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Full text of "Historia fisica y politica de Chile : segun documentos adquiridos en esta republica durante doze años de residencia en ella"

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~1 


HISTORIA 


física  y  política 


DE  CHILE 


HISTORIA 


TOMO    QUINTO. 


1 


PARÍS.— EN  LA    IMPRENTA    DE    E.  THUNOT  Y  C« 

calle  Racine ,  21} ,  cerca  del  Odeon. 


HISTORIA 


física  y  política 


DE   CHILE 


SEGÚN  DOCUMENTOS  ADQUIRIDOS  EN  ESTA  REPÚBLICA 
DURANTE  DOCE  AÑOS  DE  RESIDENCIA  EN  ELLA 


Y    PUBLICADA 


BAJO  LOS  AUSPICIOS  DEL  SUPREMO  GOBIERNO 
POR  CLAUDIO  GAY 

CIUDADANO   CHILENO, 

INDIVIDUO    DK    VARIAS    SOCIEDADKS    CIENTÍFICAS    NACIONALES    Y    EITRANJKRAi, 

CABALLERO    DE    LA    LEGIÓN    DE    HONOR. 

HISTORIA. 


TOMO    QUINTO. 


PARÍS 

EN   CASA  DF¿  AUTOR. 

rrfiLE 

EN     EL    MUSEO    DE    f»STORIA    NATURAL    DE    SANTIAGO 

MDCCCXLIX 


• 


i 


PROLOGO, 


La  revolución  de  Chile  es,  sin  disputa,  la  parte  la 
mas  noble ,  la  mas  importante  y  la  mas  gloriosa  de 
su  historia ,  presentándose  como  emblema  del  gran 
movimiento  social  que  ha  sacado  al  país  de  sus 
pañales ,  y  le  ha  hecho  crecer  de  repente ,  comuni- 
cándole bastante  fuerza  para  conquistar  su  nacionali- 
dad ,  que  el  egoismo  le  habia  negado  hasta  entonces. 

Hija  del  espíritu  y  de  las  ideas  del  siglo,  y  envuelta, 
desde  su  nacimiento ,  en  un  torbellino  de  temores  y 
dudas,  esta  revolución  se  manifestó,  al  principio, 
humilde ,  débil  é  indecisa,  y  no  adelantaba  mas  que 
á  tirones,  por  decirlo  así,  bamboleándose  bajo  el 
enorme  peso  de  su  empresa;  pero  después,  fortifi- 
cada por  la  sensación  moral  que  tenia  de  su  causa , 
seducida  por  las  verdades  de  sus  principios,  y  con- 
fiada no  menos  en  sus  derechos  que  en  los  designios 
de  la  Providencia ,  desplegó  con  denuedo  su  estan- 
darte, alistó  bajo  de  él  algunos  espíritus  adelantados, 
y,  en  un  arranque,  levantó  la  cabeza  proclamando  su 
independencia ,  título  potente  y  orgulloso  que  reje- 
neró  á  la  nación ,  y  derramó  por  todas  las  clases  de 
la  sociedad  la  benéfica  claridad  que  pone  de  mani- 


PROLOGO. 

fiesto  los  derechos  del  hombre,  vivifica  sujenio  y  le 
prepara  gloria  y  prosperidad. 

No  contenta  con  destruir  la  política  absurda  que 
avasallaba  los  Chilenos  á  un  gobierno  situado  en  sus 
antípodas,  introdujo  su  suave  influencia  en  todos  los 
repliegues  de  la  sociedad ,  no  solo  atrasada  sino  tam- 
bién paralizada  por  su  sistema  de  aislamiento  y  por 
la  privación ,  casi  absoluta ,  de  todo  principio  de  ci- 
vilización. Sin  colejios,  sin  industria  y  casi  sin  co- 
mercio, el  pueblo  se  hallaba  doblegado  á  una  obe- 
diencia pasiva  bajo  el  doble  yugo  de  la  preocupación 
y  del  despotismo  ;  seguia  ciegamente  el  impulso  que 
le  daba  un  gobierno  indiferente,  y  jemia  al  ver  su 
nulidad  política,  que  le  sometía  á  los  caprichos  de 
sus  jefes,  y  á  la  insolente  altanería  de  casi  cuantos 
tenian  nombre  de  Español ,  hasta  que ,  perdiendo  el 
sufrimiento ,  salió  ele  su  letargo ,  y ,  en  su  desespera- 
ción, algunos  jenerosos  Chilenos  se  arrojaron  á  ideas 
de  revolución ,  abrazándolas  como  un  principio  de 
deber  y  de  necesidad. 

La  empresa  de  esta  revolución  era  tan  delicada 
como  difícil ,  puesto  que  tenia  que  desarraigar  hábitos 
de  tres  siglos  ;  que  vencer  preocupaciones  alimenta- 
das por  principios  de  la  fe  mal  interpretada ,  y  que 
aclimatar  en  el  país  ideas  enteramente  estrañas  y ,  en 
verdad ,  bastante  temerarias  para  comprometer  los 
intereses  y  la  existencia  de  muchos.  Pero  la  Provi- 
dencia ,  que  tiene  bajo  su  amparo  á  toda  la  humani- 
dad, conduce  por  la  mano  las  naciones  á  sus  altos 
fines  por  medio  de  la  sabiduría  y  de  la  previsión  de 


PRÓLOGO. 


VII 


algunas  cabezas  privilejiadas ,  y  por  la  fuerza  mate- 
rial de  la  nación  misma. 

Los  primeros  síntomas  de  esta  revolución  se  mani- 
festaron al  principio  del  siglo  19°,  época  en  la  cual 
el  espíritu  de  libertad  ejercia  una  poderosa  acción 
en  las  diferentes  clases  de  la  sociedad ,  introducién- 
dose, por  todas  partes,  en  las  costumbres,  en  las 
artes  y  hasta  en  la  relijion  misma ,  y  tendiendo  á 
ponerse  de  acuerdo  con  la  ley  de  progresos  y  de  re- 
formas que  animaba  á  la  mayor  parte  de  la  Europa. 
A  la  verdad,  los  Americanos  se  hallaban  débiles ,  sin 
esperiencia,  sin  conocimientos  estratéjicos ,  y,  por 
la  mayor  parte,  aun  subyugados  de  un  sentimiento 
arraigado  de  respeto  y  de  fidelidad  á  su  monarca, 
circunstancia  que  no  podia  menos  de  complicar  mu- 
cho la  cuestión,  suscitando  necesariamente  ideas  de 
guerra  :  sin  embargo ,  habia  la  esperanza  de  que  Es- 
paña no  podría ,  sin  grandes  dificultades,  hacer  frente 
á  una  vasta  insurrección ,  hallándose  exhausta  por  la 
depravación  de  la  corte,  llena  de  disensiones ;  con  su 
tesoro  agotado  y  amenazada  de  una  formidable  inva- 
sión. Ademas,  la  grande  distancia  de  la  metrópoli,  y 
la  enorme  estension  que  podia  tomar  el  movimiento 
insurreccional  presentaban  ventajas  aun  mas  ciertas 
que  era  muy  fácil  apreciar. 

Por  su  lado ,  España  no  podia  quedarse  indiferente 
á  las  osadas  ideas  americanas,  aun  cuando  su  real 
erario  se  hallase  agotado  ,  y  la  nación  en  una  situa- 
ción casi  desesperada.  Acostumbrada  á  considerar  las 
Américas  como  una  de  las  mas  ricas  joyas  de  su  corona, 


PROLOGO. 

no  temió  arriesgarse  á  los  mas  duros  sacrificios  para 
impedir  un  divorcio  que  arruinaba  sus  derechos  y 
comprometía ,  en  tan  alto  grado ,  su  honor  y  su  in- 
terés. Cádiz,  sobretodo,  como  la  mas  interesada  ,  por 
su  monopolio  comercial ,  puso  en  movimiento  toda 
su  actividad  y  su  influjo  para  forzar  la  junta  gober- 
nadora á  mostrarse  imperiosa ,  amenazadora ,  y  aun 
la  obligó  á  armar  muchas  espediciones,  cuyos  gastos 
fueron  costeados  por  la  ciudad  misma ,  en  parte ,  y 
en  parte  cubiertos  con  el  dinero  que  los  mismos  Ame- 
ricanos enviaban  para  sostener  la  guerra  defensiva 
de  la  nación  española  contra  la  Francia.  Todos  saben 
qué  resultados  tuvieron  estas  espediciones ,  y  las  re- 
acciones violentas ,  monstruosas  que  ocasionaron  , 
reacciones  que  duraron  muchos  años  y  no  cesaron 
hasta  que  los  Americanos ,  enteramente  dueños  del 
terreno,  acabaron  de  destruir  las  insignias  reales 
que  quedaban,  y  escribieron  en  sus  restos  ensan- 
grentados el  acto  solenne  de  su  libertad  y  soberanía. 
Los  grandes  acontecimientos  políticos  se  hallan,  lo 
mismo  que  los  de  la  naturaleza,  sujetos  á  crisis  que 
el  hombre  egoísta  y  nimio  mira  con  espanto,  al  paso 
que  un  verdadero  filósofo  las  desdeña ,  considerán- 
dolas como  males  naturales  y  pasajeros  de  un  parto 
cuyo  fruto  los  hará  echar  muy  pronto  en  olvido.  Ta- 
les son  los  signos  que  caracterizan  las  épocas  de  nues- 
tros progresos ,  así  como  la  superposición  admirable 
de  diferentes  terrenos  indica  la  fecha  relativa  de  los 
espantosos  cataclismos  que  ha  padecido  nuestro  pla- 
neta. Pero  estas  crisis  y  estos  trastornos  han  debido 


PROLOGO.  IX 

ser  mas  ó  menos  violentos,  mas  ó  menos  durables 
según  el  estado  de  la  sociedad.  En  Europa,  en  donde 
las  revoluciones  políticas  son  bastante  frecuentes,  en 
nuestra  era,  el  equilibrio  social  solo  se  altera  por 
cierto  tiempo ,  porque  la  ciencia  y  la  esperiencia  im- 
primen ,  incontinenti ,  al  movimiento  una  fuerza  que 
lo  para  y  lo  detiene  ;  pero  en  América  ,  en  donde  las 
ideas  de  independencia  y  de  libertad  eran  tan  poco 
conocidas  y  tan  nuevas,  y  cuyos  colonos  existían  bajo 
la  tutela  de  la  ignorancia  y  de  preocupaciones ,  este 
movimiento  no  podia  menos  de  tomar  un  aspecto 
muy  diferente ,  y  resentirse  de  la  grande  metamorfo- 
sis que  se  operaba  en  sus  costumbres ,  principios  é 
intereses.  A  la  verdad ,  los  que  tenían  el  mando  pro- 
curaron seguir  las  huellas  de  los  Estados  Unidos,  to- 
mando su  forma  de  gobierno  y  sus  instituciones  por 
modelo ;  pero  para  eso  les  faltaba  aquel  espíritu  de 
republicanismo  democrático  que  tenían  los  Anglo- 
Americanos  ya  desde  la  llegada  de  los  primeros  co- 
lonos ,  espíritu  que  formaba  la  base  de  sus  institu- 
ciones políticas  y  sociales.  A  pesar  del  grande  aconte- 
cimiento que  los  acababa  de  separar  de  su  madre 
patria,  los  Americanos  del  Norte  habían  conservado 
casi  intactos  sus  hábitos  privados  y  políticos ,  y  su 
constitución  no  habia  variado  sino  muy  poco ;  no 
habían  tenido  mas  que  rejuvenecer,  por  decirlo  así, 
ideas  tan  antiguas  como  sus  colonias,  dándoles  nueva 
vida  y  nuevo  vigor,  y  aun  este  pequeño  cambio  fué 
imperceptible  para  ciertos  estados ,  de  suerte  que 
apenas  se  hallaron  en  posesión  de  su  libertad  ,  que  al 


PRÓLOGO. 

punto  dejaron ,  pacíficamente  y  sin  la  menor  repu- 
gnancia ,  las  armas  y  la  autoridad  los  que  la  habian 
ejercido  ,  para  volver  á  sus  campos  y  labrantío ,  que 
solo  habian  abandonado  momentáneamente  á  impul- 
sos de  su  patriotismo.  Lo  que  caracterizó  mas  admi- 
rablemente esta  revolución  fué  que  no  dejó  tras  sí  la 
menor  traza  de  sus  violencias  ni  de  sus  escesos ;  el 
orden  y  la  tranquilidad  se  restablecieron  inmediata- 
mente ,  como  si  la  razón  sola  hubiese  tomado  las  ar- 
mas para  sobreponerse  al  error  y  al  capricho  de  un 
déspota. 

Mas  no  sucediólo  mismo  en  las  colonias  españolas, 
cuyos  habitantes,  sin  esperiencia,  sin  antecedentes 
semejantes  y  dominados  por  una  infinidad  de  preo- 
cupaciones debidas  á  su  educación  incompleta,  se 
vieron  de  repente  gobernados  por  leyes  contrarias  á 
sus  creencias  y  á  sus  hábitos.  Necesariamente  aque- 
llas provincias  se  habian  de  resentir  de  una  transfor- 
mación tan  súbita,  y  por  el  hecho  mismo  de  haber 
sido  el  teatro  de  disensiones  y  de  motin ,  sus  habi- 
tantes no  han  podido  menos  de  dejarse  arrastrar  por 
las  pasiones  rencorosas  de  partidos,  que  despiertan 
al  egoísmo  é  impelen  á  criminales  reacciones,  de 
las  cuales  surjieron  guerras  civiles ,  guerras  que  en- 
tregaron al  país  á  la  merced  del  despotismo  militar, 
solo  dueño,  desde  entonces  ,  del  poder. 

Esta  ha  sido  la  suerte  que  una  administración 
egoísta  habia  preparado  á  aquellas  nuevas  repúbli- 
cas, suerte  dura,  triste,  deplorable,  pero  cuyos  de- 
sastres fueron  felizmente  compensados  por  los  infi- 


PROLOGO. 


XI 


nitos  bienes  que  redundaron  de  ella  en  todas  las  clases 
de  la  sociedad.  Para  numerar  estos  bienes  seria  pre- 
ciso analizarla  historia  de  cada  colon,  desde  la  infan- 
cia cuando  andaba  andrajoso,  con  los  pies  descalzos, 
comiendo  en  la  cocina  con  los  criados ,  su  sociedad 
favorita,  hasta  la  muerte  que  terminaba  su  vida 
de  indolencia ,  de  ignorancia  y  de  monotonía ;  y  en- 
tonces se  le  hacian  funerales  los  mas  pomposos, 
como  si  el  dia  en  que  volvia  á  la  nada  de  donde  lo 
habia  sacado  el  Creador  fuese  su  verdadero  dia  de 
gloria  (i). 

En  el  dia  de  hoy,  todo  lo  vemos  cambiado.  Vastas 
estensiones  de  tierra,  que  el  aliento  sofocante  de  la 
tiranía  condenaba  á  la  esterilidad ,  han  sido  labradas 
y  sembradas,  y  ofrecen  á  la  vista  ricos  y  brillantes 
caseríos ;  el  pueblo  se  ha  hecho  activo,  social  é  infi- 
nitamente mas  feliz.  Las  mares  se  ven  surcadas  por 
miles  de  velas  que  transportan,  con  el  comercio,  el 
espíritu ,  el  jenio  y  los  conocimientos  de  las  diferentes 
naciones  á  que  pertenecen  ■  y  si  á  estos  manantiales 
de  civilización  añadimos  el  laudable  celo  de  los  hom- 
bres de  estado  por  la  propagación  de  colejios  y  es- 
cuelas de  primeras  letras  en  toda  la  república  ,  nos 
será  fácil  calcular  los  progresos  inmensos  que  han  he- 
cho sus  habitantes  en  todos  los  ramos  de  educación  y 
de  instrucción. 

Todos  estos  grandes  movimientos  políticos,  sím- 
il) Aun  se  conserva  la  memoria  de  la  loca  vanidad  que  se  veia  en  dichos 
entierros,  á  pesar  de  los  decretos  terminantes,  y  muchas  veces  repetidos, 
contra  tan  reprensible  abuso. 


1 

t 


XII 


PROLOGO. 


bolo  de  la  civilización  progresiva  que  el  18»  siglo 
habia  legado  á  la  Europa,  y  que  los  gobiernos  abso- 
lutos enviaban  involuntariamente  de  rebote  á  aque- 
llas vastas  y  lejanas  rej iones,  ha  llamado  la  atención 
de  los  humanistas ,  los  cuales  vieron  en  ellos  el  jér- 
men  feliz  y  fecundo  de  la  rejeneracion  social  del 
nuevo  mundo.  Desde  aquel  mismo  instante,  sujetos 
de  grandes  luces  y  de  profunda  instrucción  se  esme- 
raron en  recapitular  todos  estos  hechos  con  el  fin  de 
formar  con  ellos  un  cuerpo  de  estudios  atentos,  y 
enriquecieron  nuestras  bibliotecas  de  diversas  histo- 
rias tan  útiles  como  peregrinas.  Así  procedieron  Res- 
trepo  ,  Lorenzo  de  Zavala ,  Bustamante ,  José  Guerra 
y  otros,  para  transmitirnos  con  certeza  histórica,  y 
en  los  mas  mínimos  detalles,  las  guerras  heroicas  y 
desesperadas  que  han  ensangrentado  las  soledades  de 
Colombia ,  Méjico  y  otras  comarcas.  Otros  patriotas 
no  menos  hábiles  han  entrado  en  esta  anchurosa  lid 
de  emulación,  y,  tal  vez,  podria  causar  alguna  sor- 
presa que  Chile  se  haya  mantenido,  por  tanto  tiempo, 
estraño  á  este  jénero  de  progresos,  siendo  así  que  la 
parte  que  le  cupo  en  tan  memorable  lucha  ha  sido 
tan  gloriosa  para  la  nación  como  útil  en  principios 
y  lecciones. 

En  efecto ,  la  revolución  de  esta  parte  de  la  Amé- 
rica aparece  coronada  de  una  aureola  de  gloria 
que,  muy  ciertamente,  debe  lisonjear  sobre  manera 
el  amor  propio  de  los  habitantes.  Dejando  á  parte 
algunos  años  de  oscilaciones,  ocasionadas  por  insti- 
tuciones que  podian  no  tener  toda  la  autoridad  ma- 


w—*^~~ 


- 


PRÓLOGO. 


XIII 


dura  de  la  esperiencia ,  y  cuyo  mecanismo ,  por  la 
misma  razón,  debia  de  andar  con  dificultad  é  incer- 
tumbre ,  el  país  ha  gozado  de  una  tranquilidad  sa- 
tisfactoria, digna  de  ser  envidiada  por  sus  hermanas 
primojénitas.  Esta  preciosa  ventaja  la  ha  debido  al 
espíritu  de  orden  y  de  prudencia  que  caracteriza  sus 
jefes,  y  que  se  ha  manifestado  constantemente  en 
todos  sus  actos  administrativos ,  influyéndose  recí- 
procamente por  el  concurso  simultáneo  del  honor, 
de  la  delicadeza  y  del  patriotismo.  Difícil  seria  ha- 
llar un  país  en  donde  los  que  mandan  hayan  abu- 
sado menos  de  su  poder  y  autoridad ;  animados,  al 
contrario,  de  las  mejores  intenciones,  é  imbuidos 
de  la  mas  escrupulosa  probidad,  se  han  entregado 
constantemente  al  servicio  público  ,  procurando  por 
todos  los  medios  imajinables  alcanzar  sus  fines ,  cua- 
les eran  el  engrandecimiento  y  la  prosperidad  de  la 
nación  que  les  debia  el  ser.  Así  sucede  que  ,  mien- 
tras sus  vecinas  gimen  aun  bajo  el  azote  de  la  anar- 
quía, Chile,  fuerte  y  tranquilo,  prosigue  en  su  alta 
misión ,  esparciendo  en  los  diferentes  ramos  de  la 
prosperidad  social  las  mejoras  morales  y  materiales 
que  parecen  emanar  directamente  de  un  poder  supe- 
rior y  absoluto. 

Muchas  veces  he  querido  conocer  la  causa  prin- 
cipal de  esta  diferencia ,  y  desembrollar  en  el  caos 
que  forman  tan  infinitos  y  tan  diversos  hechos  histó- 
ricos por  qué  razón  el  jenio  de  la  revolución  produ- 
cida por  ideas  idénticas,  y  bajo  los  mismos  principios 
en  hombres  de  un  mismo  oríjen ,  y  de  costumbres 


XIV  PRÓLOGO. 

muy  semejantes ,  habia  soplado  la  discordia  entre 
unos  y  el  espíritu  de  prudencia  y  de  previsión  en 
otros ;  y,  sin  profundizar  este  problema  de  tan  alta 
trascendencia  para  la  historia  jeneral  de  la  rejene- 
racion  americana ,  me  ha  parecido  que  se  podrían 
descubrir  algunos  elementos  de  esta  cuestión ,  en  pri- 
mer logar  en  la  dignidad  de  porte  de  las  personas 
pudientes  que  conservaron  cierto  color  de  una  aris- 
tocracia ,  por  ciertamente  popular,  y  representada 
por  el  haber  y  por  los  bienes  raices ;  después,  por  la 
división  de  estos  mismos  bienes,  división  que  ha  des- 
terrado la  miseria ,  atrayendo  las  miras  del  pueblo 
á  un  verdadero  centro  de  su  interés,  y,  enfin ,  á  la 
moralidad  y  buena  educación  de  los  jefes  militares 
y  á  la  necesidad  perentoria  de  prudencia  y  de  eco- 
nomía que  los  ricos  se  impusieron  para  hacer  frente 
honrosamente  á  los  gastos  considerables  que  la  civi- 
lización, continuamente  progresiva,  les  ocasionaba. 
Por  este  principio  de  necesidad,  el  rico  se  ha  entre- 
gado menos  al  ocio,  ha  ciado  mas  importancia  al  di- 
nero y  se  ha  visto  obligado  á  pasar  temporadas  en  su 
hacienda  para  entender  en  sus  cosechas,  sin  mez- 
clarse en  asuntos  políticos  mas  que  cuando  el  in- 
terés del  país  lo  exije  verdaderamente.   Tales  son 
las  consecuencias  felices  del  amor  al  orden  y  á  la 
ocupación,  consecuencias  que,  por  desgracia,  con- 
denan muchos  Americanos,  dominados  de  la  pasión 
del  juego  ó  déla  prodigalidad,  confundiendo,  bas- 
tante jeneralmente,  la  economía  con  la  avaricia. 
Durante  mis  largos  viajes  al  sur  de  la  República, 


PROLOGO. 


XV 


cuando  visitaba  con  respeto  relijioso  los  campos  de 
batalla  empapados  aun  de  la  sangre  de  tantas  víc- 
timas de  la  libertad  chilena,  no  podia  menos  de  es- 
perimentar  un  sentimiento  de  admiración  por  sus 
nobles  y  jenerosos  hechos;  pero,  al  mismo  tiempo, 
otro  sentimiento  contrario  me  asaltaba  al  considerar 
la  especie  de  indiferencia  con  que  aquella  jeneracion 
dejaba  de  recojer  y  compulsar  tantos  preciosos  docu- 
mentos para  formar  con  ellos  un  cuerpo  de  histo- 
ria, que  seria  un  monumento  de  gloria  y  de  jus- 
ticia, y  un  verdadero  cuadro  nacional  representando 
el  heroísmo,  la  fuerza  de  alma  y  las  virtudes  cívicas 
de  sus  actores.  En  aquella  época,  todas  mis  tareas 
se  encerraban  en  el  estudio  de  las  ciencias  naturales 
y  jeográficas  ;  lo  que  era  perteneciente  á  las  testimo- 
niales, de  las  cuales  la  historia  es  uno  de  los  prin- 
cipales vastagos,  me  era  casi  enteramente  estraño, 
y,  con  todo  eso,  me  habia  penetrado  tanto  de  la  im- 
portancia de  este  drama ,  que  insensiblemente ,  y 
como  á  pesar  mió,  procuré  instruirme  á  fondo  en  él  y 
en  todos  sus  detalles,  sin  pararme  en  penas  ni  fastidio 
para  consultar  los  antiguos  periódicos  de  la  época , 
y  alimentar  mi  espíritu  con  el  relato  de  todas  aque- 
llas heroicas  acciones,  bien  que  (me  apresuro  á  de- 
cirlo) sin  formar  la  pretensión  de  erijirme  nunca  á 
ser  su  historiador,  y,  aun  menos,  intérprete  del  pen- 
samiento que  habia  dirijido  aquel  movimiento.  En 
efecto,  no  pensé  en  esta  temeraria  empresa  hasta 
mucho  tiempo  después,  que  algunos  grandes  patrio- 
tas, á  quienes  se  les  figuró,  por  la  naturaleza  de  la 


1 

i 


PROLOGO. 

mayor  parte  de  mis  ocupaciones ,  que  mis  publica- 
ciones serian  demasiado  nuevas  para  el  país ,  y,  por 
consiguiente,  poco  apreciadas,  me  animaron  á  aña- 
dirles una  historia  civil,  con  el  objeto  de  darles  un 
interés  jeneral  que  estuviese  al  alcance  de  la  jene- 
ralidad  de  lectores. 

Estos  fueron  los  motivos  que  me  obligaron  á  po- 
ner á  un  lado  mis  favoritas  tareas  para  emplearme 
en  reunir  con  el  mayor  cuidado  todos  los  materiales 
necesarios  al  nuevo  edificio,  materiales  que  tuve  la 
dicha  de  hallar  aun  mas  abundantes  de  lo  que  me 
prometia,  y  los  cuales  me  permitieron  emprender 
esta  obra,  completamente  apoyada  en  documentos 
de  la  mas  incontestable  autenticidad,  y  en  número 
mas  que  suficiente  para  colmar  mis  deseos  en  esta 
parte. 

Concluido  el  primer  tomo,  que  es  casi  enteramente 
obra  mia,  me  vi  en  la  precisión  de  encargar  la  con- 
tinuación á  otra  persona,  para  poder  dedicarme  es- 
clusivamente  á  la  parte  científica,  que  considero 
ser  de  mucho  mayor  utilidad  para  el  país,  y  para 
nuestro  propio  conocimiento,  y  cedí  todos  los  mate- 
riales arriba  dichos,  en  primer  lugar,  al  señor  Mar- 
tínez, y,  muy  luego  después,  á don  Francisco  de  Paula 
Noriega,  personaje  de  mucho  aprecio  y  mérito,  el 
cual  ha  redactado  la  casi  totalidad  de  los  otros  tres  to- 
mos. Resta  ahora  la  parte  relativa  á  la  independencia, 
y  tal  vez  debería  yo  renunciar  á  escribirla,  dejando 
esta  tarea  á  la  juventud  chilena,  que,  en  ningún  caso, 
ya  nadie  se  atrevería  á  acusar  de  indiferencia.  Con 


prólogo.  xvn 

el  establecimiento  de  la  Universidad,  y  gracias  al  im- 
pulso que  le  han  dado  su  digno  é  ilustre  protector 
don  Manuel  Montt,  y  su  sabio  rector  don  Andrés 
Bello,  la  mas  noble  emulación  reina  entre  sus  doctos 
socios,  y  ha  producido  ya  memoriales  de  la  mayor 
importancia  sobre  diferentes  ramos  de  la  civilización 
chilena.  Giñéndome  á  la  parte  que  me  interesa  en  la 
actualidad,  citaré  un  escrito  muy  estendido  sobre 
los  acontecimientos  de  la  primera  invasión  española, 
por  un  testigo  ocular  el  grande  y  juicioso  patriota 
J.  Benavente;  el  del  señor  Lastaria,  esencialmente 
filosófico,  sobre  la  influencia  que  ha  tenido  en  el 
sistema  social  la  conquista  del  país  y  su  organización 
colonial,  la  memoria  de  don  Man.  Ant.  Tocornal 
sobre  el  primer  gobierno  nacional,  y  el  cuadro  vivo  y 
animado  de  la  marina  chilena,  redactado  por  don  An- 
tonio García  Reyes,  joven  de  las  mayores  esperanzas, 
y  tan  recomendable  por  su  saber  como  por  la  suave 
modestia  que  le  caracteriza. 

Una  vez  dado  este  impulso,  es  probable  que  otros 
Chilenos  se  esmerarán  en  seguir  estos  bellos  ejem- 
plos ,  y  que  nuestros  anales  se  enriquecerán  de  otros 
muchos  escritos  que  escrupulosamente  comentados , 
y  en  seguida  encadenados  con  ilaciones  y  conse- 
cuencias precisas ,  permitirán  á  un  hábil  arquitecto 
regularizar  armoniosamente  este  gran  monumento,  y 
aun ,  tal  vez ,  vivificarlo  de  manera  que  se  diseñen  en 
sus  contornos  la  solidaridad  directa  y  mutua  de  los 
hombres,  de  sus  épocas  respectivas  y  de  las  circuns- 
tancias en  que  se  hallaron ,  pues  tal  es  la  exijencia 

V.  Historia.  2 


XV1II  PRÓLOGO. 

actual  del  espíritu  humano  que  ya  los  hombres  no 
quedan  satisfechos  con  el  conocimiento  de  los  trámi- 
tes que  han  seguido  los  acontecimientos ;  ya  las  re- 
laciones animadas  de  ellos ,  ni  sus  escenas  llenas  de 
vida  y  de  movimiento,  no  les  causan  emoción  alguna; 
semejante  al  águila,  lo  que  el  hombre  pide  ahora  es 
tomar  el  vuelo  y  remontar  á  las  mas  altas  rejiones 
para  ver  de  bien  alto  y  de  una  ojeada  este  inmenso 
cuadro ,  ó  bien  para  escudriñar  la  esencia  de  todos 
estos  hechos ,  careándolos  y  coordinándolos  por  afi- 
nidad y  síntesis  ,  en  términos  de  componer  un  todo 
enteramente  uniforme,  que,  al  cabo,  se  reducirla  á 
ser  la  consecuencia  de  una  ley  de  progreso  ,  ó,  si  se 
quiere ,  del  dogma  de  acción  y  de  reacción ,  de  deca- 
dencia y  de  rehabilitación ,  proclamado  por  algunos 
jefes  de  escuela. 

Pero  este  modo  enteramente  filosófico  de  tratar 
de  la  historia  solo  podria  ser  conveniente  á  una 
compuesta  de  jeneralidades;  pues  exije  un  estudio 
mucho  mas  profundo  sobre  la  materia,  y  la  in- 
tervención de  uno  de  aquellos  entendimientos  pri- 
vilejiados   y   superiores,   que   reúnen   á  un   gran 
talento  de  apreciación  un  juicio  sano  é  imparcial  y 
grandes  conocimientos  de  detalle.  No  creo  que  sea 
aun  tiempo  de  escribir  bajo  este  aspecto  la  historia 
de  la  independencia  chilena.   Lo   que  es  mas  de 
desear  por  ahora  es  que  cada  cual  contribuya  con 
su  piedra  para  la  construcción  de  tan  magnífico 
edificio,   y  en  este  sentido  hemos  creído   poder 
continuar  nuestra  historia,  á  lo  menos  hasta  la 


PROLOGO. 


XIX 


época  en  que  la  República  ha  sido  real  y  sólidamente 
constituida. 

Sobretodo,  en  esto  no  hacemos  mas  que  desem- 
peñar la  palabra  que  hemos  dado  antes  de  empezarla, 
y  pensamos ,  sin  presunción ,  que  no  será  sin  resul- 
tado, bien  que  posterior  á  las  publicaciones  precita- 
das ,  pues  hemos  puesto  tanto  esmero  ,  y  tan  cons- 
tante ,  en  descubrir  los  materiales  que  nos  eran 
necesarios  para  esta  parte  de  nuestras  tareas,  como 
en  hallar  los  concernientes  á  las  científicas.  Así , 
no  solo  he  compulsado  los  archivos  de  Santiago ,  de 
Concepción  y  de  otras  muchas  provincias  de  la  Re- 
pública ,  sino  que  también  he  recorrido  los  de  Lima , 
en  donde  hallé  una  gran  parte  de  la  correspondencia 
de  Pareja,  Osorio  ,  Ordoñez  y  otros.  En  dicha  capital 
fué  en  donde  tuve  la  felicidad  de  ver  á  don  Bernardo 
O'Higgins,  poderoso  atleta  de  la  revolución  chilena ,  y 
con  el  cual  he  trabajado  dos  meses  consecutivos  sobre 
su  larga  carrera  política  y  administrativa.  De  vuelta  á 
Santiago ,  he  adquirido  todos  los  memoriales  que  han 
sido  publicados  sobre  aquella  brillante  época,  así 
como  también  una  colección  casi  completa  de  todos 
los  papeles  y  diarios  de  Chile ,  desde  la  Aurora  de 
1812 ,  que ,  como  su  título  lo  anuncia ,  fué  el  rayo 
precursor  de  la  clarísima  luz  que  se  acercaba  para 
alumbrar  é  instruir  á  la  sociedad,  hasta  el  Araucano, 
diario  oficial  del  actual  gobierno. 

Sin  duda  alguna ,  en  el  crecido  número  de  estos 
periódicos,  hay  muchos  que,  nacidos  en  un  momento 
de  reacción ,  descubren  su  oríjen  y  deben  de  ser  lei- 


1 


i . 

í 


PRÓLOGO. 

dos  con  la  desconfianza  y  el  criterio  que  deben  ca- 
racterizar á  un  historiador.  Otros,  aun  mas  adelan- 
tados y,  por  consiguiente,  mucho  mas  sospechosos, 
habrian  sido  desechados  si  al  lado  de  sus  declama- 
ciones apasionadas,  y  muchas  veces  calumniosas,  no 
presentasen  ciertos  actos  propios  á  corroborar  ó  á 
destruir  un  hecho  poco  conocido  ó  controvertido. 
Enfin,  para  completar  en  lo  posible  mis  materiales , 
he  podido  penetrar  en  archivos  particulares ,  y  sacar 
del  polvo  en  que  yacian  documentos  de  la  mayor 
importancia ,  tales  como  un  estracto  de  la  correspon- 
dencia del  célebre  Miguel  Carrera,  y  una  copia  entera 
de  su  diario,  en  el  cual  se  ve,  dia  por  dia,  todo  cuanto 
ha  hecho  y  visto  hacer,  desde  su  llegada  á  Chile 
hasta  el  momento  en  que  el  desgraciado  país  recayó 
en  el  poder  español,  á  consecuencia  de  la  batalla  de 
Rancagua.  Poseo  igualmente  el  del  coronel  G.  Beau- 
chef ,  que ,  como  todos  saben ,  ha  dado  tan  bellas 
pruebas  de  talento  y  de  valor  en  las  acciones  que  ha 
tenido  la  honra  de  presenciar  ó  de  mandar,  y  los 
no  menos  importantes  de  Manuel  Salas,  Camillo  Hen- 
riquez,  Bernardo  Vera  y  otros,  limitados,  en  jeneral, 
á  los  dias  que  precedieron  y  siguieron  á  la  instala- 
ción de  la  primera  junta. 

Pero  á  todos  estos  documentos,  ya  muy  suficientes 
para  entrar  con  entera  confianza  en  el  campo  casi  in- 
culto de  este  memorable  período  de  la  historia  de 
Chile,  debemos  añadir  otros  muchos  que  son  el  re- 
sultado de  repetidas  conversaciones  que  he  tenido  con 
testigos  oculares,  y  con  los  jefes  civiles  y  militares 


- 


PRÓLOGO.  XXI 

de  la  revolución ,  sin  distinción  del  estandarte  que 
su  conciencia ,  sus  preocupaciones  ó  su  interés  les 
hubiesen  hecho  enarbolar.  De  este  mismo  modo 
fueron  escritos  muchos  memoriales  bajo  la  dicta  de 
Gaspar  Marin ,  Francisco  Menesés ,  Lorenzo  Reyes , 
Miguel  Infante,  Joaquín  Prieto,  Santiago  Aldunate, 
Manuel  Salas,  Agustín  Vial,  Clemente  Lantaño,  Juan 
de  Dios  Rivera ,  Juan  Castellón ,  Juan  Miguel  Bena- 
vente  y  una  infinidad  de  otros,  igualmente  prontos 
á  favorecerme ,  y  á  responder  á  mis  multiplicadas 
preguntas,  y  á  cuya  condescendencia  soy  deudor  de 
cuanto  pueda  leerse  de  nuevo  é  interesante  en  esta 
relación ,  la  cual ,  en  resumen  y  en  jeneral ,  será  un 
rejistro  de  sus  nobles  y  brillantes  hechos. 

Me  tomo  la  libertad  de  manifestarles  aquí  mi  pro- 
fundo reconocimiento ,  así  como  también  al  ilustre 
libertador  de  Chile  y  del  Perú ,  el  jeneral  San  Martin , 
que  el  hado  ha  traido  áParis,  como  si  la  Providencia 
misma  hubiese  decretado  que  las  mas  interesantes 
pajinas  de  aquella  brillante  época  fuesen  escritas 
bajo  la  protección  de  uno  de  sus  principales  actores. 

Paris  y  Enero  1848. 


Cl.  GAY 


HISTORIA 


DE   CHILE 


CAPITULO  PRIMERO, 


Situación  de  la  América  en  1808.  —  Primeros  síntomas  de  revolución.  —  In- 
fluencia que  tuvieron  en  ella  las  de  Francia  y  de  los  Estados  Unidos.  —  La 
Inglaterra  procura  darle  impulso  con  socorros,  y  Napoleón  por  medio  de 
sus  emisarios.—  Triste  posición  de  España,  y  su  impotencia  para  exorcizar 
la  tempestad  que  la  amenaza. 

Acabamos  de  recorrer  cerca  de  tres  siglos  de  la  historia 
de  Chile,  durante  los  cuales  hemos  asistido  á  su  conquista, 
á  su  organización  política  y  á  todos  los  eventos  que  son 
como  consecuencia  de  un  gobierno  naciente  y  mal  ase- 
gurado. Por  el  sur,  hemos  visto  á  los  habitantes  constan- 
temente luchando  con  los  fieros  Araucanos ,  siempre 
atormentados  por  un  vivo  deseo  de  recobrar  su  libertad 
fuertemente  comprometida  por  la  proximidad  de  una  na- 
ción cúpida,  poderosa  y  guerrera ;  en  la  costa,  escuadrillas 
europeas  ó  simples  corsarios  atraídos  por  el  atractivo  del 
contrabando  ,  que  era  tan  fácil  como  ventajoso  ,  y,  en  fin, 
en  Santiago  ,  residencia  de  las  autoridades,  y,  por  con- 
siguiente, de  la  ilustración,  un  espíritu  de  rivalidad  que 
sembraba  la  discordia  entre  las  corporaciones  políticas , 
suscitándoles  disputas  pueriles,  en  ocasiones  de  preemi- 


HISTORIA   DE    CHILE. 

nencia,  ó  inclinándolas  á  la  intriga  y  á  la  superchería 
aun  en  el  nombramiento  de  un  simple  provincial. 

En  este  estado  de  cosas ,  la  nación  habia  quedado  en 
una  especie  de  nulidad  que  habia  estampado  una  fiso- 
nomía muy  particular  á  la  sociedad ,  y  la  habia  dejado 
casi  estancada,  á  pesar  de  su  jenio  y  de  sus  riquezas 
territoriales.  La  civilización  estaba  en  pañales  ;  la  ins- 
trucción estremadamente  limitada  ;  la  industria  y  el 
comercio  eran  nulos,  ó  poco  mas  ó  menos;  y  los  man- 
datarios ,  siempre  imbuidos  de  su  posición  y  de  sus  pre- 
rogativas,  habían  tomado  sobre  el  pueblo  un  prestijio 
que  casi  rayaba  con  los  límites  de  un  respeto  relijioso. 
Aun  hay  memoria  de  la  dificultad  que  habia  y  sumisión 
que  se  necesitaba  para  hablar  á  un  gobernador,  á  un 
rejente,  y  aun  también  á  un  oidor,  y  de  la  afectada  gra- 
vedad con  que  dichas  autoridades  se  presentaban  en 
público,  frecuentando  apenas  la  sociedad,  y  tolerando, 
en  ciertas  partes  de  la  América,  que  el  pueblo  se  postrase 
delante  de  su  coche ,  como  si  las  instituciones  civiles  se 
hubiesen  identificado  con  las  de  la  relijion. 

Este  gran  prestijio  que  habían  adquirido  los  emplea- 
dos superiores  era  un  producto  de  la  política  española 
para  someter,  por  un  medio  moral ,  al  pueblo  á  una 
especie  de  servidumbre  que  lo  constituía  esclavo  de 
sus  propias  preocupaciones.  Sin  duda  alguna ,  por 
respeto  á  las  leyes  y  á  la  conservación  del  orden  y  de 
la  tranquilidad  pública  ,  es  preciso  que  todo  miembro 
de  la  sociedad  sea  subordinado  á  sus  superiores  ,  y 
obedezca  con  respeto  á  las  órdenes  que  dimanen  de  su 
justicia;  mas  los  Americanos  habían  llevado  esta  su- 
misión á  tal  estremo  de  envilecimiento  ,  que  habían 
caído  en  una  especie  de  apatía ,  la  cual  comprimía  com- 


CAPITULO    I. 


25 


pletamente  sus  facultades  intelectuales  y  les  impedia 
de  aspirar  á  mejor  suerte.  Se  habían  hecho  humildes , 
indolentes ,  resignados  y  tímidos  como  si  hubiesen 
enajenado  su  libertad,  y  tan  ciegamente  apegados  á  sus 
principios ,  que  ,  en  las  primeras  guerras  de  la  indepen- 
dencia, se  alistaban  bajo  las  banderas  reales  de  prefe- 
rencia á  las  de  los  defensores  del  país. 

Por  otro  lado,  las  personas  ricas  y  de  distinción  no 
estaban  menos  sometidas  al  influjo  de  sus  hábitos.  La 
mayor  parte  de  ellos,  reducida  á  una  existencia  frivola 
y  de  pura  vanidad,  no  tomaban  interés  alguno  en  la 
política.  Sin  antecedentes  ni  ambición ,  destituidos ,  en 
jeneral,  de  todo  espíritu  público,  se  hallaban  satisfechos 
con  sustituios  de  nobleza,  adquiridos,  muchas  veces,  á 
fuerza  de  dinero  ;  otros  se  contentaban  con  una  conde- 
coración ;  otros  no  aspiraban  mas  que  al  grado  pura- 
mente honorífico  de  capitán  de  una  compañía  de  mili- 
cias, y  si  por  casualidad  alcanzaban  el  de  coronel  ó 
brigadier,  se  creían  en  el  pináculo  de  la  dignidad  política. 

Una  condición  de  esta  naturaleza  no  podia  ya  prolon- 
garse por  mas  tiempo  ,  y  tenia  necesariamente  que  ceder 
al  movimiento  poderoso  que  habían  dado  al  espíritu  de 
aquel  siglo  los  Montesquieu ,  Helvecio,  Voltaire,  Raynal, 
Rousseau  y  otros  ,  y  cuyas  obras,  traducidas,  la  mayor 
parte,  al  español,  se  habían  introducido  por  contrabando 
en  las  mas  pacíficas  comarcas ,  y  habían  despertado  los 
corazones  de  algunos  atrevidos  pensadores ,  los  cuales 
se  embibieron  en  ellas  de  un  conocimiento  íntimo  de  sus 
derechos  y  de  sus  deberes.  Estos  pensadores  abrazaron 
algunas  veces  las  cuestiones  las  mas  arduas ,  bien  que  sin 
arriesgarse  á  proponerlas  como  dogmas  al  escrutinio  de 
un  libre  examen.  Lejos  de  eso ,  como  fieles  y  escrupu- 


1 


HISTORIA   DE   CHILE. 

losos  católicos,  desdeñaban  todo  alarde  de  incredulidad, 
pero  penetrándose  ellos  mismos  con  ansia  de  las  doc- 
trinas sociales  de  dichos  filósofos,  con  esperanza  de 
aprovecharse  de  ellas  á  su  tiempo  para  la  felicidad  de 
su  nación.  Así  se  preparaba  una  grande  revolución  en 
aquella  vasta  comarca  y  ya  fermentaba  con  cierto  susurro 
para  desarrollarse ,  tarde  ó  temprano ,  y  mostrarse  triun- 
fante de  preocupaciones  y  hábitos  arraigados ,  favore- 
cida por  grandes  acontecimientos  que  le  sirvieron  de 
auxiliares ,  no  de  causa  esencial. 

El  primero  de  estos  acontecimientos  tuvo  lugar  en  la 
América  Inglesa  con  ocasión  de  un  impuesto  con  que  el 
gobierno  quiso  agravar  las  transacciones  comerciale  sdel 
país.  En  el  primer  momento ,  el  pueblo  hizo  las  mas  ca- 
lorosas representaciones  contra  aquel  acto  de  arbitrarie- 
dad y  de  injusticia,  pero  viéndolas  desechadas,  y  su  orgullo 
nacional  humillado,  se  propasó  á  escesos  que  muy  luego  to- 
maron un  carácter  de  verdadero  alzamiento.  Muy  luego, 
los  gritos  de  libertad  y  de  independencia  resonaron  en 
todas  aquellas  colonias  británicas ,  y  estos  gritos ,  im- 
portados á  Francia  por  los  representantes  Deane  y 
FranMin  ,  encontraron  la  mas  jenerosa  simpatía  eri  una 
juventud  educada  según  el  espíritu  filosófico  del  18°  si- 
glo. Es  verdad  que  en  aquella  época  ya  la  Europa  en- 
tera miraba  con  zelos  y  desconfianza  la  ambición  inva- 
sora  de  la  Inglaterra,  y  no  se  hallaba  muy  distante  de 
abrazar  la  causa  de  aquel  pronunciamiento ,  bien  que 
fuese  opuesto  á  los  principios  jeneralmente  seguidos.  La 
Francia ,  sobretodo ,  tenia  el  mayor  interés  en  debilitar 
la  preponderancia  de  su  rival ,  aun  tan  orgullosa  de  la 
posesión  del  Ganada  que  le  acababa  de  quitar,  y  por  lo 
mismo  fué  de  las  primeras  que  se  apresuraron  á  trazar 


CAPITULO    I. 


27 


un  plan  de  conducta  enteramente  favorable  á  los  Ameri- 
canos. En  el  principio ,  obrando  con  prudencia  y  sigilo- 
samente, procuró  fomentar  aun  mas  el  entusiasmo  del 
pueblo,  hizo  entrar  en  su  liga  al  rey  de  España  (que 
también  tenia  algunos  antiguos  rencores  contra  Ingla- 
terra), y  luego  echó  a  un  lado  la  circunspección  y  ma- 
nifestó abiertamente  sus  proyectos,  armando  de  concierto 
con  su  poderoso  aliado  una  flota  suficiente  para  sostener 
y  sacar  triunfantes  las  justas  pretensiones  de  aquellos 
audaces  colonos.  Los  buques  de  aquella  flota  fueron  jus- 
tamente los  que,  de  arrivada  a  algunos  puertos  de  la 
América  meridional ,  sembraron  y  dejaron  en  ella  las 
ideas  de  libertad  que  no  podian  menos  de  estenderse 
tanto  mas  ,  cuanto  los  sucesos  militares  iban  á  fundar,  á 
su  puerta  misma,  una  nación  viril,  vigorosa  y  llena  de 
recursos ,  y,  por  lo  tanto ,  capaz  de  tener  un  rango  entre 
las  potencias  que  se  habian  elevado  al  mas  alto  grado  de 
civilización. 

El  segundo  acontecimiento,  relativo  a  la  revolución 
francesa,  fué  aun  mas  decisivo,  puesto  que  este  ani- 
quiló, de  un  golpe,  todas  las  condiciones  morales  y  ma- 
teriales del  estado  y  de  la  sociedad,  y  esparció  su  bené- 
fica claridad  por  las  clases  inferiores,  enseñando  á  cada 
miembro  de  esta  sociedad  el  verdadero  valor  de  sus  de- 
rechos y  de  su  dignidad.  En  suma,  era  una  revolución 
social  que  interesaba  la  jeneralidad  del  pueblo,  y  bajo 
este  aspecto  todos  debían  tomar  una  parte  activa  en 
ella ,  sobretodo  aquellos  para  quienes  los  privilejíos  ha- 
bian sido  tan  humillantes  y  tan  onerosos. 

En  la  época  de  aquellas  dos  violentas  revoluciones, 
habia  en  España,  y  en  otras  partes  de  la  Europa,  una  in- 
finidad de  jóvenes  Americanos  educados,  por  decirlo  así, 


1 


i 


!l 


28 


HISTORIA    DE    CHILE. 


en  la  escuela  de  aquellos  atrevidos  reformadores,  ó  im- 
buidos, por  lómenos,  de  algunas  de  sus  máximas,  los 
cuales,  poniendo  el  pensamiento  en  el  porvenir  de  su 
país ,  y  previendo  la  influencia  que  aquel  gran  trastorno 
político  podría  tener  en  su  suerte ,  miraban  con  ansia 
los  progresos  de  esta  última  revolución  ,  siguiendo  su 
retaguardia ,  y  felicitándose  mutuamente  al  verla  ganar 
terreno ,  bien  que  lastimándose  de  las  violencias  ren- 
corosas  de  las  pasiones.    De  aquel   gran  número   de 
jóvenes,  unos  se  apresuraban  á  volver  á  su  patria  para 
comunicar  á  algunos  de  sus  compatriotas  las  ideas  de 
que    ellos    mismos    estaban    inspirados  ;    otros ,    mas 
osados ,  se  trasportaron  en  persona  al  foco  del  movi- 
miento, y  aun  se  atrevieron  á  alistarse  bajo  las  banderas 
de  los  revolucionarios,  á  impulsos  del  entusiasmo  que 
les  inspiraban  sus  principios  y  su  profunda  convicción. 
Entre  estos  últimos,  los  habitantes  de  Venezuela  se 
distinguieron  por  el  apresuramiento  con  que  adoptaron 
aquellas  nuevas  ideas,  y  al  primer  grito  de  la  revolución 
francesa  algunos  jóvenes  insensatos  osaron  tremolar  el 
estandarte  de  la  rebelión  ;  pero  muchos  de  ellos  pagaron 
con  la  vida  un  pronunciamiento  tan  prematurado  é  in- 
tempestivo. De  los  que  se  salvaron  de  los  efectos  de  este 
primer  sacrificio  á  la  libertad  americana,  fué  uno  Na- 
riño,  joven  audaz  é  imprudente  que  osó  presentarse  en 
España,  de  donde,  á  la  verdad ,  se  fué  muy  pronto  para 
ir  á  interesar  en  su  noble  causa  los  gobiernos  francés 
é  ingles.  A  poco  tiempo  después,  su  fogoso  compatriota 
Miranda  se  presentaba  en  la  misma  lid  con  las  mismas 
intenciones,  y  con  antecedentes  que  le  eran  mucho  mas 
favorables.  Entusiasta  de  la  revolución  francesa,  en  cor- 
relación y  trato  con  sus  jefes,  y,  lo  que  es  mas,  habiendo 


■■■      "- 


CAPITULO    I. 


29 


alcanzado  el  grado  de  jeneral  en  sus  ejércitos,  Miranda 
ofrecía  las  mejores  garantías  de  éxito  á  una  espedicion 
que  ya  muchas  veces  había  emprendido,  aunque  sin  re- 
sultados importantes.  La  Inglaterra,  como  muy  intere- 
sada en  aquella  arriesgada  tentativa ,  no  se  mostró  sorda 
á  sus  solicitudes  y  le  dio  armas  y  dinero,  con  lo  cual  aquel 
ilustre  Americano  se  vio  muy  luego  á  la  cabeza  de  una 
nueva  espedicion,  que  salió  de  los  Estados-Unidos  y  se 
dirijió  sobre  Caracas,  en  donde,  si  no  consiguió  sus  prin- 
cipales fines,  alcanzó ,  por  lo  menos,  el  de  propagar  las 
ideas  de  libertad,  y  de  ajitar  y  llenar  los  corazones  de 
los  habitantes  de  pasiones  que  los  comprometieron  lo 
bastante  para  proseguir  en  tiempo  oportuno  su  gran 
pensamiento. 

Ademas  de  los  auxilios  que  daba  á  los  apóstoles  de  la 
emancipación  americana ,  la  Inglaterra  procuraba  dis- 
locar directamente  y  por  sí  misma  al  gobierno  español, 
sembrando  el  jérmen  de  la  discordia  en  sus  colonias,  á  las 
cuales  inspiraba  el  amor  de  la  independencia.  En  los  re- 
sultados de  esta  importante  cuestión,  el  gobierno  britá- 
nico hallaba ,  en  primer  lugar,  una  satisfacción  nacional ; 
y,  en  segundo ,  una  inmensa  salida  para  los  productos 
de  su  creadora  industria,  productos  que  en  aquella  época 
la  América  no  tenia  por  causa  del  bloqueo  continental. 

Por  consiguiente,  todos  los  pensamientos  de  la  Ingla- 
terra se  dirijian  naturalmente  á  fomentar  aquella  revo- 
lución, y  ya,  en  1797,  el  ministerio ,  por  el  órgano  del 
célebre  Pitt,  habia  mandado  distribuir  en  la  mayor  parte 
de  las  colonias  gran  número  de  proclamas,  asegurando 
socorros  en  dinero,  armas  y  municiones  á  cuantos  qui- 
siesen intentar  revolucionarlas.  Todo  esto  no  era  mas 
que  una  consecuencia  inevitable  de  la  conducta  que  ha- 


1 


HISTORIA   DE   CHILE. 

bia  tenido  el  gobierno  español  en  la  insurrección  de  los 
Anglo  Americanos. 

En  cuanto  á  la  Francia,  es  fácil  concebir  que  teniendo 
el  mayor  interés  en  abatir  el  orgullo  y  el  poder  de  su 
rival,  hubiese  entrado  abiertamente  en  aquella  liga,  y 
procurase  contribuir  por  todos  sus  medios  al  desarrollo 
de  un  acontecimiento  que  lisonjeaba  su  amor  propio ,  y 
aumentaba  su  preponderancia  política ;  pero  no  se  com- 
prende que  España  hubiese  podido  tomar  cartas  y  pro- 
tejer  una  revolución ,  cuyo  objeto  era  la  emancipación 
de  una  colonia  tan  vecina  de  las  suyas,  con  el  símbolo 
de  libertad  y  de  igualdad  ,  en  toda  la  acepción  de  estas 
palabras.  Los  hombres  esperimentados  y  de  previsión 
vieron  al  punto  la  grande  trascendencia  de  este  yerro , 
y  el  mismo  Garlos  III  lo  confesaba  francamente, 
:efujiándose  á  la  sombra  de  su  malhadado  pacto  de 
familia.  El  ilustre  conde  de  Aranda,  después  de  haber 
firmado  en  París  el  tratado  de  paz  que  obligaba  á  la  In- 
glaterra á  sancionar  la  independencia  de  los  Estados 
Unidos,  no  pudo  menos  de  manifestar  a  S.  M.  los  temores 
que  le  asaltaban  por  la  suerte  futura  de  sus  posesiones 
en  América ,  y  para  precaver  semejante  acontecimiento 
opinaba  cuan  útil  seria  el  llevar  á  ejecución  el  plan  pre- 
sentado par  Vauban  á  Felipe  V ,  plan  que  consistía  en 
ceder  aquellas  posesiones  á  tres  infantes  de  su  familia , 
los  cuales  reinarían  en  ellas  con  los  títulos  de  rey  de 
Méjico,  del  Perú  y  de  Costa  firme,  y  bajo  su  propia  de- 
pendencia con  el  de  emperador. 

A  todos  estos  elementos  de  fermentación ,  que  solos 
habrían  bastado  para  dislocar  el  poder  español  en  todo 
el  Nuevo  Mundo ,  se  juntó  muy  pronto  otro,  aun  mucho 
mas  grave,  y  el  cual  provenia  de  la  triste  situación  de 


CAPITULO  I. 


31 


la  madre  patria ,  á  consecuencia  de  la  corrupción  de  la 
corte ,  de  los  desarreglos  de  la  administración  ,  de  la  con- 
ducta política  y  privada  de  un  grande  de  fortuna  y  de  las 
miserables  desavenencias  del  rey  y  del  príncipe  su  hijo , 
desavenencias  que  dieron  lugar  á  la  revolución  de  Aran- 
juez.  Solicitado  como  mediador  en  la  querella ,  Napo- 
león vio  de  una  ojeada ,  y  con  su  tino  astucioso  y  sutil , 
una  ocasión  de  espulsar  á  los  Borbones  de  España,  para 
su  propio  provecho ,  y  por  un  maquiavelismo  que  la  his- 
toria no  le  perdonará  nunca  consiguió  la  abdicación  de 
la  corona ,  objeto  del  conflicto  entre  los  dos  monarcas , 
y  la  puso  en  la  cabeza  de  su  hermano  José.  Ademas, 
anteriormente  á  esta  pérfida  tramoya  de  estado,  ya  habia 
obtenido ,  en  conformidad  al  tratado  de  Fontainebleau , 
el  enviar  al  norte  de  la  Europa  las  tropas  españolas  que 
mandaba  el  marques  de  la  Romana ,  y  ocupar  con  las 
francesas  las  principales  plazas  de  la  Península,  por  ma- 
nera que  la  invasión  de  aquel  vasto  y  jeneroso  país  no 
fué,  en  realidad,  para  su  ejército  mas  que  un  paseo  re- 
creativo y  de  ovación. 

El  prestijio  de  Napoleón ,  y,  tal  vez ,  algunos  intereses 
particulares,  atrajeron  á  aquel  hombre  estraordinario  un 
partido  bastante  fuerte  de  Españoles  de  distinción  y  de 
influjo  ;  pero  el  pueblo,  penetrado  de  la  máxima  de  con- 
siderar á  los  reyes  como  imájenes  de  la  Divinidad ,  y 
como  intérpretes  de  la  voluntad  del  cielo,  no  pudo  sufrir 
con  paciencia  y  sangre  fria  un  acto  tan  violento  de  ver- 
güenza y  de  injusticia ;  el  grito  de  alarma  resonó  como 
un  trueno  en  toda  España,  y  su  eco  produjo  una  insur- 
rección jeneral,  pronta  á  sacrificarse  para  defender 
la  dignidad  y  la  independencia  de  aquella  antigua 
monarquía ,  embriagada  aun  de  vanagloria  con  la  me- 


1 


HISTORIA    DE    CHILE. 

moria  de   sus  héroes  y   de  sus  valientes  defensores. 

Uno  de  los  primeros  deberes  de  los  insurjentes  fué 
atacar  los  arsenales  para  hacerse  con  armas  y  municio- 
nes ,  y  su  celo  y  valentía  estaban  sostenidos  por  la  pode- 
rosa protección  del  clero,  que,  en  aquel  momento,  go- 
zaba de  un  doble  influjo,  á  saber,  el  que  le  daba  su 
carácter  sacerdotal ,  y  el  de  su  ardoroso  patriotismo.  En 
seguida  se  formaron  pequeños  cuerpos  de  ejército  ;  se 
organizaron  montoneros,  y  se  esparcieron  hábiles  agita- 
dores por  todas  partes  para  fomentar  la  conspiración , 
dando  pávulo  ala  pasión  de  los  espíritus,  y  predicando 
guerra  esterminadora  contra  los  serviles  instrumentos  de 
la  ambición  de  un  guerrero  insensato.  Los  primeros  en- 
cuentros fueron  impetuosos  y  sostenidos,  y  llenaron  de 
sorpresa  á  los  Franceses,  que,  hasta  entonces,  habían  des- 
conocido enteramente  el  carácter  denodado  y  enérjico  del 
Español .  y  se  vieron  obligados  á  defender  paso  á  paso  el 
terreno  tan  vergonzosa  y  pérfidamente  invadido  y  que 
el  orgullo  nacional  se  aprestaba  á  disputarles  con  tanta 
enerjía. 

Durante  aquellas  guerras  de  esterminio,  en  las  cuales 
el  espíritu  de  patriotismo  se  elevó  á  lo  mas  alto  y  sublime 
de  cuanto  nos  presenta  la  historia  de  la  humanidad,  la 
España  se  hallaba  sin  jefes ,  sin  apoyo ,  desprovista  de 
todo  y  enteramente  dividida  en  su  organización  política. 
Cada  provincia ,  reducida  á  su  propia  suerte  é  impelida, 
al  mismo  tiempo,  por  el  sentimiento  íntimo  y  aclarado  de 
sus  derechos,  procuró  formarse  un  gobierno  provisional, 
cuyos  fines  fuesen  vijilar  por  su  propia  conservación. 
Las  que  se  hallaban  aun  libres  crearon  juntas  compues- 
tas de  ciudadanos  los  mas  influyentes  y  animados  todos 
del  mismo  espíritu  patriótico.  Todas  aquellas  juntas  eran 


CAPÍTULO   I. 


33 


iguales  en  poder  y  autoridad  y  no  tenían  mas  que  un 
objeto  común,  que  era  la  defensa  de  la  patria,  y  se  go- 
bernaban independientes  las  unas  de  las  otras-  lo  cual 
había  dado  lugar,  sin  pensar  en  ello,  á  una  especie  de 
administración  federativa.  Pero  aquellos  pequeños  esta- 
dos eran  demasiado  débiles  para  obrar  por  sí  solos  v  se 
hallaban  en  la  necesidad  de  ayudarse  mutuamente,  mul- 
licando, de  esta  manera,  sus  fuerzas  y  sus  recursos 
Para  conseguirlo,  creyeron  que  lo  mejor  seria  centralizar 
las  operaciones  en  una  sola  junta,  sin  dejar  de  conser- 
var la  dirección  política  de  su  provincia. 

Por  desgracia,  se  abrigan  en  el  corazón  humano  así 
como  también  en  el  de  la  sociedad,  pasiones  que  sofo- 
can en  el  todos  los  sentimientos  del  deber,  y  los  inclinan 
á  escesos  de  amor  propio  ó  de  orgullo  que,  muchas  ve- 
ces, les  hace  obrar  contra  su  propio  ínteres ;  y  esto  fué 
lo  que  sucedió  en  España ,  cuando  se  trató  de  elejir 
aquella  junta,  en  la  que  se  debían  centralizar  todos  los 
poderes.  En  aquella  ocasión ,  muchos  elevaron  demasiado 
alto  sus  pretensiones,  obraron  con  imprudencia,  y  en 
su  obstinación,  hubieran  comprometido  gravemente  el 
país,  sembrando  en  él  la  guerra  y  la  anarquía,  si  los 
peligros  de  la  patria  no  hubiesen  atraído  en  su  favor  to- 
dos los  partidos  militantes. 

Mas  no  sucedió  lo  mismo  en  América ,  en  donde  cada 
una  de  las  provincias  que  se  hallaban  en  desacuerdo  ha- 
bía enviado  emisarios  con  el  solo  objeto  de  dar  á  recono- 
cer su  supremacía,  con  esclusion  de  las  demás.  Claro 
estaba  que  la  animosidad  que  existia  entre  los  enviados 
había  de  perjudicar  necesariamente  á  su  misión,  pues 
todos  se  decían  representantes  de  la  sola  junta  recono- 
cida por  España ,  y  de  allí  se  seguían  contradicciones  y 

V.  HlSTOMA.  „ 


®] 


3/j.  HISTORIA   DE    CHILE. 

desmentidos  que  dejaron  el  espíritu  americano  en  una 
situación  de  incertidumbre ,  le  hicieron  dudar  de  la  ver- 
dad de  todas  aquellas  relaciones,  tan  tercamente  con- 
trovertidas, y  sospechar  la  posición  crítica  en  que  estaba 
la  madre  patria. 

Esta  posición  era ,  en  efecto  ,  de  las  mas  lamentables. 
El  país  se  hallaba  invadido  casi  por  todas  partes  ;  habia 
jenerales  que  habian  faltado  á  su  deber,  y  violado  su  ju- 
ramento ;  la  anarquía ,  jenio  de  la  ambición ,  parecía 
también  querer  conspirar  contra  la  nación,  y  la  junta  de 
Sevilla,  forzada  á  abandonar  dicha  ciudad  ,  se  habia  re- 
fujiado,  apresuradamente,  en  Cádiz,  en  donde  se  vio  muy 
luego  acosada  por  el  ejército  francés.  Sospechada  de  estar 
de  intelijencia  con  Napoleón  ,  la  misma  junta  habia  sido 
el  objeto  de  una  animosidad  sorda,  pero  jeneral ,  que  se 
manifestó  muy  pronto  en  gritos  amenazadores  de  las  po- 
blaciones por  donde  pasaba.  El  recibimiento  que  tuvo  en 
Cádiz  no  fué  menos  ruidoso ,  y  no  atreviéndose  á  hacerle 
frente,  se  apresuró  á  disolverse  y  dispersarse,  humillada 
y  llena  de  confusión.  Solo ,  algunos  diputados  permane- 
cieron en  la  ciudad  y  se  creyeron  bastante  autorizados 
para  elejir  entre  ellos  mismos  cinco  miembros  que  revis- 
tieron del  poder  soberano  ,  bajo  el  título  de  rejencia  su- 
prema del  reino. 

Este  fué  el  gobierno  que ,  así  improvisado,  reconocido 
solamente  en  Cádiz  ,  y  cuya  autoridad  á  penas  se  esten- 
dia  á  algunos  cantones  de  la  Galicia ,  confesó  tan  inje- 
nuamente  en  una  proclama  á  los  Americanos  que  hasta 
entonces  habian  sido  tiranizados  por  España  y  por  sus 
vireyes  ,  y  que,  en  lo  sucesivo  ,  ya  libertados  de  su  codi- 
cia, serian  considerados  al  igual  de  los  Españoles,  y 
tendrian  sus  representantes  en  las  cortes.  Sin  duda ,  esta 


CAPÍTULO   I. 


35 


confesión  tan  sencilla  era ,  tal  vez,  sincera ,  pero  escesi- 
vamente  tardía,  puesto  que  llegaba  en  un  momento  en 
que  la  América,  en  su  posición  embarazada,  no  podia 
ya  confiar  en  mandatarios  cuya  legalidad  había  sido  con- 
testada por  la  mayor  parte  de  las  provincias  españolas  , 
y  aun  también  por  el  marques  de  la  Romana.  Por  otra 
parte,  la  admisión  de  estos  diputados  en  las  cortes  era 
completamente  ilusoria ,  puesto  que  no  era  posible  que 
llegasen  inmediatamente  de  las  diferentes  comarcas  de 
la  América ,  y,  por  de  pronto ,  fué  preciso  contentarse  con 
escojerlos  á  la  ventura ,  por  decirlo  así,  entre  los  Ameri- 
canos establecidos  en  Cádiz.  El  número  de  los  que  se 
nombraron  era,  ademas,  tan  limitado  ,  que  no  podían 
tener  influjo  alguno  en   el  resultado  de  los  votos.  Por 
esta  razón ,  las  memorias  de  aquella  época  están  llenas 
de  representaciones  y  protestas  de  dichos  diputados,  y 
ponen  de  manifiesto  con  que  audacia  eran  diferidas  sus 
mociones,  esperando  poder  anonadarlas,  al  cabo,   si 
sobrevenían  buenos  sucesos  militares. 

Esta  falta  de  consideración  habia  necesariamente  de 
producir  impresiones  desfavorables  en   pueblos  ajados 
después  de  tanto  tiempo  en  su  amor  propio ,  y  los  cua- 
les ,  en  razón  de  la  invasión  de  la  madre  patria,  se  creían 
amenazados   del  golpe  que  les   ciarían  todas  aquellas 
desgracias.   Por  mucha  confianza  que  tuviesen    en  la 
valentía  y  en  el  patriotismo  españoles,  y  en  los  auxilios 
de  su  recien  aliada  la  Inglaterra ,  no  se  disimulaban 
sus  propios  riesgos,  y  resolvieron  no  permanecer  por 
mas  tiempo  en  la  indecisión ,  siempre  fatal  en  tiempos 
de   trastornos  políticos.   El    partido   que   les  convenia 
abrazar   les   estaba   indicado  por  la   misma  España  , 
creando  un  gobierno  provisional  compuesto  de  un  cierto 


1 

t 


si 


36 


HISTORIA   DE   CHILE. 


número  de  personas  influyentes  en  el  país,  y  capaces 
de  obrar  con  enerjía  á  la  primera  señal  de  alarma. 
Una  mano  guiada  por  la  Providencia  sobrevino  para  fa- 
vorecer este  plan  tan  nuevo  para  los  Americanos.  Los  vi- 
reyes  de  Méjico  y  de  Buenos- Aires,  penetrados  del  poder 
de  Napoleón  y  del  estado  crítico  en  que  se  hallaba  España, 
habian  convocado ,  casi  en  la  misma  época ,  algunos  ciu- 
dadanos, con  el  objeto  de  participarles  sus  temores,  y  de 
persuadirles  nombrasen  legalmente  una  junta  que  tomase 
á  su  cargo  el  dar  disposiciones  las  mas  rigorosas  y  acti- 
vas para  la  defensa  del  país,  en  caso  de  invasión.  En  cua- 
lesquiera otra  época,  habría  sido  conveniente  y  útil  esta 
determinación ;  mas ,  en  aquel  momento  en  el  cual  los 
espíritus  estaban  tan  fuertemente  ajitados,  no  solo  por 
los  peligros  que  amenazaban,  sino  también  por  las  ideas 
del  siglo ,  la  misma  determinación  daba  pávulo  á  la  am- 
bición ,  y  favorecia  las  miras  de  los  reformadores.  Los 
Españoles  dotados  de  perspicacia  previeron  de  una  ojeada 
sus  consecuencias  y  se  apresuraron  á  contrarrestarlas. 
En  Méjico ,  en  donde  habia  suficiente  número  de  ellos, 
consiguieron  deponer  al  virey  poniendo  en  su  lugar  una 
junta  compuesta  de  personas  apegadas  á  sus  intereses  y 
á  los  de  España ;  pero  en  Buenos-Aires  el  cabildo  fué 
el  que  tuvo  todo  influjo  en  una  creación  semejante ,  y, 
por  esta  razón  ,  fué  enteramente  favorable  al  país.  Gis- 
neros  quedó  despojado  de  sus  honores  y  títulos,  y  á  poco 
tiempo  después  le  enviaron  á  las  islas  Canarias ,  acom- 
pañado de  algunos  oidores,  y  otras  muchas  personas 
contrarias  al  movimiento  que  acababa  de  ser  ejecutado. 
El  25  de  mayo  de  1810  fué  el  dia  en  que  tuvo  lugar 
aquella  revolución,  la  cual  habia  sido  precedida  de  la 
de  Caracas,  que  puede  ser  considerada  como  provocadora 


CAPÍTULO    1, 


37 


y  vanguardia  de  la  lucha  que  iba  á  trabarse  entre  el  des- 
potismo y  la  libertad.  Quito  y  la  Paz  se  habían  pronun- 
ciado ya  en  favor  de  estos  gobiernos  provisionales,  y  las 
demás  capitanías  jenerales  procuraban  seguir  el  mismo 
ejemplo ,  porque  la  fermentación  era  tan  jeneral  como 
violenta ,  hallándose  los  espíritus  alarmados  con  el  temor 
de  una  iminente  invasión  ,  á  la  cual  todos  querían  hacer 
frente  á  fin  de  conservarse  para  su  amado  rey  Fer- 
nando VII.  Fuera  de  algunos  que  habían  soñado  con 
una  feliz  suerte  futura  para  el  país,  las  intenciones  de  la 
jeneralidad  eran  puras  y  sinceras,  y  espresaban  una  fide- 
lidad altamente  probada  por  el  empeño  que  ponían  en 
sostener  los  esfuerzos  que  hacia  la  madre  patria  para 
resistir  á  la  potencia  estraordinaria  de  su  ambicioso  ene- 
migo. En  el  espacio  de  tres  ó  cuatro  años,  salieron  de  la 
América  para  contribuir  á  los  gastos  de  los  ejércitos  es- 
pañoles mas  de  cien  millones  de  pesos,  producto  de  sim- 
ples donativos  patrióticos. 

Entretanto,  la  rejencia  y  las  cortes  no  se  hicieron  ilu 
sion  sobre  el  resultado  final  de  aquellos  movimientos,  ni 
sobre  el  fin  que  se  proponían  alcanzar  algunos  miem- 
bros de  aquellas  juntas ;  y  conociendo  el  gran  inconve- 
niente que  había  en  dejar  subsistir  en  aquellas  colonias 
asambleas  revestidas  del  poder  soberano,  procuraron 
paralizar  la  coalición,  cosa  que  ofrecía  tanta  mayor  di- 
ficultad cuanto  esta  se  estendia  por  un  espacio  de  mas 
de  dos  mil  leguas.  A  pesar  de  su  penuria  en  hombres  y 
dinero,  y  de  la  lucha  que  sostenían  contra  un  enemigo  tan 
peligroso,  se  atrevieron  á  enviar,  en  la  plenitud  de  su  im- 
potencia, una  espedicion  á  Venezuela  para  bloquear  los 
puertos  é  impedir  la  entrada  de  los  estranjeros,  que  con 
mucha  razón  temían ;  y  para  conseguir  mejor  este  fin  , 


1 


, 


38 


HISTORIA   DE    CHILE. 


anularon  la  orden  que  hacia  un  mes  había  dado  la  re- 
j encía  en  favor  del  comercio  libre  de  la  América  ;  recha- 
zaron con  desden  la  intervención  de  la  Inglaterra  ;  hi- 
cieron vijilar  las  costas  para  ponerlas  al  abrigo  de  la 
introducción  de  las  ideas  de  los  anglo-americanos,  y  pro- 
curaron congraciarse  con  los  diputados  del  nuevo  mundo, 
oyendo  con  menos  indiferencia  sus  discursos  y  sus  peti- 
ciones. 

Mientras  el  gobierno  de  Cádiz  multiplicaba  así  sus 
esfuerzos  para  contener  al  jenio  invasor  de  la  revolución 
americana,  Napoleón  se  esmeraba  en  protejerla  por  su 
parte,  enviando  emisarios  franceses  y  aun  también  es- 
pañoles, con  el  encargo  de  impeler  los  Americanos  á  la 
independencia,  en  caso  de  que  no  consiguiesen  someter- 
los á  la  autoridad  del  Rey  José.  La  promesa  que  habían 
hecho  estos  emisarios  de  conservar  á  todos  los  empleados 
superiores  sus  derechos,  honores  y  prerrogativas,   les 
habían  proporcionado  la  protección  de  algunos  altos  per- 
sonajes ;  pero  el  pueblo ,  cada  dia  mas  idólatra  de  su 
rey  Fernando ,  que  noobstante  su  cautiverio   reinaba 
aun  para  ellos  con  el  mayor  esplendor,  no  quiso  de  nin- 
gún modo  suscribir  á  un  acto  tan  contrario  á  sus  ideas 
de  hábito,  y,  fuertemente  irritado  contra  aquellos  ajentes 
de  la  perfidia,  tocó  á  rebato,  sacrificó  á  algunos,  ahuyentó 
á  otros  y  quemó  en  un  autodefe  las  proclamas  infamantes 
para  su  honor  y  dignidad.  Por  otra  parte,  una  nación 
que  habia  abolido  la  relijion  de  Cristo,  decretado  la  divi- 
nidad de  la  razón,  encarcelado  al  papa,  degollado  á  los 
sacerdotes  y  votado  un  ser  supremo  de  la  hechura  de 
las  ideas  impías  y  desorganizadoras  de  la  época,  no  po- 
día, en  aquel  momento,  ejercer  la  menor  influencia  con 
un  pueblo  imbuido  de  su  relijion  hasta  el  fanatismo ,  y 


CAPÍTULO 


39 


dominado  por  una  milicia  de  curas  y  de  frailes,  que  ver- 
tían ámanos  llenas  el  oprobio  y  el  ridículo  sobre  la  misión 
de  aquellos  nuevos  apóstatas,  considerados  como  los  prin- 
cipales autores  del  desorden  moral  y  físico  de  la  época. 
La  persecución  que  el  cristianismo  habia  padecido  en 
Francia  durante  los  trastornos  de  la  revolución  habían, 
en  efecto,  llenado  de  espanto  las  almas  puras  y  tímidas  de 
aquellos  Americanos,  acostumbrados  á  terminar  obscura 
é  indolentemente  una  vida  de  paz  y  tranquilidad.  Ente- 
ramente estraños  á  movimientos  revolucionarios ,  en  los 
cuales  la  pasión  llevada  al  mas  alto  grado  de  exaltación  y 
de  delirio  obra  muchas  veces  como  un  verdadero  asesino, 
y  nopudiendo  comprender  que  el  Criador,  en  su  bondad 
infinita,  pudiese  enviar  remedios  tan  violentos  para  cu- 
rar los  males  de  la  sociedad  doliente,  hablaban  con  hor- 
ror de  la  revolución  francesa,  despreciaban  profunda- 
mente al  pueblo  que  la  habia  enjendrado,  y  no  podían 
menos  de  recibir  con  odio  y  mala  voluntad  á  los  emisa- 
rios turbulentos  que  las  olas  del  mar  acababan  de  arro- 
jar sobre  sus  costas.  Tal  ha  sido ,  sin  duda  alguna,  la 
causa  del  poco  éxito  que  tuvieron  en  América  los  envia- 
dos de  Napoleón  ;  pero  sus  ideas  filosóficas,  introducidas 
por  contrabando,  fueron  pasto  de  algunos  nuevos  adep- 
tos, que  estaban  ya  iniciados  en  el  misterio  de  aquella 
grande  reacción,  y  sirvieron  á  encender  la  antorcha  de  la 
razón  y  á  alimentar  el  ardor  de  los  corazones.  En  efecto, 
fué  la  época  en  que  se  empezaron  á  oir  gritos  de  indepen- 
dencia, al  principio  limitados  á  algunas  partes,  pero  que 
luego  resonaron,  sucesivamente,  por  todo  el  nuevo  con- 
tinente :  Quito,  Buenos-Aires,  Méjico,  Chile,  etc.  La 
historia  de  la  revolución  de  este  último  es  la  que  vamos 
á  narrar. 


1 


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CAPITULO  II. 


Muerte  del  presidente  Muñoz  de  Guzman.  —  Competencia  de  la  Real  Au- 
diencia y  de  Carrasco  sobre  la  sucesión.  —  Carrasco  es  nombrado  por  el 
ejército  de  la  frontera.  —  Estado  de  Chile  y  de  España  á  su  entrada  en  el 
mando.  —  El  capitán  Luco  viene  á  pedir  nuevos  recursos. 


I 


El  11  de  febrero  de  1808  se  manifestó  una  grande 
ajitacion  en  Santiago ;  se  había  esparcido  un  triste 
ruido  en  todos  los  barrios  que  habia  conmovido  toda 
la  población.  Como  por  instinto ,  todo  el  mundo  corría 
á  la  plaza  mayor,  se  formaban  corros  á  la  puerta  de 
palacio,  y  allí  se  oia  la  noticia  de  la  muerte  del  ilustre  y 
virtuoso  gobernador  Muñoz  de  Guzman. 

Este  fatal  acontecimiento  sumerjió  la  ciudad  en  la 
mas  dolorosa  aflicción.  Era  un  dia  de  luto  jeneral  para 
todos  los  miembros  de  la  sociedad,  igualmente  heridos 
en  sus  intereses  y  en  sus  afectos.  El  público  perdía  en 
Guzman  un  majistrado  justo  y  laborioso,  el  pobre  un 
protector  jeneroso,  y  España  un  servidor  íntegro,  hábil 
y  tan  amado ,  que  hubiera  podido  esconjurar,  durante 
algunos  años  aun,  la  borrascosa  tempestad  que  el  viento 
de  Buenos-Aires  y  los  progresos  de  la  civilización  amon- 
tonaban encima  de  aquel  leal  país. 

La  Real  Audiencia,  como  de  costumbre,  se  reunió 
aquel  mismo  dia  para  nombrar  un  sujeto  digno  de  rem- 
plazar provisionalmente  al  ínclito  difunto  gobernador. 
En  una  época  poco  anterior,  el  rejente  del  tribunal  ha- 
bría sido  revestido  del  poder;  pero  desde  que  España 
habia  declarado  guerra  a  Inglaterra,  tenia  mucho  que 


1 


CAPITULO    II. 


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temer  de  esta  potencia  para  no  imprimir  un  carácter 
militar  á  sus  colonias ,  y  por  una  real  cédala  de  23  de 
octubre  de  1806  estaba  mandado  que  en  todos  los 
vireynatos  y  gobiernos,  aunque  hubiese  Real  Audiencia, 
recayese  el  mando  político  y  militar  y  la  Presidencia 
(en  caso  de  muerte,  ausencia  ó  enfermedad  del  pro- 
pietario )  en  el  oficial  de  mayor  graduación  ,  con  tal 
que  no  fuese  menos  que  coronel  efectivo,  y  si  S.  M. 
no  habia  nombrado,  por  pliego  de  providencia  ó  de 
otro  modo  al  que  debia  suceder ;  y  que  en  el  caso  de  no 
haber  oficial  de  dicha  ó  mayor  graduación ,  recayese  el 
mando  en  el  Rejente  ó  en  el  oidor  decano ,  y  no  en  el 
Acuerdo. 

Esta  real  cédula ,  tan  clara  y  terminante ,  fué  sin 
embargo  interpretada  en  estraña  manera  por  todos  los 
oidores,  que  sostuvieron  se  limitaba  su  tenor  á  la  capi- 
tal, y  de  ningún  modo  á  lo  restante  del  país.  Fundados 
en  este  falso  raciocinio ,  se  atrevieron  á  proclamar  á  su 
rejente  por  capitán  jeneral  y  gobernador  del  reino,  y 
el  mismo  dia,  después  de  haber  sido  reconocido  como 
tal  por  el  Ayuntamiento,  que  le  entregó  el  bastón  de 
costumbre,  se  apresuraron  á  dar  aviso  á  todas  las  admi- 
nistraciones, como  también  á  los  vireyes  del  Perú  y  de 
Buen  os- Aires. 

Este  nombramiento  era  completamente  ilegal  y  visi- 
blemente contrario  á  las  intenciones  del  gobierno  que, 
en  su  delicada  posición ,  necesitaba  mas  de  un  militar 
que  de  un  majistrado.  Por  esta  razón,  muchos  jefes, 
entonces  empleados  en  la  provincia  de  Concepción,  se 
apresuraron  á  representar  incontinente,  protestando  con- 
tra un  acto  evidente  de  mala  fe  y  de  injusticia.  Dos  de 
estos  jefes  tenían  los   títulos  mas  lejítimos,  según  el 


Il2 


HISTORIA   DE   CHILE. 


espíritu  de  la  real  cédula ,  siendo ,  como  eran ,  ambos 
brigadieres;  el  uno,  don  Pedro  Quijada,  con  despacho 
de  1795,  y  el  otro,  don  Francisco  García  Carrasco,  con 
fecha  de  dos  años  solamente. 

Independientemente  de  esta  protesta  ,  Carrasco , 
como  el  mas  interesado,  había  enviado  á  llamar  al  in- 
tendente don  Luis  de  Álava,  que  se  hallaba  recono- 
ciendo, con  Rosas,  el  agua  de  vida,  que  acababa  de  ser 
descubierta  junto  a  Yumbel ,  y  al  punto  en  que  llegaron 
á  Concepción,  sin  miramiento  por  la  Real  Audiencia, 
se  celebró  un  consejo  de  guerra,  compuesto  de  todos  los 
oficiales  de  la  Frontera,  con  el  fin  de  nombrar,  según 
la  real  cédula,  un  presidente  encargado  del  gobierno 
del  país.  La  antigüedad  de  Quijada  le  daba  la  prefe- 
rencia,  y  ya  el  rejente  le  había  escrito  en  este  sentido ; 
pero  hallándose  en  edad  avanzada,  y  lleno  de  achaques 
que  le  obligaban  á  estarse  en  cama,  tuvo  que  renunciar 
á  ella  (1),  de  suerte  que  Carrasco  quedaba  solo,  y  con 
todo  eso  aun  tuvo  por  competidor  á  don  Luis  de  Álava , 
bien  que  solo  tuviese  grado  de  coronel,  el  cual  pre- 
tendía tener  derecho  á  ser  nombrado ,  como  intendente 
que  era  de  la  provincia,  comandante  jeneral  de  las  armas 
de  la  frontera  y  reconocido  como  segundo  jefe  del  reino. 
En  consecuencia,  Álava  escribió  por  este  tenor  á  la  Real 

(1)  «  No  hallándome  capaz,  por  mi  avanzada  edad,  y  graves  continuados 
achaques,  de  desempeñar  mando  alguno,  he  solicitado  de  la  real  piedad  mi 
retiro,  y  habiéndolo  representado  así  al  señor  capitán  jeneral,  Don  Francisco 
García  Carrasco ,  doy  á  V.  S.  y  señores  vocales  de  ese  real  tribunal  las 
mas  afectuosas  gracias  por  el  lugar  preferente  que  me  han  considerado  para 
la  sustitución  del  mando  accidental  de  este  reino,  en  su  auto  de  7  del 
corriente  mes,  de  que  V.  S.  me  acompaña  testimonio  con  fecha  de  12  del 
mismo.  » 

Carta  de  don  Pedro   Quijada  al  Rejente  don  Juan. 
Ballesteros,  escrita  en  Concepción,  el  20  de  marzo  1808. 


CAPITULO    II. 


43 


Audiencia  y  se  hizo  apoyar  en  el  consejo  por  don  Luis 
Barragan ;  pero  á  pesar  de  todos  los  pasos  que  dio  y  de 
su  actividad,  tenia  contra  sí  á  la  ley,  y  Carrasco  fué 
nombrado  (1). 

El  dia  siguiente  de  esta  deliberación,  es  decir,  el  5  de 
marzo  de  1808,  el  nuevo  presidente  participó  al  rejente 
Ballesteros  su  nombramiento  (2),  y,  poco  tiempo  después, 
salió  de  Concepción  lleno  de  tristes  presentimientos, 
como  si  previese  su  turbulenta  suerte.  En  su  compañía, 
iba  don  Juan  Martínez  Rosas ,  que  debia  de  desempeñar 
el  cargo  de  su  asesor  particular.  Una  misma  fatalidad 
había  puesto  al  lado  de  Cisneros  al  hábil  y  audaz  Moreno, 
y  al  de  Carrasco  al  que  iba  á  ser  el  alma  de  la  emanci- 
pación chilena,  por  donde  se  ve  claramente  que  en 
aquella  época  la  mano  de  la  Providencia  conducía  aque- 
llas desgraciadas  colonias,  desbastándolas  de  la  fatal 
corteza  que  por  tanto  tiempo  habia  envuelto  y  sofo- 
cado su  jenio  y  su  capacidad. 

La  recepción  del  nuevo  presidente  en  Santiago,  que 


(1)  Algún  tiempo  antes  de  su  muerte,  Muñoz  habia  recibido  orden  de 
reuniría  isla  de  Chiloe  á  su  gobierno,  separándola,  por  el  hecho,  del  mando 
del  Perú.  Si  esta  orden  hubiese  sido  ejecutada,  Alvarez,  que  era  gobernador 
de  dicha  isla,  habría  sucedido,  de  derecho,  á  Muñoz,  y  en  razón  de  su  ta- 
lento, valentía  y  actividad  ,  hubiera  retardado  por  algún  tiempo  la  ruina  del 
poder  español.  {Conversación  con  don  Manuel  Salas.) 

(2)  A  este  aviso,  Carrasco  añadía  :  «Me  dispongo  á  pasar  á  la  capital,  á 
la  mayor  brevedad  posible.  Así  es  que  no  puedo  reconocer  á  V.  S.  con 
otra  representación  ni  otro  carácter  que  los  de  rejente  de  ese  tribunal ; 
cualesquiera  que  haya  sido  la  resolución  del  acuerdo,  tomada  sin  mi  co- 
nocimiento, siendo  contraria  á  la  suprema  voluntad  del  Rey,  es  inobedecible. 
La  responsabilidad  á  que  estoy  iigado,  y  la  obligación  en  que  me  hallo  para 
con  el  soberano,  por  mi  empleo  y  graduación ,  en  circunstancias  que  el  reino 
se  halla  amenazado  de  enemigos,  me  estrechan  á  sostener  el  acuerdo  de  la 
junta,  aunque  no  tengo  ambición  ni  deseo  de  mandar.  » 

Carla  de  don  Francisco  Antonio  García  Carrasco  al  rejente 
don  Juan  Rodrigo  Ballesteros,  del  5  demarzo  de  1808. 


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HISTORIA    DE    CHILE. 


tuvo  lugar  el  22  de  abril  de  1808,  fué  fria  y  casi  igno- 
rada, por  la  razón  de  que  habia  sido  precedida  del  des- 
contento manifiesto  de  la  Real  Audiencia,  bastante  ren- 
corosa para  no  olvidar  tan  pronto  una  decepción  que  la 
habia  desazonado  en  gran  manera.  Por  consideraciones 
de  pura  conveniencia,  algunas  personas  de  distinción  se 
habían  dejado  llevar  de  los  mismos  zelos  de  amor  pro- 
pio, y  no  se  mostraban  menos  desdeñosas  y  circonspectas 
hacia  él.  Carrasco  conocía  que  se  hallaba  bajo  los  auspi- 
cios los  mas  desfavorables.  Sin  consideración  y  casi 
sin  apoyo,  se  veia  á  la  cabeza  de  un  gobierno  empeña- 
dísimo (1),  con  muy  cortos  recursos  en  aquellas  críticas 
circunstancias  y  amenazado,  después  de  algún  tiempo, 
de  una  invasión  inglesa  (2).  Este  último  pensamiento, 
sobretodo,  parecía  preocuparle  mas;  porque  no  tenia 
gran  confianza  en  las  milicias,  y  porque  su  limitado  y 
estéril  entendimiento  estaba  muy  lejos  de  sujerirle  ideas 
de  previsión.  Afortunadamente  para  el  país,  su  pre- 
decesor habia  provisto  anchamente  á  todo  lo  que  no  al- 
canzaba su  incapacidad,  haciendo  levantar  planes  de 
defensa  por  hábiles  oficiales  y  administradores.  Francisco 

(1)  La  administración  de  Guzman  habia  sido  tan  sabia  y  económica,  que  á 
fines  de  1805  existia  en  las  arcas  reales  una  cantidad  de  646,512  p.,  can- 
tidad que  no  fué  suficiente  para  cubrir  las  reparaciones  de  la  tesorería, 
la  fundación  de  la  Aduana  y  costo  de  los  milicianos  rejimentados  después 
que  habian  llegado  noticias  de  guerra.  Por  esta  razón  ,  á  la  llegada  de  Car- 
rasco, las  rentas  reales,  que  ascendían  á  923,723  p.,  tenían  un  desfalco  de 
97,282  p.,  y,  por  otro  lado,  el  Virey  del  Perú,  en  razón  de  las  muchas  y  gran- 
des cantidades  que  habia  tenido  que  enviar  á  España  ,  y  de  los  gastos  ocasio- 
nados por  la  defensa  de  la  costa  y  el  envío  de  tropas  á  Quilo  y  á  la  Paz , 
escribía  que  ya  no  podía  remitir  los  100,000  p.  del  situado  de  Valdivia,  y 
esto  justamente  en  una  época  en  que  esta  plaza  se  hallaba  alcanzada  en  una 
bancarrota  de  115,000  p.  que  acababan  de  hacer  los  ministros  de  la  tesorería 
en  perjuicio  de  aquel  situado.  {V.  mi  parte  estadística.) 

(2)  En  una  carta  de  Windhan:  al  jcneral  Crawford,  se  ve  que  la  Inglaterra 
quería  enviar  una  espedicion  de  4272  hombres  á  las  costas  de  Chile. 


CAPITULO    11. 

Xavier  de  Reina,  Buenaventura  Matute  y  Tadeo  Reyes 
habían  presentado  memorias  tan  sabias  como  claramente 
esplicadas.  La  del  último,  especialmente,  habia  sido 
muy  apreciada  y  merecido  la  preferencia  como  mas 
adaptable  á  los  recursos  del  país  y  á  la  penosa  situación 
de  la  tesorería ,  pues  se  trataba  de  quitar  la  subsistencia 
al  enemigo,  dejando,  á  la  primera  señal  de  invasión, 
las  costas  enteramente  desiertas ;  de  instruir  á  los  mili- 
cianos para  que  se  mantuviesen  firmes  en  los  primeros 
fuegos ,  y  de  armarlos  con  machetes ,  arma  que  las 
jentes  de  la  tierra  estaban  acostumbradas  á  manejar, 
y  que  preferían  al  sable  (1).  En  efecto,  apenas  fa- 
bricados, se  entregaron  cuatromil  de  estos  machetes, 
y  los  milicianos  armados  con  ellos  fueron  llamados 
cuchilleros. 

Todos  estos  preparativos  habían  ocasionado  gastos 
estraordinarios ,  y  aun  exijian  otros  muchos,  porque  los 
temores  de  una  invasión  inglesa  tomaban  incremento  y 
habían  motivado  el  armamento  de  un  número  mayor  de 
milicianos  pagados  al  pié  del  ejército. 

Muñoz  de  Guzman  ,  gracias  á  su  habilidad  y  á  su  pres- 
tijio ,  habia  podido  hacer  frente  á  estos  crecidos  gastos  , 
reduciendo  mucho  el  sueldo  de  los  empleados  mayores , 
y  de  los  empleos  superiores  al  de  teniente  coronel ,  so- 
metiéndose todos  gustosos  á  esta  reforma  (2) ;  pero 
cuando  Carrasco  quiso  emplear  los  mismos  medios ,  en- 
contró una  resistencia  obstinada ,  y  tan  enérjica ,  que  se 
vio  obligado  á  renunciar  á  ellos,  como  tuvo  también  que 
desistirse  del  que  le  propusieron  los  tesoreros,  el  cual  era 

(1)  Instrucciones  del  presidente  Guzman  para  la  defensa  del  país. 

(2)  Guzman  habia  conseguido  dar  cumplimiento  á  uno  de  los  mas  injustos 
reales  decretos,  casi  sin  que  nadie  se  quejase,  el  cual  despojaba  á  las  obras  pias 
de  todos  sus  bienes,  sin  mas  promesa  que  la  de  pagarles  los  intereses. 


46 


HISTORIA   DE    CHILE, 


de  aumentar  el  impuesto  de  jéneros  y  metales  del  país, 
por  manera  que  desde  el  principio  de  su  carrera  se  halló 
acosado  por  las  primeras  necesidades  de  la  administra- 
ción ,  y  ya  mostraba  la  debilidad  de  carácter  que  debia , 
necesariamente  ,  dejar  presentir  las  desgracias  que  iban 
á  caer  sobre  el  país  que  gobernaba. 

En  tan  penosas  circunstancias ,  Carrasco  procuró 
atraerse  los  favores  del  cabildo,  á  fin  de  tener  en  aquella 
corporación  ,  que  á  la  sazón  gozaba  de  bastante  influjo  , 
consejeros  capaces  de  trazarle  un  plan  de  conducta  ,  y  de 
servirle  de  apoyo  en  caso  de  peligro.  Por  la  noche  reunía 
regularmente  algunos  en  su  salón ;  pero ,  al  mismo 
tiempo  ,  también  recibia  hombres  oscuros ,  y  aun  de  mo- 
ralidad dudosa,  particularidad  que,  desde  luego,  habia 
alejado  algunos  personajes  de  su  tertulia.  La  conversa- 
ción ,  allí,  era  ajena  de  las  circunstancias,  pueril  y  tri- 
vial, recayendo  siempre  en  cuentos  de  familia,  y  sobre 
el  ridículo  de  algunos  empleados  ,  con  intención  de  des- 
acreditarlos para  poder  quitarles  sus  empleos  (i).  Allí  fué 
en  donde  se  formó  la  sociedad  de  armadores ,  cuyo  ob- 
jeto era  atacar  bajo  cualquier  motivo ,  y  bajo  pretesto  de 
servir  al  rey  y  á  la  patria ,  todos  los  buques  estranjeros 
que  se  acercaban  á  la  costa  para  contrabandear.  La  presa 
de  la  fragata  el  Escorpión ,  ejecutada  por  la  perfidia  la 
mas  criminal,  descubrió  muy  pronto  sus  bajas  intencio- 
nes, y  todo  Santiago  quedó  escandalizado  cuando  supo  la 
alevosía  cometida  contra  el  capitán  de  dicha  fragata  y 
contra  algunos  de  sus  marineros,  que  hablan  saltado  en 
tierra  sin  armas,  fiándose  á  la  buena  fe  de  los  que  los 
llamaban  para  asesinarlos.  A  la  sazón ,  corrió  la  voz  de 
que  Carrasco  habia  tenido  parte  en  aquella  presa ,  y  le 

(1)  Historia  del  Padre  Guzman,  p.  260. 


»L 


CAPÍTULO   II. 


47 


había  acarreado  un  encono  tan  jeneral,  que  probable- 
mente le  habría  sido  fatal,  si  las  felices  nuevas  que  lle- 
garon de  España  no  hubiesen  llevado  á  aquellos  lejanos 
habitantes ,  llenos  de  zozobra  por  la  madre  patria ,  un 
consuelo  que  no  esperaban. 

Estas  noticias,  que  llegaron  á  mediados  del  mes  de 
agosto  de  1808,  eran  relativas  á  la  abdicación  del  rey 
Carlos  IV,  y  á  la  caida  del  favorito  Godoy,  considerado 
como  autor  principal  de  todos  los  males  que,  ya  tantos 
años  había,  atormentaban  á  la  desgraciada  España.  Fer- 
nando VII ,  sucesor  de  Garlos  IV,  parecía  presentar  todas 
las  garantías  necesarias  de  previsión  y  de  acierto.  Las 
persecuciones  que  habia  esperimentado  le  habían  dado 
mucha  popularidad  y  hecho  interesantísimo  a  los  ojos  de 
los  Españoles.  Su  advenimiento  fué  celebrado  en  todas 
partes  con  júbilo  y  alegría  de  que  participó  toda  la  América 
con  la  mayor  sinceridad  de  sentimientos ,  y  en  Chile  las 
funciones  reales,  en  honra  suya,  se  prolongaron  por  mu- 
chos dias  con  el  mas  cordial  abandono.  Mas,  por  desgracia, 
aquel  entusiasmo  fué  de  corta  duración,  pues  los  aconteci- 
mientos de  Bayona  no  tardaron  en  cambiar  aquellos  dias 
de  la  mas  pura  satisfacción  en  dias  de  luto  y  duelo,  sumir- 
jiendo  á  los  Americanos  en  un  nuevo  piélago  de  zozobras. 
En  efecto,  por  aquellos  acontecimientos,  la  posición  , 
ya  crítica ,  de  la  América ,  se  hacia  mucho  mas  grave , 
pues  España,  privada  de  su  jefe ,  quedaba  como  un  bajel 
sin  timón,  espuesta  á  ser  juguete  de  la  horrorosa  tem- 
pestad que  ya  bramaba  sobre  su  cabeza.  No  obstante , 
el  pueblo  español  no  podia  mirar  impasible  una  perfidia 
tan  odiosa;  la  lealtad  y  la  nobleza  de  su  carácter  le 
hicieron  salir  de  su  apática  flojedad ,  é  hirviendo  con 
justísima  indignación  se  levantó  en  masa  para  sostener 


MI 


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HISTORIA    DE    CHILE. 


El 


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con  las  armas  su  honor  y  su  independencia  nacional.  Los 
primeros  encuentros  le  fueron  fatales  ,  pues  carecía  de  la 
unidad  de  voluntad  militar  y  de  disciplina  que  constituyen 
esencialmente  la  fuerza  de  los  ejércitos  ;  pero  con  su  he- 
roica perseverancia  se  hicieron  esperimentados  y  aguer- 
ridos, y  consiguieron  verdaderos  triunfos.  El  de  Baylen, 
sobretodo,  acabó  de  llenar  de  entusiasmo  el  corazón  de 
los  Americanos,  ya  bastante  tranquilizados,  luego  que 
vieron  á  la  Inglaterra  en  paz  con  España;  pero,  des- 
graciadamente, la  infinidad  de  sacrificios  diversos  que 
tenia  que  hacer  esta  última  se  multiplicaban  cada  dia 
mas ,  y  habían  escedido  ya ,  de  mucho  tiempo  atrás ,  los 
límites  de  todos  sus  recursos.  Los  ejércitos  solo  se  man- 
tenían ,  por  decirlo  así,  con  el  oro  y  la  plata  de  las  dos 
Américas ,  y  bien  que  aquellos  jenerosos  colonos  hubie- 
sen contribuido  con  cantidades  inmensas,  las  urjentes 
necesidades  que  padecían  aquellos  exijian  nuevos  dona- 
tivos ,  que  se  hacían  raros  después  que  los  emisarios  en- 
viados por  las  diferentes  juntas  que  se  disputaban  la 
soberanía  habían  mostrado  demasiado  patentemente  sus 
disensiones  en  el  centro  mismo  de  aquellas  colonias,  ins- 
pirando á  sus  habitantes  grandes  temores  sobre  la  suerte 
de  la  madre  patria. 

Para  dar  nuevo  estímulo  á  su  noble  y  necesaria  jene- 
rosidad,  la  rejencia  del  reino  había  creído  oportuno  en- 
viar á  algunos  puntos  de  aquellas  colonias  hombres  per- 
suasivos que  supiesen  dar  á  entender  á  los  Americanos 
el  estado  de  incertidumbre  de  España,  y  el  interés  que 
tenían  en  tomar  muy  activamente  parte  en  la  santa  causa 
que  sostenía (1).  El  capitán  don  Santiago  Luco,  de  oríjen 

(1)  Al  principio,  se  había  formado  en  España  el  proyecto  de  crear  algu- 
nas leves  tasas  que  habian  de  cesar  inmediatamente  después  de  la  espulsion 


CAPÍTULO   II. 

Chileno,  fué  nombrado  para  ir  á  ejercer  su  influencia  y  su 
actividad  en  su  propio  país ,  á  donde  llegó  por  principios 
de  1808,  presentándose,  sin  pérdida  de  tiempo,  al  pre- 
sidente para  darle  parte  de  su  misión.  Carrasco  se  mostró 
tanto  mas  dispuesto  á  apoyar  sus  proyectos,  cuanto  el 
dinero  que  iba  á  solicitar  no  tenia  que  ver  con  la  tesore- 
ría, y  podía  darle  derecho  á  los  favores  de  Ja  rejencia, 
obteniendo  de  ella  la  propiedad  del  puesto  que  ocupaba* 
solo  interinamente.  Por  esta  razón  ,  hizo  lo  que  pudo 
para  estimular  la  liberalidad  de  oficiales ,  de  empleados  y 
de  personas  ricas  é  influyentes,  de  las  cuales  convocó 
muchas  á  su  propio  palacio ,  y  el  29  de  octubre  formó 
una  comisión  encargada  de  apresurar  aquella  urjente 
suscripción  (1). 

Don  José  Santiago  Luco  estaba  igualmente  encargado 
de  dar  á  reconocer  en  Chile  la  junta  central ,  lo  cual  se 
verificó  sin  la  menor  dificultad ;  pero  por  la  misma  ra- 
zón de  haber  presenciado  todos  los  acontecimientos 
sucedidos  en  España,  dicho  capitán  podía  hablar  de  ellos 
con  certeza,  y  añadir  á  lo  que  se  decia  sobre  la  triste 
situación  de  la  Península  detalles  aun  mucho  mas  alar- 
mantes, en  vista  de  los  cuales  el  cabildo  juzgó  conve- 
niente el  enviar  á  la  junta  central  á  don  Joaquín  Fer- 
nandez   Leiva,    Chileno   tan    recomendable    por  sus 

de  los  Franceses  de  su  territorio;  pero  algunos  miembros  de  la  rejencia  re- 
cordaron, con  mucha  advertencia,  que  la  insurrección  de  los  Angloameri- 
canos no  habia  tenido  mas  oríjen  que  un  impuesto  semejante,  y  el  proyecto 
fué,  incontinente,  echado  á  un  lado. 

(1)  «Los  donativos  se  harán  por  suscripciones,  no  de  cuerpos  ni  de  fondos 
comunes, sino  de  lo  que  cada  sujeto  quiera  ofrecer  desús  rentas  y  bienes  libres, 
para  que  no  se  retraigan  los  mas  por  los  menos  pudientes  de  manifestar  su  je- 
nerosidad  y  patriotismo,  como  sucede  cuando  se  mezclan  unos  con  otros  en 
común. » 

Oficio  de  Carrasco,  29  de  noviembre  1808. 

V.  Historia.  4 


50 


HISTORIA   DE   CHILE. 


conocimientos  como  por  las  bellas  cualidades  que  le 
adornaban.  Todos  saben  con  que  ardor  abrazó  la  causa 
de  la  América,  en  jeneral,  y  de  Chile,  en  particular,  en 
los  debates  del  congreso ,  y  que ,  gracias  á  su  talento 
superior,  como  jurisconsulto  y  como  orador,  hizo, 
muchas  veces ,  inclinar  la  balanza  en  su  favor. 


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CAPITULO  III. 


Hombres  marcantes  de  la  revolución.-Juan  Martínez  de  Rosas—  José  Antonio 
Prieto.— Bernardo  O'Higgins.— Manuel  Salas,  etc. 


Si  Carrasco  hubiese  sido  encargado  del  gobierno  de 
Chile  en  una  época  algo  anterior,  es  decir,  cuando  la 
América,  desprovista  de  todo  espíritu  público ,  se  ha- 
llaba aun  sumerjida  en  el  anonadamiento  de  intereses 
puramente  materiales,  es  probable  que  con  su  carácter 
apacible  y  humano  hubiese  podido  terminar  su  carrera 
administrativa  con  la  paz  y  tranquilidad  que  carac- 
terizaban en  tan  alto  grado  á  los  diferentes  estados  de 
aquel  nuevo  mundo;  pero,  por  desgracia,  le  habia  caído 
en  suerte  un  período  mucho  mas  difícil  y  turbulento, 
a  saber,  el  de  aquellos  grandes  acontecimientos  qu¡ 
trastornan  toda  sociedad,  dándole  una  dirección  ente» 
ramente  desconocida. 

Las  dos  violentas  revoluciones  de  Francia  y  de  los 
Estados-Unidos  habían  dislocado,  como  ya  se  ha  dicho 
los  tronos  absolutos  de  la  antigua  Europa,  y  habían  des- 
pertado los  ánimos  mostrándoles  la  importancia  de  los 
derechos  y  de  la  dignidad  de  pueblos  por  tantos  años 
envilecidos.  Este  movimiento  político  social  propagó  sus 
causas  secretas,  é  inició  en  ellas  á  las  Américas,  en  donde 
ya  había  algún  tiempo,  se  manifestaban  ideas  liberales,' 
atrevidas  y  de  naturaleza  que  inquietaba  al  espíritu  meti- 
culoso de  los  gobernadores  y  de  todos  los  que  tenían 
apego  a  la  monarquía  española. 

Una  sorda  ajitacion  empezaba  á  comunicarse  á  todas 


52 


HISTORIA   DE   CHILE. 


las  colonias.  Se  oian  opiniones  enteramente  estrañas  al 
país,  espresadas  sin  rebozo,  por  manera  que  se  puede 
asegurar  que  si  Nueva  Granada  fué  la  primera  que  le- 
vantó el  estandarte  de  la  insurrección,  no  hizo  realmente 
mas  que  preceder  el  movimiento  espontáneo  que  iba  á 
poner  en  problema  la  vida  ó  la  muerte  de  aquel  vasto 
continente,  su  nueva  servidumbre  ó  su  emancipación. 

A  Chile  no  le  fué  estraño  este  ruido,  aun  confuso,  de 
reforma,  ni  fué  uno  de  los  últimos  á  aderir  á  ella.  Aun- 
que muy  atrasado,  en  puntos  de  instrucción  y  de  dere- 
cho, poseía,  sin  embargo,  algunas  cabezas  privilejiadas 
que  no  tardaron  en  identificarse  con  aquellas  benéficas 
ideas  y  se  apresuraron  á  esparcerlas  y  cultivarlas.  La 
provincia  de  Concepción  fué  endonde  se  empezó  á  notar 
la  ajitacion  de  los  espíritus ,  y  allí  también  se  produjo 
el  principal  fermento  simbólico  de  la  libertad,  el  cual  se 
alzó  y  creció  á  influjo  de  don  Juan  Martínez  de  Rosas, 
que  puede  ser  mirado  como  alma  de  aquella  grande  re- 
volución. 

Nacido  en  Mendoza  de  padres  bastante  ricos,  Mar- 
tínez de  Rosas  habia  ido  á  Córdova  á  estudiar,  y  habia 
pasado  á  acabar  su  carrera  en  Santiago  ,  en  donde  se 
recibió  de  bachiller  y  de  doctor  en  leyes.  Poco  tiempo 
después,  fué  á  establecerse  en  la  ciudad  de  Concepción, 
y  por  sus  grandes  conocimientos,  el  intendente  le  nom- 
bró su  asesor,  empleo  muy  delicado  que  le  ocasionaba 
continuamente  choques  con  los  enemigos  del  buen  orden 
y  de  la  justicia,  y  que,  noobstante,  supo  desempeñar  con 
una  habilidad  consumada.  Afecto  á  la  provincia  que  ha- 
bia adoptado  por  inclinación  natural  y  por  deber,  pro- 
curó serle  útil  dirijiendo  sus  miras  y  su  autoridad  á 
objetos  de  primera  necesidad.  La  limpieza  de  la  ciudad 


CAPÍTULO    UJ. 


53 


fué  uno  de  sus  principales  y  constantes  cuidados,  y  así 
consiguió  desterrar  la  insalubridad  de  su  clima  secando 
las  lagunas  que  la  avecindaban.  También  contribuyó 
mucho  á  poner  los  caminos  en  buen  estado. 

Pero  en  lo  que  se  distinguió  sobremanera  fué  en  la 
guerra  que  declaró  á  los  ladrones  que  infestaban  aquella 
provincia,  y  que  por  su  perseverancia  y  enerjía  consiguió 
aniquilar  ó  espulsar.  Su  estatura  alta  y  robusta  le  cons- 
tituía atleta  de  la  justicia  antes  de  serlo  de  la  libertad 
pública.  Su  cabeza ,  proporcionada  á  su  cuerpo,  era 
grande ;  su  rostro,  espresivo  y  blanco ,  respiraba  una 
estremada  animación,  debida  á  la  mucha  viveza  de  sus 
ojos ,  que  parecían  siempre  irritados  ;  de  suerte  que  su 
mirar  no  tenia  nada  de  halagüeño,  y,  en  efecto,  era  rí- 
jido,  austero,  y  anunciaba  una  fuerza  y  una  voluntad, 
relevadas  también  por  la  voz  sonora,  verdadero  trueno, 
con  que  la  naturaleza  le  habia  dotado.  Su  carácter  afa- 
ble y  sensible  daba,  noobstante,  un  desmentido  á  este 
esterior,  y  le  valió  la  simpatía  de  una  de  las  mas  ricas  y 
mas  recomendables  familias  de  la  ciudad,  y,  á  conse- 
cuencia, la  de  la  señorita  doña  María  de  las  Nieves  Men- 
diburu,  con  quien  tuvo  la  dicha  de  casarse. 

Este  casamiento  y  la  reputación  de  hombre  de  tanto 
mérito  le  hicieron  consejero  confidencial  de  una  nume- 
rosa parentela,  rica  y  poderosa,  cuyos  miembros  pro- 
curó iniciar  en  sus  sueños  de  glorioso  porvenir,  incul- 
cándoles sus  ideas,  y  demostrándoles  cuan  absurda  é 
injusta  era  la  administración  española ;  en  una  palabra, 
haciendo  cuanto  podia  para  comunicarles  el  jenio  revo- 
lucionario que  lo  devoraba.  Ademas  de  estos,  otros 
muchos  sujetos  habían  también  adoptado  las  ideas  lumi- 
nosas de  aquel  gallardo  Americano ,  y  se  habían  confiado 


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54 


HISTORIA    DE    CHILE. 


!|¿'       ,     ' 


con  celo  y  perseverancia  á  la  suerte  política  que  él  les 
profetizaba  (1).  Siempre  le  acompañaban  á  paseo,  iban 
á  sus  tertulias  y  oian  con  gusto  y  satisfacción  las  felices 
profecías  que  su  profunda  penetración  le  dictaba  acerca 
de  la  rejeneracion  de  su  hermoso  país. 

Entre  estos  sujetos,  figuraba  el  joven  José  Antonio 
Prieto  ,  abogado  muy  hábil ,  y  fuertemente  imbuido  de 
las  ideas  de  aquella  época.  Su  imajinacion  viva  y  fecunda 
le  hacia  olvidar  muchas  veces  las  máximas  de  la  pru- 
dencia, y  se  mostraba  intolerante  en  sus  opiniones,  aun 
delante  de  empleados  los  mas  disimulados.  A  pesar  de  los 
avisos  del  intendente,  no  tenia  reparo  en  hablar  pública- 
mente de  la  decadencia  del  poder  español,  y,  mas  de  una 
vez,  se  espuso  á  ser  desterrado  ala  isla  de  Juan  Fernandez, 
debiendo  el  no  haberlo  sido  al  grande  influjo  de  su  fa- 
milia. Sus  primeras  ideas  le  habían  venido  de  D.  Juan 
Rosas,  y  las  exajeraba  con  exaltación;  pero  ala  arribada 
del  Guampu  fué  encargado  de  la  defensa  de  aquel  buque 
anglo-americano,  apresado  como  contrabandista,  y  este 
negocio  lo  puso  en  relación  con  el  sobrecargo  Hoevel , 
que  se  hizo  uno  de  sus  mas  íntimos  amigos.  Esta  amis- 
tad no  solo  fué  debida  al  carácter  franco  y  social  de 
aquel  estimable  sueco,  sino  también  á  la  conformidad  de 
opiniones  y  principios  de  los  dos  nuevos  amigos.  La  man- 
sión que  habia  hecho  Hcevel  en  lacuna  de  la  libertad  le 
habia  dado  una  idea  exacta  de  aquel  gobierno  demo- 


(1)  «  Es  notorio  que  para  la  seducción,  perdición,  y  ruina  de  la  ciudad  y 
»  provincia  de  Concepción,  contribuyó  mucho  la  doctrina  impía  del  doctor 
»  Rosas  á  una  partida  de  jóvenes  de  distinción  de  dicha  ciudad,  que  se  juu- 
»  taban  en  su  casa  con  el  objeto  de  instruirse,  y  esparcían  aquellas  semillas 
»  entre  sus  amigos  y  compañeros.  » 

Informe  de  Fr.  Juan  Ramón  sobre  las  causas  de  la. 
revolución  de  Chile.  Mss. 


CAPITULO   III. 


55 


orático,  y  se  complacía  en  instruir  á  su  joven  amigo, 
que  cada  dia  se  mostraba  mas  atento  á  sus  lecciones,  por- 
que cada  dia  se  aumentaba  el  interés  de  sus  conversa- 
ciones, sumamente  instructivas.  Estas  conversaciones  se 
componían  de  preguntas  de  Prieto  y  de  respuestas  cla- 
ras y  convincentes  de  su  preceptor,  preguntas  y  respues- 
tas de  las  cuales  resultaban  para  ellos  presentimientos 
felices  para  aquel  rico  país,  que,  en  la  previsión  de 
Hcevel ,  iba  á  ser  su  segunda  patria. 

Desgraciadamente,  no  quiso  la  Providencia  que  aquel 
joven  Chileno  pusiese  en  práctica  los  principios  de  filoso- 
fía social,  muy  bien  meditados  por  él,  y  estudiados,  ade- 
mas, en  el  Contrato  social  de  Rousseau ,  que  su  amigo  le 
habia  dado  con  mucho  sijilo;  atormentado,  ya  mucho 
tiempo  había  por  una  enfermedad  complicada,  y  que 
parecía  incurable,  se  vio  obligado  á  ir  á  buscar  fuera  de 
su  clima  natal  su  salud,  tan  interesante  para  su  patria. 
Su  digno  hermano  don  Joaquín  Prieto,  que  acababa  de 
llegar  de  un  largo  viaje  á  Pampas  y  á  Buenos-Aires, 
hecho  bajo  la  conducta  del  jeneral  Cruz,  se  fué  á  reunir 
con  él  en  Piura,  y  le  halló  en  un  estado  desesperanzado, 
pero  siempre  imbuido  de  sus  ideas  de  una  suerte  risueña, 
invectivando,  en  el  delirio,  á  la  despótica  España,  y 
regocijándose  con  los  últimos  acontecimientos  revolucio- 
narios que  acababan  de  estallar  en  Quito ,  y  que  él  consi- 
deraba como  preludio  de  la  grande  rejeneracion,  con  que 
soñaba  continuamente,  después  de  tanto  tiempo. 

Mas  á  pocos  días  le  abandonó  su  hermosa  alma  entre 
los  brazos  de  su  hermano ,  el  cual  recibió  sus  últimas 
inspiraciones,  y  se  sirvió  de  ellas  para  tomar  una  parte 
tan  activa  como  brillante  en  todas  las  guerras  de  la  in- 
dependencia y  llenar  una  de  las  mas  bellas  pajinas  de  su 


56 


HISTORIA    DE    CHILE. 


historia,  con  la  felicidad  de  hallarse  á  la  cabeza  de  una 
administración ,  gracias  á  la  que  el  país  se  vio  verdade- 
ramente constituido ,  cortando  de  raiz  las  cabezas  de  la 
hidra  de  la  anarquía. 

Otro  personaje  que  tomó  una  parte  infinita  en  aquella 
revolución  ,  y  que  contribuyó  mas  que  nadie  á  llevarla  á 
buen  fin  ,  fué  don  Bernardo  O'Higgins ,  hijo  del  ilustre 
presidente  de  este  nombre  con  que  se  honra  Chile,  y 
que ,  por  sus  eminentes  cualidades,  se  elevó  de  la  nada 
á  la  alta  dignidad  de  virey  del  Perú.  Enviado  muy  joven 
á  Inglaterra  para  adquirir  una  instrucción  sólida ,  estre- 
chó amistad  con  algunos  Americanos  que ,  por  sus  ideas 
demasiado  liberales,  hablan  sido  desterrados  de  su  país 
natal,  ó  habían  ido  á  la  capital  británica  para  interesar 
aquellos  ministros  en  su  causa.  Miranda ,  que  era  uno 
de  los  principales  jefes  de  ella ,  se  habia  prendado  de  la 
exactitud  y  precisión  con  que  espresaba  sus  opiniones , 
y  lo  habia  recibido  en  su  mas  íntima  sociedad,  porque 
preveía  que  seria  un  celoso  partidario  de  la  libertad  ame- 
ricana ,  y  uno  de  sus  mas  acérrimos  defensores.  Siendo, 
como  era,  hombre  esperimentado ,  Miranda  procuraba 
trazarle  un  plan  de  conducta ,  dándole  consejos  sabios  y 
prudentes ,  que  mas  parecían  máximas  de  un  diplomático 
consumado  que  de  un  caudillo  militar. 

De  Londres,  O'Higgins  pasó  á  España,  y,  en  Cádiz, 
fué  miembro  del  club  americano,  en  donde  se  trataba 
seriamente  de  la  emancipación  del  Nuevo  Mundo ,  y , 
gracias  á  su  exactitud  en  asistir  á  él ,  adquirió  nociones 
sumamente  justas  sobre  los  derechos  del  hombre,  y  sobre 
todas  las  ideas  de  libertad  esparcidas  ya  por  una  gran 
parte  de  la  Europa ,  ideas  que  importó  á  su  propio  país. 

Su  mansión  en  la  provincia  de  Concepción  le  daba 


CAPITULO   m. 


57 


ocasiones  frecuentes  de  ver  y  hablar  á  Rosas ,  y,  en  sus 
conversaciones,  discutían  sobre  los  medios  mas  conve- 
nientes para  hacer  entrar  al  pueblo  por  las  inovaciones 
á  que  aspiraban  ;  porque  en  razón  de  las  luces  que  tenian 
uno  y  otro,  y  de  su  rango ,  podían  prometerse  felices  re- 
sultados ,  aun  cuando  sus  intentos  fuesen  contrarrestados 
por  la  influencia  del  ejército,,  escalonado  por  toda  la  fron- 
tera, y  enteramente  adicto  á  la  monarquía.  El  entusiasmo 
de  O'Higgins  era  tal ,  que  tuvo  la  paciencia  de  traducir  la 
constitución  inglesa ,  como  también  los  comentarios  que 
habían  sido  hechos  sobre  ella ,  y  mandó  sacar  muchas  co- 
pias para  darlas  á  sus  amigos ,  que  deseaban ,  tanto  como 
él ,  que  se  esparciesen  por  todas  partes  aquellos  rayos 
de  luz ,  tan  propios  á  rejenerar  la  sociedad.  Enfin ,  para 
no  omitir  nada  de  cuanto  podia  favorecer  su  jeneroso 
pensamiento ,  seguía  una  correspondencia  tirada  con 
Santiago,  y  escribía,  á  menudo,  á  Buenos-Aires,  en 
donde  se  había  formado  un  gran  club  bastante  semejante 
al  de  Cádiz. 

Mientras  que  los  patriotas  del  Sur  trabajaban  así  bajo 
de  mano  en  propagar  una  idea  que  ellos  mismos  habían 
de  proclamar  á  su  tiempo  ,  sosteniéndola  con  las  armas 
en  la  mano,  los  de  Santiago  trabajaban  igualmente  en 
preparar  los  espíritus  á  aquel  movimiento  social ;  porque 
allí  también  la  fuerza  de  las  cosas  había  emancipado  al- 
gunas cabezas,  y  desarraigado  muchas  preocupaciones. 
Entre  estos  espíritus  fuertes  se  hallaba  el  canónigo  Fretes 
de  Buenos- Aires ,  que  correspondía  directamente  con  su 
sobrino  el  jeneral  Terrara  ,  uno  de  los  grandes  patriotas 
de  aquella  capital ,  y  comunicaba  con  mucha  puntuali- 
dad á  O'Higgins  todas  las  nuevas  que  recibía  de  él ,  fa- 
vorables al  cumplimiento  de  sus  deseos. 


HISTORIA   DE   CHILE. 

También  empezaban  á  figurar  Agustín  Eyzaguirre, 
Miguel  Infante,  Argomedo,  Marín,  Egaña  y  algunos  otros 
patriotas,  aunque,  en  jeneral,  fuesen  bastante  raros;  y, 
sobretodo ,  el  jeneroso  Manuel  Salas,  tan  benéfico  y  vir- 
tuoso ,  que  no  se  puede  pronunciar  su  nombre  sino  con 
el  mayor  respeto,  y  que  abrazando  la  causa  del  país  con 
el  mas  admirable  desinterés ,  conservó  la  noble  ambición 
de  servirle  hasta  el  último  momento  de  su  larga  y  glo- 
riosa carrera.  Hallándose  dotado  de  una  grande  capaci- 
dad ,  y  habiendo  recibido  de  sus  padres ,  tan  ricos  como 
honrados,  una  completa  educación  ,  había  ido  muy  joven 
á  España,  en  donde  aun  estaba  cuando  los  Anglo-Ame- 
ricanos  asombraban  á  toda  la  Europa  con  la  audacia  y  el 
éxito  de  sus  ideas  reformadoras.  Allí  había  también  al- 
unos  Americanos  Españoles,  que  muy  luego  se  hicieron 
sus  amigos  y  compañeros  inseparables,  y  todos  juntos  se 
regocijaban  al  ver  los  progresos  y  las  victorias  de  los  Ame- 
ricanos del  Norte,  previendo,  sin  grandes  esfuerzos  de 
imajinacion  ,  la  influencia  que  aquella  revolución  iba  á 
tener  necesariamente  en  las  cosas  de  su  propio  país. 

Con  este  pensamiento  ,  se  apresuró  á  regresar  á  Chile, 
impaciente  por  esparcer  allí  las  ricas  semillas  de  liber- 
tad ,  tan  desconocidas  y  tan  seductoras,  y  poner  en  prác- 
tica los  conocimientos  útiles  que  su  ardiente  patriotismo 
le  habia  hecho  adquirir  en  sus  viajes.  Pero  es  preciso  ad- 
vertir que  la  Providencia  no  lo  habia  hecho  para  ser  cau- 
dillo de  un  partido,  ni  menos  un  político  refinado,  y  sí 
un  jenio  benéfico  de  la  civilización ,  propagador  de  sus 
luces  y  consuelo  de  la  humanidad,  remediando  sus  mise- 
rias, fomentando  hospitales  y  hospicios,  y  aun  también 
creando  escuelas  y  colejios  científicos  en  donde  se  pro- 
fesaban matemáticas ,  y  otras  ciencias  y  artes  liberales , 


CAPITULO   III. 


59 


descuidadas  hasta  entonces  en  aquellos  modestos  estable- 
cimientos de  enseñanza  pública. 

Pero  lo  que  llevaba  mas  su  atención  era  la  aplicación 
de  las  artes  y  de  la  industria  á  las  producciones  de  la  tierra 
y  de  la  agricultura  ;  porque,  como  sabio  economista, 
conocía  que  estos  ramos  sin  salida,  y  solo  propios  al  con- 
sumo local ,  no  tenían  verdaderamente  influencia  alguna 
civilizadora ,  y  que  para  dotarlas  de  esta  poderosa  ven- 
taja se  necesitaba  añadirles  el  poder  del  entendimiento 
aclarado ,  que  sabe  como  se  descomponen  dichas  produc- 
ciones, modificándolas  y  transformándolas  según  las  ne- 
cesidades de  la  sociedad.  También  quería  estender  el 
comercio  mas  allá  de  Lima ,  solo  punto  que  las  vejantes 
leyes  de  la  madre  patria  le  habían  concedido ,  sobre  cuya 
materia,  así  como  también  sobre  otras  muchas,  ha  de- 
jado memorias  que  serán  por  muchos  años  objeto  de  ad- 
miración para  todo  buen  patriota.  Pero  es  preciso  con- 
fesarlo y  repetir  que  este  inmortal  Chileno  no  era  hombre 
de  acción  ni  de  partido.  Su  educación ,  enteramente 
interior  y  privada,  le  habia  hecho  demasiado  tímido,  le 
habia  apocado  el  ánimo  dejándole  poco  apto  á  despre- 
ciar riesgos,  ó  á  acaudillar  un  movimiento  que  exijiese 
denuedo.  Su  carácter,  en  este  particular,  era  muy  dis- 
tinto del  de  Piosas  y  del  de  O'Higgins ,  vivos  emblemas 
de  la  política  peligrosa  que  se  preparaban  á  proclamar, 
formando  ya  una  filiación  ,  y  mostrándose  llenos  de  en- 
tusiasmo ,  de  decisión  y  de  convencimiento  para  llevar  á 
buen  fin ,  y  contra  viento  y  marea  ,  si  fuese  necesario , 
los  pensamientos  liberales  que  los  dominaban. 

Es  verdad  que  por  la  reunión  de  estos  tres  ilustres 
patriotas  la  rejeneracion  social  del  país  adquiria  triple 
influencia ,  fundada  en  los  mejores  y  mas  seguros  ele- 


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60 


HISTORIA    DE    CHILE, 


mentos  de  civilización  :  Rosas  representaba  la  política  y 
la  organización  administrativa  ;  O'Higginsera  el  hombre 
de  acción  ,  verdadero  defensor  de  los  derechos  naciona- 
les ;  y  Salas  ,  el  gran  propagador  de  ideas  liberales,  de- 
mostrando con  ciencia  y  constancia  las  preciosas  venta- 
jas que  se  conseguían  esparciendo  y  cultivando  el  amor 
á  las  ciencias ,  á  las  artes  y  á  la  industria,  en  todas  las 
clases  de  la  sociedad  (1). 

Al  norte  de  Chile,  las  ideas  de  libertad  y  de  reforma 
eran  totalmente  nulas.  La  grande  conmoción  eléctrica 
que,  partiendo  de  Concepción,  había  alterado  sensible- 
mente la  fidelidad  de  algunas  personas  de  Santiago,  se 
había,  en  cierto  modo,  neutralizado  con  las  preocupa- 
ciones aun  tenaces  de  los  habitantes  de  Coquimbo,  que 
tenían  un  apego  sincero  á  la  monarquía.  Este  apego,  en 
algunas  circunstancias,  lo  llevaron  algunos  empleados 
á  estremos  frenéticos ;  así  es  que  al  advenimiento  de 
Fernando  VII  á  la  corona  de  España,  Coquimbo  reci- 
bió su  retrato  con  una  pompa  que  casi  dejeneró  en  culto. 
Construyeron  un  carro  triunfal  para  ir  á  buscarlo  al 
puerto ,  y,  después  de  haberlo  desembarcado  con  salvas 
de  artillería,  lo  colocaron  en  una  especie  de  anfiteatro 
para  llevarlo  en  triunfo  á  la  ciudad,  tirado  por  catorce 

(1)  Su  patriotismo  era  tal  que  en  un  memorial  presentado,  en  1796,  al 
ministro  Gardoqui ,  le  pedia  personas  hábiles  para  fomentar  la  industria'defe 
país,  diciéndole  :  «  Mientras  se  envían  estos  sujetos,  puede  empezarse  aquí 
á  hacer  algún  ensayo;  estoy,  por  ejemplo,  tan  seguro  del  buen  éxito  que 
tendrá  la  cultura  del  lino,  y  el  envió  de  esta  materia  á  España,  que  no 
dudo  hacer  el  sacrificio,  á  la  común  felicidad,  de  los  primeros  gastos,  que 
serán  los  que  únicamente  deberán  perderse,  y,  para  esto ,  franqueo  lo' que 
puedo,  esto  es,  la  gratificación  de  700  p.  que  se  me  acaban  de  asignar 
para  la  intendencia  de  obras  públicas,  el  salario  de  síndico  del  consulado, 
las  tierras  que  se  quieran  emplear  en  estas  siembras,  con  los  utensilios' 
bueyes,  y  oficinas  necesarias  en  las  inmediaciones  de  esta  ciudad  ,  para  que, 
espuestas  á  vista  de  todos ,   las  esperiencias  esciten  á  su  imitación.  » 


CAPÍTULO   III. 


61 


soldados,  y  acompañado  de  los  habitantes  de  distinción 
con  tambores  y  música  á  la  cabeza.  Tras  de  los  habi- 
tantes, iban  dos  hileras  de  doncellitas  cantando  himnos 
á  aquel  nuevo  dios ,  al  que  otras  mujeres ,  que  le  ro- 
deaban ,  incensaban  con  el  incienso  de  la  iglesia.  Las 
autoridades  cerraban  la  marcha,  presididas  por  el  sar- 
jento  mayor  D.  M.  Uriondo,  autor  y  maestro  de  cere- 
monias de  aquella  notable  ovación.  En  la  Serena,  la 
procesión  entró  por  medio  de  un  jentío  á  cuyo  júbilo  se 
mezclaba  cierto  recojimiento  relijioso  que  recordaba  los 
tiempos  antiguos  de  idolatría,  pues  en  algunas  calles  se 
vieron  individuos  tan  doblegados  á  la  servidumbre  que  se 
arrodillaban,  y  sin  duda  alguna  adoraban  el  retrato  (1). 
A  su  tiempo  veremos  como  la  primera  junta  se  vio  en  la 
necesidad  de  emplear  fuerza  y  autoridad  para  darse  á 
reconocer,  por  donde  se  ve  cuan  poco  dispuestos  esta- 
ban á  admitir  un  cambio  de  gobierno  ;  es  verdad  que 
aquella  ridicula  ostinacion  no  fué  de  larga  duración,  y 
que  se  rindió  muy  luego  á  la  evidente  claridad  de  sus 
derechos,  que  vieron  los  habitantes,  así  como  también 
de  la  bajeza  de  su  existencia  anterior.  Conformes,  desde 
entonces,  con  las  nuevas  ideas  de  aquella  época,  no  solo 
las  propagaron,  sino  que  también  las  defendieron  con 
no  menor  tesón  que  sus  valientes  denodados  compa- 
triotas. 


1 


i 


i 


(1)  Informe  del  sarjento  mayor  D.  M.  Uriondo. 


CAPITULO    IV. 


Posibilidad  de  retardar  la  revolución.  -  El  doctor  Campos  y  la  real  au- 
diencia. -  Proclama  de  la  infanta  Carlota  Joaquina  de  Borb  n.  —  Pro- 
gresos de  la  revolución  -  Como  los  patriotas  de  Buenos-Aires  le  dieron 
fomento.  —  Muchos  miembros  del  Ayuntamiento  la  adoptan  y  la  sirven. 
-  Orden  de  Carrasco  para  aumentar  el  número  de  diputados  al  Cabildo' 
con  doce  rejidores,  orden  anulada  pocos  dias  después.  —  Provectos  de 
los  realistas  para  contener  la  insurrección.  -  Consejos  de  Cisneros  á  Car- 
rasco, y  medidas  violentas  adoptadas  por  este  último  contra  los  estran- 
jeros.  -  Destitución  del  asesor  Valdes,  y  reclamación  de  la  real  audiencia 
sobre  este  particular.  -  Campos  es  nombrado  asesor,  y  José  Santiago  Ro- 
dríguez vicario  capitular. 


Este  era  el  estado  de  cosas  en  el  país  cuando  Carrasco 
fué  ascendido  á  su  gobierno,  y  por  un  muy  particular 
capricho  de  su  malhadada  suerte  se  había  acompañado  , 
como  ya  lo  hemos  dicho,  para  su  consejo  privado,  de 
un  hombre  lleno  de  prestijio,  gran  promotor  de  ideas 
de  reforma,  y  que  por  sí  solo  era  una  verdadera  per- 
sonificación de  ellas.  Bien  que  algunas  personas  le 
hubiesen  advertido  de  ello,  y  que  otras  le  hubiesen  ase- 
gurado seguia  una  correspondencia  activa  con  Buenos- 
Aires,  que  se  hallaba  ya  entonces  en  plena  revolución, 
todo  esto  fué  inútil,  porque  Rosas  le  había  ganado  su 
afecto,  su  estimación  y  confianza,  en  términos  que  se  burló 
de  aquellas  insinuaciones,  y  pudo  preparar,  sin  dificul- 
tades mayores,  sus  grandes  proyectos  de  reforma,  por 
los  cuales  hizo  entrar  algunas  personas  de  la  capital, 
que  tenían  bastante  influjo  para  favorecer  sus  designios, 
y  asegurar  sus  resultados. 

Noobstante,  la  revolución  hubiera  podido  quedar  pa- 
rada aun  por  algún  tiempo,  si  el  país  hubiese  sido  go- 


.. 


CAPITULO    IV. 


63 


bernado  por  un  militar  de  carácter  diferente  del  que 
tenia  Carrasco,  pues  le  faltaba  mucho  para  estar  entera- 
mente organizada ;  pocos  sabían  cuales  eran  sus  fines,  y  el 
mismo  Rosas  no  tenia  todavía  un  plan  bien  trazado  para 
poder  apoyarla  en  un  centro  de  operaciones  que  le  die- 
sen un  buen  impulso  (1).  Un  hombre  activo,  determi- 
nado, dotado  de  una  voluntad  firme  é  imperiosa,  la 
hubiera  aceptado  con  serenidad  y  con  tino ,  hasta  que, 
dominándola,  hubiese  podido  darle  una  dirección  en  un 
sentido  que  fuese  conveniente  á  los  intereses  de  la  mo- 
narquía. Era  este,  á  la  verdad,  un  papel  muy  difícil  de 
desempeñar,  es  preciso  confesarlo,  pero  no  imposible, 
en  atención  á  la  situación  del  país.  El  gobierno  podia 
contar  con  el  mantenimiento  del  buen  orden  por  la  parte 
del  sur,  pues  tenia  allí  bastantes  tropas  para  protejer  la 
frontera ;  el  norte  gozaba  de  la  mayor  tranquilidad,  sin 
que  se  hubiesen  manifestado  por  allí  síntomas  algunos 
alarmantes;  en  el  centro,  es  decir  en  Valparaíso  y  en 
la  capital,  había  algunas  compañías  de  veteranos,  mu- 
chos empleados,  interesados  en  la  causa  del  rey,  y  mu- 
chos Españoles,  que  no  lo  estaban  menos,  y  que  se 
hallaban  naturalmente  coligados  por  un  sentimiento 
común  de  desconfianza;  enfin,  la  mayor  parte  de  los 
chilenos  que  ocupaban  altos  puestos  eran  contrarios  á 
todo  espíritu  de  reforma ,  como  también  lo  era  la  clase 
mediana,  sometida  enteramente  al  clero,  y  jeneralmente 
afecta  á  la  monarquía.  Ademas,  las  nuevas  ideas  que 
empezaban  á  propagarse  eran  diversas,  en  su  espíritu, 
y  no  podían  influir  de  un  modo  uniforme  en  los  ánimos 
que  las  adoptaban  ;  circunstancia  que  ,  necesariamente, 
daba  lugar  á  opiniones  contrarias  y  á  desavenencias  mas 

(i)  Conversación  con  el  canónigo  Francisco  Meneses. 


1 

i 


64  HISTORIA    DE    CHILE. 

ó  menos  enconadas.  Un  gobernador  hábil  hubiera  po- 
dido, por  todas  estas  razones,  sujerir  una  transacción 
entre  los  dos  partidos  y  constituirse  vínculo  para  unirlos 
entre  sí;  pero  el  hado  feliz  de  aquel  noble  país  no  quiso 
diferir  la  realización  de  la  suerte  que  le  preparaba,  y, 
en  la  plenitud  de  su  poderío,  llenó  de  confusión  la  cabeza 
de  aquel  gobernador,  y  le  hizo  cometer  yerros  los  mas 
chocantes  y  los  mas  impolíticos. 

Para  esto,  un  personaje,  hombre  de  mérito,  don  Juan 
José  Campos,  sobrevino  para  cooperar,  en  estraña  ma- 
nera ,  á  su  malhadada  suerte.  A  las  calidades  de  rector 
de  la  Universidad  y  de  sujeto  de  mucha  distinción,  reunía 
Campos  mucho  saber,  y  una  ambición  desmesurada, 
turbulenta,  capaz  de  hacerle  caer  en  injusticias  por  sa- 
tisfacerla. La  amistad  que  le  tenia  Rosas,  y  la  no  menos 
afectuosa  que  le  profesaba  Carrasco,  le  llenaban  de  con- 
fianza y  de  temeridad  ,  y  se  atrevió  á  pedir  le  fuese  pro- 
rogada  la  dirección  de  la  Universidad,  que  tenia  que 
ceder  á  otro  miembro  de  ella,  al  concluir  sus  dos  años. 
Los  estatutos,  aprobados  por  el  rey,  prohibían  del 
modo  el  mas  terminante  semejante  abuso,  y  no  conce- 
dían ,  á  lo  sumo,  mas  que  un  año  de  próroga,  en  casos 
estraordinarios ;  pero  no  obstante  esta  prohibición  el 
presidente  no  tuvo  el  menor  escrúpulo  en  violar  dichos 
estatutos,  y,  motu  propio,  prorogó  su  nombramiento 
por  cuatro  años .  es  decir,  dos  años  mas  de  los  que  se 
hubieran  debido  conceder  a  un  nuevo  rector.  Este  acto, 
tan  arbitrario  como  imprudente,  hirió  el  amor  propio 
de  todos  los  miembros  de  aquel  claustro,  los  cuales  pro- 
testaron de  un  modo  tan  ruidoso,  que  hubo  que  enviar 
tropas  para  comprimir  el  desorden,  al  cual  ya  el  pueblo 
empezaba  á  tomar  parte,  y  todos  aquellos  doctores  de 


CAPÍTULO    IV. 

la  Universidad  chilena  fueron  espulsados  por  la  fuerza 
armada.  Sinembargo,  lejos  de  desanimarse,  enviaron 
al  doctor  don  I.  G.  Tocornal  al  presidente  para  que 
obtuviese  de  su  justicia  la  revocación  de  un  decreto  tan 
contrario  á  lo  que  prescribían  los  estatutos,  y  aquel  ma- 
gistrado oyó  con  favor  su  solicitud ,  presentada  en  tér- 
minos muy  respetuosos,  y  despojó  á  Campos  del  título 
que  habia  obtenido  injustamente  (1). 

Este  conflicto,  de  poca  importancia  en  sí  mismo,  tenia 
una  muy  grande  en  circunstancias  en  que  los  espíritus 
empezaban  á  exaltarse,  y  no  solo  descontentó  á  los  miem- 
bros de  una  corporación  la  mas  ilustre  y  la  mas  con- 
siderada, como  lo  era  la  Universidad,  sino  que  también 
favoreció  los  planes  de  los  conjurados,  que  estaban 
siempre  á  la  mira  para  aprovecharse  de  los  menores 
pretestos  de  criticar  los  actos  de  las  autoridades,  y  acabó 
de  arruinar  la  del  presidente,  ya  bastante  poco  afian- 
zada. Hubo,  ademas,  en  dicho  conflicto  la  fatalidad  de 
que  sucedió  casi  al  mismo  tiempo  que  llegaron  pliegos  de 
la  infanta  de  España  doña  Carlota-Joaquina  de  Borbon, 
princesa  del  Brasil,  en  la  fragata  inglesa  Higginson. 
Entre  estos   pliegos,  se    hallaban  muchas   proclamas 
del  embajador  de  España  en  Rio-Janeiro,  y  una  de  la 
misma  infanta,  que  protestaba  altamente  en  ella  contra 
la  inicua  usurpación  del  emperador  de  los  Franceses,  y 
contra  la  abdicación  forzada  de  su  padre  y  otros  pa- 
rientes suyos;  aconsejando  con  ahinco  la  conservación 
del  buen  orden  y  la  tranquilidad  del  país,  endonde  pe- 
dia ser  reconocida  como  señora  de  todas  las  Américas, 
afín  de  conservarlas  integralmente  para  su  amado  padre. 
Carrasco  se  apresuró  á  comunicar  á  todo  su  gobierno 

(l)  Archivos  de  la  Universidad. 

V.  Historia.  5 


66 


HISTORIA   DE   CHILE. 


dicha  proclama,  considerándola  muy  propia  á  tranqui- 
lizar los  ánimos  sobre  la  suerte  de  la  madre  patria;  pero, 
en  lugar  de  eso,  produjo  un  efecto  enteramente  contra- 
rio. Lejos  de  creer  en  la  sinceridad  de  los  sentimientos 
que  manifestaba  la  princesa,  todo  el  mundo  pensó  que 
sus  verdaderas  intenciones  eran  el  apropiarse  aquellos 
dominios,  tal  vez,  con  perjuicio  de  sus  augustos  padres; 
y  en  despecho  de  la  junta  central,  de  cuyo  poder  se  des- 
entendía, bien  que  reconocido  por  todas  las  autoridades 
chilenas.  Los  patriotas,  con  esta  persuasión,  esparcieron 
la  voz  de  que  Carrasco  tramaba  un  complot,  de  concierto 
con  algunos  realistas  que  iban  todas  las  noches  á  su 
tertulia ,  y  para  dar  mas  fuerza  á  esta  insinuación  se 
sirvieron  del  arma  del  ridículo,  dando  á  estos  realistas 
el  apodo  de  Carlotinos,  título  que  no  justificaron  haber 
merecido ;  pero  sabido  es  que  en  grandes  comociones 
políticas  se  emplean  todos  los  medios  imajinables  de 
éxito,  y  era  ya  mucha  fortuna  que  aquel  fuese  tan  mo- 
derado y  tan  inocente. 

Es  cierto ,  á  la  verdad ,  que  ya  la  revolución  empeza- 
ba á  tomar  en  Santiago  un  carácter  desenvuelto  y  aun 
también  audaz.  Después  de  haberse  mostrado  tímida, 
disimulada  é  irresoluta ,  por  falta  de  suficiente  apoyo , 
parecia,  entonces,  querer  salir  de  sus  pañales,  y  mani- 
festar su  virilidad  y  su  denuedo.  Sinembargo ,  aun  no 
habia plan  bien  concertado,  y  los  conjurados  no  habían 
reconocido  jefe  alguno ;  pero  se  notaba  bastante  á  las 
claras  que  la  fermentación  crecía  y  se  propagaba  cada 
día  mas,  comunicándose  ya  á  hombres  de  capacidad 
y  de  influjo.  Ya  los  motores  no  tenían  reparo  en  hablar 
públicamente  de  las  cosas  de  España,  considerándolas 
como  perdidas  sin  recurso ,  y  del  disgusto  que  ocasio- 


CAPÍTULO   IV.  67 

naban  los  actos  del  gobierno  de  Carrasco,  cuyo  carácter 
criticaban ,  hasta  en  las  cosas  mas  privadas  é  interiores 
de  familia,  tachándole  de  tener  inclinaciones  ridiculas 
tales  como  las  peleas  de  gallos  á  que  era  muy  aficionado.' 
El  talento  satírico  y   mordaz  de  Manuel   Salas  y  de 
Bernardo  de  Vera,  discípulo  y  amigo  de  don  Ramón 
Martínez  de  Rosas,  daba  á  todas  estas  relaciones  un 
chiste  y  una  sal  que  seducían  á  todos  sus  auditores,  ri- 
diculizando sobre  manera  la  conducta  de  Carrasco  y  de 
sus  satélites.  Los  golpes  que  daban  aquellos  ilustres  Chi- 
lenos al  presidente  y  á  su  gobierno  eran  inevitables,  y  se 
hacían  mortales,  con  ayuda  de  los  pasquines  que  ama- 
necían en  las  principales  calles  de  la  ciudad,  y  la  mayor 
de  los  cuales  llegaban  de  Buenos-Aires  por  el  conducto 
de  Alvarez  y,  principalmente,  del  canónigo  Fretes,  último 
anillo  de  la  cadena  revolucionaria  de  la  Plata,   para 
atar  y  atraer  á  este  pueblo  á  su  santa  causa. 

En  efecto,  en  aquella  hermosa  capital,  considerada 
entonces  como  la  Atenas  del  Nuevo  Mundo,  fué  en  donde 
se  habia  organizado  con  deliberado  tesón  el  movimiento 
que  tendía  á  los  grandes  fines  sociales.  Algunos  bizarros 
patriotas  habían  formado  allí  un  club  cuyas  ideas  fra- 
ternizaban con  las  de  muchos  miembros  del  ayunta- 
miento. Las  deliberaciones  de  aquella  reunión  patrió- 
tica respiraban  firmeza  y  convencimiento,  y  no  podían 
tardar  en  mostrarse  á  las  claras  en  actos  manifiestos, 
tales  como  proclamas  incendiarias  que  se  esparcían  por 
todo  el  territorio  de  aquella  vasta  comarca,  y  pasaban , 
muchas  veces,  por  encima  de  las  jigantescas  Cordilleras! 
para  llevar  ánimos  y  esperanza  á  los  iniciados  de  San- 
tiago, y,  al  mismo  tiempo,  á  los  de  Concepción.  Algu- 
nas veces,  aquellos  patriotas  no  se  contentaban  con 


68 


HISTORIA   DE   CHILE. 


escritos  y  despachaban  ajenies  de  tino  y  de  actividad , 
con  el  encargo  de  avivar  el  espíritu  de  insurrección ,  y 
atraer  á  ella  los  que,  por  demasiado  irresolutos,  se 
mantenían  arredrados. 

Entre  estos  ajentes,   don  Manuel  Barañao,  desgra- 
ciadamente tan  célebre,  después,  en  el  partido  realista, 
se  encargó  de  ir  á  tratar  de  la  época  en  que  Chile  habia 
de  levantar  su  estandarte,  y  marchó  á  Santiago  con  este 
objeto.  Al  cabo  de  algunas  semanas  de  mansión  en  esta 
capital ,  en  donde  tuvo  frecuentes  conferencias  con  sus 
compatriotas,  pasó  á  los  Anjeles,  desde  donde  fué  á  verse 
con  O'Higgins,  que  se  hallaba,  á  la  sazón,  en  su  ha- 
cienda de  las  Canteras  (1),  y  al  cual  presentó  las  creden- 
ciales que  llevaba  del  jeneral  Florencio  Terrada  para 
iniciarlo  en   todos   los  detalles  de  la    conjuración  de 
Buenos-Aires;  añadiendo  que  los  conjurados,  de  uná- 
nime acuerdo,  no  esperaban  mas  que  la  primera  señal 
de  Chile  para  seguir  desde  luego  su  ejemplo.  Pero ,  des- 
afortunadamente, el  país  no  se  hallaba  aun  en  disposición 
de  tomar  iniciativa  alguna.  A  pesar  de  la  grande  acti- 
vidad con  que  los  patriotas  procuraban  esparcer  sus 
ideas  afín  de  ponerlas  en  ejecución,  aun  no  habian 
podido  hallar  una  persona  que  gozase  de  bastante  poder 
popular,  y  el  número  de  los  verdaderos  conjurados  de 
convencimiento ,  capaces  de  sostener  con  las  armas  una 
causa  tan  estraña  y  tan  contraria  á  las  preocupaciones 
de  los  habitantes  del  país,  no  era  suficiente  para  hacer 
frente  á  todos  los  elementos  de  destrucción  que  poseía  el 
gobierno.  Las  luces  de  la  razón  y  de  la  justicia  no 
habian  disipado  aun  enteramente  las  tinieblas  en  que 
los  tenia  envueltos,  y  los  mas  de  los  afiliados  estaban 

(1)  Conversaciones  con  O'Higgins. 


CAPÍTULO    IV, 


69 


indecisos  y  sobrecojidos  de  una  pueril  timidez,  que  solo 
el  tiempo  y  la  esperiencia  podían  quitarles.  Por  otra 
parte,  tenían  que  temer  á  los  ejércitos  de  Mendoza  y  de 
Cordova,  cuya  adesion  al  partido  real  era  conocida,  y 
Santiago  se  hallaba  dominado  por  la  impresión  que  le 
había  causado  un  bando  que  el  presidente  acababa  de 
publicar  con  gran  ruido  de  cajas,  y  á  instigación  de 
José  Manuel  de  Goyeneche,  enviado  por  Cisneros  y  por 
el  fiscal  Sánchez,  sobre  la  derrota  y  el  arresto  de  la 
junta  revolucionaria  del  alto  Perú,  y  de  su  presidente 
don  Pedro  Murillo  (1). 

Tales  fueron  las  causas  que  sobrevinieron  y  apagaron 
el  ardor  de  O'Higgins,  forzándolo  á  someterse  á  los  con- 
sejos de  la  prudencia  en  aquel  crítico  momento  en  que 
se  trataba  de  la  suerte  futura  é  irrevocable  de  la  patria. 
Rosas  mismo,  que  no  era  menos  resuelto  y  decidido, 
fué  de  este  parecer,  y  ambos ,  en  su  correspondencia , 
convinieron  en  que  era  forzoso  seguir  los  consejos  del 
jeneral    Miranda,  que  eran  el  aguardar  una  ocasión 
propicia  para  lejitimar,  si  era  posible,  un  levantamiento 
de  tanta  trascendencia.   Mientras  tanto,  continuaron  su 
trama,  sembrando  la  discordia  hasta  entre  los  empleados 
mismos  del  gobierno,  y  reclutando  partidarios,  como 
siempre,  en  la  clase  de  distinción.  A  ejemplo  de  Buenos- 
Aires,  á  cuya  revolución  había  dado  mucha  realce  la 
adesion  de  los  miembros  del  Ayuntamiento,  Rosas  intentó 
atraerse  la  de  los  cabildantes  de  Santiago ,  cuyo   influjo 
no  podía  menos  de  obrar  directa  é  inmediatamente  en 
los  habitantes,  haciéndolos  favorables  á  la  causa  jeneral. 
Ya  se  sabe  que  aquel  cabildo  era  una  corporación  pa- 
ternal ,  que  había  gozado  siempre  de  una  confianza  sin 

(1)  Archivos  del  gobierno. 


70 


HISTORIA.   DE   CHILE. 


«   ■ 


('¡-i ... 


límites ,  por  parte  de  sus  administrados ,  y  se  trataba  de 
aumentar  aun  mas,  si  era  posible,  dicha  confianza,  con 
detrimento  de  la  que  inspiraba  el  gobierno. 

Entre  los  miembros  del  cabildo  había  algunos  Espa- 
ñoles, como  de  razón,  que  eran  conservadores,  y  cuyos 
votos,  contrarios  á  las  nuevas  decisiones  que  se  propo- 
nían en  él,  desconcertaban  los  proyectos  de  sus  sospe- 
chosos colegas.  Para  obtener  la  mayoría,  en  despecho 
de  estos  votos,  Rosas  demostró  á  Carrasco  cuan  útil 
seria  el  aumentar  los  rejidores  en  circunstancias  tan 
críticas,  y,  á  pesar  de  la  oposición  del  fiscal,  consiguió 
que  se  nombrasen  otros  doce,  escojidos,  casi  todos, 
entre  sus  partidarios ;  de  suerte  que ,  desde  aquel  ins- 
tante, aquel  cabildo  fué  como  un  reflejo  del  de  Buenos- 
Aires,  con  el  cual  llevaba  ya  una  correspondencia 
tirada  y  secreta.  Sus  reuniones  eran  mucho  mas  fre- 
cuentes, se  verificaban  indistintamente  de  noche  ó  de 
dia  y  duraban  eternidades.  Los  partidarios  del  Rey 
combatían  con  ánimo  y  tesón  los  designios  hostiles  de 
los  nuevos  nombrados ,  y  protestaban  en  medio  de  un 
verdadero  tumulto,  hasta  que,  ya  apurados,  mostraron 
tal  obstinación,  que  las  sesiones  semejaban  á  tempes- 
tades y  que  Carrasco  se  vio  obligado  á  anular  la  impo- 
lítica orden  que  habia  dado. 

