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Full text of "Historia general de España"

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1. 


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Jt3.    ^.    7 


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mSTOBIA  6BHBRA£  DE  BSPASA. 


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HISTORIA.  6BAL 

DE  ESPAÑA, 

7 

KUl  Lll  TIBiPtS  HIS  UlflTM  UlTl  SUSntS  «tí. 

POR  DON  MODESTO  LAFÜENTE. 


TOMO  ni. 


■ADRID. 

BSTin,ECnUBNTO  TÍPOGEIFIOO  DK  HBLUDO, 
ulli  li  Siita  Ttmi,  lii.  I. 

MDCcatlI. 


n,g,t7cdb/G00gIc 


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HISTORU  eENEBAI^DK  ESFAM. 

PARTE  SEGUNDA. 


LIMO  ni. 

cAPimo  XII. 

CASTILLA 

.   PUUEfiA  UTAD  DEL   SIGLO  -XlV. 

>.  1295  i  OSO. 


Reinadoade  meooredad.  loco  ave  Dientas  yveolajasdi 

/«ditaria  para  estos  casos.  1.— Reinado  de  Femando  IV.— Causas 
da  las  larbsciones  que  agitaron  el  reino.^A  atece  den  tes  ;  elemen- 
tos qae  para  ello  había. — CómofuerondeBapareciendo,  y  á  quién  se 
debió.— Josto  eliTgio  de  la  reina  dofia  Harla,de  MoJíds.— Fidelidad 
de  lojcoDcejOa  castellaaos.— Célebre  Htrmandad  de  Castilla. Suob- 
jeto,  consecuencias  y  resultados. — Alianza  del  trono  y  del  pueblo 
contra  la^nobleza. — Influencia delestado llana. — Espíritudelas  cor- 
tes y  Irecuencia  con  que  se  celebraron  en  este  tiempo.  11— Beina- 
dode  Alfonso  XI. —GstadotastimoBO  del  reino  en  su  menor  edad.— 
Jdícío  crítico  de  la  conducta  de  este  monarca  cuando  llega  i  la  ma- 
yoría.—Júzgasele  como  raetsursdordelórdeninterior.—Comoguer- 
rero  y  capitán. — Influencia  de  sus  IriunFos  en  el  Salado  y  Algecira' 
en  la  condición  y  porvenir  de  EspaAa.  111— Progreso  de  las  ineli- 


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6  HISTOKU  DI  UFAflA. 

laoioaeapalíticas.  Ele  me  oto  popular.  Derechos,  franqnJciasyliber- 
udesqoe  ganó  el  poebloon  eate  reinado. — Cómo  ÍDeronabatidoBy 
hamilladoa  los  Qoblea.—SoleniDJilsd,  aparato,  arden  y  ceremonia 
conqoeaecelebrabanleACÚrtea.— Alfonso  KI.  como  legislador. Cor- 
tea de  Alcalá:  Reforma  en  la  legialacion  de  CaatíUa.  El  OrdenamitnU: 
los  Futro*:  las  Partida»:  ea  qaé  orden  obligaba  cada  uno  de  esUw 
códigos.  IT.— Estadode la  literatura caatellana  enesteperfodo.— El 
poema  d«  Alejandro.— Obras  literarias  de  donJnaa  Hanuel:  el  con- 
de Luoanor .—Poesías  del  arcipreste  de  Rita.— Crúnicaa.— Gampa- 


Uoa  de  ias  calamidaiües  que  pesaron  mas  sobre  la 
monarquía  castellana  y  entorpecieron  mas  su  desai>* 
rollo,  faeroQ  las  frecaeotes  meoorlas  de  sas  reyes. 
Es  cieitameote  una  dé  las  eventualidades  mas  funes- 
tas á  que  está  sujeto  el  principio  de  la  sucesión  here- 
ditaria. Kas  al  través  de  estas  y  otras  coBlingencias 
des^Torables  al  orden  social  é  ¡Dherentes'  á  la  íastí- 
tncioD,  compénsalas  coa  tal  esceso  otras  tan  re- 
conocidas ventajes,  que  ana  vez  supuesto  el  orden  en 
QD  estado,  es  so  mejor  salvaguardia  contra  las  turbu- 
lentas pretensiones  de  los  ambiciosos  y  el  mas  fuerte 
dique  en  que  vienen  á  estrellarse  los  (^bordamientos 
de  la  anarquía;  á  tal  estremo,  qae  desde  que  se 
estableció  en  España  aquel  saludable  principio,  ana 
en  las  agitaciones  de  tas  menoridades  de  los  reyes  na- 
die se  atrevió  á  volver  á  invocar  como  remedio  la  ' 
monarquía  electiva.  Tal  aconteció  en  los  dos  reioadoa 
consecutivos  de  Fernando  IV.  y  Alfonso  XI.  que  abarca 
el  período  que  ei;aminamos.  Hay  ideas  que  una  vex 


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FÁtn  U.  LIMO  Ul.  7 

adquiridas  vao  fonnaado  otras  tantas  bases  que  sir- 
veo  de  cimiento  al  régimen  de  las  sociedades. 

I.  No  estrañamos  el  furor  con  que  se  desarrolla- 
roa  las  amtMciones  en  el  roñado  de  Fernando  IV.  U 
fHreparacion  venia  de  atrás;  y  la  menor  edad  del  rey 
00  fué  la  cansa,  sinouna  circunstancia  de  que  seapro- 
vecbó  la  nt^leza,  y  que  la  bizo ,  si  no  mas  preteocio- 
18,  por  lo  menos  mas  audaz.  Los  principes  de  la  real 
familia;  los  magnates  poderosos;  aqnellos  codiciosos 
é  inquietos  infantes,  don  Juan,  don  Enrique  y  don 
luán  Hanoel;  aqnellos  indómitos  señores;  don  Juan 
de  Lara,  den  Diego  y  don  Juan  Alfonso  de  Haro,  que 
se  habían  atrevido  con  un  monarca  del  temple  de  don 
Sancho  el  Bravo,  ¿cómo  no  babian  de  envalentonarse 
al  ver  al  frente  del  reino  un  niño  y  una  muger?  No 
es,  pnes,  de  maravillar  el  desorden,  la  confusión  y 
anarquía  en  que  tantos  revoltosos  pusieron  el  reino: 
Y  gracias  qna,  oo  había  entre  ellos  unidad  de  miras; 
que  á  haberla,  como  en  Aragón,  algo  mayor  hubiera 
sido  todavía  el  conflicto  del  trono.  Pero  pretendiendo 
el  uno  la  corona,  limitando  el  otro  sus  aspiraciones  á 
la  regencia,  concretándose  los  demás  al  aumento  de 
BUS  particalares  señoríos,  ó  á  usurpar  loa  que  otros 
poseían,  y  no  entendiéndose  entre  al,  todos  preten- 
dientes y  todos  rivales,  daban  lugar,  y  ocasión  á  que 
un  genio,  sagai  y  astuto,  estudiando  sus  partículares 
intereses,  los  dividiera  mas  y  \oi  quebrantara. 

A  esloselemcnlosdc  turbación  se  agregaron  otros 


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8  HinOUA  DI  BSPAf^A. 

todavEa  mas  poderosos  y  mas  terribles.  El  lierDo  mo- 
narca y  SB  prudente  madre  vieron  conjarados  contra 
sf  todos  los  soberanos,  los  de  Francia  y  Nararra,  los 
de  Granada  y  Portugal.  Se  invoca  nuevamente  el 
derecho,  y  se  alza  de  nuevo  el  pendón  de  los  infan- 
tes de  la  Cerda.  Entre  unos  y  otros  se  reparten  bue- 
namente la  Castilla ,  como  si  fuese  un  cmcnrso  de 
acreedores,  y  cada  cual  se  adjudica  la  porción  que 
mas  le  conviene.  El  territorio  caslellaoo  se  .ve  á  la 
vez  invadido  por  franceses  y  navarros,  por  aragon&- 
ses,  pOTtugueses  y  granadinos.  Uno  de  ios  candillos 
del  ejércilo  confederado,  es  el  infante  aragonés  don 
Pedro,  á  qnien  le  han  sido  aplicadas  las  ciudades  fron- 
terizas de  Castilla  y  Aragón.  Otro  de  sus  capitanes  es 
el  perpetuamente  rebelde  infante  castellano  don  Juan, 
que  en  Sahagun  se  hace  proclamar  rey  de  León,  de 
Galicia  y  de  Sevilla.  ¿Quién  coujurará  tan  universal 
tormenta?  Imposible  parecía  que  el  pobre  trono  cas- 
tellano pudiera  resistir  á  los  embates  de  mar  tan  pro- 
celoso y  embravecido. 

Y  sin  embargo,  se  ve  ir  calmando  gradualmente 
las  borrascas,  se  ve  ir  desapareciendo  los  nubarrone^ 
que  ennegrecían  el  borizoate  de  Casiilla,  se  ve  ir  re- 
cobrando su  claridad  el  hermoso  cíelo  castellano.  El 
infante  don  Pedro  de  Aragón  sucumbe  con  sus  mas 
esclarecidos  bai'ones  en  el  cerco  de  Mayorga,  y  la 
hueste  aragonesa  se  retira  conduciendo  eo  carros  fú- 
nebres los  restos  inanimados  de  sus  mas  bravos  ada- 


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FABTB  ti.   LIBKO  llf.  9 

lides.  El  rey  de  Portugal  retrocede  á  sus  estados  casi 
desde  las  puerlasdeValladolid.EI  infante  don  Juan 
se  reconcilia  con  su  sobrino,  deja  el  titulo  de  rey  de 
León,  y  reconoce  por  legltinio  rey  de  Castilla  á  Fer- 
nando IV.  Alfonso  de  la  Cerda  renuncia  también  á  la 
corona,  y  se  somete  á  recibir  algunos  pueblos  que  le 
dan  en  compensación.  Fijante  por  arbitros  los  limites 
de  Aragón  y  de  Castilla.  Guzman  el  Bueno  salva  á 
Andalncia  de  las  imprudencias  de  don  Enrique,  y  si- 
gne defendiendo  á  Tarifa  contra  el  emir  granadino. 
El  papa  legitima  los  hijos  de  la  reina.  Fernando  IV. 
de  Castilla  casa  con  la  princesa  Constanza  de  Portu- 
gal: queda  en  pacifica  posesión  desu  corona;  desapa- 
rece la  anarquía,  y  disfruta  de  quietud  y  de  sosiego 
el  reino  castellano. 

¿Quién  bafaia  obrado  todos  estos  'prodigios?  ¿Cómo 
han  podido  irse  disipando  lanías  nubes  como  trona- 
ban en  derredor  del  niño  rey?  ¿Cómo  de  la  mas  es- 
pantosa agarquia  se  ha  ido  pasando  &  una  situación,  si 
no  de  completa  bonanza,  por  lo  menos  comparativa* 
mente  apacible  y  serena? 

Es  que  Femando  IV. ,  como  Fernando  Ili.  de  Cas- 
lilla  SD  bisabuelo,  ha  tenido  á  su  lado  un  genio  tule- 
lar,  una  madre  solicita,  prudente  y  sagaz  como  do- 
ña Berengnela:  es  que  el  rey  y  el  reino  han  sido  di* 
rígidos  por  la  mano  bábil,  activa  y  esperta  de  doña 
María  de  Uolina,  que  como  madre  ha  desplegado  la 
mas  viva  solicitud  y  el  mas  tierno  cariño,  como  mu- 


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10  HISTOBIA  DEUPaSa. 

ger  ha  mostrado  un  valor  y  una  entereza  varonil,  y 
como  regente  se  ba  conducido  con  ^bia  política  y  con 
noa  energía  maravillosa.  Serena  en  los  confliclos,  as- 
tuta y  sulü  en  los  recorsos,  halagando  oportunamente 
la  ambición  de  algunos  magnates,  severa  y  fuerte  coa 
otros,  supo  dividirlos  para  debilitarlos,  supo  dividir 
para  reinar,  y  no  para  reinar  ella,  sino  para  entregar 
el  reino  sin  menoscabo  á  su  hijo  (1). 

El  gran  tacto  de  la  reina  regente  estuvo  en  saber 
concillarse  el  afecto  del  pueblo,  en  utilizar  conve- 
nientemente la  lealtad  de  los  concejos  castellanos  y 
en  buscar  en  el  elementoy  en  la  fuerza  popular  el 
contrapeso  á  la  desmedida  ambición  de  los  príncipes  y 
do  los  nobles.  Entonces  se  vio  cómo  se  necesitaron  y 


(I)    El  |lBeNtr»Tir«)de  Molías,  coa  su  hijo  pone  el  autor  en  boca 

óeeaFr.GdbrielTellez.hsretra-  de  dofla  María  la  siguiente  des- 

tado  con  «erdad  y  coa  vivos  coló-  criíician  de  la  situación  bd  que  ge 

rea  el  carácter  de  esta  reina  en  hallaba  el  reino  cuando  su  encar- 

uasdesuamejareacomedlaatiLu-  gó  de  la  regencia,  y  del  calado  en 

lada  Laprudineia  en  la  mugm',  que  se  le  entrega  cuando  el  rey 

Eduuo  de  losdiálogMque  supone  llega  i  la  mayor  edad. 

Un  Bolo  palmo  de  tierra 
no  bailé  á  vuestra  devoción, 
R  zóse  (lasLilla  y  León,  , 

Portugal  oa  bizo  guerra, 
el  granadino  se  arroja 
por  estendersu  Alcorsn, 
Aragón  corre  ó  Almazan, 
el  navarro  la  Riojí; 

£ero  lo  aue  al  reino  abraiía , 
ijo,  es  la  guerra  interior, 
que  00  hay  coatrHrio  mayor 

Íue  el  enemigo  de  casa. 
odos  fueron  contra  vos, 
y  aunque  por  tan  varios  modas 

[ué  de  naeslra  parle  Dios.  - 


,,  Google 


FAKIll  II.  LIIKO  III.  II 

apoyaron  taútaameote  el  troDo  y  el  pueblo  cooira  la 
nobleza  tarboleota  y  codiciosa.  Fieles  á  sus  monarcas 
les  coBcejos  de  Castilla,  pero  celosos  al  propio  liempo 
de  sos  fueros,  formaroo  entre  sí,  muy  en  los  princi- 
pios del  reinado  de  Fernando  IV.  (1395},  liga  y  her- 
mandad para  defenderse  y  amparai^e  contra  los  des- 
afueros del  poder  real ,  pero  mas  priucipalmeDle con- 
tra las  demasías  de  la  clase  noble.  Es  curioso  observar 
la  marcha  que  en  su  orgaaizacion  política  fué  lle- 
vando la  sociedad  española  en  el  último  tercio  de  la 
edad  media.  En  aquella  lucha  de  poderes  y  elementos 
sodates  hemos  visto,  antes  en  Aragón  como  ahora  en 
Castilla,  formarse  eslas  confederaciones  ó  hermanda- 
it*  como  por  un  instinto  de  propia  conservación  y 


pues  eD  el  tiempo  prese Dt«, 

porque  al  cielo  gracias  á«\s 

del  reino  <]ua  le  debeii, 

le  bailareis  tan  diferente, 

quepariaiel  moro  os  pafi, 

elnafarro,  el  de  Arsgoiii 

hijo,  amigos  voestros  «on, 

y  para  qoa  os  salisfasa 

Portugal,  ai  lo  admitís, 

á  do  Da  Constanza  bermosa 

os  ofrece  por  eapoca 

■u  padre  el  rey  doo  Dtonls. 

No  hay  guerra  qne  el  reino  inquieta, 

iosnlto  con  qae  ae  estrague, 

villa  qne  no  os  peche  y  pague, 

TasalFo  qae  no  os  respete; 

de  qoe  aalgo  tan  contenta 

cnanto  poEre,  pues  por  Toa 

^e  treinta  no  tengo  dos  i 

villas  qae  me  paguen  renta. 


paes  tanta  n 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


M  HISTOIIA    DK   ISriJi*. 

por  UD  seDUmieoto  de  digoiilad  para  resistir  álos  em- 
bales é  iovasiooea  de  oíros  poderes.  Pero  en  Aragoo, 
especie  de  república  oligárquica,  eslas  hermandades 
las  forman  principal  meo  te  los  nobles  conlra  el  influjo 
de  la  auloridad  real.  En  Castilla,  monarquía  esencial- 
mente demoGi-ática,  las  forma  el  pueblo,  los  cooce- 
jos  ó  municipios,  no  laoto  para  contener  los  desafue- 
ros del  poder  real  cnanto  para  qaebraolar  el  poderío 
de  la  nobleza. 

La  hermandad  de  loscoDcejos  de  Castilla  en  1296 
tiene  para  nosotros  una  grande  importancia  híslórica. 
Si  no  fué  la  primera  confederación  popular,  fué  la 
protesta  mas  solemne  del  pueblo  contra  las  demasías 
y  contra  las  usurpaciones  de  la  corona  y  de  las  clases 

que  el  reino  qoa  hallé  perdido 
hoy  os  le  vuelvo  ganado. 

Acto  llj.,  esceoa  primera. 

Gb  ngestros  dias  el  aeñor  Roca  algtiao*  de  los  pereoiiaifes  de  ca- 
de To^orea,  marqués  de  Holiaa,  te  reinado.  LaailaacioD  dei  releo 
ba  evcrito  también  un  drama  ti-  etti  pialada  en  eldí«cuTso  de  la 
(alado  DoHa  María  da  Molina,  reina  é  las  curtes  de  VaJIadalid. 
«n  que  se  bailan  bieo  dibujados 

Por  do  quier  mirad  las  doeCaslillaa 

de  rubsldes  falanges  dominadas, 
coQHumidas  por  barbaras  itavillss 
tus  mieses,  y  con  hierro  deatrozadss, 
BUS  mejores  ciudades  y  sus  viliai 
al  saco  y  é  las  llaiuss  entregadas, 
y  en  medio  de  sus  páramos  incultos 
cadáveres  sin  número  insepultos. 
Discordia  y  escasez  con  doble  estrago 
min.in  el  trono,  ej  pueblo  despedazan, 
y  casi  ya  con  furibundo  amago 
tornar  la  patria  en  ruinas  amenazan 

Acto  V.,  escena  tercera. 


,,Googlc" 


PAkTB  II.  LIBIO  III.  1 3 

privilegiadas.  CaandoSSK  años  mas  adelante  veamos 
sucumbir  las  comwñdada  de  Castilla  en  guerra  ar- 
mada contra  las  Tuerzas  y  el  poder  de  un  soberano  y 
de  uDOS  magnates,  el  vencimiento  de  estas  comuni- 
dades será  la  derrota  de  aquella  hermandad  despnes 
de  UD8  lucha  de  mas  de  dos  siglos,  y  será  de  tanto 
influjo  en  la  condición  política  de  España,  que  repre- 
sentará el  tránsito  del  gobierno  libre  y  popul  ar  de  la 
edad  media  española  al  gobierno  monárquico  absolu- 
to del  primer  período  de  la  edad  moderna.  Forzoso 
DOS  es  por  lo  tanto  conocer  la  fodole  de  la  Aerman- 
dad  de  Castilla  de  1S9S. 

«En  el  nombre  de  Dios  é  de  Santa  María;  Amen, 
•(comenzaba  esle  pacto  deconféderacion).  Sepan  qnan- 
>los  esta  carta  vieren  como  por  ranchos  desafueros  é 
«muchos  daonos,  é  ranchas  fuerzas,  é  muertes,  é  pri- 
>8Íones,  et  despachamientos  »n  ser  oidos,  é  deshon- 
>ras  é  otras  muchas  cosas  sin  guisa,  que  eran  contra 
ajusticia .  é  contra  fuero,  é  gran  danno  de  todos  los 
kregnos  de  Casliella,  de  Toledo,  de  León,  de  Gallícta, 
>de  Sevilla,  de  Córdoba,  de  Murcia,  de  Jaban,  del 
•Algarbe  é  de  Molina,  que  recelamos  del  rey  don 
«Alfonso,  fijo  del  rey  don  Fernando,  6  mas  del  rey 
>don  Sancho,  su  Gjo,  qae  agora  finó,  fasta  este  tiem- 
>po  en  qae  regnó  nuestro  sennor  el  rey  don  Feman- 
kdo,  qne  eos  otorgó  é  coññrmó  nuestros  fileros,  et 
«nuestros  privilegios,  á  nuestras  cartas,-  é  nuestros 
«buenos  usos,  é  nuestras  boeoas -costumbres,  é  nues- 


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i  i  HISTOBIA  DB  UFáHa. 

xtraa  libertades  que  babiemos  en  tiempo  de  los  otros 
nreyes  qaaado  los  mejor  bobíemos.  Por  eode,  é  por 
«mayor  asesego  de  la  tierra,  é  mayor  guarda  del  so 
■seoQorfo,  para  esto  guardar  é  manleoer,  é  porque 
•DUDqua  en  oiagua  tiempo  sea  quebrantado,  é  Te- 
ayeodo  que  es  á  servicio  de  Dios,  é  de  Santa  María, 
>et  de  la  cijrte  celestial,  é  á  honraéá  guarda  de  nues- 
KtroseDOor  ei  rey  don  Fernando,  á  quien  dé  Dios 
«buena  vida  é  salud  por  muchos  anuos  é  buenos*  é 
t>  mantoiga  i  so  servicio:  et  otrosí  á  servicio,  é  á  hon- 
»né&  guarda  de  los  otros  reyes  qae  serán  después 
»del,  é  á  pro  é  á  guarda  de  toda  la  tierra,  facemos 
«bermandat  eo  uno  nos  todos  conceios  del  regno  de 
«CastidUi,  quanlos  pusieoios  nuestros  sellos  en  esta 
Bcarta,  en  testimonio  é  en  confirmación  de  la  ber- 
»niandat. 

»Et  la  hermandat  es  esta.  Que  guardemos  ¿  nues- 
■tro  senoor  el  rey  don  Fernando  lodos  sus  derecbos 
»étodo  su  seonoriobieo  é  cumplidamente,...  etc.» 

Designa  y  fija  la  bermandad  las  contribuciones  y 
servicios-lega  (mente  establecidos  cchi  que  se  había  de 
seguir  asistiendo  al  rey;  acuerda  cómo  ban  de  nnírse 
todos  para  el  mantenimiento  de  sus  fueros,  usos  y  li- 
bertades, en  el  caso  que  el  rey  don  Fernando  6  sns 
sucesores,  ó  sus  merinos,  ú  otros  cualesquiera  seño- 
res quisiesen  atentar  contra  dios;  determina  someter 
al  frilo  del  concejo  los  desafueros  qoe  los  alcaldes  6 
I  del  rey  cometiesen;  que  si  algno  rico  orne  ó 


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PAKTB  II.  LIBIO  in.  1& 

mraDzoD  ó  cabaUero  prendare  iodebidamenle  á  al- 
gnnp  de  la  henoaodad  ó  le  tomase  to  suyo,  y  á  pesar 
de  la  seotencta  del  concejo  no  lo  quisiese  restituir,  si 
Tucse  hombre  arraigado,  <quel  derriben  las  casas,  el 
•corlen  las  vinnas,  é  las  howtas,  é  lodo  lo  al  que 
■hubiere.»  para  lo  cual  se  ayndeo  todos  los  de  la 
hermandad,  y  añade;  «Otrosí,  si  un  orne,  6  ínfan- 
izon,  ó  caballero,  ó  otro  ome  qualesqnier  qne  non 
Rseao  eo  noeatra  hermandat,  matare  ó  deshonrare  á 
»algoao  de  nuestra  hermandat....  qae  todos  los  de 
itU  hermandat  que  vayamos  sobrel,  el  sil  falláremos 
wquel  matemott  é  si  haber  non  te  podiéramoe,  quel 
•derribemos  las  casas,  el  cortemos  las  vinnas  é  las 
•  huertas,  el  astraguemos  quanto  en  el  mundo  le  fa- 
■  liáremos;  Después  til  podiéremos  haber,  quel  ma' 
•temos..,.  Otrosí  ponemos  qne  si  alcalde,  ó  merino,  ó 
>olra  orne  cualquier  de  la  hermandat,  por  carta  ó  por 
»  mandado  de  nnestro  seonor  el  rey  donFeroando.ó 
>de  los  otros  reyes  que  serán  después  del,  coniiMdre 
ná  uno  ein  ser  oido  ó  yudgado  por  fuero,  qne  la  her- 
'  amandat  quel  ftiatemos  per  ello;  é  si  haber  non  le  pe- 
■diéremos,  que  finque  por  enemigo  de  la  herman- 
»dat,  et  quandol  pudiéremos  haber  quel  matemos  por 
»ello  (•>.> 

Torible  manera  de  hacerse  á  sí  mismos  justicia, 
poro  que  proeba  coán  agraviados  debiao  estar  toscon- 

(I)    Colección  diplomillca  iaé-    la  Qjstorii. 
dita,  formada porla  Aeademíade 


D,g,t7cdb/COOgIC 


1C  HISTOftU    DB  UPASa. 

cejos  de  los  reyes  y  de  los  ríeos  hombres,  y  que  ma- 
nifiesta sobre  todo  cuan  iomensameote  habia  mejora- 
do la  coadicioD  política  de  los  hombres  del  estado 
tinao,  y  cuan  larga  escala  habían  corrido  desde  la  an- 
tigua servidumbre  hasta  dictar  leyes  á  los  grandes 
señores  y  á  los  monarcas  misaros.  La  reina,  lejos  de 
contrariar  y  reprimir' este  espíritu  de  libertad  é  íade- 
pendencia  deios  comunes,  como  por  otra  parte  veía 
la  fidelidad  que  guardaban  á  su  hijo,  los  halagaba  por 
que  los  necesitaba  parahacer  frente  á  las  pretensiones 
de  los  nobles.  La  lealtad  les  valia  á  ellos  concesiones 
y  franquicias  de  parte  del  rey>  ó  sea  de  la  reina  re- 
gente: estas  concesiones  le  valían  al  rey  la  seguridad 
y  espontaneidad  de  los  subsidios  y  el  apoyo  material 
y  moral  de  los  cuerpos  populares.  Eran  dos  poderes 
que  se  necesitaban  y  auxiliaban  mutuamente  contra 
las  invasiones  de  otro  poder.  Los  pueblos  ganaron  eñ 
influjo  y  en  condición,  y  doña  María  salvó  la  corona 
de  su  hijo.  Las  menorías  de  los  reyes,  turbnl^tas  y 
aciagas  como  son,  suelen  por  otra  parte  redundar  en 
beneficio  de  la  libertad  de  los  pueblos:  la  debilidad 
misma  del  gobierno  te  obliga  á  apoyarse  en  el  brazo 
popular:  el  pueblo  pierde  en  tranquilidad,  en  conve- 
niencias y  en  materiales  intereses,  se  empobrece  y  su- 
fre; pero  es  cuando  saele  ganar  en  prerogativas  y  de- 
rechos, es  cuando  suele  hacer  sus  conquistas  políticas. 
Son  como  aquellas  enfermedades  de  los  individuos  en 
que  el  físico  padece  y  la  parte  intelectual  se  avira. 


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MtTB  n.  uBio  ni.  47 

Mucho  progresó  el  estado  llaoó  ea  iDDuencia  y  po- 
der en  el  reinado  de  Fernando  IV.  Las  cortes  de  Ta- 
lladolid  de  \  S95  se  decían  convocadas  por  facer  bien 
yvtereed  á  todoi  los  concqot  del  regno.  En  las  de  Cue- 
llar  de  1 397  sé  creó  ana  especie  de  dipntacioa  per- 
maneole  ó  alio  consejo,  aombrado  por  la  nacbo,  para 
qne  acompañase  al  rey  en  los  doá  tercios  del  año  y  le 
aconsejase.  En  las  de  Valladolid  de  1307  se  restable- 
ció ya  por  la  ley  no  loipoDer  tributos  ún  pedirlos  á  las 
cortes.  tiSiacaeteierequepechot  algunos  haya  menes- 
ter, pedirgelos  he,  é  en  otra  manera  no  echaré  jtechos 
niagmosen  la  tierra.»  En  las  de  Burgos  de  1311 
qnisíeron  los  procuradores  saber  á  cuanto  ascendían 
las  rentas  del  rey:  y  en  las  de  Carrion  de  1 31 S  to- 
maron cuenta  á  los  tutores.  En  las  de  Valladolid  de 
1299  y  1307  se  consignaron  las  garantías  persona- 
les, ordenándose  que  nadie  fuese  preso  ni  embargado 
sin  ser  oido  autes  en  derecho,  y  se  prohibieron  las 
pesquisas  generales.  Estas  y  otras  adquisiciones  polí- 
ticas, que  en  aquel  tiempo  alcanzó  el  elemento  popu- 
lar no  se  respetaban  y  cumplían  siempre  en  la  prác- 
tica, pefoquedaban  coosígaadas  y  escritas  con  carácter 
de  leyes,  que  era  un  grao  adelanto,  y  no  las  olvidaba 
el  pueblo.  Salió,  pues,  éste  gaaaDcioso  de  la  lucha 
entre  la  nobleza  y  la  corona,  poniéndose  de  parle  de 
esta.  La  frecuencia  misma  con  que  se  celebraban  cortes 
revela  que  nada  bacía  ya  el  rey  sin  su  acuerdo  y  d&- 
liberacion.  En  el  reinado  de  Fernando  IV.  no  pasó  un 
Tomo  vu.  2 


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48  simniA  de  bspaía. 

solo  -año  sin  que  se  luviuaea  cortes  y  ea  alf^uoo,  como 
en. 1301,  húbolas  en  dos  diferentes  partes  del  retoo, 
Bargos  y  Valladolid  <■•. 

La  conquista  nacioaal  avaozó  bien  poco  en  este 
reinado,  y  aun  fué  maravilla  que  se  recobrara  á  Gí' 
braltar,  aunque  para  volver  á  perderle  proDlo:  y  el 
rey  acabó  faltando  á  las  buenas  leyes  saocionadas  por 
él  mismo,  coa  el  arbitrario  suplicio  de  los  Carvajales, 
á  que  debió  el  triste  sobreoombre  de  Emplazado. 

II.~Mas  larga  y  do  menos  borrascosa  la  menoría  de 
SD  hijo  Alfonso  el  Onceno,  Castilla  vuelve  á  sufrir  to- 
'das  las  calamidades  de  ana  anarquía  horrible.  Era  un 
cuerpo  que,  no  bien  aliviado  de  una  enfermedad  pe- 
nosa, apenas  entraba  en  el  primer  período  de  la  con- 
valecencia recala  en  otra  enfermedad  mas  peligrosa 
y  mas  larga.  Ua  rey  de  trece  meses,  dos  reinas  viu- 
das, abuela  y  madre  del  rey  niño,  tantos  aspiran- 
tes á  lu  tutela  cuantos  eran  los  príncipes  y  grandes  se- 
ñorea, todos  codiciosos  y  avaros,  todos  osados  y  tnr- 
bnleotos,  generoso  ninguno,  en  vano  era  hacer  las 
mas  estrañas  combinaciones  para  que  ningún  preten- 
diente se  quedara  sin  su  parte  de  regencia,  inútil  era 
dejar  á  cada  monarca  y  á  cada  pueblo  elegir  y  obede- 
cer al  regente  quemas  le  acomodara,  á  cada  tntor 
mandar  en  el  pais  que  le  faera  mas  devoto.  Era  íoten- 

(1)  Tenemos  i  la  vigía  la  ma-  Diodo  IV.,  pablícadsa  por  los  doc- 
tor parte  d«  los  oaadernoB  d«  «»-  torea  Amo  V  Manuel,  Ib*  de  Harf- 
tM  oórtus.  Paedea  versa  laa  de  na,  on  so  Teoría,  t  la  Colección 
don  Sancho  el  Bravo  ;  don  Per-  diptomátiea  wbre  Femante  IV. 


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TMTB  n>  Limo  Ul.  19 

tar  corregir  la  anarquía  fomeotáadola,  era  querer 
apagar  el  fuego  añadiéndole  combustibles.  El  reioo 
era  un  caos,  y  tas  dos  reinas  marieroD  de  pesar.  Doña 
Haría  de  ]liIoliaa  era  una  gran  reiaa,  pero  al  cabo  do 
era  oo  genio  sobrenatural,  era  noa  mugen.  Afortuna- 
damente para  Castilla  los  moros  dé  Granada  no  an- 
daban menos  desconcertados  y  revueltos,  ocupados 
en  destronarse  los  hermanos  y  parientes.  No  era  el 
peligro  esterior  el  que  amenazaba  para  el  reino  caste- 
llano. Todo  el  mal  le  tenia  dentro  de, si  mismo:  la 
gangrena  estaba  en  las  entrañas  mismas  del  caer- 
po  social. 

No  creemos  pueda  imaginarse  estado  mas  lasti- 
moso en  una  sociedad  que  vivir  los  hombres  á  mer- 
ced de  les  aséanos  y  ladrones  públicos;  que  enseño- 
rear  los  malvados  y  malhechores  la  tierra,  y  tener 
qee  abandonarla  los  pacíficos  y  honrados;  que  ejercer 
páblicamenle  y  á.  mansalva,  hidalgos  y  plebeyos,  el 
robo  y  la  rapiña;  que  mirarse  como  acaecimiento  or- 
dioario  y  común  encontrar  los  caminos  sembrados  de 
cadáveres;  que  tener  que  andar  los  hombres  en  cara- 
vanas armadas  para  librarse  de  salteadores;  que  des- 
poblarse los  lugares  abiertos  y  quedar  deshabitadas  y 
yermas  las  aldeas  por  ser  imposible  gozar  en  ellas  de 
seguridad.  San  Fernando  no  hubiera  podido  recono- 
Tersu  Castilla;  ¿y  quién  pensaba  entonces  en  poner 
en  qecucLon  las  leyes  de  Alfonso  el  Sabio?  Pues  tal  fué 
la  situación  en  qae  halló  su  reino  el  ondéoimo  AI- 


n,g,Uf,ib/G00gIc 


20  IIISTOKIA  DE  BSPAtA. 

fonso  coaado  iamó  en  sa  maDO  tas  riendas  del  Estado. 
Príncipe  de  grandes  prendas,  enérgico  y  brioso,, 
dotado  de  do  coman  capacidad,  y  amante  de  la  jos- 
ticiael  hijo  de  Fernando  IV.,  pero  joven  de  catorce 
años  cuando  tomó  á  su  cargo  el  regimiento  del  reino, 
no  estrañamos  ver  mezcladas  medidas  saludables  de 
orden,  de  conveniencia  y  de  tranquilidad  pública  con 
lijerezas  y  arbitrariedades,  y  basta  con  arranques  de 
tiránica  craeldad,  propios  de  la  inesperiencía  y  de  la 
fogosidad  impetuosa  de  la  juventud.  Con  el  buen  de- 
seo de  restablecer  el  orden  en  la  administración  to- 
maba cuenta  al  arzobispo  de  Toledo  de  los  tributos 
y  rentas  que  habia  percibido,  y  le  despojaba  del  car-  . 
go  de  canciller  mayor:  obraba  en  esto  como  principe 
celoso  y  enérgico.  Pero  se  entregaba  de  lleno  á  la  con- 
fianza de  dos  privados,  Garcilaso  y  NuñezOsorío,  de 
tos  cuales  el  primero  por  sus  demasías  habia  de  pere- 
cer asesinado  por  el  pueblo  en  un  lugar  sagrado,  y  al 
segundo  le  habia  de  condenar  él  mismo  por  traidor  y 
mandarle  quemar:  aqui  se  veía  al  mancebo  inexper- 
to, y  al  joven  impetuoso  y  arrebatado.  Comprendía 
la  necesidad  de  desarmar  á  los  principes  y  magnates 
revoltosos,  y  se  atraia  á  don  Joan  Manuel  casándose- 
coa  su  bija  Constanza:  en  esto  obraba  como  hombre 
político.  Pero  luego  la  repudiaba  para  dar  su  mano  á 
doña  Uarfa  de  Portugal,  recluía  á  la  primera  en  uir 
castillo,  y  provocaba  el  resentimiento  y  el  encono  de 
sa  padre:  veiase  aquí  al  joven  ó  inconstante  ó  dea- 


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PAATB  II.  LIDIO  ni.  SI 

considerado.  Propasóse  enfrenar  la  aoarqafa,  casti- 
gando severamente  á  los  proceres  rebeldes  y  bullicio* 
sos:  nada  mas  justo  ni  mas  conveniente  á  la  tranqui- 
lidad del  reino.  Perobalagabaconeogaños  á  don  Juan 
el  Tuerto  para  mandarle  matar  sin  formas  de  justicia: 
y  con  dotes  de  monarca  justiciero  aparecía  vengativo 
y  cruel . 

Los  suplidos  de  don  Juan  el  tuerto,  de  Nuñez 
Osorio,  conde  de  Trastamara,  de  don  Juan  Pooce,  de 
don  Juan  de  Haro,  señor  de  los  Camero»,  del  alcaide 
de  Iscar  y  del  maestre  de  Galatrava,  no  diremos  que 
fuesen  inmerecidos,  puesto  que  todos  ellos  fueron  ó 
revoltosos  ó  desleales:  mas  la  manera  arbitraria  y 
ruda,  la  inobservaocia  de  toda  fbrma  legal  en  tan 
sangrientas  ejecuciones,  no  puede  disimularse  á  quien 
dijo  en  las  corles- de  Vallddolid  de  1325:  «Tengo  por 
«bien  de  non  mandar  matar,  ni  lisiar,  nin  despe- 
kcbar,  nin  tomar  á  niuguno  ninguna  cosa  de,  lo  suyo 
»tin  wr  ante  oido  é  vencido  por  fuero  é  por  derecho: 
>otrosí,  de  non  mandar  prender  á  ninguno  sin  guar- 
tdar  tu'fuero  y  su  derecho  de  cada  uno  <".»  Compren- 
demos lo  difícil  que  era  en  tales  tiempos  desbacer&e 
por  medios  legales  de  tan  poderosos  rebeldes  y  de 
tan  osados  perturbadores.  Esto  podrá  cuando  mas  ate* 
nuar  eb  parte,  pero  nunca  justificar  tos  procedimien- 
tos tiránicos.  Es  muy  común  recurrir  á  la  rudeza  de 

(O    CMd«nos  de  CórtuptibUcados  por  la  Academia. 


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SS  fHSTOni    DB   BSPAft*. 

los  tiempos  para  basctir  discolpa  á  las  tropelías  mas 
tnjostiBcables,  y  querer  cubrir  con  el  tupido  manto 
de  la  necesidad  loa  actos  mas  violentos  y  tiráni- 
COS.  «Trasladémonos,  so  dice,  á  aquellos  tiempos.» 
Pues  IñenV  trasladémonos  á  aquellos  tiempos,  y  ba- 
Itaremc»  ya,  no  unos  monarcas  rudos  y  estraños  al 
conocimiento  de  las  leyes  naturales  y  divines,  sino 
prfocipe&que  eslabledan  ell(»  nñamos  muy  sabias  y 
muy  justas  leyes  sociales,  que  consignaban  en  sus  có- 
digos tos  derechos  mas  apreciables  de  los  ciudadanos, 
loa  principios  y  garantías  de  seguridad  real  y  perso- 
nal ,^  tan  lata  y  tan  explfcitamenle  como  ban  podido 
hacerlo  los  legisladores  de  las  naciones  modernas  mas 
adelantadas;  y  que  sin  embargo,  cuando  llegaba  el 
caso  dé  obrar,  pasaban  por  encima  de  sus  propias  le- 
yes, y  mandaban  degojlar  ó  quemar,  ó  lo  ejecataban 
ellos  mismos,  sin  forma  de  proceso  y  sin  oirlos  si  joz- 
garlos,  á  tos  que  suponiaa  y  suponemos  criminales,  y 
se  apoderaban  de  sus  bienes.  No  sino  demos  elastici- 
dad y  ensanche  á  la  ley  .de  la  necesidad,  y  á  fuerza 
de  invocarla  nos  convertiremos  sin  querer  en  apolo- 
gistas de  Hi  tiranía.  Nuestra  moral  es  taü  severa  para 
los  antiguos  como  para  los  modernos  tÍempos>  porque 
las  leyes  naturales  han  sido  y  serán  siempre  las  mis- 
mas, y  las  leyes  humanas  tampoco  se  diferenciaban 
ya  en  este  punto. 

Según  que  crecía  en  años  Alfon^,  mejoraba  su 
carácter  y  mejoraba  la  situación  del  reino.  Enérgico 


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FAaTB  ii.  umo  III.  83 

y  TÍgoroBO  siempre,  pero  ya  no  violento  ni  atropella- 
do; severameDle  justiciero,  pero  ya  mas  guardador  de 
la  ley,  y  hasta  dispensador  generoso  de  la  pena,  solía 
pndonará  los  magnates  rebeldes  después  de  vencerlos 
y  subyugarlos;  desmantelaba  los  mnroB  de  Lerma,  don- 
de (eniasu  foco  la  rebelión,  pero  se  mostraba  clemente 
cooeldeLara,  y  el  mismo  don  luán  Manuel  no  le  halló 
sordo  á  la  piedad:  resultado  de  esta  conducta  fué  con- 
vertirse ambos  de  enemigos  en  servidores  y  auxilia- 
res. Otorgando  indulto  y  perdón  general  por  todas  las 
muertes  y,delÍtos  cometidos  anteriormente,  y  decla- 
rando su  firme  reso.lucion  de  castigar  irremisiblemente 
los  que  60  lo  sucesivo  se  perpetraran,  hizo  cesar  las 
guerras  entre  los  nobles  y  puso  término  á  la  anarquía, 
obligándolos  á  que  en  lugar  de  recurrir  á  las  armas 
para  dirimir  sus  diferencias,  apelaran  á  los  tribnna- 
les.  Haciendo  que  loa  hidalgos  Juraran  entregar  al  rey 
los  castillos  qae  teoian  por  los  ricos-hombres  siempre 
que  aquel  los  reclamara,  minó  por  so  base  la  gerar- 
qoia  feadat,  y  reivindicó  el  supremo  señorío  de  la  co- 
rona. Merced  á  esta  ioSexible  enei^fa  el  orden  se 
restableció  en  el  reino,  cesaron  los  crímenes  públicos, 
sometíéronse  los  turbulentos  nobles,  el  trono  recobró 
sn  fuerza  perdida,  la  autoridad  real  se  hizo  respetar, 
y  la  monarquía  castellana  marohaba  visiblemente  ha- 
cia la  unidad.  Hasta  las  provincias  de  Álava  y  Viz- 
caya se  reunieron  bajo  una  sola  mano,  y  los  hon>bre3 
de  eek»  puses  eseocialmente  independientes  no  va- 


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S4  HISTOKIA  DB   BStifijI. 

cilaroD  ea  reconocer  la  soberanía  de  Alfonso  en  Vilorta 
y  en  Goernica,  sin  renanciar  por  eso  á  sns  amados 
fueros. 

Sí  mérito  grande  adquirió  el  undécimo  Alfonso 
como  restaurador  del  orden  inleríor  de  la  monarqafa, 
no  fué  menor  la  ^oria  que  sopo  ganar  como  guerrero. 
Aun  no  tenia  su  tierna  mano  fuerza  para  manejar  la 
espada,  y  ya  hizo  espediciones  felices  contra  los  mo- 
ros del  reino  granadino.  Aun  no  sombreaba  la  barba 
sn  rostro,  y  ya  los  reyes  de  GlraDada  y  de  Marrue- 
cos le  respetaban  como  á  príncipe  belicoso  y  bravo.^ 
Si  por  deslealtad  ú  por  cobardía  de  nno  se  perdió  Gi- 
brallar,  y  por  las  turbulencias  interiores  no  pudo  res- 
catarla, costóles  por  lo  menos  á  los  dos  emires  musot- 
manes  la  faumillacion  de  ofrecer  la  paz  al  joven  monar- 
ca castellano,  y  de  reconocerle  de  nnevo  vasallage  el 
de  Granada.  Revivieron  por  último  con  Alfonso  XI. 
los  buenos  tiempos  de  Castilla,  y  á  orillas  del  Salado 
volvieron  á  brotar  los  laureles  de  las  Navas  de  Tolosa 
y  las  palmas  de  Sevilla,  que  parecía  haberse  marchi- 
tado. Repitiéronse  á  la  vista  de  Tarifa  casi  los  mismos 
prodigios  queeo  las  Navas:  aparte  de  la  diferencia  de 
lugar,  semejaba  la  jornada  de  un  drama  heroico  re- 
producida, por  los  mismos  personages  con  otros  nom- 
bres. En  la  batalla  de  et  Salado  y  en  el  sitio  de  Atge- 
ciras  mostraran  Alfonso  y  sus  castellanos  dos  diferen- 
tes especies  de  valor,  ambas  en  grado  heroico.  En  la 
'  primera  el  valor  agresivo,  el  brío  en  el  acometer,  la 


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PABTB  a.  LIBBO  III.  SS 

bravura  ea  el  pelear;  en  el  aefjuado  el  valor  pasivo. 
la  perseverancia,  la  paciencia,  el  sofritaiento  y  la  re- 
sgoacion  en  las  privaciooes.  en  las  penalidades,  em 
las  tribulaciones.  Con  los  trianros  de  el  Salado  y  de 
Algodras  quebrantó  Alfonso  el  poder  reunido  de  los 
musulmanes  africanos  y  andaluces,  incomonicó  al 
Arñca  con  España,  y  dejó  aislado  el  emirato  graoadi- 
DOr  abandonado  á  sus  propias  fuerzas,  frente  á  las  mo- 
narquías cristiapas,  que  tardarán  en  consumar  su  ruina 
lo  qoe  tarde  en  aparecer  en  Castilla  otro  geuo  como 
el  de  Alfonso  XI. 

La  Providencia  no  le  permitió  acabar  la  conquista 
de  Gibraltar.  La  peste  que  habia  desolado  el  mundo 
arrebatando  la  tercera  parte  de  la  especie  hamana, 
prívó  á  Castilla  de  un  soberano,  á  quien  siis  enemi- 
gos respetaron  y  temieron  vivo,  veneraron  y  elogia- 
FOD  muerto. 

Y  síd  embargo  este  monarca  de  tan  eminentes 
prendas  dejó  en  berencia  á  Castilla,  á  causa  de  sn  ia- 
continencia  y  de  sus  incestuosos  amores,  el  mas  fu- 
■esto  de  los  legados,  el  germen  de  sangrientas  guer- 
ras civílea,  que  apreciaremos  debidameole  cuando  to- 
qoemoB  los  resultados  de  aquellas  lamentables  flaque- 
zas y  estravfos. 

m. — En  el  reinado  de  Alfonso  XI.,  y  en  medio  de 
las  agitaciones  ;  guerras  que  le  señalaron,  se  ve  pro- 
gresar las  instituciones  políticas  y  crecer  las  preroga- 
tivas  populares  y  la  influencia  del  estado  llano.  Si 


D,g,t7cdb/COOgIC 


S6  HUTOUA  DI  UTAftA. 

Fernando  IV.  en  las  cortes  de  ValladoUd  de  1307  se 
comprometió  á  no  imponer  tributos  sia  pedirlos  A  las 
cortes,  Alfonso XI.,  su  hijo,  en  las  de  Medina  del  Cam- 
po de  1328;  se  obligó  á  do  cobrar  pechos  ó  servicios 
especiales  ni  generales  sin  que  fuesen  otorgados  por 
todos  los  procuradores  que  á  ellas  viniesen  *'>.  De  tal 
manera  respetó  Alfonso  este  derecho,  que  cuando 
apremiado  por  la  necesidad  recurrió  al  estraordinarío 
servicio  de  la  alcabala,  hubo  de  irla  pidiendo  á  cada 
concejo  en  particular,  ba&la  que  eo  las  cortes  gene- 
rales de  Burgos  de  1 342  le  fnó  coocedida  por  todos 
los  brazos  reunidos,  y  aun  asi  la  fué  planteando  par-' 
cialmeote  en  las  provincias  con  asentimiento  de  los 
concejos.  Y  aunque  el  precioso  derecho  de  la  seguri- 
dad real  y  personal  foó  quebrantado  mas  de  una  vez 
por  el  monarca,  escrita  estaba  esta  garantía  política,  y 
los  pueblos  castellaoos  miraron  ya  siempre  como  des- 
afuero toda  prisión,  muerte  ó  despojo  de  un  hombre 
antes  de  ser  oido  y  vencido  en  juicio,  nno  de  losde- 
rechos  mas  fundamentales  de  las  moderoas  constitu- 
ciones. Joven  de  catorce  años  Alfonso  cuando  otorgó 
estas  garantías,  nos  conSrmanios  mas  en  que  las  me- 
norías de  los  reyes,  turbulentas  y  aciagas  como  sue- 
len ser,  favorecen  comunmente  á  la  libertad  de  los 
pueblos  y  á  sus  conquistas  políticas. 

ü)    «Otroii,  é  lo  qae  mn  pidie-  ptimeramentB  A  corte*,  é  olorga- 

roQpor  merced  de  les  non  ocbar  do  |}or  todotlos  procuradores  que 

ni  mandar  pagar  pecho  dosaron-  y  TiDÍeaem  i  esto  respondo  qae  lo 

do  aÍDguDo  eapecial,  ai  general  en  tengo  por  bien  i  lo  olorgo.» 
toda  la  Dii  tierra,  aia  ser  Uamadoa 


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MBTE    II.    LIBRO   III.  27 

rdeotificados  no  obstante  eo  ta  época  que  esamt- 
Bamoe  los  intereses  del  pueblo  y  det  trono,  y  necesi- 
taoJo  apoyarse  múluemente  coiitra  el  poderío  y  las 
DsarpacioDes  déla  nobleza,  las  cortes  contríbuian  con 
gasto  á  robustecer  el  poder  real.  La  prohibición  de 
eoagenarlospoeblosó  señoríosde  realengo;  el  derecho 
qae  se  quitó  á  los  nobles  de  fortiBcar  tas  vpeñas  bra* 
«<u;»  la  obligación  que  m  impuso  á^  losalcaides  de  los 
ea^llos  de  entregarlos  al  rey  siempre  qae  éste  tos  pí-  i 
diera  y  por  quien  quiera  que  los  laviesen;  los  seve- 
ros y  ejemplares-escarmientos  con  que  Alfonso  XI.  cas- 
tigó á  tos  que  se  negaron  á  obedecer  y  cumplir  esta 
medida;  todas  estas  disposiciones  y  leyes,  tan  podero- 
sas á  dar  robustez  y  unidad  al  trono  y  quitar  fuerza 
é  influjo  á  la  nobleza,  hallaban  al  elemento  popular 
dispuesto  á  prestarles  su  apoyo,  y  merced  á  esta  com- 
binación y  al  empeño  y  perseverancia  del  rey,  los  bu- 
lliciosos magnates  tuvieron  que  convencerse  de  que 
babiao  pasado  los  tiempos  en  que  podian  á  mansalva 
rebelarse  contra  la  autoridad  real. 

Celebráronse  ya  las  cortes  en  tiempo  de  este  mo- 
narca con  na  aparato  y  ana 'solemnidad  que  hasta  en- 
tonces no  se  habia  acostumbrado.  Las  de  Sevilla  de 
4340  presentan  un  ejemplo  det  ceremonial  que  en  ellas 
se  usaba.  Reunidos  los  prelados,  señores  y  procurado- 
res de  las  ciudades,  sentóse  el  rey  en  un  estrado  co- 
locando á  un  tado  la  coronay  al  otro  la  espada,  y  les 
dirigió  un  largo  razoaamiento  ó  discurso  en  que  espuso 


D,g,t7cdb/COOgIC 


a  mnWIA    OBBSFAftA. 

el  estado  del  pais  y  el  objeto  principal  dtí  aquella  coo- 
gregacioD,  espresanrdo  lo  que  á  él  le  parecía  que  cod- 
TeDdria  hacer,  pero  sometiéodolo  á  su  cousejo:  «que 
ellos  viesea  lo  que  el  rey  debia  facer,  et  que  leaconseja- 
sen;  caélun  orne  era,et  sin  todos  ellot  non podia  facer 
mas  que  por  un  ome.n  Seguidamente  salió  del  palacio 
dejándolos  solos,  para  que  disculiesen  y  deliberasen 
con  (oda  libertad;  apor  que  ninguno  dejase  de  deár  lo 
que  entendiesepor  miedo  del,  ninpor  vergüensa.*  Que- 
daron tas  cortes  discutiendo,  y  razonando  y  emitiendo 
cada  cual  libreoienle  su  parecer.  Volvió  el  monarca,  y 
tuvo  la  fortuna  de  iaclinar  con  sus  razones  á  la  asam- 
blea á  segnir  el  dictamen  que  él  balña  propuesto  '*'. 
Igoal  conducta  observó  en  las  de  Burgos  de  134S:  y  en 
prueba  de  la  libertad  con  que  los  procuradores  deli- 
beraban, bástanos  citar  las  sigoentes  palabras  de  la 
Cróoica.  cEl  los  cibdadaoos  de  Burgos  habiendo  fabla- 
»do  sobre  esto  que  el  rey  les  avia  dicho,  venieroa  al- 
»gunos  dellos  ante  él  con  poder  de  su  concejo,  para 
>darle  respuesta  de  aquello  que  les  avia  dicho,  et  la 
>respuesta  era  tal,  que  el  rey  entendió  dellos  que  non 
■»era  su  voluntad  de  lo  facer.*  Tratábase  ya  del  servi- 
cio de  la  alcabala  para  la  conquista  de  Algecíras^  y  oída 
aquella  respuesta,  el  rey  muy  prudentemente  y  con 
mucha  mesura  se  contentó  con  decir:  Que  «él  cataría, 
de  lo  que  pudiese  aver  de  sus  rentas,  y  que  esperaba 
que  muchos  por  mercedes  que  les  había  fecho  irían  con 

(1)    Chron.  de  Alfonso  el  Onceno. 


,,GoogIc 


PAITE  n.  Lnao  ni.  39 

¿U»  hasta  qae  coaTeocidos  los  prelados  y  procarado- 
res de  la  nulidad  de  aquella  conquista  y  de  la  resola- 
don  del  monarca,  «otorgáronle  todas  las  alcabalas  de 
lodos  los  sus  logares,  et  pidiéroole  merced  que  las 
mandase  arrendar  et  coger.»  Asi  se  trataban  mátua- 
mrate  el  rey  y  las  cortes  en  ana  época  todavía  tan 
apartada  como  aqaella. 

Y^o  fué  solo  eo  las  cortes  donde  et  estado  I(a- 
DO  mo^ró  el  indujo  grande  que  habia  adquirido,  »no 
que  en  los  consejos  del  rey  era  oido  y  consultado,  y 
alternaban  ya  ios  hombres  del  pueblo  con  los  prela- 
dos y  señores.  Envalentonados  paes  con  la  protección 
de  QD  monarca,  que  hacia  pechar  á  los  nobles  y  demo- 
lía sus  castillos;  alentados  con  las  consideraciones  que 
el  rey  les  guardaba  oyendo  y  satisfaciendo  sus  peti- 
ciones en  corles  y  su  consejo  en  palacio,  do  es  mara- 
villa que  aquellos  humildes  pecheros  que  hasta  el  si- 
glo XI.  habian  vivido  bajo  la  servidumbre  de  la  noble- 
za, llegaran  á  mediados  del  XIV.  por  una  especie  de 
reacción  á  abusar  de  su  pujanza  basta  espulsar  de 
o.  algunos  lugares  á  sos  mismos  señores,  levantándose 
ya  tríbonos  populares  que  excitaban  á  combatir  la 
aristocracia,  y  qae  por  el  contrario  los  magnates  antes 
tan  soberbies  sufrieran  humHIaciones  y  tuvieran  que 
tascar  el  Freno  ante  la  fuerza  reunida  de  los  dos  po- 
deres, el  monárquico  y  el  popular. 

Mas  donde  se  ven  como  compendiadas  las  tareas 
legislativas  del  undécimo  Alfonso  es  en  las  cortes  de 


nigiUrrlb/GOOglC 


Sft  nUTOllA  DI  lUrAfiA. 

Alcalá  de  1348,  notables,  no  solo  por  el  riguroso  oe- 
remonial  que  ya  en  la  representación  nacioDal  se-  ob- 
servaba, y  de  qae  dá  buen  testimonio  la  célebre  dis- 
puta sobre  preferencia  entre  los  procuradores  de  Bur- 
gos y  de  Toledo,  sino  también  y  mas  príacipalmento 
por  la  gran  revolución  que  en  ellas  se  hizo  en  la  le- 
gislación del  país,  y  que  forma  época  en  la  historia 
política  de  Castilla.  Uenos  sabio  y  menos  teórico  que 
su  bisabuelo  Alfonso  %..,  pero  con  mas  lino  práctico  y 
mas  conocedor  del  estado  intelectual-  y  moral  de  bu 
paeblo,  no  aspira  como  elrey  Sabio  á  hacer  de  una  vez 
una  legÍslaci(Hi  general  para  la  cual  no  e^tán  prepa- 
rados sus  subditos;  al  contrario,  transigiendo  hábil- 
mente con  todos,  publica  el  célebre  Ordenamietito  de 
Alcalá,  encaminado  á  dar  unidad  y  robustez  á  la  po- 
testad real,  pero  ordena  que  los  pleitos  que  por  él 
no  puedan  librarse  lo  sean  por  los  Fueros  municipales 
ó  de  conquista,  y  cuando  ni  unos  ni  otros  alcancen 
manda  que  se  guarde  y  observe  el  código  de  las  Par- 
tidas. Alfonso  XI.  comprende  bien  la  contradicción 
que  existe  entre  el  espíritu  de  libertad  de  los  Fueros 
y  las  máximas  absolutistas  de  las  Partidas,  pero  con- 
prende también  la  adhesión  de  los  pueblos  á  su  le- 
gislación foral,  y  por  eso  da  el  último  lugar  á  las  Par- 
tidas, admitiéndolas  solo  como  un  código  suplementa- 
rio después  da  haberlas  corregido  y  modificado  en  al- 
gunos puntos.  De  este  modo,  y  no  escondiéndose  á  la 
previsión  de  este  gran  monarca  que  la  organicacioB 


,,Googlc 


ráxn  u.  una  ni.  31 

social  de  uo  pueblo  no  puede  hacerse  de  una  vez  sino 
acomodáadose  á  las  circunstaacias  y  costumbres,  lo- 
gró el  doble  objeto  de  hacerle  admiUrsÍD  repagoaDcia 
una  legislacíoo  aueva,  y  dar  faerza  y  carácter  de  ley 
nacional  á  la  grande  obra  de  Airooso  el  Sabio,  y  con 
menoe  sabiduría,  perp  con  mas  tacto  que  éste,  alcanzó 
lo  que  al  grande  autor  de  las  Partidas  no  le  fué  dado 
conseguir. 

