  Rusos,  el  entusiasmo 
<¡iie  les  infundia  la  presencia  de  su  emperador,  el  cuerpo  selecto  de  la 
gmrdii  imperial  de  Rusia,  y  lo  que  probablemente  no  se  atrevían  ;i  es 


200  HISTORIA 

presar,  su  talento,  cuyo  poderío  estrañaban  que  los  Austríacos  no  quisie 
sen  dar  por  averiguado. 

« El  dia  ÍO ,  el  emperador  advirtió  desde  el  cerro  de  sus  mismos  rea 
les,  con  júbilo  indecible,  que  el  ejército  ruso  emprendía,  á  dos  tiros  de  ca- 
non de  sus  avanzadas,  un  movimiento  de  costado  para  acorralar  su  dere- 
cha. Entonces  vio  hasta  qué  punto  la  presunción  y  la  ignorancia  del  arle 
de  la  guerra  habían  descaminado  los  consejos  de  aquel  ejército  valeroso , 
y  esclamó  repetidas  veces  ¡  «  Antes  de  mañana  á  la  noche  esa  hueste  va 
á  ser  mia. » 

«  Muy  diverso  era  sin  embargo  el  concepto  del  enemigo:  se  encaraba 
con  nuestras  guerrillas  á  tiro  de  pistola,  marchaba  de  sesgo  en  una  linea 
de  cuatro  leguas ,  propasando  al  ejército  francés  que  al  parecer  no  se 
atrevía  á  dejar  sus  posiciones,  sin  mas  zozobra  que  la  de  verlo  trasponer  el 
horizonte.  Hízose  cuanto  cabía  para  aferrar  al  enemigo  en  esta  aprensión. 
El  príncipe  Murat  se  adelantó  con  un  cuerpo  de  caballería  en  la  llanura,  y 
aparentando  pasmarse  con  las  inmensas  fuerzas  del  enemigo,  retrocedió 
arrebatadamente.  Así  todo  contribuía  á  encastillar  al  jeneral  ruso  en  la 
operación  mal  ideada  que  habia  emprendido.  El  emperador  mandó  poner 


DE  NAIMH.KON  J«.H 

cu  hunden  In  proclama  adjunta.  \qucll.i  noche  quiso  \ 
/ario  torio  el  campamento  ;  pero  apenas  dio  algunos  (misos  ruando  fué  ro 
nocido.  Nocabecsprcsarcl  entusiasmo  de  los  soldados  aJ  verle  Ai  golpe 
afianzaron  haces  rie  paja  eiu  elididas  en  ti  estremo  de  estacas,  y 
mil  hombres  se  presentaron  al  emperador  saludé nriole  con  acl 
unos  para  solemnizar  el  cumpleaños  de  su  coronación ,  otros  diciendo  que 
el  ejercito  iba  á  presentar  el  dia  siguiente  su  ramillete  ni  emperador  I  no 
líranarieros  veteranos  se  acerco  a  el  y  le  dijo  i  »  Mi  emperador,  no 
necesitas  esponerle  ;  te  prometo  en  nombre  de  los  granaderos  del  ejército 
que  solo  pelearás  con  la  visla  y  que  mañana  te  traeremos  las  honderas  y 
la  artillería  riel  ejército  ruso  para  vitorear  el  día  rie  tu  roronacion.  • 

•  Kl  emperador  dijo  al  volverá  su  tienda,  que  consistía  en  una  ruin 
«boza  rie  jmja  sin  techo ,  que  le  habian  levantado  los  granaderos  i 

«  Esta  es  la  mas  hermosa  noche  de  mi  \  ida ;  pero  me  desconsnelo  al 
recapacitar  cuantos  de  estos  valientes  voy  á  perder,  l.nticnrio,  por  el  pesar 
que  esto  me  causa,  que  son  verdaricrameute  hijos  míos,  v  |>or  cierto  que  i 
veces  me  reconvengo  con  esta  congoja,  porque  temo  que  me  inhabilite  j»a 
ra  guerrear.  •  Si  d  enemigo  pudiera  presenciar  este  espectáculo ,  qneriaia 
atorrnrio.  Pero  seguía  el  insensato  con  su  movimiento  y  corría  desalaria- 
mente  a  su  esterminio. 

«El  emperador  fué  dando  to las  las  disposiciones  para  la  batalla  Ma:i 
«I.»  al  mariscal  havouM  que  ocupase  el  convento  de  Raygern ;  con  una  rie 
sus  divisiones  y  otra  rie  dragones,  dehia  contener  el  ala  izquierda  del  ene 
migojwa  que  se  hallase  acorralado  en  el  trance  predispuesto:  dio  el  man 
do  de  la  izquierda  al  mariscal  l-annes ,  do  la  derecha  á  Soult ,  riel  centro  a 
liernadotte,  y  de  toda  la  caballería  al  principe  Mural,  agolpándola  en  un 
soto  punto.  U  i/.|iii.iil.'  de  I  .aunes  estribaba  en  el  Santón,  hermosa  pos¡ 
cioil  que  <l  eapendor  habia  mandado  fortificar,  y  en  donric  bahía  coloca- 
das. «li''/\  ocho  pie/as.  Desde  la  víspera  hábil  conliado  aquel  apostadero 
aventajado  al  17".  P-jimicnfo  de  infantería  lijera,  y  por  cierto  que  no  poriin 
iirdarin  BOrnéjOrca  (ropas,  l.i  división  del  jencral  Snchet  formaba 
la  izquierda  rie  tan  nos;  la  riel  jenepal  Gafarelli  su  derecha  al  arrimo  de  la 
•  ■aball. Tía  riel  príncipe  Murat.  Esta  tenia  delante  los  húsares  y  cazadores  á 
1 1-  ordenes  riel  jeneral  Kellermann,  j  las  di\  mOOOl  de  dragonea  de  Valthei 

i.Mii#-  .11  resera  las  divisiones  de  uwaierosdeloa  jeneraJes  Nsa> 
d  II  ititpoiilt  con  v.-inte  \  cuatro  piezas  de  artillería  lijera. 
Penis  iarnadotte,  esto  es,  <-i  centro  á  su  izquierda  la  división  del 

i  ii-i  .ri  Hi\.uifl,  apoyada  en  la  dereelia  rie  Murat.  \  aro  derecha  It-lm 
•ion  «leí  jeneral  Dr 

Sil  .  OnS  lldaba  Is  derecha  riel  ejército,  tenía  a  mi  izquierda  la 
división  del  jeneral  \  au. lamine,  en  el  centro  la  riniMondc  Saint  Mil 
a  mi  derecha  la  división  del  valiente  I  eerand. 


•292  H1ST01UA 

« Davoust  estaba  destacado  á  la  derecha  del  jeneral  Legrand ,  que 
guardaba  las  salidas  de  las  lagunas  y  las  aldeas  de  Sokolnitz  y  de  Celnitz. 
Tenia  á  sus  órdenes  la  división  de  Friant  y  los  dragones  de  la  división  del 
jeneral  Bourcier.  La  división  de  Gudin  debia  ponerse  en  marcha  sobre 
Nicolsburgo ,  para  contener  al  cuerpo  enemigo  que  hubiera  podido  esten- 
derse sobre  la  derecha. 

«  El  emperador,  con  su  liel  compañero  de  batallas  el  mariscal  Berlhicr, 
su  primer  edecán,  el  coronel  jeneral  Junot  y  lodo  su  estado  mayor,  for- 
maba la  reserva  con  los  diez  batallones  de  su  guardia  y  los  diez  batallo- 
nes de  granaderos  del  jeneral  Oudinot,  parte  de  los  cuales  estaban  á  las 
órdenes  del  jeneral  Duroc. 

«  Estaba  dicha  reserva  escuadronada  por  batallones  á  distancia  cabal 
para  formar  en  batalla ,  y  en  los  claros  habia  cuarenta  piezas  de  artille 
lía  servidas  por  los  artilleros  de  la  guardia.  Era  el  intento  del  emperador 
arrojarse  con  esta  columna  al  trance  mas  arriesgado ,  equivaliendo  aque 
lia  reserva  á  todo  un  ejército. 

«  A  la  una  de  la  mañana,  el  emperador  montó  á  caballo  para  recorrer 
los  puntos,  reconocer  los  fuegos  del  campamento  enemigo  é  inquirir  de 
las  avanzadas  cuanto  hubieran  podido  asechar  de  los  movimientos  de  los 
Rusos.  Supo  que  habian  pasado  la  noche  entregados  á  su  embriague/  y 
prorumpiendo  en  bulliciosa  gritería,y  que  un  cuerpo  de  infantería  rusa  se 
habia  presentado  en  la  aldea  de  Sokolnitz,  ocupada  por  un  Tejimiento  de 
la  división  del  jeneral  Legrand ,  á  quien  dio  orden  para  que  lo  reforzase. 


I)K  NAPOLEÓN, 
el  H  de  frimnrio.  saliendo  el  id 
le,  y  este  eumplenftosde  la  coronación  del  emperador,  en  que  ibaá  mhnili' 
nii  una  de  las  mayores  heroicidades  del  siglo ,  fué  uno  de  los  mas  hermo 
m>s  días  del  otoño. 

« Kstn  batalla ,  que  los  soldados  se  empeñaron  en  llamar  la  jornada  de 
los  Tres  Emperadores,  que  otros  llaman  del  Cumpleaños ,  y  que  el  empe 
i  idor  denominó  <le  tusterlitz,  sera  por  siempre  memorable  en  los  anales 
de  la  grande  nación. 

MalM  el  emperador  en  medio  de  todos  los  mariscales,  aguardando . 
para  «lar  las  ultimas  órdenes  .  .1  desojo  del  horizonte.  A  los  primeros 
rayos  del  sol,  comunicó  sus  disposiciones,  y  cada  mariscal  acudió  á  escape 
al  debido  lugar. 

•  Kl  entrador  dijo  al  pasar  al  frente  de  varios  rejimicntos:  «Sóida 
dos,  es  forzoso  terminar  esta  campaña  con  un  rayo  qne  anonade  el  orgn- 
llo  de  nuestros  enemigos.  •  Al  pnnto  los  morriones,  colocados  en  la  punta 
de  las  bayonetas,  y  los  alaridos  de  t  Viva  el  emperador»  fueron  la  verda- 
dera señal  déla  refriega.  Oyóse  un  momento  después  el  cañoneo  en  la  li 
nea  de  la  derecha ,  qne  la  vanguardia  enemiga  habia  ya  propasado  ;  pero 
I  ennientro  imprevisto  del  mariscal  Davoust  detuvo  de  repente  al  cnemi 
gO,  trabándose  la  pelea. 

<  Kl  mariscal  Sonlt  se  pone  en  movimiento,  y  dirijiéndose  á  las  alturas 
de  la  aldea  de  Priugen  con  las  divisiones  de  los  jenerales  Vandamme  y 
Saint  Hilaire,  corta  enteramente  la  derecha  del  enemigo ,  cuyos  mo\  imien 


204  HISTORIA 

tos  vinieron  á  ser  indecisos.  Sobrecogida  con  una  marcha  de  costado, 
mientras  huia,  viéndose  acometida  cuando  creia  embestir ,  se  conceptúa 
como  derrotada. 

« El  príncipe  Murat  se  pone  en  movimiento  con  su  caballería ;  la  iz- 
quierda, mandada  por  el  jeneral  Lannes,  marcha  en  escalones  por  Teji- 
mientos como  en  un  dia  de  ejercicio.  Rompe  por  toda  la  línea  un  cañoneo 
horroroso ;  doscientos  cañones  y  cerca  de  doscientos  mil  hombres  causan 
un  estruendo  aterrador  como  una  lid  verdadera  de  jigantes.  A  la  hora  de 
haberse  trabado  la  contienda,  queda  ya  cortada  toda  la  izquierda  del  ene- 
migo. Su  derecha  está  llegando  á  Austerlitz,  cuartel  jeneral  de  los  dos  em- 
peradores, quienes  destacan  al  punto  la  guardia  del  emperador  de  Rusia 
para  restablecer  la  comunicación  del  centro  con  la  izquierda.  Un  batallón 
del  cuarto  de  línea  contraresta  el  avance  de  la  guardia  rusa  á  caballo  y 
queda  arrollado;  pero  el  emperador  se  halla  cerca ,  advierte  la  novedad , 
manda  al  mariscal  Bessieres  que  marche  con  sus  invencibles  al  auxilio  de 
su  derecha,  y  en  breve  llegan  entrambas  guardias  á  las  manos. 

« No  cabe  duda  en  el  éxito,  quedando  al  punto  derrotada  la  guardia 
rusa.  Coronel,  artillería,  estandartes,  todo  cae  en  poder  de  nuestra  tropa. 
El  Tejimiento  del  gran  duque  Constantino  yace  aniquilado ,  y  este  tan  solo 
debió  su  salvación  á  la  velocidad  de  su  caballo. 

«Desde  las  alturas  de  Austerlitz  ,  ambos  emperadores  están  mirando 
la  derrota  de  toda  la  guardia  rusa.  Entonces  se  adelanta  el  centro  del  ejér- 
cito, mandado  por  el  jeneral  Bernadolte ;  tres  de  los  Tejimientos  que  lo 


I)K  NAPOLEÓN  Mi 

•  •)iii|m)im>ii  controrestun  una  brillantísima  carga  do  caballería.  Uizqni<r 
«l.i.   mandada  por  el  jencral  I  .aunes,  acomete  hasta  li  Cuantos 

avance*  te  \ ,111  entablando  logran  resultados  \cntajosisimos.  la  división 
di-I  jencral  Cafarelli  descuella  sobremanera,  y  las  de  corazeros  se  apoderan 
de  las  baterías  del  enemigo.  A  la  mu  de  la  tarde  ,  la  victoria  se  aparece 
completísima .  y  durante  larefricua  m  un  momento  siquiera  te  dudó  del 
éxito,  sin  que  acuda  un  solo  soldado  de  la  reserva,  que  permanece  in- 
moble. II  cañoneo  ya  no  se  sostenía  sino  á  nuestra  derecha,  y  el  cuerpo 
enemigo,  que  habiasido  acorralado  y  vencido  en  todas  su»  alturas,  se  ha 
liaba  en  una  hondonada  y  encajonado  sobre  un  pantano.  Kl  emperador 
acude  con  veinte  piexas,  y  deefMI  de  haberlo  arrojado  deposición  en  po- 
sición, asomó  un  espectáculo  pavoroso  y  cual  se  había  visto  en  Abukir, 
esto  <s ,  vcmte  mil  hombres  arrojándose  al  agua  y  ahogándose  en  las  la 
ganas. 

«  Dos  columnas,  de  cuatro  mil  Rusos  cada  una,  entregan  las  armas 
y  se  rinden  prisioneras ;  todo  el  parque  del  enemigo  cae  en  poder  nuestro. 
I  as  resultados  de  esta  jornada  son  i  cuarenta  bauleras  rusis,  entre  ellas 
los  estandartes  de  la  guardia  imperial ;  crecidísimo  número  de  prisioneros 
que  el  estado  mayor  no  acierta  á  sumar,  habiendo  ya  dado  una  ñola  de 
Minie  mil :  doce  ó  quince  jenerales,  y  al  menos  quince  mil  Rusos  entre 
muertos  y  heridos.  Aunque  no  se  tengan  las  relaciones,  á  primera  vista 
se  puede  computar  nuestra  peni  nía  en  ochocientos  hombres  muertos  y  de 
mil  y  quinientos  á  mil  y  seiscientos  heridos.  No  estrenarán  los  militares 
tamaña  desigualdad  ,  sabiendo  que  en  la  derrota  es  donde  se  pierde  jeo- 
te;  pues  á  escepciou  del  batallón  del  A",  ningún  otro  cuerpo  fué  desbaráta- 
lo, r.uentanse  entre  los  heridos  el  jeueral  Saint  Hilaire,  que  lo  fué  al  prin- 
cipio de  la  acción  y  permaneció  todo  el  dia  en  el  campo  de  batalla,  los  je 
ncrales  de  división  Kellermann  y  Valther,  los  brigadieres  Yalhuber,  Thie 
baut,  Sebastiani,  Compan  y  Rapp,  edecán  del  emperador.  Este  último  dio 
una  carga  capitaneando  los  granaderos  de  la  guardia,  cojiendo  prisionero 
al  principe  Repnin  ,  comandante  de  los  caballeros  de  la  guardia  imperial 
de  Rusia.  Kn  cuanto  á  los  que  sobresalieron,  puede  decirse  que  todo  el 
ejército  ha  logrado  cubrirse  de  gloria.  En  todos  los  a\  anees  ha  resonado  el 
grito  de  \i\a  el  emperador,  y  el  alan  de  solemnizar  esclarecidamente  el 
cumpleaños  d#la  coronación  estu\  o  enardeciendo  mas,  J  m  is  a  los  sóida 
dos. 

«El  ejército  francés,  aun. pie  muy  crecido,  no  contaba  las  mismas 
fuerzas  que  el  enemigo,  el  cual  osceudia  á  ciento  y  cinco  mil  hombres, 
los  ochenta  mil  Rotos  .  J  veinte  \  cinco  mil  Austríacos.  La  mitad  de  aque 
lia  hueste  ha  quedado  íbera  de  combate  ,  el  resto  ho  sido  absolutamente 
derrotado,  y  la  mayor  paite  ha  ido  arrojaudo  las  armas. 

«  Ksta  jornada  costará  lágrimas  de  sangre  en  San  IVtersburgo.  Ojalá 


•290 


HISTORIA 


logre  que  se  deseche  con  la  debida  indignación  el  oro  de  la  Inglaterra,  y 

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que  ese  joven  principe,  habilitado  con  tantas  prendas  para  ser  el  padre  de 
sus  subditos,  se  desentienda  del  influjo  de  esos  treinta  mentecatos  asalaria 
dos  por  la  Inglaterra ,  y  cuyas  necedades  empañan  sus  intentos,  le  mal 
quistan  con  las  tropas,  y  le  enmarañan  en  pasos  desatinados.  La  natura- 
leza, al  dotarle  de  tan  esclarecidos  realces,  le  habia  encumbrado  para  ser 
el  consolador  de  la  Europa.  Consejos  alevosos  le  constituyen  auxiliar  de  la 
Inglaterra,  y  le  colocan  en  la  historiaal  par  de  los  individuosque  perpetúan 
do  la  guerra  en  el  continente,  habrán  consolidado  la  tiranía  británica  en 
los  mares  y  acarreado  la  desventura  de  nuestra  jeneracion.  Si  la  Francia 
no  puede  lograr  la  paz  sino  bajo  las  condiciones  que  el  edecán  Dolgorouki 
proponía  al  emperador  y  que  Mr.  de  Novozilzof  estaba  encargado  de  re 


*y 


I>h  \  fcPOLBOM.  l'Jl 

dnndenr.  la  Kusia  no  las  conseguiría  aun  ruando  M    ejército  estuuna 
m  nipadoeo  las  alturas  di  Montniuhr 

I  n  un  pule  mas  rirrunstannndo  (Ir  osla  batalla  informara H  calado 
mayor  ilrlo  i|iu>  r.ul.i  cuerpo,  jeneral  \  olinal  lian  practicado  para eacla- 
rccer  el  nombre  francos  y  «lar  un  testimonio  fie  su  amor  al  emperador. 

•  II  día  VI  al  ui  principe  Juan  de  I  n  htenstein,  comandan 
te  del  i'jcri  itn  MUtriacO,  lia  \  ruido  a  IfistorM  ron  r|  emperador  en  SO* 
iralrs.  sentados  rn  una  quinta,  >  lia  tenido  una  larga  audiencia  I  Dtre 
tanto  proM  güimos  on  nuestro  triunfo.  Kl  enemigo  se  lia  rrtiradn  por  el 
camino  de  Austerhtz  á  (ioddinga.  En  esta  retirada  va  presentando  mi  cos^ 
lado,  y  el  ejército  francés  le  sigue  á  retaguardia.        * 

•  Jamas  campo  <lc  batalla  presentó  aspecto  mas  borroroso  :  oyense  del 
centro  de  los  inmensos  pantanos  los  alaridos  de  millares  de  hombres  ¿  los 
que  no  cabe  suministrar  el  menor  auxilio.  Se  necesitarán  tres  dias  para 
que  todos  los  heridos  enemigos  queden  trasladados  á  Rrunn.  Este  espectá- 
culo saja  el  corazón.  ¡  Ojalá  que  tanta  sangre  derramada  y  tantas  desdi- 
chas recaigan  finalmente  sobre  los  pérfidos  isleños  que  las  han  causado  ! 
¡ojalá  que  los  cobardes  de  landres  padezcan  la  pena  de  tantísimo  que 
branto ! 


-s 


r.AHTI  I, o  \\l 


Resultados  de  la  batalla  de  Misierlitz.  Combale  naval  de  Trafalg.tr.  Paz  de 

Presburgo.   Destronamiento  de  los  Borbones  de  Ñapóles.  La  Baviera 

constituida  en  reino.  Banderas  de  Austeilitz  enviadas  :í  Parí». 

Regreso  de    Napoleón  :i  Francia. 


a  soberanía  y  la  aristocracia  europea,  luí 
muladas  en  la  persona  de  los  emperado 
res  de  Alemania  y  de  Rusia,  se  aterraron 
con  el  desengaño  de  que  li,  nueva  liga 
vino  mas  y  mas  á  tropezar  en  Austerlitz 
con  la  misma  nación  que  cu  Zurich  y  en 
Marengo.  Agolpaba  al  parecer  la  Provi 
dencia  las  épocas,  reservando  para  el 
cumpleaños  de  la  coronación  el  primer  triunfo  decisivo  del  emperador 
Napoleón,  manifestando  al  mundo  que  los  soldados  del  imperio  iban  con 
tinuando  dignamente  la  obra  de  las  falanjes  republicanas ;  que  el  boato 


DI    >\l'n|.Kn\  wj 

monárquico  en  nada  había  nltrrmlo  la  pujau/a  «leí  pueblo  y  del  ejército. 
ni  el  numen  (ir  mi  caudillo.  \  que  la  revolución,  siempre  batuca  é  inten 
cible.  seguía  también  remando  en  Kran.  1 1 

i   ir  ili^innn  .  ipiesnlo  mu"  a  rerarr  sobre  h  Rusia  y  el  Austria,  peni 
eu\o  nvharo  estremeció  vi»  lentamente  á  Berlin  y  á  landres,  no  enfreno 
.1  lo*  proniotoi  ■•>  de  la  guei  i  .i    \<>  se  cifraba  rn  una  i  esion  de  ten  ¡ 
en  intereses  materiales,  en  agravios  directo»  ó  accidentales  la  repetición  «V 

• 


baten  tremendas  entre  las  mas  poderosas  monarquías  de  Kuropa.  Tratábase 
para  ellos  de  una  contienda  de  principios,  causa  de  guerra  activa  \  J0 
manente,  aunque  menos  deslindada  y  aparente;  que  un  pleito  de  tincas  o 
I  i.  utas;  lo  cual  daba  marjen  a  que  Napoleón,  aparentando  equivocante. 
dijera  á  los  oficiales  austríacos  sus  prisioneros :  «  No  sé  porqué  peleo  ni 
sé  lo  que  de  mi  se  requiere. » 

Kl  gabinete  de  San  James  insistió  pues  en  sus  planes  hostiles  contra  la 
lian,  i  a  i  i'.s.n  (|(>  1. 1  derrota  completa  de  sus  aliados  Kl  evito  del  comba 
le  de  Trafalgar  vino  á  ofrecerle  una  inmensa  compensación.  Las  escua 
«li  i-  IranreSi  \  española  combinada*  habían  rido  destrozad  is  cu  laSCOa^M 
meridionales  de  Kspana  por  Nelson  .  quien  pago  con  la  vida  este  triunfo 
ilecisivo  de  la  marina  inglesa.  Kn  medio  de  sus  atro|>ellados  y  esclarecidos 
triunfos  con  los  Austro  Rusos .  le  llegó  ¿  Napoleón  la  noticia  de  aquel  de» 
catabro.  Con  cate  motivo  dijo  posteriormente  «  Kn  la  mayor  parte  de  las 
batallas  que  hemos  perdido  contra  los  Ingleses,  o  ¿ramos  inferiores  en  nú 
mero, ó  estallamos  i, -minios  con  buques  españoles,  los  males,  estando  mal 


500  HISTORIA 

organizados,  debilitaban  nuestra  liuea  en  vez  de  reforzarla  (I) ;  ó  bien  fi- 
nalmente, porque  los  jenerales  que  mandaban  en  jefe,  que  deseaban  el 
combate  y  marchaban  al  enemigo ,  titubeaban  entonces ,  efectuaban  su 
retirada  bajo  diversos  pretestos  y  comprometían  así  á  los  mas  valientes. » 
«He  pasado  mi  vida,  dijo  en  otra  ocasión,  buscando  un  buen  marino 
sin  haberlo  podido  hallar.  Esta  profesión  tiene  algo  de  especial  y  de  teóri- 
co que  coartaba  todos  mis  conceptos Si  hubiese  encontrado  un  hom- 
bre que  hubiera  abundado  en  mi  sentido  y  pensamientos,  ¡cuántos  resul- 
tados hubiéramos  conseguido!  pero  durante  mi  reinado,  nunca  pudo  des- 
collar en  la  marina  un  campeón  que  orillara  el  carril  y  acertase  á  idear 
novedades. » 

La  destrucción  de  la  escuadra  francesa  desconsoló  en  el  alma  al  empe- 
rador, quien  vio  desde  entonces  que  el  imperio  de  los  mares  quedaba  afian- 
zado por  mucho  tiempo  á  los  Ingleses ;  por  lo  mismo  caviló  mas  que  nun- 
ca sobre  acosarlos  en  el  continente,  ya  sea  por  los  aliados  que  pensionaban, 
ó  en  el  comercio  colonial ,  cuyo  monopolio  estaban  ejerciendo. 

El  torismo,  abatido  con  el  primer  boletín  del  grande  ejército,  se  había 
erguido  en  Londres  con  mayor  insolencia  y  altivez ;  y  su  esclarecido  cau- 
dillo, Pitt,  cuyo  fin  se  acercaba,  agonizaba  ya  como  Nelson  en  el  regazo 
de  su  triunfo.  Un  mes  hacia  que  la  Inglaterra  estaba  embriagada  con  los 
triunfos  inesperados  de  su  escuadra ;  se  arriesgaba  á  perpetuar  con  el  es- 
truendo del  cañón  de  Trafalgar,  una  guerra  que,  al  preparar  el  derribo  de 
Napoleón,  debía  facilitar  durante  diez  años  la  educación  revolucionaría  de 
la  Europa.  Pero  dejemos  al  gabinete  de  San  James  en  medio  de  los  rego- 

(i)  Bonaparte  en  cuatro  palabras  hacinó  un  cúmulo  de  desatinos. 

Siempre  los  Franceses,  particularmente  en  los  trances  marítimos,  nos  han 
dejado  en  la  demanda.  Hace  ya  mas  de  un  siglo  que  en  las  aguas  de  Mesina  ,  un 
Mr.  de  Cour ,  socolor  de  ir  ciñendo  mas  y  mas  para  lograr  el  barlovento,  des- 
amparó á  D.  José  Navarro,  titulado  después  marqués  de  la  Victoria,  quien  con 
sobrado  arrojo  trabó  por  sí  solo  el  combate,  y  con  su  Real  Felipe,  de  iao  ca- 
ñones, y  el  Poder,  de  6o,  se  desembarazó  de  siete  navios  ingleses  y  entró  en 
Cartajena  con  lodo  el  buque  hecho  astillas  ,  de  modo  que  solo  sirvió  para  leña. 

En  Trafalgar,  la  ciega  terquedad  de  Bonaparte  en  acometer  á  todo  trance 
al  enemigo, y  la  ignorancia  total  de  Villeneuve,acarrearon  la  ruina  de  entram- 
bas marinas.  Mandando  Gravina,  no  lograran  seguramente  atacar  en  columna 
una  linea  dilatada  y  respectivamente  muy  endeble  ,  peleando  en  todos  los  pun- 
tos dos  ó  tres  contra  uno.  Además  los  cuatro  navios  franceses  d«^  la  izquierda  hu- 
yeron cobardemente  y  cayeron  luego  en  manos  de  los  Ingleses,  ya  sobre  la  cos- 
ta de  Francia. 

Con  esto  se  malogró  el  heroísmo  de  nuestros  ínclitos  marinos,  y  aquel  des- 
calabro irreparable  afianzó  positivamente  el  imperio  de  los  mares  en  la  isla  tra- 
ficante y  enemiga  por  lo  jeneral  del  continente. 


DE  NAlMM.K.nN  -,oi 

rijos,  y  volvamos  íi  Viisl.-rhi/  que  nubló  muv  (tronío  los fotejos  del  turis- 
mo y  el  postrer  júbilo  de  l'itt. 

Al  din  siguiente  de  esta  gran  batalla,  rl  principe  Juan  de  Licbten«.t.  ni 
comandante  del  ejército  austríaco  de  Moravia,  se  presentó  al  amanertr  en 
el  cuartel  jcncral  del  cmpeíador  Napoleón,  planteado  en  una  quinta.  Ve- 
nia de  parte  de  su  amo,  ansiosísimo  de  avistarse  con  el  vencedor  impioiw 
do  su  moderación  y  jenerosidad  para  salvar  su  corona  y  sos  estados  de  la 
aplicación  del  derecho  de  conquista.  Napoleón  accedió  á  su  demanda  y  ie 
avistó  en  el  mismo  (lia  con  el  monarca  vencido  en  el  campamento  del  hé- 
roe victorioso.  «  Os  recibo  en  el  único  palacio  que  habito  de  dos  meseaá 
ella  parte,  ■  dijo  Napoleón  al  emperador  Francisco;  y  este  respondió  ai 
punto  con  una  sonrisa  forzada:  «bebe gustaros  vuestra  habitación,  ya  que 
tan  buen  partido  sacáis  de  clin.  *  Ku  pocas  horas  se  firmó  un  armistin.>.  j 
se  convino  en  las  principales  condicione»  de  la  paz.  El  emperador  de  Ale 
inania,  cediendo  a  las  circunstancias,  procuraba  templar  el  euojo  del 


Eg3Uf\ 


o<)2  HISTORIA 

dor  contra  los  Ingleses.  «Son  unos  comerciantes,  repetía,  incendian  el 
continente  por  vincularse  el  trauco  del  mundo. »  Habló  también  en  nom- 
bre del  emperador  de  Uusia;  que  orillaba  la  aliauza  inglesa  y  queria  hacer 
la  paz  por  separado.  « No  cabe  duda,  añadió,  en  que  la  Francia  tiene  ra- 
zón en  sus  reyertas  con  la  Inglaterra. »  ¡  La  Francia  tiene  razón  !  Y  ¿no  era 
portentoso  el  estar  viendo  cómo  los  principes  que  habían  levantado  aque 
Mas  moles  inmensas  de  huestes  contra  la  Francia,  se  desengañaban  así  de 
improviso  acerca  del  derecho  lejítimode  sus  enemigos  y  los  agravios  de 
sus  aliados?  ¿No  era  muy  lastimoso  el  ver  que  revolución  tan  repentina 
solo  hubiese  aparecido  tras  veinte  refriegas  y  una  batalla  en  que  la  sangre 
humana  habia  corrido  con  abundancia? 

Napoleón  no  abuso  de  la  superioridad  que  le  tranqueaban  los  aconte 
cimientos  de  la  víspera.  Prometió  suspender  la  marcha  de  sus  columnas  y 
dar  paso  al  ejército  ruso  ,  si  Alejandro  empeñaba  su  palabra  de  volverse  á 
sus  estados  y  evacuar  la  Polonia  austríaca  y  prusiana.  El  emperador  Fran- 
cisco se  lo  aseguró  á  nombre  de  Alejandro,  y  se  retiró  después,  acompañado 
de  los  príncipes  de  Lichtenstein  y  de  Schwartzenberg.  Napoleón  le  acom 
paño  hasta  su  coche  y  se  volvió  á  dormir  en  Austerlitz.  Dijo  después  de  ha- 
berse separado  del  monarca  austríaco :  « Este  hombre  me  hace  cometer 
un  yerro,  porque  yo  hubiera  podido  seguir  mi  victoria,  y  cojer  todo  ej 
ejército  ruso  y  austríaco;  pero  se  derramarán  algunas  lágrimas  menos.  » 

Napoleón  habia  hablado  á  sus  soldados  la  víspera  de  la  refriega  para 
inflamar  su  denuedo  y  presagiarles  la  victoria;  no  se  olvidó  de  encararse 
con  ellos  otra  vez  después  de  la  batalla,  en  parabién  de  haber  contribuido 
tan  esclarecidamente  á  verificar  su  predicción.  «Soldados,  les  dijo,  estoy 
contentísimo  con  vosotros.  Habéis  desempeñado  en  la  jornada  de  Auster- 
litz cuanto  yo  esperanzaba  de  vuestro  tesón.  Habéis  cubierto  vuestras 

águilas  de  una  gloria  inmortal Cuando  hayáis  llevado  á  cabo  todo 

cuanto  se  requiere  para  afianzar  la  dicha  y  la  prosperidad  de  nuestra  pa 
tria,  regresaréis  á  Francia,  y  allí  echaré  el  resto  en  premiaros.  Alborozado 
os  verá  allá  mi  pueblo,  y  bastará  que  digáis:  «  Yo  me  hallé  en  la  batalla 
de  Austerlitz,  •  para  que  respondan  :  «  Ese  es  un  valiente.  » 

Sin  embargo  un  edecán  de  Napoleón ,  el  jeneral  Savary ,  habia  acom 
panado  al  emperador  de  Alemania  para  saber  si  Alejandro  se  avenía  al 
ajuste  contraído  en  su  nombre.  El  czar  desde  luego  ratificó  las  promesas 
de  su  augusto  aliado  y  dijo  al  enviado  francés :  ■<  Aunque  inferiores  en  nú 
mero,  lograsteis  la  superioridad  en  todos  los  puntos  de  ataque.  —Señor, 
respondió  Savary ,  ese  es  el  arte  de  la  guerra  y  el  fruto  de  quince  aíios  de 
gloria;  esta  es  la  cuadrajésima  batalla  que  da  el  emperador.  —  Es  cierto, 
replicó  Alejandro;  es  un  gran  militar.  En  cuanto  á  mí,  esta  es  la  primera 
vez  que  salgo  á  campaña.  Nunca  he  tenido  la  presunción  de  habérmelas 
con  él.  Regreso  á  mi  capital.  Habia  venido  en  auxilio  del  emperador  de 


I>K  NM'OIION  -.0- 

VltMiinnia;  me  lia  dicho  que  estaba  satisfecho  .  yo  también  lo  esto\  • 

Kl  armisticio  convenirlo  el  ."  de  diciembre  mire   Yi|»oleoii  \  el  rm 
l   i  ulor  de  \lemania  quedó  autorizado  H  iba  |  ron  las  firma*  oVI 
cal  Bertlner  y  del  |»i  mcipe  de  Uchlenstcta 


n  oliéronse  i  esta  suspensión  do  hostil idaries  dos  decretos,  nno  conce 
dicndo  pensiones  á  las  viudas  y  á  los  hijos  de  los  militares  de  todn  gradúa 
rion  mnertosen  austerliti ,  y  otro  mandando  qne  los  caaones  rusos  y  ans 
Iriacoseojidos  en  aquel  rampo  de  batalla  se  fundiesen  para  servir  a  la  cree 
rion.  en  la  plaza  de  Yendoma,  de  una  columna  triunfal  para  perpetuar  la 
gloria  del  ejercito  francés.  Kn  un  tercer  decreto,  el  emperador  prohijaba 
todos  los  niños  de  los  jenerales ,  oficiales  y  soldados  franceses  muertos  en 
la  batalla  «le  Nnsterlil/.  \  mandaba:  I".  Que  fuesen  mantenidos  y  educa 
dos  i  esponsas  del  estado :  2".  que  pudiesen  añadir  á  sus  nombres  y  apHli 
dosel  nombre  de  \apnleniv 

Desde  Anstetlit/ .  el  cuartel  jeneral  \o¡\  i<»  á  Itrunn.  Mli  mandó  Napo- 
león que  se  presentase  el  principe  Hcpiiiii  .  coronel  de  los  caballeros  guar 
dias,  j  le  dija  :  «  yue  no  quería  privar  |>m  mas  tiempo  al  emperador  de 
Rusia  de  Jante  tan  valetfOa,  j  |M  podía  juntar  todos  los  prisioneros  de  la 
limi.Ii.i  imperial  rusa  y  regresar  con  ellos  a  su  patria.  » 

Kl  I"  de  i  Na|K)leon  estaba  de  vuelta  en  Schunbrunn     en 

donde  recibió  la  diputación  de  \o»  i  M » -|  "lores  de  Paris.  Kl  correjidor  del 
séptimo  distrito  comunal  tomo  la  voz.  Kl  emperador  les  anuncio  la  pro 
rima  conclusión  de  la  pea  i  -<>  que  fletasen     P  •  a  las  banderas 

eojidas  en  Au  de  Nuestra  *>eüoia    M 


504  HISTORIA 

tiempo  escribió  al  cardenal  arzobispo  conflándole  la  guarda  de  aquel  glo- 
rioso depósito,  y  espresándole  su  ánimo  de  que  se  cantase  anualmente  un 
oflcio  solemne  en  la  metrópoli  en  memoria  de  los  valientes  muertos  por 
la  patria  en  aquella  gran  jornada. 

Durante  su  permanencia  en  Schoenbrunn,  el  emperador  pasó  revista  á 
las  tropas,  y  al  llegar  al  primer  batallón  del  4o.  rejimicnto  de  línea  que  ha- 
bía sido  desbaratado  en  Austerlitz  y  habia  perdido  su  águila.  « Soldados, 
esclamó  Napoleón,  ¿qué  habéis  hecho  del  águila  que  yo  os  habia  dado? 
Habíais  jurado  que  os  serviria  de  punto  de  reunión  y  que  la  defenderíais 
á  riesgo  de  vuestra  existencia :  ¿cómo  habéis  desempeñado  vuestro  jura- 
mento?» El  mayor  respondió  que  habiendo  muerto  el  abanderado  cuan- 
do cargó  el  enemigo,  nadie  lo  habia  advenido  en  medio  del  humo;  pero 
que  el  cuerpo  no  por  eso  habia  dejado  de  cumplir  con  su  obligación  por- 
que habia  arrollado  dos  batallones  rusos  y  cojido  dos  banderas  de  que  tri- 
butaba homenaje  al  emperador .  Después  de  haber  titubeado  un  rato,  Napo- 
león intimó  á  los  oficiales  y  soldados  que  jurasen  no  haber  advertido  el 
malogro  de  su  águila,  lo  que  todos  hicieron  inmediatamente:  entonces  el 
emperador  prorumpió  en  acento  mas  blando  y  aun  risueño  :  « En  ese  caso, 
os  devolveré  vuestra  águila. » 

Las  negociaciones  para  la  paz  se  llevaron  adelante  con  el  mayor  ahin- 
co y  pararon  en  el  tratado  de  Presburgo,  que  se  firmó  el  20  de  diciembre, 
quedando  por  él  los  estados  venecianos  reunidos  al  reino  de  Italia,  y  los 
electores  de  Baviera  y  Wurtemberg  elevados  á  la  dignidad  rejia.  Napoleón 
anunció  él  mismo  esta  fausta  nueva  á  su  ejército  con  una  proclama  del  27, 
en  la  que  les  decia  que  después  de  haber  visto  á  su  emperador  compartir 
con  ellos  los  peligros  y  las  fatigas,  vendrían  á  verlo  rodeado  de  la  gran- 


,£klffito  . 


DK  NAPOLEÓN 

tinta  y  esj. Icudoi  correspondientes  al  MuVrauo  del  primor  pueblo  del  uní 
verso.  «  Duró  una  gran  función  «n  Pnris  ;■  primeros  do  mayo,  anadia :  allí 

•  ■•.tap-is  todos. \  después  irruios  doquiera  que  nos  Manir  la  dicha  de  ni 
|»atria  y  los  interese*  de  nuestra  gloria.  Soldados  .  la  confian™  de  Véfdl 
á  lodos  antes  «le  vis  mcs«*s  mimánMÚM  en  torno  de  mi  alcázar  esté  ya 
li.il.ttraii.lo  a  mi  pecho.  Realzaremos  la  memoria  de  cuanlos  vacien 
estas  dos  campañas  por  los  campos  del  honor,  \  el  mundo  nos  verá  pron- 
tos á  imitar  su  ejemplo  y  :i  hacer,  si  mfftétO,  mas  de  loque  hemos  hecho 
contra  aquellos  que  intentaren  mancillar  nuestro  honor.  •»  se  dejaren  le* 
ducir  por  el  oro  cohechador  de  los  eternos  enemigos  del  coi 

Este  májioo  lenguaje  arrollndor  de  los  ánimos  guerreros  y  estos  Ha 
mamienlos  personales  en  las  revistas  y  el  ademan  «le  familiaridad  militar 
ron  que  Napoleón  se  allanaba  a  tomar  cuando  convenia,  han  dado  campo 
para  zaherirle  de  haber  entablado  y  sostenido  aquella  suma  |>opnlaridad 
en  los  campamentos  a  impulsos  de  su  charlatanismo.  Pero  los  escritores 
que  han  estampado  tamaña  impropiedad  no  han  comprendido  que  si  podía 
aplicarse  semejante  calificación  á  lamaestria  de  un  prohombre  para  labrar 
una  nación  y  un  ejército  capaces  de  heroísmo  ,  no  se  inferiría  que  d  pro 
hombre  fuese  menguando  hasta  el  nivel  de  lo  (pie  vulgarmente  se  llama 
un  charlatán,  sino  que  el  charlatanismo  se  encumbrara  á  la  altura  del  pa 
triotismo  \  de  la  maestría  política.  sublimnndoM-  tal  vez  hasta  losnmode 
los  alcances.  Con  efecto ,  ábrase  la  historia  y  véase  si  hay  alguno  de  los 
bienhechores  de  la  humanidad  ó  de  los  grandes  civilizadores  por  la  lejis 
lacion,  la  relijion  ó  la  conquista,  que  haya  dejado  de  valerse  de  los  medios 
que  empleaba  Napoleón  para  avasallar  á  los  hombres  y  ensalzarlos  hasta 
lo  mas  eminente.  Si  puede  apellidarse  charlatanismo  el  uso  que  han  he 

•  ho  de  su  preeminencia  para  la  dicha  ó  la  gloria  de  las  naciones,  como  se 
llamó  brujería  el  predominio  de  la  maríscala  de  Añero  para  con  María  de 
Mediéis,  no  es  propio  levantar  en  nuestro  siglo  una  hoguera  para  seme 
jantes  charlatanes,  antes  bien  esclamar:  Vi\a  el  charlatanismo. 

No  merece  ser  menos  recordada  por  la  historia,  que  su  última  procla 
ma  al  ejército,  la  despedida  de  Napoleón  á  la  capital  del  Austria. 

t  Vecindario  de  Viena ,  le  dijo ,  he  tenido  que  escasearos  mi  presencia  . 
mas  no  ha  sido  por  menosprecio  ni  por  engreimiento ,  sino  por  cuanto  no 
.¡nena  desimpresionaros  del  afecto  que  estabais  profesando  aun  príncipe 
con  quien  ansiaba  \o  ajotar  una  paz  duradera.  \l  dejaros,  recibid,  como 
un  presente  que  os  acredite  mi  aprecio,  intacto  vuestro  arsenal  que  las 
ley  es  de  laguer  i.i  lialuan  hecho  propiedad  una.  servios  de  él  siempí 
el  mantenimiento  del  orden.  Atribuid  cuantos  pesares  habéis  padecido  a 
los  quebrantos  inseparables  <¡c  la  guei  m  j  iodos  lo-  miramientos  que  mi 
ejercito  ha  temdo  en  vuestras  campiñas,  los  debéis  al  aprecio  que  me  ha 
beis  merecido. «• 


506  HISTORIA 

Apenas  estaba  firmada  esta  proclama  y  anunciada  la  paz  al  pueblo  de 
Viena  y  al  ejército  francés ,  cuando  Napoleón  pregonaba  al  mundo  en  una 
nueva  proclama ,  con  fecha  del  27  de  diciembre ,  las  alevosías  de  la  corte 
de  Nápoles,que  acababa  de  abrir  sus  puertos  á  los  Ingleses  con  menosprecio 
de  un  tratado  firmado  dos  meses  antes.  Jamás  sonaron  en  sus  labios  pala 
bras  mas  grandiosas,  enérjicas  y  amenazadoras. Unos  Borbones  daban  la  ma- 
no á  los  Ingleses  y  hacían  traición  á  la  Francia.  Bastaba  esto  para  que  se 
sublevasen  al  punto  las  pasiones,  antipatías  y  repugnancias  de  la  nación  y 
para  que  se  manifestasen  en  el  lenguaje  de  su  caudillo.  En  este  caso ,  la 
dictadura  imperial  debia  hablar  como  lo  hubieran  hecho  los  convencio- 
nistas.  Forzoso  se  hacia  el  mostrarse  inexorable  con  el  perjurio  real  y 
apear  del  solio  á  la  faz  de  los  Ingleses  á  los  Borbones  de  Ñapóles  abatidos 
y  afrentados.  Napoleón  desempeñó  asombrosamente  aquel  intento.  Nunca 
representó  mas  airosamente  la  revolución  y  la  Francia.  He  aquí  la  procla- 
ma publicada  en  el  ejército: 

« Campamento  imperial  de  Schcenbrunn ,  26  de  diciembre  de  4  80.r>. 

«  Soldados : 

i  Hace  allá  diez  años  que  eché  el  resto  por  salvar  al  rey  de  Ñapóles;  él 
lo  ha  echado  también  por  su  parte  para  estrellarse. 

« Después  de  las  batallas  de  Dego,  Mondovi  y  Lodi,  no  podia  oponer 
me  mas  que  una  endeble  resistencia.  Di  crédito  á  las  palabras  de  aquel 
príncipe  y  fui  jeneroso  con  él. 

«Cuando  la  segunda  liga  quedó  disuelta  en  ¡Marengo,  el  rey  de  Ñapó- 
les, que  había  encabezado  aquella  guerra  injusta,  desamparado  por  sus 
aliados  en  Luneville,  quedó  solo  é  indefenso.  Me  imploró,  y  por  segunda 
vez  le  perdoné. 

« Pocos  meses  hace  que  os  hallabais  á  las  puertas  de  Ñapóles.  Lejítimas 
fazones  tenia  para  maliciar  la  traición  que  se  estaba  ideando  y  desagraviar- 
me. Otra  vez  fui  jeneroso.  Reconocí  la  neutralidad  de  Ñapóles ;  os  mandé 


x-j  *m 


I>K  NAPOLEÓN  B07 

evactiai  aquel  miiii.)  por  la  terrera  vm  la  casa  de  Ñapóles  quedó  salva  y 
cabal 

• ,  I udu liaremos  todavía  por  la  cuarta  ves'  ¿ nos  fiaremos  por  la  ruar 
ta  ves  de  tina  corte  sin  fe.  sin  honor  y  sin  discernimiento9  No  .  no.  la 
dinastía  de  Ñapóles  dejó  de  reinar;  su  existencia  ■  incompatible  con  el 
sosiego  de  la  Kuropa  y  el  blasón  de  mi  rorona. 

«  Soldados,  marclmd  ;  precipitad  en  lasólas,  dado  caso  que  o»  aguar 
den.  a  esos  débiles  batallones  de  los  tiranos  de  los  mares.  Mostrad  al  mun 
do  de  que  modo  castigamos  á  los  perjuros  No  tardéis  en  informarme  que 
toda  la  Italia  yace  avasallada  á  mis  leyes  o  á  las  de  mis  aliados ;  que  el 
mas  hermoso  pais  de  la  tierra  esta  libre  del  \  ugo  de  los  hombres  mas  per 
(Idos;  que  se  ha  desagraviado  la  santidad  de  los  tratados,  y  que  están  apta 
cados  los  manes  de  mis  valientes  soldados  asesinados  en  los  puertos  de  Si 
tilia  á  su  regreso  de  Kjipto,  después  de  haberse  salvado  de  los  naufrajios. 
de  loa  desiertos  y  de  cien  refriegas.  • 

El  ejército  de  Italia,  que  los  triunfos  de  HatMM  habían  .  onducidoá 
las  fronteras  del  Austria .  tomando  con  este  motivo  el  nombre  de  8°.  cuer 
po  del  ejército  de  Alemania ,  correspondió  airosamente  á  los  anhelos  de 
Napoleón  apoderándose  ejecutivamente  del  reino  de  Ñapóles.  Kl  trijesimo 
séptimo  Metió  del  grande  ejército  pregono  esta  conquista  velos  en  los  tér 
minos  siguientes: 

« El  jeneral  Saint  Cyi  se  encamina  a  marchas  forsadas  hacia  Ñapóles» 
para  castigar  la  traición  déla  reina  y  derrocar  del  solio  áaquella  mujer  cri 
minal  que  ha  quebrantado  cou  tanto  desenfreno  cuanto  se  repula  mas  sa 
grado  entre  los  hombrea.  Han  querido  interceder  por  ella  con  el  empera 
dor,  y  su  respuesta  ha  sido : 

f  Aun  cuando  debieran  renovarse  las  hostilidades  y  tuviera  que  soste- 
ner la  nación  una  guerra  de  treinta  años ,  no  cabe  indulto  para  tan  atroz 
alevosía.  La  reina  de  Ñapóles  ha  dejado  de  reinar;  este  último  atentado 
redondeó  su  destino.  Que  vaya  á  landres  á  aumentar  el  número  de  los 
Iramoislas  y  formar  una  junta  de  tinta  simpática  con  Drake,  Spenecr  Smith, 
Taylor  y  Wickam ;  podrá  llamar  también  ,  si  lo  juzga  oportuno ,  al  barón 
de  Armfeld  ,  á  los  señores  Ferscn ,  Antraigues  y  al  fraile  Monis.» 

Antes  de  su  salida  de  \  iena,  Napoleón  apeteció  una  esplicacion  franca 
con  Mr.  de  Ifeugwitz,  enviado  del  rey  de  l'rusia,  que  solo  había  venido 
al  teatro  de  la  guerra  para  acechar  los  movimientos  y  estar  dispuesto  para 
•  I.'.  I  n  n  la  aliansa  de  su  amo  con  las  cortes  de  Austria  J  Itu-ia,  al  primer 
desmán  de  las  armas  francesas.  Sin  duda  la  Ivntalla  «le  Aiistei  ht/  había  h. 
eho  dilatar  aquella  declaración.}  el  ministro  prusiano, embargado  en  ne 
goeiar  un  nuevo  tratado  con  Mr.deTalleyraml.no  pensaba  ya  en  su*  ms 
truccioneN  primitivas,  cuando  habiéndose  presentado  al  emperador .  este 
le  dijo  con  sumo  desentono  y  altn  81 


508  HISTORIA 

«¿Vuestro  amo  procede legalmente conmigo? ¿No  le  fuera  mas  deco- 
roso haberme  declarado  sin  rebozo  la  guerra,  aunque  sin  tener  motivos 

para  hacerlo ?  Antepongo  un  enemigo  patente  á  un  amigo  embozado. 

¿Qué  significa  todo  eso?  Os  decis  mis  aliados,  y  consentís  en  elHanover 
un  cuerpo  ruso  de  treinta  mil  hombres  que  se  comunica  por  vuestros  esta- 
dos con  el  ejército  mayor  de  la  misma  nación.  Nada  puede  sincerar  seme- 
jante conducta  ;  es  un  acto  innegable  de  hostilidad.  Si  vuestros  poderes 
no  os  autorizan  para  tratar  todas  estas  cuestiones,  poneos  corriente ;  en 
cuanto  á  mí,  voy  á  marchar  contra  mis  enemigos  do  quiera  que  se  hallen. » 

No  cabia  en  Mr.  de  Haugwitz  negar  la  realidad  de  aquellos  cargos,  y 
para  encubrir  sus  ambiguos  intentos ,  se  allanó  á  tralar  con  la  Francia 
bajo  el  concepto  propuesto  por  Mr.  de  Tallcyrand.  Firmó  pues  un  solem- 
ne tratado  cambiando  el  Hanover  por  los  margraviatos  de  Baireuth  y  de 
Anspach,  mientras  que  Mr.  de  Hardenbcrg  estaba  tratando  en  Berlin  con 
el  gabinete  de  Londres  por  orden  y  á  presencia  del  rey  de  Frusia.  Pronto 
veremos  el  resultado  de  esta  aleve  diplomacia. 

A  su  regreso  á  Faris,  Napoleón  pasó  por  Munich,  en  donde  permane- 
ció algún  ticni|>o  para  asistir  al  casamiento  del  príncipe  Eujenio  con  la 
hija  del  rey  de  Baviera.  Desde  aquella  capital  escribió,  el  6  de  enero  de 
F806,al  senado  conservador,  participándole  que  pronto  presentaría  el  tra- 
tado de  l'resburgo  y  que  tendría  que  mandarlo  publicar  como  ley  del  im- 
perio. «Mi  ánimo,  les  dijo,  era  enteraros  yo  mismo  de  las  condiciones  en 
una  sesión  solemne  ;  pero  habiendo  ajustado  con  el  rey  de  Baviera  el  en 
lace  del  principe  Eujenio  mi  hijo  con  su  hija  la  princesa  augusta,  y  hallan 
dome  en  Munich ,  al  ir  á  celebrarse  este  deposorio ,  no  he  podido  menos 
de  unir  yo  mismo  á  entrambos  novios ,  que  son  al  par  el  modelo  de  sus 
sexos  respectivos Con  este  motivo  se  dilatará  por  algunos  días  mi  lie 


Vi  > 


I>K  NAPOLBON  30U 

gada  al  centro  de  mi  pueblo ;  días  que  «eran  largo»  para  mi  corazón  ;  pero 
detona  de  vivir  tan  solo  como  soldado,  me  hallo  gozosamente  entregado 
al  (Nirmcnor  de  las  obligaciones  de  un  padre  de  familia  Pero  no  querien- 
do diferir  normas  tiempo  In  publicación  M  tratado  de  paz,  he  mandado 
que  se  os  comunicase  inmediatamente  • 

A  este  parte  siguióse  pronto  otro  o  al  que  Hipótesi  informó  al  sena 
.lo  que  acababa  de  prohijar  á  Kujenio,  llamándole  á  reinar  tras  él  sobre 
los  Italianos,  a  ralla  de  descendientes  naturales  y  lejfthMI 

Kl  casamiento  de  este  joven  principe  se  solemnizó  en  Munich  el  15  de 
enero  de  IX4K».  Napoleón  y  Josefina  asistieron  ¡i  la  ceremnni  a  *  dieron 
con  su  presencia  mayor  realce  á  los  festejos  que  la  corte  de  I  la  viera  dispu- 
so para  celebrar  aquel  enlace  Kujenio  se  había  manifestado  al  pronto 
algo  opuesto  á  las  manifestaciones  que  el  emigrador  le  había  Invho  OM 
este  motivo,  porque  le  repugnaba  un  matrimonio  político;  pero  luego 
que  hubo  visto  y  pudo  apreciar  á  la  joven  princesa  que  se  le  destinaba, 
entró  gustoso  en  las  miras  de  Napoleón. 

Mientras  que  el  emigrador  prolongaba  su  residencia  en  Raviera  ,  los 
grandes  cuerpos  del  estado  y  el  pueblo  parisiense  se  preparaban  para  re 
cibir  dignamente  al  vencedor  de  \usterlitz. 


5Í0  HISTORIA 

El  tribunado  habia  tomado  la  iniciativa;  la  sesión  del  50  de  diciembre 
de  1805  habia  acordado  una  proposición  dirijida  á  « dar  al  héroe  que  á 
fuerza  de  prodijios  imposibilitaba  los  elojios,  un  testimonio  de  admira- 
ción y  cariño  que  fuese  inmortal  como  su  gloria. » 

El  T'.de  enero  de  1806,  se  trasladaron  al  Luxemburgo  las  cincuenta  y 
cuatro  banderas  que  el  emperador  habia  dado  al  senado,  asistiendo  á  este 
acto  el  tribunado,  todas  las  autoridades,  la  música  militar  y  una  parte  de 
la  guarnición  de  Paris.  El  canciller  mayor  y  todos  los  ministros  se  halla- 
ron presentes  en  aquella  sesión.  El  senado,  presidido  por  el  gran  elector, 
realzó  el  recibimiento  del  glorioso  presente  que  iba  á  engalanar  su  palacio, 
decretando  en  nombre  del  pueblo  francés  ¡ 

« \°.  Que  se  levantaría  un  monumento  triunfal á  Napoleón  el  Grande; 

« T.  Que  el  senado  en  cuerpo  saldría  al  encuentro  deS.  I.  y  R.  M.  y 
le  tributaria  las  muestras  de  admiración  ,  gratitud  y  cariño  del  pueblo 
francés ; 

«-5°.  Que  la  carta  del  emperador  al  senado,  escrita  desde  Elchingen , 


•  :;i:-^-,. 


DI  \\n>i  ion  »U 

.1  ¿r»  de  vcndimiario  del  ano  XIV,  se  graban/»  en  sitiare»  de  mármol  que 
se  colocarían  en  d  «don  deMiionei  del  senado. 

« 4*.  S)w  á  continuación  de  aquella  carta  se  grabaría  lamhicn  lo  que 
sigue : 

•  Las  cuarenta  banderas  y  catorce  mas  añadidas  á  las  primera»  por 
s.  M.  han  sido  trasladadas  al  senado  por  el  tribunado  reunid...  ]  dépoti 
l.i.  la-  en  este  salón  .«I  mimóles  I      «le  enero  de  I9N 

Iji  catedral  de  Paris  había  tenido  también  su  parte  en  la  distribución 
de  I <>s  trofeos  de  esta  inmortal  campana.  Ya  hemos  \  istn  que  las  banderas 
•pie  le  estaban  destinadas  habían  sido  entregadas  al  ayuntamiento  de  Pa- 
ris en  el  campo  imperial  de  Schrenhrunn.  El  clero  metropolitano  salió  á 
recibirlas  .1  1 1  de  enero  con  gran  pompa  á  la  puerta  de  su  iglesia  en  cuya* 
bóvedas  quedaron  colgada- 


CAPITIU)  XXII 


Napoleón  reconocido  emperador  por  la  Puerta  Otomana.  El  Panteón  devuelto  al  cul- 
to católico.  Restauración  de  San  Dionisio.  Apertura  del  cuerpo  lejislalivo.  Fae- 
nas públicas.    Código  de  procedimientos  civiles.  Universidad  imperial. 
Banco  de  Francia.  Estatutos  imperiales.  José  Bonaparte,  rey  de  Ña- 
póles. Murat,  gran  dnque  de  Berg.  Luis  Bonaparte,  rey  de 
Holanda.  Fundación  de  la  confederación  del  Rin.  Gran 
sanedrín  reunido  en  Paris.  Tratado  con  la  Puer- 
ta. Negociaciones  para  la  paz  uni- 
versal. Muerte  de  Fox. 


apoleon  y  Josefina  regresaron  á  Paris  el 
dia26.  Su  presencia  en  la  capital  escitó  un 
[rapto  de  entusiasmo  universa^,  descollando 
el  senado  y  el  tribunado  en  la  solemne  au- 
jdiencia  que  se  les  dio  el  28  en  las  Tuilerías. 
Señor,  dijo  el  presidente  del  primero  de 
| aquellos  cuerpos  (Francisco  de  Neuf-Cha- 
teau),  aunque  vuestra  modestia  habla  tan 
llanamente  de  los  prodijios  fin  cuento  con 
que  ese  numen  que  ya  habia  aventajado  á  todos  los  demás  héroes  acaba 


DK  N IPOLION  M8 

de  sobreponerse  á  si  mismo ,  permitid  que  planteemos  el  decreto  del  sena 
do  dando  solemnemente  al  salvador  de  la  Francia  el  dictado  de  <, randa, 
nombre  tan  justo,  y  titulo  que  la  voz  del  pueblo,  que  es  la  \<>/  -I    U 
mi h  pr.vi-i  ,i  i  mil. Tiros    i 

1.1  emperador  respondió  que  daba  granas  al  senado  por  las  finen*  qttt 
su  presidente  acababa  de  manifestarle,  y  que  cifraba  toda  u  nombradla  en 
realzar  mas  y  mas  las  excelencias  de  la  Francia,  de  modo  que  bastí  m  los 
siglos  mas  remotos  llevase  por  denominación  peculiar  la  de  Brande  pueblo 

Coronaron  los  festejos  publicos  tan  solemnes  parabienes. 

Sumo  era  el  ahinco  de  Napoleón  porque  todos  los  gobiernos  di  BflPI 
i. .  reconociesen  el  dictado  de  emperador  que  le  había  conferido  I  •  na-  ion 
francesa.  Parecíale  comprometida  en  este  reconocimiento  la  digrmlad  del 
gran  pueblo  á  quien  debia  el  conjunto  de  sus  derechos;  y  su  altnez  jemal, 
su  amor  propio  y  su  engreimiento  no  le  inclinaban  menos  á  darles  MM 
mado  aprecio  Alejandro  le  había  descontentado  mucho  dirijiendole  MM 
carta  con  el  sobre  de  « caudillo  del  gobierno  Iraneés. .  a  ejemplo  del 
ie\  de  Inglaterra,  quien  habia  estremado  el  empeño  basta  el  punto  di- 
ño corresponder  sino  por  medio  de  un  secretario  de  estado.  Fue  pues  una 
especie  de  indemnización  para  Napoleón  cuando  supo  que  el  sultán  de 
Constantinopla  ,  Selim  III .  acababa  de  reconocerlo  oficialmente  por  em 
perador  de  los  Franceses. 

Aquel  anhelo  de  alternar  fraternalmente  le  ha  de  redundar  en  daño  de 
trascendencia,  arrojándole  á  jestiones  torpes,  asi  en  su  diplomacia  como  en 
la  administración  interior.  Asi  se  muestra  en  Austerlitz  jencroso  con  resa- 
bios de  indiscreción  con  unos  enemigos  poderosos  é  irreconciliables  á  quie 
nes  tenia  en  su  mano  anonadar,  y  luego  se  lo  echa  cu  cara  como  un 
yerro.  Asi  al  volver  de  aquella  memorable  campana,  restituye  el  Panteón  al 
culto  católico  y  manda  restaurar  los  sepulcros  reales  de  San  Dionisio  sin 
zozobra  de  lastimar  las  inclinaciones  fllosoticas  y  democráticas  del  pueblo 
que  solo  constituye  su  pujanza  y  poderío.  I  n  mismo  decreto,  dado  el  Itt 
de  febrero  de  isoc. ,  basta  para  entrambas  disposiciones.  Kstendiose  a  ¡es- 
tancia de  Mr.  de  Champagny ,  cuyo  informe  basta  para  justipreciar  los 
intentos  de  aquella  temporada: 

« Señor ,  dice  aquel  ministro ,  la  iglesia  de  Santa  Jenovcva,  el  templo 
mas  hermoso,  de  la  capital;  un  templo  que,  colocado  en  la  cumbre  del 
monte  consagrado á  un  culto  tutelar,  coronaba  tan  gallardamente  d  con- 
junto de  las  obras  maestras  que  engalanan  esta  ciudad,  y  pregonaba  de  le- 
jos al  estranjero  el  augusto  reinado  de  la  relijion  sobre  una  población  in- 
mensa, arrebatado  á  los  anhelos  de  la  relijiosidad  en  el  momento  mismo 
de  ir  á  disfrutarlo,  consagrado  después  á  otro  destino,  y  al  liu  dejado  en 
total  desamparo,  se  muestra  como  atónito  de  tamaño  menosprecio,  labia 
curiosidad  al  visitar  su  recinto  estraña  en  un  monumento  recién  construí 

16 


544  HISTORIA 

do  la  soledad  de  los  escombros;  el  numen  de  las  artes  se  está  desconsolando 
al  verlos  yacer  sin  esplendor,  mejor  diré,  sin  alma  y  sin  vida;  la  relijion, 
viendo  sus  esperanzas  frustradas,  se  desvia  de  un  monumento  cuya  majes 
tad  no  puede  realzarse  colmadamente ,  sino  con  el  culto  del  Altísimo,  y 
que  se  encumbraba  como  el  debido  homenaje  tributado  á  Dios  por  el  in 
jenio  humano. 

« San  Dionisio  se  envanece  con  otro  monumento  tan  antiguo  como  el 
oríjen  mismo  de  la  nación,  que  Dagoberto  dedicó  al  protector  de  la  Fran- 
cia, que  el  abate  Sujero  restauró,  y  que  abarca  en  cierto  modo  dentro  de  sí 
toda  la  historia  de  este  imperio.  Allí  descansan  tres  linajes  que  reinaron 
sóbrela  Francia;  espectáculo  que  infunde  recuerdos  á  los  príncipes  y  á  los 
pueblos  y  retrata  á  un  tiempo  toda  la  grandiosidad  humana  y  su  frajili- 
dad;  mausoleo  consagrado  por  la  relijion  y  por  los  siglos,  anchuroso  ataúd 
cuajado  de  polvo  rejio,  colocado  á  parte  y  fuera  del  bullicio  de  la  capital 
como  por  un  impulso  de  terror  y  de  respeto 

« Señor,  vuestro  pensamiento  solo  ha  reanimado  y  casi  reconstruido 
entrambos  monumentos.  Él  les  restituirá  su  encumbramiento  primitivo.  ■ 

No  podía  espresarse  mejor  el  desengaño  que  restablecía  las  máximas 
monárquicas.  Si  el  emperador  intentaba  bienquistarse  por  este  medio  con 
estranjeros  y  nacionales,  quedaba  bien  desempeñado  todo  su  anhelo  por 
su  ministro ;  aunque  al  cabo  tantos  conatos  en  mentir  respecto  á  su  orí  jen 
y  encubrir  su  verdadera  naturaleza,  debiese  perderse  ante  la  antigua  Bu 
ropa,  la  Francia  añeja  y  el  antiguo  sacerdocio,  los  que  justipreciando  á 
Napoleón  Bonaparte  mejor  de  lo  que  se  graduaba  entonces  él  mismo ,  se 
obstinaban  en  no  ver  en  él  mas  que  un  discípulo  y  patrono  del  filosofismo, 
el  hijo  y  el  sosten  de  la  democracia ,  el  enemigo  mas  temible,  y  no  el  sin 
cero  restaurador  de  lo  pasado,  objeto  de  su  veneración  y  de  sus  anhelos. 
Para  sincerar  al  emperador  se  ha  acudido  á  su  sistema  de  hermanamiento 
y  de  reconciliación  jeneral.Esta  disculpa  seria  admisible,  si  solo  se  tratase 
de  los  actos  que  restablecieron  en  Francia  el  libre  ejercicio  de  los  cultos 
interrumpido  por  la  tiranía  de  la  Convención  ó  el  Directorio.  Cuando  el 
primer  cónsul  mandaba  abrir  los  templos  católicos  en  un  pais  cuya  inmen- 
sa  mayoría  profesa  y  practica  el  catolicismo ,  á  lo  menos  por  hábito,  si  no 
es  con  todo  el  fervor  de  la  fe,  entonces  Bonaparte  obraba  como  estadista. 
Cedia  á  un  tiempo  á  la  razón  y  á  las  circunstancias.  Quedaban  igualmen 
te  satisfechos  el  anhelo  nacional,  la  relijion  y  la  sana  filosofía;  porque  to- 
do se  reducía  á  mera  tolerancia  y  libertad  ,  que  no  escluyen  ni  aun  la 
protección,  cuando  no  tropieza  con  otros  intereses  y  aprensiones. 

Pero  cuando  el  emperador,  tras  de  haber  devuelto  al  clero  sus  iglesias 
desiertas  y  haber  escudado  al  sacerdote  católico  con  la  doble  protección  de 
las  leyes  y  del  erario,  arroja  la  filosofía  de  sus  templos  para  entronizar  en 
ellos  el  catolicismo ;  cuando  deja  tratar  con  menosprecio  á  las  fundaciones 


DE  Wl'oi.i  n\  ||8 

patrióticas  para  sustituirlo»  ostentosamente  resunción. 
do  deja  verter  palabrea  de  escarnio  sobre  la  tumba  majestuosa  que  la  pa 
iría  reconocida  había  consagrado  á  la  sepultura  de  sus  prohombres  ,  y 
luego  atiende  complacidamente  ;d  boato  lotérico  sobre  •  .-i  |.  »u.»  «i.-  los 
reyes, » sobre  la  dedicatoria  de  sus  sepulcros  en  San  Dionisio  por  Itaaohcr 
(o ;  y  todo  esto  para  afrentar  el  endiosamiento  de  los  sujetos  «aclarecido» 
tu?  su  memoria  en  las  bóvedas  del  Panteón;  ruando  drp  Imllar  por 
losoanónmn»  l.isi-emzas  deVollmv  \  II  ñuscan.  \  para  guardar  los  resto* 

nu|Hiiile>  ILiini  a  1 1    -----  -|-  -      |    ■   i,  |- jiini    i  | n  nmnm  di 

los  reyes  ,   entono  -  m  siquiera  media  en  tal   dispone***  nn  asom     d. 

loteraocia,  libertad  ó  ampara  del  mito  católico  .   es  un  atan, Iirecto 

"lili.!  Irióticn  «pie  de -li.ni  d  l'anlcou  á  la  sepultura  da  I 

hombres;  <>s  una  condenación  da  lo  presente  >  una  rc|>osicion  de  |g 
do,  fl palmenta  lio  caatraraarpiaiajoa  y  nada  que  se  parezca  a  un  arto  tli- 
mveoidadodeliiio  político,  eomnse  comprólo  1.1  en  lo  venidero 

l.i  apertura  de  la  nueva  temporada  del  cuerpo  lejislalivo  afasjami  áf 
lias  al  decreto  de  ¿n  de  febrero,  y  ninuono  de  los  diputados  de  la 
Francia  soñó  eu  querellarse  contra  .1  fcesaeoo  que  acababa  de  hacerse  al 


mm  -  > 


5f$  HISTORIA 

clero  romano  de  un  templo  nacional.  Infructuoso  lucra  por  lo  demás  cual 
quier  protesta.  Ya  no  cabía  que  en  la  tribuna  ni  por  medio  de  la  impren- 
ta la  Francia  ejerciese  en  adelante  su  empuje  revolucionario  sobre  la 
Europa. 

Napoleón  mismo  pronunció  el  discurso  de  apertura;  culpóse  en  cierto 
modo  de  la  sobrada  jenerosidad  que  le  vituperamos  poco  ha,  y  como  que 
presajiase  los  acontecimientos  que  han  patentizadosu  desacierto.  « La  Ru 
sia ,  dijo,  solo  debe  á  la  capitulación  que  yo  le  he  concedido  el  regreso  de 
los  restos  de  su  ejército.  Arbitro  en  derribar  el  trono  imperial  del  Austria, 
lo  he  consolidado.  ¿Por  ventura  la  conducta  del  gabinete  de  Viena  hará 
que  la  posteridad  me  tache  de  impróvido?  » 

I^os  ministros  dieron  cuenta  de  la  situación  del  imperio,  cuya  prosperi 
dad  iba  siempre  en  aumento.  Carreteras,  azequias,  puentes,  monumen- 
tos de  todas  clases,  inventos  provechosos  y  todo  jénero  de  realces  se  enta 
biaban  ó  concluían  en  todos  los  puntos  de  tan  grandiosa  monarquía,  que 
se  componía  á  la  sazón  de  ciento  y  diez  departamentos,  sin  comprender  la 
Holanda,  los  Estados  Venecianos  y  el  reino  de  Italia. 

« Muchas  nuevas  carreteras,  dijo  el  ministro  del  Interior,  apetecidas 
por  los  pueblos,  han  llamado  la  atención  del  gobierno.  Está  concluida  la 
de  Valona  á  la  Hoga  ;  se  está  terminando  la  de  Caen  á  Honílcur;  la  de 
Ajaccio  á  Bastía  se  halla  á  su  mitad;  la  de  Alejandría  á  Savona  se  halla  de 
lineada;  la  de  Maguncia  hasta  Hamburgo  y  la  de  Aquisgran  á  Montjoie 
están  dispuestas.  Una  emulación  recomendable  está  animando  á  varios 
concejos  para  la  recomposición  de  los  caminos  trasversales. 

« Se  plantean  puentes  sobre  el  Rin  en  Kehl  y  en  Rrissac;  sobre  el  Mosa 
en  Givet;  sobre  el  Cher  en  Turs;  sobre  el  Loira  en  Nevéis  y  en  Roanne, 
sobre  el  Saona  en  Ausona,  etc., etc.  Dos  raudales  impetuosos,  el  Duran/a 
y  el  Isera ,  pasarán  por  debajo  de  puentes. 

« Se  están  ejecutando  seis  azequias  mayores  ¡  la  de  San  Quintín,  el  ca- 
nal de  Napoleón  que  enlaza  el  Rin  con  el  Ródano ,  el  de  Borgoña ,  los  de 
Blavet  y  de  la  He  et-Rance,  el  de  Arles  y  los  de  la  Béljica. 

« Se  hallan  entablados  otros  ,  como  los  de  San  Valery  ,  de  Belcaire  á 
Aguas-Muertas,  de  Sedan,  de  Niort  á  La  Rochela  y  deNantes  á  Brest.  Varios 
están  ideados,  como  los  de  la  Censea,  de  Charleroi ,  de  Ypres  y  de  Briare. 

«  Si  tendéis  vuestras  miradas  por  nuestros  puertos,  veréis  que  en  am 
bos  mares  se  está  trabajando  en  habilitarlos  haciéndolos  mas  seguros. » 

Mr.  de  Champagny  hablaba  después  de  las  obras  grandiosas  que  esta 
ban  hermoseando  á  París. 

«  Al  volver  á  la  capital ,  quedaron  vuestros  ojos  atónitos  al  verla  real 
zada  en  el  espacio  de  un  año  de  guerra ,  mas  de  cuanto  en  otro  tiem 
po  lo  fué  en  medio  siglo  de  paz.  Nuevos  muelles  se  van  dilatando  por  las 
orillas  del  Sena.  En  los  años  anteriores  se  habían  levantado  dos  puentes; 


DENAPOLBON  SI7 

•  I  tercero,  rl  nuMcrcctdo  do  todos,  esto  á  punto  de  concluir*  Cerca  de  él 

I.  iv  delineado  mi  barrio  nuevo  al  intento  de  completar  por  aquHIn  parte 
su  realce .  fus  calles  tienen  los  nombres  de  nuestros  guerreros  desenlian 
tes,  feíieridosesclare.  idamente  en  la  campana,  el  puente  mismo  toma  el 
nombre  ilc  Vuslcrlitz. 

•  A  breve  desvio  de  las  orillas  del  Sena ,  nn  arco  triunfa  I,  colocado  i 
la  entrada  de  los  baluartes,  será  un  nuevo  monumento  de  unos  acontecí 
iniintos  cayo  recuerdo  ha  de  ser  mas  duradero  que  cuanto  podemos  idear 
¡  u  i  )••  i|.. •1-i.nlit.  \l  menos estas  obras  atestiguaran  á  la  posteridad  que 
liemos  sido  tan  equitativos  como  ella  lo  será,  y  que  nuestro  agradeci- 
miento igualo  a  nuesti  o  asombro. » 

A  este  i iili time,  del  que  solo  damos  un  trozo,  y  al  discurso  de  apertu 
ra  del  emperador,  contesto  el  cuerpo  lejislalivoeon  una  congratulación  en 
que  sonaban  y  resonaban  cuantas  demostraciones  de  entusiasmo  y  de  ca 
riño  lujosamente  ostentadas  en  todas  las  arengas  anteriores  de  los  cuerpo» 
l'iin.  ipales  del  estado  se  andaban  repitiendo.  •  Bajo  vuestro  reinado,  de- 
.11  Mr  de  I  ontanes ,  los  artos  abundan  mas  en  acontecimientos  esclarecí 
dos  que  los  siglos  en  otra?  dinastías. 

•  Conceptúase  eJ  orbe  retraído  á  los  tiempos  aquellos  en  que ,  como 
«lecia  el  escritor  político  mas  elocuente  y  aventajado ,  iba  tan  disparada  la 
marcha  del  vencedor,  que  el  universo  parecía  mas  bien  ser  el  galardón 
de  la  carrera  que  el  de  la  victoria.  • 

Tan  pomposo  lenguaje,  aun  sonando  en  los  labios  de  un  palaciego,  no 
dejaba  de  ser  la  sencilla  narración  de  la  historia  ;  porque  tal  era  c!  ímpe- 
tu portentoso  de  la  vida  de  Napoleón,  que  á  la  lisonja,  tan  de  suyo  abulto- 
dora,  no  le  rabia  ya  traspasar  los  ámbitos  de  la  realidad,  aun  al  remon 
tar  mas  y  mas  su  vuelo. 

Kn  esta  tem|>orada  el  cuerpo  lejislativo  fué  aprobando  el  Código  de 
procedimientos  civiles  que  d  ministro  del  Interior  había  justipreciado 
atinadamente  diciendo :  «  No  será  una  obra  cabal,  pero  será  mejor  que 
cuantas  hubo  hasta  ahora.  • 

l'or  entonces  se  verificó  también  el  establecimiento  de  la  universidad 
imperial.  El  célebre  Fourcroy ,  espuso  los  motivos  de  esta  fundación  gran- 
diosa; pero  su  saber  y  su  patriotismo  hubieran  debido  merecerle  el  dic- 
tado de  redar  que  Napoleón  confirió  indebidamente  á  Mr.  de  Pontones, 
alíate  del  antiguo  rejmien 

Cupo  también  la  sanción  lejislativn  á  la  organización  del  banco  de 
Francia,  por  informe  del  consejero  de  estado  Regnault  de  San  Juan  de 
Angely. 

Kn  el  discurso  de  conclusión,  pronunciado  por  otro  consejero  de  esta- 
do, Mr.  Jaubert,  en  la  sesión  del  II  de  mayo  de  1800,  notóse  el  naso  si- 
uniente 


318  HISTORIA 

i  Su  Majestad  ha  echado  una  mirada  intensa  sobre  las  diferentes  par- 
tes del  sistema  de  hacienda. 

« Ha  tenido  presente  la  naturaleza  del  pais,  ha  calculado  los  recursos 
y  los  medios  que  el  movimiento  del  comercio  esterior  debe  acarrear  al 
agricultor  y  al  comerciante. 

« Su  Majestad  ha  oido  también  las  reclamaciones  universales  hechas 
contra  la  contribución  para  el  sostenimiento  de  las  carreteras. 

« Y  su  Majestad  ha  dicho  i 

•  Que  la  contribución  territorial  quede  descargada  de  este  gravamen  ; 

« Que  se  supriman  los  derechos  de  puertas ; 

« Que  seaQanzeu  los  fondos  necesarios  para  la  administración  por  me 
dio  de  contribuciones  indirectas  esencialmente  adecuadas  1  la  situación 
de  la  Francia.  » 

Esto  era  plantear  la  incorporación  de  todos  los  derechos.  La  política 
monárquica  del  imperio  iba  á  retratarse  en  su  sistema  hacendista.  Napo- 
león  queria  granjearse  los  hacendados  principales  ,  apoyarse  en  la  aristo 
cracia  territoral,  y  le  prometía  el  descargo  de  gravámenes  á  costa  del  con- 
sumidor desvalido,  estoes,  del  pueblo  en  globo,  sobre  el  cual  había  de  re- 
caer definitivamente  el  peso  de  la  contribución  indirecta.  Si  á  pesar  de 
haberse  desviado  tanto  de  la  senda  popular,  Napoleón  halla  la  nación  siem 
prc  enamorada  de  su  ídolo ,  no  es  menos  positivo  que  los  estravíos  de  la 
política  interior  del  monarca,  aunque  compensados  con  portentos  que  por 
fuera  encabezarán  la  propaganda  involuntaria  del  conquistador,  llegaran  á 
entibiar  el  entusiasmo  nacional;  y  cuando  llegue  el  día  de  los  reveses, 
cuando  la  Providencia  contrareste  al  imperio  para  reducir  al  pueblo  á  que 
deje  obrar  á  la  Providencia  ,  se  le  hablara,  entre  otras  promesas,  de  la 
abolición  de  los  derechos  incorporados. 

Era  de  suyo  Napoleón  muy  certero,  y  debia  obrar  así  en  sus  actas ,  en 
sus  planes  y  en  su  reacción  monárquica ;  lo  que  habia  hecho  para  sí  como 
caudillo  del  estado,  lo  repitió  para  con  sus  parientes  y  paniaguados.  Se  le 
presentaron  al  senado,  en  la  sesión  del  51  de  marzo  de  J80(>,  varios  esta 
tutos  imperiales  deslindando  el  pormenor  de  los  principes  de  la  casa  impe- 
rial; erijiendo  en  ducados  y  feudos  hereditarios  la  Dalmacia,  la  Istria,  etc.; 
llamando  á  José  Napoleón  Bonaparte  al  trono  de  Ñapóles;  dando  á  Murat, 
cañado  del  emperador,  la  soberanía  de  los  ducados'  de  Berg  jsde  C.léveris; 
á  la  princesa  Paulina  el  principado  de  Guastalla;  á  Berthier  el  de  Neufcha 
tel,  etc.,  etc. 

Loque  hemos  dicho  del  derecho  políticamente  hereditario,  con  moti- 
vo de  la  dignidad  imperial  conque  se  revistió  Napoleón  ,  puede  aplicarse 
al  establecimiento  de  los  grandiosos  feudos  hereditarios,  y  por  lo  tanto  es- 
cusamos renovar  las  reflexiones  que  hicimos  sobre  los  ensayos  de  restau- 
ración ideados  por  el  emperador,  y  sobre  el  cargo  que  hizo  á  la  asam- 


DE  NAPOLEÓN.  549 

blea  constituyente.  Mas  adelante  veremos  anulada,  en  54  de  marzo  «Ir  4  H4  4 , 
la  olna  principal  del  84  de  marzo  do  1816;  al  paso  que  aeren  eterno»  lot 
Mimos  resultados  «le  la  ium  lie  del  i  de  aposto  de  4789.  No  te  olride  por 
otra  parle,  romo  ya  lo  observamos,  que  los  nobles  y  los  reyes  dd  imperio, 
sacados  del  eieno  plebeyo  y  eonservando.en  medio  de  sns  tramoyas  y  tras» 
fonnaeiones ,  su  eieneia  revolueionaria .  no  han  hecho  mai  qne  colorar  al 
il  mi.  c  de  las  miradas  del  pueblo  la  nobleza  y  la  soberanía,  contribuyen- 
do asi  aminorar  ó  dcstrnir  el  prestijioque  sostenía  ni  mi  ancianidad  a  ca- 
ías dos  urandiosis  nislilueiones. 

Futre  las  ereaeioncs  y  promociones  que  acabamos  de  enumerar,  había 
una  que  debia  acarrear  consecuencias  muy  favorables  á  la  propagación  de 
las  máximas  francesas  y  al  ensayo  teatral  de  la  revolución  europea:  y  es 
ta  era  la  elevaeion  de  José  Bonapartr  al  solio  de  Ñapóles  con  esdusinn  de 
los  Borbonos  arrinconados  en  Sicilia.  Sin  saberlo  ni  apetecerlo,  una  ma 
no  que  se  apellidará  real  depositará  en  la  falda  del  Vesubio  la  semilla  de 
las  revoluciones  liberales,  y  tarde  ó  temprano  brotará  con  pujanza  aquella 
planta. 

Otro  hermano  de  Napoleón.  Luis  Bonapartc.  reeiho  también  en  el 
decurso  del  mismo  año  la  investidura  de  una  corona.  lm  diputados  del 
pueblo  batavo,  por  boca  del  almirante  Vcrhiiel ,  pidieron  al  emperador 
el  principe  Luis  Napoleón  por  ■  caudillo  supremo  de  su  república, »  con  el 
dictado  de  « rey  de  Holanda.  •  Sus  anhelos  se  cumplieron  llanamente.  En 
una  audiencia  solemne  que  se  les  dio  en  las  Tu  llenas ,  el  5  de  junio  de 
i  si  mí.  Napoleón  proclamo  a  su  hermano  rey  de  Holanda,  t  Principe  . 
le  dijo,  reinad  sobre  aquellos  pueblos.  Sus  padres  no  se  granjearon  la  in- 
dependencia sino  con  los  auxilios  constantes  de  la  Francia.  Desde  en  ton 
ees  la  Holanda  hizo  alianza  con  la  Inglaterra  ;  fué  conquistada  y  volvió  á 
deber  sn  pnwtencia  á  la  Francia.  Que  os  deba  también  reyes  que  resgnar 
den  sns  libertades,  sus  leyes  y  tu  relijion ;  pero  nunca  olvidéis  que  sois 
Francés.  • 

En  estas  ultimas  palabras  se  halla  compendiada  toda  la  política  de  Na 
poleon  al  invadir  los  tronos  vecinos.  Al  coronar  á  sus  hermanos,  no  solo 
planteaba  la  mira  de  encumbrar  su  familia  al  par  de  si  mismo,  sino  que 
antetodo  quería  qne  las  monarquías  que  le  cercaban  se  conformasen  con 
sos  lc\ i  mtas  provincias  de  la  monarquía  francesa  j 

que  fuera  mas  lioml  i  .•  incontrastable  su  hermandad  con  el  (afelio,  las 
colocaba  bajo  el  dominio  de  su  propia  sangre.  Ahora  si  es  cierto  que  do 
quiera  se  planteaba  soberanamente  el  poderío  de  la  Francia  ,  allí  se  en 
ironizaba  el  numen  de  la  civilización  europea,  debe  agradecértele  á  Napo- 
león, aun  cuando  no  hubiera  tenido  á  la  vi>ta  mas  que  la  estension  de  mi 
autoridad  personal,  el  halarse  esmerado  en  redondear,  bajo  la  unidad 


520  HISTORIA 

grandiosa  de  la  nueva  Francia ,  todos  los  pueblos  que  lograba  separar  del 
sistema  de  la  antigua  Europa. 

El  emperador  desempeñaba  su  intento ,  no  solo  colocando  á  los  suyos 
en  los  tronos  de  las  rancias  dinastías,  sino  fraguando  y  encabezando  pode- 
rosas confederaciones  con  el  dictado  de  protector  ó  de  mediador.  Así,  des 
pues  de  haber  encumbrado  á  los  electores  de  Baviera  y  Wurtemberg  al  par 
de  los  reyes ,  quiso  enlazarlos  mas  estrechamente  con  los  destinos  de  su 
imperio  por  medio  de  un  solemne  tratado  que  fundó  la  confederación  del 
Rin,  y  cuyo  resultado  fué  hacer  casi  írancesas  las  mas  hermosas  campiñas 
de  la  Alemania. 

En  medio  de  estos  afanes  de  renovación  de  los  rejios  linajes  al  rededor 
de  la  Francia,  se  dedicó  Napoleón  á  la  organización  definitiva  de  su  con- 
sejo de  estado ,  al  establecimiento  de  una  cátedra  de  economía  rural  en  la 
escuela  de  Alfort,  al  de  buenos  pastos  de  caballos,  á  la  supresión  de  los 
garitos  en  todo  el  imperio ,  etc. ,  etc.  También  estendió  sus  desvelos  al  es- 
tado continjente  de  los  judíos,  y  habia  espedido  un  decreto,  el  30  de  mayo 
de  1806,  invitando  á  todos  sus  subditos  de  la  relijion  hebrea  para  que  en- 
viasen á  París  sus  diputados.  Este  decreto  logró  su  pleno  cumplimiento ,  y 
el  26  de  julio  del  mismo  año,  el  gran  senedrin  judío  celebró  su  primera 
reunión. 

La  Francia  solo  se  hallaba  entonces  en  guerra  con  la  Rusia  y  la  Ingla- 
terra. Habia  firmado  un  tratado  ventajosísimo  con  la  Puerta  Otomana, 
gracias  á  la  intelijencia  y  maestría  del  jeneral  Sebastiani,  que  se  hallaba 
de  embajador  en  Constantinopla.  Napoleón  dio  la  primera  audiencia  al  en 
viado  estraordinario  de  la  Sublime  Puerta ,  Muhed  Efendi ,  el  mismo  dia 
que  se  recibieron  en  las  Tuilerías  los  diputados  de  la  Holanda,  y  'que  se 


DI.  \  IPOLBON  Xl\ 

piililicorhlorrotodisponicndodr  lospnií.ip.iilo^d.'iw-n.  \.n«o  >  de  Pont»- 
♦  Corvo  a favor  de  Talleyrand  y  de  Rcrnadottc. 

Tero  si  continuatan  las  hostilidades  entre  el  gobierno  francés  y  los  ga 
bíneles  de  Londres  y  de  Pctersburgo  no  en  sin  esperanza  de  paz.  U 
muerte  de  Ktt.acaecidaen  enero  de  I  XlM;ji.iluamoti\adn  la  reposición  -I, 
Fox  en  el  ministerio,  y  esta  sola  circunstancia  bastaba  pera  opinar  sobre 
algunas  modificaciones  en  la  política  inglesa  ron  res|>ccto  á  la  Francia. 
Fox  y  Napoleón  se  apreciaban  mutuamente  como  ya  dijimos  Durante  su 
ultimo  ministerio  .  el  ilustre  Inglés  habiendo  recibido  de  un  desastrado 
desertor  la  oferta  de  armar  asechanzas  al  emperador,  mandó  ejecutiva 
mente  prender  al  asesino ,  y  escribió  después  á  París  al  ministro  de  reía 
ciones  cstranjeras  para  informarle  de  tolo ,  y  decirle  que  no  psjsjJllwido 
las  leyes  inglesas  que  se  detuviese  por  mucho  tiempo  en  la  cárcel  á  no  es 
trnnjero  que  no  había  cometido  ningún  delito ,  había  tomado  sin  cmbar 
go  sobre  si  el  no  soltar  aquel  malvado  hasta  qne  \a|>oleon  muy  advertido 
(guardase contra  sus  atentados. 

Con  semejante  ministro,  la  antigua  competencia  entre  Francia  é  In 
glalerra  podia  dar  cabida  á  propensiones  meóos  nostílea,  y  era  asequible 
la  paz.  Ui  lo  creía  Napoleón,  según  lo  declaró  en  Santa  Helena.  Pero  la 
revolución  francesa  aun  no  había  visitado  sino  una  de  las  grandes  capí 
tales  de  Europa,  \  se  la  esperaba  en  otras  partes.  Fox  murió  el  15  de  se 
tiembre  de  1800,  durante  las  negociaciones  con  la  Francia,  y  la  sombre  de 
Pitt  restituyó  la  perseverancia  guerrera  á  los  consejos  británicos. 


BKi 


CAPITULO  XXIII. 


Campaña  de  Prosia.    Batatín  de  Jena.    Napoleón  en  Pol.sdam. 


n  tratado  de  paz  se  lirmó  en  Paris  el 
20  de  julio  de  \  800  por  el  ministro  ru- 
so á  impulsos,  á  la  sazón  pacíficos,  del 
ministerio  inglés.  Pero  el  fallecimiento 
de  Fox  devolvió  al  idénticp  influjo  su 
destemple  hostil,  y  Alejandro  se  desen- 
tendió luego  del  ajuste,  hermanándose 
t(y^^^^^s¡**^-vr~-  con  el  nuevo  gabinete  inglés  y  con  la 

corte  de  Herlin  para  renovar  la  guerra  en  el  continente.  Un  año  antes,  el 
emperador  de  Rusia,  el  rey  de  Prosia  y  su  esposa  habían  firmado  el  cele 
bre  tratado  de  Potsdam  y  jurado  sobre  el  sepulcro  de  Federico  el  Grande 
que  aunarían  todos  sus  conatos  contra  la  Francia. 


I>K  NAPOLEÓN  513 

Kntcrado  Napoleón  «!••  I«»v  preparativo* de  Ib»  cortmdd  Norte,  \*^  de 

lulo  i  mis  iÜmIm  «Ir  la  confedci.icion  del  Rill    Kscnbló  el  '21  de  setiembre 

ilc  ihim,  wpIHindohf  coa  especialidad  los  armamentos  di  la  Praaái  j 
requiriendo el  continjente  prometido  poi  el  inundo  dd  i¿  de  jubo 

i  ir-,  ih.ts  duapuai  salió  de  San  Cloud  j  mai  bo  hada  I»  Üemnaii 
nrompauadn  de  Josefina.  Llegó  d  '¿x  i  Maguncia,  ea  donde  m  separó  di 
la  emperatriz,  y  el  SO  recibió  la  accesión  dd  elector  «Ir  Wartxborp 
confiaJeracioo  del  Rio,  jasando  aquel  rio  «l  i  de  octubre  1 1  día  ••.  mi 
cuartel  Jeneral  ib  hallaba  en  Baniberg.desde  donde  eacaminóá  su  ojén  it<> 
una  proclama  para  esproNfle  el  enemigo  contri  quien  ibi  i  putear  « sol 
dados,  les  dijo,  suenan  gritos  de  guerra  por  la  parir  de  Berlín  :  han»  oes 
tnetei  que  cade  día  noe  vemos  mas  provocados. 

•  I-i  misma  lareion  .  el  misino  devaneo  que  conduna  catorce  afto»  ha, 
favorecido  por  nncstrm  disensiones  intestinas.  ;i  los  rYusianos  enojad» 
de  las  llanuras  de  la  Champaña,  avasallan  su  cometo  Hallaron  ni  ilion 
paña  derrota .  muerte  >  vergüenza 

•  Ka  pues,  á  «Nos  padezca  el  ejército  prusiano  la  misma  suerte  que 
le  cupo  alia  in  otro  tiempo  Sepa  «pie  si  es  obvio  granjearse  aumentos  de 
señorío  \  de  potestad  al  arrimo  del  gran  pueblo,  su  enemistad  (que  solo 
cabe  acarrearte  desviándose  de  toda  cordura  y  racionalidad  a  mas  |er 
ribleque  las  tempestades  dd  Océano. » 

Fácil  es  echar  de  \er  «pie  el  emperador  representa  mejor  su  papel  \  que 
su  modo  de  obrar  es  mas  espedito  y  brioso  <  uando  decanta  los  trances  re 
volueionarios  cuyo  depósito  paraba»  en  sus  manos,  que  cuando  invoca 
los  recuerdos  relijiosos  y  monárquicos  de  Santa  Jenoveva  j  de  San  Dio 
nisio. 

Sin  embargo  Napoleón  está  en  campaña  y  va  á  desplomarse  sobre  los 
enemigos,  sin  saber  ,  como  en  la  ultima  guerra,  «porqué  pelea  y  lo  que 
de  él  se  apetece. »  Ksto  es  lo  que  espresa  formalmente  en  un  mensaje  que 
dirijió  desde  Raml>erg  el  7  de  octubre  al  senado  conservador : 

«  Kn  una  guerra  tan  justa ,  dice ,  en  que  solo  tomamos  las  armas  para 
defendernos,  que  do  hemos  provocado  ,  ni  por  jcslion  ni  ¡km-  intento  al 
guno.  y  cuyo  verdadero  mó\il  DO  cabe  espocar,  contamos  enteramente 
con  el  apoyo  de  las  leyes  y  el  de  los  pueblos  llamados  por  las  dreunstan 
cias  á  darnos  metas  pruebas  «le  su  afecto  \  de  mi  tesón. » 

yueda  ya  apuntado  el  verdadero  móvil ,  al  historiar  las  guerras  ante 
notes.  \  NapoIeM,  quien,  dosdeque  se  coronó  y  consagro  eni|>ci  ador,  aso 
m a  como  ajeno  de  Confesar  que  los  reyes  puedan  todavía  hacerle  una  guer 
i.i  de  principa  I,  lo  di  «I  mismo  i  entender  en  su  proclama  al  ejército, 
cuando  acusa  i  la  misma  facción  .  al  mismo  devaneo  que  ronducia  | 

Bruaswici  i  (  anuíanla  en  w.n .  «le  dominar  aun  como  ratones  na  los 
consejos  (!••  la  monarquía  prusiana 


524  HISTORIA 

Por  lo  demás ,  el  mismo  dia  de  su  mensaje  al  senado ,  recibió  de  Ma- 
guncia un  correo  de  Talleyrand  que  le  traia  una  carta  del  rey  de  Prusia,  en 
la  que  este  príncipe  repetía  en  veinte  pajinas  todos  los  agravios  comunes 
que  los  enemigos  de  la  revolución  habían  estado  repitiendo  de  quince  años 
á  aquella  parte  y  bajo  todos  los  visos  imajinables  contra  la  Francia.  El 
emperador  no  pudo  acabar  aquella  lectura,y  dijo  vuelto  á  los  circunstantes: 

«  Me  conduelo  de  mi  hermano  el  rey  de  Prusia;  no  entiende  el  francés, 
y  seguramente  no  ha  podido  abortar  este  chapuz.  » 

Y  como  la  carta  iba  acompañada  de  la  famosa  nota  de  M.  de  Rnobels- 
dorf,  el  emperador  añadió  encarándose  con  Berthier  : 

•  Mariscal ,  nos  dan  una  cita  para  el  8 ,  ya  sabéis  que  un  Francés  nun- 
ca falta  á  ellas;  pero  como  dicen  que  hay  una  hermosa  reina  que  quiere 
preseuci.ar  la  refriega ,  seamos  cortesanos  y  andemos  dia  y  ncche  hacia  la 
Sajonia.  » 

Napoleón  aludía  á  la  reina  de  Prusia,  que  estaba  en  el  ejército  vestida 


de  amazona, llevando  su  uniforme  del  rejimiento  de  dragones  y  escribiendo 
veinte  cartas  al  dia,  según  el  primer  boletin,  «para  avivar  el  incendio  por 
todas  partes.  • 

El  emperador  cumplió  su  palabra.  El  8  de  octubre  salía  de  Bamberg  á 
las  tres  de  la  madrugada,  atravesaba  durante  el  dia  el  bosque  deFranco- 
nia  y  asistía  el  9  en  Schleitz  á  la  brillante  entrada  de  la  campaña.  Aquella 
aldea  se  tomó  por  el  mariscal  Bernadotte ,  quien  derrotó  al  primer  encuen- 
tro un  cuerpo  de  diez  mil  Prusianos,  cuya  mayor  parte  quedó  prisionera. 
Murat  tuvo  también  parte  en  la  acción ,  encabezando  todos  los  avances. 


I».    IHAPOI  i  un 


S» 


l  n  nuevo  triunfo  se  logró  el  día  lo  en  Saalfeld.  Aquella  pelea  se  trabó 
|x>r  el  ala  izquierda  del  ejercito  francés  á  las  órdenes  del  mariscal  I.mnes. 
Su  resultado  fué  el  descalabro  total  déla  vanguardia  del  principe  de  lio 
licnlohc, mandada  por  el  principe  Luis  de  Prusia,  que  murió  en  el  campo 


- 


526  HISTORIA 

de  batalla.  Aquel  príncipe  mancebo  era  el  ídolo  del  ejército  cuyas  antiguas 
glorias  ardia  en  deseos  de  renovar.  Lo  estrelló  su  denuedo.  Habia  sido  uno 
de  los  mas  eficaces  en  promoverla  guerra,  y  su  dictamen  era  en  los  conse 
jos  que  se  tomase  arrojadamente  la  ofensiva.  Estremeciéndose  al  tener 
aue  desamparar  su  punto ,  trabó  empeñadísimo  trance ,  contra  fuerzas 
mucho  mayores  y  aventajadamente  situadas.  'Iras  una  resistencia  porfiada, 
sus  tropas  vinieron  á  desbandarse,  y  mientras  desesperadamente  se  esta- 
ba esforzando  en  detener  á  los  fu  jitivos,  le  embistió  un  húsar  llamado  Guin- 
det ,  quien  le  intimó  que  le  entregase  la  espada,  y  al  que  solo  contestó  po 
niéndose  en  guardia.  Entonces  recibió  una  herida  mortal,  y  con  este  mo- 
tivo se  dijo  en  el  segundo  boletín  que  « los  primeros  golpes  de  la  guerra 
habían  muerto  á  uno  de  sus  autores.  » 

Desde  el  dia  12,  las  avanzadas  del  ejército  francés  se  hallaban  á  las 
puertas  de  Leipsick,  y  el  cuartel  jeneral  del  emperador  en  Gera.  Ya  no  era 
dudoso  el  éxito  de  la  campaña  para  Napoleón ,  pero  como  tenia  empeño  en 
descargarse  de  toda  responsabilidad  y  patentizar  á  la  Francia  y  á  la  Eu 
ropa  que  se  habia  valido  de  todos  los  medios  para  conservar  la  paz,  escri- 
bió en  Gera  una  respuesta  á  la  carta  del  rey  de  Prusia^ue  se  publicó  po 
co  después  y  de  la  que  citaremos  algunos  trozos. 

«  Hermano  y  señor  ,  no  he  recibido  la  carta  de  V.  M.  lecha  25  de  se- 
tiembre hasta  el  7  del  actual.  Siento  que  os  hayan  hecho  firmar  esa  espe 
cié  de  folleto,)  solo  contesto  para  protestar  que  nunca  os  atribuiré  su  con 
tenido,  por  opuesto  á  vuestro  carácter  y  al  pundonor  de  entrambos  Lásli 
ma  y  menosprecio  me  causan  los  redactores  de  semejante  escrito.  Recibí 
inmediatamente  después  la  nota  de  vuestro  ministro  del  \".  de  octubre.  Me 
daba  una  cita  para  el  8,y  he  cumplido  mi  palabra  como  buen  caballero,  pues 
me  hallo  en  el  centro  de  la  Sajonia.  Créame  V.  M. ,  tengo  fuerzas  tales  que 
no  cabe  en  las  vuestras  el  contrarcstarlas.  Mas  ¿para  qué  derramar  tanta 
sangre?  ¿  Con  qué  objeto?  Hablaré  á  V.  M.  en  los  mismos  términos  que 

hablé  al  emperador  Alejandro  dias  antes  de  la  batalla  de  Austerlitz 

¿Porqué  hacer  matar  á  nuestros  subditos?  Yo  no  aprecio  una  victoria  que 
cueste  la  vida  á  crecido  número  de  mis  hijos.  Si  yo  empezara  mi  carrera 
militar  y  pudiera  temer  el  éxito  de  los  trances,  seria  este  lenguaje  fuera  del 
caso.  Señor ,  V.  M  quedará  vencido ;  habrá  comprometido  el  reposo  de  sus 
dias  y  la  existencia  de  sus  subditos  sin  asomo  de  pretesto.  Actualmente  se 
halla  intacto  y  puede  tratar  decorosamente  conmigo;  V.  M.  lo  hará  den- 
tro de  un  mes,  pero  en  situación  muy  diversa.....  Conozco  que  quizá  las 
timo  en  esta  carta  la  susceptibilidad  de  soberano;  pero  las  circunstancias 
no  son  para  contemplaciones.  Mande  V.  M.  que  ese  enjambre  de  malévo- 
los y  de  bisónos  que  le  asedian  enmudezcan  ante  su  solio,  con  el  respeto 
que  le  es  debido » 

No  se  equivocaba  el  emperador  al  decir  que  su  carta  al  rey  de  ("rusia 


I>K  \  t POLEO N  V¿7 

lastimaría  quizá  la  susceptibilidad  de  un  soberano,  y  rilaba  ya  leyendo  á 
las  dam  on  lo  venidero  ruando  dfsongartaba  á  aquel  principo  dirióndolo 
quo  •  «fia  vencido.  ■  Con  oferto.  dos  días  dos  pues,  el  ejército  prusiano 
quedo  destrozado  on  los  campos  do  Joña,  y  el  18  de  octubre,  ol quinto  Ih>- 
lolm  del  grande  ejército, estendido  en  d  rampode  batalla,  se  espresaba  asi-. 

HATAI.I.A    DI    IRMA 


•  La  batalla  de  Joña  desagravió  la  afrenta  de  llosbarh ,  zanjando  en 
siete  dias  una  campana  que  aquietó  para  siempro  el  frenesí  guerrero  y 
trastornador  de  lateebeai  prusianas. 

•  El  rey  do  Prusia  quiso  entablar  las  hostilidades  el  í>  de  ortubre,  dcs- 
oml>orando  sobre  Franefort  por  su  dererha,  sobre  Wurtzburgo  por  mi 
rentro.  y  sobre  llamberg  por  su  izquierda ;  todas  las  divi-iono  de  M  rjél 
cito  estaban  dispuestas  para  ejecutar  este  plan  ;  peroclejérnto  francos,  re 
vol\  ieodo  sobre  eJ  estremo  de  su  izquierda.se  bailó  en  poros  dias  en  Sadl 
burgo,  l-abensleiu  .  Schleilz  .  «.era  \  Naumburgo.  Kl  ejercito  prusiano 
acorralado  empleó  los  dias  i,  10.  II  y  12  en  agolpar  todos  sus  destara 
montos,  y  el  !.">  se  presento  en  batalla  entre  GapeMoff]  Vuerstaedl,  ron 
'irnto  y  <  in.  nenia  mil  hombrr- 

« Kl  i  5.  a  las  dos  de  la  tarde,  el  emperador  llego  á  Joña, observó  desdo 
una  corta  llanura  que  ocupaba  nuestra  vanguardia,  las  disposiciones  del 
enemigo  quo  estaba  al  parecer  maniobrando  para  embestir  a  la  madrugada 
y  forzar  los  diferentes  pasos  del  Saale.  Kl  enemigo  defendía  on  globo  y 
en  una  situación  inospugnable  ol  camino  real  de  Joña  á  Weimar,  como  si 
conceptuase  a  los  Franceses  imposibilitados  de  asomar  en  la  llanura  sin 
haber  forzado  aquel  paso;  con  efecto,  no  pareeia  posible  que  subiese  la  ar 
tillena  a  la  altura,  siendo  además  tan  reducida  que  apenas  podian  escua- 
dronarse cuatro  batallones.  Se  trabajo  toda  la  noche  pata  abrir  uu  cami 
no  en  la  peña,  consiguiéndose  al  fin  colocar  la  artillería  sobre  aquella 
cumbre. 

•  Kl  mariscal  Davoust  tiene  orden  para  desembocar  por  Naumburgo 
resguardando  los  desfiladeros  de  ka-sen,  si  ol  enemigo  intenta  encaminarse 
á  Naumburgo  y  pasar  a  Alpoda,  ó  cojerle  por  la  espalda,  si  permanecía  en 
la  posición  <¡n  que  se  hallaba 

•  Kl  cuerpo  del  príncipe  de  Ponte-Corvo  marcha  a  desembocar  desde 
Dornburgo  para  embestir  la  retaguardia  del  enemigo,  ora  se  dinjieso  sobre 
Naumburgo,  ora  so  encaminase  á  Jena. 

•  l a  caballería  de  linea  rezagada  no  puede  llegar  hasta  las  doce  del  día: 
la  de  1 1  guardia  imperial  se  halla  á  treinta  y  seis  horas  de  distancia,  a  pe 
sai  de  halier  hecho  algunas  marchas  forzadas  desde  su  salida  de  París 
Poro  sobrevienen  proporciones  on  que  es  forzoso  prescindir  ik»  reparos. 


528  HISTORIA 

y  arrojarse  desde  luego  y  á  todo  trance  sobre  el  enemigo.  El  emperador 
manda  formar  en  la  altura  que  ocupa  la  vanguardia,  desatendida  al  pare- 
cer por  el  enemigo  ,  y  en  frente  de  la  cual  está  situado  todo  el  cuerpo 
del  mariscal  Lannes  presentando  cada  división  una  ala.  El  mariscal  Lefeb- 
vre  dispone  en  la  cumbre  la  guardia  imperial  formando  el  cuadro ,  mien- 
tras el  emperador  vivaquea  en  medio  de  sus  valientes.  La  noche  ofrece  un 


espectáculo  grandioso,  el  de  dos  ejércitos,  uno  de  los  cuales  va  tendiendo 
süfrente'por  seis  leguas  de  estension  y  abrasando  los  aires  con  sus  fuegos, 
y  el  otro,  cuyas  descargas  patentes  se  hallan  concentradas  en  ámbito  estre- 
cho, reinando  en  ambos  ejércitos  suma  actividad  y'  movimiento.  Los  fue- 
gos por  una  y  otra  parte  se  hallan  á  medio  tiro  de  cañón  ,  las  centinelas 
casi  se  tocan  y  no  se  hace  movimiento  que  no  se  deje  oir. 

« Los  cuerpos  de  los  mariscales  Ney  y  Soult  pasan  la  noche  enjmarchas, 
y  al  amanecer  toda  la  hueste  toma  las  armas.  La  división  de  Gazan  se  halla 
formada  á  tres  de  fondo  á  la  izquierda  de  la  altura.  La  división  de  Suchet 
forma  la  derecha  ;  la  guardia  imperial  ocupa  la  cumbre  del  montecillo  , 
y  la  artillería  de  sus  respectivos  cuerpos  estáciñendo  los  intermedios.  Ha- 
bíanse ido  practicando  desde  la  población  y  valles  vecinos  vítíos  despejos 
para  facilitar  el  despliegue  de  las  tropas  que  no  habian  podido  situarse  so 
brc  la  altura ,  porque  esta  era  quizá  la  primera  vez  que  un  ejército  tenia 
que  transitar  por  tan  reducido  trecho. 

«  Hay  cerrazón  ,  y  el  emperador  anda  las  filas  encargando  á  los  solda- 
dos que  estén  sobre  sí  contra  aquella  caballería  prusiana  que  se  decia  tan 
temible.  Les  recuerda  que  un  año  atrás  han  tomado  á  Ulma,  que  el  ejér- 
cito prusiano  se  halla  ya  acorralado  como  lo  fuera  el  austríaco ,  habiendo 


DE  NAPOLEÓN  32U 

malogrado  mi  linca  de  operaciODei  y  sus  almacenes ;  que  ya  no  se  pelón  ni 
aquel  trance  |>or  la  gloria .  sino  |>or  mi  retirada,  \  que  ftotmmáotttint 
paso  por  diferentes  puntos  .quedaran  mu  boaoc  Di  repatarioa  lo*  cuerpo* 
«]••!  ejército  que  lo  dejen  pasar.  A  razonamiento  tan  animador  contestad 
M>|ila<in  con  alaridos  de  "marchemos  »  \a\$  tiradores  empeñan  -I  trance; 
y  por  ventajosísimas  que  sean  las  posiciones  que  ocupa  el  enenuuo  .  •  le 
\a  desalojando,  y  el  ejército  francés,  al  desembocar  en  la  llanura,  em 
pie/a  a  lormarse  en  Imtalla. 

•  Por  su  parle, el  grueso  del  ejercito  enemigo,  CUYO  intento  DOl  i  a  atacar 
hasta  que  se  despejase  la  niebla,  toma  lasnrmas.  lin  cuerpo  de  cu*  Mea 
ti  mil  hombres  de  la  izquierda  se  sitúa  para  cubrir  los  desfiladero!  de 
Nauniburgo  y  npo<lerarse  de  los  pasos  de  Ka-sen.  pero  ya  había  sido  gana 
do  por  la  mano  por  el  mariscal  Üavoust.  Los  otros  dos  cueras,  formando 
una  fuerza  de  ochenta  milhombres,  marchan  al  encuentro  del  ejercito  íran 
ees  qoe  desemboca  de  la  altura  de  Jenn.  la  niebla  encapóle  entraCBDOI 
ejércitos  por  espacio  de  dos  horas;  pero  al  fin  se  disipa  con  un  sol  henno 
sisimo  de  otoño,  las  dos  lineas  se  arrostran  a  tiro  de  canon.  La  izquierda 
del  ejercito  francés,  apoyada  en  una  aldea  y  algunos  bosques,  va  manda 
da  por  el  mariscal  Augereau.  I-i  guardia  imperial  la  separa  del  centro  que 
ocupa  el  mariscal  lannes.  la  derecha  se  compone  del  cuerpo  del  maris- 
cal Soult.  Kl  mariscal  Ney  no  tiene  mas  que  un  cuerpo  de  tres  mil  hom 
lircs  ,  únicas  tropas  suyas  que  han  llegado. 

«  Ks  el  ejército  contrario  muy  crecido;  presenta  una  hermosa  caballi- 
na.  y  va  ejecutando  veloz  y  acertadamente  sus  maniobras.  Quisiera  el 
emperador  diferir  dos  horas  la  batalla  para  aguardar .  en  la  posición  que 
acaba  de  tomar  después  del  ataque  de  la  mañana ,  las  tropas  que  acudei/ 
y  ante  todo  la  cabal leria ;  peí  o  el  ímpetu  francés  lo  arrebata  todo.  Ha- 
biéndose empeñado  muchos  batallones  en  la  aldea  de  llollstedt,  ve  que  el 
enemigo  se  ponia  en  movimiento  para  desalojarlos.  Kl  mariscal  lannes 
recibe  orden  para  marchar  al  punto  por  escalones  y  sostener  esta  aldea 
II  mariscal  Soult  está  atacando  un  bosque  sobre  la  derecha.  Cuino  el  ene 
migo  ha  hecho  un  movimiento  de  su  derecha  sobre  nuestra  izquierda,  el 
mariscal  V ligerean  esta  encargado  de  rechazarlo:  en  menos  de  una  hora 
se  je  n  •■  ral  i /a  la  refriega  ;  doscientos  cincuenta  6  trescientos  mil  hombro, 
con  sctccici\¿as  ú  ochocientas  piezas  de  artillería,  disparan  á  diestro  y  si- 
niestro la  muerte  y  ofrecen  uno  de  aquellos  espectáculos  rarísimos  en  la 
historia. 

•  l'or  una  parte  se  maniobra  inalterablemente  como  «mi  una  parada. 
Kntre  nuestras  tropas  no  sobreviene  el  menor  desconcierto.  \  la  victoria 
ni  un  momento  queda  dudosa.  Kl  emperador  tiene  siempre  junto  a  si,  ade 
mas  de  la  guardia  imperial,  muchas  tropas  de  reserva  para  constntstai 
cualquiera  novedad  imprevista 

\1 


330  HISTORIA 

« El  mariscal  Soult,  á  las  dos  horas,  se  apodera  del  mencionado  bos- 
que ,  y  hace  un  movimiento  de  avance.  Avisan  á  la  sazón  al  emperador 
que  la  división  de  caballería  francesa  de  reserva  empieza  á  colocarse  y  que 
dos  divisiones  del  cuerpo  del  mariscal  Ney  se  sitúan  fuera  de  la  línea  de 
batalla.  Adelántanse  entonces  á  primera  línea  todas  las  tropas  que  están 
de  reserva,  y  hallándose  aquellas  así  apoyadas,  arrollan  al  enemigo  en  un 
momento  ,  y  le  precisan  á  retirarse.  Este  movimiento  queda  ejecutado  con 
orden  en  la  primera  hora;  pero  se  trueca  en  horroroso  desconcierto,  luego 
que  nuestras  divisiones  de  dragones  y  corazeros,  mandados  por  el  gran 
duque  de  Berg,  pueden  tomar  parte  en  el  trance.  Estos  valientes  jinetes, 
que  se  desesperaban  al  ver  que  la  victoria  se  decidía  sin  ellos ,  se  arrojan 
por  donde  quiera  encuentran  al  enemigo.  La  caballería  é  infantería  pru- 
siana no  alcanzan  á  contrarestar  sus  ímpetus.  En  vano  la  infantería  ene- 
miga va  formando  cuadros.  Cinco  de  sus  batallones  quedan  anonadados ; 
artillería,  caballería  é  infantería,  todo  es  arrollado  y  cojido.  Los  France- 
ses llegan  á  VVeimar  al  mismo  tiempo  que  el  enemigo,  al  cual  se  va  persi- 
guiendo por  espacio  de  seis  leguas. 

«  A  nuestra  derecha  el  cuerpo  del  mariscal  Davoust  está  haciendo  pro- 
dijios.  No  solo  contiene,  sino  que  va  derrotando,  por  mas  de  tres  leguas, 
el  grueso  de  las  tropas  enemigas  que  acaba  de  asomar  por  la  parte  de  Kse- 
sen 

« Los  resultados  de  la  batalla  son :  de  treinta  á  cuarenta  mil  prisione- 
ros ;  de  veinte  y  cinco  á  treinta  banderas ;  trescientas  piezas  de  artillería  é 
inmensos  almacenes  de  provisiones.  Entre  los  prisioneros  se  encuentran 
mas  de  veinte  jenerales ,  muchos  de  ellos  tenientes  jenerales ,  entre  otros 
el  llamado  Schmettau.  El  número  de  los  muertos  en  el  ejército  prusiano 
es  inmenso.  Se  calcula  que  ha  habido  una  baja  de  veinte  mil  hombres  en- 
tre muertos  y  heridos  ;  el  mariscal  de  campa  Mollendorff  salió  herido  ;  el 
duque  de  Brunswick  y  el  jeneral  Blucher  han  muerto  y  el  príncipe  Henri- 
que  de  Prusia  está  herido  de  gravedad.  Según  cuentan  los  desertores,  los 
prisioneros  y  los  parlamentarios,  el  trastorno  y  el  pavor  son  grandísimos 
en  los  restos  del  ejército  enemigo 

«  Han  perdido  los  Prusianos  con  esta  batalla  su  retirada  y  su  línea  de 
operaciones.  Su  izquierda,  acosada  por  el  mariscal  Davoust,  se  fué  reti 
rando  sobre  Wcimar ,  al  mismo  tiempo  que  su  derecha  y  ceq»,ro  se  retira- 
ban de  Weimar  sobre  Naumburgo.  La  confusión  ha  sido  suma.  El  rey  ha 
debido  retirarse  atravesando  campiñas ,  capitaneando  su  rejimiento  de  ca- 
ballería. 

«Nuestra  pérdida  se  regula  en  mil  ó  mil  y  doscientos  muertos  y  tres 
mil  heridos.  El  gran  duque  de  Berg  está  acometiendo  en  este  momento  la 
plaza  de  Erfurth,  en  donde  se  halla  un  cuerpo  de  enemigos  que  mandan  el 
mariscal  de  Mollendorff  y  el  príncipe  de  Orange.  Si  cabe  algún  realce  á 


\ 


|)K    NU'OI   |ii\ 


V.I 


n  > 


los  títulos  que  tiene  el  ejército  para  el  aprecio  de  la  nación,  no  cabe  formar 
concepto  del  entusiasmo  y  afecto  que  manifestaba  para  con  el  — perada 
en  lo  mas  renido  de  la  refriega.  En  asomando  un  momento  de  tibieza,  con 
el  grito  de  viva  el  emperador  revivía  el  denuedo  y  rebosaba  en  Uxb* 
aquellos  valientes.  En  medio  del  trance ,  el  emperador  ,  al  ver  que  la  ca 
ballena  amenazaba  á  sos  águilas ,  iba  á  galope  disponiendo  las  maniobras 
\  1 1  formación  eo  cuadros ,  y  ¿cada  instante  se  veia  interrumpido  con  los 
gritos  de  vi*%  el  emperador,  i  a  guardia  imperial  de  infantería  veia  con 
sumo  enfado  a  todos  los  cuerpos  empeñados  en  la  refriega,  mientra  que  .lia 
permanecía  inmoble.  Oyéronse  voces  de  «Adelante*  <  ¿Qoé  .->  eso,  dijo  H 
emperador?  Será  algún  joven  barbilampiño  el  que  quiere  juzgar  de  lo  que 
me  1001  haeer   para  que  tnl  haga.  ha  de  li.iU-r  manda. lo  en  Ir.  mta  batallas 

campales  antes  de  meterse  á  darme  consejos.  •  En  efecto,  los  que  tal  vocea- 
ban eran  algunos  reclutas  cuyo  denuedo  bisoño  se  impacientaba  en  no  so- 

bresahr  -obre  la  mareha 


552  HISTORIA 

« En  tan  reñida  refriega,  mientras  que  el  enemigo  iba  perdiendo  casi 
todos  sus  jenerales,  debemos  dar  gracias  á  la  Providencia  que  guardaba 
nuestro  ejército,  pues  ningún  oficial  superior  ha  sido  muerto  ú  herido. 
El  mariscal  Lannes  quedó  ileso  de  una  bala  que  le  pasó  raspando  el  pe- 
cho. El  mariscal  Davoust  tuvo  el  sombrero  y  los  vestidos  acribillados  á  ba- 
lazos  » 

Seis  mil  Sajones  y  mas  de  trescientos  oficiales  se  hallaban  entre  los 
prisioneros  de  aquella  jornada.  Napoleon,esmerándose  en  separar  la  nación 
sajona  del  pueblo  prusiano ,  y  con  ánimo  de  formarse  un  aliado  sobre  el 
Elba  contra  la  corte  de  Berlin,  mandó  que  se  le  presentasen  aquellos  pri 
sioneros  y  les  prometió  que  los  licenciaría  á  sus  casas  si  querían  compro 
meterse  á  no  volver  á  servir  contra  la  Francia.  «  El  lugar  de  los  Sajones , 
decía,  estaba  señalado  en  la  confederación  del  Rin.  La  Francia  era  la  pro 
tectora  natural  de  la  Sajonia  contra  las  violencias  de  la  Prusia.  Preciso  era 
poner  coto  á  dichas  tropelías.  El  continente  necesitaba  sosiego,  y  este  se 
hacia  forzoso,  aun  cuando  fuese  á  costa  de  algunos  tronos. » 

Los  Sajones  comprendieron  aquel  lenguaje,  y  después  de  haber  dado 
cuantos  resguardos  se  requerían,  se  restituyeron  á  sus  casas  con  una  pro 
clama  que  el  emperador  dirijia  á  sus  compatriotas. 

A  la  batalla  de  Jena  se  siguió  prontamente  la  toma  de  Erfurth,  que  ca- 
pituló cH6.  El  príncipe  de  Orange  y  el  mariscal  de  campo  Mollendoríf 
quedaron  prisioneros. 


I>K  NAPOLEÓN 

\quel  mismo  «lia.rl  ivv  dfl  Pruaia  pidió  un  armisticio,  que  Ir  negó  Nt- 
(•oI.xmi  l-'uli  danto  el  jcucral  halkreuth.  estrechado  por  el  mariscal SooJt  y 
(Riñiendo  mt  cojwlo  BM  una  mlumna  «Ir  diez  mil  hombre  que  Pitaba 
mamlnniln.  y  ru  1.a  qui<  sr  hallaba  el  monarca  prusiano,  invoco  OMMMV 
pensiou  «le  anneedieieDdoqiieel  emperador  la  había  concedido  Kl 
Soult  DO  lo  quiso  «roer  y  dijo  que  no  rabia  en  Na|>o|con  (amano 
(o  \  que  M  raOMOrcria  aquel  armisticio  hasta  que  se  h<  hubiera  notificado 
de  oficio.  Kl  jcnoral  prusiano  paso  entonces  á  las  avanzadas  francesa»  para 
i  -onferenciar  ron  el  mariscal,  y  para  encomendarse  á  la  jcncrosnlad ,  y  ca- 
si pudiera  define,  ala  conmiseración  del  vencedor. 

«.Señor  jencral .  respondió  el  guerrero  francés,  tiempo  hace  que  se 
procede  así  con  nosotros ;  apelan  Vds.  á  nuestra  jenerosidad  cuando  ca- 
lan vencidos,  y  olvidan  un  momento  después  la  magnanimidad  que  solé 
inos  ejercer.  Deepoei  de  la  batalla  de  Austcrhtz.  el  emperador  coix 
ejército  ruso  un  armisticio  qnc  fué  n  salvamento.  Ved  de  qué  manera 
obran  ahora  los  Husos ....  Hendid  las  armas,  y  en  esta  situación  aguarda 
iv  hs  nnlcnes  del  emperador.  • 

Kl  jencral  prusiano  se  retiro  confuso;  y  el  mariscal  Soult  persiguió  efi 
cálmenle  al  enemigo,  llegando  el  2*2  á  Magdeburgo.  No  alcanzaban  los 
Prusianos  aquella  velocidad  de  marchas  y  movimientos  que  los  insubordi 
liaban  en  su  fuga,  y  con  este  motivo  decia  Napoleón  en  su  decimocuarto 

Ifcdctm: 

•  K'  tos  señores  estaban  sin  duda  acostumbrados  á  las  maniobras  de 
la  guerra  de  siete  años ;  querían  pedir  tres  días  para  enterrar  los  muertos 
ivnsad  en  los  vivos,  respondió  el  emperador,  y  dejadnos  la  faena  de  en 
terrar  los  muertos,  para  eso  no  se  necesitan  treguas.  • 


.154  HISTORIA 

Entretanto  que  Soult  acosaba  así  al  enemigo  por  el  rnmbo  de  Magde- 
burgo,  causándole  repetidos  quebrantos,  Bernadotte destruía  en  Hala  la  re 
serva  prusiana  mandada  por  un  príncipe  de  Wurtemberg.  A  consecuencia 
de  esta  victoria  el  emperador  atravesó  el  campo  de  batalla  de  Rosbach,  y 
mandó  que  la  columna  levantada  allí  se  trasladase  á  Paris. 

El  reencuentro  de  Hala  se  habia  dado  el  \  7.  El  18,  el  mariscal  Davoust 
se  apoderó  de  Leipsick ,  y  el  21 ,  hallándose  atajado  para  los  Prusianos  el 
camino  de  Magdeburgo  por  los  cuerpos  de  Soult  y  de  Murat,  los  restos 
del  ejército  se  dispersaron  á  diestro  y  siniestro.  El  antiguo  enemigo  de  la 
Francia,  el  famoso  Brunswick,  autor  del  manifiesto  incendiario  de  4792, 
puso  entonces  sus  estados  bajo  la  protección  del  emperador.  Estraño  pa- 
radero del  primer  jeneralísimo  de  la  aristocracia  europea  levantada  contra 
la  revolución  francesa.  Estaba  ahora  de  rodillas  ante  aquel  mismo  pueblo 
que  amenazaba  catorce  años  atrás  con  tanta  insolencia  é  irracionalidad ; 
temía  por  sus  palacios ,  por  su  propia  morada  la  sangre  y  el  fuego  cuyos 
estragos  invocaba  contra  la  capital  dé  la  Francia,  ciudades  y  campiñas. 
Brunsvvick,temiendo  las  represalias  que  habia  ocasionado,apelaba rendida- 
mente á  la  jenerosidad  del  soldado  francés ,  sobre  el  que  se  prometiera  tan 
fácil  triunfo,  atreviéndose  á  pedir  con  el  manifiesto  en  la  mano  al  héroe 
heredero  y  representante  de  los  republicanos  de  J792  que  se  le  tratase 
con  moderación  y  se  le  escudase  contra  las  demasías  de  la  victoria.  ¡Qué 
momento  mas  grandioso  para  la  revolución  triunfante !  La  Providencia  le 
trae  suplicante  y  despavorido  al  mas  antiguo ,  fogoso  y  tenaz  de  sus  so- 
berbios enemigos.  La  revolución  sabrá  escarmentar  el  orgullo ,  aunque 
mostrando  su  preponderancia  con  su  induljencia  ,  porque  tiene  á  Napo- 
león Bonaparte  para  hablar  y  obrar  en  su  nombre. 

«Si  yo  mandara  echar  abajo  la  ciudad  de  Brunswick,  dijo  el  empera- 
dor al  enviado  del  duque,  si  no  dejara  piedra  sobre  piedra,  ¿qué  diria  vues- 
tro príncipe?  ¿No  me  permite  la  ley  del  talion  que  haga  en  Brunswick  lo 
que  él  intentaba  hacer  en  mi  capital?  Anunciar  el  proyecto  de  derribar 
ciudades  puede  ser  insensato ;  pero  querer  ajar  el  honor  de  un  ejército  de 
valientes,  proponerle  que  deje  la  Alemania  tan  solo  con  la  intimación  del 
ejército  prusiano ,  esto  es  lo  que  la  posteridad  creerá  difícilmente.  El  du- 
que de  Brunswick  nunca  debiera  incurrir  en  tamaño  ultraje  ;  quien  ha 
encanecido  en  el  ejército  debe  respetar  el  honor  militar ,  y  además  no  será 
en  las  llanuras  de  Champaña  en  donde  se  habrá  granjeado  ese  jeneral  el 
derecho  de  tratar  á  las  banderas  francesas  con  semejante  menosprecio.... 

« Derribar  y  destruir  las  habitaciones  de  los  pacíficos  ciudadanos ,  re- 
pitió muchas  veces  Napoleón  todo  enardecido ,  es  un  crimen  que  se  repara 
con  tiempo  y  dinero ;  pero  deshonrar  á  un  ejército,  querer  que  huya  fue- 
ra de  Alemania  ante  el  águila  prusiana ,  esa  es  una  bastardía  que  solo  era 
capaz  de  cometer  el  que  la  aconseja. » 


DE  NAPOLEÓN. 

Im  soldados  del  duque  de  ilrunswick  quedaron  bajo  el  resguardo  del 
derecho  de  Joules.  El  emperador  llegó  ¡i  l'otsdam  d  '21  Este  mismo  dia 
por  la  noehfl  visito  el  palacio  de  Seos  Souev  ,  «uva  planta  y  distribuemn 
le  parce ieron  hermosísimas;  se  detuvo  algún  tiempo,  como  absorto  y  caví 


H  V 


loso,  iii  el  aposento  de  Federico  el  Grande,  que  estaba  todavía  amueblado 
>  colgado  como  el  dia  de  su  fallecimiento. 

Al  dia  siguiente  ¿"»,  después  de  haber  pasado  revista  á  la  guardia  im- 
perial de  infantería,  mandada  por  el  mariscal  liífebvre.  visito  el  sepulcro 
de  Federico. 

« Ix»  restos  de  aquel  hombre  célebre ,  dice  el  décimo  octavo  boletín  . 
están  guardados  en  un  ataúd  de  madera  cubierto  de  cobre,  colocado  en 


356  HISTORIA 

una  bóveda,  sin  adornos  ni  trofeos  y  sin  un  realce  que  recuerde  las  gran 
des  acciones  que  hizo. 


«El  emperador  regaló  al  depósito  de  los  Inválidos  de  Paris  la  espada  de 
Federico ,  su  cordón  del  Águila  Negra ,  su  faja  de  jeneral  y  las  banderas 
que  llevaba  su  guardia  en  la  guerra  de  siete  años.  Los  antiguos  inválidos 
del  ejército  de  Hanover  acojerán  con  relijioso  respeto  cuanto  perteneció  á 


j^r'^m^^mgm 


I)K  NAPOLEÓN.  551 

uno  de  los  primeros  capitanes  de  que  consona  el  recuerdo  la  historia.  » 
\  iendo  que  la  corle  de  Prusia  no  había  tratado  de  poner  estas  gloriosas 
reliquias  á  buen  recaudo  contra  toda  invasión ,  esclanio  Ronaparte ,  mos 
liando  con  su  ademan  la  espada  del  «raí:  jeneral :  •  Pradera  esto  á  Veinte 
millones.  • 


;- 


CAPITULO   XXIV 


Kntrada  tle  Napoleón  en  Berlín.  Su  residencia  en  aquella  capital.    Bloque 
continental.  Suspensión  de  armas.    Mensaje  del  senado.  Quinta 
de  ochenta  mil  hombres.  Proclama  de  Posen.       • 
Monumento  de  la  Magdalena. 


a  puerta  magnífica  de  Charlotenburgo 
en  Berlín  dio  paso,  el  27  de  octubre  de 
'1 806,  á  menos  de  un  año  desde  la  to- 
ma de  Viena ,  á  Napoleón  en  medio  de 
los  mariscales  Berthier,  Davoust  y  Au- 
gereau ,  del  mariscal  mayor  de  palacio 
Duroc,  y  de  su  gran  caballerizo  Caulin- 
court.  Marchaba  entre  los  granaderos  y 
los  cazadores  a  caballo  de  la  guardia,  por  un  camino  en  que  estaban  for- 


DE  NAPOI.Kns  -  vi 

nudos  en  l>;ii.ill.i  los  granaderos  de  la  división  de  Nansnuly.  Kl  mariscal 
Irfcbvre  abría  la  marcha  capitaneando  la  infantería  di  la  guardia.  Ia  po 
Manon  de  Berlín  había  salido  en  tiopel  ll  en.  mniro  del  veneedor.aquien 
\  iiorco  desaladamente  1 1  a\  untamiento  ofreció  al  emperador  las  llaves  de 
aquella  capital,  presentadas  por  el  Jcneral  llnllin,  comandante  déla  plaza. 

I  na  de  las  primeras  atenciones  del  gobernador  fué  formar  un  ayunta 
miento  de  sesenta  pla/.as,  euva  elección  encargó  á  los  dos  mil  veri  nos  oías 
|»ndientes.  Habiéndosele  presentado  seguida  ve/  el  cuerpo  minihipal  en 
ralieíatlo  por  el  principe  de  llatzfeld,  que  había  areptado  el  gobierno  civil 
de  Berlín  en  nombre  de  los  |-'rauce*cs,  \  que  M  pn  MO  dejaba  de  seguir 
en  correspondencia  con  el  rev  de  Prusia  para  enteíai  I.-  de  los  mol  minutos 
del  ejercito  victorioso :  t  No  os  presentéis  delante  de  mi.  dijo  el  emperador 
á  aquel  principe,  no  necesito  vuestros  servicios;  retiraos  á  vuestras  pose- 
siones. >  A  poco  rato,  Mr.  de  llatzfeld  quedó  arrestado  y  puesto  á  cargo 
de  una  omisión  militar. 

Informada  su  esposa,  hija  de  M.  de  Schulenburgo,  de  lo  que  acababa 
de  suceder,  se  acongojó  desesperadamente,  cuando  le  sobrevino  el  pensa 
miento  de  implorar  la  clemencia  de  Napoleón.  U  alentó  Duroc  y  se  encar 
gó  de  presentarla.  Acudió  á  plació,  se  arrojó  á  los  pies  del  emperador 
suplicándole  que  indultase  á  su  marido  á  quien  conceptuaba  atropellado 
por  relaciones  con  el  ministro  Schulenburgo,  uno  de  los  promovedores  de 
la  guerra.  Desengañóla  Napoleón  informándola  de  que  M.  de  llatzfeld  es 
taba  en  correspondencia  con  el  rey  de  Prusia ,  lo  nial  probaba  que  solo 
había  procurado  granjearse  la  confianza  de  los  Franceses  para  hacerles  trai 
don  Madama  de  llatzfeld  prorumpió  protestando  la  inocencia  del  princi- 
pe y  asegurando  que  era  victima  de  una  calumnia  atroz.  •  Sin  duda  cono 
eeis  la  letra  de  vuestro  marido,  le  dijo  el  emperador,  vais  á  enteraros  vos 
misma;-  y  al  punto  mandó  que  le  trajesen  la  carta  interceptada,  que  puso 
en  manos  de  la  señora.  Hallábase  esta  á  la  sazón  embarazada  de  mas  de 
ocho  meses;  la  conmoción  que  la  enajenaba  al  ir  leyendo  la  prueba  irre 
Tragable  de  la  culpabilidad  de  su  esposo,  le  causaba  repetidos  desmayos,  v 
solo  volvía  en  si  para  prorumpir  en  jemidos  y  sollozos.  Conmovióse  Ñapo 
león  de  la  situación  dolorosa  de  aquella  mujer.  «  Pues  bien ,  le  dijo,  ya 
que  tenéis  la  carta,  echadla  al  fuego;  y  no  mediando  semejante  docnmeii 
to,  no  podjé  hacer  condenar  á  vuestro  marido.»  Esta  escena  ocurría  de 
Imite  ile  una  chimenea.  La  princesa  de  llatzfeld  se  esmero  en  salvar  á  su 
marido:  la  carta  se  quemó,  y  el  mariscal  Berthier  recibió  al  punto  orden 
pai  a  poner  al  jeneral  de  Hat  /leí.  1  en  libertad. 

I  n  uno  de  sus  boletines ,  el  emperador  se  había  destemplado  contra  la 
reina  de  Prusia.  •  Ix>s  Prusianos ,  decia  ,  achacan  al  viaje  del  eni| 
Mejandro  los  quebrantos  de  la  Pnisia.  Kl  cambio  sobrevenido  después  en 
el  animo  de  la  reina,  que  se  ha  trocado  en  mujer  alborotada  y  mierrera. 


;«<> 


HISTORIA 


de  medrosa  y  comedida  que  habia  sido,  es  una  revolución  repentina.  Ha 
querido  tener  un  rejimiento,  asistir  al  consejo  y  ha  dirijido  de  tal  modo 
la  monarquía  que  en  pocos  dias  ha  logrado  abocarla  al  precipicio.» 

Cuando  la  emperatriz  Josefina  leyó  esta  denunciación,  pregonada  á  la 
faz  del  mundo  contra  una  reina  joven  y  linda,  lo  sintió  en  gran  manera  y 
se  esplicó  á  las  claras  con  su  esposo  en  una  carta  reconviniéndole  por  ha 
berse  complacido  muy  á  menudo  en  zaherir  á  las  mujeres.  Napoleón  lo 
contestó : 

«  Recibí  tu  carta  en  la  que  me  culpas  por  mi  destemplanza  con  las  mu- 
jeres; y  con  efecto  estoy  á  matar  con  las  tramoyistas,  pues  avezado  á  las 
bondadosas,  suaves  y  halagüeñas ,  con  ellas  me  embeleso,  y  •ne  han  mi 
mado  en  estremo;  tuya  es  la  culpa.  Por  lo  demás,  ya  te  harás  cargo  de 
mi  bondad  para  con  madama  de  Hatzfeld ,  que  se  mostró  afectuosa  y  es- 
celente.  Cuando  le  enseñé  la  carta  de  su  marido,  me  dijo  sollozando  con 
entrañable  sensibilidad  y  sencillez :  « No  hay  duda  en  que  esa  es  su  letra. » 
Su  acento  traspasaba  el  corazón,  y  me  fué  dolorosísimo.  Yo  le  dije:  «Pues 
bien,  señora ,  echad  esa  carta  al  fuego  y  quedo  imposibilitado  de  hacer 
sentenciar  á  vuestro  marido. »  Quemó  la  carta,  y  se  me  figuró  entonces 


DE  NAPOLEÓN  .Vil 

muy  \enturosa.  Su  marido  ««sta  desahogado  desdo  aquel  pnntn  ;  y  si  me 
dian  dos  horas  mas.  hnhin  fenecido.  Ya  \es  que  mr  mistan  las  mujeres 
líomlndosas,  sencillas  y  «granadas;  poro  e*  porque  sola»  cutas  *e  te  p» 
reoen.  » 

Al  dia  siguiente  de  su  entrada  en  Berlin.el  emperador  dio  audiencia  a 
los  ministros  de  Baviera.  B*p«!  i .  Portugal  y  la  Puerta.  F.l  mismo  día  ad- 
mitió al  elero  de  las  diferentes  comuniones  protestantes  y  los  tribunales 
de  justicia  que  le  presentó  el  canciller ;  y  luego  conferenció  con  varios 
majistrados  sobre  diversos  puntos  de  la  organización  judicial. 

Durante  su  residencia  en  Berlín,  Napoleón  espidió  el  famoso  decreto, 
estableciendo  el  bloqueo  continental  y  prohibiendo  á  los  pueblos  y  á  los 
aliados  del  imperio  francés  todo  comercio  y  comunicación  con  las  Ñas 
británicas.  Ksta  acta,  conceptuada  poralgunos  como  una  providencia  ni 
sensata,  y  jeneralmente  achacada  á  la  ceguedad  del  encono,  era  sin  emlwir 
go  fruto  de  la  tenacidad  del  gabinete  ingles  en  sublevar  continuamente  a 
las  potencias  continentales  contra  la  Francia.  Kra  el  resultado  de  aquel 
••umulo  de  amaños,  alevosías,  conspiraciones,  hostilidades  y  atentados 
de  toda  clase ,  por  cuyo  medio  la  aristocracia  inglesa  habia  estado  contra 
restando*  la  democracia  francesa  desde  Í7tr2;  era  la  respuesta  de  la  re 
\olucion  >  ictoriosa  á  las  demasías  monárquicas  cuando  la  pregonaban  por 
Europa ,  donde  los  estadistas  de  ultramar.se  empeñaban  en  que  habia  oca 
sionado  «  un  vacio.  •  Ya  que  Burke  y  Pitt  se  estremaron  en  aislar  a  la 
Francia  en  medio  del  mundo  civilizado,  estaban  todavia  predominando 
por  medio  de  sus  amigos  y  alumnos  en  los  consejos  de  Londres  y  prevale 
cía  el  mismo  afán  ,  mal  |xxlia  la  Francia  desentenderse  de  represalias  ,  y 
abstenerse  de  aislar  en  cuanto  le  fuese  dable  á  la  Inglaterra  en  medio  de  los 
mares.  Kl  bloqueo.eon  que  se  habia  amenazado  durantequince  añosal  espi 
rita  revolucionario,  debia  encerrar  encontradamente  á  la  contrarevoluciou 
misma  en  su  foco  principal  en  medio  del  Océano.  Y  además,  ¿es  cierto  que 
este  bloqueo,  aun  considerándolo  por  lo  que  tocaá  los  intereses  materiales, 
haya  hecho  daño  á  los  pueblos  del  continente  y  acarreado  universalmente 
en  Kuropa  cuantas  resultas  desastradas  se  le  lian  achacado?  No  hay  duda  en 
que  causó  trastornos  de  fortunas  en  el  comercio  maritimo  y  redundó  en  pri 
vaciónos  momentáneas  para  las  poblaciones  que  no  pudieron  surtirse  encu 
tuertamente,  o  que  se  abstuvieron  de  los  productos  coloniales  por  la  subida 
crecidísima  (fe  los  precios.  Pero  ademas  de  que  este  desquite  solo  era  tem 
poral  y  que  el  bloqueo,  aun  mal  cumplido,  debia  surtir  el  efecto  moral 
que  n  prometí  i  <l  emperador,  también  es  indisputable  que  la  industria 
europea  no  estaba  absolutamente  comprometida,  y  que  por  ejemplo  h 
Francia  debió  al  decreto  de  Berlín  la  creación  de  una  mima  industria  muy 
trascendental. cual  es  la  fabricación  del  azúcar  indijena.  Y  aun  cuando  solo 
mediara  este  resultado  inmenso  para  lo  sucesivo,  debiera  bastar  para  que 


542  HISTORIA 

las  jeneraciones  venideras  fueran  propicias  á  Napoleón ,  atendidos  los  pa- 
decimientos pasajeros  que  su  sistema  acarreó  á  la  jeneracion  contemporá- 
nea. «  Me  hallé  solo  en  mi  opinión  sobre  el  continente,  ha  dicho  Napoleón; 
tuve  que  acudir  por  donde  quiera  á  la  tropelía.  Al  fin  empiezan  á  compren- 
derme; el  árbol  da  ya  fruto;  el  tiempo  hará  lo  demás. 

« Si  por  dicha  no  zozobrara,  trocada  quedaba  la  faz  del  comercio  con 
el  camino  de  la  industria.  Había  connaturalizado  entre  nosotros  el  azúcar 
y  el  añil ;  también  hubiera  conseguido  lo  mismo  con  el  algodón  y  con 
otros  muchos  productos.  Las  colonias  hubieran  mudado  de  lugar,  si  se 
hubieran  obstinado  en  no  darnos  cabida. » 

Mientras  se  afanaba  el  emperador  en  Berlín  por  aprisionar  á  los  moto 
res  de  la  guerra  y  se  esmeraba  en  apear  á  la  Inglaterra  del  derecho  común 
para  acosarla  con  armas  iguales  y  escarmentarla  de  sus  repetidas  violacio 
nes  del  derecho  de  jentes ,  los  tenientes  de  Napoleón  seguían  estrechando 
al  enemigo  y  persiguiendo  á  diestro  y  siniestro  las  reliquias  del  ejército 
prusiano.  El  28  de  octubre,  Murat  se  apoderó  de  Prentzlow,  precisando  al 
príncipe  de  Hohenlohe  á  capitular  con  su  cuerpo  de  ejército.  Al  día  siguien- 
te, el  fuerte  de  Stettin  cayó  en  manos  del  jeneral  Lassalle,  comandante  de 
la  derecha  del  gran  duque  deBerg,  mientras  que  el  jeneral  Milhaud,  que 
mandaba  la  izquierda,  hacia  rendir  las  armas  á  una  columna  de  seis  mil 
hombres. 

Custrin  se  rindió  el  2  de  noviembre  al  mariscal  Davoust,  al  paso  que 
Mortier  ocupábalos  estados  de  Hese  y  de  Hamburgo.  En  Fulda  y  en  Bruns- 
wick ,  quitaron  las  armas  del  principe  de  Orange  y  las  del  duque.  «  En 
trambos  príncipes  ya  no  han  de  reinar ,  dijo  el  vijésimo  cuarto  boletín ; 
son  los  principales  autores  de  esta  nueva  liga. » 


DBNAPOLEOM  S49 

l  o  triunfo  señalado  espérala  á  los  Franceses  bajo  los  muros  y  eo  las 
ralles  <!<•  I.ubock.  Elfl  de  noviembre,  Murnt.  Soult  y  Bernadoile,  con  la 
maestría  de  sus  maniobras  y  de  sus  molimientos  combinados,  se  encon 
traron  sobre  nqnella  plaza,  en  la  que  el  famoso  Rlucher  babia  venido  a 
encerrar  las  ultimas  esperanzas  de  la  monarquía  prusiana  l>ióse  el  asalto, 
>  liernadotte  se  internó  en  la  ciudad  por  la  puerta  de  la  Trava.  ■iwHfM 
que  Soult  entraba  por  la  de  Mullen. 

I  a  resistencia  había  sido  porfiada.  Aun  se  batían  por  las  calles  ;  pero 
el  7  por  la  mañana,  liluchcr  y  el  principe  de  Brunswick  <)Els,  capitaneando 
hasta  diez  jeneralcs  prusianos ,  quinientos  diez  y  ocho  olicialcs  y  mas  de 
veintemil  hombres,  se  presen  taroná  los  vencedores,  pidiendo  capitulación, 
y  destilaron  inmediatamente  por  delante  del  ejército  francés. 

Dentro  de  pocos  días  las  demás  plazas  tuvieron  igual  suerte.  Magdebur 
•-<>  abrió  sus  puertas  el  8,  y  los  Franceses  hallaron  ochocientas  piezas  de 
artillería  y  una  guarnición  de  diez  y  seis  mil  hombres.  Kl  emperador  ha 
bia  encaminado  también  un  cuerpo  de  ejército  sobre  el  Vístula,  en  perse- 
cución del  rey  de  Prusia,  que  huía  atropelladamente  con  sus  diez  ó  doce 
mil  hombres  restantes. 

El  40,  el  mariscal  Davoust  entró  en  Posen,  cuyo  vecindario,  mas  pola 
co  que  prusiano,  le  recibió  con  entusiasmo.  El  10,  el  trijésimo  segundo 
Motín  anunció  « que  después  de  la  toma  de  Magdebnrgo  y  el  reencuentro 
de  I.ubock ,  la  campaña  contra  la  Prusia  quedaba  ya  terminada. » 

l.u  aquel  mismo  dia  se  firmó  una  suspensión  de  armas  en  CharlotU-n 
burgo 

Entonces  fué  cuando  se  dedicó  el  emperador  al  decreto  arriba  dicho 
sobre  el  bloqueo  ríe  las  Islas  británicas. 


344  HISTORIA 

La  Prusia,  aceDtellada  de  muerte,  yace  como  potencia  para  siempre; 
pero  su  instigadora  la  Inglaterra  permanece  intacta;  Napoleón  quiere  alcan- 
zarla ,  aislarla  de  la  Europa  á  la  que  tiene  tributaria  por  medio  de  mono- 
polios é  intrigas  diplomáticas.  El  sistema  que  Napoleón  ha  ideado  se  estre- 
lla con  los  principios  de  la  civilización  moderna ;  así  lo  entiende  y  lo  ma- 
nifiesta, pero  acude  á  la  ley  y  al  derecho  de  la  debida  correspondencia. 

Al  pedir  al  senado  una  nueva  quinta,  el  emperador  le  espresa  como  es 
forzoso  providenciarla  en  desempeño  de  su  sistema  jeneral  é  imprescindi- 
ble. Nuestro  sumo  comedimiento,  tras  todas  las  guerras  siempre  propicias, 
es  la  causa  de  cuanto  ha  ido  sucediendo.  Así  hemos  tenido  que  batallar 
contra  una  cuarta  liga  nueve  meses  después  de  disuelta  la  primera,  tras 
aquellas  esclarecidas  victorias  que  nos  habia  franqueado  la  Providencia  y 
que  debían  afianzar  el  sosiego  al  continente?. . . . 

« Bajo  este  concepto  hemos  tomado  por  principios  invariables  de  nues- 
tra conducta  no  evacuar  á  Berlín  ,  Varsovia  ni  las  provincias  rendidas  á 
viva  fuerza,  antes  que  esté  firmada  la  paz  jeneral,  que  devuelvan  las  co- 
lonias españolas,  holandesas  y  francesas,  que  se  hayan  consolidado  los  ci- 
mientos del  poderío  otomano  y  la  independencia  absoluta  de  este  grandio- 
so imperio ,  sumo  interés  de  nuestro  pueblo ,  ya  irrevocablemente  consa- 
grado. Hemos  puesto  las  Islas  británicas  en  estado  de  bloqueo,  y  hemos 
tomado  contra  ellas  disposiciones  que  repugnaban  á  nuestro  corazón.  Pe- 
ro nos  hemos  visto  precisados  á  prohijarlas  en  beneficio  de  nuestros  alia- 
dos ,  oponiendo  al  enemigo  común  las  mismas  armas  de  que  se  valia  con- 
tra nosotros 

«  Nos  hallamos  en  uno  de  aquellos  momentos  importantes  para  el  des- 
tino de  las  naciones,y  el  pueblo  francés  se  mostrará  digno  del  que  le  aguar- 
da. El  senado  consulto  que  hemos  dispuesto  se  os  presente  y  que  pondrá 
á  vuestra  disposición,  en  los  primeros  dias  del  año,  la  quinta  del  año  \  80Í , 
que  en  circunstancias  comunes  no  debiera  efectuarse  hasta  el  mes  de  se- 
tiembre, se  planteará  con  ahinco  por  padres  y  por  hijos.  ¿Y  en  qué  pun- 
to mas  trascendental  pudiéramos  llamar  á  la  juventud  francesa?  Tendrá 
que  atravesar,  para  reunirse  con  sus  banderas,  las  capitales  de  nuestros  ene- 
migos y  los  campos  de  batalla  esclarecidos  por  las  victorias  de  sus  primo- 
jénitos.  » 

Abonaba  tan  solemne  demanda  la  nueva  venida  de  Ruso$,  á  cuyo  en- 
cuentro quería  marchar  Napoleón  para  empezar  una  nueva  campaña  tan 
pronto  como  la  estación  lo  permitiera.  Salió  de  Berlin  el  25  de  noviembre 
y  llegó  á  Posen  el  28.  Con  el  recio  temporal,  las  fatigas  y  privaciones,  ha- 
bia amainado  el  ímpetu  de  la  soldadesca.  Después  de  tanta  pelea  victorio- 
sa, estando  los  enemigos  de  la  Francia  allende  el  Vístula,  parecía  que 
habia  de  llegar  la  hora  de  pararse,  en  vez  de  correr  al  encuentro  de  nuevos 
trances.  El  senado,  por  lo  jeneral  tan  obsequioso,  se  habia  esmerado  en  re- 


DE  NAPOI.KON  345 

comendar  la  moderación  en  na  parabién  que  H  emperador  había  Ntfhafo 

en  BcrHn.  Pero  ni  sonado,  ni  ejército,  ai  pi:ohlo  alcanzaban  la  trascender! 
fia  «Irla  situación  .  la  tenacidad  do  la  antigua  Kuropa .  ni  lo  mi|>i>  .nn 
diblc  del  sistema  que  Napoleón  había  tenido  que  idear  |>ara  imposibilitar 
<!«•  una  vez  a  los  Implacables  eacmigoa  da  la  mu-va  k  rancia  el  fraguar  mas 
ligas  contra  ella.  La  paz  era  el  anhelo  jeneial :  el  emigrador  lo  sabia  moy 
bien  .  estos  eran  también  sus  deseos,  pero  también  sabia  mejor  «pie  nadie 
en  que  parajes  le  seria  mas  ventajosa  la  guerra .  y  bajo  que  condicioi 
asequible  y  debia  apetecerse  la  paz.  Por  tanto  soltando  el  vuelo  ;i  mi  bita 
lijenoia  y  desentendiéndose  de  clamores  tanto  remolos  eomo  cercanos  §jb* 
pudiera  ocasionar,  marchó  directamente  á  Polonia  para  dar  al  través  ron 
los  Rusos  antes  de  asomar  sobre  Prusia  \  recojer  los  restos  \  esperanzas 
de  sus  aliados  vencidos.  No  cabe  duda  en  que  de  este  modo  se  esponja 
a  que  le  tildasen  de  provooador  de  guerras  ,  asi  como  habia  compróme 
tido  su  popularidad  con  el  bloqueo  continental  .  aunque  tan  solo  pro 
curaba  sublevar  al  pueblo  inglés  «ontia  sus  ministros  pertina. 
guerrear,  malquistándolos  como  estremados  en  su  porfía.  Pero  tiempo 
hacia  que  Napoleón  dijera  que  siendo  su  encumbramiento  fruto  de  las 
circunstancias ,  reclamaba  á  todo  trance  la  dictadura.  Es  el  caso  que 
por  su  naturaleza  de  hombre  sin  par  y  por  su  instituto  de  dictador ,  no 
podia  menos  de  insistir  á  solas  en  su  dictamen  y  arrojarse  denodadamente 
tras  sus  intentos,  aun  en  medio  de  la  desaprobación  de  los  pueblos  que 
Dios  habia  colocado  bajo  sn  diestra  avasalladora,  y  según  la  espresion  de 
Mirabeau,  «avenirse  á  esperar  justicia  del  tiempo  y  la  posteridad.  » 

Si  el  ejercito  se  muestra  propenso  á  hacer  alto  cuando  el  vencedor  de 
tantas  batallas  conceptúa  forzoso  seguir  adelante,  ¿cabe  acaso  el  creer 
que  por  eso  abdicará  sn  numen  para  obedecer  á  los  que  le  corresponde 
mandar?  No,  al  contrario,  esto  le  ofrecerá  ocasiones  nuevas  para  manifes 
tar  su  prepoteacia  irresistible,  y  si  hay  entre  las  tropas,  no  digamos  aso 
moa  de  malquerencia,  sino  meros  anhelos  de  sosiego,  va  á  reentonarlas 
con  una  palabra  y  enardecerlas  mas  que  nunca  para  proseguir  la  guerra 
contra  los  enemigos  del  nombre  francés. 


0  ■  Cuailel  jciter.il  d«-  Pusen  ,  a  de  dit:irinl>rr 

« Soldados,  tes  dijo,  hoy  hace  un  año  que á  esta  misma  hora  os  halla 
bais  en  el  campo  de  batalla  de  Austerlitz.  I -os  Tejimientos  rusos  huían  des 
balitados,  nal  verse  circuidos,  rendían  las  armas á sus  vénoaBOm  \l  Üa 
siguiente  sonaron  voces  de  paz ;  pero  eran  falaces :  pues  no  bien  salidos  a 
salvamento  del  naufrajio  de  la  tercera  liga ,  por  efecto  de  una  jenerosidad 
quizás  reprensible ,  han  tramado  una  cuarta  alianza ;  pero  el  aliado  en  cu 
ya  táctica  fundaban  principalmente  sus  esperan zas  \a  no  existe;  sus  pía 
xas  fuertes,  sus  capitales,  sus  depósitos,  arsenales,  doscientas  y  ochenta 

■ti 


346  HISTORIA 

banderas,  setecientas  piezas  de  artillería  y  cinco  grandes  plazas  de  guer- 
ra paran  en  nuestro  poder.  Nada  ha  podido  deteneros  un  momento,  ni  el 
Oder,  ni  el  Wartha,  ni  los  desiertos  de  la  Polonia,  ni  la  intemperie;  to- 
do lo  habéis  arrostrado,  todo  lo  habéis  vencido;  huyendo  á  carrera  el 
enemigo  á  vuestro  asomo.  En  vano  los  Rusos  han  intentado  escudar  la 
capital  de  esta  antigua  y  esclarecida  Polonia.  El  águila  francesa  domina  el 
Vístula.  El  valiente  y  desventurado  Polaco  al  presenciaros  está  viendo  las 
lejiones  de  Sobicski  regresando  de  su  espedicion  memorable. 

>  Soldados, no  depondremos  las  armas  hasta  que  la  paz  jeneral  haya  con 
solidado  el  poder  de  nuestros  aliados,  restituyendo  á  nuestro  comercio  sus 
colonias  y  su  seguridad.  Hemos  conquistado  en  las  orillas  del  Elba  y  del 
Oder  nuestros  establecimientos  de  las  Indias,  Pondiehery,  el  cabo  de  Bue 
na- Esperanza  y  las  colonias  españolas.  ¿Quién  diera  á  los  Rusos  el  dere 
cho  de  contrarestar  al  destino  y  de  trastornar  tan  justos  intentos?  ¿  No  so 
mos  olios  y  nosotros  los  soldados  de  Austerlitz?  » 

Esta  proclama  surtió  un  electo  imponderable,  no  solo  en  el  ejército 
del  Vístula,  sino  en  toda  la  Alemania ;  el  mismo  Rourrienne  lo  confiesa  \ 
atestigua.  Ahora  bien,  si  asomaron  críticos  por  los  campamentos,  y  si  se 
prorumpió  en  tal  cual  devaneo  de  oposición  entre  las  adulaciones  del  se 
nado ,  todo  esto  carece  de  entidad ;  Napoleón  respondió  con  su  laconismo 
jemal  á  todas  las  insinuaciones  y  rumores  contrapuestos. 

Antes  de  emprender  otra  campaña,  el  emperador  quiso  eternizar  con 
un  monumento  los  prodijios  de  las  dos  últimas  guerras.  A  la  proclama 
del  2  de  diciembre,  añadió  el  mismo  dia  un  decreto,  mandando  entre  otras 
disposiciones : 

«  Art.  I".  Se  establecerá  á  espensas  del  erario  y  de  nuestra  corona  , 
en  el  solar  de  la  Magdalena,  de  nuestra  buena  ciudad  de  l'aris,  un  monu 
mentó  dedicado  al  grande  ejército,  ostentando  en  el  frontispicio  : 


UL   EMPERADOR    NAPOLEÓN  A   LOS   SOLDADOS    DEL   GRANDE   EJERCITO. 

« 2".  Se  estamparán  en  el  interior  del  monumento  en  sillares  de  mar 
mol  los  nombres  de  cuantos ,  por  cuerpo  de  ejército  y  por  »yejimiento  , 
asistieron  á  las  batallas  de  ülma ,  Austerlitz  y  Jena ,  y  en  lápidas  de  oro 
macizo  los  de  cuantos  fallecieron  en  los  campos  de  batalla.  En  lápidas  de 
plata  se  grabará  la  recapitulación  por  departamentos  de  los  soldados  que 
aprontó  cada  uno  al  grande  ejército. 

«3o.  Se  esculpirán  al  rededor  de  la  sala  bajos  relieves  que  representa 
rán  los  coroneles  de  cada  uno  de  los  Tejimientos  del  grande  ejército  con 
sus  nombres ,  etc. ,  etc. » 

Las  demás  disposiciones  de  este  decreto  providenciaban  el  depósito, 


I)K  NAPOLEÓN.  r>47 

en  rl  iiii.noi  del  monumento,  de  los  Irofroi  eojkkM  «I  enemigo  en  «arias 
campañas)  la  soirmiirn ¡lebracion  <|i|  •  iini|>l«-.Mi 
l«  rlil/  \  Jcna 


CAPITULO  XXV 


Campanil  de  Polouia.   Faz  de  Tilsitr 


l  emperador  permaneció  cji  Posen  hasta  el 
Í6  de  diciembre.  Allí  recibió  la  diputación 
de  Varsovia ,  compuesta  del  gran  camar- 
lengo de  Lituania,  Gutakuski,  y  del  seño- 
río polaco. 

Pero  el  ejército  francés  seguía  marchan- 
do adelante.  Después  de  haber  derrotado  á 
los  Rusos  en  su  primer  encuentro,  acaecido 
en  Lowiez ,  ocupado  á  Varsovia  y  conse- 
guido la  capitulación  de  Torgau,  atravesó 
el  Vístula  el  dia  C  por  Thorn,  en  donde  el  mariscal  Ney  encontró  y  disper- 


DE  N  M'OI.KON  34U 

so  todau.i  algunos  Prusianos.  Sobresalió  allí  nn  neoBQ  ^'regrino.  Hallan 
dote  detenida  |>or  los  hielos  «mi  medio  del  rio  la  Imrca  (jue  trasportaba  la 
vanguardia  francesa,  loe  barqueros  polacos  acudieron  á  desprendí  1 1 1 
pesar  del  fuego  del  enemigo  asestado  contra  ellos.  \  icndo  los  Prusinnosqne 
las  balas  no  los  detenían,  enviaron  por  su  pule  otros  barqueros  para  con 
trarestarel  intento  de.  los  Polacos,  siguiéndose  una  lid  de  hombre  a  hombre 
lx>s  Prusianos  quedan  arrojados  al  agua  \  con  elauxilio  heroico  y  fraternal 
los  Polacos,  traspuso  sana  y  salva  la  vanguardia  francesa  la  orilla  de 
rocha  del  Vístula. 


Al  cabo  de  algunos  dias,  todo  el  ejército  se  halló  en  aquella  orilla.  Kl 
11 ,  el  mariscal  Davoust  derrotó  un  cuerpo  ruso  después  de  pasado  el  Bug ; 
pero  en  aquel  mismo  día  se  firmó  un  tratado  de  paz  con  la  Sajonia.  El  olee 
tor  entró  en  la  confederación  del  Rin,  cabiéndole  el  dictado  de  rey,  lo  cual 
era  de  suma  trascendencia  para  el  sistema  francés,  pues  se  hallabaasi  plan 
teado  hasta  las  puertas  mismas  de  Berlín. 

El  emperador  solemnizó  el  18  su  entrada  en  Varsovia.  Instáronle  efl 
ca/mente  para  que  restableciera  el  reino  de  Polonia ;  pero  con  el  recelo 
de  comproMctersc.tan  solo  dio  contestaciones  que  le  desabogaban  para  lo 
reñidero.  «Soy  amigo  de  los  Polacos ,  deciaá  Rapp,  me  tiene  prendado 
su  denuedo ,  y  anhelara  en  el  alma  constituirlos  en  nación  independiente 
pero  es  empresa  sobrado  ardua.  Son  muchos  los  que  han  terciado  en  el 
ramillete;  el  Austria,  la  Rusia  y  la  Prusia,  y  una  vez  encendida  la  mecha, 
quien  sabe  á  donde  iria  á  parar  el  ineendio.  Mi  primer  afán  es  por  la 
Francia,  y  no  debo  sacrificarla  á  la  Polonia;  aquel  empeño  nos  arroba 
taria  hasta  lo  sumo.  Y  además,  preciso  es  dar  traslado  al  tiempo,  soben 
no  de  todo:  él  nos  franqueará  el  debido  rumbo.  » 


ó  50 


HISTORIA 


Entretanto  el  jeneral  Kaminski,  mal  hallado  con  tanto  cejar  de  todos 
sus  compañeros,  se  adelantó  ejecutivamente  contra  los  Franceses.  Efectuó 
su  reunión  con  Bcningsen  y  Buxhowden,  y  conceptuándola  como  prenda 
segura  de  victoria ,  la  celebró  en  el  castillo  de  Sierock  con  fiestas  é  ilu 
minaciones  (pie  los  Franceses  podian  divisar  desde  lo  alto  de  las  torres  de 
Varsovia. 


El  emperador  salió  el  25  de  diciembre  de  la  capital  de  la  antigua  Po- 
lonia, y  pasando  el  Bug,  sobre  el  que  echó  un  puente  en  dos  horas,  lanzó 
el  cuerpo  de  Davoust  contra  los  Rusos,  que  fueron  derrotados  en  Czarno 
vo ,  peleando  casi  hasta  media  noche.  El  jeneral  Petit  tomó  los  reductos  del 
puente  al  resplandor  de  la  luna,  y  á  las  dos  de  la  madrugada  el  enemigo 
se  declaró  en  completa  derrota. 

Este  primer  desmán  de  Kaminski  fué  la  señal  de  nuevos  descalabros, 
padecidos  en  los  dias  24,  25  y  26  en  Nasielsk,  Kursomb,  Lopackzyn,  Go- 
lymin  y  Pulstuck,  á  consecuencia  de  los  cuales  el  ejército  rtso  se  retiró 
atropelladamente  tras  haber  perdido  ochenta  piezas  de  artillería ,  mil  y 
doscientos  carros  y  de  diez  á  doce  mil  hombres.  Así  se  realizaron  las  espe- 
ranzas que  el  jeneral  ruso  habia  solemnizado  con  tanto  boato  y  presun- 
ción en  las  fiestas  del  castillo  de  Sierock. 

Breslau  capituló  el  5  de  enero  de  \  807.  Aquella  ciudad  habia  tenido 
ya  sus  arrabales  incendiados  por  los  sitiados,  y  muchas  mujeres  y  niños 
habían  perecido  en  las  llamas.  Habia  Jerónimo  Napoleón  descollado  en 
aquel  desastrado  acontecimiento,  acudiendo  con  auxilios  á  las  víctimas 


«leí  incendio.  \w  Franccr.es  antepusieron  el  desentenderse  del  riguroso 
derecho  que  les  franqueaban  las  leyes  do  la  guerra  al  quebrantar  las  de  la 
humanidad.  Aoojieron  jenerosamente  á  los  fujitivos.cn  vez  «le  recitarlos 
á  la  plaza  sitiada  qoe  coronaba  el  incendio  do  sus  bogares.  # 

Kl  emperador  regresó  el  '2  de  enero  á  Varsovia  y  recibió  las  autorida 
des  de  aquella  ciudad,  los  ministros  ostranjoros  y  una  diputación  del  reino 
de  Italia.  Para  estimular  alas  tropas  de  la  confederación  del  Itin,  nvoin 
pensó  al  cuerpo  w  urtombergués  que  se  babia  a|H)dcradode  Glogau,  reno 
tiendole  al  rey  de  Win  temberg  una  parte  de  las  banderas  cojidas  en  aque 
Ha  plaza  y  diez  condecoraciones  de  la  Lejion  de  Honor  para  que  se  distri 
bnyeMQ^É  los  loldldoi  mas  salientes  de  aquel  cuerpo. 

las  hostilidades  unieron  h  cesar  por  veinte  dias.  Pero  el  2.»  de  enero 
volvieron  á  gmprcnderscaveiitaj, idamente  en  Mohringue  por  BcmadoUc. 
quien  derroto  ;i  los  condal  «le  Palben  y  C.allitzin,  eojióndoles  trecientos 
Immbres.  y  dejando  á  mil  y  doscientos  fuera  «le  combate. 

Kl  emperador  acabábanle  saber  que  habían  ocurrido  grandes  aconte 
cimientos  en  c.oiMantinnpla.  h>sHus.»>  %  lottQlÍMOf  habían  sido  arroja- 
dos; se  babia  ofrecido  una  suma  crecida  por  la  cabeza  de  Ipsilanle,  y  el 
sultán  había  declarado  la  guerra  á  la  Rusia.  Napoleón  advirtió  eu  esla 
lieteiminaeion  de  la  Puerta,  no  solo  el  acierto  «le  su  diplomacia,  sino  el 
indujo  de  su  carrera  triunfadora  por  el  norte.  Uual  éxito  invierno  sos  co 


HISTORIA 


natos  con  la  Persia  para  promover  nuevos  apuros  á  la  Rusia.  Contento 
con  esta  doble  llamada ,  dio  á  conocer  su  trascendencia  en  un  mensaje 
que  envió  al  senado ,  insistiendo  en  la  precisión  de  escudar  la  cabal  inde 
pendencia  é  integridad  del  imperio  otomano  como  valla  natural  á  las  in- 
vasiones del  poderío  moscovita.  «¿Y  quién  pudiera  calcular,  dijo,  la  du- 
ración de  las  guerras  y  el  número  de  las  campañas  que  seria  forzoso  hacer 
algún  dia  para  remediar  las  desventuras  que  resultarían  de  la  pérdida  del 
imperio  de  Constantinopla,  si  el  afán  de  un  vil  reposo  y  los  deleites  de  la 
gran  ciudad  predominaran  á  los  consejos  de  una  previsión  atinada?  Deja- 
ríamos á  nuestros  nietos  una  larga  herencia  de  guerras  y  de  conflictos.  La 
tiara  griega,  engreída  y  triunfante  desde  el  Báltico  al  Mediterráneo,  ve- 
ríanse  en  nuestros  dias  las  provincias  atropelladas  por  un  turbión  de  fa- 
náticos y  de  bárbaros,  y  si  en  aquella  lid  harto  pausada,  la  Europa  civi 
lizada  llegase  á  fenecer,  nuestra  culpable  indiferencia  moveria  fundada- 
mente las  quejas  de  la  posteridad  y  seria  un  borrón  de  oprobio  en  la  his- 
toria. »  Este  mensaje  contestaba  tanto  mas  directamente  que  la  proclama 
de  Posen  á  las  pacíficas  insinuaciones  del  senado,  cuanto  Napoleón  se  ha 
liaba  en  situación  de  juzgarlas  y  de  declararlas  intempestivas.  Es  de  notar 
además  que  el  propio  afán  manifestado  aquí  por  el  emperador  de  los  Fran 


DI.  NAPOLEÓN  S53 

-■.non  has  I.»  ( •niisrrvm  ion  cabal  del  poderío  otomano,  había  sido  maní 
restado,  eo  tiempo  de  la  espedicion  do  Ejipto,  por  rl  caudillo  del  gabine- 
te inglés,  por  PiU  mismo,  quien,  i  impulsos  del  interés  ese  1  tusivamente 
britéoioo,  dijo  las  mismas  palabras  que  Napoleón  envía  á  sn  senado  por 
el  interés  europeo  y  el  «le  la  n\ili/an<ui  universal. 

Durante  su  residencia  en  \arso\ia  el  emperador  reeibió  la  petirion  si 
guíente  : 

•  vSritor , 

•  Mi  fe  de  bautismo  es  del  ano  IfiiK) ;  por  consiguiente  tengo  ahora 
ciento  diez  y  siete  años.  Todavía  me  acuerdo  de  la  batalla  de  Viena  y  de  los 
tiempos  de  Juan  Sobieski 

t  >le  estaba  alia  figurando  que  nunca  mas  Asomarían ,  y  aun  menrn 
soñaba  en  llegar  á  ver  el  siglo  de  Alejandro. 

«  Mi  veje/,  me  ha  merecido  las  finezas  de  cuantos  soberanos  han  pasa 
do  por  acá ,  y  asi  aspiro  a  las  del  gran  Napoleón .  estando  á  mi  edad  im 
posibilitado  de  trabajar 


' 


•.:. 


354  HISTORIA 

«  Vivid,  señor,  tanto  tiempo  como  yo;  vuestra  gloria  no  lo  necesita, 
pero  lo  pide  la  dicha  del  jénero  humano. 

«  Narocki.  » 

El  emperador,  á  qnien  este  anciano  presentó  él  mismo  su  petición,  le 
acojió  bondadosamente,  concediéndole  una  pensión  de  cien  napoleones  y 
mandándole  pagar  un  año  anticipado. 

Las  noticias  de  Constantinopla  aumentaron  el  desabrimiento  del  em- 
perador Alejandro,  sin  por  eso  infundirle  deseos  de  suspender  las  hostili- 
dades sobre  el  Vístula  para  abocar  sus  fuerzas  bácia  el  Danubio.  Lejos  de 
esto,  aprovechando  la  llegada  de  los  refuerzos  que  habia  mandado  venir 
de  la  Moldavia,  trató  de  mover  á  los  Franceses  de  sus  cuarteles  de  invier- 
no y  volver  á  tomar  la  ofensiva. 

Napoleón  advirtió  gustoso  los  ánimos  del  czar.  Mandó  á  Bernadoltc 
que  los  estimulase,  retirándose  ante  el  ejército  ruso  para  irlo  atrayendo  á 
las  orillas  del  Vístula.  Salió  después  de  Varsovia  y  se  reunió  con  Muraten 
Villenberg,  el  31  de  enero  por  la  noche. 

Al  dia  siguiente,  el  ejército  francés  marchó  en  busca  de  los  Husos,  á 
quienes*  alcanzó  en  Passenhcim ,  pero  cejaron  luego  hasta  aposentarse  por 
las  cumbres  de  Suktdorf.  Conceptuándolos  Napoleón  en  ánimo  de  hacerle 
frente,  se  situó  entre  el  I'asarge  y  el  Alie  con  su  guardia,  la  caballería  y 
el  tercero  y  séptimo  cuerpo,-  encargando  al  mariscal  Soult  que  tomase  el 
puente  de  Bergfried  para  acorralar  la  izquierda  del  enemigo. 

Beningsen ,  hecho  cargo  de  la  trascendencia  de  aquel  paraje  ,  habia 
confiado  la  guardia  del  puente  de  Bergfried  á  doce  batallones  aventajados, 
pero  todo  su  tesón  desmayó  ante  el  denuedo  é  ímpetu  francés.  El  puente 
se  tomóá  paso  de  ataque,  y  los  Rusos  dejaron,  además  de  cuatro  piezas  de 
artillería,  crecido  número  de  muertos  y  heridos  en  el  campo  de  batalla. 

Habia  Napoleón  combinado  los  movimientos  de  sus  diversos  cuerpos 
de  ejército  en  términos  de  venir  á  descargar  un  golpe  decisivo;  pero  un 
acaso  desbarató  en  parte  sus  planes.  El  oficial  que  llevaba  sus  órdenes  á 
Beruadotte cayó  en  poder  del  enemigo;  y  Beningsen  utilizó  la  proporción 
para  evitar  el  lazo  á  que  le  iba  conduciendo  la  maestría  consumada  del 
caudillo  francés. 

La  refriega  de  Bergfried,  ocurrida  el  3  de  febrero,"  solo  fué,  con  las  de 
Waterford,  Dieppen,  Hol'f  y  Preussich-Eylau ,  que  se  dieron  <3i  los  dias  4, 
5  y  6  de  febrero,  preludios  de  una  de  las  jornadas  mas  sangrientas  de 
nuestra  historia  militar.  La  iglesia  y  el  cementerio  de  Eylau,  tenazmente 
defendidos  por  los  Rusos,  no  se  entraron  hasta  el  f>  á  las  seis  de  la  tarde, 
tras  una  pelea  reñidísima  y  costosa  en  cstremo  para  entrambas  partes.  Al 
amanecer  del  dia  7,  Beningsen  se  arrojó  al  avance  con  estruendoso  caño 
neo  sobre  la  ciudad  de  Eylau ,  y  al  punto  se  jeneralizó  el  trance  por  toda 
la  línea.  La  artillería  francesa  causó  al  principio  mucho  daño  al  enemigo, 


+•« 


DI.  NAPOLEÓN 

por  cuauto  tai I  acababa  de  ■tacarlo  |»or  la  espalda,  ni  paso  qeo  tage 

n  ni  k  abalanzaba  I  "ii  centro,  ruando  una  netadi  densísima  encapotan 
do  a  entrambos  ejércitos,  iu  lobreguea  aalvó  á  los  Rosos  data  total  des 
catabro.  Rstravióee  tugercaa  entre  In  derecba  j  el  centro dd  menina» .  \ 
i  .11 1  roanaliiiln  de  situación  tan  azarosa,  m requerís  «I  ooatallaiodeJaai 
peredor  con  la  pujanza  de  Mural  en  1 1  pjeenrion  i  i  raballerfa,  sostenida 
por  la  guardia,  se  revolvió  al  resguardo  de  la  división  de  Saint-Hilaáre  > 
ms  abalanzó  de  improviso  al  enemigo.  Cuanto  se  empeñó  en  rontrarestai  1 1 
quedó  arrollado;  atravesó  varias  veces  el  ejercito  ruso  derramando 
lio  y  siniestro  el  pavor  y  la  mortandad.  Al  mismo  tiempo  los  mari 
Davousl  v  Nej  aoadieron,  doanmlwirandn  uno  i  retaguardia,  >  otro  pn  la 
i/quierda  «le  los  Husos   Viendo  Honingsni  que  su  retaguardia  se  hallaba 
comprometida,  intentó  posesiooarse  da  ooevoj  ;»  las  ocho  de  la  n 
«I»'  la  aldea  tic  Scboadüaío  .  ansioso  de  aiian/ar  un  estribo  para  m  retira 
•la.  pero  los  granaderos  rusos. a  quienes  en  l  iatgadisiAl  leota 

Uva,  quedaron  abaolutainenU'  sobreenjidos  y  derrotados  M  día  sigoaante 
.d  ejército  ruso  se  retiró  mas  nlla  del  Pregd,  mas  \  mas  acosado,  dejando 
en  el  campo  de  batalla  sus  heridos  >  diez  \  *< as  piezas  de  artdlena  Unir.. 
rosa  fué  la  carnicería  en  aquella  jornada.  Por  el  quincuajesimo  Opiato  bo 
lettn  ascienden  a  mil  novecientos  moertoi  >  a  chaco  mu  seteeieitoi  heridos 

l  88,  J  los  Husos  ,i  siete  mil  muertos  ¡  peni  llgUMM  historiadores 

■  itirman  que  este  mnnero  no  está  cabal, )  que  el  numero  de  los  Husos  He 
gó  ¿  seis  mil  muertos )  veinte  mil  heridos ,  al  paso  que  los  Franceses  ha 
l)ian  tenido  tros  mil  hombres  muertos  y  mil  y  quinientos  hei  idos 


55Ü  HISTORIA 

Como  quiera,  debió  ser  grandísima  la  mortandad,  porque  el  emperador 
reincidió  siempre  en  su  desconsuelo  acerca  de  este  triste  asunto  en  tres 
cartas  que  escribió  á  Josefina  por  el  mes  de  febrero.  « Ayer  hubo  una  gran 
batalla,  le  dice.  La  victoria  ha  sido  mía,  pero  he  venido  á  perder  mucha 
jente.  El  quebranto  del  enemigo,  todavía  mucho  mas  crecido,  no  me  con 
suela 

«  Este  pais  está  cubierto  de  muertos  y  de  heridos ,  añade  en  la  según - 


r ,.  t-^^a 


I>K  NAPOLBOK.  v.7 

da  carta;  este  lio  es  d  \iso  mas  vistoso  de  la  guerra.  Se  padece  en  estremo, 
y  H  alaMeftá  oprimida  al  ver  tantísima  victima • 

Cuando  los  enemigos  de  la  Francia  no  queda  han  totalmente  anonadados, 
solían  apellidarse  vencedores.  Kra  pues  natural  que  la  batalla  de  F.ylan,  en 
la  que  nos  habían  causado  tanto  mal  como  ellos  mismos  habían  padecido,  no 
les  pareciese  bastante  decisiva  para  terminar  la  campaña  y  motivar  pro 
noticiones  de  p.i/  \m  no  pasaron  ocho  dias  mm  nuevo  derramamiento  de 
sangre.  El  48  de  febrero,  el  jen  era  I  Essen,  al  frente  de  veinte  \  cinco  mil 
hombres,  se  encaminó  sobre  Ostrolcnko,  en  donde  quedó  derrotado  por 
el  quinto  cuerpo  del  ejercito  francés  al  mando  del  jeneral  Savary.  aimlia 
do  encálmente  por  los  jeneralcs  Oudinot,  Snchet  >  (.azan  Kl  lujo  del  ce 
lebre  Suwarow  feneció  en  aquella  refriega. 