A  pesar  de  este  buen  éxito,  los  realistas  no  podían 
disimularse  que  la  revolución  avanzaba  á  pasos  apresu- 
rados, y  que  no  tardaría  en  envolver  en  sus  redes 
enmarañadas  á  todos  los  que,  hasta  entonces,  se 
habían  mantenido  fieles  á  las  máximas  y  doctrinas  de 
sus  antepasados.  Aflijidosde  estos  justos  temores,  y  pro- 
bablemente, también,  de  su  propio  desaliento,  empe- 
zaron á  tener  conferencias  para  tratar  de  los  medios 


CAPITULO   IV.  71 

mas  eficaces  de  hacer  frente  á  aquel  inminente  peligro. 
Estos  medios  no  podían  menos  de  ser  violentos  y  deci- 
sivos, tales  como  la  fuerza  contra  la  impotencia,  argu- 
mentos materiales  contra  argumentos  morales,  arbitra- 
riedad é  injusticia  contra  derecho  y  razón.  Lo  que  querían 
era  dar  armas  á  todos  los  Españoles  y  á  todos  los  par- 
tidarios d§  su  causa ,  nombrar  un  consejo  de  vijilancia 
y  fortificar  el  carro  de  Santa  Lucia,  estableciendo  en  él 
una  batería  que,  dominando  á  la  ciudad,  mantuviese  en 
respeto  á  sus  habitantes. 

Desgraciadamente  para  ellos,  el  solo  hombre  en 
posición  de  dar  ejecución  á  este  proyecto  era  completa- 
mente nulo ,  impotente ,  sin  enerjia  ni  actividad ,  y  veia 
con  apática  indolencia  los  consejos  que  aquellos  con- 
servadores le  daban  continuamente ;  en  vista  de  lo  cual 
acudieron,  con  sijilo,  al  virey  de  Buenos-Aires,  mani- 
festándole la  conducta  ridicula  de  Carrasco ,  y  su  inca- 
pacidad para  calmar  la  ajitacion  progresiva  del  partido 
liberal.  Pero  la  posición  de  Cisneros  no  era  tampocode 
las  mejores;  también  él  esperimentaba  los  efectos  de 
una  ajitacion  análoga  que  le  daba  grandes  temores  por 
la  tranquilidad  del  país,  y  le  tenia  consternado.  Las 
cosas  de  España  lo  llenaban  de  zozobra,  no  veia  salva- 
ción mas  que  en  el  éxito  de  sus  ejércitos,  y,  entre  el 
temor  y  la  esperanza,  hacia  cuanto  podia  para  prolongar 
por  algunos  meses  mas  la  agonía  del  poder  español , 
que  estaba  ya  á  los  últimos ,  acosado  por  tantas  causas 
de  disolución  que  lo  roian. 

Noobstante,  escribió  incontinenti  á  Carrasco,  empe- 
ñándole á  que  obrase  con  mas  enerjia  con  respecto  á 
aquellos  novadores ,  sirviéndose  de  un  medio  que  él 
mismo  habia  empleado  para  conservar  la  tranquilidad , 


72 


HISTORIA    DE    CHILE. 


á  saber,  de  nombrar  una  junta  de  vijilancia  pública 
compuesta  de  las  personas  mas  influyentes,  y,  sobretodo, 
mas  afectas  á  la  monarquía. 

Un  poco  antes  que  recibiese  esta  carta,  Carrasco 
habia  recibido  de  la  junta  central  de  Cádiz  pliegos  en 
que  se  le  prescribía  el  mas  inflexible  rigor  contra  todos 
cuantos  trabajasen  en  romper  la  unidad  del  poder  es- 
pañol ,  y  aun  también  que  desterrase  á  los  que,  por  su 
influjo  ó  por  sus  acciones,  pudiesen  cooperar  al  triunfo 
de  ideas  contrarias  á  los  intereses  de  la  monarquía.  En 
aquellos  mismos  pliegos,  se  le  daban  esperanzas  de  ob- 
tener en  propiedad  el  alto  puesto  que  solo  llenaba  interi- 
namente. 

Por  lijera  que  fuese  esta  promesa,  colmó,  no  obs- 
tante ,  de  satisfacción  al  ambicioso  gobernador ,  le 
tendió  su  fibra  muelle  y  floja ,  y  le  llenó  de  un  entu- 
siasmo capaz  de  cambiar  enteramente  su  moral.  Si 
hasta  entonces  su  política  se  habia  reducido  á  tempo- 
rizar y  á  mostrarse  débil ,  se  proponía ,  en  lo  sucesivo  , 
seguir  los  consejos  de  la  junta,  que  se  anunciaba  como 
protectora  suya,  y  obrar  con  rigor  contra  todo  nova- 
dor ;  cnmo  si  fuese  posible  que  un  carácter  natural- 
mente flojo  se  hiciese  súbitamente  sereno,  firme  y  justo, 
sin  cometer  yerros  fatales ,  en  la  violencia  de  arrebatos 
facticios. 

Así  sucedió.  Carrasco  empezó  su  propósito  de  la  en- 
mienda espulsando  del  país  á  algunos  estranjeros,  co- 
merciantes ú  obreros ;  mandó  se  retirasen  á  lo  interior 
del  territorio  muchos  que  ejercían  profesiones  útiles  en 
el  litoral  y  exijió  que  los  pocos  franceses  que  habia  ju- 
rasen obediencia  al  rey  y  odio  eterno  á  Napoleón  y  á  sus 
emisarios ,  que  en  los  pliegos  ,  arriba  dichos ,  se  anun- 


CAPITULO    IV. 


ciaba  debían  llegar,  si  no  habían  llegado  ya.  Para  cor- 
roborar estos  actos  tan  hostiles ,  se  rodeó  de  personas 
de  confianza,  y  nombró  de  asesor  público  al  hombre  fa- 
tal, que  fué  Campos,  el  mismo  autor  de  los  desórdenes  de 
la  Universidad  de  que  hemos  hablado. 

Don  Pedro  Diaz  Valdes ,  que  llenaba  aquel  puesto , 
bien  que  fuese  un  sujeto  de  distinción ,  de  mucha  pro- 
bidad, y  perteneciese  á  una  numerosa  familia  de  grande 
influjo,  tenia  pocos  medios,  si  le  hemos  de  juzgar  por 
documentos  escritos  por  él ,  y  que  tenemos  á  la  vista  : 
pero ,  enfin  ,  tenia  nombramiento  real ,  y,  por  consi- 
guiente, en  aquella  circunstancia,  siendo  víctima  de 
una  pura  arbitrariedad  ,  recurrió  á  la  real  audiencia 
para  obtener  justicia.  Aquel  supremo  tribunal ,  tal  vez 
movido  por  un  espíritu  de  pasión  ,  vio,  en  aquel  asunto, 
una  ocasión  oportuna  para  vengarse  del  que  se  había  tan 
completamente  burlado  de  él ,  y  convencido ,  por  otra 
parte,  de  la  justicia  de  la  demanda,  envió  una  exor- 
tacion  al  presidente ,  haciéndole  ver  claramente  la  ile- 
galidad del  acto  de  haber  depuesto  al  asesor  con  nom- 
bramiento real  ,  y  su  incompetencia  para  nombrar  á 
otro  en  su  lugar.  Ya  poco  satisfecho  de  los  procederes 
de  la  real  audiencia,  Carrasco  le  respondió  con  alta- 
nería, y  resultó  una  correspondencia  llena  de  acritud  y 
de  piques,  y  aun  ,  algunas  veces ,  trivial ,  circunstancia 
que  solo  sirvió  á  enconar  á  las  dos  primeras  autorida- 
des una  contra  otra ,  sin  efecto  alguno  para  la  causa , 
la  cual  fué  remitida  á  España  y  sometida  al  real  con- 
sejo. 

Muy  luego  se  presentó  otro  motivo  de  discordia  para 
Carrasco,  cual  fué  el  nombramiento  de  un  vicario  capi- 
tular, puesto  vacante,  hacia  algún  tiempo,  en  la  catedral 


■ 


Jv" 


74 


HISTORIA   DE    CHILE. 


de  Santiago ,  y  postulado  por  dos  personas  de  mérito  y 
de  virtud.  En  este  asunto,  los  miembros  del  cabildo  ecle- 
siástico se  mostraron ,  á  pesar  de  los  preceptos  del  Evan- 
jelio  ,  poco  concillantes,  y  apoyaron  con  igual  ahinco  al 
sujeto  que  les  convenia ;  de  suerte  que  sus  reaniones,  al 
principio  decorosas,  se  hicieron  poco  á  poco  turbulentas, 
en  términos  que  el  presidente  se  vio  obligado  á  mediar 
con  su  autoridad  para  poner  término  á  tan  ridículos  de- 
bates; pero,  por  otro  lado,  influía  en  el  nombramiento, 
cuyo  resultado,  por  el  hecho,  no  podía  ser  dudoso,  y  el 
partido  contrario  no  se  lo  perdonó ,  bien  que  hubiese 
recaído  en  don  José  Santiago  Rodríguez ,  eclesiástico 
que  por  su  vida  ejemplar,  su  virtud  y  su  mérito  ,  tenia 
el  mayor  derecho  á  él.  En  la  edad  juvenil,  regularmente 
frivola  é  insustancial ,  este  eclesiástico  poseía  ya  cono- 
cimientos sólidos  sobre  los  dogmas  de  nuestra  santa 
iglesia ,  y  sobre  todas  las  materias  concernientes  al  de- 
recho común  y  canónico,  y,  por  lo  tanto,  se  habia  hecho 
el  hombre  indispensable  para  el  obispo  Alday,  el  cual  le 
tenia  muchísimo  afecto,  y  le  daba  siempre  los  cariñosos 
nombres  de  discípulo  y  de  hijo  suyo.  Por  la  misma  razón, 
el  reverendo  obispo  le  hizo  su  familiar,  lo  llevó  en  su 
compañía  al  concilio  provincial  de  Lima ,  le  nombró  su 
mayordomo  y  limosnero,  y,  finalmente,  su  secretario  de 
Cámara ,  empleo  que  llenó  á  la  completa  satisfacción  de 
su  ilusírísima ,  bien  que  se  hallase  casi  solo  para  despa- 
char los  negocios  atrasados  ó  contenciosos  del  obispado. 
Sobrino  y  Maran  ,  sucesores  de  Alday,  mostraron  el 
mismo  empeño  en  cultivar  el  apego  de  aquel  sabio  y 
laborioso  sacerdote ,  que ,  mas  de  una  vez ,  tuvo  que 
argüir  con  los  mas  profundos  jurisperitos  de  la  real 
audiencia,  convenciéndolos  por  la  fuerza*  de  sus  ar- 


i  ■ : 


— — 


"1 


CAPÍTULO   IV. 


75 


gumentos,  y  aun  también  humillándolos  cuando  quisie- 
ron oponerle  su  orgullosa  autoridad,  en  lugar  de  buenos 
raciocinios.  Pero  noobstante  todas  estas  bellas  prendas, 
los  lectores  le  verán ,  á  su  tiempo ,  acosado  de  perse- 
cuciones que  le  acarreó  su  fidelidad ,  sincera  y  desin- 
teresada ,  á  la  infeliz  y  desamparada  monarquía  espa- 
ñola (1). 

(1)  Noticia  sacada  de  una  biografía  de  este  sabio  prelado,  escrita  de  la 
pluma  del  ilustre  arzobispo  de  Santiago ,  don  Rafael  Valdivieso. 


CAPÍTULO  V. 


Las  ideas  revolucionarias  se  comunican  al  ayuntamiento  mismo.  —  Nombra- 
miento de  nuevos  cabildantes  muy  favorables  á  dichas  ideas.  -  Carrasco 
nombra  á  Campos  presidente  del  cabildo.—  Sumo  descontento  que  este  nom- 
bramiento causó  á  los  miembros  de  aquella  corporación ,  que  desamparan  á 
Carrasco.  —Instalación  de  una  junta  de  vijilancia. —Rogativas  en  todo  el 
país  por  el  éxito  de  los  ejércitos  de  España  y  contra  las  ideas  suversivas  de 
los  revolucionarios  de  Chile.— Arresto  de  Fr.  Rosauro  Acuña  y  del  coronel 
don  Pedro  Ramón  Ai  riagada.  —  Arresto  de  Ova  le ,  Rosas  y  Vera.  —  Ruido 
que  ocasiona.— Argomedo  nombrado  procurador  de  la  ciudad.— Instalación 
de  una  junta  en  Rueños -Aires. 


Mientras  que  Carrasco  procuraba  sofocar  la  revolu- 
ción ,  tomando,  por  sistema  mas  bien  que  por  carácter, 
medidas  de  rigor,  sin  discernimiento,  los  principales 
motores  trabajaban  aun  con  mas  celo  y  actividad  en 
sacar  partido  de  sus  pueriles  violencias,  aprovechándose 
diestramente  de  ellas;  para  lo  cual  tenían  sus  miras  en 
el  Cabildo,  cuyas  reuniones  podían  llegar  á  ser  un  centro 
de  acción  susceptible  de  oponer  contrapeso ,  aun  legal- 
mente,  á  los  actos  del  gobierno,  y  de  llevar  adelante  sus 
ideas  de  justicia  y  de  libertad.  Es  verdad  que  en  este 
punto,  como  en  otros,  no  tenían  mas  que  seguir  el  buen 
ejemplo  del  de  Buenos-Aires,  que  se  hallaba  revestido 
de  un  poder  suficiente  para  resistir  al  del  virey  Cisneros, 
sirviéndose  de  la  mayoría  de  los  habitantes,  de  cuya  ade- 
sion  estaba  cierto  y  seguro.  Mas,  siendo  compuesto  el 
cabildo  de  Santiago  de  personas  que,  por  la  mayor 
parte,  eran  afectas  al  orden  de  cosas  monárquico,  era 
necesario,  ante  todas  cosas,  reformarlo,  y,  para  esto,  se 
presentó  muy  pronto  una  ocasión  en  tres  vacantes  de 


CAPÍTULO    V. 

rejidores  á  las  cuales  se  habia  de  proveer.  Informados 
de  esta  particularidad  y  del  intento  de  los  patriotas,  los 
realistas  quisieron  anticiparse  á  sacar  provecho  de  ella ; 
pero  eran  mucho  menos  activos,  y  sus  enemigos  ganaron 
la  ventaja  consiguiendo  que  las  tres  vacantes  fuesen  com- 
pradas por  personajes  de  la  mayor  distinción ,  que  fueron  : 
el  conde  de  Quinta  Alegre  ,  el  mayorazgo  Cerda  y  don 
Fernando  Errazuri. 

Poco  tiempo  después,  llegó  la  elección  de  los  alcaldes 
y  procurador,  y,  gracias  al  influjo  hábil  de  estos  nuevos 
miembros,  los  nombramientos  recayeron  en  otros  tres 
liberales ,  también  sujetos  de  mucha  distinción  ,  ani- 
mados de  los  mismos  sentimientos  y  no  menos  influyen- 
tes por  su  mérito  y  por  su  posición  social ;  que  fueron  : 
el  director  don  Francisco  Pérez  García,  abogado  de  mu- 
cho crédito  y  de  grande  habilidad  ;  por  alcalde ,  don 
Agustín  Eizaguirre ,  que  contaba  en  su  partido  con  su 
noble  y  numerosa  familia ;  y  por  procurador,  don  Juan 
Antonio  Ovalle,  sujeto  de  no  mucha  entereza,  y  an- 
tiguo amigo  y  consejero  de  Carrasco ,  pero  que  muy 
luego  pasó  al  partido  de  los  liberales  y  fué  uno  de  sus 
mas  firmes  apoyos. 

Con  semejante  formación,  el  Cabildo  no  podia  menos 
de  tomar  una  grande  preponderancia  en  los  asuntos  po- 
líticos del  país,  asegurándose  de  la  opinión  pública,  no 
solo  por  el  mérito  personal  de  sus  miembros,  sino  tam- 
bién por  sus  numerosas  y  opulentas  familias.  La  oposición 
realista ,  constantemente  alerta ,  buscaba  elementos  de 
resistencia  al  rededor  de  sí;  pero  no  hallaba  ninguno  que 
no  fuese  débil  é  impotente.  Orgullosa  con  sus  memorias 
de  tres  siglos,  se  habia  figurado,  por  un  momento,  po- 
der combatir  los  nuevos  principios  sociales;  pero  hizo 


78 


HISTORIA   DE   CHILE. 


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inútiles  esfuerzos  para  conseguirlo ,  y  le  fué  necesario 
atacarlos  por  medios  sordos  y  falaces,  intrigando  igual- 
mente al  partido  realista  y  al  liberal  y  soplando  la  dis- 
cordia entre  los  miembros  del  Ayuntamiento.  En  sus 
deliberaciones,  los  patriotas  ya  no  reparaban  en  decir 
en  alta  voz  su  parecer  sobre  las  cosas  de  España,  y  ha- 
blaban  con  desmesurada  libertad  de  su  pérdida  ine- 
vitable ,  y  de  la  necesidad  en  que  estaban  de  seguir  el 
ejemplo  dado  por  sus  provincias,  instalando  una  junta 
gobernadora  capaz  de  parar  el  golpe  de  rechazo  que 
les  amenazaba.  En  este  punto,  sus  discusiones  eran, 
mas  que  animadas,  tumultuosas,  motivo  por  el  cual 
resolvieron  reunirse  en  un  pequeño  club  afín  de  pre- 
parar en  él  con  tranquilidad  y  ajilo  el  potente  mobil 
que  debia  romper  finalmente  su  cadena.  Estas  reuniones 
tenían  lugar,  muchas  veces,  fuera  de  la  ciudad,  y,  muy 
á  menudo ,  á  horas  desusadas  de  la  noche ,  tan  pronto 
en  la  quinta  del  conde  de  Quinta  Alegre ,  tan  luego  en 
casa  de  Eizaguirre,  ó  en  la  de  Larrain.  También  reci- 
bían á  personas  que  no  eran  del  Ayuntamiento,  y  Fretes, 
Alvarez  Jontes,  Hipólito  Yillegas  y  otros,  dejaban  rara- 
vez  de  asistir  á  dichas  reuniones. 
^  Carrasco,  cuya  vijilancia  se  habia  hecho  mas  minu- 
ciosa y  molesta ,  sabia  muy  bien  lo  que  se  trataba  en 
ellas,  y  se  quejó  al  cabildo.  Los  miembros  de  aquella 
corporación  paternal,  que  eran  de  su  partido,  suscita- 
ron sobre  el  particular  una  larga  y  reñida  discusión ; 
pero  ¿qué  podia  una  minoridad  de  ideas  ya  muy  pasadas 
contra  una  coalición  llena  de  convencimiento  y  de  viri- 
lidad y  que  aspiraba á  gozar  de  nueva  vida  social?  Nada, 
en  efecto,  mas  que  reconocerse  impotente,  y  someterse 
con  resignación  al  prestijio  que  reinaba  y  que  era  una 


CAPITULO   V. 


79 


necesidad  imperiosa  de  las  circunstancias.  No  obstante, 
aquella  minoridad  aun  quiso  hacer  un  esfuerzo,  protes- 
tando abiertamente,  y  pidió  al  gobernador  pusiese  á  la 
cabeza  del  cabildo,  para  presidirlo,  un  hombre  de  ta- 
lento y  firmeza  y ,  sobre  todo,  afecto  á  la  monarquía 
española.  Carrasco  adoptó  sin  dificultad  este  nuevo 
proyecto,  y,  por  la  misma  fatalidad  inseparable  de  su 
flaqueza,  nombró  al  mismo  Campos,  que  le  había  oca- 
sionado tantas  desazones  con  la  Universidad,  acarreado 
la  enemistad  de  la  real  audiencia,  y  que  iba,  en  aquella 
ocasión ,  á  quitarle  el  único  apoyo  que  le  quedaba  en 
todos  los  cuerpos  políticos  de  su  gobierno. 

Claro  estaba  que  los  miembros  del  cabildo ,  que  ha- 
bían solicitado  de  él  aquella  medida ,  verían  con  sumo 
disgusto  un  nombramiento  que,  en  cierto  modo,  los 
ponia  bajo  la  dependencia  de  un  presidente ,  ya  mal- 
quisto de  ellos,  y  estraño  á  la  corporación.  Así  sucedió, 
y  se  quejaron  amargamente  á  Carrasco,  arguyéndole 
con  dificultades  ilusorias,  y,  lo  que  fué  peor,  altaneras, 
y  propias  á  producir  su  efecto  ordinario ,  á  saber ,  una 
negativa  terca  y  obstinada.  De  allí  se  siguió  una  cor- 
respondencia agria ,  enconada ,  insultante,  que  concluyó 
haciendo  odiosas  á  entrambas  partes ,  y  desuniéndolas 
de  un  modo  deplorable  para  los  realistas ;  porque  desde 
aquel  instante  el  presidente  se  quedaba  aislado  de  toda 
corporación  política ,  y  reducido  á  sus  débiles  medios  de 
resistencia  contra  una  facción  que  se  reforzaba  cada  dia 
mas,  y  que  anhelaba  por  vengar  sus  derechos  ultrajados. 

En  semejante  situación  ,  ya  no  puede  un  hombre  ha- 
cerse ilusiones  sobre  el  peligro  que  le  amenaza,  y  pre- 
siente de  antemano  su  ruina  por  la  diminución  de  su 
fuerza  moral ,  que  le  abandona  y  le  hace  incapaz  de 


80 


HISTORIA   DE    CHILE. 


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pensar  con  juicio  ni  fruto.  Sin  embargo ,  no  le  medió 
así  á  Carrasco,  el  cual  hizo  como  el  avaro,  cuando  en 
el  momento  de  perder  su  tesoro  arrastra  los  mayores 
peligros  para  conservarlo,  y  quiso  imposibles  para  de- 
fender su  agonizante  autoridad,  bien  que  no  tuviese  mas 
apoyo  que  algunos  empleados  y  las  tropas  que  guarne- 
cían la  capital  y  la  frontera.  Con  esto  contaba,  sin  re- 
flexionar que  en  casos  tales  un  jefe  debe  apoyarse  en 
la  fuerza  moral  y  no  en  la  material;  y,  recordando  los 
consejos  que  le  había  dado  Cisneros,  resolvió  seguirlos 
y  convocó  á  la  Real  Audiencia  para  nombrar  una  junta 
de  vijilancia,  capaz  de  favorecer  sus  proyectos.  Esta 
junta  fué  compuesta  de  siete  miembros  (1) ,  de  la  clase 
mas  distinguida  de  la  sociedad,  pero  muchos  de  los 
cuales  estaban  ya  imbuidos  de  las  nuevas  ideas.  Al 
mismo  tiempo  escribió  á  los  gobernadores,  prescri- 
biéndoles rigores  contra  los  revolucionarios,  y,  para 
darles  mas  vigor,  empleó  las  amonestaciones  de  la  reli- 
jion  ,  ordenando  rogativas  y  sermones  para  que  üios  se 
dignase  preservar  á  los  fieles  de  las  armas  francesas  y 
de  las  seducciones  de  los  novadores. 

El  clero  se  apresuró  á  ejecutar  aquella  orden  con  su 
fervor  acostumbrado ,  pidiendo  á  Dios  con  fe  viva  y  con 
esperanza  firme  se  dignase  poner  paz  en  aquellos  con- 
flictos políticos.  Al  mismo  tiempo,  tronaban  los  pulpitos 
y  fulminaban  anatemas  contra  los  impíos  enemigos  de 
la  relijion  y  del  rey.  Por  la  parte  del  Sur,  especialmente, 
los  misioneros,  que  eran  casi  todos  españoles,  ejecuta- 
ron con  fanático  celo  las  órdenes  de  Carrasco.  En  Osorno, 
un  relijioso  que  predicaba  con  la  mayor  vehemencia  contra 


(1)  Los  SS.  marques  de  la  Plata,  Irrigoyen,  Olaguer,  Ugarte,  Prado,  Bravo 
del  Rivero  y  Jerónimo  Pizana. 


„ 


CAPÍTULO    V. 


81 


las  ideas  del  siglo,  aseguró,   con  la  mayor  candidez 
que  Napoleón   profanaba    los  mas  divinos  misterios' 
dando  á  comulgar  á  sus  caballos  (1).  Otro,  en  Valdivia' 
creyéndose  inspirado,  profetizaba  la  próxima  venida  del 
antecristo  y  el  fin  del  mundo.  En  Chillan,  en  donde  ha- 
bía un  número  mayor  de  misioneros,  procuraban  estos 
fanatizará  sus  oyentes,  y,  tal  vez,  exaltar  sus  pasiones 
con  sermones  de   la  misma  naturaleza   irritante  y  con 
devociones  de  cada  dia.  Durante  muchos,  hubo  misas 
cantadas  con  su  divina  Majestad  espuesta,  y  se-uidas 
de  oraciones  sobre  tempore  belli,  etc.  En  fin,  se  hicieron 
novenas  que  se  concluían  con  procesiones  de  la  mayor 
solemnidad  y  siempre  en  favor  de  las  armas  de  España 
y  contra  las  ideas   subversivas  de  los  revolucionarios 
chilenos  (2). 

El  pueblo,  penetrado  de  sentimientos  relijiosos,  y 
atraído  por  la  majestad  imponente  del  templo,  oía,  so- 
brecojido,  la  palabra  amenazadora  de  aquellos  misione- 
ros, convertidos  en  apóstoles  de  una  política  ya  ajada  y 
pasada ,  bien  que  aun  tuviese  raices  en  el  corazón  de  la 
multitud.  La  devoción  produjo  una  pronta  exaltación  y 
en  cualquiera  otra  parte,  habría,  tal  vez,  ocasionado 
persecuciones  relijiosas  ó  de  partido;  pero  en  aquellas 
pequeñas  poblaciones,   tan  inocentes  y  pacíficas,  solo 

(1)  Archivos  del  gobierno. 

(2)  «Primero,  se  retocó  e!  sagrario  comulgatorio  para  trasladar  á  él  al  Señor  - 
se  cantó  una  misa  solenne  con  el  mismo  Señor  patente,  y  con  su  respectivo  ser' 

r;:;0pr°ordei  :r,de  ■  n por  ,os  cai,es  una  procesio11  ™»-.ss 

o  na'm  nto  *  t,m'a'  Y  "  Pa,¡°'  Se¡S  SaCerdotes  revesli^  con  los 

á    Z  rP     maS  V'St0S0S  ^  alb3S  Y  CaSUll3S  qUe  Se  ha,la—  Se  vistieron  de 
c  m  año  ,a  m0'  Par3H    C¡r  e"  h°"ra  de'  SaCrame,U0  treS  l03S  '  á  todo  lo  ™* 
cuLda    dV  ,     ,S,Ca        UUa  '^  enC°rdada'  Para  ^Izar  su  armonía,  con 
cueidas  de  clave,  y  canto  de  una  letra  relativa  al  sacramento,  etc.,  etc. ,' 
informes  del  reverentísimo  comisario  jenera!,  Fr.  Pablo  de  Mayo 
en  el  colejio  de  Chillan. 
V.  Historia.  g 


I 


82 


HISTORIA   DE    CHILE. 


■v!:;,j'.;::' 


erearon,  bien  que  fuese,  tal  vez,  peor,  y  muy  cierta- 
mente mas  bajo ,  hipócritas  y  espías.  Todos  se  miraban 
con  temor  y  desconfianza;  ya  nadie  se  atrevia  á  hablar 
de  política  por  miedo  de  dar  que  pensar,  pues  hasta 
el  pensamiento  mas  secreto  no  se  creia  seguro  en  ^  el 
seno  de  la  amistad;  por  donde  se  ve  cuanto  mas  inje- 
nioso  es  el  hombre  para  engañarse  que  para  desenga- 
ñarse. 

Los  primeros  golpes  del  espionaje  cayeron  sobre  los 
amigos  que  O'Higgins  tenia  en  Chillan,  Fr.  Rosauro 
Acuña,  prior  del  hospital  de  San  Juan  de  Dios,  y  el  co- 
ronel de  milicias  don  Pedro  Ramón  Amagada ,  sujeto 
muy  rico  y  muy  estimado  de  Mendíburu ,   suegro  del 
doctor  don  Juan  Rosas,  los  cuales ,  en  el  acaloramiento 
de  una  discusión,  que  se  habia  manifestado  muy  pací- 
fica en  el  principio,  olvidaron  los  consejos  de  la  pru- 
dencia ,  y  se  atrevieron  á  decir  que  España  estaba  per- 
dida; que  la  junta  central  no  podia  arrogarse  derecho 
alguno  sobre  el  país  y  que  este  no  tardaría  en  ser  go- 
bernado por  sus  propios  hijos.  Habiendo  llegado  esta 
discusión  áoidos  de  Álava,  intendente  de  la  provincia 
de  Concepción,  hombre  tan  débil  como  de  limitado  en- 
tendimiento, este  dio  aviso  inmediatamente  del  caso  á 
Carrasco,  el  cual  mandó  al  comandante  de  la  frontera, 
don  Pedro  Benavente ,  fuese ,  incontinenti ,   con  veinte 
y  cinco  dragones,  á  arrestarlos  y  enviarlos  á  Santiago, 
en  donde,  efectivamente,  fueron  entregados  á  la  justi- 
cia de  Irigoyen.  La  causa  que  se   les  formó  fué  muy 
larga,  y,  sobretodo ,  muy  costosa  para  Amagada;  pero 
Irigoyen  procuró  que  su  situación  fuese  soportable ,   en 
cuanto  era  posible,  pues  ya  presentía,   con  su  tino  y 
perspicacia  bien  conocidos,  que  no  tardaría  en  haber 


CAPÍTULO    V. 


83 


una  reacción ,  y,  por  otra  parte ,  Rosas  vijilaba  con  todo 
su  influjo  y  poder  aquellas  dos  primeras  víctimas  de  la 
revolución  chilena. 

Otro  acto  de  severidad,  mucho  mas  grave,  y  que  in- 
fluyó muchísimo  en  los  progresos  de  la  revolución,  y  en  la 
ruina  de  Carrasco,  fué  el  arresto  de  otras  tres  personas 
de  distinción  :  J.  A.  Ovalle,  don  Bernardo  Vera  y  don 
José  Antonio  Reyes,  el  primero  de  los  cuales  se  hallaba 
en  los  baños  de  Gauquenes  con  algunos  parientes  y  ami- 
gos. En  aquella  época  de  borrascas  políticas ,  todos  res- 
piraban un  ambiente  de  presentimientos  y  temores,  y, 
naturalmente,  caia  la  conversación  sobre  tan  importante 
materia  y  sobre  las  consecuencias  que  se  había  de  espe- 
nmentar  muy  pronto.  En  aquella  reunión  ,  todos  habla- 
ban con  un  desahogo  que  dejaba  creer  que  los  pareceres 
y  opiniones  eran  unánimes,  y  sus  discusiones  se  hacían 
acaloradas,  atrevidas  y  tanto  mas  frecuentes,  cuanto  no 
podían  tener  otra  distracción  en  medio  de  las  cordille- 
ras. El  punto  sobre  el  que  se  hallaban  casi  todos  de 
acuerdo  era  que  España  no  podría  resistir  á  un  enemigo 
tan  hábil  y  tan  poderoso  como  lo  era  Napoleón  ;  pero 
tan  pronto  como  se  trataba  de  sacar  partido  de  la  ruina 
de  la  madre  patria  en  provecho  de  la  libertad  chilena 
las  opiniones  se  manifestaban  opuestas  y  obstinadas' 
Unos,  encojidos  y  temerosos  de  perder  lo  que  tenían' 
temblaban  al  pensar  en  las  consecuencias  del  rechazo 
de  una  invasión  ;  otros,  que  resistían  aun  á  toda  idea 
de  reforma  social ,  condenaban  con  rigor  los  principios 
turbulentos  de  las  facciones,  cuyo  fin  principal,  según 
ellos  creían,  era  aprovecharse  de  las  acciones  revolu- 
cionarias de  las  masas  para  satisfacer  sus  propias  pa- 
siones. 


Sk 


HISTORIA    DE    CHILE. 


Entre  los  que  daban  este  parecer,  se  hallaba  don 
José  María  Villareal,  abogado  de  mérito,  pero  cuyo 
carácter  vengativo  le  impelió  á  la  bajeza  de  hablar  al 
presidente  del  hecho  de  aquellas  reun'ones,  delatándole 
Ovalle  como  autor  de  las  proposiciones  las  mas  peligrosas 
contra  la  monarquía  Española.  Las  órdenes  que  habia 
recibido  Carrasco  de  proceder  contra  los  llamados  per- 
turbadores del  orden  público  eran  demasiado  rigoro- 
sas y  terminantes  para  desentenderse  de  ellas,  ó,  por 
mejor  decir,  para  no  fundar  en  ellas  la  determinación 
que  iba  á  tomar  contra  aquel  personaje ,  en  despecho 
de  su  distinción  y  de  su  título  de  procurador  de  la  ciu- 
dad; y  tanto  mas  cuanto  la  revolución  hacia  rápidos 
progresos.  En  aquel  estado  de  cosas  era  de  absoluta 
necesidad  el  obrar,  para  lo  cual  se  presentaban  dos  me- 
dios, uno  de  conciliación  ,  y  otro  de  violencia,  y  este 
último  fué  el  que  le  aconsejaron  la  mayor  parte  de  los 
afiliados,  opinando  por  el  arresto  del  procurador,  opi- 
nión que  Carrasco  adoptó  con  su  acostumbrada  impru- 
dencia. Sinembargo ,  para  dar  á  su  resolución  un  sem- 
blante de  legalidad,  envió  al  escribano  de  cámara  don 
Francisco  Menesés  á  Rancagua  para  pedir  informes  á 
Yalenzuela,  que  también  habia  oido  las  palabras  sedi- 
ciosas de  que  se  trataba.  Con  el  escribano  de  cámara 
iba  el  joven  Centeno,  con  orden  de  pasar  por  los  baños 
mismos  de  Cauquenes ,  en  caso  necesario. 

Bien  que  los  informes  que  estos  dos  enviados  tomaron 
fuesen  de  poca  importancia,  el  gobernador  los  halló 
muy  suficientes  para  llevar  adelante  su  determinación  ,  y 
Ovalle  fué  arrestado,  al  mismo  tiempo  que  algunos  em- 
pleados de  la  policía  iban  á  visitar  los  papeles  de  ciertos 
patriotas,  de  cuyos  papeles  resultó  también  el  arresto 


.- 


CAPITULO    V. 


85 


de  don   José  Antonio  Rojas  (1)  y  de  don  Bernardo 
Vera. 

Este  monstruoso  atentado  se  ejecutó  el  25  de  mayo 
de  1810,  por  la  noche,  y  sus  inocentes  víctimas  no 
tuvieron  ni  el  tiempo  necesario  para  arreglar  sus  asun- 
tos, pues  una  orden  á  rajatabla  prescribía  al  sarjento 
mayor  don  Juan  de  Dios  Vial  los  condujese  con  sus 
doce  dragones  á  Valparaíso,  en  cuyo  puerto  fueron 
entregados,  tan  pronto  como  llegaron,  á  bordo  de  la 
fragata  Astrea.  Al  cabo  de  algunos  dias,  fué  el  oidor 
don  Félix  Basso  á  tomarles  declaración,  y,  desde  luego, 
pudieron  saltar  en  tierra  é  ir  á  alojarse  en  casas  de 
amigos  que  tenían  allí  y  que  se  presentaron  al  punto  para 
salir  por  fiadores  de  ellos. 

Bien  que  ya  lo  hayamos  dicho ,  lo  volvemos  á  decir  : 
la  suerte  de  las  sociedades  depende,  esencialmente,  de 
una  ley  de  necesidad,  instituida  por  la  providencia,  y 
en  virtud  de  la  cual  el  espíritu  humano  hace  progresos 
reales  y  verdaderos ,  constantes  y  universales.  La  fuerza 
que  quiere  oponerse  á  estos  progresos,  lejos  de  dete- 
nerlos, les  da  impulso;  pero,  desgraciadamente,  los 
medios  violentos  y  estremados,  al  producir  este  resul- 
tado,  irritan  la  llaga  de  que  jime  la  sociedad,  y  esto 
fué  precisamente  lo  que  le  sucedió  al  partido  realista , 
cuando  se  supo  el  arresto  de  aquellos  tres  honrados 
patriotas.  Sumamente  irritado  de  aquel  acto  de  rigor, 

(1)  Don  José  Antonio  Rojas  no  era  un  sujeto  de  mucha  instrucción  ,  pero  su- 
mamente curioso.  Al  tiempo  de  la  revolución  de  los  Estados  Unidos  se  hallaba 
en  España,  y,  en  las  peripecias  de  aquella  lucha,  se  habia  imbuido  de  ideas  de 
libertad,  que  qucria  introducir  en  Chile,  á  pesar  de  las  amonestaciones  del 
presidente,  que  tenia  órdenes  de  la  corte  para  vijilar  su  conducta  y  rcjistrar 
los  muchos  libros,  demasiado  liberales,  que  tenia.  Rojas  comunicó  sus  ideas  de 
libertad  á  muchos  jóvenes ,  y,  entre  ellos,  al  doctor  Vera ,  que  le  hacia  fre- 
cuentes visitas.  Gaspar  Marín. 


86 


HISTORIA   DE   CHILE. 


í 


el  pueblo  de  Santiago  se  puso  en  un  estado  de  eferves- 
cencia en  que  no  se  le  había  visto  nunca ,  y  corrió  en 
tumulto  al  ayuntamiento  á  pedirle  su  intercesión  para 
que  fuese  revocada  aquella  irritante,  injusta  orden. 
Pero  aun  no  habia  llegado  el  caso  de  obrar  de  un  modo 
decisivo ;  la  prudencia  aconsejaba  el  que  no  se  intentase 
nada  á  la  ventura  y  que  se  aguardase  el  momento  en 
que  la  revolución  llegase  por  sus  pasos  contados  á  sus 
fines.  Este  era,  en  efecto,  el  mejor  medio  de  que  no  se 
derramase  sangre,  que  podría  no  producir  mas  que  sen- 
timiento tardío  y  lágrimas,  como  sucede  tan  á  menudo 
en  combates  políticos. 

La  ausencia  de  Ovalle  dejaba  un  vacío  en  el  ayunta- 
miento que  causaba  á  la  administración  cierto  emba- 
razo ,  al  cual  Carrasco  quiso  remediar  pasando  un  oficio 
á  sus  miembros  para  rogarles  se  sirviesen  elejir  una 
persona  de  celo  y  probidad  que  llenase  el  puesto  de 
procurador  de  la  ciudad.  Así  se  hizo  y  la  elección  recayó 
en  don  Gregorio  Argomedo,  con  mucho  descontento 
del  gobernador,  y  de  todos  los  realistas,  que  veian  en 
dicho  nombramiento  una  venganza  de  los  liberales,  y 
un  formidable  enemigo  de  mas ;  porque  Argomedo  era 
uno  de  los  Chilenos  patriotas  mas  fanáticos  y  exaltados. 
Era  un  hombre  arrojado  y  de  mucho  talento,  un  verda- 
dero tribuno  capaz  de  vengar  á  la  patria  de  la  afrenta 
que  acababa  de  recibir  con  el  atropellamiento  de  sus 
tres  defensores.  Honrado,  siendo  aun  muy  joven,  con 
un  puesto  en  el  ayuntamiento ;  dotado  de  una  grande 
elocuencia ,  que  su  aire  grave  y  elevado  y  su  voz  sonora 
y  flexible  realzaban,  mostró,  desde  un  principio,  mucha 
decisión  en  llenar  su  papel ,  que  se  anunciaba  esencial- 
mente popular.  Pero  penetrado  de  sus  deberes,  y  que- 


CAPITULO    V. 

riendo  dar  á  todas  sus  acciones  un  carácter  uniforme 
de  justicia,  voluntad  y  firmeza,  creyó  conveniente  el 
aguardar  por  una  ocasión  favorable  para  interpelar  al 
presidente  sobre  las  causas  del  hecho  que  había  conmo- 
vido las  espíritus. 

Mientras  el  poder  real  hacia  inútiles  esfuerzos  en 
Chile  para  desasirse  de  otra  potencia  invisible,  pero 
real  y  verdadera ,  que  lo  arrastraba  á  su  pérdida ,  el 
mismo  poder  sucumbía,  en  Buenos-Aires,  á  los  tremendos 
golpes  que  le  daban  algunos  bizarros  patriotas,  bastante 
resueltos  para  levantar  el  estandante  de  la  insurrección, 
y  tan  audaces,  que  quitaron  toda  esperanza  de  poder 
resistirles.  Ya  el  virey  Cisneros  había  depositado  su 
autoridad  y  el  mando  en  una  junta,  reduciéndose  al 
nombre  sencillo  de  simple  ciudadano,  el  dia  25  de 
mayo,  el  mismo  dia,  justamente,  en  que  el  hado  de 
Carrasco  le  daba  el  último  golpe. 

Un  mes  después,  esta  noticia  salvaba  las  cumbres 
heladas  de  las  Cordilleras,  y  penetraba  en  Chile  con 
pasos  atentados,  temerosa  y  desconfiada,  como  una 
descubierta  que  se  aventura  demasiado.  El  encargado 
de  llevarla  allí  fué  don  Gregorio  Gómez,  el  cual,  pare- 
ciendo sospechoso  al  resguardo  de  la  Cordillera,  fué 
arrestado,  y  enviado  con  buena  escolta  á  Santiago,  en 
donde  Carrasco  lo  mandó  encerrar  en  la  caserna  de 
San  Pablo.  Sin  embargo,  pasados  algunos  días,  pudo  ir 
á  vivir  en  casa  de  un  realista  para  el  cual  llevaba  cartas 
de  recomendación ;  de  suerte  que  noobstante  estuviese 
privado  de  una  entera  libertad ,  aun  pudo  comunicar  con 
algunos  liberales,  en  el  mayor  secreto,  declarándoles 
reservadamente  que  era  portador  de  un  escrito  del  jene- 
ral   Belgrano   para  don  Juan   Martínez   Rosas.  Aquel 


88 


HISTORIA    DE    CHILE. 


escrito,  que  se  había  escapado  milagrosamente  de  manos 
de  los  del  resguardo,  fué  inmediatamente  remitido  á  don 
Juan  Rosas,  que  se  hallaba  en  Concepción,  afín  de  que 
sirviese ,  como  en  efecto  sirvió ,  á  preparar  aquel  la  pro- 
vincia para  sostener  la  lucha.  En  cuanto  á  Gómez ,  se 
quedó  en  Santiago,  instruyendo  á  los  denodados  patriotas 
de  esta  capital  de  los  acontecimientos  de  Buenos-Aires 
al  tiempo  de  la  deposición  de  Cisneros. 


.- 


CAPITULO  VI. 


Carrasco  procura  ocultar  la  noticia  de  la  revolución  de  Buenos-Aires.— Asunto 
de  Ovalle,  Rosas  y  Vera.— Los  dos  primeros  son  embarcados  para  el  Perú  , 
y  el  último  queda  en  Valparaíso,  enfermo.—  Ruido  que  esta  noticia  ocasiona 
en  Sanliago.— El  ayuntamiento  toma  partido  por  los  desterrados  y  envía  una 
diputación  á  Carrasco. —  La  real  Audiencia  se  junta  al  cabildo  para  pedir  una 
contraorden  de  desembarco.  —Carrasco  se  presenta  en  la  real  Audiencia. — 
Mala  acojida  que  recibe.  —  Adiere  á  la  voluntad  del  pueblo,  y,  á  petición  de 
Argomedo,  quita  el  empleo  á  sus  amigos  y  empleados  ,  Campo,  Meneses  y 
Tadeo  Reyes. 


Carrasco  sabia ,  desde  el  2!i  de  junio ,  la  revolución 
de  Buenos- Aires,  pero  habia  creído  oportuno  ocultar  la 
notic'a,  bien  que  ya  se  susurrase  en  la  ciudad.  El  in- 
terés que  tenia  en  ocultar  aquellas  noticias  era  tanto 
mayor,  cuanto  en  los  mismos  pliegos  habia  recibido 
comunicación  de  la  firmeza  con  que  el  gobernador  de 
Córdoba,  Concha,  habia  sostenido  los  intereses  de  la 
monarquía  contra  la  injusticia  y  la  ambición  de  los  fac- 
ciosos. Dos  personajes  de  la  mayor  influencia  le  apoya- 
ban en  su  temeraria  empresa,  el  obispo  Oreliana,  que 
representaba  el  poder  real,  y  Santiago  Liniers,  que 
gozaba  aun  del  prestijio  que  le  habían  dado  sus  victorias 
sobre  los  Ingleses. 

Esta  última  noticia  habia  infundido  algunos  ánimos  á 
los  realistas  de  Santiago,  los  cuales  volvían  los  ojos  con 
alguna  esperanza  hacia  aquella  coalición  ,  que  parecía 
querer  reconquistar  el  poder  perdido,  y  aun  algunos 
aconsejaron  con  calor  á  Carrasco  diese  al  público  las 
proclamas  contenidas  en  los  citados  pliegos,  así  como 
también  las  que  acababa  de  recibir  del  embajador  del 


90 


HISTORIA   DE    CHILE. 


Brasil.  Era,  en  verdad,  un  medio  muy  inocente  de  con- 
trapesar en  la  opinión  la  noticia  de  la  caida  de  Cisne- 
ros,  de  cortar  al  mismo  tiempo  el  contajio  de  las  ideas 
revolucionarias,  ya  prontas  á  introducirse  en  todas  las 
clases  de  la  sociedad ,  y  á  reducir  casi  á  la  nada  la 
autoridad  y  el  prestijio  de  los  leales  representantes  de  la 
monarquía  española.  Pero  para  eso  habría  sido  nece- 
sario que  Carrasco  se  pusiese  de  acuerdo  con  la  real 
audiencia,  y  tenia  demasiado  puntillo  para  someterse  á 
semejante  condescendencia.  En  lugar  de  esto,  prefirió 
perseverar  en  su  mala  política  y  oponer  el  disimulo  y  la 
astucia  á  las  incesantes  pretensiones  de  sus  enemigos, 
cuyo  número  crecía,  y  cuya  actividad  se  desplegaba 
cada  dia  mas. 

Justamente,  en  aquella  coyuntura,  las  cabezas  no 
soñaban  mas  que  con  una  idea  de  justicia,  y  veian  con 
despecho  eternizarse  la  detención  de  los  tres  infelices 
presos  en  Valparaíso,  pidiendo  con  instancias  su  re- 
greso á  la  capital.  Sobre  este  objeto,  el  gobernador 
recibió  muchísimas  peticiones  por  conducto  del  cabildo, 
en  las  cuales  se  le  daban  alabanzas  y,  para  ablandar 
su  corazón ,  se  le  trazaba  un  cuadro  de  los  males  físicos 
y  morales  que  aquellos  tres  sujetos  de  distinción  habían 
tenido  que  sufrir.  Al  mismo  tiempo ,  los  principales  ha- 
bitantes se  ofrecían  por  fiadores  de  ellos  y  de  su  con- 
ducta para  en  adelante,  y  aun  se  adelantaban  hasta 
prometer  la  pacificación  de  la  ciudad.  Como  procurador 
de  esta,  se  encargó  de  presentar  la  petición  Don  Gre- 
gorio Argomado,  y  lo  cumplió  con  mucho  tino,  y  con 
un  tono  de  afabilidad  que  contrastaba  con  su  carácter 
austero  é  impetuoso.  Sus  palabras  respetuosas  habían 
ya  casi  rendido  al  presidente ;  pero  la  mansión  de  los 


■ 


CAPITULO   VI. 

tres  celosos  apóstoles  de  la  revolución  en  Santiago  le 
parecía  tan  peligrosa,  sobretodo  después  que  la  opinión 
pública  se  había  manifestado  tan  á  las  claras  en  favor 
de  ellos,  que  se  vio  obligado  á  disimular  sus  verdaderas 
intenciones,  y  á  emplear  una  superchería,  solo  recurso 
que  parecía  conveniente  á  la  debilidad  de  su  carácter, 
y  á  la  decadencia  de  su  poder.  Por  esta  razón ,  sin  duda 
alguna,  se  contentó  con  dar  una  respuesta  insidiosa, 
prometiendo,  bajo  su  palabra,  que  muy  pronto  aquellos 
tres  ilustres  ciudadanos  volverían  al  seno  de  sus  fami- 
lias, por  un  lado,  y  dando  orden,  por  otro,  á  Valparaíso, 
para  que  aquel  gobernador  los  trasportase  á  bordo  de 
la  nave  que  iba  á  dar  la  vela  para  Lima. 

Apenas  hubo  recibido  el  oficio  del  gobernador  del  reino 
con  esta  ultima  orden ,  el  de  Valparaíso  envió  á  llamar  á 
Ovalle,  llosas  y  Vera,  y  se  la  comunicó,  advirtiéndoles 
que  hiciesen  inmediatamente  sus  preparativos  para  apro- 
vecharse del  pequeño  buque  mercante  la  Mionlina,  que 
estaba  aparejando  para  salir  dentro  de  algunas  horas 
del  puerto.  Al  oir  una  orden  tan  cruel,  aquellos  infelices 
ancianos  quedaron  consternados,  sintiéndose  ya  aflijidos 
por  su  edad,  sus  achaques  y  males  que  habían  pade- 
cido. Sinembargo,  esperando  aun  enternecer  al  gober- 
nador, le  pidieron  con  candor  les  concediese  algunos 
días  para  implorar  la  compasión  del  presidente,  afín  de 
obtener  de  él,  por  lo  menos,  los  dejase  allí  hasta  la 
entrada  del  verano,  época  en  que  no  había  borrascas  que 
correr  en  el  mar.  Algunas  personas,  atraídas  allí  por 
el  ruido  de  su  marcha,  y  presentes  á  esta  escena,  pro- 
curaban interceder  por  ellos  con  todo  el  influjo  que 
tenían ;  pero  la  orden  era  terminante  y  el  gobernador 
teniaque  darle  cumplimiento. 


92 


HISTORIA    DE    CHILE. 


Convencidas,  desde  luego,  aquellas  personas  de  que 
dicha  orden  habia  sido  dictada  por  una  pasión  de  en- 
cono, y  que  seria  inútil  insistir,  despacharon  un  propio 
á  Santiago  dando  parte  de  un  acto  tan  injusto  y  tan 
arbitrario.  Las  infelices  víctimas  de  él  no  tuvieron  tiempo 
para  saber  el  resultado,  pues  aquel  mismo  día  tuvieron 
que  embarcarse  para  Lima,  dejando  su  patria,  su  fami- 
lia é  intereses,  y  angustiados  por  un  triste  presenti- 
miento, muy  natural  en  un  septuagenario,  al  emprender 
tan  largo  viaje  y  en  tales  circunstancias.  Uno  de  ellos, 
Don  Bernardo  Vera,  se  quedó  en  Valparaíso,  enfermo, 
con  certificado  del  doctor  Zapata,  y,  jeneralmente,  se 
ha  creído  que  habia  sido  un  pretesto  para  evitar  el  des- 
tierro y,  sobretodo,  el  resentimiento  del  virey  Abascal, 
que,  muchas  veces,  habia  ridiculizado,  y  que  lo  con- 
sideraba como  uno  de  los  mas  peligrosos  patriotas  de 
Chile. 

La  noticia  de  aquella  tropelía  llegó  á  Santiago  el  11 
de  julio  á  las  seis  de  la  mañana,  y  se  esparció  como  una 
centella  eléctrica  por  toda  la  ciudad,  llenando  de  estu- 
por á  todos  los  habitantes,  y,  como  sucede  siempre  en 
semejantes  casos,  el  pueblo  se  amontonó  en  tumulto  en 
la  plaza  mayor  para  saber  los  pormenores  de  aquel 
desgraciado  suceso.  Al  principio,  sinembargo,  habia 
moderación ;  pero  muy  luego  se  exaltaron  las  cabezas, 
discutiendo,  y  concluyeron  con  un  rapto  furioso.  Em- 
pezaron algunos  gritos  con  amenazas,  que  fueron  repe- 
tidos por  la  masa  del  pueblo,  que  pedia  cabildo  abierto 
con  la  unanimidad  que  demuestra  la  existencia  de  un 
resintimiento  universal  y  que  se  presenta  inaccesible  á 
negativas  bajo  ningún  pretesto.  Es  verdad  que  el  Ayun- 
tamiento mismo  tenia  sumo  interés  en  que  el  pueblo 


CAPÍTULO    VI. 


93 


participase  de  sus  propios  sentimientos ,  afín  de  poder 
organizar  y  dirijir  sus  acciones  y  operar  una  revolución 
sin  sangre  ni  convulsiones. 

Con  este  pensamiento,  el  cabildo  oyó  sus  quejas  y  se 
puso  á  su  disposición.  Se  discutió  con  claridad  y  sin  dis- 
cursos difusos,  es  decir,  neta  y  claramente.  Se  hizo  una 
protesta  firme  y  digna  contra  la  injusticia  de  Carrasco, 
y  contra  su  odioso  maquiavelismo ,  decidiendo  que  una 
diputación  del  cabildo  se  presentase  inmediatamente  á  él 
para  pedirle,  en  nombre  del  pueblo,  una  orden  de  des- 
embarco, y  libertad.  Eizaguirre  y  Argomedo  fueron  á 
llenar  esta  misión  con  el  mas  profundo  convencimiento 
deque  era  la  cosa  mas  justa,  mas  prudente  y  nece- 
saria para  la  tranquilidad  de  la  ciudad,  ya  muy  com- 
prometida. 

Advertido  de  este  paso  que  iba  á  dar  el  cabildo,  Car- 
rasco habia  reunido  algunos  partidarios  en  su  gabinete 
para  que  presenciasen  su  temeraria  firmeza.  En  efecto, 
recibió  la  diputación  con  una  desdeñosa  frialdad,  que 
impone  siempre  un  poco  á  los  que  van  á  pedir  justicia; 
pero  en  aquel  corto  silencio  Argomedo  tuvo  tiempo  de 
reflexionar,  y,  tomando  la  palabra,  empezó  manifestán- 
dole la  sorpresa  que  habia  causado  su  falta  de  palabra  ; 
continuó  echándole  en  cara  su  doblez,  su  injusticia 
y  la  increible  irreflexión  con  que  administraba,  y  con- 
cluyó pidiéndole  una  orden  que  revocase  la  que  habia 
dado,  con  advertencia  deque  el  negársela  podría  serle 
fatal ,  en  atención  á  la  efervescencia  que  se  manifestaba 
ya  con  síntomas  alarmantes  de  un  verdadero  alza- 
miento. 

Los  caracteres  débiles  y,  sobretodo,  de  poca  reflexión, 
tienen  muchas  veces  arranques  desesperados.  Cierta- 


I 


94 


HISTORIA    DE    CHILE. 


mente ,  Carrasco  no  era  inhumano ;  pero  ,  en  sus  actos, 
se  dejaba  llevar  de  una  falsa  conciencia ,  que  le  imponía 
una  conducta  sistemática,  contraria  á  la  justicia,  y  que 
le  hacia  sostener,  á  todo  trance,  los  derechos  de  un 
poder  que  se  caia  de  vetusted  y  de  oprobio.  Gomo  pri- 
mer majistrado  tenia  derecho  al  respeto  de  todos,  res- 
peto que  ya  ciertas  autoridades  subalternas  empezaban  á 
rehusarle,  y  ya  se  veia  abandonado  de  la  real  audiencia, 
siempre  pronta  á  adoptar  una  neutralidad  insultante 
para  su  honor,  y  peligrosa  para  su  gobierno.  Todo  esto, 
junto  con  el  aislamiento  en  que  se  hallaba  de  todo  apoyo, 
y  con  los  progresos  de  la  revolución ,  le  llenaba  de  dis- 
gusto y  de  melancolía,  y  no  era  muy  estraño  que  vién- 
dose humillado  por  el  tono  altanero  y  casi  imperioso 
de  la  diputación,  respondiese  con  otro  desdeñoso  y 
lleno  de  resentimiento.  Obrando  así,  pensaba  vengarse 
de  aquella  afrenta;  pero  obraba  impolíticamente,  en 
vista  de  la  fermentación  que  había  por  toda  la  ciu- 
dad, cuyo  pueblo  se  entregaba  al  tumulto  porque  tenia 
la  conciencia  de  su  derecho ,  y  no  podia  impedirse  de 
perseverar  en  su  demanda. 

Así  sucedió  que  tan  pronto  como  se  supo  el  mal  re- 
sultado de  la  diputación  ,  muchos  quisieron  ir  ellos  mis- 
mismos,  en  persona,  á  palacio  para  pedir  justicia,  y 
fué  preciso  todo  el  talento  del  procurador  para  oponerse 
á  ello,  prometiéndoles  que  seiba  á  acudir  á  la  real  au- 
diencia, como,  en  efecto,  lo  ejecutaron  los  alcaldes  y  el 
procurador,  yendo  á  esponer  á  aquel  supremo  tribunal 
las  respuestas  insultantes  que  les  había  dado  el  presi- 
dente, y  la  necesidad  de  que  se  presentase  para  discutir 
un  asunto  tan  interesante  para  la  tranquilidad  pública, 
y  para  particular  de  los  habitantes. 


CAPITULO    VI. 

En  cualquier  otra  circunstancia,  la  real  audiencia 
había  desoído  los  clamores  del  pueblo,  siempre  exaje- 
rado  en  sus  demandas,  y,  muchas  veces,  injusto  en  sus 
pretensiones;  porque,  como  magistrados,  querían  sos- 
tener el  dogma  de  obediencia  pasiva  á  las  autoridades, 
afín  de  conservar  su  propio  prestijio ,  que  no  podría 
menos  de  menoscabarse  con  semejantes  concesiones; 
pero  desde  algún  tiempo  á  aquella  parte ,  se  hallaban 
bajo  el  influjo  de  ideas  revolucionarias ,  y  veian  que  la 
máquina  se  desquiciaba,  en  vista  de  lo  cual  muchas 
veces  habían  pensado  poner  remedio  al  mal ,  persua- 
diendo al  presidente  cuan  meritorio  le  seria  el  dejar  un 
puesto  en  donde  ya  no  le  era  posible  mantenerse  con 
decoro.  Por  esta  razón ,  las  proposiciones  del  cabildo , 
en  aquella  sazón ,  tenían  dos  ventajas  :  la  de  lisonjear 
la  vanidad  del  tribunal ,  y  la  de  favorecer  sus  propios 
proyectos,  los  cuales  eran  muy  propios  á  humillar  al 
mismo  presidente,  motivo  por  el  que  la  real  audiencia 
dio  buena  acojida  á  la  demanda,  y  nombró  inmediata- 
mente al  oidor  Irigoyen  para  ir  á  ejecutarla,  acompa- 
ñado del  escribano  de  cámara,  afín  de  darle  un  carácter 
mas  legal. 

Fundándose  en  la  etiqueta  que  le  imponía  su  superio- 
ridad, Carrasco  se  negó,  al  principio,  á  suscribir  á 
aquel  acto  de  humillación;  pero  reflexionando  en  los  in- 
convenientes que  podría  tener  su  resistencia,  se  resolvió, 
y  tuvo  que  soportar  los  gritos  de  mofa  de  una  multitud 
reunida  en  el  primer  zaguán  de  la  cárcel  sobre  la  que 
daban  algunas  ventanas  de  la  audiencia. 

Luego  que  el  rejente  Ballesteros  hubo  espuesto  los 
motivos  de  aquella  reunión,  el  procurador  Argomedo 
renovó,  en  presencia  de  todos  los  oidores,  las  razones 


3 


96 


HISTORIA    DE    CHILE. 


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ya  dichas  anteriormente  á  Carrasco ,  y  exijió  una  orden 
perentoria  para  el  regreso  á  Santiago  de  las  tres  víctimas 
atropelladas,  añadiendo,  después  de  haber  dado  una 
mirada  á  Eyzaguirre,  que  nadie  saldría  de  la  sala  hasta 
que  dicha  orden  fuese  debidamente  firmada  y  legalizada. 
Mientras  habló  el  representante  del  pueblo,  hubo  un  pro- 
fundo silencio  en  el  zaguán  ;  pero  apenas  se  hubo  oído  su 
conclusión,  estalló  una  aclamación  unánime  pidiendo  la 
libertad  de  los  ilustres  Chilenos,  y  aun  algunos  se  propa- 
saron á  pedir  la  deposición  del  presidente ,  que  en  aquel 
instante  se  hallaba  exaltado  por  el  resentimiento  ,  y  por 
las  últimas  palabras  de  Argomedo,  las  cuales  le  habían, 
por  decirlo  así,  embriagado  de  pasión  y  de  orgullo  ,  de- 
jándolo incapaz  de  ningún  jénero  de  temor.  Sintiéndose, 
pues,  herido  en  tal  manera,  y  contando  con  la  poca 
tropa  que  tenia  en  la  plaza,  preguntó,  á  su  vez,  y  en 
tono  amenazador,  si  estaban  ellos  mismos  seguros  de 
salir  de  la  sala  ?  Fanfarronada  á  la  cual  respondió  Ar- 
gomedo diciendo  que  cuatro  mil  personas  se  hallaban 
reunidas  en  la  plaza ,  prontas  á  apoyar  su  demanda.  Esta 
respuesta  hizo  callar  al  presidente,  cuyo  carácter  era 
demasiado  débil  para  perseverar  en  el  arranque  que  le 
habia  sujerido  su  despecho.  Es  verdad  que ,  al  mismo 
tiempo,  sus  amigos  le  daban  aviso  de  que  los  oficiales, 
sobre  los  cuales  contaba,  fraternizaban  con  el  pueblo  y 
le  manifestaban  sus  disposiciones  amicales. 

El  éxito  de  la  diputación  en  la  real  audiencia ,  y  el 
pronunciamento  arrogante  de  la  multitud,  habían  entu- 
siasmado á  Argomedo  en  términos,  que  no  se  contentó 
con  pedir  el  regreso  de  los  desterrados,  sino  que  también 
pidió  la  destitución  de  tres  empleados  mayores,  que 
eran  :  Campo,  Menesés  y  Tadeo  Reyes,  como  principa- 


CAPÍTULO    VI. 


97 


les  consejeros  de  Carrasco.  Los  dos  primeros  habian 
aceptado  su  nombramiento  á  consecuencia  de  una  desti- 
tución brutal  y  caprichosa ,  y  se  hacían  muy  bien  cargo 
de  que,  á  pesar  de  su  talento  y  habilidad,  una  reacción, 
que  no  podia  tardar  mucho,  se  lo  quitaría;  pero  el  úl- 
timo contaba  mas  de  veinte  años  de  servicio  en  la  admi- 
nistración principal,  y  siempre  se  había  distinguido  por 
su  talento  y  exactitud.  Ya  había  sido ,  aun  muy  joven, 
secretario  de  O'Higgins ,  y  le  había  acompañado  en  las 
muchas  visitas  que  aquel  ilustre  presidente  había  hecho 
por  toda  la  república.  En  la  parte  del  Sur  habia  asis- 
tido al  parlamento  de  Negrete ,  cuyo  historiador  habia 
sido  también  (1).  Por  el  Norte,  habia  contribuido  efi- 
cazmente al  fomento  de  las  ciudades  de  Illapel ,  Coquim- 
bo ,  Copiapo  y  otras ,  y  al  aumento  de  escuelas ,  que 
consideraba,  con  mucha  razón,  como  principales  ele- 
mentos de  civilización.  Los  sucesores  de  O'Higgins  lo 
habian  considerado  como  igual  á  un  asesor ;  lo  admitían 
en  sus  consejos  y  reuniones,  y  seguían  su  opinión  ,  de 
preferencia  á  otras ,  en  las  cuestiones  mas  delicadas,  por- 
que hallaban  en  ella  la  fuerza  y  el  convencimiento  de 
buen  raciocinio.  Su  mérito,  como  empleado,  no  era  me- 
nos brillante.  Su  jenio  era  laborioso ,  y  no  se  contentaba 
con  desempeñar  puramente  sus  deberes,  sino  que  tam- 
bién pasaba  las  noches  en  escribir  sobre  los  diferentes 
ramos  de  la  administración.  Los  documentos  que  aun 
existen  en  manos  de  su  digno  hijo,  don  Pedro  Reyes, 
bastarían  para  dar  una  alta  idea  de  su  talento  y  capaci- 
dad de  previsión ,  si  los  archivos  del  gobierno ,  hasta 


(1)  En  nuestro  alias  se  halla  este  parlamento ,  que  he  dibujado  segim  un 
plano  que  él  mismo  habia  levantado,  y  que  obra  en  poder  de  su  digno  hijo, 
don  Pedro  Reyes. 

V.  Historia.  7 


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98 


HISTORIA    DE    CHILE. 


entonces  en  bastante  confusión,  y  desparramados,  no 
los  confirmasen  por  el  buen  orden  en  que  los  ha  puesto. 
Todos  los  que  han  tenido  ocasión  de  recorrerlos  no  cesan 
de  admirar  la  paciencia  y  el  saber  del  que  los  ha  dispuesto 
de  un  modo  tan  bien  arreglado.  Mas,  con  todos  estos  bellos 
antecedentes ,  aquel  mismo  sujeto  estaba  tildado  como 
peligroso  para  el  país:  porque,  siendo  un  realista  jui- 
cioso, recto  y  convencido,  y  hallándose  dotado  de  sen- 
timientos vivos  de  relijion  ,  consideraba  bajo  un  aspecto 
fatal  toda  inovacion  que  dimanase  de  los  principios  que 
habían  sumerjido  la  Francia  en  una  horrible  anarquía, 
desterrando  de  ella  sus  dogmas  relijiosos,  y  contami- 
nando hasta  las  antiguas  instituciones  de  la  mayor  parte 
de  Europa ,  cuyos  estreñios  se  hallaban  aun ,  en  aquel 
mismo  tiempo ,  ensangrentadas  por  las  espantosas  guer- 
ras producidas  por  dichos  principios. 

La  nueva  demanda  del  procurador  ponia  á  Carrasco 
en  el  mayor  embarazo  ,  no  tanto  por  la  contra  orden  pe- 
dida para  el  regreso  de  los  desterrados,  puesto  .que  tenia 
motivos  para  pensar  que  el  barco  que  los  llevaba  cin- 
glaba ya  á  Lima,  sino  por  lo  penoso  que  le  era  el  quitar 
el  empleo  á  sus  tres  amigos ,  y  tanto  mas  cuanto  eran  las 
solas  personas  que  le  quedaban  afectas  á  su  gobierno,  y 
sobre  las  cuales  pudiese  aun  contar.  Persuadido  de  que  la 
real  audiencia  no  cometería  la  imprudencia  de  rehusarle 
su  apoyo  en  circunstancias  tan  críticas  para  la  monar- 
quía, pidió  permiso  para  entrar  en  consejo  con  ella; 
pero  la  deliberación  ruló  en  un  sentido  favorable  al 
pueblo.  Los  oidores  le  aconsejaron  se  rindiese  á  sus  ins- 
tancias, añadiendo  que  en  ello  no  haría  prueba  de  jene- 
rosidad,  sino  mas  bien  un  acto  de  necesidad,  en  atención 
á  la  fermentación  de  las  cabezas ,  y  á  la  poca  confianza 


■ 


CAPÍTULO    VI. 


99 


que  podían  inspirarle  sus  tropas,  las  cuales  parecían 
unidas  con  el  pueblo,  como  verdaderos  hermanos. 

En  consecuencia,  Carrasco  se  decidió  á  formar  las 
deposiciones  del  asesor  interino,  don  Juan  José  Campos 
del  escribano,    sustituto   de  cámara,    don    Francisco 
Menesés,  y,  con  mucho  mayor  sentimiento ,  la  del  secre- 
tario don  Juan  Tadeo  Reyes ,  lo  cual  fué  considerado  por 
la  jeneralidad  de  los  habitantes  como  una  de  las  mayores 
injusticias.  Pero  ya  se  sabe  que  las  revoluciones  son  un 
verdadero  océano  de  bonanzas  y  tempestades,  alterna- 
tivamente, y  que  en  medio  de  rasgos  heroicos  se  pre- 
sentan manchadas  con  acciones  indignas,  y  aun  también 
criminales,  como  si  la  Providencia  hubiese  dispuesto  que 
nada  fuese  perfecto  en  este  mundo  mísero  y  orgulloso. 
Finalmente,  por  colmo  de  humillación  y  de  vergüenza 
para  el  presidente,  el  supremo  tribunal  le  quitó  estos 
tres  empleados,  y  puso  á  su  lado  al  oidor  decano  don 
José  Santiago  Concha  ,    sn  cuyo  consentimiento  era 
condición  espresa  no  se  tomase  determinación  alguna. 

El  cabildo  recibió,  á  la  una  y  media,  el  decreto  que 
devolvía  la  libertad  á  los  ilustres  prisioneros,  con  estre- 
pitosas aclamaciones  del  populacho,  que,  ya  mucho 
mas  numeroso  y  ajitado,  esperaba  nada  menos  que  la 
caída  del  presidente.  El  alférez  real  don  Pedro  Larrain  se 
ofreció  para  ser  portador  de  la  voluntad  del  pueblo,  y 
salió ,  acompañado  de  doce  personas  de  la  mayor  distin- 
ción ,  con  el  decreto  para  Valparaíso ,  á  donde  le  habían 
precedido  otras  muchas  que  habían  marchado  apresura- 
damente por  la  mañana,  con  el  fin  de  llegar  á  tiempo 
para  impedir  la  salida  del  trasporte  que  los  llevaba, 
si,  por  ventura,  se  hallaba  aun  en  el  puerto. 

Por  desgracia,  llegaron  demasiado  tarde.  El  Mioniino 


Ém 


100 


HISTORIA    DE    CHILE. 


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km- 

te-.;';. 


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había  dado  la  vela  al  viento  el  dia  anterior,  y,  por  mayor 
desgracia,  no  había  quedado  un  solo  barco  en  el  puerto 
para  correrle  en  pos ,  y  entregarle  los  pliegos  de  Car- 
rasco para  el  virey  del  Perú ,  con  la  orden  de  la  libertad 
de  los  presos  infelices  que  llevaba. 

En  vista  de  este  contratiempo ,  Larrain  puso  inmedia- 
tamente en  conocimiento  de  sus  familias  aquel  suceso, 
y  aun  les  remitió  los  mismos  pliegos,  con  lo  cual  la 
mujer  de  uno  de  ellos,  doña  Mercedes  Salas  de  Rojas, 
tuvo  la  valiente  resolución  de  enviarlo  por  tierra  con  un 
propio ,  á  espensa  suya ,  pías  expensas ,  propio  ó  correo 
que  anduvo,  en  un  mes,  mías  de  seiscientas  leguas,  atra- 
vesando el  inmenso,  árido  desierto  de  Atacama,  cuyo 
camino  hacia  mas  de  dos  siglos  estaba  abandonado. 

Mientras  que  el  público  se  lamentaba  de  aquella  fata- 
lidad, Carrasco,  aun  halucinado  por  su  terca  inclina- 
ción, había  convidado  algunos  de  los  pocos  amigos  que 
le  quedaban  á  un  concierto  que  daba  aquella  noche  en 
su  casa,  bien  que  no  pudiese  quedarle  duda  de  que 
cuanto  le  decían,  y  él  mismo  veía,  no  era  cuento  sino 
la  pura  verdad  espresada  altamente  y  á  gritos  por  el  es- 
píritu público,  y  que  ,  insultando  á  este  mismo  espíritu, 
como  lo  hacia ,  aumentaba  el  disgusto  jeneral  y  daba 
nueva  materia  de  triunfo  á  los  descontentos.  Así  sucedió 
en  efecto.  Las  murmuraciones  y  sátiras  á  que  había  dado 
lugar  se  renovaron  con  mas  saña;  sus  enemigos  lo  acu- 
saban de  soborno  y  de  proyectos  violentos  contra  la  ciu- 
dad ,  y  una  visita  que  hizo ,  el  dia  siguiente,  al  cuartel  de 
artillería ,  bastó  para  alarmar  á  todos  los  habitantes,  que, 
desde  luego ,  juzgaron  que  era  del  mayor  interés  para 
ellos  el  ponerse  en  actitud  de  defensa.  El  mismo  dia,  se 
esparció  la  voz  de  que  el  procurador  Argomedo  y  los  dos 


CAPÍTULO    VI 


101 


alcaldes  Eizaguirre  y  Cerda,  así  como  también  algunas 
otras  personas  de  influjo,  que  habían  figurado  mucho 
en  las  precedentes  reuniones,  estaban  seriamente  ame- 
nazadas de  una  venganza  del  presidente,  para  lavarse 
de  su  vergüenza  y  humillación.  Es  verdad  que  muchos 
creyeron  que  aquellos  ruidos  eran  una  pura  y  astuta  in- 
vención de  las  cabezas  de  motín  para  exasperar  al  pueblo 
contra  Carrasco  ;  pero  bien  que  las  consecuencias  no  los 
hayan  ni  confirmado  ni  desmentido,  todo  era  de  temer 
de  su  parte ,  y  tal  fué  la  aprensión  del  público  ,  que  mas 
de  mil  hombres ,  armados  por  la  mayor  parte ,  se  reu- 
nieron aquella  noche  en  la  plaza ,  como  de  reten.  Desde 
allí ,  enviaron  patrullas  por  diferentes  partes  de  la  ciu- 
dad, y  mientras  unos  protejian  con  su  presencia   las 
casas  de  los  patriotas  amenazados,  otros  se  mantenían 
vijilantes  observando  si  no  habia  movimiento  de  tropas 
y  de  artillería.  Estas  precauciones  duraron  toda  la  noche, 
á  pesar  de  los  rigores  de  la  estación  de  invierno,  y  se 
repitieron,  talvez  con  mas  celo,   los  dias  siguientes; 
porque  las  imajinaciones  del  pueblo  estaban  exaltadas 
con  el  recuerdo  de  los  actos  arbitrarios  cometidos  contra 
Rojas,  Ovalle  y  Vera,  y  aumentaban  con  su  propia  exa- 
geración la  verosimilitud  del  riesgo  que  corrían  los  ilustres 
representantes. 

Por  todo  esto,  se  echa  de  ver  con  que  carácter  grave 
é  imponente  avanzaba  la  revolución  ,  que  cada  dia  se 
mostraba  inminente.  Todos  aguardaban,  á  cada  instante, 
verla  aparecer  á  las  claras  manifestando  todas  sus  pre- 
tensiones, pues  los  pronunciamientos  á  mano  armada  se 
componían  de  una  tal  masa  de  fuerzas,  que  quitaba, 
virtualmente ,  toda  especie  de  independencia  á  las  au- 
toridades españolas.  Sin  embargo,  pocos  patriotas,  ni 


102 


HISTORIA   DE    CHILE. 


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aun  de  aquellos  en  quienes  se  hallaba ,  por  decirlo  así , 
personificada,  preveían  con  claro  discernimiento  toda  la 
trascendencia  que  tendría ,  pues  muchos  de  los  que  an- 
helaban por  una  reforma  social  no  pretendían  por  eso 
emanciparse  de  la  madre  patria,  y  se  hacían  la  estraña 
ilusión  de  poder  formar  un  gobierno  enteramente  nacio- 
nal, sobre  el  cual  el  rey  Fernando,  á  quien  se  sentían 
sinceramente  sometidos,  no  tendría  mas  que  un  simu- 
lacro de  autoridad.  Otros,  al  contrario,  sobre  todo  los 
Españoles,  trataban  de  mantener  íntegros  todos  los  de- 
rechos de  la  corona ;  y  los  mas  timoratos,  por  no  decir, 
pusilánimes,  esponian  todas  sus  aprensiones,  escoltadas 
de  muchos  y  diversos  consejos,  á  la  real  audiencia  ,  la 
cual ,  por  el  canal  del  oidor  Concha,  tenia  parte  delibé- 
rate a  en  las  resoluciones  y  aclos  del  gobierno.  Es  ver- 
dad que  ya  dicho  tribunal  tenia  muchas  zozobras,  en 
razón  de  la  fermentación  que  también  se  había  esten- 
dido á  las  provincias,  y  se  reunía,  muy  á  menudo,  en 
consejo  para  tratar  de  cortar  sus   progresos ;  porque 
tenia  correspondencias  confidenciales  en  que  se  le  daba 
parte  de  las  muchas  sociedades  que  se  formaban  en  las 
casas  de  patriotas  exaltados,  y  en  las  cuales  se  proyec- 
taba derribar  al  gobierno  existente,  y  poner,  en  su  lu- 
gar, una  junta  compuesta,  principalmente,  de  miembros 
del  país. 

Por  legal  que  fuese  la  ejecución  de  dicho  proyecto, 
como  reflejo  de  la  política  de  la  misma  España,  tenia  el 
inconveniente  grave  de  poner  alerta  los  derechos  del 
hombre,  y  de  emancipar  el  pensamiento  en  favor  de  la 
libertad  y  de  la  justicia,  obligando  á  dicho  tribunal,  por 
el  hecho  mismo,  á  abrazar  todas  aquellas  ideas,  y  á  some- 
erse  á  ellas  hasta  que  fuese  posible  dominarlas  para  que 


CAPÍTULO    VI. 


103 


redundasen  en  favor  del  rey  y  de  sus  intereses.  Lo  que 
querían,   ante  todas  cosas,    era  conservar  el   mismo 
gobierno  sin  mas  alteración  que  el  remplazo  del  gober- 
nador, que  mandaba  por  una  persona  del  país  de  bas- 
tante influjo  para  el  mantenimiento  del  orden  y  de  la 
misma  especie  de  administración  (1).  El  que  reunía  to- 
das las  circunstancias  y  cualidades  que  requería  el  papel 
de  gobernador,  tal  como  lo  ideaban,  era  el  conde  de  la 
Conquista,  don  Mateo  de  Toro  y  Zambrano ;  porque  era 
sumamente  rico,  de  una  de  las  cunas  mas  ilustres  del 
país,  y  tenia  muchos  parientes  muy  considerados,  no 
solo  en  la  capital  sino  también  en  muchas  provincias  del 
reino.  En  cuanto  á  él  mismo,  ya  habia  llenado  los  pri- 
meros empleos  y  tenia  despacho  de  brigadier  con  fecha 
del  13  de  setiembre  de  1809,  despacho  que  le  daba  un 
derecho  incontestable  á  la  presidencia  ,  si  llegaba  á  va- 
car. Por  consiguiente ,  se  t.  ataba  de  preconizar  aquel 
personaje,  ensalzando  sus  méritos,  servicios  y  calidades, 
por  un  lado,  y,  por  otro,  de  poner  patente  la  necesi- 
dad de  destituir  á  Carrasco ,  ó,  á  lo  menos,  de  urjirle 
á  que  diese  su  demisión  ,  en  obsequio  del  interés  je- 
neral. 

Esta  idea  fué  encomendada  á  ajenies  secretos  y  dis- 
cretos para  que  la  esparciesen  por  la  ciudad ,  y  la  in- 
culcasen á  sus  habitantes,  y,  en  efecto,  lo  ejecutaron  con 
tanta  sagacidad ,  que  los  patriotas  la  adoptaron  como  si 
fuese  parto  de  su  propio  entendimiento.  Es  verdad  que 
todos  tenían  interés  en  propagarla  en  un  sentido, 
á  saber,  que  el  ejemplar  de  una  destitución  de  aquella 
naturaleza  era,  no  solo  una  novedad  immensa  para  el 
país ,  sino  que  también  desquiciaba  el  poder  español , 

(1)  Conversación  con  Gaspar  Marin. 


104 


HJSTOK1A    DE    CHILE. 


ponia  en  claro  el  derecho  que  tenían  los  notables  del 
país  de  tener  arte  ó  parte  en  el  nombramiento  del  pre- 
sidente y  hacia  presentir  el  principio  de  una  nueva  era 
administrativa  y  social. 

Una  vez  decretada,  en  dichos  términos,  la  deposición 
de  Carrasco  por  el  pueblo,  restaba  que  la  real  audien- 
cia llenase  el  penoso  y  difícil  encargo  de  sujerirle  su 
aceptación ,  para  lo  cual  se  necesitaba  la  mediación  de 
un  hombre  de  influjo  y  de  persuasión  que  lo  indujese  á 
dicho  consentimiento ;  en  atención  á  que  su  carácter  era 
terco  é  interesado ,  como  todos  sabian.  Por  estas  razo- 
nes se  pusieron  todas  las  miras  en  el  R.  P.  Gano,  con- 
fesor del  mismo  gobernador,  depositario,  naturalmente, 
de  su  confianza ,  y  dotado  de  todas  las  santas  virtudes 
de  su  ministerio.  La  real  audiencia  le  pasó  recado,  y  le 
dio  á  entender,  sin  dificultad,  la  situación  crítica  del 
país,  situación  que  llenaba  ya  de  tribulaciones  al  mismo 
padre,  poco  mas  ó  menos,  como  á  todos  los  realistas, 
y  aceptó,  sin  reparo,  aquella  delicada  misión ,  á  la  cual 
preparó  al  gobernador  con  palabras  halagüeñas. 

Pero  sus  flores  de  retórica  quedaron  sin  efecto.  Car- 
rasco rechazó  desdeñosamente  la  proposición  como  ver- 
gonzosa pa'  a  él  y  contraria  á  los  intereses  del  estado. 
Bien  que  ya  se  sintiese  interiormente  desamparado  de 
toda  su  fuerza  moral ,  aun  creia  poder  contar  sobre  las 
tropas,  y  su  negativa  final  fué  acompañada  de  un  jesto 
convulsivo  de  impaciencia,  en  vista  de  lo  cual  Cano  vio 
claramente  que  era  inútil  perder  tiempo  en  querer  persua- 
dirlo, y  se  fué  á  dar  parte  de  su  mal  suceso  á  la  real  au- 
diencia. 

Justamente ,  á  la  sazón  ,  aquel  tribunal  acababa  de 
recibir  de  un  miembro  del  Cabildo  el  parte  mas  alar- 


CAPITULO    VI. 


105 


mante  sobre  la  actitud  del  pueblo,  actitud  que  denotaba 
indubitablemente  que  se  acercaba  la  crisis  tan  temida,  y 
por  la  cual  su  propia  existencia  iba  á  hallarse  compro- 
metida. En  consecuencia,  resolvió  condenar  al  ostra- 
cismo al  hombre  que  era  la  causa  principal  del  desorden 
que  crecía  visiblemente,  y  se  trasportó,  en  cuerpo,  al 
palacio  del  gobernador. 

El  rejente,  tomando  la  palabra,  puso  á  la  vista  de 
Carrasco  las  imájenes  mas  espantosas,  como  resultado 
infalible  de  su  resistencia  á  la  voluntad  jeneral.  Los  cla- 
mores que  se  oyen,  le  dijo,  la  conmoción  que  todos  ve- 
mos, no  son  una  pueril  ficción  y  sí  el  estremecimiento  de 
una  fuerza  potente,  irresistible,  que  se  prepara  á  arran- 
car por  la  raiz  todos  los  elementos  del  poder  de  la  corona, 
empezando  por  el  deV. 

Lejos  de  rendirse  á  estas  razones ,  Carrasco  entamó 
una  discusión  sobre  el  objeto  de  la  demanda ,  á  la  que 
no  podia  oponer  mas  que  la  conciencia  de  su  inviola- 
bilidad ;  pero  contra  esta  objeción ,  que  seria  de  mucho 
peso  en  diferentes  circunstancias,  el  rejente  le  puso  ar- 
gumentos sin  réplica  que  lo  acosaron  ,  y  tuvo  que  deci- 
dirse á  dejar  un  puesto  en  el  que  se  habia  visto  perpe- 
tuamente juguete  de  todos  los  partidos ;  pero ,  afín  de 
poner  su  grave  responsabilidad  á  cubierto,  pidió  ha- 
cerlo en  presencias  de  todos  los  cuerpos  políticos  reu- 
nidos. 

En  efecto ,  se  reunió  aquella  memorable  asamblea  el 
dia  16  de  julio  de  1810,  asamblea  que  se  redujo  á  una 
junta  de  guerra ,  con  la  real  audiencia  y  el  Cabildo  por 
acompañados.  Después  de  haber  pedido  á  la  asamblea 
su  consentimiento ,  que  le  fué  concedido,  Carrasco  es- 
puso que  su  salud ,  sumamente  debilitada,  no  le  permi- 


106 


HISTORIA   DE   CHILE. 


':;; , ; 


tia  entregarse  al  cuidado  de  los  asuntos  administrativos 
con  la  eficacia  que  pedían  las  circunstancias  críticas  del 
país,  y  que  exijiéndolo,  como  lo  exijian  el  interés  de  la 
monarquía  y  la  tranquilidad  del  país,  creia  oportuno  el 
desistirse  del  título  de  presidente  en  favor  de  otra  per- 
sona propia  á  calmar  la  fermentación  de  los  espíritus. 
Pidió,  en  seguida,  para  ejecutarlo  sin  conflictos,  el  be- 
neplácito de  los  militares  que  por  su  graduación  y  anti- 
güedad tenían  derecho  á  la  sucesión  del  mando  ;  á  lo  cual 
le  fué  respondido  que  aquel  derecho  pertenecía  al  conde 
de  la  Conquista,  como  brigadier  el  mas  antiguo,  pues  lo 
era,  en  efecto,  de  algunos  meses  mas  que  el  intendente 
de  Concepción,  don  Luis  de  Álava,  el  único  de  su  grado. 
En  consecuencia,  se  dieron  votos  y  todos  recayeron  en  el 
conde  de  la  Conquista,  en  vista  de  lo  cual  Carrasco  pro- 
nunció con  voz  alterada  su  abdicación,  pasando,  al  mismo 
tiempo,  el  bastón  á  manos  de  don  Mateo  de  Toro  Zam- 
brano,  con  grande  satisfacción  de  la  asamblea,  y  aplauso 
de  una  multitud  de  habitantes  que  aguardaban  con  ansia 
por  este  resultado  delante  de  palacio. 

Así  se  terminó  la  carrera  política  de  aquel  personaje, 
que  la  ventura  sola  había  ensalzado  á  la  suprema  dig- 
nidad del  estado  ,  dignidad  que  habría  podido  sostener 
en  tiempos  de  buen  orden  y  de  regularidad ,  pero  que 
en  aquellas  circunstancias,  muy  ciertamente,  no  podía 
menos  de  comprometer.  Sin  embargo ,  sin  querer  hacer 
la  apolojía  de  ciertos  actos  de  rigor  y  de  injusticia 
que  hubo  en  su  gobierno ,  no  se  puede  negar  que  Car- 
rasco era  humano  y  tenia  probidad ;  pero  débil  y  limi- 
tado ,  la  cortedad  de  sus  luces  y  la  prontitud  con  que  se 
acaloraba  lo  precipitaban  á  providencias  las  mas  impo- 
líticas y  opuestas  á  lo  que  exijian  las  circunstancias. 


CAPITULO    VI. 


107 


Tan  pronto  se  dejaba  llevar  indolentemente  mirando 
con  indiferencia  el  progreso  de  las  ideas,  tan  pronto 
tomaba  medidas  exajeradas  de  rigor  contra  ellas,  y  así 
siempre  acababa  por  proporcionar  alguna  ventaja  á  los 
partidarios  de  la  revolución.  La  suprema  junta  de  Es- 
paña le  habia  espedido  el  despacho  de  gobernador  en 
propiedad  de  Chile  ,  con  fecha  de  10  de  febrero  de  1809; 
pero  el  vircy  del  Perú,  Abascal ,  que  habia  recibido  di- 
ferentes informes  sobre  su  incapacidad  ,  no  le  habia  dado 
curso.  Es  verdad  que,  por  informes  de  la  misma  natu- 
raleza ,  la  rejencia  misma  de  Cádiz  se  lo  quitó  un  año 
después,  temblando  de  que  pusiese  las  cosas  en  peor 
estado,  y  lo  habia  traspasado  á  la  real  audiencia,  que 
no  tuvo  tiempo  para  disfrutarlo.  En  resumen  ,  el  dia  de 
su  caida  fué  para  Carrasco  y  sus  partidarios  un  dia  de 
duelo,  como  lo  fué  de  esperanza  para  los  demás  parti- 
dos ,  de  los  cuales  unos  contaban  sobre  el  influjo  de  los 
numerosos  deudos  y  aliados  del  nuevo  presidente  en  la 
tranquilidad  pública;  y  otros,  por  el  contrario,  presen- 
tían ,  y  casi  creían  ver  la  revolución  realizada  y  dando 
nacimiento  á  una  nueva  era  social.  En  cuanto  al  gober- 
dador  caido,  su  desgracia  no  le  quitó  del  pensamiento 
sus  intereses ,  y  aun  tuvo  la  mala  suerte  de  inspirar  una 
especie  de  desprecio  final  reclamando  la  totalidad  de  los 
10,000  pesos  de  su  sueldo  de  presidente. 


CAPITULO  YIÍ. 


Don  Gaspar  Marin  es  nombrado  asesor  del  presidente,  y  don  Gregorio  Argo- 
medo  secretario.  — Pronunciamiento  de  los  liberales,  á  consecuencia  de  un 
banquete  en  casa  del  conde  de  la  Conquista.—  Mal  éxito  de  los  miembros  del 
cabildo  en  su  proyecto  de  aumentar  el  número  de  rejidores.  —  Medidas  que 
toma  don  José  Antonio  Rodríguez  para  impedir  la  instalación  de  la  junta  de 
que  se  trataba.—  Su  cita  para  comparecer  en  casa  del  presidente  y  su  enér- 
jica  respuesta.— Dificultades  que  encuentra  la  real  Audiencia  para  hacer 
jurar  obediencia  á  la  rejencia  de  España.—  Interpelación  del  ayuntamiento 
contra  don  José  María  Romo,  por  causa  de  sus  sermones  sediciosos. 


V 


La  caida  de  Carrasco  era,  plena  y  completamente, 
obra  de  la  real  audiencia.  Esta  fué  quien  la  proyectó , 
quien  esparció  su  utilidad  ,  y ,  finalmente ,  quien  salió 
con  ella.  Lo  que  resta,  ahora,  á  saber,  es  si  consiguió  lo 
que  quería  con  esta  especie  de  éxito  ,  es  decir,  si  aquella 
suprema  corporación  pudo  atajar  la  reforma  encerrando 
el  movimiento  en  un  cuadro  de  estrechos  límites ,  ó  me- 
diano ,  conforme  ,  en  fin ,  con  los  deseos  y  los  intereses 
de  la  monarquía. 

Ya  se  sabe  que  en  una  revolución  social  apoyada 
en  principios  de  derecho  ,  de  justicia  y  de  libertad ,  todo 
impedimento  se  hace  ilusorio  ,  aun  cuando  el  pronuncia- 
miento se  hiciese  por  una  minoría  débil  é  impotente.  El 
carácter  de  estas  revoluciones  es  el  obedecer  á  las  inspi- 
raciones y  á  las  necesidades  de  la  época ,  y  de  adelantar 
sin  volver  nunca  la  cara.  Es  cierto  que  los  progresos  son 
lentos,  casi  imperceptibles  y  nunca  jamas  uniformes; 
pero  todo  esto  no  les  impide  el  ser  continuos,  y,  por  lo 
tanto  ,  suficientes  para  llegar  á  los  límites  que  les  señala 
el  desarrollo  proporcional  de  las  ideas  y  de  las  luces  de 


CAPITULO   VII. 


109 


la  nación.  Esta  es  la  marcha  progresiva  de  toda  civiliza- 
ción ,  y  esta  misma  marcha  estaba  reservada  para  las 
diferentes  comarcas  de  la  América,  dominada  durante 
tres  siglos  por  un  verdadero  espíritu  de  debilidad  y  de 
sumisión. 

La  real  audiencia ,  al  hacer  nombrar  el  conde  de  la 
Conquista  presidente  del  país,  habia  querido  hacer  creer 
que  cedía  á  los  deseos  del  pueblo  y  del  partido  refor- 
mista. Era  este  un  medio  que  le  habría  asegurado  una 
cooperación  jeneral ,  en  caso  de  necesidad ;  pero  tenia 
por  fatal  consecuencia  el  dar  mas  atrevimiento  y  mas 
pretensiones  al  mismo  partido ;  porque ,  en  las  grandes 
conmociones  populares,  en  las  cuales  los  espíritus  se 
hallan  tan  violentamente  ajilados,  las  concesiones  son 
sumamente  peligrosas;  á  la  primera  se  sigue  la  se- 
gunda ,  y  de  debilidad  en  debilidad  la  autoridad  pierde 
muy  luego  su  derecho,  y,  por  consiguiente,  su  fuerza 
moral.  Toro  Zambrano  era ,  sin  duda  alguna ,  un  per- 
sonaje que  por  su  nacimiento  y  sus  bienes  de  fortuna 
podia  ejercer  el  mayor  influjo  en  el  país ,  que  lo  amaba 
y  lo  consideraba.  Su  apego  á  la  monarquía  era  franco  y 
sincero,  y,  con  respecto  á  su  carácter,  era  brillante  en 
virtudes  y  cualidades ;  pero  ya  de  edad  de  ochenta  y  seis 
años,  ya  se  comprende  que  también  tenia  las  que  da  la 
decrepitud.  Sus  alcances  eran  muy  limitados ;  no  tenia 
enerjía  ni  voluntad  propia,  y  sus  ideas,  ya  bastante 
mudables ,  dependían  del  último  que  le  hablaba.  Así  lo 
vamos  á  ver,  durante  su  corta  administración ,  en  una 
fluctuación  continua  de  pensamientos  y  de  acciones; 
acosado,  alternativamente ,  por  los  dos  partidos,  y,  al- 
ternativamente, sometido  á  sus  diversos  caprichos,  mu- 
dando á  cada  instante  de  opinión ,  y  concluyendo ,  como 


110 


HISTORIA   DE   CHILE. 


era  de  prever,  por  adoptar  aquella  cuyo  símbolo  era  : 
actividad,  vigor,  penetración  y  ciencia. 

El  primer  pensamiento  de  este  nuevo  gobernador,  al 
entrar  en  el  mando,  fué  puramente  y  altamente  moral , 
manifestando  la  voluntad  firmede  reconciliar  los  espíritus, 
y  de  reunidos  en  un  mismo  centro  de  sentimientos  de 
afecto  y  de  adesion  á  Fernando  VII.  Este  pensamiento 
podia ,  tal  vez ,  haberle  sido  sujerido  por  la  real  audiencia , 
que  tenia  sumo  interés  en  restablecer  el  orden,  con  olvido 
de  todo  lo  pasado ;  pues  afín  de  hacer  variar  el  influjo 
popular,  atrayéndoselo  á  su  propio  favor,  habia  mandado 
celebrar  el  nombramiento  de  aquel  presidente  con  so- 
lennes  funciones,  durante  las  cuales  se  esparcieron  pro- 
clamas que  respiraban  una  paz  y  beatitud  muy  propias 
á  serenar  los  espíritus  apocados,  pero  no  menos  opuestas 
á  la  enerjía  necesaria  para  sostener  debates  acalorados 
y  vehementes  de  progresos.  De  que  los  Chilenos  se 
hubiesen  sometido,  sin  murmurar,  á  una  obediencia 
pasiva,  durante  tres  siglos,  no  se  seguía  que  hubiesen 
de  permanecer  para  siempre  en  aquel  triste  y  vergonzoso 
servilismo.  El  conde  de  la  Conquista  no  era  para  ellos  el 
paladión  de  la  monarquía  y  de  su  eterno  sistema  de  imo- 
bilidad.  Lejos  de  eso,  su  título  le  imponía  una  misión  mu- 
cho mas  importante  y  noble,  cual  era  la  de  constituirse, 
como  instrumento  de  transición,  el  representante  de  una 
era  de  fin  y  de  renovación  que  tendía  á  dejar  en  olvido  y 
borrar  enteramente  lo  pasado ,  preludiando  á  lo  veni- 
dero. Era,  por  consiguiente,  preciso,  por  decirlo  así, 
apropiarse  este  influyente  personaje,  imbuyéndolo  de 
ideas  del  siglo,  ó  bien  llevarlo  por  la  mano,  como  á 
un  ciego  ,  é  insensiblemente ,  al  fin  á  que  lo  destinaba 
la  Providencia. 


CAPÍTULO   VII. 


111 


Entre  los  hombres  de  talento  de  la  época ,  figuraba 
D.  S.  Gaspar  Marin  ,  aun  joven  y  natural  de  la  Serena, 
y  avecindado,  desde  su  niñez,  en  Santiago,  en  donde 
por  su  mucha  capacidad  habia  ganado  ,  en  concurso  , 
la  cátedra  de  Leyes  en  la  Universidad ,  la  presidencia 
del  colejio  de  abogados  y,    finalmente,   el  titulo   de 
asesor  del   consulado.    Pero   en   lo  que  se  distinguía 
sobremanera  era  en  la  elocuencia  brillante  con  que  le 
habia  dotado  la  naturaleza.   Hablaba  con   admirable 
pureza;  tenia  una  memoria  prodijiosa,  á  la  cual  debía 
su  grande  erudición,   y,   resumiendo  en  sí  todas  las 
eminentes  cualidades  del  orador,  tenia  un  ascendiente 
de  persuasión  tal,  que  ninguna  opinión  contraria  le  re- 
sistía. Amigo  y  consejero ,  ya  mucho  tiempo  habia ,  del 
conde  Toro ,  este  lo  llamó  á  su  lado ,  tan  pronto  como 
ascendió  al  gobierno,  para  que  fuese  su  asesor,  con  gran 
disgusto  de  los  realistas,  los  cuales  tenían  demasiada  pre- 
visión para  no  temerle,  por  la  escesiva  travesura  de  su 
talento.  A  poco  tiempo  después  se  le  asoció ,  como  se- 
cretario del  presidente,  el  impetuoso  y  audaz  Argomedo; 
de  suerte  que  estos  dos  ilustres  patriotas  eran  las  dos  co- 
lunas de  gobierno  del  conde  de  la  Conquista. 

La  real  audiencia  no  tardó  en  conocer  que  se  habia 
dado  chasco  á  sí  misma,  y  en  sentir  amargamente  el  haber 
tenido  arte  y  parte  en  aquella  mudanza  de  gobierno, 
adquiriendo,  en  breves  dias,  el  convencimiento  de  que  el 
jefe  que  habia  juzgado  conveniente  oponer  á  las  ideas 
destructoras  de  la  revolución  era  un  sujeto  crédulo, 
débil,  fácil  de  engañar,  y,  por  consiguiente,  propio  á 
comprometer,  involuntariamente,  los  derechos  de  la 
monarquía.  Este  temor,  ya  bastante  fundado,  se  hizo 
mucho  mas  inquietante  aun  á  consecuencia  de  un  ban- 


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112 


HISTORIA    DE    CHILE. 


quete  que  el  presidente  dio  á  los  S.  S.  de  aquel  su- 
premo tribunal,  y  al  cual  fueron  también  convidados 
el  cabildo ,  los  jefes  militares  y  otras  muchas  personas 
de  distinción.  Todos  creían  (y  sin  duda  alguna  tales 
eran  las  intenciones  del  presidente)  que  aquella  reunión 
ofrecería  una  coyuntura  favorable  para  reconciliar 
algún  tanto  los  partidos ;  pero ,  lejos  de  eso ,  solo  sirvió 
á  hacerlos,  recíprocamente,  mas  desconfiados  y  odiosos. 
En  el  número  de  los  convidados  habia  muchos  que 
eran  exaltados,  y  entre  los  cuales  el  doctor  Vera,  que 
acababa  de  llegar  de  Valparaíso,  y  que,  por  esta  razón, 
se  presentaba  adornado  de  la  aureola  de  gloria ,  ganada 
en  su  injusto  destierro. 

Al  principio  de  la  comida,  sin  embargo ,  su  lenguaje 
era  puramente  jovial ,  alegre,  agudo  y  picante,  pero, 
muy  pronto ,  animado  por  las  miradas  espresivas  de  los 
patriotas,  y  el  recuerdo  de  las  persecuciones  que  aca- 
baba de  padecer,  su  agudeza  se  cambió  en  indirectas 
mordaces  contra  la  monarquía,  y  en  sátiras  contra  los 
corifeos  del  partido  realista.  Su  vervosidad  seductora  no 
tardó  en  cautivar  la  mayor  parte  de  los  convidados ,  y, 
desde  luego,  la  conversación  dejeneró  en  discusiones 
políticas  las  mas  ruidosas ,  y  casi  tumultuosas.  Por  mas 
que  el  presidente  y  algunos  oidores  manifestaban  su 
desagrado,  se  rompieron  los  diques  de  la  circunspec- 
ción ,  y  todos  hablaban  en  términos  y  de  manera  que 
no  se  oian  ya  mas  que  pullas  é  invectivas  contra  la 
administración  (1)  colonial  y  contra  las  injustas  preten- 
siones del  gobierno. 

Don  Francisco  Antonio  Pérez,  especialmente,  las 
ridiculizaba  con  la  mas  salada  agudeza. 

(1)  Conversación  con  don  Miguel  Infantes. 


CAPITULO    VII. 


113 


Marín,  sabio  y  purísimo  lójico,  demonstraba  cuan 
absurdas  eran ,  y  vencía  todas  las  opiniones  contrarias, 
á  medida  que  hablaba. 

Fern.  Errazuris  no  reparaba  en  predecir  claramente 
la  ruina  total  de  España,  y  aseguraba  que  al  dejar 
el  trono  Fernando  VII  se  habia  llevado  tras  sí,  y  para 
siempre,  á  toda  su  posteridad. 

Eizaguirre,  respirando  convencimiento,  hacia  la 
apolojía  del  movimiento  revolucionario  de  Buenos-Aires, 
y  sostenía  con  calor  y  obstinación  el  derecho  que  habían 
tenido  aquellos  habitantes  de  constituir  una  junta  go- 
bernadora. En  este  particular,  el  que  mas  lo  apoyaba 
era  Miguel  Infante,  hábil  abogado,  el  cual,  aunque 
joven ,  ya  dejaba  ver,  en  sus  jestos  y  lenguaje  ,  el  ca- 
rácter audaz  y  firme  de  un  verdadero  tribuno. 

En  vista  de  un  pronunciamiento  semejante,  que  ma- 
nifestaba tan  á  las  claras  las  miras  secretas  y  la  ambi- 
ción de  los  revolucionarios,  la  real  audiencia  com- 
prendió que  la  presidencia  de  aquel  gobernador  no 
seria  mas  que  un  campo  de  batalla  que  iban  á  dispu- 
tarse los  dos  influjos  contrarios,  como  un  estribo  para 
subir  al  poder;  y,  asaltada  de  tristes  presentimientos, 
no  vio  mas  recurso  contra  tamaño  mal  que  el  que  podía 
ofrecer  la  firmeza  inflexible  de  sus  propios  actos.  En 
consecuencia,  usó  de  todos  los  medios  que  estaban  á  su 
alcance  para  contraminar  las  asechanzas  del  partido 
novador. 

Justamente,  en  aquel  mismo  momento  el  Ayunta- 
miento pedia  se  nombrasen  seis  rcjidores  mas,  so  pre- 
testo  de  que  eran  necesarios  para  desempeñar  todas  las 
tareas  que  las  circunstancias  imponían ;  y  los  oidores , 
no  viendo  en  aquella  demanda  mas  que  un  medio  disi- 

V.  Historia.  8 


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HISTORIA   DE   CHILE. 


mulado  de  alcanzar  una  mayoría  para  sus  fines,  con- 
siguieron, por  medio  del  fiscal,  que  fuese  desechada, 
como  también  que  se  impidiese  una  grande  reunión  que 
los  descontentos  habían  proyectado  con  el  objeto  de  pro- 
testar enérjicamente  contra  aquellos  impedimentos,  y 
aun  de  pedir  con  osada  determinación  la  instalación  de 
una  verdadera  junta. 

En  efecto,  Miguel  Infante  decia  públicamente  que 
dicha  instalación  se  verificaria  muy  pronto,  y  su  aser- 
ción se  acreditaba  tanto  mas,  cuanto  ocupaba  el  puesto 
de  procurador  de  la  ciudad  que  acababa  de  dejar  Argo- 
medo.  Con  su  entusiasmo  patriótico,  Infante  no  sabia 
hablar  de  otra  cosa,  no  tenia  mas  conversación  que 
aquella ,  y  cuando  oia  decir  que  algunos  miembros  del 
clero  intrigaban  en  favor  de  la  monarquía,  no  podia 
impedirse  de  mezclar  en  sus  coloquios  palabras  insul- 
tantes para  los  que,  en  su  opinión,  debian  su  poder  y 
el  temor  que  inspiraban  á  la  ignorancia  y  á  la  credu- 
lidad de  un  pueblo  acostumbrado  á  dejarse  engañar 
durante  muchos  siglos.  Indirectamente,  semejantes  pa- 
labras eran  dirijidas  contra  nuestra  santa  relijion,  y  no 
podían  menos  de  sobresaltar  al  clero,  que  ya  se  sentía 
bastante  desasosegado  con  las  ideas  impías  de  que 
hacia  alarde  la  juventud.  Este  fué,  sin  duda,  el  motivo 
por  el  cual  don  José  Santiago  Rodríguez  juzgó  muy 
conveniente  el  tomar,  como  vicario  capitular,  la  de- 
fensa de  la  relijion  misma ,  en  la  persona  de  Fernando. 
Bien  que  fuese  un  acendrado  realista,  solo  pensaba, 
en  aquel  instante ,  en  los  riesgos  que  corría  el  catoli- 
cismo en  América ,  que  se  hallaba  casi  amenazado  por 
un  verdadero  cisma ,  debido  á  las  ideas  desorganiza- 
doras de  la  época,  y  su  conciencia  le  dictaba  que  el 


CAPÍTULO   VII. 


115 


monarca  solo  podia  detenerlo  al  borde  del  precipicio. 

Con  este  convencimiento,  y  con  ayuda  de  algunas 
personas  pias  y  timoratas  como  él,  escribió  á  todos  los 
curas  de  su  diócesis  una  circular  llena  de  exortaciones 
á  la  fidelidad  y  apego  debidos  á  la  monarquía,  man- 
dándoles, al  mismo  tiempo,  que  empleasen  todo  su  po- 
der para  que  cada  uno  hiciese  firmar  la  suya  por  el 
sudelegado,  y  por  el  mayor  número  posible  de  habi- 
tantes del  campo,  los  cuales  prestaban  aun  entera  obe- 
diencia á  los  ministros  del  culto. 

El  cabildo,  que  tuvo  noticia  de  dicha  circular,  y  de 
la  clausula  especial  contenida  en  ella,  recomendando  no 
cambiasen  nunca,  ni  bajo  pretesto  alguno,  de  gobierno, 
no  vio  en  ellas  mas  que  un  abuso  del  ministerio  sacer- 
dotal, y  una  invasión  de  la  influencia  relijiosa  en  el 
interés  esclusivo  de  un  partido  político.  Alarmados  pol- 
la perspectiva  de  los  resultados  que  podia  tener  aquel 
plan  de  resistencia,  los  cabildantes  resolvieron  pedir 
al  gobernador  su  mediación  para  oponerse  á  él ,  y  nom- 
braron ,  sin  pérdida  de  un  momento,  cuatro  dipu- 
tados (1)  para  ir  á  citar  ante  la  autoridad  de  aquel 
primer  majistrado  al  imprudente  sacerdote  que  les  ins- 
piraba aquellos  temores. 

Fué  la  diputación  á  palacio,  y  Miguel  Infante,  como 
procurador  de  la  ciudad,  tomó  la  palabra  y  espuso  los 
graves  inconvenientes  y  riesgos  que  podrían  surjir  para 
la  tranquilidad  pública  de  permitir  circulasen  escritos 
que,  para  él,  no  podían  tener  mas  objeto  que  el  entre- 
gar el  país  á  la  princesa  Carlota,  como  era  fácil  averi- 
guarlo rejistrando  la  correspondencia  y  papeles  del  vi- 
cario. 

(1)  Los  SS.  Larrain,  Pérez  ,  Errazuris  é  Infante. 


116 


HISTORIA    DE    CHILE. 


i.:;v.'.-. 
Sfe 


Bien  que  estas  palabras  hubiesen  sido  dichas  con 
modo  respetuoso,  Rodríguez  respondió  en  términos  que 
denotaban  la  irritación  que  le  habían  causado,  espre- 
sando con  indignación  su  estrañeza  de  verse  acusado 
de  conspiración  en  favor  de  una  princesa,  ya,  por  de- 
cirlo así,  considerada  como  estranjera  á  España;  y, 
sobretodo,  de  que  se  quisiesen  profanar  con  mano  sa- 
crilega escritos  inviolables,  por  la  santidad  de  su  mi- 
nisterio. Finalmente,  apurado  por  lo  odioso  de  aque- 
llas suposiciones,  y  fiándose  á  su  inocencia,  pidió,  él 
mismo,  la  ejecución  de  aquel  acto  arbitrario,  y  el  per- 
miso de  someter  al  juicio  de  la  opinión  pública  algunas 
cartas  que  acababa  de  recibir,  y  en  las  cuales  se  vería 
si  los  habitantes  de  Rancagua,  y  de  otras  muchas  partes, 
eran  del  mismo  bando  que  el  cabildo,  siempre  dis- 
puesto, á  lo  que  parecía  (añadió  él),  á  sacrificar  el  bien 
público  á  novedades  tan  quiméricas  como  fatales  al  man- 
tenimiento universal  de  la  fe. 

Esta  respuesta,  tan  enérjica  como  espresiva,  y  de- 
bida probablemente  al  estado  de  exasperación  en  que 
se  hallaban  el  clero  y  los  realistas,  dio  buenas  esperanzas 
á  los  señores  de  la  Real  Audiencia,  que,  justamente, 
deliberaban,  á  la  sazón,  sobre  los  términos  en  que  debia 
ser  reconocida  la  rejencia  de  Cádiz,  ya  reconocida, 
según  anunciaban  los  pliegos  que  acababan  de  llegar, 
por  casi  todas  las  provincias  de  España.  El  rejente  opi- 
naba que  aquel  reconocimiento  debia  de  hacerse  con  fun- 
ciones y  regocijos  públicos,  tan  propios  á  entusiasmar 
al  pueblo,  y  el  presidente,  previo  el  parecer  del  fiscal, 
habia  adoptado  la  misma  opinión.  Pero  alarmado  por 
ruidos  inquietantes  que  el  viento  del  cabildo  le  susur- 
raba, no  tardó  en  retractarse,  ó,  lo  que  es  lo  mismo, 


CAPITULO    VII. 


117 


quiso  diferir  hasta  el  dia  21  para  recibir  en  su  propia 
casa,  y  sin  ninguna  especie  de  aparato  ceremonial,  el 
juramento  que  los  miembros  del  cabildo  querían  evitar 
á  toda  costa.  No  reflexionaba  el  presidente  que,  por  el 
hecho  de  ceder  tan  fácilmente  á  las  sugestiones  de  los 
partidos  patriotas,  mostraba  un  carácter  débil  y  versa- 
til,  que  muy  pronto  le  haría  mudar  de  parecer  dejándole 
caer  en  un  sistema  penoso  de  variaciones,  de  alter- 
nativas y  de  incertidumbre ,  según  se  fiase  en  las  apa- 
riencias de  un  interés  lejitimo  y  posible  de  cada  partido. 

De  esta  retractación  se  siguieron  protestos  mas  ó 
menos  vanos,  y,  por  la  misma  razón  de  la  grande  im- 
portancia de  la  discusión,  la  indecisión  del  presidente 
se  hizo  mas  difícil  de  vencer.  Durante  muchos  dias,  le 
fué  imposible  el  fijarse  en  una  idea  racional.  Tan  pronto 
inclinaba  á  un  lado,  tan  pronto  á  la  parte  opuesta,  y, 
en  medio  de  estas  oscilaciones  de  su  espíritu,  las  cor- 
poraciones eclesiástica,  lejislativa  y  militar,  reunidas  en 
su  casa  el  23 ,  le  hicieron  salir  al  son  de  cajas ,  y  le 
llevaron ,  casi  por  fuerza ,  á  la  plaza  mayor ,  en  donde 
fué  finalmente  proclamado  el  supremo  congreso  de  la 
rejencia  de  España.  Si  se  ha  de  dar  crédito  á  los  rui- 
dos que  corrieron  sobre  aquel  acto  solenne,  el  presi- 
dente habia  obedecido  tan  maquinalmente  al  impulso 
forzado  que  habia  recibido,  que  su  indecisión  habia  sido 
la  misma  en  todo  el  tránsito  de  su  casa  á  la  plaza. 

Pero,  lejos  de  dar  fuerza  y  vigor  á  los  realistas,  aquel 
nuevo  triunfo  de  la  Real  Audiencia  no  sirvió,  al  con- 
trario, mas  que  á  apresurar  el  momento  de  su  caida, 
escitar  á  los  patriotas  á  emplear  todos  los  medios  de  salir 
avante ,  y  á  luchar  para  conseguirlo ,  puesto  que  no  les 
quedaba  mas  recurso.  Ademas ,  desde  que  la  relijion  se 


118 


HISTORIA   DE   CHILE. 


V.v^'í-^1 


había  hecho  el  elemento  moral  del  partido  contrario,  la 
cuestión  de  la  junta  era  mucho  mas  difícil  de  resolver, 
porque  esta  circunstancia  embarazaba  tanto  mas  su  po- 
lítica, cuanto  los  principios  relijiosos,  que  servían  de 
principal  apoyo  á  la  política  opuesta,  ejercían  un  po- 
deroso influjo ,  y  la  forzaban  á  rebatir  los  argumentos , 
de  difícil  réplica,  de  que  se  servia  el  clero,  sobretodo 
el  regular,  cuyos  relijiosos  predicaban  en  los  pulpitos, 
no  solo  con  apasionada  desenvoltura ,  sino  también  con 
temeridad,  contra  el  movimiento  revolucionario.  No 
contentos  con  inculcar  á  sus  oyentes  la  fidelidad  al  mo- 
narca, como  defensor  de  la  relijion  cristiana  contra  los 
peligros  que  la  amenazaban  ,  llenaban  de  espanto  y 
terror  su  débil  credulidad  con  odiosas  calumnias  contra 
sus  enemigos,  ó,  como  ellos  los  llamaban,  contra  los 
visionarios  cuyas  ideas  turbulentas  tendían  necesaria- 
mente á  sumerjir  el  país  en  un  caos  de  ruinas,  por 
medio  de  la  anarquía  y  de  la  impiedad. 

Al  cabo,  el  Ayuntamiento,  juzgando  que  aquellos 
sermones,  demasiado  frecuentes,  eran  no  solo  contra- 
rios al  buen  orden  sino  también  al  verdadero  espíritu 
de  la  Iglesia,  pidió  que  el  P.  José  María  Romo,  uno  de 
los  mas  diestros  y  osados  predicadores,  compareciese 
ante  el  presidente  para  responder  á  los  cargos  que  se 
le  hiciesen.  A  la  cabeza  de  la  diputación  encargada  & 
esta  demanda  se  hallaba  el  procurador  de  la  ciudad, 
que  era  el  mismo  Miguel  Infante,  el  cual  desarrolló,  en 
aquella  ocasión  ,  su  carácter  distintivo  de  rígido  tri- 
buno. Después  de  algunas  palabras  de  puro  preámbulo 
con  el  presidente,  Infante  entró  en  materia,  demos- 
trando, con  la  gallarda  elocuencia  de  que  estaba  ador- 
nado, los  graves  inconvenientes  que  había  en  tolerar  se 


CAPITULO    VII. 


119 


introdujesen  discusiones  políticas  en  el  santuario  de  la 
relijion;  y  luego,  volviéndose  al  padre,  le  manifestó  que 
en  lugar  de  llenar  el  corazón  de  sus  oyentes  de  senti- 
mientos de  odio,  tan  contrarios  á  la  ley  de  su  santo 
ministerio,  debería  seguir  los  preceptos  de  caridad  del 
evanjelio ,  procurando  calmar  las  pasiones ,  apaciguar 
animosidades  y  atenuar  toda  causa  de  discordia;  porque 
(añadió  él)  la  misión  de  un  ministro  de  paz  es  rogar  al 
Espíritu  Santo  se  digne  alumbrar  al  pueblo  para  que 
conozca  sus  verdaderos  deberes  de  unión ,  de  amor  y 
de  libertad;  y,  al  pronunciar  la  última  palabra,  se  es- 
presó  con  mucha  mas  fuerza,  dando  á  entender  que 
aquel  derecho,  inerente  al  cristianismo,  seria,  de  allí 
en  adelante,  inseparable  de  todos  sus  pensamientos  y 
acciones  (1). 

Por  su  edad,  el  presidente  se  inclinaba  de  corazón 
al  partido  del  clero ;  porque,  al  llegar  al  término  de  la 
vida,  el  hombre  se  hace  naturalmente  timorato,  pru- 
dente y,  sobretodo,  enemigo  de  todo  conflicto  propio 
á  comprometer  el  fin  de  su  carrera.  Los  patriotas,  que 
conocían  su  debilidad  y  la  inconstancia  de  sus  ideas, 
convinieron  en  que  era  preciso  dar,  sin  pérdida  de 
tiempo  ,  el  último  golpe,  puesto  que  habían  empezado  á 
descubrir  la  cara,  y  obrar  decididamente.  Este  era  el 
pensamiento  de  la  junta  de  Buenos -Aires,  siempre  per- 
severante en  llevarlos  por  aquel  camino,  como  también 
lo  era  de  don  Antonio  Helminda,  don  Ignacio  de  la 
Carrera,  don  Juan  Henriquez  Rosales  y  de  otros  mu- 
chos, tanto  miembros  del  Ayuntamiento  como  de  fuera 
de  esta  corporación,  los  cuales  se  hallaban  imbuidos  de 
los  debates  que  habia  en  sus  reuniones,  principalmente 

(1)  Conversaciones  con  don  Miguel  Infante. 


HISTORIA    DE    CHILE. 

en  las  que  tenían  en  casa  de  Manuel  Gotapos,  Agustín 
Eizaguirre,  Diego  Larrain  y  otras,  que  eran  verdaderos 
clubs  de  la  revolución  chilena.  Por  otra  parte,  el  movi- 
miento que  intentaban  operar  se  apoyaba  en  los  mas 
bellos  principios  de  derecho  y  de  justicia,  y  no  podia 
menos  de  cautivar  los  ánimos  de  todas  las  clases.  Hasta 
el  mismo  presidente,  rodeado,  como  lo  estaba,  de  pa- 
triotas los  mas  entusiasmados  y  convencidos,  se  sentía 
seducido,  y,  en  su  familia ,  que  era  numerosa,  solo  doña 
Josefa  Doummont,  nuera  suya,  pensaba  con  afecto  á  la 
monarquía,  porque  era  oriunda  Española,  y,  por  con- 
siguiente ,  del  partido  de  sus  compatriotas.  Pero  ¿  si 
sostenía  con  celo  y  tesón  el  ínteres  de  este  partido,  qué 
podia  hacer  contra  las  fuerzas  poderosas  que  precipi- 
taban el  movimiento?  Nada,  y  así  sucedió  que  no  tardó 
en  tener  que  alejarse  para  no  presenciar  sus  inevitables 
resultados. 


CAPITULO  VIII. 


Desesperación  de  los  realistas  al  ver  los  progresos  de  la  revolución. — Procuran 
levantar  algunas  tropas  á  sus  espcnsas.— Pasos  que  dan  para  ganar  al  presi- 
dente á  su  partido. —  Indecisión  de  este  jefe  é  inconstancia  de  sus  opiniones. 
—  Al  fin,  toma  partido  por  los  liberales,  y  al  anuncio  de  la  llegada  del  jeneral 
Elio  de  Montevideo  á  Chile ,  como  presidente ,  se  decide  por  la  instalación  de 
una  junta  suprema.  —  Competencia  que  tiene  con  la  real  Audiencia.  — Des- 
asosiego de  los  diferentes  partidos. —  El  ayuntamiento  reúne  en  los  arrabales 
casi  todas  las  milicias  de  los  contornos  de  la  ciudad.  —  Ultimo  esfuerzo  de  la 
real  Audiencia  para  impedir  la  convocación  de  una  junta. 


La  determinación  irrevocable  de  los  patriotas  era  el 
suplantar,  por  una  junta  nacional,  el  gobierno  absurdo 
que  los  había  avasallado  hasta  entonces,  y  aniquilar, 
de  una  vez,  la  triple  resistencia  representada  por  la 
ostentación  de  poder,  la  sumisión  y  el  interés;  ó,  en 
otros  términos,  por  la  Real  Audiencia ,  el  clero  y  los  Es- 
pañoles. Ya  muy  debilitados  por  la  corriente  impetuosa 
de  las  ideas  revolucionarias,  y  reducidos,  por  la  pérdida 
de  su  influjo,  á  una  minoría  impotente,  los  realistas 
quisieron ,  sin  embargo,  hacer  un  esfuerzo ,  procurando 
rechazar  todo  pronunciamiento  insurreccional  por  la 
fuerza  de  las  armas.  Desgraciadamente  para  ellos,  el 
número  de  los  soldados ,  con  que  creian  poder  contar, 
habia  disminuido  mucho,  y,  por  colmo  de  desgracia, 
también  temían  que  hubiese  insubordinación  en  la  com- 
pañía de  artilleros,  considerada,  hasta  entonces,  como 
batallón  sagrado,  áncora  de  esperanza  y  de  salvación. 

En  efecto,  el  comandante  Rey  na,  en  cuya  fuerza  des- 
cansaban todas  las  esperanzas,  manifestaba,  sobre  el 
particular,  los  mas  inquietantes   presentimientos ;  He- 


- 


I 


HISTORIA    DE    CHILE. 

vado,  por  una  parte,  de  sentimientos  racionales  de  li- 
bertad, y  temiendo,  por  la  otra,  que  se  introdujese  la 
desmoralización  en  sus  tropas,  no  cesaba  de  quejarse 
de  la  impotencia  de  las  milicias,  que,  por  su  corto  nú- 
mero (según  él  decia),  nunca  podrían  resistir  á  la  ter- 
rible tempestad  que  se  preparaba.  Este  fué  el  motivo  por 
el  cual  Manuel  Antonio  Talavera  persuadió  á  los  jene- 
rosos  patriotas,  defensores  de  la  causa  real,  á  que  pu- 
siesen en  pié,  á  sus  espensas ,  algunas  compañías  con 
las  cuales  pudiesen  contar,  como  lo  hicieron  con  el 
mayor  entusiasmo,  prestándose  noble  y  voluntariamente 
todos  los  realistas  á  cuantos  sacrificios  fueron  necesa- 
rios. En  muy  pocos  dias,  se  contaban  mas  de  sesenta 
suscriptores,  unos  por  tres  soldados,  otros  por  cinco,  y 
hubo  suscriptores  que  suscribieron  por  diez,  que  habian 
de  ser  equipados  y  sostenidos  por  ellos.  Nadie  puede 
saber  en  que  hubiera  parado  aquel  arranque ,  si  el 
presidente,  por  instigación  del  cabildo,  no  se  hubiese 
opuesto  abiertamente  á  él,  amenazando  con  severas 
providencias  á  don  Roque  Allende,  que  era  uno  de  los 
comisarios  de  la  suscripción. 

Los  preparativos  de  armamento  y  de  defensa,  juntos 
al  estado  de  ajitacion  de  los  ánimos ,  no  podian  menos 
de  turbarlos  y  de  darles  materia  á  serias  reflexiones, 
sobretodo  en  una  ciudad,  en  donde,  desde  el  principio 
de  la  conquista,  no  se  habia  oido  un  tiro ,  á  no  ser  en 
regocijos  públicos,  y,  las  mas  veces,  en.  honra  del  adve- 
nimiento de  un  monarca,  ó  de  la  llegada  de  un  gober- 
nador. Todos  se  preguntaban  á  sí  mismos  en  que  ven- 
dría á  parar,  cual  seria  el  fin  final  de  una  libertad  que 
pocos  comprendian,  rechazada  imperiosamente  por  el 
clero,  y,  por  otro  lado,  proclamada  como  aurora  de  los 


CAPITULO    VIH. 


123 


progresos ,  y  como  precursora  de  prosperidad  y  de  feli- 
cidad futuras.  Los  entendimientos  cortos,  subyugados 
por  el  prestijio  de  la  fe,  y  por  sentimientos  de  temor, 
de  indiferencia  y  de  moderación,  veian  aquel  tumulto 
con  grande  zozobra,  al  paso  que  las  clases  inferiores, 
naturalmente  inclinadas  á  la  licencia  y  al  desorden, 
hallaban  en  él  toda  su  existencia,  y  todos  los  elementos 
de  desarreglo  que  convenían  á  sus  vulgares  sensaciones. 
Los  motores  de  la  insurrección  sabían  muy  bien  que , 
favoreciendo  la  inclinación  de  las  masas,  tendrían  en 
ellas  un  poderoso  auxiliar  para  conseguir,  por  medio  de 
la  fuerza,  cuanto  era  negado  á  la  razón ;  pero  habia, 
en  esta  conducta,  algún  riesgo,  y  algo  de  demagójico, 
que  era  indispensable  evitar,  ó,  á  lo  menos,  moderar  con 
bastante  vigor  para  no  verse  arrojados  afuera  de  los 
límites  de  sus  sinceras  intenciones.  Al  mismo  tiempo, 
era  de  su  deber  el  dar  un  semblante  de  legalidad  al  mo- 
vimiento ,  haciendo  cómplice  de  él  al  mismo  presidente, 
de  modo  que  aprobase  ciegamente  y  sin  censura  todas 
las  resoluciones  que  saliesen  de  su  club.  Por  este  medio, 
evitaban  convulsiones  violentas,  y  la  revolución  se  rea- 
lizaba bajo  el  patronato,  casi  directo,  del  jefe  del  estado. 
Pero  los  realistas  que  vijilaban,  siempre  alerta,  los 
pasos  de  los  patriotas,  comprendieron  muy  luego  que 
su  propio  interés  exijia  que  también  ellos  atrajesen  á 
su  partido  al  presidente,  á  pesar  de  la  especie  de  repul- 
sión que, les  causaba;  porque,  en  efecto,  lo  considera- 
ban, en  cierto  modo,  como  una  ciudadela  que  era  pre- 
ciso atacar  sin  descanso  y  hacerle  brecha  para  que  no 
cayese  en  poder  de  sus  enemigos ,  porque ,  dirijiendo 
así  sus  tiros ,  agotarían  los  cortos  restos  de  fuerza  y  de 
actividad  que  les  quedaban. 


HISTORIA    DE    CHILE. 

Justamente  á  la  sazón,  llegó  una  noticia  que  no  podia 
menos  de  decidir  la  cuestión,  en  atención  á  que  susci- 
taba grandes  debates  entre  los  dos  partidos.  Carrasco, 
como  lo  hemos  dicho  ya,  habia  sido  denunciado  en  Cá- 
diz como  un  hombre  sin  enerjía ,  sin  talento  y  total- 
mente incapaz  de  resistir  á  las  ideas  turbulentas  del 
siglo.  Uno  de  los  primeros  cuidados  de  la  Rejencia  go- 
bernadora fué  llamarlo  á  España  remplazándolo  por  el 
jeneral  don  Francisco  Xavier  Elio ,  militar  de  nervio  y 
de  resolución,  y,  por  consiguiente,  dispuesto  á  cortar, 
á  toda  costa,  los  vuelos  á  los  enemigos  de  la  monarquía. 
Su  viaje  por  Buenos -Aires  daba  lugar  á  los  patriotas 
para  operar  la  revolución ,  pero  al  mismo  tiempo  los 
obligaba  á  anticipar  su  plazo ,  y  se  aprovecharon  de  la 
ajitacion  que  reinaba,  después  de  algunos  dias,  en  di- 
ferentes barrios  de  la  ciudad ,  para  dar  á  entender  al 
presidente  cuan  inoportuno  y  peligroso  seria  el  desis- 
tirse  del  poder  en  favor  de  un  estraño  que  no  ofrecia 
garantía  alguna  á  la  tranquilidad  del  país.  Y,  luego, 
lisonjeando  su  vanidad  y  orgullo,  le  aconsejaban  hiciese 
avortar  todos  aquellos  fatales  proyectos,  y  proclamase 
la  instalación  de  una  junta  gobernadora,  cuyo  presi- 
dente perpetuo  seria  él  mismo,  de  derecho. 

Estas  insinuaciones,  hechas  con  reserva  en  momento 
oportuno,  se  manifestaron  al  público  el  dia  12  de  se- 
tiembre, dia  en  que  los  desórdenes,  que  iban  creciendo, 
exijieron  una  reunión  de  las  primeras  corporaciones  en 
casa  del  presidente.  En  presencia  de  la  Real  Audiencia, 
y  de  los  comandantes  militares,  no  dudó  el  alcalde 
don  Agustin  Eizaguirre  asentar  que  ya  habia  llegado  el 
momento  de  seguir  el  ejemplo  de  España,  nombrando 
una  junta  capaz  de  adoptar  medidas  enérjicas  para  re- 


í 


CAPITULO   VIII. 

chazar  toda  invasión,  en  caso  de  ataque,  á  fin  de  con- 
servar el  país  á  su  amado  Fernando  VII.  Probó,   en 
seguida,  que  el  derecho  de  propia  conservación  era  el 
mas  justo,  y  aun  también  un  deber  el  mas  solenne  que 
tuviesen  que  llenar;  y,  en  este  particular,  el  alcalde 
estaba  apoyado,  con  vivo  tesón,  por  todos  los  demás 
miembros  del  cabildo ,  principalmente  por   don  Fer- 
nando Errazuris,  el  cual  añadió  que  escluyendo  aquel 
sistema  de  gobierno,  de  hecho,  al  brigadier  Elio  de  la 
presidencia,  como  también  á   su  asesor  don  Antonio 
Garfias ,  era  un  deber  para  ellos  el  escribirles  á  Monte- 
video para  ahorrarles  la  fatiga  de  un  largo  é  inútil  viaje. 
Esta  proposición  fué  aceptada,  sin  dificultad,  por  el 
conde  de  la  Conquista  ;  pero  su  indecisión  no  le  permitió 
resistir  alas  respuestas  diestras  del  rej  ente,  el  cual  trató 
de  probar  que  por  la  misma  razón  de  haber  jurado  obe- 
diencia y  fidelidad  al  supremo  consejo  de  rejencia  no 
tenia  especie  alguna  de  derecho  para  alterar  sus  decre- 
tos ,  y,  por  consiguiente ,  no  podia  negarse  á  recibir  la 
persona  que  habia  sido  nombrada  para  ir  á  dirijir  los 
asuntos,  tan  delicados  como  enredados,  de  aquella  capi- 
tanía jeneral ;  y  que,  en  cuanto  á  la  constitución  del  país, 
la  responsabilidad  que  habia  tomado  de  conservarla  en 
toda  su  integridad  era  tanto  mas  grave,  cuanto  la  habia 
jurado  delante  de  Dios  sobre  los  santos  evanjelios.  En 
seguida,  el  rejente  pasó  á  probarle  que  el  público  tenia 
mucha  mas  aprensión  de  las  vanas  y  quiméricas  espe- 
culaciones délos  patriotas,  que  de  una  invasión  ene- 
miga, á  la  sazón ,  sobretodo ,  que  la  reina  de  los  mares, 
la  Inglaterra,  combatía  en  favor  de  la  madre  patria;  y 
que,  para  tranquilizarlo  completamente,  bastaría  publi- 
car un  bando  anunciando  la  firme  resolución  de  no  ha- 


§ 


HISTORIA   DE    CHILE. 

cer  mudanza  alguna  que  pudiese  causar  el  menor  perjuicio 
á  los  intereses  del  rey,  y  dejando  entrar,  sin  oposición, 
al  valiente  y  sabio  jeneral  que  España  les  enviaba  para 
su  bienestar  y  reposo  (1). 

Los  principios  de  derecho,  de  justicia  y  de  relijion 
en  que  el  rejente  se  apoyaba,  y  los  hábiles  comenta- 
rios con  que  los  oidores  corroboraban  sus  razones ,  pu- 
sieron al  gobernador  en  un  nuevo  conflicto  de  dudas 
y  temores ,  y  lo  echaron  otra  vez  á  la  banda  de  la  real 
audiencia ,  pues  aceptó  la  publicación  del  bando  que  le 
proponían ,  y  que  el  oidor  Concha  se  encargó  de  esten- 
der aquella  misma  noche. 

Bien  que  los  miembros  del  ayuntamiento  fuesen  muy 
opuestos  á  este  nuevo  rasgo  de  versatilidad  del  presi- 
dente, noobstante  no  tuvieron  por  conveniente  em- 
peñarse en  disputas,  en  presencia  de  la  real  audiencia, 
por  temor  de  molestar  demasiado  al  que ,  en  resumidas 
cuentas,  había  de  aplanarles  el  camino  para  llegar  á 
sus  fines,  y  prefirieron  diferir  hasta  el  dia  siguiente  el 
hablarle  con  ánimo  sereno,  y  bajo  el  influjo  de  algunos 
canónigos  dignos  de  su  mayor  aprecio,  y,  por  lo  tanto, 
capaces  de  quitarle  el  temor  que  tenia  de  faltar  á  sus 
deberes  de  relijion  y  de  fidelidad.  Después  de  haberle 
preparado,  por  medio  de  algunas  personas  de  su  con- 
fianza, obtuvieron  de  él  para  aquel  dia,  13,  una  nueva 
reunión ,  á  la  cual  asistieron ,  ademas  de  los  miembros 
del  ayuntamiento,  dos  canónigos,  otros  dos  sacerdotes 
y  cuatro  habitantes  de  distinción ,  á  saber,  dos  Espa- 
ñoles, don  Fernando,  marques  de  la  Plata,  del  supremo 
consejo  de  S.  M. ,  y  el  prior  del  consulado  don  Geledino 
Villota,  y  dos  Chilenos,  el  coronel  de  milicias  don 

(1)  Archivos  del  gobierno,  etc. 


CAPITULO   VIII. 


127 


Ignacio  de  la  Carrera,  y  el  cónsul  don  Joaquín  Ganda- 
rillas.  En  cuanto  á  los  coroneles  Olaguer  y  Reyna , 
que,  igualmente,  habían  sido  convocados,  fueron  tam- 
bién, pero  luego  se  retiraron. 

Después  de  algunas  discusiones  sobre  los  peligros, 
cada  diá  mas  inminentes,  de  la  patria,  y  sobre  los  des- 
órdenes continuos  de  la  ciudad ,  don  Celedino  Yillota, 
ya  animado  de  un  puro  espíritu  de  libertad ,  demostró 
la  necesidad  de  cortar  el  mal  de  raíz ,  y  en  su  oríjen , 
porque ,  de  otro  modo ,  no  podia  asegurarse  la  deseada 
paz,  y  que  siendo  esta  la  cuestión  :  si  podría  ó  no  hacerse 
junta  de  gobierno  arreglada  á  las  que  han  celebrado  las 
provincias  de  España  para  mejor  defensa  de  la  patria, 
sujeta  al  superior  gobierno  de  rejencia,  sin  innovación 
de  las  leyes,  ni  de  las  autoridades  constituidas,  debía 
tratarse  y  decidirse  este  punto  ,  y  que  su  resolución  seria 
lo  que  aquietaría  al  pueblo ,  que  solo  por  la  diversidad 
de  opiniones  se  halla  tan  desorganizado. 

Todas  las  personas  presentes  fueron  del  mismo  pa- 
recer, y  el  procurador  de  la  ciudad  añadió  que  aquella 
medida  muy  legal,  puesto  que  las  provincias  españolas 
habían  dado  el  ejemplo  de  ella,  debía  de  llevarse  á 
cabo  con  la  mayor  formalidad  y  brevedad ,  á  no  ser  que 
se  considerase  á  Chile  como  un  país  absolutamente  es- 
clavo, é  indigno  ó  incapaz  de  gobernarse  á  sí  mismo. 
Dichas  estas  palabras ,  tomó  el  bando,  que  el  rejente 
acababa  de  enviar  á  la  firma  del  presidente ,  é  indicó  en 
él  artículos  que  no  podían  obtener  su  aprobación ,  entre 
otros  uno  que  imponía  pena  de  la  vida  á  cualesquiera 
que  se  atreviese  á  proponer  ó  insinuar  la  menor  inno- 
vación en  la  organización  política  del  país. 

Este  discurso ,  hecho  con  firmeza ,  y  que  no  tuvo  opo- 


128 


HISTORIA    DE    CHILE. 


sicion  seria,  produjo  el  mejor  efecto,  cortando  el  hilo  de 
que  pendía  la  voluntad  del  presidente,  y  quitando  á  este 
la  especie  de  repugnancia  que  había  manifestado  siem- 
pre, cuando  se  había  tratado  de  tomar  una  determina- 
ción. Decidido,  en  fin,  á  seguir  los  consejos  de  sus 
compatriotas,  mucho  mas  interesados  en  la  suerte  del 
país ,  declaró  solennemente  que  no  solo  el  bando  no  seria 
publicado,  sino  que  también  estaba  resuelto  á  convocar 
cabildo  abierto  para  tratar  con  la  mayor  solennidad  po- 
sible, en  una  asamblea  imponente,  compuesta  de  los 
habitantes  de  mas  influjo ,  en  lo  civil ,  eclesiástico  y  mi- 
litar, un  asunto  tan  grave  y  de  tanta  importancia.  Al 
efecto ,  se  resolvió  enviar  á  las  personas  convocadas  una 
esquela  de  convite ,  del  tenor  siguiente  : 

«  Para  el  clia  diez  y  ocho  del  corriente  espera  á  V.  el 
muy  ilustre  señor  presidente,  con  el  ilustre  ayunta- 
miento, en  la  sala  del  real  tribunal  del  consulado,  á 
tratar  de  los  medios  de  seguridad  pública,  discutiéndose 
allí  que  sistema  de  gobierno  debe  adoptarse  para  con- 
servar siempre  estos  dominios  al  señor  Fernando  Y1I°.  » 
Esta  nueva ,  que  se  esparció  muy  pronto  por  la  ciu- 
dad, tal  vez  exajerada  por  el  temor  de  una  resistencia 
armada,  produjo  una  grande  sensación  en  ambos  par- 
tidos ,  particularmente  en  el  de  los  realistas  y  españoles 
los  mas  interesados  en  el  mantenimiento  del  orden.  En 
cuanto  á  la  real  audiencia,  esta  no  pudo  ver  sin  estreme- 
cerse todos  sus  planes  de  salvación  anonadados,  y  la 
imposibilidad  en  que  se  hallaba  de  reconquistar  el  favor 
del  presidente,  tan  fuertemente  influido,  en  vísperas 
de  un  pronunciamiento  que  amenazaba  con  cambios  y 
desorganización.  En  la  última  entrevista  habían  hecho  el 
mayor  esfuerzo  para  ganarlo,  pero  habia  sido  el  último, 


CAPÍTULO    VIII. 


129 


puesto  que  habían  tocado  el  terrible  rejistro  de  las  penas 
de  sacrilejio  contra  cuan  tos  desobedeciesen  ásu  rey,  como 
jefe  temporal,  cuyos  poderes  según  ellosemanaban  direc- 
tamente de  Dios.  Por  consiguiente,  seria  inútil  cuanto 
quisiesen  hacer  después;  pero  noobstante ,  atemorizados 
por  aquella  grande  crisis,  resolvieron  pasar  un  oficio 
al  presidente,  en  el  cual  renovaban  cuanto  le  habían 
dicho  ya,  tan  pronto  en  lenguaje  amical  é  insinuante, 
tan  luego  amenazándole  con  las  terribles  consecuencias 
del  conflicto  que  iba  á  levantarse  entre  los  partidos,  y 
protestando  altamente,  protesta  en  que  hicieron  entrar 
á  los  padres  de  la  Merced  y  de  San  Agustín ,  los  cuales 
no  habían  podido  conseguir,  por  masque  lo  habían  pe- 
dido, el  asistirá  aquella  asamblea.  Todos  aquellos  ofi- 
cios y  protestas  no  produjeron  efecto  alguno  en  el  espí- 
ritu, ya  determinado,  del  presidente,  bien  que,  á  la 
verdad,  por  prueba  de  que  no  obraba  por  obstinación 
sistemática,  mandó  mudar  la  cláusula  de  la  esquela  que 
parecía  haber  dado  mas  que  pensar  á  la  real  audiencia, 
por  manera,  que  borrando  en  dicha  esquela  todo  lo  que 
tenia  relación  con  el  sistema  de  gobierno,  quedó  su 
tenor  reducido  y  se  imprimió  en  los  términos  siguientes: 

« Para  el  dia  diez  y  ocho  del  corriente  á  las  nueve  de 
la  mañana ,  espera  á  V.  el  muy  ilustre  señor  presidente , 
con  el  ilustre  ayuntamiento,  en  las  salas  del  real  consu- 
lado, á  consultar  y  decidir  los  medios  mas  oportunos  á 
la  defensa  del  reino  y  pública  tranquilidad.  » 

Mientras  que  el  presidente  y  la  real  audiencia  discu- 
tían de  esta  manera  la  necesidad  y  los  riesgos  de  una 
grande  asamblea,  embozándose  cada  uno,  á  su  modo, 
en  el  manto  de  Cesar,  como  pretesto  ó  de  buena  fe,  de 
una  entera  sumisión  á  su  amado  Fernando,  el  pueblo  se 


'. 


V.  Historia. 


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130 


HISTORIA   DE    CHILE. 


hallaba  en  la  mayor  conmoción.  En  la  plaza,  como  en 
los  diferentes  barrios,  se  veia  una  ansiosa  ajitacion ,  y 
ya  las  pasiones  de  los  turbulentos  empezaban  á  mani- 
festarse y  á  infundir  temores  y  zozobra  en  los  corazones 
pacíficos.  Santiago  parecía  atormentado  por  el  jenio  de 
la  maldad.  Todos  salían  de  sus  casas  armados  con 
sables,  puñales  ó  pistolas,  llenos  de  desconfianza  unos 
de  otros,  y  dispuestos  á  defenderse  ó  á  atacar.  Por  la 
noche ,  habia  muchos  mas  corros  y  mucho  mas  turbu- 
lentos. Los  patriotas  se  reunían  en  casa  de  Larrain , 
de  Eizaguirre,  y  los  realistas  principalmente  en  la  de 
Aldunate.  En  estas  especies  de  clubs  no  se  trataba 
mas  que  del  estado  crítico  del  país.  Algunas  veces, 
habia  mociones  para  evitar  sus  consecuencias,  y,  de 
una  y  otra  parte,  se  enviaban  parlamentarios  á  proponer 
una  junta  de  reconciliación;  pero  las  condiciones  que 
proponían  unos ,  y  la  mala  voluntad  de  otros,  no  permi- 
tían el  concluir  nada  de  bueno.  ¿  Gomo  era  posible  que 
la  razón  ejerciese  su  santo  ministerio ,  cuando  los  cora- 
zones se  hallaban  envueltos  en  una  atmósfera  de  tem- 
pestades morales,  consecuencia  del  último  aliento  de 
una  vida  de  vasallaje ,  que  iba  á  espirar  sofocado  por 
una  nueva  civilización  ?  Lejos  de  eso ,  muchas  veces 
procuraban  dañarse,  intimidarse  y  aun  engañarse, 
pues  en  medio  de  estas  proposiciones  los  Europeos 
tuvieron  el  atrevimiento  de  tramar  un  complot  con  el 
objeto  de  apoderarse  del  parque  de  artillería,  para  di- 
rijir  sus  tiros  contra  el  consulado ,  si  realmente  se  veri- 
ficaba la  instalación  de  una  junta.  Este  complot,  lo  que 
es  mas,  habia  ya  empezado  á  ejecutarse  por  mas  de 
doscientos  realistas ,  y,  probablemente ,  habría  llegado 
á  sus  fines,  si  el  ayuntamiento  no  hubiese  recibido 


CAPÍTULO   VIII.  431 

aviso,  á  tiempo,  del  riesgo,  por  dos  de  sus  espías    lo 
cual  lo  puso  en  la  rigorosa  necesidad  de  tomar  medidas 
de  represión,  y  de  multiplicar  patrullas  por  la  noche, 
mandadas  por  dos  principales  personajes,  Carrera,  y 
Rosales.  Con  cincuenta  hombres  montados  cada  uno 
estos   recorrían  todos  los  barrios  y  arrestaban  todos* 
cuantos  eran  sospechosos,  de  cualquiera  clase  ó  condi- 
ción que  fuesen ,  y  los  enviaban  al  cuartel ,  de  donde  no 
salían  hasta  que  se  tomaban  informes  sobre  su  conducta 
é  intenciones.  Gracias  á  este  buen  servicio,  el  desorden 
no  llegó  á  los    limites  estremos  que  se  temían  ,  y 
realmente,  no  hubo  ni  violencias  ni  escesos;  pero  i 
medida  que  el  18  de  setiembre  se  acercaba ,  la  fermen- 
tación crecía,  y  el  ayuntamiento  tuvo  que  redoblar  de 
vijilancia,   valiéndose  del  derecho  de  policía,  que  le 
daba  su  constitución.  En  consecuencia,  y  de  acuerdo  con 
el  presidente,  mandó  venir  á  Santiago  el  mayor  número 
posible  de  milicianos,  los  acampó  en  los  arrabales 
nombró  de  ayudante  mayor  de  la  plaza  al  capitán  do 
injemeros  Makena  y  se  hicieron  trasportar  los  caño- 
nes al  cuartel  de  San  Pablo,  escoltados  por  ciento  v 
cincuenta  hombres.  Dos  piezas,  cargadas  á  metralla" 
fueron  puestas  en  batería  en  la  plaza,  y  las  demás  eii 
el  zaguán. 

La  real  audiencia,  sintiéndose  desmayar  á  la  vista 
de  aquel  aparato  de  fuerzas  y  de  resolución,  aun  qui<o 
hacer  un  esfuerzo  por  medio  de  otro  oficio  que  pasó  al 
presidente,  prediciéndole  todas  las  desgracias  que  iban 
a  caer  sobre  el  país,  y  de  las  cuales  él  solo  seria  respon- 
sable á  los  ojos  de  Dios  y  de  su  Rey.  Ademas  le  per- 
suadía a  que  no  hiciese  novedad  alguna,  de  ínterin 
su  desgraciada  patria  estaba  en  lucha  contra  el  tirano 


132 


HISTORIA   DE   CHILE. 


■ 

■ 


: 


í. 


de  la  Europa.  «Así  lo  desean,  decía  la  real  audiencia, 
la  mayor  parte  de  los  habitantes  de  la  población,  como 
con  demostración  lo  verá  V.   S.    si  saliese  un  señor 
alcalde  de  cuartel  con  un  individuo  del  ilustre  ayunta- 
miento, el  cura  párroco  y  un  ministro  de  la  fe ,  á  exijir 
los  votos  de  los  padres  de  familia.  Son  muchos  los  que 
jimen,  lloran  y  se  lamentan  de  los  males  que  amenazan 
á  la  patria ,  y  sienten  ver  solos  y  desamparados  á  los 
ministros  que  componen  este  tribunal,  de  su  presidente, 
protector,  padre  y  compañero ,  sujetos  á  innumerables 
calumnias,  ultrajes  y  desprecios.  No  los  intimidan  por 
un  instante  los  males  de  que  se  ven  amenazados ,  y  si 
V.  S.  cree  que  con  abandonar  sus  cargos  y  retirarse  de 
la  capital  se  remedian  las  desgracias  públicas ,  sin  pér- 
dida de  un  instante  hágaselo  V.  S.  saber  para  ejecu- 
tarlo :  será  la  primera  vez  que  en  materias  pertenecientes 
al  bien  del  estado  se  apartan  las  reales  audienciasd  esus 
jefes,  pues  cualquiera  desconformidad  en  materias  tan 
sagradas  cubre  á  alguno  de  horribles  manchas  y  enormes 
delitos,  porque  deben  ser  los  espejos  de  la  fidelidad  en 
los  deberes  al  Rey,  que  representan ,  y  sus  pueblos. 
Por  último,  señor,  ya  no  tiene  recurso  que  apurar  este 
tribunal ;  reitera  sus  protestas  y  clamores;  espera  que  V.S. 
tomará  aquellas  providencias  que  sean  del  agrado  de  Dios 
y  del  Rey ;  y  si  nada  de  lo  espuesto  alcanza,  y  ha  de  cele- 
brarse el  congreso,  presídalo  V.  S.,  no  permita  estableci- 
mientos de  junta  y  dé  orden  á  los  jefes  militares  que  no 
obedezcan  á  esta  nueva  autoridad,  si  se  establece  (1). » 
El  presidente  no  participó  de  los  temores  de  la  real 
audiencia,  y  convencido  de  que  la  fermentación  de  la 
ciudad  no  tenia  mas  oríjen  que  la  dilación  del  estableci- 


i)  Véanse  los  documentos. 


CAPITUXO   VIII. 

miento  de  aquella  grande  asamblea,  y  de  que  no  cesaría 
hasta  que  estuviese  finalmente  instalada,  pensó  en  con- 
vocarla á  la  mayor  brevedad  posible ,  antes  que  el  ruido 
que  corría  de  la  arrivada  de  algunos  buques  estran- 
jeros  al  mar  del  sur  se  realizase.  Habiéndose  mantenido 
siempre  fiel  al  Rey,  y  no  habiendo  manifestado  nunca 
la  menor  tendencia  en  favor  de  la  independencia  del 
país ,  el  presidente  obraba  á  cara  descubierta  firman  da 
con  verdadera  hombría  de  bien  las  respuestas  y  oficios 
que  se  pasaban  al  rejente,  sin  sospechar  en  manera, 
alguna  que  desquiciaba  el  poder  absoluto.  Se  puede 
decir  con  verdad  que  en  la  conciencia  con  que  obraba 
habia  mas  sentimientos  que  razón,  pues  tenia  su  oríjen  en 
su  mismo  corazón,  y  este,  en  todos  tiempos,  se  hallaba 
exento  de  remordimientos  de  injusticia  ó  de  ingratitud. 
Bien  que  en  sus  frecuentes  reuniones  se  tratase  á  menudo 
de  la  prosperidad  futura  del  país,  para  él  esta  cuestión 
no  era  mas  que  un  sueño,  ó  mas  bien  un  misterio  que  la 
providencia  cubría  de  un  velo  impenetrable.  Por  consi- 
guiente, si  abrazó  la  causa  de  la  libertad,  fué  mas  por 
persuasiones  que  se  le  hacían  que  por  propio  convenci- 
miento, ofreciéndole  un  ausilio  poderoso  y  cierto,  á  pesar 
de  la  inconstancia  fatal  de  sus  opiniones.  Es  verdad 
que  á  su  lado  habia  hombres  del  mayor  mérito ,  que  no 
cesaban  de  infundirle  sus  ideas  y  que  le  impelian ,  á 
pesar  suyo,  en  el  sentido  que  se  necesitaba  para  alcan- 
zar sus  fines.  Estos  eran  Gaspar  Marín,  Argomedo, 
Eizaguirre,  Infante  y  otros  muchos  grandes  patriotas , 
que  interpretaban  el  movimiento  bajo  un  punto  de  vista 
distinto,  considerándolo  como  un  acontecimiento  que 
emanaba  de  la  Providencia  y  no  como  parto  de  una 
pura  casualidad. 


134 


HISTORIA  DE   CHILE. 