Comenzó  también  Alfonso  el  Onceno  la  forma- 
ción del  libro  Becerro  de  Uu  Behetrías,  famosa  colec- 
ción en  que  se  contienen  los  derechos  de  las  pobla- 
dcmes  castellanas  que  gozaban  del  beneficio  y  privi- 
legio de  behetría,  que  eu  otro  lugar  dejamos  ye  e»- 
pUcado '".  Fué  el  que  cambió  el  título  arábigo  de 
abnejarife,  por  el  castellano  de  tesorero,  dejando  de 
dar  á  los  jodíos  la  universal  y  casi  exclusiva  interven- 
aon  que  hasta  entonces  habiau  tenido  en  la  percep- 
ción de  las  rentas  reales.  losMtayóse  igualmente  en  su 
tiempo  el  o6cio  y  dignidad  de  alcaide  de  ¡os  donceles^ 
especie  de  capitán  ó  gefe  de  los  jóvenes  de  la  clase 
de  caballeros  ó  hijos-dalgo,  que  se  criaban  desde 
muy  pequeños  ea  el  palacio  y  cámara  del  rey,  de  los 
cuales  concurrieron  hasta  ciento  i  la  batalla  de  el  Sa- 
lado, y  se  distinguieron  y  señalaron  por  su  esfuerzo 
y  valor™. 

(I)  Ea  UD  graesisimo  Tolúmen  (2)  Porlo  meuoiDionlHPar- 
qiiB  m  eoDMrit  en  el  Archivo  ds  tida*  dl  en  U«  Crónicas  h  bice 
SimaDcaf,; quehemoittiiiidooca-  meocioo  de  estoa  danceleí,  ni  d4 
«OD  de  comultar  muchas  vecOi.  su  alcaido  baiU  el  reinado  de  Al- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


32  HISTOBIA  DB  BSP&Xá. 

IV. — May  poco  favorables  faeraú  á  las  letras  los 
áUimos  años  del  siglo  XUI.  y  los  primeros  del  XI Y. 
Ocupados  los  bombres  duraote  las  procelosas  meoo- 
rías  de  Fernando  IV-  y  Alfonso  XI.,  ya  en  las  luchas 
intestinas,  ya  en  la  guerra  contra  los  moros,  no  es- 
laban  los  ánimos  para  dedicarse  al  cultivo  pacífico  de 
las  letras;  y  d  Idioma,  la  poesfa<  la  bella  literatura, 
á  pesar  del  graade  Impulso  que  les  había  comunicado 
el  rey  Sabio,  se  ^lacioaaroa,  ó  mas  bien  retrocedie- 
roD  en  vez  de  progresar.  Sin  embargo ,  aunque  el 
ejemplo  de  aquel  monarca  nó  produjo  todo  el  fruto 
que  se  habría  podido  esperar  y  hubiera  sido  de  ape- 
tecer, no  fallaron  algunos  íageníüs  privilegiados  qae 
consagraron  su  tiempo  á  tareas  literarias,  de  las  cua- 
les dejaron  prnebas  que  DO  carecen  de  mérito,  aten- 
dido lo  calamitoso  de  la  época  y  lo  desfavorable  de 
ias  circunstancias  para  tales  ocupaciones. 

foiuo  XI.;;  es  de  presumir  que  adonde  IraUodode  AIodM  Ber- 
le  crbaria  Mta  clase  para  aquella  laandei,  «Icaide  de  lu  doDOelet, 
umpresa,  «egua  loa  reyea  lo  acoa~  seu  el  cerco  de  Algeciraa,  dice  de 
tumbraban  i  hacer  para  tales  ca-  leata  manerBi-^ate  alcaide  ;  ea- 
«08,  ;  b1  modo  qae  Saa  Fernando  >tos  donoelet  eran  bornea  que  m  ' 
instituyó  el  Cffrgo  y  dignidad  d»  ■hablan  criado  desde  may  peqa^ 
slmiranle  para  la  ooDauiaia  de  Se-  toos  en  la  cámara  del  rey  y  en  la 
Tilla,  y  don  Juan  1>  el  de  conde»*  >aa  merced,  y  serTiao  al  rey  do 
tablepsrala  de  Portugal.  Era  el  (bneaUlanteenloqueálleaman- 
que  Uaoian  atgucos  Prwseí  domi-  idalit,  é  avian  buenos  corazonea, 
eeíorum  6  Domiaellorvm  cutlot.  >é  ealoa  fueron  A  comeoiar  la  pe~ 
«DoDCeles  han  dicho  algunos  alea  con  los  moros;  é  eran  faata 
sque  son  pa^es  (dice  SaUzar  de  scien  de  i  caballo  que  andaban  i 
BHendoza,  Digpidadea  de  Castilla,  sla  guerra. — Buen  testo  para  pro- 
(lib.  III.,  cap.  9.°),  y  do  están  en  ibarque  el  alcaide  de  loa  doñee- 
>lo  cierto,  porque  sío  duda  son  >les  era  capitán,  y  que  loe  donoe' 
■gente  de  guerra,  aunque  criada  ilesno  eran  pagea,  aunque  lo  bu- 
vea  palacio.  Esto  ae  muestra  claro  ibiesen  aido etc.» 

«en  la  Crónica  del  rey,  cap.  S38. 


D,g,t7cdb/COOgIC 


PAITE  II.  Lino  ni.  33 

Tal  fué  el  «lérjgo  de  Ástorga  Jaao  Lorenzo  de  Se- 
gara, autor  del  poema  de  Al^andro,  en  qae  refiere 
en  verso  la  historia  del  héroe  de  Hacedonia,  si  lúeD 
con  tan  poco  guato  j  con  toa  poca  crítica  histórica, 
qae  en  él  confaüde  lastiorasameote  las  hechos,  usos 
y  costumbres  de  la  aatigttedad  griega,  coa  las  tradí- 
cioiies  y  usos  de  la  edad  media  españtda  y  del  tiempo 
en  que  él  escribía;  las  ficciones  y  fábalas  de  la  oiilo- 
logfa  con  las  ceremooias  y  ritos  de  la  religioD  cris- 
tiana, como  cuando  al  acercarse  Alejaodro  á  Jerusa- 
lea,  prosiguiendo  la  conquísla  de  Asia,  hace  al  obispo 
de  aquella  ciudad  de  la  Palestíua  celebrar  una  miaa 
para  impedir  la  entrada  del  conqoistador.  Es,  no 
obstante,  apreciable  este  poema  como  an  monumento 
curioso  en  qae  se  refleja  el  gasto  y  espíritu  de  ta  poe- 
sía española  en  aqael  tiempo,  y  do  deja  de  haber  en 
la  v,ersificacion  algaoa  lozanía. 

Don  Sancho  el  Bravo  escribió  para  su  heredero  en 
el  trono  un  libro  de  consejos,  de  que  se  haa  conser- 
vado algunos  fragmentos,  pero  que  eu  mérito  no  es 
comparable  á  oiDgana  de  las  obras  de  su  padre  '*'. 

Quien  mas  se  distinguió  eo  esta  época,  y  escribió 
mas  y  mejores  obras  en  prosa  y  en  verso»  fué  el  io- 
&ate  donjuán  Manuel,  aquel  nieto  de  San  Feruando 
tan  inquieto,  turbulento  y   bullicioso,  y  que  tantas 


(1)  Se  titaliba:  CantJgMT  do-  to,  ialítulado  el  Bravo.  Paeden 
comeptospara  bien  vJTJr,  ordena-  veno  algunoa  «atractoaenCMlro, 
d»  poc  el  re;  don  Saocbg  el  Cuar-    BíblioU,  Lom.  II. 


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34  HISTOBIA   DB   BSr&fÍA. 

discordias  y  rebeliones  promovió  en  ios  reinados  de 
Femando  el  Emplazado  y  de  Alfonso  et  Justiciero. 
Este  revoltoso  príncipe,  qoe  pasó  treinta  años  en  una 
vida  agitada  y  revuelta,  que  parecía  no  deber  dejarle 
vagar  para  consagrarse  á  ocupaciones  literarias,  faé 
acaso  el  ingenio  á  quien  debieron  mas  ias  letras  y  el 
tdoima  castellano  en  el  siglo  XIV.  Entre  las  diferentes 
obras  que  escñbió,  puede  citarse  como  la  principal 
la  titulada  El  conde  Lucanor,  que  és  una  colección  de 
anécdotas  y  apólogos,  en  la  cual,  báp  fonna  de  diá- 
logo y  en  estilo  sencillo  y  agradable,  se  dan  reglas  y 
consejos  muy  importantes  para  conducirse  y  vivir 
bien.  Figura  qoe  el  conde  Lucaoor  es  ud  magnate 
poderoso  que  carece  de  la  suficiente  disposición  para 
manejarse  convenientemente  por  sf  mismo  en  qssos  y 
cuestiones  de  política  y  de  moral,  y  el  autor  ha  puesto 
á  su  lado  al  consejero  Patronio,  especie-  de  Mentor 
que  le  dirige  y  enseña  como  ha  de  conducirse  en  cada 
caso  que  va  ocurriendo,  y  resuelve  las  cuestiones  ó 
dadas  con  una  fábula  ó  cuento  moral,  que  él  llama 
Emcoiemplos,  y  que  juntos  forman  como  una  colección 
de  máximas  eiosóñcas  y  caballerescas,  propias  de 
aquel  siglo.  Su  estilo  es  generalmente  grave  y  ele- 
vado, y  el  autor  muestra  en  la  obra  bastante  erudi- 
ción. Las  anécdotas  ó  emxiemplos  son  en  número  de 
cuarenta  y  nueve  '''. 

H]  Eetre  otras  obras  de  don  ja  mérito  en  tos  capítulos  anterío- 
Joao  MiDuel  se  citao  :  Bl  CroDí-  res:  El  librode  los  Estadoi .  qai> 
oou,  de  que  nontroi  hemos  hecho    legua  Ticknor  poede  ser  el  que  Ar- 


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Mtra  u.  uno  III.  35 

Añ  como  el  iofonte  doa  Jmd  Ueaaet  M  quien 
después  de  doo  Alfonso  el  Sabio  calttvó  mejor  la  prosa 
'castellana,  síd  qoe  por  eso  dejase  de  ser  tambieo  . 
poeta,  asi  quien  se  seaaló  mas  por  sus  obras  poéticas 
eo  los  últimos  años  de  Alfonso  XI.,  fué  el  arcipresla 
de  Hila,  ó  sea  Juan  Raíz  de  Alcalá  de  flenares.  Dis- 
tíngueose  las  poesías  del  Arcipreste,  ya  por  la  varie- 
dad de  sos  rneU-os,  de  que  se  cuentan  hasta,  diez  y 
seis  diferentes,  ya  por  la  agudeza,  soltura  y  donaire 
con  que  están  escritas,  y  ya  también,  y  muy  príoci- 
palmeole,  por  cierta  tendencia  nada  diúmuladá  que 
se  deacnbre  en  el  autor  á  la  licencia  y  á  la  inmorali- 
dad. Aoaqae  sns  asuntos  aparecen  i  primera  vista 
tan  variados  como  los  metros,  red&cense  can  todos  á 
contar  las  aventaras  amorosas  de  que  parece  fué  harto 
fecunda  la  vida  del  buen  eclesiástico,  mezcladas  con 
algorfas,  cuentos,  sitiras,  refranes,  y  aun  con  de- 
vociones, informe  amalgama  no  rara  en  aquellos 
tiempos.  A  veces  donoso  y  satEríco,  á  veces  cáustíoo 
y  mordaz,  muestra  un  conocimiento  profundo  del 
corazón  humano,  y  pinta  con  libre  desenfado  las  cos- 
tumbres y  vicios  de  su  época,  pero  descubriendo  á 
cada  paso  que  no  era  él  mismo,  en  verdad,  ningún 


EíM-.i  el  Libro  del  Caballero  y  el  don  Juan  HeDael :  Códice  de  Ik 

Escodefo,  que  jLrgote  baos  dos  Biblioteca    naoioaal   de   Madrid: 

abraBdiferaotesielTibradaloiGii-  Sánchez,  Colee,  de  poesías,  etc.: 

gefloa,  ó  tratado  de  miquiaBí  mi-  TickDor,  EUt,  de  ta  Uler.  espaO-, 

uUfu:  Ubro  de  li  Caballería:  Li-  primera  época,  cap.  A,  y  la  no- 


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36  mSTOllA  M  «SFA^A. 

modelo  de  virtud,  por  lo  cual  no  eslraBamos  Ofne  el 
arzobispo  de  Toledo  le  hiciera  sufrir  uDa  larga  pn- 
sioD  eotre  los  aoos  1337  y  1350  <*>. 

El  mismo  rey  Alfooso  XI.  tan  guerrero  y  lau  polí- 
tico, á  vueltas  de  tan  gravísimas  ateacioaes  de  su 
tormentoso  reinado,  no  descuidó  el  fomento  de  la  li- 
teratura, ademas  de  un  Tratado  de  Caza  ó  Libro  de 
la  Montería  que  se  escribió  de  su  orden,  mandó  tam- 
bién compone,  y  fuá  lo  mas  importante,  las  Crónicas 
de  sus  tres  antecesores,  ó  sea  de  los  tres  reinados  de 
AlfODSO-el  Sabio,  Sancho  el  Bravo  y  Fernando  el  Em- 
plazado, que  han  servido  de  guia  á  los  historiadores, 
y  que  generalmente  se  han  atribuido  i  la  pluma  de 
Fernán  Sánchez  de  Tobar.  De  este  modo  Se  continuó 
y  anudó  la  historia  de  los  sucesos  de  Castilla,  que 
desde  la  Crónica  general  de  Alfonso  el  SaUo  habia 
quedado  como  interrumpida.  A  pesar  de  los  err<»tt 
cronológicos  de  .estas  crónicas,  de  su  desaliño  y  pe- 
sadez, y  de  que  en  punto  á  lenguage  y  estilo  distan 
mucho  del  que  distingue  á  la  General  del  rey  Sabio, 
fueron  no  obstante  de  grandísima  utilidad,  y  prueban 

(1 }    SoD  notables  eolre  sos  poe-  ecliigiíetico  critica  eo  pocaa  j  áa- 

sias  al^UDoa  apólogos,  v  robre  to-  ra*  palabrai  la  avaricia  qua  deoit 

do  la  lucba  eolre  don  Carnaval  j  haber  observado  en  la  corte  de 

¿003  Cnsreama.  Han  dejado  me-  Roma, 
moría  loa  doa  versos  eo  que  este 


Sobre  el  ardprwte  de  Hita  v¿a-  Anuario  de  la  literitora;  Vi«a, 
ae  á  Sánchez,  poeaiaa  anter.  al  ai-  1S3S,  donde  m  baila  una  detenida 
(¡lo  XV.— Feraando  Woír,  en  el    crllioa  de  las  «braa  de  este  autor. 


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FARTB  II.  LIBRO  III.  37 

qoe  Alfooso  XI.  cuidó  de  reparar  en  este  puoto  el 
descoidó  de  su  padre  y  abuelo. 

Dijimos  antes  que  la  literatura  casteilaoa  había 
mas  bieo  retrocedido  que  progresado  desde  el  décimo 
al  undécimo  Alfonso;  y  en  efecto,  ninguna  de  las 
obras  literarias  de  esta  época  que  hemos  citado  igua- 
la en  Doérilo  á  las  del  célebre  autor  de  la  Cróaica  ge- 
neral y  de  las  Partidas,  que  es  el  mayor  leslimonio 
de  que  aquel  ilustrado  mqaarca  se  adelantó  á  su  figlo 
y  á  la  sociedad  en  quevivia.  Se  ve,  do  obstante,  que 
m  ejemplo  no  fué  del  tüdo  perdido,  y  que  á  pesar  de 
lo  desfavorable  de  las  circunstancias  no  faltaban  in- 
genios qae  se  dedicaran  al  cultivo  de  la  ciencia  histó- 
rica y  jurídica,  de  la  poesía,  y  de  otros  ramos  del  sa- 
ber humano. 

Tal  era  el  estado  material  y  moral  de  la  monarquía 
y  de  la  .sociedad  castellana  en  la  mitad  del  siglo  XIV. 
á  la  muerte  de  Alfonso  XI  y  cuando  entró  arañar 
80  hyo  don  Pedro. 


nigiUrrlb/GOOglC 


CAPITULO  xxin* 

ARAGÓN 

A    FIHBS   DEL   SIGLO   XIII.    T   PRINCIPIOS   DBL    XtT. 

••1S94  4  1336. 

Cootrarts  eotn  las  dos  monarqniai  aragoneH  y  eaftellau.  f.— 4i- 
toaoJon  áti  niao  Mtffiait  an  l«  nterior  >l  *dT«iiimi«ato  da  doq  JiU 
me  II.— Brror  de  esta  monarca  en  haber  qoeridu  reoair  Its  coconai 
de  Sicilia  y  Aragón.— Fué  causa  da  que  se  reaofáraD  las  auestiooai 
europeas. — La  pai  de  Auagoi  <  eoiuecoenda  de  la  de  Tarascón. — 
Hudanza  en  ia  polUio*  del  roloo  arsgonéa,  y  qaé  fb¿  lo  qaa  la  prodv- 
jo:  infloencia  de  las  censuras  ecleaiAalicas .—Heroicidad  de  loa  sici- 
lianas f.de  doQ  Padriqoe,  y  bumillacioD  de  Roma.— Cuestión  de 
CArcega  yCerdeSa-.  ti  fiíéútil  ó  perjudicial  esta  conquists.-Gmba,- 
raioe  qne  prodigo  i  AlfooM  IV.-^erJQÍoioB  para  la  etosa  de  laoris- 
tÍBBdad  enEapaÜa.  R. — Sitnicioa  política  interior  de  Arigon^^s- 
tado  de  la  lacha  entre  el  trono  ;  la  noblexa  ea  el  reinado  de  Jai- 
me R.— Trínoft)  de  la  oorona  contra  la  Onion.— £on  qué  eleoieutos 
veDoió  el  moDaroa:  nobleza  de  segundo  orden;  el  Jatlina;  los  legis- 
tas.— Beepeto  delfej  y  de  la  nobleza  á  laB  leyea. — Beinado  de  Al- 
fonso IV.— ^Carácter  qne  le  distingue. — Su  empeño  imprudente  en 
heredar  i  sns  lujoa  desmembrando  el  reino. — Resiatancia  y  suble- 
vación de  hM  ratencianot.— ^tasgo  dé  rnds  independencia. — Revoca 
eioDdelaa  donaciones.— K apir itu  y  tendencia  de  loe  puebloa  de 
Aragón  y  de  Caalilia  hacia  la  unidad  nsoionsl. 

[Notable  cootrasle  el  de  las  dos  graodes  moaar- 
qufas  españolas!  Castilla  sigue  agitáodose  y  revolvíén- 
dose  deatro  de  sí  misma:  Aragoa  coalíaúa  gastando  eo 
empresas  esteriores.su  vigorosa  vitalidad. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


tAvn  II.  unom.  30 

I. — Virtualmeote  anulado  por  el  teslamenlo  de  Al- 
fonso ni.  el  ignomiaioso  tratado  de  Tarascón,  que- 
daban ea  píe  las  grandes  cuestiones  que  tenían  coq- 
movida  la  Goropa  desde  la  conquista  de  Sicilia  por 
tas  armas  aragonesas.  Aquel  mooarca  parecía  haber 
querido  enmendar  in  articulo  mortis  el  grande  error 
de  911  vida,  pero  era  ya  tarde.  Jaime  II.  al  trasladar- 
se del  trono  de  Sicilia  al  de  Aragón  dejando  por  lo- 
garteniente  de  aquel' reino  á  su  hermano  Fadrique, 
no  cumplía  ni  el  tratado  de  Tarascón,  por  el  cual  de- 
bía volver  la  Sicilia  al  dominio  de  la  Iglesia ,  ni  el 
testamento  de  su  hermano,  por  el  caal  debía  quedar 
don  Fadrique,  no  lugarteniente  ,  sino  rey  de  Sicilia. 
No  cumpliendo  don  Jaime  ni  la  una  ni  la  otra  disposi- 
ción, descootentti  ¿todos,  y  se  embrollaron  masen 
lugar  de  desenredarse  las  cuestiones  europeas. 

Foé  un  grande  error  de  Jaime  II.  aspirar  á  las 
á(s  coronas,  y  creer  que  podrían  reunirse  sin  peligro 
en. ana  sola  cabeza.  En  esto  habían  sido  mas  prevíso- 
.res  y  mas  prudentes  sus  dos  predecesores  Pedro  el 
Grande  y  Alfonso  III.  Aragón  y  Sicilia  con  dos  reyes 
de  una  misma  familia  hubieran  podido  ayudarse  y 
robostecerse  mutuamente  y  dar  la  ley  á  Roma  y  á 
Francia.  Sicilia  agregada  á  la  corona  de  Aragón  era 
na  engrandecimieoto  embarazoso  y  eñmero ,  mas 
propio  para  lisonjear  la  vanidad  de  un  rey  que  útíl  y 
provechoso  al  reino:  era  i^mper  el  compromiso  del 
Gran  Pedro  III.;  era  faltar  al  testamento    del  tercer 


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Alfonso ,  y  era  en  ña  atacar  la  íodependeDcia  del 
paeblo  siciliano,  qae  aspiraba  ¿  tener  y  á  qnieo  se 
había  ofrecido  dar  uq  rey  propio. 

Coo  estos  precedenies  era  natural  qae  todos  re- 
novaran sus  antiguas  pretensiones  y  qae  Jaime  H. 
tuviera  contra  sí  loa  miamos  enemigos  que  Alfon- 
so 111.  Asi,  á  pesar  de  los  esfuerzos  del  nuevo  mo- 
narca aragonés,  hubo  de  resignarse  á  aceptar  la  paz 
de  Aoagoi,  consecuencia  casi  forzosa  de  la  de  Taras- 
cón. Por  segunda  vez  fué  sacrificada  la  Sicilia.  Este 
abandono  babría  sido  algo  mas  disculpable,  si  la  in- 
demnización de  Córcega  y  Gerdeña  que  secreta  y  co- 
mo vergonzosamente  recibía  doa  Jaime  del  papa  hu- 
biera sido  segura:  pero  el  papa  do  daba  sino  un  de- 
recho nominal  sobre  dos  islas  cuya  conquista  habia 
de  costar  á  Aragón  una  guerra  sangrienta ,  y  habia 
de  consumirte  muchos  hombres  y  machos  tesoros,  y 
el  aragonés  renunciaba  á  derechos  legítimamente 
adquiridos  por  derechos  dadosos  6  eventuales.  En 
poco  tiempo  se  víó  por  dos  veces  un  mismo  fenóme- 
no: dos  reyes  de  Aragón  abandonando  la  Sicilia ,  y 
loa  ñcílíanos  lachando  con  todo  el  mnodo  por  tener 
an  monarca  aragonés;  y  don  Fadrique  de  Aragón 
debió  ál  esfuerzos  de  los  »cÍlianos  el  ser  rey  de  Sici- 
lia contra  la  voluntad  y  las  fuerzas  reunidas  de  Ña- 
póles, de  Roma ,  de  Francia  y  de  sn  mismo  hermano 
don  Jaime  de  Aragón,  comprometido  por  el  tratado  de 
Anagni  &  impedir  qae  se  ciñese  la  corona. 


ü,g,t7cdb/GOOglc 


rAkTBII.  LIBRO  111.  4t 

Eo  el  traseorso  de  diez  años,  desde  Pedro  111.  á 
Jaime  II.  se  ve  ana  mudanza  completa  en  la  política 
de  AragoD.  Jaime  II.  restituye  á  la  Iglesia  el  reiao 
siciliano  conquistado  por  Pedro  111. ;  Jaime  11.  casa 
con  la  hija  del  rey  Carlos  de  Ñapóles,  el  antiguo  ene- 
migo de  la  casa  de  Aragón ,  y  antiguo  prisionero  de 
so  padre:  Jaime  II.  se  obliga  á  poner  cuarenta  gale- 
ras al  serTÍcio  del  rey  de  Francia ,  el  perseguidor  y 
el  invasor  de  la  monarquía  aragonesa:  Jaime  U.  se 
hace  el  auxiliar  mas  decidido  de  Roma ,  y  es  nom- 
brado gonfalonero  ó  porla-estundarte  del  gefe  de  la 
Iglesia,  que  habia  excomulgado  y  depuesto  á  su  pa- 
dre y  dado  el  reino  de  Aragón  á  un  principe  francés; 
y  por  último  Jaime  0.  hace  la  guerra  como  á  eaemi- 
gos  á  los  únicos  amigos  naturales  de  la  dinastía  ara- 
gonesa, á  los  sicilianos  y  á  su  hermano  don  Fadrlque. 
Fué,  pues,  la  política  y  la  conduela  de  don  Jaime  II. 
de  todo  punto  contraria  á  la  de  don  Pedro  III.  Hízo- 
se  amigo  de  todos  los  enemigos,  y  enemigo  de  los  uni- 
óos amigos  de  sn  padre.  ¿Quién  produjo  tan  estraña 
mudanza?  A  nuestro  juicio  nada  iafluyó  tanto  en  e^ta 
Tariacion  como  las  censuras  lanzadas  por  los  papas 
sobre  los  reyes  y  sobre  los  pueblos  del  dominio  ara 
gonés.  Estas  censuras,  que  soportó  con  impavidez  el 
Gran  Pedro  III.,  intimidaron  al  fía  á  Alfonso  III.  y  á 
Jaime  íl,,  y  los  decidieron,  mas  que  el  temor  á  los 
ejércitos  coligados  de  Italia  y  Francia,  á  sucumbir  á 
las  estipulaciones  de  Tarascón  y  Anagni.  Los  rayos 


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Í2  BUTMU  DI  BSrAltA. 

de  la  Iglesia,  temprano  6  tarde ,  sartUo  siempre  su 
efecto.  Los  papas  caidabao  de  reaovarlos  coastanle- 
meote;  y  entre  príncipes  emiDeatemeDte  cristianos 
como  eran  los  de  Aragón  si  uno  manifestaba  no  te- 
merlos por  parecerle  ínjastos.  ni  todos  podían  ser 
aa,  ni  podia  dejar  de  venir  alguno  que  se  acordara 
de  aquello  de:  s&Uentia  pastoris,  sive  jtuta,  sive  tn- 
justa,  timenda.  Si  las  cortes  de  Aragón  y  Cataluña, 
tan  amantes  de  la  independencia  nacional,  ratificaron 
sin  dificoltad  aquellos  tratados  ignominiosos  en  poli- 
tica,  Fué  porque  un  pueblo  esencialmonte  religioso  do 
podia  ya  sufrir  el  entredicho  que  desde  tantos  años 
sobre  él  pesaba,  y  estar  tanto  tiempo  segregado  del 
gremio  de  la  Iglesia.  Estas  mismas  censuras  fueroa 
las  que  movieron  á  Juan  de  Prócida  y  á  Roger  de 
Lauria,  los -promovedores  y  sostenedores  de  la  inde- 
pendencia de  Sicilia,  á  abandonar  al  fin  la  causa  á- 
ciliana ,  y  é  conducir  las  naves  y  los  pendones  de 
Roma  contra  aquel  mismo  reino  por  cuya  emancipa- 
ción tanto  habían  trabajado.  Las  armas  espirituales 
eran  todavía  mas  poderosas  á  cambiar  ía  política  do 
los  estados  que  la  fuerza  material  de  los  ejércitos. 

Solo  los  sicilianos  y  los  aragoneses  fieles  ¿  don 
Fadrique  mostraron  no  temer  ni  las  unas  ni  los  otros. 
Los  portadores  de  los  breves  pootifícies  á  Mesina  es- 
tuvieron á  riesgo  de  perder  sus  vidas,  y  don  Fadrique 
con  el  pequeño  pueblo  que  te  aclamaba  tuvo  valor 
para  hacer  frente  y  sostener  noa  guerra  de  mar  y  tíer- , 


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ti%n  II.  LIBIO  III.  i3 

ra  contra  todos  los  pueblos  del  Mediodía  de  Europa. 
Aragón,  CataliiDa,  Proveoza,  Francia,  Roma,  Ñapó- 
les, y  Calabria,  qae  cubrieron  los  mares  con  uno  de 
los  mas  formidables  armamentos  que  jamás  se  habían 
visto  y  coa  el  rey  doa  Jaime  á  su  cabeza.  Vencedor 
don  Fadrique  con  sus  «ciliaDos  en  Siracusa,  veocido 
en  el  cabo  Orlando,  pero  triunfador  otra  vez  en  Fal- 
conara  y  en  Mesina,  al  6d  después  de  veinte  anos  de 
erada  guerra  lodo  el  poder  reunido  del  Mediodía  de 
Europa  se  vio  forzado  á  ceder  ante  el  esfuerzo  de  los 
moradores  de  una  isla  y  ante  el  valor  de  un  príncipe 
de  la  casa  de  Aragón.  Por  la. paz  de  4303  fué  recono- 
cido don  Fadrique  de  Aragón  rey  de  Trínaqaia  ó  de 
Sicilia,  y  por  primera  vez  al  apuntar  el  siglo  XIV.  el 
poder  de  Roma,  ante  el  cual  se  habían  sometido  tan- 
tos reyes  y  emperadores,  se  doblegó  á  nn  pequeño 
pueblo  de  Italia  y  á  un  infante  de  Aragón,  abandona- 
dos de  todo  el  resto  de  Europa  y  h<}rídos  de  anatema. 
El  papa  reconoció  por  rey  de  Sicilia  á  Fadrique  ó  Fe- ' 
derico  III-,  alzó  al  reino  el  entredicho,  y  la  casa  de 
AragOD  qnedó  dominando  en  Sicilia,  á  pesar  de  los 
mismos  monarcas  aragoneses* 

Perdida  Sicilia  para  Aragón,  quedaba  la  cuestión 
de  Córcega  y  Cerdeña  cedidas  por  el  papa.  En  lo  pe- 
rezoso y  renitente  que  anduvo  don  Jaime  para  em- 
[H-eoder  la  conquista  de  e^as  dos  islas  parecía  presen- 
tir lo  costosa  que  babia  de  serle.  Veinte  años  tardó 
en  acometerla,  cuando  ya  el  papa  mismo  intentó  re- 


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44-  HISTOMIÁ    UB  B8FÁÍÍA> 

traerle  y  disuadirle  so  preteslo  de  que  barta^  guer- 
ras había  ya  en  lacristiaDdad;  coosideracíoa  que  hu- 
biera coavenido  mucho  la  hubiese  tenido  presente 
Boniracio  VIIL'  cuaodo  le  díó  la  investidura  de  ellas. 
Pero  la  resoluciou  estaba  tomada,  y  don  laíme  €□<»>• 
méndó  esta  espediciou  á  su  hijo  el  íafaute  don  Al- 
fonso. Ordeña  fué  cooquislaJa.  porque  las  armas  de 
Aragón  triunfabau  entonces  donde  quiera  que  iban: 
pero  falló  muy  poco  para  que  el  prfocipe  y  todas  sus 
gentes  quedaran  sepultados  en  el  ardiente  y  húmedo 
suelo  de  Cerdeoa,  víctimas  del  arrojo  de  sus  babilan- 
les  y  de  la  insalubridad  del  clima.  Hartos,  sin  embar- 
go, sucumbieron  en  aquella  mortífera  campaña,  y 
era  un  cuadro  bien  triste  y  patético  el  que  ofrecían 
seis  mil  cadáveres  devoradospor  la  peste,  la  esposa 
del  in&nte  de  Aragón  mirando  en  torno  de  sf,  y  no 
hallando  con  vida  una  sola  de  las  damas  de  su  corte- 
jo, el  prfocipe  su  esposo  teniendo  que  dejar  el  lecho 
del  dolor  con  el  ardor  de  la  fiebre  para  rechazar  los 
ataques  de  los  isleños,  y  no  habiendo  apenas  quien 
cuidara  ni  de  sepultar  los  muertos,  ni  de  defender  los 
vivos,  sino  oíros  hombres  escuálidos,  enfermos  y  se- 
mi-moríbundos.  Todo  to  venció,  es  verdad,  la  cons- 
tancia aragonesa;  pero  fué  á  costa  de  padecimientos, 
de  sacrificios,  de  caudales  y  de  preciosas  víctimas 
humanas. 

Si  el  valor,  la  paciencia  y  la  perseverancia  que 
emplearon  los  aragoneses  en  los  sitios  de  Villa  do. 


n,g,t7cdb/G00gIc 


tAvn  II.  Lino  III.'  48 

Iglesias  y  de  Cagtíari,  si  las  fuerzas  navales  qae  ba- 
tÑaD  ido  aoLes  á  pelear  contra  otros  aragoneses  en  las 
aguas  de  Siracusa,  de  Ostia,  deGaglíaro  y  de  Meai* 
na,  86  hubieran  empleado  contra  los  moros  de  Grana- 
da y  de  África  en  udíoo  cod  los  soberanos  y  los  ejér- 
citos de  Castilla,  la  obra  de  don  laime  el  Conquista- 
dor y  de  San  Fernando  hubiera  tenido  mas  breve 
complemento  y  mas  pronto  y  próspero  remate.  Pero 
Castilla  consumiéndose, en  luchas  intestinas,  Aragón 
gastándose  en  conquistas  lejanas,  ó  acometían  solo 
empresas  á  medias  contra  los  musulmanes  como  las  de 
Almería  y  Gibraltar,  ó  les  daban  lagar  á  rehacerse 
y  é  que  ellos  se  atrevieran  á  invadir  las  fronteras 
cristianas. 

Tal  aconteció  á  Alfonso  IV.  de  Aragón  á  muy  po-  ' 
co  de  la  muerte  de  su  padre  Jaime  U.  ¥  una  vez  que 
el  ca^llano  y  el  aragonés  se  hablan  concertado  ya 
para  proseguir  la  guerra  santa,  no  pudo  el  de  Ara- 
gón hacerla  en  persona,  porque  se  lo  impidió  ana 
sablevacion  que  sobrevino  en  Cerdeña,  y  hubo  de 
contentarse  con  enviar  en  ansilio  de  Castilla  una  pe- 
queña flota  con  los  caballeros  de  las  órdenes:  todo 
pOT  atender  á  ana  isla  que  no  valia  lo  qne  costaba,  y 
euyas  rentas  empeñaban  la  corona,  porque  no  alcan- 
zaban é  cubrir  los  gastos  de  conservación.  Para  esto 
fué  necesario  sostener  una  nueva  guerra  con  la  repú- 
blica de  Genova,  guerra  encarnizada  y  sangrienta, 
como  snelen  serlo  las  de  los  pueblos  marítimos  y  mer- 


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i6  BlSTOlU  DB  BSPAÜA. 

caaUles  qao  aspirao  i  dominar  los  mismos  mares, 
que  tales  era  Géoova  y  Gatataoa.  ¿De  qué  servia  que 
los  marinos  catalaaes  dierao  ouevas  praebas  de  bu  íd* 
ttiligeDcia  y  de  sa  arrojo  en  tas  aguas  del  Mediterrá- 
neo, que  las  dieran  tsmtMea  los  geaoveses  de  su  ha- 
bilidad y  destreza,  a  se  destrozaban  entre  si  y  se 
arruinaba  el  comercio  de  ambas  naciones?  Alfonso  IV. 
de  Aragón  oo  logró  dominar  tranquilamente  en  Cer- 
deña,  y  las  n^ociaciones  de  paz  quedaron  pendien-r 
tes  para  su  socesor. 

No  era,  pues,  que  follaran  á  la  España  cristiana 
elementos  para  acabar  de  arregar  del  territorio  de  la 
península  sus  naturales  enemigos  los  sarracenos, 
esos  incómodos  huéspedes  de  seis  siglos,  cuya  total 
expulsión  debió  ser  el  pensamiento  y  la  obra  princi- 
pal de  los  monarcas  cristianos.  Elementos  para  ello 
sobraban;  pero  empleábanse  y  se  distraían  en  lo  que 
menos  relación  tenia  con  aquel  objeto.  En  Castilla 
solo  hemos  vi^o  guerras  entre  principes  de  nna  mis- 
ma sangre,  entre  reyes  y  nobles,  entre  señores  y  va- 
satlosi  alguna  vez  se  acordaban  de  los  moros  como  de 
un  objeto  secundario;  las  campanas  de  Alfonso  XI. 
fueron  una  honrosa  escepcion.  Si  t{ueremos  hallar  la 
fuerza  y  el  poderlo  de  Aragón,  tenemos  que  ir  á 
buscarle  en  estrañas  y  apartadas  islas,  y  encontrare- 
mos los  marea  y  los  pueblos  de  Italia,  y  hasta  de 
Grecia  y  de  Turquía,  llenos  de  briosos  aragoneses  y 
de  intrépidos  catalanes  asombrando  al  mundo  con  sus 


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PAKTB  11.  tlBlO  III.  47 

hazañas,  ganando  y  abandonando  reinos,  deshacien- 
do DDOS  monarcas  la  obra  de  los  oíros,  peleando  siem- 
pre coD  franceses  y  napolitanos,  con  sicilianos  y  sar- 
dos, con  romanos  y  griegos,  muchas  veces  goerreando 
entre  sf  y  con  los  rasteljaoos,  pocas  y  por  incidencia 
con  los  moros  en  auxilio  de  los  cristianos  de  Castilla. 
Así  se  eternizaba  la  gran  Ipcba  entre  cristianos  y  mu- 
solmaDes,  entre  españoles  y  sarracenos. 

U.—La  Incha  política  interior  entre  las  diversas 
clases  y  poderes  del  Estado,  y  principalmente  entre 
el  trono  y  la  nobleza,  cootiouó  también  en  estos  dos 
reinados,  aunque  con  mas  intervalos  y  con  menos  es- 
trato que  en  los  anteriores.  Aplazada  parecía  y  co- 
mo adormecida  la  gran  coolieoda  entre  el  rey  y  los 
ríeos  homiH'eá  dorante  los  diez  primeros  años  del  rei- 
nado de  Jaime  II.,  alimentado  y  distraído  el  humor 
belicoso  de  los  aragoneses  en  las  guerras  esteríores. 
Mas  al  apantar  el  primer  año  del  siglo  XIT.  renné- 
vase  y  se  reorganiza  la  terrible  Union,  casi  bajo  las 
mismas  bases  y  condiciones  que  en  el  precedente  rei- 
nado, poniéndose  á  su  cabeza  el  mismo  procorador 
general  del  reino,  coa  gran  peligro  de  ta  antrnidad 
real.  Pero  esta  vez  el  monarca  se  encuentra  apoyado 
por  la  capital  del  reino,  por  las  cortes,  por  el  Justi- 
cia, qae  todos  se  pronuncian  contra  la  Union,  se  ligan 
para  resistir  las  devastadoras  tropas  de  los  anionis* 
tas,  y  declaran  lalJmon  contraria  á  los  fueros  del  ra- 
no y  ¿  tos  derechos  de  la  corona. 


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4'S  atSTOllA    DB    KStflJíA. 

iDleresaate'  y  sublime  espectáculo  es  el  que  ofre- 
ce 60  este  tiempo  bajo  el  punto  de  vista  poKlico  el 
reino  de  Aragón;  espectáculo  que  do  ofrecía  ea  aque- 
lla época  otra  uaciou  alguna.  En  esta  solemne  quere- 
lla entre  el  rey  y  los  ricos-bombres,  todos  íovocan  la 
ley:  la  nobleza  que  ataca  y  la  corona  que  resiste,  todos 
apelan,  todos  se  someten  al  representante  de  la  ley; 
unos  y  otros  llevan  su  causa  al  tribunal  del  Justicia,  y 
este  supremo  magistrado,  oídas  las  partes  enjuicio  con- 
tradictorio, pronuncia  so  seoteucia  definitiva.  Este 
respeto  á  la  ley  por  parte  de  dos  grandes  poderes  del 
Estado  que  se  disputan  importantes  derechos  políti- 
cos, por  parle  de  una  nobleza  acostumbrada  á  humi- 
llar al  tronOr  y  por  parte  de -un  trono  acostumbrado  á 
dominar  remotos  y  dilatados  reinos,  prueba  cuan  hon- 
das raices  había  echado  en  Aragón  en  medio  de  tan- 
tas agitaciooes  y  revueltas  et  amor  á  la.legalidad,  y  ea 
cuan  sólidas  bases  descansaba  ya  la  libertad  arag<H)esa. 

Ed  esta  ocasión  el  Justicia  sentenció  contra  la 
Union,  declarándola  ilegal,  anulando  sus  actos,  yen- 
tregando  las  personas  y  bienes  de  los  rebeldes  á  la 
merced  del  rey;  y  el  rey,  á  pesar  de  las  reclamacio- 
nes de  los  subldvados,  desterró  á  muchos  y  privó  de 
sus  feudos  á  otros.  Comienza  pues  el  Justicia  A  poner- 
se de  parle  del  rey,  y  aquella  iastitucíoo  que  hasta 
entonces  había  favorecido  alternativamente  á  unos  y 
á  otros  partidos,  se  convierte  en  instrumento  dócil  de 
la  autoridad  real.  Asi  el  privilegio  de  la  Union  ar- 


,,.Goo^lc 


rAKTB  II.  UBBO  III.  49 

raneado  á  AlfoDSO  III.  viene  á  ser  aoulado  en  la  prác- 
tica por  Jaime  II.  Las  corles  de  Zaragoza  se  han  mos- 
trado ñivorables  áiosdeiechos  del  monarca.  ¿Coa 
qué  elementos  ha  coatado  doo  Jaiíae  para  triunfar  asi 
de  la  alia  nobleza,  á  que  ningún  monarca  ha  podido 
resistir?  Don  Jaime  no  ha  recurrido  para  ello  al  pue- 
blo jÁ  tas  comunidades  como  los  soberanos  de  Cas- 
tilla: don  Jaime  ha  buscado  ya  su  apoyo  en  la  nobleza 
de  segundo  orden,  en  los  caballeros,  especie  de  aris- 
tocracia intermedia  creada  por  sus  antecesores,  y  qae 
por  rivalidad  á  la  ríco-hombrfa  de  natura  se  ha  pues- 
to del  lado  del  trono.  Don  Jaime  con  mucha  política 
ha  buscado  tambiea  por  auxiliares  á  los  legistas,  á 
quienes,  como  San  Fernando,  ha  dado  participación 
en  su  consejo;  y  el  fundador  de  la  universidad  de  Lé-. 
rida,  el  que  ayudado  de  un  docto  juriscoosuUo  ha 
puesto  en  orden  la  colección  de  los  fueros  nacionales, 
ha  encontrado  á  so  vez  apoyo  co  una  clase  que  esca- 
seaba en  Aragón,  pueblo  esencialmente  conquistador 
y  guerrero,  la  cual  ha  defendidolas  prerogativas  de 
la  corona  con  l^ios  legales.  De  este  modo  don  Jai-^ 
me  II.  de  Aragón  ha  merecido  el  titulo  de  Justiciero 
y  de  amante  de  la  ley,  y  el  pueblo  ha  visto  un  testi- 
monio, si  no  del  todo  sincero,  por  lo  menos  aparente, 
de  respeto  y  de  culto  á  las  leyes,  confirmado  con  un 
rasgo  de  hábU  política,  coa  el  destierro  de  aquel 
hmoao  y  pérfido  legista  que  había  arruinado  y  empo- 
brecido á  tantos  litigantes. 

Tono  Til.  i 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


so  HISTOUA    UB    BSrAÜA. 

Alfooso  IV.  encontró  ta  aatorídad  real  robustecida 
coQ  este  triunfo  legal  de  su  padrcí  y  por  fortuna  suya 
la  nobleza,  durante  su  débil  reiuado,  pareció  como 
apartada  ó  retirada  de  la  antigua  contienda  entre  la 
corona  y  los  rícos-bombrea,  si  bien,  como  mas  ade- 
lante veremos,  no  hizo  sino  prepararse  á  renovar  con 
masfurur  la  pelea  eu  el  reinado  siguiente. 

Distingüese  el  de  Alfonso  IV.  por  la  tendencia  á 
la  coQservacioD  de  la  integridad  del  lerrítorrio  y  dola 
unidad  oaciooal.  El  decreto  ó  estatuto  con  que  se  pri- 
vó á  sí  mismo  de  dar  en  feudo  uiaguna  ciudad  ó  do> 
minio  perteneciente  á  la  corona,  era  laespresionde  las 
ideas  y  de  la  necesidad  de  la  época.  Qnebraotando  ese 
mismo  decreto  én  favor  de  tos  bijos  de  su  segunda  es- 
posa, doña  Leonor  de  Castilla^  por  complacer  á  una 
madre  exijente,  dló  una  prueba  de  su  debilidad,  dis- 
gustó y  se  enagenó  los  pueblos,  y  derramó  la 'semi- 
lla de  largas  discordias.  Los  reyes,  hemosdichoantes, 
00  pueden  tener  pasiones  privadas:  los  reyes,  añadi- 
mos ahora,  pertenecen  á  los  pueblos  antes  que  á  su 
familia.  Alfonso  IV.,  reparüeado  las  ciudades  de  Va- 
lencia entre  los  hijos  de  ud  segundo  matrimonio,  pu-  ~ 
do  obrar  como  padre  amoroso  y  como  esposo  condes- 
ceodieale:  pero  desmembrando  los  dominios  de  la  co- 
rona é  infringiendo  su  propio  decreto,  falló  á  sus  de- 
beres como  monarca  y  ofendió  al  pueblo;  y  el  pueblo 
aragonés  era  demasiado  libre,  demasiado  altivo,  y 
demasiado  ilostrado  ya  para  consentir  en  que  asi  se 


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9Éxn  II  Liuioiu.  SI 

boltáran  leyes  reraentes,  liechas  en  provecho  y  cod- 
Tenieacia  del  reino.'Los  valeacianos.  á  quienes  mas 
directamente  aqaella  desmembración  perjadicaba,  no 
-menos  celosos  de  sus  privilegios  que  los  aragonesesi 
se  sublevan  contra  su  soberano,  y  el  iofante  don  Pe- 
dro, hijo  del  primer  matrimonio  y  heredero  legitimo 
de  la  corona,  concibe  un  odio  mortal  contra  su  ma- 
drastra, causa  y  móvil  de  tas  ilegales  é  injustificadas 
preferencias  de  su  padre.  De  este  modo  la.  indiscreta 
y  apasionada  predilección  de  un  rey  produce  una  goei* 
ra  civil  y  una  guerra  doméstica;  da  ocasión  á  que  se 
insurreccione  el  pueblo,  mal  que  lamentaremos  siem- 
pre, y  lleva  la  discordia  al  seno  de  la  familia  real> 
mal  de  por  sf  harto  d^lorable.  A  la  prudencia  de  los 
soberanos  toca  evitar  estos  males  y  prevenirlos.  Lo 
peor  era  que  la  razón  y  la  justicia  estaban  esta  vez  de 
parte  del  pueblo'  perjudicado  y  del  infante  ofendido. 
Jamás  se  oyó  lenguaje  mas  rudo,  mas  enérgico, 
mas  atrevido  de  -boca  de  un  hombre  del  pueblo  ha- 
blando á  su  soberano,  que  el  que  asé  Guillen  de  Vioa- 
tea  cuando  fué  á  exponer  al  monarca  á  la  faz  de  toda 
la  certa  que  el  pueblo  valenciano  estaba  resuelto  á  oo 
consentir  tales  donaciones  hechas  en  detrimento -de  la 
fuerza  y  de  la  integridad  del  reino.  La  protesta  de 
qae  antes  se  dejarian  todos  segar  las  gargantas  que 
acceder  á  que  un  rey  de  Aragón  desmembrara  y  de- 
bilitara asi  la  monarquía ,  era  ya  un  rasgo  de  enérgica 
y  roda  independencia  difícilmente  tolerable  por  qd 


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52  BISTORIA    DB  B^PASa. 

monarca  de  parle  de  ua  subdito:  pero  la  amenaza  de 
que  si  alguD  oficial  de  palacio  se  propasaba  á  atacar 
ú  ofender  á  alguQo  de  la  conrederacion  pop'ilar  estu- 
viera cierto  de  que  caeríaa  rodaado  las  cabezas  de  to- 
dos los  de  la  corte,  sin  perdooar  ó  escepluar  siao  aj 
rey,  la  reina  y  los  iafaDles,  fué  ea  verdad  el  colmo 
de  la  audacia.  Desdichados  los  principes  á  qaienes  sus 
debilidades  ponen  en  el  caso , y  trance  de  snfrir  tales 
desacatos.  El  rey  se  intimidó,  y  las  donaciones  fue- 
ron, por  entonces  rerocadas  é^  pesar  de  la  oposicioo  va- 
ronil de  la  reina  y  de  tas  conminaciones  con  la  ven* 
ganza  de  su  hermano  el  rey  de  Castilla. 

Lo  que  de  estos  hechos  se  deduce  y  hace  mas  á 
nuestro  propósito  es  la  tendencia  á  la  nnidad  política 
y  nacional  que  desde  los  principios  del  siglo  XIV.  se 
observa  asi  en  Castilla  como  en  Aragoo.  Las  leyes  he- 
chas en  cortes  por  los  monarcas  castellanos  prohibien- 
do la  enagenacioD  de  loa  pueblos  de  realengo,  ponien- 
do coto  al  engrandecimiento  de  los  señoríos  y  á  la 
acumulación  de  bienes  en  manos  muertas:  la  prohibi- 
ción de  repartir  y  fraccionar  los  dominios  de  la  coro- 
na, consignada  ya  en  la  legislación  de  Castilla  hecha 
por  uD  monarca  y  mandada  observar  por  otro:  la  pri- 
vación de  dar  en  feudos  la  villas  y  lugares  del  reino  á 
que  se  obligó  un  monarca  aragonés:  la  sublevación 
que  produjo  en  el  pueblo  la  imprudente  infracción  de 
aquel  estatuto,  aun  habiendo  querido  legitimarla  con 
la  dispensa  y  autorizacioo  de  la  Santa  Sede,  y  la  re- 


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rARTB  II.  LIBRO  III.  S3 

Tocación  de  las  donaciones  á  que  aquel  príncipe  se  vio 
forzado,  todo  revela  que  el  insLinlo,  y  las  ideas,  y  el 
espíritu  publico,  asi  en  Aragoa  como  en  Castilla,  se  ma- 
Difestaba  y  pronunciaba  ya  en  et  siglo  XIV.  en  favor 
de  la  unidad  oacional,  de  la  centralizacioa  del  poder, 
y  de  la  iategridad  de  cada  monarquía.  Este  era  ya  un 
grao  adelanto  eo  la  organización  social  de  los  esta- 
dos; y  bajo  este  aspecto,  reinados  ó  escasos  ó  estéri- 
les &t  conquistas  y  en  -  hechos  ruidosos,  son  de  gran 
importaocia  é  interés  en  el  érüen  público. 

Las  querellas  que  la  predilección  apasionada  y  las 
doDaciones  imprudentes  de  Alfonso  IV.  de  Aragón  á 
ios  hijos  de  su  segunda  muger  provocaron  entre  la 
mna  y  el  infante  don  Pedro,  dieron  lugar  y  ocasión 
á  que  se  descubriera  el  carácter  enérgico  y  sagaz,  la 
ambición  precoz,  la  inflexible  fírmeza,  la  Índole  ar- 
tera y  doble  de  aquel  príncipe,  que  tan  luego  como 
empuñara  el  cetro  habia  de  eclipsar  y  oscurecer  los 
nombres  y  los  reinados  de  sus  predecesores. 


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€AP1TI]L0  XIV. 

PEDRO  IV.  (el  CeremoDioso)  EN  ARAGÓN. 

*«  1335  é  «387. 

CuottioB  «DtrcMtalanu;  aragoQflSM  MbrflelpoutoeDqaebabiade 
eer  coronado— Es  jurado  an  Zarsgois.— Enojo  de  lot  catalaneg.^ 
Odio  profundo  del  rey  i  doüa  Leonor  de  Caatilla,  lu  madrastra,  y  á 
loa  bfaotes  don  Fernando  ;  doo  Juan,  aaa  hermaaoii  persecDCioa 
qaa  lea  iiiae*e:  guerra  civil:  parto  quetoma  el  deCattillaen'eBto 
negocio:  mediación  para  la  paz:  juicio  y  aenteooia  do  irbitroa.— Con- 
docla  del  aragonés  en  las  eapediciones  de  Algeciraa  y  Gibraltar.— 
Caaa  con  la  iobota  doña  Uarla  da  Navarra:  estrañaa  coadicioosi  de 
este  enlace.— Ruidoso  proceso  que  movid  contra  su  cuñado  don  Jai- 
me U.de  Uailorca.— Artificiou  conducta  dedon  Pedro  para  arruinar 
al  laaüorqain. — Mañosas  □egociacioQea  coa  el  de  Francia  y  con  el  de 
Mallorca:  grave  acosacioa  que  bace  i  éste;  malicia  de  don  Pedroi  y 
bita  de  discreción  de  don  Jaime.— Sentencia  de  privación  dri  reino 
oonlrs  el  de  HaUorc*.— Apodérase  el  aragonés  do  esta  isla. — Despá- 
jale del  Bosellou  y  la  Cerdaña. — Últimos  esfuerzos  y  desgraciada 
muerto  de  don  Jaime:  el  reino  de  Mallorca  queda  iocwporado  á  la 
corona  de  Aragón.— Proceso  contra  tu  hermane  don  Jaime-,  prívale 
de  la  gobernación  general  y  de  la  sucesión  al  trono.— Levantamiento 
en  Valencia  y  Aragón  en  Tavor  del  infBnte.^> redama ae  otra  vei  la 
Union. — Guerra  civil  en  Aragón  y  Valencia, la  mas  sangrieola  de  to- 
das.—Apnros,  confliotOB  y  sitnacionea  criticas  y  humillantes  en  que 
se  vio  el  rey. — Célebres  Cdrtoa  de  Zaragoza:  jura  ol  Privilegio  de  la 
Union.— AatntB,  pero  poco  noble  política  de  don  Pedro.— Muere  et 
inbnte  don  Jaime,  oon  sospechas  de  haber  sido  envenenado  por  su 
faermaao.— Disidencias  entre  los  de  la  Union:  partido  realista. — En- 
ciéodeae  mas  la  guerra:  combates.— Cautiverio  del  rey  en  Valeijpia: 
como  salió  deál.— Ejércitos  unionietas  y  realistas:  angustiosa  y  la- 
mentable ailaadOQ  del  reino.— Hemoiable  batalla  ds  Epila,  en  qae 


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MKTB  II.  UUO  III.  B& 

qnedd defiatUiament»  derrotadi  li bandera  dnU  UnioD.-4ártes  d< 
Zaragoza:  raaga  el  rey  bq  ellas  el  Privilegio  de  la  ünion  con  sd  pu- 
ñal: UdniaDle  don  Pedro  el  lUl  Puüal.— Coofiroia  laa  aDtigua*  li- 
iMrUdMdel  reino.— la  dolto  general:  horribles  sap  lie  i  oa  pa  reíales.— 
ll»a>ateBCÍad»laa«alancisDoa.— Aoibaaelambieacon  la  Uoioo  en 
Valeocis:  perdón  f  caatigoa. — Matrimoaioa  del  rey- — Asuntoa  de 
CerdeDaydeSicilia.—ReTolucionesy  guerras  en  aquellas  ¡alas:com-' 
bat«*  BBTalea:  aliancaa,  pacas,  rompimientoa,  tratados.— Célebre 
batalla  naTaleotre  catalaaes,  geaovesea,  veaaciaaoa  y  griegos  es 
las  aguas  de  ConstaDlÍHopla. — SaerlGcioa  que  costaba  á  Aragoo  la 
precaria  poseeioa  de  Cerdeña.— Grandes  novedades  eu  Sicilia:  bOíc- 
tita  aitaaoion  de  aquel  reino.— Ínter  vene  ion  del  monarca  aragonés: 
eoTÍo  de  armadas:  e al acea  de  principes.— Reclama  parail  alde  Ara- 
gón la  corona  de  Sicilia  ;  con  qué  derecho. — Oposicioa  del  papa;  in- 
sistencia del  aragonés:  cede  el  trono  de  Sicilia  i  suiíijc  don  Uartin, 
y  coa  qoé  condiciones. — Cnarloy  illimo  matrimonio  del  rey  don  Po- 
dro: discordias  que  trajo  al  seno  de  la  bmjlia  re.il. —Persiguen  el 
rey  y  lareinaJí  losinfantesüon  Juan  y  don  Hartia. — Amarguras  y 
sinsaborraque  acibararon  los  últimos  momentos  del  monarca:  fuga  de 
la  reina:  situación  notable. — Muerte  de  don  Pedro  IV.— 4>or  qué  ea 
Ibniado  «I  Csrsnumiato. 


iFoé  la  coDdicíoD  del  rey  dou  Pedro  (dice  el  jui- 
kcioso  Geróaimo  de  Zurila  hablandode  este  monarca), 
uy  3D  naturaleza  tan  perversa  é  ioclíoada  al  mal.  qae 
»eD  niagñoa  cosa  se  señaló  taolo,  ni  puso  mayor  fuer- 
>za,  como  en  perseguir  su  propia  sangre.  El  comienzo 
»de  BD  reinado  turo  principio  en  desheredar  á  los 
«infantes  don  Fernando  y  don  luao,  sus  hermaDos, 
>y  á  la  rana  doña  Leonor,  su  madre,  por  una  causa 
«ni  muy  legitíma  ni  tampoco  honesta ,  y  procuró 
■cnanto  pado  destruirlos:  y  cuando  aquello  no  se  pu- 
>do  acabar  por  irle  á  la  mano  el  rey  de  Castilla,  qiie 


D,g,t7cdb/GOOgIC  


B6  RIBTOUA  DB  RfirAÍA. 