Kl  mismo  dia.el  emperador. que  se  hallaba  todavía  en  Prcussisch  Kylau. 
publicó  una  proclama  terminada  en  estos  términos : 

•  Habiendo  frustrado  todos  los  intentos  del  enemigo,  vamos  i  recaer 
sobre  el  Vístula  para  volver  á  ocupar  nuestros  acantonamientos.  Quien 
lucre  osmio  á  turbar  nuestro  reposo  se  arrepentirá  de  su  demasía ;  puesto 
que  allende  el  Vístula,  como  en  las  márjenes  del  Danubio,  en  medio  de 
los  hidos  del  invierno ,  como  al  asomar  la  otoñada  ,  siempre  seremos  los 
soldados  franceses  y  ante  todo  del  grande  ejército.  • 

Napoleón, siempre  esmerado  en  tributar  homenajes  A  la  memoria  de  los 
valientes,  mandó  que  se  fundiesen  los  cañones  cojidos  en  Kylau  para  le 
vantar  una  estatua  al  jeneral  de  Hautpoul ,  comandante  de  los  coraceros . 
muerto  dé  resultas  de  las  heridas  que  había  recibido  en  aquella  tremenda 
jornada. 


Manifestó  su  satisfacción  al  jeneral  Savary  por  su  desempeño  en  Ostro- 
lenko  y  lo  retuvo  ¿  su  lado.  Kl  jeneral  Massena  obtuvo  el  mando  del  quin 
to  cuerpo. 

Tras  varios  reencuentros  que  dieron  nombradla  a  pueblos  y  parajes 
desconocidos,  tales  como  Peterwalde.  Gustadt.  Ijgnau  .  etc  ,  pero  que 


558  HISTORIA 

ninguQ  resultado  intereresante  produjeron  para  el  éxito  de  la  campada,  el 
emperador  sentó  sus  reales,  el  21  de  abril,  en  Finkenstein,  desde  donde 
espidió  un  decreto  sobre  los  teatros  de  Paris,  dividiéndolos  en  dos  clases. 

Sin  embargo,  con  tanto  vencer  y  conquistar,  el  ejército  francés  seha- 
bia  menoscabado ,  y  mas  teniendo  que  abarcar  dilatadas  provincias  con 
un  sinnúmero  de  plazas.  Se  hicieron  imprescindibles  nuevas  quintas;  pi- 
diólas el  emperador,  y  con  este  motivo  se  dijo  que  el  anuncio  de  un  gran 
triunfo  era  el  encabezamiento  de  mas  reclutas.  Pero  las  potencias  enemigas, 
á  pesar  de  sus  incesantes  descalabros,  insistían  en  sostener  la  campaña  y 
rechaza!"  la  paz  bajo  las  únicas  condiciones  decorosas  para  la  Francia,  y 
no  cabia  en  el  vencedor  el  malogro  de  tantas  batallas  con  el  sacrificio  de 
sus  intereses  y  su  gloria;  puesto  que  Napoleón  tremolando  sus  banderas 
victoriosas  en  el  Vístula  ,  en  Berlín  y  en  Varsovia,  seguia  ofreciendo  cuan 
to  habia  propuesto  antes  de  la  campana. 

«  Estamos  prontos  á  firmar  un  tratado  con  la  Rusia,  decia  al  senado, 
(mensaje  del  20  de  marzo  de  1807  con  fecha  desde  Osterode)  bajo  las 
mismas  condiciones  en  que  habia  convenido  su  negociador  y  que  le  han 
obligado  á  rechazar  los  amaños  y  el  influjo  de  la  Inglaterra.  Estamos  pron- 
tos á  devolver  á  estos  ocho  millones  de  habitantes  conquistados  con  núes 
tras  armas  su  sosiego,  y  al  rey  de  Prusia  su  capital.  Pero  si  tantas  prue- 
bas mil  veces  repetidas  de  moderación  nada  pueden  contra  las  ilusiones 
que  la  pasión  sujierc  á  la  Inglaterra ,  sí  aquella  potencia  solo  puede  hallar 
la  paz  en  la  humillación  de  la  Francia,  no  queda  mas  arbitrio  que  lamen- 
tar las  desventuras  de  la  guerra ,  haciendo  recaer  el  oprobio  y  vituperio 
sobre  esa  nación  que  da  por  pábulo  á  su  monopolio  la  sangre  del  conti 
nente. '» 

Conceptuaba  el  emperador  que  sus  propuestas  pacíficas  no  tendrían 
cabida  hasta  quitar  á  los  Prusianos  la  ciudad  de  Dantzick,  su  último  re- 
corto ,  y  alcanzado  sobre  los  Rusos  una  victoria  tan  señalada  como  la  de 
Jcna;  y  eutrambos  objetos  embargaban  su  atención. 

Dantzick  habia  sido  acometida  en  el  mes  de  marzo;  pero  muchos  Teji- 
mientos rusos  se  habían  ido  introduciendo  por  mar.  El  jeneral  Kalkreuth 


DK  NM'OI.KON 
mandaba  en  la  piara,  y  el  ejército  sitiador  («taba  á  la»  unirnos  del  maris- 
oal  Irfebvre.  Tras  varias  salidas,  todas  infructuosas,  la  guarnición  se 
creyó  por  un  momento  á  punto  de  quedar  libro.  Kl  t.i  de  majo,  d  jen< mi 
Kaminski.  hijo  del  mariscal  de  campo  déoste  nombre,  que  había  acudido 
i!  socorro  de  la  dudad,  atacó  al  ejército  francos;  pero  el  emperador,  avisa- 
do ron  tiempo  de  su  intento, habia  enviado  el  mariscal  l-annony  el  jeneral 
Ondinot  para  relor/ar  al  marisral  l^febvre.  boa  Husos  sjueOUTOU  elieairaen- 
t.<  rechazados  en  la  refriega;  de  Ueiseholmunde.  Teniendo  que  retroceder 
hasta  las  fortificaciones  de  la  plaza. pasaron  atropelladamente  los  herido*  á 
los  bajeles  que  les  habian  servido  de  trasportes  .  y  los  enviaron  a  Konigs 
borg  a  la  vista  do  los  sitiados,  ouienei  prtMDCiiTOIl,  de  lo  alto  de  sus  mu- 
rallas arruinadas,  la  vergonzosa  luga  da  sus  ansiados  libertadores. 

Mentidos  los  sitiadores  con  tan  sumo  logro,  activaron  sus  faenas,  y  el 
17  de  mayo  una  mina  voló  parte  del  camino  cubierto.  Kl  tí»,  a  las  siete  de 
la  noche,  se  efectuó  la  bajada  y  tránsito  del  foso,  y  el  21 ,  el  mariscal  I  Web 
\  re  dio  la  señal  de  mito,  J  los  soldados  iban  ya  trepando,  cuando  el  jone 
ral  Halkrcuth  pidió  capitular  bajo  las  mismas  condiciona  que  el  mismo 
habia  otorgado  á  la  guarnición  de  Maguncia,  lo  cual  se  le  concedió 

Cifraba  Napoleón  tanta  entidad  en  la  toma  de  Danlzick  .  que  a  la  pri- 
mera noticia  que  recibió  en  mis  reales  de  Kinkenstein.  mandó  arrebatada 
mente  que  se  hiciesen  rogativas  publicas  ni  ao.-ion  «le  gracias .  dando 
al  mariscal  IWebvro  una  prueba  de  satisfacción.  «  No  hay  duda  .  dijo  en 
una  carta  al  senado ,  que  el  concepto  de  haber  cumplido  sn  deber,  y  lúe 
go  los  bienes  acreedores  al  jeneral  aprecio,  bastan  para  el  digno  realce  de 
un  Francés  pundonoroso:  pero  el  sistema  social  está  hermanando  los  din 
lintivos  patentes  con  la  foi  tuna,  la  brillantez  y  el  boato  en  todo  subdito 
nuestro  que  se  distingue  por  su  talento,  sus  servicios  y  su  alma  ,  primer 
don  del  hombre 

«  Kl  que  mas  nos  ensalzó  en  la  primera  jornada  de  nuestro  reinado  . 
después  d««  haber  desempeñado  cargos  en  todas  las  circunstancias  de  su 
cañera  militar,  acaba  de  enlazar  su  nombre  con  un  sitio  memorable,  en 
el  que  han  sobresalido  su  maestría  onbol  y  denuedo,  haciéndole  acreedor 
;i  una  distinción  preferente.  También  hemos  querido  encumbrar  unaépo 
ea  tan  esclarecida  para  nuestras  armas ,  y  por  los  oficios  que  o-  | 
nuestro  pririfci  el  canciller  mavoi  .  hemos  nombrado  a  nuestro  primo,  el 
marisca]  \  senador  Lef ebrio,  duque  de  Dantack.  Que  este  dictado  trasmi 
tido  a  sus  descendientes  les  recuerde  lis  (.rendas  de  su  padre,  y  que  ellos 
mismos  se  conceptúen  indignos  de  él,  si  en  algún  tiempo  antepusiesen  H 
ocio  torpe  y  los  devaneos  de  la  capital  á  los  peligros  y  noble  polvo  do  los 
campamentos  Que  ninguno  de  ellos  termine  su  carrera  sin  haber  derra 
rondo  mi  sangre  por  la  gloria  y  el  timbre  do  nuestra  preciosa  Francia;  que 


560  HISTORIA 

nunca  vean  un  privilejio  en  el  nombre  que  llevan,  sino  obligaciones  pa- 
ra con  los  pueblos  y  para  con  nosotros. » 

Si  el  emperador  no  intentara  mas  que  encumbrar  á  grandes  por  medio 
de  dictados  á  los  que  ya  lo  eran  por  talento ,  servicios  y  prendas ,  nada 
tuviera  que  tachar  la  sana  filosofía  en  aquel  encumbramiento  personal  de 
los  varones  que  habían  merecido  bien  de  su  país;  quizá  solo  notaría  que 
la  distinción  esplendorosa  á  que  se  les  conceptuó  acreedores  no  hacia 
mas  que  reproducir  ó  trovar  antiguos  prerogativas  que  la  razón  del  siglo 
había  abolido  de  tiempo  atrás ,  como  incompatibles  con  el  reinado  de  la 
igualdad  y  con  las  que  se  enlazaban  inevitablemente  recuerdos  de  engrei- 
miento aristocrático  y  privilejiado.  Pero  Napoleón  no  se  ciñe  aquí  á  buscar 
en  el  blasón  ,  poco  ha  tan  ridículo ,  la  brillantez  y  sobresalencia  con  que 
ansiaba  condecorar  á  los  personajes  eminentes  que  estaban  cercando  su 
solio,  pues  se  afana  en  hacer  hereditarios  aquellos  realces,  y  en  hacer  des- 
aparecer los  héroes  de  la  democracia  y  su  descendencia  tras  el  boato  y  el 
devaneo  heráldico  que  la  democracia  se  jactaba  de  haber  soterrado.  Y  co- 
mo si  él  mismo  reconociera  la  estrañeza  é  inconsecuencia  de  tamañas  pre- 
tensiones, se  esmera  en  rasguear  una  enmienda,  anulando  moralmente  el 
beneficio  del  derecho  de  sucesión,  si  la  posteridad  del  valiente  ennoblecido 
malogra  con  la  molicie  y  la  haraganería  de  las  ciudades  el  recuerdo  del 
valor  que  habrá  servido  allá  de  estribo  para  su  esclarecimiento.  Napoleón 
se  desentiende  altamente  de  las  consecuencias  de  la  contradicción  even 
tual  que  plantea  entre  el  derecho  y  el  hecho,  traspasando  así  á  las  jenera- 
ciones  venideras  el  afán  de  juzgar  todavía  las  descendencias  nobiliarias  y 
renovar  á  todo  trance  el  poderío  de  los  linajes  desmejorados.  Aun  requie- 
re mas  de  los  herederos  de  un  gran  ciudadano  que  fué  casualmente  sol- 
dado,que  todos  hasta  el  postrero  derramen  su  sangre  en  las  lides  para  con- 
servarse dignos  de  su  patrimonio  aristocrático,  cual  si  estuviera  apuntan- 
do que  en  lo  venidero,  como  en  lo  pasado ,  la  carrera  de  las  armas  será  la 
única  esclarecida ,  y  desconociendo  así  la  gran  revolución  que  estamos 
presenciando  y  que  deslindará  la  nueva  sociedad  de  la  de  la  edad  media , 
sobreponiendo  á  los  realces  militares  de  los  tiempos  feudales  las  escelen- 
cias  pacíficas  del  mundo  intelectual  é  industrioso  (I). 

(i)  Napoleón  justipreció  mejor  las  tendencias  del  siglo,  cuando  dijo,  con 
motivo  de  la  Lejiou  de  Honor: 

«Nuestra  educación  y  nuestras  costumbres  pasadas  nos  hacían  mucho  mas 
vanidosos  que  pensadores.  Así  á  muchos  oficiales  les  disonó  Tcr  la  misma  con- 
decoración que  llevaban  en  el  pecho,  en  el  tambor,  el  sacerdote,  el  togado,  el  es- 
critor y  el  artista.  Pero  esta  preocupación  hubiera  cesado;  caminábamos  á  paso 
redoblado,  y  pronto  los  militares  se  dieran  por  favorecidos  ,  hermanándose  con 
los  sabios  y  los  sobresalientes  en  todas  profesiones.» 


M    K  IPOLEON  ~,r,i 

l'cro  Napoleón  leniaquodesempeoar  na  instituto  mandwso,  chic  en- 
I.!/. ii  1. 1  Enrona  á  ssMcndas  <>  i  pesai  suyo  en  hermandad  permanente ron 
la  revolución  francesa  por  la  faena  de  lastrUM  \si  poeiCOMdOCMDBI 
Im.i  .1  mi  toldado,  preaciodiendo  del  medio  que  tiene  .  eatá  en  su  papel. 
|i  nin,-  ,|  s,»|, |, i,|, i  esd  instrumento  heroico  y  amañado  que  so  le  ha 
proporekMiado  para  desempeñar  su  grandiosa  larca  \  edenies  por  mu 
clin  que  lo  repitamos,  aun  cuando  plantee  noblexaa  en  recompensa  de 
loa  '«•i  virios  hechos  ¡i  la  revolución  arrotladors  «Ir  Matones,  vmejanlo 
irregularidad  no  resocitará,  sino  que  acabará  de  arruinar  aquel  anejo  ína 
titulo. 

Mientras  el  postrer  arrimo  de  la  monarquía  prusiana  se  desplomaba 
con  Dantzick,  se  habían  entablado  negociaciones  para  la  paz  entre  los 
Ilusos  y  los  Franceses.  Pero  el  gabinete  inglés  se  empeñaba  en  dilatar  la 
guerra,  teniendo  en  poquísimo  el  quebranto  de  sus  aliados,  romo  lograse 
postrar  y  desangrar  también  á  la  Francia.  Además  el  emperador  Alejandro 
seguía  aun  en  ademan  de  guerrear,  pues  no  había  padecido  ninguna  de 
aquellas  derrotas  con  que  Napoleón  solía  terminar  la  guerra.  Kl  ejército 
i  oso  se  puso  en  movimiento  el  .'>  de  junio  y  las  hostilidades  empezaron  in 
mediatamente. 

Kl  puente  de  Spanden  rué  el  primer  punto  de  ataque  para  los  Rusos 
Doce  rejimientos  trataron  de  tomarlo,  y  siendo  reciamente  rechazados,  re 


novaron  h  ,-■  ■  nnatos  \  otras  tantas  se  vicrou  burlados  sin 

arbitrio  t  o  solo  rejimiento  de  dragones,  el  t"  riel  coerpo de Bernadotle, 
los  embistió  tan  esforzadamente  Ifll  ^n  séptimo  avance,  que  tuvieron  que 
ceder  y  tocar  Mirada.  Tampoco  tuvo  mejor  éxito  igual  (colativa  en  el 

i», 


562  HISTORIA 

puente  de  Lomittcn.  Eljeneralruso  perdió  la  vida.  El  mariscal  Soult  tenia 

á  su  cargo  aquella  porción  de  línea. 

La  guardia  imperial  rusa,  sostenida  por  tres  divisiones  y  mandada  por 
el  jeneral  en  jefe  á  quien  acompañaba  el  gran  duque  Constantino,  quedó 
igualmente  desairada  al  embestir  las  posiciones  que  el  mariscal  Ney  ocu- 
paba en  Altkirken,  y  en  la  reñida  refriega  del  dia  siguiente.  Deppeu  causó  á 
los  Rusos  mil  muertos  y  tres  mil  heridos.  El  triunfo  del  ejército  francés  se 
debió,  según  la  relación  de  oficio,  «á  las  maniobras  del  mariscal  Ney,  y 
al  tesón  que  manifestó  el  jeneral  de  división  Marchand. » 

Durante  ocho  dias,  los  dos  ejércitos  trabaron  encuentros  parciales 
hasta  que  batallaron  en  pelea  jeneral,  encontrándose,  el  14  de  junio,  en 
Friedland.  A  las  tres  de  la  madrugada  sonó  ya  el  cañoneo ;  « y  este  es  un 
dia  feliz,  dijo  Napoleón,  como  cumpleaños  de  Marengo.  » 

Los  mariscales  Lannes  y  Mortier  entablaron  el  fuego,  sostenidos  por 
los  dragones  de  (íroucuy  y  los  coraceros  Nansouty.  Nada  decisivo  resultó 
al  pronto  del  encuentro  de  los  diferentes  cuerpos  empeñados,  y  solo  á  las 
cinco  de  la  tarde  fué  cuando  reconociendo  Napoleón  la  posición  de  la  bata 


lia,  dispuso  que  se  tomase  inmediatamente  la  ciudad  de  Friedland,  man- 
dando ejecutivamente  un  cambio  de  frente ,  y  emprendiendo  el  nuevo 
avance  por  el  estremo  de  la  derecha. 


DE  NAPOLEÓN.  "><;■> 

\  las  rimo  y  media  una  batería  de  veinte  piezas  dio  la  ««nal ;  y  ora  «-I 
mariscal  Noy  que  se  poninco  movimiento  \l  mismo  tiempo  rl  jeocral 
Marchand.  al  frente  «!••  su  división  .  M  adelanto  arma  al  brazo  contra  el 
enemigo. eneainm;m<lose  al  campanario  de  la  población  Este  avance  UTO 
jado,  sostenido  |wu  la  artillería  que  voleo  miles  de  Rosos,  preparo  el  trinn 
lo  de  este  dia.  Sin  embargo  el  enemigo  había  emboscado  su  guardia  impe 
nal  «le  ¡i  pié  y  a  caballo,  mas  al  ver  (jue  el  cuerpo  «leí  mariscal  Nej  de  etn 
penaba  su  intento  con  tanto  denuedo,  arrollando  a  «liestro  y  siniestro 
miles  de  tropiezos  .  desemboca  la  reserva  terrible  sobre  la  izquierda  del 
mariscal.  Horroroso  es  d  encuentro  ,  pero  acudiendo  el  jeneral  Dupont 
con  su  división ,  queda  decididamente  la  victoria  por  los  Franceses.  Ko 
vano  adelantan  los  Rusos  todas  sus  reservas,  pues  Fricdland  quería  sojuz 
gada  en  medio  de  imponderable  carnicería.  Dejan  veinte  mil  hombres eo 
el  campo  de  batalla,  de  ellos  quince  mil  muertos  y  cinco  mil  heridos, 
contándote  en  este  número  treinta  jenerales.  « Mis  soldados,  escribió  Na 
paleon  á'Josclina,  han  solemnizado  colmadamente  la  batalla  de  Marengo; 
pues  decantada  y  esclarecida  para  mi  pueblo  será  la  de  Fríedland ...  Ks 
hermana  dignísima  de  Marengo.  Austerlitz  y  Jcna.  • 

Llega  á  Konigsberg  la  noticia  ,  y  Rusos  y  Prusianos  desamparan  eje- 
cutivamente la  plaza,  en  la  que  entra  el  mariscal  Soult  el  l<>  de  junio,  ha 
liando  inmensas  riquezas ,  cuantiosos  abastos ,  mas  de  veinte  mil  heridos, 
municiones  de  toda  clase  y  ciento  sesenta  mil  fusiles  que  acababan  de  He 
gar  de  Inglaterra  y  estaban  todavía  embarcados.  Kl  10,  el  emperador  tras 
lada  su  cuartel  jeneral  á  Tílsitt. 

Quedaba  finalmente  ejecutado' el  acontecimiento  que  «*l  emperador 
Mejandro  estaba  al  parecer  aguardando  para  entablar  muy  de  veras  la 
paz  ;  el  ejército  ruso  habia  padecido  un  descalabro  horroroso.  Kl  '2t  <!v 
junio,  el  czar  y  el  rey  de  Prusia  firmaron  un  armisticio  con  el  emperador 
El  ±2. Napoleón  pregono  en  su  ejercito  la  proclama  siguiente: 

«  Soldados : 

«  Fuimos  el ."»  de  junio  embestidos  en  nuestros  acantonamientos  |>oi 
el  ejercito  ruso,  equivocando  las  causas  de  nuestro  sosiego;  y  anduvo  tar 
dio  en  advertir  que  vaciamos  con  el  sueño  del  león:  mas  ya  so  arrepiente 
de  haberlo^)! v ¡dado. 

•  Desde  las  marjeiies  delvistula  hemos  llegado  á  las  orillas  del  Nictneu 
con  la  velocidad  «leí  águila.  Celebrasteis  en  tusterlitz  »•!  cumpleaños  «le  la 
coronación;  en  este  ano  habéis  solemnizado  el  de  la  batalla  ele  Marengo 
que  puso  termino  a  la  guerra  de  la  segunda  coligación 

«  Franceses,  os  habéis  mostrado  dignos  de  vosotros  y  de  mi    >ol\ 
a  Francia  enramados  de  múni tos  laureles  después  «le  haber  conseguida 
una  paz  esclarecida  >  duradera.  • 


564  HISTORIA 

Avistáronse  los  tres  monarcas  y  acordaron  las  bases  de  aquella  paz  en 
las  orillas  del  Niemen. 

El  25,  á  la  una  de  la  tarde,.  Napoleón,  acompañado  de  Murat,  Iterthier, 
Duroc  y  Caulaincourt,se  trasladó  en  una  barca  al  medio  de  este  rio  en  don- 


de habia  varias  balsas  y  se  babian  levantado  algunas  tiendas  para  recibir 
álos  dos  emperadores  y  al  rey  de  Prusia.  Al  mismo  tiempo  Alejandro  acu 
dio á embarcarse  en  la  orilla  opuesta  con  el  gran  duque  Constantino,  el 
jeneral  Peniugsen  ,  el  jeneral  Ouvaroff ,  el  príncipe  Labanof  y  el  conde 
de  Lieven. 

Las  dos  barcas  llegaron  al  mismo  tiempo.  Al  poner  el  pié  sobre  labal 
sa,  Alejandro  y  Napoleón  se  apresuraron  á  manifestar  ante  los  ejércitos 
acampados  por  arabas  orillas  una  muestra  de  reconciliación  :  se  arroja- 
ron en  brazos  uno  de  otro  y  pasaron  después  muchas  horas  juntos.  Termi- 
nada la  conferencia,  volvió  cada  monarca  á  su  bajel,  regresando  á  sus  res- 
pectivos reales. 

Al  dia  siguiente,  26,  medió  segunda  vista  en  la  tienda  del  Niemen, 
asistiendo  á  ella  el  rey  de  Prusia.  Durante  muchos  dias,  los  tres  príncipes 
se  visitaron  y  agasajaron  mutua  y  repetidamente.  Reemplazó  al  parecer 
repentinamente  la  amistad  mas  entrañable  á  los  ímpetus  hostiles  que  ha 
bian  derramado  tanta  sangre.  En  una  comida,  Napoleón  brindó  ala  salud 
de  la  reina  de  Prusia,  tras  de  haberla  tratado  en  sus  boletines  con  poquí- 
simo decoro. 


DE  \ * POLEO N 

Ksln  princesa  lle^ó  áfilsitt  el  f.  de  julio  á  la*  doce  . 
pues  Napoleón  fué  a  visitarla,  tycese  que  insinuó  en  atemperar  la»  comli 


S6S 

i  do*  horas  des 


.  iones  de  paz  relativas  á  su  corona ;  mas  a  pesar  del  atnn-tivo  ron  <pi<*  la 
natnralea  >  la  edocacion  la  habían  dotado,  eú  inda  logro  alterar  las  de 
lennínaciones  ajustadas  ya  á  su  llegada.  F.l  s,  so  Bnno  el  tratado  de  paz 
por  el  cual  la  Francia  hacia  reconocer  el  bloqueo  continental .  los  reinos 
de  Sajonia.  Holanda  y  Wesfalia  (este  último  planteado  para  Jerónimo  a 
espensas  de  |a  l'rusia ,  el  llanóvcr  y  el  Hese  i  y  el  gran  ducado  de  \  ai  so 
\ia  que  entraba  en  la  confedcrVion  del  Km.  de  la  que  Napoleón  quedaba 
prodaiDadoproleefor  |»or  las  grandes  potencias  «Id  norte,  contra  I»--  que 
se  bahía  constituido  principalmente  aquella  alianza. 

Vntes  de  marchar  de  Tilsjtt,  Napoleón  mando  que  le  i  resentasen  el 
soldado  mas  valiente  de  l.i  guardia  imperial  rusa .  >  le  dio  el  amula  de  oro 
de  la  Lejion  de  Honor  como  una  prueba  de  mi  apre  ¡o  para  con  aquel 
cuerpo  llégalo  su  retrato  á  Plato* .  hetmán  de  los  (.osaros    \ lumia»  bas 


cbires,  enviados  por  Alejandro,  le  dieron  un  concierto,  según  estilo  de 
su  pa»s. 

El  9  de  julio,  á  las  once  de  la  mañana,  Napoleón,  condecorado  con  el 
gran  cordón  de  la  orden  de  San  Andrés,  pasó  al  palacio  del  emperador  de 
Rusia  á  quien  halló  capitaneando  su  propia  guardia  y  revestido  con  la  gran 


h I    \  tpOl  I  «>\  '.(,', 

« itmlr. -nractal  «lo  In  li-jion  «Ir  Honor    lv*pnr*  «Ir  h.ibrr  nawlo  Irr»  horns 
junio*,  montaron  •  ■•!)•  unm  »r.»n  É  Im  onll.n  dri  Ni-uun.  doa 

mbtrn)  fclejandro  Napoleón  le  siguió  eon  li  tWa  baria  la  orilh 
opuesta  en  prueba  dt  wrirtml  Poco  deapaca  habiendo  Uranio  H  rr)  de 
I'imm  i  .1  vene  ron  d  eajperador  di  loi  r>aneeaN,eatetr  nagri  pioni.immi»' 
mi  \  i «.  1 1  n  \  ni  irrbb  M  Nfliidí  |»íirn  konic*l>rrg 


CAPITULO   XXVI. 


Regreso  de  Napoleón  á  Paris.  Sesión  del  cuerpo  lejislativo.  Supresión  del 
tribunado.  Viaje  del  emperador  A  Italia.  Ocupación  de  Por- 
tugal. Vuelta  de  Napoleón.  Cuadro  de  los  progre- 
sos de  las  ciencias  y  artes  desde  1789. 


a  permanencia  del  emperador  en  la  an 
tigua  capital  de  la  Prusia  fué  de  pocos 
dias.  Marchó  eH  3  de  julfo  y  llegó  el  \  7 
á  Dresde,  acompañado  del  rey  de  Sajo- 


¿¡  nia  que  le  habia  salido  al  encuentro  eo 


Bautzen ,  al  coufln  de  sus  estados.  El 
27,  Napoleón  se  hallaba  8e  vuelta  en 
San  Cloud. 
Éfseñado7eÍ  tríbunadoTel  cuerpo  lejislativo,  el  tribunal  de  apelación, 


ÜK  NAPOLEÓN  BOfl 

•  I  clero,  el  ayuntamiento,  en  una  palabra,  toda»  la*  autoridades  civiles 
^  mi  litares  ó  eclesiástica*  tributaron  á  porfía  «n«  parabienes  a  los  pies  del 
mnnnrra  victorioso. 

Kl  emperador  quiso  realzar  su  roercsn  ron  promociones  y  reeompen 

I  iilino  la  dignidad  de  senador  É  los  jcneralcs  do  división  Klein  y  de 
llcaumont .  á  los  tribunos  ('.urce  y  Fabrc  del  Ande,  al  arzobispo  de  Turin 
\  i  uno  de  los  alralilcs  de  Taris  llamado  Mr.  Iniponl  F.l  principo  de  Be 
miento.  Tnlleyrand.  fué  nombrado  \  ice  sumo  elector  ;  el  principe  de 
Noufohalel,  Bcrlhicr,  mereció  el  dictado  da  rice  condestable. 

El  15  de  aposto  .  dia  de  su  santo ,  el  emperador  ecbó  el  resto  de  su  boa 
to  pasando  á  Nuestra  Señora,  en  donde  se  entonó  un  7>  Dmm  en  acción 
de  gracias  por  la  paz  de  Tilsitt. 

t  na  diputación  del  reino  de  Italia  vino  á  juntar  su  enhorabuena  eon 
lis  de  lo*  ruernos  preferentes  del  imperio .  mostrándose  Napoleón  muy 
papado.  •  Complacidísimo  be  estado  durante  la  última  campaña  por  el  des 
empeño  que  lian  acreditado  mis  tropas  italianas.  Por  la  primera  \<v.  al 
¡abo  de  tantos  siclos  .  los  Italianos  se  han  presentado  bizarramente  en  el 
grandioso  troatro  del  mundo:  confio  en  <jue  este  principio  venturoso  será 
un  estimulo  de  competencia  para  la  nación  ,  y  que  las  mujeres  mismas  ori 
liaran  rdlá  esa  caterva  ociosa  que  pasa  la  vida  en  los  tocadores,  ó  á  lo  me 
nos  que  la  admitirán  tan  solo  enramada  de  laureles  y  cubierta  de  hidalgas 
cicatrices.  Por  lo  demás  espero  antes  del  invierno  ir  á  dar  una  vuelta  i 
mis  estados  de  Italia  • 

la  apertura  del  cuerpo  lejislativo  se  verificó  el  lf>  de  agosto.  El  em 
porador  asistió  á  ella,  y  resumiendo  en  una  palabra  toda  la  grandeza  de 
la  Francia,  pronuncio  estas  palabras  memorables:  «  Me  engrio  sobrema- 
nera en  descollar  sobre  vosotros. »  Mas  en  seguida  tras  aquellas  palabras, 
prorumpió  Napoleón  en  un  abono  impensado  de  los  dictados  imperiales 
que  había  ido  planteando  para  dar  pábulo  á  vanidades  de  otros  siglos.  Se 
pun  él.  estaba  ansiando  el  «atajar  toda  renovación  de  títulos  feudales,  in- 
compatibles con  nuestras  instituciones ; »  como  si  el  restablecimiento  de 
los  títulos  endiosados  por  el  feudalismo  pudiera  conceptuarse  en  realidad 
como  un  obstáculo  á  su  regreso,  por  cuanto  no  se  atrevian  á  añadir  cier 
tas  regalías  insufribles,  particularmente  al  irlos  desenterrando  bajo  el 
concepto  de¿iereditarios.  esto  es,  encontrados  con  el  siglo  XVIII  y  la  re 
volunon  francesa. 

Por  lo  demás,  la  institución  de  una  nobleza  hereditaria  era  consecuen- 
cia de  la  fundación  de  una  dinastía.  I>espues  de  haberse  apersonado  en 
cierto  modo  como  restaurador  déla  potestad  derribada,  según  él  doria,  en 
la  sangre  y  el  cieno.  Napoleón  se  dejó  llevar  del  contraresto  que  encabezó 
á  favor  del  orden  y  de  la  conservación.  Conceptuando  ceñirse  á  los  limites 
déla  racionalidad,  se  desentiende  hasta  lo  simio  de  UN  dictámenes,  asi 

17 


570  HISTORIA 

como  se  lisonjea  de  no  encumbrar  mas  aristocracia  que  la  del  mérito  cuan- 
do plantea  grandezas  de  nacimiento  y  se  empeña  en  habilitar  al  intento  su 
nuevo  imperio ,  apoyándolo  cabalmente  sobre  los  andamios  carcomidos 
que  se  estrellaron  violentamente  medio  siglo  atrás  bajo  el  peso  de  la  mo- 
narquía de  Carlomagno. 

En  su  discurso  de  apertura ,  el  emperador  habia  participado  también 
algunas  modificaciones  en  las  leyes  constitucionales.  Podia  asegurarse  de 
antemano  que  el  resultado  de  tanto  cavilar  seria  el  ir  dilatando  su  dicta 
dura  y  que  trataba  de  debilitar,  y  aun  destruir  cuanto  aparentaba  un  le- 
jos de  representación,  fuera  del  absolutismo  real  y  positivo  que  cifraba  en 
su  misma  persona.  El  tribunado  quedó  suprimido,  á pesar  de  lo  muy  celo- 
so que  se  habia  mostrado  en  estar  encabezando  propuestas  monárquicas; 
su  nombre  solo  hubiera  bastado  para  acarrearle  desventuras.  Un  instituto, 
cuyo  oríjen  y  denominación  estaban  de  continuo  recordando  el  sistema 
republicano,  mal  podia  tolerarse  por  mas  tiempo  al  par  de  los  duques  y 
príncipes  que  la  munificencia  imperial  iba  resucitando  encantadoramente 
en  torno  de  su  solio  en  la  persona  de  los  mas  decantados  detractores  y  de 
los  mas  temibles  enemigos  del  antiguo  blasón.  Por  lo  demás,  los  tribunos 
mostraron  una  resignación  ejemplar ;  pues  mas  palaciegos  que  nunca,  die- 
ron gracias  y  bendijeron  la  mano  que  los  malhería,  aparentando  abonar 
al  emperador,  probando  ante  la  Francia  que  la  supresión  de  su  cuerpo  en 
nada  podia  desmoronar  las  libertades  nacionales,  quedando  tan  solo  una 
mentira  menos  en  la  constitución  del  estado. 

El  emperador  hizo  también  algunas  variaciones  en  la  organización  del 
cuerpo  lejislativo  y  en  la  forma  de  sus  deliberaciones.  Exijióse  que  los 
miembros  de  aquel  cuerpo  tuvieran  cuarenta  años,  y  su  vida  política  que- 
dó concentrada  en  tres  comisiones  que  debían  conferenciar  con  las  comi- 
siones del  consejo  de  estado  sobre  tal  cual  proyecto  de  ley  cuya  iniciati- 
va se  reservaba  esclusivamente  el  gobierno.  En  esta  sesión  quedó  votado 
el  código  de  comercio. 

Continuaba  la  guerra  en  el  norte  entre  la  Francia  y  la  Suecia.  El  49  de 
agosto,  los  Franceses  tomaron  la  ciudad  de  Estralsundo,  y  habiendo  capi- 
tulado la  isla  de  Rugen  el  5  de  setiembre  siguiente,  se  redondeó  la  conquis 
ta  de  la  Pomerania  sueca.  Mas  no  por  esto  quiso  el  rey  de  Suecia  separar- 
se de  la  alianza  inglesa. 

Con  sumo  disgusto  estaba  viendo  Napoleón  el  Báltico  abierto  al  comer- 
cio británico  y  la  corte  de  Estocolmo  obstinadamente  rebelde  al  bloqueo 
continental.  Pero  habia  otro  reino  cuyas  constantes  relaciones  con  la  In- 
glaterra contrarestaban  mucho  mas  el  sistema  francés;  y  este  era  el  de  Por- 
tugal. La  casa  de  Braganza,  unida  ya  por  intereses  comerciales,  ya  poraíi 
nidades  políticas,  se  avino  á  cuantas  demandas  le  imponía  el  gabinete  in- 
glés, y  no  hizo  el  menor  caso  del  decreto  de  Berlín,  aun  al  declararse  de 


DE  N  U'MI.I  o\  :»7I 

nlicioca  rsi.nlo  de  hostilidad  respecto  a  la  tiran  Bretaña  para  engañar 
mejor  á  Napoleón.  Ksla  infidelidad  con  la  alianza  francesa  fin-  dcMOMÚ 
da  ante  la  Kuropa  por  el  emperador ,  quien  envió  nn  ejercito  á  Portugal  i 
l  \$  órdenes  de  Junot,  después  de  haber  tratado  con  la  corte  da  Madrid  pe 
rael  paso  <!<•  lai  tropas  imperiales  por  España 

Mientras  que  Jonot  se  encaminaba  al  Tajo .  Napoleón  trataba  da  m»i 
lar  otra  vez  las  orillas  del  Po  y  del  Adriático.  ViiIcn  de  su  marcha  recibió 
en  solemne  audiencia  al  embajador  de  Persia.  que  había  llegado  i  París 
trayendo  magníficos  presentes  para  el  emperador,  álos  pies  del  nial  de 
pósito,  entre  otras  preciosidades,  los  sables  de  Tsmerland)  de  ihamas 
Kouli-kan. 


Napoleón  salió  de  París  el  tfi  de  noviembre  (t807),  y  llegó  á  Milán  el 
'¿I .  Pocos  dias  después,  la  guardia  imperial,  enramada  con  los  laureles  de 
Austerlitz,  Jena  y  Kriedland,  verificó  su  entrada  triunfadora  en  la  capital 
Su  llegada  tyé  la  señal  de  grandiosos  regocijos.  I  as  autoridades  parisién 
s««s  quisieron  solemnizarla  en  la  casa  del  ayuntamiento,  y  el  senado  en  su 
propio  palacio. 

Kl  emperador  se  detuvo  pocos  dias  en  Milán,  pues  ansiaba  el  darse  a 
conocer  i  los  nuevos  subditos  que  le  habían  cabido  en  el  tratado  de  Pres- 
bureo.  Lleco  á  Yen.viu  el  2'.)  de  noviembre,  el  mismo  día  en  que  Junot, 
después  de  haber  cruzado  la  España,  se  apoderaba  de  Ábranles,  primera 
ciudad  «le  Portugal.  Al  día  siguiente,  el  ejercí' o  francés  desembocó  en  Lis 


372  HISTORIA 

boa,  desamparada  por  la  familia  real,  á  presencia  del  vecindario  despavo- 
rido, para  embarcarse  en  la  escuadra  inglesa  y  retirarse  al  Brasil. 

Después  de  haber  recorrido  los  estados  venecianos  y  la  Lombardía , 
y  haberse  avistado  en  Mantua  con  su  hermano  Luciano,  cuya  hija  ideaba 
casar  con  el  príncipe  de  Asturias ,  volvió  Napoleón  á  la  capital  de  su  reino 
de  Italia.  Allí  publicó  varias  cédulas  que  conferian  el  dictado  de  príncipe 
de  Venecia  al  virey  Eujenio  Beauharnais,  y  el  de  princesa  de  Bolonia  á  su 
hija  Josefina;  Menzi,  ex-presidente  de  la  república  Cisalpina,  quedó  nom- 
brado duque  de  Lodi.  Después  que  Napoleón  dio  lectura  en  estas  actas  al 
cuerpo  legislativo  italiano,  tomó  él  mismo  la  palabra  y  se  espresó  así: 

«Señores  los  possidenti,  dotti  y  commercianti ,  me  complazco  en 
veros  junto  á  mí  solo.  De  regreso  después  de  tres  años  de  ausencia,  me  em- 
beleso con  los  adelantos  de  mis  pueblos ;  pero  ¡  cuántos  cabos  quedan  por 
atar  todavía  para  enmendar  los  yerros  de  nuestros  mayores  y  constituiros 
dignos  de  los  destinos  que  os  estoy  disponiendo ! 

« Las  divisiones  intestinas  de  nuestros  antepasados  y  su  menguado 
egoísmo  fueron  acarreando  el  malogro  de  todos  nuestros  derechos.  La  pa- 
tria quedó  desheredada  de  su  solar  y  señorío ,  la  misma  que  en  siglos  re- 
motos habia  traspuesto  tan  á  lo  lejos  el  timbre  de  sus  armas  y  el  esplen- 
dor de  sus  prendas.  Mi  nombradía  se  cifra  en  que  se  reconquisten  aquel 
esplendor  y  aquellas  prendas. » 

Estas  palabras  se  oyeron  y  vitorearon  con  sumo  alborozo  por  los  dipu- 
tados italianos,  cuya  división  en  hacendados,  sabios  é  industriosos  corres- 
pondía mejor,  digámoslo  así,  que  la  organización  del  cuerpo  lejislativo 
francés  á  los  varios  jaeces  de  intereses  y  de  capacidades,  cuyo  predominio 
en  la  sociedad  podia  sincerar  ó  aun  precisar  á  la  representación  en  la  po- 
lítica. Pero  esta  diferencia  en  el  mecanismo  constitucional  de  dos  pueblos 
subordinados  á  un  mismo  dominio,  sujetos  bajo  el  mismo  cetro,  se  alcan- 
za con  la  particularidad  de  que  en  el  suelo  de  Italia,  Napoleón,  hijo  de  la 
revolución,  habia  arrancado  la  potestad  al  réjimen  antiguo,  al  paso  que 
en  Francia  habia  destronado  á  otros  revolucionarios.  Con  efecto,  en  Mi- 
lán ,  Bolonia  y  Venecia ,  como  en  el  resto  de  la  Europa ,  sus  enemigos 
naturales  eran  la  aristocracia  y  el  clero,  sobre  cuya  postración  habia  fun- 
dado el  poderío  francés ;  los  patriotas  salidos  de  las  clases  intermedias 
eruditas  y  laboriosas  eran  sus  arrimos  forzosos.  Al  contrario  en  París  se 
acordaba  siempre  de  que  habia  conquistado  el  solio  en  San  Cloud  á  los 
republicanos  y  á  los  alumnos  de  la  filosofía  moderna.  Propendía  siempre 
por  tanto  á  conceptuar  por  sospechosos  y  tratar  de  cavilosos  á  los  sujetos 
formales  qne  hablaban  de  libertad  en  sus  escritos  y  se  afanaban  en  espe- 
culaciones políticas;  de  ahí  el  destierro  de  madama  de  Stael,  la  desgracia 
de  Benjamin-Constant,  el  menosprecio  deTracy,  Volcey,  Cabanis,  etc. , 
y  finalmente  la  supresión  del  tribunado  y  de  una  clase  muy  principal  del 


DE  NAPOLEÓN  37.- 

Instituto.  IíOS  dotti  del  reino  de  Italia  no  eran  mas  qnc  melafisicot  de 
aquella  partede  los  montes;  tan  cierto  es  que  había  dos  hombre*  ó  mas 
bien  ilus  pápele*  en  Napoleón,  según  se  hallaba  en  presencia  de  extranjeros, 
ó  «leíante  de  la  Francia.  Reformador  en  la  organización  de  los  paises  con 
quistados,  se  trocaba  80  conservador  cuando  se  trataba  de  la  administra 
n. tu  intima  del  imperio  ;  en  variando  de  paraje  acá  o  acullá  de  la  raya  ó 
del  interior,  incurría  en  esta  contradicción;  con  cuyo  motivo  ha  dicho 
Mr.  de  Chateaubriand  que  •  tan  pronto  daba  un  paso  con  el  siglo  como 
cejaba  hacia  lo  pasado.  ■ 

Desde  la  paz  de  Tilsitt .  la  Inglaterra,  á  quien  el  emperador  Alejandro 
habia  tratado  infructuosamente  de  reeonciliar  con  la  Francia,  no  habia 
hedió  mas  que  poner  mayor  ahinco  y  encarnizamiento  en  sus  resolocio 
oes  guerreras,  Fnfurecida  con  la  incorporación  formal  de  las  potencias 
principales  del  norte  al  bloqueo  continental,  habia  rechazado  tenazmente 
la  intervención  del  czar  y  enviado  veinte  y  siete  bajeles  y  veinte  mil  hom 
bres  al  Italtico  á  las  órdenes  de  lord  Oathcart  para  precisar  al  rey  de  Dina 
mana  á  que  entregase  su  escuadra  en  clase  de  deposito.  No  pudo  menos 
aquel  principe  de  rechazar  tamaña  solicitud,  pero  el  almirante  infles  ha 
bia  respondido  á  su  noble  resistencia  bombardeando  a  Copenhague,  a  lo 
cual  se  siguió  la  capitulación  inmediata  de  aquella  capital  y  el  allannmien 
to  de  la  escuadra  dinamarquesa.  Al  saber  tan  horrorosa  violación  del  de 


574  HISTORIA 

recho  de  jentcs,  que  los  Ingleses  andaban  repitiendo  por  todas  partes  y 
bajo  todas  formas  contra  la  neutralidad  desvalida,  Napoleón  determinó 
completar  el  sistema  de  represalias  entablado  después  de  la  batalla  de  .le- 
na; y  el  decreto  de  Milán  dio  al  de  Berlin  toda  la  estension  estremada  que 
las  circunstancias  estaban  al  parecer  exijiendo.  En  él  declaró  el  emperador 
«  desnacionalizado » todo  buque  que  se  allanase  á  la  providencia  violenta 
por  la  cual  el  rey  de  Inglaterra  acababa  de  poner  todos  los  puertos  de  la 
Francia  y  de  sus  aliados  en  estado  de  bloqueo,  y  dispuesto  el  rejistro  en  el 
mar  de  todos  los  bajeles  europeos  encontrados  por  los  cruceros  británicos. 
Nuevas  combinaciones  territoriales  llamaron  también  la  atención  del 
emperador  durante  su  residencia  en  Italia.  La  Toscana  y  las  legaciones  es- 
taban destinadas  á  formar  parte  del  imperio  francés.  Después  de  tenerlo 
todo  dispuesto  para  esta  reunión,  tomó  el  camino  de  Francia,  y  al  atrave- 
sar los  Alpes  se  detuvo  en  Chambery.  Allí  le  aguardaba  un  joven  para  pe- 
dirle que  suspendiese  el  destierro  de  su  madre;  este  mozo  era  M.  de  Stael. 
Napoleón  le  franqueó  acojida  graciable,  pero  se  mostró  muy  adusto  con 
la  hija  de  Necker  y  con  Necker  mismo.  « Vuestra  madre,  le  dijo,  debe  ale- 
grarse de  estar  en  Viena;  tendrá  tiempo  para  aprender  el  alemán No 

digo  quesea  una  mujer  mal  intencionada Tiene  injenio,  quizá  de  so- 
bras; pero  es  un  talento  desbocado.  Educóse  en  el  laberinto  de  la  monar- 
quía ruinosa  ya  y  la  revolución,  y  con  aquel  conjunto  revuelto  puede  ser 
perjudicial.  Aquella  cabeza  acalorada  puede  hacer  jente,  y  no  puedo  me- 
nos de  cortarle  los  vuelos.  No  me  quiere  bien,  y  por  interés  de  los  que  iria 
comprometiendo,  debo  no  dejarla  volver  á  Paris Tremolaria  su  ban- 
dera en  el  arrabal  de  San  Jerman....  Prorumpiria  en  chanzonetas,  que  si 
para  ella  no  son  de  entidad,  para  mí  la  tienen  y  grandísima.  No  es  mi  go- 
bierno de  burlas,  sino  al  contrario  muy  de  veras ;  forzoso  es  que  así  cons- 
te, y  haréis  bien  en  decírselo  á  todos. »  El  mozo  Stael  afianzó  los  intentos 
de  su  madre  como  ajenos  de  causar  la  menor  zozobra  al  gobierno  imperial, 
ciñéndose  á  unos  cuantos  amigos  cuya  lista  se  pasaría  á  la  aprobación  del 
emperador ;  y  luego  añadió :  « Algunos  me  han  dicho  que  vuestro  des- 
temple contra  mi  madre  provenia  de  la  última  obra  de  mi  abuelo;  empero 
puedo  jurar  á  V.  M.  que  ninguna  parte  tuvo  en  ella.  — Así  es  positiva 
mente,  replicó  el  emperador ,  esa  obra  ha  contribuido  en  gran  parte  á  este 
resultado.  Vuestro  abuelo  era  un  cavilador,  un  loco,  un  vie5o  maniático. 
Querer  á  los  sesenta  años  derribar  mi  constitución  y  fraguar  planes  para 
otra  nueva ;  á  fe  mia,  bien  gobernados  estarían  los  estados  con  jente  siste- 
mática ,  que  conceptúan  á  los  hombres  por  sus  libros ,  el  mundo  sobre 

los  mapas Los  economistas  son  unos  almanaqueros,  unos  soñadores 

de  planes  sobre  hacienda;  no  alcanzaran  á  desempeñarel  cargo  deun  cobra- 
dor en  la  menor  aldehuela  de  mi  imperio.  La  obra  de  vuestro  abuelo  es 
parto  de  un  anciano  caprichudo  que  ha  muerto  machacando  sobre  el  go- 


DE  NAPOLKON  r>7.i 

bienio  <lc  los  estados  •  testas  palabras,  el  ateto  de  Néctar  se  iosralo,éifl 
icrrumpieodo al emperador, le dtyo  iqoesia  duda  algún  mal  intenciona- 
do le  había  POterado  ^Diestramente  de  aquella  obra,  y  que  no  la  habría 
leído  por  si  mismo,  porque  su  abuelo  hacia  justicia  al  mimen  de  Napo- 
león. —  Kn  eso  estaii  equivocado,  le  dijo  resueltamente  rl  emperador;  yo 

mismo  la  he  leído  de  la  cruz  ala  fecha Sí;  bonita  Justina  mehaee;  me 

llama  el  hombre  preciso,  y  según  él ,  lo  primero  que  debiera  hacerse  Cae- 
rá (putar  de  enmedio  al  varón  imprescindible  si.  yo  era  preciso,  indi* 
pensahle.  para  ir  enmendando  todos  los  disparates  de  mestTO  abuelo,  para 

borrar  el  daño  que  causó  á  la  Francia Kl  fué  el  causador  de  la  retóla 

cion tcabÓM  para  siempre  el  reinado  de  los  enredadores ;  quiero  snb 

ordmacion.  Respetad  la  autoridad,  por  cuanto  proviene  de  Dios Sois 

mozo;  si  tuvieseis  mi  esperiencia,  os  enteraríais  mejor  de  todo.  Vuestra 
lisura  me  ha  prendado,  lejos  de  disonarme:  me  gusta  que  un  hijo  abogue 
por  su  madre....  A  pesar  de  esto  no  quiero  esperanzaros  engañosamente. 
\  DO  me  cabe  encubriros  que  nada  conseguiréis.  •  M.  de  Stael  se  retiro,  \ 
el  emperador  prorumpio  después  con  Doroc :  •  ¿Me  parece  que  he  estado 
algo  adusto  con  ese  joven?...  Conceptúo  que  si.  Pero  al  cabo  me  alegro, 
pues  otros,  labiéodok) ,  no  volverán.  Esas  jentes  andan  tiznando  cnanto 
practico  .  porque  no  me  comprenden  » 

Napoleón  llego  á  Paris  el  l\  de  enero  de  1808,  y  tres  días  después 
visitó,  acompañado  de  la  emperatriz  Josefina,  al  célebre  pintor  David  en 
su  obrador,  para  ver  el  cuadro  de  la  coronación 


376  HISTORIA 

En  el  discurso  del  mismo  mes,  dio  estatutos  definitivos  al  banco  de 
Francia  é  incorporó  Flesinga  y  sus  dependencias  con  el  imperio.  Aun  no 
estaba  zanjado  el  negocio  de  Portugal ,  pues  aunque  estaba  ya  absoluta- 
mente sojuzgado  por  las  armas  francesas,  sin  embargo  Napoleón  no  quiso 
precipitarse.  Se  contentó  con  organizar  un  gobierno  provisional ,  á  cuyo 
frente  colocó  á  Junot,  con  el  dictado  de  gobernador  jeneral,  por  medio  de 
un  decreto  del  Io.  de  febrero.  Al  dia  siguiente,  confirió  igual  título  á  su 
cuñado  el  príncipe  Borghese  para  los  departamentos  situados  á  la  otra  par- 
te de  los  Alpes. 

El  instituto  nacional  desempeñó  por  entonces  un  encargo  muy  trascen- 
dental que  le  habia  cometido  el  emperador  en  uno  de  aquellos  momentos 
en  que  el  numen  del  hombre,  exento  de  las  pasiones  del  monarca,  se  preo- 
cupaba todo  con  los  intereses  jcnerales  de  la  civilización.  Cada  una  de  las 
tres  clases  de  este  ilustre  cuerpo  presentó  un  informe  sobre  los  adelantos 
hechos  en  la  parte  de  los  conocimientos  humanos  que  le  competía.  El 


I)K  \  IPOLBOK  577 

cuadro  histórico  contenido  en  el  conjunto  de  esto»  informes  fue  Abarcando 
las  ciencias,  las  artes  y  las  letras  desde  el  aftodi  tTS'j  <  bata  fué  el  que 
informó  por  laclase  que  representaba  la  antigua  Academia  francesa;  De 
lambre]  Gnvfer  espusieron  los  progn  concias  físicas  y  materna 

ticas;  Itacier  habló  en  nombre  de  aquella  parte  del  Instituto  que  forma  hoy 
dia  la  Academia  de  las  inscripciones  \  bl8Mtletrat,  >  I  .ebreton  presen- 
tí» el  informe  de  la  clnse  de  nobles  artes.  las  tareas  del  Instituto  se  con 
servarán  como  un  monumento  de  la  grandiosidad  del  pueblo  que.  en  me 
dio  de  las  tormentas  de  la  guerra  civil  y  de  las  incesantes  zozobras  de  la 
guerra estranjera ,  había  cultivado  con  fruto  el  dominio  del  injenio  y  se 
había  encumbrado  en  la  triple  carrera  del  erudito,  del  literato  y  del  artis- 
ta, cuando  la  Kuropa  y  el  mundo  lo  cretan  eselusivamente  guerrero.  Tam 
bien  aera  una  contestación  elocuente  á  los  detractores  de  la  resolución,  y 
por  consiguiente  un  descargo  indirecto  de  cuantos  contribuyeron  como 
Necker,  tan  ajado  por  el  emperador,  con  sus  teorías  económicas  y  sus  pía 
nes  de  hacienda  a  la  esplosion  de  aquella  gran  crisis ;  pues  por  mas  que  haya 
(tiebo  Napoleón,  los  metafisicOS  han  desempeñado  su  tarea  tan  bien  como 
los  conquistadores ;  unos  y  otros  han  podido  extraviarse  al  fin ,  tras  ha 
l>er  sido  por  un  momento  los  hombres  de  su  siglo.  I-a  sociedad  renueva 
en  su  rumlx)  arrebatado  sus  guias .  mas  no  debe  menospreciar  á  cuantos 
deje  detrás,  porque  no  les  fué  dado  poderla  seguir  siempre.  Necker,  ridi 
culo  en  1808  para  los  ojos  de  Napoleón,  que  representaba  la  Francia  de 
entonces,  habia  sido  llevado  en  triunfo  por  la  Francia  de  t78í) 


,s 


-í*** -—"A 


<\IMTUU>  XWII. 


Negocio»  de   España. 


esde  algún  tiempo  la  revolución  Trance  sa 
tenia  ya  arrollado  el  nprte  de  Europa ;  p  ero 
el  mediodía  estaba  mas  bien  sojuzgado  que 
convertido.  El  desagrado  violento  que  ha- 
bía ido  causando  á  su  oríjen  en  todas  las 
cortes,  si  bien  se  habia  sofocado  por  la  fuer- 
za de  las  armas ,  quedaba  allá  abrigado  re- 
cónditamente en  los  pechos;  y  así  en  Madrid 
como  en  Lisboa  y  Viena,  ÍJerlin  y  Peters 
burgo,  el  Olosofisraoera  un  vecino  fatigoso,  y  sobretodo  debia  serlo  para 


i»K  n  ir  ni  m>> 

clsantooi i-  h  mijuiMniM»  Constábale  nal  i  Nipoteow  Sabia 

gabinete  español  .  lo  nu»ino  ipi.- el  de  IttStria,  'Mal  i  pronto  adcrlarar 
*  »li  ido  de  1,1  h  iism .  Rnaia  ••  Inglatci  1 1    en  inda  I »  b ■»'  «n  i  di  temí  oVjó 

l.i  enhaaeinn  .1.  -mIuh  iid.i    I  M  proclama  dd  pi  Incipe  de  la  l»a/  '  el  rrH>rr 

lo]   i»  ■!" i 'I'  icubierto  lai  segundas  inteocionea  Hlradeseí  H  toconal 

\qnH  manifiesto  atropellado  perdió  al  eobimio  «!•*  CArion  l>  .  fuel. 

i  I.i  .mii  lodasla*  orjeneÚM  de  Napoleón  |»ara  que  <e  I.  amj 
mnlaseu  las  disposiciones  hostila  que  había  dado  mmpo  para  «pie  «e  Ir 
malicianui.  1>«*  aquí  multó  el  novio  «lo  na  cuerpo  auxiliar  A  lira 
l  >s  ordena  d«'  la  Romana,  y  el  tránsito  tan  tnrpom«'nte  concedido  a  la*  iro 
pas  franccfta»  para  h  conquista  de  Portugal  Formáronse  en  toda  la  linca 
de  los  Pirineos  cuerpos  de  observación  «tui  diferentes  nomhri 
rente  destino  de  reformar  >  sostener  la  espedicion  lusitana  II  ''morra 
dor  no  solo  quena  castiga!  loa  aolojoi  \  d  lenguaje  provocador  de  Ijwuv 
«noque  trataba  de  escodarse  para  lo  venidero  nV  cualquier  ademan  ofea 
*ivo  por  parte  ilc  las  potencias  nerküoi  des,  en  d  raso  «l«  nuevos  desa 
raimientos  con  1 1»  njoaarqiiiai  del  nortr  Preocupado  todo  eoi  d  cumplí 
miento  riguroso  «l«-  I  »>  decretos  de  Horhn  \  de  Milán  mi  srvrml.nl  en 
este  punto  se  rtavaba  con  especialidad  en  los  países  marítimos,  en  talca 
coojo  entrambas  penínsulas  \n  otaban  ajustadas  sus  paedklas  en  Nápo 
!«>>  eu  Lisboa,  >  mu\  adelantadas  en  Roma,  como  vefémoa mas  adelante, 
pero  importalai  ruinripulineole  doblegar  al  i'ntewi  frasea  la  i  ipafta,  ba 
nada  |n<r  «los  mares,  gobernada  p«»r  un  Sorbos,  >  lucen  lobrecojtda  de 
provocadora  contra  la  Francia,  leordóse  pues  la  octiparion  militar  de  las 
provincial  >  píaos  septeabionaJei  «le  aqod  romo 

i  a  cuerpos  de  observación  déla  lironda  >  de  los  Pirineos  recibieron 
orden  para  marebar  adelante.  Kl  mariscal  Noncey  entró  en  las  provincias 
vascongadas .  Dopool  m  acuarteló  en  \allad«»h<l.\  Dubesmese  interno  en 
Cataluña,  llalu.i  en  la  Península  ipbre  setenta  mil  Francesa  sin  contar  el 
cuerpo  dcJunol.  >  estas  tropas  quedaron  admitidas  en  las  plazas  tuerto 
mu  ninguna  oposición 

1  rmnerailor  no  npelecícrn  mas  que  un  rcsguaido  posiüto  |»ara  la 
Inlelidad  de  la  «orle  d>  Madrid  É  la  alcuza  francesa .  quiza  le  bnbiera 
Ims|. ui,i  1 1  ocupación  de  estos  punto  predominanta  Pero  la  aituaboo  m 
trnor  de  l.s^oi i  \  los  toan  minutos  palaciegos  ocurridos  en  el  Ksconal 
alteraron  su  plan  primitivo  y  ofrecieron  i  mi  ambición  >  a  su  inventiva  li 
coyuntura  de  incorporar  la  nación  española  coa  el  pueblo  frano  -  no 
solo  |>or  medk) de  una  imasion  permanente,  sino  con  una  revolodoa 

la  menaiipiia  de  reírlos  IV  se  hallaba  á  h  sazón  avasallada  por  uno 
de  aquellos  eola  que  i>i.>s  mi,  i.  ,  olocar  en  el  timón  de  lo*  amomi 
\  uel.i»  permite  para  mi  rejencracion  .  n   la  familia  real  vacia  laminen  e\ 
baosta  >   menoscabada    la  sangre  •!••  Luis  \l\  s,-  mancillaba  a  b  ía/dH 


580  HISTORIA 

mundo;  el  descoco  de  un  privado  y  la  desfachatez  del  vicio  merecían  los 
rendimientos  de  la  arrogancia  castellana;  se  habia  encumbrado  á  lo  sumo 
el  desenfreno  de  la  potestad,  inevitable  precursor  de  su  esterminio;  el  que- 
rido de  la  reina  era  el  privado  del  rey  y  el  tirano  de  España;  Godoy  avasa- 
llaba, envilecia  y  anonadaba  un  augusto  linaje  cuyo  destino  estaba  ya 
cumplido.  « Su  privanza,  dice  un  escritor  adicto  á  los  Borbones,  no  tenia 
coto  con  la  familia  real ,  su  poderío  era  el  de  un  dueño  absoluto  ;  los  te- 
soros de  América  estaban  á  su  disposición  y  los  empleaba  en  indecorosos  de- 
vaneos; en  una  palabra,  habia  trasformado  la  corte  de  Madrid  en  una 
mancebía  de  aquellas  á  donde  la  musa  indignada  de  Juvenal  condujo  á  la 
madre  de  Británico. 

Estaba  en  suma  retratando  al  vivo  la  fealdad  rematada  del  siglo.  La 
protección  divinase  habia  desentendido  del  reino  de  Pelayo,  como  habia 
también  desamparado  poco  antes  el  trono  de  Clodoveo.  Cupo  también  á  la 
España  su  temporada  de  nuestra  rejencia.  El  cieno  encubría  las  muestras 
del  santo  oleo  sobre  frentes  abru  ¡nadas  con  el  peso  de  una  corona  enmo- 
hecida y  afrentada.  Mas  no  era  tan  solo  el  trono  el  queyaciacon  los  acha- 
ques de  la  exánime  decrepitud.  Aquella  pujanza  de  la  edad  media  se  ha- 
llaba yerta  en  todas  las  partes  del  cuerpo  social.  La  nobleza  y  el  clero , 
arrimos  naturales  y  auxiliares  de  la  potestad  real  en  los  dias  de  su  esplen- 
dor, adolecían  al  par  de  las  dolencias  de  la  ancianidad.  También  habia 
llegado  á  la  otra  parte  de  los  Pirineos  la  hora  postrera  del  antiguo  réji- 
men ;  Napoleón  se  conceptuó  llamado  á  dar  la  señal  y  á  tocar  el  tremen- 
do clamoreo  de  sus  funerales. 

Al  principio  solo  habia  tratado,  repetimos ,  de  escudarse  militarmente 
con  la  fidelidad  de  un  aliado  sospechoso ;  pero  cuando  vio  que  la  familia 
real  se  estrellaba  con  el  escándalo  y  la  discordia ,  cuando  vio  al  pueblo 
azorado  con  las  revoluciones  de  palacio,  á  Carlos  IV  y  á  Fernando  implo- 
rando á  sus  pies  uno  contra  otro  la  protección  de  la  Francia ,  al  rey  y  la 
reina  denunciando  á  su  hijo ,  y  al  hijo  desacatando  á  entrambos ,  com- 
prendió cuanto  mas  podia  hacer  en  España  que  ocupar  plazas  fuertes,  y 
que  habia  llegado  el  trance  demudar  la  traza  lastimosa  de  aquel  precioso 
y  ameno  pais,  juntándolo  estrechamente  con  su  imperio,  entronizando  en 
Madrid  las  máximas  francesas ,  ora  bajo  el  nombre  de  Carlos  IV,  ora  1  ajo 
el  de  Fernando  ó  de  cualquiera  otro  pretendiente  que  le  cuadrase  elejir. 
Con  este  objeto  dirijió  al  mariscal  Bessieres  con  veinte  y  cinco  mil  hom- 
bres á  las  provincias  vascongadas  para  reforzar  á  Moncey  y  Dupont,  y 
dio  el  mando  en  jefe  de  la  espedicion  á  Murat ,  quien  trasladó  su  cuartel 
jeneral  á  Burgos  á  principios  del  mes  de  marzo. 

Luego  que  se  supo  en  Madrid  la  aproximación  de  los  Franceses ,  el 
pueblo  clamó  traición  ,  y  la  corte  huyó  á  Aranjuéz.  Godoy,  que  se  habia 
lisonjeado  por  un  momento  de  haber  engañado  á  Napoleón  y  haberle  in 


I)K  NM'OI  I  n\  .Vil 

do  pof  <i .  vino  a  cooooa  mi  devaneo  )  aeoeeejó  ooberdfaentc  -i 
Carlos  IV  que  imítatela  caea  de  Bragania  ]  m  retii  >-•  i  l.i  \m.  n.-a  «pé- 
ñola. Kl  rey,  que  no  sabia  masque  obedecer  a  M  privado,  consintió  ■ 
salir  inmediatamente  para  Sevilla .  pero  lo»  preperativoa  «lo  marcha  lasü 
marón  el  engreimiento  castellano,  i  ns  sospechas  dekalevosia  que  andaban 
cuodieodo  sobre  el  príncipe  de  la  Paz.  se  corroUnarou  v  enardecieron  . 
•  I  I'»  de  marzo  estallo  lasaña  narional.  \a  casa  <lel  privado  qnodo  allana 

I 


tía,  y  solo  pudo  esrapar  a  una  muerto  cierta  saltándose  en  un  desván.  Kn 
tomes  (irlos  IV.  que  había  procurado  aplacar  al  pueblo  anunciándole 
que  el  principo  do  la  Paz  consentía  en  hacer  dimisión  de  lodos  sos  crnpleoa, 
luvo  qoedepoaer  la  dignidad  real.  Publico  una  aota  solemne  de  renuncia 
á  favor  del  príncipe  de  vstnrtas,  el  cual  lomo  al  punto  el  nombre  ' 
nando  Vil.  y  empezó  su  reinado  confiscando  los  bienes  de  i.odoy .  á  quien 
bebían  encarcelado  para  procesarlo 


382  HISTORIA 

Apenas  llegó  a  Burgos  la  notieia  de  estos  acontecimientos,  cuando 
Mural  marchó  atropelladamente  sobre  Madrid,  en  donde  entró  el  25  de 
marzo  al  frente  de  seis  mil  hombres  de  la  guardia  y  de  los  cuerpos  de  Du 
pont  y  de  Moncey ,  asombrando  al  vecindario,  que  no  por  esto  se  mostraba 
despavorido. 

Al  dia  siguiente,  Fernando  Vil  marchó  de  Aranjuez  para  celebrar  tam- 
bién su  entrada  en  la  capital  de  las  Españas.  El  mudo  silencio  con  que 
habían  sido  recibidos  el  dia  antes  los  Franceses  se  trocó  en  entusiasmo  á 
la  aproximación  del  nuevo  rey.  Toda  la  población  le  salió  al  encuentro, 
ansiosa  de  aclamar  al  príncipe  que  la  libraba  del  yugo  afrentoso  de  Godoy. 


■ 


El  cuerpo  diplomático  sancionó  con  un  paso  oficial  los  sucesos  de 
Aranjuez,  no  teniendo  escrúpulo  en  reconocer  al  rey  nuevo.  Solo  el  cm 
bajador  de  Francia  evitó  su  avenencia,  mancomunado  con  Murat.  Sin 
embargo  el  jeneralisimo  francés  envió  un  mensaje  á  Carlos  IV,  ^segurándo- 
le su  resguardo  y  ofreciéndole  su  auxilio.  El  monarca  anciano  solo  pensó 
al  pronto  en  salvar  y  recobrar  ásu  predilecto.  «Su  única  culpa,  decía,  es 
haberme  sido  muy  adicto  durante  toda  mi  vida;  la  muerte  de  mi  desgra 
ciado  amigo  ocasionaría  lamia. » *  Y  Godoy  fué  puesto  eu  libertad  por  los 
amaños  de  la  reina  y  sus  regalos  á  Murat. 

Carlos  IV  protestó  después  contra  la  abdicación  que  le  había  arrebata 
do  la  supuesta  insurrección;  denunció  al  emperador  la  violencia  que  ha 


|»K  MPnl  ion  583 

|)ia  padecido  ni  una  «-arfa  que  entrego  a  Mural  para  que  «c  la 

Por  mi  part«\  el  príncipe  di  Asturias  escribió  también  á  Napolm 

dn  -«ii  poderosa  intervención  k  favor  del  padre,  queriendo  «inrrrar  lo» 
acontecimientos  que  le  habían  eoloeado  ron  anlinparion  en  el  trono  y 
poner  su  autoridad  asomante  hijo  el  resguardo  «Ir  h  alianza  francesa 
tkHnprendio  Napoleón ,  al  rcdbo  fa  estas  dos  certas,  que  los  supuestos 
ilii.  nos  de  Ja  monarquía  española  la  postraban  ante  sus  planta*.  lacapacc* 
ambo*  de  sobrellevar  la  carga;  pero  le  infundí*  /<>/.»l>ra  v  teníale  «un 
suspenso  el  tesón  del  pnebk)  español  •  Koimii,  le  escribia  a  Moral  en 
20  de  marzo,  que  baste  presentar  tropas  pora  sojuzgar  la  •  -y ina  la  re 
volnrion  del  '¿o  de  marro  prueba  que  hay  pujaría  en  lo*  Kspaftoles 
Li  aristocracia  y  el  clero  son  dueños  <!<•  la  España  si  caducan  mis  prmlr 
jios  j  mi  existencia  .  liaran  contra  nosotros  levantamientos  en  «lobo 
la  España  tiene  mas  de  non  mil  hombres  armado-  \  i  sto  rs  mas  óV  lo 
que  »«•  necesita  partí  sostenei  con  ventaja  una  mirria  interior  l>n  ululo* 
«n  miu  Ih<s  puntos  .  pueden  s««i\u  de  animo  al  levantamiento  total  de  h 
monarquía  (1s  maniflesto  ri  rú  mulo  de  obstáculos  que  son  inevitables; 
olios  ha\  ipii-  vos  mismo  conoceréis,  l.a  Inglaterra  no  malogrará  i 
\  untura  de  redoblar  nuestros  apuros  <  orno  la  (amiba  real  no  se  ba 
maullado  de  España  para  ir  I  residii  en  las  Indias,  solo  una  revolución 
puede  cambiare!  estado  de  es.-  país  tcaso  en  toda  Kuropa  es  el  que  esta 
menos  dispuesto  parad  intento  Punió  hacer  muebo  hiena  la  España 
on  creces  de  mi  imperio  ¿Poro  cuales  son  io>  mejores  medios  que  hay 
ipil1  lomar?  ... 

«¿Iré  a  Madrid'  Mr  parece  arduo  el  reenlrnnizar  á  «arlos  IN  :  su 
gobierno]  su  privado  yacen  tan  desconceptuados  que  apenas  se  sosten 
•Irían  tres  mese* 

«  Fernando  es  enemigo  de  la  Francia,  y  por  eso  le  han  nombrado  re\ 
Comearle  en  el  trono  será  favorecer  á  los  bandos  que  hace  veinte  \  cinco 
■nos  están  pidiendo  el  esterminio  de  la  Francia.       Creo  que  es  forzoso 
dar  tregua  \  que  eoni  iene  aconsejarse  con  los  acontecimientos  une  han  de 
sobrevenir        Be  dado  orden  i  Savarv  para  que  vaya  a  la  inmediación 
del  nuevo  rey  y  asentan  di*  lo  que  pasa  Se  entenderá  con  vuestra  altiva 
imperial.       Harén  de  modo  que  los  Españoles  no  alcancen  ;:  maliciar  el 
partido  que  junare,  lo  cual  no  será  difícil .  pues  yo  mismo  no  lo 
le*,  dirris  qin-  •  I  . •mperador  está  deseando  que  se   perfeccionen    li-uis 
litiii  iones  políticas  en  Kspafta .  para  relacionarla  con  el  estado  de  civiliza 
ciou  de  la  Kuropa.        que  la  K-spaña  tiene  que  renovar  la  máquina  •!•*  su 
gobierno  \  que  necesita  leyes  que  escuden  a  los  ciudadanos  de  las  arbitra 
nedades  y  lar.  usuriucionc*  del  feudalismo .  inslilu.  iones  que  fomenten 
la  industria,  la  agricultura  y  la-  artes   I  es  retratareis  el  sumo  mk^o  y 
bienestar  que  está  gozando  la  Francia  a  pesar  de  las  guerras  en  .pie  sr 


384  HISTORIA 

halla  empeñada;  el  esplendor  de  la  relijion,  que  debe  su  establecimiento 
al  concordato  firmado  con  el  papa.  Les  demostraréis  las  ventajas  que  les 
redundarán  de  una  rejeneracion  política :  el  orden  y  la  paz  en  el  interior, 
el  aprecio  y  el  poderío  por  de  fuera.  Tal  debe  ser  el  tema  de  vuestros  dis- 
cursos y  de  vuestros  escritos No  deis  paso  alguno  aventurado.  Puedo 

aguardar  en  Bayona  y  pasar  los  Pirineos Ya  cuidaré  de  vuestros  inte- 
reses particulares ,  no  penséis  en  ellos...  Os  estáis  ahí  atropellando  en  de- 
masía con  vuestras  instrucciones  deH4 Si  se  encendiera  la  guerra, 

todo  se  perderia.  A  la  política  y  á  las  negociaciones  toca  zanjar  la  suerte 
de  España.» 

Antes  de  acordar  una  resolución,  Napoleón  quiso  ver  de  cerca  el  esta 
do  de  los  negocios  y  convencerse  por  sí  mismo  de  las  urjencias  y  posibili- 
dades de  la  situación.  Habiendo  salido  de  Paris  el  2  de  abril,  llegó  el  4  á 
Burdeos,  donde  permaneció  aguardando  á  Josefina,  que  se  le  juntó  el  \0. 
Marcharon  al  par  á  Bayona  y  celebraron  su  entrada  el  dia  15.  El  castillo  de 
Marrac ,  destinado  para  presenciar  un  acontecimiento  político  de  mayor 
cuantía  en  nuestro  tiempo ,  fué  por  algunos  meses  la  residencia  imperial. 
Al  dia  siguiente  de  su  llegada  «á  Bayona,  el  emperador  se  esmeró  en 
contestar  al  príncipe  de  Asturias.  Suspendiendo  su  concepto  sobre  el  mé- 
rito y  valor  de  la  renuncia  de  Carlos  IV,  no  le  dio  al  hijo  mas  que  el  dic- 
tado de  real  alteza,  hablóle  del  peligro,  para  los  príncipes,  en  avezar  á 
los  pueblos  á  tomarse  la  justicia  por  sí  mismos  y  le  apuntó  el  suicidio  po- 
lítico que  cometería  y  la  vergüenza  que  recaería  sobre  su  propia  cara,  si 
se  dejaba  llevar  del  afán  de  procesar  al  privado,  mancillando  escandalosa- 
mente á  su  madre.  Al  fin  de  su  carta,  el  emperador  espresaba  en  dos  pa- 
labras el  ansia  de  un  avistamiento.  Necesitaba  estudiar  directamente  á  los 
personajes  para  tomar  una  determinación.  Si  se  hubiese  realizado  la  fuga 
á  Méjico,  se  hubiera  simplificado  la  cuestión,  la  posición  fuera  menos  crí 
tica  y  la  rejeneracion  de  España  mas  obvia.  Pero  no  mediando  aquella 
ida,  y  triunfando  la  resistencia,  quedaban  dos  reyes  en  vez  de  uno,  y  se  ha- 
cia forzoso  deslindar  su  paradero.  El  partido  que  debia  tomarse  sobre  los 
negocios  dependia  mucho  del  que  se  tomase  respecto  á  las  personas  sobre 
las  cuales  Napoleón  no  queria  sentenciar  hasta  después  de  tenerlas  estu 
diadas  con  su  mirada  agudísima  y  su  perspicacia  sin  igual . 

El  príncipe  de  Asturias  titubeó  al  pronto  en  acceder  á  los  deseos  de  Na- 
poleón. Sin  embargo,  mientras  que  algunos  consejeros  maliciaban  un  la- 
zo en  el  avistamiento  propuesto ,  otros  le  abultaban  la  trascendencia  de 
anticiparse  al  padre  para  con  el  emperador  y  de  granjearse  su  voluntad  , 
por  cuanto  las  primeras  impresiones  se  borran  siempre  á  duras  penas.  Fer- 
nando cedió  á  este  último  consejo.  Salió  de  Madrid  con  gran  sentimiento 
del  pueblo  español,  y  se  encaminó  con  mortal  incertidumbre  y  zozobra  ha 
cia  las  fronteras  de  Francia.  A  su  llegada  á  Vitoria,  quiso  aguardar  al  em 


IM     \  M  <»!   |i)N  5g3 

pecador;  pero  este  no  llegaba  .  v  btt  nrnimn  consideraciones  que  habían 
conducido  «I  joven  principe  hasta  llava,  te  arrebataron  á  llamona  Pre 
enlose  d  20  de  abril,  acompañado  fie  mi  hermano  l»on  (arlos,  en  el  ca* 
iillo  de  Mai  rae,  en  donde  pe  hallaba  Napoleón  <  .irl«»s  i\  aigaao  de 
ni  principe  de  Istmias,  No  queriendo  dejarle  el  rampa  libreen  liavona. 
tindío  ron  larri  na  y  d  privado  pira  escudarse  con  el  emperador  Kntonce? 
••I  guerrero  entronizado .  el  elejulo  del  pueblo,  el  hijo  »lr  la  revolución 
franceai.TióaatetiderodiUai  a  toa descendientes de  San  imv  l<»s  ben 
devosde  Pela  yo,  los  depOSÍtaríoi  de  la  espada  del  Cid  .  poniendo  a  su  dis 
crecion  el  desuno  de  aquella  antigua  y  grandiosa  monarquía,  coya  pose 
moh  haría  prorumpir  ron  tanto  orgullo  a  Felipe  II,  •  que  el  sol  M 
nía  nunca  en  sus  dominios.  •  ¡Qoé  lección  jwira  la  níieja  Europa  en  este 
cuadro!  Kn  frente  de  aquellos  encumbrados  Pirineos  que  un  Borboo  había 
tratado  en  vano  de  allanar  por  medio  de  enlaces  rejios,  la  edad  media,  de 
Jeoerada, cubierta  de  oprobio  \  toda  desvalida,  ic  encenagaba  allí  lusti 
mosamente,  mendigando,  ante  el  publico  horrorizado .  a  la  puerta  del 
rastillo  de  Mame .  algunas  horas  de  existencia  o  deponer  antes  de  morir 
los  arreos  de  su  grande/a  pasada  ,  su  boato  ajado  y  sus  timbres  empana- 
dos á  los  pies  del  majestuoso  representante  de  la  «loria  y  de  la  grandeza 
de  la  era  moderna. 

Kl  principe  de  litarías  hubiera  deseado  una  reeoneiliaeion  ron  su  pa 
dre  para  entenderse  y  evitar  la  intervenrion  del  temible  medianero  que 
habían  elejido.  Con  este  intento  «pliso  seguir  un  dia  á  Carlos  IV  á  su  apo 
sentó ;  pero  el  anciano  monarca  le  dijo  ron  ímpetu  :  •  Deteneos,  prinripe; 
i,  no  habéis  ultrajado  bastante  mis  ranas?  •  y  le  rechazó.  Al  dia  siguiente 
le  echó  en  cara  su  conducta  en  términos  mordaces  en  una  carta  cuyo  con 
tenido  supo  Napoleón  >  que  terminaba  asi  aludiendo  al  tumulto  de  \ran- 
¡na :  •  ivbe  hacerse  todo  para  el  pueblo  y  nada  por  él.  Olvidar  esta  máxi 
ma  es  hacerse  reo  de  todos  los  crímenes  que  provienen  de  este  olv  ido.  • 

Sin  embargo .  Napoleón  habia  conocido  y  justipreciado  en  pocos  días 
a  los  dos  persooaja  que  intentaba  penetrar.  Desde  el  primer  asomo ,  t^r 
los  IV  y  so  hijo  estaban  sentenciados  irrevocablemente.  «Cuando  Ion  \i  i 
mus  pies,  dijo  después  Napoleón  .  y  pode  enterarme  por  mi  mismo  de  toda 
sn  incapacidad ,  me  compadecí  de  la  suerte  de  un  eran  pueblo ;  avalore*  la 
coj  untura  míe  me  ofrecía  la  fortuna  de  rejenerar  la  Kspaña ,  anrUitaria 
a  la  Inglaterra  y  enlatarla  intimamente  con  el  conjunto  nuestro,  pues  en 
mi  concepto  era  sentar  sobre  cimientos  duraderos  j  la  secundad 

de  1 1  Europa.  Pero  ajeno  de  valerme  de  vilezas  y  dobleces  iodecorosas.co- 
mo  se  ha  dicho .  si  pequé,  fué  al  contrario  por  un  osado  desembozo  y  un 
eserso  de  brio.  Ix>  de  llayona  no  fué  una  alevosía .  sino  un  grandioso  gol* 

pe  de  estailo Desprecié  tos  medios  torcidos  y  i  ideares   Me  hallaba  tan 

poderoso  y  me  atreví  i  dar  el  golpe  de  muy  alto,  queriendo  obrar  romo 


586  HISTORIA 

la  Providencia  que  remedia  los  quebrantos  de  los  mortales  por  medios  á  su 

entender  á  veces  violentos ,  sin  hacer  alto  en  sus  conceptos » 

Napoleón  se  ha  sentenciado  á  si  mismo  de  un  modo  asombroso  en  estas 
últimas  palabras ;  pues  quiso  sublimarse  frenéticamente  nada  menos  que 
hasta  la  Providencia  qué  hiere  á  veces  violentamente  á  los  que  quiere  sal- 
var, sin  curarse  del  juicio  de  los  hombres.  ¿Y  cómo  no  hubiera  obrado 
como  ella,  ya  que  al  cabo  solo  era  su  ájente  en  la  grandiosa  obra  de  la  re- 
jeueracion  española ,  yaque  estaba  obrando  á  impulsos  de  otros  alcances 
superiores  á  toda  combinación  de  la  prudencia  común  y  se  arrojó  á  esta 
empresa  á  pesar  de  los  obstáculos  que  tan  bien  habia  previsto  ó  apuntado 
en  su  carta  á  Murat?  ¿Pero  qué  le  hace  á  la  Providencia,  qué  le  hace  á  la 
humanidad  el  mero  intento ,  si  está  cumplido  el  objeto  providencial,  si  la 
razón  humana  conserva  y  estiende  su  imperio,  al  paso  que  un  potentado 
pierde  el  suyo? 

Sí,  Napoleón  podrá  decir  un  dia  « que  la  guerra  de  España  le  perdió; 
que  todas  las  circunstancias  de  sus  desastres  vienen  á  mancomunarse  con 
este  nudo  fatal.  (Memorial).  •  Pero  al  trastorno  de  su  prodijiosa  fortuna 
y  de  sus  esperanzas  dinásticas  precederá  una  lucha  de  seis  años ,  durante 
la  cual  los  dos  pueblos  mas  civilizados  de  Europa  ,  los  Franceses  y  los  In- 
gleses, se  aplazarán  en  España  y  llevarán  ,  unos  las  costumbres  democrá- 
ticas, otros  las  máximas  constitucionales  de  su  pais.  Tras  esto,  que  el  éxito 
de  la  guerra  sea  definitivamente  funesto  á  las  armas  francesas,  no  por  eso 
la  filosofía  moderna  habrá  dejado  de  residir  mucho  tiempo  y  ejercitado  su 
persuasiva  muy  cerca  del  santo  oficio,  abrigándose  bajo  la  tienda  de  los 
aliados  de  España,  como  bajo  la  de  sus  conquistadores.  Locke  y  Bentham 
se  habrán  aposentado  en  los  campamentos  de  Wellington  ,  mientras  que 
Condillac  y  Montesquieu  habrán  visitado  lasmárjenes  del  Ebro,  del  Man- 
zanares y  del  Tajo  en  pos  de  Napoleón.  Y  cuando  las  tropas  imperiales  se 
verán  precisadas  á  volver  á  pasar  los  Pirineos  y  abandonar  su  conquista, 
el  antiguo  rejimen  hallará  do  quiera  á  su  regreso  el  jérmen  de  los  arran- 
ques liberales,  el  odio  á  la  inquisición  y  al  monaquismo  y  el  amor  á  la  li- 
bertad. Entonces,  tan  feroz  como  fué  cobarde,  manchará  su  mano  con 
la  sangre  de  sus  mas  ilustres  libertadores,  porque  habrán  creido  en  la  cons 
titucion  que  salvó  su  independencia.  Pero  toda  la  monstruosidad  de  esta 
ingratitud  producirá  mártires  y  no  esclavos.  No  en  vano  habrá  tenido  Cá- 
diz, émula  de  Londres,  durante  seis  años  su  tribuna  nacional,  y  Madrid, 
Pamplona  y  Barcelona  habrán  sido  poblaciones  francesas.  Porlier  será  se- 
guido por  Lacy ,  Mina ,  y  por  el  Empecinado ;  luego  vendrán  Riego  y  Qui 
roga,  y  si  el  absolutismo  halla  esta  vez  un  arrimo  en  Francia,  esta  alian- 
za inesperada  tendrá  los  mismos  resultados  que  la  inglesa.  Los  jóvenes 
soldados  de  Luis  XVIII  completarán  lo  que  empezaron  los  veteranos  de  Na- 
poleón. Alistados  contra  la  constitución  de  Cádiz,  continuarán  iniciando 


.- 


MI.   \  \l'n|  |  n\ 


:,x; 


,il  pueblo  español  ,  ron  su  COOtactO,  en  log  hábitos  y  opiniones  ronslitu 

rionales,  de  nodo  que  «-I  real  eaonador  «!«'  Iraojtm  .  ilespne*  «V  hal>er 
recompensado  ron  presidios  y  cadalso*  a  los  liberales  españoles  que  Mipie 
nui  conquistar  heroicamente  d  ioIm  qna  <|  había  abandonado  vergonzo 
Mínente,  ai  verá  precbado  en  mi  últíma  hora  a  ootoeof  el  cairo  «l«*  castilla, 
I  «  h.i  .ni  i.i  .Ir  sus  lujas,  Imíjo  la  protección  del  sistema  reformador  á  royos 
jenerosos  secuaces  persiguió  ron  lauta  cruel. I  ni  BntóOCOI  .  lo  repetimos, 
|mm.)  importa,  aun  ruando  nada  quede  del  poderío  personal  de  \  ipoleon. 
de  los  destinos  que  habia  reservado  á  su  familia;  no  por  eso  dejara  «' 
IxHaneen  Roropa  la  bandera  delacifiltsacion,  \  ai  medio  «l.iiscalami 
dadcsqoc  habrán  acotado  ;i  las  janerociODearootcinpofaneas)  que  aun  j*> 
dran  dorar  por  mucho  tieni|>o,  al  ral>o  se  eumplira  d  engendro  dri  BOOVO 
pueblo  español    Ksteera  el  principal  objeto  de  Napoleón;  asi  |n  aponte  es 


588  HISTORIA 

presamente  en  su  carta  al  gran  duque  deBerg,  y  lo  ha  repetido  en  Santa 
Helena.  En  la  crisis  en  que  se  hallaba  la  Francia,  ha  dicho,  en  la  lucha  de 
las  máximas  nuevas,  en  la  gran  causa  del  siglo  contra  el  resto  de  la  Eu 
ropa,  no  podíamos  dejar  atrás  la  España.  (Memorial.)  » 

Todo  va  á  contribuir  para  abreviar  y  robustecer  la  determinación  de 
Napoleón.  Estalla  pronto  una  insurrección  en  Madrid;  y  aunque  sofocada 
con  gran  derramamiento  de  sangre,  ha  dejado  la  capital  de  España  en  un 
estado  de  enardecimiento  que  se  comunica  por  horas  á  las  provincias.  Ya 
no  hay  que  titubear  :  los  Borbones  ya  no  podrían  reinar  sobre  el  pueblo 
español,  sino  bajo  el  antojo  de  los  alborotos,  enemigos  del  influjo  francés. 
El  5  de  mayo,  Carlos  IV renuncia  á  favor  de  Napoleón,  y  cinco  dias  des 
pues,  el  principe  de  Asturias  y  los  infantes  Don  Carlos,  Don  Antonio  y  Don 
I-Yancisco  ratifican  esta  abdicación  y  renuncian  todas  sus  pretensiones  al 
trono  de  España.  El  monarca  anciano  se  retira  á  Compieña  con  la  reina  y 
el  inseparable  Godoy ;  los  infantes  pasan  á  Valencay. 

Este  abandono  de  la  corona,  hecho  por  Carlos  IV  y  sus  hijos,  remata 
el  despecho  español.  Jeneralízasc  la  insurrección,  fórmansc  por  todas  par- 
tes juntas  para  organizar  y  dirijir  la  defensa  del  pais  contra  la  invasión  es 
tranjera.  Reúnese  en  Sevilla  una  junta  central ,  y  los  Españoles  en  globo , 
según  espresion  de  Napoleón,  se  portan  pundonorosamente. 

Este  gallardo  ademan  correspondía  á  las  previsiones  del  emperador ; 
pero  una  vez  empeñado  ya,  no  podia  retroceder,  y  además  contaba  siem- 
pre con  el  predominio  de  su  fortuna  y  el  poderío  de  sus  armas.  Nombró 
por  su  parte  una  junta,  á  laque  confirió  el  gobierno  de  España,  dándole 
por  presidente  su  cuñado  Murat.  Apenas  se  instaló  esta  junta  ,  cuando  pi 
dio  por  rey  á  José  Napoleón  ,  hermano  del  emperador,  y  que  ocupaba  en 
tónces  el  solio  de  Ñapóles. 

Napoleón  encabezó  el  anuncio  á  los  Españoles  de  los  acontecimientos 
de  Bayona  con  una  proclama  en  que  les  esponia  el  bien  que  era  su  ánimo 
ejecutar  al  admitir  la  cesión  solemne  del  5  de  mayo.' « Después  de  una 
larga  agonía,  les  dijo,  vuestra  nación  estaba  espirando.  Presencié  vues 

tros  quebrantos,  y  trato  de  remediarlos Vuestra  monarquía  ha  parado 

en  caduca,  y  mi  afán  es  remozarla.  Mejoraré  todas  vuestras  instituciones, 
y  si  me  acompañáis ,  os  haré  gozar  de  una  reforma  sin  tropiezos,  vaive 
nes  ni  trastornos. 

« Españoles ,  he  mandado  convocar  una  junta  jeneral  de  las  dipntacio 
nes  de  provincia  y  de  las  ciudades ;  quiero  cerciorarme  personalmente  de 
vuestros  deseos  y  vuestras  necesidades. 

« Entonces  depondré  todos  mis  derechos ,  colocaré  vuestra  esclarecida 
corona  en  las  sienes  de  otro  como  yo ,  afianzándoos  una  constitución  que 
hermane  la  santa  y  saludable  autoridad  del  soberano  con  las  libertades  y 
privilejios  4c\  pueblo. 


DE  NAPOLKOH  599 

•  Esperanzad  conliado*  en  las  circunstancia»  ai  túnica,  porque  quici.i 
que  vuestros  a  hrtos  conserven  mi  memoria  y  digan :  —  Ki  d  rejcnerudor 
de  nuestra  patria » 

Isla  proclama  m  publico  Hl  Bayona  el  'iTi  de  mayo,  y  rl  A  de  junio  si- 
guiente, un  decreto  imperial,  dado  ni  la  misma  ciudad,  llamo  á  José  Napo- 
león ni  trono  de  las  Espauas  y  da  las  launa.  Bateprtaeipc  no  i.udo  en  lie 
par  Antes  do  pasar  a  Madrid,  permaneció  algún  tiempo  junio  al 
dor,  y  aun  indinó  «mi  Bayona  las  dipotacMoei  que  Mural  tema 
■  I.  -  nviarlc  do  lodas  las  provincial  sujetas  ya  n  las  armas  francesas.  Ka 
cata  ciudad  M  reunió e)  r.  de  julio  la  junta  jrnrral  oon^ornda  por  Napo- 
león. Se  presentó  a  esta  junla  una  constitución  pautada  por  la  del  nñ  Mil 
y  se  adoptó  al  punto! 

Pero  osla  no  en  mas  que  una  represen tarion  postiza  del  pueblo  espe 
nol.  Algunos  jonerales  franceses  la  dieron  demasiada  importancia.  creyen 
do  que  bastaría  para  sojuzgar  la  España,  ó  al  menos  para  reducir  al  estado 
de  mero  alboroto,  laril  de  sofocar,  el  alzamiento  jeneral  que  se  organizaba 
en  todos  los  puntos  de  la  Península.  Kste  yerro  fué  muy  aciago  a  uno  de 
ellos  El  jeneral  Dupont.  que  había  tenido  tan  esclarecida  parteen  la  vic 
tona  de  Eriodland ,  se  separó  do  los  demás  cuerpos  del  ejército  francés 
para  descolgarse  sobre  Andujar  y  penetraran  Andalucía,  en  donde  la  sub 
levantan  hacia  rápidos  progresos  Este  molimiento,  en  estremo  toipe.  tu 
\o  funestas  congruencias.  Apenas  Bessieres  acababa  de  ganar  la  acción 
de  Hio  Soco,  y  Moncey  casi  se  habia  apoderado  de  Valencia,  cuando  la 
derrota  y  capitulación  de  Baylon  empanaron  el  esplendor  de  la  bandera 
francesa  .  pregonando  por  Europa  que  los  ejércitos  de  Napoleón  no  eran 
invencibles.  Dupont ,  acorralado  por  llcding,  rindió  las  armas,  \  su  cuer 
|H)  do  ejército ,  que  constaba  de  diez  y  ocho  a  veinte  mil  hombres  .  quedó 
prisionero  de  guerrra.  A  esta  noticia  cundió  el  alzamiento  por  todas  las 
ifin  is  provincias  de  la  monarquía  española. y  el  rey  José  creyó  enmonion 
le  mandar  al  ejército  francés  que  se  retirase  á  la  otra  parte  del  Ebro 

Napoleón,  que  habia  salido  de  Bayona  el  2*2  do  julio.  su|H)  en  ll¡!r.l..'N 
la  derrota  y  capitulación  de  Dupont;  y  abrasado  de  ira  dijo  a  uno  de  sus 
ministros:  «Que  un  ejército  sea  derrotado,  nada  tiene  de  estreno;  la 
suerte  de  las  armas  os  diaria  \  se  repara  una  derrota  ;  pero  que  un  ejérri 
lo  haga  una  capitulación  vergonzosa,  eso  es  un  borrón  para  el  nombre 
francés  y  el  timbro  do  sus  armas.  las  heridas  hechas  al  pundonor  nunca 
se  curan .  su  efecto  moral  es  tremendo.  ¡Cómo!  ¡on  Francos  ha  cometido 
la  rilen  de  despojarse  de  su  uniforme  para  vestir  el  uniforme  enemigo' 
lia  Uceado  la  vileza  hasta  consentir  que  nuestros  soldados  lúeas  rejistn 
dos  como  ladrones.  ¿Dcbia  yo  esperar  esto  del  jeneral  Dupont.  de  un  hom 
bre  que  yo  qtieria  y  á  quien  trataba  de  ensalzar  á  mariscal?  Dicen  que 
no  habia  otro  medio  de  salvar  H  ejército  y  evitar  el  degüello  de  nuestros 


390  HISTORIA 

soldados.  Mejor  hubiera  sido  que  hubieran  perecido  todos  con  las  armas 
en  la  mano  y  que  no  hubiese  vuelto  uno  solo.  Su  muerte  hubiera  sido 
gloriosa;  los  hubiéramos  vengado.  Pueden  hallarse  otros  soldados;  pero 
no  se  vuelve  á  hallar  el  honor. »  (El  consulado  y  el  imperio.) 

El  jeneral  Dupont  fué  entregado  al  alto  tribunal  imperial,  y  Napoleón 
escribió  él  mismo  en  el  Monitor  del  \0  de  agosto  las  palabras  siguientes : 

« Pocos  ejemplos  se  ofrecen  de  una  conducta  tan  ajena  de  todos  los 
principios  de  la  guerra.  El  jeneral  Dupont,  que  no  supo  acaudillar  su  ejér 
cito,  ha  mostrado  después  en  las  negociaciones  aun  menos  valor  civil  c 
intelijencia.  Semejante  á  Sabino  Titurio,  el  desaliento  lo  arrebató  á  su  es- 
terminio,  y  se  ha  dejado  engañar  por  los  ardides  é  insinuaciones  de  un  se- 
gundo Ambiorix;  pero  los  soldados  romanos,  mas  afortunados  que  los 
nuestros,  murieron  todos  con  las  armas  en  la  mano. » 

Si  el  baldón  de  la  capitulación  de  Baylen  no  se  podia  borrar,  tampoco 
eran  menos  irreparables  las  pérdidas  materiales  ocasionadas  por  esta  ca- 
tástrofe. Después  de  haber  ajado  á  su  teniente ,  dedicóse  Napoleón  á  rea- 
nimar las  esperanzas  y  brio  del  soldado  francés  en  España.  Decretó  nuevas 
quintas,  envió  refuerzos  ,  y  para  manifestar  cual  era  su  confianza  en  el 
resultado  definitivo  de  la  guerra ,  para  atestiguar  que  siempre  era  la  mis 
ma  y  siempre  inmutable  la  determinación  de  enlazar  íntimamente  la  na 
cion  española  al  imperio  francés,  dio  un  decreto  en  \5  de  agosto  mandan- 
do que  se  abriese  un  camino  real  de  Madrid  á  París. 


«M1TI  IO    WMII 


Varita  «leí  emperador  *  San  (I. uní    (  •  •mumrarione»  diplomática*     Rnvj 

■  Ir  tropas  *  Fapaña.  Asistamirnio»  ni  K.iTurth.  Regreso  *    Pan» 

\  mi»*  al  Mnvo.  Sesión  ilrl    coerpo  lejislatiso.  .Salida  del 

emprr*«l«»r  |>ara  Bayona.  Nueva  invasión  de  Rapa- 

ña.  Toma  «le  Madrid.  Abolioon  de  la  inqni 

» 11.   Asomos  «le    hostilidades  por  el 

Austria,  napoleón  deja  atropelln 
«lamente  al   ejércil«i  «le  K«- 
paña  para  rolver   >  Pa- 
ria y  i'iMi  .,  Ale- 
mania. 


mejor  ara  I 


a  fiesta  del  emperador  lo  fió  llegar  a  San 
(Joud.  Allí  recibió  ron  gran  ceremonia  al 
conde  de  Tolstoi ,  embajador  ruso  .  quien  le 
entogó  magníficos  presentes  de  parle  del 
emperador  Alejandro.  Napoleón  dispuso  que 
se  pusieran  de  manifiesto  en  las  Tuilerias. 

siempre  afanado  por  borrar  todo  rastro 
de  la  disensión  intestina  en  la  Francia  para 
le  lio-manami'Miio.  iltvrrto  la  fundación  «le 


592  HISTORIA 

varios  establecimientos  públicos  de  todas  clases  en  los  departamentos  que 

habian  sido  teatro  de  la  guerra  civil. 

Entretanto  llegó  á  Paris  la  noticia  de  la  batalla  de  Vimeyra  entre  lord 
Wellington  y  Jnnot.  Los  Franceses,  completamente  derrotados,  habian  te- 
nido que  capitular  allanándose  á  evacuar  el  Portugal  y  volver  á  Francia 
en  buques  ingleses. 

Este  segundo  revés  de  sus  armas  allende  el  Pirineo,  por  muy  bochorno 
so  que  fuera,  no  alcanzaba  á  desalentar  á  Napoleón,  cuyo  intento  relativo 
acerca  de  la  Península  era  tan  terminante,  que  decía  al  senado  el  4  de  se- 
tiembre :  «  Estoy  resuelto  á  llevar  adelante  los  negocios  de  Lspaña  con  la 
mayor  actividad  y  esterminar  los  ejércitos  que  la  Inglaterra  ha  desembar- 
cado en  aquel  pais Impongo  confiadamente  nuevos  sacrificios  á  mis 

pueblos;  son  precisos  para  escusarles  otros  mayores. »  En  este  mensaje,  al 
que  siguió  un  informe  del  ministro  Champagny  sobre  los  negocios  de  Es- 
paña, se  lamentaba  el  emperador  de  la  pérdida  del  sultán  Selim  su  aliado, 
á  quien  llamaba  el  mejor  de  los  emperadores  otomanos  y  que  acababa 
de  fenecer  á  manos  de  sus  sobrinos.  Por  compensación  se  daba  el  para- 
bien  de  su  íntima  alianza  con  Alejandro,  « lo  cual  debia  desahuciar  á  la 
Inglaterra  en  sus  intentos  contra  la  paz  del  continente. »  El  senado  con- 
testó al  emperador  votando  una  quinta  de  ochenta  mil  hombres.  « La  vo- 
luntad del  pueblo  francés,  señor,  le  dijo  el  presidente  Lacepede,  es  la  mis- 
ma que  la  de  vuestra  Majestad. 

« La  guerra  de  España  es  política ,  justa  y  necesaria »  (I ). 

No  es  preciso  omitir  una  circunstancia,  y  es  que  el  orador  del  senado 
declaró  en  su  arenga  que  aquel  cuerpo  habia  estado  unánime  en  corres- 
ponder inmediatamente  á  los  deseos  del  emperador. 

Sin  embargo,  cada  dia  era  mas  urjente  la  necesidad  de  nuevos  refuer- 
zos en  España.  La  insurrección  reinaba  triuníadoramente  en  la  capital  y 
las  principales  provincias ,  y  la  victoria  no  podia  acudir  á  las  banderas  de 
la  Francia  con  raeros  bisónos.  Napoleón  se  encaminó  por  lo  tanto  á  sus 
íalanjes  veteranas,  á  los  vencedores  de  Austerlitz,  Jena  y  Friedland.  En  una 
gran  revista  que  pasó  en  las  Tuilerías  el  II  de  setiembre,  anunció  á  los 
soldados  del  grande  ejército  que  marcharía  pronto  con  ellos  á  España  en 
donde  la  gran  nación  tenia  también  ultrajes  que  vengar. 

« Soldados,  les  dijo,  después  de  haber  triunfado  en  las  márjenes  del 
Danubio  y  del  Vístula,  habéis  atravesado  la  Alemania  á  marchas  forzadas, 
hoy  vais  á  cruzar  la  Francia  sin  daros  un  momento  de  reposo. 

«Soldados,  os  necesito;  la  espantosa  presencia  del  leopardo  está  man- 
chando los  continentes  de  España  y  Portugal.  Que  huya  aterrado  á  vuestro 


(i)  El  célebre  naturalista  La  re  pede  hablaba  indudablemente  por  ironía. 

N.  del  T. 


DK  NAF01 RON  MI 

aspecto   llevemos  nuestras  Éguilai  triunfante*  hasta  las  columnas  fie  llcr 
rulis.  lili  también  lencnu*  ultrajes  qoi*  M-ugar 


Soldados,  babees  aventajado  la  táma^HoseJércilos  roñarnos  \»- 
m  habéis  igualado  la  gloria  de  los  ejércifbsde  Roma  que  triunfaron  en 
una  misma  campana  sobre  d  Rin  y  H  Eufrates,  en  Nina  j  lobre  eJ  Tajo 
«  Pa/  dilatada  y  prosperidad  duradera  sertn  el  premio  «I»'  vuestros 
afanes  \\\\  verdadero  Francés  no  puede  ni  del>c  lomar  descanso  basta  que 
los  mares  queden  libres  \  espeditOl 

•  soldados,  euaatobabets  hecho,  cuanto  bagáis  todavía  por  la  dicha 
del  pueblo  (ranees  >  por  mi    «loria,  quedara  carmínente  impn 
ixon. « 

palabraf  estreasaron  d  entusiasmo  de  los  soldados  del  ejérciin 
del  Norte   Ansiaban,  tras  taltal  guerras  fomentadas  por  la  Inglaterra   ti  • 
taStaitñualbS  Conseguidos  M>bie  sus  aliados     encontrarse  caía  a  cii.i  \ 

babénemí  coa  los  soldadoi  de  aquella  rema  de  los  mares,  mostrada  re 
todas  las  proclama*  como  h  «'terna  enemigs  dd  continente 

Kl  primer  ni»r|Mi.  formad»)  de  aquellos  magníficos  j  temibles  batallones, 
siln»  de  Parñi  d  28  dt  setiembre  a  mi  órdenes  dd  mariscal  \  ictor  \l  atra 
vesar  la  eapiL-.!.  le  salieron  al  enrnenlro  el  prefecto  ilel  Sena  J  H  apunta 
miento 

Pero  antes  de  acaudillar  personalmente  las  tropas  queemiaUi  l 
paña  .  al  impulso  fementido  del  otar  en  U*  campos  de  hbiN  qm-  N 
poleon  lanfiounr  de  nuevo  su  amistad .  avistándose  ron  eJ .  al  parerer 


-,ÍM 


HISTOKIA 


ton  anhelo  de  entrambos.  Se  hacia  caigo  de  la  precisión  de  conferenciar 
con  aquel  principe  que,  después  de  él,  era  el  mas  poderoso  de  los  monar 
cas  del  continente,  sobre  todas  las  cuestiones  actuales  de  la  política  euro 
pea,  y  principalmente  sobre  los  negocios  de  España.  Erl'urth  fué  el  sitio 
convenido  para  avistarse,  y  entrambos  emperadores  llegaron  á  princi- 
pios de  octubre:  lodos  los  príncipes  de  la  confederación  del  reino  habian 
asistido  como  para  formar  un  cerco  de  palaciegos  coronados  en  torno  de 
su  esplendoroso  dueño.  Napoleón  habia  mandado  que  la  compañía  cómica 
francesa  le  siguiera  para  hacer  mas  agradable  á  su  encumbrado  amigo 
su  residencia  en  Erfurtli.  Eo  una  de  las  representaciones,  Alejandro  apa 
rentó  penetrar  con  sumo  alborozo  y  vitoreó  con  ahinco  \r.  verso  cuya 
aplicación  hicieron  todos : 


La  amistad  do  un  prohombre  es  don  divino. 

Pasaron  ocho  dias  en  festejos ,  pero  no  quedó  olvidada  la  política 


|)|     \\:h||mN 


t  OH  l<*  l».iu«i<i-  ii  s  \  riiversiouei  iban  alternando  intimo*  coloquio*  Y\ 
emperador  di  Ku*ia  se  mostró  oficioso  en  inclinar  la  Inglaterra  á  la  pa*  . 
y  un  firmó  con  Hayolron  mm  arta  nnrj  eoneeptaosa  con  «le  objeto,  pe 
ro  H  porvenir  \a  a  demostrar  <n  sinceridad,  aprobó  enteramente  la  puerro 
do  Rspana,  porque  veta  ana  llanuda  ventajosísima  lejos  dd  Norteen  aqoH 
.•m|Hñ(i  contra  la  molocion.  y  además  una  coyuntura  para  debilitar) 
malparir  !a  Francia  e  Inglaterra  p  lisa  coj  i  compdcnd  •  ora  m.is  Icroi 
ble  parar!  imperio  raso 

Sepan  ion»** entrambos  «olieninovinuy  pag  idos  mutuamente.  <l  I 
nrtnbre,  conceptuándote  Napoleón  sinceramente  amico  de  Alejandro,  * 
no  sonando  en  que  íleon  dhi  ri  leeir  «leí  mismo:  K*  nn  (•ncgodrl 

B."»jO    Impeity) 

Kl  I8deortobce.deapertdor  estabadg  Bant  load  <4»im 

ibas  ilespars,  visito  H  Hateo eoa  taanperatríi  >  conversó laraubin 
con  los  artistas  que  se  habían  afanado  en  .tributar   ol«cquin*  oVmi  |*o 
pió  temple  al  esclarecido  amparador  de  las  artes. 

» i  •_' ".  ^-  verificó  la  apertura  <lel  cuerpo  lejisJaliro  Conceptuándose 
muy  nfianaado  |»or  parta  tle  bi  taaj  i  li  ibló  H  emperador  o»nfia«lan>Miir 
ile  sus  intentos  \  esperantas  respecto  á  Rspana    •  hneni  1-arimil.n  dr 


;<)<> 


O*  D 


HISTORIA 


aquella  Providencia  que  ba  protejido  constantemente  nuestras  armas  es, 
dijo ,  que  las  pasiones  hayan  cegado  á  los  consejeros  ingleses  para  que 
depongan  el  resguardo  de  las  olas ,  y  presenten  por  fln  su  ejército  en  el 
continente.  Dentro  de  algunos  dias  marcho  á  ponerme  al  frente  de  mi  ejér- 
cito, y  con  aj  uda  de  Dios  coronar  en  Madrid  al  rey  de  España  y  plantar  mis 
águilas  en  los  muros  de  Lisboa,  El  emperador  de  Rusia  y  yo  nos  hemos 
avistado  en  Erfurth,  y  hemos  convenido  y  quedado  invariablemente 
acordes  para  la  paz  y  la  guerra. » 

Con  efecto ,  el  emperador  salió  de  Paris  el  I  í)  de  octubre,  y  llegó  el  5 
de  noviembre  al  castillo  de  Marrac.  El  5,  su  cuartel  jeneral  se  iiallaba  en 
Vitoria,  y  el  9  en  Rúrgos,  después  de  una  victoria  del  mariscal  Soult  con- 
tra el  ejército  de  Estremadura.'-El  mismo  dia,  el  mariscal  Victor  derrotaba 
el  ejército  de  Galicia  en  Espinosa  de  los  Monteros. 

El  plan  de  Napoleón  era  aislar  á  estos  dos  ejércitos  desviándolos  para 
destrozarlos  separadamente.  Habia  dirijido  á  Victor  contra  Rlacke,  y  á 
Ney  y  Moncey  contra  Castaños  ,que  mandaba  siempre  el  ejército  de  Anda- 
lucía, mientras  que  se  colocaba  él  mismo  con  Soult  y  una  reserva  de  ca- 
ballería, confiada  á  Ressieres ,  en  el  centro  de  las  operaciones. 

Esta  distribución  de  sus  fuerzas  habia  sido  acertadísima,  pues  el  ejér- 
cito de  Estremadura  quedaba  disperso,  y  el  de  Galicia  aniquilado.  Los 


DI    \\\'<>\  ROt>  S97 

riijiüvosde  l.i  refriega  <!••  Kspinosa  Intuido  ntatado  rcnf-gaaeau 
Reinóse  .  la  aproximación  dd  imróod  800H  los  prrnv»  «  ahamlonar  *ro 
provisiones]  coserá,  tafeado  que  enriscarse  «l.^or.li*na«l*mcni«'  por  lm 
monta  «I**  León 

l-a  derecha  «1**1  ejército  franca  estaba  flnlcraasaiils  ofidMa,  ^rnm 
la  ifqoferda  m*  bailaban  foletos,  que  nandaba  «  «najo*,  y  rasiaoo».  H 
vencedor  de  Beylen.  Mientras  que  Souli  r  croma  ••  «Irvumil  » i>  pmtin 
cía  de  Santander,  el  emperador  encargó  al  mari*  il  lianna  la  pcrwncíon 
de  I"-  ejércitoi  de  tragón  >  <!»•  tndalucia  Kl  mariscal  Xej  m»  situó  mire 
Sori  i  j  larasona,  para  oortaii 
tic  derrota,  >  arrojarle  tobre  Valencia 

Laa  maniobras  de  Lannea  pwcisarop  i  los  jeoei  da  espartóla  a  una 
retirada  entre  Tndela  v  Ctacante.  vlh.  al  arrhnodel  Hm.»  \  contando 
<on  cnarenta  >  cinco  mil  hombres,  creyeron  podei  trabar  la  contienda 
pero  d  rnariscel  Launas  los  derroto  i  ompletamente  >  \riici»vil»r«' réstanos 
mismo  d  blasón  trances  comptoaaetido  en  Bayka  \m  batalla  «V  huida 
costó  á  los  i  apañóla  neta  mil  boaabres,  tremía  caAooa  >  mci»*  bamlfra** 
Pandos  -  retiró  sobre  taratoaa    j  fraffrftw  sobre  CaatUbv 

Al  salárosla  nueva  victoria,  Na|x>loon  ilriYrmino  nimbar  dsrecta 
inenie  sobre  Madrid,  dejando  a  Sooll  »  la  derecha  para  ;irrrhar  lea  moví 
mientosdebu  provincias  occidenUües,  j  i  Lannes  ala  tequíenla  pararon 
lea-er  los  restos  dd  ejército  de  tragón  Se)  continuó  atalayando  H  ejército 
de  tndaluda  Pero  el  patriotismo  español  era  incansable  Nuevas  quintas 
en  Kitrpmadnra)  Castilhi  habían  planteado  de  improviso  na  nucro  ejéi 
rito  de  veinte  mil  hombres,  que  vino  á  presentarse  al  paso  «1**1  emperador, 
intentando  cerrarle  d  dalUadero  de  Somocáerra  i  os  primeros  cuerpo* 
rranceses  rueron  electivamente  detenidos  cierto  rato  i>or  el  fuego  «IV  la» 


598  HISTORIA 

baterías  que  defendían  aquella  garganta  estreeha  y  de  empinada  subida 
Fué  precisa  la  presencia  de  Napoleón  y  el  ímpetu  irresistible  de  la  caballe- 
ría de  la  guardia  para  vencer  la  porfiada  resistencia  de  los  Españoles.  Pe- 
ro cuando  se  presentó  el  emperador,  á  una  señal  dada,  los  cazadores  y 
lanceros  polacos  dieron  una  carga,  y  en  un  instante  desapareció  todo  obs 
táculo.  El  ejército  francés  pasó  por  encima  del  enemigo,  acuchilló  á  los 
artilleros  sobre  sus  piezas  y  se  presentó  á  las  puertas  de  Madrid,  sin  hallar 
el  mas  mírjimo  rastro  del  ejército  español  que  habia  querido  detenerle  er: 
Somosierra.  Esta  acción  brillante  ocurrió  el  29  de  noviembre ,  siete  dia.; 
después  déla  batalla  de  Tudela.  El  \".  de  diciembre,  el  emperador  plantó 
sus  reales  cu  San  Agustín  cá  los  alrededores  de  la  capital,  que  capituló  el  i 
al  dia  siguiente  de  la  toma  de  Segovia  por  el  mariscal  Lcfebvre. 

Madrid  habia  pensado  al  principio  en  defenderse.  Cuarenta  mil  paisa 
nos  armados  y  ocho  mil  hombres  de  tropa ,  además  de  la  milicia,  estaban 
encerrados  con  cien  piezas  de  artillería.  Habíanse  abierto  zanjas  y  levan 
tado  parapetos:  todo  aparentaba  tenaz  resistencia,  pues  las  dos  intimacio- 
nes del  emperador  habían  sido  rechazadas  con  demostraciones  de  menos 
precio  y  enfurecimiento.  Entonces  empezó  el  fuego  dirijiéndolo  contra  el 
palacio  del  Buen  Retiro,  inmediato  al  pueblo.  Luego  que  el  mariscal  Víctor 
ocupó  aquel  punto  esencial,  después  de  sangrientos  reencuentros,  se  ama 
gó  á  la  villa  con  prontísimo  esterminio,  y  esta  amenaza  surtió  efecto.  Kl 
ejército  español  salió  de  Madrid,  la  milicia  se  marchó  también,  y  las  au 
toridades  Orinaron  una  capitulación. 

Napoleón  sobresalió  en  esta  conquista  con  un  rasgo  que  la  saña  del 
pueblo  español  no  pudo  alcanzar,  como  lo  hubiera  hecho  en  otro  tiempo 
El  mismo  dia  de  la  capitulación  de  Madrid,  quedó  suprimida  la  inquisi 
cion,  y  se  disminuyó  considerablemente  el  número  de  los'conventos 


i 


ni    s  IPOI  i  «»\ 

Napoleón  «lirijio  despean  mm  nueta  proclama  a  lo»  K*p»ñ< 

Un  hoeabra  alevosos  que  oí  están  descaminando .  h-«  «lijo 

han  empeñado  en  un»  lnrhn  desalmada         Ivntm  de  BOfOl  mo»e*  m  ha 

lira  roto  armado»  por  todas  las  dinamias  de  la»  íamorw^  populares  Han 

1    tIchh  m  marchas  para  derrotar  vuestros  •  vio  rti 

Madrid,  >  aunque  Ion  derechos  de  la  nuern  me  antorifan  para  hamr  un 

•  mínenlo  n  empapar  PO  ftangK  loi  ultraje*  herbó»  a  mi  %   a  la 
fninceaa .  10I0  be  atendido  á  mi  ámmm  ai       I  li  aabaí  d» ' 
■  I  .mi  dd  '2  «I»'  jumo  qu«'  trataba  de  M  vneatTO  i-  )•  un ailor     I  ka  dm 
rhos  fjM  BM  lian  lido  cedido»  por  loi  pnneq.es  de  la  nllima  dinaitH .  Ii  i 

pjerMoajM  nn.ii.se  lambuMi  el  di  ronqniela  Btfa  on  n*i.i 

mi^dispOiK»onej.  Aun  quiero  alabar  cuanta  generosidad  cabe  en  tuc-an* 
rooilOI    qni.  re  ronvciirrrmc  «Ir  que  os  han  encubierto  Micstrm  tfrdaoY 

ros  intereses K*panolcs.  vuestra  suerte  está  en  vuestras  mam 

rebad  rl  teárM  que  te*  Ingleses  han  sembrado  entre  totoaroi 
nuniilo.n.miM  »r  .qnmia  á  vwstni  prosperidad  v  engrandecimiento.   h« 
roto  las  (rabas  que  oprimían  al  pueblo;  una  eOMtita  KM  hl»eral  o*  fran 
-,nea  nna  monarquía  moderada  en  ve/  dr  una  autoridad  absoluta    Kn 
vuestra  mano  esta  que  esta  ronstitneion  sea  todavía  vuestra  |q 

•  Pero  si  todos  mis  roña  ti*  M  malogran,  aliadlo  al  terminal    % 
correspondéis  a  mi  confian /a  .  no  me  quedara  mas  arhilno  que  d  «le  Ira 
larosromo  provincias  COnqutSl  »r  i  mi  hermana  en  otro 
rntiMi.es  |.,tn,ir.'  ii  eorooa  de  Rspofti  nbre  mi  cabe/a  j  sabré  h 
respetar  ile  los  malvados,  porqne  l>ios  me  ha  dado  la  fuerza  j  la  voliin 
tad  necesaria  para  allanar  todo*,  los  obstáculos.  • 

■MOrdirieron  los  Bapanoltl  á  lodo  este  eumnlo  de  anicua/n»    I 
preciando  igualmente  las  promesas  de  lionaparte.    I'ero  no  en  vano  se 
pronunció  la  palabra  ennstituei ni ;  la  uallanha  castellan  a  la  .¡arbolo  en 
sr.s  pendones.  \  los  caudillos  de  la  insurrección  luv  ieron  que  projioi 
a  la  Kspana  una  conslitueion  mas  democrática  que  la  acordada  en  Itayoua 

Kl  correjidor  de  Madrid  .  encabe/ando  nna  diputación  déla  villa  lie 
\  o  á  los  pies  del  vencedor  la  espresion  de  unos  sentimientos  que  ni 
lian  en  los  corazones,  aero  coya  manifestación  había  Heajado  á  leí  imprrs 
rmdiNe  por  la  ocupación  militar  de  la  capital  Siento  .1  daño  que  luí 
pmlerido  Madrid,  contesto  el  emperador.  >  miro  .•  -m.»  mu  dicha  portara 
lar  .-I  lialn-r  |*vl.  I»  salvarlayeseiisarle  m  ■  inkM 

i  roMik  ociado  quedo  cnanto  cnndii/ca  al  m> 
dadanoa,  sabienfornanrongojosamUincritidm  -los  lo»  por 

DKM  \  todos  k»  individuos. 

•  He  conservado  las  órdenes  rchjiosas.  reduoeado  .1  numero  de  tos 
frailes    No  ha]  un  hombre  aaajajo  qne  ■  .  pensara  pie  eran  d.  manado 

m  H  «obrante  i!e  los  bienes  ile  lo*  convnMo*  be  alrn.li 


400  HISTORIA 

do  á  las  necesidades  de  los  párrocos  que  forman  la  clase  mas  interesante 
y  provechosa  del  clero. 

« He  abolido  ese  tribunal,  contra  el  cual  estaban  clamando  el  siglo  y 
la  Europa.  Los  sacerdotes  deben  dirijir  las  conciencias,  mas  no  ejercer 
ninguna  jurisdicción  esterior  y  material  sobre  los  ciudadanos. 


i  He  suprimido  los  derechos  usurpados  por  el  señorío  en  tiempos  de 
guerra  civil. 

«  He  suprimido  también  los  derechos  feudales,  y  cualquiera  podrá  es- 
tablecer posadas,  hornos,  molinos,  fábricas,  almadrabas  y  dar  vuelo  es- 

pedito  á  su  industria El  egoismo,  la  riqueza  y  la  prosperidad  de  un 

corto  número  de  hombres  dañaban  mas  á  vuestra  agricultura  que  los  ca- 
lores de  la  canícula. 

« Así  como  no  hay  mas  que  un  solo  Dios ,  no  debe  haber  en  un  estado 


1*1    KAMI  i  n\  401 

mas  qor  nna  sola  Jlkil  Mal  I M  jmlioa*  particulares  habían  sido  MR 
peda*  y  eran  contraria»  a  lo»  derecho»  de  la  nanon .  y  por  lanío  lea  be 
abolido 

•  Tamlurn  be  «la«l.>  i  conocer  .i  oaila  uno  lo  que  podía  lemer  y  «ape- 
rar 

•  Ningún  ajuttflo  hay  capa»  de  diferir  por  mucho  tiempo  la  ejec» 
rion  de  mis  voluní 

•  Loa  Borbones  ya  no  pueden  reinar  en  Kiiropa 

•  Li  |.  ii.  ti.  i.  >ii  jwwlrá  lanar  en  sos  opiniones,  se  han  «lesmandadn  en 
dtMMlMpaalooes;  pem  vuestros  niclos  me  henderiráaeoMOá  IMÉI 
regenerador,  y  contarán  en  el  número  de  lo»  días  memórala  lo*  une  he 
pasado  con  vosotros.  • 

Durante  su  corta  residencia  en  la  capital  de  las  Kspanas.  Napoleón  se 
dedico  á  inspeccionar  el  desempeño  y  mantener  el  buen  proceder  de  sus 
tropas.  Paso  H  O  de  diriembre,  en  la  dehesa  de  las  Guardias ,  retíala  al 
ruerpo  del  mariscal  l,elebvrc;  el  tO.á  los  rojimirntns  tW  l.i  ronfederacion 
del  Rin.  y  H  1 1 ,  á  la  caballeria  en  la  que  deacollaban  los  lanceros 
K<  coronel  de  eate  hermoso  cuerpo  recibió  de  manos  del 
aquella  última  revista.  I  >  rnu  de  comendador  de  la  l-epon  de  Honor. 

Desdo  Madrid  remitió  Napoleón  al  Monitor  una  nota  desmintiendo  Li 
respuesta  dada  por  la  emperatriz  auna  diputación  del  cuerpo  lejisla  ti  vo. 
y  en  la  que  Josefina  había  colocado  este  cuerpo  en  la  cumbre  de  las  jerar 
qmas  políticas  diciendo  •  que  representaba  la  nanon  • 

N  i|H»!eon  declaró  en  su  periódico  ministerial  «que  el  primer  represen 
i  inte  de  la  nanon  era  el  emperador. 

Se  ha  clamado  mucho  contra  esta  pretensión,  y  sin  embargo  era  con 
íorme  al  orden  legal  de  la  époea  y  fnndad.i  ante  todo  en  la  prepotencia 
de  los  hechos 


ví  y 


i  I 


I  ! 


¡ 


402  HISTORIA 

El  pneblo,quehabia  colocado  en  el  solio  á  Napoleón,  primero  con  sus 
aclamaciones,  y  luego  con  sus  votos  manifestados  de  un  modo  cualquiera, 
debia  hallarse  mejor  con  aquel  representante  que  con  una  junta  cuyo  nom- 
bramiento le  era  ajeno. 

Y  además,  ¿era  por  ventura  adecuado  el  cuerpo  lejislativo  para  go- 
bernar á  la  Francia  y  hacer  frente  á  todas  las  urjencias  de  su  situación  en 
medio  de  las  circunstancias  en  que  se  hallaba  la  Europa,  como  lo  hizo 
Napoleón?  No,  por  cierto.  Él  era  pues  el  que  tenia  en  sus  esclarecidas  y 
poderosas  manos  todo  el  destino  presente  y  próximo  de  la  nación ,  era  su 
verdadero  representante,  y  no  la  junta  inservible  que  solo  era  de  suyo  un 
destello  del  poderío  imperial ,  por  el  modo  con  que  se  efectuaban  las  elec- 
ciones ,  y  que  hubiera  sido  incapaz  de  ejecutar  lo  que  realizaron  el  brazo 
robusto  del  dictador  y  el  numen  del  hombre  grande. 

Sin  embargo ,  mientras  que  el  emperador  se  afanaba  en  Madrid  por  la 
organización  de  la  España ,  lo  cual  no  le  imposibilitaba  el  zelar  las  espre- 
siones y  los  actos  de  las  personas  que  le  representaban  en  París ,  las  ope- 
raciones militares  continuaban  en  las  provincias  españolas,  en  donde  el  al- 
zamiento seguia  retoñando  por  todas  partes  de  sus  cenizas. 

Los  Ingleses  habían  dejado  el  Portugal  para  acudir  en  auxilio  de  la 
capital  de  la  monarquía  española ;  pero  el  jeneral  Moore,  perdiendo  la  es- 


I»K  NAPOLEÓN 
peranra  de  Itcppir  á  tiempo,  vanó  de  repente  de  pUn  e  ide»  •  I  mt 
atravesarse  sobre  Vallailolirl  pata  corlar  las  comunicaciones  ilH  iJfrtMll 
francés  ;  p*ro  ll  redundo  rn  Mimo  descalabro  Acometido  por  «na  parir 
cortado  por  oír» ,  tuvo  qnr  rontram.irrh.ir  desventuradamente  sobre  I*» 
lencia.  contrarestado  y  perscsnido  por  el  mariscal  Sonll .  hasta  la  i  •  ■ 
N  dondfl  fu»*  mortalmrntc  hendo  después  de  haber  perdido  «lir/  mil  luán 
bres .  caballos  .  canon»  y  promisiones  de  toda  ríase  l,os  rcstm  de  h 
rilo  tuvieron  mucho  tralmjo  en  hacerse  á  la  tela .\  ibawJotWOI  ln 
al  mariscal ,  después  do  una  vana  tentativa  de  defensa  que  duro  tres  di«< 
Sonll  había  dispersado  también,  durante  esta  persecución .  el  cuerpo  espn 
ñol  de  la  Romana  que  so  habia  refujiado  en  las  montañas  d<-  uiunas 


i' 


404  H  ISTMIA 

El  emperador  había  salido  al  encuentro  á  los  Ingleses  luego  que  supo 
su  movimiento  sobre  Madrid,  y  las  operaciones  habían  empezado  en  Gali- 
cia bajo  sus  órdenes  y  en  su  presencia.  En  los  primeros  dias  de  enero,  su 
cuartel  jeneral  se  trasladó  sucesivamente  á  Astorga  y  Benavente.  También 
lo  estableció  ,  duranteestaespedicion,enTordesillas,en  las  obras  esterto- 
res del  convento  de  Santa  Clara,  en  donde  murió  Juana  la  Loca ,  madre 
de  Carlos  V.  Estaba  aquel  convento  construido  sobre  un  alcázar  morisco, 
conservándose  todavía  un  baño  y  dos  hermosas  salas.  La  abadesa,  de  edad 
de  setenta  y  cinco  años,  se  presentó  al  emperador,  quien  la  recibió  con  su- 
ma distinción  y  le  dispensó  varias  gracias. 

En  Cataluña,  (iouvion-Saint-Cyr  habia  entrado  por  traicionen  Barce- 
lona, después  de  haber  tomado  á  Rosas,  y  el  marqués  de  Vives,  derrotado 
en  Canledcu,  se  habia  malquistado  con  la  junta. 

Así  desde  la  llegada  del  emperador  á  España  todo  habia  mudado  de 
semblante,  la  victoria  habia  vuelto  bajo  sus  banderas,  tan  oficiosa  y  veloz 
como  lo  habia  sido  hasta  entonces  en  Alemania  y  en  Italia. 

En  menos  de  dos  meses,  el  ejército  inglés  habia  sido  aniquilado,  el 
cuerpo  de  la  Romana  destruido ,  la  capital  recobrada  y  ocupadas  las  prin- 
cipales provincias.  Los  desastres  de  Dupont  y  Junot  quedaban  así  desagra- 
viados con  ventaja.  Si  los  Españoles  persistían  en  su  encono  al  dominio 
francés,  el  gabinete  inglés  empezaba  á  temer  sin  embargo  que  viniesen  á 
quedar  inutilizados  por  mucho  tiempo  y  subyugados,  si  no  reunidos;  y  á 
pesar  de  la  apariencia  de  su  rendimiento,  no  por  eso  hubiera  salido  menos 
frustrada  la  lejitimidad  en  esta  primera  guerra,  la  mas  próspera  de  cuan 
tas  había  sostenido  contra  la  revolución.  Era  por  lo  tanto  preciso  que  aban- 
donase la  España  el  numen  incontrastable  que  habia  venido  á  destruir  las 
grandes  esperanzas  ideadas  después  de  las  capitulaciones  de  Haylcn  y  de 
Cintra.  La  diplomacia  inglesa  se  encargó  de  llamarle  al  Norte  y  obligarle 
otra  vez  á  dividir  sus  fuerzas.  No  fué  la  frusta,  aun  resentida  del  tre 
mendo  descalabro  recibido  en  Jena,  la  que  sirvió  esta  vez  de  instrumento 
al  gabinete  de  San  James ;  tampoco  fué  la  Rusia ,  pues  no  habia  cicatriza- 
do sus  llagas  de  Friedland  ,  y  además  no  se  hubiera  atrevido  á  manifes- 
tar tan  pronto  la  hipocresía  de  las  protestas  amistosas  de  Erfurth ;  fué  el 
Austria,  vuelta  en  sí  del  abatimiento  que  habia  manifestado  después  de 
Austerlitz ,  la  que  consintió  en  provocar  otra  vez  al  vencedor»harto  jene- 
roso  que  la  habia  indultado  indiscretamente.  Tres  años  de  paz  y  de  sosie- 
go le  habían  bastado  para  reorganizar  sus  ejércitos;  se  sentia  dispuesta  á 
sostener  la  campaña,  y  si  alcanzaba  triunfos,  entonces  la  diplomacia  vete- 
rana manifestaría  que  ya  no  se  conceptuaba  atada  en  Berlin  y  en  Peters- 
burgo  por  el  tratado  de  Tilsitt,  así  como  tampoco  se  habia  creído  mania- 
tada en  Viena  por  el  de  Presburgo.  Cualquiera  que  sea  el  caso,  hay  siempre 
la  seguridad  de  hallar  un  refujio  en  la  jenerosidad  del  vencedor;  y  si  se 


DK  \  \l»n|  }n\  KM 

IMilivm  nuevo»  desmane* .  se  firmar*  nn  nuevo  ir»  l  ido    Podran  impo 

norv  alguna*  concaÑooei  territoriales ;  prro  H  solio  quedara  siempre  in 

.  nln  bo  BapaAa  lacauai  de  h  antigua  «oiwrania  «trayendo  i»u 

tremendo  ■ntigpiiiíl  ni  interior  do  la  Jermaun 

Napoleón  h  bailaba  bo  ValladoHd  emdo  Mipo  las  disposiciones  boa 


"c 


A^ 


*  i 


liles  y  los  armamentos  dd  \u>ti  ia    Después  de  recibir  en  aquella  ciudad 
i  epetidM  digitaciones  llegadas  de  Madrid,  decretó  la  supresión  de  un  COI 


rento  de  dominicos,  eu  donde  habían  muerto  á  un  soldado 
trandosc  propicio  á  los  benedictinos,  que  solo  se  dedicaban  á 


4!)(i  HISTORIA 

al  cultivo  de  la  literatura,  y  quehabiau  salvado  la  vida  á  muchos  France- 
ceses,y  salió  atropelladamente  de  España  para  regresar  á  París,  á  donde 
llegó  el  25  de  enero  de  1809. 


X*^—^.^! 


capiti  u>  \\i\ 


«Mi   #■!   Anuro 


su  regreso  de  Bayona,  en  agosto  de  1808. 
supo  Napoleón  que  el  Austria,  ruyo ademan 
fue  muy  ambiguo  durante  la  «imparta  de 
Prusia ,  dejaba  entrever  intentos  avieso» 
contra  la  Francia,  Con  este  motivo  hablo  Mi 
rebozo  á  M .  de  Metternieb ,  embajador  de 
1  aquella  potencia ,  que  habia  ido  con  H  coer 
po  diplomático  a  San  Cloud  para  obsequiar  á 
S.  M.  I.  y  K.  el  día  de  su  festividad.  Kl  em 
bajador  se  desaló  en  protestas  pacifica*  por  sn  corte  y  manifestó  que  los  ar 
mámenlos  tachados  ante  d  gobierno  francés  no  tenian  mas  que  un  objeto 
dcMMifO  Napoleón  le  replicó  lo  impropia  que  era  aquella  demostración, 
puerto  que  ningún  motivo  de  zozobra  mediaba  para  H  Austria .  cnanto 
mas  anuncios  ni  remotos  de  rompimiento  i  (.reo  «in  embargo . 
que  VMOtfO  emperador  no  quiere  la  guerra;  cuento  con  la 


//  7 


408  HISTORIA 

me  dio  en  nuestra  conferencia.  No  pueden  caberle  enconos  contra  mí.  Ocu- 
pé su  capital  y  la  mayor  parte  de  sus  provincias,  y  todo  se  lo  devolví 

¿Creéis  que  hubiera  obrado  con  igual  moderación  el  vencedor  délos  ejér 
citos  franceses  que  hubiera  sido  dueño  de  París?  ( M.  de  Metternich  y  todos 
los  diplomáticos  y  príncipes  de  la  liga  han  respondido  á  esta  pregunta  en 

abril  de  Í8I4) Amaños  personales  os  arrebatan  á  donde  no  quisierais 

ir.  Los  Ingleses  y  sus  parciales  son  los  que  providencian  estos  yerros;  ya 
se  están  aplaudiendo  con  la  esperanza  de  ver  otra  vez  la  Europa  incendia- 
da  »  Mr.  de  Metternich  insistió  en  negar  las  miras  hostiles  de  su  go- 
bierno. Mas  adelante  y  á  principios  del  mes  de  marzo  de  -1809,  cuando 
Napoleón  volvió  de  Madrid ,  por  temor  de  un  próximo  rompimiento  acar- 
reado por  la  corte  de  Viena ,  el  embajador  austríaco  osó  tener  idéntico 
lenguaje  con  Mr.  de  Champagny,  ministro  de  negocios  estranjeros.  «Si  el 
emperador,  le  dijo,  abrigaba  verdaderamente  zozobras  acerca  de  lo  que 
se  llama  nuestros  armamentos,  ¿porqué  no  me  habló  de  ello  en  vez  de  re- 
servarse de  mí,  convocando  las  tropas  de  la  Confederación?  nos  hubiéra- 
mos esplicado  y  probablemente  entendido.  —¿Y  deque  hubiera  servido 
eso?  respondió  el  ministro  francés.  ¿De  que  sirvieron  iguales  pasos  dados 
cinco  meses  ha?  El  emperador  ya  no  os  habla,  porque  entonces  os  haLló 
en  vano ,  porque  habéis  perdido  para  él ,   vuestras  promesas  falaces,  la 

fe  que  se  concede  al  dictado  de  embajador Además,  el  emperador  no 

os  pide  nada  sino  que  le  dejéis  gozar  de  la  paz;  no  quiere  la  guerra ;  pero 

os  la  hará,  -si  le  precisáis.  No  os  ha  dado  el  mas  mínimo  pretesto No  sé 

hasta  qué  estreñios  van  á  lanzaros  esas  disposiciones;  pero  si  se  entabla  la 
guerra,  será  porque  así  lo  habréis  querido. » M.  de  Metternich,  confuso,  se 
retiró  quejándose  de  que  no  se  le  trataba  cual  debia  en  las  tertulias  de  la 
corte ,  y  M.  de  Champagny  le  replicó  que  la  corte  de  Viena  era  la  que  ha 
bia  faltado  á  su  propio  decoro,  por  no  haber  ejecutado  las  promesas  que 
habia  hecho  su  embajador.  Aquel  ministro  comunicó  al  senado,  en  la  se 
sion  del  i  4  de  abril,  ambas  conversaciones,  la  suya  y  la  del  emperador  con 
el  embajador  austríaco ;  manifestó  los  preparativos  hostiles  de  la  corte  de 
Viena,  y  según  su  iuforme,  un  consejero  de  estado  presentó  una  minuta  de 
senado  consulto  que  ponia  cuarenta  mil  reclutas  á  la  disposición  del  mi- 
nistro de  la  guerra.  Se  adoptó  la  propuesta,  y  el  senado  añadió  una  ma- 
nifestación en  la  que  reproducía  las  memorables  palabras  que  Napoleón 
habia  espresado  en  una  carta  al  emperador  de  Austria.  «Que  las  provi- 
dencias de  V.  M.,  habia  dicho  Napoleón,  manifiesten  coníianea  y  la  lo- 
grarán. Hoy  dia  la  mejor  política  se  cifra  en  la  llaneza  y  la  verdad.  Que 
me  confie  sus  recelos  cuando  se  los  ocasione ,  y  al  punto  los  desvaneceré. » 
Francisco  11  habia  confiado  sus  zozobras  al  gabinete  de  Londres,  y 
cuando  el  senado  francés  votaba  nuevas  quintas  y  aprobaba  los  prepara- 
tivos de  guerra,  ya  habían  empezado  las  hostilidades;  el  Austria  habia  pu- 


DI  N  M'»|  )  iiN 
binado  «m  manilie*to  i  invadido  Im  r<l*1m  de  h 
Napoleón  (Win.  romo  su  ministro,  que  no  habui  «Ubi  »  U  roete  de  Viena 
•-I  nm«  mínimo  prcte*to  para  un  rompimiento.  %  acaso  repetía  romo  en  I** 
campana*  de  \n*lrTh!/  v  «le  Jrna.  «pie  no  sabia  lo  que  de  H  querían  ni  por 
qué  peleaba  Sin  embargo  el  gabinete  MUlrfMO  se  bahía  espitando  en  tíf- 
minot  «Ir  desvanecer  *n*  aprensiones  .  >  dar  A  piil.n«l.r  que  no  era  por 
i  «i  arioi  particular»**  .  sino  por  moúvm  jcncrolc*.  por  una  •  ue*tton  euro- 
yen .  por  la  causa  tjtjc  lab*]  «Mijcn«lra«lo  todas  la*  .  nligaonnes  anteriores 
y  qnr  había  quebrantado  la  fe  jura«la  en  el  campamento  de  \ii«icrh(/  y 
asentada  en  el  tratado  «lo  rreshurgo.  Kra  la  reproducción  <le  lo*  manific.* 
loa  .Ir  la  l'.nropa  añeja  desde  d  de  Brunswick  era  una  nueva  cru/a.h  OS* 
ti  consejo  Áulico  estaba  predicando  contra  ol  rnrmtgo  enmun  ,  estoca  , 
contra  la  Frauria.  H  siglo  \  l.is  máxima-,  nuevas  de  que  NnpoJeun  erad 
representante. 

1 1  \uMria  m  había  declarado  en  U  de  abril,  y  el  lo  »u>  ejercito»  «alian 
a  campana.  F.I  VI,  d  emperador,  enterado  por  d  telégrafo  de  que  d  ene- 
Daajo  había  pasado  el  Inn.  se  marcho  al  instante  de  Parí*,  el  ir.  de 
abril,  llego  á  Ihllmgen  y  prometió  «I  rey  de  Batiera  que  dentro  de  quince 
.has  le  restituiría  .1  su  capital  de  dondi  el  tf»MÍa«Gnrtoi  k  había  arroja 
do;  d  17,  estuvo  en  iMiiaurit.  y  «hjoá  sm  soldados  en  una  prorlama: 

■  toldados,  h.i  m,|o  atrofiado  .-I  territorio  <le  la  confederación  H  |i 
neral  austríaco  quiere  «pie  huyamos  ,il  tspoetO  «le  sus  armas  y  queoVsam 
|varrroos  a  nuestros  aliado*   Yo  llego  con  la  vclocnlad  de  una  centella 

•  Soldados,  vosotros  Be  «atabais  en  torno  cuando  el  soberano  «le  \ns 
tría  uno  a  mi  campamento  de  Morana:  le  oísteis  implorar  mi  ciernen.  1 1 
y  jurarme  amistad  eterna.  Vencedores  en  tres  guerras  ,  todo  lo  debí.»  d 
\ustria  a  nuestta  jenerosidad;  tre-»  \«vin  fue  perjura.   Nuestros  triunfos 

paandoason  l>  prenda  segura  «le  la  ridoriaque  mi  espera. 

•  Marchemos  pues,  y  que  a  nuestro  aspecto  el  enemigo  reconozca  a  su 
v  encedor. » 

0  \  usina  había  contado  con  la  ausencia  de  Ninoleou  y  «le  m  guardia 
y  con  la  (alta  délas  aguerridas  tropas  de  Marengo  y  de  Austerht/.  Sabia 
«pie  solo  quedaban  ochenta  mil  Franceses  desparramados  por  toda  la  Ale 
mama .  y  su  ejército,  dividido  en  nueve  cuerpos  á  las  órdenes  dd  arriuda 
«jue  <  arlos.  %sceodia  a  quinientos  mil  hombres  Sus  primeros  m.nmi.  n 
tos  habían  sido  venturosos.  El  rey  de  Bañera  había  huido  de  Munich  al 
asomo  dd  archiduque,  quien  había  marchado  vdoiiaimsmnili  dd  Inn  al 
Iser.  B  ejército  francés  te  hallaba  á  la  saxoo  disperso  por  una  linea  de 
jnas.  lo  cual  le  esponia  a  quedar  acorralado  y  sueesitamrnte 
FJ  jeneral  austríaco  lo  había  advertido  y  te  nwstraba 
cuando  la  llegada  de  Napoleón  dio  nuevo  aspecto  é  los 
\maino  d  ardimiento  en  d  príncipe  Carlos  y  en  su  ej^éreito, 


4Í0  HISTORIA 

al  contrario  mas  y  mas  el  denuedo  en  el  soldado  francés.  Todo  lo  descar- 
riado quedó  repuesto.  El  emperador  acudió  al  arbitrio  de  sus  asombro- 
sas maniobras,  y  cumplió  la  palabra  que  habia  dado  al  rey  de  Ba viera, 
pues  antes  de  acabarse  los  pocos  dias  lo  acompañó  triunfante  á  su  capital. 
El  25  de  abril,  el  monarca  bávaro  hizo  su  entrada  en  Munich,  y  Napoleón 
en  seis  dias  alcanzó  otras  tantas  victorias  contra  el  ejército  austríaco.  Has- 
ta eH  9  no  se  habia  podido  dar  alcance  al  enemigo,  y  dos  triunfos  esclare- 
cieron aquel  diacon  la  refriega  de  Pfaffenhoffen  y  la  batalla  de  Tann.  En 
el  reencuentro  de  Peissing,  el  tremendo  57°., mandado  por  el  valiente  coro 


nel  Charriere, abonó  su  nombradla;  acometió  solo  y  derrotó  sucesivamente 
seis  Tejimientos  austríacos.  El  20,  nuevo  encuentro  en  Abensberg,  nueva 
batalla  y  nuevo  triunfo  para  los  Franceses.  El  enemigo  se  mantuvo  firme 
una  hora  y  dejó  en  poder  del  vencedor  ocho  banderas ,  doce  piezas  y  diez 
y  ocho  mil  prisioneros.  El  2\ ,  el  empeño  de  Landshut  completó  la  derrota 
del  dia  anterior.  En  aquel  trance,  el  jeneral  Mouton,  acaudillando  una  co- 


i»i    NAPOLEÓN  ni 

Inmnn  de  granadero* ,  so  arrojo  por  modín  (Ir  la»  llama»  qu*  consumían 
uno  ilr  los  puente*  del  Isor.  •  Adelante  y  sin  tirar .  •  voceo  a  sos  (toldados 
roa  impela  atronador.)-  en  pocos  instantes  se  interno  en  la  andad. que  fué 
teatro  de  nna  sangrienta  lid  .  y  que  ol  rnnnmo  no  lardó  ai  desamparar. 
Kn  este  momento  rl  archiduque  Carlos,  al  frente  del  cuerpode  Rnhemia, 
sorprendió  en  Ratisbona  nn  destacamento  de  mil  hombres  qne  estaba  en 
«argado  <lc  guardar  el  puente  y  que  se  dejo  acorralar  y  cojrr  por  falta  de 
habéreek  avisado  que  so  retirte*.  A  la  primera  noticia  de  esie  acontecí 
miento,  el  eni|ierador  juro  que  dentro  de  veinte  y  cuatro  horas  correría  la 
sangre  austríaca  en  Hatisbona  para  vengar  la  afrenta  hecha  a  sus  armas 
Couefocto,  el  22,  marrbó  contra  aquella  andad,  y  encontró  al  enemigo  con 
ciento  y  dio/  milhombres  qne  había  tomado  |M»sieion  en  Kckmiihl  Nueva 
coyuntura  filé  aquella  para  el  emperador  de  dar  una  batalla  reñida  y  alean 
/ar  un  grandioso  triunfo.  Kn  pocos  instantes  aquella  crecidísima  inerte 
atacada  por  todos  puntos  fué  arrojada  de  sus  postáODM  y  completamente 
derrotada  dejando  la  mayor  parto  de  su  arlillei  ia.  quince  banderas  v  \.  m 
te  mil  prisioneros    Kl  archiduque  (irlos  se  salvo  a  rienda  suelta. 

Al  día  siguiente  'i"» .  el  ejército  victorioso  se  presenta  dolante  de  Ratis 
bona  que  no  acierta  á  resguardar  la  caballería  austríaca  arrollada  por 
I -mués  poro  seis  rejimienlos  .pi«>  el  arelnduque  había  dejado  en  la  pía** 
tratan  de  defenderla.  Kl  emperador  acude  en  |>ersona  para  disponer  el 


4L2  HISTORIA 

avance,  y  queda  herido  de  una  bala  en  el  pié  derecho.  Al  punto  se  divulga 
esla  noticia  por  el  ejército,  y  los  soldados  se  agolpan  despavoridos ;  pero 
apenas  llegan,  cuando  Napoleón,  que  se  habia  hecho  curar,  vuelve  á  mon- 
tar á  caballo  en  medio  de  estruendosas  aclamaciones.  Pronto  se  escalan 
las  murallas  y  se  toma  la  ciudad  ;  cuanto  se  resiste  queda  pasado  por  las 
armas;  ocho  mil  hombres  son  los  rendidos. 

Entretanto  el  mariscal  Bessieres  persigue  los  restos  de  los  cuerpos  aus- 
tríacos derrotados  en  Abensberg  y  Landshut.  Los  alcanza  el  24  en  Neu- 
mark  en  el  momento  en  que  acaban  de  rehacerse  con  un  cuerpo  de  reser- 
va que  llegaba  sobre  el  Inn,  los  derrota  y  les  hace  mil  y  quinientos  prisio- 
neros. 

Aquel  mismo  dia  el  emperador  publica  en  Ratisbona  la  orden  siguiente: 


« Soldados , 

«  Habéis  correspondido  á  mis  esperanzas ;  habéis  suplido  el  número 
con  vuestro  denuedo,  señalando  gloriosamente  la  diferencia  que  media  en- 
tre los  soldados  de  César  y  los  ejércitos  de  Jérjes. 

«  En  pocos  dias  hemos  triunfado  en  las  tres  batallas  de  Tann ,  Abens- 
berg y  Eckmuhl  y  en  los  reencuentros  de  Peissing,  Landshut  y  Ratisbona. 
Cien  piezas  de  artillería,  cuarenta  banderas,  cincuenta  mil  prisioneros, 
tres  trenes  completos  y  tres  mil  carros  con  bagajes  y  todas  las  cajas  de  los 
rejimientos :  he  aquí  el  resultado  de  la  rapidez  de  vuestras  marchas  y  de 
vuestro  esclarecido  valor. 

« El  enemigo,  alucinado  por  un  gabinete  perjuro,  mostraba  trascordar 
lo  que  erais;  pronto  vuelto  en  sí,  os  está  viendo  mas  terribles  que  nunca. 
Poco  ba  atravesó  el  Inn  é  invadió  el  territorio  de  nuestros  aliados ;  poco 
ha  se  prometía  trasladar  la  guerra  al  regazo  de  nuestra  patria.  Hoy  der- 
rotado y  despavorido,  huye  desconcertadamente;  mi  vanguardia  ha  pasa 
do  ya  el  Inn  ,y  antes  de  un  mes  estaremos  en  Viena. » 

Esta  osada  predicción  tendía  cumplimiento  como  la  que  hizo  al  rey  de 
gaviera.  ¡Napoleón  vaá  dirijirse  rápidamente  contraía  capital  del  Austria. 
El  30  de  abril,  su  cuartel  jeneral  se  halla  en  Burghausen,  adonde  lacón 
desa  de  Armansperg  vino  á  suplicarle  que  la  restituyese  su  marido,  á  quien 
los  Austríacos  habían  llevado  prisionero  conceptuándole  afectísimo  á  la 
Francia.Aili  publicó  Napoleón  el  tercer  boletín  del  grande  ejerciten  el  cual 
arrebatado  con  el  recuerdo  de  las  conferencias  de  Austerlitz  y  olvidando 
que  no  hay  empeño  sagrado  para  los  príncipes  de  antiguo  linaje  con  los 
gobiernos  de  oríjeu  revolucionario ,  se  espresa  con  amargura  y  aspereza 
acerca  de  la  persona  misma  del  emperador  Francisco.  « El  emperador  de 
Austria,  dijo,  ha  salido  de  Viena,  y  á  su  marcha  ha  publicado  una  pro- 
clama redactada  por  Gentz ,  en  el  estilo  y  con  el  destemple  de  los  mas  ne- 
cios folletos.  Se  ha  dirijido  á  Schardiug,  posición  que  ha  elejido  cabal 


I 


l»K  NAPou.on  113 

ni  ni-'  para  no  estar  ai  ninguna  parte,  ni  cu  Ni  capital  para  gobernar  su* 
rsu.lm.ni  '"  ""  campamento,  ea*  don» Ir  hubiera  sido  nu  estorbo 
vible.  Difícil  r*  *rr  un  principe  ma«  endeble  y  fementido.  •  si  > 
esta  resuelto  a  destronar  ni  monarca  n  quien  ultraja  ron  tanta  solemnidad. 
«u  lenguaje  no  es  mu  qoe  injurioso ;  pero  si  debe  tratar  lodaffi  eoo  «l  y 
dejarle  en  eJ  wliodc  orí  grandiosa  j  respetable  monarquía.  »str  lengua 
je  a  inÓHscrOtO,  porque  vtertt  C0  el  alma  <I«*1  plioeipe,  tan  altamente  ni 
iraj  uto,  enconos  profundos  que  liaran  masque  mima  lotpecbosaa  y  es 
puestas  toila  paz  y  ali.ni/  i  <  00  '•>  COfaYttl  \iena. 

Kl  I*  (Ir  mi).'  el  .11.11  te|  JenOlll  H  asento  en  Itieil,  a  donde  llegó  de 
no,  he  d  uaapfradoi.  Kl  IV  un  cuerpo  ilc  treinta  mil  Austriaeo*.  resto  de 
loi  vrocidoi  da  l.indshut.  se  retirnlia  sobre  Kbcrsl>crg,  ruando  fai  alean 
zado  por  los  tiradores  del  Po  y  los  ea/adores  rorros  que  I»'  causaron 
da  p«-rdida  lU'ssirres  \  omlinoi  arnbahan  de  reunirse  con  Masscna  y  se  di 
njian  sobre  Klicrsberg.  amanando  en\olvcr  y  destruir  el  cuerpo  austríaco, 
H  jeneral  (Japarede  marchaba  aJ  frente  con  su  división  que  apenas  conta 
batióle  mil  hombre  I  leajaejW  ImÜM  di^embocado,  el  cnctiiigo,  en  po 
siciou  ventajo»  i.  no  quiso  aguantar  que  llegasen  los  diferentes  cuerpos  del 
ejército  francés  que  le  pcrsrgiiian .  ttOOÓ  la  dnision  de  vanguardia  dea 
pues  de  balier  incendiado  la  ciudad  que  estaba  construida  de  madera.  Kn 
un  instante  el  incendio  lo  abraso  lodo,  hasta  los  primeros  áreos  del  poen 
te  Kl  fuego  detuvo  en  su  marcha  a  Dcmiens,  que  poJlbo  el  puente  con  la 
■  aUillena  para  sostener  á  Claparede.  Kste  jeneral  tuvo  que  defenderse  so 
lo|»or  es|iacio de  tres  botas  000  Míe  mil  hombres  contra  treinta  mil.  Pero 
al  lin  se  abrió  paso  por  medio  de  lasllamas.  y  los  jenerales  leerand  y  l)u 
rosno]  llegaron  por  diferentes  puntos.  Kl  soldado  francés  descolló  con  pro- 
dijios  de  intrepidez  y  de  valor.  Kl  castillo  fué  tomado  é  incendiado,  y  el 
er.emujo  se  retiro  dtNordcnadameiitc  hasta  Knns .  en  donde  quemó  H 
puente  para  resguardar  su  fuga  por  el  rumbo  de  Viena.  I -os  Austríacos 
perdieron  doce  mil  hombres  en  la  refrieua  de  Khcrsberg  ,  en  estos,  líela 
mil  quinientos  prisioneros.  Kl  quinto  boletín  condecoró  en  estos  términos 
a  los  vencedores  de  este  día 

•  la  división  de  Claparede,  que  forma  parte  ile  los  granaderos  de  Owtt 
not,  se  ha  cubierto  de  gloria ;  ha  tenido  trescientos  muertos  y  seiscientos 
herÑlos  K*  ímpetu  de  los  batallones  de  tiradores  del  Po  y  de  caradores 
corzos  ha  llamado  la  aleación  de  todo  el  ejército.  Kl  puente .  la  nadad 
y  la  posición  de  Kbersberg  pregonarán  alta  y  perpetuamente  su  deooedo 
Kl  viajero  se  detendrá  y  dirá:  —  Aquí  fué,  con  esta  hermosa  posmoo  y  es- 
te puente  tan  grandioso  y  míe  castillo  tan  fuerte  por  su  situación,  donde 
siete  mil  K ranéese*  desalojaron  A  treinta  y  cinco  mil  Austríaco».  • 

Kl  enijHTador  recibió  en  sus  reales  de  Kl»er*berg  una  diputación  de 
¡os  estados  de  la  Mta  \ostria.  Kl  4,  durmió  en  Knns  en  el  castillo  dd  con 


414  HISTORIA 

de  de  Awesperg,  y  se  volvió  á  hallar  el  6  en  la  famosa  abadía  de  Molck,en 
donde  schabia  detenido  durante  la  campaña  de  1805,  y  cuyas  bodegas 
abastecieron  por  esta  vez  al  ejército  de  algunos  millones  de  botellas  de 
vino.  Al  pasar  delante  de  las  ruinas  del  castillo  de  Diernstein  en  un  cerro 


elevado  mas  allá  de  \Iolck  y  por  el  rumbo  de  Viena,  el  emperador  dijo  al 
mariscal  Lannes  que  se  hallaba  á  su  lado:  « Mira,  allí  está  el  encierro  de 
Ricardo  Corazón  de  León.  También  él  fué  como  nosotros  á  Siria  y  á  Pa 
lestina.  El  Corazón  de  León,  mi  valeroso  Lannes,  no  era  mas  denodado 
que  tú.  Fué  mas  afortunado  que  yo  en  San  Juan  de  Acre.  Un  duque  de 
Austria  lo  vendió  á  un  emperador  de  Alemania  que  le  mandó  encerrar  ahí. 
Era  en  tiempo  de  barbarie.  ¡  Qué  diferencia  con  nuestra  civilización !  Ya 
se  ha  visto  cómo  he  tratado  al  emperador  de  Austria  pudiendo  hacerlo 
prisionero.  Pues  con  los  mismos  términos  volveré  á  tratarle,  no  porque 
yo  lo  apetezca,  sino  porque  la  época  así  lo  requiere. »  Razón  tenia  Napo- 
poleon:  pues  la  época  le  hacia  jeneroso,  esclarecido  y  magnánimo  después 
de  la  victoria;  el  siglo  obraba  en  él,  cuando  apuntaba  por  sus  procedimien- 
tos con  los  monarcas  vencidos  la  distancia  que  media  entre  nuestra  civi- 
lización y  la  barbarie.  Pero  si  se  muestra  hijo  de  la  civilización  con  la  so- 
beranía añeja  ,  esta  permanecerá  por  el  contrario  digna  de  su  oríjen, 
mostrándose  observantísima  de  los  errores  de  la  barbarie.  El  numen  del 
siglo  XIX  habia  sido  el  huésped  cortés  y  benévolo  del  campamento  de  Aus- 
terlitz;  el  desenfreno  de  la  edad  media  será  el  alcaide  feroz  de  Santa  He- 
lena. 

Desde  Molck  se  trasladó  el  cuartel  jeneral  del  emperador,  el  dia  8,  á 


flK   N\IM»I  ION  M  . 

San  Poltrn  IVm  día*  después,  á  la«  nnetc  de  la  mañana ,  Napoleón  se  Im 
Hala  á  la«  puertas do  \  icna 

i  '  <l*  allí  mandando  rl  archiduque  Maximiliano  hermano  (H»rm 
jh  r.iiri/  Trato  do  defenderla  y  lerba/n  ron  altucj  l*«  pr  imeres  intima 
<  ÍOMI  que  se  le  hicieron  Aquel  principe  btsono  estrrmó  mi  ceguedad  has 
l«  rl  punto  do  decretar  una  especie  de  o\  ación  *  un  caudillo  de  motín 
que  había  qneliranlado  el  derecho  de  joules  en  la  persona  de  un  edecán 
.1.1  muitc.il  I  annes  ,  cimado  como  parlamentario  .  mando  pasear  Innn 
talmente  al  mencionado  frenético  por  toda*  la»  calles  de  Viena .  montado 
.11  el  rahallo  nmmn  del  oficial  francos  que  había  «ido  coltanlomentc  aaal 

i  I  <  mperador  era  dueño  da  loa  arrabales,  que  forman  las  dos  tetóme 
partes  de  la  población  de  aquella  capital.  Allí  organizo  una  guardia  mi 
rn  y  municipalidades  que  enviaron  una  diputación  al  archiduque  «apocan- 
dolé  que  mirase  por  sus  moradas:  mas  el  principe  ai  desentendió  de  la  su 
plica  y  continuó  el  fuego.  Knlónccs  el  emperador  tuto  qoe  disponer  el 
bombardeo  I  na  batería  de  retóte  morteros,  colorada  á  cien  toceos  de  las 
murallas,  empeced  1 1  á  las  nuevede  la  noche,  y  en  menos  de  cuatro  ho 
ras  disparo  mil  y  ochocientas  bombas  sobre  la  ciudad,  la  cual  A  poco  ralo 
esturo  ofreciendo  alia  una  perspectiva  de  i  olean  inmenso,  A  coya  falda  se 
rciolwa  acA  y  acullá  atropelladamente  un  vecindario  despavorido.  í>os 
pues  de  mil  conatos  infructuosos  contra  la  faena  de  loa  sitiadores,  sabedor 
el  archiduque  de  que  los  Franceses  habían  pasado  un  brazo  del  Danubio,  y 
f  ruñando  que  le  cortasen  la  retirada,  salió  arrebatadamente  de  la  ciudad  A 


/,1fi  HISTORIA 

favor  de  la  noche,  dejando  al jeneral  O'Reilli  el  encargo  de  capitular.  Con 
■efecto,  al  rayar  el  dia,  aquel  jeneral  mandó  anunciar  que  iba  á  et-sar  el 
fuego, y  poco  después  envió  una  diputación  de  que  formaba  parte  el  arzo- 
bispo de  Viena,  y  Napoleón  la  recibió  en  el  parque  de  Schcenbrunn. 

El  mismo  dia  \2,  se  apoderó  Massena  de  Leopoldstadt.  Por  la  tarde  se 
firmó  la  capitulación  de  Viena,  y  el  13  á  las  seis  de  la  mañana,  Oudinot,  ca- 
pitaneando sus  granaderos,  ocupó  la  plaza.  Al  punto  se  publicó  la  orden 
del  dia  siguiente : 

«  Soldados , 

« Al  mes  cabal  de  haber  atravesado  el  enemigo  el  Inn,  en  el  propio  dia 
y  á  la  misma  hora  ,  hemos  entrado  en  Viena. 

«Sus  landwehres,  sus  levas  en  globo,  sus  resguardos  levantados  pol- 
la saña  desvalida  de  los  principes  de  la  casa  de  Lorena,  no  han  contrares. 
lado  vuestras  miradas. 

«  Los  príncipes  de  esta  alcurnia  han  desamparado  su  capital,  no  como 
soldados  pundonorosos  que  se  avienen  á  las  circunstancias  y  á  los  reveses 
de  la  guerra,  sino  como  perjuros  á  quienes  persiguen  sus  remordimien- 
tos. 

« Al  huir  de  Viena,  el  incendio  y  la  muerte  han  sido  sus  despedidas  de 
los  habitantes,  y  asemejados  á  Medea,  han  degollado  á  sus  hijos  por  sus 
propias  manos. 

«  Kl  pueblo  de  Viena,  huérfano  y  en  total  desamparo,  según  la  esprc- 
sion  de  la  diputación  de  sus  arrabales ,  será  el  objeto  de  vuestras  atencio- 
nes. Tomo  al  vecindario  bajo  mi  protección  especial.  En  cuanto  á  los  albo- 
rotadores y  malvados,  haré  con  ellos  un  escarmiento  ejemplar. 

« Soldados,  sed  avenibles  con  el  paisanaje  bondadoso,  con  este  hon 
rado  pueblo  que  se  hace  muy  acreedor  á  nuestro  aprecio.  No  hay  que  en- 
greimos de  todos  nuestros  triunfos;  veamos  en  ellos  una  prueba  de  la 
justicia  divina  que  castiga  al  ingrato  y  al  perjuro. 

«  NArOLEON.  ■ 


Persistía  siempre  en  la  guerra  el  ejército  austríaco,  aun  después  del 
abandono  de  su  capital.  Al  resguardo  del  Danubio,  cuyos  puentes  habia 
volado  en  Viena  y  lugares  circunvecinos,  estaba  en  acecho  d^coyuntura 
adecuada  para  tomar  la  ofensiva.  El  puente  de  Lintz  fué  el  primer  punto 
de  sus  ataques;  pero  Vandamme  le  opuso  porfiada  resistencia,  y  Bernadot 
te ,  que  acudió,  logró  derrotarlo  completamente.  Por  su  parte  Napoleón 
estaba  ansiosísimo  de  atravesar  el  rio  para  terminar  aquella  gloriosa  cam- 
paña. Llamaba  entonces  su  atención  la  reconstrucción  del  puente.  Massena 
habia  ido  colocando  varios  sobre  los  brazos  del  Danubio  que  riegan  la  isla 
de  Lobau;  y  Napoleón  determinó  valerse  de  ellos  para  el  tránsito  de  todo 


DL  N  uni.l  <>\  ¡17 

el  ejército.  En  Ira  «lias  loi  caernos  de  Launcs.  Hossiercs  y  Masscna  se  ba- 

llaion  trasladados  a  la  isla,  desde  la  nial  se  comunicaba  ron  la  orilla don- 
cha  (M>r  un  ponte dfl  barras  de  qoioieolM  toesas  de  largo  y  que  cabria 
tres  braxo>  del  rio.  Otro  puente  de  anas  sesenta  toesas  «Ir  largo  unía  la 
isla  ron  la  orilla  izquierda.  \  por  <  I  desembocaron  sin  tropie/o.el  día '21  do 
mayo,  trrinta  y  rinro  mil  hombres  para  colocarse  en  batalla  desde  \s 
|mtii  hasta  Kssling  Pero  a  las  rualn»  de  la  larde  clarrhiduqurCarlo*,  que 
había  reunido  todos  los  restos  de  los  diferentes  coerpoi  tostriacoi  derrota 
dos  cfl  Naviera  y  que  había  heeho  afamar  sos  reservas,  M  premié  al 
frente  de  cien  mil  hombres  y  se  descolgó  sobre  los  nirr|H>s  de  M.iwn.i. 
Linnes  y  Bcssieres.que  eran  los  uniros  del  ejército  francés  que  habian  pa 
s.idi»  a  la  izquierda  del  Danubio.  Masscna  fur  el  primero  atacado  en  As- 
pero  J  M  mantuvo  á  |>esar  de  la  inferioridad  del  numero  bacieodo  prodi 
jios  de  valor  ;  lo  mismo  ejecutó  Lanncs  en  Kssling,  mientras  que  Bcssio 
res  daba  brillantes  cargas  de  caballería  contra  el  centro  del  enemigo  sitúa 
do  entre  ambas  aldeas 

>  el  fuego  al  cerrarla  norhe.  Los  dea  mil  tostriacoi dd  principe 
C-árlos  no  habían  podido  conseguir  que  retrocediesen  una  pulgada  los  Ireio 
ta  y  rinro  mil  Franceses  de  MasM-na.  Laooes  y  Bossirres.  Megan  los  re 
róenos  y  fatalísima  jornada  es|iera  el  día  siguiente  al  archiduque.  Con 
efecto,  los  granaderos  de  Oodinot,  la  división  deSau  Hilan  e.  dos  brigadas 
de  caballería  lijera  y  H  tren  de  artillería  pasaron  los  puentes  de  noche  y 
ocuparon  sus  posiciones  en  la  linea  di-  batalla.  Napoleón  lo  dispuso  todo 
para  una  gran  victoria.  A  las  cuatro  de  la  mañana  el  enemigo  volvió  á  dn 
la  señal  del  avance ,  atacando  la  aldea  de  Aspen  ;  pero  .Masscna  estaba  allí 
para  defenderla.  Aquel  guerrero  esclarecido,  cuyo  denuedo,  serenidad  y 
conocimientos  militares  nunca  descollaban  mas  altamente  que  en  los  tran- 
ce! apurados,  no  se  contentó  con  rechazar  á  los  Austríacos  en  todos  sus 
ataques;  tomó  pronto  él  mismo  la  ofensiva  y  arrolló  las  columnas  que  se  le 
oponían.  Al  mismo  tiempo  Lannes  y  la  nueva  guardia  se  arrojaba  allá  eon- 
tra  el  ejército  austríaco  con  el  intento  de  zanjar  la  comunicación  de  en 
trombas  alas.  Todo  cedió  ante  el  heroico  mariscal,  y  la  victoria  era  ya  cier- 
ta y  decisiva,  cuando  á  las  siete  de  la  mañana  informaron  al  emperador 
que  una  avenida  del  Danubio  arrebatando  plantíos,  balsas  y  hasta  los  ras- 
tros de  habitaciones ,  se  había  llevado  el  gran  puente  que  enlázala  la  isla 
de  Loba  o  .011  la  orilla  derecha  y  que  formaba  e¡  único  medio  de  corauní 
cacion  entre  los  cuerpos  empeñados  en  la  orilla  izquierda  y  el  resto  del 
ejercito  trances,  ion  tamaña  novedad,  Napoleón  no  teniendo  mas  que 
caneáosla  mil  hombres  para  hacer  frente á cien  mil,  manda  suspendere! 
movimiento  hacia  delante ,  dando  orden  á  sus  mariscales  de  que  conser- 
ven  solamente  sus  posiciones  para  efectuar  después  su  retirada  a  la  isla  de 
U>ba u  ('.limpíese  puntualmente  la  orden   Jeuerales  y  soldado».  scMinn-n 


418  HISTORIA 

esforzadamente  el  honor  de  la  bandera  francesa.  E!  enemigo,  sabedor  de 
la  rotura  de  los  puentes  que  habían  detenido  el  parque  de  reserva  del  ejér- 
cito  francés,  privándole  así  de  municiones,  se  atreve  á  tomar  la  ofensiva 
sobre  todos  los  puntos.  Ataca  al  mismo  tiempo  Aspern  y  Essling  por  tres  ve- 
ces y  otras  tantas  queda  rechazado.  El  jeneral  Mouton  descuella  capitanean- 
do los  fusileros  de  la  guardia.  El  mariscal  Lannes,  á  quien  el  emperador 
habia  encargado  conservar  el  campo  de  batalla,  desempeña  heroicamente 
aquella  disposición,  y  coopera  eficazmente  á  salvar  tan  preciosa  porción  del 
ejército  francés,  cuya  existencia  acababa  de  comprometer  un  fracaso.  Pero 
aquel  servicio  señalado  era  el  postrero  que  tan  esclarecido  guerrero  debía 
hacer  á  su  país  y  al  gran  capitán  ,  que  era  mas  bien  su  amigo  que  su  amo. 
Una  bala  le  lleva  el  muslo  al  terminarse  la  jornada,  y  aunque  se  le  hace  la 
amputación  y  con  un  éxito  que  infunde  esperanzas,  no  vienen  estas  á  rea- 
lizarse. Llevan  en  hombros  al  mariscal  ante  el  emperador,  quien  no  pue- 
de contener  sus  lágrimas  al  ver  herido  de  muerte  á  uno  de  sus  mas  queri- 
dos compañeros  de  armas.  «  Preciso  era,  dice,  volviéndose  á  los  que  le  ro- 
deaban, que  golpe  tan  atroz  traspasase  mi  corazón  en  este  dia  para  que 
pudiese  hacerme  trascordar  á  mi  ejército.  »  Lannes  ,  que  habia  perdi- 
do todo  el  conocimiento,  recobró  el  sentido  hallándose  junto  á  Napoleón,  y 
atrojándose  á  sus  hombros  le  dice:  « Dentro  de  una,  hora  habréis  perdido 
»l  que  muere  con  la  gloria  y  el  convencimiento  de  haber  sido  y  de  ser 


I»|     N  U*0|  I  <»N  ll'l 

\ucstro  mejor  amigo  •  1 1  maria  .ihni»  todavía  diez  di 
dios  la  esperanza  de  salvarlo;  pcw  una  calentura  maligna  Ir  arrebato  el 
"i  do  mayo  en  \ icna   •  Ba  el  monwolo  de  dejar  la  «ida.  ha  dicho  Ñapo 
l<  un.  el  hombre  so  apega  n  rila  ron  todo  su  ahinco  L-innov  rl  ma*  «ilion 
le  «Ir  todos  los  hombres,  aunque  privado  <le  entrambas  pierna».  no  QM 

i  ii  morir A  rada  instante  andaba  el  desventurado  pregiintait«l<»  101  «I 

emperador :  se  asía  de  mí  eon  lo  que  le  quedaba  de  «nía  ;  no  quería  y  no 
|M'n*aha  sino  en  mi  Kspeeiedo  instinto .  pues  seguramente  amaba  masen 
tr  añabloinonle  a  su  mujer  y  á  sus  lujos.  «  sin  embargo  no  hablaba  de  cll<x. 
I-M,pie  nada  podía  esperar  ;  él  era  quien  los  resguardaba,  mientra*  por 
••I  contrario  \  o  era  su  protcetor.  Yo  era  en  confuso  como  algo  alia  «upe 

rior .  era  su  pro«  ideneia  .  y  me  imploraba Imposible  se  liana .  anadia 

Napoleón .  imposible  sor  mas  valiente  «pío  Mural  y  (jinnes  Kl  primero  no 
había  pasado  de  valiente,  pero  el  talento  de  l-annes  sehabia  engrandecido 
\  ajigantado  al  nivel  de  su  valor..  Si  hubiese  vivido  en  estos  últimos 
tiempos,  no  creo  que  cupiera  en  su  pundonor  rl  menor  tioecabo 

I  ra  uno  de  aquellos  varones  capaces  de  cambial  la  faz  de  los  negon 
mi  influjo  y  su  prepotencia  personal.  • 

1  i  batalla  de  Kssling  dio  otro  golpe  al  afecto  privado  del  emperador  y 
arrebató  al  ejército,  en  el  jeneral  San  llilairc,  uno  de  sus  roas  esforzados  « 
entendidos  caudillos.  «  Kn  aquel  día,  dicen  las  Memorias  de  Napoleón  , 
fenecieron  los  jcnerales,  duque  de  Montebdlo  y  San  llilaire.  dos  héroes. 
kM  mejores  amigos  de  Napoleón ;  quien  prorumpio  en  Ingrimas  por  ellos. 
No  amainara  su  tesoo  por  los  fracasos,  y  no  fueran  infieles  á  la  gloria  del 
pueblo  francés.  •  listas  perdidas  crueles  causaron  sumo  desconsuelo  al  em 
llorador  y  clavaron  dolorosamente  su  pensamiento  en  la  no  nada  de  los  ne 
gorros  humanos.  Ksexibiendo  á  Josefina  el ."» I  de  Rayo  y  franqueándole  su 
quebranto  con  motivo  de  la  muerte  de  lannes,  que  había  fallecido  aquella 
mañana  .  prorumpioen  esta  amarga  reflexión:  •  Asi  se  acaba  todo,  •  olvi 
< lando  en  aquel  momento  la  grandiosidad  de  su  obra  y  la  inmensidad  de 
su  gloria  que  esperanzaba  perpetuar,  y  la  opinión  de  aquella  posteridad  n 

I I  (pie  otaba  tributando  cultos ,  y  cuya  justicia  no  podia  fallar  ni  para  él 
ni  ¡vira  sos  inmortales  coropa fieros  de  armas. 

l-i  jornada  de  Kssling,  sumamente  esclarecida  para  las  armas  franor 
sas ,  dejo  sig  embargo  la  victoria  indivisa  ¡  ambas  partes  se  atribuyeron  H 
triunfo.  A  los  ojos  de  la  Kuropa  era  un  revés  para  Napoleón .  habituado  a 
aniquilar  al  enemigo. el  no  haber  podido  desalojar  esta  veza  los  «tistriaros 
de  sus  posiciones  y  haber  tenido  que  guardar  las  suyas  por  un  i  nenien  te 
imprevisto  y  la  inferioridad  de  sus  fuerzas.  Kl  emperador  se  hizo  cargo  de 
que  tamaña  pausa  produciría  un  efecto  moral  en  estremo  desabrido,  asi 
en  Francia  como  eu  los  demás  países,  para  que  insistiese  en  no  agravar  su 
trascendencia  con  movimientos  refregados.  Determino  pues  mantenerse  en 


420  HISTORIA 

la  isla  de  Lobau,  que  al  principio  no  habia  debido  ser  mas  que  una  especie 
de  depósito  para  el  tránsito  del  Danubio,  y  en  la  cual  la  avenida  del  rio  y  la 
rotura  de  los  puentes  acababan  de  acorralarle  con  una  porción  de  su  ejér- 
cito. 

Por  su  parte  el  príncipe  Carlos ,  sobresaltado  con  los  movimientos  de 
Davoust,  que  estaba  bombardeando  á  Presburgo ,  no  se  atrevió  á  tomar 
la  ofensiva  y  se  decidió  á  fortificarse  entre  Áspera  y  Enzersdorf. 

Sin  embargo  Napoleón  activaba  la  recomposición  de  los  puentes,  y  muy 
en  breve  se  hallaron  restablecidas  las  comunicaciones  de  la  isla  con  la 
orilla  derecha.  Luego  se  supo  que  el  ejército  de  Italia  á  las  órdenes  del 
príncipe  Eujenio  habia  derrotado  completamente  en  San  Miguel,  el  cuerpo 
austríaco  de  lellachich  ,  tres  días  después  de  la  batalla  de  Essling,  y  que 
los  vencedores  habian  verificado  su  incorporación  con  el  ejército  de  Ale- 
mania en  las  alturas  del  Simmering.  Tan  próspero  acontecimiento  se  no- 
tició á  las  tropas  en  la  proclama  siguiente : 


« Soldados  del  ejército  de  Italia, 
«  Alcanzasteis  allá  esclarecidamente  mi  anhelado  objeto;  el  Simmering 
ha  presenciado  vuestra  incorporación  con  el  grande  ejército. 