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1 


En  efecto,  como  ya  lo  hemos  visto,  esta  revolución 
databa  solo  de  un  año,  y  á  su  nacimiento  habia  prece- 
dido una  de  estas  grandes  conmociones  que  ponen  en 
acción  al  entendimiento ,  á  la  reflexión  y  al  interés,  y 
animada,  muy  luego  después,  por  sus  primojénitas  las 
repúblicas  de  Venezuela  y  de  Buenos- Aires,  se  puso  en 
movimiento,  aunque  lentamente  y  con  pasos  poco  fir- 
mes. Los  principios  que  proclamaba  eran  demasiado 
opuestos  á  las  costumbres  del  país  para  no  ser  objeto 
de  ataques  y  repulsas.  La  real  audiencia ,  como  se  ha 
visto,  se  presentó  armada  de  todo  su  prestijio,  de  su 
ciencia  y  de  sus  leyes  tan  antiguas  como  inmudables. 
En  el  punto  en  que  vio  la  sociedad  chilena  ajitada  por 
peligrosos  novadores,  empleó  todo  su  conato  en  descubrir 
sus  fines  y  hacerles  imposible  el  que  los  consiguiesen. 
Para  esto ,  invocó ,  alternativamente ,  la  autoridad  su- 
prema de  reales  cédulas,  y  luego  el  honor,  la  responsabi- 
lidad personal,  las  amenazas,  protestas  y,  finalmente, 
los  santos  Evanjelios,  que  están  siempre  á  la  disposición 
de  los  que  tienen  la  imprudencia  de  servirse  de  ellos 
para  sus  miras  particulares,  llenando  de  temores  el 
espíritu  crédulo  de  la  multitud.  En  este  punto ,  los 
realistas  se  sirvieron  de  ellos,  sobretodo  al  principio, 
con  un  juicio  digno  de  una  época  menos  adelantada  (1). 
En  toda  la  república  el  clero ,  los  regulares  y  los  misio- 
neros estuvieron  constantemente  encargados  de  interve- 
nir con  su  santo  ministerio  para  cortar  el  vuelo  á  las 
ideas  liberales;  y,  en  Santiago,  habían  alarmado  á  las 


(1)  En  un  documento  que  tenemos  á  la  vista,  vemos  que  el  solo  colejio  de 
Chillan  anunciaba,  durante  estas  conmociones  y  en  los  principios  de  la  guerra, 
cincuenta  y  dos  misas  cantadas,  muchas  de  ellas  con  sermones,  dos  procesiones 
jenerales,  ciento  y  treinta  misas  rezadas  y  muchos  novenarios  públicos,  etc. 


CAPÍTULO   VIH, 

apacibles  relijiosas  en  tales  términos,  que  el  gobierno 
se  vio  en  la  necesidad  de  ir  á  tranquilizarlas  conven- 
ciéndolas de  la  verdad,  sin  finjimientos. 

Por  fin ,  todos  estos  gritos  y  ruidos ,  tan  tumultuosos 
al  principio,  se  apaciguaron  poco  a  poco,  y  tomaron  el 
carácter  de  puro  susurro  y  de  melancolía  denotando  el 
estado  de  desmayo  de  un  poder  agonizante  que  da  el 
último  suspiro  de  su  existencia. 


CAPITULO  IX. 


> 


Reunión  electoral  en  el  consulado.— El  conde  de  Toro  entrega  las  Insignias  de 
gobernador  al  pueblo  soberano.—  Discursos  de  su  secretario  y  del  procurador 
de  la  ciudad.  -  Instalación  de  la  junta  soberana,  y  personas  que  la  compu- 
sieron. —  Regocijos  públicos.  —  La  real  Audiencia  forzada  á  jurar  obediencia 
á  la  junta  ,  y  sus  circulares  á  los  sudelegados  de  las  provincias.  —  Principios 
de  fusión  entre  los  partidos;  tendencia  del  clero  y  de  los  realistas  á  adoptar 
las  ideas  de  la  revolución. 


1: 


'.:  '!■'•'■ 


Apenas  los  primeros  albores  anunciaron  la  venida 
del  dia  18  de  setiembre,  cuando  ya  se  manifestó  en  to- 
dos los  barrios  de  Santiago  una  grande  ajitacion.  La 
llamada  de  cajas  de  guerra,  á  la  que  los  soldados  y  mi- 
licianos acudían  de  todas  partes,  parecía  también  querer 
despertar  á  los  ciudadanos  para  que  se  preparasen  á 
asistir,  unos  como  espectadores,  y  otros  como  actores, 
al  gran  drama  que  iba  á  emancipar  el  país,  dar  sobe- 
ranía y  nuevo  ser  á  sus  habitantes  y  asociarlos  á  todos 
los  actos  legislativos,  como  miembros  de  una  nación  libre 
é  independiente. 

Por  orden  del  presidente,  las  tropas  habían  ocupado 
muy  de  mañana  sus  respectivos  puestos.  El  rejimiento 
de  la  princesa,  ba;o  las  órdenes  de  Don  Pedro  Prado, 
ocupó  toda  la  estension  de  la  cañada,  comprendida 
entre  San  Diego  y  San  Lázaro;  el  del  Príncipe,  man- 
dado por  el  Marques  de  Montepío ,  fué  dividido  por 
compañías,  tres  de  las  cuales  ocuparon  las  cuatro  ave- 
nidas del  consulado,  mientras  las  demás  se  encargaban 
simultáneamente  de  mantener  la  tranquilidad  en  la  ciu- 
dad, y  de  la  guardia  del  cuartel  de  San  Pablo.  En  la 


CAPITULO    IX. 

plaza  mayor,  habia  tomado  posición  el  Tejimiento  del 
Rey,  en  comunicación,  por  medio  de  la  compañía  de 
línea  de  dragones  de  la  Reina ,  con  la  de  dragones  de 
la  frontera,  establecida  en  la  plazuela  del  consulado,  al 
mando  de  don  Juan  Miguel  Benavente,  plazuela  en 
donde  se  hallaban  el  comandante  jeneral  de  las  armas 
don  Juan  de  Dios  Vial  Santelices  y  sus  dos  ayudantes, 
con  orden  de  contener  al  populacho,  y,  sobretodo,  de 
vijilar  los  facciosos  para  impedirles  de  turbar  el  orden 
de  aquella  solenne  y  augusta  función  (1). 

Las  personas  con  papeleta  de  convite  eran  las  solas 
que  podían  atravesar  los  dos  cordones  de  tropas  que 
guardaban  las  cercanías  del  consulado,  y  entrar  en  la 
sala  donde  iba  á  tener  lugar  la  ceremonia.  Allí,  llegaban 
separadamente,  y  muy  pronto  se  hallaron  reunidas  cua- 
trocientas, las  tres  cuartas  partes  de  las  cuales,  á  lo 
menos,  estaban  imbuidas  de  los  mas  vivos  sentimientos 
de  patriotismo  y  afecto  al  Ayuntamiento,  considerado 
como  el  jenio  de  la  razón  y  del  progreso.  Cerca  de  las 
once,  se  presentó  el  conde  de  Toro  con  su  asesor  y  su 
secretario,  y  precedido  de  las  corporaciones  eclesiástica, 
civil  y  militar.  Solo  la  Real  Audiencia  tuvo  por  conve- 
niente el  no  asistir,  protestando,  por  el  hecho  de  abste- 
nerse, contra  un  acto  supuesto  de  legalidad,  con  la  espe- 
ranza de  tener,  tarde  ó  temprano,  una  ocasión  favorable 
de  satisfacer  su  venganza  y  sus  resentimientos. 

Bien  que,  según  el  tenor  de  la  esquela  de  convite ,  la 
reunión  no  tuviese  mas  objeto  que  el  tomar  medidas 
oportunas  para  poner  el  país  á  cubierto  de  la  invasión 
de  que  estaba  amenazado,  sin  pensar,  ni  remotamente, 
en  mudar  la  forma  de  gobierno,  el  primer  acto  del  pre- 

(1)  Historia  manuscrita  de  don  Melchor  Martínez.— Diario  del  doctor  Vera. 


138 


HISTORIA   DE  CHILE. 


■ 


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i 


sidente  probó ,  noobstante,  y  desde  luego,  lo  contrario. 
Apenas  hubo  ocupado  el  puesto  que  le  habían  preparado, 
declaró  en  alta  voz  que  se  despojaba  del  poder  de  que 
estaba  revestido  y  lo  depositaba  en  manos  del  pueblo 
soberano.  Estas  fueron  las  solas  palabras  que  pronun- 
ció (1);  pero  su  secretario  Argomedo  se  encargó  de  es- 
plicar  los  motivos,  con  el  tono  de  convencimiento  propio 
á  penetrar  una  grande  asamblea,  y,  en  la  viveza  de  su 
discurso ,  no  pudo  contenerse  sin  hacer  la  apolojía  de 
las  brillantes  cualidades  del  gobernador,  que,  por  eí 
interés  solo  de  la  tranquilidad  pública,  había  tenido  la 
suma  jenerosidad  de  desistirse  de  un  mando  que  desem- 
peñaba tan  gloriosa  como  felizmente. 

Tras  este  discurso ,  el  procurador  de  la  ciudad  don 
Miguel  Infante  pronunció  otro  mucho  mas  largo,  en  el 
cual  empezó  motivando  el  objeto  de  la  reunión,  y  pro- 
siguió hablando  de  España,  de  cuya  situación  hizo  la 
mas  lastimosa  pintura,  considerándola  ya  á  la  merced 
de  un  conquistador  tan  feliz  como  ambicioso;  recapitu- 
lando las  turpitudes  de  Carrasco  y  sus  injustas  persecu- 
ciones contra  los  tres  ilustres  Chilenos,  y  quejándose 
de  la  ajitacion  que  desde  algún  tiempo  á  aquella  parte 
reinaba  en  la  ciudad ,  y  que  no  provenia,  á  su  parecer, 
mas  que  de  la  dilación  que  había  habido  en  nombrar 
una  junta  reclamada  con  ansia  por  los  deseos  del  pú- 
blico. Al  tocar  esta  clausula,  que  era  de  su  especial 
conocimiento,  demostró  la  grande  utilidad  de  semejante 
gobierno,  sobretodo  en  circunstancias  en  que  el  país 
necesitaba  obrar  con  mucha  actividad  y  enerjía.  «  Es 
cierto,  añadió  él,  que  muchos,  ya  sea  por  temor,  ó,  mas 
bien,  por  ignorancia,  se  oponen  á  esta  grande  reforma; 

(1)  Historia  de  don  Melchor  Martínez. 


CAPÍTULO   IX. 


139 


pero  si  estas  personas  ojeasen  nuestros  compendios  de 
leyes,  verían  que  hay  muchas  sumamente  favorables  á 
ella.  »  Y  diciendo  y  haciendo,  el  orador  ponia  cuidado 
en  citarlas,  y  aun  de  leer  ciertos  puntos  al  apoyo,  sin 
olvidar  el  ejemplo  que  España  les  daba  en  aquel  mismo 
instante,  dejándose  gobernar  por  una  junta  que  no  ce- 
saba de  aconsejar  á  las  Américas  formasen  otras  seme- 
jantes por  el  mismo  modelo. 

En  este  discurso ,  brillante  todo  de  tino  y  de  habi- 
lidad, el  orador  Infante  pedia,  con  intención,  que  la 
junta  no  pudiese  gobernar  mas  que  en  nombre  de  Fer- 
nando VII ;  porque  si  era  cierto  que  sus  miras  sobre 
la  suerte  de  su  país  se  estendian  mucho  mas  allá,  tam- 
bién lo  era  que  conocía  la  necesidad  de  acortar  el  vuelo 
patriótico  á  su  propio  corazón,  y  de  emplear  un  len- 
guaje que  diese  satisfacción  á  todos  los  partidos,  sin 
esceptuar  la  Real  Audiencia  (1).  Esto ,  porque  sabia  con 
certeza  que  si  chocaba  la  opinión  del  pueblo,  que  aun 
tenia  un  sincero  afecto  á  su  joven  y  desgraciado  rey, 
se  espondria  á  encontrar  una  fatal  oposición;  y  era, 
justamente,  lo  que  él  quería  evitar.  Por  eso  tenia  que 
hacer  violencia  á  su  carácter  y  á  sus  sentimientos,  pro- 
curando hacerse  propio  á  la  opinión  de  progreso,  para 
que  adquiriese  influjo  hasta  en  los  negocios  de  estado, 
é  imbuyéndolo,  casi  á  pesar  suyo,  de  sentimientos  de 
amor  propio  y  de  interés  público. 

Es  verdad  que  tal  ha  sido  el  carácter  de  las  revolu- 
ciones de  la  América  española,  en  donde  todas  fueron 
hechas  en  nombre  y  en  favor  del  monarca  amado,  sin 
que  se  haya  pretendido  darles  un  movimiento  mas  in- 
dependiente; de  modo  que  todas  parecían  haber  sido 

(1)  Conversación  con  Miguel  Infante. 


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HISTORIA   DE   CHILE. 


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trazadas  por  un  mismo  modelo  ,  con  el  mismo  objeto ; 
y,  en  este  particular,  Chile  se  presentaba  con  principios 
absolutamente  idénticos.  Dejando  á  parte  un  cortísimo 
número  de  opiniones  mas  estremadas,  todas  las  demás, 
con  inclusión  de  muchas  que  se  hallaban  á  la  cabeza 
del  movimiento,  pensaban  firmemente  mantenerse  bajo 
la  dominación  española,  y  no  deseaban  mas  que  algunas 
reformas,  tales  como  mejorar  las  instituciones,  propor- 
cionar fomentos,  establecer  las  relaciones  de  la  metró- 
poli y  de  las  colonias  sobre  las  verdaderas  bases  de  la 
justicia,  y  quitar  algunos  abusos  que  se  introducían,  de 
tiempo  en  tiempo,  en  la  sociedad,  en  despecho  de  la 
moralidad  ejemplar  de  los  presidentes.  Tal  era  el  pen- 
samiento dominante  de  la  nación  y  de  casi  todas  las 
personas  reunidas  en  esta  asamblea,  las  cuales  acepta- 
ron con  universal  aclamación  el  nuevo  sistema  de  go- 
bierno, persuadidos  de  que  su  fidelidad  no  seria  de  modo 
alguno  comprometida  (1).  Solamente,  dos  ó  tres  espa- 
ñoles, mas  desconfiados  ó  mas  avisados,  quisieron  opo- 
nerse á  él;  pero  su  débil  voz  no  encontró  eco,  se  apagó 
y  se  desvaneció  al  instante  con  el  ruido  del  triunfo. 

Después  que  la  instalación  de  la  junta  hubo  sido  uná- 
nimemente aprobada,  fué  necesario  buscar  personas  que 
por  su  probidad,  posición  y  conocimiento  del  manejo 
de  asuntos  administrativos,  fuesen  dignas  de  desempe- 
ñar aquel  cargo  elevado,  y,  gracias  á  una  reunión  que 
habia  habido  la  víspera  en  casa  de  uno  de  los  hijos  del 

(1)  Al  ver  en  el  diario  del  ilustre  patriota  don  Manuel  Salas ,  escrito  de  su 
mano  :  «  Los  habitantes ,  sin  esceptuar  uno  solo  [esta  es  la  verdad  y  la  es- 
cribo delante  del  dios  de  la  verdad),  sin  esceptuar  uno  ,  volvieron  los  ojos 
á  su  buen  rey,  y  á  la  nación  de  que  nacieron  y  dependen ,  etc.  »  Al  leer, 
este  pasaje  de  un  hombre  tan  virtuoso  y  uno  de  los  caudillos  de  la  revolución , 
no  puedo  persuadirme  que  hubiese  en  aquella  época  muchos  Chilenos  que  tu- 
? iesen  ideas  ciertas  y  seguras  tocante  á  sus  proyectos  de  independencia. 


CAPÍTULO   IX. 

presidente,  don  Domingo  de  Toro ,  la  elección  no  fué 
ni  dudosa  ni  larga;  pero  lo  que  ofreció  cierta  dificultad 
fué  el  desacuerdo  que  se  suscitó  sobre  el  número  de 
miembros  que  debían  componer  la  junta  (1).  Algunos 
querían  multiplicarlos,  esperando  obtener  de  este  modo 
mejor  garantía  de  la  conservación  de  sus  derechos; 
otros,  al  contrario,  fundándose  en  las  leyes  de  partida, 
sostenían  que  no  podia  haber  mas  que  tres  ó  cinco; 
pero,  siguiendo  el  ejemplo  de  Buenos-Aires,  se  decidió 
que  habría  siete,  y  el  procurador  de  la  ciudad  recibió 
el  cargo  de  proponerlos.  Los  cinco  primeros  nombres, 
de  los  cuales  dos  estaban  ausentes,  obtuvieron  los  su- 
fragios de  la  multitud  y  fueron  recibidos  á  la  mas  com- 
pleta unanimidad;  pero  no  sucedió  lo  mismo  con  los 
restantes,  los  cuales  hallaron  mucha  resistencia  de  parte 
de  los  electores.  La  lucha  se  empeñó  especialmente 
entre  don  Francisco  Cisterna ,  que  quería  nombrar  á  In- 
fante, por  sus  grandes  conocimientos,  y  Henriquez  Ro- 
sales, apoyado  por  sus  numerosos  parientes,  y  aun  mas 
por  los  de  la  grande  familia  de  los  Larrain ,  particu- 
laridad que  no  podia  menos  de  influir  mucho  en  su 
elección  (2),  y,  en  efecto,  fué  nombrado  á  votos  reser- 
vados, juntamente  con  Francisco  Xavier  de  Reyna. 

Levantado  este  pequeño  obstáculo,  la  junta  fué  final- 
mente proclamada  con  el  título  de  :  Junta  provisional 
gubernativa,  y  conservadora  de  los  derechos  del  Rey, 
durante  su  cautiverio,  y  compuesta  de  los  miembros 
que  siguen  : 

El  escelentísimo  señor  don  Mateo  de  Toro  Zambrano, 
nombrado  presidente,  de  derecho; 

(1)  Conversación  con  don  Miguel  Infante, 

(2)  Miguel  Infante. 


142 


HISTORIA   DE   CHILE. 


El  ilustrfsimo  señor  don  José  Antonio  Martínez  de 
Aldunate,  obispo  de  Santiago,  vice  presidente. 
Vocales ,  los  señores  : 

Don  Fernando  Márquez  de  La  Plata ,  consejero  de 
Indias ; 

Doctor  don  Juan  Martínez  de  Rosas ; 

Don  Ignacio  de  la  Carrera,  coronel  de  milicias; 

Don  Xavier  de  Reyna,  coronel  de  artillería; 

Don  Juan  Henriquez  Rosales,  maestre  de  campo. 

Después  de  los  gritos  de  alegría  conque  fueron  aco- 
jidos  estos  nombramientos,  el  alcalde  Eyzaguirre  pro- 
clamó por  secretarios  á  don  José  Gaspar  Marín,  y  á  don 
José  Gregorio  Argomedo,  y,  en  seguida,  todas  las 
corporaciones  prestaron  juramento,  manifestando  la 
mayor  satisfacción  por  las  elecciones  (1). 

Tal  fué  la  conclusión  de  aquella  memorable  asamblea, 
que  proporcionó  un  brillante  dia  de  gloria  á  la  patria, 
dia  que  el  pueblo  celebra ,  y  celebrará  aun  por  muchos 
años ,  en  homenaje  rendido  á  la  libertad  y  á  los  primeros 
apóstoles  de  la  nacionalidad  chilena.  Al  salir  de  la  sala, 
casi  todos  los  miembros  que  componían  la  escelentísima 
junta  fueron  acompañados  hasta  palacio  con  gritos  de 
aplauso  del  pueblo  y  de  la  tropa,  gritos  que  repetía  con 
no  menos  entusiasmo  la  clase  inferior,  que ,  por  medida 
de  prudencia ,  la  caballería  habia  contenido  sobre  el  cerro 
de  Santa  Lucia  (2).  Por  la  noche ,  hubo  iluminación 

(1)  Algunos  pidieron  que  la  real  Audiencia  fuese  también  llamada  á  prestar 
juramento  inmediatamente;  pero  Infante  les  advirtió  que  era  ya  tarde  (las 
cuatro).  Noobstante  esta  advertencia  ,  los  mismos  persistieron  en  su  demanda  , 
hasta  que  Márquez  de  la  Plata  les  prometió  que  el  dia  siguiente  se  cumpliría 
aquella  indispensable  formalidad  ,  y  entonces  cedieron  por  miramiento  particu- 
lar al  ilustre  personaje  que  les  hacia  esta  promesa. 

(2)  Se  esparció  mucho  dinero  á  la  plebe  que  ,  el  dia  anterior  (18  de  setiem- 


CAPÍTULO   IX. 


143 


jeneral  y  regocijos  públicos   con   música  ,   hasta  ser 
de  dia. 

Estos  regocijos  duraron  muchos  dias  consecutivos, 
en  los  que  hubo  ceremonias  á  las  cuales  asistieron, 
ocupando  el  primer  lugar,  las  autoridades.  El  19,  todo  el 
cabildo  á  caballo,  y  acompañado  de  mas  de  quinientos 
soldados,  publicó  por  toda  la  ciudad  la  instalación  de 
la  suprema  junta,  afín  de  dar  á  aquel  acto  toda  la  solen- 
nidad  que  requería,  tirando  dinero  á  la  plebe,  y  divir- 
tiéndola por  la  noche  con  iluminaciones  y  fuegos. 

El  veinte,  se  levantó  un  tablado  en  la  plaza  mayor, 
guardado  por  la  tropa,  y  allí  subió  la  suprema  junta 
para  recibir,  previa  lectura  de  la  acta  de  su  instalación, 
juramento  de  obediencia  que  prestaron  las  corporaciones 
civiles  y  eclesiásticas,  y,  en  seguida,  el  de  banderas  de 
todos  los  Tejimientos,  al  son  de  la  música,  salvas  de 
artillería ,  y  aclamaciones  del  pueblo ,  al  cual  hicieron 
una  nueva  distribución  de  dinero  (1). 

Mientras  que  el  pueblo  manifestaba  de  este  modo  la 
alegría  que  le  causaba  un  acontecimiento  cuyo  objeto  ni 
cuyas  consecuencias  no  podía  apreciar,  la  real  audiencia 
tenia  consejo  para  deliberar  sobre  los  medios  de  salvarse 
de  aquella  borrasca ;  porque  todavía,  altiva  y  orgullosa , 
aun  en  su  soledad ,  quería  conservar  la  independencia 
absoluta  de  sus  opiniones,  y  solo  cedió  á  las  amenazas 
que  se  le  hicieron,  yendo  á  jurar  obediencia  al  nuevo 
poder,  bien  que  protestando  contra  él  (2). 

bre),  no  pudo  participar  de  nuestros  goces ,  porque  se  fué  arrinconada  y  custo- 
diada de  la  caballería  en  el  cerro  de  Santa  Lucia ,  para  que  no  perturbase  la 
serenidad  y  orden  inimitable  de  aquella  función.  {Diario  n°  11 ,  de  B.  Fera.) 

(1)  Diario  de  B.  Vera  é  historia  manuscrita  de  Martínez. 

(2)  «Se  le  respondió  categóricamente  que  la  junta  estaba  resuelta  a  hacerse 
obedecer,  y  esperando  al  tribunal.  Este  apenas  se  demoró  lo  necesario  para  leer 
respuesta  tan  precisa,  y  corrió  á  palacio  con  el  ájente  que  hace  de  fiscal ,  el 


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HISTORIA   DE   CHILE. 


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El  prestijio  que  tenia  aun  la  real  audiencia  era  tal, 
que  á  su  entrada  en  la  sala  los  miembros  del  go- 
bierno se  pusieron  en  pié ,  y  ofrecieron ,  como  por 
instinto,  sus  puestos  á  los  que  ya  eran  sus  subordinados, 
como  si  un  servilismo  de  tres  siglos  los  hubiese  dejado 
en  la  ignorancia  de  hs  mas  sencillas  leyes  de  la  jerar- 
quía (1). 

Pero  esta  baja  demostración  de  miramientos  no  duró 
mucho,  pues  penetrados,  al  fin,  de  sus  derechos,  y 
cansados  de  tolerar  sus  intrigas ,  tomaron  una  actitud 
digna,  y  escribió  la  junta  : 

« Que  quería  el  gobierno  arrancar  de  raiz  toda  desave- 
nencia escandalosa,  para  pensar  solo  en  el  desempeño  de 
los  nobles,  fieles,  y  justos  fines  encargados  por  el  voto 
jeneral  á  su  cuidado,  y  que  juró  cumplir,  »  añadiendo : 

« Convido  áV.  S.  con  la  paz  y  unión  siempre  queV.  S.  la 
acepte  de  un  modo  que  todo  el  reino  la  entienda.  Mas  si 
V.  S.  se  niega  á  tan  necesaria  demostración,  corra  al 
momento  la  cortina,  y  signifique  V.  S.,  individualmente, 
cual  es  la  protesta,  para  que  pueda  surtir  su  efecto  ;  por- 
que si  ella  abraza  todas  las  cláusulas  ó  espresiones  de 
los  oficios  y  pareceres  de  V.  S. ,  en  el  ante  dicho  espe- 
diente, previene  á  V.  S.  la  junta,  por  última  prueba  de 
sus  deseos  de  la  concordia,  que,  en  tal  caso,  se  verá 
necesitada  (aunque  con  dolor)  á  tomar  por  sí  la  satis- 
facción que  V.  S.  resiste  á  darle.  V.  S.  sabe  que  es  la 

señor  Sánchez ,  quien  empezó  á  hablar  como  protestando  y  deseando  impo- 
nerse de  las  causas  y  efectos  del  establecimiento.  El  señor  Plata  le  satisfizo  con 
la  misma  acta,  que  se  leyó,  con  los  fundamentos  irrefragables  qup  movieron  á 
la  instalación,  en  que  desde  luego,  convino  el  ájente,  y  sucesivamente  todos 
los  oidores  que  prestaron  los  juramentos  ,  aunque  con  protesta,  llenos  de  res- 
peto y  ternura,  derramando  por  los  ojos  algunas  gotas  de  aque!  humor  que  no 
siempre  ha  de  significar  tristeza  ó  colera,  »  {Diario  de  Bernardo  Vera.) 
(1)  Miguel  Infante. 


CAPÍTULO  IX, 

primera  obligación  del  majistrado  no  permitir  se  pro- 
fane su  autoridad,  y  que  esta  obligación  tanto  mas 
crece  cuanto  es  mayor  la  dignidad  que  constituye  á 
aquella  (1).  » 

Algunos  dias  después,  la  junta  exijia  que  la  real  au- 
diencia retractase  su  protesta,  y  que,  ademas,  pasase 
una  circular  á  todos  los  partidos,  induciendo  á  los  sude- 
legados  y  gobernadores  á  que  reconociesen  la  lejitimidad 
de  la  junta ,  y  á  ayudarle  en  sus  tareas. 

Esta  severidad  era,  en  cierto  modo,  necesaria  para 
poner  fin  á  la  activa  rivalidad  de  un  poder,  que  ya  no 
era  mas  que  secundario.  A  pesar  del  acto  de  sumisión  que 
tan  solemnemente  habían  jurado,  había  pruebas  de  la 
falsedad  de  su  adesion ,  que  ponían  patentes  sus  secretas 
tendencias  con trarevolucion arias,  y  bien  que  la  junta 
conociese  sus  proyectos,  aun  no  podía  tomar  medidas 
violentas,  porque  altivos  con  su  importancia  aun  re- 
ciente, y  sostenidos  por  el  clero,  y  por  algunas  personas 
de  distinción,  los  ministros  de  aquel  tribunal  habrían 
podido,  tal  vez,  luchar  con  alguna  ventaja,  y  hacer 
problemática  la  existencia  de  un  gobierno,  que  empe- 
zaba solo,  y  por  decirlo  así,  á  ensayarse,  y  por  esta  ra- 
zón aun  débil,  bien  que  fuese  un  resultado  de  la  voluntad 
nacional. 

Por  esta  razón ,  la  junta  prefirió  dejar  al  tiempo  el 
cuidado  de  vencer  aquella  resistencia  y  de  minar  el  pres- 
tijio  de  aquel  tribunal ,  atacando  la  parte  mas  tenaz  de 
ella,  que  consistía  principalmente  en  importancia  y  en 
orgullo,  para  lo  cual  no  le  faltaban  ocasiones  tan  favora- 
bles como  frecuentes. 

En  las  ceremonias  que  tenían  lugar  á  menudo  y  á  las 

(1)  Véase  en  los  documentos  de  18. 

V.  Historia.  jq 


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146  HISTORIA    DE    CHILE. 

que  tenían  que  asistir,  los  ministros  pretendían  el  primer 
lugar,  después  del  presidente,  fundándose  en  reales  cé- 
dulas, que  no  podían  en  manera  alguna  servir  de  regla, 
y,  demonstrándolo  así  los  miembros  déla  junta,  se  seguía 
una  correspondencia  pueril,  ridicula,  que  dejen  eraba 
luego  en  resentimientos  de  amor  propio ,  bien  que  impo- 
tentes. 

Por  otra  parte ,  muchos  realistas ,  que  antes  de  la 
reunión  habrían  sido  fieles  á  las  voluntades  de  la  real 
Audiencia ,  la  desampararon  después ,  inducidos  á  ello 
por  deseos  de  la  tranquilidad,  primera  condición  de 
existencia  del  hombre  de  razón  y  moderado.  Lo  mismo 
sucedió  también  con  muchos  relijiosos,  los  cuales,  en  sus 
sermones,  ya  se  atrevían  á  predicar  que  el  nuevo  gobierno 
emanaba  de  Dios  mismo ,  lo  que  era  admirablemente 
útil  y  necesario  en  aquellas  circunstancias  (1). 

Este  pronunciamiento  de  los  realistas  no  era  precisa- 
mente ocasionado  por  pensamientos  de  ambición,  cul- 
pables y  reflexionados,  sino  que  provenia  de  la  satisfac- 
ción que  resiente  el  individuo  apacible  y  sin  opinión  de 
tener  por  superiores  á  hombres  de  probidad  y  virtud , 
dignos  de  su  confianza.  Bajo  este  aspecto ,  los  miembros 
del  nuevo  gobierno  tenían  títulos  que  ningún  Chileno 
podia  contestar.  Dejando  á  parte  las  flaquezas  de  la  na- 
turaleza humana,  y  de  las  que  nadie  nace  exento,  los 
antecedentes  de  dichos  miembros  eran  los  mas  hon- 
rosos ,  y  presentaban  las  mejores  garantías  de  la  buena 
suerte  del  país,  pues  representaban  todas  las  clases, 
todos  los  partidos  :  clero,  ejército,  España,  progresos, 
y,  enfin,  todos  los  intereses. 

Sin  duda  era  penoso  el  no  ver  entre  ellos  miembro 

(1)  Historia  manuscrita  de  Melcb.  Martínez. 


CAPÍTULO    IX. 

alguno  del  ayuntamiento  ,  verdadera  cuna  de  la  libertad 
chilena;  pero  esta  ausencia  no  provenia  de  olvido  ni 
de  falta  de  miramiento,  sino  de  las  protestas  que  ellos 
mismos  hicieron  de  no  aceptar  empleo  alguno,  ni  para 
ellos  ni  para  los  suyos;  y  esto  con  el  solo  objeto  de  con- 
fundir las  murmuraciones  de  sus  enemigos,  que  les  fm 
putaban  miras  de  vanidad  y  de  ambición  (1). 

(1)  Memoria  de  Man.  Ant.  Tocomal. 


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CAPITULO  X, 


Las  provincias  reciben  con  júbilo  la  noticia  de  la  instalación  del  nuevo  gobierno. 
—Solo  la  de  Coquimbo  se  niega  á  reconocerlo.  —  La  junta  pasa  notificación 
de  su  advenimiento  á  diferentes  potencias.—  Nuevos  esfuerzos  de  Buenos- 
Aires  para  revolucionar  á  Chile.- Idea  de  un  congreso  jeneral  americano.— 
Pedido  de  sables  y  fusiles,  y  leva  de  nuevas  tropas.— Suspensiones  de  las 
sudelegaciones.—  Regreso  de  los  desterrados  Rojas  y  Ovalle— Recibimiento 
en  Santiago  de  don  Juan  Rosas.— Su  política.—  Sombra  que  causa  al  ayun- 
tamiento— Convocación  de  un  congreso  nacional  para  el  15  de  abril. 

La  revolución  de  Chile  estaba  hecha.  Inquieta  y  turbu- 
lenta la  víspera ,  firmó ,  el  dia  siguiente ,  su  acta  de  ins- 
talación en  medio  de  vivos  trasportes  de  entusiasmo , 
y  fué  proclamada  por  la  porción  mas  nob'e  y  mas  in- 
fluyente de  la  sociedad  chilena.  Su  aparición  no  causó 
ni  esceso  ni  violencia.  El  buen  orden  no  padeció  la  menor 
alteración.  Los  empleados  conservaron  sus  empleos,  y 
todos  los  intereses  quedaron  protejidos  bajo  la  salva- 
guardia de  un  poder  que  se  apresuró  á  desmentir  el  es- 
píritu de  desmoralización  que  sus  enemigos  le  atri- 
buían. 

Pasados  los  primeros  dias  de  regocijos,  la  junta 
gubernativa  pensó  en  enviar  circulares  anunciando  aquel 
grande  acontecimiento  ,  y  manifestando  sus  leales  inten- 
ciones hacia  su  amado  monarca.  Las  provincias  ocuparon 
sus  primeras  atenciones ,  por  ser  las  mas  interesadas  en 
aquella  metamorfosis  y  tener  la  mejor  parte  en  ella.  Para 
llenar  aquel  encargo ,  fueron  escojidos  los  sujetos  de  la 
primera  distinción.  El  rejidor  Errazuris  marchó  á  Val- 
paraíso ;  don  Gabriel  Valdivieso,  Borja  Irarrazabal  y  don 
Bernardo  del  Solar  se  dirijieron  á  la  parte  del  norte ,  y 


CAPÍTULO   X, 


149 


don  Anselmo  de  la  Cruz  y  José  María  Rosas  al  sur. 
Este  último  llegó  hacia  el  10  de  octubre  á  Concepción, 
la  víspera  de  la  huida  del  intendente  Álava ,  que  se 
embarcó  en  el  buque  la  Europa,  á  la  sazón  de  partida 
para  el  Perú. 

El  recibimiento  que  le  hicieron  allí  fué  tan  brillante 
como  espresivo  y  prometía  las  mas  cordiales  simpatías 
con  un  gobierno  que  las  autoridades  civiles  se  apresura- 
ron á  reconocer,  dos  dias  después,  y  á  proclamar  con 
música  y  salvas  de  artillería  (1). 

El  juramento  de  las  tropas  de  Concepción  no  se  veri- 
ficó hasta  el  dia  17,  y  lo  prestaron  bajo  la  dirección  de 
don  Tomas  de  Figueroa,  teniente  coronel  graduado  y 
comandante  interino  de  batallón ,  el  cual  desempeñó  su 
papel  con  el  mas  loable  celo  dando  parte  de  aquella  jura 
al  nuevo  gobierno ,  con  espresiones  de  la  mas  acendrada 
adesion.  Las  demás  tropas  acantonadas  en  lo  interior  de 
la  provincia  prestaron  juramento  ante  el  comandante  de 
la  frontera,  don  Pedro  Benavente  (2). 

En  las  demás  provincias,  el  entusiasmo  y  las  demos- 
traciones de  alegría  no  fueron  menos  ruidosos.  Talca, 
Chillan,  Valdivia  y  Quillota  mostraron  la  mas  sincera 
adesion.  San  Fernando  se  distinguió  en  funciones  que, 
gracias  al  patriotismo  de  su  sudelegado ,  don  José  María' 
Vivar,  se  prolongaron  desde  el  29  de  setiembre  hasta  el 
Io  de  octubre.  En  la  plaza,  levantaron  un  gran  anfitea- 
tro rodeado  de  arcos  de  triunfo  sobre  los  cuales  se  leían 
muchos  versos  en  honra  de  Fernando  VII,  de  Rosas, 
Carrera ,  Rosales  y  otros  miembros  de  la  junta  (3). 

(1)  Archivos  del  gobierno. 

(2)  ídem. 

(3)  ídem. 


150 


HISTORIA   DE   CHILE. 


En  los  Anjeles,  los  oficiales  catequizados  por  O'Hig- 
gins  se  prestaron  á  aquel  acto  de  obediencia  espontá- 
neamente todos,  menos  don  José  Antonio  Salcedo,  que 
no  se  sometió  á  él  sin  haber  manifestado  antes  una 
grande  repugnancia  (1). 

Los  mismos  indicios  de  oposición  se  reprodujeron  en 
algunas  otras  partes;  pero ,  en  jeherál,  sin  carácter  ni 
eficacia.  Solo  presentaron  cierta  gravedad  en  la  ciudad 
de  la  Serena,  en  donde  el  sudelegado  y  otras  varias 
personas  de  la  mayor  distinción  se  tomaron  la  libertad 
de  protestar  contra  la  junta,  rehusándole  obediencia,  y 
aun  también  jurando  de  no  vivir  jamas  bajo  otras  leyes 
ni  respetar  otras  autoridades  que  las  de  su  desgraciado 
rey  Fernando  YII ,  cuyos  fieles  vasallos  querían  perma- 
necer. Es' a  protesta,  entregada  al  párroco  de  Santiago 
por  el  vicario  capitular,  pasó  á  manos  de  la  suprema 
junta,  que  escribió  enérjica  y  perentoriamente  al  enviado 
don  Bernardo  Solar,  dándole  orden  para  que  inmediata- 
mente exijiese,  bajo  su  responsabilidad,  el  juramento 
del  sudelegado  y  del  cabildo.  Fué  el  único  punto  del  país 
en  donde  el  nuevo  gobierno  se  vio  obligado  á  emplear 
su  autoridad ,  y  aun  esto  se  redujo  á  la  simple  amenaza, 
pues  al  cabo  de  algunas  contestaciones  el  cabildo  obe- 
deció,  y  el  8  de  octubre  se  publicó  por  bando  en 
aquella  ciudad  el  acto  de  instalación. 

Después  de  haber  llenado  este  deber  de  ínteres  y  de 
conveniencia  política,  la  junta  escribió  á  las  diferentes 
cortes  de  la  América  del  Sur,  remitiendo  circulares, 
para  su  conocimiento  ,  de  cuanto  había  sucedido  en  favor 
de  la  monarquía  española.  Escribió  por  el  mismo  tenor  á 
Abascal ,  virey  del  Perú ;  á  la  princesa  del  Brasil ,  Car- 

(1)  Bernardo  O'Higgins. 


CAPÍTULO    X. 

Iota  Joaquina  de  Borbon ;  al  embajador  español  en  la 
misma  corte ,  marques  de  Gasa  Irujo ,  y  al  de  Inglaterra , 
lord  Strangford.  Despachó  circulares  en  el  mismo  sen- 
tido á  la  junta  de  Cádiz  y  á  la  de  Buenos-Aires ,  en  donde 
fueron  recibidas  con  el  mayor  entusiasmo ,  persuadidos 
sus  miembros  de  que  aquella  hermana  se  aprestaba  á 
entrar  por  los  principios  democráticos  que  muy  luego 
habían  de  introducirse  en  todo  el  nuevo  continente. 

En  este  punto,  es  preciso  confesar  que  la  república  de 
Buenos-Aires  ha  tenido  grande  influjo  en  la  suerte  de 
la  de  Chile,  pues ,  bien  que  esta  última  se  haya  elevado 
por  su  misma  inspiración ,  casi  espontáneamente  y  en 
razón  de  las  circunstancias  en  que  se  hallaba,  no  se 
puede  negar,  sin  embargo,  que  los  patriotas  de  Buenos- 
Aires  han  contribuido  con  eficaz  perseverancia  á  deter- 
minarla á  obrar  con  arranque  y  decisión.   En  efecío, 
vemos ,  desde  el  principio ,  á  dichos  patriotas  seguir  una 
correspondencia  tirada  con  los  pocos  Chilenos  iniciados 
en  el  secreto  de  la  santa  causa,  persuadiéndoles,  aconse- 
jándoles, dándoles  ánimos  y  aun  enviándoles  emisarios. 
Finalmente ,  vemos  que  escribieron  directamente  al  pre- 
sidente ofreciéndole  socorros,  en  caso  de  un  ataque  del 
Perú  (1),  y  aun  le  despacharon  también  un  represen- 

(1)4  La  junta  no  duda  que  se  atrevan,  en  Lima,  á  atentar  contra  la  respetable 
persona  de  V.  S.,  y  para  tal  caso,  si  no  bastasen  los  recursos  de  ese  reino  (que 
el  despotismo  antiguo  habrá  debilitado  diestramente},  podrá  Buencs-Aires  par- 
tir con  él  los  abundantes  auxilios  que  la  poderosa  nación  inglesa  franquea  con 
mano  pródiga  á  los  pueblos  fieles  del  rey  Fernando,  que  sosliene,  etc.  » 

Oficio  de  la  junta  de  Buenos- Aires  al  presidente  de  Chile, 
del  1ro  de  setiembre  1810. 

En  otro  oficio  del  31  de  octubre,  aquella  misma  junta  persuade  á  la  de  Chile 
se  ügue  muy  estrechamente  con  la  Gran  Bretaña  (como  el  mejor  apoyo  de 
nuestra  causa),  descubriendo  así  tristemente  el  fatal  principio  de  alianza  con 
grandes  potencias,  muchas  veces  injustas,  casi  siempre  imperiosas  y  que  han 
ocasionado  frecuentemente  anarquía  durable  ,  y  siempre  por  causa  del  carácter 
inconsecuente  é  imprudente  de  los  enviados. 


í 


152 


HISTORIA   DE   CHILE. 


tante,  que  salió  de  allí  el  18  de  setiembre,  y,  por  con- 
siguiente, el  dia  mismo  del  movimiento  de  Chile,  que 
no  podia  saberse  en  Buenos- Aires,  con  orden  de  esta- 
blecer relaciones  de  interés  y  de  alianza  con  la  junta,  si 
sus  previsiones  se  realizaban  ,  y,  en  caso  contrario,  se- 
cretamente con  el  ayuntamiento ,  foco  político  de  la  suerte 
del  país. 

El  encargado  de  esta  importante  misión  fué  Albarez 
Jonte,  el  cual  la  llenó  con  tanto  tino  como  habilidad,  y 
desde  aquel  momento  se  establecieron  entre  las  dos  partes 
relaciones  íntimas  y  tiradas ,  con  el  objeto  de  fundar  en 
bases  sólidas  las  máximas  políticas  que  habían  de  servir- 
les de  regla  para  proveer  á  los  medios  de  defensa  contra 
ataques  estemos,  prometiéndose  recíprocamente  unión 
y  prudencia  en  sus  proyectos ,  unión  y  perseverancia  en 
sus  acciones. 

Al  recorrer  la  correspondencia  de  aquella  época ,  se  ve 
con  que  esmero  estas  dos  repúblicas  procuraban  pres- 
tarse mutuamente  auxilio  para  asegurar  la  conquista  de 
sus  derechos  y  preparar  todo  cuanto  podia  ser  princi- 
palmente útil  á  los  intereses  comunes  de  su  patria.  Pero 
lo  que  se  nota  de  mas  particular  es  que  ya  en  aquella 
época  se  dejaba  presentir  la  grande  necesidad  de  un 
congreso  jeneral  de  todas  las  repúblicas  de  la  América 
meridional  para  formar  en  él  una  alianza  firme  y  dura- 
dera. 

«  Esta  junta  (dice  un  oficio  de  26  de  noviembre)  co- 
noce que  la  base  de  nuestra  seguridad  esterior,  y  aun 
interior,  consiste  esencialmente  en  la  unión  de  la  Amé- 
rica ,  y  por  lo  mismo  desea  que ,  en  consecuencia  de  los 
principios  de  V.  E.,  proponga  á  los  demás  gobiernos  (si- 
quiera de  la  América  del  Sur)  un  plan  de  congreso  para 


CAPITULO   X. 


153 


establecer  la  defensa  jeneral  de  todos  sus  puntos ,  y  aun 
refrenar  las  arbitrariedades  y  ambiciosas  disensiones 
que  promuevan  los  mandatarios;  y  cuando  algunas  cir- 
cunstancias, acaso,  no  hagan  asequible  este  pensamiento 
en  el  dia,  por  lo  menos  lo  tendrá  V.  E.  presente  para 
la  primera  oportunidad,  que  se  divisa  muy  de  cerca.  » 

Este  pensamiento,  debido  al  gran  patriota  don  Juan 
de  Rosas  y  sostenido  hábilmente  por  don  Juan  Egaña, 
fué  claramente  esplicado  en  un  diario  que  escribía  el 
primero  á  la  sazón  ,  y  que,  por  no  haber  imprenta,  salia 
áluz  manuscrito,  con  el  título  de  Despertador  americano, 
en  el  cual  aparecía  como  idea  primitiva  del  congreso  de 
Panamá  (1). 

Por  la  misma  correspondencia  se  ve  que  lo  que  mas 
preocupaba  á  la  junta  era  la  necesidad  de  armarse  contra 
tantos  enemigos  estemos,  pues  se  aparentaba  temer  con- 
tinuamente una  invasión  europea,  y  muchos  la  creían 
con  tanta  mas  razón  cuanto  las  cartas  de  España  hacían 
una  pintura  espantosa  del  estado  del  país,  que  ya  se 
hallaba ,  ó  poco  mas  ó  menos ,  á  la  merced  de  su  ambi- 
cioso conquistador.  Es  verdad  que  los  oficios  de  la  junta 
de  Cádiz  y  los  del  embajador  Casa  Irujo  tendían  á  per- 
suadir lo  contrario,  ó,  alómenos,  parecían  predecir 
mejores  dias  y  la  próxima  espulsion  de  los  Franceses; 
pero  como  las  malas  nuevas  causan  siempre  mucha  mas 
impresión  ,  estas  habían  obtenido  de  preferencia  crédito 
en  el  vulgo,  el  cual  daba  por  cierta  la  ruina  total  de 
España.  Así,  todos  hablaban  de  ella  sin  rebozo  y  como 

(1)  Man.  Tocornal,  Memoria  sobre  el  primer  gobierno  nacional ,  p.  128. 
No  hemos  oido  nunca  mencionar  este  diario  manuscrito,  bien  que  tengamos  en 
nuestro  poder  algunos  otros  de  la  misma  especie,  aun  después  de  la  introduc- 
ción de  la  imprenta  en  la  Repúbica,  tales.como  el  de  ¿/cancagua,  el  Valdi- 
viano federal,  que,  en  el  principio ,  salió  manuscrito  en  Valdivia,  y  otros. 


154  HISTORIA    DE    CHILE. 

de  cosa  indudable.  La  junta  gubernativa  parecía  estar 
en  la  misma  creencia ,  y  so  pretexto  de  prudencia  pro- 
curaba organizar  una  resistencia  armada,  que  los  vo- 
cales de  buena  fe  pensaban  emplear  contra  los  enemigos 
de  España,  pero  que  las  opiniones  adelantadas  conside- 
raban ,  al  contrario,  como  verdadero  auxiliar  y  defensor 
de  los  derechos  que  acababan  de  conquistar. 

El  país  ,  en  aquel  tiempo  ,  se  hallaba  sumamente  atra- 
sado en  todos  lus  ramos  de  la  industria,  sin  maestranzas 
y  sin  fábricas  de  armas ,  y  solo  se  veian  algunos  armeros 
pertenecientes  á  los  rejimientos  para  componer  las  que 
no  estaban  en  buen  estado  de  servicio.  En  tal  estado 
de  penuria,  don  José  Antonio  Rosas  fué  encargado  de 
pedir  de  afuera  armeros  intelijentes  y  hábiles  para  fabri- 
car fusiles  y  sables ,  de  que  habia  suma  falta  ;  pero  esto 
pedia  tiempo,  y  no  se  podía  esperar,  por  lo  que  se  hubo 
de  recurrir  á  un  Ingles,  llamado  Diego  Wintiguen,  con 
el  cual  se  pasó  una  contrata  para  encargarlos  á  Ingla- 
terra ;  y  como  este  país  ardia  en  guerra  y  podia  negarlos, 
por  esta  razón  se  tomó  la  precaución  de  pedirlos  direc- 
tamente al  marques  de  Welesley,  y  también  se  escribió 
á  la  junta  de  Buenos-Aires,  suplicándole  se  sirviese  tratar 
con  un  Ingles  ó  Americano  del  Norte  para  conseguir 
aquellas  armas,  destinadas  al  armamento  de  los  cuerpos 
que  se  iban  á  formar  (1). 

Con  este  fin  ,  se  habia  apelado  á  los  sentimientos  pa- 
trióticos de  los  Chilenos.  Se  despacharon  oficiales  á  las 
provincias  para  instruir  y  disciplinar  á  los  milicianos. 
En  Santiago,  se  organizaron  un  rejimiento  de  grana- 

(1)  Archivos  del  gobierno.  Las  armas  que  se  pedían  eran  6,000  fusiles, 
1,000  pares  de  pistolas  ,  3,000  cables  y  62,000  piedras  de  chispa  ,  y,  posterior- 
mente, á  Valdivia,  seis  cañones  de.  á  24,  dos  de  á  16,  cuatro  de  á  8  y  dos  de 
á  6,  todos  de  bronce  y  con  suficiente  cantidad  de  Valerios. 


CAPÍTULO   X. 

deros  de  setecientas  plazas ,  dándole  por  coronel  á  don 
Santiago  Lucos,  y  por  sarjento  mayor  á  don  Juan  José 
de  la  Carrera  ;  dos  escuadrones  de  trescientas  plazas  cada 
uno ,  al  mando  de  don  José  Joaquín  Toro  ,  con  don  Joa- 
quín Guzman  de  sarjento  mayor,  y  una  brigada  de  ar- 
tillería compuesta  de  piezas  pedidas  posteriormente  á 
Valdivia.  La  mayor  parte  de  estas  tropas  fueron  acuar- 
teladas en  el  edificio  de  los  espósitos,  dispuesto  como 
cuartel,  traspasando  las  doce  ó  catorce  criaturas  que 
habia  en  él  á  la  casa  de  recojidas. 

En  vista  de  esta  actividad  ,  la  revolución  podía  contar 
con  una  fuerza  numérica  ofensiva,  á  la  vez,  y  defensiva, 
y  condición  precisa  de  existencia  en  medio  de  enemigos 
humillados  y  activos.  Los  dos  grandes  p  deres  (la  junta 
suprema  y  el  cabildo)  parpcian  rivalizar  d  celo  y  de  am- 
bición para  el  sustento  de  tan  bella  causa ;  pero  bien 
que  sus  principios  fuesen  absolutamente  los  mismos, 
muchas  veces  no  estaban  de  acuerdo ,  porque  cada  uno 
quena  el  bien  según  lo  entendía,  sin  miramiento  al  amor 
propio  y  á  las  pretensiones  individuales.  Por  lo  mismo, 
hubo  algunas  veces  zelos  de  supuestas  usurpaciones  de' 
derecho  y  de  autoridad.  Afortunadamente,  estas  pequeñas 
desavenencias  duraron  poco ,  y  las  dos  ilustres  corpora- 
ciones pudieron  continuar,  en  la  parte  respectiva  de  cada 
una,  llenando  sus  deberes  con  grande  satisfacción  déla 
nación ,  orgullosa  de  verse  gobernada  por  sus  propios 
hijos. 

Pero  en  medio  de  esta  grande  dilatación  de  una  acti- 
vidad belicosa,  los  ilustres  mandatarios  no  descuidaban 
los  negocios  administrativos.  A  pesar  de  que  su  posición 
precaria  y  su  título  provisional  no  les  permitiesen  em- 
prender grandes  reformas,  suprimieron,  noobstante,  las 


I 


156 


HISTORIA  DE  CHILE. 


sudelegaciones ,  como  fuentes  de  abusos,  de  arbitrarie- 
dad y  de  injusticias,  y  pasaron  su  poder  al  alcalde  de 
primer  voto ,  que  después  fué  remplazado  por  los  gober- 
nadores de  los  partidos.  En  seguida ,  estendieron  regla- 
mentos para  su  conducta  y  gobierno  en  el  manejo  de 
los  negocios ,  y  el  lugar  que  debían  ocupar  en  las  cere- 
monias y  funciones  públicas ,  resabio  que  habia  quedado 
de  la  vana  ostentación ,  tan  profundamente  arraigada  en 
las  costumbres  españolas ;  y,  enfin  ,  procuraron  dar  á 
sus  acciones  el  espíritu  de  utilidad  y  de  entusiasmo  que 
conduce  á  la  organización  de  las  voluntades,  como 
principal  ájente  del  buen  éxito  en  conseguir  los  fines 
sociales. 

Mientras  que  la  junta  gubernativa  procuraba,  de  este 
modo  ,  dejar  tras  sí  honrosas  huellas  de  su  paso  por  el 
poder,  los  ilustres  desterrados,  Rojas  y  Ovalle,  llegaban 
del  Perú  al  seno  de  sus  familias  y  de  sus  amigos.  Su  re- 
cibimiento fué  tan  brillante  como  cordial ,  espresion 
simple  y  sencilla  del  sentimiento  del  público,  en  jeneral , 
por  los  males  morales  y  físicos  que  habían  debido  padecer 
aquellas  primeras  víctimas  de  la  libertad  chilena. 

Diez  dias  después,  la  llegada  de  don  Juan  Rosas  dio 
lugar  á  otro  recibimiento  aun  mucho  mas  brillante.  El 
gobernador  le  envió  al  conventillo ,  á  donde  fué  á  apearse, 
una  guardia  de  honor  de  veinte  y  cinco  dragones  ,  y,  al 
día  siguiente  por  la  mañana,  hizo  su  entrada  acompa- 
ñado de  otros  miembros  de  la  junta ,  de  la  real  Audien- 
cia ,  del  cabildo  y  de  todas  las  corporaciones.  El  acom- 
pañamiento pasó  entre  dos  filas  de  soldados,  formados 
allí  para  que  la  ceremonia  fuese  de  las  mas  solennes,  al 
son  de  música,  salvas  de  artillería,  repique  de  campanas 
y  aplauso  universal  del  pueblo.  El  mismo  día  prestó  su 


■n. 


CAPÍTULO   X 


juramento  de  costumbre,  y  hubo  por  la  noche  ilumina- 


ción y  fuegos. 


Esta  marca  de  distinción  en  honra  de  este  miembro  de 
la  junta  era  una  prueba  elocuente  del  espíritu  revolucio- 
nario que  reinaba ,  en  aquella  época ,  en  la  capital  de  la 
República,  y  de  la  importancia  que  se  daba  á  los  ser- 
vicios del  que,  en  resumidas  cuentas,  había  dado  el 
primer  impulso  al  movimiento  y  lo  dirijia  aun.  Rosas  era, 
en  efecto ,  para  todos  los  patriotas  el  hombre  de  inteli- 
jencia  y  de  acción ,  que  sacaba  su  fuerza  de  un  senti- 
miento casi  fanático  de  patriotismo ,  y  sabia  comunicar 
sus  pensamientos  y  su  entusiasmo  á  los  que  tenían  la  feli- 
cidad de  ponerse  en  contacto  con  él. 

Con  todo  eso ,  no  ejercía  un  poder  ilimitado  sobre  la 
multitud,  porque  una  cierta  mezcla  de  temor  y  de  pru- 
dencia lo  contenia  casi  involuntariamente,  y  se  servia  de 
él  como  de  un  movimiento  de  táctica  para  llegar  mejor  á 
sus  fines.  Sabia  que  el  pueblo  era  aun  idólatra  de  su  rey, 
y  querer  chocar  este  respeto  y  pretender  dirijir  su  opi- 
nión habría  sido  obrar  con  poca  maña  y  querer  una 
cosa  imposible.  Por  lo  mismo ,  prefería  disimular,  aun 
con  algunos  de  sus  colegas,  y  obrar  como  si  sus  preten- 
siones políticas  no  hubiesen  nunca  de  esceder  la  profe- 
sión de  fe  contenida  en  el  acta  de  instalación ,  pues  tenia 
que  emplear  estos  leves  medios  de  astucia  para  no  dis- 
pertar la  peligrosa,  susceptibilidad  de  algunos  de  sus 
compatriotas  y  ponerse  al  abrigo  de  persecuciones  ocultas 
de  sus  enemigos,  que  al  cabo  de  algunos  meses  le  echa- 
ban ya  en  cara  su  orgullosa  ambición ,  y  se  propasaban 
á  poner  pasquines  á  su  puerta  denunciándolo  como  as- 
pirante al  poder  absoluto  (1). 

(i)  En  uno  de  estos  pasquines  había  pintado  un  bastón  atravesado  poruña 


158 


HISTORIA   DE   CHILE, 


*/ 


■ 


' 


Afortunadamente,  su  conciencia  y  su  carácter  austero 
le  hacían  muy  superior  á  todas  estas  calumnias,  que  des- 
preciaba como  producto  de  intereses  heridos,  y  apoyán- 
dose en  sus  antecedentes  continuaba  sirviendo  con  tesón 
á  su  segunda  patria,  como  le  habría  hecho  por  una  ver- 
dadera madre.  Toda  su  actividad  y  todo  su  saber  se 
empleaban  en  esto.  Él  fué  quien  tuvo  la  primera  idea 
de  una  leva  de  soldados  pertenecientes  á  la  revolución  ,  y 
que  habían  de  ser,  por  consiguiente,  su  apoyo  y  sus 
defensores ;  pero  para  subvenir  á  sus  gastos  era  preciso 
disponer  de  un  dinero  que  la  tesorería  estaba  lejos  de 
poder  suministrar.  Levantar  un  impuesto  habría  sido 
impolítico  y  se  guardaron  bien  ele  proponerlo,  prefiriendo 
hacer  una  llamada  á  los  sentimientos  jenerosos  de  per- 
sonas pudientes,  dejando  á  su  libre  voluntad  la  suma 
de  los  donativos ,  de  manera  que  no  pudiesen  causar 
perjuicio  al  nuevo  poder,  ni  á  su  prestijio  de  adminis- 
trador prudente  y  sin  tacha.  Igualmente,  se  pensó  en 
hacer  un  descuento  á  los  empleados  y  aumentar  el  precio 
del  tabaco,  lo  cual  producía  un  rédito  de  80,000  pesos 
de  aumento,  y  como  estas  medidas  no  eran  suficientes, 
se  juzgó  oportuno  el  aprovecharse,  en  calidad  de  emprés- 
tito ,  de  las  existencias  en  las  cajas  de  ciertas  adminis- 
traciones. Todas  estas  medidas ,  exijidas  por  ios  aconte- 
cimientos y  las  circunstancias,  d  sagradaron  á  algunas 
personéis.  Los  miembros  del  c  bildo  pensaron  oponerse 
á  ellas,  ó,  á  lo  menos,  se  les  figuró  que  constituían  un 
atentado  contra  su  autoridad  y  se  quejaron  de  él;  pero 
en  vano,  pues  pesando  la  responsabilidad  enteramente 
sobre  la  junta  suprema,  debia  de  ser  esta  señora  de  todas 

espada  ensangrentarla  y  superado  de  una  corona  real ;  por  inscripción  tenia: 
Chilenos,  abrid  los  ojos,  cuidado  con  Juan  I.        Martines ,  HisU  mss' 


CAPITULO    X. 

sus  acciones,  en  cuanto  emanaban  de  sus  atributos. 
Otro  proyecto  de  que  se  ocupó ,  desde  luego ,  Rosas 
fué  el  enviar  á  buscar  una  imprenta  con  todos  sus  enseres. 
Hasta  entonces,  Chile,  sumerjido  en  las  espesas  tinieblas 
del  absolutismo  y  del  abandono,  no  habia  podido  ele- 
varse á  las  altas  rejiones  de  la  intelijencia ,  y  estaba  en- 
charcado en  el  estado  de  nulidad  que  un  gobierno  egoísta 
le  habia  impuesto.  Una  imprenta  muy  pequeña  con  al- 
gunos pocos  caracteres  ya  gastados  componían  Ja  oficina 
tipográfica  del  gobierno,  y  solo  servia  para  esquelas, 
papeles  sellados  y,  algunas  veces,  recibos  de  induljen- 
cias  (1). 

Don  Manuel  Salas ,  que  aparece  en  todas  partes  siem- 
pre que  se  trata  de  progresos  y  de  ilustración  ,  se  habia 
quejado  muchas  veces  de  tan  reprensible  indolencia,  y  á 
ruegos  suyos,  por  proposición  de  Rosas,  la  junta  pidió 
una  á  la  de  Buenos-Aires,  la  cual  dio  el  encargo  á  Mo- 
reno, su  encargado  de  negocios  en  Londres.  Desgracia- 
damente ,  la  muerte  de  aquel  grande  y  hábil  patriota 
sobrevino  para  impedir  la  realización  del  envío ,  de  suerte 
que  Chile  se  vio  privado  hasta  en  1812  de  este  admira- 
ble instrumento  de  progresos,  de  libertad  y  de  civiliza- 
ción. También  se  habia  pensado  en  fomentarla  enseñanza 
pública,  y  don  Juan  Egaña  fué  encargado  de  formar  un 
plan  de  estudios.  Igualmente  se  pensó  en  abrir  las  puertas 
al  comercio  estranjero,  proposición  que  chocó  mil  inte- 
reses diversos,  y  que,  por  esto  mismo,  no  tuvo  desde 
su  principio  toda  la  aceptación  que  merecía.  Los  Espa- 

(1)  El  21  de  marzo  de  1809  ,  la  Universidad ,  humillada  de  no  ver  ninguna  en 
el  país,  decidió,  por  su  propia  honra,  que  se  enviase  á  buscar  una  ü  Buenos- 
Aires  ó  á  España,  y  que,  por  falla  de  fondos ,  se  tomase  la  cantidad  necesaria 
á  interés,  hipotecando  los  fondos  de  la  Universidad. 

sfrchivos  de  la  Universidad. 


•. 


160 


HISTORIA   DE   CHILE, 


ñoles ,  sobretodo ,  como  comerciantes  los  mas  ricos  y  los 
mas  numerosos ,  fueron  los  que  emplearon  todo  el  influjo 
que  les  quedaba  en  hacer  avortar  dicho  proyecto. 

Pero  habia  una  cuestión  que ,  por  el  momento ,  era  de 
una  importancia  mucho  mayor  aun  ,  puesto  que  se  tra- 
taba de  lejitimar  un  gobierno  sobre  la  apreciación  de  un 
voto  jeneral. 

La  junta  no  habia  sido  nombrada  mas  que  por  los 
habitantes  de  Santiago ,  y,  por  consiguiente ,  no  era  mas 
que  la  espresion  de  una  sola  ciudad ,  y,  tal  vez ,  de  un 
solo  partido.  Por  esta  razón ,  se  presentaba  bajo  el  título 
modesto  de  provisional ,  y  desde  su  instalación  habia 
tenido  cuidado  de  prometer  que  su  existencia  duraría 
solo  hasta  el  momento  de  la  reunión  de  un  congreso 
jeneral;  pero  el  momen'o  de  esta  reunión  habia  llegado 
después  de  mucho  tiempo ,  y  la  junta  no  cumplía  su  pro- 
mesa. 

Esto  ocasionó  algunas  quejas  por  parte  de  las  pro- 
vincias, de  las  cuales  algunas  habian  ya  nombrado  sus 
diputados  sin  preocuparse  de  la  forma  en  que  estos  nom- 
bramientos debian  hacerse  para  que  fuesen  legales.  En 
Santiago,  el  cabildo,  que  desde  el  13  habia  pasado  sus 
instrucciones  é  indicado  el  Io  de  marzo  1811  para  la 
reunión  de  los  diputados  ,  tampoco  veia  con  indiferencia 
el  retardo  contrario  á  la  soberanía  del  pueblo,  y  á  la  regu- 
laridad de  todo  gobierno  popular  y  representativo.  Sobre 
este  particular,  ya  muchas  veces  habia  hecho  estas  obser- 
vaciones, tanto  verbalmente  como  por  escrito ,  á  la  junta 
suprema ,  y,  el  ili  de  diciembre ,  el  procurador  de  ciudad 
le  pasaba  una  representación  en  la  cual  terminaba  dicién- 
dole  que  : 

«  Evacuando  aquel  importante  negocio  con  la  breve- 


CAPITULO  X. 


161 


dad  y  en  los  términos  propuestos,  será  de  la  mayor 
satisfacción  para  todo  el  pueblo,  y  calmará,  consiguien- 
temente, la  crítica  inquietud  en  que  está,  desde  el  mo- 
mento en  que  V.  SS.  puedan  cerciorarle  de  haber  que- 
dado  ya  espedito  (1).  » 

Al  día  siguiente,  la  junta  gubernativa  llenaba  los 
deseos  del  ayuntamiento  y  de  la  nación  pasando  un  acto 
por  el  cual  esponia  los  motivos  que  habían  inducido  á  la 
capital  á  formar  un  gobierno  provisional ,  y  daba  reglas 
para  la  convocación  de  un  congreso  nacional ,  cuyo 
mandato  era  : 

f  Acordar  el  sistema  que  mas  conviene  á  su  réjimen 
seguridad  y  prosperidad  durante  la  ausencia  del  rey ; 

»  Discutir,  examinar  y  resolver,  tranquila  y  pacífica- 
mente ,  qué  jénero  de  gobierno  es  apropósito  para  el  país 
en  las  presentes  circunstancias; 

»  Dictar  reglas  á  las  diferentes  autoridades,  determi- 
nar su  duración  y  facultades  (2).  » 

El  país,  entonces,  estaba  dividido  en  veinte  y  cinco 
partidos,  que  debían  nombrar,  á  lo  menos,  un  diputado 
cada  uno  ;  pero  algunas  veces  dos  ó  tres,  según  la  po- 
blación que  tenían.  Santiago ,  como  ciudad  principal  y 
la  mas  populosa,  debía  elejir  seis. 

Se  necesitó  también  un  reglamento  de  elección ,  y 
por  falta  de  todo  poder  lejislativo,  el  cabildo  se  encargó 
de  formular  uno,  que  la  junta  provisional  adoptó  y  aña- 
dió á  su  proclama  al  pueblo  de  la  República. 

Este  reglamento  era  sencillo,  moderado  y  también 
bastante  liberal  para  las  provincias ,  en  aquellas  circuns- 
tancias; pero  ,  noobstante ,  algunos  que  no  consideraban 


(0  Véanse  los  documentos. 
(2)  Véanse  los  documentos. 
V.  Historia. 


II 


J> 


162 


HISTORIA    DE    CHILE. 


- 

eh  los  actos  políticos  mas  que  la  voluntad  del  pueblo , 
pretendieron  que  era  dar  un  desmentido  al  principio,  y 
que  todo  Chileno  debia  votar,  pues  cada  uno  tenia  el 
derecho  imprescriptible  de  nombrar  su  diputado,  sin 
escluir  mas  que  aquellos  que  no  lo  mereciesen  por  su 
moralidad. 

Miguel  Infante ,  que  era  el  alma  de  este  partido ,  lo 
pedia  con  la  fuerza  de  convicción  que  le  daban  sus  opi- 
niones eminentemente  democráticas  y  exijia  el  sufrajio 
universal ,  convirtiendo  así  una  cuestión  de  derecho  po- 
lítico en  un  acto  de  puro  y  sencillo  ejercicio  de  una  fa- 
cultad. 

Afortunadamente,  la  mayoría,  mucho  mas  próvida, 
combatió  este  principio ,  porque  comprendía  que  seria 
un  grave  yerro  el  querer  que  votasen  hombres  sin  ante- 
cedentes, sin  intelijencia,  y,  las  mas  veces,  bastante 
infelices  para  ponerse  á  la  merced  del  primero  que  les 
pagase,  lo  que  seria,  para  en  adelante,  un  ejemplo 
fatal.  Así,  en  el  artículo  k  del  reglamento,  la  junta  tuvo 
cuidado  de  decir  que  para  las  elecciones  : «  Se  debia  citar 
al  cabildo,  por  medio  de  esquelas ,  á  los  jefes  de  todas 
las  administraciones ,  prelados  de  las  comunidades  y 
vecinos  nobles  de  la  capital.  » 
>  Queriendo ,  de  este  modo ,  limitar  el  derecho  de  voto , 
no  al  número  s  sino  á  la  parte  sana  y  arreglada  de  la 
sociedad. 

Lo  mismo  sucedió  en  la  elección  que  se  debia  de  hacer 
de  los  diputados,  que  era  preciso  escojer  entre  las  per- 
sonas pudientes,  porque  el  título  era  gratuito ;  y,  sobre- 
todo, que  fuesen  de  edad  de  veinte  y  cinco  años,  «  de 
buena  opinión  y  fama ,  aunque  sean  eclesiásticos  secu- 
lares , »  decia  el  reglamento. 


CAPÍTULO    X. 


163 


Los  curas,  los  subdelegados  y  oficiales  veteranos  eran 
escluidos,  porque  por  sus  obligaciones  no  podían  ausen- 
tarse de  sus  destinos. 

Igualmente,  lo  eran  los  estranjeros,  los  quebrados 
los  acreedores  de  la  real  hacienda  y  los  que  habían  tenido 
alguna  condena  infamante. 

En  cuanto  al  día  de  la  reunión  en  Santiago,  debía  de 
ser  el  15  de  abril,  y  las  sesiones  habían  de  empezar  el 
Io  de  mayo. 


CAPITULO  XI. 


Tropas  enviadas  á  Valparaíso.  -  Juan  Makena  gobernador  de  esta  ciudad  en 
remplazo  de  Joaquín  de  Alos,  depuesto  de  su  empleo.- Suscripción  á  favor 
de  España  -Muerte  del  conde  de  la  Conquista. -Destitución  del  provisor 
don  Santiago  Rodríguez.- Apertura  de  los  puertos  al  comercio  estranjero. 
-Ruidos  de  guerra.- Enganches  voluntarios.- La  junta  pide  instrumentos 
y  maestros  para  organizar  una  música  militar. 


Con  el  sistema  electoral,  comienza  una  era  entera- 
mente nueva  para  Chile.  El  pueblo,  hasta  entonces 
sumerjido  en  una  nulidad  administrativa  casi  absoluta, 
va  á  aparecer  de  aquí  en  adelante  en  el  teatro  déla 
política ,  y  á  penetrarse  del  espíritu  de  reflexión  que  in- 
fluye tan  eficazmente  en  la  suerte  de  un  país,  desarro- 
llando sus  intelijencias,  despertando  su  patriotismo  y 
esparciendo  por  todas  partes  los  elementos  democráticos, 
cuyo  fin  es  el  interés  jeneral. 

Pero  de  ínterin  llegaba  el  plazo  de  las  elecciones,  el 
gobierno  provisional  tenia  que  obrar  con  enerjía  y  acti- 
vidad para  precaver  toda  contrarevolucion  é  impedir  el 
desmayo  de  acción  en  el  público.  La  real  Audiencia 
levantaba  de  tiempo  en  tiempo  su  cabeza  venerable  ,  y 
no  aun  despojada  de  prestijio,  sostenida  por  el  comercio, 
que  era  casi  enteramente  español.  Bajo  este  punto  de 
vista  los  comerciantes  de  Yalparaiso  imitaban  á  San- 
tiago ,  en  opiniones  y  proyectos.  El  gobernador  de  aquel 
puerto ,  don  Joaquin  de  Alos,  si  se  habia  sometido  a  la 
junta,  lo  habia  hecho  con  repugnancia  y  por  fuerza,  y 
parecia  favorecer  los  numerosos  pasquines  que  se  ponían 
todas  la.  noches  en  las  esquinas  de  la  ciudad,  en  todas 


CAPÍTULO   XI. 

formas  y  con  colores  que  pintaban  casi  terrorismo.  Don 
Agustín  Vial ,  uno  de  los  primeros  y  mas  celosos  patrio- 
tas, se  había  quejado  de  él ,  como  muy  peligroso  para  el 
sistema  proclamado  y  como  causa  de  desórdenes  bas- 
tante graves.  En  vista  de  esto ,  la  junta  habría  obrado 
con  poca  prudencia  si  hubiese  continuado  impasible  al 
frente  de  un  enemigo ,  casi  agresor,  y  envió  allí  ciento  y 
diez  dragones  al  mando  del  valiente  patriota  don  Miguel 
Benavente,  el  cual  quitó  el  empleo  al  gobernador  AIos, 
poniendo  en  su  lugar  al  capitán  de  injenieros  don  Juan 
Maicena,  joven  resuelto  y  de  talento,  partidario  de  los 
progresos  de  su  nueva  patria ,  é  imbuido  ya  del  espíritu 
de  libertad  y  de  reformas ,  que  empezaba  á  ejercer  su 
suave  influjo  en  las  ideas  de  la  juventud  chilena. 

Se  pensó  también  en  dar  al  movimiento  una  fuerza 
militar,  en  primer  lugar,  para  poder  resistir  á  toda  in- 
vasión estranjera,  y,  en  segundo  ,  á  las  tentativas  que  el 
Perú  quisiese  hacer  contra  el  nuevo  sistema  de  gobierno. 

Pero  aquí  los  dos  grandes  cuerpos  políticos  del  mo- 
mento se  hallaron  aun  en  desacuerdo.  La  junta,  no 
teniendo  mucha  confianza  en  los  cuerpos  de  milicias, 
quería  tropas  regladas  que  fuesen  bien  disciplinadas  ,  y 
en  las  cuales ,  por  consiguiente ,  la  patria  descansaría 
confiada. 

El  cabildo,  como  imájen  pura  y  viva  de  la  democracia, 
no  veia  en  un  ejército  ,  así  compuesto ,  mas  que  un  ele- 
mento de  despotismo  ,  que,  muchas  veces,  era  peligroso 
introducir  en  los  gobiernos.  Por  lo  mismo ,  el  cabildo 
pidió  la  formación  de  una  guardia  nacional  siempre  dis- 
puesta ,  por  la  naturaleza  de  sus  instituciones ,  á  consti- 
tuirse fuerza  popular,  á  obrar  y  contrapesar  el  poder 
ejecutivo. 


-* 


166 


HISTORIA   DE   CHILE. 


En  principio,  el  ayuntamiento  tenia  razón.  Una  guardia 
nacional  es  el  verdadero  emblema  de  la  democracia  ar- 
mada ,  y  susceptible ,  en  razón  de  su  fuerza ,  que  puede 
doblar  con  la  disciplina ,  de  conservar  á  la  masa  su  poder 
y  su  autoridad.  Pero  en  el  estado  en  que  se  hallaba  el 
país  ,  no  era  fácil  sacar  de  ella  un  partido  bastante  satis- 
factorio. Dejando  á  parte  las  ciudades,  villas  y  aldeas, 
toda  la  población  se  hallaba  esparcida  por  los  campos ,  y 
estaba,  ademas,  subyugada  por  el  clero,  enteramente 
partidario  del  antiguo  gobierno  ,  y  aun  se  conservaba  la 
memoria  de  las  grandes  dificultades  que  se  habían  en- 
contrado, en  tiempo  del  presidente  Guzman,  para  reunir 
y  disciplinar  un  cierto  número  (1). 

No  debe,  pues,  causar  sorpresa  que  la  junta  persistiese 
en  sus  proyectos,  con  tanta  mas  razón  cuanto  el  virey 
Abascal  la  amenazaba  con  todo  su  poder,  y  que  se  susur- 
raba el  ruido ,  unas  veces  confirmado  y  otras  desmen- 
tido ,  de  la  llegada  del  jeneral  español  Elio  á  Montevideo 
con  un  ejército  de  seis  mil  hombres. 

Pero  aquí  se  ofrece  una  contradicción  muy  particular 
entre  las  ideas  y  los  hechos  :  mientras  que  la  junta  orga- 
nizaba con  enerjía  una  resistencia  armada  contra  los 
verdaderos  partidarios  de  la  monarquía  y  contra  toda 
invasión  que  pudiese  tener  lugar  aun  en  nombre  del  go- 
bierno español,  la  misma  junta  procuraba,  por  otro 
laclo  ,  ser  útil  á  este  mismo  gobierno ,  suscribiendo  con 
garbo  y  jenerosidad  á  una  llamada  de  fondos  que  le 
pedia  el  consejo  de  rejenciapara  sostener  la  guerra  con- 
tra el  guerrero  feliz  de  aquella  época. 

(1)  En  la  citaba  época,  Mata  Linares  había  hecho  todos  sus  esfuerzos  para 
instruir  á  los  milicianos,  que  ,  con  los  ejercicios  de  fuego,  se  habituaban  un 
poco  al  ruido  de  las  armas;  pero,  noobstante,  Linares  escribía  que  no  hab.a 
que  contar  con  ellos.  ^chivos  del  gobierno. 


CAPÍTULO   XI. 

El  19  de  enero ,  el  conde  de  la  Conquista  reunía ,  en 
efecto,  en  su  casa,  las  personas  de  mas  influjo  de  la  ciu- 
dad ,  para  comunicarles  la  circular  de  don  Nicolás  María 
de  Sierra,  ministro  de  gracia  y  justicia,,  é  interino  de 
hacienda ,  y  las  exhortaba  a  fomentar,  ya  individual- 
mente ya  en  cuerpo,  á  dicha  suscripción ,  prometiendo  á 
los  particulares ,  aun  de  parte  del  consejo  de  rejencia  : 
«  Que  el  rey  oiría  con  particular  agrado  las  solicitudes 
de  los  que  se  distinguiesen  por  su  jenerosidad  (1).  » 

Este  fué  el  último  acto  político  de  don  Mateó  de  Toro 
Zambrano ,  conde  de  la  Conquista.  El  27  de  febrero , 
pasó  á  mejor  vida,  siendo  ya  de  edad  de  ochenta  y  seis 
años,  después  de  haber  esperimentado  en  esta  todas  las 
vicisitudes  del  hado  y  de  la  fortuna.  Nacido  de  padres 
pobres ,  bien  que  emparentados  con  las  mejores  familias, 
y  no  habiendo  querido  seguir  los  consejos  de  su  tio, 
obispo  de  Concepción,  que  quería  entrase  en  las  ór- 
denes, se  había  entregado,  muy  joven,  al  comercio,  y, 
con  una  muy  módica  cantidad ,  se  había  establecido  en 
una  de  las  tiendecitas  de  la  casa  Tagles,  en  la  plaza 
mayor,  en  donde,  gracias  á  su  probidad  y  á  su  jenio 
activo,  adquirió  muy  luego  un  gran  crédito  y  un  capital 
suficiente  para  empresas  mayores,  y,  al  efecto,  se  tras- 
ladó á  una  tienda  de  la  plaza  de  la  Merced ,  en  la  cual 
ganó  uno  de  los  mas  ricos  capitales  del  país. 

Desde  aquel  instante ,  pudo  hacerse  útil  á  la  admi- 
nistración, como  lo  fué,  ocupando  los  primeros  empleos. 
Fué  capitán  de  caballería  del  rejimiento  real  de  San- 
tiago, correjidor  y  justicia  mayor  de  la  misma  ciudad  ; 
lugarteniente  de  mar  y  tierra,  y  primer  superinten- 
dente de  la  moneda,  cuando,  en  1770,  fué  incorporada 

(1)  Correspondencia  del  consejo  de  rejencia  ,  en  los  archivos  del  gobierno- 


168 


HISTORIA   DE    CHILE. 


I      I 


con  la  corona.  Bien  que  llenase  todos  estos  cargos  gra- 
tuitamente, y  contra  sus  propios  intereses,  aun  dejaba 
traslucir,  por  todas  partes,  su  noble  jenerosidad,  y  en 
el  alzamiento  de  los  Indios,  en  1768,  se  adelantó  á 
levantar  y  á  mantener  en  pié,  á  sus  espensas,  la  com- 
pañía del  príncipe  de  Asturias,  mandada  por  su  hijo 
primojénito  don  José  Gregorio,  y  destinada  á  ir  á  acam- 
par en  el  corazón  de  las  cordilleras  para  defender  el 
camino  del  Portillo  (1).  Habiendo  muerto  el  27  de  fe- 
brero, fué  enterrado  al  tercer  dia  en  la  iglesia  de  la 
Merced ,  y  hasta  el  15  del  mes  de  marzo  no  se  le  hicie- 
ron las  exequias  correspondientes  á  su  rango  y  á  su 
mérito.  El  relijioso  mercedario  Fray  Miguel  Ovalle 
hizo  en  ellas  la  panejírica  del  difunto  ,  en  términos  los 
mas  lisonjeros  para  su  memoria,  y  enteramente  favo- 
rables á  la  revolución  (2); 

La  pérdida  de  este  ilustre  personaje,  muy  sensible, 
sin  duda ,  no  tuvo  influjo  alguno  en  los  asuntos  polí- 
ticos. Hallándose  ya,  como  se  hallaba,  en  un  estado 
de  decrepitud,  no  podia  ser  útil  á  la  causa  liberal,  que 
para  su  última  evolución  pedia  hombres  activos,  audaces 
y  emprendedores.  Bienque  los  progresos  de  esta  causa 
fuesen  visibles,  aun  tenia  que  obrar  sobre  las  masas  y 
que  apropiarse,  sobretodo,  el  poder  espiritual,  siempre 
muy  peligroso  por  la  oposición  que  podia  hacer  á  los 
principios.  La  ocasión  de  dominar  este  poder  era  su- 

(1)  Relación  de  los  méritos  y  servicios  de  don  Mateo  de  Toro  Zmibrano, 
conde  de  la  Conquista,  impresa  en  Madrid,  y  existente  en  la  biblioteca  de  don 
Francisco  de  Huidobro. 

(2)  «  Persuadió,  ó  quiso  persuadir  que  España  se  hallaba  enteramente  sub- 
yugada del  tirano;  que  el  pequeño  rincón  de  Cádiz  se  conservaba  iuconquís- 
lado  por  miras  políticas  de  los  Franceses ,  que  lo  conservaban  como  punto  de 
reunión  (J§1  comercio  y  caudales  que  iban  de  América.  » 

Hist.  mss.  de  la  ñevol.,  por  Melch.  Martínez. 


CAPÍTULO    XI. 

mámente  favorable.  El  obispo  Aldunate ,  promovido  por 
los  votos  de  sus  conciudadanos  al  obispado  de  Santiago, 
había  dejado  el  de  Guarnan ga  para  venir  á  su  nuevo 
destino,  y,  á  su  llegada,  habia  creído  oportuno  habitar 
una  quinta  de  la  Cañadilla,  para  curar  sus  achaques, 
y  pasar  una  vida  tranquila  y  pacífica.  Una  vez  allí, 
se  vio  muy  pronto  rodeado  de  sus  parientes  y  amigos, 
los  cuales,  siendo  partidarios,  en  jeneral,  de  las  ideas  de 
la  época,  procuraron  atraerle  á  su  partido,  y  consiguie- 
ron firmase  escritos,  que,  ciertamente,  no  hubiese  fir- 
mado, si  su  voluntad,  ya  inconstante,  por  su  edad,  no 
hubiera  sido  juguete  de  espíritus  activos  y  traviesos. 
Don  Santiago  Rodríguez  continuaba  siendo  un  objeto 
de  aprensión  para  los  liberales.  Sus  vastos  conocimien- 
tos, el  renombre  de  que  gozaba  y  su  posición  como  ad- 
ministrador de  los  asuntos  eclesiásticos,  le  daban  un 
grande  ascendiente  sobre  todo  el  clero,  al  paso  que  los 
realistas  le  consideraban  casi  como  jefe  de  su  partido. 
Ya  muchas  veces  la  junta  del  gobierno  habia  querido 
quitarle  su  empleo  de  provisor,  y  si  entonces  no  habia 
podido  conseguirlo,  hoy  se  hallaba  en  posición  muy 
favorable  por  la  presencia  de  don  José  Errazuris  en  la 
secretaría  del  obispado,  siendo  este  pariente  cercano 
de  don  Domingo  Errazuris,  que  querían  elevar  á  aquella 
dignidad.  Ademas,  don'  Miguel  Infante  favorecía  con 
todo  su  talento  y  toda  su  audacia  esta  mutación,  y  aun 
se  cree  que  fué  su  principal  apoyo,  puesto  que  inmedia- 
tamente después  le  nombraron  asesor  del  Juzgado  ecle- 
siástico, título  de  la  mayor  importancia  para  su  partido, 
y  propio  á  darle  un  gran  ascendiente  sobre  el  clero, 
poniéndose  continuamente  en  contacto  con  sus  intereses. 
Con  esta  nueva  conquista,  los  liberales  acaban  de  ad- 


170 


HISTORIA   DE   CHILE. 


quirir  un  poder  casi  májico  en  atención  al  influjo  que 
les  podia  dar  sobre  la  masa  del  pueblo.  Ya  se  podia 
esperar,  en  adelante,  que  de  lo  alto  de  los  pulpitos  no 
volverían  á  descender  palabras  indiscretas,  y  que  el 
nuevo  provisor  hallada  medios  para  contrastar  los  actos 
contrarevolucionarios  de  don  Santiago  Rodríguez,  ó  de 
otras  dignidades  de  su  partido,  sabiendo  granjearse 
estimación,  y  disponer  de  la  opinión  del  clero  provincial, 
demasiado  sumiso  y  timorato. 

Así  se  aprovechaban  de  los  mas  pequeños  aconteci- 
mientos para  obrar  con  resolución,  despojando  á  los 
conservadores  de  su  autoridad  para  apropiársela,  y 
poniéndolos  en  la  imposibilidad  de  dañar.  Tal  es  el 
carácter  de  todo  movimiento  de  renovación ,  que,  com- 
prendido solamente  de  algunos  pocos  privilejiados,  ne- 
cesita manifestarse,  desde  el  principio,  resuelto  y  de- 
terminado ,  al  paso  que  la  mayoría ,  confiada  en  sus 
propias  fuerzas,  se  mantiene  en  la  inacción,  y  no  se 
despierta  hasta  que  la  tempestad  ha  hinchado  el  torrente. 
Entonces,  la  lucha  se  hace  desigual  y  da  la  ventaja  al 
partido  progresista,  por  mas  activo  y  resuelto,  y  con- 
cluye por  atraer  la  multitud  de  los  que  no  tienen  una 
opinión  fija  y  viven  en  la  incertidumbre,  como  parte 
fluctuante  de  la  población. 

Pero  independientemente  de  este  sistema  de  aisla- 
miento y  de  esclusion,  adoptado  por  los  liberales  para 
apoderarse  de  los  primeros  empleos,  meditaban  igual- 
mente los  medios  propios  á  absorber  lo  pasado  en  el 
orden  presente,  acabando  de  arrancar  el  poder  español 
por  los  cimientos,  y  quitándole  el  ultimo  aliento  de  vida. 
Entre  estos  medios ,  habia  uno  que  llamaba  mas  parti- 
cularmente la  atención  de  los  mas  celosos  patriotas,  y 


CAPITULO   XI. 

este  medio  era  entregar  al  comercio  estranjero  los  puer- 
tos del  país,  y  la  jenerosa  hospitalidad  de  los  habitantes, 
haciendo,  por  consiguiente,  cesar  el  bloqueo  universal, 
que  el  egoísmo  habia  mantenido  durante  tres  siglos  por 
toda  la  ostensión  de  la  costa.  Este  proyecto,  ya  pro- 
puesto y  desechado  por  el  comercio  español,  que  aun 
gozaba  de  cierto  influjo  en  aquella  época ,  fué  de  nuevo 
puesto  en  discusión,  y  todos  los  miembros  de  la  junta 
se  apresuraron  á  adoptarlo,  porque  ofrecía  la  ocasión 
la  mas  favorable  para  atraer  á  los  estranjeros  y  apro- 
vecharse de  su  injenio,  de  sus  invenciones  y  de  su  an- 
tigua industria. 

Este  decreto,  que  fué,  incontestablemente,  uno  de 
los  mas  favorables  á  la  propagación  de  las  luces  y  de 
la  civilización,  fué  firmado  el  21  de  febrero  de  1811  (1), 
y  estaba  estendido  sobre  bases  demasiado  liberales 
paraque  no  fuese  necesario  añadir,  después,  algunos  ar- 
tículos restrictivos;  porque  no  solamente  abría  al  comer- 
cio estranjero  el  puerto  de  Valparaíso,  sino  también 
los  de  Valdivia,  Concepción  y  Coquimbo,  circunstancia 
que  acarreaba  mucho  embarazo  á  la  administración  je- 
neral ,  por  la  razón  de  que  exijia  un  número  mayor  de 
empleados,  mucha  mas  vijilancia,  y  descentralizaba  el 
comercio  por  mayor,  lo  cual  hacia  las  ventas  mas  difí- 
ciles (2) ;  prometía  ayuda  y  .protección  á  los  estranje- 
ros, bienque  solo  se  les  permitiese  vender  por  mayor  y 


(1)  Esta  libertad  de  comercio  tuvo  también  grandes  ventajas  para  la  teso- 
rería. En  1811  ,  la  aduana  de  Valparaiso  no  producía  mas  que  12,0"  5  p.,  y  seis 
meses  después,  es  decir  en  agosto,  había  mas  qua  doblado  este  rédito,  puesto 
que  pruducia  2^,81 6.  En  nuestra  estadística,  haremos  patente  con  que  pron- 
titud se  aumenió  aun  mas  ,  pues  que  ,  en  el  dia  ,  da  hasta  2,000,000  de  p. 

JVotas  sacadas  de  los  archivos  del  consulado  de  Santiago. 

(2)  En  aquella  época,  habia  tal  escasez  de  dinero,  en  las  provincias  sobre- 


172 


HISTORIA   DE   CHILE. 


en  los  puertos  precitados  :  por  lo  demás,  los  votantes , 
como  hombres  ansiosos  de  progresos  y  de  instrucción, 
habían  declarado  de  libre  entrada  todo  cuanto  era 
concerniente  á  las  ciencias  y  artes  liberales ,  como  li- 
bros ,  instrumentos ,  mecánicas  y  máquinas  propias  al 
trabajo  de  lanas  y  de  plantas  textiles. 

Por  aquí  se  ve  la  tendencia  de  aquellos  dignos  pa- 
triotas á  una  política  de  progresos,  y  cuan  sinceramente 
deseaban  el  amcjoramiento  moral  y  material  del  país; 
uno,  por  la  cultura  de  las  ideas,  y  el  otro,  por  la  intro- 
ducción de  la  industria,  siempre  favorable  á  las  clases 
inferiores.  Pero  como  si  tuviesen  un  presentimiento  de 
desórdenes  venideros,  decretaron  igualmente  la  fran- 
quicia de  fusiles,  cañones,  sables,  y,  en  jeneral,  de  todas 
armas  militares,  verdaderos  instrumentos  de  circuns- 
tancia propios  á  preservar  el  santo  suelo  de  la  patria 
de  una  invasión  que  quisiese  imponerle,  por  segunda 
vez,  el  vergonzoso  yugo  del  absolutismo,  privándola  de 
la  libertad  que  acababa  de  conquistar. 

Es  verdad  que  ya  habia  dias  se  susurraba  mucho  que 
habría  guerra.  La  noticia  de  la  llegada  del  jeneral  Elio 
á  Montevideo  acababa  de  confirmarse  por  una  recla- 
mación de  la  Junta  de  Buenos-Aires  á  la  de  Santiago 
de  los  auxilios  que  se  habia  servido  ofrecerle  (1),  y  el 


todo,  que  en  Coquimbo  mismo  el  buque  Coll,  anglo-americano,  que  fué  el 
primero  que  arribó  alí,  no  pudo  vender  casi  nada. 

í'-xdmendel  reylamenlo  del  comercio  Ubre,  por  don  Manuel  Manso. 
(1)  «Con  esle  motivo,  ha  pasado  este  gobierno  las  mas  estrechas  órdenes á 
las  provincias  ,  á  efecto  de  que  le  auxilien  con  jente  y  armas  para  escarmentar 
al  jeneral  Elio,  y  V.  E.,  que  ha  entendido  esta  necesidad  urjenle,  se  le  ofrece  con 
una  jenerosidad  sin  ejemplo  por  su  oficio  del  6  del  corriente  á  prestar  los  pode- 
rosos auxilios  de  sus  mejores  tropas  regladas,  etc....  y  que,  sin  pérdida  de  mo- 
mento ,  se  pongan  en  camino  para  la  ciudad  de  Mendoza  ,  y  todas  armadas.  » 
Documentos  de  la  historia  manuscrita  de  Fray  Melch.  Martínez. 


CAPÍTULO    XI. 


173 


virey  del  Perú ,  con  necia  arrogancia ,  se  atrevía  á  ame- 
nazar con  furor  á  los  liberales  de  Chile,  añadiendo  que 
iría  á  atacarlos  hasta  en  las  mas  altas  cumbres  de  las 
cordilleras.  A  este  efecto ,  habia  levantado  el  Tejimiento 
de  la  concordia,  compuesto  de  los  principales  Peruanos 
y  Españoles,  y  de  los  cuales  se  habia  declarado  coronel, 
y  el  arzobispo,  de  capellán.  El  objeto  especial  de  este 
Tejimiento  era  la  guardia  de  la  ciudad,  y  debia,  por  con- 
siguiente, mantenerse  sedentario;  pero  levantaban,  al 
mismo  tiempo,  otras  tropas  que  debian  marchar  sobre 
el  alto  Perú  para  reforzar  el  ejército  de  Goyeneche,  y 
otras ,  destinadas  á  Chile  ,  debian  de  ser  disciplinadas 
por  los  veteranos  de  la  guarnición. 

En  vista  de  estas  noticias  que  corrían  y  eran  la  ma- 
teria de  todas  las  conversaciones,  el  poder  ejecutivo 
tenia  que  tomar  medidas  las  mas  prudentes  para  con- 
ciliar, en  medio  de  todo ,  la  susceptibilidad  de  los  rea- 
listas con  la  suerte  del  país.  Así,  mientras  que ,  por  un 
lado,  simulaba  una  entera  sumisión  al  virey  del  Perú, 
el  poder  escribía,  por  otro,  á  Concepción,  mandando 
embarcar  las  tropas  pedidas,  y  permitía  al  diputado 
Alvarez  Jonte  levantar  la  bandera  en  el  país  para  alistar 
bajo  de  ella  un  cierto  número  de  voluntarios.  Pero, 
antes  de  pasar  estos  decretos,  habia  tenido  que  superar 
todas  las  dificultades  que  le  suscitaba  el  cabildo,  el  cual 
era  enteramente  opuesto  al  envío  de  tropas ;  y,  poste- 
riormente ,  encontró  nuevos  obstáculos  por  parte  del  de 
Concepción,  que  estaba  alarmado  de  ver  sus  fronteras 
á  la  merced  de  irrupciones  de  los  Indios. 

Este  temor  no  carecía  de  fundamento,  pues  los  Arau- 
canos y,  sobretodo,  los  Pehuenches,  escitados  por  la 
pasión  del  pillaje ,  solo  se  mantenían  contenidos  en  sus 


174 


HISTORIA   DE   CHILE. 


montañas  por  la  presencia  de  las  tropas  que  acampaban 
en  sus  vecindades,  y,  ápesar  de  eso,  estaban  siempre  en 
acecho  para  aprovecharse  de  un  descuido  y  precipitarse 
como  torrentes  sobre  los  llanos  vecinos.  Las  cercanías 
de  los  Ánjeles  acababan  de  esperimentar  una  de  estas' 
invasiones,  y  los  habitantes,  que  se  hallaban  aun  sobre- 
cojidos  del  peligro,  veian  con  tristes  presentimientos  la 
marcha  de  una  parte  de  las  tropas,  sola  fuerza  defensiva 
sobre  la  cual  podían  contar.  Por  otra  parte,  los  militares 
no  estaban  muy  deseosos  de  alejarse  de  sus  bellas  co- 
marcas, de  sus  parientes  y  amigos  para  emprender  un 
viaje  tan  largo  y  de  tanta  fatiga,  y  se  reunían  á  la  po- 
blación para  manifestar  su  descontento,  que,  por  el  con- 
ducto del  Ayuntamiento ,  llegaba  á  conocimiento  de  la 
junta,  poco  dispuesta  á  darle  buena  acojida;  porque  la 
causa  que  esta  defendía  no  era  solo  la  de  Chile  sino 
también  la  de  toda  la  América,  y  sus  pensamientos  eran 
demasiado  elevados  para  que  no  reconociese  las  conse- 
cuencias materiales  y  morales  de  aquella  intervención, 
por  débil  que  fuese.  Hasta  aquel  instante,  la  junta  no 
habia  podido  hacer  mas  que  dar  bordadas  en  un  mar  ne- 
buloso é  incierto,  y  ya  era  tiempo  de  dar  al  navio  un 
rumbo  seguro  por  medio  de  los  escollos  que  lo  rodea- 
ban, escollos  que  consistían  en  las  fuerzas  que  amena- 
zaban á  las  repúblicas  vecinas.  A  estas  fuerzas  era  in- 
dispensable oponer  otras  fuerzas,  ya  como  centinelas 
avanzadas  y  en  calidad  de  auxiliares,  ya  concentrándolas 
en  diferentes  puntos,  manteniéndolas  de  reserva  para 
operar  al  primer  peligro. 

Todas  estas  disposiciones,  debidas  principalmente  al 
injenio  de  don  Juan  Rosas,  despertaron  en  los  corazones 
de  la  juventud  chilena  sentimientos  de  gloria  militar 


CAPÍTULO    XI. 


175 


que  decidieron  á  muchos  á  alistarse  con  los  dignos  de- 
fensores de  su  país,  é  indujeron  á  la  junta  á  tomar  las 
mejores  medidas  para  su  organización  y  bienestar.  No 
teniendo  Santiago  casi  casernas,  se  trasladaron  los  pre- 
sos de  San  Pablo  al  juego  de  pelota  de  la  plaza  del  Vasu- 
ral,  y  después  de  haber  hecho  las  mejoras  necesarias 
se  acuartelaron  allí  trescientos  hombres  con  sus  oficiales 
respectivos.  Al  mismo  tiempo,  para  dar  ánimos  y  ardor 
marcial  á  las  tropas,  se  sustituyó  á  los  timbales  y  vio- 
lines  una  verdadera  música  guerrera,  y,  al  efecto,  se 
pidieron  á  la  junta  de  Buenos- Aires  los  instrumentos 
necesarios,  así  como  también  maestros  profesores  de 
música.  Esta  petición  se  hizo  el  29  de  marzo  de  1811, 
y,  poco  tiempo  después,  los  Tejimientos  marchaban  ya 
al  son  de  tocatas  guerreras  que  animan  el  paso,  divierten 
la  fatiga  del  soldado  y  le  hacen  despreciar  peligros,  en 
defensa  de  su  patria. 


t 


CAPITULO  XII. 


Preparativos  para  las  elecciones.  —  Conspiración  de  Tomas  Figueroa,  y  ac- 
ción del  Io.  de  abril.  —  Prisión  y  muerte  del  caudillo  de  los  amotinados. 
—  Disolución  de  la  Real  Audiencia. —  Destierro  de  sus  miembros.  — Muerte 
del  obispo  don  José  Antonio  Aldunate.  —  Don  Domingo  Errazuris  nombrado 
vicario  jeneral. 


M 


La  venida  de  la  instalación  del  congreso,  decretada 
por  la  junta  suprema,  daba  al  país  una  nueva  animación. 
En  las  provincias,  ya  las  elecciones  eran  conocidas,  y  se 
continuaban  sin  indicios  de  desorden  ni  de  ajitacion. 
Menos  algunos  distritos  del  sur  en  donde  los  realistas 
hablan  podido  organizar  un  leve  triunfo,  en  todas  partes 
el  escrutinio  era  bastante  favorable  á  los  principios  es- 
tablecidos por  la  revolución,  y  aparecían  como  espre- 
sion  de  una  política  de  recomposición  y  de  progresos. 

En  Santiago,  en  donde  las  cabezas  de  partido  se  ha- 
llaban cara  á  cara,  los  resultados  fueron  muy  diferentes. 
La  real  audiencia  tenia  aun  mucha  influencia,  y  su  ac- 
tividad ,  suspensa  y  no  apagada ,  acababa  de  avivarse 
de  nuevo  al  soplo  de  esta  inovacion.  En  aquel  momento, 
se  hallaba  en  la  ciudad  Tomas  Figueroa,  que  los  Espa- 
ñoles, según  se  decia,  habían  hecho  venir  de  Concep- 
ción para  hacer  una  tentativa  de  contrarevolucion  en 
favor  de  la  real  audiencia.  Este  Figueroa,  muy  descon- 
tento porque  Juan  Rosas  no  le  concedía  la  protección 
que  le  habia  prometido,  se  mostró,  desde  luego,  ene- 
migo del  gobierno,  y  enemigo  tanto  mas  peligroso, 
cuanto  era  hombre  de  acción,  ambicioso,  y,  sobretodo, 
de  muchos  recursos.  Antiguo  guardia  de  cors,  y  acusado 


CAPÍTULO   XII. 

de  un  delito  bastante  grave,  habia  sido  enviado  al  pre- 
sidio de  Valdivia,  de  donde,  por  un  medio  sumamente 
injenioso,  habia  conseguido  escaparse.  Gojido  de  nuevo 
en  las  costas  de  Nueva-Granada,  habia  sido  enviado  á  su 
antiguo  destino,  y,  algún  tiempo  después,  por  haber 
tomado  parte  muy  activa  contra  un  alzamiento  de  indios, 
obtuvo  gracia  y  entró  de  oficial  en  el  ejército.  En  1810,' 
tenia  ya  grado  de  teniente  coronel,  y  era  comandante 
interino  de  un  batallón,  y  él  fué  quien  recibió  de  las  tropas 
el  juramento  de  obediencia  al  nuevo  gobierno,  encargo 
que  llenó  con  un  celo  verdaderamente  republicano  (1). 
La  mayor  parte  de  las  tropas  que  se  hallaban  en  San- 
tiago habían  servido  bajo  sus  órdenes,  y  como  estaban 
aun  imbuidas  del  prestijio  de  su  rey,  no  le  fué  difícil 
sobornarlas  y  hacerlas  entrar  en  un  complot,  lo  que  se 
hizo  con  tanta  prudencia  como  habilidad.  Hasta  ahora, 
no  hemos  visto  documento  alguno  que  pudiese  instruir- 
nos sobre  la  naturaleza  y  las  disposiciones  de  este  com- 
plot; pero  es  cierto  que  ya  estaba  organizado,  y  que, 
probablemente,  debía  tener  ramificaciones  en  los  rea- 
listas, y,  sobretodo,  en  la  real  audiencia. 

Los  liberales,  por  su  lado,  no  se  mantenían  impa- 
sibles con  las  manos  cruzadas  en  presencia  de  la  augusta 
misión  que  los  habitantes  iban  á  llenar.  Reunidos  en 
comisiones  preparatorias ,  procuraban  inspirar  la  vida 
política  á  estos  mismos  habitantes  iniciándolos  en  el 
principio  de  su  fuerza,  autoridad  y  derecho ;  instruyén- 
dolos en  el  sistema  electoral  seguido  por  los  Anglo-ame- 
ricanos,  que  habían  tomado  por  modelo;  y  escluyendo 
del  derecho  de  votar  á  los  Españoles  y  Chilenos  dema- 
siado afectos  al  antiguo  réjimen.  Así  preparaban  una 


(10  Archivos  del  gobierno. 
V.  Historia. 


12 


. 


178 


HISTORIA    DE   CHILE. 


mayoría  decisiva,  sin  pensar,  ni  remotamente,  que  una 
conspiración  armada  se  estaba  urdiendo  para  destruir 
de  un  solo  golpe  las  conquistas  que  siete  meses  de  tra- 
bajo y  de  ajitacion  les  habian  hecho  obtener. 

Los  electores  habian  sido  convocados  el  Io  de  Abril 
al  consulado  para  nombrar  sus  diputados.  Desde  por  la 
mañana,  Miguel  Benavente  habia  ido  á  buscar  la  com- 
pañía de  dragones  de  la  frontera  para  llevarla  a  la  plaza 
del  consulado.  Antes  de  salir  de  San  Pablo,  en  donde 
estaba  acuartelada,  algunos  soldados  habian  pedido  que 
la  otra  compañía  veterana  los  acompañase;  pero  negán- 
doselo el  capitán,  no  insistieron  y  continuaron  su  mar- 
cha. Esto  no  era  mas  que  el  preludio. 

El  sarjento  Saez  fué  quien,  tomando  la  iniciativa, 
mostró  un  espíritu  insubordinado,  con  palabras  y  jestos 
que  muy  luego  indicaron  el  papel  sedicioso  que  estaba 
encargado  de  desempeñar.  Miguel  Benavente  quiso  mu- 
chas veces  llamarlo  al  orden  ;  al  principio,  con  palabras 
de  paz,  y  al  fin,  con  amenazas ;  pero  viendo  que  su  au- 
toridad era,  en  cierto  modo,  desconocida,  se  tomó  la 
libertad  de  pegarle  con  la  hoja  del  sable,  lo  cual  fué  la 
señal,  ó  el  motivo  de  la  rebelión,  y  desde  luego  toda  la 
compañía  se  desordenó.  Viendo  que  toda  pacificación 
era  ya  imposible,  Miguel  Benavente  renunció  á  ella,  y 
el  comandante  jeneral  de  las  armas,  don  Juan  de  Dios 
Vial,  no  pudiendo  conseguirla  tampoco,  se  vio  forzado 
á  enviar  los  soldados  á  su  cuartel. 

Apenas  entraron  en  él,  Tomas  Figueroa,  hasta  en- 
tonces simple  espectador  del  acontecimiento ,  fué  allá  y 
lo  recibieron  con  gritos  repetidos  de  :  ¡  Viva  el  rey! 
j  Viva  la  relijion  (1)! 

(1)  Hallo  en  mis  notas,  redactadas,  según  creo,  después  de  una  conversa- 


CAPÍTULO    XII. 


179 


Figueroa,  como  jefe,  los  felicitó  de  su  honrada  fide- 
lidad, aceptó  las  buenas  intenciones  de  que  estaban  pe- 
netrados y  mandó  se  les  abriesen  las  puertas  de  los 
almacenes  para  armar  su  bizarro  denuedo.  Luego  que 
tuvieron  armas  y  municiones,  se  puso  á  la  cabeza  de 
este  pequeño  ejército,  reforzado  con  muchos  húsares 
que  se  le  incorporaron  por  fuerza,  y  los  condujo  todos, 
en   número  poco  mas  ó  menos  de  seiscientos  (1),  al 
lugar  de  la  reunión.  Su  primera  intención  había  sido  el 
apoderarse  de  los  cañones  montados  junto  á  la  Moneda; 
pero  habiendo  sabido,  en  camino,  que  aquellas  piezas 
habían  caido  en  poder  de  los  granaderos,  que  Jas  ha- 
bían puesto  en  batería  en  la  misma  calle,  se  dirijió  á 
la  plaza  del  consulado  para  dispersar  los  electores  y  di- 
solver la  suprema  junta. 

La  sala  de  la  asamblea  estaba  casi  vacía;  Figueroa 
no  se  tomó  ni  siquiera  la  molestia  de  entrar  en  ella  y 
persuadido  de  que  su  deber  era  ir  á  ponerse  á  las  ór- 
denes de  la  real  audiencia,  se  trasladó  allí  con  su  fa- 
¡anje ;  la  formó  en  batalla  en  la  plaza,  y  aun  delante  de 
las  cajas  reales,  y,  hecho  esto,  se  presentó  al  rejenle, 
que  estaba  rodeado  de  todos  los  oidores.  La  conversación 
que  tuvo  con  ellos  ha  quedado  ignorada  (2);  pero  fué 
bastante  larga  para  dar  tiempo  á  los  granaderos,  man- 
dón con  el  jeneral  Aldunate,  que  no  fué  Saez  sino,  mas  bien,  el  cabo  Molina 
qu.en  tomó  la  m.ciativa  de  este  acto  de  insubordinación  ,  y  que  ,  de  vuelta  al 
cuartel    se  trasladó,  con  dos  ó  tres  dragones,  á  casa  de  Márquez  d    la  P  1 
n  donde  se    a.iaba  la  junta,  con  intención  de  asesinar  los  que  la  %££*] 
pero  en  aquel  momento  había  muchas  personas,  y,  en  lugar  de  eZta    su" 

nTrCs;/""0"  arreStad°S  M°IÍna  y  SUS  ~«".    ue  d~     " 

lrSZ2c^  CSCaParSe  P°r  l0S  teJad°S-  Esta  Vei'si0»  -  *'»*  — 
firmada,  con  poca  diferenc.a,  en  el  diario  mss.  de  Miguel  Carrera. 

4 S:rt0S  haCen  "^  d  nÚmer0  á  ™  de  ™'>  P-creo  que 
(2)  Se«un  el  padre  Martínez ,  la  real  Audiencia  se  descarto  de  esta  acción  de 


180 


HISTORIA    DE   CHILE. 


dados  por  don  Santiago  Luco,  y  los  artilleros,  que  man- 
daba don  Luis  Carrera,  para  trasladarse  á  la  plaza  y 
formarse  en  frente  de  los  rebeldes,  del  lado  de  los  por- 

"   Prevenido  de  lo  que  se  pasaba,  Figueroa  se  despidió 
de  la  real  audiencia;  se  apresuró  á  volver  á  su  puesto; 
mandó  avanzar  su  tropa  hasta  cerca  de  la  Pila,  y  a  la 
distancia  de  medio  tiro  de  pistola  de  los  granaderos  de 
Luco,  y  luego  entabló  con  don  Juan  de  Dios  Vial  una 
discusión  sobre  la  superioridad  del  mando.  El  uno  pre- 
tendía que  le  pertenecía  por  su  grado  y  antigüedad  de 
servicios,  y  el  otro  por  el  derecho  que  tema  la  junta 
suprema  de  depositarlo  en  manos  del  que  mas  merecía 
su  confianza.  Sus  pretensiones  tomaron  un  tal  carácter 
de  tenacidad,  que  juzgando,  uno  y  otro,  inútil  prolon- 
gar la  discusión,  se  decidieron  á  referirse  á  la  decisión 
de  la  fuerza,  y  se  cuenta  que  Figueroa  dio  la  señal  de 
hacer  fuego  con  su  pañuelo.  A  lo  menos,  fue  cierto  que 
al  punto  sus  tropas  hicieron  fuego,  echándose  muchos 
luego  á  tierra,  para  evitar  las  balas  de  sus  adversarios 
aun  poco  hábiles  en  el  manejo  de  las  armas. 

Cincuenta  y  cuatro  cayeron,  entre  muertos  y  heri- 
dos (11  Los  amotinados  huyeron  sin  pensar  en  aprove- 
charse de  su  ventaja.  De  los  soldados  de  la  patria, 
también  hubo  muchos  que  hicieron  lo  mismo;  pero  la 
mayor  parte  se  mantuvieron  firmes  y  fieles,  y  el  ohcia 
Santiago  Guerras  persiguió  al  enemigo  hasta  la  calle  del 
puente. 

Figueroa ,  ,  aon  también  le  respondió  que  no  tenia  órdenes  que  dar.  personal- 
lente  ,  v  que  .ante  .odas  cosas ,  era  preciso  informar  a  la  suprema junta. 
11,1  -    *  ji/ss.  de  la  revolución  de  Chile. 

(1)  Historia  del  padre  G  uzman. 


CAPÍTULO    XII. 


181 


Ta!  fué  el  resultado  de  aquella  fatal  jornada ,  para 
siempre  memorable  en  la  historia  de  la  independencia. 
La  revolución,  que,  desde  un  principio,  se  había  mani- 
festado prudente,  noble  y  jenerosa,  acababa  de  recibir, 
á  pesar  suyo,  manchas  de  vergüenza  y  de  sangre,  y  esta 
especie  de  bautismo  no  podía  menos  de  ser  fatal  á 
su  porvenir.  Los  dos  partidos ,  en  lo  sucesivo  ,  van  á 
tener  sentimientos  recíprocos  de  odio  y  de  venganza,  y 
á  verse  dominados  por  el  espíritu  de  anarquía,  que  por 
fuerza  habia  de  ensangrentar  las  pajinas  de  la  historia 
nacional.  Ya  se  habia  esparcido  un  terror  pánico  por  toda 
la  ciudad ;  todos  corrían  á  sus  casas ;  las  puertas  se  cer- 
raban, y  la  plaza  mayor,  ocupada  militarmente,  de  un 
lado,  por  los  granaderos,  del  otro,  por  los  artilleros  al 
pié  de  los  cañones,  anunciaba  patentemente  que  habia 
llegado  la  era  de  las  armas,  y  que  estas  iban  á  decidir  la 
suerte  de  la  patria. 

Los  dragones  de  la  frontera,  huyendo  del  campo  de 
batalla,  se  habían  dirijido  á  su  cuartel,  y  Tomas  Figue- 
roa  fué  á  refujiarse  en  el  convento  de  Santo  Domingo , 
bajo  la  protección  de  algunos  relijiosos.  Allí  ocultaba, 
escondido  detras  de  una  parra,  su  cabeza  y  su  vergüenza 
de  haber  sucumbido  en  tan  bella  causa.  Las  ventajas, 
en  efecto,  estaban  todas  de  su  parte.  Sus  antecedentes 
probaban  que  era  sujeto  de  enerjía,  de  acción  y  de  ta- 
lento. Independientemente  de  los  realistas  que  habia  en 
Santiago,  podía  contar  con  tres  ó  cuatrocientos  vetera- 
nos, en  jeneral,  animados  de  un  fanático  afecto  á  su  rey, 
y  á  los  que,  ademas,  habia  podido  inspirar  entera  con- 
fianza, con  decirles  que  los  enemigos  eran  simples  re- 
clutas sin  esperiencia.  Pero  la  Providencia,  que  velaba 
por  la  salvación  de  la  patria ,  le  privó  de  conocimiento  y 


182 


HISTORIA    DS   CHILE, 


de  previsión ,"  dejándolo  cobarde  é  irresoluto,  y  permi- 
tiendo olvidase  que,  en  el  término  de  dos  ó  tres  dias, 
podía  ver  sus  cortas  fuerzas  aumentadas  con  los  tres- 
cientos auxiliares  que  habían  salido,  de  muy  mala  gana, 
de  Concepción  para  ir  al  socorro  de  Buenos-Aires  (1). 

La  junta  suprema,  reunida,  en  parte,  en  casa  de  Már- 
quez de  la  Plata,  se  trasladó  inmediatamente  á  la  plaza 
mayor,  y,  mientras  algunos  miembros  se  concertaban 
con  los  jefes  militares  para  tomar  las  medidas  necesarias 
á  la  tranquilidad  y  al  buen  orden,  Juan  Rosas  subió  á 
la  Real  Audiencia  para  manifestar  su  descontento  á  los 
S.  S.  de  aquel  tribunal,  que  él  consideraba  como  cóm- 
plices de  la  conspiración.  En  seguida,  tomó  un  caballo, 
se  fué,  con  algunos  soldados,  á  descubrir  el  jefe  de  la 
rebelión,  y,  por  las  señas  que  le  dieron,  se  dirijió  al 
convento  de  Santo-Domingo,  de  donde  iba  ya  á  salir, 
después  de  inútiles  pesquisas,  cuando  un  mozuelo  se  le 
ofreció  para  enseñarle  el  escondite  del  que  buscaba. 

Cojido  por  los  soldados  de  Rosas,  Tom.  Figueroa  se 
dejó  llevar  sin  resistencia ,  en  primer  lugar,  al  cuartel , 
y,  en  seguida ,  á  la  cárcel ,  en  donde  muy  luego  se  pre- 
sentaron tres  jueces  de  conocida  integridad ,  que  fueron : 
el  vocal  don  Juan  Henriquez  Rosales,  el  asesor  don 
Francisco  Pérez  y  el  secretario  Gregorio  Argomedo. 

Las  circunstancias  y  las  pruebas  irrecusables  de  un 
crimen,  siempre  grave  á  los  ojos  de  un  partido  político 

(1)  Es  de  presumir  qué  Tom.  Figueroa  fué  llamado  á  Santiago  por  los  Espa- 
ñoles con  el  objeto  de  suscitar  una  reacción  en  favor  del  rey.  Lo  cierto  es  que 
se  puso  en  camino  algunos  dias  antes  del  embarco  de  los  300  auxiliares  ,  pro- 
metiéndoles hacer  cuanto  pudiese  para  que  no  se  verificase.  A  su  llegada  á 
Santiago,  animado  por  los  realistas,  no  creyó  necesario  esperar  llegasen 
aquellas  tropas  para  hacer  la  revolución,  persuadido  de  que  el  dia  de  las  elec- 
ciones era  el  mas  favorable  para  sus  proyectos.  Si ,  por  el  contrario ,  hubiese 
aguardado  aquel  primer  refuerzo  ,  es  probable  que  los  patriotas  hubiesen  sido 
dispersados.  Conversación  con  eljeneral  Bernardo  O'Uiggms. 


CAPITULO    XII. 


183 


victorioso,  exijian  que  la  causa  se  sustanciase  sin  dila- 
ción, y  pocas  horas  bastaron  para  interrogar  al  acusado, 
oir  á  los  testigos  y  pronunciar  la  fatal  sentencia,  que  lo 
condenaba  á  la  pena  de  muerte. 

El  confesor  que  le  dieron  fué  el  padre  de  la  Buena 
Muerte,  Fray  Camilo  Henriquez,  que  muy  pronto  vere- 
mos como  una  de  las  brillantes  estrellas  de  la  revolución. 
Penetrado  de  su  santo  ministerio,  este  confesor  puso  á 
un  lado  todo  pensamiento  político,  y  se  presentó  como 
el  ánjel  de  la  guarda  de  un  alma,  cuya  fidelidad,  mal 
entendida,  ó,  tal  vez,  cuya  ambición  la  hacia  salir  de 
esta  vida  para  la  otra.  Hasta  las  cuatro  de  la  mañana, 
se  mantuvo  auxiliando  al  paciente,  y  solo  se  separó  de 
él  cuando  la  justicia  humana  hizo  ya  superfluos  sus  con- 
suelos espirituales. 

Dicen  que  antes  de  morir,  Figueroa  protestó  contra 
la  irregularidad  de  la  causa  que  le  hicieron,  y  aun  con- 
tra el  rehuso  de  darle  un  confesor  de  su  agrado. 

Por  la  mañana,  el  pueblo  iba  de  tropel  á  ver  aquella 
primera  víctima  del  tribunal  revolucionario ,  sentada  en 
una  poltrona  á  la  entrada  de  los  arcos  de  la  cárcel ,  en 
donde  permaneció,  lo  mas  del  dia,  espuesta  á  la  ver- 
güenza. 

Esta  esposicion  no  fué  la  sola  que  haya  aflijido  á  la 
República.  Entre  los  amotinados  que  se  hallaron  muer- 
tos en  el  sitio  de  la  acción ,  se  tomaron  los  cadáveres 
de  Saez  y  de  tres  compañeros  suyos ,  y  fueron  colgados 
á  una  horca  levantada  en  la  plaza  mayor ;  ejemplo  que 
sin  duda  contristaba  las  costumbres  del  país,  pero  nece- 
sario para  intimidar  á  los  facciosos,  tranquilizar  á  los 
habitantes  é  impedir  que  el  movimiento  dejenerase  en 
un  gran  alzamiento. 


18/j.  HISTORIA   DE    CHILE. 

Los  demás  facciosos  fueron  declarados  traidores  á  la 
patria,  al  paso  que  todos  los  militares  que  defendieron 
la  causa  legal  recibieron  una  recompensa  individual, 
proporcionada  á  su  grado,  y  un  escudo,  para  poner 
en  la  manga  de  la  casaca ,  con  el  exergo  :  Yo  salvé  la 
patria  (1). 

El  joven  Juan  de  Dios  Vial ,  hijo  del  comandante  de 
las  armas,  se  distinguió,  en  aquella  ocasión,  por  su  se- 
renidad y  presencia  de  ánimo.  Así  como  recibió  la 
descarga,  sacó  una  pistola  y  corrió  á  descargarla,  á 
quemaropa ,  contra  Figueroa ;  pero  erró  el  tiro. 

La  junta  suprema,  para  darle  una  prueba  de  su  sa- 
tisfacción, decretó  que  pudiese  llevar  siempre  la  pistola 
á  su  lado,  ó  bien  bordada  en  la  manga  de  su  vestido. 

Por  donde  se  echa  de  ver  que  las  costumbres  demo- 
cráticas, que,  al  ejemplo  de  los  Estados  Unidos,  se  que- 
dan introducir,  no  podian  preservarse  de  cierta  tenden- 
cia involuntaria  al  espíritu  de  vanidad  y  de  ostentación , 
tan  propio  del  carácter  español ,  bienque,  por  otra  parte, 
tan  útil  para  dar  entusiasmo,  y  avivar  la  ambición. 

Tan  pronto  como  el  buen  orden  pareció  un  poco  res- 
tablecido, y  que  el  acontecimiento  hubo  sido  encadenado 
en  provecho  de  la  libertad ,  los  miembros  de  la  junta 
pensaron  en  sacar  partido  de  la  victoria  para  precaver 
otra  revolución.  La  primera  sangre  que  esta  lucha  aca- 
baba de  hacer  derramar  les  daba  una  fuerza  legal  de 
que  pudieron  servirse  contra  los  ajitadores,  é  informados 
de  que  los  dragones  de  la  frontera  habían  marchado 
por  el  camino  de  Valparaíso  con  intención  de  reunirse 

(1)  Los  oficiales  fuerou  ascendidos.  Los  sarjemos  recibieron  tres  pesos  fuer- 
tes, los  cabos  \einte  reales,  y  los  soldados  dos  pesos. 

Las  viudas  recibieron  también  u  na  recompensa  proporcionada  á  los  grados  de 
sus  difuntos  maridos.  Archivos  del  gobierno. 


CAPÍTULO    XII. 


185 


á  los  auxiliares,  que  venían  de  Concepción,  para  orga- 
nizar una  resistencia  simultánea,  enviaron  contra  ellos 
una  compañía  de  dragones  á  las  órdenes  de  Henrique 
Campino,  el  cual  los  alcanzó  en  la  cuesta  de  Prado,  y 
los  hizo  casi  á  todos  prisioneros,  gracia  al  socorro  que 
le  ofrecieron  los  mismos  auxiliares  que  querían  sobornar 
y  con  los  cuales  fueron  incorporados  haciendo  parle  de 
la  espedicion  de  Buenos-Aires. 

Después  de  esto,  persuadidos  los  miembros  del  Go- 
bierno de  que  las  circunstancias  los  habían  puesto  en 
una  altura  desde  la  cual  se  desvanecen  todas  las  consi- 
deraciones para  no  dejar  dominar  mas  que  la  política  que 
interesa  á  la  tranquilidad  del  país,  creyeron  oportuno 
pensar,  pero  sin  odio  ni  pasión,  en  todas  las  personas 
que ,  por  su  posición  ó  su  influjo ,  habían  tenido  parte , 
mas  ó  menos  directa,  en  aquella  contrarevolucion. 

El  ex-presidente  Carrasco ,  retirado ,  después  de  su 
caida,  en  una  casa  de  la  Chimba,  fué  una  de  las  pri- 
meras víctimas  de  este  sistema  de  suspicion.  Acusado  de 
ser  uno  de  los  cómplices  del  complot,  fué  arrestado  y 
traído  al  palacio  con  su  amigo  don  Julián  Celleruelo  ,  en 
casa  del  cual  vivía ,  y  ambos  fueron  puestos  en  la  cárcel. 

Igualmente  fueron  arrestados  algunos  Chilenos  ene- 
migos del  gobierno  establecido,  y  muchos  Españoles, 
puestos,  á  poco  tiempo  después,  en  libertad  por  orden 
del  licenciado  Correa  de  Saa,  encargado  de  su  interro- 
gatorio. 

Pero  lo  que  mas  preocupaba  la  junta  era  el  deseo  que 
todos  tenían  de  destruir,  de  una  vez  y  para  siempre,  el 
poder  de  la  Real  Audiencia,  que,  como  cuerpo  sabio  y 
respetable,  podia,  tan  pronto  como  sus  heridas  estu- 
viesen cicatrizadas,  recobrar  bastantes  fuerzas  para  po- 


186 


HISTORIA    DI   CHILE. 


ner  nuevas  trabas  á  la  marcha  de  una  idea,  tan  diame- 
tralmente  opuesta  al  juramento  y  á  los  intereses  de  sus 
miembros.  Era  esto  una  especie  de  nudo  gordiano  que 
no  se  podia  deshacer  mas  que  por  violencia,  y  que  el 
carácter  serio  y  fuerte  de  Rosas  podia  solo,  en  aquel 
momento ,  tener  el  arte  de  desanudar.  Para  ello  ,  la 
junta  tenia  que  hacer,  sino  una  cuestión  de  derecho,  á 
lo  menos  una  de  urjencia  y  de  necesidad ,  fundada  en 
los  acontecimientos  que  acababan  de  suceder,  y  en  la 
necesidad  de  evitar  animosidades. 

Los  oidores  por  otra  parte  protestaron  de  su  ino- 
cencia y  procuraron  temporizar  con  el  nuevo  poder; 
pero  cansados  del  papel  humillante  de  una  obediencia 
pasiva ,  cuando ,  poco  antes ,  eran  tan  vanos  y  orgu- 
llosos, concluyeron  separándose  y  dispersándose  ellos 
mismos.  El  6  de  abril,  clon  José  Santiago  Áldunate  dio 
el  primer  ejemplar  de  una  completa  abnegación  de  sus 
derechos,  renunciando  á  su  título  de  oidor,  y,  dos  días 
después,  pidió  su  pasaporte  para  Lima. 

Este  ejemplar  fué  muy  luego  seguido  por  Irrigoyen 
y  Baso  y  Berri,  que  el  gobierno  mandó  detener  en  Val- 
paraíso ,  con  orden ,  al  primero ,  de  volver  á  Europa  por 
la  via  de  Buenos-Aires. 

En  fin,  el  26  del  mismo  mes,  la  Real  Audiencia  se 
halló  enteramente  disuelta,  y  los  dos  miembros  que  que- 
daban fueron  desterrados,  con  sueldo  de  150  pesos, 
uno,  Rodríguez,  á  San  Fernando,  y  el  otro,  el  deán 
Concha,  á  la  Ligua ;  pero  á  este,  como  pariente  de  José 
Nicolás  Cerda,  se  le  permitió  permanecer  en  la  chacra 
de  su  primo,  en  Nuñoa  con  su  mujer  y  sus  diez  hijos,  y 
de  allí  pasó  á  la  hacienda  del  Injenio  (1). 

(i)  Este  Concha  habia  sido  sumamente  útil  al  país.  En  tiempo  de  su  presi- 


CAPÍTULO    XII. 


187 


Así  terminó  aquel  célebre  tribunal,  que  gozaba  en 
América  de  la  mas  alta  consideración ,  como  primera 
corporación  ,  y  cuyos  miembros ,  escojidos ,  en  jeneral , 
entre  los  sujetos  mas  notables ,  por  su  ciencia  é  integri- 
dad, recibían  continuamente  testimonios  de  respeto  y  de 
sumisión ,  que  dejeneraban  algunas  veces  en  una  es- 
pecie de  culto;  consecuencia  de  la  política  diestra  del 
gobierno  español ,  que  por  medio  de  leyes  esclusivas,  y 
de  aislamiento,  quería  dar  á  sus  empleados  un  gran 
prestijio,  y,  sobre  todo,  poner  á  los  magistrados  á  cu- 
bierto de  todo  atentado  contra  su  santo  ministerio.  Por 
esta  especie  de  contracción,  la  posición  de  los  oidores 
era  tan  penosa  como  ridicula,  pues  no  podían  contraer 
matrimonio  en  el  país,  ni  asistir  á  casamientos  ni  á 
entierros,  ni  siquiera  ser  padrinos  de  un  niño,  en  el 
bautismo.  Igualmente,  les  era  prohibido  adquirir  bienes 
raices,  especular,  recibir  regalos  de  gran  lujo,  y  el  nú- 
mero de  casas  á  donde  podían  ir  de  visita  era  tanto  mas 
limitado,  cuanto  les  estaban  prohibidas  las  de  los  nego- 
ciantes y  abogados,  y,  sobretodo,  las  de  personas  que 
tuviesen  alguna  causa  ó  proceso. 

De  este  modo,  las  leyes  cuyos  intérpretes  eran ,  á  la 
vez,  y  columnas,  seguían  con  su  influencia  natural  y  á 

dencia  interina  en  la  real  Audiencia ,  había  mandado  desembarcar  del  buque 
estranjero,  Warren,  todo  el  hierro  y  acero  que  llevaba,  para  distribuirlo 
entre  los  agricultores  y  los  mineros,  que  carecian  enteramente  de  ellos;  creó 
en  Santiago  una  sociedad  de  beneficencia,  de  la  cual  fué  nombrado  presidente 
y  director.  Enriqueció  con  muchas  obras  la  academia  de  matemáticas,  formada 
por  el  gran  patriota  Salas,  y  habia  hecho  insiancia  al  rey  enviase  profesores  de 
mineralojía  para  fundar  una  escuela  de  minas.  La  humanidad  de  sus  senii- 
mientos  no  era  menos  recomendable.  Hizo  grandes  amejoramientos  en  el  hos- 
pital de  San  Juan  de  Dios ,  y  promovió  una  suscripción  ,  que  produjo  200  pesos, 
para  subvenir  á  sus  necesidades.  Nombrado  ,  en  1801 ,  director  de  dicho  esta- 
blecimiento, obró  con  tanto  celo  y  economía,  que  halló  posibilidad  de  admitir 
cien  enfermos  cuando  la  dotación  era  solo  de  53  camas. 

archivos  del  gobierno. 


188 


HISTORIA   DE   CHILE. 


cubierto  de  fraudes,  vijilando  las  acciones  de  los  ciuda- 
danos que  faltaban  á  sus  deberes,  sin  distinción  de  ran- 
gos, y  por  elevados  que  fuesen,  pues  entre  aquellos  jue- 
ces la  injusticia  era  desconocida. 

El  porte  de  sus  mujeres  no  estaba  menos  sujeto  á 
una  rigorosa  vijilancia  del  rejente  y  del  presidente.  En 
efecto,  estaban  sometidas  á  la  misma  etiqueta  y  á  las 
mismas  prohibiciones,  y  obligadas  á  participar  de  las 
privaciones  sociales  de  sus  maridos,  que  por  este  modo 
de  vida  se  hacian  necesariamente  graves  y  taciturnos. 

En  vista  de  una  existencia  tan  particular,  llena  de 
misterios  y  tan  diferente  de  las  demás  existencias  so- 
ciales, ¿  que  se  podia  hallar  de  estraño  en  el  prestijio 
de  que  gozaban  aquellos  anacoretas  políticos?  ¿  Los  tan 
alabados  agüeros  de  la  crédula  antigüedad  llevaban  por 
acaso  otra  clase  de  vida  ? 

La  Real  Audiencia  no  fué  la  sola  que  tuvo  que  sufrir 
su  mala  suerte,  pues  la  misma  cupo  á  algunos  militares 
y  á  todos  los  empleados  que  por  su  rango  podían  aun 
ejercer  algún  influjo  en  la  suerte  política  del  país.  Ya 
se  ve  que  después  del  sangriento  acontecimiento  del  Io 
de  abril,  la  revolución  ya  no  estaba  obligada  á  mira- 
mientos; el  velo  se  habia  rasgado,  y  se  hallaba,  mas 
bien,  en  la  precisión  de  echar  á  un  lado  toda  irresolución 
y  de  avanzar  francamente  y  con  denuedo  á  sus  fines , 
si  quería  elevarse  á  la  altura  que  estos  pedían.  Los  me- 
dios de  que  debia  disponer  eran  la  justicia ,  el  derecho 
y  la  fuerza;  porque  después  de  las  reuniones  electorales 
el  principio  de  la  revolución  ya  no  se  hallaba  concentrado 
solamente  en  la  capital,  sino  que  se  habia  estendido  á 
casi  todas  las  provincias,  y  habia  encerrado  en  su  cír- 
culo de  acción  á  una  infinidad  de  personas  que,  hasta 


CAPITULO    XII. 

entonces,  se  habían  mantenido  estrañas  é  indiferentes 
al  movimiento,  y  que  ahora  estaban  muy  dispuestas  á 
entrar  en  él. 

Por  otra  parte,  era  de  temer  que  el  virey  Abascal  no 
quisiese  tolerar  principios  cuyas  máximas  escritas  en  las 
banderas  de  la  Plata  eran  combatidas  por  sus  tropas 
en  el  alto  Perú,  y  que,  al  fin,  se  decidiese  á  enviar  al 
país  un  ejército  de  invasión  considerable.  Tal  era  la 
opinión  de  muchos  hombres  de  previsión,  opinión  tan 
pronto  justificada,  tan  luego  desmentida  por  las  cartas 
de  Lima ;  y  aun  parece  que  en  los  papeles  de  Tomas 
Figueroa  se  hallaron  pruebas  de  aquella  intención  ,  y 
el  aviso  de  la  salida  del  buque  San  Juan  ,  fletado  con 
armas  para  los  que  intentasen  la  primera  insurrección. 

Todas  estas  noticias  sujirieron  á  la  junta  suprema  el 
dar  su  principal  atención  al  ejército  nacional ,  y  mandar 
disciplinar  las  milicias,  á  pesar  de  los  grandes  gastos  que 
estas  medidas  podian  ocasionar.  Al  mismo  tiempo ,  se 
procuró  que  la  relijion  contribuyese  á  aumentar  el  en- 
tusiasmo del  pueblo,  y  al  efecto  mandaron  venir  al 
eminente  patriota  Andreu  ,  obispo  auxiliar ,  que ,  el 
7  de  abril ,  principió  á  predicar  en  la  plaza  mayor, 
en  favor  de  aquella  noble  causa ,  aconsejando  al  pue- 
blo : 

«  De  respetar,  obedecer  y  amar  al  gobierno ,  como 
fundador  de  un  sistema  el  mas  conforme  á  la  razón  y  á 
la  relijion  ,  y  el  mas  á  propósito  para  librarnos  de  las 
intrigas  y  ambición  de  Bonaparte.  » 

Andreu  llevó  su  celo  hasta  el  punto  de  sujerir  la 
delación  al  gobierno  de  cuantos  fuesen  opuestos  á  di- 
cho sistema,  y  pudiesen  ,  por  consiguiente,  serle  perju- 
diciales. 


190 


HISTORIA    DE    CHILE. 


\v 


El  dia  siguiente  de  este  sermón  ,  que  causó,  como  era 
natural ,  grande  sensación  á  los  realistas  Chilenos  y  á 
los  Españoles,  murió  el  digno  y  virtuoso  prelado  don 
José  Antonio  Martínez  ,  obispo  de  Santiago.  Esta  muerte 
fué  en  estremo  sensible ,  en  razón  de  la  ciencia ,  de  las 
virtudes  y  bellas  prendas  que  adornaban  aquel  ilustre 
Chileno ,  cuya  estremada  jenerosidad  le  habia  hecho  el 
verdadero  padre  de  los  pobres.  Esta  jenerosidad  era  tal, 
que  antes  de  salir  para  el  obispado  de  Guamanga  se 
habia  desprendido  de  su  inmensa  fortuna  para  darla  á 
sus  parientes  y  á  necesitados ,  quedándose  él  reducido 
á  una  modestísima  existencia.  Los  achaques  de  que  ado- 
lecía después  de  su  vuelta  y  su  avanzada  edad  le  im- 
pedieron de  tomar  parte  en  las  deliberaciones  de  la  junta, 
y  así  murió  libre  de  todo  acto  político ,  y  casi  sin  que  el 
gobierno  lo  supiese.  Su  cuerpo,  después  de  haber  reci- 
bido los  honores  debidos  á  su  rango  y  á  su  mérito,  fué  en- 
terrado en  la  catedral. 

Pero  si  esta  pérdida  pasó  como  sin  sentirse  para  la 
junta,  no  sucedió  lo  mismo  con  respecto  al  clero,  cuyas 
antiguas  pasiones  se  despertaron  con  la  ocasión  del  nom- 
bramiento de  un  vicario  jeneral ,  empleo  que ,  por  la 
muerte  del  obispo,  tuvo  que  abandonar  el  canónigo  don 
Domingo  Errazuris.  Los  realistas  querían  poner,  en  lu- 
gar de  este,  al  sabio  Rodríguez.  El  cabildo,  al  contrario, 
quería  al  canónigo  Fretes  de  Buenos-Aires,  hombre  de 
mucho  talento  y  actividad ,  y  uno  de  los  mas  eminentes 
patriotas ;  pero  su  calidad  de  estranjero ,  en  una  época 
en  que  el  amor  nacional  quería  que  la  revolución  chilena 
no  perteneciese  á  nadie  mas  que  á  sí  misma,  fué  la  causa 
de  que  dicho  nombramiento  recayese  en  el  mismo  Erra- 
zuris. Sin  duda  alguna,  ignoraban  que  en  aquel  mismo 


CAPÍTULO    XII. 


191 


instante ,  un  Chileno  ,  también  canónigo ,  el  doctor  don 
José  Cortés  Madariaga,  ocupaba  un  alto  puesto  y  tomaba 
una  parte  la  mas  activa  y  gloriosa  en  la  revolución  de 
Caracas ,  con  grande  satisfacción  de  un  pueblo  que  no 
era  menos  celoso  de  su  nacionalidad  y  patriotismo. 


CAPITULO  XIII 


Aplazamiento  de  las  elecciones  de  Santiago. — Llegada  de  los  diputados  de  las 
provincias.  -  O'Higgins.  — Proclama  de  la  junta.  — Tendencia  de  Rosas  á  al- 
canzar la  presidencia.  —Rivalidad  entre  Rosas  y  el  ayuntamiento.  —  Instala- 
ción del  tribunal  de  apelación  ,  y  del  de  seguridad  pública. —  Reconocimiento 
de  la  junta  por  el  marques  de  Casa  Irujo. —  El  marques  de  Medina  no  admi- 
tido como  presidente  de  Chile. 


El  triste  acontecimiento  que  acababa  de  suceder  habia 
producido  dos  grandes  efectos ;  el  de  desmoralizar  el 
partido  realista ,  reducido ,  en  lo  sucesivo ,  á  una  nulidad 
casi  completa,  y  el  de  adelantar  á  los  liberales  en  térmi- 
nos ,  que  ya  no  podian  ni  hacer  alto ,  ni  volver  atrás. 
Ya  no  podian  menos ,  aunque  no  quisiesen  ,  de  dejarse 
llevar  de  la  pendiente  que  los  conducía  al  punto  mar- 
cado por  la  Providencia ,  y  de  ayudar  al  movimiento  en 
su  propia  fuerza  de  acción  y  de  progresión. 

El  pueblo  de  Santiago  se  hallaba  aun  conmovido  por 
la  sensación  que  le  habia  causado  la  sangre  derramada ; 
porque  no  estando  acostumbrado  á  estas  insurrecciones 
armadas,  y  no  habiendo  participado  nunca  á  luchas  políti- 
cas, le  eran  aun  enteramente  estraños  los  sentimientos  de 
pasión  y  de  odio  que  enjendran  jeneralmente  las  guerras 
de  partido.  Por  lo  mismo ,  su  emoción  ,  en  aquella  cir- 
cunstancia, era  por  las  infelices  víctimas,  que  su  sencillez 
natural  les  haeja  considerar  como  un  objeto  pasivo  de 
una  disputa  de  intereses.  Las  personas  de  distinción, 
dominadas  por  los  mismos  sentimientos,  no  estaban 
menos  conmovidas ;  se  habían  puesto  casi  indiferentes  a 
la  suerte  de  la  República,  y  habían  diferido  casi  indefini- 


CAPÍTULO    XIII. 


193 


damente  las  elecciones  interrumpidas  por  el  aconteci- 
miento. 

Entretanto ,  las  provincias  habían  nombrado  ya  sus 
diputados,  y  todos  los  dias  se  veian  llegar  algunos  á  San- 
tiago. Entre  los  que  estaban  presentes  se  hallaba  O'Hig- 
gins,  que  Rosas  había  llamado  con  la  mas  premurosa 
solicitud. 

Cuando  había  sabido  la  rebelión  de  Figueroa ,  se  en- 
contraba cerca  de  Curico  ,  y  su  primera  intención  había 
sido  de  continuar  aceleradamente  su  marcha  para  tomar 
parte  en  las  consecuencias  del  suceso.  El  5  de  abril , 
llegó  á  Santiago,  y  apenas  se  apeó  corrió  al  palacio, 
embozado  aun  en  su  poncho  de  camino,  para  ponerse 
á  la  disposición  de  la  suprema  junta,  ofreciéndole  su 
espada  para  contribuir  á  calmar  los  pocos  temores  que 
pudiesen  tenerse  todavía: 

Pero  si  habia  temores ,  ya  no  eran  de  que  hubiese  una 
nueva  rebelión ,  y  la  inacción  provenia  solamente  de  la 
consternación  que  habia  paralizado  todo  movimiento, 
y  llenado  de  amargura  los  corazones  de  los  habitantes! 
De  todos  los  miembros  de  la  junta ,  no  hubo  verdadera- 
mente mas  que  Rosas  que  se  hubiese  mostrado  superior 
al  acontecimiento  ,  y  mantenido  á  la  altura  de  su  misión. 
Sin  participarlo  á  los  demás  miembros ,  habia  escrito 
una  proclama,  en  la  que,  después  de  haber  dado  al- 
gunos detalles  sobre  el  suceso  del  Io  de  abril ,  y  sobre 
la  conducta  del  pérfido  Figueroa,  decia,  para  tranqui- 
lizar los  ánimos,  que  se  haría  justicia  equitativa  pero 
rigorosa  : 

«No  hay  medio  (anadia).  Es  preciso  llenar  digna- 
mente esta  obligación  del  gobierno.  Chile  no  debe  ali- 
mentar en  su  seno  á  los  monstruos  que  han  proyectado 

V.    H^TOIWA.  I  'í 


194 


HISTORIA    DE    CHILE. 


devorarlo  ,  y  aunque  la  humanidad  se  resienta  del  escar- 
miento ,  la  patria  imperiosamente  lo  manda.  Su  muerte 
evitará  la  de  tantos  inocentes  que  han  estado  á  punto  de 
ser  víctimas  del  furor  de  los  asesinos  del  dia primero  (i).  » 
Rosas  habia  manifestado  muchas  veces  el  deseo  de 
ver  á  O'Higgins  á  su  lado  ,  porque  sabia  que  con  su  ca- 
rácter decidido  y  denodado  conseguiría  mas  fácilmente 
romper  el  último  eslabón  de  la  cadena  que  sujetaba  el 
país  á  la  monarquía  española.  Las  grandes  revoluciones 
(decia  él)  no  se  hacen  sin  conmociones  ni  sin  violencias, 
y  el  ejemplo  del  Io  de  abril  le  convencía  de  que  debia 
imprimir  al  movimiento  un  carácter  esencialmente  mili- 
tar, afín  de  contener  por  la  fuerza  el  espíritu  de  traición  ; 
pero  estaba  lejos  de  ser  él  mismo  soldado,  y  la  ambición 
de  O'Higgins  no  se  habia  aun  puesto  en  evidencia,  ya 
fuese  por  respetos  á  su  ínclito  maestro ,  ya  porque  sus 
inclinaciones  guerreras  estaban  aun  comprimidas  por  la 
fuerza  de  la  subordinación. 

De  todo  esto  nacia  la  necesidad  de  ceñirse  aun  á  los 
consejos  de  una  política  diestra  y  astuta,  por  los  que 
el  hombre  obra  con  prudencia ,  y,  muchas  veces  ,  contra 
su  propio  modo  de  sentir.  En  efecto ,  habia  pocos  dias 
que  Rosas  y  los  demás  miembros  de  la  junta  habian  fir- 
mado una  proclama  alentando  á  los  Chilenos  á  que  se 
elevasen  á  la  esfera  de  independencia  que  les  habia 
señalado  el  autor  de  la  naturaleza,  y  á  presentar  á  los  es- 
tranjeros  el  espectáculo  de  un  pueblo  instruido  y  labo- 
rioso ;  á  nuestros  hermanos ,  los  valientes  ,  leales  y 
desgraciados  Españoles  Europeos ,  abriéndoles  un  asilo 
que  mitigue  el  dolor  de  haber  perdido  sus  hogares ;  á 

(1)  Obra  en  mi  poder  una  copia  de  esta  proclama,  debida,  según  me  dijo 
B.  O'Higgins,  á  la  sola  pluma  de  J.  Rosas. 


CAPÍTULO    XIII. 


195 


nuestro  buen  rey,  conservándole  este  último  reducto  de 

la  fidelidad ,  mejorado,  si  es  posible,  hasta  el  punto  de 

hacerlo  digno  de  su  morada  (1).  » 

Tal  era  aun  el  lenguaje  de  Ja  junta  en  el  momento  de 

las  elecciones,  lenguaje  que  para  tranquilizar  los  áni- 
mos   y  temporizar  con  el  enemigo,  tenia  la  fatalidad  de 
paralizar  el  arranque  de  la  libertad  nacional ,  y  de  este- 
rilizar la  ventaja  que  acababa  de  obtener  sobre  el  abso- 
lutismo. Al  mismo  tiempo,  alentaba  las  pasiones,  aun 
ardientes,  del  partido  vencido  ,  le  autorizaba  á  levantar 
la  cabeza  y  lo  impelía,  por  decirlo  así,  á  disputar  el 
éxito,  procurando  introducir  legalmente  en  el  congreso 
miembros  enemigos  del  movimiento  ,  y  afectos  con  alma 
y  vida  a  la  monarquía  española.  Este  era,  en  resumidas 
cuentas,  el  resultado  de  la  política  tímida,  débil     sin 
previsión,  y,  muchas  veces,  contradictoria,  que  subyu- 
gaba á  la  mayor  parte  de  los  miembros  del  nuevo  so 
bierno.  & 

LaS  elecciones  de  las  provincias ,  que  habían  parecido 
ser  favorables  á  los  liberales,  acabaron  por  resentirse 
de  esta  organización  viciosa.  Algunos  realistas  habían 
conseguido  ser  nombrados  diputados ,  y  tan  luego  como 
pegaron  a  Santiago  se  pusieron  en  relación  con  los 
fcspanoles  y  Chilenos  enemigos  del  gobierno.  Rosas  no 
los  perdía  de  vista,  y  procuraba  adivinar,  con  su  tino 
infalible ,  el  papel  que  cada  uno  de  ellos  pensaba  desem- 
peñar Analizaba  el  talento  y  la  conciencia  de  todos. 
Calculaba  el  influjo  que  tenían,  y  después,  en  sus  reu- 
niones, nunca  dejaba  de  insinuar  la  oposición  que  iban 
a  causar  en  la  asamblea,  y  cuan  urjente  era  adoptar 
medidas  propias  á  desbaratar  sus  arterias. 

(1)  Esta  proclama  se  halla  en  el  diario  mss.  de  don  Mannel  Salas. 


196 


HISTORIA    DE    CHILE. 


Era  esta  una  astucia  de  aquel  gran  político ,  que  pre- 
viendo se  pondrían  trabas  á  sus  miras  de  interés  y  de 
ambición  ,  se  preparaba  con  tiempo  á  romperlas.  Porque 
no  puede  menos  de  verse ,  en  todas  las  acciones  de  Rosas, 
un  vivo  deseo  de  dominar  al  país,  y  de  llegar  á  ser  su 
presidente.  Desgraciadamente,  tenia  por  concurrente  á 
Ignacio  de  la  Carrera  ,  que  pretendía  lo  mismo ,  y  con 
mas  derecho ,  no  por  su  talento  sino  porque  era  Chileno , 
y  representaba  el  ayuntamiento ,  siempre  deseoso  de 
introducirse  en  el  poder  supremo. 

De  estas  dos  opuestas  pretensiones  surjió  un  espíritu 
de  rivalidad  que  separó  los  miembros  de  la  junta  en  dos 
campos,  siempre  dispuestos  á  hacerse  una  verdadera 
guerra  sordamente.  Por  consiguiente ,  era  muy  impor- 
tante para  el  fiero  republicano  el  aumentar  el  número  de 
sus  partidarios  en  el  poder  ejecutivo,  y,  al  efecto,  pro- 
puso la  necesidad  de  reunir  todos  los  diputados  que  se 
hallaban  en  Santiago ,  y  de  incorporarlos  en  la  junta  para 
tener  parte  en  sus  sesiones.  Esta  proposición  fué  hecha 
por  el  diputado  de  Valparaíso  ,  Agustín  Vial ,  que  citaba 
los  ejemplos  de  Buenos-Aires,  Quito  y  otras  partes ,  para 
que  pareciese  mas  conforme  á  lo  que  pedían  las  circuns- 
tancias. Rosas,  Rosales  y  Márquez  de  la  Plata  la  apoya- 
ron con  todo  su  poder,  y  fué  combatida  por  los  demás 
miembros,  reunidos  a  una  diputación  del  ayuntamiento, 
á  la  cabeza  de  la  cual  se  hallaba  el  procurador  de  ciu- 
dad ,  el  ríjido  Miguel  Infante. 

Desde  luego,  se  levantó  una  discusión  ,  tan  viva  como 
terca  de  ambas  partes,  pero  que  se  terminó  en  favor  de 
Rosas ;  porque  los  Chilenos  presentes  en  la  reunión  ,  fas- 
tidiados de  vivir  en  incertidumbre ,  y  deseando  tener  un 
sobierno   laborioso,  se  habían   manifestado  altamente 


CAPITULO    XIII. 


19, 


inclinados  á  ella,  y  con  mormullos  bastante  ruidosos 
habían  conseguido  intimidar  á  Miguel  Infante ,  y  obli- 
garlo á  retractar,  ó ,  á  lo  menos ,  á  modificar  su  dis- 
curso tocante  á  aquel  plan  (1). 

Este  nuevo  contratiempo  le  fué  muy  sensible  al  ayun- 
tamiento. Desde  algún  tiempo  á  aquella  parte,  su  parti- 
cipación en  los  asuntos  públicos  se  hacia  ilusoria ,  y  se 
hallaba  tanto  mas  descontento  en  aquella  circunstancia, 
cuanto  la  cuestión,  ya  bastante  grave  por  su  naturaleza, 
presentaba  un  ínteres  capital  de  existencia  para  aquella 
grande  corporación.  Gomo  la  solución  dependía  mucho 
de  los  diputados ,  el  ayuntamiento  se  creia  el  derecho ,  á 
lo  menos,  de  retardar  y  diferir  la  ejecución  del  proyecto 
hasta  la  elección  de  los  vocales  de  Santiago,  que  debían 
ser  nombrados  á  principios  del  mes  de  mayo. 

Así  lo  pidieron  los  cabildantes  con  mucha  instancia ; 
pero  se  les  negó  como  contrario  al  plan  de  Rosas ,  y, 
desde  aquel  instante  ,  trabajaron  con  mucho  mas  ahinco 
en  contrarrestar  el  proyecto  de  aquel  gran  patriota  ,  para 
lo  cual  emplearon  todo  su  influjo  afín  de  que  se  nom- 
brasen diputados  favorables  á  su  competidor  Carrera. 

Las  elecciones,  que  debían  tener  lugar  el  primero  de 
mayo,  fueron  diferidas  hasta  el  6,  por  causa  de  algunos 
desórdenes  que  sucedieron.  De  parte  y  de  otra  hubo 
actos  de  agresión  y  de  resistencia.  Rosas  empleó  todos 
los  recursos  de  su  injenio  para  alcanzar  sus  fines.  Tan 
pronto  intentaba  ganar  las  tropas ,  nombrando ,  de  su 
propia  autoridad,  un  jefe  afecto,  tan  pronto  llamaba  á 
las  elecciones  los  mulatos  que  podían  votar  legalmente; 
pero  burlado  enteramente  por  el  Ayuntamiento,  y  por 
una  porción  de  la  junta,  vio  su  prestijio  debilitarse  por 

(1)  Conversación  condón  Miguel  infante, 


i 


198 


HISTORIA    DE    CHILE. 


\ 


esta  táctica  electoral,  y,  en  efecto,  el  escrutinio  dio  dipu- 
tados contrarios,  en  jeneral,  á  sus  miras. 

Y  sinembargo  no  se  puede  decir  con  certeza  que 
Rosas  no  tuviese  en  sus  acciones  mas  móvil  que  el  de 
su  interés  propio.  Es  verdad  que  se  le  echaban  en  cara 
algunos  antecedentes  que  autorizaban  en  cierto  modo  á 
suponerlo,  ya  fuese  en  Concepción,  ya  por  haber  parti- 
cipado mucho  del  lucro  vergonzoso  del  asunto  del  buque 
Escorpión;  pero  en  este  momento  daba  muchas  prue- 
bas de  desinterés,  tanto  para  sí  como  para  los  suyos  en 
el  hecho  de  no  querer  aceptar  para  ellos  ningún  empleo 
de  oficial  en  los  rejimientos  que  se  formaban ;  conducta 
que  estaban  lejanos  de  seguir  los  demás  miembros  de  la 
junta;  y  ademas  de  esto,  ¿  porqué  no  se  habia  de  tomar 
en  cuenta  el  estado  moral  de  la  revolución,  cuando  él 
visaba  á  la  presidencia?  La  revolución,  siempre  débil  é 
incierta,  sin  tener  mas  que  el  apoyo  pasivo  de  un  par- 
tido en  el  que,  menos  algunos,  todos  querían  paz  y 
tranquilidad ,  no  tenia  verdaderamente  por  sí  mas  que 
á  él,  y  él  solo  podia ,  por  sus  jenerosos  arranques,  y 
sus  principios  democráticos,  darle  la  fuerza  y  eficacia 
de  que  era  capaz,  y  conducirla  pronta  y  noblemente  á  su 
verdadero  fin. 