Hlomó  á  sa  cargo  la  defensa  de  la  reina  sa  hermana, 
»y  de  sus  sobrinos,  y  de  sus  estados ,  revolvió  de  tal 
«manera  contra  el  rey  de  Mallorca,  que  no  paró,  con 
»serle  tan  deudo  y  su  cuñado,  hasta  que  aquel  prfn- 
»GÍpe  se  perdió;  y  él  incorporó  el  reino  de  Mallorca, 
Ky  los  condados  de  Rosellon  y  Cerdaña  en  su  corona. 
«Apenas  habia  acabado  de  echar  de  Rosellon  el  rey  de 
■Mallorca,  y  ya  trataba  como  pudiese  volver  ásu  anti- 
»gua  contienda  de  deshacer  las  donaciones  que  el  rey 
»su  padre  hizo  6  sus  hermanos:  y  porque  era  peligro- 
Bso  negocio  intentar  lo  comenzado  contra  los  ¡orantes 
»don  Fernando  y  don  Juan,  y  era  romper  de  nuevo 
«guerra  con  el  rey  de  Castilla,  determinó  de  haberlas 
>coa  el  iufante  don  Jaime,  su  hermano,  y  contra  él 
>se  indignó,  cuanto  yo  conjeturo  por  particular  odio 
«que  contra  él  concibió,  sospechando  que  se  inclinaba 
»¿  favorecer  al  rey  de  Mallorca:  porque  es  cierto  que 
«ninguno  creyó,  ni  aun  de  los  que  eraa  sos  enemí> 
»gos,  que  el  rey  usara  de  tanto  rigor  en  desheredarle 
«de  so  patrimonio  tan  inhumanamente;  y  finalmente, 
■  «muertos  sus  hermanos,  el  uno  con  veneno  y  loa  otros 
«á  cuchillo,  cuando  se  vio  libre  de  otras  guerras  en 
«Icpostrerode  su  reinado,  entendió  en  perseguir  al 
«conde  de  Urgel,  su  sobrino,  al  conde  de  Ampurías, 
>sn  primo:  y  acabó  la  vida  persiguiendo  y  procn- 
•rando  la  muerte  de  su  propio  hijo,  que  era  el  pri- 
«mogénito  <'>.» 

(1)    Zurita,  Anal,  de  Arig.  líb.  VIIU,  c.  K. 


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ruTB  11.  uBio  III.  57 

Asi  compendia  el  cronista  aragonés  algunos  de 
los  principales  hechos  qae  caractenzan  mas  la  índole 
y  carácter  de  don  Pedro  IV  de  Aragón,  uno  de  los 
mas  célebres  monarcas  de  este  reino.  Nosotros  da* 
remos  cuenta  del  orden  con  que  se  faeron  desarro- 
llando los  importantes  sucesos  de  un  reinado  que  pue- 
de contarse  en  el  número  de  aquellos  ea  que  se  de> 
cide  y  &ja  casi  definitivamente  la  suerte  y  el  desUoo 
de  una  monarquía. 

EopeñébaosQ  los  condes  y  barones  catalanes,  y 
entre  ellos  los  infantes  don  Pedro  y  don  Ramón  Be- 
rengner,  tíos  del  príncipe  heredero,  en  que  antes  de 
coronarse  en  Aragón  habia  de  ir  personalmente  á 
Barcelona  á  jurar  los  Usages  de  Cataluña,  pretendien- 
do ser  esta  la  costumbre  observada  por  sus  anteceso- 
res. Noticiosos  de  ello  los  ricos-hombres  aragoneses,  y 
entre  ellos  el  inlante  don  Jaime,  hermano  del  pr(a- 
cipe,  requiriéronle  para  que  ante  todo  jurase  en  cor- 
tes los  fueros  de  Aragón,  asi  como  el  estatuto  del  rey 
don  Jaime,  su  abuelo,  sobre  la  unión  de  los  reinos 
de  Aragón  y  Valencia  y  condado  do  Barcelona.  Mo- 
vióse sobreesté  gran  coaiieoda:  don  Pedro  se  decidió 
en  favor  de  los  aragoneses,  y  en  su  virtud,  jurados 
los  fueros  y  privilegios  del  reino  en  Zaragoza,  se  ce- 
lebró con  gran  pompa  la  tiesta  de  su  coronación,  que 
fué  ademas  solemnizada  con  un  suntuoso  banquete  ea 
la  Aljaferfa,  á  que  asistieron  basta  diez  mil  convida- 
dos. Notóse,  no  obstante,  en  esta  fastuosa  ceremonia 


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68  inSTOBU  DR  RSVAfiA. 

la  falta  de  los  íofaotea,  prelados  y  barones  cata- 
lanes, que  00  quisieroo  concurrir,  y  se  retiraron 
sentidos  de  la  preferencia  -dada  á  los  de  Aragón. 
Asi  coaodo  el  nuevo  monarca  procedió  á  proveer 
los  oficios  de  Calalnña,  sus  provisiones  no  fue- 
ron al  proDlo  obedecidas  en  algunos  pueblos.  Sus- 
citóse luego  igual  disputa  entre  valencianos  y  ca- 
talanes sobre  la  mistna  pretensión  de  preferen- 
cia. £1  rey  atendió  primero  á  los  de  Cataluña, 
mas  como  para  jurarles  y  coofirmarles  sus  usages 
y  privilegios  ouivocase  corles  para  Lérida  en  lu- 
gar de  Barcelona,  cabeza  del  condado  y  donde  se 
liabia  verificado  siempre,  tuviéronso  de  nuevo  por 
ofendidos  los  catalanes,  y  comenzó  el  rey  á  ser  ge- 
neralmente malquisto  y  odiado  de  ellos.  Seguida- 
mente pasó  á  Valencia,  no  tanto  en  verdad  por  el 
afaa  de  confirmar  los  fueros  de  este  reino,  como  por 
atender  y  proceder  contra  los  partidarios  de  su  ma- 
drastra doña  LooDor,  asunto  que  tanto  le  habia  preo- 
cupado siendo  principe,  y  para  prevenir  un  rompi- 
loiento  con  Alfonso  XI.  dé  Castilla,  que  estaba  dis- 
puesto á  sostener  con  las  armas  los  derechos  de  su 
hermana.  A  este  efecto  procuró  también  don  Pedro 
de  Aragón  confirmar  con  el  rey  Yussuf  de  Granada 
una  tregua  de  cinco  años. 

Ia  aversión  qne  siendo  principo  habia  mostrado 
siempre  hacia  la  segunda  esposa  de  su  padre  prosi- 
guió y  aun  creció  siendo  rey,  y  la  cuestión  de  las 


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PAKTS  U.  LIBKO  111.  5!) 

donacioDes  de  Alfonso  IV.  á  doña  Leooor  y  á  sus  dos 
hijos  los  iafiíQtes  doa  Fernando  y  don  Juan  continuó 
siendo  causa  de  serias  negociaolones  y  graves  distur- 
bios. Diversas  veces  le  requirió  el  rey  Alfonso  XI- 
de  Castilla  y  le  envió  diferentes  embajadas,  para  que 
respetando  el  testamento  de  su  padre  confirmase  d 
la  reina  viuda  y  á  los  infantes  sos  hijos  las  donacio- 
nes de  las  villas  y  castillos  que  aquel  les  había  he- 
cho. Contestaba  siempre  el  aragonés  que  estaba  dis- 
puesto á  h(uirar  y  tratar  á  la  reina  doña  Leonor  como 
madre  y  á  loa  infantes  como  hermanos;  mas  á  vuel- 
tas de  tan  buenas  palabras  y  so  protesto  de  no  poder- 
se publicar  el  testamento  de  su  padre  por  ausencia 
de  algunos  testamentarios,  concluía  siempre  por  alegar 
alguna  causa  especiosa  que  le  Impedía  dar  cumpli- 
miento á  las  demandas  del  de  Castilla;  que  era  el 
aragonés,  aunque  joven,  mañoso  y  diestro  en  artifi- 
dos  cuando  se  proponía  eludir  ó  compromisos  ú  obli- 
gaciones. 

Procurando  entretener  con  engañosas  protestas, 
pero  estudiando  los  medios  y  ocasiones  de  arruinar  á 
so  QKtdrastra  y  de  desheredar  á  sus  hermanos,  re- 
solvió proceder  contra  don  Pedro  de  Exerica,  pode- 
roso magnate  valenciano,  señor  de  grandes  estados  y 
el  partidario  mas  decidido  de  la  reina  doña  Leonor;  y 
con  achaque  de  no  haber  asistido  á  las  cortes  que 
mandó  celebrar  en  Valencia,  á  pesar  de  reclamar 
Exerica  el  fuero  de  Aragón  de  que  gozaba  y  quo  lo- 


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60  RUTOKU    DB   B8PÁÜA. 

eximia  de  asistir  i  las  cortes  valeaciaDas,  el  rey  rnaa- 
dó  secuestrar  todas  las  rentas  de  la  reiDa  y  todos  io^ 
estados  de  doa  Pedro.  Eq  sq  consecaeDcia  trató  de 
apoderarse  de  las  villas  y  castillos  del  rico  magnate; 
resistiólo  éste  cod  valor  y  energía,  y  una  guerra  ci- 
vil entre  el  rey  y  su  poderoso  vasallo  se  encendió 
por  cerca  de  tres  años  en  las  fronteras  de  Valencia  y 
Castilla.  Los  mismos  ricos-hombres  aragoneses  de  la 
mesnada  real  se  deteniao  ante  las  razones  legales 
COD  que  se  escudaba  don  Pedro  de  Exerica ,  y  la  reina 
doña  Leonor  y  sus  bijos  contaban  con  la  proteccioa 
decidida  del  monarca  castellano.  Este  principe,  el  in- 
Tanledon  Pedro  de  Aragón,  tío  del  rey,  el  iofaDle  ddn 
Juan  Manuel  de  Castilla,  juntamente  con  los  legados 
del  papa  enviados  espresatnente  á  Aragón,  lodos 
procuraron  mediar  entre  don  Pedro  y  su  madrastra, 
entre  el  soberano  aragonés  y  el  señor  de  Exerica, 
estorbar  la  guerra  que  amenazaba  con  Castilla,  y  po- 
ner término  á  las  odiosas  disensiones  que  traían  con- 
movido el  pais  valenciano,  perturbado  y  dividido  el 
reino  de  Aragón,  y  agitadas  ambas  monarquías  ara- 
gonesa y  castellana.  Viese,  pues,  el  joven  y  obstina- 
do monarca  aragonés,  á  pesar  de  su  odio  profundo 
á  doña  Leonor  y  sus  hijos,  á  don  Pedro  de  Exerica  y 
á  los  de  so  bando,  en  el  caso  y  necesidad  de  convo- 
car varios  parlamentos  y  cortes  para  tratar  de  ave- 
nencia, que  se  celebraron  sacesivamente  en  Caslelloni 
en  Gandesa  y  en  Daroca,  donde  se  juntaron,  adc- 


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PABTB  II.  LIBIO  111.  61 

mas  de  los  ricos-hooibras  y  prelados  de  los  reíaos, 
todos  tos  mediadores  para  la  paz,  iaclusos  tos  nun- 
cios apostólicos.  Deliberóse  por  último  en  Daroca  (oc- 
tabre,  1338]  someter  el  asanto  al  juicio  y  falto  de 
dos  arbitros,  qae  lo  Taeroa  por  Aragón  el  inraote  don 
Pedro,  por  Castilla  el  inraote  doa  Juan  Manuel.  Sen- 
tenciaron estos,  como  medio  úpico  para  concordar 
tan  lamentables  diferencias,  que  el  rey  de  Aragón  y 
don  Pedro  de  Exerica  se  perdonasen  mutuamente  los 
daoosy  ofensas  que  se  hubiesen  hecbo  desde  la  muer- 
te del  rey  don  Alfonso:  que  se  alzase  al  de  Exerica  el 
secuestro  de  todos  sus  bienes,  y  fuese  de  nuevo  reci- 
bido al  servicio  del  rey:  que  la  reina  doña  Leonor  y 
sos  hijos  tos  infantes  don  Fernando  y  don  Juan  con- 
üaaasen  en  la  posesión  de  las  reatas  y  lugares  que 
so  esposo  y  padre  respectivamente  les  babia  dejado, 
aonqoe  conservando  el  rey  sobre  ellos  la  alta  y  baja 
jurisdicción. 

De  mala  gana,  y  mas  por  fnerza  que  por  voluntad 
se  soDoetió  el  rey  don  Pedro  IV.  de  Aragón  á  las  con- 
diciones de  la  concordia  y  del  fallo  arbitral,  y  harto 
lo  demostró  despnes,  como  mas  adelante  veremos, 
no  dejando  de  perseguir  á  la  reina  y  á  sus  hermanos. 
Difícilmente  en  verdad  hubiera  accedido  á  tal  recon- 
ciliación, á  pesar  de  los  esfuerzos  de  tantos  mediado- 
res, si  no  se  hubiera  agregado  otra  causa  mas  pode- 
rosa que  todas,  la  alarma  que  en  aquel  tiempo  pro- 
dujo en  los  principes  españoles  la  formidable  invasión 


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62  mSTOBU  DE  ESPAÜA. 

del  rey  musuloian  de  Marruecos  que  entonces  ame- 
nazaba; aquet  postrer  esfuerzo  del  islamismo  africa- 
no, que  obligó  á  Icís  reyes  cristianos  de  España  á 
concordarse  entre  sf  para  resistir  de  consuno  á  la  in- 
numerable morisma.  Pero  nunca  bien  apagadas  las 
reyertas,  y  nunca  amigo  sincero  el  de  Aragón  del  de 
Castilla,  pareció  haber  dejado  de  intento  caer  todo  el 
peso  de  aquella  guerra  sobre  este  úllimo  reino;  y  asi 
se  esplica  aquella  flojedad  que  notamos  en  el  rey  de 
Aragón  como  auxiliar  del  castellano,  cuando  dimos 
cuenta  de  las  gloriosas  espediciones,  batallas  y  con- 
quistas del  Salado,  de  Algeciras  y  de  Gibraltar,  y 
aijuellas  retiradas  de  las  escuadras  aragonesas  cuando 
parecía  ser  mas  necesarias  y  estar  mas  empeñada  la 
pelea  entre  españoles  y  africanos  <''. 

Habíase  pactado  en  este  intermedio  el  matrimo- 
nio del  rey  don  Pedro  IV  de  Aragón  coa  la  infanta 
dona  Marfa,  bija  de  los  reyes  de  Navarra.  Aconteció 
en  este  negocio  un  caso  esiraño  y  muy  digno  de  no- 
tarse. Habíase  ya  tratado  en  vida  de  don  Alfonso  IV. 
el  casamiento  del  príncipe  don  Pedro  coadoñaluanat 
hija  mayor  de  los  reyes  navarros.  Conviniéronse  des- 
pués los  dos  monarcas  en  que  la  esposa  del  aragonés 
fuese  doña  María,  la  bija  segunda,  á  condición  de 
que  si  los  reyes  de  Navarra  do  dejasen  bijos  varones 
fuese  la  bija  menor  preferida  á  la  mayor  en  la  suce- 
^on  del  reino,  el  cual  seguirían  heredando  los  qae 

(l)    Zorita,  AdbI.,  [ib.  Vil.,  cap.  30  á  41. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


pixn  ti.  Lino  III.  63 

nacierea  de  esle  malrimonío.  Admira  ciertamente  la 
lacilidad  con  que  los  prelados,  caballeros  y  procura- 
dores de  las  ciudades  y  villas  de  Navarra  aprobaron 
esta  alteración  laa  esencial  en  las  condiciones  natu- 
rales del  órdea  de  sacesioa  at  trono,  sin  que  los  cro- 
nistas de  aquel  reino  den  para  etlo  otra  causa  ó  razón 
sino  la  de  ser  la  edad  de  doña  Marta  mas  adecuada  á 
la  del  rey  de  Aragón  que  la  de  doña  Juana;  pero 
prueba  inequívoca  al  propio  tiempo  de  la  soberanía 
qne  en  aquella  época  se  creían  facultados  á  ejercer 
los  pneblos  en  estas  materias.  Es  lo  cierto  que  con 
esta  condición  se  celebraron  los  desposorios  de  los  dos 
[M-incIpes  (1337),  y  qae''cumplidos  por  la  infanta  los 
doce  años,  se  efectuaron  mas  adelante  las  bo- 
das (133S],  siendo  recibida  la  jóvén  reina  navarra  en 
Zaragoza  con  públicos  y  grandes  regocijos. 

Comenzó  la  pcrsecocion  que  hemos  apuntado  de 
Pedro  IV.  de  Aragón  contra  so  cuñado  Jaime  II.  de 
Uallorca  por  la  tardanza  de  éste  en  hacer  el  recono- 
cimieoto  y  juramento  de  homeoage  que  debía  al  ara- 
gonés en  razón  at  feudo  de  aquel  reino.  Diversas  ve- 
ces le  citó  y  requirió  el  de  Aragón  para  que  compa- 
redese  á  jurarle  la  debida  fidelidad,  y  siempre  el  de 
Mallorca  buscaba  y  discurría  prelestos  para  diferirlo. 
AI  fin.  en  1 339  se  decidió  á  venir  á  Barcelona  á  pres- 
tar el  homenage,  cuya  ceremonia  pidió  que  do  se  hi- 
(ñese  delante  de  todo  el  pueblo,  pero  en  la  cual  halló 
todavía  el  de  Aragón  manera  y  artificio  para  hami- 


n,9t7cdb/G00gIc 


64  HISTOBIA    DB   BS^aSa. 

liarle  '*'.  Por  esto,  y  por  ser  los  dos  prlocipes  jóvenes 
y  altivos,  y  llevar  el  uno  de  mal  grado  su  dependen- 
cia, y  DO  sufrir  el  otro  con  paciencia  que  aquel  reino  ' 
estuviese  como  segregado  de  la  corona  de  Aragón, 
separáronse  después  de  aquella  ceretnoaía  tan  poco 
amigos  y  tan  mal  predispuestos  á  serlo  como  esta- 
ban antes.  Sobrevino  á  poco  tiempo  un  incidente  en 
que  ambos  monarcas  dieron  un  grave  escándalo,  y 
estuvieron  á  punto  de  darle  mucho-mayor  aan.  Habia 
ido  el  aragonés  á  Avignon  á  hacer  reconocimirato  de 
feudo  y  homenage  al  papa  B^edicto  XII.  por  el  mno 
de  Cerdeña  y  Córcega,  y  habíale  acompañado  el  de 
Mallorca  en  este  viage.  Hízolesel  papa  un  recibimiento 
suntuoso.  El  día  destinado  para  prestar  el  juramento 
marchaban  los  dos  reyes  á  la  par  hacia  el  sacro  pa- 
lacio en  medio  de  un  brillante  cortejo.  El  caballero 
que  llevaba  de  la  brida  el  caballo  del  de  Mallorca, 
pareciéodole  que  el  del  rey  de  Aragón  iba  demasia- 
damente gallardo  y  que  se  le  adelantaba,  propasóse  á 
descargar  algunos  palos  sobre  el  caballo  y  sobre  el 
palafrenero.  El  rey  de  Aragón  cuya  irrascibilidad  ne- 
cesitaba poco  para  ser  escitada,  echó  mano  á  la  es- 
pada para  herir  al  de  Mallorca,  de  quien  se  figuró 
qne  no  habia  sentido  el  desacato.  Por  fortuna,  aun- 
que lo  intentó  tres  veces,   no  pudo  arrancar  de  la 

(1)    Primeramanle  le  hizo  e«-  maño,  de  los  cuslei  dettioó  «1  me- 

tsr  en   pie  ud  baeo  espacio  de  norparaque  bd  élnaeotara»!  de 

tiempo;  aeipnei  hiio  llevar  de  aa  Mallorca, 
cimara  dos  coginea  dedesigunl  ta- 


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pura  (I.  LiBto  iit.  66 

vaioa  el  acero,  y  dio  lugar  á  que  el  íarante  doa  Pe- 
dro padiera  aplacarle  coa  prudentes  y  oportunas  ra- 
zones, y  merced  á  esto  se  efecloó  la  ceremoDÍa,  cod- 
cluida  la  cual,  cada  oao  de  los  monarcas  regresó  á  sus 
eslados  "K 

Fuese  por  reseotimieDto  de  estas  reyertas,  fuese 
'  qoe  recelara  el  de  Aragón  de  la  fidelidad  del  de  Ma- 
llorca, ó  lo  qae  creemos  y  aparece  mas  probable, 
que  desde  el  principio  le  mirara  con  cierto  aborreci- 
miento porque  no  le  hallaba  tan  sumiso  y  subordina- 
do como  creía  le  debería  ser,  deseaba  una  ocasión  en 
qae  vengarse  y  perderle,  y  esta  ocasión  no  lardó  eo 
preseolarse.  El  rey  de  Francia  Felipe  de  Valois  re- 
clamó de  Jaime  II.  de  Mallorca  le  reconociese  y  pres- 
tase homenage  por  el  señorío  de  Hontpeller,  alegan- 
do para  ello  antiguos  derechos.  Negábalos  el  de  Ma- 
llorca, y  sobre  su  negativa  determinó  el  francés  in- 
vadir aquel  territorio,  y  escribió  al  de  Aragón  para  que 
DO  diese  ayuda  á  don  Jaime.  Este  por  su  parte  requi- 
rió diferentes  veces  al  aragonés  para  que  lé  ampara- 
se y  protegiese  contra  las  pretensiones  del  de  Fran- 
cia, ya  como  directo  señor  del  feudo,  ya  como  her- 
mano de  su  esposa,  y  ya  también  con  arreglo  á  las 
convenciones  y  pactos  que  ligaban  á  los  dos  reinos  y 
á  las  dos  familias  de  la  casa  de  Aragón.  Una  palabra 
del  aragonés  hubiera  podido  ciertamente  detener  al 

i*)    Crónica  del  r'eT  don  Pe-    broVll.c.  4». 
dío  tV.,  p.  1X3.— Zur.  AdbI.  li- 

ToMO  vil,  5 


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6o  IDSTOHA   DB   KPANA. 

rey  Felipe  eo  sos  ^reteosioaes  y  evitar  ta  guerra  que 
ameDazaba,  mas  no  entraba  esto  en  los  planes  de| 

.  rey  don  Pedro,  antes  ood  mañosa  astucia  procuraba 
eludir  la  cuestíon  eatreteoiendo  coa  respuestas  am- . 
biguas  á  los  dos  conteodieotes,  sÍd  que  ai  las  iastan- 
ciasy  reqaerimienlos,  oí  las  embajadas  apremiantes, 
DÍ  las  rislasque  coa  él  lavo  d  de  Mallorca,  bastasen 
á  arrancarle  ai  uo  auxilio  positivo,  ni  siquiera  aoa 
GootestacioQ  sati^actoría.  Las  tropas  francesas  ame- 
nazaban ya  el  Bosellon,  y  doo  Jaime  se  creyó  en  el 
caso  de  declarar  la  guerra  al  francés  confiado  eo  que 
no  podia  Gillaríe  ^  auxilio  de  su  inmediato  deudo  y 
soberano  el  de  Aragón;  pero  éste  en  vez  de  darle  so- 

.  corro  le  repreodia  por  la  impradeocia  coa  que  se  me- 
tia  en  aquella  guerra.  Noevameote  instado  por  el  de 
Mallorca,  qae  cada  éioi  se  veia  en  mayor  apuro,  con- 
tedle por  fio  que  convendría  se  viesen  en  Barcelo- 
na para  atediados  del  próximo  febrero  (1341),  á  fin 
de  poder  deliberar  sabn  aquel  negocio.  Bien  conocía 
el  artifidoso  aragonés  que  no  le  era  posible  al  ma- 
llorquia  comparecer  á  la  cita  en  tales  circunstancias, 
abandonando  su  terrtiorío  amenazado,  como  eo  efecto 
no  acudió;  pero  asi  le  cofivenia  para  hacerle  de  ello  un 
cargo  y  tener  no  fuodameoto  para  el  famoso  proceso 
y  ca[rftalo  de  culpas  que  contra  él  inventó. 

Reunió  pues  el  de  Aragón  su  consejo,  y  mañosa- 
mente le  indujo  á  que  se  convocaran  cortes  de  cata- 
lanes en  Barcelona,  á  las  cuales  se  mandó  llamar  al 


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VAITBII.  Linoui.  S7 

de  Mallorca  señaláadole  uq  término  deatro  del  cual 
hubiese  de  comparecer  penooalmente  como  era  obli- 
gado, y  si  DO  lo  campliese  se  ooQsideraria  relevado 
el  aragonés  de  las  coadicioae»  del  feudo  y  de  la  obli- 
gacioD  de  valerle  y  ampararle.  El  malicioBO  espe- 
dieoie,  de  que  el  rey  se  alaba  en  la  cróaica  escrita 
por  él  mismo,  produjo  el  efecto  que  iba  buscando. 
DoD  Jaime  so  concurrió  á  las  cortes  ai  pw  sí  oi  por 
procurador,  y  don  Pedro  le  acusó  por  ello  de  subdito 
desobedieole  y  cootuniaz,  á  cuya  acusación  agregó  la 
de  que  había  quebrantado  el  pacto  y  prohibición  de 
batir  en  el  condado  de  Roselloq  otra  moneda  que  no 
foeae  la  barcelonesa.  Descubríase  pues  ya  bien  á  las 
claras  la  intención  y  propósito  de  tratar  al  esposo  de 
so  bertnauB  como  rebelde,  y  el  designio  de  apoderar- 
se del  rew)  de  Mallorca  y  de  los  condados  de  Rose- 
lloo  y  Cárdena.  Notioioso  de  esta  discordia  ^  papa 
Clemente  VI.  qne  había  sácelo  á  Benito  XII.  enrió 
eqtresamenle  «a  naacio  apostólico  para  que  viraa  de 
concordar  i  los  dos  monarcas  españoles,  y  el  de  Ma- 
llorca por  su  parte,  babieodo  recibido  una  citación  so- 
lemne en  Perpííian,  determinó  veoir  á  Barcelona 
acompañado  de  la  reiea  doña  Constanza,  esperanzado 
de  qne  esta  señora  alcaozaria  á  desenojar  á  su  herma- 
ao,  en  unión  coa  el  legado  poatifieio.  Pero  el  astuto 
aragonés  divulgó,  y  asi  lo  refiere  él  mismo  ea  su  Cró- 
nica, qne  la  venida  de  los  reyes  sos  bermauos  envol- 
vía el  designio  alevoso  dé  apoderarse  por  medio  de 


n,g,t7cdb/G00gIc 


68  HI8T0BIA  DE  BSPAJÍA. 

uoa  eslratagema  de  su  persooa  y  de  los  ÍDfaQtes.  Ni 
el  pueblo  entonces,  ni  la  historia  después  díeroa  eré- 
dito  á  esta  especie,  antes  se  consideró  como  un  ardid 
dal  monarca,  por  mas  que  él  difundió  la  voz  de  ba" 
berle  hecho  el  descubrimleato  de  esta  maquinación  uq 
religioso,  y  habérsela  cooresado  después  la  misma  rei- 
na de  Mallorca  su  hermana  <*>.  Por  último,  informado 
don  Jaime  de  las  matas  disposiciones  de  su  cañado,  se 
presentó  á  él  para  declararle  que  do  se  reconocía  feu- 
datario suyo,  y  partióse  bruscameole  para  su? estados, 
dejando  á  la  reina  en  poder  de  don  Pedro.  También 
el  legado  del  papa  regresó  á  Avigoon  para  informar 
al  pontífice  de  la  inutilidad  de  sus  gestioues  en  favor 
de  la  paz(13i3). 

Ciertamente  no  anduvo  el  de  Mallorca  ni  discreto 
ni  bien  aconsejado  en  este  negocio,  y  alegrábase  no 
poco  el  astuto  aragonés  de  verle  precipitarse  por  ej 
camino  de  su  perdición.  Asi  fué  que  haciendo  activar 
el  proceso,  se  pronunció  sentencia  solemne  y  defini- 
tiva contra  don  Jaime  II.  de  Mallorca,  declarándole 


sisuienta.  Los  rufei  de  Uallorci 

habiaa  de  fingirse  ooferioos.  Su-  ._ 

poniendo  que  el  de  Aragoo  no  de-  la nciai  hacen  ioTerosimil  de  par- 
larla de  ir  ú  TÍsítar  áau  berrasna,  te  del  de  Wallorca  t)l  ardid  que  su- 
te rosarían  que  entrara  aolo  coa  pone  el  rav  don  Pedro  eu  sus  He- 
los infantes,  i  ña  de  que  no  mo-  rooria*,  y  lira  mas  juiciosos  histo- 
Icstaie  la  mucba  gente  á  la  enfer-  riadorea  de  Aragón  lo  tienen  por 
ma.  Doce  hombres  armados  esta-  cal  umniow),  j  lo  consideran  como 
rían  diipueatos  para  apoderarse  de  una  iOToncioa  del  rey  para  jualifi- 
loda  la  lamilia  real,  y  trasportarla  car  ta  persecución  ;  el  Despojo  que 
por  mar  al  castillo  de  Alaron  en  se  proponía  hacer  á  su  Ceudatario. 


,,.GoogIc 


PAITB  II.  LIBSO.III.  69  " 

desobedíenle,  rebelde  y  contamaz,  y  confiscado  el 
reino  de  Mallorca  coa  las  islas  adyacentes,  los  conda- 
dos de  Rosellon  y  Cerdaña,  y  todas  las  demás  tierras, 
bienes  y  derechos -que  tenía  en  feudo  por  el  de  Ara- 
gOD,  y  que  si  no  compareciese  y  se  compurgase  den- 
tro deun  año  fuesen  incorporados  at  dominio  del  rey 
(febrero,  1343).  En  su  virtnd,  y  bábieodo  llamado - 
ai  almirante  don  Pedro  de  Moneada ,  que  se  hallaba 
con  veinte  galeras  en  el  estrecho  de  Gibraltar  como 
aaxiliar  del  de  Castilla  contra  lo»  moros  »  y  dejando  á  ' 
so  hermano  e)  infirDte  don  Jaime  encargado  de  las 
fronteras'de  Rosellon  y  Cérdaoa,  preparó-  el  rey  don 
Pedro  de  Aragón  sa  espedicion  navat  contra  Mallorca', 
para  donde  se  embarcó  el  18  de  mayo  coa  una  escna- 
dra  de  ciento  diez  y  seis  reías.  Ni  los  mallorquines  re- 
pugnaban incorporarse  á  la  corona  aragonesa ,  ni  la  - 
condocta  de-don  Jaime  había  sidoá  propósito  para  ga- 
narse la  voluntad  de  sus  subditos,  á  quienes  tenía  opri- 
midos y  vejados  con  tributos.  Asi  fné  que  una  dipu- 
tación de  Mallorca  se  presentó  &  don  Pedro  ofrecién- 
dole la  entrega  de  la  ciodad*  siempre  que  les  jurase 
guardarles  todos  sus  privilegios ;  proposicíoQ  y  de- 
manda qae  el  aragffliés  se  apresuró  á  otorgar.  Y  cuan- 
do este  arribó  con  su  armada  á  la  isla ,  aunque  don 
Jaime  le  esperaba  con  quince  mil  infantes  y  trescien- 
tos caballos,  la  flojedad  con  que  estos  sostuvieron  el 
primer  combate  con  las  tropas  aragonesas,  y  lo  pron-  _ 
to  qoe  se  desbandaron  y  huyeron ,  mostraba  no  sola 


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70.  HI9T0EU    DB    BSTAÜA. 

desáDimo  y  felta  de  orden  ea  la  gettle  maUorqaíaa; 
sino  también  poca  deoisioQ  y  no  macho  empeño  eo  la 
defensa  de  su  rey,  elcaal  bayo  también,  ó  desam- 
parado de  los  sayos,  ó  fiándose  poco  de  ellos.  Venci- 
do don  Jaime  en  aquella  [»rimera  refriega,  proaígaió 
el  de  Aragón  hacia  la  capital,  donde,  oídos  y  despa- 
chados los  embajadores  de  la  clodad,  y  acordadas  las 
condiciones  de  la  entrega,  hizo  sa  entrada  solemne  y 
toQMÍ  el  titulo  de  rey  de  Uallorca  **'  en  medio  de 
grandes  Sestas  y  regocijos.  Congregado  el  pueblo  eo 
la  catedral,  espúsoie  el  rey  don  Pedro  los  moÜToa 
que  había  tenido  para  despojar  del  reino  á  su  cañado. 
El'ejemplo  de  la  capital  fué  seguido  en  toda  la  isla. 
Menorca  é  Ibiza  no  lardaron  tampoco  en  someterse, ' 
y  dejando  provisto  lo  necesario  para  el  goluorDO  de 
las  tres  islas,  reembarcóse  el  aragonés  para  BsEcaloiia 
(junio,  4343},  resuelto  á  completar  so  obra  apode- 
rándose del  R<Mell(Hi,  donde  don  Jaime  se  habia  re- 
fugiado. 

Nadie  dudaba  que  ao  pararía  ya  el  rey  don  Pedro 
hasta  despojar  al  de  Mallorea  de  todos  sus  estados  del- 

(()    iDtitalÓMdoo Pedro iV.ny  t«ih).  CoDtsitóla  d  esloelgrsgo- 

4a  AngOD,  de  Valencid  de  Jto-  n^  con  maobo  doDaire,  qae  mim 

UoTca,  de  GerdeAi,  de^Cdrcegí  j_  Hsllorcs  na  habia  tenido  la  mejor 

eonde  de  Baroeloaa:  aintiéroiise  fortoaa,  como  parte,  del  raino  de 

mucho  loa  nuUorquloes  de  que  en  Aragón  en  él  lugar  qne  antea  ha- 

'  elÓrdendeloatltulotkatHeman-  bia  o»pado.  ^ealraa  Valencia  ee 

tepueato  el  de  Valebcia  >t  de  Ha-  baliia  mejorido  j  engrandecido 

lloroa. contra elótdeudeantigOe-  mecbo,  quería  eneaTar  si  mejo- 

dad  en  la  oonqoiata,  j  contra  lo  rarii  sa  «nerte  poniendo  oí  titulo 

qaebabianwxMtainMsdodoD  Jai-  enel  orden  y  lugar  que  abora  le 

mel.  r  todoa  loe  deinu  r«;ea  de  daba.— Zurita,  Anal.  lib.  Vil.  c.M. 
Aragón  ^e  babian  poseído  aquel 


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FÁMrsn.  LiBiauí.  71 

contíaentet  de  la  misiiia  manera  que  lo  había  becho 
de  los  ÍBSDlares.  Asi  íuó  qoe  solo  se  delavo  en  Barce- 
kma  el  tiempo  oecesarío  para  prepararse  ó  iovadir  el 
RoselloD ,  de  cuyo  empeño  oo  fueroo  parte  á  hacerie 
desistir  Igs  ruegos  del  cardenal  de  Roders»  legado  do 
Sa  Santidad ,  que  eocarecidaoMQte  le  pedia  cb  Dom- 
bra  del  papa  y  de  la  iglesia  reciUese  eo  so  clemencia 
al  desgraciado  rey  de  Mallorca.  El  mumo  doo  JaioM 
solicitó  ea  vaoo  por  dos  veces  qoe  le  diese  sako- 
cooducto  para  so  persona ,  con  coya  condición  iris 
i  ponerse  eo  su  poder.  loexorable  el  de  Aragón ,  le 
negó  ambas  veces  el  salvo-coaducto  ,  y  la  resolacbn 
de  peoetanr  eo  el  Roselloo  fué  llevada  adelante.  In- 
vadido ya  aqoel  territorio,  volvieron  el  cardenal  lo- 
gado y  varios  prelados  «ragoneseeá  insistir  en  favor 
de  ana  concordia  ó  acomodamiaito :  la  respuesta  del 
rey  foé  ignal  i  las  anteriores ,  los  mediadores  fneroQ 
despedidos,  y  doa  Pedro  proaguió  -tomando  una  eii 
pos  de  otia  las  plazas  del  Rosellon,  hasta  acampar  so- 
bre Per[Hñan,  coyas  vegas  y  campos  taló  y  devastó. 
Otra  vez  taé  á  encontrarle  allí  el  cardenal  legado ,  y 
con  Dnevos  razooamieDtos  y  discursos  le  instó  á  que 
por  honra  al  menos  y  reverencia  i  la  Sede  j^iostólioa 
laviese  á  bien  sobreseer  en  aquella  guerra.  £1  rey 
COD  SD  natural  astucia  aparentó  dejarse  convencer  de 
las  rezones  del  enviado  de  Roma ,  y  mostrando  gran 
respeto  y  acatamiento  al  Santo  Padre  y  á  la  silla  nv- 
mána ,  accedió  á  suspender  las  hostilidades  y  á  otor- 


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72  USTOUA    DB  tWAix. 

gar  QDa  tregua  de  nueve  meses ;  pero  en  realidad  lo 
hacia  por  la  fella  de  comodidad  y  de  basiimeotos  ea 
aquella  tierra  para  mantener  sd  gente ,  por  carecer 
de  máquinas  y  pertrechos  para  el  cerco  y  cómbalo  de 
Perpiñan.  Con  esto  y  con  proveer  á  la  defensa  de  las 
plazas  conquistadas,  tomó  la  vuelta  de  Barcelona,  co- 
ya población  no  se  le  mostró  satisfeeha  de  verle  re- 
gresar sin  haber  ccmipletado  sn  conquista. 

Pero  pronto  pudieron  conocer  los  barceloneses 
que  la  conquista  de  Perpiñan  no  bahía  sido  sino  opor- 
tanameote  aplazada,  que  no  era  don  Pedro  hombre 
que  cejara  en  tales  empresas.  El  desventurado  don 
laime,  reducido  á  la  ciudad  de  Perpiñan,  desampa- 
rado de  todos ,  aislado  y  pobre ,  sin  recorsos  ni  aun 
para  pagar  los  sueldos  de  su  escasa  gente ,  envió  i  so 
hermano  y  primo  el  de  Aragón,  qd religioso  agustino 
con  carta  escrita  toda  de  so  puño ,  suplicándole  le 
oyese  benignamente,  seguro  de  quenada  le  habría  de 
pedir  «que  no  fuese  provechoso  á  su  ánima*»  T^a  res- 
puesta del  rey  á  tan  humilde  súplica  fuá  despedir  al 
religioso,  y  prevenir  á  los  bailes  de  la  frontera  que 
Tígilasen  y  espiasen  si  por  acaso  pasaba  por  allí  el 
üestroaado  rey  de  Mallorca ,  y  si  pudiesen  haberle  le 
pusiesen  á  buen  recaudo  en  la  torre  de  Oironella. 
Después  de  esto  hizo  proclamar  solemnemente  ()ne  el  - 
reino  de  Hallorca  y  demás  islas,  con  los  condados  de 
Rosellon.  Cerdaña,  Conflent,  y  demás  estados  que  ba- 
biao  pertenecido  ¿  Jaime  II.  de  Mallorca  quedaban 


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PAtn  II.  Lino  III.  73 

perpétoameate  incorporados  á  la  corona  de  Aragón 
{S9  de  marzo,  1344),  jurando  el  rey  por  si  y- por  sos 
sucesores  que  jamás  y  por  ningaa  título  se  reslituiriao 
aquellos  estados,-  ni  darían  en  feudo  al  rey  de  Ma- 
llorca, ni  á  sus  hijos,  ni -apersonas  esirañas,  y  que 
esta  anión  é  incorporaciou  definitiva  fuese  jurada  por 
lodos  los  que  sucedieran  en  el  reino  de  Aragón,  sin 
cayo  requisito  no  esturiesea  obligados  los  ricos-hom- 
bres y  ciudades  del  reino  á  prestar  el  juramento  de 
fidelidad  a!  rey. 

Aparejado  de  nuevo  y  ordenado  todo  lo  pertene- 
ciente á  la  guerra,  empreadió  el  rey  don  Pedro  sa 
segunda  campaña  del  Rosellon  (mayo,  1344).  Enesta 
segunda  entrada,  todas  las  plazas,  con  facilidad  unas, 
con  naas  ó  menos  resistencia  otras,  se  le  fueron  su- 
cesivamente rindiendo.  Provisto  ahora  el  aragonés  de 
todo  lo  necesario  para  batir  y  lomar  á  PerfHñan,  €\ 
desgraciado  don  Jaime  no  tuvo  ya  otro  remedio  que 
entregarse  en  poder  y  á  discreción  de  su  enemigo, 
bajo  la  palabra  que  éste  le  dio  de-  salvarle  la  vida  y 
osar  de  clemencia  con  él.  «Vino  hacia  Nos,  dice  el 
«mismo  rey  en  su  crónica,  todo  armado  y  con  solo  ta 
«cabeza  desnuda;  al  acercársenos  nos  pusimos  en  pé, 
«él  hincó  la  rodilla  en  tierra,  nos  lomó  la  mano  y  am 
«la  besó  como  por  fuerza;  Nos  le  hicimos  levantar  y 
>]e  besamos  en  la  boca. — Mi  señor,  nos  dijo,  yo  he 
terrado  contra  vos,  mas  no  contra  mi  té:  pero  si  lo 
«hice,  fué  por  mi  loco  seso  y  por  mal  ooosego;  y  ven- 


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74  BUTObA  01  tSTAiA. 

»go  para  hacer  enmienda  de  mi  delante  de  v<m,  que 
>de  vuestra  casa  soy,  y  qoiéroos  servir,  porqne  siem- 
xpre  os  amé  de  corazón,  y  soy  cierto  que  vos,  mi  se- 
RÍior,  me  habéis  mocho  amado,  y  aun  de  presenta  me 
xamais,  y  qiiiéroos  haoer  tal  servicio,  que  os  tengáis 
n  por  bien  servido  de  mi,  y  pongo,  señor,  en  ?uestro 
«poder  á  mf  mismo  y  toda  mi  tierra  libremente.*  A 
lo  coal  le  contestamos:  «Si  habéis  errado,  á  mí  me 
»pesa,  porque  sois  de  mi  casa:  pero  errar  y  reeono- 
»cer  el  yerro  es  cosa  hamana,  y  perseverar  en  él  e« 
«malida;  y  asi.  paes  tob  reconocéis  vuestro  yerro, 
«yo  usaré  de  misericordia  con  vos  y  os  haré  merced, 
»dé  manera  que  todos  conocerán  que  me  he  habido 
■con  vos  misericordiosa  y  gratamente,  con  que  libre- 
» mente  pongáis  en  nuestro  poder  á  vos  mismo  y  toda 
avueslra  tierra.* 

Halagaba  todavía  á  don  Jaime  alguna  esperanza  de 
escitar  por  aquel  medio  la  generosidad  de  su  vence- 
dor, y  alimeotaha  la  ilusión  de  que  tal  vez  le  resti- 
tuyera aquella  corona  que  acababa  de  poner  á  sus 
pies.  IIubíoo  de  todo  punto  infundada  y  vana,  porque 
nada  hizo  don  Pedro  qué  pudiera  mantenerla.  Lo  pri- 
mero que  le  exigió ,  fué  que  le  entregase  la  plaza  y 
ciudad  de  Perpiñan,  donde  en  su  conseouenoia  entró 
el  aragonés  con  gras  pompa,  y  no  sin  beneplácito  de 
los  babitBDles,  «que  es  muy  ordinario,  observa  con 
razoD  un  cronista,  regocijarse  los  pueblos  con  la  mu- 
danza de  príncipes,  sin  considerar  ni  temer  nuevos 


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pAMm  n.  Lino  iii.  76 

malee.»  Ordenó  el  rey  doa  Pedro  lodo  lo  cooceraieote 
al  gobierno  del  condado,  proveyó  los  oficios  y  em- 
pleos, coafirmó  la-  íacorporacitHi  de  todoa  loe  esiados 
qae  habiaa  aido  del  de  Mallorca  i  la  corona  arago- 
nesa, é  iorormado  de  que  doa  Jaime  propalaba  toda- 
vía que  en  breve  le  seria  restilnido  el  trono,  y  de 
que  eacríbia  en  este  seoiido  á  algunos  lugares,  dio 
orden  para  que  se  le  tuviese  en  buena  pnslodia,  y 
acabó  de  apoderarse  del  Roeelloa  y  la  Gerdaña.  Lo- 
gró, sin  embargo,  don  Jaime  tener  otra  entrevista 
«m  el  rey,  mas  de  lo  que  en  ella  solicitó  solo  alcanzó 
qae  se  le  señalase  por  punto  de  resideDcia '  B  erga,  m  ' 
Cataluña.  En  cnanto  é  las  esperanzas  da  vi^ver  i  ce- 
ñir  la  corona,  y  á  las  voces  que  sobre  eslo  se  difun- 
dían, desragañóle  el  aragonés  con  ruda  franqueza. 
añadiendo  que  castigaría  de  muerte  ¿  los  que  conti- 
nuasen en  sembrar  y  divulgar  talea  rumores.  Por  úl- 
Ümo,  habiendo  reunido  y  celebrado  cortes  en  Barce- 
*  lona  para  fijar  ia  suerte  dei  destronado  monarca, 
acwdó  en  ellas  darle  por  vía  de  indeióaizaoion  la 
miserable  pensión  de  diez  mil  libras  anuales,  y  esto 
i  condición  áe  qae  renunciase  el  titulo  Á  insignias 
reales,  y  todos  los  derecbos  que  creyera  tener  á 
loe  ranos  y  dominios  que  antra  babia  poseído.  Con- 
dición foá  ésta  que  despertó  un  resit)  de  digni- 
dad en  el  infortunado  príncipe,  y  á  que  se  negó  á 
sucumbir  en  medio  de  su  desgracia,  tomándola 
por  «flatosa  é  indigna  de  quien  babia  ocupado  logf- 


n,g,i7cdb/GÓOgIc 


76  HinOUA    DB  UPAÜÁ. 

limaroeate  un  so)»  y  ceüido  legalmenteana  diadema. 

CoDveDCido  6naltneole  el  desventurado  don  Jaime 
de  lo  infructuoso  de  sos  reiteradas  reclemacioues  pa- 
ra que  se  te  oyera  en  justicia ,  y  que  por  lo  menos  no 
se  le  condenara  sin  oirlOt  boyó  dd  territorio  de  9u 
encarnizado  enemigo,  y  refugiándose  á  Gerdaña  ten- 
tó allí  un  golpe  de  mano,  que  como  concebido  en  un 
arrebato  de  desesperación  é  intentado  sto  elementos 
de  ejecucioD,  no  podía  conducir  sino  á  consumar  su 
perdición  y  ruina.  Los  halñtanles  de  Puigcerdá  en 
quienes  se  %uró  encontrar  apoyo  le  arrojaron  y  des- 
{údíeron  ¡gtíomioiosamente  apellidando  el  nombre  de 
Aragón.  Allt  apuró  el  atribulado  principe  el  cáliz  de  la 
amargura.  Para  ganar  el  terrtlono  francés  con  los 
pocos  que  le  seguiauen  su  infortunio  tuvo  que  cruzar 
la  móntaSa  en  un  estado  deplorable  de  desnudez,  de 
hambre  y  de  frío,  que  estuvieron  todos  á  punto  de 
perecer  de  miseria.  Ualdecia  don  Jaime  su  suerte,  y 
diversas  veces  atontó  contra  su  vida,  cuya  idea  hu- 
biera realizado  si  los  suyos  no  le  hubieran  quitado io- 
das  las  armas.  El  aragonés,  que  babia  ido  á  CerdaSa 
en  su  persecución,  pudo  celebrar  con  cruel  sonrisa  la 
estrema  desventura  i  que  logró  redncir  á  su  victima. 
Acogido  al  60  don  Jaime  por  el  conde  de  Foix  que  le 
focilitó  algunos  recursos  con  que  pudiese  sustentar  á 
sus  pocos  seguidores,  ganó  á  Montpeller,  último  asilo 
del  proscrito  monarca. 

Acontecía  esto  en  los  úlümos  meses  de  1344,  y 


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FABTB  II.  LlUO  lU.  77 

aaoqoe  ya  en  este  tiempo  suministra  la  historia  de 
Aragón  sucesos  imporiaates  de  otro  género,  lermíoa- 
remos  este  lamentable  efásodio  del  reinado  de  don 
Pedro  IV.  Enredado  el  rey  de  Francia  en  la  guerra 
coD  el  de  Inglaterra,  nada  babia  hecho  por  atajar  el 
eagraodecimieato  del  aragonés,  (|ue  dominando  en  el 
Rosellon  privaba  á  la  Francia  de  un  territorio  que 
mieotras'fiabia -pertenecido  á  los  de  Maliorca  le  babia 
mas  de  nna.vez  servido  de  panto  de  apoyo  contra  los 
soberanos  aragoneses.  Tarde  conoció  Felipe  de  Valois 
e(  error  que  cometió  en  baber  dado  él  mismo  ocaúon 
al  destronamiento  de  don  Jaime  con  sna  pretensiones 
al  feudo  de  HontpelLer.  Quiso  después  subsanar  su 
bita,  y  coando  vio  á  Aragon^earoelto  en  disensiones 
y  guerras  civiles,  parecióle  oportuna  sazón  para  ello, 
y  facilitó  al  ex-rey  de  Mallorca  tropas  francesas  para 
invadir  los  condados  de  Goofient  y  Cerdaña.  Pero  ni 
el  francés  ni  el  mallorquia  contaron  bastante  con  la 
natural  actividad  y  energía  del  rey  don  Pedro,  el 
cual  acndieddo  presurosamente  al  territorio  invadido, 
y  no  dando  tregua  ni  rep(»o  al  destronado  monarca, 
Bo  paró  hasta  lanzarle  por  segunda  vez  de  sus  anti- 
gnos  dominios  (4347).  No  tuvieron  mas  feliz  éxito 
otras  tentativas  del  desgraciado  don  Jaime,  el  cual  con 
ú  objeto  de  interesar  y  tener  siempre  propicio  al  rey 
de  Francia,  llegó  á  venderle  la  baronía  de  Hontpeller 
en  precio  de  120,000  escudos  de  oro  (1S48).  Con 
esto,  y  con  el  apoyo  que  el  desposeido  rey  de  Mn- 


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78  HIStOUA  DK  ÜFIAa. 

Horca  enconlró  ea  la  reina  dooa  Jaaita  de  Ñapóles, 
pudo  don  laime  armar  una  respetable  escaadra  con 
que  36  dio  á  correr  y  molestar  tas  costa*  de  Valencia 
y  Cataluña,  poniendo  en  no  pooo  cuidado  y  alarma  á 
don  Pecjro  de  Aragoa. 

Hallábase  éste  entonces  en  útuacioo  muy  com- 
prometida y  grave.  Ardía  (como  despees  veramos) 
ea  80  mayor  fariS  la  gaerra  da  Cerdeña;  la  femosa 
■cuestión  de  la  Udíod  traia  todavía  profundamente 
agitados  los  reinos  de  Aragón  -  y  Valenciar  y  decíase 
de  público  que%l  ex-rey  de  liallorca  obraba  prote- 
gido no  solo  por  Francia  y  Sicilia,  sino  también  por 
loe  de  la  Union,  á  coya  cabeza  intentaba  ponerse.'y 
esto  era  lo  qne  al  aragonés  le  poaia  en  mas  recelo  y 
cuidado.  Dirigióse,  por  último,  don  Jaime  con  sa  flota 
bada  Mallorca,  asiento  principal  de  sn  antiguo  reino; 
mas  habiendo  arribado  i  la  isla  cari  al  propio  tiempo 
la  armada  aragonesa  y  oatalant  que  ai  activo  doa  Pe- 
dro había  espedido  oontra  él,  dióse  alli  un  fuñoao  y 
terrible  conrbate,  en  que  de  aaAaa  partes  se  peleó 
valerosamente,  pero  en  qoe  comenzaron  á  perder  el 
ánimo  tas  tropas  francesas  del  de  Mallorca.  Solo-este 
desventurado  principe  con  naos  pocos  caballeros  sos- 
tenia  coo  esfuerzo'  Iwróico  todo  el  peso  de  la  batalla, 
mas  fiíeron  taidos  lo*  enemigos  qoe  cargaron  sobre  él 
que  cayó  al  fia  sin  sentido  del  caballo.  Un  almogávar 
valenciano  le  cortó  la  cabeza  (2S  de  octubre,  1349). 
A  SQ  vista  acabaron  d^  desordenarse  los  sayos,  y  auo- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


putn  II.  LiHo  III.  79 

que  se  aprestmron  á  refugiarse  en  las  galeras  ó  á  e»* 
conderse  por. la  isla,  lodos  quedaron  ó  moertosó  prí- 
ñoneros.  Su  mismo  hijo  el  infante  don  Jaime,  preso  y 
herido  en  el  rostro,  fué  llevado  al  castillo  de  Játiva,  y 
mas  adelante  &  Barcelona,  donde  estuvo  macho  tiem- 
po encerrado  en  el  palacio  menor  (*'. 

Tal  fué  el  trágico  desenlace  del  ruidoso  proceso  y 
de  la  guerra  desapiadada  que  Pedro  IV.  de  Aragón 
hizo  á  80  deudo  y  vasallo  Jaime  II.  de  Mallorca,  y  ad 
concluyó  el  reino  de  Hatlorca  conquistado  y  fundado 
por  Jaime  I.,  quedando  desde  esta  é(Aea  deSnitiva  y 
perpélnaineDte  iocorporado  y  refundido  en  el  de  Ara- 
gón. El  infottoaado  don  Jaime  dio  con  se  muerte  na 
lestimoDio  de  que  no  desmerecía  ser  rey,  pnes  por  ■ 
sostener  su  dignidad  murió  bacieodo  su  deber  como 
buen  caballero,  dentro  de  su  reino  mismo.  No  nega- 
remos que  su  desacordada  conducta  le  acarreó  en 
gran  parte  la  desdichada  suerte  que  tuvo;  y  su  felfa 
de  prudencia  y  de  tacto  contribuyó  mucho  á  que  per- 
diera nn  cetro  qne  legítimamente  eiapu&aba,  y  que 
con  mas  talento  y  mas  cordura  hubiera  podido  con* 
servar.  Convendremos  también  en  que  la  incorpora- 
don  de  Mallorca  á  lá  .monarquía  aragonesa  fué  db 
beneficio  grande  para  la  nnidad  nacioaal.  Mas  como 

(1)    Bste  iorsnto  don  Jaimo  ca-  did  un  asilo  en  sus  reinot.  E«l« 

■6  dMpnsf  eoD  doDi  Ja  i^a,  rtini  inMis  srlnuipe  aor íó  da  osa  S^ 

daNápole*,ébÍio,  BuoquQÍDÚtil-  bre  maligna  en  Soria  Bnl37B,  7 

■ante,  alsunai  lentativaa  i  in*a-  con  é\  se  oatiogaió  la  laceúoi 

■OOM  eoloa  domiaios  de  Arason.  legitima  al  trono  de  Hallon». 
Bl  nj  doB  Eoriqoa  de  Cartilla  la 


n,g,t7cdb/G00gIc 


80  HUTOllA   DB    B»^A. 

para  nosotros  los  resultados  do  jiislifioao  los  medios, 
siempre  condenaremos  el  proceder  artero,  mañoso  y 
desleal  de  Pedro  IV.  de  Aragón  para  con  sa  aliado  y 
hermaoo,  la  manera  artificiosa  é  hipócrita  coa  que, 
afectando  respeto  á  la  legalidad,  ioveotó  y  condujo  , 
el  proceso  que  faabia  de  perderle,  y  el  rencor  y  la 
saña  con  que.  sordo  á  la  voz  de  la  sangre  y  de  la 
piedad,  y  á  las  iostaacias  y  empeños' de  venerables 
mediadores,  se  obslioóen  hacerle  tan  dura,  constan-  . 
le  y  encarnizada  guerra  hasta  cebarse  eo  la  completa 
destrucción  de  9u  víctima. 

Esta  [odole  y  condición  oatoral  del  rey  don  Pedro 
nos  conduce  á  dar  cuenta  de .  otro  proceso  no  meaos 
raidoso  y  no  mas  noble  que  en  este  intermedio  proee- 
guia,  no  ya  contra  una  madrastra  y  dos  hermanos 
uterinos,  ni  contra  el  oiarido  de  su  hermana,  sino 
contra  el  hijo  de  su  mismo  padre  y  de  su  misma  ma- 
dre, centra  su  hecmaoo  carnal  el  ■infame  don  Jaime, 
conde  de  Urge!. 

Era  costumbre  en  Aragón  que  el  prímogéoito  ó  el 
heredero  presunto 'del  trono  tuviese  la  gobernación 
general  del  reino.  Como  el  rey  don  Pedro  IV.  no  te- 
nia sino  bijas,  y  en  Aragón  ni  las  leyes  ní  el  uso  da- 
ban á  las  hembras  derecho  de  suceder  en  la  corona, 
ejercía  el  cargo  de  gobernador  general  su  hermano 
el  infante  don  Jaime,  como  heredero  dei  reino  á  fal- 
ta de  hijos  varones  del  rey.  Don  Pedro,  so  color  de 
sospechar  que  su  hermano  Favorecía  al  rey  de  Ma- 


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FAITB  II.  LIBRO  III.  81 

narca,  ó  per  lo  menos  censuraba  y  afeaba  el  des- 
pejo que  se  le  había  hecho,  no  se  contentó  con  querer 
privarle  del  oficio  de  gobernador,  siao  también  de  la 
herencia  del  trono,  proclatnando  que  debían  ser  pre- 
feridas las  hijas  al  hermano,  y  pretendiendo  en  sa 
eonsecaencia  qae  se  reconociese  por  heredera  á  la  in- 
fiíDta  doña  Constanza,  qae  era  la  primogénita  "^  Co- 
BOcieBdo  lo  peligroso  de  una  ianoracion  tan  conb'aría 
A  la  fXMlainbre  y  prictíca  de  la  monarquía,  pero  pro- 
wgniendo  en  su  sistema  de  respeto  aparente  á  la  ley, 
con  la  caal  procuraba  escudarse  siempre,  nombró 
nna  junta  de  letrados  para  que  ditacidaseo  este  pnn^ 
to  y  diesen  sobre  él  su  dietámen.  Bien  sabia  eH  asíalo 
iDooarcá  que  no  faalnaB  de  serle  desfavorables  los 
pareceres  de  loe  legistas,  y  en  efecto,  la  mayoría  opi- 
nó en  favor  de  la  sueeáon  de  las  hembras,  n  bien  no 
fidtaroD  algunos,  entre  ellos  el  mismo  vice-cancUler 
del  rey,  que  se  ata^vieroo  á  arrostrar  so  enojo,  en;H- 
tiendo  el  dictamen  contrario  de  sus  deseos  y  preten- 
siones (1347).  Fnndábanse  los  primeros  en  d  ejemplo 
de  Castilla,  donde  reinaban  mugeres,  en  eIdeSici-. 
lia  y  ea  el  de  Navarra,  drade  á  pesar  de  haber  pasa- 
do el  r«no  á  la  casa  de  Francia  segoiaa  heredando 
las  hembras,  y  á  la  sazón  reinaba  doña  Juana;  y  aun 
respecto  de  Aragón  mismo  citaban  el  caso  de  doña 

(1)    Veía,  dice  61  ioíhdo  eo  «i  que  Dimca  (endria  hijo  «sroo.  El 

hiMona.qaflla  reilUDDptrüiiiM  tiempo  deamintió  bien  prooto  «I 

qm  hÍMa.  T  añaden  algonoa  aue  prODÓsUoode  los  médicoa. 
Mf  nédicoa  te  hiciBron  eoUiítder 

Tomo  vii.  6 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


Sa  HIsrOKU    PE   BSPAfiA.  , 

PetroDÍla.  Apoyábaose  los  sínodos  eo  loa  ejetnpkM 
de  Inglaterra  y  de  Fraocía,  y  de  olroa  reinos,  dmde 
en  aquel  tiempo  estaban  eecloidas  las  bembraB;  citaban 
respecto  i  Aragón  el  teslameDlo  de  don  Jaime  L,  por 
el  cual  se  escloyóespresamente  la  sucesión  de  las  bi- 
jas siempre  qae  hubiese  varoa  legitimo  en  la  linea 
trasversal;  dñpoácioa  que  babia  sido  ioridableEMale 
observada  por  lodos  sus  sucesores;  y  por  lo^oe  ba- 
cía á  doña  Petronila,  respondían  que  habia  sido  un 
caso  escepctoDa!,  no  autorizado  por  la  ley.  sino  per- 
milido  por  el  consoaüiniealo  de  todos  pera  evitar 
gravea  iocoavebieates  y  oíales,  y  que  do  cayese  el 
reino  en  poder  de  un  estraogero,  y  que  tai  misma 
r^na  dom  Petronila  en  aa  testaneolo  babia  escloido 
las  bijas  y  declarado  sucesor  ai  coade  de  Barcelona 
su  marido  en  caso  que  oo  dejasen  bijos  varones.  Pero 
cualquiera  que  Euase  la  opinión  de  k»  letrados,  la  del 
p«A!o  estaba  porque  se  guardara  hi  antigua  costunt- 
bre.  y  lomaba  por  grande  desafaero  y  agravio  que  en 
el  r«BO  de  Aragón  sucediese  moger. 