« Sed  bien  venidos,  y  estoy  muy  pagado  de  vuestro  desempeño.  Sobre- 
cojidos  alevosamente  sin  que  vuestras  columnas  se  hubiesen  reunido,  tu- 
visteis que  cejar  hasta  el  Adijio;  pero  cuando  recibisteis  la  orden  de  mar- 
char adelánteos  hallabais  en  el  memorable  campo  de  Areola,  y  allí  triun- 
far jurasteis  sobre  los  manes  de  nuestros  héroes.  Habéis  cumplido  vuestra 
palabra  en  la  batalla  de  la  Piava,  en  los  choques  de  San  Daniel,  Tarvis,  Go 

riza La  columna  austríaca  de  lellachich.  que  entró  la  primera  en  Mu 

nich  y  dio  la  señal  de  los  asesinatos  en  el  Tirol,  envuelta  en  San  Miguel, 
ha  caido  bajo  vuestras  bayonetas ;  y  habéis  así  luego  ajusticiado  á  esos 
restos  que  se  habian  salvado  del  furor  del  grande  ejército. 

.«Soldados,  ese  ejército  austríaco  de  Italia  que  mancilló  momentánea- 
mente mis  provincias  con  su  presencia  y  se  jactaba  de  estrellar  mi  corona 
de  hierro,  derrotado,  disperso  y  aniquilado,  gracias  á  vosotros,  será  un 
ejemplo  de  la  verdad  de  esta  divisa :  Dios  me  la  da,  ah  de  quien  la  toque. » 
Siguió  á  la  incorporación  de  Eujenio  una  nueva  victoria  alcanzada  con- 
tra el  archiduque  Juan  y  el  archiduque  Palatino  de  Raab,  eH4  de  junio, 
cumpleaños  de  las  batallas  de  Marengo  y  de  Friedland.  Marmont  se  reu- 
nió también  con  el  ejército  grande  y  terció  en  el  ámbito  de  operaciones 
del  emperador,  después  de  haber  triunfado  en  Dalmacia.  Desde  entonces 
Napoleón  vio  que  habia  llegado  el  trance  de  dar  el  golpe  decisivo  para  el 
cual,  hacia  un  mes,  se  estaba  preparando.  Tras  la  sangre  inservible,  aun- 
que gloriosamente  derramada  en  Eylau ,  se  le  hizo  imprescindible  la  de 
Friedland;  y  después  de  Essling,  le  faltaba  todavía  Wagram,  cuyo  por- 


f)F  N  I  Mil  K>\  Vil 

iit.noi  ^ii.i.Umn*  dd  t ijésimo  quinto  bolftin.  que  participa  primer  MM  m 
Ir  rl  |»a<iO  «M  l>aniil>io.  el  l  da  julio  a  Im  din  <!••  h  norlie.  el  incendio  de 
ln/rivlmíy  nlgun.is  ventaja*  aleanaadaa  d  día  .*» 


M   «  \«.**w. 


•  Kl  enemigo,  aterrado  con  los  progresos  del  ejército  franca  y  ron  la* 
grandiosas  resultas  qne  iba  consiguiendo  por  instantes ,  puso  en  marcha 
todas  sus  tropas,  y  á  las  seis  de  la  tarde  ocupo  la  posición  siguiente  :  su 
derecha  deade  Stadatas  I  Ganadorf;  su  centro  desde  aquí  a  Wagram,  y  su 
izquierda  de  Wagram  y  Neusiedel.  Kl  ejercito  frnnn-s  tenia  su  izquierda  en 
<.r«>ss  V«.prm.  su  centro  en  Raschdorf,  y  su  derecha  en  (.linzcodorf.  Kn 
esta  posición  se  daba  por  cumplida  la  jornada .  estando  ya  dispuesto  para 
la  gran  tutalla  del  día  siguiente;  pero  se  evitaba  e  interrumpía  la  posición 
dd  «iiemigg.  imposibilitándole  el  idear  plan  alguno,  si  por  la  noche  se 
iviipaba  la  aldea  de  Wagram  :  entonces  su  linea,  ya  inmensa  .  sobrecoji 
da  de  improviso  y  con  los  trances  de  la  refriega ,  baria  vagar  a  bulto  y  sin 
nimbo  cierto  los  diferentes  cuerpos  dd  ejercito  y  se  alcanzaba  sumo  lo 
gro  sin  lance  de  la  mayor  entidad.  Verificóse  el  avance  sobre  Wagram 
nuestras  tropas  toman  aqodla  aldea  ;  pero  una  columna  de  Sajones  y  otra 
de  Franceses  se  tienen  á  oscuras  por  tropas  enemigas,  y  queda 
el  intento 


422  HISTORIA 

« Preparóse  entonces  la  batalla  de  Wagram.  Las  disposiciones  del  jene- 
ral  francés  y  del  austríaco  aparecen  inversas.  El  emperador  pasa  toda  la 
noche  agolpando  fuerzas  sobre  su  centro,  en  donde  se  hallaba  en  persona 
á  tiro  de  canon  de  Wagram.  Al  intento,  el  duque  de  Rívoli  se  encamina 
sobre  la  izquierda  de  Aderklau ,  dejando  en  Áspera  una  sola  división  con 
orden  de  cejar  sobre  la  isla  de  Lobau,  en  caso  de  novedad.  El  duque  de 
Auerstaedt  recibe  orden  de  estender  su  línea  mas  allá  de  la  aldea  de  Gross- 
hoffen  para  acercarse  al  centro.  El  jeneral  austríaco  debilita  al  contrario 
su  centro  para  guarnecer  y  aumentar  sus  estremos,  á  los  que  iba  dando 
mayor  estension. 

« El  C,  al  rayar  el  dia,  el  príncipe  de  Ponte  Corvo  ocupa  la  izquierda 
teniendo  en  segunda  línea  el  duque  de  Rívoli.  El  virey  lo  enlazaba  con  el 
centro  en  donde  se  hallan  eí  cuerpo  del  conde  Oudinot,  el  del  duque  de 
Ragusa,  los  de  la  guardia  imperial  y  las  divisiones  de  coraceros  formando 
á  siete  ú  ocho  de  fondo. 

«  El  duque  de  Auerslaedt  marcha  desde  la  derecha  para  llegar  al  cen- 
tro. El  enemigo,  por  el  contrario,  pone  el  cuerpo  deBellegarde  en  marcha 
sobre  Stadelau.  Los  cuerpos  de  Colowrath,  de  Lichtenstein  y  de  Hiller,  en- 
lazan aquella  derecha  con  la  posición  de  Wagram,  en  donde  se  halla  el 
príncipe  de  Hohenzollern,  y  al  estremo  de  la  izquierda  en  Neusiedelpor 
donde  desemboca  el  cuerpo  de  Rosemberg  para  dilatar  su  línea  sobre  el 
duque  de  Auerstaedt.  El  cuerpo  de  Rosemberg  y  el  del  duque  de  Auerstaedt 
haciendo  un  movimiento  inverso  se  tropiezan  al  rayar  el  sol,  y  dan  la  se- 
ñal de  la  refriega.  Acude  el  emperador  ejecutivamente  á  aquel  punto, 
manda  reforzar  al  duque  de  Auerstaedt  con  la  división  de  coraceros  del 
duque  de  Padua,  disponiendo  que  una  batería  de  doce  piezas  del  jeneral 
conde  Nansouty  coja  de  costado  el  cuerpo  de  Rosemberg.  En  menos  de  tres 
cuartos  de  hora ,  el  hermoso  cuerpo  del  duque  de  Auerstaedt  da  cuenta 
del  cuerpo  de  Rosemberg,  lo  arrolla  y  persigue  mas  allá  de  Neusiedel, 
después  de  causarle  mucha  pérdida. 

« En  aquel  mismo  punto  se  está  entablando  el  cañoneo  en  toda  la  línea 
y  las  disposiciones  del  enemigo  se  ponen  al  golpe  de  manifiesto;  toda  su 
izquierda  está  guarnecida  de  artillería:  aparenta  el  jeneral  austríaco  no  pe- 
lear por  la  victoria  ciñéndose  únicamente  al  intento  de  utilizarla.  Esta  dis- 
posición del  enemigo  se  conceptuó  tan  desatinada  que  se  temja  algún  lazo 
y  que  el  emperador  titubeó  un  rato  antes  de  providenciar  para  escarmentar 
al  enemigo.  Da  orden  al  duque  de  Rívoli  para  que  ataque  una  aldea  que 
ocupa  el  enemigo  y  que  estrecha  un  tanto  el  estremo  del  centro  del  ejér- 
cito. Manda  al  duque  de  Auerstaedt  que  envuelva  la  posición  de  Neusiedel 
y  siga  hasta  Wagram,  disponiendo  que  el  duque  de  Ragusa  y  el  jeneral 
Macdonald  formen  en  columna  para  tomar  á  Wagram  en  el  momento  en 
que  desemboque  el  duque  de  Auerstaedt. 


DE  NAPOLEÓN 

•  hiitrcUnto  llega  aviso  do  que  .1  enemigo  está 
■lamenta  la  aldea  tomada  por  el  duque  de  Rivoli .  que 


«2- 


itqmerda  por  espacio  de  Ir»  mil  tocsas  ,  que  se  esta  oyendo  ya  recio  ca- 
ñoneo por  la  parle  de  tirovs  Aspern.  \  que  el  intermedio  desdo  aquel  pun 
(o  á  Wagram  se  aparece  guarnecido  de  inmensa  Artillería.  Ya  no  cabe  du- 
da :  esta  el  enemigo  cometiendo  un  yerro  capital ,  y  hay  que  aprovechar 
lo.  Kl  emperador  manda  al  punto  al  jeneral  Macdonnld  que  forme  en  co- 
lumna de  ataque  las  dh  ímohps  de  Hroussier  y  do  Limarquc:  las  acompaña 
con  la  división  del  jeneral  Nansouty.  la  guardia  de  n  caballo  y  una  balería 
de  Menta  piezas  de  la  guardia  y  cuarenta  piezas  de  diferentes  cuerpos.  Kl 
jeneral  conde  de  Lauristoo,  al  frente  de  aquella  batería  de  cien  piezas  , 


¿*MI* 


marcha  al  trote  al  enemigo  y  se  adelanta  sin  disparar ,  hasta  medio  tiro 
de  canon .  empezando  allí  un  fuego  horroroso  que  acalla  el  del  enemigo  y 
derrama  la  muerte  por  sus  filas.  Entonces  el  jeneral  Macdonald  rompe  á 
paso  de  ataque  al  arrimo  del  jeneral  de  división  Heille  con  la  brigada  de 
«  y  tiradores  de  la  guardia ,  y  esta  marcha  por  el  frente  para  i 


424  HISTORIA 

zar  el  avance.  En  un  instante ,  el  centro  del  enemigo  pierde  una  legua  de 
terreno;  su  derecha  aterrada  conoce  el  peligro  de  la  posición  en  que  se  ha- 
lla y  retrocede  atropelladamente.  El  duque  de  Rívoli  la  ataca  entonces  de 
frente.  Mientras  que  la  derrota  del  centro  deja  despavorido  al  enemigo  y 
ataja  los  movimientos  de  la  derecha,  su  izquierda  se  halla  embestida  y 
amenazada  por  el  duque  de  Auerstaedt,  el  cual,  dueño  ya  de  Neusiedel,ha 
trepado  al  páramo  y  marcha  sobre  Wagram.  Las  divisiones  de  Broussier 
y  Gudin  se  han  cubierto  de  gloria. 

« Son  los  diez  de  la  mañana ,  y  ya  aun  los  mas  torpes  dan  por  decidi- 
do el  trance  y  por  nuestra  la  victoria. 

« A  las  doce,  el  conde  Oudinot  marcha  sobre  Wagram  para  auxiliar  el 
avance  del  duque  de  Auerstaedt.  Lo  consigue  y  toma  aquella  posición  im- 
portantísima. Desde  las  diez,  el  enemigo  tan  solo  seguía  peleando  en  reti- 
rada; desde  las  doce,  ya  esta  se  mostraba  patente  y  se  ejecutaba  sin  arre- 
glo, y  antes  que  anocheciese,  el  enemigo  se  habia  perdido  de  vista.  Nues- 
tra izquierda  estaba  colocada  en  letelsee  y  Ebersdorf,  nuestro  centro  sobre 
Obersdorf,  y  la  caballería  de  nuestra  derecha  se  adelantaba  hasta  Sonkir- 
chen. 

« El  7  al  amanecer ,  el  ejército  estaba  en  movimiento  y  marchaba  so- 
bre Korneuburgo  y  Wolkersdorf,  teniendo  avanzadas  sobre  Nicolsburgo. 
El  enemigo,  corlado  por  la  Hungría  y  la  Moravia,  se  hallaba  estrechado  por 
parte  de  la  Bohemia. 

•  Tal  es  la  narrativa  de  la  batalla  de  Wagram ,  batalla  decisiva  y  por 
siempre  célebre  en  que  trescientos  á  cuatrocientos  mil  hombres  y  mil  dos- 
cientas á  mil  y  quinientas  piezas  de  artillería  estaban  peleando  por  gran- 
diosos intereses  en  un  campo  de  batalla  escojido,  premeditado  y  fortificado 
meses  antes  por  el  enemigo.  Diez  banderas,  cuarenta  cañones,  veinte  mil 
prisioneros, entre  ellos  cuatrocientos  oficiales  y  gran  número  de  jenerales , 
coroneles  y  mayores  son  los  trofeos  de  esta  victoria.  Los  campos  de  bata- 
lla están  cubiertos  de  cadáveres ,  entre  los  que  se  cuentan  los  de  muchos 
jenerales  y  el  de  un  tal  Normann ,  francés  traidor  á  su  patria  que  habia 
mancillado  su  sobresalencia  contra  ella. » 

Por  la  tercera  vez,  Napoleón  se  hallaba  dueño  de  la  suerte  de  la  casa 
deLorena,  á  la  que  habia  acusado  de  ingratitud  y  de  perjurio  ante  la  Eu- 
ropa y  la  historia :  por  la  tercera  vez  aquel  vencedor,  tan  violento  en  sus 
amenazas  y  tan  terrible  en  sus  reconvenciones,  acoje  solicite  las  proposi- 
ciones pacíficas  de  los  provocadores  de  la  guerra,  cuyas  esperanzas  habia 
frustrado  la  jornada  de  Wagram ,  aniquilando  al  mismo  tiempo  todos  sus 
recursos.  El  emperador  de  Austria  pide  una  suspensión  de  armas,  y  Napo- 
león se  la  concede,  quedando  firmada  el  40  de  julio  en  Znaim.  Entáblanse 
inmediatamente  las  negociaciones  para  la  paz;  duran  tres  meses,  y  en  este 
tiempo  habita  Napoleón  el  castillo  de  Schcenbrunn. 


DH  NAPOLEÓN 

Kn  aquella  mansión  salir  H  devemlwrco  de  din  y  ocho  mil  Ing1«*!»«^ 
ni  la  isla  de  Wtkhefvn.  la  raprtularion  de  Hcsingn  \  la*  tentativa*  sobre 
\mberes  Al  punto  da  orden  a  lu  riHMlottc  y  al  ministro  l»arn  pira  que 
rolen  el  resgnardo  nV  cst»  ultima  playa  On  tflKlO  .  los  Inglese*  qn.  .1  n, 
rechazados  j  tienen  que  embarcarse  de  regreso  a  tualatcrra.  después  de 
haber  perdido  las  tres  cuartal  partes  de  aquel  ejército  espedí  ioáario  «Ir 
resaltai  de  enfermedades 

Kl  emperador  dispuso  que  so  formase  causa  al  Jeoeral  Moud  fue  m 
se  había  defendido  bastante  en  Fleainfja. 

Pero  asi  oomü  se  maestra  adusto  roa  los  que  m  lian  ajee  alado  ea  *n 
concepto  manto  habieron  podido  para  salvar  H  blasón  francos,  asi  se 
complace  en  vitorear  y  premiar  el  mérito  de  los  vahentes  y  aventajados 
que  le  auxiliaba  poderosamente  en  los  r.impoi  >  Bfl  los  consejos,  for  tan 
lo  tres  la  batalla  de  Wagram  nombro  tres  nueras  mariscales.  Oudinol . 
Mscdoaald  y  Marmont. 

Kl  ejército  francés  v  hallaba  entonces  situado  ea  lodos  los  puntos  de 
Memania.  desde  el  tmaukna  hasta  el  Klba  y  desde  el  Rin  hasta  el  Oder. 
KsU ocupación,  siempre  gravase  |»am  los  habitantes. los  predisponía  para 
escachar  con  agrado  todas  las  declamaciones  violentas  que  los  ajenies  de 
la  Inglaterra  y  los  emisarios  de  Viena  y  de  Ilerlm  hacían  cundir  contra  la 
I  inicia  y  su  candida.  Las  pobln<  ii  mes  alemanas  ignnralwn  los  pasos  de 
la  diplomacia,  y  poco  enteradas  de  la  falsedad  de  su  chanciller  ia.  solo  les 
constaba  que  la  guerra  «a  un  azote  para  Hlas  y  achacaban  naturalmente 
la  responsabilidad  á  quien  invadía  su  territorio  y  se  aparecía  insaciable 
en  sus  conquistas.  De  aquí  empezó  á  fermentar  desde  entonces  en  la  Jer 
mania  un  odio  nacional  contra  Napoleón  que  preparó  nuevos  y  temibles 
enemigos  entre  los  pueblos  al  representante  del  principio  popular  que  has 
la  entonces  habían  sido  desvalidos  entre  los  soberanos. 

V  sumaron  los  primeros  ímpetus  de  aquella  antipatía  en  Schcpobruno 
con  la  tentativa  de  un  joven  fanático  llegado  de  Krfurtli  a  Viena  pan  ase 
sinar  á  Napoleón.  Sobrccojido  en  H  trance ,  se  mantuvo  sereno  é  inaltera 
ble, sin  manifestar  el  menor  arrepentimiento;  y  mostrando  solamente  pe- 
s-ir  de  no  babor  muerto  al  emperador.  Napoleón,  qoiso  escudrinarle  el 
mismo  acerca  de  su  pais,  familia,  relaciones  y  costumbres.  Declaró  que 
se  llamaba  Straps  de  Krfurtli ,  y  que  era  hijo  de  «ia  ministra  luterano,  que 
nunca  habia  conocido  a  SeJiill  ni  a  Sehncider,  y  no  oslar  hermanado  con 
los  (raomaaones  ni  los  iluminados.  Preguntóle  el  emperador .  ñuño  no 
había  tratado  de  matarle  cuando  estuvo  en  Krfurtli  •  Kntooccs  dejabais 
respirar  á  mi  pais  .  respondió .  y  recia  la  paz  asegurada  •  Kste  joven  ao 
liabia  intentado  pues  traspasar  á  NapoWvn  .  sino  ni  autor  de  la  guerra ,  al 
conquistador  infatigable,  al  perturludor  del  sosieao  europeo  Si  lospoe 
blo>  de  Alemania  hubiesen  conocido  mejor  la  verdadera  planta  de  los  ne 

»t 


42f>  HISTORIA 

gocios  y  los  provocadores  efectivos  de  la  guerra ,  su  encono  se  asestara  y 
su  brazo  se  alzara  contra  sus  propios  gobiernos.  Napoleón  se  enteró  por 
las  respuestas  de  aquel  joven ,  basta  qué  punto  la  política  mendaz  de  sus 
enemigos  había  acalorado  las  cabezas  en  Alemania.  Dicen  que  hubiera  que- 


'Wliílí  1! 


rido  indultar  á  Straps,  cuya  lisura  y  tesón  le  habían  interesado,  y  á  quien 
por  otra  parte  conceptuaba  ciego  instrumento  de  las  pasiones  enardecidas 
por  la  vieja  diplomacia.  Pero  sus  órdenes  no  llegaron  á  tiempo.  El  joven 
alemau  recibió  la  muerte  con  la  mayor  frescura  voceando:  ¡viva  la  paz, 
viva  la  libertad,  viva  la  Alemania! 

La  paz,  que  también  tenia  sus  parciales  en  el  suelo  jermánico,  se  firmó 
finalmente  en  Viena  el  14  de  octubre  de  1800.  El  emperador  de  Austria 
se  allanó  á  nuevas  concesiones  territoriales  para  la  Francia  y  la  Sajonia,  etc. 

El  czar,  cuyos  anhelos  durante  la  guerra  se  habían  exhalado  proba 
blemente  por  los  enemigos  de  la  Francia ,  participó  también  de  los  despo 
jos  de  sus  aliados  secretos:  Napoleón,  que  creia  siempre  en  la  sinceridad 
de  las  demostraciones  de  Ermrth  ,  hizo  dar  á  Alejandro  la  parte  oriental 


DE  NAPOLEÓN  Vil 

itr  la  antigua  it.ilhrta,  ultArmniln  m  ifajajiaj|a  .1.  .  u  iii<*  »  ni.i-  mil  al 
mas  l.u.'go  (\\w  te  firmo  d  bHaoVí    mm  lt«»  it  MannnWlM  aaj¡ 
m  i  Francia  y  Regó  d  96  de  octubre  ¿íto 


CtPITtlM)    X\Y 


Cortíiendas  con  el  gappi   Imcoi  potación  di'     los  islados  romanos    goii 
el  Huberto    fvMMi». 


onde  quiera  habia  cesado  en  el  continente  la 
oposición  de  los  reyes  á  la  prepotencia  de 
Napoleón  y  á  la  pujanza  de  sus  armas.  Por 
donde  quiera  yacia  postrado  el  orgullo  here- 
ditario de  las  dinastías  y  de  las  aristocracias, 
. se  doblegaba  ante  la  gloria  plebeya  del  tro- 
no imperial  ó  se  guarecia  con  el  piélago  para 
encubrir  su  desdoro  y  sus  llagas.  En  el  me- 
diodía, la  casa  de  Braganza  habia  huido  al 
Brasil,  y  la  de  Ñapóles  se  habia  refujiado  á 
"^TfflBPWBSrtHSBBr^icilia  al  relumbro  de  nuestras  águilas  vic- 
toriosas ,  al  paso  que  los  Borbones  de  España  habían  acudido  á  implorar 


DE  NAPOLEÓN  m 

en  Bayona  d  arrimo  de  Napoleón  y  entregarle  mi  corona.  Kn  d  Norte  no 
retaban  mono»  humillados  los  altivo*  linajee ;  las  casa»  de  Urrna  y  de 
brando burgo,  poco  ha  tan  engreídas  y  rencorosas,  tenían  que  amainar  «os 
i  uolo*  v  solicitar  el  dictado  de  «liados  do  su  vencedor.  Por  mi  parte  d  ao 
UtIiio  autócrata ,  el  caudillo  de  la  nk  urina  e*claroi  uU  oV  Romano* ,  ha 
hia  aparentado  «lejar  d  papel  cabdlercsro  do  primer  campeón  dd  derecho 
divino,  aara  ilerirse  y  pro»  toman*  por  donde  quiera  d  edebrador  y  ami- 
go dd  pronombre  ámiicn  el  moul  n  utlucionario  entronizó «óbrela Freo 
ría.  y  á  cuya  corte  andaba  redoblando  embajadas  j  rendo».  I-a»  potencias 
menores  y  las  repúblicas  se  habían  visto  imprescindiblemente! 
en  aquella  oleada  inmensa  de  rendimiento  uimersaJ:  las  alte 
se  habían  puesto  bajo  la  protección  del  invicto  conquistador,  y  lo»  repu- 
blicanos bnlavos  le  habían  pedido  un  rey  de  mi  alcurnia .  al  paso  que  los 
de  Italia  le  daban  to  corona  de  hierro  y  que  la  confederación  helvética 
acedaba  mi  mediación  tan  temante. 

Sin  embarco  en  medio  de  la  postración  jenernl  que  causaban  en  unos 
<>l  pnsmo  y  en  otros  la  zozobra,  en  aquel  cuadro  grandioso  de  la  lujación 
i-omnn  de  las  monarmitas  y  de  las  repúblicas,  asomaba  allá  cierto  claro. 
Kn  un  rincón  de  Knropa .  al  estremo  ríe  la  Italia,  el  mas  débil  de  los  sobe 
ranos  poHfcVns  osaba  eootrares*ar  solo  al  dominador  universal.)  no  lerma 
desentonar  con  su  oposición ,  mi  vituperio  y  mis  amagos,  el  concierto  de 
alabanzas  y  adulaciones  que  retaba  resonando  de  estremo  i  estremo  dd 
- -ont mente.  Aquel  principe  pertinaz,  aquel  órgano  postrero  de  la  resisten- 
cia de  lo  pasado  á  tos  demandas  del  hombre  del  día .  era  d  papa ,  d  mis 
mo  qnc  había  dejado  el  palacio  Quirinal  para  consagrar  á  Napoleón  en 
París. 

El  papa,  tan  poco  temible  como  principe  temporal,  ¿acaso  podía  con- 
tar todavía  con  el  efecto  de  los  ra)  os  espirituales  ?  ¿Descollaba  en  Roma 
rebotando  depnjaaaa  y  vida  la  edad  media  que  se  desplomaba  ó  bambo- 
leaba por  todas  partes?  ¿Habían  padecido  menos  al  empuje  mortal  del 
tiempo  los  institutos  relijiosos  y  las  creencias  políticas  ea  las  que  habían 
fundado  su  imperio  los  soberanos  y  la  aristocracia? 

MU  estaba  la  historia  pregonando  lo  contrario.  Doscientos  anos  atrás 
sehalnaescntoejeFraM^áUsanmseoxíqnesusbiHnsenelabnii  aJ  pa- 
sar los  Alpej.  Tren  sidos  hacia  que  el  espíritu  filosófico,  las  teoría*  libera 
le*  y  rl  Ubre  escrutinio  habían  cercenado  casi  todo  el  Norte  de  I  uropadel 
señorío  penoJcal.  Uahia  la  racionalidad  brotado  en  Alemania  con  las 
cuestiones  Hiñeses .  reglándose  contra  las  potencias  y  soberanías  de  la 
edad  media,  la  revuniczon  en  la  iglesia  asina  acarreado  en  Inglaterra  la 
revolución  en  d  estado.  Verdad  ea  nao  en  Francia  d  cisma  y  la 
habían  al  parecer  respetado  d  fcono  de  san  tais,  ó  a  lo  menos  no 
logrado  aposentarse  en  d:  pero  nada  habia  aventajado  la  íe  roma 


450  HISTORIA 

esta  conservación  oficial  del  reino  cristianísimo.  Sin  hablar  de  los  ataques 
dados  á  las  tradiciones  del  Vaticano  con  la  aparición  del  galicanismo  que 
intentó  humillar  el  numen  de  Hildebrandoante  el  de  Itossuet,  un  revojucio 
nario  mas  osado,  poderoso  y  radical  que  el  cisma  y  la  herejía,  habia  iu- 
vadido  todas  las  clases  de  la  sociedad  francesa,  y  este  era  la  filosofía.  No 
era  su  afán  el  contraponer  altares  nuevos  á  los  antiguos ,  sino  tras- 
tornar todos  los  cultos  salpicando  de  dudas  todos  los  dogmas,  y  este  arrojo 
habia  logrado  su  intento.  Montaigne  y  Descartes,  Voltaire  y  Rousseau  ha 
bian  sido  para  la  santa  sede  enemigos  mas  azarosos  que  Lutero  y  Calvino. 

No  cabia  en  Pió  Vil  desentenderse  de  esta  verdad  que  han  ido  prego 
nando  sus  mismos  sucesores  en  solemnes  y  amargas  lamentaciones.  Pero 
Pió  VII  era  depositario  de  una  potestad  que  habia  avasallado  á  los  reyes 
y  gobernado  sin  contraste  la  conciencia  de  los  pueblos,  cuando  el  sacer- 
docio, único  poseedor  de  toda  ciencia  y  estudio,  y  centinela  descubridora 
de  la  civilización,  era  también  el  único  amparo  de  los  pueblos  contra  las 
demasías  de  la  irracionalidad  feudal.  Engreído  con  este  recuerdo  y  al  ar- 
rimo también  de  la  fe  que  le  mostraba  el  oríjen  de  su  autoridad  en  el  cie- 
lo, no  se  hacia  cargo  el  pontífice  romano  de  la  relajación  de  las  creencias 
sino  como  una  aberración  accidental  del  entendimiento  humano,  y  tanto 
por  altanería  como  por  su  instituto,  no  le  cabia  alcanzar  que  la  decadencia 
de  su  doctrina  hubiese  alterado  el  principio  y  debia  trascender  hasta  su 
dignidad  suprema. 

Pero  este  empeño  del  papa  era  solo  una  ilusión  gallarda.  No  cabe  du- 
da en  que  la  potestad  espiritual,  civilizadora  del  mundo  feudal,  no  se  ha- 
bia desplomado  tanto  como  el  feudalismo.  Natural  era  que  las  máximas 
relijiosas  que  habían  sobrepuesto  el  clero  á  la  nobleza  en  el  tiempo  de  su 
esplendor  común ,  contuviesen  un  tanto  su  esterminio.  Ningún  vacío  de- 
jaba en  el  estado  la  desaparición  de  la  aristocracia,  pero  no  hubiera  suce- 
dido otro  tanto  con  la  del  sacerdocio;  porque  si  es  obvio  á  la  filosofía,  tras- 
tomadora  del  orden  político,  sustituirle  otro  nuevo,  formar  una  república  ó 
una  monarquía,  labrar  una  constitución,  plantear  un  gobierno,  idear  una 
policía,  y  finalmente  hallar  hombres  y  leyes  para  salvar  interinamente  y 
con  mas  ó  menos  acierto  lo  material  de  la  sociedad  arrrollando  desconcier 
tQS,  nada  de  esto  cabe  en  el  orden  relijioso.  Allí  no  hay  organización  inme- 
diata que  esperar,  ni  voto  de  dogmas,  ni  encumbramiento  arbitrario  y  re- 
pentino de  individuos.  Entonces  las  creencias  añejas,  en  medio  de  su  men- 
guante ,  quedan  allá  como  escombros  grandiosos  á  cuyo  abrigo  se  acojen 
cuantos  tienen  que  orar  y  creer ,  cuantos  viven  de  hábitos  á  falta  de  fe. 

Aquella  perseverancia  servil  del  conjunto  de  los  fieles,  suficiente  para 
mantener  algún  asomo  de  movimiento  en  los  templos  y  encubrir  la  indi 
ferencia  de  las  almas  bajo  las  esterioridades  de  un  ejercicio  sin  trascen- 
dencia ;  aquella  perpetuidad  del  culto  en  medio  del  desmoronamiento  de 


DE  N  IPOI  l  «»n  431 

ku  doctrina*  y  de  I»  creencia*  piulo  mío  engatar  á  la  potestad  espin 
in.ll  .un <  i  de  mi  \ .  i dadei i  rilnadoa .  é  inducirla  á  conceptuar  que  aun  Ir 
quedaba  poderío  para  hablar  a  lo*  rr)«  y  emperadores  rl  aliño  lenguaje 
ild  monje  de  das] 

Deedc  IHO.».  |»oco  después  de  la  coronación  del  cm parador .  Tío  Vil 
había  querido  r radiar  la*  rsprrauzas  qnr  Ir  habían  determinarlo  a  Iramon- 
lar  lo»  Alpes  para  consagrar  rn  París  la  resolución  francesa  en  la  persona 
de  Napoleón  Estaba  pidiendo  de  eontÍNO  que  h  Ir .  -ntregasen  la*  leg»  *> 
nesy  se  engrandeciese  mi  trrritorio.  Fata  concesión  no  cuadraba  ron  las 
mirai  dd  emperador  sobro  Italia,  y  quedo  siempre  desatendida  Kntónces 
el  pontífice  se  arrepintió  de  haUr  tranqueado mi  ministerio  supremo  para 
un  ario  que  esc  luía  del  trono  rio  Francia  •  a  lo*  hijo*  primojcnito»  de  la 
igfeeia.  >  Su  pesar  y  desagrado  M  iiianifr*iarnn  ea  mi*  palabra*,  m  te» 
radas  y  m  todos  sos  pasos.  Rehusó  ob*tinarlamrntr  la  uistiti»  ion  rano 
nica  dr  lo*  obispo*  nombrados  por  rl  rmprrador  ron  arreglo  al  concorda 
to  .  \  siguió  franqueando  su»  punto*  á  los  Ingleses. 

Krta  conducta  enojó  á  Napoleón  y  escribió  al  papa  el  43  de  lebrero  de 


«  Por  intereses  mundano*  se  drjan  perecer  la*  alma* 

•  >  ueslra  santidad  e*  soberana  dr  Roma ;  pero  yo  soy  so  emperailor  y 
lodo*  mi*  enemigo*  deben  serlo  suyos.  •  Pío  >  II  respondió  como  lo  hubie 
ran  hecho  lo*  RoaMotioi  J  (.rucónos:  •  FJ  *umo  pontífice  no  reconoce  ni 

nunca  reconoció  potestad  alguna  superior  a  la  suya FJ  rmprrador  ilc 

ROM  no  existe       B  rkario  «le  un  Dios  ilr  paz  debe  comunicarla  a  todos 
sin  barcr  distinción  de  eatolico*  Ó  ln  i 

No  rabn  en  contratación  tan  alli\a  y  desentonada  rl  aplacar  la  desteñí 
planza  del  emperador.  Insistió,  amenazó;  pino  fue  en  \ano  Pío  \  II  alega 
ha  que  se  alema  á  los  términos  del  i OtOl dalo  que  no  lijaba  plazo  para  la 
inclín,  ion  canónica.  \  no  quena  desprenderse  de  lo  que  llamaba  un  medio 
de  arción  para  la  santa  sede  sóbrelos  gobiernos  y  los  pueblo*,  la*  nere 
ridadei  «le  sus  sulxlitov  mis  principio*  dr  paz  y  la  caridad  OttVCnal  le  im 
ponían  la  admiMon  de  lo*  Ingleses  en  sus  puertos 

I  I  encargado  de  negocios  de  Napoleón  trato  de  hacer  cargo  al  papa 
dr  que  vmejanlr  lenguaje  >  sus  ilaciones  eran  intempesta  a* .  )  que  solo 
sminan  par/  acarrear  alguna  tormenta  sobre  Roma  FJ  papa  se  manlmo 
inflexible  .  H  M  quitan  la  \ ida.  le  dijo  al  ministro  francés,  mi  srpolrm 
me  sera  honorífico )  quedaré  sincerado  á  los  ojos  de  Ihos  y  rn  la  inetnona 
«Ir  los  hombres Si  el  emperador  ejecuta  su*  amenazas  y  no  quiere  re- 
conocerme como  principe  soberano,  tampoco  \o  le  icconorerr  como  cea 
pecador  si  yo  quedo  mal .  él  no  quedará  muy  bien.  •  Pío  Vil  estaba  per 
rendido  que  una  maldición  de  so  boca  sena  muy  aciaga  para  Napoleón, 
j  que  la  santa  serle  solo  podía  ir  a  ganar  rn  un  rompimiento  absoluto 


452  HISTORIA 

«La  persecución,  decia,  producirá  el  cisma,  único  medio  de  salvar  la 
iglesia. » 

Todas  estas  espresioues  de  altivez  y  de  terquedad,  referidas  al  empera- 
dor por  su  plenipotenciario,  no  hacían  mas  que  sobrecojerle,  desconsolar- 
le é  indisponerle  cada  vez  mas.  El  Io.  de  mayo  de  1807  ,  escribió  desde 
las  márjenes  del  Vístula  al  príncipe  Eujenio,  entonces  virey :  «Con  que  el 
papa  no  quiere  que  yo  tenga  obispos  en  Italia.  Sieso  es  servir  larelijion  , 
¿cómo  deben  obrar  los  que  quieren  perderla? » 

El  resultado  de  las  campañas  de  Prusia  y  de  Polonia  no  alteró  la  de- 
terminación de  Pió  VII.  Después  del  tratado  de  Tilsitt ,  sabedor  del  ren- 
dimiento de  los  potentados  del  Norte  á  las  miras  de  Napoleón,  persistió 
el  papa  en  oponer  al  vencedor  de  Priedland  la  supremacía  de  la  santa  sede 
sobre  todas  las  potestades  de  la  tierra.  Entonces  Napoleón  acordó,  de  vuel- 
ta á  París  ,  enviar  desde  Dresde  á  su  ministro  en  la  corte  de  Roma  una 
larga  carta  en  la  que  sentenciaba  ya  desde  su  escaño  las  pretensiones  pon- 
tificias y  anunciaba  que  si  se  hacia  preciso,  iría  á  responder  personalmen- 
te al  papa  en  la  misma  Roma.  « Su  Santidad,  le  dice,  ¿creería  acaso  que 
son  menos  sagrados  los  derechos  del  trono  que  los  de  la  tiara?  Habia  reyes 
antes  que  hubiese  papas Dicen  que  quieren  denunciarme  á  la  cristian- 
dad. En  eso  hay  una  equivocación  de  fecha  de  mil  años...  Dos  años  hace 
que  la  corte  de  Roma  predica  á  la  sordina  una  rebelión  jeneral.  Si  lo  con- 
siento al  papa  actual,  á  ningún  otro  papa  se  lo  consintiera.  ¿Qué  preten- 
de hacer  con  denunciarme  á  la  cristiandad?  ¿Poner  mi  trono  en  entredi- 
cho? ¿escomulgarme?  Pues  qué,  ¿piensa  que  seles  caerán  las  armas  de 
las  manos  á  mis  soldados?  ¿Cree  poner  el  cuchillo  en  manos  de  los  pue- 
blos para  degollarme?  Papas  furibundos  ha  habido  que  han  predicado  tan 
infame  doctrina;  pero  aun  se  me  hace  cuesta  arriba  el  creer  que  Pió  VII 
esté  en  ánimo  de  imitarlos.  Entonces  no  me  quedaría  mas  arbitrio  que 

cortarme  el  cabello  y  encerrarme  en  un  claustro Es  tanta  la  estrava 

gancia,  que  no  puedo  menos  de  contristarme  con  ese  devaneo  de  que  ado- 
lecen los  dos  ó  tres  cardenales  que  manejan  los  negocios  de  Roma. 

« El  papa  actual  se  ha  tomado  el  afán  de  venir  á  mi  coronación.  He  co- 
nocido en  este  paso  á  un  santo  prelado ;  pero  quería  que  le  cediese  las  le- 
gaciones. No  he  podido  ni  he  querido  hacerlo.  El  papa  es  demasiado  po- 
deroso  Amenaza  que  apelará  al  pueblo.  Por  consiguiente  apelará  á  mis 

subditos,  ¿y  qué  le  dirán  estos?  Le  dirán,  como  yo,  que  quieren  la  reli- 

jion ,  pero  que  no  quieren  tolerar  nada  de  una  potencia  estranjera Yo 

tengo  mi  corona  de  Dios  y  de  la  voluntad  de  mis  pueblos.  Siempre  seré 
para  la  corte  de  Roma  un  Carlomagno,  y  no  un  Luis  el  Manso.  Silos  sa- 
cerdotes de  Roma  creen  conseguir  un  engrandecimiento  temporal  valién- 
dose de  sutilezas,  se  engañan.  No  daría  las  legaciones  por  una  reconcilia- 
ción. » 


DK  NAPOLEÓN  t.V. 

No  ha]  duda  ni  que  ofrecía  un  grandioso  espectáculo  aquel  ademan  d. 
entereza  inalterable  de  un  pontífice  desarmado  á  la  faz  de  nn  conquista 
dor  bajo  rujo  espada  temblaba  \  se  rendía  toda  la  Rompa;  prro  la*  pre 
loniiofl  )  amonara*  pontificales  nn  dojalwwi  de  encerrar .  ronw  decia 
Napoleón .  un  yrro  do  focha  de  mil  años  K.n  tuno  se  afanaba  Roma  i  la 
prepotenna  moral  y  H  templo  brioso  «lo  su  obispo  no  podían  deíolftfle  *" 
antiguo  poderío  %  solo  teman  para  dar  realce  a  un  individuo  majestuoso 
importa  pie  la  riodad  Pierna  lóndiga  i»  mddiea  el  adolar.fr  nin 
gUII  principe  liare  alto  rn  día.  porque  ninsun  purblo  aguarda  ^  de  rila 
1 1  señal  de  la  sumisión  ó  de  la  desobediencia .  de  la  adbnion  A  del  dospr 
go  respecto  i  sus  candillos.  Roma  asi  lo  ha  querido  Diapnesde  haber  do 
minado  los  reyes  n  favor  de  los  pueblos  en  nombre  dr  la  emli/anon.  en 
toncos  cristiana,  M  colmo  con  los  royes  contra  loi  pueblo*  bajo  la  bando 
ra  de  las  preocupaciones  v  de  los  abusos,  cuando  la  civilización,  dejando 
en  sus  continuas  J  |io.;i.Mvastrasformacioncs  la  tu  mea  del  sacerdote  pa 
ra  tomar  el  manto  del  filosofo,  vino  á  verter  por  el  orbe  especies  nuevas 
y  arrojadas,  mas  avcuiblos  ron  las  doctrina»  del  F.vanjHinquc  con  bucos- 
lumbres  de  un  sacerdocio  admitido  por  la  potestad  temporal  *  la  repartí 
non  «le  los  pmi  lejíos  políticos  y  el  embeleso  de  la  \id.i  mundana. 

lntoncos  |h  imprecaciones  soberanas  del  Vaticano  ya  no  se  asestaron 
contra  las  fiosmciai  y  los  escesos  del  opresor  feudal,  sino  contra  tarazón 
md<>al  \  los  deseos  de  emancipación  del  pueblo  oprimido,  \justose  la 
alianza  entre  la  corona  y  la  tiara  sin  distinción  de  rreencia*  relijiosas  1.a 
soberanía,  ya  hereje  o  cismática,  mereció  mas  agrado  en  Roma  que  la  libor 
tad  ortodoxa.  Ksta  lo  ha  tenido  presente,  y  cuando  la  Providencia  dio  la 

1 1  dt  las  revolueíones  \  a  los  pueblo»  la  potestad  de  fulminar  allá  uno*, 
mismos  anatemas .  los  traspasaron  al  barón  y  al  clérigo  que  se  habían  be 
olio  sus  auxiliares.  Kl  rayo  ha  venido  al  par  á  caer  sobre  los  púlanos  epis 
eopalesy  las  mansiones  soberanas.  Leí  potestades  encontradas  en  la  edad 
media  han  sellado  su  roeoneilianon  amenazadas  por  la  tormenta.  Habían 
ahusado  man» omunad.uuenle  de  su  prepotencia  .  y  alia  han  zozobrado  dr 
pareja  Mh  do  la  mofa  del  filósofo  \  la  afluencia  traspasante  del  tribuno 
habían  rasgado  el  maulo  rejio,  laeabicn  te  han  podido  notar  manrhai  in 
deleble! )  jiron«*s  irrepafabtei  fechos  á  la  purpura  romana,  y  han  trasren 
«lulo  a  la  sapta  sede  los  ftitaf  I  J  conmociones  que  andaban  volcando 
nolica 

\si  pues,  «uando  Pío  Vil  sigue  clamando  por  la  supremacía  unifersnl 
deque  gozaron  sus  predecesores,  sin  hacer  caso  de  la  diferencia  de  lo» 
tiempos,  esta  tentativa  tan  solo  merece  conceptuarte  romo  un  anacronis- 
mo mu  trascendencia.  Por  mucho  que  se  encarame  sobre  e!  orgullo  here- 
ditario del  Vaticano  y  ostente  desde  la  cumbre  del  yuinnal  sus  rayos  apa- 
gados .   H  potentado  a  quien  amenaza  esta  demostración  tiene  ya  mnv 


434  HISTORIA 

conocida  su  inutilidad ;  sabe  que  no  es  un  papa  temible  de  la  edad  media 
el  que  se  levanta  contra  él ,  sino  allá  una  sombra  desvalida,  y  que  no  se 
requiere  mucho  denuedo  para  arrostrar  la  escomunion  en  medio  de  un 
pueblo  que  no  cree  como  él  en  la  resurrección  de  lo  pasado,  y  en  cuyo  re- 
gazo el  alarido  alborotador  exhalado  por  la  venerable  cabeza  de  la  cris- 
tiandad apenas  conmueve  algunas  almas  en  el  recinto  de  los  presbiterios 
y  de  las  basílicas. 

Sin  embargo,  Pío  Vil ,  al  paso  que  esgrime  la  embotada  cuchilla  de 
Gregorio  VII  y  de  Sixto  V ,  se  muestra  dispuesto  á  recibir  en  su  palacio  al 
formidable  enemigo  que  le  anuncia  una  próxima  visita.  « Si  tal  intento  se 
realizara,  á  nadie,  dice,  cederíamos  el  honor  de  obsequiar  á  tan  escla- 
recido huésped.  El  palacio  del  Vaticano,  que  mandaríamos  preparar,  esta- 
ría destinado  para  el  alojamiento  de  V.  M.  y  su  comitiva. » 

Pero  el  emperador  no  pudo  ejecutar  aquel  viaje.  Los  negocios  de  Por- 
tugal y  los  de  España  le  detuvieron  en  Paris,  mas  pronto  á  marchar  hacia 
los  Pirineos  que  á  pasar  los  Alpes.  Sin  embargo  continuaron  las  negocia- 
ciones con  la  santa  sede  por  la  mediación  de  los  ajentes  diplomáticos,  y 
siempre  con  poco  éxito.  El  papa  se  resistió  mas  que  nunca  á  las  urjencias 
de  Napoleón,  y  este  persistió  por  su  parte  en  no  acceder  á  los  deseos  del 
pontífice,  de  modo  que  se  hacia  ya  inevitable  el  rompimiento.  « Cesen  pues 
las  negociaciones,  escribió  Napoleón  á  su  ministro,  el  9  de  enero  de  Í808, 
ya  que  el  papa  asi  lo  quiere,  y  que  en  adelante  no  haya  ninguna  relación 
pacífica  entre  sus  estados  y  los  de  S.  M.  ■ 

Esto  era  pregonar  que  las  tropas  francesas  ocuparían  muy  luego  los 
estados  romanos.  Pió  VII  no  podia  menos  de  entenderlo,  y  así  dijo  al 
ájente  de  Francia  en  una  audiencia  que  le  dio  á  fines  del  mismo  mes: 
«No  habrá  resistencia  militar.  Me  retiraré  al  castillo  de  San  Anjelo.  No'se 
tirará  un  tiro;  pero  será  preciso  que  vuestro  jeneral  mande  derribar  las 
puertas.  Yo  me  colocaré  á  la  entrada  del  fuerte.  Las  tropas  habrán  de  pa- 
sar sobre  mi  cuerpo,  y  el  universo  sabrá  que  el  emperador  ha  hecho  pisar 
á  quien  lo  consagró.  Dios  hará  lo  demás.  • 

No  hay  duda  de  que  todo  era  asombroso  en  este  lenguaje.  El  pontífice 
se  mostraba  grandioso  en  su  resignación  y  sublime  en  sus  esperanzas;  pe- 
ro esta  entereza  y  confianza  tan  solo  estribaban  en  la  fe  aislada  de  sacer- 
dote soberano,  cuyas  prendas  estaban  condecorando.  Dios  no  tenia  ya  na 
da  que  hacer  por  el  papazgo,  y  el  universo,  poco  afanado  en  conmoverse 
por  él ,  ni  siquiera  echaba  de  ver  sus  peligros  y  sus  quejas. 

Según  las  previsiones  de  Pió  VII,  el  emperadar  dispuso  y  mandó  la 
ocupación  militar  del  patrimonio  de  San  Pedro.  Algunos  destacamentos  de 
tropas  francesas  bastaron  para  marchar  á  la  conquiste  de  una  ciudad  que 
habia  sido  dos  veces  arbitra  del  mundo  y  cuyo  inmenso  dominio  habia 
recibido  otras  tantas  la  promesa  de  la  eternidad.  Por  demás  hubiera  esta- 


DK  NArni.KoN  isa 


(lo  todo  aparato  de  luorzas  militaron.  I-a  reina  (Ir  la» 

ipareddo;  yano  velaba  en  el  Capitolio  el  mimen  de  la  antigüedad,  yd  «Ir 

la  edad  inedia  estaba  espirando  en  d  Vaticano  .  H  signo  que  ln/«» 

a  Constantino  se  inclino  pon  sin  resistencia  ante  la»  águilas  de 

cuyos  soldados  pudieron  d»vir,  al  apoderar***  sin  disparar  un  tiro  de  h 

grandiosa  capital ,  que  en  lo  sueesivo  la  ciudad  eterna   ya  no  era  mas 

que  un  magnifico  mausoleo  y  la  tumba  \crta  y  solitaria  de  los 

y  de  los  Césares 

Kstc  derrocamiento,  no  menos  estruendoso  que  el  de  Bayona  , 
deaba  el  triunfo  de  la  revolución  francesa.  Kn  medio  de  las  conticmlas  de 
Pió  Vil  y  de  Napoleón,  el  sistema  moderno  había  venido  á  dar  á  Nn  mi 
prepotencia  y  zanjar  por  tín  las  grandezas  romanas,  pintando  sus  msic 
nías  en  las  cúpulas  de  la  orgullosa  metrópoli  de  lo  pasado ,  sin  encontrar 
la  menor  oposición  ,  sin  mover  á  protestas  á  los  pueblos  y  a  los  roye*  de 
la  cristiandad .  sin  enarbolar  en  el  universo  católico  la  señal  de  una  nueva 
cruzada. 

I  a  inili'MbilnLid  del  papa  no  se  dio  empero  por  vencida  con  la  un  i 
sion  de  sus  estados.  Kn  desempeño  de  su  amenaza,  lanzó  Tio  Vil  una  bula 
de  esconunion  contra  el  emperador,  cuando  vio  que  este  ultimo  no  era 
menos  inmutable  que  el  en  sus  resoluciones  y  que  la  ocupación  militar  dn 
Roma  se  iba  dilatando  indefinidamente  «  Por  la  autoridad  de  Dios  Todo 
|x»derr*o.  de  los  santos  apóstoles  Pedro  y  Pablo,  y  la  nuestra,  dice  el  san 
to  padre .  declaramos  que  asi  \  os  como  todos  los  que  han  cooperado  en 
el  atentado  que  acabáis  de  cometer,  habéis  incurrido  en  la  oscomunion  . 
etc.  etc.  • 

Napoleón  so  hallalm  en  Niena,  enramado  con  los  laureles  de  Kckmulil 
\  de  Itatisbona,  cuando  supo  la  publicación  de  aquella  bula  Al  punto  de 
terminó  exíjirle  al  papa  la  incorporación  del  dominio  pontifical  al  imperio 
francés,  y  en  caso  de  negativa  .  apoderarle  de  su  Santidad  Kl  jeneral 
Itadet  fué  el  eomisionado  do  tan  desabrido  encargo.  \1  intento  le  presen 
la  en  el  palacio  (¿uirinal  por  la  noche  del  '»  al  11  de  julio  de  IKOO  é  insta 
.  lica/mente  a  Pió  Vil  para  que  consienta  en  la  cesión  6V  so  dominio  teni 
poral,  evitando  asi  las  providencias  violentísimas  á  que  lo  espondria  una 
i.-Msteiioia  infructuosa  «  No  puedo,  ni  debo,  ni  quiero,  respondo  el  pon 
tilico.  Prorqpti  ante  Dios  conservará  la  santa  iglesia  todas  mpoü 
\  nunca  faltaré  al  juramento  que  hice  do  mantenerlas  .  Kl  jeneral  replico 
•  Santo  padre,  siento  en  el  alma  que  vuestra  Santidad  no  acceda  á  esto 
demanda ,  porque  no  hacéis  mas  con  ese  empeño  que  esponcros  a  nuevas 
tribulaciones. » —  Kl  rktx  •  •  Ya  lo  be  dicho ;  nada  en  la  tierra  puede  ha 
«•orine  mudar  de  propósito,  y  estoy  pronto  á  derramar  la  ultima  gota  de  mi 
sangro  y  á  perder  ni  infante  la  vida  antes  que  venir  á  quebrantar  el  jura 
mentó  que  hice  aata  Mm      -  li  moui    « I  a  determinación  que  tomáis 


430  HISTORIA 

será  quizá  para  vos  el  orijen  de  grandes  calamidades.  •  —  El  tapa  :  « Es 
loy  decidido,  y  nada  puede  alterar  mi  ánimo. »  —  El  jeneral.  «  Ya  que 
tal  es  vuestra  determinación ,  siento  las  órdenes  que  me  ha  dado  mi  sobe- 
rano y  el  encargo  que  me  ha  cometido. »  —El  papa  :  «  A  la  verdad,  hijo 
inio,  esta  comisión  no  llamará  sobre  vuestra  cabeza  las  bendiciones  del 
cielo. »  —  El  jeneral:  « Santo  padre,  preciso  es  que  vuestra  Santidad  ven- 
ga conmigo. »  —  El  papa  :  « ¿Y  es  ese  el  reconocimiento  que  se  me  reser- 
va por  todo  cuanto  he  hecho  por  vuestro  emperador?  ¿Es  este  el  galardón 
debido  á  mi  gran  condescendencia  con  él  y  con  la  iglesia  galicana?  Pero 
quizá  soy  en  este  punto  culpado  ante  Dios ;  quiere  castigarme,  y  me  con- 
formo con  humildad. »  —El  jeneral  :  «Tal  es  mi  comisión  ,  siento  ejecu 
larla ,  porque  soy  católico  é  hijo  vuestro.  »  Entonces  el  cardenal  Pacca  pi 
de  que  el  santo  padre  pudiera  llevar  consigo  las  personas  que  espresaria; 
pero  el  jeneral  responde  á  su  eminencia  que ,  según  las  órdenes  del  empe 
rador,  solo  él  puede  acompañar  al  papa.  —  « ¿  Y  cuánto  tiempo  se  nos  con 
cede  páralos  preparativos  del  viaje? »  replicó  el  cardenal,— « Media  hora, » 
contesta  el  jeneral.  Entonces  el  pontífice  se  levanta  y  solo  pronuncia  es 
tas  palabras  :  « Vamos,  hágase  conmigo  la  voluntad  de  Dios.  » 

Un  coche  aguarda  al  papa  á  una  de  las  puertas  del  palacio.  Pió  Vil  su 
be  cu  el  con  el  cardenal  Pacca.  El  jeneral  Radet  se  sienta  delante  en  un 
birlocho.  En  la  puerta  del  Pueblo  estaba  dispuesto  otro  coche  para  los  au 
gustos  viajeros.  El  oücial  francés  quiso  utilizar  aquel  tránsito  para  reno- 
var sus  instancias  al  papa.  —  •  Aun  es  tiempo,  le  dice,  que  vuestra  Sanli 
dad  renuncie  á  los  estados  de  la  iglesia. »  —  « No, »  repite  despegadamen- 


DE  NAPOLBOM  J" 

!•  el  |H>ntili<r    \  la  |  url./iirl.i  del  eooho  ««•  neroi  inmi  lüwt—iente.  A  lo» 


l>oeos  minutos  se  baila  forra  de  liorna  y  en  rl  camino  «le  Florencia  Algo 
nos  biógrafos  lian  supuesto  que  el  jenoral  lladet  liabia  enramado  poste 
nórmente  al  pintor  Itcnvonutti  un  cuadro  que  representaba  la  salida  del 
|>npa  da  Monto  ('.avallo  ron  Unios  los  personaje*  que  lo  aoompaftaban. 

•  l'.l  desgraciado  pon  ti  fice  .  dice  M.  de  llourricune,  anduvo  errante  do 
ciudad  en  ciudad ,  sin  que  nadie  quisiera  albergar  á  tan  ilustre  prisionero 
F.lisa  lo  envió  de  Fhrencia  i  Tnrin  .  y  el  triaÓBfl  da  Horglicae  lo  envié 
desde  Torio  al  interior  déla  I-rancia.  Tuvo  invariablemente  por  guardia 
de  honor  una  partida  de  jendarmes;  y  finalmente  Napoleón  lo  remitió  a 
S  IVON  en  el  gobierno  del  principe  Borghcso,  sin  duda  para  recordar  alia 
estudiadamente  á  su  cuñado  que  antes  de  lograr  emparentar  con  él,  había 
tenido  por  ensalzador  á  Paulo  V.  (.orno  quiera  que  sea,  este  suceso  dea- 
agradable  no  conduciría  para  opinar  que  el  ciclo  se  complace  en  vengar 
prontamente  los  atentados  contra  la  cabeza  de  la  iglesia ,  porque  el  mismo 
día  (pie  siguió  á  la  noche  en  que  el  papa  fué  arrebatado  de  Roma,  resplan 
debo  la  victoria  de  Wagram. » 

Desde  el  palacio  imperial  de  Schrcnbrnnn  y  durante  las  negociaciones 
de  la  pazcón  el  Austria,  envió  Napoleón  al  jcncral  Xiolhs,  comandante 
militar  do  Homa.  orden  para  ejecutar  el  decreto  que  incorporaba  los  esta 
dos  del  papa  con  el  imperio  francés.  Al  dar  cuenta  de  esta  disposición  al 
cuerpo  lejislativo  en  la  apertura  do  las  sesiones  de  I80tt,  después  del  Ira 
lado  de  V  ieua .  el  emperador  se  espresó  así  i 

•  Ia  historia  me  MMJetri  la  conducta  que  debia  observar  con  Roma, 
l-os  papas,  habiendo  llegado  á  ser  soberanos  de  una  parte  de  Italia ,  se  han 
manifestado  á  todo  trance  enemigos  de  las  demás  potestades  preponderan 
les  do  la  Península.  Han  empleado  su  influjo  espiritual  para  perjudicarla 
Se  me  ha  demostrado  que  ora  contrario  ala  independencia  de  la  Francia. 
i  la  dignidad  y  alian/amiento  de  mi  trono,  cualquiera  influjo  espiritual 
ejercido  en  mis  estados  por  un  principe  estranjero.  Sin  embargo,  como  es 
toy  enterado  de  la  necesidad  del  inllujo  espiritual  de  los  descendientes  del 
primerode  los  pastores,  no  lio  acortado  á  hermanar  tamaños  intereses,  sino 
■ululando  la  donación  de  los  emperadores  franceses  mis  predecesores,  « 
incorporando  {os  estados  romanos  con  la  Francia.  • 

Pió  Vil  lo  habia  previsto  todo,  desapropio)'  persecución,  \  e>ta  pers 
pectira  no  había  conmovido  su  alma  grandiosa.  Cuando  se  hubieron  rea 
hzado  sus  previsiones,  insistió  aon  mas  en  su  primera  resolución  n  laa 
do  1810,  negó  la  institución  canónica  á  un  obispo  que  Napoleón  había 
nombrado  para  la  sede  de  Florencia,  y  aun  prohibió  por  un  breve  que  se 
admitiese  un  administrador  F.I  emperador  pidió  á  su  consejo  de  estado 
un  informo  sobre  este  punto,  mandando  que  se  imprimiese,  como  tam 
bien  d  breve  del  papa.  En  \a*io  lo  opusieron  los  inconveoieotei  que  tenia 


458  HISTORIA 

semejante  publicación.  « Deseo  esta  publicidad ,  dijo ,  preciso  es  que  toda 
la  Europa  se  entere  de  mi  longanimidad,  la  provocación  del  papa  y  el  mo 
tivo  de  las  providencias  que  voy  á  tomar  para  atajar  y  precaver  en  lo  su- 
cesivo semejantes  actos.  Es  »n  crimen  por  parte  de  la  cabeza  de  la  iglesia 
el  habérselas  con  un  soberano  que  respeta  los  dogmas  de  la  relijion.  Ten 
go  que  resguardar  mi  corona  y  mi  pueblo  y  el  universo  entero  de  estas 
temerarias  empresas  que  harto  tiempo  envilecieron  á  los  reyes  y  atormen- 
taron ala  humanidad.  Un  papa  que  predica  la  rebelión  á  los  subditos  ya 
no  es  la  cabeza  déla  iglesia  de  Dios,  sino  el  papa  de  Satanás. 

«  Hora  es  ya  de  poner  coto  á  tanta  avilantez,  usurpación  y  desconcicr 
to.  Creo  que  la  Providencia  me  ha  llamado  para  que  reponga  en  sus  justos 
límites  esa  autoridad  perniciosa  que  los  papas  se  han  abrogado,  precaver 
de  ella  á  la  jeceracion  presente  y  librar  por  siempre  á  las  jencraciones  ve 
nideras.  Que  al  menos  se  tomen  en  Francia  contra  esta  autoridad  invaso 
ra  las  mismas  precauciones  que  contra  las  demás  potencias  de  Europa. 
Dentro  de  ocho  dias  se  presentará  al  senado  un  proyecto  para  restablecer 
el  derecho  que  siempre  tuvieron  los  emperadores  de  confirmar  el  nombra- 
miento de  los  papas,  y  para  que  estos  juren,  antes  de  su  instalación,  en  ma- 
nos del  emperador  de  los  Franceses ,  avenencia  á  los  cuatro  artículos  de 
la  declaración  del  clero  de  \  (582.  Si  los  artículos  son  ortodoxos  ,  ¿porqué 
los  papas  los  desechan?  Si  no  están  conformes  con  la  creencia  de  los  papas, 
¿  estos  y  los  Franceses  no  pertenecen  á  la  misma  relijion? » 

Con  efecto ,  tiempo  había  que  los  Franceses  no  correspondían  ya  á  la 
misma  relijion ,  á  pesar  de  las  manifestaciones  esteriores  de  una  práctica 
común ;  á  no  ser  así ,  el  monarca  escomulgado  por  haber  quebrantado  el 
patrimonio  de  San  Pedro  y  aherrojado  á  su  sucesor  no  hubiera  seguido 
acaudillando  bajo  sus  banderas  á  una  nación  tan  acalorada  con  su  entu 
siasmo  ,  cuando  su  augusto  prisionero  estaba  viendo  caer  sus  jemidos  y  la 
mentos  en  un  abismo  sin  fondo  y  sin  contestación,  esto  es,  el  de  la  indi 
lerenda. 


<;\nn  i.n  \\\i 


•I  i  mpri  uliii    Su  catamirnin  ron  uní  jrrhiilnqnrví  > !•■  to<tiu 


i.  regresar  de  Alemania,  Napoleón  se  había 
detenido  algún  tiempo  en  Kootainebleau . 
donde  estuvo  espidiendo  varios  decretos  re 
lativos  á  la  administración  del  imperio 
leatituido  ri  sn  capital .  siguiéronle  U*  re 
yes  sus  hechuras,  desalados  linios  •  n  albri 
cías  por  sus  nuevos  triunfos  y  la  rondnaion 
de  lapas  Hilan ,  Florencia  j  Romadeapa 
eharoa  dipotacionei  ••<>n  ignaJ  objeto;  H 
sínodo  priego  de  Dalmaria  envió  tasnmea 

la  suya,  j  NapnleM  m  recibiáen  endiencia  soten»  d  90  de  notienabre 

«I»-  mw 

\  creábase  d  eumplennos  de  la  coronación  y  de  la  batalla  ile  Aoster 


UO  HISTORIA 

ílitz ,  y  echóse  el  resto  en  su  celebración ,  pues  sobre  el  boato  de  la  fiesta 
anual,  se  cantó  un  Te  Deiim  con  motivo  de  la  paz ,  y  la  iglesia  de  Nues- 
tra  Señora  recibió  esta  vez,  no  solo  el  senado  y  los  demás  cuerpos  eminen- 
tes del  estado ,  sino  también  el  concurso  de  altezas  y  majestades  que  ibr 
maban  entonces  la  corte  y  el  séquito  del  emperador :  asistieron  á  la  cere- 
monia los  reyes  de  Sajonia,  Holanda,  Wesfalia,  Ñapóles  y  Wurtemberg. 
Pocos  dias  después,  el  virey  de  Italia  y  los  reyes  de  Bavicra  aumentaron 
mas  aquella  reunión  de  testas  coronadas. 

Napoleón  podia  conceptuarse  en  la  cumbre  de  su  poderío.  Ya  que  no 
ie  era  concedido  plantar  nunca  sus  águilas  en  las  torres  de  Londres ,  nada 
mas  tenia  que  añadir  en  Europa  á  su  esclarecida  nombradía.  Empero  fal 
taba  mucho  para  que  ya  quedase  desempeñada  su  carrera.  Por  él  y  con  él 
habia  trascendido  la  revolución  en  Ñapóles,  Madrid ,  Roma,  Milán,  Vie- 
na,  Munich,  Stuttgard,  Casel ,  Maguncia,  Dresde,  Hamburgo  ,  Berlín 
y  Varsovia;  pero  la  revolución,  reducida  á  distrazarse  con  el  traje  imperial, 
ya  no  podia  proceder  arrebatando  á  los  pueblos  con  el  ímpetu  de  una 
propaganda.  Importábale  pues  residir  cuanto  pudiera  en  pais  estranjero, 
para  que  la  comunicación  recóndita  y  pausada  de  sus  miras  y  costumbres 
pudiera  plantearse,  florecer  y  fructificar  sin  tropiezo.  Napoleón  la  sirvió 
colmadamente.  Obstinado  en  fundar  una  dinastía  y  conseguir  para  él  y  sus 
descendientes  el  timbre  de  la  hermandad  soberana  por  parte  de  las  mayo 
res  potencias  del  continente,  quiso  granjearse,  tras  sus  señaladas  victorias, 
la  amistad  y  alianza  de  los  potentados  que  habia  vencido.  Erfurth  con- 
ceptuaba que  le  tenia  afianzado  á  Alejandro.  Si  lograba  enlazar  al  Austria, 
la  Prusia  sola  no  se  atrevería  á  moverse ;  el  influjo  inglés  zozobraría  en 
el  Norte,  y  los  tratados  de  paz  dejarían  de  ser  meras  treguas  ó  armisticios. 
Tras  esto,  poco  importa  que  sea  una  ilusión  aciaga  en  que  incurrió  el 
prohombre  con  la  esperanza  de  pacificar  duraderamente  la  Europa  y  enla- 
zar sinceramente  con  su  alianza  los  antiguos  linajes  rejios  de  Petcrsburgo 
y  de  Viena.  Los  conatos  pacíficos  de  Napoleón  han  de  parar  siempre  en 
grandiosos  resultados:  alejarán  la  esplosion  de  la  guerra;  dejarán  que  los 
soldados  franceses  sigan  cubriendo  por  algunos  años  la  Alemania  y  una 
parte  de  la  Polonia,  mostrando  á  los  pueblos  de  aquellos  países,  en  las  re 
Iaciones  diarias  de  la  vida  común  ,  la  moral  revolucionaria  y  los  hábitos 
democráticos  en  planta. 

El  afán  de  redondear  su  establecimiento  dinástico  y  de  quedar  admi- 
tido en  la  alcurnia  rejia  infundía  á  Napoleón  ideas  favorables  á  la  pacifi- 
cación de  la  Europa.  Pero  al  mismo  tiempo  que  se  ajenciaba  amigos  y 
aliados  para  su  dinastía  en  las  cortes  estranjeras ,  pensaba  en  darle  en 
Francia  una  planta  nueva.  Conceptuó  lograr  entrambas  miras  divorcián- 
dose de  Josefina  y  contrayendo  un  nuevo  enlace  que  le  prometiera  here 
deros  de  su  sangre  en  linea  recta  y  augustas  alianzas  fundadas  en  un  escla- 


DF   N  MM»|  ION  U| 

ircido  parentesco.  Ya  no  le  bastaba  la  adopción  <lr  I  nj«fKSO.  Rri  a  1 1  rfl 
dad  un  menor  prnnlo  i  asir  bu  riendas  >  aolwrnar  por  si  indino  .  pOVO 
00  s«>  había  educado  para  el  trono .  \  a  los  oyts  de  Napoleón  carri 
presumió  del  Bidarionto,  pon  pretoria  fundir  mi  imperio sobre la  runa  ilc 
nn  niño  nocido  principe  imperial .  antn  que  rondarlo  ,il  noble  carácter 
de  nn  mentó  palpable  v  A  la  capacidad  patentada  nn  individuo  formado 
a  mi  ismediarion.  I><<  idiose  )|  im  h  separación  do  Josefina  Ksta,  se  lo 
ntaba  lemieodo,  >aunqoe  bubieae  ido  labrando  la  dicha  de  su  man ' 
le  bobine njoatrado  constantemente  su  mas  entrañable  amiga,*  se«un  di 
ce  Napoleón  mismo  en  el  Memorial  de  Sania  llrienn.  I  ai  coñuda  aciones 
de  ntado  se  babian  sobrepuesto  en  el  ánimo  del  emperador  á  los  afectos 
particoiam,  siendo  ante  todo  un  estadista  Josefina  bahía  laido  tiempo 
atrás  la  suerte  que  le  estalla  reservada  en  la  fisonomía  da  su  esclarecido 
nposo,  que  al  parecer  se  le  iba  retrayendo  al  paso  que  se  encumbraba  mas 
y  mas  |>or  la  esfrra  de  las  grandezas  y  las  vanaglorias  monárquicas.  Al  fin 
se  realizaron  sus  corazonadas.  Kl  arcano  tan  aciago  qne  bahía  estado  •»• 
aetrando  en  el  pecho  de  Napoleón  y  cuya  aprensión  le  demarraba  cruel 
mente  el  inyo  .  le  fué  revelado  |M>r  mi  mando  Kra  el  7A)  de  noviembre  de 
tsoo  Kl  emperador  j  la  emperatriz  babian  coñudo  juntos  ¡  Napoleón  c> 
taba  pensati\o  \  preocupado,  Josefina  apocada  y  silenciosa.  Terminada  la 
comida,  despide  a  los  circunstantes.  «  Kstaba  yo  leyendo  en  h  alteración 
de  IOS  facciones,  ha  dicho  después  Josefina,  la  bicha  que  batallaba  en  su 
interior:  mas  al  fin  veia  que  era  ya  llegada  mi  hora.  Kl  estaba  trémulo,  y 
\o  sentía  OJ  estremecimiento  de  pus  á  cabeza.  S-  acerca  á  mi ,  me  ase  la 
mano ,  la  coloca  sobre  su  corazón  ,  me  mira  un  rato  calladamente,  y  al 
fin  prommpe  en  estas  fu  nestisimas  palabras:  Josefina,  mi  preciosa  Joseli 
na.  va  snbncuanto  te  he  amado V  ti  sola  he  debido  los  únicos  instan 


MV.t)     «r  w  ■ 


r  11**' 


M 


442  HISTORIA 

tes  de  dicha  que  he  podido  disfrutar  en  este  mundo.  Josefina ,  mi  destino 
se  sobrepone  irresistiblemente  á  mi  albedrío.  Mis  mas  íntimos  afectos  de 
ben  enmudecer  ante  los  intereses  de  la  Francia. »  Josefina  no  quiere  oír 
mas,  é  interrumpe  arrebatadamente  al  emperador.  «No  hay  que  añadir 
mas,  le  dice,  ya  me  lo  temia,  quedo  enterada i  Sus  sollozos  la  inter- 
rumpen y  ahogan  sus  palabras,  se  desmaya  y  la  llevan  á  su  estancia,  en 
donde  se  vio,  al  volver  en  sí,  entre  su  hija  Hortensia  y  Corvisart,  y  enfren- 
te de  Napoleón. 

Pero  tras  aquel  primer  sacudimiento  que  debia  presumirse,  sobrevino 
un  pesar  mas  entrañable  y  sosegado.  Josefina  manifestó  resignarse,  avi- 
niéndose á  cuantas  demostraciones  públicas  se  le  impusieron.  El  drama 
oficial  se  representó  en  las  Tuilerias  la  noche  del  \  5  de  diciembre  de  \  809, 
en  una  reunión  de  familia  á  la  que  asistían  el  canciller  mayor ,  Cambace- 
rcs  y  el  secretario  de  estado  civil.  Napoleón,  que  lo  tenia  dispuesto  ya  todo 
para  la  ejecución  de  sus  intentos,  se  espresó  de  esta  manera: 

«  La  política  de  mi  monarquía,  dijo,  el  interés  y  la  necesidad  de  mis 
pueblos  que  han  dirijido  constantemente  todas  mis  acciones,  requieren 
que,  faltando  yo,  deje  á  mis  hijos,  herederos  de  mi  amor  á  mis  pueblos , 
este  trono  en  que  la  Providencia  me  ha  colocado.  Sin  embargo,  años 
hace  que  he  perdido  la  esperanza  de  tener  hijos  de  mi  matrimonio  con  mi 
querida  esposa  la  emperatriz  Josefina:  esto  es  lo  que  me  induce  á  hacer 
el  sacrificio  de  los  impulsos  mas  gratos  á  mi  corazón,  á  escuchar  tan  solo 
el  bien  del  estado  y  apetecer  la  disolución  de  nuestro  matrimonio...  Lle- 
gado á  los  cuarenta  años,  puedo  esperanzar  todavía  suGciente  vida  para 
criar  con  espíritu  y  pensamiento  los  hijos  que  la  Providencia  se  sirva  dar- 
me. Sabe  Dios  cuanto  me  ha  costado  esta  determinación;  pero  no  hay  sa- 
crificio preponderante  á  mis  alientos ,  cuando  se  me  demuestra  que  es 
provechoso  al  bien  de  la  Francia. 

« Forzoso  me  es  añadir  que,  muy  lejos  de  mediar  motivos  de  queja , 
no  he  tenido  al  contrario  mas  que  razones  para  complacerme  con  el  cari- 
ño y  ternura  de  mi  muy  querida  esposa:  ha  estado  realzando  quince  años 
de  mi  vida;  su  recuerdo  quedará  por  siempre  esculpido  en  mi  corazón. 
Fué  coronada  por  mi  mano,  y  quiero  que  conserve  el  carácter  y  el  dictado 
de  emperatriz  ;  pero  sobretodo  que  nunca  dude  de  mi  afecto,  mirándome 
siempre  como  á  su  mejor  y  mas  íntimo  amigo.  » 

Josefina  se  esmeró  en  ahogar  su  conmoción  amarguísima  desempeñan 
do  con  señorío  el  desairado  papel  que  se  le  habia  impuesto,  y  fué  puntua- 
lísimamente  pronunciando  las  idénticas  palabras  de  oficio  que  recojió  el 
canciller  para  llevarlas  al  senado : 

« Con  el  permiso  de  nuestro  augusto  y  querido  esposo ,  dijo,  debo  de- 
clarar que  absolutamente  desahuciada  de  tener  hijos  que  puedan  satisfa 
cer  las  necesidades  de  su  política  y  el  interés  de  la  Francia,  me  complaz- 


DF.  N  \IMH  KnN  M5 

n»  ni  darle  la  ma>or  prueba  «Ir  carino  \  icinma  i|M  N  haya  dado  sobre 
la  tierra  lo  itabo  lodo  «mi  «lianarion.  mi  mano  me  coronó,  y  desde  lo  alio 
de  ni<  «¿olio  no  he  recibido  mas  que  testimonios  de  afecto  y  de  amor  por 
parte  del  puebm  francés 

•  Conceptuó  dar  por  reconocidos  tolos  estos  estrcmos.  consintiendo  en 
1 1  iIisoIii.imii  de  un  matrimonio  trata  en  adelante  nn  obstáculo  á  la  Mi 
«i  dad  de  la  Francia  v  la  defrauda  de  ser  un  día  «ol>ern*da  por  los  descen- 
dientes de  un  prohombre  tan  á  la*  claras  aprontado  por  la  flroi  idcncia  pa 
r a  soterrar  los  quebrantos  de  una  rewducion  horrorosa  \  mtaMtesf  H  al 
tar.  el  trono  y  el  orden  social.  IVio  la.  disolución  de  mi  matrimonio  i m 
nada  alterará  los  impulsos  de  mi  coraron  ;  el  emperador  tendrá  sien 
mi  su  mejor  amiga.  Sé  cuanto  ha  quebrantado  su  corazón  este  acto  impue* 
10  por  la  política  \  por  tan  sumos  intereses  ;  |>ero  ambos  nos  vanagloria 
mos  del  sacrificio  que  hacemos  en  bien  de  la  patria.  • 

I  i.i  |.i  concurrencia  crecidísima:  to<los  los  circunstante*  se entei  necic- 
ion  hasta  el  punto  de  derramar  lagrimas.  Al  día  siguiente  el  canciller  ma 
\or  presento.  >  el  señalo  adopto  prontamente  un  proyecto  del  senado  con 
Millo  decretando  el  divorcio  de  Napoleón  y  Josefina. 

ejecutado  este  grandioso  acto,  se  esmero  el  emperador  en  la  elección 
•le  una  nue\  a  esposa.  Mejandro  le  había  dado  a  entender  que  tendría  gns 
to  en  verle  enlazado  con  su  hermana,  la  gran  duquesa  Ana.  Kn  so  con 
secuencia  se  enlabiaron  negociaciones  con  la  Kusia  ;  pero  Napoleón  supo 
pronto  por  M  de  Narbonne,  embajador  en  Vienrt  .  que  la  casa  de  Lorena 
cataba  también  ansiando  su  entronque  y  que  tendría  satisfacción  en  verle 
casado  con  una  princesa  austríaca,  la  archiduquesa  María  Luisa.  ¿Cabe 
conceptuar  que  estos  anhelos  de  parentesco  anunciasen  ,  por  parte  de  loi 
soberanos  estrnnjeros.  una  renuncia  á  toda  nueva  guerra  de  principios  y 
una  conversión  sincera. i  un  sistema  comedido  y  benévolo  de  política  reí 
|»ecto  al  gobierno  que  solo  era  para  ellos  el  heredero  representante  de  la  re 
\olucion  francesa?  Tantos  reveses  redoblados  por  largos  años  habían  alte 
radosin  duda  sn  conmiseración  para  con  los  desventurados  y  lejitimos  pnn 
cipes  :  y  se  deja  entender  que  tras  Austerlitz ,  Jena ,  Friedland  y  Wagram. 
los  monarcas  del  Norte  se  fueran  cansando  de  sostener  la  campana,  apurar 
>us  caudales  y  recursos  y  regar  la  mitad  de  la  Kuropa  con  la  mejor  sannre  de 
mis  subditos .  por  la  causa  de  un  linaje  apeado ;  sobre  todo  ,  cuando  Ñapo 
león  procuraba  persuadirlos  que  \  a  no  mediaba  el  peligro  común  con  qoe 
la  república  los  había  amenazado  Mas  aquel  cansancio  nunca  podia  acar- 
rear una  >erdadera  reconciliación:  bastaba  un  trueque  de  fortuna  en  la 
rida  <  le  Napoleón  para  hacer  reviví  r.á  pesar  de  los  vínculos  de  la  sangre,  loa 
antiguos  enconos  y  las  iras  asestadas  contra  él  y  la  revolución.  Ix»  acon- 
tecimientos lo  han  comprobado  respecto  al  \ustria  ¡  la  Husia  tampoco  te 
hubiera  desviado  de  sn  rumbo  anti-frances  por  la  consideracioo  de  un  roa 


444  HISTORIA 

trimonio.  Sabido  es  que  eu  política  los  afectos  de  familia  se  posponen  á  los 
intereses  y  á  las  razones  de  estado.  Probable  es  que  un  cuñado  en  el  trono 
de  los  czares  hubiera  hecho  lo  mismo  por  la  salvación  del  imperio  y  la 
dinastía  de  Napoleón  que  un  suegro  en  el  trono  de  María  Teresa.  En  am 
hos  casos,  el  prohombre,  según  sus  propias  espresiones,,  hubiera  «puesto 
el  pié  sobre  un  abismo  cubierto  de  flores.  • 

La  pretensión  de  su  entronque  con  las  alcurnias  soberanas  mas  engreí 
das  y  poderosas  de  Europa  se  conservará  en  la  historia  como  un  monu 
mentó  de  la  grandiosidad  á  que  se  habian  encumbrado  la  Francia  y  su 
caudillo,  y  de  la  superioridad  esplendorosa  que  estaba  ejerciendo  la  nom 
bradía  plebeya  ante  el  esclarecimiento  y  la  vanagloria  antigua.  ¡  Qué  triun 
Ib  para  la  democracia  francesa !  No  bastaba  que  su  larga  y  tenaz  conjura 
cion  contra  el  ímpetu  revolucionario  hubiera  venido  á  parar  en  la  corona 
cion  de  la  revolución  misma  y  en  tributarle  la  mas  centellante  diadema  en 
cambio  del  gorro  encarnado;  aun  faltaba  un  postrer  desdoro  para  la  altivez 
rejia,  y  estaba  reservado  un  golpe  mortal  ala  preocupación  del  nacimien- 
to. Esta  preocupación,  arrinconada  ya  con  el  menosprecio  del  filósofo  y 
traspasada  con  el  anatema  del  pueblo ,  habia  venido  á  quedar  sacrificada 
en  Francia  hasta  por  la  suma  nobleza ;  pero  la  memorable  noche  del  4  de 
agosto  de  4789  no  habia  sido  para  la  Europa  monárquica  mas  que  un 
desenfreno  lejislativo  cuyas  consecuencias  habian  acarreado  unánimes 
protestas  en  las  cortes  estranjeras,  el  manifiesto  de  Brunswick  y  la  decía 
ración  de  Pilnitz.  Para  la  victoria  del  principio  de  igualdad  forzoso  era 
que  se  estrechase  con  la  solemne  abjuración  de  los  Montmorency  en  la  tri- 
buna de  la  asamblea  constituyente,  el  sacrificio  de  las  pretensiones  de  li- 
naje, el  abandono  del  sistema  de  casamientos  desiguales  y  la  profanación 
del  culto  jenealójico  por  parte  de  las  casas  reinantes  mismas;  y  esta  profa 
nación,  abandono  y  sacrificio  se  cumplieron  con  efecto  por  los  mismos  que 
habian  firmado  la  declaración  de  Pilnitz.  Los  descendientes  altivos  de  Pe- 
dro el  Grande  y  los  magníficos  herederos  de  Carlos  V  enviaron  un  dia  su 
diplomacia  contrapuesta  á  dar  su  aldabazo  en  la  puerta  de  las  Tuilerías 
para  brindar  con  la  mano  de  una  hermana  ó  de  una  hija  de  los  Césares  al 
comandante  de  artillería  que  volcó  en  Tolón  la  antigua  soberanía  en  nom- 
bre de  la  Montaña  rejicida.  Desde  entonces  se  aventó  para  siempre  el  pres- 
tijiodel  esclarecimiento  hereditario,  y  luego  el  principio  revolucionario 
ya  nada  mas  ha  tenido  que  añadir  al  triunfo  de  los  derechos  del  numen  y 
del  esplendor  personal  sobre  las  preocupaciones  de  la  sangre,  cuando  la 
casa  de  Lorena,  enlazada  con  María  Antonieta  á  la  casa  de  Borbon ,  vio  á 
su  augusto  caudillo  conduciendo  á  la  hija  con  gran  pompa,  y  pasando  so- 
bre la  tumba  del  duque  de  Eughien  al  lecho  del  soldado  que  sentenció  á 
los  realistas  eN8  de  fructidor  y  que  los  ametralló  el  45  de  vendimiarlo. 

Dueño  Napoleón  de  elejir  entre  varias  princesas  de  la  sangre  mas  es 


DE  ÑAPO  I  i  «»n 
dar.  vida .  después  do  haber  oído  rl  parecer  de  m  coo«ejo.  te  decidió  por 
I»  wrhiduqMM  Mana  Unjo,  luja  del  .mper^lW  de  Austria.  FJ  mariscal 
iwthicr  recibió  la  lonmion  «Ir  pedirla  solemnemente  en  *iena   I  Jago  á 
» pielU  capital  .1  pnn.  i|«if>-  .!<•  marro  de  IHIO.  \  nVsptw*  de  haber  mire 


gado  H  retrato  de  su  amo.  m*  presento  en  la  audiencia  lokaUM  que  .1  OÍ 
pcradoi  I  i.m.  ¡no  Ifl  COBCOdio  para  el  cumplimu  uto  de  n  nnmmhitdu 
escargo. 

SdkNr,  le  dijo  ,  tengo  en  nombre  del  emperador  mi  amo  a  pcdiro* 
la  bmum  «Ir  vuestra  augusta  hija  la  archiduquesa  María  Luisa 

*  las  prendas  relevantes  que  ensalman  a  esta  princesa  lian  labrado  su 
lugar  en  un  elevado  m»|io  Allí  se  cifrará  la  dicha  de  un  gran  pueblo  \  la 
de  un  hombre  grande 

*  la  política  de  mi  soberano  ha  venido  a  lili  11000116  con  lo*  anhelo» 
do  m  coroioo 

enlace  de  dos  poderosas  familias  dará ,  señor .  a  do» 
jrnerosa-  10*90  resguardo  para  su  dicha  v  su  sosiego  • 
Kl  emperador  de  Austria  contestó: 

*  <4Mieeptuo  d  hecho  de  pedir  á  mi  hija  cu  casamiento  como  una  < 
maso  .i.  ion  del  animo  del  emperador  de  b>  Krancese»,  a  quien  aprecio 


446  HISTORIA 

« No  cabe  espresar  adecuadamente  los  anhelos  que  abrigo  por  la  dicha 
de  entrambos  novios  ;  baste  decir  que  en  ella  se  cifrará  la  mia. 

« Hallaré  en  la  amistad  del  príncipe,  á  quien  representáis ,  preciosos 
motivos  para  consolarme  de  la  separación  de  mi  querida  hija,  nuestros 
pueblos  desde  luego  verán  la  prenda  segura  de  su  mutuo  bienestar. 

« Concedo  la  mano  de  mi  hija  al  emperador  de  los  Franceses. » 

Entonces  el  mariscal  se  encaró  con  la  archiduquesa  María  Luisa. 

« Señora,  le  dijo,  vuestros  augustos  padres  han  colmado  el  anhelo  del 
emperador  mi  amo. 

«Consideraciones  políticas  pueden  haber  influido  en  la  determinación 
de  entrambos  soberanos;  pero  el  principal  miramiento  es  el  de  vuestra  di- 
cha: de  vos  misma,  señora,  apetece  alcanzaros  el  emperador  mi  amo. 

« Asombroso  ha  de  ser  el  ver  reunidos  en  un  gran  trono  el  numen  de 
la  potestad  y  ios  dotes  peregrinos  que  le  han  de  dar  nuevo  realce. 

(i  Este  dia,  señora,  será  venturoso  para  el  emperador  mi  amo,  si  vues 
Ira  alteza  imperial  me  manda  le  diga  que  participa  de  las  esperanzas,  anhe- 
los y  conatos  de  su  corazón. » 

La  princesa  dio  al  punto  la  respuesta  que  le  habian  dictado. 

«  La  voluntad  de  mi  padre  siempre  fué  la  mia,  y  mi  dicha  se  cifrará 
siempre  en  labrar  la  suya. 

•  En  estos  principios  puede  hallar  S.  M.  el  emperador  Napoleón  el 
móvil  del  sumo  afecto  que  concentraré  en  mi  esposo ,  y  feliz  si  me  cabe 
contribuir  á  su  dicha  y  á  la  de  aquella  nación  grandiosa.  Doy,  con  el  per- 
miso de  mi  padre,  mi  consentimiento  á  mi  enlace  con  el  emperador  Napo- 
león. » 

Un  tercer  discurso  se  encaminó  á  la  emperatriz,  la  cual  repitió  en  su 
respuesta  los  anhelos  que  habia  espresado  ya  su  augusto  esposo.  Finalmen- 
te, el  embajador  francés  manifestó  al  príncipe  Carlos  que  el  emperador 
Napoleón  deseaba  que  su  Alteza  aceptase  su  procura  para  la  ceremonia  del 
casamiento.  «Acepto  gustoso,  respondió  el  archiduque,  la  protesta  que 
S.  M.  el  emperador  de  los  Franceses  me  traslada  por  vuestro  conducto  , 
igualmente  lisonjeado  con  su  elección  que  complacido  por  el  concepto  de 
que  este  enlace  borrará  toda  aprensión  de  disensiones  políticas ,  reparará 
los  males  de  la  guerra  y  dispondrá  un  porvenir  dichoso  á  dos  naciones 
dignas  de  apreciarse  y  que  se  tributa  a  recíproca  justicia.  Cuento  entre  los 
ratos  mas  halagüeños  de  mi  vida  aquel  en  que  presente,  en  prueba  de  una 
reconciliación  tan  franca  como  gozosa,  la  mano  á  la  señora  archiduquesa 
María  Luisa  en  nombre  del  gran  monarca  que  os  ha  delegado,  y  os  ruego, 
príncipe  (el  mariscal  habia  recibido  el  dictado  de  príncipe  de  Neufchatel  y 
de  Wagram) ,  que  seáis  con  toda  la  Francia  el  intérprete  de  los  ardientes 
anhelos  que  abrigo  para  que  las  prendas  de  la  señora  archiduquesa  afian- 


DE  NAPOLEÓN  H7 

/•  n  para  siempre  la  amistad  de  nuestros  soberanos  y  la  dicha  de  sos  puc 

lllOS,    • 

1 1  casamiento  se  celebro  en  \  iena  d  1 1  de  mano,  y  U  nueva  empera 
tn/  de  los  Franceses  se  puso  en  camino  para  Francia  el  día  I.V  Uegó  el 
ll  4  Cocopiegne,  I  donde  Napoleón  babea  ido  a  reí  ibhit  Habíase  prepa 
rado  mi  ceremonial  ostentoso  pnra  este  primer  alistamiento ,  pero  Ñapo 
li  oo  DO  pudo  contener  su  impaciencia  y  arrolló  la  ley  que  <>l  mismo  se  ha 
bia  impu  •>!<>  leooptaado  solamente  dd  ti)  de  Ñapóles,  salió reservada 
menta  de  Compiegne  en  tiempo  llovioso  y  fo¿¿  colocarse,  para  aguar. I u  .i 
la  novia  y  emperatriz,  bajo  el  pórtico  de  una  iglesia  «lo  aJdea  .  luego qu»- 
llegó  Mana  Luisa,  nitro  en  su  coche  )  volvieron  inmediatamente  al  pala 
.  io  de  GompiegM  Loi  novios  esclarecidos  pasaron  después  á  San  < load, 
donde  M  celebró  d  Ciwiento  mil  d  I  .  de  abril.  Al  dia  siguiente  lneie 
ron  su  entrada  en  la  capital.  I -a  ceremonia  del  casamiento  relijioso.  real 


448  HISTORIA 

zada  con  todo  el  boato  de  las  cortes  y  del  culto  católico,  se  verificó  el  mis- 
mo día  en  una  capilla  del  Louvre,  magníficamente  engalanada  para  aquella 
solemnidad.  El  emperador  y  la  emperatriz  recibieron  la  bendición  nupcial 
de  mano  del  cardenal  Fesch ,  capellán  mayor ,  en  presencia  de  toda  la  fa- 
milia imperial ,  de  los  cardenales ,  arzobispos ,  obispos  y  magnates  del 
imperio,  como  también  de  una  diputación  de  todos  los  cuerpos  del  estado. 
Esta  función  fué  verdaderamente  popular ;  todo  París  se  empapó  en  albo- 
rozo ,  y  aquel  rapto  público  se  comunicó,  no  solo  á  todas  las  partes  de  la 
Francia,  sino  á  todos  los  pueblos  del  continente,  que  conceptuaron  ver  en 
el  enlace  de  Napoleón  con  una  archiduquesa  de  Austria  una  prenda  segu- 
ra de  la  permanencia  de  la  paz. 

El  5  de  abril,  el  senado  de  Francia,  el  de  Italia,  el  consejo  de  estado, 
el  cuerpo  legislativo,  los  ministros,  los  cardenales  y  el  tribunal  de  apelación 
fueron  presentando  sus  parabienes  al  emperador  y  á  su  nueva  esposa , 
quienes  los  recibieron  sentados  en  su  solio  y  cercados  del  séquito  esplen- 
doroso de  entrambas  cortes  de  Italia  y  Francia.  Dos  dias  después,  Napoleón 
y  María  Luisa  salieron  para  Compiegne,  en  donde  permanecieron  hasta  el 
27  del  mismo  mes.  Pasaron  después  á  visitar  la  Béljica  y  los  departamen- 
tos del  Norte,  desde  Dunkerque  y  Lila  hasta  el  Havre  y  Rúan.  El  1o.  de  ju- 


M.  \  tPOLKON  MU 

nw  se  nMitinrron  MU  nwjeMades  a  I»  capital,  en  donde  no  v  había  rn 
tibi.idocl  entusiasmo  manifestado  en  las  funciona  del  casamiento  lacin 
dad  de  Pan»  dio  una  grandiosa  fiesta  á  Napoleón  )  María  Luisa,  quienes 
asistieron  al  banquete  y  al  baile  qnc  M  les  dieron  en  la  casa  d?l  Ayunta 
minito. 

I-i  guardia  imperial  quiso  también  solemnizar  el  polaca  di  M  eamdUlo 
esclarecido  con  la  hija  querida  de  un  monarca  a  quien  había  ven 
humillado  Untas  veces.  Ksta  función  se  verifico  en  el  campo  de  Marf 
guardia  hizo  los  honores  n  Napoleón  y  a  su  encumbrarla  esposa  en  nom 
hre  de  todo  el  ejercito. 

Kn  medio  de  estos  arranques  universales  y  de  estos  espléndidos  reao 
rijos,  el  embajador  d6  Austria  señalo  su  día  para  ostentar  su  jubilo  de 
oficio  y  su  boato  diplomático.  Klijio  el  I",  de  julio  .  y  un  aconte»  i  míen 
to  siniestro  nubló  la  fiesta.  Se  pegó  fuego  á  la  sala  del  baile .  la  mujer  del 
ministro  austríaco  y  otras  muchas  personas  perecieron  en  rl  incendio.  Na 
noleon  no  dejó  á  mano estrana  el  esmero  y  el  timbre  de  salvar  a  su  esposa, 
pnes  asiéndola  arrebatadamente,  la  llevo  él  mismo  fnera  de  los  aposen 


• 


;    Í&1 


450  HISTORIA 

tos  incendiados.  Entonces  se  acordaron  de  que  el  enlace  de  Luis  XVI  y  de 
María  Antonieta  había  también  adolecido  de  gravísimos  incidentes. 


• 


i  \V\r\  ln     \\Mt 


rWitu<1i>t|r  llaOMrfo 


l-i.   •!!.  nlM    ..I   ir»  éi  Mir.  M     liKciipoiarion    i\<    U 
Mol  ukU  ron  I*   Kimni. 


I  OS  r.'ITlN. 


oco  tiempo  después  de  los  festejo?»  \hm  H 
ilcsposorio de  Napoleón  )  Nana  Luisa,  ocur 
rió  en  el  norte  de  Kuropn  un  acaecimiento 
de  suma  entidad  Rcrnadotte  halxa  sido  ele 
jido  prinripe  real  de  SoeeiJi ;  la  dicta  It  fu 
roa  llamado  para  soeeder  i  Cario*  XIII  j 
mantener  la  cscltision  de  la  famdia  de  los 
Wasas,  que  se  había  lastimado  ron  la  He\  a 
eiou  al  trono  del  principe  rcj.nir  «luque  de 
sudermania 
ll  mcíod  sueca  conceptuaron  sin  duda  agradar 


452  HIST0U1A 

á  Napoleón  y  proceder  cou  arreglo  á  su  política  con  esta  elección.  Quizás 
habían  ya  consultado  cou  el  emperador  sobre  este  punto,  aunque  algunos 
escritores  hayan  supuesto  que  la  elección  habia  sido  enteramente  espon- 
tánea, y  que  el  ájente  francés  en  Estocolmo  solo  habia  tomado  parte  en 
ella  para  oponerse.  « Bernadotte  fué  clejido ,  ha  dicho  Napoleón ,  porque 
su  mujer  era  hermana  de  la  de  José  que  á  la  sazón  estaba  reinando  en  Ma- 
drid/Bernadotte,  ostentando  sumo  desvío,  vino  á  pedirme  mi  beneplácito, 
protestando  con  zozobra  muy  patente  que  no  aceptaría  á  menos  que  fue- 
se de  mi  agrado. 

¿tQué  tenia  que  responderle,  yo,  monarca  elejido  por  el  pueblo,  sino 
que  no  acertaba  á  oponerme  á  las  elecciones  de  los  demás  pueblos?  Esto  hié 
lo  que  dije  á  Bernadotte ,  cuyo  ademan  estaba  demostrando  el  anhelo 
con  que  esperaba  mi  contestación.  Añadí  que  utilizase  la  privanza  con  que 
le  honraban,  que  no  quería  sonar  para  nada  en  su  elección ;  pero  que  desde 
luego  contase  con  mi  anuencia  y  mis  finos  deseos.  Sin  embargo  debo  de- 
cirlo; sentía  allá  un  instinto  recóndito  que  me  hacia  el  hecho  repugnante 
y  penoso. » 

Esta  corazonada  fatigosa  era  muy  natural  en  el  emperador,  quien  no 
podia  olvidar  que  siempre  habia  mediado  una  contraposición  solapada,  y 
nunca  simpatía  entre  él  y  Bernadotte.  Sin  embargo  era  un  Francés,  un 
soldado  de  la  república,  al  que  no  habían  faltado  las  grandezas  del  impe- 
rio ;  parecía  que  un  vínculo  indisoluble,  mas  recio  que  las  repugnancias  y 
los  agravios  personales ,  enlazaba  irrevocablemente  con  los  destinos  de  la 
Francia  nueva  al  ilustre  guerrero  llamado  para  reinar  algún  dia  sobre 
la  Suecia.  Napoleón  no  se  paró  pues  en  las  advertencias  íntimas  que  le 
aprontaba  su  profundo  conocimiento  de  los  hombres.  Permitió  á  su  tenien- 
te que  accediese  á  los  deseos  de  los  Suecos,  y  si  en  esto  violentó  su  pro- 
pia inclinación ,  mayor  motivo  hay  para  reconocer  que  el  dominador  uni- 
versal estaba  también  bajo  el  imperio  de  una  fuerza  superior  á  la  suya. 
Estaba  escrito  que  en  el  grandioso  movimiento  de  la  rejeneracion  europea, 
un  hijo  de  la  revolución ,  cuyo  mas  tenaz  enemigo  en  el  continente  ha 
biasido  el  último  de  los  Wasas,  iria  á  sentarse  en  su  trono  y  convertiría 
su  capital  en  una  ciudad  francesa.  Si  posteriormente  el  nuevo  rey  olvida 
su  oríjen  y  sigue  las  huellas  de  la  antigua  Europa,  podrá  esto  empañar  su 
antigua  gloria  ,  sin  redundar  en  contraresto  de  Napoleón  ;  mas  no  por  eso 
dejará  de  serla  Suecia  una  conquista  segura  y  masó  menos  próxima  para 
la  joven  Europa  y  la  causa  del  siglo.  No  en  vano  habrá  instalado  la  filo- 
sofía y  la  democracia  en  sus  palacios  y  habrá  visto  apearse  sobre  ella,  des 
de  la  cumbre  administrativa  y  de  los  alrededores  del  solio,  el  soplo  liberal, 
el  aliento  civilizador  de  la  Francia. 

Casi  en  la  misma  época  en  que  uno  de  los  mas  célebres  mariscales  de 
Napoleón  iba  á  esperar  uua  corona  en  Estocolmo,  uno  de  los  hermanos 


I»K  N\r«M.KoN 
deponía  la  suya  M  Amslerdam.  I  uw  Honapartc  era  hombre  de  laicato  y 
'a  de  sanísimas  intenciones .  pero  H  eetro  de  Holanda  bajo  el  ¡rape 
i  ¡o  dri  bloqueo  continental  sobrepujaba  A  sns  fumas  y  lo  arrojó  al  tacto. 
Tiempo  había  que  el  emperador  le  reconvenía  de  sobrada  flojedad  en  te 
ejecución  «le  lo*  decretos  de  Iterlm  \  de  Hilan  Kl  Monitor  había  ido  apas- 
tando las  contravenciones  diarias  de  la  Holanda  al  sistema  napoleónico,  y 
«I nejándose  el  priado*  Luis  con  este  motivo,  el  emperador  le  había  < 
lado  desde  Sebo  nbrunn  •  U  Francia  es  la  que  tiene  ra/on  para  < 
II  Mimo  .I.Memple  reinante  en  esc  país.  Obvio  mesera,  si  queréis  que  os 
.  Me  lodoj  I  a  ■  isas  holandesas  que  son  ajenies  de  la  Inglaterra.  Yoee- 
¡M»-  uxl  un. ■nins  de  aduanas  carecen  de  ejecución,  y  toda  la  corresponden 

ii  de  Inglaterra  con  el  continente  se  hace  por  Holanda la  Holanda 

es  una  provincia  inglesa.  • 

I  tfai  i \eii«  iones  no  habían  surtido  el  menor  electo    FJ  rey  laus 

presenciaba  los  quebrantos  actuales  de  la  Holanda .  desentendiéndose  délos 
resultados  remotos  que  el  bloqueo  continental  podía  prometer  a  Napoleón 
FJ  sistema  dri  emperador  requería  para  la  ejecución  almas  grandiosas  y 
puestas  al  temple  de  la  suya  Sus  hermanos  fueron  sus  primeros  ajenies 
deade  qae  N  aajpeAÓ  en  la  fundación  de  una  dinastía.  Conceptuó  que  ter 
ciarían  con  él  en  anhelos  j  |*nsamienlos,  participando  de  su  idea  po 
lilica,  dándoles  un  encumbramiento  al  nivel  del  suyo,  y  ánéndoles  una 
corona;  pero  asmo  la  eepreáoa  que  aplico  a  l.uis.  no  hizo  mas  que  •  re 
yes  perfecto! .  -  qae  abrigaban  cuantos  requisitos  se  necesitaban  para  so 
hrcsahr  honrosamente  en  un  sitio  subalterno  y  en  otra  época,  y  ninguno 
de  ka  que  evijinn  las  circunstancias.  Si  fácilmente  había  hallado  el  empe 
rador  un  séquito  adecuado  de  testas  coronadas,  menos  fácil  le  fué  al  pro 
hombre  hallar  auxiliares  y  cooperadores  intelíjentcs.  Kl  trono  se  había  le 
vantadoen  medio  del  cerco  mas  esplendoroso;  el  numen  quedó  solitario. 

Luis  II  Miañarle,  en  ve/  de  enterarse  del  pensamiento  de  su  hermano  y 
procurar  que  la  Holanda  fuese  francesa .  la  dejaba  vivir  bajo  el  patrocinio 
j  la  independencia  mercantil  de  la  Inglaterra,  á  pesar  de  las  resistencias 
pasajeras  de  los  intereses  atropellados.  Napoleón,  ofendido  de  esta  condes 
candencia  y  de  ver  desdeñados  sus  primeros  avisos,  escribió  al  rey  de  lio 
lauda  otra  carta  que  bastaría  sola  para  atestiguar  en  la  historia  que  el 
emperadoré  plenamente  idenliUcadocou  el  pueblo  que  le  había  escojido. 
no  vivía  »in.)  con  el  aliento  de  la  Francia.  He  aquí  algunos  tro/os  de  esta 
.  omuuicacion  conceptuosa. 

•  \  uestra  Majestad  ha  olvidado,  al  subir  al  trono  de  Holanda .  que  era 
francés,  y  aun  ha  locado  todos  los  móviles  de  su  racionalidad  y  aquejado 
la  dclicadc/a  de  mi  conciencia  para  persuadirse  que  era  holandés.  Los  Ho- 
landeses que  lian  abogado  por  la  Francia  lian  salo  desatendidos,  y  los  que 
han  sen  ido  a  la  Inglaterra  han  sido  colocados    \lgunos  Franceses,  ya  olí 


454  HISTORIA 

cíales,  ya  soldados,  se  han  visto  arrojados  y  sin  aprecio,  y  yo  he  tenido 
el  dolor  de  ver  en  Holanda, bajo  un  principe  de  mi  sangre,  el  nombre  fran- 
cés espuesto  á  la  vergüenza.  Sin  embargo,  ocupa  un  lugar  tan  eminente 
en  mi  corazón  y  he  sabido  encumbrar  tanto  sobre  las  bayonetas  de  mis 
soldados  el  aprecio  y  el  blasón  del  nombre  francés,  que  ni  la  Holanda  ni 
nadie  logrará  asaltarle  á  su  salvo....  ¿Quién  puede  sincerar  la  conducta 
insultante  para  la  nación  y  para  mí  ofensiva  que  ha  tenido  vuestra  Majes- 
tad?Debeis  entender  que  no  me  separo  de  mis  predecesores,  y  que  respondo 
de  todo  desde  Clodoveo  hasta  la  junta  de  salud  pública...  Yo  sé  que  está 
en  moda  entre  ciertas  jentes  hacer  mi  elojio  y  desacreditar  á  la  Francia ; 
pero  los  que  no  la  quieren  tampoco  me  quieren  á  mí ,  y  á  los  que  dicen 

mal  de  mis  pueblos ,  los  considero  como  á  mis  mayores  enemigos En 

mi  discurso  al  cuerpo  lejislativo,  dejé  traslucir  mi  descontento;  porque  no 
debo  encubriros  que  mi  ánimo  es  incorporar  la  Holanda  con  la  Francia, 
como  complemento  de  tcrritorio,como  el  golpe  mas  funesto  que  puedo  dar 
á  la  Inglaterra,  librándome  así  de  los  perpetuos  insultos  que  me  están  ha 
ciendo  cuantos  dirijen  vuestro  gabinete.  ta  embocadura  del  Rin  y  la  del 
Mosa  han  de  pertenecerme.  El  principio  de  Francia  de  que  el  Thalweg  del 

Rin  es  nuestro  limite  es  de  suyo  fundamental Puedo  dejar  á  la  Ho 

landa  la  orilla  derecha  del  Rin,  y  alzaré  las  prohibiciones  dadas  á  mis 
aduanas,con  tal  que  se  ejecuten  los  tratados  existentes  una  vez  renovados. 
Mis  intenciones  son  las  siguientes : 

«1o.  La  prohibición  de  todo  comercio  y  de  toda  comunicación  con  la 
Inglaterra; 

«2o.  Una  escuadra  de  catorce  navios  de  línea,  siete  fragatas  y  siete 
bergantines  ó  corbetas  armadas  y  tripuladas; 

« 3o.  Un  ejército  de  veinte  y  cinco  mil  hombres , 

« 4o.  Supresión  de  los  mariscales ; 

« 5*.  Anulación  de  todos  los  privilejios  de  la  nobleza  contrarios  á  la 
constitución  que  he  planteado. 

« Vuestra  Majestad  puede  contratar  bajo  estas  bases  con  el  duque  de 
Cadore  por  la  mediación  de  su  ministro;  pero  puede  estar  seguro  de  que 
al  primer  paquebote  que  entre  en  Holanda,  restableceré  la  prohibición  de 
Jas  aduanas,  y  que  al  primer  insulto  que  se  haga  á  mi  bandera,  mandaré 
cojer  á  mano  armada  y  colgar  al  palo  mayor  al  oficial  holapdés  que  se 
atreva  á  insultar  mi  águila » 

El  rey  de  Holanda  no  se  convirtió  con  este  lenguaje  de  soberano.  Las 
necesidades  y  los  intereses  actuales  de  la  industria  holandesa  llamaban 
sobre  todo  su  atención.  No  se  conceptuaba  comprometido  sino  con  el  pue- 
blo bátavo,  y  le  pesara  en  el  alma  el  seguir  otro  intento  que  la  prosperidad 
inmediata  de  las  provincias  comprendidas  en  el  ámbito  de  su  reino.  No 
viendo  mas  que  la  Holanda,  se  olvidaba  de  que  habia  sido  colocado  para 


I>K  NAPOLEÓN 

li  m  m  la  contribuir  al  triunfo  «lo  una  cansa  mas  jenerel  .  á  la  gloria  y  nu 
mentó  del  grande  imperio  Repugnábanle  ál.nis  por  temperamento  la»  pro 
\u!euciascstrcmada«y  los  remedios  heroicos  Kra  de  aquellos  a  quicnc* 
llama  De  Maistrc.  mto|)es  en  política,  y  sus  escrúpulo*,  que  teman  por  otra 
parte  su  aspecto  laudable .  le  imposibilitaban  hacerse  rargo  de  que  el 
bloqueo  continental  era  para  el  emperador  una  necesidad  lastimosa  y  pasa 
jera  .  como  el  gobierno  revolucionario  lo  habia  sido  para  la  república. 

Uhaál  Lab  DO  conceptuaba  que  el  bloqueo  decretado  contra  la  Ingia 
térra  pudiera  tener  para  los  intereses  británicos  el  funesto  resultado  qne 
el  emperador  se  prometía. 

•  \a  destrucción  de  la  Holanda,  escribía  á  Napoleón,  lejos  de  ser  nn 
nwdk)  de  alcanzar  á  la  Inglaterra,  lo  es  para  aumentarla  con  toda  la  in 
dustria  y  todas  las  riquezas  que  en  ella  se  refujiarán.  Tres  medios  hay  de 
dar  un  golpe  la  Inglaterra:  ó  separando  de  ella  la  Irlanda,  ó  apoderándose 
«le  las  Indias  orientales,  ó  con  un  desembarco.  Estos  dos  últimos  medios 
aunque  los  mas  eficaces,  no  pueden  ejecutarse  sin  marina;  pero  estreno  H 
que  desde  luego  se  haya  orillado  el  primero.  • 

El  emperador,  muy  enterado  de  que  no  iba  á  menoscabar  á  la  Holán 
da  imponiéndola  sacrificios  temporales,  y  no  creyendo  que  la  industria  in 
glesa  pudiera  ganar  con  la  crisis  que  padecían  indispensablemente  las  in 
dustrias  continentales  empeñadas  en  especulaciones  marítimas,  hizo  poco 
caso  de  los  cargos  que  le  oponía  el  rey  Luis.  Al  ir  á  Réljica  le  dirijió  desde 
( Meada  una  nneva  carta  en  la  que  reproducía  sus  reconvenciones  anterío 
res.  «Si  la  Holanda,  sujeta  á  uno  de  mis  hermanos,  no  encuentra  en  él  mi 
imájen,  le  dice,  destruís  toda  confianza  en  mi  administración,  y  vos  mis 
mo  quebráis  vuestro  cetro.  Amad  la  Francia .  amad  mi  gloria .  este  es  e! 
único  medio  deservir  al  rey  de  Holanda. 

•  La  Holanda  formando  parte  de  mí  imperio,  si  hubieseis  sido  lo  que 
debíais,  me  viniera  á  resultar  tanto  mas  predilecta  por  cuanto  le  había 
dado  un  principe  á  quien  miraba  como  á  hijo.  Al  colocaros  en  el  solio  de 
Holanda  .  creí  entronizar  á  un  ciudadano  francés  ¡  habéis  seguido  un 
nimbo  diaroctralmentc  opuesto...  Volved  de  vuestro  estravio,  sed  francés 

«le  corazón,  ó  vuestro  pueblo  os  arrojará Con  estadio  y  política  se  go 

biernan  los  estados....  • 

Kl  rey  \  Holanda,  que  persistía  mas  y  mas  en  ser  holandés  según  la 
voz  del  momento  y  Isa  necesidades  actuales  del  pueblo  comerciante  «le  sus 
puertos,  y  no  según  las  mires  y  previsiones  lejanas  del  emperador,  se  can 
so  al  fin  «le  la  competencia  desigual  que  sostenía  con  su  hermano,  y  desaav 
paro  sus  cMadoj  |^ra  retirarse  |  \lcmania.  después  de  Babel  emiado  .» 
París  una  acta  formal  de  renuncia  Napoleón  se  enojó  de  este  paso,  y  se- 
gún H  informe  que  le  hizo  el  ministro  de  relaciones  estertores,  decretó,  el 


í:íg  historia 

9de  julio  de  18t0,  la  incorporación  de  la  Holanda  al  imperio  francés,  y  el 
mariscal  Oudinot  se  apoderó  inmediatamente  de  Amsterdam. 

El  emperador  no  reservó  el  desconsuelo  que  le  causaba  la  conducta  de 
su  hermano.  Cuando  este  por  su  abdicación  y  su  fuga  habia  hecho  ánimo 
de  tacharle  ante  la  Europa  y  la  posteridad  por  haberle  hecho  demasiado 
pesada  la  corona  con  tanta  demanda,  Napoleón  no  podia  avenirse  al  es- 
rándalo  de  aquella  denunciación,  sin  responder  al  acusador  inesperado 
que  habia  hallado  en  su  familia ,  aunque  debiese  abrumarle  con  el  estalli- 
do violento  de  un  vituperio  solemne.  Y  como  todo  tenia  que  ser  en  los  pa- 
sos de  aquel  hombre  estraordinario  fuera  de  las  combinaciones  vulgares 
y  de  las  reglas  comunes  ,  supo  hallar  un  medio  que  nadie  hubiera  imaji- 
nado para  ahondar  mas  el  golpe  que  asestaba  al  desventurado  Luis  y  ha- 
cer su  reprobación  mas  estruendosa.  Lastimará  al  padre  estremeciéndolo 
con  la  suerte  del  hijo.  Las  mismas  palabras  darán,  en  el  mundo  político, 
vida  al  uno,  y  muerte  al  otro;  y  el  pueblo,  que  mide  sus  afectos  y  sus  odios 
por  los  de  su  héroe,  dejará  de  incluir  en  su  adhesión  á  la  familia  impe- 
rial al  hermano  que  habrá  querido  separarse  del  emperador,  y  se  intere- 
sará por  el  sobrino  de  quien  aquel  se  habrá  declarado  el  arrimo  y  casi  el 
padre.  El  20  de  julio,  hubo  esplendorosa  tertulia  en  San  Cloud;  Napoleón 
mandó  que  le  trajesen  el  príncipe  Napoleón  Luis,  su  ahijado,  y  le  dijo  con 
afecto : 


DE  NAPOLKON  « .7 

«  Venid  .  lujo  mío ,  soto  medro  padre ;  nada  pcrdoni»  en  dio. 

•  Iji  conducta  do  vuestro  padre  traspasa  mi  pecho .  )  tan  «oto  mi  do 
loneta  puede  abonarla.  Cuando  hayáis  crecido  pagareis  mi  deuda  y  la  too- 
ti  i  n un.  i  olfidds,  en  cualquier  esfera  que  os  coloquen  mi  política  y  eJ 
nitores  de  mi  imperio,  quo  \  uostro*  primeros  ilcboTes  son  para  conmigo,  y 
los  segundos  para  con  la  Francia;  tras  estos  vendrán  todas  v uretra*  demás 
obligaciones,  aun  para  con  los  pueblos  que  yo  pudiera  mnfiarov  • 

Si  un  rey  vulgar  sentado  en  otro  solio  que  el  de  Francia  tuviera  seme- 
jan lo  lenguaje .  con  razón  se  le  reconvendría  como  una  dorna*  1a  de  engrei- 
miento el  colocarse  antes  de  la  patria, y  como  un  eaceso deegoismo  nació 
nal  el  sacrificar  á  su  política  los  intereses  de  los  pueblos  aliados  ó  conqnis 
tailn-  Per.»  Napoleón  no  anteponía  los  deberes  para  consigo  á  las  obliga- 
ciones con  la  Francia  sino  porque  se  consideraba  como  la  cabeza  y  d 
corazón  de  esta,  y  no  recordaba  los  deberes  de  ios  principes  sus  subditos 
con  los  pueblos  que  les  confiaba  sino  tras  sus  obligaciones  con  la  Fran- 
cia .  porque  también  miraba  á  esta  como  la  cabeza  y  el  corazón  de  la  En 
ropa  y  del  mundo  civilizado. 

La  incorporación  del  Valles  con  el  imperio  siguió  a  la  de  la  Holanda. 
Fl  emperador  comunico  estas  dos  disposiciones  grandiosas  al  senado  con 
un  mismo  mensaje  en  la  sesión  del  40  de  diciembre  de  1810.  En  él  se  1*  - 1  - » 

•  I -as  disposiciones  publicadas  por  el  consejo  británico  en  t80f>  y 
t  K07  han  rasgado  el  derecho  publico  do  Furopa.  t'n  nuevo  orden  de  acón 
tecimientos  está  rijiendo  el  universo.  Necesitando  nuevos  resguardos,  me 
han  parecido  los  principales  y  mas  importantes  la  reunión  de  los  embo 
calleros  del  Escalda,  Mosa,  Rin ,  Ems,  Weser  y  Elba  al  imperio  y  el  es- 
tablecimiento de  una  navegación  interior  con  el  Báltico. 

<  He  mandado  delinear  el  plano  de  un  canal ,  que  se  ejecutara  en  me 
nos  de  cinco  anos  y  unirá  el  Báltico  con  el  Sena. 

« La  incorporación  del  Valles  es  una  consecuencia  >a  prevista  de  las 
inmensas  faenas  que  mando  ejecutar  de  diez  años  á  esta  parte  en  aquellos 
países.  Coando  cstendi  el  acta  de  mediación ,  separé  el  Valles  de  la  confe 
derarion  helvética ,  previendo  desde  entonces  una  providencia  tan  provo 
chosa  para  la  Francia  y  la  Italia. 

«  Mientras  dure  la  guerra  con  la  Inglaterra,  el  pueblo  francés  no  debe 
dejar  las  armas. 

•  Mi  hacienda  se  halla  en  el  mas  próspero  estado;  puedo  acudir  a  cuan 
tos  desembolsos  requiere  este  inmenso  imperio,  sin  pedir  á  mis  pueblos 
nuevos  sacrificios.  • 

Esta  prosperidad  económica  no  era  uno  de  los  menores  portentos  del 
reinado  de  Napoleón.  Debíase  principalmente  al  espíritu  sistemático  que 
había  ido  comunicando  á  todos  los  departamentos  de  la  administración , 
y  que  exijia  aun  con  mayor  tirantez  en  el  manejo  de  los  intereses  puWi 


58 


458  HISTORIA 

eos.  Se  ha  podido  estrañar  después  que  hubiese  sostenido  la  guerra  de  es 
tremo  á  estremo  de  Europa  por  espacio  de  quince  años ,  y  que  hubiese 
gobernado  la  nueva  Francia,  en  sus  ámbitos  grandiosos  desde  Roma  hasta 
Hamburgo ,  con  las  mismas  contribuciones  que  apenas  bastaron  después 
para  mantener  la  paz  en  el  estrecho  coto  de  la  antigua  Francia. 

El  senado  correspondió  inmediatamente  al  llamamiento  del  empera- 
dor; adjudicó  por  dos  senados  consultos  la  reunión  del  Valles  y  la  de  Ho- 
landa al  imperio  francés,  y  votó  después  un  parabién,  cuyo  pensamiento 
se  halla  espresado  en  la  primera  frase  ■ 

« Señor,  nunca  se  han  manifestado  tanto  en  el  mensaje  dirijido  al  se- 
nado por  vuestra  Majestad  imperial  y  real  la  trascendencia  recóndita  de 
vuestros  intentos ,  la  franqueza  y  señorío  de  vuestra  política  y  vuestro 
constante  desvelo  por  el  bien  de  vuestros  pueblos. » 

Por  lo  demás,  la  adhesión  del  senado  no  se  vinculó  en  cláusulas  pom- 
posas y  aéreas  lisonjas,  pues  en  la  misma  sesión  se  votaron  la  quinta  ma- 
rítima y  la  dc48H. 


I   M'IM  lo    WXIII. 


Urdidas  conlr»  la  nupirnla.  Mr.  .Ir  Chateaubriand  nombran  m  el  Intiiiuto  en 

lnc»r  oV  Chrnirr     Nanrnientn  y   KanliMNO   dH   CTJf  de  llnaia.    Fniirmri.i 

piíMirat  en  la  rapital  t  rn  rl  nupeno     Concilio  nacional 

H  p'p»   en  Fontuneiileati 


k  cuantas  recoiitencionr*  «*•  han  ha.  un. lo 
contra  la  memoria  de  Napoleón .  nii)ciin.b 
mas  repetidas  y  rencorosas  que  su  pa 
rancia  en  sofocar  la  libertad  de  discusión  en 
las  juntas  deliberantes  y  en  los  periódico» 
)  Aun  ruando  no  hubiera  hecho  mas  que  plan 
tear  la  censara  y  acallar  la  tribuna,  bastaría 
esto  á  los  ojos  «le  algunos  jansenistas  polio 
«.>-^>^BMB^aw«  eos  para  empanar  H  esplendor  desanda  con 
♦•I  borrón  de  la  tiranía.  Mn>  ajenos  estamos  de  negar  la  utilidad  ini 


460  HISTORIA 

de  la  imprenta.  Mas  que  nadie  reconocemos  y  respetamos  en  ella  el  prime- 
ro de  los  móviles  civilizadores,  la  verdadera  soberana  de  los  tiempos  mo 
demos  y  el  ájente  incontrastable  de  la  Providencia  en  la  grandiosa  empre- 
sa de  la  emancipación  de  los  pueblos ,  la  gloriosa  antecesora  del  cónsul 
ltonaparte  en  preparar,  cumplir  y  abonar  la  revolución  francesa,  y  la  única 
heredera  del  influjo,  predominio  y  poderío  del  emperador  Napoleón  sobre 
la  opinión  pública,  no  solo  en  Francia ,  sino  también  entre  todas  las  na- 
ciones cultas. 

Cuando  Napoleón  empuñó  las  riendas  del  estado,  yacia  la  imprenta 
exánime,  tras  una  lucha  tenaz  de  diez  años.  Instrumento  del  sinnúmero 
de  bandos  en  que  estaba  dividida  la  nación  ,  no  redundaba  mas  que  en 
anarquía,  sembrando  los  desabrimientos  y  el  menosprecio  en  torno  de  la 
revolución  que  en  otro  tiempo  habia  sabido  hacer  respetar.  Necesitaba  re- 
poso para  cobrar  nuevo  temple,  asi  como  la  revolución  necesitaba  un 
nuevo  protector  que  la  escudara  mejor  contra  sus  implacables  enemigos  y 
contra  sus  amigos  estraviados.  Era  llegada  la  horade  un  dictador,  y  com- 
pareció Napoleón;  la  democracia  abandonó  la  palabra  de  sus  comicios,  jun 
tas  y  periódicos ,  palabra  que  habia  sido  á  veces  sublime  y  siempre  pode- 
rosa en  los  trances  de  la  Francia, y  que  habia  parado  en  no  ser  mas  que  una 
causa  continua  de  sacudimientos  para  el  pais  y  un  medio  siempre  dispuesto 
para  quebrantar  y  desconceptuar  la  potestad. Empezó  la  era  del  silencio,  ó 
mas  bien  sobrevino  á  las  borrascas  del  foro  un  asombroso  monólogo  en 
el  que  la  Francia  se  mostró  tan  grandiosa  como  en  los  esclarecidos  dias 
de  su  carrera  parlamentaria.  Sucesores  indignos  y  negados  malparaban  la 
herencia  délos  decantados  oradores  de  la  constituyente  y  de  la  convención. 
Mil  voces  discordes  se  alzaban ,  queriendo  interpretar  todas  á  su  modo 
las  necesidades  y  los  afanes  del  pais,  y  solamente  lograban  conmoverlo  in- 
terminablemente y  perpetuar  sus  peligros  y  padecimientos.  En  medio  de 
aquellas  confusas  voces,  sobrevino  un  hombre  que  se  atrevió  desde  luego 
á  pregonar :  « Yo  soy  la  Francia,  porque  sé  mejor  que  todos  sus  supues- 
tos intérpretes  lo  que  necesita  y  apetece. »  Y  como  aquel  individuo  decia 
verdad,  la  Francia  le  creyó  y  admitió  por  su  orador  ya  único. 

Desde  entonces  enmudeció  la  revuelta  gritería,  y  solo  habló  el  supre- 
mo representante  de  la  Francia :  era  la  condición  inevitable  de  la  tarea 
que  tenia  que  desempeñar  para  hacer  la  revolución  apacible  en  el  interior 
y  poderosa  por  de  fuera.  Sin  embargo ,  la  libertad  de  imprenta  no  quedó 
ahogada;  se  dejó  solamente  cubrir  con  un  velo  y  poner  aparte  hasta  que 
hubiera  cesado  la  inevitable  reacción  que  le  cabía  y  que  las  circunstan- 
cias le  devolvieron  para  restituirle  el  gobierno  de  los  ánimos.  Sin  duda 
comprendió  que  habia  llegado  el  trance  de  su  retirada  y  que  debia  fran- 
quear el  paso  y  la  voz  al  numen  del  dictador,  ya  que  se  resignó  al  silencio, 
bajo  cuyo  reinado  pudo  aun  hacer  olvidar  sus  demasías  y  reponer  sus  fuer- 


DE  XA  POLI  «»\  H.l 

/aspara  vrtverseáprvsentar  algún  día  ma» activa  y  pn.  \mmktwtt  qm  tma  ■ 
i  Si  hubiese  sido  imprescindible  por  aquella  temporada  d  desahogo  de 
U>s  escritos  y  <lc  los  periódico» ,  nadie  la  hubiera  atropellado  A  su  muyo  . 
y  si  la  imprenta,  que  »c  mosir.»  después  her.Hcarnenlc  rcbelile  a  la»  onlc 
nan/a*  de  reírlo»  X,  obedeció  entonce»  rcndidamentr  á  lo»  decrete*  de  Na- 
polcon ,  fui'  porque  la»  idea»  y  ncccsuladc»  populare»  de  IHlo  no  crau  la* 
de  I88H|  y  la  imprenta  H  impuso  en  los  instinto»  nacionales  y  «mió  igual 
menle  la  causa  del  siuln.  <»i .» cuaado  <«e  abstuvo  «le  resistencia  con  d  repre 
sentante  «le  la  nación,  ora  cuando  dio  la  señal  de  la  sublevación  contra  d 
1 1  presentante  del  antiguo  rejimen. 

Apena»  Napoleón  acababa  de  publicar  una  nueva  medula  restrictiva 
«•nn  respecto á  la  imprenta  periódica,  que  tenia  por  objeto  autorizar  un 
solo  periódico  por  departamento,  ruando  un  suceso  imprevisto  fíat  a 
confírmarle  en  el  sistema  que  la  dificultad  de  lo»  tiempos  le  babia  impue» 
U)  de  /ciar  toila  manifestación  publica  de  los  pensamiento»  y  de  las  opi 
mones  políticas. 

Mr.  de  Chateaubriand  había  »ido  nombrado  para  reemplazar  átUieuier 
•  n  d  Instituto.  Km  de  costumbre  en  d  entrante  el  elojiar  su  antecesor 
Mr.  de  Chateaubriand,  obrando  como  osado  innovador,  trató  de  sacudirel 
yugo  de  la  tradición,  y  se  encargó  de  aquel  papel  revolucionario  en 
el  regaro  de  la  Academia .  para  tener  ocasión  de  repetir  elocuentes  decía 


462  HISTORIA 

maciones  contra  la  revolución  francesa  y  vituperar  amargamente  al  poeta 
patriota  á  quien  la  Francia  debia  el « Canto  de  la  Partida. »  Mas  no  le  cu- 
po el  pronunciar  su  discurso,  por  cuanto  revisado  antes  en  una  comisión, 
esta  lo  desaprobó.  Sin  embargo ,  una  parte  de  los  comisarios  opinó  en  sen 
tido  contrario,  y  entre  ellos  se  bailaba  un  palaciego  muy  solicito  de  Napo- 
león. Luego  que  este  lo  supo,  quiso  leer  la  obra  de  Mr.  de  Chateaubriand, 
y  cuando  vio  con  que  desentono  y  violencia  el  autor  de  Átala,  cuyo  mimen 
no  se  habia  encumbrado  todavía  á  las  sublimes  previsiones  que  le  han 
descubierto  después  « el  porvenir  social »  de  la  Francia,  trataba  de  ajar 
lo  presente  y  elojiar  la  pasado ,  no  pudo  contener  su  ira,  y  apersonándose 
en  medio  de  una  junta  crecida  al  condecorado  académico  que  habia  juz- 
gado el  discurso  proscrito  conforme  con  el  decoro  y  digno  de  la  publici- 
dad ,  se  le  encaró  arrebatadamente  en  estos  términos : 

«¿Es  Vd. ,  caballero,  le  dijo ,  el  que  ha  intentado  autorizar  semejan 
te  desmoche  ?  ¿y  de  cuándo  acá  el  Instituto  se  toma  la  libertad  de  ser  una 
junta  política?  que  componga  versos  y  censure  los  yerros  del  idioma;  pero 
que  no  salga  del  recinto  de  las  Musas,  ó  yo  sabré  hacerle  volver  á  él.  Si 
Mr.  de  Chateaubriand  es  loco  ó  mal  intencionado,  hay  hospitales  y  casti- 
gos. Además,  esa  puede  ser  su  opinión  y  no  debe  sacrificarla  á  mi  política, 
que  ignora,  como  Vd.  que  la  conoce  tan  bien:  puede  tener  su  disculpa; 
pero  en  Vd.  no  cabe,  pues  vive  á  mi  lado  y  sabe  lo  que  hago  y  lo  que 
quiero.  Caballero ,  os  tengo  por  culpado  y  por  criminal :  nada  menos  in- 
tentáis que  renovar  el  trastorno,  la  confusión ,  la  anarquía  y  los  asesina 

tos ¿  Pues  qué,  somos  salteadores,  soy  yo  acaso  un  usurpador?  Yo  no 

he  destronado  á  nadie;  hallé  y  levanté  la  corona  en  el  cieno ,  y  el  pueblo 
la  colocó  sobre  mi  sien ;  respétense  sus  actos. 

«  Analizar  en  público ,  poner  en  cuestión  ,  discutir  hechos  tan  recien- 
tes en  las  circunstancias  en  que  nos  hallamos,  es  ir  á  caza  de  nuevas 
convulsiones  y  ser  enemigo  del  sosiego  público.  La  restauración  de  la  mo- 
narquía es  y  debe  ser  un  misterio.  Y  además,  ¿qué  es  esa  nueva  y  supues- 
ta proscripción  de  los  convencionales  y  de  los  rejicidas  ?  ¿Cómo  atreverse 
á  renovar  puntos  tan  delicados  ?  ¿  Dejemos  á  Dios  el  decidir  sobre  lo  que 
ya  no  cabe  en  los  hombres  sentenciar  ?  ¿  Pues  qué,  seriáis  mas  desconten- 
tadizo que  la  emperatriz  ?  Ella  tiene  intereses  tan  caros  como  Vd. ,  acaso 
mucho  mas  directos;  imite  Vd.  su  comedimiento  y  magnanimidad,  pues 
no  ha  querido  saber  ni  oir  cosa  alguna. 

« ¡Cómo  se  malograría  pues  el  objeto  de  todos  mis  desvelos  y  el  fruto 
de  todos  mis  conatos!  Está  visto  que  si  yo  llegara  á  faltar  mañana,  os  de- 
gollaríais otra  vez  como  en  lo  pasado.  ¡  Ah,  pobre  Francia !  ¡  cuánto  tiem- 
po necesitas  todavía  de  tutor ! » 

Esta  última  esclamacion  del  emperador  pregona  todo  el  pensamiento 
político  que  imperó  á  su  advenimiento  y  caracterizó  su  reinado.  Concep 


DI    n  IFOI  i  <>\ 
á  la  Francia,  preservarla  del 
liar  que  «c  desangrase  ron  fritóla»  contienda*  ó  < 
espíritu  ite  partido  le  achacaba  el  obrar  por  ínfula*  < 
miento;  \  loqncsuszahcrtdorcs calificaban  de  «Urania.*  ¿I 
•  tutela  soberana:  •  bien  asi  como  el  pueblo,  an  Juez  nupreaao  é 
no  \i>m  ni  admiraba  nw  i|ue  un  yon  %  esclarecido dirijido  por 

el  numen  de  un  hombre  grande,  allí  donde  algunos  críticos  aislado»  solo 
vetan  é  indicaban  la*,  huellas  del  despotismo  Sin  embargo  se  acortaba  d 
trance  en  que  la  fortuna  iba  á  conceder  á  Napoleón  el  mas  sonido  favor 
que  pudiera  en  mídante  esperar  de  su  mano 

II  tí)  de  marzo  de  1 8H ,  la  emperatnz  María  Ijiisa  sintió  los  primeros 
asomos  de  parto.  Al  principio  se  temió  que  el  alumbramiento  seria  azaro- 
Mi .  \  el  célebre  Dubois.  previendo  H  caso  en  que  sena  necesaria  una  ope 
ración  anlua ,  pregunto  lo  que  debena  hacerse  en  el  caso  de  que  hubiese 
•|ue  optar  entre  la  salvación  de  la  madre  ó  la  del  hijo  •  No  penará  mas 
que  en  la  madre,*  prornmpió  denodadamente  el  emperador, en  quien  los 
afecto*  del  hombre  triunfaron  en  aquel  grandioso  trance  de  loa  intereses  y 
combinaciones  del  monarca.  Kl  '10,  á  las  nueve  de  la  mañana,  se  había  des 
canecido  toda  zozobra ,  y  todos  los  anhelos  qnedabaa  satbfccbos:  Mana 
I  ¿lisa  dio  á  luz  un  hijo  qm  Napoleón  recibió  al  punto  entre  sus  brazos  y 
que  mostró  A  los  oficiales  de  palacio  ,  esclamando  en  la  embriague/  del 
alborozo:  •  Ks  un  rey  de  Roma.  • 

Kl  estruendo  del  cañón  anunció  pronto  A  la  capital  el  feliz  aconten 
miento  que  colmaba  de  regocijo  al  caudillo  del  imperio.  El  pueblo  mani 
feMó  con  funciones  y  festejos  públicos  que  estaba  participando  de  la  di 
cha  del  prohombre.  Ñapóles ,  Milán  y  todas  las  ciudades  en  que  se  había 
señoreado  el  dominio  francés,  imitaron  A  París.  Los  cuerpos  del  estado  y 


4C4  HISTORIA. 

los  embajadores  estranjeros  se  esmeraron  á  porfía  en  redoblar  parabienes 
al  venturoso  padre  del  rey  de  Roma ;  y  el  príncipe  de  Hatzfeld,  el  mismo 
á  quien  Napoleón  habia  indultado  en  Berlin,  enternecido  por  las  lágrimas 
de  su  esposa ,  hizo  en  esta  ocasión  las  veces  del  rey  de  Prusia. 

El  bautismo  del  rey  de  Roma  se  celebró  el  9  de  junio  en  Nuestra  Seño- 
ra. Todo  Paris  acudió  al  tránsito  del  emperador.  El  pueblo  queria  leer  por 
sí  mismo  en  la  sien  centellante  de  su  héroe  la  complacencia  entrañable 
del  padre  y  del  monarca,  y  estaba  también  ansioso  de  manifestarle  su  pro- 
pio alborozo.  La  sonrisa  de  Napoleón,  tan  escasa  y  fugaz  en  su  adusto  sem- 
blante, asomaba  á  la  sazón  y  estaba  causando  sumo  reflejo  sobre  todas  las 
fisonomías  que  se  agolpaban  al  rededor  del  séquito.  Era  un  espectáculo 
magnífico,  á  cuyo  esplendor  el  cielo  mismo  se  esmeraba  en  contribuir  fa- 
voreciendo tan  precioso  dia  con  un  sol  resplandeciente  y  un  celaje  vistoso, 
por  lo  cual  dijo  el  entusiasmo  popular,  cuyo  recuerdo  y  espresion  recojió 
el  poeta:  « El  cielo  le  protcje  siempre. » 

El  príncipe  fué  bautizado  por  el  cardenal  Fesch ,  hermano  de  su  abue- 
lo. Tuvo  por  padrino  al  emperador  de  Austria,  y  recibió  los  nombres  de 
Napoleón,  Francisco,  Carlos,  José.  Su  bautismo  fué  el  anuncio  de  gran 
diosos  regocijos  en  todo  el  ámbito  de  los  anchurosos  dominios  de  su  padre. 
El  prefecto  del  Sena  y  el  cuerpo  municipal  de  Paris  obsequiaron  á  los  al- 
caldes de  las  demás  ciudades  del  imperio  y  del  reino  de  Italia.  Mr.  de 
Bourrienne ,  el  mas  estremado  detractor  de  Napoleón,  tiene  que  confesar 
que « el  nacimiento  del  rey  de  Roma  fué  vitoreado  con  jeneral  entusiasmo, 
y  que  nunca  niño  salió  á  luz  realzado  con  tan  esplendorosas  ráfagas  de 
gloria.  » 

Pero  en  medio  de  las  manifestaciones  del  júbilo  público  y  del  embele 
so  universal ,  advertía  Napoleón  que  el  espíritu  sacerdotal  se  azoraba  allá 
en  tinieblas  para  entablar  una  oposición  subterránea  y  socavar  su  trono. 
Pió  VII  persistia  siempre  en  no  querer  dar  la  institución  canónica  á  los 
obispos  nombrados  por  el  emperador,  ó  mas  bien,  no  queria  entrar  en 
ningún  arreglo  hasta  quedar  absolutamene  reintegrado  en  la  posesión  de 
su  capital  y  de  sus  estados.  En  vano  Napoleón  habia  promovido  al  arzo- 
bispado de  Paris  al  mismo  jefe  del  antiguo  lado  derecho  de  la  asamblea 
constituyente;  la  i  n  flexibilidad  pontifical  no  se  doblegó  con  el  célebre  aba- 
te Maury,  que  decía  no  haberse  hermanado  con  el  nuevo  imperio,  sino 
porque  hallaba  consagrado  el  principio  monárquico  de  que  habia  sido  fo- 
goso y  tenaz  defensor.  El  papa  espidió  un  breve  contra  aquel  antiguo  cam- 
peón del  solio  y  de  la  santa  sede ;  pero  esta  acta  de  reprobación  solo  cor- 
rió reservadamente.  Entonces  Napoleón,  noticioso  de  que  un  empleado 
eminente  del  imperio,  el  director  de  la  librería,  Portalis,  habia  sabido  esta 
propagación  encubierta  sin  atajarla,  le  reconvino  destempladamente  en 
medio  de  su  consejo  de  estado.  «¿Qué  motivos  habéis  podido  tener?  le 


«lijo  ¿Señal  aca.%0  venatrOJ  pnnnptn«  rrltjHxm?  prro  «iUhmt»  .  Apara 
fjn.-  o*  halbútaqai  r  Yoco  rtofento  I  «kIk>  i.i<>  >o 

n  l»u»rar  para  limero*  mi  roovjrro  dr  estado  f  Vw  vm«  H  qor  babeis  so 
Inalado  arta  *nmi  loca.  Soéseqel  Homh  moto,  \  «|m/ » .1  étlmqmM 

taiga  lililí  prrsonalrs  .  r»  nlaitli  por  Imvninm  o*  \i»r*lrn  padi  •• 
|«is  deberá  de  un  COU»e)ero  t\c  cutailn  par»  conmigo  «on  inmoi«m    lo» 
habato qwbriatado  ••  ) ato  fe  toss.  Salid,]  MotTOfrabápreanMei 

lo  «Meólo  murlio.  j»or.jiir  i'Min  pn***ait»**  m  mi  mamona  Un  pínula*  y 

ios  .1.-  \11.M1..  pulir 

Se  salió  con  efecto  el  |óten  ronsejero  de  catado,  >  eJeotpeí 

•  Espero  Baje  no  te  repetiré  numn  sena  bote  ivrna    po»**  nw  ha  rao 

tona  setisai  >■■ 
Pero  no  le  haMahas  tapoIeM  irrojai  <l<-  mi  lado  .»  bu  afectos  al  papo 
Para  frustrar  la  malí  rolonrál  ocnlta  «Ir  un»  gran  partí  dri  •  lera  .-Mino 
•mi  animo  do  dar  poJriicided  a  la  eurna  eocadMcrta  eje*  l<  estaba  herirá 
1I0  ron  bretes  \  huía*  «mi  eoosfart  'Ir  PÍO  MI.  >  <!»•  citar  safe  H  rpivopeilo 
((nardo nataral ilc las  doctrioas gaHcanai  i»-»  preleaaioaai aftra 
montanas  <lr|  poolilce  <-oino«*opuc*  un  concilio  n.ii  tona).  ai\a  presiden 
ría  coovtio  al  ranlaial  t>*cli.  \  ni  rayo  rn  lOtO  procuro  tOC  •  -nti 
rpbcopodo  italiano  qor  ">iu  eptoaba  mrniMr  a  ¡ms  adres  i'l  Itasaamirnto 

•pif  ilinjl"  1  !<>«■  obispo»   i|m  eo  CStO*  l'rmmn. 


í<56  HISTORIA 

«  Las  iglesias  mas  ilustres  y  populosas  del  imperio  se  hallan  vacantes ; 
una  de  las  partes  contratantes  del  concordato  lo  lia  desconocido.  La  con 
ducta  usada  en  Alemania  de  diez  años  á  esta  parte  hadado  casi  al  través 
con  el  episcopado  en  aquella  parte  de  la  cristiandad  :  no  hay  hoy  dia  mas 
que  ocho  obispos  ;  gran  número  de  diócesis  se  hallan  á  cargo  de  vicarios 
apostólicos ;  se  ha  estorbado  á  los  capítulos  el  derecho  que  tienen  de 
proveer  en  sede  vacante  á  la  administración  de  la  diócesis,  y  se  han  trama 
do  tenebrosos  amaños  al  intento  de  mover  discordias  y  sediciones  entre 
nuestros  subditos.  Los  capítulos  han  desechado  breves  contrarios  á  sus 
derechos  y  á  los  santos  cánones. 

i  Sin  embargo  pasan  años,  y  nuevos  obispados  quedan  diariamente  va 
cantes,  y  si  no  se  proveyesen  prontamente,  el  episcopado  se  estinguiria  en 
Francia  y  en  Italia  como  en  Alemania.  Queriendo  evitar  un  estado  jeneral 
tan  contrario  al  bien  de  nuestra  relijion  y  á  los  principios  de  la  iglesia  ga 
licana  y  los  intereses  del  estado  ,  hemos  resuelto  juntar  el  9  de  junio  pró- 
ximo, en  la  iglesia  de  Nuestra  Señora  de  Paris,  todos  los  obispos  de  Francia 
é  Italia  en  concilio  nacional. 

«  Deseamos  pues  que  luego  que  recibáis  la  presente  os  pongáis  en  ca- 
mino para  llegar  á  nuestra  buena  ciudad  de  Paris  en  la  primera  semana 
del  mes  de  junio. 


j:rfr 


I»i:  NAfOLBON  ,«.7 

n<>  teniendo c*u  « .11  ii  «lio  objeto,  rocana*  a  Ifcos  que  na  conceda 
mi  Malo  amparo.  • 

l-i  primera  junta  jiMin.il  .Ir  la  obispos  no  pudo  relebw  *  hasta  H  *Ü» 
I  I  emprrailor.  á  pesar  «le  mi  eaoMTO  en  eleju  |n>r  presidente  de  aquella  reu 
ilion  a  uno  ile  mi  familia,  no  l.i  balk)  Lin  atcnihlc  mmo  se  lo  había  pro- 
métale H  cardenal  Kesch  fué  el  piimcro  que  íiusiin  n/aa  de 
Capóleos,  maniHM.m.io^1  n  d  eooeiUo  un  bita  meeróott  ■!••  Roma 
.lin-  Mimo  prelado  efl  el  ioJOOTM  H  opiacopado  no  podía  rad  ol»rar  de 
olio  nodo;  pues  ya  no  ora  el  tiempo  «l«l  galicanismo  H  dejo  W  III  y  la 
it '\oliinnn  francesa^  cuidos  después  de  llosstict.  habían  ron mot i>|o proftai 
damente  la  doctrina  j  la  aoloi  idad  de  aqud  bombí  o  tan  cHebí  r  para  ron  «'I 
clero  l ladeado  coa  los  chistes  dr  Voltairc  )  ron  la  pcfset  ii.  ion  política, 
■  I  siurnloao  había  Irnido  que  acudir  á  la  santa  sede  y  adherirse  mal  da* 
nunca  á  l.i  caben  suprema  en  quien  residía  rl  principio  *  ilal  di  •! ratotá  i> 
mo  h»N  obbpoi  hobieraa  temido  completar  el  estrago  de  I » iejknñi  romana 
en  K raneta  )  malhrrir^'  .t  m  mismos  al/andose  •!<••  I.tradamrnle  rontra  las 
pcetenaiooci  pontificales  %  a\  inundóse  a  providencia»  eacimiaidii  i  en 
ii  Mfoecer  sas  vinculo»  con  la  poantad  etpiritoal  de  donde  proceda!  mi  pro 
pió  |>oder  Despee»  de  hal>er  eometido  l.t  irnpi  ndrn.  ia  de  meterse  i  habla 
dores  y  proclamar  bajo  latís  \|N  latlibertadeide  la  iglesia  ua  I  iraní  habían 
\  nelto  violentamente  a  las  tradiciones  ultramontanas  |>or  los  aeonlrrimirn 
los  tirios  últimos  años  del  reinado  del.  tus  \\|  \  maulo  aja»  ■■minados 
se  sentían  |»or  el  destemple  de  los  tiempos  nwdernos, mas  ansiaban  cs<  tidal 
se  ron  el  resguardo  de  lo  antiguo  tras  el  onjen  de  su  poderío  >  de  mi  cms 
i.  una  IVro  m  los  obispos  reunidos  pcrleiicciM  necesariamente  todavía  i 
lo  \  a  pasado,  los  principes  tic  la  iglesia  eojidos  aisladamente  eran  de  ».i  m 
glo\  estiban  poco  propensos  ¿estrellarse,  mi  el  temible \  eapleodoroaodü 
pensador  <le  las  gracias  y  favores  mundanos  Dwolvióar  poei  d  concilio. 
>  el  em|H-rador  fue  obteniendo  de  cada  prelado  franca  ¿  italiano  uñad. 
elaraeton  indi>idual  enteramente  conforme  i  MI  miras 

Kl  papa  se  hallaba  ent  -  nona,  siempre  inmutable  en  su  de 

i.  iminanon  Kl  emjHTador  le  creyó  demasiado  contiguo  i  Roma  «>  tierna 
mi. lo  espuesto  a  yr  arrebitado  |K)i  los  IiiuIcmn.  >  lolnzo  pasai  É  I  "iilatne 
Idean  Kn  medio  de  sus  desabrimientos  contra  Pió  MI.  Napoleón  no  oh  i 
daba  los  miramientos  que  debía  al  caractn  \  i  la  «huoidad  de  mi  augusto 
príiiouero.  Para  hacerle  mas  Beiedero  d  tedio  del  destierro,  rotocii  junto 
i  el  al  arfan  i»,  n.  «II.  .uvas  atenciones  unas,  aseñorado  agasajo  j  conveí 
s.ieion  antena  mitigaron  •  *  quebrarlos  del  santo  padre  PÍO  Vil 

cobró  alerto  al  sabio  y  aprcciablc  compañero  de  su  retiro   I  e  lu/.»  l 
ilas  preguntas  sobre  la  espedtoion  fie  Kjiplo  >  quiso  enterarse  de  la  obra 
que  había  publicado  solio  las  antigüedades  de  aquel  paiv  M    Denoa  .  que 
se  acordaba  que  su  libro  encerraba  algunas  pajinas  poco  católicas  y  aniñas 


408  HISTORIA 

de  hermanar  con  el  sistema  de  la  Escritura  sobre  el  oríjeu  y  la  edad  del 
mundo ,  habia  temido  que  su  santidad  se  ofendiese  al  hallar  esplicaciones 
y  conjeturas  cosmogónicas  mal  avenidas  con  las  del  Jénesis.  Pero  el  papa 
no  se  paró  en  esta  desavenencia  entre  la  especulación  científica  y  el  siste- 
ma revelado,  y  advirtiendo  que  Denon  se  esmeraba  en  ocultársela ,  lo  es- 
playó  diciéndole  :  «No  importa,  hijo  mió,  todo  esto  es  sumamente  cu- 
rioso; en  verdad  yo  lo  ignoraba. »  El  sabio  francés  informó  entonces  al 
pontífice  que  su  santidad  habia  anatematizado  el  libro  que  elojiaba,  y  tam- 
bién al  autor.  « Yo  te  he  escomulgado,  hijo  mió,  replicó  el  papa;  lo  sien- 
to, y  á  fe  que  no  me  lo  presumía. » 


.    Mili  m     \\\|V 


■ 


**  fc»*»J    l-l 


rio»  y  tras  *angncata*  batalla» 

%t  hallaba  tnihtannrntr  planteada  por  ra*i  Indnrl  ara  bu 

f  apagóla 


v  intañoo  frai  •  •  ■  i  •  n  I  apata  iI»a  imh 
prcámav  aun  ra  medio  de  losqorbraa 
lo*  do  la  guerra  Daajc  qne  d  iiiwi 
dor  h»  había  ausentado  ilr  la  IVmnMil.i 
su»  lugarlfiiu-iiio* .  aromctuli"  |w  la* 
guerrilla*,  bala  la  Unido  que  prloar  lam 
bien  ron  freeiHwia  contra  la»  tropa»  ar 
re«lad  .^  dr  que  M  i  omponian  Un  ejcr 

:l  harpaajoa,  pero  ra  m 
la»  \  leiMludr*  nenln»  tba 

Mtio»  terrible» .  la  anímala* I  «W  rey  Joar 
Irían. 


470  HISTORIA 

En  los  primeros  meses  de  \  809,  vuelto  Napoleón  á  Francia,  Palafox, 
que  se  había  metido  en  Zaragoza  después  de  la  derrota  de  Tudela,  habia 
defendido  la  capital  de  Aragón  con  el  heroísmo  de  los  antiguos  Cántabros. 
Los  Franceses  pasaron  muchos  meses  bajo  las  murallas  de  Zaragoza,  y 
cuando  el  valor  de  los  soldados,  la  ciencia  de  los  jenerales  y  todos  los  re 
cursos  del  arte  de  la  guerra  asestados  con  maestría  por  los  oüciales  facul 
tativos  dieron  al  través  con  las  obras  estertores  de  la  plaza,  y  las  murallas 
de  la  ciudad  pararon  ya  en  poder  de  las  armas  imperiales,  fué  preciso  con 
tinuar  todavía  por  las  calles  aquella  lid  encarnizada  y  formar  en  cierto 
modo  el  sitio  particular  de  cada  casa.  Al  fin  la  pertinacia  española  tuvo 
qne  ceder  al  empeño  francés. 


A  y 


El  2í  de  febrero  de  \  809,  la  ciudad  se  rindió  á  discreción  al  mariscal 
Lannes.  El  presidente  de  la  junta,  Mariano  Domínguez,  prestó  juramento 
de  fidelidad  al  rey  José.  «  Hemos  cumplido  con  nuestra  obligación  contra 
vos ,  le  dijo  al  mariscal ,  defendiéndonos  hasta  el  último  trance,  y  con  el 
mismo  tesón  daremos  cumplimiento  en  adelante  á  nuestros  nuevos  empe 
ños.  i 

No  cabe  retratar  el  estado  pavoroso  y  la  suma  asolación  en  que  se  ha 
Haba  aquella  ciudad.  Una  horrorosa  epidemia  habia  añadido  sus  estragos 
á  los  de  la  guerra.  « Los  hospitales  no  podían  ya  acudir  á  los  enfermos  y 
heridos,  dice  un  ilustre  mariscal  en  sus  Memorias.  Los  cementerios  no 

i 


DE  NAPOI  l  un  .Tt 

ha«labnn  para  sepultar  á  lo*  muerto* .  lo*  cadáverc*.  emulo*  en  «ro»  de 
IH  »    \  in  111  |>or  centcnarc*  a  la*  puerta»  de  l»»  iglesia». 

\  la  toma  de/aragn/a  mbiii.—  h  -I-  Juay  fio  Monzón.  Empero  lodo* 
e*to*  rvféwi  no  alcanzaron  a  quebrantar  el  lc*on  de  lo»  fcpnftolr*  l  na 
parir  dd  <j«r.  tío  fruncirlo  Arason  aeahaha  de  pasar  ac.a.*tdla.  para  acá* 
!•  juicio  «I  tercer  caorpO  el  encargo  decon*rvar  una  conqnwta 
que  había  costado  ocho  mil  hninbn^  á  lo*  *ttiadore*  Luego  que  el  |aM 
ral  Hlacfce  supo  «mi  Cataluña  que  lo»  vencedores  de  Palaíox  ««•  habían  di 
\  kÜdo  y  que  el  «punto  cuerpo  M  había  alejado  dri  Lbro  (tara  enraminanc 
h  u  i.i  el  Tajo  ,  marcho  de  Tortosa  al  frente  de  cuarenta  mil  hombre*  y  *e 
interno  en  Vracon  COI  d  intento  j  la  wpeniwi  de  re.  obrar  á  Zaragoza. 

K*la  tentativa  prospero  al  prineipioeon  una  ptqveAl  ventaja  que  Riad» 
logro  en  \lrani7    Tero  d  terrer  cuerpo  miaba  mandado  por  Suche!,  rao 
ddta  intelijente  y  \  alero*o  que  se  había  granjeado  lo*  grado»  *npcnorcs  dH 
.  j.  i>  ito  eon  unialado*  servicio*  en  la*  guerra»  de  Italia  y  de  Memaoia.  v 
.pie  .lebia  ha.,  i  do  n  llgM  día  á  Napoleón  que  si  hnbw-se  tenido  en  K*pa 
i>a  do*  maríscale»  como  él,  conquistara  y  conservara  la  Península,  pue»lan 
to»  triunfos  inaudito*  vino  a  confuir  |>or  su  tino,  su  talento  militar  y  su 
denuedo  Súchel  había  ñdo  llamado  a  Aragón  en  reemplazo  de  Jimot   F.s 
le  sabio  v  valiente  guerrero  alian/.  •  la  v  ictona  l>  ij.>  Im  tandera»  fran 
Ia*  refriegas  de  Mana  y  Belchite  desahuciaron  a  Hit  kf  |i>    i>  índole. i  rol 
verse  á  Cataluña  Sucbct  fué  dignamente  auxiliado  por  el  intrépido  jeneral 


■    -  ' 


Í72  HISTORIA 

Harispe,  jefe  de  estado  mayor,  y  el  comandante  de  artillería  Vallee,  á  quien 
una  conquista  lejana  valió  después  el  bastón  de  mariscal. 

Una  vez  disperso  el  ejército  español,  el  jeneral  en  jefe  del  tercer  cuer- 
po volvió  á  Zaragoza  ,  en  donde  se  dedicó  á  cicatrizar  las  llagas  y  desen- 
conar los  ánimos  de  la  población.  No  fueron  vanos  sus  conatos,  pues  Za- 
ragoza recobró  pronto,  en  medio  de  sus  escombros,  el  curso  de  las  fiestas 
y  ceremonias  relijiosas,  celebrándose  las  mas  grandiosas  en  la  iglesia  del 
Pilar  bajo  los  auspicios  del  jeneral  francés,  quien  juzgó  oportuno  herma 
Dar  el  boato  militar  con  la  majestad  del  culto. 

Con  tales  jestiones  y  á  fuerza  de  cordura,  de  amistosas  demostraciones 
y  manteniendo  rigurosamente  la  disciplina,  consiguió  que  la  ciudad  mas 
contrapuesta  al  dominio  francés  de  todas  las  poblaciones  españolas  fuese 
eallada  é  insensiblemente  sobrellevando  el  mismo  dominio  que  habia  re 
chazado  con  tanto  brio  y  pertinacia. 

Aparentábase  ya  pacífico  Aragón ,  cuando  volvió  á  encenderse  el  fue- 


<tr-  - 


§:;  r 


I>K  NM'MI  H>\ 


m 


c  I'  la  ancrra  «I  presentarse  el  joven  Mina,  mirto  adalid  de  guerrillas 
ivm  .1  j.  nrr.il  Surhct  no  «lio  tiempo  i  qur  «c  propagase  rl  ino  ndio.  poe» 

persiguió  .i  Mim  .  diopeno  m  partí  I 

I  I .  j.  r.  do  francés  no  era  igualmente  afortunado  rn  Cataluña.  So»  Je- 
nrralcs  *c  acotooioo  ipeoai  tentado  qur  luchar  « ontinnamcnlc.  va  contra 
nonieroeoí  cuerpos  de  voluntario!  oeo  proporcionobo  la  población  cátala- 
ni .  \  i  nuitia  l.js  ti-.j.ts  ur.v  »,  Hlarko  y  (»  Doncll    Puní  fiar 

.ii  estf  punln  .i  loa  armas  francesas  la  misma  ooperioridod  que  fO  tragón, 
fue*  íi»i*>mi  eognodeoor  lo  ariota  •  Btenet,  bectendotefouoj  de  la»  cam 
pinas  de  Zaragoza  É  bu  ilf  Tarragona  y  de  Valein  la 

\ntes  de  rerifeer  nlo  mmimirnto.  rl  eoodülodd  tercer  enrrpo  «ec* 
nortea  mjmtar  la  provincia  qur  iba  a  drjar.  tpoderendootda  las  forta 
pM  deiliodjUI  del  nortr  a!  mediodía  Aragón  \  Catátate.  EalO  Icos 
lo  algunos  meses   Kl  t  de  abril  dr  IKIO.  OTO  doeio  00  tehOjlHO,  %  ri  I" 
dr  junio  dr|  mismo  ano   l  ■oaoJMSOl  J  Monlla  se  hallaban  rn  su 

poder  Knionccs  se  OOOPOtilorol  al  pacificador  de  \iagon  entrambos  en 
BttOOO,  d  da  Valencia  \  .1  di<  DortOOB;  y  tomo  este  ultimo 

Kl  jtnrral  Taro  mmüeM  al  proñlO  intentos  de  oponerse  al  sitio  de 
aquella  plata .  pero  al  acercarse  Súchel .  vano  ilc  dictamen  y  se  retiró  ar 
rebaladamenle  sw  cmlurgo  Suehet  aguardó  para  atacar  á  Tortosa  que  el 
séptimo  cuerpo  le  hubiese  proporcionado  los  refuerzi*  indispensables  que 
bahía  pedido.  Kstos  llegaron  en  iliriembre  de  IHto.  \  rl  I*,  de  enero  de 
«XII,  tremolaba  la  bandera  francesa  sobre  los  muros  déla  plan 

Hendida  Tortosa .  no  quiso  el  vencedor  .  atenido  a  su  sistema  de  cor 
dura,  llevar  mas  alia  sus  trinlbl  ni  CotoluÉO  antes  de  haber  despejado 
otra  vex  d  Aragón  de  algunas  partidas  que  se  habían  internado  á  las  ór 
cienes  tic  Yillacampa ,  el  Kmpccinadn  y  Mina  el  mayor.  1.a  espulsion  ile  es 
tos  tres  caudillos  empleo  a  Súchel  durante  alapoflMM  RMsea  V  illacampn  y  d 
Kmpecinado  se  retiraron  a  la  proi  nina  de  Cuenca.  Mina  se  ennseo  por  los 
montes  de  Navarra,  y  Suehet  volvió  i  presentarse  en  fal alóla  á  las  puer 
tas  de  Tarragona 

Kia  aipirlh  OÍodod  un  |  de  los  baluarte»  de  la  resistencia  00  el  norte 
de  la  Península  tema  ocho  mil  hombres  fie  guarnición  que  contaban  con 
refuentos  por  mor.  Kl  jeneral  Suehet  acometió  U  pla/a  000  euarenta  mil 
hombres  y  A  tomo  por  asalto,  al  cabo  de  dos  meses,  el  21  dejooiode  IMI  l 

Ksta  nueva  •'•  importante  conquista  regonj.»  en  Ortwo  el  em|>erador. 
quien  fiaba  tanto  mas  valor  ¿  los  tnunlos  de  100  ejér  ikM  en  K.spaña.  cuan 
lo  mas  escasos  y  menos  derisi\  os  eran  que  en  las  demos  parle»  de  Kurofn 
\si  d  concepto  x  .i  tan  favorable  que  leajo  del  j  üei.il  Snenel  ■  rohusflmn 
m  H  x  mas  en  el  .mimo  de  Napoleón,  quien  oondarordd  \emrdor  deTar 
ragona  con  la  digimlad  de  marisca!  del  ira|*  i  ío 

\  la  loma  ile  Tarragona  siguió  la  oenpacion  dr  HmN-ruif  I  as  arma- 


HISTORIA 


francesas  iban  declaradamente  cobrando  por  aquella  parte  el  predominio 
que  habían  ejercido  en  los  mas  prósperos  dias  de  las  guerras  de  Alemania 
é  Italia.  La  rejencia  española,  temerosa  de  que  Valencia  padeciese  la  mis- 
ma suerte  que  las  fortalezas  de  Cataluña,  se  esmeró  en  enviar  un  cuerpo 
de  diez  mil  hombres  á  las  órdenes  de  Blacke  para  atajar  la  marcha  triunfa- 
dora de  Suchet. 'Pusiéronse  en  estado  de  defensa  los  castillos  deOropesa  y 
Sagunto ;  mas  no  pudieron  resistir  al  ímpetu  francés.  El  castillo  de  Oropesa 
se  tomó  fácilmente,  y  el  de  Sagunto,  aunque  socorrido  por  Blacke  al  frente 
de, veinte  y  cinco  mil  hombres,  tuvo  que  capitular  el  26  de  octubre  de 
\S\i  ,  después  de  repetidos  asaltos  y  al  dia  siguiente  de  una  sangrienta 
batalla  en  la  que  el  jeneral  español  perdió  mas  de  cinco  mil  hombres. 

Ya  no  habia  contraresto  para  el  ataque  directo  contra  Valencia.  Enton- 
ces, para  estorbar  ó  diferir  la  caida  de  aquella  plaza,  el  Empecinado  y  Mina, 
que  descollaban  entre  los  héroes  de  la  independencia  nacional ,  y  que  de- 
bían encabezar  la  lista  de  los  proscritos  en  el  absolutismo  y  entre  los  mar 
tires  de  la  libertad ,  trataron  de  maniobrar  en  ayuda  de  Blacke  haciendo 
nuevas  correrías  por  los  montes  de  Aragón.  A  fin  de  precaverse  Suchet  del 
peligro  que  podia  amenazarle  por  aquella  parte,  pidió  refuerzos,  y  luego 
que  los  hubo  conseguido,  pasó  el  Guadalaviar ,  rechazando  una  parte  del 
ejército  español  al  reino  de  Murcia  y  encerrando  la  otra  en  Valencia.  Aque- 


I»K  \\r«»l  RON  17  . 

lia  mxbd  ota  pronunciar  «m  «ot.rcsallo  H  nombre  Ae  Sarhrt,  Mmnáp 
iim»  lo*  trannr*  ilr  nn  «itio  y  di  un*  toma  por  asalto  *«i  .  lo**»  q»eH 
homhardro  hiro  alguno»  i**tragn»  .  U  pobtarinn  pida»  rapftaatrto* .  qar 
ibiulo  |t>m«'Ikth  U  guarnición .  compurMa  ilr  dier  y  nrhn  mil  hombre»  y 
«ii  caudillo  H  jmrral  rilarle 

ll  lo  de  moro  de  lftl'2.  «brío  Y  «leona  *u»  punta»  «I  cjernto  fraan*. 
>  ••!  '21  ilrl  mismo  mr* .  H  emperador  .  qne  migaba  «trmprr  nn  «llardo* 
cspléodido  sobre  an  *n*  icio  eminente,  dio  un  drrrrto  llorando  rn  el  rn 
no  de  Valencia  un  capital  dH  valor  dr  do*nrntn*  millones  para  drOribuir 

10  á  lo*  jcneralc* .  oficíale*  y  toldado*  del  ramio  de  Araron  Por  el  mi» 
mo  decreto  nombro  al  mansral  Snchet  duque  de  \lbnfrra .  mh/adoai 
la*  rentas  anejas  al  mi*mo  dictado. 

Durante  lo»  Iré*  ano*  qnr  mediaron  mire  I*  i-nw  ib  /arago/a  y  la  de 
valencia,  en  lo»  qneornrnrron  arontrrimirnto*  diario»,  myo  resoltado 
fue  plantear  con  alguna  probabilidarl  de  duración  el  dominio  francés  en 
las  pro*  incia*  dH  nc.rdr»te  dr  la  IVnin*ula .  la»  alternan*  a*  dr  la 
-Hinque  mono»  propina*  a  la  cau*a  drl  rey  José  rn  rl  oestr  *  el 
proporcionaron  vn  emlaugo  la  coyuntura  dr  atlal  sutoria»  a  kM 
ralr»  que  rl  ratperador  había  rolorado  al  frente  .Ir  »u*  intrépida»  bbnjr* 
rn  l*»  pro*  inri**  mrndton*lr«  de  la  monarquía  española  y  rn  H  rnno  «I»' 
Portugal 

Deapoe»  de  la  toma  dría  Coro  na  en  cinto  de  INOO.  rl  man*cal  Soull 
lialna  io*adidor*te  ultimo  reino.  ■¡entra*  .pie  el  manual  V->  pn 

1 1  •  ••uquista  y  pacificación  ilr  i.alkia  \  de  Wniia»  *  que  el  mandil    \  *• 

i  rotaba  en  Medelhn  d  ep-mio  df  I  <>t  remadura  mandado  por  el  ¡> 
ueral  4  ¿testa 

l-os  progresos  <!H  marisca]  Soult  en  Portugal  fueron  repulo»  y*  esrb 
i  codo» ,  pero  no  dr  larga  duración.  Había  derrotado  a  la  Romana  H  fi  de 
marro  rn  la»  orillas  dd  Tamega.  apoderándose  sucesivamente  dr  Chave». 
Braga,  (¡almaracos  y  OportO.  K»ta  última  cuidad,  la  *rgun«Li  dr  Portugal 
que  liabia  herho  vanas demostraciones  de  defensa.  M  había  rendí  d 
un  primrr  asalto  rl  '29  dr  mano  de  IXOtl.  al  día  siguiente  dr  la  batalla 
«Ir  Mcildlin  y  do*  día*  drspnr»  «Ir  la  de  i'md.id  lleal.  en  b  qucrl  jn>*ral 
Scbaatiani  derroto  al  duque  drl  Infantil,. 

Shi  rmbargo.  cato»  triunfo»  casi  simultaneo»  ile  los  difcrrnlc»  caudí 
lio»  ilrl  ryrmto  franrr»  mugan  resaltado  produjeron  ea  H  animo  de  la» 
poblaciones,  que  se  iban  exasperando  en  vet  de  acobardarse  1  na  mam 
reerjoa  jennal  e*tallo  rn  fetremadura,  y  b  junta  de  B*ibj»i  ri^pomfco 
.  M  un*  aterre*.  intermediada  de  tropelía»  a  b*  inlimaoooe*  ilrl  vearr 
dor  de  vl.,1.  Uní  \|  mi*mo  lirmpo  Mrllinginn .  al  írealr  de  un  cuerpo  dr 
treinta  mil  hombres,  se  encaminaba  de  lasboa  «obre  iiporl»  para  arTrba 
lar  aquetb  importante  conquista  al  mariscal  Soult.  a  quien  el  tevauUimni 


470  HISTORIA 

to  de  la  Extremadura  privaba  de  la  cooperación  del  mariscal  Víctor,  y  se 
hallaba  además  amenazado  por  la  parte  de  Tamega  por  el  jeneral  porta* 
gués  Silveira  á  quien  iba  á  reforzar  Beresford.  En  tan  critica  situación,  el 
ejército  francés  se  aparecia  en  vísperas  de  padecer  inevitablemente  por  ter- 
cera vez  el  desdoro  de  Bailen  y  de  Cintra;  pero  tenia  por  caudillo  en  estas 
circunstancias  uno  de  los  mas  consumados  capitanes  del  siglo.  « Soult  la 
salvó  con  la  prontitud  y  el  acierto  de  sus  disposiciones,  dice  el  autor  de 
las  Guerras  de  la  revolución.  Sacrificó  sin  titubear  enseres ,  pertrechos  y 
víveres,  pasó  prontamente  áGuimaraens,  y  dejando  á  la  izquierda  Braga  en 
donde  Wellington  estaba  amagando  antecojerle ,  se  enriscó  por  los  mon- 
tes que  atraviesan  el  Cavado.  Al  cabo  de  dos  dias  llegó  á  Buivaens,  en- 
crucijada del  camino  de  Chaves,  en  donde  estaba  situado  Silveira,  y  de 
una  profunda  garganta  que  conduce  á  Montalegre  siguiendo  el  cauce 
del  torrente.  Todo  el  ejército  se  fué  encajonando  por  aquellos  senderos , 
donde  apenas  cabían  dos  hombres  de  fíente.  A  sus  pies,  el  Cavado,  cre- 
cido con  una  lluvia  tempestuosa,  bajaba  bramando;  sobre  su  cabeza  es- 


III     NU'nIHiN  177 

Litan  »u«ocndtdo»  lo*  |»cnasem  desde  donde  estaba  saliendo  un  tiroteo  ron 
iiiiii»*  Finalmente,  rl  camino,  yn  tan  penoso,  calaba  atajado  é  Irerlios 
por  arroyos  qnc  salían  de  sos  caire*  bjadov  ítouli  venció  tantísimos  oh» 
laculoa  Supo  encubrir  M  marcha  a  entrambos  )rnfml«  enemigo*  y  lle«ar 
•  li  frontera,  desde  donde  paso  a  Orense  Perdió  Win  solo  alguna  role 
al  tratar»  en  d  desfiladero  iM  Cavado  l a  caballería  couserró  ««*  eaba 
lio»  y  b  infantería  su»  arma» .  siendo  r*n  r.  «ir  >.l.i  non  .lurrwi  de  la  de 
noore.  y  uno  de  tos  timbre»  del  man  val  Ktfrrchado.  romo  lo  había  «ido 
H  )cncral  ingina,  entre  do»  ejercito*  Hiporiore*  en  numero,  logró  sortear 
ntrambo*  paso  entre  M  *"""  alborotado  y  acertó  a  infundir  * 
loa  anidados  bastante  con  lian  ra  para  trnr  sobrellevasen  ron  lc*on  las  es 
enanca* .  aguacero»  y  tropiezo*  de  un  camino  en  el  que  fueron  Kompuia- 
Joa  por  un  fuego  graneado  al  que  n:i  podían  corresponder  • 

Kl  mariscal  Sooll  habiendo  evitado  milagrosamente  a  tMImgton.  Br 
resfnrd  y  Silvcira  que  se  liso,  jcahan  de  tenerle  encarcelado  en  la»  ganan 
tas  de  Portugal .  rmsomo  en  t  «paita  para  »lescolgar*c  «obre  la  HnaMM  y 
prcctsarlc  a  levantar  H  «tbode  Logo  Ney.qnc  había  conseguido  en  \stn 
ría»  iguale*  resaltado* que  Suriieten  v  rogón.  marrlióalcncnentrodcSoull 
y  *r  minino  con  H  para  acabar  de  destruir  el  rnerpo  ile  la  Romana  >  *o 
pirgar  a  lo*  sublevado*  en  «.alma  Pero  lo»  movimientos  militare»  que  el 
enemigo  otaba  preparando  en  el  centro  de  la  Península  precisaron  proa 
lo  a  entrambos  maríscale*  a  ni  tincar  sns  combinaciones  y  variar  so* 
planea 

Wefttagtoa  no  habiendo  bajado  ésta  en  tu  eapeoVion  contra  Soult 
btbi  i  i  nano  a  fatn  madura  en  donde  esperaba  ser  mas  afortn nado  eontra 
« -I  cuerpo  de  Vietor  llalaa  dejado  sos  reales  de  \brantesnl  frente  de  veinte 
y  cuatro  mil  hombres,  apoyada  la  derecha  en  ei  ejercito  español  d. 
ta.  compuesto  «le  treinta  \  mis  mil  hombres,    y    la  izquierda  en  la  lefbl 
de  Robarlo  Wilson.  compuesta  de  cuatro  mil  hombres  Podia  contar  »<!• 
me*  con  H  arrimo  ile  un  cuerpo  de  veinte  y  do»  mil  hombres,  mandado 
por  V  ruegas  y  que  estaba  pronto  á  desembocar  en  las  llanuras  de  la  Van 
lia.  mientra»  que  H  duque  del  Parque  maniobraría  en  el  norte  coa  to* 
•le  la  Romana,  y  que  Reresford  operaría  en  las  fronteros  ét  Ketre 
madura  con  un  rnerpo  de  quince  mil  Portugueses  destinado  a  «en  ir  de 
rearrra  Oeurria  ademas  que  en  medio  de  numerosas  guerrilla»  y  de  par 
tilos  cnanleeidos  con  la  causa  de  la  independencia  nacional  .  todo»  «no» 
ejércitos  españole* .  ingleses  y  portugueses  iban  á  echar  el  resto,  no  solo 
para  recaer  sobre  H  mariscal  Vietor.  sino  para  abalanzarse  a  la  capital  % 
arrebatar  Vadnd  al  rey  José. 

Comprendió  este  ultimo  H  |»Higro  que  le  amena/aba  y  mandó  por  su 
parle  una  concentración  grandiosa  de  los  cuerpos  dd  ejercito  trance»  so 
l-i      I  Tajo .  lucia  Tablera  de  la  Reina   Pero  sm  dar  tiíaMiu  á  que  Son  I» 


478  HISTORIA 

y  Mortier  efectuasen  su  reunión ,  prefiriendo  José  el  parecer  de  Víctor  al 
de  Jourdan  y  sin  aguardar  siquiera  la  llegada  de  Sebastiani  quedebia  acu- 
dir de  Toledo,  empeñó  la  refriega.  Esta  impaciencia  libró  al  ejército  ene- 
migo de  una  derrota  decisiva.  Los  Anglo-hispanos  defendieron  esforzada- 
mente sus  posiciones  y  las  conservaron.  Su  pérdida,  igual  á  la  de  los  Fran- 
ceses, ascendió  á  unos  ocho  mil  hombres  muertos  y  heridos ;  y  como  en 
todas  las  batallas  eu  que  el  ejército  francés  no  quedaba  completamente 
victorioso,  acostumbraban  los  ejércitos  enemigos  atribuirse  el  triunfo,  se 
celebró  la  jornada  de  Talavera  como  esclarecidamente  gloriosa  para  Wel- 
lington  en  España,  Inglaterra  y  todos  los  países  de  Europa  en  donde  se 
abrigaba  una  envidia  inveterada  contra  la  Francia.  Pero  Soult  desbarató 
pronto  los  cantos  de  triunfo  que  resonaban  en  el  campamento  enemigo. 
Ocupó  á  Plasencia  en  el  momento  en  que  Wellington,  nombrado  jeneralí- 
simodelos  ejércitos  anglo-hispanos  y  portugueses,  después  del  éxito  de 
la  batalla  de  Talavera,  le  conceptuaba  todavía  en  los  alrededores  de  Be 
navente.  Reunido  con  Mortier  y  con  Víctor  en  Oropesa,  atacó  Soult  el  ejér- 
cito enemigo,  el  8  de  agosto  de  \  80i),  en  el  puente  del  Arzobispo,  y  esta  vez 
el  éxito  no  fué  dudoso.  Sin  embargo  en  lo  recio  de  la  pelea,  titubeó  por 
un  momento  el  mariscal  sobre  su  paradero.  Habíase  levantado  una  polva- 
reda que  le  imposibilitaba  divisar  los  cuerpo» que  tomaban  parte  en  la  ac 
cion,  y  no  distinguiendo  ya  los  Tejimientos  de  caballería  que  había  diriji- 
do  contra  la  infantería  anglo  hispana  y  creyéndolos  aniquilados  por  una 


I»l    \  \  P«|  ION  ;:•» 

rnnr.a  riH  riuqiw  <lr>  Mbuquerquo.  qm.-n  balita  «obrerenirin  ron»  miaja  rio 
iiumrrn.  retuvo  y»  para  hacer  rinparar  enntra  aquella  nube,  temienrio  que 
ibrtaw  In  rr.ballorin  enorme »  * i<  toriOMI  Pronto  aaJM  rir  oMa  ineer 
liriumbro.  pue«  inoenriiario»  lo*  ramp¡'inrotrw  |»or  lo«  K«panoto4 ,  j  enn 
riiendo el  fueao por  In malera.  tnanitWti-  a.  trm*»  fie  un  tfTaiirimmo  mrrn 
«lio  loria  la  rienoi I  J  |".tipiUwla  fuga  riela*  tropa*  rir  Wllmalon 

Kl  roMiltario  dt  la  refriega  en  H  puente  riel  \r/obi«po  fu>  arrojar  A 
I  w&$M  i  lo«  moni»-*  «Ir  ia  Mnnrba  y  oV  K*tromariura .  obligando  al  jmf 
ral  ingle*  a  una  rrtiraria  ojeeuliva  lObrc  Hariajor  Por  N  parir  rl  marival 
n-  |  solviendo  a  (ialiria  .  derroto  la  lejion  rie  VAil*nn  en  la  allura  rio  lia 
nOt.tPBI  (Hn  tfafXMI  drl  enrnenlro  «Ir  \lmnnanri.qii»-  *o  din  al  di.»  «iguirn 
lo  de  1 1  .in  ion  <IH  Bajante,  y  m  la  qur  rl  jenrral  SebaMiani  rie*trmo  H 
rorrpo  de  Nenega*.  cuyo*  ro*ln<  «o  refnjiaron  alrnpdl.nlamente  en  la* 
cárpanla*  de  Sierra  Morena 

Sin  embargo  H  U*on  («panol  riWnlló  en  modín  «Jo  torio*  e«tm  o>s- 
IM1I  W.  BalloMero*,  que  retalia  asomando,  bahía  lnvbo  nurvo*  ali*tamion 
lo*  en  \*tuna*  *  lo*  había  Horario  al  diiquo  riH  Parque,  quien  M  había 
aporiorario  rio  Salamanca.  nVspuosrio  hahrr  airan/ario  un  pequeño  Iriunín 
ron  ira  un  destacamento  rirl  cuerpo  riel  marital  N.  \  .  a  quien  rl  empero 
rior  había  Mamario  a  Alemania  y  a  quien  arañaba  nV  reemplazar  el  jene 
ral  Marchanri  en  el  manilo  riel  ejercito  «I.-  «...iluta 

Iíw  Ktpanole»,  engreído*  ron  e*ta  ventaja  y  siempre  prontos  ■  relia 


,' 


ÍSO  HlSTOttlA 

ccrse  de  sus  derrotas,  quisieron  probar  una  nueva  asomada  por  la  Man- 
cha y  apoderarse  otra  vez  de  Madrid.  Arizaga,  al  frente  de  sesenta  mil 
hombres,  desembocó  por  Despeña-Perros  y  se  adelantó  sobre  la  capital  si- 
guiendo la  dirección  de  Toledo  y  de  Aran  juez,  mientras  que  el  duque  del 
Parque  verificaba  su  movimiento  sobre  el  camino  de  Burgos. 