Sobre  este  punto,  la  propia  conciencia  de  Rosas  le 
dictaba  lo  mucho  que  podia  hacer  en  favor  de  un  pueblo 
que  tenia  tanto  trabajo  en  sacudir  el  yugo  de  la  escla- 
vitud, de  cuyos  hábitos  tanto  adolecia ;  y  así,  animado 
por  sus  compatriotas  los  diputados  del  sur,  y  por  muchos 
habitantes  de  Santiago,  entre  los  cuales  se  hallaban  la 
numerosa  familia  de  Larrains ,  la  de  Salas ,  Rojas  y 
otras,  no  desesperó  de  su  éxito,  y  esperó  ocasión  mas 
oportuna  para  renovar  pretensiones  justificadas  por  su 


CAPITULO    XIII. 


199 


patriotismo  y  su  capacidad,  y  que  él  sabia  serian  suma- 
mente útiles  para  el  país,  demasiado  imbuido  aun  de 
ideas  monárquicas,  y  para  el  cual  la  consolidación  de  la 
República  era  aun  un  problema. 

El  9  de  mayo,  se  celebró  en  Santiago  la  elección  de 
sus  diputados  y  el  triunfo  del  Ayuntamiento  con  grandes 
demostraciones  de  júbilo.  Hubo  misa  en  acción  de  gra- 
cias, á  la  cual  asistieron  las  diferentes  corporaciones.  Se 
entonó  el  Te  Deum  con  gran  repique  de  campanas  y 
salvas  de  artillería,  y  se  prolongaron  las  funciones  hasta 
el  11,  dia  en  que  ios  nuevos  diputados  se  reunieron  con 
los  demás  para  tener  parte  en  las  sesiones. 

Una  de  las  primeras  operaciones  fué  nombrar  ocho 
alcaldes  y  rejidores  para  reemplazar  á  los  que  la  cámara 
se  habia  apropiado  como  diputados.  En  seguida,  se  pro- 
cedió con  premura  á  la  reorganización  del  tribunal  de 
justicia ,  el  cual ,  desde  la  caida  de  la  Real  Audiencia , 
no  habia  podido  asentar  decreto  alguno,  ni  en  la  justicia 
civil,  ni  en  la  de  Alzadas,  relativa  al  ramo  de  consulado 
y  minería. 

Habría  podido  ser  esta  coyuntura  sumamente  feliz 
para  introducir  en  aquella  administración  una  parte  de 
las  reformas  que,  desde  algún  tiempo,  el  carácter  na- 
cional ,  la  naturaleza  del  país  y  los  principios  de  la  nueva 
existencia  social  reclamaban ;  pero  á  pesar  del  espíritu 
eminentemente  lejislativo  de  algunos  Chilenos,  estos 
no  podían  emprender  aun  tamaña  tarea.  Las  leyes 
españolas  no  podían  ofrecerles  todos  los  elementos 
uniformes  y  mecánicos  que  constituyen  un  código  con- 
veniente para  un  país.  Eran  ellos  mismos  demasiado 
novicios ,  y  necesitaban ,  ante  todas  cosas ,  pene- 
trarse de  la  lejislacion  estranjera ,  casi  desconocida  en 


-■  '     . 


200 


HISTORIA    BE    CHILE. 


Chile,  y  tan  rica  de  toda  especie  de  cuestiones  jurídicas. 
En  consecuencia ,  no  hicieron  innovación  alguna  en 
la  lejislacion ,  y  continuaron  sirviéndose  de  la  inmensa 
colección  de  leyes  coordinadas  de  un  modo  indijesto  y 
sin  método,  verdadero  caos  que  la  mas  admirable  pa- 
ciencia podria  á  penas  desenmarañar. 

Noobstante,  se  mudó  el  nombre  del  tribunal  en  el  de 
apelación,  formado  de  tres  juiciosos  y  sabios  abogados 
y  presidido  por  otro,  que  no  tenia  mas  facultades  que 
la  del  gobierno  económico  y  distributivo  en  el  despacho 
de  los  negocios  (1). 

Estos  actos,  que  no  exijian  ninguna  contracción  me- 
ditativa ,  ni  podian  dar  materia  á  oposición ,  pasaron  sin 
tardanza  y  sin  dificultad;  pero  no  sucedió  lo  mismo 
cuando  fué  preciso  entrar  en  todos  los  pormenores  de 
la  administración  jeneral  y  particular.  Entonces,  el  po- 
der, fraccionado  entre  treinta  y  seis  miembros,  se  hizo 
una  especie  de  juguete  de  las  ideas  las  mas  vanas  é  in- 
sustanciales. Cada  cual  quería  dar  á  la  discusión  su  voto 
de  censura,  y  de  allí  se  orijinaron  disputas  acaloradas 
y  ridiculas,  que  muy  pronto  dejeneraron  en  personali- 
dades, resultado  que  les  sujirió  el  dividirse  en  secciones, 
según  su  gusto,  sus  conocimientos  y  capacidad.  De  este 
modo,  hubo  la  sección  de  hacienda,  la  de  estado,  la  de 
guerra,  la  de  policía.  Cada  una  de  ellas  tenia  sus  reu- 
niones diarias  y  particulares,  y  en  las  jenerales,  presi- 
didas por  la  junta,  daban  una  idea  de  sus  operaciones, 
que  eran  discutidas  antes  de  ser  adoptadas  (2). 

(1)  Estos  jueces,  á  quienes  se  confinó  el  título  de  colegas,  eran  :  Juan  de 
Dios  Gacitua,  don  Francisco  Per<  z  García  y  don  Lorenzo  Villalon.  El  presi- 
dente fud  don  Francisco  Cisternas.  El  sueldo  que  leuiau  era  de  2500  p.  al  año. 

Martínez,  Historia  mss.  de  la  revolución  de  Chile. 

(2)  Conversación  ron  Bernardo  OyRiggms, 


CAPITULO    XIII. 


•201 


Es  verdad  que  estas  operaciones  no  tenían  gran 
importancia  para  las  administraciones,  y,  las  mas  de 
las  veces ,  eran  relativas  á  la  forma  y  al  reglamento 
que  se  habían  de  dar  al  Congreso  que  iba  á  ser  ins- 
talado. En  este  punto^,  Rosas  hacia  cuanto  podía  para 
que  prevaleciesen  sus  opiniones,  que  los  diputados 
de  Santiago  conseguían  siempre  modificar,  y  aun  de- 
sechar. 

Desde  la  entrada  de  estos  nuevos  miembros  en  la 
asamblea ,  las  discusiones  se  habían  presentado  mas 
apasionadas ;  se  habia  formado  una  verdadera  oposi- 
ción contra  J.  Rosas,  oposición  que  los  partidarios  de 
este  llamaban  la  oposición  de  los  Godos.  Rosas  procuró 
deshacerse  de  esta  oposición ,  atacando  la  legalidad  de 
las  elecciones  de  Santiago ,  que  no  debia  dar  mas  que 
seis  diputados,  en  lugar  de  doce,  y  procurando  probar 
que  semejante  mayoría  en  una  ciudad  violaba  las  con- 
diciones de  la  igualdad  electoral  ,  y  que  era  una  espo- 
liacion  política  que  daría  nacimiento  á  privilejios ,  que 
era  preciso  evitar,  en  cuanto  fuese  posible. 

O'Higgins  sostenía  con  todo  su  poder  la  moción  de 
su  maestro  ,  demostrando  que  aquella  representación 
nacional  era  absolutamente  contraria  á  la  letra  y  al  es- 
píritu del  decreto  de  15  de  diciembre  de  1810,  y  que  su 
protesta  no  era ,  en  el  fondo,  mas  que  la  espresion  de 
la  voluntad  de  todos  sus  electores  ;  lo  cual  probó  por  el 
tenor  de  su  mandato. 

Otros  doce  diputados  protestaron  igualmente  contra 
aquella  desigualdad  electoral  (1). 

Algunos  dias  antes,  el  partido  ele  Rosas  habia  querido 
formar  un  rejimiento  de  patriotas ,  hombres  de  influjo  , 

(1)  Conversación  con  B.  OHigqins. 


202 


HISTORIA    DE    CHILE. 


en  jeneral ,  y  los  mas  afectos  al  sistema  revolucionario. 
El  obispo  auxiliar  Andreu  se  había  ofrecido  de  capellán  , 
y  los  SS.  Mendíburu  y  Recavarren  debían  de  ser  los 
jefes.  Este  rejimiento,  organizado  sobre  el  pié  de  los  de 
la  Concordia  de  Cádiz  y  de  Lima ,  había  de  ser  el  Pala- 
dión de  la  república  naciente ,  pero  tenia  el  inconve- 
niente ele  presentarse  como  parto  del  pensamiento  de 
una  facción  representada  por  los  dos  jefes,  el  uno  de 
ellos  suegro ,  y  el  otro  íntimo  amigo  de  Rosas.  El  par- 
tido del  ayuntamiento  se  apresuró  á  arruinar  dicho 
proyecto,  al  cual  sustituyó  el  de  un  tribunal  de  segu- 
ridad pública ,  que ,  en  efecto ,  fué  instalado  el  Io  de 
junio,  teniendo,  por  presidente,  á  Martin  Calvo  Ence- 
lada, y,  por  asesores,  á  los  dos  honrados  patriotas  Agus- 
tín Eyzaguirre  y  Gabriel  Tocornal. 

El  objeto  de  este  tribunal  era  vijilar  los  enemigos  de 
la  revolución,  y  particularmente  los  Españoles,  que,  si 
veían  el  poder  monárquico  trastornado ,  no  lo  veian  aun 
enteramente  aniquilado.  Ciertamente,  hubo  en  aquella 
circunstancia  algunos  actos  arbitrarios,  y  aun,  tal  vez, 
injustos;  pero  ¿quien  se  atrevería á  pretender  poner,  en 
tiempos  de  revolución  ,  en  un  cuadro  regular  los  dife- 
rentes actos  de  dos  partidos? 

En  aquella  época  fué,  poco  mas  ó  menos,  cuando 
llegó  á  Valparaíso  la  fragata  Bigarrena ,  proveniente  de 
Montevideo  con  pliegos  para  el  gobierno  chileno,  entre 
los  cuales  habia  un  oficio  del  gobernador  español  en  la 
corte  de  Rio  Janeiro,  el  marques  de  Casa  Iruyo ,  apro- 
bando en  todo  su  tenor  el  acta  de  instalación  de  la  junta 
y  los  motivos  que  le  habían  dado  oríjen.  Era  este  un  do- 
cumento sumamente  importante  para  el  partido  republi- 
cano ,  que  se  apresuró  á  mandarlo  publicar  en  todas  las 


CAPITULO    XIII. 


203 


ciudades ,  como  propio  á  atraer  á  sus  principios  las  per- 
sonas tímidas  y  timoratas. 

Con  el  mismo  oficio,  habia  otro  del  marques  de  Me- 
dina ,  nombrado  gobernador  de  Chile  y  presidente  de  la 
real  audiencia  por  la  junta  gubernativa  de  Sevilla ,  el 
cual  se  hallaba ,  á  la  sazón ,  en  Montevideo ,  y  pedia 
pasar  á  Chile  para  llenar  el  puesto  á  que  estaba  desti- 
nado ;  pero  casi  unánimemente  la  asamblea  votó  su  es- 
clusion,  y,  pocos  dias  después,  se  le  contestó  : 

«  Que  Chile,  á  ejemplo  de  otros  vireynatos  y  presiden- 
cias de  la  América ,  estaba  resuelto  á  gobernarse  por  sí 
mismo  hasta  la  completa  pacificación  de  España ,  y  re- 
greso de  su  amado  rey  Fernando  Ylí ,  y  que ,  por  consi- 
guiente ,  se  sirviese  quedarse  en  Montevideo.  » 

Al  mismo  tiempo,  se  escribió  á  la  junta  de  Buenos- 
Aires  ,  rogándole  se  opusiese  por  todos  sus  medios  á  su 
salida  (1). 

(1)  Archivos  del  gobierno. 


CAPITULO  XIV. 


Apertura  del  congreso.  — Discurso  de  Rosas. — Organización  de  la  mesa  de  la 
presidencia.— Tentativa  de  los  radicales  para  que  Rosas  fuese  nombrado  pre- 
sidente. -  Protesta  de  la  provincia  de  Concepción  contra  el  número  de  dipu- 
tados de  Santiago.  —  Segunda  tentativa  en  favor  de  Rosas.  —  Arrivada  del 
navio  ingles  Standart,  y  objeto  de  su  viaje. —  Tumulto  en  Santiago  y  nuevo 
chasco  de  los  partidarios  de  Rosas.—  Separación  de  trece  diputados  de  la 
Asamblea. — Ultimo  esfuerzo  en  favor  de  Rosas,  y  salida  de  este  para  Con- 
cepción.—  Reflexiones  sobre  este  acontecimiento. 


La  apertura  del  congreso  habia  sido  fijada,  final- 
mente, para  el  ilx  de  julio. 

Los  miembros  del  poder  ejecutivo,  queriendo  dar  á 
aquella  augusta  ceremonia  la  mayor  solemnidad,  pidie- 
ron el  concurso  majestuoso  de  la  relijion,  y  á  la  aper- 
tura del  congreso  precedieron ,  en  todas  las  iglesias , 
tres  dias  de  rogativas,  que  el  clero  hizo  con  muchísimo 
fervor. 

Sinembargo,  los  hombres  mas  eminentes  estaban  con 
zozobra  sobre  el  resultado  de  aquella  instalación ;  por- 
que tenían  demasiado  presente  el  acontecimiento  del  pri- 
mero de  abril,  para  no  temer  que  se  repitiese  la  misma 
trajedia,  y  con  tanta  mas  razón,  cuanto  se  sabian  los 
pasos  que  acababan  de  dar  los  amigos  de  Rosas  para 
poder  asistir  á  las  sesiones  de  la  asamblea,  como  usando 
de  un  derecho  inerente  á  la  libertad  y  á  la  soberanía  del 
pueblo.  El  fin,  sabido  de  todos,  que  se  proponían  en  esto, 
era  el' dar  impulso  á  su  corifeo  para  que  alcanzase  la 
presidencia,  y,  sin  duda  alguna,  el  partido  contrario 
tomó  por  pretesto  la  solemnidad  de  aquella  imponente 
ceremonia  para  desplegar,  en  aquel  dia,  todas  las  fuer- 


CAPITULO    XIV. 


205 


zas  de  que  podia  disponer,  á  fin  de  mejor  comprimir 
todo  pensamiento  de  violencia. 

El  coronel  Reina,  que,  en  despecho  de  Rosas,  habia 
sido  nombrado  Comandante  jeneral  de  las  armas,  fué 
encargado  de  tomar  todas  las  medidas  militares  conve- 
nientes, y  el  14,  de  madrugada,  habia  mandado  ocupar 
militarmente  los  principales  puntos  de  la  ciudad  por  las 
tropas  milicianas  y  veteranas,  en  la  forma  siguiente  : 

«  En  la  plaza  mayor  formaban  el  Tejimiento  del  rey  al 
costado  del  S.  y  O.  ;  el  batallón  de  Pardos  al  este ;  el 
batallón  de  granaderos  y  la  compañía  de  la  Reina  ten- 
dían al  norte,  estendiendo  su  línea  hasta  la  puerta  del 
costado  de  la  catedral,  por  donde  debia  entrar  y  salir 
el  gobierno,  y  todas  las  cuadras  inmediatas  á  la  plaza 
estaban  guarnecidas  de  los  Tejimientos  de  caballería 
príncipe  y  princesa,  teniendo  orden  todas  las  tropas  de 
no  permitir  tránsito  á  persona  alguna  que  llevase  pon- 
cho, si  capa.  No  se  olvidará  de  asegurar  bien  el  parque 
de  artillería  con  dobles  centinelas  y  varios  cañones  car- 
gados á  metralla;  y,  asimismo,  la  sala  de  armas,  etc. 

»  Gomo  á  las  nueve  y  media,  entraron  en  la  plaza 
todos  los  que  componían  el  cuerpo  del  gobierno ;  la 
junta,  con  todos  los  diputados;  el  nuevo  tribunal  de 
apelaciones ;  el  cabildo  con  muchos  jefes  militares  y  al- 
gunos vecinos  principales. 

«La  tropa  presentó  las  armas,  y  entre  el  estruendo 
marcial  de  una  salva  de  artillería  se  dirijió  el  pomposo 
congreso  á  la  santa  Iglesia  catedral,  en  donde,  preve- 
nido el  cabildo  eclesiástico,  se  dio  principio  á  la  misa, 
que  celebró  el  vicario  capitular. 

»  Acabado  el  evanjelio,  se  les  dio  incienso  y  á  besar 
el  misal  á  los  vocales  de  la  junta. 


206 


HISTORIA    DE    CHILE. 


»  Dijo  la  oración  el  célebre  padre  Camilo  Henriquez 
de  la  buena  muerte,  quien,  después  de  haber  dado  una 
breve  noticia  del  oríjen,  progresos  y  fin  de  los  princi- 
pales imperios  del  mundo,  esplicó  que  los  pueblos, 
usando  de  sus  derechos  imprescriptibles,  habían  va- 
riado á  su  voluntad  la  forma  de  los  gobiernos ;  y  de  esta 
doctrina  intentó  deducir  y  probar  los  tres  puntos  en 
que  dividió  su  arenga. 

»  El  Io  decia  que  la  mutación  del  gobierno  de  Chile 
era  autorizado  por  nuestra  santa  relijion  católica  ; 

»  El  2o,  que  era  conforme  y  sostenida  por  la  razón 
en  que  se  fundaban  los  derechos  del  hombre;  y 

»  El  3o ,  que  entre  el  gobierno  y  el  pueblo  existia  una 
recíproca  obligación,  con  el  primero, 

*  De  promover  la  felicidad  y  libertad  del  segundo ; 
y  con  este, 

»  La  de  someterse,  con  entera  obediencia  y  confianza, 
al  gobierno. 

» Habló  de  la  tiranía  y  despotismo  de  los  gobiernos 
monárquicos,  que,  con  la  fuerza,  tenían  usurpados  y 
comprimidos  los  derechos  con  que  Dios  crió  al  hombre 
libre  para  elijir  gobierno  que  mas  le  acomodase,  pues 
por  principio  natural  inconcuso  todos  tenemos  derecho 
de  proporcionarnos  un  estado  que  nos  libre  de  los  ma- 
les, y  nos  atraiga  la  felicidad  posible;  que  la  esclavitud 
en  que  nos  tenían  debíamos  repelerla  con  el  sacrificio 
de  todos  nuestros  esfuerzos,  y  aun  de  nuestra  misma 
vida,  y  que,  por  dirijirse  á  este  heroico  empeño,  la  ins- 
talación del  congreso  nos  debía  ser  tan  recomendable, 
como  respetado  y  obedecido  este  cuerpo,  y  su  suprema 
autoridad,  pues  en  él  depositaba  toda  su  confianza,  sus 


CAPITULO   XIV. 


207 


innegables  derechos  y  la  esperanza  de  su   libertad  y 
felicidad  todo  el  reino  de  Chile. 

»  Concluido  el  sermón,  se  levantó  el  secretario  Argo- 
medo,  y,  puesto  al  frente  del  congreso,  exijió  el  jura- 
mento de  todos  los  diputados,  en  la  forma  siguiente  : 

»  ¿  Juráis  por  Dios  nuestro  Señor,  y  sobre  los  santos 
Evanjelios,  defender  la  relijion  católica,  apostólica  ro- 
mana ? 

»  ¿  Juráis  obedecer  á  Fernando  VII  de  Borbon ,  nuestro 
católico  monarca? 

»  ¿  Juráis  defender  el  reino  de  todos  sus  enemigos  inte- 
riores y  esteriores,  cumpliendo  fielmente  con  el  cargo? 
»  Entonces  respondieron  todos  en  clara  voz  : 
»  Sí  juramos. 

»  Dicho  esto,  se  levantaron  los  diputados,  y,  pasando 
de  dos  en  dos ,  hincaron  la  rodilla  ante  la  imájen  del 
crucificado,  que  estaba  sobre  una  mesa,  en  el  presbi- 
terio, y  tocaron  el  libro  de  los  SS.  Evanjelios,  retirán- 
dose sucesivamente,  luego  que  practicaban  dicha  dili- 
gencia. 

»  Acabada  la  misa,  salió  el  congreso  á  la  plaza  mayor, 
en  donde  fué  saludado  con  salva  real  de  artillería,  y  di- 
rijiéndose  á  la  sala  que  antes  había  servido  al  tribunal 
de  la  Real  Audiencia  tomaron  asientos  y  posesión  de 
ella,  prestando  atención  á  los  diputados  don  Juan  An- 
tonio Ovalle  y  Juan  Rosas,  que  pronunciaron,  cada  uno, 
un  discurso  de  apertura.  »  (1) 

En  el  suyo,  Juan  Rosas  trató  de  demostrar  la  triste 
situación  de  España,  entregada  á  un  guerrero  poderoso 
y  feliz  por  desleales  Españoles  sobornados  por  él,  y 
empleados  en  favorecer  sus  miras  ambiciosas. 

(1)  Historia  mss.  de  la  revolución  de  Chile,  por  el  padre  Martínez. 


208 


HISTORIA    DE    CHILE. 


Pero  no  sucederá  lo  mismo  en  Chile,  añadió  él  : 

«  Aquí,  los  vivientes  protestan  que  no  obedecerán 
sino  á  Fernando;  que  están  resueltos  á  sustraerse,  á 
toda  costa,  á  la  posibilidad  de  ser  dominados  por  cual- 
quier otro,  y  á  reservarle  estos  dominios,  aun  cuando 
los  pierda  todos. » 

El  orador  se  veía  así  obligado  á  proseguir  la  política 
astuciosa  que  en  aquella  época  convenia  al  país  y  á  las 
costumbres  de  sus  habitantes;  pero  por  una  habilidad 
no  menos  injeniosa  procuraba  probar  que  ellos  solos 
debían  llenar  aquel  santo  deber,  no  pudiendo  fiarse,  de 
ningún  modo,  á  todos  aquellos  empleados  enviados,  mu- 
chas veces,  por  juntas  no  reconocidas,  por  jefes  insur- 
reccionados, y,  tal  vez,  por  los  emisarios  de  Napoleón, 
que,  según  el  parte  del  embajador  de  España  á  los  Es- 
tados Unidos,  se  habían  estendido  ya  por  una  gran  parte 
de  la  América. 

De  este  modo,  justificaba  la  instalación  de  la  junta, 
y  reservaba  al  congreso  un  derecho  de  veto  absoluto, 
ó  simplemente  de  suspensión  de  todos  los  actos  y  de- 
cretos que  pudiesen  llegarle  de  España. 

Sobretodo,  anadia  él,  «  ¿qué  cosa  mas  natural  ni  mas 
lójica  que  un  pueblo  tan  lejano  de  la  madre  patria ,  y 
tan  aislado,  se  encargue  de  su  propia  defensa?  Ademas, 
¿  no  es  este  un  ejemplo  que  nos  da  la  misma  España? 
¿  Formándonos  en  junta,  y  dándonos  una  constitución, 
no  obramos  nosotros  según  estas  mismas  inspiraciones?» 

Y  entonces,  llenando  de  confianza  los  corazones  tími- 
dos de  la  mayor  parte  de  los  diputados,  procuraba  des- 
pertar sus  sentimientos  de  gloria,  haciéndoles  compren- 
der los  méritos  que  iban  á  recojer  para  sí  y  para  sus 
descendientes  por   «  haber  fabricado  la  fuente  de  las 


CAPÍTULO    XIV. 


209 


virtudes,  el  asilo  de  la  inocencia,  el  destierro  de  la  tira- 
nía, en  suma,  el  honor  y  la  seguridad  de  la  patria.  » 

«  Borrad,  anadia,  de  vuestros  diccionarios  las  voces 
escepcion,  y  olvidad  hasta  las  ideas  de  estos  anzuelos  del 
despotismo,  que  ni  las  provincias,  ni  los  cuerpos  ni  las 
personas  pueden  tener  privilejios  que  los  separen  de  la 
igualdad  de  derecho.  Por  eso  echo  de  menos  entre  voso- 
tros á  los  representantes  de  los  cuatro  Butalmapus.  » 

Así  los  exortaba  á  trabajar  con  justicia  y  conciencia 
á  aquella  grande  obra,  y  no  cesó  de  decirles  que  esta 
virtud  es  la  primera  cualidad  de  una  nación,  con- 
cluyendo su  discurso  con  estas  palabras  : 

«  Haced  el  bien  y  limitad  vuestras  miras  á  la  dulce  sa- 
tisfacción de  haber  obrado  bien.  Inmolaos  gustosamente 
á  vuestra  patria  y  ocultad  con  destreza  los  servicios 
que  le  hacéis.  Estas  son  las  cualidades  de  un  ilustre  ciu- 
dadano, señores,  y  estas  son  las  vuestras  (1).  » 

Este  discurso  produjo  una  grande  sensación  en  la 
asamblea.  Durante  un  largo  rato,  hubo  una  poderosa 
manifestación  de  entusiasmo  de  parte,  especialmente, 
de  los  radicales;  y  si  los  demás  no  fueron  persuadidos, 
á  lo  menos  se  sintieron  conmovidos. 

Restablecido  el  equilibrio  de  la  tranquilidad,  los 
miembros  de  la  junta  y  sus  dos  secretarios  se  dimitie- 
ron de  sus  títulos  y  poderes,  y  los  depositaron  entre 
las  manos  del  soberano  congreso,  que,  en  la  misma  se- 
sión, se  ocupó  en  nombrar  su  presidente,  título  al  cual 
se  reunía  el  de  capitán  jeneral  de  la  República.  El  ve- 
nerable Juan  Ovalle  fué  el  que  obtuvo  la  mayoría  de  los 
sufrajios,  y  se  le  asoció,  como  vice-presidente,  el  diputado 
Manuel  Calvo  de  Encalada,  y,  por  secretario,  Francisco 

(1)  Discurso  de  Rosas,  según  una  copia  escrita  de  la  mano  de  Manuel  Salas. 
V.  Historia.  J4 


210 


HISTORIA    DE    CHILE. 


i-:-.-' 


Tagle  Torquemada.  En  cuanto  á  este,  no  habiendo  sido 
nombrado  mas  que  provisionalmente ,  fué  reemplazado , 
pocos  dias  después,  por  el  doctor  don  Francisco  de 
Echaurren,  cura  de  Colina,  y  el  doctor  don  Domingo 
Ant.  Elizondo,  cura  de  San  Fernando. 

Bien  que  estos  nombramientos  no  fuesen  mas  que  por 
quince  dias ,  lo  cual  los  ponia  aun  mas  bajo  la  de- 
pendencia del  país  y  de  los  representantes ,  sinembargo 
los  amigos  de  Rosas  no  pudieron  impedirse  de  mani- 
festar públicamente  su  gran  descontento.  Según  ellos , 
hallándose  aun  la  República  en  un  estado  débil  y  sin 
consistencia,  querian  un  gobierno  pura  y  simplemente 
representativo,  y  que  la  concentración  de  todos  los  pode- 
res recayese  en  un  miembro  que  reuniese  á  las  cualidades 
de  tino,  saber  é  intelijencia,  un  poco  de  enerjía  y  la 
firme  resolución  de  emplear  su  alto  influjo  en  destruir 
para  siempre  el  último  rayo  de  esperanza  que  un  prin- 
cipio de  discordia  daba  al  partido  realista ,  y  de  mar- 
char francamente  á  su  fin,  despojándose  de  la  política 
astuta  y  falaz  que  se  burlaba  de  la  sencillez  de  la  mayor 
parte  de  los  miembros  del  congreso ,  aun  tan  crédulos 
que  soñaban  un  gobierno  constitucional,  bajo  la  depen- 
dencia de  un  rey  absoluto. 

Tales  eran  los  deseos  de  los  republicanos  avanzados 
que,  en  todas  las  circunstancias,  proclamaban  á  Rosas 
como  el  único  capaz  de  llenar  aquella  misión,  y  con  este 
objeto  hubieran  querido  revestirlo  de  una  fuerza  pre- 
ponderante ,  y  aun  tal  vez  arbitraria ,  persuadidos  de 
que  en  semejante  posición  conseguiría  libertarlos  ente- 
ramente del  yugo  español,  levantando  sin  temor  la  ban- 
dera de  la  independencia,  y  cerrando  la  puerta  á  una 
recaída  de  debilidad  y  de  timidez. 


CAPÍTULO    XIV. 


211 


Desgraciadamente,  la  cámara  se  resentía,  como  lo 
hemos  visto  ya ,  de  la  falta  de  homojeneidad ,  lo  que  la 
había  dividido  en  dos  partidos ;  el  del  Ayuntamiento  y  el 
de  Rosas.  Este  último,  numéricamente  débil,  no  tenia 
por  sí  mas  que  su  entusiasmo  y  su  acción  continua  de 
alma  y  cuerpo,  y  no  podia  menos  de  luchar  con  des- 
ventaja contra  una  grande  mayoría  que  á  un  deseo  ar- 
diente de  conservar  su  influjo  reunía  el  de  ver  caído  el 
de  Rosas,  elevado  á  la  altura  en  que  la  ambición  em- 
pieza á  inquietar. 

«  Nuestra  libertad,  decían  los  que  componían  aquella 
mayoría ,  está  aun  demasiado  mal  asegurada  para  en- 
tregar á  un  ambicioso  una  escesiva  facultad  de  libre 
acción,  de  que  podría  servirse  en  su  propio  ínteres.  » 

Penetrados  de  la  existencia  de  este  peligro,  procura- 
ban ,  por  cuantos  medios  podían ,  deshacer  las  tramas 
temerarias  que  no  cesaban  de  urdir  los  fieles  partidarios 
de  Rosas.  El  coronel  español  Reyna,  como  comandante 
jeneral  de  las  armas,  habia  sido  encargado  de  esta  mi- 
sión ,  que  llenaba  desplegando ,  al  menor  ruido ,  fuer- 
zas que  comprimían  todo  proyecto  de  conspiración,  y 
los  reducía  á  simples  pasquines  que  se  aparecían  por  la 
mañana  en  las  esquinas  de  la  ciudad. 

Bien  se  comprende  que  con  este  esceso  de  descon- 
fianza, de  celos  y  de  desorden,  los  dos  partidos  estaban 
siempre  prontos  á  disputarse  el  poder,  y  hacer  las  se- 
siones de  la  asamblea  sumamente  tumultuosas  y  poco 
útiles  para  la  nación.  Durante  el  primer  período  de  su 
existencia,  no  hubo,  en  substancia,  mas  que  discusiones 
pueriles,  indiscretas,  que  muy  luego  dejeneraron  en  ca- 
lumnias y  personalidades,  indignas  de  la  representación 
nacional.  El  partido  de  Rosas,  que  representaba  el  mo- 


212 


H1ST0K1A    DE    CHILE. 


vimiento,  no  podia  suscribir  á  la  inmobilidad  del  go- 
bierno, ni  á  sus  inclinaciones  casi  retrógradas.  Siempre 
que  se  presentaba  una  ocasión,  no  dejaban  nunca  de 
organizar  una  conspiración  armada  para  proclamar  á 
su  jefe  presidente  y  capitán  jeneral  de  la  República, 
poniéndolo,  de  este  modo,  en  posición  de  dar  á  la  revo- 
lución toda  la  fuerza  de  que  era  susceptible. 

En  este  particular,  el  enviado  de  Buenos-Aires,  ayu- 
dado  de  sus  compatriotas  residentes  en  Santiago,  favo- 
recia,  con  todo  su  poder,  sus  proyectos  (1),  y  los  miem- 
bros del  congreso  que  participaban  de  sus  principios, 
aunque  pocos,  no  cesaban  de  protestar  contra  las  elec- 
ciones de  la  capital,  considerándolas  como  absoluta- 
mente nulas,  en  cuanto  habian  escedido  el  número  de 
diputados  que  le  señalaba  el  decreto.  Esta  protesta  la 
hacian  con  tanto  mas  ahinco,  cuanto  el  cabildo  de  Con- 
cepción, enteramente  sometido  á  Rosas,  les  habia  pa- 
sado un  oficio  para  que  pidiesen  la  nulidad,  y  exijiesen 
una  nueva  elección. 

Este  mismo  cabildo,  que  sabia  todo  cuanto  sucedía  en 
el  congreso,  pasó  otro  oficio  á  sus  diputados  para  exijir 
igualmente  que  en  los  tres  miembros  que  se  debían  nom- 
brar para  el  poder  ejecutivo  hubiese  uno  de  Concepción, 
áfin  de  que  fuese  representada  una  de  las  provincias  las 
mas  importantes  de  la  República.  Este  era  aun  uno  de 
los  medios  que  empleaban  Rosas  y  sus  partidarios  para 
llegar  á  sus  fines  y  apoderarse,  de  una  vez ,  de  la  auto- 
ridad que  las  exijencias  de  las  circunstancias  hacian  su- 
mamente importante.  Al  mismo  tiempo,  tenia  la  des- 


di La  parte  activa  que  este  enviado  tomaba  en  la  política  era  tan  grande  y 
tan  contraria  á  los  votos  de  la  mayoría ,  que  la  cámara  s,  vio  forzada  á  pasar  una 
gobierno  para  que  lo  llamase  ó  le  quitase  sus  credenciales. 
Martínez,  HisL  mss. 


súplica  á  su 


CAPÍTULO    XIV. 


213 


ventaja  de  dar  oríjen  á  ideas  de  federalismo,  de  donde 
no  podían  menos  de  surjir  guerras  civiles. 

Este  nombramiento  debia  de  hacerse  el  27  del  mes  de 
julio,  y  los  dos  partidos  procuraban  ya  servirse  de  su 
influjo  para  que  les  fuese  favorable.  La  sección  que  vo- 
taba por  el  Ayuntamiento  estaba,  en  razón  de  la  mayo- 
ría de  sus  votos,  segura  de  obtener  un  buen  resultado, 
y  pedia  un  gobierno  moderado.  Los  audaces  republi- 
canos, al  contrario,  querían  desbaratar  aquel  proyecto, 
y,  en  lugar  de  un  tribunal  compuesto  de  tres  personas, 
hubieran  querido  que  Rosas  entrase  en  él,  revistiéndolo 
de  una  especie  de  dictadura ;  pero  en  una  reunión  que 
tuvieron  la  víspera,  la  mayor  parte  se  opusieron  á  este 
intento,  como  enteramente  contrario  á  las  costumbres 
y  á  las  opiniones  del  país,  y  para  dar  una  cierta  ga- 
rantía de  ponderación  fué  propuesto  el  que  se  nombrase 
una  junta,  compuesta  de  Rosas,  por  presidente;  de 
J.  Ant.  Rojas,  Gregorio  Argomedo  y  el  ex-mercedario 
Larrain ,  como  miembros ,  y  con  Bernardo  Vera  y  Ga- 
millo Henriquez  de  secretarios. 

Pero  para  esto  necesitaban  audacia  y  violencia,  y 
sus  actos,  por  ocultos  que  fuesen,  no  podían  quedar  igno- 
rados con  el  sistema  de  policía  secreta  que  tenia  orga- 
nizado tan  hábilmente  el  tribunal  de  pública  seguridad. 
En  este  tribunal  era  en  donde  se  descubrían  todos  los 
complots  que  continuamente  tramaban  los  inquietos  re- 
publicanos, y  en  donde  se  iba  á  deliberar  sobre  los  me- 
dios conducentes  á  burlar  el  que  se  preparaba  para  ei 
clia  siguiente  al  27. 

Así,  á  penas  los  conspiradores  se  presentaron  en  la 
plaza,  se  vieron  obligados  á  dispersarse,  sin  haber  con- 
seguido mas  que  causar  á  la  asamblea  un  momento  de 


'lili 


HISTORIA    DE    CHILE. 


ajitacion,  que  solo  produjo  el  efecto  de  diferir  aua  por 
algunos  dias  el  nombramiento  del  nuevo  poder  ejecutivo. 
En  aquella  época,  poco  mas  ó  menos,  es  decir,  el  31 
de  julio,  fué  cuando  llegó  á  Valparaíso  el  navio  ingles 
Estandarte,  mandado  por  elcapitan  don  Garlos  El- 
phistone  Fleming,  que  desde  Cádiz  llegaba,  con  algunos 
pasajeros,  de  quienes  tendremos  ocasión  de  hablar,  á 
los  mares  del  sur,  para  recibir,  por  orden  de  la  junta 
gubernativa,  todos  los  productos  de  las  administraciones 
fiscales,  y  llevarlas  á  España,  que,  después  de  algún 
tiempo,  se  hallaba,  como  ya  se  ha  dicho,  en  el  estado 
mas  lamentable  y  desastroso. 

La  Moneda,  el  consulado  y  demás  ramos  tenían  en- 
tonces en  depósito  cantidades  de  bastante  considera- 
ción (1).  Muchas  personas  eran  de  parecer  que  aquel 
dinero  debia  ser  entregado,  como  propiedad  lejítima 
del  gobierno  español.  Otros,  al  contrario,  sostenían  que 
se  debia  retener;  pero,  verdaderamente ,  solo  el  con- 
greso podia  resolver,  y  el  presidente  don  Manuel  Co- 
tapos  apoyó  con  todo  el  poder  de  su  autoridad  la  resti- 
tución, justificándola  por  la  consideración  de  la  infausta 
situación  de  la  Madre  Patria,  y,  muy  particularmente,  por 
el  temor  de  comprometerse  con  la  Inglaterra,  aliada  de 
la  España. 

Un  número,  bastante  grande,  de  diputados  afectos  á 
la  monarquía  fueron  de  la  misma  opinión ;  pero  no  su- 
cedió lo  mismo  con  los  radicales,  los  cuales  se  exaltaron 
con  indignación  y  con  violencia  contra  aquel  falacioso 
proyecto. 

«  A  pesar  que  estemos  en  minoría,  esclamó  Bernardo 
O'  Higgins,  sabremos  suplir  nuestra  inferioridad  numé- 

(1)  Cerca  de  1,600,900  p.  según  Bern.  O'Higgins. 


CAPÍTULO    XIV. 


215 


rica  con  nuestra  enerjia  y  nuestro  arrojo,  y  no  deja- 
remos de  tener  bastantes  brazos  para  oponernos  efi- 
cazmente á  la  salida  de  este  dinero,  tan  necesario  para 
nuestro  país,  amenazado  de  invasión.  » 

Y  diciendo  estas  palabras,  se  produjo  con  tal  vehe- 
mencia y  convencimiento,  que  la  asamblea,  penetrada 
íntimamente  de  la  realidad  del  peligro ,  se  levantó  en 
masa  declarando  que  no  había  lugar  á  deliberar. 

Esta  negativa,  trasmitida  de  oficio  al  comandante 
ingles,  le  dio  gran  descontento.  Desde  su  llegada  á 
Valparaíso,  había  contraído  estrecha  amistad  con  el 
gobernador  Makenna,  que  él  consideraba  como  patriota 
verdadero ;  pero,  luego  que  recibió  el  oficio  del  con- 
greso, se  manifestaron  algunos  síntomas  de  frialdad  en- 
tre ellos,  y  muy  pronto  esto  se  supo  en  Santiago. 

Los  republicanos  exajerados,  perpetuamente  ajitados 
por  el  deseo  de  nuevos  movimientos  que  favoreciesen 
sus  miras  subversivas,  se  agarraron  de  este  desacuerdo 
para  hacerlo  redundar  en  provecho  de  su  propia  causa, 
y  lo  pintaron  como  un  acontecimiento  sumamente  serio 
y  grave,  que  podría  acarrear  consecuencias  desagrada- 
bles á  las  autoridades  de  Valparaíso;  al  mismo  tiempo, 
ensalzaban  el  patriotismo  del  pueblo,  lisonjeando  simul- 
táneamente su  valor  y  su  amor  propio,  y  de  este  modo 
dejaban  creer  en  un  rompimiento  inmediato  entre  el 
comandante  del  Estandarte  y  el  gobierno ,  esperando 
que,  en  tan  triste  conflicto,  el  pueblo  nombraría  por  su 
jefe  al  doctor  Rosas,  como  patriota  el  mas  Capaz  por  su 
saber,  enerjia  y  actividad,  á  sacarlo  de  aquella  embara- 
zosa situación. 

Esta  trama,,  tejida,  como  se  ve,  con  habilidad  y  pru- 
dencia, había  producido  cierto  efecto.  Muchos  ciudada 


*216 


HISTORIA    DE   CHILE. 


nos,  inducidos,  sin  duda  alguna,  por  temor,  eran  de 
parecer  que  en  aquella  circunstancia  se  necesitaba  un 
hombre  de  tino  y  de  talento  para  dirijir  los  negocios, 
y  no  estaban  lejanos  de  entrar  en  el  partido  de  los  radi- 
cales, que  ellos  mismos  habían  reforzado  en  cuanto  ha- 
bían podido.  También  hubo  no  pocos  militares  que,  por 
interés  ó  por  inclinación,  adoptaron  la  misma  opinión, 
como  la  mas  favorable  á  la  nación  ,  y  en  este  punto  se 
espresaban  con  la  mayor  franqueza,  vituperando  la  im- 
potencia y  la  inercia  de  la  asamblea,  y  dejando  presen- 
tir, por  este  hecho,  que,  tal  vez,  podrían  ayudar  á  un 
movimiento  violento  y  eficaz. 

La  asamblea  veia  todo  esto  con  muchísima  zozo- 
bra. Por  mas  que  hacia  para  que  todos  conociesen  la 
exajeracion  con  que  se  pintaba  aquel  acontecimiento, 
asegurando  que  el  espíritu  de  partido  y  de  ínteres  lo 
presentaban  tan  nebuloso,  pocos  la  creían.  El  pueblo,  je- 
neralmente  inclinado  á  creer  todo  lo  que  le  causa  asom- 
bro, admitía  de  preferencia  todos  los  ruidos  que  se 
habían  esparcido  por  la  ciudad,  y  se  mostraba  exaltado, 
como  si  realmente  estuviese  amenazado  del  peligro.  Ya 
en  ciertos  barrios  la  ajitacion  crecía  tumultuosa ;  ya  se 
oian  gritos  contra  los  Godos,  gritos  que  se  dirijian  al  con- 
greso, comprendiendo  á  los  realistas  y  á  los  republicanos 
moderados ,  confundidos  así  en  un  mismo  partido ;  por- 
que habían  hecho  esta  fusión,  los  unos  con  la  esperanza 
de  una  reacción  ,  los  otros  para  resistir  con  mas  fuerza 
á  los  pensamientos  subversivos  y  disolventes  del  doctor 
Rosas. 

Para  estos  últimos,  la  ley  de  progresos  debía  de  obrar 
pacífica  y  legalmente.  Menos  algunos  republicanos  es- 
tremados que,  por  motivos  de  interés  y  de  conveniencia, 


CAPÍTULO    XIV. 


217 


se  hallaban  en  sus  filas,  todos  los  demás  pedían  el  buen 
orden  y  la  tranquilidad  pública,  y  miraban  con  horror 
la  violencia.  En  este  particular,  estaban  tan  persuadidos 
de  que  el  poder  entre  las  manos  de  la  autoridad  radi- 
cal daria  la  señal  de  una  conflagración  jeneral,  que  se 
creyeron  obligados  á  combinar  todos  los  medios  posibles 
de  precaverlo.  Gomo  hombres  del  poder,  quisieron  al- 
canzarlo por  actos  legales,  y  tuvieron  recurso  á  la  insta- 
lación de  un  nuevo  poder  ejecutivo  que  parecía  ser  el 
motivo  principal  de  descontento. 

Esta  cuestión  fué  presentada  en  la  cámara  el  9  de  julio 
y  levantó  vivas  discusiones ;  porque ,  en  efecto ,  se  ma- 
nifestaba muy  grave,  siendo  decisiva  para  los  radicales, 
los  cuales  no  dejarían  de  defender  su  causa  con  tanto 
ardor  como  destreza.  El  leve  pronunciamiento  de  una 
parte  del  pueblo  parecía  animarlos  aun  mas  en  sus  pre- 
tensiones á  que  fuese  establecido  un  gobierno  represen- 
tativo con  Rosas  á  su  cabeza,  y  no  temían  pedirlo  con 
la  altanería  que  enjendra  la  fuerza  de  convencimiento  y 
de  voluntad. 

Los  republicanos  moderados  no  pudieron  oir  con 
calma  esta  proposición ,  espresada  en  tono  imperioso 
y  de  amenaza ;  porque  también  entre  ellos  habia  hom- 
bres de  cabeza  y  de  nervio  que,  bien  que  confundidos 
en  la  clase  inmóbil ,  no  por  eso  dejaban  de  comprender 
el  movimiento,  y  no  hubieran  querido  disminuir  la  ven- 
taja que  la  iniciativa  revolucionaria  habia  ganado  sobre 
la  anarquía.  Animados  por  su  propia  conciencia ,  res- 
pondieron con  firmeza  á  esta  estraña  pretensión,  y  muy 
luego  se  levantó,  entre  Rosas,  O'Higgins  y  el  canónigo 
Fretes,  por  una  parte,  y  Miguel  Infante,  Cotapos  y  Ag. 
Eyzaguirre,  por  la  otra,  una  discusión  borrascosa,  soste- 


218 


HISTORIA    DE   CHILE. 


nida  con  una  pasión  que  influjo  de  un  modo  perentorio 
en  el  resultado  del  escrutinio  y  en  favor  de  los  mode- 
rados. 

Desde  entonces,  los  partidarios  de  Rosas,  convencidos 
de  su  debilidad  y  de  su  impotencia,  en  vista  de  la  per- 
tinacia de  la  mayoría,  protestaron  contra  el  congreso, 
contestaron  todos  sus  actos,  tachándolos  ele  nulidad,  y 
se  retiraron  abandonando  para  siempre  aquel  centro  de 
política  misteriosa  y  retrógrada,  resueltos  á  devolver  á 
sus  comitentes  su  mandato  y  sus  protestas. 

La  Asamblea  quedando  entonces  enteramente  inde- 
pendiente, <(  y  convencida  no  solamente  de  la  necesidad 
de  dividir  sus  poderes  sino  también  de  la  importancia 
de  fijar  los  límites  de  cada  uno  de  ellos,  sin  compro- 
meter ni  confundir  sus  objetos,  se  vio  en  la  crisis  de 
acreditar  á  la  faz  de  la  tierra  su  desprendimiento  sin 
aventurar  en  tan  angustiada  premura  la  obra  de  la  me- 
ditación mas  profunda ;  quiso,  desde  el  primer  momento, 
entregarse  solo  á  los  altos  fines  de  su  congregación; 
pero  no  estuvo  á  su  alcance  una  abdicación  tan  absoluta, 
antes  de  constituir  la  forma  sólida  de  gobierno  en  los 
tres  poderes,  cuyo  deslinde  es  el  paso  prolijo  y  mas  es- 
pinoso ,  en  todo  estado.  Por  tanto,  resolvió  delegar  in- 
terinamente el  conocimiento  de  negocios  y  transgre- 
siones particulares  de  la  ley  á  un  cuerpo  que  se  instaló 
con  el  título  de  autoridad  ejecutiva  provisional  de  Chile,)) 
la  cual  tenia  que  conformarse  á  un  reglamento  de  diez 
y  nueve  artículos,  casi  todos  relativos  á  sus  deberes  (1). 

Pero  al  despojarse  así  de  sus  títulos  de  diputados, 
aquellos  intelijentes  republicanos  no  pretendieron  ab- 
dicar la  misión  que  la  Providencia  parecía  haberles  con- 

(1)  Véanse  los  documentos  y  los  archivos  del  gobierno. 


CAPÍTULO   XJV» 


249 


fiado.  No  sintiéndose  ni  convencidos  ni  desanimados, 
creyeron  poder  aun  hacer  algunas  tentativas,  y  al  dia 
siguiente  mismo  se  hallaban  con  medidas  tomadas  para 
atacar  el  parque  de  artillería  y  procurar  tomarlo.  Este 
proyecto  tuvo  su  momento  de  ejecución,  pero  no  podia 
menos  de  fallar  al  frente  de  fuerzas  á  la  devoción  del 
partido  del  Ayuntamiento,  inspiradas  por  su  comandante 
don  Francisco  Reyna. 

Los  facciosos  no  tuvieron  mas  que  una  débil  ventaja, 
que  fué  de  revolucionar  al  pueblo,  y  obligar  la  asam- 
blea á  reunirse  por  la  noche  para  proceder  al  nombra- 
miento de  un  poder  ejecutivo.  La  efervescencia  de  la 
ciudad,  la  permanencia  de  complots  y  la  audacia  pro- 
gresiva de  los  conspiradores  le  imponían  el  deber  de 
concentrar  el  poder  en  una  sola  persona  bastante  enér- 
jica  para  hacer  frente  á  todos  estos  elementos  de  dis- 
cordia; pero  esta  resolución  fué  muy  combatida  como 
propia  á  herir  el  amor  propio  provincial,  que  quería  su 
parte  de  representación.  Al  fin,  se  decidió  la  formación 
de  un  directorio  compuesto  de  tres  miembros  que  debían 
representar  las  tres  grandes  provincias  de  la  república 
«  con  reserva  al  alto  congreso  del  pleno  ejercicio  de  la 
lejislativa  en  toda  su  estension,  »  y  el  resultado  del  es- 
crutinio nombró  á  don  Martin  Calvo  Encalada,  don  Fran- 
cisco Xavier  Solar  y  Juan  José  Aldunate ;  el  primero  por 
la  provincia  de  Santiago,  el  segundo  por  la  de  Concep- 
ción y  el  tercero  por  la  de  Coquimbo.  Habiendo  este 
último  dado  su  dimisión,  se  le  reemplazó  con  don  Gaspar 
Marín,  y  hallándose  el  segundo  ausente  se  le  dio  por 
suplente  á  don  Juan  Miguel  Benavente. 

En  la  misma  sesión  fué  nombrado  asesor  José  Ant. 
Astorga ,  y  secretario  Manuel  Valdivieso ,  el  mismo  que 


220 


HISTORIA    DE    CHILE. 


algunos  días  antes  habia  sido  nombrado  auditor  de 
guerra,  empleo  hasta  entonces  desconocido  en  la  Repú- 
blica. 

Así  quedó  formado  este  nuevo  gobierno,  que  las  pro- 
vincias de  Santiago  y  de  Coquimbo  acababan  de  pro- 
clamar por  el  conducto  de  sus  representantes,  y  que, 
por  la  estrañeza  de  su  organización  y  la  debilidad  de  su 
poder  subordinado,  en  la  dirección  de  negocios,  á  la 
iniciativa  del  congreso,  daba  lugar  á  cosas  irregulares, 
y  perpetuaba  la  discordia. 

En  cuanto  á  Rosas,  abandonado  y  casi  humillado  en 
el  abandono  en  que  se  vio,  no  pensó  mas  que  en  mar- 
charse de  Santiago,  y  se  dirijió,  acompañado  de  algunos 
diputados  de  su  partido,  al  sur,  con  el  objeto  de  predicar 
una  especie  de  cruzada  en  favor  de  la  libertad,  como  él 
la  entendía.  Rien  que  al  marcharse  tuviese  el  corazón 
lleno  de  amargura,  no  por  eso  se  sentía  el  espíritu  de 
venganza  de  que  algunas  veces  ha  sido  tachado.  Lo  que 
él  mas  sentía  era  la  ingratitud  de  aquellos  mismos  que 
lo  aclamaban  como  padre  de  la  revolución.  En  efecto,  él 
habia  sido  quien  habia  dado  las  primeras  ideas  de  dere- 
cho y  de  libertad,  haciendo  de  ellas  un  principio  de  ne- 
cesidad, el  18  de  setiembre,  y  quien  las  habia  fortificado 
física  y  moralmente  el  Io  de  abril ;  y  justamente  cuando 
iba  á  poner  la  última  piedra  á  su  sublime  edificio,  en- 
contró con  la  mas  fuerte  y  tenaz  resistencia. 

Algunos  han  creído  descubrir  el  oríjen  de  esta  resis- 
tencia en  la  especie  de  repugnancia  que  todos  tienen  en 
dejarse  gobernar  por  un  estranjero,  por  grandes  servicios 
que  haga  al  país ;  pero  esta  creencia  carecía  de  funda- 
mento, en  atención  á  que  Rosas,  lejos  de  ser  estranjero, 
tenia  un  corazón  eminentemente  Chileno.   Bien  que  en 


CAPITULO    XIV. 


•221 


sus  debates  hubiese  estado  siempre  sostenido  por  sus 
compatriotas  Fretes,  Jontes,  Vera  y  los  demás,  no  se 
puede  negar  que  era  cordialmente  afecto  á  su  nueva 
patria,  tanto  por  inclinación  como  por  interés,  y  por  sus 
relaciones  de  parentesco.  El  verdadero  motivo,  como 
ya  lo  hemos  visto,  debia  mas  bien  hallarse  en  el  temor 
que  tenia  el  Ayuntamiento  de  perder  su  influjo  concen- 
trando el  poder  en  un  solo  individuo,  y  también,  tal  vez, 
en  el  que  tenían  los  diputados  de  enajenar  alguna  par- 
tícula de  la  libertad  recientemente  adquirida ,  y  siempre 
inquietante  al  frente  de  los  ambiciosos.  A  pesar  de  que 
hubiesen  creado  una  garantía  segura  en  el  hecho  de 
organizar,  con  ayuda  del  mismo  Ayuntamiento,  un  in- 
strumento de  vijilancia  y  de  defensa  contra  toda  injus- 
ticia ó  tentativa  de  usurpación  ( como  quiso  hacerlo 
posteriormente  con  sus  censores  don  Juan  Egaña  jene- 
ralizándolo  por  toda  la  sociedad) ,  y  á  pesar  de  que  en 
la  promulgación  de  la  constitución  se  pensase  esta- 
blecer un  elemento  de  ponderación  para  equilibrar  el 
influjo  del  poder  ejecutivo ,  sin  embargo  no  quisieron 
nunca  ceder  y  resistieron  con  perseverancia  á  las  intrigas 
de  estos  republicanos  poniendo  en  movimiento  simultá- 
neamente al  tribunal  de  pública  seguridad  y  á  la  fuerza 
armada,  mandada  por  los  jefes  enemigos  de  estas  ideas 
radicales. 

Sobretodo,  no  obstante  el  talento  y  la  actividad  de 
Rosas,  su  plan  de  ataque  era  visiblemente  defectuoso. 
Viéndose  con  una  grande  popularidad,  esperaba  disol- 
ver el  congreso  (que,  según  él  decia,  no  estaba  com- 
puesto mas  que  de  Godos,  ó  de  malos  patriotas  y  de 
hombres  sin  talento )  comunicando  al  pueblo  una  parte 
del  ardor  de   que  él  estaba  animado,  para   atraérselo 


222 


HISTORIA    DE   CHILE. 


como  fuerza  material,  sin  reflexionar  que  en  un  país  tan 
aislado  como  lo  era  Chile  el  pueblo  no  habia  vivido  mas 
que  consigo  mismo ,  y,  por  esta  razón ,  se  dejaría  guiar 
mas  fácilmente  por  sus  memorias,  afectos  y  preocupa- 
ciones ,  que  por  la  razón. 

Y,  en  efecto ,  fué  lo  que  sucedió  durante  todo  aquel 
período,  en  las  conspiraciones,  que  se  habían  hecho  per- 
manentes. Los  motines  y  las  quimeras  se  sucedían  per- 
petuamente con  la  misma  animosidad  y  siempre  con  el 
mismo  desenlace ;  porque  el  ataque  debia  tener  un  ca- 
rácter militar,  y  era  preciso  ir  á  buscar  en  los  corazones 
de  los  mismos  soldados  la  palanca  de  esta  revolución. 


CAPITULO  XV. 


Llega  Miguel  Carrera  á  Chile.  — Su  popularidad  entre  los  oficiales.  —  Se  hace 
la  mano  derecha  del  partido  de  Rosas.— Combina  con  sus  dos  hermanos  una 
conspiración  contra  el  poder  ejecutivo.  -  Revolución  del  k  de  setiembre.— 
Caida  del  Directorio.— Separación  de  siete  diputados  de  la  cámara.— Ins- 
talación de  un  nuevo  poder  ejecutivo.— Abolición  de  la  esclavitud. 


Tales  fueron  los  esfuerzos  que,  en  mil  maneras,  hizo 
Rosas  para  llegar  á  vencer  la  resistencia  tenaz  que  oponía 
el  congreso  al  desarrollo  del  progreso.  Era  una  verda- 
dera lucha  entre  la  intelijencia ,  de  una  parte ,  y  la  fata- 
lidad ,  de  la  otra ,  lucha  que ,  por  la  particularidad  de 
ser  parlamental ,  no  podía  menos  de  ser  ventajosa  á  la 
superioridad  numérica,  pero  cuyo  triunfo,  por  otro 
lado,  había  de  ser  necesariamente  momentáneo,  en 
atención  á  que  desde  mucho  tiempo  el  principio  de  inde- 
pendencia había  producido  su  efecto.  Habiendo  echado 
raices  en  los  ánimos  de  las  personas  de  distinción  ,  tenia 
que  completar  su  evolución  según  las  leyes  de  la  civiliza- 
ción. 

Desembarazada  de  sus  antagonistas,  la  asamblea 
quedó  entregada  á  sus  propias  inspiraciones.  La  tarea 
que  tenia  que  cumplir  era  pesada.  Se  trataba  de  consti- 
tuir un  estado  y  fijar  invariablemente  el  orden  social  en 
bases  nuevas ,  conformes  al  espíritu  del  movimiento ,  y 
á  no  ser  un  corto  número  de  miembros  capaces ,  todos 
los  demás  eran  hombres  sin  talento ,  sin  letras  y  sin  espe- 
riencia.  Bien  que  los  conocimientos  de  Rosas  no  fuesen 
tampoco  de  los  mas  estensos ,  y  que  todo  su  código  se 
redujese  al  Contrato  social,  noobstante,  era,  tal  vez,  el 


in 


HISTORIA    DE    CHILE. 


único  capaz  de  dirijir  aquella  grande  obra.  Él  era  quien 
habia  d  sarrollado  el  jérmen  de  la  revolución ,  y  quien 
la  habia  sostenido  en  sus  inciertos  pasos  ;  después  de  lo 
cual  habia  estudiado  y  meditado  mucho  para  subvenir  a 
sus  necesidades.  Al  ausentarse  para  la  Concepción,  de- 
jaba al  congreso  entregado  á  su  propia  nulidad ,  y  es- 
puesto á  la  primera  ambición  que  se  presentase  armada, 
y  la  ocasión  no  tardó  en  llegar. 

Entre  los  pocos  pasajeros  del  buque  ingles  Standard, 
se  hallaba  un  joven  á  quien  la  naturaleza  habia  negado 
absolutamente  la  inclinación  á  las  dulzuras  de  la  vida 
privada ,  y  lo  habia  dotado  de  un  jenio  dominante  y  tur- 
bulento. Este  joven  era  José  Miguel  Carrera,  sarjento 
mayor,  en  España,  de  un  Tejimiento  de  húsares.  Dotado 
de  talento  natural ,  y  de  un  carácter  franco  y  amable, 
belicoso  y  arriesgado ,  entusiasta  y  activo,  gran  patriota, 
ambicioso  de  gloria  y  buscándola  á  toda  costa ,  y  jene- 
roso  hasta  la  prodigalidad,  cautivó,  desde  luego,  la 
consideración  de  sus  conciudadanos ,  y  al  cabo  de  algu- 
nos dias  ya  era  uno  de  los  hombres  los  mas  populares. 

Todo  esto  no  quiere  decir  que  estuviese  esento  de  de- 
fectos. Al  contrario,  tenia  muchos  y  muy  notables,  pues 
era  inconsecuente,  travieso,  frivolo,  estravagante ,  tri- 
vial y  aun  licencioso ;  pero  todos  estos  defectos  se  le  di- 
simulaban por  sus  cualidades ,  y  eran  tan  naturales  al 
jenio  militar  de  la  época  ,  que,  lejos  de  dañarle,  contri- 
buían á  aumentar  el  número  de  sus  partidarios ,  sobre- 
todo de  los  que  podían  contribuir  á  su  fortuna. 

Tan  pronto  como  supo ,  en  Cádiz ,  la  situación  de  su 
país,  deseando  ir  á  sostener  su  santa  causa,  se  escapó 
de  la  ciudad  y  consiguió  embarcarse  en  el  buque  de  su 
amigo  Elphistone.  A  su  arribo ,  se  halló  en  medio  de  una 


CAPÍTULO    XV. 


225 


familia  que  había  seguido,  toda  ella,  el  movimiento.  Su 
padre  habia  sido  uno  de  los  primeros  que  habian  firmado 
la  abolición  del  poder  monárquico ,  como  miembro  que 
era  de  la  primera  junta,  en  la  que  su  voz  tenia  mucha 
preponderancia.  Sus  dos  hermanos  se  habian  distinguido 
en  la  insurrección  del  Io  de  abril,  y  servían  con  buenos 
grados  en  los  Tejimientos  acuartelados  entonces  en  San- 
tiago, y  su  hermana  doña  Xaviera ,  mujer  resuelta,  de 
mucho  talento  y  sumamente  amable,  prometía  ya  el  in- 
flujo que  iba  á  tener  en  la  política  y  en  la  carrera  de  sus 
hermanos. 

Desde  el  primer  dia  de  su  llegada,  nuestro  joven  repu- 
blicano tomó  nociones  de  todos  los  resortes  de  la  direc- 
ción de  negocios  públicos,  y  se  convenció  de  que  el 
gobierno  no  tenia  ni  unidad  ,  ni  consistencia,  ni  enerjía, 
y  presintió  al  instante  el  papel  que  él  mismo  tenia  que 
desempeñar.  Este  papel  era  ponerse  á  la  cabeza  del 
movimiento  progresivo,  y  continuar  la  obra  de  oposición 
y  de  violencia  de  Juan  Rosas,  y  esto  por  medios  mas 
eficaces ,  como  lo  eran  la  fuerza  armada. 

En  aquel  momento,  el  país  se  hacia  militar,  y  en  los 
Tejimientos  que  se  acababan  de  levantar  se  veian  muchos 
jóvenes  hijos  de  familia  que  no  soñaban  mas  que  glo.ia 
y  honores.  Las  maravillosas  campañas  de  Napoleón  em- 
pezaban á  llenarlos  de  entusiasmo  militar,  como  también 
las  del  virtuoso  Washington.  Verse  en  presencia  de  un 
militar  que  habia  visto  de  cerca  las  primeras  era  para 
ellos  la  suprema  honra  y  la  mas  deseada.  Así,  buscaban 
con  anhelo  su  sociedad ,  seducidos  por  sus  narraciones 
tan  diversas  como  peregrinas.  Al  mismo  tiempo,  Carrera 
les  hablaba  del  estado  miserable  en  que  se  hallaba  Es- 
paña,  como   para   que  condenasen  al  olvido  aquella 


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V.  HlSTOP.IA.. 


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HISTORIA    DE    CHILE. 


antigua  dominadora.  Su  viveza,  su  entusiasmo  y  su 
agudeza,  llena  de  donaire,  cautivaban  y  causaban  ad- 
miración á  todos  aquellos  jóvenes  militares.  Si  á  estas 
conquistas  se  añade  la  particularidad  de  tener  á  sus  dos 
hermanos  sirviendo  con  grados  superiores  en  los  cuerpos 
de  la  guarnición  ,  se  verá  que  no  le  quedaba  mucho  que 
hacer  para  apoderarse  del  ascendiente  militar  y  servirse 
de  él  en  sus  proyectos  de  ambición. 

Ademas  de  todo  esto,  la  inquietud  de  los  partidarios 
de  Rosas  que  se  bailaban  aun  en  Santiago  favorecía 
también  estos  proyectos.  Todas  las  noches  había  un  con- 
ciliábulo en  casa  de  Antonio  Mendíburu,  ó  en  la  del 
doctor  Velez,  de  Astorga,  ó  de  otro  de  los  muchos 
patriotas ,  y  allí  se  discutían  y  se  formaban  diferentes 
combinaciones  y  planes  ,  en  atención  á  que ,  para  ellos , 
todo  poder  que  nacido  de  una  revolución  no  avanzaba, 
reculaba,  y  querían  oponerse  á  su  tendencia  retrógrada, 
sirviéndose  del  talento  de  Miguel  Carrera  y  de  la  grande 
popularidad  que  había  adquirido  en  las  tropas. 

Todo  esto  colmaba  los  deseos  de  Carrera  y  halagaba 
su  jenio  ambicioso.  En  una  de  estas  reuniones  preguntó 
cual  era  el  objeto  de  la  revolución  que  querían  hacer  en 
la  asamblea,  y  ¡c  respondieron:  «  El  congreso  y  parte 
de  las  armas  están  en  poder  de  hombres  ineptos  y 
enemigos  de  la  causa.  Toda  la  porción  sana  del  pueblo 
clama  por  remediar  este  mal  y  no  se  puede  porque  no 
hay  libertad.  Es  preciso  acudir  á  la  fuerza  que  mandan 
los  buenos  patriotas ,  que  es  la  única  esperanza  que 
queda.  Todos  sacrificaremos  nuestras  vidas  para  salvar 
la  patria  (I).  » 

Carrera  adoptó    con    viveza   las  miras  de   aquellos 

;  i    l  iario  iws>.  de  Miguel  Carrera. 


CAPÍTULO    XV. 


227 


graneles  patriotas.  Bien  que  no  tuviese  mucha  confianza 
en  Alvarez  Jontes  cuyo  carácter  ardiente  y  cuyas  pa- 
siones ajitaban    la  mayor  parte  de  aquellas  pequeñas 
juntas,    y  sin  poder  obtener   las   firmas    de    garantía 
que  reclamaba,  noobstante,  aceptó  la  responsabilidad 
de  la  empresa  como  si  viese  ya  lucir  su  estrella,  tan 
brillante  al  levantarse  y  en  su  ascenso,  y  tan  opaca  al 
descender  á  su  ocaso.  Reuniéndose  con  sus  dos  her- 
manos Juan  José  y  Luis,  trataron  los  tres  del  plan  de 
ataque,  y  convinieron  en  ejecutarlo  lo  mas  pronto  pa- 
sible, porque  oyeron  que  eí  presidente  Calvo,  proba- 
blemente por  motivos  de  sospecha,  se  disponía  á  enviar 
á  Valparaíso  dos  compañías  de  granaderos  ,  soldados  en 
quien  ellos  tenían  ¡a  mayor  confianza.  Este  plan  necesi- 
taba varias  combinaciones  que  para  mejor  acierto  fueron 
á  debatir  en  presencia  de  Juan  Henriquez  Rosabs,  su 
íntimo  amigo,  Gaspar  Marín  y  Carlos  Correa  de  Zea, 
los  cuales,  en  sus  conciliábulos,  habían  sido  escojidos 
para  entrar  en  el  poder  ejecutivo  que  había  de  suplantar 
al  otro.  Muchas  personas  tomaron  igualmente  la  palabra 
en  la  discusión,  de  donde  resultó  que  el  plan  de  ataque 
que  se  habia  de  ejecutar  el  ti  de  setiembre ,  debía  tener 
lugar  en  la  forma  siguiente  : 

«  A  las  doce  del  dia,  debía  asaltarse  el  cuartel  de  ar- 
tillería por  sesenta  granaderos  á  las  órdenes  de  los  tres 
Carrera.  Una  compañía  de  granaderos  habia  de  tomar 
la  catedral  y  colocarse  en  las  murallas  y  torres.  El  resto 
del  batallón ,  después  de  mandar  una  compañía  de  auxilio 
á  la  artillería,  habia  de  tomar  posesión  de  las  casas  de 
Aduana  y  Consulado ,  y  de  la  iglesia  de  la  compañía. 
Los  dragones  de  Chile  eran  destinados  al  Vasural.  Las 
guardias  del  palacio ,  del  congreso  y  de  la  cárcel ,  tenían 


228 


HISTORIA   DE    CHILE, 


orden  terminante  para  cerrar  las  puertas  y  colocar  las 
tropas  en  los  balcones  y  ventanas  que  caían  al  frente 
de  la  plaza. 

,,  Todas  estas  tropas  menos  sesenta  hombres  y  la 
compañía  auxiliar,  no  tenían  otro  objeto  que  batir  el 
Tejimiento  del  Rey ,  si  quería  hacer  oposición  ,  como 
justamente  se  temia.  El  rejimiento  estaba  acuartelado 
en  el  palacio  del  obispo.  El  congreso  habia  de  ser 
detenido,  y  en  el  caso  de  obstinación  el  oficial  de  la 
guardia  debia  pasar  por  las  armas  á  los  mas  acalorados 

Godos  (1).  ■ 

Este  plan ,  que  prueba  claramente  el  talento  militar  de 
Miguel  Carrera,  no  fué  ejecutado  porque  muchos  oficiales, 
ya  fuese  por  temor  de  comprometerse,  ya  porque  les 
repugnaba  batirse  contra  hermanos,  no  se  presentaron 
en  los  respectivos  puestos  que  se  les  habían  señalado, 
y  en  realidad  los  setenta  granaderos  (2)  mandados 
por  los  hermanos  Carrera  fueron  los  que  hicieron  la 

revolución. 

En  la  mañana  del  li  de  setiembre,  se  introdujeron 
disfrazados  en  la  casa  de  su  padre,  contigua  al  parque 
de  artillería,  y  hallándose  bien  provistos  de  armas,  que 
habían  podido  introducirse  la  víspera,  se  pusieron  en 
movimiento  cerca  de  las  doce,  como  estaba  convenido. 

En  aquel  mismo  momento,  Miguel  y  Juan  José  Car- 
rera se  habían  reunido,  á  la  puerta  del  cuartel,  con  su 
hermano  Luis  capitán  de  aquella  compañía  de  artillería. 
También  estaba  allí  el  oficial  Bareinga,  y  mientras  lo 
distraían  con  futilidades,  los  granaderos  entraron  en  el 


m  Diario  mss.  de  José  Miguel  Carrera. 

(2)  El  diario  de  Carrera  no  Uic*  mas  que  sesenta  ¡  pero  iodos  los  demás  docu- 
mentos  dicen  setenta. 


CAPÍTULO    XV. 


229 


patio  del  cuartel  con  grande  estrañeza  de  los  artilleros. 
El  sarjento  González  fué  el  único  que  quiso  defender 
su  puesto;  pero  habiendo  pagado  con  la  vida  su  je- 
nerosa  lealtad,  toda  la  compañía  se  rindió  sin  especie 
alguna  de  resistencia. 

Dueño,  así,  de  la  artillería,  que  era  el  punto  el  mas 
importante  para  el  éxito  de  su  empresa,  envió  al  mo- 
mento a  pedir  otras  compañías  de  granaderos  y  los  dra- 
gones, que  no  tardaron  en  presentarse  mandados  por 
el  buen  patriota  Joaquín  Guzman  ;  pero  lo  que  mas  le 
preocupaba  era  el  temor  de  que  el  rej ¡miento  del  Rey 
se  sublevase  en  favor  de  la  asamblea,  por  la  cual  estaba, 
y  para  precaver  este  contratiempo,  mandó  al  capitán 
Zorrilla  fuese  inmediatamente  á  poner  al  coronel  Reyna 
de  arresto  en  su  propia  casa,  con  algunas  centinelas  á 
las  puertas ,  mientras  que  él ,  en  persona ,  iba  al 
cuartel  de  dicho  Tejimiento  para  aconsejar  á  los  sol- 
dados se  mantuviesen  quietos,  y,  desde  allí,  pasó  al 
congreso,  presidido  entonces  por  Juan  Cerdan  á  quien 
presentó  un  papel  que  contenia  los  supuestos  deseos 
del  pueblo  soberano,  intimándole  los  cumpliese  sin 
dilación. 

Muchos  diputados,  irritados  de  tal  arrogancia  que 
ofendía  directamente  el  honor  de  su  representación , 
desecharon  desdeñosamente  sus  injustas  pretensiones,  y 
el  presidente  mismo  resistió  hasta  que  supo  la  llegada 
del  batallón  de  granaderos  á  la  plaza,  y  que  Fray  Joaquín 
Larrain,  Carlos  Correa,  Gregorio  Argomedo  y  otros 
que  entraron  en  la  sala ,  le  hubieron  anunciado  que  el 
ejército  estaba  enteramente  por  ellos,  y  que  toda  resis- 
tencia era  inútil. 

En  vista  de  esto,  les  fué  forzoso  á  los  diputados  some- 


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HISTORIA    DE    CHILE, 


terse  á  las  órdenes  de  la  facción ,  y  en  la  misma  sesión 
se  decretó  un  nuevo  poder  ejecutivo  compuesto  de :  Juan 
Henriquez  Rosales,  Juan  Makenna,  Gaspar  Marin , 
Martin  Calvo  Encalada  y  Juan  Martínez  de  Rosas. 
Hallándose  ausente  este  último,  se  le  nombró  por  sus- 
tituto Juan  Miguel  Benavente.  Los  secretarios  fueron 
don  Agustín  Vial  y  don  Juan  Chavarria. 

Igualmente  se  decretaron  diferentes  artículos,  entre 
los  cuales  el  del  n°  2,  que  pedia  la  separación  del  con- 
greso de  seis  diputados  como  opuestos  al  espíritu  del 
decreto  de  elección,  y  se  citaron  las  perdonas  que 
debían  ser  esduidas  (1),  y  entre  las  cuales  se  hallaban 
ilu-tr  s  patriotas  tales  como  Tecomal  ,  Juan  Antonio 
Ovalle,  Miguel  Infante,  cuya  sola  culpa  era  el  haber 
sostenido  la  facción  municipal  contra  la  de  Rosas.  Los 
dos  últimos  fueron  aun  desterrados  por  algún  tiempo, 
á  cierta  distancia  de  la  capital. 

Los  diputados  de  Santiago  que  quedaban,  eran  :  Agus- 
tín Eyzaguirre,  uno  de  los  jefes  del  partido  municipal, 
y  que,  en  cierto  momento,  había  querid)  dar  su  dimi- 
mision ;  Joaquín  I'chevarria,  José  Nicolás  Cerda,  Juan 
Agustín  Alcalde  y  don  Xavier  Errazuris;  pero  como  el 
número  no  era  suficiente,  Joaquín  Larrain  consiguió  ser 
nombrado  y  aun  también  que  lo  fuese  Carlos  Correa, 
con  lo  cual  hubo  siete  en  lugar  de  seis. 

Tal  fué  el  resultado  de  esta  revolución  que  recibió 
tocio  su  impulso  del  jenio  de  un  joven  guerrero,  y  cuya 
inspiración  era  enteramente  debida  á  Juan  Martínez  de 
Rosas  que,  aun  antes  de  marcharse  á  Concepción  ,  había 


(1)  Estas  personas  fueron  Joh\  Sant.  Portales,  Manuel  Chaparro,  Juan  José 
Goyco  a  ,  Miguel  Infante  ,  J  an  Ant.  Ovalle  ,  Gabriel  Tocornal  y  Diaz  Muñoz, 
coronel  del  rejiuiiuilo  del  Rey. 


CAPITULO    XV. 


n\ 


preparado  todos  sus  elementos.  En  electo,  en  su  partido 
se  hallaba  el  alma  de  aquel  gran  movimiento,  del  que 
Miguel  Carrera  no  fué  mas  que  el  brazo  derecho ,  sin 
mas  utilidad  que  la  satisfacción  de  haber  descubierto 
la  importancia  de  su  talento  y  de  su  bizarría,  y  de  haber 
contribuido  á  alejar  Rosas  de  la  presidencia  absoluta, 
como  se  había  tratado  de  ello  muchas  veces.  Su  padre 
solo  obtuvo  el  grado  de  brigadier,  grado  de  que  se  di- 
mitió poco  tiempo  después.  Pero  no  sucedió  lo  mismo 
con  los  demás  jefes  de  la  conspiración  ;  la  familia 
Larrain  sobretodo,  que  por  el  talento  y  habilidad  de 
su  ilustre  jefe  Fray  Joaquín  pudo  empatronizarse  en 
los  primeros  empleos,  y  hacerse  representar  en  ellos 
por  Rosas,  Henrjquez,  Makenna  y  otros,  todos  alia- 
dos por  parentesco  de  aquella  numerosa  familia.  Ma- 
kenna fué,  ademas,  nombrado  coronel  comandante 
jeneral  de  la  artillería,  en  cuyo  puesto  se  vio  muy 
luego  en  la  necesidad  de  sofocar  un  principio  de  rebe- 
lión ,  á  favor  del  antiguo  coronel  Reyna,  entonces  des- 
tituido. 

A  la  verdad,  aquel  partido  merecía  bajo  todos  as- 
pectos tener  en  mano  las  riendas  del  gobierno,  y  la 
prueba  de  ello  es  que ,  pocos  dias  después ,  el  mismo 
Joaquín  Larrain.  habiendo  sido  nombrado  presidente 
de  la  asamblea,  uno  de  los  primeros  decretos  presen- 
tados fué  el  de  la  prohibición  de  la  entrada  de  esclavos 
en  el  país,  y  la  emancipación  de  los  que  naciesen  en  él, 
acto  de  noble  filantropía  y  uno  de  los  mas  honrosos  p  sra 
Chile,  que  fué  el  primer  pueblo  de  la  América  en  donde 
se  tomó  esta  medida,  por  la  cual  su  autor  manifestó  com- 
prender el  verdadero  sentido  de  la  palabra  libertad ,  en 
el  hecho  de  querer  que  su  semejante  no  dependiese  mas 


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HISTORIA    DE   CHILE. 


que  de  Dios  y  de  si  mismo.  Don  Manuel  Salas  fué  uno 
de  los  mas  acérrimos  promotores  de  esta  ley  (1),  y  ya 
en  febrero  del  mismo  año  habia  conseguido  que  pasase 
la  ley  de  igualdad  de  ¡os  Indios,  y  la  abolición  de  sus 
tributos,  levantados  ya  por  la  junta  de  Cádiz ,  á  petición 
de  los  diputados  de  Chile,  Joaquín  Fern.  de  Leyva,  y 
Miguel  Riesgo  y  Puente. 

Igualmente,  se  trató  de  introducir  algunas  reformas 
en  la  administración  eclesiástica,  y  se  discutió  el  punto 
de  abolir  derechos  parroquiales  para  sujetar  los  curas 
á  la  administración  fiscal.  Se  remitieron  doscientos 
quintales  de  pólvora  á  la  junta  de  Buenos-Aires ,  que 
estaba  en  guerra  con  los  Españoles  y  los  Brasilenses 
establecidos  en  Montevideo ,  y  se  procuró  sobretodo 
dar  á  la  revolución  la  enerjía  que  le  faltaba.  En  sus 
proclamas  usaban  el  lenguaje  el  mas  firme ,  el  mas 
virulento  contra  los  realistas  obstinados  «  Déjennos,  le 
decían  ,  si  odian  los  principios  que  proclamamos.  Desde 
este  momento ,  se  conceden  treinta  dias  para  suscribir 
en  las  listas  jenerales  de  descontentos.  Ninguno  será 
inquietado  por  este  hecho  ,  y  á  todos  se  dispensan  seis 
meses  para  realizar  sus  negocios  y  disponer  libremente 
de  sus  personas,  de  sus  familias  y  de  sus  intereses. 
Conozca  el  mundo  las  ideas  que  forman  nuestro  carácter ; 
pero  tiemblen  en  adelante  los  que  no  sean  decididos 
por  nuestra  sagrada  causa.  Examinen   detenidamente 

(1)  Muchas  veces,  este  jeneroso  bienhechor  me  ha  hablado  con  entusiasmo 
de  este  hecho  ,  que  él  consideraba  como  el  mas  meritorio  de  su  vida.  No  pu- 
diendo,  con  gran  sentimiento  suyo,  mostarme  la  pluma  con  que  habia  fir- 
mado dicho  decreto,  me  mostraba  sus  tres  dedos,  como  si  le  pareciesen  reli- 
quias. Sinembargo,  corno  sucede  siempre  en  tan  importantes  transacciones 
sociales,  muchos  esclavos,  abusando  de  esta  ley  de  favor,  ocasionaron  desór- 
denes en  la  ciudad ,  en  términos  que  el  gobierno  se  vio  en  la  necesidad  de  em- 
plear medios  de  rigor  para  restablecer  el  orden. 


CAPITULO    XV. 


233 


los  motivos  para  no  llorar  su  libre  elección.  Una  vez 
hecha,  se  declara  crimen  de  lesa  patria  la  indiferencia, 
y  será  irremisible  la  pena  sobre  todas  y  cada  una  de 
las  clases  del  estado  (1).  » 

Tal  era  el  lenguaje  de  aquellos  fieros  radicales  que 
hablaban  apoyándose  siempre  en  el  nombre  de  su  amado 
Fernando  Vil. 

(1)  Proclama  del  14  de  setiembre  1811. 


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CAPITULO  XVI. 


Descontento  de  Carrera.—  Leva  de  nuevas  tropas.— Preparativos  de  defensa 
contra  todo  ataque  por  parte  del  Perú.—  Don  Antonio  Pinto  plenipotenciario 
en  Buenos-Aires.—  Revolución  del  15  de  noviembre  ,  supuesta  en  favor  del 
Rey.—  Engaño  que  padecieron  los  Realistas.—  Elección  de  un  nuevo  con- 
sejo ejecutivo.  —  Complot  contra  los  hermanos  Carrera.  —  Otra  revolución 
del  2  de  diciembre  contra  la  asamblea  ,  que  queda  disuelta. 


Habiéndose  elevado  as/  al  poder,  la  familia  Larrain 
procuró  mantenerse  en  él  alejando  del  gobierno  á  todos 
cuantos  por  su  carácter  ambicioso  y  turbulento  podían 
hacerle  sombra  (1);  política  que  los  hizo  injustos  con 
Carrera,  cuyos  servicios  precedentemente  hechos  no 
fueron  bastante  apreciados. 

Dos  dias  después  de  la  revolución,  el  gobierno  honró 
con  felicitaciones  á  los  oficiales  Vial  y  Guzman  ,  que  no 
habían  tenido  mas  que  una  parte  secundaria  en  la  ac- 
ción, é  igualmente  á  Luis  y  Juan  José  Carrera,  dejando 
en  olvido  á  Miguel.  A  lo  menos,  no  cumplió  con  este 
deber  hasta  mucho  tiempo  después  y  cuando  habían 
llegado  á  sus  oídos  algunos  rumores  de  queja  de  su 
parte.  Esta  especie  de  indiferencia  hacia  un  hombre  que 
debia  ser  considerado  como  creador  del  nuevo  gobierno, 
no  surjia  solamente  del  seno  de  sus  miembros  sino  tam- 
bién de  ciertas  sociedades.  En  la  de  Joaquín  Larrain 
se  ensalzaba  con  afectación  ,  y  en  presencia  de  Miguel , 

(1)  Era  difícil  que  esta  familia  no  tomase  siempre  mucha  parte  en  los  asuntos 
públicos,  en  atención  á  su  rango,  y  sobretodo  á  las  ramificaciones  de  la  familia, 
cuyos  individuos  eran  tan  numerosos  que  la  llamaban  la  familia  de  los  qui- 
nientos. 


CAPÍTULO    XVI. 


2a  5 


el  alto  mérito  de  Juan  Rosas,  que  se  pensaba  siempre  en 
nombrar  de  presidente. 

Carrera  era  sinceramente  afecto  á  este  gran  patriota ; 
pero  no  participaba  de  su  política,  la  cual,  según  él  decía, 
no  era  mas  que  un  reflejo  de  la  de  Buenos-Aires,  y  como 
Chileno,  orgulloso  de  este  nombre,  hubiera  querido  que 
su  país  no  siguiese  ciegamente  las  huellas  de  aquella  re- 
pública, y  que  al  entrar  en  la  era  de  su  verdadera  exis- 
tencia, probase  que  tenia  suficientes  medi m  y  capacidad 
paradlo.  Desgraciadamente,  el  influjo  que  tenia  Rosasen 
su  partido  era  inmenso,  y  todos  estaban  persuadidos  de 
que  obniba  por  convencimiento,  y  de  ningún  modo  por 
predilección  de  nacionalidad.  Lo  que  hacia  aun  mas  di- 
recta la  influencia  de  esla  vecindad  era  la  muchedumbre 
de  arjentinos  que  se  hallaban  en  Santiago,  y  entre  los 
cuales  habia  sujetos  que  reunían  á  vastos  conocimientos 
mucho  amor  á  las  nuevas  instituciones  y  mucha  acti- 
vidad. El  antiguo  poder,  como  los  lectores  recordarán, 
alarmado  por  la  demasiada  exaltación  del  plenipoten- 
ciario Alvarez  Jontes,  habia  solicitado  de  su  gobierno 
fuese  llamado  ,  y  en  efecto  lo  habia  sido  y  lo  habia  rem* 
plazado  don  Bernardo  Vera,  jenio  no  menos  empren- 
dedor y  capaz  de  sostener  por  la  fuerza  de  su  talento 
las  ideas  del  que  era,  á  la  vez,  su  maestro  y  su  conciu- 
dadano. 

Todo  esto  no  podía  menos  de  causar  una  fatal  irrita- 
ción al  alma  soberbia  de  Miguel  Carrera  que  habia  de- 
jado España  para  venir  á  servir  su  país,  y  que  sentía 
en  lo  íntimo  de  su  conciencia  la  posibilidad  de  rejene- 
rarlo  y  elevarlo  á  toda  su  dignidad,  con  tal  que  le  ayu- 
dasen algunos  patriotas  dotados  de  capacidad.  Desde 
entonces,  entrando  con  todos  sus  sencidos  y  potencias 


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HISTORIA    DE   CHILE» 


en  la  senda  de  reformas  y  progresos,  no  pensó  en  otra 
cosa  mas  que  en  hacerse  cabeza  de  partido.  Su  jenio 
fogoso  y  arriesgado  le  daba  mucha  ventaja  sobre  sus 
adversarios,  y  ademas  de  esto  podia  contar  con  la 
adesion  de  la  mayor  parte  de  los  oficiales  que  entonces 
estaban  de  guarnición  en  Santiago.  En  efecto,  los  fre- 
cuentaba de  preferencia,  se  mostraba  jeneroso  con  ellos, 
y  los  divertía  con  sus  bromas  y  gracejos,  pasablemente 
bufones  y  muy  vulgares  algunas  veces;  pero  que  agra- 
daban mucho  á  aquellos  jóvenes  ociosos  y  frivolos. 

El  poder  ejecutivo  sabia  todo  esto  y  lo  veia  con  zozo- 
bra; pero  por  mas  que  sospechaba  las  intenciones  de 
Carrera,  no  podia  aun  combatirlas  abiertamente  por- 
que no  estaba  bastante  seguro  de  las  tropas  y  prefirió , 
por  prudencia,  hacer  nuevas  levas  capaces  de  imponer 
respeto  á  los  granaderos,  que  eran  el  batallón  sagrado 
de  los  hermanos  Carrera.  Entonces,  renovó  la  idea  de 
Rosas  que,  en  otro  tiempo,  había  propuesto  la  formación 
de  un  cuerpo  de  patriotas,  los  cuales  bajo  el  pretesto 
de  protejer  las  nuevas  instituciones  contra  el  espíritu  de 
reacción,  le  servirían  igualmente  contra  todo  preten- 
diente al  poder.  Se  levantó,  en  efecto ,  este  cuerpo  y  se 
nombró  por  su  coronel  á  don  Juan  Martínez  de  Rosas, 
bien  que  residiese  entonces  en  Concepción ;  por  ca- 
pellán ,  al  presidente  de  la  asamblea  don  Joaquín  Lar- 
rain,  y  de  oficiales,  á  muchos  parientes  y  amigos  de 
este  último.  Fué  creado  igualmente  un  batallón  de 
pardos  bajo  el  mando  de  Juan  de  Dios  Vial. 

Esta  medida  fué  mas  desventajosa  que  favorable  para 
el  poder.  Muchos  no  vieron  en  ella  mas  que  un  acto  que 
gritaba  egoísmo,  y  lo  atacaron,  como  de  costumbre, 
por  medio  de  libelos  injuriosos,  de  donde  salieron  chis- 


CAPITULO    XVI. 

pas  de  descontento  de  que  supieron  aprovecharse  los 
hermanos  Carrera  anticipando  la  ejecución  del  plan  de 
insurrección  que  ya  tenían  preparado.  Pero  para  asegu- 
rarse mas  del  buen  éxito,  esparcieron  la  voz  entre  los 
realistas  de  que  aquella  revolución  era  absolutamente  en 
favor  del  gobierno  del  Rey,  y  afín  de  dar  mas  peso  á  sus 
insinuaciones,  pedían  la  presidencia  para  su  padre  don 
Ignacio,  de  ínterin  llegaba  el  brigadier  Bigodet  que 
lo  era  en  propiedad  y  residía  entonces  en  Montevideo. 
Esta  artería  atrajo  al  partido  de  Carrera  un  gran  nú- 
mero de  personas  pudientes  en  estado  de  ayudarle  con 
hombres  y  dinero.  El  fastidio  de  verse  abandonados  y 
el  deseo  de  recobrar  su  influjo  hicieron  á  los  realistas 
tan  ciegamente  crédulos  que  ya  se  reunían  en  conciliá- 
bulos, persuadidos  de  que  la  revolución  iba  á  ser  ente- 
ramente en  su  favor.  Ellos  fueron  los  que  escitaron  á 
Miguel  Carrera  á  apresurar  la  acción  en  atención  á  que 
habían  recibido  noticias  de  Lima  con  el  anuncio  de  que 
Abascal  estaba  resuelto  á  forzar  la  junta  de  Chile  á  des- 
cubsirse  la  cara,  y  á  gobernar  francamente  sin  suter- 
fujios ,  en  nombre  y  en  favor  de  su  rey.  Lo  cierto  era 
que  el  virey  habia  recibido  pliegos  de  la  junta  suprema 
de  España,  la  cual,  noobstante  haber  reconocido  los 
lejítimos  derechos  de  la  de  Chile,  y  aun  también  de 
haber  aprobado  sus  motivos  y  el  acta  de  su  instalación, 
no  por  eso  dejaba  de  ordenarle  vijilase  sus  actos,  y 
emplease  la  fuerza  en  caso  que  se  mostrase  desleal. 

El  presidente  del  congreso  habia  también  recibido 
pliegos  del  virey  que  confirmaban  los  mismos  inminentes 
ruidos  en  términos  tan  arrogantes  que  llenaron  de 
irritación  al  nuevo  poder,  tan  intelijente,  firme  y  deci- 
dido. Estos  pliegos,  leídos  en  la  asamblea,  fueron  dis- 


Jk 


238 


HISTORIA   DE    CHILE. 


cutidos  de  un  modo  conveniente.  Don  Manuel  Salas  fué 
nombrado  para  responder  á  ellos,  y  lo  hizo  con  la  saga- 
cidad y  el  tino  que  le  caracterizaban,  procurando  no 
comprometer  los  intereses  ni  las  opiniones  de  los  habi- 
tantes, y  salvando  la  conciencia  en  lo  indeterminado  de 
la  cuestión.  Pero  no  sucedió  lo  mismo  en  un  consejo 
secreto  en  el  cual  la  discusión  puso  patentes  las  inten- 
ciones que  tenia  el  virey  de  invadir  el  país. 

Al  dia  siguiente,  fueron  convidados  á  asistir  á  esta 
misma  reunión  todos  los  jefes  militares  formando  un 
consejo  de  guerra  al  cual,  cometiendo  un  nuevo  yerro, 
no  fueron  convocados  los  hermanos  Carrera.  En  este 
consejo,  se  discutieron  y  votaron  las  medidas  mas  efi- 
caces para  oponerse  á  toda  invasión,  y  las  costas,  na- 
turalmente ,  fueron  consideradas  como  objeto  principal 
de  atención. 

El  18  de  octubre,  ya  se  ponían  en  marcha  dos  com- 
pañías del  rejimiento  de  dragones,  una  para  permanecer 
en  Valparaíso ,  y  la  otra  en  Coquimbo.  A  este  último 
punto  fué  destacada,  ademas,  una  compañía  de  gra- 
naderos, y  á  Valparaíso  una  de  artilleros.  El  teniente 
coronel  Tomas  O'tíiggins,  primo  de  don  Bernardo,  fué 
enviado  á  la  Serena  para  tomar  el  mando  militar  de  la 
provincia.  En  cuanto  á  la  del  sur,  esta  se  hallaba  bajo 
la  salvaguardia  de  una  junta  que,  como  luego  se  verá, 
acababa  de  ser  formada  en  Concepción  y  no  cesaba, 
por  los  ruidos  contradictorios  que  le  llegaban  del  Perú 
y  de  Buenos- Aires,  de  manifestar  la  urjencia  de  forti- 
ficar el  país. 

Á  estas  medidas  de  precaución,  el  poder  ejecutivo 
añadió  luego  otra  que ,  en  atención  á  su  aislamiento  to- 
tal, no  podía  menos  de  ser  de  la  mayor  importancia. 


CAPÍTULO    XVJ. 


239 


Hasta  entonces,  Chile  no  habia  tenido  representante 
alguno  en  país  estranjero ;  las  noticias  de  América  y 
de  Europa  le  llegaban  tarde,  mal  y  algunas  veces 
nunca.  Cuando  las  recibía,  era  por  Buenos-Aires,  y  se 
hacia  incontestablemente  útil  tener  allí  un  ájente  que 
siguiese  todos  los  asuntos  y  acontecimientos  interesantes 
para  el  gobierno.  Esta  misión  era,  ademas,  tanto  mas 
necesaria  cuanto  la  política  de  aquel  país  influía  mucho 
en  la  suya  ,  y  cuanto  en  aquel  mismo  momento  sos- 
tenia  una  guerra  de  la  cual  dependía  su  propia  exis- 
tencia. Don  Antonio  Pinto  fué  nombrado  para  ir  á  desem- 
peñar este  cargo  tan  importante.  De  edad,  entonces,  de 
veinte  y  seis  años,  reunía  ya  á  un  carácter  apacible 
y  seductor  mucho  juicio  y  escelentes  conocimientos, 
pues  habia  sido  destinado  por  sus  padres  á  seguir  ¡a 
carrera  de  las  letras. 

Por  aquí  se  ve  que  el  nuevo  gobierno  procuraba  por 
cuantos  medios  estaban  á  su  alcance  consolidar  los  prin- 
cipios establecidos ,  y  darles  un  impulso  hasta  enton- 
ces desconocido.  Si  los  hermanos  Carrera,  menos  am- 
biciosos, hubiesen  podido  ponerse  de  acuerdo  con  él, 
es  probable  que  mediante  el  talento  militar  de  Miguel  y 
su  influjo  sobre  las  tropas,  Chile  habría  adelantado 
por  mejores  vias,  y  que  el  congreso  se  habria  podido 
entregar  á  la  revisión  de  las  instituciones  que  todas  las 
personas  sensatas  pedían.  Desgraciadamente,  la  política 
obra  menos  por  simpatía  que  por  interés,  y  su  amor 
propio  habia  sido  tan  herido  que  en  su  resentimiento 
debia  necesariamente  procurar  deshacer  lo  que  su  espada 
habia  hecho. 

En  efecto ,  ya  habia  días  tenian  formado  el  plan  de 
derribar  el  poder  ejecutivo.    La  salida  de  tropas  para 


240 


HISTORIA   DE   CHILE. 


Valparaíso  y  Coquimbo,  la  formación  de  nuevos  cuerpos 
y  sobretodo  las  medidas  de  precaución  que  se  empezaban 
á  tomar,  los  indujeron  á  apresurar  el  momento  de  eje- 
cutarlo. El  gobierno,  aunque  muchas  veces  prevenido, 
vivia  tranquilo,  persuadido  de  que  por  entonces  solo 
alimentaban  esperanzas,  y  de  que  el  ejército  del  sur 
reprimiría  la  audacia  de  los  conspiradores  (1).  ¿Cual 
no  debió  de  ser  su  sorpresa  cuando  el  15  de  noviembre 
por  la  mañana  muy  temprano  le  trajeron  parte  de 
que  la  brigada  de  artillería  y  el  batallón  de  granaderos 
se  habían  sublevado  y  de  que  Luis  y  Juan  Jo^é  Carrera, 
que  se  hallaban  á  su  cabeza ,  habían  fortificado  los  cuar- 
teles con  las  piezas  del  parque  resueltos  á  derribar  el 
gobierno? 

En  aquel  mismo  instante  el  poder  ejecutivo  recibía  de 
Juan  José  un  oficio  por  el  cual  le  prevenía  mandase 
publicar  un  bando  cuya  copia  le  enviaba,  y  el  presi- 
dente del  congreso  recibía  otro  para  que  convocase  todos 
los  diputados  afín  de  tratar  de  las  reformas  necesarias. 

La  posición  del  gobierno  en  aquellas  circunstancias 
era  sumamente  crítica.  Casi  todas  las  tropas  estaban 
contra  él ,  y  las  solas  con  las  que  habría  podido  contar 
se  hallaban  en  la  imposibilidad  de  obrar.  En  tan  triste 
coyuntura,  el  secretario  Ag.  Vial  fué  despachado  inme- 
diatamente para  tratar  con  los  sublevados,  procurando 
temporizar  con  ellos;  pero  la  única  respuesta  que  recibió 
fué  que  mandase  publicar  á  la  mayor  brevedad  el  bando 
pedido. 

Manuel  Salas  y  Juan  Egaña,  enviados  por  la  asam- 


blea  con  el  mismo  objeto, 
análoga. 

(1)  informe  de  Makenna. 


recibieron  una  respuesta 


CAPÍTULO    XVI. 


m 


Vistas  estas  respuestas  y  no  pudiendo  resistir  á  la 
fuerza,  se  publicó  el  bando,  y  al  instante  se  vio  la  plaza 
llena  de  Españoles  y  de  realistas  del  país  que ,  contra  su 
costumbre ,  acudían  para  participar  del  movimiento. 

En  aquella  época ,  el  primer  patio  de  la  cárcel ,  lla- 
mado patio  del  cabildo,  era  público  y  mas  de  trescien- 
tos realistas  se  reunieron  en  él,  en  cabildo  abierto. 
Tranquilizados  acerca  de  los  resultados  que  iban  á  ob- 
tener, usaban  de  un  lenguaje  tan  libre  que  ofendieron  el 
patriotismo  de  algunos  chilenos,  los  cuales  se  mostraron 
irritados ,  bien  que  sin  malas  consecuencias.  Como  su 
objeto  era  el  presentarse  en  la  asamblea,  resolvieron 
nombrar  una  diputación  (1),  que  salió  inmediatamente, 
y  llegó  rodeada  de  un  numeroso  jentio. 

Su  entrada  en  la  sala  fué  triunfante ;  pero  á  penas 
hubo  espresado  su  demanda  en  favor  de  la  monarquía 
española,  los  miembros  de  la  asamblea  se  levantaron 
casi  todos  en  un  arranque  de  indignación ,  y  respon- 
dieron con  palabras  no  menos  arrogantes,  ordenando 
que  se  fuese  á  buscar  Juan  José  Carrera  para  saber  de 
su  propia  boca  si  realmente  pensaba  imponerles  el  an- 
tiguo yugo. 

El  capitán  José  Santiago  Muñoz,  comandante  de  la 
guardia  del  congreso,  se  hallaba  presente,  y  no  pu- 
diendo contenerse  con  su  acendrado  patriotismo  á  seme- 
jante proposición,  bajó  corriendo  á  su  puesto,  y  al  ver 
el  gran  número  de  realistas  que  componían  la  concur- 
rencia ,  levantó  la  voz  y  les  dijo :  «  En  vano  pretende  el 
Sarracenismo  levantar  bandera.  Solo  podrá  conseguirlo 
cuando  no  quede  un  solo  granadero.  •  Y  diciendo  esto, 

(1)  Compuesta  de.-  Manuel  Rodríguez,  Juan  Ant.  Carrera,  Manuel  Araos 
y  José  María  Guzman.  Mn„f.         ,,' 

*  Martínez ,  Hist.  mss. 

V.  Historia.  jg 


I 


242 


HISTORIA    DE    CHILE 


formó  la   compañía  en    batalla  amenazando   con   las 
armas  (1).  » 

Bien  que  fuese  ya  bastante  tarde,  Juan  José  Carrera 
creyó  oportuno  acudir  á  la  llamada  del  congreso ,  pero 
fué  allá  á  la  cabeza  de  su  batallón.  Luego  que  llegó  á  la 
plaza,  dejó  la  tropa  en  formación  y  subió  á  la  sala  en 
donde  protestó  con  enerjía  contra  las  insinuaciones  de 
la  acusación,  declarando  altamente  que  sus  fines  y  los 
de  las  tropas ,  así  como  también  los  del  pueblo ,  eran  el 
mantener  en  toda  su  pureza  y  sostener  el  gobierno  que 
habían  proclamado  el  18  de  setiembre.  A  esta  declara- 
ción se  siguieron  discusiones  de  derecho  y  de  principios, 
que  prolongaron  la  sesión  hasta  muy  tarde  sin  haber 
podido  obtener  la  dimisión  del  poder  ejecutivo. 

La  noche  se  pasó  con  mucha  ajitacion.  Todas  las  tropas 
estaban  sobre  las  armas ,  y  guardaban  las  principales 
calles  con  patrullas,  vijilando  especialmente  para  que  el 
comandante  Juan  de  Dios  Vial  no  pudiese  intentar  una 
contrarevolucion  por  medio  de  los  patriotas ,  los  pardos  y 
losde  la  asamblea,  queestaban  enteramente  á  su  devoción. 
El  16,  por  la  mañana,  se  publicó  otro  bando- convo- 
cando al  pueblo  á  nuevo  cabildo  abierto  ,  que  tuvo  lugar 
en  el  mismo  sitio ,  es  decir,  en  el  primer  patio  de  la  cár- 
cel ,  y  al  cual  muchas  personas  se  abstuvieron  de  asistir. 
Mientras  estaban  deliberando,  el  secretario  Agustin 
Yial  quiso  arengarles  desde  una  ventana  contigua  á  la 
sala  del  congreso;  pero  no  pudiendo  conseguir  que  le 
oyesen ,  se  contentó  con  preguntar  si  estaban  descon- 
tentos del  poder  ejecutivo  y  cuales  eran  las  quejas  que 
tenian  de  él  (2).  La  respuesta  que  recibió  fué  satisfacto- 

(1)  Historia  niss.  del  Padre  Martínez. 
(L>)  Convers.  con  don  Ag.  Vial. 


capítulo  xvr. 


243 


na;  pero  la  multitud ,  unos  por  intereses  particulares 
otros  por  seguir  el  partido  de  los  Carrera,  no  dejó  poí 
eso  de  pedir  la  dimisión  de  los  miembros  del  poder  eje- 
cutivo, y  proclamó  otro  nuevo,  con  gran  sentimiento  de 
los  realistas,  que  en  un  momento  de  credulidad  habían 
consentido  en  un  feliz  retorno  de  fortuna,  al  paso  que 
ahora  iban  á  verse  de  nuevo  proscritos  (1). 

Este  nuevo  gobierno  se  compuso  también  de  tres  per- 
sonasque  debían  representar  las  tres  grandes  provin- 
cias, á  saber:  Juan  Martínez  de  Rosas,  la  del  sur- 
Miguel  Carrera,  la  del  centro,  y  Gaspar  Marín ,  la  del 
norte.  Por  ausencia  del  primero  se  nombró,  en  su  lugar 
á  Bernardo  O'Higgins,  que  se  escusó  al  principio,  así 
como  también  Marín  ,  pero  que  al  fin  aceptaron,  por  las 
instancias  que  les  hizo  Pablo  Fretes ,  á  la  sazón ,  presi- 
dente de  la  asamblea.  Los  secretarios  fueron:  Agustín 
Vial  y  José  Chevarria. 

Esta  formación  no  llenó  los  deseos  de  la  familia  Car- 
rera, bien  que  todos  hubiesen  tenido  ascenso  ,  habiendo 
sido  nombrados ;  Juan  José  brigadier,  y  los  otros  do, 
ementes  coroneles;  porque  veían  al  partido  de  Rosas 
triunfante  y  asociado  á  hombres  que  no  cesaban  de 
trabajar  por  él.  Este  pensamiento  no  podía  menos  de 
hacerlos  disimulados  y  desconfiados  para  con  sus  compa- 
neros, y  fué  onjen  de  un  sentimiento  mutuo  de  obser- 
vación que  era  muy  propio  á  paralizar  los  negocios  v 
asuntos  administrativos. 


hijoi  tbian1!idCokenna//tr0S'  l3S  ÍntenCÍ°neS  de  l0S    C™'   padre  é 
José  íué t  "     d°'  Verdfderameme<  Proclamar  el  gobierno  del  Rey,  y  Juan 

Véase  el  Duende,  n°  15 ,  p.  9. 


m 


HISTORIA   DE   CHILE. 


■ 

El  congreso,  por  su  parte,  no  parecía  tenerle  mucha 
mas  simpatía,  porque  presentía  que  el  poder  en  manos 
de  aquel  joven  iba  á  tomar  una  tendencia  esencialmente 
militar;  que  el  ejército  seria  todo  en  su  favor,  y  que 
por  consiguiente  iba  el  país  á  verse  sumerjido  en  una 
espantosa  anarquía.  Lo  que  daba  estas  persuasiones  al 
congreso  era  que  en  el  oficio  mismo  en  que  había  pedido 
un  cambio  de  gobierno,  pedia  también  la  construcción 
de  tres  grandes  cuarteles,  y  orden  de  juntar  á  la  mayor 
brevedad  tres  millones  de  pesos  para  subvenir  á  los 
gastos  que  meditaba. 

Aquel  pedido  de  fondos  en  el  momento  en  que  todas 
las  tropas  estaban  sobre  las  armas,  y  aun  mas  la  orden 
que  él  daba  de  no  reparar  en  medio  alguno  para  obte- 
nerlos ,  produjo  una  sensación  penosa ,  y  aparecía  como 
un  acto  de  tiranía  y  de  espoliacion.  Muy  luego  en  efecto 
se  esparció  el  ruido  de  que  las  tropas  iban  á  saquear  las 
casas,  y  fué  preciso  que  el  gobierno  hiciese  manifiestos 
desmintiendo  aquel  ruido;  pero  bien  que  estos  mani- 
fiestos estuviesen  firmados  por  los  comandantes  militares, 
el  temor  duró  aun  muchos  dias.  Unos  huían  de  la  ciu- 
dad al  campo ,  otros  ocultaban  el  poco  dinero  que  tenían, 
alimentando  así  el  descontento  jeneral  de  donde  surjio 
una  contrarevolucion. 

Mackennafué  el  encargado  de  organizaría,  ayudado 
por  su  cuñado  Francisco  Vicuña,  por  su  tío  Martin  Lar- 
rain  y  algunas  otras  personas  que  veian  en  Carrera  un 
enemigo  perpetuo  de  la  tranquilidad  pública.  Sinem- 
bargo ,  su  ánimo  no  era  asesinarlos  como  las  piezas  del 
proceso  parecían  darlo  á  entender,  sino  apoderarse  de 
ellos,  y  enviarlos  á  países  estranjeros  con  empleos  lucra- 
tivos y  honrosos.  Ya  mas  de  una  vez  se  les  habían  hecho 


CAPITULO   XVI. 


2¿5 


semejantes  propuestas ;  pero  siempre  habían  sido  dese- 
chadas por  Miguel  Carrera ,  que  aspiraba  á  mas  alto 
honor,  cual  era  rejenerar  á  su  país.  José  Domingo  Huici , 
capitán  de  una  compañía  de  granaderos,  y  Francisco 
Formas,  teniente  de  artillería,  eran  los  principales  ins- 
trumentos que  debían  servir  para  hacer  aquella  revolu- 
ción ,  y,  por  un  estraño  capricho  de  la  suerte ,  fueron 
ellos  mismos  los  que  la  descubrieron  ó  mas  bien  que  la 
malograron  5  pues  prevenidos  los  hermanos  Carrera  que 
el  27  de  noviembre  debía  de  tener  lugar,  tuvieron 
tiempo  para  tomar  precauciones  contra  este  aconteci- 
miento, é  hicieron  arrestar  la  mayor  parte  de  los  con- 
jurados, en  el  acto  mismo  de  la  tentativa  (1). 

Todo  esto  sucedía  sobre  las  diez  de  la  noche,  y  era 
de  temer  que  la  conjuración,  mucho  mejor  organizada, 
se  realizase  en  lo  restante  de  ella,  antes  del  dia.  Para 
evitarlo,  los  hermanos  Carrera  dieron  las  providencias 
mas  rigorosas. 

El  batallón  de  granaderos  se  mantuvo  hasta  el  dia 
siguiente  sobre  las  armas. 

Miguel  Carrera ,  que,  pocos  dias  antes,  habia  pasado 
revista  de  inspección  jeneral  á  la  caballería,  mandó  reu- 
nir los  dos  Tejimientos  de  milicias  montadas  de  la  capi- 
tal, y  el  de  Melipilla,  sobre  el  cual  contaba  mucho. 
Mandó  poner  cañones  delante  de  los  cuarteles,  y  que 

(1)  Fué  cojido  en  aquel  momento  un  criado  de  Juan  José  Cheverria,  y  lo 
fué  también  el  teniente  Francisco  Formas,  los  cuales  fueron  tratados  un  poco 
inquisitorialmente ,  lo  que  les  obligó  á  declarar  mal  que  les  pesase.  También 
se  conocieron,  por  Muñoz  Bezanilla  y  otros,  los  principales  autores  de  aquella 
contrarevolucion ,  y  Miguel  Carrera,  de  su  propia  autoridad,  mandó  arrestar 
á  Mackenua  ,  Francisco  Bienna  ,j  Martin  y  Gabriel  Larrain ,  coronel  Vial  y 
José  Gregorio  Argomedo.  José  Ant.  y  José  Domingo  Huici  pudieron  escaparse. 
Después  de  haber  sido  juzgados,  fueron  desterrados  por  algún  tiempo  á  dife- 
rentes puntos  de  la  República.  Diario  mss.  de  Carrera. 


^ 


246 


HISTORIA    DE    CHILE. 


se  hiciesen  patrullas  sin  cesar  en  todos  los  barrios  de  la 
ciudad. 

El  dia  siguiente ,  mandó  á  llamar  sus  dos  colegas , 
que  no  se  habían  informado  en  manera  alguna  del  re- 
sultado de  la  conspiración.  Su  entrevista  se  verificó  á 
las  9  de  la  mañana  y  fué  tan  seria  como  embarazosa , 
porque  de  ambas  partes  habia  quejas.  El  uno  se  quejaba 
de  la  indiferencia  de  los  otros  dos  acerca  de  un  acon- 
tecimiento que  habia  comprometido  su  poder  y  su  vida ; 
y  ellos  se  quejaban  de  no  haber  sido  prevenidos  de  las 
disposiciones  tomadas.  Al  cabo,  después  de  algunas  sa- 
lidas de  amor  propio,  decidieron  que  Miguel  Carrera 
fuese  á  presentar  su  parte  á  la  asamblea,  á  la  sazón 
reunida  en  la  sala  de  sus  sesiones. 

Como  ya  lo  hemos  visto,  la  asamblea  era  poco  favo- 
rable á  aquella  familia,  y  en  la  circunstancia  se  mostró, 
en  cierto  modo,  hostil.  Lejos  de  manifestar  temor  por 
el  acontecimiento  de  la  víspera,  pareció  sorprendida  de 
que  se  hubiesen  reunido  tres  Tejimientos  de  milicianos 
montados,  cuando  ya  el  peligro  habia  pasado.  Igual- 
mente echó  en  cara  á  Miguel  Carrera  el  tono  de  auto- 
ridad que  tomaba  en  ciertos  asuntos  sin  contar  con  sus 
colegas,  ni  con  el  congreso,  de  quien  dependía. 

Miguel,  que  tenia  un  carácter  poco  sufrido,  y  que 
sabia  que  algunos  miembros  habían  tenido  parte  en  la 
conspiración,  no  dudó  en  quejarse  de  ellos,  y  lo  hizo 
en  términos  vehementes,  casi  de  amenaza,  dando  lugar 
á  contestaciones  acaloradas ,  y  tal  vez  descorteses.  Ha- 
biendo sido  vuelto  á  llamar  al  congreso  por  la  tarde 
de  aquel  mismo  dia,  estas  contestaciones  se  hicieron 
mucho  mas  graves  con  respecto  á  la  suerte  de  los  pri- 
sioneros. El  diputado  de  Buenos- Aires ,  don  Bernardo 


CAPÍTULO    XVI. 


247 


Vera,  be  presentó  como  defensor  de  sus  intereses,  y 
según  asentó  la  cuestión,  dejaba  creer  que  Miguel  Car- 
rera había  trasgresado  las  leyes  del  país ,  y  usurpado 
un  poder  arbitrario ,  condenando  los  prisioneros  á  las 
mayores  penas  ;  acusación  indigna  y  vituperable  que 
causó  la  disolución  del  congreso. 

En  efecto,  Miguel  Carrera  salió  irritado  del  congreso 
y  se  fué  á  buscar  á  sus  dos  hermanos  para  concertar  con 
ellos  un  plan  contra  sus  enemigos,  de  los  cuales  sabia 
que  tarde  ó  temprano  podrían  ser  víctimas.  En  esta 
persuasión ,  mas  valia  aniquilarlos  de  una  vez  para  po- 
nerlos en  la  imposibilidad  de  oponerse  á  sus  ambiciosos 
proyectos.  Teniendo  siempre  las  tropas  á  su  devoción  , 
la  empresa  no  presentaba  grandes  dificultades;  no  habia 
mas  que  ir  á  ofrecer  la  batalla  á  la  sala  misma  del 
congreso,  y  fué  justamente  lo  que  hizo.  A  la  verdad, 
antes  de  llegar  á  este  estremo ,  pasaron  al  presidente 
un  oficio  en  que  los  comandantes  (i)  le  anunciaban  que 
el  pueblo  pedia  la  disolución  de  la  cámara.  La  respuesta 
siendo  la  que  se  habia  previsto,  es  decir,  negativa,  y 
fundada  en  que  para  disolverse  el  congreso  necesitaba 
saber  cual  era  la  voluntad  de  los  comitentes  de  sus  miem- 
bros, los  rebeldes  recurrieron  á  la  fuerza.  Las  tropas 
formaron  en  la  plaza.  Se  pusieron  cañones  en  batería 
contra  la  sala  del  congreso,  y  sus  miembros  salieron  de 
tropel  y  atemorizados  para  no  volver  á  entrar  en  ella  (2). 
Así  despedidos,  los  diputados  se  retiraron  á  sus  res- 

(l)Juan  José  y  Luis  Carrera,  Pedro  Prado,  Joaquin  Aguirre ,  Manuel 
Barros  y  Joaquin  Guzman. 

(2)  «Y  en  fuerza  de  aquella  ley,  otorgó  el  congreso,  como  era  regular,  cuanto 
se  le  ordenó,  protestando  secretamente  la  violación,  lo  que  se  comunicó  á 
Concepción.  » 

Épocas  y  hechos  memorables  de  la  revol.  de  Chile;  mss. 


^ 


m 


HISTORIA   DE    CHILE. 


pectivas  provincias,  menos  los  de  Concepción,  que  fue- 
ron forzados  á  permanecer  en  Santiago. 

Tres  dias  después,  el  vocal  Marin  dio  su  dimisión  y  se 
partió  para  Coquimbo.  O'Higgins  tuvo  ,  por  fuerza ,  que 
quedarse  y  tomó  parte  en  el  manifiesto  del  nuevo  poder 
ejecutivo,  que  anunciaba  la  disolución  de  un  congreso, 
enteramente  irregular,  cuyo  nombramiento  fué  efecto  de 
tacábala,  del  resorte  y  del  empeño  (i),  y  mandaba  que 
cada  provincia  nombrase  su  procurador  para  residir  en 
Santiago  como  representante.  Pero  esto  no  se  ejecutó. 

(1)  Diario  de  Miguel  Carrera. 


CAPITULO  XVII 


Separación  de  las  provincias  de  Concepción  y  Valdivia  del  gobierno  de  San- 
tiago.— La  junta  de  Concepción  ofrece  tropas  al  congreso  para  recobrar 
su  autoridad.—  Carrera  envia  á  O'Higgins  como  plenipotenciario  acerca  de 
dicha  junta.—  Preparativos  de  guerra  por  ambas  partes.—  Reunión  de  tro- 
pas sobre  el  rio  Maule.—  Entrevista  de  Rosas  con  Carrera  en  las  márjenes 
de  este  rio.  —  Convenio  entre  los  dos  jefes  y  contramarcha  de  las  tropas. 
—  Rosas  regresa  á  Concepción  ,  y  Carrera  á  Santiago.  —  Contrarevolucion 
en  Valdivia  y  en  Concepción.— Instalación  de  otras  juntas  en  una  y  otra, 
y  arresto  de  los  antiguos  miembros. 


El  acontecimiento  del  2  de  diciembre  da  un  aspecto 
muy  diferente  á  la  política  del  país.  La  revolución  pierde 
su  carácter  municipal.  El  gobierno  representativo  se  hace 
ilusorio,  y  es  sustituido  por  el  réjimen  puramente  mi- 
litar. En  adelante,  vamos  á  ver  el  poder  á  la  merced  de 
un  soldado  de  fortuna. 

Ningún  acto  de  malas  consecuencias  podia  lejitimar 
un  tal  cambio.  La  administración  obraba  con  esmero  y 
con  acierto ,  siguiendo  con  lealtad  la  senda  de  reformas 
y  progresos,  y  resuelta  á  formar  una  constitución  que 
fijase  los  derechos  y  los  deberes  de  cada  ciudadano. 
Por  consiguiente,  su  disolución  fué  solamente  obra  de 
la  ambición  y  de  la  audacia  de  un  joven  cuya  soberbia 
no  le  permitia  contentarse  con  representar  un  papel 
secundario. 

Sin  duda,  Miguel  Carrera  tenia  las  mejores  inten- 
ciones ,  y  era ,  ademas,  activo ,  intelijente  y  laborioso. 
En  los  últimas  acontecimientos,  habia  dado  pruebas  de 
que  la  inconsecuencia,  imprudencia  y  frivolidad  de  su 
jenio ,  en  el  ocio ,  no  le  impedían  de  tener  cabeza  y 


H 


Jíf 


250 


HISTORIA    DE    CHILE. 


carácter  cuando  las  circunstancias  lo  pedían.  Pero  esto 
no  bastaba.  El  país  necesitaba,  principalmente,  un 
administrador,  un  jurisconsulto,  un  hombre,  enfin , 
capaz  de  organizarlo  y  administrarlo.  Si  aceptaba  la  au- 
toridad de  un  soldado  que  le  imponía  una  fuerza  brutal , 
abría  sus  puertas  á  la  ambición  ,  comprometía  su  libertad 
y  corría  riesgo  de  verse  bajo  el  yugo  del  despotismo  mi- 
litar, el  peor  de  los  despotismos. 

Mientras  que  el  partido  vencido  tuvo  el  poder  en 
mano,  la  provincia  de  Concepción  estuvo  en  perfecta 
armonía  con  la  de  Santiago.  Había  entre  las  dos  recipro- 
cidad de  intereses  y  de  conveniencia;  sus  ideas  eran  las 
mismas  y  obraban  de  concierto  para  dar  al  movimiento 
un  impulso  propio  á  preservar  para  siempre  el  país  de 
una  dependencia  estranjera.  Pero  al  punto  en  que  los 
hermanos  Carrera  hubieron  derribado  al  gobierno,  la 
provincia  de  Concepción  se  sintió  muy  contrariada  y 
manifestó  su  descontento  en  términos  violentos  y  de 
amenaza. 

Pero  aquí  tenemos  que  volver  atrás  para  tomar  la 
historia  en  la  época  en  que  Rosas,  desesperado  de  ver 
la  inacción  del  poder  ejecutivo,  de  la  mucha  mezcla  de 
realistas  en  el  congreso  y  de  las  inútiles  tentativas  que 
hizo  para  disolverlo,  marchó  para  la  provincia  de  Con- 
cepción con  el  objeto  de  revolucionarla. 

En  todos  tiempos,  esta  provincia  ha  manifestado  un 
espíritu  de  rivalidad  contra  Santiago;  porque  adolecía 
del  resabio  que  causa  verse  en  un  rango  inferior,  y  que 
dejenera  en  envidia.  En  aquella  época,  tenia,  ademas 
de  esto,  ciertos  humos  de  federalismo,  y  deseaba  des- 
pojar á  la  capital  de  su  centralización.  El  cabildo  de 
Concepción  no  se  habla  manifestado,  á  principios  del 


CAPITULO    XVII. 


251 


siglo,  tan  dispuesto  á  aceptar  la  oferta  jen erosa  que  le 
hizo  el  jeneral  Cruz  de  emprender  un  viaje  de  esplora- 
cion  hasta  Buenos-Aires ,  sino  porque  tenia  por  principal 
interés  el  quitar  á  su  rival  aquella  via„  y  adquirir  para 
la  provincia  un  grande  influjo  estableciendo  un  comercio 
directo  con  aquel  vireynato. 

Por  consiguiente,  tenia  ya  una  cierta  tendencia  á  se- 
pararse de  ella,  y  si  á  esta  disposición  de  ánimo  se 
añade  el  mucho  prestijio  que  tenia  Rosas  en  el  país,  se 
verá  que  no  le  era  difícil  á  este  buen  patriota  el  hacer 
que  su  provincia  participase  de  sus  resentimientos  y 
rencores,  el  atraerla  toda  ella  á  sus  intereses,  sublevarla 
contra  el  gobierno  de  Santiago  y  constituirla  indepen- 
diente bajo  la  tutela  de  personas  influyentes  del  país. 
En  efecto ,  fué  lo  que  hizo  el  5  de  setiembre ,  el  dia 
siguiente  mismo  que  otra  revolución  sacaba  triunfante 
su  partido  en  Santiago  (1). 

Después  del  último  acontecimiento  de  esta  capital , 
que  armonizaba  la  política  de  las  dos  provincias  y  la 
sometía  á  una  igualdad  de  ideas  y  de  opiniones,  Rosas 
hubiera  debido  renunciar  á  sus  proyectos  subversivos , 
disolviendo  una  junta  ilegal,  y  volviendo  á  Santiago 
para  emplearse  en  los  asuntos  públicos ,  como  miembro 
del  poder  ejecutivo.  Pero  ya  entonces  el  espíritu  ambi- 
cioso de  los  hermanos  Carrera  se  habia  abierto  paso  ;  ya 
el  proyecto  que  tenían  de  subyugar  al  país  no  era  un 
misterio,  y  los  diputados  del  sur  que  habían  quedado  en 
Santiago,  lejos  de  llamarle,  le  aconsejaban  al  contrario 
se  fortificase  en  Concepción  para  imponer  respeto  al 
nuevo  partido  que  muy  pronto  tendría  que  combatir. 

(1)  Se  formó  una  junta  compuesta  de  Pedro  José  Benavente,  Juan  Rosas 
Bernardo  Vergara  y  Luis  Cruz,  y  cuyo  secretario  fué  Santiago  Fernandez. 


3 


252 


HISTORIA   DE   CHILE. 


: 


Es  verdad  que  esta  provincia  no  fué  la  sola  que  obró 
por  influjo  de  Rosas.  La  de  Valdivia  se  sublevó  también, 
y  lo  mas  particular  fué  que  los  miembros  del  clero  fue- 
ron los  autores  principales  de  la  sublevación.  Para  eso, 
aguardaron  un  dia  de  fiesta  al  salir  de  misa,  momento 
en  que  los  conjurados  se  habían  de  hallar  naturalmente 
reunidos  para  su  ejecución ,  y  el  cura  vicario  Isidro  Pi- 
neda, con  el  capellán  Elipsegui,  algunos  otros  clérigos 
y  los  conjurados ,  corrieron  á  casa  del  gobernador  Ale- 
jandro Eagar,  y  lo  arrestaron,  así  como  también  al 
capitán  de  injenieros  don  Miguel  María  de  Atero ,  los 
cuales  no  hicieron  mucha  resistencia  luego  que  supieron 
que  las  tropas  apoyaban  aquel  movimiento. 

Acto  continuo,  por  decirlo  así,  fué  instalada  una  junta 
semejante  á  la  de  Concepción  (1),  y  se  embargó  el  bu- 
que de  un  comerciante,  Ant.  Quintanilla ,  que  se  hallaba 
allí  de  paso,  para  trasportar  los  dos  presos  á  Talca- 
huano  bajo  la  escolta  del  teniente  Juan  Manuel  de  Lorca 
con  doce  soldados  (2). 

La  nueva  de  estas  insurrecciones  habia  llegado  bre- 
vemente á  Santiago.  Todos  hablaban  de  ellas  libre- 
mente, y  cada  cual  las  exajeraba  ó  las  atenuaba  según 
favorecían  ó  perjudicaban  á  sus  intereses.  Al  principio, 
se  creyó  que  todo  se  reducía  a  un  pronunciamiento  de 
principios  de  federación ,  y  que  sus  autores  se  manten- 

(1)  Compuesta  del  coronel  graduado  Ventura  Carvallo ,  del  párroco  Isidro 
Pineda,  de  don  Jaime  de  la  Guardia,  don  Vicente  Gómez,  don  Juan  de 
Dios  Cuevas  y  de  don  Pedro  José  Elipsegui  capellán  del  hospital  de  Valdivia. 

(2)  Apenas  el  buque  se  halló  fuera  del  puerto ,  Eagar,  viendo  á  los  grana- 
deros mareados,  aprovechó  de  aquel  instante  para  ofrecer  á  Saturnino  Pérez, 
español,  3000  p.  de  recompensa,  y  600  á  su  segundo,  igualmente  español ,  si 
los  trasportaban  á  Chiloe.  La  oferta  fué  aceptada,  y  resultó  que  el  teniente 
Lorca  se  halló  él  mismo  preso,  y  enviado,  poco  tiempo  después,  á  Lima. 

Conven,  con  don  Pedro  Martínez  Pinel. 


■■' 


CAPITULO   XVII. 


253 


drian  sobre  la  defensiva ;  pero  muy  luego  los  hermanos 
Carrera  interceptaron  un  oficio  de  la  junta  de  Concep- 
ción dirijido  en  secreto  al  presidente  del  congreso,  en 
el  que  le  ofrecia  tropas  para  el  recobro  de  su  autoridad. 

Dos  dias  después,  la  misma  junta,  echando  á  un  lado 
reparos  y  temores,  enviaba  franca  y  ostensiblemente  un 
pliego  lleno  de  reconvenciones  y  de  amenazas  al  nuevo 
poder  ejecutivo ,  manifestando  con  entereza  :  «  Que 
aquella  junta  y  toda  la  provincia  están  en  ánimo  de 
preparar  un  ejército  que  vaya  á  restablecer  la  autoridad 
del  congreso  (1).  » 

Al  leer  este  oficio,  Miguel  Carrera  tuvo  mucho  trabajo 
en  contener  su  jenio  altivo  y  fogoso.  En  toda  otra  cir- 
cunstancia se  hubiera  dejado  llevar  de  su  humor  beli- 
coso, y  habría  ido  incontinenti  á  batirse  con  su  adver- 
sario; pero  sabia  que  este  podia  apoyarse  sobre  una 
provincia  entera  y  sobre  un  ejército  bien  disciplinado, 
al  paso  que  él  no  podia  contar  mas  que  con  pocas  tro- 
pas ,  y  tenia  por  enemigos  á  los  realistas ,  que  no  le  per- 
donaban el  que  los  hubiese  dejado  burlados;  á  los  con- 
servadores ,  que  lo  tachaban  de  ser  demasiado  ambicioso 
y  turbulento,  y,  enfin,  á  los  radicales ,  que  eran  nume- 
rosos, y  que  no  esperaban  mas  que  por  la  marcha  de 
Rosas  para  levantar  la  cabeza  y  entrar  en  el  movimiento. 
Su  posición  era,  por  consiguiente,  muy  crítica;  el  mas 
pequeño  revés  de  la  suerte  podia  desencadenar  todos  los 
partidos  contra  él  y  prefirió  violentarse  y  obrar  con  pru- 
dente circunspección.  Afortunadamente  para  él,  se  le 
presentó  una  ocasión  bastante  favorable  para  salir,  á  lo 
menos  momentáneamente,  del  mal  paso. 

O'Higgins  continuaba  pidiendo  con  instancia  su  se- 

(1)  Épocas  y  hechos  memorables  de  la  revolución  de  Chile.        Mss. 


25/i 


HISTORIA    DE    CHILE. 


paracion  del  poder  y  el  permiso  de  volver  á  su  pro- 
vincia para  restablecer  su  salud,  que  estaba  lejos  de  ser 
buena.  Carrera  pensó  que  interesándole  en  su  propia 
causa  podría  sacar  de  él  muy  buen  partido ,  y  le  propuso 
sus  poderes  para  ver  de  conciliar  con  Rosas  los  puntos  de 
contestación  que  tenia  con  él,  y  arreglar  pacíficamente 
los  intereses  de  la  república.  Aceptada  la  proposición 
por  O'Higgins,  Carrera  le  pasó  un  oficio  credencial  au- 
torizándole á  hablar  en  nombre  de  la  junta,  y  reco- 
mendándose al  mismo  tiempo  á  sus  virtudes ,  talento  y 
patriotismo  (1). 

Pero  Carrera  no  se  contentó  con  esto,  sino  que,  como 
hombre  de  nervio  y  de  previsión,  destacó  algunos  dias 
después  una  coluna  de  observación  de  doscientos  vete- 
ranos al  mando  de  su  padre  don  Ignacio,  dándole  por 
asesor  y  secretario  á  don  Gabriel  Tocornal,  y  él  mismo 
se  entregó  con  celo  y  premura  al  cuidado  de  reunir  los 
elementos  necesarios  para  la  organización  de  un  ejército. 
« La  inspección  de  caballería  recibió  una  buena  orga- 
nización. El  batallón  de  granaderos  se  elevó  á  la  respe- 
table fuerza  de  1200  plazas.  Se  reformó  el  cuerpo  de 
300  dragones  por  inútiles  ,  y  se  levantó  el  de  la  guardia 
nacional  de  500  plazas.  Se  quitó  á  los  frailes  de  San 
Diego  el  convento  y  se  hizo  de  él  un  escelente  cuartel  de 
caballería.  Se  fabricaron  10,000  lanzas,  1,500  tiendas  de 
campaña,  vestuarios  y  monturas  para  todos  los  cuerpos , 
municiones  de  todas  clases,  y,  por  último,  cuanto  se  ne- 
cesitaba para  la  defensa  del  país  (2). » 

Estos  grandes  preparativos  militares,  que  se  continua- 
ban activa  é  incesantemente  ,  fueron  un  justo  motivo 


fl)  Documentos  publicados  en  el  Perú  ,  por  Juan  Ascensio. 
(2)  Diario  de  Miguel  Carrera. 


CAPÍTULO    XVII, 


255 


de  descontento  para  la  provincia  de  Concepción ,  aun 
penetrada  de  las  palabras  de  paz  que  le  acababa  de 
llevar  don  Bernardo  O'Higgins,  y  se  reunió  en  aquella 
capital  de  la  provincia  una  asamblea  cantonal  para  de- 
liberar acerca  de  los  intereses  del  país ,  y  obligar  por 
medios  legales  á  Carrera  á  abrir  nuevas  elecciones  para 
la  formación  de  un  congreso. 

Sobre  este  punto  todos  los  diputados  habían  estado 
de  unánime  acuerdo,  y  ya  uno  de  ellos  habia  sido  nom- 
brado para  llevar  aquella  decisión  á  la  junta  de  San- 
tiago, cuando  de  repente  recibieron  aviso  de  que  el 
brigadier  don  Ignacio  Carrera  había  avanzado  con  fuer- 
zas hasta  Talca  con  el  solo  objeto ,  según  él  decía ,  de 
vijilar  por  la  seguridad  de  ellos  mismos. 

Era  esta  una  especie  de  provocación  que  ponía  á  la 
junta  en  la  necesidad  de  tomar  también  una  actitud  de- 
fensiva, y  fué  destacado  incontinenti  el  teniente  coro- 
nel don  Manuel  Serrano  con  cien  dragones  para  ir  á 
campar  á  la  orilla  meridional  del  Maule. 

Por  otro  lado,  se  dieron  órdenes  para  reunir  las  tro- 
pas, y  O'Higgins,  que  había  sido  nombrado  inspector 
de  las  milicias  de  la  Laja,  marchó  á  disponerlas  á  todo 
evento  después  de  haber  escrito  á  Carrera  los  motivos 
de  cuanto  sucedía,  declarándole  que  su  posición  en 
aquel  instante  era  incompatible  con  la  misión  que  se 
habia  servido  darle. 

Por  todo  esto  se  ve  que  los  dos  partidos  estaban  ya  casi 
decididos  á  la  guerra ;  que  habia  en  los  jefes  el  mismo 
espíritu,  la  misma  tendencia  y  las  mismas  pretensiones ; 
pero,  ¿  cuales  eran  los  fines? 


Sin  duda,  estos  fines  no  eran  el  combatir  un  enemi 


£0 


ni  un 


principio,  puesto  que  militaban  bajo  la  misma 


256 


HISTORIA.  DE   CHILE. 


bandera,  obraban  bajo  las  mismas  inspiraciones  y  am- 
bos querían  el  bien  del  país,  la  felicidad  de  la  patria; 
pero,  desgraciadamente,  conforme  á  sus  diversos  inte- 
reses ,  á  su  vanidad  y  vanagloria.  Tal  era  la  causa  de 
una  lucha  que  ya  dejeneraba  en  guerra  civil,  pues,  desde 
aquel  instante,  cortaron  su  correspondencia,  y  sus  tro- 
pas marchaban  unas  contra  otras  (1). 

El  9  de  marzo,  el  brigadier  Juan  José  Carrera  salía 
de  Santiago  á  la  cabeza  de  900  veteranos  y  200  caba- 
llos. Su  hermano  Miguel  le  seguía  de  muy  cerca  con  ple- 
nos poderes  para  terminar  amicalmente  aquella  pueril 
discusión,  y  el  otro  hermano  Luis,  entonces  convale- 
ciente, debia  ir  á  reunirse  con  ellos  con  su  artillería. 
Así,  por  parte  de  Santiago,  todo  estaba  en  movimiento 
y  los  soldados  iban  llenos  de  entusiasmo  y  de  deseos  de 
batirse. 

Por  el  lado  de  Concepción,  este  entusiasmo  no  era 
menor.  La  provincia  entera  se  puso  en  pié  con  las  pro- 
clamas de  Rosas  y  de  Francisco  Calderón.  Cada  villa, 
cada  cantón  se  apresuró  á  dar  su  contingente  de  mili- 
cianos. Casi  todos  sus  soldados  quedaron  sobre  las  armas 
en  sus  respectivos  cantones ,  y  tres  mil  quinientos  sa- 

(1)  En  una  de  sus  cartas  á  Rosas,  cuya  copia  tenemos,  Miguel  Carrera  alega 
por  motivo  de  la  disolución  del  congreso  su  incapacidad  de  llenar  su  misión ,  sin 
pensar  de  ningún  modo  en  elaborar  una  constitución,  objeto  de  los  mas  ur- 
jentes,  malgastando  un  tiempo  precioso  en  personalidades  indecentes  y  eti- 
quetas ridiculas ,  y  luego  añade  : 

«  V.  se  engañó  fatalmente  cuando  provocó  el  congreso  en  un  reino  sin  opi- 
nión, sin  espíritu  público  ,  sin  ilustración,  sin  virtudes  civiles  y  aun  sin  cono- 
cimiento de  los  primeros  deberes  del  hombre.  Lo  ha  tocado  V.  mismo,  y 
suspender  este  congreso  era  el  medio  único  decente  y  adaptable  ;  y  convenga- 
mos que  Chile,  y  acaso  todo  el  sur,  solo  es  compatible  con  un  gobierno  ner- 
vioso, ilustrado,  que  mientras  provee  con  la  mayor  ejecución  á  su  seguridad, 
disponga  por  institutos  nacionales  unos  pueblos  insensibles  para  que  salgan 
al  estado  de  hombres.  » 


CAPÍTULO    XVII. 


257 


lieron  á  reunirse  en  Chillan,  con  sus  jefes  y  oficiales. 
Estas  tropas  eran  los  lanceros  de  la  frontera  con  sus 
lanzas,  laquis  y  coletas,  mandados  por  el  valiente 
O'Higgins ;  los  dragones  de  Linares ,  mandados  por  Be- 
navente ;  el  batallón  de  infantería  de  Chillan  á  las  órde- 
nes del  capitán  de  granaderos  don  Clemente  Lantaño, 
por  estar  ausente  su  comandante  don  Julián  Ulmeneta ; 
y  muy  luego  se  le  juntaron  el  batallón  de  Concepción,  los 
dragones  de  la  frontera  y  algunas  piezas  de  artillería 
mandadas  por  Juan  Zapatero. 

Hallándose  los  jefes  reunidos ,  se  pensó  en  formar  un 
consejo  de  guerra  para  tratar  de  las  consecuencias  que 
podría  tener  cierto  ruido,  esparcido  por  un  Franciscano , 
de  que  Carrera  proyectaba  revolucionar  la  provincia  y 
ponerla  á  fuego  y  á  sangre.  En  dicho  consejo,  se  deci- 
dió que  se  fuese  á  campar  á  la  villa  de  Linares  y  que 
Rosas  ,  con  algunas  tropas ,  marchase  á  las  orillas  del 
Maule  para  tener  una  entrevista  con  Carrera,  entrevista 
que  el  mismo  Carrera  deseaba  con  anhelo. 

La  providencia  quiso  infundir  prudencia  á  aquellos 
buenos  corazones,  que  las  pasiones  habían  enconado  uno 
contra  otro  ,  y  esta  entrevista  se  verificó  en  el  Fuerte 
viejo,  al  norte  del  Rio  Maule ,  convertido ,  en  aquella 
ocasión ,  en  una  especie  de  Rubicondo  para  los  dos  am- 
biciosos opuestos.  Después  de  haberse  prometido,  recí- 
procamente, sincera  y  franca  amistad,  entraron  en  con- 
ferencia. Hablando  Rosas  en  nombre  de  la  Asamblea , 
pidió  la  aceptación  del  tratado  que  por  el  conducto 
de  su  delegado  O'Higgins  le  habia  sido  enviado,  y  en  el 
cual  se  estipulaba  la  convocación  de  un  congreso ,  el 
nombramiento  de  un  nuevo  poder  ejecutivo  y  sobretodo  el 
esablecimiento  de  un  gobierno  realmente  representativo. 


V.   HláTORIA. 


17 


Jk 


258 


HISTORIA    DE    CHILE. 


Carrera  admitió  sin  dificultad  la  elección  de  un  nuevo 
congreso,  pero  no  el  nombramiento  de  un  nuevo  poder 
ejecutivo,  en  el  cual  temia  no  ser  comprendido,  y,  por 
él  hecho,  hizo  toda  discusión  inútil.  Sus  palabras  vagas, 
subversivas  y  aun  capciosas  pusieron  en  cuidado  á  Ro- 
sas, que  al  reunirse  con  su  estado  mayor,  no  pudo  menos 
de  manifestar  alguna  desconfianza  sobre  las  intenciones 
tte  Carrera  (1).  Sinembargo ,  emplazaron  segunda  con- 
ferencia, que  debia  verificarse  en  la  villa  de  Talca,  la 
cual  se  hallaba  en  el  centro  de  la  posición  del  ejército  de 
Santiago.  La  aceptación  de  esta  nueva  entrevista  era 
imprudente  de  la  parte  de  Rosas ,  que  ya  sospechaba 
algún  artificio  en  su  rival ;  pero  sin  duda  no  se  decidió 
%  creerle  capaz  de  un  acto  de  felonía.  Noobstañte,  su 
estado  mayor,  fundándose  en  que  en  la  guerra,  la  pru- 
dencia es  una  de  las  principales  virtudes  de  un  jefe,  le 
manifestó  una  respetuosa  desaprobación.  O'Higgihs  so- 
bretodo se  mostró  desconfiado,  temió  la  lentitud  y  aun 
también  la  imposibilidad  de  un  tratado  ,  y  animado  de 
un  ardiente  deseo  de  "salir  de  dudas,  pidió  los  cuatro- 
cientos dragones  qué  habian  acompañado  a  Rosas,  y  los 
Cuatro  batallones,  de  cien  hombres  cada  uno,  de  su  Teji- 
miento de  lanceros,  y  con  estos  ochocientos  hombres 
se  propuso  causar  una  poderosa  diversión  en  el  ejército 

enemigo. 

Su  plan  era  ir  á  pasar  el  Rio  á  la  parte  de  las  Cordi- 
lleras y  marchar  al  norte  para  cortarlo  y  apoderarse  de 
la  artillería,  que  se  hallaba  mal  ordenada  entre  San  Fer- 
nando y  Curico.  En  esta  sorpresa,  esperaba  también 
hacer  prisioneros  algunos  granaderos  que  se  hallaban 


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CAPÍTULO    XVII. 


259 


cerca  de  esta  última  villa,  é  incorporándolos  con  sus 
Hopas,  marchar  directamente  sobre  la  capital 

Este  proyecto  era  atrevido,  grande  pero  no  imposible, 
-¡pálmente  como  concepción  de  un  militar  1^ 
W  de  levarlo  á  ejecución  ;  pero  Rosas  no  era  militar 
y  no  podía  bailarlo  de  su  gusto.  Ardiente  en  discusiones, 
viente  también  con  los  ladrones  y  asesinos,  de  lo 
cuales  era,  en  seguida,  juez,  este  se  sentía  muy  intimi- 
dado al  verse  al  frente  de  un  batallón.  Por  lo  mismo 
prefine .continuar  su  negociación  por  medio  de  la  cor- 
respondencia de  oficio  (1). 

O'Higgins  se  encargó  de  llevar,  al  día  agotarte»  de 
abril,  un  oficio  á  Carrera  induciéndole  á  que  fuese  á 
Linares  en  donde  la  Junta  de  Concepción  se  reunía  para 
terminal-  aquellos  debates,  y  en  caso  de  impedimento,  á 
terminarlos  por  correspondencia  : 

«  El  oríjen,  principio  y  fundamento  único  de  nuestras 
diferencias  (decía),   consiste  en  la  no  ratificación  del 
convenio  del  12  de  enero.  En  el  oficio   de  V.  S    á  la 
junta  ,  de  27  del  corriente,  asegura  trae  poderes  bastan- 
tes para  terminar  este  negocio.  Trátese  de  él,  ante  todas 
cosas  :  rat,fíque,0  y.  S.  desde  esa  y  todo  está  acabado. 
fo  hay  reparos  que  oponer  á  algunos  de  sus  capítulos , 
V.  6.  señale  cuales  son  con  espresion  y  claridad  para 
contestarlos    y  allanar  los  medios  de  que  concluyamos 
en  breve    Si  hay  otro  medio  de  comunicación,  propón- 
galo V.  S.,  que  yo  estoy  llano  y  pronto  á  todo  (2)   » 

Los  mismos  motivos  de  prudencia  que  habían  impe- 
dido á  Rosas  de  ir  á  Talca,  indujeron  á  Carrera  á  no  ir 
a  Linares ;  pero  recibió  con  las  mayores  demostraciones 

(1)  Conversación  con  don  Aera.  O'HIggius 

«  Olido  de  don  Juan  Rosas  a  Miguel  Cairele. 


260 


MSIORIA    DE    CHILE. 


de  afecto  á  O'Higgins,  á  quien  prometió  una  respuesta 
categórica  para  el  dia  siguiente.  Esta  respuesta  ,  que  no 
llegó  hasta  tres  dias  después,  era  muy  propia  á  tranqui- 
lizar los  espíritus.  Carrera  admitía ,  en  ella ,  la  mayor 
parte  de  los  artículos  del  tratado  (1) ;  pero  queria  dejar 
á  la  deliberación  del  nuevo  congreso  los  que  ofrecian  al- 
guna diñcultad,  lo  cual  fué  aprobado  por  Rosas ;  de  suerte 
que  al  cabo  de  algunos  dias ,  ya  estaban  de  acuerdo  y 
convenían  en  que  hubiese  suspensión  de  armas,  y  en 
que  los  dos  ejércitos  regresasen  a  sus  cuarteles  respec- 
tivos (2). 

Así  se  terminó  esta  querella  que  se  presentaba,  a  pri- 
mera vista,  tan  borrascosa  y  que  concluyó  del  modo 
mas  político  dejando  esperar  el  restablecimiento  del 
estado  normal  de  las  cosas,  cuando  dos  contrarevolu- 
ciones sobrevinieron  para  arruinar  uno  de  los  dos  par- 
tidos con  provecho  del  otro. 

La  primera  fué  la  que  hicieron  los  realistas  en  la  junta 
de  Valdivia.  Poco  satisfechos  de  las  nuevas  que  llegaban 
de  Concepción  y  de  Santiago,  temiendo  los  resultados 
de  la  anarquía  y  no  queriendo  entregarse  á  Rosas,  juz- 
garon oportuno  operar  una  contrarevolucion  para  poner 
la  provincia  á  la  devoción  de  Miguel  Carrera,  que  creían 
era  el  jefe  del  partido  realista.  Para  llegar  á  su  fin,  ga- 
naron primero  a  las  tropas  con  promesas  pecuniarias 
y  el  16  de  marzo  á las  dos  de  la  mañana,  se  verifico  el 
alzamiento  contra  la  junta,  a  los  gritos  de  viva  el  Rey, 
viva  la  Relijion,  viva  el  presidente  Miguel  Carrera. 

(1)  Veolo  en  los  documentos. 

2  Este  tratado  fué  desaprobado  por  muchos,  y  particularmente  por  An- 
tonio P  n  o  el  cual  escribía  de  Buenos-Aires  á  Man.  Rodríguez  que  Carrera 
Xa  debido  no  tratar,  y  obrar  con  firmeza  contra  Rosas.  (  Carta  part.cu.ar 
a  Man.  Rodríguez. ) 


CAPITULO    Wíí. 


261 


Machos  de  los  miembros  (Vieron  arrestados  y  enviados  á 
Concepción,  entre  ellos  el  capellán  don  Pedro  José  Eley- 
zegui,  que  era  uno  de  los  exaltados.  Otros  quedaron  en 
Valdivia,  uno ,  don  Jayme  Guarda ,  pudo  escaparse  y 
atravesar  la  Araucania. 

Esta  junta  así  disuelta,  se  formó  otra  con  el  nombre 
de  junta  de  guerra,  y  cuyo  presidente  fué  don  Ventura 
Carvallo  coronel  graduado ,  con  José  Antonio  Martínez 
de  secretario.  En  seguida,  se  pensó  en  poner  la  provin- 
cia en  estado  de  defensa.  Se  restituyeron  los  empleos  á 
los  empleados  que  los  habían  perdido,  y  se  remitió  un 
parte  circunstanciado  al  gobierno  de  todo  lo  sucedido. 

En  el  momento  mismo  en  que  Carrera  arreglaba  en 
Talca  los  preliminares  de  paz  con  Rosas ,  recibió  la  no- 
ticia de  la  contrarevolucion  de  Valdivia  y  del  entusiasmo 
con  que  lo  habían  proclamado  presidente  de  la  real  Au- 
diencia. Por  muy  lisonjero  que  le  fuese  este  título,  no 
por  eso  dejó  de  sentir  el  error  que  padecían  cuando  aun 
pensaban  en  el  gobierno  caido,  y,  en  su  respuesta,  des- 
pués de  manifestarse  reconocido ,  les  dice  cuanto  siente 
que  « aun  no  les  haya  llegado  la  opinión  de  la  patria. 
Discordan  (anadia)  nuestros  pensamientos  en  el  sistema; 
y  Chile  que  á  toda  costa  no  perdonará  medio  que  con- 
duzca á  su  rejeneracion ,  á  su  libertad  y  á  su  felicidad, 
sufre  con  dolor  la  desgracia  de  no  haber  alcanzado  con 
las  ideas  de  su  profesión  al  corazón  de  los  patriotas  de 
Valdivia  (1).  » 

La  respuesta  del  gobierno  fué  aun  mucho  mas  esplí- 
cita : « No  hemos  podido,  les  decía,  menos  de  resentimos  y 
cubrirnos  del  mayor  dolor  y  vergüenza  al  llegar  k  la  pro- 
clamación de  la  rejencia  de  España  y  de  un  presidente 

(1)  La  Aurora  de  Chile,  n°  22. 


Jk 


•262 


HISTORIA    DE    CHILli. 


del  reino.  Uno  es  la  opinión  de  la  patria,  otro  su  orden, 

otro  su  gobierno  y  otras  sus  intenciones En  Chile 

no  hay  presidente,  ni  el  reino  se  somete  á  la  rejencia  de 
España.  Su  institución ,  su  orden  y  su  poder  están  re- 
vestidos de  las  nulidades  y  vicios  que  proclama  Valdivia 
contra  su  junta,  y  porque  la  destrozó  y  acabó  (1).  » 

Pero  á  pesar  de  la  discreción  de  su  lenguaje,  y  de 
haberles  anunciado  una  remesa  de  dinero,  los  miem- 
bros de  la  nueva  junta  resolvieron  desembarazarse  de 
todas  las  travas  revolucionarias  y  restablecer  el  antiguo 
gobierno,  para  lo  cual  pidieron  á  don  Ignacio  Justis, 
gobernador  de  Ghiloe,  un  socorro  de  hombres,  que  les 
fueron  enviados  en  número  de  doscientos  soldados  al 
mando  del  capitán  de  granaderos  don  Francisco  Arenas, 
el  mismo  que ,  poco  tiempo  después ,  fué  nombrado  go- 
bernador de  Valdivia,  cuando  esta  plaza,  separándose 
enteramente  del  gobierno  de  Santiago,  se  sometió  al  vi- 
rey  del  Perú. 

La  otra  contrarevolucion  fué  de  mucha  mas  impor- 
tancia aun  para  la  suerte  política  de  Carrera,  puesto  que 
se  efectuó  contra  su  poderoso  rival.  Su  oríjen  fué  la  pe- 
nuria de  dinero  en  que  se  hallaba  la  tesorería  de  la  pro- 
vincia de  Concepción  después  que  Santiago  le  habia  rehu- 
sado todo  situado  ,  y  los  grandes  gastos  que  habían 
sido  indispensables  para  mantener  sobre  las  armas  el 
gran  número  de  milicianos  que  debían  marchar  sobre 
Talca  á  la  primera  señal  (2).  Desde  entonces,  viéndose 
forzados  á  no  dar  á  los  veteranos  mas  que  la  mitad  de  la 
paga,  estos  manifestaron  su  descontento,  del  que  los 
realistas  y  algunos  patriotas  opuestos  á  Rosas  supieron 

(1)  La  Aurora  de  Chile,  o6  22. 

*J)  Conv.  con  don  Bern.  O'Higgins. 


CAPITULO    XVTÍ. 


263 


aprovecharse.  En  efecto ,  el  8  £e  julio ,  á  las  diez  de  la 
noqbe,  don  Juan  Miguel  de  Benavente,  sarjento  mayor 
del  cuerpo  de  dragones,  don  Ramón  Ximenez,  sarjento 
mayor  del  batallón  de  infantería,  y  don  José  Zapatero, 
capitán  del  real  de  artillería,  reunieron  sus  tropas  en:  la 
plaza,  poniendo  centinelas  en  todas  las  esquinas  con  or- 
den de  no  dejar  salir  á  nadie ,  y  en  el  mismo  momento 
mandaron  á  los  dragones  arrestar  á  todos  los  miembros 
de  la  junta,  que  mantuvieron  en  arresto ,  á  la  disposición 
del  gobierno  de  Santiago. 

El  dia  siguiente,  nombraron  otra  junta  que  fué  ente- 
ramente militar  (1) ,  que  repuso  en  sus  empleos  á  todas 
las  personas  á  quienes  se  les  habían  quitado ,  y  que  se 
aplicó  á  tomar  las  mas  útiles  precauciones  para  hacer 
vanas  todas  las  tentativas  posibles  de  reacción.  Los  sol- 
dados continuaron  bivaqueando  en  la  plaza ,  en  medio 
de  la  cual ,  á  cielo  descubierto,  el  capellán  les  decia  misa 
como  si  estuviesen  á  la  vista  del  enemigo,  y  se  formó 
una  compañía  de  personas  las  mas  notables  y  afectas  á 
la  nueva  junta  para  redoblar  de  vijilancia  y  aliviar  la 
fatiga  de  los  soldados.  El  conde  de  Marquina  fué  nom- 
brado capitán  de  dicha  compañía,  y  su  teniente  y  alfé- 
rez fueron  don  Xavier  Manzano  y  don  Martin  Plaza  de 
los  Reyes,  el  primero  teniente  coronel  del  ejército ,  y  el 
segundo  coronel  de  milicias.  Todos  cuantos  eran  contra- 
rios y  podían  perjudicar  al  nuevo  poder  fueron  espul- 
sados de  la  ciudad ;  el  teniente  de  artillería  Fer.  Zor- 
rilla fué  enviado  á  Arauco,  y  José  Eleyzegui  arrestado, 
como  convencido  de  haber  ofrecido  14,000  p.  á  los  sol- 

(1)  Compuesta  de  don  Pedro  José  Benavente  como  presidente ;  don  Juan 
Miguel  Benavente,  vice-presidente;  de  don  Ramón  Ximenes  y  del  capitán  de 
dragones  don  José  Maria  Artiga,  como  vocales.  El  secretario  era  el  capitán  de 
infantería  don  Luis  Garreton. 