AbraiiS  no  obstante  el  rey,  como  se  eafieraba  y 
saponia,  el  dioiámes  de  los  legistas  que  rsvorecia  á 
sus  deseos,  y  eo  su  virtud  procedió  á  declarar  y  or- 
denar por  cartas  á  los  pueblos  de  sus  aeñorios  la  sn- 
eesioo  de  la  infanta  doda  Constanza  eo  al  caso  de  mo- 
rir sin  hijos  varones;  y  como  recelase  qne  resentido 
su  bermano  se  pondría  en  secreta  iot^igooaa  con  el 
de  Mallorca,  mandó  que  se  le  espiara  y  se  íntercep* 


,,Googlc 


.  ruiTB  ti.  Lino  111.  83 

tara  la  correspoodeocia  que  entre  gl  pudieran  tener; 
y  so^ncbando  ademas  qoe  doa  Jaimo  trataba  de  coo- 
ÜKlerarse  cod  sus  herntaoos  los  ÍDraotes  doo  Femando 
y  don  Juan  y  coa  el  pueblo  de  Valencia,  le  privó  de 
la  gobernación  general  del  reino,  le  mandó  salir  de 
Valencia,  y  le  probibió  que  entrase  en  ninguna  ciu- 
dad principal:  don  Jaime  se  desftidió  del  rey,  y  co- 
menaó  con  esto  á  moverse  alteración  en  los  reinos.  . 
Un  acontedmiento  inopinado  vino  á  este  tiempo  á 
derramar  el  consaalo  y  la  alegría  en  todos  los  arago- 
oesee.  la  reina  dio  &  loz  un  príncipe,  cuyo  náci- 
roieato  se  miraba  cemo  uncía  de  paz  y  como  el  iris 
de  las  discordias  y  torfanleocias  qne  amatazabaa. 
Pero  «1  regocijo  ae  coavictió  iastantáneameole  en  lu- 
lo y  llanto.  £1  tan  deéf»do  infante  pasó  de  la  orna 
al  sepalcro  el  mismo  ám  que  Labia  nacido,  y  á  los 
eiaeo  dias  la  siguió  -á  la  tamba  la.  reina  doña  Harta 
M  madre  <*'.  El  pueUo  previo  los  males  que  habrían 
de  vei^r  en  pos  de  tan  iabnslo  suceso.  El  rey,  ape> 
ñas  eBTÍndó,  contrató  inmediatamente  so  segundo 
enlace  con  la  prínceía  doña  Leonor,  hija  de  A^- 
so  IV.  de  Partagal,  y  á  |»esar  de  loe  grandas  cdKtá- 
ealoa-  qoe  opcnifi  á  este  matrimonio  el  rey  de  Casti- 
lla, sDMDigo  d^  de  Aragón,  so  pretesto  de  estar  la 
princesa  promatida  á  su  sobrino  el  infante  don  Fer- 

(4)  Fué  la  reíDt  do&a  María  de  treí  hfjai,  que  eran  doBa  Coostan- 
NavarraseDOra  da  nar  eu«l«Dtes  u,  daAa  Juana  y  doña  Haría.  Esta 
prendas.  Eo  su  iMtametilo  íostí-  última  nmrló  lambieo  ea  la  íofan- 
liiit  bcrederoa,  primero  al  biio,  cía.— £ofarall,  Gondea  deBaroe- 
TirOD  qae  naciese,  deapuea  &  aus'  lona,  tam,  II. 


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81  UISToatA     UK    BSVAÑA. 

naodo,  liermano  del  aragonés,  manejóse  éate  coa  tal 
maña  por  medio  de  sus  embajadores,  .que-  la  unioa 
conyugal  con  la  infaota  portugaesa  se  realizó  habien- 
do sido  enviada  por  mar  á  Barcelona  para  evitar  que 
cayese  en  poder  del  de  Castilla. 

Quedaba,  pues,  en  pie  la  cueslioo  de  la  sucesio*. 
El  rey,  firme  en  su  primer  propósito,  removió  lodos 
los  empleados  qne  don  Jaime  había  tenido  eu  la  re- 
gencia de  la  gobemaciont  y  los  reemplazó  por  otros 
de  su  confianza:  encomendó  al  poderoso  don  Pedro 
de  ExericB,  antes  sg  enemigo,'  y  convertido  ahora* 
DO  sabemos  cómo,  en  el  mas  apasionado  de  sus  ser- 
vidores, el  cargo  de  la  gobemacioo  del  reino  de  Va- 
lencia en  nombre  de  la  infanta  doña  Con^anz«,  y 
emancipó  á  ésta  en  presenda  de  su  familia  y  de  va- 
rios grandes  del  reino;  General  escándalo  produjo  es- 
te acto  en  un  pueblo  donde  nanea  «e  habla  visto  que 
la  gobernación  del  estada  se  ejermese.  á  nombre  de 
una  mEanta.  Don  Jaime  per  su  parte  tampoco  se  des- 
cuidó en  excitar  á  los  ricos-hombres,  caballeros  y 
generosos  aragoneses  á  que  se  uniesen  á  él  y  le  ayu- 
dasen á  vindicar  4os  agravios  y  desafueres  que  el  rey 
hacia  á  sus  leyes  y  costumbres,  é  igual  excitación 
fué  dirigida  á  los  inEaotes  don  Eernando  y  don  Joan 
sus  hermanos,  que  se  hallaban  refugiados  en  Casti- 
lla. A\  llamamiento  de  don  Jaime,  y  á  la  voz  siempre 
mAgica  para  los  aragoneses  de  libertad  y  fueros,  acu- 
dieron multitud  de  ricos-hombres  y  cabtdleros  á  Za- 


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UnB  II.  LIIB9  Hl.  W 

lagoza,  y  todos  lu  ciudades,  escepto  Daroca.  Te- 
rael,  Calatayud  y  Huesca,  enviaroQ  sus  sfDdicos  y 
Itrocaradores.  Proclacoóse  allí  la  antigua  Vnim  para 
defender  los  fueros,  fraoquicias  y  libertades  del  reioo;. 
se  nombró,  segua  costumbre  en  tales  casos ,  los  Ua- 
mados  arntervadores ,  y  se  pidió  al  rey  que  fuese  á 
celebrar  cortes  á  Zaragoza. 

Como  aconteciese  que  en  este  tiempo  saliera  el 
rey  de  Valencia  para  Barcelona  con  objeto  de  aten- 
der á  lo  del  RoselloD,  aprovecháronse  los  valeocia- 
Bos  de  su  ausencia  y  se  alzaron  también  á  la  voz  de 
Union  lo  niismo  que  los  aragoneses,  y  escribieron  co- 
no ellos  á  la  rana  doña  Leonor  de  Castilla  y  á  los 
infantes  sos  hijos,  para  qae  sé  juntasen  á  tratar  del 
remedio  á  los  agravios  qne  el  rey  les  hacia  en  ofen- 
sa de  sus  costumbres  y  leyes.  Impuso  esta  actitud  al 
rey  doD  Pedro,  y  sabiendo  que  los  valencianos  tra- 
taban de  confederarse  con  tos  aragoneses,  se  apresu- 
ró á  prevenir  á  don  Pedrode  Ezerica  y  á  los  gober- 
nad(H«s  de  Aragón  y  Catalana  que  en  los  títulos  no 
pusiesen  que  ejerciaa  la  gobernación  á  nombre  de  la 
infonta,  sino  de  él  mismo:  primer  trionfo  de  los  de  la 
Union  sobre  el  monarca.  Convidado  el  de  Exeríea  por 
los  valencianos  para  que  se  adhiriese  á  so  partido, 
negóse  á  ello  con  corteses  razones  ea  na  psincipio ,  y 
despnea  proclamó  una  Contra-ünum,  invitando  ú  los 
ricos-hombres  y  villas  que  quisiesen  defender  al  rey 
1  que  se  congregasen  con  él  en  Villareal  para  acoc— 


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'  66  IllSTOBU  VR  RBMftA. 

dar  la  manera  de  resistir  á  los  insorrectos.  Los  que 
se  agruparon  ea  derredor  de  esta  bandera  realista  ro' 
gabao  «1  rey  qae  se  volviese  á  AragOD  para  alentar 
el  partido,  mas  él  taro  por  mas  argente  atender  pri- 
mero sl'ds  Hallorcaque  por  aquel  tiempo  babie  iora* 
dido  coa  tropas  franoeeas  el  Confient  y  la  Csrdaña. 
guerra  que  tuvo  que  hacer  con  solos  los  catalanes^ 
porqne  tos  neos-hombres  de  Aragón  se  negaron  i  ser- 
virle mientras  do  diese  BaUsftocion  á  sus  agravios. 

Terminada  aqoella  campaña  an  los  términos  que 
ya  referimos,  y  previendo  don  Pedro  los  conflictos 
en  que  habiande  ponerle  los  aynainmientos  y  anio- 
nes de  Aragón  y  Valencia,  con  su  natural  y  malictosa 
cautela  hizo  ante  sus  privados  y  ftmüiares  coa  pro- 
visión secreta,  ea  que  declaraba  nulos  y  de  ningún  va- 
lor coalesqaiera  privilegios  óconfírmad<»ies  que  otor- 
gara álosde  Aragón,  á  que  00  fuese  obligado  por  fuero 
ó  por  derecho.  Y  tomando  jurammto  á  los  barones  ca- 
talanes, que  era  en  qniencs  mas  fiaba,  de  que  la  serían 
fieles,  volvióse  de  Perpioen  á  Barcelona  (Junio  1347), 
muy  receloso  de  las  alteraciones  y  novedades  que  ame~ 
nazaban  á  sus  reinos;  recelo  en  verdad  no  infundado, 
porque  el  bando  de  los  de  la  Union  iba  creciendo  cada 
dia  en  fuerza  y  en  audacia ,  á  pesar  de  los  esfuerzos 
de  el  de  Exerica,  y  de  los  maestres  de  Montera  y  Ga- 
lalrava  para  robustecer  el  partido  del  rey.  Ligados  y 
iiermanados  los  unionistas  de  Aragón  y  de  Valencia; 
liBcbo  juramento  de  auxiliarse  mutuamente  y  de- 


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FAMTI  II.  LIMO  Hl.  S7 

feíKier  BUS  penoMSB  y  tñeoei  de  lodo  ataque  qse  eit 
geoeral  ó  em  particular  intaotasea  cootra  eÜM  el  r^ 
ó  sus  ofioialM,  ooi  facultad  de  malar  á  quien  quisie- 
M  ofe«l«rtos,  excepto  á  los  reyes  y  á  (os  mbutet; 
dispoestoB  todos  i  sostener  sus  fueros,  libertades  ;: 
privil^ios,  y  dados  nnUaos  rafaeoee  para  asegurar  el 
complioiíeailo  de  sus  eompromims.  Acordaros  pedir 
at  rey  la  revocacioD  de  k»  que  había  ordenado  ea 
pimío  á  t*  proeuraoiaD  geoeral  y  4  la  «oceaioa  del 
reÍBo;  que  se  oombrate  OB  Justicia  para  Yalencia;  que 
recibieM  en  sa  ooaaejo  algunas  personas  de  la  Union 
anovibles  i  volaatad  de  sos  coaservadores  y  no  da 
otra  naaeía;  qae  cada  afiose  juatasealosde  laUuioa 
eo  odrles  pan  rarisar  sos  capítulos,  y  «doiitir  ea  ella 
é  Iot  qae  oo  ]»  hobiesen  jurado;  q«e  ningoa  «strao- 
gero  iaviese  ni  empleo  en  «1  Estado  ni  lugar  en  a' 
consejo  del  rey;  qae  otogaDa  de  las  dos  üoiaDes  tra- 
tase oo«  ri  «oonarca  sin  conocimiento  y  parttcipacioa 
de  la  otra;  y  per  áltimo,  que  viniese  á  celebrar  c<ir- 
les  á  Zaragoza,  segvnk»  babíe  proaetido. 

Grasde  eiopeSo  tenia  el  rey  y  con  grande  ahin- 
co prelAidiá  qae  las  cortes  se  celelM'asen  en  Hoasoa 
en  vezde  hacerlo  fea  Zaratán,  alegando  ser  aqoel 
panto  mas  á  propósito  para  «o  caso  que  el  de  Mallor- 
ca Tolvíese  i  molestarte,  pero  ea  realidad  con  e(  de- 
signio de  sacar  i  los  de  la  Union  de  Zaragoza,  y  va- 
lerse «ontra  ellos  de  los  oatalanes,  con  qoíenes  con- 
taba. Insislieroo  con  tenacidad  ios  auonislas  en  que 


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S8  mnOMXk  DE   ESMÜA. 

lascóiles  se  baUan  de  tener  en  Zaragoza,  y  do  en. 
otro  pUDlo  algaoo  del  reÍDO,  y  al  propia  tiempo  en- 
TJabaa  cdd  admirable  oeadía- ¿desafiar  al  infontedoa 
Pedro,  y  á  todo  rice-hombre,  caballero  ó  ckídsd  qn 
rehusase  firmar  la  Uoíoq.  Beaaetto  al  £n  el  rey  á  ce- 
der ¿  sus  ÍDSta>oias,  pidióles  salvo- conducto  para  ir  á 
Zaragosa,  cosa  que  eacaHd^zó  á  les  aiiiooistas,  y  lo 
tuvieroD  por  ofeosivo  y  afreatoso,  proclamando  ade- 
más (}ue  ouDca  se  habia  oido  que  ud  señor  pidieee 
segBro  á  sas  vasallos.  Vino  pues  el  rey  á  Zafago- 
za,  de  doude  salieron  á  recibirle  los  infantes  don 
Jaime  y  doo  Fernando  sus  bermaQOS,  i  la  cabeza 
de  los  rícos-bombres,  mesnaderos  y  procuradles  de 
la  Union,  imponente  y  respetuoso  cortejo,  qae  le 
acompañó  basta  su  palacio  de  la  Aljaferfar  despidió- 
dose  gravemente  en  la  plaza  sin  que  nadie  se  apease 
de  su  caballo.  A  los  pocos  dias  se  abrieron  las  cortes 
con  un  razonamiento  del  rey,  en  qae  espuso  las  cau- 
sas de  no  haberlas  celebrado  antes,  y  rogó  á  todos 
que  demandasen  tales  cosas  cuales  se  debían  pedir  y 
él  las  pudiera  otorgar.  Los  de  la  Union  por  su  parte 
acordaron  entre  sí  que  nadie  -pudiese  -hablar  en  parti- 
cular con  el  rey,  sino  todos  juntos.  A  la  segunda  se- 
sión acudieron  todos  armados;  súpolo  el  rey  y  la  pro- 
rogó  para  el  día  sigaiente.  Interpelado  sobre  esto  el 
Justicia,  respondióle  que  era  costumbre  antigua  asis- 
tir á  las  cortes  secretamente  armados,  no  con  ningún 
dañado  fio,  sino  con  el  de  poder  contener  ó  castigar 


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MKTK  II.  tIBM  llh  80 

coalquiér  esceso  de  loa'coDCurrentes.  Entonces  el  rey 
hizo  publicar  an  pregoo,  mandando  que  en  adelante 
nadie  fuese  á  las  cortes  con  armas,  y  que  mienlras 
aquellas  dnrasea,  recorrerían  la  ciudad  compañías  de 
i[He  y  de  i  caballo  para  mantener  el  «írden,  y  ro- 
dearian  el  lugar  de  la  asamblea  para  que  nadie  pu- 
diera mover  alboroto.  Todo  anunciaba  que  aquellas 
ctktes  hablan  de  ser  interesantes,  y  la  disposición  de 
los  ámmos  lo  hacia  también  esperar  asi. 

En  la  seaon  siguiente,  como  viesen  al  monarca 
ratrar  con  el  arzobispo  de  Tarragooa,  con  don  Ber- 
nardo de  Cabrera  y  otros  caballeros  catalanes  de  su 
consejo»  requiriéroule  desde  luego  que  los  despidie- 
se é  hiciese  salir,  y  que  en  adelante  no  tuviese  en  su 
consejo  ningon  caballero  de  Cataluña  ni  de  Rosellon; 
volada  la  petición  por  todos  ,  el'rey  accedió  á  ella,  y 
los  consejeros  catalanes  y  roselloneses  Fueron  despo- 
didos de  las  cortes  y  de  la  casa  real.  Comenzando  á 
tratar  de  los  negocios  del  reioo,  demandáronle  ante 
todas  cosas  que  les  confirmase  uno  de  los  privilegios 
de  la  Union  arrancados  á  Alfonso  III.,  á  saber,  la  ce- 
lebración anoal  de  cortes  generales  aragonesas  el  dia 
de  Todos  Sanios,  la  facnitad  de  nombrar  el  consejo 
del  rey,  y  la  entrega  de  los  diez  y  seis  castillos  en 
rehenes  á  los  de  la  Union.  El  rey  don  Pedro  contra- 
dijo al  principio  esta  petición,  diciendo  que  el.  privi- 
legio estaba  de  hecbo  y  por  prescripción  revocado; 
remitióla  después  á   la  decisión  del  Justicia;   mas 


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90  HISTORIA    l>B    RSPAfÍA- 

coDio  loa  ioffintes  le  hostigasen  con  ptlubras  muy  da  - 
ras,  ameoazáDdole  que  de  no  faacerio  procedería!  á 
elegir  otro  roy.  adoptó  éste  la  política  de  concederlo 
todo  para  ree(rf)rarto  doapoea  todo,  j  lea  coofirmó  el 
Privilegio,  y  les  señaló  los  caitillos  qoe  les  babia  de 
eDtregar(6  de  setiembre,  1347);  pero  wtes  god  su 
acostumbrada  cautela  babia  leoido  cuidado  de  pro- 
iMtar  á  solas  anle  el  Castellan  de  Ampoeta  y  doa  Bw* 
□ardo  de  Cabrera  (este  era  el  priacipal  y  mas  ÍQtiau> 
de  sus  coDSfijeros),  que  todas  las  oonceáooea  qae  hi- 
ciese ae  eDieudiera  las  hacía,  do  de  grado  y  Tolnotad, 
Eiioo  forzado  y  compalido.  Cod  las  ooneesioaes  oreciaa 
las  exigeociaa.  Después  de  despedidos  del  couseio  fa» 
catalanes,  y  nombrados  otros  á  gusto  de  la  Uaion, 
pidiéroole  que  coafinnaae  las  doaaciones  de  su  padre 
á  la  reíaa  doña  Leonor  y  á  los  iniáDtes  don  Fernando 
y  don  Joan:  híciéronle  dar  un  pregón  mandando  sa- 
lir de  la  dudad  y  de  todos  los  lugares  de  la  Uoion  en 
el  término  de  Ires  dias  á  los  que  no  la  hubiesen  jor»- 
dot  y  si  después  matasen  á  los  qae  se  hallaban  en 
este  caso  no  incurriesen  por  ello  en  pena  alguna;  y 
exigiéronle  que  para  mayor  seguridad  de  lee  con6Bde- 
rados  les  diese  en  rehenes  los  principales  de  su  casa, 
como  asi  se  hizo,  poniéndolos  ó  buen  recaudo  é  inco- 
municadas entre  ^.  pero  teniendo  el  rey  la  ñjriana 
de  quedarse  oon  don  Bernardo  de  Cabrera,  que  por 
su  talento,  prudencia  y  valor  valia  él  solo  tanto  como 
todos  los  consejeros. 


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rAi»  II.  Liuo  jii.  01 

Logró  el  <)iestro  y  hábil  Cabrera  iatroducir  coa' 
muchi  maña  la  discordia  entre  los  coofederados ,  y 
segregar  de  la  Única  á  Taños  ricos  hombres ,  entre 
ellos  ai  mas  poderoso  de  todosdoo  Lope  de  Luna,  coa 
los  coales  y  coo  los  que  en  Valencia  seguiao  la  voz 
del  rey  11^  á  formarse  uo  partido  aati-uoioaista 
respeuble,  coatribuyeodo  ea  gran  parte  á  ello  el  dis- 
gusto cooque  muchos  veian  que  los  infantes  se  va- 
liesea  de  gente  estrangara  llevada  de  las  fronteras  de 
Castilla,  cosa  que  creían  contraría  A  la  fodole  de  la 
Union  y  peligrosa  á  la  iraoqailidad  del  reino.  Aunque 
el  rey  se  había  propuesto  apurar  la  copa  del  sufri- 
miento y  de  las  humillaciones  accediendo  á  cuanlo  lo 
demandaban  ó  exigiao ,  esperando  con  calma  y  pa- 
ciencia una  ocaaioD  en  que  vengarse  de  sus  humilla- 
dores, un  día  en  las  cortes  al  oír  leer  un  capUnlo  do 
demaúdas  dirigidas  A  cercenarle  la  poca  autoridad 
qoe  le  había  quedado,  ya  no  pudo  sufrir  mas,  y  levan- 
tándose de  repente  le  dijo  en  alta  voz  al  infante  don 
Jaime:  «¿Cómo,  infante?  ¿no  os  basta  ser  cabeza  de 
•la  Uaion,  sino  que  queréis  señalaros  por  concitador 
•y  amoliDadór  del  pueblo?  Os  decimos,  pues,  que 
•obráis  eo  esto  infamemente  y  como  falso  y  gran  trai- 
>dor  qoe  sois,  y  estamos  pronto  á  sostenéroslo,  si 
•queréis,  oon  vos  cuerpo  á  cuerpo,  cubierto  coo  las 
•armaduras,  ó  sino  sin  salvamos  coo  la  loriga,  cu- 
•chillo  eo  roano;  y  os  haré  decir  por  vuestra  misma 
•boca  que  cuanto  habéis  hecho  lo  hicisteis  desorde- 


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92  niSTOBIA  DS    BSFAÍÍA. 

«nadaiueDleí  aunque  reDuncieaios  para  ello  á  la  dlg— 
«DÍdad  real  qae  tenemos  y  á  la  primogeoitura ,  y 
»hasla  absolveros  de  la  fidelidad  á  que  aie  sois  oblU 
>gado  (*'.»  Y  dicho  esto,  tonió  á  seotarse.  Entonce» 
el  iafoale  se  levantó  á  sa  vez,  y  dirigiéodose  al> 
rey  :  «Duéleme  mucho ,  señor ,  le  dijo  ,  oíros  lo- 
»que  decís  ,  y  qne  teniéndoos  en  cuenta  de  pa- 
lidre  me.  digáis  semejantes  palabras,  qae  de  na- 
»die  sino  de  vos  sufriría.»  Y  volviéndose  hacía  la 
asamblea;  «¡Oh  pueblo  ouitadol  esclamó:  en  esto  ve- 
xreiscomos&os  trata;  que  caaado  á  mi  que  soy  su 
■hermano  y  su  lugarteniente  general  se  me  dtcan  ta- 
lles denuestos,  ¡cuánto  mas  se  os  dirá  á  vosotrosl» 
Sentóse  el  infante:  quiso  hablar  don  Juan  Jiménez  de 
Urrea,  y  el  rey  no  se  lo  permitió.  Levantóse  entonces 
on  caballero  catalán  camarero  del  infante,  y  empezó 
á  decir  á  gritosl  «Caballeros,  ¿no  hay  quien  se  atreva 
«á  responder  por  el  infante  mi  señor,  que  es  retado 
■como  traidor  en  vuestra  presencia?  ;A  las  armasl  I.. .> 

<t)    aiBcoin,  iofant, ooas bitta  tambiea  i  la tiempo,  bihedio  nn 

aueíos  siaU  cap  déla  UDÍú,etc..k  útilísimo  y  ■preoíábloMrvioíoi  Is 
róaica  de  doD  Pedro  el  Ceremó-  literalara  histórica  con  Ib  pablica- 
niojo,  escrita  por  é]  mismo,  capí-  oion  de  esta  nueíaobrs.  Ea  la  do 
tulo  1 ,— Esta  Cr6aica  qua  hemos  don  Pedro  IV^  ha  cooserTado  «1 
ciladu  ya  diferentes  feces  bs  sido  texto  l«mosÍQ  en  la  columba  ii- 
rMienUmeoie  traducida  del  lemo-  qnierda  deosdapigÍDa,;  i))  de- 
sÍD  al  caitellsDo,  anotada  v  publí-  Techa  lleía  paralelamente  la  Tor- 
eada (4&6(>)  por  el  ioatruido  y  la-  lioacaEtellaoaidemodoqueftu*- 
borioso  oHcial  del  arcbÍTo  geueral  de  saborearM  toda  la  gracia  ; 
de  la  CoroDs  de  Aragón,  don  An-  sencillez  'del  original,  j  juigaraa 
toniodeBofarull.  Este  aprovecha-  al  propio  tiempo  déla  fidelidad  de 
do  jÓTen,<iue  había  vertido  ;a  al  la  trsd noción.  Le  precede  una  Íq- 
caaidlano  ladedon  Jaime  el  Con-  troduccioo  bastante  erudita. 
qaisUdor,  de  qne  nos  tervimos 


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Min  II.  LIBIO  III.  93 

Y  atniendo  las  pnerlas  de  la  Iglesia  salió  alborotaado 
al  paeblo:  á  poco  ralo  se   rió  entrar  de  tropel  ea  el 

.templo  la  gente  popular:  el  rey  y  tos  de  su  partido  se 
retiraron  aun  lado  con  las  espadas  desnudas,  y  fe- 
Kzmenle  pudieron  abriree  paso  y,  salir  de  las  cortes, 
ab  qae  sDcédieseo  en  aquel  tumulto,  cosa  que  pare- 
ce can  milagrosa,  muertes  y  desgracias  de  todo  gé- 
aera,  según  los  áaimos  estaban  predlapueatos  y  aca- 
lorados. 

Imposible  era  ya  . que  parasen  en  bien  aquellas 

-  cortes.  Cabrera  accHisejaba  al  rey  qae  se  fugase  se- 
cretamente de  Zaragoza,  siquiera  sacrificase  á  los  re- 
faeoes  que  estaban  en  poder  de  los  de  la  Union,  ha- 
aéndoee  cuenta  que  los  babia  perdido  en  alguna  ba* 
talla.  Por  esta  vez  no  siguió  don  Pedro  el  iobumaoo 
consejo  de  su  mayor  confidente,  y  pareciéadóle  me- 
jor llevar  adelante  su  astuto  sistema  de  concederlo 
todo  para  recobrarlo  todo,  presentóse  otro  dia  en  las 
corles,  y  en  un  estudiado  discurso  mauifesló  que  el 
giro  peligroso  que  habían  tomado  los  asuntos  de  Cár- 
dena y  de  Hallorca  reclamaba  con  urgencia  su  per- 
sona en  otra  parte:  que  restituía  á  su  hermano  el  in- 
bnie  don  Jaime  la  procuración  general  del  reino,  y 
revocaba  los  juramentos  y  homénages  que  se  habían 
hecho  á  so  hija  la  infonta  doña  Convenza;  que  el  Jus- 
ticia y  los  consejeros  que  le  babia  nombrado  la  Union 
arreglarían  los  asuntos  de  interés  que  quedaban  pen- 
diente^ y  en  cuanto  á  los  qtie  requerían  ser  deter- 


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B4  flISTOftU  Ot  MPAft*. 

loÍDados  en  cortes,  lofleríao  ea  Us  primeras  que  se 
reiiaieseo,  lo  cual  no  tardaría  en  suceder,  pues  esco- 
raba estar  de  vuelta  para  el  mayo  siguiente.  Con  etío 
se  despídieroQ  las  cortes*  satisfechos  los  de  la  Uuíod 
con  haber  arrancado  cuantas  concesiones  se  habían 
propuesto  obtener;  pusieron  en  libertad  los  rehenes, 
y  el  rey  se  partió  para  Cataluña  (24  de  octubre),  re- 
bosando eo  ira,  maidicieodo  la  tierra  de  Aragón,  y 
ardiendo  en  deseos  de  ejecutar  sq  plan  de  vengan». 
Tan  luego  como  se  vio  en  su  deseado  suelo  de 
Cataluña,  comenzó,  de  acuerdo  con  aa  hábil  cooMgero 
don  Bernardo  de  Cabrera,  á  tonar  medidas  contra  loa 
de  la  UoioD  aragonesa  y  valenciana,  ypriDoipalaiente 
contra  el  infante  don  Jaime,  á  lo  cual  le  ayodabaa 
muy  gustosos  todos  los  catalanost  justamente  reaen- 
lidos.  Habiendo  convocado  corles  en  Barcelona,  doa 
Jaime  concurrió  á  ellas  como  proGuradOT  del  reino; 
mas  á  pocos  dias  de  haber  llegado  á  aquella  ciudad, 
se  supo  coD  sorpresa  la  noticia  dé  su  muerte.  £1  rey 
dice  en  su  historia  qoe  iba  ya  gravaaente  enfermo; 
mas  atendidas  todas  las  circunstancias,  y  las  preven- 
ciones que  el  monarca  habia  hecho  á  su  tío  don  Pe- 
dro respecta  ó  la  persona  del  iníante,  no  pudo  librarse 
el  rey  de  tas  sospechas  de  haber  envenenado  á  su 
hermano  <". 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


rAiTi  II.  Lino  ilt.  95 

Estalló  coa  esto  la  guerra  civil  qae  se  veia  ineTÍ' 
tabte,  y  que  Toé  la  masterrible  y  sangrienta  que  jamás 
eael  reino aragtmés  se  babia  visto.  Comenzó  el  movi- 
mieoto  por  Valencia,  saqueando  los  de  la  Union  las  ca- 
sas de  tasque  eoteDdiao  les  eran  contrarios.  El  rey  or- 
deii6á  doD  Pedro  de  Bxeríca  y  al  maestre  de  Montesa 
que  resisiiesen  con  toda  au  gente  á  los  tamultaados, 
y  estos  iavooaroD  la  protección  de  los  nnionistas  ara- 
goneses, oon  arreglo  á  los  pactos  y  conTenctraes  que 
eotre  ettos  babia.  Dieron  principio  los  combates,  y  en 
los  primeros  eacaentros  vencieron  los  de  Ja  Union 
valoDcíaDa  al  de  Exerica  y  sus  realistas  con  el  pendón 
de  Jáliva.  Cor  esta  noticia  el  rey  envió  á  loe  vencidos 
DO  refueno  de  catalanes  al  mando  del  infante  don 
Pedro,  y  k»  de  Zaragt^a  sacaron  la  bandera  de  la 
DaioBf  que  bacía  sesenta  años  no  babia  salido,  y  la 
panero»  coo  gran  pompa  y  entusiasmo -en  la  iglesia 
det  Pilar.  Todo  el  reino  ardia  en  bandos  y  en  gner- 
ras.  Solo  á»  Valencia  salieron  treinta  mil  unionistas, 
que  cerca  deBetera  dieron  una  batalla  al  ejército 
real,  en  qoe  bobo  gran  carnioeria  de  ambas  partes 
(f  9  de  dicieabre),  pero  es  que  los  de  la  Union  que- 
daran Tenoedores,  y  oolgaroo  los  pendones  cogidos 
at  eaeoágo  ea  ta  iglesia  mayor  de  aqa^la  ciudad. 
El  r^  doB  Pedro  de  Aragón  despachó  una  embajada 
al  de  Castilla,  rogándole  por  el  deudo  qoe  entre  ellos 
había  no  diese  ayuda  6  los  revoltosos  de  su  reino,  y 
ofr«ci(Ado  al  ÍD&Dte  don  Fernando  la  procuración 


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90  H1ST0BIA    DE  «SFASa. 

general  del  de  Valeacia;  Mas  como  los  de  la  Union 
enviasen  lambieo  á  decir  á  la  reina  dooa  Leonor  y  al 
infante  don  Fernando,  que  maerto  su  hermano  don 
Jaime  á  él  le  pertenecía  de  derecho  la  gobernación 
general  de  todos  los  reinos,  y  que  le  esperaban  y  de- 
seaban, don  Fernando  atendió  mas  á  los  nnionistaSr 
y  acadjó  en  en  socorro  con  ochocieolas  lanzas  caste- 
llanas  y  mucha  gente  de  á  píe,  lo  cual  obligó  al  rey 
de  Aragón  á  prorogar  las  cortes  de  Barcelona  y  acu- 
dir personalmente  al  foco  y  centro  de  la  guerra. 

Bascó  el  rey  en  Murviedro  un  punto  de  apoyo 
contra  los  valeocíanos.  Mas  cuando  se  ocupaba  eo 
reparar  las  fortificaciones  de  la  plaza  y  castillo,  mo' 
vióse  en  la  ciudad  un  grande  alboroto  contra  los  da 
sa  consejo,  que  la  mayor  parte  eran  otra  vez  caba- 
lleros del  Rosellon,  y  mas  priocipalmente  contra  don 
Bernardo  de  Cabrera,  en  términos  que  todos  tuvieron 
que  huir  secretamente  de  la  plaza,  dejando  al  rey 
casi  solo.  EnUelanlo  el  ^rcito  de  los  jurados  arago- 
neses que  iba  en  socorro  de  los  de  Valencia  sedividió 
en  dos  luindos  por  una  cuestión  suscitada  entre  sus 
doe  caudillos  don  Lope  de  Lona  y  don  Juan  Jiménez 
de  Urrea.  y  después  de  haber  estado  á  punto  de  rom-, 
per  unos  con  otros  y  venir  á  las  manos,  el  üe  Urrea 
continuó  con  su  hueste,  y  don  Lope  coo  la  suya  re-^ 
trocedlo  á  Daroca,  donde,  por  último,  se  preparó  á 
resistir  y  oreoder  á  los  de  la  Union.  Con  esto  se  exal- 
taron en  Aragón  todas  las  parcialidades,  encoidióse 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


rAKTB   II.    LIBIO   111.  97 

l8  guerra,  y  aquel  reino  presentaba  un  cuadro  de  lu- 
ebas  y  de  lamentables  escenas  do  meoM  funesto  que 
el  Taleaciauo.  Uas  no  por  eso  mejoraba  la  situación 
del  rey  en  Murviedro.  Reunida  ya  la  hueste  de  Urrea 
en  Valencia  con  las  tropas  del  iarante  don  Fernapdo. 
era  inminente  el  peligro  del  rey  don  Pedro.  Por  for- 
tuna soya  el  Justicia  de  Aragón  con  plausible  celo  re- 
onria  la  tierra  exhortando  encarecidameu^  á  unos  y 
i  otros  á  la  paz:  un  nnncio  del  papa  vino  á  tal  tiempo 
á  tratar  de  reconciliar  al  rey  de  Aragón  con  el  infante 
don  Fernando  y  con  doña  Leonor  so  madre,  y  prela- 
dos y  embajadores  de  Cataluña  cooperaban  también 
á  eaie  intento.  El  rey  don  Pedro  en  su  apurada  si- 
tuación, fingiendo  otra  vez  dejarse  persuadir  y  ablan- 
dar por  las  razones  é  instancias  del  legado  poatiñcio, 
y  constante  en  su  doble  -política  de  ceder  á  lascir- 
cnnstancias  y  cedM-lo  lodo  coa  ánimo  de  retractar 
coando  pudiera  lo  que  la  nece^dad  le  habia  arran- 
cado, declaró  al  Infante  don  Fernando  sucesor  del  rei- 
no en  el  caso  de  no  tener  hijos  legítimos  varones,  dán- 
dole la  procaracion  y  gobernauion  general  ,  accedió 
á  despedir  de  su  consejo  y  casa  los  que  los  jurados 
propusieron  que  saliesen,  concedió  al  reino  de  Valen* 
cia  oa  magistrado  con  las  mismas  atribuciones  que  el 
Justícia  de  Aragón ,  y  por  último  firmó  la  Union  de 
Aragón  y  de  Valencia ,  comprendiendo  en  ella  á  los 
bfontes  sus  tíos  y  á  los  caballeros  principales  de  su 
parcialidad  (marzo,  1348). 

Tomo  tu.  7 


D,g,t7„lb,.GOOgIC 


9S  UlSTOBU   DE   ESPÁÍik* 

Parecía  eslo  el  colmo  de  la  bumillacíoa,  y  sin  em- 
bargo le  estaba  reservado  sufrirlas  mayores.  Sus  ín- 
timos amigos  y  valedores  don  Bernardo  de  Cabrera 
y  don  Pedro  de  Exerica,  le  insligaban  á  que  se  fugase 
de  Murviedro,  doode  le  consideraban  como  cautivo» 
y  á  que  fuese  con  ellos  á  Teruel,  pueblo  entonces 
decididamente  realista.  Traslucióse  este  proyecto,  y 
se  movió  en  Murviedro  otra  mayor  alarma»  alboroto 
y  escándalo  que  el  primero.  Se  cercó  el  palacio  por 
el  pueblo  amotinado  ,  y  se  pedia  á  gritos  que  el  rey 
y  la  reina  fuesen  conducidos  á  Valencia  y  entregados 
en  poder  del  infante  y  ios  de  la  Union.  Asi  se  ejeca- 
tó,  siendo  escoltados  por  una  muchedumbre  desor- 
denada, con  mengua  grande.de  la  magestad  real. 
Salieron  á  esperarlos  el  ¡ufante  y  los  principales  ju- 
rados, y  los  reyes  fneron  recibidos  en  Valeucia  con 
estremados  trasportes  de  júbilo.  Celebráronse  danzas 
y  juegos,  é  biciéronse  largas  y  brillantes  fiestas ,  que 
en  la  situación  de  los  monarcas  mas  podían  lomarse 
por  insulto  que  por  obsequio.  En  uno  de  los  días  que 
el  pueblo  se  hallaba  entregado  á  aquellos  recreos  bu- 
Iliciosos,  uno  de  la  casa  del  rey  tuvo  la  imprudenda 
de  lanzarse e»  medio  de  la  danza  popular,  llamando 
traidores  á  los  que  bailaban,  y  dirigiéndoles  otras 
amenazas  y  denuestos.  Sacaron  ellos  sus  espadas  con- 
tra el  atrevido  agresor;  un  francés  que  salió  á  la  de- 
fensa de  éste  hirió  con  su  maza  á  uno  de  los  del  pue- 
blo: suiñó  COD   eslo  la  irritación  do  los  populares. 


,,Googíc 


tAwn  n.  Lino  ui.  99 

creció  el  tamalto  daodo  mueras  á  los  traidores  rebel- 
des que  malabaa  á  los  de  la  Uaioo,  dirigiéronse  los 
amotíaados  al  palacio,  rompieroo  las  paertas  y  peae- 
traroD  coa  las  espadas  desnudas  ea  los  aposentos  mas 
interiores,  buscando  hasia  por  debajo  de  las  camas  á 
don  Bernardo  de  Cabrera  y  á  otros  privados  del  rey 
qoe  decían  bailarse  allí  escondidos.  Hl  rey  salid  de  su 
cámara  y  se  llegd  á  la  escalera  coa  sola  su  espada 
ceñida,  y  á  iosiigacioD  de  algunos  de  los  suyos  tomd 
una  maza,  y  comeozd  á  bajar  gritando:  «¡A  Nos,  á 
Nos,  traidores!  ■ 

PoF  una  de  esas  peripecias  y  repentinas  mudan- 
tas  que  suele  ocurrir  en  las  conmociones  populares, 
loe  amotinados,  á  quienes  por  lo  común  sorprende  y 
arrebata  et  valor  y  la  serenidad  de  un  personage  per- 
seguido cuando  arrostra  el  peligro  de  fíente,  comen- 
xaron  Á  gritar  ¡viva  el  r.ey!  Asi  bajó  hasta  la  puerta, 
y  montando  alli  en  un  caballo  que  le  dieron,  circun- 
dado siempre  de  grupos  que  repetían  d  grandes  vo- 
ces ¡viva  d  rey.'  salió  á  la  rambla.  El  infante  don 
Fernando  que  sintió  el  aiborolo  salió  también  con  los 
conservadores  de  la  Unioa,  y  con  escolta  de  su  caba- 
lleda  de  Castilla.  Oponíanse  los  populares  á  que  los 
castellanos  se  acercaran  al  rey.  El  infante  don  Fer- 
nando, un  poco. turbado,  se  aproximó  reverentemen- 
te al  monarca,  y  se  besaron  los  dos  fraternalmente. 
«Entonces,  dice  el  mismo  rey  continuando  esta  curio- 
»8a  ración,  segnimos  andando  juntos:  pedimos  de 


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100  aiSTOSIA    DB   BSPAJÍA. 

nbeber,  y  como  rtbs  trajesen  agaa  en  una  cscadilla, 
Kcl  pueblo  se  empefió  eu  que  se  probara  aules  de 
^dárnosla,  temeroso  de  que  estuviera  eavenenada. 
»Asi  dimos  vuelta  á  la  ciudad,  y  en  el  momento  de 
«tornar  á  palacio  rendidos  de  fetiga  coo  intento  de 
Bacostarnos,  un  grupo  de  cuatrocientos  6  quinientos 
«hombres  vino  á  danzar  bajo  nuestras  rentanasa)  son 
»de  trompetas  y  de  címbalos,  y  quieras  á  oo  quieras 
»la  reina  y  Nos  tavímos  que  tomar  parte  en  el  baile. 
»Un  barbero  quo  dirigía  la  danza  se  puso  entre  Nos 
»y  la  reina,  entonando  uaa  canción  qoe  tenia  por  le- 
-  »ma:  ¡Mal  haya  quien  se  partiere!  Nosotros  callamos 
»y  no  dijimos  ana  palabra.»  Escena  qae  parece  haber 
sido  el  tipo  de  tantas  otras  como  se  han  representado 
en  las  modernas  revolDoiones  populares. 

Hachos  atribuyeron  á  don  Bernardo  de  Cabrera 
el  haber  promovido  y  concitado  aquellos  desórdenes 
á  6d  de  desunir  y  desacreditar  á  los  de  la  Union:  acu- 
sación á  nuestro  juicio  inftindada,' puesto  qae  Cabrera 
continuamente  representaba  al  rey  que  aquellas  humi< 
Ilaciones  á  que  se  prestaba  eran  afrentosas  á  la  ma- 
gestad,  que  su  política  de  condescendencia  rebajaba  la 
dignidad  real,  que  no  era  paz  decorosa  ni  sería  trinn- 
fo  verdadero  el  que  á  tal  precio  se  propusiera  alean- 
zar  de  bus  subditos,  que  debía  mostrar  mas  valor  y 
arrostrar  mas  rrancamente  los  peligros,  concluyendo 
por  aconsejarle  encarecidamente  qae  á  toda  costa,  de 
.  secreto  ó  de  público,  saliera  de  Valencia  y  se  ñiese  á 


,,GoogIc 


PAsm  II.  LiBfto  III.  101 

Teruel,  donde  le  esperaría  cod  gran  oám^o  Je  ricos- 
hombres  calalaoes  y  aragooeses  de  los  que  deseaban 
su  servicio,  6  iría  él  secretamente,  si  era  necesario, 
á  sacarle  de  la  cautiridad  en  que  estaba.  Gomo  el  rey 
don  Pedro,  á  pesar  de  estos  consejos  é  íosiaDcias,  no 
se  resolviese  á  salir  de  Valencia,  el  infatigable  Ca- 
brera pasó  á  Barcelona  á  negociar  con  los  barones, 
conselleresy  ciudadanos  de  Cataluña,  casi  todos  par- 
tidarios del  rey,  la  manera  de  librar  de  aquella  espe- 
de de  cautiverio  á  su  soberano.  Los  de  la  Union  ba- 
bian  requerido  á  los  catalanes  que  eoviaran  sus  pro- 
caradores á  las  cortes  generales  que  pensaban  cele-  ~ 
brar  para  ordenar  la  casa  y  consejo  del  rey.  y  nom- 
brar an  regente  del  reino;  uegáronse  á  este  requeri- 
miento los  catalanes  á  instigación  de  Cabrera,  antes 
bien  acordaron  sigilosameule  decir  al  rey  que  proco- 
rase  salir  de  Valencia  y  fuese  á  Barcelona  á  celebrar 
las  cortes  que  había  dejado  suspensas. 

Era  esto  en  el  tiempo  que  estragaba  el  litoral  de 
España  la  terrible  epidemia ,  llamada  peüe  negra, 
que  viniendo  de  Oriente  á  Occidente  había  asolado  la , 
Enrc^  y  el  mundo,  y  arrebatado  la  tercera  parte  de 
la  hnmaDidad,  según  en  otro  lugar  dejamos  ya  apun- 
tado.  Morían  en  Valencia  entonces  sobre  trescientas 
personas  cada  día,  y  esto  dio  ocasión  al  rey  para 
animarse  á  manifestar  á  los  conservadores  de  la  Union 
que  quería  salir  de  aquella  ciudad  y  reino  por  huir 
ilel  peligro  de  tan  horrible  mortandad  y  trasladarse 


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IOS  DMTOUA    DI    BfrAftA. 

a)  de  Aragón.  VioieTon  en  ello  los  jurados,  ;  se  de- 
terminó la  salida  del  rey;  mas  ya  éste  babia  confir- 
mado-por  segunda  vez  en  ValeDcia-et  derecho  de 
primogeoitura  y  sucesión  á  sus  hermanos  los  lofantes 
don  Feraando  y  don  loaii,  revocado  la  declaracitm 
que  habia  hecho  en  fovor  de  la  infanta  doña  Cons- 
tanza, y  ratificado  en  fio^soañto  la  Uñioo  pretendía, 
escribiendo  á  las  ciudades  y  villas  que  se  adhiriesen 
á  ella.  Todo  esto  hacia  el  rey  por  sí,  mientras  sus 
partidarios  de  los  tres  reíaos,  dirigidos  por  Cabrera, 
Exeríca,  Lona  y  otros  magnates  y  caudillos,  acorda- 
ban entre  sf  los  medios  de  dar  un  golpe  á  la  Udíod  y 
libertar  á  sn  soberano  (junio,  1348).  El  rey  se  enca- 
minó á  Teruel;  el  infaate  don  Fernando  se  dirigió  á 
Zaragoza,  donde  se  encontraron  todas  las  fuerzas  de 
la  Union. 

Aunque  el  rey  hizo  publicar  que  no  llevaba  otra 
intención  que  la  de  restituir  la  paz  al  reino,  reconci- 
liar los  partidos,  pooer  término  á  sus  dírerencias  y 
haberse  benigoamente  con  todos,  no  había  quien  no 
estuviese  persuadido  de  que  tan  larga  querella,  seguo 
la  disposicioQ'  de  los  ánimos,  no  podia  resolverse  ya 
smo  por  la  espada.  Desgraciadamente  aconteció  asi, 
rompiéndose  la  guerra  por  parte  de  los  de  la  Union, 
que  se  hallaban  en  Zaragoza  y  Tarazona.  Entonces 
don  Lope  de  Lona  que  capitaneaba  las  huestes  rea- 
listas de  Daroca,  Teruel  y  sus  comarcas,  se  dirigió 
con  toda  la  ñierza  de  sn  ejército  á  Epila,  lugar  á 


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PAKTB  II.  LIBRO  lU.  103 

propósilo  para  ofender  á  tos  de  Ia  Uqíoq.  Llegado  es- 
le  caso,  el  rey  y  el  iafanle  cada  cual  escribió  á  las 
ciudades  y  ríeos-hombres  de  su  partido  paia  que 
acudresea  eo  socorro  de  sus  respectivos  ejércitos.  El 
rey  doo  Pedro  arrojó  ya  la  máscara  coa  que  hasta  en< 
tonces  babia  procurado  disfrazarse,  y  declaró  pábli' 
caoieale  que  la  causa  que  defendía  doa  Lope  de  Luna 
era  la  suya  propia.  A  fuerza  de  manejos  babia  logra- 
do separar  al  rey  de  Castilla  del  partido  del  infaule, 
y  aun  obtenido  de  él  un  socorro  de  seiscientas  lanzas, 
y  saliendo  de  Teruel  se  encaminó  hacia  Daroca  oon 
inlenlo  de  incorporarse  á  don  Lope  de  Luna  que  te- 
nia cercada  á  Tarazona.  £1  ejército  de  la  Union,  com- 
puesto de  quince  mil  hombres  al  mando  del  infante, 
se  puso  sobre  Epila,  que  estuvo  á  punto  de  tomar  (21 
de  julio].  Acudió  entonces  dejando  el  cerco  de  Tara- 
zona  el  de  Luna  con  toda  su  hueste,  y  trabóse  alli 
una  reñidísima  y  cruel  batalla,  en  que  el  estandarte 
de  la  Union  quedó  derrotado  y  el  ejército  de  los  con- 
federados vencido,  herido  y  prisionero  el  infante  don 
Fernando,  y  muertos  don  luán  Jiménez  de  Urrea  y 
muchos  ¡lucres  ricos-hombres.  Habiendo  venido  el 
iafante  don  Fernando  á  poder  de  los  castellanos,  te- 
sterosos  estosde  que  su  hermano  el  rey  de  Aragón  le 
luciese  matar,  le  llevaron  al  rey  de  Castilla  su  tío.  Los 
pendones  de  Zaragoza  y  de  la  Union  quedaron  ea 
Epila  en  memoria  de  esto 'célebre  triunfo,  debido  al 
arrojo  y  esfuerzo  dedon  Lope  de  Luna,  á  qnien  muy 


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404  aiffOKu  DI  uvaSa. 

seSaladameote  ayadaroD  los  caballeros  y  gente  de 
Daroca. 

Esta  batalla  fué  uaa  de  las  mas  memorables  qoe 
cuenta  la  historia  de  Aragón,  y  en  política  acaso  la 
mas  importante  y  de  mas  inOaencta,  paes  como  (tice 
el  cronista  aragonés,  fué  la  postrera  qae  se  baila 
haberse  dado  en  defensa  de  la  libertad  del  rano,  ó 
mas  bien  por  el  derecho  que  para  resistir  al  rey  con 
las  armas  daba  el  ñimoso  príTÍlegio  de  la  Uiuon  ar- 
rancado á  Alfonso  IIÍ.  Desde  entonces  el  nombre  de 
Union  qnedó>  abolido  por  universal  consentimiento  de 
todos. 

Luego  qneel  rey  tuvo  noticia  de  este  trionfo,  de»- 
de  Cariñena  donde  se  trasladó,  tomó  las  convenientes 
medidas  para  el  castigo  de  los  mas  delincnentes,  des- 
pués de  lo  cual  pasó  á  -Zaragoza.  Sin  embargo  no  se 
ensañó  con  los  vencidos  tanto  como  se  temia,  y  como 
daba  ocasión  á  errarlo  la  invitación  que  le  hicieron 
y  el  estatuto  que  ordenaron  los  jurados  y  concejo  de 
Zaragoza  para  que  procediese  contra  tas  personas  y 
bienes  de  los  mas  calpadt».  Trece  de  estos,  todas 
personas  principales  de  la  ciudad,  fueron  habidos, 
procesados  y  condenados  á  muerte  por  motores  de  la 
rebelión  y  reos  de  lesa  magostad ,  y  como  tales  su* 
frieron  la  pena  de  horca  en  la  puerta  de  Toledo  y  en 
oU-os  lugares  públicos  de  la  población.  En  otras  di- 
versas partes  del  reino  se  hicieron  también  ejecu- 
ciones y  confiscadones,  guardándose  en  todos  los  pro- 


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rAknii.  uBMui.  106 

GesoB  las  formas  legales.  Entre  los  bienes  seonestradoe 
lo  fueron  loe  de  la  poderosa  casa  de  don  Joan  Jimé- 
nez de  Ürrea,  señor  de  grandes  estados;  y  aanqae  la 
reacción  no  fué  lan  sangrienta  como  se  había  espera- 
do, el  terror  faé  restableciüido  por  todas  parles  la 
tranquilidad,  escepto  en  Valencia,  donderla  Union  se 
mantenía  aun  en  jáé.  El  rey  se  apresuró  á  oonrooar 
cortes  generales  con  el  objeto  de  asentar  las  cosas,  de 
manera  que  se  consolidase  la  paz  y  cesasen  para  saeta- 
pre  las  alteraci(»ies  -y  guerras  civiles. 

Lo  primero  de  que  se  trató  en  estas  c<ktes  fué  de 
la  abolición  del  privilegio  de  la  Union,  á  qne  todos 
deliberadamente  renoDciaron,  como  contrario  A  la 
dignidad  y  á  los  naturales  derechos  de  la  corona,  y 
CUDO  germen  de  intranquilidad  y  de  tarbulencias  pa- 
ra el  reino:  ordenóse  qne  lodos  los  libros,  escrituras 
y  sellos  de  la  Union  se  inutilizasen  y  rompiesen,  y  el 
nombre  de  Union  quedó  perpetuamente  revocado  (oc-  ' 
tubre,  1348].  Cuéntase  que  el  mismo  rey  don  Pedro 
queriendo  romper  por  su  propia  mano  uno  de  aque- 
llos privilegioB,  al  rasgar  el  pergamino  con  el  puñal 
que  llevaba  si^npre.  consigo  se  hirió  en  una  mano  y 
esclaroÓ:  cPnMiegío  que  tanta  sangre  ha  costado  no 
te  dehe  romper  sino  derramando  sangre-.t  de  que  le 
quedó  el  nombre  de  En  Pere  del  Punyalet,  don  Pedro 
el  del  puñal,  Salíslecha  la  parte  de  venganza,  mani- 
festó en  un  largo  razonamiento  que  otorgaba  perdón 
general  de  todos  los  excesos  y  ofensas  hechas  á  su 


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106  BI8T01U  Dt  BSriflA. 

real  persona  y  dignidad,  á  escepcioD  de  aquellos  íd- 
diríduos  qoe  estabao  ya  Jazgados  y  seotenciados.  Se- 
guidamente hizo  jurameoto  de  guardar  y  hacer  guar- 
dar inviolablemeDle  los  antiguos  fueros,  usos,  cos- 
tumbres y  pnvil^ios  de  Aragoo,  mandando  qoe  el 
propio  jurameoto  bicieseo  los  reyes  sos  sucesores,  et 
gobernador  general,  el  justicia  y  todos  los  oficiales 
del  reino.  Determinóse  en  aquellas  cortes  que  en  lo 
sucesivo  el  gobierno  y  procuración  general  bullera 
de  recaer,  do  en  ríco-bombre,  sioo  en  caballero  na- 
tnral  del  reino,  para  que  se  Je  pudiese  mas  obligar  á 
guardar  las  leyes,  y  castigar  hasta  de  muerte  sí  se 
escediese  ó  abusase  de  su  cargo.  Dióse  grande  autori- 
dad y  preei^inencJa  al  oficio  del  Justicia,  cuya  juris- 
dicción recitúii  desde  estas  icórtes  todo  sn  mayor  en- 
sanche; y  vióse  con  sorpresa  que  el  rey  del  pvñal,  » 
con  ona  mano  hacia  trizas  el  anárquico  privilegio  de 
la  Union,  con  otra  no  solo  confirmaba,  sino  que  am- 
pliaba las  antiguas  libertades  de  Aragón. 