El  mariscal  Soult  mandaba  en  jefe  el  ejército  francés ,  como  sucesor 
del  mariscal  Jourdan.  Llamó  á  sí  á  Víctor,  Mortier  y  Sebastiani,  y  marchó 
en  derechura  al  enemigo  obligándole  á  retroceder  hasta  Ocafia,  en  donde 
el  ejército  español  quedó  aniquilado  el  4  8  de  noviembre  de  4  809.  Durante 
esta  memorable  batalla,  Arizaga,  en  vez  de  pelear  al  frente  de  sus  tro- 
pas, se  retiró  á  un  campanario  de  la  ciudad,  y  desde  allí  asistió  como 
mero  espectador  á  la  derrota  de  su  ejército.  Perdió  su  artillería,  trenes  y 
banderas,  y  dejó  treinta  mil  prisioneros  en  poder  del  vencedor. 

La  derrota  de  Arizaga  motivó  la  retirada]del  duque  de  Albuquerque, 
quien  habia  quedado  en  Estremadura  para  sostener  su  izquierda,  y  cejó  á 
Trujillo.  El  duque  del  Parque,  así  mismo  comprometido  con  el  desastre 
de  Ocaña ,  se  retiró  también  sobre  Ciudad  Rodrigo,  á  donde  no  llegó  sin 
haber  padecido  un  quebranto  en  el  puente  de  Alba,  perdiendo  tres  mil 
hombres ,  la  artillería  y  los  bagajes. 

Habia  llegado  la  horade  dar  el  golpe  postrero  á  la  insurrección  espa- 
ñola y  á  la  intervención  inglesa.  El  emperador  lo  podia  tanto  mas  fácil 
mente  cuanto  sus  triunfos  en  Alemania  y  la  paz  en  el  norte  le  permitían 
agolpar  sobre  la  Península  una  parte  de  sus  tropas  victoriosas.  Por  consi- 
guiente se  aumentó  el  ejército  francés  en  España  hasta  el  número  de  tres 
cientos  mil  hombres  en  los  primeros  meses  de  4840,  y  se  puso  á  la  orden 
del  rey  José,  cuyo  mando  supremo  era  aparente,  pues  en  realidad  lo  cjer- 
cia  el  mariscal  Soult. 

Las  primeras  operaciones  se  encaminaron  á  atacar  la  Sierra  Morena , 
cuyos  picachos  estaban  minados  y  que  sin  embargo  fué  ocupada  en  un  dia 
(20  de  enero  de  4840)  á  pesar  de  la  tenaz  resistencia  de  los  Españoles. 
Desde  entonces  el  mediodía  de  la  Península  quedó  patente  al  ejército  fran- 
cés. Granada,  Sevilla,  Málaga,  Murcia,  Oli venza,  Badajoz  cayeron  su- 
cesivamente en  poder  de  sus  armas.  Pero  Cádiz  se  resistió  ;  Cádiz  ,  re 
sidencia  de  aquella  famosa  junta  que  estuvo  ventilando  una  constitución 
democrática  y  dirijió  una  guerra  nacional  bajo  los  tiros  de  laaFrancia  re 
volucionaria  y  en  nombre  de  un  rey  cuya  causa  era  la  misma  que  la  de  la 
aristocracia  y  de  la  frailería.  Este  último  baluarte  de  la  indepeudenciares 
pañola  padeció  un  estrecho  bloqueo  por  tierra;  pero  quedábale  el  mar,  y 
este  le  trajo  víveres ,  pertrechos,  jente  y  pensamientos. 

Mientras  que  Soult  recorria  triunfal  mente  la  Andalucía  persiguiendo 
los  restos  del  ejército  español,  sitiando  y  tomando  plazas,  Massena, llegado 
á  España,  ceñido  con  los  laureles  de  Essling,  invadía  el  Portugal  y  mar 


Dr   NAPOLEÓN  Wi 

.  haba  •nnim  lisboa  Pero  había  matado  con  la  cooperación  <M  ejército 
«Ir  \n«taluna.ycstaleWtó..Houll.  dctrn*to  por  Im  Anglc^HisBanos  de  Al 
jeciras  y  de  Jibraltar  que  amcns/aUn  continuamente  U  Andalucía  y  le* 
pfOl  mcias  de  la  rosta  oriental .  no  hiro  el  menor  metimiento  *  (atoe  dH 

>  oV  Portugal ,  ron  lo  mal  Massena  aislado  no  podo  hacer  írenle  A 
Mrllinglon  )  tuvo  qor  tolter  á  Espala  Su  ralbada  fue  n>sastradi*ima 
Wclhngton  persiguió  rl  ejercito  frasees  soto  rl  territorio  español,  tomo 
á  oliveaa  y  sitió  á  Badajo  So  presencia  reanimó  al  denuedo  y  las  e*pe 
rautas  dr  la  sublevación  Pero  acudió  Snnll  >  atcrO  rectamente  A  Rere» 
lord  en  Alboera .  cncaminAndose  A  la  laida  de  las  sierras  y  aguardando 

m  pfTt  liln-rtaré  Badajo/  ruando  los  movimientos  de  Blacac  y  oV 
llallcsteros  Ir  hicieron  volvn  <  Sevilla  Desde  allí  disputo  una  espcdÚM 
contra  lo*  sublevado*  de  la  Srrranta  de  Ronda  y  un  ataque  infructuoso 


Kntrrtanto  Mcllingtnn.  libre  de  la  vijilanna  dr  soult .  arinoelMiio 
de  Badajos  y  st  apoderé  de  esta  ptaa  el  6  de  abril  ile  IKI'i.  Soult  había 
at  ululo  otra  v  er  para  sororrerla  .  pero  llego  al  siguiente  día  de  la  rapitn 
betón,  y  el  teurrdor  no  queriendo  exponerte  A  perder  tan  pronto  sn  ron 
tlrieta  .  rehuso  la  batalla  que  le  presentó  H  jenersl  (raneas. 

Bcgrcso  Soult  A  Sevilla,  en  donde  se  dedico  A  pacificar  la  \ndalucia  j 
I  partidas  de  Honda  y  del  Campo  dr  San  Roque.  Pero  los 
habían  proseguido  en  sus  triunfo*  Desde  fotremadnra  se 
habían  enraminado  a  la  Mincha,  y  después  dr  haber  drrrntado  rl  centro, 
ocuparon  á  Madrid  obligando  á  Jo*e  á  retirarse  sobre  Valrncia  para  poner 
se  bajo  la  proterrion  de  Stichrt.  Kntóners  v  a  no  era  posible  la  ocupación 
de  \ndalucia  Sr  abandono  rl  Moqueo  de  Cadii.  y  rl  mariscal  Soult.  ven 
ficando  sn  retirada  por  («ranada  y  Murria,  se  reunió  mu  Sueheten  Alicante 
y  luego  ron  rl  ejercito  del  centro  para  volver  á  tomar  el  camino 
dnd  |  ponerse  en  disnoaieion  de  reconquistar  aquella  capital 


f.l 


CAPITULO  XXXV 


- 


Ho...,.i...¡,..lo  con  la  R„*. 

■ 


lejandro  habia  dejado  de  conceptuar  tiempo 
hacia  la  amistad  del  hombre  grande  como  un 
beneficio  de  los  dioses.  Del  cariño  solemne 
de  Tilsitt  y  de  los  recuerdos  íntimos  de  Er- 
furth ,  ya  no  quedaba  en  el  aínda  del  czar 
mas  que  el  desabrimiento  y  pesar  que  bro- 
tan de  un  impulso  yerto  y  de  una  esperanza 
burlada.  Mientras  que  la  Europa  continental 
le  habia  parecido  harto  pujante  todavía  para 
continuar  la  guerra  de  principios  contra  la  re- 
francesa compendiada  en  Napoleón,  el  autócrata  habia  estado  es- 


I>r.  n  IPOI  I  n\  ;h-, 

i  m  liando  los  estimulo»  del  gabinete  ingtV-»  y  mirado  «olíalo  en  la»  coliga 
.  ioaei  de  I MM  y  IHOO  contra  le  Francie.  ye  merrhendo  k  cspaltla»  <IH  An» 
tna.  ye  en  po»  «Ir  le  Prusie  Pero  leeeirtHl  y  Friedlend  habían  |*>»tredo»u 
orgullo  dinástico  rapaz  do  enardecerse  y  dotado  do  uno»  abáneos  herto 
tnirrnilmrtrifl  para  comprender  que  le  mayor  parte  do  manió  airaba  é  U 
aneja  K«iro|»e  potlin  muy  bien  redueJrej  a  mira»  de  la  Providencie  (I) ,  se 
habie  desentendido  interinamente  de  lo  posado  en  lo»  av  istamientos  drl 
Niemen,  soslayándose  do  la  alian/a  inglesa  parn  abrazar  le  política  del 
hombro  mino  quo  había  proclamado  el  bloqueo  continental  Si  el  estro 
«lo  le  Francia  no  dobia  nublarse,  si  le  fortuna  do  Napoleón  p<  rmimiii 
inmutable  y  Meneare  60  Baje,  ora  mejor  hermanarse  con  el  para  promediar 
la  supremacía  ouropoe.  que  obstinarse  en  quedar  derrotado  |">r  mis  inven 
cibtee  falanjos  y  por  ol  interés  do  una  causa  quo  ol  ciólo  al  parooor  cstabe 
desamparando.  Kstes  reflexione?  fuomn  la»  que  hicieron  .1  Alejandro  ten 
afectuoso  011  libéN  y  (en  entusiasta  en  Krfurth .  hii  retraería  por  oso  do 
lo»  azares  de  un  trueque  político  y  de  los  trances  de  un  regreso  el  antiguo 
sistema  europeo  cuando  lo  cxijieran  ó  lo  permitieran  las  circunstancias. 

Pero  Napoleón,  al  paso  que  creta  en  la  sinceridad  afectuosa  que  estaba 
manifestando  Alejandro  y  que  el  mismo  percibia  como  conducente  al  cum 
phmicntode  sus  intentos,  avalorando  los  lancea  en  beneficio  del  predonu 
1110  y  preponderancia  francesa,  sin  ■leader  al  desabrimiento  que  la  relea 
sion  de  su  poderte  podía  causar  al  potentado  que  reinal»  en  Pelen 
burgo. sea  11 11  su  rumbo   Asi  la  agresión  del  Aeetrie  n  I  Wrí).  al  esponer  al 
emperador  Francisco  A  añeras  derrotas,  le  habie  acarreado  nuevos  des 
mcmbramientos  que  habían  aproximado  los  limites  del  dominio  francés 
.1  las  fronteras  del  imperio  ruso,  y  esta  cercanía  ocasionaba  peligros  quo 
no  quedaban  harto  compensados  en  concepto  del  autócrata  con  la  cesión 
quo  se  le  hacia,  por  uno  do  lo»  artículos  del  tratado  de  Viene,  de  una  par 
le  de  la  «¿alma.  Pero  lo  que  destemplaba  al  czar  muy  señaladamente  era 
li  enetaacta  del  gran  ducado  de  Varso\ia.  cuva  creación  BO  habia  podi 
do  oontraroster  en  Tibiit .  \  en  el  que  sus  desconfianzas  y  recelos  le  ntabea 
siempre  mostrando  el  reino  de  Polonia  en  ademan  de  brotar  de  sus  esrom 
bros.  Asi  para  lograr  alcun  resguardo  en  este  punto  no  ceso  de  insistir  coa 
.1  Rebínete  do  les  Tuilenas  para  conseguir  do  KepoteOO  una  espresn  y  so- 
• 

1  .(Sr  rrrrt»  muir*.  !i»  1I1.  I1.1  N  iiMi!r«>n  •  n  Saula  r.l«-n»  •/  •«•<->',  U»  '|»e 
\o  Hi«|,iii.  ron  rl?  M<  *o«triiia  querl  derecho  hereditario  era  uo  ab»»«n  en  La 
'••heranta.  Jf  la«ff  qn«  emplear  roa*  de  ooa  hora  y  »alerme  de  miptfí 
mi  l«ijim  par*  probarla  que  en  e*le  «lerech'i  hereditario  «e  ofVat»»  »|  ••>« 
IñtaOTler  He  |n»  pueblos.  A~a«o  me  engañaba.*  Fl  elejiHo  H  «I  pueblo,  et  h*H» 
•te  la  r*»oln«-ion  alerri.>t>anHn  al  hijo  de  lo«  retr« .  al  eauHi.b»  «te  la*  eahjracio. 
nr«  mon anjnieas,  par»  ruaren  irle  al  dogma  del  dererbo  l.c-H.iari  •  ¿(l***  •*• 
t  raneta  tan  |«-ier.noa !  ;  que  trastrueque  de  ro«ne<liaaim  ' 


484  HISTORIA 

leinne  declaración  de  que  nunca  trataría  de  restablecer  la  nacionalidad 
polaca.  Por  un  momento  pudo  creer  que  estaba  cumplido  su  mas  ansioso 
deseo.  El  5  de  enero  de  Í8IO,  el  embajador  francés  Caulaincourt,  duque 
de  Vicencio,  firmó  un  bosquejo  de  convenio  espresando  formalmente :  \°. 
que  el  reino  de  Polonia  no  se  restablecería  jamás ;  2o.  que  se  orillarían  en 
las  actas  los  nombres  de  Polonia  y  de  Polaco ;  3o.  que  el  ducado  de  Var 
sovia  no  recibiría  nunca  aumento  de  territorio  con  alguna  de  las  partes 
correspondientes  al  antiguo  reino  de  Polonia;  4o.  que  se  publicaría  el  con- 
venio. 

Caulaincourt  no  era  de  aquella  escuela  diplomática  cuyo  maestro  ha 
dicho  « que  la  palabra  solo  habia  sido  concedida  al  hombre  para  ayudarle 
á  encubrir  su  pensamiento.  •  La  disposición  para  todo  jénero  de  asuntos  y 
la  maestría  en  las  negociaciones  se  hermanaban  en  él  con  sumo  señorío,  y 
la  agudeza  de  su  entendimiento  quedaba  siempre  subordinada  á  la  recti- 
tud de  su  alma.  Se  acordaba  de  que  al  hacer  proposiciones  para  el  enlace 
de  Napoleón  con  la  gran  duquesa  Ana,  se  le  habia  autorizado  á  prometer 
una  declaración  semejante  á  la  que  Alejandro  requería,  y  consintió  en  fir- 
mar el  proyecto  de  convenio  que  se  le  presentaba,  sin  recapacitar  las  mo- 
dificaciones que  habian  debido  causar  en  las  miras  y  combinaciones  del 
emperador  de  los  Franceses  el  rompimiento  de  la  alianza  de  familia  y  el 
rumbo  de  los  acontecimientos.  Preciso  es  decirlo  también,  el  duque  de 
Vicencio,al  granjearse  el  aprecio  y  alecto  del  czar  con  sus  finos  modales  y 
sus  esclarecidas  prendas,  se  habia  dejado  embelesar  por  su  parte  con  el 
trato  íntimo  del  esplendoroso  Alejandro. 

Napoleón  se  desentendió  de  cuanto  su  embajador  habia  aceptado.  Des- 
contento de  Alejandro,  que  ejecutaba  á  medias  el  bloqueo  continental,  y  no 
teniendo  ya  motivo  alguno  para  sacrificarle  uno  de  sus  mas  antiguos  pen- 
samientos acerca  de  la  política  europea,  se  mantuvo  firme  en  el  concepto 
que  ya  habia  dado  á  luz  y  que  constantemente  profesó  después,  « que  el 
restablecimiento  de  la  Polonia  era  de  apetecer  para  todas  las  potencias  del 
occidente,  y  que  mientras  no  se  restaurase  aquel  reino,  la  Europa  estaría 
sin  fronteras  por  la  parte  del  Asia.  *  Sin  embargo  el  czar  insistió  y  envió 
un  nuevo  proyecto,que  siendo  idéntico,  enmarañaba  y  suspendía  en  cierto 
modo  el  contenido  del  primero.  Napoleón  insistió  por  su  parte  y  rechazó 
reciamente  la  proposición  modificada  del  monarca  ruso.  Enté/ices  el  prín- 
cipe Kourakín ,  por  orden  que  recibió  de  Petersburgo ,  declaró  al  empera 
dor  de  los  Franceses  que  se  tendría  su  dilatada  negativa  por  una  muestra 
positiva  de  segundos  y  solapados  intentos  á  favor  de  la  Polonia.  Pero  Na- 
poleón ,  mas  airado  que  sobrecojido  con  esta  nota  del  negociador  mosco 
vita,  le  contestó  resueltamente:  ¿Qué  pretende  la  Rusia  con  semejante 
lenguaje?  ¿Quiere  la  guerra....?  Si  hubiese  querido  reponer  la  Polonia  , 
lo  hubiera  dicho,  y  no  hubiera  sacado  mis  tropas  de  Alemania Mas 


DI    NA  FOLIÓN  i*. 

mi  quiero  desdorarme  manifestando  qoe  nunca  at  restal4ecerá  H  mw> 
«ir  INdoma .  ni  ndiouliiarme  entonando  oráculos  de  dmoidad .  m  mono» 
lunar  mi  memoria adiando  esa  acta  de  roaqniairltca  poblara .  porqoe  <k 
.Urar  .jiio  nuiKa  M  reOJÜifocpr*  U  PokWM  t»  M»  qw  roofrsAr  <u  rcpar 
lición  No .  no  punto  comprometerme  i  iraanM  contra  jenles  qnr  me 
han  scmdo  Un  bien  y  me  Un  manifestado  mm  buena  noluntad  comv 
Unta  y  «no  carino.  No  le*  diré  a  loa  Frailease*:  prenso  es  qoe 
rom  lucstra  sangre  par»  poner  U  Polonia  bajo  d  yugo  da  la 
v  •>  firmara  algún  día  que  rl  mno  de  Polonia  no  se  restablecería 
íi.era  porquo  )o  baria  ánimo  de  reponerte .  y  rl  desdoro  de 
curación  quedaría  borrado  coa  rl  bocho  que  la  desmentiría.  • 

iiübia  licitado  d  trance  cu  que  Alejandro  se  eatoaaar  hostilmente 
pero  no  aguardando  ya  nada  d>  la  abanta  francesa,  punto  que  Napoleón 
rebuvioa  por  una  parle  declarar*»  paladinamente  contra  d  reaUblen 
mmiin  iM  mno  de  Polonia,  y  que  por  otra  se  ladraba  baña  U  política 
auMnaca  sobre  U  roesboo  «le  Oriente.  limiUndo  las  rcHHesiono»  hechas  ea 
Krfofla  «  U  pmcMon  de  U  Moldas*  y  de  la  \  alaquia .  lo  mal  arfana  te 
orilla  derecha  y  tes  bocas  dH  Danubio,  el  ctu.  que  bahía  dejado  qocbraa 
lar  ha*u  entonces  d  btoqoco  coabnenUl  por  d  rontrabaado  y  por  lo* 
neutrales .  no  disimulo  ya  coa  H  m  desTio  en  U  cnrrc»poo<lcncia  de  oooo 
II  «ule  enero  de  Iftl  I  .  dio  un  ukase  que  prohibía  los  productos  (ranee 
a»,  Ules  romo  objetos  de  lujo  y  i  idos,  y  Uiorcoa  la  introducción  en  mm 
atados  de  los  frutos  coloniales  por  medio  de  ana  rebaja  en  los  derechos 
Urmas.on  casodecontraTcncion.lasi 
•e  y  los  productos  coloniales  solo 

Irritóse  Napoleón  á  U  vista  de  esta  acta  •  Solo  d  odio  le  dijo  alero 
bajador  roso,  ba  podido  aconsejar  H  ukase  del  15  de  enero.  ¿Pues  qué  nos 
conceptúan  yertos  en  materia  de  pundonor?  La  nación  francesa  ea 
se  creerá  deshonrada  al  saber  que  mis  productos  se  queman  en  los 
ruso» ,  al  paso  qae  los  producios  ingleses  tan  solo  quedan  con  Sacados  No 
temo  declararlo .  señor  embajador ,  antepusiera  recibir  un  Meton  al  qur 
roar  los  productos  de  la  industria  y  del  trabajo  de  mis  subditos  ¿Oue 
mayor  daño  puede  hacerle  la  Rosta  ¿  la  Francia?  No  alcanraudo  a  una 
dir  nuestro  territorio .  nos  saltea  nuestro  comercio  \  nuestra  industria  • 

N  K  ososo  H  emperador  a  esta  briosa  manifestación  de  mi  dVseooteo 
to.  poes  dio  orden  aldoqncde  Vicencio  para  que  pidiese  U  revoraoon 
dd  osase  Pero  Alejandro  no  se  había  adelantado  con  tanto  arrojo  para 
afrentarse  Ua  pronto  cediendo  cobardemente  a  la  primera  protesta  de  te 
Francia  No  se  haina  providenciado  tan  grandiosamente  sin  sarga  y  ma- 
dura ddibcracsoa:  antea  de  darte  al  publico,  d  gabinete  de 
baba  intlodabsrmeote  prettsto  U  entidad .  Us  eonoa oenoas  y  tos  i 
Mibredgataaear  francés  Nopodn  donar»  «le  te  respamta .  por»  tos  Ru 


486  HISTORIA 

sos  se  habían  vuelto  ingleses  desde  que  la  Francia  había  rehusado  procla 
mar  por  boca  de  Napoleón  la  irrevocable  aniquilación  de  la^  Polonia  y 
permitir  á  la  ambición  moscovita  que  pasase  el  Danubio  y'se'estableciese  á 
las  puertas  de  Constantinopla.  Había  también  contribuido  al  desvio  de 
Alejandro  la  preferencia  dada  á  la  casa  de  Austria  en  la  elección  de  esposa. 

Desahuciado  ya  de  repartirse  el  imperio  del  continente  y  desenten- 
diéndose de  la  Francia  sobre  ambos  puntos  de  Turquía  y  de  Polonia ,  no 
le  cabia  al  czar  el  avenirse  al  sistema  del  héroe  de  la  democracia  y  sacrifi- 
carle sus  miras  primitivas.  Cuando  estuvo  pues  bien  convencido  de  que 
nada  podia  aventajar  con  el  hombre  de  la  revolución,  volvió  naturalmente 
á  los  principios  contrarevolucionarios  que  habían  arrojado  anteriormente 
áSouwarow  hasta  la  frontera  francesa  y  le  arrebataran  áél  mismo  hasta 
Austerlitz  y  Friedland.  Este  regreso  de  Alejandro  á  la  alianza  inglesa  le  era 
tanto  mas  obvio  cuanto  satisfacíalo  solo  las  opiniones  políticas  de  la  jerar- 
quía suprema  de  su  imperio,  sino  también  los  intereses  materiales  de  todos 
sus  subditos,  el  comercio  y  la  industria  déla  Rusia  entera. 

Quedó  pues  el  ukase  tal  cual  se  había  publicado  y  continuaron  los  ar- 
mamentos considerables  que  lo  habían  precedido.  Hízolos  por  su  parte 
Napoleón  reforzando  la  guarnición  de  Dantzick  y  enviando  crecidas  divi- 
siones por  toda  la  Alemania.  Entonces  Alejandro  pidió  esplicaciones,  y  se 
le  respondió  que  solo  se  trataba  de  prepararse  contra  los  intentos  hostiles 
que  hacían  maliciar  sus  preparativos  militares.  Protestó  que  eran  pacífi- 
cas sus  miras  ;  pero  renovando  siempre  sus  quejas  é  insistiendo  en  la  de- 
claración relativa  á  la  Polonia  y  en  la  restitución  del  ducado  de  Oldenbur- 
go  que  Napoleón  habia  tenido  que  invadir  por  haberse  convertido  en  el 
foco  mas  activo  del  contrabando  europeo,  que  amenazaba  hacer  ilusorio 
el  bloqueo  continental. 

Así  el  rompimiento  mediaba  en  realidad  desde  \  8H  en  el  pensamiento 
íntimo  de  entrambos  emperadores.  Ya  no  podían  avenirse  en  los  puntos 
mas  importantes  de  su  política  respectiva;  por  lo  tanto  era  forzoso  que  lle- 
gasen á  las  manos  tarde  ó  temprano.  Sin  embargo  Napoleón,  que  siempre 
se  esmeró  en  revolver  sobre  sus  contrarios  la  odiosidad  de  la  guerra  y  que 
aparentaba  salir  á  pesar  suyo  á  los  campos  de  batalla  donde  la  gloria  de 
su  nombre  iba  por  cada  dia  en  aumento,  Napoleón  no  quiso  salir  á  cam 
paña  contra  su  amigo  de  Erfurth,  sin  haber  procurado  entre  eüos  una  re- 
conciliación en  que  se  cifraba  el  sosiego  de  la  Europa.  Varias  yeces  le  es- 
cribió con  este  objeto  y  en  una  ocasión  le  decia.  «Esto  es  una  repetición 
de  lo  que  vi  en  Prusia  en  4806  y  en  Viena  en  -1809.  Por  lo  que  á  mí  toca, 
seré  el  amigo  de  la  persona  de  vuestra  Majestad,  aun  cuando  esa  fatalidad 
que  arrastra  á  la  Europa  debiera  algún  dia  poner  las  armas  en  la  mano 
de  nuestras  ambas  naciones.  Yo  me  rejiré  por  lo  que  haga  vuestra  Majes- 
tad ;  nunca  atacaré,  y  mis  tropas  solo  se  adelantarán  cuando  vuestra  Ma- 


I»l     \  \l'ii|  KiN  |H7 

testad  luda»  desgarrado  H  tratado  de  TiUiit  Vrr  «I  primero  cu  HmnMf, 
m  a  uastra  Majestad  qtiirrr  volver  a  U  misma  ennnaota.  ¿lia  tenido  HM 
que  urepenlirse  de  te  que  roo  tu  dispensado?* 

Kste  lenguaje  comedíelo  turo  conceptuar  «I  emperador  A  lija  miro  que 
Napoleón  tonua  un  rompimiento  patente  \  que  no  «e  hallaba  dispuesto 
para  la  guerra  ronfinnabanle  en  esta  opinión  lo*  informe!»  qne  Mr  de 
Roroantof  recibia  de  Pan»  y  qne  representaban  «I  emperador  «ir  Im  Fraa 
eeses  dispuesto  á  hacer  sacrificios  para  e\itar  una  nueva  coligación  ea  d 
.entínente  •  la  coyuntura  se  mostraba  propina.  decía  el  diplomático 
v  era  preciso  asirla  ilel  rabHIo;  noto  so  trataba  de  manifestarse 
recio;  se  lograrían  indemnizaciones  del  duque  do  nldonhurgn.  *e  sanana 
Oantiick.y  la  Rima  se  granjearía  una  consideración  inmensa  en  F.urnpa  • 

Kstas  insinuaciones  y  hostiles  consejos  halagaban  sobradamente  H 
temple  del  erar  para  que  do  los  escachase  Se  dejó  fácilmente  persuadir 
de  que  Napoleón  no  se  hallaba  en  «lado  de  apetecer  la  guerra  >  de  ha 
corla  con  éxito,  y  en  su  consecuencia  dinjio  nuevos  cuerpos  de  tropa» 
«obre  el  Vístula,  acompañándolos  con  una  nota  que  sn  embajador  en  París 
uno  rnrargodc  presentar  a!  emperador,  y  en  la  que  anadia  á  sus  denan 
•las  anteriores  la  salida  de  tainUtca  y  la  evacuación  dd  durado  de  Var 
arria 

•  Fnlónre»  creí  la  guerra  declarada  ,  ba  dicho  Napoleón .  tiempo  ha 
<  m  que  yo  no  estaba  acostumbrado  á  semeja  o  te  lenguaje  ,  y  romo  no  so- 
lía dejarme  ganar  por  la  mano ,  podía  marchar  á  Rusia  acaudillando  el 
re*to  de  la  Europa .  la  ernpi  esa  era  popular  y  la  caasa  europea  era  d  ul 
timo  osruorro  que  le  quedaba  por  hacer  ala  Francia,  su  suerte  y  la  del 
nuevo  sistema  europeo  pendían  de  te  lucha.  •  (Memorioi.  > 

Con  efecto ,  tocaba  ya  á  »u  termino  la  reacción  providencial  que  la 
nueva  Francia  estaba  ejeráendo  con  el  poderío  de  sus  armas  sobre  la  ane 
•>ua;  pero  antes  de  concluirla,  debía  redondear  so  obra  y  su  gloria 
No  le  bastaba  haber  castigado  en  Viena  >  en  Rerliu  á  los  firmantes  del  tra 
tado  de  Pdnit* .  y  que  los  soldados  de  la  revolución  se  hubiesen  roe/rb 
do  por  la  conquista  con  tes  poblaciones  avasalladas  de  la  Prusia  y  del  lan 
tria;  todavía  faltaba  algo  á  la  educación  de  los  pueblos  por  te  grau  nanou 
II  terror  que  Soowaron  derramó  algún  día  en  sus  fronteras , 
llevarse  basta  d  centro  del  imperio  ruso  á  la  antigua  capital  de  los 
hasta  Moscou1 .  te  dudad  santa,  y  estaba  escrito  que  la  ci  vibración  france- 
sa, provocada  con  tes  tenaces  ligas  de  los  altivos  campeones  de  lo  pasado, 
ma  a  visitar  en  triunfo. bajo  d  traje  guerrero  y  en  pos  dd  numen  cúnanos 
tador.  a  te  barbarie  ea  medio  de  sos  desiertos,  y  baña  envidiar  é  linajes 
humillados  con  te  servidumbre  tes  ráfagas  ele  entendimiento  que  aparecen 
en  te  sien  de  te  noble  estirpe  de  los  hijos  de  te  Francia  <umptiranse  los 
destinos  te  revolución  se  sentará  en  d  bogar  dd  paisano  ruso,  v 


488  HISTORIA 

á  aquellos  entes  misteriosos  en  cuya  presencia  se  soñaba  un  influjo  recón 
dito  que  el  tiempo  solo  evidenciaba,  dejará  por  do  quiera  en  su  tránsito 
rastros  que  serán  al  pronto  invisibles  ¡  pero  que  no  borrará  el  estremo  de 
las  estaciones  y  que  los  acontecimientos  darán  á  conocer  tarde  ó  temprano. 

Cúmplanse  pues  los  destinos «Napoleón  va  á  marchar  á  Rusia 

acaudillando  la  Europa.»  En  el  Kremlin  han  clavado  los  dioses  el  término 
de  sus  conquistas ,  y  Alejandro  lo  llama  con  sus  notas  provocadoras,  con 
el  quebrantamiento  del  bloqueo  continental  y  con  sus  pretensiones  sobre 
Dantzick  y  la  Polonia. 


<«inp#£«  «ir    R.. 


>te*  de  salir  de  Parts  y  de  enterar  so 
Icmnementc  a  la  Francia  de  como  lo* 
juramentos  de  Krfurth  solo  (m  roo  me 
ra  artimaña  de  loa  principia,  y  que  Ale 
janilro  le  prectaa  á  recniabbr  ea  H 
norte  de  Kuropa  la  conuea 
da  taialtt  anos  atrás  eolrc  d 
y  d  nuevo  sistema  político.  Napoleón 
hace  providenciar  por  los  cuerpos  pre- 
eminentes del  imperio  «arias  dayoai 

que  |irnpjii— ■  á  ana  puiMoi  la  tjraodr  espedsrsou  que  prepara  y  la 

lejana  que  esta  pronta  i  entallar 


400  HISTORIA 

El  23  de  diciembre  de  1 81  4 ,  un  senado  consalto  habia  puesto  á  la  dis- 
posición del  ministro  de  la  guerra  uncontinjente  de  ciento  veinte  mil  hom- 
bres sobre  la  quinta  de  -1 842.  EN  5  de  marzo  siguiente,  una  nueva  acta 
del  senado  organizó  la  guardia  nacional  y  la  dividió  en  tres  clases.  De  allí 
á  pocos  dias  (el  -17),  sesenta  mil  hombres  de  la  primera  clase  quedaron 
declarados  disponibles  para  formar  un  ejército  interior  que  debia  quedar 
peculiarmente  encargado  de  la  defensa  del  territorio ;  decretándose  ade- 
más la  quinta  acostumbrada. 

No  contento  con  disponerlo  todo  para  la  guerra  en  el  centro  del  impe- 
rio ,  queriendo  Napoleón  marchar  á  Rusia  acaudillando  la  Europa,  se  de- 
dicó á  contraer  y  consolidar  poderosas  alianzas  por  defuera.  A  este  efecto 
se  íirmaron  dos  tratados,  uno  con  Prusia,  y  otro  con  Austria,  el 24  de  febre- 
ro y  el  44  de  marzo  de  4842.  Las  cancillerías  de  Viena  y  de  Berlín  agol 
paban  á  porfía  por  entonces  las  mas  vehementes  protestas  al  potentado 
victorioso  á  quien  la  fortuna  no  parecía  amagar  todavía  con  una  próxima 
traición. 

Del  regazo  mismo  de  aquella  Francia  que  habia  trasformado  en  cuida 
déla  inespugnable,  y  atravesando  la  Alemania,  cuyos  reyes  yacían  á  sus 
plantas,  se  encaminó  Napoleón  hacia  las  fronteras  del  imperio  ruso  para 
ponerse  al  frente  del  ejército  mas  formidable  que  jamás  acaudillara  el  nu- 
men conquistador. 

Salido  de  París  con  la  emperatriz  el  9  de  mayo  de  4812,  atravesó  ve- 
lozmente Metz,  Maguncia  y  Francfort  y  llegó  á  Dresde  el  47.  Habia  gran 
concurso  de  testas  coronadas  en  la  capital  de  Sajonia.  Napoleón  celebró 
junta  de  reyes :  las  majestades  y  altezas  se  estaban  esmerando  en  tributar 
obsequios  y  lisonjas  al  caudillo  del  grande  imperio.  Ante  él  se  doblegaban 
igualmente  el  orgullo  de  los  linajes  añejos  y  la  vanagloria  de  las  familias 
nuevas.  Al  ver  aquel  boato  de  palaciegos  engreídos  y  de  grandiosos  adu- 
ladores que  se  arremolinaban  de  todas  partes  desde  las  cumbres  mismas  del 
solio  para  hermanarse  en  la  postración  jeneral  que  el  emperador  iba  ad- 
virtiendo por  donde  quiera  en  su  tránsito,  no  dirían  sino  que  todos  aque- 
llos centellantes  aduladores  tenian  en  él  una  fe  constante  y  que  su  poderío 
les  parecía  participar  de  la  inmortalidad  afianzada  bajo  su  sobrescrito. 

«  O  vosotros ,  esclama  Mr.  de  Pradt,  que  intentáis  conceptuar  adecua- 
damente la  prepotencia  que  ejerce  Napoleón  en  Europa,  trasladaos  en  sue- 
ños á  Dresde  y  venid  á  contemplar  á  aquel  principe  en  lo  sumo  de  su  en 
cumbramiento. 

«Napoleón  habita  los  grandes  aposentos  del  castillo;  cércale  su  redo- 
blada servidumbre,  y  alternan  en  su  tertulia  los  augustos  huéspedes  que 
encierra  el  palacio  del  rey  de  Sajonia. 

«Recibe,  según  costumbre, á  las  nueve.  Allí  es  preciso  ver  con  cuanto 
rendimiento  crecido  número  de  príncipes  (contábanse  entre  estos  el  em 


DI  N  IFOI  \  mn 
pcrador  <ie  \  asina  y  H  rey  de  Prusia  coa  so» 
denberg ),  tiiiQOQpi  roa  kn  palaciego*.  oMén 


V.  tlrmirh  y  llar 
que  *e  prevnlr 


■ÉB*<40)* 


.  Napoleón  .-s  el  rey  «Ir  lo*  iryes.  Toda*  la*  miradas»  ola» a n  cfl  él 
Uoooatrreoria  de  ostranjeros ,  militares  y  palaciegos,  la  llegada  y  salí 
da  de  los  correos,  rl  jentio  que  se  arremolina  i  las  puertas  do  palacio  al 
mrnor  mo\  imiento  do  nuestro  emperador,  y  que  lo  rodoa  contemplándole 
ooo  asombro  y  estrañeza,  la  ospertaoion  do  los  aeontecimiento*  retratada 

oo  todm  los  rostros todo  este  conjunto  prosonta  ol  cuadro  mas  cían 

dioso  o  interesante  y  H  monumento  mas  esplendoroso  qne  pued.i  eoroov 
bramé  la  pottoria  de  Napoleón  i 

Kn  aquel  aristamionto  de  Dresde.  H  emperador  de  Austria  conceptuó 
balayar  d  orgullo  de  Napoleón  informándole  que  la  familia  de  los  Booa- 
partes  babia  sido  soberana  en  Trovisa.  ■  Quería  dehrsolo  á  Mana  Ijbm. 
que  tendría  morbo  gusto  en  saberlo. »  AqoH  principe  enloquecía  coi  coló 
noticia.  «H  emperador  deAostria.  dice  d  barón  r un.  no  poede  eoeobrir 
la  suma  conmoción  qoc  percibe;  abran  é  su  yoroo  j  seeomoéaceeo  re- 
petirle  qne  poodo  contar  coo  el  Austria  para  el  triunfo  de  la  coa 


492  HISTORIA 

El  rey  de  Prusia  se  porta  del  mismo  modo  que  él  y  redobla  ante  Napoleón 
los  cstremos  de  un  afecto  inviolable  al  sistema  que  los  hermana. 

No  fué  larga  la  residencia  de  Napoleón  en  Dresde.  Acudió  arrebatada- 
mente á  las  orillas  del  Niemen,  pasando  por  Praga,  donde  se  separó  de 
María  Luisa.  Antes  de  salir  á  campaña  visitó  Kcenigsberg  y  Dantzick. 
Rapp,á  quien  apreciaba  mucho  por  su  valentía  y  naturalidad,  mandaba  en 
la  segunda  plaza.  Murat  y  Berthier  acompañaban  al  emperador.  El  rey  de 
Ñapóles  se  mostraba  descontento,  y  observándolo  Napoleón,  le  preguntó  á 
Rapp:  «¿No  habéis  notado  allá  cierta  estrañeza  en  Murat?  Lo  advierto 
demudado.  ¿Está  enfermo?— Señor,  respondió  el  gobernador  de  Dant- 
zick, Murat  no  está  enfermo,  pero  está  allá  como  triste.  —  ¿Como  triste 
y  por  qué  razón?  replicó  prontamente  el  emperador,  ¿no  está  bien  hallado 
con  ser  rey?  —  Señor,  añadió  Rapp,  Murat  dice  que  no  lo  es.  —  Suya  es 
la  culpa,  respondió  Napoleón,  ¿porqué  es  Napolitano?  ¿Porqué  no  es 
Francés?...  Cuando  está  en  su  reino,  no  hace  mas  que  disparates;  favore- 
ce el  comercio  con  Inglaterra,  y  yo  no  quiero  eso. » 

Al  dia  siguiente  de  este  coloquio,el  emperador  convidó  á  cenar  á  Rapp, 


Berthier  y  Murat.  Crejó  notar  por  la  reserva  de  los  convidados^que  temian 
dar  su  parecer  sobre  la  guerra  que  iba  á  emprender,  lo  cual  era  una  espe- 
cie dé  tácita' protesta!  ■  Estoy  viendo,  señores,  que  Vds.  no  tienen  ya  ga- 
nas dé  guerrear.  El  rey  de  Ñapóles  quisiera  no  alejarse  del  hermoso  cli- 
ma 4de  su  reino;  Berthier  desea  cazar  en  su  posesión  de  Grosbois,  y  Rapp 
está  ansioso  de;  habitar  su  gran  casa  de  Paris. »  Napoleón  acertaba ;  pero 
Berthier  y  Murat  no  se  atrevieron  á  concedérselo;  Rapp  solo  tuvo  la  osa- 
día de  confesarlo.  Además  el  emperador  no  debia  culparse  sino  á  sí  mismo 


i>k  lurouKtn  *« 

dd  trueque  eMremaóo  que  había  podido  sobrevenir  en  d  i 

,!.>  ras  jeneralrs.  Rn  medio  dd  boato  de  las  cortes ,  dr  Jo» 

nono  y  dd  alíñente  ■■iagneno  <!«•  te  «rande»,  d  rey  de  Capoles  y  d  prfu 

ríp«  dó  \.ní.  Intel  no  habían  debido  conservar  las  costumbres  aventure 

ras ,  el  denuedo  y  d  desalado  afán  que  habían  podido  rralrar  a  ütorat  y 

Itcrthier .  soldados  dH  carrito  de  Italia  en  Montenotte  y  l,ndi 

Bni  embargo  tos  recdos.  deque  nopodian  prescindir aqnHIostettrUü 
al  acertarse  nna  guerra  COJO  éxito  se  trasponía  á  la  previsión  humana, 
no  los  inhabilitaron  para  seguir  so  esclarecida  cañera  por  las  hndla*  Ari 
hombre  grande  que  era  á  la  ve*  su  companero,  su  norte  y  su  matulo. 
«  Apreciamos  la  na* ,  dijeron ;  pero  es  preferible  hoy  dia  la  guerra  á  un 
convenio  seguido  de  nna  paz  aérea,  pues  seria  nunca  acabar  >  Y  Rapp 
anadió  levantándose :  •  Seoor,  vuestro  Rapp  maneja  todavía  bastante  bien 
d  sable  y  el  caballo  para  que  se  le  deje  aquí  como  un  viejo  inválido,  cuan 
do  vais  á  pdear  eoncededme  que  vudva  á  hacer  las  veres  de  edecán  i 
vuestro  lado.  • 

Rapp  se  había  granjeado  en  d  mando  de  Dantzick  d  aprecio  y  d  afee 
lo  de  tos  Prusianos  por  d  ensanche  que  había  dado  al  bloqueo  continental 
las  nrjencias  rigurosas  de  la  política  eran  incompatibles  ron  tos  hábitos 
y  d  temple  pechi  abierto  de  aqud  militar.  Napoleón,  que  le  apreciaba,  no 
le  habia  reconvenido  por  su  conducta,  y  soto  se  había  conteutadocon  de 
arle  al  entrar  en  so  salón  y  advertir  el  busto  de  la  reina  de  Prusia:  «Señor 
Rapp ,  os  aviso  que  le  escribiré  á  Mará  Luisa  esta  infidelidad.  • 

Kl  emperador  salió  de  DanUick  el  II  de  junio  y  siguió  el  camino  de 
Kumigsberg,  á  donde  llegó  el  42,  después  de  haber  pasado  revista  al  cner 
po  de  Davoust.  Preocupábanle  entonce*  principalmente  la  subsistencia  y  la 
policía  dd  ejercito.  •  Daba  mas  horas  al  ronde  Daru  que  al  jeneral  del 
estado  mayor.  •  (Fain.)  *8i  temple  fogoso,  añade  Mr.  de  Segur,  estaba 
estonces  engolfado  en  aquellos  pormenores  importantes.  Prodigaba  reco 
mendadones .  órdenes  y  dinero  como  lo  atestiguan  mis  cartas.  Pasaba  los 
días  dictando  sus  instrucciones  sobre  tamaños  objetos,  y  de  noche  seguía 
(.nublen  trabajando  Di  solo  jeneral  recibió  en  el  mismo  dia  hasta  seis 
pliegos,  «atendidos  todos  con  igual  ahinco.  • 

Sin  embargo,  antes  de  dar  la  señal  de  las  hostilidades,  trato  de  recoo 
aliarse  Napoleón  con  Alejandro ,  valiéndose  de  una  negociación  directa. 
Encargó  pues  á  so  edecán  Launston  que  prxurase  apersonarse  con  el  mis- 
mo otar»  para  espresarle  d  ansia  que  abrigaba  de  evitar  un  rompimiento 
con  su  antiguo  amigo  de  Tilsitt  y  de  Erfurth.  Pero  Lauristoo  do  consiguió 
un  solo  alistamiento  con  el  monarca  ruso  ni  con  sus  ministros.  Cuando 
rapo  Napoleón  por  su  secretario  de  legación ,  Prevost ,  que  su  plenipoten- 
ciario se  hallaba  desairado,  dio  la  orden  de  marcha  y  dispuso  atravesar  el 
Niemen    •  los  vencidos  se  entonan  a  fuer  de  \  cocedores  .esclamo   la  fa 


494  HISTORIA 

talidad  los  arrebata,  cúmplanse  los  hados. »  Y  al  punto  se  publicó  la  pro 
clama  siguiente  dada  en  el  cuartel  jeneral  de  Wilkowiski : 

« Soldados : 

« Vuelve  á  empezarse  la  segunda  guerra  de  Polonia.  La  primera  se  ter- 
minó en  Friedland  y  Tilsitt:  aquí  juró  la  Rusia  eterna  alianza  con  la  Fran 
cia  y  guerra  á  la  Inglaterra.  Hoy  quebranta  sus  juramentos;  ninguna  es- 
plicacion  quiere  dar  de  su  estraña  conducta,  hasta  que  las  águilas  fran 
cesas  hayan  traspuesto  el  Rin  dejando  así  nuestros  aliados  á  su  discreción. 

«  La  fatalidad  está  arrebatando  á  la  Rusia,  sus  destinos  deben  cum 
plirse.  ¿Qué  nos  conceptúa  acaso  dejenerados ?  ¿No  seríamos  ya  los  sol- 
dados de  Austerlitz?  Nos  coloca  entre  el  desdoro  y  la  guerra.  No  hay  que 
titubear  en  la  elección.  Marchemos  adelante,  pasemos  el  Niemen,  y  sea  la 
guerra  en  su  territorio.  La  segunda  guerra  de  Polonia  será  gloriosa  para 
las  armas  francesas  como  lo  fué  la  primera;  pero  la  paz  que  firmaremos 
llevará  consigo  su  resguardo,  atajando  ese  descompasado  influjo  que  ha 
ejercido  la  Rusia  de  cincuenta  años  á  esta  parte  en  los  negocios  de  Europa. » 

El  ejército  francés ,  compuesto  de  trescientos  mil  hombres ,  estaba  di- 
vidido en  trece  cuerpos  sin  incluir  los  escojidos  ni  la  guardia. 

Mandaba  Davoust  el  primer  cuerpo ;  Oudinot  el  segundo;  Ney  el  ter- 
cero; el  príncipe  Eujenio  el  cuarto;  Poniatovvski  el  quinto;  San-Cyr  el  sex- 
to ;  el  séptimo  Reynier;  el  octavo  Jerónimo  Napoleón,  rey  de  Westfalia; 
el  noveno  Víctor ;  el  décimo  Macdcnald  ¡  el  undécimo  Augereau  j  el  dúo 
décimo  Murat ,  y  el  decimotercio  el  príncipe  de  Schwartzenberg.  Los  di 
lérentes  cuerpos  de  la  guardia  estaban  á  las  órdenes  de  los  mariscales  Le 
febvre,  Mortier  y  Ressieres. 


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\\*M>mn¿H*mUxm*UMeUm**.  lo*  ftumi  tt  forro»  rrtosmlo  dr 
1 1  Inri»  ilH  Ntemru  racainináu>lW  »|  ttairprr  y  al  fmmo  Xapolron  lo* 
«lauu»  nVcrmi.  y  H  XI  <lr  jnnio  *  U«  «lo*  dr  U  maoVurada.  Ile*ó  *  los  Otoo 
rada»  rti  to  almlnlorr»  ilr  Knw  no .  tomó  na  rapot*  y  i 
•le  o»  soldado  oVraUlIrria .  y  **  di«fr«uado  rmwrió  y 
aura»  lo»  aritos  dd  \ieioro  ea  borní  dd  paraje  moa  á  ¡ 
trénsilodr  tosimos»  IJ  jroeroJ  Hato  loé  H  ñateo  que  le 
ilo. 

ofaeroé  Mi  cimillo  qiM>  forma  H  no  cerro  de  ti 
•Ir  Poawor».  ojos  ar  ni*  «U»  lumoo,  y  seaalo  aqad  panto  par»  pasar  A  U 
ahila  opácala.  Por  U  tarde  dd  mi*oo  du  d  ejrrnto  *c  poto  eo  mor  iom 
to.  tnataodole  do»  boros  «1  jcocrol  BUé  por»  croar  ire»  p**airs.  sobre  fes 
qiir  íuó  dr^atoodo  lodo  to  .social  dejeratofoniiodoruir»  rolaaraas  lo 
anchar»  dd  Nieroea  oo  aqad  sitio  en  deaaas  dea  tocaos.  Al  rayar  ddta 
•  i . ,,  ralo  íraocr»  *  holló  aposentado  co  lo  orillo  opacólo.  •  ,Uoé  coodro 
.b^rabrr  ratnares  U  ralo  desde  lo*  alturas  de  Abmsloo'  dice  d  autor  dd 
tfaaaacrífeoV  I Hl 2.  U  Karopo  coloro, représeosla  en  lo  ma*  «cierto  de 
wUupas.w  arroja  «obre  d  sotor  de  lo»  tosos  que  les  oponía  rt  deilo  «lo 
\ 


«i  v 


U  rmsjarodor.  lauto  dckowoo .  quiso  coostitaalo  eo  rsinbo  a  so 
pakta.  y  al  intrato  dejóos»  toarme*  hi  y  plañir,»  un  hmpital 
Rojo  los  oraros  dr  oqadto  ciadod,  d  Yibu  desagua  en  d 

pero  lijan  piiialoIi  oopodootojor  d  teopet»  de  to  cal» 
qoe<rarrojoal\day  topaaoOoodo 

todo  rorro  de  eocoeolro  y  roñicas  dd  ejerolo  iraore»  I 


496  HISTORIA 

te  algunos  Cosacos  en  ademan  de  guerrillas,  y  que  prontamente  desapare- 
cían. 

Así  llegó  el  ejército  bajo  los  muros  de  Wilna.  El  emperador  se  hallaba 
allí  el  27  á  las  dos  de  la  tarde  ¡  y  al  dia  siguiente  al  amanecer  tomaba  sus 
disposiciones  para  un  ataque  formal,  no  figurándose  que  el  enemigo  des- 
amparase sin  defensa  un  punto  de  trascendencia  que  estaba  resguardando 
hasta  tres  lincas  de  almacenes.  Napoleón  se  habia  equivocado  acerca  del 
intento  de  los  Rusos.  Después  de  haber  disparado  algunos  tiros  y  hecho 
volar  el  puente  del  Vilia  y  entregado  sus  provisiones  á  las  llamas,  se  retira- 
ron atropelladamente  al  acercarse  el  ejército  francés.  Alejandro  mismo  dio 
la  señal  de  aquel  movimiento  retrógrado.  Hacia  tiempo  que  se  hallaba  en 
Wilna  con  su  corte,  y  en  un  baile  dado  en  el  castillo  de  Zacrest,  en  casa 
del  jeneral  Benigsen,  recibió  la  noticia  de  que  Napoleón  babia  pasado  el 
Niemen  y  se  adelantaba  ejecutivamente  atravesando  la  Polonia  rusa.  Del 
regazo  placentero  de  sus  funciones,  pasó  el  czar  á  las  zozobras  de  una  re- 
tirada con  apariencia  de  huida.  La  caballería  lijera  estrechó  el  alcance  á 
los  Rusos.  Al  mismo  tiempo  Napoleón,  cercado  de  Polacos,  mandados  por 
el  príncipe  Radziwil ,  verificó  su  entrada  en  Wilna  el  28  de  junio  á  las 
doce  «vitoreado  por  un  pueblo  que  le  miraba  como  á  su  libertador.» 
(Chambray.) 

Esmeróse  desde  luego  el  emperador,  al  posesionarse  de  la  capital  de  la 
Lituania,  en  plantear  un  gobierno  provisional  en  aquella  provincia. 
Mr.  Bignon ,  que  se  ha  granjeado  merecido  concepto  con  el  Testamento 
de  Napoleón  y  Ja  Historia  de  la  diplomacia  francesa,  quedó  colocado 
junto  á  aquel  gobierno  en  calidad  de  comisario  imperial.  Por  otra  parte 
se  sabia  que  acababa  de  constituirse  una  dieta  en  Varsovia  en  confedera- 
ción jeneral  bajo  la  presidencia  del  príncipe  Adam  Czartorinski,  y  muy 
luego  se  supo  que  esta  « voz  secular,  •  según  espresion  de  Mr.  Fain ,  pro- 
clamaba la  restauración  del  reino  de  Polonia.  Aquella  asamblea  nombró 
diputados  que  pasaron  á  avistarse  con  Napoleón  para  poner  bajo  sus  aus- 
picios aquella  nacionalidad  ya  renacida.  «-Si  yo  hubiese  reinado  cuando 
se  hizo  el  primero ,  segundo  y  tercer  reparto  de  la  Polonia,  les  dijo  el  em- 
perador, hubiera  armado  todo  mi  pueblo  para  sosteneros Si  vuestros 

conatos  se  aunan,  podéis  esperanzar  que  precisaréis  á  vuestros  enemigos  á 
reconocer  vuestros  derechos  ¡  pero  en  estas  rejiones  tan  remotas  y  dilata- 
das debéis  fundar  ante  todo  vuestra  confianza  de  logro  cabal  en  la  unan  i 
midad  de  los  esfuerzos  de  la  nación. » 

Reinaba  aquella  unanimidad  en  Polonia.  Ya  el  sexto  boletín,  al  dar 
cuenta  del  efecto  que  habia  producido  en  Lituania  el  tránsito  del  Niemen 
por  el  ejército  francés,  habia  delineado  en  estos  rasgos  el  arranque  brioso 
que  nuestra  presencia  acababa  de  comunicar  á  la  nación  polaca  : 


|.|    Mi'Ml  ION 


;•»: 


; 


•  Wttvtt  ,   I  »  fW  j»l|f»  •*»   f  ■  i  I 

\  I  pueblo  poUro  «r  pone  rn  movimiento  por  toda»  parte*  til  anula 
blanca  tremóte  á  diestro  y  siniestro.  Sacerdote»,  noble*,  labradores  y  roe 
)en»,  lodo»  están  voceando  U  independencia  d>  «n  patria 

NOftl  m-  /.jumo  MOdta  DOT  MMlTM  tro,.!*  ftfBJ  I  MMhIMH  Bl 
iri«ttJco  de  les  poblaciones  que  dchiamm  ocupar  y  recorrer  enle»  de  IWar 
a  kn  Roto».  Pero  Napoleón, al  paso  qur  fomentaba  aquel  impnUojrnenm», 
no  podía  sathnlerw  colmadan»  utc  mi»  urjcncia»  I* 
del  pueblo  polaco  hubiera  comprometido  lo»  inlere*c»  del 
\iMri*  y  del  rey  de  Prusia .  monarcas  á  qnicne»  consideraba 
romo  Mi  pt  wnpalc*  abados  Por  lo  tanto  se  iba  ron  tiento  en  ponto  i  oV 
clarar  qur  v  rr»tanraria  H  antiguo  reino  de  lo»  JajdloMa :  y  mando  loa 
diputadlo»  de  la  dieta  de  Varsovia  Ir  piden  aquella  restauración,  afreta  de 
nrlr*  que  lo»  Polaco»  »olo  deben  contar  contigo  mt»mo»  para  la 
ilc  mi  independencia  con  motivo  de  la  separación  y 
til  gobierno  provisional  que  establece  »e  cine  pne«  á  la 
e».  la  Ijtuaiua  .  No  hay  que  arrojarte  á  nn  alan  incoaaiderado  por  la 
canal  polaca,  dmc:  ante  todo  la  Francia,  esa  r»  mi  política  •  Política  cner- 
da .  es  verdad  .  pero  qoe  bobera  parecido  «obrado  apocada  á  Napoleón 
en  otro»  tiempo». 

til  cuartel  jeneral  dH  emperador  »e  hallaba  siempre  en  Wilna;  pero  eJ 
ijni^mfrancéa|WOaügBitporacá)  acolla  su  marcha  victoriosa.  Bagration 
y  Platow  qnedaban  desviados  de  Barclay  de  Tolly  por  la  rapidez  de  lo» 
movimientos  y  de  la»  maniobras  del  emperador,  tira  muy  arriesgada  te 
posición  de  aqoeUoa  dos  jeoerales.  Sábelo  Alejandro  y  despacha 
lamente  so  edecán,  H  jeneral  RalachofT.  á  Napoleón,  con  H  objeto  i 
de  entablar  negociaciooes  para  la  paz  y  con  el  encargo  positivo  de  conté 
ner  d  ímpetu  del  ejercito  francés,  dando  tiempo  á  Ragration  para  que  ce 
jane.  Napoleón  acoje  «olinto  al  enviado  de  Alejandro  y  le  espresa  H  mayor 
por  nn  rompimiento  qoe  ha  procurado  evitar,  til  oficial  roo» 
i  aquella  acojida  ,  anunciando  que  el  emperador  esta  en 
animo  de  entrar  en  el  sistema  dd  bloqueo  continental  y  consentirá  en  oe- 
conar  «obre  aquel  amiento  con  tal  qoe  los  Franceses  cejen  tras  el  Nieveen 
y  evacúen  al  territorio  roso. 

yo  mas  allá  dd  Niemen!  a  ««sorra  Napoleón  Se  coarte 
•ea  «recatadamente  y  recapacita  su  contestación    tia  «espante 
H  punto  que  le  ha  lastimado .  vuelve  al  principal  ....  «  Va> 
o.  replica,  aegooemo» aqni  en  Wilna  aatssao no dejar 
la  diplomacia  nada  termina  cuando  las  arnsswtanoa»  no  te 
:  irmesaos.  y  volvere  i  pasar  H  Nteaw 
da  la  paz  >  •  Mmmmtcnfo  dr  iftfi 

.-. 


368  HISTORIA 

No  cabe  duda  en  que  esta  proposición  hubiera  correspondido  colmada- 
mente á  los  intentos  del  czar,  si  hubiese  apetecido  de  veras  la  paz.  Pero 
ya  dijimos  que  la  ida  de  Mr.  Balachoff  encerraba  objeto  muy  diverso. 
Aquel  jeneral  se  ciñó  pues  rigurosamente  á  las  instrucciones  que  habia  re- 
cibido de  su  amo  y  declaró  que  debia  insistir  ante  todo  en  la  evacuación 
inmediata  del  territorio  ruso.  «¿Son  esas  proposiciones  de  paz?  esclamó 
entonces  Napoleón.  ¿Se  obra  así  cuando  se  quiere  de  buena  fe  una  eonelu 
sion?  ¿Se  procedía  así  en  Tilsitt?....  No  puedo  equivocarme;  estas  jentes 
solo  anhelan  algunos  dias  de  espera ;  solo  tratan  de  salvar  á  Bagration  y 
se  chancean  comprometiendo  lo  mas  sagrado.  Pues  bien,  no  tratemos 
mas  que  de  redondear  lo  que  está  ya  lindamente  entablado;  preciso  es 
que  sus  apuros  sean  rematados  para  que  consientan  en  que  su  emperador 
se  encare  conmigo.  » 

El  emperador  marchó  de  Wilna  el  16  de  julio,  determinado  á  internar- 
se por  la  antigua  Rusia  colocando  su  centro  de  operación  entre  el  Dwina 
y  el  Boristenes.  Soslayándose  pues  de  Barclay ,  que  huye  hacia  San  Peters- 
burgo,  y  dejando  á  Davoust,  Jerónimo  y  Schwartzenberg,  que  maniobran 
sobre  su  derecha,  el  conato  de  atajar  á  Bagration  el  campamento  atrinche- 
rado de  Drissa  en  donde  le  aguarda  Alejandro  mismo ,  Napoleón  va  á 
marchar  por  el  rumbo  de  Witepsk  y  de  Esmolensko.  Pero  este  movimien- 
to se  ejecuta  sin  que  nadie  alcance  el  intento  del  emperador,  «  Ideando  sus 
planes  para  la  continuación  de  la  campaña,  dice  Mr.  Fain,  y  dando  él 
mismo  las  órdenes  que  habilitan  la  ejecución ,  no  da  á  conocer  á  cada  jefe 
de  los  que  deben  cooperar,  sino  la  parte  que  le  concierne.  El  conjunto 
queda  en  su  mente,  y  sus  combinaciones  militares ,  semejantes  á  los  escri- 
tos simpáticos  que  solo  el  fuego  puede  evidenciar,  no  asomarán  hasta  que 
el  campo  de  batalla  las  haya  sacado  á  luz. » 

Pero  esta  ignorancia  de  los  arcanos  del  numen  da  lugar  á  mil  conjetu- 
ras :  todos  quieren  adivinar  é  interpretan  á  su  modo  los  intentos  del  em- 
perador. Así  como  en  la  campaña  de  4807,  cunde  el  afán  de  la  crítica  por 
el  cuartel  jeneral.  Napoleón  se  desentiende  ¡  pues  le  importa  poquísimo 
que  se  engañen  á  su  lado,  que  recelen  y  murmuren.  Está  hecho  cargo  del 
tino  y  trascendencia  de  sus  planes,  y  le  consta  que  enmudecerá  la  crítica  de 
los  campamentos  cuando  realize  sus  miras  asociado  con  la  victoria.  Cíñan- 
se pues  sus  tenientes  á  desempeñar  cumplidamente  sus  disposiciones  eje- 
cutando puntualmente  sus  órdenes,  y  el  éxito  aclarará  todas  las  previsiones 
siniestras,  mas  por  desgracia  no  todos  sus  lugartenientes  son  tan  ejecuti- 
vos en  obrar  como  él  en  idear  y  disponer.  Hay  entre  ellos  uno,  y  este  es 
Jerónimo,  hermano  del  emperador,  que  ha  recibido  orden  de  perseguir  de 
cerca  á  Bagration,  y  deja,  con  la  pausa  de  su  marcha ,  que  el  jeneral  ruso 
se  adelante  y  se  reponga  sosegadamente  de  sus  fatigas  durante  tres  dias 
en  Neswig.  Sin  embargo  Napoleón  habia  escrito  á  su  hermano  en  los  tér- 


DI     N  Sl'Ol  HiN  f§% 

mino*  mn«  extremado»  pura  r»timiil*ilc  *  que  »<l  dantas*  *u  cuerpo  de 

ejl  r.  i!o 

Prro  esta»  instiurcionr*  no  limeron  efecto.  #  M  jeueral  rus»  ha  podi 

•lo  r frutar  mi  movimiento  Un  apaciblemente  rumo  si  nadie  te  pn«unir 

1/ .nnf«ni/..  rfi  IMS   BMóacm  Y>|«olcou.  dando  rienda  meJm  ¿N 

•*rribió al  rey  dr  Westfalia    .No cabe  maniobrar  ron  mayor  lorpe 

n .  seréis  cause  de  que  Itagration  Irnga  tiempo  para  retírame  me  habrán 

malogrado  H  fruto  dr  la»  mas  esmerada»  mmbiuanonr*  y  la  me»  preciosa 

etiranun  pueda  rodearse  en  esta  guerra. 

operador  no  se  cine  áeata  rrron vención  Uniere  afUn/arv  a«rt  lo 
sucesivo  nna  cooperación  mas  euros  del  cuerpo  » iMíalim*' ,  y  pone  á  so 
hermano  Jci  ommo  á  tasórdtoeade  Davoii»!  Pero  Jerónimo  conceptúa  que 
mi  dirtado  ilr  rey  le  imprnihilita  rl  admitir  aqin-ll»  «nbordinarion  y  at  re 
tira  dH  ejército  Napoleón  lo  »ieiilc  ¡  prro  detora  amarga  »  ralladamente 
H  pesar  que  Ir  rauss  la  «rparanon  de  mi  hermano  \ra*o  reconoce  qnr 
hiro  mal  m  qu«  brantar  m  lieneurio  de  mi  familia  lo*  principio*  de  igual- 
dad que  conMituycron  mi  pnjann  y  nombradla  ;  quiza*  *e  arrepieolt  de 
haber  desconocido  la  única  prepotencia  kjitinw.  colorando  en  H  logar  mi 
preso  entendimiento*  adocenado»  c  inhábil.  *  para  tan  encumbrado  des- 
empeño .  haciendo  reyes  menos  rapaces  que  tus  miriiralcs  y  esponiendo 
se  asi  á  suscitar  engorrosas  competencias  entre  la  Hev ación  del  dictado  \ 
la  «operiondad  del  talento. 

Con  motivo  de  la  retirada  de  Jerónimo,  los  Westfalicoses  pasaron  á  tes 
órdenes  del  jeneraJ  Thnrrean,  y  después  al  mando  de  Jnnot ,  duque  de 
\brantes.  Moa  no  por  eso  dejó  de  estar  comprendido  el  octavo  cuerpo  bajo 
H  mando  del  mah»cal  bavouM,\  el  emperador  tuvo  motivo  para  ronera 
tularse  de  aquella  providencia.  Oavoust  había  logrado  dar  alcance  á  Ra 
grauoo  cerca  de  Mohilow,  y  á  pesar  de  no  tener  mas  que  dos  divisiones 
cansadas  con  larga»  marchas ,  habia  derrotado  á  los  Rusos.  Pero  la  sepe- 
racwn  deJ  cuerpo  weettuliensc,  desamparado  á  la  saxon  por  so  caudillo,  no 
le  permitió  sacar  de  aquel  triunfo  toda  la  ventaja  que  hubiera  podido 


Kntanto  que  Davoust  deapejaba  asi  nuestra  derecha  arrojando  a  Be 
grauoo  sobre  Psmolffumo,  Maedonald  y  Oudinot  perseguian  rl  cuerpo  de 
WiManjmlml  (J)„»  Bnjojq  había  ummmmi  unjl  InMmjm  Mulfei  menJa 
da  y  resguardar  á  Sao  Petereburgo,  habiendo  tenido  él  mi*mo  que  aban 
con  H  emperador  Alejandro  el  campamento  de  Drt*sn  )  lomar  H 
de  Witepst  por  el  rumbo  que  iba  siguiendo  Napoleón. 
Rarclay  contaba  siempre  en  que  Bagratioo.  libertándose  de  Dnvou*t. 
efectuaría  al  fin  su  incorporación .  No  habiéndole  encontrado  mi  Witep* . 
corrió  en  su  busca  baria  Orrha .  dejando  al  cuerpo  de  Ottermann  den 


500  HISTORIA 

cargo  de  abrigar  la  retirada  de  Doetoroff  que  mandaba  la  retaguardia ,  y 
atajar  las  primeras  columnas  del  ejército  francés. 

Este  cuerpo  destacado  del  ejército  de  Barclay  fué  el  que  encontraron 
y  derrotaron  Murat  y  Eujenio  en  Ostrowno  en  dos  refriegas  consecutivas 
trabadas  el  25  y  20  de  julio. 

El  triunfo  del  primer  dia  se  debió  á  la  llegada  de  la  división  Delzons, 
que  determinó  la  retirada  de  la  infantería  rusa,  contra  la  que  repetía  in- 
fructuosamente sus  embates-la  caballería  del  rey  de  Ñapóles. 

Al  dia  siguiente  el  ejército  enemigo,  que  habia  recibido  refuerzos  du- 
rante la  noche,  se  mostró  en  ademan  de  renovar  el  trance.  Los  Franceses 
eran  también  en  mayor  número  que  el  dia  anterior ;  el  príncipe  Eujenio 
se  habia  incorporado  con  Murat. 

El  jeneral  ruso  que  habia  reemplazado  á  Ostermann  ocupaba  una  po- 
sición tan  ventajosa  que  era  forzoso  para  desalojarlo  echar  el  resto  del  ím- 
petu y  denuedo  en  los  soldados  franceses.  Tenia  delante  una  quebrada 
profunda,  á  su  izquierda  un  bosque  espeso,  y  á  su  derecha  el  Dwina.  Así 
los  primeros  avances  délos  Franceses  fueron  infructuosos.  Los  Rusos,  ava- 
lorando las  ventajas  del  terreno,  se  defendieron  con  ahinco,  y  aun  se  creyó 
por  un  instante  que  iban  á  tomar  la  ofensiva,  cuyo  amago  fué  precisa- 
mente la  señal  de  su  derrota.  Cuando  nuestros  jenerales  advirtieron  aquel 
movimiento  de  adelante,  comprendieron  que  tan  solo  estremados  conatos 
y  la  trascendencia  de  su  intrepidez  personal  podían  evitar  el  peligro  y 
decidir  la  suerte  á  favor  de  nuestras  armas.  Murat  y  Eujenio  dieron  el 
ejemplo;  Junot,  Nansouty,  etc. ,  los  imitaron;  dieron  una  carga  al  fren- 
te de  su  columna,  y  el  arrojo  impetuoso  que  comunicaron  á  los  soldados 
surtió  un  efecto  tan  pronto  que  en  pocas  horas  los  Rusos,  desalojados  de 
todas  sus  posiciones,  cejaron  hasta  los  alrededores  de  Comarchi,  en  donde 
hallaron  una  selva  que  les  sirvió  de  resguardo  y  el  jeneral  Toutchkoff  que 
acudió  á  reforzarlos. 

Ansiosísimo  estaba  el  ejército  francés  de  arrollar  el  postrer  obstáculo 
que  les  atajaba  su  entrada  en  Witepsk ;  pero  sus  jefes  no  querían  empe- 
ñarse indiscretamente  en  un  bosque  anchuroso  donde  todo  estaba  demos- 
trando que  el  enemigo  habia  reunido  nuevas  tropas ,  cuyo  número  y  fuer- 
zas no  cabia  computar.  Murat  y  Eujenio  titubeaban  pues  cuando  llegó  Na- 
poleón. Luego  que  se  presentó,  apareció  la  confianza  y  el  entusiasmo  en 
la  fisonomía  de  los  jenerales  y  soldados.  « Comprendieron  todos ,  dice  un 
testigo  ocular  (Mr.  Eujenio  Labaume),  que  iba  á  coronar  la  gloria  de 
tan  grandioso  dia.  El  rey  de  Ñapóles  y  el  príncipe  corrieron  á  su  encuen- 
tro y  le  comunicaron  los  acontecimientos  que  acababan  de  suceder  y  las 
disposiciones  que  habian  tomado.  Napoleón  acude  al  vuelo  á  los  puntos 
avanzados  de  nuestra  línea  para  enterarse  de  todo,  y  observa  desde  una 
altura  la  posición  del  enemigo  y  las  particularidades  del  terreno.  Traspa- 


Minio  su  pcoetraooo  beata  el  campo  de  lo»  Rom»  .  adivina  «o* 

■  nlóuces  nuevas diapowooocv  mandadas  con  serenidad y  noculndas 
mu  ..nlon  y  rapidci,  llevaron  rl  ejército  al  centro  del  bosque   y  «ifoirndo 
al  trole,  desemboca  bada  l<»  cerro*  de  Witepsfc  en  d  ponto  ya  de 
i  mohecer. » 

Al  amanecer  del  dia  27,  d  ejército  victorioso  prosigue  «marcho  Pe 
ro  los  Roto»,  qoc  te  retiran  rn  buen  orden,  habiendo  alranndn  d  grueso 
1. 1 .  j.  r,  ito  ,1o  Rarrlay,  hacen  alto  y  se  muestran  cu  ademan  de  trabar  noe 
v  amenté  la  batalla 

Kl  arroyo  de  Utdussa  lepara  entrambos  ejémtm  I  npocntcnllo  echa- 
do sobre  una  quebrada  ac  ofrecía  á  Napoleón  para  d  paso  de  mis  tropos  i 
pero  tiene  aquel  puente  que  repararse,  y  d  emperador  encanta  al  jeneral 
Rrottssíer  d  resguardo  de  dicha  operadon ,  mientra»  qne  » I  mismo  se  en 
camina  á  una  altura  donde  está  la  vanguardia.  Desde  allí  alcama  *  ver  un 
destacamento  de  doscientos  caiadorc*  del  noveno  do  linea,  aislado  al  pron- 
to del  resto  dd  ejercito  y  acorralado  por  la  caballería  ruta,  que  desaparece 
coi  la  confusión  do  hombres  >  caballos  y  reaparece  intacto  y  triunfante 
m  d  momento  mismo  en  que  se  le  creia  absolutamente  perdido.  •  ¿  A  qué 
cuerpo  corresponden  esos  valientes?  •  pregunta  desaladamente  d  empera 
dor ,  y  despacha  al  instante  un  oficial  para  saberlo  y  decirles  en  su  nom 
bre  « que  habían  merecido  todos  la  criu.  •  Ijo%  cazadores  contestan  i  •  So- 
mos hijos  de  París;  •  y  levantando  sus  morriones  en  la  punta  de  la  bayo 
vocean  coo  alboroto  i  •  ¿  Viva  el  emperador!  • 


502  HISTORIA 

Sin  embargo  la  batalla  tan  apetecida  por  Napoleón,  y  á  la  que  los  Hu- 
sos se  mostraban  finalmente  resueltos,  debia  quedar  todavía  dilatada.  Por 
la  tarde  del  27 ,  Barclay  supo  que  Bagration  habia  tenido  que  pasar  el 
Dniéper  y  encaminarse  al  Soga.  Esta  noticia  le  hizo  variar  repentinamen- 
te de  intento.  Desamparó  su  campamento,  resguardado  con  la  oscuridad,  y 
se  retiró  atropelladamente  allende  Witepsk,  marchando  en  derechura  al 
Boristenes,  en  donde  esperaba  incorporarse  con  Bagration.  Atónitos  que- 
dan los  Franceses  al  amanecer  no  viendo  ya  la  hueste  enemiga  que  estaba 
pocas  horas  antes  cubriendo  las  orillas  del  Lutchissa.  Ocuparon  al  punto 
las  posiciones  que  los  Rusos habian  abandonado,  y  entraron,  sin  disparar 
un  tiro  ,  en  Witepsk  cuyo  vecindario  habia  seguido  á  Barclay  en  su  fuga. 
Permanecieron  algunos  dias  los  reales  en  aquella  ciudad,  y  el  empera- 
dor fué  sabiendo  los  varios  triuufos  que  habian  alcanzado  sus  lugartenien- 
tes. El  30  de  julio,  el  jeneral  ruso  Koulniew  fué  derrotado  en  Jakubowo 
por  el  jeneral  Legraud.  El  4°.  de  agosto,  Oudinot  derrotó  á  Wittgenstein 
en  Oboiarzina,  en  una  batalla  cuyo  éxito  estuvo  por  largo  rato  dudoso.  El 
12  del  mismo  mes,  mientras  que  Napoleón  se  encaminaba  sobre  Rassasna, 
y  que  nuestras  armas  estaban  padeciendo  desmanes  por  todo  el  ámbito 
de  Europa  y  que  el  ejército  anglo-portugués  se  apoderaba  de  Madrid,  los 
Rusos  esperimentaban  en  tres  refriegas  diferentes,  y  á  gran  distancia  unos 
de  otros,  el  denuedo  de  los  soldados  franceses  queparecia  haber  trascendí 
do  á  nuestros  aliados:  Schwartzenberg  triunfaba  de  Tormasofí  en  Goro- 
deczna;  Ney  dispersaba  á  Barclay  en  Krasnoi;  y  Oudinot  causaba  un  nue- 
vo descalabro  á  Wittgenstein  en  los  alrededores  de  Polosk. 

Pero  en  medio  desús  derrotas  diarias,  los  Rusos  se  vieron  auxiliados 
por  la  diplomacia  antes  de  serlo  por  el  clima.  Mahmud,  hostigado  por  el 
gabinete  inglés ,  acababa  de  firmar  la  paz  con  el  czar ;  y  Bernadotte  habia 
negociado  también  con  los  enemigos  de  la  Francia  como  para  defraudar 
de  intento  á  Napoleón  de  la  ventaja  de  una  doble  llamada  con  la  que  ha- 
bia contado  antes  de  la  guerra.  El  emperador  supo  esta  desagradable  noti- 
cia en  Witepsk.  « Los  Turcos ,  dijo,  pagarán  muy  caro  este  yerro.  Es  tan 
clásico  que  yo  no  debia  preverlo. »  Cuando  descubrió  que  la  Suecia  ha- 
bia firmado  un  tratado  con  Alejandro  desde  el  24  de  marzo,  esclamó:  « ¡El 
24  de  marzo!  y  el  29  de  mayo,  ¿no  me  enviaba  todavía  Bernadotte  á  Mr. 
de  Signeul  para  entrar  en  ajustes  en  Dresde  ?  Si  algún  dia  nra  tildan  de 
haber  provocado  esta  guerra,  añadió,  considérese  para  descargarme  cuan 
poco  enlazado  estaba  mi  juego  con  los  Turcos  y  en  que  apuros  me  hallaba 
yo  con  la  Suecia. » 

A  pesar  de  estos  contratiempos  diplomáticos,  Napoleón  debió  proseguir 
su  intento  con  tesón ,  esperanzado  de  reparar  en  los  campos  de  batalla  el 
inmenso  perjuicio  que  acababan  de  causarle  tan  aciagas  negociaciones.  El 
ejército  francés  continuó  pues  acercándose  al  Boristenes  y  engolfándose  por 


I»f  \  IPOI  M»\ 
el  interior  de  UBujm»  El  14  deaajosfo.  H 
*c  planteó  m  Rmmmm  á  corta  di«tancta  de  I 
rUy  y  fUgraüon  minutos  Kr»  inevitable  uní 
1 7  ilr  agosto  bato  las  muralla*  de 
anUieron  á  olla  por  un»  parto  á  las 
«Ir  Barclay  de  Tolly  y  Bsgration  lx»  Rimo»  se  habían  fortificado  ante*  nV 
Hogar  á  Eamolensfto ;  lodo»  mi*  atrincheramiento»  «o  fooron  tomando.como 
t.imlion  los  arrabales .  con  tos  cuerpos  do  Davuuel .  Ni]  j  fmkmmM. 
i titVaoono»  interiores  tampoco  pudieron  resalir  ¡  l»«  .li*i*tones 
h  i  ■nl.Gndia  y  ¥onind.»o»teuidaa  pord  jeneraldeariiller.a  sorb.cr.  abrie- 
ron brecha, obligando  al  enemigo  á  que  mcOMe  la»  torro*  qne  o.  upaba, 
y  arrojando  bomba».  queaemmntaroo  d  fuego  que  loa  Rusos  babiau  prm 
«lulo  a  la  ciudad;  « lo  cual  dio  á  lo»  Franceses,  en  medio  do  nna  hermosa 
norhe  «le  agosto,  coow  djet  d  décimo  tercio  boletín,  el  espectáculo  que 
ofrece  a  lo»  habitante»  de  Mapolea  una  erupción  del  Vesubio  * 

A  la  una  de  la  madrogada,  viendo  tos  Rosos  que  ya  no  podían  manto 
nene  acabaron  de  incendiar  la  dudad,  y  pasando  el  rio,  incendiaron  tos 
puente»  a  las  dos  nuestro»  granadero*  treparon  al  asalto  y  hallaron  la  pía 
m  ev  acoada .  El  enemigo  no  babia  dejado  mas  que  muerto»  o  moribundos 
en  medio  de  las  Imana  y  de  toa  escombros.  Horroroso  fué  el  cuadro  que 
se  presento  al  ejército  (ranees.  El  emperador  trato  al  pronto  de  atajar  el 
incendio  y  proporcionar  auxilio»  á  toa  herido».  •  Napoleón  ,  dice  el  jene 
ral  (toorgao-l.  es,  de  lodos  lo»  jonerale»  antiguos  y  modernos .  el  que  mas 
se  ha  interesado  por  los  heridos.  Nunca  se  loa  biso  olvidar  la  embriaguez 
de  la  victoria .  y  tras  cada. batalla,  su  primer  pensamiento  fue  por  ellos.  • 

Después  de  haber  recorrido  el  estertor  de  la  ciudad  y  examinado  los 
i  fortificado»  de  donde  sus  intrépidas  falanjes  habían  desalojado  a 
.  Napoleón  quiso  reconocer  por  si  mismo  la  nueva  posición  del 
en  la  orilla  opuesto  del  ttonstenee.  Colocóse  al  intento  en  la  Ira 
ñera  de  una  torre  antigua  y  anduvo  buscando  con  la  vista  en  la»  altura» 
que  itomiann  á  Fimnlonato  d  campo  de  Barclay  y  H  de  Bagration  lYro 
entrambos  jenerales  se  habían  retirado ,  el  primero  por  d  camino  do  iv 
tersburgo.  y  d  segundo  por  d  de  Moscou.  Esta  separación  voluntaria  de 
tos  ejércitos  rosos,  tras  haberles  costado  tonto  su  reunión .  pareció  a  Na- 
poleón irnaamaniolua  encnbserta ;  tus  batidores  le  informaron  muy  luego 
•lequeno«ehabmena}anaé\iensnaeonjotiiravy  qoo  Barclay,  dejando  nV 
■anmmi  ii  h  haej  Nmti  ■  acer.-alweí.vii\  amento  •»  Ra^ranmi  afj  aj  ran) 
bo  de  Moscón.  Desde  entonces  mandó  que  aa  persiguiera  amamadaanenar 

■I  imiuaujo   ■|mauiartti  ili  ■liaamiln  j  ilnt In  mi    i|iif  Bnp»  i  m 

antigna capital.  H  tanro  de  enenbe/ar  la  vanguariha  y  do  dar  lo 
golpes  recayó  en  d  marañal  Ney  .  d  cual  dejo  airosasnuo  a 


:;o4  HISTORIA 

correspondiendo  á  su  confianza  con  la  intelijencia  y  arrojo  que  manifestó 
en  la  acción  de  la  Valoutina. 

Fué  aquella  refriega  una  de  las  mas  sangrientas.  Los  Rusos,  arrojados 
cuatro  veces  de  sus  posiciones,  las  recobraron  otras  tantas;  pero  al  fin  fue- 


ron arrollados  por  el  denodado  Gudin,  quien  cargó  al  frente  de  su  división, 
cuyo  ímpetu  y  pujanza  hicieron  conceptuar  al  enemigo  que  estaba  contra 
restando  el  embate  déla  guardia  imperial.  Las  divisiones  de  Razout,  Le 
dru  y  Marchand ,  del  cuerpo  del  mariscal  Ney,  terciaron  denodadamente 
en  el  ataque  de  sus  compañeros.  El  jeneral  ruso  Toutchkoff ,  asaltado  en 
medio  de  sus  soldados  por  un  teniente  del  \  2  llamado  Etienne ,  rindió  sus 
armas  á  este  arrojado  oficial.  Sin  embargo  el  triunfo  de  aquel  dia  costó 
muy  caro  á  Napoleón  y  al  ejército  francés ,  pues  Gudin,  que  tanto  habia 
contribuido  á  él,  lo  pagó  con  su  existencia.  Lo  trasladaron  mortalmente 
herido  á  Esmolensko  en  donde  espiró  poco  después.  El  emperador  mandó 
que  le  enterrasen  en  la  ciudadela. 

La  victoria  de  Valoutina  hubiera  podido  ser  decisiva,  si  Junot,  cum- 
pliendo puntualmente  las  órdenes  que  se  le  habian  pasado,  hubiese  llega- 
do á  tiempo  para  cortar  el  cuerpo  de  Barclay  que  se  habia  separado  del  de 
Bagration  á  su  salida  de  Esmolensko  tomando  la  dirección  de  Petersburgo, 


DI    N  IfOl  I  «»N  ai, 

)  ty.tr  llegues  maniobraba  para  efectuar  om  mu  reunión  en  H  m 
miuo  ile  Moscou  Pero  H  duque  »le  sbr*nte«. 
|ion*lrnr«  |>or  H  punto  qur  se  Ir  hat*a  inalado, 
l*H4r  «Ir  las  instancias  <W  rey  de  Ñapóles  y  lo»  consejo*  <IH 
gand  que  Ir  hablaba  en  nombre  del  emperador  Cnando 
l «  eondueta  de  su  teniente,  padeció  Mimo  ilesennsnrlo.  y  «lijo  á 
.  Jnnot  ya  no  quien»  guerra .  ya  k>  veis .  no  fute  dejarle  en  H  mando 
qne  Rapp  le.  reempUee.  habla  alemán  >  sabrá  capitanear  á  lm  ttcsfalira 
«t  .  Jnnol  rra  el  mismo  Mibaltcrno  a  quien  el  comandante  de  artillería . 
Ibinaparte.  había  cobrado  alerto  en  el  olio  de  Tolón  por  mi  serenidad  y 
levw  pero  H  sárjenlo  republicano,  «pie  había  llegado  á  ser  .  durante  el 
imperio,  duque  de  \hcante*.  emperaba  á  padeorr  los  asomos  de  su  arha 
que  mortal,  estado  N  inacción  é  imlorili  lad  preserraron  al  carrito  raso 
ile  nna  derrota  rompleti 

M  yan  ->  df  Junot .  al  paso  que  lleno  de  amargura  el  pecho  de  Ñapo 
l'>>n .  no  Ir  i|iuiii  e|  manifestar  su  satisfacción  y  alboroto  á  los  valientes 
•Hi"  habían  decidido  ild  triunfo  ni  el  (ranee  de  Y  a  Ion  ti  na  Acudió  inme 
dMtamente  al  campo  de  batalla  y  paso  resista  a  los  diferente*)  rejimicnios 
que  habían  sobresalido  .  si  llegar  junto  al  7*  de  infantería  bjera  áVc 
el  r  ñera  I  (¿onrgaud .  mando  formar  cirrulo  á  todos  los  capitanes  y  les 
dijo    \punt  ulme  el  mejor  oficial  del  rejimícnto.  —  Señor .  todos  son  bne 

nos —  Vamos,  eso  no  es  responder  á  la  pregunta ;  á  lo  menos  decid 

como  Temisiorlc*    el  primero  soy  >o:  ej  segundo  mi  reciño        Knton 
1  nbramn  al  espitan  Gonces  .  herido ,  y  á  la  saioo  ausente   j  «  orno? 
dijo  el  emperailor.  ¿Monee)  que  fue  mi  paje,  d  hijo  del  mariseal?  cítenme 
\d*  otro  —Señor  es  el  mejor.— Pne*  bien,  le  doy  la  condecoración   . 

I*  suelta  i  Ksmolensio  ,  acosaron  á  Napoleón  las  mascrtnlas  rmVxkl 
nes  sobre  la  ocasión  que  »e  acababa  de  malograr  de  aniquilar  el  ejérrüo 
niso  s  llegar  a  una  pronta  conclusión  de  la  pa*.  Kmpe/aba  4  preocuparle 
la  incertidnmbre;  sus  presentimientos  le  hacían  ansiar  el  termino  de  aqne 
lia  remota  campaña.  Todo  cuanto  le  anunciaron  de  los  estado*  de  r 
«le  Pokmia,  da  la  dSspoakion  da  los  animo»  y  los  movimiento*  de  l  onna 
«WT .  todo  cnanto  veía  y  oía  en  sus  reales,  donde  habían  apar.vi.lo  otra  se* 

Pabtod  »  Kyhu;  todo  w  leí 
y  repetidas  teces  pensó  en  pararse 
mego  sapo  las  s enlajas  aJcaoiadas  sobre  el  enemigo  Hdu  l'J  por  vhwart 
reoberg .  txgrand.  Oudinot  y  Goorioo  San  Cyr.  v  sus  recelos  se  úVttane 
rieron  ó  minoraron  Por  otra  parte  los  Rosos  huían  al  parecer  mas  birn 
que  se  retiraban  al  acerrarse  H  ejercito  francés  tedwroa  pata  las  sania 
nones  de  la  prudencia  á  la  esperann  de  uaa  victoria  dmsnra  « Rataans 
empeñados  muy  adelante  para  retroceder  .  dijo  Napoleón  al  llegar  al  O» 
gea  ;  m  no  me  cautil  ara  mas  que  la  gloria  de  basan**  guerrera»,  note» 

Cl 


506  HISTORIA 

dria  sino  volver  á  Esmolensko,  plantar  allí  mis  águilas  y  contentarme  con 
estender  á  derecha  é  izquierda  brazos  que  aniquilarían  á  Wittgenstein  y 
Tormasoff.  Estas  operaciones  serian  esplendorosas ,  acabañan  hermosa- 
mente la  campaña ;  mas  no  terminarían  la  guerra La  paz  está  ahí  de- 
lante de  nosotros ;  nos  hallamos  á  ocho  marchas  de  ella  ;  no  hay  que  de- 
liberar tan  cerca  del  objeto.  Marchemos  sobre  Moscou. » 

Marchemos  sobre  Moscou,  el  prohombre  lo  quiere  :  una  mano  invisi- 
ble lo  empuja;  preciso  es  que  se  cumplan  los  destinos. 


I  M'lll  lo  WWII 


II  fl«-rn*.l<>r    Rmloprbín 

m»ll»       B«U|U    «I*    <ÍH.nlll 


l*-lrfinin> 


rocnr  su  rrbjion 


LOüpwailor  Alejamlro  M  había  rHr*l.> 
á  Moaooa  al  dejar  el  rani|->  de  l>rw*a 
Aprovechándose  de  la  prr*rocia  del  ciar. 
H  gobernador  Rostopcbm  babia  mi  nido 
«mi  rl  KicniliD  á  I»  ooMia  y  traíanla 
para  pedirU*  muño»  vanAno»  dV  boa» 
brr»  5  d  imto.  le»  batoa  moctmlo  H  roe 
mi«o  rn  H  erntro  dd  «lado  y  retratado 
a  >a|N i|.i>n  en  ademan  de  lalar  w  palna 
ur  ui>.W*j».*od*ooaoaoooaly  drr 
rsto  para  que  r*\  na  wbrr  H  cooqnbtador  h 


508  HISTORIA 

execración  de  los  nobles  y  ciudadanos  moscovitas.  Unánimes  aclamaciones 
acojieron  pues  la  vehemente  alocución  de  Rostopchin  ¡  mas  no  se  dio  aun 
por  satisfecho  el  mañoso  gobernador.  Para  enardecer  mas  y  mas  la  supers- 
tición y  estremar  el  entusiasmo  del  vecindario ,  aconsejó  al  caudillo  del 
imperio,  que  estaba  además  revestido  con  el  supremo  pontificado,  que 
viniera  á  ejercer  en  persona  la  suma  persuasiva  é  influjo  incontrastable  de 
su  autocracia  política  y  omnipotencia  sagrada.  En  el  momento  en  que 
Rostopchin  tenia  al  parecer  ya  acaloradísima  la  concurrencia ,  llega  Ale- 
jandro de  repente  por  una  puerta  de  la  capilla  del  palacio,  se  apersona  y 


«y 


habla  arrebatadamente  por  la  patria  y  la  relijion  asomadas  al  profundo  abis- 
mo por  la  insaciable  ambición  del  tirano  universal.  « Los  desastres  que  os 
amagan,  dice  al  acabar,  solo  deben  conceptuarse  como  arbitrios  imprescin- 
dibles para  conseguir  el  esterminio  absoluto  del  enemigo. »  Había  en  la  voz, 


I»l    WIMH.KON  .<►» 

-idcmanr*  \  miradas  de  Alejandro  alguu  impero  «ntcstro.  amado  pro 
nuncio  r«u«  ultima*  palabras,  fon  efecto,  imposible  «ra  qw  en  medio  de 
i  ni  .  nucas  onnmllTili  y  en  trancr  que  requería  H  wo  (H«  ««Iw» 
ralnmui .  oo  asomaran  en  H  leomiaje  del  cmt  lo»  impolso*  ardientes  dH 
l«wtifkt*  y  drl  monarca.  U  poblira  tomata  un  rarartrr  apasionado,  y  la 
Kiirrn  descollaba  roo  oo  aspecto  trrrihlr  por  parte  «le  los  Roso* 

Pura  HlosN apoleoo'oo  era  oo  enemigo  romoo  que  ileUnin  meTamco Ir 
rootr»rarfarte|ninlMi^ltsieoenüe»;MOoqor.rcmM)raodilmdrl  pueblo 
í  raneé»,  era  ante  Indo  d  opresor  dr  loa  momvraailcl  continente,  y  le  par* 
aa  al  c/ar  que  para  destrocar  el  yogo  qoe  los  rutaba  abrumando  los  mo 
narra*  podían  %  aleñe  de  otro*  medio*  fuera  de  lo»  corriente»  ro  la»  laye* 
de  la  guerra  Am.  leyó»  de  reniñe  á  confiar  la  defensa  de  mi  imperio  al  «a 
ber  ile  mi*  jencrales  )  al  denuedo  de  su  soidaoV*  »  dinjiendosc  «otema* 
menta  ro  mis  decretos  y  proclamas  coa  la  jrncralnl.nl  de  mis  subditos.  Hi 
jto  rnlrc  na  *em.loTe*  roas  adieto*  individuo*  de  pujania  bravia  para  mi 
ciarlos  cu  eJ  rspantoso  srraoo  de  uoa  resístrocia  desesperada  \lejandro 
.  rc\.»  que  la  monarquía  podía  Imrr  también  mi  lev  «uprrma  «le  so/cono» 
pmhlien,  ;a  para  contrarestar  la  invasión,  ya  para  q;te  redundar*  en  rster 
minio  drl  ejercito  conquistador  Si  c*tc  provimiroto  no  Ir  indnjo  á  alter 
nar  ron  carretero»  y  «a»onrs.  redoblando  Im  eorarrelarniento*  y  lo»  radal 
>«>v  fue  porque  la  Mtoartoo  «IH  imperio  roso  no  lo  requería  y  qne  oo  p«*lia 
lial>rr  mtprrkomt  ni  prnterih*  doodc  no  alomaban  Hrsttrmititu.  rmi 
'jmiim  01  tmtdorrs  Pero  mi  jencrosidail  jemal  se  allanó  á  otros  sarrileio» 
*  i  Mema  ticamente  cooMimado»,  y  que  vinieron  a  acarrear  moríale»  resultas. 
•im  para  hermosas  provincia»  y  ciudades  populosas  de  la  monarquía  mo* 
coi ii  i .  como  dolorosos  para  la  humanidad.  Ko  ve»  de  rarcelrros  y  ver 
dono*,  rl  autócrata  tuvo  HH  inceodiarios  que.  después  dr  haber  alumbra 
ilo  la  fuga  del  ejercito  roso  y  la  marcha  virtoriosn  de  los  Franceses  deadr 
Wdna  hasta  Esmoteosao.  entregando  á  las  llama»  puentes.  almacene*  \ 
ciadades enteras,  roronaroo  aquel  inmenso  inrendio  ron  el  de  la  ciudad 
«anta,  este  era  d  borroroso  presajio  qoe  anunciaban  allá  las  ultima* 
palabras  dH  ataren  la  concurrencia  del  kremlin  Sépalo  H  tcan.lano 
ile  Moscón;  so  amo  Im  curado  la  salvación  de  su  imperio  en  et  oWufrr 
no  dr  la  dcstntecion. 

Mi  embargo.  Napoleón,  una  vez  decidido  t  marchar  sobre  toaron. 
había  activado  te  guerra  y  perseguMlo  4  loa  Rosos  para  que  ai i|  tama  la 
roo  te  qne  se  lisonjeaba  terminar  las  riostilidadr»  y  decidir  al 
a  la  peí  Pero  Alejandro  no  le  aguardo  en  H  Kremlin  .  y  ro  te*  oV 
al  encuentro  para  lomar  d  mando  «te  lo*  ejercito»  mana,  atenea 
minó  al  \  orlo  a  Mentaran,  de  donde  envió  al  anciano  Rotoso»  en  reem 
plato  de  Barclay  de  Toliy,  •  coocrptoaodo  .  dice  d  roronrl  Rolturlin 
que  se  necesitaba  nn  nombre  ruso  para  oariooaluar  mas  te  guerra  • 


54  0  HISTORIA 

Cuando  Kutusow  llegó  al  ejército ,  Barclay  habia  tomado  sus  posicio- 
nes entre  Viazma  y  Ghjath,  y  se  disponía  para  la  pelea  para  el  dia  siguien- 
te. El  antiguo  guerrero  no  quiso  dar  á  entender  que  él  jeneral  desairado 
por  el  emperador  habia  escojido  bien  su  terreno,  y  los  Rusos  se  retiraron 
otra  vez  á  nuestra  aproximación.  Al  fin  se  detuvieron  mas  acá  de  Moscou 
entre  la  Moscowa  y  la  Kalocza :  allí  se  dio  el  7  de  setiembre  la  gran  bata- 
lla que  estaba  ansiando  Napoleón. 

La  víspera  de  aquel  memorable  dia  y  á  los  primeros  albores,  el  empera- 
dor estaba  á  caballo  y  arropado  con  su  levitón  gris.  Tomó  consigo  á  Rapp 
y  Caulaincourt,  á  quienes  seguían  álolejos  algunos  cazadores,  y  sin  otra  es- 
colta, reconoció  primero  las  avanzadas  rusas  y  fué  prolijamente  visitando 
las  posiciones  que  ocupaban  los  diferentes  cuerpos  del  ejército  francés.  La 
confianza  estaba  resplandeciendo  en  su  frente,  y  aun  le  oyeron  talarear , 
en  medio  de  los  vivaques  del  jeneral  Pajol ,  la  canción  patriótica- 

La  vil-loria  ron  cantus  nos  abre  la  valla. 

Entretanto  llegaron  al  campamento  el  coronel  Fabvier  que  traia  del  in- 
terior de  España  la  infausta  nueva  de  la  batalla  de  Salamanca ,  y  Mr.  de 
Beausset  que  llegaba  de  San  Cloud  con  el  encargo  de  entregar  al  empera- 
dor cartas  de  María  Luisa  y  el  retrato  del  rey  de  Roma. 

Napoleón  se  espresó  ásperamente  con  el  coronel  Fabvier,  hablando  del 


7i  V 


DI     N  iPOI   »«»N  MI 

mari«cal  Uarmont,  coya  derrota  había  entregado  Vadnd  *  Wethnglon. 
l.l  ■  .»r->nH  abogó  caballero-iamenle  por  «u  jencral 
otro  recibimiento  di«pcn*o  el  emperador  á  Hr 
rtóM  entran  «Memente  al  rmlnr  noticia*  de  lo  qoe  nw 
mundo  FJ  retrato  de  mi  hijo  Ir  cansaba  «a 
liespac*  de Haberlo cnseaado  á  cuantos  le  esUban  rodeando .  lo 
«a  *eerctario  dmen.l.'lc    •  Tomad  .  Ilevaotlo.  guardadlo  .  m  %rt 
do  proato  un  aunpo  de  baUlla.  *  ion  cierto  .  el  «ido 
«atado  H  rral  el  r.  fae  H  campo  de  batalla  del  7 


en  rl 


m  talla  ac  i  a  eo*co» » 

pAtlTK*»  tW  «Wi«»*>  oí-UVo  holtMin  . 


.  I" I  7  *  \*\  (Uh  de  h  madrugada,  el  emperador  %c  ItilUbi 
por  loa  marorato  en  la  posición  que  babia  lomado  el  día  anterior.  A  la* 
riaco )  medta  H  mi  ¿«cana  despejado .  la  viipera  había  Hondo  .  F.«  H  sol 
da  \u«ierliu .  •  dijo  el  emperador .  aunque  en  H  me»  fie  «etiembre  baria 
unto  frío  cnaao  por  dwi«mbn  en  Horn\  ■  i  D  t)rr*Jta  aceptó  e»te  pmajio. 
y  te  leyó  la  orden  del  iha  ugniente: 


•  aoronone: 

.  lie  aquí  U  UulU  que  Unto  habett  deaeado.  Urictoriaesta  en  voes 
ira  mano  i  nos  ca  aeccaaha .  nos  proporcionara  abundancia,  buenos  ruar 
teles  de  invierno  y  no  pronto  regreso  á  nuestra  patria.  Portaos  como  en 
VusterliU .  Fnedland .  W  i  teosa ,  Ksmolcnsko.  y  que  la  posteridad  roa*  re 
mo\^  «ilc  engr. •idamente  \ue*tra  condurU  en  Mil  <li  i .  |  que  ilig.in  «I-  to 
sotros:  «Se  hallaba  en  aquella  gran  batalla  dada  bajo  los  muros  de  Vos 
coa.  ■ 

•  Kn  el  campa  meo  lo  impenal  sobre  las  altura»  dd  Rorodino .  H  7  de 
setiembre  alas  dos  de  te  mañana  • 

♦  FJ  ejército  loatosld  coa  repetidas  aclamaciones  FJ  páramo  en  que  se 
bailaba  el  ejército  estaba  cabierto  de  cadav  ere»  rusos,  del  encuentro  de  la 


Q  principe  Puaiatuwati,  qoe  twaiai  te  derecha .  se  poso  en  motí 
el  bosque  en  que  el  enemigo  apoyaba  hi  izquierda.  FJ 
principe  da  Eduaobl  ataread  costeando  H  bosque  con  te  diswoo  de  Can* 

á 
I,  as  habían  constmido  durante  te  i 
A  teste».  eJ  jeaeral  conde  Sorbier.  que  babu  artillado  te 

i  rasenra  de  te  guardia .  r»>mpio  H  faego  D> 

piaras ,  toma  te  deteatera  A  te  disaaoo  * om 

(coarta  del  pnmer  coarpo),  qoe  sigue  el  bo*qoe  errraado  las 


512  HISTORIA 

oes  del  enemigo.  A  las  seis  y  media,  el  jeneral  Compans  sale  herido,  y  á  las 
siete,  el  príncipe  de  Eckmuhl  pierde  el  caballo.  Se  traba  la  refriega  y  em 
pieza  el  fusileo.  El  virey,que  formaba  á  nuestra  izquierda,  acomete  y  to 
ma  la  aldea  de  Borodino ,  que  el  enemigo  no  podia  defender  porque  so 
hallaba  en  la  orilla  izquierda  del  Kologha.  A  las  siete,  el  mariscal  duque 
de  Elchingen  se  pone  en  movimiento  y  marcha  contra  el  centro ,  al  res- 
guardo de  sesenta  piezas  que  el  jeneral  Foucher  habia  colocado  el  dia  an- 
tes contra  el  centro  del  enemigo.  Mil  piezas  están  arrojando  la  muerte  por 
ambas  partes.  A  las  ocho  se  toman  las  posiciones  del  enemigo,  sus  reduc- 
tos caen  en  nuestro  poder,  y  nuestra  artillería  se  coloca  en  sus  troneras. 
Entonces  teníamos  la  ventaja  de  posición  que  habían  tenido  por  espacio 
dedos  horas  las  baterías  enemigas.  Los  parapetos  que  habían  estado  con- 
tra nosotros  durante  el  ataque  nos  resguardan.  El  enemigo  ve  la  batalla 
perdida ,  cuando  apenas  la  creia  empezada.  Parte  de  su  artillería  cae  en 
nuestro  poder,  y  el  resto  se  retira  á  la  parte  de  la  espalda.  En  este  aprie- 
to, toma  el  partido  de  rehacer  el  choque  atacando  de  poder  á  poder  las 
fuertes  posiciones  que  no  ha  podido  conservar.  Trescientas  piezas  france- 
sas colocadas  sobre  las  alturas  anonadan  su  muchedumbre,  y  sus  soldados 
vienen  á  morir  al  pié  de  aquellos  parapetos  levantados  con  tanto  esmero 
en  los  dias  anteriores  y  mirados  como  abrigos  incontrastables. 

«  El  rey  de  Ñapóles  da  varias  cargas  con  la  caballería.  El  duque  de  El- 
chingen se  cubre  de  gloria  y  manifiesta  tanto  denuedo  como  serenidad.  El 
emperador  manda  una  carga  de  frente  y  la  derecha  hacia  adelante ;  movi- 
1  miento  que  nos  deja  dueños  de  las  tres  cuartas  partes  del  campo  de  bata- 
lla. El  príncipe  Poniatowski  pelea  en  el  bosque  con  éxito  vario. 

«  Quédanle  al  enemigo  sus  reductos  de  la  derecha ,  el  jeneral  conde 
Morand  marcha  contra  ellos  y  los  toma ;  pero  á  las  nueve ,  atacado  por 
todas  partes,  no  puede  mantenerse.  Alentado  el  enemigo  con  esta  venta- 
ja ,  manda  avanzar  su  reserva  y  sus  últimas  tropas  para  probar  otra  vez 
fortuna.  La  guardia  imperial  forma  parte  de  ellas  y  ataca  nuestro  centro 
sobre  el  cual  habia  jirado  nuestra  derecha.  Por  un  momento  se  teme  que 
los  Rusos  tomen  la  aldea  incendiada;  diríjese  allá  la  división  de  Friant ; 
ochenta  piezas  detienen  primero  y  luego  destrozan  las  columnas  enemigas 
que  se  mantienen  durante  dos  horas  formadas  bajo  la  metralla,  no  atre- 
viéndose á  avanzar,  no  queriendo  retroceder  y  desahuciadas  y<?.  de  la  vic- 
toria. El  rey  de  Ñapóles  zanja  aquella  incertidumbre  ¡  manda  cargar  al 
4o.  cuerpo  de  caballería  y  se  interna  por  los  claros  que  deja  abiertos  la 
metralla  de  nuestros  cañones  en  las  moles  cerradas  de  los  Rusos  y  los  es- 
cuadrones de  sus  coraceros;  estos  se  dispersan  á  diestro  y  siniestro.  El  je 
ueral  de  división  conde  deCaulaincourt,  ayúdelos  pajes  del  emperador, 
marcha  capitaneando  el  5o.  de  coraceros,  lo  arrolla  todo  y  entra  en  el  re- 
ducto de  la  izquierda  por  la  gola.  Desde  entonces  ya  no  cabe  duda,  la  ba- 


prnr  coa  cata  púlanla  carta .  había  terminado  MM  de*tino*  .  car  muerto 
por  ona  bata*de  canon   muerte  esclarecida  y  envidiable 

•  Son  la*  do*  de  la  tirde.  y  H  enemigo  piífdc  toda  esperania  la  bata 
lia  quera  termiuda,  aon  continua  el  cañoneo  ¡  pem  |ix  Ruvh  *nln  pelean 
cubriendo  so  retirará,  mas  no  por  la  virioria 

•  la  perdida  del  enemiao  e*  enormr  han*c  contado  en  el  campo  de 
batalla  de  doce  A  treec  mil  hombres  y  de  ocho  a  nueve  mil  caballo*  *e 
árala  afea»  de  ariilleria  y  cinco  mil  pn*ionems  han  caído  en  nuestro 


tenclodm  mil  y  quinientos  hombre*  muerto*  y  triple  nume 
m  de  herida».  Maestra  perdida  total  puede  computarte  en  diex  mil  boro 
hrea:  la  del  enemigo  en  crareata  ó  cincuenta  mil  Nnora  *e  ha  ti*to  an 
campo  ile  batalla  igual  De  seis  cadáveres,  uno  era  íranrv*  y  cinco  rwm 
i  uarrnta  jrnerale*  rmo*  han  *ido  muerto*,  beodo*  ó  prtMoncrn»  •  Hjcae 
ral  ftagration  queda  herido 

.  lien»*  perdido  el  jeneral  de  divt*mn  coode  ttoatfcraa .  muerto  de 
na  hala»  de  caaoa  :  itnal  tuerte  copo  una  hora  deapaea  al  Jmeral  coa 
de  de  t  anlaiBcourt .  enttado  para  iwmplaianf 


314  HISTORIA 

« Cuéntanse  entre  los  muertos  los  jenerales  de  brigada  Compere,  Plou 
zonne,  Mariont  Huart,  y  entre  los  heridos  siete  ú  ocho  jenerales  ;  pero 
muy  levemente.  El  príncipe  de  Eckrnuhl  no  ha  padecido  daño.  Las  tropas 
francesas  se  han  cubierto  de  gloria  y  han  mostrado  su  mucha  superioridad 
con  las  rusas.  Tal  es  en  pocas  palabras  el  bosquejo  de  la  batalla  de  la  Mos- 
eowa,  dada  á  dos  leguas  de  Mojaisk  y  á  veinte  y  cinco  leguas  de  Moscou, 
cerca  del  pequeño  rio  Moscowa.  Hemos  disparado  sesenta  mil  cañonazos, 
que  se  hallan  ya  reemplazados  con  la  llegada  de  ochocientos  carros  que 
habían  pasado  de  Esmolensko  antes  de  la  batalla.  Todos  los  bosques  y  al- 
deas desde  el  campo  de  batalla  hasta  aquí  están  cubiertos  de  muertos  y 
heridos.  Se  han  hallado  aquí  dos  mil  muertos  ó  amputados  rusos.  Muchos 
jenerales  y  coroneles  han  caido  prisioneros. 

« El  emperador  no  se  espuso  un  momento ;  la  guardia  de  á  pié  y  á  ca- 
ballo no  peleó  y  por  consiguiente  no  perdió  un  solo  hombre.  La  victoria 
nunca  fué  dudosa.  Si  el  enemigo  forzado  en  sus  posiciones  no  hubiera  que- 
rido recobrarlas ,  nuestra  pérdida  hubiera  sido  mayor  que  la  suya  ;  pero 
destruyó  su  ejército  manteniéndolo  desde  las  ocho  hasta  las  dos  bajo  el 
fuego  de  nuestras  baterías  y  obstinándose  en  recobrar  lo  que  habia  per- 
dido. Esta  es  la  causa  de  su  inmensa  pérdida » 

Por  muy  grande  que  fuera  el  triunfo  de  este  dia,  podía  serlo  mucho 
mas,  si  Napoleón,  en  vez  de  terminar  la  batalla  alas  cuatro  de  la  tarde  , 
hubiese  avalorado  lo  que  restaba  del  dia  para  que  cargara  su  guardia, 
convirtiendo  asi  el  desconcierto  del  enemigo  en  una  completa  derrota.  Esta 
reserva  del  gran  capitán  en  medio  de  la  embriaguez  de  la  victoria  ha  sido 
interpretada  de  varios  modos.  Algunos  escritores  aseguran  que  fué  muy 
vituperada  en  el  cuartel  jeneral ,  y  dicen  que  el  mariscal  Ney  se  espresó 
así:  «Ya  que  no  guerrea  personalmente,  y  puesto  que  ya  no  es  jeneral  y 
quiere  hacer  en  todas  partes  el  emperador,  que  se  vuelva  á  las  Tuilerías  y 
nos  deje  ser  jenerales  por  él.  »  «Murat,  dice  Mr.  de  Segur,  creyó  que 
los  primeros  ataques  del  equinoccio  le  habían  trastornado  el  temperamento 
debilitado,  y  que  la  acción  de  su  numen  estaba  en  cierto  modo  aherrojada 
por  su  cuerpo  agoviado  bajo  el  triple  peso  de  la  fatiga,  de  la  calentura  y 
de  un  accidente,  que  entre  todos  es  quizá  el  que  mas  abate  las  fuerzas  fí- 
sicas y  morales  del  hombre Los  que  estaban  mejor  informados  cre- 
yeron que  á  tanta  distancia  y  al  frente  de  un  ejército  de  estranj^os  á  quie- 
nes no  enlazaba  otro  vínculo  que  la  victoria,  le  habia  parecido  indispen 
sable  conservar  un  cuerpo  selecto  y  leal. » 

No  es  verosímil  que  ninguno  de  los  tenientes  de  Napoleón  haya  sido 
nunca,  no  diré  harto  desmandado,  sino  bastante  injusto  para  reconvenir- 
le «de  hacer  en  todas  partes  el  emperador  y  no  ser  ya  jeneral,»  con  moti- 
vo de  una  batalla  cuyos  sabios  preparativos  y  cuya  activa  y  suprema  di- 
rección no  habían  salido  indisputablemente  sino  de  él  solo.  En  cuanto  al 


I>>     NM'M   »,»N 


.1  . 


'Iwwikcownrmwwrii  lóaselo  y 
v  adicto  u»  como  so  gnardta,  llnpotaoa  lo  esptsco  diciendo :  • 
na  ha)  uim  segooda  batalla .  qué  tropas  presentaré?  •  taspnea  el  j#n*ral 
i  al  ftirir  tu  esta  i  iinlloManí  i  «81  tai 

•  "©yo  nervio  se  cifre  ataonpre  ee  aquello  ((oardie ,  y  coy  o  valor  lo  < 

sote  toaran  atravesar  otra  ve»  el  N  vasco  • 
qoe  sea,  pareco  qoe  la  ceoniuet t loa  «lo  ta  atona  do  so 
rjcraloó  la  esperan/a  da  ooo  prosiaaa  paz,  y  siempre  por  el  interés  dota 
rraacio  y  do  la  humanidad,  indujeron  á  Sopotaoo  á  ao  tiorcr  aata  asuro 
tara  U  sangrienta  bátanlo  do  ta  Moscón»  roa  ta  iiitrrvencioe  d»  so  gnur 
díi¡  \  m  tratara  alguien  do  ataiaaar  qoc  se  almo  por  cotonea»  ¿Mr» 
guanta  personal .  y  qoe  anta  codio  al  impnho  «le  ao  i 
al  tal  ta  raapoodicramoi  qoo  Ñapearen  ba  dado  daado  Totas  b 

oaajolo  w|i  ndariao  atapoloita  ao  caaaovoaaotoó  H 
definitno  coa  ta  traatiroda  del  cootsmo  une  H  aersdeote  faca  le 
Imbsarn  alroooadp  y  deta atado  cono  i  cualquier  otro .  aoda  bay  en  «ato 
ar  faaraaáblc.  Qoo  ao  prontitud  de  reaoloejoo  y 


foojiáiaoi 


taaotaacu  resentido,  «nao  cabe todatai.  poca  yo  til 
foro  si  al  locar  al  término  da  eos  pfuiporetaoaa,  y 
.|oraoaaar  al  aaplandor  da  ao  ooasbradaí ,  y 
>a  nota  quedaba  nw  que  decaer,  babia  dejado  á 
,  *  mirasen  en  m  interior  la  inccrtidurobrc  y  la  rorobra.  aquella  ronojodon 
¡Mvajera  de  la  confianza  )  de  la  fe.  que  le  había  i n fundillo  por  mu.  lio  in-m 
I  «o  so  tartana  aiemprc  en  auje.  potlia  inin  bien  hacerle  perder  en  cierto* 
rooaaenloa .  al  asomar  mi  menguante,  algún  tanto  de  mi  pujanza  en  idear. 
di  mi  rapidez  en  ejeeatar  y  de  aquel  arrota  qoc  parecía  estar  dictando  en 
otro  tiempo  leye»  al  destino  ,  sin  que  se  alterase  ta  gran.li. -M.lad  de  so  al 
>ua.  sia  qoe  torpes  precaociooes  dictadas  por  una  menguada  personalidad 
apearan  en  él  aquel  coentanle,  desvelo  que  babia  manifestado  ante  todo  por 
(a  Franesa  ilrsde  que  se  babia  remontado  4  la  cumbre  del  poderío 
iliense  le  bar4  creer  que  d  w.W.oie  denueuo  dH  soldado  de  vr.-ola  j  de 
lodi.qoeHaaYXMaesodHjcoeralquc  arrostraba  de  tal  modo  el  peligro 
•nKsslioftqaesneoatoaleskaineuazarouftaqw 

.  i  quien  se  hará  creer  qoe  tan  perrgrieo  vetar  y  brnxsmo  pa 

ion  Napoleón  por  uno  zozobra  altana  ocerco  do  ta 

tt  Bonrienne  mismo ,  Ion  propenso  á  ajar  tas 

¿tonaadUpronoesbre.  y  que  al  parecer  no  toa»  ta  pluma  sino  poro  con 

«redecir  el  testimonio  de  so  país  y  de  so  welo  ante  el  tribunal  do  ta  ansio 

i  eoolra  H  recelo  de  laquezn  ó  temor  con 

se  atrevieron  atochar  4  Napoleón  al  ree/eser  de  \soscoo  «,Te 


o4C  HISTORIA 

mer  él!  esclama,  ¡él  cobarde'  por  cierto  que  le  conocéis  bien.  Nunca  esta 
ba  mas  satisfecho  que  en  un  campo  de  batalla  ni  mas  sosegado  que  en  me- 
dio délos  peligros.  » 

Repitámoslo  pues  con  el  jeueral  Gourgaud,  el  barón  Fain,  etc. ,  el  em- 
perador tuvo  estas  contemplaciones  con  la  guardia  en  la  Moscowa  por  el 
interés  mismo  de  todo  el  ejército,  y  á  la  vista  de  las  posibilidades  ulterio- 
res de  la  guerra  ó  de  la  próxima  conclusión  de  la  paz.  Por  lo  demás,  cual- 
quiera que  fuera  su  decaimiento  físico,  lo  cierto  es  que  no  imposibilitó  su 
numen  ni  su  actividad.  Él  fué  quien  preparó  y  estuvo  dirijiendo  aquella 
gran  batalla ,  por  lo  cual  no  dejó  de  atribuir  el  timbre  de  la  victoria  á  los 
principales  adalides  de  su  ejército,  los  mismos  á  quienes  se  achacan  tan 
estraños  dichos  respecto  á  él.  « Denodados  héroes,  dice  en  sus  Memorias, 
Murat,  Ney,  Poniatou  ski,  á  vosotros  es  debida  la  gloria.  ¡Cuántas  grandes  y 
esplendorosas  acciones  tendria  que  recojer  la  historia!  Diria  como  aquellos 
desalados  coraceros  forzaron  los  reductos ,  acuchillaron  á  los  artilleros  so- 
bre sus  cañones ;  referiria  el  heroico  sacrificio  de  Montbrun  y  de  Caulin 
court  que  hallaron  la  muerte  en  medio  de  su  gloria;  diria  lo  que  nuestros 
artilleros ,  descubiertos  en  campo  raso ,  hicieron  contra  baterías  mas  cre- 
cidas y  resguardadas  con  macizos  espaldones,  y  hablaría  de  aquellos  intré- 
pidos infantes  que  en  el  trance  mas  apurado,  en  vez  de  necesitar  que  su 
jeneral  los  desahogase,  estaban  voceando  i  « No  hay  cuidado ,  tu  jente  ha 
jurado  toda  vencer  en  este  dia,  y  vencerá. »  ¿  Llegarán  algunos  rastros  de 
tanta  gloria  á  los  siglos  venideros,  ó  prevalecerán  la  mentira,  la  calumnia 
Y  !a  maldad?» 


.   \l-llliM   WWIII 


KM  *a  *q««IU   C»|*Ul   |H.|    lo, 


i*  .derrotado  en  laMoacouaa 
de  U  ventaja  i|ue  le  dalwii  sus 

itiQi.ru.  no  se  empacho  dr  mentir 
con  el  pueblo  rwso  y  con  *i  soberaao.  per 
patudo  por  doade  quiera .  y  mb  earnaiaa 
•h  4  Alejandro  que  la  l 
dado  por  la  bandera  mo* 


de 
de  Mójate  y  haber 
aqeri  poetto  á  kn 


_»    I 


548  HISTORIA 

tos  heridos  á  los  que  110  se  habia  proporcionado  todavía ninguu  auxilio,  y 
que  los  debieron  al  ejército  victorioso.  «Con  la  ayuda  de  algunos  soldados 
de  la  guardia,  cuya  humanidad  habia  esperimentado  en  varios  trances  , 
dice  el  doctor  I^arrey,  atendí  ante  todo  á  las  urjencias  de  aquellos  desven- 
turados. Se  habian  habilitado  las  iglesias  y  la  casa  de  ayuntamiento  para 
recibir  á  los  heridos  franceses.  Los  Ilusos  se  reunieron  en  las  casas  de  los 
comerciantes. »  Cuando  dieron  parte  á  Napoleón  que  la  retaguardia  de  Ku- 
tusow  mandada  por  Platoff  se  disponía  para  resistir  sobre  Mojaisk  ¡  «Bien, 
respondió,  nos  detendremos  algunas  horas  mas  con  nuestros  desgraciados 
heridos.  » 

Sin  embargo  se  sabe  que  Kutussow  conserva  todavía  esperanzas  de  sal- 
var á  Moscou;  que  está  levantando,  á  algunas  leguas  antes  de  aquella  capi 
tal,  fortificaciones  que  demuestran  intentos  de  nueva  refriega.  Rostopchin 
se  esmera  también  en  persuadir  á  los  Rusos  que  tal  es  el  ánimo  del  jene- 
ralen  jefe,  según  la  proclama  del  4  4  de  setiembre,  cuyo  contenido  es  el 
siguiente:  «  Dice  que  defenderá  á  Moscou  hasta  la  última  gota  de  su  sangre 
y  que  está  pronto  á  pelear  aun  en  las  calles  de  aquella  ciudad.  Se  han  cer- 
rado los  tribunales  ;  pero  esto  no  os  sobresalte,  ó  amigos  mios :  hay  que 
ponerlo  todo  corriente.  No  necesitamos  tribunales  para  formar  causa  al 
perverso.  Sin  embargo  ,  si  los  necesitara ,  tomaría  jóvenes  de  la  ciudad  y 
del  campo.  Dentro  de  dos  ó  tres  días  daré  la  señal .  Armaos  bien  con  hachas 
y  picas,  y  aun  mejor  con  horcas  de  tres  dientes:  el  Francés  está  ya  desmo- 
ronado como  una  hacina  de  mies. »  —  « Marcho  mañana,  decía  Rostop- 
chin al  dia  siguiente ,  para  juntarme  con  su  Alteza  el  príncipe  Rutusovv ,  y 
providenciando  juntos  aniquilar  á  nuestros  enemigos.  Enviaremos  á  Sata 
nás  esos  huéspedes  y  les  haremos  rendir  el  arma.  Volveré  á  la  hora  de  co 
mer  y  pondremos  mano  á  la  obra  para  reducir  á  polvo  esos  alevosos. » 

Con  este  lenguaje  presajia  el  gobernador  de  Moscou ,  el  orador  del 
Kremlin  ,  el  cumplimiento  de  los  sacrificios  tremendos  que  el  czar  mismo 
está  anunciando.  Pero  Rutusow  no  derramará  la  última  gota  de  su  san 
gre  para  precaver  á  la  ciudad  santa  de  la  invasión  estranje'ra :  el  antiguo 
guerrero  no  lo  pensó  jamás  ,  y  Rostopchin  lo  sabe  muy  bien.  Otro  es  el 
intento  que  se  abriga  ,  y  está  próxima  la  hora  de  ponerlo  por  obra.  En  la 
noche  del  43  al  4  4  de  setiembre,  Kutusow  abandona  todas  las  posiciones 
que  anteceden  á  Moscou  y  se  retira  hacia  el  oriente  atravesando  rápidamen- 
te la  inmensa  ciudad  que  aparentaba  poco  ha  venir  á  defender  con  una  es 
pecie  de  fanatismo.  «  El  44  de  setiembre  ,  dice  un  escritor  moscovita,  dia 
de  eterno  luto  para  los  corazones  verdaderamente  rusos,  el  ejército  levan- 
tó el  campo  de  Fili  á  las  tres  de  la  madrugada,  y  entró  por  la  puerta  Do- 
ragomilovv  en  la  ciudad  que  debia  atravesar  en  su  mayor  ámbito  para  sa- 
lir por  la  puerta  de  Kolomna. . . .  Aparecióse  Moscou  allá  como  enlutada. . . 
y  la  marcha  del  ejército  ruso  se  asemejaba  mas  bien  á  una  pompa  fúnebre 


1*1     N\|-..||h\  til 

que  n  una  hmoniion  militar        nOnale»  y  «oblados  Doraban  ilo  »oia  } 
do^poracioo.  t  (nVrrtmii'» 

Mn  embargo  toe  Franceses  finado  rl  campo  do  Ftli  letaniado  ton  MR. 
««nal  é  alcance  á  lo»  Rasos,  ««ral.  ej  denodado  Mnrai. 


m  pos  del  mrmign ,  y  se  adelanto  á  la  %  anguardia  A  I 
w  halla  rn  l»«  ralle*  de  Moscón,  ton  tolnarompaftadodt  altano»  jbeto».  y 
«in  rtnUrgn  cargando  la  rrtagnanlia  n>  Knln*ow .  Pronln  w  aumento  »n 
i,  pbes  Napoleón  Ir  m*¡*  á  tinnrgaml  para  sosteaoret.  Eatonc**  lo* 

i  entran  m  capitulación  y  corran  al  gnorrero  cuyo  rico  lra> 
i  lo  cantan  asombro  Mural. qno  c*  may  conocido  de  ello»,  «obra  lodo 
«Irsdo  i'iUiit  on  donde  Ion  hirn  *m  regalen,  no  tora  Meno»  garbmn  m  este 
ocasión.  Va  repartiendo  cantidades  á  loa  jHea  y  dispone  do  la«  alhajes  oV 
«¿onrgand  y  do  tus  oficíalo*  para  distribuirlas  igualmente  ¿  loa  bárbaro» 
qne  lo  rodean ;  y  ralo»,  ana  rea  poseedora»  de  tomafto»  agasajos ,  atareo 
pHIan  por  evacuar  á  Moacoo  y  pcovgoír  toa  correr  toa  y  OMUúobras  irrr 
«niara»  A  espaldas  del  ejerrilo  roao. 

Fo  tonto  que  los  Conato»  »e  retiran ,  Napoleón  llega  coa  d  reato  de  »n 
Tangnaniía  á  toa  pnertos  de  la  eindad.  la  aaarcha  repentina  de  Kutnsow 

"7™"^  *wr  l*  II  I     m»»^  •  1 1  I  ^ '    ^    •  I  •      I        I  M#  IM  Im  f    t1     ife~>«MI  |emíl » 

de  nnn  eindad  que  urre  de  emporio  á  te»  preriosidade»  do  Enropa  y  de 
%«« .  H  ejrmphr  de  F.Mnolenaao  y  lo»  restijio»  en*angreatado*  de  lanío* 


TJ20  HISTORIA 

fracasos  agolpados  por  las  mas  hermosas  provincias  de  la  Rusia  por  manos 
rusas,  todo  infunde  desconfianza  al  emperadoryle  liace  titubear.  En  cierto 
modo  va  á  tomar  á  tientas  posesión  de  su  nueva  6  importantísima  conquis- 
ta. Se  detiene  primero  á  las  puertas,  manda  reconocer  la  ciudad  por  afuera, 
da  orden  á  Eujenio  para  que  la  acorrale  por  el  norte,  y  á  Poniatowski  al 
mediodía,  mientras  queDavoust  se  mantenga  en  el  centro;  después  envia 
su  guardia  al  mando  de  Lefevrc.  que  entra  triunfalmente  en  Moscou  y  se 
acuartela  en  el  Kremlin. 

Napoleón  traspasa  también  el  umbral ;  pero  como  si  una  voz  interior 
le  avisara  que  está  poniendo  la  planta  sobre  un  abismo,  y  que  Moscou  en- 
cierra en  sus  murallas  el  término  de  los  triunfos  del  ejército  francés  y  la 
primera  señal  de  la  decadencia  del  grandeimperio,  teme  todavía  engolfarse 
por  la  ciudad ,  da  solamente  algunos  pasos  y  se  aloja  provisionalmente  en 
una  posada.  Al  dia  siguiente  Vi,  no  asomando  señal  aciaga,  acalla  las 
corazonadas  y  zozobras  que  le  estaban  acosando  la  víspera,  y  entregándo- 
se confiadamente  á  su  destino  y  á  la  suerte  de  la  Francia  que  conceptúa 
siempre  identificados ,  marcha  osadamente  y  se  posesiona  del  Kremlin. 

¿Se  ha  conseguido  ahora  el  objeto  de  la  campaña?  ¿La  ocupación  de 
Moscou  determinará  á  Alejandro  á  la  paz  como  Napoleón  se  ha  lisonjea- 
do? Este  es  el  dictamen  que  reina  en  el  ejército  francés  y  la  esperanza  de 
jefes  y  soldados  que  claman  todos  á  porfía  i  « Esta  es  pues  la  famosa  ciu 
dad  Moscou ,  Moscou. . .  peligros  y  padecimientos,  todo  queda  olvidado. » 
¡Ojalá  que  á  este  entusiasmo  no  suceda  pronto  un  amarguísimo  desengaño! 
Según  el  dicho  del  emperador,  «  vamos  á  ver  lo  que  harán  los  Rusos. » 


cAPmn/i  \\\i\ 


rm  M«  df    *.|iirl    ff  «..»•>«•     ?UjM>lt  olí   r»l  i   ni    I..I 
irionr»  «Ir  |WMV   RrtiratJa  ilr  li.«   r'r«ii<rw« 
FJ  mariaral  Morí  ir  r  *orU  H 


lo  por 


i  f.  le  queda  ahora  por  liacer  a  la  ntolu.  »«mi 
fraooeaa  para  redondear  su  contraresto  cale 
ñor  y  su  marcha  triunfal  por  medio  ile  la 
huropa .  e*-armentando  a  la»  aristocracias  j 
antiguas  soberanías  de  mi  pertinax  enture 
amiento  contra  la  nuera  Francia  * 

Si  en  otro  tiempo  les  hito  purgar  la»  dr 

aafaradaí  arrogancias  de  Rmns«  ica,  hoy  te 

teaga  de  la  «afta  de  So«aro»     Después  de 

leromduciiloaMimagniBVori^rearnUn 

introducido  al  eaciarendo  nielan  a  en  todo»  los 

M 


522  HISTORIA 

alcázares  que  servían  de  asilo  y  santuario  al  engreimiento,  se  avecinda  en 
el  Kremlin  y  en  la  morada  misma  de  los  czares,  y  Pedro  el  Grande  pue 
de  ahora  sollozar  bajo  los  pasos  del  recién  encumbrado  ,  como  poco  ha 
Federico  el  Grande  y  Carlos  V. 

¿Estaña ya  pronto  á  cumplirse  cuanto  la  revolución  debia  cumplir  ba- 
jo los  auspicios  del  águila  y  por  el  brazo  del  prohombre  para  la  humillación 
de  los  reyes  y  educación  democrática  de  los  pueblos?  ¿Llegaría  ya  á  su 
paradero  la  carrera  de  Napoleón? 

Los  acontecimientos  van  á  contestar. 

Napoleón  no  ha  cesado  y  sin  duda  no  cesará  de  ser  una  aparición  pa- 
vorosa del  principio  revolucionario  para  los  monarcas  estranjeros ;  el  pue- 
blo francés  no  se  avendrá  tampoco  á  ver  en  él  sino  la  igualdad  aperso- 
nada en  el  emperador.  Empero  el  pueblo  francés  no  se  equivocará  acerca 
de  las  miras  de  su  caudillo ,  cuando  le  vea  olvidarse  por  un  momento 
i  del  derecho  divino  de  la  capacidad  y  del  mimen, »  cuya  sublime  imájen 
está  retratando  para  complacerse  en  resucitar  superioridades  postizas  tras- 
mitióles por  el  nacimiento ;  y  los  pueblos  europeos,  abandonados  después 
de  Austerlitz,  Jena  y  Wagram  á  la  merced  de  sus  añejos  gobiernos  destrón 
cados,  tendrán  que  echar  en  cara  á  aquel  de  quien  esperaban  su  libertad, 
de  haber  cejado  sobradas  veces  ante  una  aplicación  espedita  y  grandiosa 
de  aquella  propaganda  de  la  cual  fué  por  lo  demás  el  ájente  mas  eficaz  y 
portentoso ya  con  el  empuje  de  las  cosas,  ya  con  el  poderío  de  su  nu- 
men. Sin  hablar  de  los  Polacos,  provisionalmente  colocados  bajo  el  res 
guardo  incierto  del  porvenir,  los  Rusos  mismos  acaban  de  esperimen 
tar  que  Napoleón  repugna  á  hacer  el  papel  de  propagandista.  « Procla- 
mando la  libertad  de  los  esclavos ,  dijo  después  á  su  senado,  hubiera  po 
dido  armar  la  mayor  parte  de  la  población  rusa  contra  sí  misma.  En  crecido 
número  de  aldeas  se  me  ha  pedido  esta  manumisión ;  pero  la  guerra  que 
hago  á  los  Rusos  solo  es  política;  y  además  el  embrutecimiento  de  aquella 
elase  dilatada  del  pueblo  ruso  es  tal,  que  semejante  providencia  redunda 
ría  en  martirios  horrorosos  de  infinitas  familias....  Esta  última  considera- 
ción bastaba  para  que  me  desentendiese  de  semejante  medio  contra  mis 
enemigos. »  Un  escritor  inglés  asevera  el  mismo  hecho.  « No  cabe  duda , 
dice  Roberto  Wilson ,  que  hubiera  podido  fomentar  en  Rusia  una  guerra 
civil ;  y  Bonaparte  fué  el  que  desechó  los  ofrecimientos  de  insurrección 
que  se  le  hicieron  cuando  se  hallaba  en  Moscou. » 

Por  muy  loables  que  sean  los  motivos  que  hagan  desechar  al  empera 
dorios  ofrecimientos  de  los  vecindarios  esclavos,  lo  cierto  es  que  Napo- 
león puede  zozobrar  en  adelante  sin  arrollar  la  revolución  en  su  vuelco . 
sin  comprometer  el  progreso  ulterior  de  los  principios  populares.  Hay  en 
su  temple  y  en  su  posición  repugnancias  inevitables  que  la  historia  debe- 
rá justipreciar.  La  democracia  está  muy  próxima  á  haber  alcanzado  de  él 


HE  NAFOI  i  »N 

'    lo  I  Mpi.podm  aperar  por  H  rorrclr  vi»  ílrnodmk»  hijo»  roo  las  nano 
nos  il.-l  septentrión  y  ilrl  mediodía  desde  <*i\\t  hasta  Motean. 

I  Vi  o  «i  pronto  debe  acabar  el  papel  político  (Ir  Napoleón  .  m  está  ti 
estremo  de  M  carrera  revolucionaria,  ,.quc  sera  de  mi  papH  de  conqniv 
tador? 

Coando  Ion  diosos  mismos  oran  «I  parecer  loa  tasadores  de  su  fortuna, 
la  mifaacion  aun  mas  que  In  conquista  llamaba  sn  atenu  n  5  Maulaba  mi 
misteriosa  ffljltrncll .  era  ol  instrumento  pujante  )  esclarecido  de  la  rej> 
nrracion  europea  que  pruttjta  enol,  mas  bien  que  al  fundador  de  una  di 
nastía.  al  vencedor  de  tantas  batallas.  Podra  pues  carecer  del  auxilio  *o 
brebumnno  tan  pronto  como  no  tenga  nada  que  pro\iden<  Mf  por  el  rum 
Ih)  sobrenatural  para  la  bumillacion  tic  tos  reyes  y  la  educación  de  lo»  pue 
blos.  Kl  cielo,  que  por  tanto  tiempo  le  fué  propicio  por  el  ínteres  de  la 
emancipacioB  universal,  podrá  declararse  neutral  cutre  el  neto  y  tos 
viejos  potentados;  y  entonces,  ¿no  trascenderá  esta  neutralidad  ¿  los  al 
i  <lel  hombre ,  no  acarreará  dias  aciagos  para  su  poderío  y  anticipa 
ra  el  cumplimiento  de  su  destino9. 

Vamos  t  ver  toqoe  harán  tos  Rasos. 

•  Napoleón  cree  haberlo  previsto  todo .  dice  un  testigo  ocular :  san 
críenla  batalla,  permanencia  dilatada,  invierno  riguroso  y  aun  fracasos. 

la  posesión  de  Moscón  y  los  doscientos  sesenta  mil  hombres  que  ba  dejado 

tras  si,  parecen  sobreponerle  á  todos  los  acasos Pero  apenas  está  sen 

tado  en  d  Kremlin  .  cuando  se  manifiesta  un  horroroso  incendio :  lo  que 
no  ha  previsto,  ni  podido  prever,  la  destrucción  de  Moscón  por  los  Ru- 
sos mismos,  le  desencaja  el  arrimo  en  que  estriban  sus  principales  coa 
Ilinaciones. 

agimos  inivudios  parciales  se  habían  manifestado  en  los  primeros 
momentos  de  nuestra  llegada.  I -os  habíamos  atribuido  á  las  demasía*  de 

la  soldadesca Pero  el  tr».  habiendo  soplado  el  viento  con  violencia 

se  jeneralixó  d  incendio,  t  na  gran  parte  de  la  ciudad  es  de  madera  .  en 
cierra  cuantiosos  almacenes  de  aguardientes,  aceites  y  materias  mmhu«ti 

1 1  an  desaparecido  todas  las  bombas  y  nuestros  trabajadores  se  afanan 
nfhKtUOsainrntc 

•  Negros  remolinos  de  humo  se  levantan  con  d  viento  y  saliendo  délos 
arrabales #nen  tales,  se  han  ido  estendiendo  por  la  ciudad  esparciendo  un 
pestífero  hedor  de  a/ufre  y  alquitrán.  Las  llamas  cunden  ron  rapuleí  pro 
pagándose  de  una  en  otra  casa,  aumentándose  con  lo  que  devoran,  v 
corriendo  una  riada  de  fuego  de  un  estremo  i  otro  de  la  ciudad  Mientras 
que  tos  primeros  raudales  dd  incendio  siguen  su  espantosa  carrera,  se 
han  encendido  otros  volcanes ;  correo  nuevos  torrentes,  e  impelidos  por  d 
i  icnto.  se  «tienden  por  tos  intermedios  que  no  lian  podido  akauaar  las 
llamas  antenoces.  Parece  como  si  la  tierra  se  hubiera  abierto  para  descaí 


524  HISTORIA 

bocar  todos  los  fuegos  que  mas  y  mas  aparecen.  El  incendio  se  propaga 
enfurecidamente;  ya  no  conoce  dirección  ni  límites;  brama,  hierve  como 
las  olas  de  la  tempestad,  y  la  desgraciada  ciudad  acaba  de  sepultarse  en  un 
océano  de  llamas. 

« En  vez  de  tantas  casas  y  palacios,  no  quedan  en  pié  sino  moles  de 
ladrillos  que  indican  el  lugar  de  los  hogares  domésticos.  Aquellos  milla- 
res de  pirámides  truncadas  y  ennegrecidas  nos  parecen  el  esqueleto  que- 
mado de  Moscou . 

«  Desde  las  ventanas  del  Kremlin,  Napoleón  presencia  esta  gran  catás- 


trofe   Escipion  al  ver  arder  á  Cartago  no  pudo  desechar  una  triste  co 

razonada  sobre  la  suerte  que  Roma  tendría  á  su  tiempo :  Naj^kíon  queda 

pensativo todo  el  ejército  yace  atónito.  El  triste  silencio  que  reina  en 

el  Kremlin  solo  se  interrumpe  con  estas  esciamaciones :  « ¡  Este  es  pues  el 
modo  con  que  hacen  la  guerra!  La  civilización  de  Petersburgo  nos  ha  en- 
gañado ;  tenemos  que  haberlas  con  Escitas. »  {Manuscrito  de  4842.) 

Napoleón  ve  ahora  lo  que  iban  á  hacer  los  Rusos.  En  vez  de  parlamen- 
tarios ó  negociadores  que  vengan  á  pedirle  la  paz,  ha  hallado  en  Moscou 
incendiarios  que  le  han  acorralado  en  un  inmenso  volcan,  cercándolo  de 


DI  N  aKM  i  DK 
escombros.  Ahora  puede  prornmpir  coa 
nación  cniluada  tiene  Unto  ib*  botal  como  el  pueblo  raso.  •  Ijm  ájente 
•Ir  Rostoprlun.  en  numero  de  nm  mentó*,  mtabaa  ■acetados  ea  las  bode 
«as  para  prender  fuego  *  todo*  Ion  arrabales.  K  algunos  se  leí  be  i 
•  lulo  mn  H  hachón  en  la  mano.  l/>  han  eonfeMdo  todo ;  y  su  d 
MWl  a  Rostopcbin.  que  no  ha  obrado  sin  la  autorización  de  mi  Amo.  pues 
¿qué  subdito  del  autócrata  hubiera  querido  tomar  sobre  »i  la  rcspoatabi 
hilad  de  tan  horrendo  iraca*)? 

Mu  embarga.  Ins  ||nma«*e  MM  ni  Kremlin  M  Nfelal  los  vidria 
•leí  palacio  imperial .  hora  ea  que  Napoleón  atienda  ¿  *n  seguridad  y  te 
decida  á  reararse.  Empero  se  reátate  á  verificarlo ,  pura  Ir  piden  un  pn 
roer  paso  hacia  atrás  ¡  lo  conoce  y  no  quiere  cejAr  Ante  la  barbarie  á  la  que 
venció  en  veinte  reíne*as ,  que  hizo  huir  ante  si  por  espacio  de  doseien 
tas  legua*  y  por  medio  de  las  mas  amena*  provincias  del  imperio  ruso 
Kn  vano  le  muestran  las  chispas  que  caen  en  el  patio  del  arsenal .  las  es 
topas  encendida*  «I'"'  cubren  el  Mielo  en  donde  esta  de  plantón  la  artillcra 
con  sus  trenes  ¡  en  vano  le  aseguran  que  su  peligro  personal  desaxona  á 
los  artilleros  y  demioairai  ¿  lodo  el  cuartel  jeneral.  se  desentiende  allá  de 
cootejos.  instancias  y  ruegos  lAiibotssicre,  1-cfevre,  Dcasierca  y  Eujcnio 
vieron  alternativamente  desatendida*  *us  encarecidas  recoaveocione»,  para 
desasirle  de  un  peligro  que  á  cada  paso  es  mas  inminente. Napoleón  se  halla 
en  su  cumbre  aposentado  en  el  Kremlin .  ha  llegado  allí  hollando  á  cien 
mil  valientes  de  KutnsoW.  y  le  repugna  la  Aprensión  de  verse  arrojado  de 
él  por  una  cuadrilla  de  incendiarios  y  algunos  centenares  de  ajenies  de 
Rostopchin.  Rajar  después  de  haberle  encumbrado  tanto  la  victoria,  re 
troceder  \  mu  haber  m<Io  vencido:  no  le  cabe  avenirse  Se  empeña  en  retar 
a  la  barbarie  enfurecida ,  batallar  hasta  el  estremo  contra  su  fatalidad . 
probar  á  mis  bravio*  enemigos  que  ha\  mas  pnjaan  M  aipnlh  «randio 
sidad  que  potestad  en  sus  infernales  combinaciones.  Durante  mucha*  ho 
ras  permanecerá  con  su  cabal  entereza  en  el  kremlin...  Pero  aquella  vi 
ila  que  espone  y  arroja  pertenece  al  ejército  y  á  la  Francia.  Está  inevita 
blemente  comprometida, »  Napoleón  se  obstina  en  permanecer  á  pesar  del 
pavoroso  progreso  de  las  llamas.  Napoleón  ha  de  reconocer  pues  la  mano 
de  la  necesidad  y  al  fin  tendrá  que  avenirse.  Cuando  Rerthier.  que  ha  su 
bido  á  la  asolea  dd  kremlin,  venga  á  participarle  que  no  hay  que  perdrr 
un  momento  y  que  el  incendio  envuelve  el  palacio .  cederá  al  anhelo  de 
cuantos  le  están  estrechando,  y  andando  bajo  una  bóveda  de  fuego,  se  re 
tirará  á  corta  distancia  de  Moscou ,  al  castillo  de  Petrowafcoie  ea  d  cami 
N  de  |vt,r>bnr«o 

Kl  lf»  de  setiembre  por  la  tarde ,  sale  Napoleón  de  Moacoa.  Apeaas 
aposentado  ea  na  nueva  residencia,  se  entrega  todo  á  su»  recónditas  rede 
\iones  sobre  el  fracaso  aterrador  que  acaba  de  1 


526  HISTORIA 

y  acerca  del  partido  que  debe  tomar.  Su  primer  pensamiento  fué  de  ir  en 
busca  de  la  paz  en  Petersburgo ,  ya  que  no  habia  podido  conquistarla  en 
Moscou,  y  pasó  la  noche  delineando  su  marcha  sobre  el  mapa.  Pero  antes 
de  obrar,  quiso  consultar  ó  mas  bien  probar  á  los  que  le  rodeaban,  y  ad- 
virtió que  su  intento  hallaba  poquísimos  aprobantes  en  el  cuartel  ieneral. 
Solo  Eujenio  pensaba  como  el  emperador,  solo  él  estaba  pronto  á  marchar 
á  vanguardia.  Su  denuedo  incontrastable  vitoreaba  aquel  arrojo  y  la  cons- 
tancia de  Napoleón.  Pero  otros  ánimos  no  menos  esclarecidos  se  habían 
dejado  avasallar  por  la  prudencia  con  los  últimos  desengaños.  Los  que 
habian  temido  en  su  principio  aquella  remota  campana  no  podían  ave 
nirse  al  concepto  de  irla  dilatando  todavía  y  de  internarse  por  el  norte  en 
demanda  de  los  hielos.  Volvieron  pues  á  manifestarse  los  recelos  que  ya 
aparecieran  en  Dantzig  y  en  Esmolensko.  En  otros  tiempos  en  nada  hubie- 
ran alterado  las  determinaciones  del  soberano-  en  Petrowskoie  fueron  mas 
poderosos.  « Lograron ,  dice  Mr.  Fain,  hacerle  dudar  por  la  primera  vez 
de  la  superioridad  de  sus  miradas. »  La  responsabilidad  de  una  segunda 
campaña  le  parecía  muy  trabajosa  de  sobrellevar.  Empero  no  se  deja  con- 
vencer por  los  que  dicen  que  solo  desechan  la  prosecución  de  la  guerra 
hacia  Petersburgo,  con  la  esperanza  únicamente  de  alcanzar  la  paz  en 
Moscou.  « No  creáis,  les  dice,  que  los  que  han  prendido  fuego  á  Moscou 
sean  jentes  que  acudan  á  hacer  la  paz  algunos  dias  mas  tarde  i  si  domina 
actualmente  en  el  gabinete  de  Alejandro  el  partido  que  es  culpable  de  esta 
determinación  ,  vanas  son  todas  las  esperanzas  con  que  veo  que  os  lison- 
jeáis. »  A  pesar  de  esta  previsión,  muy  comprobada  después,  doblegó  an 
te  el  dictamen  de  sus  tenientes  aquella  superioridad  que  en  otro  tiempo 
hacia  ceder  todo  ante  sí.  « Ojalá  no  descaiga  de  sí  mismo ,  añade  el  autor 


|>K  N  t  FOLIÓN 

dd  Vmusrrito de  I HV1, apeándose hasta  la pequenez  de lo»  que  le rodean 
II  primer  paso  está  dado.  • 

N  íjm>Ipoii  permanece  pues  en  Ion  alrededores  de  Moscou.  Sé 
hubiera  sido  por  agosto  ,  se  hubiera  mantenido  en  su  opinión  ,  y , 

10  dijo  rn  Santa  Bffett .  él  ejercito  hubiera  marchado  sobre 
burgo.  Pero  la  estación  favorable  va  á  terminarse,  j  esta  consideración  le 

I  seguir  Ion  consejos  de  sos  antigaos  compañero*  de  armas 
K.l  incendio  habia  cesado  en  Moscón,  y  el  Kremlin,  tan  amenazado,  se 
hnbia  librado  de  las  llamas.  Kl  emperador  volvió  a  habitarlo  H  IK  por  la 
mañana  I -i  ciudad  estaba  llena  de  saqueadores  de  todas  las  naciones  la 
presencia  de  Napoleón  restableció  pronto  el  orden.  Al  pasar  por  d  muelle 
de  la  Moscowa,  vio  lacas»  de  los  espósitos.  «Id,  le  dijo  á  su  secretario  in 
térprete  ,  id  á  ver  de  mi  parte  que  ha  sido  de  esos  niños  desventurados.  • 
obedeció  el  secretario,  y  habiendo  llegado  al  establecimiento,  supo  que  los 
niños  de  mas  de  doce  anos  habían  sido  encaminados  a  Nizni  Novogorod,  y 
que  los  mas  pequeños, abandonados  á  la  merced  de  las  llamas,  habían  sido 
calvados  por  el  piquete  qne  Napoleón  les  habia  enviado  en  la  noche  del 

11  al  I  "i.  «la  protección  de  vuestro  amo ,  le  dijo  el  director  dd  hospicio . 
ha  sido  para  nosotros  nn  favor  dd  cido  .  á  no  ser  por  la  mirada  que  su 
Majestad  echó  sobre  nosotros .  lo  cual  no  nos  cabia  esperanzar ,  nuestra 
casa  hubiera  sido  presa  dd  saqueo  y  dd  incendio. »  El  anciano  ruso  acom 
paño  después  al  intérprete  á  las  salas  y  lo  presentó  ¿  los  niños ,  diciéndo- 
les:  •  Kl  emperador  envía  a  este  Francés.  >  Bastó  esto  para  promover  el 
mas  entrañable  y  rui.loso  reconocimiento  en  aquellos  jóvenes  desgraciados 
Se  arrojaron  á  porfía  sobre  el  mensajero  de  Napoleón  para  halagarlo:  unos 
abrazaban  sus  rodillas,  otros  se  le  echaban  al  cuello  y  todos  voceaban  con 
alborozo  i  •  Tu  emperador  es  nuestra  providencia.  • 

Cuando  supo  Napoleón ,  por  boca  de  su  secretario,  los  pormenores  de 
aqud  recibimiento  .  se  enterneció  y  mandó  al  punto  por  el  director  del 
hospicio  que  se  llamaba  Tutelminc,  quien  le  pidió  permiso  para  escribir  a 
la  emperatriz  madre  para  informarla  como  se  habia  salvado  la  casa  del 
incendio.  Aun  duraba  la  conversación,  cuando  se  advirtieron  algunas  lia 
mas  del  otro  lado  del  rio ,  lo  cual  hizo  temer  a  Napoleón  que  el  incendio 
no  estuviera  dd  todo  apagado.  Con  aquella  vista  se  indigno  y  repitió  H 
nombre  da  Rostopchin.  « Malhaya,  esclamo ,  quien  se  ha  atrevido  á  aña- 
dir a  calaiudades  tamañas  como  son  las  de  la  guerra  un  incendio  atroz 
ejecutado  a  sangre  fría.  Bárbaro,  no  le  bastaba  desamparar  a  unos  pobres 
niños  de  quien  es  el  primer  tutor  y  veinte  mil  heridos  que  el  ejército  ruso 
ht  cnnfi.idoa  mis  débelos  mujeres,  niños  anciaii«>v  huérfanos,  heridos 
todo  yace  entregado  i  un  estemiinio  desapiadado,  y  presume  hacer  d  Bo 
siendo  nn  vahaje,  un  irracional    i 

Al  día  siguiente,  Mr  de  Tutdminc  entrego  al  emperador  la  carta  que 


528  HISTORIA 

le  había  permitido  escribir  á  la  suprema  protectora  de  los  espósitos.  Aque- 
lla carta  encerraba  una  especie  de  introducción  á  la  paz,  terminando  así: 
« Señora,  el  emperador  Napoleón  está  exhalando  mil  ayes  por  nuestra  ca- 
pital, casi  enteramente  destruida  con  medios  que  no  son,  según  él  dice, 
los  que  se  usan  en  buena  guerra.  Se  muestra  convencido  de  que  si  nadie 
se  interpusiera  entre  él  y  nuestro  augusto  emperador  Alejandro,  su  anti- 
gua amistad  recobraría  pronto  sus  derechos  y  se  acabarían  todas  nuestras 
desventuras. » 

No  paró  Napoleón  en  aquella  demostración  indirecta  de  sus  díctame 
nes  pacíficos.  Escribió  él  mismo  al  emperador  Alejandro  por  la  mediación 
de  un  tal  Mr.  Jakowleff,  que  marchó  el  24  de  setiembre  para  San  Peters- 
burgo ;  y  el  4  de  octubre  se  decidió  á  dar  un  paso  ostensivo  en  apoyo  de 
sus  tentativas  reservadas  enviando  su  edecán  Lauriston  al  cuartel  jeneral 
de  Kutusow.  Pero  este  declaró  que  no  podía  entrar  en  negociaciones  ni 
dejar  pasar  al  negociador  mas  adelante  sin  haber  recibido  la  autorización 
de  su  amo.  A  este  efecto  despachó  al  príncipe  Wolkonski  para  el  czar. 

Durante  todas  estas  negociaciones  preparatorias  y  estos  lejanos  men- 
sajes, que  empleaban  mucho  tiempo,  se  iban  apurando  los  recursos  resca- 
tados del  incendio ;  el  ejército  ruso  maniobraba  como  si  hubiera  querido 
encerrarnos  en  Moscou ,  los  Cosacos  nos  andaban  hostigando  por  todas 
partes  y  la  cruda  estación  se  acercaba,  sin  que  siquiera  se  hubieran  enta- 
blado las  negociaciones. 

Napoleón  veia  así  comprobado  lo  que  anunciara  á  sus  jenerales,  esto 
es,  que  « los  incendiarios  de  Moscou  no  eran  jen  tes  que  acudiesen  luego 
en  busca  de  paz. »  Sin  embargo  continuó  residiendo  en  el  Kremlin,  dedi 
candóse  eficacisimamente  á  la  policía  interior  de  Moscou  y  de  los  países 
conquistados,  atendiendo  á  los  mas  mínimos  pormenores  del  servicio  mi- 
litar, de  los  movimientos  del  ejército,  encabezando  todavía,  en  medio  de 
tantísimas  atenciones  y  afanes  y  á  tan  suma  distancia ,  la  administración 
superior  de  su  imperio.  Empero  habia  mediado  un  mes  desde  su  entrada 
en  la  antigua  capital  de  los  czares,  y  ni  la  carta  de  Mr.  de  Tutelmine  ni  el 
pliego  confiado  á  Mr.  de  Jakowleff,  ni  el  encargo  cometido  al  príncipe 
Wolkonski,  ni  la  presencia  de  Lauriston  en  el  campo  de  Kutusow,  ni  si- 
quiera habían  hecho  esperanzar  el  mas  mínimo  resultado.  Alejandro,sordo 
á  todas  las  proposiciones  pacíficas,  como  que  tenia  olvidada  la^ocupacion 
de  lo  mejor  de  sus  estados ,  cubiertos  en  gran  parte  de  escombros ,  re- 
traía sus  miradas  del  Kremlin  para  dirigirlas  al  gabinete  de  San  James  de 
donde  le  llegaban  continuamente  estímulos  y  parabienes.  Por  lo  demás  la 
conducta  de  Alejandro  guardaba  la  lójica  mas  terminante.  Habia  querido 
la  guerra  y  habia  aceptado  todos  sus  amarguísimos  trances  para  que  pre- 
valeciesen el  añejo  réjimen  europeo  y  el  sistema  inglés  sobre  la  política 
de  la  revolución  y  de  su  caudillo.  No  debia  orillar  su  ideado  intento  des- 


DI    NAPOLEÓN  MO 

pila  dfi  | ■  "I. i  i  i  i  iianto  semejante  determinaeinn  hubiera  podido  acarrear 
le  en  quebranto»  v  trastorno»  I  ji  aneja  Kuropa,  «le  la  «pie  se  había  cona- 
tituido  el  campeón,  no  le  pedí  l  por  MIDO  ronato  manque  enmudece)  antv 
Ir  . -nnqnista  aposentada  entre  la  hnmareil  a  M  \  %  .pie  aguardaba 
ron  afán  palabras  «le  paj  60  el  rega/o  mismo  del  triunfo  Alejandro  no 
tenia  pues  que  titubear  su  negativa  de  mirar  en  negociaciones  había 
quedado  comprometida  de  antemano  eon  Castlereagn  pof  bal  hMtrvtCal 
nes  dadas  á  Rostopchin 

Mientras  que  el  gobierno  ruso  se  mantona  asi  af»>ri  adámente  e,i  su 
ademan  batallador,  el  elima  se  enennle.ia  Kl  l">  de  octubre,  la  nuneeu 
bna  todo  el  país.  •  Démonos  priesa,  dijo  Napoleón,  dentro  de  veinte  día*, 
debemos  estar  en  cuarteles  «le  inueino  •  Al  día  siguiente  le  BU  ríbM  > 
Mural  que  reconociera  el  eamino  de  Nojtilk,  \  deipachó  d  IS  los  trofeos 
bajo  la  eecolta  del  jeneral  C.laparede.  mientras  que  espetaba  la  el  acuaciou 
«le  l«»s  enfermos  y  heri»los  sobre  Ksinnlensko.  DiÓM  irre\ocablemenle  la 
orden.  i  EetB  no  debe  llamarse  una  retirada,  «bee  Napoleón  en  sus  Memo 
rías.  \a  «pie  el  ejercito  telaba  victorioso  y  «pie  hubiera  podido  marebar 
igualmente  sobre  San  Peleisburgo  .  Halaga  o  Tula .  que  kutusov*  hubiera 
tratado  de  cubrir  infructuosamente  \n  s(>  retiraba  á  Ksmolensko  por 
que  eetoi  ieee  derrotado,  sino  para  invernar  en  Colonia.  • 

Con  ctorto.  «•!  ejército  francés  estaba  victorioso  >  siguió  siéndolo  BOJ 
ta«»l  trance  postrero  «le  la  ocupación  de  >l«iscou;  porque  el  17  de  octubre. 
el  rey  de  Ñapóles  derrotó  á  los  Rusos  en  Wenáowo.  al  mismo  ticm|>o  «pie 
«touvion  San  Cyr  recházate  los  embates  de  Witlgenstcin  sobre  PolotsK  sin 
embargo  Napoleón  preveiaque  su  marcha  retrógrada  re«bindaria  |>or  to«lo 
el  ámbito  de  Kuropa  en  desconceplo  de  su  autoridad  >  «leí  encambrado 
predominio  que  sus  prosperidades  y  su  mimen  le  tenían  granjeado  sobre 
sus  amigos  y  enemigos,  sobre  los  gahjnctei  y  los  pueblos.  Sus  aliados  de 
('■onstanünoplav  de  Kstokholmo  se  le  habían  retraído  al  abrirse  la  campa 
na ;  sus  aliados  de  \  iena  y  de  Berlín,  ya  tan  pausados  y  tibios  en  su  coope 
ración. podían  resfriarse  mas  y  mas  y  alentarse  en  sus  ílisposicioiws  a\  i«»sas 
al  ver  que  los  Franceses  abandona,  an  sus  conquistasen  Rusia  |>ara  fotvoi 
a  Poloaia,  Sin  emlwrgo  no  habia  que  titubear  Filaba  desahuciada  la  pa/. 
\  «*l  rlima  del  norte  habia  mostrado  los  primeros  destemples.  Napoleón 
salió  de  Moscou  el  tí)  «I»  octubre  por  el  camino  de  Kaluga  .  después  de 
haber  dado  al  mariscal  Mortier.  comandante  de  la  retaguardia,  el  encargo 
de  volar  el  Kremlin 

KJ  mariscal  recibió  del  emperador  otraa  instrucciones  mei»os  rinleatai 
No  me  cabe  recomendaros    bastante,  le  dijo  Napoleón,  los  h 
•pie  aun  nos  apodan  «olivadlos  en  los  carros  de  la  guardia  joven .  en  lo* 
«le  la  caballería  desmontada  en  una  palabra,  en  lodos  los  que  se  eocoen 
tren.  I.OS  Romanos  daban  coronas  ei\ieas  a  cuantos  saltaban  a  sus  cou 

«.: 


530  HISTORIA 

ciudadanos.  ¡Cuántas  mereceréis  á  mis  ojos  por  todos  los  desventurados 
que  salvéis!  Forzozo  es  hacerlos  moutar  sobre  vuestros  propios  caballos  y 
los  de  toda  vuestra  jente.  Así  hice  yo  en  San  Juan  de  Acre.  Debéis  empe 
zar  por  los  oficiales ,  luego  pasar  á  los  sarjentos  y  preferir  á  los  Franceses. 
Reunid  á  todos  los  jenerales  y  oficiales  qus  están  á  vuestras  órdenes  y  dad 
les  á  entender  cuauto  está  requiriendo  la  humanidad  en  tamaño  trance.  » 

Esta  retirada,  que  no  tiene  al  pronto  nada  de  siniestro ,  se  manifiesta 
sin  embargo  al  ejército  francés  bajo  un  aspecto  muy  nuevo ,  y  acarreador 
de  tristes  corazonadas  y  amarguísimas  reflexiones  sobre  la  inconstancia  de 
la  fortuna  y  la  instabilidad  de  las  grandezas  humanas.  Napoleón  es  toda- 
vía vencedor;  pero  ceja  ante  los  vencidos  en  su  marcha  con  los  inmensos 
enseres  que  ha  debido  acopiar  y  arrastrando  en  algún  modo  tras  sí  sus 
almacenes  y  hospitales  en  infinitos  carruajes.  «  Larguísima  es  su  tirada, 
dice  Mr.  Fain ,  en  torno  de  la  cual  se  agolpan  respectivamente  las  compa- 
ñías. Se  ha  echado  mano  de  cuantos  medios  de  trasporte  se  han  podido 
haber  en  Moscou  y  en  los  alrededores.  Cada  cual  ha  colocado  su  reserva 
particular  de  víveres  y  ropas  y  conceptúa  poderla  conservar  hasta  el  tér- 
mino de  la  retirada.  Mujeres  y  niños,  algunas  francesas,  rusas  y  alemanas 
avecindadas  en  Moscou  han  preferido  el  marcharse  con  nosotros  al  aguar 
dar  en  la  ciudad  el  regreso  de  los  Cosacos.  I^es  ha  cabido  resguardo  en 
medio  de  nuestros  bagajes. » 

l,as  últimas  columnas  del  ejército  francés  salieron  de  Moscou  el  25  de 
octubre  á  las  dos  de  la  madrugada.  De  allí  á  una  hora  voló  el  Kremlin,  lln 
jefe  de  batallón  de  artillería  de  marina,  llamado  Mr.  Ottone,  se  habia  en- 


I»K  \  IPOLKOK  "i 

uuyudo  de  coiocg  lw  — dtcofWHHdM  nbrolofbtfTitei   la 

causada  por  nonio)  órnenla  mil  ImitiIi«*  iU>  pnttora  destruyó, 
las  torre*  principales  del  palacio  \  dd  ir^ena!,  H  nVpmito  de  fusile»  y  lodo 
los  enseres  «Ir  la  artillería  riM  I  I  y NM  i  «I  H  ini/inacroda,  qM  «  balua 
»|im|h.||.hIoiii  \«»Jmt«'I  iliaaalosá  MoacOO,  escudándose rmi rj sobresertlo 
«le  ptrlUMOlano,  no  Mni  .1.'    mi  precipitación    ma*  ip |  ipiehranto  <!•< 

tirmpciar  cautivo  1 1  -I-  'mi • .  ton  (Irla andana  morada  délos  ctarea.  Por 
lo  flema*,  la  ciudad  tanta,  al  quedar  evnruad.i  jmr  I»**.  frlIU»,  ímalpun 
it»  \ictxn*  «Ir  los  CwatOi  y  saqueadores 


CAPITULO  XL. 


Continuación  do  i.,  rrrira'clii  3é  los  Franceses.  Napoleón  wi  Esmolenski 

Conspiración  <le  .Mallct. 


apoleon  se  lisonjeaba  de  plantear  sus  reales 
para  la  invernada  sobre  la  raya  de  Lituania. 
« En  las  primeras  semanas  de  noviembre  , 
escribia  al  duque  de  Bassano,  á  la  sazón  en 
Wilna.  reuniré  mis  tropas  en  el  ámbito  que 
media  entre  Esmolensko,  Mohilow,  Minsk  y 
Witepsk Esta  nueva  posición  me  aproxi- 
ma ya  á  San  Petersburgo,  ya  á  Wilna,y  en  la 
próxima  campaña  me  hallaré  á  veinte  mar- 
chas mas  cercano  á  los  medios  y  al  fin Por  lo  demás,  en  los  negocios 

de  esta  especie  á  veces  desdicen  infinito  los  acontecimientos  de  cnanto  se  tie- 
ne previsto.» 


DK  NAPOLEÓN 

l*oi  desgrada  los  BOceaoi  van  muy  pronto  n  ••omprohnr  H  acierto  de 
ota  retlexion 

Sin  eml>argo  kutusow  .iiiíormadodenuexirmmovimicntns.  habia  levan 
lado  su  ram|H>  de  Tarontino ,  encaminándose  ejecutivamente  liana  Malo 
jnroslawctz  para  anteponerse  ni  ejército  francés   Pero  rl  principe  Kujenio 
estaba  ya  ocupando  las  posiciones  Kl  jeneral  ruso',  queriendo  valer»*  de 
su  superioridad  numérica,  dio  al  punto  la  señal  di»  ataque  Km  por  la  ma 
ñaua  del  21  de  octubre   l  a  división  de  belznns  fué  la  primera  eml>eslida  | 
resistió  licroicamente  y  perdió  en  medio  de  la  acrion  a  su  iotitfoido  jeneral, 
.1  quien  reemplazo  inmediatamente  el  jefe  de  estado  mayor  í.uillcminot 
Por  ambas  partes  se  peleaba  con  tanto  encarnizamiento  que  la  ciudad  fué 
tomada  y  recobrada  siete  veces  Kl  cmpcMdor.  que  había  sobrevenido,  lo 
estaba  obten  iodo  todo  desde  una  altura   La  Uceada  de  las  divisiones  Ge- 
rard  y  Compans  suspendió  H  combate    Desesperanzado  hutusow  deapo 
sentarse  en  MfJojtffOelaWfltt,  cejo  para  cubrir  el  camino  de  Kalugn, en aile 
man  de  corlárnoslo .  aun  A  costa  de  una  nueva  batalla 

Por  la  noche  Napoleón  volvió  I  mis  reales  de  i;orodmn .  donde  etfOVO 
alojado  en  una  ruin  choza  Sabedor  dd  brío  amenazador  que  estalla  to 
mando  Kutusow  .  ».  empeñado  en  proseguir  su  marcha  sobre  K  al  uga  .  se 
decidió  á  pelear  al  día  siguiente  y  acometer  al  enemigo  Pero  sus  jenerales 
eran  de  diverso  dictamen  .  pues  la  refriega  de  la  víspera  habia  sido  muy 
sangrienta.  Kujenio  y  Davnust  frrtlbtl  acampados  sobre  montones  de 
cadáveres  en  donde  había  asistido  Malojaroslawetz  abrasado  y  reducido  á 
escombros.  Aconséjate  la  prudencia  que  se  alcanzasen  cuanto  antes  los 
cuarteles  de  invierno .  evitando  todo  trance  arriesgado.  Ya  que  el  camino 
dfl  I  Mnolensko  por  Wiasma  quedaba  espedito,  habia  que  seguirlo  dejando 
al  jeneral  ruso  que  esperase  en  balde  en  atajarnos  el  de  kaluga.  Asi  lia 
biaban  los  que  rodeaban  á  \a|>oleon.  y  él  se  airaba  contra  semejante  con 
sejo.  •  (Retroceder  delante  de  Kutusow  !  esclamo;  ¡retroceder  delante  del 
enemigo  cuando  acallamos  de  arrollarlo .  y  acaso  en  el  punto  de  estar  él 
esperando  una  señal  para  retroceder! • 

Todos  los  partes  que  traían  al  cuartel  jeneral  los  edecanes  retrataban 
sin  embargo  á  Kutusow  preparado  á  hacer  frente  al  ejercito  francés  y  aven 
turar  la  batalla  antes  que  desamparar  sus  posiciones  «,  redemos  d  terreno 
sol»<  d  cajnino  que  intentaba  cerrarnos 

Nada  recababan  de  Napoleón  aquellos  partes;  quiso  enterarse  por  si  mb 
nao,  j  el  25  al  amanecer,  montó  á  caballo  para  recorrer  el  campo  de  ba 
talla  y  reconocer  d  campamento  y  las  dhpOM  ioofi  dd  enemigo  Al  llegar 
cerca  de  Hatajárosla»*  etx  se  vio  de  repente  acorralado  por  una  partida  de 
Cosacos  que  clamaban  con  tremendos  alaridos.  Conservó  so  serenidad  en 
medio  del  pavor  que  infundio  i  todos  ,|  nombre  y  la  tenida  de  Platón  . 
pero  fué  forzoso  que  el  emperador  \  su  escolla  se  pusiesen  en  defensa    Kl 


534  H1ST0KIA 

jeneral  Rapp,  que  halló  en  aquella  sorpresa  una  nueva  ocasión  de  mostrar 
su  denuedo,  fué  derribado  y  volvió  muy  mal  parado  al  campamento.  «Cuan 
do  Napoleón,  dice  en  sus  Memorias  y  vio  mi  caballo  cubierto  de  sangre, 
me  preguntó  si  estaba  herido.  Respondile  que  solo  habia  recibido  algunas 
contusiones :  entonces  se  echó  á  reir  de  nuestra  aventura,  que  por  cierto 
no  me  pareció  muy  chistosa. »  La  presencia  del  mariscal  Bessieres,  que 
acudió  al  frente  de  algunos  escuadrones  de  los  granaderos  de  la  guardia, 
bastó  por  lo  demás  para  restablecer  el  orden  y  dispersar  á  los  Cosacos.  El 
emperador  prosiguió  entonces  sosegadamente  su  marcha  y  se  halló  pronto 
en  el  teatro  del  encuentro  sangriento  de  la  víspera.  Fué  allí  recibido  por 
el  joven  héroe  que  habia  aprendido  á  vencer  con  él,  y  que  estaba  todavía 
inmutado  con  las  pérdidas  tremendas  que  le  habia  costado  su  triunfo. 
«  Eujenio,  le  dijo  dándole  un  abrazo ,  esta  pelea  es  vuestra  mejor  hazaña. » 
Por  lo  demás ,  la  visita  del  campo  de  batalla  confirmó  á  Napoleón  los 
partes  que  se  le  habian  dado.  Los  Husos  levantaban  reductos,  y  por  lo  tan 
lo  estaba  patente  su  determinación  de  cortarnos  el  paso.  Por  otra  parte, 
cada  dia  era  mas  preciosa  la  sangre  del  soldado.  Se  habia  derramado  tan- 
tísima en  el  encuentro  de  Malojaroslaw  etz,  y  Napoleón  tenia  á  la  vista  tan 
redoblados  y  dolorosos  testimonios,  que  todo  debia  inclinarle  á  seguir 
los  consejos  de  los  que  le  instaban  á  retirarse  pronto  sobre  Esmolensko  , 
por  el  camiuo  libre  de  Mojaisk  y  de  Wiasma.  Sin  embargo  no  tomó  aque- 
lla determinación  hasta  el  20,  cuando  supo  que  Kutusow  se  habia  retira 
do.  Napoleón  no  tenia  ya  que  temer  que  se  le  sospechara  de  haber  retro- 
cedido ante  el  enemigo  y  podia  eu  adelante  desentenderse  de  Kaluga  sin 
comprometer  el  honor  de  sus  armas. 


H%. 


hl     \  «l'Ol  ION 

Desdo  t.orodnia  erjo  primero  toktt  Rorows*  y  a<am|>o  «I  ¿7  en  VcfBM. 

\l  (lia  siguiente  llega  por  la  noche  ni  castillo  «lo  Oupinskoe.  Vi  '20,  te 
detiene  cerca  de  la  abadía  do  holotskoi .  en  donde,  á  pesar  de  M»  ordene» 
tan  rían*  y  terminantes,  so  hallaron  algunos  heridos  qne  no  so  habías  po- 
dida trasportar  por  falta  de  carruajes  «  Que  lome  rada  rarro  tino  de  estos 
d.  sM-ninrados.  •  osolamn  val  mismo  tiempo  mando  (pie  empozasen  por 
sus  rocho*  y  que  los  módicos  y  cirujanos  do  su  casa .  Hito*  y  l.henninier 
zolason  ol  desempeño  de  todo  jónero  de  asistencia. 

Habiendo  llegado  por  la  noche  del  mismo  día  a  (ihjath,  se  det  11  vo  rer- 
en de  veinte  y  cuatro  horas  y  entró  eJ  ."»l  en  Miasma  .  donde  lo  oslaban 
aguardando  cartas  do  Paris  y  de  Wilna.  y  los  partes  do  Víctor  y  di  B  MC]  i 

Napoleón,  qtie  esperaba  juntarse  con  el  duque  do  Itellnna  en  Ksmolenv 
ko  \  que  había  contado  con  las  maniobras  de  aquel  jeneral.  romo  laminen 
con  las  do  Macdonald.  San  C.yr  y  Sehwartxonl>erg  para  mantener  su  reta 
guardia  y  costados  expeditos  a  luí  de  arrojar  al  norte  á  Witlgcnstrin  hacia 
l'elersbnrgo  y  enfrenar  por  el  mediodía  al  almirante  Tehitehagofl  que  ha 
bia  acudido  desde  las  orillas  del  Danubio  sobre  el  Dniéper.  Imada  \.\ 
la  paz  con  la  puerta  ¡  Napoleón  r.upo  que  no  hallaría  ya  á  Víctor  en  Ksino 
lensko.  ni  a  San  f.yr  en  Polotsk  ¡  que  Macdonald.  arrojado  sobre  la  Cor 
landia.  ya  no  so  comunicaba  sino  con  V*  ilna .  y  que  Sehwart/cnl>erg  ha 
bit  dejado  transitar  al  almirante  ruso  entre  él  y  el  ejército  francés.  Asi  la 
fortuna,  que  habia  ido  contrarestando  nuestra  marcha  \  ictoriosa  por  ama 
nos  diplomáticos  que  no  podían  preverse,  va  di  lien  I  lando  nuestra  retira 
da  ron  acaecimientos  militares  no  menos  inesperados;  se  complace  en  tras 
tornar  (odas  las  combinaciones.  >  burlar  todas  las  esperanzas  del  héroe  eon 
quien  estremaba  poco  ha  sus  finezas.  Pero  por  mas  que  haga,  si  logra  al 
gun  dia  apearle  de  su  poderío,  no  le  cabrá  á  lo  menos  tiznar  su  mimen  ni 
mi  Hombradía. 

Kl  emperador  se  detuvo  dos  diasen  Wiasma  ¡  de  allí  safio  ol  2  de  do 
\  ¡cafare  a  las  dore  \  trasladó  el  5  SUS  reales  á  Slowkowo,  mientras  que  el 
principe  Kujenio  .  Davou?  rriiestidoscn  Wiasma  y  rn  el  canino 

de  Medyn  por  Miloradowitz  y  Haeffskoi.  rechazaban  esforzadamente  a  los 
Rosos  y  mantenían  el  orden  de  la  retirada  en  las  últimas  column 
rjérato  francés.  Si  kutusow  se  nos  anticipase  por  la  mano  en  Miasma, 
nuestra  poción  resultara  sumamente  critica.  Pero  Butturlu;  apüea  las 
I  musas  »IH  mariscal  ruso  con  el  recelo  do  pnvisar  á  los  Franceses  t  pelear 
como  desesperados  y  redociríos  4  la  terrible  alternativa  de  vencer  ó  morir 
que  tantas  veces  habia  redundado  en  estermmio  de  »iis  enemigos. 

la  refriega  esclarecida  do  Wiasma  enfreno  aun  mas  h  perverueion  de 
9n  tropas  de  linea  00  trataron  ya  de  atajar  al  ejército  franoés 
en  su  marcha  rotrógada  Ixw  Comeos  solos  confinnaron  hostigando  la  re- 
lagnardh  que  H  emperador  habia  sujetado  a  las  ordenes  del  mari*ojil  V\ 


530  HISTORIA 

Para  alejarlos  en  cuanto  fuera  posible,  se  ideó  un  medio  que  produjo  fa- 
vorables resultados.  « Cuando  se  desmontaba  algún  carro  y  era  forzo- 
so desampararlo,  dice  el  jeneral  Gourgaud,  se  le  ponia  una  larga  mecha 
encendida.  Los  Cosacos  viendo  que  salia  humo  de  los  cajones,  no  se  atre- 
vían á  acercarse  hasta  que  se  hubiesen  volado  ,  y  esto  solia  á  veces  tardar 
larguísimo  rato. » 

En  Michalewska,  Napoleón  recibió  pliegos  del  duque  de  Belluna,  pol- 
los que  supo  que  el  mariscal,  después  de  haberse  reunido  con  el  cuerpo  de 
Gouvion-San-Cyr,  se  había  retirado  hacia  Senno ,  en  vez  de  marchar  con- 
tra Wittgenstein  y  recobrar  á  Polotsk. 

Por  otra  vez  van  á  quedar  frustradas  las  previsiones  del  emperador, 
quedando  desairadas  sus  instrucciones.  Sin  embargo  las  conceptúa  de  tan 
suma  entidad ,  y  anhela  en  tanto  grado  su  cabal  cumplimiento ,  que  las 
renueva  aquella  noche  por  medio  de  su  estado  mayor.  Pero  en  la  idéntica 
noche,  el  terrible  auxiliar  con  que  han  contado  los  Rusos,  y  que  se  asoció 
la  suerte  para  hacer  traición  á  nuestras  águilas,  cae  como  un  vestiglo  esler- 


minador  sobre  el  campo  de  los  Franceses.  Un  viento  helador  va  derraman- 
do por  donde  quiera  el  quebranto  y  la  muerte.  Cuando  amanece  y  es  for- 
zoso ponerse  en  camino,  se  encuentran  los  caballos  helados  á  millares,  y 


DE  NAPOLEÓN  557 

el  nrvasro  va  deteniendo  á  cada  paso  cuanto  ha  resistido  al  frío  de  la  no 
che.  Kl  roche  del  emperador  se  extravia  en  medio  de  las  nieves. 