^ 


26/j 


HÍSTOTUA    DK    CHILE. 


dados  si  querían  apoderarse  de  la  artillería  (1).  Este 
Eleyzegui  era  cuñado  del  voeal  Bernardo  Vergara ,  y  el 
mismo  sacerdote  que  era  miembro  de  la  junta  de  Val- 
divia, y  que ,  seis  horas  después  de  su  caida,  se  había 
visto  obligado  á  refujiarse  á  Concepción.  De  un  jenio 
inquieto  y  muy  liberal,  tenia  por  la  independencia  de  su 
país  el  fervor  de  un  apóstol  y  el  valor  de  un  mártir.  Por 
eso,  á  pesar  de  los  engaños  que  padeció ,  no  dejó  de  ser 
uno  de  los  primeros  á  conspirar  contra  cuantos  creía  ene- 
migos de  las  libertades  proclamadas. 

(1)  Relación  de  las  novedades  ocurridas ,  en  1812  ,  en  Concepción.        Mss. 


CAPITULO    XVIII. 


Los  habitantes  de  Santiago  saben  con  satisfacción  el  tratado  de  paz  de  los  dos 
pretendientes,  y  posteriormente  la  disolución  de  la  junta  de  Concepción  y 
el  arresto  de  sus  miembros.  —  Llegada  de  estos  á  Santiago. —  Su  destierro. 
—  Rosas  marcha  para  Mendoza ,  en  donde  fallece. —  M.  Carrera  aumenta  el 
número  de  sus  tropas. —  Su  prodigalidad  en  sus  gastos. —  Los  grados  supe- 
riores en  el  ejército  son  dados  á  su  familia. —  El  poder  ejecutivo  da  su  prin- 
cipal atención  á  las  administraciones  civiles.  —  Proyecto  de  empadrona- 
miento.—  Decreto  para  !a  fundación  de  escuelas  gratuitas. —  Instituto  nacio- 
nal.—  Llega  una  imprenta  á  Chile.  —  Camilo  Henriquez.  —  La  Aurora, 
primer  diario  de  Chile.—  Su  espíritu  liberal  y  subversivo.—  Su  influencia 
en  favor  del  movimiento.— El  poder  ejecutivo  aprovecha  todas  las  ocasiones 
para  atraer  el  pueblo  á  su  partido.  —  Recibimiento  de  Poinsett  como  cónsul 
jeneral  de  los  Estados  Unidos.— Aniversario  del  18  de  setiembre.— Bandera 
nacional  y  su  escudo.  —  Grande  pronunciamiento  en  favor  de  la  libertad  y 
de  la  independencia. 


Al  tiempo  de  la  salida  de  Miguel  Carrera  para  ir  á 
disputar  el  poder  á  su  poderoso  adversario,  y  restablecer 
la  unidad  nacional  bastante  comprometida ,  el  público 
de  Santiago  estaba  jeneralmente  desasosegado.  El  ca- 
rácter ambicioso  y  resuelto  de  estos  dos  jefes  era  muy 
conocido  y  todos  temian  que  la  lucha  fuese  larga,  obsti- 
nada, y  que  ocasionase  una  guerra  civil,  tanto  mas  de 
temer  cuanto  la  rivalidad  de  las  dos  provincias  podia 
contribuir  á  que  fuese  mas  encarnizada.  Algunas  perso- 
nas de  influjo  se  habían  ofrecido  para  ir  á  mediar  y  con 
seguir  que  se  terminasen  de  un  modo  amical  aquellas 
pueriles  discusiones.  Otros,  probablemente  con  diferente 
objeto,  habian  hecho  lo  posible  para  formar  una  conspi- 
ración que  no  tuvo  consecuencias  pero  que,  tal  vez, 
obligó  á  Carrera  á  irse  con  ideas  mas  prudentes  y  mas 
moderadas  respecto  á  su  modo  de  conducirse.   En  todo 


266 


HISTORIA    DI    CHILE. 


caso,  el  pueblo  estaba  con  mucha  zozobra  y  manifestaba 
sus  temores  con  quejas  y  con  libelos.  Así  se  hallaba  ator- 
mentado por  crueles  presentimientos  cuando  recibió  el 
anuncio  de  la  conclusión  de  la  disputa. 

Esta  noticia,  que  llegó  en  el  momento  en  que  se  aca- 
baba de  saber  el  insignificante  resultado  de  la  primera 
entrevista,  causó  el  mas  vivo  contento  á  los  habitantes 
de  Santiago ;  porque  á  todos  les  pareció  que  era  de  un 
feliz  agüero  para  el  próximo  restablecimiento  de  la  tran- 
quilidad pública  y  se  felicitaban  de  aquel  acontecimiento, 
bien  que  estuviese  aun  lejos  de  su  conclusión.  Estaban 
todos  tan  cansados  de  un  estado  tal  de  incertidumbre , 
que  muchos  de  los  partidarios  mismos  de  Rosas  echaron 
á  un  lado  sus  resentimientos  y  salieron  al  encuentro  del 
triunfador,  que  reunía,  decían  ellos,  el  mérito  de  hombre 
político  al  de  militar.  Su  recibimiento  en  la  ciudad  fué 
tan  brillante  como  sincero  ,  y  le  acompañaron  hasta  su 
casa  con  demostraciones  de  afecto  jeneral.  Sus  tropas 
tuvieron  también  parte  en  aquella  ovación  y  pudieron 
gozar  del  entusiasmo  con  que  todos  salieron  a  recibirlas. 

Pero  este  júbilo  fué  aun  mucho  mayor  cuando ,  el  dia 
12  de  julio,  se  supo  la  contrarevolucion  que  las  tropas 
habían  operado  disolviendo  la  junta  de  Concepción  y  ar- 
restando á  todos  sus  miembros.  Esta  noticia ,  que  dejaba 
á  Carrera  solo  dueño  del  poder,  fué  recibida  con  grandes 
muestras  de  alegría,  y  celebrada,  durante  muchos  dias. 
con  funciones,  iluminaciones,  salvas  de  artillería  y  repi- 
que de  campanas.  Muchas  personas  firmaron  y  enviaron, 
luego  después,  una  acta  de  felicitaciones  al  gobierno ,  el 
cual  se  apresuró  á  reclamar  los  prisioneros,  áfin  de  po- 
nerlos en  la  imposibilidad  de  rescatarse,  diciendo  á  la 
junta  de  guerra  de  Concepción  : 


CAPÍTULO   XVIII. 


267 


«  Hará  V.  S.  que  el  brigadier  don  Juan  Martínez  de 
Rosas  pase  inmediatamente  á  esta  capital  bajo  su  pa- 
labra de  honor,  acompañado  de  un  oficial ,  remitiendo  á 
los  demás  con  una  escolta  que  haga  su  seguridad  indi- 
vidual sin  mengua  de  su  carácter  y  destinos  (1).  » 

No  eran  menos  los  deseos  que  tenia  la  junta  de  Con- 
cepción de  desembarazarse  de  aquellos  ilustres  prisio- 
neros, los  cuales ,  por  sus  relaciones  de  parentesco ,  su 
influencia  y  su  talento  ,  podían  fácilmente  eludir  su  au- 
toridad y  su  vijilancia ,  y  se  apresuró  á  dar  la  orden  de 
su  marcha.  Entre  ellos,  iban  :  el  coronel  Luis  de  la  Cruz, 
el  capitán  de  milicias  don  Bernardo  Vergara,  el  licen- 
ciado don  Manuel  Novoa ,  todos  miembros  de  la  junta 
disuelta,  y  don  Francisco  Calderón  comandante  de  in- 
fantería. 

En  cuanto  á  Rosas,  no  se  juzgó  oportuno  que  entrase 
en  Santiago,  y  al  llegar  al  rio  Maypu,  se  encontró  con 
un  oficial  que  tenia  orden  de  conducirlo  á  San  Vicente, 
hacienda  de  Carrera,  en  donde  fué  muy  bien  tratado  y 
visitado  por  muchos  de  sus  amigos.  Dos  meses  después  , 
es  decir,  el  10  de  octubre ,  recibió  la  noticia  que  lo  iban  á 
desterrar  á  Mendoza,  La  orden  de  su  salida  para  dicha 
ciudad  se  redujo  á  un  simple  pasaporte  que  espresaba 
por  motivo  de  su  viaje  el  arreglo  de  asuntos  de  familia, 
y,  en  efecto ,  salió  inmediatamente  sin  haber  podido  ob- 
tener algunos  dias  de  dilación. 

Los  habitantes  de  Mendoza  le  recibieron  con  todos 
los  miramientos  debidos  á  su  rango  y  á  su  mérito ,  y 
en  breve  se  vio  el  hombre  público  del  país ,  nombrado 
presidente  de  la  sociedad  patriótica  literaria  que  acababa 

(1)  Contestación  al  oficio  de  la  junta  de  guerra  de  Concepción.  ( Aurora  ex- 
tr3ord.,n024.) 


Jk 


HISTORIA    DE    CHILE, 

de  ser  fundada.  Desgraciadamente ,  no  pudo  disfrutar 
mucho  de  todos  estos  honores,  pues  profundamente 
conmovido  de  los  sucesos,  y  aun  también  disgustado  de 
verse  ausente  de  su  familia  y  de  esta  su  segunda  patria, 
que  en  su  acendrado  afecto  consideraba  como  su  ver- 
dadera nación,  se  dejó  llevar  de  pensamientos  melancó- 
licos, y  el  mal  de  hipocondria  se  lo  llevó  al  cabo  de  al- 
gunos meses.  Así  acabó  aquel  grande  hombre ,  á  quien 
la  patria  debe  el  primer  desarrollo  de  su  fuerza  y  de  su 
conciencia,  y  que  se  puede  considerar  como  padre  de 
la  independencia  chilena  (i). 

En  cuanto  á  sus  compañeros,  estos  fueron  mas  felices 
y  permanecieron  en  su  país ,  bien  que  relegados  en  las 
villas  de  lo  interior.  Don  Luis  de  la  Cruz  fué  confinado 
á  Illapel ;  Vergara ,  á  Melipilla ;  Novoa ,  á  Quillota ;  y 
Calderón ,  al  Huasco.  Este  último  no  era  miembro  de  la 
junta,  pero  la  sostenía  con  todo  su  poder  como  jefe  de 
batallón  de  infantería  de  la  frontera,  empleo  que  habia 
obtenido  á  consecuencia  de  la  destitución  del  conde  de 
la  Marquina. 

En  tiempos  de  grandes  conmociones  políticas,  las 
mayores  y  mas  repugnantes  injusticias  pasan,  por  decir- 
lo así,  incógnitas,  porque  el  egoísmo  natural  junto  con 

(1)  Hizo,  ademas,  grandes  servicios  al  país,  como  abogado  hábil,  y  admi- 
nistrador celoso.  Nadie  ignora  con  qué  ardor  perseguía  á  los  ladrones  cuando 
era  asesor  del  intendente  de  Concepción,  y  el  mucho  bien  que  hizo  á  la  ciu- 
dad, ya  hermoseándola  y  ya  asanándola  secando  algunas  lagunas.  Como  hombre 
de  talento  ,  era  el  oráculo  de  todos  los  habitantes  de  la  provincia ,  y  á  pesar  de 
sus  ideas  muy  avanzadas,  y  muy  atacadas  por  los  realistas,  Carrasco  no  habia 
dudado  en  tomarlo  por  su  asesor  particular.  En  suma,  su  renombre  era  tan 
bien  merecido  ,  que  en  1798 ,  cuando  José  María  Luxan ,  fiscal  de  la  real  aca- 
demia practica  forense  de  Santiago,  le  dio  un  certificado  de  sus  méritos,  no 
pudo  menos  de  espresarse  en  términos  los  mas  honrosos  en  favor  de  sus 
o  ajigantados  talentos,  hasta  el  grado  de  hacerse  respetar  entre  los  mas  sabios 
maestros,  etc.,  etc. » 


CAPITULO    XV1I1. 


269 


las  pasiones  de  los  partidos ,   y  el  temor  de  los  riesgos 
que  cada  uno  corre,  hace  que  nadie  piensa  mas  que  en 
su  propio  interés ,  dejando  con  indiferencia  que  los  de- 
mas  sufran  su  suerte.  Así  sucedió  que  el  destierro  de  Ro- 
sas ,  que  en  este  instante  inspira  justa  indignación ,  fué 
mirado  en  aquel  tiempo  de  turbación  con  la  mayor  frial- 
dad, y  sin  el  menor  sentimiento,  casi  todos  abrazando  la 
causa  del  hombre  que  ofrecia  mas  garantías  contra  los 
elementos  de  anarquía  que  amenazaban  la  tranquilidad 
pública.  Hablando  del  jefe  del  estado  ,  todos  se  espre- 
saban con  cierta  especie  de  cortesía,  sincera  ó  afectada, 
pero  muy  conveniente  en  aquel  momento,  en  que  se  ne- 
cesitaba conciliar  intereses  opuestos,  aquietar  las  pasio- 
nes y  recomendar  a  los  hombres  capaces  aquellas  insti- 
tuciones que  pedian  tanta  atención  y  tantas  reformas. 
Haciéndose,  en  cierto  modo,  jefe  de  la  república ,  Mi- 
guel Carrera  tomaba  sobre  sí  una  grave  responsabilidad, 
y  nadie  mejor  que  él  podia  dirijir  el  carro  del  estado  pol- 
la verdadera  via  que  debia  seguir.  Con  sus  arranques 
que  causaban  tanto  entusiasmo  ;  con  la  actividad  de  sus 
movimientos :  con  el  nervio  patriótico  que  tenia  y  que 
daba  tanto  aliento  al  patriotismo  y,  enfin,  con  la  acepta- 
ción jeneral  que  gozaba ,  estaba ,  en  el  mas  alto  grado , 
obligado  á  llenar  con  honor  y  gloriosamente  sus  sagra- 
dos deberes. 

Ademas ,  la  suerte  le  era  sumamente  propicia.  Gra- 
cias á  sus  campañas  do  España,  Carrera  era  el  verdadero 
jenio  marcial  de  la  república  y  tenia  una  grande  supe- 
rioridad sobre  los  demás  jefes,  sin  esceptuarlosque  dis- 
frutaban mayores  grados  que  el  suyo.  Las  tropas  le 
amaban,  y  los  oficiales  se  hicieron  al  instante  sus  afec- 
tísimos amigos  y  sus  compañeros  en  pasatiempos  pue- 


^ 


270 


HISTORIA    DE   CHILE. 


riles,  que  estaban  muy  lejos  de  merecer  la  aprobación 
de  los  hombres  de  juicio.  Reflexionando  sobre  los  ries- 
gos á  que  estaba  espuesto  el  país ,  ya  por  ambición  de 
los  partidos,  ya  por  la  posibilidad  de  una  invasión  espa- 
ñola, creyó  oportuno  dar  un  impulso  militar  á  las  institu- 
ciones, y  aun  también  á  la  educación  de  la  juventud , 
sembrando,  por  el  hecho  ,  la  carrera  del  defensor  de  la 
patria  de  los  mas  insignes  honores  (1).  También  formó 
nuevos  cuerpos  de  milicias  que  entregó ,  desde  luego ,  á 
la  instrucción  y  ala  disciplina,  y  nuevos  batallones  de  ve- 
teranos; y  mandó  que  el  jefe  supremo  tuviese  una  guar- 
dia de  honor,  bajo  el  nombre  de  gran  guardia  ó  guardia 
nacional  (2),  compuesta  de  un  escuadrón  de  húsares,  de 
los  cuales  se  nombró  él  mismo  comandante ,  perfectamente 
equipados ,  lo  cual  ocasionó  zelos  en  los  demás  cuerpos , 
que  noobstante  ocupaban  igualmente  su  atención  ;  por- 
que ,  por  lo  mismo  que  habia  visto  tropas  perfectamente 
vestidas,  deseaba  poner  en  el  mismo  pié  alas  de  Chile, 
no  solo  en  cuanto  al  brillo  esterior  que  realza  al  soldado 
á  sus  propios  ojos,  sino  también  en  su  trato  interior,  y 
este  fué  el  motivo  que  tuvo  para  levantar  una  caserna  á 
los  huérfanos ,  bajo  un  plan  demasiado  vasto  y  costoso 
para  que  fuese  posible  ejecutarlo  nunca  completamente. 
Esta  especie  de  lujo  de  construcción  y  de  equipo  habia 
ocasionado  grandes  gastos  que  el  país  no  estaba  en  es- 
tado de  sobrellevar ;  porque  todo  cuanto  se  necesitaba 

(1)  Como  después  'de  la  revolución  ,  muchos  que  no  eran  militares  llevaban 
uniformes,  galones  y  charreteras,  cosa  realmente  escandalosa,  mandó  formar 
una  junta  de  jefes  «para  que  rejistre  y  reconozca  los  títulos  que  documenten  á 
cada  uno  su  uso,  privando  de  él  á  los  que  no  los  tengan.»  (Oficio  del  27  de 
febrero  1812,  en  la  Aurora,  n "  5 ,  extraord.) 

(2)  Compuesta  de  soldados  de  caballería  lijera  que  debían  ejercitarse  en  el 
manejo  de  la  tercerola,  de  la  pistola  y  del  sable,  que  eran  sus  armas.  La 
fuerza  «lectiva  de!  cuerpo  era  de  438  h. 


CAPÍTULO    XVIII. 


271 


estaba  sumamente  caro,  y  si  á  esto  se  añaden  los  pocos 
ingresos  del  fisco ,  y  la  pobreza  del  país  mismo ,  se  verá 
que  la  tesorería  no  podia  menos  de  hallarse  muy  pronto 
en  el  mayor  apuro ,  y,  en  efecto ,  hubo  que  recurrir  á 
donativos ;  pero  si  unos  se  apresuraban  á  mostrarse  je- 
nerosos,  otros,  enjeneral ,  lo  hacian  con  bastante  repu- 
gnancia ,  porque  el  carácter  económico  del  chileno  no 
le  permitía  mirar  con  indiferencia  la  grande  prodiga- 
lidad que  rayaba  ya  en  desperdicio.  Sobre  esto  aun  hubo 
también  algunos  clamores  de  descontento,  y  algunos 
se  propasaron  á  poner  en  duda  la  probibad  de  Miguel 
"Carrera;  acusación  injusta,  calumnia  verdadera  en  opo- 
sición diametral  con  el  espíritu  liberal  de  un  hombre 
que,  noobstante  la  ambición  que  tenia  de  hacer  las  co- 
sas con  grandeza ,  manifestaba  su  abnegación  personal 
en  la  sencillez  y  modestia  de  su  traje. 

Gon  todo  eso  no  nos  podemos  disimular  que  habia  en 
esta  familia  un  espíritu  de  conveniencia  egoísta,  visto  que, 
como  ya  lo  hemos  dicho ,  sus  miembros  tenían  los  pri- 
meros empleos  del  ejército,  sin  duda  con  el  fin 'de  apro- 
vecharse de  ellos  para  dominar.  En  el  espacio  solo  de  al- 
gunos meses,  el  padre  y  Juan  José  habían  sido  promovi- 
dos al  grado  de  brigadier ;  los  otros  dos  hijos  eran  ya 
coroneles,  y  todos,  menos  el  padre,  tenían  el  mando  de 
algún  cuerpo.  Es  verdad  que  todos  estos  militares  impro- 
visados, por  decirlo  así,  tenían  un  carácter  diferente.  Luis 
era  poco  ambicioso,  y,  lo  que  es  mas,  tenia  poca  inclina- 
ción á  las  armas ,  según  lo  manifestó  claramente  en  to- 
das las  acciones  en  que  se  halló  con  las  débiles  pruebas 
que  dio  de -sus  conocimientos  y  de  su  valor.  Al  contra- 
rio, Juan  José  se  ha  distinguido  siempre  por  su  bizarría, 
y  teniamucho  mas  juicio  que  Ju^an 'Miguel,  el  cual,  aun- 


HISTORIA   Dü   CHILE. 

quémenos  valiente  que  su  hermano  primero,  poseía  todo 
lo  que  da  superioridad .  como  talento,  actividad  y  sobre- 
todo la  preciosa  esperiencia  adquirida  al  frente  de  un 
enemigo  que  en  aquella  época  se  reputaba  un  modelo  de 
táctica  y  de  disciplina. 

A  pesar  de  estas  ventajas ,  Juan  José  no  podia  some- 
terse á  su  hermano  como  inferior  en  grado  y  de  menor 
edad,  porque  tenia  también  la  conciencia  de  su  mérito, 
y  la  jerarquía  militar  le  hacia  olvidar  los  miramientos 
que  debia  á  un  miembro  del  poder  ejecutivo.  Así  habia 
á  menudo  entre  ellos  discusiones  y  enconos  que  el  padre 
procuraba  apaciguar,  pero  se  guardaban  un  rencor  que, 
al  cabo,  no  podia  menos  de  estallar. 

Afortunadamente ,  el  estado  de  confusión  en  que  se 
hallaba  ei  país  no  les  dejaba  lugar  para  pensar  en  él. 
Todas  las  administraciones ,  como  ya  se  ha  dicho ,  pe- 
dían toda  la  atención  y  todos  los  cuidados  de  las  autori- 
dades, y  por  mucho  que  el  ejército  le  ocupase ,  Miguel 
tenia  también  que  pensar  en  la  organización  de  los  des- 
pachos públicos ,  y  en  las  medidas  de  reforma  que  exijia 
el  nuevo  estado  de  la  sociedad  y  de  la  civilización.  Pero 
ya  se  sabe  que  las  acciones  de  un  guerrero  no  tienen 
siempre  por  guia  á  la  ciencia  ,  y  necesitaba  consejos  de 
personas  que  supliesen  su  insuficencia.  Para  eso,  tuvo  el 
buen  tino  de  escojer  sujetos  tales  como  Manuel  Salas, 
Gabriel  Tocornal  ,  Juan  Egaña,  Bernardo  Vera  y  otros, 
los  cuales  eran  muy  capaces  de  conducirlo  por  la  verda- 
dera senda  de  los  progresos,  y  por  medio  de  estos  buenos 
patriotas  pensó  en  establecer  el  orden  y  la  legalidad  que 
después  de  algún  tiempo  no  se  veian  en  los  actos  admi- 
nistrativos. 

Pero  lo  que  mas  le  preocupaba  era  el  establecimiento 


capítulo  xvm. 


273 


de  un  gobierno  fundado  en  las  verdaderas  bases  de  la 
representación  democrática.  Como  esta  especie  de  go- 
bierno tiene  su  orijen  en  la  elección  y  es  de  rigorosa 
justicia  que  el  número  de  diputados  de  cada  provincia 
sea  proporcionado  al  de  sus  habitantes,  mandó  hacer 
un  empadronamiento  jeneral,  operación  que  nunca  se 
había  hecho  mas  que  con  resultados  inciertos  y  aproxí- 
mateos (1). 

La  instrucción  de  la  juventud  fué  también  un  parto 
de  aquellas  ideas  democráticas  según  las  cuales  el  pue- 
blo debía  adquirir  estensamente  el  conocimiento  de  sus 
derechos  para  llegar  á  ejercerlos  con  dignidad  nom- 
brando libremente  y  con  acierto  representantes  capaces 
de  defender  los  intereses  de  la  nación,  y  de  deliberar 
sobre  la  promulgación  de  las  leyes  las  mas  conformes  al 
bien  público.  Afín  de  conseguir  este  resultado,  y  dar  al 
mismo  tiempo  al  pueblo  la  instrucción  necesaria  para 
el  manejo  de  sus  propios  y  particulares  intereses,  dis- 
puso que  se  estableciese  en  cada  convento  una  escuela 
gratuita  para  niños  y  adultos,  y  también  las  habia  para 
las  jóvenes  (2),  las  cuales,  hasta  entonces,  habían  ca- 
recido de  este  medio  de  enseñanza.  Esto  en  favor  del 
pueblo. 

Para  las  clases  pudientes,  se  pensó  en  fundar  un  es- 
tablecimiento destinado  á  ser  «  una  escuela  central  y 
normal  para  la  difusión  y  adelantamiento  de  los  cono- 
cimientos útiles,  y  cuyo  instituto  era  dar  á  la  patria 
ciudadanos  que  la  defiendan ,  la  dirijan ,  la  hagan  flo- 
recer y  le  den  honor.  » 

(1)  Está    en  nuestro  poder  este  empadrónamelo  formado   sobre  grande 
escala ,  pero  desgraciadamente  le  faltan  algunas  provincias. 

(2)  Estas  iban  á  aprender  á  leer  y  a  escribir  á  casas  de  señoras,  que  se 
interesaban  por  ellas  y  las  instruían  por  puro  afecto. 

V.  HisTunu  |g 


27¿  HISTORIA    DE    CHILE. 

Tal  fué  el  oríjen  del  instituto  actual,  que  no  debia 
abrirse  hasta  un  año  después,  y  en  donde  se  habían  de 
enseñar  todos  los  ramos  de  conocimientos  por  profe- 
sores que  ademas  reunidos  en  cuerpos  científicos,  ha- 
brían de  compulsar  los  hechos  históricos  de  la  república 
y  dar  á  luz  memorias  sobre  diferentes  objetos.  Por  donde 
se  ve  que  dicho  establecimiento  estaba  proyectado  sobre 
un  gran  pié,  y  que  no  era  puramente  de  enseñanza  sino 
también  de  progresos,  formando  una  verdadera  socie- 
dad académica,  que  habría  tenido  miembros  honorarios 
y  corresponsales,  y  en  la  cual  se  habían  de  discutir, 
perfeccionar  y  propagar  las  letras,  las  ciencias  y  las 
artes,  en  cuanto  fuesen  relativas  á  la  prosperidad  de  la 

nación. 

Ya  en  aquel  tiempo  y  gracias  al  esmero  que  ponían 
les  hombres  eminentes  en  difundir  la  instrucción,  Chile 
se  hallaba  poseedor  de  la  maravillosa  imprenta ,  de  la 
cual,  con  vergüenza  para  España ,  habia  estado  privado 
hasta  entonces.  Con  este  nuevo  órgano  de  la  palabra, 
los  grandes  patriotas  podían  hacerse  oir  de  todas  las 
provincias  y  de  los  mas  recónditos  lugares,  comunicán- 
doles, de  este  modo,  sus  ideas  y  sus  opiniones  con  pro- 
vecho de  la  nacionalidad  que  querían  hacer  fructificar. 
Este  propagador  de  conocimientos  humanos  habia  lle- 
gado por  el  conducto  de  don  Mateo  Arnaldo  Haevel, 
recomendable  sueco,  y  un  ilustre  Chileno,  el  padre  Fray 
Camilo  Henriquez ,  fué  el  primero  que  hizo  uso  de  él. 

Nacido  en  Valdivia,  de  honrados  padres,  este  buen 
patriota  fué  notado,  en  los  primeros  años  de  su  adoles- 
cencia, por  la  solidez  de  su  juicio,  y  el  desarrollo  de  su 
temprana  intelijencia,  y  era  aun  muy  joven  cuando  fue 
í  Lima  á  tomar  el  hábito  en  el  convento  de  los  padre* 


CAPÍTULO    \UI|. 


275 


de  la  Buena  Muerte.  Allí,  encerrado  silenciosamente  en 
su  celda  aprovechó  de  todo  el  tiempo  en  que  estaba 
desocupado  para  entregarse  con  meditación  á  estudios 
de  que  debía  resultar  tanta  utilidad.  Muy  diferente  de 
otros  redosos  que  no  alimentaban  su  espíritu  mas  que 
de  las  sutilezas  de  la  filosofía  monástica,  el  padre  Hen- 
nquez    al  contrario,  se  dedicó  al  estudio  del  derecho 
natural,  dejándose  llevar  de  su  inclinación  á  la  inde- 
pendencia, que  ya  era  el  móbil  de  todas  sus  acciones 
Pero  en  aquella  época  de  preocupaciones  y  de  sumi- 
sión, se  veia  obligado  á  doblegarse  á  la  supremacía  de 
las  máximas  teolójicas  de  que  estaba  imbuida  toda  la 
sociedad,  y  solo  se  atrevía   á  dejar  traslucir  con  la 
mayor  circunspección    algunos  albores  de  la  luz  que 
había  de  alumbrar,  al  fin,  á  sus  compatriotas.  Así  vivió 
muchos  años  violentando  su  jenio;  pero  cuando  el  aire 
de  la  libertad  empezó  á  soplar  en  aquellas  rejiones,  no 
podiendo  contenerse  ya,  rompió  el  silencio  y  se  espresó 
de  un  modo  tan  gallardo  que  alarmó  al  virey,  el  cual  de- 
creto  sü  proscripción. 

Entonces,  se  fué  al  reino  de  Quito,  en  donde  se  ha- 
llaba el  foco  de  la  revolución,  en  la  que  tuvo  una  parte 
muy  activa;  pero  obligado  á  abandonar  la  euna  de  la 
ib  rtad  americana,  pensó  en  traer  á  su  propio  país  el 
fruto  de  sus  estudios  y  de  su  esperiencia,  y,  en  efecto 
desde  n egada  á  Santiago,  empezó  á  tomar  ££ 
diente  sobre  los  espíritus,  esparciendo  sus  luces  en  las 
««edades  patrióticas  á  que  asistía,  animándolas  y  aun 
también  exaltándolas  algunas  veces;  contribuyendo  á 

Si  d :  deal, AudieBcia  y  participand°'  «£S¡¿ 

2S2J?" os  actos  de  ,as  diferentes  juatas  *»  - 


J* 


276 


HISTORIA   D£   CHILE. 


Cuando  el  gobierno  se  halló  en  posesión  del  material 
necesario  á  las  oficinas  de  una  imprenta,  no  podia  hallar 
un  sujeto  mas  capaz  que  el  Padre  Camilo  Henriquez 
para  dirijir  un  periódico,  y  era  justamente  también  lo 
que  deseaba  aquel  ilustre  Chileno,  que  anhelaba  por 
vivificar  la  libertad  por  medio  de  una  instrucción  sólida 
y  oportuna.  Encargado,  por  consiguiente,  de  esta  hon- 
rosa y  peligrosa  misión,  dio  á  luz  su  primer  número  el  6 
de  febrero  de  1812,  dia  para  siempre  memorable  en  la 
historia  de  la  revolución  y  de  la  literatura  chilenas,  por 
haber  sido  la  línea  de  demarcación  entre  la  era  de  tinie- 
blas y  la  de  la  luz,  y  lo  intituló  la  Aurora  de  Chile,  dando 
á  entender  que  el  diario  era  el  precursor  de  la  claridad 
del  dia  y  de  la  ilustración  del  país. 

En  el  curso  de  su  publicación,  muchas  veces  tuvo  por 
colaboradores  talentos  del  primer  orden  tales  como  Ma- 
nuel Salas,  Bernardo  Yera,  José  Irrizari,  Manuel  Fer- 
nandez y  el  sueco  Hcevel ,  que  al  principio  tradujo  del 
ingles  artículos  muy  interesantes.   Pero  en  jeneral  se 
puede  asegurar  que  el  solo  Henriquez  soportó  todo  el 
peso  de  la  redacción  con  tanto  celo  como  talento.  Sus 
fines  en  esta  tarea  eran  eminentemente  patrióticos.  Lo 
que  él  queria  era  instruir  al  pueblo   sobre  sus  dere- 
chos y  sobre  la  suerte  que  le  aguardaba;  despertar  en 
los  corazones  el  amor  de  la  libertad  y  prepararlos  así, 
poco  á  poco,  al  advenimiento  de  la  independencia ,  que 
era  el  objeto  principal  de  sus  mas  profundas  medita- 
ciones. Por  esta  razón,  casi  todos  sus  artículos  no  son, 
en  el  fondo,  mas  que  lecciones  sobre  cuanto  es  concer- 
niente á  la  forma  del  gobierno  democrático,  demostrando 
la  imposibilidad  en  que  estaba  España  de  dirijir  los  in- 
tereses y  asuntos  de  un  país  tan  lejano  del  centro  de 


CAPITULO    XVIII. 


277 


dirección,  y  la  necesidad  que  resultaba  para  los  Chilenos 
de  vijilar  ellos  mismos  por  su  propia  defensa  y  el  buen 
orden  de  sus  administraciones. 

Bien  que  probablemente  estos  artículos  no  fuesen 
todos  de  su  pluma,  se  traslucen  claramente  en  ellos  su 
talento  y  el  arte  de  recopilar  nociones  diversas  para  reu- 
nirías en  un  solo  cuadro  luminoso  de  versos  latinos  ó 
españoles,  como  lenguaje  el  mas  propio  á  persuadir  y 
conmover,  ó  de  prosa  gallarda  y  elocuente ,  animando 
á  los  lectores  á  mostrarse  á  cara  descubierta  dignos  hijos 
de  un  país  libre. 

«  En  el  momento  ,  les  decia  él ,  en  que  los  pueblos 
declaran  y  sostienen  su  independencia  ,  gozan  de  la 
libertad  nacional ;  su  libertad  civil  y  política  son  obra 
de  la  constitución  y  de  las  leyes.  ¿  Y  quién  puede  ne- 
garnos la  facultad  de  establecer  nuestra  libertad  inte- 
rior, ó ,  lo  que  es  lo  mismo ,  el  buen  orden  y  la  justicia  ? 
Aun  nos  resentimos  de  los  defectos  del  antiguo  sistema ; 
la  ignoranciade  tres  siglos  de  barbarie  está  sobre  nos- 
otros, etc.,  etc.  (1).  ¿ 

En  otro  número  va  aun  mas  lejos,  y  principia  anun- 
ciándoles que  : 

«  Ya  es  tiempo  de  hablar  libremente ,  de  esponer  sin 
vetos  los  intereses  públicos  y  de  que,  en  medio  de  un 
pueblo  que  debe  ser  libre ,  se  eleve  la  voz  intrépida  de  la 
verdad  ;  ¡  época  feliz  en  que  se  ostenta  la  administración 
amable  y  honrada  por  la  liberalidad  de  sus  principios!... 
La  verdad  nació  para  reinar  sobre  todos  los  seres  ra- 
cionales y  debe  ser  noble  y  varonil.  Ella  exalta  el  espí- 
ritu é  inspira  valor ;  pero  si  se  necesitan  almas  fuertes 
para  anunciarla,  se  necesitan  también  espíritus  recto?  y 

'!)  Aurora  de  Chile,  n°  27. 


Jk 


278 


HISTORIA    DE    CHILE. 


tí 


fuertes  para  recibirla  y  sufrir  su  presencia...  Tiempo  es 
ya  de  que  cada  una  de  las  provincias  revolucionadas  de 
América  establezca  de  una  vez  lo  que  ha  de  ser  para 
siempre  ;  que  se  declare  independiente  y  libre ,  ó  que 
proclame  la  justa  posesión  de  sus  eternos  derechos.  Nó 
me  detendré  en  probar  que  debemos  ser  libres.  Seria  un 
insulto  á  la  dignidad  del  pueblo  americano,  dice  uno  de 
nuestros  políticos,  el  probar  que  debe  ser  independiente. 
Este  es  un  principio  sancionado  por  la  naturaleza,  y  re- 
conocido por  el  gran  consejo  de  las  naciones  impar- 
ciales. No  nos  liga  pacto  alguno,  ni  hay  convención  que 
esclavice  indefinidamente  a  todas  las  jeneraciones ;  ni  hay 
ceremonia  relijiosa  prescrita  por  la  violencia  del  despo- 
tismo, que  anule  los  derechos  de  la  naturaleza  (1).  » 

Otras  veces,  enfin,  hacia  presentir  la  grande  necesi- 
dad de  un  congreso  americano,  en  estos  términos  : 

«  l  Alguna  vez  ,  un  congreso  jen  eral  americano  no 
hará  veces  de  centro?  Eso  está  muy  distante,  y  será 
una  de  las  maravillas  del  año  2440 ;  pero  yo  no  soy  pro- 
feta. La  América  es  muy  vasta,  y  son  muy  diversos 
nuestros  jemos  para  que  toda  ella  reciba  leyes  de  un  solo 
cuerpo  lejislativo,  etc.  (2).  » 

Es  preciso  hojear  las  elocuentes  y  juiciosas  pajinas  del 
diario  de  este  ilustre  Chileno  para  ver  con  que  entu- 
siasmo y  que  convencimiento  preparaba  el  pueblo  al 
nuevo  pacto  social  que  debia  de  tener  por  consecuencia 
la  independencia  absoluta  del  país.  Sus  principios,  sus 
ideas ,  escritos  con  calor,  y  un  gran  talento  para  per- 
suadir, poniendo  alguna  vez  la  relijion  de  por  medio , 
se  esparcian  por  toda  la  república ,  y  eran  el  fanal  con- 


(1 )  Aurora  de  Chile  ,  n°  35. 

(2)  Aurora  de  Chile,  11°  28. 


CAPÍTULO    XVTIÍ. 


•279 


ductor  de  aquellas  intelíjencias  débiles  y  tardías  que 
fluctuaban  aun  en  dudas  é  incertidumbre ,  y  las  con- 
ducía insensiblemente  al  puerto  de  salvación.  Aun  hay 
memoria  del  anhelo  con  que  todos  esperaban  el  dia  de 
su  aparición ,  y  de  la  influencia  celestial  que  tenia  en 
todas  las  clases  de  la  sociedad ,  y  aun  para  con  los  Chi- 
lenos realistas,  que  se  vanagloriaban  de  poseer  un  diario 
para  quejarse  de  su  violencia. 

Los  artículos  que  daban  también  Bernardo  Vera  y 
Juan  Irrizari  no  eran  ni  menos  gallardos  ni  menos 
apasionados.  También  ellos  escribían  ,  como  Camilo 
Henriquez,  bajo  la  influencia  de  dos  inspiraciones,  que 
eran  la  del  progreso  intelectual  y  la  del  triunfo  de  la 
emancipación  ;  y  para  dar  esta  tendencia  á  sus  escritos, 
el  primero  empleaba  su  numen  poético,  y  el  otro  su  prosa 
fácil ,  seria  y  alguna  vez  mordaz  ,  bien  que  respirando 
siempre  convencimiento. 

El  poder  ejecutivo,  por  su  parte,  manifestaba  el  mismo 
esmero  en  sostener  y  propagar  las  mismas  ideas  como 
favorables  á  sus  miras  y  á  sus  proyectos.  Bien  que 
sus  actas  fuesen  firmadas  siempre  en  nombre  de  Fer- 
nando VII ,  esta  especie  de  sumisión  se  habia  hecho 
tan  ridicula  como  ilusoria,  y  nadie  guardaba  la  me- 
nor duda  acerca  de  la  suerte  que  iba  á  tener  el  país, 
cuya  separación  absoluta  de  la  monarquía  española  to- 
dos esperaban  seria  anunciada  de  un  dia  á  otro.  Siem- 
pre que  se  presentaban  ocasiones  para  manifestar  opi- 
niones las  mas  radicales ,  las  autoridades  no  dejaban 
nunca  de  aprovecharse  de  ellas  para  que  obrasen  en  el 
espíritu  aun  indiferente  del  pueblo.  Así,  cuando  Poinset 
fué  recibido  de  cónsul  jeneral  de  los  Estados  Unidos, 
y  Ed.  Haevel  de  vice-cónsul,  la  ceremonia  fué  majestuosa 


-Jt 


, 


280 


HISTORIA    DE    CHILE, 


é  imponente;  todas  las  autoridades  asistieron  á  ella,  y  se 
siguieron  regocijos  que  se  repitieron  aun  con  mas  esplen- 
dor el  dia  aniversario  de  la  independencia  de  los  Estados- 
Unidos  (1).  Lo  mismo  sucedía  siempre  que  llegaban  felices 
nuevas  sobre  buenos  sucesos  de  las  armas  revolucionarias 
de  diferentes  comarcas  de  la  América.  En  estos  casos,  al 
punto  habia  funciones  civiles  y  relijiosas,  TeDeum,  ilu- 
minaciones y  salvas  de  artillería,  procurando  de  esta 
manera  animar  á  la  multitud  para  atraerla  á  la  santa 
causa,  y  sacar  partido  de  ella  en  caso  de  necesidad. 

Pero  la  función  la  mas  solenne  y  demostrativa  fué  sin 
disputa  la  que  hubo  para  celebrar  el  aniversario  de  la 
instalación  de  la  primera  junta ,  función  que  fué  tras- 
ladada del  18  al  30  de  setiembre  (2).  Ya  habia  dos 
meses  que  la  escarapela  nacional  era  tricolor  :  encar- 
nada ,  amarilla  y  azul ;  pero  solo  la  llevaban  algunos 
militares,  y  aquel  dia  se  desplegó  una  bandera  de  los 
mismos  colores  con  el  escudo  de  las  armas  nacionales 
para  eternizar  la  memoria  de  aquella  era  de  renovación. 
Este  escudo ,  que  se  acuñó  durante  muchos  años  en  la 
moneda  del  país,  fué  dibujado,  en  grande ,  en  el  frontis- 
picio de  la  casa  de  la  moneda ,  centro  de  la  función,  y 
representaba  un  grupo  de  montañas  por  encima  de  las 
cuales  rayaban  los  albores  del  sol  que  venia  á  alumbrar 
este  dichoso  país.  Por  exergo  tenia  dos  inscripciones 
latinas  alusivas  á  la  circunstancia ;  una  en  la  parte  su- 

(1)  El  cónsul  Poinset  dio  un  gran  baile  al  consulado,  y  á  consecuencia  de 
algunas  discusiones  que  se  levantaron  entre  Chilenos  y  Anglo  Americanos ,  se 
vertió  sangre  y  hubo  algunos  muertos.  Esta  lucha  tuvo  lugar  en  la  calle  cuando 
se  llevaban  presos  á  los  quimeristas. 

(2)  En  aquel  instante  Miguel  Carrera  estaba,  por  decirlo  así,  reñido  con  su 
hermano  Juan  José ,  motivo  por  el  cual  no  asistieron  á  la  función  ni  él  ni  los 
oficiales  de  su  cuerpo.  Miguel  y  Luis ,  que  tenían  algún  recelo,  tuvieron  á  sus 
rejimientos  sobre  las  armas  durante  toda  la  noche.  (  Diario  de  Miguel  Carrera.) 


CAPÍTULO   XVITI. 


281 


perior  indicando  la  aurora  de  la  libertad  chilena ,  y  la 
otra  en  la  inferior  esplicando  que  la  luz  de  la  libertad 
venia  en  pos  de  las  sombras  de  la  noche.  Debajo  de  esta 
última  inscripción  habia  otras  dos,  también  en  latin ,  de 
las  cuales  una ,  conservada  igualmente  en  el  cuño  de  la 
moneda ,  declaraba  que  los  Chilenos  habían  de  ser  libres 
por  la  razón,  ó  por  la  fuerza  (1),  y  la  otra  no  era  mas  que 
la  repetición  de  la  segunda,  con  palabras  equivalentes  y 
mas  concisamente.  Ambas  estas  inscripciones  servían  de 
gráfila  á  otro  escudo  en  el  medio  del  cual  habia  un  globo 
sostenido  por  una  coluna  y  superado  de  una  estrella 
adoptada  por  astro  de  la  suerte  de  Chile. 

Si  á  estas  manifestaciones  tan  ruidosas  como  espre- 
sivas ,  añadimos  el  cuidado  que  se  habia  puesto  en  ocul- 
tar, en  cierto  modo  ,  las  armas  reales  grabadas  en  al- 
gunas partes  del  edificio ,  veremos  que  no  carecía  de 
fundamento  la  voz  esparcida  aquel  dia  de  que  se  iba  á 
proclamar  la  independencia.  Sinembargo,  no  se  tra- 
taba de  eso  y  solo  hubo  mucho  jubilo  y  muchas  espe- 
ranzas. En  el  baile  lucidísimo  que  siguió  por  la  noche 
en  la  misma  casa  de  la  moneda ,  todos  los  convidados 
parecían  poseídos  de  sentimientos  patrióticos  que  mos- 
traban en  todas  sus  acciones  y  palabras.  Estos  mismos 
sentimientos  aparecían  algunas  veces  en  trajes  insul- 
tantes para  el  nombre  real ;  otras ,  en  conversaciones , 
cantatas  é  himnos  que  inflamaban  los  corazones  y  exal- 
taban los  espíritus.  Hubo  damas  que  los  llevaron  á  mas 


(i) 


AURORA  LIBERTATIS  CHILENSIS: 

UMBR^E  ET  NOCTI 

LUX    ET    LIBERTAS 

SUCCEDUNT. 

AÜT   CONSILIIS,    AUT   ENSE 

POST  TENEBRAS  LUX. 


^ 


282 


HISTORIA    DI    CHILE. 


alto  punto  renegando  su  oriundez  española  y  presentán- 
dose vestidas  en  un  brillante  traje  de  Araucanas. 

Por  todo  esto  se  ve  que  el  entusiasmo  era  grande  y 
sincero,  y  que  el  país  se  encaminaba  á  pasos  largos  á  la 
independencia.  El  movimiento  se  aumentaba  cada  diá 
mas  con  nuevos  patriotas ,  que  orgullosos  de  verse  en  él , 
no  podían  contar  ninguna  de  sus  menores  particularida- 
des sin  que  su  imajinacion  exaltase  su  amor  propio.  Ya 
los  partidos  y  las  diferentes  opiniones  empezaban  á  tran- 
sijir  y  á  confundirse.  Todos  procuraban  echarse  á  la 
parte  del  que  era  la  personificación  de  la  revolución ;  y  si 
algunos  empleados  civiles  se  mostraban  indiferentes  ú 
opuestos  al  nuevo  gobierno,  se  les  obligaba  á  seguir  el 
ejemplo  de  los  demás  y  á  ponerse  la  escarapela  nacio- 
nal como  símbolo  de  adesion,  real  ó  finjida.  Algunos 
meses  después,  se  exijia  con  tal  rigor  que  todos  llevasen 
esta  insignia,  que  los  pagadores  tuvieron  orden  para  no 
pagar  á  los  que  faltasen  á  este  deber,  ya  fuesen  civiles 
ó  militares. 


CAPITULO  XIX. 


Pronunciamiento  jeneral  en  favor  de  la  independencia. —  Desunión  entré  José 
Carrera  y  Miguel. —  Dimisión  de  este  del  poder  ejecutivo.—  Es  remplazado 
por  su  padre.— Reconciliación  de  ¡os  hermanos.—  Desarreglo  de  las  cosas  y 
proyecto  de  una  constitución.  Agustín  Vial  presenta  uno  que  es  adoptado  por 
el  gobierno.  —  Sus  bases.  —  Descontento  que  causa  en  Concepción  y  en  el 
clero. —  Instalación  de  un  senado. —  Nombramiento  de  dos  ministros  y  de 
un  intendente. —  Reformas  en  el  ayuntamiento.  — Establecimiento  de  sere- 
nos.—  Formación  de  una  sociedad  filantrópica  bajo  el  nombre  de  sociedad 
económica  de  amigos  del  país. —  Fin  del  año  1812. 


Desde  el  principio  de  la  revolución  nunca  se  habia 
visto  un  pronunciamiento  tan  jeneral  y  tan  espresivo 
por  la  independencia ;  no  parecía  sino  que  una  verda- 
dera y  sincera  alianza  de  todos  los  partidos  iba  á  triun- 
far de  todas  las  enemistades  y  rivalidades  que  los  divi- 
dían ,  y  que  en  lo  sucesivo  todos  serian  responsables  con 
sus  acciones  de  un  acontecimiento  que  hasta  entonces 
habia  puesto  la  fidelidad  en  hostilidad  contra  la  desgra- 
cia. Todo  esto  era  muy  propio  á  inflamar  el  noble  pa- 
triotismo de  Carrera ;  pero  desgraciadamente,  sus  bellas 
intenciones  se  resentían  muchas  veces  de  la  inconstan- 
cia de  su  carácter  tan  móbil  que  le  hacia  ser  injusto 
aun  con  aquellos  que  podían  ayudarle  mucho  en  la  eje- 
cución de  sus  proyectos.  Al  adoptar  el  papel  de  reforma- 
dor, ya  debía  de  saber  que  iba  á  constituirse  ,  en  cierto 
modo,  como  fuente  y  oríjen  de  todos  los  acontecimien- 
tos futuros  ,  que  con  razón  le  serian  imputados,  y  que 
tendría  que  violentar  su  carácter  inconstante,  caprichoso 
y  que  se  burlaba  de  la  suerte  de  la  nación ,  haciendo  y 
deshaciendo  su  gobierno ,  muchas  veces  por  leves  moti- 


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284 


HISTORIA    DE    CHILE. 


vos.  As/  venios,  en  el  espacio  de  pocos  meses ,  entre  sus 
asociados  en  el  poder  ejecutivo  personas  tales  como 
O'Higgins,  Marin  ,  Nicolás  de  la  Cerda,  Juan  José  Al- 
dunate,  Manso  (1)  Portales,  Prado,  sucediéndose  unos  á 
otros  sin  permanecer  mas  que  el  tiempo  necesario  para 
dar  pruebas  de  sus  nobles  inclinaciones  á  la  gravedad 
y  á  la  moderación  en  las  ideas,  y  de  no  poder,  por  con- 
siguiente, simpatizar  con  sus  humos  esencialmente  beli- 
cosos, ni  con  las  puerilidades  que  eran  tanto  de  su  gusto. 
Algunos  de  ellos,  como  Manso  y  Nicolás  de  la  Cerda, 
habían  mas  bien  caído  en  el  poder  que  entrado  volunta- 
riamente en  él ;  porque  eran  hombres  muy  pacíficos,  do- 
tados de  un  verdadero  espíritu  de  conciliación  ,  detes- 
tando los  partidos  estremados  y  que  no  habían  jamas 
consentido  en  aceptar  la  mas  leve  complicidad  en  sus 
violencias  y  escesos. 

Pero  la  desunión  que  habría  podido  ser  mucho  mas 
grave  fué  la  que  se  declaró  entre  Juan  Miguel  Carrera 
y  Juan  José  ,  entre  los  cuales  había  después  de  algún 
tiempo  una  especie  de  frialdad,  que  en  realidad  no  era 
mas  que  un  efecto  de  una  rivalidad  secreta  de  ambición. 
Siendo  el  primojénito  Juan  José  no  quería  ser  subordi- 
nado de  su  hermano  y  se  quejaba  muchas  veces  de  no 
poder  obrar  mas  que  según  este  lo  juzgaba  conveniente. 
La  disciplina  y  la  ordenanza  le  forzaban  á  someterse  á 
formalidades  que  le  repugnaban,  y  no  le  acomodaba  que 
su  hermano  diese  en  todo  la  preferencia  á  su  gran  guar- 
dia sobre  los  demás  cuerpos.  El  descontento  de  Juan 
José  llegó  á  ser  tal  que  no  quiso  ir  al  gran  baile  del  ani- 

(1)  El  cual  era  administrador  de  la  aduana  de  Santiago  ,  y  pariente  del  ilustre 
Manso,  que  ,  por  mediados  del  siglo  18  ,  fué  oresidente  de  Chile,  y  después 
virev  del  Perú. 


OAPÍi'üLO    XIX. 


285 


versario  ,  y  que  dos  días  después,  á  las  seis  de  la  tarde  , 
mandó  retirar  los  soldados  de  su  batallón  que  estaban  de 
guardia  en  la  plaza,  dejando  el  puesto  abandonado.  An- 
tes de  ejecutar  este  acto  de  insubordinación  habia  pa- 
sado un  oficio  bastante  insultante  á  su  hermano ,  que  se 
vio  forzado  á  responderle  en  los  mismos  términos  ,  y  al 
mismo  tiempo  á  dar  su  dimisión  de  miembro  del  poder 
ejecutivo. 

Esta  dimisión  no  podia  ser  ventajosa  á  Juan  José  Car- 
rera, que  noobstante  ser  valiente  y  buen  militar  no  po- 
dia compararse  con  el  que  tenia  mucha  esperiencia  y 
mucho  mas  talento.  Ademas,  la  posición  respectiva  de 
cada  uno  de  ellos  era  muy  diferente.  Juan  Miguel  era  el 
propagador  de  la  revolución  y  poseía  el  tino  y  el  manejo 
que  no  tendia  nada  menos  que  á  reunir  en  su  sola  cabeza 
los  grandes  intereses  que  defendía;  porque  sentía  en  su 
conciencia  que  podia  conducirlos  á  buen  puerto ;  al  paso 
que  Juan  José  no  era  mas  que  un  producto  de  la  misma 
revolución  ,  formado  por  circunstancias  accesorias  ,  de 
modo  que  sus  sentidos  y  potencias  lo  impelían  por  una 
corriente  que  iba  á  llevarse  toda  su  existencia.  El  uno 
obraba  á  impulsos  de  su  propio  jenio ;  el  otro  obedecía 
á  la  influencia  de  los  acontecimientos  y  era  mas  propio 
á  correr  en  pos  del  carro  de  la  Piepública  que  á  condu- 
cirlo, y  tal  vez  su  enemistad  provenia  de  cierta  tenden- 
cia que  manifestaba  á  ideas  monárquicas.  Habiendo  con- 
traído matrimonio,  no  habia  mucho  tiempo,  con  una 
persona  cuya  familia  tenia  intereses  esencialmente  espa- 
ñoles, y  á  cuya  casa  iban  muchas  personas  de  la  misma 
opinión,  Juan  José  concluyó  por  seguir  la  misma  cor- 
riente y  hacer  causa  común  con  ellos. 

Por  la  salid?,  de  José  Miguel  del  poder  ejecutivo  se  ha- 


^ 


286 


HISTORIA    DE    CHILE. 


cia  indispensable  nombrar  otro  miembro  que  lo  rempla- 
zase, y  no  siendo  verdaderamente,  según  lo  hemos  visto, 
la  política  entonces  actual  mas  que  un  reflejo  que  daban 
los  intereses  privados  de  una  familia,  todos  sabian  de 
antemano  que  dicho  nombramiento  recaería  necesaria- 
mente en  uno  de  sus  miembros.  Los  reaccionarios  hu- 
bieran querido  que  recayese  en  Juan  José  ,  y  para  eso 
Manso  hizo  los  mayores  esfuerzos  á  fin  de  que  consin- 
tiese en  aceptarlo ;  pero  no  pudo  conseguirlo ,  porque 
Juan  José  conocía  el  jenio  fuerte  de  su  hermano ,  y  se 
obstinó  en  rehusarlo  ,  bien  que  procurando  fuese  nom- 
brado su  propio  padre  ,  que  por  su  edad  avanzada  y  su 
debilidad  seria  fácil  de  llevar. 

Este  nombramiento  se  hizo  el  3  de  octubre,  hallán- 
dose el  venerable  anciano  en  el  campo ,  á  donde  su  hijo 
lo  fué  á  buscar,  y  desde  luego  fué  el  punto  de  mira  de  los 
partidarios  de  tiempos  pasados,  cuyas  intenciones  eran 
nada  menos  que  el  dar  un  impulso  retrogrado  á  los  espí- 
ritus hacia  el  antiguo  réjimen.  Juan  José  les  sirvió  de 
conducto  para  pedir  se  quitasen  los  nobles  colores  na- 
cionales que  habia  dos  meses  eran  el  símbolo  de  la  di- 
gnidad del  país ,  y  se  remplazasen  por  los  que  habia 
antes  de  la  revolución.  Aun  se  dijo  que  el  mismo  Juan 
José  habia  tenido  el  malhadado  pensamiento  de  inducir 
al  virey  Abascal  á  enviar  una  espedicion  contra  Chile , 
asegurándole  que  tendría  un  completo  buen  éxito  (1). 
Pero  todos  sus  planes  fueron  burlados  por  sus  dos  her- 
manos, que  no  dudaron  en  emplear  medios  violentos  para 
sostener  la  causa  de  la  libertad.  Mas  de  una  vez  sus  Te- 
jimientos estuvieron  formados  para  combatir  el  espí- 


(1)  Diario  de  Carrera  é  Hist.  inss.  de  ia  revolución  de  Chile  del  padre  Mar- 
tínez, 


CAPÍTULO    XIX. 


287 


ritu  de  reacción  (1),  cortando  el  vuelo  á  los  designios 
imprudentes  de  su  hermano ,  y  procurando  ponerlo  en 
la  imposibilidad  de  dañar  al  sistema  establecido  por  la 
razón ,  la  justicia  y  el  celo  patriótico. 

Por  medio  de  todas  estas  pruebas  que  dieron  de  ner- 
vio y  de  tino,  y  contraminando  cuanto  se  trabajaba  bajo 
de  mano  para  que  el  padre  inclinase  hacia  los  realistas, 
estos  generosos  Chilenos  consiguieron  alejar  el  peligro 
que  amenazaba  á  la  patria ,  inspirar  á  su  hermano  me- 
jores intenciones  y  forzarle  á  reconciliarse  con  ellos. 
Poco  tiempo  después,  manifestó  en  efecto  tener  este 
deseo  y  se  lo  dijo  así  á  Poinset  y  á  algunos  amigos  de  la 
familia  Larrain ,  los  cuales  hicieron  cuanto  estaba  de  su 
parte  para  reunidos  y  ponerlos  de  acuerdo.  En  conse- 
cuencia, se  decidió  que  tendrían  una  entrevista  en  casa 
del  cónsul  americano  para  anudar  el  hilo  de  su  amistad, 
que  la  rivalidad  y  tal  vez  algunos  zelos  habían  enfriado 
momentáneamente.  Llenando  así  este  santo  deber,  é  inspi- 
rado ,  por  otra  parte ,  de  sentimientos  naturales  con  tan 
estrecho  parentesco  ,  «  ya  no  se  trató  de  otra  cosa  que 
de  acordar  los  pasos  que  debían  darse  para  reformar 
el  gobierno  y  dar  un  nuevo  ser  á  nuestra  revolución  (2). » 

Una  de  las  mas  urjentes  necesidades  que  resentía  el 
país  era  la  de  una  constitución  que  pusiese  los  ciuda- 
danos á  cubierto  de  la  arbitrariedad  del  poder,  preser- 
vándolo de  este  modo  de  toda  tendencia  al  despotismo. 
Esta  era  una  obra  tan  delicada  como  difícil ,  porque  la 
nación  no  presentaba  elemento  alguno,  no  teniendo  ni 

(1)  «  Acordamos  con  Luis  sostener  el  sistema  á  fuerza  de  sangre  si  no  podia 
nada  la  razón,  y  para  ello  tomamos  todas  las  medidas  y  precauciones  nece- 
sarias. Algunas  veces  estuvieron  los  cuerpos  sobre  las  armas  con  bala  en  boca.» 
(  Diario  de  Miguel  Carrera. )     . 

(2)  Diario  de  Miguel  Carrera, 


^ 


>• 


á88  HISTORIA    Dü   CHILE. 

sujetos,  ni  ideas,  ni  principios,  y  careciendo  sobretodo 
de  la  esperiencia  que  debia  ser  la  antorcha  de  dicha 
obra.  Por  lo  tanto  esta  constitución,  como  verdadera 
espresion  de  los  sentimientos  del  país,  no  podia  me- 
nos de  presentarse  en  un  estado  de  infancia  y  puramente 
como  obra  provisional,  propia  á  satisfacer  á  los  muchos 
que  deseaban  salir  del  estado  de  incertidumbre  que 
tanto  los  inquietaba  (1). 

Porque  á  pesar  de  tener  el  gobierno  á  su  cabeza  hom- 
bres sensatos  y  enemigos  de  la  anarquía,  como  todo  se 
pasaba  bajo  un  réjimen  algo  escepcional  y  casi  militar, 
se  seguia  de  aquí  que  muchos  empleados  subalternos, 
civiles  y  militares,  obrando  en  nombre  del  pueblo  sobe- 
rano, abusaban  muchas  veces  de  la  libertad  en  términos 
verdaderamente  licenciosos,  atacando  la  propiedad  con 
escesos  que  se  hacian  insoportables  (2).  En  vista  de  esto, 
no  era  pasmoso  que  hubiese  muchos  descontentos  que 
pidiesen  con  instancia  la  constitución  que  habia  de  defi- 
nir, fijar  y  distribuir  los  poderes  políticos  de  cada  uno 
encerrándose  en  los  límites  establecidos  por  la  razón  y 
la  justicia. 

Esta  constitución ,  escrita  bajo  la  influencia  de  la  fami- 
lia Larrain  (3),  y  la  primera  que  la  lejislatura  chilena 

(1)  «En  cuyo  deseo  estaban  todos  acordes ,  aun  los  mismos  realistas,  para 
salir  de  un  estado  de  tanta  confusión  y  de  tanta  incertidumbre  y  arbitrariedad, 
sin  haber  un  solo  dia  que  fuese  semejante  á  otro.  »  (  Martínez,  Hist.de  la 
rev.  de  Chile.  ) 

(2)  Hist.  de  Chile  del  padre  Guzman.—  Id.  del  padre  Martínez. 

(3)  «  Para  el  mejor  acierto  se  reunieron  don  Francisco  Antonio  Pérez,  don 
Jaime  Zudañez ,  don  Manuel  Salas,  don  Hipólito  Villegas,  don  Francisco  de 
la  Lastra  y  el  padre  Henriquez,  que  formaron  á  su  gusto  todos  los  artículos, 
sin  que  por  nuestra  parte  se  hiciese  el  menor  reparo.  » 

Esto  se  ve  en  el  manifiesto  de  Luis  Carrera  á  los  pueblos,  pero  el  16  de  oc- 
tubre ,  don  Antonio  Pérez  escribía  que  él  era  estraño  á  esta  constitución ,  lo 
cual  fué  afirmado  de  nuevo  por  el  mismo  Luis.  (  Véanse  los  manifiestos  de 
1813  y  los  n"  85  y  87  del  Monitor  araucano. ) 


■  I 


CAPITULO    X1A. 


289 


pueda  recordar  (1)  ,  fué  presentada  en  el  mes  de  agosto 
por  Agustín  Vial  y  entregada  á  una  comisión  de  dipu- 
tados (2),  «  para  que  la  examinen ,  discutan  y  rectifi- 
quen, conciliando  con  la  gravedad  de  su  importante 
trascendencia  la  ejecutiva  urjencia  de  su  instalación.  » 
Bien  que  no  emanase,  de  un  congreso  y  careciese,  por 
esta  razón  ,  del  prestijio  de  la  legalidad,  con  todo  eso 
era  un  gran  paso  en  la  nueva  política  que  prometía 
grandeza  y  gloria  al  país ,  y  revestía  del  carácter  de 
derecho  todo  cuanto  hasta  entonces  no  había  sido  mas 
que  un  hecho,  un  pensamiento.  Es  verdad  que  también 
sepresentaba,  como  se  ve,  aun  tímida,  disimulada,  so- 
metida á  la  autoridad  absurda  de  un  rey  estranjero,  bien 
que  por  una  mezcla  particular  de  sutileza  y  de  contra- 
dicción, se  proclamase  la  soberanía  popular  y  se  prescri- 
biese en  un  artículo  que  « ningún  decreto,  providencia  ú 
orden  que  emane  de  cualquiera  autoridad  ó  tribunales 
de  fuera  del  territorio  de  Chile  tendrá  efecto  alguno. » 
En  el  preámbulo  habiauna  declaración  de  derecho,  que 
surjia  de  un  gran  motivo  de  necesidad ,  autorizando  al 
país  á  gobernarse  por  sus  representantes  como  respon- 
sables de  su  seguridad. 

Adoptada  por  el  gobierno  á  pesar  de  la  repugnancia 
de  algunos  de  sus  miembros,  esta  constitución  se  puso 
de  manifiesto  en  el  consulado  para  que  fuese  leida  y  fir- 


(1)  En  1811,  don  Juan  Egaña  escribió  un  proyecto  de  constitución  que  el 
supremo  gobierno  mandó  publicar  en  1813.  Como  ningún  documento  hace 
mención  de  ella,  ni  aparece  citada  en  ningún  decreto  ,  manuscrito  ni  obra  im- 
presa, no  debemos  considerarla  mas  que  como  parto  del  año  en  que  fué  publi- 
cada ,  y  por  lo  mismo  tendremos  ocasión  de  hablar  de  ella  cu;mdo  hablemos 
de  aquella  época. 

(2)  Compuesta  del  canónigo  don  Pedro  Vives,  don  Francisco  Pérez,  don 
Manuel  Salas,  don  Fernando  Márquez  de  la  Plata  ,  don  José  Santiago  Rodrí- 
guez, don  Francisco  Cisterna  y  el  coronel  don  Juan  de  Díoí  Vial. 

V.   HlMORlA.  19 


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290 


HISTORIA    DE    CHILE. 


mada  por  el  pueblo.  Lo  mismo  se  practicó  en  las  provin- 
cias, y  en  todas  partes  se  recibió  sin  ninguna  señal  de 
alegría  ni  de  descontento  ,  menos  en  Concepción ,  en 
donde  fué  rechazada  por  la  reacción  realista ,  que  hacia 
cada  dia  mas  progresos.  Después  de  la  contrarevolucion 
que  algunos  militares  habían  hecho  al  gobierno  de  Rosas 
se  habia  establecido  una  junta  de  guerra  que  J.  Miguel 
Carrera  miraba  con  temor  y  que  hubiera  querido  disol- 
ver dejando  á  don  Pedro  José  Benavente  de  intendente 
de  la  provincia ;  y  como  habian  negado  obediencia  á  su 
decreto ,  tuvo  por  conveniente  enviar  á  don  Juan  A. 
Diaz  Salcedo  y  Muñoz  como  diputado  del  gobierno 
«  para  tratar  y  cortar  toda  desavenencia  siendo  su  princi- 
pal objeto  destruirla ;  aunque  no  se  portó  con  la  digni- 
dad que  exijia  su  encargo  y  representación ,  logró  con 
el  influjo  de  Pedro  Benavente  revolucionar  la  tropa,  des- 
truir la  junta  de  guerra,  apresarla,  remitirla  á  Santiago 
con  muchos  de  los  sospechosos  y  dejar  el  mando  seguro 
en  manos  de  don  Pedro  José  Benavente  »  (1). 

Este  acto  de  violencia ,  que  los  patriotas  mismos  re- 
probaban ,  aumentó  el  descontento  y  dio  mas  vigor  al 
partido  realista ,  animado  debajo  de  mano  por  los  jefes 
militares  y  por  las  dignidades  eclesiásticas.  Así  sucedió 
que  cuando  se  recibió  el  proyecto  de  constitución,  se  alzó 
un  grito  de  reprobación  que  el  espíritu  de  partido  pro- 
curaba animar  con  todo  su  poder.  El  obispo  sobretodo 
protestó  contra  todos  los  artículos  y  atacó  principalmente 
el  primero  como  contrario  al  dogma  de  nuestra  santa 
relijion.  En  efecto  este  artículo  declaraba  que  la  relijion 
católica  apostólica  seria  la  relijion  del  estado,  pero  omi- 
tía la  palabra  romana  ,   queriendo  sin  duda  depender 

(1)  Diario  de  Miguel  !.ancra. 


CAPÍTULO    XIX. 


291 


menos  del  Papa,  y  aun  talvez  con  intención  de  instituirse 
iglesia  chilena  para  apropiarse  en  lo  sucesivo  la  consa- 
gración de  los  prelados.  Es  verdad  que  sobre  este  punto 
el  cabildo  y  clero  de  Santiago  no  se  mostraron  menos 
escandalizados  y  protestaron  igualmente  contra  dicha 
omisión,  aunque  sin  resultado  alguno,  porque  la  consti- 
tución fué  impresa  tal  como  habia  sido  concebida,  y  por 
premio  de  su  resistencia  muchos  miembros  fueron  des- 
terrados y  obligados  á  irse  á  Mendoza. 

En  aquella  época,  se  hallaba  á  la  cabeza  del  clero  de 
Santiago  el  gran  patriota  Andrés  Guerrero,  obispo  auxi- 
har  que  antes  residía  en  Quillota,  y  que,  por  consejo  de 
Manuel  Salas  y  otros,  Miguel  Carrera  mismo  habia  ido  á 

buscar  para  que  contrarestase  las  tramas  antipatrióticas 
de  dicho  clero. 

Después  de  la  firma  de  la  constitución  se  pasó  á  la 
organización  de  un  senado  que  fuese  intermediario  entre 
el  pueblo  y  los  jefes  del  estado,  y  sirviese  á  contrapesar 
su   poder.   Estos  jefes  fueron  conservados  tales  como 
estaban  antes  (1).  El  senado,  al  contrario,  fué  obra  del 
momento  y  compuesto  de  siete  miembros  que  debian 
representar  las  tres  grandes  provincias,  á  saber  :  dos  la 
de  Concepción  ;  dos  la  de  Coquimbo ,  y  tres  la  de  San- 
tiago En  este  número  estaba  comprendido  el  presidente, 
que  fue  don  Pedro  de  Vivar,  y  un  secretario,  el  célebre 
padre  Camilo  Henriquez,  los  cuales  debian  ser  renovados 
cada  cuatro  meses.  El  senado  debia  serlo  cada  tres  años, 
y  tema  por  misión  participar  de  los  negocios  del  go- 
bierno y  vyilar  sus  actos,  como  también  los  intereses  del 

»n^™~°  *«i"™  »adre;  -  «*  •*•  Migue,  Labia  vuelto  eou.0 


292 


HJSTOKIA    DE    CHILE. 


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pueblo   Por  lo  demás,  gozaba  de  la  mas  alta  considera- 
ción ,  pues  «sin  su  dictamen  el  gobierno  no  podia  resolver 
en  los  grandes  negocios  que  interesan  la  segundad  de 
la  patria,  y  siempre  que  lo  intente  ningún  ciudadano 
armado  ó  de  cualquiera  clase  deberá  auxiliarle  m  obe- 
decerle   y  el  que  contraviniese  será  tratado  como  reo 
de  estado  »  (1).  Ya  se  ve  que  desde  un  principio  los  au- 
tores de  esta  constitución  querían  poner  trabas  al  poder 
supremo  sometiendo  sus  actos  á  la  censura ,  y  aun  limi- 
tando su  autoridad  con  ventaja  de  cierta  aristocracia  (2). 
Todo  ciudadano,  lo  que  mas  es,  podia  acusar  los  miem- 
bros de  dicho  poder  culpables  de  traición ,  soborno  u  otro 
crimen    y  en  caso  de  prueba  delatarlos  al  senado,  que 
los  destituía  y  los  entregaba  al  rigor  de  las  leyes,  y  por 
consiguiente  á  la  justicia  ordinaria.  Este  mismo  senado 
era  de  derecho  su  juez  de  residencia;  enviaba  al  tribu- 
nal de  apelación  los  que  habían  faltado  á  la  probidad  y 
á  la  justicia  y  aun  tomaba  parte  en  la  sentencia. 

Esta  suprema  corporación,  que  era  á  la  vez  cuerpo 
lejislativo,  consejo  de  estado  y  senado  conservador 
tuvo  su  primera  sesión  el  10  de  noviembre  de  1812  E 
discurso  de  apertura ,  que  fué  leido  por  su  presidente  el 
D-  don  Pedro  Vivar,  era  corto  y  sencillo.  Después  de  dar 
.i-acias  á  sus  conciudadanos  por  haberle  honrado  con  la 
presidencia,  exortaba  á  sus  colegas  á  desempeñar  con 
celo  y  conciencia  sus  tareas,  tan  importantes  como  hon- 
rosas. «  El  honor,  decia  él,  que  nos  confiere  la  patria 

(1)  Reclámenlo  conslUncional  provisorio  de  1812,  articulo  Vil. 

Be    que  e,  pensamiento  Ce  la  revoiocion  chilena  luese  PHPMgfr 

l).  ,   „.„„    „,0ha  de  ver  en  casi  todos  lo»  actos  de  los  gobiernos 

mocriuc. ,  noobstan  « ,  *  £  »  *    >  ;r  „„,,  moderada  que  ae.de 

América 


CAPITULO    \IX. 


293 


está  unido  á  grandes  deberes,  reposando  en  nosotros 
las  esperanzas  de  un  pueblo  libre  y  virtuoso,  debiendo 
entender  en  sus  asuntos  mas  graves  y  arduos.  Colocados 
entre  el  gobierno  y  el  pueblo,  el  primero  debe  hallar  en 
nosotros  los  consejos  de  la  prudencia,  los  pareceres  de 
la  esperiencia,  de  la  reílexion  y  de  la  sabiduría  ;  y  el  se- 
gundo debe  encontrar  en  nosotros  protección  ,  celo  y 
vijilancia  por  sus  intereses  bien  entendidos  (1). 

Independientemente  de  este  senado  ,  la  constitución 
establecía  por  la  primera  vez  en  el  país  un  ministe- 
rio que  no  debia  componerse  mas  que  de  dos  ministros, 
uno  para  los  asuntos  interiores,  y  otro  para  los  este- 
riores.  Sin  duda  la  organización  administrativa  de  aquella 
época  era  demasiado  sencilla  para  que  se  pudiese  dar 
mas  estension  á  aquella  superior  institución  ,  pero  causa 
sentimiento  no  ver  en  ella  un  ministro  especial  de  ha- 
cienda, porque  era  el  ramo  que  pedia  mas  atención  por 
la  importancia  que  tenia  como  ájente  principal  en 
aquella  grande  reforma  social ,  que  se  continuaba  sin  in- 
terrupción. Es  verdad  que  el  7  de  setiembre  se  nombró 
un  intendente  sobre  dicho  ramo ;  pero  por  la  naturaleza 
misma  de  sus  atribuciones ,  que  eran  juzgar  en  primera 
instancia  los  asuntos  litijiosos  de  la  administración ,  su 
papel  era  enteramente  pasivo  y  sometido  á  reglamentos 
sin  autoridad  alguna  de  iniciativa  de  reforma,  autoridad 
atribuida  esclusivamente  al  ministro  del  interior,  ó  mas 
bien  al  poder  ejecutivo  ;  porque  los  ministros  de  aquella 
época  dependían  en  tal  manera  de  dicho  poder,  que  en 
realidad  eran  puros  instrumentos  suyos  para  ejecutar  en 
cierto  modo  sus  órdenes  y  legalizar  sus  decretos.  Tam- 
poco podían  ni  los  unos  ni  los  otros  mezclarse  en  el  ma- 

(1)  Véase  la  Aurora  de  Chile,  n°  42. 


294 


HISTORTA    DE    CHILE. 


nejo  de  los  resortes  de  la  administración  de  hacienda , 
en  atención  á  la  muchedumbre  de  sus  operaciones,  y 
porque  tenia  que  obrar  con  prontitud  y  muchas  veces 
de  improviso. 

También  la  organización  municipal  participó  de  la 
reforma.  La  constitución  daba  fuerza  de  ley  á  las  medi- 
das ya  tomadas  para  que  fuesen  nombrados  en  eleccio- 
nes populares  los  miembros  de  dicha  corporación  ,  revo- 
cando así  todas  las  antiguas  órdenes  que  hacian  ele  dichos 
nombramientos  otros  tantos  objetos  de  venalidad ,  y  tal 
vez  de  opresión  ,  y  desde  luego  fué  preciso  proceder  á 
otras  elecciones.    Los  nuevos  miembros  manifestaron 
prontamente  las  intenciones  mas  filantrópicas  con  res- 
pecto á  la  hermosura ,  la  limpieza  y  la  seguridad  de  la 
ciudad ,  y  al  bienestar  de  sus  habitantes.  Entonces  fué 
cuando  se  pensó  por  la  primera  vez  en  el  alumbrado  de 
las  calles,  que  hasta  entonces  habian  estado  abandonadas 
á  una  policía  muy  descuidada,  y  en  formar  una  compa- 
ñía de  serenos  para  vijilar  con  cuidado  y  eficacia  por  la 
seguridad  pública. 

Igualmente  se  proyectó  la  formación  de  una  sociedad 
económica  de  Amigos  del  país ,  sancionada  por  un  de- 
creto del  gobierno  que  prometía  fomentarla  con  todo  su 
poder  (1).  El  objeto  de  esta  sociedad  era  reunir  todos 
los  partidos,  haciéndolos  partícipes,  como  consejeros 
privados  ,  de  los  negocios  administrativos;  inspirar  ideas 
de  jenerosa  filantropía  y  hacer  apreciables  las  virtudes 
cívicas,  que  en  una  nación  joven  y  á  punto  de  ser  re- 
j enerada,  deben  ser  los  móbiles  de  los  actos  de  todo  go- 
bierno y  de  todo  empleado.  A  su  apertura ,  que  tuvo  lugar 

(1)  Esta  idea  filantrópica  pertenece  también  á  don  Manuel  Salas,  que  la  hizo 
adoptar  por  el  ayuntamiento,  y,  á  consecuencia,  por  el  gobierno. 


m 


CAPITULO    XTX. 


295 


el  dia  primero  de  febrero,  su  secretario  Don  José  Antonio 
de  Irizarri ,  uno  de  sus  mas  activos  fundadores ,  y  su  mas 
firme  apoyo ,  pronunció  un  discurso  en  el  que  resaltaban 
sus  vivos  deseos  de  que  los  habitantes  de  este  feliz  país 
gozasen  en  adelante  de  una  vida  de  delicias,  y  de  que 
se  pudiesen  reunir  todos  los  elementos  de  prosperidad 
para  ponerlos  en  correlación  unos  con  otros  y  formar  con 
ellos  la  base  sólida  de  una  constitución  social.  «  El  an- 
ciano oprimido  con  el  peso  de  los  años  y  de  las  desgra- 
cias (decia  él) ;  la  viuda  miserable  que  mendiga  el  ali- 
mento de  sus  hijos ;  el  huérfano  que  se  halla  aislado  en 
medio  de  la  naturaleza  ;  la  doncella  perseguida  por  la 
necesidad  y  la  malicia,  todos,  todos  hallarán  en  esta  so- 
ciedad el  remedio  suspirado.  El  arte  proporcionará  los 
medios  de  adquirir  todas  las  comodidades  de  la  vida.  La 
ilustración  disipará  las  sombras  de  la  ignorancia  ,  y  Jos 
dias  mas  claros ,  mas  deliciosos  y  serenos  seguirán  á  las 
noches  tenebrosas  en  que  estuvieron  envueltas  nuestras 
vidas  (1).  » 

Fué  uno  de  los  caracteres  de  la  revolución  chilena  el 
personificarse  desde  un  principio  en  la  clase  la  mas  dis- 
tinguida ,  la  de  mas  probidad  y  la  mas  decidida  por  el 
bien  común.  Sin  duda  en  las  grandes  convulsiones  polí- 
ticas cuando  un  pueblo  dominado  aun  por  sus  inclina- 
ciones, hábitos  y  preocupaciones,  se  ve  de  repente  impe- 
lido á  adoptar  nuevas  ideas ,  obligado  á  defender  ó  mas 
bien  á  proclamar  derechos  por  tan  largo  tiempo  oprimi- 
dos, debe  de  haber  en  las  diferentes  clases  de  la  sociedad 
luchas  de  ínteres,  de  opinión  y  de  amor  propio  que 
tomando  un  carácter  apasionado  se  hacen  tenaces  y  se 
alejan  de  la  moderación  y  justicia  que  son  los  principios 

(1)  Véase  la  Aurora  de  Chile ,  n°  5  del  tomo  segundo. 


J» 


296 


HISTORIA    DE    CHILE. 


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i 


fundamentales  de  una  buena  lejislaeion.  Esto  es  lo  que 
ha  sucedido  en  todos  los  países  que  han  querido  elevarse 
á  la  posesión  de  su  dignidad.  En  todas  partes ,  del  me- 
dio de  la  ajitacion  popular  surjieron  desórdenes  y  abusos 
de  poder  que   ha  sido    preciso   disimular  para  evitar 
mayores  males.  El  año  de  1819  ,  que  terminamos,  ofrece 
desgraciadamente  numerosos  ejemplos  de  estos  desór- 
denes ,  y  muchas  veces  el  rumor  público  habia  acusado 
á  Miguel  Carrera  de  tolerar  demasiado  abiertamente 
esta  especie  de  abusos ,  sin  poder  comprender  que  un 
país  que  toma  momentáneamente  una  actitud  militar, 
toma  igualmente  una  anticivil ,  ocasionada  por  la  pre- 
sencia de  tantos  soldados  turbulentos  por  ociosidad  , 
quimeristas  y  viciosos.    Pero  fuera  de  estos  inconve- 
nientes de  difícil  remedio ,  no  se  puede  menos  de  reco- 
nocer al  país  mucho  adelantamiento  debido  al  patrio- 
tismo de  sus  nobles  reformadores,  y  ciertamente  también 
al  nervio  y  al  talento  de  Miguel  Carrera,  sujeto  que  casi 
resume  en  sí  solo  toda  la  historia  del  año.  En  el  trascurso 
de  este  período  vemos,  á  la  verdad,  que  sus  acciones  se 
resienten  tal  vez  demasiado  de  la  vida  tosca,  altanera, 
pasada  en  campamentos  de  ejércitos  europeos.  Vemos 
igualmente  que  sin  miramiento  por  el  estado  de  penuria 
de  la  tesorería ,  y  de  la  pobreza  del  país,  se  ha  dejado 
llevar  á  gastos  exorbitantes  que  desaprobaba  el  econó- 
mico carácter  chileno ;  pero  al  mismo  tiempo  debemos 
remontar  á  aquella  época  de  desorganización  jeneral  en 
que  la  lentitud  propia  de  las  administraciones  civiles 
eran  tan  funestas  al  éxito  de  un  movimiento  y  á  la  mul- 
titud de  reformas  que  dependían  de  él ,  misión  que  pro- 
curaba llenar  sino  con  el  acierto  de  un  lejislador,  á  lo 
menos  con  la  actividad  y  la  decisión  de  un  hombre  que 


CAPITULO    XTX. 

desea  verdaderamente  la  prosperidad  de  su  país.  En 
efecto ,  en  aquel  año  se  ve  la  primera  idea  del  instituto 
nacional ,  y  la  fundación  de  escuelas  públicas ,  aun  para 
las  jóvenes  doncellas ,  así  como  también  la  de  una  socie- 
dad filantrópica  compuesta  de  las  personas  las  mas 
sabias  del  país ;  se  ven  las  primeras  relaciones  diplomá- 
ticas entabladas  con  naciones  estranjeras  ;  el  estableci- 
miento de  la  primera  imprenta  y  del  primer  diario ;  una 
verdadera  organización  militar ;  la  disciplina  de  las  mili- 
cias provinciales;  la  construcción  de  nuevos  cuarteles; 
la  fábrica  de  armas ;  la  sanción  de¡  emblema  nacional;  la 
de  una  constitución ,  la  primera  que  se  haya  publicado 
en  Chile  y  que  prometía  un  gobierno  legal ,  y,  por  consi- 
guiente, digno  de  ser  respetado  y  defendido  por  todos 
los  habitantes.  Sin  duda  todas  estas  instituciones ,  refor- 
mas y  mejoras  no  fueron  parto  del  solo  pensamiento  de 
Carrera ;  pero  se  realizaron  bajo  su  administración  ,  y 
bajo  este  aspecto  no  se  puede  negar  que  contribuyó 
muchísimo  á  su  prosperidad  y  propagación. 


Ji 


CAPITULO  XX. 


Nueva  conspiración  contra  los  Carrera,  y  destierro  de  los  conjurados.— Pre- 
parativos de  José  Miguel  para  ir  á  organizar  el  Sur. —  Invasión  de  Pareja  y 
su  desembarque  en  el  puerto  de  San  Vicente.—  Ramón  Freiré  recibe  el  pri- 
mer fuego  de  las  guerras  de  la  independencia.—  Toma  de  Talcahuano  por 
los  realistas.  El  gobernador  don  Rafael  de  la  Sota  se  repliega  sobre  Con- 
cepción. —  El  comisario  del  ejército  real  don  Tomas  Vergara  enviado  de 
parlamentario,  y  de  plenipotenciario  acerca  del  intendente.-  Consejo  de 
guerra  y  cabildo  abierto.  —  El  comandante  don  Ramón  Ximenez  gana  las 
tropas  y  las  induce  á  amotinarse.  —  Salida  de  la  tesorería  para  Santiago. — 
Rendición  de  Concepción  después  de  un  tratado  becho  entre  el  intendente  y 
el  parlamentario.—  Pareja  verifica  su  entrada  y  destaca  algunas  tropas  para 
apoderarse  de  la  tesorería. —  Juramento  de  la  constitución  de  la  monarquía 
española. 


A  pesar  de  la  actividad  con  que  Miguel  Carrera  pro- 
seguía en  sus  planes  de  reforma,  y  de  que  daba  pruebas 
claras  de  hallarse  animado  de  sentimientos  de  amor  al 
orden  y  al  cumplimiento  de  sus  deberes,  noobstante, 
se  veia  constantemente  objeto  de  los  tiros  de  tres  par- 
tidos, que  eran,  el  de  los  realistas,  el  de  Rosas  y  de  los 
antiguos  municipales  que  se  habia  coligado  con  este 
último.  El  primero,  compuesto  de  hombres  tímidos,  no 
trabajaba  mas  que  clandestinamente.  El  otro,  mucho 
mas  inquieto  y  turbulento,  se  encaminaba  con  perseve- 
rancia á  sus  fines  por  medios  que  iban  creciendo  en  au- 
dacia hasta  la  conspiración.  Ya  hemos  visto  como  este 
último  medio,  empleado  por  algunos,  habia  quedado 
sin  resultado,  lo  cual  no  les  impidió  de  formar  una 
nueva  conspiración,  aun  mas  formidable,  dirijida  por 
sujetos  de  distinción.  Ya  fuese  porque  querían  impedir 
el  desarrollo  del  poder  en  una  sola  familia,  ó  porque 
quedan  dar  á  este  mismo  poder  una  dirección  civil,  en 


CAPÍTULO    XX, 


299 


I 


lugar  de  una  militar  que  no  tiene  límites  definidos  y 
llega  muchas  veces  á  ser  arbitraria,  trataron  de  apode- 
rarse de  varios  miembros  de  dicha  familia  para  enviarlos 
con  una  misión  estraordinaria  á  países  lejanos.  Pero  bien 
que  este  plan  hubiese  sido  bien  concebido  y  meditado, 
fué  descubierto  en  el  momento  en  que  Miguel  Carrera 
iba  á  ponerse  en  marcha  para  ir  á  conquistar  la  unidad 
chilena,  comprometida  aun  por  la  sublevación  de  Val- 
divia, y  tuvo  por  resultado  el  destierro  á  Juan  Fernan- 
dez y  á  otras  diferentes  partes  de  la  República,  de  un 
cierto  número  de  personas  tan  honradas  por  su  patrio- 
tismo como  por  el  rango  que  ocupaban  en  la  sociedad. 
Así  se  mantuvo  Carrera ,  por  un  nuevo  favor  de  la  for- 
tuna, á  la  cabeza  de  la  nación  después  de  haber  vencido 
sin  violencia  á  sus  enemigos  y  puéstolos  en  la  imposibili- 
dad de  dañarle.  Veamos  ahora  si  el  sistema  de  paz  en  que 
iba  aun  á  entrar  le  permitirá  ejecutar,  al  fin,  el  proyecto 
que  meditaba  después  de  largo  tiempo,  y  que  circuns- 
tancias imprevistas  le  habían  permitido  realizar. 

Este  proyecto  era  ir  á  dar  un  nuevo  fomento  á  las 
ideas  republicanas  del  sur ,  comunicarles  una  fuerza 
activa  y  homojénea ,  y  neutralizar  el  influjo  del  clero, 
sobretodo  el  de  los  misioneros  de  Chillan ,  defensores 
acérrimos  de  la  monarquía  española.  La  ejecución  de 
este  proyecto  era  tanto  mas  necesaria  cuanto  en  el  mes  de 
noviembre,  una  carta  del  virey  Abascal  había  llegado 
amenazando  y  fulminando  al  gobierno  de  Chile  si  no 
volvía  á  entrar  en  la  antigua  senda  de  fidelidad  monár- 
quica. Este  oficio,  escrito  en  términos  tan  altaneros  como 
insultantes,  había  motivado,  el  17  de  noviembre,  una 
junta  de  las  primeras  autoridades  para  deliberar  sobre 
la  respuesta  que  se  le  había  dedar.  Muchos  de  los  miem- 


300 


HISTORIA    DK    CHILE. 


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bros  de  dicha  reunión  hubieran  querido  declararle  in- 
mediatamente guerra,  animados  por  la  que  le  hacia 
Buen  os- Aires  con  tanta  decisión  ;  pero  otros  demostra- 
ron que  la  falta  de  recursos  del  país  no  permitía  el 
adoptar  semejante  medida  de  tanta  trascendencia,  ade- 
mas de  que  no  habia  ni  buques  ni  verdaderas  fortifica- 
ciones. En  consecuencia  se  resolvió  que  era  forzoso 
aguardar  y  se  aguardaría  una  ocasión  mas  favorable. 

Por  esto  se  ve  de  cuan  grande  utilidad  era  el  viaje  de 
Miguel  Carrera,  pues  no  solo  iba  á  organizar  la  resis- 
tencia á  una  invasión  sino  también  á  preparar  los  es- 
píritus á  la  declaración  de  la  independencia  para  la  reu- 
nión del  primer  congreso.  A  este  efecto,  Pérez,  Vera, 
y  don  Ant.  Irizarri  habían  dado  varias  proclamas,  que 
igualmente  debían  enviar  á  Gaspar  Marín  para  influir 
al  mismo  tiempo  en  el  espíritu  de  los  habitantes  del 
Norte.  Todo  esto  se  hacia  con  el  mayor  apresuramiento 
cuando  de  repente  se  presentó,  el  26  de  marzo,  delante 
de  la  bahía  de  San  Vicente ,  una  espedicion  enemiga  que 
venia  á  quitar  el  nuevo  gobierno,  y  á  reponer  el  de  la 
monarquía  española. 

El  virey  Abascal  no  se  habia  contentado  con  ame- 
nazar las  autoridades  revolucionarías  de  Chile,  y  habia 
resuelto,  después  de  mucho  tiempo,  enviar  una  espedi- 
cion para  forzar  el  país  á  entrar  de  nuevo  en  la  vereda 
de  los  intereses  monárquicos.  Para  ejecutarlo ,  seguia 
una  correspondencia  tirada  y  secreta  con  muchos  rea- 
listas de  Santiago  y  Concepción  que  le  tenían  al  cor- 
riente de  lo  que  sucedía ;  del  espíritu  de  discordia  que 
reinaba  entre  los  patriotas;  del  descontento  que  se  ha- 
bia manifestado  á  consecuencia  de  la  conducta  incon- 
siderada de  los    hermanos  Carrera,  y  de  los  escesos 


CAPITULO    XX. 


301 


cometidos  por  algunos  de  sus  oficiales  y  soldados.  Por 
consiguiente  solo  esperaba  Abascal  por  una  ocasión  para 
llevar  á  ejecución  su  proyecto,  y  esta  ocasión  se  presen- 
taba sumamente  favorable  con  la  llegada  del  brigadier 
Pareja,  enviado  por  la  junta  suprema  de  Cádiz  para 
llenar  el  puesto,  en  Chile,  de  intendente  de  Concepción. 

Pareja  habia  servido  en  la  marina  real ,  en  la  que  se 
habia  distinguido  por  su  ciencia  y  valor,  sobretodo  en  el 
combate  de  Trafalgar  en  donde  mandaba  el  navio  Argo- 
nauta. Bien  que  ya  fuese  de  edad  avanzada,  aun  tenia 
nervio  y  vigor,  y  aceptó  la  proposición  que  le  hizo  Abas- 
cal  de  ir  á  someter  á  Chile  al  dominio  de  la  monarquía 
española;  pero  á  fin  de  no  dar  lugar  á  sospechas,  le 
revistió  el  virey  del  título  de  gobernador  de  Chiloe ,  po- 
niendo solamente  á  sus  órdenes  unos  cincuenta  soldados, 
y  suministrándole  una  cantidad  aproximada  de  cuarenta 
mil  pesos  (I).  Tales  fueron  los  débiles  recursos  con  que 
el  anciano  Pareja  iba  á  invadir  un  país  lleno  de  entu- 
siasmo, de  vigor,  y  de  sentimientos  de  libertad  y  de 
independencia;  pero  tenia  confianza  en  su  propia  espe- 
riencia  y  en  la  ciega  sumisión  de  los  Chilotes ;  contaba 
con  la  discordia  entre  los  jefes  de  los  partidos,  y  espe- 
raba le  seria  fácil  ejercer  ascendiente  sobre  las  tropas 
para  servirse  de  ellas  como  de  instrumentos  de  odio  y 
de  venganza. 

Su  salida  de  Lima  se  verificó  por  fines  de  1812.  «  En 
18  de  Enero,  dice,  arribé  á  aquellas  islas,  y  entregado  de 


íl)  Algunos  aseguran  llevaba  mas  de  200,000  p.;  pero  esta  aserción  es 
inexacta.  Tengo  á  la  vista  un  testimonio  del  espediente  seguido  por  el  gober- 
nador de  Chiloe  sobre  reintegro  de  las  cantidades  gastadas  en  la  espedicion 
que  invadió  á  Concepción ,  y  los  gaslos  hechos  por  esta  tesorería  ascendían  a 
'SJZJ-ill  p.  "72  &  El  vicario.de  Castro  don  Francisco  Xavier  Venegas  le  prestó 
también  5,400  p.  para  gastos  del  ejército. 


^ 


302 


HISTORIA    DE    CHILE. 


su  comandancia  jeneral  me  dediqué  sin  perder  momento 
á  llenar  los  superiores  encargos  de  V.  E.,  y  para  ello  me 
administraron  cuantos  datos  fueron  necesarios  el  gober- 
nador interino  don  Ignacio  Justis  y  el  ministro  de  la 
Real  Audiencia  don  Juan  Tomas  de  Vergara,  á  quienes, 
decidido  ya  á  realizar  la  espedicion ,  destiné  á  Valdivia 
para  que  se  aprontasen  tropas,  víveres  y  otros  necesarios 
artículos  capaces  de  sustraerse  de  aquella  plaza;  ha- 
biendo ordenado  de  antemano  al  sarjento  mayor  don 
José  Ballesteros  instruyese  á  la  mayor  brevedad  posible 
un  batallón  de  milicias  (1) . » 

Dos  meses  le  bastaron  para  activar  y  terminar  todos 
estos  preparativos ,  y  el  17  de  marzo,  ya  se  embarcaba 
para  Valdivia ,  de  donde  salió  el  22  para  venir  á  conquis- 
tar á  Chile.  Su  pequeño  ejército  se  componía  (2)  de 
cinco  compañías  de  su  batallón  veterano,  al  mando  hombres, 
del  capitán  don  Carlos  Oresqui ,  de  la  fuerza  de ;       390 

Del  Batallón  voluntarios  de  Castro ,  mandado 
por  el  teniente  de  asamblea  don  Juan  Ballesteros ; 

De  una  compañía  de  artillería  mandada  por  el 
teniente  Pía ; 

De  las  tropas  de  Valdivia,  que  eran  :  un  bata- 
llón de  veteranos  á  las  órdenes  de  Don  Lucas  Am- 
brosio de  Molina , 

Y  de  una  compañía  de  artillería  á  las  del 
teniente  coronel  José  de  Bersanza, 


500 


132 


506 


lili 


Formando  todas  estas  fuerzas  un  total  de 


1,572 


La  espedicion,  como  acabamos  de  decir,  partió  de 

(1)  Parte  de  Pareja  al  virey  Abascal.  (Gaceta  estraordinaria  del  gobierno 
de  Lima  ,  n°  84'.) 

(2)  Datos  comunicados  por  el  cura  Berganza , .  que  era  uno  de  los  cape- 
llanes de  la  espedicion 


CAPITULO   XX. 


303 


Valdivia  el  22,  embarcada  en  tres  pequeños  transportes, 
y  aun  también  en  piraguas  de  Ghiloe ,  especie  de  lan- 
chas descubiertas  y  muy  mal  acondicionadas  (1),  y  ha- 
bría sido  fácil  detenerla  si  Miguel  Carrera  hubiese  po- 
dido, como  lo  habia  proyectado,  ir  un  mes  antes  á  dar  á 
los  preparativos  de  defensa  de  aquella  parte  de  la  costa 
la  solidez  que  su  esperiencia  y  su  actividad  solas  podían 
darles,  ó  si  el  gobierno,  menos  sensible  á  las  reconven- 
ciones que  se  le  hacían  sobre  gastos ,  hubiese  pensado 
en  armar  un  bastimento  para  recorrer  la  costa  de  des- 
cubierta ;  pero  en  aquella  época  la  idea  de  invasión  no 
era  mas  que  un  pretesto  que  empleaban  los  liberales 
para  sus  fines  particulares ,  y,  en  realidad  ,  habrá  muy 
pocas  personas  que  creyesen  seriamente  en  ella. 

Por  las  disposiciones  defensivas  de  Talcahuano,  ha- 
bría sido  muy  poco  prudente  Pareja  en  dirijirse  á  aquel 
puerto  y  prefirió  ir  á  desembarcar  su  pequeña  espedi- 
cion  en  el  de  San  Vicente ,  situado  á  dos  ó  tres  leguas  mas 
al  sur,  y  que  por  un  incomprensible  descuido  se  habia 
dejado  desprovisto  de  medios  de  defensa.  Allí  llegó  el 
dia  26  de  marzo,  y  verificó  el  desembarco  por  la  noche 
protejido  por  el  teniente  de  asamblea  Ballesteros ,  que 
habia  desembarcado  previamente  con  parte  de  los  vo- 
luntarios de  Castro.  Pero  durante  el  dia ,  habia  llegado 
el  alarma  á  Concepción ,  el  intendente  habia  mandado 
tocar  jenerala  para  reunir  las  tropas  disponibles  y  las 
milicias;  en  Talcahuano  el  gobernador  Rafael  de  La  Sota 
desplegó  no  menos  actividad  en  preparar  medios,  sino 
de  resistencia  eficaz ,  á  lo  menos  de  obstáculos  al  ene- 

(1)  Las  tropas  deChiloe  vinieron  en  la  fragata  Trinidad,  bergantines  Ma- 
chetes y  iV¿ei.cs  ,  dos  goletas  y  cinco  piraguas,  y  con  estas  embarcaciones  se 
juntaron  al  salir  de  Valdivia  la  fragata  Gaditana  y  el  bote  de  artillería.  (Notas 
del  cura  Berganza.) 


^ 


30/i 


HISTORIA    DE   CHILE. 


migo,  mandando  ocupar  las  alturas  que  dominan  labahía 
de  San  Vicente  y  separan  este  de  Talcahuano,  por  algu- 
nos dragones  de  la  frontera  ,  una  partida  de  ochenta 
hombres  que  le  llegaron  de  refuerzo  y  cuatro  cañones 
enviados  de  Concepción.  La  ocupación  de  dicho  punto 
habría  sido  importante  con  fuerzas  suficientes,  pero  con 
las  pocas  que  habia  contra  un  ataque  de  mil  doscientos 
hombres  con  diez  piezas  de  artillería,  no  se  podia  hacer 
mas  de  lo  que  se  hizo  :  se  defendieron  durante  algunas 
horas  y  luego  se  replegaron  sobre  Concepción  (1). 

Las  tropas  que  recibieron  el  primer  fuego  de  la  inva- 
sión, y,  por  consiguiente,  de  las  guerras  de  la  indepen- 
dencia, fueron  los  pocos  dragones  que  el  gobierno  habia 
enviado  de  observación,  mandados  por  el  suteniente  don 
Ramón  Freyre,  joven  tan  bizarro  como  resuelto  y  que 
vamos  á  ver  crecer  como  uno  de  los  mas  ilustres  guer- 
reros y  de  los  mas  acérrimos  defensores  de  las  libertades 
nacionales. 

Obligado  á  abandonar  Talcahuano  ,  que  fué  ocupado 
luego  por  una  parte  de  los  realistas ,  el  gobernador  La 
Sota  se  dirijió  á  Concepción  ,  en  donde,  á  penas  llegó, 
asistió  á  un  consejo  de  guerra  con  el  intendente  del  ejér- 
cito de  Pareja,  don  Juan  Tomas  Vergara ,  que  ya  habia 
visto  la  víspera  cuando  se  hizo  entregar  los  tres  ofi- 
cios dirijidos  al  gobernador,  al  cabildo  eclesiástico  y  al 
Ayuntamiento.  Vergara  se  hallaba  allí  como  parlamen- 
tario para  intimar  la  rendición  á  los  habitantes  prome- 
tiendo ,  en  nombre  del  virey  Abascal ,  la  conservación 
de  sus  honores  y  empleos  á  todos  cuantos  reconociesen 
la  soberanía  absoluta  de  Fernando  Vil,  y  el  olvido  total 
de  todo  cuanto  habían  hecho  por  la  independencia. 

(l)  Parte  de  Pareja  al  virey  Abascal.  (  Gaceta  del  gobierno  de  Lima,  n°3/i/ 


CAPÍTULO    XX. 


305 


E  coronel  don  Pedro  Benavente,  que  era  intendente 
del  distrito ,  no  podía  tomar  sobre  sí  semejante  resolu- 
ción y  pidió  diez  días  para  convocar  á  todos  los  compa- 
triotas y  pedirles  su  parecer.  Sin  duda  era  pedir  dema- 
siado tiempo,  y  Vergara  no  le  concedió  ni  veinte  y  cuatro 
horas,  diciéndole  que  si  al  dia  siguiente  no  recibía  res- 
puesta, la  fuerza  sola  decidiría  la  cuestión  ,  rigor  que 
justificaba  achacándola  á  su  jeneral ,  que  probablemente 
estaba  impaciente  por  aprovecharse  del  estado  de  aban- 
dono en  que  se  hallaba  la  provincia  para  reconquistarla 
y  dominarla.  En  vista  de  esto,  hubo  que  limitarse  á  con- 
vocar cabildo  abierto  para  el  dia  siguiente  por  la  ma- 
ñana; pero  entretanto  ,  aquella  noche  se  tomaron  todas 
las  medidas  necesarias  para  despachar  á  Santiago  el  di- 
nero que  había  en  la  Tesorería  y  que  ascendía  á  36,000  p. 
El  Tesorero  interino  de  Concepción ,  don  José  Ximenez 
Toldillo,  fué  el  que  lo  condujo  con  una  escolta  de  seis 
á  ocho  dragones  ,  y  acompañado  de  su  capellán  Pedro 
José  Eleysegui. 

El  dia  siguiente,  27  de  marzo  ,  tuvo  lugar  la  reunión 
en  casa  del  intendente,  y  se  compuso,  en  parte ,  de  per- 
sonas que  por  su  rango  ó  por  su  edad  no  querían  espo- 
nerse á  las  consecuencias  de  una  resistencia,  y  opinaron 
que  mucho  mas  valia  rendirse  con  buenas  condiciones , 
en  atención  á  la  desigualdad  de  fuerzas.  Otros  sostenían' 
al  contrario,  que  podían  oponerse  con  mucha  probabili- 
dad de  éxito  fuerzas  suficientes  ,  y  en  efecto  habia  en 
Concepción  ochocientos  setenta  veteranos  á  los  cuales  se 
podían  juntar  los  ciento  y  ochenta  de  la  guarnición  de 
Talcahuano  y  los  cuatrocientos  ochenta  y  cinco  mili- 
cianos perfectamente  armados  que  su  comandante  Pedro 
Barnachea  habia  ya  reunido  en  la  plaza  ,  y  en  caso  que 


V.   HlSTOBM. 


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3 


306 


HISTORIA    DE    CHILE. 


;•"■ 


■ 


estas  tropas  no  fuesen  suficientes,  se  podia  contar  con 
las  numerosas  milicias  de  la  provincia ,  en  número  de 
cinco  á  seis  mil  hombres,  y  ganar  tiempo  para  poder 
esperar  los  refuerzos  que  necesariamente  enviaría  el  go- 
bierno de  Santiago.  Pero  en  medio  de  todo  esto  ,  no  ha- 
bia  mucha  confianza  en  el  jefe  que  habia  dado  ya  lu- 
gar á  sospechar  su  lealtad  ;  como  la  reunión  era  popular, 
puesto  que  habia  sido  convocada  á  cabildo  abierto ,  al- 
gunas personas  se  atrevieron  á  declararlo  en  alta  voz,  y 
entonces  se  resolvió  enviar  el  gobernador  Soto  de  se- 
gundo de  Xim.  Navia  para  observarlo  y  contenerlo  en 
caso  de  felonía.  Pero  ya  no  era  tiempo  de  hacerlo  pues 
todas  las  tropas  ,  granaderos,  dragones  y  artilleros  ha- 
bían sido  ganados  ,  y  cuando  llegó  á  la  alameda ,  en 
donde  acampaban,  los  halló  en  plena  rebelión  gritando, 
¡  viva  el  Rey !  y  hollando  bajo  los  pies  la  escarapela  pa- 
triótica. 

Esta   revolución   impidió   de    llevar  á  ejecución   el 
proyecto  formado  de  internarse  en  el  país  para  espe- 
rar allí  una  organización  mejor  y  poder  hacer  frente 
á  aquel  puñado  de  piratas ,  nombre  que  daban  á  las 
tropas  de  invasión.  El  intendente  Benavente  se  vio  obli- 
gado á  quedarse  en  Concepción  para  protejerla  contra 
el  saqueo ,  y  solicitado  por  algunos  miembros  del  clero 
y  otras  personas  de  influjo  y  meticulosas  del  país,  entró 
en  negociación  con  Yergara ,  negociación  de  la  cual  re- 
sultó un  tratado  en  la  que  se  reconocia  la  lealtad  de  los 
habitantes  de  Concepción  á  la  causa  de  Fernando  VII, 
de  una  parte ,  y  de  la  otra  ,  la  constitución  de  las  cortes 
de  España  ,  bajo  la  promesa  de  Pareja  de  que  nadie  se- 
ria inquietado  por  sus  opiniones  pasadas,  ni  privado  de 
su  empleo.  Ademas,  fué  estipulado  que  los  oficiales,  tro- 


capítulo  xx.  307 

pas  veteranas  y  de  milicias  no  serian  forzados  á  tomar  las 
armas  contra  la  provincia  de  Santiago. 

Estas  estipulaciones  fueron  presentadas  á  Pareja ,  que 
las  ratificó  en  toda  su  estension,  y  el  mismo  dia  entró  en 
la  ciudad  á  la  cabeza  de  su  pequeño  ejército  y  en  medio 
de  las  tropas  que  una  vergonzosa  defección  acababa  de 
entregar  á  su  disposición.  Para  consolidar  el  éxito  que 
habia  logrado,  mandó  publicar  inmediatamente  bandos 
de  amnistía  jen-eral  y  para  que  todas  las  sudelegaciones 
se  incorporasen  bajo  de  sus  órdenes.  Las  de  la  costa,  si 
no  presentaron  oposición ,  se  mostraron  indiferentes ; 
pero  en  la  isla  de  la  Laja ,  gracias  á  la  presencia  del 
Obispo  Villodresen  los  Anjeles ,  y  del  Español  Masa, 
sujeto  rico,  de  mucho  influjo  y  opuesto  á  los  patriotas, 
todos  acojieron  con  entusiasmo  el  nuevo  gobierno  y  se 
prepararon  a  sostenerlo.   Los  Franciscanos  de  Chillan 
contribuyeron  también  mucho  á  inclinar  el  pueblo  de 
dicha  ciudad  al  partido  de  Pareja  y  aun  á  llenarlo  de 
entusiasmo  por  su  causa.    El   dia   que   recibieron  las 
proclamas  del  jefe  de  la  espedicion  trabajaron  con  gran 
esmero  para  que  fuesen  publicadas  con  aparato ,  como 
lo  fueron  por  José  Marín  Arriagada,  que  acababa  de  ser 
nombrado  sudelegado  del  cantón  ;  y  al  dia  siguiente, 
el  guardián   salió   para   Concepción   á  ponerse   á  las 
órdenes   del  jeneral ,   prometiéndose  acompañarle  en 
sus  espediciones  para  servirle  de  guia,  y  al   mismo 
tiempo  para  que  utilizase  el  influjo  de   su  ministerio 
sobre  los  alucinados  y  estraviados  por  doctrinas  falsas  y 
suversivas. 

Mas  adelante  veremos  que  los  relijiosos  de  este  con- 
vento, persuadidos  de  que  realmente  la  relijion  corría 
inminentes  riesgos  emanados  de  dichas  doctrinas,  y  con- 


308 


HISTORIA   DE   CHILE, 


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movidos  de  la  situación  crítica  de  España  y  de  su  amado 
Fernando  VII,  abrazaron  con  escesivo  celo  el  partido 
realista  y  fueron  en  todos  tiempos  enemigos  jurados  y 
tenaces  del  sistema  de  independencia. 

Pero  estas  demostraciones  no  bastaban  para  consolidar 
la  monarquía;  se  necesitaba  hacer  grandes  gastos  para 
mantener  en  pié  tantas  tropas ,  y  el  poco  dinero  que  ha- 
bía en  la  tesorería,  como  arriba  queda  dicho,  habia  sido 
enviado  á  Santiago.  Pareja  se  habia  apresurado  á  pedir 
al  intendente  de  la  provincia,  Benavente,  una  orden  para 
que  regresase  dicho  dinero  con  su  escolta,  comisión  que 
se  dio  a  Melchor  Garbajal  con  treinta  dragones  y  milicia- 
nos de  Quirihue  aíin  de  que  se  apoderase  por  la  fuerza  del 
dinero  si  se  negaban  á  obedecer. 

Al  mismo  tiempo,  se  hacían  preparativos  para  jurar  la 
constitución  de  las  cortes  de  España  ,  constitución  que 
iba  á  ser  la  base  de  la  nueva  organización  administra- 
tiva, y  se  esperaba  la  llegada  del  Obispo  Villodres  para 
dicha  ceremonia,  que  se  proyectaba  augusta  é  impo- 
nente. Eldia  k  de  abril,  en  que  tuvo  lugar,  desde  por 
la  mañana,  la  plaza  estaba  guarnecida  de  tropas  y  se 
levantó  un  tablado  á  donde  subieron  el  brigadier  Pareja, 
el  Obispo  Villodres ,  el  intendente  don  Pedro  José  Be- 
navente, los  miembros  de  los  cabildos  eclesiástico  y  se- 
cular y  los  demás  empleados  civiles  y  militares  que  se  ha- 
llaban en  la  ciudad. 

Estando  ya  todos  reunidos ,  se  leyó  en  alta  voz  la 
constitución  política  de  la  monarquía  españoladla  cual 
todos  juraron  fidelidad  y  obediencia.  En  seguida,  Pareja 
con  todo  su  séquito  fueron  á  la  catedral ,  en  donde  se  ce- 
lebró misa  cantada  con  el  Te  Deum  acostumbrado  y  un 
sermón  que  predicó  el  obispo  alusivo  á  la  circunstancia 


CAPÍTULO    XX. 


309 


y  á  la  misión  que  la  providencia  habia  preparado  á  la 
leal  provincia  de  Concepción,  socorrida  por  los  valientes 
hijos  de  Chiloe  ;  su  intención  era  el  hacer  intervenir  la 
relijion  en  la  lucha  que  iba  á  ser  empeñada  en  aquel  país 
de  paz  y  de  tranquilidad. 


"  "H 


CAPITULO  XXI. 


í- 


Llegad  Santiago  la  nueva  de  la  invasión  de  Pareja. —  Miguel  Carrera  nombrado 
jeneral  en  jefe. —  Medidas  enérjicasque  toma  para  hacer  frente  á  la  invasión. 
—  Se  pone  en  marcha  sobre  Talca  para  establecer  allí  su  cuartel  jeneral.  — 
Encuentra  con  algunos  fujitivos  de  Concepción.  —  Su  llegada  y  sus  temores 
acerca  de  la  verdadera  disposición  de  los  ánimos  en  el  pueblo. —  El  obispo 
de  Santiago  Andreo  Guerrero  va  á  juntarse  con  él.  —  Digresión  sobre  este 
prelado  y  su  decisión  por  la  libertad.  —  O'Higgins  pasa  á  Talca  y  sabe  por 
Linares  la  presencia  de  algunos  dragones  de  Carbajal.—  Pide  tropas  para  ir 
á  atacarlos,  y  se  las  dan. —  Hace  prisioneros  á  veinte  dragones  y  al  sutemente 
Rivera.—  Llegan  tropas  regulares  á  Talca.  —  Miguel  Carrera  forma  el  ejér- 
cito en  tres  divisiones  al  mando  de  sus  hermanos.  —  El  partido  del  ayunta- 
miento recobra  su  ascendiente  en  Santiago. —  Formación  de  un  nuevo  go- 
bierno elejido  por  el  senado.  —  Medidas  enérjicas  que  toma  para  la  salva- 
ción de  la  patria. —  Empréstito  con  hipotecas. —  Creación  de  una  decoración 
civil  y  militar.  —  Celo  del  ayuntamiento  en  cooperación  con  el  gobierno.  — 
Establecimiento  de  una  junta  de  salud  pública. —  Entusiasmo  por  una  sus- 
cripción nacional. 


Mientras  que  el  jeneral  Pareja  se  establecía  en  Con- 
cepción y  procuraba  atraerse  las  voluntades ,  la  nueva 
de  su  invasión  se  esparcía  en  Santiago ,  á  donde  había 
llegado  el  29  de  marzo ,  habiendo  andado  su  portador 
cerca  de  ciento  y  cincuenta  leguas  en  tres  dias.  Tal  y  tan 
estraordinario  fué  el  celo  con  que  cumplió  las  órdenes 
del  intendente,  que  lo  habia  despachado. 

En  aquel  instante ,  el  país  tenia  muy  pocas  tropas 
para  oponerse  á  un  militar  esperimentado  y  dueño  de  la 
provincia  la  mas  aguerrida  ,  que  se  habia  familiarizado 
con  el  estrépito  del  cañón  durante  tres  siglos ,  y  en 
donde  habia  mas  hombres  y  armas  de  que  poder  dis- 
poner. A  pesar  de  la  actividad  con  que  los  hermanos 
Carrera  habían  querido  crear  algunos  cuerpos ,  habían 
hallado  siempre  mucha  resistencia  en  los  mandatarios 


CAPITULO    XXI. 


311 


y  aun  en  el  pueblo,  y  tuvieron  mucha  dificultad  en  or- 
ganizar el  de  granaderos  y  un  escuadrón  de  la  guardia 
nacional ,  que  componían  un  total  aproximativo  de  mil 
doscientos  soldados  bisónos,  sin  disciplina  y  sin  instruc- 
ción. Hasta  entonces  la  mayor  parte  de  los  patriotas  no 
habían  llegado  á  comprender  que  la  existencia  política 
de  su  gobierno  no  podía  tener  apoyo  seguro  mas  que 
en  la  fuerza  armada  ;  que  de  un  día  al  otro  cuando 
menos  se  pensase,  podía  ser  atacado,  y  que  por  con- 
siguiente, se  necesitaba  un  ejército  para  rechazar  in- 
justas agresiones ,  sostener  sus  derechos  y  mantener  el 
buen  orden ,  siempre  espuesto  y  comprometido  en  tiem- 
pos de  revolución  ,  todo  lo  cual  no  podia  obtenerse  sino 
con  fuerzas  suficientes  y  bien  organizadas.  Se  podia 
contar  sin  duda  con  algunos  cuerpos  de  las  milicias  de 
caballería  tales  como  los  rejimientos  del  Príncipe  y  de 
la  Princesa ,  que  estaban  mas  disciplinados ;  pero  ,  en 
jeneral ,  la  insubordinación  de  los  milicianos  era  bas- 
tante conocida  para  que  inspirasen  confianza ,  y  fuera 
de  los  dos  cuerpos  citados  y  algunos  artilleros,  no  habia 
tropas  con  que  hacer  frente  á  un  enemigo  que  se 
apoyaba  en  hombres  y  un  material  ele  guerra  cuya  fuerza 
eficaz  le  autorizaban  á  mostrarse  audaz. 

La  noticia  de  la  invasión  habia  pues  sobrecojido  á  los 
habitantes  de  Santiago,  sobre  todo  á  los  que  teniendo  un 
verdadero  conocimiento  de  su  debilidad  estaban  en  es- 
tado de  calcular  el  peligro  que  los  amenazaba.  Sabían 
que  no  se  levanta  de  pronto  un  ejército,  y  no  ignoraban 
la  mala  subordinación  de  las  pocas  tropas  que  habia ,  y 
cuya  deserción  habia  sido  difícil  ya  precaver.  Esta  ten- 
dencia era  de  temer  se  comunicase  á  los  soldados  de 
nueva  leva  y  comprometiese  la  causa  del  país.  En  tan 


312 


HISTORIA    DK    CHILE. 


: 


críticas  circunstancias  los  habitantes  de  Santiago ,  por 
un  movimiento  unánime  y  espontáneo  ,  se  ofrecieron 
todos  á  Miguel  Carrera  echando  á  un  lado  disensiones 
personales  y  enemistades  de  rivalidades  que  hasta  en- 
tonces los  tenían  como  divididos.  Este  ilustre  chileno  aca- 
baba ,  en  efecto ,  de  dar  pruebas  de  que  él  solo  era  capaz 
de  formar  y  ejecutar  un  plan  de  resistencia.  La  inmi- 
nencia del  riesgo  había  aumentado  en  alto  grado  su 
ardor  natural  y  le  había  comunicado  una  fuerza  moral 
y  una  actividad  que  sus  mayores  enemigos  no  podían 
contestar. 

A  penas  hubo  recibido  los  pliegos  del  intendente  de 
Concepción  ,  convocó  con  la  mayor  serenidad  á  junta 
en  la  sala  de  palacio  los  otros  dos  miembros  del  gobierno, 
el  senado  y  los  principales  jefes  militares,  los  cuales' 
después  de  algunas  discusiones  muy  animadas,  resol- 
vieron nombrarle  jeneral  en  jefe  del  ejército  de  la  fron- 
tera, y  que  el  senado  diese  al  gobierno  la  entera  facul- 
tad de  obrar  sin  trabas  y  sin  impedimento.  Esta  decisión 
creaba  una  especie  de  dictadura  momentánea  en  favor 
de  Miguel  Carrera ,  dictadura  de  que  aprovechó  para  dar 
las  disposiciones  las  mas  vigorosas  y  las  mas  propias  á 
tranquilizar,  bien  que  arbitrarias  y  vejantes.  Así,  aquella 
misma  noche  á  la  luz  del  farol  de  la  retreta  (1),  mandó 
publicar  un  edicto  por  el  cual  declaraba  la  guerra  al 
Perú ,  enviaba  á  secuestrar  todos  los  buques  y  propie- 
dades de  aquel  vireynato,  ordenaba  al  gobernador  de 
Valparaíso  pusiese  aquel  puerto  en  estado  de  defensa  é 
imponia  pena  de  muerte  á  cualquiere  que  comunicase 
con  el  enemigo,  que  diese  el  mas  leve  indicio  de  tenerle 

(1)  Costumbre  que  aun  existe ,  y  que  es  española ,  de  preceder  con  un  farol 
que  lleva  un  soldado  en  alto,  los  tambores  que  tocan  la  retreta. 


CAPITULO    XXI. 


318 


adesion  ó  que  esparciese  noticias  falsas  y  alarmantes ; 
y  afín  de  hacer  mas  terrible  y  mas  indudable  esta 
pena ,  mandó  levantar  una  horca  en  medio  de  la  plaza 
mayor  con  un  aparato  de  terror ;  se  doblaron  los  pues- 
tos y  se  colocaron  piezas  de  artillería  en  las  principales 
calles. 

Dos  horas  le  bastaron  para  tomar  y  hacer  ejecutar 
estas  resoluciones  estremas,  por  manera  que  á  las  diez 
de  la  noche  ya  corrían  por  todas  las  cercanías  de  San- 
tiago correos  con  órdenes  para  las  diferentes  sudelega- 
ciones  de  la  República  de  reunir  las  milicias  y  poner  el 
país  en  estado  de  defensa,  y  al  mismo  tiempo  de  des- 
plegar el  mayor  rigor  contra  los  realistas.  Al  dia  si- 
guiente ,  los  que  había  en  Santiago  conocidos  ya  como 
tales,  fueron ,  sin  ninguna  forma  de  proceso,  unos  dester- 
rados, y  otros  alistados  para  pagar  una  contribución 
forzada  de  400,000  p.  ;  pero  por  de  pronto  solo  se  les 
exijieron  260,000. 

Después  de  haber  puesto  así  la  capital  en  estado  de 
precaverse  fácilmente  de  enemigos  internos ,  Miguel  Car- 
rera que  tomaba  sobre  sí  solo,  por  decirlo  así,  la  res- 
ponsabilidad de  estas  violentas  y  valerosas  medidas, 
pensó  en  correr  al  enemigo  para  contener  con  su  sola 
presencia  las  poblaciones  en  su  deber,  intimidar  á  los 
enemigos  de  la  patria  y  entusiasmar  á  las  milicias  por 
una  tan  santa  causa.  Veinte  y  cuatro  horas  después  de 
haber  recibido  los  pliegos,  ya  estaba  en  marcha  acom- 
pañado de  su  íntimo  amigo  Poinset  en  cuyos  consejos 
tenia  la  mayor  confianza,  del  capitán  don  Diego  Bena- 
vente ,  de  algunos  oficiales  y  de  catorce  soldados  de  la 
guardia  nacional.  Esta  era  la  sola  fuerza  que  llevaba , 
pero  habia  dejado  orden  en  Santiago  para  que  las  tropas 


HISTORIA    DE   CHILE. 

veteranas  se  le  incorporasen  en  Talca ,  en  donde  proyec- 
taba establecer  su  cuartel  jeneral. 

Durante  este  viaje ,  desplegó  toda  la  potencia  de  su 
previsión  y  de  su  actividad.  Por  el  dia,  corría  á  caballo, 
y  por  la  noche,  daba  órdenes  y  despachaba  correos  á 
todas  partes.  En  cada  población  por  donde  pasaba  solo 
permanecía  el  tiempo  necesario  para  mandar  reunir  las 
milicias,  alejar  á  los  enemigos  de  la  independencia  y  con- 
vocar juntas  de  auxilios  para  subvenir  á  las  necesidades 
del  ejército.  Todas  estas  precauciones  eran  tan  útiles 
como  oportunas,  porque  á  medida  que  avanzaba  tenia 
ocasiones  de  venir  en  pleno  conocimiento  del  poderoso 
enemigo  que  iba  á  arrostrar,  gracias  á  los  leales  Chi- 
lenos que  habían  huido  de  Concepción  para  no  tener  que 
someterse  al  despótico  gobierno  que  les  quería  imponer 
el  enviado  de  Abascal ,  ni  jurar  la  constitución  de  las 
cortes ,  que  los  mismos  radicales  tachaban  de  ser  escesi- 
vamente  demagójica. 

El  primero  de  estos  patriotas  que  encontró  fué  el 
ex-asesor  del  intendente  de  Concepción  don  Manuel 
Telazquez  de  Novoa,  sujeto  que  reunía  á  mucho  talento 
natural  un  conocimiento  exacto  del  país  destinado  á  ser 
teatro  de  la  guerra,  y  que  por  lo  mismo  nombró  desde 
luego  intendente  del  ejército  que  se  iba  á  formar.  Al  dia 
siguiente,  pudo  hablar  con  el  ex-gobernador  de  Talca- 
huano,  don  Rafael  de  la  Sota,  y  en  Curico,  con  Ximenez 
Tendillo,  conductor  de  los  treinta  y  seis  mil  pesos,  que 
como  un  presente  de  la  providencia ,  llegaban  para  ali- 
viar sus  incesantes  necesidades.  Con  Tendillo  fban  ca- 
torce dragones ,  un  tambor,  cuatro  eclesiásticos  y  quince 
oficiales  de  diferentes  grados  que  fueron  después  incor- 
porados en  el  ejército. 


CAPÍTULO    XXI. 


315 


El  5  de  abril  llegó  á  Talca  sobre  las  siete  de  la  tarde. 
En  el  sitio  llamado  Camarico  había  sabido  la  rendición  de 
Concepción  y  el  tratado  que  habían  hecho  el  intendente 
Benavente  y  Vergara,  ratificado  el  mismo  dia  por  Pareja. 
Ya  fuese  porque  esta  noticia  le  contristó  ó  ya ,  como  lo 
dice  él  mismo ,  que  el  recibimiento  que  le  hicieron  hu- 
biese sido  frió  y  aun  poco  decente ,  aquella  misma  noche 
conoció  que  le  era  preciso  tomar  medidas  de  precaución  , 
en  atención  á  que  no  se  creia  seguro  en  medio  de  un 
pueblo  que  se  manifestaba  mas  inclinado  al  gobierno 
monárquico  que  al  democrático.  Por  este  motivo  pidió 
al  gobierno  hiciese  salir  cuanto  antes  fuese  posible  las 
tropas  regladas  de  Santiago ,  y  por  el  mismo ,  deseaba 
la  llegada  del  obispo  auxiliar  de  Santiago  don  Rafael 
Andreo  Guerrero ,  el  cual  con  el  influjo  de  su  santo  mi- 
nisterio podría  mejor  que  nadie  inculcar  á  aquel  pueblo 
mejores  principios ;  inspirarle ,  según  las  máximas  del 
Evanjelio ,  el  amor  de  la  patria ;  desarraigarle  su  ciega 
sumisión  ,  que  no  era  mas  que  el  resultado  de  una  incom- 
pleta y  falsa  educación  ,  y  enfin  escitar  su  fanatismo  por 
sermones  apropiados  á  las  circunstancias. 

Guerrero  habia  abrazado  el  estado  eclesiástico  siendo 
ya  entrado  en  edad,  y  á  penas  ordenado,  habia  ido  á  vi- 
sitar la  sudelegacion  del  Paposo,  situada  en  el  centro 
mismo  del  desierto  de  Atakama.  Penetrado  del  miserable 
estado  del  corto  número  de  sus  habitantes,  que  abando- 
nados á  la  sola  relijion  de  su  propia  conciencia  no  po- 
dían cumplir  ninguno  de  los  preceptos  de  la  Iglesia ,  se 
prestó  á  quedarse  á  vivir  con  ellos  y  á  suministrarles 
los  auxilios  de  una  instrucción  cristiana  para  la  salva- 
ción de  sus  almas.  Allí  pasó  muchos  años  llenando  con 
fervor  los  deberes  de  su  santo  ministerio ,  bautizando  á 


516 


HISTORIA    DE    CHILE. 


jóvenes  que  en  aquel  destierro  de  toda  sociedad  no  ha- 
bían podido  aun  entrar  en  el  gremio  de  la  iglesia  ;  des- 
pertando los  corazones  adormecidos  y  endurecidos  en  el 
vicio  y  sosteniendo  á  los  que  eran  buenos  y  virtuosos  en 
la  perseverancia  del  bien  ;  y  no  contento  con  todo  esto  , 
luego  que  los  hubo  encaminado  por  la  via  de  la  salvación, 
emprendió  el  viaje  de  España  para  ir  á  pedir  al  Rey 
favor  para  aquellos  desventurados. 

Sus  palabras,  tan  humildes  como  persuasivas,  tuvieron 
el  mas  feliz  éxito  y  conmovieron  el  corazón  bondadoso 
de  Carlos  IV ,  que  tuvo  á  bien  protejerlos  enviándoles 
bastantes  recursos  para  levantar  una  bella  iglesia  con 
todos  sus  ornamentos,  y  nombrando  á  su  digno  y  celoso 
pastor  obispo  auxiliar  de  las  cuatro  diócesis  que  los  ro- 
deaban. Todo  esto  sucedia  en  1806,  y  en  el  mismo  año, 
Guerrero  se  presentó  á  su  ilustrísima  Maran ,  obispo  de 
Santiago ,  para  que  le  consagrase  según  lo  mandaba  la 
iglesia.  Fiado  en  sus  antecedentes,  que  le  habían  hecho 
llamar  el  Anjel  del  Paposo  ;  en  la  firme  intención  que 
tenia  de  continuar  sirviendo  aquella  población  del  de- 
sierto ,  y  sobretodo  en  el  favor  y  en  la  voluntad  del  Rey, 
Guerrero  creyó  que  no  habría  el  menor  obstáculo  para 
su  consagración.  Sin  embargo,  ya  fuese  por  escrúpulos 
de  conciencia,  como  lo  dice  Martínez,  ó  mas  bien  por 
falta  de  regularidad  y  de  forma ,  el  obispo  Maran  le  negó 
su  ministerio,  á  pesar  de  la  protesta  de  la  real  Audiencia, 
y  él ,  afín  de  evitar  conflictos,  se  marchó  para  Rueños- 
Aires  (1) ,  volvió  segunda  vez  á  España,  y  allí  fué  con- 
sagrado obispo  de  Epiphania. 

(1)  A  su  vuelta  de  España,  Guerrero  había  olvidado  de  traer  la  bula  que 
le  dispensaba  de  la  consagración  por  tres  obispos,  y  este  fué  el  motivo  que 
tuvo  Maran  para  negarse  á  ello  á  pesar  de  los  esfuerzos  de  la  real  audiencia. 
Por  evitar  un  conflicto,  Guerrero   se   desistió  de  su  demanda  al  obispo,  y 


CAPÍTULO    XXI. 


317 


Luego  que  obtuvo  su  consagración,  regresó  á  Buenos- 
Aires  ,  en  donde  se  hallaba  cuando  resonaron  los  pri- 
meros gritos  de  libertad  que  despertaron  en  su  corazón 
el  santo  amor  de  la  democracia,  tan  conforme  á  las  máxi- 
mas del  Evanjelio.  Desde  entonces  ,  fué  un  acérrimo  de- 
fensor de  ellos  y  se  volvió  á  Chile  con  la  esperanza,  según 
decían,  de  obtener  la  mitra  de  Santiago,  vacante  á  la 
sazón  ;  pero  sus  ideas  avanzadas  le  malquistaron  con  los 
miembros  del  cabildo  eclesiástico  de  la  capital ,  siempre 
afectos  á  la  monarquía.  Para  no  ser  causa  de  disturbios, 
Guerrero  se  volvió  muy  pronto  á  marchar  de  Santiago  y 
fué  á  refujiarse  en  Quillota,  en  donde  permaneció  hasta 
el  punto  en  que  Miguel  Carrera  fué  á  buscarlo  en  per- 
sona para  ponerlo  á  la  cabeza  del  clero  chileno  ,  y  con- 
trapesar por  medio  de  él  el  influjo  que  dicho  clero  ejer- 
cía en  los  negocios  políticos  del  estado.  A  pesar  de  la 
prohibición  del  arzobispo  de  Lima,  Guerrero  ocupó  la 


sede   episcopal ,   y 


sirvió 


las  ideas  del  gobierno  con 


provecho  y  utilidad  de  la  patria  ,  y  algunas  veces 
también  á  espensas  de  su  propia  tranquilidad  con  res- 
pecto á  los  canónigos  ,  con  los  cuales  los  asuntos  y  su 
propio  deber  le  ponían  continuamente  en  contacto  y 
comunicación. 

Por  el  ardiente  y  perseverante  celo  que  puso  en  hacer 
conocer  y  amar  los  nuevos  principios  tan  propios  á  ele- 
var el  país  á  su  verdadera  nacionalidad,  era  conside- 
rado como  apóstol  de  dichos  principios  y  no  es  estraño 
que  el  gobierno  desease  fuese  á  Talca  para  dar  entusiasmo 
á  los  que  iban  ser  arbitros  de  la  suerte  de  la  nación.  Su 

partió  de  comisión  á  Buenos-Aires  para  hacerse  útil  contra  los  Ingleses.  De 
Buenos-Aires  volvió  á  España ,  en  donde  fué  consagrado,  y  después  de  haber 
servido  a  la  independencia  de  Chile,  se  fué  a  morir  á  Roma.  (  Conversación 
con  Ignacio  de  Arangua. ) 


Jt 


Ü¡; 


318 


HISTORIA   DE   CHILE, 


salida  de  Santiago  se  verificó  poco  después  de  la  de  Car- 
rera, y  en  cada  población  se  detenia  para  predicar  una 
especie  de  cruzada  contra  los  enemigos  que  el  capricho 
de  un  virey  habia  arrojado  sobre  la  costa.  En  efecto , 
así  consiguió  despertar  y  alimentar  sentimientos  de  pa- 
triotismo en  los  habitantes  de  Rancagua,  San  Fernando, 
Gurico,  recibiendo  en  todas  partes  las  primicias  del  pro- 
selitismo  que  iba  á  formar  verdaderos  ciudadanos ,  de- 
fensores de  las  instituciones  que  rejian. 

Pero  su  misión  en  Talca  fué  mucho  mas  importante 
y  fructuosa.  Desde  que  llegó  á  dicha  ciudad,  el  dia  9  de 
abril,  empezó  á  ejercer  su  santo  celo,  y  al  dia  siguiente, 
cantó  una  misa  solenne  en  honra  del  Dios  de  las  bata- 
llas ,  con  un  sermón ,  que  predicó  él  mismo ,  y  el  cual 
respiraba  el  mas  puro  amor  de  la  patria.  El  objeto  prin- 
cipal de  su  oración  era  inspirar  á  sus  oyentes  abandono 
y  abnegación  por  la  causa  jeneral  y  darles  valor  para 
entrar  en  la  lucha  que  se  preparaba  entre  el  despotismo 
y  la  libertad.  Ochenta  nacionales  con  sus  fusiles  (1),  al 
mando  del  teniente  Manuel  Cuevas,  lo  habían  acompa- 
ñado y  fueron  luego  á  ponerse  á  la  disposición  del  jene- 
ral en  jefe,  el  cual ,  por  su  lado,  no  tomaba  un  solo 
momento  de  descanso  por  instruir  á  las  milicias,  procu- 
rarles armas,  caballos  y  bienestar;  recorriendo  el  país 
para  reconocerlo  y  estudiarlo  y  reuniendo  el  mayor  nú- 
mero de  milicianos ,  que  muchas  veces  tenia  él  mismo 
que  contener  para  impedirles  de  desertar.  En  todas 
estas  fatigas  le  ayudaba  particular  y  eficazmente  el 
entendido  capitán  de  húsares  don  Diego  Benavente  en- 
cargado de  la  organización  de  dos  escuadrones  de  ca- 

(1)  Estos  nacionales  fueron  los  primeros  que  daban  alguna  seguridad  al 
cuartel  jeneral  establecido  desde  el  5.  (  Diario  de  Miguel  Carrera. ) 


CAPITULO    XXI. 


319 


ballería,  y  el  intrépido  O'Higgins,  que  acudió  al  primer 
anuncio  de  peligro  para  participar  de  él  con  todo  su 
denuedo  (1). 

O'Higgins  se  hallaba  en  los  Anjeles  cuando  supo,  por 
la  circular  del  intendente,  el  desembarco  de  una  espe- 
dicion  contra  Chile,  y  sin  pararse  en  mas  consideracio- 
nes que  la  de  cumplir  con  su  deber,  mandó  formar  los 
Tejimientos  n '  1  y  2  de  lanceros  de  la  frontera,  com- 
puestos de  mil  hombres.  Con  ellos  voló  al  socorro  de  Con- 
cepción pasando  por  Yumbel  para  que  se  incorporase  el 
Tejimiento  de  Rere,  mandado  por  Fernando  Urizar.  Ha- 
biendo llegado  al  salto  de  la  Laja,  recibió  el  tratado  de 
Concepción  y  la  orden  de  despedir  sus  tropas  á  sus  res- 
pectivos cuarteles ,  como  lo  ejecutó  inmediatamente 
después  de  haberlas  harengado;  pero  no  queriendo  so- 
meterse al  antiguo  gobierno ,  se  dirijió  hacia  Santiago 
con  los  hermanos  Soto  y  cuatro  criados.  Al  pasar  por 
Linares ,  supo  que  los  ochenta  dragones  de  Carbajal  se 
hallaban  en  las  cercanías  y  tuvo  que  viajar  con  mas 
precaución  haciendo  un  gran  rodeo  para  ir  á  pasar  el 
Maule  por  el  lado  de  las  Cordilleras,  de  suerte  que  no 
pudo  llegar  hasta  el  ¡x  á  Talca,  en  donde  el  dia  siguiente 
estaba  ya  reunido  con  Miguel  Carrera. 

O'Higgins  era  bizarro  ,  y  no  habiendo  visto  nunca  el 
fuego  ardia  por  hallarse  en  una  acción.  La  presencia  de 
algunos  dragones  en  las  cercanías  de  Linares  habían  in- 
flamado su  ardor  guerrero ,  y  pidió  á  Carrera  algunos 
soldados  para  ir  á  atacarlos ;  pero  el  jeneral  en  jefe  no 
quiso  esponer  por  tan  poca  cosa  un  militar  que  le  inspi- 
raba la  mayor  confianza ,  y  se  los  negó.  Sin  embargo,  á 
instancias  de  Poinset,  consintió  al  fin  en  ello,  y  al  ser  de 

(1)  Diario  de  Miguel  Carrera. 


320 


H1STOKIA    DE    CHILE. 


noche ,  O'Higgins  se  puso  en  marcha  con  sesenta  mili- 
cianos armados  solo  con  lanzas,  doce  soldados  de  la 
guardia  nacional  y  cuatro  dragones  de  los  que  habían 
escoltado  el  dinero  de  la  tesorería  de  Concepción  (1). 
Su  objeto  era  sorprender  á  Carbajal  durante  la  noche, 
pero  se  estravió  en  el  camino  y  no  pudo  llegar  hasta  las 
nueve  de  la  mañana  cerca  de  Linares,  en  donde  le  dije- 
ron que  no  había  mas  que  doce  dragones  mandados  por 
el  teniente  don  José  María  Rivera ,  y  reunidos  ya  en  la 
plaza  prontos  á  marchar  para  incorporarse  con  Carbajal 
en  Cauquenes. 

La  fuerza  numérica  de  O'Higgins  era  superior  á  la 
de  Rivera,  pero  este  tenia  la  ventaja  de  las  armas  y  esta 
consideración  hubiera  podido  arredrar  á  cualesquiera 
otro  jefe  mas  prudente.  Mas  O'Higgins,  impaciente  por 
distinguirse ,  avanzó  á  la  plaza  enviando  por  delante 
un  parlamentario,  que  fué  el  capitán  Meló,  para  in- 
timar á  Rivera  se  rindiese,  como  lo  hizo  sin  oponer 
la  menor  resistencia;  de  suerte  que  todo  se  pasó  sin 
efusión  de  sangre  y  con  gritos  de  viva  la  patria,  por 
parte  de  los  dragones  de  Rivera,  entusiasmados  con 
algún  dinero  que  les  dio  el  capitán  de  milicias  don  Pedro 
Barnachea. 

Después  de  este  pequeño  suceso,  que  aconteció  el  6  de 
abril,  O'Higgins  pensó  en  marchar  sobre  Cauquenes  para 
atacar  las  tropas  de  Carbajal  ;  pero  supo  luego  que  este 
se  habia  dirijido  apresuradamente  sobre  Chillan,  que  se 
habia  pronunciado  por  el  Rey.  En  vista  de  esto,  deter- 
minó reunir  el  rejimiento  de  milicias  de  Linares  com- 
puesto de  ochocientos  hombres  bien  montados  y  armados 


(1)  Convers.  con  O'Higgins.  Carrera  dice  en  su  diario  :  diez  y  siete  dra- 
gones, pero  es  un  error  probado. 


CAPÍTULO   XXI. 


321 


con  lanzas  y  machetes,  mandados  por  don  Santiago 
Amagada,  el  batallón  de  cuatrocientas  sesenta  plazas 
que  mandaba  el  capitán  Urrea,  esparcido  por  las  cer- 
canías, y  otras  muchas  milicias  de  las  cuales  retuvo 
una  parte,  enviando  la  demás  fuerza  á  Talca  á  la  dis- 
posición del  jeneral  en  jefe,  justamente  afanado  á  la 
sazón  en  juntar  un  pequeño  ejército  para  ir  al  encuentro 
de  Pareja,  que  sabia  no  tardada  en  avanzar  sobre  el 
Maule. 

En  aquel  momento,  el  cuartel  jeneral  de  Carrera  te- 
ma un  aspecto  muy  militar.  Las  tropas  regladas,  que 
necesariamente  eran  su  principal  apoyo,  acababan  de 
llegar  y  se  componían  del  batallón  de  granaderos  man- 
dado por  José  Carrera,  á  quien  acompañaba  Mackenna 
que  había  vuelto  de  su  destierro  y  habia  sido  ascendido 
al  grado  de  cuartel  maestre,  y  del  escuadrón  de  la  guar- 
dia nacional,  á  las  órdenes  de  don  Juan  Ant.  Diaz  Sal- 
cedo. El  primero  de  estos  cuerpos  tenia  mil  hombres  de 
tuerza,  y  el  otro  doscientos  treinta,  los  cuales  con  los 
ochenta  que  habían  llegado  con  el  obispo  y  los  catorce 
que  había  llevado  José  Miguel,  componían  un  total  de 
1,324  soldados  disciplinados ,  prontos  á  batirse  á  pié  ó 
a  caballo,  como  infantería  ó  como  caballería,  según  las 
circunstancias  lo  exijiesen ;  pero  que   no  tenían  fusiles 
por  habérselos  quitado  la  junta  para  armar  con  ellos  á 
los  voluntarios  de  la  patria,  acción  que  el  jeneral  en  jefe 
desaprobó  en  secreto,  contentándose  con  remplazar  los 
Fusiles   con  lanzas,  bien  que  no  pudiesen  en  manera 
alguna  serles  de  la  misma  utilidad ,  no  estando  acostum- 
brados al  manejo  de  esta  arma. 

Algunos  dias  después  ,  llegó  Luis  Carrera  á  la  cabeza 
de  doscientos  artilleros  con  diez  y  seis  piezas  de  «un- 

V.  Historia. 


Jk 


322 


HISTORIA    DE    CHILE. 


paña  mal  montadas  ,  y  trasportadas,  como  también  las 
municiones,  en  setenta  carros  y  cuatrocientos  acémi- 
las^). 

La  reunión  de  todas  estas  tropas  ,  á  las  cuales  se  jun- 
taron luego  los  Tejimientos  de  milicias  del  Principe  y  de 
la  Princesa  de  Santiago ,  y  el  de  Maypu  ,  componiendo 
un  total  de  1500  hombres,  mandados  por  el  coronel  don 
Estanislao  Portales ;  las  de  Cauquenes,  que  ascendían  á 
1800  ,  á  las  órdenes  del  teniente  coronel  don  Fernando 
de  la  Vega ,  enviado  por  su  coronel  don  Juan  de  Dios 
Puga,  y  otras  muchas ,  permitieron  al  jeneral  en  jefe 
clasificarlas  según  su  plan  de  campaña  ,  y  dividirlas  en 
colunas  compuestas  la  primera  de  :  «  200  granaderos 
de  las  milicias  de  Cauquenes  y  las  partidas  y  piezas  de 
campaña  que  tenia  O'Higgins  en  Bobadilla.  Esta  se 
puso  al  mando  del  coronel  don  Luis  Carrera. 

La  segunda  la  formaron  el  resto  del  batallón  de  gra- 
naderos ,  cuatro  piezas  de  artillería  y  el  Tejimiento  de 
Maypu ,  mandado  por  el  brigadier  don  Juan  José  Car- 
rera ,  y  que  se  situó  en  Duao. 

La  tercera  la  formaban  la  gran  guardia  ,  la  guardia 
jeneral  ,  cuarto  piezas  de  campaña  y  los  rejimientos 
del  Príncipe  y  Princesa  á  las  inmediatas  órdenes  del 
jeneral  en  jefe,  y  acampó  á  una  legua  de  distancia  de  la 
segunda  (2).  » 

Así,  los  tres  hermanos  Carrera  se  habían  repartido  el 
mando  de  todo  el  ejército,  cometiendo  un  yerro  muy 
grave,  cual  era  el  dar  márjen  á  la  reconvención  de 
egoísmo  á  que  habían  dado  ya  lugar  mas  de  una  vez ; 
cosa  que  necesariamente  había  de  despertar  los  anti- 

(1)  Diario  de  Miguel  Carrera. 

(2j  Diario  de  Miguel  Carrera,  y  Memoria  de  José  Miguel  Benavente. 


CAPÍTULO    XXÍ. 


323 


guos  rencores  que  el  peligro  común  había  podido  á 
gran  pena  apagar.  Pero  en  aquel  instante  ,  todos  esta- 
ban mas  dispuestos  á  obrar  que  á  pensar  en  rivalidades 
y  zelos  que  podían  desbaratar  el  plan  de  organización 
del  ejército. 

Mas  no  sucedió  lo  mismo  en  Santiago  ,  en  donde  el 
espíritu  de  oposición  llegó  á  vencer  la  resistencia  y  apo- 
derarse del  gobierno. 

Al  marchar  para  el  sur,  Miguel  Carrera  habia  dejado 
en  su  lugar,  como  miembro,  á  su  hermano  José,  que 
también  tuvo  que  dar  su  dimisión  para  marchar  á  la  ca- 
beza de  su  batallón  de  granaderos.  Por  la  ausencia  de 
estos  dos  jefes  y  de  sus  tropas  ,  el  partido  municipal, 
unido,  como  ya  lo  hemos  dicho,  al  partido  de  Rosas 
tomó  cierto  ascendiente  en  el  senado  y  le  dio  á  entender 
que  en  aquel  critico  momento ,  era  sumamente  impor- 
tante revestir  el  gobierno  de  toda  la  fuerza  nacional ,  y 
que  para  eso   se  necesitaba  lejitimarlo  por  medio   de 
elecciones  sino  populares,  que  las  circunstancias  no  per- 
mitían, alo  menos  por  la  del  senado,  la  cual ,  aunque  en 
cierto  modo  fuere  ilegal  (pues  ni  aun  tenia  una  soberanía 
de  delegación),  podía  sinembargo  por  la  elección  de  sus 
miembros  recibir  la  aprobación  universal  de  los  buenos 
patriotas. 

Esta  elección  tuvo  lugar,  en  efecto  ,  el  15  de  abril  y 
el  resultado  del  escrutinio  fué  favorable  á  los  tres  anti- 
guos municipales  Francisco  Pérez,  Agustín  Eizaguirre  y 
José  Miguel  infantes,  los  cuales  entraron  desde  luego  en 
ejercicio,  remplazando  los  dos  miembros  que  habían  que- 
dado, Portales  y  Prado,  y  que  algunos  dias  después  pi- 
dieron licencia,  uno  por  enfermedad ,  y  otro  por  queha- 
ceres urjentes. 


:JÍ 


HISTORIA    DE    CHILE. 


Bien  que  los  nuevos  miembros  del  gobierno  hubiesen 
sido  inquietados  en  otro  tiempo  por  Carrera,  y  que  uno 
de  ellos  hubiese  tenido  que  padecer  la  pena  de  destierro, 
sin  embargo  no  se  opusieron  ele  modo  alguno  á  esta  or- 
ganización militar,  á  pesar  de  que  les  pareciese  muy  peli- 
grosa para  la  sociedad,  en  atención  á  que  ponía  toda  la 
fuerza  material  del  estado  á  la  disposición  de  una  sola 
familia  influyente  y  ambiciosa.  Sabían  y  conocían  que 
os  hombres  capaces  de  mandar  eran  raros ,  y  que  las 
tropas  bisoñas  y  sin  disciplina  exijian  que  hubiese  en  sus 
jefes  una  misma  voluntad  y  un  mismo  pensamiento.  Por 
consiguiente,  se  ve  que  estaban  penetrados  de  los  senti- 
mientos mas  patrióticos ,  y  que  pensaban  mucho  menos 
en  antiguos  motivos  de  enemistad  que  en  emplear  todos 
sus  esfuerzos  y  conato  en  sostener  á  Miguel  Carrera,  ayu- 
dándole con  todos  los  auxilios  necesarios,  y  fomentando 
el  entusiasmo  y  la  ambición  de  gloria  que  lo  dominaban; 
porque  veian  que  era  el  único  modo  de  mantener  el  or- 
den en  un  ejército  tan  mal  disciplinado  ,  prepararlo  á 
batirse  y  alcanzar  victorias  y,  enfin  ,  á  salvar  la  revolu- 
ción ,  que  era  el  principal  objeto  de  sus  acciones  y  pen- 
samientos. Asilos  vemos,  desde  luego  que  entraron  en  el 
gobierno,  revestir  la  misma  enerjía  que  habia  mostrado 
el  jeneral  en  jefe  al  recibir  la  noticia  de  la  invasión , 
seguir  su  política  violenta  para  la  seguridad  de  todos , 
prohibir  la  entrada  del  país  á  todo  español ,  espulsar 
de  él  á  los  que  tenia  por  sospechosos  y  corroborar  el  de- 
creto que  castigaba  con  la  pena  de  muerte  á  todo  aquel 
que  estuviese  en  correspondencia  con  la  provincia  inva- 
dida ó  con  el  Perú.  Si  esta  medida  de  rigor  no  emanaba 
de  ellos ,  no  por  eso  dejaban  de  conocer  y  apreciar  toda 
su  importancia  y  se  mostraban  firmemente  dispuestos  á 


CAPÍTULO    XXI. 


325 


darle  vigor  contra  los  Chilenos  mismos  que  diesen  el  me- 
nor indicio  de  felonía,  ofreciendo  al  contrario  premio  á  los 
soldados  que  desertasen  de  la  bandera  enemiga.  Con  tales 
pruebas  de  que  tenían  la  fuerza  de  ánimo  que  pedia  la  si- 
tuacion  política,  y  la  firmeza  necesaria  para  obrar  con 
decisión,  aquellos  esforzados  patriotas  consiguieron  com- 
primir todo  movimiento  de  reacción  y  aprontar  los  infini- 
tos recursos  de  que  necesitaba  el  país  para  constituirse  en 
buen  estado  de  defensa.  Dos  objetos  llamaban  y  llenaban 
principalmente  su  atención  ;  el  formar  soldados ,  y  el 
mantenerlos  en  buen  pié.  Para  conseguir  el  primero , 
procuraban  fomentar  el  ardor  del  espíritu  nacional  por 
todos  los  medios  posibles  ,  en  los  que  comprendían  la 
exaltación  que  causa  la  pompa  de  funciones  relijiosas , 
penetrando  las  conciencias  y  disponiendo  á  la  abnega- 
ción de  sí  propio  ;  esto  ademas  de  los  decretos  promul- 
gados para  levas  de  voluntarios,  y  si  estas  no  bastaban  , 
forzadas ,  imponiendo  penas  de  rigor  á  cuantos  siendo 
capaces  de  llevar  armas  y  de  entrar  en  la  milicia,  no  se 
alistasen  bajo  sus  banderas.  Con  este  mismo  objeto,  ha- 
bían pedido  socorros  á  Buenos- Aires  ,  ó  á  lo  menos  el 
regreso  de  las  tropas  que  se  le  habían  enviado  como 
auxiliares. 

Para  alcanzar  el  segundo,  tuvieron  recurso  á  un  em- 
préstito, ya  pedido  por  Carrera,  sobre  vales  de  Aduana , 
y  los  hipotecaron  con  los  réditos  mas  seguros  del  fisco , 
entre  otros,  400  regadores  de  la  acequia  de  Maypu,  que 
valían  entonces  2,000  p.  cada  una.  De  este  modo  daban 
pruebas  de  su  buena  fe  ofreciendo  segura  garantía  á  los 
prestadores.  También  quisieron  dar  una  de  satisfacción 
á  los  buenos  patriotas  que  se  distinguiesen  por  un  acto 
de  civismo  ó  por  una  acción  militar,  creando  una  deco- 


Jt 


326 


HISTORIA    DE    CHILE. 


ración  ó  medalla  que  llevaba  por  un  lado  una  corona  de 
laurel  sobre  espada  y  flecha  cruzados ,  con  la  inscrip- 
ción :  La  patria  á  sus  defensores.  En  el  reverso,  al  rede- 
dor :  En  la  invasión  marítima  de  los  tiranos.  Y  en  el  cen- 
tro :  El  gobierno  de  Chile  año  de  1813. 

El  jenio  entusiasta  de  Miguel  Infante ,  que ,  apesar 
de  su  grande  apego  á  la  democracia ,  estaba  muy  incli- 
nado á  recompensar  las  acciones  virtuosas  civiles ,  habia 
contribuido  mucho  á  la  creación  de  esta  distinción ,  y 
el  mismo  empeño  tuvieron  Salas  y  Juan  Egaña. 