Faltaba  lo  de  Valencia,  donde  la  Uaton  se  manto- 
□ia  pujante,  sin  desmayar  por  la  derrota  de  sos  her- 
manos los  aragoneses,  y  dominaba  casi  todo  el  reino, 
baciendo  estragos  en  él,  y  en  especial  en  los  pueblos 
de  don  Pedro  de  Exerica  y  de  don  Lope  de  Luna.  De- 
cidido el  rey  don  Pedro  á  sofocar  la  insurrección  va* 
lenctana,  hizo  equipar  una  flota  en  Barcelona  para 
emplearla  contra  la  ciudad  rebelde,  mientras  él,  pro- 
rogadas  las  corles  de  Zaragoza,  marchaba  condón 


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pAB-n  u.  LIBIO  ni.  107 

Lope  de  Lana  (á  qaiea  había  premiado  cod  el  titulo 
de  conde)  y  coa  las  hoestes  de  Aragoo  hacia  Segorbe 
y  Valencia,  (noviembre  4348).  Los  de  la  Dnioa,  qae 
babiaa  nombrado  general  de  sus  tropas  á  un  letrado 
llamado  Joaa  Sala,  dirigieroa  urgentes  reclamacio- 
nes el  íuikDte  doD  Femando  para  que  les  acudiese  y 
valiese  con  gente  de  Castilla,  mas  ya  el  precavidoara- 
gméa  se  había  anticipado  i  ganar  al  castellano,  el 
cual  halagado  con  la  idea  de  casar  á  su  hijo  bastardo 
don  Enrique  deXrastamara,  hijo  de  su  dama  doña 
Leonor  de  Guzniao,  con  ooa  de  las  infantas  bijas  del 
deAra'goú,  había  ofrecido  ayudar  á  éste,  y  pendían 
ademas  eutre  ellos  otras  DegocíacicHies  relativas  á  la 
reina  dona  Leouor  y  á  los  infantes  don  Fernando  y 
donjuán.  Viéronse  pues  los  valencianos  reducidos  á 
sos  solos  y  propios  recursos,  y  no  obstante  cóotínua- 
bao  estragando  la  tierra,  atacaban  sin  cesar  -  áBur- 
rlana,  el  pueblo  que  resistió  mas  heroicamente  á  la 
Union,  saqueaban  la  judería  de  Murviedro,  é  impo- 
nían peoade  muerte  á  todo  el  que  hablara  de  rendir- 
se. Pero  atacados  al  fia  por  todas  las  fuerzas  del  rey 
en  Mistata,  fueron  rechazados  basta  las  puertas  mis- 
mas de  Valencia  con  gran  pérdida  de  gente.  Hubiera 
podido  el  rey  entrar  en  la  cíndad,  pero  detúvose  te- 
meroso de  no  poder  evitar  los  desastres  de  ud  saqueo 
por  parte  de  sus  tropas,  y  contentóse  con  enarbolar  su 
estandiarte  en  el  palacio  llamado  el  Real,  que  esta  ba 
fuera  del  maro. 


nigiUrrlb/GOOglC 


108  BUTOMA  DB  UFAJÍA. 

Coavencidos  al  ñn  los  valencianos  de  qne  «la  ir« 
>de  Dios  había  venido  sobre  ellos  para  castigarlos  por 
>sas  pecados.»  enviaron  al  rey  un  measage  suplicán- 
dole los  recibiese  á  merced.  Refiere  el  mismo  monar- 
ca en  sos  Hemorias.  qoe  en.  el  primer  impulso  de  so 
indignación  estovo  determinado  á  mandar  arrasar  la 
ciudad  rebelde,  ararla  y  sembrarla  de  sal,  para  qoe 
jamás  pudiera  ser  habitada  y  no  quedara  rastro  ni 
memoria  de  ella,  pero  que  oyendo  las  súplicas  y  ra- 
zones de  sos  consejeros,  que  le  representaban  no  ser 
oslo  ni  razonable  qne  con  toa  culpables  y  delincuen- 
tes pereciese  los  servidores  leales  y  los  inocentes  que 
en  la  dodad  había,  y  que  fuera  mengua  de  un  monar- 
ca, y  menoscabo  ademas  de  su  corona  destruir  lan 
hermosa  población,  que  era  una  de  las  joyas  de  Es- 
paña, dejóse  ablandar,  y  accedió  á  otorgar  merced  con 
las  condiciones  siguientes:  1 .'  que  se  confiscarían  los 
bienes  de  los  que  habían  muerto  con  tas  armas  en  la 
mano:  2.*  que  serían  esceptuados  del  perdón  algunos 
que  él  nombraría:  3.*  que  tampoco  serían  compren- 
didos en  el  indulto  general  los  que  se  bailaron  en  las 
tres  principales  batallas  que  se  dieron  en  aquel  reino 
entre  los  de  la  UdIod  y  los  capitanes  del  rey,  á  sa- 
ber, la.de  Játiva,  la  de  Betera  y  la  de  Hislata:  4.* 
que  le  serian  entregados  todos  los  privilegios  de  la 
ciudad  para  confirmar  los  que  le  pareciese  y  revocar 
los  otros.  Aceptadas  estas  condiciones,  entró  el  rey 
don  Pedro  en  la  ciudad  de  Valencia  (10  de  diciem-  , 


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FAkTi  II.  un.«  m.  409 

bre  13Í8),  coa  todo  sa  ejército  eo  drdea  de  gnerra, 
pasó  á  la  catedral  á  dar  gracias  á  Dios,  hizo  después 
nn,  largo  razoaamieato  al  pueblo  eDumeraodo  los  gra- 
ves delitos  qao  habiaa  cometido,  concluyendo  por  de- 
cir qoe  como  rey  misericordioso  y  clemente  ofrecía 
perdoD  geoeral  y  total  olvido  de  lo  pasado. 

Fsto  DO  impidió  para  que  cinco  días  antes  de  Na- 
vidad diese  sentencia  de  muerte  contra  veinte  per- 
sonas, de  las  cuales  unos  fueron  degollados,  ar- 
rastrados otros,  y  á  otros  se  les  dió  na  nuevo  y  mas 
horroroso  género  de  tormento  y  de  maerle.  Consistió 
este  suplicio  (horroriza  decirlo,  y  no  lo  creyéramos 
n  DO  lo  leyésemos  en  la  ■  Crónica  misma  del  rey)  en 
derretir  en  -la  boca  de  los  sentenciados  el  metal  de  la 
campana  qne  los  de  la  Union  habían  hecho  construir  - 
para  llamar  á  consejo  sus  conservadores  <*)  .La  pena 
era  horible,  pero  al  decir  del  rey  recala  sobre  quie- 
nes se  babian  becbo  merecedores  de  ejemplar  escar- 
miwito  y  castigo:  puesto  qoe,  según  él  afirma,  los 
gefes  de  la  Union,  halñan  iaventado  también  y  orga- 
nizado un  sistema  de  terror,  que  cousistía  en  que  un 
Jtiaider,  creado  por  ellos,  iba  de  noche  á  las  casas 
de  los  qoe  hablan  «do  condenados  por  enemigos  de 
]b  Union,  les  intimaba  que  le  uguiesen  al  tribunal  de 
los  conservadores,  mas  lo  que  hacia  era  llevarlos  á 
abogar  al  rio.  En  la  sala  del  tribunal  tenían  colgados 

(1)    Crónica  del  re;  don  Pe-    — Zurita,  Aoal.lib. VIH.,  0.33. 
dra  1\.,  eaorite  por  ét  aúnDD- 


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140  iosnmu  db  bspaSa. 

diversos  sacos,  y  por  los  que  faltaban  á  la  mañana 
sigui^DleeDlendiao  los  qae  habían  sido  seeretameote 
ejecutados,  y  ellos  deciao  entre  sí,  haciendo  donaire 
de  la  crueldad,  que  la  noche  pasada  te  habían  dado 
órdenes.  Después  de  la  fiesta  de  Navidad  se  hicieron 
de  orden  del  rey  otras  varías  ejecuciones,  y  entre  los 
que  fueron  arrastrados  por  la  ciudad  lo  fué  el  letrado  , 
Juan  Sala,  el  caudillo  últimamente  nombrado  de  la 
Union.  Este  nombre  fué  también  abolido  perpetua- 
mente en  Valencia  en  corles  generales.  Diéronse  otras 
varias  disposiciones  para  castigar  los  delincuentes  y 
sosegar  el  reino  de  los  escándalos  y  alteraciones  pa- 
sadas, y  el  rey  atendió  con  mucha  solicitud  á  la  fron- 
tera de  Castilla,  receloso  siempre  de  ta  reina  doña 
Leonor,  su  madrastra,  y  mas  del  infante  don  Fernan- 
do, su  hermano,  que  con  algunas  compañías  de  gente 
de  á  caballo  se  habia  puesto  sobre  Requena. 

De  esta  manera  fué  estinguida  y  como  arrancada 
de  cuajo  la  formidable  liga  de  la  Union,  y  tal  desen- 
lace tuvo  la  sangrienta  y  porfiada  lucha  entre  el  trono 
y  la  alta  aristocracia  aragonesa»  qoe  venia  de  largos 
tiempos  atrás  iniciada,  y  en  que  tantas  humillaciones 
había  tenido  que  sufrir  [a  autoridad  real:  resultado 
debido  A  la  política  astuta  y  ladina  del  rey  don  Pe- 
dro IV./  á  su  perseverancia  y  tesón  para  llegar  á  un 
fin  sin  reparar  en  los  medios,  á  sa  mezcla  de  cobar- 
día y  atrevimiento,  de  rigor  y  de  clemencia,  que  nos 
hace  admirar  su  carácter  sin  amarle:  resultado  de 


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rjom  II  uno  iii.  111 

que  fué  qd  milagro  ver  salir  ilesas  aatiguas  y  legi- 
timas libertades  del  reino  aragonés,  y  qae  honra,  á 
pesar  de  los  defectos  de  su  índole  y  condición,  á  don 
Pedro  el  del  Puñal. 

Ocorríó  después  de  esto  la  final  destraccion  y 
moerle  de  Jaime  II.  de  Mallorca,  que  ya  hemos  refe* 
rído  (1 349):  la  alianza  y  amistad  de  Pedro  IV.  dé  Ara- 
gón y  Alfonso  XI.  de  Castilla,  qae  se  negoció  por 
medio  de  don  Bernardo  de  Cabrera,  bailándose  el 
monarca  castellano  sobre  Gibraltar,  para  ayudarse 
mutuamente  en  la  guerra  contra  los  moros,  de  que 
dimos  csenta  en  la  bístoria  de  aquel  reino;  y  la  ter- 
minación del  ruidoso  pleito  entre  el  monarca  aragonés 
y  so  madrastra  doña  Leonor  y  los  infantes  don  Fernan- 
do y  don  Juan,  sus  hermanos,  dejándoles  las  villas  y 
castillos  de  que  respectivamente  les  había  hecho  do- 
nación el  rey  Alfonso  IV.,  de  que  tamtúen  hemos  in- 
formado ya  á  nnesUos  lectores. 

Babia  en  este  intermedio  fallecido,  vfctima  de  la 
e[Mdemia,  la  isegnnda  esposa  del  rey,  doña  Leonor 
de  Portugal  (1348).  Pensé  pronto  don  Pedro  en  ud 
tercer  enlace,  para  el  cual  se  fijé  esta  vez  en  la  casa 
de  Sidlia,  aliada  de  la  de  Aragón.  Aquel  desgracia- 
do T«ÍD0  desde  la  muerte  del  duque  Juan  de  Atenas, 
lio  y  tatúr  del  rey  Luis,  niño  de  cinco  años,  se  había 
hecho  teatro  de  lamentables  discordias' y  guerras 
intesUoas.  El  partido  de  la  reina  madre,  que  domi- 
oaba  con  gran  preponderancia  en  Hesina,  perseguía 


,,Googlc 


lis  BlSTOtU  OB  HSPaRa. 

entoDces  eocarniKadameQte  á  los  aragoneses  estable' 
ddos  en  Catania;  que  aragoneses  y  catalanes  coa  sus 
privilegios  habiaa  provocado  la  enviada  de  los  áci- 
lianos'  y  concitado  contra  ellos  una  revolacioa  de  par- 
te de  los  naturales  del  país,  que  do  se  propoDÍaa  me- 
DOS  qoe  estirparios  si  pudieseo  y  acabar  la  memoria 
de  la  casa  real  de  Aragón.  En  tales  momentos  llega- 
ron á  Sicilia  embajadores  de  dea  Pedro  IV»  encalca- 
dos de  pedir  para  él  la  mano  de  la  hermana  del  rey 
Luis,  bija  de  don  Pedro  y  de  doña  Isabel  de  Carin- 
thia,  llamada  también  Leonor  como  la  princesa  difba- 
ta  de  Portugal  ">.  Diósele  al  monarca  aragonés  la  íd- 
fonta  de  Sicilis,  mas  do  síd  que  éí  partido  siciliano 
la  hiciese  antes  renunciar  á  sos  derechos  eveataales  á 
la  corona  de  aquel  reino.  Fué  pues,  conducida  la 
princesa  doña  Leonor  por  mar  á  Valencia,  donde  se 
celebró  con  solemnes  Beatas  au  matrimonio  (4349). 
Al  año  siguiente  la  nueva  reina  con  universal  alegría 
de  los  tres  reinos  dio  á  luz  en  la  villa  de  Perpinan  un 
príncipe  á  quien  se  puso  pornombre  Juan,  od  memo- 
ria deldiaea  que  nació  {27  de  diciembre,  Sau  Inan 
apóstol  y  evangelista),  y  el  cual  fué  recibido  como 
iris  de  paz,  puesto  que  cortaba  las  pretensiones  y 
zanjaba  el  famoso  pldto  de  snoesion  entre  los  infantes 


(1)    Don  Fadriane  do  Aragón,  fficiliíaarainoaBgregadodelaixH 

rejde  Sicili»  ,  babia  muerta  eo  roua  de  Esoañi,  aunque  baja  la  do- 

1338,  y  sucodldolo  ta  hijodOD  Pa-  mÍDacioD  ae  la  díDatlia  aragane- 

dro.  A  éste  le  sucediú  ea  i  341  el  sa,  deja  por  abora  de  pertuaecer- 

iofaote  don  Loís,  su  hijo,  niño  de  noa  fu  historia  sino  ea  la  partean 

CÍDCO  años,  bajo  la  tutela  de  »a  tío  que  ae  eu  Ir  •'mezclan  7  enlazaD  los 

doD  Juan  do  Ateuas-  Siendo  ja  la  aac«so«  de  ambaa  moDarquks. 


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PAITB  n.  LIBItÚ  lil.  i  1 3 

doD  Fernando  y  don  Juan  sus  (Los  y  la  infanta  dona 
Constanza  su  hermana.  Encomendóse  su  educación  al 
consejero  don  Bernardo  de  Cabrera  :  diósele  luego  et 
lUulo  de  duque  de  Gerona,  que  pasó  á  ser  anexo  á  la 
prímogenilura  de  Aragón,  y  en  13&1  fuéjuradoen 
cortes  heredero  y  sucesor  del  reino. 

Encontrábase  el  rey  don  Pedro  IV.  de  Aragón  al 
promediar  el  siglo  XIV.  en  nua  situación  no  solamen- 
te desahogada  sino  hasta  halagüeña.  Habia  termina- 
do la  guerra  de  la  Union;  se  veía  poseedor  tranqui- 
lo de  los  estados  de  Mallorca  ,  y  tenia  un  heredero 
varón  que  frustraba  las  pretensiones  y  tentativas  de 
sus  hermanos.  Faltábale  asegurarse  la  alianza  y  amis- 
tad de  los  vecinos  monarcas,  y  á  esto  consagró  su 
atención  y  sus  esfuerzos.  Pendia  con  el  rey  de  Fran- 
cia la  cuestión  sobre  la  baronía  de  Montpeller  con  los 
vizcondados  anexos,  que  el  destronado  rey  de  Ma- 
llorca habia  vendido  á  aquel  soberano.  Reclamábalos 
el  aragonés  como  parte  integrante  del  reino  de  Ma- 
llorca-qae  don  Jaime  n.  no  habia  podido  enagenar. 
Sostenia  el  de  Francia  la  validez  de  la  venta :  mas 
después  de  algunos  altercados  y  dispntasconcordáron- 
se  en  que  el  señorío  de  Montpeller  quedase  del  domi- 
Dio  del  de  Francia , .  pagando  éste  al  de  Aragón  lo 
que  de.su  precio  restaba  á  deber.  Hfzose  este  ajuste, 
porque  tratándose  al  poco  tiempo  de  casar  á  la  in- 
fanta doña  Constanza  de  Aragón  con  el  nieto  del  de 
Francia,  Luis  conde  de  Anjou,  se  estipuló  éntrelos 
Tow  TU.  S 


n,g,t7cdb/G00gIc 


114  niSTMii  n  bwaAa. 

dos  monarcas  an  pacto  de  amistad  y  coafederacioD 
para  valerM  nútaamente  contra  todos  sas  enemigos. 
El  casamiento  se  hizo  después  con  la  infanta  doña 
Juana  hija  segunda  del  de  Aragón. 

Este  año  de  1350,  notable  en  la  cristiandad  por 
el  segundo  jubileo  general  que  concedió  el  papa  Cle- 
mente YI.  reduciendo  sd  término  á  cincneata  años ,  y 
en  Aragón  por  haberse  ordenado  qae  los  instramen- 
toap<U>licos  se  datasen  empezando  á  contar  el  aSo. 
por  el  día  del  Nacimiento  del  Señor ,  en  lagar  del  de 
la  Encamación  como  se  hacia  antes,  lo  foé  tambim 
por  las  deñinciones  casi  simnltáneag  de  tres  reyes;  . 
Felipe  de  Valois  de  Francia ,  &  quien  sacedió  su  hijo 
luán  n.;  Juana  de  Navarra,  á  quien  heredó  so  hijo 
Carlos  el  Halo,  y  Alfonso  XI.  de  Castilla ,  cuyo  trono 
ocopó  su  hijo  Pedro  el  Cmel.  Procuró  el  aragonés 
mantener  con  los  nnevos  soberanos  las  buenas  rela- 
ciones que  le  nnian  con  sns  padres.  Al  de  Navarra  (e 
propuso  fA  enlace  con  la  hermana  de  la  reina  de  Ara- 
gón, hija  de  los  de  SicaHa ,  pero  aquel  principe  siguió 
la  tendencia  de  sns  antecesores  y  prefirió  qna  de  las 
hijas  del  monarca  francés.  Descoofiaba  el  de  Aragón 
del  nnevo  rey  don  Pedro  de  Castilla,  y  temeroeo  de 
qna  diese  favor  al  infante  don  Fernando  que  amena- 
zaba entrar  otra  vez  en  Valenoa  con  muchas  compa- 
ñías de  á  caballo ,  mandó  á  todos  los  ricos-hombres, 
ctiíalleros  y  gente  de  goerra  de  aqnel  reino ,  qne  ae 
apercibiesen  para  guardar  y  defender  la  frontera. 


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Mtn n.  una iii.  44S 

¿aya  medida  aplazó  por  k)  meaos  ud  rompimienlo  en- 
ire  dos  laooarcas  que  uo  podían  ser  amigos. 

QcDpado  PedroIV.de  Aragonea  los  graves  oego- 
cio6  ioteríores  del  reino  de  qoeacabiBiosdedarcuen- 
ta,  no  había  podido  atender  corao  bobíera  querido  á 
los  asontoB  de  Cerdeoa  ,  de  ese  malhadado  feudo  qoe 
parecía  haber  sido  adquirido  para  consomir  el  oro  y 
la  sangre  de  la  nacían  aragonesa,  siempre  inqoieUn- 
do  pCH*  la  señorfa  de  Genova,  perpetua  rival  de  Cata- 
lana, y  por  la  InrbQléola  jr  poderosa  familia  de  los 
de  Oria.  Verdad  es  que  m  el  principio  de  su  reinado 
(4336)  logró  ajuslar  ana  paz,  que  por  lo  menos  yaque 
so  prometiese  eet  darodeca,  le  dio  un  respÍEo  y  puso 
tes  cosas  en  algo  mcgor  estado  que  el  qiie  astea  te- 
aian.  Has  todas  «ib  gesttfflws  y  sáplioae  al  papa  Be- 
flito  XIL,  «fm  aanea  se  mostró  propicio  al  arag^oés, 
para  %w  te  relevara  d«I  censo  que  por  aqwUa  pose- 
ma  pegaba  i  la  Iglesia,  fueron  enteramente  io£ruc- 
tooaw,  y  en  este  paaito  no  alcaaaó  mas  de  lo  q«e  ha- 
bía conaegiude  sn  padre  Alfoito  IV.;  y  siando  aquella 
iala  t»  iHGaeuQdft  e/a  prodaotw  para  Aragón  q«e 
apesaa  alcaAadwn  las  r^ita»  para  eJ  mantraiBÚaat» 
del  <^ctto  y  1^  ow^ervaiúoa  y  presidio  de  las  plazas, 
tenia  «1  ffiODKca  a^agoo^  qn?  pagar  «1  censo  de  los 
Iwdos  de  fiw  propia  gámara.  Goooedióleeaun|>rÍnQipÍQ 
el  papa,  oono  jxu-  ee|i«cial  oieroed^  qm  la  hiciese  ei 
imviBento^fiflelidtadppr  B)e(li»dae«ifa^Íadoi^w;peco 
mta  adelante  tuvo  el  rey  de  kTag^a  que  ir  en  perso- 


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116"  -     HlSTOUi   DB   BStAÜA. 

Da  á  Aviñou  á  prestar  el  bomeaage  á  la  Saota  Sede. 
Y  ea  cuanto  á  Córcega ,  do  se  había  obtenido  otra 
cosa  que  el  titulo  y  el  derecho.  Por  otra  parte  la  paz 
do  Cerdeña  había  sido ,  como  era  de  esperar ,  bien 
poco  respetada  por  los  .enemigos  de  la  domíoacioo  ara- 
gonesa, y  manieníase  la  isla  en  un  estado  indefinible* 
que  DÍ  era  paz  ni  era  guerra,  y  mas  bien  que  por 
los  esfuerzos  y  el  poder  de  los  gobernadores  aragone- 
ses, limitados  á  la  defensa  de  los  castillos ,  se  susten- 
taba por  las  rivalidades  mismas  entre  písanos  y  geno- 
veses,  entre  los  de  Oria  y  los  marqueses  de  Halas- 
pina. 

£n  tal  estado  permaneció  hasta  1 347,  en  que  los 
siete  hermanos  Orias  eoarbolaron  et  nuevo  estandar- 
te de  la  rebelión,  se  apoderaron  de  Alguer  y  otros 
castillos,  pusieron  eo  grao  estrecho  la  ciudad  de  Sa- 
cer  y  pidieron  al  rey  exoiciooes  y  privilegios  exage- 
rados. Envió  el  aragonés  algunos  refuerzos ,  que  no 
podían  ser  grandes,  envuelto  como  se  hallaba  en  las 
cuestiones  con  los  de  la  Union,  y  protegidos  los  de 
Oria  por  los  genoveses  dieron  ana  batalla  en  que 
quedaron  derrotadas  las  Iropasaragonesas,  con  muer- 
te de  Guerao  de  Cervellon  y  sus  hijos ,  y  de  muchos 
ilustres  caballeros  y  ricos-hombres.  Apresuróse  el 
rey  á  proveer  los  cargos  de  los  que  allí  murieron,  é 
hizo  llamamiento  general  á  los  barones  y  caballeros 
heredados  en  la  isla  para  que  acudiesen  en  su  socor- 
ro. La  ciudad  de  Sacer  fué  libertada;  pero  ni  la  se- 


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PAITI  II.  LIBRO  m.       —  117 

ooria  de  Genova  ni  la  familia  de  loa  de  Oria  dejaban 
QQ  momento  de  reposo  á  los  aragoneses,  y  para  ma- 
yor iDfortnnio  suyo  la  célebre  epidemia  de  1348  hizo 
en  ellos  horrible  mortandad  y  estragos,  señaladamen- 
te en  (a  ciudad  de  Caller ,  de  modo  que  era  por  todos 
lados  costosa  y  funesta  á  Aragón  la  posesión  precaria 
de  aquella  isla. 

Coaodo  en  13S1  se  hallaba  Pedro  IV.  de  Aragón 
en  la  siloacion  ventajosa  que  dijimos,  esiinguida  la 
Udíod,  vencido  y  muerto  el  rey  de  Mallorca,  y  en 
paz  con  Francia,  con  Navarra  y  con  Castilla ,  solo  en 
Gerdefia  ardía  el  fuego  de  la  rebelión ,  y  andaba  todo  - 
tan  pertnrbadoy  revuelto  y  en  tal  peligro  por  parle 
de  todos  los  contendientes,  qne  hubieron  de  conve- 
nirse el  monarca  aragonés  y  el  duque  y  la  señoría  de 
Genova  en  enviar  sus  embajadores  á  la  corle  del  papa 
para  que  viese  el  medio  de  evitar  un  rompimiento 
qne  pudiera  ser  calamitoso  á  todos.  Por  fortuna  para 
el  rey  don  Pedro  se  hallaban  entonces  en  guerra  ve- 
necianos y  genoyeses,  y  un  embajador- del  común  de 
-Venecia  viaoá  Perpiñan  á  proponerle  coa  empeño  se 
confederase  con  aquella  república  contra  sus  comu- 
nes enemigos  los  de  Genova.  Varió  con  esto  totalmen- 
te et  rumbo  de  los  negocios.  El  de  Aragón  aceptó  la 
alianza,  por  mas  sagacidad  que  empleó  olro  embaja- 
dor genovés  para  retraerle  y  apartarle  de  ella,  y  una 
armada  de  veinte  y  cinco  galeras  al  mando  del  cata- 
lán Ponce  de  Santa  Pau  salió  de  las  costas  de  Valen- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


118  HISTOftlA  DB  KSI>a1ÍA. 

cía  y  Catalana  á  ÍDCorporarae  cod  la  de  los  veneda- 

Dos  que  se  compoaia  de  treinta  y  cídco,  Géaova  por 
su  parte  lanzó  al  mar  hasta  sesenta  y  cinco  galeras. 
EDCODtrároDse  las  escuadras  cerca  de  Gonalaotinoida^ 
cuyo  emperador,  Juan  Paleólogo,  envió  nueve  de  sus 
galeras  en  ayuda  de  los  aliados  de  Venecia  y  España. 
Un  furioso  temporal  dispersó  la  flota  genovesa ,  lo 
cual  no  estorbó  para  que  la  escuadra  confederada  la 
persiguiese,  y  en  el  estrecho  canal  del  Bosforo  Tra- 
cio  que  divide  á  Europa  de  Asia,  entre  loa  mugidos 
de  las  olas  de  un  mar  horriblemente  embravecido  se 
dio  QDo  de  los  mas  terribles  combales  que  cueotaa  los 
anales  de  la  marina  (1 3  de  febrero,  1 35S).  La  armada 
genovesa  quedó  derrotada,  cogiéronaele  veinte  y  tres 
galeras,  estrelláronse  otras,  gran  parte  de  la  gente 
fué  pasada  á  cochillo,  y  muchos  se  arrojaron  al  mar. 
El  triunfo  cosió  caro  á  los  vencedores,  perdieron  ca- 
torce galeras,  pereció  el  almirante  de  la  flota  valen- 
ciana Bernardo  de  Ripoll,  y  el  almirante  en  gefe  Pon- 
ce  de  Santa  Pau  quedó  tan  quebrantado  y  recibió  tan- 
tos golpes  en  so  persona,  que  de  sus  resallas  sncam- 
bió  en  Consta  nlinopla  al  mes  siguiente. 

Lejos  de  desalentar  los  de  Genova  por  aquel  con- 
traiiempo  que  parecía  decisivo,  vióseles  al  poco  üem- 
po  equipar  otra  armada  de  cincuenta  y  cinco  naves. 
Intentó  el  papa  restablecer  la  paz  entre  Genova  y 
Aragón,  á  lo  cual  contestaba  el  rey  don  Pedro  que  la 
aceptaría  siempre  que  viniese  en  ello  la  señoría  de 


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fABTB  II.  LIMO  III.  119 

Venecia,  y  le  entregasen  los  genoveses  la  ida  de 
Cúrcega  y  lo  qoe  le  teoiao'  usurpado  de  Cerdada. 
Frustró  estes  negodadoDes  la  inopinada  defécoion 
det  juez  de  Arbórea,  que  había  eido  eiempre  fiel  al 
rey  de  Aragoo,  y  concibió  el  peBsamiento  de  irse 
apoderando  poco  á  poco  de  la  i»la  hasta  hacerse  rey 
y  señor  de  día.  Esto  movió  al  a  ragonés  A  enviar  uoa 
ilota  de  cincuenta  naves  al  mando  del  anciano  don 
Bernardo  de  Cabrera,  la  cual  uniéndose  en  las  aguas 
de  Cerdeña  á  veinte  galeras  venecianas  batió  á  laar- 
mada  genovesa  cerca  de  Alguer,  apresóte  treinta  y 
tres  bagóles,  y  dio  muerte  á  ocho  mil  genoveses,  ha- 
ciendo tres  mil  {H-isioneros.  Rindióse  Alguer  á  las 
armas  de  Aragón,  y  convencida  Genova  de  que  ert| 
demasiado  débil  para  locbar  sola  cmtra  dos  tan  po- 
d»t»Qs  enemigos,  echóse  en  brazos  del  señor  de  Mi- 
lán, Joan  Visconti,  reconociendo  sa  soberanía  (13S4). 
ContÍDoaba  el  papa  Inocencio  VI.  (que  había  suce- 
dido ¿  Clemente  VI.  en  diciembre  de  1352)  en  su 
bueo  propósi  to  de  concordar  la  señoría  de  Genova  con 
el  rey  de  Aragón,  mas  todos  sus  esfuerzos  se  estrella- 
bao  contra  la  tenacidad  de  los  genoveses ,  alentados 
con  el  nuevo  favor  del  señor  de  Mil  an  y  con  la  coope- 
ración del  juez  de  Arbórea.  Asi  á  pesar  de  uoa  nueva 
tialalla  naval  ganada  por  el  infatigable  don  Bernardo 
de  Cabrera,  Alguer  se  perdió  de  nuevo,  Villa  de  Igle- 
sias y  otros  castillos  se  entregaron  á  los  rebeldes,  y 
Sacer  se  veia  estrechada  por  losde  Genova.  Fuéle  pre- 


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130  BlSTOftU  dbsspáIIa, 

cieo  á  don  Pedro  de  Aragón  acadir  en  persona  á  la 
guerra  de  Cerdeña.  Aprestóse  en  las  costas  de  Cata- 
luña una  fuerley  numerosa  escuadra.  Un  duque  ale- 
mán, tío  del  rey  de  Polonia,  y  muchos  nobles  ingle- 
ses y  gascones  vinieron  espontáneamente  á  formar 
parte  de  una  espedicion  que  prometía  ser  famosa.  La 
misma  reina  de  Aragón  qiúso  participar  de  los  peli- 
gros y  de  las  glorias  de  su  esposo.  La  armada,  com- 
puesta de  cien  bageles  entre  grandes  y-medianos,  se 
dio  á  la  vela  en  el  puerto  de  Rosas,  y  después  de 
una  feliz  travesía  arribó  á  la  vista  de  Alguer,  donde 
se  te  reunieron  treinta  galeras  venecianas.  El  ataque 
de  Alguer  fué  terrible,  pero  no  era  menos  vigorosa 
y  tenaz  la  t-esistencia.  La  escasez  de  mantenimientos 
cu  el  ejército  real  era  tal  que  tenia  que  proveerse  de 
subsistencias  de  Cataluña,  y  las  enfermedades  diez- 
maban la  hueste  de  Aragón.  El  rey  mismo  adoleció 
de  tercianas,  que  era  fatal  á  los  aragoneses  aquel  in- 
salublc  clima,  y  mas  en  la  estación  del  otoño.  El  dux 
(ieVeuecia  tiabia  espedido  una  embajada  alaragoo^ 
para  persuadirle  á  que  tiatara  de  concertarse  con  el 
poderoso  señor  de  Milán,  en  cuyo  apoyo  fundaban  sus 
mayores  esperanzas  el  de  Arbórea  y  tos  genoveses. 
Por  oti'u  parte  don  Bernardo  de  Cabrera  y  don  Pedro 
de  Exerica,  casado  este  último  con  una  hermana 
del  juez  de  Arbórea,  interpusiéronse  con  éste  para 
que  se  redujera  á  la  obediencia  del  rey,  devolviéndole 
Alguer  y  otras  fortalezas,  lo  cual  se  realizó,  dejando 


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PAKTK  II.    LIBRO  Ul.  Mtf 

el  rey  al  de  Arbórea  y  á  sus  herederos  por  cincaeula 
años  otros  castillos  y  lugares  en  la  Gallura;  concierto 
que  pareció  afreotoso  á  los  aragoneses,  y  resultado 
que  se  tuvo  por  poco  digoo  de  tan  poderoso  rey  y  de 
tao  formidable  escuadra  (1365). 

Hizo  el  rey  so  entrada  con  la  reina  en  Alguer 
(AIghero),  de  donde  pasó  á  visitar  ó  Sacer  (Saseari), 
y  de  alli  se  trasladó  á  Calter  (Cagliarí),  donde  convo- 
có á  cortes  generales  á  todos  los  sardos.  Astuto  y  sa- 
gaz el  juez  de  Arbórea,  anduvo  entreteniendo  y  re- 
basando de  verse  con  el  rey  de  Aragón,  y  ni  aan 
quiso  concurrir  á  las  cortes  contentándose  con  en- 
viar á  ellas  so-  esposa  y  su  hijo  primogénito,  y  por  su 
causa  dejó  de  asistir  también  Hateo  de  Oria.  La  con- 
ducta de  estos  dos  persoúages  fué  cada  vez  mas  con- 
venciendo al  rey  de  Aragón  de  que  ni  estaban  en 
ánimo  de  cumplir  lo  capitulado,  ní  renuncíabanalse- 
ñorío  de  la  isla,  para  lo  cual  solo  esperaban  oportu- 
na ocasión.  Fuéle  pues  forzoso  emprender  de  nuevo 
la  guerra  con  un  ejército  menguado  por  las  enferme- 
dades. A  este  tiempo  el  papa  Inocencio  VI.,  en  uníon 
con  Carlos  rey  de  Romanos,  babia  logrado  poner'  en 
paz  las  dos  repáblicas  de  Genova  y  Venecia,  dejando 
fuera  de  ella  al  rey  de  Aragen.  Era  en  aquella  sa- 
zón dux  de  Venecia  Marino  Faliero,  el  mismo  que 
coD  muchos  gentiles-hombres  conspiró  contra  la  re- 
pública por  tiranizarla,  y  siendo  descubierta  la  con- 
jeracion  les  costó  al  dux  y  á  los  principales  conspi- 


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1S2  HlSTOtU  DI  urjjA. 

radwes  ser  decapitados.  Viéiidose  solo  el  aragonés, 
eotró  oira  vez  en  tratos  con  los  rebeldes,  y  recibió  á 
merced  al  juez  de  Arbórea  con  que  le  resUlayese 
algunos  castillos  y-.le  hiciese  boioenage  por  otros,  con 
otras  coDdicíonoa  semejantes  á  las  del  primor  tratado. 
y  perdonó  tamlñen  á  Mateo  de  Oria  con  qne  le  reco- 
nociese vasallagepor  losfeudos  que  tenia  en-Cerdeña, 
y  se  obligase  á  servir  como  fiel  vasallo  al  rey.  Con 
esto  creyó  don  Pedro  de  Aragón  poner  en  buen  es- 
tado la  isla,  y  dejando  algunos  de  los  de  su  consigo 
encargados  de  procurar  que  el  de  Arbórea  cnmpUeae 
lo  pactado,  apresonJse  á  salir  de  aquella  isla  fatal 
consn  armada,  y  á  12  de  setiembre  (13&&)  arribó  i 
Badalona  en  Cataluña. 

Falleció  en  este  tiempo  don  Luis  rey  de  Kdlia, 
y  sucedióle  su  hermano  don  Fadrique  que  se  intituló 
rey  de  Sicilia  y  duque  de  Atenas  y  Neopatria:  primero 
que  usó  de  estos  títulos,  que  quedaron  de  allí  adelan- 
te á  sus  sucesores,  y  boy  los  tienen  loa  reyes  de  Es- 
paña por  razón  del  reino  de  Sicilia.  Era  la  situación 
del  reino  siciliano  sobremanera  deplorable.  Niño  de 
Vocéanos  el  rey,  llamado  el  Simple  por  su  escasa 
capacidad  intelectaal,  dada  la  gobernación  del  Esta- 
do á  la  in&nta  doña  Eufemia  su  hermana,  en  gnvra 
no  ya  solamente  los  catalanes  y  aragoneses  de  la  isla 
coDlra  los  do  Claramoole,  sino  aragoneses  y  catala- 
nes entre  sf,  tíos  y  sobrinos,  deudos  y  hermanos, 
todo  era  alteraciones,  miserias  y  escándalos,  y  no  ba- 


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«AKTtll.  UNO  m.  4S3 

bia  m»  gobierno  dÍ  política  que  la  fuerza  y  el  pe- 
der de  las  aroias.  «No  sé  yo  de  reino  oinguDo  de 
>Ia  crÍBÜandad,  dice  el  juicioso  cronista  de  AragOB, 
sqoe  padeciese  ea  uo  mismo  tiempo  taolos  trabajos  y 
«males  como  aquel  en  esta  sazón,  que  tenia  por  ene- 
amiga. á  la  Iglesia,  y  estaba  «nlrediche,  y  le  hacían 
•guerra  la  reina  Juana  y  el  rey  su  marido  dentro 
»en  su  casa,  y  cada  día  se  le  iban  gaoaDdo  lugares 
>y  castillos  por  los  de  Claramente,  y  lo  que  era  últí- 
»roa  miseria,  ser  el  rey  tan  mozo  y  simple,  y  gober- 

■nado  pormuger,  y  por  parcialidad  y  bando 

»y  habiendo  tan  grande  disensión  y  contienda  entre 
aloe  mismos  barones  catalanes  y  aragoneses  que  te 
'habían  de  amparar  y  d^nder,  que  era  entre  elloe 
»mu^o  mas  terrible  la  guerra  que  la  que  solían  ba- 
>cer  bs  enemigos  antiguos  en  los  tiempos  pasados  '*\» 
Persuadido  don  Pedro  IV,  de  Aragón  de  que  cum- 
plía á  su  honor  acudir  al  remedio  de  tan  miserable  es- 
tado, y  mas  tratándose  de  casar  á  su  hija  doña  Cons- 
tanza con  el  rey  doo  Fadríque  de  Sicilia,  como  antes 
se  trató  de  casarla  con  su  hermano  don  Luis,  ravió 
primero  embajadores  al  papa,  y  después  fué  él  per- 
sonalmente á  Aviñon  (1386),  con  el  doble  objeto  de 
hacer  que  el  pontífice  entendiese  en  el  remedio  de  las 
guerras  y  males  que  afligían  á  Sicilia,  y  de  que  arre- 
giasede  «cnerdo  con  el  colegio  de  cardenales  lo  rela- 
tivo á  Cadena,  sobre  cuya  isla  continuaban  las  com- 
eo   Zgríta,  Ao8l.  lib.  Tin.  c.  00. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


Mii  IÍI9T0UÁ  DB  ESVaA*. 

plicadas  pretensiooeB  del  rey  de  Aragón,  de  la  repú- 
blica de  Genova,  del  señor  de  Mílao ,  del  jaez  de  Ar- 
bórea, y  de  la  casa  de  los  Orias.  Pero  después  de  al- 
gunas pláticas  las  cosas  se  quedaron  en  tal  eslado,  ó 
,  por  m^or  decir,  vioiaron  otra  vez  á  rompimiento  por 
la  traición  con  que  Hateo  de  Oria  falló  á  todo  lo  pac- 
tado: el  rey  se  volvió  i  Perpiñao ,  y  otra  armada  fué 
enviada  pronlameale  á  Cerdeña.  No  pudo  don  Pedro 
alejarse  de  Perpiñan  en  razón  á  las  grandes  novedades 
ocurridas  en  Francia  con  motivo  de  la  famosa  batalla 
de  Poitiera,  ganada  por  Eduardo,  príncipe  de  Gales, 
hijo  del  rey  de  Inglaterra ,  ea  que  quedaron  prisione- 
ros el  rey  de  Francia  y  su  hijo  menor  Felipe ,  y  muer- 
tos su  hermano  el  duque  de  Borbon,  padre  de  doña 
Blanca,  muger  del  rey  don  Pedro  de  Castilla,  coo  otros 
grandes  del  reino :  lo  cual  no  solo  impidió  que  se 
efectuase  el  concertado  enlace  de  la  infanta  doña  Jua- 
na de  Aragón  con  Luís,  conde  de  Anjou,  que  estaba  á 
punto  de  concluirse ,  sino  qne  entorpeció  también  el 
de  doña  Constanza  coa  don  Fadrique  de  Sicilia,  que 
estaba  todavía  mas  adelantado.  Las  cosas  de  Sicilia 
marchaban  lan  adversamente  para  don  Fadrique,  que 
sin  la  constancia  y  maravilloso  esfuerzo  de  don  Artal 
de  Alagon  hubiera  acabado  de  perder  el  reino. 

Rota  por  otra  parte  la  guerra  entre  los  dos  Pedros 
de  Aragón  y  de  Castilla  (de  cuyo  principio  y  sucesos 
daremos  cueuta  cuando  volvamos  á  la  historia  de  es-- 
le  último  reino),  poco  podia  hacer  el  aragonés  ni  ea 


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FAITE  Il>  LlItO  ni.  i%Í 

hior  de  Sicilia  dÍ  en  favor  d  e  CerdeSa,  que  se  cod- 
virtieron  para  él  en  dos  objetos  secundarios,  absor- 
bida toda  aa  atención  en  lo  que  tenia  mas  cerca  y 
le  interesaba  mas  directamente .  Sin  embargo,  las  co- 
sas de  Cárdena  mejoraron  algún  lanío  con  la  muerte 
del  rebelde  Mateo  de  Oria  (1358).  Pero  las  de  Sicilia 
empeoraron  lauto  para  el  rey  don  Fadrique ,  que.  no 
teniendo  áquien  volver  los  ojos  sino  al  de  Aragón,  le 
rogó  encarecidamente  íe  socorriese  con  una  armada, 
;  para  mas  obligarle  hizo  donación  de  su  reino  y  de 
los  ducados  de  Atenas  y  Neopati'ia  y  del  condado  de 
Caríntia  en  favor  de  la  reina  de  Aragón  sa  bermana, 
6  de  alguno  de  sus  bijos,  el  que  ella  eligiese.  Mas  el 
aragonés  se  bailaba  en  lal  necesidad  por  la  guerra  de 
Castilla,  que  no  solamenle  no  podia  «ocorrer  á  oíros, 
«noque  lavo  que  llamar  principes  eslraños  en  propio 
«niilio  y  que  confederarsecon  el  rey  de  losBeai-Me- 
rioes  de  África.  Asi  fué  que  convencido  de  la  imposi- 
bilidad de  atender  siquiera  á  lo  deCerdeña,  tuvo  á  di- 
cha el  poder  transigir  ccm  la  república  de  Genova,  cu- 
yo dnx  era  entonces  Simón  Bocaoegra  (1360),  com- 
prometiendo sus  diferencias  en  el  marqués  de  Hont- 
ferrato,  el  cual  sentenció  que  hubiese  verdadera  paz 
entre  ellos,  y  que  el  de  Aragón  entregase  á  la  señoría 
de  Genova  la  dispalada  cindad  de  Algaer,  y  Genova 
«idiese  al  aragonés  la  no  menos  disputada  villa  y  cas- 
tillo de  Bonifacio. 

La  circunstancia  de  haber  el  infante  don  Fernaa- 


n,t7ccib/pOO<íIc 


i%&  HiSTOKIA  DE  BSPAHÁ. 

do,  bermaoo  del  rey  de  Aragón, -U^iado  &  su  cargo 
la  gaerra  contra  el  de  CastÜia  (par  causas  que  espU- 
caremos  eo  otro  lagar],  permitió  al  fin  al  moaarct  ara- 
gonée  «Dviaf  al  atribulado  don  Fadrique  de  SidUa  do 
solo  la  iofaota  doña  Gooslaaza  su  prometida  esposa, 
sino  lambtm  ud  peqoeño  auxilio  de  ocho  galeras.  Las 
bodas  se  celebraron  en  Catania  (1361),  y  oon  decla- 
rar el  de  Aragón  que  tomaba  bajo  su  amparo  «quel 
príncipe,  y  con  el  socorro  de  aquella  pequeña  flota,  y 
con  el  valor  y  constancia  del  eonde  don  Artal  de  Ala- 
gon,  defensor  iacanaable  de  don  Fadrique,  sufiieroa 
tal  mudanza  las  cosas  de  aquel  reino ,  que  de  la  ú\á~ 
nía  miseria  y  adversidad  en  qae  estaban  pasaron  i 
suceder  próspera  y  íelizmente  para  el  protegido  de 
Aragón,  cayendo  en  abatimiento  la  causa  de  la  reioa 
doña  Juaaa,  prestándose  todas  las  parcialidades  á 
obedecer  á  su  le^timo  roy,  quedando  ya  muy  pocas 
ciudades  en  poder  de  sus  enemigos,  y  comenzando 
don  Fadrique  á  ejercer  de  becho  una  autoridad  y  á 
revestirse  de  una  aoberania  qu«  hasta  eatoooes  había 
«do  «olsmente  nominal. 

Eo  una  ocasioB  estuvo  ya  el  rey  don  Pedro  á 
ponto  de  ser  privado  dei  raino  4e  Cevdeña  por  la 
misma  silla  ponlifiew.  La  ^erra  de  Gastílla  le  había 
pueaio  en  tan  grande  eslreobo  y  neoesidad,  que  como 
medio  úbíco  para  poder  BostaHar  sa  ¿¡ente  procedió 
á  la  ocupación  de  todos  los  bienes  de  la  cámara  apos- 
'  tólíca,  y  de  los  frutos  y  reatan  de  todt»  los  beneficios 


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PAKTI  II.  LIBIO  ill.  427 

de  los  cardeoates  y  otros  eclesiásticos  que  se  hitla- 
bao  ausentes  del  reíoo,  y  esto  lo  hacia  á  público  pre- 
gón. Notíctoeo  de  ello  el  pepa  Urbano  V.,  reuokiel 
coosislorio,  y  en  él  se  IraU}  de  excouialgarie  y  poner 
m  reino  en  ent^edícbo ,  privándote  además  del  reino 
de  Gerdeia,  y  dando  so  mvestidora  á  otro.  Rc6exio- 
nando  entonces  don  Pedro  qoe  si  la  Iglesia  diese  aqoet 
reino  al  jaez  de  Arbórea  en  un  scAo  dta  podrían  rebe- 
táraele  todoe  los  sardos,  recordando  la  hi^oría  de  sos 
mayores,  y  q«e  ningan  nnonarca  por  poderoso  que 
Aiesehabia  tenido  contra  si  la  Iglesia  qoe.á  la  postre 
nohnbiera  redundado  en  su  daño,  envió  á  so  tio  el 
infante  don  Pedro  para  que  le  escasára  ante  el  pontí- 
fice, y  le  espusiera  al  propio  tiempo  que  él  habla  coih 
soltado  á  grandes  letrados,  y  qoe  estos  unánimemente 
le  hablan  dicho  que  en  es^emaa  necesidades  como 
era  la  soya,  podía  tomar  no  solo  los  firotos  y  rentas 
edeñásticas,  sino  todo  el  oro  y  la  plata  de  las  iglesias 
devolviéodolo  á  sn  tiempo,  puesto  qne  era  para  de- 
fender la  tierra,  lo  cual  redundaba  en  beneficio  mii- 
versal  de  clérigos  y  legos.  En  fia ,  con  la  ida  del  in- 
fante don  Pedro  se  solu'eseyó  en  aqnel  asunto  (1 364)^  * 
mas  lo  qne  el  papa  no  llegó  á  conceder  trató  el  juex 
de  Arbórea  de  tomarlo  de  propia  autoridad,  logrando 
poner  ea  armas  la  mayor  parte  da  lot  sardos. 

De  tal  manera  progresaba  en  su  rabelioa  Harianot 
jaez  de  Arbórea,  que  el  rey  en  medio  de  sos  vastas 
atenciones  se  vid  precisado  i  eoTÍar  noevos  refuerzoa 


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1S8  HISTOIIA    DB    ISPAltA. 

(1366)  al  mando  de  don  Pedro  de  Luua,  ano  de  los 
príocipales  ricos-hombres  y  de  los  mas  valerosos  del 
reino.  Uegó  éste  en  i  368  á  tener  cercado  al  de  Ar- 
bórea en  Oristan ,  pero  un  descuido  que  tuvo ,  dejan- 
do á  sus  tropas  esparcirse  por  la  comarca,  le  aprove- 
cbó  tan  grandemente  el  de  Arbórea  que  cayendo  so- 
bre el  rea)  de  rebato  rompió  y  desbarató  el  campo 
aragonés,  quedando  alli  maerlos  don  Pedro  de  Luna 
y  su  hermano  don  Felipe  con  otros  muchos  caballe- 
ros: golpe  que  puso  en  el  mayor  peligro  la  isla,  y 
qae  inspiró  al  rey  el  pensamiento  de  volver  allá  en 
persona  con  la  armada,  y  residir  en  ella  hasta  redu- 
cirla á  su  obediencia.  Llegó  á  pregonarse  la  ida  del 
rey  (1369),  y  aun  se  dieron  los  gniajes  á  los  que  ha- 
blan de  ir  en  la  expedición ,  si  bien  mas  con  intento 
de  alentar  á  los  suyos  'que  de  ponerlo  entonces  por 
obra.  Mas  entretanto  el  juez  de  Arbórea  se  iba  apo- 
derando de  la  isla,  entregósele  la  ciudad  de  Sacer, 
puso  eu  grande  aprieto  al  gobernador  del  castillo,  y 
estuvo  ya  para  perderse  la  isla,  discordes  entre  sf  los 
pocos  catalanes  y  aragoneses  qae  en  ella  quedaban, 
y  desavenidos  et  capitán  general  y  el  gobernador  del 
castillo. 

Apelaba  ya  el  rey  de  Aragón  á  recursos  estremos 
para  mantener  aquella  posesión  que  veia  escapársele. 
En  1371  se  concertó  con  ao  caballero  inglés  llamado 
GualterBeneditopara  que  con  una  hueste  de  ingleses  y 
provenzales  Tuese  á  sostener  las  ciudades  que  le  que- 


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-    PABnil.  LIBSOIIt.  1S9 

daban  ea  Cerdeña,  y  dio  á  Gualter  el  tílalo  de  conde 
de  Arbórea.  Mostrábanse  ya  los  pueblos  de  su  reioo 
allacaeale  disgastados  y  aun  ¡miados  coo  los  gastos, 
impuestos  y  sacriScíos  de  oro  y  de  sangre  que  costa- 
ba el  empeño  de  sostener  aquella  coaquista  ,  y  en  la 
cual  decían,  do  habia  persona  principal  que  no  hu- 
biese perdido  algún  deudo  muy  cercano.  «Que  deje 
>el  rey,  anadian,  para  los  mismos  sardos  esa  ti^ra 
•miserable  y  pestilendal,  de 'gente  vilísima  y  vanísi' 
>Ba,  y  que  sea  guarida  para  los  corsarios  genoveses, 
»y  población  de  desterrados  y  malhechores.  ¿Qué 
«premio  son  sus  bosques  y  montañas  llenas  de  fieras 
sen  recompensa  de  laníos  y  tan  escelentes  caballeros 
«como  han  muerto  en  su  conquista?  ¿Qué  cotejo  tiene 
ala  isla  de  Sicilia,  y  los  fértiles  y  abundosos  campos 
■de  Girgeoti  y  de  Lenlioi,  con  los  miserables  yermos 
•de  esa  isla,  cuyo  aire  y  cielo  es  ademas  pestilen- 
tcial?j*  Pero  el  rey  se  obstinaba  en  su  defensa  como  si 
se  tratase  de  una  pertenencia  principal  de  su  corona. 
Poco  prosperó  sin  embargo  con  la  ayuda  de  aquellos 
auxiliares  estraogeros,  porque  en  cambio  los  genove- 
ses ,  sin  tomar  en  cuenta  la  paz  qae  tenian  asentada 
con  el  de  Aragón,  equiparon  y  enviaron  en  4373  una 
gruesa  armada  á  Cerdeña  en  favor  del  juez  de  Arbó- 
rea. El  (ncansable  aragonés  no  obstante  tener  entoo- 
oes  su  reino  amenazado  por  Francia,  por  Mallorca  y 
por  Castilla,  todavía  no  desistió  de  despachar  mas  re- 
ftierzos  á  Cerdeña  al  mando  de  don  Gilabert  de  Cruy- 
ToHO  vil.  9 


D,g,t7cdb/COOgIC 


130  HISTORIA  DR  KSPAÜ*. 

lias.  La  gaerrá  conlinuaba  para  mal  de  todos  en  aqadld 
isla  desventurada.  Los  aragoneses  á  quienes  so  mala 
suerte  tenia  allí  se  hallaban  en  el  estremo  de  la  mi- 
seria y  de  la  desesperación:  los  qne .  derendian  al 
juez  de  Arbórea  tampoco  gozaban  de  condición  mas 
ventajosa:  el  papa  Urbano  VI.,  nada  propicio -al  rey 
de  Aragón,  y  de  índole  naturalmente  áspera  ,  le  con- 
minó también  con  privarle  de  la  isla:  en  tal  situación, 
y  como  remedio  parcial  que  no  hacia  sino  prolongar 
la  enrermedad  y  hacerla  crónica,  renovó  en  1 378  la 
paz  con  la  señoría  de  Genova,  en  términos  semejantes 
á  la  que  antes  se  había  hecho  por  mediación  del  mar- 
qués de  Monferrato. 

Continuaron  asi  las  oosas  de  Cerdeña  hasta  4383, 
en  que  candados  los  mismos  sardos  que  se  levantaron 
con  Mariano,  juez  de  Arbórea,  y  con  Hugo,  su  hijo, 
,de  80  tiránica  dominación,  se  rebelaron  contra  él  y  le 
mataron,  ensañándose  en  su  persona  y  ejecalaodo  coa 
él  las  propias  crueldades  que  él  había  usado  y  le 
babian  visto  ejecutar.  Creyóse  entonces  que  los  mismos 
sardos  se  vendrían  á  la  obediencia  del  rey  de  Aragón, 
ó  que  seria  fócil  reducirlos.  Corroboraba  esta  idea  la 
ctreunslancia  de  haber  venido  á  Monzón  ,  donde  el 
rey  celebraba  cortes,  el  caballero  Brancaleon  de  Oria, 
casado  con  Leonor  de  Arbórea ,  hermana  del  úlUmo 
juez,  ofreciendo  servir  al  monarca  en  reducir  á  su 
obediencia  aquella  isla.  Recibióle  grandemente  don 
Pedro,  y  le  dio  el  Ututo  de  conde  de  Honteteon.  Pe- 


,,GoogIc 


HIT!  II.  LIBftOlll.  131 

ro  eagañároose  lodos.  Los  sardos  peosaroo  enloaces 
ea  hacer  aquel  reioo  dd  estado  libre  é  iodependieote, 
f  ea  el  caso  que  no  lo  piidiesen  alcanzar  eotregarseá 
la  señoría  de  Géaova.  Esta  resolución  tan  cootraria 
á  los  derechos  de  la  Iglesia  como  á  los  del  monarca 
aragonés,  fué  causa  de  qae  procurasen  el  rey  don  Pe- 
dro y  el  papa  Urbano  entenderse  y  confederarse,  con 
ánimo  cada  cual  de  sacar  jKira  sí  el  mejor  partido  de 
la  oneva  situación.  Mas  habiendo  sido  avisado  en  es- 
te tiempo  el  aragonés,  de  que  doña  Leooor  de  Arbó- 
rea con  su  hijo  recorrían  la  isla,  apoderándose  de  to- 
das las  ciadades  y  castillos  que  babia  tenido  el  juez  su 
hermano,  retuvo  el  rey  en  su  poder  á  Brancaleon  sa 
marido,  hasta  que  éste  le  hizo  y  juró  pleito  bomeña- 
ge,  de  que  en  llegando  á  Cerdeña  reduoJria  á  su  es- 
posa y  su  hijo  á  que  se  sometiesen  al  rey,  y  cuando 
DO  pudiese  haberlos  se  entregarla  á  Bernardo  de  Se- 
nesterra,  gefe  de  la  armada  aragonesa  que  iba  á  par- 
tir para  la  isla,  para  que  le  tuviese  en  el  caütillo  de 
Galler.  Asi  sucedió.  Brancaleon  no  pudo  recabar  de 
su  mnger  que  viniese  á  concordia ,  que  era  doña 
Leonor  muger  no  menos  resuelta  y  de  no  inenos  am- 
bidón  y  orgullo  que  su  hermano,  y  Brancaleon  su 
marido  cumplió  su  compromiso  de  darse  á  prisión  en 
el  castillo  de  Caller. 

Por  último,  en  1386,  el  poderoso  rey  de  Aragón 
se  vio  en  la  necesidad  de  transigir  con  una  muger, 
pactando  con  doña  Leonor  de  Arbórea:  1 ."  que  per- 


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432  HISTOKU    OB  ISPAÜA. 

donaría  á  los  sardos  rebeldes  y  les  confirmarla  las  li- 
bertades y  franquezas  que  doña  Leonor  les  liabia  coq- 
cedido.por  diez  años:  %.'  que  pondría  en  libertad  á 
Braocaleon  de  Oria,  su  marido,  y  á  todoá  los  que  es- 
taban presos  en  Cerdeña:  3."  que  en  tos  castillos  qae 
habían -sido  antes  del  rey  pondría  éste  la  guarnición 
que  quisiese,  escepto  en  el  de  Sacer,  «uyos  soldados 
hahian  de  ser  sacereses:  4."  que  ningún  aragonés  ni 
catalán  de  los  heredados  en  la  isla  había  de  residir  en 
ella:  5."  que  habrfa  un  gobernador  en  toda  la  isla,  y 
un  oficial  y  un  administrador  en  cada,  lugar  para  re- 
caudar las  rentas  reales,  pero  que  todos  los  demás 
oGciates  serian  naturales  de  la  isla:  6."  que  los  oficia- 
les reales  se  relevarían  de  tres  en  tres  años,  y  que 
los  que  hubiesen  gobernado  mal  no  podrían  volverse 
al  país:  7."  que  con  estas  condiciones  le  serian  resti- 
tuidos al  rey  todos  los  pueblos  y  castillos  que  eran  de 
la  corona  real  antes  de  la  guerra:  y  8.*  que  á  doña 
Leonor  le  quedaría  todo  el  estado  que  fué  del  juez 
de  Arbórea,  su  padre,  antes  de  la  rebelión,  pagando 
lo  que  en  este  tiempo  no  había  satisfecho  por  el  feudo. 
Esta  humillante  concordia  fué  jurada  por  el  rey  en 
Barcelona  (agosto,  V386]-  Pero  ai  esto  se  podo  cum- 
plir por  la  muerte  qne  luego  sobrevino  á  don  Pe- 
dro IV.,  y  Brancaleon  de  Oria  y  su  muger  doña  Leo- 
nor perseveraron  después  en  su  r^elíon,  dejando' 
don  Pedro  en  herencia  á  su  sucesor,  después  de  tan- 
tos años,  la  fatal  cuestión  de  Cerdeña. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


PABTBll.  LlBftO  llf,  4-33 

Veamos  el  rombo  qoe  tomaron  las  cosas  de  Sici- 
lia durante  el  reinado  de  don  Pedro  IV.  de  Aragón. 