Sin  embargo  se  acercan  A  KsmnlcnsVo  i  ,Kn  que  angustioso  catado  , 
dice  mi  testigo  ocular  ,  arroja  el  \icnto  del  norte  al  ejercito  «obre  aquella 
ciudad!  I.n  torno  del  emperador  la  sonrisa  del  palaciego  ha  desaparecido 
de  los  labio»  mas  halagúenos;  todos  los  rostros  asoman  mohínos.  Ím  pe- 
dios gallardos  que  nunca  se  solaparon  son  los  únicos  qne  ilcscuellan  to 
davia  en  medio  de  la  crodeta  y  el  desvelo  que  acongojan  y  alteran  lea 
semblantes.  I.n  cuanto  á  Napoleón,  su  quebranto  es  el  de  la  magnanimidad 
batallando  con  los  elementos.  • 

Boira  en  Resaotenato,  donde  espera  dar  descanso á sus  tropas;  en  Es 
molcntto,  doode  >a  no  ha  de  hallar  a  Victor  para  sostener  la  retirada  de 
un  ejercito  que  el  invierno  está  guadañando  mas  y  mas  por  instantes,  y 
que  pronto  no  ofrecerá  mas  que  reliquias.  Y  como  sino  fuera  bastante  con 
el  fracaso  que  está  presenciando,  noticias  de  París  llegan  para  mostrarle, 
junto  á  la  inconstancia  de  la  suerte,  la  instabilidad  de  su  poderío  y  de  su 
dinastía,  cuando  conceptuaba  haberlos  escudado  contra  todo  embate  y 
haberles,  digámoslo  asi ,  estampado  el  sello  de  la  perpetuidad. 

t  n  reo  «le  estado  en  el  encierro  «le  un  hospital ,  un  individuo  ignora 
do  de  una  asociación  republicana  casi  desconocida  ¡  un  oficial  sin  amik'ov 
opinión  ni  arrimo,  ni  mas  recurso  que  el  de  su  inventiva  y  su  arrojo .  el 
jeneral  Mailet  había  ideado  el  inulto  de  derrocar  (valiéndose  de  una  noli 
.1.1  inpomta  y  de  algunas  órdenes  falsas)  el  poderío  ajigantado  ,  ante  el 
cual  todo  temblaba  ó  se  postraba  en  Kuropa  y  que  se  aparecía  inmoble  en 
su  asiento. 

Kl  l«)  de  octubre,  mientras  suena  en  el  kremlin  la  hora  de  la  decaden 
cia,  y  Napoleón  sale  de  Moscou,  Mailet  huye  del  hospital  donde  esta- 
ba bajo  la  vijilancia  de  la  policía ,  y  poco  después  se  presenta  con  el  nom 
bre  del  jeneral  I  .amolle  al  jefe  de  la  décima  cohorte  de  la  guardia  nació 
nal ,  el  coronel  Soulier,  le  participa  la  muerte  del  emperador,  el  establea 
miento  de  un  nuevo  gobierno  y  le  ordena  que  le  entregue  el  mando  de  su 
cuerpo.  Kran  las  dos  de  la  madrugada.  Kl  coronel  estaba  en  cama  y  en 
fermo.  Al  saber  la  muerte  de  Napoleón,  solo  piensa  en  llorar  y  se  escasa 
de  no  acertar  á  levantarse.  Pero  da  órdeu  a  su  a>  udante  para  que  junte  la 
.  oborte  v  la  ponga  á  disposición  del  jeneral  Umotle,  lo  cual  se  ejecuta 
inmediatamente.  Kulunccs  Mailet  se  proporciona  una  lux  y  leeá  los  solda- 
dos medio  dormidos  los  periódicos,  pro-lamas  y  decretos  que  ha  fraguado. 
y  aquel  cuerpo  de  mil  y  doscientos  hombres  le  signe  dócilmente  á  doode 
quiera  que  lo  conduce. 

Marcha  primero  á  la  cárcel  de  la  Fuer /a.  en  donde  pone  en  libertad  a 
sus  dos  principales  cómplices  Lohorie  y  i.uidal,  á  quienes  comete  d  arres- 
to de  los  dos  jefes  de  la  policía ,  los  señores  Satary  y  Pasqnier. 


358  H1ST01UA 

El  prefecto  de  la  policía  no  opone  la  mas  mínima  resistencia  á  las  órde- 
nes de  dos  hombres  que  eran  poco  ha  presos  suyos ,  y  cuyo  arresto  debia 
zelar  y  mantener. 

El  ministro  de  la  policía  tampoco  hace  objeción  alguna  acerca  de  su 
arresto  y  á  todo  cuanto  le  dicen  Guidal  y  Lahorie  de  las  patrañas  de  Mallet. 
Se  le  sorprende  en  la  cama  y  se  deja  llevar  á  la  Fuerza,  en  donde  reempla- 
za con  el  prefecto  de  policía  á  los  dos  reos  de  estado  que  acaban  de  pren- 
derlos á  entrambos. 

El  prefecto  del  Sena,  Frochot,  muestra  igual  confianza  y  docilidad. 
Cree  que  el  emperador  ha  muerto  y  manda  preparar  el  salón  que  ha  de 
servir  para  la  instalación  del  nuevo  gobierno. 

Queda  Mallet  mas  desairado  con  el  gobernador  de  Paris.  El  jeneral 
Hulin,  cu  vez  de  dejarse  prender  sin  replicar,  quiere  ver  las  órdenes  en 
virtud  de  las  cuales  se  procede  contra  él  y  pasa  al  punto  á  su  gabinete.  Si- 
gúele Mallet,  y  en  el  acto  en  ojie  el  gobernador  se  vuelve  para  examinar 
las  órdenes  en  que  se  funda  su  arresto,  el  osado  conspirador  le  dispara  un 
pistoletazo  que  le  lastima  el  rostro  y  lo  vuelca  sin  matarle.  Hállase  presen- 
te un  capitán  de  la  décima  cohorte,  y  la  entereza  del  gobernador  no  le 
hace  maliciar  la  falsedad  de  aquel  intento, siguiendo  la  credulidad  de  todo 
el  cuerpo  con  su  coronel. 

Herido  y  preso  Hulin ,  se  traslada  Mallet  á  casa  del  ayudante  jeneral 
Doucet;  pero  allí  tropieza  con  un  inspector  jeneral  de  policía,  quien  le  co- 
noce, y  habiéndole  reconvenido  agriamente,  da  en  seguida  orden  para 
que  le  prendan.  Entonces  Mallet  viéndose  perdido,  trata  de  librarse  de 
la  suerte  que  le  amaga  valiéndose  de  otra  pistola  que  lleva  oculta.  Fáltale 
este  último  recurso,  pues  las  personas  que  están  presentes  en  el  estado 
mayor ,  y  aun  las  que  le  han  seguido  hasta  entonces  con  entero  rendi- 
miento se  abalanzan  á  él  y  le  desarman.  A  poquísimo  rato,  los  conjura- 
dos, después  de  haber  reinado  dos  horas  en  la  capital ,  se  hallan  otra  vez 
en  sus  calabozos.  El  ministro  de  la  policía  nombrado  ya  por  Mallet  estaba 
en  su  casa  afanado  en  hacerse  tomar  medida  de  su  nuevo  traje,  cuando 
fueron  á  prenderle. 

Así  finó  aquella  estravagante  conspiración,  que  fué  como  una  especie 
de  pesadilla  ,  ó  como  una  farsa  de  sonambulismo  para  algunos  empleados 
eminentes,  mientras  que  la  población  parisiensesumidaenelsueiose  halló 
al  despertarse  con  el  desahogo  del  dia  anterior.  Enteróse  tan  solo  de  la 
trajicomedia  nocturna  que  habia  sobrevenido  y  terminado  al  vuelo  por  la 
narración  del  Monitor,  y  solo  mostró  algún  interés  con  las  prontas  ejecucio- 
nes que  siguieron  y  costaron  la  vida  á  catorce  personas. 

Cuando  Napoleón  leyó  el  pliego  que  le  enteraba  de  aquella  intentona, 
no  estraiió  tauto  la  avilantez  de  los  conspiradores  como  el  ensanche  que 
habían  hallado  en  las  autoridades  superiores,  de  quienes  debian  esperarse 


DI    \  vi  01  I  <»\ 
un  terminante  mentís )  una  rutilo**  represión  por  sus  falsas  noticias  y  su» 
loras  tentativas.  Asaltáronlo  y  cntriste*  irronlc  redoliónos  en  estremo  an 
gustioaas  y  sobre  todo  fundadas    .  ¿He  aquí  pues  .  prorumpe  ,  do  que  de 
penda  m»  poderío'  1 1  "in->      I  muv  n\ roturado  esta,  si  para  compróme 
torio  basta  con  un  solo  hombre,  roo  un  preso    Máximamente  a  danzada 
rsta  la  corona  sobre  mi  sien ,  puesto  que  011  mi  propia  capital  un  golpe  de 
mano  atrevido  de  tres  aventureros  puede  hacerla  bambolear.  Tra»  doce 
artos  de  gobierno  .  IrM  mi  desposorio,  tras  el  nacimiento  de  mi  lujo  y  tras 
miles  de  juramentos  .  mi  muerte  pudiera  llegar  á  ser  todavía  un  móvil  de 
i  evolución ,  Y  de  Napoleón  II  nadie  se  acordaba!  • 

No.  n<>  se  acordaban  de  Ü  .  ni  a  nadie  se  le  habia  ocurrido  que  el  acto 
sacramental  de  la  monarquía  antigua  pudiera  aplicarse  ¿  la  monarquía 
imperial  y  que  debían  contostar  á  Mallet  \  .1  mis  secottea:  -  Kl  emperador 
ha  muerto  .  v  ¡\a  el  emperador.  • 

sin  embargo  d  derecho  hereditario  do  la  potestad  suprema  y  el  orden 
.le  sucesión  te  bailaban  íormahsimamente  planteados  y  dispuestos  por  la 
constitución  ¿Pero  de  que  sei  \  1.1  una  disposición  constitucional  que  el 
temple  de  la  época  no  había  ensalzado  con  iu  sanción  soberana  ?  Por  mas 
que  Napoleón  sea  el  mas  consumado  y  preponderante  y  esclarecido  de  to 
dos  lea  fundadores  do  dinastía,  ya  esta  viendo  que  su  obra  no  ha  de  din. o 
sos esclamacinnes  |>atentizan  allá  una  previsión  amarguísima,  puesto  que 
se  ha  podido  conceptuar  «pie  con  la  noticia  de  su  muerte  iba  a  quedar  nu- 
lo xii  gobierno  \  su  linaje  y  que  todo  su  edilicio  se  consideraria  derrocado 
con  él . . .  Y  no  se  lian  equivocado;  ¿ladic  se  acordó  de  su  bijo.  Este  olvido 
le  preocupa  y  le  desconsuela.  Culpo  sin  embargo  á  ios  empleados  sumos,  a 
los  caudillos  del  imperio  que  asi  olvidaron  acudir  al  principio  en  que  están 
afianzados  el  engrandecimiento  y  el  porvenir  de  su  propia  familia   No  ei 


.;>*   • 


540  HISTORIA 

culpa  suya,  si  no  se  han  acordado  de  Napoleón  II;  culpa  es  del  siglo  cuyo 

temple  los  domina  á  pesar  suyo,  y  que  es  poco  dinástico. 

Napoleón  añade  volviéndose  hacia  uno  de  sus  oficiales  mas  esforzados, 
y  aludiendo  siempre  á  los  sucesos  de  Paris :  «  Rapp ,  una  desgracia  nunca 
viene  sola ;  aquello  es  la  segunda  parte  de  lo  que  aquí  está  pasando.  No 
puedo  hallarme  en  todas  partes ;  pero  es  forzoso  que  regrese  á  mi  capital; 
es  indispensable  mi  presencia  para  rehacer  la  opinión.  Necesito  jente  y 
dinero  ;  hechos  memorables  y  grandiosas  victorias  lo  enmendarán  todo.» 

Mucho  habrá  que  rehacer;  nuestras  desgracias  se  aumentan  por  horas, 
y  muy  luego  ya  no  contaremos  una  retirada,  sino  un  inmenso  fracaso. 


I  Mili  lo  \ll 


Marcka  it«  Kamolcntkn    Situación  pavorosa  del  rjvrrilo    Balada  ilH 
Berrtina.  Reare*»  del  emperador  n  Pan». 


aroleoíi  no  podía  detenerse  mucho  tiempo 
en  Esmolensko.  Casi  todas  las  reservas  se  ha 
*£;  liaban  resguardando  por  eiwlooei  M  retira- 
¿f  da,  pero  ya  con  mao  descarrio  con  motivo 
;     de  marchas  y  contramarchas  imprcv  Utas.  las 
provisiones  con  que  habia  contado  escasea- 
ban también  ó  se  consumían  y  desperdicia 
han  con  el  desconcierto  y  las  urgencias  del 
ejercito.  A  cada  paso  estaba  sobreviniendo 
algún  nuevo  quebranto  ú  acontecimiento  fu 
nolo   V»  era  la  dnÍMon  de>lacada  lObfE  kaliiir.i  que  Mlnl  .  <u  BHM 


542  HISTORIA 

lensko  después  de  haber  dejado  en  poder  de  Kutusow  toda  una  brigada ; 
ya  era  Eujenio  á  quien  el  paso  del  Woop  habia  costado  mil  y  doscientos 
caballos,  sesenta  piezas  de  artillería  y  todos  sus  bagajes;  y  en  medio  de 
tantísimos  fracasos,  Tchitchagoff  se  iba  acercando  y  solo  se  hallaba  á  algu 
ñas  marchas  del  ejército  francés,  y  el  frió,  nuestro  mas  formidable  enemi- 
go, hacia  bajar  el  termómetro  á  treinta  grados  debajo  del  hielo. 

Todo  se  conjuraba  ahora  contra  Napoleón,  así  como  todo  se  le  estaba 
sonriendo  en  otro  tiempo.  Un  solo  apoyo  quedaba  á  su  inalterable  valor, 
y  este  era  el  tesón  incontrastable  de  sus  jeneralcs  y  soldados.  En  todos 
los  encuentros,  los  guerreros  franceses  se  estaban  siempre  mostrando  dig- 
nos del  gran  pueblo  que  les  habia  cometido  el  depósito  de  su  gloria,  y 
dignos  del  grande  hombre  de  cuyos  reveses  participaban  al  par  que  ha- 
bían participado  de  sus  triunfos.  En  ninguna  temporada  de  su  prosperi- 
dad fueron  mas  denodados.  Una  de  las  refriegas  que  trabó  su  retaguardia 
á  las  órdenes  de  Ney  ha  sido  llamada  por  el  Inglés  Wilson  la  batalla  de 
los  héroes.  A  consecuencia  de  aquella  hazaña  esclarecida,  el  valiente  de 
los  valientes ,  acosado  por  cien  mil  Rusos,  logró  burlarlos  é  incorporarse 
con  el  ejército  francés  por  medio  de  un  pais  desconocido  y  después  de  ha- 
ber pasado  el  Boristenes  sobre  los  témpanos  del  rio.  Al  saber  su  llegada, 
Napoleón,  que  le  creia  perdido,  esclamó  con  alborozo:  «Tengo  doscientos 
millones  en  el  subterráneo  de  las  Tuilerías  y  los  hubiera  dado  por  el  ma- 
riscal Ney. 


DI    Wl  ni  h>n 
IVro  H  heroísmo  auxiliar  drl  numen.  »i  ann  e*  bastante  pod<ro«n  para 
tlian/ar  h  gloria  rn  nuestra*  banderas,  nada  puede  contra  I»  fortuna  que 
mas  j  mas  les  vuelvo  la  espaldi  iraidoMmento  .  postrándonos  diar 
Ir  hasta  el  ostremo  tranee  Va  hay  quo  h mentar  tremendas  dosv  enturas,  y 
van  a  sumirse  ante  suceso*  mas  pavoroso*  rjiM*  e*Un  todavía  por  desrri 
hir   l'ara  derrumbar  a  un  hombre  do  la  mistura  ile  Napoleón,  prerisn  rra 
mi  embate  Miwrwl  v  \  lolrtilc-imn  «pie  rc\o|\ier  wontra  «1  inler»-  • 
«OfM  y  demonios .  predio  ora  un  mancomún  do  h  tierra v  del  rielo,  una 
eonjurncion  que  so  mi  infestara  con  alguna  grandísima  catástrofe     .   Ya 
llego  la  catástrofe    aquel  cuya  ruina  ilehe  comentar,  dictara  r\  mismo  los 
I».. i  menores.  Si  al  emperador  aquejan  entrañablemente  lo*  golpe*  ,|e  la 
adversidad  para  con  él  y  para  con  los  su*  o*  y  sobre  todo  para  la  Francia 
entera  ,  todavía  está  señoreando  el  infortunio  hasta  el  ponto  de  arrostrar 
lo  mu  qoebraato  ni  ■hlliainH  y  hablar  de  él  con  la  gallarda  resignación 
que  no  evluve  la  esperanza;  el  numero  «leí  holetm  en  que  va  *  <). 
tampa<la  su  narración  angustiosa. amargamente  conserv ada  en  las  tradicio- 
nal |<opulare».  bastara  por  mucho  tiempo  para  rasguear  con  ana  palabra 
la  tem|H)rada  y  la  inmensidad  de  los  reveses  del  grande  ejercito .  sirviendo 
allá  de  primer  padrón  al  vuelco  del  sumo  rapitao. 


vuaatnonoao  murro 

•  Hasta  el  o  de  noviembre  e!  tiempo  ha  sido  hermoso  y  el  movimiento 
del  ejerrito  se  ha  ejecutado  con  el  mejor  evito  Kl  frió  empezó  el  7  .  ámét 
entonces  hemos  perdido  cada  noche  algunos  centenares  de  caballos  que 
morian  en  el  campamento,  (".liando  llegamos  á  Esmolensko.  va  nos  habian 
fenecido  mnchísimos  do  los  ruernos  de  caballería  y  de  artillería. 

•  Kl  ejercito  niso  de  Volhinia  estaba  opuesto  á  nuestra  derecha  feMa 
dejo  la  linea  de  opera,  ion  de  Minsk  y  tomó  el  rumbo  de  Varsovia  como 


'*'¡r' 


544  HISTORIA 

estribo  de  sus  operaciones.  El  emperador  supo  el  9  en  Esmolensko  aquel 
trastrueque  de  línea  de  operaciones  y  presumió  lo  que  haria  el  enemigo. 
Por  mas  arduo  que  se  le  hiciera  el  ponerse  en  movimiento  con  tan  cruda 
estación  ,  así  lo  requeria  el  nuevo  estado  de  la  situación ,  esperaba  llegará 
Minsk  ó  á  lo  menos  al  Beresina  antes  que  el  enemigo  ;  marchó  de  Esmo- 
lensko el  45,  y  el  46  durmió  en  Rrasnoe.  El  frió  que  habia  empezado  el  7 
se  encrudeció  de  repente,  y  en  los  dias  44, 45  y  46  el  termómetro  señaló 
de  diez  y  seis  á  diez  y  ocho  grados  debajo  del  hielo.  Los  caminos  se  cu- 
brieron de  nevisca;  los  caballos  de  la  caballería  y  artillería  perecían  todas 
las  noches,  no  á  centenares  sino  á  millares,  ante  todo  los  caballos  franceses 
y  alemanes;  mas  de  treinta  mil  caballos  fenecieron  en  pocos  dias;  nuestra 
caballería  quedó  toda  desmontada ;  nuestra  artillería  y  trasportes  se  halla- 
ban sin  tiros :  fué  forzoso  abandonar  y  destruir  una  parte  de  nuestras 
piezas  y  de  nuestras  municiones  de  guerra  y  boca. 

« Aquel  ejército,  tan  esplendoroso  el  C,  habia  variado  mucho  el  44 , 
pues  casi  no  tenia  caballería,  artillería  ni  acémilas.  Sin  caballería  no  po 
díamos  descubrir  á  un  cuarto  de  legua,  y  sin  artillería  no  cabia  aventurar 
una  batalla  y  aguardar  á  pié  firme;  era  forzoso  marchar  para  no  vernos 
precisados  auna  batalla  que  la  falta  do  municiones  nos  imposibilitaba  sos- 
tener ;  era  preciso  ocupar  cierto  ámbito  para  no  quedar  acorralados ;  y  es- 
to sin  caballería  que  fuese  á  la  descubierta  y  engarzase  las  columnas.  Ta- 
maña dificultad ,  junta  con  un  frió  escesivo  sobrevenido  de  repente ,  hacia 
muy  critica  nuestra  situación.  Los  hombres  á  quienes  la  naturaleza  no  ha 
dotado  de  pujanza  para  sobreponerse  á  todos  los  azares  de  la  suerte  y  de 
la  fortuna ,  se  demudaron  ,  perdieron  su  alegría  y  buen  humor  y  solo  so- 
ñaron desventuras  y  catástrofes ;  los  que  allá  se  encumbraron  sobre  todo 
contratiempo  conservaron  su  temple,  sus  modales  placenteros  y  vieron 
una  nueva  gloria  en  las  mil  dificultades  que  iban  á  vencer. 

« El  enemigo,  que  veia  en  los  caminos  los  rastros  del  horroroso  que- 
branto que  estaba  acosando  al  ejército  francés,  trató  de  avalorar  tamaña 
ventaja.  Envolvia  todas  las  columnas  con  sus  Cosacos,  los  cuales,  semejan- 
tes á  los  Árabes  en  los  desiertos,se  apoderaban  de  los  trenes  y  carruajes  que 
venían  á  separarse.  Aquella  despreciable  caballería,  que  solo  mete  ruido  y 
no  puede  romper  una  compañía  de  cazadores ,  se  hizo  temible  á  favor  de 
las  circunstancias.  Sin  embargo  el  enemigo  tuvo  que  arrepentirse  de  todas 
las  tentativas  que  quiso  emprender  y  quedó  arrollado  por  el  virey ,  delan- 
te del  cual  se  habia  colocado  y  perdió  mucha  jente. 

«El  duque  de  Elchingcn,  que  formaba  la  retaguardia  con  tres  mil  hom- 
bres, habia  hecho  volar  las  fortificaciones  de  Esmolensko.  Vióse  rodeado  y 
se  halló  en  un  trance  arriesgadísimo  del  que  salió  con  la  intrepidez  que  le 
particulariza.  Después  de  haber  atajado  al  enemigo  á  bastante  distancia 
durante  todo  el  dia  4  8  v  haberle  rechazado  invariablemente,  verificó  de 


I)K   \  U'iH.KtN 
noche  un  movimiento  por  d  costado  derecho .  paso  el  Boristcnes  y  bario 
i.mIms  |ii<intcnto»dclcncraigo.  FJ  I  D.cl  ejército  paso  el  Bor wlcnes  por  Orza, 
v  •  I  ejemio  ruso,  cansado  y  habiendo  perdido  mocha  jente,  suspendió  sos 
tentativas. 

•  l  I  ejercito  de  Volliinia  se  habm  dirijido  d  If»  sobre  Ninsk  y  mar.  lia 
ha  sobre  Borisow.  Kl  jeneral  Immbrowski  defendió  la  cabeza  del  puente 
da  Borisow  con  tres  mil  hombres. Kl  25, tuvo  que  evacuar  aquella  posición, 
y  entonces  el  enemigo  paso  el  Beresina  marchando  sobre  Itobr.  la  divmon 
de  tambert  formaba  la  vanguardia. F.I  segundo  cuerpo. mandado  por  el  du 
que  de  Rcggio  que  se  hallaba  en  Tschcnn,  habia  reeibido  orden  de  asomar 
•.obre  BorbOfV  para  asegurar  al  ejército  el  paso  del  Beresina.  Kl  ¿  I.  d  du 
que  de  Keggio  encontró  la  división  de  tamben  á  cuatro  leguas  de  Borisow, 
la  atacó  >  derroto  cojicudoledos  mil  prisioneros,  seis  pic/a^  de  artillería. 
quinientos  carros  de  bagajes  del  ejercito  de  Volhiuia  ,  v  re»  hazó  al  encmi 
go  á  la  orilla  derecha  del  Beresina  Kl  jeneral  Berkeim.  con  el  V.  decora 
ceros ,  descolló  en  una  embestida  arrogante.  Kl  enemigo  solo  pudo  salvar 
v  prendiendo  fuego  al  puente  que  tiene  mas  de  trescientas  toesas. 

•  ocupaba  sin  embargo  <  I  enemigo  todos  los  pasos  del  Beresina.  Aquel 
rio  tiene  cuarenta  toesas  de  ancho ;  arrastraba  bastante  nido ;  pero  sus 
marjenes  están  cercadas  de  pantanos  de  trescientas  toesas  de  largo ,  lo  que 
es  un  grandísimo  tropiezo  para  atravesarlo. 

i  Kl  jeneral  enemigo  habia  situado  sus  cuatro  divisiones  en  diferentes 
desembocaderos  por  donde  presumía  que  el  ejército  francés  querría  pasar. 

•  El  2f>  al  amanecer ,  el  emperador ,  después  de  haber  engañado  al 
enemigo  con  varios  movimientos  ejecutados  durante  el  25 ,  se  dirijió  á  la 
aldea  de  Studzianca,  y  á  pesar  de  una  división  enemiga  ,  mandó  echar 
en  su  presencia  dos  puentes  sobre  el  rio.  Kl  duque  de  Beggio  pasó .  acó 
metió  al  enemigo  y  lo  persiguió  por  mas  de  dos  horas  ;  d  enemigo  se  re 
tiró  4  la  cabeza  dd  puente  de  Borisow.  Kl  jeneral  tagrand ,  oficial  de  es- 
clarecido mérito,  salió  gravemente  herido  ¡  pero  no  de  peligro.  Kl  ejercito 
pasó  en  los  días  2fi  >  II 

•  FJ  duque  de  Belluno ,  que  mandaba  el  noveno  cuerpo .  tenia  orden 
para  seguir  el  movimiento  dd  duque  de  Beggio,  formando  la  retaguardia 
v  enfrenando  el  ejército  ruso  dd  Dwina  que  iba  á  los  alcances.  ta  división 
de  Partonnfiix  cerraba  la  marcha  de  aquel  cuerpo.  Kl  27 ,  ¿  las  doce,  d 
duque  de  Belluno  llegó  con  dos  divisiones  al  puente  de  Studzianca. 

•  la  división  de  Fartounaux  salió  de  noche  de  Borisow.  I  na  brigada 
de  la  misma  .  que  formaba  la  retaguardia  y  estaba  encargada  de  prender 
fuego  á  los  puente»,  marchó  ¿  las  siete  de  la  noche  ;  llegó  entre  diez  y  on- 
ce buscando  su  primera  brigada  y  su  jeneral  de  div  ¡del  que  habían  mar 
chado  dos  horas  antes  y  á  quien  no  había  encontrado  en  d  camino.  Sus 
dilijeocias  fueron  infructuosas .  \  aqud  e*irav  m  infundio  amargas  loto 


546 


HISTORIA 


bras.  Todo  lo  que  se  pudo  saber  después,  fué  que  dicha  primera  brigada, 
salida  á  las  ciuco,  se  había  estraviado  á  las  seis ,  torciendo  á  la  derecha 
en  vez  de  tomar  á  la  izquierda,  y  anduvo  dos  ó  tres  leguas  por  aquel 
rumbo ;  que  en  la  noche ,  traspasada  de  frió ,  habia  cejado  sobre  los  fue- 
gos del  enemigo  conceptuándolos  del  ejército  francés.  Aquella  equivoca- 
ción aciaga  vino  á  costamos  dos  mil  hombres  de  infantería ,  trescientos 
caballos  y  tres  cañones.  Corrían  voces  de  que  el  jeneral  de  división  no  ce 
hallaba  con  su  columna  y  que  había  marchado  á  solas. 


Jt  >'- 


«  Habiendo  pasado  todo  el  ejército  el  28  por  la  mañana ,  el  duque  de 
Belluno  guardaba  la  cabeza  del  puente  en  la  orilla  izquierda;  el  duquo  de 
Reggio ,  y  á  su  espalda  todo  el  ejército,  se  hallaba  en  la  orilla  derecha. 

« Quedó  evacuado  Borisow ,  y  entonces  los  ejércitos  del  Dwina  y  de 
Volhinia  se  pusieron  en  comunicación  y  combinaron  un  avance.  Al  ama- 
necer del  28,  el  duque  de  Reggio  avisó  al  emperador  que  el  enemigo  le 
atacaba;  media  hora  después,  el  duque  de  Belluno  lo  fué  en  la  orilla  iz- 
quierda, y  tomó  el  ejército  las  armas.  El  duque  de  Elchingen  siguió  al  de 
Reggio,  y  el  deTrevisa  marchó  tras  el  de  Elchingen.  Trabaje  la  pelea; 
el  enemigo  trató  de  acorralar  nuestra  derecha  ¡  el  jeneral  Doumerc,  co- 
mandante de  la  quinta  división  de  coraceros  y  que  formaba  parte  del  se- 
gundo cuerpo  que  se  habia  quedado  sobre  el  Dwina,  dio  una  carga  de 
caballería  con  los  4o.  y  5o.  Tejimientos  de  coraceros  en  el  punto  de  embos- 
carse la  lejion  del  Vístula  para  acometer  el  centro  del  enemigo,  el  cual 
quedó  escarmentado  y  disperso.  Aquellos  valientes  coraceros  fueron  der- 
rotando sucesivamente  hasta  seis  cuadros  de  infantería  y  desbarataron  la 


I»K  NAPOLEÓN 

caballería  enemiga  que  ncudia  a)  «orarm  de  mi  infantería   set»  mil  pristo 
ñero* .  do*  banderas  y  seis  cañones  m%  rron  en  nuestro  poder 

«  Por  mi  parte  el  duque  de  Bellnno  cerro  denodadamente  ron  H  rao 
migo  derrotándolo  .  cojiéndole  de  quíntenlo*  á  sciscientm  prnionero»  y 
atajándolo  allá  fuera  del  alcance  ele  I*  artillería  del  puente    F.I  jeneral 

I  ouraiaí  dio  un  aiance  muy  gallardo  de  caballería. 

•  Kn  la  refriega  del  Rcrcsina .  el  ejercito  de  Volhinia  padeció  infinito 

II  duque  «Ir  Kcggio  salió  herido;  mas  no  de  gravedad .  peni  n>lo  rml>i«> 
un  halaxo  tere  en  H  cortado. 

•  Al  día  siguiente  '29,  quedamos  en  rl  rampo  de  I»  llalla  Tcniamm  que 
«Irpr  entre  do»  caminos,  el  át  >lm^  \  H  fe  Wdna  Kl  primero  pasa  por 
un  bosque  y  pantano*  sin  cnltivo,  de  modo  que  Ir  hubiera  rtdo  imprnible 
al  ejército rl  mantenerse  El  camino  de  Wtlna  atraviesa  di  trio paise» 
aventajados  .  d  ejercito,  falto  de  rabalkria ,  escaseando  de  munición»  i  J 
cansadísimo  con  cincuenta  días  de  marcha  cargado  con  mis  enfermos  y  los 
heridos  de  tantos  encuentros,  necesitaba  llegar  á  sns  a  I  mar.  i 

euartH  jeneral  estuvo  en  Plechnilsi .  el  I     dé  dieiembre  en  Maiki    %  d  I 
en  Volodetsrhrno.  en  donde  se  recibieron  los  primeros  convoyes  de  Wdna 
«Todo»  los  oficiales  y  anidados  heridos  y  manto  puede  entorpecer  la 
marcha .  como  bagajes .  etc. ,  todo  se  ha  dinjido  á  Wilm 

•  Necesitaba  el  ejercito  restablecer  su  disciplina ,  rehacerse,  remontar 
mi  caballería,  artillería  y  enseres  como  resultado  de  lo  que  acaba  deespn 
nerse.  El  descanso  era  sn  primera  tirjencia 

t  En  todos  aquellos  movimientos,  el  emperador  siguió  marchando  mi  m 
prc  en  medio  de  su  guardia  ,  de  la  caballería  .  mandada  por  el  mariscal 
duque  de  latría,  y  de  la  infantería  mandada  por  el  duque  de  Itantrírk 

•  Nuestra  caballería  se  hallaba  tan  desmontada  que  fué  preciso  juntar 
lea  oiciales  que  consolaban  todavía  su  caballo,  para  formar  cuatro  rom 
panias  de  ciento  y  cincuenta  hombres  cada  una  lx*  jenerales  hacían  la* 
reces  de  capitanes,  los  coroneles  tos  de  subalternos.  Este  escuadrón  sagra 
do ,  mandado  por  el  jeneral  Groochy  bajo  las  órdenes  del  rey  <le  Ñapóles, 
no  perdía  de  vista  al  emperador  en  todos  sus  movimientos 

« U  salud  de  su  Majestad  nunca  fué  mas  cabal  ■  Hombre»  ha  habido 
tan  injustos  que  le  han  echado  en  cara  esta  última  tata  a  Napoleón,  como 
ni  niMilt#al  quebranto  de  tantísimas  familias  que  iban  á  «obreMiltarse 
con  sn  boletín  .  y  A  enlutarse  con  los  redoblados  fracasos. 

i  |iié '  ¿tenia  que  agravar  él  mismo  la  consternación  congojosa  que 
tan  doloroaa  narración  debía  acarrear  inevitablemente  en  todo  el  imperio, 
dejando  A  la  malevolencia  no  protesto  para  renovar  la  rocada*  noticia 
que  casi  había  bastado  A  tres  aventureros  para  conmover  mi  trono?  ¿No 
era  una  palabra  de  consuelo  y  de  esperan»  que  dmjia  A  la  Francia .  di 
dándole,  trae  el  cendro  peroro»  de  sus  quebnmk«,  que  los  destinos  y  lo» 


548  HISTORIA 

cielos  en  el  estremo  de  su  saña  habían  respetado  al  menos  al  hombre  gran- 
de por  quien  habia  descollado  tan  esclarecidamente  en  los  dias  prósperos 
y  cuya  vida  le  era  mas  preciosa  y  el  numen  mas  imprescindible  que  nun 
ca  para  sobrellevar  sus  dias  ya  funestísimos? 

Además,  ¿  porqué  hubiera  temido  Napoleón  manifestar  á  la  Francia  y 
á  la  Europa  la  monstruosidad  de  los  reveses  que  acababa  de  padecer  ? 
¿Porqué  se  habia  de  dar  por  humillado  con  aquel  turbión  de  enormes  fra- 
casos? Ni  su  pecho  ni  su  entendimiento  los  habían  acarreado,  pues  ni  de 
uno  ni  de  otro  escaseó  en  los  trances  mas  estremados.  Los  estranjeros  y 
los  Rusos  mismos  le  han  hecho  esta  justicia.  En  Toloszie ,  acorralado  en 
un  espacio  de  quince  leguas  entre  Kutusow ,  Wittgenstein  y  Tchitchakcff, 
estrechado  por  tres  cuerpos  de  ejército  formando  una  mole  de  ciento  y 
cincuenta  mil  hombres,  no  viendo  al  rededor  de  sí  mas  que  rostros  abati- 
dos y  no  oyendo  mas  que  medrosos  lamentos  que  patentizaban  la  postración 
de  los  ánimos  que  le  habían  parecido  siempre  de  un  temple  sublime ,  con- 
servó suficiente  serenidad  y  tesón  y  se  mantuvo  dignísimo  de  la  gran  na- 
ción y  de  sí  mismo  para  que  sus  soldados  prorumpiesen  ¡  « Todavía  nos 
sacará  del  conflicto; »  y  para  precisar  á  sus  enemigos  á  tan  esclarecido  ho 
menaje  ¡  «  En  tamaña  situación,  dice  Butturlin  ,  la  mas  arriesgada  en  que 
se  halló  aquel  gran  capitán ,  nunca  desdijo  de  sí  mismo.  Sin  el  menor  que- 
branto en  tan  sumo  peligro ,  se  arrojó  á  otearlo  con  el  alcance  de  sus  po- 
tencias ,  y  halló  todavía  recursos  donde  un  jeneral  menos  consumado  y 
bizarro  ni  siquiera  hubiera  soñado  la  posibilidad  de  alcanzarlos. » 

¿Pero  qué  puede  el  numen  contra  los  elementos?  Napoleón  no  logra  con 
su  denuedo  y  maestría  evitar  las  maniobras  de  los  jenerales  rusos,  sino  pa- 
ra ver  espirar  su  ejército  con  el  rigor  del  frió ,  cuya  intensidad  y  estragos 
se  aumentan  todavía  después  de  haber  despachado  el  vijésimo  nono  bole- 
tín. «La diestra  se  entumece  sobre  el  puño  de  la  espada,  las  lágrimas  se 
hielan  sobre  las  mejillas, »  según  la  espresion  de  un  testigo  ocular;  y  aque- 
llas bizarras  falanjes  que  por  tanto  tiempo  hicieron  temblar  la  Europa 
presentan  ahora  el  aspecto  mas  lastimoso.  « Nos  hallábamos  todos  en  tal 
estado  de  abatimiento,  dice  el  doctor  Larrey,  que  apenas  nos  conocíamos 
unos  á  otros;  todos  íbamos  muda  y  tristísimamente caminando la  ca- 
pacidad de  la  vista  y  la  pujanza  muscular  yacían  tan  postradas  que  se 
hacia  dificilísimo  el  seguir  cada  cual  su  rumbo  y  conservar  el  eicuilibrio. . . 
la  palidez  del  rostro,  una  especie  de  alelamiento,  la  dificultad  en  hablar 
y  la  debilidad  de  los  ojos  estaban  retratando  la  muerte. » 

¿Debia  permanecer  Napoleón  en  medio  de  aquellos  restos  pavorosos 
de  su  grande  ejército  y  esponer  á  iguales  embates  la  intelijencia  y  el  brazo 
en  que  se  cifraba  siempre  la  esperanza  de  la  Francia?  Nadie  osara  pensar 
lo.  Dos  dias  después  de  haber  remitido  el  aciago  boletín ,  juntó  en  su 
cuartel  jeneral  de  Morghoni  sus  principales  lugartenientes  para  participar 


DF  NAFOI  ION  MI 


I.  i  'i'"'  il»a  a  separarse  de  dios  y  regresar  prontamente  á  su  capital ,  en 
donde  los  acontecimientos  hartan  necesaria  so  presencia.  «Os  dejo,  les 
dijo ,  pero  es  para  ir  en  busca  de  trescientos  mil  soldados.  Forzoso  es  ha 
bilitarse  para  segunda  campaña ,  ya  que  por  la  primera  Tez  no  se  ha  acá 
bado  la  guerra  en  una  sola...  y  sin  embargo,  ¿de  qué  ha  dependido?. 
Saben  la  historia  de  nuestras  desventuras .  y  cuan  escasa  es  la  parte  que 
en  ellas  han  tenido  los  Rusos.  Pueden  decir,  como  los  Atenienses  decian  de 
I  emistocles:  •  Estábamos  perdidos  á  no  estarlo  ja  de  antemano. »  En  cuan 
to  á  nosotros,  nuestro  único  vencedor  es  el  frió,  cuyo  rigor  anticipado 
engañó  a  los  mismos  naturales.  Las  contramarchas  de  Schwartzenberg 
han  hecho  lo  demás.  Asi  la  avilantez  inaudita  de  un  incendiario,  un  in 
fiemo  sobrenatural .  ruines  amaños,  necias  ambiciones ,  algunos  yerros, 
y  acaso  traición  y  torpes  reservas  que  sin  duda  saldrán  á  luz  algún  día.  be 
.i<|iii  lo  qu«'  nos  arroja  al  ponto  de  donde  salimos.  ¿  Vieronse  nunca  proba 
hilidades^an  favorables  trastornadas  por  contrariedades  mas  imprevistas? 
No  por  eso  la  campana  de  Rusia  dejará  de  ser  la  mas  esclareada,  ardua  j 
honorífica  que  pueda  mentar  la  historia  moderna.  • 

Kl  mismo  día  ir»  de  diciembre),  el  emperador  tomo  el  camino  de  Pa 
ris.  poniendo  d  mando  en  jefe  dd  ejército  en  manos  del  rey  de  Ñapóles. 
>  iajo  en  un  trineo  bajo  d  nombre  dd  duque  de  Vicenzo  que  le  aeompa 
naba.  Al  pasar  por  Wilna,  converso  por  algunas  horas  con  d  doque  de 
Kn  Yarsovia  tuvo  una  conferencia  con  d  conde  Patocki,  y  visitó 


550  HISTORIA 

las  fortificaciones  de  Praga.  El  44  de  diciembre,  llegó  á  Dresde  á  media 
noche,  y  después  de  avistarse  con  su  fiel  y  venerable  aliado  el  rey  de  Sa- 
jonia ,  continuó  hacia  su  capital ,  á  donde  llegó  el  1 8. 


Vil 


i  vrnun  vi  ii 


R-S»iinr>«-«  «obr»  H  «lna*lr*<lo  p»rt<t*rn  ■!»  U  ^«p#«1irion  A  Kn«i»    Rn-il>«- 

r«liirt.r«  .lo  |<m    rnrrpo»   prrvminrntr*  .í-l  Mt*do.   í^inn»  . 

<W  lrv*cirnlo«  r  incóenla  mil  bombr*».   Dr^rnon  «Isl  j«n»r»l 

pmaiarm  Yor«k.  Mural  d»ump»f«  el  »j*rri!n     \prr 

lora  del  corrpo  hJMativa 


occou  burló  las  esperanzas  <lc  Napoleoo  Al 
neMbrvm  minias  sobre  el  Kreroliu,  roo- 
fiaba  alcanzar  una  paz  «claréenla  y  arraiga 
da ,  el  término  (le  sos  «pediciones  | 
y  la  consolidación  de  so  política  y 
•  Kran  ya  llegados  para  la  gran  causa  el  tér 
mino  de  las  conünjeocia*  y  d  ctmienlo  de 
la  seguridad,  dijo  mucho  después.  I»  uueso 
horizonte  y  nueras  tareas  iban  á  remaneorr . 
brotando  bienestar  y  prosperidades  para  to- 
europeo  se  hallaba  fundado .  solo  se  trataba  de  | 


552  HISTORIA 

lo Satisfecho  sobre  estos  grandiosos  puntos  y  á  su  salvo,  por  todas 

partes  hubiera  tenido  también  mi  congreso  y  mi  Santa  Alianza;  pues  son 
especies  que  me  han  robado.  En  aquella  reunión  de  todos  los  soberanos 
hubiéramos  tratado  de  nuestros  intereses,  lo  mismo  que  una  familia  con- 
tando con  los  pueblos Estaba  ganada  la  causa  del  siglo  y  ejecutada 

la  revolución;  solo  se  trataba  de  rehacerla  con  lo  que  habia  quedado  intac- 
to. Esta  empresa  me  correspondía ;  la  habia  ido  preparando  muy  de  aute- 
mano,  y  acaso  con  menoscabo  de  mi  popularidad.  No  importa;  yo  era  el 
arca  de  la  antigua  y  nueva  alianza ,  el  medianero  natural  entre  el  antiguo 
y  el  nuevo  sistema  europeo.  Tenia  los  principios  y  la  confianza  del  uno, 
me  habia  identificado  con  el  otro;  perteneciaá  entrambos,  hubiera  hecho  de 
corazón  la  parte  de  cada  cual. » 

¿  Porqué  la  Providencia  denegó  su  cooperación  á  la  ejecución  de  tan 
grandioso  intento?  ¿Porqué  fraguó  un  abismo  donde  Napoleón  habia  fija- 
do el  término  de  todos  sus  conatos,  el  triunfo  del  siglo  y  el  remate  déla  re- 
volución ?  ¿Porqué  un  fracaso  pavoroso  en  premio  de  tan  inmenso  arrojo 
y  en  cambio  de  tan  sumo  resultado  ? 

« Los  hombres  que  han  escrito  ú  recapacitado  la  historia,  dice  Mr.  de 
Maistre,  han  admirado  aquella  fuerza  recóndita  que  se  burla  de  los  con- 
sejos humanos.  » 

Si  es  cierto,  como  Napoleón  lo  proclamó  en  Santa  Helena,  que  den- 
tro de  poco  tiempo  la  civilización  y  la  barbarie  deben  zanjar  por  entero  su 
contienda  y  que  marchamos  al  triunfo  completo  de  una  ú  otra,  también 
es  positivo  que  la  causa  del  siglo  no  podia  ser  plena  é  irrevocablemente 
ganada  por  la  consagración  de  un  sistema  intermedio  que  hermanase  á  la 
joven  y  á  la  antigua  Europa,  conservándole  á  la  una  sus  fórmulas  añejas, 
sus  instituciones  aristocráticas,  y  aun  en  algunos  puntos  sus  mismas  dinas- 
tías, y  consintiéndole  á  la  otra  sus  nuevos  pensamientos,  sus  propensio- 
nes liberales  y  sus  inclinaciones  democráticas. 

Socolor  de  comedimientos  imprescindibles ,  la  revolución  y  el  antiguo 
réjimen  hubieran  continuado  mas  y  mas  en  sus  desvíos  radicales  y  sus  an- 
tipatías insuperables;  su  reconciliación  nunca  hubiera  sido  mas  que  posti- 
za y  volandera.  Al  tratar  de  atraerlas  y  enlazarlas  á  pesar  de  la  incompati- 
bilidad absoluta  que  mediaba  entre  ellas,  no  emprendió  Napoleón  sino  una 
obra  esencialmente  transitoria,  y  como  él  mismo  confiesa,  m  hizo  mas 
que  comprometer  su  popularidad.  Por  una  parte  la  antigua  sociedad  con- 
servó sus  enconos,  repugnancias  y  recelos  respecto  al  hombre  que  tenia 
los  principios  y  la  confianza  de  la  nueva  sociedad ;  por  otra  parte  esta  se 
obstinó  en  sus  pretensiones  y  llegó  á  temer  que  sus  principios  no  estuvie- 
sen ya  profundamente  arraigados  en  el  hombre  que  procuraba  identifi- 
carse con  la  sociedad  antigua. 

Napoleón  prosiguiendo  una  transacción  definitiva  entre  el  antiguo  y  el 


ht   \  tPOI  |0M 

nuevo  rrjimon.  Napoleón  premcdita'ido  una  mnU  alianza  de  los  tobera 
nos .  casi  rnal  vinieron  i  plantarla  posteriormente  «ns  enemigo*  sobre 
los  restos  do  mi  poderío,  y  no  una  MnU  allanta  de  lo*  pueblo* ,  como  la 
que  canto  lleranger  en  RH  profetice*  versos  .  Napoleón  medianero  entre 
la  edad  molía  y  el  siglo  decimonono,  un  desempeñaba  ya  ron  efecto  eJ 
pnpH  que  le  había  aprontado  la  Providencia,  papel  «le  activa  propaganda 
rn  pro  del  porvenir,  y  no  de  arreglo  impnm.il  en  un  objeto  de  contempla 
eion  para  lo  pasado  Con  este  concepto,  que  sedujo  mnv  fácilmente  mi  nu 
men.  habia  puesto  un  nrr  plus  uilrn  al  espíritu  de  reforma  riñas  obras 
distaban  mucho  de  hallarse  ejecutadas  Ora  por  af.iu  de  hermanamiento  y 
árdea,  ora  por  necesidad  de  sosiego  y  permanencia,  el  \erbo  de  la  demo 
erada  francesa  se  había  atascado:  habia  llegado  á  conceptuar  que  lo  ideal 
ile  la  pobtna  contemporánea  y  la  tarea  del  héroe  de  los  tiempos  modernos 
se  cifraban  en  atajar  el  raudal  revolueíonario  en  el  estrecho  canee  y  las 
vallas  arrolladas  en  donde  no  habia  podido  contenerle  la  mano  desvalida 
ríe  la  antigua  Kiiropa  Pero  por  jeneroso  que  fuera  el  aspecto  bajo  el  qne 
se  presentase  aquella  tentativa.no  por  eso  dejaba  de  ser  una  audaí  negativa 
de  los  complementos  ulteriores  y  fundamentales  que  la  joven  Knropa  te 
nía  derecho  a  esperar  en  su  organización  política.  Kra  esto  detener  el  des 
arrollo  de  la  rejeneracion  nnivcrsal.  buscar  asi  el  enlace  de  la  revolución 
con  lo  que  no  habia  destruido,  con  los  restos  siempre  amenazadores  de  las 
monarquías  y  aristocracias  europeas;  era  dejar  el  antiguo  réjimen  sobre 
un  pedestal  y  dárselo  por  ultimo  limite  al  progreso  social.  Y  como  la  Pro 
Milenna  habia  prometido  á  los  pueblos  una  emancipación  mas  espedila. 
amplia  y  terminante  que  aquella  que  les  hubiera  otorgado  la  santa  alian/a 
de  los  soberanos,  la  Providencia  lo  dispuso  lodo  para  el  cumplimiento  de 
sus  promesas. 

Primeramente  entrego  el  diván  al  inllujo  inglés  y  sedujo  á  Bernadott.- 
en  las  conferencias  de  Abo .  luego  engrio  a  los  unos,  entibio  \  cnzcl> 
otros,  aconsejo  las  pausas  y  contramarchas  de  Schvvartzenberg .  infundio 
desaliento  á  Jtinot  en  Valoutina  ,  puso  la  antorcha  en  las  manos  de  Ros 
topehin.  ensordeció  á  Alejandro  para  todas  las  insinuaciones  pacifica»,  é 
hizo  á  Napoleón  accesible  á  las  apocadas  i  n  sin  tuiciones  de  sus  lugxrtenicn 
tes    tu/o  asi  vacilar  en  el  alma  del  héroe  la  confianza  absoluta  y  hasta  en 
toares  innyitahlc  que  siempre  habia  abrigado  en  su  pecho,  detuvo  tres  días 
de  masal  conquistador  de  Moscou  en  el  Kremlin,  desencadeno  contra  H  mi 
inaudita  sana  un  invierno  crudísimo,  sepulto  bajo  la  nieve  la  hueste  wm 
esplendorosa .  trocó  H  entusiasmo  ai  rodador  en  ev anime  queja  y  desalíen 
lo.  aventó  el  recuerdo  de  los  milagros  ejecutados  y  de  las  finetas  derra 
madas  por  el  prohombre .  introdujo  la  ingratitud  en  el  («tocto  de  tos  mo 
narras  aliados  a  quienes  habia  contemplado  coa  demasía .  y  basta  en  la 
rejia  m  rada  de  los  parientes  que  había  cornaado;  armo  contra  é\  i 

7o 


554  HISTORIA 

bos  mundos  de  que  se  había  creído  el  medianero  natural ,  y  arrebató  al 
par  á  los  pueblos  á  la  revuelta  y  á  los  reyes  á  la  traición. 

Sin  duda  fué  un  cuadro  espantoso  que  bosquejó  la  Providencia  en  la 
combinación  de  todos  estos  acontecimientos  y  el  desenfreno  de  todos  aque- 
llos ímpetus.  Pero  como  para  ella  no  cabe  acaso,  pues  todo  lo  ha  previsto 
y  coordinado  para  el  cumplimiento  de  sus  arcanos,  así  no  cabe  desconcier- 
to á  su  vista ,  por  cuanto  su  mano  soberana,  como  dice  un  gran  escritor, 
lo  avasalla  todo  á  la  regla  y  le  precisa  á  cooperar  al  intento. 

Los  reyes  van  pues  a  hacerle  traición  y  los  pueblos  á  alborotarse. 
« Mientras  dura  la  prosperidad,  dice  con  este  motivo  Benjamín  Constant, 
nada  supone  el  encono  de  los  pueblos;  pero  al  primer  desmán,  estalla  aquel 
odio  y  es  incontrastable.  El  terrible  invierno  de  \  812  á  4815  destruyó  el 
ejército  francés.  La  Polonia,  la  Prusia,  la  Baviera  y  el  Rin  estuvieron  vien 

do  á  Napoleón  fujitivo  volviendo  á  Francia Suena  y  resuena  el  eco  de 

los  pueblos  del  Vístula  al  Rin  ¡  muéstranse  los  príncipes  por  algún  tiempo 
sordos;  mas  los  ejércitos  salidos  de  la  plebe  y  que  siempre  se  eslabonan 
con  su  oríjen  por  inclinaciones  y  deseos ,  aclaman  la  independencia  de  sus 
respectivas  patrias.  El  torrente  popular  arrolla  las  resistencias  soberanas, 
y  los  subditos  precisan  á  sus  amos  á  ser  libres. » 

Aquel  afamado  publicista  no  podía  tributar  su  acatamiento  al  patrio 
tismo  de  los  pueblos  sin  ensalzar  á  los  reyes  por  un  contraresto  que  no  les 
costó  gran  conato  y  que  estaba  muy  ajeno  de  su  pensamiento.  Pero  según 
él,  «los  aliados  del  señor  del  mundo  le  servían  muy  lealmente,  y  cuando 
se  jactaron  de  haberle  vendido,  obraron  con  engreída  alevosía. » 

La  historia  no  se  avendrá  á  semejante  concepto.  Los  reyes  no  servían  á 
Napoleón  sino  á  pesar  suyo  y  á  impulsos  de  la  necesidad.  No  podían  per- 
donarle el  oríjen  de  su  poderío,  ni  los  riesgos  y  humillaciones  que  les  andu- 
vo imponiendo.  Nunca  estuvieron  finos  en  su  alian/a;  y  tan  solo  la  pros- 
peridad acalló  pasajeramente  sus  enconos  recónditos  y  pertinaces.  En  cuan 
to  á  los  pueblos,  habían  sido  sinceros  en  su  admiración  por  el  numen  que 
gobernaba  la  Francia,  y  cuando  se  conceptuaron  agraviados,  no  le  cercaron 
con  las  asechanzas  de  la  diplomacia ,  no  le  vendieron  con  maquinaciones 
encubiertas  ó  con  torcidas  maniobras  militares ,  sino  que  le  contraresta- 
ron  á  las  claras  en  los  campos  de  batalla. 

Sentenciado  está  el  asunto  ¡  la  Providencia  arrebata  á  los  pueblos  con- 
tra Napoleón ,  porque  este  conceptúa  ya  los  intereses  populares  á  fuer  de 
cabeza  de  dinastía,  y  no  como  el  primer  majistrado  de  un  estado  libre.  Es- 
cuchadle allá  en  sus  contestaciones  á  los  senadores  y  consejeros  de  estado 
enviados  para  congratularse  de  su  regreso  de  Rusia.  No  acude  á  laracio 
nalidad  del  siglo  en  apoyo  de  su  establecimiento  hereditario,  ni  se  atiene 
al  ímpetu  de  lo  venidero  para  hollar  á  los  facciosos  que  se  atrevieron  á 
amenazar  su  trono  :  sus  miradas  se  clavan  en  lo  pasado ;  recuerda  á  los 


Dti  NM'filKlN 
senadora  las  tradiciones  sarrnmcntalrs  «Id  antiguo  relimen  p.iradrslin 
darlrs  por  ápices  el  gpbJWBO  <|'"'  l,t  querido  dar  á  la  Francia,  y  aludicn 
»lo  al  oh  ido  «Ir  mi  hijo  en  l.i  conspiración  de  Mallrt.  les  diré  i  •  Nuestros 
mayores  loman  por  \ot  de  reunión    Kl  re)  ha  muerto.  m»H  rey.  Estes 
pora*  palabras  abarran  las  prim  ipalai  ftftteJM  rlr  la  monarquía   •   Aun 
dcsonti-aiia  mas  *n  i  tí»  rlr  retado.  rmhi'tr  rlr  fren 

Ir  al  liberalismo  bajo  rl  nombro  «Ir  uir,rlnjm;  lilda  a  la  mctafisiea  por  rlrr 
roradora  de  las  litigan  instituciones  át  h  Francia  .  «Ir  haber  causado 
lod  a  lis  dewntttTH  .1.1  país .  rila  en  cierto  modo  á  Nul.»  .1  iiglo  W  III 
anlr  mi  consejo  para  rrharlo  ni  rara  sns  dortrmas  y  sus  jrstiones  revota 
donarías.  •  \  laidoolojia.dicr.  >  á  en  lóbrega  mTlafísira  drbrn  atribuir*- 
lodos  los  quebrantos  que  ha  estado  paderiendo  la  precios  Fraacia .  paja 
indagando  ravilosamenle  las  rausas  primrras,  qm* <n  MHf  sobre  sos  n 
míenlos  la  Irjislarion  de  los  pueblos  m  vez  dr  apropiar  las  leyes  al  cono 
oimiento  dd  rora/on  humano  y  n  las  lerrioncs  dr  la  historia  fetos  den 
ciertos  debían  acarrear  el  réjimen  dr  los  hombre»  MMJttMVMf.  (Ion  rfre 
lo .  ,  quien  ha  proclamado  á  fuer  dr  dolier  rl  principio  ríe  insorrecrion  ? 
i  Qoiáfl  ha  adulado  al  purhlo  brindándole  con  una  sohrrania  qnr  era  in 
rapa*  dr  ejercer?...   » 

Con  semejante*  rrronvenriones  reíurr/a  el  emperador  los  tiros  ja  dis 
parados  contra  su  popularidad.  No  cabe  duda  en  qae  estos  asaltos  no 
dejaran  huella  en  la  historia,  donde  pasaran  inadvertidos  algunos  renglo 
■a  coa  pesar  dedicados  a  los  yerros  del  grande  hombre  en  medio  de  las 
numerosas  y  esclarecidas  pajinas  que  estarán  requiriendo  las  maravillas  j 
hrnrfirios  de  su  reinado  y  de  su  v  ida.  y  que  serán  las  únicas  qnr  rl  pueblo 
querrá  leer  y  que  escuchará  la  posteridad.  Pero  la  jeneracion  oonterapo 
ranea,  abrumada  con  su  desventura  presente,  no  alcanza  á  conceptoar  ríe 
tan  alto  sus  impresiones  actuales,  pues  borran  momentáneamente  su  en- 
tusiasmo anterior  y  no  Ir  dejan  prever  qnr  volverá  al  «lia  siunionte  á  su 
emMcso  esclnsivo.  Acosada  con  tantísima  guerra  |H>r  todos  portes,  le  cía 
man  que  es  aborto  del  conquistador,  quien  ha  labrado  su  fortuna  v  quiste 
re  plantear  so  despotismo  en  toda  la  Kuropa  con  el  estruendo  de  MH  ar 
ma.  Kl  pueblo  de  1843  no  sabe  los  secretos  de  las  cancillerías  .  no  sabe 
.jn.  Napoleón  nunca  fué  agresor  en  todas  las  campanas  que  ln/o  \  Ir  dejan 
ignorar  qdr*  la  aristocracia  inglesa  y  el  realismo  continental  pertiguea  te 
naxmente  en  H  emperador  al  representante  de  la  resolución  francesa.  I*» 
potencias  coligadas  le  dirán  pronto,  al  contrario,  que  se  encaminan  k  la  li 
hertad  de  las  naciones  .  qne  solo  las  han  ron  el  despotismo  qoe  agobia  la 
Kuropa  Se  pregonarán  liberales  para  arreglar  a  sus  pueblos. *  Napoleón 
por  su  parte,  en  ve*  de  advertir  al  pueblo  írance*  qur  rn  su  persona  se  ata 
ra  el  principio  democrático  y  la  berencia  ríe  la  rrvoloooo  .  han  armar  á 
los  reyes  en  medio  de  su  senado,  recordando  qnr  |m  salvo  «Id  indago  re 


556  HISTORIA 

volucionario  «y  ahogó  hasta  en  sus  recónditos  senos  el  volcan  que  á  todos 
los  estaba  amenazando.  » 

Mas  no  llegó  todavía  el  trance  de  estallar  para  las  grandes  potencias  del 
continente  que  Napoleón  arrastró  en  pos  de  sí  hasta  la  Rusia;  pues  el  ejér- 
cito francés  está  aun  cubriendo  los  ámbitos  de  la  Alemania  entera. 

El  emperador  se  había  mostrado  muy  descontento  á  su  vuelta  de  la 
conducta  observada  por  los  principales  personajes  del  imperio  con  motivo 
déla  intentona  de  Mallet,  y  habia  recordado  muy  de  intento  en  sus  res- 
puestas al  senado  y  al  consejo  de  estado,que  un  majistrado  debia  estar  siem- 
pre pronto  a  fenecer ,  á  ejemplo  de  los  Harlay  y  de  los  Mole,  « en  defensa 
del  soberano,  del  trono  y  de  las  leyes. » 

«A  mi  llegada,  dijo  después,  todos  me  andaban  reliriendo  de  buena 
lelos  pormenores  que  les  correspondían  y  los  acusaban.  Hasta  confesaban 
de  plano  que  habían  caido  en  la  trampa ,  y  por  un  rato  habian  venido  á 
creer  que  yo  habia  muerto...  ¿Pero  el  rey  de  Roma?  les  dije.  ¿Y  vuestros 
juramentos,  vuestros  principios,  vuestras  doctrinas?  Me  hacéis  temblar  por 
lo  venidero Entonces  quise  hacer  un  ejemplar  para  despejar  y  preca- 
ver los  ánimos;  y  recayó  sobre  el  pobre  Frochot,  prefecto  de  París,  que 
seguramente  me  era  muy  adicto. » 

Depuesto  Frochot,  amonestados  los  primeros  personajes  del  imperio  y 
terminados  los  parabienes  de  tabla  en  los  cuerpos  principales  del  estado , 
se  dedicó  el  emperador  á  providenciar  lo  conveniente  y  urjentísimo  para 
nuestra  situación  militar.  Ya  no  bastaba  la  quinta  ordinaria  ¡  pidió  y  el 
senado  se  esmeró  en  decretar  una  leva  de  trescientos  cincuenta  mil  hombres. 

Entretanto  los  restos  de  la  espedicion  de  Rusia  atravesando  atrope- 
lladamente la  Polonia,  se  iban  reuniendo  por  las  fronteras  de  Alemania. 
Dispersos ,  vencidos  y  estenuados  por  los  elementos,  aun  habian  arrolla- 
do á  los  Rusos  á  las  órdenes  del  mariscal  Ney  en  un  encuentro  de  reta- 
guardia en  Kowno;  y  desde  entonces  Platow  y  sus  Cosacos,  aunque  si 
guiendo  y  hostigando  continuamente  á  los  Franceses,  se  mostraban  aun 
temerosos  de  aquellos  pocos  valientes  en  quienes  se  abrigaban  siempre 
el  pundonor,  la  gloría  y  el  denuedo  incontrastable  del  grande  ejército. 
Pero  hemos  llegado  á  una  de  aquellas  épocas  en  que  el  heroísmo  y  el  nu- 
men del  hombre  se  estreman  en  vano  para  rechazar  los  golpes  que  le  des- 
carga una  mano  invisible.  Si  la  victoria  signe  todavía  nuestroí  pasos  en 
medio  de  tanta  desventura ,  la  fortuna  se  complace  en  mostrarse  mas  y 
mas  infiel  y  contrapuesta.  Nos  habia  dado  aliados  dudosos ;  va  á  quitár- 
noslos todos  uno  tras  otro  para  trasformarlos  en  implacables  enemigos. 
El  cuerpo  auxiliar  prusiano  es  el  primero.  Su  caudillo  el  jeneral  Yorck, 
que  sin  duda  no  obra  espontáneamente  y  que  ha  recibido  sus  instruccio- 
nes del  gabinete  de  Rerlin,  negocia  con  los  Rusos;  y  Federico  Guillermo, 
cuyos  estados  yacen  todavía  dependientes  ó  amenazados  por  los  ejércitos 


lU    \  Uní  H»\ 
i  Ktf»  «I  pronto  «olcmnerornte  lo  que  awadO  eaSOBratO, 


sabo 

y 


i  mmiranr  mas  terminante  en  lo  snresiro  ron  IM  ilanwrioi 
mmtnnta 

U  rapitulanon  clrl  joneral  lorrk  ron  d  jonoral  luebifc  b  se  iilllüéd 
linembre.lo  IKT2  N  otnto  día*  dnpuo*  r I  I H  de  enero  de  I  s  i  -. 
Mural,  á  quien  Napoleón  había  nombrado  mi  teniente  snpTcmo.  desamparo 
arrebatadamente  .1 .  y  r.  ito  íranre»  pura  reamar  *  Ñapóles  dnpues  da  ba- 
Ikt  entregado  el  meada  «"n  jefe  á  Kujenio  I  negO  que  r|  emperador  sapo 
nía  partida  repentina,  que  podía  considerar  romo  nna  escandalosa  desrr 
•  i "ii  .  s,< lo  escribió  i mi  hermana  Carolina.  •  \unlro marido,  le  dij.»  ■ 
un  hombre  muy  \  a  I  ion  Ir  en  rl  campo  «lo  batalla,  poro  rs  mas  aporado  qor 
una  mujer  manilo  no  ve  al  enemigo  carreo  do  onloro/a.  •  —  ♦  Supongo  . 
lo  escribió  á  Mural .  qno  no  sot«  do  aquello»  qno  otea  que  ba  murrio  d 
lena  m  asi  ealrutaaei».  o*  equivocaríais  Me  habéis  liorbo  lodo  d  daño  qoe 
podane  desda  Bi  pulida  de  \\ilna:  H  dictado  «le  r.-y  os  ba  trastornado  h 
■  \Wr»    * 

i  rieron tención  era  mwy  fundada. 

M  dejar  d  puesto  eminonle  qoe  le  babia  confondo  d  emperador  Mu 
ni  había  atendido  mas  a  mi  corona  qoe  4  en  gloria,  y  le  ra  4  acceder  qoe 
poniera  la  ana  sin  precaver  la  otra  Por  lo  demás.  ,oom  qué  rapidez  se 
disparan  lo»  acontecimientos'  Napoleón  se  halla  todavía  en  loa 
día*  do  la  adversidad,  y  y  a  puede  antevor  todas  la*  amarguras  y 
que  le  tiene  resonadas  la  ingratitud  se  ba  internado  hasta  d  abo*  ea  loa 
que  todo  le  deben  .  encumbramiento ,  nombradla  y  fortuna  .  te  ba  apo 
dorado  dd  corazón  de  uno  de  sus  pariente»  y  abriga  la  traición.  ¿»ue  no 
dobo  esperar  tras  semejante  ejemplo  ? 

Us  aniones  dd  cuerna  lejislativo  se  abren  H  II  do  lebrero  bajo  esto» 
aciago»  auspicio»  Napoleón .  que  4  pesar  de  la  nulidad  silenciosa  de  aquella 
junta.  \c  todavía  en  olla  la  fantasma  de  la  ruidosa  democracia  a  quien  tapo 
en  otro  tiempo  la  bora  en  San  fjoud.  continua,  en  H  discurso  do  aportara, 
zahiriendo  las  teorías  liberales  qoe  con  tan  pora  ronsuleracion  trato  ante  d 
senado  y  d  consejo  de  estado.  Colpa  al  gabinete  inglés .  no  de  «eguir  los 
yerro»  de  la  política  de  Pitl  y  de  amotinar  or»Nünadaincole  ¿  lo»  rey  n  de 
antiguo  onion  contra  lo»  pueblos  que  han  roto  su  yugo  ó  que  ansian  estro 
liarlo  ,  sinrde  propagar  entre  aqudlos  el  espíritu  revolucionario  contra 
lo»  sobtTano».  Tomando  adesna»  ó  aparentando  tomar  por  un  mero  rapñ 
eho  de  la  fortuna  lo»  desmanes  qoe  acaba  de  padecer,  disimula  los  yerma 
do  aqndtos  diado»  cuya  cooperación  no  fué  activa  ni  franca  .  coa  le  espe- 
ran» de  contenerlos  en  d  dedive  de  la  desemoo  por  medio  de  añero»  y 
osrtarecido»  triunfos  .  y  se  muestra  bastante  amando  ea  d  pomaii  para 
ilecu  aun  con  Unta  alinea  como  pujanza  •  U  dinastía  francesa  rema  y 
reinarte»  Kspsoa  » 


558  HISTORIA 

Pero  para  sincerar  esta  confianza,  para  preparar  esos  nuevos  triunfos, 
no  bastan  levas  de  hombres,  se  necesitan  también  nuevos  recursos  peen 
niarios.  Napoleón  no  oculta  al  cuerpo  legislativo  sus  intentos  y  urjencias. 
« Deseo  la  paz,  le  dijo,  es  necesaria  al  mundo.  Cuatro  veces  la  he  propues- 
to desde  el  rompimiento  que  siguió  al  tratado  de  Amiens.  No  firmaré  nun- 
ca sino  una  paz  honrosa  y  conforme  á  los  intereses  y  á  la  grandeza  de  mi 
imperio,  i 


ni  n  ti  ni  a  mi, 
sino  .i  tu  noml) 


<  \l'lll  lii  Mili 


I  .mi >|>    •■  •    ilr    i*».» 


S     r 


f  kXks  NapoioM  en  lodo  d  dacww  <!»'  mi 

^^    %  if l.i  (HirlPutOM  y  abtolulanwnlr  pn»i»m 
.  IB*"  #     -  s^Bj?  otaollo  en  Unió  gratlo  como  m  la  roo 

¿  tiiMida  (lcs|)mporriooatla  que  ha  de 
&  orr  ahora  contra  rl 

*  Aciago  >  Miblimo  esoertárulo.  Todo  rosa 
I  lo  fué  ilailo  .il  hombre  rn  lesou.  ptijaaia , 
"■Ofíiinmiln '  y  numen .  Napoteoo   b 
■Inora  y  lo  paleotua    b 
ilrl  héroe «r  rnromhra mas y  Mas .  al  pcuoqur  vial 


560  HISTORIA 

tado  poderío.  Cífrase  en  él  esplendorosamente  la  grandiosidad  humana; 
echando  el  resto  de  su  brio  y  de  sus  mas  gallardas  proporciones  en  pugna 
con  las  potestades  sobrenaturales  que  la  doblegan  sin  humillarla. 

El  emperador  ha  manifestado  á  la  Francia  sus  fracasos,  su  voluntad  y 
sus  esperanzas.  Por  su  parte  el  pueblo  se  conmueve;  olvida  sus  agravios  y 
da  sus  hijos.  En  pocos  meses  se  forma  un  nuevo  ejército  que  está  pronto  a 
salir  á  campaña.  Los  restos  del  grande  ejército  lo  aguardan  en  el  Elba. 

Antes  de  salir  de  París,  Napoleón,  advertido  por  la  intentona  de  Mallet, 
trata  de  escudar  su  gobierno  contra  toda  continjencia  en  su  lejanía,  confian- 
do  el  ejercicio  de  la  potestad  suprema  á  la  emperatriz  María  Luisa,  nom- 
brando además  un  consejo  de  rejencia.  Para  descargarse  de  toda  zozobra 
relativaá  la  santa  sede,  procura  avenirse  con  Pió  VII,  y  logra  hacerle  firmar 
un  nuevo  concordato  que  se  publica  ejecutivamente,  por  mas  que  el  papa, 
retraído  por  nuevos  influjos,  haya  querido  ya  retractarlo. 

Pero  en  medio  de  los  grandiosos  preparativos  que  se  agolpan  bajo  su 
activo  é  irresistible  impulso,  Napoleón  prevé  que  llegando  al  Elba,  no 
solo  tendrá  delante  los  ejércitos  del  czar ,  sino  también  á  sus  aliados  de 
Berlin  y  Viena,  que  fueron  siempre  sus  enemigos  encubiertos  y  que  manifes- 
tarán ahora  sus  propensiones  hostiles.  No  le  parece  pues  suficiente  la  quin- 
ta de  trescientos  mil  hombres,  y  decreta  otra  de  ciento  y  ochenta  mil.  El 
pueblo,  aunque  ya  no  exhale  aquel  entusiasmo  de  los  tiempos  de  Marengo 
y  de  Austerlitz ,  se  allana  todavía  con  patriótica  resignación  al  nuevo  sa- 
crificio que  le  imponen  las  circunstancias.  Sin  embargo  las  clases  acomo- 
dadas, que  son  las  mas  interesadas  en  la  defensa  del  pais,  tratan  de  eximir- 
se con  sus  caudales  del  tributo  déla  quinta.  Todas  las  familias,  conmovidas 
con  los  próximos  peligros  del  soldado,  echan  el  resto  de  sus  recursos  para 
librar  á  los  suyos  del  servicio  militar.  No  ignora  Napoleón  que  esta  repug- 
nancia á  la  carrera  de  las  armas  se  aumenta  al  paso  que  crecen  los  ries- 
gos y  las  urjencias  del  imperio.  Pero  es  un  contajio  imposible  de  atajar,  y 
tan  solo  cabe  minorar  sus  efectos.  Si  los  pudientes  han  comprado  hasta 
ahora  muy  caro  el  derecho  de  quedar  ajenos  de  las  fatigas  del  soldado , 
cuando  la  salvación  del  estado  lo  requiere  puede  hacerse  este  derecho  me- 
nos absoluto  é  imposibilitarles  el  desentenderse  por  medio  de  su  oro  de 
la  lucha  sangrienta  en  que  está  empeñado  el  pais.  A  ellos  tocará  pues  dar 
un  continjente  de  diez  mil  hombres,  con  los  que  se  formarán^  cuatro  Teji- 
mientos de  guardias  de  honor ,  y  ningún  sacrificio  metálico  podrá  eximir 
de  este  servicio  estraordinario  á  los  hijos  de  familia  que  alistará  el  gobier- 
no. Un  senado  consulto  del  5  de  abril  de  \  84  5  corrobora  esta  providencia. 
Sin  embargo  el  estruendo  del  canon  del  Beresina  había  despertado  en 
Hartwell  al  caudillo  de  la  casa  de  Borbon  y  reanimado  sus  esperanzas.  Pa 
recióleen  adelante  posible  á  Luis  XVIII  la  contrarevolucion,  hasta  enton- 
ces enfrenada  con  el  ímpetu  arrollador  de  entereza  civil  y  de  heroismo  mi- 


I>F.  KAPOLROM 

litar  <  oneeptno  que  si  |;i  pnpn/a  guerrera  del  soldado  frano.-*  pcrraane 
« ia  inalterable  rn  medio  ilr  los  desmanes,  k  lo  nuim  *e  había  entibiado 
l»a*l/inlr  rl  HJlMJtMBO  paln<>ti.  «>  lid  •  w. ládano  para  qnerl  extranjero  o* 
poron/ase  no  encontrar  >a  en  I  i.nn  ti  .|  arranque  m.i\rr*al  que  liabia 
deshecho  todas  las  coligación,  s  anteriores  Preocupado  el  pretendiente  o >n 
•Mr  concepto .  publico  on  Inglaterra  }  fue  pregonando  por  rl  continente 
ina  proclama  rn  la  qoc  cstrcmaba  antr  todo  rl  cansancio  del  pueblo,  be 
.•oficiando  mañosamente  |f  opinión  \u\¿  ir  .pie  achacaba  a  Napoleón  la 
prolongación  do  la  uucrn.  )  pronn  tiendo,  entre  OtTM  partn  nhridadcs.  la 
.supresión  dt  la  quinta,  i  Kl  emperador  manifestó  desentenderé  de  la 
maña  publicación.  \  ni  siquiera  con  cs\,-  moti\o/e|.,  i  «••paró  á  Imanti 
«no*  realistas  que  había  empicado  en  la*  administraciones  y  a  los  que  ba 
Im.i  confiado  algunos  do  los  primeros  destino*  dd  oslado.  Poro  lo  i 
taba  pasando  en  Alemania  llamaba  si  mi  aten. -ion  \  omharizihi  mis  des 
>elos. 

Bramaba  la  tormenta  en  las  cuidado*  anseáticas .  ol  meló  de  la  Jornia 
ma.  minado  on  donde  qmci  .1  |»or  hermandade*  encubiertas,  se  hallaba  amo 
nazado  do  espantosa*  cspl.  m..:  .-.  \  aun  las  Immei  iones  populare*  ha 
bian  motivado  la  suspensión  de  la  constitución  on  la  W  dn  mou  militar 
llamburgo  Fncahczaha  aquel  movimiento  la  juventud  de  la*  universi 
«la. les .  pregonaba  odio  mortal  y  eterno  al  nombre  francés  y  al  yugo  cstran 
joro .  aclamando  las  idea*  liberales  que  habían  salvado  y  esclarecido  la 
misma  Francia.  Y  los  principo*,  armado*  contra  aquella*  nu*ma*  ideas,  fiv 
incntalwui  reservadamente  ó  favorocian  a  la*  claras  a  lo  que  han  llamado 
posteriormente  «amano*  populares.  • 

¡Kstraña  situación!  la  guerra  do  ISIS  no  o*  esencialmente  para  los 
royos  ma*  que  la  continuación  do  la  guerra  do  I7ír2  ¡  os  siempre  la  cuerra 
contra  la  revolución .  y  no  obstante  su  lenguaje  se  contrapone  on  eslremo 
al  de  Pdnitz  y  de  (ablenta.  Kn  vez  de  continuar  llamando  en  su  auxilio 
las  preocupaciones  políticas  y  relijiosas  de  los  pueblos  contra  la  democra 
cía  francesa .  están  ahora  ensalzando  y  enardeciendo  la  despreocupación. 
el  denuedo  filosófico  y  el  patriotismo  do  los  pueblos  on  nombre  de  M  li 
bertad  contra  H  despotismo  de  la  Francia,  la  libertad  ha  hecho  mas  que 
vencer  á  los  reyes;  loaba  condenado  a  la  hipocresía  \  ha  convertido  á  la* 
naciones,  descollando  en  Prona  aquella  mutación  Napoleón  ochará  de 
ver  harto  tardo  que  una  propaganda  sin  rebozo  le  hubiera  preparado  po 
domaos  auxiliare»  allí  tmsno  doode  sos  fracaso*  lo  atraviesan  implacables 
enemigo» .  y  entonce»  se  le  oirá  decir  con  posar  •  *i  >  erro  capital  fin-  qm 
zas  el  no  haber  destronado  al  rey  de  Prosia  cuando  tan  fácilmente  podía 
hacerlo.  Después  de  Fnedland  debia  quitar  la  Silesia  a  la  Pros»  y  regalar 
aquella  provincia  á  la  Sajorna:  el  rey  de  Prnsia  *  los  prusiano*  se  hall» 
han  harto  humillados  para  no  desagraviarse  á  la  primera  1  montar*    Si 

71 


562  HISTORIA 

yo  hubiera  obrado  así,  si  les  hubiese  dado  una  constitución  libre  y  descar- 
gado á  los  paisanos  de  la  esclavitud  feudal ,  la  nación  hubiera  quedado 
contenta. »  (O'Meara.) 

La  Prusia  es  pues  decididamente  enemiga  ,  y  no  solo  la  nación  que 
dejó  Napoleón  imprudente  en  cadenas,  sino  también  el  príncipe  que  man- 
tuvo jenerosamente  en  el  solio.  La  plataforma  de  reprobación  que  el  rey 
de  Prusia  manifestó  al  jeneral  Yorck  no  ha  podido  encubrir  por  mucho 
tiempo  las  propensiones  del  gabinete  de  Berlín  que  se  patentizan  diaria- 
mente con  actos  de  malevolencia  y  de  hostilidad.  El  emperador  está  an 
siando  vengarse  de  tamaña  deserción  y  castigar  al  impostor  que  la  ha  esta- 
do encubriendo  por  dos  meses.  Desde  los  primeros  dias  de  abril  solemniza 
con  un  paso  formal  la  guerra  que  el  monarca  prusiano  le  está  haciendo  efi- 
cazmente, sin  atreverse  á  declararla,  y  se  dispone  para  marchar  hacia  el 
Elba. 

Pero  asoma  otro  enemigo  entre  las  potencias  del  Norte.  Bernadotte  no 
se  ciñe  ya  á  negociar  con  los  Rusos,  quiere  pelear  contra  los  Franceses. 
En  agosto  de  4812,  en  el  famoso  avistamiento  de  Abo,  habia  dicho  á  Ale- 
jandro, que  se  mostraba  con  ánimo  resuelto  de  desechar  toda  propuesta 
pacíüca :  «  Esta  determinación  libertará  á  la  Europa.  »  Y  el  czar,  movi- 
do de  las  palabras  y  obsequiosos  modales  del  antiguo  soldado  de  la  re- 
pública francesa ,  le  dejó  afianzada  la  posesión  del  trono  de  Suecia,  y  aun 
le  hizo  esperanzar  la  corona  de  Francia.  Tras  los.  fracasos  de  la  campaña 
de  Moscou,  Bernadotte  conceptúa  llegada  la  hora  de  marchar  al  objeto  que 
ha  llegado  á  divisar  su  ambición,  y  bajo  la  apariencia  de  una  adhesión  es- 
clusiva  á  los  intereses  de  su  patria  adoptiva ,  procura  satisfacer  los  zelos 
inveterados  que  manifestó  eH  8  de  brumario,  y  realizar  las  quiméricas  es- 
peranzas con  que  le  ha  halagado  un  príncipe  mañoso.  «Si  hubiera  tenido  el 
juicio  y  el  alma  al  par  de  la  situación,  dijo  Napoleón,  si  hubiera  sido  buen 
Sueco ,  como  lo  ha  estado  aparentando ,  podia  restablecer  el  esplendor  y 
poderío  de  su  nueva  patria,  recobrar  la  Finlandia  y  acuartelarse  en  Pe- 
tersburgo  antes  que  yo  llegara  á  Moscou.  Pero  abriga  enconos^personales, 
una  necia  vanagloria  y  pasiones  mezquinas.  Se  le  trastorna  la  cabeza  al 
verse  solicitado  por  soberanos  de  antiguo  linaje  y  conferenciando  política 
y  amistosamente  con  un  emperador  de  todas  las  Rusias  que  no  le  escasea 
la  lisonja. » 

Antes  de  entrar  en  lid  y  alistarse  bajo  las  banderas  de  los  enemigos  de 
la  Francia,  Bernadotte  quiso  cohonestar  su  determinación  á  los  ojos  déla 
Europa  y  de  la  posteridad,  acudiendo  á  los  intereses  comerciales  de  la  Sue- 
cia, comprometidos  por  el  bloqueo  continental.  En  su  consecuencia  escri- 
bió á  Napoleón  una  carta  que  debia  servir  de  preámbulo  apologético  á  su 
conducta,  y  en  la  que  tildaba  al  que  fué  alternativamente  su  competidor  y 
su  amo  de  haber  acarreado  todas  las  guerras  anteriores  y  haber  derra- 


DE  ÑAPO  I  »  iiv 
mulo  l.i  «angra  de  un  millón  de  hombre*  por  H  rulo  de  un  «otean  que 
lastimaba  lo*  derecho*  y  arruinaba  d  coasemo  de  todas  la*  naciones,  «la» 
•  alamidadcs  d«  I  con  ti  nenia,  deria  al  terminar,  están  rlamandopor  lapai. 
y  vuestra  Majestad  no  debe  menospreciarla. . 

Napoleón  no  rechataba  le  peí;  mas  la  apetecía  á  pesar  de  su*  quebrae 
tos  como  en  medio  do  sus  triunfos ,  al  tenor  de  todo  lo  contratado  en  Til- 
nU  .  >  Bemadotte.  que  había  endiosado  á  Alejandro  por  mi  per***vcrancia 
guerrera  ,  sabia  muy  bien  que  no  debia  acharársela  roí:  Un  nación  de  las 
hostilidades  «I  gabinete  de  las  Tuileries.  sino  é  lo*  que  ninaun  caso  liarían 
de  la  fe  prometida  en  Tdsilt  \  de  la  amistad  jurmla  en  Kxfurth 

Solo  en  el  campo  de  batalla  podía  responder  Napoleón  a  las  amargui 
sima»  recomendónos  \  cargos  en  estremo  violentos  que  Ir  disparaba  *o 
aotigDO  teniente  el  cual  iba  á  entregar  á  nuestros  enemigo*,  según  lases- 
presiones  del  Memorial,  «la  llave  de  nnestra  política  >  la  táctica  ile  noc* 
tros  ejercito*,  y  mostrarles  H  camino  del  suelo  sagrado  •  FJ  emperador  sa 
lio  de  Sin  r.loud  a  mediado*  de  abril,  para  correr  á  la  nuera  cita  que  la 
Kuropa  septentrional  le  daba  en  Alemania. 

FJ  ejército  francés,  precisado  á  dejar  crecidas  guarniciones  en  les  pía 
xas  fuertes  qne  iba  dejando  á  retaguardia  desde  DanUuH.  hasta  Magda- 
hurgo  .  se  hallaba  entonces  situado  sobre  d  Saal  á  las  ordene*  del  1  n< ) 
Dresde  y  leipsiok  estaban  en  poder  de  los  Prusianos  y  de  los  Rusos .  el 
re*  -le  Sajorna  babel  tenido  que  Besa lapam  -ns  estados  en  bosca  de  abrí 
go  bajo  la*  banderas  francesas .  por  todas  partí**  lo?,  enemigos  do  Napoleón 
ganaban  terreno  y  se  aprovechaban  de  su  ausencia. 

Pero  Napoleón  va  á  presentarse  otra  ve/  en  el  campo  Mega  i  Frfnrth 
el  23  de  abril,  en  tanto  que  el  mariscal  \ey  se  apodera  de  NVeissenfels. 
tras  una  refriega  que  le  hace  prorumpir  en  «que  jamás  vio  jautamente 
igual  entusiasmo  y  serenidad  en  la  infantería.  •  \  la  saeta  campana  se 
halla  a*i  esclarecidamente  abierta  por  el  mismo  soldado  que  cerró  valero 
sámente  la  última  en  medio  de  tantísimo  fracaso  Kl  resultado  de  este  |>n 
mer  triunfo  es  arrojar  al  enemigo  á  la  orilla  derecha  dd  Saal  y  efectuar 
la  reunión  dd  ejército  que  d  virey  acaudilló  desde  Polonia  con  el  que 
trajo  d  emperador  de  Francia. 

Napoleón  traslade  so  coarto!  jeneral  á  Wetsscnfds  r  manda  echar  tres 
puentes  soj)re  d  Saal  Allí  sabe  uno  de  aquellos  rasgos  de  valor  y  de  ar- 
rojo que  rebosan  en  nuestros  rejistros  militares  y  que  le  dio  motno  para 
probar  ea  satisfacción  dd  orgullo  nacional  que  la  infausta  suerte  ea  nada 
trocó  la  superioridad  gallarda  y  d  temple  incontrastable  dd  soldado  fran 
cea.  Un  coronel  prusiano,  á  la  caben  de  cien  basares,  acorrala  i  quince 
granaderos  del  l  .1  de  linea,  entre  Saalfdd  y  Jena.  y  le*  grita  quese  tiadea 
la  respuesta  dd  sárjenlo  es  apuntarle  y  tenderlo  muerto  íj»  demás  era 


5ÍÍ4  HISTORIA 

naderos  empiezan  al  instante  un  fuego  graneado,  matan  á  siete  Prusianos 
y  los  demás  huyen. 

El  Io.  de  mayo,  el  mariscal  Ney  prosiguiendo  sus  triunfos  en  presen 
cia  de  Napoleón ,  se  adelanta  con  la  división  de  Souham  formada  en  cua 
tro  cuadros.  Atraviesa  á  paso  de  ataque ,  y  clamando  viva  el  emperador, 
el  desfiladero  de  Poserna,  defendido  por  seis  piezas  de  artillería  y  treslíneas 
de  caballería.  Síguenle  las  divisiones  de  Gerard ,  Marchand ,  Brenier  y 
Ricard,  y  en  pocas  horas  quince  mil  caballos,  á  las  órdenes  de  Wintziuge- 
rode,  quedan  arrojados  por  quince  mil  infantesde  la  grandiosa  llanura  que 
se  estiende  desde  Weissenfels  hasta  el  Elba.  La  caballería  de  la  guardia, 
mandada  por  el  mariscal  Bessieres,  sostiene  nuestra  infantería,aunque  no 
está  comprometida,  y  padece  el  quebranto  principal  de  aquel  dia.  Por 
una  de  las  fatalidades  en  que  abunda  la  historia  de  la  guerra,  dice  Ñapo 
león  en  su  parte  á  la  emperatriz ,  el  primer  cañonazo  que  se  ha  tirado  en 
este  dia  ha  cortado  la  muñeca  al  duque  de  Istria,  y  traspasándole  el  pecho 
lo  ha  tendido  muerto  ,  por  haberse  adelantado  á  quinientos  pasos  para 
reconocer  la  llanura.  Este  jeneral,  á  quien  fundadamente  se  debe  apellidar 
el  denodado,  era  recomendable,  no  solo  por  su  tino  militar,  por  su  espe 
riencia  en  el  arma  de  caballería,  sino  también  por  sus  prendas  civiles  y 
su  afecto  al  emperador.  Su  muerte  en  el  campo  del  honor  es  la  mas  envi 
diable ,  siendo  tan  ejecutiva  que  no  debió  de  sentir  dolor  alguno.  Pocas 


I)K  NAPOLEÓN  MB 

l>érdid&s  ha  sentido  tanto  el  emperador   Kl  ejercito  y  toda  la  Francia  par 
u  dd  dolor  que  lin  experimentado  su  Majestad 

l  ii  l.i  noche  del  t°.  al  2  de  ma\n.  Napoleón  sentó  sus  reales en 
•  le  qoe  «ramos  dueño*  á  eOMOCUioaa  del  encuentro  de  la 
guardia  Joven  y  la  antigua  cercaban  al  emperador  y  formaban  la 
.1.1  ejercito.  Ney,  situado  al  centro,  ocupaba  á  Kaia;  el  vi  rey  mandaba  la 
izquierda  ajMiy.idíi  al  I  Nter  II  1  ;>  las  diez  de  la  mañana,  en  aquella  mi» 
ma  llanura  afamada  con  la  victoria  de  Oustavo  Adolfo,  se  puso  en  morí 
míenlo  el  ejercito  n  la  usía  del  emperador  de  Husia  y  del  re\  de  Prnsia 
que  liabian  venido  á  reanimar  con  su  presencia  d  denuedo  de  su*  sóida 
do*.  Kl  ataque  principal  de  los  coligados  se  dirijio  contra  el  centro  del 
ejercito  francés.  (Grandiosas  moles  de  Rusos  y  Prusianos  marcharon  en  co- 
lumna cerrada  hacia  kaia,  en  donde  el  mariscal  Ney  tuvo  que  eontrarestar 
un  embate  tremendo.  Kl  enemigo,  favorecido  al  par  por  el  numero).  1 1. 1 
i  en.) .  daba  por  suyo  el  triunfo.  Incontrastable  asomaba  su  caballería,  y  la 
nuestra  sr  había  quedado  entre  los  hielos  \  m.  \  es  de  la  Rusia.  Pero  al  des- 
puntar la  refriega ,  el  emperador  habia  dicho  á  sus  tropas  i  «  Esta  es  una 
batalla  de  Egipto,  una  bizarra  infantería  tiene  que  contar  consigo  misma.  • 
Y  las  tropas  ansiaban  á  porfía  dejar  airoso  el  dicho  del  sumo  capitán,  la 
aldea  de  Kaia  fué  tomada  y  recobrada  varias  veces;  al  fin  quedó  duefio  de 
ella  el  jeneral  (.erard,  el  cual,  aunque  herido  de  vahos  tiros,  no  quiso  re- 
tirarse dd  campo  de  lxitalla ,  diciendo  que  habia  llegado  d  trance  para  to- 
dos los  Franceses  esforzados  de  vencer  ó  morir. 

A  pesar  de  esta  primera  ventaja  y  del  denuedo  de  las  cinco  divisiones 
del  cuerpo  dd  mariscal  Ney ,  faltaba  mucho  para  que  la  victoria  quedase 
decidida  a  favor  de  nuestras  armas.  I  .os  Rusos  no  se  cansaban  de  pelear 
y  acometían  encarnizadamente  á  nuestro  centro  esperanzados  de  arrollar 
lo.  Por  un  momento  pudieron  conceptuar  que  el  éxito  coronaba  su  por 
liado  tesón.  Algunos  batallones  abrumados  con  el  número  se  dispersaron  . 
y  la  aldea  de  Kaia  paró  otra  vez  en  manos  del  enemigo ,  pero  Napoleón  se 
presenta  y  cuantos  habían  (laqueado  se  rehacen  {Mira  marchar  adelante  al 
eco  de  viva  el  emperador  Harto  era  el  haber  atajado  aquel  principio  de 
da  i  ota :  ahora  se  trata  de  ganar  la  batalla  con  una  maniobra  terminante 
Mientras  que  d  principe  Kujenio  y  el  mariscal  Macdonald  acometen  las 
alas  y  la  rjperva  dd  enemigo ,  y  el  jeneral  Rertrand  acude  para  ponerse 
en  linea  de  batalla,  manda  Napoleón  al  mariscal  Mortier  que  tome  la 
guardia  joven  y  se  descuelgue  sobre  kaia,  la  tome  y  pase  por  las  anees  á 
todos  los  que  se  resistan.  Encarga  después  á  su  edecán,  d  jeneral  Drooot, 
que  coloque  una  batería  de  ochenta  piezas  delante  de  la 
que  debe  sostener  d  centro  al  arrimo  de  nuestra  caballería 
talla  á  la  espalda.  Estas  órdenes  se  ejecutan  sobre  la  marcha .  la  batería 
asertada  por  loajOMrolr  i  imlauíov,  Dreeot  \  Devaen  disparad  fttm  ¡ 


56G  HISTORIA 

la  muerte  sobre  las  filas  enemigas.  Ceden  nuevamente  Rusos  y  Prusianos 
y  se  desbaratau,  aunque  no  parcial  y  momentáneamente,  como  lo  habian 
hecho  algunos  batallones  nuestros,  sino  con  definitiva  jeneralidad.  Mortiei 
recobra  á  Kaia  sin  disparar  un  tiro,  y  el  jeneral  Bertrand  llega  á  tiempo 
para  completar  la  derrota  de  los  vencidos. 

Esta  victoria  regocija  á  Napoleón  por  hallar  en  su  nueva  soldadesca 
todo  el  denuedo  de  sus  antiguos  compañeros  de  armas.  « Hace  veinte  años 
que  estoy  mandando  los  ejércitos  franceses,  dijo,  y  nunca  vi  tanto  arrojo 
y  denuedo. » Era  el  grande  ejército  que  reasomaba  para  desengaño  de  cuan- 
tos lo  conceptuaban  sepultado  para  siempre  en  los  desiertos  del  Norte.  Con 
él  se  lisonjea  el  emperador  de  que  va  á  restablecer  colmadamente  el  pres- 
tijio  de  su  nombre  y  el  predominio  de  su  soberanía  en  Europa.  « Si  todos 
los  monarcas  y  ministros  que  manejan  sus  gabinetes,  dijo,  pudieran  ha 
ber  presenciado  este  campo  de  batalla,  desesperan zarian  de  hacer  de  nue- 
vo cejar  la  estrella  de  la  Francia. »  (Parte  de  oficio. )  Una  hueste  de  ciento 
y  cincuenta  á  doscientos  mil  hombres  quedaba  completamente  derrotada 
por  menos  de  la  mitad  del  ejército  francés,  ya  tan  considerablemente  re 
(lucido  por  el  malogro  de  la  última  campaña.  Los  Rusos  y  Prusianos  ha 
bian  perdido  treinta  mil  hombres  entre  muertos  y  heridos  ;  los  Franceses 
tuvieron  diez  mil  hombres  fuera  de  combate. 

Al  dia  después  de  este  memorable  trance ,  se  esplayó  el  emperador  con 
su  ejército  en  uno  de  aquellos  solemnes  desahogos  que  se  complacía  en 
renovar ,  porque  conocía  su  májico  influjo,  y  cuyo  temple  de  sublime  her 
mandad,  siempre  formidable  para  el  enemigo,  era  el  mejor  galardón  para 
el  soldado  francés,  engreído  con  verse  vitoreado  á  la  faz  del  mundo  por  el 
hombre  grande ,  blanco  del  asombro  jeneral.  He  aquí  un  estracto  de  la 
proclama  que  se  publicó  el  3  de  mayo  en  el  cuartel  imperial  de  Lutzen: 


DI     NM'nl  IMS 


•  YMax  muy  pagftdo  de  vosotros  Habéis  sobrepujado  á  wm 
xa».  A  todo  habri*  suplido  ron  vuestra  srdirnU»  volnnud  y  ▼■Ostro  aV 
Daedo  I  iirl,, Irhre 2 de  mayo  haláis  íWTrot«ílo lo» «Jírritt»  roso  y  pro 
Mano  mandado»  por  o)  emperador  Alejandro  y  d  rey  de  Prima  Haba» 
añadido  nn  nuevo  timbre  al  esplendor  de  mi»  águila»  llahei»  moatrado  á 
manto  alcana  el  denuedo  francés,  la  batalla  da  tabeo  será  colocada  «o 
bre  la»  de  AostertiU  ,  Jeoa,  Kriedlaod  y  Most.um 


vy 


CAPITULO  XLIV. 


Continaacion  de  la  campaña  de  1813. 


atidas  en  Lutzen  las  huestes  de  Alejan- 
dro y  de  Federico  Guillermo,  pasaron 
atropelladamente  la  orilla  derecha  del 
Elba.  EN  \  de  mayo,  Napoleón  se  apo 
deró  de  Dresde.  y  al  dia  siguiente  salió 
al  encuentro  del  rey  de  Sajorna,  quien 
hizo  su  entrada  solemne  en  su  capital 
con  repique  de  campanas  y  vitoreado 
Ipor  un  jentío  inmenso.  El  emperador  se 
^¡ií  mantuvo  invariablemente  á  caballo  j un- 
to á  tan  venerable  príncipe,  y  lo  acompañó  así  hasta  su  palacio. 

Tras  aquella  reposición  triunfal  de  su  fiel  aliado,  el  primer  uso  que 
hizo  Napoleón  de  su  victoria  fué  proponer  á  los  vencidos  la  reunión  in- 


I   I 


l>K  NAPOLEÓN  •"*» 

mediata  de  un  rongi^o  60  Praga  pura  negociar  la  paz  ¿enera).  Pero 
li".  i»íi  «virolentos  del  vencedor  «Ir  l.ut/rn  fueron  recibido*  como  lo  habían 
lido  los  dtl  conquistador  » 1«-  NotODO  Sun  advirtió  Napoleón  |»or  lo*  ama 
no*  diplomático*,  cuya  interioridad  Ir  comunicaban  sus  ajenies,  que  «la 
•urna  enramada  de  llores  sobre  que  había  colocado  el  "pié  al  casarse,  •  ca- 
UÜM  •  -n  ademan  de  abrirse  ante  sus  plantas,  y  se  arerraba  la  hora  de  aban 
donarle  su  augusto  negro.  Disimulo  sin  embargo  mis  agravios  y  ioxo 
bras  contentándose  con  rimar  ni  principe  Kujenio  á  Italia,  enrargado  de 

organizar  un  ejército  defrnsivo  parad  0M061  <|i I  \ustria  llegara  ¿de 

rlararse  contra  nosotros.  Al  separarse  del  vircy ,  Napoleón  le  dio  una  prnr 
ba  aeftalada  de  satisfacción  por  los  eminentes  servicios  que  había  hecho 

*  I  •  i  i  cito  desde  el  principio  de  la  última  campana  ¡  rnjio  en  ducado  H  pa 
lacio  de  Bolonia  y  la  potaflOO  di  falliera,  nerlenecienle  a  su  dominio  prí 
vado,  regalándoselo  á  la  princesa  de  Bolonia,  hija  pnmojénita  de  I  uj. 
Dio 

II  emperador  se  hallaba  todavía  en  Dresde  cuando  supo  la  rapitulacion 
de  Spandau.  Aquel  acontecimiento  era  un  ejemplar  muy  aciago  para  las 
demás  guarniciones,  y  le  destemplo  en  tal  estremo  que  mando  prender  y 
comparecer  ante  una  comisión  de  mariscales  al  jeneral  que  mandaba  la 
plaza  y  á  los  individuos  drl  consejo  de  defensa  que  no  habían  protestado. 

•  Si  la  guarnición  de  Spandau ,  dijo  después ,  ha  rendido  sin  estar  sitiada 
una  plaza  fuerte  cercada  de  pantanos,)'  si  ha  firmado  una  capitulación  qur 
daba  procesarse  y  sentenciarse,  muy  diverso  ba  venido  á  ser  el  desempe- 
ño de  la  guarnición  de  Wittcmberg.  Kl  jeneral  Ijpoype  se  ba  portado á  las 
mil  maravillas ,  y  ha  sostenido  el  honor  de  las  armas  en  la  defensa  de 
aquel  punto  importante,  el  cual  por  lo  demás  es  una  plaza  ruin  con  solo 
un  recinto  medio  derruido,  sin  que  le  cupiese  mas  resistencia  que  la  drl 
tesón  de  sus  defensores.  *  (Parte  oficial  á  la  emperatriz,  i 

Napoleón .  desesperanzado  ya  de  sus  pacificas  proposiciones  ,  salió  de 
Dresde  el  48  de  mayo  para  marchar  á  la  Lusacia  y  proseguir  el  rumbo  de 
sus  oprrariones  militan1*.  Ku  pocos  días  alcanzó  nuevos  y  esclarecidos 
triunfos.  Kl  !9,Lauriston  habia  derrotado  al  jeneral  Yorck  en  Wrissy  .  el 
¿0  y  '21 ,  el  emperador  ganó  personalmente  las  batallas  dr  Bautzen  y  de 
NN  urtcheu;  el  ti,  la  retaguardia  de  los  Busos.acosada  por  el  jeneral  Bey  mer. 
fué  por  finjalcanzada  y  derrotada  en  las  alturas  de  Beichenbacli.  Pero  el 
fin  de  este  dia  fué  señalado  con  una  nueva  ¡ardida, todavía  mas  cruel  para 
Napoleón  que  cuantas  había  padecido  hasta  entonces ,  y  mas  dolorosa  pa- 
ra su  corazón  que  las  de  Bessiem  y  Lannes.  A  las  siete  de  la  tarde,  el  grao 
mariscal  del  palacio,  Duroc.se  hallaba  conversando  sobre  un  cerro  fuera 
de  tiro  de  canon  con  H  mariscal  Portier  y  el  jeneral  kirgener ;  se  habían 
apeado  cuando  uoa  bala  paso  rozando  al  duque  de  Tretisa ,  le  abrió  el 
\  iniiiv  a  Duroc.  v  tendió  al  jeueral  Kirgeoer,  que  murió  en  el  acto. 

Tí 


570  HISTORIA 

Luego  que  el  emperador  supo  aquel  fracaso,  acudió  á  ver  á  Duroc,  que 
respiraba  todavía  y  conservaba  toda  su  serenidad.  Duroc  apretó  la  mano 
de  Napoleón  y  se  la  llevó  á  sus  labios,  o  Toda  mi  vida,  le  dijo,  se  vinculó 
en  servicio  vuestro ,  y  tan  solo  me  apesadumbro  por  la  utilidad  que  pu- 
diera rendiros  todavía.  —  Duroc,  respondió  el  emperador,  hay  otra  vida, 
y  allí  iréis  á  aguardarme,  donde  nos  volveremos  á  hallar  algún  dia.  —Sí 


•ÉIll 


señor,  pero  será  dentro  de  treinta  años,  cuando  vuestra  Majestad  haya 
triunfado  de  sus  enemigos  y  realizado  todas  las  esperanzas  de  nuestra  pa- 
tria  He  vivido  pundonorosamente  y  de  nada  me  culpo.  Dejo  una  hija  , 

vuestra  Majestad  le  servirá  de  padre. » 

Napoleón  ,  entrañablemente  conmovido ,  estrechó  entonces  la  mano 
derecha  de  Duroc  y  permaneció  por  un  cuarto  de  hora  apoyada  la  cabeza 
sobre  la  mano  izquierda  de  su  antiguo  compañero,  sin  poder  pronunciar 
una  palabra.  Duroc  fué  el  primero  que  rompió  aquel  silencio  pt^a  escusar 
por  mas  tiempo  el  dolor  al  corazón  del  grande  hombre  que  no  habia  ce- 
sado de  ser  su  amigo,  aun  siendo  su  amo.  « Ah,  señor,  le  dijo,  idos,  este 
espectáculo  os  acongoja. »  Napoleón  cedió  á  esta  última  súplica  de  la 
amistad,  y  se  desvió  de  Duroc  sin  poderle  decir  mas  que  estas  palabras  • 
«  Adiós,  amigo  mió , »  y  tuvo  que  apoyarse  sobre  el  mariscal  Soult  y  Cau- 
lincourt  para  volver  á  su  tienda,  en  donde  no  quiso  recibir  á  nadie  en 
toda  la  noche. 


DS  NU'ol  I  »>\  tl\ 

V I  día  siguientc.cl  jcncral  Rc\  nicr  alcanzo  una  oweva  %  ictof m  sobra  lo» 
llu**srn  el  reencuentro  de  tiorlit;  H '2 1 .  el  marwcal  Ncy  pasó  el  Netas,  y 
«'I  25  por  U  mañana  se  hallalia  ni  la  orilla  opuesta  del  <¿uem  y  entraba 
en  Hiini/lau.  a  donde  llego  |»or  la  tarde  el  emperador  Kn  aquella  ciudad 
había  muerto  el  anciano  biittisow  algunas  semanas  ante* 

I  n  le\c  (bman  padecido  ri  96  por  el  jcncral  Maison  delante  ile  la  nn 
ilad  ilo  lia) ñau  no  detuvo  mucho  tiempo  la  carrera  de  km  triunfo*  y  la 
marrha  victoriosa  dd  ej.-rcito  francés  Do»  días  después.  H  jeneral  Sebas 
tiani  «apoderó  de  nn  convoy  importante  m  sproltan  .  mientras  fM  4 
mariscal  Oudinot  derrotaba  en  lloyerswerda  el  cuerpo  prusiano  «lo  Rulo» 

Kl  sobresalto  que  w  había  manifestado  en  Rerlin  iba  trascendiendo  á 
Hreslau.  amenazado  por  I  amisión  los  soberanos  aliados,  qw  rst.Mieran 
siempre  denodados  para  guerrear  á  todo  trance  hasta  que  el  dererho  pn 
bheo  de  la  antigua  F.uropa  ilcsbancase  al  sistema  francés .  conocieron  M 
embargo  la  pnxiána  de  suspender  las  hostilidades.  \  a  para  rehacerse  de 
las  derrotas  diarias  que  andaban  padeciendo  de  un  mes  a  aquella  pnrt.\  j  • 
para  proporcionar  á  la  circunspección  austríaca  el  plazo  necesario  para  ir 
preparando  la  deserción  que  debía  revolver  contra  Napoleón  todos  lo»  lan 
ees  de  la  campana  Kl  ¿9  a  las  diez  de  la  mañana,  el  conde  SchouwaloíT. 
edecán  del  emperador  de  Rusia.)  el  jeneral  prusiano  klcist  se  presentaron 
en  las  avanzadas  francesas  para  proponer  un  armisticio,  que  el  duque  de 
v  icenzo  negoció  con  ellos .  primero  en  d  convento  ele  Waldstadt  cerní  de 
ügnits.  y  ilespues  en  la  aldea  neutral  de  Peicherwife,  en  donde  se  firmo 
el  i  de  jumo  .  tres  dias  después  <le  la  entrada  de  l-aunston  en  la  capital 
de  la  Silesia. 

Kl  término  del  armisticio  so  fijó  al  ¿o  de  julio.  Napoleón  insistí i 

que  se  admitiese  H  ofrecimiento  de  un  congreso  en  Praga,  y  para  dificultar 
la  marcha  lóbrega  y  enemiga  del  consejo  áulico,  propoao  que  se  refiriesen 
a  la  mediación  del  emperador  de  Austria. 

I  «a  diplomacia  estranjera  evitó  la  propuesta,  pues  tan  solo  ansiaba  ga 
nar  tiempo,  y  con  este  objeto  Mr.  de  Metternich  supo  aprovechar  los  mira 
tinentos  y  consideraciones  que  Napoleón  guardaba  con  su  Magro  para  al 
■mu/ ir  del  \eneedor  de  tafeen  y  de  Raufeeu  la  próroga  dd  armisti.  jo 
hasta  el  10  de  agosto.  Pero  vencido  aquel  plazo,  hallando  la  Prima  y  la 
Rusta  <] infestaba  bastante  menoscabado  el  concepto  ,!■  ,m. -tros  primeros 
triunfos.  \  habiendo  ajustado  el  Austria  á  su  albedrio  toda*  bu  medidas 
para  disponer  cabalmente  su  deserción  y  hacer  que  redundase  en  todo  d 
quebranto  asequible  al  ejército  francés,  los  jenerales  de  Meandro  y  de 
Federico  Guillermo  pregonaron  el  termino  ild  armisticio  el  II  de  agosto 
a  las  doce,  mientras  que  ,\  ministro  del  emperador  Francisco  pasaba  a 
mi.Mro  embajador  cerca  de  la  corte  de  Viena.  Mr  de  Narbonne.  ladéela 
i  <•  nn  de  guerra  dH  gabinete  attstt  i.i.  o  ..Mitra  U  Francia.   Entonce*  fu,- 


I     I 


570  HISTORIA 

Luego  que  el  emperador  supo  aquel  fracaso,  acudió  á  ver  á  Duroe,  que 
respiraba  todavía  y  conservaba  toda  su  serenidad.  Duroc  apretó  la  mano 
de  Napoleón  y  se  la  llevó  á  sus  labios.  «Toda  mi  vida,  le  dijo,  se  vinculó 
en  servicio  vuestro ,  y  tan  solo  me  apesadumbro  por  la  utilidad  que  pu- 
diera rendiros  todavía. —Duroc,  respondió  el  emperador,  hay  otra  vida, 
y  allí  iréis  á  aguardarme,  donde  nos  volveremos  á  hallar  algún  dia.  —Sí 


señor,  pero  será  dentro  de  treinta  años,  cuando  vuestra  Majestad  haya 
triunfado  de  sus  enemigos  y  realizado  todas  las  esperanzas  de  nue  stra  pa- 
tria  He  vivido  pundonorosamente  y  de  nada  me  culpo.  Dejo  una  hija  , 

vuestra  Majestad  le  servirá  de  padre. » 

Napoleón,  entrañablemente  conmovido,  estrechó  entonces  la  mano 
derecha  de  Duroe  y  permaneció  por  un  cuarto  de  hora  apoyada  la  cabeza 
sobre  la  mano  izquierda  de  su  antiguo  compañero,  sin  poder  pronunciar 
una  palabra.  Duroc  fué  el  primero  que  rompió  aquel  silencio  p&a  escusar 
por  mas  tiempo  el  dolor  al  corazón  del  grande  hombre  que  no  habia  ce 
sado  de  ser  su  amigo,  aun  siendo  su  amo.  « Ah,  señor,  le  dijo,  idos,  este 
espectáculo  os  acongoja. »  Napoleón  cedió  á  esta  última  súplica  de  la 
amistad ,  y  se  desvió  de  Duroc  sin  poderle  decir  mas  que  estas  palabras  ■ 
«  Adiós ,  amigo  mió , »  y  tuvo  que  apoyarse  sobre  el  mariscal  Soult  y  Cau- 
lincourt  para  volver  á  su  tienda,  en  donde  no  quiso  recibir  á  nadie  en 
toda  la  noche. 


DI     \  IPOI  I  «»N  .71 

\  I  «lia  siguiente. el  jeneral  Re*  nicr  alranto  una  nueva  v  ic  loria  «obre  los 

Husos  en  el  reencuentro  de  t.orli»/  H  '21.  rl  mariscal  Ney  pasó  el  Neis*,  y 

I  i »  por  la  maAaoa  w  hallaba  en  le  orilla  opuesta  del  (¿uets*  y  entraba 

mi  itiini/lau.  a  donde  llego  por  la  Unir  rl  emperador.  Kn  aquella  dodttl 

había  muerto  rl  anciano  kutiisou  algunas  semana*  antes 

l  n  leve  desmán  padecido  rl  ¿i.  por  el  jeneral  Maison  iWanle  de  la  dn 
dad  de  lia) ñau  no  ('rimo  mu.  lio  tiempo  la  carrera  de  los  triunfos  y  la 
marcha  victoriosa  dd  ejército  francés  Dos  días  después,  d  jeneral  Seba* 
liant  se  apoilert»  de  un  convoy  importante  en  Sproltau  .  mientras  que  d 
mariscal  Oudinot  drrrotalia  en  lloycrswerda  el  cuerpo  prusiano  do  linio»  . 

Kl  sobresalto  que  se  habia  manifestado  en  Iterlin  iba  trascendiendo  á 
Hrcslau,  amenazado  por  I  amisión  Los  soberanos  aliado*. que  estuvieran 
siempre  denodados  para  guerrear  á  lodo  tranee  hasta  que  el  drrr»  ho  pii 
Miro  de  la  antigua  F.uropa  deshancase  al  sistema  francés,  conocieron  M 
embargo  la  preci.sion  de  tojpcojdct  las  hostilidades,  ya  para  rehacerse,  de 
las  derrotas  diarias  que  andaban  padeciendo  de  un  mes  a  aquella  parte,  ya 
para  proporcionar  n  la  eireunspeccion  austríaca  el  plazo  necesario  para  ir 
preparando  la  deserción  que  debía  revolver  eontra  Napoleón  todos  los  lan 
res  de  la  campaña  Kl  'i9  a  las  die*  de  la  mañana,  el  conde  Schouwaloff. 
edecán  dd  emperador  de  Rusia. y  d  jeneral  prusiano  Kleisl  se  presentaron 
en  las  avanzadas  francesas  para  |>roponer  un  armisticio,  que  el  duque  da 
\  icenio  negoció  con  dios .  primero  en  d  convenio  de  Waldstadt  cerra  de 
Ügnitz,  y  después  en  la  aldea  neutral  de  Pcicherwitz.  en  donde  se  firmo 
el  I  de  junio  .  tres  días  después  de  la  entrada  de  l.auriston  en  la  capital 
de  1 1  nI.m.i 

Kl  término  del  armisticio  su  fijó  al  *JO  de  julio  Napoleón  insistió  en 
que  se  admitiese  el  ofrecimiento  de  un  congreso  en  Praga,  y  para  dificultar 
la  marcha  lóbrega  y  enemiga  del  consejo  .mino,  propuso  que  se  refiriesen 
a  la  mediación  del  emperador  «le  Austria. 

I  i  diplomacia  estranjera  evitó  la  propuesta,  pues  tan  solo  instaba  ga 
nar  tiempo,  y  con  este  objeto  Mr.  de  Mcttrrnirh  supo  aprovechar  los  inir.i 
mu  utos  j  •  onsideradones  que  Napoleón  guanlaba  con  su  suegro  para  al 
cantar  dd  vencedor  de  tafeen  y  de  RauUen  la  próroga  del  eramtfa  ¡o 
hasta  el  10  de  agosto.  Pero  venado  aquel  plazo,  hallando  la  Prvsia  y  la 
Rusia  quefestaba  bastante  menoscabado  el  concepto  de  nuestros  primeros 
tnnnfos.  \  habiendo  ajustado  el  Austria  a  su  albedrio  todas  bis  medidas 
para  disponer  cabalmente  su  deserción  y  hacer  que  redundase  en  todo  d 
quebranto  asequible  al  ejército  francés,  los  jenerales  de  vlcjandro  y  de 
Federico  Guillermo  pregonaron  el  termino  ild  armisticio  d  1 1  de  agosto 
a  las  doce,  mientras  que  d  ministro  del  emperador  Francisco  pasaba  a 
nuestro  embajador  cerca  de  la  corte  de  Viena.  Mr  de  Narbonnc.  laoWla 
i  i.  ion  de  guerra  del  gabinete  austríaco  contra  la  Francia    Fnlimrrs  fu. 


572  HISTORIA 

cuando  Napoleón  descubrió  toda  la  profundidad  del  abismo  sobre  el  cual 
habia  colocado  el  pié  al  enlazarse  con  la  casa  de  Lorena,  tratando  de  en- 
jertar la  brillantez  de  su  alcurnia  lozana  sobre  el  orgullo  de  los  antiguos 
linajes  soberanos. 

Un  acontecimiento  judicial  acababa  de  causar  grande  escándalo  en  todo 
el  imperio.  Los  encargados  del  derecho  de  puertas  de  Amberes,  acusados 
de  robo  y  notoriamente  culpables,  se  habían  librado  de  la  pena  en  que  ha- 
bian  incurrido  cohechando  á  los  jurados.  Luego  que  el  emperador  supo 
aquella  lastimosa  sentencia,prorumpió  en  ira  violenta,  y  escribió  ejecuti- 
vamente al  gran  juez  miuistro  de  la  justicia  para  que  mandase  informar 
sobre  los  vergonzosos  amaños  que  habían  mediado  para  la  inmunidad  y 
el  triunfo  del  crimen. 

«Nuestra  intención,  le  dijo,  es  que,  en  virtud  del  párrafo  4o.  del  artí- 
culo 55  del  título  5o.  de  las  constituciones  del  imperio,  nos  presentéis  en 
un  consejo  privado  un  proyecto  de  senado  consulto  para  anular  el  fallo 
del  tribunal  de  Bruselas,  y  remitir  este  negocio  al  tribunal  de  apelación, el 
cual  señalará  un  tribunal  imperial,  ante  el  que  se  vuelva  á  sustanciar  la 
causa ,  para  sentenciarla  reunidas  las  cámaras  y  sin  jurado.  Deseamos  que 
si  el  cohecho  trasciende  á  burlar  la  disposición  de  las  leyes ,  sepan  los  co- 
hechadores que  estas  en  su  sabiduría  han  sabido  precaverlo  todo.» 

Esto  era  dar  la  mayor  estension  á  la  dictadura  imperial.  La  voluntad 
del  amo  nada  reconocía  superior  á  ella,  así  en  el  dominio  de  la  justicia 
como  en  el  de  la  política,y  cuando  la  moral  pública  le  parecía  escandalosa- 


DI  n  IPOI  i  OK 
mente  ultrajada, érale  precito  un  desagravio  estruendoso,  por  mucho  que 
<-•  dehesen  violentar  lo»  tettos  constitucionales  Aunque  este  menosprecio 
del  ríñanlo  iuiiclAinrni.il  v  «lo  las  formulas  legales  solo  tuviera  por  ob 
jeto  abantar  á  la  ley  mi  eficacia  y  el  debido  castigo  al  cohecho  y  á  la  pre 
varicación ,  los  hombres  que  se  preocupaban  ante  todo  rtV  los  peligro*  de 
la  arbitrariedad  y  que  veían  en  semejante  ejemplar  el  fsterminioahsohrtodi 
la  independencia  de  la  potestad  judicial ,  aquellos  sujetos  clamaron,  al  ar- 
rimo de  Montesquieu,  que  había  monstruosidad  en  el  gobierno  siempre  y 
cuando  la  potestad  ejecutiva  se  entrometía  en  las  sentencias  De  este  nú 
mero  fué  el  prefecto  mismo  de  Amberes,  el  integro  Voyer  d' Argenson  An 
tepuso  la  separación  de  su  destino  al  acudir  á  secuestrar  los  bienes  de  lo» 
acusados  absueltos  en  la  segunda  sumaria  coa  que  fueron  procesados 


CAriTULO  XLV. 


Continuación  de  la  campaña  de  1813. 


na  nueva  convocatoria  parecía  señalada  pa 
ra  Dresde,  á  donde  acudían  los  soberanos  del 
Norte  y  los  príncipes  de  Alemania  de  todas 
partes ,  no  ya  para  realzar  el  salón  de  los  re- 
yes y  el  séquito  adulador  de  \S\2,  sino  pa 
ra  estrechar  á  Napoleón  en  un  cerco  de  im- 
placables enemigos. 

Doscientos  mil  Rusos ,  Prusianos  y  Aus- 
tríacos,mandadospor  el  emperador  de  Rusia, 
el  rey  de  Prusia  y  el  príncipe Schwartzenberg, 
atraviesan  desaladamente  la  Bohemia  para  arrollar  la  Sajonia  y  aposentar- 
se sobre  la  orilla  izquierda  del  Elba.  Cien  mil  hombres  maniobran  en  Si 
lesia  á  las  órdenes  de  Blucher  y  Lacken ;  y  ciento  y  diez  mil  hombres ,  en 
tre  los  cuales  abultan  los  crecidísimos  cuerpos  de  voluntarios  que  ha  abor 


i>>  \  i  roí » u\ 

i  iilo  1 1  arranque  del  patriotismo  jermánico.  ae  adelantan  por  toda  U  linea 
•Ir  ll.vnbirrao  a  Berlín  ni  encuentro  de  los  Franceses 

la  supenondad  en  numero  osla  indudahlrroente  por  las  potencia*  alia 
•|u<  h.ilhn  adema*  un  arrimo  poderosísimo  en  H  escrita 
rrrctoml  déla  Alemania  conmovida.  Tanta»  pnwpcra»  ventajas. 
mentó»  do  triunfo  no  habían  tastadn  vn  embargo  á  la  coligación  para  ea- 
poranxar  H  vencimiento  do  la  revolución  Iranoesa  on  la  porv>na  del  roas 
esclarecido  de  sus  hijos.  Fnele  preciso  ganar,  seducir  y  soliornar  otros 
dos  alumno»  do  aquella  misma  revolución  y  recabar  do  Hlos  H  arcano  de 
la  ciencia  militar  y  del  presíijio  guerrero  que  hahian  encumbrado  A  mi  ma 
dro  y  al  par  A  ello»  mismos  Morean,  anteponiendo  de  repente  la  llaneza 
roa  un  autócrata  A  la  hospitalidad  de  un  pueblo  libre,  había  desamparado 
1 1  1 1  «Mía  venturosa  de  Washington  para  ir  A  ejercer  junto  A  Alejandro  d 
papel  de  eootejero  intimo ,  y  »o  hallaba  entonces  en  el  gramle  ejercito  de 
Bohemia  bajo  el  estandarte  moscovita  contrapuesto  á  la»  bandera»  franco 
sas  Bernadotlo.  según  la  espresion  del  Memorial,  «daba  A  nuestros  ene- 
migo» la  clave  de  nuestra  política,  la  táctica  de  nuestros  ejercito»,  y  les 
mostraba  H  rumbo  hacia  el  suelo  sagrado ;  •  él  era  quien  mandaba  A  van 
cnardia  en  Berlín 

Kl  pueblo  francés  había  tributado  cnerdamente  so  admiración .  apre 
ció  v  confianza  .cuando  al  acercarse  el  1 X  de  brnmano .  ó  bajo  el  consulado, 
había  rehusado  enlazar  los  destinos  do  la  revolución  con  otro  nombre  que 
H  do  Bonaparto  y  había  aclamado  este  nombre  por  el  primero  entre  los  pa 
triólas,  sin  dejarse  encartar  por  ciertas  demostraciones  de  inflexible  repn 
blicanismo  y  A  pesar  de  algunas  protestas  aisladas  que  intentaban  retratar 
á  Bomadotto  y  florean  como  los  Brutos  y  (atónos  de  la  época.  Agólpense 
allá  los  veteranos  de  la  pandilla  del  Picadero  y  los  hermanados  anterior 
monto  con  la  sociedad  de  los  Kiladelfos  ;  acudan .  repito,  A  orillar  su  im 
próvida  predilección  y  a  reconocer  la  superioridad  y  el  tino  cortero  del 
instinto  nacional.  K!  caudillo  do  la  oposición  del  arto  ocho  esta  va  reem 
pialando  aBronsvvíck:  el  adalid  do  IXO I  ha  sucedido  A  Souwarow 
Inos  lo  ha  querido  asi  para  que  viniesen  á  quedar  sincerados  el  pensamien 
lo  y  el  entusiasmo  del  gran  pueblo  en  el  que  habia  olejido  \  en  loa  q«e  ha- 
bía desecharlo 

Poco  importa  que  Bernadotlo  y  Morean  acudan  ahora  siniestramente 
con  el  auxilio  de  su  espenencia  y  de  su  brazo  contra  la  suerte  de  Napoleón: 
si  fracasa.  serA  en  H  trance  de  su  vuelco  lo  que  faé  en  el  día  den  encaro 
bnuníento.  esto  es.  «el  hombre  de  la  Francia.*  al  paso  que  sus  antiguo» 
competidores  solo  hallarAn  en  H  triunfo  mismo  H  tablón  y  el  remordí 
miento  eternamente  embebidos  en  el  dictado  de  desertores  y  sirvientes  del 
estranjero. 

También  Murat  poso  en  zozobra  su  lealtad  y 


576  HISTORIA 

está  en  una  de  las  pajinas  de  sus  destinos  que  renegará  y  venderá  á  su 
bienhechor,  á  su  amigo  y  su  hermano.  Pero  todavía  no  ha  sonado  la  hora 
de  la  felonía  y  del  oprobio.  EH4  de  agosto,  Murat  vuelve  á  presentarse  en 
el  campo  de  Dresde  para  pelear  todavía  contra  los  enemigos  de  Napoleón 
y  de  la  Francia. 

Sin  embargo ,  asoma  de  nuevo  la  campaña  bajo  prósperos  auspicios 
para  el  ejército  francés.  Napoleón  se  encamina  al  encuentro  de  Alejandro 
y  del  rey  de  Prusia,  ha  forzado  los  desfiladeros  de  la  Bohemia,  apoderán- 
dose de  Gobel,  Rumburgo  y  Georgenthal,  y  después  de  haberse  adelanta- 
do á  veinte  leguas  de  Praga,  ha  vuelto  á  Zittau,  desde  donde  acude  arre- 
batadamente á  incorporarse  con  el  ejército  de  Silesia  que  está  necesitando 
su  presencia.  El  21  al  amanecer,  se  halla  en  Lcewenberg,  en  donde  manda 
echar  puentes  sobre  el  Bober,  pasándolo  de  dia  á  pesar  del  fuego  del  ene- 
migo^ cual  queda  luego  arrollado  y  perseguido  hasta  Goldberg. El  25, nue- 
va refriega.  El  jeneral  Gerard,  que  desemboca  por  la  izquierda,  vuelca  y 
dispersa  una  columna  de  veinte  y  cinco  mil  Prusianos,  mientras  que  á  la 
derecha  se  recobra  Flensberg,  y  finalmente  queda  decidida  la  derrota  de 
los  aliados  tras  una  carga  disparada  y  sangrienta  del  Tejimiento  L55. 

Pero  todas  estas  ventajas  alcanzadas  en  Silesia  ningún  influjo  tienen 
sobre  la  marcha  del  grande  ejército  de  Bohemia,que  se  adelanta  amenazando 
á  la  capital  de  la  Sajonia.  Napoleón,  avisado  de  aquel  movimiento,  deja  al 
punto  el  mando  del  ejército  de  Silesia  al  mariscal  Macdonald  y  acude  con 
Ney  al  socorro  de  Dresde.  ¿Llegará  á  tiempo?  Ya  está  cercada  la  ciudad 
toda  por  grandiosas  moles  que  van  por  todas  partes  desembocando  para 
aniquilar  la  endeble  hueste  de  San  Cyr,  atrincherada  detrás  de  las  empali- 
zadas de  los  arrabales.  Desde  las  ventanas  de  su  palacio  está  presenciando 
el  anciano  monarca  la  tala  espantosa  de  la  amena  campiña  de  su  capital,  y 
acompaña  con  su  quebranto  el  desconsuelo  de  aquellos  subditos.  Todo 
anuncia  que  Dresde  va  á  caer  en  poder  de  los  Austro-Rusos,  y  que  el  ma- 
riscal San  Cyr  no  ha  de  poder  contrarestar  largo  tiempo  á  Schwartzenberg. 
La  fidelidad  de  los  cuerpos  alemanes  que  todavía  sirven  bajo  nuestras  ban- 
deras flaquea  ya  en  términos  que  dos  Tejimientos  de  húsares  wesfalienses 
se  pasan  al  enemigo.  El  vecindario  está  ya  en  vísperas  de  tratar  de  rendi- 
ción. 

Pero  de  repente  se  aparece  Napoleón :  el  26  á  las  diez  de  ^  mañana , 
atraviesa  á  galope  el  puente  de  Dresde  y  sus  tropas  le  siguen  á  paso  de 
ataque.  Desde  entóuces  cesa  el  desaliento  y  renace  la  confianza.  El  vecin- 
dario de  Dresde  prorumpe  en  gritos  de  regocijo  al  ver  desfilar  los  corace- 
ros de  Latour-Maubourg,  como  si  estuviera  ya  leyendo  en  aquellos  rostros 
belicosos  el  decreto  de  salvación  para  la  ciudad. 

A  su  llegada,  el  emperador  se  entera  de  los  preparativos  de  defensa  que 
se  han  practicado,  y  queda  muy  pagado  al  ver  que  cuanto  ha  providencia- 


di  nmmi  io\  m 

do  d  marisral  San  r.yr  es  dignísimo  Ar  «u  aprobaaou  Nitufeobo  sobre  es 
lo  partirular.  sube  «I  castillo.  \  001  M  presencia  espía?*  A  U  familia  rral. 
que  estaba  tratando  de  fugante 

su  i  i«ita  es  instantánea .  pues  vuela  m  ala.»  de  m  atan  por 
presen*  i  límente  en  el  numero.  poekiONi  j  moi  uniente*  rlol  < 
I"  eual  se  Mtúa  «|  punto  on  una  oV  la.*  puertas  de  la  andad. agasajado  por 
un  %  iviiuhrio  afectuoso  qnr  Anda  descifrando  m  la  frente  «crena  del  gris 
capitán  la  prenda  do  mi  propia  segundad  A  la  una  Napoleón  se  haJfa  al 
ostremo  dol  arrabal  do  Pilniüt .  se  apea  y  reeorre  todo  d  recinto  cttCllOT 
do  la  ciudad  acercándose  bastante  A  las  avanzadas  rrr%»  para  qnr  una 
bala  fría  tienda  A  su  lado  al  paje  que  le  acompaña 

A  las  tres  da  la  señal  de  ataque  con  tres  oaftonazos  disparados  de  lea 
baterías  dd  ejercito  austro  ruso;  suenan  los  Uros,  y  el  enemigo,  que  caté 
coronando  todas  las  alturas  que  rodean  la  ciudad ,  baja  A  la  llanura  y  se 
encamina  arrojadamente  tootra  nuestros  reductos    Estimúlalo  la  pro*  n 
cía  de  los  soberanos,  y  en  la  cmhnasncz  do  aquel  impero  se  conceptúa  rea 
cedor  y  pronimpe  en  gritos  de ¡  París,  Pana.  Poro  pronto  d  soldado  íran 
ees  acrediu  su  pujanza  guerrera .  y  su  emperador  estt  allí  volviendo  por 
el  blasón  de  sus  Águilas  Trabase  la  lid  repentina  y  atrozmente.  Hasta  las 
M  mismas  se  abalanzan ;  llueven  balas  y  bombas  dentro  de  la  cm 
dad  Napoleón  estA  palpando  que  llego  el  trance  de  afianzar  el  paradero  de 
la  pelea  y  salvar  la  capital  del  único  aliado  que  se  lo  mantiene  iiel    Man 
da  contra  el  coatado  derecho  dd  enemigo  A  Mural  con  su  caballería,  y  con 
Ira  «I  izquierdo  d  cuerpo  dol  duque  de  Trevisa  Luego  hace  desembocar 
por  las  puertas  de  Pirna  y  Plauen  cuatro  divisiones  de  la  guardia  nneva. 
mandadas  por  sus  dignos  jdes  los  jcnerales  Dumontier .  Banois .  I 
y  Rogurt,  colocados  á  las  órdenes  dd  valiente  principo  do  la  Moscou  a  KJ 
embate  de  entrambas  columnas  trocea  al  punto  d  aspecto  do  la  batalla 
Todo  ceja  y  se  desvia  ante  la  guardia  joven.  Aquellos  agresores,  poco  lia 
tan  arrogantes  y  deadenoaos.se  ven  perseguidos  ahora  A  diestro  y  sioiestro. 
y  abandonan  la  llanura  que  habían  invadido  con  tantísimo  denuedo  ,  y 
que  los  coraceros  despejan  casi  ya  sin  resistencia. 

N  O  cabe  duda  en  que  d  emperador  estA  on  Dresde .  esclama  entonces 
H  príndpe  de  Seo*  artzenberg ,  te  ha  malogrado  d  momento  propicio  pa 
ra  tomar  l*ñodad;  no  penseaoa  mas  que  en  desviarnos. » 

Con  efecto,  d  emperador  acaba  de  hacer  constar  su  presencia,  no  solo 
por  la  maestría  en  dispoaiciooes  y  maniobras,  sino  también  por  so  activa 
parueipacioo  en  los  conatos  y  pdigros  heroicos  de  su  ejer oto  «Napoleón, 
en  medio  de  una  lint  ta  de  balas  y  bombas .  dice  on  esentor  alemán  lesti 
go  ocular,  pasa  á  galope  tendido  por  d  SchlossGassparalJegar  A 
dd  lago  y  la  tnnebera  de  I  jppodtswaldc  Después  de 
monto ,  corre  al  campo  de  batalla .  un  oficial  de  < 


57S  HISTORIA 

muerto  á  su  lado  y  muchos  edecanes  suyos  salen  heridos. »  (Narración  de 

lo  que  ocurrió  en  Dresde,  por  un  Sajón,  testigo  ocular ,  el  mayor  de  Ode- 

leben.) 


4i<r. 


Hasta  las  nueve  de  la  noche  suena  el  cañoneo.  A  las  once  el  empera 
dor  recorre  todavía  el  campo,  procurando  reconocer  por  sí  la  línea  enemi- 
ga y  ajustando  sus  cálculos  y  planes  para  el  dia  siguiente.  A  las  doce  vuel 
ve  al  castillo ;  pero  antes  de  desnudarse  llama  á  Berthier  á  su  gabinete  y 
le  dicta  órdenes,  que  se  despachan  inmediatamente  á  cuantos  jenerales  se 
hallan  mandando  cuerpos  de  ejército  para  que  todos  estén  prontos  por  la 
madrugada  para  volar  con  el  numen  del  emperador  tras  el  buen  éxito  de 
la  nueva  refriega  que  se  está  preparando. 

Sin  embargo,  un  cuerpo  austríaco,  al  que  una  distribución  de  aguar- 
diente ha  sacado  del  abatimiento  en  que  yacia,  el  ejército  del  príncipe  de 
Schwartzenberg,  á  consecuencia  de  la  derrota  del  dia  anterior,  ha  inten- 
tado una  sorpresa  en  la  puerta  de  Plauen,  al  resguardo  de  un,a  noche  os- 
cura. Pero  tropieza  allí  con  el  jeneral  Dumoustier  y  el  coronel  tambrone; 
el  primero,  aunque  está  con  una  pierna  rota,  quiere  pelear  todavía;  y  el 
segundo  hace  que  los  agresores  se  arrepientan  de  su  arrojo  cojiéndoles  todo 
un  batallón  y  una  bandera. 

Este  embate  nocturno  está  pregonando  que  los  aliados,  tan  completa- 
mente derrotados  el  dia  26 ,  no  se  conceptúan  positivamente  vencidos,  y 
que  volverán  muy  pronto  á  la  refriega.  Harto  lo  ha  previsto  Napoleón  , 


I»K  NAPOI.BOM  ñ% 

puesto  que  hedeepechedo  á  deshora  instrucciones  urjcntisimas  á  todo» 
sus  segundo*.  A  les  seis  de  la  mañana ,  en  medio  de  la  lluvia  y  dH  lodo . 
monta  á  caballo  y  Míe  por  la  purrto  do  Freybcrg  para  reronorer  de  nueto 
los  parajes  y  estudiar  el  terreno  en  donde  va  a  renovarle  la  pelea  Nd 
vierte  una  laguna  en  las  alturas  que  están  al  frente  F.1  rnerpo  ilel  jeneral 
KliMi.iu  no  ha  ocupado  todavía  la  posición  que  se  lo  ha  «latinado,  y  man 
da  el  emperador  ejecutivamente  ¿  Mural  y  á  Víctor  que  marchen  a  dicho 
ponto  y  ganen  por  la  mano  al  enemigo.  F.l  rey  do  Vínoles  J  d  duqu--  <)r 
llellnno  practican  aquel  movimiento  ron  toda  rapidez  \  la*  mirto  de  la 
mañana  son  dueños  de  la  posición  .  pero  se  traba  \¡[\  redoblado  cañoneo 
en  el  centro ;  la  artillena  sostiene  el  principal  empeño  de  la  batalla.  •  Allí 
•  i,  dta  d  Maosterlto  át  1815,  en  donde  .1  soldado  francés  aguanta  las 
mas  midas  leyes  de  la  táctica  moderna.  Tascando  el  freno  que  atoja  m  de 
miedo .  pasa  dos  horas  inmóvil,  victima  de  las  balas  que  ambas  Unces  se 
están  deparando  de  continuo. » 

A  las  once  Murnt  se  halla  mas  allá  deles  gargantas  de  Plañen  9a  le  h  i 
visto,  sable  en  mano,  terciando  su  manto  recamado  de  oro  .  cargando  al 
frente  de  los  carabineros  y  coraceros  y  lanzándose  sobre  la  infantería  ans 
triaca.  Su  triunfo,  al  que  cooperan  esclarecidamente  Víctor  y  Utonr  Uin 
bourg,  es  ye  completo:  el  ela  izquierda  de  los  aliados  queda  destt 

No  es  tampoco  mas  venturosa  su  ala  derecha .  pnes  huve  ,|r  la  gnar 
dia  joven,  do  cuyos  policios  y  triunfos  participa  el  emperador 

Sobretodos  los  puntos  el  ímpetu  francés  descuella  tan  esplendí  lo  j 
sostenido  como  on  los  días  afamados  de  nuestra  historia  militar  Dos  batí 


580  HISTORIA 

Honesde  la  guardia  antigua,  los  únicos  de  aquella  arma  que  han  entrado 
en  acción ,  solo  han  peleado  á  la  bayoneta  y  han  arrollado  cuanto  han  ido 
encontrando  en  su  avance.  Mortier,  San  Cyr  y  Nansouty  no  sobresalen 
meuos  que  Murat ,  Víctor  y  Latour-Maubourg.  Aquel  conjunto  asombroso 
de  todos  los  pechos  y  desempeños,  formado  bajo  los  auspicios  del  numen, 
no  podía  menos  de  quedar  coronado  con  un  resultado  decisivo.  A  las  tres, 
la  batalla  de  Dresde  está  ya  terminantemente  ganada  por  Napoleón.  Los 
monarcas  aliados,  amenazados  de  perder  su  comunicación  con  la  Bohemia, 
tienen  que  mirar  por  su  seguridad  y  se  determinan  á  retirarse  dejando  en 
poder  del  vencedor  de  veinte  y  cinco  á  treinta  mil  prisioneros,  cuarenta 
banderas  y  sesenta  piezas  de  artillería.  El  primer  cañonazo  tirado  de  las 
baterías  de  la  guardia  imperial  ha  herido  mortalmente  al  jeneral  Moreau. 
El  cielo  no  ha  querido  que  el  vencedor  de  Hohenlinden  tuviera  tiempo  de 
agravar  su  crimen  y  perpetuar  su  baldón  en  los  campos  de  batalla,  y  ha 
terminado  el  escándalo  de  la  presencia  de  semejante  sujeto  en  medio  de 
los  Rusos.... 

Cabe  al  emperador  el  conceptuar  que  la  protección  divina  le  abriga 
aun  viendo  el  parricidio  tan  prontamente  escarmentado  en  la  persona  de 
su  antiguo  competidor,  y  la  deserción  tan  ejemplarmente  castigada  en 
sus  aliados  de  Viena  y  de  Berlín.  Por  desgracia  es  una  ilusión  que  volará 
luego,  pues  es  llegado  el  punto  en  que  las  mas  esplendorosas  hazañas  no 
lelibrarán  de  una  próxima  caída.  Retraído  del  impulso  liberal  que  se  alza 
contra  él  del  pecho  de  la  juventud  alemana,  se  halla  escluido  de  su  insti 
tuto  primitivo:  el  hombre  político  va  á  acabar  en  Napoleón.  Pero  como 
su  mimen  le  es  invariable ,  y  la  nacionalidad  francesa  está  siempre 
encarnada  en  él ,  caerá  del  trono  sin  menoscabar  su  gloria ;  caerá  engran 
deciéndose  siempre  para  la  posteridad,  renovando  hasta  la  última  hora 
de  su  existencia  soberana  los  mismos  portentos  con  que  asombraba  al 
mundo  cuando  se  estaba  aun  afanando  por  su  encumbramiento,  ú  se 
había  remontado  á  la  cumbre  de  su  poderío. 

El  czar,  el  rey  de  Prusia  y  el  príncipe  de  Schwartzenberg  huyen  toda 
vía  mas  y  mas  ante  el  águila  francesa,  llevando  consigo  á  Moreau  moribun 
do.  Ansian  aposentarse  por  los  desfiladeros  de  la  Bohemia,  y  Napoleón  los 
manda  acosar  eficazmente.  Pero  uno  de  sus  jenerales,  que  presume  dema 
siado  del  valor  de  sus  tropas  y  del  suyo,  trata  de  cerrar  el  pasc.á  todo  un 
ejército  con  una  bandada  de  soldados  valerosos. El  jeneral  Vandamme,  ol 
vidando  el  dicho  del  emperador  « de  que  se  debe  echar  un  puente  de  oro 
ú  contraponer  un  murallon  de  acero  á  un  ejército  fujitivo , »  y  que  no  es 
harto  fuerte  para  formar  semejante  valla  de  acero ,  el  jeneral  Vandamme 
se  mete  en  las  gargantas  de  Kulm  y  trata  de  atajar  al  grande  ejército  ven 
cido  en  Dresde.  Pero  tras  inauditos  conatos  y  una  resistencia  desesperada, 
que  causa  una  pérdida  considerable  al  enemigo ,  el  jeneral  francés  queda 


OK  NAPOLEÓN  381 

sotcrnulo  por  el  número.  Desaparece  en  la  refríe*» ;  se  le  conceptúa  muer 
i<>  mi  cuerpo  de  ejército  cae  todo  prí«ionero.  y  muy  largo  «e  «be  qm  él 
mismo  lin  canto  en  poder  de  lo»  A  ostro  Hitaos. 

Este  desmán  aislado .  qoe  costo  mas  de  diex  mil  hombre*  al  ejército 
francés ,  minoró  los  resoltados  de  la  batalla  de  Dresde .  manto  mas  qoe 
Miluviieneocasial  mismo  tiempo  aciagos  acontecimiento*  en  H  ejercito  de 
i .  pues  los  aguaceros  estremados  han  sarado  de  madre  tos  ríos  ann 
menos  caudalosos.  Anega  la  inundación  todos  los  camino* .  |m  puentes  se 
hallan  rotos .  y  nuestros  diferentes  cuerpos  privados  de  comunicaciones 
eotrt  fti.  F.n  tan  critica  situación .  el  mariscal  Macdonald  tuvo  qoe  atrave- 
sar el  Rober .  el  {¿neisse  y  eJ  Neisse  después  de  haber  perecido  en  l^ewan- 
lierg  la  ma>  or  parte  de  la  división  Pathod ,  cuyos  restos  se  salvaron 

Napoleón .  dejando  el  gran  ejército  enemigo  como  encerrado  en  las  mon 
tartas  de  la  Bohemia  .  marcha  á  Silesia,  y  encuentra,  el  t  de  setiembre,  ef 
ruerno  de  Macdonald  en  las  altaras  de  llochkirch  Kl  mismo  dia  dispone 
que  tome  aquel  corito  la  ofensiva  ,  acomete  al  enemigo,  y  desalojándolo 
de  Itl  alturas  d«>|  Wolcnberg.  lo  persigne  dorante  todo  el  día  5  basta  íWrr 
lita .  y  después  de  precisarle  4  pasar  atropelladamente  el  Neisse  y  el  Qoeiv 
se .  regresa  el  f»  »  las  siete  de  la  noche  á  Dresde  en  donde  sabe  que  el  ron 
tejo  de  guerra  del  tercer  cuerpo  de  ejército  acaba  de  sentenciar  á  muerte 
al  jeoeral  Jomini.  suizo  de  nación  y  jefe  de  estado  mayor  de  aquel  cuerpo, 
por  haberse  desertado  al  enemigo  en  el  trance  de  estarse  renovando  las 
hostilidades. 

Si; i  embargo  d  mariscal  Ondinol  tampoco  había  sido  mas  venturoso 
00  SU  marcha  sobre  Berlín  que  Macdonald  en  Silesia.  Derrotado  eJ  24  de 
agosto  en  Jiros  Beeren.  había  sido  reemplazado  por  Ney.clciial.despoesdc 
haberalcanzado  alguna  ventaja,  el  5  de  setiembre,  contra  el  jeneral  Tañen 
Min.  padeció  al  dia  siguiente  un  descalabro  en  Jutcrboc* .  en  donde  fae 
atacado  por  Bemadotte  y  Bulo» 

Asi  que .  se  iban  redoblando  los  fracasos  do  quiera  que  no  se  hallaba 
el  emperador,  quien  fué  el  primero  en  advertirlo  .  asi  concentrando  en 
Dresde  d  estribo  de  sos  operaciones,  se  mantmo  en  cierto  modo  cabal 
gando  d  Elba ,  siempre  dispuesto  para  acudir  do  quiera  apremiase  d  pdi 
gro.  y  siempre  en  ademan  de  zeiar  y  dinjir  las  maniobras  y  mm  límenlos 
de  los  rrr  áMo*  cuerpos  que  componían  su  ejercito.  De  este  modo  paaód 
mes  de  setiembre  >  la  primera  mitad  de  octubre  marchando  ora  contra 
s  hwarUenbcrg,  ora  contra  Sacien,  contra  Blucber  y 
tando  a  los  unos  en  Geyersberg,  ¿los  otros  en  Dessau,  y 
a  todos  el  encuentro  dd  braxo  invencible  que'  al  parecer 
prit  dejio  de  presenciarlo  todo.  Pero  estos  triunfos  no  hacían  mas  queeer 
cenar  su  ejercito,  ya  tau  debilitado  con  tos  fracasos  de  la  campana  anterior, 
mii  destruir  tos  recursos  mas  y  mas  redoblado»  de  los  ejércitos  anido» 


582  HISTORIA 

Llegábanle  de  todas  partes  refuerzos  al  enemigo,  y  nuevas  deserciones  le 
estaban  todavía  auxiliando.  El  rey  de  Baviera  imitaba  al  emperador  de 
Austria,  faltando  á  la  fe  de  los  tratados  y  rompiendo  los  vínculos  de  fami- 
lia. Además  la  sublevación  iba  cundiendo  á  las  espaldas  nuestras.  Habíanse 
organizado  cuerpos  de  partidarios  en  Sajonia  y  Wesfalia.  El  jeneral  sajón 
Thielmann  habia  desamparado  nuestras  banderas  para  capitanear  á  tres 
mil  guerrilleros  rusos  y  prusianos,  y  habia  sorprendido  en  Hauemburgo  de 
trescientos  á  cuatrocientos  enfermos  que  recobró  en  Freyburgo  el  jeneral 
Lefebvre  Desnouettes.  En  este  movimiento  jeneral  de  los  territorios  alema- 
nes contra  la  dominación  francesa  ,  el  rey  de  Wesfalia  ,  Jerónimo  Bona- 
parte,  habia  sido  arrojado  de  su  capital  y  tenido  que  retirarse  sobre  el  Rin. 
Al  saber  la  deserción  de  la  Baviera  y  la  conmoción  que  se  estaba  ma- 
nifestando en  la  Alemania  central ,  comprendió  Napoleón  que  le  seria  di 
fícil  mantenerse  sobre  el  Elba  y  trató  de  acercarse  á  las  fronteras  france 
sas  conservando  en  cuanto  posible  fuera  su  ademan  victorioso.  Pero  cono- 
ció que  arrostrando  una  hueste  crecidísima  que  nada  descaecía  con  las 
mas  completas  derrotas ,  por  cuanto  se  estaba  reforzando  de  continuo  con 
levas  de  toda  la  Europa,  era  forzoso  que  hiciese  uua  quinta  estraordina- 
ria,  y  mandó  pedir  al  senado  doscientos  ochenta  mil  hombres  por  la  em- 
peratriz rejente,  que  pronunció,  al  intento  el  7  de  octubre,  un  discurso  que 
Napoleón  le  habia  remitido  desde  sus  reales. 

El  senado,  que  siempre  se  habia  mostrado  solícito  en  cumplir  los  deseos 
del  emperador,  no  debía  mostrarse  indócil  cuando  eran  mayores  las  ur- 
jencias  del  pais  y  requería  auxilios  ejecutivos  la  situación  del  ejército 
francés  en  el  estranjero  i  votóse  pues  sin  oposición  la  quinta  de  doscientos 
ochenta  mil  hombres. 

Napoleón  se  hallaba  sobre  el  Elba  dueño  de  los  puentes  de  Dessau , 
Aken  y  Wartenburgo,  de  que  se  habían  apoderado  los  jenerales  Reynier , 
Bertrand  y  el  mariscal  Ney ;  y  su  intento,  dice  el  parte  oficial,  « era  pasar 
aquel  rio ,  maniobrar  en  la  orilla  derecha  desde  Hamburgo  hasta  Dresde; 
amenazar  á  Potsdam  y  Berlín  y  tomar  á  Magdeburgo  por  centro  de  ope 
raciones,  cuando  la  noticia  de  la  deserción  de  los  Bávaros  le  hizo  orillar 
aquel  proyecto  y  le  determinó  á  retirarse  sobre  Leipsick. » 

Esta  resolución  regocija  á  los  censores  del  cuartel  jeneral,  que  ven  con 
pesar  á  Napoleón  propenso  á  dar  un  golpe  de  mano  sobre  BerlR;  y  á  inter- 
nar la  guerra  entre  el  Elba  y  el  Oder,  cuando  ellos  no  ansiaban  mas  que 
volver  prontamente  sobre  el  Rin. 

El  emperador  llegó  el  15  de  octubre  á  Leipsick,  donde  se  hallaban  ya 
reunidos  los  cuerpos  de  Víctor,  Augereau  y  Lauriston;  siguiéronle  de  cer- 
ca los  aliados,  y  por  un  movimiento  combinado  de  todas  sus  fuerzas  des- 
parramadas, lograron  concentrarse  eH6  al  rededor  del  ejército  francés , 


DI    MPOl.KOft 

qt*  w  hallo  a«i  atajado  m  mi  marrha  al  mediodía  y  al 
Srh*arUmb*r*  y  íimlay ,  al  p*%o  qne  FWnnírvn  y  (ioílorrdo .  ftlorher  y 
IWnadottr  acudían  »brr  H  del  onmtr »  dH  norte 


CAPITULO  XLVI. 


Batalla  de  Vachau  y  de  Leipsick.   Deserción  de  lo*  Sajones.  Paradero  desas- 
troso de  la  campaña.  Regreso  del  emperador  «  París. 


ontrapuestos  se  hallaban  quinientos  mil  hom 
bres  bajo  las  murallas  ó  en  los  alrededores  de 
Leipsick ;  y  se  hacia  por  tanto  imprescindible 
una  grandísima  batalla. 

El  dia  \  5 ,  Napoleón ,  después  de  serenar 
el  ánimo  á  los  reyes  de  Sajonia  que  habían  ve 
nido  á  juntarse  con  él  en  Leipsick,  "ué  recono 
ciendo  el  ejido  de  la  ciudad  y  visitando  los  dife- 
rentes cuerpos  de  ejército  aposentados  en  los 
alrededores  ;  dedicando  lo  restante  del  dia  y 
parte  de  la  noche  á  los  preparativos  para  la  batalla  que  parecía  positiva 
para  el  dia  siguiente. 

El  46,  á  las  nueve  de  la  mañana,  se  dio  con  efecto  la  señal  para  la  re- 
friega al  mediodía  de  Leipsick  por  el  príncipe  de  Schwartzenberg ;  pero 


di   \  tro  LEO  ti  .*. 

aquella  pelea  s«-  jencrahzo  luceo ,  sostenida  por  doscientas  piezas  ó>  arti 
llena  I  .o*  Alindo»  lograron  til  pronto  alguna  *  miaja  .  amenazaban  tas  «I 
de 1-  .1»-  M.uUivImtií  y  dclmlitz.  é  Iban  arrollando  nuestra  dererba,  cuan- 
do la  infantería  de  Pooiatowaki  y  de  itynu  y  la  caballería  del  jeneral 
Milhaod  consiguieron  atajar  por  aquella  parte  el  avance  del  cnemi«o. 

Kn  ol  centro.  Víctor  y  l^uriston  conservaron  a  Yarhan  y  l.icberivahV 
u  ii/  a  pesar  de  los  conatos  del  príncipe  «Ir  YV  nrtcml»ere  %  »le  lm  jencralea 
i.onuikoll  y  Klenau 

Pero  no  k  bastaba  al  emigrador  « onlrarcslar  con  evito  y  «nar.lar  sus 

l>osi.  iimips  .  mas  i|nc  nunca  ■oceiitabn  ib  triunfo  eectarecido  *  nne  rk 

tohn  deeúiva  .  \  ni  in. lo  susni.-migo*  se  veían  frustrado*  ni  su»  primeros 
nancea,  tenia  luego  que  acometerlo*  denodadamente  y  sin  darle*  lucir 
para  rehacerse  de  su  trastorno  y  desaliento  y  reemplazar  con  tropas  fresca* 
los  ruernos  acosados  \  \encidos  .  oslo  es  lo  que  lu/o  Napoleón. 

Limando  sobre  la  izquierda  a  Macdouald  y  Sebastian  i  contra  Klenao. 
y  mandando  a  Mortier  que  sostuviera  a  I  aunston  con  dos  divisiones  de  la 
guardia  jo\en .  envió  á  la  derecha  a  Oudinot  para  apoyar  á  Victor  .  míen 
tras  que  «  isri.il  marcho  sobre  liohtz  para  reforzar  á  Poniatov* ski  Ciento 
\  cincuenta  piezas  de  !a  artillería  de  la  guardia,  dispuestas  por  el  i 
Drouot,  acudieron  á  protejer  todos  aquellos  movimientos. 

Jcnerales  y  soldados  desempeñaron  al  par  los  intentos  del  sumo  capí 
tan.  Víctor  y  Oudinot  persiguiendo  al  principe  de  VYurtemberg  le  arroja 
ron  hasta  Gossa.  Mortier  y  lauristnn  lucieron  otro  tanto  con  el  cnerpo  de 
Klenao.  Macdouald  y  Sebastian»  alcanzaron  por  su  parte  uo  triunfo  com 
pleto.  y  Poniatowski  fue  inutilizando  todas  las  tentativas  combinadas  de 
los  Prusianos.  Rosos  >  lustríaeoí  púa  que  abandonan  su  posición  en  las 
orillas  del  Piéis*. 

\  icndo  el  emperador  Alejandro  que  iIm  a  (tciilcrsc  la  batalla  de  Yachao. 
se  decidió  i  franquear,  no  solo  sus  reservas,  sino  también  su  escolta  ron 
nesgo  de  comprometer  su  propia  seguridad  .  acudió  al  punto  mas  ame 
nazado ,  y  lanzó  á  loa  Costeos  déla  guardia  sobre  la  caballería  francesa 
Ksta  determinación  estrema,  tan  jeuerosa  como  arriesgada,  si  podía  com 
prometer  la  persona  del  czar .  salvó  sin  embarco  al  ejército  de  los  aliarlo» 
de  una  derrota  completa.  Loa  Cosacos  recobraron  veinte  y  cuatro  de  la» 
veinte  y  pe»  pintas  que  acallaban  de  tomarse  á  los  Ruaos ;  las  mam  i  ai 
austríacas  llegaron deapam.  «Los  aliados  eran  Uuitisimm,  diceH  V^marml 
<f>  Santa  Helrna .  que  cuando  estaban  sus  tropa*  ramada»  se  iban  rele- 
vando arregladamente  romo  en  una  (tarada  •  Coa  semejante  supengn 
dad  numérica .  arduo  en  gran  manera  se  baria  H  ilcrrotirío*  detininv  a 
mente  .  a» .  á  pesar  de  los  prodijios  de  valor  que  manifestó  H  ejercito 
francés .  la  victoria  vino  á  quedar  como  indecisa 

Pero  no  solo  se  había  peleado  en  Varhan    también  «r  había  ovio  H 

71 


S8C  IUSTOKIA 

caño»  sobro  el  Partha  y  por  el  lado  dé  Eindcnau.  Sobre  el  Partha,  Blucher, 
que  tenia  á  su  favor  la  ventaja  del  número,  labio  desalojado  al  cuerpo  de 
Marmont.  En  Eindcnau ,  Gtuláy  habia  sido  menos  afortunado  contra  el 
jeneral  Rertrand  que  habia  defendido  y  salvado  el  camino  de  Francia. 

Los  aliados  perdieron  veinte  mil  hombres  en  Vachau.  El  jeneral  aus 
Iríaco  Merfeld,  que  habia  caido  del  caballo  en  medio  de  las  bayonetas  fran- 
cesas, rindió  su  espada  al  capitán  Pleineselve  de  la  división  Curial.  Por 
parte  de  los  Franceses  hulx»  dos  mil  y  quinientos  hombres  fuera  de  com 
bate.  Una  bala  le  llevó  la  pierna  al  jeneral  Eatour-Maubourg.  Napoleón 
tributó  los  mayores  elojios  á  la  conducta  de  sus  tenientes  Víctor,  Marmont, 
Ney ,  Oudinot,  Macdonald,  Augereau  ,  etc. ;  particularizó  el  denuedo  de 
I  auriston  y  el  heroico  arrojo  de  Poniatowski,  á  quien  confirió  la  digni- 
dad de  mariscal . 

Desde  algún  tiempo  quedaban  sin  resultado  las  batallas  que  al  parecer 
debían  ser  decisivas  para  el  emperador  Napoleou.  Eutzcn,  llautzen  y  Dres 
de  no  habían  hecho  mas  que  aumentar  el  número  y  el  ardor  de  sus 
enemigos;  ¿qué  podia  pues  esperar  de  una  refriga  en  que  el  triunfo  no 
habia  sido  señalado  con  la  derrota  ni  con  la  retirada  de  los  aliados?  Al  vol- 
ver á  su  tienda  tuvo  que  disponerse  para  pelear  al  día  siguiente. 

Por  la  noche  le  presentaron  su  prisionero  el  jeneral  Merfeld,  á  quien 
habia  conocido  en  Eeoben  y  á  quien  volvió  prontamente  su  espada  de 
jándole  marchar  sobre  palabra,  encargándole  proposiciones  pacificas  pa 
ra  el  emperador  de  Austria  y  diciéndole  al  despedirle: 

i  Kstán  respecto  á  mi  muy  equivocados  ;  mis  deseos  todos  se  encami 
nan  á  descansar  á  la  sombra  de  la  paz,  é  idear  la  dicha  de  la  Fraiicia,  des 
pues  de  haber  engrandecido  su  gloria..,. 

« Ya  sé  que  al  cabo  debo  hacer  sacrificios;  estoy  dispuesto  á  hacerlos. . . 
Adiós,  jeneral;  cuando  habléis  por  mí  del  armisticio á  entrambos  empera- 
dores, no  dudo  que  la  voz  llegada  á  sus  oidos  será  para  ellos  muy  elocuen 
te  en  recuerdos.  » 

El  jeneral  Merfeld  regresó  junto  á  los  suyos,  quienes  quedaron  tan  ad- 
mirados como  gozosos  al  abrazarle ;  pero  lns  palabras  de  paz  de  que  era 
portador  hallaron  suma  tibieza  en  sus  oyentes.  Eos  sentimientos  persona 
les  de  los  monarcas  y  los  recuerdos  que  invocaba  Napoleón  estaban  cnle 
ramente  subordinados  á  las  exijencias  de  una  política  inflexible,  ta  coliga 
cion  no  trataba  de  arrimar  las  armas,  de  enfrenar  sus  pretensiones  ó  en- 
torpecer sus  embates,  cuando  los  acontecimientos  se  iban  declarando  á 
favor  suyo. 

Ea  batalla  hubiera  continuado  el  M,  si  las  copiosas  lluvias  y  los  cami- 
nos intransitables  que  habían  retardado  la  llegada  del  jeneral  Beningsen 
no  hubiesen  inducido  á  los  aliados  á  trasladar  su  ataque  al  dia  siguiente. 
Si  Napoleón  conceptuó  que  se  estaba  deliberando  en  los  reales  enemigos 


|i|     \U'ii|  I  i.N 


.s; 


M»brr  U»  |Ti»p»»*m«MH^  mhiIi  hki  »l  JmmbI  UrTW+l    |>ionin  .Mm»  i 
1241141  «tv  |»ur*  rl  I»  al  amantvrr  lo*  aliado*  rilaban  »»  rom  momio   IVrn 
•  I  rmporador  lo  luln  pn*tMO  vi  Indo  »  babia  p«**dn  U 


min  dnooMoooca  wcocnwwto  I**  limdtado  *m  |nrnrtr»,  «b-*prrt»niloa 
V»  .n  Kn.li.il/  mmI.iii.Io  a  IWrir.in.l  ra  l.iin'nni  *  ilandn  poi  lottas 
parto*  h*  i»rib*n  «*  para  H  «lúa  lifÍMHf 

\  I»»  «Ih»/  v  Imbo  rl  hiato  m  toda  la  Im.-i    I  oí  -  iM-mi.'m  ibriparoii 
pnoapalrorntr  *ii*o*íiirrn>««obrrla*alili  '.mI-'I  uiin.wil/  \  il«- PiobMbn 
do.  m  raya  loma  .ibaban  H Inunfn  ib»  la  rrfnnra   rnalro  xttr*  u  i 
tío  oranai  a  Pn>b*tbn.lr.  y  oír»»  lanía*  qowfanwi  tltmtnukm   I' I  r«»-mio 
íranrr*  **<Mc«xln  Imniromii  por  to.b»«  |m  punto*  *  logro  mnw i 

mv  II  fjrmlo  «l«*  sdWia  intrato  rn  «ano  apn.b*ranr  iW  arrabal 
•lo  llalb*  >  hirYTvfinarm  la  orilla  Mi|iu«<rib  «IH  Partba  >«  Imr»  par*nr 
r*lr  no  aitón**  *orct.  al  ponió  *«♦  lid  voror«HÍo  \  >rr»»ib •!•»  por  H  pria 
npr  ib'  la  %Jo*rowa  que  romigiuo  Mniii-if  HTBfarto  a  la  oriHa  ofo* 

*  la*  trr*  H  r\ilo  i|r  U  batalla  ni  h%orahb*  al  rprrwo fraar**»  frto 
uno  <lr  aqnHIo*  ara«vi  miento*  que  U  cieorw  nublar  aoalrani»  a  prwr»%rr 
ni  i .  laifpnaai  »  que  tantas  tora*  b*Wan  ira*toruado  «Ir»  «a  aAo  a  a<fHb 
par tr  bn  ralrak*  «Ir  Napolroo    Irom  ib-  rrprul*  H  *r*p>  «ir  la  surrr»   I I 


588  HISTORIA 

ejército  sajón  y  la  caballería  wurtemberguesa  se  pasaron  al  enemigo  ;  el 
jeneral  en  jefe  Zeschau.que  se  mantuvo  fiel  á  nuestras  banderas,  solo  pudo 
detener  á  sus  órdenes  unos  quinientos  hombres.  La  artillería  volvió  sus 
cuarenta  piezas  contra  la  división  del  jeneral  Durutte. 

Esta  deserción  inaudita,  ejecutada  en  el  campo  de  batalla,  dejó  un  va- 
cío en  la  línea  francesa  y  entregó  á  los  aliados  la  posición  trascendental 
que  el  ejército  sajón  estaba  encargado  de  resguardar.  En  pocos  instantes 
Bernadotte  pasa  el  Partha  y  ocupa  á  Reidnitz ;  ya  está  á  media  legua  de 
Leipsick  cuando  llega  Napoleón  con  una  división  de  la  guardia.  La  pre- 
sencia del  emperador  enardeced  denuedo  de  sus  tropas ,  vuelve  á  tomar- 
se Reidnitz,  y  al  anochecer  somos,  como  la  víspera,  dueños  del  campo  de 
batalla,  mas  bien  vencedores  que  vencidos;  pero  reducidos  á  renovar  dia- 
riamente una  lid  sangrienta ,  cuyo  resultado  era  debilitar  nuestras  filas, 
y  cuyo  mas  próspero  éxito  solo  podía  proporcionarnos  un  camino  reñidí- 
simo y  una  retirada  gloriosa  al  través  del  suelo  jermánico. 

Napoleón  se  hallaba  pues  en  los  campos  de  Leipsick,  tras  el  heroico  te- 
son  de  su  ejército,  como  después  de  las  esplendorosas  proezas  de  la  jornada 
de  Vachau,  en  la  necesidad  de  disponerse  á  nueva  pelea  para  el  dia  si- 
guiente. Pero  á  las  siete  de  la  noche  los  jenerales  Sorbier  y  Dulauloy  le 
iu formaron  que  estaban  casi  exhaustas  las  municiones  de  guerra ,  y  que 
apenas  habia  con  que  sostener  el  fuego  durante  dos  horas.  En  cinco  dias 
el  ejército  habia  tirado  mas  de  doscientos  veinte  mil  cañonazos ,  y  para 
pertrecharse  no  habia  mas  arbitrio  que  optar  entre  Magdeburgo  y  Erfurth. 

En  semejante  situación  no  habia  que  titubear.  Napoleón  se  decide  por 
Erfurth  y  da  al  punto  orden  para  la  retirada  por  los  desfiladeros  de  Lin- 
denau  que  el  jeneral  Bertrand  habia  defendido  y  conservado  denodada- 
mente contra  el  cuerpo  austríaco  de  Giulay. 

El  emperador  deja  el  campo  á  las  ocho  de  la  noche  y  vuelve  á  Leipsick 
donde  se  apea  en  una  posada  (la  de  las  Armas  de  Prusia).  El  duque  de 
Bassano  le  informa  de  la  conversación  que  acaba  de  tener  con  el  rey  de 
Sajonia.  Este  venerable  príncipe  se  habia  mostrado  aflijidísimo  del  com- 
portamiento de  su  ejército  y  no  queria  separarse  del  emperador,  decidido 
á  seguir  su  suerte.  « Escelente  príncipe ,  prorumpe  Napoleón ,  es  siempre 
el  mismo,  le  encuentro  tal  cual  era  en  4807  cuandoestampaba.cn  los  ar- 
cos de  triunfo  :  a  napoleón  Federico  augusto  reconocido.  » 

El  emperador  pasa  la  noche  dictando  órdenes  á  los  duques  de  Rassano 
y  de  Vicenzo.  El  19,  al  rayar  el  dia,  la  mayor  parte  del  ejército  habia  ve- 
rificado su  movimiento  de  retirada.  Víctor  y  Augereau  desfilan  los  prime- 
ros; Marmont  queda  encargado  de  defender  el  arrabal  de  Halle  mientras 
le  sea  dable,  Regnier  el  de  Roscnthal,  y  Ney  los  del  oriente.  Lauriston  , 
Macdonald  y  Poniatowski,  colocados  á  retaguardia,  tienen  que  permane- 
cer en  los  barrios  del  mediodía  y  conservar  los  alrededores  del  Elster  has- 


I»K  NAPOI  »mN  m 

i»  qttc  l<>s  merposde  >^  >  de  ManwNrt  hayan  pasado  el  rio  Recibe  esta 
orden  l'ooiaiovtslü  dd  emperador  mi*m«  •  Principe,  lo  dice  Napoleón  , 
defenderéis  H  ¡uraM  ilrl  mediodía.  —  .■^oor .  responde,  tengo  mn)  poca 
jente  —  «h  defenderéis  ni  suma  ron  U  que  tonn«  —  vh.  seftoc .  nos  mas 
tendremos .  estamos  siempre  pronto*  A  perecer  por  turara  Majestad  •  H 
aclarecido]  desgraciado  Polaco  cumplí.»  su  ¡tatabra .  ya  no  debía  ver  ma 
al  emperador 

Propusiéronle  A  Napoleón  qoe  hiciese  do  i n\  siei»  un  isinl*»  de  d.sii 
ladero 4  incendiaae soj  arrabales  para  atajar  «I  i eemigo  «i  asomaba  en 
adcoian  de  tomarlos,  coa  lo  mal  d  ejercito  Francés  hornera  tem«lo  ma« 
tirm|>o  j»ara  verinesu  su  rfürada  \  salir  dd  deslladcro  do  1 1  miman 

•  Por  mas  odiosa  que  fuera  la  lian  ion  del  ejercito  sajón,  dio  el  parte 
oficial .  el  emperador  no  podo  ■venirse ¿ destruir  una  de  la*  mas  hermosas 
ciudades  «I"1  Mcmania;  prefirió  os.¡H>nerse  i  perder  algosos  centonares  de 
carros  al  adoptar  aqed  bárbara  partido  > 

Sin  embargo  el  enemigo  babieodo  advertido  «'I  molimiento  retrogra 
do  do  los  Franceses,  arroja  atinadamente  todas  mis  COMMMMM  sobre  I  •  ip 
sm  K  .  ansiando  i  porfía  internarse  en  mi  recinto  >  corauar  ron  la  di 
oion  do  nuestra  retaguardia  H  aran  acontecimiento  que  entrevaba  la  \le 
manía  a  lo*  iliados 

Pero  oBeontraron  en  lo*  arrabales  una  redsleocii  tena/  é  inesperada 
Macdnnald  y.PoniaUmsai ,  destinados  »  salvat  d  ejército,  cumplieron  !»•• 
róicamente  d  noble  >  arriesgado  em  uno  que  se  les  había  confiado  Míen 
tras  qoe  doioni.in  si  enemigo  i  I  »•>  pw  has  de  la  ciudad .  d  emperador  ie 
hallaba  toda\ia  junto  al  rey  do  Sajorna.  Estaba  manifestando al  \<  nerabl» 
anciano  el  quebranto  (|ue  le  traspasaba  el  dejarlo  en  medio  de  sus  eoemi 
uos.  \  para  dilatar  mas  y  mas  H  trance  de  s"  separación  iba  alargando  ri 
coloquio,  ruando  al  estruendo  de  una  descarga  que  suena  junto  al  arra 
bal  de  Halle,  se  levanta  d  10]  é  losta  al  emperador  para  qoe  se  marabe 
prontameuto  de  leipsirk  «  Bastante  habéis  becbo  .  le  dijo,  %  es  jra  esire 
mar  U  jemeroddad  el  aventurar  vuestra  persona  por  permanecer  algunos 
instantes  mas  dándonos  eonsodo.  •  Napoleón  se  resiste  al  pn  alo  .  pero 
adose  el  estruendo  de  las  descargas .  la  reina  \  h  priaersa  \ugu«Li 
aunan  suwuegos  con  k»  del  rty.  y  entonces  H  emperailor  se  atiene 
.  >o  qoena  dejaros,  amalea,  hasta  que  .1  enemigo  estuviera™  tamul 

1  bia  esta  prueba  «le  intimidad  enlraiiahlc  Pero  veo  que  mi  presen 
cia  no  hace  mas  que  acibarar  vuestro  sobresalto .  y  me  doy  a  parUlo  Rr 
ribid  pues  mi  despulida  Suceda  lo  qiMS  quiera .  la  Francia  pagara  h  deu 
da  de  amistad  que  con  vos  tengo  contraída  •  H  rry  acompaño  al  esnpr 
rador  hasta  la  csealcra  y  allí  *>  abrasaron  por  la  ultima  \et 

Fxan  sin  embargo  infundadas  tas  /o/obras  de  lo»  aogmtos  abatió*  dr 
Napoleón    Marino-  nirf    Marotadd  ,  Lmajtsloa  »  Pon  uto*  si  i 


590  HISTORIA 

eran  todavía  dueños  de  las  posiciones  confiadas  á  su  resguardo.  Todos  los 
ataques  de  Blucher  y  de  los  demás  jenerales  enemigos  se  Uabian  contra- 
restado  esforzadamente,  de  modo  que  el  emperador  pudo  salir  sin  tropiezo 
de  Leipsick  y  llegar  sosegadamente  á  Lindenau. 

Mas  otras  novedades,  ajenas  de  la  previsión  del  mimen ,  se  agolpan 
acarreando  mayores  quebrantos. 

Mientras  que  la  retaguardia  defiende  á  pulgadas  los  arrabales  y  va  pau 
sadamente  verificando  su  retirada  bajo  los  muros  de  Leipsick ,  los  Sajones 
que  han  quedado  en  la  ciudad  tiran  sobre  las  tropas  francesas  desde  lo  alto 
de  las  murallas. 

Entonces  se  atropellan  sobre  el  gran  puente  del  Elster  que  comunica 
con  el  desfiladero  de  Lindenau.  Estaban  minados  los  machones,  y  el  co- 
ronel Monfort  era  el  encargado  de  hacerlo  volar  luego  que  las  últimas  co- 
lumnas del  ejército  hubieran  pasado  á  la  orilla  opuesta  para  contener  la 
marcha  del  enemigo,  l'or  una  equivocación  azarosa,  el  zapador  á  quien  se 
ha  condado  la  mecha,  cree  que  los  Franceses  han  acabado  de  transitar  y 
que  llegan  los  aliados,  viendo  tirar  sobre  la  retaguardia  desde  las  fortifi- 
caciones. Prende  fuego  á  los  hornillos,  y  una  recia  esplosion  alcanza  á  des- 
pertar al  emperador  que  se  lia  entregado  al  sueño,  rendido  ya  de  cansan- 
cio, en  el  molino  de  Lindenau.  Ha  volado  el  gran  puente  del  Elster,  y 
cuatro  cuerpos  de  ejército  que  tienen  consigo  mas  de  doscientas  piezas  se 


I>l     \  \|n|  |  n\  ;,9| 

hallan  \(*\n\  ii  anbra  I  w  TOW  di  »  i  n  lo«  arrabalr*  ¿ 1  imí  »mi  la  «orrtr 
ilr  ai|iirlla*  \alimlr*  mandad»  por  ManlonaM  llecan-r.  Mur»*ion  )  h* 
matoutki9  \rn«.iilin  |>or  H  nm  i  Ir*  rabr  rrM*lir  .  y  IM  maao 

h  ni.  .•*  i  i  aba  -!•■  alujarle*  la  rrlira.li  Manlonalil  *r  arrof»  al  KfefcT  y  «a» 
Mira  nadaodo  hmialowiai  ar  abalanza  i  rnbaMo  al  rio.  »r  rmponnini 
ahumo  y  ilr*npartvr  Imnl  inerte  ani  cato  •  Hrgaifi  *  l  o  unión  *r  Ir» 
ron»  «pina  mnertOl  ó  abocarlo*  liorr  mil  Immhrr*  frnrcrn  é  paran  ra  pn 
rler  ili'l  rnrmiBO  ron  ai|tirl  fnnr*tnnrnntrrimirnio 

I  o*  ili.i.los  roq  docto!  de  I  eJpakt    1 1  r^  <li-  Pajonal  mar.  ha  á  IWlw 

igar  .  (Irsíilrnilulo  por  la*  aran.l.->  potencial  di  RnfOtn,  m  in»n»l» 

lili-  liilrllrfad   i  I»  I  i  ni.  1 1.  %  lUrmilotiV  pitliri|<o)ilm-n  I  ripwk  riel  l 

lin  \  la  embriagan  de  los  nesjnJDJ  •!«•!  nnmbrr  íranrr*.  «« 

Karmente  .1  la  mfM  de  lo*  nranllo*o*  pOtefJtadoi  qur  prlran  mntr* 

león  por  la  rntaaraeioa  ilrl  drrerbo  «Imno. 

1 .!«.  rryes  lejíthlKM  loria*  m  nerrMian  avasallar  «o»  rrpncnanrw- 
cubrir  mu  *ejr,undaa  intencione»    lM*unulan  ron  H  prinrini  ilr  orijrn  pie 
I.  \f0  \  ron  r|  |ii«»raii*mo  nlrman  rnyo*  MttiUoa  han  areplailo    laatVp 
Ktiropa  «abrá  rrgnirai  ronira  tm  mcmh  anslmnn.  %  írmtrarlr*  «le  mi* 
roa*  *<i|rmnr*  prtNDftM  «nonio  haya ílerwlado  al  mrmico  romun 

N  oleon  ha  debido  ronorrr  fli  ••!  mirto  flnlpr  que  araba  «le  trasfa 
«ríe,  U  inexorable  ••  invisible  pote»  u  mal  tra«>i.tcn.i  tndm  mi*  calrnlo*. 
luirla  loria*  mi*  preTifioneJ  y  Ir  va  ron<lnH.»nrio  ni  pnrrrrr  ilr*linariam« n 


592  HISTORIA 

te  al  abismo  por  medio  de  una  serie  de  victorias  á  las  que  siguen  y  anona- 
dan al  punto  incidentes  inauditos  y  catástrofes  pavorosas. 

Después  de  tributar  justicieramente  su  duelo  á  las  víctimas  de  aquel 
sumo  fracaso,  el  emperador  manda  comparecer  ante  un  consejo  de  guerra 
al  coronel  Montfort  y  al  zapador  que  ha  hecho  volar  con  tanta  precipita- 
ción el  puente  del  Elster;  después  prosigue  su  retirada  sobre  Erfurth ,  en 
donde  se  aposenta  el  cuartel  jeneral  el  25 ,  y  á  donde  llega  el  ejército  vic- 
torioso, dice  el  boletín,  dirijido  á  la  emperatriz,  como  llegaría  una  hueste 
derrotada. 

Napoleón  marcha  de  Erfurth  el  2o,  y  se  encamina  al  Rin.  Los  Austro- 
Rávaros  le  salen  al  encuentro  y  tratan  de  cortarle  el  paso  en  Hanau .  Pero 
los  descalabros  de  Leipsick  no  han  debilitado  de  tal  modo  al  ejército  fran- 
cés que  todavía  no  pueda  hacer  que  sus  infieles  aliados  se  arrepientan  de 
su  arrojo  al  quererle  cortar  la  retirada.  El  emperador  pasará  sobre  sesen- 
ta mil  Austríacos  y  Rávaros  mandados  por  Wrede  y  protejidos  por  ochenta 
piezas  de  artillería.  En  el  trance  de  acorralarle  el  enemigo  y  de  estarse 
ya  lisonjeando  de  rendirle ,  los  artilleros  se  armarán  con  sus  carabinas  y 
defenderán  tenazmente  sus  piezas  colocados  detrás  de  las  cureñas.  El  va- 
liente Drouot  les  dará  el  ejemplo  empuñando  el  sable,  y  su  heroico  ademan 
contendrá  al  enemigo  dando  tiempo  á  que  pueda  llegar  Nansouty  con  la 
caballería  de  la  guardia  y  libertar  á  los  denodados  artilleros. 