No  era  menor  el  ardor  del  Ayuntamiento  por  el  ser- 
vicio de  la  patria.  Los  miembros  jóvenes  de  esta  corpo- 
ración ,  con  mucha  actividad  de  cuerpo  y  de  alma , 
tenían  una  invencible  aversión  á  las  cosas  de  tiempos  pa- 
sados y  se  mantenían,  por  decirlo  así ,  en  sesión  perma- 
nente para  tocar  con  oportunidad  todos  los  resortes  de 
la  resistencia  ya  animando  la  juventud  á  la  guerra,  ya 
oponiéndose  á  que  los  hacendados  inquietasen  á  sus  in- 
quilinos  alistados  en  el  ejército  si  estaban  empeñados 
por  sus  arriendos  ,  ya  intimidando  á  los  realistas  con  el 
establecimiento  de  una  comisión  de  salud  pública  com- 
puesta de  un  Juez  mayor,  que  fué  el  coronel  don  Martin 
Calvo  de  Encalada  y  cuatro  prefectos,  uno  por  cada  gran 
barrio,  y  los  cuales  eran  don  Juan  Francisco  León  de  la 
Barra,  don  Antonio  Hermida ,  el  conde  de  Quinta  Ale- 
gre y  don  Francisco  Xavier  de  Errazuris.  De  tiempo  en 
tiempo,  daban  también  proclamas  en  que  respiraban  los 
mas  puros  sentimientos  de  patriotismo,  esponiendo  los 
peligros  de  la  patria  y  la  necesidad  de  desplegar  la  mayor 
enerjía  para  romper  el  yugo  de  la  opresión  ;  exortando  á 
los  jefes  militares  á  corresponder  dignamente  á  la  con- 
fianza que  su  valentía  inspiraba  al  país ,  y  á  los  padres 


CAPÍTULO    XXI. 


327 


de  familia  á  que  inculcasen  el  amor  de  la  libertad  á  sus 
hijos  y  servidores. 

Pero  el  resultado  mas  brillante  que  obtuvo  esta  ilustre 
corporación  fué  el  de  su  jenerosa  participación  en   la 
suscripción  voluntaria  á  favor  del  estado,  y  en  la  cual 
el  público  entró  con, el  mas  pródigo  abandono.  Al  ojear 
el  Monitor  araucano  de  aquella  época ,  no  puede  menos 
de  sentirse  uno  penetrado  de  admiración  por  aquel  pú- 
blico que  se  condenaba  á  los  mayores  sacrificios  por  la 
defensa  de  su  país  y  de  sus  instituciones.  No  se  conten- 
taban con  dar  dinero,  y  algunos,  grandes  cantidades, 
sino  que  muchos  daban  su  vajilla  y  sus  cubiertos  de 
plata ;   otros  sus   evillas ,  y  hubo  quien   ofreció   y  dio 
cuanto  poseía.  Juan  Egaña ,  ademas  de  la  jenerosidad 
de  sus  dones  pecuniarios ,  envió  el  oro  necesario  para 
seis  medallas  de  la  patria.  Muchos  empleados  y  entre 
ellos  los  tres   miembros  del  gobierno  y   el  secretario 
de  la  junta  Mariano  Egaña,  servían  sin  emolumentos. 
Los  hacendados  ponían  á  la  disposición  del  gobierno 
sus  haciendas  y  sus   rebaños.  Hubo  uno  que    ofreció 
una  parte   de   sus  tierras    al   primero  que  tomase  un 
cañón  enemigo.  Los  comerciantes  igualmente,  se  mos- 
traban rivales  en  entusiasmo  de  esta  jenerosidad  chi- 
lena. Unos  suministraron  botones,  y  otros,  paños  para 
vestuario  de  los  soldados  de  que  el  público  se  prometía 
encargarse ;    porque  es  preciso  saber  que  el  ya  citado 
monitor  indica  muchísimos  patriotas  que  suscribieron 
para  sustentar  y  mantener  dos,  cinco,  diez  y  hasta  veinte 
soldados,  mientras  durase  la  guerra.   Por  donde  se  ve 
que  la  defensa  del  país  era  un  verdadero  acreedor  de 
todos  los  ciudadanos,  y  que  los  poco  pudientes  como  los 
que  podían  mucho  eran  todos  sus  tributarios,  sinduda 


H 


Jk 


328 


HISTORIA    DÉ    CHILE. 


porque  el  espíritu  democrático,  al  propagarse  por  todas 
las  clases  de  la  ciudad,  habia  establecido  una  solidaridad 
reciproca  entre  todos  los  individuos,  de  donde  debia 
surjir  la  unidad  social  que  derogaba  las  distinciones,  y 
constituía  la  fuerza  de  la  nación. 


■i. 


I 


CAPITULO  XXII. 


El  obispo  Villodres  nombrado  intendente  de  Concepción.  —  Pareja  marcha 
sobre  Talca.—  O'Higgins  se  dirije  al  cerro  de  Bobadilla,  y  lleva  la  guarni- 
ción al  cuartel  jeneral.—  Un  pequeño  destacamento  sorprende  en  Yerbas 
Buenas  al  ejército  real,  que  lo  rechaza  y  le  hace  retirarse  precipitadamente. 

—  Los  dos  partidos  cantan  victoria.  —  El  gobierno  la  celebra  en  Santiago. 

—  Insurrección  en  los  buques  la  Perla  y  el  Potrillo  y  entrega  de  dichos 
buques  á  los  corsarios  que  bloqueaban  el  puerto  de  Valparaíso.  —  Pareja , 
muy  enfermo,  se  decide  á  ir  á  atacar  los  patriotas  en  Talca.  —  Los  Chilotes 
rehusan  pasar  el  Maule,  y  resuelve  regresar  á  Chillan.—  Miguel  Carrera  le 
persigue.—  Desorden  en  la  marcha  de  las  tropas  chilenas  por  las  lluvias  y 
la  poca  disciplina  de  los  oficiales.-  Acampan  en  el  estero  de  Buli,  de  donde 
se  envía  un  parlamentario  á  Pareja.-  Este  sale  de  San  Carlos  y  va  á  acam- 
par cerca  del  rio  Nuble  ,  en  donde  tiene  que  atrincherarse.— Acción  de  San 
Carlos  sin  resultado  alguno  para  los  dos  partidos.—  El  ejército  real  pasa  el 
Nuble  y  su  retaguardia  es  atacada  por  el  teniente  Molina  ,  que  la  obliga  á 
abandonar  cuatro  cañones  y  algunos  bagajes.  —  Pareja  llega  á  Chillan.  — 
Carrera  va  á  acampar  sobre  el  Nuble. 


Pareja  acababa  de  proclamar  la  constitución  de  las 
Cortes  y  de  tomar  juramento  de  obediencia  y  fidelidad  á 
todas  las  corporaciones  civiles  y  militares  de  Concep- 
ción ;  pero  no  satisfecho  con  esto,  quiso  anular  todos  los 
actos  del  gobierno  intruso,  dar  nueva  organización  á  las 
diferentes  oficinas  y  no  conservar  mas  que  empleados 
con  que  podia  contar  en  toda  seguridad.  Así  quitó  á  mu- 
chos el  empleo,  reformó  una  parte  del  cabildo,  mudó 
todos  los  gobernadores  y  forzó  al  intendente  Benavente 
á  dar  su  dimisión,  poniendo  en  su  lugar  al  obispo  Villo- 
dres ,  de  jenio  activo ,  resuelto  y  sobretodo  apasionado 
por  la  monarquía  española. 

Este  mismo  Villodres  fué  encargado  de  verificar  el 
estado  moral  de  la  administración  civil,  y  de  proponer 


330 


HISTORIA    DE    CHILE. 


i 


m 


las  reformas  que  le  pareciesen  necesarias  en  ella,  por 
hallarse  Pareja  esclusivamente  ocupado  en  organizar  el 
ejército  para  empezar  á  la  mayor  brevedad  la  campaña, 
y  marchar  sobre  Santiago,  en  donde  se  proponía  entrar 
con  el  solenne  aparato  de  un  triunfador.  La  deserción 
de  las  tropas  de  la  patria  que  habían  pasado  con  apresu- 
ramiento á  sü  bandera,  y  el  entusiasmo  con  que  algu- 
nos realistas  de  Concepción  le  recibieron,  habían  hecho 
creer  al  presuntuoso  jeneral  haria  una  fácil  conquista, 
y  tuvo  la  imprudencia  de  comunicar  á  sus  soldados  la 
misma  estraña  ilusión. 

Confiando  así  en  un  completo  y  pronto  éxito,  no  le 
pareció  necesario  mantenerse  por  mas  tiempo  en  la  ca- 
pital cíe  la  provincia  y  resolvió  marchar  sobre  Talca  para 
desalojar  al  enemigo  y  establecer  allí  sus  propios  cuar- 
teles de  invierno.  Su  ejército  acababa  de  recibir  el  re- 
fuerzo de  los  granaderos  de  la  frontera  y  de  los  drago- 
nes, y  en  seguida,  de  varios  Tejimientos  montados  de  mili- 
cias que  habían  venido  incorporársele  de  Rere,  Arauco, 
los  Anjeles  y  otras  partes,  con  el  cual  ascendía  aproxi- 
mativamente á  dos  mil  soldados  viejos,  contando  dos- 
cientos artilleros  con  veinte  y  cinco  piezas  de  campaña, 
y  á  cuatro  mil  milicianos  montados,  que  mediante  los 
bieii  provistos  almacenes  de  Concepción,  pudieron  ser 
completamente  armados  y  equipados. 

De  estas  fuerzas,  Pareja  formó  tres  divisiones  que 
mandó  salir  con  intervalo  de  dias;  la  primera,  mandada 
por  Berganza,  se  puso  en  marcha  el  8  de  abril;  la  se- 
gunda, á  las  órdenes  de  Ballesteros,  el  lí,  y  la  tercera 
el  ik,  todas  en  la  dirección  de  Chillan ,  y  luego,  sobre 
Linares,  en  donde  hicieron  su  junción  el  24  del  mismo 
mes. 


CAPITULO    XXII. 


331 


Un  poco  antes  de  la  llegada  de  estas  colimas,  O'Hig- 
gins  se  hallaba  aun  en  las  cercanías  reuniendo  las  mili- 
cias, y  en  el  Parral  supo  el  movimiento  de  Pareja,  en 
vista  del  cual  juzgó  oportuno  retirarse  haciendo  diver- 
sión al  enemigo  para  dar  tiempo  á  Carrera  de  combinar 
sus  movimientos  según  sus  intenciones  y  sus  planes  (1). 
Habiendo  llegado  así  á  Yerbas  Buenas,  su  espíritu  le 
sujirió  el  proyecto  de  atacar  la  vanguardia  enemiga, 
compuesta  de  cuatrocientos  hombres  mandados  por  Elor- 
reaga.  La  fuerza  que  él  tenia  era  numéricamente  algo 
superior,  pero  compuesta  de  milicianos  en  la  mayor 
parte  ;  solo  tenia  dos  compañías  de  granaderos  soldados 
viejos,  que  le  habia  enviado  el  jcneral  en  jefe,  y  cin- 
cuenta húsares  de  la  gran  guardia  mandados  por  el 
capitán  Francisco  Cuevas.  Su  intención  era  caer  de  re- 
pente sobre  la  vanguardia  en  el  acto  de  pasar  esta  el  rio 
Achihueno ;  pero  prevenido  por  sus  espías  de  que  Elof- 
reaga  no  se  habia  detenido  en  Linares ,  á  donde  habia 
llegado  casi  al  mismo  tiempo  el  ejército,  O'Higgins  se 
trasladó  al  Cerro  de  Bobadüla,  que  estaban  fortificando 
para  impedir  el  paso  que  lleva  el  mismo  nombre.  La  for- 
tificación del  Cerro,  dirijida  por  el  cónsul  Poinsett,  fué 
desaprobada  por  el  cuartel  maestre  Mackenna ,  el  cual 
demostró  que  en  atención  á  su  distancia  del  paso,  que  era 
de  mas  de  1500  varas,  y  al  corto  alcance  de  las  piezas 
que  tenia,  no  podia  Henar  el  objeto  que  se  proponía.  De 
este  modo,  Mackenna  contribuyó  á  que  se  tomase  la  de- 
terminación de  hacer  volver  á  pasar  las  tropas  á  la  orilla 
norte  del  rio  á  fin  de  cubrir  y  defender  la  mayor  parte 
de  los  pasos  con  tanta  mas  facilidad  cuanto  los  muchos 


1)  Convers.  con  O'His 


gms. 


HISTORIA    DE    CHILE. 

árboles  que  habia  facilitaban  el  poner  emboscadas  con 
segura  ventaja. 

Algunos  dias  después,  Eleorraga  se  dejó  ver  en  las 
cercanías  de  Yerbas  Buenas  con  300  hombres,  y  aun 
avanzó  hasta  la  orilla  del  rio  á  reconocer  las  posiciones 
de  los  patriotas  acompañado  de  don  Estanislao  Várela, 
sarjento  mayor  del  Tejimiento  de  Rere,  enviado  de  par- 
lamentario por  Pareja  al  cuartel  jeneral  de  Carrera. 
Várela  era  portador  de  un  oficio  en  el  que  el  jeneral 
realista  intimaba  al  patriota  se  rindiese,  ofreciéndole 
grandes  ventajas  de  parte  del  virey  (1). 

En  aquel  momento,  Carrera  se  hallaba  con  las  tropas 
de  vanguardia,  y  mientras  hablaba  con  el  parlamentario, 
le  fueron  á  decir  que  los  soldados  de  Elorreaga  hacían 
fuego  contra  sus  centinelas,  y  habían  muerto  ya  á  dos 
soldados  del  Tejimiento  de  San  Fernando.  Irritado  de 
una  acción  tan  contraria  á  los  derechos  y  leyes  de  la 
guerra,  resolvió  tomar  venganza  haciendo  una  sorpresa 
por  la  noche  al  destacamento  que  él  creía  permanecería 
acampado  en  las  cercanías,  y  al  efecto,  mandó  formar 
una  coluna  de  300  milicianos,  200  granaderos  y  100 
nacionales,  al  mando  del  coronel  don  Juan  de  Dios  Puga, 
que  marchó  á  la  cabeza  de  esta  espedicion  con  las  ins- 
trucciones necesarias. 

Al  llegar  á  Bobadilla ,  en  donde  pensaba  encontrar  al 
enemigo,  Puga  supo  que  este  se  habia  trasladado  á  Yer- 
bas Buenas ,  y  resolvió  ir  á  atacarlo  allí  mismo  ,  á  pesar 


(1)  Según  O'Higgins,  Várela  se  habia  presentado  á  Pareja  para  que  le 
encargase  de  aquella  misión ,  con  el  solo  objeto  de  dar  parte  á  Carrera  de 
que  300  hombres  del  ejército  realista  estaban  acampados  en  Yerbas  Buenas; 
y  por  aserción  de  Carrera  mismo,  le  pidió  á  este  lo  recibiese  ;í  su  servicio ; 
pero  el  jeneral  en  jefe  tuvo  por  conveniente  enviarlo  á  Santiago.  ( Diario  de 
Carrera,  y  Convers.  con  O'Higgins.) 


CAPITULO    XXII, 


333 


l 


de  la  distancia,  que  era  de  siete  leguas.  La  noche  estaba 
muy  oscura  y  tenia  guias  tan  fieles  como  prácticos  que  le 
condujeron  hasta  el  campo  enemigo,  sin  ser  visto  ni  oido. 
A  lo  menos,  solo  cuando  sus  tropas  estaban  ya,  por  de- 
cirlo así,  encima,  algunas  centinelas  gritaron  alarma; 
pero  muy  tarde  :  los  patriotas  penetraron  por  medio  de 
los  soldados  entregados  al  sueño  con  imprudente  con- 
fianza, y  de  un  golpe  de  mano  saquearon  y  dispersaron 
sin  resistencia  capaz  de  oponerse  al  ímpetu  de  su  ataque. 
El  enemigo  ,  aterrado  ,  no  pensó  mas  que  en  salvarse  ; 
dejando  armas  y  bagajes ,  que  por  una  fea  codicia  los 
patriotas  quisieron  llevarse ,  perdiendo  momentos  pre- 
ciosos en  amontonar  fusiles,  despojar  á  los  muertos  y  aun 
á  los  heridos,  sin  caer  en  la  cuenta,  sin  duda,  de  que 
acababan  de  ahuyentar  al  ejército  entero  de  Pareja, 
que  al  ser  de  día  le  haría,  tal  vez ,  pagar  muy  caro  aquel 
indigno  botín. 

En  efecto,  los  realistas  no  tardaron  en  serenarse  y  re- 
hacerse. Sorprendidos  en  la  oscuridad  de  la  noche,  y  en 
profundo  sueño,  y  viéndose  despertar  por  un  fuego  muy 
sostenido,  habían  creído  desde  luego  que  tenían  sobre  sí 
á  todo  el  ejército  de  Carrera,  y  habían  huido  en  la  mayor 
confusión,  sufriendo  una  verdadera  derrota ;  pero  cuando 
estuvieron  ciertos  y  seguros  de  que  ni  la  mas  pequeña 
fuerza  los  perseguía,  y  de  haber  sido  sorprendidos  y  ba- 
tidos por  un  solo  débil  destacamento,  hicieron  alto,  vol- 
vieron caras,  se  formaron  y  cargaron  ,  á  su  vez ,  la  banda 
indisciplinada,  quitándole  una  parte  de  las  armas  y  los 
cañones  que  habían  antes  dejado ,  y  derrotándola  com- 
pletamente, á  pesar  de  cuanto  hicieron  sus  bizarros  jefes, 
Bueras,  Benavente,  Rencorret  y  Ross,  con  palabras  y  con 
ejemplos  de  valentía,  para  que  se  mantuviesen  firmes. 


HISTORIA    DE    CHILE. 

Tal  fué  el  resultado  de  una  acción  que  hubiera  podido 
tener  la  mas  feliz  influencia  en  la  suerte  del  país,  si  hu- 
biese sido  mas  meditada,  mejor  combinada  y  sobretodo 
apoyada  por  una  pequeña  reserva.  Pero  una  fatalidad  se 
mezclaba  en  las  acciones  de  los  dos  partidos.  De  parte  y 
de  otra  habia  habido  falta  de  previsión  ,  y  á  consecuen- 
cia ,  yerros  :  los  realistas  habían  creído  que  todo  el  ejér- 
cito de  Carrera  los  atacaba  ;  los  patriotas  habían  pensado 
no  atacar  mas  que  un  débil  destacamento  que  no  mere- 
cía la  pena  y  que  bastaba  ahuyentar  para  apoderarse  de 
sus  armas  y  bagajes,  objeto  de  codicia  especialmente 
para  los  milicianos ,  que  creían  tener  en  ellos  un  gran 
provecho  (1).  La  codicia  sola  quitó  la  victoria  de  las 
manos  á  los  vencedores ,  y  salvó  el  ejército  de  Pareja  , 
que  huía  con  espanto  y  terror. 

En  aquella  circunstancia,  vituperaron  la  determina- 
ción del  jeneral  en  jefe  de  quitar  la  partida  de  vanguar- 
dia que  estaba  acampada  en  Bobadilla,  y  que,  si  se 
hubiese  hallado  allí,  habría  decidido  de  la  suerte  de  la 
campaña;  pero  era  esta  una  crítica  infundada,  porque 
si  dichas  tropas  hubiesen  permanecido  en  aquella  posi- 
ción ,  es  evidente  que  Elorreaga  no  se  hubiera  adelan- 
tado hasta  las  márjenes  del  rio,  y  que,  por  su  lado,  la 
guarnición  habría  tenido  un  verdadero  conocimiento  del 
movimiento  de  Pareja,  en  cuyo  caso  no  hubiera  cometido 
la  imprudencia  de  ir  á  atacarlo,  y  la  acción  de  Yerbas 
Buenas  no  hubiera  tenido  lugar. 

También  fué  muy  criticada  la  ignorancia  en  que  es- 
taba de  la  marcha  del  enemigo,  ignorancia  que  en  cierto 

(1)  Habia  un  decreto  por  el  cual  se  concedían  16  p.  á  cada  soldado  porcada 
fusil  que  presentase  en  buen  estado  ,  quitado  al  enemigo,  y  12  por  cada  fusil 
descompuesto.  Muchos  milicianos  presentaron  hasta  cinco. 


CAPITULO    XXII. 


335 


modo  era  una  acusación  de  descuido  y  de  impericia  mi- 
litar ;  pero  lo  que  habia  habido  realmente  de  reprensible 
en  la  conducta  del  jeneral ,  habia  sido  el  dejar  ir  aquel 
destacamento  sin  darle  el  apoyo  de  una  reserva  para  ayu- 
darle á  aprovechar  la  victoria ,  si  vencía,  ó  para  refor^- 
zarla ,  si  era  vencido.  A  la  verdad ,  su  hermano  Luis 
habia  recibido  orden  para  estar  pronto  á  marchar  con 
tres  piezas  á  la  primera  demanda  ;  pero  hallándose 
acampado  á  la  parte  norte  del  Maule ,  este  socorro  no 
podía  menos  de  llegar  tarde  y  de  ser  por  consiguiente 
infructuoso,  y  Luis  se  vio  él  mismo  obligado  á  retirarse 
cuando  quiso  ir  al  encuentro  de  un  enemigo  que  cono- 
cía la  superioridad  de  su  fuerza  numérica ,  y  animado 
por  la  exaltación  que  da  una  ventaja  conseguida  y  el  ir 
en  seguimiento  de  un  enemigo  vencido. 

De  todos  modos ,  tal  cual  tuvo  lugar  esta  acción  fué 
favorable  á  la  causa  de  Chile ,  y  produjo  efectos  contra- 
rios en  el  espíritu  de  los  dos  ejércitos,  desmoralizando  á 
los  Chilotes,  que  bajo  la  palabra  de  Pareja  habían  creído 
ir  á  una  conquista  fácil  y  de  poca  duración  ,  y  llenando 
de  entusiasmo  á  los  hijos  de  la  patria  orgullosos  de  ha- 
ber causado  la  derrota  momentánea  de  un  ejército  en- 
tero con  un  simple  destacamento  diez  veces  mas  inferior 
en  número.  En  resumen  ,  las  pérdidas  fueron  con  corta 
diferencia  iguales.  Los  liberales  perdieron  unos  cin- 
cuenta hombres  entre  muertos  y  heridos  ,  y  ciento  y 
veinte  y  cuatro  prisioneros  que  fueron  encerrados  en  un 
buque  viejo ,  en  la  bahía  de  Talcahuano.  Los  realistas 
tuvieron  algunos  mas  muertos ,  y  entre  ellos  el  fogoso 
intendente  del  ejército  Juan  Tomas  Vergara ,  «  hombre 
de  conocimientos  nada  comunes,  de  una  intrepidez  sin- 
gular, el  alma  de  la  espedicion  ,  y  que  se  decia  su  primer 


336 


HISTORIA    DE    CHILE. 


. 


autor  (1) ;  »  el  capitán  Buenaventura  Bargas ,  el  sute- 
mente José  Pacheco  y  el  de  artillería  de  Valdivia  José 
María  Martínez.  Pero  en  cuanto  á  prisioneros  solo  per- 
dieron treinta  y  uno,  gracias  al  Tejimiento  de  caballería 
de  Rere  que  acampado  á  cosa  de  una  legua  de  Yerbas 
Buenas  pudo  acudir,  rescatar  á  muchos  que  estaban  ya 
cojidos,  y  protejer  la  huida  de  los  que  no  lo  estaban. 
Entre  los  rescatados  se  halló  el  comandante  de  artillería 
José  Berganza,  prisionero  de  mucha  importancia,  reco- 
mendado por  lo  mismo  con  especial  cuidado  por  el  capi- 
tán María  Benavente  al  alférez  José  Molina,  el  cual  se  vio 
á  su  vez  prisionero  de  los  realistas. 

Tan  pronto  como  el  parte  de  esta  acción  llegó  al  go- 
bierno,  lo  mandó  publicar  como  un  verdadero  triunfo 
debido  al  heroísmo  de  los  defensores  de  la  patria ,  afín 
de  inspirar  al  pueblo  el  amor  de  la  gloria  y  de  la  li- 
bertad. Hubo  en  consecuencia  Te  Deum  ,  regocijos  pú- 
blicos y  una  proclama  la  mas  lisonjera  para  la  guardia 
cívica,  proclama  que  produjo  el  efecto  inmediato  de  ofer- 
tas espontáneas  de  servicio  de  muchas  de  sus  compañías, 
una  de  las  cuales  fué  destacada  á  Valparaíso  para  guar- 
dar aquellas  costas.  El  plenipotenciario  de  Buenos-Aires 
quiso  también  pagar  su  tributo  de  entusiasmo  y  convidó, 
el  2  de  mayo,  á  un  suntuoso  banquete  un  gran  número 
de  patriotas  y  los  miembros  del  gobierno.  Sentado  á  la 
estremidad  de  la  mesa  en  frente  á  Camilo  Henriquez , 
estos  dos  poetas  de  la  libertad  chilena,  teniendo  uno  y 
otro  en  la  cabeza  un  gorro  frijio ,  tuvieron  los  mas  pre- 
ciosos arranques  de  agudeza  y  cantaron  himnos  que  res- 
piraban los  mas  puros  sentimientos  de  patriotismo.  Pero 
mientras  celebraban  así  una  supuesta  victoria  que  no  po- 

(1)  Informe  del  brigadier  Mackonna  ,  n°  15  del  Duende. 


CAPÍTULO    XXJÍ. 


337 


dia  tener  mas  que  un  cierto  valor  moral ,  sucedía  en  la 
Bah/a  de  Valparaíso  un  acontecimiento  de  mucho  mayor 
consecuencia. 

Después  que  Chile  había  abierto  sus  puertos  al  co- 
mercio estranjero  ,  las  mares  del  sur  se  habían  visto  de 
repente  surcadas  por  algunas  naves  inglesas  y  norte 
americanas  que  se  apresuraron  á  gozar  de  aquella  ven- 
taja ,  de  donde  resultaron  graves  perjuicios  para  el  co- 
mercio de  Lima.  El  virey  Abascal ,  en  vista  de  esto, 
tomó  medidas  de  rigor  para  coartar  aquella  libertad,  y 
no  pudiendo  enviar  buques  de  guerra  para  reprimirla , 
consiguió  que  los  comerciantes,  cuyos  intereses  se  ha- 
llaban comprometidos,  enviasen  corsarios  con  el  mismo 
objeto.  Estos  corsarios  guardaban  las  costas ,  bloquea- 
ban los  puertos  y  apresaban  los  buques  que  querían  en- 
trar en  ellos ,  poniendo  al  país  en  un  compromiso  tan 
odioso  como  inquietante. 

Tan  pronto  como  el  jeneral  en  jefe  llegó  á  Talca,  es- 
cribió al  gobierno  que  era  necesario  poner  término  á 
aquella  situación  armando  algunos  buques  no  solo  para 
ahuyentar  los  corsarios,  sino  también  para  defender  los 
puertos  contra  las  tropas  de  refuerzo  que  probablemente 
Abascal  no  dejaría  de  enviar  á  la  división  de  Pareja. 
Pero  esto  no  era  cosa  hecha ;  el  país  carecía  de  cuanto 
era  necesario  para  llevar  á  cabo  tamaña  empresa ,  pues 
no  tenia  ni  armas,  ni  bastimentos,  ni  marinos,  y  con 
todo  eso,  gracias  á  la  firme  voluntad  del  gobierno,  y  á 
la  feliz  actividad  de  Lastra ,  gobernador  de  Valparaíso, 
se  pudieron  armar  los  dos  buques  del  comercio,  la  fra- 
gata Perla  y  el  Bergantín  Potrillo,  con  el  material  de 
guerra  que  se  pudo  hallar  en  otros.  A  fines  de  abril ,  ya 
estos  buques  estaban  en  estado  de  ir  á  atacar  una  ira- 


V.  Historia. 


22 


338 


HISTORIA    DE    CHILE. 


gata  corsaria  que  daba  bordadas  en  la  Bahía  ,  y  el  2  de 
mayo  ,  habiéndose  acercado  hasta  la  punta  de  ella ,  el 
gobernador  dio  orden  al  comandante  para  que  fuesen  á 

atacarla. 

Era  justamente  clia  de  fiesta.  El  capellán  dijo  misa  de 
esperanza  y  de  salvación  a  los  marinos ,  y  después,  les 
leyó  con  entusiasmo   la  proclama  impresa  por  orden 
del  gobierno  en  honra  de  ellos.  Ademas  de  exaltar  en 
ella  tu  patriotismo,  le  había  parecido  también  conve- 
niente tentar  su  codicia  prometiéndoles  la  presa  que  hi- 
ciesen ,  y  diciéndoles  :  «  ¿Sois  laboriosos  y  deseáis  au- 
mentar vuestros  intereses  y  con  ellos  los  de  la  patria? 
Pues  aprovechad  la  oportunidad  de  enriquecer  vuestras 
familias,  y  sacarlas  del  triste  abatimiento.  Los  despojos 
del  enemigo  serán  vuestros y  á  la  gloria  de  salva- 
dores de  Chile,  añadiréis  la  fortuna  de  vuestras  casas, 
elevándolas  de  un  golpe  al  grado  de  esplendor  que  las 
haga  participantes  de  las  distinciones  que  la  sociedad  dis- 
pensa al  brillo  esterior(l).  » 

Hechos  estos  preparativos,  levaron  el  áncora  con 
grandes  demostraciones  de  alegría  á  la  vista  de  todos 
los  habitantes  de  Yalparaiso  ,  que  habian  subido  á  los 
cerros  para  ver  por  sus  propios  ojos  el  primer  ensayo 
de  la  marina  chilena.  Pero  desgraciadamente  la  mayor 
parte  de  ambas  tripulaciones  se  componía  de  aventureros 
estranjeros  que  daban  mucha  mas  importancia  al  botín 
que  á  la  gloria,  y  que  esperaban  sacar  mejor  partido  de 
su  bajeza  que  de  su  valentía.  Ya  antes  de  embarcarse 
tenían  la  intención  de  ser  traidores  tan  pronto  como  se 
viesen  fuera  del  alcance  de  la  artillería  del  fuerte  de  san 
Antonio.  Un  italiano,  llamado  Antonio  Garlo  Magí,  fue 

(1)  Proclama  del  gobierno  á  la  valerosa  marina  de  Chile. 


CAPÍTULO   XXII. 


339 


el  que  tramó  la  conspiración  y  el.  primero  que  dio  la 
señal  de  la  rebelión  en  la  fragata  Perla.  Los  conju- 
rados se  aseguraron  de  los  oficiales  y  los  guardaron  á 
vista. 

El  bergantín  Potrillo,  fiel  á  su  pabellón,  avanzaba 
contra  la  fragata  Warren  ,  á  pesar  de  las  balas  que  este 
le  disparaba;  pero  viéndose  abandonado  por  la  Perla, 
que  parecía  querer  pasar  á  sotavento  del  enemigo,  viró 
de  bordo  para  acercarse  y  fué  recibido  á  cañonazos,  que 
al  parecer  eran  también  la  señal  de  la  rebelión  en  el 
bergantín.  Los  dos  buques  traidores  se  pusieron  en  co- 
municación con  el  corsario ,  que ,  como  acabamos  de 
decir,  era  la  fragata  Warren,  y  el  dia  siguiente  dieron  la 
vela  para  ir  á  ofrecer  al  virey  Abascal  el  fruto  de  su 
traición  (1). 

La  noticia  de  este  mal  suceso,  que  llegó  á  Santiago 
el  5,  contristó  profundamente  al  gobierno,  que  se  acor- 
daba de  cuanto  habia  costado  armar  aquellos  buques,  y 
reflexionaba  en  la  imposibilidad  de  armar  otros  ;  pero 
quien  mas  se  contristó  fué  Miguel  Carrera ,  que  mejor 
que  nadie  sabia  que  el  país  no  podía  quedarse  sin  ellos, 
y  que  la  suerte  de  la  provincia  de  Concepción  dependía, 
en  gran  parte,  de  los  obstáculos  que  pudiese  oponer  al 
arribo  de  socorros  de  Lima,  y  que  no  podían  oponerse 
sino  era  bloqueando  el  puerto  de  Talcahuano.  Sinem- 
bargo ,  lejos  de  desmayar,  Carrera  formó  la  firme  re- 
solución de  vengar  en  el  ejército  real  la  iniquidad  de 
aquella  traición. 

El  dia  siguiente  de  la  acción  de  «Yerbas  Buenas,  Pa- 
reja habia  mandado  avanzar  sus  tropas  sobre  el  Maule 
con  designio  de  pasar  este  rio  para  perseguir  á  los  pa- 

(1)  Gaceta  del  gobierno  de  Lima,  n°  349. 


HISTORIA    DE    CHILE. 

triólas,  y  apoderarse  de  Talca,  pensando  que  mas  valía 
ir  á  tentar  fortuna  en  el  terreno  ocupado  por  el  enemigo 
que  esperarlo  en  la  frontera.  Aquella  misma  noche  fué 
á  campar  al  sitio  llamado  Queri,  distante  de  una  legua 
del  paso  Andarivel ,  en  donde  fué  constantemente  obser- 
vado por  una  partida  de  treinta  dragones  y  húsares 
mandada  por  el  teniente  Francisco  Molina,  que  Luis 
Carrera  habia  enviado  con  el  objeto  de  inquietarlo.  Esta 
partida  pertenecía   á  la  vanguardia  que  el  jeneral  en 
jefe  habia  mandado  marchar  por  delante,  siguiéndola  él 
mismo  á  la  cabeza  del  ejército,  con  el  designio  de  ata- 
car á  Pareja  el  dia  siguiente;  pero  al  momento  de  pasar 
el  rio,  los  granaderos  que  marchaban  á  la  cabeza  se  su- 
blevaron contra  su  jefe,  que  se  vio  obligado  á  retrogradar 
en  el  mayor  desorden  para  ir  á  acampar  en   campo- 
rayado.  Esta  insubordinación  de  un  cuerpo ,  reputado 
con  razón  hasta  entonces  como  tropa  escojida  del  ejército, 
llenó  de  pesadumbre  al  jeneral  en  jefe,  que  no  sabia  á 
qué  ni  á  quien  atribuirla.  Sin  embargo,  tuvo  bastante 
presencia  de  ánimo  para  contenerse  y  disimular  por  de 
pronto  (i) ;  luego  mandó  cubrir  los  diferentes  pasos  del 
rio  con  piquetes  de  reten ,  y  mandó  formar  la  primera 
división  para  marchar  é  ir  á  tomar  posición  en  Fuerte 
viejo. 

Mientras  que  todo  esto  pasaba  en  el  ejército  patriota, 
el  realista  cometía  igualmente  un  acto  de  insubordina- 
ción ocasionado  por  la  persuasión  en  que  estaban  las 
tropas  que  habia  habido  traición  en  Yerbas  Buenas,  y 
de  que  Juan  Urrutia 


na,  era  el  autor  de  dicha  trai- 


(1)  Este  hecho  óie  lo  ha  contado  O'Higgins,  bien  que  Miguel  Carrera  no 
hable  de  él ,  limitándose  á  decir  en  su  diario  :  «  Es  necesario  olvidar  esta  noche, 
porque  el  desorden  con  que  se  retiraron  las  tropas,  por  la  mala  disposición  y 
abandono  de  muchos  jefes  ,  nos  espuso  á  ser  víctima?  del  enemigo.  » 


CAPÍTULO    XXII.  (¿[¡i 

cion.  Los  que  levantaron  la  primera  voz  fueron  los  ba- 
tallones de  Valdivia  y  de  Chiloe ,  y  cuando  Pareja  dio 
la  orden  ele  pasar  el  rio,  estos  cuerpos  se  negaron  á 
ello,  alegando  que  al  alistarse  en  la  espeücion,  solo 
se  habían  obligado  á  someter  la  provincia  de  Con- 
cepción al  dominio  del  monarca,  sin  pensar  de  nin- 
gún modo  ir  mas  allá.  Esta  pretensión  la  sostuvie- 
ron con  tal  obstinación ,  que  Pareja  se  vio  obligado  á 
suspender  la  marcha  y  á  retroceder  para  ir  á  tomar 
cuarteles  de  invierno  á  Chillan  ,  como  se  lo  acon- 
sejaban los  relijiosos  franciscanos  que  le  acompaña- 
ban (1). 

Sinembargo,  antes  de  abandonar  sus  posiciones,  re- 
solvió enviar  segundo  parlamentario  á  Carrera  pidién- 
dole una  entrevista  para  entrar  en  composición,  si  fuese 
posible.  Para  llenar  este  encargo,  nombró  al  coronel 
José  Hurtado,  el  cual  se  trasladó  al  cuartel  jeneral  y  se 
presentó  á  Carrera,  que  lo  recibió  con  bondad  porque  le 
interesaba  ganar  tiempo  para  poder  esperar  el  batallón 
de  voluntarios  que  iba  de  Santiago  á  incorporarse  en  su 
ejército,  y  atacar  en  seguida  al  enemigo,  que  él  sabia 
desmoralizado ,  mal  pagado  y  descontento.  En  conse- 
cuencia,  después  de  haber  hablado  con  el  parlamentario, 
lo  despidió  con  esperanzas  lisonjeras;  pero  habiendo 
vuelto  este  con  la  exijencia ,  de  parte  de  Pareja ,  de  que  le 
enviase  á  su  hermano  Luis  en  rehenes,  esta  pretensión  le 
irritó  en  términos  que  se  negó  á  toda  composición,  y  se 

(1)  En  su  parte  a!  virey  Abascal ,  Pareja  no  hablaba  de  esta  insurrección  , 
y  le  decía  que  no  había  pasado  el  rio,  «  porque  en  el  caso  de  crecer  este, 
como  lo  hace  temer  lo  avanzado  de  la  estación  ,  níe  hallaré  de  la  otra  banda 
con  el  enemigo  á  la  vista ,  cortada  la  retirada,  y  sin  los  recursos  necesarios  para 
la  subsistencia  del  ejército,  puesto  á  la  inclemencia  del  tiempo.» ("Véase  la  Gaceta 
del  gobierno  de  Lima,  n°  1Z¡. ) 


HISTORIA    DE    CHILE. 

decidió  á  continuar  la  guerra.  Es  verdad  que  entretanto, 
se  le  acababa  de  incorporar  el  batallón  ele  infantería  de 
la  Patria ,  cuya  fuerza  no  era  mas  que  de  doscientos  cin- 
cuenta hombres,  pero  bien  disciplinados,  y  mandados 
por  Muñoz  Bezanilla  (1),  y  por  otro  lado,  habia  reci- 
bido aviso  de  que  los  habitantes  de  Bilbao ,  sostenidos 
por  Pareja ,  se  habian  sublevado  contra  don  José  Cruz 
Villalobos ,  capitán  del  rejimiento  de  Lautaro ,  y  lo 
habian  arrestado ,  así  como  también  á  los  veinte  y 
cinco  soldados  que  guardaban  el  puerto  ;  acción  tanto 
mas  indigna  á  los  ojos  de  un  militar  de  honor , 
cuanto  habia  tenido  lugar  mientras  se  negociaba  un 
tratado. 

Pareja  tenia  un  carácter  muy  humano  y  hubiera  de- 
seado mucho  evitar  efusión  de  sangre  firmando  una  paz 
honrosa  para  los  dos  partidos.  La  dificultad  que  encon- 
traban sus  intenciones  de  conciliación  ,  reunida  con  el 
movimiento  de  insubordinación  que  se  habia  producido 
en  los  Ghilotes,  le  causó  tanto  sentimiento  que  su  salud 
se  alteró  gravemente  con  una  calentura  maligna,  in- 
flamatoria, de  las  mas  alarmantes.  Obligado  á  irse  á 
Chillan  á  establecer  allí  sus  cuarteles  de  invierno,  no 
pudo  soportar  la  fatiga  del  viaje,  y  tuvo  que  dejarse 
llevar  en  una  litera  por  cuatro  soldados,  alejándose  pre- 
cipitadamente de  las  posiciones  del  Maule,  en  donde 
habia  esperado  llegar  al  fin  de  la  conquista,  firmando 
un  tratado  de  paz,  y  dejando  el  mando  de  sus  tropas  á 
Juan   Francisco  Sánchez,  capitán  de  un  batallón   de 


(1)  Este  batallón  era  el  que  habia  sido  formado  en  1812  con  el  nombre  de 
batallón  de  Pardos.  Para  quitar  distinciones  en  un  país  que  se  batia  por  la 
libertad  y  la  igualdad,  el  gobierno ,  por  un  decreto  del  25  de  abril ,  habia  sus- 
tituido á  este  nombre  el  de  batallón  de  infantes  de  la  Patria. 


UAt'íTUI.Ü    XXI í. 


543 


veteranos  y  acérrimo  partidario  de  la  cansa  real. 
Tan  luego  como  Carrera  supo  la  insubordinación  de 
los  Chilotes  y  su  marcha  para  el  sur,  convocó  un  consejo 
de  guerra  en  el  cual  se  resolvió  fuese  perseguido  con 
ardor  el  enemigo  para  aprovechar  de  su  desorden.  El 
ejército  patriota  había  sido  reorganizado  ;  las  milicias, 
muy  disminuidas  por  las  deserciones  y  por  licencias 
dadas  á  hombres  inútiles,  fueron  reunidas  en  dos  bri- 
gadas, una  mandada  por  O'Higgins,  y  otra  por  Luis 
Cruz.  Las  tropas  regladas,  aumentadas  con  el  batallón 
de  voluntarios  de  la  Patria ,  al  mando  de  don  José  Anto- 
nio Cotapos,  que  acababa  de  llegar  de  Santiago,  que- 
daron al  mando  de  sus  hermanos.  Bien  que  se  resintiese 
aun  de  todo  lo  sucedido  y  de  la  pérdida  de  los  dos  bu- 
ques, en  los  que  tenia  fundadas  tantas  esperanzas,  nada 
se  le  notaba  en  el  semblante,  y  con  la  misma  serenidad 
de  ánimo  que  siempre,  aquella  misma  noche  dio  orden 
para  empezar  el  movimiento  é  ir  á  campar  á  las  márjenes 
del  Maule. 

El  12  de  mayo  la  vanguardia  llegó  á  Longavi  y  el  ca- 
pitán Diego  Benavente  recibió  orden  de  avanzar  y  de 
picar  la  retaguardia  de  los  enemigos ,  que  alcanzó  al  si- 
guiente dia ,  y  á  la  cual  tomaron  dos  mil  vacas ,  veinte 
soldados  que  las  escoltaban  y  una  infinidad  de  milicianos 
atrasados. 

El  cuerpo  del  ejército  seguía  corriendo,  por  decirlo  así, 
á  la  vanguardia,  pero  en  el  mayor  desorden  por  causa 
de  los  grandes  aguaceros  que  caian  y  que  le  incomo- 
daban mucho,  poniendo  intransitables  los  caminos  y  los 
ríos,  que  crecían  estraordinariamente.  Al  llegar  al  Estero 
de  Buli,  la  vanguardia  quitó  al  enemigo  un  carro  de  equi- 
pajes ,  le  hizo  doscientos  prisioneros  y  se  detuvo  para 


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¡ÍISTOilLi    DE    GHILí:. 

aguardar  al  ejército  y  reunir  los  dispersos.  En  este  inter- 
valo de  tiempo  ,  don  Manuel  Vega  ,  edecán  de  Carrera , 
había  sido  enviado  por  su  jeneral  á  Pareja ,  que  ocupaba 
San  Carlos,  dos  leguas  distante  de  Buli ,  con  un  oficio  in- 
timándole se  rindiese  á  discreción ,  bajo  la  promesa  de 
tratarlo  con  miramientos  y  de  dejarle  irse  á  Lima. 

Vega  fué  recibido  con  la  mayor  cortesía.  El  intendente 
militar  Matías  de  la  Fuente  le  dio  á  entender  que  su  ne- 
gociación podría  tener  buen  éxito ;  pero  esta  respuesta 
no  satisfizo  al  jeneral  patriota ,  que ,  temiendo  hubiese 
en  ella  algún  doblez  ,  prefirió  ir  á  atacar  los  realistas 
con  todas  las  fuerzas  que  habia  podido  reunir  por  la 
noche. 

Al  dia  siguiente  por  la  mañana,  dio  orden  para  formar 
una  vanguardia  compuesta  de  una  compañía  de  infante- 
ría, del  escuadrón  de  húsares ,  del  de  la  guardia  jeneral 
y  de  dos  cañones  para  marchar  sobre  el  rio  Nuble  y  cortar 
la  retirada  á  los  realistas.  Esta  coluna  llegó  á  San  Carlos 
justamente  cuando  el  enemigo  acababa  de  evacuarlo  , 
le  siguió  al  alcance,  y  habiéndosele  dado,  le  picó 
la  retaguardia ,  que  precipitó  su  marcha  para  juntarse 
al  cuerpo  del  ejército.  Entonces  ,  creyendo  los  rea- 
listas que  iban  á  ser  atacados  por  todas  las  fuerzas 
patriotas,  corrieron  á  una  loma  en  donde  se  atrinchera- 
ron con  las  carretas  que  llevaban  los  víveres  y  los  ba- 
gajes, y  pusieron  en  batería  veinte  y  cinco  piezas  de 
campaña  que  tenían.  A  pesar  del  mal  estado  de  su  salud 
y  de  los  agudos  dolores  que  le  aflijian ,  Pareja  tuvo  la 
fuerza ,  no  de  montar  sino  de  dejar  que  lo  montasen  á 
caballo  para  vijilar  por  sí  mismo  las  disposiciones  de 
la  defensa,  y  permaneció  así  dos  horas  sostenido  por 
sus  propios  ánimos;  pero  sintiéndose  al  fin  desfallecer, 


capítulo  xxii.  345 

tuvo  por  fuerza  que  dejarse  transportar  á  la  litera 
para  esperar  allí  lo  que  decidiese  la  suerte  de  la 
guerra. 

Contra  el  parecer  del  jeneral  en  jefe,  don  José  Car- 
'  rera  quiso  tener  la  honra  de  dar  principio  al  ataque,  y 
creyendo  que  para  arrollar  tropas  desmoralizadas ,  seg'un 
decían,  le  bastaba  presentarse,  no  permitió  á  la  van- 
guardia ,  ya  empeñada  en  una  escaramuza ,  tuviese  parte 
en  sus  glorias,  y  mandó  á  los  granaderos  cargar  á  la 
carrera,  olvidando  sus  recientes  fatigas,  y  la  imposibi- 
lidad de  emplear  todo  su  brío  para  cargar  con  suficiente 
arrojo.   Apenas  se  acercaron  lo  bastante,  cuando  las 
primeras  descargas  de  las  piezas  de  á  h  y  de  á  8  enemi- 
gas los  rechazaron  y  desordenaron  completamente,  como 
también  al  batallón  de  infantes  de  la  Patria  que  los  se- 
guía de  cerca.  La  artillería  de  la  T  división,  mandada 
por  el  capitán  Camero  y  el  teniente  García ,  tuvo  dos  ca- 
ñones desmontados.  Si  en  aquel  momento,  Sánchez  hu- 
biese hecho  una  salida  de  sus  trincheras,  es  probable,  y 
los  patriotas  mismos  lo  confesaban ,  que  habría  puesto 
en    completa  derrota  al  ejército  de  Carrera;   pero  no 
teniendo  la  mayor  confianza  en  sus  propias  fuerzas,  se 
mantuvo  en  la  defensiva,  con  lo  cual  Mackenna,  que 
mandaba  la  reserva  formada  de  las  milicias  de  O'Higgins 
y  ele  unos  cien  voluntarios,  pudo  avanzar  v  entrar  en 
acción. 

Por  otra  parte  O'Higgins  tuvo  orden  para  atacar  la 
caballería  enemiga,  que  desordenó  completamente,  for- 
zándola á  pasar  precipitadamente  el  Nuble  y  á  huir  con 
terror  á  Chillan,  motivo  por  el  cual  los  habitantes,  atemo- 
rizados, no  enviaron  municiones  al  ejército,  que  carecía 
de  ellas.  Los  voluntarios,  conducidos  por  Mackenna,  acu- 


3^6  HISTORIA    D£    CHILE. 

dieron  á  apoyar  la  artillería  maltratada  por  la  de  los 
enemigos ,  y  gracias  á  su  firmeza  y  á  la  caballería  man- 
dada por  el  bizarro  O'Higgins,  se  consiguió  contener  al 
ejército  de  Pareja  y  entretenerlo  hasta  que  á  favor  de 
la  noche  las  tropas  de  Carrera  pudiesen  retirarse  a  San 
Garlos. 

Entre  los  prisioneros  que  se  hicieron  hubo  muchos 
que  fueron  inmolados,  y  esta  acción  indigna  de  milita- 
res de  honor  echó  un  feo  borrón  sobre  todos  cuantos 
tuvieron  parte  en  ella. 

Estos  fueron  los  diferentes  episodios  de  la  batalla  de 
San  Garlos ,  tan  diversamente  comentada  por  los  dos 
partidos,  que  cantaron  victoria  cada  uno  por  su  lado, 
sin  mas  resultado  que  el  haber  dado  uno  y  otro  pruebas 
de  decisión  y  de  valor.  Los  realistas  tenían  contra  .sí  la 
desmoralización  que  sigue  á  una  derrota,  y  la  enfermedad 
sumamente  grave  de  su  jeneral ,  que,  como  se  ha  dicho , 
postrado  en  su  litera  habia  abandonado  enteramente  el 
mando  á  Sánchez,  militar  esperimentado  sin  duda,  pero 
que  no  podia  inspirar  la  misma  confianza.  Lo  que  mas 
sostuvo  el  espíritu  de  sus  tropas  fué  el  entusiasmo  reli- 
jioso  que  les  infundían  los  franciscanos  de  Chillan ,  que 
seguían  el  ejército.  Uno  de  estos  relijiosos  era  el  nom- 
brado Banciella ,  hombre  de  elocuencia  y  de  acción  ,  el 
cual  en  un  rapto  de  santa  inspiración  tomó  un  crucifijo 
en  la  mano ,  y  corriendo  por  entre  filas ,  exaltaba  con 
sus  jestos  y  con  la  vehemencia  de  sus  palabras  el  fana- 
tismo de  aquellos  buenos  soldados  de  Chiloe ,  que  creían 
batirse  contra  herejes,  y  merecer  la  palma  del  martirio, 
si  morían ,  ó  la  recompensa  debida  ,  si  vivían  (1). 

La  situación  de  los  patriotas  era  aun  mucho  mas  crí- 

(1)  Conversación  con  Bernardo  O'Higgins. 


CAPÍTULO    XXII. 


347 


tica.  En  primer  lugar,  habia  poca  unión  en  los  jefes, 
causa  grande,  en  jeneral ,  de  malos  sucesos  militares.  En 
segundo,  casi  tocios  los  soldados  estaban  mal  armados, 
veían  el  fuego  por  la  primera  vez  y  entraban  en  acción 
después  de  una  marcha  forzada  de  cuarenta  leguas  en 
tres  dias  por  malísimos  caminos,  y  molestados  por  una 
continua  lluvia  que  les  aflojaba  la  fibra  y  abatía  sus  áni- 
mos. Si  á  estas  desventajas  se  añade  la  de  su  inferiori- 
dad numérica  (1),  y  la  no  menor  de  tener  que  atacar  un 
enemigo  bien  atrincherado  y  con  suficiente  y  buena  ar- 
tillería para  mantener  á  distancia  todo  ataque,  se  com- 
prenderá sin  dificultad  que  estos  patriotas  podían ,  en 
cierto  modo,  creerse  victoriosos  en  hecho  de  haber  der- 
rotado completamente  su  caballería,  haber  dado  muerte 
á  muchos  soldados  y  hecho  un  número  bastante  crecido 
de  prisioneros. 

Es  verdad  que  aquel  mismo  dia,  uno  y  otro  ejército 
habían  hecho  lo  posible  para  ser  derrotados  Los  realis- 
tas ,  si  hubiese  habido  mas  unidad  entre  los  patriotas ,  y 
estos  si  los  hubiesen  perseguido  al  pasar  el  rio  Nuble ,  ó, 
aun  mejor,  si  en  lugar  de  la  desgraciada  carga  de  José 
Carrera,  se  hubiesen  limitado  á  cortarles  la  retirada  á 
Chillan  y  los  hubiesen  arrojado  sobre  Concepción,  adonde 
nunca  hubieran  podido  llegar  sin  grandes  dificultades  y 
grandes  pérdidas,  por  los  montes  y  rios,  crecidos  por  las 
lluvias,  que  tenían  que  atravesar,  ciertamente  la  cam- 
paña era  perdida  para  ellos. 

(1)  Torrente  exajera  mucho  el  número  de  las  tropas  patriotas.  Según  Miguel 
Carrera  no  pasaban  de  1109  infantes  ,  1567  milicianos  de  á  caballo  j  y  153  ar- 
tilleros con  11  cañones;  así  todos  reunidos  subian  solo  á  2829  soldados.  Los 
realistas  al  contrario  contaban  6000  hombres,  á  saber  2600  infantes,  3000  mi- 
licianos montados  y  100  artilleros  con  22  piezas  de  cañón.  (  Véase  el  manifiesto 
de  Miguel  Carrera  á  los  pueblos  de  Chile. ) 


348 


HISTORIA    DE    CHILE. 


Por  su  parte,  los  patriotas  hubieran  también  podido 
ser  batidos,  si  aprovechando  el  momento  de  la  di  persion 
délos  granaderos  y  de  los  infantes  de  la  Patria,  hubiesen 
los  realistas  hecho  una  salida  repentina  y  arrojada  para 
impedirles  de  rehacerse,  operación  tanto  mas  fácil  cuanto, 
á  pesar  de  los  esfuerzos  de  Miguel  Carrera,  no  se  consi- 
guió sino  á  duras  penas.  Esta  división  una  vez  derrotada, 
las  otras  dos  no  hubieran  podido  oponer  mucha  resisten- 
cia ,  por  hallarse  compuestas,  en  gran  parte,  de  mili- 
cianos sin  táctica  ni  disciplina  y  que  al  menor  choque 
habrían  cedido  el  terreno  prontamente.  Pero  el  jenio  in- 
fernal de  la  anarquía  no  quiso  que  se  terminase  tan 
presto  aquella  lucha  fratricida,  y  mientras  dejaba  alejarse 
á  unos,  por  un  lado,  del  campo  de  batalla,  permitía 
que  los  otros  continuasen  su  retirada  á  Chillan,  que 
los  realistas  de  allí  habían  puesto  ya  en  estado  de  de- 
fensa. 

Esta  retirada  se  verificó  por  la  noche  mientras  los  pa- 
triotas limpiaban  sus  fusiles,  ó  dejaban  descansar  sus 
caballos ,  que  habían  quedado  casi  fuera  de  servicio.  La 
víspera,  habia  habido  en  San  Carlos  una  reunión  de  jefes, 
pero  sin  mas  resultado  que  la  determinación  de  enviar 
al  ser  de  dia  una  partida  de  cuarenta  hombres  mandados 
por  el  teniente  Francisco  Xavier  Molina  al  sitio  mismo  en 
donde  habían  acampado  los  realistas.  Molina  fué  allá,  y 
hallándolo  abandonado,  continuó  su  marcha  hacia  el 
paso  del  Nuble,  á  donde  llegó  en  el  momento  que  la  re- 
taguardia lo  atravesaba.  Bien  que  se  hallase  con  muy 
pocas  fuerzas,  la  atacó  con  ímpetu  y  la  obligó  á  huir 
con  precipitación  dejando  cuatro  cañones  en  el  rio,  y  á 
la  orilla,  algunos  bagajes  y  municiones.  Los  realistas, 
unos  corrieron  á  Chillan,  y  otros,  mas  resueltos,  se 


CAPITULO    XXII. 


3&9 


hicieron  fuertes  en  algunas  casas  para  oponerse  al  paso 
ele  sus  perseguidores;  pero  en  aquel  instante,  le  llegó  á 
Molina  un  refuerzo,  que  era  la  partida  del  teniente  Gar- 
cía con  dos  cañones,  y  consiguió  desalojarlos.  Aquella 
misma  noche ,  todo  el  ejército  de  Carrera  vino  á  acam- 
par á  la  proximidad  de!  rio. 


~ 


-  CAPÍTULO  XXIIL 


Sánchez  se  fortifica  en  Chillan.—  Miguel  Carrera  marcha  sobre  Concepción ,  y 
se  apodera  de  esta  ciudad.  —  Ataque  y  toma  de  Talcahuano.— El  obispo 
Villodres  se  salva  en  la  Bretaña  ,  acompañado  de  muchos  realistas. —  Toma 
de  la  fragata  la  Tomasa.  —  Importancia  de  esta  presa. —  Casi  toda  la  pro- 
vincia tn  poder  de  los  liberales. —  Sánchez  continua  las  fortificaciones  de 
Chillan. —  Miguel  Carrera  se  propone  el  ir  á  atacarlo. —  Ordenes  que  da  á 
cada  división.—  Noticia  falsa  de  una  invasión  en  el  norte. —  Preparativos  á 
que  da  lugar.—  Salida  de  Carrera  para  Chillan. 


Luego  que  el  ejército  realista  llegó  á  Chillan ,  Fran- 
cisco Sánchez  dio  disposiciones  para  fortificar  esta  ciu- 
dad ,  en  donde  la  naturaleza  nada  habia  hecho  por  su 
defensa ;  hizo  levantar  trincheras  en  la  plaza  mayor  y  en 
las  principales  calles,  abrir  algunos  fosos  y  construir' 
dos  fortines  ,  uno  al  norte  y  el  otro  á  tres  cuadra  al  po- 
niente de  la  plaza  ,  determinado  á  pasar  allí  sus  cuar- 
teles de  invierno  y  aguardar  los  socorros  que  debían 
llegarle  del  Perú  para  entrar  de  nuevo  en  campaña  á  la 
primavera.  Viendo  que  se  agravaba  la  enfermedad  de 
Pareja ,  conocía  que  toda  la  responsabilidad  de  los  su- 
cesos de  la  espedicion  iba  á  recaer  en  lo  sucesivo  sobre 
él ,  y  que  por  lo  mismo  era  de  su  deber  combinar  con 
prudencia  y  con  vigor  sus  operaciones  contra  todo 
evento. 

Carrera,  por  su  lado,  no  siendo  ni  menos  activo  ni 
menos  hábil  en  sus  planes  de  agresión ,  percibió  de  un 
vistazo  el  yerro  que  su  adversario  habia  cometido  en 
dejar  á  descubierto  el  camino  de  la  Concepción,  aban- 
donando el  mando  de  esta  ciudad  y  la  dirección  de  los 
negocios  públicos  á  un  prelado  escesivamente  prudente 


CAPÍTULO    XXIII. 


351 


por  carácter,  y  que  no  podía  disponer  mas  que  de  un 
corto  número  de  soldados.  En  consecuencia,  determinó 
ir  á  atacarlo  para  poder  apoderarse  en  seguida  del  puerto 
de  Talcahuano ,  justamente  considerado  como  llave  de 
la  provincia,  é  impedir  así  que  el  enemigo  recibiese  so- 
corros de  Lima. 

Mackenna  se  mostraba  muy  opuesto  á  este  proyecto , 
en  atención  al  estado  precario  del  ejército  y  á  la  igno- 
rancia en  que  todos  estaban  sobre  las  verdaderas  inten- 
ciones de  los  habitantes.  O'Higgins,  por  el  contrario, 
sostuvo  con  todo  su  tesón  que  el  designio  del  jeneral  en 
jefe  era  muy  plausible ,  y  contribuyó  á  que  se  pusiese 
en  ejecución  aquel  mismo  dia  para  aprovechar  de  la 
confusión  que  reinaba  aun  en  el  ejército  real. 

Luis  Carrera,  comandante  de  la  primera  división,  se 
puso  en  marcha,  a  la  cabeza  de  la  vanguardia,  el  17, 
con  cuatro  piezas  de  campaña  ,  y  fué  á  pernoctar  en 
Ghangaral ,  distante  cinco  leguas  del  campamento  del 
ejército.  Al  dia  siguiente ,  salió  el  capitán  Prieto  con  un 
destacamento  de  cien  hombres ,  que  componían  su  par- 
tida y  la  de  Molina,  para  ir  á  causar  una  diversión  á  los 
realistas  de  Chillan  é  inquietarlos  por  aquella  parte. 
Algunos  dias  después,  se  enviaron  otros  destacamentos  á 
diferentes  puntos  de  la  provincia  ;  el  coronel  Vega  fué  á 
ocupar  Cauquenes ;  Francisco  Barrio ,  Quirihue  ;  y  Ber- 
nardo O'Higgins  se  dirijió  sobre  la  isla  de  la  Laja  para 
apoderarse  de  los  Anjeles.  Bien  que  no  llevase  mas  que 
treinta  hombres,  en  cuyo  número  se  comprendían  al- 
gunos oficiales,  contaba  sobre  el  influjo  de  sus  allegados 
y  sobre  sus  muchos  partidarios. 

Tomando  todas  estas  medidas ,  Miguel  Carrera  se  ase- 
guraba de  una  gran  parte  de  la  provincia ,  conservaba 


'¿•i 


~ 


HISTORIA    DE    CHILE. 


sus  comunicaciones  libres  con  la  capital  y  dejaba  com- 
pletamente aislado  al  ejército  de  Pareja ,  bloqueado ,  por 
decirlo  así,  en  Chillan,  y  bastante  considerable  para 
que  fuese  sumamente  importante  observar  sus  movi- 
mientos é  impedirle  de  tomar,  á  su  vez ,  la  ofensiva.  Con 
este  objeto ,  quedó  en  el  cantón  de  Nuble  una  coluna 
de  observación  compuesta  de  noventa  voluntarios  de 
Santiago  y  reclutas  de  Talca;  de  quince  infantes  de  la 
Patria  y  de  las  milicias  á  caballo  de  Linares,  Parral ,  San 
Carlos  y  Quirihue,  que  debían  incorporarse  allí  (1) , 
mandada  por  el  coronel  don  Luis  de  la  Cruz ,  cuyas  ór- 
denes terminantes  eran  no  empeñar  acción  alguna,  y 
replegarse  ,  en  caso  de  necesidad,  sobre  el  coronel  Juan 
de  Dios  Vial ,  que  se  hallaba  en  Talca  prevenido  para 
auxiliarle. 

El  20  de  mayo ,  el  ejército  dejó  su  campamento  de 
las  orillas  del  Itata  y  se  puso  en  movimiento  para  Con- 
cepción. El  jeneral  en  jefe  se  adelantó  para  ir  á  reunirse 
con  la  vanguardia,  después  de  haber  enviado  á  don 
Diego  Benavente  de  parlamentario  para  persuadir  á  Pa- 
reja se  rindiese.  Fué  Benavente  y  llenó  su  misión  ,  pero 
sin  éxito  ;  Pareja  no  se  rindió. 

Juan  Estevan  Manzano,  enviado  igualmente  de  parla- 
mentario á  Concepción  por  su  hermano  Luis,  lo  tuvo  me- 
jor. Sobrecojido  el  obispo  Villodres  de  los  peligros  que 
creia  le  amenazaban ,  corrió  á  refujiarse  á  bordo  de  la 
Bretaña,  y  dejó  el  gobierno  de  la  ciudad  al  cabildo  que 
habia  antes  de  la  invasión.  Tan  pronto  como  Miguel 
Carrera  tuvo  noticia  de  esto,  despachó  á  su  edecán  don 
Antonio  Mendiburu  y  el  capitán  Prieto  con  algunas 
tropas  para  que  se  apoderasen  de  la  ciudad ,  y  al  dia 

(1)  Relación  de  los  servicios  del  jeneral  Cruz. 


CAPÍTULO    XXIII. 


353 


siguiente,  llegó  el  mismo  en  persona  á  ella  con  grande 
satisfacción  de  los  patriotas,  que  hasta  entonces  habían 
estado  oprimidos  por  las  medidas  vigorosas  del  obispo 
gobernador.  La  víspera,  justamente,  las  casas  de  algu- 
nos de  estos  habían  sido  saqueadas  por  soldados  que 
habían  ido  á  buscar  cuatro  cañones  y  municiones,  y 
muchos  realistas,  temiendo  les  sucediese  lo  mismo  á'su 
vez,   salieron  de  la  ciudad  para  ir  á  refujiarse  á  Talca- 
huano.  Este  puerto  estaba  en  efecto  bastante  bien  forti- 
ficado. Habiéndole  rodeado  por  todas  partes  de  montañas 
bastante  escarpadas,  la  naturaleza  misma  lo  había  do- 
tado de  una  fuerte  defensa  que  aumentaba  la  resisten- 
cia de  las  fortificaciones  militares.  Desgraciadamente . 
había  pocas  tropas  para  poder  cubrir  todos  los  puntos 
atacables;  pero  noobstante,  el  gobernador,  que  lo  era 
el  coronel  Texeiro,  se  mostró  altanero  en  su  entrevista 
con  el  plenipotenciario  María  Benavente,  que  iba  á  im- 
ponerle una  capitulación.  «  No  capitularé,  le  respondió, 
hasta  que  vea  las  tropas  sobre  Talcahuano. » 

La  respuesta  del  obispo,  á  quien  Carrera  habia  es- 
crito volviese  á  ponerse  á  la  cabeza  del  gobierno  ecle- 
siástico, fué  muy  humilde,  pero  en  ella  se  negaba  á 
volver  á  dicho  gobierno,  noobstante  la  protección  espe- 
cial que  le  prometía;  porque  el  buen  prelado,  á  fuerza 
de  hablar  de  la  crueldad  de  los  insurjentes,  estaba  tan 
persuadido  de  ella,  que  ya  se  hubiera  guardado  bien  de 
fiarse  á  la  supuesta  jenerosidad  de  su  jefe. 

El  27  de  mayo,  llegó  la  vanguardia  á  Concepción  ,  y 
el  mismo  día,  mandó  Miguel  Carrera  enarbolar  la  ban- 
dera nacional  en  medio  de  la  plaza,  y  hubo  una  misa  en 
acción  de  gracias ,  celebrada  por  el  digno  patriota  clon 
balvador  Andrade.  Lo  restante  del  día  se  empleó  en  pre- 


V.  Historia. 


23 


HISTORIA    DE    CHILE. 

parativos  de  guerra ,  pues  el  jeneral  estaba  resuelto  á  ir 
á  atacar  Talcahuano,  sin  siquiera  esperar  la  llegada  de 
la  división  que  mandaba  su  hermano  José.  Las  tropas 
de  que  podia  disponer  eran  la  vanguardia ,  y  muchos 
desertores  del  partido  real ,  que  se  le  habian  pasado,  ya 
fuese  por  patriotismo,  ó  por  el  atractivo  del  premio  que 
les  habia  prometido. 

El  28 ,  fué  el  jeneral  á  reconocer  y  estudiar  el  terreno 
que  pensaba  ocupar,  en  compañía  de  su  amigo  Poinset. 
En  San  Vicente,  un  sarjento  de  artillería,  Tadeo  Villa- 
gran  ,  prisionero  de  guerra  fugado  de  los  pontones ,  le 
enteró  perfectamente  de  la  situación  de  los  realistas  en  Tal- 
cahuano ,  con  lo  cual  resolvió  ponerse  en  marcha  aquella 
misma  tarde  con  sus  setecientos  infantes,  trescientos 
caballos  y  cuatro  piezas.  Al  dia  siguiente ,  renovó  su 
intimación ,  y  mientras  tanto,  tomaba  disposiciones  mili- 
tares, y  disponia  partidas  de  reconocimiento  á  las  órde- 
nes de  los  dos  bizarros  oficiales,  el  capitán  Prieto  y  el 
teniente  don  Ramón  Freiré,  que  luego  después  fueron 
la  honra  y  la  gloria  de  su  país. 

El  nuevo  parlamentario  tuvo  tan  poco  ó  tan  mal  éxito 
como  el  primero ,  ó ,  lo  que  es  lo  mismo ,  le  pidieron  el 
término  de  cuatro  horas  para  decidir  en  consejo  de 
guerra  lo  que  se  habia  de  hacer,  lo  cual  no  era  mas  que 
un  pretesto  para  ganar  tiempo.  En  vista  de  esto,  el  je- 
neral en  jefe  «  mandó  que  las  guerrillas  cargasen  y  que 
por  el  camino  de  la  izquierda  subiesen  á  tomar  las  altu- 
ras, que  estaban  defendidas  por  150  hombres  y  un  cañón. 
El  teniente  coronel  Muñoz  Bezanilla  con  200  fusileros , 
el  capitán  Gamero  con  una  carroñada,  y  el  alférez  don 
Pedro  Nolasco  Vidal  con  un  cañón  de  a  k.  En  poco 
tiempo  obligaron  á  retirarse  al  enemigo,  que  se  replegó 


CAPÍTDLO   XXIII.  355 

á  la  plaza   Doscientos  de  nuestros  fusileros  ocuparon  la 
altura  de  la  derecha,  y  se  colocó  en  ella  un  cañón  man- 
dado por  el  capitán  Moría.  La  guardia  nacional  y  la  ca- 
ballería formaban  el  cuerpo  de  reserva.  El  enemigo  ha 
«a  un  fuego  vivísimo  y  estaba  sostenido  por  las  lanchas 
cañoneras.  Nuestra  artillería  correspondía  con  ventaja. 
El  capitán  Moría  echó  á  pique  un  bote  armado,  y  el 
capitán  Camero  hizo  bastante  estrago  en  una  de  las  lan- 
chas Después  de  cuatro  horas  de  fuego,  mandé  atacar  el 
pueblo    en  el  que  estaba  atrincherado  el  enemigo  con 
bastante  artillería,  y  fué  tomado  en  el  momento  por 
nuestros  bravos.  F 

Se  distinguió  en  el  ataque  el  padre  Fray  Manuel 
Benavides  con  algunos  granaderos  que,  en  aquel  mo- 
mento, capitaneaba.  Se  colgó  de  la  bandera  real ,  y  no 
viéndose  libres  aun  del  peligro,  emplearon  un  rito  en 
despedazarla.  Siguieron  sobre  el  enemigo,  que  ya  se  em- 
barcaba en  botes;  pero  se  metieron  los  nuestros  al  mar 
con  el  agua  al  pescuezo  y  sacaron  á  todos  losquehuian, 
menos  los  botes,  que  pudieron  escapar  con  varios  ofi- 
ciales y  jefes  de  la  plaza,  que  se  embarcaron  á  bordo 
de  la  Bretaña  (1).  » 

La  toma  de  Talcahuano  fué  considerada  en  aquel 
momento  como  un  hecho  de  armas  de  la  mayor  impor- 
tancia, porque  aislaba  al  enemigo  completamente  de  la 
patria,  y  la  reducía  á  sus  propias  fuerzas.  Miguel  Car- 
rera lo  celebró  con  mucho  júbilo  en  medio  de  sus  va- 
lientes soldados ,  que  acababan  de  darle  nuevas  pruebas 
de  su  arrojo;  é  impelido,  sin  reflexión,  por  un  moví 
miento  de  loca  satisfacción ,  les  conceda  saqueo  de 
Talcahuano,  durante  muchas  horas.  Bien  que  la  irrita- 

(1)  Diario  de  Miguel  Carrera. 


¿í 


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I 


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HISTORIA    DE    CHILE. 


cion  de  las  tropas  solo  fuese  contra  los  realistas,  pro- 
motores de  la  guerra,  y  que  despreciasen  el  botín,  re- 
partiéndole ,  á  medida  que  lo  cojian ,  entre  los  indijentes 
del  pueblo;  noobstante  ,  no  se  puede  negar  que  esta  ac- 
ción de  Carrera  fué  indigna  de  un  jefe  militar,  muy 
perjudicial  á  los  resultados  que  acababa  de  obtener  y  de 
la  que,  tarde  ó  temprano,  no  podrían  menos  de  servirse 
sus  enemigos  como  de  un  arma  de  vituperio  y  de  repro- 
bación contra  él  y  contra  sus  fines. 

Entre  las  personas  que  habían  conseguido  salvarse  fe 
bordo  de  la  Bretaña,  se  hallaban  el  mayor  jeneral  don 
Ignacio  Justis,  Monreal,  todos  los  oficiales  y  el  traidor 
XimenezNavia,  que  era  el  que  mas  hubiera  deseado 
Carrera  cojer.  Para  eso,  mandó  preparar  dos  lanchas 
cañoneras,  que  al  mando  del  teniente  don  Nicolás  Gar- 
cía  salieron  para  atacar  la  Bretaña,  contrariada  por  un 
viento  norte  sumamente  recio,  que  la  obligó  á  perma- 
necer anclada  durante  muchos  dias  en  la  isla  de  la  Qui- 
nquina, en  donde  habría  sufrido  mucho  de  los  tiros  de 
la  artillería  del  fuerte,  si  el  enemigo  no  hubiese  tenido 
la  buena  inspiración  de  inutilizar  los  cañones  antes  de 
abandonarlos.  Por  consiguiente  había  alguna  esperanza 
de  éxito  para  las  lanchas  cañoneras;  pero  desgraciada- 
mente, el  mismo  inconveniente  que  esperimentaba  la 
Bretaña ,  las  impedia  también  de  adelantar  y  acercarse ; 
de  suerte  que  cuando  saltó  el  viento  favorable,  el  buque 
tuvo  tiempo  para  salvarse. 

A  pesar  de  este  mal  éxito ,  los  resultados  de  esta  acción 
eran  sumamente  ventajosos  para  los  patriotas.  Ademas 
de  haber  ocupado  Talcahuano,  se  habían  tomado  tres 
bastimentos  enemigos,  se  habian  libertado  de  los  pon- 
tones sesenta  granaderos,  treinta  húsares  y  otros  tantos 


CAPÍTULO   XXIII. 


357 


I 


milicianos  que  habían  caido  prisioneros  en  la  acción  de 
Yerbas  Buenas ,  y  que  tuvieron  la  felicidad  de  incorpo- 
rarse bajo  sus  banderas.  Los  almacenes  se  hallaron  bien 
provistos  de  vestuario ,  armas ,  víveres  y  salpetre.  El  ene- 
migo tuvo  muchos  muertos ,  y  se  le  cojieron  ciento  y 
cincuenta  prisioneros,  contando  siete  oficiales,  los  cuales 
fueron  todos  tratados  con  la  mas  jenerosa  humanidad , 
sin  que  ningún  individuo  del  ejército  se  propasase  á  ha- 
cerles el  menor  insulto. 

Luego  que  la  Bretaña  dio  la  vela ,  Miguel  Carrera 
resolvió  contramarchar  con  sus  tropas  á  Concepción 
para  combinar  allí  un  plan  de  ataque  contra  Chillan. 
Dejó  al  teniente  coronel  don  Santiago  Muñoz  Bezanilla 
de  gobernador  en  Talcahuano  con  orden  de  disponer  que 
la  bandera  española  tremolase  en  los  diferentes  puntos 
de  la  costa,  á  fin  de  atraer  los  buques  peruanos.  Así  lo 
ejecutó  dicho  gobernador,  y  con  esta  treta  consiguió  ,  al 
cabo  de  siete  dias ,  apresar  el  bastimento  la  Tilomas ,  que 
venia  ricamente  cargado  de  toda  especie  de  socorros  para 
el  ejército  invasor  de  Chile.  El  capitán  de  dicho  basti- 
mento ,  aunque  con  mucho  recelo ,  habia  tenido  que  de- 
cidirse á  enviar  en  un  bote  al  puertecito  de  Tumbe  al 
oficial  de  marina  don  Felipe  Yillavicencio,  á  informarse 
del  estado  de  la  guerra ,  pero  en  aquel  momento ,  ya  por 
orden  del  gobernador  de  Talcahuano  se  habían  puesto 
por  toda  la  costa  emboscadas  para  interceptar  á  dicho 
buque  toda  comunicación  con  tierra ;  por  manera  que 
á  penas  el  citado  oficial  saltó  en  ella ,  fué  cojido  con  to- 
dos los  marineros  que  llevaba.  Al  dia  siguiente ,  la  fra- 
gata tuvo  la  misma  suerte ,  porque  hallándose  fondeada 
en  el  puerto  mismo ,  fué  sorprendida  por  la  noche  por 
dos  lanchas  cañoneras  mandadas ,  una  por  don  Nicolás 


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I? 


358 


HISTORIA    DE   CHILE. 


García  y  la  otra  por  Ramón  Freiré ,  y  que  la  forzaron  á 
rendirse  sin  resistencia. 

En  esta  fragata  iban  treinta  y  siete  oficiales  destina- 
dos á  los  cuadros  de  algunos  cuerpos  de  nueva  creación, 
y  entre  ellos  habia  sujetos  de  mucho  mérito  ,  tales  como 
el  brigadier  Rábago ,  el  coronel  Olaguer  Féliu ,  el  hábil 
oficial  de  marina  real  Colmenares ,  el  cirujano  Grajales 
y  otros.  En  su  cargamento  se  contaban  cincuenta  mil 
pesos  de  mercancías,  una  cantidad  igual  en  efectivo; 
armas ,  municiones  y  otros  pertrechos ,  con  todo  lo  cual 
el  ejército  real  se  habría  puesto  sobre  un  pié  respetable  y 
en  estado  de  tomar  la  ofensiva;  pero  la  providencia  dis- 
puso las  cosas  de  otro  modo  para  la  salvación  de  la  Repú- 
blica ,  haciéndose  el  regulador  de  los  acontecimientos  y 
poniéndoles  en  armonía  con  las  necesidades  de  la  época 
para  que  los  patriotas  pudiesen  aprovecharse  de  ellos. 

Mientras  que  por  un  lado  se  conseguían  todas  estas 
ventajas,  O'Higgins,  que  después  de  la  acción  de  San 
Carlos ,  se  habia  dirijido  con  algunos  pocos  soldados  á 
la  frontera  para  animar  al  pueblo ,  y  atraerlo  á  su  par- 
tido ,  habia  conseguido  apoderarse  del  fuerte  de  los  An- 
jeles,  haciendo  prisionero  á  su  comandante,  que  era  el 
coronel  don  Fermín  Zorondo,  y  á  ciento  y  diez  soldados, 
entre  dragones  y  artilleros,  que  lo  ocupaban.  En  seguida, 
ayudado  de  los  milicianos,  que  sus  amigos  le  habían  lle- 
vado, y  de  algunos  veteranos  que ,  por  patriotismo  ó  por 
alcanzar  el  premio  prometido,  habían  desertado  del 
ejército  español,  empezó  á  recorrer  toda  la  frontera,  ata- 
cando todos  los  fuertes ,  que  sucesivamente  tomó  ,  escep- 
tuando  solo  los  de  Talcamavida  y  Santa  Juana. 

En  consecuencia,  ya  Miguel  Carrera  se  hallaba  dueño 
de  casi  toda  la  provincia  invadida.  En  menos  de  dos 


CAPITULO    XXIII. 


359 


1 


meses  de  tiempo,  su  ojeada  militar,  su  tino  y  su  actividad 
consiguieron  arrinconar  al  enemigo  en  un  solo  punto, 
quitándole  todas  las  posiciones  que  ocupaba ,  y  ponién- 
dolo en  un  aislamiento  tal  que  ya  no  podia  procurarse 
víveres  sino  por  la  fuerza.  En  semejante  estado  de  cosas, 
un  jefe  circunspecto  y  maduro  no  podia  ni  debia  obsti- 
narse contra  la  suerte  de  la  guerra ,  y  por  el  interés  mismo 
de  la  causa  que  defendía,  lo  que  tenia  que  hacer  era 
someterse  ó  resignarse  á  lo  que  las  circunstancias  pedían, 
procurando  sacar  de  ellas  el  mejor  partido  posible.  Con 
las  ideas  que  ya  habían  echado  raices  en  el  país ,  y  con 
los  progresos  de  aquel  partido ,  ya  no  era  posible  dudar 
del  triunfo  de  la  revolución ,  y  todo  cuanto  se  podia  pre- 
tender y  esperar  era  reconquistar  el  país  diplomática- 
mente y  comercialmente. 

Pero  habia  poca  posibilidad  de  conseguirlo  en  aquel 
instante  en  que  el  gobierno  español  ya  no  se  hallaba  re- 
presentado mas  que  por  un  jefe  militar,  y  como  ya  se 
sabe ,  los  jefes  militares  en  jeneral ,  no  conocen  mas  que 
su  espada,  y  las  instrucciones  que  tienen,  de  las  cuales 
son  esclavos ,  y  las  mas  veces  sin  poder  hacer  mas  que 
sustituir  la  fuerza  al  derecho ,  la  terquedad  á  la  razón. 
Sobretodo ,  Pareja ,  que ,  por  la  naturaleza  de  su  misión , 
hubiera  podido  usar  de  esta  política,  acababa  de  falle- 
cer, y  Sánchez  habia  recibido  demasiada  poca  educación 
para  entenderla.  Por  eso  ,  dejándose  llevar  de  su  pro- 
pio interés  y  de  su  ambición ,  procuró  conservar  ó  ganar 
por  acciones  el  grado  eminente  que  la  casualidad  le 
acababa  de  dar. 

La  ciudad  de  Chillan ,  situada  en  un  llano,  era  poco 
propia  á  servir  de  retirada,  porque  no  tenia  defensa 
alguna  natural ,  y,  en  este  particular,  Sánchez  se  mos- 


360 


HISTORIA    DE    CHILE. 


tro  poco  hábil  en  el  hecho  de  preferir  esta  ciudad  á  la  de 
Talcahuano ,  la  cual  reunía  á  la  facilidad  de  la  defensa 
la  grande  ventaja  de  hacerlo  dueño  del  mar;  pero  por 
otra  parte  no  se  puede  disimular  que  suplió  á  la  falta  de 
talento  desplegando  una  actividad  estraordinaria.  Bien 
que  fuese  naturalmente  muy  poco  ájil ,  se  le  veia  con- 
tinuamente en  las  obras  de  fortificación  animando  á  los 
trabajadores,  alentándolos  y  causando  temor  á  los  des- 
contentos con  el  aspecto  imponente  que  la  naturaleza  le 
había  dado. 

Los  soldados  que  le  quedaban  no  eran  muchos ,  y  no 
pocos  estaban  muy  enfermos;  pero  gracias  á  algunos 
realistas ,  y  principalmente  á  los  hermanos  de  la  orden 
de  San  Francisco  ,  habia  conseguido  reunir  á  su  pequeña 
fuerza  una  bastante  grande  de  milicianos ,  que  oficiales 
de  instrucción  y  de  habilidad  estaban  encargados  de 
ejercitar  y  disciplinar.  Estos  soldados  le  eran  suma- 
mente útiles ,  porque  eran  prácticos  conocedores  de 
todas  las  localidades  del  país,  conocían  perfectamente 
todos  sus  desfiladeros  y  accidentes  de  terreno ,  y  podían 
mandar  partidas  de  guerrilla  tanto  para  inquietar  la 
división  acampada  á  las  márjenes  del  Itata,  como  para 
abastecer  de  las  muchas  provisiones  que  un  largo  sitio 
iba  á  hacer  muy  necesarias ,  pues  habia  tenido  conoci- 
miento por  sus  espías  de  las  intenciones  de  Carrera ,  y 
ya  sabia  los  preparativos  que  estaba  haciendo  para  ir  á 
atacarlo. 

Sinembargo ,  la  estación  era  poco  favorable  para  este 
ataque,  en  atención  á  que  estábamos  en  el  corazón  del 
invierno ,  época  de  eternas  lluvias ,  en  la  cual  el  mal  es- 
tado de  los  caminos  y  las  crecidas  de  los  rios  hacen  á 
unos  y  á  otros  sino  enteramente  intransitables ,  á  lo  me- 


CAPITULO   XXIII, 


361 


nos,  de  difícil  y  fatigoso  tránsito.  Por  eso,  muchos  jefes 
opinaban  se  aguardase  por  el  buen  tiempo  para  empezar 
esta  nueva  campaña,  fundándose  especialmente  en  que 
el  sitio  que  iban  á  poner  á  Chillan  exijia  mucha  artille- 
ría; pero  Carrera  calculaba  de  otra  manera,  y  pensaba 
que  la  toma  de  Concepción ,  y  su  éxito  en  Talcahuano, 
debían  haber  desmoralizado  al  ejército  enemigo,  de  cuyo 
temor  seria  muy  útil  aprovechar  para  darle  una  batalla 
decisiva  y  esterminarlo.  Tal  era  la  confianza  que  tenia 
en  el  mal  estado  de  los  soldados  de  Sánchez ,  que  ya 
empezaban  á  abandonar  sus  banderas,  y  la  que  le  daba 
el  prestijio  de  la  conversación  de  la  ofensiva ,  que  en 
todos  sus  partes  al  gobierno,  no  pedia  mas  que  ocho 
dias  para  acabar  con  el  ejército  enemigo. 

El  plan  que  tenia  que  seguir  era  muy  sencillo :  hallán- 
dose el  enemigo  reunido  y  encerrado  en  una  sola  ciu- 
dad ,  solo  se  trataba  de  sitiarlo  en  ella ,  y  con  este  fin , 
escribió  á  los  diferentes  cuerpos  dispersos  por  la  provin- 
ciase  reuniesen  en  las  ¡mediaciones  de  Chillan. 

O'Higgins  recibió  orden  de  reunirse  sobre  el  Diguillin 
con  los  mil  cuatrocientos  soldados  de  milicias  que  habia 
podido  reunir,  y  algunos  granaderos  y  artilleros  que 
habia  sabido  ganar,  ó  que  Carrera  le  habia  enviado  bajo 
el  mando  de  Campino. 

El  coronel  Vial,  acuartelado  en  Talca,  fué  encargado 
de  ir  á  reforzar  la  coluna  de  observación  del  coman- 
dante Cruz ,  cuya  posición  se  hacia  cada  dia  mas  crítica. 

Luis  Carrera,  acompañado  del  cónsul  Poinset,  partió 
el  22  de  junio ,  para  la  división  del  centro ,  precedido  de 
la  artillería  de  campaña  y  de  los  dos  cañones  de  á  24, 
que  habian  salido  la  antevíspera ,  y  cuyo  transporte  ha- 
bia de  costar  tanto  trabajo  y  tantas  dificultades  á  su 


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362 


HISTORIA    DE    CHILE. 


conductor,  que  era  el  bizarro  teniente  Bernardo  Barrueta. 
En  seguida,  volviendo  sus  previsiones  hacia  Concep- 
ción, que  consideraba,  con  mucha  razón,  de  mucha 
importancia,  mandó  que  fuesen  sacados  de  allí  los  reos 
de  estado  y  confinados  en  la  Florida,  bajo  la  salva- 
guardia del  subdelegado  José  María  Victoriano  ;  instaló 
una  junta  provisionar  para  vijilar  la  seguridad  de  la  pro- 
vincia, y  las  necesidades  del  ejército,  y  el  23  de  junio, 
salia  de  Concepción  y  se  dirijia  sobre  Talca  para  acele- 
rar la  salida  de  Vial ,  cuya  tardanza  empezaba  á  parecerle 
sospechosa. 

Se  ha  supuesto  que  el  gobierno  no  veia  de  buen  ojo 
esta  campaña  y  que  la  habia  desaprobado ;  pero  esto  no 
es  exacto,  pues,  por  los  documentos  que  tenemos  á  la 
vista,  vemos,  al  contrario,  que  la  quería  y  la  apresuraba, 
porque  ya  le  tardaba  el  que  se  concluyese  aquella  guerra 
entre  hermanos  para  entregarse  con  reposo  y  tranquili- 
dad á  las  mejoras  que  el  país  reclamaba.  Ademas,  su- 
cedió en  medio  de  todo  esto  un  acontecimiento  que  pa- 
recía propio  á  activar  la  espulsion  pronta  y  completa  de 
los  realistas  de  la  provincia  de  Concepción. 

Al  tiempo  de  la  toma  de  Talcahuano ,  la  mayor  parte 
de  los  realistas  habia  podido  embarcarse  en  buques  que 
se  hallaban  anclados  en  la  bahía,  y  gracias  al  viento,  que 
se  les  hizo  favorable ,  muchos  de  estos  buques  pudieron 
largarse  y  ponerse  fuera  de  alcance.  Entre  ellos  se  en- 
contraba la  Bretaña ,  fragata  armada  en  corso  y  man- 
dada por  Pargas,  la  cual ,  luego  que  tuvo  la  mayor  parte 
de  los  jefes  á  su  bordo ,  tomó  la  dirección  de  Lima ,  y 
al  pasar  delante  del  Huasco ,  tuvieron  la  presencia  de 
ánimo  de  esparcer  allí  el  ruido  de  la  próxima  llegada  do 
una  poderosa  espedicion  realista ,  esperando  atraer,  por 


CAPÍTULO   XX11I. 


363 


este  medio,  la  atención  del  gobierno  sobre  aquel  punto, 
distraer,  tal  vez,  una  parte  de  las  tropas  de  su  verdadero 
objeto ,  y  dar  así  á  Sánchez  lugar  para  hacer  frente  al 
enemigo  y  fortificarse.  Habiendo  tomado  esta  resolución, 
se  dirijieron  en  derechura  al  citado  puerto,  y  desde  allí, 
el  comandante,  que  tomó  el  nombre  de  Mariano  Osorio, 
Jefe  de  la  tercia  división  espedicionaria ,  pasó  un  oficio 
al  subdelegado  de  Ballenar,  don  Manuel  Hodar,  anun- 
ciándole la  supuesta  espedicion ,  compuesta  de  tres  mil 
hombres,  á  las  órdenes  de  Joaquín  de  la  Pezuela ;  y  pre- 
viniéndole que,  antes  de  pasará  Valparaíso,  debía  venir 
á  apoderarse  de  la  provincia;  que  en  consecuencia, 
reuniese  á  los  milicianos  y  tuviese  prontos  para  el  dia 
siguiente  doscientos  caballos,  trescientas  muías  y  los 
víveres  necesarios  para  ochocientos  hombres,  todo  lo 
cual  le  seria  exactamente  pagado. 

Bien  que  la  falsedad  de  esta  noticia  no  hubiese  tar- 
dado en  ser  sabida ,  con  todo ,  tuvo  tiempo  para  alarmar 
bastante  al  gobierno.  Don  Tomas  O'Higgins ,  que  man- 
daba las  fuerzas  del  norte ,  se  había  visto  tan  alarmado 
por  el  subdelegado  del  Huasco,  que  no  pudo  menos  de 
escribir  en  el  mismo  sentido  al  poder  ejecutivo ;  y  Gre- 
gorio Cordoves ,  que  se  encargó  de  llevar  esta  comuni- 
cación, estaba  demasiado  penetrado  del  peligro  que 
corría  la  provincia,  para  no  exaj erarla  involuntaria- 
mente. 

En  aquel  estado  de  cosas,  el  gobierno  debió  tomar  las 
medidas  mas  eficaces  y  las  mas  prontas ,  y  procuró ,  en 
primer  lugar,  tranquilizar  al  pueblo  con  palabras  pro- 
pias á  inspirar  confianza ,  y  á  serenar  los  ánimos ;  y  en 
seguida,  ofició  á  todos  los  comandantes  de  la  milicia 
del  norte  y  del  centro  para  que  se  estuviesen  prontos  á 


mii 


HISTORIA    DE   CHILE. 


ir  á  reunirse  en  los  dos  cuerpos  de  ejército,  uno,  man- 
dado por  don  Tomas  O'Higgins,  gobernador  de  Co- 
quimbo ,  y  el  otro  á  las  órdenes  de  Lastra ,  gobernador 
de  Valparaíso.  A  este  último,  el  gobierno  le  envió,  ade- 
mas ,  una  partida  de  trescientos  hombres ,  que  estaban 
de  vuelta  de  Buenos-Aires ,  y  que  salieron  conducidos 
por  su  denodado  comandante  y  gran  patriota  Andrés 
de  Alcázar. 

Miguel  Carrera  acababa  de  dejar  Concepción  cuando 
recibió  el  oficio  del  gobierno ,  que  le  anunciaba  aquella 
repentiva  invasión ,  y  le  inducía  á  que  atacase  á  Sán- 
chez lo  mas  pronto  posible  para  arrojarlo  de  la  provin- 
cia, en  donde  su  presencia  era  muy  peligrosa.  Bien  que 
Carrera  no  diese  mucho  crédito  á  la  noticia ,  como  él 
mismo  lo  decía  en  su  respuesta,  noobstante,  se  dispuso 
á  obrar  aun  con  mas  actividad,  porque  realmente  tales 
eran  sus  planes. 

De  Quirihue ,  en  donde  se  hallaba ,  pasó  órdenes  á 
los  diferentes  cuerpos  para  que  cada  uno  obrase  en  el 
sentido  de  sus  combinaciones.  A  Cruz ,  le  escribía  se 
mantuviese  vijilante ,  prometiéndole  que  dentro  de  pocos 
dias  seria  reforzado ;  al  coronel  Merino ,  que  era  de  Qui- 
rihue mismo ,  le  mandó  preparase  cuanto  pudiese  nece- 
sitar la  división  de  Talca ;  y  en  seguida ,  escribió  al  go- 
bierno indicándole  las  nuevas  medidas  que  debia  de 
tomar,  y  asegurándole  de  nuevo  que  pocos  dias  basta- 
rían para  aniquilar  completamente  los  restos  del  ejército 
realista;  ilusión  lamentable  que  tal  vez  contribuyó  al 
mal  éxito  de  aquella  campaña,  y,  en  seguida ,  á  la  pér- 
dida del  país. 


CAPITULO  XXIV. 


Sánchez  continua  sus  trincheras.  -  Socorros  que  recibe  de  los  misioneros 
franciscanos.-  Una  parte  de  sus  tropas  es  dispersada  en  guerrillas.-  La 
de  Urrejola  hace  prisionero  al  coronel  Cruz  y  á  su  coluna.  —  Miguel  Car- 
rera va  á  incorporar  en  el  campamento  de  Chillan  las  tropas  acantonadas  en 
Talca.-  Disposiciones  que  da  para  el  ataque- Envía  á  Calderón  de  par- 
lamentario á  Sánchez,  pero  sin  resultado.— Principio  del  ataque.- El  Rollo 
cortado  por  el  medio,  del  primer  cañonazo.-  Sucesos  diversos  de  los  dos 
partidos  en  ataque  y  defensa.-  Incendio  de  las  municiones  de  la  batería 
patriota,  y  desgracias  que  ocasiona.— Presa  de  municiones  que  iban  de 
Concepción.—  Viendo  que  no  obtenía  resultado  alguno ,  envía  un  parla- 
mentario á  Sánchez. 

Sánchez  continuaba  con  celo  y  tesón  las  obras  de  for- 
tificación ,  y  ya  habia  establecido  algunas  baterías.  Se 
abrieron  algunos  fosos ,  y  se  armaron  los  fortines  de 
modo  que  pudiesen  resistir  largo  tiempo  y  con  vigor.  El 
de  San  Bartolomé,  especialmente,  habia  empeñado  toda 
su  atención,  y  don  José  Berganza,  que  era  un  hábil 
oficial  de  artillería ,  habia  dirijido  la  construcción  de  dicho 
fortín.  Pero  en  medio  de  todo  esto,  no  perdía  de  vista 
al  ejército  enemigo ,  y  habia  enviado  espías  por  todos 
lados  que  le  tenian  siempre  sobre  aviso  de  todos  los  mo- 
vimientos de  Carrera,  y  le  informaron  del  proyecto  que 
tenia  de  concentrar  sus  tropas  en  las  cercanías  de  Chillan. 
.  Bien  que  no  pudiese  impedirle  de  operar  dicha  con- 
centración ,  podia  á  lo  menos  seguir  y  cansar  á  los  dife- 
rentes destacamentos,  obligándolos  á  mantenerse  siem- 
pre alerta,  é  impidiéndoles,  tal  vez,  de  fortificar  sus 
posiciones.  Para  ejecutar  este  proyecto  se  le  ofrecieron 
sujetos  capaces  y  prácticos  en  el  país ,  á  los  cuales  con- 
fió el  mando  de  guerrillas.  Con  todo ,  la  fidelidad  de  sus 


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366 


HISTORIA   DE   CHILE. 


tropas  había  empezado  á  decaer,  minada  ya  por  la  polí- 
tica de  los  jefes  patrióticos,  sobretodo  por  la  de  O'Hig- 
gins;   salvo  los  Ghilotes  y  las  tropas  de  Valdivia,  que 
confundiendo  siempre  el  rey  con  la  relijion  ,  se  mante- 
nían sumisos  y  obedientes ,  las  demás ,  ya  por  temor  ya 
por  codicia,   desertaban  sus  banderas  y  se  pasaban  al 
ejército  de  los  patriotas.  Esta  deserción  se  estendia  ya  á 
los  oficiales,  circunstancia  que  empezaba  á  causar  zozo- 
bras á  Sánchez,  y  habría  desmoralizado  completamente 
á  todas  sus  tropas,  si  eminentes  realistas  no  hubiesen 
hecho  todos  sus  esfuerzos  para  mantenerlas  en  su  deber. 
Entre  estos  realistas  se  distinguieron  por  su  celo  y 
perseverancia  los  Franciscanos,  los  cuales,  animados  de 
sentimientos  de  la  mas  acendrada  lealtad  al  rey  ,  y  te- 
miendo que  aquella  revolución  fuese  contraria  ala  reli- 
jion y  ocasionase  el  olvido  de  todos  los  deberes  que  im- 
pone, se  habían  presentado  desde  el  principio  como 
auxiliares  los  mas  seguros  yjenerosos,  tomando  todos 
una  parte  activa  en  el  bienestar  del  ejército. 

«  El  padre  presidente  Fray  Antonio  Banciella  pertene- 
cía al  ejército  en  calidad  de  capellán,  suministrando  de 
paso  ios  conocimientos  mas  útiles  respecto  del  terreno,  y 
de  los  sujetos  adictos  ó  contrarios  á  la  justa  causa.  (1) . 
Otros  servían  en  las  enfermerías ,  o  en  otros  ramos  admi- 
nistrativos, y  pusieron  sus  caballos,  trigos,  bueyes  y 
carneros  á  la  disposición  del  comisario  de  víveres,  que 
se  aprovechó  mucho  de  ellos ,  y  aun  destruyeron  muchos 
libros  y  manuscritos,  unos  de  la  comunidad  y  otros  par- 
ticulares de  los  padres ,  para  fabricar  cartuchos.  Su  con- 
vento, asilo  de  santa  paz,  fué  fortificado  y  convertido 

(1)  Relación  sobre  la  conducta  de  los  relijiosos  del  colejio  de  Chillan,  por 
el  reverendo  padre  Fray  Juan  Ramón  Guardian.  Mss. 


CAPÍTULO    XXIV. 


367 


en  cárcel  de  estado,  en  donde  los  reos,  la  guardia  de 
estos ,  que  constaba  de  cuarenta  hombres  con  sus  oficiales, 
y  muchas  personas  de  las  provincias,  que  habían  venido 
á  refujiarse  en  él ,  vivían  á  espensas  de  la  comunidad. 
Una  casa  grande  que  tenia  esta  en  los  Guindos ,  con  sus 
dependencias  y  capilla ,  que  podia  servir  de  punto  de 
reunión  y  de  defensa  á  los  patriotas ,  mandaron  los  reli- 
giosos demolerla  é  incendiarla,  y  en  razón  de  la  penuria 
y  escasez  de  dinero ,  que  ocasionaba  la  interrupción  de 
comunicación  con  el  Perú,  por  la  pérdida  deTalcahuano, 
mandó  el  padre  provincial  á  Fray  Gregorio  Equiluz  pa- 
sase inmediatamente  á  Valdivia ,  atravesando  por  medio 
de  los  Indios  araucanos,  ya  conmovidos  por  las  faccio- 
nes enemigas.  Enfin,    «exortaban  pública  y  privada- 
mente con  enerjía  apostólica  al  valor  y  á  la  constancia 
las  tropas,  suministrando  asimismo  á   los  respectivos 
jefes  aquellos  conocimientos  que  consideraban  útiles  y 
necesarios  á  la  subsistencia ,  y  prosecución  del  feliz  éxito 
de  la  ardua  empresa  que  teníamos  entre  manos. »  (í) 

Así  daban  estos  celosos  misioneros  patentes  muestras 
de  su  doble  influjo ,  á  saber,  el  que  nacía  del  amor  es- 
tremado que  tenían  a  su  rey,  y  el  que  les  daba  su  misión, 
esencialmente  evanjélica,  teniendo  constantemente  aler- 
ta, sin  pararse  en  fatigas  ni  en  peligros,  la  conciencia 
de  los  soldados  y  de  los  habitantes  del  campo,  y  no  se 
pasaba,  por  decirlo  así,  dia  alguno  sin  que  hiciesen  fun- 
ciones relijiosas  para  dar  mas  prestijio  á  sus  palabras. 
Así  sucedía  que  los  milicianos ,  animados  de  un  cristiano 
entusiasmo  ,  y  escitados ,  ademas ,  por  el  ardor  de  algu- 
nos valientes  oficiales,  estaban  siempre  dispuestos  á  ba- 
tí) Relación  sobre  la  conducta  de  los  relijiosos  del  colejio  de  Guillan  ,  por  el 
reverendo  padre  Fray  Juan  Ramón  ,  Guardian.  Mss. 


I 


368 


HISTORIA    DE    CHILE. 


:-:| 


tirse,  y  se  formaban  en  guerrillas  mandadas  por  coman- 
dantes bizarros,  tales  como  los  dos  Eleorriaga,  Urrejola, 
Quintanilla,  Lantaño,  Chaves  y  otros,  cuya  audacia 
rayaba  en  temeridad ,  y  fatigaban  continuamente  con 
ataques  parciales  las  diferentes  divisiones  de  ios  patrio- 
tas ,  que  se  defendían  con  no  menos  vigor  y  tesón. 

Después  de  la  pérdida  de  Talcahuano ,  estos  oficiales, 
enteramente  aislados ,  sin  poder  recibir  especie  alguna 
de  socorro ,  se  hallaban  en  una  posición  enteramente 
particular,  y  su  misión  mudó  totalmente  de  aspecto , 
pues  obligados  á  hallar  todos  sus  recursos  por  sí  mismos 
y  en  ellos  mismos ,  tenían  que  obrar  mas  bien  como  ca- 
bezas de  partido  que  como  jefes  militares ,  usando  alter- 
nativamente y  sin  descanso,  de  audacia  y  de  astucia  para 
atraerse  partidarios  y  defenderse  contra  tantos  enemi- 
gos. Tal  era  el  carácter  que  parecía  deber  tomar  la  re- 
sistencia ,  y  que  la  lentitud  del  ataque  hacia  necesario. 

Sin  duda,  todas  las  salidas  que  hacían  aquellos  infa- 
tigables milicianos  no  obtenían  siempre  felices  resulta- 
dos, y  aun  hubo  una,  la  de  San  Xavier,  que  fué  com- 
pletamente destruida  por  el  bizarro  teniente  Molina, 
enviado  por  O'Higgins  contra  ella  ;  pero  otras ,  en  cam- 
bio ,  les  surtieron  muy  favorables ,  y  entre  estas  se  puede 
citar  la  que  fué  dirijida  contra  la  división  de  Cruz. 

Este  coronel ,  que ,  como  lo  hemos  visto  ya ,  había 
quedado  en  San  Carlos  con  algunos  pocos  soldados  para 
observar  los  movimientos  de  Sánchez ,  se  hallaba  en  la 
imposibilidad  de  hacer  frente  al  mas  indiferente  ataque , 
en  primer  lugar,  por  tener  poca  fuerza  numérica ,  com- 
puesta casi  toda  de  milicianos ;  y  en  segundo ,  por  las 
deserciones  que  esperimentaba ,  principalmente  de  parte 
de  los  voluntarios.  Mas  de  una  vez  había  dado  parte  de 


CAPÍTULO   XXIV. 


S69 


suposición  embarazosa  á  Carrera ,  que  alfin  ,  habia  dado 
ordena  Vial  para  que  fuese  inmediatamente  á  socorrerle 
con  las  tropas  acantonadas  en  Talca ;  pero  á  pesar  de 
esta  orden ,  Yial  se  quedó ,  quizá  con  intención ,  en 
Talca ,  y  dio  lugar  al  infatigable  Urrejola  á  marchar 
sobre  San  Carlos  con  doscientos  hombres,  que  mandaba  el 
valiente  Elorriaga.  Esta  espedicion  no  tuvo  mucho  éxito, 
y  solo  sirvió  á  incomodar  la  división  de  Cruz ,  que  se 
retiró  mas  al  norte ,  y  á  hacerle  algunos  prisioneros  que 
fueron  llevados  como  trofeo  á  Chillan ;  porque  el  fin 
principal  de  los  realistas  era  entusiasmar  las  tropas  y  el 
populacho  con  grandes  demostraciones  en  favor  de 
cuantos  hubiesen  participado  de  la  mas  pequeña  esca- 
ramuza, á  fin  de  que  conociesen  las  ventajas  que  habían 
de  sacar  de  la  victoria. 

Urrejola  gustaba  demasiado  de  batirse  para  darse  por 
satisfecho  con  tan  pequeño  resultado ,  y  desistirse  de 
una  empresa  de  la  cual  algunos  Chilenos,  por  una  ten- 
dencia criminal  á  ser  desleales,  le  aseguraban  el  buen 
éxito.  Resuelto  á  volver  segunda  vez  á  atacar  aquella 
pequeña  división,  incorporó  en  su  destacamento  las 
guerrillas  de  Quintanilla  y  de  Chaves,  y  pocos  dias 
después  de  haber  llegado  ,  ya  se  volvía  á  poner  en  mar- 
cha con  dirección  al  sur  para  mejor  engañar  á  las  es- 
pías del  enemigo.  Aquella  marcha,  que  duró  toda  la 
noche ,  fué  tan  penosa  como  cansada ,  por  la  oscuridad 
y  la  lluvia  continua  que  hizo  crecer  mucho  al  Nuble,  cuyo 
paso,  necesariamente,  habia  de  ser  muy  difícil  y  peli- 
groso. Sin  embargo ,  ningún  obstáculo  pudo  enfriar  el 
ardor  de  aquellos  Chilotes,  armados  por  el  fanatismo 
contra  sus  propios  hermanos ,  y  soportaron  sin  quejarse 
la  fatiga  de  la  espedicion  ,  atravesaron  el  rio ,  muy  cre- 

V.  Historia.  24 


fHH 


370 


HISTORIA   DE   CHILE. 


cido,  como  acabamos  de  decir,  y  llegaron  antes  de  ser 
de  día,  a  la  hacienda  de  Juan  Manuel  Amagada,  en 
donde  Cruz  habia  formado  sus  cantones.  Por  aviso  que 
Urrejola  habia  tenido  de  personas  que  conocían  sus  po- 
siciones ,  sabia  que  la  división  enemiga  se  hallaba  alo- 
jada en  dos  puntos  poco  lejanos  uno  de  otro ,  motivo  por 
el  cual ,  también  él  dividió  su  coluna  en  dos ,  reserván- 
dose la  mas  fuerte  y  enviando  la  otra  ,  al  mando  del  bi- 
zarro Quintanilla,  á  atacar  al  coronel  Cruz,  que  la  trai- 
ción acababa  de  entregar,  por  decirlo  así,  á  su  enemigo ; 
pues  completamente  sorprendido,  le  fué  imposible  hacer 
mucha  resistencia,  y  tuvo  alfin  que  rendirse. 

Pero  no  sucedió  lo  mismo  con  el  capitán  Yictoriano , 
encargado  de  la  defensa  del  otro  punto.  Este  capitán, 
habiéndose  despertado  al  ruido  quehacian  los  caballos, 
tuvo  lugar  bastante  para  formar  los  pocos  soldados  que 
tenia,  los  situó  ventajosamente  y  recibió  con  un  buen  ■ 
fuego  graneado  á  la  compañía  que  le  iba  en  cima ,  man- 
dada por  Chaves.  Los  fuegos  fueron  tan  bien  dirijidos, 
que  ocho  hombres  de  Chaves,  contando  á  Chaves  mismo, 
cayeron  en  el  primer  ataque ,  y  los  demás  se  replegaron 
sobre  Elorriaga ,  que  sin  titubear,  llevó  con  nuevo  ardor 
sus  soldados  á  la  carga.  Pero  en  primer  lugar,  los  puso 
a  cubierto  de  las  balas  con  el  muro  del  recinto  ,  penetra- 
ron luego  en  lo  interior,  y  una  vez  se  hallaron  debajo  del 
corredor  esterior,  pudieron  escalar  la  casa  y  ponerle 
fuego. 

En  vista  de  esto,  el  valiente  Victoriano  no  pudo  de- 
fenderse y  hubo  de  rendirse ,  bien  que  obteniendo  una 
honrosa  capitulación  ,  la  cual  fué  posteriormente  violada. 
Así ,  de  toda  la  división  de  Cruz  no  hubo  mas  que  algu- 
nos heridos ,  y  treinta  hombres  con  su  comandante  José 


CAPÍTULO   XXIV. 

Ignacio  Quesada ,  que  se  hallaban  en  las  cercanías ,  fue- 
ron salvados;  todos  los  demás  fueron  llevados  como 
trofeo  á  Chillan ,  sufriendo  en  el  tránsito  las  incomodi- 
dades de  la  lluvia  continua ,  malos  caminos  y  rigores 
del  invierno. 

Por  su  parte,  los  realistas  tuvieron  que  padecer  estas 
mismas  incomodidades  ,  pero  hallaron  la  recompensa  de 
ellas,  y  muy  luego  las  olvidaron  con  el  brillante  recibi- 
miento que  se  les  hizo.  Durante  todo  el  dia ,  se  tocaron 
las  campanas  á  vuelo ,  hubo  iluminación  por  la  noche,  y 
mientras  que  toda  la  ciudad  rebosaba  de  júbilo  y  alegría, 
los  grandes  patriotas  Cruz ,  Victoriano  y  sus  compañeros 
jemian  en  un  calabozo. 

Miguel  Carrera  acababa  de  salir  de  Talca  para  diri- 
jirse  con  las  tropas  de  Vial  al  campamento  jeneral  \ 
cuando  recibió  esta  fatal  nueva.  Su  primer  pensamiento, 
entonces,  fué  enviar  á  su  edecán  Juan  Felipe  Cárdenas 
á  asegurarse  de  la  verdad  del  hecho,  que,  desgraciada- 
mente ,  era  demasiado  cierto.  Habiendo  llegado  á  Quella, 
halló  allí  á  los  doce  heridos  que  los  realistas  no  habían 
querido  llevarse ,  y  en  Huillipatagua ,  á  los  treinta  hom- 
bres de  Quesada ,  que  habían  podido  ir  á  refujiarse  á 
Quirihue. 

Bien  que  sintiese  amargamente  este  acontecimiento , 
lo  disimuló,  achacándolo  á  la  tardanza  de  Vial  en  ir  al 
socorro  de  aquella  división ,  y  se  quejó  al  gobierno ,  sin 
acritud,  aunque  lo  creyese  cómplice  de  dicha  tardanza, 
pidiéndole  con  instancia  las  tropas  recientemente  llega- 
das de  Buenos-Aires.  También  se  quejó  por  la  misma 
via,  de  la  indiferencia  con  que  se  dejaba  sin  castigo  á 
los  desertores  que  se  iban  á  Santiago.  En  cuanto  á  él, 
temiendo  con  razón  que  esta  relajación  de  la  disciplina 


Jk 


372 


HISTORIA    DE    CHILE. 


fuese  un  fatal  ejemplo  para  el  ejército ,  habia  castigado 
con  rigor  á  algunos  desertores,  y  aun  habia  cumplido 
con  la  ley  mandando  afusilar  á  un  soldado  de  la  división 
de  Cruz ,  que  habia  fomentado  un  motin  contra  los  ofi- 
ciales,  medida  ciertamente  de  sentir,  pero  necesaria  en 
un  momento  en  que  se  debía  emplear  todo  rigor  de  la 
disciplina  para  mantener  el  moral  del  ejército ,  numéri- 
camente débil ,  y  habituar  al  soldado  á  una  obediencia 
ciega  en  todos  los  asuntos  y  actos  del  servicio. 

Durante  su  marcha ,  Carrera  continuó  dando  sus  ór- 
denes al  campamento  de  Chillan ,  pidiendo  que  se  hicie- 
sen reconocimientos  con  el  mayor  cuidado ,  y  que  se 
levantase  un  plano  de  las  cercanías,  que  no  podria  menos 
de  ser  de  la  mayor  utilidad  para  los  campamentos  ulte- 
riores y  las  combinaciones  estratéjicas.  Al  mismo  tiempo, 
destacaba  en  diversas  direcciones  partidas  de  descubierta 
para  la  seguridad  de  la  marcha ;  pues  á  medida  que  se 
acercaba  del  centro  de  la  acción ,  era  su  principal  deber, 
como  jefe,  el  obrar  con  vijilancia  y  prudencia  para  no 
caer  en  una  de  las  emboscadas  que  la  actividad  y  la  astu- 
cia de  los  enemigos  hacian  probables.  Todo  esto ,  reu- 
nido á  la  dificultad  que  ofrecia  el  transporte  de  la  artille- 
ría ,  por  caminos  mas  que  difíciles  y  casi  impracticables, 
habia  retardado  considerablemente  su  marcha ,  en  tér- 
minos que  la  división  empleó  quince  dias  en  ir  de  Talca 
á  las  orillas  del  Nuble.  El  dia  siguiente,  12  de  junio, 
operó  su  junción  con  el  grueso  del  ejército ,  que  estaba 
acampado  sobre  el  pequeño  Cerro  de  Cayanco ,  á  una 
legua  de  la  plaza ,  y  con  grande  satisfacción  de  las  tropas 
y  de  los  oficiales. 

Miguel  Carrera  habia  ido  por  delante  protejido  por  el 
capitán  Prieto ,  que  habia  marchado  á  su  encuentro  con 


CAPITULO    XXIV. 


373 


una  partida  de  dragones,  y  por  una  división  de  O'Hig- 
gins ,  acampada  al  norte  de  la  ciudad  con  el  objeto  de 
observar  los  movimientos  del  enemigo,  y  cubrir,  en  caso 
necesario ,  la  división  que  se  avanzaba. 

Hallándose ,  en  fin ,  todas  las  tropas  reunidas ,  el  je- 
neral  en  jefe  ya  no  pensó  mas  que  en  ejecutar  su  plan 
de  ataque.  Así  como  lo  hemos  dicho ,  en  su  tránsito  de 
Talca  á  Chillan  ,  habia  pedido  un  plano  del  terreno  que 
debía  ocupar  el  ejército,  y  Mackenna  se  habia  apresu- 
rado á  enviárselo ;  pero  ya  sea  que  la  mala  intelijencia 
que  existia  entre  ellos  le  diese  poca  confianza  en  su  habi- 
lidad, ó  que  dicho  plan  fuese  realmente  defectuoso, 
Carrera  no  quiso  servirse  de  él  y  prefirió  ir  á  observar 
por  sí  mismo,  en  compañía  de  su  amigo  Poinsett,  el 
cual ,  mas  que  Mackenna ,  ejercía  para  el  jeneral  fun- 
ciones de  injeniero  y  aun  de  cuartel  maestre. 

Juntos,  pues,  recorrieron  todas  las  cercanías  de  la 
plaza ,  y  aun  se  acercaron  algunas  veces  á  una  pequeña 
distancia  de  ella  para  poder  observar  la  posición  de 
enemigo,  y  determinar  en  qué  puntos  se  podrían  cons- 
truir algunas  baterías  á  distancia  de  metralla,  á  fin  de 
que  protejiesen  su  punto  de  ataque. 

Las  piezas  que  habia  enviado  desde  Talca  acababan 
de  llegar;  pero  los  dos  cañones  de  á  24 ,  que  habían  sa- 
lido, habia  ya  mas  de  un  mes  de  Talcahuano,  aun  estaban 
en  camino ,  y  era  preciso  demasiada  premura  en  venir 
alas  manos  para  que  fuese  posible  esperar  que  llegasen. 
Por  lo  mismo,  á  consecuencia  de  un  consejo  de  guerra, 
en  donde  se  combinó  y  arregló  el  movimiento,  el  jeneral 
mandó  levantar  las  tiendas  del  campo  de  Callanco  y  tras- 
ladarlas á  un  cuarto  de  legua  corto  de  la  ciudad ,  al  lado 
del  molino  de  González ,  situado  al  borde  del  esterillo  dé 


37; 


HISTORIA    DE    CHILE. 


Maypu,  entre  dos  pantanos,  y  no  lejos  de  una  lomilla  á 
donde  Mackenna  fué  á  construir  la  primera  batería  por 
orden  del  jeneral  en  jefe. 

Esta  posición ,  por  ventajosa  que  fuese  para  acampar, 
era  sumamente  desagradable  para  los  tropas  que  se 
hallaban  como  en  una  especie  de  cenagal ,  tanto  mas 
insoportable  cuanto  se  estaba  en  el  rigor  del  invierno. 
Las  lluvias  casi  encesantes  habian  desleído  el  terreno 
por  donde  ya  las  carretas  casi  no  podían  adelantar  un 
paso ,  circunstancia  que  multiplicaba  las  fatigas  del  ser- 
vicio ,  y  acababa  de  debilitar  el  cuerpo  del  soldado  y  las 
pocas  fuerzas  que  le  quedaban.  Sinembargo,  su  moral 
se  mantenia  en  buen  estado ,  porque  acostumbrado  á  las 
fatigas  inseparables  del  oficio ,  y  con  la  esperanza  de 
arrojar  al  enemigo  de  las  últimas  trincheras  que  le  que- 
daban ,  soportaba  sin  quejarse  las  mayores  incomodi- 
dades ,  y  solo  anhelaba  por  los  progresos  del  sitio  para 
que  se  concluyese  una  guerra  tan  larga. 

Sinembargo,  á  pesar  de  su  buena  voluntad,  se  no- 
taba que  ya  nos  habiamos  alejado  de  la  época  de  la  inva- 
sión ,  época  en  la  cual  el  entusiasmo  se  propagaba  con 
maravillosa  facilidad ,  y  pocos  ejemplares  bastaban  para 
inflamar  corazones  jenerosos,  y  llenarlos  de  patriotismo ; 
al  paso  que  ya  en  el  dia  solo  habia  calma  y  conformidad; 
la  mayor  parte  de  los  milicianos  solo  se  animaban  por 
acaso ,  y  se  mantenían  fieles  mas  bien  por  deber  que  por 
convencimiento. 

Mientras  que  los  patriotas  procuraban  así  asegurarse 
una  posición  ventajosa ,  los  realistas  no  cesaban  de  mo- 
lestarlos con  sus  infatigables  guerrillas ,  y  los  forzaban 
á  mantenerse  constantemente  alerta ,  lo  que  les  causaba 
grande  fatiga.  Estas  guerrillas  no  se  contentaban  con 


CAPÍTULO    XXIV. 


375 


atacar  las  partidas  de  descubierta  y  tenían  la  audacia  ele 
alejarse  tan  pronto  para  procurarse  lo  necesario  ,  de  que 
carecían ,  tan  pronto  para  hacerse  con  reclutas  que  au- 
mentasen el  número  de  los  defensores  de  la  bandera  real. 
Una  de  ellas,  bastante  fuerte  numéricamente,  ya  se  di- 
rijia  sobre  los  Anjeles  con  el  objeto  de  apoderarse  de 
esta  plaza ;  pero  O'Higgins  hizo  un  movimiento  rápido 
sobre  el  rio  de  la  Lazuela  y  la  obligó  á  retirarse. 

Otra ,  aun  mas  audaz ,  tuvo  la  osadía  de  tomar  la  es- 
palda del  ejército  contrario  para  emboscarse  y  apode- 
rarse, al  paso,  de  las  dos  piezas  que  se  aguardaban  de 
Concepción ;  pero  quedó  frustrada  de  su  intento  por  una 
coluna  bastante  fuerte  que  mandaba  Luis  Carrera,  el 
cual ,  por  su  actividad ,  acertó  á  conservar  al  ejército 
dichas  dos  piezas,  material  indispensable  para  el  sitio, 
y  contribuyó ,  al  mismo  tiempo ,  á  que  llegasen  á  su  des- 
tino antes  de  la  que  se  esperaba. 

El  mismo  dia  que  las  fuerzas  patriotas  se  habían  puesto 
en  movimiento ,  el  jeneral  en  jefe  habia  enviado  á  Fran- 
cisco Calderón  de  parlamentario  á  Chillan  para  tratar  de 
composición  con  el  ayuntamiento,  y  terminar  la  guerra 
fratricida  que  iba  á  encenderse  de  nuevo  y  con  nuevo 
encarnecimiento. 

La  respuesta  no  llegó  hasta  dos  dias  después ,  es  decir, 
el  28  de  julio  ,  y  era  tan  disimulada  y  evasiva ,  que  Car- 
rera juzgó  inútil  insistir,  renovando  sus  propuestas,  y 
dio  inmediatamente  la  orden  de  atacar.  Así  se  ejecutó 
por  la  batería  avanzada ,  que  tuvo  la  iniciativa,  y  tiró  dos 
cañonazos,  de  los  cuales  el  uno  se  llevó  la  mano  de  un 
infeliz  carretero,  que  trabajaba  por  el  servicio ;  y  el  otro 
cortó  por  el  medio  el  rollo  levantado  desde  el  principio 
de  la  conquista  en  medio  de  la  plaza  mayor. 


~ 


r* 


376 


HISTORIA    DE    CHILE. 


En  las  demás  ciudades ,  el  espíritu  republicano  habia 
hecho  desaparecer  estos  instrumentos  permanentes  de 
vergüenza  y  de  infamia ;  pero  aquí ,  la  Providencia  fué 
la  que  tomó  á  su  cargo  la  destrucción  del  que  aun  exis- 
tia ,  como  enemiga  de  todas  estas  leyes  humillantes  que 
degradaban  al  jénero  humano ,  y  le  privaban  enteramente 
de  toda  especie  de  sentimientos. 

Al  dia  siguiente,  el  fuego  empezó  de  nuevo  y  con 
mucha  mas  viveza,  pero  sin  grandes  resultados  por  falta 
de  instrucción  en  los  soldados ,  la  mayor  parte  de  los 
cuales  entraban  en  acción  por  la  primera  vez.  Sinem- 
bargo ,  José  Miguel  Carrera ,  notando  que  el  fuerte  de 
San  Bartolomé  habia  sufrido  en  ciertas  partes ,  pensó  en 
tomarlo  por  asalto,  resolución  tal  vez  oportuna,  pero  ar- 
riesgada por  falta  de  tropas  capaces  de  ejecutarla  eficaz- 
mente. Por  lo  mismo  se  apresuró  á  detener  el  movi- 
miento ,  y  se  limitó  á  estrechar  la  ciudad  con  ataques 
simultáneos  por  los  frentes  del  norte  y  del  sur. 

La  primera  coluna ,  que  constaba  solo  de  ochenta 
infantes ,  estaba  mandada  por  el  capitán  José  María  Be- 
navente ;  la  otra ,  que  era  de  trescientos  ,  y  tenia  dos 
piezas  de  campaña,  la  mandaba  el  coronel  O'Higgins. 
Su  intento  no  era  otro  mas  que  el  ejecutar  las  amenazas 
que  el  jeneral  habia  hecho  á  la  municipalidad ,  de  incen- 
diar la  ciudad ,  en  caso  que  hiciese  resistencia.  En  efecto, 
los  cumplieron  incendiando  las  casas  que  estaban  á  la 
entrada;  pero  O'Higgins,  poco  satisfecho  de  un  acto 
que  no  le  parecía  propio  de  su  franca  valentía,  prefirió 
combatir  al  enemigo  frente  á  frente ,  y  se  avanzó  á  ata- 
carlo en  sus  mismas  trincheras ,  de  cuyo  ataque  se  siguió 
un  empeño  bastante  tenaz ,  pero  que  no  tuvo  mas  resul- 
tado que  el  de  demostrar  claramente  al  jeneral  en  jefe 


CAPÍTULO    XXIV. 


377 


las  dificultades  que  tendría  el  apoderarse  de  la  plaza. 
Pocos  días  antes,   había  anunciado  al  gobierno  una 
pronta  conclusión  de  la  guerra ;  pero ,  en  vista  de  la 
resistencia  que  esperimentaba ,  ya  se  sentía  menos  con- 
fiado y  descubría  temores  por  las  consecuencias  de  una 
campaña  que  empezaba  con  malos  é  inquietantes  agüe- 
ros. La  estación  se  ponia  cada  día  mas  mala  con  lluvias 
incesantes ,  acompañadas  algunas  veces  de  tempestades 
que  se  llevaban  las  tiendas,  y  dejaban  los  soldados  en 
campo  raso  y  á  las  intemperies.  Los  víveres  empezaban 
á  disminuir,  y  ya  habia  habido  que  disminuir  las  racio- 
nes. Los  caballos  carecían  casi  enteramente  de  forraje ; 
estaban  ya  en  huesos ,  sin  fuerzas ,  y  morían  muchos. 
En  las  espediciones  que  era  forzoso  emprender,  habia 
que  servirse,  muchas  veces ,  de  los  que  pertenecían  á  los 
oficiales ,  bien  que  empezasen  ya  á  resentirse  también 
de  la  imprevisión  de  los  proveedores.  Con  todo  eso ,  el 
moral  del  soldado  se  mantenía ,  y  aun  también  habia 
algunos  arranques  de  entusiasmo  en  su  corazón  á  pesar 
de  las  duras  pruebas  á  las  que  el  tiempo  y  la  necesidad 
lo  sometían.  En  efecto,  los  soldados  soportaban  sin  que- 
jarse el  rigor  de  los  elementos  desencadenados  del  cielo 
contra  ellos;  hacían  con  paciencia  admirable  el  penoso 
servicio  á  que  estaban  sujetos  y  anhelaban  por  el  mo- 
mento de  atacar  el  fuerte  de  San  Bartolomé,  al  que  ha- 
bían puesto  el  sobrenombre  de  Brujo ,  por  causa  de  su 
situación  oculta. 

Estas  buenas  disposiciones  del  ejército  tranquilizaban 
algún  tanto  al  jeneral  en  jefe  y  dispertaban  en  él  aquella 
actividad,  de  que  habia  dado  tantas  pruebas  ,  y  el  espí- 
ritu resuelto  que  le  decidió  á  atacar  con  el  mayor  vigor 
la  plaza,  después  de  haberla  estrechado  al   estremo. 


378 


HISTORIA   DE    CHILE. 


Para  este  fin ,  mandó  á  Mackenna  ir  á  establecer  otra 
batería  sobre  una  alturita  distante  solo  dos  cuadras  de 
la  plaza,  orden  que  Mackenna  ejecutó  en  la  noche  del 
2  al  3  de  agosto ,  compuesta  de  seis  piezas ,  y  sostenida 
por  quinientos  hombres  mandados  por  O'Higgins,  Spano 
y  Oller. 

Sánchez  no  tuvo  hasta  por  la  mañana  el  mas  mínimo 
conocimiento  ni  del  movimiento  operado  por  los  patrio- 
tas ,  ni  del  establecimiento  de  la  nueva  batería ,  que  aca- 
baban de  construir  casi  á  la  entrada  de  la  ciudad ,  en 
una  posición  que  podia  causarle  mucho  daño.  En  vista 
de  esto,  pensó  que  era  de  su  deber  el  tomarla,  y  dio 
orden  para  que  así  lo  ejecutase  al  intrépido  Elorriaga, 
poniendo  á  su  mando  dos  escelentes  batallones,  que 
fueron  el  de  Valdivia,  mandado  por  Lucas  Molina,  y 
el  de  Ghiloe ,  á  las  órdenes  de  Pinuel ,  con  muchos  tira- 
dores que  avanzaron  con  el  fusil  á  la  espalda  y  gritando 
viva  la  patria ,  esperando ,  con  esta  treta ,  apoderarse 
mas  fácilmente  de  la  posición ;  pero  se  les  conoció  la 
intención  que  llevaban ,  y  los  patriotas  respondieron  á 
sus  gritos  astutos  con  una  buena  descarga  que  tuvo  una 
pronta  y  vigorosa  riposta  ,  con  lo  cual  se  halló  la  acción 
empeñada  de  una  parte  y  de  otra ,  batiéndose  unos  y 
otros  con  el  mayor  denuedo,  unos  para  tomar  la  batería, 
y  otros  para  defenderla  á  todo  trance. 

Duraba  la  acción  ya  habia  mas  de  una  hora ,  cuando 
el  jeneral  en  jefe  destacó  un  trozo  de  caballería  sobre  el 
Tejar,  para  cojer  al  enemigo  por  la  espalda ,  mientras 
que  Luis  Carrera  y  Mackenna  lo  atacaban  de  flanco ,  el 
primero  por  la  izquierda ,  y  el  segundo  por  la  derecha. 
Con  esta  maniobra ,  tan  bien  combinada  como  perfecta- 
mente ejecutada,  el  enemigo  habría  sido  envuelto  y  hu- 


CAPÍTULO  XXIV. 


379 


biera  sido  infaliblemente  batido,  si  no  se  hubiese  reple- 
gado con  prontitud  sobre  la  plaza ,  á  donde  fué  perseguido 
hasta  sus  trincheras.  En  esta  operación ,  O'Higgins  se 
mostró  digno  de  mandar  á  los  valientes  que  estaban  á 
sus  órdenes.  Habiendo  hallado  el  rio  Maypue  crecido  con 
las  incesantes  lluvias  que  habían   caido,   lo  mandó, 
noobstante ,  vadear,  y  llegó  casi  al  mismo  tiempo  que 
el  enemigo  á  la  trinchera  principal  de  la  calle  de  Santo 
Domingo ,  que  intentó  tomar  por  asalto.  Ya  muchos  sol- 
dados que  habían  subido  á  las  casas  vecinas  facilitaban 
esta  empresa  molestando  escesivamente  á  los  sitiados, 
cuando  llegó  el  edecán  Miguel  Serrano  con  orden  del 
jeneral  en  jefe  para  que  aquel  destacamento  se  reple- 
gase. 

O'Higgins  halló  un  pretesto  para  no  obedecer  á  dicha 
orden,  y  resuelto  á  apoderarse  de  aquella  batería  que 
dominaba  muy  ventajosamente  á  la  plaza,  y  cuya  toma 
era  de  suma  importancia,  continuó  el  ataque,  estre- 
chando mas  y  mas  al  enemigo,  cuando  llegó  segunda 
orden  perentoria  para  que  se  retirase.  De  suerte  que  se 
vio  obligado  á  obedecer  abandonando  aquel  campo  de 
batalla,  en  donde  esperaba  cojer  nuevos  laureles,  y,  tal 
vez ,  decidir  la  suerte  de  la  campaña.  Al  retirarse,  se'en- 
contró  con  el  escuadrón  de  Fernando  Urizar,  el  cual 
también  habia  recibido  orden  de  replegarse,  y  este  en- 
cuentro le  sujirió  á  O'Higgins  la  idea  de  ir  á  intimar  la 
rendición  al  comandante  del  fuerte  San  Bartolomé;  pero 
al  acercarse  fué  recibido  con  un  cañonazo  que  sin  tocarle 
le  dejó  momentáneamente  un  brazo  paralizado,  y  resultó 
de  la  amenaza  otro  empeño  que  no  sirvió  mas  que  para 
aumentar  las  pérdidas  que  la  patria  habia  tenido  en 
aquella  jornada.  El  número  de  muertos  era  ya  conside- 


~ 


r 


380 


HISTORIA   DE    CHILE. 


rabie  y,  entre  ellos,  se  contaban  algunos  bizarros  ofi- 
ciales ,  tales  como  el  comandante  de  artillería  don  Hipó- 
lito Oller,  el  valiente  capitán  Joaquin  Alonso  Gomero, 
el  de  igual  clase  en  las  milicias  Juan  José  Urreta  y  otros. 
Por  parte  de  los  realistas ,  la  perdida  fué ,  probablemente, 
aun  mayor,  puesto  que  estaban  en  la  necesidad  de  batirse 
á  cuerpo  descubierto  y  casi  á  quema  ropa. 

Tal  fué  el  resultado  de  aquella  jornada ,  totalmente 
insignificante,  y  que  hubiera  podido ,  sinembargo,  ser 
muy  favorable  á  las  armas  de  los  patriotas ,  si  el  ataque 
de  la  plaza  se  hubiese  ejecutado  con  mas  unión  y  mas 
firmeza,  y  si  el  jeneral ,  menos  aprensivo  por  la  bisoñería 
de  sus  soldados,  hubiese  seguido  el  impulso  de  su  ardor 
y  de  su  audacia,  pues,  á  pesar  de  su  poca  disciplina, 
iban  como  hombres  determinados ,  con  ánimo  de  vencer, 
y  parecía  no  necesitar  mas  para  conseguirlo  que  el  con- 
curso de  un  jefe  atrevido  y  resuelto. 

Al  dia  siguiente ,  el  ataque  tuvo  aun  lugar  por  parte 
de  los  sitiados ,  y  fué  dirijido ,  al  principio  ,  contra  la  re- 
serva ,  situada  sobre  el  Maypue,  entre  el  tejar  y  la  batería. 
Sánchez  destacó  allí  una  buena  coluna  de  infantería  y 
de  caballería  que  obligó  á  los  patriotas  á  refujiarse  bajo 
el  reducto ,  abandonando  una  porción  de  bagajes ,  y  las 
cuatro  piezas  que  estaban  destinadas  á  su  defensa.  Ya 
dichas  piezas  estaban  en  poder  del  enemigo ,  cuando 
O'Higgins  tuvo  conocimiento  de  que  se  habian  perdido , 
en  el  momento  en  que  se  hallaba  a  la  cabeza  de  los  pocos 
soldados  que  guardaban  la  batería.  Tan  pronto  como 
lo  supo ,  su  primer  pensamiento  fué  dejarla  al  cuidado 
y  defensa  del  cónsul  Poinset ,  y  de  correr  á  rehacer  los 
que  huian ,  bien  que  no  tuviese  mas  que  veinte  dragones; 
pero  habiéndose  visto  luego  reforzado  con  los  lanceros 


CAPITULO   XXIV. 


381 


de  Bergara ;  con  los  milicianos  de  Lautaro ,  mandados 
por  Vega,  y,  finalmente,  con  muchos  granaderos,  que 
andaban  desbandados  por  falta  de  jefes,  formó  todas 
estas  tropas ,  se  puso  á  su  frente  y  cargó  al  enemigo 
con  tanto  ímpetu  que  rescató  los  cuatro  cañones ,  que  se 
llevaba  como  trofeo ,  y  lo  arrojó  á  la  plaza  matándole 
muchos  soldados. 

Desgraciadamente ,  á  esta  bella  acción  se  siguió  un 
fatal  accidente  que  influyó  muchísimo  en  la  suerte  de  la 
campaña ,  y  hubiera  podido  tener  consecuencias  aun 
peores  que  las  que  tuvo.  Entre  las  muchas  balas  de  canon 
que  la  plaza ,  y  sobretodo  el  fuerte  San  Bartolomé  vo- 
mitaban sobre  los  patriotas ,  la  casualidad  hizo  que  una 
de  ellas  puso  fuego  al  repuesto  de  pólvora  de  batería 
avanzada,  y  produjo  una  esplosion  espantosa  que  der- 
ribó á  todos  aquellos  defensores  intrépidos ,  matando  á 
unos,  dejando  á  otros  fuera  de  combate,  en  el  mas  la- 
mentable estado,  y  causando  una  confusión  jeneral  de 
que  el  enemigo  supo  aprovecharse,  renovando  con  nuevo 
vigor  sus  ataques  en  medio  de  aquella  escena  de  desola- 
ción. Por  fortuna,  algunos  soldados,  que  habían  tenido 
bastante  serenidad  para  echarse  á  tierra  en  los  fosos  que- 
daron enteramente  ilesos ,  y  estos ,  mandados  por  los 
intrépidos  Moría,  Millan  ,  Laforest,  Cabrera,  "Vázquez 
y  otros  que  la  Providencia  habia  protejido  y  salvado  de 
aquel  peligro ,  pudieron  hacer  frente  á  este  nuevo  ataque 
y  contenerlo.  El  teniente  Antonio  Millan  ,  sobretodo ,  se 
distinguió  en  aquel  lance  ,  tanto  por  su  sangre  fría  como 
por  el  arrojo  que  solo  la  desesperación  inspira  algunas 
veces.  Viendo  que  no  habia  salvación  posible  mas  que 
dando  un  golpe  arriesgado ,  á  todo  trance,  hizo  cargar 
uno  de  sus  cañones  á  metralla  hasta  la  boca,  y  lo  mandó 


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$82 


HISTORIA   DE   CHILE. 


disparar  en  un  momento  tan  oportuno ,  que  aterró  á  la 
coluna  que  avanzaba  y  la  obligó  á  volver  las  espaldas. 
Es  verdad  que  a  la  sazón ,  ya  O'Higgins ,  que  siempre 
se  hallaba  en  todas  las  partes  en  donde  habia  mucho  pe- 
ligro ,  llegaba  con  su  refuerzo  de  hombres ,  y  ademas , 
de  cartuchos ,  reanimando  con  su  presencia  el  valor  de 
aquellos  infelices ,  que  por  milagro  habían  evitado  la 
muerte. 

Mientras  que  la  presencia  del  enemigo  obligó  á  los 
patriotas  á  mantenerse  en  la  defensiva ,  rodeados  de  toda 
especie  de  riesgos ,  se  mostraron  indiferentes  á  este  fatal 
revés  de  fortuna ,  y  no  pensaban  absolutamente  mas  que 
en  la  defensa  del  puesto  que  estaba  á  su  cargo.  El  senti- 
miento de  su  conservación  habia  apagado  en  ellos  el  de 
la  caridad  y  se  mostraban  impasibles  á  la  vista  de  todas 
aquellas  víctimas,  haciendo  solo  atención  al  ruido  de  las 
armas  y  á  los  movimientos  del  enemigo. 

Pero  ya  no  sucedió  lo  mismo  cuando  este ,  habiendo 
sido  rechazado .  y  arrojado  á  sus  trincheras ,  dio  lugar  á 
que  la  reflexión  se  ejercitase  sin  alarmas  ni  distracción 
en  medio  de  aquella  escena  de  desconsuelo  y  de  desas- 
tres. Entonces ,  ya  los  que  quedaban  pudieron  contem- 
plar lo  horroroso  de  aquel  espectáculo ,  que  por  todas 
partes  ofrecía  hermanos ,  amigos  ,  compañeros  yaciendo 
por  el  suelo  ,  unos  muertos ,  otros  solo  heridos ,  pero  tan 
desfigurados  por  el  fuego  que  ni  tenían  figura  humana. 
La  manera  en  que  se  hallaban  amontonados,  los  dolores 
que  los  atormentaban  y  sus  tristes  quejidos ,  todo  esto 
acabó  de  enternecer  y  ablandar  los  corazones  de  aquellos 
valientes ,  tan  impasibles  pocos  momentos  antes ,  y  que 
ya  entonces  prorrumpían  en  imprecaciones  contra  los 
causantes  de  aquel  desastre,  que  unos  atribuían  á  un 


CAPÍTULO   XXIV. 


383 


culpable  descuido,  y  otros  á  la  traición.  Sinembargo, 
muchos  de  ellos,  bien  que  se  hallasen  quebrantados  de 
tantas  fatigas ,  procuraron  dar  algún  alivio  á  los  infelices 
con  quienes  en  la  mañana  de  aquel  dia  se  habían  hallado 
viviendo  y  obrando  como  hermanos ;  pero  hubo  otros 
que,  con  sentimientos  menos  notables,  desertaron  sus 
banderas,  y  se  alejaron  en  busca  de  otra  especie  de  con- 
suelos ,  y  aun  los  hubo  que  tuvieron  la  bajeza  de  sembrar 
discordia ,  sujiriendo  pensamientos  de  insubordinación , 
circunstancia  tanto  mas  dañosa  cuanto,  independiente- 
mente de  las  fatigas  y  de  los  peligros  continuos,  se  pa- 
decía, ya  habia  muchos  días,  escasez  de  víveres  en  el 
campo.  La  administración  de  víveres  habia  estado  tan 
mal  organizada,  ó  los  encargados  de  ella  habían  sido  tan 
descuidados,  ó  tal  vez  tan  malvados,  que  los  almacenes 
estaban  enteramente  agotados ,  y  solo  quedaban  raciones 
de  pan  y  algunas  de  aguardiente ,  que  se  distribuía  con 
mucha  parcimonia,  por  temor  de  sus  efectos.  Mas  en 
aquel  momento  de  abatimiento  jeneral,  O'Higgins  no 
dudó  en  distribuir  dicha  bebida  á  discreción ,  esperando 
que  por  este  medio  los  soldados  olvidarían  su  dolorosa 
posición  y  cobrarían  nuevos  ánimos.  Desgraciadamente, 
el  remedio  era  violento  y  les  causó  tanta  exaltación ,  que 
salieron  de  los  límites  de  la  disciplina  para  caer  en  actos 
de  imprudencia,  porque  se  hallaron  mucho  mas  enter- 
necidos por  la  suerte  dolorosa  de  sus  compañeros    y 
sobretodo  por  la  de  sus  oficiales,  entre  los  cuales' se 
hallaban  el  coronel  Spano,  el  teniente  Rencoret ,  y  los 
alféreces  Gurriel ,  Zorrilla  y  otros,  quisieron  vengarlos 
pidiendo  con  instancia  que  los  llevasen  á  atacar  el  fuerte 
San  Bartolomé,  que  prometían  tomar  de  un  modo  ó  de 
otro. 


38¿t 


HISTORIA    DE  CHILE. 


Semejante  suplica ,  hecha  por  hombres  que  se  hallaban 
privados  de  razón,  no  fué  oida  de  O'Higgins;  pero  se 
hizo  luego  tan  importuna  y,  al  fin,  tan  imperiosa,  que 
se  vio  obligado  á  engañarlos ,  prometiéndoles  que  iba  á 
hablar  sobre  ello  al  jeneral  en  jefe ,  y  á  pedirle ,  al  mismo 
tiempo,  las  escalas  necesarias  para  subir  al  asaltado 
de  dicho  fuerte.  En  efecto ,  envió  un  propio  á  Carrera 
con  esta  demanda  ostensible ,  pero ,  al  mismo  tiempo , 
envió  otro  en  secreto  instruyéndole  de  lo  que  pasaba 
para  que  burlase  aquella  pretensión  con  dilaciones  plau- 
sibles (1). 

La  desgracia  que  sucedió  en  la  batería  no  fué  la  sola 
que  los  patriotas  tuvieron  que  deplorar  en  aquella  jor- 
nada ,  pues  también  se  vieron  privados  de  muchas  cargas 
de  víveres  y  de  municiones  que  les  llegaban  de  Concep- 
ción ,  y  que  las  infatigables  y  audaces  guerrillas  de  Sán- 
chez consiguieron  sorprender  y  tomar  justamente  en  el 
momento  en  que  pasaban  el  rio  Itata.  Fué  esta  una  pér- 
dida tanto  mas  sensible  para  el  ejército,  cuanto,  como 
lo  acabamos  de  decir,  empezaba  á  carecer  de  todo  lo 
necesario.  Una  revista  de  municiones  de  guerra  puso , 
en  efecto ,  de  manifiesto  que  no  quedaban  mas  que  once 
mil  cartuchos,  y  algunos  pocos  de  cañón ,  con  la  circuns- 
tancia de  ser,  estos  últimos,  de  calibre  mayor.  Tam- 
bién uno  de  los  cañones  de  á  2fr  acababa  de  reventar ; 
otros  habian  quedado  casi  abandonados ,  y  si  á  dicha 
penuria  de  pertrechos  de  primera  y  absoluta  necesidad 
añadimos  intemperies,  y  deserciones  ocasionadas  por 
tantos  males  y  fatigas  sin  la  menor  gloria ,   veremos 
que  Carrera  ya  no  podía  mantenerse  por  mas  tiempo 
delante  de  aquella  plaza,  y  que  por  fuerza  tenia  que 

(1)  Conversación  con  don  Bern.  O'Higgins. 


C4PÍTUI.0   XXIV. 


385 


de  alejarlo  é  ir  á  esperar,  en  otra  posición  mas  ventajosa 
ocasión  oportuna  para  cumplir  la  promesa  de  destruir 
aquellas  pocas  tropas  circunvaladas  en  una  plaza  casi  sin 
defensa  Este  proyecto  desesperanzado,  y  aun  también 
humillante,  no  podía  sin  embargo  ser  del  gusto  de  su 
carácter  altivo,  y  algunas  veces  presumido;  bien  que  el 
ejercito  se  hallase  bastante  desmoralizado,  Carrera  aun 
podía  intentar  operar  una  nueva  sorpresa,  y  ya  pen- 
saba seriamente  en  ello,  cuando  recibió  el  aviso  por  sus 
espías,  de  la  marcha  de  una  división  enemiga  bastante 

En  efecto,  no  menos  impaciente  por  terminar  una 
guerra  que  se  prolongaba  sin  mas  resultado  que  el  de 
disminuir  cada  dia  mas  el  número  de  sus  combatientes,  y 
persuadido,  por  otra  parte,  de  que  los  patriotas,  ya  desa- 
mmados,  no  podrían  resistir  á  un  buen  ataque',  Sánchez 
habiahechosus preparativos,  y  el  dia  5,  don  Luis  Molina, 
uno  de  los  mejores  jefes  que  tenia  á  sus  órdenes,  avan- 
zaba con  400  hombres  contra  la  bater/a  que  mandaba 
Juan  José  Carrera,  y  que,  gracias  aI  aviso  de  ,M 
pudo  poner  en  buen  estado  de  defensa.  Por  esta  razón 
los  realistas  fueron  rechazados  y  perseguidos  casi  hasta 
en  lo  interior  de  Chillan ,  en  donde  se  empeñó  una  acción 
muy  sostenida,  en  la  cual  tomaron  parte  los  habitantes 
Y  aun  las  mujeres,  indignadas  de  los  escesos  cometidos 
por  os  patriotas,  cuya  indisciplina  era  intolerable.  En 
aquella  ocasión ,  se  dijo  que  Sánchez  solo  había  hecho  un 
amago  para  atraer  al  enemigo  á  la  ciudad,  en  cuyas 
calles  le  hubiera  sido  fácil  encerrarlo  y  rendirlo;  pero  si 
mese  cierto,  el  número  de  muertos  ó  prisioneros  habría 
sido  mucho  mayor,   y  por  la  boca  misma  de  algunos 

V.   H(STORIA.  OK 


r 


380 


HISTORIA    DB    CHILE. 


realistas,  se  supo  que  ellos  habían  padecido  mas,  y 
habían  tenido  muchos  muertos,  entre  los  cuales  conta- 
ban al  hábil  y  audaz  coronel  Molina,  uno  de  los  mas 
acérrimos  defensores  de  los  pretendidos  derechos  reales. 
Los  liberales  no  tuvieron  mas  pérdidas  que  las  de 
algunos  pocos  soldados ,  y  un  solo  oficial ,  que  fué  el 
valiente  y  desgraciado  Laforét  ;  pero ,  por  otra  parte , 
hubo  muchos  prisioneros ,  uno  de  los  cuales  fué  el  co- 
mandante Vega,  que  cayó  en  su  poder  con  su  escua- 
drón de  milicianos  montados ,  en  un  arranque  de  impru- 
dente ardor  que  le  hizo  internarse  al  este  de  la  ciudad , 
punto  opuesto  al  campo  de  los  suyos. 

Esta  fué  la  última  acción  que  Sánchez  tuvo  que  sostener 
delante  de  Chillan,  porque  Carrera,  convencido  de  lo 
inútil  que  seria  el  atacar  á  un  enemigo  superior  en  nú- 
mero ,  y  mejor  situado  y  aprovisionado  ,  pensó  en  apelar 
á  la  política  y  á  las  negociaciones,  último  recurso  de  todo 
jefe  militar  imposibilitado  de  obrar.  Noobstante  esto  ,  y 
bien  que  se  hallase  vencido  ,  á  la  verdad ,  mas  por  la 
intemperie  de  la  estación  que  por  las  armas,  no  temió 
mostrarse  arrogante  en  sus  pretensiones,  imponiendo 
condiciones  á  su  favor,  como  se  ve  por  las  instrucciones 
que  dio  á  don  Reimundo  Sessé ,  su  enviado  ,  las  cuales 
manifiestan  la  altivez  de  su  espíritu ,  alimentada  por  las 
ilusiones  que  se  hacia  de  que  al  fin  tendría  resultados 
ventajosos.  Esperaba,  en  efecto,  y  tal  vez  con  funda- 
mento ,  que  el  gobierno  se  resolvería  á  tomar  parte  en  la 
guerra  mas  activamente,  y  le  enviaría  los  trescientos 
hombres  que  acababan  de  regresar  de  Buenos-Aires  ,  y 
que  ya  él  le  habia  pedido  con  urgencia;  pero  no  podia 
ignorar,  por  otro  lado,  que  Sánchez  conocía  sus  pocos 
recursos  y  su  penuria ,  y  rechazaría  todo  tratado  que  no 


CAPÍTULO    XXIV.  3g7 

le  ofreciese  ventajasincontostablesá  la  causa  quedefendia 

2 rr e  jenerai  ocupase  poc°  te™'°  * »» 5¡s 

cuita,    en  casonecesano,  con  una  retirada  fácil,  con 

ES  ryor  confianza  en  ei  va,or  y  en  ,ad¡* 

de  sus  soldados,  y  razones  para  prometerse  que  el  virey 
del  Perú,  tan  interesado  en  la  conservación  de  Chile  no 
tardan  en  enviarle  socorros  suficientes  para  toma/c  n 

d la  nr  '"'  *  ^^  Una  P°rCÍOn  del  otario 

de  la  p  ovmcia;  resultados  que  le  asegurarían  personal- 

s .  p  aerpiedad  dei  mand° que  h  — id  i 

naDia  puesto  en  sus  manos. 
Animado  con  estos  risueños  pensamientos,  Sánchez 

recb.odesdeñosamentelasproposicionesdesuadvÍsar 
como  ««.trenas  al  honor  de  sus  armas  y  al  suyo  propio 
y  se  hmua  a  despacharle  una  persona  de  confianza  Zi 
quetratase ,  si  era  posible,  sobre  bases  mas  confo  mesa"    s 
derechosyásus  esperanzas.  Este  enviado  fué  el  misfon  ro 

ZitnZ  ^  ^  aCtl'a,Ídad  dese™P^  el  mismo 
eargo  con  Sánchez.  Era  este  misionero  sumamente  agudo 
Y  persuado,  y  tenia  bastante  política  para  penetrar  el 
pensamiento  mejor  disimulado,  sin  de  ar  sospecha    e 
uyo,  por  la  «alterable  serenidad  de  su  semblante    y 
nadte  como  el  hubiera  podido  llenar  su  misión.  E  verd'al 
que  lo  que  ,ba  á  pedir  no  salia  de  los  límites  de  la  razón 
pues  se  reducá  á  establecer  por  base  de  un  tratado  pro! 
v    ona,  la         ,acion  de  |a  prov.nda  ^  Co  pr o- 

ton  lacton  del  campo  de  los  patriotas  á  la  otra  parte  del 
Maule  cuyo  rio  seria  considerado  como  línea  d  sonÍ 
de  los  dos  ejércitos,  dejando  libre  la  comunicación « te 

hlÍdeT88-  ^  UM  eSP6CÍe  de  «icio  qu 
habla  de  durar  seis  meses,  tiempo  calculado  necesario 


' 


388 


HISTORIA    DE    CHILE. 


para  que  ei  virey  pudiese  tratar  directamente  con  el  go- 
bierno de  Santiago. 

Carrera  respondió  á  las  proposiciones  del  misionero 
con  el  mismo  desden  con  que  Sánchez  habia  rechazado 
las  suyas ,  y  confiado  en  su  buena  suerte ,  declaró  que 
no  cedería  una  sola  pulgada  del  terreno  conquistado, 
con  cuya  respuesta  hizo  imposible  toda  composición. 


CAPITULO  XXV. 