Por  un  pacto  celebrado  en  1372  entre  el  rey  don 
Fadriqae  de  Sicilia  y  la  reina  doña  Juana  de  Ñapóles, 
su  constante  competidora  ,  babtase  convenido  en  que 
doD  Fadrique  tuviese  por  si  y  por  sus  sucesores  la  isla 
de  Scilia,  ó  el  reino  de  Trinacria  con  las  islas  adya- 
centes por  la  reina  doña  Juana  y  sus  hijos  y  descen- 
dientes legítimos  tan  solamente,  haciéndole  pleito-ho- 
raeDage  y  pagándole  un  censo  anual:  y  en  que  don  Fa- 
drique y  sus  sucesores  se  intitularían  reyes  de  Trina- 
cria,  y  la  reina  y  los  suyos  tomarían  título  de  reyes 
, de  Sicilia,  teniendo  cada  reino  diverso  título  por  si. 
£n  cuanto  á  la  sucesión  del  reino  de  Trinacria  ,  de- 
claró el  papa  que  pudiesen  suceder  hijas  en  defecto 
de  varones,  contra  la  antigua  costumbre  de  aquel 
reino.  En  su  consecuencia  habiendo  muerto  don  Fa- 
driqae III.  en  1377,  debia  suoederle  la  infanta  doña 
Haría  sa  hija,  niela  de  Pedro  IV.  de  Aragón.  Pero 
este  monarca  que  veia  una  nueva  carrera  abierta  á 
su  ambición,  apresuróse  á  protestar  ante  et  papa  y  los 
cardenales  contra  la  declaración  de  suceder  las  hem- 
bras, esponíendo  que  en  conformidad  al  testamento 
del  primer  Fadrique  de  Aragón  que  babia  reinado  en 
Sicilia,  le  pertenecía  á  él  aquel  reino  por  muerte  de 
otros  mas  inmediatos  sucesores  varones,  ofreciendo 
recibir  sa  investidura  de  mano  del  pontífice  y  hacer 
reconocimiento  del  feudo  á  la  Iglesia,  pero  suplicando 


,,G'ooglc 


434  aiSTOUA  bb  bsfaAa, 

no  se  diese  lugar  á  que  por  fuerza  de  armas  adqui- 
riese su  derecho  (1 378).  Negóse  á  semejante  declara- 
ción el  papa  Urbano  VI.,  anles  le  amenazó  con  que  si 
se  entrometió  en  los  negocios  de  Sicilia  le  privaría 
hasta  del  reino  de  Aragón.  Ni  por  ésto  desistió  el  rey 
don  Pedi-o,  antes  publicó  que  tomaba  sobre  si  la  em- 
presa de  Sicilia,  mandó  aparejar  para  ello  una  gruesa 
armada,  y  declaró  que  queria  ir  á  la  isla  en  persona. 
Disuadiéronle  de  este  propósito  muebos  de  su  con- 
sejo, que  teniao  inteligencias  coa  los  barones  sicilia- 
nos, y  suspendió  sa  marcha.  Considerando  luego  que 
aquel  reino  estaba  dividido  en  bandos,  cada  ano  de 
los  cuales  aspiraba  á  apoderarse  de  la  iofaDta  ,  y  que 
muchos  pretendían  sa  mano  para  abrirse  el.  camino 
del  trono,  hizo  donación  de  aquel  reino  al  infante  don 
Bfartin  su  hijo,  para  él  y  sus  sucesores ,  declarando 
de  nuevo  que  do  pudiese  suceder  muger,  siempre  in- 
vocando el  testamento  de  don  Fadrique  el  viejo.  Re  -  . 
serrábase  en  esta  donación  el  señorío  de  la  isla  con 
título  de  rey  duranle  su  vida,  y  que  don  Martin  se 
titulase  Vicario  general  del  reino  por  su  padre.  Hizo 
esta  donación  en  Barcelona  á  4 1  de  junio  de  1 3S0. 
La  desgraciada  do5a>  María  á  quien  así  se  heredaba 
en  vida,  fué  sacada  de  Sicilia  por  el  vizconde  deRo- 
caberti  y  dejada  en  el  castillo  de  Galler  de  Gerdeña, 
hasta  que  enviando  por  ella  el  rey  de  Aragón  fué 
traída  á  Cataluña. 

La  cuestión  de  Mallorca ,  que  se  tenia  por  terml- 


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PARTB  ü.  LIBKO  III.  13S 

nada  hada  ya  machos  años,  resucitó  lambieD  iaopU 
oadameotei  como  si  fuese  poco  todavía  el  cúmulo  de 
ateacioues  que  rodeaban  al  rey  doo  Pedro.  Aquel  jo- 
ven prlocipe  Jaime  de  Mallorca,  á  quien  eu  1349  vi- 
mos caer  prisionero  y  herido  en  la  batalla  en  que  su, 
padre  don  Jaime  II.  acabó  de  perder  el  reino  y  la  vi- 
da, había  estado  encerrado  primerameDte  en  el  cas- 
tilla de  Jáliva,  después  en  el  castillo  nuevo  deBarce- 
Ima.  Al  cabo  de  trece  años  de  rigurosa  prisión  lo^ró 
escaparse  por  industríade  un  canónigo  de  aquella  ciu- 
dad (1372),  y  se  refugió  á  Ñápeles,  donde  se  intituló 
rey  de  Mallorca.  No  había  pasado  un  año,  cuando 
obtuvo  la  Goano  de  la  célebre  y  famosa  Juana  reina 
de  Ñapóles,  que  acababa  de  enviudar  del  rey  Luis. 
Protegido  mas  adelante  por  algunos  principes,  y 
viendo  á'don  Pedro  de  Aragón  su  tío  envuelto  en  las 
gnerras  de  Castilla  y  Cerdeña,  juntó  algunos  cente- 
nares de  lanzas,  é  hizo  una  tentativa  por  el  Ro- 
selIoD  para  recobrar  la  corona  perdida  por  su  pa- 
dre (1374)-.  Frustrada  aquella. empresa  por  la  vi- 
gilancia del  aragonés,  que  con  maravillosa  activi- 
dad atendía  á  todas  partes,  resolvió  y  ejecutó  el 
pretendiente  mallorquio  una  invasión  en  Cataluña  por 
las  riberas  del  Segre.  Puesto  el  reino  en  armas ,  cor- 
rióse aquella  gente  hacía  Aragón,  haciendo  gran  daño 
en  la  tierra.  Pero  faltos  de  viandas  y  mantenimientos 
y  hostigados  por  todas  partes  y  desde  todas  las  forta- 
lezas, hübieroD  de  refugiarse  á  Castilla,  repartién- 


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436  HtsnmiA  db  ESPAtA. 

dose  en  las  fronteras  de  Soria  y  Almazan  (1375). 
Alli  murió  al  poco  tiempo  el  inraote  de  UalÍQrca.'  To- 
darla  ao  Taltó  quien  se  encargara  de  proseguir  las 
preteasioaes  sobre  aqnet  reino  y  sobre  los  condados 
de  Roselíon  y  de  Cerdaña.  El  iuquieto  y  turbaleoto 
Lois  duque  de  Anjoa,  á  quien  la  infonta  Isabel  de 
Mallorca,  última  hija  del  destronado  don  Jaime,  be- 
bía hecho  cesión  de  los  derechos  que  pudieran  per- 
"^  tenecerle,  se  encargó  de  reclamarlos  para  s[  con  las 
armas,  protegido  por  su  bermaoo  el  rey  Carlos  V.de 
Francia  y  por  el  rey  don  Fernando  de  Portugal.  En- 
vió el  duque  á  desafiar  al  de  Aragón  (4376),  y  ya 
don  Pedro  se  aprestaba  á  combatir  aquel  nuero  ad- 
versario, cuando  Francia  y  Castilla,  convencidas  de 
lo  insensato  de  aquella  guerra,  iaierpusieron  sos  lea- 
les esfuerzos  para  que  no  siguiese  adetante,  y  desde 
entonces  el  reino  de  las  Baleares,  de  Roselloo  y  de 
Cerdaña  quedó  sin  cootradíccioD  anido  é  incorporado 
á  la  corona  de  Aragón. 

Por  aquel  tiempo  (abril,  137S)  había  fallecido  la 
reina  de  Aragón  doña  Leonor  de  Sicilia;  la  famosa 
luana  de  Ñápeles,  por  segunda  vez  viuda,  hizo 
proponer  su  mano  al  rey  don  Pedro,  ó  bien  al  in- 
fante don  Juan  su  hijo,  ofreciendo  que  baria  donacioa 
de  so  reino  para  que  se  uniesen  las  coronas  de  Ña- 
póles y  de  Aragón.  Desechó  el  aragonés  con  gran 
desprendimiento  ambas  proposiciones,  y  prefirió  para 
sí  á  una  hija  de  un  caballero  particalar  del  Ampur- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


MBTI  II.  II8B0  III  437 

dao,  llamada  Sibitia  de  Porcia,  vioda  de  Ái^ldeFo- 
ces  (1377),  con  quien  contrajo  sus  cuartas  y  postre- 
ras nupcias  ('*.  Hfzosele  una  corooación  en  Zaragoza 
coa  la  misma  solemnidad  que  si  hubiese  sido  en  e) 
principio  de  un  reinado  i'*.  Pero  esta  nueva  reina  es- 


(4)  Etla  e41«bre  reina  de  Ni- 
potw,  doBa  Juana,  dio  después  la 
UTitfidura  de  sa  taino  i  Luía,  du- 
ne  de  Aojou,  hetmaoo  del  rej  de 
PraneJB,  adaptándole  por  hijo,  ca- 

BdoaacioQ  y  sombra m i entu  apro- 
el  papa  Clemeote  VII.  j  na  cu- 
7a  elección  había  infloido  muy  es- 
pecialraente  la  reioa  Juana.  Pero 
«  papa  Urbano  VI.,  did  la  ioveati- 
dora  del  reino  de  Nlpolea  A  Cdr- 
k»  d«  Dnraio. 

Esla  coexistencia  de  dos  papaa 
coaatítuTO  el  Tanesto  cisma  que  ae 
WBcilú  en  la  Iglesia  i  la  muerte 
del  pontífice  Gregorio  XI.  en  1378. 
Prímeramentü  el  colegio  de  carde- 
nalea  proclamó  en  Hdoi»  á  Urba- 
no VI.  en  ocsíjíoD  de  hailnrae  el 
pneblo  alborotado  y  en  armaa.  Es- 
ta cirCDDEtaocia, ;  el  carácter  ás- 
pero, serero  f  poco  social  que  des- 
cobriú  el  elegido,  mo*iá  luego  á 
Im  cardenales  ¿  declarar  nula  le 
etcccioD  como  srrancada  por  la 
*¡uleDcía  y  hecha  por  miedo.  Dea- 
pnes  de  mochas  f  agrias  con  leila- 
cioneaentrBUrbsDoy  ios  cardena- 
les, estos  lograron  pasar  á  Fundí, 
donde  eligieron  otro  puotifice  con 
el  nombre  de  Clemeole  Vil. .varou 
qne  parecía  muy  humilde  y  cari- 
laÜTO  y  de  gran  espedicion  en  los 
negocios.  A  esta  eloccion  ayudó 
moflM  la  reina  de  Ñipóles.  Urba- 
no promulgó  su  sentencia  decla- 
rando A  Clemente  cismáiica  y  he- 
'*S*t  1  pri*aodo  A  los  cardena- 
les que  con  él  estaban  de  toda  a  sus 
digoidadet  y  oficios.  Estos  á  sn 
*ez  fonasTOD  proceso  comra  Ur- 


bano 7  le  declararon  intfDso.  Esta 
cisma  afliBió  por  mucbo  tiempo  á 
la  it;lesia  de  Occidente. 

Requerido  el  rey  don  Pedro  IV. 
de  Aragón, para  que  diandaee  pu- 
blicar este  procesa  en  las  iglesias 
de  sus  reiooa,  congresú  el  arago- 
nés una  gran  juoLa  de  letradas, 
barones,  caballeros  y  persona* 
priucipales,  7  en  ella  unánime- 
mente se  acordó  que  aquella  pu- 
blicación no^ae  hiciese,  7  que  el 
rey  de  Aragón  no  se  pronunciase 
por  nioguua  de  las  partes.  El  re7 
don  Pedro  con  euma  7  muv  loable 
prudencia  lo  cumplió  asi.  No  ob»- 
tante  lo  deeruvorable  que  le  fué 
Urbano  VI.,  7  lo  rudamente  que  se 
condujo  cun  él  en  las  cuestiones 
de  Sicilia  7  de  CerdeQs,  doD  Pe- 
dro IV.  de  Araeoo  obierTÓ  una  es- 
[rlcta  neutralidad  entre  los  doa 
papas,  dejaodo  A  la  iglesia  la  reso- 
íueioD  de  querella  tan  lamentable. 
Heconocieron  A  Urbano  VI.  la  ma- 

Snr  parte  del  imperio.  Bohemia, 
uogria  é  Inglaterra.  Fué  tenido 
Clemente  VII.  ^or  leaítimo  en 
Francia,  en  España,  en  Escocia,  en 
Sicilia  7  en  Chipre.  Puede  decirse 
que  .duró  el  cisma  hssla  i4lT. 

(S)  Ocurrió  en  las  corteada  Za- 
ragoza en  que  se  hizo  esta  corona- 
cion  (1381)  uu  incidenie  notable 
que  prueba  bien  lo  que  en  otra 
parte  hemos  indicado  acerca  de  la 
miserable  condición  de  la  clswde 
vasallos  de  aquel  reino,  en  medio 
de  los  grandes  priTilei^ioa  de  la  uo- 
blezH.LoaTecinosdeAozBnego[en 
las  meotañas  de  Jaca)  ee  .habían 


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138  BisioEíA  DI  bshAa, 

taba  destíoada  á  llevar  la  discordia  á  la  familia,  y  á 
ser  causa  de  las  desavenencias  y  los  escáadatos  que 
se  vieron  entre  don  Pedro  y  los  infantes  sns  hijos  en 
los  últimos  años  de  aquel  monsirca.  Vióse  príacipal- 
mente  et  infante  heredero  don  Joan  en  el  mismo  caso 
en  que  se  había  visto  sn  padre  cuando  era  principe, 
perseguido  por  una  madrastra,  y  privado  á  iosliga- 
cioQ  suya  por  su  padre  de  la  admioistracion  y  gober- 
nación general  de  los  reinos,  dando  el  rey  por  causa 
ó  escusa  de  su  proceder  et  haberse  casado  don  Joan 
con  la  hija  del  duque  de  Bar,  doña  Violante,  y  nócon 
una  princesa  de  Sicilia,  como  el  rey  deseaba.  El  con- 
.  de  de  Ampurias  que  tomó  et  partido  y  la  defensa  de 
su  cuñado  el  infante  don  Juan,  fué  viva  y  crudamente 
perseguido  por  el  rey  y  por  la  reina,  que  se  fueron 
apoderando  de  la  mayor  parte  de  su  condado. 

Anciano  y  enfermo  ya  el  rey  don  Pedro,  dejá- 
base, goheraar  en  todo  por  la  reina  su  muger.  in- 
curriendo en  sus  últimos  días  en  la  misma  flaqueza 
que  Alfonso  IV.  su  padre.  Seguía  la  discordia  entre 
los  reyes  y  el  infante,  y  como  don  Pedro  mandase 
pregonar  en  todos  sos  señoríos  que  nadie  obedeciese 

quejado  de  loe  malos  tratamieotos  tratarlos  bien  ó  mal, ;  li  fuete  ñe- 
que rncibiiin  da  su  señor,  j  el  re;  cesarlo,  motorloi  <U  hambre ,  ó 
les  dio  uoa carta  de  inhibicioo  pa-  de  sed,  ú  en  prútonet,  y  au- 
ra 4]ue  aauet  do  lot  nialtrataK.  pilcó  al  rey  maullase  reTooar  lo 
Qaejdw  de  esto  la  nobleza  en  que  contra  este  fuero  y  pnwmi- 
aquellas  cortes,  dicieudoque  oi  el  oencio  habla  ordenado.  Uespoea 
rey  ni  ras  oficiales  podiao  entro-  de  muy  discutido  este  oe^ocio,  el 
meterse  i  conocer  de  semejante  rey  se  rió  preciudo  i  reíocar 
eaeo,  antes  bien  todo  señor  de  va-  aquella  inhibictOD.  Zar.  &ul.  U- 
mIIm  del  reino  de  Aragtrn  podil  bro  Z.  o.  18. 


,,.GoogIc 


PABTB  It.   LIBIO  III  139 

á  80  prímogéDÍto  ni  le  coDsíderase  como  (al,  reoorrid 
éste  al  losticia,  que  era  siempre  el  amparo  y  defensa 
cODlra  toda  TÍoiencia  y  qnebraotamiento  de  la  ley. 
Este  sapremo  magistrado  falló  en  favor  de  los  dere- 
chos del  iofaote  y  á  nombre  de  la  ley,  soperior  en 
Aragón  al  poder  de  los  reyes,  volvió  don  Juan,  duqoe. 
de  Gerona,  á  entrar  en  el  ejercicio  de  la  goberoacion 
general,  sí  bien  anduvo  retraído  y  apartado  por  ta 
furia  con  que  sn  padre  le  perseguía.' 

Acibararon  las  disensiones  entre  la  madrastra  y 
.el  entenado  los  últimos  momentos  del  monarca.  Agra- 
váronsele  á  ésle  las  dolencias  en  fines  de  1386.  Al 
verse  próximo  á  la  muerte  mostró  grande  arrepenti- 
miento por  los  disgustos  y  perjuicios  que  había  irroga- 
do al  arzobis^H)  de  Tarragona,  y  por  los  daños  hechos 
á  sna  vasallos  y  lugares,'  pretendiendo  sobre  ellos  la 
dominación  temporal  que  los  arzobispos  de  Tarragona 
Tenían  disfrutando  en  aquella  ciudad  y  so  campo  des- 
de  el  tiempo  y  por  donación  del  conde  don  Ramón 
Berengoer  IV.  de  Barcelona,  mandando  restituirle 
la  posesión  en  que  habían  estado  sus  predecesores.  En 
ea  testamento  (hecho  en  1 379)  instituía  por  herede- 
ro en  sus  reinos  at  infante  don  Juan  y  á  sus  hijos  y 
descendientes  varones  legitimes;  á  falta  de  estos  at 
infonte  don  Martin  y  á  los  suyos;  y  en  su  defecto  al 
hijo  que  tuviese  de  la  reina  Sibilia;  y  et  mismo  qne 
tantas  alteraciones  había  movido  por  declarar  suceso- 
ra  á  su  hija  doña  Constanza  eo  perjuicio  de  don  Jai- 


n,g,t.7cdb/G00gIc 


440  HISTOBIl    DB    BSPaSa. 

me  80  bermaóo,  en  su  teslameoio  excluía  de  la  snoe- 
sioD  á  las  hembras.  Asi  patentizaba  qae  la  pasioo  y  do 
la  ley  ai  la  coociencia  había  sido  aotes  el  móvil  de 
sus  acciones.  £o  ua  codicilo  que  otorgó  al  tiempo  de 
morir  dejó  ordenado  que  el  infante  doo  Joan,  con 
coDsejo  de  los  prelados,  barcmes  y  procuradores  de 
las  ciudades  de  sus  reinos,  y  tenieado  presentes  las 
informacioDes  que  se  habían  hecho  en  Roma  y  en 
Aviñon  sob^e  la  elección  de  los  dos  pontífices  Urbano 
y  Clemente,  declarase  á  cuál  de  los  dos  se  debía  re- 
conocer por  verdadero  y  universal  pastor  de  la  Igle- 
sia. En  otra  cláusula  del  mismo  codicilo  mostróla 
poca  confianza  que  en  su  hijo  tenia,  paesle  echaba  , 
so  maldición  si  no  cumplía  lo  que  eo  su  testamento  y 
codicilo  ordenaba,  requiriendo,  exhortando  y  man* 
dando  á  todos  los  prelados,  barones,  caballeros  y.súb- 
dílos  de  sns  reinos,  bajo  la  pena  de  su  maldición;  que 
DO  le  reconociesen  ni  tuviesen  por  rey  sin  que  prime- 
ro se  obligase  á  ejecutar  lo  que  en  dicho  tcslameolo 
y  codicilo  le  dejaba  prescrito  y  ordenado. 

No  hemos  visto  nada  mas  parecido  que  lascircoDs- 
tancias  que  acompañaron  la  muerte  del  rey  don  Pe- 
dro IV.  de  Aragón  y  las  que  mediaron  en  la  de  su  pa- 
dre don  Alfonso  IV.  La  reina  Sibilía  su  esposa  le  dejó 
en  el  lecho  del  dolor,  luchando  con  las  ansias  de  la 
muerte,  y  se  salió  á  media  noche  del  palacio  y  de  la 
ciudad  con  su  hermano  y  con  algunos  caballeros  ofi- 
ciales de  su   casa,   huyendo  la  persecución"  de  su 


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PUTB  II.  uno  III.  1i1 

entenado  don  Juan,  de  la  misina  manera  qae  la  reina 
Leonor  de  Caslilla  había  dejado  á  su  esposo  Alfonso lY. 
en  el  artfcaio  de  la  muerte,  hayendo  la  persecución 
de  su  entenado  don  Pedro,  principe  heredero  enton- 
ces, y  ahora  rey  moribundo.  Don  Pedro  se  halló  en 
sns  últimos  momentos  colocado  por  un  hijo  odiado  de 
SD  madrastra  en  idéntica  situaciOD  á  la  en  que  él  sien- 
do principe  colocó  á  su  padre  en  el  trance  de  la  muer- 
te por  odio  á  la  madrastra.  Del  mismo  modo  que  en- 
tonces se  dio  orden  para  perseguir  y  atajar  los  pa- 
sos y  prender  á  la  fugitiva  Leonor  de  Castilla ,  as^ 
ahora  se  mandó  seguir  y  detener  donde  quiera  que 
se  los  encontrase  á  la  reina  Sibüía  y  á  los  que  la  acom- 
pañaban en  su  Tuga.  Entonces  el  infante  don  Pedro 
mandaba  despojar  á  la  esposa  de  su  padre  y  á  sos  hi- 
jos de  las  donaciones  y  mercedes  qde  aquel  tes  había 
hecho,  y  ahora  el  infónie  don  Juan  mandó  que  los  bie- 
nes de  la  espo3a  de  su  padre  se  diesen  á  doña  Violante 
su  moger.  La  reina  fugitiva  y  los  barones  de  su  sé- 
quito ttatsroQ  de  concordarse  con  el  infante  don  Juan, 
al  modo  que  doña  Leonor  en  su  tiempo  intentó  hacerlo 
con  el  infante  don  Pedro  su  perseguidor,  [Situación 
angular  la  de  este  monarca  en  sus  postreros  instantes, 
qoe  parecia  coma  enviada  ó  permitida  por  la  Provi- 
dencia para  recordarle  en  aqael  trance  crítico  la  en  que 
él  babia  puesto  á  su  padre  en  iguales  momentos  ''M 


bailaba  enCermo  en Gerooa, había    deéila,BerDarJo  d«ForcÍa,  acu- 
hecho  iiulniit  vd  proceso  contra    bId^oIoi  de  tiaber  dado  beohin» 


nigiUrrlb/GOOglC 


1  4S  HISTOUA  BB  BSrAf  A. 

Ed  este  ÍDlermedio  murió  el  rey  cd  Barcelona  (& 
deeaerode  4387),  á  la  edad  de  setenta  años ,  y  á 
los  cincaenta  y  uno  de  qq  reinado  de  los  mas  agi- 
tados, laboriosos  y  turbulentos  de  que  hacen  men- 
ción las  historias,  pasado  eo  incesantes  tachas,  ya  ci- 
viles, ya  estrangeras  "'.  Parece  imposible  que  en  un 
cuerpo  de  complexión  tan  delicada  y  débil ,  tal  como 
nos  pintan  &  este  príncipe  ios  historiadores  de  aqnei 
reino,  hubiese  un  corazón  tan  ardiente  y  vigoroso,  y 
un  espíritu  tan  vivo,  tan  perseverante  y  eficaz  para  la 
ejecución  y  prosecución  de  las  empresas,  y  ana  alen- 


mo,  lo  primero  que  tiiio  fué  Dom-    tanto  todo  lo  relativo  á  Ibiri 

brir  sa  lugarUoieutB  eeDeral  al  r  negocia  cío  o  es  coa  Castilla ,  coa 
inlaDle  don  HirtiD,  la  nermeDo,  Portugal,  con  Francia  ;  coD  Na- 
enemigolambieD  deaumadraatra.  varra,  que  absorbí  croo  una  gran 
Lod  hijos  que  tuTO  el  re;  don  parle  de  la  vida  de  eito  re<^;  mí 
Pedro  de  «u  primera  esposa  dona  por  teaer  aquellos  acoalMíraieaki* 
Haria  de  Navnrra  fueroa:  don  Pe~  mejor  y  mas  projllo  lugar  en  la 
dra,  qne  vÍTiú  pooas  boras:  doña  biaUjrtadeCa8tilla,deduodeprjiH 
Constanza,  que  caaú  con  don  Pa-  cipalDieDteoacian,yqueeoDtioiw- 
drique  de  Sicilia:  doña  Juana,  que  remos  ahora,  como  porque  habieo- 
easú  coa  don  Juan,  conde  de  Aia-  do  abarcado  el  largo  reinado  da 
paria^  j  doSa  Haría,  gue  murió  Pedro  IV.  de  Aragoa  loa  de  treí 
en  la  inraocia. — De  ooaa  l.eooor  monarcas  caateltanos ,  Pedro  el 
de  PortttKal  do  levo  aocwion.—  Cruel,  Enriaue  II.  j  Joaa  L,  con 
ne  doña  Leonor  de  Sicilia  tuvo  á  todos  tos  cuates  tuvo  el  aragonés  i 
don  Ju*tt  y  don  Harlio,  que  reí-  guerras,  d  tratos  6  Deaooiaciope*, 
natOD  aac«sivameDie,  doo  Alfonso  bubiera  sido  faltar  al  urden  ?  cla- 
que murió  mu;  oioo,  y  doña  Leo-  ridad  de  una  bisloria  general  refe- 
aor ,  que  vico  á  ser  reioa  do  Cas-  riraquello*  euccsosbíd  tener  cono- 
tilla,  casada  con  don  Juan  I.— De  oimiento  de  estos  reioados.  El  rea- 
doña  Sibilia  de  Porcia,  au  cuarta  to  pues  del  reinado  de  Pedro  IV. 
muger,  toTo  i  don  AIÍodm,  á  quien  de  Aragón  le  haliari  el  lector  Ase- 
dió el  titulo  de  conde  de  Uorella:  minado  eo  los  de  ettoa  tre>  me- 
otro  cuyo  nombre  se  ignora ,  y  a  oarcaí  de  Castilla. 
do3i  babel,  que  casé  Jespues  con 


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MBTB 11.  Lino  ni.  1 43 

cioo  tan  aaiveraa],  que  ai  le  embarazado  los  compli- 
oados  Degocios  interiores  del  reiao.  ni  le  ahogasen  las 
goerras  y  aegociacionea  que  EÍmaltéoeamente  solía  te- 
ner COD  Mallorca  y  con  Francia ,  con  Sicilia  y  con  Cer- 
.  defia,  coa  Veneda  y  coa  Roma,  con  Castilla,  Portugal 
y  Navarra,  y  coo  los  moros  granadinos  y  africanos.  Y 
to  mas  admirable  es  que  á  vneltas  de  aoa  vida  tao 
agitada  y  negociosa  tuviera  tiempo  y  vagar  para  de- 
dicarse al  estudio  de  las  letras,  para  adquirir  conoci- 
mientos de  astrologfa  y  del  alquimia,  á  que  dicen  que 
era  grandemente  aficionado,  y  para  escribir  sn  histo- 
ria á  ejemplo  de  don  Jaime  el  Conquistador.  Reser- 
vamos ampliar  nuestro  juicio  acerca  del  rarácter  y 
del  sistema  político  de  este  monarca  y  sos  consecuen- 
cias, para  cuando  consideremos  la  condición  social 
del  reino  aragonés  en  esta  época. 

Réstanos  esplicar  por  qné  le  señala  la  historia  coa 
el  sobrenombre  de  El  Ceremonioso,  que  parece  no 
tener  relación  ni  analogía,  y  asi  es  en  realidad,  coa 
ninguno  de  los  actos  que  hemos  referido  de  este  mo- 
narca. 

Fué  este  soberano  tan  aficionado  é  ordenar  el  go- 
bierno de  su  casa,  y  é  arreglar  y  prescribir  lo  que 
hoy  llamaríamos  la  tíiqutía  de  palacio,  que  procuran- 
'do  informarse  del  orden  que  en  sus  casas  tenian  los 
mas  distinguidos  principes  de  la  cristiandad,  asi  como 
de  tas  disposiciones  que  sobre  ta  misma  materia  ha- 
bían dado  ya  algunos  reyes  de  Aragón  sus  anteceso- 


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'14i  BISTOBU    BB    HSIaAa. 

res,  hizo  DO  ordeoamieDto  general  tiiolado  Ordenaeions 
feles  per  le  Molt  ÁU  Senyor  En  Pere  Terx  O  rey  Da'- 
ragó  sobra  lo  regimerU  dé  tots  los  of fináis  de  la  sua  cort, 
«.Ordenanzas  hechas  por  el  Muy  Alto  Señor  don  Pedro 
Tercero  rey  de  Arayon  sobre  el  regimiento  de  todos  lot 
oficiales  de  su  corte.»  Ea  esle  reglamealo,  dÍTÍdido  ea 
cuatro  partes,  prescribía  los  deberes  de  todos  los  ofi- 
cios, desde  el  mas  alto  hasta  el  mas  humilde,  desde 
el  mayordomo  general  hasta  el  aguador  que  surtía  la 
cocioa,  desde  el  caocillet-  y  el  maestre  racional  hasta 
el  sastre  y  la  costurera  y  su'coadjutora,  así  en  sua 
servicios  ordinarios  como  en  todas  las  ñestas  y  cere- 
mooias,  con  tan  admirable  minuciosidad  que  en  parte 
no  eslrañamos  que  se  leaplícara  y  le  quedara  el  lítalo 
de  don  Pedro  el  Ceremonioso  '*'. 


(I)    Pedro  llt.  coRio  conde  de  Bofarull,  gefe  jobilado  da  aqael 

Barcelona,  IV.  como  rof  de  Ara-  Arcliivo. 

gOD.  Para  que  nuestros  lectores  puB> 

(3)    Tenemos  i  la   tísta   ^ste  dsnformsruoa  ligeraideadeestas 

reatamento,  que  Torois  un  regular  célebres  Orden  a  a  zas  de  don  Pedro 

ToTúmen,  publicado  por  nuestro  el  Cefemoaioui,  oopiaremoa  algu- 

buen  amigo  el  actual  uoniala  del  nos  eplgrafeade  sus  capUulua. 
reino  de  Aragón  doa  Prásporo  do 

F1RT8   PRUURÍ.      . 

Deis  Hajordomens. 

Deis  Copera. 

Deis  Boteílers  mayors. 

Deis  BüteTleri;  como  os. 

Deis  Portaot  ajigua  i  la  botejlaria.  '> 


D,g,t7cdb/GOOglC 


PAKTB  II.  tlBKO  III. 

DBbCoetWK 


Deis  Juglan. 

PMTE   SESDRM. 

D«b  Camarleachs. 

Dek  Escudera  de  ta  oambra. 

Del  Sastre  et  ie«  coadintora. 

De  li  Cctturerff  et  de  ui  coidjatora. 

Del  Apotbecarí. 


Deis  Bebosters  comans. 


PlITR 

Del  Canceller. 
Del  Ticecaocelluf. 


Del  Calfodor  de  la  cera  perols  aegelb  pendaoU. 

Deis  EodrezadOTS  de  la  coDcienaa. 

DebOydora. 

Déla  Eacribaas  deis  Oydon. 

Deis  Cobfessors. 

Deis  Uoogea  de  la  Capaila. 

Dala  Correas.' 

Del  Haestre  racüODol. 


Del  ConTits. 

Deis  T  ¡andes.  ' 

De  la  manera  de  dar  raeioaa. 


Ue  Is  ilumiaaria  quanl  per  defunt  se  celebra. 

be  le  mnacra  de  escriure  letres  i  diverses  persone 
De  la  Vigilia  e  de  la  Nati* ided  de  Nostre  Senjor. 
De  la  festa  de  Sent  Joban  e^aagelista. 

De  la  íesta  de  Seat  Pere. 

De  la  festa  da  saoU  Aona,  etc.,  etc. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


CAPITULO  XV. 

PEDRO  (el  Cruel)  EN  CASTILU. 
Ae  1350  A  13S6. 


ProclamaoioA  de  dea  Pedro.— SoMaoe  de  Hedinaaidania,  j  primer 
mwiioienUí  de  rebeliOD  en 'Algeciras.— Pritaou  de  Albarquerqne. 
— PrisioD  de  doña  Leonor  de  Guiman  en  Sevilla.— EDrermedad  det 
rey  j  planea  (rustradoa  de  anceatoa.— Trígics  muerte  de  dofia  Leo- 
nor de  GuimaD  es  Talafera. — Suplicio  horrible  de  Garcilaso  de  la 
Vaga  en  Burgos. — Cáiebrea  cortea  de  Valladolid  en  1 36t :  loyea  que 
eo  etlaa  se  bioieroD'.  Ordenamiento  de  Uenestrates:  Ordenamiento 
de  Alcalá:  Libro  de  laa  Bebetrlaa:  trátase  el  casamiento  del  re;  con 
doña  Blanca  de  Borbon. — Rebelión  de  don  Alfonao  Fernandez  Coro- 
nel en  Andalucía  y  de  don  Enrique  en  Astoriaa:  sumisión  de  don 
Enrique;  derrota  y  suplicio  de  don  AlFonso  Coronel. — Principiode 
los  amores  de  doo  Pedro  con  doña  liarla  de  Padilla. — Deoadencia 
de  Alburquerque. — Matrimonio  de]  rey  con  doña  Blanca:  la  abando- 
na: la  recluye  en  una  prisión.— Di sturbioii  de  Csatills. — Matrimraiio 
de  don  Pedro  con  doña  Juana  da  Castro. — Liga  contra  el  rey:  loa 
batlardoE:  Alburqperqne:  los  inFantea  de  Aragón. — Tree  relnaaen 
Castilla,  y  situación  de  cada  nna.- Id  de  doña  Haría  de  Padilla.— 
Peticiones  de  los  de  la  liga:  conducta  del  monarca.— Caotif  «rio  del 
rey  en  Toro  y  so  faga.— Castigos  crueles.— Entrada  de  don  Pedro 
en  Toro:  escenaa  borriblea:  la  reina  doña  Haría:  au  desaetroaa  mner- 
te.— Huida  de  don  Enrique  á  Francia. 

No  habiendo  dejado  el  úllimo  Alfonso  de  Casulla 
cuando  muñó  ea  el  cerco  de  Gibraltar  otro  hijo  le- 
gítimo que  el  íafaole  don  Pedro,  de  edad  entonces  de 


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rABTB  II.  uno  III.  147 

poco  mas  de  quíace  años,  fué  desde  hiego  y  sin 
coalradiccion  recoaocido  como  rey  de  Casulla  y  de 
Leoa  ea  Sevilla,  doode  se  hallaba  coa  su  madre  la 
reÍDa  viada  doña  María  de  Portugal  (f  3S0). 

La  desarreglada  y  escandalosa  coaducta  de  su 
padre,  monarca  por  otra  parte  de  tan  grandes  pren- 
das, con  la  célebre  doña  Leonor  de  Guzman ,  su  da- 
ma :  la  ronesla  fecundidad.de  la  favorita  ,  y  la  larga 
prole,  fruto  de  aquellos  amores  tristemente  famosos, 
que  para  desdicha  del  reino  quedaba  á  la  muerte  de 
aquel  soberano;  tos  pingttes  heredamientos  qne  cada 
000  de  los  hijos  bastardos  habia  obtenido ;  la  inSuen- 
da  qae  por  espacio  de  veinte  años  habia  ejercido  la 
Gozmao,  dueoa  del  corazón  del  monarca  y  única  dis- 
pensadora de  las  mercedes  del  trono ,  que  halúá  te- 
nido buen  cuidado  de  distribuir  entre  sus  deudos,' 
parciales  y  servidores ;  el  humillante  y  tormentoso 
apartamiento  en  que  hablan  vivido  la  legítima  esposa 
y  la  única  prenda  del  enlace  bendecido  por  la  Igle- 
sia: aquella  devorando  en  melancólico  silencio  el  bal- 
deo á  que  la  condenaba  el  ciego  y  criminal  desvio 
de  so  esposo  y  la  insultante  privanza  de  la  altiva 
manceba;  éste  presenciando  la  dolorosa  y  amarga  sí- 
taacion  de  su  madre,  y  comprendiendo  ya  la  causa  de 
sos  llantos  y  de  so  infortunio:  dona  María  atormen- 
tada de  celos  y  herida  en  lo  mas  vivo  para  una  mu* 
ger  y  en  lo  mas  sensible  para  una  esposa;  don  Pedro 
alescvando  en  su  corazón  juvenil,  pero  que  ya  des- 


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148  DISTOBIA   DE    BSPAflA. 

puolaba  por  lo  impetuoso  y  lo  vehemeole ,  una  pasión 
reocorosa  hacia  la  causadora  de  las  iríbulacioaes  de 
su  madre  y  de  su  desairada  situacíoo:  era  Tácil  augu- 
rar qae  coD  tales  elementos  no  Taltarian  á  la  muerte 
de)  undécimo  Alfonso,  ni  discordias  que  lamentar  en- 
tre la  real  familia  legítima  y  bastarda,  ni  venganzas 
que  satisfacer  á  los  ofendidos,  ot  al  reino  castellaoo 
males  y  disturbios  que  llorar.  Síntomas  de  ello  co- 
menzaron ya  á  notarse  aun  autes  de  dar  sepultura  á 
los  inanimados  restos  del  finado  monarca. 

Cuando  de  Gibraltar  á  Sevilla  marchaba  el  lágn- 
bro  convx)y  que  acompañaba  el  carro  mortuorio  eo  que 
iba  el  cadáver  del  vencedor  del  Salado  y  de  Algeci- 
ras,  contándose  entre  el  cortejo  fúnebre  doña  Leonor 
de  Guzman  con  sus  deshijes  mayores,  los  gemelos 
don  Enrique  y  don  Fadríque,  conde  de  Trastamara  el 
uno  y  gran  maestre  de  Santiago  el  otro,  el  infante 
don  Fernando  de  Aragón  hermano  de  don  Pedro  el 
Ceremonioso,  don  Juan  de  Lara,  señor  de  Vizcaya, 
don  Fernando  Manuel,  señor  de  Villeaa,  con  otros 
ilustres  caballeros  y  ricos-hombres  de  los  que  habían 
estado  en  el  cerco  y  campo  de  Gibraltar.  Al  llegar  á 
m  villa  de  Uedinasidonia  vio  ya  doña  Leonor  de 
Guzman  el  primer  indicio  de  cómo  comenzaba  á  Do- 
blarse y  oscurecerse  su  estrella ,  y  de  cómo  los  mis* 
mos  que  en  otro  tiempo  la  habían  lisonjeado  para 
alcanzar  de  ella  protección  y  mercedes,  se  apresa* 
raban  á  abandonarla  á  la  presencia  misma  del  cadá- 


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FAKTR  II.    Linio  III.  14-9 

ver  del  qao  habia  sido  su  real  amante  y  favorecedor . 
DoD  Atfoaso  Fernandez  Coronel,  que  leoia  por  ella 
aquella  villa,  le  dijo  desembozadamente  que  se  sirvie- 
ra alzarle  el  liomenagc  qae  le  tenia  hecho,  y  entre-  . 
gar  la  villa  á  quien  quisiere,  pues  cslaba  resuelto  á 
DO  tener  cargo  alguno  por  doña  Leonor  ni  por  sus  hi- 
jos. Turbada  la  Guzman  al  verse  asi'  tan  pronto  des- 
amparada por  los  que  miraba  como  á  sus  mas  devo' 
tos  servidores:  «en  verdad,  cojnpadre  amigo,  le  res- 
spoodió,  en  fuerte  tiempo  me  aplazaste  la  mi  villa, 
«ca  DOD  sé  agora  quien  |)or  tul  la  quiera  tener.»  Y  no 
fué  esto  lo  peor,  sino  que  haciéndose  sospechosa  su 
entrada  en  Medina  á  ios  que  llevaban  el  cuerpo  del 
rey,  y  dándote  otra  intención,  llegó  á  proponer  don 
Juan  Alfonso  de  Alburquerque,  noble  portugués,  ayo 
que  batua  sido  del  infante  don  Pedro,  ahora  rey  de 
Castilla,  que  se  tuviese  como  presos  á  los  hijos  de 
dona  Leonor,  don  Enrique  y  don  Fadríque,  basta  ver 
loqoeelta-  hacia.  Súpolo  doña  Leonor,  y  cobró  tal 
miedo  que  bobiera  desistido  de  continuar  su  viage  á 
Sevilla,  si  no  te  hubiera  dado  seguro  don  Juan  NuSez 
deLara;  que  era  et  de  Lara  partidario  de  la  Guz- 
mao,'  porque  tenia  una  hija  desposada  coa  don  Tello. 
uno  de  los  hijos  del  rey  don  Alfonso  y  de  doña  Leonor. 
Inspiró  no  obstante  este  incidente  tal  recelo  á  los 
hijos  y  parientes  de  la  enlutada  dama,  que  con  temor, 
de  ser  presos  acordaron  entre  s!  apartarse  del  rey,  y 
los  uDos  se  fueron  al  castillo  de   Morón,  del  orden 


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1 50  nuTOKU  DB  ispaRa. 

de  AlcáDlara,  con  su  maestre  doa  Fernando  Pérez 
Ponce,  los  otros  á  Algeórascon  el  conde  don  fioriqoe, 
y  el  maestre  don  Fadriqne  para  la  tierra  de  su  maes- 
trazgo de  Santiago: '  pequeña  nube  que  BDunciaba  y 
dejaba  entrever  desde'  lejos  las  negras  tormentas  -y 
borrascas  que  habían  de  sobrevetiir.  Los  damas  cón- 
tinuai'CHi  so  marcha  á  Sevüla,  dwde  el  rey  y  la  reina 
madre  salieron  á  recibirlos  buen  trecho  foera  de  la 
ciudad.  Depositados  los  restos  de  don  Alfonso  en  la 
capilla  de  los  Reyes,  en  tanto  qae  sa  trasladaban  á  la  , 
iglesia  mayor  de  Córdoba  cooforme  á  su  postrera  vo- 
luntad, procedió  el  rey  don  Pedro  á  ordenar  los  ofi- 
cios de  su  oasa  y  reino.  Gdpote  á  don  Juan  Nuñez  de 
Lara  el  de  Alférez  y  Mayordomo  mayor;  el  de  Ade- 
lantado mayor  de  Castilla  á  GarcUaao  de  la  Vega;  dió- 
se  el  adelantamiento  de  la  frontera  al  infante  don  Fer- 
nando de  Aragón,  primo  del  rey;  el  de  Murcia  i  don 
Martín  Gil;  hijo  de  doo  Juan  Alfonso  de  Alburquer- 
qne;  fué  nombrado  Guarda  mayor  del  rey  don  Gu- 
tierre Fernandez  de  Toledo;  quedó  de  espero  don 
Alfonso  Fernandez  Coronel,  y  asi  se  repartieron  otros 
oficios,  conservando  algunos  los  que  los  habian  tenido 
en  tiempo  del  último  monarca. 

Recelándose  mucho  el  joven  rey  doo  Pedro  de  los 
que  se  babiaa  ido  á  la  importante  plaza  de  Algeciras, 
envió  allá  de  incógnito  al  escudero  Lope  de  Cañizares 
para  que  se  informase  del  estado  de  la  ciudad  yde  los 
medios  de  asegurarla.  Traslucida  la  llegada  del  emi- 


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rABTB  II.  LIMO  III.  151 

atrio  por  los  parlkbrrios  de  doD  Earique,-  tuvo  aquel, 
para  ao  caer  eo  manos  de  los  que  le  boscabaa ,  que 
sabr  de  la  ciudad  coa  ayuda  de  algunos  coofideates 
qoe  de  aoche  le  descolgaroo  por  el  muro.  Coutó  al 
rey  eo  Sevilla  el  peligro  en  que  se  había  visto,  mos- 
trándole las  huellas  y  seiiales  que  había  dejado  eo 
sus  manos  la  cuerda  con  que  le  habiau  atado  para 
evadirse,  y  con  las  noticias  que  éste  le  dio  del  estado 
de  la  plaza  envió  el  rey  á  don  Gutierre  Fernandez  de 
Toledo  con  galeras  y  gente  de  armas.  Tan  luego  como 
los  vecinos  de  Algeciras  vieron  acercarse  á  su  puer- 
to las  galeras  del  rey,  comensaron  á  gritar:  ¡Castilla, 
CaiUlla  por  el  rey  .don  Pedrol  Entonces  don  Enrique 
y  los  suyos  salieron  precipiladameotede  la  ciudad,  y 
se  r^iraron  á  Horon,  donde  estaba  el  maestre  de  Al- 
cántara don  Pedro  Ponce  de  Leos,  so  pariente.  No  era 
aqnella  todavía  una  rebelión  abierta;  antes  lodo  pare- 
cía encaminarse  á  una  concordia.  Los  hijos  de  doña 
Leonor  entablaron  negociaciones  para  volver  á  la  mer- 
ced del  rey,  y  como  el  de  Alburqaerqua  aconsesjára 
también  á  su  regio  pupilo  la  conveniencia  de  tener  en  ' 
la  corte  á  tos  bastardos  y  sns  parciales,  dou  Enrique 
obtuvo  permiso  para  ir  á  Sevilla,  donde  fué  acogido 
benévolamente  por  el  rey;  don  Fadriqoe  recibió  auto- 
rización para  residir  en  Llereita,  pueblo  de  su  maes- 
trazgo, y  solo  en  cuanto  á  los  castillos  de  la  orden  de 
Alcántara  ordenó  don  Pedro  á  los  caballeros  que  los 
luvicsea  por  él;  y  no  acogiesen  eo  ellos  al  maestre 


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169  OISTOIU    DB  urjülA. 

don  Pedro  Pooce  sino  con  su  mandamiento.  Toda- 
vía «D  embargo  di6  entonces  el  rey  á  algonos  de  loe 
Guzmanes  cargos  militares  de  importancia  en  las 
fronteras. 

En  cnanto  á  doña  Leonor,  tan  luego  como  II^Ó 
á  Sevilla  bfzola  recluir  el  de  Alburquerque  en  la  cár- 
cel de  palacio,  no  obstante  el  seguro  de  don  Juan  Nu- 
ñez  de  Lara,  que  tuvo  de  ello  grao  pesar ,  y  fué  parte 
para  que  éste  y  otn»  magnates  acabaran  de  mirar  de 
mal  ojo  al  valido  portugués,  que  era  el  que  predomi- 
naba en  el  corazón  del  joven  monarca  y  le  guiaba  en 
todo.  Masía  prisión  no  era  todavía  tan  rigurosa  que 
no  se  permitiese  al  conde  don  Enriqne,  desde  qne  fbé 
á  Sevilla,  visitar  diariamente  en  la  cárcel  á  su  madre. 
Una  imprudencia  de  ésta  agravó  su  situación  y  turbó 
de  nuevo  la  mal  segara  concordia.  Tratábase  de  casar 
á  dofia  Juana  hermana  de  don  Femando  de  Villena, 
ó  bien  con  el  rey  don  Pedro,  ó  bien  con  el  infante 
don  Fernando  de  Aragón.  Este  proyecto,  en  que  en- 
traban  la  reina  madre  y  Alburquerque,  fué  mañosa- 
mente frustrado  por  doña  Leonor  de  Gozman,  qne 
desde  la  prisión  misma,  <4)rando  como  en  los  tiempos 
de  su  mayor  poder,  hizo  de  modo  que  la  joven  pre- 
6riese  y  diese  su  mano  á  su  hijo  don  Enrique,  llegan- 
do á  consumarse  el  matrimonio  ocultamente  dentro 
del  mismo  palacio.  Grande  fué  el  enojo  del  rey,  de 
la  reina,  y  del  ministro  favorito  cuando  lo  supieron,  y 
su  consecuencia  inmediata  estrechar  la  prisión  de  la 


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PAKTB  II.  LIBKO  m.  .    1B3 

Gozmao,  y  trasladarla  después  á  Carmoaa.  Sapo  don 
£Driqae  que  corría  también  riesgo  bu  persona,  y  fu- 
góse á  Aslurías  con  dos  caballer03.de  su  parcialidad. 
Sin  ser  formales  rompiíuieulos.  eraDÍodlcios  harto  cía- 
ros  de  que  do  podianDí  avenirse  ai'parar  eu  bieaes- 
tasdosfomilias. 

Un  accidente  inopioado  vino  á  producir  ouevas 
discordias  y  á  poner  mas  de  manifiesto  ios  partidos. 
Atacó  una  grave  enfermedad  al  joven  rey  don  Pedro, 
y  tan  grave  fué  y  tan  á  puoto  de  muerte  le  puso,  que 
se  trató  ya  muy  formalmente  entre  los  señores  de  la 
corte  sobre  quién  babiadesucederle  en  el  trono  á  fal- 
la de  directo  heredero.  El  de  Alburquerqne,  el  maes- 
tre de  Calatrava  y  algunos  otros  se  declararon  por  el 
infoaledoD  Femando  de  Aragón,  como  hijo  de  doña 
Leonor  de  Castítla,  hermana  de  Alfonso  XI.:  don  Al* 
foDSO  Fernandez  Coronel,  Garcilaso  de  la  Vega,  y 
otros  caballeros  de  Castilla  tomaron  partido  jnr  don 
Joan  Nuñez  de  Lara,  á  quien  decían  tocaba  reinar  qo- 
mo  descendiente  de  los  infantes  de  la  Cerda.  Unos  y 
otros  trataban  de  casar  al  sucesor  .que  cada  cual  había 
escogido  coD  la  reina  viada  dona  liarla.  Pero  uno  y 
otro  plan  quedaron  igualmente  frustrados  con  el  im- 
pensado alivio  del  rey,  y  era  claro  que  siendo  el  de 
Alburqoerque  el  consejero  intimo  del  monarca  babia 
de  qnedar  el  partido  de  don  Juan  Nuñez  espaeslo  á 
sQfrír  el  enojo  y  la  persecución  del  soberano  y  de  su 
favorito,  por  lo  cual  tuvo  A  bien  el  de  Lara  refugiarse 


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164  HISTOUA   DB   urAfti. 

á  sus  tierras  de  Burgos.  Peligrosa  bobierB  podido  ser 
la  guerra  que  este  magnate  hubiera  heoho  desde  alK 
al  odiado  Alborquerque,  si  la  muerte  que  á  los  pocos 
dias  le  sobreviuo  (noviembre,  13S0)  no  bubiera  ata- 
jado tan  proQto  sus  desiguios.  ¥  como  casi  al  propio 
tiempo  falleciese  también  don  Fernando  Manuel,  se- 
ñor de  Vitlena,  sobrino  de  doa  Juan  Nuñez,  cuñado 
ya  del  conde  don  Enrique  de  Trastamara,  y  otro  de 
los  grandes  apoyos  con  qoe  contaban  los  descíMitentos 
de  Alborquerque,  quedó  este  ministro  portugués  des- 
embarazado de  dos- poderosos  eóemigos,  goberoan-  ' 
do  á  isu  sabor  el  reino,  poniendo  al  lado  del  rey  las 
personas  de  su  mayor  confianza,  y  entre  ellas  en  ca- 
lidad de  tesorero  al  judío  Samuel  Levi,  qne  babia 
sido  su  almojarife. 

Permaneció  el  rey  el  resto  de  aquel  año  en  Sevi- 
lla, convaleciendo  de  su  enfermedad  y  entretenido  en 
ta  caza,  «sin  entrometerse,  dice  su  cronista,  de  nia- 
sgunos  libramientos,  sino  de  andar  á  caza  con  fal- 
Bcones  garceros  é  altaneros  '*';»  hasta  que  al  año  ú- 
guiente,  habiendo  convocado  cortes  para  Valladolid, 
según  costumbre  en  principio  de  cada  reinado,  deter- 
minó^lir  para  Castilla  (febrero,  13&1).  En  Carme- 
na tomó  consigo  la  reina  viuda  á  doña  Leonor  de 
Guzman  que  se  bailaba  allí  presa,  y  la  llevó  basta  Lio- 
rena  gozando  con  ver  abatida  á  su  antigua  rival.  Co- 
mo en  Llerena  se  encontrase  su  hijo  don  Fadríque, 
(1)    Lope-»  de  AysU,  Chroa.  sao  1,  cap.  ti. 


nigiUrrlb/GOOglC 


FABTB   II.    LIBIO   lU.  1SS 

B  de  Santiago,  pidid  étí»,  y  coocediósele  per- 
miso para  ver  á  su  madre.  La  entrevista  fué  tierna  y 
dolorosa^  niaguna  palabra ,  solo  suspiros  y  sollozos 
acertaron  á  crazar  entre  si  la  madre  y  el  Hijo  ^  basta 
que  el  carcelero  los.  obligó  &  darse  el  último  abrazo: 
el  último,  porque  ya  no  volvieron  á  verse  mas,  y  la 
modez  misma  de  aquella  escena  tormentosa  parecia 
presagiar  la  catástrofe  que  no  tardó  en  sobrevenir. 
A  instigación  de  Alburquerque  y  de  la  reina  fué  des- 
de allí  llevada  doña  Leonor  bajo  la  custodia  de  Gu- 
tierre Fernandez  de  Toledo,  ¿Talavera.  llamada  de 
la  Reina,  por  ser  del  señorío  de  la  reina  madre.  A 
loe  pocos  dias  penetró  en  la  prisioo  del  alcázar  un 
escudero  de  la  reina  doña  María:  pronto  se  vio  la  mi- 
sioQ  funesta  que  llevaba:  el  puñal  del  escudero  se 
hundió  en  las  entrañas  de  doña  Leonor  de  Guzman: 
primera  tragedia  con  que  se  inauguró  el  reinado  de 
don  Pedro.  Asi  expió  la  célebre  dama  de  Alfonso  XI. 
de  Castilla  los  ilícitos  favores  con  que  en  otro  tiempo 
se  había  envanecido.  La  reina  doña  Haría  de  Porta- 
gal,  tan  sufrida  y  prudente  cuando  era  esposa  desgra- 
ciada, se  acreditó  de  vengativa,  cuando  bubiera  po- 
dido ganar  fama  de  generosa,  y  cuando  tenia  en  su 
raanoDoa  venganza*  mas  noble  que  la  de  la  muerte, 
la  humillación  de  la  que  había  sido  causa  de  sus  pa- 
sados tormentos.  El  pueblo  auguró  de  aquel  suplicio 
grandes  guerras  y  escáodalos  para  Castilla:  el  pueblo 
aoguró  bien.  En  cuanto  al  rey  don  Pedro ,  si  no  fué 


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1S6  msTOtu  DB  Esr&ltA. 

participe  de  aquella  muerte,  por  lo  menos  oo  hemos 
oído  eo  oinguDa  parte  que  dirigiera  una  palabra  de 
recoavencíoQ ,  ni  aua  de  desaprobación,  é  su  madre 
por  haberla  ordenado. 

Al  contrarío,  eígaíéodo  el  rey  con  su  corte  para 
Caslilta.  y  habiendo  entrado  en  la  Tuerle  Villa  de  Pa- 
lenzuela,  donde  se  hallaba  don  Tello,  otro  de  los  hijos 
de  doña  Leonor,  cuando  éste  se  le  presentó  á  baoerlo 
homenage,  dijole  el  rey  con  admirable  sangre  fría: 
¿Sabedes,  don  Telío,  tomo  vueitra  madre  dma  Leonor 
es  muertaf  El  joven  don  Tello,  á  por  temor  que  el  rey 
le  inspirara,  ó  por  sugestioo  de  don  Juan  García  Man- 
rique, contestó  con  eslremadabumildad:  Señor,  yo 
non  hé  otro  padre  nin  otra  madre  salvo  á  la  vuestra 
merced.  Plúgole  al  rey,  dice  el' cronista,  la  respuesta 
que  don  Tello  dio,  y  lo  creemos  bien. 