Los  Rávaros  pierden  hasta  diez  mil  hombres  en  la  refriega  de  Hanau. 


n»  N*roiK<»  m 

Si*  jrniT ílos  quedan  muerto*  o  Iwrulm  j  depa  en  poder  del  tilBJdOf 
cartones  y  handoras  Napoleón  condecoro  á  dos  escuadrones  de  guardia» 
de  honor  por  haber  alternado  en  los  peligros  y  U  glona  ron  lo»  coracero*, 
granadero»  do  á  caballo  y  dragónos  on  aquel  hnllantHtmo  trance 

Kl  t  <!o  noviembre,  ol  emperador  llego  a  Francfort  Deade  allí  acriben 
a  Mana  I  tusa  anunciándolo  que  lo  remitía  veinte  bandera*  enfria*  en  Va 
«han  .  Icipaick  y  Manan.  FjIo»  trofeo»  habían  costado  mny  caro».  Al  día 
Memento  Napoleón  entro  en  Maguncia  A  la»  cinco  de  la  madrugada  j  te 
dedicó  durante  algunos  dias  A  la  reorga  ni /ación  del  ejercito  qne  iba  A» 
euadronarse  por  la  linea  del  Rin,  y  marchó  H  8  por  la  noche  para  Fr 
Kl  9,  á  la»  cinco  de  la  tarde,  »e  apeaba  en  San  cJond 


■    íY 


CAPITULO  XLVII 


Kl  seriado  congratula  al  emperador.  Quinta  de  trescientos  mil  hombres.  Reu- 
nión y  disolución  del  cuerpo  lejislalivo. 


or  la  segunda  vez  en  el  espacio  de  un  año, 
Napoleón,  que  tenia  por  larguísimo  tiempo 
avezados  los  Parisienses  á  los  cantos  de  vic 
toria  y  á  las  entradas  triunfales,  twbia  regre- 
sado á  su  capital  vendido  por  sus  aliados  y 
por  la  fortuna,  acosado  por  las  huestes  de 
toda  la  Europa,  y  no  teniendo  ya  para  con- 
trarestarlas  mas  que  los  restos  de  la  suya 
esclarecidamente  caidaen  el  campo  del  ho- 
nor á  los  embates  de  la  alevosía  y  de  la  fatalidad. 

Iban  á  residenciarle  por  los  antojos  de  la  suerte  y  las  traiciones  que 


I»K  \  I  FOLIÓN. 

había  padecido  U Pruna.  olvidando  que  00  nabas  sido  d  1 
(Hierra  y  que  mío  la  babia  sostenido  por  rila  con  lauto  lasoo  y  1 
estaba  disponiendo  para  decirle,  como  en  otro  tiempo  rl  señor  do  Roana  i 
Varo    •  Voé Ivcmc  mi»  lojkmet.  • 

No,  d  gran  pueblo  no  empanara  mi  gloria  coa  tamaña  siamana  é  » 
gratitud  para  con  tu  hombro  grande  No  será  |«leciefo  tana*  como  d  te 
nado,  ni  critico  intempestivo  romo  el  cuerpo  Icjislaiivo.  lamentará  Un 
yerros  políticos  cometidos  en  la  prosperidad .  pero  se  guardará  de  tomar 
los  por  tema  de  reconvención  en  el  trance  de  la  adversidad  Su  instinto 
certero  calará  la  máscara  réjia  con  que  H  numen  de  la  revolución  malha 
dadamente  se  ha  disfrutado,  y  persistirá  en  sostener  con  sos  anhelos  y  so 
sangre  al  héroe  que. bajo  la  toga  consular  y  ceñido  roo  loa  laureles  da  r'.jip 
to  y  de  Italia,  celebraba  en  I  ROO  ni  el  (ampo  de  Marte  el  aniversario  drl 
1 4  de  julio  y  saludaba  ron  entusiasmo  H  pueblo  francés  como  á  to  toas 
luno.  Si  los  grandes  cuerpos  del  estado  no  espresan  sus  ideas,  se  enrami 
uará  á  la  soledad  en  busca  de  un  patriota  esclarecido  para  eoostitoirte  otro 
<  I  mismo. y  el  animoso  tribuno  qqo  contraresto  solo  el  restaWeeimieoto  de 
la  monarquía  vendrá  á  sindicar .  ofreciendo  su  braio  al  emperador ,  a 
••sos  lejisladores  tanto  tiempo  mndos  que  habrán  aguardado,  para  mam  íes 
tar  algunas  veleidades  de  oposición,  que  los  anime  el  estruendo  dd  cartón 
estranjero  ó  los  sostengan  los  inminentes  peligros  del  imperio  Carao!,  qne 
se  desterró  de  los  negocios  públicos  y  cu>  a  voz  se  mantuvo  intacta  del 
ambiente  lisonjero  cuando  Napoleón  veía  á  sus  plantas  i  los  subdelegados 
oficiosos  de  la  Francia  y  á  los  reyes  mas  orgullosos  de  Kuropa.  Carao!  es 
críbirá  al  emperador  poniéndose  á  su  disposición,  porque,  á  pesar  de  cier- 
tos actos  poco  avembles  con  las  tendencias  dd  siglo,  siempre  recooocera 
en  él  al  representante  de  la  nacionalidad  francesa,  y  el  emperador  le  res 
pondera  encargándole  la  Jefeait  de  A  moeres 

Hedonía  d  senado  desaladamente  sus  lisonjas  de  tabla  al  emperador  . 
quien  le  dice  en  su  coatestaooo :  •  Hace  un  ano  toda  la  Koropa  marchaba 
ron  nosotros ;  añora  toda  día  marcha  en  contra  nuestro  1  y  es  porque  la 
opinión  del  mundo  era  encabexada  por  la  Francia  ó  la  Inglaterra  Tendría 
mas  pues  que  temerlo  todo  sin  la  enerjia  y  poder  de  te  uaaon. 

•  la  posteridad  dirá  qne  tan  grandes  y  •Tincas  1 
liaron  ni 4  la  Francia  ni  á  mi.  • 

Al  dia  siguiente.  13  de  noviembre,  el 
trescientos  mil  hombres,  y  quedó  volada  por  d 

Kl  cuerpo  lejtslativo  estaba  convocado  desde  d  13  de  1 
decreto  dado  en  Cotta.  A  10  llegada  á  París  supo  d  1 
enemigos  trataban  de  avasallar  aquella  junta  Al  poeto,  naneado  oto  de 
la  potestad  de  dictador  qne  sabia  apropiarse  cuando  las  rvcoastaartas  lo 
decreto  que  d  presidente  dd  cuerpo  I  raí  la  lito  sería  1 


596  HISTORIA 

por  él, y  su  elección  recayó  en  el  duque  de  Massa,  á  la  sazón  juez  supremo, 
y  que  fué  reemplazado  en  el  ministerio  de  la  justicia  por  el  consejero  de 
estado  Mole. 

La  defensa  del  territorio  embargaba  todo  el  ánimo  de  Napoleón.  Por 
un  decreto  del  16  de  diciembre  mandó  que  se  formaran  treinta  cohortes 
de  la  guardia  nacional  que  destinó  á  la  defensa  de  las  plazas  fuertes. 

El  \9  del  mismo  mes  se  celebró  la  sesión  de  apertura  del  cuerpo  Iejis- 
lativo. 

El  emperador  comunicó  á  los  diputados  y  al  senado  los  documentos 
diplomáticos  que  contenían  el  secreto  de  las  negociaciones  durante  la  úl 
tima  campaña  y  podian  enterarlos  de  las  disposiciones  actuales  de  las 
grandes  potencias.  Estos  dos  cuerpos  nombraron  cada  uno  su  comisión  pa- 
ra proceder  al  escrutinio  de  aquellos  documentos.  Mr.  de  Fontanes  infor- 
mó por  la  comisión  del  senado;  Mr.  Lainé,  diputado  de  la  Jironda,  habló 
en  nombre  de  la  comisión  lejislativa. 

Mr.  de  Fontanes  sostuvo  su  papel  de  partidario  acérrimo  de  la  monar- 
quía y  de  servidor  ansioso  del  imperio.  Estrañó  la  declaración  de  los  sobe- 
ranos coligados,  los  cuales  en  sus  últimos  manifiestos  aparentaban  mani- 
festar que  solo  tenían  mala  voluntad  al  emperador,y  no  á  la  nación  fran- 
cesa. « Esta  declaración ,  dijo  el  orador  del  senado ,  es  de  un  tenor  nunca 
visto  en  la  diplomacia  de  los  reyes;  no  esponen  ya  sus  cuitas  á  los  reyes 
sus  iguales  dirijiéndoles  sus  manifiestos,  sino  que  hablan  con  los  pueblos. 
¿No  puede  redundarles  en  daño  semejante  ejemplar?  ¿Pueden  dudarlo 
sobre  todo  en  esta  época  en  que  los  ánimos,  acosados  con  todas  las  dolen- 
cias del  orgullo,  hallan  tan  cuesta  arriba  el  humillarse  bajo  la  autoridad 
que  los  abriga  enfrenando  sus  demasías?  ¿Y  contra  quién  se  asesta  aquel 
embate?  Contra  un  hombre  grande  que  mereció  el  reconocimiento  de  to- 
dos los  reyes,  por  cuanto  al  restablecer  el  trono  de  Francia,  soterró  el  vol 
can  que  á  todos  estaba  amenazando. » 

Este  lenguaje  para  hacer  resaltar  la  imprevisión  ó  la  ingratitud  de  los 
reyes  rasgueaba  cabalmente  cuanto  en  las  circunstancias  actuales  hubiera 
debido  borrar  el  emperador  de  la  memoria  de  los  pueblos.  Con  la  omni- 
potencia de  la  democracia  disciplinada  y  con  la  fuerza  incontrastable  del 
ímpetu  revolucionario, cuyo  supremo  ordenador  se  habia  constituido,  Na- 
poleón triunfó'en  tantas  ocasiones  de  los  enemigos  de  la  FrancL  y  se  le 
reputó  por  tanto  tiempo  invencible.  Empeñándose  en  retratarle  tan 
solo  como  el  restaurador  de  las  antiguas  instituciones  y  el  libertador  de  la 
añeja  Europa  ,  se  le  apeaba  de  su  carácter  primitivo  y  de  su  naturaleza 
popular,  aquel  ensalmo  que  le  habia  ayudado  á  hacer  todos  los  milagros 
de  su  vida.  Ya  no  era  el  numen  del  siglo  aherrojando  la  victoria  á  la  ban- 
dera de  la  revolución  francesa.  El  Hércules  plebeyo,  que  durante  tantos 
años  avasalló  con  su  temible  mano  el  torrente  de  lo  pasado,habia  llegado  á 


I.»     Nsmi  >n\ 

«p*rinv  ntar  mi  influjo  y  «  bema  con«tituido  et 
«le  la  aristorrecia;  «o»  adulador*»  fwwihnn  tb*w» 
alta  %o»  le  daban  H  parabién   Nfi  al  nm bu 

p*  lityral  qua  fiaba  á  U  woo  tnnofeado  tn»  pantera»  de  eati » an  é  es- 
tremo  da  Allánala  y  prometía  coosntijctoue»  en  Herlm.al  pa»  q«e  la»  e» 
Uba  ventilando  en  Cadi»  T  ¿  Wo  era  rato  tambieo  hmwwee  to»  iiaiai  ns 
l»«  pandilla»  H  contrarcttar  H  testo  demurrabco  da  la  artaandad.  y  ff> 
tratar  á  Napoleón  como  H  enemigo  de  aquH  M«tcma r  Tanto  an»  da  lean? 
era  esto  en  manto  no  carecían  de  verdad  loa  recuerdo»  k  que  apenan 
Mr.  de  Foptanes.  Con  efecto,  era  Indisputable,  y  repetida»  «ere»  beaao»  to- 
nido  ocasión  de  evidenciarlo,  qne  Napoleón  babea  procurado 
con  al  antiguo  rumbo  de  lo»  ■egork»,  como  él  buido  lo  ha 

Aquel  empeño  qnebrastó  la  esteran  da  m  potestad  altearan  en  eJ 
nuevo  «tteraa  desairóte  la  tuerte,  y  pasmó  á  tes  jcote»  ea  teananacan 
pana  con  tus  redoblados  triuafot  y  aa  rapidtaina  dendncia. 

Pero  Mr  de  Fontancs  vino  tan  *olo  ¿  mostrar  oao  da  loa  reme  de  la  po- 
lítica de  Napoleón,  y  aon  era  eJ  qne  ana  baña  da  redaodar 
lo»  uno»  y  en  desvio  y  encono  con  lo»  otros.  No  obstaste  eJ 
quejaba  del  concepto  qne  mererian  tos  tosttonn  y  n  atoanoo  é  loa  pac 
Mo»  y  los  reyes.  KJ  eocabezador  de  la  coarta  mantea  tropezaba  en  n 
propio  pensamiento  en  eJ  discurso  del  antiguo  reainta  que  al  tapado  bu 
bia  eJejido  para  informante  Dio  aradas  á  la  diputación  deJ  aquel  cuerpo 
respecto  á  tus  ilemo»traciones.  y  luego  bosqneió  en  termino»  bario  cunan 
joto»  eJ  estado  de  la  Francia. 

•  Habeia  visto,  les  dijo .  por  fot  documento»  que  os  be  comunicado 
desvivo  por  la  pax.  llana  an  quebranto  los  i 
i  baña  preliminares  que  me  han  propoesto  lo» 

;  ni  vida  te  v  íncola  toda  en  un  objeto .  la  felicidad  da  fea 


>,  la  Altada.  H  Franco  Condado  y  H  Brabas 
i  da  aquel  la  parte  de  ni  fanaVa  me  tro» 
Uano  á  fea  Franca»  al  »u»ibo  de  tns  llenan* 
cierto  era  qne  fe  Francia  n  ha Baba  ta vadkte  Un  ejemns 
i  ^pansf  precitado»  á  evacnar  la  FeniimUa  tramontaban  el  I 
'         «ctuidoa  por  lo*  infrto  Báanannun  acanpaban  ?a  < 

\l  norte,  el  ftin  te  bailaba  traspuesto  en  varo»  pantos,  y  el  tsrey  apean» 
nodm  mateneroi  asa»  alta  de  los  Alpes,  asteatro»  que  fe»  pfena  nerte»  dH 
Hoa  y  dri  Oder  te  iban  rindiendo  y  que  Dentro*  estaba  ya  caí irafeaaVí 
\  da  aer  favorable  ai  partían  t  mu  te»  ñaman  ano 
%  rnywpnartpwiaaniminai  m  runde  i  an 


598  HISTORIA 

coligación  contra  la  Francia.  Los  Borbones,cuyo  nombre  parecía  olvidado 
y  que  eran  enteramente  advenedizos  para  las  nuevas  jeneraciones,  volvie- 
ron á  presentarse  en  las  fronteras  de  España  é  inundaron  con  sus  procla- 
mas los  departamentos  meridionales.  Al  remedo  de  sus  poderosos  aliados 
de  allende  el  Rin  que  habían  aceptado  el  arrimo  del  Tugend-bund,  trata- 
ron también  de  embaucar  al  liberalismo  retoñando,  y  no  temieron  presen 
tarse  como  restauradores  de  las  libertades  públicas ,  mientras  que  otros, 
por  una  contraposición  asombrosa,recomendaban  á  Napoleón  como  el  res- 
taurador del  altar  y  del  trono.  Así  los  enemigos  mas  encarnizados  de  la 
revolución  se  hallaban  reducidos  á  tributarle  homenaje  y  proclamar  que 
ya  no  estaba  con  el  emperador  para  que  este  cesase  de  ser  invencible. 

Con  especialidad  en  el  poniente  y  el  mediodía  se  ponían  ya  en  moví 
miento  los  parciales  de  los  Borbones.  En  algunos  parajes  se  acuadrillaban 
reclutas  indómitos  alentados  por  conspiradores,  poniéndose  en  ademan  de 
amenaza.  En  Paris,  una  junta  superior,  que  formaban  hombres  luego  des 
collantes  entre  los  mas  célebres  constitucionales ,  servia  de  norte  á  los  ene- 
migos interiores  y  esteriores. 

Ahora  bien,  la  comisión  del  cuerpo  lejislativo  se  valió  de  aquel  trance 
para  insinuar  que  el  despotismo  habia  reemplazado  el  reinado  de  las  leyes 
y  que  la  prolongación  de  la  guerra  solo  debería  atribuirse  al  emperador  ; 
que  su  afán  de  engrandecimiento  y  señorío  era  el  único  obstáculo  á  la  pací 
íicacion  jeneral.  A  impulsos.de  los  fracasos  y  peligros  públicos,  remaneció 
poniendo  condiciones  á  los  auxilios  y  sacrificios  que  pedia  Napoleón  á  los 
diputados  de  la  nación  para  precaver  al  pais  de  la  invasión  estranjera.  En- 
colerizóse el  emperador  con  un  arrojo  tan  tardío  cuanto  intempestivo.  La 
impresión  y  reparto  del  informe  de  Mr.  Lainé  habían  sido  votados  por  las 
cuatro  quintas  partes  de  la  junta ;  mas  quedó  anulado  todo  por  la  voluntad 
del  soberano.  El  30  de  diciembre  se  embargó  la  impresión  con  los  moldes, 
y  Napoleón  se  desahogó  así  en  medio  del  consejo  de  estado. 

« Señores,  les  dijo,  ya  sabéis  la  situación  de  los  negocios  y  los  peligros 
de  la  patria ;  conceptué  oportuna  mi  comunicación  íntima  con  los  diputa 

dos  del  cuerpo  lejislativo,  aunque  me  cabía  prescindir  de  aquel  paso 

pero  han  labrado  con  este  acto  de  mi  confianza  una  arma  contra  mí,  quie 
ro  decir,  contraía  patria.  El  cuerpo  lejislativo,  en  vez  de  ayudar  á  salvar 
la  Francia,  se  auna  para  atropellar  su  esterminio ;  falta  á  su  obl  pación,  yo 
cumplo  con  la  mía,  y  lo  disuelvo. » 

A  pesar  de  la  ejecución  que  el  emperador  acababa  de  providenciar  con- 
tra los  miembros  del  cuerpo  lejislativo,  estos  se  presentaron  á  su  audien- 
cia ell°.  de  enero  en  las  Tuilerías  para  cumplimentarle  con  motivo  de  la 
solemnidad  del  día.  Luego  que  se  presentaron  delante  de  él  prorumpió  en 
los  estremos  de  ira  que  antes  sintiera  al  saber  su  determinación  y  les  habló 
con  suma  vehemencia  en  estos  términos : 


DI    NAPOLEÓN. 

!m 

<  lie  Mipnroido  U  impresión  de  Yaentro  M 

forme  poti|M  era  u 

ih  iría 

•  \xn  once  doeearos  del  cuerpo  lrji«UtiTn  «r 

ri>m  ponan"  ■  IMM 

irn» 

(hilnno*.  \m  conozco  y  guantan-  mi r armenio* 

-on  ellos;  paro  toad 

<*>n  uno*  focáceos  y  de  esta  numero  es  vursirt  c 

saaaáon.  (Esta  se  eo 

nia  do  lo»  menores  lainc ,  Rsynooard  ,  Main*  d*  Bma  y  rlemjBTgt. ) 

Mr  lame  es  un  tnudnr  que  está  en  corresponde 

■em  coa  H  pnnnpr  r 

(<•  por  conduelo  de  Itawte ;  me  consU.  tengo 

praebas,  los  demás 

a» 

naos  Cteekno». 

•  Tratáis  de  separar  eo  miro  informe  al  soberano  de  te  aarioi 

i   Yo 

600  HISTORIA 

solo  soy  el  representante  del  pueblo.  ¿Y  quién  de  vosotros  pudiera  encar- 
garse de  semejante  peso?  El  solio  no  es  mas  que  de  madera  cubierta  de  ter- 
ciopelo. Si  yo  quisiera  creeros,  cedería  al  enemigo  mas  de  lo  que  me  pi- 
de ;  dentro  de  tres  meses  tendréis  la  paz  ó  yo  feneceré. 

« El  enemigo  se  ensangrienta  con  mi  persona  aun  mas  que  contra  los 
Franceses ;  ¿pero  debo  por  eso  desmembrar  el  estado? 

•  ¿No  sacrifico  yo  también  mi  engreimiento  por  conseguir  la  paz  ?  Sí , 
soy  altanero  porque  soy  animoso;  soy  altivo ,  porque  tengo  ejecutados  he- 
roicidades notables  por  la  Francia.  El  informe  era  indigno  de  mí  y  del 
cuerpo  lejislativo ;  algún  dia  lo  mandaré  imprimir,  pero  será  para  mengua 
del  cuerpo  lejislativo.  Habéis  intentado  salpicarme  de  cieno ;  pero  yo  soy 
de  aquellos  hombres  á  quienes  se  les  mata ,  mas  no  se  les  deshonra. 

«Regresad  á  vuestros  hogares Aun  suponiendo  que  yo  hubiese 

cometido  yerros,  no  debierais  echármelos  en  cara  públicamente,  la  ropa 
sucia  debe  lavarse  en  casa.  Por  lo  demás,  la  Francia  me  necesita  mas  que 
yo  á  ella. » 


I  IPITI  in   \l\lll 


l'im.  .pm   .|f   l<    rjn«|Wiñ«    <\m   »*•«. 


\  I- 1. nina  ror  n«r*Mta  a  mi  roa*  <\\*  >o  a 
Hla. 

Sublimo  cngmmM'nlo  <M  numen  qu*  tar 
ta  omp»padn  en  Ww  r*rr*mo*  d«»  «o  poderío. 
y  Tf  ma*  y  roas  el  amh»ln  At>  v»  afcaam  y 
df  «ii  inri. i  Uva 

pero  rt  mi«roo  nunvn.  jnom  al  aottl  dr 
sn  faena .  adnWr  t.imbtcn  de  iloaoam 

nbr  duda  m  que  Napoleón,  como 

no  MCtaÜi  ya  ilc  »•  Fraana  pava  posar 

m  u  pntlmdad    pero  como  imperador  y 

¿qw  podna  »m  ta  r  rao.  »>  ¿CoaK>  f»- 

7f 


002  HISTORIA 

cudaria  sin  ella  su  corona  y  su  dinastía?  ¿Cómo  se  libertaria  de  la  muerte 
política  con  que  toda  la  Europa  le  está  amenazando? 

Por  otra  parte ,  si  es  cierto  que  la  Francia  necesite  mas  que  nunca  la 
espada  de  Napoleón  para  contrarestar  á  los  ejércitos  de  los  reyes  coligados 
y  rescatar  su  territorio  ya  mancillado  por  el  enemigo ,  es  también  cier- 
to que  el  éxito  de  la  invasión  pudiera  acarrear  la  hora  postrera  del  impe- 
rio y  la  decadencia  irrevocable  del  hombre  grande ,  y  no  ser  sin  embargo 
mas  que  un  desmán  pasajero,  que  un  incidente  en  la  vida  de  un  pueblo 
grandioso,  del  cual  dirá  algún  dia  el  poeta  que  si  puede  caer,  es  «como  el 
rayo  que  se  dispara  y  retumba  allá  en  la  esfera. »  No  olvidemos  que  sobre 
todo  á  la  Francia  cuadra  cabalmente  lo  que  tantas  veces  se  ha  repetido  que, 
en  medio  de  los  vaivenes  y  conmociones  que  arrebatan  príncipes,  dinastías 
y  gobiernos,  las  naciones  son  únicamente  las  que  nunca  fenecen. 

Napoleón  pareció  tenerlo  olvidado  cuando  su  ira  prorumpió  en  las 
espresiones  altaneras  que  vertió  á  la  faz  de  los  diputados  de  la  Francia. 
Aun  cuando  el  cuerpo  lejislativo  hubiera  cedido  á  inllujos  aciagos  y  á  im- 
pulsos indiscretos,  y  aunque  además  sus  antecedentes  lo  habían  malquis- 
tado con  el  pueblo ,  todavía  era  arriesgado  tratarle  con  tan  sumo  desco- 
medimiento y  menosprecio.  A  pesar  de  su  inutilidad  constitucional  y  de  su 
rendimiento  incesante,  se  estaba  escudando  con  su  mismo  dictado.  El  pue- 
blo se  habia  acostumbrado  á  ver  en  él  algún  viso  de  democracia,  una  som- 
bra del  sistema  electivo,  y  esto  bastaba  para  hacer  espuestísimo  todo  em- 
bate demasiado  directo  y  disparado  contra  él.  En,  infinitos  trances  los  po- 
tentados, conceptuándose  afianzados  en  sus  tronos,  han  estado  palpando 
que  nunca  la  voluntad  individual,  por  mas  pujante  que  fuere,  lastima  ó 
reta  á  su  salvo  á  los  cuerpos ,  aun  cuando  representen  á  medias  la  volun- 
tad del  pais  ;  pues  ha  sucedido  repetidamente  quebrarse  el  cetro  contra 
una  sombra  de  representación  nacional. 

No  cabe  duda  en  que  el  cuerpo  lejislativo  habia  estado  causando  sumo 
daño,  con  sus  malévolas  insinuaciones  contra  Napoleón ,  en  el  trance  de 
necesitar  el  caudillo  del  imperio  toda  la  confianza  de  la  nación  para  bata 
llar  contra  el  estranjero  por  el  suelo  mismo  de  la  patria.  Pero  el  empera- 
dor empeoró  quizás  el  quebranto  patentizando  la  oposición  inoportuna  de 
los  diputados  y  despidiéndolos  tiznados  con  su  reprobación  solemne.  Esta 
desavenencia  entre  el  monarca  y  uno  de  los  grandes  cuerpos  del  ^tado  fué 
mañosamente  avalorada  por  las  facciones  interiores  y  los  ajentes  de  la  di- 
plomacia europea.  Los  enemigos  se  juzgaban  venturosos,  cuando  se  esme- 
raron en  deshermanar  á  Napoleón  de  la  Francia  para  hacerle  mas  vulnera- 
ble, al  oir  á  Napoleón  diferenciándose  á  sí  mismo  de  ia  nación  con  que  siem- 
pre se  habia  identificado  y  diciendo  que  mas  necesitaba  ella  de  él  que  no  él 
de  ella.  Mas  aquella  pretensión  altanera  no  vino  á  redundarle  en  ojeriza  del 
pueblo  francés,y  sus  hijos  acompañan  al  héroe  á  la  Alsacia,Lorena  y  Cham- 


ni  \  iroi  m»n  m». 

paóa  para  as  miarle  a  resguardare!  temiónos  solver  por  di 

*iiie»  de  salir  dr  Tan*,  Napoleón  nunfirm.  H  «r»  de rorro,  d  I 
rejenta  á  Mana  lan*a   que  prieto  jnramentn  ro  candad  de  tal .  d  *J  t .  rn 
dH  emperador  y  ni  un  mnvjo  ronipuoilo  dr  W»  principe»  y  cm 
i!«'l  Imperio  .  asiaiatroi  «l«  I  sabinete  s  dr  estado 

Kl  mismo  día  ronso«««  Napoleón  m  Im  TiinWia»  a  Im  norial*^  de  M 
guardia  nacional  pirmcnM'dc  la  que  *c  aabtt  iWrlarado  rooModanlr  en 
irtV  >|  l«.*an«lorlecrmnanfa.  Ic^dij.».  soyápclear  roefrad 

rnimi,  lia  i-rrnda»  m»  entrañable*.  la  rmpcralru  )  mi  luí.»  i 

IxnwAorodr  Hiau«-a«.  «le  Bres  aunes,  ctr  aaomabea  entre  aquHto»  oe 
ciale» .  qnicno*  juran.ii  lorio»  guanlar  el  deproito  roo  nado  á  se  nlchdad 

Tamben  rcnhio  Vapolenn  rn  aquel  día  la  rarta  «le  que  sa  baldemos 
s  en  la  qw  Gal  aot  le  oím 3M  HM  «tsicios  ,i»ne  ronlrapmmon  se  ofrcmi 
pjMÓMH  a  la  menta  «Id  emperador'  l'arnot.quc  había  *ido  rl  ultimo  ram 
peón  de  la  rcpuMi.  a  >  «pie  *e  había  manlcnwlo  a>no  dH  boato  de  b  ñor 
\*  monarquía  i  mi.-l  a  n. lia  en  la  adsrrsidad  a  emendar  á  aquel  mi* 
momio  «-n.  uuil>ranu«*nto  lialna  contrarrestado .  al  paso  que  Mural,  uno 
dr  tos primero»  pnoeipr»  del  imperto.  «Minado,  amigo  y  aatigoo rompa 
oero  dri  emperador .  colmado  por  él  de  dignidades  y  de  honores  y  dota 
do  ron  una  corona,  escofia  el  trance  en  que  la  fortuna  \endia  á  Mi  bien 
hechor  para  ostentar  al  mundo  H  eacandalo  de  una  niietaoVserrion  y  lie 
var  ¿  loa  Ruso*  y  Austríacos  d  ausilio  de  aquel  rlrnucdo  enlerameote  fian 
n-s  que  les  había  sido  tantas  vece»  pernicioso.  .  Napolcnii  acababa  de  sa 
ber  que  el  rey  de  Ñapóles  imitaba  al  principe  real  dr  Suecia.  y  que  por 
un  tratado  coa  fecha  dd  II  de  enero  su  ainado  y  mi  suegro  bataan  Ir 
inado,  bajo  los  auspicioso*  los  Ingleses,  uimc^recriaalianm  para  hacerle 
la  guerra;  de  modo  que  d  principe  Faijenio.qne  apenas podia  hacer  freote  a 
loa  «perritos  aorthacm.iba  á  tener  4  retaguardia  H  ejercito  napolitano  y  H 
bnllante  Jeneral  «aryo  ralor  habm  astado  encareneodo  tanto  tiempo,  y  d. 
cmagJortabnbmiidopBfticipey  que  habrá  «iWolUlo  romo  ano  oV  lo» 
«id  ejército  írar 
m  de  lodo  «a  Napoleón  «e  rrquena  para  «ne  sa  te«m 
•  lastimosos,  tanta»  sileías  y  amida  ■  lea  toro 
habm  recibido  de  la  naluralr/a  un  i.  mple  recio  y  altanero,  como  rl  m» 
mo  lo  habrá  manifestado  eo  una  ocaxon  recreóte .  s  *e  arralo  con  H  rv 
tr*imrolonniirrsaJqueen&dar»tooaamsy  aam  preseorsaiado.  «m  dr 
jarse  abatir  ni  «lc*earnar  na  aprce. 

Arrollando  pora  aas  mjebranlos  y  arrostraiMta  ta  Imrrasca  ajav  la^mo- 
ha  sobre  lodos  los  pantos  de  la  Francia,  marran  d  rersjrotro  de  Im  ala 
quebrantado  la  oeutrabrlad  raua  para  msa.br  tos  pros  n 
Sebo  de  Parts  H  15  de  eoero  a  las  treaoV  h 
de  haber  qm  anido  ssjs  jamete»  secreto»  y  Imber  ata  ajado  a 


604  HISTORIA 

posa  y  su  hijo por  la  vez  postrera.  Asentó  el  2t>  sus  reales  en  Yitry,  y 

llegó  el  27  á  San  Dizier ,  de  donde  arrojó  al  enemigo  que  estaba  cometien- 
do de  dos  dias  á  aquella  parte  insufribles  desafueros.  La  presencia  del 
emperador  llenó  de  regocijo  á  los  habitantes.  El  veterano  coronel  Bouland 


-  • 


pasó  á  echarse  á  sus  pies  y  espresarle  el  reconocimiento  de  la  población 
que  se  mostraba  solícita  en  torno  de  su  libertador.  Dos  dias  después  Na- 
poleón tomó  la  ciudad  y  el  castillo  de  Brienne  contra  Blucher  y  le  causó 
una  pérdida  de  cuatro  mil  hombres.  tn  oficial  jeneral  llamado  Harden- 
berg,  sobrino  det~canciller  dePrusia,  fué  cojido  al  pié  de  la  escalera  del 


|>|     N  Vln|   |.,\  m 

artillo  Blocber.  que  i*  crria  que  H  emperador  te  ImH«w  eart  ejercito 
y  tan  crm  «te  él,  ertnro  é  panU»  de  teoer  itual  «wiv  eo  H  momento  de 
bajar  é  pié  del  maíllo  r|  frente  de  »u  e*tado  mayor  lm  trasmota ore» 
dieron  fncgo  I  la  ciudad  para  riegwtftlar  tn  retirada 

FJ  l\  de  febrero.  Blnrher  y  Schuart/cnbeie  reunido»  dV» inhocaroo 
*obre  Itothicrr  \  M«  I  illo .  en  ilonde  *c  hallahan  A  rrUt  nardia  dH  ejerri 
tn  francés  Fnnreido»  ron  la  Miprriorídad  numérica,  contaban  mu  un 
Innnfo  mny  obvio  Ix*  jeneralc*  Diire«me  y  ticrard  lo*  d^ntanaree)  : 
pnrs  H  prim  •  Rothiere,  y  ticrard  *c  man  tino  en  IbentilV  FJ 

mariftcal  Victnr .  «ituado  rn  la  aldea  de  la  r.ebcne .  la  defendió  tamben 
lili  MU  lodo  H  di» :  pero  por  la  noche  ona  batería  de  la  ituardia  que** 
ertrario  rayó  rn  nna  cmbo*rada  y  quedó  en  poder  dH  fwmiio  .So  em 
l>ar«o  lo*  artillero*  *e  miraron  ron  *us  tiro* .  formándote  en  e*cnadmo  * 
peleando  denodadamente  loe*o  qoe  rieron  que  no  trotan  tiempo  de  rolo 
car*e  en  las  pirra* 

U  rrfrie«a  dr  Bhmnr  y  la  deícn*a  de  Rothirrr.  Dicm  dlr  y  la  deber*- 
habían  abirrto  e*rtarcctdamcnte  la  campana  Pero  Blttrber  y  Scb*art 
renberg  deponían  de  fuerza*  tan  cuantío** .  que  Xapolcon  podia  temer 
I  rr*e  incomunicado  ron  mi  capital,  m  in«i*tia  en  guardar  *n*  pOMOone* rn 
lo*  alrededor»  de  Rhmnr  \dema*  la*  columna*  enemiga*  M  encamina 
han  «obre  Sen*  por  Bar  tur  A  o  be  y  por  A a ierra  FJ  emprrador  debía  am 
<lir  para  c*rndar  A  Parí*  contra  ona  •nrpresa.  Serrtiní  pnc**obrrTroyr». 
rn  donde  «tro  H  3  de  lebrero ,  y  de*pne*  *obre  Nogcnt.  en  donde  *e  ha 
ILba  tn  cuartel  jenrral  H  f  Fra  tamhim  mi  intmto  des\  iar  con  la  mar* 
tria  de  «os  maniobra*  loa  dos  grande*  ejercito*  prusiano  y  an«trwm.  no 
pudiéndolo*  embestir  roo  réntala  mientra.*  permaneciesen  reunido*,  y  qoe 
*e  prometía  derrotar  uno  tras  otro ,  si  lograba  por  fin  andarlo*. 

So  plan  tu\ o  un  prinripio  de  ejecocion  y  un  primero  y  señalado  trina) 
fo  H  10  de  febrero  eo  CJsampaubert  -.  pero  aquerfo*  golpe*  unieron  por 
entonces  A  roer  sobre  los  Bum»  Fl  jcncral  en  jefe  <>o»oow  ieff .  al 
de  doce  rejnaieotos.  padeció  an  descalabro  total .  po 


y  loa  deesas  se  abogaron  en  on  i  ilaaasai  ó 
tendido**  H  caaapo  de  batalla.  Cuarenta  pic/a*.  todas  las 


\l  día  Mámente  le  enoo  A  Blucher  *er  derrotado  Vapolcoo  Ir 
en  Vootmirail.  y  eo  dos  bofos  de  pelea  le  caeso  tanta  pérdida  qav  «orear 
po  de  ejército  qoedó  loo» amate  dWtroido  Al  otro  día  narro  ti  aaon 
loa  colomna  enemiga  qoe  trataba  de  resguardar  la  retajaba  de  asWfcor 

a  Roaos  ▼  Pi  ominar  Ooco  jenerale*  de  estas  do*  oannoe» 
i  cutre  auastros  Bfraaooero*  13  emperador  donoso  m  el  ca*tilb> 
deNesir  Ijq»  restos  dH  eaeanage  ati  ni  atar  na  *o  retinam  coa  «notdrf* 


60fi  HISTORIA 

ga  ;  y  como  al  marchar  sobre  París  esperanzados  y  jactanciosos  los  solda- 
dos de  Blucher  y  de  Sacken  habían  cometido  sumas  tropelías  y  crueldades, 
se  vieron  espuestos  en  su  derrota  á  las  persecuciones  de  los  paisanos  cham- 
pafieses  que  los  acometieron  en  gran  número,  conduciéndolos  vanaglo- 
riosamente á  las  avanzadas  del  ejército  Trances. 

Pero  aquellos  ejércitos  aliados  diariamente  derrotados  remanecían  in- 
mediatamente en  ademan  de  pelea.  Preciso  es  repetirlo  i  teníamos  contra 
nosotros  toda  la  Europa,  que  reemplazaba  al  punto  con  tropas  frescas  sus 
divisiones  arrolladas.  Blucher,  cuyo  cuerpo  quedó  destruido  el  \2  en  Cha- 
teau-Thicrry,  pudo  emprender  otra  acción,  el  \A,  en  Vauchamp.  Esta 
aldea ,  atacada  por  el  duque  de  Ragusa ,  fué  tomada  y  recobrada  varias 
veces.  Mientras  que  se  peleaba  encarnizadamente,  el  jeneral  Grouchy  se 
descolgó  sobre  la  retaguardia  del  enemigo  y  fué  acuchillando  sus  cuadros. 
El  emperador  avaloró  el  trance  haciendo  cargar  ¡i  sus  cuatro  escuadrones 
de  servicio  que  aportillaron  y  cojieron  un  cuadro  de  dos  mil  hombres. 
Llegó  después  á  trote  largo  toda  la  caballería  de  la  guardia,  y  el  enemigo 
ya  vencido  atropello  su  retirada.  Pero  fué  perseguido  activamente  hasta 
la  noche,  y  ni  siquiera  halló  un  refujio  en  la  oscuridad  j  porque  los  ven- 
cedores continuaron  arrollándole  en  medio  de  la  oscuridad,  rompiendo 
sus  cuadros,  sembrando  la  tierra  de  muertos,  haciéndole  numerosos  pri- 
sioneros y  cojiéndole  la  artillería.  Su  retaguardia,  formada  de  la  división 
rusa  del  jeneral  Ouroussoff ,  acometida  á  la  bayoneta  por  el  primer  Teji- 
miento de  marina ,  no  pudo  sostener  el  choque  y  se  dispersó ,  dejando  en 
nuestro  poder  mil  prisioneros  y  entre  ellos  el  comandante  en  jefe. 

El  encuentro  de  Vauchamp  costó  á  los  aliados  diez  mil  prisioneros, 
diez  banderas,  diez  cañones  y  muchos  muertos  y  heridos. 

Para  marchar  al  contraresto  de  los  cuerpos  que  operaban  sobre  el 
Mama  amenazando  á  Paris  por  la  parte  de  Reims  y  de  Soissons ,  el  empe- 
rador había  tenido  que  dejar  á  sus  lugartenientes  el  encargo  de  contener 
á  Schwartzenberg  sobre  el  Aube  y  el  Sena.  Pero  el  jeneralísimo  austríaco, 
no  teniendo  delante  sino  fuerzas  muy  inferiores  á  las  suyas,  habia  conti 
miado  su  marcha  después  de  haber  estado  detenido  por  dos  días  bajo  los 
muros  de  Nogenl  por  el  jeneral  Bourmont.  Los  mariscales  VicUfc  y  Oudi 
not  no  habían  conceptuado  del  caso  aventurar  una  batalla  para  atajar  al 
feldmariscal,  y  no  cabiendo  cerrarle  el  paso,  se  habían  retirado,  el  prime- 
ro sobre  Nangis,  y  el  segundo  sobre  el  rio  de  Yeres,  y  Oudinot  habia  man 
dado  ,  al  tomar  aquel  partido,  que  se  volasen  los  puentes  de  Montereau  y 
de  Melun. 

Luego  que  el  emperador  supo  los  progresos  de  Schwartzenberg,  dejó 
á  Marmont  y  á  Mortier  sobre  el  Mama  y  acudió  velozmente  al  punto  ame 
nazado  por  el  ejército  austríaco.  El  4G  de  febrero  llegó  al  Yeres  y  su  cuar- 
tel jeneral  á  Gurgnes.  El  17  se  trasladó  á  Nangis  donde  se  hallaba  cj  cuer 


H1   s  troi  m»\  m»t 

po  ruv.  do  WiUgrustan  que  rrnia  á  resguardar  H  raoiimirnto  ría  los  \u« 
Ir»  Havaro»  Wra  rolnrana  rusa  A  las  ordene*  del  jrnrral  Pahim  «e  fallaba 
ni  M-m  rmnl  IJ  emperador  mandó  ammrtrr  A  rntrambo* j.  nrralr»  y  que 
daron  igualmrnte  derrotado»  H  jrnrral  <»rrard  nrnpó  U  aldra  dr  Mor 
mant. donde  f nlró  el  JRT  A  pa«<>  dr  afaqur  luí  raballma. 
jrnrralr»  do  Valmy  y  Milhand  y  vxlrru.U  por  U  artillma 
Droaot.  aportilló  rjmitn  amonte  lo»  cuadro*  «lo  la  infantería  ru«a.  la  maj 
en  *"  drrrota  ra>o  prtoOMm,  ron  jrnrrale».  oficíalo»  y  toldado»  m  no 
inoro  dr  sn»  mil .  loarando  apena»  «I  j»  nrrali»imo  NViii«rn<lnn  «altana 
y  ¡Icaar  A  Nogrnt  Al  pa»ar  por  Pf*1  in«  había  anunciado  que  rMarta  H  IR 
en  Pan*,  y  al  atravesar  aqurl  nmmo  pueblo  romo  fnjiiito.  ronírv»  llana 
monte  H  descalabro  que  acababa  de  padecer  m  \et  dH  gran  Innnfo  que  «r 
había  promrtnlo.  •  Mr»  lian  drrrota»lo  romplrtamrntr  dijo;  mr  han  f© 
julo  ilos  divisiones,  dentro  do  do»  hora»  miaran  aqm  loa  I  tancr»r*  » 

Dicbo  )  lirvho  Kl  conde  Valmy  y  H  man«ral  <>odino|  marcharon  «o 
bre  I'i.'miis  y  |o ocuparon,  mientra*  que d  jeneral  «.orar. I  »r  dinjio  »obrr 
\  illonomo  Ir  «'.ornto  m  donde  alaró  y  di«pcr*o  la*  divi«ione*  bavara*  \ 
no  mediar  H  atraso  de  un  jrnrral.  por  lo  drmá»  r»rlarerido.  y  qnr  drjo  ile 
cargar  á  la  rabota  de  una  dm*wn  dr  dragones  puesta  á  «asórdese» ,  H 
cuerpo  del  jeneral  de  Wredr  quedaba  rntrramrntr  drstruido. 

Pasóla  norhedel  17  al  IR  en  rl  rastillo  dr  Nanai*con  ánimo  drama 
nrrrr  sobre  Vontrreau ,  en  donde  rl  mansral  Virtor  debia  habrr  prrrrdi 
do  al  ejercito  au»triaro .  y  lomado  sos  posiciones  el  17  por  la  noche 

Sil  embargo  ruando  rl  jeneral  chairan  se  présenlo  H  IR  á  las  diex  dr 
la  mañana  drlanleilr  Montorcnu.  aqnrl  punto  importante  »r  hallaba  ya  en 
mano»  drl  jrnrral  Rtanrhi .  cuya*,  divisiones  se  habían  posesionado  de  la» 


608  HISTORIA 

alturas  que  cubren  los  puentes  y  la  ciudad.  Aunque  muy  inferior  en  nú- 
mero, el  jeneral  Chateau,  llevado  de  su  arrojo,  acometió  denodadamente  al 
enemigo ;  mas  eran  sus  fuerzas  muy  desiguales  :  careciendo  del  arrimo  de 
las  divisiones  que  hubieran  debido  llegar  la  noche  anterior  á  Montereau, 
fué  al  pronto  rechazado;  empero  el  tesón  con  que  logró  contrarestar  e 
embate  dio  tiempo  á  que  otros  cuerpos  acudiesen  y  se  formasen  en  bata 
lla.Gerard,  que  habia  llegado  de  los  primeros,  habia  recobrado  una  espe 
cié  de  equilibrio  en  la  refriega ,  cuando  asomó  el  emperador  á  galope  ten 
dido  ;  su  presencia  enardeció  mas  y  mas  el  arrojo  y  denuedo  de  las  tro 
pas ;  corrió  á  donde  habia  mas  peligro  en  medio  de  las  bombas  y  balas ,  y 
como  los  soldados  murmuraban  viéndole  así  espuesto,  les  dijo :  «Nada  te 
mais,  amigos  mios  ;  todavía  no  se  ha  fundido  la  bala  que  me  ha  de  ma 
tar. »  El  enemigo  habia  ya  cedido  sobre  el  páramo  de  Surville ,  cuando 
el  jeneral  Pajol,  desembocando  de  repente  á  retaguardia  por  el  camino  de 
Melun,  lo  arrolló  sobre  el  Sena  y  el  Yona.  La  guardia  no  tuvo  que  entrar 
en  acción ,  pues  al  presentarse  vio  huir  al  enemigo  á  diestro  y  siniestro  y 
asistió  al  grandioso  triunfo  de  los  cuerpos  de  Gerard  y  de  Pajol.  El  vecin- 
dario de  Montereau  terció  en  la  victoria  tirando  desde  las  ventanas  sobre 
los  Austríacos  y  Wurtembergueses.  El  ejército  francés  padeció  un  quebran- 
to que  acongojó  en  gran  manera  al  emperador ;  pues  el  jeneral  Chateau, 
por  premio  del  sumo  denuedo  que  habia  manifestado  en  aquel  dia ,  salió 
herido  de  muerte  en  el  puente  de  Montereau.  Los  guardias  nacionales  de 
la  Bretaña  tomaron  parte  en  la  acción ,  y  ocuparon  el  arrabal  de  Melun  : 
el  emperador  les  habia  dicho  al  pasarles  revista  :  « Mostrad  de  lo  que  son 
capaces  los  hombres  del  poniente ;  en  todos  tiempos  fueron  los  fieles  de- 
fensores de  su  pais  y  el  arrimo  mas  incontrastable  de  la  monarquía. » 

Después  de  repartir  elojios  y  galardones  á  los  jen  erales  que  habian 
contribuido  á  ganar  la  lid,  Napoleón  recapacitó  en  la  lentitud  de  los  que  se 
rezagaron  en  su  marcha  ó  desatendieron  su  desempeño.  Reconvino  al  je- 
neral Guyot  al  frente  de  las  tropas  de  haberse  dejado  tomar  algunas  pie- 
zas estando  acampado  la  víspera.  El  jeneral  Montbrun  fué  tachado  en  el 
boletín  de  haber  cedido  sin  resistencia  el  bosque  de  Fontainebleau  á  los 
Cosacos,y  el  jeneral  Digeon  fué  citado  ante  un  consejo  de  guerra  para  res- 
ponder de  la  escasez  de  municiones  en  que  se  habian  visto  los  artilleros  al 
atacar  el  páramo  de  Surville.  El  emperador  fundaba  en  lo  cr^co  de  las 
circunstancias  sus  ímpetus  de  severidad;  no  obstante  revocó  la  providen- 
cia espedida  contra  el  jeneral  Digeon  á  ruego  del  jeneral  Sorbier,  quien 
le  recordó  los  dilatados  servicios  de  su.antiguo  compañero  de  armas. 

Pero  de  todas  las  reconvenciones  vertidas  por  Napoleón  y  que  resona 
ron  en  toda  la  Europa,  la  que  causó  mas  impresión  fué  una  nota  que  al 
canzó  al  mariscal  Víctor  de  quien  decia  el  parte  oficial .  « El  duque  de 
Bellun5  debia  llegar  el  -1 7  por  la  tarde  á  Montereau ;  se  ha  detenido  en 


DI      \U«H   »«»N  M»-- 

-nlpa  flIlMlllii  l.i  nnipdno»  tk  k»  porntesdr  Hootercan  hntaerr. 

hr»bo  ganai  un  día  al  •  imperador  y  prnpomonadn  H  rnjrr  al  cjHnto  »u« 

m  fragante  ♦  No  R  ciño  H  emperador  «  «4a  «oleóme  oViaprnha 

non .  pne«  eirid  «I  in»riv»l  permiso  par*  retir»r«e  «!•  i  |  itaaano 

de  <mi  «¡ando  á  fator  a»  tendal  «.erard 

Víctor,  rn  medio  do  M  amargo  de«roo«oHo  por  H  malogro  de  m  yer 
no.  r|  limpiado  ('.hatean,  acudió  a  «ti  d<*,argo  pato  á  rerw  ron  H  w» 
lirado: .  Ir  rcplim  que  el  cansancio  dr  la«  tmp««  había  causado  su  deten 
•  ion  *  nnadi.»  qn<-  m  nabal  cometido  algnn  yerro,  harto  cruelmente  *r  lo 
hacia  pnrgnr  el  golpe  que  traspasaba  a  su  fnmilia  Fntonn*  rn  itio  en  Ma- 
poleen la  %i<ta  de  «. hatean  moribundo  y  «c  eolerneetó;  y  H  man«nd  ara 
lorando  la  iw Miara,  Ir  dijo  muy  conmn\  Idl  i  \  9f  á  lomar  mi  fósil . 
no  he  olridado  mi  anticua  profi-sion .  \irtnr  formar.»  en  las  fila*  de  U 
cuardia  •  V.\  emperador,  a  impul«m  dr  tan  gallardo  lenguaje  i  «Jocdaov 
Víctor,  le  dijo  alargándole  la  mano,  j  Mame  ao  puedo  dctnl*  ero»  roe* 
Iro  cuerpo  de  ejercito  .  ya  «pie  se  lo  he  dado  a  Üerard .  o*  doy  ilos  dm 
MOne»  de  la  guardi i  i«l  .1  eatai flafOl  de  ella»,  no  hablemos  mas  dH  asunto 

lo*  lanera  «le  Mormanl  \  de  Montcrcau  tuvieron  para  Schwartienberg 
el  mi«mo  resollado  que  Ice  de  Mnnlmirail  y  de  Yanchamp.  Champanbert 
j  <  hatean-I  hiorry  habían  lenido  parí  Itlucher.  los  Vustriaros.  tan  mal  pa 
rados  eomo  lo*  Prusianos  \  lo*  Ruso*  en  mi  marcha  «obre  Tan» .  ti»  leron 
que  rejar  igualmente  por  nn-.li.»  de  una  poblarion  atropellada  ron  su* 
xmleueía*  y  enfiireenla  en  en  alcance.  Napoleón  entro  en  Trote*  H  23  dr 
febrero .  la  pre*rnria  del  enemigo  había  alentado  a  los  parciale*  de  |o« 
Rort»one«  a  pmrumpir  en  publicidades  arerra  de  «n  opinión    un  emigrado 


610  HISTORIA 

y  un  exguardia  de  la  persona  se  habían  puesto  la  condecoración  de  San 
Luis ;  el  emperador  los  hizo  citar  ante  una  comisión  militar  que  los  sen- 
tenció á  muerte;  el  emigrado  solo  fué  ajusticiado,  el  guardia  se  habia 
puesto  en  salvo. 

Los  soberanos  aliados ,  con  sus  descalabros  por  el  Sena  y  el  Marna  y 
sus  dos  grandes  ejércitos  ya  dispersos  y  fujitivos  antelas  tropas  victoriosas 
de  Napoleón,  trataron  otra  vez  de  ganar  tiempo  para  reanimar  sus  huestes 
y  adelantar  sus  reservas.  Con  este  objeto  propusieron  el  proseguir  las  ne- 
gociaciones infructuosas  entabladas  en  Francfort  por  el  mes  de  noviem- 
bre anterior,  y  para  infundir  mas  confianza  á  Napoleón  y  no  dejarle  duda 
alguna  sobre  la  veracidad  de  sus  muestras  pacíficas,  el  emperador  de  Au  s 
tria  su  suegro  quedó  encargado  de  las  primeras  proposiciones. 


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I   U'ITIIj»   \U\ 


I  n«iir«>  4*  »J»»Mll.M»     F»«  J»    b   H«p*M  »•»    1*1*     »t.l.#d»   .V   l-»«    .li»4«M   »n   f«l 


*  irotMM  IwlMrt  Iwefco  uocue.  ai  22  de  !•• 
brcro.  en  la  «Idea  de  (  hartrev  hotpcdado 
i*n  la  rho/a  «le  un  carretero  Ka  rila  te  lu 
I  liaba  aun  el  23  por  La  madruga»*  l  raían 
do  de  marrliar  «obre  Troje* .  ruando  te 
le  presentó  ri  pnncipr  Wenticl  Uchtrm 
lew,  ederan  del  emperador  de  latiría 
Kl  mensaje  ilrl  principa  íue  tan  »olo  pora 
•patentar  traer  La  contestación  del  «aape 
rador  Iraneisco  a  una  rarta  que  m  y  r 
no  le  había  ocnto  desde  Naag  »  .  j  em 
H  acto  de  La  entrega  prorumpto  en  espichones  halacuróas  íhi  amo  y  m» 
augusto*  aliado»  hablan  reconocido  H  luar»»  «W*  Napoleón  por  Lo»  repetido» 
colpe»  qne  araba  han  de  recibir.  \  a  pesar  vnn  tenían  eje*  cotíamr  — 
guerra  tan  temblé  royo»  resultado»  le»  redu  miaban  por  rada  día  en  aaaior 
quebranto  Asi  hablaba  H  principe,  j  rali  iM  Napoleón  no  lea*wajr  abto 


(ihJ  HISTORIA 

lulamente  encontrado  con  las  voces  que  corrían  por  todas  partes  á  impul- 
sos de  una  diplomacia  inadvertida.  Habia  llegado  el  trance  de  una  espli- 
cacion  sin  rebozo,  á  lo  menos  en  cuanto  podia  darla  el  enviado  austriaco. 
Preguntóle  Napoleón  si  era  verdad  que  los  aliados  quisiesen  destronarle, 
como  también  ásu  dinastía, y  que  intentasen  reponer  á  losBorbones  según 
la  antigua  é  invariable  máxima  del  gabinete  inglés.  El  príncipe  de  Lich- 
tenstein  manifestó  sin  titubear  que  semejante  intento  no  entraba  en  las 
miras  de  los  potentados  del  continente  y  que  la  intervención  de  los  Borbo- 
lles solo  se  empleaba  como  un  ardid  de  guerra  para  promover  desavenen- 
cias por  el  interior  de  la  Francia.  Esta  respuesta  distaba  mucho  de  ser  sa- 
tisfactoria. Si  los  Borbones  no  se  hubiesen  visto  representados  sino  por 
ajen  tes  desconocidos  en  el  campo  de  los  aliados,  apenas  hubiera  podido 
admitirse  el  estrafio  papel  que  intentaba  hacerles  representar  el  príncipe 
de  Lichtenstein ;  pero  los  Borbones  iban  llegando  personalmente  en  pos 
del  estraojero :  el  conde  de  Artois  se  hallaba  en  Suiza,  el  duque  de  An- 
gulema en  los  Pirineos,  todos  los  príncipes  de  la  familia  bajo  las  bande- 
jas de  la  coligación.  ¿Cómo  pues  aquella  liga,  que  la  Inglaterra  seguía 
siempre  encabezando  y  disponiendo  y  pregonaba  por  espacio  de  veinte  y 
cinco  años  el  triunfo  del  derecho  divino  sobre  el  principio  popular ,  se 
hubiera  burlado  tan  atrozmente  de  los  augustos  personajes  que  mejor  re- 
presentaban para  ella  la  lejitimidad  monárquica,  la  ilustración  y  la  anti- 
güedad de  los  rejios  linajes  de  Europa?  Enhorabuena  que  los  descendientes 
de  Luis  XIV  hubiesen  sido  derrocados  y  proscritos  por  la  Francia  re- 
volucionaria ;  pero  que  los  reyes  de  Europa  hubiesen  pensado  en  abando- 
narlos y  entregarlos  á  la  mofa  del  muudo  en  el  trande  de  terminar  victo- 
riosamente una  lid  sangrientísima,  entablada  y  sostenida  por  ellos  durante 
la  cuarta  parte  de  un  siglo,  esto  no  cabe  en  su  interés  ni  en  su  derecho, 
y  es  enteramente  inverosímil  ó  mejor  diremos  moralmente  imposible;  por- 
que si  hubiese  sucedido  que  los  monarcas  aliados  no  conceptuaran  el  re- 
sultado inevitable  de  su  triunfo,  el  principio  político  de  que  se  habia  for- 
mado la  liga  hallara  siempre  en  el  interior  de  los  gabinetes  estadistas  mas 
consiguientes  que  se  constituyeran  sus  pregoneros  y  doblegaran  los  reyes 
mismos  al  predominio  de  la  lójica  conclu  vente. 

Solo  la  victoria  podia  preservar  á  la  Francia  de  la  restauración  de  los 
Borbones  en  el  punto  á  que  habian  llegados  los  negocios.  Napoleón  escuchó 
sin  embargo  favorablemente  las  protestas  del  príncipe  de  Lichtenstein  y 
sus  pacíficas  proposiciones.  Prometióle  que  enviaría  al  dia  siguiente  uno 
de  sus  jeueralcs  á  las  avanzadas  para  negociar  un  armisticio. 

Apenas  salió  el  oficial  austríaco,  cuando  Mr.  de  Saint  Aignan,  el  nego- 
ciador de  Francfort ,  se  presentó  al  emperador.  Llegaba  de  Paris,  y  todo 
cuanto  habia  visto  y  oido  le  daba  á  entender  la  necesidad  de  terminar 
prontamente  la  guerra  porque  nadie  la  quería ;  lo  que  ansiaban  todos 


jS 


oí  ka  rollo  > 

era  nna  i^wh»  (fopui  cualquiera  corta,  y  Mr.  da 
lantaln  a  opinar  bajo  aquel  conerpto    «Señor. 


Aignaaseade 
earauaó.  la  pal  atfa 


harto  «preciable  ron  tal  que  se.»  pronta.  —  Bastante  pronto  llegara,  m  f> 
vergonzosa ,  •  replicó  ejecutivamente  Napoleón .  cuya  adusta  miraría  se 
rlavo  en  Mr.  de  Saint  tignan  hasta  la  puerta  ríe  la  choza. 

Ya  dijimos  como  los  aliados  tan  solo  apetecían  una  mera  su*penMon 
ríe  arma»  para  tener  tiempo  de  rehacerse  y  también  atajar  aquel  raudal 
ríe  los  triunfos  de  Napoleón,  quebrantando  la  superioriríarí  moral  y  la  pre 
potencia  que  los  acontecimientos  militares  le  acarreaban  mas  que  nuom 
ile  ocho  días  á  aquella  parte.  La  mirada  perspicaz  del  emperador  snpo  de* 
mféhn  e*ta  segunda  intención  por  meríio  ríe  las  declaraciones  contra 
has  ríe  los  parlamentarios  rstranjero*.  Requirió  pues  que  las  condiciones 
dH  armisticio  fuesen  íunríamenlalmcnte  idénticas  con  las  de  la  paz.  apa  a 
lindólas  desde  luego  y  encabezando  la  conservación  de  \mberrs  y  dV  las 
costas  ríe  la  Heljica  Napoleón .  hecho  cargo  de  que  los  Ingleses  se  opon 
rírian  tenarmente  a  nna  pretcnsión  que  lastimaba  sus  intereses,  se  eaape 
fiaba  en  «entilarlos  preüminarmente  por  las  conferencia»  entabladas  para 
el  armisticio,  y  no  en  H  congreso  ríe  rJialilion  que  iba  á  continuar  la  obra 
chancera  de  Ki"aacJort  .  y  era  el  único  medio  de  evitar  las  condiciones  y 
trabas  que  estaba  temiendo  por  parte  ríe  la  diplomara  botánica 


644  H1ST0U1A 

Pero  los  soberanos  del  continente  se  desentendían  de  una  proposición 
tan  contrapuesta  á  sus  miras  y  se  negaron  á  desairar  á  un  aliado  que  era 
su  cabeza  y  casi  su  amo  ;  y  asi  persistieron  en  remitir  al  congreso  toda 
negociación  relativa  á  la  paz. 

El  paradero  fué  arrojarse  Napoleón  á  continuar  la  guerra  echando  el 
resto  y  á  todo  trance,  al  paso  que  dejaba  parlamentar  para  un  armisticio 
en  Lusigny  y  negociar  para  la  paz  en  Chatillon. 

Sin  embargo ,  mientras  que  los  Austríacos ,  como  los  últimos  denota 
dos  de  la  liga,  se  muestran  halagüeños  sobre  el  Sena  y  el  Aube,  procu- 
rando esperanzar  á  Napoleón  con  una  próxima  interrupción  de  las  hosti 
lidades,  los  Prusianos,  desde  cuyas  derrotas  habian  mediado  ya  diez  dias 
y  que  habían  procurado  rehabilitarse  de  sus  quebrantos ,  amenazan  otra 
vez  sobre  el  Mama,  y  Blucher  se  vale  de  la  ausencia  del  gran  capitán  para 
intentar  un  nuevo  movimiento  sobre  Paris. 

SabeNapoleon  en  Troyes,en  la  noche  del  26  al  27  de  febrero,  el  rumbo 
que  ha  tomado  el  ejército  prusiano.  Toma  pronto  su  determinación ;  acu- 
de nuevamente  al  auxilio  de  su  capital,  y  con  la  celeridad  que  sabe  dar  á 
su  marcha  y  maniobras  se  sitúa  á  espaldas  de  Blucher,  que  tenia  siempre 
delante  los  cuerpos  de  Marmont  y  de  Mortier. 

Pero  se  hace  forzoso  que  Schwartzenberg  no  advierta  la  marcha  del 
emperador  ni  que  sepa  como  tenia  delante  los  dos  cuerpos  de  ejército  de 
Macdonald  y  de  Oudinot  que  Napoleón  había  dejado  á  las  órdenes  del 
primero.  Se  hacen  al  intento  demostraciones  grandiosas  en  toda  la  linca 
del  ejército  francés,  cuales  acostumbraban  siempre  a!  presentarse  el  em- 
perador en  los  reales. 

Sin  embargo  el  emperador  se  halla  ya  lejos  de  allí ;  pues  salido  de  Tro- 
yes  el  27  por  la  madrugada,  llega  por  la  tarde  á  los  confines  del  departa- 
mento de  Aube  y  Mama,  y  pasa  la  noche  en  Herbisse,  donde  se  posesiona 
del  presbiterio  que  se  componía  de  un  aposento  y  un  horno. 

El  28,  sabe  en  Sezanne  que  Mortier  y  Marmont,  después  de  haber  efec- 
tuado su  reunión  el  26  en  la  Ferté-sous  Jouarre,se  habian  hallado  todavía 
muy  inferiores  en  número  á  Blucher  y  habian  cejado  ante  su  ejército  sobre 
el  camino  de  Meaux.  Al  punto  marcha  hacia  allá  y  traslada  sus  reales  al 
castillo  de  Estrenay,donde  pasa  la  noche  del  28  de  febrero  al  Io.  de  marzo. 

Allí  recibe  los  edecanes  enviados  por  Macdonald  y  Oudinot,  quienes  le 
participan  como  el  mismo  dia  en  que  el  emperador  había  marchado  de 
Troyes ,  los  Austríacos  habian  vuelto  á  tomar  la  ofensiva,  y  que  á  conse- 
cuencia de  un  choque  sangriento  en  las  alturas  de  Bar-sur-Aube,  fácilme»! 
te  habian  advertido  que  ya  no  estaban  al  frente  del  grueso  del  ejército 
francés  ni  de  su  caudillo.  Este  descubrimiento  les  habia  alentado  á  desta 
car  al  principe  de  Hese-Homburgo  y  el  jeneral  Bianchi  sobre  Lyon  para 
estorbar  que  el  mariscal  Augereau  hiciese  algún  movimiento  por  la  cuen- 


DI    NAPOI  ION  MI 

m  «Id  Saona  y  quitarle  la»  posiciones  importantes  qne 

•■"  iqnolla  vt{ iiikI.1  andad  del  reino  *  pesar  «le  un 

ilorabte,  Srhuartrcnberg  y  Wittgemtnn  «e  habían  conceptuado 

|wtíoit*  rn  número  para  volver  sobre  Troyea  en  donde  los  duques  de 

Tárenlo  ▼  do  Rcggio  no  teman  bastante»  fuerras  par*  hacerse  fuerte» 

No  había  qne  titnl*  u  miro  los  peligros  «Ir  U  capital  del  imperio  y  lo» 
que  p  shan  amenazar  U  cabeza  de  nn  departamento  Napoleón  trató  pri 
meramente  de  contener  al  enemigo,  qne  »olo  se  hallaba  é  algunas  mar 
cha»  do  París ,  tenióndolo  ya ,  dlgásnoslo  asi .  bajo  mi  potestad  tremenda 
K»peran/<»  dar  rumia  de Blinber oon Untante tiempo  peni  revolver  ttJot 
monto  contra  Srlmarttenberg  y  descolgarse  de  tópente  sobre  lo»  Amina 
eos  nntot  qno  hubiesen  horno  •vanees  de  consideración.  Kra  H  mismo  nu 
mou  qno  había  darlo  ni  mundo  H  admirable  espertar nln  de  •  la  CM 
de  lo»  eineo  días,  no  1790;  solamente  repetía  esta  tos  durante  m 
mesrs  lo  qno  no  había  hecho  entonces  sino  por  alguno»  din» 
rtW  en  cierto  modo  para  hallarse  do  quiera  apremiaba  H  peligro ,  para 
«lerrotar  á  grandes  distancia»  y  casi  al  mr*mo  tiempo  lo»  diferentes  roer 
pos  del  ejercito  enemigo 

p  que  Rloeher  supo  que  se  acercaba  H  emperador ,  trató  de  sor 
toarlo :  la  marcha  del  ejérrito  prusiano  sobre  Pari»  no  había  sido  ten  ob 
\  ia  y  ojcrutiva  como  Napoleón  se  lo  había  podido  temer.  Mortier  y  Mar 
moni  no  habían  cedido  H  terreno  sino  4  pulgadas,  y  aon  su  retirada  había 
sido  señalada  con  algunas  ventajas  consegasdas  en  los  alrededores  de 
Mean*  en  lo»  encuentro»  de  (Voe-n-Treme  y  de  Usy. 

II  emperador  no  se  enteró  ilel  movimiento  n*trógrado  de  Rlnrher  sino 
H  I",  de  mano  al  llegar  á  las  altura»  qne  dominan  á  U  Forte.  Se  había 
lisonjeado  de  acorralar  al  jenoralisimo  prusiano  entre  H  y  lo»  manscales 
de  Ragas*  y  do  T revisa,  y  lo  vio  alejarse  alropellailamente  en  dirección  a 
Soisaoas.  después  de  haberse  proporcionado  un  resguardo  con  el  Mama 
volando  los  puentes. 

\\  punto  «o  remitió  urden  á  Marmonl  y  á  Mortier  para  qne.  sin  perder 
momento .  persiguiesen  á  los  Prusianos,  mientras  ose  Reeler  de  Alba  y 
Rumigm  iban  á  noticiar  la  retirada  de  los  Prusianos,  nno  i  Pan»  y  otro  a 
¡a*.  U  reromposirion  del  puente  de  la  Ferié  cosió  na  din  al  ean- 
peradot* al  Un  so  ejército pudo  pasar  H  Marañen  »  nocbadH  2  a)3  de 
marro  y  riirijirse pnmoramente  sobre  <  JiateaoThiernr ,  para  lomar  des 
pues  H  camino  de  Soaaoos,  en  donde  el 
a  Rlucher  bajo  los  tiros  de  la  pian .  cuyas  fortí acañonea  sa 
buen  estado ,  y  «roe  tema  ana  guarnición  de  mil  y  cuatrocientos 

Mortier  y  Manooat  ejecutaron  coa  taato  denuedo 
las  órdenes  qneseleaaabiaa  panado,  y  sa  marca»  sobre 


GIC>  HISTORIA 

entre  dos  ejércitos  franceses.  Los  Prusianos  aparecían  pues  perdidos  sin 
recurso;  su  fuga  no  podia  conducirlos  sino  á  una  capitulación  ó  á  un  es- 
terminio  total  bajo  los  muros  de  Soissons. 

Pero  la  Providencia  no  quiere  que  los  Prusianos  queden  aniquilados. 

Muy  otros  son  sus  intentos En  el  trance  de  caer  ya  Blucher  bajo  los 

golpes  de  las  tropas  francesas  que  le  estrechan  y  le  envuelven ,  Soissons , 
que  debia  rechazarle,  le  abre  sus  puertas;  aquella  ciudad  no  se  halla  ya 
guardada  por  el  brio  y  la  fidelidad  polaca;  los  Rusos  de  Wintzingerode  y 
los  Prusianos  de  Bulow  son  dueños  de  ella ,  pues  así  lo  ha  dispuesto  un 
comandante  francés. 

Napoleón  se  hallaba  en  Fismes  cuando  supo  lo  que  ocurría  en  Soissons; 
su  ira  corrió  parejas  con  su  asombro.  Para  robustecer  á  los  apocados  en 
su  debido  temple  y  enfrenar  á  los  mal  intencionados ,  espidió  el  4  de  mar- 
zo,dos  decretos,  mandando  en  uno  que  todos  los  Franceses  empuñasen  las 
armas  al  asomar  el  enemigo,  y  pregonando  en  otro  la  pena  de  los  traido- 
res contra  todo  empleado  que  tratara  de  resfriar  el  entusiasmo  de  los 
ciudadanos. 

Tampoco  holgaba  la  diplomacia  estranjera.  En  un  tratado  hecho  en 
Chaumont  el  Io.  de  marzo,  los  plenipotenciarios  ingleses  habían  hecho 
contraer  á  todas  las  potencias  del  continente  el  empeño  formal  de  no  arri- 
mar las  armas  hasta  haber  reducido  la  Francia  á  sus  antiguos  límites.  Na- 
poleón supo  muy  luego  por  Mr.  de  Rumigny  que  esta  pretensión  había  sido 
en  ChñúWon  el  ultimátum  de  los  aliados,  y  previo  que  se  trataría  de  impo- 
sibilitar la  paz,  imponiéndole  condiciones  inadmisibles,  aun  aparentando 
apetecer  el  término  de  la  guerra  y  avenirse  á  medios  de  conciliación. 

El  ejército  francés  acababa  de  llegar  á  Craon  (7  de  marzo)  y  derrotar 
completamente  á  Blucher,  quien,  en  vez  de  encerrarse  en  Soissons,  habia 
continuado  su  retirada  sobre  el  Aísne,  cuando  los  pliegos  del  duque  de 
Vicenzo  noticiaron  al  emperador  que  los  aliados  exijian  de  él,  no  solo  que 
abandonara  todas  las  conquistas  de  la  república  y  del  imperio  ,  sino  que 
este  desprendimiento  se  plantease  como  preliminar  de  las  negociaciones  por 
los  plenipotenciarios  franceses  mismos,  á  quienes  se  vedaba  toda  proposi- 
ción contraria  á  las  resoluciones  irrevocables  de  las  altas  potencias.  Estre- 
mada fuera  tanta  postración  y  e1  sacrificio  csresivo  aun  para  Napoleón  ven- 
cido ;  ¡  cuánto  debia  serlo  cuando  las  demandas  del  enemigo  le  legaban  á 
un  campo  de  batalla  en  donde  acababa  de  alcanzar  una  victoria  esplendo- 
rosa! «Si  es  forzoso  ser  azotado,  esclamó,  no  seré  yo  quien  me  allane  á 
tanto;  cuando  menos  que  lo  hagan  á  viva  fuerza. » 

Los  plenipotenciarios  de  la  añeja  Europa  habian  previsto  esta  contes- 
tación que  cuadraba  con  sus  miras.  Sabían  muy  bien  que  el  hombre  que 
se  habia  encumbrado  sobre  todas  las  glorias  antiguas  y  modernas,  como 
representante  de  la  nueva  Francia,  nunca  se  avendría  á  verse  apeado  de 


t)|     N  '.<  m|  |.i\  «17 

aquella  eminencia  para  ir  á  proponer  «erfonrn»amenV'  a  nnm  reyes  que 
c*tal«n  «nn  todos  llevando  en  »us  allí»  as  frentes  I»  huella  de  «o»  pie»,  que 
*"  humillase  el  mi*mo  *  también  rl  tran  pueblo  *  *m  dnpoairjune»  !ls> 
mejsnlr  ronrr*inn  «olo  rabia  imponer  *r  a  l<>«  hombre*  de  la  andana  Frsa 
da,  \  Hlo*  m;*mo«  no  hubieran  qucrdo  enlabiarla  Pedir  A  Napoleón  que 
ofreciera  rl  mi«mo  por  rítmenlo  de  la  pa*  una  rondirmn  qne  iWUa  lasti 
mu  allá  mas  adelante  n!  pundonor  ftthéÜtt  y  lo*  im| 
dr  lo*  rni«mo*  desertor  e*  de  U  revolución  y  del  imperio, 
declaración  de  guerra,  un  modo  dr  ultrajar  .  enconar  y  hacer  irreroaev 
hablo  H  enemigo  ron  quien  se  aparentaba  negociar  *w  dilación 

Mr  dr  Rumigny  no  llevo  pues  L  <  hatdlon  la  nnrra  propmioon  que  lo» 
«hado*  habían  cxijilo  V  poro*  «lia*  se  rompieron  la.»  conferencias  para 
H  armisticio  y  quedo  remido  H  congreso  de  r hatdlon  Al  espía*  ar*e  de* 
poa  Napoleón  «obre  la»  r*rten*ioncs  de  tos  aliado».  »e  espreso  en  r»to»  ler 


•  Mu»  néjame  á  HU«.  y  lo  ture  mn  pleoo  cooorimirnto  de  ranas  ; 
a*i  aun  sobar  este  primal  o .  en  «Me  propio  instante,  en  H  estrena»  de  toda» 
mi*  detdirha» .  ao  me  arrepiento  de  lo  qne  hice  Ya  sé  qne  poro*  me  rom 
prenderán;  pero  parad  migo  mi*mo.  \  á  pesar  dd  sesgo  infau*to  de  lo» 
aroukvimieiMos  no  debe  vr  hoy  día  *ino  muy  patente  en  mi  la  obligación 
«IH  pundonor:  ningún  otro  pai IkJo catea. ¿Una  ve»  qne  lo»  aliado»  hubiesen 
logrado  iWnBOfontiuu  *e  hubieran  atenido  á  lo  hecho?  ¿9o  pa»  hubiera 
sido  de  buena  fe  y  m  rrronnliarion  entrañable9  Verdadero  desvario  fuera 
rnvrío  y  confiar».  ¡Puraque!  ¿no  abrían  avalorar  la  inmensa  ventaja  que 
^e»  franqueara  mi  tratado  para  redondear  coa  ana  amano»  lo  que  habían 
.  mp«  xado  con  la»  armas? ¿Y  qnefncra  %a  de  la  seguridad,  la  independen 
ría  y  el  porvenir  de  la  Francia?  Antepuse  correr  hasta  H  estremo  H  tran 
re  de  las  pelea»  y  apearme  del  «oho.  si  era  impresrindible  • 

ixwnó  con  eíeeto  Napoleón  .1  trame  dr  las  pelea*.  Vencedor  H7n 
Cxaon.  marrbó  sobre  lann,  ciyaj  altura*  estaban  ocupada*  por  H  tyi 
rito  pru*tano  \  la  i  enlaja  de  la  posición  anadia  Blucher.  a  pesar  de  sus 
derrotas .  oaa  aran  superioridad  numerara  Desde  la  Ferie  no  había  reas 
do  de  reforsatsc.  reuniendo  soresivamentr  rn  su  retirada  tt  mt/ingcrode. 
Bnlow  .  Sackeu .  I  angeron .  etc.  Pero  arañaba  de  Ilutarle  nn  postrer  im 
mu  y  H^e  mas  entidad .  pudiendo  aguantar  a  Napoleón  coa  nn  •  j 
de  asa»  de  cien  mil  hombre»  Bernadottr .  quien  al  parecer  titubeaba  en 
atravesar  el  no  y  qnr  se  iba  resanando  en  pos  de  las  tropa»  abada*  .  aW 
nadotte.  A  quien  ya  no  podían  ensañar  las  e*peran»a*  dadas  ea  Iba  par 
H  csar  en  presencia  de  los  Borbones  sentado*  bajo  U  tienda  de  los  aba 
•lo*    Reraadotte  formaba  Is  reserva  de  ttacber 

Sin  embargo  H  em  per  adra  determino  atacar  a  lo*  Prnssaaos.  y  se  <fc» 
poma  H  mi  a  la*  enatro  de  la  madrugada  poni/noW  las  botas  y 

7» 


«18  HISTORIA 

sus  caballos,  cuaudo  le  presentaron  dos  dragones  que  llegaban  á  pié  pol- 
la parte  de  Corbeny,  y  participaban  que  el  cuerpo  del  duque  de  Ragusa  ha 
bia  sido  sorprendido  y  completamente  derrotado  aquella  misma  noche.  A 


esta  noticia,  Napoleón  da  contraorden  para  el  ataque  mandado  á  sus  je 
aérales;  pero  el  enemigo,  sabedor  por  sus  batidores  de  los  acontecimientos 
de  la  noche,  toma  la  ofensiva,  y  después  de  una  refriega  porfiada,  en  la 
que  la  división  de  Charpentier  sostuvo  esforzadamente  el  honor  de  núes 
tras  armas,  el  emperador  tuvo  que  tratar  de  retirarse.  Marchó  de  Chavig- 
non  el  -M  por  la  mañana,  pasó  todo  eH '2  en  Soissons,  donde  dejó  el  duque 
de  Treviso  para  contener  por  esta  parle  el  ejército  de  Blucher,  y  se  enca- 
minó sobre  Reims,  que  el  jeneral  Saint-Priest,  francés  al  servicio  de  Rusia, 
acababa  de  tomar  al  jeneral  Corbineau.  Aquella  ciudad  fué  tan  pronto  re- 
cobrada como  perdida ,  pues  el  emperador  entró  en  ella  en  la  noche  de! 
\ 3  al  J4.!Uarmont,  después  de  haber  reunido  sus  tropas,  habia  acudido  á 


1»F    \  IPOI  H»N  flf 

lOflMI  partff  OT  «I  ataque  N»|*ol«<»»n  Ir  n-MMUinn  n|  |>rni)lo  *<}ii IUHÉ 
¡Hir  haber**  dejado  sorprender  *.  haber  comprometido  H  rulo  dH  día  10 
piulo  a  I  *on  .  pero  pronto  recobro  H  temple  amufcMO  qnr  «olw  osar  ron 
i*l  marital 

Napoleón  v*  defino  Iré*  dwu  en  Rcinn  >  fue  repartiendo  r|  tiempo  en 
trc  las  combinación»**  militan**  *.  leí  dupoeii  ion*»*  edwintetielhej 

I/h  mktw  «*  il»nn  itropeAtado 

MJtUtm  que  en  la*  frontera»  flrl  norte  H  leneral  Mai»on  onmrMaba 
I  (s  pcMÍdonei  que  *••  le  habían  cnrarga.ln.  que  i  ertOl  írintraba  la*  tenta 
tina  do  lo»  Ingle*»»  M»brr  Amberes,  y  que  el  jenernl  Ri/annct  contenía  y 
».  urhillaha  in  Rerg  op  /oom  cuatro  mil  hombre  «lo  la  munw  nación  qne 
se  habían  mtrodoculo ilo norho  on  parto  nV aquella  plata,  y  qnc« 
km  apoderar***  de  toda  HU  «Un  deparar  nn  lim.a  ía»or  «le  Uto 
alevosas  que  se  k*  habían  rodeado,  el  jiro  ile  la  guerra,  mas  prnuaom  con 
la* maquina,  ion.**  política*,  era  edvcrsoá  Napoh*on  enlodo* k»  demás  pan 
loadd  impon.»  viiiltb«b»<iidoaiTolUdorní>rth<»at\  se  retiraba  sobrrTar 
l»es  y  Tnlosa  A  ligereen  se  «ostenta  con  trabajo  en  I  .yon  )  trataba  '1 
cnarlo  pira  Minar**  detr**dH  IvTa.  Rurdcm  habí  \  abierto  mi*  pft 
lo*  Inglev*  (I),  debiendo  ademas  llegar  en  breve  el  duque  de  tngulem « 
I  I  eoadeél  Ut.u*  a«omahn  sobre  Rorgtma   \  finalmente  .Nohuartxenbcrjr, 
a  quien  Uacdnnahl  y  Oudinntnn  podían  «letener.  amena/aba  otra  v«  á 
Pan».  )  la  junta  realista  redoblaba  sm  conato*  s  mi  actnidad 

Fn  esta  rntiea  Miliario»,  roya  t  rasco  ndcncw  y  peligro  está  ya  abnr 
ramio  H  emperador  con  una  ojeada,  rnmprende  quo  uno  puede  salvarse 
MM  ron  un  golpe  estruendoso  y  ana  refriega  dcci»i\a.  y  no  titubea  en 
avMar  mi  embate  sobre  Scbwartaenberg .  cuya  aproximación  tiene  ye  so 
hresallada  la  capital  Deja  pues  á  Mormont  y  »  Mortier  el  carao  de  «níi  i 
nar  A  Blurher  y  afianzar  á  Taris  por  la  parte  «leí  \i*n<*  n  del  Manía  \  (>• 
inertHo  de  que  no  alcancen  al  desempeño  «le  tamaño  loan» .  y  que  alcim 
cuerpo  enemigo  logre  escapársW-s  y  sorprendí  r  le  reeidexie  II  | 
no .  recomienda  y  manfla  á  mi  hermano  José,  a  «pnen  ha  nombrado  so 
lnc .irtenienle  jeueral ,  que  no  aguarde  i  quo  el  peligro  «en  dmnasudo  m 
mínente  para  hacer  marchar  y  poner  a  buen  recaudo  la  emperatn  *  *-  «I 
ic\  ilo  Roma.  <k**puc*  vcnmmiuaá  Hpcrnat.  >  »a  por  fererhampenm^r 
>  ¥eri#k  cojer  A  lo*  A  ir*  I  nacen  por  la  c*pabla .  aponiendo  que  habían 
llegudo  A  Nogrnl 

FJ  emperador  había  salido  de  Reim*  el  17  |x»r  la  madrugada  Fl  If. 
optaba  A  Us  puerta»  \     .1.  notando  la  retaguardia 


rrrjnlof  «I» 
t  a  lo*  Hofhowr».  KanM 

l^cfio  i»*!*»  p»r  lo*  F 


l.iiwl»,   1»*  »i»lr*jpí 

Hm-Ko  é   N«pnW«>a    lr«"» 

tanrrmr*.  r-ttn*  lo  hjf »»»  lo4o 


^•»iu  cd>a  é  i^  |, 
pofH. 


629  HISTORIA 

aquella  misma  aldea  de  Chatre  donde  habia  recibido  al  príncipe  de  Lich- 
tenstein  y  áMr.  de  Saint-Aignan.  Pero  los  Austríacos  no  marchaban  sobre 
Paris  como  se  lo  habian  participado,  sino  que,  después  de  haber  avanza- 
do hasta  Provins,  habian  retrocedido  repentinamente.  El  emperador  Ale- 
jandro, sabedor  de  los  triunfos  de  Napoleón  en  Craon  y  Reims,  habia  te- 
mido que  Schwartzenberg,  acercándose  solo  á  la  capital,  quedase  derrotado 
otra  vez  separadamente, y  que  tantísimos  descalabros, mas  y  mas  repetidos, 
desalentasen  de  todo  punto  las  tropas  aliadas ,  harto  zozobrosas  ya  y  so- 
brecojidas  con  el  ademan  hostil  que  iban  tomando  las  poblaciones  de  la 
Champaña,  Lorena  y  Alsacia.  El  czar  habia  insistido  en  un  consejo  de 
guerra  celebrado  en  Troyes  para  que  los  dos  grandes  ejércitos  aliados 
maniobrasen  al  punto,  de  modo  que  se  juntasen  por  los  alrededores  de 
Chalons  para  marchar  desde  allí  sobre  Paris  y  anonadar  cuanto  se  opusie- 
ra á  su  tránsito.  Este  dictamen  habia  prevalecido,  y  Napoleón  encontró  el 
20,  delante  de  Arcis,  el  ejército  entero  de  Schwartzenberg  que  se  encamina- 
ba reunido  sobre  aquel  pueblo  para  atravesar  el  Aube  y  desembocar  eje- 
cutivamente sobre  las  llanuras  de  la  Champaña  donde  debia  efectuarse  la 
incorporación.  Este  trueque  repentino  de  sistema  en  las  operaciones  mili- 
tares de  los  aliados  trastornaba  enteramente  los  planes  del  emperador, 
quien  advirtió  además  muy  pronto  la  posición  ardua  y  arriesgada  en  que 
le  venia  á  poner  el  encuentro  de  un  ejército  triple  que  el  suyo ,  cuando 
solo  habia  conceptuado  tropezar  con  una  retaguardia .  No  obstante  hizo 
frente,  acudió  al  valor  para  que  supliera  al  número,  reforzando  la  lid  con 
la  pujanza  de  su  propio  ejemplo,  y  desentendiéndose  de  sus  riesgos  perso- 
nales. « Envuelto  en  la  polvareda  que  estaban  levantando  las  cargas  de 
caballería,  dice  el  Manuscrito  de  -1814,  se  arroja  allá  y  echa  mano  á  la 
espada.  En  varios  trances  asoma  peleando  al  frente  de  su  escolta,  y  lejos 
de  evitar  los  peligros, parece  al  contrario  que  los  está  arrostrando.  Cae  una 
bomba  á  sus  pies  ;  aguarda  el  disparo,  y  desaparece  pronto  en  una  nube 
de  polvo  y  de  humo;  todos  le  creen  difunto;  pero  se  levanta,  monta  otro 
caballo  y  va  á  colocarse  de  nuevo  bajo  los  tiros  de  las  baterías. . .  La  muer- 
te lo  menosprecia. 

A  pesar  de  los  conatos  portentosos  del  ejército  francés  y  del  heroísmo 
inalterable  de  su  caudillo,  el  choque  de  Arcis  no  alcanza  á  estorbar  que 
los  Austríacos  pasen  el  Aube.  El  emperador  se  retira  con  orden ,  c^spues 
de  haber  causado  mucho  daño  al  enemigo  y  haberle  detenido  por  todo  un 
dia;  pero  Schwartzenberg  logra  que  se  le  franquee  el  rumbo  que  debia 
conducirle  al  encuentro  de  Rlucher.  El  mismo  dia,Augereau  deja  á  Lyon 
en  manos  de  Bianchi  y  Bubna. 

No  pudiendo  ya  oponerse  á  la  ejecución  de  los  planes  del  enemigo  y  a 
la  formidable  reunión  aconsejada  por  Alejandro,  Napoleón  trata  de  tras- 
tornar por  su  parte  las  nuevas  combinaciones  de  los  aliados,  procurando 


DI     \  Mol  I  n\  |  1\ 

llevarlo»  á  pcaai  MJO  i  un  n  mvo  i  minio  «Ir  opcranooe».  arrojándose  á 
lis  íi  otilen»*  do  la  CbMM  lili  )  la  l.crcna .  ilosdr  donde .  «egun  H  rumbo 
tic  lo»  aconlivimieiilm.  podrá  agnl|>ar  la»  emula*  guarniciona  «leí  nrim 


. 


■4" 


UY 


te,  organizar  el  levantamiento  de  las  |)oblaciones ,  destruir  los  cuerpos 
aislados ,  maniobrar  á  espaldas  de  SohWMtlMbwg  y  <le  Hliu  hrr .  cortar 
1(9  las  comunicaciones  con  la  frontera  ó  acercarse  á  ellos,  si  In  rnqniew  •  I 
peligro  «le  París,  para  encajonarlos  entre  su  ejercito  infatigable  )  las  tro 
pas  no  menos  denodada*  de  Marmont  \  Nottfer. 

Con  esle  intento  el  emperador  se  encamina  a  Saial  l»me« .  donde  hace 
noche  el  23.  ( aulaincourt  se  le  reúne  allí  y  le  participa  el  rompimiento  de 
Unitivo  de  las  ncaocn.  i.mi.  s  l'rcisfa  quedaba  >a  esta  novcilad.  puesto 
que  las  pretensiones  de  los  aliad.»  DO  eran  laUtetiom  *in  embargo  ¿  los 
.liN.-.Mite^mdH  cuartel  jeneral  les  franquea  campo  para  murmurar  mas 
.lilamente  que  nunca  contra  el  emperador  .  a  quien  culpan  siempre  de  la 
dilatación  de  la  guerra  con  el  afán  de  sus  mas  cnraraii 
«  Hay  al  rededor  «le  Napoleón ,  dice  uno  de  mi*  *ecrctai 
ñas  que  se  ausentan  con  sentimiento  «le  Pan*.  l«*lo*  andan  ya  sobrevd 
ladoi  )  qonjuaoi  En  «I  aposento  contiguo  al  de  Napoleón,  los  jefes  dd 
ejeri  ilo  licúen  nintcrsactoncs  propias  para  causar  oVsalieato.  La  oienh 
■  l.i.l  loi  nu  rm  ro  al  rededor  de  Hlos    Va  cundiendo  la  dc-vonlun/a 


022  HISTORIA 

divisa  allá  Ja  posibilidad  de  una  revolución.  Todos  hablan  y  se  pregun- 
tan :  ¿  qué  se  hace ,  qué  es  de  nostros  ?  ¿  Si  cae ,  caeremos  con  él  ? » 

El  24,  el  emperador  pasa  á  Doulevent,  donde  permanece  todo  el  25.  Al 
dia  siguiente  regresa  á  Saint-Dizier  para  sostener  su  retaguardia  acometida 
por  un  cuerpo  enemigo  que  conceptuaba  perteneciente  al  ejército  de 
Schvvartzenberg,  y  que  era  un  destacamento  de  Blucher  mandado  por 
Wintzíngerode.  Su  presencia  salva  la  retaguardia  ;  Wintzingerode  queda 
derrotado  y  perseguido  en  su  fuga  por  los  dos  caminos  de  Vitry  y  Bar-le-Duc. 

Pero  esta  pequeña  ventaja  no  alcanza  á  compensar  la  denota  completa 
que  los  duques  de  Ragusa  y  de  Treviso  han  padecido  la  víspera  en  Fere- 
Champenoise.  Ahora  el  camino  de  Paris  queda  espedito  para  los  aliados, 
quienes  no  dejarán  de  seguirlo  y  estrechar  el  alcance  esforzadamente  á  los 
restos  del  ejército  que  acaban  de  derrotar. 

Luego  que  Napoleón  sabe  el  descalabro  de  sus  tenientes  y  el  peligro 
que  corre  la  capital,  no  titubea  en  volver  arrebatadamente  sobre  Paris.  Ha- 
biendo salido  de  Doulevent  el  29  al  amanecer,  despachó  al  jeneral  Dejean, 
su  edecán,  para  anunciar  á  los  Parisienses  que  volaba  en  su  auxilio;  y  el  50 
por  la  tarde,  solo  se  hallaba  á  cinco  leguas  de  su  capital,  tomando  caba- 
llos en  Fromenteau  para  atravesar  el  último  trecho  que  le  separaba  de  su 
honrada  ciudad  de  Paris,  cuando  le  informan  de  que  es  demasiado  tar 
de,  pues  aquella  grandiosa  ciudad  acaba  de  rendirse,  y  el  enemigo  debe 
entrar  en  ella  al  dia  siguiente.  Detenido  con  tan  aciaga  nueva,  se  vuelve 
á  Fontainebleau.  Con  efecto  Paris  habia  capitulado.  Los  duques  de  Ra 
gusa  y  de  Treviso,  después  del  desastre  de  Fere-Champenoise,  habían  es 
tremado  en  balde  sus  conatos  para  contener  al  enemigo.  A  su  aproxima- 
ción ,  José,  fundándose  en  las  órdenes  de  Napoleón ,  habia  dispuesto  la 
marcha  arrebatada  de  la  emperatriz  y  del  rey  de  Roma,  á  pesar  del  dicta- 
men casi  unánime  del  consejo  de  rejencia ;  y  esta  determinación  habia  he- 
cho decir  á  Talleyrand  al  salir  del  consejo :  « Ahora  que  cada  cual  campe 
por  sus  respetos. »  Añaden  que  la  reina  Hortensia,  desconsolada  al  ver 
que  la  rejenta  y  su  hijo  abandonaban  la  capital  á  los  maquinadores  y  con- 
jurados, la  instó  eficazmente  para  que  se  detuviese,  y  .le  dijo  con  acento 
de  su  convencimiento  profético  :  t  Si  os  marcháis  de  las  Tuilerías,  no  las 
volveréis  á  ver. »  Pero  José,  sostenido  por  Cambaceres  y  Clarke  contra  el 
parecer  de  los  demás  individuos  del  consejo,  arrebató  á  María  Luif^.  « Una 
de  las  estrañezas  mas  asombrosas  de  aquel  trance,  dice  el  historiador  de 
la  batalla  y  de  la  capitulación  de  Paris  ( Pons  del  Herault) ,  es  sin  dispu- 
ta la  porfía  con  que  el  rey  de  Roma  rehusó  marcharse.  Aquel  empeño  fué 
tan  estremado,  que  se  hizo  forzoso  acudir  ala  violencia  para  llevarse  al 
tierno  príncipe.  Los  alaridos  del  niño  rey  traspasaban  los  corazones.  Cla- 
mó repetidas  veces :  « Padre  me  ha  dicho  que  no  me  vaya. . . »  Todos  los 
circunstantes  derramaban  lágrimas.  Y  no  se  crea  oir  la  narración  de  un 


\m  hn  tmrnt.vlo  para  rnlrrtrnrT  .  jhwm  aquel  amanto  franrr  orwri..  a 
|.rcvnn*  fl*»  |r*ligm  irTrrn*abW*«  Vun\c  «*r  ijn*  W»  bnhrvn  «njrrwk»  «I 
mrto  |n  ipn»  iWmü  .l.vir.  poro  lo  rwrln  c«  «jw  pavao  ron  <wrnifni(WW 
H«ttantc*  y  con  H  tnoilo  ilr  artimUr |««.  • 

Iw^pnr*  dr  la  partida  dr  ^C.irui  l.ima  >  •W'  «n  hijo,  w  h»irrxm  f*  Por» 
preparativo»  «Ir  ilcí«m*a.  pero  OM  *nmo  <l«**ronrirrto  por  loMm  | 
v  pirtiruhrmriilo  m  c\  oVaitrrTa.  rmo  jrír  rl  «lnqor.lr  IVltrr. 
1 01  .^tni'Ya  rnmlttrta.  qiw  lo  rnlun.l  >  H  ...n.  rpto  <iV  «wranvnlr 
.  bow  Por  una  parir  foliaban  arma» .  por  oirá  mnnirioiK!» .  y  «kx 
una  mano  un  mlnV  pariría  qn*  estaba  imposibilitando  la  oVíii»*a  y  íavorr 
iiotulo  U  invavon  \  prwr  rW»  la*  mi«U»rio*a»  traía*  qne  f  tctliii  H  pa 
Inotnmo.  h  RMftKa  nacional,  a  Im  or«b»nr*  il*»I  VlliaNe  HtMfJ  .  hito 
proilipm  oV  \alor  on  la  rrín. •; i  .|.  i  %o »k  marro    |/m  alumno*  «b»  \lfort 


624  HISTORIA 

los  de  la  guardia  imperial  y  de  la  Escuela  politécnica  se  hermanaron  es 
clarecidamente  con  los  guardias  nacionales.  Los  aliados  espeí  imentaron 
sobre  todo  tenacísima  resistencia  en  la  barrera  de  Clichy.  El  veterano  de 
los  soldados  franceses,  el  venerable  Moncey ,  estaba  allí  con  su  hijo  y  su 
jefe  de  estado  mayor  Allent ;  artistas  célebres  y  escritores  eminentes  le  ro- 
deaban y  terciaban  en  sus  arrojos. 

« Hemos  empezado  bien  ,  les  decia ,  y  debemos  acabar  del  mismo  mo- 
do. Este  es  nuestro  último  atrincheramiento ;  echemos  el  resto  por  despe- 
dida. El  honor  y  la  patria  nos  lo  imponen.  » 

l'ero  el  tesón  tuvo  que  postrarse  finalmente  bajo  el  número;  no  podia 
menos  de  rendirse  por  donde  quiera,  perdido  como  estaba  en  medio  de 
tantas  vilezas  y  traiciones.  Si  Moncey  recobra  en  las  trincheras  de  Paris 
el  entusiasmo  patriótico  de  la  mocedad ,  otros  que  empezaron  como  él 
no  acabarán  igualmente.  Marmont  se  ha  dejado  engañar  por  los  mañosos 
traidores  de  la  junta  realista;  la  trama  del  príncipe  de  Benevento,  que  apa- 
rentó marcharse  con  los  ministros  y  no  salió  de  Paris ,  amarra  por  acá  y 
acullá  al  duque  de  Ragusa.  Le  persuaden  que  la  capital  solo  puede  salvar- 
se con  una  capitulación,  y  por  salvar  la  capital  entrega  el  imperio.  El 
ól  de  marzo  de  1 81 4,  los  estranjeros  entran  triunfalmente  en  Paris  para 
derribar  el  trono  de  Napoleón,  y  los  que  les  abren  las  puertas  son  los 
mismos  hombres  á  quienes  los  estatutos  imperiales  del  50  de  marzo  de 
\HOi\  habian  constituido  ánimos  de  la  nueva  dinastía. 


■  muí!»  i 


mu      Wim.  Brrtin.   ¥*lo.| .   >4|«*rv 
|j«lx».  «o«roa.  r»f»Ul*»  <tr  b  —  tof» 


mr»H  iji*  r*ta 

mimo  ikünwAwfci  dd  — ttMfrro .  ril«n 

«re  |  la»  rwkra»  )«n  Ugo  H  fodnno 

drl  Hiho  ;  M  I  n— r .  lo>  Layw  «H» 

taaémlm  UUwUnt 


ém*  y  te  uwlnf  ■  i  nlww  <m< 


620  HISTORIA 

No  han  vencido  á  la  civilización  y  á  la  democracia  porque  señoreen 
su  metrópoli.  Si  los  aliados  son  dueños  de  Paris,  en  cambio  los  France 
ses  son  siempre  dueños  de  los  aliados,  por  cuanto  va  siguiendo,  bajo  el  pe 
so  de  la  invasión,  la  educación  liberal  que  empezaron  á  darles  con  la  con 
quista;  mas  que  nunca  van  á  enseñarles  las  artes,  ciencias,  industria, 
costumbres,  leyes  y  pensamientos  del  pais  en  que  el  sistema  democráti 
co  y  el  numen  progresista  han  sentado  su  imperio ,  mas  que  nunca  el  pue- 
blo iluminador  desempeñará  su  afán  de  propaganda ,  ejercerá  su  patro- 
nazgo supremo  y  descollará  sobre  los  demás  pueblos,  enviándolos  á  sus 
hogares  mas  engreídos  con  la  enseñanza  francesa  que  con  los  triunfos  mi- 
litares alcanzados  al  triple  impulso  del  número ,  de  la  casualidad  y  de  la 
traición. 

Modere  también  su  alegría  el  réjimen  antiguo.  Si  logra  recobrar  el  ce- 
tro ,  la  nación  francesa  no  se  lo  dará  á  empuñar,  sino  con  repugnancia,  y 
tendrá  que  adherirse  á  los  nuevos  principios ,  redoblar  de  afán  por  los 
intereses  que  planteó  la  revolución  y  encarecer  las  conquistas  sociales  de 
la  democracia. 

Así  todos  los  conatos  de  los  reyes,  durante  veinte  y  cinco  años,  solo 
habrán  venido  á  parar  en  un  triunfo  que  tarde  ó  temprano  debe  contra- 
rcstarlos.  Por  otra  parte,  el  prohombre,  al  derrocarlo  del  solio,  no  se  apeará 
del  encumbramiento  que  le  cabe  en  la  historia;  si  pierde  una  corona, 
conservará  toda  su  gloria ,  todo  su  numen  y  grandiosidad;  por  otra  par- 
te, el  gran  pueblo,  bajo  el  dominio  combinado  de  los  estranjeros  y  déla 
contrarevolucion ,  permanecerá  incontrastablemente  revolucionario,  con- 
servará toda  su  potestad  civilizadora  y  continuará  reinando  sobre  el  mun- 
do culto.  Así  procede  la  Providencia.  La  emancipación  sucesiva  del  jéne- 
ro  humano,  el  ensalzamiento  progresivo  de  la  clase  plebeya  ,  como  dice 
Mr.  Baüanche,  la  franquicia  del  trabajo,  la  posesión  esclusiva  de  los  dere- 
chos del  mérito,  la  fundación  de  la  aristocracia,  de  las  virtudes  y  servicios, 
esto  es,  la  organización  definitiva  de  la  verdadera  democracia:  he  aquí  los 
intentos  que  su  inmutable  pensamiento  ha  ideado  en  la  eternidad,  y  cuya 
realización  sucesiva  prosigue  en  la  sucesión  de  los  tiempos.  Y  su  diestra, 
invisible  por  mil  rumbos ,  cuyas  revueltas  y  paradero  se  reserva ,  hace 
también  cooperar  á  esta  obra  y  marchar  á  este  fin  las  potencias  rebeldes 
que  están  batallando  tenazmente  contra  el  empuje  irresistible  ^lcl  porve- 
nir, y  que  hoy  se  lisonjean  de  haber  afianzado. 

La  capital  del  imperio  francés  se  halla  ya  ocupada  por  los  ejércitos 
estranjeros ;  los  aliados  no  quieren  á  Napoleón  ni  á  su  familia  ;  solo  el 
emperador  de  Austria  se  acuerda  del  rey  de  Roma  y  de  la  rejenta.  En  cuan- 
to á  Alejandro,  toma  un  ademan  de  moderación  y  de  jenerosidad :  declara 
que  respetará  la  voluntad  del  pueblo  francés,  y  lo  llama  para  plantearse  el 
gobierno  que  mas  le  convenga  ¡  llamada  ilusoria  que  constituye  á  un  pu- 


I)K  NAPOLEÓN.  "27 

hado  de  ajenies  de  la  junta  realista  intérpretes  de  la  voluntad  nacional, 
y  que  encierra  los  comicios  soberanos  de  la  Francia  en  la  tertulia  de  Ta- 
lleyrand. I  na  diputación  que  menta  entre  sus  miembros  al  célebre  conde 
Ferrand  se  presenta  al  emperador  de  Rusia:  responde  al  llamamiento  del 
czar  y  llega  á  manifestar  lo  que  apetece  la  Francia.  Y  el  conde  de  Nesscl- 
rode,  que  está  enterado  de  los  intentos  íntimos  de  su  amo ,  manifiesta  á 
la  diputación  que  cuanto  está  apeteciendo  se  halla  ya  decidido  en  la  men 
te  del  autócrata.  Así  pues,  cuando  Alejandro  proclamaba  allá  la  libre  sobe- 
ranía de  la  Francia  y  hacia  objeciones  á  Talle\rand  sobre  la  posibilidad 
de  que  volvieran  los  Borbones ,  esto  no  era  por  su  parte  mas  que  una  far- 
sa, según  la  espresion  injenua  de  Mr.  de  Bourriennc,  uno  de  los  actores 
Alejandro  necesitaba  las  solicitas  demostraciones  del  principe  de  Beoereo- 
to  para  saber  que  Luis  XVIII  era  un  principio  por  el  cual  habían  peleado 
los  aliados;  pero  tenia  empeño  en  que  se  considerara  la  determinación  que 
había  debido  tomar  tiempo  atrás  como  efecto  de  las  manifestaciones  de  la 
opinión  pública  ,  e  hizo  encubrir  sus  propias  demandas  y  las  de  sus 
aliados  con  la  autoridad  de  uno  de  los  principales  cuerpos  del  estado  al 
que  se  pudiera  tener  por  el  representante  autorizado  de  la  nación  entera. 
Talleyrand  le  esplayó  cuando,  después  de  haberle  hecho  oír  los  ruidosos 
clamores  de  tal  cual  pandilla  á  favor  de  los  Borbones ,  le  aseguró  que  ha 
ria  decretar  cuanto  apeteciera ,  aun  La  deposición  de  Napoleón  y  el  regreso 
de  Luis  XVIII,  por  aquel  senado  que  nada  rehusaba  poco  antes  al  empera- 
dor y  que  la  nación  habia  tiznado  con  su  menosprecio  y  reprobación  por 
aquella  ruin  y  desalada  condescendencia,  tas  acontecimientos  comproba- 
ron la  confianza  de  Talleyrand.  El  2  de  abril, el  senado  declaró  á  Napoleón 
Bonaparte  con  su  familia  apeado  del  trono  francés,  y  llamó  por  otra  acta 
al  caudillo  de  la  casa  de  Borbon  para  que  se  ciñese  la  corona  de  sus 
mayores;  pero  como  los  miembros  de  la  imperceptible  minoría  que  habia 
aventurado  á  veces  alguna  oposición  bajo  el  imperio,  y  á  quienes  Napoleón 
trataba  desdeñosamente  de  cavilosos ,  habían  franqueado  su  arrimo  ai 
partido  realista  con  la  esperanza  de  conseguir  una  constitución  mas  favo 
rabie  á  las  libertades  públicas,  alcanzaron  influjo  por  un  día  en  la  junta 
donde  su  voto  no  habia  merecido  peso  hasta  entonces,  y  Talleyrand  les 
dejó  idear  una  acta  constitucional  que  se  reservaba  ceder  mas  adelante  a 
subido  priao  á  Luis  XVIII. 

Mientras  que  Talleyrand,  como  presidente  de  un  gobierno  ilusorio,  «i 
el  que  se  habia  asociado  á  Beurnonville ,  Jaucourt ,  d'Alberg  y  el  abate  de 
Montcsquiou  ,  reinaban  en  la  capital  por  cuenta  de  los  estranjeros  y  de 
los  Borbones ,  Napoleón  se  hallaba  en  Fontainebleau  ,  cercado  de  una 
guardia  fiel  que  ansiaba  vengar  el  baldón  de  la  capitulación  de  París,  pero 
rodeado  de  un  estado  mayor  que  no  abrigaba  el  mismo  ardor  é  impacien- 
ta  En  la  noche  del  2  al  5  de  abril ,  el  duque  de  Vicenzo,  pasa  á  parti 


628  HISTORIA 

ciparle  que  los  moDarcas,  con  quienes  tuvo  tantas  consideraciones  y  cuyos 
rejios  destinos  podía  haber  zanjado  después  de  Austerlitz,  Jena  y  Wagram, 
se  niegan  á  contratar  con  él,  y  requieren  su  renuncia.  Esta  pretensión  le 
destempla  y  arrebata  por  el  pronto;  quisiera  probar  todavía  la  suerte  de 
las  armas  ;  pero  todos  enmudecen  y  se  contristan  á  su  lado  ¡  sus  antiguos 
compañeros  de  armas  ya  no  son  mas  que  los  señores  condecorados  de  una 
monarquía  que  se  derrumba  y  en  cuyo  vuelco  no  tienen  empeño  de  ser 
partícipes,  t  Colmad  á  un  hombre  de  beneficios,  dice  Montesquieu ;  la  pri 
mera  aprensión  que  le  infundis  es  idear  medios  para  conservarlos. »  Ñapo 
león  lo  esperimenta  hoy  día,  y  este  amarguísimo  desengaño  le  mueve  para 
escribir  de  su  puño  los  renglones  siguientes : 

«  Habiendo  proclamado  las  potencias  aliadas  que  el  emperador  Ñapo 
león  era  el  único  obstáculo  al  restablecimiento  de  la  paz  en  Europa ,  el 
emperador  Napoleón,  en  desempeño  de  su  juramento,  declara  que  está 
pronto  á  bajar  del  trono ,  á  salir  de  Francia,  y  aun  á  dar  su  vida  por  el 
bien  de  la  patria ,  inseparable  de  los  derechos  de  su  hijo ,  de  los  de  la  re- 
jeneia  de  la  emperatriz  y  del  sosten  de  las  leyes  del  imperio. 

«  Fecho  en  nuestro  p;»lacio  de  Fontainebleau,  á  4  de  abril  de  1814. 

«  Napoleón.  » 


Caulaiucourt  es  el  encargado  de  llevar  aquella  acta  á  Paris  ¡  acompa 
ñáronleNey  y  Macdonald.  A  pesar  de  la  capitulación  de  Paris,  Napoleón 
queria  que  Marmont  formara  parte  del  mensaje.  ¿  Era  esto  para  contener 
le  en  el  asomo  de  su  deserción  é  imposibilitarle  que  agravase  su  primer 
yerro  con  algún  paso  menos  disculpable  y  mas  criminal? 

Como  quiera  que  sea,  los  dos  mariscales  tomaron,  con  el  duque  de  Vi 
cenzo,  el  camiuo  de  la  capital,  y  el  emperador,  que  supo  muy  pronto  que 
Marmont  acababa  de  pasarse  á  los  aliados,  denunció  aquella  traición  á  su 
ejército  con  una  ó<d¿n  del  dia  en  que  ajó  también  el  comportamiento  del 
senado. 

Los  plenipotenciarios  de  Napoleón  no  salieron  airosos  en  su  mensaje. 
El  tratado  vergonzoso  que  Marmont  acababa  de  firmar  con  el  príncipe  de 
Schwartzenberg  y  el  arrebatamiento  nocturno  de  su  ejército  Dará  encajo- 
narlo en  medio  del  campamento  enemigo  proporcionaban  á  ios  aliados 
mostrarse  mas  descontentadizos  que  nunca  y  proclamar  con  Talleyrand 
que  Luis  XVIII  era  un  principio  cuya  consagración  habían  esforzado  los 
monarcas  unidos  y  que  no  orillarían  á  los  asomos  del  triunfo.  El  duque  de 
Vicenzo  volvió  pues  á  Fontainebleau  con  la  demanda  de  una  nueva  abdi- 
cación que  debiaescluir  del  trono  al  príncipe  imperial  y  á  toda  la  familia 
do'INapoleou. 

Esta  proposición,  tan  duracomo  afrentosa,  quedó  rechazada  con  indig 


DE  NAPOLEÓN.  A29 

narion  por  el  emperador.  Trató  entonen  eficazmente  He  continuar  la  guer- 
i.i  y  inr  haciendo  reseña  de  los  recurso»  que  le  reataban  en  el  mediodía, 
los  Upes  é  Italia.  Pero  mis  cómputos,  esperanzas  y  determinaciones  que 
'l.iu  sin  arrimo;  y  si  alguien  rompe  el  dtaeJO  para  contestarle,  las  pa- 
labras que  proflere  no  son  de  cariño ,  de  intimidad  ni  de  entusiasmo. 
\iíol|Minsc  las  objeciones  y  no  se  olvida  el  cuadro  de  la  guerra  civil.  El 
emperador  titubea  ¡  su  alma  está  toda  absorta  en  el  vaivén  de  la  incerti- 
dtimbre:  sin  embargóla  especie  de  la  guerra  civil  le  ha  conmovido  hon 
•límente,  y  prorurape  luego:  «  Pues  bien  ,  ya  que  es  forzoso  desentenderse 
«le  reguardar  por  mas  tiempo  la  Francia,  ¿no  me  ofrece  todavía  la  Italia 
una  retirada  digna  de  mi  ?  ;,  Querrán  seguirme  otra  vez  ?  Marchemos  há- 
eia  los  Alpes. » 

A  estas  palabras ,  las  frentes  opacas  y  los  rostros  demudados  de  sus 
antiguos  compañeros  se  empanan  todavia  mas.  Napoleón  advierte  que  ya 
no  están  allí  para  seguirle  el  estado  mayor  de  Lodi  y  de  Areola,  y  que  los 
dnqoea  hereditarios  de  la  monarquía  imperial ,  después  de  haber  paladea- 
do el  embeleso  de  la  corte ,  se  han  cansado  de  los  sinsabores  que  acibaran 
la  carrera  de  las  armas.  •  ¡  Ah  !  si  en  aquel  momento,  dice  el  barón  Fain, 
Napoleón  airado  pasira  ejecutivamente  de  sn  estado  á  la  sala  de  los  ofi- 
ciales de  segunda  clase  ,  encontrara  una  juventud  lozana  y  desalada ,  y 
dando  algunos  pasos  mas.  le  saludaran  al  pié  de  la  escalera  las  aclama- 
ciones de  todos  sus  soldados,  y  aquel  entusiasmo  reanimara  su  espíritu. 
Pero  Napoleón  se  postra  bajo  las  mañas  de  su  reinado,  y  creería  menos 
valer  marchando  en  adelante  sin  los  oficiales  de  graduación  que  le  han 
dado  la  corona. » 

El  emperador  coje  pues  el  fruto  de  la  reacción  monárquica  en  que  vino 
á  estraviarse  -.  necesitaría  los  denodados  tenientes  que  le  juraron  con  en- 
tusiasmo en  Tolón  seguirle  á  Ejipto ;  y  ya  no  los  baila  ahora  á  sn  lado, 
aunque  le  rodean  los  mismos  hombres.  Consiste  en  que  la  república,  al 
encambrarle ,  le  habia  dado  una  comitiva  de  héroes ,  y  que  el  imperio  los 
ha  trasformado  en  altos  señores  que  no  tienen  ya  ni  voluntad  ni  pujanza 
para  estorbar  su  vuelco.  Parto  suyo  es  tan  estremado  desengaño.  Napo- 
león ,  según  el  dicho  tan  sabido ,  •  estuvo  haciendo  la  cama  á  los  Borbo 
oes ;  •  y  no  le  queda  mas  arbitrio  que  el  de  retirarse  á  su  llegada ,  y  ceder 
á  los  acontecimientos.  Esto  mismo  es  lo  que  va  á  hacer.  Entonces  el  em- 
perador toma  la  pluma,  y  tras  pocos  minutos  entrega  á  Caulaincourt  el  acta 
que  los  altillos  |t.  pedían  y  que  iba  en  estos  términos : 

•  Habiendo  proclamado  las  potencias  aliadas  que  el  emperador  era  el 
único  obstáculo  al  restablecimiento  de  la  paz  en  Europa ,  el  emperador  , 
en  diM'mpeím  de  su  juramento,  declara  que  renuncia  para  si  y  sus  hijos 


630  HISTORIA 

á  los  tronos  de  Francia  y  de  Italia,  y  que  no  mediará  sacriücio,  ni  aun 
de  la  vida  ,  que  no  esté  pronto  á  tributar  á  los  intereses  de  la  Francia. 

«Napoleón.  » 


¿  Qué  será  ahora  del  dominador  de  la  Europa  desarmado  y  destrona- 
do? ¿qué  suerte  disponen  para  un  hombre  que  estuvo  en  tan  sumo  encum- 
bramiento ,  y  cuyo  brazo  puede  á  cada  instante  conmover  el  orbe?  ¿En 
qué  sitio  encerrarle? 

Los  soberanos  titubean  entre  Corfú,  la  Córcega  ó  la  isla  de  Elba.  Al 
fin  se  prefiere  esta  última  residencia.  Un  tratado  va  á  disponer  de  la  suer- 
te de  toda  la  familia  imperial.  Pero  Napoleón  se  agravia ;  no  se  aviene  á 
que  se  proceda  así  con  él  :'  « ¿  A  qué  conduce  un  tratado ,  dice ,  puesto  que 


DK  NAPOLEÓN.  C>'{ 

aoqnierefl  arreglar  conmigo  lo  relativo  a  los  intereses  de  la  Francia?»  En- 
vía luego  correos  á  Canlincourt  para  retirar  mi  abdicación  i  pero  es  ya 
muy  tarde  ;  el  sacrificio  está  consumado. 

II  ajuste,  rechazado  por  Napoleón,  se  firma  el  t  4  de  abril  por  las  poten- 
cias aliadas.  Al  dia  siguiente  el  conde  de  Artois  celebra  su  entrada  en  Pa- 
rís .  la  que  se  annncia  con  nna  proclama  que  prometía  la  supresión  de  la 
quinta  y  de  los  derechos  reunidos.  Los  Rorbones  sabían  manto  se  había 
comprometido  la  popularidad  de  Napoleón  con  la  contribución  indirecta 
y  la  dilatación  de  la  guerra.  No  podían  ignorar  que  si  aparecían  algunas 
manifestaciones  de  complacencia  y  regocijo  en  el  mediodía  de  la  Francia, 
el  recobro  de  la  paz  y  la  esperanza  de  que  se  aliviasen  las  cargas  públicas 
eran  los  móviles  de  aqnellas  demostraciones ,  mncho  mas  que  un  impul- 
so de  alecto  á  la  antigua  dinastía.  Su  política  se  cifró  pues  en  avalorar  los 
yerros  del  imperio ,  y  el  escritor  descollante  en  aquella  crisis  paró  sin  em- 
pacho en  libelista  para  ir  desentrañando  y  encareciendo  los  yerros  que 
habían  podido  desconceptuar  al  emperador  para  con  el  pueblo.  Anadióse 
al  eco  de :  «No  mas  quintas ,  no  mas  derechos  reunidos ,  >  la  prometa  de 
instituciones  liberales  y  el  solemne  compromiso  de  respetar  y  guardar  in- 
violablemente los  intereses  materiales  y  civiles  de  la  nueva  Francia.  En 
ningún  tiempo  la  revolución  mostró  mas  declaradamente  su  poderío  :  en 
el  trance  de  quedar  derrocado  el  prohombre  por  haberse  desentendido  de 
su  arrimo ,  después  de  haberla  estado  tantos  años  esclareciendo  y  corro- 
borando ,  sus  enemigos ,  tenidos  injustamente  por  sus  vencedores ,  tenían 
que  aplacarla ,  halagarla,  robustecerla  y  esperanzarla. 

En  la  noche  que  siguió  á  la  venida  del  conde  de  Artois  á  Paris ,  sobre- 
vino en  Fontainebleau  un  acontecimiento,  cuyo  misterio  no  ha  lle- 
gado á  descubrir  todavía  el  tiempo.  Advirtióse  en  el  palacio  un  azora- 
micnto  violentísimo  ;  los  sirvientes  de  Napoleón  acudieron  á  su  aposento 
y  se  mostraron  sumamente  inquietos  ,  se  llamaron  médicos  y  se  despertó  á 
los  amigos  leales,  como  Bertrand  ,  Canlaincourt  y  Maret.  El  emperador , 
que  á  todo  trance  se  estnvo  negando  á  firmar  el  tratado  del  4  4  de  abril . 
y  cuya  conversación  hacia  presajiar  siniestros  intentos ,  sobre  todo  desde 
que  supo  el  desvío  perpetuo  y  absoluto  impuesto  á  su  mujer  y  su  hijo  ¡  el 
emperador  sentía  dolores  intestinales  tan  violentos  que  se  presnmió  un  en 
venenarajento.  Sin  embargo  la  aplicación  de  los  remedios  que  se  le  dispu- 
sieron ejecutivamente  produjo  un  adormecimiento  con  qne  el  enfermo 
esclarecido  quedó 'enteramente  curado.  Los  escritores  propensos  á  admitir 
una  tentativa  de  suicidio  suponen  que  dijo  entonces  i  •  Dios  no  lo  quie- 
re, i  Pero  las  personas  al  servicio  del  emperador  que  le  siguieron  á  todas 
partes  han  declarado  que  los  padecimientos  intensísimos  de  Napoleón  do- 
rante aquella  noche  misteriosa  solo  fueron  el  resultado  natural  de  la  cri- 
sis moral  que  estaba  aguantando  de  diez  días  á  aquella  parte,  y  han  orí- 


632  HISTORIA 

Hado  la  aprensión  de  toda  tentativa  de  envenenamiento.  Igual  testimonio 
parece  que  ha  dado  el  duque  de  Bassano. 

Como  quiera  que  sea ,  el  emperador  encubrió  cuanto  habia  padecido 
en  toda  la  noche.  Levantóse  á  la  misma  hora  que  solia ,  y  solo  se  mostró 
mas  resignado  que  el  dia  anterior,  porque  pidió  el  tratado  que  habia  des- 
echado hasta  entonces,  y  lo  firmó. 

María  Luisa,  que  habia  recibido  en  Rambouillet  la  visita  de  los  sobe- 
ranos de  Austria  y  de  Rusia,  y  á  quien  habían  vedado  el  ir  á  Fontainebleau, 
no  estaba  esperando  mas  que  saber  la  partida  de  su  esposo  para  dejarse 
llevar  desconsoladamente  á  Viena  con  el  joven  príncipe ,  cuyo  destino  ha- 
bia ayudado  á  volcar  el  emperador  Francisco  su  augusto  padre.  Todo  se 
acababa  de  un  golpe  para  Napoleón ;  los  arranques  grandiosos  de  su  en- 
cumbramiento y  los  halagos  entrañables  de  la  vida  privada.  La  isla  de  Elba 
no  podia  ser  para  él  mas  que  un  estrecho  encierro ;  no  obstante  se  avino 
á  la  necesidad  que  le  imponia  aquella  residencia.  En  vano  el  coronel 
Montholon  pasó  á  asegurarle  el  cariño  de  las  tropas  y  de  las  poblaciones 
de  levante  para  moverle  a  que  probase  todavía  la  suerte  de  las  armas  ■ 
•  Es  demasiado  tarde,  respondió ;  ahora  no  seria  mas  que  una  guerra  ci- 
vil, y  nada  puede  ya  determinarme  á  ella. »  Con  efecto  se  habia  tirado  el 
último  cañonazo  el  10  de  abril  en  la  batalla  de  Tolosa,  en  la  que  el  ma 
riscal  Soult,  que  ignoraba  los  acontecimientos  de  Paris  y  de  Fontainebleau, 
selló  esclarecidamente  la  última  pajina  de  nuestras  inmortales  campañas. 

Los  comisarios  nombrados  por  las  potencias  aliadas  debían  acompañar 
á  Napoleón  á  la  isla  de  Elba.  Fijóse  la  partida  para  el  20  de  abril,  y  la  vís- 
pera, el  ayuda  de  cámara  Constant  y  el  mameluco  Rustan,  remedando  á  los 
sumos  personajes  del  imperio  ,  desampararon  á  su  amo. 

El  20,  á  las  doce ,  el  emperador  bajó  al  patio  del  Caballo  Blanco  en 
donde  la  guardia  imperial  estaba  formada.  Solo  le  acompañaban  algunos 
fieles  servidores,  entre  los  que  descollaban  el  duque  de  Bassano  y  el  jene- 
ral  Belliard.  A  su  llegada  se  conmovió  el  corazón  de  los  soldados ,  y  sos 
ojos  se  arrasaron  de  lágrimas.  El  emperador  hizo  ademan  de  querer  ha- 
blar, y  al  punto  se  observó  un  relijioso  silencio  inalterable,  para  que  to- 
dos pudieran  oir  y  recojer  los  últimas  palabras  del  grande  hombre  á  la 
flor  de  los  valientes. 

« Jenerales,  oficiales,  subalternos  y  soldados  de  mi  guardia  sntigua , 
les  dijo ,  me  despido  de  vosotros  con  quienes  hace  veinte  años  que  estoy 
bien  hallado  ;  pues  siempre  os  encontré  en  el  sendero  de  la  gloria. 

« Las  potencias  aliadas  han  armado  á  toda  la  Europa  contra  mí ;  una 
parte  del  ejército  ha  faltado  á  sus  deberes ,  y  la  Francia  misma  ha  queri- 
do otros  destinos. 

« Con  vosotros  y  los  valientes  que  se  han  mantenido  leales  hubiera  po- 
dido sostener  la  guerra  civil  por  tres  años ;  pero  la  Francia  hubiera  sido 


DE  NAPOLBON  «'" 

mal  aventurada ,  lo  cual  era  contrario  al  objeto  que  siempre  llevé  por 
delante 

«Sed  fieles  al  nuevo  rey  que  la  Francia  escojo  ;  no  desamparéis  jamás 
á  nuestra  queiida  y  malhadada  patria.  Amadla  siempre,  amadla  á  esta  pa- 
tria querida. 

« No  tenéis  que  condoleros  de  mi  suerte ,  seré  siempre  feliz  en  sabien- 
do  que  lo  sois. 

•  Hubiera  podido  morir:  nada  me  hubiera  sido  mas  obvio ;  pero  segui- 
ré invariablemente  el  camino  del  honor.  Aun  me  queda  por  escribir  lo 
que  hemos  hecho. 

«  No  puedo  abrazaros  á  todos ;  pero  abrazaré  á  vuestro  jeneral 

Acercaos ,  jeneral i  Estrecha  entre  sus  brazos  al  jeneral  l'etit.  i  Que 


<tc  v 


me  traigan  el  águila i  l<a  besa. )  Querida  águila ,  ¡  asi  estos  besos  re- 
suenen allá  en  el  corazón  de  todos  los  valientes!...  Adiós ,  hijos  míos 
Mis  anhelos  os  estarán  siempre  acompañando ;  conservad  mi  memoria. » 
A  estas  palabras,  los  soldados  prorumpeo  en  sollozos  .  cuantos  rodean 
al  emperador  se  están  bañando  en  lágrimas;  y  Al,  no  menos  conmovido , 

80 


634  HISTORIA 

se  aleja  de  aquella  escena  dolorosa  y  se  mete  en  un  carruaje  donde  ya  ha- 
bía tomado  asiento  el  jeneral  Bertrand.  Inmediatamente  se  da  la  señal  de 
marcha.  Napoleón  salió  de  Fontainebleau  ,  acompañado  del  gran  maris- 
cal ,  de  los  jenerales  Drouot  y  Cambrone  y  algunas  otras  personas  que 
quisieron  asociarse  á  la  fidelidad  de  estos  valientes  guerreros.  Do  quiera 
en  su  tránsito  y  hasta  los  confines  de  la  Provenza ,  oyó  al  rededor  de  su 
coche  los  gritos  de  « Viva  el  emperador. »  Esta  constancia  del  pueblo  le 
enterneció  y  consoló.  Desde  entonces  comprendió  que  á  pesar  de  algunos 
actos  impopulares  que  habían  podido  malquistarle  y  contribuir  á  su  der 
ribo,  los  Borboncs  no  lograrían  esterminar  en  Francia  el  culto  de  su 
nombre. 

Entre  Lyon  y  Valencia  el  emperador  encontró  al  mariscal  Augereau , 
que  acababa  de  reconvenirle  en  una  proclama,  « de  no  haber  sabido  mo- 
rir como  soldado. »  Napoleón  ,  que  ignoraba  todavía  el  ruin  é  impropio 
desacato  de  su  compañero  de  Areola,  se  apeó  del  coche  para  abrazarle.  Al 
acercársele  se  quitó  el  sombrero,  mientras  que  el  mariscal  hizo  estudio  en 
mantenerse  cubierto  por  todo  aquel  rato  y  aun  en  el  acto  de  despedida.  De 
allí  á  una  hora,  Napoleón  encontró  en  el  camino  algunos  destacamentos 
del  cuerpo  de  Augereau  que  le  tributaron  los  honores  que  recibía  cuando 
estaba  en  el  trono.  Los  soldados  le  dijeron  en  alta  voz  :  « Señor ,  el  maris- 
cal Augereau  ha  vendido  vuestro  ejército. » 

El  emperador  tuvo  que  desviarse  de  Aviñon,  en  donde  los  motores 
que  asesinaron  un  año  después  al  mariscal  Bruñe,  tenían  dispuesto  un 
golpe  de  mano  y  entablada  una  fermentación  en  los  ánimos  que  hacia  pre. 
sajiar  sus  siniestros  intentos. 

Llegado  cerca  de  Lucel  26  por  la  tarde,  hizo  noche  en  casa  de  un 
diputado  del  cuerpo  lejislativo,  en  donde  encontró  á  la  princesa  Paulina. 
Al  dia  siguiente  se  hallaba  en  Frcjus;  y  después  de  haber  descansado 
veinte  y  cuatro  horas  en  aquella  ciudad,  se  embarcó  para  la  isla  de  Elha 
á  las  ocho  de  la  noche. 


1 


<  '.I  lili II  l.l 


il.i      i     l'oilo  reí  i«jo     RciiirtM  1.1   iii   l.i   isla  d«;    BllM     lililí  >«>   .1  flUHrin     I»' 
1 1.1 1  cu  rn  Caniicv   Mal-  In   triunfal  :i  Partí.  20  <l<-  marro  de  II 


vi:  semejanza  entre  los  lames,  siempre 
•contrapuestos  de  la  vida  del  héroe'  Iff.-t 
bia  presenciado  Krejus  su  desembarco  al 
^regreso  de  Kjipto,  cuando  escollado  por 
¡los  Marmouts,  Muráis.  Iicrüiiers,  etc. . 
iba  á  conquistar  la  potestad  suprema 
coutra  los  representante  de  la  Francia  y 
labrar  los  cimientos  de  un  im|>erio  gran 
dioso  y  prepotente.  Quince  años  después 
vuelve  a  Frejus  apeado  del  sumo  pode 
rio  por  los  estranjeros  de  quienes  era  el 
asombro  y  el  pavor,  y  por  los  cuerpos  mudos  y  rendidos  que  babia  dado 
por  sucesores  á  las  borrascosas  juntas  de  la  república;  en  Krejus  se  embar- 


636  HISTORIA 

ca,  no  ya  esta  vez  para  empuñar  el  timón  de  un  gran  estado  y  encumbrar 
con  suma  trascendencia  el  primer  solio  del  universo,  sino  privado  de  su 
alto  alcázar  y  rechazado  de  aquel  desempeño  por  el  mismo  senado,  tan 
pródigo  con  él,  hasta  el  sumo  hastío,  de  las  mas  rastreras  adulaciones,  y 
por  el  mismo  cuerpo  lejislativo  que  despedía  con  oprobio  tres  meses  antes; 
vendido  ú  desamparado  por  sus  antiguos  compañeros  y  sus  parien- 
tes, vendido  por  Marmont  y  por  Murat,  desamparado  por  Berthier  y  por 
otros  muchos Dios  lo  ha  querido  así ,  Dios  nada  hace  en  vano.  De- 
jemos obrar  á  su  omnipotencia. 

Napoleón  fondeó  en  la  playa  de  Puerto  Ferrajo  el  5  de  mayo,  dia  en 
que  llegó  Luis  XVIII  á  París.  Las  autoridades  de  la  isla  de  Elba  se  desala- 
ron en  cumplimentar  á  su  soberano  á  bordo  de  la  fragata  inglesa  que  lo 
habia  conducido.  Al  dia  siguiente  el  emperador  bajó  á  tierra  y  fué  saluda 


do  con  ciento  y  un  cañonazos.  Todo  el  vecindario  le" salió  al  encuentro, 
encabezado  por  el  ayuntamiento  y  el  clero. 

« Curioso  é  interesante  espectáculo  era  para  el  emperador  y  su  séquito, 
dice  un  testigo  ocular,  el  de  la  candorosa  alegría  de  las  jóvenk,  Elbesas 
y  el  entusiasmo  de  aquellos  sencillos  pescadores  que  desde  tiempo  atrás 
se  complacían  en  oir  á  nuestros  soldados  tantas  esclarecidas  hazañas  y 
memorables  victorias  con  las  que  estaba  siempre  enlazado  el  nombre  de 
Napoleón.  Su  nombradía  y  sus  desmanes  embelesaban  igualmente.  La  se 
renidad  y  aun  el  júbilo  con  que  el  emperador  hacia  preguntas  á  los  meno 
res  ciudadanos  contribuían  á  aumentar  el  entusiasmo. » 

Napoleón  se  dedicó  á  la  administración  de  la  isla  de  Elba  como  si  tra- 


I>K  NAPOI.KON.  <"." 

i  ate  de  reinar  formalmente  \  |.or  mucho  tiempo  ;  romo  si  la  actividad  de 
su  mimen  no  debiera  hallarse  al  golpe  atascada  en  lo»  limito  de  una  N 
beraoia  tan  estrecha.  Kstudió  los  productos  del  suelo  y  los  rerursos  de  la 
¡ndmtria,  recorrió  todas  las  partes  de  la  islaé  ideo  importantes  mejoran. 

Kl  '20  de  mayo  llego  Camhronc  con  los  valientes  de  la  guardia  anti 
guaque  habían  querido  seguir  al  emperador  en  su  destierro.  Posterior 
ni. -ule  llegaron  la  princesa  Paulina  v  madama  l-eticia,  con  ánimo  de  no 
separarse  ya  de  Napoleón. 

Kste  aguardaba  con  impaciencia  las  noticias  de  Francia .  y  como  en 
otro  tiempo  recorría  en  las  márjenes  del  Nilo  los  jieriódieos  de  la  boropn 


toda  ,  para  ver  si  no  era  llegada  la  hora  de  cruzar  el  mar  y  derribar  el  di 
rectorio .  asi  consulta  hoy  dia  los  papeles  públicos,  ó  las  correspondencias 
privadas,  para  saber  como  la  nación  francesa  se  aviene  con  los  estranjeros 
y  con  lof  Bortones,  y  como  unos  y  otros  se  portan  con  la  nación  france- 
sa. Pqr  lo  que  toca  á  los  baldones  incesantes  que  le  asestan  en  todos  los 
periódicos,  muestra  desentenderse  allá  de  todos  ellos.  ■ ¿  Qué  tal  me  des 
trozan?  le  dijo  no  dia  al  jeneral  Bertrand  que  le  traia  los  periódicos  fran- 
ceses. —  No,  señor,  respondió  el  gran  mariscal ,  no  se  trata  hoy  de  vuestra 
Majestad.  —  Vamos,  respondió  Napoleón,  será  para  mañana,  es  una  ca 
talara  intermitente,  ya  amainarán  sus  recrecimientos.  » 

sin  embargo  H  gobierno  que  los  aliados  habían  impuesto  á  la  Irán 


(558  HISTORIA 

á:ia  se  mostraba  diguo  de  su  oríjen.  Las  promesas  del  conde  de  Artois 
quedaban  frustradas;  Luis  XVIIÍ  fundaba  su  carta  en  su  beneplácito  y  el 
derecho  divino.  La  nobleza  volvia  á  insolentarse  y  el  clero  á  ser  intole- 
rante. Todas  las  gracias  del  poderío  recaían  sobre  los  emigrados,  y  sus  en- 
conos y  menosprecios  se  concentraban  en  el  ejército  veterano ;  se  da- 
ban títulos  de  nobleza  á  Cadoudal ,  se  encarecía  á  Moreau ,  se  destinaba 
una  estatua  á  Pichegru ,  y  los  fieles  guerreros  de  la  Francia  vacian  aco- 
sados de  pesares  y  desaires.  Todas  las  heroicidades  que  el  gran  pueblo 
habia  hecho  bajo  la  república  y  el  imperio  se  cercenaban  de  su  historia  , 
ó  tan  solo  asomaban  tildadas  con  la  usurpación  y  las  revueltas  á  que  se 
iban  atribuyendo;  el  príncipe,  que  vivia  sombríamente  en  medio  de  los 
enemigos  de  la  Francia,  mientras  nuestras  armas  triunfaban  en  Fleurus, 
Lodi ,  Marengoy  Austerlitz,  suponía  haber  reinado  sobre  la  Francia  en  el 
tiempo  de  Austerlitz  y  de  Marengo,  y  fechaba  sus  jestiones  del  19  año  de 
su  reinado.  La  prensa,  que  hubiera  podido  contrarestar  las  doctrinas  de- 
satinadas ,  resistir  á  las  funestas  propensiones  y  mancillar  los  actos  im- 
propios, apenas  proclamada  libre,  se  veia  estrechamente  esclavizada,  y  las 
censuras  se  iban  planteando  á  pesar  de  la  carta,  gracias  á  una  disyuntiva 
ideada  con  tanta  desfachatez  como  oportunidad,  para  probar  á  la  Fran- 
cia que  reprimir  y  precaver  eran  dos  palabras  idénticas. 

El  emperador  habia  previsto  los  yerros  de  los  Borbones  en  el  acto  de 
su  abdicación  y  divisado  la  posibilidad  de  su  regreso.  El  Memorial  nos 
retrata  los  pensamientos  que  estaban  á  la  sazón  embargando  su  alma,  y 
nos  da  la  verdadera  esplicacion  del  osado  intento  que  pronto  ha  de  ejecu- 
tar. Napoleón  mismo  es  el  que  habla  refiriéndose  á  los  últimos  dias  que 
pasó  en  Fontainebleau. 

«  Si  los  Borbones,  recapacitaba,  quieren  empezar  una  quinta  dinastía, 
nada  me  queda  que  hacer  aquí,  y  mi  papel  está  terminado  j  pero  si  por 
casualidad  se  empeñan  en  continuar  la  tercera,  no  tardaré  en  presentar- 
me otra  vez.  Pudiera  decirse  que  los  Borbones  tuvieron  entonces  mi  me 
moría  y  conducta  á  su  disposición :  si  se  hubiesen  contentado  con  ser  los 
majistrados  de  una  gran  nación,  si  la  hubieran  querido,  yo  quedaba  en 
el  concepto  del  vulgo  un  ambicioso,  un  tirano,  un  trastornador  y  un 
azote.  ¡Cuánta  perspicacia  y  serenidad  se  requería  para  justipreciarme  y 
abonarme!  Pero  han  querido  constituirse  otra  vez  señores  feuCalcs,  an- 
teponiendo el  encabezar  un  partido  odiosísimo  á  toda  la  nación. » 

Si  Napoleón  dio  motivo  á  que,  en  1814,  se  dijera  de  él  que  habia 
mullido  la  cama  á  los  Borbones,  estos  á  su  vez  van  á  abrirle  de  nuevo  el  ca- 
mino del  trono.  Al  hacerse  cargo  Napoleón  de  la  situación  de  la  Francia , 
y  sabiendo  la  suerte  que  le  reservaba  el  congreso  de  Viena,  no  tuvo 
que  titubear  y  tomó  pronto  una  determinación.  Se  ha  hablado  mucho  de 
sus  intelijencias  en  Francia  é  Italia,  de  sus  emisarios,  corresponsales  y 


DE  WPOI.KON  r..V.i 

cómplices,  porque  se  ha  querido  ntribuir  a  una  trama  su  salida  ríe  la 
isla  de  Elba  PomIixo  H  «|Uf  mi  conspiración  M  parto  de  mi  raleza, 
que  ion  nadie  consultó  sus  intentos,  y  que  todos  los  ignoraban  cu  Porto 
Ferrajo ,  la  víspera  misma  de  la  partida .  n  MOpriOB  de  Drouot  y  Bcr- 
I  ni  lid. 


El  2«  de  febrero  de  <KI5,  á  la  una  de  la  tarde,  Napoleón  ,ium  a  mi 
mwnlia  para  que  se  dispusiese  á  la  partida.  Manifestóse  al  punto  sumo 
entusiasrjo  entre  aquellos  valientes,  cuyo  denuedo  y  carino  estaban  enar- 
deciendo la  madre  y  hermana  del  emperador,  asomadas  á  las  ventanas 
del  palacio.  Por  todas  partes  no  se  oia  mas  que  esta  voz  :  «  París  o  la 
muerte.  » 

Pronto  una  proclama  anunció  de  oficio  a  los  isleños  que  el  empero 
dor  se  separaba  de  ellos.  «  Nuestro  augusto  soberano,  decía  en  ella  el 
gobernador  (el  jencral  Lapi),  llamado  por  la  Provideuáa  ¿  la  carrera  de 
la  gloria ,  ha  tímido  que  dejar  i  uesti  a  isla  ;  me  ha  encargado  su  mando , 
|  frfltpm  la  administra»  ion  a  una  junta  de  seis  habitantes,  y  la  defensa 
de  la  fortaleza  a  vuestro  tesón  v  afecto.  ■ 


fi/,0  HISTORIA 

«  Me  marcho  de  la  isla  de  Elba ,  dijo  Napoleón ,  estoy  sumamente  sa- 
tisfecho del  comportamiento  de  los  habitantes  :  les  confio  la  defensa  de 
este  pais  que  tanto  aprecio  \  no  puedo  darles  mayor  prueba  de  mi  con- 
fianza que  el  dejarles  mi  madre  y  hermana  bajo  su  custodia;  los  indivi- 
duos de  la  junta  y  todos  los  habitantes  de  la  isla  pueden  contar  con  mi 
;ifecto  y  protección  muy  particular.  » 

A  las  cuatro  de  la  tarde ,  los  cuatrocientos  hombres  de  la  guardia  an- 
tigua se  hallaban  á  bordo  del  bergantín  el  Inconstante;  otras  cinco  em- 
barcaciones menores  recibieron  doscientos  infantes ,  cien  caballos  polacos 
y  un  batallón  de  flanqueadores.  A  las  ocho  de  la  noche,  el  emperador, 
acompañado  de  los  jenerales  Bertrand  y  Drouot,  se  embarcó  en  el  Incons- 
tante. Un  cañonazo  dio  al  punto  la  señal  de  partida,  y  la  escuadrilla  dio 
la  vela. 

El  viento,  al  pronto  favorable,  se  volvió  de  repente  contrario  y  arrojó 
la  embarcación  hacia  los  cruceros.  Tratóse  de  volver  á  Porto  Ferrajo ;  pe- 
ro el  emperador  se  opuso  á  la  propuesta.  Durante  la  travesía  se  dedicó 
á  redactar  proclamas  al  pueblo  y  al  ejército,  y  sus  soldados  se  esmeraron 
en  copiarlas.  El  primero  de  marzo,  á  las  tres,  entró  en  el  golfo  Juan.  An- 
tes de  desembarcar  mandó  á  sus  soldados  que  se  quitasen  la  escarapela  de 
la  isla  de  Elba  y  vistiesen  la  tricolor ,  lo  cual  se  efeetnó  al  eco  de  viva  el 
emperador,  viva  la  Francia.  El  desembarco  se  verificó  inmediatamente 
en  la  playa  de  Cannes.  El  emperador  saltó  en  tierra  el  último,  y  mientras 
que  su  estado  mayor  se  afanaba  por  acampar  á  la  huestecilla  y  preparaba 
todo  lo  necesario ,  se  estuvo  paseando  solo  por  el  camino  haciendo  pre 
guntas  á  los  labradores.  A  la  una  de  la  mañana  mandó  levantar  el  cam- 
pamento, y  marchó  lo  restante  de  la  noche  al  frente  de  su  gallarda  falanje 
en  dirección  á  Grase.  Como  hacia  parte  del  camino  á  pié,  le  sucedió  que 
dio  varias  caídas,  y  en  una  de  ellas  viendo  un  soldado  que  se  levantaba 
alegremente,  dijo  á  sus  compañeros:  «Enhorabuena,  no  conviene  que 
Juan  de  la  Espada  (apodo  familiar  con  que  solían  apellidar  entre  ellos  á 
Napoleón )  se  tuerza  un  pié  ,  pues  tiene  que  ser  Juan  de  Paris.  » 

El  emperador  llegó  el  4  de  marzo  á  Digne.  Allí  mandó  imprimir  las 
hermosas  proclamas  que  habia  ido  estendiendo  á  bordo  del  Incestante  y 
que  habían  de  foguear  poderosísimamente  el  patriotismo  del  pueblo  y  del 
ejército.  Aquí  van  entrambos  documentos,  á  cual  mas  memorable,  diriji- 
dos  con  fecha  de  \ .°  de  marzo  desde  el  golfo  Juan,  y  en  los  que  Napoleón 
habia  echado  el  resto  de  su  pujanza  y  de  la  grandiosidad  de  su  estilo  em- 
belesante. 

PROCLAMA  AL  PUEBLO  FRANCÉS. 

«Franceses,  con  la  deserción  del  duque  de  CastigiioneseentregóLyon 
sin  defensa  á  nuestros  enemigos;  el  ejército  cuyo  mando,  le  habia  yo  con- 


DE  NAPOLEÓN.  041 

fiado,  estaba  en  disposición,  por  el  número  de  «ns  batallones  ,d  denuedo 
j  patriotismo  de  les  tropas  que  lo  componían,  de  contrarestar  al  cuerpo 
de  ejército  austríaco  que  se  le  oponía,  y  situarse  á  retaguardia  por  el  cos- 
tado izquierdo  del  ejercito  enemigo  qne  estaba  amenazando  á  París. 

tLas  victorias  de  Campaubert.  Montmirail,  Chateau  Thierry,  Vau- 
champ ,  Mormnns ,  Montcreau ,  Craonc  ,  Keims  ,  Arcis  sur  Anbe  y  San 
Pizier  ,  el  alzamiento  de  los  valerosos  campesinos  de  la  l.orcna  ,  Chara 
paña ,  Alsacia,  Franco  Condado  y  llorgoña,  y  las  posiciones  qne  yo  ocn. 
paba  á  espaldas  del  ejército  enemigo,  separándolo  de  sus  almacenes,  par- 
ques de  reserva,  convoyes  y  equipajes  ,  lo  habían  colocado  en  una  situa- 
ción desahuciada.  En  ningún  tiempo  los  Franceses  estuvieron  asomados  á 
ser  mas  poderosos,  y  la  flor  del  ejército  enemigo  quedaba  perdida  sin  ar- 
bitrio ;  hallara  su  huesa  en  aquellas  anchurosas  campiñas  que  habia  ta- 
lado desapiadadamente,  cnandola  traición  del  duque  de  Ragusa  entregó  la 
capital  y  desorganizó  el  ejército.  Kl  comportamiento  inesperado  de  estos 
dos  jencrales,  que  vendieron  juntamente  á  su  patria,  su  príncipe  y  bien- 
hechor, trocó  la  perspectiva  de  la  guerra,  la  situación  desastrada  del  ene 
migo  era  tan  irremediable,  que  al  terminarse  la  refriega  trabada  delante 
de  París,  se  hallaba  sin  municiones,  separado  de  sus  parques  de  reserva. 

t  En  aquellas  nuevas  y  rematadas  circunstancias,  mi  corazón  quedó 
desgarrado;  pero  mi  alma  permaneció  inmoble.  Consultando  solamente 
con  el  interés  de  la  patria ,  me  desterré  á  un  peñasco  en  medio  del  piéla- 
go, pues  mi  vida  os  era  y  debia  seros  todavía  provechosa.  No  permití  que 
los  numerosos  ciudadanos  que  apetecían  acompañarme  participasen  de 
mí  suerte;  creí  su  presencia  importante  en  Francia,  y  solo  llevé  conmigo 
una  cuadrilla  de  valientes  necesarios  á  mi  guardia. 

«  Colocado  en  el  trono  por  vuestra  elección,  cuanto  se  ha  practicado 
siu  vosotros  es  ilegal.  Hace  veinte  y  cinco  años  que  la  Francia  tiene  nue- 
vos intereses,  nuevas  instituciones  y  nueva  gloria,  que  solo  pueden  afian- 
zar un  gobierno  nacional  y  una  dinastía  nacida  en  estas  nuevas  circuns 
tandas.  Un  priucipc  que  reinara  sobre  vosotros  y  se  sentara  en  mi  trouo 
con  el  desenfreno  de  las  mismas  armas  que  han  talado  nuestro  territorio, 
trataría  en  vano  de  arraigarse  con  los  principios  del  derecho  feudal  ¡  no 
pudiera  resguardar  sino  el  honor  y  derechos  de  un  corlo  número  de  indi 
viduos  Aiemigos  del  pueblo ,  quien  los  ha  estado  condenando  durante 
veinte  y  cinco  años  en  todas  nuestras  juntas  nacionales  Vuestro  sosiego 
interior  y  consideración  esterior  quedarían  perdidos  para  siempre. 

« Franceses ,  desde  mi  destierro  he  estado  oyendo  vuestras  quejas  y 
vuestros  anhelos;  reclamáis  este  gobierno  de  vuestra  elección,  que  es  tan 
solo  el  lejitimo.  Estabais  tildando  mi  letargo  ¡  me  culpabais  de  sacrificar 
á  mi  reposólos  grandes  intereses  de  la  patria. 

t  He  cruzado  los  mares  en  medio  de  peligros  de  toda  dase;  llego  en 

XI 


642  HISTORIA 

pos  de  vosotros  para  recobrar  mis  derechos  que  son  los  vuestros.  Todo  lo 
que  los  individuos  han  hecho ,  escrito  ó  dicho  desde  la  toma  de  Paris,  lo 
ignoraré  siempre  ¡  esto  en  nada  influirá  en  el  recuerdo  que  conservo  de 
los  servicios  importantes  que  han  hecho  ;  porque  hay  acontecimientos  de 
tal  naturaleza  que  sobrepujan  á  la  constitución  humana. 

«  Franceses  ,  no  hay  nación,  por  pequeña  que  fuere,  á  quien  no  que- 
pa el  derecho  de  sustraerse  y  que  no  se  haya  sustraído  al  deshonor  de 
obedecer  aun  príncipe  impuesto  por  un  enemigo  momentáneamente  vic 
torioso.  Cuando  Carlos  Vil  entró  en  Paris  y  derribó  el  trono  deleznable 
de  Henrique  V,  reconoció  deber  su  trono  al  esfuerzo  de  sus  valientes,  y  no 
á  un  príncipe  rejente  de  Inglaterra. 

«Asi  mismo  á  vosotros  solos  y  á  los  valientes  del  ejército  blasono  y 
blasonaré  siempre  de  deberlo  todo." 

Proclama  ai,  ejército- 


« Soldados  ,  nadie  nos  ha  vencido  ,  pues  dos  hombres  salidos  de 
nuestras  filas  han  vendido  nuestros  laureles,  con  su  pais  y  con  su  príncipe 
y  bienhechor. 

« ¿Se  empeñarán  en  mandar  aquellos  que  por  espacio  de  veinte  y  cin 
co  años  han  estado  recorriendo  toda  la  Europa  en  busca  de  enemigos 
nuestros,  y  han  pasado  su  vida  peleando  contra  nosotros  en  las  filas  de  los 
ejércitos  enemigos  y  maldiciendo  á  nuestra  preciosa  Francia?  ¿Intenta- 
rán ,  repito ,  aherrojar  nuestras  águilas  cuyas  miradas  nunca  pudieron 
resistir?  ¿  Consentiremos  en  que  hereden  el  fruto  de  nuestros  esclarecidos 
afanes,  que  se  apoderen  de  nuestros  bienes  y  blasones,  calumniando  núes 
tra  gloria?  Si  durase  su  reinado,  allá  se  empozara  todo,  hasta  el  recuerdo 
de  aquellas  acciones  inmortales. 

« ¡Cuan  encarnizadamente  las  desfiguran  procu rando  emponzoñar  lo  qu o 
enamora  al  mundo!  Y  si  quedan  todavía  defensores  de  nuestra  nombra 
día,  están  entre  esos  mismos  enemigos  contra  quienes  peleamos  en  el  cam 
po  de  batalla. 

«Soldados,  desde  mi  destierro  he  oido  vuestra  voz  y  he  llegado  hast.-i 
aquí,  arrollando  tropiezos  y  peligros. 

«  Vuestro  jeneral,  llamado  al  trono,  por  la  elección  del  pueblo  y  en 
cumbrado  sobre  vuestros  escudos,  se  os  apersona :  venid  á  hermanaros 
con  él. 

« Desechad  todos  esos  colores  que  proscribió  la  naturaleza,  y  que  du 
rante  veinte  y  cinco  años  han  estado  sirviendo  para  agavillar  á  todos  los 
enemigos  de  la  Francia;  ostentad  esa  escarapela ,  pues  la  llevabais  en 
nuestras  grandes  victorias. 

«  Debemos  olvidar  que  fuimos  señores  de  las  naciones;  mas  no  tolerar 


I)K  NAPOLEÓN  MJ 

ijtir  ii;i.Im-s,.  nituMii.i.i  .mi  i «tros  negocios  ,\  quien  |»  m  liora  hacerlo? 

Recobrad  aquellas  águilas  que  teníais  en  Mma,  Ansterlitz  ,  Joña,  Kylau  , 
Fricdlaml .  Tudcla  .  lekmnhl ,  Kssling .  Wagram,  Esmolensko,  Moseowa, 
i.iitzni.  Wnrlchen  y  Montmirnil  ¿envisque  puedan  presenciar  mu  tim 
bies  ese  piulado  <lc  Franceses,  hoy  tan  arrogantes?  Se  arrinconarán  alia  de 
donde  vinieron.  J  allí,  si  quisieren,  reinarán  romo  suponen  haber  reina 
do  durante  diez  y  nnc\e  artos. 

NmüTOI  1'inicN,  distinciones  \  nombradla,  los  bienes  ,  distinciones 
\  blasón  de  vuestros  lujos,  no  tienen  mayores  enemigos  que  esos  princi 
peí  (|iic  los  estran  joros  os  lian  impuesto  .  y>n  los  enemigos  de  nuestra  glo- 
ria ,  porque  los  condena  la  narración  de  tantas  heroicas  acciones  que  han 
i'scln  -ccido  ||  pueblo  fi  anees  pelea  ndo  contra  ellos  para  librarse  de  su  yugo. 

<l,os  veteranos  del  ejército  deSambray  Mosa,  del  Kin,  Italia,  Ejip- 
to  ,  poniente  y  grande  ejército  ,  yacen  humillados;  sus  honrosas  cicatri 
i  es  son  mancilladas  ;  sus  triunfos  serian  crímenes  ,  estos  valientes  serian 
irnos  rebeldes  .  si.  como  lo  intentan  los  enemigos  del  pueblo,  se  bailaran 
Botemioi  lejitimoson  medio  de  los  ejércitos  extranjeros.  I  .os  timbres,  ga- 
lardones y  agasajos  son  para  los  que  los  sirvieron  contra  la  patria  y  con 
tra  nosotros. 

«Soldados,  x «'iii.l  si  rcuniros  bajo  las  banderas  de  vuestro  caudillo. 
Sn  existencia  estriba  en  la  \  uestra ;  sus  derechos  se  vincuiau  todos  en  los 
del  pueblo  y  los  vuestros;  su  interés,  blasón  y  nombradla  sou  los  mis 
mosque  los  nuestros.  La  victoria  marchará  á  paso  de  ataque;  el  águila, 
con  los  matices  nacionales,  volará  de  pueblo  en  pueblo  hasta  las  torres  de 
Nuestra  Señora  i  entonces  podréis  mostrar  cou  honor  vuestras  cicatrices 
y  podréis  vanagloriaros  de  lo  que  habréis  hecho  ;  seréis  los  libertadores 
de  la  patria- 

•  En  vuestra  vejez,  seguidos  y  acatados  por  vuestros  conciudadanos,  os 
estarán  oyendo  referir  vuestras  hazañas  y  podréis  decir  engreidamentc  • 
«También  yo  formaba  en  aquel  gran  ejército"  que  entró  dos  veces  en  los 
muros  de  Viena  y  en  los  de  Roma,  Berlín  ,  Madrid  y  Moscou,  y  ha  libra- 
do á  París  del  baldón  que  lo  habían  estampado  la  traición  y  la  presencia 
del  enemigo.  Honor  á  esos  valientes  soldados,  gloría  de  la  patria, y  aireo 
ti  perpetua  á  los  Franceses  criminales  en  cualquiera  condición  que  hayan 
nando #  que  pelearon  veinte  y  cinco  años  con  los  estranjei os  para  desgar 
rar  el  regazo  do  la  patria." 

Este  lenguaje  estaba  pregonando  á  la  nueva  Francia  que  volvía  su  es- 
clarecido intérprete  y  que  la  democracia  había  recobrado  su  representan 
te  y  su  héroe:  asi  el  pueblo  y  el  ejército  acudieron  con  entusiasmo  y  con 
hermandad  asombrosa  al  encuentro  del  ilustre  desterrado. 

Napoleón  llegó  á  r.ap  el  5  de  marzo.  Recibiéronle  en  aquella  ciudad 
con  las  mismas  demostraciones  de  júbilo  que  se  habían  manifestado  en  to 


644  HISTORIA 

das  las  partes  por  donde  habia  ido  pasando.  Después  de  las  tentativas  de 
contrarevolucion  que  habían  ido  brotando  en  el  regreso  y  el  reinado 
brevísimo  de  Luis  XVIII,  los  Delfineses,  tan  adictosá  la  revolución,  saluda- 
ban con  alborozo  al  numen  libertador  que  acudia  al  auxilio  de  la  igual- 
dad, tanto  tiempo  defendida  por  él,  y  ahora  amenazada  por  los  Borbones. 

Napoleón  salió  de  la  capital  de  los  Altos  Alpes  vitoreado  por  el  ve- 
cindario entero.  Al  pasar  por  San  Bonnet,  los  habitantes  le  ofrecieron 
que  tocarian  á  rebato  y  se  alistarían  todos  para  reforzar  su  escolta  que 
conceptuaban  harto  endeble  para  trasladarlo  á  Paris  contrarestando  las 
crecidas  guarniciones  colocadas  por  la  travesía.  «  No,  les  respondió;  esos 
sentimientos  me  están  demostrando  que  no  me  equivoqué  ;  prenda  incon- 
trastable son  para  mí  de  los  de  mis  soldados ;  los  que  vaya  encontrando 
acudirán  á  formar  conmigo,  y  cuautos  mas  fueren,  mas  afianzado  ha  de 
quedar  mi  triunfo;  con  que  así  permaneced  sosegados  en  vuestros  hoga- 
res." 

Quedaba  ya  comprobado  el  intento  en  cuanto  al  pueblo ;  Napoleón  no 
se  habia  propasado  en  conceptuar  el  predominio  de  su  nombre  y  de  su 
numen.  Quedaba  el  ejército,  del  que  se  creia  aun  mas  seguro  que  del  pue- 
blo y  con  el  cual  no  se  habia  aun  apersonado.  Pero  se  acercaba  á  Greno- 
ble,  y  era  de  temer  alguna  demostración  hostil  por  parte  de  las  autori 
dades  y  del  comandante  militar,  r.on  efecto  ,  el  jeneral  Marchand  habia 
destacado  un  batallón  del  5."  de  línea  sobre  el  camino  de  Lamure,  con 
orden  de  que  se  opusiera  al  tránsito  de  Napoleón.  Ka  vanguardia  del  em- 
perador encontró  aquel  destacamento  cerca  de  Lafrete,  y  no  pudo  recabar 
que  se  desprendiese  de  sus  filas  y  se  pasase  á  la  bandera  del  antiguo  ejér- 
cito. Un  oficial  de  estado  mayor  del  jeneral  Marchand  estaba  allí  conte- 
niendo á  la  soldadesca  con  el  vínculo  de  la  disciplina.  Luego  que  Ñapo 
león  supo  aquel  contratiempo ,  acudió  á  la  vanguardia,  se  apeó  y  colocó 
frente  al  batallón  que  amenazaba  dar  un  funesto  ejemplo  á  todo  el  ejér- 
cito. Seguíale  la  guardia  con  las  armas  rendidas  para  manifestar  la  inten 
cion  de  no  querer  valerse  de  la  fuerza.  «  ¿Cómo ,  amigos  mios  ?  esclamó , 
¿no  me  conocéis?  soy  vuestro  emperador ;  y  si  hay  entre  vosotros  un  sol- 
dado que  quiera  matar  á  su  jeneral  y  emperador,  puede  hacerlo  ,  aquí 
estoy."  Al  pronunciar  estas  palabras,  se  descubrió  el  pecho.  El  oficial  de 
estado  mayor  quiso  aprovechar  aquel  momento  para  romper  e\( fuego ; 
pero  su  voz  quedó  al  punto  ahogada  con  la  vocería  de  viva  el  emperador; 
voces  de  entusiasmo  mil  veces  repetidas  en  que  prorumpieron  al  par  de 
los  soldados  todos  los  labradores  que  cubrían  los  cerros  y  guarnecían  el 
camino  real.  De  repente  el  batallón  del  5.°,  los  zapadores  y  minadores  se 
hallaron  confundidos  con  los  valientes  de  la  isla  de  Elba  á  quienes  estre- 
charon fraternalmente  en  sus  brazos,  y  los  lanceros  polacos  persiguieron 
mas  allá  de  Vizdle  al  oficial  de  estado  mayor,  el  cual  logró  salvarse  mer- 


I>K  NAPOLEÓN.  M8 

cédala  dilijcncia  de  «i  caballo.  Kl  emperador  prosigtiiódespue*  tu  mu.  m 
hacia  lirenoblc  OH  medio  de  la  muchedumbre  que  M>  ''m  aumentando  á  ca- 
da paso.  Napoleón  se  ha  acordado  en  Snnta  Helena  ile  que  en  uno  de  los 
valles  del  Dcllinado  había  visto  salir  de  enmedio  de  aquella  inmensa  mu 
< Itedumbrc  que  se  atropellaba  á  su  tránsito ,  un  soldado  de  alta  estatura 
llorando  de  gozo,  y  abrazando  á  un  anciano  de  noventa  años.  Era  un  gra- 
nadero de  la  isla  de  Elba  de  cuya  fidelidad  se  había  sospechado  cu  nulo 
desapareció.  Solo  se  habia  separado  momentáneamente  de  sus  compañe- 
ros dearmas  para  ir  en  busca  de  su  padreáquien  quena  presentai  alem 
perador. 

.  A  su  llegada  á  Vizillc ,  Napoleón  se  halló  con  el  entusiasmo  progresi- 
\o  ile  las  poblaciones delíinesas.  Por  todas  partes  se  oía-  i  Aquí  nano  la 


revolución;  nuestros  padres  fueron  los  primeros  que  \  o'  \  leron  por  los  ule- 
ros de  los  hombres  libres ,  aquí  también  resucita  la  libertad  francesa  y  la 
Francia  recobra  su  honor  ¿independencia. 

El  emperador,  que  al  pasar  delante  del  castillo  de  los  Delfines,  en  don- 
de se  celebró  en  I7NX  la  |»imvia  junta  pati  i.-ln.i .  no  h.'.bu  |>.>,|ido  ñu- 
ños de  hermanarse  con  los  recuerdos  de  la  muchedumbre ,  esclamo  por 
su  paite  con  el  ímpetu  de  un  hombre  que  otaba  parangonando  aquellas 


646  HISTORIA 

memorias  que  aclamaban  los  DelOneses,  y  la  crítica  y  grandiosa  posición 
en  que  volvia  á  hallarse  la  democracia  en  la  persona  de  su  representan 
te:  «Sí ;  de  allí  salió  la  revolución  francesa." 

Allí,  también  se  estaba  diciendo,  vaá  alcanzar  la  revolución  francesa 
un  nuevo  triunfo  sobre  el  antiguo  réjimen  ,•  porque  allí  va  á  quedar  alian 
zado  el  éxito  de  mi  arrojada  empresa. 

En  efecto ,  mientras  que  el  emperador  está  como  embargado  en  tales 
presentimientos,  y  su  alma  vuela  absorta  por  mil  rumbos  en  medio  de  la 
embriaguez  jeneral  que  causa  su  presencia  en  el  pueblo  delfines,  un  oli 
cial  del  7."  de  línea  atraviesa  la  muchedumbre  y  participa  á  Napoleón 
que  su  Tejimiento,  cou  el  coronel  al  frente,  se  adelanta  á  marchas  forzadas 
para  saludar  al  héroe  déla  Francia  Siempre  sereno  al  parecer  como  en 
todos  los  trances  memorables  de  su  vida,  le  asoma  sin  embargo  al  ros 
tro  la  entrañable  impresión  que  está  abrigando  con  un  acaecimiento  que 
debe  conducirle ,  sin  disparar  un  tiro,  á  las  Tuilerias.  Su  fisonomía,  des 
pojada  del  semblante  empañado  que  las  fatigas  del  cuerpo  y  los  tormén 
tos  del  ánimo  le  han  comunicado  basta  entonces ,  aparece  risueña  de  júbi 
lo  y  de  esperanza.  Después  de  haber  manifestado  al  oficial  del  7."  lo  que 
siente  por  su  rejiíniento  y  por  el  Jefe  (pie  lo  manda,  espolea  su  caballo  y 
allá  sé  arroja  como  si  ya  estn\  icra  delante  del  arco  triunfal  del  Carronsel. 
Pronto  se  oye  la  vocería  del  7."  mezclada  con  los  vítores  de  la  mucheduin 
bre  que  lo  acompañ  a.  El  coronel  mareba  adelante  á  paso  acelerado;  es 
hombre  de  alta  estatura  \  hermosa  presencia-  Su  carácter  fogoso,  pecho 
varonil  y  modales  caballerosos,  le  han  granjeado  sumo  influjo  en  eláni 
mo  del  soldado  y  de  los  oficiales.  Salió  de  Grenoble  á  las  tres  de  la  tarde 
(el  7  de  marzo),  y  acorta  distancia  de  la  ciudad  ha  mandado  callar  á  los 
tambores,  hacer  alto  y  romper  una  caja  de  donde  han  sacado  una  águila 
(¡iie  enseña  al  instante  á  los  soldados,  voceando :  « He  aquí  la  insignia  es 
elarecida  que  era  nuestro  norte  en  nuestras  inmortales  acciones.  El  que 
tantas  veces  os  condujo  á  la  victoria  se  adelanta  hacia  nosotros  para  ven- 
'  gar  nuestra  humillación  y  nuestros  desmanes ;  hora  es  de  volar  bajo  su 
bandera  que  nunca  dejó  de  ser  la  nuestra.  Síganme  los  que  me  quieren. 
Viva  el  emperador."  Los  soldados ,  que  apenas  podian  contener  sus  ím- 
petus mientras  que  su  coronel  estaba  hablando ,  prorumpieron  á  la  voz 
de  viva  el  emperador  y  repitieron  aquella  esclamacion  de  su  jefreon  arre 
batos  de  un  regocijo  que  ra\  aba  en  delirio.  Un  numeroso  concurso  de  indi 
viduos  de  toda  edad,  sexo  y  condición  les  ha  seguido  y  se  acerca  ahora  con 
ellos  para  saludar  también  con  sus  aclamaciones  á  aquel  con  quien  por 
tanto  tiempo  se  encarnaron  el  principio  de  la  igualdad  y  la  gloria  de 
la  nación.  La  impaciencia,  igual  por  ambas  partes,  ha  acortado  la  distan 
cia.  Ya  se  confunden  las  aclamaciones.  Ya  están  reunidos  los  compañeros 
de  armas  separados  por  los  sucesos  de  1814,  y  se  abrazan  repitiendo  viva 


DE  NAPOLlOti.  f»47 

la  guardia  ,  vivac!  ".",  vivad  emperador,  y  el  vecindario  de  GreMMt 
que  ba  salido  IÜ  encuentro  del  sumo  conquistador ,  hermana  sn  albora 
zo  con  el  de  la  población  de  las  montanas  que  ba  bajado  de  sus  riscos  on 
pos  del  grande  hombre.  Sin  embargo,  el  esclarecido  é  intrépido  coronel 
del  ".",  el  noble  y  valiente  Lahedoyere  ,  logra  abrirse  paso  por  medio  de 
la  muchedumbre  y  va  á  echarse  en  brazos  del  emperador.  Napoleón  le  es- 
trecha  contra  su  pecho  y  le  dice  con  desahogo  .  * Coronel ,  V.  me  repone 
en  el  trono. " 

El  emperador  llegó  de  noche  bajo  los  muros  de  (¡renoble.  El  afán  es- 
truendoso del  jen  tío  está  ya  pregonnndo  su  presencia  al  vecindario  y  á  la 
guarnición  en  mediodcla  oscuridad  que  no  alcanza  ¡i  encubrir  su  persona. 

Algunos  ciudadanos  y  soldados,  burlando  las  precauciones  del  tenien 
te  ¡enera!  quehabia  dado  orden  para  que  se  cerraran  las  puertas,  entre 
üaudose  de  las  llaves  ,  se  descolgaron  por  las  murallas  y  fueron  á  aumen 
tar  el  séquito  del  héroe.  De  repente  se  oye  estruendo  de  armas  en  la  pía 
za,  se  cree  que  los  artilleros  van  á  hacer  fuego  y  la  muchedumbre  se  res 
guarda  de  la  metralla  con  las  casas  contiguas.  Napoleón  ,  innaccesible al 


CÍ8  x  HISTORIA 

temor,  permanece  inmóvil  en  el  puente  encarado  con  las  baterías;  su  ade- 
man sereno  produce  una  reacción  en  la  mente  de  la  muchedumbre.  El 
emperador  arroja  su  vida,  esclama  un  ciudadano,  ¿y  trataremos  nosotros 
de  escasear  la  nuestra?  y  al  decir  estas  palabras  se  atropella  sobre  el  in- 
mortal guerrero  que  habia  familiarizado  á  tantos  valientes  con  los  peli- 
gros. Este  ejemplo  hace  volverá  la  muchedumbre  al  rededor  del  grande 
hombre. 

Sin  embargo  Napoleón,  queriendo  enterarse  del  movimiento  que  se 
habia  notado  por  las  murallas,  manda  á  Labedoyere  que  se  acerque  y 
arengue  á  los  artilleros.  Entonces  el  coronel  sube  á  un  paraje  dominante 
y  grita  con  voz  recia:  «  Soldados,  os  traemos  al  héroe  que  habéis  segui- 
do en  tantas  batallas :  á  vosotros  toca  recibirle  y  repetir  con  nosotros  el 
antiguo  grito  de  reunión  de  los  vencedores  de  Europa :  ¡  Viva  el  empera- 
dor!"  Los  artilleros,  á  quienes  la  disciplina  únicamente  habia  retenido  en 
sus  puestos ,  no  hacen  aguardar  su  respuesta.  « ¡  Viva  el  emperador !  » 
claman  unánimes  y  todos  cuantos  los  rodean,  militares  y  ciudadanos,  se 
unen  con  ellos  para  redoblar  mas  y  mas  la  voz  que  habia  movido  Labe- 
doyere. 

Pero  en  medio  del  acaloramiento  jeneral ,  así  en  el  interior  como  en  el 
csterior  de  la  ciudad ,  Napoleón  se  cansa  de  estar  viendo  las  puertas  cerra- 
das. Se  daban  las  manos  por  los  portillos ,  según  dice  el  Memorial ,  pero 
no  se  abrían.  El  vecindario  jornalero  délos  arrabales ,  ansiosísimo  de  ad- 
mitir al  emperador  en  los  muros  de  Grenoble ,  llega  entonces  con  vigas. 
La  puerta  de  Bonnecae  pronto  á  los  golpes  repetidos  de  aquellas  nuevas 
máquinas  de  guerra  recien  inventadas  por  el  alan  de  las  clases  trabaja- 
doras ;  y  los  sitiados  prorumpen  todos  en  gritos  de  victoria  que  apenas 
pueden  remedar  los  sitiadores. 

«  En  ninguna  batalla ,  dice  Las  Cases ,  corrió  tanto  peligro  el  empera- 
dor ,  como  al  entrar  en  Grenoble ;  los  soldados  se  arrojaron  sobre  él  con 
todos  los  ademanes  del  enfurecimiento  de  la  saña ;  por  un  instante  algunos 
se  estremecieron,  pues  hubiera  podido  decirse  que  iba  á  quedar  destroza- 
do ;  tanto  era  el  delirio  del  amor  y  del  regocijo ;  llegaron  á  levantar  en 
hombros  la  persona  y  el  caballo." 

Las  proclamas  del  golfo  Juan  se  reimprimieron  en  Grenoble  y  corrie- 
ron con  profusión.  El  emperador  permaneció  dos  dias  en  aquei.a  ciudad. 
Durante  su  residencia  pasó  revista  á  las  tropas  y  la  guardia  nacional,  y  re 
cibió  visitas  de  las  autoridades ,  cuerpos  académicos  y  clero. 

En  la  revista,  Napoleón  cubierto  con  su  sombrerito  y  vestido  con  la 
famosa  levita  de  mezcla,  se  acercó  á  los  artilleros  del  4."  rejimiento  y  les 
dijo: 

« Entre  vosotros  hice  yo  mis  primeras  armas;  os  quiero  á  todos  como 
á  antiguos  compañeros  ¡  os  he  seguido  en  el  campo  de  batalla,  y  siempre 


DE  NAPOLBOK  Mi 

lie  estado  llilirfuiin  dfl  vosotros  ¡  pero  conflo  que  no  necesitaremos  vues 
tros  rañones. » 

Napoleón  sahó  de  Grenoble  el  9  de  manto  y  llegó  d  día  siguiente  i 
l.yon  en  el  trance  mismo  en  que  el  ronde  de  \rlois.  después  demilcona- 
tos  infructuosos  para  recabar  de  los  sold.idos  el  que  defendiesen  la  causa 
de  los  Borbones  ,  acababa  de  marcharse  en  total  desamparo  ,  con  el  res 
guardo  de  un  solo  voluntario  real.  Kl  emperador  mandó  dar  á  este  leal 
servidor  de  sus  enemigos  la  cruz  de  la  Lejiof)  de  Honor  en  premio  de  su 
fidelidad. 

Persuadido  Napoleón  deque  ala  democracia  de  que  procedía  y  á  la  opi- 
nión universal  que  le  hacia  conceptuar  por  el  verbo  de  la  revolución  . 
era  á  quien  debía  atribuir  la  buena  acojida  que  merecia  á  los  \ceindarios, 
tanto  ciudadanos  como  campesinos,  al  paso  que  reservaba  enfrenar  mas 
adelante  aquel  gran  movimiento  democrático,  se  rió  en  la  precisión  de 
hacer  concesiones  á  la  opinión  jeneral.  pensando  que  al  calió  ella  vria  la 
que ,  acompañada  del  amor  del  ejército,  le  conduciría  en  triunfo  á  Paris: 
asiquedióel  !.">  de  marzo  varios  decretos  paraanular  todos  losados  contra 
revolucionarios  del  gobierno  real,  y  restableció  las  leyes  de  la  asamblea 
constituyente,  suprimiéndola  antigua  nobleza  y  las  órdenes  de  caballe- 
ría. El  último  decreto  disolvió  las  Cámaras  de  los  pares  y  diputados,)  con 
vocó  estraordinariamente  en  Paris  á  todos  los  colejios  electorales  del  im 
perio  para  celebrar  una  reunión  en  el  Campo  de  Mayo,  y  revisarlas  cons 
tituciones  imperiales. 

Kl  emperador  tomó  el  camino  de  Borgoña  en  donde  le  aguardaba  una 
población  no  menos  apasionadamente  desalada  que  la  del  Dcllínado.  Pero 
mientras  que  atraviesa  la  Francia  llevado  bástala  capital  por  el  entusias- 
mo de  los  ciudadanos  y  en  medio  de  las  aclamaciones  universales,  según 
sus  propias  expresiones,  los  Borbones  tratan  deponer  á  talla  su  cabeza, 
y  el  congreso  de  Viena  llama  de  nuevo  á  toda  la  Kuropa  á  las  armas  para 
agolparse  sobre  él.  Li  prensa  de  Paris  y  del  estranjero  corrobora  tama 
ñas  providencias  >  vierte  el  desenfreno  y  el  enfurecimiento  de  la  sobera- 
nía antigua  y  de  la  vieja  aristocracia,  tratando  de  ruin  aventurero  al  que 
va  pronto  á  alcanzar  con  su  cuadrilla  el  castigo  al  grande  hombre  á  quien 
todo  un  pueblo  recibe  como  ¿  su  libertador.  Kstos  desacatos,  acompañados 
de  torpísimas  mentiras,  no  estorban  el  que  Napoleón  se  vaya  acercando 
á  Paris,  aunque  los  periódicos  asalariados  le  retratan  hnyendo  siempre 
de  los  principes  de  la  familia  real.  Kl  13  de  mano,  duerme  en  Macón, 
mientras  que  el  mariscal  Ney  se  declara  por  él  en  l-ons  le  Saulnier  con 
una  proclama  que  empieza  con  estas  palabras :  •  La  causa  de  los  Borbones 
yace  rematada  para  siempre.  •  El  14.  pasa  á  í'.halons.  con  cuyo  vecindario 
se  congratula  por  la  esplendorosa  resistencia  qne  opuso  al  enemigo 
en  la  última  guerra   Iguales  elojios  quería  tributar  á  los  vecinos  de  Sin 


650  HISTORIA 

Juan  de  Losne  que  manifestaron  idéntico  patriotismo,  pero  no  hallándose 
aquella  población  en  su  camino, se  contenta  con  enviar  la  condecoración 
de  la  Lejion  de  Honor  a  su  digno  correjidor.  Con  esto  motivo  dijo  á  los 
labradores  y  jornaleros  que  forman  la  mayor  parte  de  su  inmenso  séquito: 
«  Para  vosotros,  jente  honrada,  establecí  yo  la  Lejion  de  Honor,  y  no  para 
los  emigrados  con  estipendio  de  nuestros  enemigos. » 

El  15,  Napoleón  se  hallaba  en  Autun,  vitoreado  siempre  con  las  mis- 
mas aclamaciones.  Aquel  dia,lasdos  Cámaras  establecidas  por  la  Carta  se 
reunieron  en  París  en  virtud  de  una  convocación  estraordinaria  que  babia 
promovido  el  desembarco  del  emperador.  Luis  XVIII  y  los  principes  de  su 
familia, atónitos  con  el  asomo  del  ilustre  proscrito  cuya  cabeza  habían  pe 
dído  en  vano,  disimularon  momentáneamente  sus  propensiones  conlrarevo 
lucionarias  y  renovaron  su  juramento  á  la  Carta.  Esta  demostración  so 
lemneno  les  volvió  á  granjear  la  confianza  de  los  realistas  conslituciona 
les,  á  quienes  había  desengañado  muy  pronto  la  propensión  contrapuesta 
del  gobierno;  y  el  conjunto  de  la  nación,  considerándola  como  un  síntoma 
medroso,  hizo  escarnio  de  aquella  demostración. 