Carrera  se  decide  á  levantar  el  campo.-  Sánchez  envía  al  mayor  jeneral  para 
que  le  ataque.-  Este  se  limita  a  intimarle  la  rendición.-  Re  pues '" 

el  Itata.-  Rescate  de  los  pns.oneros  de  la  Florida—  El  ejército  dividido 
en  varios  trozos.-  Guerra  de  detal  operada  por  este  medio.  -  Movim  ento 
de  reacción  en  Concepción.-  L.egada  de  Carrera  a  esta  ciudad.-O'Ens 

ZinciaT:  d  ^^  Valle  y  "  ahuyenta.- Insurrecdonn 
provlncia  de  Arauco<_  Carrera  env¡a  s¡n  éxUo  una  espedicion  ^  a 


Habiendo  renunciado,  como  se  ha  visto,  á  toda  com- 
posición,   Carrera  resolvió    dejar  su  campamento,   el 
cual,  por  su  escesiva  humedad,  era  cada  día  mas  per- 
nicioso á  la  salud  de  sus  soldados.   Por  otra  parte    á 
pesar  del  entusiasmo  de  los  oficiales,  y  de  los  esfuerzos 
que  estos  hacían  para  comunicarlo  á  la  tropa,  la  escasez 
de  víveres  y  el  mal  estado  del  vestuario  aumentaba  sus 
fatigas  en  términos  que  ya  se  empezaba  á  oir  quejas 
precursoras  de  insubordinación,   tanto  mas  de  temer 
cuanto  el  ejército  se  componía  de  elementos  diversos,  y 
contaba  pocos  veteranos  y  muchos  milicianos.  Sabido 
es  que  estas  tropas,  cuyos  servicios  no  son  permanentes, 
no  pueden  tener  humanamente  ni  la   valentía ,   ni  ll 
constancia  ni,  aun  menos,  la  disciplina  de  los  primeros, 
y  en  este  particular,  las  milicias  que  mandaba  Carrera 
eran  muy  inferiores  á  las  que  Pareja  habia  traído  de 
Valdivia  y  de  Chiloé,  compuestas,  par  la  mayor  parte 
de  tropas  permanentes,  penetradas  del  espíritu  de  cuerpo,' 
y  perfectamente  instruidas,  á  cuyas  ventajas  se  reunían 
la  de  la  abundancia  de  víveres,  y  la  de  hallarse  bien 


390 


HISTORIA    DE    CHILE. 


acuarteladas  en  una  ciudad  defendida  por  la  construcción 
de  buenos  fuertes ,  y  con  las  calles  barreadas  con  faji- 
nas, palizadas  y  trincheras,  sin  contar  el  fomento  que 
daban  á  su  moral  las  exortaciones  de  los  misioneros  fran- 
ciscanos ,  que  se  esmeraban  en  darles  á  entender  que 
aquella  guerra  era  una  guerra  de  relijion. 

Una  vez  resuelto  á  levantar  el  sitio ,  Carrera  reunió , 
en  la  noche  del  6,  el  consejo  de  guerra  para  tomar  pare- 
ceres y  ejecutar  lo  que  fuese  mas  conveniente.  O'Higgins 
no  pudo  asistir  á  dicho  consejo  porque  á  la  sazón  se 
hallaba  encargado  de  las  baterías  avanzadas,  espuestas  á 
ser  atacadas  de  un  momento  á  otro  ;  Mackenna  le  fué  á 
decir  lo  que  habia  pasado  ,  y  á  preguntarle  si  no  podria 
replegarse  aquel  mismo  dia  con  sus  tropas  al  cuartel  je- 
neral  (S).  O'Higgins  desaprobó  esta  resolución,  fundán- 
dose en  que  sus  soldados ,  estenuados  por  tantas  fatigas, 
no  se  hallaban  en  estado  de  resistir  á  un  ataque  inevi- 
table del  enemigo.  En  consecuencia  ?  esperaron  que  la 
oscuridad  de  la  noche  los  favoreciese  para  retirar  los 
puestos  avanzados,  protejiéndolos  por  algunas  compa- 
ñías que  Carrera  destacó  con  este  objeto ,  y  la  marcha  se 
ejecutó  sin  obstáculo  y  con  orden  ,  y  á  las  ocho  de  la  ma- 
ñana ,  toda  la  división  se  halló  replegada  al  cuartel  jene- 
ral  con  todas  sus  armas  y  bagajes ,  sin  haber  perdido 
mas  que  un  cañoncito  de  hierro  que  habían  arrojado  al 
Maypon  por  inútil. 

Por  la  tarde  del  mismo  dia ,  el  ejército  reunido  se  di- 
rijió  hacia  el  oeste  y  se  fué  á  acampar  en  el  cerrillo  de 
Collanco,  posición  ventajosa  y  de  fácil  defensa;  pero 
habia  tan  pocos  caballos  y  en  tan  mal  estado,  que  los 
artilleros  tuvieron  que  llevar  ellos  mismos  los  cañones, 

(\)  Conversación  con  don  Bernardo  O'Higgins, 


CAPÍTULO  xxv.  391 

á  pesar  del  mal  camino ,  que  las  lluvias  y  el  paso  de  tro- 
pas habían  puesto  casi  intransitable. 

La  noticia  de  este  movimiento  de  los  patriotas  llegó 
muy  pronto  á  Chillan ,  en  donde  fué  interpretado  de  di- 
versos modos,  pero  en  jeneral  como  una  verdadera 
huida  á  que  se  habían  visto  obligados  por  la  impotencia 
en  que  estaban  de  mantenerse.  Sánchez  exajeró  la  im- 
portancia moral  que  tenia  para  fomentar  el  buen  espíritu 
de  sus  soldados  ,  y  convencerlos  de  que  ya  podían  tomar 
la  ofensiva  y  esterminar  los  trozos  dispersos  de  un  ejér- 
cito desbandado ;  pero  con  todo  eso ,  aun  no  se  atrevió 
á  atacarlo  aquel  mismo  día ,  y  se  contentó  con  destacar 
algunas  guerrillas  para  inquietarlo,  desconcertar  sus 
movimientos ,  y  ocupar  las  posiciones  que  habia  aban- 
donado. 

El  10 ,  mandó  formar  una  división ,  á  la  cabeza  de  la 
cual  se  halló,  por  derecho  de  antigüedad,  el  mayor 
jeneral  don  Julián  Pinuel ,  jefe  de  un  carácter  irresoluto. 
Una  espesa  niebla  que  habia  aquella  mañana  favorecía 
maravillosamente  el  movimiento ,  ocultando  su  marcha  y 
permitiéndole  de  caer  sobre  el  enemigo  sin  ser  visto , 
como  hubiera  podido  ejecutarlo  si  hubiese  tenido  un  poco 
de  resolución;  pero  por  falta  de  ella,  prefirió  y  creyó 
conseguir  una  victoria  mas  fácil  intimándole  la  rendición 
por  medio  del  teniente  coronel  Hurtado,  á  quien  encargó 
una  carta  escrita  por  Sánchez  en  un  momento  sin  duda 
de  inesplicable  ceguedad. 

■  Le  era  imposible  á  Carrera  el  mantenerse  serio 
siempre  que  le  herían  su  amor  propio ,  y  en  aquella 
ocasión,  prorrumpió  en  irónicas  alabanzas  á  Sánchez, 
que  en  su  carta  no  habia  dudado  manifestarle  la  per- 
suasión en  que  estaba  de  que  le  seria  fácil  aniquilar  las 


* 


^ 


392 


HISTORIA    DE    CHILE. 


reliquias  que  le  quedaban  de  su  ejército  ,  y  de  que  ya  no 
tenia  mas  que  rendirse  á  discreción ,  si  no  quería  espo- 
nerse  á  todo  el  rigor  de  la  guerra.  Y  esto  (anadia  Sán- 
chez) «dentro  de  tan  pocos  momentos  como  son  los 
que  necesito  para  vencer  la  corta  distancia  que  nos 
separa  (1). » 

De  aquí  surjió  una  larga  conferencia  entre  Sánchez  y 
Hurtado ,  conferencia  que  duró  tanto  tiempo ,  que  el  co- 
ronel Pinuel  se  decidió  á  despachar  otro  emisario ,  que 
fué  el  capitán  Bites  Pasquel ,  con  orden  de  alcanzar  al 
primero  y  mandarle  regresar,  afín  de  poder  empezar 
el  ataque  antes  que  tuviesen  tiempo  para  ponerse  en 
salvo. Pero  muy  luego  mudó  de  parecer  cuando  los  dos 
enviados,  ya  de  vuelta,  le  enteraron  de  la  escelente 
posición  que  ocupaba  el  enemigo,  situado  sobre  un  cerro 
perfectamente  defendido  por  diez  y  ocho  bocas  de  fuego 
de  diferentes  calibres  en  el  frente  de  la  linea.  Ademas 
de  esto ,  la  respuesta  de  Carrera  inspiró  á  Sánchez  cierta 
saludable  prudencia ,  haciéndole  ver  que  no  solo  Carrera 
aceptaba,  sino  que  también  le  provocaba  á  una  guerra  á 
muerte,  intimándole  se  abstuviese  en  lo  sucesivo  de  en- 
viarle parlamentarios  que  solo  serian  considerados  y  tra- 
tados como  espías.  Tales  fueron  las  palabras  arrogantes 
que  sin  duda  alguna  intimidaron  á  Pinuel ,  y  le  obligaron 
a  retirarse. 

En  esta  retirada ,  una  guerrilla  enemiga  de  cuarenta 
hombres  mandados  por  buenos  oficiales  le  picaron  la 
retaguardia  y  le  perseguieron  hasta  las  puertas  de  la 
ciudad,  disparando,  para  mayor  mofa  y  desprecio,  co- 
hetes voladores. 

Este  fin  tuvo  el  arranque  de  valentía  que  habia  mani- 

íij  íknavente,  Memoria,  p.  87- 


CAPÍTULO    XXV. 

festado  Sánchez  cuando  había  sabido  que  los  patriotas  se 
alejaban.  Es  verdad  que  Pinuel  no  era  propio  para  se- 
mejante golpe  de  mano,  y  que  se  hubiera  necesitado  de 
un  jefe  mas  arrojado  y  mas  capaz  sobretodo  de  concer- 
tar una  sorpresa ,  la  cual  habría  sido  muy  posible  á  favor 
de  la  densa  niebla  de  aquella  mañana,  y  del  poco  orden 
que  el  cambio  de  posición  le  permetia  guardar  al  ene- 
migo ;  pero  Sánchez ,  como  ya  se  ha  visto ,  no  había  que- 
rido despojar  á  Pinuel  del  derecho  que  le  daba  su  anti- 
güedad ,  y  tal  vez  había  creído  también ,  bastante  lije— 
ramente ,  que  le  bastaría  a  su  división  presentarse  para 
que  el  enemigo  se  rindiese ,  fundándose  en  lo  que  pade- 
cía por  falta  de  subsistencias ,  y  la  falta  de  municiones  de 
guerra  que  no  le  permitida  hacer  especie  alguna  de  re- 
sistencia á  un  ataque  vivo  y  bien  dirijido.  Todo  esto , 
Hurtado  habia  tenido  el  poco  tino  de  decírselo  á  Car- 
rera, el  cual,  para  que  se  desengañase,  le  dejó  recor- 
rer libremente  todo  su  campamento,  y  al  despedirlo, 
mandó   hacer  una  salva  de  veinte  y  un  cañonazos  en 
honra  de  la  guerra  a  muerte  que  por  decirlo  así  habia 
ido  á  declararle. 

Después  de  haber  respondido  así  á  todas  estas  far- 
fantonerías ,  Carrera  pensó  en  retirar  sus  tropas  de  Ca- 
llanco  dirijiéndolas  sobre  un  vado  del  rio  Cauten ,  que 
habia  reconocido  con  su  amigo  Poinset ,  y  en  la  noche 
del  10,  puso  el  ejército  en  movimiento  llevando  los  baga- 
jes en  muías  y  carretas ,  de  las  cuales  tenían  tan  pocas 
que  el  transporte  necesitó  muchos  viajes  por  un  ca- 
mino malísimo  y  una  continua  lluvia.  En  una  de  aquellas 
idas  y  venidas ,  la  sola  pieza  de  2/j.  que  les  quedaba ,  tu- 
vieron que  dejarla  en  un  barranco ,  después  de  haberla 
hecho  reventar,  y  quemado  la  cureña  para  que  no  pudie- 


Ji 


394 


HISTORIA    DE    CHILE. 


se  servir  al  enemigo,  operación  que  se  ejecutó  igualmente, 
y  por  la  misma  razón,  con  todo  lo  que  no  pudieron 
trasportar. 

El  paso  del  rio  Itata  presentaba  aun  mucha  mas  difi- 
cultad por  su  anchura ,  por  lo  rápido  de  su  corriente , 
aumentada  por  una  crecida  de  tantos  dias  de  incesante 
lluvia ,  y  sobretodo  por  la  desaparición  de  los  vados  por 
donde  pensaban  poder  pasar.  El  ejército  llegó  allí  hacia 
el  15,  exaustas  sus  fuerzas  por  la  fatiga  y  la  falta  de  ví- 
veres ,  habiendo  tenido  que  conducir  muchas  veces  á 
fuerza  de  brazos  los  bagajes  y  la  artillería ,  y  que  re- 
chazar continuamente  ataques  de  guerrillas  que  les 
habían  picado  sin  cesar  la  retaguardia  dia  y  noche,  en 
uno  de  cuyos  ataques  los  enemigos  les  quitaron  mas  de 
cien  carpas ,  y  otros  muchos  objetos  conducidos  por  ar- 
rieros inespertos,  sin  que  O'Higgins,  á  pesar  de  su  acti- 
vidad y  denuedo,  hubiese  podido  rescatar  ninguno. 
Todo  esto  no  podia  menos  de  desmoralizar  las  tropas , 
ya  desmayadas  por  tanto  padecer ;  pero  aun  se  mante- 
nían en  bastante  buen  orden  ,  y  rechazaban  con  espíritu 
y  serenidad  cuantos  ataques  le  dio  el  enemigo,  numéri- 
camente mas  fuerte. 

En  medio  de  todos  estos  contratiempos,  Carrera  re- 
cibió el  parte  de  haber  sido  libertados  los  prisioneros , 
que,  por  una  reprensible  imprudencia,  se  habían  de- 
jado bajo  la  custodia  de  solo  treinta  soldados  en  la  Flo- 
rida, villa  que  no  dista  mas  que  unas  quince  leguas  de 
Chillan.  Este  acontecimiento  había  tenido  lugar  el  10, 
en  el  tiempo  que  Sánchez  enviaba  la  carta  de  intima- 
ción al  campamento  de  Collanco  ,  y  había  sido  ejecutado 
por  el  capitán  Manzano  Cañizares ,  el  mismo  que  en  el 
dia  k ,  se  habia  apoderado  con  tanta  destreza ,  á  las 


CAPÍTULO   XXV. 


395 


orillas  del  Itata ,  de  un  gran  número  de  cargas  de  muni- 
ciones destinadas  al  ejército  de  Carrera.  Fué  la  pérdida 
de  los  prisioneros  muy  sensible  para  los  patriotas ;  por- 
que entre  ellos ,  siendo  su  número  algo  crecido,  se  halla- 
ban jefes  de  mucho  mérito ,  tales  como  el  capitán  de  na- 
vio Colmenares ,  el  brigadier  Ravago ,  el  teniente  coro- 
nel de  artillería  Bernardo  Montuel ,  y  otros  muchos  jefes 
cojidos  á  bordo  del  buque  la  Tomasa  con  muchos  sacer- 
dotes, siempre  fieles  por  convencimiento  á  la  causa  real , 
y  dispuestos  á  emplear  su  santo  ministerio  para  fomentar 
la  superstición  y  cortar  ios  progresos  de  la  independen- 
dencia.  También  habían  tenido  otro  gran  sentimiento, 
cual  fué  la  equivocación  de  Calderón,  que  engañado 
acerca  del  número  de  tropas  que  mandaba  Cañizares ,  se 
había  apresurado  á  retrogradar  y  á  llevar  á  Concep- 
ción los  doscientos  hombres  de  socorro  que  la  Junta 
enviaba  al  ejército  de  los  patriotas. 

Pero  á  pesar  de  todas  estas  ventajas  y  de  la  superio- 
ridad numérica  de  el  ejército  realista,  Sánchez  no 
se  atrevia  á  perseguir  á  Carrera ,  bien  que  afectase  siem- 
pre creer  que  se  hallaba  en  completa  derrota,  y  se  con- 
tentaba con  destacarle  algunas  cortas  guerrillas,  sin 
mas  objeto  que  el  de  molestar  su  retaguardia ,  ó  cojerle 
algunos  dispersos  por  cansancio,  ó  desertores  de  la  mas 
mala  nota.  Sin  embargo,  si  hubiese  querido,  ya  tenia  una 
ocasión  oportuna  de  empeñar  una  acción  decisiva,  con 
presajios  de  que  debía  de  serle  favorable ,  en  vista  de  la 
grande  crecida  del  Itata ,  cuyo  rio ,  como  ya  lo  hemos 
dicho,  presentaba  los  mayores  obstáculos  al  paso  de  un 
ejército  tan  desprovisto  de  todo  como  lo  estaba  el  de 
los  patriotas.  Un  jeneral  hábil  y  emprendedor  hubiera 
podido  sacar  grandes  ventajas  de  esta  grave  circuns- 


,396 


HISTORIA    DE    CHILE. 


tancia,  atacándolo  con  vigor  por  la  espalda  al  paso, 
cortándolo  por  consiguiente,  y  arrinconándolo  sobre 
el  rio.  Para  esto ,  ciertamente  no  le  faltaban  á  Sán- 
chez transportes  y  cuanto  podia  desear  para  entrar  venta- 
josamente en  acción  ,  pues  tenia  bastantes  piezas  de 
campaña  servidas  por  buenos  artilleros ;  tropas  aguerri- 
das y  sobretodo,  por  mas  que  Martínez  diga  lo  contrario, 
caballería  bien  organizada  y  alimentada. 

Es  verdad  que  por  otra  parte ,  Sánchez  hallaba  una 
gran  ventaja  en  dejar  que  se  alejase  el  enemigo,  por- 
que de  este  modo  se  estendian  sus  movimientos ,  y 
daban  lugar  á  los  padres  Franciscanos  para  propagar 
la  especie  de  guerra  que  hacian  con  su  sutil  y  se- 
ductora política.  En  efecto,  muy  conocidos  por  toda 
aquella  tierra ,  cuyos  habitantes ,  tímidos  y  apocados , 
tenian  en  ellos  una  ilimitada  confianza,  les  era  muy  fácil 
cambiar  en  guerra  de  relijion  una  guerra  de  libertad ; 
consiguiendo,  de  este  modo,  el  atraerse  desertores  de  la 
causa  opuesta  y  ganar  con  el  tiempo  la  mayor  parte  de 
la  provincia.  Tales  debian  de  ser  los  motivos  que  tenia 
Sánchez  para  abstenerse  de  empeñar  acciones ,  y  dejar 
que  los  patriotas  pasasen  el  rio  muy  pacíficamente ,  con 
el  ayuda  solo  de  cuatro  malas  balsas,  sin  haber  esperi- 
mentado  mas  que  una  pequeña  alarma  ocasionada 
por  una  falsa  noticia  del  coronel  Spano,  noticia  que 
obligó  las  tropas  de  retaguardia  á  permanecer  toda  la 
noche  sobre  las  armas,  y  las  guerrillas  de  O'Higgins  y 
María  Benavente  á  montar  á  caballo  para  reconocer  las 
cercanías. 

El  motivo  que  tenia  Carrera  para  alejarse  de  Chillan 
no  era  solo  el  dar  descanso  y  mejores  cuarteles  á  los  sol- 
dados que  le  quedaban,  y  á  los  enfermos  maltratados  por 


CAPÍTULO    XXV. 


39? 


tantas  fatigas  y  privaciones,  sino  que  también  quería 
fomentar  el  patriotismo  de  los  milicianos ;  organizar  un 
nuevo  ejército,  ponerlo  en  estado  de  vencer  instruyén- 
dolo en  la  táctica  y  disciplina,  que  son  las  dispensadoras 
de  la  victoria ,  y  volver  luego  como  un  torrente  sobre  el 
enemigo,  que  por  entonces  le  bastaba  dejar  en  sus  es- 
trechos límites. 

Con  este  proyecto  ,  formó  dos  divisiones  de  su  corto 
ejército ,  dando  el  mando  de  la  primera  al  brigadier 
don  José  Carrera,  con  orden  de  ir  á  acantonarse  en  Qui- 
rihue  para  cubrir  toda  la  parte  del  norte  y  protejer  los 
convoyes  y  correos ;  y  el  de  la  segunda  al  bizarro  O'Hig- 
gins  para  que  se  dirijiese  al  sur  con  el  objeto  de  mante- 
ner la  frontera  y  los  fuertes  que  la  coronaban. 

Al  mismo  tiempo,  despachó  á  Santiago  á  su  hermano 
Luis  y  al  coronel  Poinset  para  que  defendiesen  allí  su 
reputación  y  conservasen  el  prestijio  de  su  nombre , 
cuya  determinación  tomó  á  consecuencia  de  una  conver- 
sación que  habia  tenido  con  Bartolo  Araoz ,  enviado  por 
el  gobierno  para  recojer  informes  sobre  sus  operacio- 
nes; de  donde  colijió  ó  sospechó  algún  sentimiento 
hostil  hacia  él. 

Ademas  de  las  dos  divisiones  arriba  dichas,  entresacó 
parte  del  resto  del  ejército,  y  en  parte  de  estas  mismas 
divisiones ,  algunas  compañías  libres  para  mantener  el 
orden  en  la  provincia  y  cubrir  algunos  puestos  importan- 
tes. Una  de  estas  compañías  fué  destacada  al  socorro 
de  Prieto ,  que  conducía  caudales ,  y  que ,  según  el  aviso 
dado  por  Araoz,  habia  de  ser  probablemente  atacado. 
José  María  Benavente  fué  enviado  á  Pichaco  para  perse- 
guir algunos  infames  desertores.  El  teniente  don  Juan  Fe- 
lipe Cárdenas  se  estableció  á  las  inmediaciones  deCoIlan- 


H 


398 


HISTORIA    DE   CHILE. 


co  para  observar  los  movimientos  del  enemigo ,  reunir 
los  milicianos  y  protejer  los  correos.  El  capitán  Calderón 
quedó  encargado  de  la  defensa  de  la  barca  del  Itata. 
Enfin,  se  formaron  algunos  otros  destacamentos,  que  se 
dispersaron  por  diferentes  puntos  de  la  provincia,  con 
lo  cual  quedó  muy  reducido  el  cuerpo  del  ejército,  y  la 
guerra ,  por  consiguiente,  no  podia  ser  mas  que  de  detal, 
cuyas  consecuencias  inevitables  eran  enervar  la  disci- 
plina y  arruinar  el  país. 

Desde  aquel  instante ,  se  formaron ,  en  efecto ,  nu- 
merosas guerrillas  en  ambos  campos ,  las  cuales  fueron 
el  desconsuelo  y  la  ruina  de  los  lugares  y  tierras  vecinos. 
Al  norte ,  el  capitán  Prieto  fué  atacado  por  Oíate ,  antes 
que  le  llegase  el  socorro  délos  cien  hombres  mencionados, 
y  tuvo  la  satisfacción  de  hacer  huir,  con  los  pocos  soldados 
que  tenia,  al  enemigo,  que  le  era  numéricamente  muy 
superior.  Ocho  dias  después ,  este  mismo  Oíate  se  acam- 
paba sobre  un  cerro  próximo  áCauquenes,  y  desde  allí, 
intimaba  la  rendición  á  la  ciudad ,  en  donde  mandaba  el 
coronel  don  Juan  de  Dios  Vial ,  con  muy  pocos  soldados , 
los  mas  enfermos,  pero  afortunadamente,  el  capitán  Prieto 
habia  tenido  la  prudencia  de  retirarse  sobre  Gauquenes, 
de  suerte  que  con  su  tropa ,  la  guarnición  se  halló  com- 
puesta de  ciento  y  cincuenta  hombres  con  los  cuales  tu- 
vieron los  patriotas  que  hacer  frente ,  en  una  plaza  sin 
defensa,  á  los  cuatrocientos  que  mandaba  Oíate.  A  pesar 
de  esta  inferioridad,  atrincherados  en  la  plaza  unos,  y 
otros  de  lo  alto  de  la  torre  de  la  iglesia ,  no  quisieron 
rendirse  y  se  defendieron  con  la  mayor  valentía  contra 
enemigos  tan  determinados  y  arrojados,  que  muchos 
avanzaron  hasta  media  cuadra  de  la  trinchera.  En  esta 
acción ,  un  joven ,  llamado  Diego  Eduardo ,  hizo  los 


CAPITULO    XXV. 


399 


mayores  servicios  por  un  medio  el  mas  arriesgado.  Sin 
haber  recibido  especie  alguna  de  instrucción ,  pero  do- 
tado de  una  activa  capacidad,  este  joven  se  hallaba  por 
la  mañana  en  el  campo  de  los  patriotas,  y  por  la  tarde  • 
en  el  de  los  realistas ,  cautivando  la  confianza  de  estos , 
sin  causarles  la  menor  sospecha,  en  provecho  de  los  otros. 
Y  es  de  advertir  que  este  jénero  de  hombres  intrépidos 
mas  allá  de  toda  ponderación,  no  ha  sido  raro  en  la 
conquista  de  la  independencia  de  Chile. 

Por  la  parte  del  sur,  la  guerra  se  estendió  mucho  mas, 
por  la  importancia  que  tenia  la  frontera ,  y  sobretodo 
por  las  muchas  vejaciones  que  ejercían  la  mayor  parte 
de  los  empleados ,  nombrados  por  ocasión  ó  casualidad, 
y  que  Carrera  había  enviado,  sin  mas  informes,  á  los 
diferentes  cantones.  Para  tales  hombres  desprovistos  de 
mérito  y  de  delicadeza,  el  nombrede  la  patria  era  un  pre- 
testo  para  pedir,  exijir  y  aun  arrebatar  todo  cuanto  po- 
dían ,  y  escudados  con  este  santo  nombre ,  cometían  las 
mas  repugnantes  injusticias  contra  los  particulares,  des- 
pojándolos vilmente  por  su  propia  y  personal  utilidad. 
Estos  fueron  los  motivos  sin  duda ,  por  los  que  muchos 
patriotas ,  de  un  patriotismo  tal  vez  poco  arraigado ,  y 
ajados  y  vejados  en  sus  personas  é  intereses ,  pasaron  ai 
partido  realista  y  contribuyeron  en  gran  manera  á  sublevar 
la  provincia  contra  Carrera.  La  ciudad  de  Concepción 
estaba  destinada  en  cierto  modo  á  dar  el  ejemplo  de  esta 
sublevación,  según  se  verá. 

En  efecto,  se  trataba  de  formar  allí  una  conspiración 
que  tenia  ramificaciones  en  el  ejército  de  Sánchez,  y  pro- 
bablemente en  Santiago,  y  ya  se  habia  conseguido  alterar 
notablemente  la  fidelidad  de  las  tropas.  Instruida  la  junta 
de  la  ciudad  de  este  complot,  por  el  vocal  üribe,  tomó 


Ji 


m 


HISTORIA    DE    CHILE. 


inmediatamente  medidas  eficaces  para  desconcertarlo , 
para  lo  cual  se  mandó  que  las  tropas  campasen  en  la 
plaza ,  al  rededor  de  la  cual  se  habían  hecho  trincheras 
y  se  habían  puesto  cañones  en  batería.  Se  hicieron  ademas 
cortaduras  en  las  bocas  calles,  y  el  gran  patriota  don 
Pedro  Nolasco  Vidal  organizó  una  vijilante  policía  para 
observar  á  los  numerosos  realistas  que  vivían  en  la 
ciudad. 

En  aquella  sazón,  Carrera  se  hallaba  á  las  orillas  del 
Itata  ocupado  en  establecer  el  campamento  de  sus  tro- 
pas ,  y  los  diferentes  puestos  y  puntos  que  habían  de  cu- 
brir. Luego  que  recibió  parte  de  lo  que  pasaba  en  Con- 
cepción ,  montó  á  caballo ,  partió  apresuradamente , 
llegó  á  dicha  ciudad  por  la  noche  del  18,  y ,  gracias  al 
buen  tino  de  Uribe  y  á  la  actividad  del  comandante 
Vidal,  la  tranquilidad  no  había  sido  turbada  ni  un  solo 
instante ;  pero  se  supo  por  espresos  que  el  antiguo  cura 
de  Hualqui  don  Gregorio  Valle ,  había  entrado  en  esta 
villa  á  la  cabeza  de  una  fuerte  guerrilla ,  con  designio 
de  marchar  sobre  Concepción,  y  protejer  el  tramado 
alzamiento,  empresa  que  no  era  sumamente  difícil, 
pues  podia  contar  con  muchos  partidarios ,  y  tal  vez  con 
la  guarnición ,  ya  bastante  desmoralizada.  Ademas ,  no 
habia  casi  ningunas  armas  en  la  ciudad ,  y  en  cuanto  á 
municiones,  se  carecía  de  ellas  absolutamente,  por  ma- 
nera que  la  ocasión  no  podia  ser  mas  propicia  y  fa- 
vorable. 

Carrera  conoció  que  efectivamente  la  cosa  habia  cor- 
rido mucho  peligro ,  y  él  mismo  lo  confiesa  en  su  diario ; 
pero  lejos  de  desanimarse ,  dio  pruebas  de  mucha  pre- 
sencia de  ánimo ,  procurando  engañar  al  enemigo  dán- 
dole una  idea  exajerada  de  sus  fuerzas  y  de  su  posición. 


CAPÍTULO    XXV, 


/(OÍ 


Para  conseguirlo,  manifestó  tener  tanta  confianza,  que 
mandó  demolerlas  trincheras  de  la  plaza,  y  cegar  los 
fosos  de  las  calles  adyacentes,  y  aun  tuvo  la  arrogancia 
de  mandar  que  todo  esto  se  hiciese  por  las  manos  y  bra- 
zos de  los  prisioneros  políticos  que  se  hallaban  enton- 
ces en  la  ciudad.  Y  mientras  esto  mandaba  y  disponía , 
daba  por  otro  lado  parte  de  sus  temores  á  O'Higgins' 
mandándole  que  viniese  inmediatamente ,  y  sin  pérdida 
de  momento  á  Concepción. 

El  correo  que  llevó  este  aviso,  llegó  aquella  misma 
tarde  á  la  Florida.  El  tiempo  era  malo  y  la  noche  muy 
oscura;  pero  no  por  eso  O'Higgins  perdió  un  solo  ins- 
tante. Dio  sus  órdenes  al  comandante  de  la  gran-guar- 
dia,  Diaz  Muñoz,  que  dejaba  para  mandar  la  división 
en  su  ausencia,  y  al  punto  se  puso  en  marcha. 

Llegó  por  la  mañana ,  y  acto  continuo  ,  Carrera  y  él 
concertaron  un  plan  de  ataque  contra  Hualqui ,  para 
precaver  de  este  modo  los  malos  resultados  que  eran 
de  temer  de  una  empresa  tramada  por  un  hombre  del 
influjo  de  Valle.  Desgraciadamente ,  se  encontraban  po- 
cos caballos,  y  los  pocos  que  había  estaban  tan  cansa- 
dos, que  los  habían  dejado  sueltos  y  á  la  ventura  en  la 
isla  de  la  Quinquina ,  y  para  suplir  esta  falta,  Carrera 
ofreció  sus  propios  caballos  y  los  de  su  hermano  don 
José ,  y  con  otros  que  se  pudieron  reclutar  entre  los  pa- 
triotas ,  se  pudieron  montar  sesenta  hombres  (i) ,  que 
bastaron  para  perseguir  al  enemigo,  darle  alcance 
cerca  de  Yumbel  y  arrojarlo  á  la  parte  de  allá  del 
Itata. 

De  vuelta  de  está  espedicion ,  en  la  que  hizo  quince 
prisioneros,  O'Higgins  vino  á  establecerse  precisamente 

(1)  Diario  de  Carrera.-  Según  O'Higgins  ,  eran  noventa  y  tres. 
Vr.  Historia.  Ofi 


402 


HISTORIA    DE    CHILE. 


á  Yumbel,  con  el  objeto  de  observar  al  enemigo  y  de 
dar  algún  descanso  á  sus  soldados. 

Mas,  desafortunadamente,  la  conspiración  de  Con- 
cepción no  era  la  sola  que  fuese  de  temer  para  ellos, 
pues  los  realistas  aprovechando  del  descontento  de  los 
habitantes ,  ocasionada  por  las  insufribles  vejaciones  de 
algunos  empleados  de  Carrera,  habían  organizado  un 
buen  sistema  de  quitarle  partidarios,  sistema  que  poco  á 
poco  se  estendió  por  la  provincia,  y  muy  luego  por 
toda  la  frontera.  Así  sucedió  que  Tucapel,  Santa  Juana 
y  Arauco  tomaron  parte,  casi  al  mismo  tiempo,  en  el 
movimiento,  y  desmintieron  altamente  las  pruebas  de 
espíritu  liberal  que  hablan  parecido  manifestar  con 
tanto  entusiasmo,  cuando  se  oyeron  los  primeros  gritos 
de  independencia. 

La  misma  noche  de  su  entrada  en  Yumbel,  O  Hig- 
gins  habia  enviado  veinte  hombres  a  las  órdenes  del 
teniente  coronel  don  José  Antonio  Fernandez  contra  la 
primera  de  estas  plazas,  en  la  cual  intrigaba  muchísimo 
el  juez  Padilla;  pero  muy  pronto  tuvo  que  ir  el  mismo 
O'Higo-ins  al  socorro  de  aquel  destacamento,  y  que  pro-, 
tejer  su  retirada  contra  mas  de  doscientos  milicianos 
que  se  habían  reunido  para  rechazarlo,  de  lo  cual  re- 
sultaron algunas  escaramuzas  con  pérdida  de  muertos 
y  prisioneros.  Entre  estos  últimos,  se  halló  el  mismo 
Padilla,  que  fué  conducido  á  Concepción,  y  colgado 
inmediatamente,  por  orden  de  Carrera,  para  que  sir- 
viese de  ejemplar. 

En  Arauco,  el  movimiento  insurreccional  fue  mucho 
mejor  combinado,  y  con  peores  consecuencias,  puesto 
que  aquellas  plazas  marítimas  quedaban  independientes  y 
podían  los  realistas  ponerse,  por  medio  de   ellas,   en 


CAPÍTULO    XXV. 


403 


comunicación  con  Chiloé ,  Valdivia,  Lima  y  otros  puntos 
importantes.  Ya  el  virey  del  Perú,  ansioso  por  saber  los 
resultados  de  la  espedido»  de  Pareja,  de  quien  no  ha- 
bla vuelto  á  oir  hablar,  le  habia  despachado  el  buque 
el  Potrillo,  aborde  del  cual  se  hallaba  el  cura  de  Tal 
cahuano  don  Juan  de  Dios  Bulnes,  sujeto  muy  partí- 
dano  de  la  monarquía,  para  que  le  ayudase  con  el  co- 
nocimiento que  tenia  de  la  provincia,  á  la  sazón,   tea- 
tro de  la  guerra.   Bien  que  las  ventajas  que  obtuvo  al 
principio  no  fuesen  muy  grandes,  con  todo  eso,  habia 
conseguido  dar  esperanzas  á  Sánchez  y  á  sus  soldados , 
particularidad  muy  propia  á  sostener  el  moral  v  dar 
ánimos  á  los  habitantes  de  ciertos  cantones  para  prepa- 
rarse a  una  insurrección.  En  este  particular,  fué  muy 
bien  servido  por  Hermosilla,  juez  de  Ranquil,  igual- 
mente acérrimo  partidario  de  los  realistas,  y  pronto  para 
aprovechar  de  la  primera  ocasión  de  sublevar  todos  los 
individuos  de  su  jurisdicción  contra  la  libertad  del  país. 
Esta  ocasión  no  tardó  mucho  en  presentarse,  he  aquí 
como.  * 

Careciendo  siempre  de  caballos,  Carrera  habia  man- 
dado pedir  algunos  á  Ranquil ,  en  calidad  de  porrata  ó 
contribución,  por  militares  que  emplearon  medios  vio- 
lentos para  obtenerlos.  Ya  entonces,  cansado  de  tantas 
cxijencas,  el  pueblo  dejó  escapar  algunos  murmullos 
que  B.  Hermosilla  supo  fomentar  en  favor  de  su  propia 
opinión,  escitando  las  pasiones,  hablando  de  intereses 
lejanos,  y  vejaciones  insufribles,  hasta  que  enfin  consi- 
guió que  se  armase  para  negarse  con  justo  motivo  á  dar 
los  caballos  que  se  le  pedian.  El  comandante  de  la  plaza 
corto  los  progresos  de  este  acto  de  verdadera  rebelión 
poniendo  Presos  á  los  principales  motores  de  ella;  pero 


hOlx 


HISTORIA    DE    CHILE. 


desde  aquel  instante ,  todo  el  partido  de  Arauco  se  puso 
en  rumor  y  movimiento  ,  por  manera  que  no  bastando 
los  Españoles  solos  para  defender  su  causa ,  hubo  que 
recurrir  á  los  Indios  araucanos ,  raza  siempre  llena  de 
odio  y  de  rencor  contra  los  blancos,  no  respirando  mas 
que  sangre,  destrucción  y  ruina,  y  sobretodo  pronta  y 
dispuesta  á  esterminar  á  ambos  partidos ,  á  la  primera 
ocasión  favorable.  Los  Araucanos  auxiliares  tenían  á  su 
cabeza  caciques  ya  bastante  conocidos,  tales  como  Mi- 
Uacura,  Lincopichun,  Antinahuel  y  Nahuelpan.  Los 
realistas  estaban  mandados  por  don  Santiago  Matamala, 
don  Camilo  Hermosilla  y  don  Valeriano  Peña. 

Cuando  recibió  el  parte  del  motin  de  Ranquil,  y  de 
la  fatal  política  que  habian  tenido  los  realistas,  haciendo 
partícipes    de   su  querella  á   los   brutales,    bárbaros 
Araucanos,  Carrera  prorrumpió  en  imprecaciones  de 
resentimiento  y  de  indignación  contra  ellos.   Sin  em- 
bargo, se  contuvo  y  se  calmó ,  afín  de  apartarlos  de  tan 
insensata  resolución ,  y  aun  tuvo  la  jenerosidad  magná- 
nima, á  la  cual  esperaba  tendrían  algún  miramiento, 
de  devolver  los  prisioneros.  Pero  en  las  guerras  civiles , 
el  espíritu  de  partido  es  el  solo  regulador  de  las  accio- 
nes y  nunca  se  aplaca  hasta  que  se  halla  satisfecho.  En 
efecto ,  don  Bernardo  Hermosilla ,  que  era  uno  de  los 
prisioneros  puestos  en  libertad  jenerosamente ,  lejos  de 
mostrarse  reconocido ,  no  pensaba  mas  que  en  organizar 
un  nuevo  levantamiento  para  salir  otra  vez  contra  los  pa- 
triotas, con  el  intento  no  solo  de  llenar  una  misión  sino 
también  de  satisfacer  venganzas. 

Ademas  de  esto,  en  el  mismo  momento,  recibia  una 
carta  de  Sánchez,  en  la  que  este  jefe  le  instaba  á  que 
continuase  las  hostilidades,  prometiéndole  socorro  de 


CAPÍTULO   XXV. 


405 


fuerzas  y  municiones,  todo  lo  cual  era  mas  que  sufi- 
cíente  para  escitar  el  espíritu  de  rebelión  que  los  escesos 
cometidos  por  los  comisionados  patriotas  habían  desper- 
tado entre  aquellos  campesinos,  é  impelerlos  á  marchar 
sobre  Arauco. 

Esta  plaza,  que  no  tenia  mas  que  algunos  pocos  sol- 
dados para  su  defensa,  y  loque  es  mas,  desarmados  por  la 
mayor  parte,  no  podia  resistir  mucho  tiempo,  y  tanto 
menos  cuanto  los  habitantes  realistas  que  había  en  ella 
intrigaban  para  que  se  rindiese.  Por  consiguiente,  tuvo 
que  entregarse,  y  su  comandante  don  Joaquín  Huerta, 
que  acababa  de  llegar  había  algunas  horas,  quedó  pri- 
sionero con  otras  personas,  entre  las  cuales  se  hallaban 
don  Jaime  Guarda,  y  su  compañero  Rengifo  ,,  que  solo 
habían  ido  allí  para  constituirse  mediadores  de  la  paz 
entre  los  dos  partidos ,  y  calmar  las  pasiones.  Pero  los 
realistas  no  tuvieron  por  conveniente  el   dejar  escapar 
dos  hombres  de  tanta  importancia,  sobretodo  el  primero 
que  era  de  Valdivia  ,  y  que,  según  decían  ,  estaba  encar- 
gado de  ir  á  revolucionar  dicha  ciudad,  motivo  por  el 
cual  no  tuvieron  el  menor  escrúpulo  en  mantenerle  pri- 
sionero. 

Carrera  sintió  mucho  la  pérdida  de  la  plaza  de 
Arauco,  y  resolvió  volver  á  tomarla,  porque  sabia  las 
muchas  ventajas  que  el  enemigo  sacaría  de  ella.  Bien 
que  justamente  en  aquel  instante  tuviese  recelos  de 
verse  atacado  por  todas  las  fuerzas  de  Sánchez ,  noobs- 
tante,  destacó  inmediatamente  al  teniente  coronel  de 
milicias  don  Hernando  ürizar  con  solo  veinte  y  cinco 
soldados,  persuadido  de  que  este  corto  número  bas- 
taría para  apoderarse  de  una  plaza  que  no  tenia  ni 
tropas  ni  armas;  pero  Carrera,   obrando  así,  ignoraba 


406 


HISTORIA    DE    CHILE. 


el  mucho  terreno  que  habia  ganado  ya  la  insurrección, 
y  Urizar  tuvo  muy  luego  que  darle  parte  de  esta  grave 
circunstancia,  pidiéndole  un  buen  refuerzo. 

Carrera  se  lo  envió ,  pero  solo  de  cuarenta  hombres, 
fuerza  muy  inferior  ala  que  ürizar  juzgaba  necesaria, 
y  por  cuyo  motivo  insistió  mandando  á  pedir  se  le  au- 
mentase. 

Impacientado  Carrera  al  ver  esta  insistencia,  y  sin 
reparar  en  los  grandes  inconvenientes  que  acarrea  el 
despertar  zelos  en  semejantes  circunstancias,  resolvió 
quitar  el  mando  de  la  espedicion  á  Urizar,  y  se  lo  dio 
al  capitán  don  Juan  Luna,  el  cual  se  puso  en  marcha 
con  segundo  refuerzo,  compuesto  de  cuarenta  granade- 
ros mandados  por  el  alférez  Pablo  Bargas.  Al  mismo 
tiempo ,  mandó  salir  por  mar  á  don  Rafael  Freiré  con 
dos  lanchones,  el  bote  del  resguardo  y  un  cañón  para  ir 
á  la  embocadura  del  Carampangue  y  protejer  el  paso. 

Luna  se  reunió  á  Urizar  el  30  de  julio  en  el  fuerte 
de  Colcura ,  y  se  hallaron  los  dos  á  la  cabeza  de  ciento 
y  catorce  hombres,  con  dos  pedreros  y  el  cañón  que 
les  llevaba  Freiré.  Siendo  esta  fuerza  mas  que  sufi- 
ciente para  volver  á  apoderarse  de  la  plaza,  se  pusie- 
ron en  marcha  con  la  mayor  confianza,  sin  la  menor 
contestación  de  superioridad,  y  unidos  por  sentimientos 
de  mutua  estimación.  Llegaron  bajo  estos  favorables 
auspicios  á  las  orillas  del  Carampangue ,  que  les  pare- 
cieron mal  defendidas,  y  resolvieron  atravesar  este  rio, 
bien  que  fuese  bastante  profundo  para  necesitar  bal- 
sas. Ya  la  mayor  parte  de  los  soldados  habían  pasado  á 
una  isla,  cuando  de  repente  vieron  aparecerse  un  gran 
número  de  habitantes  del  campo ,  y  de  Araucanos  ar- 
mados con  sables  y  lanzas ,  y  protejidos  por  dos  cañones. 


CAPÍTULO   XXV. 


A07 


Esta  circunstancia,  á  la  cual  se  juntaba  la  deserción  de 
los  milicianos  de  San  Pedro  de  Colcura,  que  los  acababan 
de  abandonar,  dio    lugar  y  motivo  á  Luna  y  á  Urizar 
para  reflexionar  que  seria  muy  imprudente  el  ejecutar  el 
proyectado  ataque.  Por  otro  lado,  ya  estaban  lejos  de 
los  tiempos  en  que  el  solo  grito  de  libertad  bastaba  para 
despertar  las  pasiones,   y  entusiasmar  los  ánimos;  la 
disciplina  estaba  bastante  relajada ,  no  habia  en  los  sol- 
dados espíritu  de  cuerpo,  y  lejos  de  eso,  se  sentían  des- 
moralizados, desconfiados  de  sí  mismos  y  poco  propios 
para  forzar  un  paso ,  ya  difícil  naturalmente ,  y  defen- 
dido por  un  enemigo  numéricamente  superior. 

Después  de  haber  deliberado ,  los  dos  jefes  renuncia- 
ron á  su  empresa  contra  Arauco ,  y  marcharon  sobre 
Santa  Juana,  que  tomaron  sin  esperimentar  la  menor 
resistencia;  pero  desgraciadamente,  los  soldados  se 
abandonaron  al  saqueo  y  al  pillaje,  y  semejante  con- 
ducta era  muy  propia  á  acrecentar  el  número  de  los 
enemigos  de  los  patriotas,  convirtiéndolos  á  la  causa 
real. 

Carrera  aguardaba  con  impaciencia  por  el  parte  sobre 
los  resultados  de  la  espedicion  de  Arauco;  pero  en  lu- 
gar de  este  parte ,  recibió  el  de  la  retirada  sobre  Santa 
Juana,  y  de  la  toma  de  esta  plaza,  que  estaba  ocu- 
pada por  Matamala.  Bien  que  esta  acción  fuese  merito- 
ria, y  ventajosa  para  la  causa  que  defendía,  no  podía 
pon  todo  eso  ser  puesta  en  balanza  con  la  falta  que  los 
jefes  de  la  espedicion  habían  cometido  en  no  llevar  ade- 
lante el  ataque  de  Arauco,  y  Carrera  manifestó  su  desa- 
grado por  uno  de  aquellos  arrebatos  que  tenia  tan  ame- 
nudo.     Muy    ciertamente    hubiera    mandado    formar 
consejo  de  guerra  á  Luna  y  á  Urizar,  si  su  posición, 


408 


HISTORIA    DE    CHILE. 


que  era  bastante  crítica ,  no  hubiese  templado  su  irrita- 
ción é  inspiradole  un  poco  de  prudencia  (1) ;  porque  en 
aquel  momento ,  creyó ,  y  aun  mucho  después  mostró 
tener  la  misma  persuasión ,  que  aquella  espedicion  no 
habia  tenido  éxito  por  culpa  de  los  jefes  que  la  manda- 
ban. En  efecto,  Urizar  no  tenia  la  esperiencia  ni  los 
conocimientos  militares  que  dan  prestijio  al  que  manda, 
y  entusiasman  al  soldado,  llenándole  de  una  confianza 
que  lo  hace  invencible  por  decirlo  así ;  pero ,  por  otro 
lado,  Carrera  se  habia  engañado  mucho  sobre  las  fuer- 
zas del  enemigo,  que  eran  mucho  mas  respetables  de  lo 
que  él  se  habia  figurado,  y  suficientes,  bien  que  en  je- 
neral  estuviesen  armados  con  sables  y  lanzas,  para  de- 
fender el  paso  del  rio ,  máxime  estando  protejidos  por 
dos  cañones,  y  teniendo  por  auxiliares  á   los  brutales 
Araucanos,  que  el  gobernador  de  Arauco  don  Joaquín 
Martinez  no  habia  tenido  escrúpulo  en  llamar  en  su 

ayuda. 

En  este  particular,  el  influjo  que  dicho  gobernador 
Martinez  tenia  con  los  Araucanos  hubiera  podido  ser 
fatal  á  Urizar  causando  un  levantamiento  que  le  ha- 
bría cortado  toda  retirada ,  y  por  eso  sin  duda  prefirió 
ir  á  echarla  de  valiente  contra  una  plaza  muy  mal  guar- 
dada, que  él  mismo  no  pudo  conservar  por  falta  de 
hombres ,  y  de  la  que  tuvo  que  alejarse  dos  dias  después, 
dejando  en  poder  del  enemigo  cañones  y  plóvora  que 
no  hubiera  perdido ,  si  hubiese  sido  mas  avisado. 

(1)  Diario  de  J.  Miguel  Carrera. 


CAPITULO  XXVI. 


Progresos  de  las  armas  realistas.  —  Carrera  procura  reorganizar  su  ejército 
para  ir  á  atacar  á  Sánchez  y  cortar  estos  progresos —  Dificultades  que  se 
oponen  á  la  ejecución  de  su  intento. —  Se  ve  rodeado  de  facciones.— 
Rigores  que  ejerce  contra  el  partido  realista. —  Envía  socorros  á  O'Higgins 
para  que  arroje  las  guerrillas  enemigas  sobre  Chillan.  —  Encuentro  entre 
O'Higgins  y  Elorreaga.—  Acción  de  Quilacoya  y  de  Gomero. 


Después  que  Carrera  se  habia  retirado  de  Chillan ,  los 
realistas  habían  ganado  mucho  terreno,  animados  por 
la  situación  de  los  espíritus ,  que  les  era  muy  favorable, 
y  por  la  actividad  de  los  clérigos  y  relijiosos  en  propagar 
la  santidad  de  su  causa,  infundiendo  amor  y  respeto 
por  ella  en  los  corazones ,  y  adquiriendo  cada  dia  una 
superioridad  incontestable ,  que  los  llenaba  de  confianza. 
Sánchez  contribuía ,  por  su  parte ,  á  este  feliz  resultado, 
manteniendo  con  celo  y  vijilancia  la  buena  disciplina  de 
sus  tropas.  Sin  embargo ,  se  hallaba  aun  aislado  ,  sin 
comunicación  con  sus  superiores,  y  por  consiguiente  sin 
contar  con  socorros.  Esta  circunstancia  lo  constituía  por 
decirlo  así,  mas  bien  que  jeneral  del  ejército,  un 
jefe  de  partido ,  papel  que  desempeñaba  con  tanta  reso- 
lución como  habilidad ,  y  le  hacia  merecedor  del  título  de 
comandante  en  jefe ,  título  que ,  como  ya  se  ha  dicho, 
debia  á  la  casualidad. 

Los  oficiales  jenerales  que  tenia  á  sus  órdenes,  se 
mostraban ,  á  ejemplo  suyo ,  igualmente  activos  y  celosos 
por  la  causa  que  defendían.  En  las  continuas  escur- 
siones  ó  espediciones  que  emprendían ,  no  solo  sabían 
sacar   provecho  de  sus   conocimientos  militares,  sino 


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HISTORIA    DE    CHILE. 


que  también  empleaban  las  arterias  de  la  política  y 
las  máximas  de  la  relijion  para  atraerse  los  descon- 
tentos ,  fomentando  la  deserción  en  el  ejército  de  los 
patriotas,  y  reclutanclo  partidarios  entre  los  habitan- 
tes del  campo ,  los  cuales  se  alistaban  como  voluntarios 
bajo  la  bandera  real.  De  esta  manera,  resarcían  las  pér- 
didas que  habían  tenido  desde  su  desembarco ,  y  organi- 
zaban ,  gracias  á  sus  cuadros ,  que  eran  muy  superiores 
á  los  del  enemigo  ,  compañías  de  milicianos ,  las  cuales 
ofrecían  la  doble  ventaja  de  conocer  perfectamente  la 
topografía  del  país,  y  los  habitantes  mas  útiles  como 
defensores  de  su  partido ,  en  atención  á  que  los  escojidos 
eran  hombres  aguerridos,  hechos  al  fuego  desde  su  ni- 
ñez ,  y  para  los  cuales  la  guerra  era  una  especie  de  ver- 
dadera profesión. 

Con  el  auxilio  de  estas  compañías,  pudo  Sánchez  dar 
mucho  ensanche  á  sus  operaciones,  aumentando  el  número 
de  sus  guerrillas,  igualmente  útiles  para  causar  desercio- 
nes al  enemigo,  sorprender  sus  destacamentos  y  aun 
también  sus  plazas.  Por  la  parte  del  norte,  las  que  man- 
daban Oíate,  Clemente  Lantano  y  Griega  se  avanzaban  á 
insultar  al  partido  contrario  hasta  las  márjenes  del 
Maule ,  y  por  medio  de  movimientos  bien  combinados , 
conseguían  detener  los  correos  y  partes  militares.  Así 
tenían  como  estancados  en  Talca  los  cortos  socorros 
que  el  gobierno  enviaba  á  Carrera. 

Por  el  sur ,  las  guerrillas  estaban  aun  mejor  organi- 
zadas ,  gracias  al  tino  táctico  del  coronel  don  Ildefonso 
Elorreaga,  el  cual  acampado  en  Rere  con  una  coluna  de 
observación,  destacaba  partidas  en  diferentes  direcciones 
para  inquietar  á  los  patriotas.  Estas  guerrillas,  que  tenían 
por  principal  objeto  el  arrojar  al  enemigo  sobre  Concep- 


CAPITULO    XXVI. 


lili 


cion,  lograron  al  fin ,  quitarle  todas  las  plazas  fuertes  que 
poseía  á  la  orilla  del  rio  Biobio ,  frontera  de  los  Indios 
araucanos.  La  ocupación  de  estas  plazas,  y  el  alzamiento 
casi  jeneral  del  partido  de  Arauco ,  abrieron  paso  fácil  y 
seguro  para  Valdivia  y  todos  los  puntos  ocupados  por  los 
Españoles,  y  fueron  considerados  por  Sánchez  como  una 
interesantísima  conquista.  Por  eso  tuvo  la  previsión ,  pro- 
pia de  un  jeneral  hábil ,  de  poner  en  ellas  guarnicio- 
nes bien  mandadas  por  oficiales  de  instrucción  y  de 
confianza,  capaces  de  defenderlas  á  todo  trance.  Sin  em- 
bargo ,  las  guarniciones  no  podían  menos  de  ser  numé- 
ricamente débiles ;  pero  la  reacción  entre  los  habitantes 
habia  sido  tan  espontánea ,  tan  franca ,  y  por  otro  lado , 
fundada  en  tales  motivos  de  interés,  que  Sánchez  no  dudó 
en  contar  sobre  su  fidelidad  á  la  causa  real. 

En  la  plaza  de  San  Pedro  puso  una  guarnición  mas 
respetable ,  en  atención  á  su  proximidad  del  cuartel  je- 
neral de  Carrera ,  del  que  solo  se  hallaba  separada  por 
el  rio  Biobio ,  guarnición  compuesta  de  cincuenta  hombres 
y  algunos  milicianos  mandados  por  el  intrépido  Quinta- 
nilla,  cuyo  carácter,  ademas ,  daba  entera  confianza  de 
que  seria  bien  defendida  la  plaza. 

Tal  era  la  situación  de  la  provincia  de  Concepción  á 
fines  de  setiembre ,  y  á  penas  se  habia  pasado  un  mes 
después  que  Carrera  habia  levantado  el  sitio  de  Chillan, 
cuando  ya  habia  perdido  una  gran  parte  del  concepto  en 
que  estaba  antes,  y  del  prestijio  que  habia  tenido  su 
nombre.  No  solo  habia  perdido  terreno ,  sino  también 
casi  todas  las  plazas,  y  él  mismo  se  hallaba  tan  estre- 
chado ,  que  no  le  quedaban  mas  que  algunas  leguas  de 
costa  para  conservar  sus  comunicaciones  con  el  gobierno, 
y  recibir  los  cortos  socorros  que  este  podia  enviarle;  y 


HISTORIA    DE    CHILE. 

con  todo  eso ,  no  se  puede  negar  que  este  jeneral  ha 
mostrado  en  las  mas  críticas  circunstancias  espíritu, 
tesón  y  voluntad  firme  de  salvar  el  país  de  la  invasión 
que  lo  aflijia. 

Desde  su  llegada  á  Concepción,  su  primer  cuidado 
habia  sido  reponer  en  buen  estado  las  armas;  pues 
los  fusiles,  por  un  largo  servicio,  y  tal  vez  por  poca 
limpieza,  estaban  inutilizados ,  y  los  cañones  igualmente 
faltaban  de  cureñas  y  no  estaban  en  estado  de  servir,  no 
solo  los  que  habia  llevado  de  su  malhadada  espedicion 
por  caminos  imposibles,  por  los  cuales  jamas  habia  pa- 
sado ni  una  carreta ,  sino  también  las  piezas  mismas  de 
Concepción ,  que  por  haber  sido  tan  mal  repuestas ,  se 
hallaban  aun  inservibles.  A  todo  esto  se  juntaba  la  des- 
gracia de  haber  pocos  armeros  intelijentes  en  el  país , 
por  la  razón  de  que  los  buenos  eran  españoles  de  oríjen, 
habían  estado  empleados  en  los  rejimientos  del  ejercito 
real  y  todos  eran  realistas.  Los  pocos  que  se  pudieron 
hallar  se  les  redujo  á  trabajar  por  fuerza;  y  solo  por 
amenazas  se  obtuvieron  de  un  Maltes  algunos  moldes 
de  barro  para  balas ;  pero  después  de  hechos  los  mol- 
des, se  vio  que  no  habia  materiales  para  utilizarlos, 
en  atención  que  ni  una  sola  barra  de  plomo  se  encontraba 
en  el  depósito;  y  como  tampoco  habia  mercaderes  de 
este  metal ,  fué  preciso  recurrir  á  los  particulares ,  y  des- 
pojarlos con  violencia  del  que  tenían  en  sus  casas.  Tam- 
bién se  echó  mano  de  las  bombas ,  escandallos  y  otros 
objetos  pertenecientes  á  los  buques  fondeados  en  el 
puerto,  así  como  también  déla  pólvora  que  habia  en  ellos. 

Después  de  haber  puesto  el  remedio  posible  á  estas 
faltas ,  Carrera  dio  su  principal  atención  al  estado  de  la 
tropa.   Desde  que  habia  salido  de  Concepción  para  el 


CAPÍTULO    XXVI. 


413 


sitio  de  Chillan,  no  habia  podido  dar  á  los  soldados 
ninguna  prenda  de  vestuario,  ó  alómenos  habían  sido  tan 
pocas ,  que  se  veían  algunas  compañías  casi  enteramente 
desnudas.  Después  de  haber  mandado  hacer  un  cierto 
número  de  casacas  y  pantalones ,  encargó  nuevecientos 
mas  de  estos ,  con  un  surtido  proporcionado  de  camisas  y 
de  zapatos;  y  luego  se  remontaron  las  tiendas  de  com- 
paña ,  indispensables  en  aquel  tiempo  en  que  las  tropas 
no  tenían  el  habito  de  campar  en  campo  raso.  Los 
enfermos  y  heridos  eran  trasladados  á  Talca  ;  pero  aun 
quedaron  muchos  en  diferentes  puntos ,  en  virtud  de  lo 
cual  mandó  construir  tres  hospitales  militares ,  que  se 
establecieron  en  Coyanco ,  Concepción  y  Mercedes ,  y  en 
cada  uno  de  los  cuales  se  puso  una  buena  guarnición 
para  su  defensa ,  en  caso  necesario ,  afín  de  observar  los 
movimientos  del  enemigo ,  y  de  contener  la  deserción  ¡ 
fomentada  por  los  emisarios  realistas, 

Pero  lo  que  le  ponia  en  mayor  cuidado  era  la  organi- 
zación de  mayores  fuerzas  que  necesitaba  para  volver  á 
tomar  la  ofensiva,  como  habia  prometido  hacerlo ,  ala 
entrada  de  los  buenos  días ,  que  se  acercaban  ya.  En  este 
particular,  su  posición  era  sumamente  embarazosa,  por 
hallarse ,  como  se  ha  dicho ,  desprovisto  de  elementos  y 
de  dinero ,  y  rodeado  de  oficiales  que  por  la  mayor  parte 
eran  procedentesde  las  milicias,  es  decir,  sin  la  instrucción 
necesaria  para  que  tuviese  en  ellos  una  entera  confianza. 
Por  otro  lado ,  los  cuadros  que  tenia ,  y  que  deben  ser9 
como  se  sabe ,  la  base  fundamental  de  la  organización  de 
los  cuerpos ,  si  no  eran  absolutamente  malos ,  no  eran 
tan  buenos  que  pudiese  prometerse  de  ellos  los  prontos 
servicios  de  que  hubiera  necesitado,  y  se  lamentaba 
continuamente  de    que  el   ayuntamiento  de  Santiago 


HISTORIA    DE    CHILE. 

hubiese  persistido  con  tanta  tenacidad  en  tener  mas 
confianza  en  las  milicias  que  en  las  tropas  de  línea ,  sin 
duda  por  la  sola  razón  de  que  estas  eran  casi  siempre 
dudosas  para  el  partido  democrático.  A  pesar  de  todas 
estas  grandes  dificultades,  consiguió  por  su  invencible 
tesón  el  alistar  un  bastante  crecido  numero  de  paisanos, 
reclutados  por  sus  emisarios  y  por  las  guerrillas  disemi- 
nadas en  lo  interior  del  país ,  y  cuya  instrucción  y  disci- 
plina dirijia  por  decirlo  así  él  mismo  en  persona. 

Justamente,  en  aquel  mismo  tiempo,  otros  emisarios 
del  partido  contrario ,  enviados  por  Sánchez  ,  recorrían 
mas  ó  menos  ocultamente  el  terreno  ocupado  por  las 
tropas  de  Carrera ,  con  el  objeto  principal  de  desanimar 
á  los  suyos ,  é  inducirlos  á  que  desertasen ;  y  en  efecto  se 
habia  manifestado  ya  la  deserción  en  algunas  compañías 
de  veteranos,  especialmente  en  la  de  dragones,  conser- 
vada en  Concepción ,  y  que  se  hacia  muy  sospechosa  al 
partido  liberal.  Esta  compañía ,  que  conservaba  la  tradi- 
ción del  servicio  para  el  cual  los  dragones  han  sido  ins- 
tituidos, á  saber,  para  batirse  á  pié  como  á  caballo, 
trasportarse  rápidamente  á  un  punto  amenazado ,  ú  otro 
que  se  necesita  atacar,  y  á  donde  la  infantería  no  podría 
nunca  llegar  á  tiempo,  estaba  compuesta  de  hombres 
aguerridos  é  instruidos  perfectamente  á  la  española. 
Claro  estaba  que  semejantes  soldados  en  tales  penosas 
circunstancias,  no  podían  menos  de  ser  tan  útiles  como 
necesarios,  en  vista  sobretodo  de  las  dificultades  que 
ofrecían  las  comunicaciones,  y  la  especie  de  guerra  que 
se  hacían  los  dos  partidos  contrarios ;  pero  noobstante 
todas  las  ventajas  que  podia  sacar  de  esta  compañía, 
Carrera  resolvió  reformarla  por  su  tendencia  á  la  insu- 
bordinación, siempre  precursora,  en  semejantes  casos, 


CAPÍTULO    XXVI. 


415 


de  algún  acto  de  rebelión ,  y  crear  un  cuerpo  de  húsares 
destinados  al  servicio  de  caballería  lijera  para  descubrir, 
flanquear  y  protejer  las  colunas  en  marcha.  Este  cuerpo 
fué  puesto  sobre  el  mismo  pié ,  y  compuesto  de  la  misma 
fuerza  que  el  de  la  guardia  nacional ,  y  Carrera,  afín  de 
darle  un  gran  prestijio ,  lo  mandó  nombrar  Húsares  de 
la  victoria. 

Ademas  de  todos  estos  embarazos  materiales ,  muy 
suficientes  ya  para  hacer  desmayar  el  carácter  mas 
enérjico ,  Carrera  tenia  que  luchar  interiormente  con  los 
tristes  presentimientos  que  le  acongojaban  acerca  de  su 
suerte  futura.  Las  intenciones  de  la  junta  con  respecto 
á  él  se  le  habían  hecho  sospechosas ,  y  mas  de  una  vez 
se  pasó  por  la  cabeza  el  trasladarse  de  su  campamento 
á  Santiago  para  pedir  satisfacción  á  la  junta  de  la  indi- 
ferencia con  que  miraba  á  su  ejército ,  y  arrojarla  por 
la  fuerza  del  salón  de  sesiones ,  si  sobre  la  marcha  no  le 
daba  todo  cuanto  necesitaban  sus  tropas. 

Por  otra  parte ,  no  podia  Carrera  disimularse  que  se 
hallaba  rodeado  de  facciosos,  que  tenían  la  osad/a,  sino 
de  desobedecer  abiertamente  á  sus  órdenes  ,  á  lo  menos , 
de  ejecutarlas  mal  é  imperfectamente;  y  para  mayor 
desconsuelo  suyo,  su  hermano  don  José  era  en  gran  parte 
causa  de  ello,  bien  que  involuntariamente,  y  solo  por 
el  hecho  de  desaprobar  sus  planes  con  desden ,  y  aun  de 
interceptar  los  cortos  socorros  que  le  enviaban  en  di- 
nero ,  amenazándole  aun  también  algunas  Veces  de  re- 
tirarse con  su  coluna  á  Chillan  por  no  servir  bajo  sus 
órdenes.  Esta  triste  correspondencia  de  un  hermano  la 
debia  el  jeneral  Carrera  á  una  susceptibilidad  rencorosa 
del  amor  propio  de  don  José ,  siempre  que  este  tenia  que 
ejecutar  las  órdenes  de  su  hermano  menor  en  edad ,  en 


416  HISTORIA    DE    CHILE. 

graduación  y  tal  vez  en  arrojo ,  y  sí  solo  superior  en  co- 
nocimientos militares  y  tino  táctico  ;fa  talidad  tanto 
mayor  cuanto  era  un  pernicioso  ejemplo  que  compro- 
metía el  poco  espíritu  de  cuerpo  que  quedaba  ya  entre 
las  diferentes  tropas. 

A  pesar  de  todos  sus  trabajos  y  sufrimientos  físicos  y 
morales,  Carrera  mostraba  semblante  sereno  á  cuantos 
le  eran  sospechosos ,  sin  manifestarse  nunca  descontento 
á  no  ser  hablando  de  los  realistas  ,  respecto  á  los  cuales 
no  dejaba  escapar  ocasión  alguna  de  inspirar  miedo  y 
aun  terror,  poniendo  por  delante  las  penas  infamantes 
que  tenia  preparadas  para  los  traidores  y  espías,  y  de  las 
cuales  no  eximida  á  las  mujeres  mismas.  En  efecto,  mas 
de  una  vez  mandó  arrestar  á  señoras  convencidas  de 
delitos  políticos. 

Así  trabajaba  en  dominar  los  muchos  temores  que  tenia 
por  todos  lados ,  esforzándose  en  dar  toda  su  atención  á 
los  preparativos  necesarios  para  volver  á  atacar  segunda 
vez  el  campo  de  Sánchez  delante  de  Chillan ,  para  cuyo 
proyecto  tenia  la  mayor  confianza  en  la  cooperación  de 
O'Higgins.  Sinembargo,  este  jefe  con  quien  contaba 
principalmente  Carrera,  habia  ya  manifestado  estar 
poseido  de  cierto  espíritu  de  rivalidad ;  pero  Carrera  no 
podia  menos  de  hacer  justicia  á  su  carácter  resuelto,  y  aun 
mas  que  resuelto  audaz ,  y  tal  vez  el  único  capaz  de 
ayudarle  eficazmente  á  ejecutar  el  plan  de  campaña  que 
meditaba.  Por  esta  razón,  tenia  mucho  cuidado  en  aten- 
der á  las  necesidades  de  su  coluna ,  enviándole  refuerzos 
y  socorros,  é  instándole  á  no  perder  ninguna  ocasión  de 
molestar  á  las  guerrillas  enemigas  hasta  arrojarlas  sobre 
Chillan ,  en  donde  se  proponia  encerrarlas  muy  pronto. 

O'Higgins  no  necesitaba  recibir  órdenes  de  Carrera 


CAPÍTULO   XXVI. 


417 


para  entregarse  con  cuerpo  y  alma  á  su  pasión  por  la 
guerra;  lejos  de  eso,  no  había  para  él  felicidad  mayor 
que  los  lauros  de  la  victoria  para  sí  mismo  y  para  los  va- 
lientes que  mandaba,  y  gloria  para  su  país.  Gracias  á 
esta  noble  pasión,  había  podido  mantener  la  guerra  con 
bastantes  ventajas  para  que  le  fuese  permitido  esperar 
conservar  todas  sus  posiciones  hasta  el  momento  en  que 
Carrera  emprendiese  su  segunda  campaña.  La  subleva- 
ción de  la  jurisdicción  de  Arauco,  la  pérdida  de  esta 
Plaza,  y  todas  las  demás  pérdidas  que  habían  emanado 
del  pnmero  de  estos  acontecimientos,  habian  alterado 
algún  tanto  su  confianza  en  atención  á  los  peligros  que 
coma  su  familia  fujitiva  de  la  plaza  de  los  Angeles,  en 
donde  se  hallaba  cuando  el  comandante  de  la  frontera 
don  Gaspar  Ruiz  se  vio  obligado  á  abandonarla;  pero 
negó  que  O'Higgins  hubo  dado  disposiciones  para  pro- 
tejerla  eficazmente,  ya  no  pensó  mas  que  en  volver  á 
ornar  las  plazas  perdidas,  las  cuales  consideraba  ser  de 
la  mayor  importancia  para  el  enemigo,  si  permanecían 
en  su  poder. 

La  primera  que  proyectó  tomar    fué   la  de  Santa 
Juana  como  mas  inmediata  á  su  campamento,  y  por  es- 
tar situada  en  el  camino  de  Arauco.  Habiendo  dirijido 
sobre  dicha  plaza  algunas  colunas  con  este  designio    al 
llegar  á  Talcamavida,  separada  solo  por  el  rio  Bio'bio 
de  Santa  Juana,  recibió  parte  de  que  Elorreaga  mar- 
chaba a  su  frente  para  atacarlo  con  fuerzas  superiores 
y  naturalmente  tuvo  que  diferir  el  ataque  de  la  plaza 
que  muy  ciertamente  no  le  hubiera  resistido  ,  para  ir  a! 
encuentro  del  enemigo ,  y  ahorrarle  camino.  Bien  que 
en  aquella  circunstancia  no  tuviese  mas  que  pocos  hom- 
bres que  oponer  á  Elorreaga,  el  cual  disponía  de  fuerzas 


V.  Historia, 


27 


M 


418 


HISTORIA    DE    CHILE. 


triplicadas,  no  obstante  su  inferioridad  numérica, 
O'Higgins,  lleno  de  confianza  en  sus  pocos  valientes, 
no  dudó  en  avanzar  y  descubrió  luego  la  vanguardia 
enemiga  mandada  por  el  cura  Valle.  A  penas  la  vio, 
mandó  á  Freiré  cargarla  con  algunos  caballos,  y  Freiré 
ejecutó  esta  orden  con  tanto  arranque ,  que  en  un  ins- 
tante dicha  vanguardia  fué  dispersada,  y  su  coman- 
dante obligado  á  salvarse  á  pié  en  una  quebrada. 

Este  feliz  suceso  entusiasmó  de  tal  manera  la  coluna 
de  O'Higgins ,  que  sus  soldados  mismos  pidieron  el  ir  a 
atacar  el  cuerpo  que  mandaba  Elorreaga.  O'Higgins  sabia 
que  no  era  dable  el  contrarrestar  fuerzas  tan  superiores; 
pero  aíin  de  ganar  tiempo  y  dar  á  su  familia  el  suficiente 
para  ponerse  en  salvo,  se  resolvió  á  seguir  el  impulso 
de  su  tropa,  tan  conforme  con  el  suyo  propio,  y  ataco 
por  el  flanco  derecho  al  enemigo  con  tanto  ímpetu,  que 
le  forzó  á  replegarse  detras  de  la  coluna  de  infantería. 
Esta  se  hizo  firme,  caló  la  bayoneta  contra  los  caballos 
de  O'Higgins,  los  contuvo  y  los  abrasó  con  un  fuego 
graneado  perfectamente  sostenido.  De  suerte  que  su  te- 
meridad le  costó  á  O'Higgins  siete  muertos  y  algunos 

heridos. 

Obligados  á retirarse,  los  patriotas  se  dinjieron  ha- 
cia Quilacoya  ,  perseguidos  con  viveza  por  Quintamlla; 
pero  habiendo  llegado  á  Gomero,  se  hallaron  apoyados 
por  una  emboscada  de  Freiré,  el  cual  causó  tal  sorpresa 
al  enemigo,  que  le  hizo  volver  las  espaldas,  y  salvó  la 
coluna  de  O'Higgins,  y  á  este  mismo,  que  estuvo  á  punto 
de  ser  prisionero  habiendo  caido  al- suelo  por  habérsele 
roto  las  cinchas  de  la  silla  de  su  caballo.  En  aquel  mo- 
mento crítico,  un  soldado  llamado  Gabino  González 
corrió  á  ofrecerle  el  suyo,  y  tal  vez  fué  esta  jenerosidad 


CAPÍTULO    XXVI. 


419 


fcg «a  la  patria  unode  gug  maAalientes 

De  regreso  áQuilacoya,  temiendo,  y  con  razón,  al- 
guna empresa  audaz  de  Eiorreaga,  cuyo  ardor  no  igno- 

muv  i„r7  Tf  f°rtÍfiCarSe  eU  dÍCh°  pUnt° ;  y  en  efect° . 
muy  luego  le  llego  un  parte  de  que  Eiorreaga  avanzaba 
En  aquei  e„tonces,  ya  ,M  fuerzag  ^  ^ 

hab,a„  aumentado  de  dos  refuerzos  mandados  por  don 
Jo  e  Mana  y  don  Diego  Benavente,  y  O'HiggJ  tenia , 

ptdTt„dn  sun,os/anones  de  campaña- de  suerte  q« 

Perdió  todo  cuidado,  y  en  lugar  de  esperar  al  enemigo 
salió  de  sus  trincheras  á  su  encuentro 

Hadándolo  alcanzado  en  Gomero,  bien  que  la  fuerza 
numerma  de  Eiorreaga  fuese  de  un  batallona  infla- 
ría y  de  doscientos  caballo,  y  la  de  O'Higgins  solo  de 
-JJ.  Y  cincuenta  hombres  montados,  resonó  este  atÍ 
car  a  su  adversario,  por  uno  de  aquellos  arranques  te- 
merarios que  tenia ,  y  en  efecto  se  arroja  contra"  7a  ca- 
balena  enemiga,  que  no  solo  resistió  al  choque  con  fir- 
meza  sino  que  á  su  vez  tomó  la  ofensiva  y  rechazó  con 

2 r  o  i cabal,ería  de  °'Hissins-  obi¿d°  *  52 

a°traer'E?o^SgIlr  T^  "*»  Verdadera  huida  S* 
atraer  Eiorreaga  hasta  la  proximidad  de  su  campamento, 

en  él  Ilm-COrp0rad0  COn  ,as  f™  que  habia  dejado 
en  el,  empeñar  una  acción  decisiva;  pero  no  pudo 
conseguirlo,  porque  el  enemigo  conoció  sin  duda  su 
mtento,  y  entonces  lo  cargó  segunda  vez  y  lo  forzó  a 

En  todos  estos  encuentros,  que  duraron  con  cierto  te- 

cisco  Cnfan  Tr  ^  aqUe¡  dÍa'  6l  CaP¡ta"  d0"  ***»- 
cisco  Cueva  se  distinguió  brillantemente. 


CAPITULO    XXVII. 

Recibe  Carrera  algunos  socorros  del  gobierno.-  Resuelve  ejecutar  su  plan  de 
a  aque  Y  n  anda  a  su  hermano  José  marchar  con  su  coluna  sobre  Bulluqum 
ITa  d'emora  con  que  ejecuta  esta  orden  le  ocasiona  el  ser  deten,  o  por  e 
enemigo  en  Membrillar,  en  donde  tiene  que  atrincherarse.- Alcázar  le 
Ig  os  socorros  que  le  pide.  -  Miguel  Carrera  le  envía  300  hombres  - 
S  da  del jeneral para  el  teatro  déla  guerra.-  O'Higgins  ataca  «, 
le  obliga  a  pasar  el  Ita.a,  y  se  reúne  en  Bulluquin  con  M.guel  Carrera.  - 
Acción  del  Roble.  -  Guerrilla  de  Valenzuela  atacada  en  Tvacoyan,  y  muerte 
de  su  comandante. 

Mientras  que  O'Higgins  trabajaba  por   mantener  el 
ardor  de  sus  soldados,  aguirriéndolos  é  inspirándoles  la 
pasión  de  la  gloria,  principio  del  verdadero  valor  mili- 
tar y  de  amor  á  la  patria  ,  Carrera  continuaba  pidiendo 
y  recibiendo  cada  dia  reclutas,  que  eran  instruidos  y 
organizados  como  por  encanto.   Hasta  entonces,  bien 
que  conociese  la  importancia  que  tenia  la  posesión  de  la 
plaza  de  Arauco,  se  habia  visto  obligado  á  temporizar 
sin  pensar  en  ir  á  atacarla;  pero  no  por  eso  dejo  de  en- 
viar fuerzas  á  castigar  la  insolencia  de  algunos  Indios 
araucanos  ,  los  cuales  se  hablan  establecido  en  San  Pe- 
dro, y  no  cesaban  de  hacer,  desde  allí,  demostraciones 
deforfantería,  que  al  fin  le  apuraron  la  paciencia.  De 
suerte  que  envió  un  destacamento  contra  ellos,  con  or- 
den de  replegarse,  una  vez  hubiese  desempeñado  su 
comisión,  en  atención  á  que  se  acercaba  el  momento  de 
concentrar  sus  fuerzas  en  las  inmediaciones  de  Chillan. 

En  efecto,  llegaron  el  5  de  octubre  los  socorros  tan 
esperados  de  Talca,  conducidos  por  el  coronel  Sotta,  y 
escoltados  por  cuarenta  guardias  nacionales  al  mando  del 


CAPÍTULO    XXVII. 


A21 


capitán  Prieto.  Clemente  Lontaño  los  había  seguido 
con  el  intento  de  apoderarse  de  ellos  y  de  acampar  en 
las  vegas  de  Itata  con  toda  su  guerrilla  reunida  á  la  de 
Oíate ;  pero  la  proximidad  del  destacamento  de  don  José 
María  Benavente ,  establecido  en  Dihueño  desde  la  toma 
de  la  Florida ,  le  contuvo ,  y  el  convoy  pudo  llegar  sin 
accidente  á  su  destino.  Con  él  venia  el  obispo  Andrew 
y  Guerrero,  hombre  ardoroso,  entusiasta  y  capaz  de 
contrapesar  el  influjo  de  los  misioneros  españoles  por  el 
prestijio  de  su  dignidad  y  de  su  ministerio. 

Desde  aquel  momento ,  ya  Carrera  no  pensó  mas  que 
en  llevar  á  ejecución  el  plan  de  ataque  que  había  medi- 
tado y  preparado  desde  su  llegada  á  Concepción.  En  con. 
secuencia ,  ya  algunos  dias  antes,  después  de  la  marcha  de 
Benavente  para  ir  á  desalojar  el  enemigo  de  la  Florida,  ha- 
bía mandado  á  su  hermano  José,  que  permanecía  en  Qui- 
nhue,  se  pusiese  en  movimiento  para  ir  á  reunirse  al  ejér- 
cito en  Bulluquin;  pero,  como  siempre,  José  descuidó 
de  ejecutar  aquella  orden ,  y  no  la  ejecutó  hasta  algunos 
días  después,  de  suerte  que  advertido  del  movimiento, 
el  enemigo  lo  siguió  y  lo  bloqueó  en  Membrillar ,  de 
donde  no  le  fué  posible  salir.  En  tal  situación  ,  pidió  so- 
corro á  Alcázar,  que  acababa  de  llegar  á  Talca  con  la 
espedicion  chilena  de  Buenos-Aires;   pero  este  oficial 
alegó  para  no  enviarle  el  socorro  pedido,  que  no  tenia 
órdenes  del  gobierno  para  ello.  Esta  respuesta  irritó  su- 
mamente á  José,  y  aun  mucho  mas  al  jeneral  en  jefe, 
el  cual  no  podia  comprender  que  fuese  sacrificada  una 
división  entera  á  una  mera  interpretación  de  puro  capri- 
cho ,  por  lo  menos ,  sino  de  malas  intenciones.  Sea  lo  que 
fuese  acerca  de  esto ,  Carrera  se  apresuró  á  enviarle  un 
refuerzo  de  trescientos  hombres  ¿  entre  los  cuales  habia 


HISTORIA    DE    CHILE. 

cien  dragones  y  ciento  y  cincuenta  fusileros  de  la  guar- 
dia jeneral  acampada  en  Dihueño. 

Al  mismo  tiempo,  envió  otro  refuerzo  á  O'Higgins, 
bajo  el  mando  de  Muñoz ,  para  que  atacase  á  Elorreaga, 
que  estaba  acampado  en  Rere ,  y  el  8  por  la  mañana , 
se  puso  personalmente   en  marcha   en  la  dirección  de 
Membrillar  para  ir  á  tomar  el  mando  de  todas  sus  fuer- 
zas reunidas,  dejando  el  gobierno  de  Concepción  y  de 
Talcahuano  al  coronel  Spano  con  instrucciones  reservadas. 
Antes  de  cuarenta  y  ocho  horas ,  después  de  la  orden 
de  ponerse  en  marcha  con  su  división ,  ya  Benavente  se 
hallaba  sobre  el  Itata  y  forzaba  Lantaño  ,  al  cabo  de  un 
corto  tiroteo ,  á  desalojar  y  á  replegarse  á  Urejola ,  que 
estaba  acampado  en  Quinchamali.  Justamente  en  aquel 
instante,  llegaba  Carrera  cerca  de  las  alturas  del  Quilo  , 
en  donde  supo  que  la  división  del  centro  habia  sido  des- 
bloqueada ,  y  resolvió  marchará  la  Florida  con  la  mayor 
parte  de  sus  fuerzas  á  reunirse  á  O'Higgins.  El  ataque 
que  este  habia  ejecutado  contra  Elorreaga  no  habia  te- 
nido mas  resultado  que  el  de  cojer  algunos  realistas  ,  y 
400  vacas  encerradas  en  un  corral ;  pero  en  el  hecho  de 
seguir  la  retirada  al  enemigo  hasta  las  márjenes   del 
Itata,  retardaba  su  llegada  al  punto  de  reunión  jeneral, 
con  gran  sentimiento  de  Carrera,  que  temia  se  viese  com- 
prometida la  división  Benavente ,  acampada  en  la  Flo- 
rida, por  su  inferioridad  numérica,  si  la  otra  no  llegaba 
para  sostenerla  en  caso  que  fuese  atacada. 

Otro  motivo  de  grande  impaciencia  para  él  era  el 
retardo  de  los  caballos,  cañones  y  municiones  que  habia 
mandado  enviar  de  Concepción  á  la  división  Benavente, 
retardo  que  llegó  á  inquietarle  en  términos  de  resolverse 
á  retrogradar  á  Concepción ,  á  donde  llegó  el  10. 


CAPÍTULO    XX Vil. 


423 


Cuatro  dias  después ,  todos  los  objetos  arriba  dichos 
habían  sido  espedidos ,  -y  Carrera  se  ponía  de  nuevo  en 
camino  para  la  Florida  y  operar  su  junción  con  O'Hig- 
gins. 

Una  vez  reunidas  las  dos  divisiones ,  emprendieron  la 
marcha ,  y  fueron  á  campar  á  las  inmediaciones  de  Pan- 
tanillos ;  solo  quedó  en  la  Florida  una  guerrilla  mandada 
por  el  teniente  Cárdenas ,  encargado  de  protejer  el  trans- 
porte de  los  cañones  y  demás  objetos  que  habían  salido 
de  Concepción  el  14. 

El  16 ,  las  dos  divisiones ,  cuya  fuerza  total  era  de 
ochocientos  hombres ,  se  pusieron  en  movimiento ,  y  lle- 
garon á  las  h  al  paso  del  Itata,  llamado  el  Roble.  Las 
descubiertas  solas  tiraron  algunos  tiros  á  la  proximidad 
del  vado  de  las  piedras ,  situado  un  poco  mas  arriba. 

Miguel  Carrera  mandó  acampar  sus  tropas  en  una  po- 
sición cubierta  de  árboles  y  rodeada  de  barrancos  que  no 
fué  sin  embargo  del  gusto  de  O'Higgins,  el  cual  propuso  ir 
á  ocupar  una  colina  que  había  sobre  el  lago  Avendaño, 
distante  solo  de  ocho  cuadras  del  punto  escojido  por 
Miguel  Carrera.  Confiado  este  en  la  poca  probabilidad 
de  que  el  enemigo  pudiese  pasar  el  rio,  desechó  el  pa- 
recer de  O'Higgins,  y  mandó  plantar  sus  tiendas  en  las 
pequeñas  eminencias  que  dominan  el  paso  que  tenían  á 
la  vista. 

« Un  cañón  de  á  4  con  40  fusileros  guardaba  el  paso  y 
era  sostenido  por  un  reten  de  150  granaderos  y  volun- 
tarios. La  guardia  nacional ,  que  había  servido  de  infan- 
tería \  ocupaba  la  izquierda  de  la  línea  de  infantería  y 
era  sostenida  por  la  caballería  del  capitán  Benavente,  que 
se  campó  en  la  arboleda  que  está  al  pié  de  la  altura.  La 
artillería  se  colocó  en  el  centro  de  la  infantería.  Todo  el 


m 


HISTORIA    DE    CHILE. 


campo  se  cercó  de  centinelas  y  se  colocaron  grandes  guar- 
dias desde  la  hacienda  de  los  Mardones  hasta  el  vado  del 
peñasco,  que  distaba  una  legua,  al  sur,  del  campa- 
mento (i). » 

Sánchez,  que  tenia  conocimiento  del  movimiento  si- 
multáneo de  las  tres  divisiones ,  habia  mandado  á  Urre- 
jola  atacarlas  en  detal  antes  que  operasen  su  junción.  En 
aquel  instante ,  Elorreaga  llegaba  bastante  malo  á  San 
Xavier,  dejando  la  tropa  al  mando  de  Don  Pedro  Ascenjo 
para  dirijirse  sobre  Chillan.  Deseando  sacar  partido  de 
aquella  división ,  Urrejola  proyectó  una  sorpresa  á  favor 
de  la  noche  y  dio  órdenes  al  valiente  Lantaño  para  que  la 
ejecutase  con  Ascenjo ,  militar  no  menos  decidido  y  arro- 
jado. Al  mismo  tiempo  ,  afín  de  no  dar  sospechas  al  ene- 
migo ,  y  de  desorientarlo ,  mandó  á  Oíate  ,  que  quedaba 
en  el  campamento  al  frente  de  Carrera ,  encendiese  mu- 
chas hogueras ,  multiplicase  las  centinelas  para  aumentar 
los  gritos  ele  alerta  á  los  oidos  del  enemigo ,  y  mandase 
que  todas  las  bandas  de  tambores  tocasen  la  Diana. 

En  cuanto  á  él  mismo  personalmente,  se  quedó  de 
observación  á  poca  distancia  para  defender  el  paso,  y 
protejer,  en  caso  necesario,  la  retirada  (2). 

El  17  octubre  tuvo  lugar  la  espedicion.  Los  realistas, 
haciendo  un  gran  rodeo ,  pasaron  el  rio  en  el  lugar  lla- 
mado el  Carrizal ,  junto  al  cerro  negro ,  y  desde  allí,  por 
una  marcha  muy  forzada,  se  dirijieron  hacia  el  campa- 
mento de  Carrera ,  á  donde  llegaron  antes  del  amanecer. 

La  primera  guardia  que  encontraron  fué  la  del  teniente 
don  Manuel  Valenzuela ,  compuesta  de  cincuenta  hom- 
bres ,  todos  durmiendo ,  así  como  también  su  jefe ,  tan 


.:% 


(5)  Diario  de  José  Miguel  Carrera. 

(21  Conversación  con  don  Clemente  Lantaño. 


CAPÍTULO    XXVII.  £25 

lejanos  de  temer  una  sorpresa ,  que  hasta  se  habían 
quitado  los  uniformes.  Por  consiguiente  el  enemigo 
pudo  degollarlos  muy  á  su  salvo,  y  todos,  menos  el  te- 
niente y  muy  pocos  soldados ,  pagaron  con  la  vida  el 
increíble  descuido  de  las  precauciones  militares,  que 
había  tenido  su  jefe. 

Entusiasmados  con  este  fácil  éxito ,  los  realistas  acele- 
raron el  paso  para  continuar  la  sorpresa  contra  el  cuerpo 
reunido  del  ejército  ,  al  cual  los  pocos  que  se  habían  sal- 
vado de  la  primera  guardia  no  podían  haber  llegado  ; 
pero  aquí,  las  centinelas  estaban  vijilantes,  dieron  el 
alarma  descargando  sus  fusiles,  y  uno  de  ellos,  Miguel 
Bravo,  prefirió  dejarse  inmolar  antes  que  ceder  el  paso 
al  enemigo.  De  suerte  que  las  tropas  tuvieron  lugar  para 
formar,  hacerse  firmes  y  recibir  la  carga  de  los  realistas, 
sin  desconcertarse. 

Se  siguió  desde  luego  una  acción  jeneral ,  en  la  cual 
todos  se  hallaron  empeñados.  El  primero  que  se  mostró  á 
la  cabeza  de  sus  tropas  fué  O'Higgins ,  siendo  también 
el  primero  que  sacó  su  espada  para  rechazar  la  sorpresa. 
Se  le  vio  mientras  duró  la  acción  siempre  en  los  puestos 
los  mas  peligrosos,  dando  ejemplo  de  denuedo  y  de  sere- 
nidad, y  animando  á  sus  soldados  con  palabras  y  hechos, 
á  rechazar  al  enemigo  ,  el  cual ,  á  pesar  de  su  superiori- 
dad moral  y  numérica ,  se  vio  obligado  á  replegarse  sobre 
una  eminencia  que  se  hallaba  á  poca  distancia.  O'Higgins 
siguió  este  movimiento  y  fué  á  ocupar  con  su  coluna  otra 
lomita  en  frente  de  la  del  enemigo,  y  distante  de  ella 
cuadra  y  media  ;  y  así  situados,  los  dos  partidos  abrieron 
un  fuego  graneado ,  sostenido  por  algunas  piezas  de 
campaña ,  que  dirijian  con  el  mayor  acierto  el  capitán  de 
artillería  Morales  y  su  teniente  Don  Nicolás  García,  bajo 


426 


HISTORIA    DE    CHILE. 


la  protección  de  un  piquete  de  milicianos  de  Concepción, 
mandados  por  el  sarjento  Nicolás  Maruré. 

En  esta  acción ,  que  fué  muy  reñida ,  se  distinguieron 
igualmente  los  capitanes  Benavente  y  Prieto ,  los  cuales 
también  habían  sido  de  los  primeros  á  ponerse  á  la  ca- 
beza de  sus  compañías  para  rechazar  al  enemigo. 

Desesperando  de  vencer  la  resistencia  de  los  patrio- 
tas ,  los  realistas  cargaron  á  la  bayoneta ;  pero  no  solo 
fueron  bien  recibidos,  sino  que  también  los  primeros, 
después  de  haberlos  rechazado ,  los  cargaron ,  á  su  vez, 
del  mismo  modo.  O'Higgins  fué  quien,  justamente  en  el 
momento  en  que  acababa  de  ser  herido ,  los  cargó ,  for- 
zándolos á  plegar,  hasta  que  alfin  fueron  puestos  en  der- 
rota ,  con  pérdida  de  80  muertos,  17  prisioneros,  dos 
cañones,  130  fusiles  y  algunos  cajones  de  municiones. 

La  victoria  de  los  patriotas  habría  sido  mas  completa, 
si  desde  el  principio  de  la  acción  no  hubiesen  estado 
privados  de  caballos ,  y  si  la  caballería  de  Freiré ,  que 
habia  salido  la  víspera  en  persecución  de  una  guerrilla 
enemiga,  se  hubiese  hallado  allí.  Por  mas  que  hizo 
don  José  María  Benavente  improvisando  una  con  los  ca- 
ballos de  los  oficiales,  y  algunos  otros,  no  bastaba  esto 
para  sacar  todo  el  fruto  posible ,  y  que  era  de  esperar  de 
tan  completa  derrota. 

Estos  fueron  los  resultados  de  la  batalla  del  Roble, 
batalla  que  sin  la  valentía  y  serenidad  de  ánimo  de 
O'Higgins,  habría  sido  tal  vez  fatal  para  los  patriotas, 
los  cuales ,  durante  las  tres  horas  que  fué  sostenida  la 
acción,  no  solo  resistieron  con  un  fuego  vivísimo  a  la 
superioridad  de  los  fuegos  de  la  espedicion  y  de  los 
realistas  acampados  al  norte  del  Itata,  bajo  el  mando  de 
Oíate ,  sino  que  tuvieron  que  rechazar  repetidas  cargas 


CAPÍTULO    XXVII. 


427 


de  una  escelente  caballería.  Por  consiguiente,  no  po- 
dían menos  de  mostrarse  ufanos  de  la  victoria ,  felicitán- 
dose reciprocamente  de  ella ;  pero  á  pesar  de  eso ,  aun 
les  quedaba  algún  motivo  de  zozobra  por  no  saber  cual 
había  sido  la  suerte  del  jeneral  en  jefe. 

En  efecto,  Miguel  Carrera,  acampado  á  cinco  ó  seis 
cuadras  del  centro  del  ejército,  no  sehabia  mostrado  por 
ningún  lado  durante  la  acción ,  y  no  podían  comprender 
este  misterio.  He  aquí  pues  lo  que  habia  sucedido.  Al 
punto  en  que  dispertó  á  los  primeros  tiros,  salió  de  su 
tienda  y  encontró  á  don  Diego  Benavente  en  el  momento 
en  que  una  descarga  del  enemigo  mató  el  caballo  de 
dicho  capitán.  Al  ver  esto ,  quiso  seguir  á  Benavente  y 
algunos  dragones  desmontados,  que  se  dirijian  hacia 
una  colina ;  pero  Barnachea  le  detuvo  rogándole  espe- 
rase le  ensillasen  un  caballo ,  como  en  efecto  le  trajeron 
el  suyo ,  lo  montó  y  se  fué  al  cerro  arriba  dicho.  Una 
vez  allí,  dio  algunas  órdenes  al  capitán  Moría,  que 
ametrallaba  en  aquel  instante  á  la  caballería  enemiga, 
y  luego  bajó  del  cerro  con  Calderón  y  Barnachea,  y  se 
fué  hacia  el  oeste  para  reconocer  por  sí  mismo  las  po- 
siciones del  enemigo.  En  esta  esploracion  fué  descu- 
bierto y  perseguido  por  una  guerrilla  enemiga  que  le 
obligó  á  huir ;  pero  viendo  que  le  iban  á  dar  alcance,  se 
detuvo  de  repente ,  hizo  frente  y  descargó  en  el  rostro 
del  oficial  que  mandaba  la  guerrilla  una  pistola  que  por 
casualidad  no  tenia  bala.  En  aquel  instante  llegan  los 
lanceros  y  le  hieren  de  una  lanzada  en  el  costado ;  pero 
noobstante  la  gravedad  de  la  herida ,  y  gracias  a  la  ve- 
locidad de  su  caballo ,  aun  pudo  salvarse  arrojándose 
al  Itata,  y  atravesando  este  rio,  aunque  muy  caudaloso. 
Por  desgracia,  cuando  se  vio  al  otro  lado,  Carrera  se 


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HISTORIA    DE    CHILE. 


halló  en  tierra  enemiga,  cubierta  por  las  guerrillas  del 
bizarro  Oíate  (1) ,  y  tuvo  que  seguir  la  orilla  por  medio 
de  barrancos  para  no  ser  visto.  Habiendo  andado  así 
hasta  cierta  distancia ,  volvió  á  pasar  el  rio  y  se  encontró 
en  la  división  suya  del  centro  mandada  por  su  hermano, 
á  quien  dijo,  por  la  ignorancia  en  que  estaba  de  cuanto 
había  sucedido,  se  apresurase  á  ir  á  socorrer  la  otra  di- 
visión que  creia  derrotada.  Pero  José  pudo  tranqui- 
lizarlo, pues  ya  habia  destacado  doscientos  hombres, 
pedidos  por  O'Higgins ,  bajo  las  ordenes  del  capitán 
Valenzuela,  que,  hubiese  podido  cortar  la  retirada  al 
enemigo ,  si  hubiera  tenido  conocimiento  del  resultado 
de  la  acción ,  marchando  sobre  el  rio  en  lugar  de  diri- 
jirse  al  campo  de  batalla. 

Miguel  Carrera ,  que  habia  llegado  á  pié  y  estenuado, 
no  quiso ,  con  todo  eso ,  detenerse  mas  que  el  tiempo 
necesario  para  mudarse  y  curar  la  herida  que  habia  re- 
cibido. Hecho  esto ,  montó  á  caballo ,  enviando  por  de- 
lante un  correo  con  la  noticia  de  su  próxima  llegada,  no- 
ticia que  llenó  de  alegría  á  todos  en  el  campamento  ,  en 
donde  al  oir  los  peligros  que  habia  corrido,  todos  se 
sintieron  conmovidos.  Guando  le  vieron  llegar  con  su 
amigo  Barnachea ,  que  le  habia  salido  al  encuentro  para 
participarle  la  victoria  conseguida  sobre  el  enemigo , 
todos  se  esmeraban  en  ofrecerle  parabienes  y  felicita- 
ciones ,  muy  sinceras  en  aquel  momento ,  y  exentas  de 
todo  finjimiento  de  envidiosa  política. 

En  la  embriaguez  del  gozo  que  esperimentaba  ,  y  que 
duró  algunos  dias,  Carrera  escribió  al  gobierno  sobre 


(1)  Según  Carrera  este  Oíale  era  el  que  lo  habia  perseguido,  pero  docu- 
mentos que  tenemos  á  la  vista  prueban  que  este  oficial  se  habia  quedado  en 
el  campo  enemigo. 


CAPÍTULO   XXVI!.  429 

aquellos  acontecimientos  un  parte  que  ,  mucho  des- 
pués ,  las  vicisitudes ,  los  contratiempos  y  resenti- 
mientos que  tuvo  le  hicieron  negar.  Hablando  de  O'Hig- 
gins  en  dicho  parte ,  decia  «  que  S.  E.  debe  contarlo 
por  un  soldado  capaz  en  sí  solo  de  reconcentrar  y  unir 
heroicamente  el  mérito  de  las  glorias  y  triunfos  del  es- 
tado Chileno  (1).  » 

Tal  vez  este  parte  le  habia  sido  dictado  por  el  entu- 
siasmo de  que  estuvo  poseído  durante  algunos  dias,  y  tal 
vez  también  lo  escribió  por  no  ponerse  en  contradicción 
con  la  opinión  jeneral  del  ejército  que  exaltaba  altamente 
á  O'Higgins ;  pues  testigos  oculares  decían ,  que  la  de- 
fensa que  este  habia  hecho  habia  causado  una  admiración 
estremada  por  la  firmeza  y  sangre  fria  inauditas  que 
habia  manifestado ;  concluyendo  su  elojio  con  asegurar  que 
todos  los  honores  y  lauros  de  la  victoria  le  pertenecían. 

En  efecto,  O'Higgins,  por  la  ausencia  del  jeneral  en 
jefe ,  no  habia  podido  disimularse  desde  el  principio  de 
la  acción ,  que  la  salvación  del  ejército  quedaba  bajo  su 
responsabilidad ,  y  desde  luego  desarrolló  todos  los  re- 
cursos que  poseía  en  su  tino  táctico  y  en  su  arrojo ,  sin 
pararse  en  la  herida  que  recibió ,  ni  en  la  muerte  de  su 
caballo  que  le  obligó  á  batirse  á  pié. 

Es  verdad  que  en  este  particular  muchos  de  sus  oficiales 
se  hallaron  en  el  mismo  caso  ,  y  siguieron  su  bello  ejem- 
plo. Tales  fueron  don  Diego  Benavente ,  capitán  de  la 
gran  guardia  nacional ,  y  comandante  interino  de  la  je- 
neral ;  el  capitán  de  milicias  don  Martin  Prais  ;  el  alférez 
Don  Alfonso  Benites,  el  capitán  Moría  y  otros ,  los  cuales 
se  mostraron  igualmente  denodados,  especialmente  el 
primero ,  que  á  pesar  de  la  herida  que  recibió  en  medio 

(1)  Parte  del  jeneral  don  Miguel  Carrera, 


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! 


430 


HISTORIA    DE    CHILE. 


del  pecho ,  permaneció  firme  en  la  acción  ;  por  donde  se 
ve  cuanto  poder  tienen  en  corazones  nobles  el  amor  de 
la  patria  y  el  deseo  de  salvarla. 

En  vista  de  lo  que  acababa  de  suceder,  Miguel  Carrera 
resolvió  no  continuar  su  marcha  y  regresar  á  Concepción, 
después  de  haber  señalado  las  posiciones  que  debía  ocupar 
su  ejército,  dividido  en  dos  cuerpos  de  observación.  El 
primero  de  estos  dos  cuerpos,  al  mando  de  O'Higgins, 
tuvo  orden  para  ir  á  acampar  á  la  punta  del  Diguillin  ;  y 
el  otro ,  bajo  las  órdenes  de  Juan  José ,  se  retiró  á  Bu- 
lluquin.  Pocos  dias  después ,  salió  un  destacamento  de 
este  segundo  cuerpo  para  ir  al  norte  del  Nuble  á  cubrir 
San  Carlos,  y  el  Parral,  y  protejer  convoyes  de  víveres 
que  se  aguardaban  de  Talca. 

Este  destacamento,  compuesto  de  cien  granaderos, 
tuvo  muy  luego ,  en  efecto ,  que  escoltar  uno  de  dichos 
convoyes,  y  se  dirijia  sobre  Bulluquin,  cuando  al  llegar 
á  Tracoyan ,  el  capitán  don  Pedro  Valenzuela ,  que  lo 
mandaba ,  acordó  con  su  teniente  Valverde  el  acampar 
allí.  Sin  embargo,  lejos  de  acercarse  la  noche,  aun  tenían 
dia  bastante  para  continuar  la  marcha ;  pero  se  hallaron 
con  unas  damas  muy  bien  parecidas  y  buenas  cantarínas, 
y  no  pudiendo  resistir  al  atractivo  que  esperimentaron , 
dieron  orden  de  hacer  los  ranchos. 

Mientras  esto  hacían ,  se  hallaba  no  lejos  de  allí  una 
partida  enemiga ,  cuyo  comandante  recibió  muy  luego 
aviso,  por  sus  espías,  así  de  la  posición  que  ocupaba  Valen- 
zuela como  del  descuido  con  que  se  divertía,  y  resolvió 
ir  á  sorprenderlo.  En  consecuencia ,  formó  una  coluna  de 
400  hombres,  la  puso  al  mando  de  don  Luis  Urrejola ,  y 
este  se  echó  á  favor  de  la  noche  sobre  las  tropas  de  Va- 
lenzuela, el  cual  acababa  justamente  de  entrar  en  su 


CAPÍTULO    XXVII.  431 

campamento,  y  á  pesar  de  la  sorpresa  y  de  la  oscuridad, 
resolvió  defenderse  á  toda  costa. 

Dicho  y  hecho,  con  prontitud  maravillosa  el  bizarro  Va- 
lenzuela  se  formó  una  trinchera  con  cajas  de  galleta  y 
con  fardos  de  charqui  ó  carne  seca,  y  así  en  posición, 
animaba  á  sus  soldados  con  palabras  y  buen  ejemplo  á 
defenderse  con  valor  y  firmeza.  En  efecto ,  hacían  una 
brillante  defensa ,  cuando  recibió  una  mortal  herida  que 
le  dejó  aun  bastante  vida  para  continuar  mandando  hasta 
que  Valverde  llegó  á  ocupar  su  lugar,  pero  tan  desgra- 
ciadamente ,  que  al  punto  se  sintió  herido  como  lo  había 
sido  su  capitán. 

En  este  crítico  trance ,  tuvo  que  tomar  el  mando  el  al- 
férez Monterilla ,  el  cual  continuó  la  resistencia  con  no 
menos  valor  que  sus  dos  jefes,  rechazando  durante  cuatro 
horas  ataques  continuos  de  un  enemigo  superior  y  furioso, 
en  términos  que  de  los  cien  granaderos  que  componían  el 
destacamento  ,  ya  no  le  quedaban  mas  que  diez  y  ocho  ; 
tal  era  la  mortandaz  y  la  sangre  de  aquella  ardorosa 
lucha.  Pero  aun  la  crisis  no  había  llegado  á  su  estremo, 
y  muy  luego  les  faltaron  municiones  á  aquellos  valientes. 
Lo  cual  visto  por  Monterilla ,  resolvió  abrirse  calle  á  la 
bayoneta  con  los  pocos  soldados  que  le  quedaban  por 
medio  del  enemigo ,  y  en  efecto  lo  ejecutó ,  llegó  sano  y 
salvo  con  ellos  á  Quirihue,  en  donde  quedaron  los  heri- 
dos al  cuidado  del  virtuoso  Merino. 

Sin  duda  el  enemigo  había  esperimentado  muchas 
pérdidas;  pero  los  pobres  patriotas  dejaron  en  aquel 
campo  de  batalla  82  muertos ,  sin  contar  los  dos  bizarros 
oficiales ,  cuya  pérdida  fué  sumamente  sentida  en  el  ejer- 
cito, y  sobretodo  por  Carrera,  que  había  puesto  las 
mayores  esperanzas  en  ellos. 


■ 


CAPITULO  XXVI lí. 

Instrucción  pública.—  Nombramiento  de  una  junta  de  educación.—  Escuelas 
de  primeras  letras.  —  Apertura  del  instituto  nacional.— Profesores  que 
tenia.—  Formación  de  una  biblioteca  pública.—  Libertad  de  imprenta. 

Mientras  que  por  el  sur,  el  ejército  sostenía  con  mas  ó 
menos  buen  éxito  el  honor  de  las  armas  chilenas,  la  junta 
gobernadora  trabajaba  en  Santiago  no  solo  por  el  buen 
orden  y  la  buena  armonía  de  la  sociedad ,  sino  también 
en  fomentar  los  sentimientos  patrióticos  que  podian  sal- 
varla y  darle  lustre.  Los  soldados  de  la  patria  arrastra- 
ban los  peligros  y  males  de  la  guerra ,  y  peleaban  por  su 
libertad  é  independencia  ;  sus  lejisladores  establecían  los 
cimientos  de  su  civilización  y  de  sus  progresos  hacia  el 
bien  y  la  prosperidad ,  y  unos  y  otros  ardían  de  amor  por 
ella  y  anhelaban  por  verla  colocada  en  el  rango  de  las 
naciones  mas  felices  y  mas  dignas  de  serlo. 

Uno  de  los  primeros  pensamientos  que  habían  sujerido 
los  primeros  gritos  de  independencia,  había  sido  el  de 
reformar  radicalmente  la  educación  moral  é  intelectual 
de  la  nación ;  porque  si  era  cierto  que  la  instrucción  en 
jeneral  habia  sido  hasta  entonces  casi  enteramente  des- 
cuidada ,  ya  fuese  por  indiferencia  ó  por  cálculo  del  go- 
bierno ,  con  el  fin  muy  mal  entendido  de  dominar  con 
menos  resistencias,  también  lo  era  que  habia  muchos 
sujetos  capaces,  y  bastante  instruidos  para  apreciar  su 
importancia  en  aquel  momento  en  que  se  trataba  de  re- 
jenerarla  á  toda  costa.  Por  consiguiente ,  no  bastaba  el 
emplear  medios  y  fuerzas  materiales  para  sacar  triunfante 
la  revolución ,  sino  que  también  se  necesitaba  alumbrar 


capítulo  xxv! rr. 


433 


á  los  entendimientos  para  desarrollar  la  razón  del  pueblo 
y  ponerlo  en  estado  de  apreciar  su  dignidad  y  su  inde- 
pendencia. 

En   aquella  época ,  el  atraso  en  la  instrucción  era 
como  acabamos  de  decir,  el  fruto  del  descuido  lamen- 
table con  que  había  sido  mirada  hasta  entonces.  A  los 
nueve  años,  y  algunas  veces  antes  de  llegará  esta  edad,  un 
muchacho  habia  concluido  el  estudio  de  latinidades',  y 
pasaba  á  filosofía  y  á  sus  silojismos,  siempre  especulati- 
vos,  jamas  prácticos  ni  aplicados  á  cosa  alguna,  y  tan 
puerilmente  ridículos  como  las  cuestiones  que  el  jenio 
escolástico  habia  imajinado  para  su  uso.  Al  curso  de  fi- 
losofía seguía  otro  deteolojía,  igualmente  fundado  en 
sofismas  é  hipótesis  tan  inintelijibles  como  inútiles  (1) 
Los  estudios  que  contribuyen  á  la  gloria  de  las  nacio- 
nes, y  sirven  esencialmente  á  labrar  su  felicidad  mate- 
rial ,  tales  como  la  química ,  las  ciencias  naturales     la 
economía  política  y  otras,  no  eran  conocidas  allí  ni'  de 
nombre,  y  si  desde  algunos  años  á  aquella  parte  se  in- 
sertaban en  el  programa  de  un  colejio ,  debido  á  la  sabia 
solicitud  del  benemérito  don  Manuel  Salas,  las  matemá- 
ticas, el  dibujo  y  la  cosmografía,  la  enseñanza  de  todo 
esto  se  hacia  de  un  modo  muy  superficial  y  defectuoso 
en  primer  lugar,  por  el  poco  saber  de  los  maestros,  y 
en  seguida ,  por  la  vijilancia  inquisitorial  que  se  oponía 
continuamente,  de  un  modo  ó  de  otro,  á  todo  adelanto 
positivo  y  propio  á  desarrollar  las  facultades  intelectua- 
les de  cuantos  las  estudiasen. 

Por  todas  estas  razones,  la  reforma  de  la  enseñanza 
publica  era  de  la  mayor  urjencia. 

En  el  momento  de  ser   revestido  del  poder,  Miguel 

(1)  Vidaürre.  Hist.  manuscrita  do  Chile. 

V.  Histoma.  90 


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HISTORIA    DE    CHILE. 


Carrera  habia  adoptado  con  el  apresuramiento  de  un 
buen  patriota  las  benéficas  ideas  de  aquellos  ilustres  Chi- 
lenos ,  y  habia  dado  órdenes  para  la  fundación  de  un 
instituto  nacional  que  le  parecía  ser  el  establecimiento 
mas  propio  á  propagar  en  Chile  una  instrucción  ver- 
daderamente nacional.  Desgraciadamente  ,  la  invasión 
de  Pareja  le  habia  obligado  á  salir  de  la  capital,  y  habia 
tenido  que  apartarse  de  esta  grande  empresa,  delegando 
todo  este  importante  cuidado  á  sus  colegas,  principal- 
mente á  aquellos  que  la  habían  imajinado  y  que,  por 
consiguiente ,  debían  necesariamente  poseer  los  secretos 
mas  propios  á  llevarla  á  cabo. 

Pero  antes  de  establecer  estas  escuelas  superiores,  se 
reflexionó  naturalmente  que  era  indispensable  el  pre- 
parar el  pueblo  á  ellas  dándole  lecciones  de  primeras 
letras.  Para  realizar  este  pensamiento  el  gobierno 
nombró  de  comisarios  de  la  ejecución  al  senador  don 
Juan  Egaña,  que  ha  sido  uno  de  los  mas  celosos  pro- 
motores de  la  instrucción  chilena ;  al  director  jeneral 
de  estudios  don  Juan  José  Aldunate,  y  ai  rector  del 
convictorio  Carolina  don  Francisco  José  de  Echaur- 
ren,  igualmente  celosos  por  el  bien  del  país.  La  comisión 
así  compuesta  tenia  por  objeto  : 

«  El  formar  y  presentar  á  la  mayor  brevedad  un  plan 
de  educación  nacional  que  proponga  la  instrucción  moral 
y  científica  que  debe  darse  á  todos  los  Chilenos ,  y  la 
clase  de  virtudes  que  especialmente  puedan  hacer  mas 
feliz  este  país  y  en  que  el  gobierno  debe  empeñar  sus 
cuidados  para  trasformaiios  en  costumbre,  y  hacer  de 
ellos  como  un  carácter  propio  y  peculiar  de  los  habi- 
tantes. »  (1). 

(1)  Monitor  araucano,  n°  29. 


CAPÍTULO    XXVJII. 


435 


Por  aquí  se  ve  que  la  instrucción  moral  quedaba  inse- 
parable de  toda  otra  instrucción,  y  qué,  lejos  de  eso 
debía  sobresalir  como  indispensable  á  un  pueblo  sencillo 
en  costumbres  y  conocimientos,  y  que  en  medio  de  sus 
esfuerzos  por  conquistar  su  libertad,  habría  podido  de- 
jarse llevar  de  inspiraciones  de  odio  y  venganza  tan  fre- 
cuentes en  contrarios  partidos. 

Al  principio,  se  pensó  en  constituir  esta  escuela  de  pri- 
meras letras  obligatoria  en  todas  las  clases  de  la  sociedad  • 
pero  muy  pronto  se  pudo  conocer  que  la  circunstancia' 
de  haber  muchísimos  habitantes  en  el  campo,  como  los 
hay  aun  en  el  dia,  dejaría  la  ley  jeneral  sin  fuerza  ni 
acción  sobre  ellos,  y  hubo  que  limitar  las  pretensiones 
en  este  particular  á  fomentar  dicha  enseñanza  por  todos 
los  medios  posibles,  especialmente  por  el  de  comunicarla 
gratuitamente.  Así,  en  un  reglamento  firmado  el  18  de 
jumo  de  1813,  se  mandaba  que  en  todas  las  ciudades 
villas  y  pueblos  de  cincuenta  vecinos  fuese  establecida" 
una  escuela  de  primeras  letras,  la  cual  debia  hallarse 
situada  en  medio  de  la  población,  y  costeada  por  los 
propios  del  lugar,  con  recomendación  especial  de  la 
preferencia  que  se  había  de  dar  á  dichos  gastos  sobre 
cualesquiera  otros.   Tal  fué  la  importancia  que  aquellos 
dignos  patriotas  dieron  á  la  propagación  de  los  primeros 
elementos  de  instrucción  jeneral.  El  reglamento  prescri- 
bía ademas  que  en  cada  una  de  dichas  escuelas  debia  • 
«  Haber  un  fondo  destinado  para  costear  libros,  papel 
y  demás  utensilios  de  que  necesitaban  los  educandos,  de 
tal  modo  que  los  padres  de  familia,  bajo  ningún  pretesto 
ni  por  titulo  alguno,  sean  gravados  con  la  mas  pequeña 
contribución  (1).  » 

(l)  Monitor  araucano  ,  ii°  36. 


B6 


Í1ST0RIA    DE    CHILE. 


Ya  se  ve  que  el  reglamento  no  exijia  de  los  padres  de 
familia  mas  que  su  buena  voluntad ,  y  el  útil  concurso  de 
sus  hijos  á  aquella  obra  de  rejeneracion  social. 

En  seguida ,  el  nombramiento  de  maestros  aptos  y 
capaces  reclamaba  naturalmente  la  primera  atención.  En 
efecto,  del  celo  y  capacidad  de  estos  maestros  dependía 
el  porvenir  de  la  juventud  que  iba  á  ser  puesta  á  su  cui- 
dado ,  y  solo  hallándose  ellos  mismos  penetrados  del  ver- 
dadero" espíritu  de  su  misión ,  podian  inculcar  á  sus 
discípulos  principios  fructíferos  de  virtud  y  de  ciencia. 
Ciertamente  habria  sido  pretender  demasiado  el  querer 
hallar  profesores  de  superior  capacidad  en  una  época  en 
que  Chile  no  poseia  aun  las  escuelas  normales  en  donde 
se  forman  actualmente  jóvenes  que ,  al  salir  de  ellas ,  son 
aptos  para  ir  á  transmitir  sus  lecciones  y  demás  frutos  de 
su  buena  enseñanza  y  aplicación  á  las  provincias  á  donde 
el  gobierno  los  destina  con  este  objeto.  En  dicha  época 
de  ignorancia,  era  forzoso  el  darse  por  satisfecho  con 
encontrar  sujetos  de  celo ,  y  que  con  algunos  conoci- 
mientos ,  tuviesen  buenos  principios  de  moral  para  co- 
municarlos á  sus  alunos. 

Para  estas  pruebas ,  tenian  que  presentar  dos  certifi- 
cados; uno  de  moralidad  y  buena  conducta,  firmado 
por  el  juez  del  lugar,  y  por  su  cura  párroco,  que  lo 
examinaba  sobre  los  puntos  de  doctrina  cristiana;  y  otro, 
que  era  una  especie  de  diploma  de  capacidad ,  firmado 
por  un  examinador  y  por  dos  miembros  del  cabildo.  Se 
exijia  de  él,  ademas  de  estas  pruebas,  la  de  su  patrio- 
tismo :  «  que  ha  de  ser,  (decía  el  reglamento)  decidido  y 
notorio,  .  pues  el  fin  que  se  proponía  el  gobierno  pro- 
pagando la  instrucción  por  todos  estos  medios,  era  no 
solo  desarrollar  las  facultades  intelectuales  del  pueblo, 


CAPÍTULO    XXVIII. 


437 


sino  también  el  reformar  enteramente  el  carácter  na- 
cional ,  educándolo  según  las  ideas  del  siglo ,  é  infun- 
diendo en  los  corazones  el  amor  patrio,  la  mas  noble 
pasión  del  hombre,  y  el  de  la  libertad,  que  enjendra 
dignidad  y  propia  estimación  de  sí  mismo.  Por  todas 
estas  razones ,  se  había  indicado  en  el  catálogo  de  libros 
destinados  á  este  iénero  de  instrucción ,  el  compendio  de 
la  Historia  de  Chile  de  Molina  ,  propio ,  por  los  ejem- 
plos de  patriotismo  que  ofrece,  á  inspirarles  aprecio  y 
amor  al  país ,  el  cual  en  aquel  instante  conquistaba  el 
título  de  verdadera  nación. 

Pero  aun  no  quedaron  aquí  la  solicitud  y  las  previsiones 
del  gobierno  en  favor  del  pueblo ,  pues  para  conseguir 
que  los  reglamentos  fuesen  exactamente  seguidos ,  dio  al 
deán  del  cabildo  de  cada  localidad  el  cargo  de  visitar, 
alómenos  una  vez  al  mes,  la  escuela,  observando ,  apro- 
bando ó  censurando  el  método,  y  cuanto  se  hiciese  en 
ella;  animando  y  dirijiendo  á  los  maestros;  y  enfin,  de 
hacer  una  visita  jeneral  todos  los  seis  meses,  en  virtud 
de  la  cual  debia  dar  parte  al  gobierno  de  los  progresos 
de  los  alumnos,  del  estado  de  la  escuela  y  de  sus  rentas 
y  gastos. 

Otro  parte  semejante  debia  ser  enviado  tocante  á  las 
escuelas  de  niñas  y  jóvenes,  escuelas  con  que  el  gobierno 
habia  dotado  las  provincias,  y  dirijidas  por  virtuosas 
maestras. 

Resumiendo  cuanto  se  acaba  de  decir  sobre  esta  intere- 
santísima materia,  por  medio  de  las  escuelas  de  primeras 
letras,  el  gobierno  conseguía  infundir  intelijencia  al 
pueblo ,  ponerlo  en  la  vía  de  alcanzar  por  sí  mismo  á  sa- 
tisfacer todas  sus  necesidades  ,  y  difundir  el  sentimiento 
de  la  independencia  individual  tan  necesario  para  formar 


438  HISTORIA    DE   CHILE. 

el  espíritu  nacional.  Pero  aun  esto  no  bastaba;  el  go- 
bierno llevaba  sus  previsiones  mas  allá,  y  proyectaba 
perfeccionar  las  facultades  intelectuales  de  cuantos  pu- 
diesen y  quisiesen  dedicarse  á.las  carreras  de  las  cien- 
cias,  de  las  letras  y  bellas  artes,  fundando  el  grande 
establecimiento  conocido  aun  en  el  dia  bajo  el  nombre 
de  instituto. 

La  primera  idea  de  esta  fundación  data ,  como  ya  se 
ha  dicho,  del  año  1812,  pero  su  apertura  no  se  realizó 
hasta  el  10  de  agosto  de  181o,  verdadero  dia  de  gloria 
para  aquellos  ilustres  filántropos  que  tanto  habían  con- 
tribuido á  ella.  El  gobierno,  acompañado  del  senado, 
de  la  majistraturay  escoltados  de  una  imponente  fuerza 
militar,  honró  aquella  brillante  función ,  que  fué  cele- 
brada con  la  mayor  pompa ,  y  aplaudida  con  jeneral 
entusiasmo.  «  La  capital  (dice  el  Monitor  araucano)  no 
habia  visto  otra  mas  digna  ni  sentido  un  placer  tan  de- 
licado. Un  concurso  brillante  y  numerosísimo  de  toda 
edad,  sexo  y  condición ,  bendecían  al  cielo  y  á  los  padres 
del  pueblo,  y  se  complacían  en  los  efectos  benéficos  de 
su  naciente  libertad.  Jamas  les  pareció  mas  preciosa  ni 
mas  dulce  ;  por  tanto  rogaban  al  padre  de  los  hombres 
por  los  firmes  apoyos  de  esta  libertad,  el  jeneral  en  jefe 
y  todo  el  ejército  restaurador.  El  instituto,  decían  unos, 
se  encarga  de  inmortalizarlos  :  de  su  seno  saldrán  el  jenio 
de  la  poesía  y  los  talentos  de  la  historia.  Este  acto  ,  de- 
cían otros,  es  uno  de  los  mas  interesantes  de  la  revolución. 
Los  pueblos  que  nos  observan ,  y  la  posteridad  que  ha 
de  juzgarnos,  y  que  ha  de  contemplar  con  interés  todos 
los  sucesos  de  este  memorable  período ,  admirarán  que 
hubiésemos  podido  concebir  un  designio  semejante  en 
medio  del  estruendo  de  las  armas,  y  que  hubiésemos 


CAPITULO    XXVIIÍ. 


439 


llegado  á  plantear  y  concluir  una  obra  tan  grandiosa  (1).  » 
Esta  función  tuvo  lugar  en  el  museo  nacional,  fundado 
en  la  Universidad  de  San  Felipe.  El  doctor  Vera  abrió 
la  sesión  por  un  himno  que  respiraba  los  mas  puros  sen- 
timientos de  patriotismo,  y  ensalzando  los  beneficios  in- 
finitos de  las  luces  y  de  la  civilización.  Tras  el  doctor 
Vera,  el  joven  don  Mariano  Egaña,  digno  heredero  de 
la  elocuencia  de  su  padre ,  pronunció  en  nombre  del 
poder  ejecutivo,  cuyo  secretario  era  ápesar  de  su  tierna 
edad ,  una  relación  en  la  cual  espuso  el  estado  de  abati- 
miento y  de  ignorancia  en  que  estafa  postrado  el  país 
desde  la  época  de  la  conquista ,  á  pesar  del  jenio  natural 
de  los  habitantes  y  de  la  fertilidad  y  riqueza  de  su  terri- 
torio. En  seguida,despues  de  haber  anunciado  las  victorias 
de  Yerbas-Buenas,  San  Carlos  y  Talcahuano  como  pre- 
cursoras de  la  independencia  futura  del  país ,  les  insinuó 
claramente  que  para  ser  dignos  y  merecedores  de  gozar 
de  ella,  necesitaban  adquirir  la  instrucción  y  educación 
quedólas  pueden  ilustrar  un  país,  y  hacer  felices  á  sus 
habitantes.  t<  Diez  y  nueve  cátedras,  continuó  diciendo, 
de  todas  las  ciencias;  un  museo  que  comprende  todos 
los  departamentos  necesarios  para  sus  esperiencias  y 
progresos ;  una  educación  pública  gratuita ,  abierta  á 
todos  los  ciudadanos  del  estado,  y  auxiliados  con  cuantas 
beneficencias  son  posibles;   unas  instituciones  para  ci- 
mentar las  costumbres  de  vuestros  hijos  en  el  honor  y  la 
virtud,  son  el  resultado  de  las  meditaciones  y  fatigas  del 
supremo  gobierno.  » 

Al  mismo  tiempo,  les  esponia  Egaña  muy  pormenor 
el  objeto  y  la  importancia  de  estas  carreras,  demos- 
trando la  influencia  que  tendrían  en  la  prosperidad  del 

(1)  Monitor  araucano,  n°  55. 


/j/j.0  HISTORIA    DE    CHILE. 

país ,  puesto  que  todas  las  clases  de  la  sociedad  sacarían 
ele  ellas  utilidad  y  provecho  ;  relijiosos ,  lejistas ,  médi- 
cos, agricultores,  militares,  todos,  y  aquellos,  enfin,  cuyas 
profesiones  se  ejercen  por  la  operación  del  entendimiento 
y  por  la  meditación.  Dejándose  llevar,  en  seguida,  de  la 
vehemencia  de  su  discurso,  concluye  con  un  exorto  á 
todos  sus  oyentes ,  en  estos  términos  :  —  «  Padres  de 
familia,  y  majistrados  que  sois  los  padres  de  la  sociedad; 
¡vosotros  vais  á  responder  á  Dios,  á  vuestros  hijos,  á 
vuestros  pueblos  y  al  mundo  entero  de  la  neglijencia  que 
tengáis  en  la  educación  de  vuestras  familias  y  conciuda- 
danos !  Comisionados  para  la  perfección  y  conducción  de 
esta  grande  obra ,  mirad  vuestro  encargo ;  ved  si  hay 
otro  mas  sagrado  sobre  la  tierra ;  ya  estáis  en  un  círculo 
de  donde  no  podéis  salir  sin  el  desprecio  ó  la  gratitud 
pública  mas  grande  y  mas  bien  merecida.  ¡  Funcionarios 
públicos,  y  todos  los  que  vais  á  coadyuvar  en  este  gran- 
dioso establecimiento ;  la  humanidad,  el  decoro,  la  razón, 
la  patria  y  el  gobierno  os  encargan  que  no  pongáis  trabas, 
dificultades  capciosas  ó  nimios  inconvenientes  cuando  se 
trata  del  bien  mas  interesante!  (1)  » 

Este  discurso ,  que  aparece  lleno  de  patriotismo  y  de 
convencimiento  ,  conmovió  á  todo  el  auditorio  y  levantó 
aplausos  que  manifestaban  claramente  cuan  penetrados 
estaban  todos  de  los  bienes  infinitos  que  les  prometía. 
Después  de  Egaña ,  habló  Echaurren ,  el  cual ,  confor- 
mándose al  antiguo  uso  ,  que  aun  se  sigue  alguna  vez  , 
bien  que  a  razón  lo  desapruebe ,  pronunció  otro  dis- 
curso en  latín. 

Terminados  todos  estos  discursos,  el  gobierno,  los 
majistrados  y  demás  autoridades  que  le  habían  acom- 

fl)  Monitor  araucano,  11°  56. 


CAPITULO    XXVIII. 


441 


panado,  escoltados  del  mismo  modo  que  á  la  entrada, 
por  las  tropas  con  banderas  tricolores  desplegadas ,  se 
dirijieron  al  instituto,  en  cuya  capilla  se  cantó  un  Te 
Deum ,  é  imploraron  la  protección  del  Todopoderoso  en 
favor  de  la  revolución  y  de  un  establecimiento  que  iba  á 
ser  un  santuario  de  sabiduría  y  de  virtud. 

En  efecto,  el  instituto  prometía  ser  un  centro  intelec- 
tual de  donde  debía  salir  y  derramarse  por  todos  los 
puntos  de  la  República  la  luz  y  el  espíritu  de  moralidad 
y  de  civismo  que  principalmente  habían  de  contribuir  á 
su  ilustración.  El  programa  de  estudios  era  tan  estendido 
como  variado,  y  se  resentía  tal  vez  del  vehemente  deseo 
que  tenían  aquellos  hombres,  esencialmente  progresistas, 
de  propagar  ideas  y  luces ,  sin  pararse  en  los  mas  ó  menos 
recursos  que  tenían  para  la  ejecución  de  tamaña  empresa. 
Según  dicho  programa ,  se  habia  de  estudiar  todo  lo  que 
es  concerniente  á  las  clases  inferiores ,  segundarias  y  su- 
periores ó  profesionales,"  gratuitamente,  como  queda 
dicho ,  afín  de  facilitar  á  todas  las  capacidades,  de  todos 
rangos  y  condiciones,  la  carrera  á  la  cual  se  sintiesen  in- 
clinadas. Por  consiguiente,  habia  cursos  militares,  legis- 
lativos, medicales,  humanitarios  y  aun  también  teolójicos ; 
y  en  este  particular,  se  habia  resuelto,  á  consecuen- 
cia de  un  concordato  entre  el  gobierno  y  las  autorida- 
des eclesiásticas,  que  el  seminario  seria  reunido  al  ins- 
tituto, conservando,  con  todo  eso,  todos  sus  derechos 
é  inmunidades  tocante  á  sus  rentas  y  á  su  jurisdicción. 

Siendo  el  objeto  de  aquel  establecimiento  sobrema- 
nera nacional ,  las  autoridades  mandaron  que  todos  los 
alumnos  llevasen  un  mismo  uniforme,  afín  de  que  se  pe- 
netrasen desde  sus  primeros  años  del  espíritu  de  igual- 
dad en  que  se  apoya  principalmente  un  gobierno  democrá- 


im 


HISTORIA    DE    CHILE. 


tico ;  y  para  infundirles  el  amor  de  la  patria,  se  les  dieron 
sus  colores  emblemáticos,  y  cada  alumno  llevaba  en  la 
beca  morada  de  su  opa  la  escarapela  tricolor  sobre  un 
fundo  de  diferentes  colores,  según  la  clase  de  estudios 
que  seguía.  Esta  era  la  única  distinción  entre  todos  los 
estudiantes  del  instituto ,  y  solo  el  que  se  distinguía  por 
algún  mérito  particular,  podia,  como  benemérito  de  la 
juventud ,  poner  sobre  dicho  emblema  una  corona  cí- 
vica bordada  de  oro.  Al  mismo  tiempo  que  lisonjeaba  el 
amor  propio,  esta  distinción  era  un  estímulo  para  los 
demás  condiscípulos ,  y  daba  cierto  realce  al  estableci- 
miento mismo. 

Las  diferentes  escuelas  anunciadas  en  el  programa  no 
se  abrieron  todas  á  un  mismo  tiempo,  y  sí  sucesiva- 
mente á  medida  que  los  recursos  lo  permitían ;  y  para 
profesores  se  nombraron  sujetos  que  bien  que  no  hu- 
biesen hecho  un  estudio  especial  del  mecanismo  y  de  los 
diversos  métodos  de  enseñanza  ,  inspiraban  sin  embargo 
bastante  confianza  por  sus  luces  y  capacidad  para  dirijir 
los  estudios,  y  por  el  esmero  con  que  procuraban  instruirse 
en  las  ciencias  que  habían  de  enseñar  á  sus  discípulos. 
La  mayor  parte  de  estos  profesores  pertenecían  al  clero  , 
porque  en  él  se  hallaba  naturalmente  mas  instrucción  : 
don  Francisco  de  la  Puente ,  considerado  como  el  padre 
de  las  matemáticas  en  Chile  ;  el  cura  Bejanilla  tan  con- 
vencido, fervoroso  y  entregado  á  los  deberes  de  su  santo 
ministerio,  bien  que  la  naturaleza  lo  hubiese  hecho  nacer 
para  la  mecánica  por  pasión  y  por  conocimientos  natu- 
rales innatos  en  él ,  por  decirlo  así ;  —  don  Juan  Aguilar 
de  los  Olivos,  —  don  José  Antonio  Urrutia,  profe- 
sores, el  primero  de  sagrada  escritura,  y  el  segundo 
de  dogmas  é  historia  de  nuestra  relijion,  —  todos  estos 


CAPÍTULO    XXVIII. 


443 


fueron  nombrados,  como  lo  fué  también  el  senador  don 
Juan  Egaña ,  el  cual  era  profesor  de  elocuencia  y  de  pa- 
nejírica.  Otros  muchos  profesores  de  gran  mérito  fueron 
ademas  nombrados,  sobresaliendo  entre  ellos  los  presbí- 
teros Juan  de  Dios  Arlegui  y  José  María  Argandoña,  que 
profesaban  los  derechos  de  jentes,  de  economía  política, 
de  las  leyes  de  la  nación  y  todo  cuanto  era  concerniente 
á  los  manantiales  de  la  riqueza,  al  gobierno  de  la  sociedad 
y  á  todos  los  conocimientos  necesarios  no  solamente  á 
ciertos  individuos,  sino  también  á  todas  las  clases ,  es 
decir  á  toda  la  nación,  afín  de  gozar  de  la  libertad  bien 
interpretada  y  entendida ,  y  defender  los  derechos  que  le 
pertenecen  con  razones  fundadas  en  las  leyes  mismas  de 
la  naturaleza. 

Para  poder  defenderlos  con  la  fuerza ,  ham>  sido  ins- 
tituido en  el  mismo  colero  un  curso  de  ciencia  militar,  á 
la  verdad,  propio  especialmente  á  los  alumnos  destinados 
á  este  ramo ,  y  á  algunos  otros  á  quienes  se  querían  dar 
algunas  nociones  de  él.  Porque  en  la  situación  del  país , 
en  aquella  época,  no  se  creía  que  fuese  conveniente  el 
difundir  una  instrucción  esclusivamente  civil ,  y  se  quería 
que  los  jóvenes  tomasen  hábitos  militares,  en  atención  á 
que ,  tarde  ó  temprano ,  habrían  de  contribuir  á  la  de- 
fensa del  país ,  ya  como  soldados  del  ejército ,  ya  como 
milicianos.  Tales  eran  los  motivos  plausibles  que  habia 
para  dar  á  la  juventud  una  inclinación  fomentada  insen- 
siblemente con  ejercicios  bélicos. 

Independientemente  del  esmero  y  cuidado  conque  la 
junta  de  educación  y  el  gobierno  escojieron  escelentes 
profesores,  también  tomaron  medidas  para  que  estos  pu- 
diesen llenar  sus  deberes.con  fruto  ,  proporcionándoles 
los  libros  é  instrumentos  necesarios;  y  al  efecto  se  señaló 


-5 


hkk 


HISTORIA    DE    CHILE. 


una  cantidad  de  dinero  suficiente  para  comprarlos  en 
Europa ,  á  pesar  de  la  penuria  de  la  tesorería ,  por  las 
guerras  que  la  nación  había  tenido  que  sostener  en  el 
Sur.  Pero  las  cabezas  chilenas  tenían  tanto  anhelo  por 
ilustrarse ,  que  nadie  puso  reparo  en  someterse  á  los 
mayores  sacrificios. 

En  consecuencia ,  se  votó  también  la  fundación  de  una 
biblioteca  en  un  lugar  abierto  á  los  profesores,  á  sus 
discípulos  y  al  público,  en  cuyo  lugar  se  habían  de  ha- 
llar reunidos  los  tratados  mas  útiles  para  cada  ramo  de 
estudios ,  sirviéndose  desde  luego  de  los  que  habia  en  la 
Universidad  y  en  otros  establecimientos  públicos.  En  esta 
ocasión,  como  en  todas  las  de  esta  especie,  el  patrio- 
tismo de  los  habitantes  se  mostró  pronto  y  jeneroso 
para  realizar  los  buenos  efectos  de  tan  noble  pensa- 
miento :  don  Juan  Egaña ,  Feliciano  Letelier,  Mateo 
Arnaldo  Hoevel  y  otros  muchos  sujetos  de  distinción, 
tanto  de  Santiago  como  de  las  provincias,  particular- 
mente de  Talca ,  aprontaron  su  escote  para  la  erección 
de  dicho  monumento  de  ciencia,  destinado  á  alcanzar 
un  alto  grado  de  prosperidad ,  por  la  solicitud  del  go- 
bierno ,  y  la  sabiduría  de  su  actual  director  don  Fran- 
cisco García  de  Huidobro. 

En  medio  de  estos  grandes  esfuerzos  de  fomento  in- 
telectual ,  se  presentaba  naturalmente  la  grave  cuestión 
de  la  propagación  de  ideas  liberales  por  medio  de  la  li- 
bertad de  la  prensa ,  cuestión  que  no  olvidaron  aquellos 
ilustres  progresistas. 

Ciertamente ,  en  atención  á  las  intenciones  manifies- 
tas del  gobierno  de  fomentar  el  desarrollo  de  las  luces  por 
medio  de  la  propagación  de  la  enseñanza  pública,  era 
permitido  creer  que  á  esta  enseñanza  debia  seguir  natu- 


CAPITULO    XXVJII. 


4*45 


raímente  la  libertad  de  comunicar  y  transmitir  todos  los 
medios  que  le  eran  propios ,  bajo  la  condición  de  que  no 
fuesen  opuestos  al  gobierno,  ni  perjudiciales  á  nadie. 
Esta  condición  era  tanto  menos  difícil  de  cumplir  en 
aquella  época,  cuanto  los  periódicos  eran  aun  raros,  es- 
taban por  decirlo  así  en  pañales  y  tenían  ya  bastante 
que  hacer  en  tratar  cuestiones  de  libertad  puramente  ci- 
vil ,  sin  elevarse  precozmente  á  las  gravísimas  de  liber- 
tades políticas.  Esto  es  tan  cierto ,  que  el  solo  diario  que 
se  leia  entonces  era  costeado,  en  gran  parte,  por  el 
gobierno  mismo,  y  redactado  por  escritores  que  eran 
miembros,  ó  apoyos  de  este  mismo  gobierno.  En  sus 
opiniones,  en  sus  sanas  intenciones  y  juicio  recto,  estos 
escritores  consideraban  un  diario  como  un  puro  instru- 
mento de  la  verdad  y  de  la  razón ;  como  una  centinela 
avanzada  contra  los  abusos ;  como  una  salvaguardia  de 
todo  derecho  lejítimo  y  enfm ,  como  la  sola  garantía  de 
libertad  individual ,  en  los  límites  señalados  por  las  leyes 
y  tratados  de  derecho  público. 

Si,  por  otra  parte,  los  propagadores  de  la  civilización 
preveían  que  tal  vez  las  pasiones  podrían  tener  en  la  li- 
bertad de  la  prensa  un  campo  abierto  para  calumniar, 
provocar  y  oprimir  á  los  particulares ,  semejante  previ- 
sión no  podia  aun  tener  por  objeto  los  intereses  de 
aquella  época,  visto  el  estado  de  ignorancia  en  que  todos 
se  hallaban  respecto  á  discusiones,  antagonismos,  ren- 
cores y  combates  políticos.  Cuando  hubiesen  adelantado 
bastante  en  la  carrera  para  conocerlos  y  servirse  de 
ellos,  también  habrían  hecho  los  mismos  progresos  para 
preservarse  de  sus  malos  efectos. 

Penetrado  el  gobierno  de  la  fuerza  de  todas  estas 
consideraciones ,  y  de  lo  indispensable  que  era  la  liber- 


A46 


HISTORIA   DE   CHILE. 


tad  de  escribir  y  publicar  sus  opiniones  para  formar  pu- 
blicistas capaces  de  ilustrar  al  país  y  dirijir  la  opinión 
pública,  sosteniendo  los  intereses  del  gobierno,  que,  en 
todo  caso ,  deben  de  ser  los  mismos  que  los  de  l'a  nación, 
se  decretó  por  el  senado  dicha  libertad  de  la  prensa  la 
mas  ilimitada,  puesto  que  por  este  decreto  (23  de  ju- 
nio 1813),  todos  podían  publicar  sus  ideas  y  opiniones 
en  asuntos  públicos  y  privados  sin  previa  censura,  y  bajo 
los  auspicios  de  un  senador  nombrado  por  el  senado 
mismo,  para  que  mantuviese  la  ejecución  del  decreto, 
precaviendo  los  abusos  á  que  diese  lugar  en  perjuicio 
de  los  altos  fines  á  donde  se  dirijia. 

Para  alcanzar  á  estos  con  mas  certeza,  se  ideó  no 
una  junta  de  censura  sino  una  junta  protectora,  com- 
puesta de  siete  vocales  sorteados  entre  los  sujetos  de 
mayor  distinción  de  la  capital.  Esta  junta  no  tenia  nin- 
gún derecho  de  iniciativa  contra  los  que  delinquiesen  en 
materia  de  escritos,  y  solo  podia  recibir  quejas,  y  de- 
cidir si  realmente  había  lugar  á  ellas.  En  el  caso  que  así 
fuese  ,  el  asunto  era  del  resorte  de  los  tribunales  ordina- 
rios, los  cuales,  para  formar  su  juicio  y  sentenciar,  de- 
bían oir  al  senador  vijilante  del  decreto  ;  por  manera  que 
la  ley  se  presentaba  como  un  protector  del  delincuente, 
en  los  límites  de  la  justicia  y  del  buen  derecho.  Ya  se  ve 
cuan  bien  protejida  se  hallaba  la  libertad  de  escribir, 
puesto  que  una  queja  de  calumnia,  supuesta  bien  fundada, 
no  podia  comprometer  á  su  autor  hasta  que  dos  autori- 
dades le  hubiesen  juzgado  con  conocimiento  de  causa. 

Pero  si  el  publicista  tenia  campo  ancho  para  criticar 
los  actos  del  gobierno,  y  aun  los  de  particulares,  no 
tenia  la  misma  libertad  para  tratar  de  cuestiones  teoló- 
jicas.  En  un  país  en  donde  los  sentimientos  relijiosos 


CAPÍTULO    XXVIII. 


khl 


estaban  en  toda  su  pureza,  sin  que  nadie  soñase  en  dis- 
cutir sobre  puntos  de  fe  y  de  creencia,  no  debia  ser  per- 
mitido aflojar  este  poderoso  resorte  de  la  moralidad, 
bien  que  muy  seguramente  no  fuese  de  temer  que  ningún 
escritor  lo  hubiese  intentado.  Con  todo  eso ,  el  gobierno 
tuvo  por  conveniente  el  prever  este  grave  inconveniente 
de  la  libertad ,  en  vista  de  la  estension  que  habían  to- 
mado las  máximas  filosóficas  del  siglo  18°,  y  de  la  fre- 
cuencia de  comunicaciones  con  Europa ;  y  en  el  mismo 
decreto  de  la  libertad  de  la  prensa,  declaraba,  por  uno 
desús  artículos,  «  que  los  escritos  relijiosos  no  pueden 
publicarse  sin  previa  censura  del  ordinario  eclesiástico, 
y  de  un  vocal  de  la  junta  protectora ;  »  —  «  Conven- 
cido (continuaba  diciendo)  de  que  es  un  delirio  que  los 
hombres  particulares  disputen  sobre  materias  y  objetos 
sobrenaturales.  » 

Por  esta  restricción  en  favor  de  la  moral  y  de  la  so- 
ciedad entera,  la  fe  guardaba  todo  su  poder  para  resistir 
á  falsas  máximas  filosóficas,  continuar  reinando  en  co- 
razones bien  nacidos  y  en  entendimientos  sanos ,  como  lo 
eran ,  en  jeneral ,  los  Chilenos ,  y  enfin  ,  manteniéndose 
en  su  primitiva  pureza ,  como  principal  apoyo  de  toda 
virtud ,  y  consuelo  sublime  de  desgraciados. 


• 


L 


CAPÍTULO  XXIX. 


Formación  de  un  padrón  jcneral  de  los  habitantes  y  establecimiento  de  un 
cementerio.  -  Alarmada  de  los  progresos  de  la  invasión  ,  la  junta  gober- 
nadora exorta  los  habitantes  á  que  acudan  al  socorro  de  la  patria.—  Estí- 
mulo que  da  al  servicio  militar.—  Se  enarbola  la  bandera  nacional  en  la 
plaza.  —  Demostraciones  públicas  en  honra  del  ejército  con  el  objeto  de 
reanimar  su  moral.—  El  partido  realista  levanta  la  cabeza,  favorecido  por 
los  escesos  cometidos  al  sur.—  Levantamiento  de  Santa  Rosa  de  los  Andes. 
—  Muerte  del  jefe  de  la  insurrección. 


■ 


Después  de  haber  puesto  la  enseñanza  pública  á  cargo 
de  sujetos  que  ofrecían  las  mejores  garantías  de  capa- 
cidad, instrucción  y  filantropía,  el  gobierno  esperaba 
poder  dar  toda  su  atención  y  cuidado  á  las  reformas  que 
cada  dia  se  hacían  mas  urjentes ;  pues  la  nueva  política, 
como  ya  se  ha  dicho ,  era  tan  diferente  de  la  que  se 
había  seguido  hasta  entonces ,  que  en  todo  se  notaba  su 
novedad  :  costumbres,  opiniones,  interés  privado  y  hasta 
en  las  mismas  leyes ,  en  cuanto  estas  eran  la  espresion 
de  hábitos  nacionales ,  y  una  especie  de  reglamento  puro 
y  sencillo  de  una  administración  colonial. 

Desgraciadamente,  por  la  misma  razón  de  que  la 
opinión  pública  debía  apoyarse  en  pruebas  claras  y  evi- 
dentes, se  formaba  demasiado  lentamente,  y  por  falta 
de  luces  y  de  hábitos  de  administración  republicana,  los 
habitantes  se  dejaban  mas  bien  llevar  que  convencer, 
acerca  del  nuevo  orden  de  cosas.  Por  otra  parte ,  era 
muy  difícil  el  emplear  los  medios  enérjicos  de  toda  re- 
volución para  introducir  reformas  que  no  podían  menos 
de  ser  contrarias ,  por  de  pronto ,  á  diversos  intereses , 


CAPÍTULO    XXIX. 


449 


por  mas  que  se  fundasen  en  principios  de  justicia  y  de 
sabiduría.  Tampoco  el  prestijio  de  los  que  mandaban  era 
bastante  grande  para  dar  un  fuerte  impulso  decisivo  á 
dichas  reformas,  y  dejando  á  parte  Infante,  que  tenia 
tanta  firmeza  como  convencimiento,  todos  los  demás 
temporizaban  y  obraban  tímidamente,  muy  lejanos  de 
la  firmeza  necesaria  en  épocas  de  revolución  y  de  in- 
novaciones, para  inspirar  confianza  y  decisión  á  un 
pueblo. 

Sin  duda  alguna  la  prudencia  aconsejaba  en  aquellas 
circunstancias,  el  respetar  y  no  violentar  derechos  ad- 
quiridos, fundados  en  leyes   escritas  y  vijentes,  y  en 
principios  de  derecho  que  habían  servido  de  regla  hasta 
entonces;  pero  no  por  eso  se  debían  desechar  reformas 
justas ,  necesarias  y  oportunas  en  aquel  instante  sobretodo 
en  que  la  notable  alteración  que  se  veia  en  las  transac- 
ciones legales  favorecía  su  introducción.  Tal  era  la  opi- 
nión de  los  partidarios  de  la  revolución;  pero  estos  en- 
contraban  mucha   resistencia  por  parte  de  los  de  la 
constitución,  los  cuales  consideraban  esta  como  piedra 
fundamental  del  estado,  sobre  la  cual  habia  de  descansar 
odo  el  edificio  social;  motivo  por  el  cual,  á  pesar  de 
los  buenos  deseos  que  los  animaban  en  punto  á  reformas 
se  mostraban  débiles  y  tímidos. 

Sinembargo,  procedieron  con  el  mayor  cuidado  y 
esmero  al  empadronamiento  jeneral  de  los  habitantes 
operación  que  no  podia  comprometer  los  intereses  ni 
derechos  de  nadie.  Este  pensamiento  habia  nacido  ya 
en  el  tiempo  que  gobernaba  Miguel  Carrera,  y  el  go- 
bierno daba  tanto  mayor  importancia  á  su  ejecución 
cuanto  facilitada  muchísimo  el  discernimiento  de  acciones 
y  reacciones  de  las  diferentes  clases  de  la  sociedad;  el 


V.  Historia. 


29 


HISTORIA    DE    CHILE. 

de  los  hechos  que  hubiesen  de  ser  analizados  y  discu- 
tidos ,  y  serviría  de  base  para  determinar  un  sistema  de 
elecciones  provinciales  con  datos  fijos,  comparativos  y 
equitativos.  Por  lo  tanto  ,  en  una  circular  á  los  jueces 
mayores  de  las  provincias,  se  avisaba  muy  particu- 
larmente á  los  comisarios  del  empadronamiento,  que 
«  sin  conocer  el  numero  de  la  población ,  las  profesiones 
y  demás  circunstancias  de  los  ciudadanos ,  casi  no  se 
puede  emprender  con  cálculos  seguros  ningún  objeto  de 
beneficencia  pública ,  y  mucho  menos  se  puede  dar  á  los 
pueblos  aquella  organización  y  representation  política 
que  corresponde  á  un  sistema  popular  (1).  )> 

Afín  de  que  esta  operación  produjese  toda  la  utilidad 
necesaria  y  deseada  ,  y  se  ejecutase  con  uniformidad  en 
todas  partes,  se  mandaron  imprimir  en  gran  número 
cuadros  modelos  con  divisiones  indicatorias  del  estado , 
de  la  edad,  del  oríjen,  de  la  casta  y  profesión  de  cada 
individuo ,  como  igualmente  del  número  y  de  la  natura- 
leza de  establecimientos  públicos ,  y  de  artesanos  de  cada 
profesión  que  hubiese  en  cada  localidad;  finalmente, 
con  todas  los  nociones  necesarias  para  que  el  gobierno 
pudiese  mejorar  la  suerte  del  pueblo,  vijilar  sus  in- 
tereses constantemente  é  introducir  en  los  diferentes 
ramos  de  administración  pública  las  reformas  que  per- 
mitía el  estado  del  país. 

Para  operar  y  llenar  dichos  cuadros  ó  estados,  se 
nombraron  juntas  compuestas  de  sujetos  los  mas  aptos  é 
instruidos  de  cada  lugar,  haciendo  responsable  al  juez 
mayor  de  la  provincia  de  los  yerros  y  descuidos  que 
fuesen  cometidos. 

Todo  cuanto  se  hizo ,  fuera  de  este  empadronamiento, 

(1)  Circular  al  juez  mayor  de  cada  provincia  del  reino. 


CAPÍTULO    XXIX. 


451 


por  la  administración  del  país,  fué  de  poca  importancia 
en  jeneral,  considerado  bajo  el  punto  de  vista  de  organi- 
zación social,  y  se  redujo  á  reglamentos  que,  por  la  mayor 
parte,  eran  de  la  competencia  de  los  ayuntamientos. 
Por  ejemplo,  se  hizo  uno  en  Santiago  contra  los  regato- 
nes para  que  no  revendiesen  los  abastos  públicos,  por  el 
perjuicio  que  esto  causaba  álos  compradores.  Se  fijaron 
aranceles  de  médicos^  boticarios.  Se  dieron  providen- 
cias para  cortar  los  funestos  efectos  de  ciertas  enferme- 
dades, que  se  propagaban  con  espantosa  prontitud-  y 
para  evitar  nuevas  contribuciones  en  aquellos  momentos 
de  considerables  desembolsos,  se  tomaron  medidas  rigu- 
rosas acerca  de  las  administraciones  de  tabacos,  y  papel 
sellado,  en  las  cuales  había  intolerables  abusos. 

Una  verdadera  y  feliz  innovación  fué  la  del  estableci- 
miento de  un  vasto  cementerio  ó  Panteón,  al  norte  de 
la  villa ,  para  evitar  el  mal  influjo  de  los  vientos  del  sur 
que  son  allí  los  vientos  siempre  reinantes.  Hasta  enton- 
ces, se  habían  enterrado  los  muertos  en  las  igiesias,  ó  al 
lado ,  con  gravísimo  daño  de  la  salud  de  los  habitantes 
En  el  congreso  de  1811,  algunos  miembros  recordaron 
que  dicha  costumbre  había  sido  vituperada  por  los  con- 
cilios de  Braga,  Maguncia,  Nantes,  Milán,  etc.,  v  que 
Carlos  IV,  en  una  circular  de  1805,  la  había  prohibido  ;  y 
opinaron,  en  consecuencia,  que  conformándose  al  tenor 
de  dicha  circular,  se  debía  prohibir  que  nadie,  de  nin- 
gún estado  ni  condición,  fuese  enterrado  en  la  iglesia- 
proposición  que  había  sido  tomada  en  consideración 

Todos  estos  decretos  ó  reglamentos,  á  veces  mas  bien 
teóricos  que  prácticos,  no  presentaban  el  carácter  de 
una  verdadera  utilidad  jeneral,  puesto  que  casi  siempre 
se  limitaban  ,  en  su  aplicación ,  á  ¡as  necesidades  de  la 


m 


HISTORIA    DE    CHILE, 


capital ,  y  se  resentían  ademas  de  la  timidez  que  se  no- 
taba en  todos  los  actos  del  gobierno  de  aquella  época.  Es 
verdad  que  la  situación  del  país  no  era  propia  á  favorecer 
los  proyectos  é  intenciones  de  aquellos  buenos  patriotas 
en  cuanto  á  operaciones  de  organización  administrativa , 
para  las  cuales  se  necesita  gozar  de  reposo  y  tranquili- 
dad de  ánimo.  Guando  todos ,  por  todas  partes ,  suspi- 
raban por  ver  renacer  el  buen  orden,  la  guerra  encendida 
en  el  sur  los  llenaba  de  zozobra;  la  invasión  obraba  in- 
surreccionando ,  y  habia  hecho  rápidos  progresos  en  la 
provincia  de  Concepción,  cuyos  habitantes  se  habían 
declarado  ,  la  mayor  parte,  en  su  favor;  casi  todas  las 
plazas  habían  caido  en  su  poder,  y  Carrera,  después  de 
haberse  visto  obligado  á  retirarse ,  tenia  muchísimo  tra- 
bajo en  rehacer  sus  fuerzas  para  oponerse  á  un  enemigo 
que  habia  ya  tomado  la  ofensiva. 