Desde  allí,  mientras  los  diputados  se  congregaban 
en  Valladolid,  encaminóse  el  rey  con  su  corte  y  con  su  . 
hermano  don  Tello  hacia  Burgos ,  dondu  se  notaban 
síntomas  de  alteraciones  movidas  poc  Garcilaso  de  la 
Vega,  unode  los  parciales  del  difunto  don  Juan  de  La- 
ra,  y  enemigo  del  privado  don  Juan  Alfonso  de  Al- 
burquerque.  En  Burgos  habían  muerto  el  recaudador 
de  la  alcabala  por  el  rey ,  y  los  perpetradores  del 
crimen  hablan  quedado  impunes.  Salió  Garcilaso  á  es- 
perar at  rey  á  Celada,  cuatro  leguas  de  Burgas,  y  allí 
y  en  Tardajos  tuvo  ya  altercados  con  algunos  caba- 
lleros del  rey,  que  hubieran  pasado  á  vias  de  hecho 


n,g,t7cdb/G00gIc 


PASTB  11.  LIBRO  III.  157 

á  no  mediar  y  separarlos  por  dos  veces  el  monarca. 
Aunque  el  movimieoto  de  los  biii^aleses  que  dirigía 
Garcilaso  se  encamiDaba  eo  lo  principal  contra  Albur- 
qoerque,  acusábasele  á  aquel  de  hechos  y  de  inlen- 
(08  que  no  eraa  en  verdad  propios  de  un  boeo  vasallo, 
y  por  los  cuales  merecía  casligo^  y  de  este  dictamen 
foé  el  coDsejo  qne  mandó  reunir  et  rey  á  luego  de  su 
eolrada  en  Burgos.  Atizaba  ademas  cuanto  podía  el 
privado  portugués  su  personal  enemigo,  y  el  mismo 
soberano  no  olvidaba  que  babia  sido  Garcilaso  de  los 
qae  dnranle  su  enfermedad  habiaa  querido  entroni- 
zar al  de  Lara.  La  reina,  mas  generosa  con  Garcilaso 
qne  con  doña  Leonor,  porque  aquí  do  se  mezclaban 
las  pasiones  y  celos  de  muger,  intentó  parar  el  golpe 
que  preveía,  y  aun  envió  á  decir  á  Garcilaso  que  por 
nada  del  mundo  fuese  á  palacio  al  otro  dia,  que  era 
domingo;  pero  desatendió  el  adelantado  mayor  de 
Castilla  tan  prudente  aviso,  y  presentándose  á  la  ma- 
ñana temprano  en  et  palacio  c-sn  algunos  de  sus  caba- 
lleros y  escuderos,  encontró  alli  la  pena  de  su  indis- 
creción. Todos  fueron  presos,  primeramente  á  la  voz 
de  Alburquerque,  después  á  la  del  rey.  Pidió  Garci- 
laso nn  confesor,  que  ya  comprendía  lo  poco  que  le 
restaba  vivir,  y  le  fué  dado  el  primero  que  se  eacoo- 
tró  á  la  ventura.  En  un  pequeño  portal  de  la  misma 
casa  compiló  aquel  desgraciado  con  este  d^ber  reli- 
gioso, y  concluido  que  fué,  se  oyeron  las  compendio- 
sas y  fatales  palabrasde  Alburquerque  y  del  rey,  del 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


4S8  ninoau  db  m^aÍ a. 

uno:  *8eñor,  ¿qné  mandades  facer  de  GanilatoU  del 
otro  ^Ballesteros,  mándovoi  que  le  matédes.»  Si  proa- 
ta  y  breve  fué  la  senteocia,  proDta  y  breve  faé  tain- 
bieo  la  ejecución.  El  cuerpo  del  desgraciado  cayó  eo 
tierra  á  los  golpes  de  las  mazas  y  de  las  cucbillas  de 
los  terribles  ejecatores.  Sin  duda  la  venganza  real  no 
quedaba  todavía  satisfecha,  y  mandó  el  rey  arrojar 
el  cadáver  ala  calle.  Y  como  aquel  dia  se  lidiasen  . 
toros  en  Burgos  en  celebridad  de  la  entrada  del  sobe- 
rano,  acaeció  que  los  toros  que  por  detaute  de  palacio 
pasaban  pisotearon  el  ensangrentado  cadáver,  que  al 
ñu  Tué  al  día  siguiente  recogido  y  estuvo  largo  tiem- 
po espuesto  en  un  ataúd  sobre  la  muralla.  Espectá- 
culo siempre  draagradable,  pero  horñble  en  medio 
del  alegre  bullicio  de  una  fiesta  popular. 

También  los  que  fueron  presos  cod  Garcilaso  so-  ' 
ñ'ieroD  después  la  pena  capital,  entre  ellos  dos  de  sus 
cuñados;  prendióse  á  su  infeliz  viuda,  con  varías 
otras  personas;  su  hijo,  Garcilaso  como  su  padre,  faé 
llevado  por  algunos  de  sus  criados  á  Asturias,  doode 
estaba  el  conde  don  Enrique,  y  macbos  bnyeron  d« 
Burgos,  temerosos  de  sorrir  la  misma  suerte.  El  ade- 
lantamiento de  Castilla  se  dio  á  don  Juan  García 
Manrique. 

Produjo  tal  terror  en  Castilla  el  suplido  de  Garci- 
laso, que  no  contándose  segura  el  aya  y  nodriza  que 
criaba  en  Paredes  de  Nava  (Tierra  de  Campos)  al  tier- 
no hijo  de  don  Joan  Nuñez  de  Lara,  niño  de  tres  años. 


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p*m  II.  LIBRO  lii.  1 K9 

púsose  con  él  en  salTorefogiándose^Q  Vizcaya,  qae 
era  el  señorío  de  su  padre,  y  eacomeodó  sa  guar- 
da y  defensa  á  la  lealtad  de  los  vizcaiaos.  No  perdo- 
nó el  rey  don  Pedro  la  fuga  de  da  nioo  de  tao  corta 
edad  como  era  don  Nudo,  y  ea  pos  de  él  caminó  has- 
ta Santa  Gadea,  de  donde  bobo  de  retroceder  sabien- 
do qne  los  vizcaínos  le  habían  puesto  en  cobro  lle- 
vándole al  puerto.de  Bermeo,  para  desde  alli  embar- 
carle á  Francia  si  menester  fuese.  Pero  despachó  el 
rey  prímeraroente  á  Lope  Díaz  de  Rojas,  después  á 
Femando  Pérez  de  Ayala,  al  primero  como  presta- 
mero  mayor  de  Vizcaya,  para  que  se  enlendiese  y 
negociase  cod  los  vizcaínos,  al  segundo  para  que  se 
apoderase  de  la  comarca  llamada  las  EucartacioDes, 
qae  sometió  y  rednjo  á  la  obediencia  del  rey.  Mas  al 
poco  tiempo  de  esto  murió  el  tierno  don  Ñuño  de  La- 
ra,  y  Iraidas  á  poder  del  monarca  sus  dos  hermanas 
doña  Juana  y  doña  Isabel,  toda  Vizcaya  y  todas  las 
tierras  del  señorío  de  los  Laras  fueron  incorporadas 
al  dominio  real.  No  dejan  de  ser  notables  unas  defun- 
ciones tan  á  sazón  ocurridas  como  las  del  señor  de 
Villeoa  don  Fernando  Manuel,  y  las  de  los  dos  Lara» 
padre  é  hijo.  Sosegadas  de  esta  manera  Burgos  y 
Vizcaya,  volvióse  el  rey  á  celebrar  las  cortes  de  Va- 
lladolíd,  no  sin  baber  hecho  antes  tratos  de  amistad 
con  Carlos  el  Mato  de  Navarra,  qae  había  venido  á 
visitarle  cuando  se  hallaba  en  Santa  Gadea. 

Son  de  grande  iroporlaocia  en  la  historia  política 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


160  IUST0KI4    DB    BSPAftA, 

y  civit  de  Castilla  estas  cortes  de  Valladolid  de  43S1 . 
l>or  las  muchas  leyes  y  ordeDaDzas  de  interés  general 
que  en  ellas  se  hicieron.  Burgos  y  Toledo  se  dispu- 
taron otra  vez  la  primacía  de  asiento  y  de  pelabra 
como  en  las  de  Alcalá  de  1 348,  y  dou  Pedro  cortó  la 
disputa  y  concilio  las  preteDsiooes  de  las  dos  ciudades 
con  las  mismas  palabras  qne  habia  empleado  en  aque- 
llas su  padre  Alfonso  XL;  fórmula  que,  como  en  otro 
lugar  indicamos,  se  conservó  hasta  nuestros  dias.  En- 
tre los  muchos  reglameotos  que  sobre  todo  género  de 
materias  de  gobierao  y  de  admioistracíoD  se  sancio- 
naroD  en  estas  corles,  es  digno  de  mención  y  de  ala- 
banza el  Ordenamiento  de  tos  Menestrales,  bajo  cuya 
denominación  se  comprende  á  jornaleros  y  artesanos. 
Eo  él  se  condena  la  vagancia  y  se  prohibe  la  mendi- 
cidad; se  ordena  con  minuciosidad  admirable  lodo  lo 
relativo  al  precio  y  modo  de  ajustarse  los  jornales,  á 
la  duración  de  las  horas  de  trabajo  en  cada  estación, 
al  valor  de  cada  artefacto,  hechura  de  los  vesti- 
dos, etc.  '*K  Hfzose  una  ley  contra  malhechores,  or* 
ganizando  para  su  persecución  el  somaten  ó  rebato, 
ó  sea  apellido  geaeral  al  toque  de  campana,  prescri- 
biendo á  cada  población  sus  obligaciones  y  deberes, 
.  igualmente  que  á  los  alcaldes,  jueces  ó  merinos,  en 
los  casos  de  robos  ó  muertes  en  poblados,  yermos  ó 
caminos,  para  la  aprehensión  y  castigo  de  los  saltea- 


,,.CoogIc 


PAKTin.   LIBKOIII.  481 

dores,  impoDÍendo  sabidas  maltas  á  losóoocejos  y 
oficíales  que  en  tales  casos  do  acudiesea  con  socotro 
eo  el  radio  en  que  cada  coal  estaba  obligado  á  per- 
seguir á  tos  foragidos ,  y  otras  circiíDstaQCJas  del  mis- 
ma géoero.  Haniuvo  el  rey  las  leyes  sobre  juegos  y 
laforerfas,  hechas  por  sa  padre,  hizo  otras  para  la 
segundad  iudividual;  rebajólos  encabezamientos  de 
las  poblaciones  á  causa  de  haber  venido  á  menos  los 
valores  de  las  fincas;  impidió  la  tala  de  los  montes, 
y  estableció  penas  contra  los  que  cortasen  ó  arran- 
casen árboles;  dio  disposiciones  favorables  al  comer- 
cio interior  y'¿  la  indastria,  condenando  al  monopo- 
Uo  y  ei  sisten)a  gremial;  puso  tasa  á  los  gastos  de  los 
convites  coD  que  habían  de  agasajarle  las  ciudades, 
los  prelados  y  ricos-bombres;  fué  á  la  mano  á  los 
pre^ado8en  tos  abusos  que  cometian  en  laespedícion 
de  cartas  para  las  cuestaciones;  hizo  un  ordenamiento 
sobre  las  mancebas  de  los  clérigos,  mandando  entre 
otras  cosasqne  llevasen  siempre  en  sus  vestidos  cierto 
distintivo  para  quesedistinguieran  de  las  mugeres  hon_ 
radas  '*';  alivió  y  fijó  de  algún  modo  la  suerte  de  los 

(t)  «Eqaetraígon  todas  en  las  »tsl  manera,  que  coa  ufana  é  «o- 
BCabezas  BobreUa  tacas,é  los  ve-  >berbia  que  traben doq  catan  re- 
stos, é  lad  coberturaa  con  que  as  oTerencia  ni  honra  á  laa  daefias 
BtoOD,  an  prendedero  de  lienzo  •boDradas,émugBreacasadBa,por 
•que  sea  bermejo,  de  anchura  de  alo  cual.;...  dan  ocaaioná  lasotraa 
•tres dedos,  en  guisa  que  sean  co-  «mugeres por  caasr,  do  facer  mal- 
■Doscidaa  entre  las  otras.»  V  ba-  idad!....  de  lo  coal  se  sigue  mav 
bbadode  dichas  mancebas  de  los  igran  pecado ,  é  daQo  á  los  del  mi 
clérigos  decia:  nqne  andan  muy  «sefiorfo,  etc.« — Cuadernos  de 
MaettamenteéBinregla.trayendo  cortos. —Sempere  y  Guaríaos. 
•  pannos  degrandos  cootiascon  HistDríadelLujo,ia[n.Lpág.l66. 
•adobos  de  oro  6   de  plata,  en 

TOHU   vil.  11 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


162  III8T0IU    DB  BCFARa. 

judios,  permiiiéadoles  vivir  ed  barrios  apartados.de las 
villas  y  ciudades,  y  pombrar  alcaldes  que  les  librárao 
sus  pleitos,  y  persooas  eacargaijas  de  cobrarles  los 
préstamos  que  bacian  á  los  cristianos;  mandó  que  se 
residenciase  cada  año  á  tos  adelantados,  meríBOS»  al- 
caldes y  escribanos  por  hombres  buenos  y  de  iote^ri- 
dad  nombrados  en  calidad  de  visitadores;  determinó 
(jar  audiencia  los  lunes  y  vierues,  á  ejemplo  de  algu- 
nos de  sus  antecesores,  y  saucioDÓ  otras  varías  leyes 
de  no  menor  utilidad  y  convenieucia  qué  estas. 

Ocupáronse  también  estas  cortes  en  ir  perfeccio- 
nando la  obra  de  la  legislación  nacional ,  y  el  rey  don 
Pedro  conñrmó  y  mandó  observar,  corregido  y  en- 
mendado, el  Ordenamiento  de  Alcalá  hecho  por  su 
padre  don  Alfonso.  «Don  Pedro  por  la  gracia  de  Dios 
»Rey  de  Castiella.  Me.,  dice  la  carta  del  rey;  A  to- 
ados tos  Perlados,  é  Ricos-ornes,  é  Caballeros,  éFi- 
»josdalgo,  etc.»  Espoue  qae  sa  padre  mandó  ordenar 
aquellas  leyes  en  Alcalá  para  gobierno  de  sus  pueblos 
y  concluye:  <Et  porque  fallé  que  los  Escribanos  que 
>las  ovieron  de  escrebir  apriesa,  escribieron  en  ellas 
«algunas  palabras  erradas,  é  menguadas,  é  pusieron 
»y  algunos  titolos,  é  Leys  dó  non  hablan  á  estar.  Por 
«ende  yo  en  estas  .cortes  que  agora  fago  en  Vallado- 
»lid  mandé  concertar  las  dichas  Leys,  é  escribirlas  en 
DUD  libro,  que  mandé  tener  en  la  mia  cámara ,  et 
»en  otros  Libros  que  yo  mandé  levar  á  las  Cibdades, 
>é  Villas,  é  Logares  de  míos  Regnos,  é  mándelos  see- 


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PATB  M.  LIBBO  ni.  163 

•llar  eoD  mios  seellos  de  plomo.  Porque  vos  mando 
nqne  usedes  de  las  dichas  Leys ,  é  las  guardédes  se- 
iguD  CD  ellas  se  cootiene,  asi  en  los  pleitos  que  agora 
■son  en  juicio  como  en  los  pleitos  que  fueren  de  aquí 
xadelaote.  Et  non  fagades  ende  al  por  oiaguna  raa- 
xaera  só  pena  de  la  mi  mercei  '*^» 

Tratóse  igualmente  en  estas  cortes  dé  proceder  á 
una  repartición  y  nueva  organización  de  las  Behetrías 
de  Castilla''',  so  pretesto  de  que  en  el  estado  eo 
que  se  hallaban  eran  ocasión  de  discordias  y  enemis- 
tades eqtre  los  hijosdalgo.  Fomentaba  esta  preteopioa 
el  privado  don  Juan  ^U^oso.de  Albgrquerqne,  con  la 
esperanza  de  que  le  tocara  una  buena  parte  eo  aque- 
lla repartición,  ya  por  el  valimiento  que  con  el  rey 
tenia,  conOando  en  que  sería  preferido  en  los  machos 
lagares  que  con  motivo  de  la  muerte  de  los  Laras  y 
otros  ricos-hombres  de  la  tierra  carecían  de  señor, 
ya  porque  su  muger  doña  Isabel  de  Meneses  era  moy 
heredada  en  tierra  de  Campos.  Mas  no  consintieron 
los  caballeros  de  Castilla  en  qne  tal  distribución  y  ar- 
reglo se  hiciese,  y  después  de  acaloradas  y  bien  sos- 

(t)    Ea  la  Crónica  da  Ayala  ae  de  ana  materia  tan  importante,  j 

omita  todo  lo  relativo  á  lae  ley ea  eo  líniita,  como  Ayala^  á  contar  lo 

ordenada!  en  aquellas  corlee,  y  de  las  Bebetríaa.  indicando  bien 

aolo  ae  h>ca  manto  de  la  disco-  que  no  ha  becbo  eino  hiatoriar  la 

•ton  «obre  laa  Behetrlaa ,  de  que  crónica  del  canciller  de  Castilla. 
Iwblamoa  á  oontinoacioD  en  el       (S)    Eoeltom.  iV.,c8p,a6,  pá- 

tostc.  fpoa  313  de  nuestra  histona  de- 

Miriana ,  para  quien  parece  jamoa  ya  eaplicado  (o  qne  eran 

eiempreindiferenté  todo  loque  se  BehetriBay  easdirertas  tlaaes  y 

refiere  á  la  legiajaoion  delpaia,  especies, 
tampoco  dice  ana  palabra  acerca 


,,Googlc 


164  HtSTOlIA    DB    RSPAÜA. 

tcnidaa  disputas  entre  Alburquerque  y  un  rico  caballe- 
ro castellano,  llamado  don  Juan  Rodríguez  de  Sando- 
val,  que  defeudia  la  antigua  constitución  de  las  be- 
hetrías, no  se  repartieron  estas,  y  «ñncaron  como 
vprimero  estaban.»  Entonces  el  roy  don  Pedro  mandó 
hacer  el  libro  Becerro  de  las  Behetrías,  que,  como  en 
otro  lugar  dijimos,  habla  comenzado  á  ordenar  su  pa- 
dre, y  traíale  siempre,  dice  el  cronista,  en  su  cámara 
para  juzgar  con  él  las  contiendas,  á  pesar  de  algunos 
yerros  que  en  él  habia :  libro  singular,  eo  que  se  en- 
cerraban los  derechos  de  muchos  pueblos  de  Castilla 
y  de  una  parte  considerable  d(^  antigua  nobleza  cas< 
lellana. 

Duraron  estas  cortes  desde  el  otoño  de  1 3&1  has- 
ta la.  primavera  de  1352(<'.  Período  apacible,  y  no 
señalado  ni. afeado  con  actos  de  violencia,  y  en  que 

(1)    HJciórODse  al  rey  US  peti-  aá  mi  llamada  á  eítas  curtes  qae 

cionL'ri  (jeneralos,  además  de  Í8  «mande  é  tenga  por  bien  que  non 

que  le  dirigieron  los  nobles  y  SI  nsean  demandadas  oin  presos  fas- 

lus  aciesias  I  icos.  —  Ademas  deí  itaquo  sean  toroados  ásus  casas, 

cuaderno  de  cortee  puede  verse  iselvo  por  los  misderecbos,  ó  por 

ú  los  doctores  Asso  y  Hannel.  In-  smalefíclDs,  ó  contratos,  si  algu- 

troduccion  é  la  Instiluts;  Harina,  (dos  aquí  nciesen  en  la  mi  cór- 

Teorfa  de  las  Coi  tes,  tom.  I.  y  II.  Ble....  E  pidiéronme  merced  que 

y  otras.  smande  a  los  mis  alcaldes  de  la 

Es  carioso  lo  que  se  lee  en  el  imi  corte  que  non  connoscan  de 

capítuloSS  del  ton.  I,  pág.  S53.  Dquereilasoin  d^mandasqueante- 

■Desde  que  las  procnradores  sa-  «ellos  den  contra  los  dichos  pro- 

lian  de  sus  pueblos  hasta  que,  tcuradores  y  mandaderos,  nin 

concluidas  las  cortes,  regresanan  isean  presos  nin  afiados  fasta  que 

a  ellos,  á  ninguno  era  licito  in-  ucada  uno  de  ellos  sean  tomados 

quietarlos  ni  ofenderlos,  ni  ausci-  aen  sus  tierras. «El  rev  se  confor- 

Urles  pleitasQ  litigios,  ni  deman-  mú  y  mandd  guardar  lo  conteni- 

darlos  enjuicio EIreydonFe-  do  en  esta  pcticJoo.  Que  son  las 

dro  mandó  que  se  guardase  lo  que  mismas  garaotíaa  é  inmunidades 

la  nación  lebabiasnplicado  por  la  ¿a  que  gozan  los  diputados  ó  rr 

petición  3i  de  lasgenerales...    '  .— .--  j.  i—  ....~hi.,=  . 

«ibcr:  iquelos  quer------- 


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PAKTB  II.  Liuao  ut.  465 

consuela  y  satisface  ver  á  un  monarca  jóvea  (en  quieo 
por  desgracia  hallaremos  ea  lo  dé  actelaote  no  poco 
quelameotar  y  abominar)  pacificamente  ocupado  en 
establecer  leyes  justas  y  s<Ab¡as  en  medio  de  su-pue- 
blo,  mostrando  su  justicia  en  la  entereza  con  que  su- 
po deliberar  en  contra  de  las  pretensiones  de  su  mayor 
valido  y  mas  ínlim^  consejero.  Los  que  por  sistema 
defienden  en  todo  á  este  soberano  no  han  sabido  en  lo 
general  baccr  resaltar  et  mérito  ^ue  cu  estas  cortes 
coatrajo  como  legislador;  y  los'que  no  ven  en  ét  sino 
moDslruosidades,  lajnpoco  son  ai  imparciales  ni  justos 
en  condenar  al  silencio  ó  pasar  de  largo  por  hechos 
que  tanto  honran  á  un  monarca.  Nosotros  compren- 
demos que  un  joven  de-  47  años,  como  era  entonces 
(Ion  Pedro,  no  podia  ser  el  autor  de  tan  útiles  é  im- 
portantes medidas  de  legislación  y  de  gobierno,  pero 
tampoco  podemos  privarle  de  la  gloria  que  le  cupo  en 
el  otorgamiento  y  sanción  de  aquellas  importantes  re- 
soluciones. ;Ojatá  en  lo  sucesivo  halláramos  ¡guales 
hechos  que  aplaudir,  y  no  tantos  qne  condenar  '"I 

,1)    No  puedo  diirsu  ni  oliieto  nmaloaquo  no  tomicroii  ni  Uniira 

masMno,  ni  lengaago  mas  plnu-  mú  Dios,  lomaron  en  esto  esfuerzo 

sibte,  DÍ  sentimientos  mas  niljips  »c  aLrevimientodc  mal  Tuncr,  por 

Suetosqueae  pusieron  en  lioc^i  "iMid',  é  ijLiciiendoécotHJiuiumjo 

el  rey  en  la  introducción  áaquu-  umanteiier  loi  cnios  pueblos  en 

llaicórtes:  tporquelosreycsyloa  nderi'ubo.é  cumplir  la  Juslicíeco- 

>príacipea  (dicn)  viven  é  roi;i3an  uini>  dolió;  porque  les  mnlos  sena 

■por  la  justicia,  en  la  cual  son  te~  •reírenados  do  Inssu.unDJdades, 

xnados  de  mantener  é  gobcinar  *é  los  buenosvivan  aapaz  osean 

■los  suEpueblos,é  la  debencura-  agujrdadof,   por   esto  primero- 

■plir  é  guardar;  á  porque  me  fe-  umente  ttiveporbiende  ordenar 

Kcieron  entender quc<;n  lostiem-  len  Feche  de  justicia,  c  te. ■—Caá- 

Rpos  pasados  se  menguó  enaicu-  dernoa  de  Cditi's. 
mas  maneras  la  roi  justicia,  6  los 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


466  HISTORIA  DB  KSPAHA. 

Habíase  acordado  ea  este  iotérvalo  por  coosejo  de 
la  reina  madre,  de  su  canciller  mayor  don  Vasco, 
obispo  de  Falencia,  y  del  señor  de  Alburqaerque, 
con  anuencia  lambien  de  los  tres  estados,  casar  al  jó' 
ven  rey  coa  una  sobrina  del  rey  Carlos  V.  de  Francia 
llamada  doña  Blanca,  hija  det  duque  de  Borbon,  y  . 
envióse  al  efecto  ea  calidad  de  embajadores  á  doo 
loan  Sánchez  de  las  Roelas,  obispo  que  fué  de  Bur- 
gos, i  don  Alvar  García  de  Albornoz,  noble  y  honra- 
do caballero  de  Cuenca,  coa  poderes  para  solicitar 
la  mano.de  la  joven  princesa,  y  arreglar,  en  caso  de 
ser  alcanzada,  los  desposorios.  Vinieron  eo  ello  el  pa- 
dre de  la  pretendida  y  el  monarca  francés,  y  los  es- 
ponsales fueron  Brmados.  Desgraciadamente  diversas 
circunstancias  difirieron  la  venida  do  la  princesa  de 
Francia  &  Castilla. 

Entretanto,  lo  primero  que  i  escitacion  de  Albur- 
querque  hizo  don  Pedro  después  de  las  cortes  de  Va* 
lladolid  fué  tener  unas  vistas  con  su  abuelo  don  Al- 
fonso de  Portugal.  Viéronse  tos  dos  monarcas,  abuelo 
y  nieto,  en  Ciudad-Rodrigo  con  las  deoioslraciones  de 
cariño  que  de  tan  estrecho  deudo  eran  de  suponer. 
Intercedió  allí  el  de  Portugal  en  favor  del  bastardo 
don  Enrique  de  Trastamara,  que  intimidado  con  los 
suplicios  de  su  madre  y  de  Garcilaso,  desde  Asturias 
en  que  se  hallaba  se  había  reifíigíado  á  aquel  reino. 
Don  Pedro  tuvo  á  bien  perdonarle,  y  don  Enrique  se 
volvió  á  Asturias.  Los  dos  monarcas  se  separaron  con 


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tíKtt  U.  LIBRO  III,  167 

mátnas  protestas  de  úncera  y  estrecha  amistad,  de  lo 
cual  holgó  mucho  Alburqaerque,  que  también  tenia 
deudo  COQ  aqael  rey. 

Volremos  á  eotrar  coa  esto  eu  el  campo  de  las 
agitaciooes  y  de  lasrevueltaB,  dedonde  yadificilmen- 
te  nos  será  periDitido  alguna  vez  salir.  Don  Airooso 
Feroaadez  COTonel,  el  antiguo  mayordomo  de  doña 
Leonor  de  Gozman,  el  que  la  desamparó  y  volvió  la 
espalda  en  Medinasídonia,  el  qne  después  se  adhirió 
coa  Garctlaso  6  la  causa  del  de  Lara,  se  fortificaba, 
coD  sÍDlomas  de  rebelión,  ea  su  Tilla  de  Aguilar,  eo 
Andalocla,  villa  qae  ea  otro  tiempo  le  habia  dispu- 
tado el  ilustre  aragonés  don  Bernardo  de  Cabrera,  á 
quiea  tantas  veces  hemos  mencioDado  ea  la  historia  de 
aqnel  reioo,  y  de  la  cual  se  posesionó  después  el  don 
Alfonso,  recibiendo  por  ella  el  pendón  y  la  calde- 
ra,  atributos  de  la  ríca-bombrfa,  por  gracia  é  influjo 
de  Albúrquerque,  de  quien  ahora  se  mostraba  acér- 
rimo enemigo.  Tomó  el  rey  don  Podro  apresurada- 
mente desde  Ciudad-Rodrigo  el  camino  de  Andalucía. 
Y  llegado  que  hubo  cerca  de  Aguilar  envió  delante  á 
su  camarero  mayor  don  Gutierre  Fernandez  de  Tote- 
do  coa  el  pendón  real  y  algunas  Iropas,  juntamente 
con  el  gefe  de  ballesteros,  para  que  requiriesen  al 
magnate  dejase  franca  entrada  al  rey  en  la  villa.  Ne- 
góse á  ello  el  Feroaadez  Coronel,  alegando  que  sien- 
do señor  de  la  villa,  no  estaba  obligado  á  recibir^eu 
ella  al  rey  do  aquella  manera  acompañado,  y  sobre 


n,g,t7cdb/G00gIc 


1  68     '  HISTORIA  DE  ESPAÑA. 

todo,  que  do  lo  haría  roieotras  fuese  atli  el  valido 
Alburquerque,  de  qaiea  tenia  motivos  de  recelar.  Con 
esta  respuesta  embistíeroD  los  hombrea  del  rey  las 
barreras  de  la  villa,  pero  hubieron  de  retirarse  .coo 
el  pendón  real  agujereado  de  las  saetas  y  piedras 
lanzadas  desde  el  adarve.  Entonces -el  monarca  man- 
dó hacer  secaestro  de  lodos- tos  bienes  y  pertenencias 
del  rebelde  magnate,  y  no  hubiera  descansado  hasta 
someterle,  si  la  bandera  de  la  rebelión  alzada  en  otro 
eslremo  del  reino  do  le  hubiera  llamado  la  ateudon 
y  obligado  á  dejar  los  fértiles  campos  andaluces. 

Eraqiie  habían  llegado  nuevasal  reydon  Pedro  de 
que  el  bastardo  don  Enrique  se  fortificaba  y  bastecía 
en  Asturias,  y  quiso  ir  en  persona  á  ahogar  en  su  cu- 
na lo  que  parecía  ser  prÍDcIpío  de  sedición.  Dejó  pues 
por  frontero  de  Aguilar  al  maestre  de  Calatr^va  don 
Juan  Nuñez  de  Prado,  y  emprendió  su  marcha.  Tomó 
al  paso  .las  villas  de  Montalvan,  Burgoíllos,  Capilla 
y  Torija,  que  pertenecían  at  señorío  de  don  Alfonso 
Fernandez  Coronel.  Llegó  el  rey  á  Asturias  y  puso  su 
campo  delante  de  Gijon,  donde  se  hallaba  la  condesa 
doña  luana,  esposa  de  don  Enrique,  protegida  por  al- 
gunos caballeros  de  su  parcialidad.  Don  Enrique  se 
habia  refugiado  &  la  sierra  de  Monteyo.  Contaba  el 
conde  con  tan  escasos'recursos,  que  tenia  que  pagar 
á  sus  servidores  con  las  joyas  que  su  madre,  cuando 
estaba  presa  en  Sevilla,  habia  dado  á  su  esposa  do- 
ña Juana  como  regalo  de  boda.  A  los  pocos  üias  de 


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PAMTB  II.  LIDUO  III.  1  69 

cercada  GijoD,  capitularon  los  sitiados,  á  los  cnales 
capitaneaba  doo  Pedro  Carrillo,  haciendo  homeDage 
al  rey,  á  coadicioo  de  que  perdonaría  ádon  EDrique» 
(i  caal  por  su  parle  aceptó  la  sumisioD,  declarando 
en  un  documento  solemne  que  no  haría  guerra  á  SQ 
.  soberano  oí  desde  Gijon  ni  desde  olro  lagar  alguno  de 
su  señorío  "^ 

Sosegada  (an  breve  y  felizmente  aquella  revuelta 
Tdvíáse  doo  Pedro  á  Andalucía  á  acabar  su  obra  de 
someter  al  señor  de  Aguilar  don  Airooso  Coronel.  Que 
auQque  duraule  aquella  espedicion  el  olro  hermano  de 
doo  EDiique,  don  Tello,  desde  Arauda  de  Duero,  ha- 
biéndose apoderado  de  una  recua  que  iba  de  Burgos 
á  Alcalá  de  Henares,  se  habia  dirigido  como  en  aso- 
nada á  su  pueblo  de  Monteagudo  eo  la  frontera  de 
Aragón,  ni  esto  presentaba  todavía  síntomas  alar- 


(<)    Escoriosoeste  documento  aquecoDiiiigoracron  en  facer  csla 

qae  nos  ba  trasmitido  Pellicer,  vguerra,  de  todos  los  maleñctoa' 

poique  demuéstrala  situación  en  squehayamoa  Tacbo  Fastaqui.   Et 

Íne  se  hallaba  don  Enrique,  y  la  lutrosf  que  msoda^tcs  dar  é  tor- 
nmikle  coare»ionque  liizode  los  naar  á  ia¡,  é  á  la  coDdessa  doQa 
beneBciosqusbastaentODceH  ba-  .ojhoana  mi  muger,  todas  las  be- 
bía recibidodcl  rejdon  P.dra.—  uredadcs  que  nos  fueron  loma- 
tSepan  qaantos  esta  carta  vie-  idas  después  que  el  dicbo  rey 
areDComoyodoDEorique, fijo  del  >  mío  padre,  que  Uiosperdune,  fi- 
imuy  noble  rey  don  Alfon,  con-  aoá,  acá,  asi  villai',  é  cantillos,  é 
»de  de  Trastamsra,  de  Lemos  é  fcasas  fuertes  é  tierras  llanas,  é 
>deSsrria,é5enorduNorena  éda  «nos  mandastes  degembargsr  ñ 
■Cabrera  éde  Rivera. Porque  vos  sOiduQa;  ¿  Valmaseda,  á  Santa 
sel  muy  alto,  á  muy  noble  ému~  nOlalla  élía8r....ni!:num<:ra otros 
Fcbo  honrado  señor  rey  doo  Pe-  beneficios  y  consideraciones  que 
■  dro  da  Casliella,  por  me  facer  debiú  al  rey  don  Pedro,  y  sigue 
■bien,  tovistes  por  bien  da  me  el  acta  de  sumisión  en  los  térmi~ 
lotor^r  las  peticiones  que  vos  nos  que  hemos  dicho.— Pellrcor, 
•envíe  pedir,  sefialadament  qua  loformedc  larasadclosSarmiea- 
«perdoDaste»  A  mí,  é  á  todos  tos  tos  de  Viliaoiayor. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


170  UISTOHU  BK  «SPaSa. 

maules,  dí  doa  Tello  y  sus  Villas  tardaron  cq  redu- 
cirse A  su  obediencia,  y  to  que  importaba  Á  doD  Pe- 
dro era  vencer  al  rebelde  de  Aguilar.  Sí  bien  los 
recursos  de  éste  no  habian  crecido  mucho,  á  pesar  de 
haber  enviado  á  su  yerno  don  Juan  de  la  Cerda  á 
buscarlos  hasta  entre  los  moros  de  Granada  y  de  AfH- 
ca,  tampoco  su  villa  había  podido  ser  tomada  por  las 
tropas  reales.  A  tiempo  llegó  todavía  don  Pedro  de 
emplear  todos  los  recursos  do  la  guerra  y  todas  las 
máquinas  de  batir  contra  ios  muros  de  la  villa,  la 
cual  I  no  obstante,  lejos  de  dar  señales  de  rendirse, 
era  tan  valerosamente  defendida,  que  tuvo  el  reyque 
pasar  acampado  delante  de  ella  todo  el  invierno.  Eran 
ya  los  principios  de  febrero  de  1 353,  cuando  puesto 
fuego  á  todas  las  minas,  volado  nn  lienzo  del  maro  y 
dado  el  asalto  general,  pudieron  el  rey  y  su  hueste 
{lenelrar  en  la  población  de  su  altivo  vasallo.  Grandes 
pruebas  de  serenidad  habia  dado  ya  don  Alfonso  Co- 
ronel en  los  momentos  del  mayor  peligro,  pero  nadie 
esperaba  qne  la  tuviera  para  oír  misa  armado  á  la  li- 
gera cuando  ya  las  tropas  reales  estaban  entrando  por 
las  calles  d^  la  villa,  ni  menos  para  que  avisado  de 
ello  contestare  que  le  dejasen  acabar  de  cumplir  con 
'aquella  devoción;  impasibilidad  que  nos  recuerda  la 
de  Arquimedes  en  la  entrada  de  Dionisio  el  Tirano  en 
Siracusa.  Refugiado  después  á  una  torre  tuvo  ya  que 
darse  á  prisión.  Pretendió  ver  al  rey  y  no  pudo  lo* 
grarlo.  Cuando  Albuiqucrque  le  dijo;  ¿qué  porfía  to- 


,,Googlc 


PAkTB  II.    LIHRO  111.  171 

-  masies  lan  sin  pro,  siendo  tan  bien  andante  en  este 
rtintíi  contestóle  Fernandez  j^oronel:  Don  Juan  Al- 
fonso, esta  es  Castilla,  quehace  los  hombres  y  los  gasta. 
Frase  sublime,  esclama  aquí  un  ilustrado  escritor  do 
nneslros  dias,  y  que  retrata,  añadimos  oosotros,  el 
genio  castellatto  de  aquel  tiempo,  y  el  genio  castella' 
DO  de  los  tiempos  sucesivost 

Don  Alfonso  Fernandez  Coronel  fué  entregado  y 
pereció  á  manos  de  los  alguaciles  del  rey  don  Pedro 
7  i  presencia  saya,  á  los  trece  años  justos  de  haber 
dado  él  el  mismo  géoero  de  muerte,  y  en  circunstaU' 
cías  casi  idénticas,  al  maestre  de  Alcántara  don  Gon- 
zalo Mariinczde  Oviedo,  en  tiempo  de  Alfonso  Xí  ''^ 
Seguidamente  fueron  decapitados  á  presencia  del  rey 
otros  varios  caballeros,  amigos  y'del  bando  de  don  Al- 
fooM  Coronel,  y  las  casas  y  ios  muros  de  la  villa  fue- 
ron derribados  de  orden  del  monarca,  el  cual,  como 
en  testimonio  de  su  cólera,  quiso  que  el  recinto  que 
ocupaba  la  villa  se  llamara  en  lo  sucesivo  Monte  Real. 
En  su  espedicion  de  Andalucía  i  Asturias,  y  á  su 
paso  por  Castilla  la  Vieja,  babia  el  rey  don  Pedro  co- 
nocido en  Sahagun  y  en  la  casa  de  doña  Isabel  de 
Heneses,  esposa  del  de  Alburquerque,  una  liúda  y 
joven  doncella,  llamada  doña  Marta  de  Padilla,  hija 
de  doD  Diego  García  de  Padilla,  señor  de  Villagera  y 
de  doña  María  González  de  Hiaestrosa.   Convienen  lo- 


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472  HISTORIA    DE  BSFaSa. 

dos  los  hisloñadores  de  aquel  liempo  eo  el  retrato  * 
que  hacen  de  la  jóveo  Padilla:  pequeña  de  cuerpo, 
dicen,  pero  de  eoteodimieuto  grande,  y  dotada  de 
gracia  y  hermosura.  Prendóse  de  ella  el  joven  sobe- 
rano, y  su  corazón  quedó  cautivo  de  la  linda  caste- 
llana. Esta,  por  so  parte,  nó  se  mostró  ni  insensible 
ni  desdeñosa  á  los  galaateos  del  coronado  principe, 
y  encendióse  para  no  apagarse  nunca  la-llama  de  unos 
amores  destinados  i  adquirirno  menor  celebridad  que 
tos  que  eo  análogas  circunstancias  nacieron  entre  su 
padre  don  Alfonso  y  doña  Leonor  do  Guzmati  en  Se- 
villa '*'.Supónese,y  fundameniossobran  para  creerlo, 
que  ni  la  entrevista  ni  la  relación  amorosa  de  don 
Pedro  y  la  Padilla  fueron  resultados  de  la  casualidad, 
sin  ocasión  y  lazo  mañosamente  preparado  por  Al- 
burquerque,  el  cual,  conociendo  á  fondo  la  condición 
y  las  inclinaciones  de)  joven  soberano,  su  antiguo  pu- 
pilo, viendo  la  tardanza  en-  venir  de  la  desposada 
princesa  de  Francia,  y  temeroso  de  decaer  en  el  va- 
limiento y  privanza  del  rey,  si  por  acaso  éste  fijara 
su  cariño  en  tal  otra  dama  cuya  influencia  en  el  áni- 
DIO  del  monarca  le  pudiera  perjudicar,  calculó  que 
aseguraría  su  omnipotencia  y  predominio  poniéndole 


(1¡  RecuérdannostambiQnestos  délos  cuales  iiBCJódaíla  Urraca  la 

amores  los  que  allá  en  otro  tíeni-  Asturiana,  que  vino  áser  después 

po  (principios  del  ai^lo  XII)  y  eo  reíoa  de  Navarra.   Véase  el   lo- 

ana  espedicioD  semejante  á  Astu-  mo  IV.  de  nuestra  Historia,  pdüi- 

rias  tomó  el  emperador  Allon-  6a  33'J,  y  el  tom.  V.  pág-G3. 
Bo  Vil.  con  una  dama  de  aquel  país, 


,,  Google 


PIBTB  II.  LIBRO  III.  173 

en  trance  de  dejarse  avasallar  por  las  naturales  gra- 
cias y  eocantos  de  ana  joven,  qiie  como  criada  en  su 
casa  y  ai  lado  de  sa  esposa ,  habría  de  serle  obsecuente 
á  él  mismo  y  contribuir  alafianzamÍRnlode  su  poder. 
Abominable  condncta  é  innoble  medio  da  buscar  apo- 
yo y  seguridad  al  favor;  mas,  por  desgracia,  no  es  raro 
caso  en  los  privados  de  tos  reyes  estudiar  sus  capri- 
chos y  flaquezas  y  estimularlas  para  seguir  dominando 
en  50  corazón.  Engañóse,  no  obstante,  el  de  Albur- 
quercfue  en  su?  bajos  designios,  pnes,  como  iremos 
viendo,  lo  que  calculó  que  habría  de  ser  la  base  mas 
sólida  de  su  privanza,  fué  lo  que  labró  poco  á  poco 
su  caimiento. 

Tan  vivamente  prendió  la  llama  del  amor  entre 
don  Pedro  y  la  Padilla,  que  desde  entonces  el  tao- 
narca  la  llevó  siempre  consigo;  el  ascendiente  de  la 
dama  crecía  con  admirable  rapidez,  y  las  mercedes 
real»  caían  ya,  no  sobre  los  amigosde  Alburquerque, 
sino  sobre  los  deudos  de  doña  María.  Después  que 
don  Pedro  tomó  la  villa  de  Aguílar  ádon  Alfonso 
Fernandez  Coronel,  partióse  para  Córdoba,  donde 
doña  María  le  regaló  el  primer  fruto  de  sus  amores, 
dando  á  luz  una  niña  qne  se  llamó  Beatriz,  á  quien 
el  rey  se  apresuró  á  dotar  con  las'villas  y  castillos  de 
Hootalvan,  Capilla,  Burguillos,  Mondejar  y  otras  po- 
sesiones de  las  confiscadas  á  don  Alfonso  Coronel.  Ví- 
nose dé  allí  á  algún  tiempo  el  rey  á  tierra  de  Toledo, 
siempre  en  compañía  de  doña  María  de  Padilla,  y  en- 


D,g,t7cdb/COOgIC 


17i  aUTQBIA  D8  ISrAMA. 

treleniasé  en  Torrijos  en  bacer  torneos,  cuando  siipo, 
en  verdad  no  con  satisfacción,  que  la  princesa  doña 
Blanca  de  Francia,  su  desposada,  se  -hallaba  ya  en 
Castilla,  acompañada  del  vizconde  de  Narbone  y  otros 
ilostres  caballeros  franceses,  y  que  habría  llegado  á 
Valladotid,  donde  estaba  la  reina  madre.  De  buena 
gana  hubiera  renunciado  el  rey  á  este-  matrimonio, 
pero  Albarquerqne  le  presentó  con  viveza  los  com- 
promisos adquiridos,  los  esponsales  celebrados  ya  en 
Parfs,  el  enojo  qoe  de  tal  desaire  tomaría  el  rey  de 
Francia,  la  estrañeza  quecansarfa  en  su  propio  reino, 
'  donde  se  llamaba  ya  á  doña  Blanca  reina  de  Castilla, 
los  inconvenientes  de  la  falta  de  un  heredero  directo 
y  legitimo  del  trono,  confirmados  con  el  ejemplar  de 
lo  que  había  ya  acontecido  durante  su  rafermedad  eo . 
Sevilla,  y  otras  diversas  consideraciones  políticas, 
todas  muy  justas  y  muy  dignas  de  tomarse  en  cuenta. 
Esforzaba  además  Alburquerque  por  iuteréa  propio 
estas  razones,  pues  conveoiale  la  realización  de  este 
enlace,  como  medio  de  atenuar  la  influencia  de 
los  Padillas  y  de  los  Hinestrosas,  que  había  ido  sus- 
Ulnyendo  &  la  suya,  trabajando  ya  por  destruir  sn 
propiv  obra.  Dejóse  persuadir  don  Pedro,  y  haciendo 
trasladar  á  la  Padilla  al  castillo  de  Hontalvan,  deter- 
minóse á  celebrar  sus  bodas  con  doña  Blanca,  y  pasó 
á  Valladolid,  donde  le  esperaba  ya  reunida  toda  la 
nobleza  del  reino. 

Era  ciertamente  angular  la  sítuadon  que  habían 


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riin  II.  LIBRO  III.  17S 

creado  ta  polfüca  poco  escrupulosa  del  latQislro  Albur- 
querqae  y  la  conducta  ao  mas  escrupulosa  del  rey. 
Por  ana  parte  uaa  princesa  estrangera,  una  uieta  de 
Sao  Luis,  jóvea  y  hermosaT  según  la  pintan  todos  los 
historiadores  de  aqael  reino,  pedida  con  toda  solem- 
nidad púr  el  monarca  de  Castilla,  ;  ya  con  no  menos 
(solemnidad  desposada,  traída  á  ser  esposa  de  un  rey, 
merecedora  de  serlo,  pero  pospuesta  y  postergada  en 
el  corazón  de  aquél  rey  á  la  bija  de  un  simple  caba- 
llero de  Castilla,  viniendo  inocentemente  &  turbar  an- 
teriores relaciones  amorosas,  y  espueata  ún  saberlo  á 
safrir  on  bochorno  inmerecido:  por  otra  parte  otra 
jóv«i  no  menos  bella,  dueña  del  corazón  del  monar- 
ca, de  cuyo  amor  existia  una  prenda  pública,  joven 
qoe  por  suscnalidades  merecia-lambien  ser  reina,  que 
acaso  lo  era  en  secreto,  y  que  reducida  á  pasar  en  el 
concepto  público  solo  por  dama  ó  manceba  del  rey 
iba  á  presenciar  el  enlace  de  su  real  amante  con  otra. 
Enojosa  ñtuacion,  que  hacia  augurar  resentimiralos  y 
rivalidades  de  alia  trascendencia,  y  de  que  babia  de 
resentirse  la  tranquilidad  del  reino,  cualquiera  que 
fuese  sn  desplace. 

Complicóse  esta  situación,  en  especial  para  Albur- 
querqne,  con  la  aproximación  de  los  dos  hermanos 
bastardos  del  rey,  don  Enrique  y  don  Xello,  á  Valla- 
dolid,  convidados  por  don  Pedro  á  sus  bodas.  El  re- 
ceto que  ya  tenia  el  ministro  faToríto  de  que  aquellos 
dos  hermanos  conspiraban  secretamente  con  los  Padi- 


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176  mSTOIIA    DB    KétíiA 

lias  para  sa  caida,  se  aumeoló  al  saber  que  se  halla- 
bao  en  Cigales  (dos  leguas  de  Valladolíd)  mochas 
compañías  de  gente  armada.  Sirvió  esto  á  Alburqoer- 
que  para  inleatar  persuadir  al  rey  de  que  los  herma- 
nos bastardos  llevabao  torcidos  designios  contra  su 
persona;  mas  esta  sugestión  se  desvaneció  con  la  lle- 
gada de  un  escudero  enviado  al  rey  por  sus  hermanos 
para  decirle  en  su  nombre  que  tenían  gusto  en  asis- 
tir á  sus  bodas  según  su  mandato,  que  si  traían  consi- 
go gentes  de  armas,  no  era  por  otra  cosa  sino  por 
temor  á  don  Juan  Alfonso  que  sabían  era  su  eoemi- 
go,  pero  que  estaban  en  todo  á  la  merced  del  rey  su 
hermano  ,  y  harían  lo  que  les  ordenase ,  siempre 
que  los  asegurara  de  don  Juan  Alfonso  de  Atburquer- 
qae.  Esta  declaración,  que  hubiera  debido  descon- 
certar al  privado,  no  hizo  sino  empeñarle  mas  en  su 
afán  de  convencer  al  rey  de  la  necesidad  de  hacer  la 
guerra  á  unos  vasallos  que  venían  como  en  asonada, 
hasta  destruirlos  y  matarlos.  La  prueba  de  que  obra- 
ban yii  tibiamente  en  el  ánimo  del  monarca  los  con- 
sejos del  valido,  fuéque  á  (tesar  de  todo  su  ahínco  por 
llevar  aquello  á  trance  de  rompimiento,  cruzáronse 
tales  mensages  entré  doa.Pedro  y  sus  hermanos,  lo- 
dos ya  y  cada  cual  con  su  hueste  en  los  campos  de 
Cigales.  que  al  6n,  dado  seguro por-el  rey  á  los  hijos 
de  doña  Leonor,  vióse  á  estos  acercarse  á  don  Pedro 
desarmados  de  sus  lorigas»  besarle  la  mano,  y  entrar 
todosjuntosá  confereocíareo  una  ermita  que  allí  habia. 


,,CoogIc 


FASTS  II.  Lino  III.  177 

De  mal  humor  debiá  presenciar  esto  Alburquerque. 
y  de  peor  (alante  sin  duda  los  vio  salir  y  encaminarse 
unidos  don  Pedro  y  sos  hermanos  en  dirección  de  Va- 
lladolid.  Sin  embargo  disimuló,  y  aqaella  noche  los 
sentó  á  cenar  á  so  mesa.  La  condición  con  que  fueron 
don-Enrique  y  don  Tello  recibidos  en  la  merced  del 
rey.  fué  ta  de  entregarle  las  fortalezas  que  tenían  y 
darle  en  rehenes  sns  principales  c!d)alleros.  ' 

Terminado  este  incidente,  procedióse  á  celebrar 
las  realesnopcias  en  la  iglesia  de  Santa  Haria  laNae- 
va  de  Valladolid  con  suntuosa  ceremonia  y  espléndido 
aparato.  Et  rey  y  la  reina  iban  vestidos  de  panos  de 
oro  forrados  de  armiños,  y  cabalgaban  en  caballos 
blancos;  era  padrino  del  rey  don  Juan  Alfopsode  Al" 
barqaerque,  y  madrina  la  reina  que  lo  habia  sido 
de  Aragón,  doña  Leonor,  hermana  de  Alfonso  XI.: 
llevaba  don  Enriqae  de  la  rienda  el  palafrén  de  dona 
Blanca,  el  infante  don  Fernando  de  Aragón  el  de  la 
reina  madre  doña  María,  don  Juan  de  Aragón  el  de 
doña  Leonor  bu  madre,  é  iban  ademas  en  la  regia  co* 
miUva  don  Tellp  hermano  de  don  Enriqne,  don  Fer- 
nando de  Castro,  don  Juan  de  la  Cerde,  don  Pedro 
fie  Haro,  el  maestre  de  Galatrava  don  Juan  Ñoñez  de 
Prado,  y  otros  ilustres  proceres  y  grandes  del  reino. 
A  la  bendioiOD  nnpcial  (3  dejanio,  1353),  siguieron 
las  justas  y  torneos,  y  otros  juegos  y  regocijos  públi- 
cos. Parecía  que  todo  respiraba  fraternidad  y  coo- 
cordia,  y  que  todo  anunciaba  dias risueños  de  tranqui- 

XOMO  vil.  1S 


nigiUrrlb/GOOglC 


178  tllSTOtlA    DB    ISPaSa 

lUlad  y  de  ventura  para  Castilla.  Nada,  sin  embargo, 
estaba  tan  cerca  como  el  triste  (le<«ngaíÍo  de  esta  be- 
lla esperanza. 

Soto  dos  dias  liabian  trascurrido  cuando  so  espar- 
ció por  Valladolíd  la  voz  de  qtie  el  rey  pensaba  ir  á 
reunirse  oon  do&a  María  de  Padilla.  A  la  hora  de  co- 
mer entraron  en  su  palacio  y  cámara  las  dos  reinas 
viudas  de-Castilla  y  de  Aragón,  y  oon  lAt^rimas  en  los 
ojos  espuaeron  á  doq  Pedro  que  sabedoras  de  sa  fu- 
nesta resolución  le  rogaban  cuan  encarecidamente 
podían  que  no  hiciese  una  cosa  que  sería  tan  en  des- 
honra suya  como  en.  escándalo  y  detrimento  de  su  rei- 
no. Mostróse  el  rey  maravillado  de  que  diesen  crédi- 
to á  tales  rumores,  y  las  despidió  asegurando  y  pro- 
testando que  ni  lal  cosa  babia  pensado  ni  tenia  volon- 
tad  de  haoerla.  Apenas  tendrían  tiempo  lasdos  reinas 
para  llegar  á  sus  posadas,  cuando  ya  don  Pedro  ca- 
balgaba por  las  afueras  de  Valladolíd  acompañado  de 
don  Diego  García  de  PádHIa,  hermano  de  doña  María, 
y  algunos  pocos  oficiales  de  su  palacio.  A  la  segunda 
jornada  se  hallaban  ya  reunidos  don  Pedro  y  doña 
Haría  de  Padilla  eo  la  Puebla  de  Montatvan,  adonde 
la  hatÑa  avisado  se  trasladase  desde  el  castillo  de  este 
nombre,  donde  antes  la  dejara.  Siguiéronle  do  tar- 
dando los  dos  hermanos  bastardos  don  Enrique  y  doa 
Tello,  junto  con  don  Juan  de  la  Cerda,  y  en  pos  de 
dios  86  fueron  también  los  dos  infantes  do  Aragoft 
don  Femando  y  don  Juan,  dejando  solo  á  Alburquer~ 


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rAsTB  tr.  LiBfto  lu.  179 

que:  siolooia  bien  claro  de  que  los  hijos  de  do&a  Leo- 
nor de  Guímaa  se  arrímabao  al  partido  de  los  Padi- 
llas eo  c(Hitra  de  esle  prívadOi  y  del  desvio  del  rey 
hacia  su  antiguo  favorito,  cod  qoiea  Qo  contó  para  rd- 
stducioD  de  tanta  trascendweia.  Compréndese  la  hon- 
da seosacioo  qoe  causaría- en  Valladolid  y  en  toda 
Castilla  la  fuga  del  rey  en  busca  de  las  caricias  de 
ana  amante,  abandonando  á  ana  esposa  á  loa  dos  días 
de  casado,  el  disgusto  en  que  quedariau  las  dos  reinas 
hurtadas  con  las  iñeutídas  seguridades  de  su  hijo  y  sa 
serrino,  y  la  trislesa  y  luto  de  la  desventurada  doña 
Blanca,  esposado  dos  dias,  y  victima  inocente  del 
desvario  de  un  hombre  á  quien  ni  bahía  peieado  ui 
tenido  tiempo  de  ofender. 

Habido  consto  entre  las  tres  reinas  y  el  de  Al- 
harquerque,  comiaionóse  á  éste  para  que  faesa  á  ver 
al  rey  y  probara  de  persuadirle  á  que  por  honra  suya 
y  bien  del  reino  volviese  á  vivir  con  su  esposa  doña 
Blanca.  Salid  pues  don  Juan  Alfoaso  de  Valladolid  coa 
mncboa  caballeros  castellanos  y  sobre  mil  y  quinien- 
tos hombres  armados  camino  de  Toledo,  donde  ya  el 
re^  y  la  Padilla  se  hallaban.  No  lejos  de  aquella  ciudad 
salió  á  encontrarle  el  jodio  Samuel  Leyi,  tesorero  y 
oonfideote  del  r«y,  para  escitarle  de  parte  del  moaar- 
ea  á  que  acaleii&ni  el  viage,  seguro  de  que  hallarla  el 
mismo  favor  qoe  siempre  en  su  soberano,  y  que,  pues 
era  sopérano  que  llevase  consigo  tanta  gente,  la  des- 
pidiera y  mandara  volver.  Otro  s^undo  i 


Q,g,t7cdb/G00gIC 


1  so  UISTORIA  DE  ESPAÍ^Á. 

enviado  por  el  ley  con  o)  propio  objeto  hizo  ya  spspe- 
clioso  &  Alburquerquo  lanío  empeño  Je  don  Pedro  por 
que  apresurara  su  camino,  y .  con  e^o  y  con  saber 
después  que  el  rey  habla  mandado  cerrar  todas  las 
puertas  de  Toledo  menos  la  de  Vísagra,  y  que  había 
dado  á  personas  ouevas  todos  los  oñcios  de  palacio, 
conoció  el  objeto  engañoso  de  aquellos  measages, 
comprendió  su  caída,  penetró  el  lazo  queselearma* 
ba,  y  eo  vez  de  prosegnir  su  camino  acordó  cod  el 
maestre  de  Calatráva  don  Juah'Nuñez  de  Prado,  .que 
éste  se  fuese  á  las  tierras  de  su  maestrazgo,  y  él  se 
iría  á  sus  casUllos  de  tierra  de  Alba'  de  Liste,  donde 
se  le  habrían  de  reunir  sus  gentes,  basta  ver  el  sesgo 
que  aquello  tomaba. 

De  tauto  escándalo  y  de  tan  dañoso  efecto  debió 
parecer  esta  conducta  de  don  Pedro,  que  to^  mismos 
de  su  nuevo  consejo  y  privanza,  los  parientes  mismos 
de  la  Padilla,  señaladamente  su  tio  don  Juan  de  Hi- 
nestrosa,  \f>  instaron  á  que  se  volviese  á  Vatladolíd  y 
á  Ios-brazos  (le  su  esposa.  ÍI(zolo  asi  el  rey;  y  la  ale- 
gría de  las  reinas  y  del  pueblo  fué  grande  al  verle 
volver  al  camino  dé  la  irazon.'  ¡Alegría  fugazt  Otros 
dos  días  trascurridos  solamente  entre  el  gozo  de 
verle  llegar  y  la  amargara  de  verle  salir  para  oo  ver 
ya  jamás  á  la  infeliz  doña  Blanca.  A  Olmedo  se  fué 
esta  vez,  donde  pronto  se  le  incorporó  la  Padilla. 
Harto  claro  se  víó  ya  que  el  ciego  monarca  daba  de 
manoá  lodo  miramiente,yquemarchabasinmaSEior- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


FABTk  II.  LIBIO  III.  181 

te  QÍ  consejo  ni  guia  que  so  desaforada  pasión.  Et 
vizconde  de  Narbooa  y  tos  caballeros  frauceses  se 
toroar-oQ  á  Fraocia  escandalizados  y  musllos.  La  rei- 
na doña  Harfa  se  retiró  á  Tordesillas,  llevándose 
consigo  á '  su  desconsolada  nuera.  Don  Pedro  babia 
sollado  el  freno  á  sus  antojos,  y  ya  no  hay  que  espe- 
rar ni  enmienda  en  el  rey  ni  sosiego  y  ventura  en  el 
reino. 