El  emperador  prosiguió  pues  su  marcha  veloz  hacia  París  á  pesar  de 
las  disposiciones  militares,  las  hipocresías  solemnes  y  los  decretos  mata 
dores  con  cuyo  agolpamiento  se  había  contado  para  detenerle  en  su  car 
rera  triunfal.  El  M  de  marzo,  celebró  su  entrada  en  Auxerre,  á  donde  el 


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ticosTf  ctw" 


DK  wi-iiiiiiN  054 

i  í "  rcjimiento  «Ir  linca  había  llegado  de  Drleans  volando  i  M  njaenan 
ii  n  i  n|4>  cuerpo  había  peleado  mucho  tiempo  eo  Kspena  j  li -»*»•-•  descolla 
do  si  11  conaegnir  premios  proporcionado!  .1  mis  lenridoa.  Kl  emperador 
distribuyó  condoooractonea  i  loa  oflcialeí  j  loMadoa  reputados  como  los 
mas  acreedora  á  galardón  tan  esclarecido 

Kl  mariscal  Noy  m  reunió  en  Auierrc  ron  el  emperador  Kl  vuKeutc 
de  los  valientes  iba  á  coronar  la  obra  de  Labedoyere  su  prreeneiu  anteé 
lo>  anhelos  y  la  esperan /a  de  Napoleón 

Kl  gobierno  real  m  hallaba  en  los  mayoral  apnrca  Pedia  á  las  CA 
niaras  que  !o  salvasen  con  leyes  de  cm  •unstancia  \  doblegaba  el  orgullo 
«le  los  grandes  .  humillándolo  hasta  ir  a  halagar  a  los  aoMadoa  en  los 
cuarteles.  Pasos  infructuosos.  \.mos  rendimientos.  Lm Cámara*  no  tenían 
autoridad  sobre  la  nación,  ni  los  principa  indujo  con  el  soldado,  que  solo 
respondía  a  sus  s,  ¡  ilcudiéudose,    >  aun  muchas  veces  con  a 

presiones  amargas.  Por  lo  tanto  nada  poma  detener  á  Napoleón 

Kl  19 de  mar/o.  marchó  de  \u\erre  y  llego  á  Konlaiiiebleaii  el  'Hiá  las 
cuatro  de  la  mañana  aquella  misma  noche  luis  XVIII  habia  desampara 
do  la  capital  encaminándose  velozmente  á  la  frontera  belga,  si  la  marcha 
del  emperador  habia  sido  un  triunfo  continuo  desde  el  golfo  Juan  á  París, 
la  retirada  del  rey  fué  una  fuga  desde  París  aliante  LoaBorbonease habían 
equivocado  sobre  las  causas  >  el  carácter  de  la  caída  de  Napoleón.  Habían 
creído  >  proclamado  que  aquel  que  dispone  de  los  tronos  é  imperios  ha 
bía  estampado  con  su  divino  sello  el  csterminio  de  la  dominación  impe 
rial  para  que  cesara  en  Francia  el  reinado  «le  lo  que  llamaban  revuelta  é 
impiedad;  decían  ineesantementcque  la  Providencia  habia  querido  sojuzgar 
y  que  había  mal  herido  en  Napoleón  al  espíritu  del  siglo  .  la  Olosofía  mo 
derna  y  la  revolución  La  Prov¡dene¡a,cuyas  miradas  no  están  Michas  a  lo 
pasado, y  si  encaradas  con  el  porvenir,  que  promueve  y  cominee  todas  las 
revoluciones  para  rejenerar  a  los  pueblos, y  no  para  restaurar  a  los  reyes 
la  Providencia,  que  solo  habia  retirado  su  protección  al  grande  hombre  a 
quien  lanío  habia  favorecido  |»ara  castigarle  de  haberse  allegado  i  los 
pensamientos  \  ;•  los  hundiris  de  l.i  sociedad  antigua  ¡  la  Prov  idencia  tenia 
que  manifestar  estruendosamente  sus  intentos   >  desengañar  con   algún 

sumo  acontecimiento  á  los  principes  que  habían  podido  equivocarse  ueer 

■  a  desús  inmuta'.  I.  |    Kntónces  |»erm¡lio  que  el  monarca  qm 

habia  dejado  derrocar  se  levantara  de  n  pente)  rccobr.ua.  I  ceta 
por  ensalmo,  no  para  restablecer  \  eonsoKdaí  su  dínnstin,  riño  para  dai 
testimonio  al  mundo  del  poderío  supremo  de  la  revolución  >  de  la  laque 
/a  dd  rejimen  antaño. 

Patente  esta  ya  d  tatinwuio  1.1  derecho  divide  venfcfa  del  estranjero 
vuelve  á  él  con  los  tabones,  participando  de  su  nrgpnaoaa  luna  .  %  I» 
soberanía  del  pueblo  va  á  entrar  triunfante  con  Napoleón  en  hwTtti 


CAPITULO  Lll. 


Lo»  Cien  Días. 


ontainebleau  había  visto  al  emperador  der- 
rocado con  desamparo  casi  total  de  sus  an- 
tiguos compañeros  el  dia  20  de  abril  de 
\  81  4,  separándose  de  su  guardia  para  dejar- 
se llevar  prisionero  á  la  isla  de  Elba :  el  20 
de  marzo  de  1815,  Fontainebleau  está  vien- 
do de  nuevo  á  Napoleón  en  medio  de  su 
guardia,  rodeado  del  batallón  sagrado  ,  se- 
guido de  las  aclamaciones  del  pueblo  y  del 
ejército,  y  pronto  á  marchar  á  su  capital,  en 

donde  va  á  recobrar  el  poderío  soberano  que  por  segunda  vez  le  delega 

el  voto  nacional. 


I)K  N  \IM)I.K<>\  *U 

II  emperador  llega  al  anochecer  i  Im  puertas  de  Parí».  Iji  bandera  tri- 
color tremola  en  las  Tufa  ta  desde  las  dos  de  la  tanta  i  el  valiente  Excel 
maoa  la  lenia  cnarbolada. 

Kl  pueblo  y  el  ejercito  rodean  ¿  Napoleón  y  se  abalanzan  á  él  como  en 
(.renoble.  Todos  ansian  mirar  al  béroe  mas  de  cerra.  Cuando  entra  en 
las  Tuilerias,  alas  nueve  de  la  noche,  le  reciben  un  sinnúmero  de  ofi- 
ciales, quienes  se  arrojan  á  él  con  tanto  afán  y  entusiasmo  «pin  no  purde 
menos  de  prorumpir-.  « Señores,  ni  á  respirar  alcanzo. »  Mr.  de  Montali. 
vet,  que  le  habia  servido  con  cariño  y  maestría  en  la  prosperidad  y  que  le 
habia  sido  fiel  en  la  desventura,  le  sale  al  encuentro  al  pié.  de  la  escalera 
principal  y  lo  estrecha  en  su9  brazos.  Llevan  en  cierto  modo  al  emperador 
á  sus  aposentos. en  donde  le  aguarda  la  reina  Hortensia  con  gran  número 
de  antiguos  magnates  del  imperio. 

Kl  batallón  sagrado  acampa  en  la  plaza  del  Carrousel,  y  alterna  con  la 
guardia  nacional  en  el  servicio  de  palacio. 

M  día  siguiente,  el  «parador  pasa  reusta  á  todas  las  tropas  que  s<- 
hallan  a  la  sazón  en  la  capital    «  Soldados,  les  dice  ,  be  venido  á  Kran- 


054  HISTOPIA 

cía  con  novecientos  hombres,  porque  contaba  con  el  cariño  del  pueblo  y 
el  recuerdo  de  los  veteranos.  Mi  esperanza  no  quedó  desairada.  Gracias 
os  doy,  soldados.  La  gloria  de  lo  que  acabamos  de  hacer  es  toda  del  pue 
blo  y  de  vosotros.  La  mia  se  reduce  á  haberos  conocido  y  justipreciado. 

« Soldados,  el  trono  de  los  Borbones  era  ilejítimo,  ya  que  habia  sido 
levantado  por  manos  estranjeras,  que  lo  habia  proscrito  el  voto  de  la 
nación,  espresado  por  todas  nuestras  juntas  nacionales, y  finalmente  por 
que  tan  solo  afianzaba  los  intereses  de  un  corto  número  de  hombres  arro 
gantes,  cuyas  pretensiones  se  contraponen  á  nuestros  derechos.  Soldados, 
sobre  el  trono  imperial  quedan  resguardados  los  derechos  del  pueblo,  y 
sobre  todo  el  principal  interés,  el  de  nuestra  gloria. 

o  Soldados,  vamos  á  marchar  para  arrojar  del  territorio  á  esos  prín- 
cipes auxiliares  del  estranjero  ¡  la  nación  no  solo  nos  dará  nuevas  alas  con 
sus  deseos,  sino  que  también  seguirá  nuestro  impulso.  El  pueblo  francés 
y  yo  contamos  al  par  con  vosotros.  No  queremos  entrometernos  en  los 
negocios  de  las  naciones  estranjeras ;  pero  ¡  ah  de  aquellos  que  vengan  á 
cuidar  de  los  nuestro^ ! » 

Los  soldados  escuchan  este  discurso  con  el  mismo  entusiasmo  que  siem 
pro  les  habían  infundido  las  palabras  de  Napoleón,  y  resuenan  los  aires 
con  la  vocería  de  viva  el  emperador,  cuando  se  presenta  el  batallón  de 
la  isla  de  Elba,  mandado  por  Cambronne,  y  que  no  habia  podido  llegar  á 
París  al  mismo  tiempo  que  el  emperador.  A  aquella  vista,  Napoleón  escla 
ma-.  «  He  aquí  los  oficiales  del  batallón  que  me  acompañó  en  mi  desven 
tura.  Todos  ellos  son  mis  amigos.  Eran  los  íntimos  de  mi  corazón ,  pues 
cuantas  veces  los  veia,  otras  tantas  me  representaban  los  diferentes  reji 
mientos  del  ejército ,  porque  entre  estos  seiscientos  valientes ,  hay  hom 
bres  de  todos  los  cuerpos.  Todos  me  recordaban  aquellas  grandiosas  refrié 
gas ,  cuya  memoria  es  tan  grata ,  porque  todos  están  cubiertos  de  honro 
sas  cicatrices  recibidas  en  tan  señalados  dias.  Amándolos,  estaba  amando 
á  todos  vosotros,  como  soldados  del  ejército  francés.  Os  traen  las  águilas. 
Que  os  sirvan  de  punto  de  reunión.  Al  darlas  á  la  guardia,  las  doy  á  todo 
el  ejército. 

«La  traición  y  circunstancias  desgraciadas  las  han  empañado  con  un 
velo  aciago.  Pero  gracias  al  pueblo  francés  y  á  vosotros,  aparecen  f  espían  - 
decientes  en  toda  su  gloria.  Jurad  que  se  hallarán  siempre  do  qffiera  las 
llame  el  interés  de  la  patria.  Que  nunca  puedan  resistir  sus  miradas  los 
traidores  y  los  que  quisieran  invadir  nuestro  territorio. » 

Los  soldados  responden:  «  Lo  juramos,- »  y  mientras  que  desfilaban 
por  delante  del  emperador,  la  música  tocaba  el  himno  de  la  revolución  •. 
Velemos  por  la  salud  del  imperio. 

Napoleón  aparecía  como  restituido  al  tiempo  del  consulado:  la  desgracia 
y  los  Borbones  lo  habian  reconciliado  con  la  democracia  que  habia  desai 


DE  NAPOLBOM  050 

rudo  repetidamente  lujo  el  imperto.  Para  patentizar  mas  y  mas  aquella 
reconcUiacioa  .  dio  d  ministerio  dd  interior  É  Caraol  y  llamó  n  licnjamin 
Ouistant  ni  OOOiejO  de  B*tado;lo  nial  na  reconocer  la  soberanía  di  I  ■  <>|>i 

ilion  publica  > ceder  al  impulso  liberal  qu?  representaban  bajo  dátetM 

visos  aquellos  «los  ilustres  ciudadanos.  |,|  emperador M  espino  desahoga- 
dameoM  coa  llenjamiu  Constnnt  sobre  el  carácter  de  la  nueva  política  que 
trataba  do  seguir.  Sin  confesarse  convertido  al  sistema  constitucional  ni 
mostrarte  propenso  á  fomentar  las  especies  democráticas  que  tan  pode 
rotaawate  babian  contribuido  á  reponerle  en  el  trono  ,  declaro  que  se  su 
jetaría  á  las  urjencías  del  pueblo,  y  aun  ¡i  sus  antojos.  \  que  marchaiia  por 
el  sendero  que  al  parecer  iban  siguiendo  los  ánimos.  He  aquí  algunas  de 
las  memorables  palabras  que  pronunció  en  aquella  coyuntura  .  \  que  nos 
lia  conservado  el  célebre  publicista  á  quien  se  encaminaban. 

•  La  nación  ,  dijo ,  ha  estado  descansando  hasta  doce  años  de  todo 
vaivén  político,  y  hace  un  aiioquc  se  rehace  de  la  guerra,  y  con  este  doble; 
reposo  se  ha  granjeado  mayor  actividad.  Apetece  allá  sonadamente  una 
tribuna  y  juntas  \  no  siempre  las  ha  querido.  Se  arrojó  á  mis  pies  cuando 
>o  ascendí  al  gobierno  ;  dabais  tenerlo  presente,  puesto  que  os  opusisteis. 
Parece  que  va  volviendo  la  afición  á  las  constituciones,  discusiones  y  aren 
gas...  Sin  embargo,  no  os  equivoquéis,  pues  sus  apasionados  son  los  me 
nos.  Kl  pueblo,  ó  sea  la  muchedumbre,  no  apetece  mas  que  mi  persona; 
/.no  habéis  visto  esa  muchedumbre  abalanzándoseme  al  tránsito,  descol- 
gándose de  las  cumbres,  llamándome,  buscándome  y  saludándome?  A 
mi  regreso  de  ('.aunes  aquí,  no  he  tenido  que  conquistar,  he  venido  ad 

ministrando No  soy  tan  solo,  como  se  ha  dicho,  el  emperador  de  los 

soldados,  soy  también  el  de  los  labradores,  de  los  plebeyos  y  de  la  Fran- 
cia   Así ,  á  |  "vii  de  lo  pasado ,  veis  que  el  pueblo  se  vuelve  a  mi:  me 

dian  simpatías  entre  nosotios....  Hasta  cor.  una  señal  que  yo  dé,  ó  beata 
que  yo  vuelva  la  vista,  para  que  los  nobles  queden  degollados  cu  todas 

las  provincias.  Tal  se  han  afanado  en  estos  seis  meses Pero  no  quiero 

ser  el  rey  de  una  pandilla.  Si  hay  medios  de  gobernar  cou  una  coostite 

cion,  sea  enhorabuena He  apetecido  el  imperio  del  mundo;  y.  para 

afianzármelo,  un  poderío  ilimitado.  Cabe  que  para  gobernar  la  I  raima 
sola,  sen  preferible  una  constitución Ved  pues  lo  que  conceptuáis  ase- 
quible ¿fetended  vuestros  pensamientos  y  traédmelos.  Beocsonei  hhie>. 
discusiones  públicas,  ministros  laapoasables ,  libertad,  todo  eso  quiero... 
\nle  todo  libertad  de  imprenta,  porque  es  desatino  el  auonadaí  la  ¡  sobre 

eso  punto  estoy  desengañado Soy  el  hombre  del  pticb'o    ftj  al  pueblo 

quiere  verdaderamente  la  libertad,  so  la  debo;  he  reconocido  su  soberanía. 
y  es  preciso  que  acate  su  albedrio  y  aun  sus  antojos.  Nunca  he  querido 
oprimirle  por  voluntariedad :  abarcaba  sumos  intentos  .  la  suerte  los  ha 
decidirlo,  ya  no  soy  un  conquistador  ni  puedo  Jl  serio.  Alcanzo  lo  que  1 1 


050  HISTORIA 

factible  y  lo  que  no  lo  es ;  no  rae  queda  sino  un  instituto,  y  es  rehacer  la 

Francia  y  darle  un  gobierno  que  le  cuadre No  aborrezco  la  libertad  ; 

Ja  he  desviado  cuando  me  atajaba  el  tránsito;  pero  la  comprendo;  me  he 
criado  en  su  regazo.  De  todos  modos  ya  está  destruida  la  obra  de  quince 
años,  y  no  cabe  volverla  á  empezar.  Se  necesitarían  veinte  años  y  un  sa- 
crificio dedos  millones  de  hombres....  Además,  ansio  la  paz,  y  solo  la 
conseguiré  á  fuerza  de  victorias.  No  quiero  esperanzaros  fementidamente, 
dejo  que  anden  hablando  de  negociaciones ;  pero  no  las  hay.  Preveo  una 
lid  ardua ,  una  guerra  dilatada.  Para  sostenerla  es  forzoso  que  la  nación 

me  sostenga  ;  en  recompensa  exijirá  libertad  y  la  logrará La  situación 

es  nueva.  Nada  deseo  tanto  como  que  me  ilustren.  Envejezco,  y  nadie  es 
á  los  cuarenta  y  cinco  lo  que  era  á  los  treinta.  El  sosiego  de  un  rey  cons- 
titucional puede  hacerme  al  caso Seguramente  ha  de  cuadrar  todavía 

mas  á  mi  hijo. » 

Las  contestaciones  del  emperador  á  las  diferentes  autoridades  que  le 
fueron  tributando  parabienes,  salieron  todas  vaciadas  en  la  turquesa  del 
liberalismo,  cuya  resurrección  y  predominio  actual  reconocían  consin- 
tiendo en  aceptarlo  por  auxiliar.  « Todo  para  la  nación  y  para  la  Francia, 
dijo  á  sus  ministros,  aquí  se  cifra  toda  mi  divisa,  i  No  se  atuvo  tan  solo  á 
palabras,  porque  suprimió  con  un  decreto  de  24  de  marzo  la  censura  y 
la  dirección  de  la  librería;  providencia  que  le  acarreó  algunos  reparos  por 
parte  de  los  palaciegos.  « A  fe  mia,  señores ,  les  dijo ,  eso  os  corresponde; 
por  lo  que  á  mí  toca,  nada  tengo  que  temer  I  reto  á  cuantos  quieran  im- 
primir sobre  mí  mas  de  lo  que  se  ha  dicho  do  un  año  á  esta  parte.  » 

Sin  embargo  el  duque  y  la  duquesa  de  Angulema  Sabían  tratado  de 
sublevar  el  mediodía  á  favor  de  la  cansa  real.  La  duquesa  de  Angulema 
habia  descollado  en  Burdeos  con  su  actividad ,  denuedo  y  tesón ,  dando 
campo  al  emperador  para  que  dijera  de  ella  que  era  «  el  único  hombre  de 
la  familia. »  Sus  conatos  nada  recabaron  empero  contra  el  ímpetu  de  los 
acontecimientos:  llegó  el  jeneral  Clansel,  y  la  obligó  sin  pelear  áque  se 
marchara  de  Burdeos  para  refujiaise  por  segunda  vez  en  pais  estranjero. 

El  duque  de  Angulema  habia  caido  en  poder  del  jeneral  Gilly  en  La 
palud  y  se  hallaba  prisionero  en  Pont-Suint-Esprit  á  disposición  del  em- 
perador, cuya  decisión,  respecto  á  su  persona,  se  estaba  esperando  con 
zozobra  por  los  amigos  de  los  Borbones.  El  recuerdo  reciente  del  .lecreto 
que  habia  puesto  á  Napoleón  fuera  de  la  ley  debia  causar  algún  recelo  á 
los  realistas,  pues  podian  temer  tremendas  represalias.  El  emperador  co- 
municó su  resolución  al  jeneral  Grouchy ,  comisario  estraordinario  en  el 
mediodía,  por  una  carta  que  concedía  al  príncipe  la  facultad  de  retirarse 
á  pais  estranjero  y  también  le  permitía  que  fuera  á  promover  la  guerra 
contra  Napoleón  y  la  Francia. 

Entre  tanto  acaecia  á  la  otra  parte  de  los  Alpes  un  acontecimiento  de 


DE  NAPOLEÓN.  r,,7 

suma  entidad.  Murat,  amenazado  por  el  congreso  de  Viena  ,  procuraba 
sublevar  la  Italia  contra  el  Austria.  Tildaba  á  lo»  reyes  de  ingratos  Con  él , 
como  si  aquella  bastardía  no  fuera  el  escarmiento  de  la  mas  torpe  ingrati- 
tud en  que  había  delinquido  con  Napoleón  y  la  Francia.  Kste  levantamien- 
to indujo  ¿  los  soberanos  á  opinar  que  el  emperador  no  había  salido  de  la 
isla  de  Elba,  sino  mediante  reconciliación  con  su  cuñado,  y  que  habían 
preparado  juntamente  su  doble  tentativa.  Bastaba  este  concepto  para  que 
el  gabinete  de  Viena  ensordeciese  á  todas  las  propuestas  pacificas  de  Na- 
poleón :  así  los  ministros  austríacos  se  atuvieron  sin  titubear  á  la  cláusula 
del  tratado  del  25  de  marzo  de  4815,por  la  cual  los  aliados  se  constituían 
en  una  liga  mas  compacta  que  nunca  y  se  comprometían  á  no  arrimar  las 
armas  hasta  derrocar  otra  vez  el  solio  que  el  emperador  acababa  de  res- 
tablecer de  un  modo  tan  asombroso.  Este  contratiempo  ha  hecho  decir  á 
Napoleón  en  sus  memorias:  « Por  dos  voces  arrebatado  de  estrenos  vahí- 
dos, el  rey  de  Ñapóles  causó  dos  veces  nuestras  desgracias;  en  4814,  de- 
clarándose contra  la  Francia ,  y  en  1815,  contra  el  Austria. » 

Aunque  desesperanzado  el  emperador  de  desprender  al  Austria  de  la 
coligación  y  de  inducir  á  las  demás  potencias  á  un  desarme,  renovó  las 
tentativas  oficiales,  y  tan  repetidas,  ya  de  cónsul,  ya  de  monarca,  para 
determinar  á  sus  enemigos  á  la  paz  y  dejarles  á  todo  trance  la  responsabi 
lidad  de  la  guerra.  Al  intento  escribió  una  carta  á  todos  los  soberanos. 

Los  monarcas  aliados  no  se  dignaron  contestar  á  esta  proposición ;  aun 
hicieron  mas ,  los  plenipotenciarios  fianceses  no  fueron  siquiera  admitidos 
á  presentar  sus  credenciales.  Entonces  Napoleón  vio  que  era  preciso  «lili 
jenciar  y  prepararse  formalisimamente  para  la  guerra. 

Malquistos  siempre  los  Borbones  en  la  nación  entera ,  y  prendados  al 
contrario  los  ánimos  con  Napoleón ,  todos  estaban  sin  embargo  ansiando 
la  paz ,  y  aunque  el  pueblo  francés  se  mostrase  resuelto  á  nuevos  sacrifi- 
cios para  sostener  su  honor,  dignidad  é  independencia,  ningún  deseo  abri- 
gaba de  volver  á  la  guerra,  y  se  habia  lisonjeado  que  la  coligación  se  di- 
solvería ,  volviendo  el  Austria  á  nuestra  alianza  ,  cuando  Napoleón  habia 
anunciado  en  sus  decretos  que  María  Luisa  y  el  rey  de  Roma  asistirían  á 
la  reunión  del  Campo  de  Mayo.  El  jiro  poco  pacifico  que  tomaron  nues- 
tras relaciones  diplomáticas  con  todas  las  cortes  de  Europa,  y  particular- 
mente cgn  la  de  Viena ,  burló  pues  la  esperanza  de  muchísimos  patriotas 
que  con  amargo  presentimiento  estaban  viendo  á  la  Francia  precisada  á 
pelear  otra  vez  con  toda  la  Europa.  Se  hubieran  reputado  muy  felices  de 
gozar  de  los  halagos  de  la  paz  y  los  beneficios  de  la  libertad  bajo  el  rei- 
nado de  un  héroe  que  nos  habia  dado  tanta  gloria.  Pero  se  conoció  que 
la  paz  era  inasequible ;  y  ¿qué  se  hizo  de  la  libertad? 

El  22  de  abril,  Napoleón  promulgó  una  acta  adicional  á  las  constitu- 
ciones del  imperio.  En  vez  de  aguardar  las  tareas  de  la  nueva  asamblea 

s-, 


G58  HISTORIA 

constituyente,  que  babia  convocado  por  su  decreto  del  13  de  marzo,  se 
encargó  de  hacer  solo  la  revisión  constitucional  tan  solemnemente  prome 
tida;  y  para  evitar  toda  disensión  incómoda  sobre  este  punto ,  redujo  los 
muchísimos  electores  que  debian  formar  el  Campo  de  Mayo  á  las  funcio- 
nes de  comprobadores  del  escrutinio.  El  pueblo  fué  e!  único  á  quien  se 
consultó ,  como  en  tiempo  del  voto  para  el  consulado  de  por  vida  y  para 
el  imperio,  según  el  acta  siguiente  depositada  en  todos  los  ayuntamientos 
de  Francia : 

«  Art.  Io.  Las  constituciones  del  imperio,  á  saber,  el  acta  adicional 
del  25  de  frimario,  año  VIII ,  los  senados  consultos  de  los  1 4  y  \  O  de  ter 
midor,  año  X,  y  el  del  28  de  floreal,  año  XII ,  quedarán  modificados  por 
las  disposiciones  que  siguen.  Todas  las  demás  disposiciones  quedan  con 
firmadas  y  mantenidas. 

«  Art.  2o.     La  potestad  lejislativa  es  ejercida  por  el  emperador  y  dos 
cámaras. 

«  Art.  .>".     1.a  primera  cámara  llamada  de  los  pares  es  hereditaria. 
«Art.  4o.     El  emperador  nombra  á  los  miembros ,  que  son  irrevoca 
bles ,  ellos  y  sus  descendientes  varones  de  primogénito  en  primojénito  en 
línea  recta.  El  número  de  los  pares  es  ilimitado,  etc.  etc. » 

Es  por  demás  el  traer  aquí  las  otras  disposiciones  de  esta  acta.  Para 
coronar  el  sublime  arrojo  de  la  democracia  que  le  ha  vuelto  á  colocar  mi 
lagrosamente  en  el  trono,  NapoUxm  impone  á  la  Francia  una  aristocra 
cia  formidable,  creando  lejisladores  hereditarios.  Los  estatutos  imperiales 
de  1S(M".  que  lastimaban  tanto  al  sistema  de  igualdad  con  que  el  empera 
dor  conceptuaba  tan  prendada  á  la  Francia ,  no  dejaban  á  lo  menos  á  la 
ciega  disposición  de  la  casualidad  del  nacimiento  sino  dictados  y  grande 
zas  sin  la  menor  incumbencia  política ;  el  acta  adicional  se  adelanta  mu 
cho  mas ;  pues  traspasa  á  esta  casualidad  la  principal  de  las  funciones  pú 
blicas ,  el  derecho  de  participar  en  la  formación  de  las  leyes.  Si  Napoleón 
hubiese  creado  pares  hereditarios  cuando  estaba  todavía  enconadísimo 
contra  los  republicanos,  y  se  esmeraba  con  todo  el  ímpetu  de  un  plan- 
teador de  dinastía  en  poner  sólidos  y  vistosos  andamios  á  su  edificio  mo 
nárquico,  esta  creación,  aunque  no  menos  contrapuesta  á  la  racionalidad 
del  siglo ,  hubiera  sido  mas  conforme  con  la  lójica,  y  nadie  la  eslrañara. 
Pero  tras  sus  manifiestos  del  golfo  Juan ;  tras  lo  que  babia  visto /Aoido  y 
proclamado,  desde  Cannes  áParis;  tras  su  decreto  de  Lyon,  en  el  cual 
habia  repetido,  en  medio  de  las  aclamaciones  de  la  Francia ,  la  sentencia 
de  muerte  de  la  antigua  aristocracia ,  proponer  á  la  Francia  unos  pares 
hereditarios  era  desmentir  muy  pronto  la  esperanza  que  habia  cundido 
por  su  lenguaje  liberal  y  sus  providencias  populares.  Caruot  se  opuso  con 
todo  su  ahinco  á  la  publicaciou  del  acta  que  encerraba  disposición  tan 
descaminada.  Abogó  por  «la  gloria  adquirida  contra  la  heredada,  por  los 


DE  NAPoi.i  n\  051» 

i  iiiil«-s  li" -  contra  los  descendiente*  «le  k*  grandes  limites  •  En 

.'si„s  misiiins  1. 1  minos  habían  apnntado  en  otro  tomo»  lo*  oradores  del 
•  oiiMilailo  n  nombrado  Napoleón,  el  carácter  democrático do  lalrjton  de 
Honor,)  patentizado  la  distancia  que  mediaba  entre  este  nuevo  instituto 
de  las  pin ogatn  as  aristocráticas  \  el  rejimen  antiguo 

Pero  las  propensiones  y  reruerdos  del  imperio  borran  los  recuerdos  del 

consolado  Kl  pensamiento  monárquico  conserva  en  Napoleón  n  eoerjfa 

é  intensidad  El  empet ador  cree  siempre,  como  lo  ha  dicho  á  Benjamín 
( onstant,qne  la  minoría  es  la  qne  requiere  constituciones  .  y  por  mas  qne 
se  deslinden  >  muestren  las  indicaciones  populares  entre  las  minias  ile  mi 
boato,  persiste  en  mirai  como  un  yugo  pasajero  y  un  negocio  de  moda  el 
aoje  qne  esta  gozando  el  sistema  constitucional 

Napoleón  cuenta  con  la  antipatía  del  pueblo  francés  a  loa  hombres  o\  I 
i.  limen  antiguo  para  que  favorezcan  con  su  votación  una  acta  adi 
en  la  que  se  ha  esmerad»»  en  hajMttf ,  junto  á  la  institución  de  pares  he 
i. •.lítanos  y  otras  muchas  tJiqpgaicaajMl  poco  liberales,  un  articulo  que  re 
nue\a  la  supresión  délos  diezmos  \  derechos  tendales  la  estincion  de  I- 
antigua  nobleza  y  la  proscripción  perjwtua  de  los  llorhoncs.  Con  electo, 
no  faltaron  \otos  favorables  á  este  aciago  suplemento  á  las  constituciones 
del  imperio:  pero  la  opinión  pública  se  le  mostró  muy  desafecta  ;  y  el  en 
tusiasmo popular,  tan  universal  y  acalorado  en  el  mes  de  marzo,  se  había 
entibiado  en  gran  manera  al  asomar  la  reunión  «leí  (.ampo  de  Mayo. 

Sin  embargo  se  han  formado  en  el  imperio  asociaciones  patrióticas 
para  ir  sosteniendo  el  entusiasmo  de  la  democracia  y  zelar  la  defensa  del 
territorio.  París  ücuc  sus  confederados  de  la  ciudad  y  arrabales.  l,os  de 
los  arrabales  San  Marcean  y  San  Antonio  acuden  á  ofrecer  sns  brazos  al 
emperador,  le  piden  armas  y  prommpen  luego  en  acentos  á  que  hm  ai 
dos  estaban  antes  poco  acostumbrados.  Pero  desde  el  golfo  Juan  se  ha  ido 
disponiendo  á  su  sonido;  y  tiene  que  seguir  aviniéndose  f  las  ■rjeacias 
de  su  situación,  contestando  á  los  confederados  que  se  le  presentan  como 
auxiliares: 

«Soldados  confederados  délos  arrabales  San  Antonio  y  Son  Maro  m 

« He  venido  solo  porque  con  taita  cou  el  vecindario  «le  las  ciudades . 
con  los  campesinos  y  los  soldados  del  ejercito  .  cuyo  afecto  al  honor  na 
cíonal  tuve  siempre  mu\  presente.  Todos  habeb  correspondido  á  mi  con 
lianza.  Acepto  vuestra  oferta.  Os  daré  armas;  os  daré,  para  que  os  enea 
iM'ten,  oficiales  cotxlecorados  con  sus  honrosas  heridas  y  avezados  á  ver 
huir  al  enemigo. 

t  Soldados  confederados  ,  si  en  las  clases  elevadas  de  la  sociedad  ha 
habido  hombres  que  han  deshonrado  el  nombre  francés,  el  amor  á  b  na 
tria  y  el  pundonor  nacional  se  han  conservado  cabales  entre  el  vecindario 
de  las  ciudades .  los  campesinos  y  los  soldados  del  ejército.  He  rompías 


060  HISTORIA 

co  en  estaros  mirando.  Tengo  confianza  en  vosotros.  Viva  la  nación. » 

Los  electores  reunidos  en  París  habian  dado  sus  votos  sobre  el  acta 
adicional  ¡  una  diputación  central  presentó  el  resultado  al  emperador  en 


la  reunión  del  Campo  de  Mayo.  Un  millón  y  trescientos  mil  ciudadanos 
habian  aceptado  aquella  acta, y  cuatro  mil  la  habian  desechado.  Napoleón 
respondió  al  presidente  de  la  diputación  con  un  discurso,que  fué  el  único 
lance  notable  de  aquel  grandioso  acto  nacional ,  al  principio  engreída - 
mente  anunciado  como  una  nueva  era  de  rejeneracion,  y  después  reduci- 
do á  las  mezquinas  proporciones  de  un  mero  resumen  de  escrutinio. 

« Señores,  dijo  Napoleón,  emperador,  cónsul  y  soldado,todo  se  lo  de- 
bo al  pueblo.  En  la  prosperidad,  en  la  adversidad,  en  el  campo  de  bata- 
lla ,  en  el  consejo,  en  el  solio  y  en  el  destierro,  la  Francia  ha  sido  el  úni 
co  y  constante  objeto  de  mis  pensamientos  y  acciones. 

«Vais  á  regresar  á  vuestros  departamentos.  Decid  á  ios  ciudadanos 
que  las  circunstancias  son  trascendentales ,  que  con  hermandad  ,  brio  y 
tesón  saldremos  victoriosos  de  esta  lucha  de  un  gran  pueblo  contra  sus 
opresores ;  que  las  jeneraciones  venideras  escudriñarán  severamente  nues- 
tra conducta  ¡  una  nación  lo  ha  perdido  todo  cuando  perdió  la  indepen- 
dencia. Decidles  que  los  reyes  estranjeros  que  he  colocado  en  el  trono  ó 
que  me  deben  la  conservación  de  su  corona ,  los  cuales  en  tiempo  de  mi 
prosperidad  han  venido  en  pos  de  mi  alianza  y  de  la  protección  del  pue- 
blo francés,  asestan  ahora  todos  sus  tiros  contra  mi  persona:  si  no  viese 
que  sus  embates  son  contra  la  patria,  pondría  á  disposición  suya  esta  exis- 


I)K  NAPOLEÓN.  001 

Inicia  contra  la  cual  se  muestran  tan  encarnizados.  Pero  decid  también  a 
los  ciudadanos  que  mientras  los  Franceses  roe  conserven  esos  impulsos 
de  afecto  que  roe  están  manifestando,  toda  esa  sana  enemiga  quedará  des 
valida. 

<  Franceses ,  mi  voluntad  es  la  del  pueblo  ;  mis  deseos  son  todos  su 
jos;  mi  honor,  gloria  y  felicidad  no  pueden  ser  sino  el  honor,  gloria  y 
felicidad  de  la  Francia. » 

Descollaba  Napoleón  al  encabezar  asi  el  poderío  nacional ,  su  lengua 
je  tenia  entonce.)  el  empuje  de  una  verdad  hondamente  clavada.  Prenda- 
ba  verle  reconocer  altamente,  mas  que  á  ningún  otro,  el  rasgo  de  identi 
(¡car  su  honor  y  gloría  con  el  honor  y  gloría  de  la  Francia  ¡  el  pensn 
miento  que  espresnba  era  el  de  todos  ;  la  conciencia  del  grande  hombre 
encarecía  y  sus  labios  divulgaban  la  opinión  intima  del  gran  pueblo.  Pero 
la  nacionalidad  no  era  ya  el  único  interés  sobre  que  se  dirijia  el  afán  pii 
blico.  I  i  libertad  habia  vuelto  al  dominio  de  la  discusión  legal ,  votVis 
a  abrirse  la  liza  constitucional ,  y  Dios  no  habia  formado  para  ella  á  Na 
poleon  No  obstante  se  esforzó  en  dar  a  sus  palabras,  tan  propias  para  re 
vestir  los  oráculos  del  poder  absoluto  .  un  carácter  mas  adecuado  al 
rumbo  del  rejimen  parlamentario. 

II  i  de  junio,  abrió  él  mismo  las  Cámaras  con  un  discurso  en  i>|  cual 
les  pidió  su  auxilio  «  para  hacer  triunfar  ,  decia,  la  causa  santa  del  pue- 
blo. . 

Napoleón  nada  tenia  que  recelar  de  la  Cámara  de  los  Pares,  que  era  su 
hechura  ¡  pero  la  de  los  representantes,  entresacados  del  hervidero  demo 
crético  movido  por  las  proclamas  del  golfo  Juan,  infundía  zozobras  de 
alguna  oposición  liberal ,  que  podía,  no  solo  contrarestar  el  rumbo  gu 
bernativo  del  emperador,  sino  turbar  también  la  indispensable  armonía 
para  la  defensa  del  país  entre  las  grandes  potestades  del  estado.  La  Fayet 
te  y  Lanjuinais  habían  vuelto  á  presentarse  en  aquella  junta,  y  el  influjo 
que  habían  ejercido  ya  desde  la  primera  sesión  bastaba  para  manifestar 
su  sesgo  y  sus  opiniones.  Lanjuinais  habia  sido  nombrado  presidente  y 
encargado  de  espresar  al  emperador  las  opiniones  de  la  representación  na 
cional ;  pasó  á  las  Tuilerias  encabezando  una  diputación  para  rendir  ante 
el  solio  u^n  parabién  en  que  se  cifraban  los  anhelos  de  la  junta.  Napoleón 
contestó  en  estos  términos  i 

«  La  constitución  es  nuestro  punto  de  reunión  ;  debe  ser  nuestro  ñor 
te  en  estos  momentos  de  borrasca.  Toda  discusión  pública  encaminada  a 
disminuir  directa  ó  indirectamente  la  confianza  que  debe  mediar  eu  sus 
disposiciones  fuera  un  infortunio  para  el  estado .  nos  hallaríamos  en  me 
dio  de  los  escollos  sin  brújula  ni  dirección.  El  trance  en  que  nos  halla 
mos  es  muy  arduo.  No  imitemos  el  ejemplo  del  Rajo  Imperio,  el  cual, es 
trochado  por  todas  partes  por  los  Bárbaros,  fué  mofa  de  la  posteridad,  em 


662  HISTORIA 

bargado  todo  en  discusiones  abstractas  en  el  momento  de  estar  el  ariete 
destrozando  las  puertas  de  la  ciudad. » 

El  emperador  salió  de  la  capital  el  12  de  junio  y  se  dirijió  hacia  la 
frontera  belga.  A  su  llegada  á  Avesncs,  eU4,  publicó  la  proclama  si 
guíente: 

« Soldados,  hoy  es  el  cumpleaños  de  Marengo  y  de  Friedland,  que  de 
cidieron  dos  veces  de  los  deslinos  de  Europa.  Entonces  fuimos  demasiado 
jeuerosos,  como  también  después  de  Austerlitz  y  de  Wagram  ;  dimos  cré- 
dito á  las  protestas  y  juramentos  de  los  principes  á  quienes  dejamos  en  el 
solio.  Empero  coligados  ahora  de  nuevo, están  amenazando  á  nuestra  inde 
pendencia  y  los  mas  sagrados  derechos  de  la  Francia.  Han  entablado  una 
agresión  injusta;  marchemos  á  su  encuentro:  ellos  y  nosotros  no  somos 
ya  los  mismos  hombres. 

« Soldados ,  tenemos  marchas  forzadas  que  ejecutar,  refriegas  que  tra- 
bar y  peligros  que  correr;  pero  con  el  tesón  debido,  la  victoria  será  nues- 
tra y  quedarán  reconquistados  los  derechos  del  hombre  y  la  felicidad  de  la 
patria.  Llegado  es  el  trance  de  vencer  ó  morir  para  todo  Francés  valero 
so.  » 

Mientras  que  Napoleón  está  así  estimulando  el  denuedo  de  sus  sóida 
dos,  la  traición  penetra  otra  vez  en  nuestras  filas;  el  jcneral  Bourmont  \ 
otros  oficiales  superiores  se  pasan  al  enemigo.  Cuando  llega  al  cuartel  je 
neral  la  noticia  de  esta  deserción,  el  emperador  se  acerca  á  Ney  y  ¡e  dice: 
«Qué  tal,  señor  mariscal ,  que  dice  V.  de  su  ahijado  ?— Señor,  respon 
de  el  valiente  Ney,  hubiera  respondido  de  Bourmont  como  de  mí  mis 
mo. — Está  visto,  mariscal,  replica  Napoleón,  que  los  azules  siempre  se 
rán  azules,  y  los  blancos  siempre  serán  blancos." 

Abrióse  la  campaña  el  15  con  la  acción  de  Fleurus.  Los  Prusianos  que 
daron  derrotados ;  perdieron  cinco  piezas  y  dos  mil  hombres.  Estetriun 
lo  de  vanguardia  costó  al  ejército  francés  uno  de  sus  mas  valientes  oficia 
les:  el  jeneral  Letort,  el  edecán  del  emperador,recibió  una  herida  mortal 
en  el  vientre  al  dar  una  carga  al  frente  de  los  escuadrones  de  servicio. 

Los  ejércitos  enemigos  opuestos  á  Napoleón  estaban  mandados  poi 
Wellington  y  Blucher.  Contaban  mas  de  doscientos  treinta  mil  hombres  en 
sus  íilas,y  el  ejército  francés  ascendía  á  ciento  y  veinte  mil.  Para  evitar  el 
peligro  que  mediaba  en  tan  suma  inferioridad  de  número ,  Napoleón  pro 
curó  separar  desde  el  priucipio  de  la  campaña  á  los  Ingleses  de  los  Pru 
sianos  y  maniobró  ejecutivamente  para  colocarse  entremedias.  Su  plan 
tuvo  el  mejor  éxito  el  10  en  la  refriega  de  Ligny ,  pues  Blucher,  atacado 
aisladamente,  quedó  completamente  derrotado  dejando  veinte  y  cinco  mil 
hombres  en  el  campo  de  batalla.  Pero  esta  pérdida  enorme  debilitaba  poco 
aun  enemigo  que  tenia  en  línea  grandiosas  moles,  y  luego  á  la  espalda 
reservas  todavía  mas  crecidas.  En  aquel  trance  necesitaba  el  emperador 


I 


l)F.  ÑAPO  I  I  «>\  fifi", 

un  triunfo  mas  terminante,  una  victrvriacstcrminadnrndc  Kluchcr,  y  que 
I»*  pormitu'v  descolgarse  sobra  la  marcha  contra  >\cllingtnn  para  destruir 
loen  seguida.  Ksta  derrota  sucesiva  de  Prusianos  é  Ingleses  quedaba  «li- 
puesl.i  ron  órdenes  ¿  instrucciones  que  había  ido  enviando  a  Unías  par 
tes.  Pero  debemos  repetirlo:  su  destino  estaba  cumplido.  y  ananas  equi 
vocaciones  burlaron  los  cálenlas  de  su  numen.  Por  lo  demás  sus  mismas 
corazonadas  le  estaban  ya  pronosticando  (pie  algún  incidente  imprevisto 
y  trastornador  aventaría  sus  combinaciones  ,  y  «pie  la  fortuna  le  reaer 
vaha  nuevos  fracasos.  Ks  positivo  que  en  aquellas  circunstancias  lia  di 
cbo  después-  «No  abrigaba  en  mi  interior  un  ímpetu  delinitivo,  careciendo 
ya  de  confianza  en  mi  mismo.»  Sus  zozobras  se  realizaron  muy  pron 
lo.  Tras  dos  peleas  esplendorosas  .  de  las  que  salió  vencedor,  presenció 
una  nueva  y  última  catástrofe  en  los  campos  de  Watcrloo. 

Kra  el  IX  de  junio    U  suerte  parecia  al  pronto  sernos  propicia.  •  Al 
cabo  de  ocho  horas  de  fuego  y  de  cargas  bizarrísimas  de  infantería  y  ca 


664  HISTORIA 

ballería,  dice  el  parte  de  oficio,  todo  el  ejército  veia  con  satisfacción  la  re- 
friega ya  ganada,  y  el  campo  de  batalla  en  poder  nuestro. 

« A  las  ocho  y  media,  los  cuatro  batallones  de  la  guardia  media,  en- 
viados á  la  meseta  traspuesta  al  monte  de  Sao  Juan  para  sostener  á  los  co- 
razeros  ,  estando  acosadísimos  por  la  metralla ,  marcharon  á  la  bayoneta 
para  tomar  las  baterías.  Ya  anochecía ;  una  carga  emprendida  sobre  el 
costado  por  varios  escuadrones  ingleses  los  dispersó  ;  los  fujitivos  traspu- 
sieron la  quebrada ;  los  Tejimientos  contiguos ,  que  vieron  una  porción 
de  la  guardia  desbaratada,  creyeron  que  era  la  guardia  veterana ,  y  em- 
pezaron á  perder  la  línea:  oyéronse  al  punto  alaridos  de  « todo  está  per- 
dido, la  guardia  ha  sido  rechazada;"  algunos  soldados  afirman  que  en 
ciertos  puníoslos  mal  intencionados  vocearon:  «Salvémonos.  "Como  quie- 
ra que  sea  ,  cundió  de  repente  un  terror  pánico  en  todo  el  campo  de  ba- 
talla ;  atrepelláronse  revueltamente  sobre  la  línea  de  comunicación:  los  sol- 
dados, artilleros  y  trenes  se  agolpaban  mas  y  mas  huyendo;  la  guardia  ve- 
terana,que  estaba  en  reserva,  se  vio  acometida  y  fué  también  arrebatada. 

«En  un  instante  el  ejército  no  presentó  mas  que  una  mole  arremolina- 
da; todas  las  armas  estaban  revueltas  y  era  imposible  rehacer  un  cuer- 
po. El  enemigo,  que  advirtió  aquel  desconcierto  rematado,  arrojó  allá  al- 
gunas columnas  de  caballería ;  creció  el  trastorno ;  la  confusión  de  la  no 
che  imposibilitó  el  rehacer  las  tropas  y  evidenciarles  su  equivocación. 

«Así  una  batalla  terminada,  un  dia  de  torpezas  enmendadas  y  mayo- 
res triunfos  asegurados  para  el  dia  siguiente,  todo  se  perdió  por  un  mo- 
mento de  terror  pánico.  Los  escuadrones  mismos  de  servicio  formados 
junto  al  emperador  quedaron  arrollados  y  desorganizados  por  aquellas 
oleadas  tumultuosas  y  hubieron  de  seguir  el  torrente.  Los  parques  de  re- 
serva y  bagajes  que  no  habían  pasado  el  Sambra ,  y  todo  lo  que  se  halla 
ba  en  el  campo  de  batalla  cayó  en  poder  del  enemigo.  Ni  siquiera  hubo 
ningún  medio  de  aguardar  las  tropas  de  nuestra  derecha ;  ya  se  sabe  lo 
que  es  el  mas  valiente  ejército  del  mundo  cuando  está  revuelto  y  carece 
de  toda  organización. 

« Tal  fué  el  éxito  de  la  batalla  del  monte  de  San  Juan,  gloriosa  para 
las  armas  francesas,  y  sin  embargo  tan  aciaga." 

Una  equivocación  del  mariscal  Grouchy  contribuyó  atan  desastrado  pa- 
radero. Estaba  encargado  de  perseguir  y  contener  los  cuerpos* prusianos 
de  Blucher,  y  los  dejó  adelantar  á  tiro  de  cañón  de  Waterloo,  sin  ponerse 
en  movimiento,  como  se  lo  estuvo  pidiendo  encarecida  mente  el  jeneral  Ge- 
rard.  Grouchy  se  conceptuaba  siempre  arrostrado  á  los  Prusianos,  cuan 
do  no  tenia  delante  mas  que  un  destacamento  de  su  ejército.  Aquel  yerro, 
contra  el  cual  por  otra  parte  ha  protestado  briosamente ,  y  que  no  obs- 
tante le  achaca  mas  y  mas  la  opinión  común  ,  fundada  en  la  de  Napoleón 
y  de  otros  jenerales ,  testigos  oculares ,  aquel  desacierto  trocó  en   menos 


DE  NAPOI.F.ON.  r.fi.i 

do  una  hora  .  no  sol»  el  éxito  do  una  gran  batalla,  sino  también  la  suer 
te  de  trwla  la  Europa. 

Hart»  ronoria  el  emperador  el  jir»  dominante  do  la  Cámara  de  los  re- 
presentantei  para  no  provor  que  la  notiria  do  la  dispersión  do  sn  ejm  ii<> 
dispararía  contra  el  una  tormonta  on  la  tribuna.  Tenorio  puos  la  neeesi 
dad  do  volver  rnnnto  antes  á  la  capital  para  contenor  c»n  su  presencia  á 
los  enemigos  interiores  y  enfrenar  anticipadamente  el  ímpetu  pnrlamcn 
tari».  I-logó  á  Paris  el  20  de  junio  á  las  O  de  la  noche,  acompañadodol  du 
que  do  Butano  y  de  los  jenerales  Rertrand  ,  Drouot ,  l^bedoyoro  y  <ionr 
gaud.  Mandó  llamar  al  punto  á  sus  hermanos  José  y  Luciano,  al  gran 
canciller  Cambaoeres  y  álos  ministros  en  propiedad.  1.a  situaeion  era  en 
tica  ;  cada  cual  fue  relatando  su  dictamen  para  sortear  el  peligro  público 
Convocóse  luego  el  consejo  de  estado.  El  emperador  le  espuso  sustrastor 
nos.  necesidades  y  esperanzas.  Comprendiendo  cuanto  le  importaba  con 
templar  á  la  Cámara  de  los  representantes  y  no  dejar  que  asomara  la 
desavenencia  que  le  podia  sobrevenir  con  ella,  aparentó  achacar  tan  solo 
á  unos  amaños  equivocados  las  disposiciones  hostiles  que  sehabian  ma- 
nifestado en  aquel  cuerpo. 

Pero  Napoleón,  dado  caso  que  verdaderamente  se  hubiera  equivocado 
tocante  á  las  interioridades  de  la  mayoría  de  los  representantes  de  laFran 
cia ,  hubiera  quedado  muy  luego  desengañado  con  sus  actos.  La  junta 
soguia  el  impulso  de  l-anjuinais  y  de  LaFayetle,  mucho  mas  de  lo  que  él 
estata  suponiendo.  A  propuesta  del  segundo,  se  constituyó  permanente, 
y  declaró  traidor  á  la  patria  á  cualquiera  que  intentara  disolverla.  Este 
rompimiento,  que  hacia  recaer  una  grave  responsabilidad  sobre  la  repre- 
sentación nacional,  descargó  el  últimogolpe  sóbrela  existencia  política  de 
Napoleón.  Los  Borboncs  y  los  estranjeros  lo  vitorearon,  prorampiendo 
en  gritos  de  regocijo.  Previeron  que  un  rompimiento  tan  sonado  entre  el 
emperador  y  los  delegadosdelpaisre.lundaria  imprescindiblemente  en  una 
segnnda  abdicación  ó  un  nuevo  ISbrumario,  y  que  la  Franeia  liberal  sin 
Napoleón  no 'podría  resistir  por  mucho  tiempo  á  los  ejércitos  coligados  . 
eomo  tampoco  Napoleón  sin  la  Francia  liberal 

Cuando  se  supo  en  el  Elíseo  de  Rorl>on  el  acuerdo  de  los  representan 
tes ,  cundió  la  consternación  ,  junto  al  mismo  emperador  Sus  mas 
lióles  -erydores  se  dieron  por  desahuciados  y  le  aconsejaron  que  se  avi- 
niese al  inexorable  destinoque  le  estaba  pidiendo  un  nuevo saerilieio.  Reg- 
nault  de  Saint  Joan  d*  Angely  fué  uno  de  los  que  mas  tenazmente  insis 
tieroq  para  determinarle  á  que  doblase  otra  vez  la  een  1/  ante  el  ara  de  la 
patria.  Entonces  Napoleón,  que  acababa  de  saber  que  la  Cámara  de  los 
pares  se  habia  esmerado  en  remedar  á  la  de  los  representantes  .  se  dio  por 
vencido  al  mismo  tiempo  por  sus  amigos  y  enemigos  y  se  manifestó  re- 
suelto á  renunciará  favor  de  su  hijo,  lio  solo  hombro  rebatió  en  el  con-  |o 

St 


66G  HISTORIA 

aquella  determinación  ,  como  que  era  entregar  otra  vez  la  Francia  á  los 

estranjeros;yaquel  hombre  era  el  mismo  que  únicamente  se  habi a  opuesto 


al  establecimiento  del  gobierno  imperial.  Carnot,  aunque  siempre  adicto 
á  la  causa  de  la  libertad,  no  pensaba  que  debiese  comprometerse  la  inde 
pendencia  nacional  por  escesiva  desconfianza  en  el  emperador,  y  concep 
tuaba  que  este  sumo  interés  de  las  naciones  quedaría  en  peligro,  ausen 
tándose  el  único  caudillo  que  el  ejército  y  el  pueblo  pudieran  ó  quisieran 
seguir.  Cuando  prevaleció  la  opinión  contraria ,  se  recostó  contra  una  me 
sa  con  las  manos  en  ambas  mejillas  y  derramó  un  torrente  de  lagrimas. 
Entonces  Napoleón  le  dijo :  «Os  he  conocido  demasiado  tarde. »  El  empe 
rador  redactó  después  la  declaración  siguiente  • 

«  Franceses ,  al  empezar  la  guerra  para  sostener  la  independencia  na 
cional,  contaba  con  la  reunión  detodos  los  esfuerzos,  de  todas  las  volun 
tades  y  con  el  arrimo  de  todas  las  autoridades  nacionales.  Tenia  íundamen 
to  para  prometerme  un  éxito  próspero  y  habia  arrostrado  todas  las  decía 


DE  NA  POLISÓN  flü 

rectona  de  las  potencias  eontr.i  mi.  Variaron  ni  poten  las  draMH ■ 
cías  Me  ofrezco  en  sacrificio  ni  encono  de  los  rnemitfos  de  la  Francia 
¡Ojalá  sran  lioeeroi  Bfl  sus  declaraciones  y  que  nunca  ha\an  querido  mal 
sino  á  mi  persona !  Mi  vida  política  quedó  terminada,  y  proclamo  á  mi  hi 
jo  con  el  dictado  de  Napoleón  II ,  emperador  de  los  Franceses.  I.osminiv 
i  nales  formarán  provisionalmente  el  consejo  de  gobierno  II  interés 
que  me  mueve  por  mi  hijo  me  induce  á  invitar  á  las  Cámaras  pnra  que 
vean  de  organizar  al  golpe  la  rejencia  por  medio  de  una  ley.  Hermanaos 
lodos  para  la  salvación  pública  y  sed  siempre  nación  independiente." 

Ksta  declaración  se  llevó  al  punto  á  las  dos  Cámaras ,  >  los  represen 
(antes  que  la  habían  promovido  la  recibieron  con  alborozo.  Mas  no  forma 
ron  acuerdo  cabal  tocante  á  Napoleón  II  ,  ciña  lejitimidad  sostuvieron 
ahincadamente  algunos  oradores,  \  ante  todos  Beranger  del  Droma.  1.a 
discusión  que  se  entabló  hizo  subir  á  la  tribuna  á  un  sujeto  de  quien  >,,• 
dijo  desde  el  principio  que  venia  á  recojer  la  herencia  de  Mi  rabean  ¡  este 
hombre  era  Manuel. 

La  Cámara  de  los  representantes  conceptuó  indispensable  enviar  una 
diputación  á  Napoleón  para  congratularle  por  su  segunda  renuncia. 

•  Os  doy  gracias ,  dijo  á  estos  diputados  ,  por  las  demostraciones  que 
os  merezco  ¡  deseo  que  mi  abdicación  redunde  en  la  dicha  de  la  Francia, 
mas  no  lo  espero;  deja  al  estado  sin  cabeza  y  sin  existencia  política  El  tiem 
po  malogrado  en  derrocar  la  monarquía  hubiera  podido  emplearse  en  po 
ner  á  la  Francia  en  disposición  de  aniquilar  al  enemigo.  Recomiendo  á  la 
Cámara  que  se  refuercen  prontamente  los  ejércitos  ¡  quien  apetece  la  paz 
tiene  que  habilitarse  para  la  guerra.  No  pongáis  nunca  esta  gran  nación 
á  merced  de  los  estranjeros  ;  pues  vais  á  quedar  burlados  en  vuestras  es 
peranzas.  Allí  está  el  peligro.  En  cualquiera  situación  me  daré  siempre 
por  bien  hallado  en  siendo  dichosa  la  Francia." 

Sin  embargo,  los  enemigos  de  la  dinastía  imperial  triunfaban  en  la 
Cámara  de  los  representantes  ;  habían  desechado  la  proclama  de  Napoleón 
II  y  nombrado  una  comisión  de  cinco  individuos  para  formar  un  gobier 
no  provisional,  á  saber  i  Fouché,  Carnot ,  Grenier ,  Quinettc  y  Caulain 
conrt.  A  esta  noticia,  Napoleón  prorumpió  en  raptos  de  ira. 

« No  abdiqué  á  favor  de  un  nuevo  directorio,  esclamó ,  renuneié  á  fa 
vor  defhi  hijo.  Si  no  se  le  proclama,  mi  abdicación  es  nula,  las  Cámaras 
saben  muy  bien  que  el  pueblo ,  el  ejército  y  la  opinión  lo  apetecen  y  anhe 
lan,  pero  los  estranjeros  lo  detienen.  No  obligarán  á  los  aliados  á  reeo 
nocer  la  independencia  nacional, presentándose  ante  ellos  con  la  ceñudo 
blada  y  la  rodilla  en  tierra.  Si  se  hiciesen  cargo  de  su  propia  situación , 
hubieran  proclamado  espontáneamente  á  Napoleón  II.  Entonces  los  es- 
tranjeros venan  que  sabíais  tener  un  alhedrio,  un  ñn,  un  punto  de  retí 
nion ;  hubieran  visto  que  el  20  de  marzo  no  era  un  golpe  de  partido  y  de 


008  HISTORIA 

una  facción ,  sino  el  resultado  del  cariño  de  los  Franceses  á  mi  persona  y 
dinastía.  La  unanimidad  nacional  hubiera  surtido  mas  efecto  sobre  ellos 
que  todos  vuestros  ruines  y  torpes  rendimientos.  " 

Sin  embargo  Paris  estaba  abrigando  en  su  vecindario  crecido  número 
de  patriotas  que  pensaban  como  Carnot  y  daban  por  preciso  el  dedicarse 
ante  todo  á  la  defensa  del  pais,  y  que  esta  no  era  asequible  sin  el  brazo, 
numen  y  desempeño  del  emperador.  Los  militares  abundaban,  y  altamen- 
te se  convenían  en  esta  opinión.  Por  todas  partes  se  oian  voces  de  ••  «  No 
habiendo  emperador,  nohay  soldados."  La  muchedumbre,  que  iba  siempre 
en  aumento  al  rededor  del  Elíseo  Borbonendonde  Napoleón  residía,  dióal 
fin  recelos  á  las  Cámaras  y  á  Fouché  que  dirijia  el  gobierno  provisional 
y  estaba  negociando  con  los  estranjeros.  Se  temía  que  la  renuncia  se  tuvie- 
seá  juguete  por  las  potencias  aliadas,  mientras  que  el  emperador  permane- 
cería en  Paris.  Carnot  quedó  encargado  de  comunicarle  las  zozobras  de 
sus  compañeros  é  inducirle  á  que  se  alejara  de  la  capital.  Con  este  objeto 
pasó  al  Elíseo,  en  donde  halló á  Napoleón  en  el  baño  y  asólas.  Cuando  le 
espuso  el  objeto  de  su  visita,  el  monarca  derrocado  manifestó  suma  estra- 
ñeza por  los  temores  que  ocasionaba  su  presencia.  « No  soy  mas  que  un 
mero  particular  ,  dijo,  soy  menos  que  un  particular." 

No  obstante  prometió  avenirse  á  los  anhelos  de  las  Cámaras  y  del  go- 
bierno provisional ,  y  se  retiró  el  25  de  junio  á  la  Malmaison,  desde  don- 
de quiso  dirijir  todavía  al  ejército  una  proclama  cuyo  contenido  era  del 
tenor  siguiente: 

<-  Soldados ,  cuando  cedo  á  la  necesidad  que  me  obliga  á  alejarme  del 
valiente  ejército  francés,  llevo  conmigo  la  certidumbre  deque  acreditará 
con  los  eminentes  servicios  que  de  él  aguarda  la  patria,  los  elojios  que 
nuestros  enemigos  mismos  no  pueden  negarle. 

*  Soldados,  seguiré  vuestros  pasos,  aunque  ausente.  Conozco  á  todos 
los  cuerpo  s,  ninguno  de  ellos  alcanzará  un  triunfo  señalado  contra  el  ene- 
migo sin  que  yo  tribute  mi  acatamiento  al  denuedo  que  ha  ya  manifesta- 
do. Vosotros  y  yo  hemos  sido  calumniados.  Hombres  indignos  de  justipre- 
ciar vuestros  afanes  han  visto  en  las  pruebas  de  afecto  que  me  habéis  da- 
do un  ahinco  del  cual  era  yo  el  único  objeto.  Apréndanles  vuestros  triun- 
fos nuevos  que  sobre  todo  serviais  á  la  patria  al  obedecerme ,  y  que  si 
tengo  alguna  parte  en  vuestro  cariño,  la  debo  á  mi  ardiente  amo\  por  la 
Francia,  nuestra  madre  común. 

«Soldados,  con  algunos  conatos  mas,  la  liga  queda  deshecha.  Napo- 
león os  reconocerá  en  los  golpes  que  vais  á  dar. 

«  Salvad  el  honor  y  la  independencia  de  los  Franceses;  sed  hasta  el  fin 
tales  cuales  os  conocí  durante  veinte  años,  y  seréis  invencibles." 

Napoleón  se  hallaba  todavía  muy  cerca  de  Paris  para  que  sus  enemi- 
gos no  tuviesen  recelos.  Fouché  temía  siempre  alguna  nueva  determina 


DE  NAPOLEÓN.  OM 

non  por  mi  parte.  Hile  hizo  custodiar  perennal  mente  por  el 

ker  socolor  de  zclnr  su  seguridad.  Kl  '27  de  junio,  al  saberse  la  aproxima 

cion  de  los  aliados  que  obrando  torpemente  estaban  al  parecer  oh 

do  coyuntura  para  derrotarlos,  escribió  al  gobierno  provisional  ponién- 

rl.'M-  i  su  disposición  como  soldado: 

•  Al  abdicarla  potestad,  les  dijo,  no  he  renunciado  al  mas  noble  >im 
buto  del  ciudadano,  al  de  defender  á  mi  pais. 

•  La  aproximación  de  los  enemigos  de  la  capital  ninguna  duda  <!•  1 1 
acerca  de  sus  intentos  y  de  su  mala  fe. 

«  Kn  estas  críticas  circunstancias  ofrezco  mis  servicios  como  jencral . 
considerándome  el  primer  soldado  de  la  patria." 

l,os  que  habían  requerido  la  abdicación  del  emperador  no  podían 
acaudillar  de  nuevo  el  ejército  con  el  gran  capitán  á  quien  habían  apeado 
del  solio.  Sabían  muy  bien  que  un  soldado  como  él  no  tenia  otro  lugar 
que  el  de  jencralisimo,  y  que  aceptarlo  por  auxiliar  era  volverlo  á  to 
mar  por  amo.  Rehusaron  pues,  y  su  respuesta  can  so  mucho  enojo  á  Napo- 
león. Hablo  de  volverse  á  poner  al  frente  del  ejército  y  dar  un  golpe  de 
estado  .  una  repetición  del  18  de  brumario.  Pero  el  duque  de  Bassano  le 
disuadió  del  intento,  (Lindóle  á  entender  que  las  circunstancias  no  eran  las 
mismas  que  en  el  año  VIII.  Teniendo  que  allanarse,  marchó  de  la  Malmai 
son  para  Rochefort ,  con  ánimo  de  pasar  á  los  Kstados  Unidos  de  Amé- 
rica. 


«'.APITl ILO  1,111 


I, legad»  de  Napoleón  i  Rochefort.   Carla  al  principe  rejente.  Pasa  al   Beleio 
Ponte    y  da  la  vela  para  Inglaterra.  Conducta  del  ministerio  inglés  con 
él.  Simpatía  de  la  nación  británica  contrapuesta  al  ministe- 
rio. Napoleón  protesta  contra  el  destino  que  le  seña- 
la el  gabinete  inglés.  Lo  trasbordan  al  Norlh- 
umberland   y  se  encaminan  á  Santa 
Helena. 


^^ecker,  á  quien  el  gobierno  provisional  ha- 
bía cometido  el  arduo  empeño  de  custodiar  á 
su  esclarecido  amo  en  la  Malmaison,  recibió 
orden  de  acompañarle  hasta  Rochefort  y  no 
dejarle  sino  abordo  del  bajel  que  le  llevaría 
allende  el  océano.  Aquel  esforzado  jeneral' 
había  dicho  al  emperador,  cuando  se  lo  co> 
municó:  «Me  encomiendan  un  encargo  peno 
so  y  haré  cuanto  de  mí  dependa  para  desem 
peñarlo  á  vuestra  satisfacción.  «Túvola suerte 
de  cumplir  su  promesa  y  de  no  trascordaría  un  momento  ¡  nunca  se  des 
entendió  de  la  atención  y  miramiento  que  debia  á  la  grandeza  postrada  y 
al  numen  malhadado. 


I>E  NAPOLEÓN.  074 

Napoleón  salió  de  la  Malmaison  el  ¿i»  de  junio  y  llegó  á  Rochefort  el  I 
de  julio ,  y  al  dia  siguiente  se  lo  incorporó  su  hermano  José.  Durante  su 
Inmanencia  en  aquella  ciudad ,  el  emperador  estuvo  siempre  oyendo  re- 
dobladas aclamaciones  en  derredor  de  su  domicilio;  varias  veces  se  pre- 
sentóen  el  balcón  de  la  prefectura  donde  estaba  hos|>edado,  y  recibió  siem 
pre  nuevos  testimonios  del  afecto  entrañable  que  el  pueblo  le  profesaba. 
Se  embarcó  el  8  de  julio  con  ánimo  de  pasará  los  Estados  (nidos  y  en  la 
(irme  confianza  de  que  los  aliados  le  enviarían ,  sin  obstáculo  ni  retardo,  los 
salvoconductos  que  el  gobierno  provisional  le  habia  prometido  para  aqne 
Ha  travesía.  Dos  días  después  envió  á  Iüs  Cazes  y  Savary  á  bordo  del  llelr 
rofonte  para  que  se  informasen  del  comandante  del  crucero  inglés  si  ha 
bia  recibido  de  los  ministros  de  S.  M.  B.  la  orden  formal  de  no  oponerse 
á  su  tránsito.  El  capitán  Maitland,  que  mandaba  el  fíclerofonte,  no  tenia 
aun  ninguna  instrucción,  y  se  contentó  con  manifestar  que  ibaá  comu- 
Dieárselo  al  almirante.  II  14,  Napoleón  se  hallaba  en  la  isla  de  Aix  aguar- 
dando contestación.  Aquel  silencio  tan  dilatado  le  causó  alguna  zozobra, 
j  quiso  salir  al  fin  de  la  incertidumbreen  que  le  tenian.  Las  Cazes,  acom 
panado  de  I  .allemand ,  volvió  á  verse  con  el  capitán  Maitland ,  quien  se 
ratificó  en  sus  declaraciones  negativas,  aunque  ofreció  recibir  á  su  bordo 
al  emperador  y  conducirle  á  Inglaterra  en  donde  se  le  tendrían  cuantas 
consideraciones  y  miramientos  podía  apetecer. 

Cuando  Las  Cazes  y  Lallemand  dieron  cuenta  del  resultado  de  su  men 
saje,  Napoleón  juntó  á  sus  compañeros  de  infortunio  y  los  consultó  sobre 
el  partido  que  debía  tomar.  Al  frente  habia  un  crucero  qne  no  franqueaba 
el  tránsito ,  y  detrás  un  país  que  la  invasión  de  los  estranjeros  y  el  regre- 
so de  los  Rorhones  iban  á  desenfrenar  contra  cuanto  sonase  á  Napoleón  y 
los  socios  desu  nombradla.  En  tancritica  situación ,  el  emperador concep 
tuó  que  lo  que  debia  hacer  era  contar  con  la  jenerosidad  del  pueblo  in 
glés  y  escojerle  solemnemente  por  su  huésped.  Tomó  entonces  la  pluma  y 
escribió  al  príncipe  rejente  estos  renglones  memorables : 

« Alteza  real,  siendo  el  blanco  de  las  facciones  en  que  está  dividido 
mi  país ,  y  de  la  enemistad  de  las  grandes  poteocias  de  Europa ,  he  ter 
minado  mi  carrera  política.  Semejante  á  Temístooles ,  vengo  á  sentarme 
en  el  hogar  del  pueblo  británico ;  me  pongo  bajo  la  protección  de  sus  le- 
yes á  q«c  apelo  por  Vuestra  Alteza  real,  como  la  del  mas  poderoso,  cons- 
tante y  jeneroso  de  mis  enemigos.  ■ 

I  as  Cazes  y  (iourgaud  llevaron  esta  carta  al  capitán  Maitland ,  a  quien 
anunciaron  que  Napoleón  pasaría  al  dia  siguiente  á  su  l>ordo.  Con  efecto, 
el  15  al  ravar  el  dia,  el  bergantín  el  Gavilán  traslado  el  hombre  grande 
al  Belero/ontr.  En  el  acto  de  abordar  .  habiendo  advertido  el  emperador 
que  el  jeneral  Becker  se  le  acercaba,  sin  duda  para  despedirse,  le  dijo  ar 
recatadamente:  «Retiraos,  jeneral.  no  quiero  que  *e  pueda  conceptuar 


672  HISTORIA 

que  un  Francés  ha  venido  á  entregarme  á  mis  enemigos. »  Pero  al  pro- 
nunciar estas  palabras,  le  alargó  la  mano  y  no  le  consintió  desviarse  sin 
haberle  estrechado  por  última  vez  en  sus  brazos. 


Al  llegar  al  Belerofonte,  Napoleón  dijo  al  capitán  ¡  «  Vengo  á  bordo 
de  vuestro  buque  á  ponerme  bajo  la  protección  de  las  leyes  inglesas. » 
Aquel  oficial  le  acompañó  al  punto  á  su  cámara  y  le  colocó  en  ella.  Al 
dia  siguiente,  el  emperador  pasó  á  bordo  del  Soberbio ,  montadt  por  el 
almirante  Hotham,  que  mandaba  el  apostadero.  Aquel  mismo  dia  volvió 
al  Belerofonte,  que  dio  al  momento  la  vela  para  Inglaterra.  El  almirante 
Hotham,  en  la  visita  que  hizo  á  Napoleón ,  manifestó,  según  el  testimo- 
nio irrecusable  de  Las  Cazes,  « todo  el  agrado  y  atenciones  que  caracteri- 
zan al  hombre  de  un  linaje  y  de  una  educación  aventajada. »  Por  lo  demás, 
«el  emperador,  dice  el  mismo  autor,  no  se  halló  en  medio  de  sus  mas 
crueles  enemigos,  de  aquellos  á  quie;ics  de  continuo  se  habia  estado  em- 


DK  NAPOLEÓN.  C.73 

papando  en  Ion  rumores  mas  noción  é  irritantes,  sin  ejercer  en  ellos  el  in- 
flujo «le  su  nombradla.  El  eapitan,  oficiales  y  tripulación  *eavinioron  Ine- 
go  á  las  rostnmbres  «le  su  comitiva,  procediendo  con  los  mismos  mira- 
mientos .  el  mismo  lenguaje  y  el  mismo  respeto.  Si  se  presentaba  sobre 
cubierta,  todos  se  descubrían En  una  palabra  .  Napoleón  era  empe- 
rador á  bordo  del  llelerofonte. » 

Al  llegar  á  Torbay ,  el  24  de  julio ,  el  capitán  Maitland  se  puso  á  las 
ordenes  de  lord  Keith  .  su  almirante  jeneral,  quien  le  mandó  que  pasase á 
Plymouth ,  en  donde  ancló  el  20  el  Belerofonte. 

Cuando  se  supo  en  las  rostas  de  Inglaterra  que  el  emperador  M 
raba,  se  manifestó  intensísima  curiosidad.  Ia  rada  do  Torbay  se  cuajó  de 
embarcaciones, y  un  afán  con  visos  de  asombro  asomo  por  todas  partes  al 
nombre  de  Napoleón.  Esta  acojidadel  pueblo  se  contraponía  demasiado 
a  la  suerte  que  el  gobierno  británico  reservaba  al  emperador  para 
que  los  ministros  del  rey  Jorjc  no  tratasen  de  evitar  y  aun  contener  las 
demostraciones  que  tildaban  tan  á  las  claras  la  atroz  política  que  iban  á 
poner  en  planta.  El  Bclerofonte  quedó  rodeado  en  Plymouth  de  botes  ar 
mados  con  orden  de  tirar  sobre  los  curiosos  para  alejarlos.  A  pesar  de  es- 
tas instrucciones  irracionales,  toda  la  Inglaterra  acudióá  Plymouth,  espe- 
ranzada de  ver  al  héroe  de  la  Francia,  y  el  mar  continuó  cubriéndose 
de  embarcaciones  al  rededor  de  la  nave  que  servia  de  cárcel  al  grande 
hombre. 

En  medio  de  las  aclamaciones  con  que  le  estaba  vitoreando  una  na 
cion  que  había  sido  tanto  tiempo  su  enemiga ,  Napoleón  ansiaba  saber 
qué  partido  tomaría  sobre  su  suerte  el  gobierno  británico.  Ix)rd  Keith  ha 
bia  venido  á  bordo  del  Belerofonte;  pero  su  visita,  sobre  tibia  y  reserva- 
da, fué  brevísima.  Volvió  á  últimos  de  julio  con  el  caballero  Bonbury .  y 
fué  para  sacar  por  un  rumbo  inhumano  al  emperador  de  su  incertidum 
bre  :  era  portador  de  una  nota  ministerial  señalando  la  isla  de  Santa  He- 
lena para  residencia  del  jeneral  Bonaparte.  Era  en  suma  una  sentencia 
de  estragamiento  que  el  clima  quedaba  encargado  de  conmutar  en  sen 
tencia  de  muerte.  Cuando  Napoleón  supo  de  boca  del  almirante  aquella 
resolución  del  gabinete  inglés,  manifestó  su  indignación  >  protestó  con 
todas  veras  contra  una  violación  tan  manifiesta  del  derecho  de  jentes. 
« Soy  hutsped  en  Inglaterra ,  dijo ,  y  no  prisionero  ;  he  venido  libremen 
te  á  ponerme  bajo  la  protección  de  sus  leyes ;  se  quebrantan  en  mi  los  de 
rechos  sagrados  de  la  hospitalidad  ¡  minea  consentiré  voluntariamente  el 
ultraje  que  se  me  hace ;  la  violencia  sola  podrá  precisarme.  » 

Loego  para  acibarar  mas  y  mas  el  estragamiento ,  intentaron  reducir 
á  tres  el  número  de  las  personas  que  podrían  acompañarle .  y  aun  se  es- 
meraron en  escluir  á  Savary  y  tallcmand.  Estos  dos  fieles  servid. 
Napoleón  debieron  creer  que  iban  á  ser  víctimas,  y  que  retaban  destinados 


II 


674  HISTORIA 

al  cadalso  que  Luis  XVIII  acababa  de  levantar  con  su  decreto  de  24  de  jn 

lio  y  en  el  que  estaban  ambos  comprendidos. 

Empero ,  ¿qué  era  lo  que  estaba  pasando  por  los  adentros  de  Napoleón 
después  de  la  notificación  de  la  sentencia  matadora  que  lord  Reith  le  ha 
bia  participado?  Una  cárcel  en  un  desierto  para  llegar  á  una  muerte  len 
ta  y  dolorosa;  ¡  qué  destino  para  aquel  cuya  grandiosa  y  sublime  ambición 
se  halló  repetidas  veces  encumbrada  al  ejercicio  de  la  supremacía  europea, 
para  el  héroe  que  veia  concurrir  á  sus  antesalas  á  los  soberanos  mas  orgu 
liosos!  ¿Dará  al  mundo  el  ejemplo  de  una  resignación  inaudita  ó  el  es 
pectáculo  de  una  desesperación  vulgar?  Manda  llamar  á  Las  Cazes,  le 
pregunta  de  Santa  Helena  y  si  será  posible  vivir  allí.  Luego  interrumpién 
dose  de  repente ,  le  dice  ¡  «  Pero  al  cabo ,  ¿  es  acaso  cierto  que  voy  allá  ? 
¿Acaso  depende  un  hombre  de  sus  semejantes  cuando  quiere  dejar  de 
existir?  Amigo  mió,  á  veces  tengo  impulsos  de  dejaros,  partido  por  cierto 
muy  obvio. » 

Las  Cazes  contraresta  aquel  impulso ,  y  para  reconciliar  á  Napoleón 
con  la  vida  de  que  parece  cansado,  le  presenta  una  vislumbre  del  porve 
nir.  ¿Quién  cala  allá  los  arcanos  del  tiempo  ?  le  dijo.  Y  luego  volviendo  á 
hablar  el  emperador  del  tedio  que  le  aguarda  en  Santa  Helena ,  Las  Cazes 
le  deja  divisar  la  posibilidad  de  vivir  con  lo  pasado,  y  el  emperador  le 
responde:  « Pues  bien  escribiremos  nuestras  Memorias.  Sí,  será  preciso 
trabajar  ¡  el  trabajo  es  también  la  guadaña  del  tiempo.  Al  cabo  tiene  cada 
cual  que  desempeñar  su  destino ;  esa  es  mi  gran  doctrina;  cúmplase  pues 
el  mió. »  Así  Napoleón  vuelve  por  fin  en  sí.  Ya  que  la  maldad,  la  alevosía 
é  ingratitud  de  los  hombres  le  arrojan  por  un  momento  á  la  desesperación 
con  sinsabores  y  parece  que  por  fin  lo  soterran ,  al  punto  se  vuelve  á  le- 
vantar en  alas  de  su  gloria  pasada  y  con  su  grandiosa  naturaleza. 

El  Belerofonle  salió  el  4  de  agosto  de  la  ensenada  de  Plymouth ;  pero 
no  hizo  rumbo  hacia  el  sur,  sino  que  siguió  el  canal  de  la  Mancha.  Enton- 
ces Napoleón  supo  que  iba  á  pasar  á  otro  buque  llamado  el  Northumber 
land,  destinado  á  trasportarle  á  Santa  Helena.  Como  podian  quedar  per 
didas  para  la  historia  las  enérjicas  palabras  quehabia  dirijido  á  lord  Keith 
en  su  funesta  comunicación ,  las  reprodujo  en  una  protesta  formal  que  fué 
remitida  al  almirante  y  que  merece  citarse  literalmente. 

« Protesto  solemnemente  aquí,  á  la  faz  del  cielo  y  de  los  hombres,  con 
tía  la  violencia  que  se  me  hace  y  la  violación  de  mis  mas  sagrados  dere- 
chos, disponiendo  á  viva  fuerza  de  mi  persona  y  libertad.  Vine  libremente 
á  bordo  del  Belerofonte;  no  soy  prisionero,  y  sí  huésped  en  Inglaterra. 
Vineá  instigación  del  capitán  mismo ,  quien  dijo  que  tenia  órdenes  del 
gobierno  para  admitirme  y  llevarme  á  Inglaterra  con  mi  comitiva,  si  esto 
era  de  mi  gusto.  Me  presenté  de  buena  fe  para  venir  á  ponerme  bajo  la 
protección  de  las  leyes  inglesas.  Desde  el  momento  en  que  estuve  á  bordo 


I)K  NAPOLKON  <»7.. 

del  Helero/ante,  estuvo  en  el  hogar  del  pueblo  británico.  Si  el  gobierno,  al 
dar  ordenes  al  capitán  del  Bclerofonlt  para  admitirme  con  mi  comitiva, 
no  ha  querido  mas  que  armarme  un  lazo,  ha  faltado  al  honor  y  mancilla 
do  su  pabellón. 

•  Si  este  acto  se  consumara ,  en  vano  se  empeñarían  los  Ingleses  en 
hablar  después  de  su  lealtad ,  leyes  y  libertad ;  la  fe  británica  quedará  per 
dida  en  la  hospitalidad  del  Belerofonte. 

<  Apelo  á  la  historia  ¡  dirá  que  un  enemigo,  quien  estuvo  guerreando 
veinte  artos  contra  el  pueblo  inglés,  vino  libremente  á  remediar  su  des 
amparo  y  en  buscado  un  asilo  bajo  sus  leyes.  ¿Qué  prueba  mas  terminan 
te  podia  darle  de  su  aprecio  y  confianza?  ¿Pero  cómo  respondieron  en 
Inglaterra  á  semejante  magnanimidad?  Aparentaron  alargar  una  mano 
jenerosa  á este  enemigo,  y  cuando  se  hubo  entregado  de  buena  fe, lo  sa 
criticaron.  • 

1.1  emperador  salió  del  Belerofonte  el  7  de  agosto  y  fué  llevado  al  ¡Sor. 
thumberiand  que  mandaba  el  almirante  Cockburn.  Aprovecharon  aque| 
momento  para  desarmar  á  todas  las  personas  de  su  comitiva  ¡  pero  con 


670  HISTORIA 

cierto  asomo  de  rubor  respetaron  su  espada.  Sus  baúles  fueron  rejistrados 
por  el  almirante  mismo,  acompañado  de  un  empleado  de  aduanas. Se  apo- 
deraron de  cuatro  mil  napoleones,  y  solo  le  dejaron  mil  y  quinientos  para 
atender  á  las  necesidades  de  su  servicio.  Cuando  fué  preciso  que  se  separa- 
se de  los  fieles  amigos  á  quienes  habian  denegado  el  favor  de  participar  de 
su  arresto  en  lejano  destierro,  Savary  se  echó  á  sus  pies  bailado  en  llanto 
y  le  besó  las  manos.  « El  emperador,  dice  Las  Cazes ,  sereno  é  inal- 
terable, lo  abrazó  y  se  encaminó  hacia  el  bote.  Al  alejarse ,  saludaba 
afablemente  con  la  cabeza  á  los  que  se  cruzaban  en  su  tránsito.  Todos  los 
nuestros  que  se  iban  quedando  atrás  se  anegaban  en  lágrimas,  y  no  pude 
dejar  de  prorumpir  con  el  lord  Keith  á  quien  estaba  hablando  en  aquel 
punto:  «¿Advertís,  milord,  que  aquí  los  que  lloran  son  los  que  se  quedan?» 


I  \l>lll  LO  I.IS 


Travesía.  Llegada  a  Sania  Melrna.   Residencia   cu  isla  isla  hasl*  U  partida 
dt  La»  Caxer 


ante  todo  al 


kith  se  había  moslradu  atentísimo,  |iero  lam 
bien  muy  reservado  en  sos  relaciones  cou  los 
Franceses  del  fíriero/onte.  Cockbtirn  no  es 
luvo  menos  atento,  y  aun  manifestó  mas  inte 
res  y  respeto  con  el  grande  hombre  de  quien 
se  hallaba  de  paso  alcaide  involuntario. 

Sin  embargo,  los  ministros  ingleses  ha- 
bían sabido  con  sumo  desagrado  los  mira 
mientos  que  habían  guardado  cou  Napoleón  ei 
capitán  Maítland  y  su  tripulación.  Culparon 
por  haber  continuado  á  su  prisionero  el  dic 


678  HISTORIA 

tado  que  llevaba  en  el  solio,  y  se  cautelaron  desveladamente  para  que  no 
sucediera  otro  tanto  en  el  Northumberland.  Declararon  en  sus  instruccio- 
nes que  solo  se  permitiria  la  calificación  de  jeneral  respecto  al  monarca 
derrocado.  Cuando  Napoleón  supo  tantísima  ridiculez  ideada  para  humi 
liarle,  esclamó:  « Llámenme  como  quieran,  no  me  han  de  quitar  el  ser  yo. » 
El  \  \  de  agosto,  el  Northumberland  salió  del  canal  de  la  Mancha,  y 
cuaodo  pasó  á  la  altura  del  cabo  déla  Hogue,  Napoleón  reconoció  las  cos- 


vs 


tas  de  Francia.  Al  punto  las  saludó  alargando  sus  manos  hacia  la  playa  y 
esclamó  con  voz  doliente :  « Adiós,  pais de  los  valientes,  adiós,  querida 
Francia;  con  algunos  traidores  menos  seguirías  sieodo  la  señora  del  mun 
do. »  Tal  fué  la  postrer  despedida  del  hombre  grande  al  noble  pais  del  gran 
pueblo. 

Durante  la  travesía  salteó  un  dia  al  emperador  una  violenta  Lorrasca, 
cuando  estaba  dando  sobre  cubierta  su  paseo  acostumbrado  por  la  siesta. 
No  quiso  bajar,  y  se  contentó  con  que  le  trajesen,  para  aguantar  una  lluvia 
abundante,  la  famosa  levita  gris  que  los  Ingleses  mismos  consideraban 
con  admiración  y  respeto. 

La  lectura  de  los  periódicos  servia  de  recreo  al  emperador.  Rara  vez 
dejaba  de  tropezar  con  baldones  y  patrañas  contra  él.  Pero  todo  esto  no 
podia  alcanzarle,  y  dijo  con  este  motivo  á  LasCazes:  « El  veneno  nada  po 


|)K  NAPOLEÓN  Wf 

«lia  con  Mitrídates ;  pues  bien,  á  la  calumnia  ningún  embate  le  cabe  sobre 
ni  fafa  1SH.» 

Kl  15  do  octubre,  el  Northumberland  fondeo  en  la  bahía  de  Sania  Be 
lena,  el  Ift.  el  emperador  bajó  á  tierra  con  el  almirante  y  el  jeneral  Ber 
ii  mi  M  pronto  se  hospedó  en  Briars,  en  casa  de  nn  comerciante  át  la  isla 
llamado  llnlrombc. 

Kra  aquella  residencia  provisional ,  pnes  sn  paradero  definitivo  era 
Longwood,  quinta  del  gobernador,  que  habla  visitado  á  sn  llegada  y  que 
toda>  ia  no  estaba  pronta  para  recibirle.  No  obstante  halló  en  casa  de  Mr 
llalcombe  todas  las  atenciones  que  le  competían  y  algunos  recursos  con 
tra  el  tedio.  Aquella  digna  familia  echó  el  resto  en  cuanto  le  cupo  para 
suavizar  el  quebranto  de  su  situación. 

Dorante  su  permanencia  en  Briars,  Napoleón  solo  salió  una  vez  para 
visitar  al  mayor  del  Tejimiento  de  Santa  Helena.  Se  afanaba  con  sus  me 
morias,  dictándoselas  á  Las  Cazes  ó  á  su  hijo,  y  á  Montholon,  Courgaud 
\  Bertrand.  Sus  paseos  eran  comunmente  por  las  calles  enramadas  y  el 
monte  de  Briars  desde  don.lc  se  veian  espantosos  despeñaderos. 

Un  anciano  negro,  llamado  Tobías,  cultivaba  el  jardín  de  Mr  Balcom 
be.  Era  un  Indio  malayo  que  una  embarcación  inglesa  habia  arrebatado  fe 
mentidamente  y  vendido  como  esclavo.  Kl  emperador  solia  encontrarse  pa 
seando  con  aquel  desventurado  y  le  manifestaba  sumo  interés;  se  hallaba 
en  vísperas  de  costear  su  rescate,  y  nunca  hablaba  de  su  arrebatamiento  si 
no  con  impetns  violentos  de  ira.  Un  dia  parándose  con  el,  no  pudo  refrenar 
los  pensamientos  que  se  agolpaban  en  su  mente  y  prorumpió :  « Estraña 
entidad  es  la  menguada  máquina  humana  ,  ni  un  esterior  se  asemeja ,  ni 

un  interior  que  no  se  diferencie trasformad  á  Tobías  en  un  Bruto,  y  se 

diera  la  muerte;  trasformadle  en  un  Esopo,  y  acaso  fuera  consejero  del 
gobernador  ¡  como  cristiano  ardiente  y  celoso,  llevaría  sus  cadenas  en  pre- 
sencia de  Dios  y  las  bendeciría.  En  cuanto  al  pobre  Tobías,  no  se  para  en 
ello,  se  doblega  y  afana  candorosamente. »  Y  después  de  estarle  mirando 
un  rato  en  silencio ,  dijo  al  desviarse :  •  Es  positivo  que  el  pobrecillo  To 

loas  dista  mucho  del  rey  Ricardo y  sin  embargo,  prosiguió  andando, 

el  crimen  no  es  menos  atroz ;  porque  al  cabo  este  hombre  tenia  su  fami 
lia ,  sus  recreos,  su  propia  vida, y  cometieron  una  maldad  horrorosa  con 
«leñándole  á  morir  aquí  batallando  con  la  esclavitud  »  Y  luego  parándose 
de  repente,  dijo  á  Las  Cazes :  •  Pero  estoy  leyendo  en  vuestros  ojos  reca- 
pacitar que  no  es  el  único  ejemplo  en  Santa  Helena.  Amigo  mió,  no  cabe 
el  menor  parangón ;  si  el  atentado  es  mas  rematado ,  también  las  victimas 
ofrecen  otros  recursos.  No  nos  han  sujetado  á  padecimientos  corporales,  y 
aun  cuando  lo  hubieran  intentado,  tenemos  una  alma  que  burlaría  á  nues- 
tros tiranos Nuestra  situación  puede  tener  también  sn  aliciente 

Somos  mártires  de  una  causa  inmortal Millones  de  hombres  nos  lio. 


C80  HISTORIA 

ran,  la  patria  suspira  y  la  gloria  yace  enlutada Las  desgracias  tienen 

también  su  heroísmo  y  su  esplendor La.  adversidad  faltaba  á  mi  car 

rera Si  hubiese  fallecido  en  el  solio,  en  la  mole  de  mi  omnipoten- 
cia ,  hubiera  sido  un  problema  para  muchas  jentes;  hoy,  gracias  á  la  des- 
ventura, podrán  sentenciarme  á  pecho  descubierto. » 


x^yf^s^mt^^ 


Napoleón  se  trasladó  el  1 8  de  setiembre  de  Briars  á  Longwooc/.  Aque 
lia  nueva  morada  le  ofreció  mas  comodidades ;  pero  encontró  las  mismas 
trabas  y  la  idéntica  bastardía  por  parte  de  sus  alcaides.  Colocaron  centi- 
nelas debajo  de  sus  ventanas  y  le  estrecharon  con  cautelas  incomodísimas, 
y  aun  indecorosas.  Mandó  á  Monlholon  que  se  lo  escribiera  al  almirante, 
no  queriendo  tratar  directamente  ninguno  de  aquellos  puntos  con  él,  por 
no  rendirse,  dijo,  á  la  discreción  de  alguno  al  cual  daria  lugar  para  decir 
falsamente:  « El  emperador  me  ha  dicho  esto. » 


DE  NAPOLEÓN.  «81 

Kn  uno  de  sus  paseos  á  caballo,  á  fines  de  diciembre ,  tuvo  que  apear- 
se por  el  mal  estado  de  los  caminos  y  se  atascó  en  tal  estremo  que  estuvo 
fbrrojcnndo  para  salir  del  paso,  sobreviniéndole  ciertas  zozobras.  «  Vaya 
una  sucia  aventura,»  dijo,  y  cuando  estuvo  fuera  del  apuro,  anadió: 
■¿Qué  bubieran  dicho  en  Kuropa,  si  hubiésemos  desaparecido  aquí?  I -os 
hipócritas  probarían  sin  duda  que  nos  habíamos  empozado  por  nuestras 
culpas.  > 

Casi  todos  los  Ingleses  que  pasaban  por  aquellas  aguas  se  detenían  en 
Santa  Uelena  para  ver  la  esclarecida  victima  de  su  gobierno.  Napoleón  los 
recibía  siempre  con  tanto  agrado  como  señorío,  y  como  le  hallaban  muy 
diferente  del  retrato  que  se  les  habia  estado  haciendo  por  espacio  (\r  \  **in 
te  años ,  se  disculpaban  de  haber  podido  dar  crédito  á  las  atrocidades  pu- 
blicadas sobre  él.  •  Pues  bien ,  dijo  Napoleón  á  uno  de  ellos  sonríéodose, 
á  vuestros  ministros  debo  todas  estas  finezas ;  pues  han  inundado  la  Eu- 
ropa con  folletos  contra  mí.  Acaso  dirían  para  descargarse  que  no  hacían 
mas  que  responder  a  lo  que  recibían  de  Francia  misma,  y  en  esto  es  pre- 
ciso ser  justo  .  aquellos  de  los  nuestros  á  quienes  se  vio  bailar  sobre  las 
ruinas  de  su  patria  se  esmeraban  en  tenerlos  colmadamente  surtidos. » 

Sin  embargo  el  almirante  se  mostró  deseoso  de  contestar  á  las  quejas 
con  que  Montholon  le  había  oficiado.  Pasó  á  tener  una  esplicacion  con  el 
emperador  y  se  separaron  contentos  uno  de  otro.  Kl  coronel  Skelton,sub- 
gobernador,  trataba  también  á  Napoleón  con  sumo  miramiento.  El  empe 
rador  le  solía  convidar  á  comer,  acompañándole  su  esposa. 

El  t°.  de  enero  de  \  846,  todos  los  compañeros  de  infortunio  del  hom 
bre  grande  se  reunieron  para  rendirle  sus  acatamientos  con  motivo  del 
año  nuevo.  Napoleón,  á  quien  aquella  festividad  recordaba  los  dias  ven 
torosos  de  su  poderío,  no  dejó  asomar  ni  un  ápice  de  la  intima  compara 
cion  que  dentro  de  sí  estaba  haciendo  entre  el  recibimiento  familiar  «I  ■ 
I  .ouiiwood  y  el  boato  imperial  de  las  Tuilerías.  Acojió  afectuosamente  n 
los  cortesanos  de  la  desgracia  y  los  agasajó  llanamente  á  todos  con  el  des 
ayuno  del  té.  •  No  componéis  mas  que  un  puñado  al  estremo  del  orbe, 
les  dijo ,  y  á  lo  menos  vuestro  consuelo  debe  ser  el  mutuo  cariño.  • 

Todos  los  dias  asomaban  por  Ixmgwood  marineros  que  burlaban  las 
centinelas  y  sus  órdenes  para  acercarse  á  la  residencia  y  ver  H  rostro  del 
héroe  prfcionero.  «¡Cuánto  puede  la  imajinacion!  decía  Napoleón;  he 
ahi  unos  hombres  que  no  me  conocían,  que  nunca  me  habían  visto.  \  mu 
embargo,  ¿qué  no  sentían  y  qué  no  hubieran  hecho  por  mi?  Y  la  misma 
estrañeza  se  renueva  en  todos  los  paises  edades  v  sexos  He  ahi  el  fana 
tismo.  Si.  la  imajinacion  gobierna  al  mundo.  • 

El  ámbito  por  donde  Napoleón  podía  pasearse  á  caballo  no  le  permitía 
sino  una  carrera  de  media  hora ;  y  aun  tuvo  pronto  que  carecer  de  aquel 
recurso.  Ora  era  un  oficial  ingles  que  se  agraviaba  de  tener  que  rezagar 

8ft 


682  HISTORIA 

se  y  que  se  empeñaba  en  alcanzar  á  los  que  acompañaban  al  emperador  ¡ 

ora  era  un  soldado  ó  un  cabo  que  equivocaba  la  orden  y  le  estaba  apuu 

tando 


~K*&sá¿ 


El  clima  y  el  cautiverio  no  tardaron  en  surtir  su  electo ,  pues  adoleció 
el  emperador  notablemente.  No  era  de  complexión  tan  recia  como  se  le 
habia  supuesto,  y  según  espresion  de  sus  compañeros  de  infortunio,  « su 
cuerpo  distaba  mucho  de  ser  de  hierro  (i ) ,  aunque  la  parte  morcl  lo  era.  • 
El  doctor  O'Meara,  cirujano  inglés,  le  cuidó  y  mereció  toda  su  confianza. 

Los  periódicos  fueron  trayendo  sucesivamente  á  Santa  Helena  la  noti- 
cia de  la  muerte  de  Murat,  el  levantamiento  y  suplicio  de  Porlier,  la  causa 


(t)  Sin  embargo  pocos  hombres  han  aguantado  tan  sumas  fatigas  como  Na- 
poleón. Cítense,  entre  sus  carreras  extraordinarias,  la  de  Valladolid  á  Burgos 
(35  leguas  españolas), que  hizo  en  cinco  horas  y  media  á  escape. 


DE  NAPOLEÓN  «83 

y  ejecución  deNey.  Cuando  I  .as  Caxcs  leyó  en  presencia  del  emperador  el 
periódico  que  anunciaba  la  muerte  trájica  del  rey  de  Ñapóles,  Napoleón 
le  asió  desaladamente  la  mano  y  esclamó  al  mismo  tiempo  sin  añadir  una 
palabra  mas:  i  Los  Calabreses  han  sido  mas  humanos  y  jenerosos  que  los 
me  enviaron  aquí. » 

No  estrañó  la  tentativa  de  Porlicr.  •  A  mi  regreso  de  la  isla  de  Klba  , 
dijo,  los  Españoles,  que  habian  sido  los  mas  encarnizados  contra  mi  in 
vasion,  y  mas  reputación  se  habian  granjeado  en  la  resistencia,  se  me  di 
rijieron  inmediatamente  ¡  habian  peleado  contra  mi ,  decían ,  á  fuer  de  ti 
rano,  y  venían  á  implorarme  como  su  libertador. No  me  pedían  mas  que  una 
corta  cantidad  para  alcanzar  su  franquicia  y  promover  en  la  Península  una 
revolución  semejante  á  la  mía. Si  hubiese  vencido  en  Waterloo,  los  hubiera 
socorrido.  Esta  circunstancia  me  pone  de  manifiesto  la  tentativa  de  que 
se  trata.  No  cabe  duda  en  que  se  renovará  todavía.  Por  mas  que  Fernán 
do  enfurecido  apriete  sañudamente  su  cetro,  un  dia  se  le  resbalará  de  la 
mano  como  una  anguila.» 

Conceptuaba  que  Ney  habia  sido  tan  mal  procesado  como  defendido  y 
se  airaba  contra  una  sentencia  quebrantadora  de  una  capitulación  sagra 
da.  l.i  ejecución  del  mariscal  no  fué  calificada  menos  severamente  por  el 
prisionero  de  Santa  Helena  que  lo  fué  posteriormente  por  un  gran  escritor 
y  esclarecido  jeneral  en  el  recinto  mismo  de  la  Cámara  de  los  Pares. 

Pasando  después  á  tratar  de  la  clemencia  negada  á  Madama  de  tava 
lette  y  la  huida  de  su  marido,  el  emperador  tildaba  feamente  el  descarrío 
de  la  política  menguada  de  los  Borbones.  t  Pero  los  salones  de  Paris,  de 
cia,  mostraban  los  mismos  desafueros  que  los  clubs,  la  nobleza  volvía  a 
reproducir  los  jacobinos....  A  lo  menos  nuestros  Franceses,  anadia,  ilns 
traban  sus  sentimientos ;  Madama  I ^abedoyere  habia  estado  á  punto  de  fa- 
llecer por  su  quebranto ;  Madama  Ney  habia  ostentado  al  universo  su  de 
nodado  sacrificio ,  Madama  Lavalette  iba  á  ser  la  heroína  de  Europa.» 

Napoleón  no  se  atenía  á  la  política  contemporánea.  Cuando  habia  re 
corrido  arrebatadamente  con  una  mirada  veloz  y  atinada  la  Europa  ae 
tual  y  resumido  lo  presente,  se  complacía  en  volver  á  lo  pasado  y  hacer 
comparecer  ante  sí  hombres  y  acontecimientos  descollantes  en  la  historia, 
cuyos  juicios  residenciaba  desde  la  cumbre  de  sus  alcances  inmensos ,  y 
con  su  perspicacia  sin  par.  En  una  de  aquellas  correrías  por  los  ámbitos 
de  la  antigüedad ,  paró  la  atención  en  la  lid  tenacísima  entre  plebeyos  y 
patricios  de  la  antigua  Roma,  y  apuntó  los  yerros  y  contradicciones  que  la 
posteridad  habia  sentado  en  punto  á  los  Cracos.  « U  historia,  dijo,  retrata 
en  suma  á  los  (¿raros  allá  como  sediciosos,  trastornadores  y  malvados  ;  y 
luego  en  el  pormenor  asoman  como  pundonorosos ,  apacibles ,  desintere 
sados  y  de  rectos  procederes ,  siendo  además  hijos  de  la  esclarecida  Cor 
nelia,  lo  cual  para  los  pechos  grandiosos  redunda  al  punto  en  sumo  con 


CS4  HISTORIA 

cepto  á  su  favor.  ¿  De  dónde  podia  provenir  semejante  oposición  ?  Prove- 
nia de  que  los  Gracos  se  habían  sacrificado  jenerosamente  por  los  derechos 
de  un  pueblo  oprimido  contra  un  senado  tiránico,  y  que  sus  injenios  pree 
minentes  é  índole  preciosa  los  estrellaron  contra  una  aristocracia  feroz 
que  triunfó ,  los  degolló  y  deshonró.  Los  historiadores  parciales  vinieron 
luego  á  dejarlos  tiznados  para  siempre. 

« En  esta  desaforada  lid  de  la  nobleza  con  la  democracia  que  acaba  de 
renovarse  eo  nuestros  dias,  añadió,  en  esta  exasperación  de  la  antigua 
prole  contra  la  nueva  industria  que  está  fermentando  en  toda  la  Europa, 
no  cabe  duda  en  que  si  la  aristocracia  triunfara  por  la  fuerza,  hallaria  por 
donde  quiera  muchos  Gracos  y  los  trataría  en  lo  sucesivo  tan  benigna- 
mente como  lo  hicieron  sus  antepasados. » 

En  el  momento  en  que  Napoleón  estaba  pronunciando  estas  palabras, 
no  era  ya  nna  mera  hipótesis  el  enfurecimiento  de  la  aristocracia  contem- 
poránea. La  reacción  de  1815  asolaba  la  Francia;  la  sangre  de  Labedoye- 
re,  Ney  ,  Charlran  y  Mouton-Duvernet  corría  con  la  de  Bruñe  y  Ramel. 
Los  ejecutores  de  las  sentencias  de  los  estranjeros  y  de  la  corona  se  afana- 
ban en  redondear  la  tarca  de  los  asesinos  que  había  abortado  el  popula- 
cho de  algunas  ciudades  meridionales. 

¿Y  do  era  el  mas  ilustre  y  temido  de  todos  los  demócratas  aquel  mis- 
mo á  quien  la  aristocracia  había  encerrado  en  Santa  Helena  para  irlo  ase- 
sinando á  pausas?  Que  Napoleón  recuerde  á  Las  Cazes  en  su  peñón  los 
servicios  que  ha  hecho  á  los  reyes,  que  los  acuse  de  ingratitud  y  se  alabe 
«de  haber  atajado  contra  ellos  lo  que  dispararon  contra  él  (1) ; »  este  re- 
cuerdo podrá  servir  á  explicar  su  derrocamiento  y  abonar  el  desamparo  de 
los  pueblos  contra  los  rigores  inesperados  de  la  Prov  idencia ;  mas  no  por 
eso  los  reyes  han  desistido  de  desangrar  con  él  « al  primer  soldado ,  al 
gran  representante ,  al  mesías »  de  los  principios  democráticos  (2) ,  dic- 
tado esplendoroso  con  que  fundadamente  se  revistió,  mostrándose  aun  an- 
sioso de  él  en  Longwood,  y  que  hubiera  debido  preferir  siempre  al  de  sal- 
vador de  la  soberanía  y  bienhechor  de  la  aristocracia. 

Sin  embargo ,  asaltábale  á  veces  en  su  prisión  la  aciaga  idea  que 
había  acarreado  su  decadencia  y  esterminio.  El  mesías  revolucionario  aso 
maba  todavía  como  medianero  entre  lo  pasado  y  el  porvenir,  entre  el  hom- 
bre de  los  reyes  y  de  los  pueblos.  Esta  incompatibilidad  que  hei/ios  pro- 
curado demostrar  desai)areci6 sobre  todo  ante  él  con  motivo  de  la  declara- 


(1)  Memorial,  t.  II. 

(a)  Napoleón  disciplinó  la  democracia  y  la  liizo  conquistadora;  pero  ñola 
organizó,como  se  ha  supuesto  sin  fundamento,  porque  esta  organización  está  aun 
por  hacer.  Cuando  quiso  instituir,  consultó  lo  pasado,  y  no  hizo  mas  que  una 
monarquía  y  una  aristocracia  hereditarias. 


DE  NAPOLEÓN.  «¡85 

(ion  de  los  soberanos  del  2  de  agosto  de  \s\:\  *si  tienen  juicioen  i  uropa, 
«lijo,  si  el  orden  se  restablece  en  todas  partes,  entonces  no  importaremos 
ni  el  costo  ni  el  afán  que  emplean  con  nosotros  y  nos  quitarán  de  en  me 
dio;  mas  eso  puede  irse  dilatando  todavía  algunos  anos,  tres,  cuatro  ú 
cinco;  de  otro  modo,  y  prescindiendo  de  acasos  imprevistos,  no  veoMmi 
dos  grandes  probabilidades,  y  aun  harto  inciertas,  para  salir  de  aquí:  la 
necesidad  que  de  mí  pudieran  tener  los  reyes  contra  los  pueblos  desmán 
dados ;  ó  la  que  pudieran  tener  los  pueblos  sublevados  en  pugna  MU  los 
reyes ,  porque  en  esta  intensa  lucha  de  lo  presente  contra  lo  pasado  soy 
el  arbitro  y  medianero  natural;  había  aspirado  á  ser  el  juez  supremo; 
toda  mi  administración  interior  y  mi  diplomacia  esterior  se  encaminaban 
a  este  sumo  objeto.  El  éxito  fuera  mas  obvio  é  inmediato,  pero  el  destino 
lo  dispuso  de  otro  modo. Finalmente  puede  haber^ina  última  probabilidad, 
y  seria  la  necesidad  que  de  mí  pudieran  tener  contra  los  Rusos,  porque  en 
el  estado  actual  de  los  negocios,  antes  de  diez  años  toda  la  Europa  puede 
ser  cosaca  ó  república.  Estos  son  sin  embargo  los  estadistas  que  me  derro 
carón » 

El  emperador  opiuaba  después  que  la  declaración  del  2  de  agosto  , 
con  res|>ccto  á  él,  era  incsplicable  según  la  índole  personal  de  los  sobera- 
nos. 

« ¡  Francisco!  decia,  es  rclijioso,  y  soy  hijo  suyo. 

« ¡  Alejandro !  fuimos  amigos. 

■  ¡ El  rey  de  Prusia!  no  cabe  duda  en  que  le  hice  mucho  daño;  pero 
podia hacerle  mucho  mas;  y  luego, ¿no  hay  gloria  y  verdadero  logro  en 
encumbrarse  por  el  corazón? 

« En  cuanto  á  la  Inglaterra,  lo  debo  todo  al  encono  de  sus  ministros ; 
pero  el  príncipe  rejente  debiera  advertirlo  é  iutervenir,  so  pena  de  ser 
tildado  de  indolente  ó  de  apadrinar  una  maldad  vulgar. 

«  Lo  cierto  es  que  todos  los  soberanos  se  comprometen ,  so  desdoran 
y  malogran  mucho  conmigo 

Grande  hombre ,  dejad  pues  á  los  soberanos  que  se  comprometan , 
desdoren  y  anonaden  por  vos:  también  corresponde  esta  particularidad  á 
vuestro  instituto;  porque  no  se  os  ha  enviado  para  « consolidar  á  los  re 
yes  »  (aunque  hayáis  soltado  esta  espresion  y  á  veces  obrado  por  este 
rumbo^,  sino  al  contrario  para  continuar  la  demolición  del  edificio  mo 
nárquico  y  contribuir  al  esterminiode  la  soberanía  con  vuestros  triunfos. . 

El  fallo  soberano  que  provocaba  tan  entrañablemente  la  ira  del  aapfl 
rador  y  le  hacia  recordar  lo  que  habia  hecho  por  los  augustos  soberanos 
que  la  habían  firmado,  era  del  tenor  siguiente : 

•  Hallándose  Napoleón  en  poder  de  los  soberanos  aliados,  sus  majes 
tades  el  rey  del  reino  unido  y  de  la  (irán  Bretaña  é  Irlanda,  el  emperador 
de  Rusia,  y  el  rey  de  Prusia.en  virtud  de  los  pactos  de  25  de  marzo  de  4  81 5 


680  HISTORIA 

se  han  convenido  en  providenciar  adecuadamente,  para  imposibilitar 

toda  tentativa  por  su  parte  contra  el  sosiego  de  Europa. 

cArt.  \°.  Napoleón  Bonaparte  está  considerado ,  por  las  potencias 
que  firmaron  el  tratado  del  20  de  marzo  último,  como  su  prisionero. 

«  Art.  2o.  Su  custodia  está  con  especialidad  confiada  al  gobierno  bri- 
tánico, etc. ,  etc. » 

El  gobierno  inglés  habiéndose  avenido  así  á  ser  instrumento  de  los 
enconos  de  la  vieja  Europa,  con  menosprecio  del  derecho  de  jentes,  no 
le  faltaba  ya  al  rejio  alcaide  de  Windsor  sino  buscar  por  su  parte  un  ins- 
trumento subalterno  que  la  naturaleza  hubiese  labrado  de  intento  para 
la  ejecución  rigurosa  de  la  sentencia  espedida  por  los  soberanos ;  sus  mi- 
nistros, Casllereagh  y  Bathurst ,  hallaron  á  Hudson-Lowe. 


CUMTTI.O    LV. 


Hiiil^on  I.uwp.   I.ui  incesante  de  Napoleón  contra  el  empeño  y  ruin  proceder 

del  gobernador.  Padecimiento*  y  postración  del  emperador. 

La*  Cates  precisado  ¡i  separarse  de  Napoleón. 


udsovLowf.  !  A  este  nombre  todos  los  pe 
chos  honrados  se  horrorizan  «'•  indisponen . 
Keith  y  Cockburo,  habíais  dejado  divisar 
allá  un  rastro  de  asombro  con  la  gloria , 
algnn  acatamiento  al  numen  y  cierta  sim- 
patía con  la  nombradia  y  el  infortunio  i 
j  cuan  mal  os  enterasteis  de  vuestro  en- 
cargo !  Conceptuasteis  honradamente  que 
estabais  encargados  de  custodiar  y  zelar 
al  héroe  de  la  Francia...  ¡Bien  haya  vues 
tri  torpeza !  Ahora  llega  un  alcaide  que 
desempeñará  mejor  las  intenciones  de  sus  augustos  amos  ¡  él  os  ensenar» 


688  HISTORIA 

lo  que  de  vosotros  exijian  la  venganza  y  el  miedo  (4),  y  lo  que  pueden  con- 
seguir en  pocos  años  de  un  clima  como  el  de  Santa  Helena  al  arrimo  de  un 
hombre  como  Hudson-Lowe. 

El  nuevo  gobernador  desembarcó  en  Santa  Helena  el  J4  de  abril  de 
4816.  Desde  el  primer  asomo  lo  conceptuó  Napoleón  repugnantísimo. 
« Es  horroroso,  dijo;  tiene  una  cara  de  ahorcado.  Pero  no  hay  que  atrepe- 
llarnos en  nuestros  fallos puede  ser  al  cabo  que  la  parte  moral  nos 

abone  el  desfalco  de  ese  rostro  tan  siniestro ;  lo  cual  pudiera  no  ser  im- 
posible. » 

La  primera  disposición  que  tomó  Hudson-Lowe  fué  exijir  á  los  com- 
pañeros de  destierro  del  emperador  una  declaración  formal  espresando  que 
residían  voluntariamente  en  Longwood  y  se  avenian  á  todas  las  condi- 
ciones que  requería  el  cautiverio  de  Napoleón. 

Hudson-Lowe  se  complació  después  en  poner  oficiosamente  á  la  vista 
del  emperador  escritos  en  que  su  reinado  y  su  índole  se  hallaban  tiznados 
y  escarnecidos  con  desenfreno  ¡  uno  de  estos  libelos  era  obra  del  abate  de 
Pradt,  y  se  intitulaba  la  embajada  de  Varsovia.  Pero  una  travesura  de  esta 
clase  no  era  mas  que  un  recreo  inocente  para  un  hombre  como  Sir  Hudson. 
Quiso  que  compareciesen  ante  él  todos  los  sirvientes  del  emperador  para 
escudriñarlos  privadamente  acerca  de  la  espontaneidad  en  su  resolución 
de  permanecer  en  Santa  Helena ,  como  si  hubiese  desconfiado  de  la  since- 
ridad y  desahogo  de  su  declaración  escrita.  Aquel  ahínco  lastimó  á  Napo- 
león, y  sin  embargo  se  conformó  al  cabo  con  este  nuevo  ultraje.  Cuando 
el  gobernador  tuvo  ya  redondeado  aquel  desacato,  se  acerco  á  Las  Cazes 
y  Montholon  diciéndoles  que  estaba  satisfecho ,  y  « que  iba  á  oficiar  á  su 
gobierno  que  todos  habían  firmado  con  espedita  y  buena  voluntad. » Des- 
pués empezó  á  elojiar  aquel  sitio,  y  opinó  que  el  emperador  y  los  suyos 
se  quejaban  sin  fundamento,  pues  al  cabo  no  estaban  tan  desaviados.  Y  po- 
niéndole el  reparo  de  que  no  habia  un  solo  árbol  para  proporcionarse  al- 
guna sombra  bajo  un  cielo  tan  ardiente,  respondió  con  trastienda:  «¡Oh! 
ya  se  plantarán. »  Y  se  retiró  sin  añadir  una  palabra. 

La  salud  del  emperador  empeoraba  visiblemente.  A  fines  de  abril  tu 
vo  que  privarse  de  la  poca  libertad  que  le  dejaban  para  sus  paseos,  y  aun 
se  vino  á  emparedar  en  su  aposento.  El  gobernador  pasó  averie,  y  el  es- 
clarecido enfermo  le  recibió  tendido  en  su  sofá  y  en  paños  menO.es.  Sus 
primeras  palabras  fueron  para  participar  á  Sir  Hudson  que  iba  á  pro- 
testar contra  el  convenio  del  2  de  agosto.  Después  de  haber  recordado  que 


(i)  Nadie  rasgueó  tan  á  derechas  aquel  miedo  como  M.  de  Chateaubriand, 
.cuando  pronunció  en  la  tribuna  de  la  Cámara  de  los  Pares  estas  palabras  muy 
reparables:  «  La  levita  gris  y  el  sombrero  de  Napoleón  ,  colocados  en  un  palo 
por  la  costa  de  Brest,  harían  correr  la  Europa  á  las  armas.» 


DE  NAPOLEÓN.  «811 

h.ihi.i  rehusado  retirarse  ya  á  Rusia.  \nk  Austria,  que  tampoco  había  que 
rido  defenderse  en  Francia  hasta  el  ultimo  trance .  lo  cual  hubiera  podido 


proporcionarle  condiciones  ventajosas ,  añadió  :  «  Vuestros  hechos  no  os 
honrarán  en  la  historia,  >  sin  embargo  hay  una  Providencia  vengadora ; 
tarde  ó  temprano  padeceréis  so  castigo.  No  pasara  mucho  tiempo  sin  que 
vuestra  propiedad  y  vuestras  leyes  purguen  tamaño  atentado  ...  Vuestros 
ministros  han  probado  en  sus  intenciones  que  intentaban  quitarme  de  en 
medio.  /Porqué  los  reyes  que  me  han  proscrito  no  se  han  atrevido  a  de 
cretar  llenamente  mi  muerte?  Ijo  uno  hubiera  sido  tan  legal  como  lo  otro . 
Un  liu  pronto  hubiera  mostrado  mas  tesón  por  su  parte  que  la  muerte  Ico 
ta  á  que  me  condenan. " 

Kl  gobernador  contestó  disculpándose  con  sos  instrucciones. que  reque 
rían ,  dijo ,  que  un  oficial  siguiese  constantemente  los  pasos  del  emperador. 
•  Si  se  hubieran  observado,  replicó  Napoleón .  nunca  hubiera  salido  de 
mis  aposentos.'  Entonces  Sir  lludson  anunció  la  próxima  llegada  de 
un  buque  portador  de  un  palacio  de  madera,  muebles  y  comestibles,  que 

87 


690  HISTORIA 

podrían  suavizar  la  situación  de  los  habitantes  de  Longwood.  Pero  el  em 
perador  se  mostró  poco  esperanzado  con  la  noticia,  y  se  quejó  amarga- 
mente del  ministerio  inglés  que  le  privaba  de  toda  clase  de  consuelos , 
de  libros  y  periódicos,  y  lo  que  aun  era  mas  cruel,  de  noticias  de  su  espo- 
sa  é  hijo.»  Por  lo  que  toca  á  los  comestibles,  muebles  y  habitación,  aña 
dio,  V.  y  yo  somos  soldados  y  justipreciamos  todas  esas  ventajas.  Habéis 
estado  en  mi  pais,  y  tal  vez  en  mi  casa ;  sin  que  fuera  la  mas  pobre  de  la 
isla,  ni  que  yo  tenga  porque  abochornarme,  habéis  visto  no  obstante  cuan 
escasa  era.  Pues  bien,  aunque  he  poseido  un  trono  y  repartido  coronas,  no 
he  olvidado  mi  condición  primera  :  bastan  pues  un  sofá  y  este  lecho  de 
campaña." 

Al  salir  el  gobernador,que  habia  propuesto  varias  veces  durante  la  con  - 
versación  su  médico  al  emperador ,  renovó  su  ofrecimiento,  que  fué  repe- 
tidamente desechado.  Napoleón  refirió  inmediatamente  lo  que  habia  pa- 
sado entre  él  y  Sir  Hudson.  Después  de  su  relación,  y  al  cabo  de  un  rato 
de  silencio,  prorumpió:  « ¡Qué  poco  halagüeña  y  cuan  siniestra  es  laestam 
padel  tal  gobernador  !....  En  mi  vida  encontré  objeto  que  se  le  parecie 

se....  Con  semejante  hombre  á  solas  no  puede  uno  estar  descuidado 

Acaso  me  han  enviado  allá  otro  ente  que  un  alcaide " 

Y  como  si  no  fuera  bastante  con  los  torpes  procederes  de  sus  enemigos 
para  atormentar  y  deshacer  aquella  grandiosa  existencia ,  discordias  inte- 
riores vinieron  á  veces  á  acibarar  los  pesares  que  traspasaban  el  alma 
de  Napoleón.  Se  aposentó  la  desavenencia  entre  los  héroes  de  la  fidelidad. 
«A  veces,  dice  Las  Cazes,  se  suscitaban  entre  nosotros  disensiones  y  re- 
yertas que  desazonaban  al  emperador  y  aumentaban  sus  quebrantos.  Tra- 
tando de  esto  decia :  « Debéis  empeñaros  en  no  formar  aquí  mas  que  una 
familia  ¡  me  habéis  seguido  para  mitigar  mis  penas ;  ¿cómo  no  alcanza  es- 
te impulso  á  avasallarlo  todo?  "  En  una  ocasión  en  que  habian  entablado 
una  grave  disensión  dos  de  los  sirvientes  que  habian  seguido  su  infausta 
suerte,  el  emperador,  con  entrañable  desconsuelo  oyendo  hablar  de  desa 
íio ,  les  hizo  esta  espresiva  y  tierna  amonestación  : 

« Decis  que  me  habéis  seguido  para  serme  agradables.  Sed  hermanos, 
ó  si  no,  me  sois  importunos....  ¿Queréis  hacerme  feliz?  Sed  hermanos,  de 
lo  contrario,  me  sois  un  martirio. 

« Habláis  de  retaros,  y  esto  en  presencia  mia.  ¿Pues  qué,  no  soy  yo  to 
do  para  vuestros  cuidados  y  no  están  clavadas  en  nosotros  las  miradas 
de  los  estranjeros?  Quiero  que  aquí  todos  alienten  con  mi  espíritu. . . .  Quie- 
ro que  todos  sean  felices  al  rededor  de  mí;  y  sobre  todo  que  cada  cual 
participe  de  los  escasos  logros  que  nos  han  quedado.  Hasta  Manuelito,  que 
aquí  está,  quiero  que  tenga  su  parte  completa. . . » 

Como  la  salud  del  emperador  empeoraba  cada  dia  y  requería  mayor 
asistencia,  quiso  tener  una  esplicacion  con  el  doctor  O'  Meara  para  saber 


1>K  NAIMH.KnN 
si  Ir  pflibi  mi  ministerio  romo  médico  del  gobierno  ingléselo 
una  cárcel  de  estado  ó  romo  médico  de  su  personn  Kl  ilortor  respomli.» 
con  tanto  señorío  como  desahogo,  que  entendía  ser  H  médico  de  Napo- 
león, y  desde  aquel  momento  H  niícrmo  le  dispensó  toda  su  conflan/a. 

Kl  gobernador,  después  de  haber  convidado  en  balde  ¿  com«»r  al  je 
neral  Bonapartc,  pasó  á  l.nngwood  á  mediados  del  mes  de  mayo  para  in- 
formar a  su  prisionero  que  había  llegado  la  casa  de  madera.  Kl  emn**ra 
dor  le  recibió  agriamente ;  declaróle  que  á  pesar  de  ciertas  contrariedades , 
el  almirante  había  merecido  toda  su  con  lianza,  y  que  no  parecia  qne  su 
sucesor  estuviera  deseoso  de  infundirle  otra  igual.  Sir  Hudson,  ofendido 
de  aquella  reconvención ,  contestó  que  no  había  ido  á  recibir  lecciones. 

«Sin  embargo  no  es  culpa  mía,  si  las  necesitáis, replicó  el  emperador  ¡ 
me  habéis  dichoque  vuestras  instrucciones  eran  mucho  mas  estrechas  qne 
las  del  almirante.  ¿Serán  de  hacerme  morir  con  puñal  ó  veneno?  Todo  lo 
espero  departe  de  vuestros  ministros;  heme  aquí,  ejecutad  vuestra  \u- 
tima,  ignoro  de  que  medios  os  valdréis  para  envenenarme;' pero  en  man 
to  á  sacrificarme  á  puñaladas ,  ya  habéis  hallado  el  medio  de  hacerlo  Si, 
romo  me  habéis  hecho  la  amenaza,  intentareis  atropellar  mi  vivienda,  os 
advierto  que  el  valiente  55."  no  entrará  sin  pisar  mi  cadáver." 

Napoleón  esperímentó  alguna  mejora  en  su  salud  y  le  aconsejaron  qne 
la  aprovechase  para  repetir  sus  paseos  á  caballo.  Al  pronto  lo  rehusó,  no 
queriendo  pasear  por  el  ámbito  reducido  que  le  estaba  señalado  y  ■  dar 
vueltas  como  en  un  picadero.  •  Sin  embargo  cedió  al  fio  y  pasó  al  volver 
de  su  paseo  delante  del  campamento  inglés,  cuyos  soldados  lo  dejaron 


•^ 


692  HISTORIA 

todo  para  formarse  en  fila.  «¿Qué  soldado  europeo,  dijo  entonces ,  no  se 

conmueve  cuando  me  acerco?» 

Hudson  Lowe  estaba  como  temeroso  de  que  el  emperador  no  advirtie- 
ra bastante  que  estaba  prisionero  en  Longwood,  y  hacia  empeño  en  recor- 
dárselo diariamente  con  algún  agravio,  vejamen  ó  nuevo  desacato.  Prime 
ramente  le  retuvo  las  cartas  de  Europa,  aunque  hubiesen  llegado  abiertas 
y  por  conductos  nada  sospechosos,  bajo  pretesto  de  que  no  lashabialeido 
un  secretario  de  estado.  Luego  interceptó  una  esquela  de  madama  Bertrand 
porque  la  habia  escrito  sin  autorización,  y  prohibió  de  oücio  al  empe- 
rador y  á  las  personas  de  su  casa  toda  comunicación  verbal  ó  por  escrito 
con  los  habitantes  de  la  isla  que  no  hubiera  merecido  antes  su  aprobación. 

Entretanto  el  ministerio  inglés  habia  hecho  convertir  en  ley  la  deci- 
sión diplomática  del  2  de  agosto  relativa  al  cautiverio  de  Napoleón.  El 
gobernador,  habiendo  recibido  la  acta  correspondiente  del  parlamento,  tu 
vo  nuevo  cargo  para  atormentar  á  su  prisionero.  Añadió  á  la  publicación 
del  bilí  reílexiones  ofensivas  sobre  los  gastos  del  emperador  y  cuyo  obje 
to  era  hacer  que  se  considerasen  por  demasiado  numerosos  los  fieles  ser 
vidores  á  quienes  no  habia  podido  separar  de  su  amo. 

El  emperador,  asi  hostigado,  reconvenido  y  acosado  á  estocadas  cuan- 
do habia  pasado  su  vida  arrostrando  las  balas ,  adoleció  mas  que  nunca 


•       -i! 


II K   NAPOI.I  n\ 


M 


ilo  tedio  y  so  mantuvo  encerrado  en  su  aposento.  Desde  entonce*  ya  no  sa- 
lió sino  para  ir  á  ver  alguna  vez  á  madama  de  Montholon,  precisada  é 
guardar  cama  á  consecuencia  do  un  sobre  parto.  Aquella  señora  tenia  un 
hijo  do  siete  á  ocho  anos  llamado  Instan.  El  emperador  se  entretuvo  ha 
riéndole  recitar  algunas  fábulas,  y  confesándole  el  niño  que  no  trabajaba 
lodos  los  días  .  •  J  |>nes  que  no  romos  todos  los  ih.is  |  k  «lijo  —  H  MÉM 
respondió  el  joven  Montholon.  —Pues  bien,  debes  trabajar  todos  los dias, 
porque  no  se  debeeomer,  si  no  se  trabaja— O  en  ese  caso  trabajaré  todos 
los  días— He  aquí  el  inllujo  <lo  la  barriguila,  dijo  Napoleón  riendo  y  dan- 
do  palmadas  sobre  la  de  Trístan  ;  el  hambre  y  la  barriguita  nos  ponen  cu 
mo\imiento." 

La  familia  de  Ralcombe  visitaba  con  frecuencia  ¿  Napoleón,  quien  Ir 
manifestaba  siempre  sumo  interés  y  aprecio.  Kl  gran  maestro  en  el  ar te 
de  las  batallas,  que  no  habia  creído  en  Briarsque  eJ  mimen  y  la  glo 
ría  se  desdorasen  tomando  parte  en  un  juego  á  la  gallina  ciega  con  algn 
ñas  muchachas ,  tampoco  temió  comprometer  en  1-oogwood  el  brillo  de 
su  nombre  y  la  dignidad  de  su  carácter  continuando  esta  dulce  é  inocente 
familiaridad ,  encargándose  de  enseñar  el  juego  del  billar  á  una  de  las 
señoritos  de  Balcombe. 

I  .os  comisionados  de  las  potencias  europeas  acababan  de  llegar  á  San 
ta  Helena  y  deseaban  ser  admitidos  por  Napoleón.  Kl  almirante  Malcolm, 
•■  una  visita  que  hizo  á  Longwood  ,  se  lo  dijo  al  emperador  .  quien 
quedó  muy  satisfecho  de  aquel  valiente  marino;  pero  le  manifestó  la  im 
posibilidad  en  que  se  hallaba  de  admitir  á  su  presencia  á  los  comisionados 
de  los  aliados.  «Caballero,  le  dijo,  V.  y  yo  somos  hombres,  y  por  lo  tonto 
apelo  ni  parecer  de  V.  ¿Cómo  puede  ser  que  el  emperador  do  Austria,  con 
cuya  hija  me  casé,  que  solicitó  este  enlace  de  rodillas,y  al  cual  restituí  dos 
veces  su  capital,  y  tiene  detenidos  á  mi  mujer  é  hijo  .  me  envié  su  <  onu 
sionado  sin  una  sola  linea  para  mí  y  sin  la  menor  noticia  acerca  «le  la  aa 
W  de  mi  hijo?  ¿Cómo  puedo  recibirle  y  tener  algo  que  hablar  con  el ' 
Otro  tanto  digo  de  Alejandro,  que  cifró  su  blasón  en  llamarse  amigo  mió 
y  contra  el  cual  no  he  tenido  mas  que  guerras  políticas, y  no  guerras  per 
sonales.  Por  mas  que  sean  soberanos,  no  por  eso  dejan  de  ser  hombres; 
este  dictado  es  el  que  yo  requiero  en  la  actualidad.  ¿No  debieran  tener  al 
gun  asomo  de  sensibilidad?  Créame  V.,  cuando  repugno  el  titulo  de  jeme 
ral ,  no  es  porque  me  espante.  Lo  rehuso  porque  fuera  convenir  que  no 
he  sido  emperador:  en  esto  vuelvo  mas  bien  por  el  honor  de  tos  demás 
que  por  eJ  mió." 

Kl  almirante  había  entregado  al  emperador  periódicos  que  anuncia 
ban  la  muerte  de  la  emperatriz  de  Austria  v  la 
le>  comprendidos  el  el  decreto  del   1 1  de  julio. 
puesto  en  libertad,  y  Rcrtrand  condenado  n  muerte    \  I 


«94  HISTORIA 

también  en  aquella  temporada  cartas  de  su  madre,  de  su  hermana  Paulina 

y  de  su  hermano  Luciano. 

La  víspera  del  dia  de  San  Napoleón ,  el  emperador  tuvo  el  antojo  de 
cazar  perdices  ¡  pero  no  pudo  andar  mucho  tiempo  á  pié  y  tuvo  que  mon- 
tar á  caballo.  Por  la  tarde  sobre  mesi  habiendo  oido  que  era  la  víspera 
del  \  5  de  agosto ,  dijo  enternecidamente  i  «  Mañana  en  Europa  se  darán 
muchos  brindis  á  Santa  Helena.  Algunos  anhelos  atravesarán  el  Océano." 
AI  dia  siguiente  almorzó  con  todos  los  suyos  bajo  una  grande  y  hermosa 
tienda  que  habían  mandado  colocar  en  el  jardin  y  pasó  todo  el  dia  con 
ellos. 

Las  fuertes  reconvenciones  y  el  modo  directo  con  que  Napoleón  ajaba 
á  Hudson-Lowe  no  hacían  mas  queenconar  su  odio  y  estremar  su  vijilancia, 
siempre  tiránica.  M.  Hobhouse  habiendo  dirijido  al  emperador  su  libro 
sóbrelos  Cien  Dias  con  este  rótulo  en  letras  doradas:  A  Napoleón  el  grande, 
el  gobernador  interceptó  la  obra  socolor  de  que  en  ella  se  hablaba  mal  de 
Castlereagh  ;  y  pocos  dias  después  de  este  ruin  procedimiento  se  atrevió 
á  presentarse  al  emperador,  á  quien  sobrocojió  en  el  jardin  de  su  habita 
cion,  y  trató  de  sincerarse  diciendo  que  si  le  conociera  mejor,  le  juzgaría 
con  menos  aspereza.  Este  descaro  le  acarreó  nuevos  desengaños  en  presen- 
cia misma  del  almirante  Malcolm. 

« Nunca  habéis  mandado,  dijo  Napoleón,  sino  á  vagamundos  y  deser- 
tores corzos  ,  facinerosos  piamonteses  y  napolitanos.  Conozco  el  nombre 
de  todos  los  jenerales  ingleses  que  han  sobresalido  j  pero  nunca  os  oí  men- 
tar sino  como  un  amanuense  de  Blucher  ó  como  un  capataz  de  bandole- 
ros. Nunca  habéis  mandado  á  hombres  de  honor,  ni  habéis  estado  acostum- 
brado á  vivir  entre  ellos."  Habiendo  respondido  Sir  Hudson  que  no  ha- 
bía pretendido  el  encargo  que  le  habían  dado,  Napoleón  replicó  i  « Esos 
destinos  no  se  piden ,  los  gobiernos  los  dan  á  sujetos  que  se  han  deshon 
rado."  El  gobernador  se  acojió  entonces  á  su  deber,  y  se  escudó  con  las 
órdenes  ministeriales  de  que  no  podia  prescindir.  «  No  creo,  replicó  arre- 
batadamente el  emperador ,  que  ningún  gobierno  sea  tan  vil  que  dé  órde 
nes  semejantes  á  las  que  hacéis  ejecutar."  Hudson-Lowe  habia  manifes 
tado  á  su  prisionero  que  el  gobierno  inglés  quería  reducir  los  gastos  que 
se  hacían  en  Longvvood.  «  No  me  enviéis  nada  para  mi  manuteLcion  ,  sí 
queréis,  le  dijo  el  emperador,  iré  á  comer  á  la  mesa  de  los  valientes  oficia 
les  del  55 ;  estoy  cierto  que  ni  uno  solo  dejará  de  conceptuarse  venturo- 
so en  dar  un  asiento  á  un  veterano.  Sois  un  esbirro  siciliano,  y  no  un  In 
glés.  Noos  presentéis  mas  delante  de  mí,  si  no  cuando  me  traigáis  la  orden 
de  mi  muerte,  y  entonces  se  os  franquearán  todas  las  puertas." 

Viendo  Hudson-Lowe  que  era  un  objeto  de  menosprecio  y  de  horror, 
no  solo  para  Napoleón,  sino  para  todos  los  Franceses  de  Longwood,  trató 
de  asociarse  á  los  Ingleses  de  Santa  Helena  en  la  posición  hostil  en  que 


DE  NAPOLEÓN. 
se  había  constituido  por  sos  malo*  procederes  ron  el  emperador  y  los  su 
vos.  En  su  consecuencia  hizo  rundir  la  voz.  de  que  si  NApoleon  se  negaba 
á  recibirlos,  tan  solo  era  por  odio  que  profesaba  á  la  nación  inglesa,  i  que 
su  encono  trascendía  hasta  a  los  oficiales  del  .'¡."."a  quienes  no  queria  ver. 
Pero  sabedor  de  esto  el  emperador,  hizo  venir  al  capitán  Poppleton,  que 
ora  el  oficial  mas  antiguo  de  aquel  cuerpo, y  le  aseguró  que  nunca  habia 
dicho  ni  pensado  cosa  alguna  que  pudiera  comprobar  la  mentira  del  go 
lnrnador.  •  No  soy  una  vieja ,  le  dijo ;  soy  amigo  de  todo  valiente  solda- 
do que  ha  sufrido  un  bautismo  de  fuego,  cualquiera  que  sea  su  nación ." 
Después  que  Sir  lludson  se  empachó  de  vergüenza,  tratando  desince 
rarse  con  Napoleón  ,  se  valió  de  miles  desacatos  para  esplicar  la  infamia 
de  sus  hechos.  Mandó  llamar  al  doctor  O'  Meara,  so  pretcstode  tener  in 
formes  individuales  acerca  déla  salud  de  su  prisionero;  peroen  realidad  ron 
el  intento  de  recriminar  violentamente  contra  él  con  motivo  de  su  última 
visita.  « Decid  al  jeneral  Bonaparte,  pronunció  enfurecido .  que  debiera 
estar  mas  sobre  si  en  su  comportamiento,  porque  si  continúa  ,  me  veré 
precisado  á  providenciar  estrecheces  mayores  de  las  que  ahora  se  practi 
can."  Después  acusó  á  Napoleón  de  haber  sido  cansa  de  la  mnerte  de  mu- 
cho» millones  de  hombres,  y  dijo  al  acabar  >que  miraba  á  Ali  Bajá  como 
un  malvado  mucho  mas  respetable  que  Bonaparte." 

Por  lo  demás  el  emperador  se  culpaba  á  si  mismo  por  el  ímpetu  con 
que  había  hablado  al  gobernador.  Mas  propio  fuera  en  mi ,  decía,  el  ha 
ber  espresado  tales  desengaños  á  sangre  fría;  tuvieran  asi  mas  trascenden 
cía."  El  doctor  O  Meara  pasó  á  asegurarle  que  lludson  Lówc  había  pro 
metido  que  no  volvería  á  poner  los  pies  en  Longwood. 

Sin  embargo  las  protestas  verbales ,  por  enérjicas  y  elocuentes  que  fue 
sen  ,  no  bastaban  á  Napoleón  para  encomendar  á  las  jeneraciones  contem- 
poráneas y  á  la  posteridad  el  juicio  infamante  con  que  por  fin  había  al 
canzado  á  sos  jueces  desde  la  cumbre  de  su  peñasco  y  en  el  ejercicio  de 
aquella  supremacia  moral  quedan  lajustíciayel  talento  y  qne no  se  píer 
dni  en  un  naufrajio  político.  Encargó  pues  al  conde  de  Montholon  que 
notificase  al  gobernador  un  documento  auténtico  en  que  se  iban  apli- 
cando sus  agravios  y  su  reprobación,  espresada  con  tanta  pujanza  co- 
mo lójica. 

Hurtan  Lowe se  estaba  siempre  quejando  del  gasto  de  Longwood.  To- 
dos los  días  andaba  suscitando  contiendas  rastreras  sobre  los  alimentos  , 
sin  temor  de  comprometer  su  autoridad  en  mezquinos  pormenores,  como 
por  algunas  botellas  de  vino  ó  algunas  libras  de  carne.  No  obstante  pro 
puso  que  se  alimentaria  el  gasto  del  emperador  y  de  los  suyos,  coa  tal  que 
este  esceso  pasara  por  sus  manos;  y  amenazó  que  baria  reducciones,  si  se 
1  vlmba  su  propuesta  ¡  con  cuyo  motivo  dijo  Ias  Caaes  en  su  diario: 
•  Están  regateando  nuestra  existencia.    El  emperador  no  quiso  nunca 


090  HISTORIA 

terciar  en  discusiones  de  tal  clase  y  encargó  que  sobre  este  punto  nada  se 

le  comunicase. 

Sin  embargo  Sir  Hudson  realizó  sus  amenazas :  se  hicieron  reduccio 
ncs,  y  pronto  faltólo  necesario  en  Longwood.  Un  dia  que  el  emperador 
habia  comido  en  su  aposento  y  pasó  a  sobrecojer  en  la  mesa  común 
á  sus  comensales  acostumbrados,  advirtió  que  apenas  tenian  comida  Des- 
de entonces  mandó  que  se  vendiera  cada  mes  una  parte  de  su  plata  labrada 
para  suplir  á  lo  que  andaba  cercenando  el  gobernador. 

No  satisfecho  Hudson  Lowe  con  haber  reducido  al  emperador  á  ven- 
der su  vajilla  para  mantenerse,  quiso  tener  con  esta  circunstancia  un 
nuevo  medio  de  incomodar  á  su  prisionero.  Como  habia  compradores  que 
contendían  por  el  logro  de  poseer  alguna  alhaja  perteneciente  al  sumo 
prohombre,  y  esta  competencia  habia  hecho  ofrecer  cien  guineas  por 
un  solo  plato,  el  gobernador  dispuso  que  no  pudiera  venderse  la  plata 
labrada  sino  á  la  persona  que  él  mismo  señalase.  Pero  el  emperador  ya 
liabia  tratado  por  su  parte  de  poner  coto  á  esta  competencia ,  mandando 


DE  NAPOLEÓN.  «07 

que  se  borrase  de  la  plata  labrada  todo  rastro  de  que  procediese  de  sn 
casa.  Solo  conservó  algunas  águilas  macizas  colocadas  en  las  tapaderas. 

Estas  desazones  diarias  iban  quebrantando  la  existencia  del  empera 
dor .  la  alteración  de  sus  facciones  habia  becho  progreso»  temibles  y  va- 
riado de  tal  modo  su  fisonomía,  que  por  cada  dia  estaba  mas  patente  sn 
semejanza  con  su  hermano  mayor.  Empero  sus  padecimientos  y  so  me 
noscabo  no  le  atajaban  los  ejercicios  \  larcas  intelectuales  qne  habia  em 
prendido  desde  su  llegada  á  la  isla.  Por  una  parte  continuaba  el  estudio 
del  inglés  que  Las  Cazes  se  habia  encargado  de  ensenarle,  y  se  afanaba 
siempre  en  dictar  ya  á  sus  jenernlcs,  ya  á  Ias  Cazes  y  á  su  hijo  el  porme 
ñor  de  sus  campañas  y  de  todas  las  circunstancias  memorables  de  su  vida. 
El  mismo  dia  que  Hudson  l.owe  trató  de  atormentarle  con  sus  postreras 
demandas  respecto  ¿  la  plata  labrada,  dictó  la  batalla  de  Marengo  al  je 
n.T.il  Gourgaud  y  se  ocupó  en  repasar  con  I-as  Cazos  la  batalla  de  Areola 
que  le  habia  dictado  anteriormente.  «  Al  principio,  dice  el  Memorial ,  el 
emperador  se  hacia  leer  sus  capítulos  por  de  noche.  Pero  habiéndose  que 
dado  dormida  una  de  aquellas  señoras,  no  quiso  continuar  y  dijo  con  es 
te  motivo :  « Siempre  asoman  las  ínfulas  de  autor." 

Despnes  de  tantos  ultrajes  y  persecuciones  á  que  se  habia  propasado 
con  el  emperador,  y  tras  tantísimo  sonrojo  como  le  habia  resultado,  Hud 
son  Ijowe  todavía  solicitó  el  visitarle :  pero  el  emperador  estuvo  inflexi 
ble  y  respondió  terminantemente  que  no  lo  vería  nunca.  Entonces  el  go 
bernador  se  arrojó  á  enviarle  una  carta  por  mano  de  OMeara,  en  la  que 
declaraba  no  haber  sido  nunca  su  ánimo  el  ofender  ó  insultar  al  jeneral 
fíonaparíe  ¡  lo  cual  le  daba  derecho,  decia ,  para  exijir  de  él  «  disculpas 
por  el  lenguaje  arrebatado  de  que  se  habia  valido  en  su  postrer  visita. 
Hudson  Lowe  quería  también  disculpas  de  parte  del  jeneral  Rcrtrand  . 
que  tampoco  le  habia  respetado  en  su  última  conversación.  •  El  empera 
dor  ,  dice  O' Meara ,  se  sonrió  desdeñosamente  con  la  aprensión  de  desa 
graviar  á  Sir  Hudson  Lowe." 

Al  cabo  de  dos  diasel  coronel  Rende  pasó  á  Ijongwood  y  pidió  qne 
le  dejasen  ver  al  emperador.  Era  portador  de  una  nota  «ni  que  Sir  Hudson 
apuntaba  aun  mas  demandas.  El  coronel  .admitido  a  presencia  de  Ñapo 
león. le  leyó  aquel  documento  escrito  en  inglés  y  se  lo  guardó  sin  dejar  tra 
duccion  vi  copia.  Hudson  lx)wc  había  decretado: 

•  Qne  cuantos  Eranceses  apetecieran  permanecer  con  el  jeneral  Roña 
parte  deberían  firmar  la  fórmula  que  se  les  presentaría,  aviniéndose  á  to 
das  las  cortapisas  que  pudieran  imponerse  ,i|  jeneral  Ronaparte,  sin  apon 
tar  el  menor  reparo  sobre  este  particular  ,  y  los  que  ««o  negasen  tendrían 
que  ir  desde  luego  al  cabo  de  Ruena  Esp.  ranza  Loi  sil  i  lentes  se  habían 
de  reducir  a  cuatro:  los  quedados  deliei  lan  considerarse  sujetos  a  las  le- 
yes como  si  fuesen  subditos  de  la  tiran  Rretaña.  ante  lodo  por  lo  tocante 


098  HISTORIA 

á  las  espedidas  parala  seguridad  del  jeneral  Bonaparte  y  que  declaraban 
crimen  de  felonía  toda  complicidad  para  ayudarle  á  evadirse.  Cualquiera 
deellos  que  se  propasase  á  injurias  é  hiciese  algún  reparo,  ó  se  portara  mal 
con  el  gobernador  ó  con  el  gobierno  bajo  el  cual  se  hallaba,  seria  remi 
tido  inmediatamente  al  cabo  de  Bueña-Esperanza ,  en  donde  no  se  le  pro 
porcionaria  medio  alguno  para  volver  á  Europa." 

Cuando  el  doctor  hubo  comunicado  á  Napoleón  este  soberano  decreto 
de  su  alcaide,  el  emperador,  tras  de  algunas  advertencias  sobre  tama 
ña  tiranía,  terminó  diciendo ¡  «Preferiría  que  se  marchasen  todos  á  te- 
ner  al  rededor  de  mí  cuatro  ó  cinco  personas  continuamente  sobresalta 
das  y  amagadas  por  puntos  de  verse  embarcadas  á  viva  fuerza,  porque 
según  esa  nota,  quedan  absolutamente  á  su  disposición.  Que  despache  á 
todos  y  ponga  centinelas  en  puertas  y  ventanas ,  que  no  me  envíe  mas  que 
pan  y  agua;  poco  me  importa.  Mi  alma  está  libre  y  este  corazón  lo  está 
tanto  como  cuando  daba  leyes  á  la  Europa." 

Todavía  no  quedan  dichas  todas  las  restricciones  á  que  Hudson  Lo- 
we  intentaba  imponer  al  emperador.  Declaraba,  en  virtud  de  su  omnipo 
tencia  en  toda  laestension  déla  cárcel  confiada  á  su  custodia,  que  Ñapo 
Jeon  no  podría  salir  del  camino  real ,  entraren  ninguna  casa,  ni  hablar 
con  los  que  encontrara  ea  sus  paseos  á  pié  ó  á  caballo ;  añadiendo  además 
que  las  restricciones  impuestas  al  jeneral  Bonaparte  eran  también  aplica 
bles  á  las  personas  de  su  comitiva. 

Al  pronto  se  aflijieron  en  Longwood,  creyendo  en  semejante  recargo 
de  un  estado  ya  de  suyo  tan  riguroso.  El  doctor  se  encargó  de  tener  con 
el  gobernador  una  esplicacion  terminante  sobre  estepunto.  Hudson  Lowe 
la  dio  sin  titubear  y  sin  tratar  de  minorar  sus  disposiciones  repugnan 
tes.  Y  como  estaba  tan  preocupado  con  la  protesta  de  oficio  que  le  habia 
dirijido  Madama  de  Montholon ,  quiso  saber  si  aquella  enérjica  denuncia 
se  habia  ó  no  remitido  á  Londres  y  á  otros  puntos  de  Europa,  y  si  queda 
ban  copias  de  ella  en  la  isla.  Habiéndole  respondido  O'  Meara  afirmativa 
mente,  le  sobrecojió  un  azoramiento  vehementísimo. 

Napoleón  se  lo  esperaba  todo  de  parte  de  Hudson  Lowe,  y  así  se  lo 
habia  declarado  á  él  mismo  desde  sus  primeros  avistamientos.  Sin  embaí 
go  con  la  última  providencia  se  airó  como  si  hubiese  dejado  muy  en  za 
ga  el  vuelo  de  sus  previsiones,  y  titubeaba  en  creer  que  ningmj,  ministro 
inglés  la  hubiera  dado,  por  mas  que  el  gobernador  le  enviara  á  decir  por 
O'Meara  que  todo  lo  que  hacia  era  conforme  con  las  instrucciones  de  su 
gobierno.  «  Estoy  seguro,  dijo,  que  ningún  ministro,  escepto  lord  Ba 
thurst,  quisiera  dar  su  anuencia  á  este  último  acto  de  tiranía." 

En  el  ímpetu  de  sus  quejas ,  Napoleón  habia  dicho  que  « acortaban 
sus  dias  con  pesadumbres."  Su  estado  empeoraba  por  cada  dia;  estaba 
.con  calentura  y  sentía  una  desazón  jeneral .  Ninguno  de  sus  compañeros 


DE  NAPOLEÓN  «W 

«le  iiiíortiiiiio  quiso  de*ampararle,por  violentas  qtM  tamba  condicione* 
de  lludson  Ixwe.  Remitieron  pues  al  gobernador  su  dorlaracion.  Armada 
cabalmente  como  la  hahin  pedido.  aimr|itr  sustituyendo  las  palabras  «El 
emperador  Napoleón  á  las  de  Napoleón  Uonaparto  "  lludson  l-owe  se  ne 
gó  á  pasar  por  esta  variación  y  devoh  io  la  declaración  al  jeneral  Bertrand 
l'.u  i  que  1 1  .si.  n  li.  i.i  Miiiin  habia  mandado.  Enterado  Napoleón  de  esta 
contienda,  pidió  que  se  negasen  á  firmar  y  se  dejasen  llevar  al  cabo  de  Bue 
na  Esperanza. 

Con  efecto,  el  gobernador  pasó  á  Ungwood  |>ara  informar  al  jenc- 
ral  Bertraml  que  vttoqM  los  jcnerales,  oficiales  y  criados  se  negaban  á 
firmar  la  declaración  idénticamente  cual  la  requería,  iban  á  ser  enviado» 
inmediatamente  al  cabo  de  Buena  Esperanza. 

Aquella  determinación  .  cuya  ejecución  era  inminente,  surtió  el  efec 
to  que  sin  duda  esperaba  el  gobernador.  Ix>s  hombres  que  se  habían  re- 
signado á  un  destierro  remoto  y  á  una  estrecha  reclusión  por  alternar  en 
la  suerte  del  héroe  que  estaban  acatando  y  queriendo  sobre  cuanto  habia, 
tuvieron  que  allanarse  á  tamaña  arbitrariedad,  antes  que  padecer  la  sepa 
ración  eon  q;ie  los  amenazaba  lludson  lx>we.  Pasaron,  sin  que  el  empe 
rador  lo  supiese,  después  de  las  doce  de  la  noche  á  casa  del  capitán  Pop 
pleton,  y  allí  firmaron  todos  el  acta  redactada  por  el  gobernador,  escepto 
Santini,  que  se  o  1  «ti no  en  rechazar  todo  escrito  en  que  su  amo  no  esto 
viera  calificado  con  el  dictado  de  emperador 

Este  nuevo  testimonio  de  cariño  tributado  á  Napoleón  por  sus  Mes 
servidores  no  le  causó  novedad.  «  Hubieran  firmado  Urano  Honaparte, 
dijo,  ó  cualquier  otro  apodo  afrentoso  por  quedarse  aquí  conmigo  en 
tan  sumo  desamparo,  antes  que  volver  á  Kuropa,  en  donde  podían  vi 
vir  espléndidamente.  "  Por  lo  demás  ,  el  emperador  convenia  con  el  doc 
tor  O'Meara  que  seria  ridiculo  por  su  parte,  en  la  situación  en  que  se  ha 
liaba,  titularse  emperador,  si  los  ministros  ingleses  no  le  obligaran  con  tan 
to  empeño  á  que  se  le  apease  de  aquel  dictado.  <  Parecería ,  dijo ,  á  uno  de 
aquellos  ile-\  enturados  de  Bedlam  (I)  queso  conteptiian  reyes  en  medio 
de  sus  cadenas  y  de  su  paja."  Pero  lo  que  le  hacia  inflexible  en  este  pu- 
to era  el  derecho  del  pueblo  francés  mas  bien  que  un  interés  de  vanagloria. 

El  encono  que  el  gobernador  profesaba  á  Napoleón  trascendía  á  todos 
los  Erapceses  de  Eongwood;  pero  lo  estremaba  intensa  y  particulaimen 
te  con  Mr.  de  I  .as  Cazes,  en  el  cual  lludson  Ixme  estaba  ya  viendo  al  m 
discreto desi'tibridor  de  sus  ruines  \cnganzas  y  continuas  maldades  Para 
libertare  de  aquel  incomodo  celador,  Sir  lludson  ido»  quitarle  un  mu 
latillo  que  le  sema  y  que  volvió  á  presentarse  reservadamente  en  Ixwg 
wood,  ofreciéndose  i  m  amo  que  se  encargaría  de  todas  las  cartas  y  pape- 


700  HISTORIA 

les  que  quisiese  remitir  á  Europa.  Las  Cazes,  que  se  dejó  llevar  de  la  in- 
jenuidad  y  honradez  que  suponia  en  el  joven,  le  conGó  entre  otras  cartas 
una  para  Luciano  Bonaparte.  Hudson  Lowe  se  apoderó  de  ella  inmediata- 
mente. Las  Cazes  habia  caído  en  el  lazo ;  el  malvado  alcaide  triunfaba , 
la  ley  aterradora  que  habia  impuesto  á  los  habitantes  de  Longwood  iba  á 
tener  aplicación  en  aquel  de  quien  tenia  mas  deseos  de  librarse.  Las  Ca- 
zes fué  preso  á  fines  de  noviembre  de  1816  é  incomunicado  en  Santa  He- 
lena. Hudson  Lowe  ,  después  de  haber  rejistrado  sus  papeles,  le  sujetó 
á  un  interrogatorio  y  dispuso  al  fin  su  estrañamiento  al  Cabo  (1).  La  leal- 
tad víctima  de  una  traición  se  hacia  acreedora  á  consuelos.  Napoleón  lo 
tuvo  presente  y  escribió  á  Las  Cazes  arrestado ;  pero  su  carta  fué  intercep- 
tada por  el  gobernador  y  no  llegó  á  sus  manos  sino  después  de  la  muer- 
te del  hombre  grande. 

(i)  El  doctor  O'Meaia  habia  tratado  de  amansar  á  Hudson  Lowe  haciendo 
mérito  del  estado  critico  del  joven  Las  Cazes:  «  Y  al  cabo,  le  respondió  con 
desentono  el  gobernador ,  ¿qué  importa  la  muerte  de  un  niño  á  la  política?» 


CAPULLO  LVI 


Ultimes  año*  de  Bonap.irlr. 
Su  mnerrp. 


oihgaii»,  que  habia  tenido  con  Las  Cazes  al 
guno  de  aquellos  raptos  de  enfado  que  men 
ciona  el  Memorial,  no  quiso  dejar  que  se  fue 
se  aquella  victima  privilegiada  de  Hudsou  lx>\\  o 
sin  manifestarlo  que  el  corazón  no  habia  lati- 
do parte  en  las  desavenencias  que  habían  me 
[diado  entre  ellos.  Pidió  pues  que  se  le  pormi 
tiese  acompañar  á  Bertrand  ,  que  habia  conse- 
guido ver  á  Xas  Cazos  ,  y  ambos  pasaron  jun 
tos  ¿  despodirso  de  MI  desventurado  comparte 
ro  cuyo  destierro  voluntario  se  veia  conmu 
lado  en  un  estragamiento  horroroso  (1). 

(i)  Las   Cates,   trasportado  al  Cabo,  logro  pasar  desde  allí   á  Europa ,  en 
•Junde  padeció  todavía  muchos  sinsabores  y  persecuciones. 


702  HISTORIA 

Después  de  la  partida  de  Las  Cazes  continuaron  las  vejaciones  como 
antes  en  Longwood.  El  doctor  O'Meara  franqueaba  siempre  su  mediación 
para  las  comunicaciones  angustiosas  que  Napoleón  debia  recibir  del  go- 
bernador, y  desempeñaba  aquella  ardua  tarea  en  términos  de  merecer  ca- 
da dia  mas  la  confianza  del  emperador  y  hacerse  mas  sospechoso  á  Hud- 
son  Lowe.  Este  se  mostraba  empeñado  tenazmente  en  sincerar  la  espresion 
de  Napoleón,  « que  le  habian  enviado  algo  peor  que  un  alcaide."  La  per 
secucion  se  estaba  renovando  diariamente  bajo  mil  aspectos.  Con  motivo 
de  la  obra  de  Pillet  sobre  la  Inglaterra,  que  el  emperador  habia  deseado 
hojear  y  pedido  por  medio  de  O'Meara,  Sir  Hudson  tomó  en  su  biblioteca 
un  libro  intilulado  -.  Los  impostores  descollantes,  ó  Historia  de  los  hom- 
bres de  la  nada  de  todas  naciones  que  han  usurpado  la  condición  de 
emperadores,  reyes  ó  príncipes.  «  Haréis  bien,  le  dijo  después  al  doctor 
entregándole  aquel  escrito,  en  llevar  también  esta  obra  újeneral  Bona- 
parte.  Acaso  hallará  en  ella  algún  retrato  parecido  al  suyo."  Tal  era  el 
hombre  que  el  masjcneroso  de  los  enemigos  de  Napoleón  habia  escojido 
para  desempeñar  cabalmente  en  Santa  Helena  el  cúmulo  de  enconos  y 
venganzas  de  los  reyes  y  aristócrata»  europeos  respecto  al  héroe  que 
tantas  consideraciones  habia  tenido  con  ellos. 

Napoleón  habia  por  lo  tanto  juzgado  y  caracterizado  debidamente  á 
Sir  Hudson ,  cuando  le  habia  estrellado  en  su  cara  el  apodo  de  esbirro 
siciliano:  y  aun  esta  palabra  podia  apenas  espresar  toda  la  ruindad ,  ser- 
vilismo, doblez  y  atrocidad  que  embargaban  el  alma  de  aquel  aborrecible 
alcaide.  Su  lenguaje  era  el  fiel  espejo  de  su  alma,  los  términos  mas  soe- 
ces le  servian  ordinariamente  para  espresar  los  arranques  mas  viles  y  ras- 
treros. Un  dia  que  se  desahogaba  contra  los  fieles  compañeros  del  em- 
perador, llegó  á  decir  que  « eljeneral  Bonaparte  estaria  mucho  mejor, 
si  no  estuviera  rodeado  de  mentirosos  como  Montholon  ,  y  de  un  son  oj 
a  bitch(i)como  Bertrand,  que  se  andaba  siempre  quejando.  w 

Es  cierto  que  cuantos  cercaban  á  Napoleón  estaban  entorpeciendo  las 
heroicidades  dispuestas  por  la  Santa  Alianza.  Hudson  Lowe  hubiera  que 
rido  que  el  largo  tormento  y  pausado  suplicio  del  grande  hombre  no  se 
estuvieran  suavizando  con  los  consuelos  y  sacrificios  de  la  amistad;  hu- 
biera apetecido  traspasar  á  su  víctima  en  la  soledad  sin  temor  del  estruen- 
do y  de  los  rumores.  Con  este  objeto  habia  desterrado  primeramente  á 
Las  Cazes,  y  trató  luego  de  alejar  al  doctor  O'  Meara. 

« Me  sois  sospechoso,  habia  dicho  varias  veces  Hudson  Lowe  al  doc- 
tor; desconfio  de  vos;  "  y  en  su  consecuencia  habia  escrito  á  Londres  pa- 
ra que  lo  sacasen  de  Santa  Helena. 


(i)  Esta  espresiou,  dice  OWleara,  solo  está  en  uso  entre  la  plebe  de  Iiiglaler- 
i  :  significa  hijo  de  perra. 


DE  NAPOLEÓN  T<r, 

Mientras  esta  denuncia  marchaba  á  Europa  ,  0'  Meara  arrostrando  las 
sospechas  y  resentimientos  del  gobernador,  no  cesó  de  visitar  puntualmcn 
te  á  su  esclarecido  enfermo  y  proporcionarle,  no  tan  solo  los  auxilios  de 
su  facultad,  sino  todos  los  consuelos  que  las  circunstancias  podian  permi- 
tir. Como  no  estaba  sujeto  á  las  órdenes  y  estrecheces  que  rejinn  con  los 
habitantes  de  l-ongwooc1.  Jes  hacia  aprovechar  de  la  libertad  de  sos  rcla 
ciones  facultativas ,  y  Napoleón  le  correspondía  con  la  mas  entrañable 
confianza. 

Kn  los  ratos  escasos  de  sosiego  que  lo  dejaba  el  gobernador  ,  Napoleón . 
como  ya  dijimos,  se  complacía  en  reseñar  los  personajes  políticos  ó  tra 
lar  algún  punto  interesante  de  la  política  contemporánea. 

Pero  sobre  todo  el  emperador  caractcrizalMi  grandiosamente  la  revo 
Ilición  considerada  en  su  principio  y  conjunto  desde  el  encumbramiento 
filosófico  y  la  situación  imparcial  en  que  le  habia  colocado  la  adversidad 
atajando  anticipadamente  su  carrera  política.  « La  revolución  francesa , 
decía,  no  procedió  de  la  lid  de  dos  familias  en  pos  del  solio ;  fué  un  moví 

miento  jeneral  de  la  nación  en  globo  contra  los  privilejiados Guiada 

esencialmente  por  el  principio  de  la  igualdad,  destruyó  hasta  el  rastro  de 
los  tiempos  feudales  é  hizo  una  Francia  nueva  con  una  división  acompa- 
sada de  territorio,  una  misma  organización  judicial  y  administrativa,  unas 

mismas  leyes  civiles  y  criminales ,  igual  sistema  de  contribuciones 

La  Francia  nueva  presentó  el  espectáculo  de  veinte  y  cinco  millones  de 
almas  formando  una  sola  clase  de  ciudadanos,  gobernados  por  una  mis 
maley,  reglamento  y  orden.  Todas  estas  mudanzas  se  hermanaban  con 
el  interés  de  la  nación ,  con  sus  derechos  y  el  rumbo  de  la  civilización." 

Si  la  revolución  toma  su  orijen  del  principio  de  igualdad  ;  si  el  nu- 
men de  la  civilización  le  sirve  de  guia,  ¿qué  pueden  pues  contra  ella  sus 
implacablesysoberbiosenemigos?Por  masque  destronen,  destierren,  aher- 
rojen y  atormenten  al  grande  hombre  que  la  representó  á  sus  ojos  ,  á 
ella  queda  prometida  el  porvenir  y  á  ella  corresponde.  Desechado  del  go 
bierno,  se  refujiará  en  la  sociedad.  A  falta  de  Napoleón,  la  imprenta  le  ser- 
virá de  clarin  y  lo  devolverá  algún  diael  gobierno.  El  prisionero  «I 
ta  Helena  en  medio  de  sus  cadenas  divisa  á  lo  lejos  este  nuevo  triunfo  de 
la  sacrosanta  causa  por  la  que  padece  y  espira.  « Antes  de  veinte  años , 
dice,  cuando  yazca  difunto  y  encerrado  en  el  sepulcro ,  veréis  en  Francia 
una  nueva  revolución."  (O'MEARA  .) 

Su  predicción  no  se  atuvo  á  la  Francia;  el  principio  de  igualdad  ame 
naza  también  á  la  aristocracia  inglesa  •  Vosotros  mismos  tenéis  un  gran 
caudal  de  orgullo  aristocrático  en  la  cabeza ,  le  dijo  al  doctor,  y  estáis  al 
panver  mirando  ú  vuestra  plebe  como  una  clase  de  entes  inferiores.  Ha 
blaisde  vuestra  libertad:  ¿puede  darse  tropelía  mas  horrorosa  que  la  de 
voettra  leva  forzada  de  marineros  ?....  Y  sin  embargo  habéis  tenido  el 


704  HISTORIA 

descaro  de  hablar  de  las  quintas  en  Francia.  Esto  lastima  á  vuestro  orgu- 
llo, porque  no  mediaba  distinción  de  clases.  ¡Oh!  ¡  qué  humillación  fue- 
ra para  el  hijo  de  un  caballero  el  acudir  á  la  defensa  de  su  pais  como  si 
formara  parte  de  la  plebe  y  tuviera  que  esponer  su  persona  ó  ponerse  al 
nivel  de  una  vida  plebeya !  Sin  embargo  Dios  hizo  á  todos  los  hombres 
iguales.  ¿Quién  compoue  la  nación?  No  son  por  cierto  vuestros  lores, 
grandes  prelados,  eclesiásticos,  caballeros  ni  vuestra  oligarquía.  ¡  Oh  ! 
algún  dia  el  pueblo  se  vengará  y  se  verán  trances  furibundos." 

Después  de  la  historia  y  de  las  profecías  gustaba  sobre  todo  Napoleón 
de  entrar  en  el  examen  apologético  de  su  reinado  y  de  su  vida,  que  resu- 
mía en  algunos  renglones  elocuentes. 

«Al  cabo,  decia,  por  mas  que  supriman,  recorten  y  cercenen,  difícil 
les  será  hacerme  desaparecer  enteramente.  Un  historiador  francés  tendrá 
que  hablar  del  imperio,  y  fuerza  será  que  me  restituya  alguna  porción  y 
me  haga  su  parte ,  siendo  su  tarea  muy  fácil  porque  los  hechos  hablan  y 
resplandecen  como  el  sol. 

«  He  llenado  la  sima  monárquica  y  despejado  el  caos.  He  deshollina- 
do la  revolución,  ennoblecido  á  los  pueblos  y  consolidado  á  los  reyes. 
He  ido  estimulando  toda  clase  de  emulaciones ,  galardonado  todos  los 
méritos  y  ensanchado  los  límites  de  la  gloria.  Todo  esto  es  algo.  Y  ade- 
más, ¿en  qué  pudiera  tildarme  un  historiador  sin  que  me  quepa  el  defen- 
derme? ¿  Serian  mis  intentos  ?  Pero  tiene  motivos  para  sincerarme.  ¿  Se- 
rá mi  despotismo?  Pero  demostrará  que  la  dictadura  era  absoluta- 
mente necesaria.  ¿Diráse  que  he  puesto  trabas  á  la  libertad  ?  Pero  proba- 
rá que  el  desenfreno,  la  anarquía  y  el  sumo  desconcierto  estaban  todavía 
en  la  puerta.  ¿  Me  culparán  de  haber  sido  aficionado  á  la  guerra  ?  Pero 
manifestará  que  siempre  me  atacaron.  ¿  Me  tacharán  de  haber  apetecido 
la  monarquía  universal  ?  Pero  hará  ver  que  solo  fué  obra  casual  de  las  cir- 
cunstancias y  que  nuestros  enemigos  mismos  me  fueron  conduciendo  por 
puntos  á  todo  aquel  estremo.  Finalmente¿  hablaráde  mi  ambición?  ¡  Ah!  no 
hay  duda,  me  la  hallarán  y  mucha;  pero  fué  la  mayor  y  mas  encumbrada 
que  jamás  tal  vezexistió,  la  de  plantear  y  consumar  el  imperio  de  la  racio- 
nalidad y  el  pleno  ejercicio  y  el  goze  cabal  de  todaslas  facultades  humanas. 
Yal  llegar  aquí  el  historiador,  sehallará  quizá  reducido  á  lamentarsede  que 
semejante  ambición  no  haya  quedado  cumplida  y  satisfecha. ...  Ep  pocas 
palabra,  he  aquí  mi  historia.  (1)  "  (Memorial). 

Hudson  Lowe  habia  determinado  quitar  O'Meara  á  Napoleón  ,  como 
lo  habia  privado  de  Las  Cazes.  No  habiendo  podido  conseguir  en  Londres 


(i)  Napoleón  sabia  muy  bien  que  a  pesar  de  la  voz  del  pueblo,  que  es  la  de 
Dios,  su  memoria  encontraría  tiznadores;  pero  se  desentendía  contentándote 
con  decir  :  «  Morderán  en  pedernal.» 


DE  NAPOLEÓN  70, 

que  se  depusiese  al  doctor,  ideó  sujetarle  también  á  una  especie  de  pasa 
dizo  tan  estrecho  y  angustioso, que  no  pudiendo  resistirlo  tuviese  que  dar 
una  pronta  demisión  para  librarse  de  su  opresión  Kste  medio  le  surtió 
cierto.  O'  Meara,  encerrado  en  Longwood  y  privado  de  la  sociedad  de 
los  Ingleses  y  reducido  á  no  tener  relaciones  con  nadie,  escepto  por  lo  re- 
lativo á  su  servicio  medico,  trató  de  que  se  revócate  este  secuestro  din 
i  .11, lose  al  almirante  iMnmpin  que  se  hallaba  en  Rriars  j  pero  este  no  ha- 
biendo querido  darle  audiencia,  tomó  el  partido  de  hacer  renuncia  y  se 
lo  escribió  inmediatamente  al  gobernador. 

Pero  los  comisionados  de  las  potencias  aliadas  sabiendo  que  la  sa 
lud  del  emperador  requería  un  desvelo  incesante,  y  temiendo  qne  la  par 
tida  del  doctor  O'Meara,  antes  que  le  dieran  un  sucesor  aceptado  por  Na- 
poleón, acarrease  desagradables  incidentes  capaces  de  agravar  la  respon 
sabilidad  de  sus  cortes  respectivas  ,  insistieron  con  el  gobernador  para 
que  el  medico  inglés  volviese  á  encargarse  de  su  servicio  junto  al  prisio- 
nero de  Longwood.  Hudson  l.owe  cedió  al  fin  después  de  largas  y  acalo- 
radas discusiones,  pero  reservándose  sin  embargo  el  renovar  sus  calum- 
nias é  instancias  en  landres  y  sus  maquinaciones  y  bastardías  en  Santa 
Helena  para  lograr  mas  adelante  su  intento. 

Desde  luego  incitó  al  comandante  del  Tejimiento  Gf»,  que  hahia  reem- 
plazado al  5."».°,  para  que  escluyera  á  O'Meara  de  la  mesa  del  cuerpo,  y 
mientras  que  se  seguía  una  correspondencia  activa  por  ambas  partes  so- 
bre ««sta  afrenta ,  el  doctor  recibió  una  carta  del  teniente  coronel  Eduardo 
Wxníard,  que  le  anunciaba, en  nombre  de  Hudson  towe,que  el  conde  Ba 
thurst,  por  su  orden  del  16  de  mayo  de  I  sis. le  mandaba  que»  «ara  todos 
sus  servicios  con  el  jeneral  Bonaparte  y  «  suprimiese  todo  roce  posterior 
con  los  habitantes  de  Longwood." 

•  La  humanidad,  dice  O'Meara,  las  obligaciones  de  mi  instituto  y  el  es- 
tado actual  de  la  salud  de  Napoleón  me  vedaban  obedecer  á  estas  órde- 
nes inhumanas Tomé  pronto  mi  partido.  Me  resolví  á  desobedecer, 

cualesquiera  que  pudiesen  ser  las  consecuencias.  \a  salud  de  Napoleón  exi- 
lia que  le  lecetase  un  réjimen  y  le  preparase  los  medicamentos  necesarios 
;i  falta  de  cirujano  "  El  jeneroso  doctor  volvió  pues  á  Longwood  y  comu- 
nicó al  emperador  la  orden  del  conde  Bathurst.  •  El  crimen  se  ejecutará 
mas  ponto  ,  dijo  Napoleón;  demasiado  he  vivido  para  ellos." 

O'Meara  se  esmeró  en  dar  á  su  enfermo  las  instrucciones  medicinales 
con  que  debía  rejirse  después  de  su  marcha.  Cuando  acabó  de  hablar  , 
tomó  Napoleón  la  palabra  y  le  dijo  : 

•  Cuando  lleguéis  á  Europa ,  iréis  á  veros  con  mi  hermano  José  ó  le 
escribiréis.  \jp  diréis  que  os  entregue  el  paquete  que  contiene  las  cartas  par- 
ticulares y  confidenciales  que  me  escribieron  los  emperadores  Alejandro 
y  Francisco,  el  rey  de  Prusia  y  los  demás  soberanos  de  Europa  que  le  con 

89 


70í>  HISTORIA 

fié  en  Roehefort.  Las  publicaréis  para  tiznar  de  afrenta  á  aquellos  sobe 
ranos  y  poner  de  manifiesto  al  mundo  el  rendido  acatamiento  que  los  ta- 
les vasallos  me  tributaban  cuando  solicitaban  favores  ó  me  imploraban 
por  sus  tronos.  Cuando  estaba  en  auje  y  tenia  en  mi  mano  el  poder,  soli 
citaron  mi  amparo  y  el  timbre  de  mi  alianza  lamiéndome  el  polvo  de  los 
pies.  Ahora  que  ya  soy  viejo,  me  oprimen  cobardemente  y  me  separan  de 
mi  mujer  y  de  mi  hijo.  Os  ruego  que  hagáis  loque  os  encargo;  y  si  veis  pu 
blicar  contra  mi  calumnias  sobre  lo  que  ba  pasado  durante  el  tiempo  que 
estuvisteis  conmigo  y  podéis  decir,  yo  vi  por  mis  ojos  que  eso  no  es  ver- 
dad, contradecidlos." 

El  emperador  dictó  después  al  conde  Bertrand  una  carta,  al  pié  de  la  cual 
puso  una  posdata  de  su  puño,  recomendando  O'Meara  á  María  Luisa.  En- 
cargó al  doctor  que  se  informara  de  su  familia  y  comunicase  su  situación 
á  los  suyos. 

« Les  espresaréis  ,  añadió,  los  afectos  que  por  ellos  estoy  siempre  abri- 
gando, sed  el  intérprete  de  mi  cariño  con  mi  preciosa  Luisa,  mi  escelente 
madre  y  Paulina.  Si  veis  á  mi  hijo,  abrazadle  por  mi ,  que  nunca  olvi- 


lí:  f~ 


I)h  V\POl.r.O\  707 

deque  nano  principe  francés.  Manifestad  á  lady  Holland  el  coiMvpto  que 
conservo  de  sn  bondad  ,  y  el  aprecio  que  la  profeso.  Por  fin  procurad  en 
terarme por  noticias  autenticas  deque  modo  se  educa  á mi  hijo.  '  Acates 
palabras ,  el  emperador  asió  al  doctor  por  la  mano  y  lo  estrechó  en  ese 
brazos,  dictándole:  •  Adiós .  o 'Meara  ¡  no  nos  volveremos  á  ver  mas;  sed 
feliz." 

Sin  embargo  aun  no  se  habian  acabado  para  Napoleón  todas  las  se- 
paraciones dolorosas.  Apenas  O'  Meara  se  habia  marchado  de  Santa  He- 
lena ,  cuando  Gourgaud  tuvo  á  su  vez  que  alejarse  de  aquella  isla  enfer 
miza  para  atajar  los  progresos  de  la  enfermedad  que  le  estaba  acosando 
tiempo  hacia.  Cuando  el  jeneral  llegó  ¿  Ktiropa,  infundió  los  temores  de 
que  estaba  él  mismo  poseído  acerca  de  la  salud  del  emperador.  Li  fami 
lia  del  grande  hombre,  ya  tan  entrañablemente  desconsolada,  sintió  inten- 
sísima zozobra.  Sobre  todo  su  madre,  al  saber  que  el  hijo  que  habia  labra 
do  su  dicha  y  que  constituía  siempre  su  gloria  ,  adolecía  de  una  enferme- 
dad que  podía  ser  mortal  sin  tener  á  su  lado  un  facultativo  que  le  estu 
viese  medicinando  y  echando  d  resto  de  sus  alcances ;  su  madre ,  siem- 
pre tan  tierna  y  l>ondadosa  con  él ,  sintió  sus  entrañas  conmovidas  y  tras- 
pasadas. I1Í70  que  su  hermano ,  el  cardenal  Fesch ,  interviniera  con  lord 
Rathurst ;  y  el  empeño  de  su  eminencia  proporcionó  á  madama  leticia  la 
autorización  para  enviar  á  Santa  Helena  al  doctor  Antomarcbi.  con  un 
capellán  y  otras  dos  personas. 

Antomarcbi  llegó  á  Santa  Helena  el  48  de  setiembre  de  4841).  ton  su- 
ma estrañeza  suya  fué  recibido  afectuosamente  por  Hudson  Ixwe,  quien 
se  quejó  por  lo  demás  de  la  altivez ,  grosería  y  protestas  áe\  jeneral  ño- 
ñaparte.  Pero  esta  acojida  no  quitó  para  que  los  dignos  ajentes  del  go 
bernador,  Rende  y  Gorrequer  ,  desempeñasen  el  odioso  papel  de  que  es 
taba n  encargados.  Gorrequer  se  escuso  de  que  tenia  querejistrar  lascar 
tas,  manuscritos  y  planos  que  se  querían  remitir  á  Lougwood,  y  Keade. 
sin  dar  la  menor  escusa,  procedió  á  la  prolija  visita  de  los  baúles  de  An 
tomarchi  y  de  sus  compañeros,  entre  los  cuales  se  contaban  dos  edeaiasti 
eos,  los  abates  Ruonavita  y  Vignali. 

Antomarcbi  no  fué  tan  bien  recibido  en  Longwood  como  en  Plantanoa 
House  (lugar  de  la  residencia  del  gobernador  >.  Como  al  emperador  no  se 
le  habla  avisado  !a  llegada  de  un  nuevo  medico  ni'por  el  cardenal  Fesch 
ni  por  ningún  otro  miembro  de  su  familia,  titubeó  al  pronto  en  admitir 
le.  Todo  lo  que  venia  de  Inglaterra  ó  por  el  conducto  del  gobierno  ingles 
le  infundía  desconfianza.  Sin  emlwiruo  \ntomarrhi  desvaneció  sos  rece- 
los á  la  primera  conversación.  Como  había  (altado  mny  poco  pera  qne  el 
emperador  lo  bebiese  despedido  antes  de  I 
cono,  le  dijo  el  emperador;  he  aquí  la  única 
salvado. "  t  na  vea  entablada  la  confianza.  Napoleón  se  i 


708  HISTORIA 

dre,  esposa,  hermanos  y  hermanas,  de  Las  Cazes,  O'Meara  y  de  lord  y 
de  lady  Holland.  Después  de  estas  diferentes  preguntas,  despidió  al  doc- 
tor ;  pero  al  cabo  de  algunas  horas  le  mandó  llamar  ;  y  procedió  al  reco 
nocimiento  de  los  síntomas  que  presentaba  el  estado  del  enfermo  en  cuyo 
auxilio  habia  acudido  del  estremo  déla  Italia  y  atravesado  los  mares. 