Todo  esto  no  podia  menos  de  poner  en  cuidado  á  la 
junta  gobernadora,  forzándola  á  dar  su  primera  y  prin- 
cipal atención  á  los  asuntos  militares  que,  en  aquel  ins- 
tante ,  eran  la  sola  áncora  de  salvación  para  el  país.  Des- 
graciadamente ,  los  recursos  del  erario  estaban  lejos  de 
bastar  para  levantar  y  armar  nuevas  tropas;  mas  sin- 
embargo ,  y  gracias  al  patriotismo  de  ciertas  clases  de  la 
sociedad,  los  donativos  voluntarios,  hechos  con  unaje- 
nerosidad  que  recordaba  los  primeros  momentos  de  en- 
tusiasmo de  la  revolución ,  remediaron  en  mucha  parte 
aquel  estado  de  penuria.  Los  miembros  del  poder  ejecu- 
tivo continuaban  dando  un  bello  ejemplo  de  desprendi- 
miento, haciendo  dejación  de  sus  sueldos,  que  creían 
mas  necesarios  al  estado  que  á  ellos  mismos ;  los  em- 
pleados soportaban  un  descuento  en  sus  pagas,  y  los  par- 
ticulares los  imitaban  con  donativos  proporcionados  á  sus 


CAPÍTULO    XXIX. 


453 


facultades.  Los  que  no  tenían  dinero  que  dar,  ponían  á 
la  disposición  de  la  autoridad  partes  ó  porciones  de  casas 
de  mucho  rédito.  El  coronel  de  milicias  don  Manuel 
Barros  se  ofreció  á  albergar  en  su  hacienda  todas  las  viu- 
das de  soldados  del  Tejimiento  de  Melipilla,  muertos  en 
la  guerra.  Enfin  ,  don  Vicente  Iñigues  llevó  su  jenerosi- 
dad  hasta  armar  á  sus  espensas  un  buque  mercante  an- 
clado en  el  puerto  de  Valparaíso. 

Todos  estos  recursos ,  juntos  á  los  que  el  gobierno 
habia  pedido  de  oficio  á  los  negociantes  y  á  los  particu- 
lares pudientes  de  la  República,  permitían  hacer  frente 
álos  gastos  de  mayor  urjencia  ;  pero  no  bastaba  esto.  Lo 
que  se  necesitaba  era  inspirar  ardor  marcial  á  la  juventud, 
estimulándola  con  el  ruido  y  el  aparato  de  preparativos 
bélicos.  No  teniendo  el  país  fábricas  de  armas ,  el  go- 
bierno prometió   grandes  recompensas  á  los  armeros 
desconocidos  que  se  presentasen  con  la  capacidad  sufi- 
ciente para  remediar  esta  grande  falta,  y  muy  pronto  el 
nombrado  José  Antonio  Diaz  fabricó  y  presentó,  como 
muestra ,  un  fusil  que  mereció  una  completa  aprobación. 
A  este  armero ,  el  gobierno  le  mandó  dar  cien  pesos  de 
recompensa,  y  el  título  de  Alférez  de  milicias  en  el  Teji- 
miento de  Aconcagua. 

Igualmente  fueron  votados  socorros  á  las  viudas  de  los 
militares  muertos  en  acciones  de  guerra ,  y  estos  socorros 
fueron  sorteados,  al  aniversario  de  la  independencia,  el 
dia  18  de  setiembre. 

Fueron  exentos  de  toda  leva  y  servicio  militar  todos 
cuantos  trabajaban  en  el  acopio  y  preparación  del 
salpetre. 

En  vista  de  la  falta  de  caballos ,  cuyo  número  era  ya 
muy  insuficiente  para  el  servicio,  el  gobierno  dispuso 


-5 


m 


HISTORIA    DE    CHILE, 


suprimir  los  derechos  que  pagaban ,  al  entrar  en  el  ter- 
ritorio ele  la  República  ,  los  que  se  sacaban  de  Mendoza 
y  de  sus  cercanías. 

Tomadas  estas  providencias  temporales,  el  poder 
pensó  en  sostenerlas  por  el  eficaz  auxilio  de  actos  de 
gobierno  puramente  morales  y  relijiosos  con  rogativas 
públicas  y  jenerales  tanto  en  la  capital  como  en  las  pro- 
vincias; medios  cuyo  influjo  poderoso  en  los  ánimos  co- 
nocía el  gobierno ,  y  por  cuya  razón  los  empleaba  fre- 
cuentemente. Consecuente  en  este  principio,  y  hallándose 
poseedor  de  la  placa  de  la  orden  de  Santiago,  tomada 
en  el  equipaje  de  Pareja  ,  dedicó  dicha  placa  al  santo  de 
la  orden ,  que  era  tamban  patrón  de  la  capital  y  de  la 
República ,  ordenando  se  hiciese  en  esta  ocasión  una 
imponente  función  relijiosa ,  invocándolo  é  implorando ' 
su  protección  para  alcanzar  victoria. 

Para  el  efecto ,  la  placa  de  la  orden  fué  depositada  el 
5  de  junio ,  en  manos  clel  cabildo  eclesiástico ,  y  el  dia 
siguiente  los  canónigos  celebraron  dicha  función  con  la 
mayor  pompa  y  ostentación ,  con  asistencia  de  todas  las 
personas  de  distinción  de  la  ciudad  y  de  las  autoridades 
civiles  y  militares. 

Algunos  dias  después,  se  celebró  otra  no  menos  im- 
ponente con  el  "motivo  de  sustituir  la  bandera  nacional 
á  la  española,  que  aun  se\eia  tremolar  en  los  edificios 
públicos,  y  esta  función  fué  tanto  mas  solemne,  cuanto  se 
escojió  justamente  el  dia  del  corpus  para  celebrarla. 
Hasta  entonces,  no  se  hábia  conocido  en  el  país  sino  la 
escarapela  tricolor,  y  fué  aquel  el  primer  dia  en  que  se 
vieron  los  tres  colores  resplandecer  en  la  bandera ,  sím- 
bolo de  la  nacionalidad  que  acababa  de  emancipar  á  los 
Chilenos, 


capítulo  xxix.  455 

Tuvo  entonces  el  gobierno  una  feliz  coyuntura  para 
dar  pruebas  de  que  estas  funciones  no  eran  un  puro  y 
vano  ceremonial,  y  de  que  realmente  estaba  poseído  de 
solicitud  por  el  pueblo.  La  provincia  de  Concepción  se 
hallaba,  en  aquel  momento,  en  el  estado  mas  deplorable, 
á  consecuencia  de  los  escesos  cometidos  por  una  banda 
de  forajidos,  los  cuales  eran  todos  miserables  desertores. 
No  siendo  posible  el  pagar  todos  los  daños  y  perjuicios 
hechos  por  aquellos  malvados  /el  gobierno  determinó 
indemnizar  á  los  mas  perjudicados  por  ellos,  y  dar  es- 
peranzas á  todos  de  que  se  pondría  remedio  eficaz  á  sus 
vejaciones  tan  pronto  como  las  circunstancias  lo  permi- 
tiesen. En  consecuencia,  fué  decretado  que  se  remitiese 
una  cantidad  de  10,000  p.  á  la  provincia  de  Conoep- 
cion  para  repartirla  entre  los  mas  necesitados.  Al  mismo 
tiempo ,  se  mandó  también  fuesen  puestas  grandes  res- 
tricciones en  el  recobro  de  ciertas  contribuciones  de  que 
abusaban  malos  empleados ,  y  aun  también  algunos  sim^ 
pies  particulares  por  propio  interés  y  provecho.  Cierta- 
mente ,  eran  estas  providencias  muy  propias  á  hacer 
menos  insoportables  los  males  inherentes  á  la  guerra,  y 
á  moralizar  en  cierto  modo  lo  que  habia  de  malo  en  Ja 
revolución. 

Era  este  un  objeto  esencial  en  que  la  junta  goberna- 
dora ponia  el  mayor  esmero ,  y  las  tropas  sobretodo  que 
estaban  á  su  vista  se  impregnaban  maravillosamente  de 
los  buenos  efectos  de  esta  sana  política.  Tan  pronto  como 
llegaba  la  noticia  de  una  victoria  alcanzada  por  el  ejér- 
cito del  sur,  — noticias  que  por  desgracia  llegaban  rara 
vez,  — se  veían  al  punto  los  militares  y  ciudadanos  mez- 
clados unos  con  otros  sin  distinción  y  como  verdaderos 
hermanos ,  manifestar  á  una  el  entusiasmo  de  que  esta- 


/l56 


HISTORIA    DE    CíiiLE. 


ban  poseídos ,  y  su  decisión  de  salvar  la  patria.  Los  ciu- 
dadanos ,  en  tales  ocasiones ,  se  deshacían  en  muestras 
de  afecto  y  en  alabanzas  á  los  defensores  de  la  patria ,  y 
ensalzaban  los  rasgos  de  magnanimidad  y  de  virtud  que 
hacían  aun  mas  recomendable  su  valentía.  Los  militares 
que  por  cualesquier  motivo  ó  circunstancia  llegaban  á  la 
capital ,  después  de  una  batalla  en  que  se  habían  hallado, 
estaban  seguros  de  ser  recibidos  con  el  mas  cordial 
afecto ,  y  aun  con  demostraciones  de  aparato  y  regocijo 
público ,  si  llegaban  en  cuerpo. 

Hubo  una  de  estas  ocasiones  en  que  la  capital  llevó  al 
estremo  esta  especie  de  fiestas  triunfales,  y  esta  ocasión 
fué  la  entrada  en  la  ciudad  de  una  coluna  de  caballería 
que  se  había  batido  en  el  combate  de  San  Carlos ,  y  que 
llegaba  conduciendo  los  prisioneros  de  guerra  que  se  ha- 
bían hecho ,  bajo  las  órdenes  del  teniente  coronel  don 
José  Antonio  Valdes.  Dicha  colunna  entró  precedida  en 
la  capital ,  y  seguida  de  un  jentío  inmenso ,  por  medio 
de  la  tropa  de  la  guarnición  tendida ,  formando  calle , 
con  música,  repique  de  campanas  y  aclamaciones, 
pruebas  tan  evidentes  como  ruidosas  del  entusiasmo  uni  < 
versal  que  causaba  aquel  acontecimiento.  Las  autoridades 
salieron  á  recibirla  a  la  puerta  de  la  ciudad ,  y  luego 
desfiló  por  debajo  de  arcos  triunfales  en  los  cuales  se 
leian  inscripciones  propias  de  la  circunstancia,  y  que 
manifestaban  evidentemente  el  reconocimiento  que  todos 
tenían  á  los  defensores  de  la  patria. 

Pero  de  todos  estos  recibimientos  el  mas  brillante  fué 
el  que  se  hizo  á  los  trescientos  valientes  que,  á  principios 
del  año  1811 ,  habían  sido  enviados  al  socorro  de  sus 
hermanos  de  Buenos-Aires.  Los  patriotas ,  para  honrar- 
los y  festejarlos ,  fueron  á  su  encuentro  hasta  la  villa  de 


CAPÍTULO    XXIX. 


/¡57 


los  Andes,  y  los  acompañaron  á  Santiago,  en  donde, 
por  todas  partes,  se  les  habían  preparado  arcos  triun- 
fales. La  junta  gobernadora  salió  en  cuerpo  á  cumpli- 
mentar á  su  jefe,  que  era  don  Andrés  Alcázar,  el  cual , 
en  respuesta  á  un  oficio  en  que  el  gobierno  le  manifes- 
taba su  alta  satisfacción ,  decia ,  que  á  pesar  de  los  mil 
contrastes  de  su  larga  espedicion ,  deseaban  tener  una 
pronta  ocasión  de  arrostrar  el  enemigo  ,  prontos  á  sacri- 
ficar su  vida  antes  que  sufrir  que  el  suelo  sagrado  de  la 
independencia  fuese  pisado  por  aquella  banda  de  piratas. 
Noobstante  el  celo  y  el  esmero  que  ponia  el  gobierno 
en  fomentar  los  buenos  principios  y  motivos  de  la  revo- 
lución ,  dándole  el  prestijio  conveniente  para  alimentar 
la  confianza  de  sus  defensores,  la  reacción  hacia  visibles 
y  notables  progresos,  estendiéndose  de  un  modo  alar- 
mante ;  fatalidad  que  era  debida  principalmente  á  los 
males  que  ocasionaban  los  desertores  en  la  provincia  de 
Concepción ,  en  donde  por  todas  partes  jemian  los  habi- 
tantes y  vivían  temblando  de  los  funestos  efectos  de  la 
anarquía.  Habia  insensatos  que,  por  la  mayor  parte, 
eran  los  que  se  dejaban  subyugar  por  falsas  máximas 
relijiosas,  y  por  pérfidos  consejos  de  sacerdotes,  que 
abandonaban  sin  escrúpulo  la  santa  causa  de  la  patria 
por  la  enemiga,  cuya  defensa  tomaban  muchos  de  ellos. 
Otros ,  menos  débiles ,  aunque  ultrajados  por  sus  opi- 
niones moderadas,  y  perjudicados  en  sus  intereses ,  per- 
dían toda  esperanza ,  se  desanimaban  y  se  mostraban 
indiferentes ,  sin  reflexionar  que  los  bienes  preciosos  de 
la  libertad  no  se  adquieren  sino  á  fuerza  de  sacrificios. 
Ya  hemos  visto  que  el  gobierno  no  habia  podido  ,  por 
mas  que  habia  hecho,   recompensar  mas  que  algunos 
pocos,  y  esto  de  una  manera  bastante  poco  eficaz;  de 


HISTORIA    DE    CHILE. 

suerte  que  había  infinitos  descontentos  que  daban  te- 
mores en  las  diferentes  clases  de  la  sociedad,  y  este  jé- 
•nero  de  mal ,  siempre  contajioso ,  se  propagaba  y  comu- 
nicaba de  provincia  á  provincia. 

Santiago  ,  como  centro  de  la  política  y  de  discusiones 
á  que  daban  naturalmente  lugar  los  diferentes  aconteci- 
mientos que  se  sucedían ,  no  tardó  en  resentirse  de 
aquel  triste  estado  de  cosas.  Allí  había  mucho  espíritu 
realista,  y  las  cabezas  del  partido  procuraban  interpretar 
como  pronósticos  favorables  á  su  causa  los  raros  partes 
que  enviaba  Carrera  al  gobierno ,  partes  que  las  mas 
veces  llegaban  incompletos ,  trancados  y  cuyo  sentido , 
lejos  de  ser  claro,  era  casi  siempre  confuso,  embrollado, 
y  mas  propio  para  alarmar  é  irritar  los  ánimos  que  para 
tranquilizarlos.  De  todo  esto,  los  realistas  sacaban  ó  fin- 
jian  sacar  consecuencias  fatales  para  el  nuevo  orden  de 
cosas ,  profetizándole  desastres ,  si  el  país  no  se  apre- 
suraba á  refujiarse  bajo  las  leyes  que  le  habían  prote- 
jido hasta  entonces.  Tales  eran  los  medios,  siempre 
corroborados  por  las  insinuaciones  del  clero,  que  los 
realistas  empleaban  para  atraerse  de  nuevo  la  voluntad 
del  pueblo  é  inducirlo  á  que  abandonase  los  principios 
revolucionarios ,  muy  paralizados  en  aquel  instante  por 
el  triste  estado  de  incertidumbre  y  de  crueles  temores 
en  que  estaba  sumerjido  el  país.. 

Mientras  que  por  un  lado  amenazaban  é  intimidaban 
con  lúgubres  predicciones  á  los  espíritus,  por  otro,  exa- 
jeraban  cuanto  podían  la  situación  ventajosísima  del 
ejército  de  Sánchez,  el  terreno  que  cada  dia reconquis- 
taba y  la  seguridad  que  tenia  de  verse  muy  pronto  re^ 
forzado  poderosamente  ;por  nuevos  socorros  y  tropas  que 
le  enviaba  el  virey  del  Perú. 


CAPITULO    XXIX. 


459 


Sinembargo  ,  á  pesar  de  todas  estas  exageraciones 
en  sentidos  opuestos ,  los  realistas  no  podían  menos  de 
reconocer  su  impotencia,  y  de  ver  claramente  que  su 
causa  habia  recibido  desde  el  principio  un  golpe  mortal. 
Los  verdaderos  patriotas  trabajaban  sin  temor  y  sin  des- 
canso en  llevar  adelante  la  obra  de  la  rejeneracion ,  por- 
que sabían  que  todas  aquellas  osadías  del  partido  con- 
trario eran  debidas  á  causas  fortuitas  y  pasajeras ;  que 
todos  sus  recursos  presentes  y  futuros  no  podían  ser  en 
manera  alguna  eficaces  ;  que  carecían  de  armas  y  muni- 
ciones ,  y  enfin ,  que  no  tenían ,  ni  podían  establecer  en 
ninguna  parte  una  base  de  operaciones.  Por  otra  parte, 
habia  en  el  partido  tan  pocos  hombres  capaces  que  ni  ano 
solo  se  hallaba  que  tuviese  bastantes  conocimientos  ni 
decisión  para  tomar  sobre  sí  solo  la  responsabilidad  de 
los  acontecimientos,  y  por  eso  nunca  pudieron  levantar 
la  cabeza  en  Santiago  ni  en  Valparaíso ,  en  donde  había 
sinembargo  muchos  conjurados  intimamente  unidos  por 
un  sentimiento  de  desconfianza  y  de  peligros  comunes. 
En  Concepción ,  el  partido  realista  fué  felizmente  sofo- 
cado antes  que  pudiese  tomar  mucho  incremento ,  gra- 
cias á  la  actividad  del  vocal  Oribe  y  del  comandante 
Vidal ;  pero  no  sucedió  lo  mismo  en  la  villa  de  los  Andes, 
que  un  hombre  oscuro,  llamado  José  Antonio  Ezeyza, 
consiguió  revolucionar. 

Este  joven ,  poseído  de  una  singular  audacia ,  y  en- 
gañado por  la  noticia  falsa  de  que  Concepción  habia 
caido  en  poder  de  Sánchez  ,  creyó  que  ya  era  tiempo  de 
obrar,  y  el  3  de  agosto ,  levantó  el  estandarte  de  la  in- 
surrección ,  á  los  gritos  de  viva  Fernando  VII !  Menos 
algunos  habitantes  de  la  ciudad  que  fueron  arrestados  y 
no  pudieron  unirse  á  él ,  todos  los  demás  se  alzaron,  y 


. 


3 


tm 


MSTOUÍA    DE    CHILE. 


Ezeyza  pudo  formar  un  rejimiento,  nombrándose  á  sí 
mismo  jeneral.  La  adesion  de  sus  partidarios  era  tanto 
mas  franca  cuanto  les  habia  persuadido  que  las  ideas 
revolucionarias  no  convenían  en  manera  alguna  á  la 
nación ,  y  que  era  preciso  estirparlas  á  toda  costa ,  ester- 
minando á  los  patriotas  que  comprometían  la  existencia 
de  la  sociedad.  Muy  persuadidos  sus  secuaces  de  que 
así  era,  y  que  por  consiguiente  no  tendrían  grandes  ries- 
gos que  correr,  todos  se  mostraron  prontos  á  seguirle  á 
donde  quisiese  llevarlos. 

Tan  pronto  como  don  José  Santos  Mascayano ,  jefe 
político  de  San  Felipe ,  capital  de  la  provincia  de  Acon- 
cagua, recibió  la  noticia  del  alzamiento  de  Santa  Rosa, 
mandó  formar  sin  pérdida  de  un  momento  á  todos  los 
milicianos  de  la  ciudad  y  de  las  cercanías ,  y  dio  orden 
á  don  Francisco  de  Paula  Caldera  de  ponerse  á  su  cabeza 
y  de  salir  al  encuentro  de  Ezeyza  ,  el  cual  se  avanzaba 
contra  San  Felipe.  Los  dos  partidos  contrarios  se  vieron 
las  caras  cerca  de  San  Francisco  de  Curimon ,  y  ya  iban 
á  venir  á  las  manos,  cuando  el  jefe  patriota  imajinó  que 
aquellos  enemigos  no  eran  otra  cosa  mas  que  una  banda 
de  hombres  halucinados  y  que  le  seria  tal  vez  fácil  evi- 
tar la  efusión  de  sangre.  Con  este  pensamiento,  se  ade- 
lantó á  distancia  de  ser  oido ,  y  les  persuadió  con  tan 
claras  razones  que  se  desistiesen  de  su  temeraria  em- 
presa, y  no  corriesen  ciegamente  á  su  pérdida,  que  la 
mayor  parte  pasaron  á  su  bando,  y  ctros,  menos  con- 
vencidos ó  temerosos ,  se  desbandaron  huyendo  en  dife- 
rentes direcciones.  Entre  estos  últimos  se  hallaba  el 
mismo  caudillo  Ezeyza,  el  cual  fué  muy  luego  alcanzado 
y  conducido  a  San  Felipe. 

Dos  dias  después  de  este  acontecimiento,  don  José 


CAPÍTULO    XXIX. 

Miguel  Infante,  miembro  de  la  junta,  acompañado  del 
senador  don  Joaquín  Echeverría ,  del  secretario  del  go- 
bierno don  Jaime  Zudañez  y  de  dos  escribanos ,  fueron 
á  formarle  causa  y  pronunciaron  la  pena  de  muerte 
contra  Ezeyza,  Lagos,  el  médico  Zapata,  Herrera, 
Raposo ,  Carmona  y  Novas ;  pero  solo  los  dos  primeros 
fueron  al  suplicio.  Los  demás ,  conducidos  en  primer 
lugar  á  Santiago,  tuvieron  la  pena  de  muerte  conmu- 
tada en  destierro  á  las  islas  Maluinas ,  y  consiguieron 
finalmente,  al  pasar  por  Mendoza,  quedar  el  tiempo  de 
su  condena  en  dicha  ciudad. 


M 


CAPITULO'  XXX, 


Severidad  del  gobierno ,  á  consecuencia  de  la  insurrección  de  Santa  Rosa.— 
Condiciones  impuestas  á  los  Españoles  que  pretendiesen  al  título  de  ciuda- 
danos. —  Proyecto  de  hacer  gratuitas  las  funciones  del  clero ,  señalando 
sueldo  á  los  sacerdotes.— Conflicto  entre  el  poder  ejecutivo  y  el  comandante 
en  jefe  del  ejército.— La  opinión  jeneral ,  en  Santiago,  se  manifiesta  con- 
traria al  jefe  militar. —  El  gobierno  resuelve  quitarle  el  mando,  como  así 
también  á  sus  hermanos. —  Con  este  objeto,  se  propone  un  nuevo  congreso 
para  reformar  la  constitución.— Parte  que  tomáronlos  periodistas  en  este 
proyecto. 


Los  acontecimientos  de  Santa  Rosa  habían  causado 
cierta  inquietud  en  la  capital ,  cuyos  habitantes  se  mos- 
traban sumamente  irritados  de  tanta  audacia.  El  autor 
del  atentado  era  el  objeto  de  la  animadversión  jeneral 
de  todos  los  partidos ;  del  de  los  patriotas ,  porque  estos 
le  consideraban  como  un  instrumento  de  complot  de 
parte  de  los  realistas ,  y  de  estos  mismos ,  porque  habia 
obrado  inoportunamente ,  con  poco  tino  y  de  un  modo 
que  comprometia  la  causa. 

En  cuanto  al  poder  ejecutivo  ,  sus  miembros  vieron  en 
dichos  acontecimientos  una  lección  que  debia  servirles  de 
regla  de  conducta  para  en  adelante. 

Para  los  hombres  esperimentados ,  no  quedaba  duda 
de  que  aquella  temeraria  tentativa  no  habia  sido  solo 
parto  de  la  cabeza  del  caudillo,  que  tan  mal  la  habia  con- 
ducido, y  que  muy  ciertamente  tenia  otro  oríjen  y  raices 
mas  profundas  (1).  Sinembargo  ,  aun  no  se  sabia  lo 
que  se  pasaba  en  Concepción  ;  pero  se  notaba  mucha  mas 


(1)  Miguel  Carrera  dice  en  su  diario  que  el  movimiento  de  Concepción  es- 
taba combinado  con  el  de  Santa  Rosa. 


CAPÍTULO    XXX. 


463 


ajitacion  entre  los  partidarios  de  la  reacción ,  y  aun  habia 
avisos  secretos  de  que  tarde  ó  temprano  se  mostrarían  á 
las  claras  con  mas  atrevimiento  y  osadía  que  hasta  en- 
tonces. En  semejante  estado  de  cosas ,  el  primer  deber 
de  la  autoridad  superior  era  reducirlos  á  la  imposibilidad 
de  obrar. 

Desgraciadamente,  los  miembros  del  gobierno  se  mos- 
traban siempre  débiles  por  esceso  de  miramientos  y  escrú- 
pulos de  hacerse  culpables  de  la  menor  violencia.  Mas  de 
una  vez  Infante ,  que  conocía  á  fondo  la  importancia  y  los 
anchos  límites  de  sus  deberes,  habia  querido  alentarlos 
para  que  obrasen  con  la  enerjía  necesaria  en  circunstan- 
cias tan  críticas  ;  pero  siempre  se  habia  estrellado  contra 
el  temor  que  tenían  de  comprometerse ,  máxime  en  vista 
de  lo  poco  satisfactorias  que  eran  las  nuevas  recibidas 
de  la  parte  del  sur.  Noobstante  ,  en  la  circunstancia  de 
que  hablamos ,  se  mostraron  menos  irresolutos ,  persua- 
didos alfin  de  que  en  tiempo  de  revolución  ,  no  es  posible 
gobernar  sino  con  firmeza  y  decisión.  En  consecuencia , 
tomaron  medidas  de  rigor  contra  todos  los  enemigos  de 
las  instituciones  que  rejian  al  país,  especialmente  contra 
los  españoles  ,  que  naturalmente  eran  los  mas  temibles. 
La  mayor  parte  de  estos ,  con  el  fm  de  crearse  dere- 
chos, y  de  sustraerse  á  la  vijilancia  de  la  policía,  solici- 
taban el  título  y  las  prerrogativas  de  ciudadanos  chilenos, 
y  hasta  entonces,  los  habían  obtenido   sin  dificultad; 
pero  viendo  el  mal  uso  que  hacían  del  derecho  de  natu- 
ralización ,  el  gobierno  tuvo  por  conveniente  el  poner 
condiciones  á  su  obtención ,  y  resolvió  el  senado  que 
en  lo  sucesivo  no  seria  concedido  el  título  de  ciudadano 
mas  que  á  aquellos  que  diesen  pruebas  de  una  verda- 
dera y  sincera  adhesión  á  las  instituciones  del  país, 


& 


/|_6/t  HISTORIA    DE    Gilí  LE. 

exijiéndoles  juramento ,  en  Santiago,  ante  el  gobierno, 
y  en  las  provincias,  ante  la  autoridad  competente,  de 
reconocer  la  soberanía  del  pueblo  chileno ,  la  anulación 
de  todo  derecho  del  rey  y  de  las  cortes  de  España  á 
gobernar  el  país ,  y  de  someterse  á  los  decretos  de  la 
junta  gobernadora,  reconociendo  á  esta  como  autoridad 
suprema. 

Pero  bien  que  el  gobierno  exijiese  de  los  españoles 
nuevamente  naturalizados  chilenos  estas  fórmulas  de  jura- 
mento y  sumisión ,  no  por  eso  descansaba  ciegamente 
en  ellas.  Lejos  de  eso,  los  hacia  vijüar  por  el  juzgado 
de  policía ,  el  cual  castigaba  el  menor  delito  político  con 
todo  el  rigor  de  las  leyes ,  bien  que  por  no  alarmar  las 
ideas  de  libertad  que  reinaban  ,  y  que  eran  la  bandera 
de  la  revolución ,  se  decretase ,  como  se  decretó  el  7  de 
setiembre ,  que  nadie  pudiese  ser  arrestado  por  delito 
político  antes  de  haber  formado  sumaria  sobre  el  hecho. 
También  resolvió  el  gobierno  que  el  mismo  juzgado 
de  policía  exijiese  de  todo  viajero  que  llegase  á  San- 
tiago un  pasaporte  en  regla ;  y  de  los  dueños  de  todo 
albergue,  una  declaración  de  los  estranjeros  recien 
llegados  que  albergaban.  Era  esta  una  providencia  muy 
propia  á  impedir  que  ningún  enemigo  llegase  oculta- 
mente ,  y  se  tramasen  complots  contra  las  instituciones 
que  rejian ,  ni  contra  las  autoridades. 

Otra  decisión  de  grande  importancia  fué  la  de  vijilar 
al  clero,  cuyos  miembros,  por  la  mayor  parte,  no  se 
hacían  escrúpulo  en  ajitar  los  ánimos  y  escitar  las  pa- 
siones del  pueblo,  ya  desde  el  pulpito  ya  en  el  confesio- 
nario ;  predicando  en  aquel  máximas  subversivas  del 
buen  orden,  y  sonsacando  en  este  y  estraviando  las 
conciencias ;  conducta  reprobada  por  los  mismos  cánones 


CAPÍTULO    XXX. 


465 


de  la  Iglesia  y  condenada,  lo  que  es  mas,  por  máximas 
evanjehcas.  Estos  eseesos  del  clero  dieron  márjen  al 
canónigo  don  Pablo  Pretes,  examinador  sinodal  del 
obispado ,  provisor  y  vicario  jeneral  de  los  monasterios 
Para  dar  un  edicto  contra  estos  confesores,  exortando  á 
las  relijiosas  á  denunciar  á  sus  superiores  los  sacerdotes 

•  Le,-!,e  propasasen  a  inculcar' en  el  *rcicio  de  s«  «*> 

ministerio,  opmiones  contrarias  á  las  leyes  vijentes  v 
algotaerno;  cuyo  edicto,  para  conocimiento  del  clero 
y  del  pubbco,  fue  puesto  de  pasquín  hasta  en  el  coro 
de  las  iglesias. 

Este  necesidad  en  que  se  vio  el  gobierno  de  tomar 
medidas  eficaces  contra  el  abuso  que  hacia  el  clero  de  su 
ministerio  para  influir  secretamente  en  la  política,  trajo 
a  su  memona  nn  pasado  decreto  del  senado  en  que  e 
ordenaba  fuese  el  clero,  en  lo  sucesivo,  asalariado  p 

rio  r  ?°;   n  de  que  eI  puebl° cesase  de  ser  «■  wL 

nft  li'hf  ¡  CUy°S  benéfiC°S  efectos  debia»  de  «* 

conÍ  '  f'T  íaV°r  ^  l0S  P°breS  y  "enesterosos ,  y 
conduca  a  facflitar  casamientos  que  mas  de  una  vez  no 
se  hacían  por  falta  de  medios,  y  con  gravísimo  perjuicio 
de  la  m  ral  y  de  las  costumbres,  puesto  que  no  de  aban 
por  eso  osnov.es  de  vivir  conyugábante ,  como  suce- 
día con  la  mas  desordenada  frecuencia.  Por  otra  parte 
esta  medida  minaba  ,a  autoridad  de.  clero,  y  disminuí 
gaseen,  ente  sobre  las  conciencias  y  sobre  Jopinion" 

Í  ndoa  rf  "°  qUerÍa  Y  ^  Pr°POnÍa  alCMZar  asa>- 
riandpal  clero    era  sujetarlo  á  una  obediencia  absoluta 

obi  dnd ;  ■ lmp    e  de  predicar  ideas  subversi^  • 

obligándole  a  no  mezclarse  mas  que  en  materias  y  asun- 
to  *  «santo  ministerio.  Por  lo  demás,  el  decreto  de 
que  hablamos  no  perjudicaba  en  manera  alguna  á  sus 

V-  HisTonu.  „ 


/i66 


HISTORIA   DE    CHILE. 


intereses  ni  le  quitaba  prerrogativa  alguna.  Una  pe- 
queña fracción  del  clero  chileno  no  poseia  mas  que  al- 
gunos módicos  beneficios.  Solo  los  jesuitas  habían  sa- 
bido y  podido  hacer  buenas  adquisiciones;  y  si  algunos 
conventos  poseian  entonces  haciendas  no  eran  mas  que 
las  suficientes  para  sus  existencias.  Fuera  de  estos, 
todos  los  demás  sacerdotes  y  relijiosos  vivian  de  oben- 
ciones,  las  cuales,  en  razón  del  corto  número  de  ve- 
cinos de  cada  parroquia,  eran  tan  cortas  que  el  rey, 
como  patrón  de  todas  las  iglesias  de  las  Indias,  se 
veia  obligado  á  auxiliarlas  costeando  su  fábrica,  man- 
teniendo la  lámpara  del  santísimo  sacramento ,  y  ha- 
ciendo otros  muchos  suministros.  Por  consiguiente,  en 
nada  eran  perjudicados  los  intereses  del  clero  por  dicho 

Mas  'sinembargo,  no  por  eso  dejaron  sus  miembros 
de  oponer  mucha  resistencia  á  su  ejecución  ,  porque  no 
querian  ser  dependientes  de  ninguna  administración, 
ni  que  su  existencia  se  hallase  espuesta  á  los  azares  de 
la  política,  ni  á  caprichos  de  los  empleados  de  la  teso- 
rería  Pero  lo  que  mas  les  animaba  á  resistir,  es  pre- 
ciso confesarlo,   era  la  perspectiva  de  un  sistema  de 
gobierno  que  alarmaba  su  conciencia,  porque  lo  creían 
contrario  á  la  relijion ,  y  no  podian  prestarle  juramento, 
sin  abjurar,  á  su  parecer,  el  santo  carácter  de  que  esta- 
ban revestidos.  Tal  era  el  principal  motivo  de  su  resis- 
tencia ,  motivo  grave  que  se  fundaba  en  escrúpulos  de 
una  muy  remota  fecha  para  que  no  tuviese  mucho  po- 
derío sobre  ellos. 

Toóos  estos  conflictos  entre  las  primeras  clases  de  la 
sociedad  paralizaban  el  arranque  revolucionario ,  enfria- 
ban su  entusiasmo  y  alteraban  el  reposo  de  la  sociedad 


CAPÍTULO    XXX. 


467 


con  no  poco  perjuicio  del  interés  jenerai ;  a  lo  cual  se 
juntaba  la  fatalidad  del  antagonismo  que  existia  entre  los 
dos  primeros  poderes  del  estado.  Estos,  en  efecto,  se 
hallaban  casi  siempre  encontrados,  no  en  punto  á 
principios  fundamentales  ni  á  ideas  mas  ó  menos  libe 
rales,  sino  sobre  intereses  de  poco  momento,  y  mochas 
veces  por  nimias  personalidades.  De  soerte  que  si  el 
bien  de  la  nación,  ó  un  peligro  que  les  era  común ,  los 
reuma  en  un  parecer  y  en  actos  unánimes,  su  acuerdo 
era  puramente  de  oficio  y  de  cortísima  duración 

Ya  hemos  visto,  al  tiempo  de  la  salida  de  los  her- 
manos Carrera  para  ir  á  oponerse  á  la  invasión  de  Pa- 
reja, que  el  partido  del  ayuntamiento  habia  levantado 
la  cabeza,  y  se  habia  apoderado  de  la  autoridad  su- 
prema, despojando  de  ella  á  los  dos  miembros  Prado  y 
Portales,  los  cuales,  á  la  verdad,  solo  la  habian  acep- 
tado por  condescender  con  los  deseos  de  José  Miguel 
Este  nombramiento ,  hecho  en  el  senado  mismo ,  se  pre- 
sentaba, por  esta  razón  ,  con  mas  realce  y  un  carácter 
de  ejitimidad  inatacable ;  pero  por  eso  mismo  habia  dis- 
gustado en  alto  grado  á  Carrera,  el  cual  consideraba 
aquella  junta  como  una  reunión  de  todos  los  elementos 
mas  hostiles  a  su  persona.  Sinembargo,  habia  disimu- 
ado  su  pesar  y  el  nuevo  gobierno,  por  su  Parte,  habia 
hecho  lo  posible  para  favorecer  sos  proyectos  militares 
y  planes  de  campaña,  sin  pensar  en  otra  cosa  mas  que 
el  ínteres  del  país,  por  entonces  bastante  comprometido 
Esta  umon  de  las  dos  autoridades,  militar  y  política 
era  sin  duda  forzosa,  y  duró  todo  el  tiempo  que  Carrera 
conservo  la  ofensiva,  porque  no  habia  motivo  alguno  de 
descontento  recíproco;  pero  se  rompió  tan  pronto  como 
el  jenerai  en  jefe  levantó  el  sitio  de  Chillan ,  y  se  supo  el 


A68 


HISTORIA    DE    CHILE. 


alzamiento  de  la  mayor  parte  de  la  provincia  de  Con- 
cepción en  favor  de  la  invasión ,  á  consecuencia  de  los 
graves  escesos,  de  que  hemos  hablado  ya,  cometidos 
por  patriotas. 

En  vista  de  estos  acontecimientos ,  el  gobierno ,  ^  de 
acuerdo  con  la  opinión  jeneral,  hubiera  querido  quitar 
los  mandos  del  ejército  á  una  familia  que  comprometía  su 
suerte  y  que  había  sometido  el  poder  político  á  la  auto- 
ridad militar,  y  desde  aquel  instante,   todo   Santiago 
estaba  contra  los  hermanos  Carrera.  Nadie  temia  criticar 
su  conducta  ,  ni  contestar  sus  conocimientos  militares  ,  y 
generalmente  se  les  atribuía  la  causa  de  los  males  que 
aflijian  en  aquel  momento  á  laprovinciadela  Concepción. 
Todo  esto  se  decia  a  las  claras  no  solo  en  sociedades 
particulares,  sino  que  hasta  los  mismos  miembros  del  go- 
bierno atacaban  abiertamente  al  jeneral  en  jefe  y  á  sus 
hermanos.  El  18  de  setiembre  en  que  tuvo  lugar  la  grande 
función  del   aniversario  de  la  independencia,  el   cura 
Arce  predicó  un  sermón  fulminante  contra  ellos,  que- 
riendo persuadir  á  sus  oyentes  que  no  había  salvación 
para  el  país  mientras  que  tuviesen  un  mando  en  el  ejér- 
cito nacional. 

Después  de  este  sermón  ,  que  respiraba  patriotismo , 
la  junta  gobernadora  pasó  a  palacio  con  todas  las  auto- 
ridades para  la  ceremonia  del  Besamanos,  cuya  cos- 
tumbre aun  era  guardada  en  el  país  y  en  el  ceremonial 
del  gobierno.  Luis  Carrera,  que,  como  se  ha  dicho, 
habia  venido  á  la  capital  con  su  amigo  Poinsett  para 
sostener  el  nombre  y  fomentar  el  influjo  de  la  familia, 
principalmente  de  su  hermano  Miguel ,  se  presentó  tam- 
bién al  Besamanos,  y  pidió  ,  en  el  tono  mas  arrogante 
que  el  cura  Arce  fuese  castigado  por  el  atrevimiento  que 


CAPÍTULO    XXX. 


469 


habia  tenido  predicando  contra  sus  hermanos ;  añadiendo 
con  amenaza ,  que  si  no  se  le  daba  esta  satisfacción , 
ellos  mismos  sabrían  tomarla. 

El  presidente  de  la  junta,  que  era  Miguel  Infante,  le 
manifestó  la  estrañeza  que  no  podía  menos  de  causar 
semejante  pretensión  en  una  solennidad  patriótica,  cele- 
brada en  honra  de  la  concordia  de  todos  los  ciudadanos ; 
é  impuso  aun  silencio,  con  sorpresa  jeneral,  á  don  Luis 
Carrera  ,  á  pesar  de  que  conociese  el  influjo  de  sus  her- 
manos no  solo  en  el  ejército ,  sino  también  para  con  la 
jeneralidad  de  los  patriotas.  Pero  una  vez  abiertas  las 
hostilidades,  ya  se  sabe  que  los  miramientos  desaparecen, 
y  que  si  tal  vez  se  observan ,  solo  se  hace  mientras  que 
dura  el  ceremonial  del  momento. 

La  junta  gobernadora  habia  formado ,  en  efecto ,  el 
proyecto  de  quitar  los  mandos  á  Miguel  Carrera  y  á  sus 
hermanos;  pero  para  dar  semejante  golpe,  necesitaba 
mucho  tino ,  y  emplear  todas  las  precauciones  que  pedia, 
en  atención  al  alto  rango  que  ocupaba  aquella  familia. 
Tal  fué  la  reflexión  que  hicieron  los  miembros  de  la  junta, 
los  cuales  se  hallaban  muy  poco  dispuestos  á  tomar  bajo 
su  responsabilidad  una  resolución  que  les  parecía,  como 
lo  era  en  efecto ,  sumamente  grave. 

Bien  que  se  hubiese  tratado  de  todo  esto  con  mucho 
misterio,  no  obstante,  llegó  á  oídos  de  don  Luis  Car- 
rera, el  cual  ofreció  la  dimisión  en  nombre  de  su  her- 
mano; pero  no  fué  admitida  por  la  junta;  al  paso  que 
don  Luis  Carrera  se  habia  negado  á  dar  la  que  le  ha- 
bían pedido  á  él.  De  aquí,  surjió  un  pensamiento  en  el 
partido  de  la  municipalidad,  pensamiento  que  era  nada 
menos  que  hacer  disolver  la  junta  gobernadora  para 
nombrar  otra  en  reunión  de  las  corporaciones,  y  atacar 


470 


HISTORIA    DE    CHILE. 


al  mismo  tiempo  la  constitución ,  considerada  en  aquella 
circunstancia  como  parto  de  la  arbitrariedad  y  de  la 
violencia  aunque  formada  por  influjo  de  la  familia 
Larrain. 

Camilo  Henriquez  en  el  Monitor  araucano ,  y  Antonio 
Irrizarri  en  el  Semanario,  criticaban  abiertamente  dicha 
constitución,   considerándola  como  causa  principal  del 
estado  precario  de  ¡a  revolución  y  del  país.  Irrizari  so- 
bretodo la  atacó  con  una  valentía  que  causó  una  sor- 
presa jeneral  en  los  lectores  ■  y  les  inspiró  una  relijiosa 
confianza.  Superior  a  todo  sentimiento  de  pusilanimidad 
y  de  temeroso  disimulo,  y  animado ,  por  otra  parte,  al 
ver  la  fermentación  que  reinaba  en  los  opiniones ,  y  la 
tendencia  á  un  cambio  de   gobierno,  Irrizari  tuvo  la 
osadía  de  insultar  el  nombre  del  rey ,  que  se  leia  aun 
en   la  constitución  y  en  los  decretos  de  la  junta ,  y  de 
proclamar  de   su  propia  autoridad   la   independencia 
absoluta  de  la  República.  En  seguida,  demostró  la  ne- 
cesidad urjente  de  nombrar  un  congreso  para  revisar 
la  constitución  y  reformarla  en  todo  su  tenor,  en  atención 
á  que ,  en  su  dictamen ,  era  no  solo  ilejítima  sino  tam- 
bién insuficiente,  y  lo  que  masera,  desnaturalizada  con 
el  nombre  de  Fernando  VII.    Por  donde  se  ve  clara- 
mente que  el  objeto  principal  del  Semanario  era  impeler 
los  ánimos,  preparándolos  á  grandes  reformas  por  la 
enerjía  y  la  persuasión  de  sus  razonamientos ,  en  cuyo 
intento  se  hallaba  apoyado  por  los  sujetos  mas  influyentes 
de  Santiago,  y  en  particular  por  Camilo  Henriquez, 
fervoroso  apóstol  de  la  nacionalidad  chilena ,  y  pronto  , 
como  lo  estaba  su  cooperario ,  á  sacrificar  su.  vida  para 
conducir  la  revolución  á  los  altos  fines  que  la  Providen- 
cia le  había  señalado. 


CAPITULO   XXX. 


471 


Gracias  á  los  esfuerzos  simultáneos  de  estos  dos  so- 
bresalientes patriotas,  la  revolución  siguió  muy  luego 
un  nuevo  jiro ,  y  tan  pronto  sosegada ,  tan  pronto  enér- 
jica ,  según  las  circunstancias ,  adelantaba  á  paso  largo 
llevando  tras  sí  al  pueblo,  y  aun  también  á  aquellos  que 
no  teniendo  sistema  ni  partido  que  seguir,  se  mostraban 
moderados  por  temor  de  caer  en  escesos.  La  proposición 
de  los  dos  célebres  escritores  halló  apoyo  y  fué  votada  por 
la  mayoría  de  los  habitantes.  La  junta  de  corporaciones 
se  reunió  para  discutir  sobre  los  intereses  de  la  nación , 
hacia  el  fin  del  mes  de  setiembre.  Entre  las  cuestiones  que 
se  ajitaron ,  todas  sumamente  interesantes ,  se  halló  la 
que  era  concerniente  á  los  Carreras,  de  la  cual  se  trató 
en  un  sentido  que  les  era  enteramente  desfavorable.  En 
consecuencia ,  se  decidió ,  á  grande  pluralidad  de  votos, 
fuese  convocado  un  congreso  nacional  para  el  primero  de 
enero ,  y  que  la  junta  gobernadora  se  trasladase  á  Talca. 
Bien  que  el  motivo  de  estos  dos  votos  no  se  hubiese  ma- 
nifestado claramente,  no  parecía  dudoso  que  el  objeto  de 
la  junta  era  acercarse  del  teatro  de  la  guerra  para  ob- 
servar la  conducta  de  los  jefes  militares ,  y  aprovechar 
la  primera  ocasión  de  deshacerse  de  los  tres  hermanos 
Carrera,  reputados  peligrosos  para  el  país  y  para  su  go- 
bierno ,  el  cual  necesitaba  ser  enteramente  libre  é  inde- 
pendiente de  travas  y  oposiciones  imprudentes.  - 
-  Pero  en  medio  de  todo  esto,  los  miembros  del  poder 
ejecutivo ,  así  como  también  los  del  senado ,  se  vieron 
obligados  á  dar  su  dimisión ,  á  consecuencia  de  un  voto 
que  virtualmente  les  quitaba  su  carácter  y  autoridad. 
Hubo  grandes  debates  en  aquella  ocasión ,  y  para  llegar 
á  una  solución ,  se  reunió  segunda  vez  la  junta  de  corpo- 
raciones, el  dia  6  de  octubre ,  y  se  decidió  en  ella  que  los 


m 


HISTORIA    Di?    CHILE. 


t 


dos  poderes  continuasen  ejerciendo  sus  altos  ministerios 
hasta  la  reunión  de  un  nuevo  congreso. 

Al  mismo  tiempo  ,  el  partido  del  Ayuntamiento  habia 
alcanzado  sus  fines  principales ,  que  eran  dar  impulso  á 
la  revolución ,  modificar  una  constitución  que  se  resentía 
de  las  tradiciones  monárquicas  y  quitar  el  prestijio  que 
tenían  á  los  hermanos  Carrera ,  los  únicos  que  podían 
poner  ostáculos  á  su  ambición.  Los  miembros  de  la  junta, 
naturalmente,  trabajaban  por  someterá  sus  adversarios, 
pero  bajo  de  mano  y  sin  declararles  una  guerra  abierta. 
Don  Francisco  Antonio  Pérez  sobretodo ,  temia  malos 
resultados  de  una  empresa  que,  á  su  parecer,  tenia 
visos  de  resentimiento  y  de  venganza ,  y  por  no  verse 
mezclado  en  ella,  dio  su  dimisión,  y  fué  reemplazado  por 
el  cura  de  Talca ,  don  José  Ignacio  Gienfuegos ,  hombre 
de  talento  y  de  intriga,  el  cual  ejercía  un  grande  influjo  en 
las  provincias  del  sur,  y  se  halló  muy  á  tiempo  en  puesto 
y  ocasión  de  combatir  la  necia  credulidad  de  algunas  ca- 
bezas que  aun  confundían  la  causa  realista  y  la  relijiosa 
en  una  sola  ó  idéntica. 

Ya  hemos  visto  como  don  Luis  Carrera  se  habia  ha- 
llado en  Santiago  testigo  de  las  intrigas  que  se  urdían 
contra  su  familia,  principalmente  contra  su  hermano 
don  Miguel.  Muy  resentido  de  ellos,  no  solo  se  habia 
quejado  altamente ,  sino  que  también  habia  dejado  esca- 
par ciertas  espresiones  de  amenaza.  En  su  resentimiento, 
no  alcanzaba  á  comprender  como  era  posible  que  los 
mismos  cooperadores  á  la  formación  de  la  constitución , 
la  hallasen  en  aquel  instante  defectuosa,  y  la  tachasen 
de  nulidad,  solo  porque  les  parecía  ser  favorable  á  su 
familia ,  y  no  habia  sido  promulgada  con  la  plenitud  de 
libertad  que  exijia  un  acto  de  tan  suma  importancia. 


que 


capítulo  xxx.  /j73 

Acerca  de  esto  ,  mas  de  una  vez  habia  intentado  quejarse 
abiertamente  á  la  junta  gobernadora;  pero  la  filípica  que 
el  cura  Arce  habia  lanzado  contra  ellos  desde  el  pulpito, 
y  el  gran  número  de  enemigos  que  tenian  en  la  capital , 
le  habían  inducido  á  reflexionar  que  aun  no  era  tiempo  de 
levantar  la  cabeza,  y  resolvió  volver  á  juntarse  con  su 
hermano  afín  de  deliberar  con  él  y  abrazar  un  sistema  de 
defensa ;  pero  no  pudo  ejecutarlo  y  escribió  á  Talca , 
al  obispo  don  Rafael  Andreu  y  Guerrero ,  justamente 
de  viaje  á  Concepción,  á  donde  probablemente  iba  por 
consejo  de  José  Miguel,  escoltado  por  una  colunna 
mandada  por  don  Rafael  Soto ,  diciéndole  todo  lo 
se  habia  tramado  en  Santiago  contra  su  familia. 

Guerrero ,  como  ya  se  ha  dicho  ,  era  uno  de  estos 
hombres  que  por  su  resolución  y  manejo  ,  son  muy  útiles 
para  reanimar  las  esperanzas  de  un  partido  comprome- 
tido. Sus  cualidades  personales,  el  conocimiento  que 
tenia  de  las  cosas  y  de  los  hombres  y  sobretodo  su  ca- 
rácter de  obispo ,  le  daban  mucho  ascendiente  sobre  los 
habitantes  de  la  parte  del  norte  ;  pero  en  Concepción  no 
tenia  esta  ventaja,  porque  allí,  todos  sabían  que  el  ar- 
zobispo de  Lima ,  por  acuerdo  de  un  consejo  de  teólogos 
y  canonistas ,  le  negaba  el  título  de  obispo  de  Santiago , 
y  le  ordenaba  se  restituyese,  en  el  término  de  quince  dias, 
á  su  iglesia  del  Paposo  ,  en  donde  debia  de  residir  como 
obispo  de  Epifanía,  bajo  la  pena  de  suspensión  (1).  Los 
miembros  del  clero  de  la  provincia  de  Concepción ,  sa- 
biendo como  sabían  que  la  sentencia  del  arzobispo  de 
Lima  contra  Guerrero  se  hallaba  apoyada  por  el  concilio 
de  Trento  y  por  una  bula  de  Benedicto  XIV,  contrarres- 
taban el  influjo  de  este  obispo  del  Paposo  ,  y  le  impedían 

(1 )  Gaceta  de  Lima  ¡  ¡  Viva  Fernando  VII !  n°  17. 


lílll 


HISTORIA    DE    CHILE. 


de  ejercerlo  en  favor  del  jeneral  Carrera ,  desacreditán- 
dolo por  toda  la  provincia.  Mas  á  pesar  de  eso,  no  dejó 
Guerrero  de  ponerse  á  predicar  públicamente  en  las 
calles  y  plazas  sobre  los  deberes  que  la  salvación  de  la 
patria  y  la  defensa  de  sus  nuevas  instituciones  imponían 
á  los  patriotas ,  siendo  el  primero  y  mas  esencial  de  estos 
deberes  una  entera  y  ciega  sumisión  á  la  autoridad  supe- 
rior militar.  Estos  sermones  de  Guerrero  se  estendian  y 
ampliaban,  en  seguida,  en  proclamas  llenas  de  senti- 
mientos heroicos  á  los  habitantes  de  la  provincia ,  senti- 
mientos desarrollados  con  la  mas  sutil  arteria ,  y  que  se 
dirijian  al  fin  principal  de  atraer  de  nuevo  la  jurisdicción 
de  Arauco  al  partido  de  Carrera.  En  este  particular,  el 
obispo  Guerrero  se  espresaba  sin  rebozo  ,  exortando,  en 
nombre  de  la  relijion  y  de  la  patria ,  á  una  contra-revo- 
lución, prometiéndoles  su  bendición  y  muchísimas  in- 
dulj  encías. 


CAPITULO  XXXI. 


La  opinión  jencral  favorable  al  partido  del  ayuntamiento.— Arribo  de  los 
auxiliares  de  Buenos-Aires.—  El  gobierno  se  traslada  á  Talca ,  dejando  en 
su  lugar  un  gobernador  intendente.— Oficio  de  intimación  á  Sánchez  y 
respuesta  de  este  jeneral.—  Ei  gobierno  resuelve  quitar  á  los  Carrera  los 
mandos  del  ejército,  contra  el  parecer  de  O'Higgins,  el  cual  aconsejad 
Carrera  dé  su  dimisión.  —  Carrera  resiste  apoyándose,  para   lejitimar  su 

resistencia,  en  algunas  corporaciones.— Toma  de  la  Montonera  Fontalva 

Arribada  del  Portillo  á  Arauco,  y  embarco  de  Cruz  y  de  sus  compañeros.— 
Miguel  Carrera  da  orden  para  que  sus  dos  divisiones  se  replieguen  á  él.— 
Mackenna  se  va  á  Talca  por  mar,  y  negocia  para  que  O'Higgins  sea  nom- 
brado jeneral  en  jefe.—  Luis  Cruz  renuncia ,  en  nombre  suyo  y  de  su  her- 
mano,  al  mando  del  ejército ,  en  favor  de  O'Higgins.—  El  gobierno  depone 
á  los  tres  hermanos.—  O'Higgins  va  á  Talca.—  Miguel  Carrera  recibe  el 
oficio  de  su  reemplazo  en  el  mando. 


Ya  el  triunfo  de  la  causa  del  ayuntamiento  no  era  du- 
doso ,  puesto  que  la  opinión  jeneral  se  manifestaba  en  su 
favor  y  la  revolución  contra  los  Carreras  se  hacia  inevi- 
table. La  junta  gobernadora ,  autora  de  esta  revolución , 
tenia  mucho  interés  en  aprovechar  del  estado  de  cosas, 
y  de  trasladarse  con  urjencia  al  medio  dia  para  com- 
binar sus  planes ,  y  trabajar  en  que  el  ejército  abrazase 
la  opinión  jeneral. 

En  aquel  momento  llegaba  de  las  cordilleras  una  co- 
lunna  de  trescientos  hombres  mandados  por  Santiago 
Carrera,  los  cuales  componían  el  socorro  que  el  gobierno 
había  pedido  á  la  república  de  la  Plata,  cuando  se  es- 
parció el  ruido  de  la  invasión  de  Osorio  en  el  Huasco, 
y  llegaban  llenos  de  ardor  por  la  defensa  de  la  indepen- 
dencia americana.  El  presidente  de  la  junta  Miguel  In- 


476 


HISTORIA    DE    CHILE. 


fante  salió  de  la  ciudad  á  recibirlos ,  con  lo  cual  exaltó 
el  entusiasmo  de  los  habitantes  en  favor  de  aquellos  ge- 
nerosos hermanos.  Durante  dos  dias,  hubo  funciones 
públicas  y  particulares  que  probaban  la  simpatía  y  una- 
nimidad de  intereses  y  opiniones. 

Este  acontecimiento  habia  dado  nuevas  y  mayores  es- 
peranzas al  gobierno ,  y  aun  le  habia  inspirado  un  esceso 
de  confianza  verdaderamente  pueril ,  en  términos  de  que 
empezó  á  prever  la  rendición  del  ejército  enemigo  como 
forzosa ,  en  razón  de  su  imposibilidad  de  hacer  frente  á 
las  tropas  que  iban  á  reforzar  el  ejército  del  sur ;  porque, 
independientemente  de  los  auxiliares  venidos  de  la  repú- 
blica de  la  Plata,  se  habían  ya  puesto  en  marcha  las 
tropas  de  Alcázar  y  se  habia  levantado  un  nuevo  bata- 
llón, mandado  por  Henrique  Larenas,  uno  de  los  jefes  de 
la  espedicion  de  Buenos-Aires ,  con  el  nombre  de  auxi- 
liar de  la  patria.  Todas  estas  tropas ,  muy  bien  armadas 
y  equipadas ,  no  podian  menos ,  en  efecto  ,  de  influir  po- 
derosamente en  los  sucesos  y  el  resultado  de  la  nueva 
campaña.  En  este  supuesto ,  ya  el  gobierno ,  reunido  con 
el  senado,  habia  tratado  de  los  términos  y  condiciones  de 
la  paz  que  se  le  habia  de  conceder  al  enemigo,  y  de  los 
diferentes  destinos  que  se  darían  á  las  tropas ,  tan  pronto 
como  dicha  paz  fuese  hecha ;  noble  ilusión  que  probaba 
altamente  que  los  miembros  del  gobierno  pensaban  lo 
que  deseaban. 

Esta  confianza,  real  ó  solo  aparente,  era  muy  propia 
á  alimentar  las  esperanzas  indefinidas ,  pero  apasio- 
nadas, del  pueblo,  y  en  aquel  instante  sobretodo  en 
que  Santiago  iba  á  quedar  sin  la  junta  gobernadora, 
y  sin  el  ascendiente  que  ejercía  sobre  los  turbulentos , 
se  pensó  en  poner  en  su  lugar  un  jefe,  cuya  autoridad 


CAPITULO    XXXT. 

tuviese  su  acción  desde  Santiago  hasta  al  norte  de 
república. 

Este  hombre ,  con  el  título  de  intendente  gobernador, 
era  don  Joaquín  Echeverría  y  Larrain ,  antiguo  presi- 
dente del  congreso,  y  enemigo  de  Carrera ,  como  lo  habia 
manifestado  por  su  conducta  respecto  á  los  autores  de 
los  complots  que  habían  sido  tramados  contra  él  y  sus 
hermanos,  en  noviembre  de  1811. 

Luego  que  este  gobernador  hubo  tomado  posesión  del 
mando,  los  miembros  de  la  junta  hicieron  los  preparati- 
vos necesarios  de  marcha  y  salieron  para  Talca  el  día 
14  de  octubre ,  acompañados  de  los  auxiliares  de  Buenos- 
Aires.  En  todas  las  ciudades  y  villas  por  donde  pasaban , 
las  autoridades  salían  a  su  encuentro  para  hacerles  los 
honores  que  les  correspondían  y  por  los  cuales  se  mos- 
traban reconocidos ,  bien  que  hubiese  en  ellos  visible- 
mente mucho  espíritu  democrático. 

El  22  ,  llegaron  á  una  población  que  se  hallaba  muy 
ajitada  con  la  noticia  de  la  acción  del  Roble ,  noticia  que 
habia  llegado  allí  tres  dias  antes,  y  que  los  mismos 
miembros  del  gobierno  habían  recibido  en  el  camino. 
Con  este  motivo  juzgaron  oportuno  apresurar  aun  mas  su 
marcha  para  llegar  á  tiempo  de  tomar  las  medidas  que 
las  circunstancias  exijiesen ;  pero  muy  luego  se  tranqui- 
lizaron con  una  segunda  noticia  ampliativa  de  la  primera, 
y  por  la  cual  vieron  que  lejos  de  temer  por  el  ejército , 
podrían,  al  contrario,  aprovechar  de  aquella  coyuntura 
para  tratar  ventajosamente  con  Sánchez.  En  consecuencia, 
al  día  siguiente  de  su  llegada á  Talca,  enviaron  á  dicho 
jeneral  al  capitán  don  Francisco  Bergara  con  pliegos  en 
que  le  anunciaban  el  crecido  número  de  fuerzas  auxiliares 
que  traían ,  y  la  necesidad  en  que  él  se  hallaba  de  en- 


478 


HISTORIA    DE    CHILE. 


tregarse ,  ofreciéndole  todas  las  ventajas  que  pudiese  de- 
sear con  los  honores  de  la  guerra. 

Pocos  dias  después,  enviaron  otro  capitán,  don  Pa- 
tricio Letellier,  á  los  hermanos  Carrera  á  Concepción , 
anunciándoles  su  arribo  á  Talca ,  con  remisión  de  copia 
del  oficio  de  intimación  que  habían  escrito  á  Sánchez , 
oficio  que  no  podía  menos  de  ser  irritante  para  el  jeneral 
en  jefe  del  ejército,  á  quien  hubiera  pertenecido  el  en- 
viarlo ,  y  sin  conocimiento  del  cual  lo  había  mandado  el 
gobierno. 

A  dicho  oficio ,  Sánchez  contestó  con  otro  firmado  de 
todo  el  cabildo,  de  los  eclesiásticos  y  de  todos  los  oficiales 
del  ejército ,  diciendo  que  las  proposiciones  que  se  le 
hacían  no  serian  nunca  aceptadas  por  el  gobierno  que  él 
representaba,  y  que  aprovechaba  de  aquella  ocasión 
para  darles  las  quejas  mas  graves  contra  los  hermanos 
Carrera,  los  cuales  debían  ser  considerados  como  autores 
de  los  males  que  aflijian  á  aquella  provincia,  aun  cuando 
no  fuese  mas  que  como  protectores  de  los  que  ocasiona- 
ban aquellos  males.  En  estas  quejas ,  Sánchez  se  adelantó 
hasta  poner  muy  en  duda  el  patriotismo  de  don  José  Mi- 
guel Carrera,  el  cual,  aseguraba  Sánchez  en  su  oficio, 
solo  trabajaba  por  los  franceses,  como  le  seria  fácil 
probarlo  por  cartas  y  documentos  interceptados  por  sus 
espías. 

En  estas  aserciones  del  comandante  de  los  realistas , 
solo  se  ve  que  intentaba ,  como  era  natural ,  el  desunir  y 
aun  también  indisponer  los  dos  poderes  ,  político  y  mili- 
tar, como  lo  dice  el  padre  Martínez  (1),  para  sacar  pro- 
vecho ,  en  favor  de  su  partido ,  de  su  desunión. 


(1)  «Sánchez  atizaba  cuanto  podia  la  desavenencia,  llevado  de  aquel  prin- 
cipio :  divide  y  vence.  »  Hisl.  manusc.  de  la  Revolución  de  Chile. 


CAPÍTULO    XXXI. 


479 


El  poder  ejecutivo ,  sin  dejar  de  notar  lo  ridículo  de 
semejantes  acusaciones,  y  aun  también  asegurando  á 
Carrera  que  las  miraba  como  absurdas,  noobstante  se 
aprovechaba  de  ellas  para  arruinar  el  influjo  de  este  jene- 
ral  en  jefe ,  y  hacerle  sospechoso  á  los  patriotas.  En  vista 
de  estas  intrigas,  que  descubrió  muy  fácilmente,  Carrera 
se  vio  obligado  á  defenderse  ,  pidiendo  en  alta  voz  y  en 
público  se  le  presentasen  pruebas  de  la  existencia  de 
dichos  documentos ;  pero  semejante  papel  era  ya  dema- 
siado humillante  para  el  jefe  de  un  ejército ,  y  no  podia 
menos  de  quitarle  una  gran  parte  de  la  consideración 
que  había  adquirido  por  sus  sentimientos  de  patriotismo, 
y  por  los  grandes  servicios  que  habia  hecho  á  la  causa 
que  defendía. 

En  efecto ,  el  gobierno  ya  manifestaba  sin  rebozo  sus 
proyectos,  diciendo,  sin  ninguna  especie  de  reserva, 
que  en  tiempos  de  revolución  no  se  debía  poner  el 
mando  de  la  fuerza  armada  entre  las  manos  de  una 
sola  familia ,  y  que  era  absolutamente  necesario  quitár- 
selo á  la  de  Carrera.  Despuos  de  haberse  atraído  los 
espíritus  y  las  opiniones  en  Santiago ,  el  gobierno  se 
proponía  conseguir  las  mismas  ventajas  en  el  sur,  á 
los  ojos  mismos  del  ejército,  cuya  moralidad  se  hallaba 
ya  maleada  por  algunos  intrigantes;  y  aun  con  mas 
certeza  esperaba  conseguirlas  de  parte  de  los  habitantes, 
que  todos ,  poco  ó  mucho ,  habían  sido  maltratados  por 
la  guerra. 

Sinembargo ,  habiendo  sido  consultado  sobre  el  caso , 
O'Higgins  respondió  :  que  noobstante  fuese  cierta  la 
desmoralización  del  ejército,  en  el  cual  aumentaba  la  de- 
serción de  dia  en  día ,  produciría  fatales  resultados  el 
quitar  el  mando  á  Carrera,  y  que,  por  lo  tanto  ,  aconse- 


■*■ 


Zi80 


HISTORIA    DE    CHILE. 


jaba  al  gobierno  renunciase  á  semejante  proyecto  (1). 

Este  consejo  no  tuvo  el  efecto  que  se  proponía  O'Hig- 
gins,  porque  habia  entre  los  dos  partidos  demasiados 
motivos  de  rencor  y  de  animosidad  recíprocos,  y  así, 
bien  que  hubiese  sido  en  cierto  modo  pedido ,  dicho  con- 
sejo no  fué  escuchado.  Muy  al  contrario ,  desde  aquel 
mismo  instante ,  los  miembros  del  gobierno  echaron  una 
proclama  propia  á  bien  disponer  el  espíritu  de  militares , 
en  favor  de  los  cuales  (decia  la  proclama)  y  en  premio 
de  sus  brillantes  servicios ,  se  debia  pensar  en  reformas 
que  proporcionasen  ocasión  de  recompensarlos  digna- 
mente. 

A  los  habitantes  de  la  provincia  de  Concepción  les  ha- 
cían promesas  análogas  con  el  mismo  objeto ,  prome- 
tiéndoles indemnizarlos  de  las  pérdidas  que  habían  espe- 
rimentado  durante  la  guerra. 

Algunos  días  después  de  haber  esparcido  con  profusión 
dicha  proclama,  ya  se  atrevieron  á  pasar  un  oficio, 
(fecha  9  de  noviembre),  al  mismo  Miguel  Carrera,  exor- 
tándolo  á  desistirse  del  mando  de  jeneral  en  jefe  del 
ejército. 

Todo  esto  lo  sabia  ya  de  antemano  Carrera  por  su 
hermano  Luis ,  el  cual  por  orden  del  gobierno  permane- 
cía en  Talca,  bajo  diferentes  pretestos.  Sinembargó,  in- 
dignado contra  los  autores  de  dicho  oficio,  el  primer 
pensamiento  de  Carrera ,  después  de  haberlo  leído  ,  fué 
el  resistir  á  las  insinuaciones  del  poder  ejecutivo  ,  y  de 
oponer  á  su  autoridad  la  de  una  junta  compuesta  de  las 
corporaciones ,  de  militares  y  del  cabildo  de  Concepción. 

En  efecto ,  una  junta  así  compuesta  y  convocada  por 

(1)  Este  oficio  fué  llevado  y  entregado  por  el  teniente  Arce ,  que  se  disfrazó 
para  cumplir  esta  comisión.  Conversación  con  don  Bern.  O'Higgins. 


CAPÍTULO   XXXI.  £81 

solicitud  de  don  Salvador  Andrade,  se  reunió,  el  dia  si- 
guiente ,  en  el  salón  del  ayuntamiento,  y  acordó  unáni- 
memente ,  que  en  atención  á  las  circunstancias  en  que  se 
hallaba  la  provincia,  ni  el  jeneral  en  jefe  ni  sus  herma- 
nos podían  desistirse  del  mando,  abandonando  el  ejér- 
cito, y  que  esta  resolución  fuese  llevada  á  conocimiento 
del  gobierno  para  que  se  sirviese  anular  la  provi- 
dencia que  habia  tomado  en  aquel  asunto,  sin  lo  cual 
se  vena  sin  duda  alguna  espuesto  el  país  á  grandes 
calamidades. 

Armado  de  esta  decisión ,  que  legalizaba  á  su  parecer 
su  desobediencia,  y  le  dispensaba  de  escrúpulos  que  ha- 
bría podido  tener  sin  ella,  Carrera  no  se  tomó  la  mo- 
lestia de  responder  al  gobierno,  y  continuó  mandando  el 
ejercito,  sobre  el  cual  fundaba  todas  sus  esperanzas 
porque  creía  poseer  su  afecto. 

Sinembargo ,  después  de  la  acción  de  Tracoyan    el 
enemigo ,  animado  por  el  buen  éxito ,  habia  hecho  cuanto 
le  había  sido  posible  para  molestar  á  las  tropas  patrióti- 
cas, insultando  con  frecuencia  las  avanzadas,  y  el  dia  11 
de  noviembre,  habia  atacado  en  el  vado  de  Cuca  la  escolta 
de  las  cosechas  que  iban  de  las  haciendas  cercanas  á 
Itata.  Freyre,  que  mandaba  la  escolta,  hace  frente  con 
resolución  ,  rechaza  al  enemigo,  lo  carga,  pasa  el  Itata 
en  pos  de  él ,  y  lo  persigue  hasta  Larqui.  Esta  acción 
fue  seguida  de  otras  muchas  que  no  tuvieron  resulta- 
dos importantes ,   porque  el  jeneral  Carrera  no   tenia 
entonces  mas  que  un  pensamiento  fijo,   que  era  ir  á 
atacar  y  tomar  la  plaza  de  Arauco ,  afín  de  hacer  toda 
vía  de  socorro  imposible,  ó  á  lo  menos  muy  difícil  al 
enemigo. 

Mientras  que  hacia  los  preparativos  de  esta  espedicion 

V.  Historia.  o  • 


Zi.82 


HISTORIA   DE   CHILE. 


y  llegaban  caballos  y  pertrechos  que  había  pedido  á 
Talca ,  dio  orden  al  coronel  Urizar  de  transportarse  con 
cien  fusileros  que  habia  en  Rere  al  otro  lado  del  Laja , 
para  apoderarse  de  los  Anjeles(l);  pero  desgraciada- 
mente ,  dicho  coronel  tuvo  tan  poco  éxito  en  esta  empresa 
como  en  la  que  habia  sido  puesta  á  su  cargo  anterior- 
mente, en  términos  que  sus  soldados  le  miraban  con 
desden  y  muchos  le  abandonaron  creyendo  que  habia 
traición  en  su  conducta. 

El  teniente  Juan  Felipe  Cárdenas  fué  mucho  mas 
feliz  en  Tarpellanca ,  Hualquiy  otros  puntos  en  donde 
batió  completamente  al  enemigo. 

El  teniente  de  dragones  don  Estevan  Manzano  lo  fué 
aun  mucho  mas.  Este  oficial ,  en  una  de  sus  correrías  , 
tuvo  el  buen  acierto  de  destruir  una  audaz  montonera , 
haciendo  prisioneros  á  sus  motores  Dámaso  Fontalba , 
su  yerno  y  su  sobrino  ,  los  cuales  fueron  afusilados 
inmediatamente,  por  orden  de  Carrera,  así  como 
también  los  milicianos  sorteados  para  sufrir  la  misma 

pena. 

En  medio  de  todo  esto,  Carrera  se  vio  paralizado  en 
la  ejecución  de  sus  proyectos  contra  la  plaza  de  Arauco , 
por  la  arribada  del  bergantín  el  Polvillo  á  aquella  plaza 
con  socorros  para  los  realistas ,  y  orden  para  transportar 
áLima  los  prisioneros  de  guerra  que  habian  hecho. 

Entre  dichos  prisioneros,  se  hallaba  el  digno  coronel 
Cruz ,  que  O'Higgins  hubiera  querido  salvar  á  toda 
costa.  Su  división  ocupaba  entonces  la  junta  del  Di- 
guillin ,  y  por  consiguiente  estaba  próxima  al  camino 

(l)  Miguel  Carrera  :  Diario  manuscrito.  Según  don  Diego  Benavente  ,  esta 
espedicion  tenia  por  objeto  ir  á  atacar  las  tropas  destinadas  á  escoltar  los 
prisioneros  de  Chillan  á  bordo  del  Potrillo.  Memoria,  pág.  114- 


CAPÍTULO   XXXI. 

que  debían  seguir.  Con  este  proyecto,  pidió  permiso  al 

¡22 d  José  Carrera  para  ir  á  atacar  >•  SÍ 

que  era  de  qu.mentos  hombres,  afin  de  rescatar  á  su 
companeros  de  armas,  rogándole  al  mismo  tiempo  le 
enviase  los  caballos  de  que  pudiese  disponer.  Desgra- 
ciadamente, el  proyecto  de  O'Higgins  no  pudo  reali- 
zarse    y  los  prisioneros  llegaron  y  fueron  puestos  á 
bordo  del  Potrillo,  con  gran  sentimiento  de  la  junte 
gobernadora    que,  por  mas  que  hizo  ,  amenazando  4 
Sánchez  con  la  represalia  de  enviar  á  Buenos-Aires  los 
oficiales  que  le  habían  cojido  á  bordo  de  la  Tomasa ,  no 
pudo  impedirlo.  Es  verdad  que  esta  amenaza  no  era 
propia  a  persuadir  al  jefe  realista,  en  atención  á  que 
dichos  oficiales  eran  unos  traidores,  en  su  opinión. 

Miguel  Carrera,  por  su  parte,  esperimentó  el  mas  vivo 
dolor  al  oír  esta  noticia,  y  se  apresuró  á  suavizar  la  triste 
posición  de  su  amigo  y  compañero  Cruz  enviándole  dinero- 
pero  no  por  eso  se  sintió  tranquilizado.  Lejos  de  eso  ' 
Carrera  deploraba  mas  que  nunca  el  fatal  descuido  de'l 
gobierno  en  1,0  enviarle  socorros  y  sobretodo  caballos, 
de  que  tema  tanta  falta,  y  que  le  hubiesen  sido  tan  útiles 
en  aquella  circunstancia.  Este  descuido  le  parecía  ser  una 
verdadera  conspiración  contra  él  y  contra  sus  opera- 
ciones militares,  y  con  esta  persuasión,  visto  que  todas 
as  quejas  que  habia  dado  sobre  este  particular  habian 
sido  desoídas  (1),  pens6  en  concentrar  todas  sus  tropas 
sobre  Concepción  para  poder  resistir,  en  caso  necesario , 

junta  J  marC"aSC  C°n  !r°paS  S0bre  Santiago  para  disolver  dicha 

Conversación  con  O'Higgins. 


/¡$£  HISTORIA   DE   CHILE. 

á  las  malas  intenciones  de  la  junta.  En  consecuencia  ¿ 
mandó  replegar  las  dos  divisiones ,  una  sobre  la  Florida, 
y  la  otra  sobre  Gurapalihue,  con  el  pretesto  aparente  de 
cubrir  Concepción ,  adonde  llamó  al  coronel  O'Higgins 
para  conferenciar  con  él  acerca  de  los  procederes  del 
poder  ejecutivo. 

En  efecto,  llegó  O'Higgins  á  Concepción,  y  Carrera 
abrió  con  él  una  conferencia ,  en  presencia  del  gobierno 
de  la  provincia,  conferencia  en  la  cual  el  primero  declaró, 
con  la  franqueza  digna  de  un  militar,  que  ya  habia  mani- 
festado claramente  á  los  miembros  del  gobierno ,  que  la 
cesación  del  mando  de  los  Carreras  seria  la  pérdida  del 
ejército. 

Bien  que  la  amistad  de  Carrera  y  de  O'Higgins  se  hu- 
biese enfriado  en  cierta  manera,  por  diferentes  motivos 
pero  sobretodo  por  la  intimidad  y  el  favor  que  el  jeneral 
dispensaba  á  su  amigo  Poinsett,  el  cual  parecia  ser  su 
jefe  de  estado  mayor,  y  su  particular  asesor  en  todos 
asuntos,  con  mucho  disgusto  de  los  jefes  que  servianbajo 
sus  órdenes;  noobstante  esto,  O'Higgins  obró  en  esta 
circunstancia  con  la  mayor  lealtad ,  como  ya  queda  pro- 
bado por  su  precedente  correspondencia  con  la  junta, 
y  por  consiguiente  ,  no  era  de  ninguna  manera  enemigo 
de  Carrera.  El  que  se  hallaba  en  este  caso ,  y  que  real- 
mente podia  serle  hostil ,  por  sus  relaciones  de  parentesco 
con  Irrizari ,  Echeverría  y  otros  partidarios  de  la  familia 
de  los  Larrains ,  era  el  cuartel-maestre  Mackenna.  Este 
fué  quien  tuvo  la  idea  de  quitar  el  mando  a  Carrera 
para  dárselo  á  O'Higgins,  y  aun  se  atrevió  á  decírselo  al 
mismo  jeneral,  cuando  este  le  mostró  el  oficio  de  la  junta, 
pidiéndole,  por  decirlo  así ,  su  parecer  en  aquella  circuns- 
tancia. El  mismo  pensamiento  de  Mackenna  lo  tenian  los 


CAPÍTULO  xxxi.  485 

Mendiburus,  el  cura  Isidro  Pineda  y  otros,  todos  los 
cuales  estaban  prontos  á  ayudarle  á  realizar  dicho  pro- 
yecto ,  y  lo  propagaron  por  todas  partes ,  y  aun  también 
en  el  ejército  mismo  ,  con  riesgo  de  ocasionar  oposiciones 
y  enconos ,  y  de  dar  lugar  á  fatales  consecuencias. 

Aprovechando,  ademas  de  esto,  de  la  facultad  que 
tenia,  como  cuartel-maestre,  para  obrar  personalmente 
en  los  diferentes  puntos  ocupados  por  las  divisiones  del 
ejército ,  se  embarcó  en  una  falúa  cubierta  con  el  capitán 
García ,  escelente  marino  ,  y  bajo  pretesto  de  pasar  á  la 
isla  de  la  Quinquina,  se  fué  en  la  embocadura  del  Maule, 
y  de  allí  á  Talca,  con  intención  de  trabajar  en  realizar  el 
proyecto  que  meditaba. 

La  junta  gobernadora  le  honró ,  bien  que  debiese  con- 
siderarlo como  un  verdadero  desertor,  con  una  acojida 
tan  favorable  como  opuesta  y  funesta  á  las  leyes  de  la 
disciplina  militar,  sin  duda  porque  llegaba  con  las  mismas 
intenciones  que  la  junta  tenia ,  y  acerca  de  las  cuales  en- 
tró desde  luego  con  él  en  conferencia. 

En  la  conversación  que  había  tenido  Mackenna  con 
Miguel  Carrera ,  este  habia  dicho  al  primero  hallarse 
pronto  y  dispuesto  á  ceder  el  mando  á  O'Higgins,  pero 
que  en  ningún  caso  lo  pondría  en  manos  de  Porteño, 
como  parecía  pretenderlo  la  junta  gobernadora.  Según 
esta  respuesta  del  jeneral  en  jefe ,  los  miembros  de  la 
junta  y  Mackenna  mismo ,  dando  la  cosa  por  hecha ,  ha- 
blaban de  ella  públicamente  sin  la  menor  reserva,  y  aun 
se  la  comunicaron  á  Luis  Carrera,  el  cual  se  presentó, 
el  dia  25 ,  anunciando  que  las  intenciones  de  sus  herma- 
nos eran  de  entregar  los  mandos  del  ejército ,  uno  á 
O'Higgins,  y  el  otro  á  Spano,  el  cual  reemplazaría  á  su 
hermano  José  en  el  de  la  guardia  nacional. 


486 


HISTORIA    DE    CHILE. 


I 


Esta  declaración,  junta  con  las  noticias  dadas  por 
Mackenna  del  mal  estado  de  las  tropas ,  y  de  lo  favo- 
rable que  le  era  á  O'Higgins  la  opinión  jeneral  de  la  pro- 
vincia ,  persuadió  al  poder  ejecutivo  seria  oportuno  el 
ejecutar  con  resolución  y  firmeza  el  proyecto  de  disolver 
la  especie  de  triunvirato  militar  que  formaban  los  tres 
hermanos,  y  el  27  de  noviembre,  los  depuso  de  sus 
respectivos  mandos ,  conservándoles  sus  honores  y 
grados. 

En  virtud  de  esta  resolución,  José  Miguel  Carrera 
debia  entregar  el  suyo  de  jeneral  en  jefe  á  O'Higgins ; 
Juan  José  el  que  tenia  á  Spano ,  y  Luis  el  suyo  al  capi- 
tán de  artillería  don  José  Diego  Valdes,  bien  que  no 
fuese  mas  que  interino. 

El  oficio  que  contenia  estos  decretos  fué  puesto  á  cargo 
del  teniente  de  Asamblea  don  Ramón  Gaona ,  y  de  don 
Gregorio  Echague ,  oficial  de  secretaría  del  gobierno , 
los  cuales  salieron  para  Concepción  afin  de  que  tuviese 
debido  cumplimiento. 

A  su  recibo ,  Carrera  lo  comunicó  sin  demora  alguna 
á  O'Higgins ,  el  cual  estaba  alojado  en  la  misma  casa 
del  jeneral ,  diciéndole  que  ya  podia  tomar  posesión  del 
mando ,  y  que  su  propia  resolución  era  condenarse  á  sí 
mismo  á  voluntario  destierro ,  emigrando  á  los  Estados 
Unidos  tan  pronto  como  se  terminase  la  guerra.  Pero 
esto  fué  dicho  en  cierto  tono  que  hizo  temer  á  O'Higgins 
una  segunda  intención ,  tal  vez  inconsiderada ,  de  parte 
de  Carrera,  al  cual  respondió  que  lejos  de  aceptar  el 
mando  ,  le  rogaba  le  diese  licencia  para  pasar  á  Talca , 
afín  de  obtener  de  la  junta  revocase  el  decreto  por  el  que 
se  lo  con  feria. 

En  efecto ,  salió  á  principios  de  diciembre  con  este 


CAPITULO  XXXII. 


-i 

I     i 


Exasperación  de  Juan  José  Carrera,  al  recibo  de  la  destitución  de  su  mando.— 
Empeño  que  pone  en  que  su  hermano  desobedezca  á  semejante  decreto.— 
Conspiración  de  Tirapegui ,  y  sentencia  contra  sus  cómplices.—  Cange  de 
las  familias O'Higgins,  Alcázar  y  otras  con  las  que  se  hallaban  en  poder  de  los 
patriotas. —  Carrera  convoca  una  asamblea  para  que  vote  socorros.  —  Opo- 
sición que  hace  á  la  orden  de  dejar  el  mando,  y  arresto  de  Fernando  Urizar 
por  su  mandado.—  O'Higgins  se  decide  á  aceptar  el  título  de  jeneral  en  jefe, 
y  toma  posesión  de  este  puesto  con  grande  satisfacción  de  todas  las  autori- 
dades.—El  cura  Cienfuegos,  miembro  de  la  junta ,  es  enviado  á  Concepción , 
y  escribe,  de  acuerdo  con  Carrera,  á  O'Higgins  para  que  vaya  con  urjencia  á 
dicha  ciudad.  —  Alarma  falsa  tramada  de  noche  por  Carrera.  —  O'Higgins 
recibe  á  su  llegada  á  Penco  el  oficio  por  el  cual  Carrera  le  ha  dado  á  reconocer 
por  jeneral  en  jefe  del  ejército.—  Al  dia  siguiente,  entra  en  Concepción.— 
Digresión  sobre  Miguel  Carrera. 


Juan  José  Carrera  recibió  el  decreto  que  le  despojaba 
del  suyo  con  tanta  menos  serenidad  de  ánimo ,  cuanto 
sus  continuos  celos  de  la  autoridad  superior  de  su  her- 
mano habían  sido ,  tal  vez ,  la  primera  causa  de  todo 
esto ,  y  le  habían  inducido  á  ser,  sin  caer  en  ello ,  cóm- 
plice de  Mackenna ,  con  el  cual  tenia  íntimas  relaciones 
de  amistad ;  y  de  allí  provenían  los  elojios  que  le  daba  el 
Semanario  de  lrizarri.  Realmente ,  Juan  José  tenia  la 
ambición  y  la  esperanza  de  substituirse  á  su  hermano  en 
el  mando  del  ejército  ;  pero  al  ver  cuanto  se  había  enga- 
ñado ,  se  sintió  lleno  de  resentimiento  é  hizo  cuanto  pudo 
para  comunicárselo  á  José  Miguel ,  induciéndole  á  que  se 
pusiese  en  actitud  de  resistencia,  á  todo  trance  (1).  Tales 

(1)  Véanse  las  cartas  que  escribía  á  sus  hermanos,  las  cuales  fueron  inter- 
ceptadas por  las  guerrillas  de  Sánchez,  y  publicadas  en  los  nos  2,  3,  k  y  5  de 
la  gaceta  ministerial  de  Lima  del  año  1814. 


CAPITULO   XXXII. 


489 


eran  ya  las  disposiciones  de  su  espíritu  aun  antes  que 
recibiese  el  decreto  que  le  quitaba  el  mando  que  ejercía, 
y  de  aquí  se  puede  deducir  su  irritación  luego  que  la 
recibió ,  que  fué  tal ,  que  sin  dignarse  leerlo ,  lo  laceró , 
lo  arrojó  á  sus  pies  y  lo  pateó ,  en  presencia  de  muchas 
personas.  No  contento  con  esto,  insultó  á  los  dos  envia- 
dos del  poder  ejecutivo,  vituperándoles  de  haber  tomado 
sobre  sí  el  cumplimiento  de  semejante  orden ,  y  por  fin , 
los  mandó  prender. 

Esta  enérjica  resistencia  de  Juan  José  á  la  decisión 
tomada  por  la  junta  gobernadora,  y  su  obstinación  en  no 
querer  entregar  los  otros  oficios  á  los  oficiales  á  quienes 
iban  destinados,  exaltó  la  cabeza  de  José  Miguel,  el 
cual  se  resolvió  á  defender  su  honor  y  sus  derechos,  re- 
sistiendo también  á  las  órdenes  de  la  junta.  Para  esto  no 
carecía  de  medios ,  bien  que  no  pudiese  apoyarse  sobre 
todo  el  ejército ,  que  constaba  de  2500  soldados  aguer- 
ridos; pero  podia  contar  con  un  gran  número  de  ellos, 
que  le  serian  fieles  y  sostendrían  sus  pretensiones ;  y  ade- 
mas esperaba  que  la  junta,  contando  entre  sus  miembros 
á  Infante  y  Eyzaguirre ,  enemigos  declarados  del  partido 
Larrain,  no  tardaría  en  dividirse,  circunstancia  que  le 
seria  favorable. 

Habiendo  tomado  esta  resolución,  volvió  toda  su 
atención  á  la  disciplina  del  ejército ,  y  á  las  operaciones 
de  la  guerra ,  rechazando  por  un  lado  las  guerrillas  de 
Sánchez ,  y  vijilando  por  otro  las  intrigas  de  los  realistas, 
los  cuales  naturalmente  procuraban  aprovecharse  de  las 
disensiones  que  habia  entre  las  autoridades  política  y 
militar. 

En  efecto ,  Sánchez  no  solo  hacia  una  guerra  continua 
á  los  patriotas ,  al  sur  y  al  norte  de  Chillan ,  insultándolos 


\ 


HISTORIA    DE    CHILE. 

hasta  en  sus  mismas  trincheras ,  sino  que  también  fo- 
mentaba, con  promesas  de  auxilio,  una  conspiración 
cuyo  objeto  era  operar  una  sorpresa  contra  el  jeneral 
Carrera,  envolviendo  en  ella  al  gobierno  de  Concepción, 
á  los  miembros  del  Cabildo  ,  á  todos  los  jefes  del  ejército 
y  á  los  principales  patriotas.  Don  Santiago  Tirapegui , 
que  habia  sido  capitán  de  dragones  de  la  frontera,  y  á 
quien  se  habia  permitido  permanecer  enfermo  en  su 
casa ,  después  de  haber  estado  arrestado ,  por  sospe- 
choso, á  bordo  de  un  buque ,  se  puso  á  la  cabeza  de  dicha 
conspiración ,  olvidando  todo  sentimiento  de  gratitud. 
Las  fuerzas  con  que  contaba  eran  las  de  San  Pedro , 
mandadas  por  el  bizarro  Quintanilla ;  una  colunna  que 
le  habia  prometido  Sánchez ;  una  parte  de  la  infantería 
miliciana  y  un  gran  número  de  realistas  de  la  ciudad.  Los 
conspiradores  se  reunían  en  juntas  parciales  en  los  di- 
versos barrios  de  la  ciudad,  y  ya  estaban  prontos  á  dar 
el  golpe,  cuando,  el  21  de  diciembre,  el  teniente  coronel 
de  milicias  don  Xavier  Solar ,  envió  á  pedir,  por  con- 
ducto de  don  Manuel  Novoa,  una  cita  á  Carrera  para  las 
dos  de  la  mañana,  detras  de  la  iglesia  de  San  Agustín, 
en  cuya  cita  le  dio  muy  misteriosamente  el  secreto  de  la 
conspiración  que  se  tramaba  contra  él  y  contra  todos  los 
patriotas  5  con  toda  certidumbre ,  en  atención  que  él 
mismo  habia  sido  solicitado  á  tomar  parte  en  ella,  por  su 
bodegonero. 

La  reputación  del  personaje  delator,  su  carácter  se- 
dentario y  pacífico  eran  pruebas  incontestables  de  la 
verdad,  y  Miguel  Carrera  se  apresuró  á mandar  arrestar 
á  todos  cuantos  le  habían  sido  delatados ,  encargando  la 
formación  de  la  causa  á  tres  asesores ,  que  fueron  don 
Manuel  Novoa,  don  Estevan  Manzano  y  don  José  Vi- 


CAPÍTULO    XXXII. 


m 


cente  Aguirre.  De  las  piezas  del  proceso,  y  de  las  de- 
claraciones del  mulato  Narciso  Cigarra  y  del  miliciano 
Juan  Albarado  resultaron  las  pruebas  de  la  conspiración ; 
los  conjurados  fueron  condenados   á  muerte,  y  aquel 
mismo  dia ,  Tirapegui  fué  pasado  por  las  armas  en  la 
plaza  de  Santiago.  José  María  Reyes,  Tadeo  Revolledo, 
Mateo  Carrillo,  Antonio  Lobato,  Hilario  Ballejas  y  otros 
consiguieron  escaparse,   unos,   y  tener  otros  su  pena 
conmutada  en  perpetuo  destierro.  Muchas  damas  tuvie- 
ron que  sufrir  la  misma  pena,    como  conspiradoras,  y 
otras  fueron  enviadas  á  la  isla  de  la  Quinquina,  tales 
como  doña  Catalina  Sepulveda,  doña  Aurelia  San  Martin, 
hermana  de  doña  Dolores  Fajardo,  la   cual  fué  con- 
denada al  máximum  de  la  pena,  es  decir  á  destierro 
perpetuo.  Enfin,  algunos   pocos  quedaron  absueltos  y 
libres,  y  otros  que  se  creyeron  sospechosos,  como  José 
Zapatero  y  Manuel  Zañartu  con  algunos  otros ,  se  pu- 
sieron bajo  vijilancia  en  un  buque  pontón. 

Mientras  se  substanciaba  la  causa,  Sánchez,  preve- 
nido por  espías  del  peligro  en  que  estaban  los  realistas, 
escribió  á  los  miembros  de  la  junta  que  si  los  prisio- 
neros de  Concepción  eran  condenados  á  muerte ,  usaría 
de  represalias  y  mandaría  sufriesen  la  misma  pena  las 
familias  de  O'Higgins  y  de  Alcázar,  con  otras  que  tenia 
en  su  poder. 

A  esta  amenaza ,  el  gobierno  respondió  con  entereza 
que  la  ley  seria  ejecutada  en  todo  su  rigor,  en  atención 
á  que  ningún  poder  podia  ni  debia  impedir  su  ejecución. 
Al  responder  así,  el  gobierno  sabia  muy  bien  que  Sán- 
chez no  cumpliría  la  amenaza ,  puesto  que  su  mujer  y 
sus  hijos  estaban  entre  las  manos  de  Carrera ;  de  suerte 
que  se  ejecutó  la  sentencia  sin  que  hubiese  represalias 


¿92 


HISTORIA   DE   CHILE. 


\ 


■ 


de  parte  del  jefe  realista ,  ni  otro  mal  resaltado  alguno. 
Lejos  de  eso ,  este  acto  de  severidad  proporcionó  á  Car- 
rera mas  facilidad  para  canjear  los  prisioneros  que 
tenia,  y  poner  en  libertad  a  sus  compañeros  y  amigos, 
como  se  verificó  poco  tiempo  después  en  la  junta  del 
Diguillin. 

En  la  especie  de  conjuración  que  se  habia  formado 
para  destituir  del  mando  á  Carrera,  muchos  que  él 
tenia  por  indiferentes ,  y  aun  también  por  enemigos ,  se 
declararon  en  su  favor ;  pero  noobstante ,  ya  empezaba  á 
convencerse  del  mal  estado  de  su  causa,  viendo  el  mal 
espíritu  infundido  á  sus  tropas  por  las  intrigas  de  sus  ene- 
migos, y  que  sus  oficiales,  siguiendo  el  ejemplo  de 
Mackenna,  abandonaban  sus  cuerpos.  Ademas  de  esto, 
sus  mismos  amigos  y  partidarios  mostraban  menos  ardor 
en  sostenerlo  y  parecian  dispuestos  á  abandonarlo.  El 
obispo  Guerrero,  viendo  que  la  buena  estrella  de  su 
protector  se  oscurecía ,  tuvo  la  ingratitud  de  separarse 
de  él ,  yéndose  en  una  chalupa  á  San  Antonio ,  y  desde 
allí  á  Quillota,  con  el  proyecto  de  embarcarse  luego  para 
Inglaterra,  renunciando  al  obispado  de  Santiago,  que  el 
arzobispo  de  Lima ,  fundado  en  los  cánones  de  los  con- 
cilios ,  le  habia  quitado. 

O'Higgins,  que  hacia  algún  tiempo  se  hallaba  en 
Talca  ,  no  le  escribia  una  sola  carta ,  que  cada  dia  Car- 
rera esperaba  con  la  mayor  impaciencia,  y  el  gobierno 
persistía  en  el  sistema ,  que  parecía  haber  adoptado ,  de 
no  enviarle  víveres  ni  dinero ,  afm  de  que  no  pudienclo 
asistir  á  las  necesidades  de  sus  soldados ,  estos  acabasen 
de  perder  el  afecto  que  le  tenían.  En  tan  crítica  situa- 
ción ,  Carrera  no  vio  mas  recurso  que  el  «  de  hacer  una 
junta  de  varias  de  las  principales  personas  de  Concep- 


CAPÍTULO   XXXII. 


493 


cion,  para  pedirles  (dice  Carrera  mismo)  que  me  auxi- 
liasen con  dinero  y  víveres,  ó  que  tuviesen  entendido 
que  á  no  hacerlo ,  formaría  mi  colunna  y  marcharía  con 
ella  para  Talca,  abandonando  la  provincia,  antes  que 
pereciese  el  ejército  (1).  » 

Se  formó ,  en  efecto ,  dicha  junta ,  y  para  que  fuese 
mas  libre  é  independiente  en  su  deliberación ,  Carrera 
tuvo  la  jenerosidad  de  no  ir  á  ella ;  pero  obrando  así , 
olvidaba  que  en  revolución ,  la  audacia  es  la  madre  del 
éxito,  el  cual  lejitima  todas  las  pretensiones  imajinables, 
y  que  sus  enemigos  podrían  aprovechar  de  su  ausencia 
para  mostrarse  contrarios  á  su  demanda.  Así  sucedió ; 
los  partidarios  de  la  junta  gobernadora  y  sobretodo  los 
miembros  de  la  familia  Zañartu ,  que  tenia  tantos  mo- 
tivos de  queja  y  de  rencor  contra  él ,  hablaron  y  votaron 
como  oponentes,  de  suerte  que  tuvo  contra  sí  una  grande 
mayoría  de  votos ;  y  aun  resolvieron  los  miembros  de  la 
reunión  llamar  al  jeneral  en  jefe  para  notificarle  el  resul- 
tado de  su  deliberación.  Habiéndose  presentado  Carrera, 
Miguel  Zañartu  tomó  la  palabra,  y  en  nombre  de  la 
asamblea  y  del  pueblo  soberano ,  dijo  : 

«La  voluntad  del  dicho  pueblo  es,  que  V.  S.  deponga 
el  mando  en  manos  de  la  junta  de  esta  provincia ,  para 
alejar  los  recelos  que  tiene  el  gobierno  supremo  de  que 
V.  S.  no  lo  entregará  al  nuevo  jeneral  nombrado,  por 
cuya  razón  no  remite  los  auxilios  de  que  carecemos. » 

Bien  que  estas  palabras  saliesen  de  la  boca  de  uno  de 
sus  enemigos,  patriota  sospechoso,  y  pariente  de  realistas 
que  Miguel  de  Carrera  habia  mandado  castigar ;  y  bien 
que  otros  oradores  hubiesen  protestado  contra  las  pala- 
bras temor  y  sospechas ,  pronunciadas  por  Zañartu  , 

(i)  Diario  manuscrito  de  José  Miguel  Carrera. 


m 


HISTORIA   DE    CHILE. 


noobstante ,  la  situación  de  Carrera  era  sumamente  crí- 
tica, en  atención  á  que  no  habiendo  aun  obedecido  á  las 
órdenes  del  gobierno,  podia,  rehusando  igualmente  obe- 
decer á  los  votos  de  una  asamblea  ,  que  él  mismo 
habia  convocado  ,  pasar  por  un  faccioso ,  en  cuyo  caso  , 
ya  no  tenia  mas  que  seguir  los  consejos  de  su  hermano 
Juan  José,  el  cual  era  hombre  de  mucho  mayor  arrojo, 
y  de  mas  resolución  que  él.  Pero  esto  no  podia  ser  con- 
veniente en  su  posición ,  porque  el  momento  no  era 
oportuno  para  adoptar  y  tomar  un  partido  estremo.  Por 
otro  lado,  tampoco  podia  ni  debia  dejar  sin  respuesta  la 
odiosa  acusación  con  que  habia  sido  denostado,  y  así 
respondió  en  tono  de  indignación  que  manifestaba  la 
conciencia  que  aun  tenia  de  su  superioridad  : 

«  Mi  empleo  y  mi  autoridad  ,  como  jefe  que  soy  de  un 
ejército  reconquistador  de  esta  provincia,  no  pueden 
someterse  sino  al  gobierno  superior  del  estado.  La  junta 
de  esta  provincia  y  los  pueblos  han  de  sujetarse  á  mis 
órdenes  en  la  parte  que  corresponde.  Yo  solo  soy  respon- 
sable del  ejército  y  seria  un  criminal  si  por  debilidad 
accediese  a  tan  locas  pretenciones.  Si  mando  aun  el  ejér- 
cito es  á  solicitud  del  nuevo  jeneral ,  y  con  la  voluntad 
del  gobierno  supremo  (i). » 

Y  en  seguida ,  volviéndose  á  Zañartu ,  le  echó  en  cara 
las  intrigas  de  su  familia  contra  la  santa  causa  que  él 
defendía ,  con  un  tono  tal  de  convencimiento  que  muchos 
de  los  vocales  se  levantaron  en  su  apoyo.  Solo ,  sus  ene- 
migos particulares  no  se  dieron  por  convencidos.  Es  ver- 
dad que  estos  eran,  por  su  desgracia,  numerosos,  á 
consecuencia  del  espíritu  de  rigor  conque  el  jeneral  habia 
obrado  siempre  para  protejer  eficazmente  el  interés  de 

(l)  Diario  manuscrito  de  Miguel  Carrera. 


CAPITULO    XXXII. 


495 


su  causa,  en  una  ciudad  cuyos  habitantes,  jeneralmente, 
tenían  relaciones  de  parentesco  en  los  dos  partidos 
contrarios.  Muchos  de  estos  enemigos  se  propasaron  á 
maltratarle  de  palabra ,  y  en  particular  Fernando  Urizar 
fué,  al  dia  siguiente,  á  echarle  en  cara  que  la  reunión 
de  la  víspera  se  había  compuesto ,  en  gran  parte ,  de  fac- 
ciosos sobornados  por  su  partido,  ürizar  dijo  esto  en 
tono  tan  insultante ,  que  Carrera  lo  mandó  arrestado  al 
castillo  de  Penco  ,  de  donde  no  salió  en  libertad  hasta  el 
cabo  de  un  mes ,  y  esto  por  mucho  empeño  del  coronel 
Alcázar. 

Mientras  Miguel  Carrera  se  hallaba  ser  el  blanco  de  la 
malevolencia  de  sus  muchos  enemigos ,  y  que  perdía  de 
dia  en  dia  su  ascendiente  sobre  la  opinión  jeneral, 
O'Higgins  llegaba  á  Talca  en  donde  fué  recibido  con  ho- 
nor y  aplauso  ,  en  atención  á  que  Mackenna  habia  tra- 
bajado eficazmente  para  que  fuese  nombrado  jeneral  en 
jefe.  El  gobierno  mismo,  en  su  oposición  á  Carrera, 
estaba  tan  persuadido  de  que  O'Higgins  solo  salvada  la 
República ,  que  este  nuevo  jeneral  tuvo  que  rendirse  y 
aceptar  el  enorme  peso  del  mando  ,  tanto  mas  grave  en 
aquella  sazón,  cuanto  el  ejército  se  habia  desmoralizado, 
y  se  debia  temer  que  llegase  una  nueva  espedicion  del 
Perú. 

O'Higgins  hizo  la  jura  y  tomó  posesión  del  mando  el 
9  de  diciembre  con  universal  alegría ,  porque  todos  te- 
nían en  él  las  mas  lisonjeras  esperanzas.  En  las  ciudades 
y  pueblos  del  centro  y  del  norte  ,  las  autoridades  man- 
daron que  hubiese  regocijos  públicos.  En  Santiago ,  ya  el 
gobernador  intendente  habia  reunido  una  asamblea, 
antes  que  O'Higgins  hubiese  llegado  á  Talca,  dando 
parte  de  esta  noticia ,  que  á  todos  causó  la  mayor  satis- 


¡0 


496 


HISTORIA   DE    CHILE. 


facción.  En  su  respuesta  al  oficio  de  anuncio  del  nom*- 
bramiento  de  O'Higgins ,  el  intendente  se  espresaba  del 
modo  siguiente  : 

«Ha  sido  tan  jeneral ,  tan  unánime,  tan  tierna  y  tan 
enérjica  la  espresion  de  la  voluntad  de  todos  los  cuerpos, 
la  tierna  efusión  de  sus  corazones  y  la  viveza  y  senti- 
miento con  que  han  derramado  sus  elojios  y  gracias 
hacia  Y.  E. ,  que  siendo  difícil  esplicarlas ,  solo  hubiera 
deseado  el  que  Y.  E.  las  presenciase  (1). » 

El  arranque  entusiasta  que  tuvieron  ó  manifestaron 
tener  en  aquella  circunstancia  los  partidarios  de  la 
junta,  y  aun  mas  los  periódicos  que  esparcian  por 
todos  lugares,  y  hasta  en  medio  del  ejército  las  ala- 
banzas de  dicha  junta ,  con  grave  detrimento  de  la  re- 
putación de  Carrera ,  no  podían  menos  de  quitarle  mu- 
chísimos partidarios ,  especialmente  todos  aquellos  que 
no  tenían  mas  opinión  que  la  que  les  inspiraba  los  acon- 
tecimientos y  las  circunstancias.  Pero  lo  que  causó 
mayor  indignación  al  jeneral  en  jefe  fué  el  ver  el  espíritu 
de  división ,  de  desorden  y  desmoralización  que  se  mani- 
festó en  el  ejército  en  el  mismo  instante  en  que  él  se 
esmeraba  en  organizado  para  entregarlo  á  su  sucesor 
bien  disciplinado,  fuerte  y  capaz  de  presentarse  segunda 
vez ,  y  con  mas  éxito ,  para  sitiar  á  Chillan. 

En  lugar  de  poder  contar  con  esta  verdadera  satis- 
facción ,  Carrera  recibía  partes  á  cada  instante  de  deser- 
ciones ,  hasta  de  los  mismos  oficiales ,  que  todos  se  iban 
á  Talca ,  como  si  pasasen  al  partido  de  un  rival ,  en 
términos  que  un  dia ,  todo  un  rejimiento  de  granaderos , 
llevando  á  la  cabeza  al  capitán  J.  Miguel  Cevallos, 

(i)  Monitor  araucano  cstraordinario ,  /¡  de  diciembre  1819. 


CAPÍTULO   XXXII, 


497 


abandonó  á  José  Carrera ,  su  primer  jefe ,  para  ir  á 
ponerse  á  la  disposición  de  la  junta. 

El  motor  principal  de  este  desorden  y  de  la  deserción 
era  notoriamente  Mackenna ,  como  ya  Luis  Carrera  se 
lo  habia  echado  en  cara  en  Talca,  en  donde  continuaba 
detenido,  amenazándole  de  sacar  venganza  de  sus  pro- 
cederes, y  en  efecto  le  desafió ;  pero  el  gobierno  que  lo 
supo,  hizo  cuanto  pudo  para  que  este  desafío  no  tuviese 
consecuencias  (1).  Su  partido  se  hallaba  en  una  posición 
demasiado  ventajosa  para  dejar  creer  que  se  servia  de 
intrigas  y  de  duelos.  Lo  que  mas  le  convenia  era  apro- 
vecharse sin  violencias  de  los  acontecimientos,  que  le 
eran  favorables,  de  la  provincia  de  Concepción,  para 
llegar  á  sus  fines  sin  dar  lugar  ni  motivo  á  recriminacio- 
nes. Siguiendo  este  plan  de  conducta,  la  junta  resolvió 
enviar  á  dicha  ciudad  uno  de  sus  miembros  con  plenos 
poderes  para  levantar  todas  las  dificultades  que  pudiesen 
presentarse  entre  ella  y  Carrera.  El  miembro  encargado 
de  cumplir  con  aquella  misión  fué  el  cura  Cienfuegos ,  el 
cual,  con  sus  principios ríjidos y  con  el  espíritu  evanjé- 
hco  de  su  ministerio,  era  una  real  y  verdadera  personi- 
ficación del  buen  orden  y  de  la  justicia,  que  los  habi- 
tantes de  Concepción ,  entre  los  cuales  era  muy  conocido 
y  venerado,  no  podían  menos  de  apreciar  altamente.  La 
presencia  de  este  sacerdote  representante  allí  era  necesa- 
ria ademas  para  proveer  á  las  necesidades  del  ejército, 
que  se  hallaba  en  una  completa  desnudez  y  sustentado 
por  las  principales  familias,  las  cuales  se  habían  ofre- 
cido a  ejercer  este  acto  de  patriotismo  por  quince  dias. 
La  salida  del  cura  Cienfuegos  se  verificó  á  fines  de  di- 

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V.   HlSTORfA. 


32 


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HISTORIA    DE    CHILE, 


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ciembre,  en  que  se  puso  de  camino  en  compañía  de 
Luis  Carrera ,  que  ya  muchas  veces  su  hermano  habia 
reclamado,  y  llevando  un  socorro  de  30,000  p.  Lo 
mas  particular  de  este  viaje  fué  que  guerrillas  enemigas 
infestaban  el  camino  que  tenia  que  seguir  Cienfuegos  y 
hacia  poco  tiempo  habían  atacado  á  las  de  Serano  y  de 
Estevan  Manzano  ,  cuando  regresaban  de  Talca ,  ataque 
en  que  Manzano  fué  gravemente  herido  y  prisionero  con 
diez  de  sus  soldados.  Noobstante  ,  el  buen  sacerdote , 
sin  querer  aprovecharse  de  una  barca  que  habían  puesto 
á  su  disposición,  hizo  su  viaje  muy  pacíficamente  por 
tierra  y  llegó  á  su  destino ,  endonde  fué  recibido  con  jú- 
bilo, fiestas  y  alegría  por  los  enemigos  de  Carrera,  el 
cual ,  sin  embargo ,  le  hizo  su  visita  de  bienvenida 
inmediatamente ,  con  todas  las  demostraciones  del  res- 
peto y  de  la  veneración  que  le  eran  debidos. 

Es  cierto  que  en  el  primer  momento ,  Carrera  habia 
titubeado  en  entregarle  el  mando;  pero  en  el  instante  que 
Cienfuegos  le  mostró  los  plenos  poderes  que  llevaba, 
Carrera  no  tuvo  dificultad  en   hacerlo,  bien  que  no 
supiese  como  el  cura  Cienfuegos  podría  ejercerlo  ,  y  en 
efecto  este  le  rogó  lo  conservase  hasta  la  llegada  de 
O'Higgins.  En  consecuencia,  escribieron  á  este  llamán- 
dole con  premura,  y  despacharon  á  Uribe  con  la  carta. 
En  este  intervalo  de  tiempo ,  se  esperimentó  en  Con- 
cepción una  alarma  que  Carrera  quiso  atribuir  aun  nuevo 
movimiento  revolucionario,  pero  que  otros,  que  conocían 
su  jenio  emprendedor  y  travieso ,  le  atribuyeron  á  él 
mismo,  con  el  objeto  de  ridiculizar  al  cura  plenipoten- 
ciario ,  y  de  causarle  temor.  De  todos  modos ,  lo  que  su- 
cedió fué  que  una  noche ,  so  pretesto  de  que  el  enemigo 
estaba  á  las  puertas  deConcepcion,  pretesto  que  el  mismo 


y*#r?- 


CAPÍTULO   XXXII.  ^99 

Carrera  pone  en  su  diario,  mandó  tocar  la  jenerala  por  las 
calles  y  tirar  cañonazos,  á  cuyo  estrépito  todos  los  ha- 
bitantes se  pusieron  en  movimiento,  y  todos  los  oficiales 
se  reunieron  en  la  plaza,  en  la  cual  los  adversarios  del 
jeneral  Carrera  se  vieron  de  repente  aprendidos  y  encar- 
celados. El  teniente  coronel  Gienfuegos,  sobrino  del  ple- 
nipotenciario,   pudo    salvarse  y  fué  á  incorporarse  á 
OHiggms,  que  se  hallaba  en  Quirihue  con  las  tropas 
auxiliares  que  había  traído  de  la  Taquería,  á  la  salida 
de  Talca,  en  donde  estaban  acampadas  bajo  el  mando 
de  Balcarcel,  enviado  por  el  gobierno  de  Buenos- Aires 
en  reemplazo  de  Santiago  Carrera.  Llamado  con  urjen- 
ciapor  Gienfuegos,  y  por  el  mismo  Carrera,  é  infor- 
mado de  lo  que  habia  sucedido,   O'Higgins  se  puso 
incontinente  en  marcha  escoltado  por  una  colunna  de 
cien  hombres,  que  mandaba  el  capitán  Astorga,  y  otra 
de  la  misma  fuerza,  que  Carrera  habia  tenido  la  aten- 
ción de  enviarle  con  el  capitán  Benavente.  Habiendo  lle- 
gado á  Penco  viejo,  escribió  á  su  desgraciado  amigo 
que  las  circunstancias  y  el  espíritu  de  rivalidad  iban  á 
desumr  para  siempre.  En  respuesta,  Carrera  le  mandó 
el  oficio  por  el  cual  lo  habia  dado  á  reconocer  como 
jeneral  en  jefe  del  ejército.  Al  dia  siguiente,  2  de  febrero 
de  1844,  O'Higgins  entró  en  Concepción  con  todo  el 
prestijio  del  poder  que  le  daba  su  elevado  ascenso.  La 
fuerza  del  ejército  era,  á  la  sazón  ,  de  2300  hombres 
en  jeneral  mal  equipados. 

Sucumbiendo  alfin,  Miguel  Carrera  no  sucumbió  por 
malas  cualidades,  y  aun  menos  por  falta  de  talento 
smo  que  fué  sacrificado  á  la  desconfianza  con  que  todo¡ 
miraban  los  primeros  mandos  en  manos  de  su  familia 
Esta  desconfianza,  á  la  verdad,  podia  tener  el  funda- 


500 


HISTORIA.   DE    CHILE, 


mentó  aparente  de  que  en  tiempos  de  revolución,  la 
fuerza  armada  sin  el  contrapeso  de  una  autoridad  que  la 
mantenga  en  sus  límites,  puede  muy  fácilmente  dispo- 
ner de  la  suerte  de  un  país,  y  privarlo  de  todas  sus  li- 
bertades y  derechos. 

Sinembargo,  el  gobierno  no  habia  tenido  en  ninguna 
manera  la  intención  de  ajar  la  familia  Carrera.  Lo  que 
queria  era  exonerarla  de  un  poder  tentador  y  no  despo- 
jarla de  sus  derechos  ni  de  sus  grados.  Si  para  conse- 
guirlo tuvo  que  indisponer  los  espíritus  contra  ella,  esto 
lo  hizo  por  la  necesidad  forzosa  en  que  se  vio  de  quitarle 
su  ascendiente  y  su  influencia;  pero  muy  ciertamente, 
habría  sido  de  desear  que  no  hubiese  usado,  en  ciertas 
ocasiones,  de  medios  que  no  eran  enteramente  confor- 
mes á  una  escrupulosa  delicadeza. 

Por  ejemplo,  Carrera  ha  sido  acusado  de  tolerar,  y 
por  decirlo  así  de  autorizar  los  escesos  que  se  cometían 
en  la  provincia.  Sin  duda  habría  podido  impedir  algunos 
sino  todos;  pero  las  circunstancias  no  se  lo  permitían; 
sus  tropas  no  estaban  aun  bien   disciplinadas,   y  un 
gobierno  inesperto  y  celoso  de  su  prestijio  dejaba  su 
ejército  desnudo  y  privado  de  los  mas  indispensables 
socorros,  en  una  época  en  que  el  espíritu  nacional  no 
bastaba  para  que  sufriesen  tantas  privaciones  con  resi- 
gnación por  el  amor  de  la  patria.  Ademas  de  esto,  los 
desórdenes  que  se  le  atribuían  no  eran  mas  que  conse- 
cuencias del  estado  de  revolución  de  la  provincia,  y  pa- 
recían tanto  mas  odiosos  cuanto  los  que  los  cometían 
eran  conciudadanos ,  y,  algunas  veces,  amigos  en  otro 
tiempo.  Obligado  á  disimularlos,  Carrera  solo  los  disi- 
mulaba hasta  cierto  punto,  y  los  castigaba  con  rigor, 
cuando  salían  de  ciertos  límites.  Su  espíritu  justiciero  se 


CAPÍTULO    XXXII, 


501 


señaló  por  muchos  individuos  que  mandó  pasar  por  las 
armas ,  y  en  tales  casos  es  preciso  confesar  que  no  per- 
donaba á  nadie,  aunque  fuesen  conocidos,  amigos  y  aun 
también  parientes. 

Los  cargos  que  se  le  han  hecho  de  no  haber  sabido 
aprovechar  de  la  victoria  tanto  en  Yerba  Buena  como 
en  San  Carlos,  no  son  mejor  fundados,  ni  mas  justos: 
la  primera  de  estas  acciones  no  fué  mas  que  una  sor- 
presa ,  puesto  que  los  patriotas  no  pensaban  empeñarla 
mas  que  con  la  vanguardia  enemiga,  y  tenían  pocas 
tropas  para  sacar  grandes  ventajas  del  desorden  en  que 
la  pusieron  por  de  pronto.  Si  el  campamento  de  Carrera 
no  hubiera  estado  tan  lejos  y  á  la  otra  orilla  del  rio 
Maule ,  muy  ciertamente  el  ejército  enemigo  habría  que- 
dado roto  y  desmembrado  en  términos  de  no  poder  jamas 
rehacerse ;  pero  los  patriotas  estaban  tan  ajenos  de  lo 
que  iba  á  suceder ,  y  de  que  el  cuerpo  del  ejército  rea- 
lista se  hallase  en  Yerba  Buena,  que  la  colunna  de  ata- 
que no  estaba  apoyada  por  especie  alguna  de  reserva ; 
descuido ,  á  la  verdad ,  incomprensible  en  un  militar  de 
esperiencia ,  que  debe  conocer  todas  las  posiciones  y  dis- 
posiciones del  enemigo  antes  de  decidirse  á  atacarlo. 

La  otra  reconvención  relativa  á  la  acción  de  San 
Carlos  parece,  á  primera  vista,  menos  injusta.  El  ejér- 
cito de  Pareja  se  hallaba  bajo  desfavorables  auspicios 
que  tenían ,  y  no  podían  menos  de  tener  á  sus  tropas  en 
un  estado  de  desmoralización,  puesto  que  se  retiraban  en 
fuga ,  y  su  jeneral ,  ya  anciano ,  se  hallaba  gravemente 
enfermo.  En  esta  retirada  precipitada ,  la  vanguardia  de 
los  patriotas  las  seguía  y  les  daba  alcance ,  en  términos 
que,  desesperando  de  llegar  al  rio  Nuble,  no  tuvieron 
mas  recurso  que  atrincherarse   sobre  una  loma.    Por 


502 


HISTORIA    DE    CHILE. 


era  esta  una  ocasión  favorable  para  que 
el  jeneral  Carrera  cosechase  las  primicias  de  laureles  fu- 
turos verdaderos  •,  pero  sus  tropas ,  poco  acostumbradas 
á  las  fatigas  de  la  guerra ,  llegaban  exaustas  de  fuerzas, 
quedando  atrasados  y  fuera  de  las  filas  muchísimos  sol- 
dados, por  los  malos  caminos  y  las  continuas  lluvias;  á 
lo  cual  se  juntaba  la  poca  disciplina  é  instrucción  de  la 
jeneraiidad  del  ejército ,  y  sobretodo  el  inconsiderado 
acaloramiento  conque  Juan  José  se  arrojaba  al  enemigo. 
Tales  han  sido  las  causas  de  las  pocas  ventajas  que  se 
obtuvieron  en  el  ataque  de  San  Garlos. 

Pero  la  grande  falta  que  cometió  "Carrera  en  aquella 
circunstancia ,  fué  la  de  haberse  encerrado  en  su  campa- 
mento sin  pensar  en  vijilar  los  movimientos  del  enemigo, 
el  cual  pudo  retirarse  y  desaparecer  impunemente  á 
favor  de  la  noche.  Un  jeneral  mas  avisado  no  habría 
cometido  ciertamente  semejante  yerro  ,  y  le  hubiera  po- 
dido perseguir  y  arrojar  sobre  el  Nuble ,  en  donde  lo 
hubiese  desecho  completamente  con  tanta  mas  facilidad , 
cuanto  el  rio  ,  corriendo  crecido  y  caudaloso ,  era  infini- 
tamente mas  peligroso  el  atravesarlo.  Por  consiguiente , 
Carrera  faltó  entonces  de  previsión,  como  mas  adelante 
en  otras  ocasiones  s  se  mostró  indeciso  ,  irresoluto  y,  tal 
vez ,  tímido.  Jamas  se  le  vio  en  medio  de  una  acción , 
y  siempre  se  situaba  á  distancia  para  dirijirla ,  como  si 
mandase  un  numeroso  ejército,  bien  que  no  pudiese 
ignorar  que  en  pequeños  encuentros ,  un  jefe  debe  dar 
á  sus  tropas  el  ejemplo  del  valor,  mostrarse  en  donde 
hay  mayores  riesgos,  mandando  por  su  propia  voz  y 
guiándolas  él  mismo  á  la  victoria.  Pero  ,  como  lo  acaba- 
mos de  decir,  obraba  de  un  modo  enteramente  opuesto, 
y  si  dio  pruebas  de  saber  organizar  sus  colunnas,  no 


CAPITULO   XXXII. 


503 


las  dio  en  igual  grado  de  saber  conducirlas  al  enemigo, 
porque  no  tenia  el  denuedo,  que  es  una  de  las  eminentes 
cualidades  de  un  jeneral  en  jefe. 

En  cuanto  á  sus  malversaciones  y  poco  patriotismo , 
esta  acusación  ha  podido  tener  eco  en  aquel  momento ; 
pero  el   tiempo,  que  es  un  infalible  justiciero,  le  ha 
declarado  muy  luego  absuelto.  En  efecto ,  no  se  podía 
racionalmente  tachar  de  falso  patriotismo  á  un  jeneral 
que,  como  Carrera,  trataba  con  tanto  rigor  á  los  rea- 
listas ,  aunque  fuesen  mujeres,  en  términos  de  perder  el 
favor  de  la  opinión  jeneral ,  y  á  consecuencia  sin  duda 
alguna ,  el  puesto  que  ocupaba  de  jeneral  en  jefe ;  en  la 
cual  se  faltó  al  reconocimiento  y  á  la  justicia  que  le 
eran  debidos  por  los  grandes  servicios  que  había  hecho 
al  país,  creando  y  organizando  un  ejército  en  medio  de 
la  mas  increible  penuria  de  medios  y  elementos  para  ello ; 
no  habiendo  ademas  motivos  suficientes  para  quitarle 
el  mando.  Por  lo  mismo,  se  hace  mucho  menos  estraño 
que  hubiese  titubeado  en  deponerlo ,  y  querido ,  en  un 
primer  movimiento ,  oponerse  á  la  ejecución  del  decreto 
que  se  lo  quitaba  :  ¿  qué  jeneral ,  en  su  lugar,  no  hubiese 
hecho  lo  mismo  ?  Y  con  todo  eso ,  al  punto  en  que  vio  la 
opinión  jeneral  engañada  é  indispuesta  contra  él ,  cedió 
y  se  retiró  sin  recriminación  ni  quejas  ;  lo  cual ,  lejos  de 
atraerle  induljencia ,  fué  causa  y  motivo  para  que  se  le 
afease  con  una  nueva  calumnia ,  haciendo  correr  la  voz 
de  que  si  se  habia  resignado ,  lo  había  hecho  porque 
temía  la  llegada  de  un  nuevo  ejército  del  Perú. 


FIN  DEL  TOMO  QUINTO. 


Páf. 

Prólogo y 

Capitulo  I.  —  Situación  de  la  América  en  1808.  —  Primeros  síntomas  de 
revolución.  —  Influencia  que  tuvieron  en  ella  las  de  Francia  y  de  los 
Estados  Unidos.  —  La  Inglaterra  procura  darle  impulso  con  socorros, 
y  Napoleón  por  medio  de  sus  emisarios.  —  Triste  posición  de  España, 
y  su  impotencia  para  exorcizar  la  tempestad  que  la  amenaza 23 

Capitulo  II. —  Muerte  del  presidente  Muñoz  de  Guzman. —  Competencia 
de  la  Real  Audiencia  y  de  Carrasco  sobre  ¡a  sucesión.—  Carrasco  es 
nombrado  por  el  ejército  de  la  frontera. —  Estado  de  Chile  y  de  España 
á  su  entrada  en  el  mando.  —  El  capitán  Luco  viene  á  pedir  nuevos  re- 
cursos  40 

Capitulo  III. —  Hombres  marcantes  de  la  revolución.— Juan  Martínez  de 
Rosas. — José  Antonio  Prieto. — Bernardo  O'Higgins. — Manuel  Salas,  ele.     51 

Capitulo  IV. —  Posibilidad  de  retardar  la  revolución.—  El  doctor  Campos 
y  la  real  Audiencia.  —  Proclama  de  la  infanta  Carlota  Joaquina  de 
Borbon.  —  Progresos  de  la  revolución.  —  Cómo  los  patriotas  de  Bue- 
nos-Aires le  dieron  fomento.  —  Muchos  miembros  del  Ayuntamiento 
adoptan  y  la  sirven.  —  Orden  de  Carrasco  para  aumentar  el  número 
de  diputados  al  Cabildo  con  doce  rejidores,  orden  anulada  pocos  dias 
después.—  Proyectos  de  los  realistas  para  contener  la  insurrección. — 
Consejos  de  Cisneros  á  Carrasco,  y  medidas  violentas  adoptadas  por 
este  último  contra  los  éstranjeros.  —  Destitución  del  asesor  Valdes,  y 
reclamación  de  la  real  audiencia  sobre  este  particular.  —  Campos  es 
nombrado  asesor,  y  José  Santiago  Rodríguez  vicario  capitular 62 

Capitulo  V.— Las  ideas  revolucionarias  se  comunican  al  ayuntamiento 
mismo.— Nombramiento  de  nuevos  cabildantes  muy  favorables  á  dichas 
ideas.  —  Carrasco  nombra  á  Campos  presidente  del  cabildo.— Sumo 
descontento  que  este  nombramiento  causó  á  los  miembros  de  aquella 
corporación ,  que  desamparan  á  Carrasco. —  Instalación  de  una  Junta  de 
vijilancia. —  Rogativas  en  todo  el  pais  por  el  éxito  de  los  ejércitos  de 
España  y  contra  las  ideas  suversivas  de  los  revolucionarios  de  Chile. — 
Arresto  deFr.  Rosauro  Acuña  y  del  coronel  don  Pedro  Ramón  Amagada. 


506 


ÍNDICE. 


Pie. 
—  Arresto  de  Ovalle ,  Rosas  y  Vera.—  Ruido  que  ocasiona.—  Argooiedo 
nombrado  procurador  de  la  ciudad.— Instalación  de  una  junta  en  Bue- 
nos-Aires  7g 

Capitulo  VI.—  Carrasco  procura  ocultar  la  noticia  de  la  revolución  de 

Buenos-Aires.  —Asunto  de  Ovalle,  Rosas  y  Vera.  —Los  dos  primeros 
son  embarcados  para  el  Perú ,  y  el  último  queda  en  Valparaíso,  enfer- 
mo.—Ruido  que  esta  noticia  ocasiona  en  Santiago.  —  El  ayuntamiento 
toma  partido  por  los  desterrados  y  envía  una  diputación  á  Carrasco. — 
La  real  Audiencia  se  junta  al  cabildo  para  pedir  una  contraorden  de 
desembarco.  — Carrasco  se  presenta  en  la  real  Audiencia.— Mala  acojida 
que  recibe.— Adiere  á  la  voluntad  del  pueblo,  y,  a  petición  de  Argomedo, 
quita  el  empleo  á  sus  amigos  y  empleados  ,  Campo,  Metieses  y  Tadeo 
Reyes.—  Abdicación  de  Carrasco  y  nombramiento  del  conde  de  Toro.     89 

Capitulo  VIL—  Don  Gaspar  Marin  es  nombrado  asesor  del  presidente,  y 
don  Gregorio  Argomedo  secretario.  —  Pronunciamiento  de  los  libera- 
les, á  consecuencia  de  un  banquete  en  casa  del  conde  de  la  Conquista. — 
Mal  éxito  de  los  miembros  del  cabildo  en  su  proyecto  de  aumentar  el 
número  de  rejidores.—  Medidas  que  toma  don  José  Antonio  Rodríguez 
para  impedir  la  instalación  de  la  junta  de  que  se  trataba.—  Su  cita  para 
comparecer  en  casa  del  presidente  y  su  enérjica  respuesta.  —  Dificul- 
tades que  encuentra  la  real  Audiencia  para  hacer  jurar  obediencia  á  la 
rejencia  de  España.—  Interpelación  del  ayuntamiento  contra  don  José 
María  Romo,  por  causa  de  sus  sermones  sediciosos 108 

Capitulo  VIII. —  Desesperación  de  los  realistas  al  ver  los  progresos  de  la 
revolución. — Procuran  levantar  algunas  tropas  á  sus  espensas.  — Pasos 
que  clan  para  ganar  al  presidente  á  su  partido.—  Indecisión  de  este  jefe 
é  inconstancia  de  sus  opiniones.— Al  fin,  toma  partido  por  los  liberales, 
y  al  anuncio  de  la  llegada  del  jeneral  Elio  de  Montevideo  á  Chile,  como 
presidente,  se  decide  por  la  instalación  de  una  junta  suprema.— Compe- 
tencia que  tiene  con  la  real  Audiencia.  — Desasosiego  de  los  diferentes 
partidos. —  El  ayuntamiento  reúne  en  los  arrabales  casi  todas  las  milicias 
de  los  contornos  de  la  ciudad.  —  Ultimo  esfuerzo  de  la  real  Audiencia 
para  impedir  la  convocación  de  una  junta 121 

Capitulo  IX.—  Reunión  electoral  en  el  consulado.  —  El  conde  de  Toro 
entrega  las  insignias  de  gobernador  al  pueblo  soberano.  — Discursos  de 
su  secretario  y  del  procurador  de  la  ciudad.  —Instalación  de  la  junta 
soberana,  y  personas  que  la  compusieron.  — ■  Regocijos  públicos.  — La 
real  Audiencia  forzada  á  jurar  obediencia  á  la  junta,  y  sus  circulares  á 
los  sudelegados  de  las  provincias.  —  Principios  de  fusión  entre  los  par- 
tidos ;  tendencia  del  clero  y  de  los  realistas  á  adoptar  las  ideas  de  la  re- 
volución  136 

Capitulo  X.— Las  provincias  reciben  con  júbilo  la  noticia  de  la  instala- 
ción del  nuevo  gobierno.  —Solo  la  de  Coquimbo  se  niega  á  reconocerlo. 
—  La  junta  pasa  notificación  de  su  advenimiento  á  diferentes  potencias. 


índice. 


—  Nuevos  esfuerzos  de  Buenos-Aires  para  revolucionar  á  Chile.— Idea 
de  un  congreso  jeneral  americano.—  Pedido  de  sables  y  fusiles,  y  leva 
de  nuevas  tropas.— Suspensiones  de  las  sudelegaciones.  —  Regreso  de 
los  desterrados  Rojas  y  Ovalle.  —  Recibimiento  en  Santiago  de  don  Juan 
Rosas.— Su  política.—  Sombra  que  causa  al  ayuntamiento.  —  Convoca- 
ción de  un  congreso  nacional  para  el  15  de  abril 148 

Capitulo  XI.  -  Tropas  enviadas  á  Valparaíso — Juan  Makena  gobernador 
de  esta  ciudad ,  en  remplazo  de  Joaquín  de  Alos ,  depuesto  de  su  em- 
pleo. —  Suscripción  á  favor  de  España.  —  Muerte  del  conde  de  la  Con- 
quista.— Destitución  del  provisor  don  Santiago  Rodríguez.— Apertura 
de  los  puertos  al  comercio  estranjero. —  Ruidos  de  guerra. —  Enganches 
voluntarios.— La  junta  pide  instrumentos  y  maestros  para  organizar  una 


música  militar. 


164 


Capitulo  XII.  —  Preparativos  para  las  elecciones.  —  Conspiración  de 
Tomas  Figueroa,  y  acción  del  l°.  de  abril.—  Prisión  y  muerte  del 
caudillo  de  los  amotinados.—  Disolución  de  la  Real  Audiencia. —Des- 
tierro desús  miembros.— Muerte  del  obispo  don  José  Antonio  Aldunate. 

—  Don  Domingo  Errazuris  nombrado  vicario  jeneral 176 

Capitulo  XIIL—  Aplazamiento  de  las  elecciones  de  Santiago.  —  Llegada 

de  los  diputados  de  las  provincias.  -  OTliggins.—  Proclama  de  la  junta. 

—  Tendencia  de  Rosas  á  alcanzar  la  presidencia.— Rivalidad  entre  Ro- 
sas y  el  ayuntamiento.  — Instalación  del  tribunal  de  apelación,  y  del  de 
seguridad  pública.— Reconocimiento  de  la  junta  por  el  marques  de  Casa 
Irujo.—  El  marques  de  Medina  no  admitido  como  presidente  de  Chile.  .  192 

Capitulo  XIV.—  Apertura  del  congreso.— Discurso  de  Rosas.— Organi- 
zación de  la  mesa  de  la  presidencia.—  Tentativa  de  los  radicales  para 
que  Rosas  fuese  nombrado  presidente.  —  Protesta  de  la  provincia  de 
Concepción  contra  el  número  de  diputados  de  Santiago.  —  Segunda  ten- 
tativa en  favor  de  Rosas.  —  Arrivada  del  navio  ingles  Standart,  y  ob- 
jeto de  su  viaje.— Tumulto  en  Santiago  y  nuevo  chasco  de  los  partida- 
rios de  Rosas.—  Separación  de  trece  diputados  de  la  Asamblea.— Ultimo 
esfuerzo  en  favor  de  Rosas ,  y  salida  de  este  para  Concepción.  —  Re- 
flexiones sobre  este  acontecimiento 204 

Capitulo  XV.—  Llega  Miguel  Carrera  á  Chile.—  Su  popularidad  entre 
los  oficiales.—  Se  hace  la  mano  derecha  del  partido  de  Rosas.-  Com- 
bina con  sus  dos  hermanos  una  conspiración  contra  el  poder  ejecutivo. 

—  Revolución  del  k  de  setiembre.—  Caida  del  Directorio.—  Separación 
de  siete  diputados  de  la  cámara.  —  Instalación  de  un  nuevo  poder  eje- 
cutivo. —  Abolición  de  la  esclavitud 

Capitulo  XVI. —  Descontento  de  Carrera.— Leva  de  nuevas  tropas.—  Pre- 
parativos de  defensa  contra  todo  ataque  por  parte  del  Perú.—  Don  An- 
tonio Pinto  plenipotenciario  en  Buenos-Aires.  —  Revolución  del  15  de 
noviembre,  supuesta  en  favor  del  Rey.  — Engaño  que  padecieron  los 
Realistas.  —  Elección  de  un  nuevo  consejo  ejecutivo.  —  Complot  contra 


223 


508 


ÍNDICE. 


Pág. 
los  hermanos  Carrera. —  Otra  revolución  del  2  de  diciembre  contra  la 

asamblea ,  que  queda  disuelta 234 

Capitulo  XVII. —  Separación  de  las  provincias  de  Concepción  y  Valdivia 
del  gobierno  de  Santiago. —  La  junta  de  Concepción  ofrece  tropas  al 
congreso  para  recobrar  su  autoridad. —  Carrera  envia  á  O'Higgins  corno 
plenipotenciario  acerca  de  dicha  junta. —  Preparativos  de  guerra  por 
ambas  partes. —  Reunión  de  tropas  sobre  el  rio  Maule. —  Entrevista  de 
Rosas  con  Carrera  en  las  márjenes  de  este  rio.  —  Convenio  entre  los 
dos  jefes  y  contramarcha  de  las  tropas.  —  Rosas  regresa  á  Concepción  , 
y  Carrera  á  Santiago.  —  Contrarevolucion  en  Valdivia  y  en  Concepción. 

—  Instalación  de  otras  juntas  en  una  y  otra,  y  arresto  de  los  antiguos 
miembros 249 

Capitulo  XVIII.  — Los  habitantes  de  Santiago  saben  con  satisfacción  el 
tratado  de  paz  de  los  dos  pretendientes,  y  posteriormente  la  disolución 
de  la  junta  de  Concepción  y  el  arresto  de  sus  miembros.—  Llegada  de 
estos  á  Santiago.—  Su  destierro.—  Rosas  marcha  para  Mendoza ,  en 
donde  fallece. —  M.  Carrera  aumenta  el  número  de  sus  tropas.—  Su 
prodigalidad  en  sus  gastos. —  Los  grados  superiores  en  el  ejército  son 
dados  á  su  familia. —  El  poder  ejecutivo  da  su  principal  atención  á  las 
administraciones  civiles.  —  Proyecto  de  empadronamiento. —  Decreto 
para  la  fundación  de  escuelas  gratuitas. —  Instituto  nacional. —  Llega 
una  imprenta  á  Chile.—  Camilo  Henriquez.—  La  Aurora,  primer  diario 
de  Chile.—  Su  espíritu  liberal  y  subversivo.  —  Su  influencia  en  favor 
del  movimiento.—  El  poder  ejecutivo  aprovecha  todas  las  ocasiones  para 
atraer  el  pueblo  á  su  partido.  —  Recibimiento  de  Poinsett  como  cónsul 
jeneral  de  los  Estados  Unidos. —  Aniversario  del  18  de  setiembre. — 
Bandera  nacional  y  su  escudo —  Grande  pronunciamiento  en  favor  de 
la  libertad  y  de  la  independencia 265 

Capitulo  XIX. —  Pronunciamiento  jeneral  en  favor  de  la  independencia. 

—  Desunión  entre  José  Carrera  y  Miguel.—  Dimisión  de  este  del  poder 
ejecutivo.—  Es  remplazado  por  su  padre.—  Reconciliación  de  los  her- 
manos. —  Desarreglo  de  las  cosas  y  proyecto  de  una  constitución. 
Agustín  Vial  presenta  uno  que  es  adoptado  por  el  gobierno.  —  Sus 
bases.  —  Descontento  que  causa  en  Concepción  y  en  el  clero. —  Insta- 
lación de  un  senado.  —  Nombramiento  de  dos  ministros  y  de  un  in- 
tendente.— Reformas  en  el  ayuntamiento.  —  Establecimiento  de  sere- 
nos.— Formación  de  una  sociedad  filantrópica  bajo  el  nombre  de  so- 
ciedad económica  de  amigos  del  país.  —  Fin  del  año  1812 283 

Capitulo  XX.— Nueva  conspiración  contra  los  Carrera,  y  destierro  de 
los  conjurados —  Preparativos  de  José  Miguel  para  ir  á  organizar  el 
Sur. —  Invasión  de  Pareja  y  su  desembarque  en  el  puerto  de  San  Vi- 
cente.— Ramón  Freiré  recibe  el  primer  fuego  de  las  guerras  de  la  in- 
dependencia.—Toma  de  Talcahuano  por  los  realistas.-  El  gobernador 
don  Rafael  de  la  Sota  se  repliega  sobre  Concepción.  —  El  comisario 
del  ejército  real  don  Tomas  Vergara  enviado  de  parlamentario,  y  de 


ÍNDICE. 


509 


Pie. 


plenipotenciario  acerca  del  intendente.-  Consejo  de  guerra  y  cabildo 
abierto.—  El  comandante  don  Ramón  Ximenez  gana  las  tropas  y  las 
induce  á  amotinarse.  —  Salida  de  la  tesorería  para  Santiago.—  Rendi- 
ción de  Concepción  después  de  un  tratado  becho  entre  el  intendente  y 
el  parlamentario.—  Pareja  verifica  su  entrada  y  destaca  algunas  tropas 
para  apoderarse  de  la  tesorería.—  Juramento  de  la  constitución  de  la 
monarquía   española •  .  •  •  298 

Capitulo  XXL—  Llega  á  Santiago  la  nueva  de  la  invasión  de  Pareja.— 
Miguel  Carrera  nombrado  jeneral  en  jefe.— Medidas  enérjicas  que  toma 
para  hacer  frente  á  la  invasión.—  Se  pone  en  marcha  sobre  Talca  para 
establecer  allí  su  cuartel  jeneral.  —  Encuentra  con  algunos  fujitivos  de 
Concepción.  —  Su  llegada  y  sus  temores  acerca  de  la  verdadera  dispo- 
sición de  los  ánimos  en  el  pueblo. —  El  obispo  de  Santiago  Andreo 
Guerrero  va  á  juntarse  con  él.  —  Digresión  sobre  este  prelado  y  su 
decisión  por  la  libertad.  —  O'Higgins  pasa  á  Talca  y  sabe  por  Linares 
la  presencia  de  algunos  dragones  de  Carbajal.—  Pide  tropas  para  ir 
á  atacarlos,  y  se  las  dan.— Hace  prisioneros  á  veinte  dragones  y  al  sute- 
mente Rivera.—  Llegan  tropas  regulares  á  Talca.  —  Miguel  Carrera 
forma  el  ejército  en  tres  divisiones  al  mando  de  sus  hermanos.  —  El 
partido  del  ayuntamiento  recobra  su  ascendiente  en  Santiago.—  For- 
mación de  un  nuevo  gobierno  elejido  por  el  senado.  —  Medidas  enér- 
jicas que  toma  para  la  salvación  de  la  patria.— Empréstito  con  hipotecas. 
—  Creación  de  una  decoración  civil  y  militar. —  Celo  del  ayuntamiento 
en  cooperación  con  el  gobierno.  —  Establecimiento  de  una  junta  de 
salud  pública.— Entusiasmo  poruña  suscripción  nacional 310 

Capitulo  XXII.  —  El  obispo  Villodres  nombrado  intendente  de  Concep- 
ción. —  Pareja  marcha  sobre  Talca.—  O'Higgins  se  dirije  al  cerro  de 
Bobadilla  ,  y  lleva  la  guarnición  al  cuartel  jeneral.  —  Un  pequeño 
destacamento  sorprende  en  Yerbas  Buenas  al  ejército  real ,  que  lo  re- 
chaza y  le  hace  retirarse  precipitadamente. —  Los  dos  partidos  cantan 
victoria.  —  El  gobierno  la  celebra  en  Santiago.—  Insurrección  en  los 
buques  la  Perla  y  el  Potrillo  y  entrega  de  dichos  buques  á  los  cor- 
sarios que  bloqueaban  el  puerto  de  Valparaíso.—  Pareja ,  muy  enfermo, 
se  decide  á  ir  á  atacar  los  patriotas  en  Talca.  —  Los  Chilotes  rehusan 
pasar  el  Maule,  y  resuelve  regresar  á  Chillan. —  Miguel  Carrera  le  per- 
sigue.— Desorden  en  la  marcha  de  las  tropas  chilenas  por  las  lluvias  y 
la  poca  disciplina  de  los  oficiales.—  Acampan  en  el  estero  de  Buli,  de 
donde  se  envia  un  parlamentario  á  Pareja.—  Este  sale  de  San  Carlos  y 
va  á  acampar  cerca  del  rio  Nuble  ,  en  donde  tiene  que  atrincherarse.— 
Acción  de  San  Carlos  sin  resultado  alguno  para  los  dos  partidos.— El 
ejército  real  pasa  el  Nuble  y  su  retaguardia  es  atacada  por  el  teniente 
Molina ,  que  la  obliga  á  abandonar  cuatro  cañones  y  algunos  bagajes.— 
Pareja  llega  á  Chillan.— Carrera  va  á  acampar  sobre  el  Nuble 329 

Capitulo  XXIII.  —  Sánchez  se  fortifica  en  Chillan.  —  Miguel  Carrera 
marcha  sobre  Concepción ,  y  se  apodera  de  esta  ciudad.—  Ataque  y 


ÍNDICE. 


m- 


toma  de  Talcahuano.—  El  obispo  Villodres  se  salva  en  la  Bretaña, 
acompañado  de  muchos  realistas.—  Toma  de  la  fragata  la  Tomasa.- 
Importancia  de  esta  presa.—  Casi  toda  la  provincia  en  poder  de  los  li- 
berales. —  Sánchez  continua  las  fortificaciones  de  Chillan.  —  Miguel 
Carrera  se  propone  el  ir  á  atacarlo.— Ordenes  que  da  á  cada  división.  - 
Noticia  falsa  de  una  invasión  en  el  norte.—  Preparativos  á  que  da 
lugar.—  Salida  de  Carrera  para  Chillan 350 

Capitulo  XXIV.—  Sánchez  continua  sus  trincheras.—  Socorros  que  re- 
cibe de  los  misioneros  franciscanos  —  Una  parte  de  sus  tropas  es  dis- 
persada en  guerrilla.—  La  de  Urrejola  hace  prisionero  al  coronel  Cruz 
y  á  su  coluna.—  Miguel  Carrera  va  á  incorporar  en  el  campamento  de 
Chillan  las  tropas  acantonadas  en  Talca —  Disposiciones  que  da  para  el 
ataque.—  Envia  á  Calderón  de  parlamentario  á  Sánchez ,  pero  sin  resul- 
tado. —  Principio  del  ataque.—  El  Rollo  cortado  por  el  medio ,  del 
primer  cañonazo.  —  Sucesos  diversos  de  los  dos  partidos  en  ataque  y 
defensa.—  Incendio  de  las  municiones  de  la  batería  patriota,  y  desgra- 
cias que  ocasiona.—  Presa  de  municiones  que  iban  de  Concepción.— 
Viendo  que  no  obtenía  resultado  alguno,  envia  un  parlamentario  á 
Sánchez 355 

Capitulo  XXV.—  Carrera  se  decide  á  levantar  el  campo.— Sánchez  envia 
al  mayor  jeneral  para  que  le  ataque.—  Este  se  limita  á  intimarle  la 
rendición.—  Respuesta  animosa  de  Carrera,  la  cual  obliga  á  Pinuel  á 
retrogradar.— Pasan  los  patriotas  el  Itata.—  Rescate  de  los  prisioneros 
de  la  Florida.  —  El  ejército  dividido  en  varios  trozos.—  Guerra  de  detal 
operada  por  este  medio.  —  Movimiento  de  reacción  en  Concepción.— 
Llegada  de  Carrera  á  esta  ciudad.— O'Higgins  marcha  contra  el  cura 
Gregorio  Valle  y  le  ahuyenta.— Insurrección  en  la  provincia  de  Arauco. 
—  Carrera  envia  sin  éxito  una  espedicion  contra  esta  plaza 389 

Capitulo  XXVI.  —  Progresos  de  las  armas  realistas.—  Carrera  procura 
reorganizar  su  ejército  para  ir  á  atacar  á  Sánchez  y  cortar  estos  pro- 
gresos. —  Dificultades  que  se  oponen  á  la  ejecución  de  su  intento.— 
Se  ve  rodeado  de  facciones.— Rigores  que  ejerce  contra  el  partido 
realista.  —  Envia  socorros  á  O'Higgins  para  que  arroje  las  guerrillas 
enemigas  sobre  Chillan.  —  Encuentro  entre  O'Higgins  y  Elorreaga.  — 
Acción  de  Quilacoya  y  de  Gomero 409 

Capitulo  XXVII.—  Recibe  Carrera  algunos  socorros  del  gobierno.—  Re- 
suelve ejecutar  su  plan  de  ataque  y  manda  á  su  hermano  José  marchar 
con  su  coluna  sobre  Bulluquin.—  La  demora  con  que  ejecuta  esta  orden 
le  ocasiona  el  ser  detenido  por  el  enemigo  en  Membrillar,  en  donde 
tiene  que  atrincherarse.—  Alcázar  le  niega  los  socorros  que  le  pide.— 
Miguel  Carrera  le  envia  300  hombres.— Salida  del  jeneral  para  el  teatro 
de  la  guerra.-  O'Higgins  ataca  á  Elorreaga,  le  obliga  á  pasar  el  Itata, 
y  se  reúne  en  Bulluquin  con  Miguel  Carrera.— Acción  del  Roble.  -Guer- 
rilla de  Valenzuela  atacada  en  Tracoyan,  y  muerte  de  su  comandante.  420 


índice 


Capitulo  XXVIII.—  Instrucción  pública.  —  Nombramiento  de  una  junta 
de  educación.—  Escuelas  de  primeras  letras.  —  Apertura  del  instituto 
nacional.  —  Profesores  que  tenia.  —  Formación  de  una  biblioteca  pu- 
blica. —  Libertad  de  imprenta ¿¡32 

Capitulo  XXIX.—  Formación  de  un  padrón  jeneral  de  los  habitantes  y 
establecimiento  de  un  cementerio.  -  Alarmada  de  los  progresos  de  la 
invasión ,  la  junta  gobernadora  exorta  los  habitantes  á  que  acudan  al 
socorro  de  la  patria.—  Estímulo  que  da  al  servicio  militar.—  Se  enar- 
cóla la  bandera  nacional  en  la  plaza.  —  Demostraciones  públicas  en 
honra  del  ejército  con  el  objeto  de  reanimar  su  &;.  «1.—  El  partido 
realista  levanta  la  cabeza ,  favorecido  por  los  escesos  cometidos  al  sur. 

—  Levantamiento  de  Santa  Rosa  de  los  Andes.—  Muerte  del  jefe  de  la 
insurrección o ¿*8 

Capitulo  XXX.— Severidad  del  gobierno  ,  á  consecuencia  de  la  insurrec- 
ción de  Santa  Rosa.  —  Condiciones  impuestas  á  los  Españoles  que  pre- 
tendiesen al  título  de  ciudadanos.  —  Proyecto  de  hacer  gratuitas  las 
funciones  del  clero ,  señalando  sueldo  á  los  sacerdotes.  —  Conflicto 
entre  el  poder  ejecutivo  y  el  comandante  en  jefe  del  ejército.—  La  opi- 
nión jeneral,  en  Santiago,  se  manifiesta  contraria  al  jefe  militar.—  El 
gobierno  resuelve  quitarle  el  mando,  como  así  también  á  sus  hermanos. 

—  Con  este  objeto ,  se  propone  un  nuevo  congreso  para  reformar  la 
constitución.—  Parte  que  tomaron  los  periodistas  en  este  proyecto.  . 

Capitulo  XXXI.— La  opinión  jeneral  favorable  al  partido  del  ayunta- 
miento.— Arribo  de  los  auxiliares  de  Buenos-Aires,—  El  gobierno  se 
traslada  á  Talca ,  dejando  en  su  lugar  un  gobernador  intendente.— 
Oficio  de  intimación  á  Sánchez  y  respuesta  de  este  jeneral.—  El  go- 
bierno resuelve  quitar  á  los  Carrera  los  mandos  del  ejército ,  contra  el 
parecer  de  O'Higgins ,  el  cual  aconseja  á  Carrera  dé  su  dimisión.— 
Carrera  resiste  apoyándose,  para  lejitimar  su  resistencia,  en  algunas 
corporaciones.  —  Toma  de  la  Montonera  Fontalva.  —  Arribada  del 
Portillo  á  Arauco,  y  embarco  de  Cruz  y  de  sus  compañeros.—  Miguel 
Carrera  da  orden  para  que  sus  dos  divisiones  se  replieguen  á  él  — 
Mackenna  se  va  á  Talca  por  mar,  y  negocia  para  que  O'Higgins  sea 
nombrado  jeneral  en  jefe.—  Luiz  Cruz  renuncia,  en  nombre  suyo  y  de  su 
hermano,  al  mando  del  ejército,  en  favor  de  O'Higgins.—  El  gobierno 
depone  á  los  tres  hermanos.—  O'Higgins  va  á  Talca.—  Miguel  Carrera 
recibe  el  oficio  de  su  reemplazo  en  el  mando 475 

Capitulo  XXXIL—  Exasperación  de  Juan  José  Carrera ,  al  recibo  de  la 
destitución  de  su  mando.—  Empeño  que  pone  en  que  su  hermano 
desobedezca  á  semejante  decreto.—  Conspiración  de  Tirapeguí,  y  sen- 
tencia contra  sus  cómplices.—  Cange  de  las  familias  O'Higgins,  Alcázar 
y  otras  con  las  que  se  hallaban  en  poder  de  Sánchez.—  Carrera  convoca 
una  asamblea  para  que  vote  socorros.—  Oposición  que  hace  á  la  orden 
de  dejar  el  mando  ,  y  arresto  de  Fernando  Urizar  por  su  mandado.— 


402 


512 


ÍNDICE. 


Pal 


O'Higgins  se  decide  &  aceptar  el  título  de  jeneral  en  Jefe ,  y  toma  pose- 
sión de  este  puesto  con  grande  satisfacción  de  todas  las  autoridades. — 
El  cura  Cienfuegos,  miembro  de  la  junta,  es  enviado  á  Concepción^  y 
escribe,  de  acuerdo  con  Carrera,  á  O'Higgins  para  que  vaya  con  ur- 
jencia  á  dicha  ciudad.—  Alarma  falsa  nocturna  tramada  por  Carrera. — 
O'Higgins  recibe  á  su  llegada  á  Raneo  el  oficio  por  el  cual  Carrera  le  ha 
dado  á  reconocer  por  jeneral  en  jefe  del  ejército. —  Al  dia  siguiente , 
entra  en  Concepción.—  Digresión  sobre  Miguel  Carrera.  .......  488 


FIN  DEL  ÍNDICE. 


PARÍS.— EN  LA  IMPRENTA  DE    E.  THUNOT  Y  O 
Callo  Ranino,  n°26,  cerca  del  Qdeon. 


S  7-