«Y  bien,  doctor,  le  dijo  Napoleón ,  ¿qué  os  parece?  ¿Tengo  que  al- 
terar todavía  por  largo  tiempo  la  dijestion  de  los  reyes  ?  —  Señor,  estad 
seguro  de  que  les  iréis  en  zaga.— Ya  lo  creo.  No  podrán  desterrar  de  Eu- 
ropa el  eco  de  nuestras  victorias;  traspasará  los  siglos,  proclamará  los 
vencedores  y  vencidos  j  los  que  fueron  jenerosos  y  los  que  no  lo  fueron. 
La  posteridad  sentenciará  ¡  no  temo  su  fallo.— Esa  vida  os  la  tenéis  gran 

jeada Pero  aun  no  tocáis  al  término:  os  queda  un  largo  espacio  que 

andar.— No  ,  doctor,  se  va  redondeando  la  obra  inglesa;  no  puedo  du- 
rar mucho  en  este  horroroso  clima."  No  obstante  se  avino  á  tomar  las  me- 
dicinas que  se  le.recetaron,  á  lo  cual  se  habia  mostrado  siempre  opuesto. 
«  Lo  habéis  dejado  todo  para  traerme  los  auxilios  del  arte ,  añadió ;  jus- 
to es  que  también  yo  haga  algo  y  así  me  resigno."  Luego  refirió  al  doc 
tor  lo  que  habia  estado  padeciendo  desde  la  partida  de  O'Meara.  «Hace 
un  año,  dijo,  que  me  han  privado  de  los  auxilios  de  la  medicina.  Estoy 
privado  de  médicos  que  merezcan  mi  confianza.  Ese  verdugo  conceptúa  mi 
agonía  sobrado  pausada ;  la  activa  y  la  atropella  ;  anhela  mi  muerte  con 
toda  el  alma.  Hasta  el  aire  que  respiro  ofende  á  ese  pecho  de  cieno.  Creed 
que  sus  tentativas  han  sido  dilatadas  y  terminantes,  que  ha  faltado  poco 
para  que  fuese  víctima  de  un  puñal  inglés.  El  general  Montholon  estaba 
enfermo,  se  negaba  á  comunicarse  con  Bertrand ;  queria  entablar  una 
correspondencia  directa  conmigo.  Me  enviaba  sus  satélites  dos  veces  al 
dia.  Reade,  Wyniard,  sus  confidentes,  sitiaban  esas  ruines  chozas  y  que- 
rían internarse  hasta  mi  aposento.  Mandé  atrancar  las  puertas;  cargué  mis 
pistolas  y  fusiles,  que  todavía  lo  están,  y  amenazé  que  haria  saltar  la  ta- 
pa de  los  sesos  al  primero  que  cometiera  la  imprudencia  de  atropellar  mi 
asilo.  Se  retiraron  dando  gritos  de  querer  ver  á  Napoleón  Bonaparte , 
que  Napoleón  Bonaparte  saliera,  que  sabrían  precisar  á  Bonaparte  á  pre 
sentarse.  Creia  que  estos  actos  oíensivos  estaban  zanjados  ¡  pero  cada  dia 
retoñaban  con  mayor  violencia.  Sorpresas,  amenazas,  clamores,  cartas 
llenas  de  injurias,  pasquines  que  mis  criados  echaban  íil  fuego  ,  dtJ  todos 
medios  se  valían  y  el  acaloramiento  estaba  en  su  punto:  de  un  momento 
á  otro  podia  suceder  una  catástrofe.  Nunca  habii  estado  tan  espuesto.  Era 
el  \  6  de  agosto,  y  estas  demasías  duraban  desde  e\H .  Mandé  avisar  al  go- 
bernador que  habia  tomado  mi  partido  y  que  mi  sufrimien'o  estaba  apu- 
rado; que  el  primer  sayón  que  atravesase  el  umbral  de  mi  puerta  caería 
de  un  pistoletazo.  Escuchó  el  aviso  y  cesaron  sus  ofensas....  Renuncié  Ii 
brey  voluntariamente  á  favor  de  mi  hijo  y  de  la  constitución.  Así  tam 


DE  NAPOLEÓN.  "<>•> 

bien  me  encaminé  é  Inglaterra  queriendo  vivir  allí  retirado  y  bajo  la  pro 

t. , ,  K.n  de  sus  leyes.  ¡  Sus  leyes!  ¿  las  tiene  acaso  la  aristocracia  ?  ¿hay 
alentado  «píelas  detenin  '  ,ha\  derecho  «pie  no  huelle  ?  Todos  sus  candi 
líos  se  postraron  ante  mis  águilas.  Con  una  parte  de  mis  cnnquiMas  labre 
coronas  á  los  unos ;  á  los  otros  los  coloqué  en  tronos  (pn<  h  victoria  había 
derribado.  Fui  elemente  y  magnánimo  con  todos.  Todos  me  desampara- 
ron, me  vendieron  y  se  han  esmerado  vilmente  en  remachar  mis  cadenas. 
Estoy  á  la  merced  de  un  salteador." 

Por  espacio  de  diez  y  ocho  meses  Antomarchi  batalló  con  toda  su  1 1,  m 
cia  y  afán  contra  los  progresos  de  una  dolencia  que  de  antemano  cubría 
de  luto  la  triste  prisión  de  Ixmgwood.  Mucho  tiempo  antes  del  dia  fatal  eo 
noció  que  su  esmero  se  hacia  infructuoso...  A  mediados  de  mar/o  de 
JK2I  escribió  á  Roma  al  caballero  Colon  na .  chambelán  de  madama  le- 
ticia, una  caria  que  hacia  presajiar  una  próxima  catástrofe.  «Los  periódi 
eos  ingleses,  le  deeia,  repiten  continuamente  que  el  emperador  disfruta 
salud  ,  pero  no  lo  creáis  ¡  los  acontecimientos  os  probarán  si  los  que  tal 
escriben  son  sinceros  ó  están  bien  informados." 

De  allí  á  pocos  dias  Napoleón,  que  no  se  alucinaba  acerca  de  su  esta- 
do, se  esplicó  claramente  con  Antomarchi  á  quien  debemos  el  relato  de  la 
conversación  siguiente. 

«  Ya  hemos  llegado,  doctor,  á  pesar  de  vuestras  pildoras;  ¿no  lo  creéis 
así?— Menos  que  nunca— ¿Cómo  menos  que  nunca?  Eso  es  otra  ilusión 
médica.  ¿Qué  efecto  creéis  qoc  producirá  mi  muerte  en  Europa  ?—  Nin 
guno,  señor — ¿Ninguno? — No,  porque  no  sucederá.—  ¿  Y  si  sucediera? 

—Entonces,  señor,  entonces —Vamos  ¿qué?— Vuestra  majestad  es  el 

¡dolo  de  los  valientes  ¡  estarían  desconsolados  —¿Y  los  pueblos?— Queda 
rían  á  la  merced  de  los  reyes  y  la  causa  popular  estaría  perdida  para  siem 

pre.— ¡Perdida,  doctor!  ¿y  mi  hijo,  pues  qué  supondríais? —No  se 

ñor,  de  ningún  modo.  Pero,  ¿qué  distancia  no  media?— ¿Acaso  es  mas  di 
latada  de  la  que  yo  he  corrido  ?—  ¡  Cuántos  obstáculos  por  vencer !  —  ¿  He 
tenido  yo  menos  que  superar?  ¿  Era  mas  elevado  el  punto  de  que  partí  ? 
Creedme,  doctor,  lleva  mi  nombre;  le  dejo  mi  gloria  y  el  afecto  de  mis 
amigos ;  no  se  necesita  tanto  pararecojer  mi  sucesión."—*  Era  la  ilusión 
de  un  padreen  la  hora  de  la  agonía,  dice  Antomarchi  -.  no  insistí;  Imbu- 
ía sido  tnu\  cruel  en  desengañarle." 

El  emperador  guardaba  cama  desde  cH7  de  marzo.  El  oficial  encar 
gado  de  atestiguar  di  ni  miente  su  presencia  en  Longwood,  no  viéndole 
comparecer,  se  lo  avisó  al  gobernador,  que  creyéndose  vendido,  empezó  á 
dar  vueltas  al  rededor  de  la  morada  de  su  prisionero  para  cerciorarse  de 
que  no  se  había  escapado.  No  habiendo  logrado  saber  nada  á  pesar  de 
toda  km  pesqnisaa,  dopfaró  que  si  dentro  .le  \  cuite  y  cuatro  horas  su 
M  nt    DO<  DOS  guí  t  la  facultad  de  \er  al  jenerai  ttonaparte,  llegaría  eu 


710  HISTORIA 

persona  con  su  estado  mayor  y  entraría  á  viva  fuerza  en  el  aposento  del 
enfermo  sin  temer  las  consecuencias  aciagas  que  pudiera  tener  su  asalto. 
En  vano  el  jeneral  Montholon  trató  de  distraerle  de  aquel  intento  pintan 
dolé  la  situación  dolorosa  del  emperador.  Sir  Hudson  respondió  que  se 
cuidaba  muy  poco  de  que  el  jeneral  Bonaparte  estuviese  vivo  ó  muerto; 
que  su  deber  era  asegurarse  de  su  persona,  y  que  lo  cumplida.  Hallábase 
arrebatado  con  estos  ímpetus,  cuando  se  encontró  con  Antomarchi ,  quien 
le  echó  reciamente  en  cara  su  lenguaje  y  sus  ruines  procederes.  Sir  Hud- 
son no  quiso  escuchar  mas;  se  retiró  espumeando  de  cólera,  y  Antomarchi 
continuó  ajando  á  los  verdugos  del  grande  hombre,  encarándose  con  Rea- 
de  :  « Hay  que  tener  una  alma  amasada  con  cieno  del  Támesis  para  venir 
á  acechar  el  postrer  suspiro  de  un  moribundo.  Estáis  deseando  su  agonía, 
queréis  acelerarla  y  paladearla  ;  el  Cimbrio  encargado  de  degollar  á  Ma- 
rio retrocedió  ante  el  crimen....  pero  vosotros...  Idos;  si  el  oprobio  guar- 
da proporción  con  el  atentado ,  muy  vengados  quedamos.» 

Colérico  Sir  Hudson  con  la  contestación  de  Antomarchi  y  siempre  te- 
naz en  su  intento  irracional,  estaba  ya  dispuesto  para  ejecutarlo,  cuando 
el  emperador,  á  inslancias  de  Bertrand  y  de  Montholon ,  consintió  en  ad- 
mitir, á  título  de  médico  consultante,  al  doctor  Arnolt,  el  cual  fué  encar- 
gado de  atestiguar  diariamente  al  ájente  del  gobierno  la  presencia  del  pri- 
sionero. Pero  las  zozobras  del  alcaide  iban  á  finar  muy  pronto.  EM9  de 


DE  NAPOLEÓN.  7H 

al>nl  Napoleón  mismo  anunció  su  próxima  muerte  á  lo*  amigos  «pie  Ir  ron 
rrptuabán  mejorado. 

■  No  os  engañáis  ,  les  dijo,  hoy  estoy  mejor,  peni  sin  embargo  siento 
que  se  acerca  mi  última  hora.  Kn  habiendo  fallecido,  todo*  vosotros  ten 
dréis  el  grato  consuelo  de  regresar  n  Europa.  Volveréis  á  ver  nnos  vuestros 
panentes,  otros  vuestros  amigos,  y  yo  encontraré  á  mis  rttUrtVM  le* 
Campos  Kliseos.  Si,  continuó  levantándola  voz  ,  Kleber  ,  Dcsaix,  Reasie 
ni .  IMiroc,  Ney  ,  Mural,  Massena ,  Rcrthier  me  saldrán  todos  al  eneueu 
tro  y  me  hablarán  de  loque  hicimos  juntos.  I.es  referiré  los  últimos  su 
cesosdemi  vida.  Al  verme  enloquecerán  de  entusiasmo  y  de  gloria.  Ha 
blarémos  de  nuestras  guerras  con  los  INcipiones,  Aníbales,  Césares  y  Fe 
dericos.  Nos  complaceremos  con  el  recuerdo.  ..  á  menos,  añadí»»  riendo 
se,  que  allá  abajo  tengan  miedo  al  ver  tantos  guerreros  juntos.» 

Kn  este  acto  llegó  el  doctor  Arnolt.  El  emperador  le  dispensó  buena 
acojida,  le  habló  de  sus  dolencias  y  de  todas  las  incomodidades  que  sen 
tia,  y  luego  le  dijo  interrumpiéndose  repentinamente  y  con  entonación 
grandiosa: 

«  Esto  es  hecho,  doctor,  el  golpe  está  dado,  toco  á  mi  fín  y  voy  á  en- 
tregar mi  cadáver  á  la  tierra.  Acercaos  Rertrand  ,  traducidle  al  señor  lo 
que  vais  á  oir :  es  una  serie  de  ultrajes  dignos  de  la  mano  que  me  los  pro- 
digó ¡  espresadle  todo  ,  no  omitáis  ni  una  palabra. 

■  Vine  á  sentarme  en  el  hogar  del  pueblo  británico  reclamando  una 
hospitalidad  leal,  y  con  menosprecio  de  todos  los  derechos  reinantes  sobre 
la  tierra  me  contestaron  con  cadenas.  Alejandro  me  hubiera  dispensado 
otra  acojida ;  de  otro  modo  me  hubiera  tratado  el  emperador  Francisco, y 
aun  el  rey  de  Prusia  hubiera  sido  mas  jeneroso.  Pero  á  la  Inglaterra  to 
eaba  saltear  y  aherrojar  á  los  reyes  y  dar  al  mundo  el  inaudito  espectá- 
culo de  cuatro  potencias  ensangrentándose  contra  mi  solo  hombre.  Vues- 
tro ministerio  fué  el  que  escojió  este  peñasco  pavoroso, donde  se  deshace  en 
menos  de  tres  años  la  vida  de  los  Europeos,  para  que  acabase  la  mia  con 
un  asesinato.  ¿Y  cómo  me  habéis  tratado  desde  que  estoy  desterrado  en 
este  escollo?  No  hay  vilezas  ni  ruindades  con  que  no  os  hayáis  complací 
do  en  atropellarrae.  Hasta  las  meras  comunicaciones  de  familia,  aquellas 
que  á  nadie  se  niegan,  me  las  negasteis.  No  habéis  dejado  llegar  á  mis  ma 
nos  ninguna  noticia  ni  periódico  de  Europa;  mi  esposa  y  mi  hijo  ni  mfm 
ra  han  vivido  para  mi ;  durante  seis  años  me  habéis  tenido  en  el  tormen- 
to de  una  mazmorra.  Me  habéis  dado  por  morada  en  esta  isla  el  paraje  me 
nos  propio  para  habitarse ,  aquel  en  que  mas  se  siente  el  clima  homicida 
del  trópico.  Ha  sido  forzoso  emparedarme  con  un  ambiente  nocivo,  yo  que 
corrí  á  caballo  toda  la  Europa.  Me  habéis  asesinado  á  pausas  con  premedi- 
tación, y  el  infame  Hudson  ha  sido  el  ejecutor  de  la  sentencia  de  vuestros 
ministros.  Acabaréis  como  la  altiva  república  de  Venecia,  y  yo,  moribundo 


712  HISTORIA 

en  este  peñasco  pavoroso,  privado  de  los  mios  y  careciendo  de  todo,  vin- 
culo el  oprobio  y  el  horror  de  mi  muerte  en  la  familia  reinante  de  Ingla- 
terra. » 

Este  conato  postró  las  fuerzas  del  enfermo ,  y  á  poco  rato  cayó  en  una 
especie  de  desmayo.  Sin  embargo  dos  dias  después  habia  recobrado  bas- 
tante brio  para  levantarse  al  amanecer  y  pasar  todavía  tres  horas  dictando 
ú  escribiendo.  Pero  esta  era  una  vislumbre  de  mejora  que  no  dejaba  nin- 
gún rastro  de  esperanza.  La  calentura  volvió  á  presentarse  luego,  y  el  enfer- 
mo continuó  marchando  redobladamente  hacia  la  muerte.  En  aquel  mismo 
dia  (21  de  abril)  mandó  llamar  al  abate  Vignali.  «¿Sabe  V.,  abate,  le  dijo, 
lo  que  esuna  cámara  ardiente?— Sí  señor.  —¿Habéis  servido  alguna?— Nin- 
guna.—Pues  bien  serviréis  la  mia. »  Dicho  esto,  esplicó  por  partesalcape 
lian  lo  que  debia  hacer.  « Su  rostro,  dice  Antomarchi ,  estaba  enardecido 
y  convulso;  yo  ibasiguiendo  con  zozobra  las  novedades  que  sobrevenian  , 
cuando  advirtió  en  el  mió  cierto  fruncimiento  que  le  desagradó.  V.  se  so- 
brepone a  estas  flaquezas,  le  dijo;  pero  ¿qué  se  ha  de  hacer?  no  soy  filoso 
fo  ni  médico;  creo  en  Dios  y  sigo  la  relijion  de  mi  padre  ;  no  es  ateísta  el 
que  quiere.  «Luego  encarándose  con  el  abate  Vignali,  Napoleón  prosiguió: 
«Nací  enlarelijion  católica,  quiero  cumplir  con  los  deberes  que  impone  y 
recibir  los  auxilios  que  proporciona. » 

Habiéndose  retirado  el  abate  Vignali ,  el  emperador  volvió  á  encarar- 
se con  Antomarchi  afeándole  su  incredulidad.  ¿Cómo  podéis,  le  dijo,  es- 
tremarla hasta  ese  punto?  ¿Cómo  podéis  no  creer  en  Dios  ?  Porque  en  fin 
todo  proclama  su  existencia,  y  además  los  prohombres  en  talento  lo  han 
creído. »  Antomarchi  respondió  que  nunca  habia  puesto  en  duda  esta 
existencia  y  que  el  emperador  se  habia  equivocado  acerca  de  la  espresion 
de  sus  facciones.»  «Sois  médico,  doctor,  replicó  Napoleón  sonriéndose, 
y  añadió  en  voz  baja  i  esta  clase  de  jentes  se  atiene  á  lo  material  y  jamás 
creerá  en  nada. 

A  pesar  de  su  continua  debilidad ,  el  emperador  se  halló  bastante  en- 
tonado en  los  últimos  dias  de  abril  para  levantarse  y  sentarse  en  el  estra- 
do, pues  su  aposento  mal  ventilado  le  habia  llegado  á  ser  insoportable. 
En  vano  las  personas  que  le  rodeaban  le  ofrecieron  que  le  llevarían  en  bra 
zos:  «  No,  dijo,  cuando  esté  difunto  ¡  por  ahora  basta  que  me  sostengáis.» 
Al  dia  siguiente,  tras  malísima  noche  y  á  pesar  del  recrecimiento  de  la 
calentura,  mandó  llamar  á  Antomarchi  y  le  dio  con  una  serenidad  inalte- 
rable las  instrucciones  siguientes : 

« Después  de  mi  muerte,  que  no  puede  estar  ya  distante,  quiero  que 
abráis  mi  cadáver  ;  también  quiero  y  exijo  que  me  prometáis  que  nin 
gun  medico  inglés  pondrá  sobre  mí  la  mano.  No  obstante  si  necesitáis 
indispensablemente  de  alguno,  el  doctor  Arnolt  es  el  único  que  os  estará 
concedido  emplear.  Deseo  que  saquéis  mi  corazon,y  después  de  haberlo 


DE  NAPOLEOK  743 

puesto  en  ***-p»i  i  tu  «!•«  riño,  lo  llereiéá  Parma  á  mi  querida  María  Luisa 
i  e  iln.  i-.  que  la  qobe  enti.inablcmentc  y  que  nunca  dejé  de  amarla;  lere- 
reriréil  cuanto  habéis  presenciado  y  tiene  i.lanon  mu  mi  sitúa,  huí  \ 
mu.  ríe.  <>s encargo  sobre tw I.»  que  examinéis  bien  mi  estómago  y  hagáis 

un  informe  puntual  y  circunstanciado  que  entregaréis  á  mi  lujo Mis 

vómitos  incesantes  me  hacen  conceptuar  que  el  estómago  es  el  mas  enfer 
IDO  ile  mis  órganos,  y  aun  propendo  a  opinar  que  adule/,  o  de  la  Icmoii  que 
llevó  á  mi  padre  al  sepulcro,  esto  es,  de  un  esquirro  en  el  pilnro...  Can 
do  ya  no  exista,  pasaréis  á  Uoma  y  os  veréis  con  mi  madre  y  mi  familia; 
I.  -  diréis  todo  cuanto  habéis  observado  relativamente  á  mi  situación,  en 
fermedad  y  fallecimiento  en  este  desconsolado  y  aciago  peñasco  ¡  les  di 
réis  que  el  gran  Napoleón  feneció  en  el  estado  mas  lastimoso,  careciendo 
de  todo  ,  abandonado  á  si  mismo  y  a  su  gloria  ;  les  diréis  que  al  espirar 
vincula  en  todas  las  familias  reinantes  el  horror  y  oprobio  de  sus  últimos 
momentos.  • 

sin  embargo  el  delirio  se  junta  con  la  calentura.  Aquel  alcance  sobe 
rano  que  habia  aparecido  al  mundo  como  un  derrame  de  la  intelijencia 
divina  viene  a  padecer  la  ley  común  déla  humanidad.  •  Stcíngel,  Desaix, 
Nassena .  .lama  Napoleón.  ,  Ali !  la  victoria  se  decide,  id  ,  corred ,  atro 
pellad  las  cargas;  están  en  nuestras  manos.  >  Luego  salta  de  la  cama , 
quiere  ir  al  jardín  \  cae  de  espaldas  <u  el  momento  de  acudir  Antomar- 
chi  á  recibirle  en  sus  brazos.  Vuélvenle  ásti  lecho,  siempre  delirando,  y 
se  empeña  en  querer  dar  un  pasco  por  el  jardín.  Al  fin  cesa  el  recrecimien- 
to, amaina  la  calentura  .  \  el  hombre  grande  recobra  su  sosiego  acostum- 
brado, t  Acordaos  le  dice  al  doctor,  de  lo  (pie  os  he  encargado  que  hagáis 
cuando  deje  de  existir.  Haced  esmeradamente  el  examen  anatómico  de  mi 
cuerpo ,  sobre  todo  del  estómago.  Los  médicos  de  Mompeller  habían  anun- 
ciado que  el  esquirro  cu  el  píloro  seria  hereditario  en  mi  familia...  Logre 
.illa  mi  hijo  libertarse  de  tan  cruel  dolencia  !  Le  veréis,  doctor;  apuntad- 
le loque  conv  ieue  hacer;  le  preservaréis  de  las  congojas  queme  están  desgar- 
rando; este  último  servicio  os  pido. »  Tres  horas  después  (el  2  de  mayo  á  las 
doce) ,  la  calentura  habia  recobrado  su  violencia,  y  el  esclarecido  enfermo 
decía  á  su  médico  dando  un  profundo  suspiro,  t  Muy  malo  estoy  ,  doctor; 
siento  que  vo)  á  morir.  •  Y  apenas  había  pronunciado  M tas  palabras  , 
perdió  el  sentido 

«  Acercábase  su  flu ,  dice  Antomarchi ;  Íbamos  á  perderle;  todos  estre 
manan  sus  afanesyaíencio'ies,  ansiando  darle  una  ulluaa  prueba  de  su  cari 
ño.Susoficiales,  Marchand,San  Deuis  y  yo  nos  habíamos  reservado  esclusi 
\  amento  para  velar;  pero  Ñapóle  ja  no  podia  aguantar  la  luz;  temamos 
que  levantarle  ,  mudarle  v  acudir  á  cuanto  su  estado  requería  en  medio 
<ie  una  profunda  lobiegue/  \quel  alan  habia  aumentado  la  fatiga;  el  gran 
mariscal  >  d  jeneral  Montholon  no  podían  mas;  poco  mas  valia  v«>  qoe 

90 


7\A  HISTORIA 

ellos :  cedimos  á  las  encarecidas  instancias  de  los  Franceses  que  habitaban 
en  Longwood,  y  los  asociamos  á  los  melancólicos  deberes  que  estábamos 
desempeñando.  Pieron,  Courtot,  en  una  palabra,  todos  velaron  oon  al- 
guno de  nosotros.  El  anhelo  y  afán  que  manifestaban  conmovieron  al  em 
perador,  se  los  recomendaba  á  sus  oficiales,  queria  que  no  se  les  olvidase. 
i  Y  mis  pobres  Chinos ,  anadia,  que  tampoco  se  les  olvide  y  se  les  den  al 
gunos  cientos  de  francos:  preciso  es  también  que  me  despida  de  ellos. » 


El  abate  Vignali  solo  aguardaba  una  palabra  del  emperador  >ara  de- 
sempeñar su  ministerio;  esta  palabra  salió  de  la  boca  del  hombre  grande 
el  3  de  mayo  á  las  dos  de  la  tarde.  La  calentura  era  menos  violenta;  todos 
quedamos  despedidos  ,  escepto  el  digno  sacerdote ;  Napoleón  recibió  el 
viático. 

Una  hora  después  recreció  la  calentura  ;  pero  el  enfermo  conserva- 
ba aun  el  uso  de  sus  sentidos.  Se  aprovechó  para  recomendar  á  sus  eje- 
cutores testamentarios,  Bertrand,  Montholon  y  Marchand,  que  no  permi- 


I  \ 


DB  NA  POLCAN.  71» 

tieran  que  ningún  medico  ingles,  acepto  el  doctor  Arnolt.  se  le  acercara 
deade  que  hubiera  perdido  todo  conocimiento  Después  leí  dijo:  •  Voy  é 
morir,  vais  A  regresar  A  Europa,  os  debo  algunos  consejos  sobre  la  ron 
(lucia  que  debéis  observar.  Habéis  alternado  H  un  destierro,  y  seréis  ttdts 
n  mi  memoria;  nada  haréis  que  punía  lastimarla  II»?  sancionado  todos 
los  principios  ¡  los  he  infundido  en  mis  leyes  y  lieehos.  ni  uno  solo  hay 
que  no  esté  rabal.  Por  desgracia  hiChmMlnneiaseraneritirai.  tuve  que 
apelar  al  rigor  y  dar  largas ;  llegaron  los  desmanes;  no  pude  aflojar  el 
arco,  y  la  Kraneia  quedó  privada  de  las  instituciones  liberales  que  le  es 
taban  destinadas.  Me  jurga  ron  induljencia,  me  agradece  mis  intenciones. 
mi  nombre  y  mis  triunfos  le  son  amados;  imitadla  .  sed  líeles  á  las  oprnio 
nes  que  defendimos  y  Ala  gloria  adquirida  ,  fuera  de  allí  no  hay  mas  tVC 
vergueóla  y  sonrojo.» 

La  noche  siguiente  .  una  violenta  borrasca  estalló  sobre  Santa  HcJc 
na,  y  quedaron  arrancados  do  raiz  todos  los  planteles  de  Ixuigwood  Tam 
poro  quedó  respetado  el  sauce  querido  del  emperador,  cuya  sombra  le  res 
guardaba  del  ardor  del  sol  en  sus  paseos  acostumbraos. 

Kn  todo  el  (ha  siguiente  (4  de  mayo),  continúa  la  agonía    Kl  5  al 


i 


710  HISTORIA 

rayar  el  dia,  su  cuerpo  anuncia  que  la  vida  le  abandona  ¡  está  yerto.  Sin 
embargo  Napoleón  respira  todavía,  pero  está  delirando  y  solo  pronuncia 
estas  dos  palabras  :  «  Cabeza Ejército.»  Se  acerca  el  trance  grandio- 
so; «la  obra  inglesa  »  va  á  quedar  consumada ;  la  añeja  Europa  va  á  es- 
tremecerse ;  el  héroe  de  la  joven  Francia  toca  al  término  de  su  milagrosa 
carrera ;  está  próximo  á  espirar ,  y  Hudson-Lowe  está  allí  acechando  su 
postrer  suspiro  ,  ansioso  de  participar  á  los  aristócratas  y  á  los  reyes,  cu- 
yas veces  se  halla  desempeñando ,  que  está  colmadamente  cumplido  su 

encargo  ,  y  que  la  víctima  yace 

Sin  embargo  un  espectáculo  doloroso  viene  todavía  á  descollar  en  los 
últimos  momentos  del  héroe.  Madama  Bertrand  ,  que  á  pesar  de  hallarse 
enferma  ha  olvidado  sus  padecimientos  personales  para  atender  á  Napo- 
león moribundo  ,  manda  traer  á  su  hija  y  á  sus  tres  hijos,  para  que  pue- 
dan contemplar  aun  otra  vez  las  facciones  del  grande  hombre.  Aquellos 
niños  llegan  al  punto,  se  arrojan  al  lecho  del  emperador,  y  asiendo  am- 
bas manos  ,  las  cubren  de  besos  y  lágrimas.  El  joven  Napoleón  Bertrand, 
traspasado  de  quebranto,  se  desmaya  y  cae.  Todos  los  circunstantes  der- 

ramau  lágrimas  ¡  no  se  oyen  mas  que  jemidos  y  sollozos Un  grande 

acontecimiento  se  prepara  en  el  mundo A  las  seis  menos  once  minu- 
tos Napoleón  ha  dejado  de  existir. 

El  cuerpo  del  emperador,  después  de  haber  sufrido  la  autopsia  (i)  en- 
cargada al  doctor  Antomarchi,  estuvo  sentado  en  su  lecho  de  campaña 
cubierto  con  la  capa  azul  que  el  héroe  llevaba  en  Marengo.  Todos  los  ha- 
bitantes de  la  isla  acudieron  relijiosamente  durante  dos  diasen  torno  de 
aquel  glorioso  catafalco ;  y  cuando  hubieron  desaparecido  los  mortales 
despojos  del  grande  hombre  ,  lidiaron  por  cuanto  habia  tocado  ó  le  había 
pertenecido  para  trocarlo  en  preciosas  reliquias. 

Las  exequias  de  Napoleón  se  celebraron  el  8  de  mayo.  Fué  enterrado 
á  una  legua  de  Longvvood,  y  su  huesa  fué  desde  el  primer  dia^objeto  de  ve- 
neración universal.  Hudson  Lovve,  dignísimo  instrumento  de  los  enconos 
que  debían  atenacear  al  hijo  esclarecido  de  la  revolución  francesamas  allá 
de  la  tumba,  se  ofendió  de  tantas  demostraciones  de  afecto  y  colocó  al  re- 
dedor del  sepulcro,  para  impedir  que  se  acercasen ,  una  guardia  queanun 
ció  seria  perpetua.  A  pesar  de  aquella  precaución,  la  postrera  morada  del 
héroe  ha  seguido  visitándose  con  frecuencia.  La  filosofía  en  nada  puede 
agraviarse  de  esta  peregrinacion,porquc  está  fundada  en  el  amor  déla  glo- 
ria y  sirve  para  perpetuar  el  culto  de  los  grandes  nombres,  dando  una  es- 
pecie de  relijiosa  consagración  al  asombro  y  acatamiento  que  infundí; 
allá  de  suyo  el  numen  sin  distinción  de  lugares  y  tiempos. 

(i)  Antoinurchi  encontró  t:l  estómago  en  e]  e>tado  que  se  liabía  pensado  , 
según  las  indicaciones  del  enfermo. 


Pero  Napoleón  no  puede  tener  una  sepultura  provisional  en  Santa  He- 
lena. I.ii  uno  de  sus  codicilos,  con  fecha  del  16  de  abril  de  48*21 ,  él  mismo 
señaló  el  sitio  de  su  túmulo  :  «deseo,  dijo,  que  mis  cedizas  descame* 

A    LA    ORILLA   DEL    SESA   Y    E>    MEDIO    DEL    N'ERLO    FRANCÉS   QIT.    AME   00!» 
TASTO   ESTREMO.  » 

Para  que  este  último  anhelo  del  grande  hombre  se  realizara ,  era  pre- 
ciso que  el  pueblo  francés  sacudiera  el  yugo  de  los  Borbones,  y  que  su 
gobierno  quedara  enteramente  libre  de  influjos  extranjeros.  Cayó  la  re* 
taumeion.  cumpliéndose  asi  la  profecía  de  Napoleón,  en  el  tiempo  que  ba 
bia  prefijado  ;  y  sin  embargo  aun  no  está  cumplido  su  anhelo  mas  entra 
nable  espresado  á  su  última  hora.  El  pueblo  francés  aguarda  siempre  su 
\  {nenio ,  los  restos  de  su  héroe  (1). 


(t)  A  lo*  poro*  nmi  He  publicada  esta  obra  en  París ,  ditpuso  el  gobierno 
francés  la  traslados  délas  ceniza*  fie  Napoleón  ■  Acuella  capital ,  romo  y*  se 
lia  verificado.  K»ta  reparación  ,  tan  ju«ia  romo  <lr«r«da  ,  se  ha  resillado  en  la 
capital  «I»'  la  Francia  ron  todo  el  bono  y  magnificencia  que  reqnrria  el  caso. 
\»i  «pío.  |>.ua  completar  la  presente  lii««oria  ilr  .i«pirl  hombre  grande. 


718  HISTORIA 

Cuando  llegó  á  Europa  la  noticia  de  esta  muerte,  la  descreyó  el  pue- 
blo. Era  tan  vehemente  el  concepto  de  inmortalidad  unida  al  nombre  de 
Napoleón ,  que  parecia  no  tener  en  sí  nada  perecedero  y  se  conceptuaba  su 
vida  como  inseparable  de  su  nombradla.  Esta  incredulidad ,  que  Beran- 
ger  celebró  en  los  Recuerdos  del  pueblo  (I ),  es  un  verdadero  endiosamien- 
to ;  diviniza  al  grande  hombre  en  cuanto  cabe  que  se  endiosen  los»hom- 
bres  eminentes  en  nuestro  siglo. 

de  los  siglos  venideros,  daremos  á  continuación  el  Relato  de  las  exequias  y 
funciones  con  que  se  han  celebrado  en  Santa  Helena  ,  París ,  y  pueblos  del 
tránsito  aquellas  funciones  grandiosas.  Este  suplemento,  adornado  de  precio- 
sas láminas,  vendrá  á  formar  una  entrega.  Así  que  no  dudamos  que  losSS.  Sus- 
critores  estarán  dispuestos  á  adornar  la  obra  con  este  apéndice,  y  que  nos  agra- 
decerán el  pensamiento.  N.  de  los  E. 
(i)  Por  mucho  tiempo  nadie  lo  creyó.              Bhrangeh. 


ye-r 


\  I 


EXEQUIAS 

DE  NAPOLEÓN. 


LEY  RELATIVA  Á    LA    TRASLACIÓN    DR    LOS    RESTOS    MORTALES    DEL   RMPRRADOR. 


troLEON  descansará  en  las  riberas  (Id  Sena, 
conforme  á  su  postrera  voluntad 

Al  Hry  Luis  Félip*  corresponde  d  honor 
de  haber  restituido  á  la  Francia  los  despojos 
mortales  del  grande  hombre  que  tan  esclareci- 
damente acaudilló  á  sus  destinos. 

Este  acuerdo  se  comunicó  ¿  la  cámara  de 
diputados,  en  42  de  mayo  de  IX 10,  por  H 
ministro  dd  interior,  en  los  términos  siguiente»  i 

-Señores,  el  Bey  ba  mandado  á  S  A.  R.  d  principe  de  Joinville  que 


720  HISTORIA 

pase  con  su  fragata  á  la  isla  de  Santa  Helena  para  recojer  los  restos 
mortales  del  emperador  Napoleón... 

«A  su  regreso,  la  fragata,  con  los  restos  de  Napoleón,  se  presentará  á 
la  boca  del  Seua,  desde  donde  otro  buque  los  conducirá  hasta  Paris.  Se 
depositarán  en  los  Inválidos  con  solemne  ceremonia  y  suma  pompa  reli- 
giosa y  militar;  por  cuyo  medio  se  realzará  el  sepulcro  en  que  deben  que- 
dar para  siempre  custodiados.  % 

«Con  efecto,  señores,  corresponde  á  la  majestad  de  semejante  recuer- 
do que  tan  augusta  sepultura  no  permanezca  espuesta  en  una  plaza  pú- 
blica, en  medio  de  una  muchedumbre  bulliciosa  y  distraida.  Conviene 
que  esté  colocada  en  lugar  silencioso  y  sagrado,  donde  puedan  visitarla 
con  recojimiento  cuantos  acatan  la  gloria  y  el  mimen,  la  grandiosidad  y 
el  infortunio. 

«Él  fué  emperador  y  rey;  fué  lejítimo  soberano  de  nuestro  pais.  Bajo 
este  concepto  pudiera  sepultarse  en  San  Dionisio;  pero  Napoleón  no  ne- 
cesita el  sepulcro  ordinario  de  los  reyes ;  fuerza  es  que  reine  y  mande, 
aun  en  el  recinto  donde  van  á  descansar  los  soldados  de  la  patria,  y 
donde  irán  siempre  á  enardecerse  los  convocados  para  defenderla.  Su  es- 
pada se  depositará  sobre  su  tumba. 

«Se  echará  el  resto  con  los  medios  del  arte  para  erijir  debajo  de  la 
cúpula,  en  medio  del  templo  que  la  relijion  ha  consagrado  al  Dios  de  los 
ejércitos,  un  sepulcro  digno,  en  lo  posible,  del  nombre  que  en  él  se  ha 
de  esculpir.  Este  monumento  debe  ser  de  hermosura  sencilla,  de  planta 
grandiosa,  y  de  una  traza  de  solidez  inalterable  que  demuestre  estar  ar- 
rostrando el  empuje  asolador  del  tiempo.  Napoleón  requiere  un  monu- 
mento tan  duradero  como  su  memoria. 

«El  pase  que  venimos  á  pedir  á  las  Cámaras  tiene  por  objeto  la  tras- 
lación á  los  Inválidos,  la  ceremonia  funeral  y  la  construcción  de  un  se- 
pulcro. 

«No  dudamos,  señores,  que  la  Cámara  prohijará  con  patriótico  afán 
el  pensamiento  rejio  que  venimos  á  espresarle.  De  hoy  masía  Francia, 
y  la  Francia  sola,  será  poseedora  de  cuanto  queda  de  Napoleón;  su  se- 
pulcro, al  par  de  su  nombradla,  á  nadie  pertenecerá  ya  sino  á  su  pais. 

«Y  con  efecto,  la  monarquía  de  1830  es  la  única  y  lejítima  heredera 
de  todos  los  recuerdos  con  que  la  Francia  se  engríe  :  á  esta  monarquía, 
que  ha  sido  la  primera  en  aunar  todos  los  conatos  y  hermanar  todos  los 
anhelos  de  la  revolución  francesa,  le  corresponde  de  derecho  erijir  y 
condecorar  sin  zozobra  la  estatua  y  la  tumba  de  un  héroe  popular;  pues 
no  hay  mas  que  una  cosa,  una  sola,  que  ose  arrostrar  el  parangón  de 
la  gloria ;  es  la  libertad. » 

Sabido  es  el  entusiasmo  con  que  estas  grandiosas  palabras  fueron 
acojidas  en  toda  la  Francia.  Las  Cámaras  respondieron  dignamente  al 


DE  NAPOI  RON  721 

noble  pensamiento  dd  Rey,  miando  na  trapea  provitioMl  di  un  mi 
llon  de  ii  tu' 

I'UH'aiutivoí  taiu  i  i    muí 
Inmediatamente  después  que  las  (amara».  hubieron  roM  lo  NI  Mima, 

dispuso  d  |oMerao  lin  demora  los  preparativos:  del  viajo. 

La  cooatrucáon  del  ndevo  ataúd  de  Napoleón  >  del  Dsmtaorio  ftav 
perial  que  debía  cubrirle  se  encargó  ■■  Mr.  Baudoin. 

Este  ataúd,  cuya  estructura  sencilla  j  severa  retrata  á  la  memoria 
la  de  loe  sarcófagos  antiguos,  no  tiene  ornamento  alguno,  j  solo  está 
coronado  de  UO  entablamento  000  molduras;  su  loojitod  es  de  2  metros 
56  centímetros,  su  anchará  da  i  Esotro  Bceattmetros,  y  su  total  elevación 
de  76  cenUmetroe. 

Esde  madera  de  ébano  man/.»,  de  01  color  negro  tan  igual  y  de  un 
lustre  tan  terso  \  relumbrante  que  se  asemeja  al  marmol.  No  bay  mas 
inscripción  que  la  siguiente,  en  letras  de  oro,  sobre  la  plataforma  V 
POLEON.  En  medio  de  cada  lado  dd  leu-tro  hay  embebida  una  \  d<- 
brome  dorado,  grabada  en  relieve,  dentro  de  un  medallón  circular,  hay 
asimismo  en  los  cuatro  lados  seis  armellas  de  bronce,  que  jiran  sobre 
su  clavo  para  trasportarle  en  el  acto  de  la  ceremonia.  Los  ángulos  ni 
feriores  están  realzados  con  guarniciones  de  bronce.  En  la  parte  anterior 
del  féretro  se  hall;:  una  cerradura,  cuya  entrada  esta  cubierta  con  una 
estrella  de  oro  de  guita  y  pon;  la  liare  de  aquella  cerradura  es  de  hier 
ro  en  su  parte  inferior,  y  de  bronce  dorado  CU  la  superior,  y  el  anillo 
representa  una  N  coronada.  II  sarcófago  de  ébano  contiene  00  féretro 
de  plomo,  sobre  el  cual  están  grabadas  ramas  de  laurel  y  arabescos.  Kn 
el  centro  de  este  mareo  se  l.v 

NAPOI.FON 
BMMaiBQB   \    RB1 

Muatrro  kn  mm  \  un  i  \> 

Kl.  v   iik  MATO 

m  poce  \m 


722  HISTORIA 

El  paño  fúnebre  es  de  terciopelo  morado,  orlado  de  armiño.  El  pri- 
mer bordado  forma  arabescos  de  oro;  el  superior  se  compone  de  palmitas, 
y  los  cuatro  ángulos  presentan  medallones  del  águila  imperial.  La  cifra 
del  emperador  está  ocho  veces  repetida  en  todo  el  campo  del  mortuorio, 
el  cual  está  salpicado  de  abejas  de  oro,  y  cruzado  de  brocado  de  plata, 
rematando  en  los  ángulos  con  cuatro  borlas  de  oro. 

SALIDA    DE   LA    ESPEDICION. 

El  dia  2  de  julio  salió  de  Paris  el  príncipe  de  Joinville,  y  el  6  llegó  á 
Tolón  para  embarcarse  á  bordo  de  la  fragata  Belle  Paule,  que  ya  estaba 
preparada  del  modo  siguiente  para  su  devoto  destino 


En  el  entrepuente,  una  capelardente  ,  tendida  de  terciopelo  negro  , 
bordado  de  plata,  con  el  cenotafio  imperial.  Este  cenotafio,  de  la  plan 
ta  de  los  sarcófagos  romanos,  está  pintado  de  gris,  y  presenta  en  sus  ca 
ras  principales  dos  bajorelieves  alegóricos,  la  Historia  y  la  Justicia;  en 
las  otras  dos  caras,  la  cruz  de  la  Lejion  de  Honor  y  la  Relijion;  en  los  án- 
gulos, cuatro  águilas,  y  en  la  parte  superior  del  frontis  la  coríma  im- 
perial. 

El  dia  7  de  julio,  á  las  siete  y  media  de  la  tarde  ,  salió  de  Tolón  la 
fragata  Belle  Poule,  acompañada  de  la  corbeta  la  Favorile,  al  mando  de 
Mr.  Guyet. 

Están  á  bordo  de  la  Belle  Poule,  con  el  príncipe  de  Joinville,  su  ayu- 
dante de  campo,  el  capitán  de  navio  Mr.  Hernoux,  su  oficial  de  órde 
nes,  el  alférez  Mr.  Touchard;  el  conde  de  Hohan  Chabot,  comisario  del 


I>K  NAPOLEÓN  723 

Rey;  el  barón  de  I-as  Caaes,  iodifidoo  de  I»  Cenara  de  diptfadoj;  cijo 
ncral  tiourgaod,  ayudante  de  campo  del  rey ;  el  jcneral  conde  Rertrand. 
el  alíate  Coquercau.  capellán  de  la  espedicion,  y  los  señores  Saint  l»«-m- 
\  Noi erras,  ayudas  de  eámara.  Picrron.  repostero,  y  \r<  hambnild  .  pi 
•  ador,  los  eunlro  de  la  antigua  senidiimbre  de  Napoleón . 

\  bordo  déla  Favorito  se  halla  Mr.  Mareliand,  alhacca  de  Napoleón, 
\  es  el  mismo  de  <|uien  este  dijo  iLos  sen  icios  (jne  me  ha  hecho  son 
I  »s  de  nn  amigo  • 

KM.  III  MI     I»       I    \      I  m  l'lt  IOS 

liis  d  aviso  que  dio  el   principe   de  Joinville  de  babel  becho  escala 
en  el  Rrasil,  a  principios  de  setiembre,  ninguna  otra  noticia  de  la  aaaodl 
i  ion  había  recibido  el  gobierno,  hasta  que,  |K>r  fio,  el  día  80  de  noviem 
brese  supo  que   había  aportado  eu  r.hei  burgo  aquel  mismo  día,  á   las 
cinco  de   la  mañana,  habiendo  logrado   feliz  travesía.  Al  día  siguiente. 
1".  de  diciembre,  recibiéronse  los  paites  siguientes: 

l'AHTK    DEL    l'KIX.II'l.    N    lOTOVILLI     Al.  MIMMlto    l»K    ■AEMA. 

*  Puerto  dr  CherburgOf  .10  de  noviewibre  de  IX  lo 


«Señor  ministro: 

(Conforme  tuve  el  honor  de  anunciároslo,  salí  de  la  bahía  de  Todos 
Santos  el  dia  I  i  de  setiembre;  seguí  bojando  la  costa  del  Brasil  con  vien 
tos  del  este,  que,  habiendo  refrescado  al  nordeste  y  al  norte,  me  facilita 
ron  llegar  pronto  al  meridiano  de  Santa  Helena,  sin  haber  tenido  que 
traspasar  el  paralelo  meridional  de  28  grados.  Llegado  á  dicho  meridia 
no,  he  padecido  algún  atraso  á  causa  de  las  calmas  y  ventolinas;  y  el 
dia  K  de  octubre  eché  el  ancla  en  la  ensenada  de  James  Town. 

•  Había  llegado  la  víspera  el  bergantín  Oréales,  que  el  vice  almirante 
de  Madura  destaró  para  mandar  á  la  Relie  poule  un  piloto  de  la  Main  ha. 
\  no  habiéndome  traído  dicho  buque  ninguna  .instrucción  particular, 
cumplí  sin  demora  las  órdenes  que  ya  tenia  recibidas 

•  Ante  todo  he  cuidado  de  poner  á  Mr.  de  Chabot,  comisario  del  Rey. 
en  relaciones  con  el  jeneral  Middlemore,  gobernador  de  la  isla,  qoieiei 
debían  disponer,  conforme  á  las  respectivas  instrucciones,  d  modo  «le 
proceder  al  desentierro  de  los  restos  del  Emperador  y  su  traslación  á 
lwrdo  de  la  Relie  Poule.  la  ejecución  del  intentóse  fijó  parad  dia  15 
de  octubre. 

•  El  gobernado!  quiso  tomar  a    mi   cargo   el  desentierro   y  cuanto  se 

obraeeea  territorio  inglés.  Por  un  parte  dbpaoeloe  boBoraj  eje*  n  Ih 
I  v  16  debía  hacer  la  diMM.'ii  patata  á  mis  ordeaoi  ios  buques 


724  HISTORIA 

franceses  del  comercio  la  Bonne  Aimée,  su  capitán  Gallet,  y  Vlndien, 
capitán  Truquetil,  se  asociaron  solícitos  con  nosotros. 

«El  dia  Í5,  á  media  noche,  se  dio  principio  á  la  operación  en  pre- 
sencia de  los  comisarios  franceses  é  ingleses,  Mr.  de  Chabot  y  el  capitán 
Alexander  R.  E.  Este  último  dirijia  las  faenas.  Quedando  á  cargo  de  Mr. 
Chabot  dar  al  gobierno  una  relación  circunstanciada  de  las  operaciones 
que  ha  presenciado,  creo  poderme  dispensar  de  entrar  en  los  mismos 
pormenores,  y  me  ceñiré  á  manifestar  que  á  las  diez  de  la  mañana  el 
féretro  ya  estaba  descubierto  en  la  hoya.  Después  de  haberlo  estraido  in- 
tacto, procedióse  á  su  abertura,  y  hallóse  el  cuerpo  en  un  estado  ines- 
perado de  conservación.  En  aquel  momento  solemne,  profunda  y  unáni- 
me fué  la  sensación  que  produjo  la  vista  de  los  restos  tan  reconocidos 
de  aquel  que  tanto  se  afanó  por  las  glorias  de  la  Francia. 

«A  las  tres  y  media,  el  cañón  de  los  fuertes  anunciaba  en  la  rada 
que  el  fúnebre  acompañamiento  emprendia  su  marcha  hacia  la  ciudad 
de  James  Town.  Las  tropas  de  la  milicia  y  de  la  guarnición  precedían  el 
carro,  cubierto  con  el  mortuorio,  cuyos  ángulos  sostenían  los  jenerales 
Bertrand  y  Gourgaud,  y  los  Sres.  de  las  Cazes  y  Marchand,  siguiendo 
confusamente  las  autoridades  y  los  habitantes.  En  la  bahía,  la  artillería 
de  la  fragata  habia  contestado  á  la  de  los  fuertes,  y  seguía  disparando 
de  minuto  en  minuto :  desde  la  mañana  los  pabellones  estaban  á  media 
asta,  y  todos  los  buques,  tanto  franceses  como  estranjeros  ,  habían  to- 
mado parte  en  estas  señales  de  duelo.  En  cuanto  apareció  en  el  mué 
He  la  comitiva,  las  tropas  inglesas  formaron  calle  ,  y  el  carro  prosiguió 
pausadamente  hacia  la  playa. 

«En  el  paraje  de  la  orilla  del  mar,  donde  terminaban  las  líneas  in- 
glesas, habia  yo  reunido  los  oficiales  de  la  división  francesa,  y  vestidos 
de  riguroso  luto,  con  la  cabeza  descubierta,  aguardábamos  todos  la  llega 


DE   N  \IMI|  I  n\ 


Vi 


da  del  féretro,  •  i  •  nal    <  detuvo  A  veinte  pesos  do  oosotro 

el  jcaeral  gobernador,  y  en  nombre  ¡rrno  hi/<>mc  entrega  de 

los  restos  del  emperador  Napoteon. 

«En  seguida  (toé  trasladado  «I  lereCro  a  la  taina  de  la  fragata, 
raila  |>ara  recibirlo;  y  allí  volvió  á  ser  grave  y  entrañable  la 
principiaba  A  cumplirse  el  anhelo  del  Emperador  moribundo  .  ya  des- 
cansaban sns  cenizas  bajo  el  pabellón  nacional. 

■Desde  aquel  instante  desapareció  toda  sena!  de  loto;  rindiéronse  i  lo- 
despojos  mortales  del  Emperador  lo-  mismo»  honores  que  en  \ida  se  le 
tributaran  la  falúa  emprendió  a  pausas  h  marcha  harta  la  fragata  en 
medio  délas  salvas  de  loe  buques  empavesados,  cuyas  Iripulacioi 
tahan  formadas  en  las  vergas  \  soltada  por  los  botes  de  todoi  los 
buques. 

«El  féretro  fué  recibido  a  bordo  entre  dos  lilas  de  oficíales  sobre  las 
armas,  y  trasportado  al  castillo  de  popa  .  en  una  npelardente  dispnes 
lo  al  intento,  retiforme  a  la»  instrocdones  recibidas,  hizo  los  honores 
una  guardia  de  sesenta  hombres,  al  mando  del  teniente  mas  antiguo  de 
la  fragata.  No  obstante  lo  adelantado  de  la  hora,  cantóse  el  responso.  \ 
el  cuerpo  quedó  toda  la  noche  espuesto,  velándole  el  capellán  y  un 
oficial 

•El  día  16,  a  las  dic/  de  la  mañana,  celebróse  la  solemnidad  fúnebre. 
asistiendo  los  oficiales  y  tripulaciones  de  los  buques  franceses  de  guen  i 
y  mercantes.  \  enseguida  se  bajo  el  cadáver  al  entrepuente,  donde  se 
había  dispuesto  una  capelardente  para  recibirlo. 


720  HISTORIA 

«Al  medio  dia  todo  estaba  ya  terminado,  y  la  fragata  aparejada;  pero 
habiéndose  necesitado  dos  dias  para  la  redacción  de  las  actas,  la  ¿elle 
Paule  y  la  Favorite  no  pudieron  ponerse  á  la  vela  hasta  la  madrugada 
del  18;  al  mismo  tiempo  zarpó  el  urentes  para  su  destino. 

« Después  de  un  viaje  cómodo  y  feliz,  acabo  de  fondear  en  la  ensena 
da  de  Cberburgo,  á  las  cinco  de  la  mañana. 

«Recibid,  almirante,  la  seguridad  de  mi  atención 

«El  capitán  de  la  BcllcPoule, 
«F.  deOrleans.» 


.       ACTA    DEL    DESENTIERRO   Y   ENTREGA    DE   LOS   RESTOS   DE    NAPOLEÓN. 

«Los  abajo  firmados,  Felipe-Fernando- Augusto  de  Rohan  Chabot, 
caballero  de  la  orden  real  de  la  Lejioo  de  Honor,  secretario  de  embajada, 
comisario,  en  virtud  de  poderes  recibidos  de  S.  M.  el  rey  de  los  Fran 
ceses,  para  presidir  en  nombre  de  la  Francia  á  la  exhumación  y  trasla- 
ción de  los  despojos  mortales  del  emperador  Napoleón,  sepultados  en  la 
isla  de  Sania  Helena,  y  á  su  entrega  por  la  Inglaterra  á  la  Francia,  con 
forme  á  las  decisiones  de  ambos  gobiernos,  por  una  parte; 

«Y  Carlos  Corsan  Alexander,  capitán,  comandante  del  real  cuerpo  de 
injenierosde  Santa  Helena,  diputado  por  su  Escelencia  el  mayor  jeneral 
Widdlemore,  companero  del  Baño,  gobernador  comandante  en  jefe  de 
las  fuerzas  de  S.  M.  Británica  en  Santa  Helena,  para  presidir  en  nombre 
de  su  Escelencia  á  dicha  operación,  por  otra  ; 

«Habiéndonos  comunicado  con  anterioridad  los  respectivos  poderes, 
y  halládolos  en  debida  forma,  nos  hemos  trasladado,  hoy  dia  4  5  del  pie 
senté  mes  de  octubre  del  año  de  1840,  al  lugar  déla  sepultura  del  em 
perador  Napoleón,  para  presenciar  y  dirijir  personalmente  todas  las 
operaciones  de  su  desentierro  y  traslación. 


ni    NA  COLEO  tS  727 

•  Llegado*  ni  vallo  llamado  do  Napoleón,  hornos  hallado  el  sepulcro 
bajo  la  guardia  <lr  nn  destacamento  dd  tejimiento  il*  di  iouali 
glest,  mandado  por  el  teniente  llar  noy,  oonformo  n  la«¡  ordenes  de  su 
i  iniaol  gobcrnndor.  OOfl  eneau¡nde  n«>  dejar  arrimarlo  sino  la»  per- 
sonas que  alguno  de  nosotros  bnMere  nombrado  fiara  asistir  a  la  ceremo- 
nia o  tomar  parto  on  los  trabajos. 

«En  consecuencia,  lian  ontradoon  ol  lugar  reservado  al  rededor  del 
sepulcro  lossnjctos  siguientes: 
«Por  parle  do  la  Kranoia. 

•  El  señor  barón  de  tastazos.  indmdun  do  la  timara  de  diputados. 
consejero  de  atado;  d  MÉOf  barón  Gourgaml,  teniente  jeneral,  nyndnnlo 
do  campo  del  Rey;  Mi.  Marehnod,  uno  délos  albaoeas  dol  Emperador 
el  señor  eonde  ■ertrnnd,  tonionto  joneral.  acompañado  de  su  hijo  Mr 
\rturo  Rertrand.  ol  señor  abato  Eelix  l¿>quoreau.  oapollan  do  la  fra 
gata  RHIr  Punir,  v  dos  monacillos;  los  Sres.  Saint  Donis.  Noverras,  Ar 
rhamliauld  y  IMorron.  do  la  antigua  servidumbre  del  Emperador;  Mr 
ftnyet,  capitán  de  corbeta  y  comandante  del  bergantín  Orrsfr.%;  el  señor 
doctor  f.uillard,  cirujano  mayor  de  la  fragata  Bttti  Poulr,  acompaña 
dodd  señor  LntHK,  oficial  plomistn 

« Y  por  parto  de  la  Inglaterra  , 

«Su  Honor  ol  gobernador  juez  (íuillermo  NVildo,  individuo  del  con 
sejo  colonial  de  la  isla  do  Santa  Helena  ¡  el  honorable  llamelin  Trelaw  noy. 
teniente  coronel ,  comandante  do  la  artillería  y  miembro  del  consejo  ;  el 
honorable  coronel  Hobson¡,  miembro  del  consejo  ;  M  II.  Sealc,  secreta 
riooolonial  del  gobierno  de  Sania  Helena  y  teniente  coronel  do  la  mili 
cía:  M  Edward  Eittlchales,  teniente  di  la  marina  real,  comandante  de 
la  goleta  de  S.  M.  británica  Do/f.hin,  en  representación  de  la  marina;  Mr. 
H.uling  ,  que  había  presidido  «i  los  dilijencias  de  la  sepultura  del  Empe 
radar. 

•  I  as  personas  destinadas  á  disponer  y  ejecutar  los  trabajos  fueron  ad 
mitidas  después. 

•  Entonces .  pri*sentes  nosotros  y  las  únicas  personas  arriba  espresadas, 
m>  li  i  comprobado  que  ol  sepulcro  se  hallaba  perfectamente  intacto,  \  con 
el  mayor  silencióse  hadado  principio  á  la  faena  entre  media  noche  j  ! . 
una  di*  la  madrugada. 

•  Primero  hornos  mandado  quitar  la  verja  de  hierro  que  cenia  el  se- 
pulcro, juntamente  con  los  fuertes  sillares  de  piedra  afianzados  con  abra- 
zaderas que  ceñían  aquella  ;  y  entonces  se  ha  podido  poner  mano  á  la 

u|.  rficieesterior  de  b  tumba ,  la  cual  cubría  nn  espacio  de  5  metros  tu 
centímetros  (II  pies 6  pulgadas  inglesas)  de  largo ,  sobre  '2  metros  46 cen- 
tímetros (8  pies  1  pulgada)  de  ancho,  y  se  componía  de  tres  Iotas  do  |fi 
centímetros  |G  pulgadas)  de  espesor,  ajustadas á  su  canto,  también  de  pie 


728  HISTORIA 

dra  sillar.  A  la  una  y  media  estaba  enteramente  quitada  esta  primera  cu- 
bierta. 

.«Se  ha  presentado  en  seguida  una  pared  rectangular,  que,  según  he- 
mos podido  cerciorarnos  después,  formaba  las  cuatro  caras  laterales  de 
una  hoja  de  3  metros  50  centímetros  (N  pies)  de  profundidad ,  \  metro 
40  centímetros  (4  pies  8  pulgadas)  de  ancho ,  y  2  metros  40  centímetros 
(8  pies)  de  largo.  Esta  hoya  estaba  terraplenada  bástala  distancia  de  unos 
15  centímetros  (0  pulgadas)  de  la  capa  de  losas  ya  quitadas.  Habiendo 
escavado  en  esta  hoya  y  quitado  la  tierra,  liase  encontrado  á  una  profun- 
didad de  2  metros  5  centímetros  (G  pies  10  pulgadas) ,  una  capa  horizon- 
tal de  argamasa  romana  que  se  eslendia  en  todo  el  ámbito  comprendido 
entre  las  paredesde  la  hoya.á  lascuales esjaba totalmenteadherida. Quedan- 
do completamente  descubierta  aquella  capa  á  las  tres ,  los  infrascritos  co- 
misarios hemos  bajado  ala  hoya,  y  hemos  reconocido  que  estaba  perfec- 
tamente intacta  por  todas  partes  y  sin  lesión  alguna.  Rota  la  menciona- 
da capa  de  argamasa ,  nos  hemos  cerciorado  de  que  cubría  otra  de  27  cen- 
tímetros (10  pulgadas)  de  espesor,  compuesta  de  morrillos  ligados  entre 
sí  por  medio  de  abrazaderas  de  hierro,  las  cuales  no  han  podido  quitar 
se  sino  con  cuatro  horas  >  media  de  trabajo. 

«  La  estremada  dificultad  de  esta  operación  ha  inducido  al  infrascrito 
comisario  inglés  á  hacer  abrir  una  zanja  al  lado  izquierdo  de  la  hoya,  y 
derribar  la  pared  correspondiente,con  el  objeto  de  llegar  de  este  modo  basla 
el  ataúd,  en  caso  que  la  capa  superior  opusiera  demasiada  resistencia  á  los 
medios  que  simultáneamente  se  estaban  empleando  para  romperla.  Pero 
hallándose  esta  enteramente  quitadahácia  las  ocho  de  la  mañana,  se  desa- 
tendió la  faena  de  la  zanja  lateral  á  la  profundidad  de  \  metro  50  centíme- 
tros (5  pies).  Inmediatamente  debajo  déla  capa  quitada,  hemos  hallado 
una  fuerte  losa  de  \  metro  98  centímetros  (6  piés7  \  pulgadas)  de  largo,  90 
centímetros  (5  pies)  de  ancho,  y  12  centímetros  (5  pulgadas)  de  macizo,  la 
cual  formaba,  como  hemos  visto  después,  la  cubierta  del  sarcófago  interior 
de  piedras  sillares  que  contenia  el  ataúd.  Esta  losa,  perfectamente  intacta, 
estaba  encajada  en  un  marco  de  morrillos  y  argamasa  romana  perfecta  men- 
te afianzado  á  las  paredes  de  la  hoya;  y  habiéndose  deshecho  con  tiento  es- 
ta última  obra,  y  clavádose  dos  argollas  en  la  losa,  alas  nueve  y  media  todo 
estaba  corriente  para  la  abertura  del  sarcófago.  Entonces  el  doctor  Gtail  lar  d 
Impurificado  la  tumba  con  aspersiones  de  cloruro,  y  por  disposición  del  in- 
frascrito comisario  inglés,  se  ha  elevado  la  losa  por  medio  de  una  cabria,  y 
depositádose  en  el  canto  de  la  tumba.  Luego  que  ha  aparecido  el  ataúd, 
todos  los  asistentes  se  han  descu'  ierto,  y  el  abate  Coquereau  ha  echado 
agua  bendita  y  recitado  el  De  profanáis. 

«En  seguida  han  bajado  los  comisarios  infrascritos  á  inspeccionar  el 
ataúd,  y  lo  han  hallado  bien  conservado  ,  escepto  una  pequeña  porción 


DK  NAPOLEÓN  VJ» 

do  la  parlo  inferior ,  la  nial .  si  bien  descansaba  sobre  una  gruesa  baldo- 
sa ,  colorada  sobre  piedras  sillares,  so  hallaba  levemente  alli-i  ida  I  I  « i 
rujano  ha  tomado  algunas  otras  precauciones  sanitarias ,  y  luego  se  man 
«lo  mi  espreso  á  su  Ksoelencia  el  gobernador  para  informarlo  de  loaade* 
lautos  de  la  operación  ,  retirándose  el  ataúd  con  ganchos  y  correal,  y  tras- 
portándolo esmeradamente  á  una  tienda  destinada  al  intento.  Kn  aquH 
momento,  el  señor  capellán  ha  verifleadoel  depósito  del  cuerpo  conforme 
á  los  ritos  de  la  iglesia  católica. 

•  Los  comisarios  infrascritos  han  bajado  en  seguida  al  sarcófago ,  y  han 
reconocido  que  se  hallaba  en  estado  de  perfecta  conservación ,  y  era  ente 
ramente  conforme  á  las  descripciones  judiciales  de  la  sepultura 

« Sobre  las  once ,  el  comisario  francés  infrascrito  se  habia  ya  cerciora- 
do de  antemano  de  que  su  Ksoelencia  el  gobernador  habia  autorizarlo  la 
apertura  de  los  féretros  del  Emperador;  y  conforme  alas  disposiciones  acor- 
dadas con  antelación  .  hemos  hecho  quitar  con  sumo  tiento  el  primero . 
dentro  del  cual  hemos  hallado  otro  de  plomo  en  mu\  buen  estado,  y  lo 
hemos  mandado  colocar  dentro  del  que  se  habia  traído  de  Francia.  Su  Es 
eeleneia  el  gobernador,  acompañado  de  su  estado  mayor,  el  teniente  Mid 
dlemore,  edecán  y  secretario  militar,  y  el  capitán  Rarnes,  mayor  de  plaza, 
ha  entrado  en  la  tienda  para  presenciar  la  apertura  de  los  féretros  interio- 
res. Entonces  se  ha  cortado  y  levantado  con  el  mayor  esmero  la  parte  su- 
perior del  féretro  de  plomo,  dentro  del  cual  se  ha  hallado  otro  féretro  de 
madera,  también  en  muy  buen  estado  y  en  un  todo  conforme  á  las  des 
cripciones  y  recuerdos  de  las  personas  presentes  que  habían  asistido  á  la 
sepultura.  Quitóse  la  tapa  del  tercer  ataúd ,  y  se  ha  presentado  una  guar- 
nición de  hoja  de  lata  levemente  oxidada,  y  cortada  esta  y  retirada,  ha 
se  visto  un  paño  de  raso  blanco  ¡  este  paño  se  ha  levantado  con  suma 
precaución  tan  solo  por  manos  del  doctor,  y  ha  aparecido  el  cuerpo  ente 
rodé  Napoleón.  Las  facciones  estaban  tan  poco  alteradas,  que  al  instan 
te  se  han  reconocido.  Se  ha  observado  que  las  varias  prendas  deposita- 
das en  el  ataúd  estaban  en  la  misma  posición  en  que  habían  sido  coloca- 
das ;  las  manos  en  particular  estaban  muy  bien  conservadas ;  el  uniforme 
las  condecoraciones  y  el  sombrero  casi  sin  alteración  ,  en  una  palabra , 
toda  la  persona  denotaba  como  si  estuviese  recien  sepultado.  El  cuerpo  tan 
solo  ht  quedado  espuesto  al  aire  los  dos  minutos  que  ha  necesitado  d  ci- 
rujano para  tomar  las  disposiciones  que  tenia  prescritas  en  sus  instruccio- 
nes particulares  con  d  fin  de  preservarle  de  toda  alteración  ulterior. 

•  El  féretro  de  hoja  de  lata  y  el  primer  féretro  de  madera  se  han  vuel 
lo  a  cerrar  inmediatamente,  lo  mismo  que  d  de  plomo ,  soldándolo  de 
BMl  0  con  todo  esmero  bajóla  dirección  dd  doctor  Mr.  Guillan) ,  y  «epa- 
tándolo fuertemente  por  medio  de  cunas  dentro  dd  nuevo  ataúd  de  plo- 
mo remitido  de  París .  que  también  se  ha  soldado  herméticamente.  Lae- 

n 


750 


HISTORIA 


go  se  ha  cenado  con  llave  el  nuevo  ataúd  de  ébano ,  entregándose  aque- 
lla al  comisario  francés  infrascrito. 

« Entonces  el  infrascrito  comisario  inglés  ha  declarado  al  comisario 
francés  que  hallándose  terminadas  las  faenas  de  la  exhumación  ,  estaba 
autorizado  por  su  Escelencia  el  gobernador  para  prevenirle  que  el  ataúd 
que  contenia,  conforme  quedaba  debidamente  comprobado, los  restos  mor- 
tales de  Napoleón  ,  se  consideraría  estar  á  disposición  del  gobierno  fran- 
cés desde  el  momento  en  que  llegase  al  sitio  de  embarque,  hacia  donde  iba 
á  remitirse  bajo  las  órdenes  personales  de  su  Escelencia  el  gobernador. 

« El  comisario  francés  infrascrito  ha  contestado  que  se  hallaba  encar 
gado  de  recibir  el  ataúd  en  nombre  de  su  gobierno,  y  que  estaba  pronto, 
con  todas  las  personas  que  componian  la  comisión  francesa,  á  acompa 
ñarlo  hasta  el  muelle  de  James-Town ,  donde  S.  A.  R.  el  príncipe  de  Join 
ville,  comandante  superior  déla  espedicion,  estaba  en  ánimo  de  presen- 
tarse para  recibirlo  de  manos  de  su  Escelencia  el  gobernador,  y  condu- 
cirlo solemnemente  á  bordo  de  la  fragata  francesa  Belle-Poule,  que  de- 
bía llevarlo  á  Francia. 

« El  ataúd  se  ha  colocado  en  un  carro  fúnebre ,  y  este  cubierto  con  un 
manto  imperial  que  el  infrascrito  comisario  francés  ha  presentado,  y  á 
las  tres  y  media  de  la  tarde  la  comitiva  ha  emprendido  la  marcha  por  el 
orden  siguiente  ,  al  mando  de  su  Escelencia  el  gobernador ,  que  á  causa 
de  una  indisposición  no  habia  podido  asistir  á  los  trabajos  de  la  noche  •. 

« El  Tejimiento  de  milicia  de  Santa  Helena,  á  las  órdenes  del  teniente 
coronel  Léale ; 

«  El  destacamento  del  rejimiento  DI ."  de  infantería,  mandado  por  el 
capitán  Rlackwell ,  la  música  de  la  milicia,  el  abate  M.  Coquereau  con  dos 
monacillos ; 

« El  carro ,  conducido  por  un  destacamento  de  la  artillería  real ,  lle- 
vando los  ángulos  del  paño  fúnebre  el  teniente  jeneral  conde  Rertrand,  el 
teniente  jeneral  barón  Gourgaud ,  el  barón  de  Las  Cazes,  y  M.  Marchand; 

« Los  señores  Saint-Denis ,  Noverras ,  Archambauld ,  Pierron  ; 

« El  infrascrito  comisario  francés  encabezando  el  duelo,  acompañado 
de  los  capitanes  M.  Guyet  y  M.  Charner ; 

«M.  Arturo  Rertrand,  seguido  de  Mr.  Coursat,  de  la  antigua  scrvi 
dumbre  del  Emperador;  el  capitán  M.  Doret  y  el  doctor  M.  Guillará; 

«  Las  autoridades  civiles ,  marítimas  y  militares  de  la  isla,  en  orden 
de  categoría; 

«  Su  Escelencia  el  gobernador,  acompañado  de  su  honor  el  gran  juez, 
y  del  coronel  Hobson ,  miembro  del  consejo  ¡ 

«  Una  compañía  de  artillería  real ; 

« Los  principales  habitantes  de  la  isla  vestidos  de  riguroso  luto ; 


DE  NAPOLEÓN.  734 

•  Mientra*  ha  durado  la  marcha ,  la  artillería  de  lo»  inerte»  ha  seguí 
do  disparando  de  minuto  en  minuto. 

t  Llegado  á  Jamea-Town ,  desfiló  el  carro  pautadamente  entre  dea  fi 
las  de  soldados  de  la  guarnición ,  que  estaban  descansando  sobre  sos  ar- 
mas puestas  á  la  funerala,  y  se  ostendian  desde  la  entrada  de  la  ciudad 
hasta  el  sitio  del  embarque. 

t  A  las  cinco  y  media  ha  llegado  la  comitiva  é  la  estretnidad  «leí  mué 
lie,  donde  S.  A.  K.  el  principe  de  Joinville,  acompañado  de  su  edecán  \í. 
Hernoux ,  capitán  de  navio  y  miembro  de  la  Cámara  de  diputados,  y  roo 
los  estados  mayores  de  tres  buques  de  guerra  franceses,  la  fíale-Pam- 
ir, la  Favoriíe  y  ti  Oresles  ,  ha  recibido  de  su  KscHencia  el  gobernador 
el  féretro  imperial ,  que  inmediatamente  se  ha  embarrado  en  una  lancha 
dispuesta  de  antemano  para  esta  ceremonia,  y  conducido  solemnemente  . 
por  el  príncipe  á  bordo  de  la  BdUPoule  con  todos  los  honores  debida 
¿  los  soliéronos. 

•  En  testimonio  de  lo  cual ,  los  comisarios  arriba  nombrados  hemos 
estendido  la  presente  arta  y  selládola  con  nuestras  armas. 

« techo  por  duplicado  entre  nosotros,  en  Santa  Helena,  á  45  del  mes 
•  le  octubre  del  año  del  Señor  1X40 

•  L.  S:  Roban  r.habot  I.   >     \l« ■  uider. 
•Revalidado    Midill.  m 

Acta  drl  cirujano  mayor  dría  fragata  fí'Ue-PotUe. 

■  El  infrascrito  (iiiillard  /Remi-Julien) ,  doctor  en  medicina,  arujano 
mayor  de  la  fragata  BeUe-Poule,  habiéndome  trasladado  en  la  noche  del 
1 4  al  4  5  de  octubre  de  4  8  40,  á  instancia  del  señor  conde  de  Rohan -C.habot, 
comisario  del  Rey ,  al  valle  del  sepulcro,  isla  de  Santa  Helena,  para  asis- 
tir al  desentierro  de  los  restos  del  emperador  Napoleón ,  he  formado  de 
ello  la  presente  acta: 

•  Ninguna  precaución  sanitaria  se  ha  tomado  durante  la  primera  fae- 
na, por  no  haber  salido  exhalación  alguna  mefítica  de  las  tierras  que  sesa 
caban  ni  déla  boya  que  se  abria. 

•  Abierta  esta,  be  bajado  á  ella,  en  cuyo  fondo  estaba  el  féretro  deletn 
perador  sobre  una  gran  baldosa ,  colocada  esta  en  largueros  de  piedra. 
Las  tablas  de  caoba  que  lo  componían  conservaban  aun  el  color  J  la  du 
roa ,  escepto  lasdel  fondo ,  cuarnecidas de  terciopelo ,  que  ofrecían  al- 
guna alteración  en  so  ha/.  No  se  veía  enderredor  cnerpo  alguno  sólido 
ni  liquido-  Por  lo  tocantes  las  paredes  de  la  boya,  no  presentaban  el  mas 
leve  menoscabo  .  pero  sí  de  trecho  en  trecho  algunas  señales  Je  humedad. 

el  comisario  del  Rey  abrir  loa  teñiros,  be 


752  HISTORIA 

tenido  que  sujetarlos  primero  á  algunas  disposiciones  sanitarias,  y  luego 
he  procedido  á  su  abertura.  La  caja  csterior  estaba  cerrada  con  largos  tor- 
nillos ,  y  ha  sido  preciso  cortarlos  para  quitar  la  tapa ;  habia  debajo  una 
caja  de  plomo,  cerrada  por  todas  partes,  que  contenia  otra  caja  de  cao- 
ba perfectamente  intacta ,  y  por  fio  seguia  otra  caja  de  hoja  de  lata,  cuya 
tapa  estaba  soldada  sobre  los  lados  vueltos  hacia  dentro.  Se  ha  cortado 
con  todo  tiento  la  soldadura  y  quitado  la  tapa  con  precaucioo ;  entonces 
he  visto  un  tejido  blanquecino  que  ocultaba  el  interior  del  féretro  y  pri- 
vaba la  vista  del  cuerpo  i  era  de  raso  acolchado  ,  y  formaba  una  guarni- 
ción en  el  interior  de  dicha  caja.  Lo  he  levantado  por  un  estremo ,  y  ar- 
rollándolo de  los  pies  á  la  cabeza,  he  patentizado  el  cuerpo  de  Napoleón, 
que  al  instante  he  reconocido,  por  estar  muy  bien  conservado  y  tener  su 
calaza  toda  la  espresion  que  le  era  peculiar. 


•  Un  viso  blanco,  que  parecia  salido  de  la  guarnición  ,  cubria  cual  li 
jera  gasa  todo  el  contenido  del  féretro  :  veíase  principalmente  pegado  al 
cráneo  y  la  frente ,  que  estaban  mas  agarrados  al  raso ,  y  un  tanto  en  la 
parte  inferior  del  rostro,  las  manos  y  los  dedos  délos  pies.  El  cuerpo  del 
Emperador  tenia  una  posición  natural ,  la  misma  que  se  le  habia  dado  al 
colocarlo  en  el  ataúd  ¡  los  miembros  superiores  estaban  tendidos,  el  an 
tebrazo  y  la  mano  izquierda  descansando  sobre  el  muslo  respectivo ,  los 
miembros  inferiores  un  tanto  encojidos ,  la  cabeza  algo  levantada  sobre 
una  almohada;  el  cráneo  abultado,  y  la  frente,  ancha  y  combada,  se  pre- 
sentaban cubiertos  de  telillas  pajizas  duras  y  muy  pegadas,  y  lo  mismo 
aparecía  el  contorno  de  las  cuencas,  cuyo  canto  superior  estaba  poblado 
de  cejas;  debajo  de  los  párpados  sobresalían  los  globos  oculares,  que  ca- 
si conservaban  el  volumen  y  la  forma  natural  j  dichos  párpados  estaban 
completamente  cerrados  y  adheridos  á  las  partes  subyacentes ,  presentan- 


DE  NAPOLEÓN  TV. 

•  los.  din  i»  ¡i  1 1  )»•  Moii  de  los  dedo*  y  teniendo  todavía  algunas  pestañas 
.11  el  céreo  libre  Im  Imrs.s.pi.- corresponden  ala  nariz  y  lo*  tegumentos 
que  los  cabrea  estaban  bien  conservados,  habiendo*'  alterado  solamente 
«•I  tubo  y  las  ala<:  las  mejillas  estaban  hinchadas,  notándose  que  los  tegu 
tneotm  de  aquella  parle  del  rostro  eran  mu>  M.mdos  y  suaves  al  tacto  y 
de  «olor  blanco;  los  de  la  barba  rran  algún  tanto  azulados,  enyo color 
tomaban  del  pelo  que  parecía  haber  crecido  después  de  la  muerte  ;  en 
( Mianto  á  la  propia  baria  ,  no  ofrecía  alteración  alguna ,  y  aun  conservaba 
el  tipo  peculiar  á  la  figura  de  Napoleón  ;  los  labios  estaban  adelgazados  y 
algo  separados,  viéndose  debajo  del  superior,  á  la  izquierda ,  tres  dien 
les  innsi\os  de  suma  blancura  .  las  mano>  nada  dejaba!  BJM  desear,  ftm 
110  teman  la  mas  |e\e  alteración  ,  y  si  bien  las  articulaciones  habían  per 
dido  el  movimiento  ,  la  piel  habia  conservado  al  parecer  el  color  propio 
tan  solo  de  lo  que  tiene  vida ,  y  los  dedos  tenían  tifias  largas ,  adherí  nt. * 
>  nmi  blancas;  I  is  p  icrn;  is  «Matan  metidas  dentro  de  las  botas,  pero  ha 
hiendoae  roto  los  hilos,  quedaban  al  descubierto  los  cuatro  últimos  dedos 
piel  era  de  eoler  blanco  apagado  y  patentes  las  unas ;  la 
rejion  anterior  «leí  estómago  estaba  muy  sumida  en  su  parte  media,  y  las 
t.nulhs  d.l  Mcntrc  duras  y  hundidas;  los  miembros  habían  consenado 
al  parecer  su  forma  natural  debajo  de  los  vestidos  ,  y  habiendo  apretado 
el  brazo  izquierdo,  lo  hallé  duro  y  menguado  en  volumen.  En  cuanto  á 
los  vestidos ,  presentábanse  con  los  colores  que  les  eran  propios ,  recono- 
ciéndose p«rlcctamcnte  el  uniforme  de  cazadores  de  á  caballo  de  la  anti 
gua  guardia  en  la  casaca  de  color  verde  oscuro  y  en  las  vueltas  de  grana; 
sobre  el  chaleco  se  veía  abultado  el  gran  cordón  de  la  1  .ejión  de  Honor,  y 
los  calzones  blancos  estaban  cubiertos  en  parte  por  el  sombrerillo  que  es- 
tata  sóbrelos  muslos;  las  charreteras ,  la  placa  y  las  dos  condecoracio- 
nes del  pecho  habían  perdido  su  brillo,  y  estaban  denigradas,  conservan 
do  tan  solo  la  brillantez  la  corona  de  oro  de  la  cruz  de  oficial  de  la  Lejion 
de  Honor.  Entre  las  piernas  habia  unos  vasos  de  plata,  y  uno  de  ellos  que 
« Mal» .Ven tre  las  rodillas ,  coronado  de  una  águila,  lo  hallé  intacto  y  cerra 
do  ;  mas  como  mediaban  adherencias  bastante  recias  entre  estos  vasos  y 
las  partes  inmediatas  que  los  cubrían  algún  tanto,  el  señor  comisario  del 
Rey  no  ha  creído  deber  tocarlos  de  donde  estaban  para  examinarlos  de 
ni  i- 1  et  •  i 

•  Estos  son  los  únicos  pormenores  relativamente  á  los  restos  mortales 
del  emperador  Napoleón  que  me  haya  permitido  rejislrar  un  escrutinio 
que  solo  ha  durado  dos  minutos;  mas,  aunque  incompletos,  son  sufi- 
cientes para  comprobar  un  estado  «le  conservación  mas  perfecto  que  no  te- 
nia fundamento  para  esperar,  atendidas  las  circunstancias  conocidas  de  la 
autopsia  y  del  encierro.  No  es  este  el  sitio  de  examinar  tas  muchísimas 
causas  que  pueden  haberse  opuesto  hasta  tal  punto  á  la  descomposición  di- 


734  HISTORIA 

los  tejidos ;  pero  no  hay  duda  en  que  la  estremada  solidez  de  la  obra  del 
sepulcro  y  el  esmero  con  que  fabricaron  y  soldaron  los  féretros  metálicos, 
lian  contribuido  poderosamente  á  producir  aquel  resultado.  De  todos  mo- 
dos he  conceptuado  del  caso  el  evitar  que  estos  restos  estuviesen  en  con- 
tacto con  el  aire,  y  convencido  de  que  el  mejor  medio  de  asegurar  su  con 
servacion  era  preservarlos  de  su  cebo  destructor,  he  accedido  gustoso  á  la 
propuesta  del  señor  comisario  del  Rey  que  instaba  se  volviesen  á  cerrar  los 
féretros. 

« He  vuelto  á  colocar  como  estaba  el  raso  acolchado,  después  de  ha- 
berlo bailado  levemente  con  un  conservativo ;  he  mandado  cerrar  hermé- 
ticamente las  cajas  de  madera ,  y  soldar  con  sumo  esmero  las  de  metal. 

i  Hoy  dia  los  restos  del  emperador  Napoleón  están  dentro  de  seis  ataú- 
des ,  á  saber : 

« 1 .°  Uno  de  hoja  do  lata ;— 2."  uno  de  caoba;— 5."  uno  de  plomo; 
—4."  otro  de  plomo,  separado  del  anterior  con  serrín  y  cuñas  de  made- 
ra;—5."  uno  de  ébano;  0."  uno  de  roble  para  resguardar  al  de  ébano. 

«  Fecho  en  la  isla  de  Santa  Helena ,  á  15  del  mes  de  octubre  de  1840. 

« Remi  (iuillard  ,  doctor  en  medicina. 
i  El  comisario  del  rey, 
«Ph.  de  Rohan  Chabot.» 

Las  relaciones  que  acabamos  de  citar  venían  acompañadas  de  cartas 
particulares  ,  de  las  que  estractamos  le  >  siguientes  pormenores  : 

En  la  popa  de  la  fragata,  y  en  el  lugar  del  timón ,  se  habia  erijido  un 
altar  y  una  capelardente,  donde  el  dia  17  se  celebró  el  oficio  divino  en 
presencia  de  las  tripulaciones  de  los  tres  buques  franceses ;  y  mientras 
duraron  estas  ceremonias,  mantuvieron  los  pabellones  á  media  asta,  y 
las  vergas  embicadas,  tirando  la  artillería  por  turno  de  una  trícula  un  dis- 
paro cada  minuto. 

A  lo  alto  del  palo  mayor  de  la  fragata  tremolaba  un  pabellón  de  seda 
cubierto  de  crespón  negro,  regalado  por  las  damas  de  la  ciudad  de  James 
Town. 

Después  de  las  ceremonias,  bajóse  el  cuerpo  á  la  capilla  funeral  del 
entrepuente,  que  ya  llevamos  descrita. 


Salida  de  Santa-Helena  y  travesía. 

A  las  ocho  de  la  madrugada  del  domingo  1 8 ,  la  espedicion  se  hizo  á 
la  vela  para  Francia ;  de  modo  que  Napoleón  salió  de  Santa  Helena  el  mis- 
mo dia  en  que  cumplía  veinte  y  cinco  años  que  habia  llegado  á  aquel 
destierro  (1 5  de  octubre  de  1815). 


DE  NAPOLEÓN.  756 

Entro  otfra  recomió*  histórico*  que  rl  principe  de  Joinville  ha  man 
dado  embarcar,  se  hallan  la*  baldosa*  qno  cabrían  el  sepulcro. 

En  los  primeros  cinco  días  de  navegación ,  ningún  incidente  notable 
ol  recio  la  travesía ;  mas  el  sábado  .*>!  de  octubre .  supiéronse  por  el  buque 
ilc  comercio  el  Hamburgo,  procedente  del  puerto  de  este  nombre,  loa 
primeros  rumores  de  un  rompimiento  probable  entre  Francia  é  Inglaterra. 

El  Inn.s  I  de  noviembre,  esta  noticia  fué  confirmada  por  el  buque 
holandés  Kgmoní ,  que  dio  pormenores  circunstanciados  sobre  los  nego- 
cios de  Europa  hasta  el  :>  de  octubre. 

El  principe  de  Joinville  convocó  al  punto  los  oficiales  de  ambos  bn 
qnes  A  bordo  de  la  HHie  Poule ,  para  deliberar  acerca  de  un  suceso  00 
menos  trascendental  que  imprevisto. 

Aquel  consejo  de  guerra  fué  de  dictamen  que  era  preciso  disponerse  á 
todo  trance  para  una  defensa  bizarra  ,  y  tratóse  en  consecuencia  de  coló 
car  en  batería  todos  los  cañones  que  la  fragata  podía  oponer  al  enemigo. 
Demoliéronse  las  cámaras  provisionales  que  se  habían  planteado  en  la  ha 
loria,  y  tanto  los  tabiques  como  todos  los  muebles  elegantes qoe  adorna 
han  dichas  cámaras,  fueron  arrojados  al  mar.  El  principe  de  Joinville  dio 
elejemplo  empezando  por  lo  que  le  pertcnecia,  y  pronto  tuvoen  batería  la 
fragata  seis  ú  ocho  bocas  de  fuego  mas. 

La  parte  de  bordo  donde  estuvieron  las  cámaras  tomó  al  instante  el 
nombre  de  ÍJicrdemonia ,  y  allí  se  vio  desterrado  el  lujo  y  sustituido  por 
lo  útil 

Por  lo  demás ,  todas  las  personas  que  bajo  cualquier  concepto  han  for 
mado  parte  de  la  espedieion  de  Santa  Helena  dicen  unánimemente  que 


750  HISTORIA 

el  príncipe  de  Joinville  ha  desempeñado  dignamente  la  grande  y  honrosa 
comisión  qneselehabia  encargado.  Todos  aQrman  que  el  caudillo  de  la  es- 
pedicion  ha  hecho  en  Santa  Helena,  no  solamente  lo  que  como  Francés  de- 
bía hacer  á  fin  de  que  la  memoria  del  Emperador  quedase  encarecida  del 
modo  mejor  que  merecía,  sino  que  además  ha  desempeñado  su  encargo 
con  el  solemne  acatamiento  y  el  devoto  y  circunspecto  señorío  que  el  mis- 
mo hijo  del  Emperador  hubiera  podido  mostrar  en  semejante  caso.  Com- 
prendió, en  calidad  de  comandante ,  que  debía  evitar  por  todos  los  medios 
posibles  que  el  féretro  del  emperador  cayese  en  poder  del  estranjero,  y  re- 
suelto á  echar  á  pique  su  nave  antes  que  abandonar  su  precioso  depósito, 
supo  infundir  en  el  alma  de  cuantos  le  estaban  cercando  la  briosa  resolu- 
ción que  contra  tan  apurada  continjencia  él  habia  tomado. 

Después  de  estos  preparativos ,  la  Belle-Poule  se  separó  de  la  Favo- 
rite,  porque  le  rezagaba  el  andar,  y  prosiguió  su  derrotero  hacia  Francia, 
esmerándose  mas  y  mas  en  las  cautelas  indispensables  en  tiempo  de  guer- 
ra ;  pues  en  los  veinte  y  ocho  dias  que  aun  duró  el  viaje,  no  descubrió  bu- 
que alguno  bastante  próximo  para  echarle  la  bocina  y  adquirir  noticias. 

A  las  seis  de  le  tarde  del  domingo  29 ,  se  divisaron  desde  la  fragata 
los  fuegos  del  puerto  y  las  luces  de  la  ciudad  deCherburgo.  Pronto  se  co- 
noció, no  viendo  crucero  alguno  inglés  y  notando  la  seguridad  que  afue 
ra  reinaba ,  que  no  se  habia  alterado  la  paz,  y  que  habían  sido  infructuo 
sos  todos  los  preparativos  de  guerra  que  se  habian  practicado. 

El  domingo  50,  el  paquete  de  vapor  la  TSormandía  salió  á  recibir  la 
Belle-Poule ,  por  si  había  necesidad  de  remolcarla ;  pero  habiendo  refres- 
cado la  brisa ,  llegó  á  la  ensenada  la  fragata  sin  necesidad  de  ayuda,  y  á 
las  cinco  y  diez  minutos  de  la  mañana ,  después  de  cuarenta  y  dos  dias  de 
travesía  desde  Santa  Helena ,  entraba  en  la  gran  concha  del  puerto ,  sa- 
ludándola toda  la  artillería  de  las  murallas,  ala  que  de  lejos  contestaban 
el  fuerte  Real ,  el  fuerte  Homet  y  el  de  Querque  Ville 

Traslación  de  Cherburgo  á  Courbevoie. 

Habiendo  sido  señalado  el  día  \  5  de  diciembre  para  la  entrada  de  Na 
poleon  en  París,  esmeróse  el  gobierno  en  dar  órdenes  terminantes  á  fin 
de  acelerar  los  preparativos  para  tan  grandiosa  ceremonia. 

Las  autoridades  y  poblaciones  de  los  departamentos  por  dond»  habia 
de  pasar  la  comitiva  coadyuvaron  por  su  parte  con  entusiasmo  á  honrar 
dignamente  el  paso  de  los  restos  del  inmortal  desterrado.  Algunos  dias  an- 
tes de  la  llegada  de  la  Belle-Poule ,  habíanse  trasladado  á  Cherburgo  tres 
barcos  de  vapor ,  la  Normandía ,  el  Veloce  y  el  Courrier,  que  componían 
la  escuadrilla  destinada  para  la  primera  travesía;  y  en  cuanto  apareció 
aquella,  situáronse  en  orden  circular  en  derredor  suyo,  como  para  formar- 
le una  guardia  de  honor. 


DK  NAPOLEÓN  751 

Kl  martes  8  de  diciembre,  «lia  señalado  puní  la  marcha  ,  celebróse  la 
misa  a  bordo  de  la  fragata  en  presencia  de  todas  las  autoridades  en 
militares.  >  terminados  los  oficio* .  el  feretro  del  Kmperador  sesaro  de  la 
rapetardeate  y  se  bajó  á  bordo  <lc  ln  ISormandia  M  mismo  imtante  to 
dos  los  cartones  «le  kM  Imites  \  del  apostadero  saludaron  con  una  salva  de 
mil  cañonazos  el  tránsito  del  cuerpo,  H  cual  fué  colocado  inmediatamen 
te  debajo  de  nn  catafalco  crijidn  en  medio  del  castillo  de  popa ,  en  el  la- 
par  de  la  claraboya.  Kste  catafalco  se  componía  de  una  cúpula  plana  sos 
tenida  por  doce  colimas,  y  estaba  colgado  de  terciólo  con  franjas  de  pía 
19 .  coronado  de  trípodes  y  rodeado  de  lámparas  encendidas .  había  á  la 
cabeza  una  cruz  dorada ,  y  á  los  pies  una  lámpara  también  dorada  ;  en  la 
parte  posterior  habia  un  altar  enlutado .  con  una  águila  de  plata  k  cada 
ángulo. 

Terminado  el  trasbordo,  pasaron  á  bordo  de  la  ISormandia  el  prin 
cipe  de  Jomville .  la  comisión  de  Santa  Helena  y  los  oficiales  de  ln  Hrtlr 
Paule.  Cuatrocientos  marineros  selectos  de  aquella  fragata  pasaron  á  trí 
pular  los  tres  vapores ,  esto  es :  cien  hombres  a  la  ISormandia,  con  la  mu 
sica  de  la  fragata;  otros  ciento  al  Comrrier  ,  y  doscientos  al  Yrtocr.  To 
madas  por   fin  todas  las  disposiciones  y  dada  la  señal  de  aparejar,  ade- 
lantóse el  correjidor  de  Chcrburgo  hacia  el  catafalco  .  y  depositó  sobre  el 
féretro  una  rama  de  laurel  de  oro  en  nombre  de  la  ciudad.  Luego  se  retí 
raron  todos  los  convidados  ,  y  la  comitiva  emprendió  la  marcha  á  medio- 
día ,  habiendo  á  poco  pasado  el  canalizo  del  Este  y  doblado  el  fuerte  Real. 
al  estruendo  de  mil  cañonazos  disparados  simultáneamente  de  todas  las  ha 
lerias  de  los  fuertes  y  del  muelle. 

I  i  escuadrilla  avanzó  velozmente  hacia  el  levante  en  la  Mancha,  sin 
enmararse  ni  perder  de  vista  la  costa  de  Francia ;  de  modo  que  en  ningún 
tiempo  se  ostentó  tamaña  perspectiva  :  no  dirían  sino  que  Napoleón  ,  al 
regresar  á  su  imperio,  pasaba  una  gran  revista  á  todos  los  habitantes  de 
la  antigua  ISormandia.  Aquí  los  pescadores  de  la  lloiigue  ,  los  de  las  islas 
Saint-Marrón  y  de  las  peñas  del  Calvados;  allá  los  hortelanos  de  Isigny 
que  habían  bajado  hasta  el  embocadero  del  Vire ;  acullá  los  ciudadanos 
de  Caen  apostados  en  las  riberas  inferiores  del  Orne  .  y  en  el  último  tér 
mino,  los  habitantes  de  Dyve,  Touques  y  Trouville,  casi  pegados  á  las  puer- 
tas deHlavre,  aunque  á  la  orilla  opuesta  de  la  bahía. 

Parecía  que  se  deslizaban  todos  á  la  par  con  las  agoas  para  aproximar- 
se á  las  escolleras  de  la  playa  y  ver  de  mas  cerca  la  escuadrilla  imperial. 
\  su  tránsito  levantaban  las  manos  y  sombreros  en  señal  de  aclamación ,  y 
.um  mucho  «l.spues  de  haber  de-aparecido  entre  tas  nieblas  de  la  tarde, 
seguíanla  todavía  con  la  voz  y  el  ademan 

Al  siln  -de  <hei  hinco,  d  tiempo  estaba  borrascoso,  y  hacia  temer 
una  travesía  al  m i d .« j  trabajosa;  pero  al  ir  mareando,  nbonaoxaron  tas 


r.-,S 


HISTORIA 


ráfagas,  amainaron  lasólas,  y  al  anochecer  seencumbró  despejada  la  luna, 
como  para  alumbrar  con  su  resplandor  trémulo  la  marcha  de  la  fúnebre 
comitiva. 

A  las.  nueve  y  media  de  la  noche,  avistóla  espetlicion  los  muelles  del 
Havre,  pero  no  hizo  mas  que  darse  á  reconocer ,  y  volvió  á  tomar  viento 
hacia  el  cabo  de  la  Heve  ,  donde  pasó  la  noche. 

A  la  víspera,  el  prefecto  habia  dirijido  la  siguiente  proclama  á  los  ha 
hitantes  del  Sena  Inferior: 

«  El  departamento  del  Sena  Inferior  será  el  primero  en  el  tránsito 
de  la  fúnebre  comitiva  que,  bajo  la  dirección  de  S.  A.  R.  el  príncipe  de 
Joinville,  se  encamina  á  la  capital  del  reino,  donde  se  celebrarán  so 
lemnidades  memorables ,  en  medio  de  las  grandes  corporaciones  del  es- 
tado, de  los  hombres  mas  esclarecidos  del  dia,  y  de  las  preciosidades 
de  todas  las  artes. 

« Ningún  suceso  se  ofrece  tal  vez  en  la  historia  con  los  rasgos  de 
grandiosidad  que  acompaña  la  traslación  inesperada  délos  restos  mor- 
tales del  emperador  NAPOLEÓN. 

«  Cuando  el  bqjel  que  lleva  esas  cenizas  venerandas  vaga  pausada- 
mente avanzando  por  el  rio,  vosotros  lo  recibiréis  con  el  recojimiento 
relijiosoylas  sensaciones  cntrafiables  que  nacen  siempre  al  recordar  las 
desventuras  de  la  patria ,  sus  triunfos  y  su  gloria. 

«  Vosotros  tributaréis  al  grande  hombre  los  últimos  honores,  con  el 
sosiego  y  señorío  que  corresponde  á  unas  poblaciones  que  estuvieron  dis- 
frutando su  poderío  amparador  y  su  particular  benevolencia. » 

A  las  cinco  de  la  madrugada  del  viernes  dia  9 ,  ya  las  cajas  tocaban 
llamada  en  las  calles  del  Havre ,  y  la  guardia  nacional  acudía  á  las  armas. 
Ya  la  de  Montivillers  estaba  formada  en  batalla  en  la  plaza  de  Provenza; 


I)K  NAPOI.KON  7.V.» 

aquellos  dignos  y  golosos  patriotas  marehnron  toda  la  noche,  no  oleante 
el  mal  oslado  de  Ion  caminos,  para  no  malograr  la  rn\  unlur-i  qii. 
rodeaba  de  tributar  los  debido!  obwqqtoi  I  los  restos  del  hombre  erando 
La  crecida  y  revuelta  población  de  la  ciudad  ,  los  \  ajeros  ,  los  marino*  , 
procedentes  de  los  varios  ángulos  de  la  tierra  .  agolpábanse  al  frente  de  los 
batos  y  en  los  muelles  ,  eunl  inmensa  diputación  de  todos  los  pueblos  oí 
vibrados,  que  en  nombre  de  la  Kuropn  arrepentida  \enian  á  tributar  el 
primer  desagravio  debido  á  los  manes  del  hombre  del  siglo. 

Kstuvieron  largo  ralo  tendiendo  sus  miradas  mas  alia  del  I  Wo/ N 
toen  la  bahía,  y  calando  la  neblina  del  horizonte,   en  busca   de  los  pa 
los  empavesados  qnchabian  de  anunciar  la  presencia  del  fluotuante  ceno 
lalio ;  mas  no  apareció  en  alta  mar  hasta  las  seis  y  media. 

Los  primeros  albores  del  día  que  empezaban  á  disipar  las  tinieblas 
dejaban  divisar  todos  los  buques  de  la  comitiva;  al  frente  marchaba  la 
\ormandia  ostentando  los  matice  nacionales,  el  pabellón  real  en  el  pa 
lo  mayor,  y  todas  las  demás  banderas  hizada»  >  em.i  en  seguida  la  Seinr, 
que  habia  salido  del  puerto  para  ir  á  recibir  la  espedicion,  luego  el  Velo 
re )  el  Courrier,  que  cerraban  la  comitiva. 

Sobre  las  siete  llegó  la  escuadrilla  hasta  las  cercanías  de  la  torre  ,  y 
maniobró  para  pasar  á  corta  distancia  de  los  muelles. 

La  Normandia  se  presentaba  entonces  terciada  á  la  tierra ,  pero  al  lie 
gar  á  dos  cables  del  muelle ,  orzo  un  poco  sobre  estribor  para  encararse  al 
rio  Sena;  el  cuadro  que  en  aquel  trance  vino  á  ofrecer  renovó  en  todos  los 
corazones  los  varios  impulsos  que  no  podían  menos  de  infundir,  tanto  el 
acto  solemne  que  s«>  Miaba  realzando,  como  los  recuerdos  inmortales  que 
reproducía. 

En  el  alcázary  en  medio  de  cuatro  lámparas  ardientes  cuyo  resplandor 
se  hermanaba  con  los  asomos  del  alba  y  los  |>ostrimeros  reflejos  de  la 
luna ,  aparecía  el  reducido  ataúd  que  encierra  el  hombre  mas  grande 
que  ha\  a  producido  la  Francia,  tasólas  fueron  llevando  pausadamente  la 
nave  gloriosa  lejos  de  la  muchedumbre  absorta .  y  el  recojimiento  jeneral 
solóse  interrumpió  con  el  estruendo  del  primor  cañonazo  que  anunciaba 
la  entrada  délos  restos  mortales  del  Emperador  en  un  rio  francés,  entre 
btt  inivnas  riberas  del  Sena  que  él  escojiera  para  su  sepultura. 

i  ii'il  mismo  instante,  ó  por  mejor  decir,  á  la  señal  que  dio  la  artille 
ría ,  salió  el  sol  terso  y  centellante  por  encima  do  las  lomas  que  formao  d 
cauce  del  rio,  y  sus  rayos  dorados,  al  caer  sobre  la  capelardente,  reflejaban 
destellos  á  millares.  Apareció  entonces  el  féretro  como  circundado  de  una 
atmósfera  luminosa,  déla  cual  se  desprendían  radiantes  los  reflejos  de  la 
corona  de  oro  depositada  sobre  el  paño  funeral  No  es  un  prestíjío ,  sino 
una  realidad  •  Napoleón  regresaba  á  Francia  ceñido  de  un  cerco  de  luz : 
el  sol  de  Austerlilz  estaba  saludando  al  héroe  en  su  entrada. 


"40  HISTORIA 

AI  paso  que  el  impulso  del  vapor  arrollaba  el  fúnebre  acompañamien- 
to por  la  corriente  del  Sena,  iban  coronándose  las  riberas  de  innumerable 
jentío,  cuya  ostensión  se  hacia  casi  imperceptible  con  la  distancia,  y 
cuya  presencia  solo  se  notaba  en  los  disparos  de  fusil  que,  como  señal 
de  honor,  hacían  algunos  labradores  ancianos,  constituyéndose  nueva- 
mente soldados  para  presentar  las  armas  á  la  sombra  de  su  jeneral. 

De  las  cimas  de  las  colinas ,  del  fondo  de  los  valles,  de  lo  mas  remoto 
que  podia  divisarse  la  Normandía,  salian  señales  de  toda  especie  que 
anunciaban  la  presencia  de  cuadrillas  de  ciudadanos,  satisfechos  de  haber 
podido  percibir  el  féretro  del  héroe  popular. 

En  Quillebceuf,  donde  debia  arrimarse  á  la  tierra  el  acompañamiento, 
habia  preparado  todo  un  triunfo;  halláronse  reunidos  como  por  ensalmo 
en  el  muelle  de  aquel  pueblo  los  guardias  nacionales  de  Pont-Audemer, 
Saint-Aubin,  Sainte-Opportune  y  demás  lugares  circunvecinos,  aun  de 
las  poblaciones  mas  lejanas  de  la  baja  Normandía  hasta  Granville;  en  la 
playa  opuesta  divisábanse,  á  pesar  de  la  distancia,  los  ciudadanos  de  Li- 
llebonne,  puestos  sobre  las  armas,  que  guarnecían  la  ribera,  siendo  tal 
su  vehemencia,  que  hallándose  separados  de  la  comitiva  por  toda  la  an- 
chura del  Sena,  metíanse  en  el  agua  hasta  muy  adentro  para  verla  mas 
de  cerca. 

Al  desfilar  el  acompañamiento  junto  al  muelle  de  Quillebeeuf ,  fué 
saludado  con  fuegos  de  pelotón  y  repetidas  salvas  de  artillería;  arriáron- 
se las  banderas,  las  tropas  hicieron  el  saludo  militar,  y  los  buques,  empa 
vesados  de  luto,  humillaron  sus  pabellones  con  gritos  de  entusiasmo. 

Siguió  el  acompañamiento  su  viaje  triunfal  de  día,  y  de  noche  surjió 
la  escuadrilla  de  vapores  en  el  Val  de  la  Haya,  tres  leguas  mas  abajo 
de  Rúan. 

Al  dia  siguiente,  por  la  mañana,  se  presentó  la  armadilla  del  Alto 
Sena,  que  habia  salido  la  víspera  de  Rúan  para  relevar  la  Normandía 
y  la  Seine. 

A  las  nueve  y  medía  de  la  mañana,  se  efectuó  el  trueque,  y  el  fére- 
tro fué  trasbordado  á  la  Dorade  núm°.  3,  y  colocado  debajo  de  un  ca- 
tafalco tendido  de  terciopelo  morado,  coronado  de  cuarenta  banderas 
tricolores,  y  orlado  de  guirnaldas  de  encina  y  ciprés.  Estaba  construido 
el  catafalco  en  la  proa  del  barco,  y  cubierto  de  un  dosel  de  terciopelo 
negro,  sostenido  con  entorchados  y  borlas  de  plata,  flotando  en  su  cime- 
ro varios  plumeros  también  negros. 

Entraron  en  la  nueva  escuadrilla  el  príncipe  de  Joinville  y  todas  las 
personas  de  la  espedicion,-y  emprendió  inmediatamente  la  marcha  en 
el  orden  siguiente  ¡  al  frente,  el  vapor  la  Parisienne,  llevando  á  bordo 
los  inspectores  de  la  navegación;  después  el  Zampa,  con  la  música  del 
príncipe;  la  Dorade  núm°.   5,  capitán  Garay,   teniendo  á  bordo  los 


DE  VAPOI.KON.  741 

restos  mortales  del  Emperador,  el  principe  de  Joinville,  y  la  l\  rom 
paftia  dr  la  Ilelle-Pouio  para  guardia  de  honor;  y  la  Estrella  núm.  'i, 
ron  el  comisario  del  Rey,  Mr.  de  Hohan  Chabot,  el  gran  mariscal  de 
palacio,  conde  Reifrand.  el  jenernl  barón  (¡ourqaud  y  la  servidum 
bre  del  Empe radar. 

Kn  la  Estrella  núm.  *  iba  embarcada  la  T.  companiade  la  Bello  l*tm 
Ufea  la  Estrella  núm.  i,  la  .V.  compañía  de  la  misma ;  en  la  Dorado. 
num.  'I,  capitán  Pagos,  la  4".  compartía  de  la  Favorito,  y  a  bordo  de  la 
Dorado  núm"  \  y  del  Montereau  iban  los  demás  asistentes. 

Avanzaban  todos  estos  vapores  á  distancia  de  tres  esloras  uno  da 
otro,  con  buen  tiempo,  aunque  algo  frío  y  nubloso. 

A  las  once  y  tres  cuartos  la  escuadrilla  estaba  entrando  en  Rúan . 

Habíanse  hecho  grandes  preparativos  para  recibirla :  el  arco  de 
enmedio  del  puente  colgante  formaba  un  arco  triunfal  grandísimo,  y 
«'I  puente  y  sus  avenidas  estaban  eselusivamente  guarnecidos  por  anli 
guos  oficiales  lejionarios  heridos  y  soldados  del  Imperio;  en  ambas  orillas 
del  rio  y  cu  el  puente  de  Orleans  se  habían  erijido  trofeos  y  pirámides 
de  terciopelo  morado,  bordado  de  abejas,  con  los  nombres  de  las  vic- 
torias mas  esclarecidas  del  Emperador.  Los  monumentos  públicos,  to- 
dos los  buques  del  puerto  y  un  sinnúmero  de  casas  particulares,  habían 
arbolado  la  bandera  nacional;  en  la  magnifica  aguja  de  la  catedral  se  veía 
tremolar  un  oriflama  rodeado  de  banderas.  Alas  diez,  <\  cardenal  arzo- 
bispo de  Kuan  se  trasladó  con  todo  el  clero  en  procesión  al  muelle  de 
Saint  Sever,  desde  donde  pronunció  los  rezos  de  la  relijion  al  momento 
de  pasar  el  ataúd.  A  la  misma  hora  vino  el  ayuntamiento  á  reunirse  con 
las  demás  autoridades.  lx>s guardias  nacionales  de  Rúan,  asombrosamen 


742  HISTORIA 

te  uniformados,  los  de  las  poblaciones  circunvecinas,  las  tropas  de  la 
guarnición  y  un  jentío  inmenso,  coronaban  los  muelles  de  ambas  orillas 
del  rio,  estremeciendo  los  aires  con  la  voz,  mil  veces  repetida,  ¡viva  el 
/imperador!  La  artillería  de  la  guardia  nacional,  que  coronaba  las  altu- 
ras de  Sainte  Catheiine,  y  los  buques  del  puerto,  dispararon  cañonazos 
de  minuto  en  minuto,  hasta  la  conclusión  de  la  fúnebre  ceremonia;  y  res 
pondiósin  interrupción  á  ellos  la  artillería  déla  Dorade  núm".  5,  que 
llevaba  los  restos  mortales  del  Emperador. 

Al  llegar  la  escuadrilla  á  Rúan,  la  Parisienne  y  el  Zampa  se  coló 
carón  mas  allá  del  puente  de  piedra;  el  vapor  que  contenia  el  catafalco 
permaneció  solo  entre  ambos  puentes,  y  lo  restante  del  séquito  se  mantu- 
vo encarado  con  el  puente  colgante. 

Después  del  responso,  que  entonó  el  cardenal  arzobispo,  asistido  de 
mas  de  doscientos  curas,  una  salva  de  cien  cañonazos  anunció  que  en  lo 
sucesivo  la  ceremonia  tomaba  un  carácter  triunfal.  Se  echaron  las  cam- 
panas al  vuelo;  desaparecieron  todas  las  señales  de  luto,  las  tropas  pre- 
sentaron las  armas,  los  tambores  batieron  marcha,  y  las  músicas  mili- 
tares ejecutaron  tocatas  de  victoria.  Anuncióse  la  marcha  con  otra  salva 
de  cien  cañonazos,  y  la  armadilla  se  puso  en  movimiento ;  al  pasar  el 
vapor  que  llevaba  el  féretro  imperial  por  debajo  del  arco  de  triunfo,  los 
veteranos,  que  estaban  formados  en  el  puente,  echaron  unas  coronas  de 
siemprevivas  y  ramas  de  laurel  que  tenían  dispuestas. 

Nunca  se  habia  visto  en  Rúan  una  concurrencia  tan  grandiosa ;  to 
das  las  poblaciones  circunvecinas,  todos  los  guardias  nacionales,  campe- 
sinos á  medio  organizar  ,  confundían  sus  moles  cerradas  con  un  clero 
numeroso,  que  sobresalía  á  todos  en  acaloramiento,  y  aprovechaba 
cuantas  ocasiones  se  le  ofrecían  para  ostentarse.  Jamás  habia  presenciado 
la  capital  de  la  Normandía  semejante  solemnidad ;  jamás  héroe  alguno 
nacional  fuera  tan  uuiversalmente  vitoreado. 

Elbamf,  por  donde  pasó  la  escuadrilla  á  la  mitad  del  día,  se  aventa- 
jó, si  cabe,  á  Ruan  en  entusiasmo  ¡  aquel  pueblo  de  fabricantes,  hombres 
y  mujeres,  no  tenia  mas  que  una  voz  para  hourar  á  Napoleón.  Veíanse 
veteranos  del  Imperio,  vestidos  de  gran  uniforme,  revueltos  con  la  guar 
día  nacional,  y  todos  blandían  sus  armas  y  banderas,  derramando  lágri- 
mas de  enternecimiento. 

A  las  cinco  de  la  tarde  del  mismo  dia,  la  imperial  comitiva  pasaba 
por  Pont-de  l'Arche,  donde  la  esperaban  los  guardias  nacionales  de  Lou- 
viers  y  de  las  parroquias  circunvecinas,  é  hizo  descanso  media  legua 
mas  arriba  de  aquella  ciudad. 

Él  dia  1 4 ,  por  la  madrugada,  volvió  á  ponerse  en  movimiento  la  es- 
cuadrilla ;  pero  en  virtud  de  las  nuevas  órdenes  que  habia  recibido,  mar- 
chaba con  tal  velocidad,  que  en  muchos  parajes  no  pudieron  tener  cabi 


DI.  \  M'OI.I.ON  745 

dalas  ovaciones  que  se  habían  preparado.  Al  anochecer  ya  se  hallaba 
mas  allá  de  In  ciudad  de  Vernon  .  >  eo  \c/  de  bteef  allí  el  descanso  ofre 
rido,  fué  a  ponerse  en  lacha  delante  de  Ul  linche  <tu\on. 

A  la»  diez  de  la  mañana  del  dia  1 2,  atravesaba  Maule*,  donde  tuvie 
ron  lugar  de  recibirla  el  sub -prefecto,  el  correjidor,  el  a) untamiento, 
el  clero  y  la  guardia  nacional,  que  presentó  las  armase  hizo  fuegos  de 
pelotón.  Bn  la  misma  tarde  anclo  delante  riel  puente  de  Poissy. 

No  bien  se  supo  en  Paris  aquella  llegada,  cuando  riéronte  juntar  á  la 
jente  ríberefla  redobladas  colimas  de  habitantes  de  la  capital.  I-as  olí'  mi  i* 
del  camino  de  hierro  de  SainUiemain  M  vieron  materialmente  sitiadas, 
y  sin  embargo  tic  esto  no  dejaron  de  llenarse  de  peones  y  carruajes  de 
toda  opeeie,  desde  la  modesta  tapicera  hasta  los  coches  de  librea,  los 
eaminos  de  Saint  Dcnis,  C.lichy,  Asnieres  y  Conrbevoie. 

Kn  Poto]  se  celebró  la  misa  el  dia  15  por  la  madrugada,  al  raso,  a 
bordo  del  \apor  que  llevaba  el  ataúd;  la  guardia  nacional  y  la  tropa  de 
linea  estaban  sobre  las  armas,  y  en  muchos  puntos  las  mnjeres,  los  ni- 
ños y  hasta  algunos  hombres  se  arrodillaban  al  pasar  el  vapor  con  el  sím 
bolo  sagrado  de  la  cruz.  Durante  toda  la  travesía,  el  principe  de  Joinvi 
He  se  mantnvo  de  pie  «letras  del  ataúd,  y  delante  de  él  el  jeneral  Bcr 
trand.  el  jeneral  (iourgnud,  y  Mr.  Mnrchand,  ayudante  de  cámara  del 
Emperador  :  este  último  llevaba  el  uniforme  de  oficial  déla  Y.  lejion  de 
la  guardia  nacional  de  París. 

Kl  principe  de  Joinville,  con  el  fin  de  dar  á  la  Dormía  núm.  8  que 
llevaba  el  ataúd,  toda  la  circunspección  que  semejante  solemnidad  reque 
ria.  mandó  quitar  todos  los  adornos  del  alcázar  ¡  y  eomo  el  barco  estaba 
pintado  de  negro,  no  había  mas  que  un  objeto  que  llamase  la  atención  y 
el  respeto,  el  féretro  imperial  rodeado  de  algunos  cirios,  cubierto  con 
el  manto  imperial  y  coronado  de  un  haz  de  banderas. 

Mientras  tanto  salían  de  Parts  otros  tres  vapores  para  recibir  el  acom 
pañamiento  imperial,  y  en  uno  de  ellos  venia  la  música  de  la  escuela  mi- 
litar que  habia  de  tocar  marchas  fúnebres  en  el  tránsito  ¡  los  otro*  dos 
remolcaban  una  lancha-catafalco,  construida  á  propósito  para  esta  cere- 
monia. Habia  en  esta  lancha  un  templo  funeral  de  ensambladura  bron 
cenda  v  adornada  de  ropages;  la  techumbre  era  toda  de  raso  blan- 
bordados  de  oro;  el  tapiz,  de  terciopelo,  estaba  salpicado  de  abejas  de 
oro,  que  daban  realce  á  su  color  morado;  y  Analmente,  la  entrada  del 
templo  estaba  adornada  con  cuatro  cariátides  doradas. 

xdemás  habia  en  la  decoración  de  aquella  lancha  : 

A  la  espalda  un  trofeo  de  banderas  en  que  estaban  rasgueados  los 
nomhre>  ,1.  1 1»  mas  esplendorosas  victorias  de  Napoleón; 

I  n  '  i  Ii.k.is  guirnaldas  de  siemprevivas  y  laureles 

entretejí. lo<  por  toda  la  lonjitud  . 


744  HISTORIA 

En  derredor,  unos  trípodes  de  forma  antigua,  destinados  á  quemar 
incienso  y  perfumes; 

Y  finalmente,  en  la  delantera  del  barco  una  inmensa  águila  de  oro, 
que  al  parecer  estaba  conduciendo  en  triunfo  á  su  amo  esclarecido. 

Esta  lancha-catafalco,  que  hubiera  sido  uno  de  los  ornatos  mas  her- 
mosos de  la  ceremonia,  no  pudo  desempeñar  el  intento  que  ansiaban  los 
directores  de  la  fiesta,  porque,  no  obstante  la  potencia  de  los  vapores  que 
la  remolcaban,  llevaba  una  marcha  tan  lenta  y  pesada,  que  fué  preciso 
dejarla  delante  de  Argenteuil. 

Al  regreso  no  tuvo  á  cordura  el  príncipe  de  Joinville  arriesgar  su 
precioso  depósito  en  una  embarcación  que  al  parecer  ofrecia  tan  poca  se- 
guridad, y  se  ciñó  á  mandar  que  la  lancha-catafalco  formase  parte  del 
acompañamiento  como  uno  de  los  adornos  descollantes  de  la  cere- 
monia. 

El  dia  KA,  por  la  mañana,  salió  la  escuadrilla  de  Maisons  á  las  ÍO,  y 
llegó  al  puente  de  Pecq  (mas  abajo  del  terrado  de  Saint  Germain) ;  com- 
poníase de  diez  vapores.  Los  guardias  nacionales  de  las  parroquias  in- 
mediatas le  hicieron  los  honores  militares;  y  una  grandiosa  orquesta,  for- 
mada de  músicos  de  varios  Tejimientos,  ejecutaba  fúnebres  sinfonías,  in- 
termediadas cada  cinco  minutos  con  salvas  de  artillería. 

A  las  doce  y  media  llegó  la  arraadilla  áChatou,  donde  se  le  hicieron 
los  mismos  honores  que  en  Pecq.  Partió  á  la  una,  y  á  las  dos  y  media  díó 
vista  á  San  Dionisio.  Los  guardias  nacionales  de  Espinay,  Pierreíitte, 
Stains  y  otros  pueblos  circunvecinos  se  hallaban  en  el  puesto,  ya  des- 


DI    N  tfrtl  i  "\  745 

do  muy  temprano,  ron  tus  banderas,  tambor**  y  mimen,  prenotando 
M  .11  galán  y  cabal  estado.  Sn  linea  A*  Imtnlln  «r  ctondia  desde  el  pner 
to  dr  Ifi  i*la  do  San  Dionisio  hasta  la  aldea  de  1*  Rrirhe.  A  la  izquierda 
del  poMte,  por  In  parto  do  Saint  <>non  formaban  Ion  batallones  del  S&T 
y  dd  »'.7°.  do  linea  Kn  frenlo  do  la  isla  <fr  San  Dionisio  se  habia  levan 
tadn  una  tionda  para  las  autoridades  ri?iles  y  militares  y  para-  el 
oloro. 

A  la  una  y  media,  Mr.  Uoiano  Mochín,  snbprcforto  deJ  distrito ;  Mr 
Brisson,  correjidor  do  la  cuidad,  los  miembros  del  consejo  municipal, 
procedidos  del  oloro  do  In  iglesia  real  de  San  Dionisio,  de  todos  los  miom 
I  tos  del  capitulo,  á  onyo  frento  iba  Mr.  Rey,  obispo  qne  fué  de  Ihjon. 
escoltados  por  la  jendarmeria  departamental,  las  compañías  del  tercer  re 
jimionto  de  injenieros  y  la  guardia  nacional,  se  trasladaron  al  pabellón 
•I».  s,<  habia  dispuesto  para  recibirlos:  en  nna  tribuna  reservada  se  ba 
Haba  una  diputación  do  señoritas  de  la  LejMk  de  Honor,  vestidas  de  n 
gnroso  Into,  presididas  por  la  señora  Superintcndenta. 

\mbas  orillas  del  Sena  se  aparecían  cuajadas  de  inmensa  muebednm 
bra  que  había  acudido  de  todos  los  pueblos  inmediatos,  y  hasta  de  la 
capital. 

A  las  dos,  un  cañonazo  anunció  la  aproximación  del  acompañamiento 
imperial,  y  efectivamente,  a  los  pocos  minutos  ya  se  distinguieron  por 
entro  la  isla,  á  la  altura  de  Kpinay.  los  timbres  nacionales  que  ondeaban 
sobra  la  Dorad*  y  su  séquito.  Luego  avanzó  la  Paritimne,  qne  prece- 
día de  unas  veinte  brazas  á  la  Dorad*,  y  venia  seguida  de  ocho  vapores 
qne  formaban  la  escolta.  Al  mismo  instante  la  guardia  nacional  saludo 
«I  precioso  depósito,  y  su  artillería  disparó  repetidas  salvas,  á  las  que 
<  «Militaron  In  Parisi*nn*  primero,  y  la  Dorad*  después,  con  fuegos  de 
a  bordo.  Llegada  In  escuadrilla  á  la  tienda  hecha  para  las  autoridades, 
se  colocó  del  modo  siguiente : 

Kn  primera  linea,  la  Parisi*nn*  y  la  Dorad*  con  el  féretro  del  Em- 
perador: en  la  proa  de  este  barco,  entre  la  cruz  y  el  cuerpo, 
eia  de  pié  d  principe  de  Joinville,  vestido  de  gran  uniforme  de 
<le  navio;  delante  del  féretro  estaban  igualmente  en  pié  los  jeneraks  Bar 
Irruid  \,  Ctourgand.  y  detrás  de  ellos  el  abate  Coquerenu.  en  traje  sacer- 
dotal. 

inmediatamente  después  de  la  Dorad*  venia  un  barco  de  vapor  en 
qne  iban  los  mímeos  ejecutando  por  intervalos  fúnebres  sinfonías; 
formaban  la  retaguardia  los  demás  vapores  en  que  iban  los  marinos  de 
las  tripulaciones  de  la  B*ltr  Po*i*  y  de  la  Favorito.  Tan  pronto  como 
la  Dorad*  se  halló  al  frente  del  t.  mplo  funeral,  sin  salir  de  la  mitad  del 
no  ni  dejarse  atracar.  H  principe  mandó  hacer  un  momento  de  alto;  H 
señor  arzobispo  Rey,  asistido  de  todo  H  clero,  dio  la  absolución 

91 


746  HISTORIA 

>guió  la  escuadrilla  su  rumbo.  Era  inmenso  el  jeutío  que  con  profundo 
recojimiento  asistió  á  esta -ceremonia  relijiosa;  y  en  cuanto  estuvo  termi- 
nada, prorumpió  en  esclamaciones  en  honor  del  Emperador,  las  cuales 
se  iban  repitiendo  por  todo  el  ámbito  de  las  márjenes  del  rio,  donde  el 
jentío  se  iba  mas  y  mas  agolpando  cuanto  menor  era  la  distancia  de 
Courbevoie. 

En  Saint-Ouen,  frente  á  Clichy,  y  en  Asnieres,  la  multitud  era  por 
tentosa.  En  vano  se  intentó  interrumpir  el  paso  del  puente  hacia  este  úl 
timo  punto;  pues  ningún  respeto  se  tuvo  á  los  centinelas,  y  al  pasar  la 
Dorade  por  debajo  de  los  arcos,  llovieron  sobre  ella  mil  coronas  de 
siemprevivas.  Allí  pudo  la  Reina  ver  por  primera  vez  á  su  hijo,  por  te 
ner  su  coche  cerca  del  puente;  sin  embargo  de  que  el  príncipe  de  Joinvi- 
lle  estaba,  dos  dias  habia,  á  pocas  leguas  de  su  familia,  no  se  separó  de 
á  bordo  desde  que  entró  en  el  Sena;  tan  solo  fueron  á  abrazarle  en  Poissy 
y  Maisons  los  duques  de  Aumale  y  de  Orleans.  La  Reina  y  las  Princesas 
que  iban  con  ella  vestian  riguroso  luto,  y  luego  de  haber  pasado  la  ar- 
madilla,  regresaron  á  Paris;  pero  aquella  siguió  su  rumbo  pausadamen 
te,  arrebatando  tras  sí  un  inmenso  concurso. 

La  lancha  catafalco  seguía  á  remolque  de  uno  de  los  últimos  vapores, 
teniendo  a  bordo  diez  marinos  que  le  servían  de  tripulación. 

Magnífica  fué  la  llegada  á  Courbevoie:  eran  apenas  las  cuatro,  y  el 
sol  declinaba  radiante  detrás  del  monte  Valerien,  ílechando  sus  rayos  por 
una  nube  luminosa  de  polvo;  por  una  parte  las  tan  pintorescas  islas  de 
Neuilly,  y  el  arco  triunfal  á  lo  lejos;  por  la  otra,  los  oteros  de  Courbevoie; 
al  frente  el  puente  hirviendo  de  concurrentes;  los  guardias  nacionales,  la 
tropa  de  línea,  la  artillería  redoblando  sus  salvas,  la  escuadrilla  respon- 
diendo con  salvas  á  las  salvas  de  la  playa,  y  á  poco  rato  el  cañón  mas 
ronco  de  los  Inválidos,  que  por  su  parte  repetía  la  señal  de  la  llegada  del 
grande  hombre  después  de  un  destierro  de  veinte  y  cinco  años. 

Ancló  la  escuadrilla  mas  abajo  del  puente,  en  frente  del  templo  fuñe 
ral  erijido  para  recibir  el  cuerpo.  Unos  fuegos  de  bivaque  encendidos 
por  las  playas  demostraban  la  presencia  de  la  guardia  nacional  de  Neui- 
lly y  la  inmensa  concurrencia  de  ciudadanos  dispuestos  á  pasar  allí  la 
noche,  no  obstante  lo  intenso  del  frió.  La  lancha-catafalco  y  la  armadi- 
lla,  iluminadas  y  cercadas  de  infinitas  embarcaciones  llenas  de  remeros 
que  iban  á  visitarlas,  dieron  á  la  noche  un  aspecto  esplendoroso  y 
vividor. 

El  desembarcadero  de  Courbevoie  fué  la  primera  tierra  de  Francia 
donde  descansó  el  cuerpo  de  Napoleón. 


PREPARATIVOS  PARA  LA  CEREMONIA. 

Ateniéndose  al  cómputo  marítimo,  la  espediciou  de  Santa  Helena  no 


DE  KAPOI  I  ¡OH  7»7 

debía  estar  de  vuelta  en  Francia  hasta H  1.1  ó  'Ü>  de  diciembre:  |>or  lo 
que  era  de  presumir  que  U  ceremonia  no  tendría  rábida  tino  bacín  el  <ln 
25  ;  pero  la  llegada  do  la  IM/r  Vmút,  i  últimos  dr  noviembre,  dejó  btir 
ladas  todas  las  preí  istoofi 

Con  motivo  déla  premura  del  tiempo,  los  artistas  y  contratistas  tu 
vieron  que  echar  el  resto  «le  mi»  conatos  y  su  acln  id  id 

\  ivisimo  era  aquel  conjunto  inmenso  de  operarios  repartidos  en  toda 
la  linea  que  dehia  seguir  el  acompañamiento.  tralwj.indo  de  continuo, 
no  obstante  la  intemperie  del  tiempo  y  el  rigor  del  frío,  y  prosiguiendo 
aun  de  noche  so  tarea  con  hachones,  se  hacia  obvio  el  concepto  de  que  se 
estaban  afanando  A  impulsos  de  su  patriotismo ,  y  todos  se  esmeraban 
en  el  endiosamiento  de  Napoleón. 

lie  aquí  la  descripción  de  los  varios  preparativos,  según  el  orden 
apuntado  para  el  nimbo  de  la  comitiva: 

Kn  (.ourbevoie,  á  orillas  del  Sena,  cerca  y  mas  abajo  del  puente, 
un  gran  templo  funeral,  de  forma  griega,  con  cuatro  frentes,  y  adornado 
ile  plantas,  guirnaldas  de  cocina,  escudos  de  armas,  águilas,  ropajes, 
pinturas  y  atributos  relativos  al  intento.  Delante  del  templo  un  desem- 
barcadero, cuyos  machones  estallan  embebidos  en  el  rio,  y  sobre  el  cual 
habia  un  arco  de  triunfo. 

Al  rededor  unos  trípodes  antiguos  arrojando  llamas. 

Kn  el  puente  de  Neuilly  una  colima  rostral,  octógona,  coronada  con 
una  águila  de  oro,  á  cuarenta  y  nuco  metros  de  elevación. 

Delante  de  la  coluna  una  estatua  de  Nuestra  Señora  de  Gracia,  pairo 
na  de  los  marinos. 

Kn  torno  del  arco  de  triunfo  de  la  Kstrella,  doce  mástiles  empavesados, 
con  escudos,  trofeos  de  armas  y  banderas  tricolores ,  en  las  banderas  se 


! 


•H,.. 


748  HISTORIA 

leían  los  nombres  de  los  principales  ejércitos  de  la  República  y  del  Im- 
perio: Ejército  de  Holanda,  de  Sambra-y-Mosa,  Jiin-y-Mosela,  las  cos- 
tas del  Océano,  Cataluña,  Aragón,  Andalucía,  Italia,  Roma,  Ñapóles, 
Grande  Ejército,  Ejército  de  reserva. 

Sobre  la  plataforma,  á  modo  de  cimero,  la  apoteosis  de  Napoleón, 
compuesta  del  siguiente  modo  :  el  Emperador  de  gaja  imperial,  como  iba 
el  dia  de  su  consagración,  en  pié  delante  de  su  trono,  apoyado  sobre  dos 
figuras  alegóricas  que  representaban  el  numen  de  la  Paz  y  el  de  la 
Guerra. 


]g[^^^B[^i(^P[@]l[^l¡iP]8[^Fp]Bp|B 


i/í**n  tTfmnut 


En  cada  ángulo  del  monumento,  un  grandioso  trípode  antiguo  arro- 
jando llamas  de  color  ¡  en  los  cuatro  ángulos  del  atrio,  dos  lamas  á  caba- 
llo que  representaban  la  Gloria  y  la  Grandeza. 

Desde  el  remate  del  arco  triunfal  hasta  el  pié  de  los  zócalos,  largas 
guirnaldas  de  flores  y  laurel. 

En  los  Campos-Elíseos,  desde  la  barrera  de  la  Estrella  hasta  la  plaza 
de  la  Concordia,  unas  colunas  triunfales,  adornadas  de  banderas,  águi- 
las y  otros  emblemas  del  Imperio. 

Entre  las  colunas  triunfales,  á  derecha  é  izquierda,  doce  estatuas  ale- 
góricas, representando  otras  tantas  victorias. 

En  cada  ángulo  del  puente  de  la  Concordia,  una  coluna  triunfal  es- 
triada, de  forma  octógona,  con  figuras  alegóricas  en  los  pedestales;  enci- 
ma del  chapitel,  una  águila  dorada,  y  en  torno  déla  caña,  una  serie  de 
cartones  con  nombres  de  victorias. 

Sobre  el  puente,  ocho  estatuas:  La  Sabiduría,  por  Mr.  Ramus;  La 
Fuerza,  por  Mr.  Gourdel;  La  Justicia,  por  Mr.  Bion  ;  La  Guerra,  por 
Mr.  Calméis;  La  Agricultura,  por  Mr.'Therasse;  La  Elocuencia,  por 


I»l.  \  ll'Ol  i  o\  740 

Mr.  fttiginet;  la»  Nobles   Artes,  por  Mr.  Merlicax;  W  Comercio,  por 
Mr.  Dan  tan  menor. 

i  ii  Trente  del  palacio  de  la  ('.amara  de  diputados,  la  Inmortalidad, 
estótna  colosal,  por  Mr.  (tortor 

Kn  la  «planada  de  loi  Inválido»,  treinta  y  do»  estatuas  de  reyes  y 
grandes  capitanes  de  Francia  i  Clodoveo,  Cortos  Morir/,  Felipe  Augus- 
to, Corlo*  V,  Juana  de  Are,  Luis  XII,  Boyardo,  Imís  XIV,  Tur* 
na,  IhKjuivjTmuin,  lloche,  I  ai  Tour  d'Auvergne,  Kellermann,  Noy, 
Jnurdan,  hhiu,  Cartomarjno,  Hugo  Capelo,  Luis  IX,  (.artos  Vil  D 
(hiesdin,  Francisco  C  ,  Enrique  IV,  Conde,  Vatuban,  Marcean,  De 
sni.r,  Klebrr,  Ijannes,  Monona,  Mortier,  Macdonald 

Kntre  las  estatuas  de  la  replanada,  unos  trípodes  con  llamas. 

Kn  amlKM  lados  de  la  esplanada,  á  derocha  ó  izquierda,  inmensos 
tablados  capaces  para  treinta  y  seis  mil  espectadores,  que  llegaban  hasta 
la  verja  de  entrada  de  los  Inválidos. 

m 

i 


tu  esta  verja  uua  colgadura  negra  realzada  cou  adornos  de  oro  y  pía 
la  y  sostenida  por  dos  colunas  triunfales  y  varios  haces  de  lanzas  ni<  m 
tadas;  encima  de  las  colunas  había  grandes  trípodes,  y  las  mismas  seniau 
de  Aspaldo  a  derecha  ó  izquierda  á  dos  tribunas  reservadas  para  los 
Inválidos. 

En  el  primer  patio  del  establecimiento,  una  linea  de  candelabros  y 
trípodes  con  braseros  inflamados. 

Kn  el  pnuo  de  honor,  dos  tablados  dispuestos  para  recibir  a  seis  mil 
personas  sentadas. 

I  odas  la*  ,.ili>tra5  Ac  la>  pWü  «-iibiei U-<\>'  a.ju.  I  palio    tia>|orini 
<la-  .'ii  liólos  ,1,.  armas  \  anonadas  <!»■  tina  amula     Kn  !..<.  intermedio». 


L 


750  HISTORIA 

á  la  altura  de  los  arcos,  varios  escudos,  de  los  cuales  unos  representaban 
la  cifra  imperial,  y  otros  cruces  de  la  Lejion  de  Honor.  Entre  los  arcos 
babia  un  doble  festón  de  laurel. 

A  la  altura  y  al  rededor  del  friso,  los  nombres,  en  letras  de  oro,  de 
los  Franceses  que  descollaron  en  la  guerra,  desde  4795  hasta  nuestros 
dias. 

En  el  contorno  de  este  friso  triunfal,  un  triple  cordón  de  guirnaldas 
y  de  coronas  de  siemprevivas  entretejidas. 

Mas  arriba,  siguiendo  la  linea  del  tejado,  una  ancha  cinta  de  la  Le- 
jion de  Honor  ¡  y  por  último,  en  medio  del  patio,  junto  á  los  tablados, 
una  porción  de  mástiles  empavesados  y  coronados  de  una  estrella  de  oro 
ajigantada. 

Delante  de  la  puerta  de  la  iglesia,  con  el  objeto  de  recibir  el  cuerpo 
del  Emperador,  un  templo  funeral  de  figura  cuadrada,  sostenido  por 
cuatro  pilastras  cuadran  guiares,  con  un  arquitrave  en  cada  costado,  y 
coronado  de  frente  con  las  armas  imperiales.  Encima  de  la  fachada,  la 
imájen  de  Nuestra  Señora  de  Gracia,  teniendo  á  los  lados  dos  jenios  ale- 
góricos. En  los  arquitraves,  los  retratos  de  los  mariscales  del  Imperio,  y 
debajo,  los  nombres  de  las  batallas  con  que  se  esclarecieron. 

El  pórtico  de  la  iglesia,  formado  por  un  arco  de  colgaduras  negras, 
iluminado  con  lámparas  sepulcrales. 

A  la  entrada  de  la  nave,  y  á  la  altura  del  órgano,  una  tribuna  anchu 
rosa,  colgada  de  negro,  destinada  para  la  orquesta. 

En  ambos  lados  de  la  nave,  unos  estrados  enlutados,  reservados,  á  la 
derecha,  para  las  varias  diputaciones  convocadas,  y  á  la  izquierda  para 
los  marinos  de  la  BellePoule  y  la  Favorite. 

Detrás  de  las  pilastras,  en  las  dos  galerías  laterales,  otros  tablados 
que,  con  las  tribunas  superiores,  completaban  los  puestos  de  las  perso 
ñas  convidadas  á  la  ceremonia. 

En  las  pilastras  de  la  nave,  unos  cipos  funerales,  cimados  de  trofeos 
de  armas  de  oro,  y  cuajados  de  banderas  en  los  ángulos. 

En  los  cipos  los  nombres  de  los  mariscales  y  jenerales  del  Imperio, 
rasgueados  junto  á  sus  victorias,  y  colocados  según  el  orden  siguiente, 
principiando  por  la  puerta  de  entrada  : 

Pilastras  de  la  derecha  :Ney,  príncipe  de  la  Moskowa;  Mortier, 
duque  de  Trevisa  ¡  Kleber  ¡  Duroc,  duque  de  Friul ;  Modton,  conde  de 
Lobau ;  Bessieres,  duque  de  Istria. 

Pilastras  de  la  izquierda :  Joordaí*  ,  conde  de  Hautpoül-Saletto  ; 
Desaix;  conde  de  Lariboissiere  ;  conde  Serrurier,  Baraguay-D'Hilliers, 
Lannes,  duque  de  Montebello. 

Entre  los  arcos  de  las  bóvedas,  tupidas  cortinas  de  terciopelo  negro 
con  galones  de  plata;  encima  una  ancha  cenefa  de  terciopelo  negro  con 


I>K  NAPOLEÓN  754 

lr.iiij.is  y  bordados  de  plata,  y  delante  grandiosa»  guirnaldas  oon  i 
de  laurel  Al  centro  de  estas  coronas,  unos  «acodos  en  que  esta 
pedal  las  glorias  civiles  del  Imperio,  y  en  el  cornisamento  de  las  bove- 
dillas onacoigadnrtqoe  representaba  la  corona  imperial  de  oro,  sos  ten  i 
da  por  el  cetro  y  el  águila. 

Ias  grandes  ventanas  supriores  de  la  cúpula,  cerradas  oon  cortinas 
de  <o|,>r  de  viola,  en  cuyo  centro  tenian  una  águila  de  oro. 

Kncima  una  tocha  cenefa  del  mismo  color,  con  las  armas  imperiales 
y  salpicada  de  abejas  de  oro  y  cifras ;  y  debajo  un  cordón  de  luces  forma 
do  de  eirios  sostenidos  por  un  <•  ironamicnto  con  esculturas  doradas. 

Kn  dicho  coronamiento,  veinte  y  cuatro  banderas  tricolores  con  los 
nombres  de  las  mas  esclarecidas  victorias  del  Emperador. 

Mas  abajo,  sobre  los  grandes  arcos  de  la  cúpula,  unas  guirnaldas  de 
laurel. 

Kncima  del  entablamento  del  primer  orden,  otro  cordón  de  luces  que 
recorría  todo  el  ámbito  de  la  cúpula. 

Kn  .seguida,  unas  colgaduras,  que  llegaban  hasta  el  suelo ,  de  peño  ó 
terciopelo  morado, con  brillantes  arabescos,  abejas,  águilas  y  cifras  de  oro. 

Finalmente  tres  banderas  grandiosas,  con  las  armas  del  rey  de  los 
Franceses,  ondeando  por  encima  de  aquella  decoración  ostentosa. 

A  la  entrada  de  la  cúpula  ,  las  tribunas  destinadas  á  los  oficiales  del 
ejercito,  marina,  guardia  nacional ,  el  Consejo  jeneral  del  Sena  y  otras 
varias  corporaciones  constituidas. 

Al  centro  de  la  cúpula  ,  en  el  sitio  donde  se  ba  de  construir  luego  el 
sepulcro  de  Napoleón  ,  un  magnifleo  cata/ateo  de  diez  y  seis  metros  de 
elevación  ,  compuesto  de  dos  zócalos  con  bajos  relieves  j  el  primer  zoca 
lo  ,  adornado  en  cada  ángulo  con  una  estatua  de  5  metros  50  centímetros 
de  elevación,  que  representa  una  victoria  con  palmas  en  una  mano  y  la 
otra  apoyada  sobre  un  neldo 

Cada  estatua  apoyada  á  un  trofeo  coronado  con  una  águila  ¡  este  tro- 
feo se  componía  en  un  haz  de  todas  las  armas  de  las  naciones  conquis 
tadas. 

El  otro  zócalo  sostenía  cuatro  columnas  de  capitel  de  orden  corintio 
sobre  las  cuales  posaba  el  coronamiento  del  catafalco. 

Eüdma  de  los  zócalos ,  una  cúpula  gallarda  en  forma  de  media  naran- 
ja, con  el  interior  revestido  de  raso  blanco ,  y  el  esterior  enteramente 
dorado  y  rodeado  de  haces  de  banderas;  debajo  de  la  misma  cúpula,  una 
repi.-vMit.i.mn  esmer.-wh  del  ferelro  <|iie  .  onti.ne  los  restos  >\,>  NafjéfleM 
(la  parte  inferior  del  catafalco  estaba  dispuesta  para  recibir  el  verdade- 
ro féretro  después  de  la  presentación). 

Finalmente,  una  inmensa  águila  de  oro  con  las  atea  esteodidas  enci 
un  del  catafalco .  de  3  metros  50  centímetros  de  punta  á  punta. 


752  HISTORIA 

A  derecha  é  izquierda,  donde  se  hallan  los  sepulcros  de  Turena  y  Vau 
ban  ,  unas  tribunas  colgadas  de  terciopelo  negro  destinadas  á  las  Cama 
ras  de  los  pares  y  diputados ,  el  Consejo  de  Estado ,  y  el  Tribunal  de  apela- 
lacion,  el  Consejo  real,  etc. 

Detrás  del  catafalco,  varias  tribunas  para  las  señoras  convidadas. 

Arrimado  á  la  puerta  del  fondo,  un  altar  para  la  celebración  del  oficio. 

El  interior  del  altar  enteramente  cubierto  de  encaje  de  oro  tendido  so- 
bre terciopelo  negro. 

A  la  derecha  del  altar,  la  tribuna  del  Rey  ,  colgada  de  terciopelo  mo- 
rado con  palmitas  de  oro,  y  formada  de  un  dosel  de  terciopelo  de  grana 
que  cubria  el  trono  real. 

Finalmente,  una  alfombra  morada ,  salpicada  de  abejas  de  plata,  que 
cubria  toda  la  estension  de  la  nave  de  la  iglesia,  hasta  el  sitio  en  que  es 
tuvo  el  antiguo  altar  de  los  Inválidos,  el  cual  se  retiró  para  no  desairar 
la  perspectiva  y  dejar  descubrir,  aun  desde  la  nave,  el  garbo  de  la  cúpula 
y  el  conjunto  de  la  ceremonia. 

Ceremonia  del  15  de  diciembre. 

El  dia  15  de  diciembre  sobresaldrá  en  los  fastos  de  la  nación  francesa, 
y  se  considerará  como  uno  de  los  mas  memorables  de  su  historia. 

Acostóse  la  gran  ciudad  la  noche  de  la  víspera  toda  azorada  y  como 
calenturienta ,  y  á  las  cinco  de  la  madrugada  entre  hielos  y  lobregueces , 
el  redoble  de  las  cajas  y  la  artillería  de  los  Inválidos  mancomunadamen- 
te  la  despiertan,  y  levántase  gozosa  cual  si  fuera  un  hombre  solo. 

En  pocos  minutos  aparecen  iluminadas  las  ventanas,  y  allá  el  estruen- 
do y  el  movimiento  vividor  se  manifiestan  por  las  calles.  Si  en  tales  mo- 
mentos hubiesen  los  tenderos  abierto  los  postigos  ,  si  en  las.  paradas  hu- 
biesen aparecido  las  ricas  muestras ,  fácil  hubiera  sido  figurarse  que  era 
la  hora  en  que  acaba  de  anochecer,  en  que  la  Rolsa  acaba  de  cerrarse,  y 
acaban  de  abrirse  los  teatros. 

Media  hora  después  de  la  llamada ,  arrójase  á  la  calle  la  muchedum- 
bre de  ociosos,  forma  la  guardia  nacional ,  salen  de  sus  cuarteles  los  Te- 
jimientos, y  todos  en  globo  se  encaminan  hacíala  parte  occidental  de 
Paris;  con  esto  en  pocos  instantes  presentan  ciertos  puntos  de  la  ciudad  el 
silencioso  aspecto  de  un  desierto,  al  paso  que  otros,  arrollados  por  la 
oleada  del  jentío,  parecían  harto  reducidos  para  abarcar  aquel  reflujo  de 
vivientes.  Mas  de  setecientas  mil  almas  se  agolpaban  en  los  Campos-Elí- 
seos ,  los  Inválidos  ,  el  camino  de  Neuilly  á  Courbevoie,  batallando  con 
la  tramontana,  que  era  por  puntos  mas  heladora,  mientras  iba  asomando 
el  alba  hacia  levante. 

Al  rayar  el  sol  y  flechar  luego  sus  purpúreos  destellos,  Paris  estaba 
en  pié. 


DE  NAPOLEÓN  7.r, 

l>.  m|.-  .1  .im.-iium  ,  \ario*  riestacnmcotos  át  tropa  rie  linca  y  laguar 
«lia  nacional  de  Courbevoie  acuden  a  formar  rielante  riel  puente  rie  Neni- 
lly  y  junto  al  desembarcadero 

Dos  cañones  procedentes  rie  VinccoMI  N  colocan  en  hatería  é  la  orí 
Un  riel  rio. 

Kl  puente  está  ocupado  exclusivamente  por  la  fuerza  armada. 

Kl  jentio  queda  apiñado  detrás  de  las  lineas  militares,  y  todas  las  \  m 
tanas  aparecen  atestadas  rie  cabezas  humanas;  vense  enjambres  de  curio 
SOS  como  colgados  en  los  árboles,  los  postes  y  las  cornisas  de  las  casa* , 
los  tejados  desaparecen  cubiertos  por  moles  cerradas  de  mirones. 

Atrepellábase  por  la  carrera  principal  que  conduce  de  París  á  GMff 
bcvoie  una  multitud  innumerable  del  vecindario,  que  viéndose  rechaza- 
da al  llegar  al  puente,  tiene  que  derramarse  sobre  la  orilla  opuesta.  6  in 
vadir  la  isla  Real  por  medio  rie  las  infinitas  barquillas  que  surcan  la  faja 
«leí  rio 

Todos  están  mas  y  mas  ansiando  aquella  escena  grandiosísima  queja 
mas  verán  repelida  ;  el  desembarco  de  los  restos  inmortales  del  Empera- 
dor en  tierra  de  Francia. 

A  las  nueve  se  presenta  el  carro  imperial. 

Componíase  de  cinco  partes  bien  diversas,  t  °cl  zócalo ;  2."  el  pifies 
tal :  .>."  las  cariátides    \  "  el  escudo;  ."i."  el  cenotafio 


754  H I  SIGUA 

El  Zócalo  estaba  sentado  sobre  cuatro  ruedas  macizas  y  doradas,  y 
era  de  figura  cuadrilonga,  con  una  plataforma  semi  circular  en  la  delan- 
tera. En  esta  plataforma  se  veía  un  grupo  de  jeniosque  sostenían  la  coro- 
na de  Carlomagüo,  y  en  los  cuatro  ángulos  otros  tantos  jemos  en  bajo  re 
lieve  que  con  una  mano  sostenían  guirnaldas  y  con  la  otra  tocaban  la 
trompeta  de  la  Fama. 

En  la  parte  superior,  varios  haces ,  y  en  el  medio  águilas  y  la  cifra 
fiel  Emperador  entre  coronas.  El  zócalo  y  sus  adornos  estaban  entera- 
mente dorados  al  mate. 

El  pedestal  tenia  colgadura  morada  con  realeos  de  oro  y  con  la  cifra 
y  las  armas  del  Emperador,  y  cuatro  haces  de  armas  en  los  estreñios. 
Cubríanle  desde  el  remate  hasta  el  suelo  largas  colgaduras  violadas,  bor- 
dadas de  abejas,  N.  N.,  águilas  y  laureles. 

lina  ancha  guirnalda  recorria  toda  la  lonjitud  de  dicho  pedestal. 

Su  coronamiento  se  componía  de  una  galería  de  adornos  con  cuatro 
¡i  güilas. 

tos  cariátides.— Había  sobre  el  pedestal  catorce  estatuas  mayores  que 
el  natural ,  enteramente  doradas,  que  representaban  otras  tantas  victo 
rías  que  llevaban  en  triunfo  el  cenotalio,  colorado  sobre  un  grandioso  es 
cudo.  Las  estatuas  se  daban  la  espalda  unas  á  otras,  y  estaban  situadas 
seis  á  cada  lado  y  una  en  cada  esquina. 

El  escudo  era  todo  de  oro  y  de  figura  oval  prolongada,  sosteniendo 
un  haz  de  venablos. 

El  cenotafio  era  un  fiel  remedo  del  féretro  de  Napoleón,  y  estaba  cu 
bierto  de  un  largo  crespón  morado,  salpicado  de  abejas  de  oro. 

En  la  parte  posterior  del  carro  habia  un  trofeo  de  banderas,  palmas  y 
laureles,  donde  estaban  reproducidos  los  nombres  de  las  victorias  de  Na- 
poleón. 

Sobre  el  féretro  descollaban  la  corona  imperial,  el  cetro  y  la  mano  de 
justicia  de  oro  engastados  de  pedrerías. 

El  tiro  se  componía  de  diez  y  seis  caballo*  negros ,  dispuestos  en  cua 
tro  cuadrigas,  adornados  de  penachos  blancos,  como  también  las  plumas 
y  crines  flotantes,  y  enteramente  cubiertos  de  caparazones  de  tela  de  oro 
En  las  mantillas  estaban  bordadas  las  armas  imperiales  con  pedrerías , 
águilas,  N.  N.,  y  laureles  esmaltados  sobre  el  fondo.  Diez  y  seis  picado 
res  con  librea  imperial  guiaban  lar;  cuadrigas,  precediéndolos  dos  picado- 
res á  caballo. 

La  total  elevación  del  carro  era  de  \ O  metros,  el  ancho  de  4  metros 
80  centímetros,  y  el  largo  10  metros.  Pesaba  15.000  kilogramos. 

Luego  que  llegó  el  carro  imperial,  fué  á  colocarse  debajo  del  arco  de 
triunfo  alzado  ante  el  desembarcadero,  y  el  principe  de  .loinville  dio  or- 
den para  el  desembarco. 


HE  NAFOI.tOR  7.V» 

A  las  nueve  y  cuarto.  la  Dorada  numero  ."  atraco  •;•  I  muelle  ipoyan 
•  lo  el  costado  derecho  al  desembarcadero;  oyóse  el  estruendo  ék  la  arli 
llena,  y  los  marinos  de  la  Brtlc  Poulr,  levantando  el  cuoipo  del  ffatjN 
rador,  lodepOaÜW  solemnemente  en  el  interior  dri  caí  m  en  «I  htfftf  re 
servado  al  intento  pues  el  sitio  aparente  al  csterior  eslab  i  OOlf  id"  MI  •  I 
<  ouolalio  que  so  acaba  do  desoí  ibu 

Ovnso  un  «uto  iiuánimede  ,r,r.i  H  Emperador' que  amuehosdo  h* 
<inr  astatieron  I  esta  gran  reparación  ■aciooal  pudo  btofffn  awtl  m<» 

nicnlanoamonte  rejuvenecidos  de  treinta  anos 

Kn  aquel  instante,  resplandecía  el  sol  tan  hermoso  romo  eu  los  días 
de  majo;  sus  centellantes  rayos  dora'oan  el  templo.  el  i  .ni".  lis  easas, 
las  tropas  y  la  muchedumbre  de  ciudadanos  de  la  orilla  i/quierda  del  rio, 
nliccicndoá  los  espectadores  situados  en  la  isla  un  cuadro  encantador  de 

; m,i  \   Bajeatad  .  que  por  un  electo  singular  del  acaso  quiso  la  luna 

también  alumbrar  con  sus  rayos  moribundos. 

Mientras  tanto,  la  guardia  nacional  de  Taris  y  su  rastro,  y  varios  cuei 
|K)s  de  tropa,  iban  llegando  en  columnas  cerradas  por  la  carrera  de  Vui 
lly  y  los  Campos-Kliseos,  y  á  las  diez,  las  lejiones  y  los  Tejimiento  toma 
ion  la  posición  que  en  la  orden  del  día  tenían  señalada. 

Ii  guardia  nacional  forma  en  ambas  alas  de  la  carina  ét  Neuillv  , 
desde  el  puente  hasta  la  barrera  de  la  Estrella,  eslendiendoso  dcspettS  , 
tintamente  en  el  costado  dcreclio  del  curso,  hasta  la  esplanada  de  !<>>  lu 
validos  ,  donde  vuelve  á  formar  dos  filas  hasta  la  gran  verja  de  palacio 

l-a  carrera  formada  por  la  tropa  de  linea  tiene  la  derecha  apoyada 
á  la  barrera  de  la  Kslrclla.  \  la  izquierda  sobre  el  muelle  de  Orsay,  al  án 
guio  de  la  calle  de  Austerlitz.  Los  Tejimientos  forman  en  batalla  según  el 
orden  de  los  números  de  su  brigada,  y  en  Neuilly  se  colocan  dos  baterías 
de  artillería. 

otras  dos  baterías  están  apostadas  junto  al  arco  de  triunfo  de  la  Es- 
trella, á  la  izquierda,  entre  la  guardia  nacional  v  la  tropa  de  linca. 

A  lasdiez  y  media,  el  canon  de  Neuilly  anuncia  la  marcha  del  carro. 

Unco  rato  antes  estaba  el  cielo  entoldado,  y  los  copos  de  nieve  .jue 
i  han  cayendo  enmarañaban  la  carrera ,  pero  en  el  mismo  acto  que  el  fú 
nebro  acompañamiento  emprendióla  marcha,  el  sol  rasgó  las  nubes  y  apa 
recio  hermosa  y  centellante. 

Avanza  á  pausas  la  comitiva  |»or  la  carrera  de  Neuillv  H  jeutio  .mol 
pado  tras  aquella  devota  solemnidad  no  tiene  ponderación,  y  sin  embaí 
go  nada  altera  el  silencio  rclijioso  sino  el  grito  espontáneo  de ;  vira  el  Hm 
perador' 

A  las  once  y  media  se  sitúa  el  carro  debajo  del  Arco  de  lnuo(<>  | 
rompen  los  aires  nuevos  disparos  de  entusiasmo, 

I  na  salva  de  \ointe  y  un  cnñonozos  anuncia  so  Ikt 


756  HISTORIA 

Después  de  uua  breve  parada,  entra  finalmente  en  Baria  por  la  barre- 
ra de  la  Estrella,  á  cuyo  lin  se  habia  quitado  la  verja. 

Orden  de  la  cornil  i  rn. 

El  orden  que  seguía  la  comitiva  era  el  siguiente  ¡ 

La  jendarniería  del  departamento  del  Sena,  con  el  coronel  al  líenle, 
y  los  trompetas  delante. 

la  guardia  municipal  de  á  caballo  (dos  escuadrones) ,  con  su  coronel, 
el  estandarte  y  los  trompetas. 

Un  escuadrón  del  7.°  de  lanceros. 

El  teniente  jeneral  Darriule,  comandante  de  plaza  de  taris  ,  y  su  es- 
tado mayor,  seguido  de  los  oficiales  licenciados. 

Un  batallón  del  CC.°  de  linea,  con  bandera,  gastadores,  tambores  y 
música,  y  á  la  cabeza  el  coronel. 

La  guardia  municipal  de  á  pié,  con  bandera  y  tambores,  y  el  tenien- 
te coronel  á  su  frente. 

Los  zapadores  bomberos,  con  bandera  y  lambores,  y  el  teniente  co- 
ronel á  su  frente. 

Dos  escuadrones  del  7°  de  lanceros,  con  el  teniente  coronel  á  la  ca 
beza. 

Dos  escuadroues  del  5."  de  coraceros,  con  estandarte  y  música,  al 
mando  del  coronel. 

El  teniente  jeneral  Pajol,  comandante  de  la  división  militar,  y  su  es- 
tado mayor. 

200  oficiales  de  todas  armas,  empleados  en  el  ministerio  y  depósito  de 
la  guerra. 

La  escuela  militar  de  Saint-Cyr,  con  su  estado  mayor  al  frente  y  el  fu- 
sil ala  funerala. 

La  escuela  politécnica,  con  su  estado  mayor  al  frente. 

Un  batallón  del  40.°  de  infantería  lijera,  con  el  coronel  á  la  cabeza, 
los  gastadores,  tambores  y  música.  (Llama  la  atención  y  causa  sensación 
entrañable  la  bandera  de  aquel  Tejimiento  tiznada  toda  de  humo  y  casi  en- 
teramente destrozada).  * 

Dos  baterías  de  los  Tejimientos  3."  y  4."  de  artillería. 

Un  destacamento  del  primer  batallón  de  cazadores  de  á  pié. 

Las  siete  compañías  de  injenieros  acantonadas  en  el  departamento  del 
Sena,  que  formaban  un  batallón  á  las  órdenes  de  un  comandante  de  ba- 
tallón. 

La*  cucitro  compañías  de  sarjentos  veteranos.  Estos  valientes  marchan 
con  un  frente  lo  menos  de  veinte  y  cinco  hombres,  y  los  de  primera  fila 
tienen  todos  condecoraciones. 


DE  NAPOI.Kon  7¿T 

l><>s  escuadrones  del .*>."  de  coraceros,  ron  el  teniente  coronel  á  la  ra 
Ix'/a. 

Cuatro  escuadrones  de  la  guardin  nnrional  de  á  caballo,  con  estándar 
!.•  y  música. 

El  mariscal  «.orard,  comandante  superior  délos  guardia»  nacionales, 
y  á  su  lado  el  teniente  jeneral  Jncqticminot ,  seguidos  de  lodo  el  estado 
mayoi  do  la  guardia  nacional. 

1.a  2.*  lejion  de  la  guardia  nacional  del  rastro,  tambores  y  miiM 
el coronel  á  la  cabeza. 

I  i  i     lejion  de  la  guardia  nacional  de  París. 

l>os  escuadrones  de,  la  guardia  nacional  de  á  caballo. 

Un  coche  negro  con  bordados  de  plata  para  el  abale  coquercun 
peüan  de  la  espedicion  de  Santa  Melena. 

Algunos  jenerales  y  unos  cincuenta  oficiales  del  cuadro  de  rosen  i  .. 
retirados,  todos á caballo. 

Algunos  oficiales  supriores  de  la  marina  real. 

La  banda  de  música  fúnebre. 

Kl  caballo  de  batalla  del  Emperador,  ron  la  silla  y  lósame»*  que  usa- 
ba ¡Sapoleon  cuando  era  primer  cónsul.  Esta  silla  se  custodia  en  el  guarda 
muebles  de  la  corona  i  es  de  terciopelo  amaranto  bordado  de  oro.  >  en  la 
mantilla  y  los  caparazones  están  bordados  con  igual  preciosidad  losatri 
bulos  del  comercio,  de  las  artes ,  las  ciencias  y  la  guerra.  El  freno  >  los 
estribos  son  de  plat.1  dorada  y  trabajados  al  cincel  ¡  encima  de  los  estri- 
bos hay  dos  águilas  que  se  les  añadieron  en  tiempo  del  Imperio.  El  caba 
lio  está  cubierto  de  un  crespón  morado  salpicado  de  abejas  de  oro .  y  tic 
nele  de  la  brida  un  lacayo  á  pié  con  librea  del  Emperador. 

In  pelotón  de  1  '•  sárjenlos  condecorados  ,  de  la  guardia  nacional  de 
caballería,  del  cuerpo  de  caballería  y  de  la  artillería  de  linea  ,  con  la  guai 
dia  municipal  á  las  órdenes  de  un  capitán  del  estado  mayor  jeneral  de  la 
guardia  nacional. 

Un  coche  enlutado  con  cuatro  caballos,  en  que  iba  la  comisión  de  San- 
la  Helena. 

Un  pelotón  de  .Vi  sárjenlos  condecorados  ,  de  la  guardia  nacional  de 
infantería,  de  infantería  de  línea,  de  la  guardia  municipal  de  á  pié  y  de 
lo*  /amadores  bomberos,  á  las  órdenes  de  un  capitán  del  estado  mayor 
jeneral  de  la  guardia  nacional  de  infantería. 

S7  sárjenlos  A  caballo .  con  banderas  que  tienen  escritos  los  nombres 
de  los  80  departamentos  y  de  la  Aljeria;  las  lanzas  de  las  banderas  oslan 
coronadas  de  águilas  con  las  alas  tendidas ;  este  destacamento  va  manda- 
do por  un  jefe  de  escuadrón . 

El  principe  de  Joinville  á  caballo,  con  grande  uniforme  de  capitán  rt\ 
navio. 


ÍU  HISTORIA 

Llama  la  atención  de  todos  los  concurrentes  su  tez  curtida  por  el  sol, 
y  su  continente  marcial.  Salúdanle  cou  rail  vítores  alternados  de  gritos  de 
viva  la  marina,  vivan  los  marinos  de  la  belle-poule. 

El  estado  mayor  del  príncipe. 

Los  400  marinos  de  la  fragata  Belle-Poule ,  con  pantalón  y  chaqueta 
azul ,  sómbrenlo  redondo  de  cuero,  y  sable  en  mano.  Este  destacamento 
sirve  de  escolta  al  carro  fúnebre,  marchando  en  dos  filas. 
El  carro  Imperial. 

A  derecha  é  izquierda  del  carro,  el  mariscal  duque  de  rkggio,  el  ma- 
riscal MOUTOR  ,  el  almirante  roussiu  y  el  j efiend  bertrau»  ,  teniendo  los 
ángulos  del  mortuorio  imperial. 

Los  antiguos  edecanes  y  oficialesciviles  y  militares  de  la  casa  del  Em 
peradok. 

Los  prefectos  del  Sena  y  de  policía ,  los  miembros  del  Consejo  jeneral, 
los  correjidores  y  agregados  de  París  y  de  las  parroquias  rurales ,  en  nú- 
mero de  un  centenar. 

Una  diputación  de  antiguos  militares  de  todos  grados,  que  pertenecie- 
ron á  los  ejércitos  imperiales  ,  en  grande  uniforme  de  granaderos \  caza- 
dores de  la  antigua  guardia,  dragones  de  M  emperatriz,  húsares  de  la 
muerte,  chamburanes ,  volites,  guias,  lanceros  encarnados,  etc. 

Las  lejiones  de  la  guardia  nacional  de  Parts  y  del  rastro,  que  después 
de  haber  formado  la  carrera  ,  sí;  van  replegando  á  medida  que  desfila  el 
acompañamiento. 

Cierran  la  marcha : 

Un  escuadrón  del  \ ."  de  dragones,  con  el  teniente  coronel  á  la  raheza 

El  teniente  jeneral  Schneider,  comandante  de  la  dnision  de  los  aire 
•  dedores  de  París  .  con  su  estado  mayor. 

El  mariscal  de  campo  M.  Hecquct,  comandante  de  la  La  brigada  de 
infantería  de  las  cercanías  de  Paris. 

Un  batallón  del  5"¡.°  de  línea ,  con  bandera,  gastadores  y  música,  y 
el  coronela  la  cabeza. 

Las  dos  baterías  de  artillería  colocadas  en  Neuilly. 

Un  batallón  del  55.°  de  linea  ,  con  el  teniente  coronel  á  la  cabeza. 

El  mariscal  de  campo  M.  Lawoestine,  comandante  de  la  brigada  de 
caballería. 

Finalmente  dos  escuadrones  del  i  .°de  dragones  con  estandarte  y  mu 
sica,  y  el  coronel  á  la  cabeza. 

Avanza  el  acompañamiento  majestuosamente  por  la  carrera  de  los  cam- 
pos Elíseos,  donde  se  agolpan  para  saludarle  mas  de  cuatrocientos  mil 
espectadores.  Los  infinitos  tablados  dispuestos  en  toda  la  carrera  están  cua 
jados  de  señoras  lujosamente  vestidas  ■  todas  las  entradas  de  las  casas  se 
ven  atestadas  de  curiosos ,  pudiendo  decirse  que  ni  un  solo  lugar  queda 


DE  NAPOLEÓN. 
vacio.— Ku  el  tránsito,  do  qnicr  turna  la  ideática  vocería  de  enloaiaMno, 
las  mismas  dcmosti  acatamiento  a  la  m  ¡  Karwupon. 

reno\  unióse  .  .ii  mas  \rlieincncia  en  ||  plaza  <l  •  M  r.oncordia  --  \  la  HM 
\  mdi.1. la  comitiva  acabó  de  pasar  «'I  muelle y  a\au/«»  Mi  la  explanada  de 
kM  Invalido!  ;  en  el  misino  instante  los  vapores  de  la  escuadrilla  que  lia 
hian  llevado  el  Khiihador  de  Rúan  á  Courl>c\oie  unieron  a  situarse  en 
frente  dd  puente  di  kM  Invalulos,  remolcando  Iras  m  la  lanrha  eataíal 
eo.— La  artillería  anuncia  la  llegada  á  la  verja  de  los  I  malulo* ,  y  en  un 
instante  los  marinos  con  sus  robustos  brazos  levantan  el  atand  ,  las  mi- 
radas ansiosísimas  de  la  muchedumbre  consiguen  divisar  por  debaj  i  iM 
terciopelo  el  mortuorio  imperial,  el  chano  que  encierra  el  cuerpo  del  hom 
bre  grande.  Brotan  lágrimas  de  los  ojos  de  algunos  antiuuo*  guerreros,  al 
paso  que  los  jóvenes  estudiante*  de  laseacuelas  militares  tremolan  los  som 
breros  y  llenan  los  aires  con  sus  vitorea  ,  á  los  que  contesta  la  muche 
ilumine 

humus  ii  NEMES 

A  las  siete  de  la  mañana, ya  empezaban  á  atestarse  de  concurrente  |m 
grandiosos  anfiteatros  construidos  en  ambos  lados  de  la  «planada  .  su: 
que  los  arredrara  la  certeza  de  tener  que  estar  esperando  por  lo  menos 
ocho  horas  con  un  frió  de  10  grados.  Junto  á  los  fosos  y  a  la  derecha  de 
la  puerta  se  iba  formando  una  dilatada  fila  de  personas  vestidas  de  loto  . 
y  se  estendia  hasta  la  calle  de  Borgoña ;  en  otros  puntos  agolpábanse  igual 
mente  los  convidados,  deseosos  deasistir  al  grandioso  espectáculo,  abríc 
ronselas  puertas  a  las  once .  y  fué  infructuoso  todo  el  empeño  en  contener 


7G0  HISTORIA 

la  multitud,  quedando  prontamente  asaltadas  todas  las  tribunas,  partí 

cularmente  las  del  interior  de  la  iglesia. 

Hacia  las  once  y  media  llegó  la  Cámara  de  diputados ,  con  su  presi- 
dente á  la  cabeza,  habiéndola  precedido  los  varios  miembros  del  orden 
judicial.  La  Cámara  de  los  pares  no  llegó  hasta  mas  tarde. 

A  pesar  del  resguardo  de  la  fuerza  armada ,  las  grandes  corporacio- 
nes del  estado  no  pudieron  penetrar  sino  con  suma  dificultad  hasta  la  igle- 
sia, tan  cerrado  estaba  él  jentiopor  parte  de  afuera.  Cuando  por  fin  logra- 
ron abrirse  paso,  siguieron  tras  ellas  las  diputaciones  civiles  y  militares , 
y  los  dependientes  de  todos  ramos,  colocándose  en  el  orden  siguiente: 
Q  arzobispo  con  todo  el  clero  al  interior  de  la  cúpula ,  detrás  del  ca- 
tafalco, enfrente  del  altar.— Los  ministros  delante  y  un  poco  mas  abajo 
de  la  tribuna  real.— Los  Mariscales  y  Almirantes  de  Francia  al  otro  lado. 
—Delante  de  los  ministros,  el  gobernador  del  cuartel  de  Inválidos  ,  el 
venerable  mariscal  Moncey ,  que  se  habia  mandado  llevar  en  un  sillón 
hasta  el  pié  del  altar  para  rendir  solemne  homenaje  á  la  memoria  de  su 
glorioso  Emperador.— Los  Pares  ala  derecha  del  catafalco ;  —  un  poco 
mas  arriba,  el  Consejo  de  Estado.  — Los  Diputados á  la  izquierda  del  ca- 
tafalco. 

A  la  entrada  de  la  cúpula,  el  Tribunal  de  Apelación,  el  de  Cuentas,  el 
Consejo  real  de  instrucción  pública,  el  Instituto,  el  Colejio  de  Francia  , 
los  decanos  de  las  facultades ,  el  Tribunal  real,  los  oficiales  jenerales  del 
ejercito  y  marina,  etc. 

En  la  nave,  los  oficiales  del  ejército  imperial ,  el  Estado  mayor  de  los 
Inválidos,  la  Escuela  politécnica ,  etc. 

Hacia  las  dos,  la  artillería  de  los  Inválidos  anunció  que  el  acompaña- 
miento llegaba  á  la  verja  de  honor. 

Kn  aquel  acto,  el  arzobispo  de  París,  acompañado  de  todo  el  clero  , 
bajó  en  procesión  para  recibir  el  cuerpo  debajo  del  pórtico. 

Al  paso  del  clero  siguió  un  silencio  relijioso  ;  y  á  pocos  minutos  se  le 
vio  regresar  en  el  mismo  orden  y  seguido  de  toda  la  comitiva. 

Encabezaba  la  marcha  el  príncipe  de  Joinvillc  con  uniforme  de  capitán 
de  navio  y  sable  en  mano. 

Detrás  de  él  venían  los  miembrosde  Santa  Helena,  la  comisión,  y-,en  se- 
guida el  ataúd,  llevado ,  como  se  ha  dicho  antes,  por  24  sárjenlos  de  mi 
licia  nacional,  y  otros  24  del  ejército. 

Lo  mismo  que  en  el  tránsito,  llevaban  los  cuatro  ángulos  del  paño  fu 
neralel  mariscal  Molitor,  el  mariscal  duque  de  Reggio,  el  jeneial  Bertrand 
y  el  almirante  Roussin. 

Seguían  los  oficiales  superiores  del  ejército,  los  prefectos  del  Sena  y  de 
policía ,  el  Consejo  jen  eral  déla  ciudad  de  París,  los  correjidores  y  losan- 


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7f>2  HISTORIA 

El  jeneral  Athalin  llevaba  en  una  almohada  la  espada  del  Emperador; 
dióla  al  mariscal  Soult,  y  este  la  entregó  al  Rey.  Entonces  S.  M.  encarán- 
dose con  el  jeneral  Rertrand ,  dijo :  « Jeneral ,  os  encargo  coloquéis  la 
gloriosa  espada  del  Emperador  sobre  su  féretro.  » 

En  seguida  volvió  el  rey  á  su  asiento,  y  el  féretro  quedó  depositado  en 
el  interior  del  catafalco,  debajo  del  pedestal,  en  un  sitio  que  miraba  á  la 
nave.  Los  oficiales  jenerales  que  habían  llevado  los  ángulos  del  paño  im- 
perial se  sentaron  en  las  esquinas  del  catafalco  ,  y  la  comisión  de  Santa 
Helena  se  colocó  delante. 

Principió  entonces  la  misa  de  difuntos.  La  orquesta  estaba  colocada  de- 
lante de  los  órganos,  ydirijiala  M.  Habeneck:  se  componía  de  mas  de  tres- 
cientos músicos. 

Cantaban  los  solos  Duprez,  Rubini,  Lablache,  Tamburini,  Levasseur, 
Chollet,  y  las  señoras  Grisi ,  Stoltz,  Persiani ,  Damoreau ,  García,  Dorus, 
etc. 

El  gran  Rcqiem  de  Mozart  surtió  particularmente  un  efecto  indecibl  e, 
y  solo  la  santidad  del  lugar  pudo  enfrenar  el  ímpetu  de  los  aplausos. 

A  las  tres  y  media,  los  sacerdotes  echaron  el  agua  bendita  sobre  el 
cuerpo. 

El  arzobispo  presentó  en  seguida  el  hisopo  al  rey,  y  después  de  haber 
cumplido  S.  M.  con  este  último  obsequio,  se  retiró. 

Terminada  esta  última  ceremonia,  retiróse  la  multitud  con  piadoso  re- 
cojimiento. 

Uno  de  los  mas  preciosos  pasos  de  esta  solemnidad  ,  por  lo  que  toca 
al  efecto  de  la  decoración  ,  fué  en  el  acto  en  que  se  encendieron  llamas 
verdes  y  encarnadas  en  las  urnas  funerales ,  desde  el  órgano  hasta  el  ca- 
catafalco.  La  opaca  luz  que  derramaban  por  la  iglesia  de  los  Inválidos  le 
daba  una  perspectiva  verdaderamente  fúnebre. 

Por  espacio  de  ocho  dias,  desde  el  10  al  24  de  diciembre,  la  iglesia 
de  los  Inválidos  estuvo  abierta  para  el  público,  iluminada  del  mismo  mo 
do  que  el  día  de  la  ceremonia. 

Fué  tal  la  concurrencia  de  los  curiosos .  que  dudamos  tenga  ejemplar 
en  tiempo  ni  lugar  alguno.  Mas  de  doscientas  mil  personas  se  agolpa- 
ban todos  los  diasen  las  inmediaciones  del  altar ,  y  sus  filas  se  estendian 
por  una  parte  hasta  el  Campo  de  Marte  y  por  la  otra  hacia  la  plaza  de  la 
Camarade  diputados.  Los  mas,  después  de  haber  pasado  todo  el  día  es 
puestos  á  un  frío  intensísimo,  ala  nieve  y  la  tramontana,  tenían  que  vol- 
verse sin  haber  podido  entrar  ,  pero  todos  confiaban  volver  á  probar 
fortuna  al  siguiente  día.  El  grandiosísimo  espectáculo  no  tan  solo  atraía 
al  vecindario  de  la  capital,  sino  al  de  las  poblaciones  mas  lejanas.  Al  oc- 
tavo dia,  cuando  el  gobierno  mandó  cerrar  la  iglesia ,  en  vez  de  haber 
menguado  la  concurrencia,  no  parecía  sino  que  se  iba  aumentando,  en 


- 


DI     \  \ln|  \n\  7*T. 

Iri  minos  qtM  ii  M  bobteN  .lilatado  U  «poMne*.  Ae  lodo»  lo» 
mundo  hubieran  acudido  á  tributar  aqnd  pateóte  bamrmr  á 
-l<  I  /  mperador 

I  sin  iw/mní/fraWr  ceremonia  /WnJntfs 
keeko  en  circunstancias  análogas ,  sin  que  se  i 
la  solemnidad  que  requerió  etisvtaftids 

Celebróse  por  disposición  del  tenor  ministro  det  interior .  la  orre 
yin  M  Cmvé,  director  de  los  nobles  artas,  g  M  Charlea  Bmmdominmrm 
uil  encargo  por  el  gobierno  de  todos  los  disposiciones  rtlot  ítems  mí 
cerrmnntal 

Ijo  ejecución  del  turnio  tartam.  ,  de  los  adornos  dr  la  UVM*  i* 
n  I  UAI . .  y  de  lodos  tas  colgádmeos  ,  bordado»  g  decormiomm  dHsmsacto 
de  los  i*v  alióos .  se  encargo  a  la  administración,**  ios  pompas  fon* 
rales. 

Finalmente ,  el  conjunto  dr  la  ceremonia  fs\ 
disentís  de  los  sanares  Blouct.  íjabroust* 
quitectos. 

i  M'H  \MDEvn; 

Kl  sábado  «de  febrero  siguiente,  al  mtdjjjdlo,  d  féretro  del 
que  estaba  depositado  desde  el  dia  de  la  fúnebre  milioite  IS  i 
1 1  •  debajo  del  catafalco  imperial ,  fué  trasladado  á  una  tapiterttesjla  di» 
puesta  á  la  derecha  del  alta*,  en  ana  de  las  cúpulas  secundarias  de  la  igk 
sia  de  los  Inválidos.  Esta  Ifiíl  ación  se  efectuó  en  presencia  del  OMrisral 
Moncey  ,  gobernador,  y  del  jenerel  Petit,  convidante  de  loa  Inválidos, 
del  estado  major  de  la  casa  ,  de  la  división  de  oficiales  y  de  las  trace  di 
visiones  de  sarjemos  y  soldados.  Kl  mimer o  de  personas  convidadas  era 
muy  reducido :  el  jenertl  Bertrand.  el  jeneral  Gonrgatid .  V.  da  I  jas  Ca 


•piiní  toe  femado  según 
.  YisxamH.fffalix  Martin. 


zes  hijo,  M.  Cavé 
más  miembros 
eran  los  únicos 

Cuatro  01 

Kl  oficio 
tle  los  Inv 
ataúd  del 

y 

I  les  p..-s 


or  ©Vías  nobles  artes,  M. 
de  Santa  Helena  ¡ 


y  tos  de 

ron  |aj  de  la  ra«j 


teman  los  ángulos  del  paño 
celebrado  par  el  abale  M. 
por  sortero.  Despoe»  da  te  ansa,  se  retiro  d 
lo  mismo  que  d  dia  qoe  eelrt 
corona  imperial  á  te  cabe/a  y  te  aspada  y  d 


asta  esperie  de  eaml .  r 

ni.»  _ 

y  todos  tes  eo 


jgomzz 

70í  HISTORIA 

Jerónimo,  donde  el  clero  y  los  artistas  de  la  iglesia  cantaron  un  Da  pro- 
fundís;  todos  los  asistentes  echaron  agua  bendita  sobre  el  ataúd ,  v  cer 
ráronse  las  verjas  á  su  presencia. 


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