No  buscó  al  pronto  venganza,  como  era  de  rece^ 
lar,  el  deAlburquerque.  Antes  entrando  en  negocia'- 
ciones  y  pleitesías  con  el  rey,  conviniéronse,  mediante 
liaber  dado  don  Jnan.  Alfonso  en  rehenes  sus  dos  hi- 
jos, el  uno  legitimo,  don  Martin  Gil,  y  el  otro  ba»i- 
tardo,  en  qne  el  de  Albnrquerque  no  moverla  guerra 
desde  sus  fortalezas  ni  inquietaría  á  su  soberano, 
y  en  qne  éste  tampoco  le  molestarla  en  el  goce  de 
sus  posesiones,  bien  permaneciese  en  Castilla  ,  bien 
prefiriese  vivir  en  Portugal.  Peor  suerte  cupo  á  va- 
rios caballeros  de  don  Juan  Alfonso,  qne  con  igual  mi- 
lioD  pasaban  confiadamente  á  Olmedo.  Gracias  á  áoif 
Haría  de  Padilla,  que  obraba  mas  como  reina  pru- 
dente y  gf»erosa  que  como  dama  y  manceba  del  rey, 
el  uno  fué  sacado  de  la  prisión  en  que  habia  sido 
puesto,  los  otros  se  libraron  de  la  muerte  por  aviso 
confidencial  que  recibieron  de  doña  Marfa ,  pero  no 
dejaron  de  sufrir  una  persecución  vivísima  por  el  rey 
basta  tener  que  refugiarse  en  Portugal.  AHÍ  se  inter- 
nó también  don  Juan  Alfonso,  no.  fiandp  ya  en  la  pi_~ 


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tSS  HinORU    D«    ISrAÜA. 

labra  del  monarca,  y  desesperanzado  de  poder  vivir 
tranqailo  en  Castilla. 

Los  bermanoa  bastardos  del  re]r,los  hijosde  doña 
Leonor  de  Gazman»  eran  los  gae  gozaban  entonces  de 
mas  seguridad,  y  ano  se  veían  hasta  cierto  punto  ha- 
lagados» porque  entraba  en  el  plan  de  los  Padillas 
tenerlos  contentos  y  devotos  b^sta  acabar  de  destral- 
á  Alburquerque.  Asi  el  maestre  de  Santiago  don  Fa- 
driqne  fué  moy  bien  recibido  por  el  rey  en  Cueltar, 
y  bailándose  el  monarca  en  Segovia  concertó  las  bo- 
das de  su  hermano  don  Tello  con  doña  luana  de  Lara» 
una  de  las  bijas  qne  quedaron  de  don  Jean  Nupez> 
disponiendo  que  fuese  á  lomar  el  se&orlo  de  Vizcaya. 
Pero  al  propio  tiempo  daba  orden  para  qoe  la  iofeliz 
reina  áímn  Blanca  fuese  trasladada  á  Arévato  en  cali- 
dad de  presa  bajo  la  guarda  y  vigilancia  de  escogidos 
oficiales  de  sa  palacio,  con  la  prevención  de  que  é  I< 
reina  doña  María  su  madre  do  la  permitiesen  verla 
que  ya  hasta  de  su  misma  nradre  desconfiaba  el  mo- 
narca desatentado.  Y  partiendo  de  Segovia  á  Sevilla, 
acabó  de  distribuir  allí  los  oficios  de  palacio  y  del  rei- 
no, entiéndese  que  recayendo  todos  en  los  parientes 
y  amigos  de  doña  María  de  Padilla.  Asi  Diego  Gar^ 
de  Padilla,  su  hermano,  tenia  el  car^o  de  so  cámara; 
á  oiro  hermano  bastardo,  Jnan  García  cte  Vlllsgera  ,  le 
dio  la  encomienda  mayor  de  Castilla;  repartieodo  los 
demás  oficios  entre  don  Juan  Fernandes  de  Hioestro- 
a,.t¡o  de  doña   María,  don  Juan  de  la  Cerda,  doa 


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run  u.  u»o  III.  i  83 

Alvar  García  de  Albornoz,  don  Fernán  Pérez  Porto- 
carrero,  y  otros  de  los  que  pasaban  pgr  mas  enemigos 
de  Alburquerqoe,  no  quedando  con  empleo  ninguna 
de  las  hechuras  de  este  antiguo  valido.  Pasaba  esto 
eo  los  últimos  meses  de  1.353. 

loaugoróso  el  siguiente  con  una  persecuciop  que 
tOTO  DD  horrible  remate.  Fué  el  blanco  de  ella  aquel 
nuestre  de  Calatrava  don  Juan  Nuñez  de  Prado,  ¿ 
quien  vimos  retroceder  del  camino  de-Toledo  con  Al- 
burqaerque,  receloso  de  la  actitud  det  rey  eo  aquella 
ciudad.  Codiciaba  aquel  pingüe  maestrazgo  eLberma- 
no  de  la  Padilla  don  Diego,  no  satisfecho  con  ser  ca- 
marero  mayor.  A  juna  iovítacion  del  rey  vínose  el  don. 
luau  Nuñez  de  las  fronteras  de  Aragón  á  su  villa  de 
Almagro.  Hacia  allá  marchó  el  rey,  enviando  delante 
con  gente  armada  á  don  Juan  de  la  Cerda.  No  £altó 
quien  acoosejára  al  gran  maestre  que  peleara  con  la 
hueste  del  rey,  pero  él  lo  ref)ugDÓ,  y  confiando  eo  el 
seguro  del  monarca  prefirió  ponerse  en  sus  manos.. 
Dióle  el  rey  por  preso,  y  el  maestrazgo  de  Calatrava 
fué  conferido  á  don  Diego  de  Padilla.  Dueño  el  nuevo 
maestre  de  la  persona  de  su  antecesor,  encerróle  en 
el  alcázar  de  Haqueda,  donde  á  los  pocos  dias  termi- 
nó so  existencia  á  manos  de  un  verdugo.  Dicen  que 
fué  don  Diego  de  Padilla  ,  no  el  rey,  quien  le  mandó 
matar,  pero  el  que  ordenó  la  terrible  ejecución  no. 
cayó  por  eso  de  la  gracia  del  monarca.  Añádese  que 
el  Nuñez  de  Prado  habia  á  su  vez  depuesto  iojustamco.' 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


1  Sí  HISTOftlA  DB  ESPAÜA. 

te  del  maestrazgo  á  su  predecesor ;  pero  la  expíacioo 
de  la  ÍDjusticia  del  doo  do  creemos  santifique  el  crf- 
meo  de)  otro.  Ya  se  ve  señalado  el  camioo  por  donde 
se  precipitaba  el  rey  don  Pedro. 

Creyó  llegado  ya  el  caso  de  poderatacar  abierta- 
mente las  posesiones  de  doa  Juaa  Alfonso  de  Albur- 
querqae,  á  pesar  de  la  reciente  promesa  de  seguri- 
dad, y  le  tomó  la  villa  de  MedelPrn,  cuyo  castillo  hizo 
demoler.  Púsose  luego  sobre  la  de  Albnrquerque, 
donde  halló  mas  resistencia ,  y  hubo  de  retirarse  de- 
jando por  fronteros  de  está  plaza  á  sus  dos  hermanos 
bastardos  don  Enrique  y  don  Fadriqae;  y  parecién- 
dole  que  por  otro  medio  podía  apoderarse  mas  pronto 
de  su  antiguo  valido,  envió  dos  mensageros  á  su 
abuelo  ét  rey  don  Alfonso  de  Portugal,  pidiendo  les 
fuera  entregada  en  su  nombre  la  persona  de  Albur- 
querque  para  que  fuese  á  Castilla  á  dar  cuenta  de  su 
administración  pasada.  Llegaron  estos  mensageros  á 
Evora  en  ocasión  que  el  rey  de  Portugal  celebraba  las 
bodas  de  sti  nieta  doña  María  con  el  infante  de  Ara- 
gón don  Fernando.  En  contra  de  la  acusación  que  pa- 
recía envolver  el  mensage  y  pretensión  de  los  envía- 
Jos  de  don  Pedro,  pronunció  el  de  Alburquerqne  an- 
te el  rey  de  Portugal  un  discurso  tan  enérgico  y  nu- 
trido de  buenas  razones  en  defensa  de  su  administra- 
cion  en  Castilla,  de  su  desinterés  y  pureza ,  de  sus 
servicios  al  rey  don  Pedro,  respondiendo  de  reinte- 
grar con  sus  bienes  cualquier  nialversacion  que  acaso 


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riBTB  II.  LIBIO  m.  18S 

alguno  de  tos  empleados  por  él  pudiera  haber  hecho, 
y  retando  coa  aire  de  coofianza  a)' que  lo  conlraríose 
alreviese  ¿  dar  ósaslentar.queel  monarca  portagués 
acabó  por  dar  la  razón  á  Alburquerque,  y  lorBáFonee 
los  meosageros  á  Castilla  sía  lograr  su  objeto. 

Los  bijos  de  doña  Leonor  de  Gazman,  don  E&ri- 
qoe  y  doa  Fadriqae,  que  por  potflica  y  ao  por  devo- 
cioD  defeatKan  entonces  la  causa  del  rey  don  Pedro, 
acordaron  dar  ya  distinto  rumbo  á  sus  designios,  y  se- 
cretamente, por  mediación  de  uu  fraile  franciscano, 
fray  Diego  López,  confesor  de  don  Enriqne  conde  de 
Trastamara,  fueron  á  buscar  por  aliado  cuando  estaba 
caído  al  mismo  á  quien  habían  hecho  guerra  cuando 
era  poderoso,  á  don  Juan  Alfonso  de  Albarquerque. 
Casado  aguija  á  muchos  un  mismo  deseo  de  vengarse 
de  otro,  suelen  los  hombres  unirse  entre  si,  siquiera 
sea  momenláneamente,  olvlda'ndo.  ó  aparentando  ol- 
TÍdar  que'  antes  han  sido  enemigos.  Esto  fué  lo  que 
aconteció  á  Alburquerque,  oyendo  con  beneplácito  la 
proporción  del.  fraile  mensagero.  La  liga  entre  Albur- 
querque y  los  bijos  de  la  Guzmao  quedó  concertada, 
y  so  primer  acto '  ostensible  fué  prender  al  hermano 
de  la  Padilla  Juan  García,  comendador  mayor  de  Cas-^ 
lilla,  que  con  los  hermanos  bastardos  se  hallaba  de 
froQtero  contra  las  fortalezas  de  Alborquerqué.  Pero 
evadióse  aquel  de  ta  prisión,  y  fué  á  informar  al  rey 
de  la  conspiración  que  contra-  él  habia.  Pensaron  los 
nuevos  aliados  en  proclamar  al  infante  dou  Pedro  de 


npt7ccib/G00<íIc 


180  BISTORIA   Ut    KStAÍÁ. 

Portugal, '  y  hubiéraDlo  b^ho  á  do  «stoi  bario  coa 
eaergfa  $a  padre  don  AlCuuo. 

OportQoa  ooasipn  hablan  escogido  los  de  la  liga, 
puesto  que  ^  rey  don  Pedro  cao  nuevos  y  mas  locos 
devaoeo?  andaba  eotonces  escaadalizaodo,  y  fomea- 
taado  la  aaioiadversioo  de  sus  súbdilos.  Babia  puesío 
el  rey  sus  lascivos  ojos  en  una  hermosa  y  jóvea  via- 
da, que  lo  era  de  dou  Diego  de  Raro,  del  lioage  de 
lossGDoros  deVizcaya^,  llamada  doña  Juaoa  deCastro. 
No  escrupulizó  el  desatenlado  monarca,  ya  que  con 
otros  halagos  DO  logró  sin  duda  sedacirla,  ea  solki- 
larlapara  esposa.  Esposóle  la  prudente  dama  la  imposi- 
bilidad de  ser  llevada  Ucilamente  á  un  tálamo  á  que 
en  ley  y  en  conciencia  nadie  sino  la  reina  dooa  Blanca 
tenia  derecho.  La  dificultad  hubiera  sido  invencible 
para  todo  oiro  que  eacootrára  reparos  tratando  de 
saciar  su  apetito;  pero  doa  Pedro  salió  de  ella  ase- 
gurando que  no  era  casado,  puesto  que  hal^a  aido 
Dulo  su  m^imiKiio  coo  doña  Blanca.  Quedaba  la  di- 
ficultad de  acreditar  la  nulidad  de  tan  público  enlace, 
y  también  la  venció  doa  Pedro,  hallando  dos  prela- 
dos, el  de  Avila  y  el  de  Salamanca,  ó  tan  détúles  ó 
tan  aduladores,  que  diadose  por  convencidos  de  las 
razones  que  el  rey  alegó,  pronunciaron  sentencia  del 
nulidad  declarando  que  podia  casarse  con  quien  le 
pluguiese.  A  pesar  de  todo,  un  callero  de  Galicia, 
pariente  de  dona  Juana,  llamado  don  Enrique  Enri- 
quez,  que  andaba  en  este  negocio  de  malrimoBioj 


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MKTB  U.  LIBRO  til.  1 8? 

pidióle  por  prenda  Je  segundad  que  le  eotregase  ea 
rebenes  el  alcázar  de  J&ea  y  los  casUUos  de  Caslroje-. 
m  ;  Dueñas.  Pequeño  sacrificio  era  este  para  quiea 
se  propcuia  saiisfocer  uq  deseo  y  llevaba  vencidoa 
obstácaloB  mayores,,  y  los  castillos  fueron  entregados. 
la  jáveo  doña  luana,  no  aabeffioa  si  del  todo  candi- 
da, si  tal  vez  con  miras  menos  disculpables,  accedld 
i  estregarse  al  rey  en  calidad  de  esposa ,  y  las  bodas 
se  celebraron  páblicameote  eo  Cuellar.  Si  doña  Blanca 
de  Borbon  había  sido  esposa  de  dos  dias,  doña  Juan^t 
de  Castro  lo  fué  de  una  noche.  En  el  mismo  dia 
de  las  bodas  recilHÓ  el  rey  la  nueva  de  la  confedera- 
cioa  de  sns  hermanos  y  Alborquerqoe,  y  al  dia  si- 
guiente partió  de  Cuellar  i  Castrojeríz,  donde  se  ha-. 
Haba  la  Padilla,  sin  que  jamás  volviese  á  ver  á  doña 
Juana  de  Castro,  á  quien  sin  embargo  dio  para  su 
loantenimiento  ta  villa  de  Dueñas  ^*K  Por  lo  que  hace 

(t)  Alli  vivió  macho  tiempo  rior  apostrofaba  al  rey  don  Pe- 
ItamindoM  wenprereioadaCl»-  drocon  lasBigaientes  eoéigicu  y 
tilhgSnnqpeal  reynolegustaba.  d aras  palabras:  (Mira  qua  ya  la 
— Ayal*,  &óa.iAaoV.,cap.lOal  n&ma  <1b  tai  crfmeoes  reiuena 
U.-^CoandoelpapalooceQcioVI.  >par  el  mando:  gue  ya  suena  ea 
ngaflado  antes  fwr  el  rey  don  Pe~.  sloadidoade  lodos  el  m  ñor  de 
dro.npalanoredaddeeste  ca-  >ta8  pecados,  con  loa  cuales  ae 
■o,  nenodfiinditínacloacainiaionó  »ba  Ha  tu  sahacíoa  comprometida, 
■1  obiqpoBef trandeSieuDe,  «a  in-  sel  loetre  de  tu  DorobreoBcurecí- 
tcroaDCio,paraqv>eemplazsraaD-  »do,  violada  tu  gloria,  rebajada 
tth  corté  de  Roma  á  loa  obispo*  «tu  dignidad,  marcbítaclo  tu  bo- 
de Avila  y  da  Salamanca,  y  obli-~  >nor  y  to  real  nombre  mancba- 
gira  al  rey  por  madio  de  uettn-  »do  ea  ao  ptincipio,  destrozado 
inru  de  la  Igleiia  á  *ivÍT  con  la  »por  los  labjos  de  la  multitud-.. 
niaa  dafl>B&nca,«ae«paBaIeRl-  »fiee«  ja»  quaii  orf^s  sctlerun 
tírna,  procediendo  en  derecno  lUtorumrumoribitt  ptrstrepit.... 
cpotradycontrahMgrandetqae  «etc.a  Dat-Avin.  iV.kBlend  maii, 
■■¡^aiéndolefonientaranaudesar-  aon.  II. — Raynald-  Annal.  líele. 
f)^daTÍda.Snoirobfeveposte-  ann.  13KV.  n.  %f- 


D,g,t7cdb/COOgIC 


488  HISTORIA  DB  BSrÁRA. 

á  las  fortalezas  enlrcgadas  á  doD  Enrique  Eariqaez, 
qoitóselas  lao  pronto  como  llegó  á  CaBtrojmz:  coa  tal 
msoera  de  cumplir  compromisos  bieo  podían  hacerse 
bodas  y  empeñarse  reheaes. 

Para  contrarestar  la'  liga  de  los  bastardos  y  de 
Alburqoerque  Haaió  dob  Pedro  á  sus  primos  los  íd- 
fantes  de  Aragón,  y  casó  á  don  Juan  coa  doña  Isabel 
de  Lara,  hija  segunda  deldifunlo:  dob  Joan  Nuoez, 
con  ánimo  de  darles  él  señórfo  de  Vizcaya,  de  qae 
pensaba  despojar  á  don  Tello,  suponiendo,  que  éste 
no  lardaría  ea  ligarse  coa  susberoiaDos.  GonefiU),  de- 
jaodo  en  Castrojeriz  á  doña  Haría  de  Padilla,  que  al 
poco  trempo  dio  á  laz  otra  niña  que  se  llamó  doña 
Constanza;  encaminóse  el  rey  para  Toro.  Mas  su  pro- 
ceder con  doña  Juana  de  Castro  propoccioaó  á  los  de 
la  liga  la  adquisición  de  aa  nuevo  aliado  que  vino  á 
darles  gran  refuerzo  y  ayuda,  taé  este  don  Fernando 
de  Castro,  poderoso  señor  de  Galicia  y  hermano  de 
doña  Juana,  que  poco  afecto  ya  al  rey  por  piqaes  an- 
teriores se  declaró  ahora  vengador  de  la  afrenta  de 
su  hermana,  y  se  confederó  con  los  enemigos  del  que 
acababa  de  escarnece  á  su  familia.  Encendióse  pues 
la  guerra  en  Castilla,  León,  Asturias  y  Extremadura, 
entre  los  hijos  de  doña  Leonor,  Alburqnerque  y  don 
Fernando  de  Castro  de  una  parte,  y  el  rey  y  los  in- 
fantas de  Aragón  sus  primos.de  la  otra.  Tomábanse 
mutuamente  fortalezas  y  castillos,  y  los  magnates  se 
arrimaban  al  partido  de  que  esperaban  mas  medro. 


D,g,t7cdb/G0PgIC 


rARTB  II.  LlltKO  111.  189 

Difuso  el  re;  que  la  desveoluraila  Jofia  Blanca  fiicse 
para  mayor  seguridad  trasladada  á  Toledo  y  recluida 
en  el  alcázar  bajo  la  custodia  de  doD  Juan  Fernandez 
de  HiDestrosa,  el  tio  de  la  Padilla.  Mas  la  juveotud,  la 
¡nocencia,  el  iafortuDio  de  una  priucesa  de  tan  ilustre 
linage  comenzó  por  escitar  la  compasioo  y  las  simpa- 
Ifas  de  las  damas  toledanas ,  y  acabó  por  interesar  á 
ios  caballeros  é  hidalgos  de  aquella  noble  ciudad  en 
lérmJDOs  que  se  alzaron  casi  lodos  en  au  defensa ,  (o  - 
máronla  bajo  su. protección,  corrió  gran  peligro  la  vida 
de  Hioestrosa,  y  eso  qne  habia  sido  el  mas  caballeroso 
desús  guardadores,  y. partió  éste  á  dar  cuenta. al  rey 
(le  lo  qué  pasaba  en  la  ciudad.  v 

lóviiarop  los  toledanos  al  maeslrede  Santiago  don 
Fadriqne  á  que  acudiese  en  su  ayuda,  como  lo  hizo, 
llevando  consigo  seltcientos  de  á  caballo,  é  hizo  alli 
bomenage^^y  pleitesía  &  su  reina,  doña  Blanca.  El  ejem- 
plo de  Tcdedo  foé.imitado  por  las  ciudades  de  Córdo- 
ba, JaeA,  Baeza,  Ubeda,  Cuenca  y  Talavera.  El  rey, 
queá  tal  tiempo  se  hallaba  combatiendo  ¿Segura, 
del  maestrazgo  de  Santiago ,  acndió  hacia  ^el  punto 
donde  el  peligro,  ameoazaba'ser  mayor ,  y  se  vino  á 
Tórd^umos,  no  olvidándose  deconferir  antes  el  maes- 
trazgo de  Santiago  á  don  Juan  García  de  Villagera, 
hermano  de  la  Padilla;  que  no  desperdiciaba  ocasión 
de  acumular  en  la  dichosa  familia  desu  dama  las  mas 
altas  y  pingües  dignidades  del  reino.  Lo  que  en  otro 
tiempo  babia  practicado  su  padre  Alfonso  XI.  con  la 


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1 9(}  niAíAU  B«  isfriÜA. 

finnilia  de  la  Gnzmao,  lo  reproducía  su  hijo  coa  la  fa- 
milia de  la  Padilla.  Desdichada  era  de  la  monarquía 
castellana. 

Nublábase  de  día  en  día  >  hasta  ainenazar  apa- 
garse la  estrella  que  alumbraba  á  doo  Fedro^  Hallán- 
dose en  Tordehumos,  despidiéronsele  tos  iaGmtes  de 
AragoD,  arrastrando  consigo  á  la  reioa  do&a  Leonor 
de  Aragón  su  madre,  y  á  la  flor  de  los  caballeros  de 
Castilla,  que  habiau  seguido  basta  entonces  la  parte 
del  rey,  y  fuéronse  todos  ú  Cuenca  de  Tamariz.  Na- 
tural era  que  tan  pronto  como  esta  defección  lle- 
gase &  noticia  de  tos  coligados,  se  regocijaran  estos  y 
trataran  de  liablar  y  entenderse  con  loe  díGideotes  de 
Cuenca,  é  tiíciéroDlo  asi;  de  forma  que  llegaros  á  reu- 
nirse y  confederarse  tos  ia&ntes  de  Aragón,  dooa  Leo- 
nor su  madre,.  doD  Enrique  de  «Trastamara,  don  Te- 
tlo  su  Iiermaao  qoe  también  fué  á  incorporárseles, 
don  Juan  Alfonso  de  Alborquerque»  don  Fernando  de 
Castro,  y  muKIlnd  de  otros  nobles  y  cabalteros  de 
Castilla.  Quedábale  apenas  á  don  Pedro  ana  hueste  de 
seiscientos  hombres,  con  ta  cual  y  con  la  reina  doña 
Haría  su  madre  y  coa  doña  Uarfa  de  Padilla  se  aco- 
gió á  Tordeaíltas.  No  tardó  &a  ver  ocapados  todos  los 
pueblos  de  la  circunferencia  por  las  tropas  de  la  gran 
confederación.  Lo  que  pedían  entonces  asi  los  de  la 
liga  como  las  ciudades  sublevadas  era ,  que  hiciese 
tida  con  doña  Blanca  su  esposa  tratándola  como  reina, 
que  apartase  de  sa  lado  y  privanza  y  del  regimieDlo 


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mn  it.  uno  iii.  191 

del  nano  A  los  paiiwtes  de  la  Padilla ,  y  que  é  esUi  la 
pusiesen  en  algana  orden  del  iteínode  Francia  ó  det  Je 
Aragón.  Por  acuerdo  de  todos  los  de  la  liga  pasó  la 
mna  doña  Leonor  á  Tordesiliaa  á  esponer  de  palabra 
al  rey  sn  sobrino  estas  proposiciones,  asegurándole 
qoe  de  oliN-garlas  y  cumplirlas  todos  se  dariad  por  pa- 
gados y  cooienlos  y  volverían  á  sa  obediencia  y  ae 
pondrían  á  su  merced. 

Con  loca  tenacidad  se  negó  el  rey  á  todo;  y  sio 
ablandarle  las  prudentes  reflexiones  de  la  reina  su  tía, 
ni  intimidarte  la  imponente  actitud  de  los  confedera- 
dos) ni  arredrarle  el  aí^miento  en  que  se  iba  viendo, 
ni  amansarle  las  enérgicas  exhortaciones  y  manda- 
mientos del  pontífice,  manifestó  que  por  nada  del 
mundo  dejaría  la  Padilla,  y  ciego  de^mor  hasta  el 
delirio  y  animoso  hasta  la  temeridad  resolvió  hacer 
rostro  á  todo  y  lachar  á  brazo  partido  con  todas  laa 
contrariedades.  Volvióse  la  desde&ada  reina  con  aque- 
lla respuesta  al  campo  de  los  confederados,  los  cua- 
les después  de  haber  amagado  á  Valladolid  y  Salaman- 
ca entraron  por  Tuerza  en  Medina  del  Campo,  que  es- 
taba por  el  rey.  Allí  murió  á  los  pooos  dias  don  Juan 
Alfonso  tie  Alburquerque.  Aunque  entonces  se  susur- 
rara ,  y  en  algunas  crónicas  se  lea  qpe  el  rey  hizo 
dar  yerbas  á  su  antiguo  valido  por  medio  de  un  mé- 
dico italiano  que  le  asistía,  oomo  no  haHemoseíta  es- 
pecie bastante  jnsli&cada,  queremos  complacemos  en 
creer  que  la  muerte  fuese  natural.  Lo  que  hay  de 


,,.GoogIc 


1  ^2  III8T0U*    DR  BSP&(f  A. 

cierto  y  de  singular  es,  qae  Iteveodo  aquel  magnate 
su  pasión  de  venganza  hasta  mas  allá  de  la  tumba,  de  • 
jó  ordenado  que  rio  se  enterrase  sii  cadáver  hasta  que 
acabase  la  demanda  en  que  se  había  metido.  En  sn 
virtud  el  féretro  de  Albarqiierque  era  llevado  siem- 
pre en  la  hueste,  como  si  gozara  eo  capitanearla  des- 
pués de  maerlo,  y  en  los  consejos  que  celebraban  los 
conrederados  llevaba  su  voz  y  .hablaba  por  él  su  ma- 
yordomo mayor  Ruy  Diaz  Cabeza  de  Vaca.  «¡Espec- 
táculo peregrinó,  esclama  aqni  con  razón  uo  ilustra- 
do escritor  de  nuestros  días,  y  testimonio anténUco  de 
rencorosa  barbarie ,  el  de  ana  conrederacion  capita- 
neada por  uñ  muerto '''in  Juntóse  en  Medina  cpn  los 
coligados  el  maestre  don  Fadríque  con  seiscientos  de 
'á  caballo,  y  oon.  mucho  dinero  del  que  en  Toledo  ba- 
hía hallado  en  las  casas  de  Samuel  Lev!,  tesorero  del 
rey,  y  del  que  la  reina  d<ma  Blanca  había  podido  re- 
coger. La  hneste  que  entre  todos  reunían  en  Medina 
era  de  siete  mil  caballos  y  correspondiente  número  de 
peones. 

Aunque  imponente  y  numerosa  esta  liga,  velase  i 
sus  caudillos  obrar  con  mas  detenimiento  y  cordura 
que  lo  que  era  de  esperar  de  gente  tumultuada  y  po- 
derosa, y  no  parecía  que  intentasen  llevar  la  discor- 
dia á  términos  de  enlatar  al  pais  con  escenas  de  san- 
gre. Prueba  de  ello  dieron,  cuándo  después  del  des- 

(4)  El  seDorFerrerdelRio,eD 
9D  Exámea  bistórico-crftico  del 
reioado  de  don  Pedro,  premistfo 


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partí  11.  LIBKOIII.  193 

eogaSo  de  Tordeñllas  todavía  enviaroo  mensageros  á 
Toro,  donde  se  había  trasladado  q1  rey  y  se  bailaba 
antes  que  él  la  reina  madre,  para  acordar  coa  el  mo- 
narca el  medio  de  poaer  algno  sosiego  en  et  reino. 
Las  peticiones  de  los  coligados  no  eran  ob'as  que  las 
que  en  su  nombre  le  babia  hecho  antes  la  reina  doña 
Leonor.  Quiso-el  rey  tomarse  tiempo  para  deliberar, 
y  como  inaDÍfestase  deseos  de  conferenciar  coa  los 
principales  de  la  liga,  conviniéronse  unos  y  otros  en 
traer  unas  vistas  en  on  pueblo  nombrado  Tejadillo, 
entre  Toro  y  Morales.  Presentáronse  alli  hasta  cía- 
cuenta  caballeros  de  cada  parte,  armados  de  lorigas  y 
espadas;  oadie  llevaba  lanza  sino  el  rey  y  et  in&nte 
don  Fernando.  En  aquella  especie  de  asamblea  arma- 
da habló  primerameote  por  el  rey  su  repostero  ma- 
yor don  Gutierre  Fernandez  de  Toledo,  manifestando 
marafíllarse  de  que  tan  á  enojo  llevaran  los  coligados 
elque  el  rey  dispensara  su  confianza  á  los  parientes 
de  la  Padilla,  siendo  costumbre  de  los  reyes  tener  por 
privados  y  hacer  mercedes  á  quien  bien  quisiesen; 
pero  que  el  rey  tenia  voluntad  de  honrarlos  también 
á  ellos,  y  les  daría  tos  grandes  oficios  que  hobiese  en 
SQ  casa  y  estado,  y  en  cnanto  á  la  reina  doña  Blanca 
enviaría  por  ella  y  la  honraría  como  á  reina  y  como 
á  esposa.  Habló  seguidamente  por  los  confedera- 
dos don  Fernán  Pérez  de  Ayala,  y  en  un  grave  y  co- 
medido discurso  espresó  el  disgusto  y  pesar  con  que 
sos  vasallos  habiaa  visto  el  desamparo  en  que  dejó  á 
Tomo  vh.  13 


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19i  HISTORIA  DE  SSPASa. 

doña  Blaoca,  á  quieo  todos  habiao  recibido  por  reioa, 
io  cual  creiaa  habría  hecho  por  consejo  de  los  pariea- 
lesde  doña  María  de  Padílía;1a  sallsfaccion  con  que  la 
veriau  volver  á  sa  gracia  y  compañía;  la  desconfianza 
y  temor  que  á  todos  había  iofuadido  la  persecucioo  y 
supliciodct  maestre  de  Calalrava  Nuoez  de  Pradoy  el 
despojo  de  las  tierras  de  Alburquerque  después  de 
dar  en  rehenes  dos  hijos;  que  sí  todo  esto  se  eomea- 
dase,  volverían  gastosos  at  servicio  de  su  rey  y  señor; 
y  pues  eran  cosas  do  para  traladasy  resueltascou  pre- 
cipitación, podrían  nombrarse  cuatrocaballeros  de  ca- 
da parle  que  hablasen  y  conrercnciasen  y  acordaseo  el 
medio  de  dar  feliz  cima  á  este  negocio.  Aprobaroo  to- 
dos el  peasamíenlo,  quedó  el  rey  eu  que  nombraria 
sus  cuatro  caballeros,  y  despidiéronse  para  sus  res- 
pectivos lugares,  besando  al  rey  la  mano. 

No  podía  darse  oi  mas  comedimiento  eu  las 'pala- 
bras, ni  mas  cordura  y  prudencia  de  parte  de  unos 
hombres  que  coataban  quintuplicadas  fuerzas  qne  el 
rey.  Llamárnoslo  comedimiento  y  prudencia,  atendi- 
do to  que  suele  ser  gente  alzada  eu  rebelión  y.  qne  se 
siente  fuerte  para  vencer.  Pero  el  rey  no  se  cuidó  ni 
de  enviar  ni  de  nombrar  sus  cuatro  caballeros;  pro- 
curó por  el  contrario  sembrar  la  discordia  entre  los 
confederados,  y  en  lo  que  mas  pensó  fué  eo  salir  de 
Toro  y  en  pasará  Ureña  en  busca,  como  ciego  aman- 
te, de  las  caricias  de  doña  María  de  Padilla,  que  alli 
so  bailaba.  iBella  manera  de  venir  é  acomodamiento 


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PABTB  II.  UBKO  III.  19S   • 

y  entrar  por  la  senda  qae  le  marcaba  el  clamor  popu- 
larl  Vióse  enioaces  una  singularidad  moastruosa.  Sa 
misma  madre  la  reina  doña  Maria  avisó  á  los  coliga- 
dos de  la  salida  de  su  hijo,  y  los  instó  á  que  se  fue- 
sen á  Toro,  donde  ella  los  esperaba  para  concertar 
la  manera  de  redncir  al  rey.  Los  de  la  liga,  qne  iban 
camino  de  Zamora,  siempre  llevando  consigo  el  ataúd 
de  Alburqnerqne,  oyeron  con  placer  la  escítacioa  de 
la  reina  madre,  y  enderezaron  sus  pasos  á  Toro,  cu- 
yas puertas  hallaron  francas,  según  éHa  les  había 
ofrecido.  Juntos  alti  todos,  y  en  tan  estraña  y  escan- 
dalosa amalgama  como  era  la  de  la  madre  de  don 
Pedro  y  los  hijos  de  la  Guzman,  la  qne  había  manda- 
do matar  á  doña  Leonor  y  los  padrones  vivos  de  su 
aotigna  afrenta,  acordaron  enviar  un  mensage  al  rey 
invitándole  á  que  volviese  á  Toro  para  ordenar  allí 
tas  cosas  del  modo  qne  mejor  cumpliese  á  su  servicio. 
D(Hi  Pedro  hizo  la  humillación  de  ir,  los  parientes  de 
la  Padilla  la  cobardía  de  no  querer  acompañarle  por 
miedo,  y  de  entre  sus  privados  solo  le  dieron  compa- 
ñía don  Fernán  Sánchez  su  canciller,  el  judio  Samuel 
Levf,  sn  tesorero  mayor,  y  'don  Juan  Fernandez  de 
Hinestrosa,  tio  de  la  Padilla,  honrado  y  pundooorosb 
caballero,  el  primero  que  aconsejó  al  rey  qne  se  avi- 
niese con  las  reinas  viudas  y  con  los  de  la  liga,  y  qne 
ni  por  él  ni  por  sus  sobrinos  pusiese  en  aventura  y 
eu  peligro  el  reino-. 

La  ida  del  rey  á  Toro  equivalía  á  darse  por  veo- 


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496  IIISTOEIA  DE  BSPAlfA. 

(ido  y  á  entrcgarge  á  discrecioo  de  los  de  la  liga,  que 
no  lardaron  ea  obrar  como  triuo&dores,  por  mas 
que  salieran  á  recibirle  con  apariencias  de  respeto  y 
le  besaran  la  mano  con  mentido  ademan  de  vasallos 
humildes.  Su  tia  la  reina  doña  Leonor  fué  la  primera 
que  bajo  las  bóvedas  del  convento  de  Sanio  Domingo 
se  atrevió  á  reconvenirle  por  sus.  estravfos,  de  los 
cuales  no  tanto  le  culpaba  á  él  atendida  su  edad  y 
suioesperiencia,  cuanto  á  sus  privados  y  consejeros, 
añadieudo  que  era  menester  fuesen  desde  luego  re- 
emplazados por  otros  mas  honrados  y*  mas  celosos 
guardadores  de  su  servicio  y  de  su  honra.  Y  cuando 
el  rey  comenzaba  á  díscnlparlM,  se  procedió  á  pren- 
der á  presencia  suya  y  de  las  reinas  á  Hinestrosa,  al 
judío  Samuel  y  á  Fernán  Sánchez,  poniéndolos  bajo 
la  guarda  del  infante  don  Fernando  y  de  don  Tello. 
Condujese  al  real  cautivo,  que  cautivo  era  ya  mas 
que  rey,  á  las  casas  del  obispo  de  Zamora,  y  la  ma- 
nera que  tuvieron  los  confederados  de  ordenar  las 
cosas  al  mejor  servicio  del  monarca  fué  distribuirse 
entre  sí  todos  los  empleos  y  oficios  del  palacio  y  del 
reino,  apoderarse  de  los  sellos,  y  obrar  como  sobera- 
nos. Hasta  como  solemnidad  del  triunfo  pudo  mirarse 
la  boda  que  entonces  se  celebró  de  don  Fernando  de 
Castro  con  doña  luana,  hermana  bastarda  del  rey,  co- 
mo hija  también  de  Alfonso  XI.  y  de  la  Guzman.  Y 
como  ya  se  daba  por  fenecida  la  demanda  y  por 
cumplido  el  deseo  y  et  testamento  de  Alburquerqae, 


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PASTE    II.    LIBIO   111.  197 

tralósede  dar  sepultura  á  su  cadáver,  lo  cual  se  ve- 
riftcóea  el  célebre  monasterio  de  Espina. 

Vigilado  de  cerca  el  rey  por  el  maestre  doa  Fadri- 
que,  que  se  había  nombrado  su  camarero  mayor,  y 
privado  de  hablar  con  determinadas  personas,  bien 
'  comprendió  que  su  estado  era  una  prisión  no  muy 
disfrazada.  Quejóse  de  ello,  y  diósele  mas  ensanche, 
y  permitíasele  salir  á  caza  todos  los  días  á  caballo. 
Los  de  la  liga  no  acertaron  á  ser  ni  bastante  gene- 
rosos con  el  monarca  si  se  proponían  ganar  su  amis- 
tad, oí  bastaiite  rigorosos  si  habían  de  mirarle  como 
enemigo.  Por  otra  parte  no  leemos  en  las  crónicas  que 
se  volviese  á  tratar  de  la  rehabilílacion  de  la  reina 
doña  Blanca,  que  se  había  proclamado  como  causa 
y  fin  principal  de  la  sublevación.  Conócese  que  no 
había  entre  toa  coligados  un  pensamiento  noble,  gran- 
de y  digno,  y  que  habiendo  entre  ellos  reinas,  hijos 
de  reyes  y  príncipes  de  la  sangre,  limitaban  sus  as- 
piraciones á  derrocar  de  la  privanza  una  familia  y  á 
reemplazarla  en  los  empleos  de  ínQuencia  y  de  lucro. 
O  el  rey  conoció  bien  este  flaco  de  sus  rivales,  úobrd 
por  lo  meóos  como  si  le  conociera,  y  negociando  en 
secreto  con  los  que  veia  ó  suponía  mas  propensos  á- 
mudar  de  partido,  con  los  infaulcs  de  Aragón  sus  pri- 
mos, con  Ruiz  de  Villegas.  Juan  de  la  Cerda,  Pérez 
Sarmieoto  y  otros,  ofreciéndoles  los  empleos  ó  las  vi- 
llas y  lagares  que  mas  parecía  apetecer  cada  uno,  pú- 
Eolos  do  su  parte:  siendo  de  notar  que  hasta  la  reina 


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198  BlSTOEÜ  DE   BSPAÍÍA. 

doña  Leonor,  alma  que  babia  sido  de  la  liga,  deser- 
tara de  ella  por  obtener  la  villa  de  Roa  de  que  le  ha- 
cia merced  su  sobrino.  No  dudaooos  que  en  esta  mu- 
daaza  se  mezclaría  algo  de  resentimiento  ó  rivalidad 
con  los  bastardos  y  sus  adeptos,  mas  aun  asi  no  des- 
cobrímoa  miras  elevadas  en  niagueo  de  los  actores  de 
es^ drama  vergonzoso.  Hecho  esto,  salió  una  mañana 
de  Toro  el  rey  don  Pedro  como  de  caza,  según  cos- 
tumbre, acompañado  del  judío  Samunl,  que  á  fuerza 
de>oro  había  cambiado  la  prisión  en  fianza,  y  apro- 
vechando la  densa  niebla  que  cubría  la  atmósfera 
fuéronse  deslizando  camino  de  Segovia  hasta  no  ser 
vistos,  y  apretando  luego  los  hijares  á  sus  caballos  no 
pararon  basta  aquella  ciudad,  dejando  burlados  y  ab- 
sortos á  la  reina  madre  y  á  los  bastardos,  mas  sin  sor- 
presa de  doña~  Leonor  y  de  los  infantes  sus  hijos  que 
estaban  en  el  secreto.  Desde  Segovia  envió  á  pedir 
los  sellos,  diciendo  que  de  no  enviárselos  no  le  falta- 
ba ni  piala  ni  fierro  con  que  hacer  oíros,  y  los  de 
Toro  se  los  enviaron  con  docilidad  admirable- 

Era  esto  en  fines  de  1354,  y  á  principios  de  1355 
ya  se  hallaban  incorporados  con  el  rey  en  Segovia  do- 
ña Leonor  y  los  infantes  de  Aragón  y  sns  hijos,  junta-  . 
mente  coa  los  demás  que  en  Toro  habían  recibido  la 
promesa  de  ser  heredados.  Desmembrada  asi  la  liga, 
y  como  Castilla  ne  había  visto  resultados  de  ella  de 
que  se  pudiese  felicitar,  engrosábase  cada  día  el  par- 
tido  del  rey,  al  compás  que  menguaba  el  de  la  reina 


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rAKTB  II.  LtBlO  Itl.  199 

madre  y  loa  bastardos.  Díseminároose  los  mismos  que 
habían  qoedailo  en  Toro  para  inejor  dereader  cada 
cual  su  señorio:  asi  don  Fadríque  se  fuá  á  Talavera, 
que  estaba  por  él,  y  donde  lenia  su  gente,  don  Tello 
á  9U  señorío  de  Vizcaya,  y  don  Fernando  de  Castro  á 
sm  tierras  de  Galicia,  quedando  solos  en  Toro  la  ma- 
dre del  rey  don  Pedro,  y  el  primogénito  de  los  bas- 
tardos don  Enrique;  estraña  asociación  por  cierto.  El 
(iade  la  Padilla,  Joan  Fernandez  de  Hinestrosa,  uno 
de  los  encarcelados  en  Toro,  obtuvo  libertad  de  la 
reina  dona  María,  con  palabra  que  dio  de  trabajar 
con  el  rey  para  que  se  viniese  á  un  acuerdo  y  dejan- 
do euatro  caballeros  en  rehenes.  Los  esfuerzos  del 
buen  Hinestrosa  foeron  inútiles,  y  doña  Maria  dio 
suelta  á  los  cuatro  caballeros,  esperando  templar  con 
este  acto  las  iras  del  rey,  pero  se  engañó. 

Don  Pedro  desde  Segovia  partió  coa  los  infantes 
de  Aragón  para  Burgos,  donde  celebró  cortes  y. pidió 
subsidios,  DO  para  sosegare!  reino  por  vía^  de  con- 
ciliación, slaopara  hacer  cruda  guerra  á  los  que  se 
mantenían  alzados.  Comenzando  pues  su  escursion  bé- 
lica por  Medina  del  Campo,  el  primer  desahogo  de 
su  cólera  fué  hacer  matar  á  la  hora  de  siesta  en  su 
pro[Ño  palacio  á  Pedro  Ruiz  de  Villegas  y  á  Sancho 
Ruiz  de  Rojas,  que  no  negamos  habían  sido  de  fa  li- 
ga y  del  partido  do  los  bastardos,  pero  á  los  cuales 
acababa  de  agraciar  en  Toro,  al  uno  con  el  adelan- 
tamiento mayor  deCaHlülu,  at  otro  con  la  merindad 


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'  200  aisroRiA  mi  «»««*. 

de  Burgos.  Con  esto  acreditó  el  moaarca  que  no  iba 
con  él  el  sislema  de  perdón  por  lo  pasado.  Asi  no  es 
maravilla  que  cuando  se  aproximó  á  Toro,  su  misma 
madre  le  temiera  y  le  cerrara  las  puertas  de  la  ciu- 
dad. En  esta  comarca  recibió  aviso  de  que  don  Enri- 
que BU  hermano  habia  salido  de  Toro  y  se  dirigía  á 
Talavera  á  reunirse  con  don  Fadríque.  Apresuróse  el 
rey  á  ordenar  á  los  de  tierra  de  Avila  que  le  ataca ' 
sen  en  las  Fragosidades  del  puerto  del  Pico  por  donde 
tenia  que  pasar.  Hiciéroalo  asi  los  vecinos  de  Colme- 
nar, y  acometiendo  en  emboscada  la  hueste  de  don 
Enrique  al  paso  de  aquellos  desfiladeros  matáronle 
muchos  hidalgos  de  cuenta  y  persiguiéronle  basta  el 
llano  y  casi  hasta  las  pnertas  de  Talavera.  Reunido  el 
de  Traslamara  con  su  hermano,  revolvió  con  lucida 
hueste  rebosando  venganza  sobre  Colmenar,  atacó  el 
pueblo,  le  quemó,  hizo  acnchillar  gran  parte  de  sus 
moradores,  y  volvióse  para  Talavera.  Las  disidencias 
que  algunos  meses  antes  parecía  iban  á  resolverse 
por  parlamentos,  babian  degenerado  ja  en  guerra 
mortífera  y  sangrienta. 

'  Puestas  tenia  el  rey  sus  miras  en  ta  fuerte  ciudítd 
de  Toledo,  que  guardaba  en  depósito  á  la  sin  ventura 
doña  Blanca  de  Borbou,  y  allá  enderezó  sus  pasos 
con  todas  sus  haces.  Hallábase  ya  en  Torrijos,  cuando 
sabedores  de  ello  los  hermanos  don  Enrique  y  don  Fa- 
drique  se  movieron  apresuradamente  de  Talavera,  en 
socorro,  deciao.  de  los  toledanos  y  de  la  legitima 


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FllTB  II.    LIMO  III.  201 

reiiia  de  Castilla.  Disgusto  y  sorpresa  graade  recibie- 
roD  los  qae  iban  como  libertadores  cnaudo  habieodo 
llegado  al  puente  de  Sao  Hariia  de  Toledo,  supieron 
de  boca  de  algunos  caballeros  toledanos  qae  andaban 
los  de  la  ciudad  en  tratos  de  avenencia  con  el  rey,  y 
por  lo  tanto  aunque  les  agradecían  su  venida  no  era 
conveDiente  acogerlos  á  ellos  en  la  ciudad  hasta  obte- 
ner respuesta  del  rey.  á  6a  de  que  no  se  malograsen 
y  rompieseo  aquellos  tratos.  A  pesar  de  esto  algunos 
partidarios  ardientes  de  tos  bastardos  les  facilitaron 
la  entrada  por  otra  puerta;  entrada  fatal  para  los  ju- 
díos de  aquella  ciudad,  puesto  que  desfogando  en 
ellos  su  saña  las  compañías  de  don  Euriqne  mataron 
basta  mil  doscientos  entre  hombres  y  mugeres.  gran- 
des y  niños,  y  eso  que  no  pudieron  penetrar  en  la 
joderfa  mayor,  aunque  la  cercaron  y  atacaron.  Pero 
el  espíritu  de  la  población,  por  esas  mudanzas  que 
acontecen  en  las  revohiciooes,  era  ya  adverso  á  los 
hijos  de  la  Guzman,  y  otros  toledanos  enviaron  car- 
tas de  llamamiento  al  rey,  el  cual  se  presentó  al  dia 
siguiente,  y  quemando  la  puerta  que  los  ba^rdos 
defendían,  y  ayudado  eficazmente  '  por  muchos  tole- 
danos, fué  recibido  en  la  murada  ciudad,  teniendo 
por  prndeole  don  Enrique,  y  don  Fadrique  no  dar  lu- 
gar á  mas  pelea,  y  salir  como  fugitivos  por  la  opuesta 
.  puerta  de  Alcántara,  por  doa'de  dos  dias  antes  habían 
Entrado  (mayo  13B5). 

Cruel  se  mostró  don  Pedro  de  Castilla  en  Toledo, 


nigiUrrlb/GOOglC 


202  IIISTOIIA    bl    BIPAftA. 

y  engañáronse  los  ((bedanos  qae  esperaban  hallarle 
indulgente.  Sin  querer  ver  á  la  reina  doña  Blanca, 
mandó  inmediatamente  á  Hinestrosa  que  tomara  tales 
medidas  qae  no  pudiera  salir  del  alcázar.  A  los  cuatro 
días  era  llevada  la  reina  de  Castilla  á  la  Torlaleza  de 
SigOenza  bajo  la*  custodia  de>dos  guardas  de  la  con- 
fianza del  rey.  Preso  también  el  obispo  de  SigOenza, 
natural  de  Toledo  y  del  partido  de  don  Enrique,  fué 
luego  trasportado  cob  otros  caballeros  á  Aguilar.de 
Campó.  Destinóse  á  otros  por  prlaion  el  castillo  de  Ho- 
ra. La  cuchilla  de  la  venganza  cortó  los  cuellos  de  mu- 
chos ilustres  toledanos.  Veinte  y  dos  hombres  buenos 
del  coman  Tueron  ademas  decapitados  en  un  día.  En- 
tre los  vencidos  destinados  al  suplicio  lo  era  un  platero 
octogeDario,  que  tenia  un  hijo  que  frisaba  apenas  ea 
los  diez  y  ocho.  Este  joven,  lleno  de  amor  filial,  se 
presentó  al  rey.  ofreciendo  sn  cuello  á  la  muerte,  con 
tal  que  sirviera  su  saci-ificio  á  salvar  la  nevada  cabeza 
de  su  padre.  El  rey  con  duras  entrañas  aceptó  la  nue- 
va victima,  y  consintió  que  la  cabeza  del  generoso 
joven  cayera  separada  del  cuerpo,  y  regara  la  tierra 
con  sangre  preciosa  y  pura;  «Pluguiera  &  todos,  dice 
con  admirable  comedimiento  el  cronista  á  quien  se 
atreven  algunos  á  tachar  de  parcial,  que  el  rey  man- 
dara que  non  matasen  á  ninguno  detlos,  oíd  al  padre, 
nin  al  hijo.»  Vías  lo  que  pluguiera  á  todos  no  le  plu- 
go al  rey  don  Pedro  de  Castilla. 

Desde  Toledo  fué  el  rey  á  Cuenca,  otra  de  las  ciu- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


PAKtB  li.  LfBKO  III.  203 

dades  sublevadas,  donde  se  hallaba  otro  de  los  hijos 
deAiroDsoXI.  y  de  la'Guzmaa,  llamado  don  Sancho, 
deqaieono  hemos  tenido  ocasioo  dé  hablar  hasta 
ahora.  No  podiendo  lomar  aquella  ciudad,  pactó  tre- 
goas  con  los  sublevados,  y  se  dirigió  por  Segovia  y 
Tordesillas  á  Toro,  donde  habían  acudido  ya  don  En- 
rique y  don  Fadrique  llamados  por  la  reina  madre. 
No  era  fácil  apoderarse  de  Toro  mientras  estuviera 
tan  bien  guardada:  por  lo  mismo,  y  en  tanto  que  ha- 
llaba ocasión,  tavo  que  limitarse  don  Pedro  por  mu- 
chos meses  i  provocar  escaramuzas  y  correr  la  co- 
marca haciendo  algunas  escarsiones  hacia  Rueda, 
Valderas  y  otras  villas  de  Tierra  de  Campos  que  se- 
galán  la  voz  de  dou  Enrique,  de  las  cuales  unas  lo- 
maba, y  resistíanle  otras,  haciendo  prisiones  y  casti- 
gos allí  donde  lograba  vencer.  Peleábase  al  propio 
tiempo  en  otras  partes  entre  tos  dos  bandos;  que  la 
guerra  civil  se  propagaba  á  las  regiones  de  Galicia, 
Vizcaya  y  Extremadura,  y  entre  las  personas  notables 
que  en  estos  encuentros  perecían  lo  fué  don  Juan 
García  de  Villagera,  hermano  de  la  Padilla,  á  quien 
el  rey  había  hecho  maestre  de  Santiago.  Y  como  tes- 
timonio de  la  constancia  amorosa  del  rey,  menciona 
la  Crónica,  que  en  este  tiempo  le  nació  en  Tordesillas 
otra  hija  de  doña  María  de  Padilla,  qae  dijeron  doña 
Isabel. 

Noticioso  at  6n  deque  don  Enrique,  que  huía 
siempre  do  verse  cercado  por  su  hermano,  Labia  sa- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


SOi  BláTORli  DB  RSPaSa. 

■ido  de  Toro  y  eacaDiiaádoee  á  Galicia  á  incorporarse 
con  su  cuñado  don  Feroaofio  de  Castro,  resolvió  doa 
Pedro  aproximarse  con  su  hueste  &  la  ciudad  por  la 
parte  de  las  huertas  sobre  el  puente  del  Duero.  Allí 
vino  á  hablarle  un  legado  pontificio,  enviado  para 
ver  de  poner  remedio  á  los  disturbios  de  Castilla.  Pi- 
dió al  rey.  la  libertad  del  obispo  de  SigUeoza,  y  el  rey 
se  la  otorgó.  Rogóle  luego  por  la  de  doña  Blanca  su 
esposa,  y  en  esto  quedó  el  nuncio  del  papa  desairado. 
Intercedió  por  que  viniese  á  concordia  con  su  madre 
y  hermanos,  y  sus  repetidas  y  enérgicas  inslaDcias 
DO  arrancaron  sino  negativasá  don  Pedro.  E^e  siguió 
combatiendo  coa  ingenios  y  bastidas  el  puente  y  le 
tomó,  no  sin  que  costara  á  dob  Diego  García  de  Padi- 
lla la  pérdida  de  un  brazo. 

A  la  orilla  del  río  bajó  un  día  el  defensor  de  Toro 
don  Fadrique  (comenzaba  el  año  1351),  acompañado 
deotros  s^s  entre  caballeros  y  escuderos.  Viole  desde 
el  otro  lado,  y  á  díslaacia  de  poderse  hablar,  el  hon- 
rado caballero  don  Juan  Fernandez  de  Biaestrosa,  lio 
de  la  Padilla  y  camarero  mayor  del  rey.  Con  mucho 
encarecimiento,  y  hasta  con  ternura  (que  era  así  la  ín- 
dole de  Hlaestrosa),  aconsejó  y  requirió  á  don  Fadri- 
que que  se  fuese  al  servicio  del  monarca,  porque  de 
otro  modo  estaba  muy  en  peligro  su  persona.  Como 
manifestase  don  Fadrique  los  inconvenientes  que  el 
caso  ofrecía,  y  la  desconfianza  que  tenia  del  rey  su 
hermano,  aMaestre  y  smor,  le  volvió  á  decir  Hines- 


n,g,t7cdb/Go'OgIc 


PAKTS  II     LIBRO  III.  205 

Irosa,  sed  cierto  que  si  non  venides  Juego  para  ¡a  su 
merced  del  Rey  mi  smor  vuestro  hermano,  que  aqui  es- 
tá, que  eslades  en  peligro  de  muerte.  É  non  vos  puedo 
mas  apercibir;  é  séanme  testigos  todos  los  que  me  oyen. 
— Y  bien,  Juan  Fernandes,  replicaba  -el  maestre, 
¿cómo  me  aconsqades  de  ir  á  la  merced  del  rey  sin  ser 
seguro  del?  E!  rey  que  lo  oía  todo  de  la  otra  parle,  del 
Dtifflv,  Hermano  Maestre,  le  dijo,  Juan  Fernandes  vos 
aamsqa  bien;  é  vos  venid  para  mi  merced,  que  yo  vos 
perdono,  é  vos  aseguro  ávoséá  esos  caballeros  é  es- 
cuderos que  están  con  vos.*  Don  Fadrique  y  los  de 
SQ  compañía  pasaron  el  río,  y  besaAm  las  manos  al 
rey. — tUuertos  somos,  ea  el  Maestre  de  Santiago  es 
ido  para  el  Rey,  é  nos  somos  -desamparados:»  íaé  el 
grito  uoáoiaie  que  se  oyó  resooar  eii  la  altura  de  To- 
ro qae  domioa  el  río  y  eatre  las  muchas  gentes  que 
desde' allí  presenciabao  aquella  escena  siu  percibir  lo 
que  se  hablaba;'  y  corrieron  á  tomar  las  armas  y  á  pre- 
pararse á  una  desesperada  defensa.  El  honrado  Hi- 
neslrosa  habia  obrado  como  baeno:  la  noche  de  aquel 
día  habia  de  entrar  el  rey  con  so  bneste  en  Toro,  y 
babia  de  entrar  de  seguro.  Porque  un  vecino  de  la 
Tilla  (Garci  Alfonso  Trigueros  sq  llamaba)  .  habia  se- 
cretamente pactado  con  el  rey  abrírle  una  de  sos 
paertas,  y  tomado  sus  medidas  con  tal  cautela  y  se- 
guridad, qoe  el  golpe  se  contaba  como  infalible,  y 
asi  se  realizó.  Aquella  noche  á  la  hora  acordada  se 
presentó  el  rey  con  su  gente  á  la  puerta  de  Santa  Ga- 


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S06  III8TOII1A  ,D8  B8FAtÍA. 

^  taltna,  la  puerta  estaba  fraaca,  y  cQtró  el  rey  coa  sus 
haces  eu  Toro  cuando  menos  lo  esperabao  sus  mora- 
dores (2S  do  eoero,  1356). 

La  entrada  de  don  Pedro  en  Toro  señala  un  pe- 
riodo fecundo  eu  esceaas  dramáticas,  tiernas  y  subli- 
mes algunas,  horriblemente  trágicas  las  mas.  Muchos 
se  ocultaron  donde  pudieron,  otros  se  acogieron  al 
alcázar  con  la  reina  doña  Maria;.  Un  honrado  navarro 
avecindado  en  Castilla,  llamado  Martin  Abarca,  teDía 
en  sus  brazos  á  otro  de  loa  hijos  de  doña  Leonor  de 
Gozman ,  hermano  del  rey,  joven  de  catorce  años, 
nombrado  don  Juan,  que  era  señor  de  Ledesma.  Dí- 
jole  el  Abarca  al  rey  que  si  le  perdonaba  se  iría  para 
él  y  le  llevaría  su  hermano  don  Juan.  Contestóle  el 
rey  que  perdonaría  á  su  hermano ,  pero  en  coaoto  á 
él  estuviera  cierto  que  le  mataría.  aPues  faced  de  mi, 
í^íor,  como  ftteula  vuestra  merced,*  replicó  coa  re- 
solución el  navarro,  y  con  el  joven  en  los  brazos  se 
fué  al  rey.  Don  Pedro  le  perdonó,  y  se  maravillaron 
y  alegraron  todos.  Con  razón  se  maravillaron,  porque 
menos  afortunada  la  reina  madre,  que  quiso  interceder 
por  ios  caballeros  de  su  compañía ,  no  alcanzó  de  so 
hijo  otra  respuesta  sino  que  ella  seria  respetada ,  mas 
&i  cuanto-á  los  caballeros  él  sabia  lo  que  teuia  que 
hacer.  A  ruegos  de  algunos  de  estos ,  y  .  llevándola 
dos  de  los  brazos,  salió  la  reina  del  alcázar  juntamente 
con  la  condesa  doña  Juana  de  Trastamara ,  muger  de 
don  Enrique.  Muy  conñadamente  ostentaba  Ruy  Gon- 


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PARTB  II.  LIBKOIII.  207 

zalez  de.  Castañeda,  uao  do  los  caballeros  que  daban 
el  brazo  á  la  reioa,  un  alvalá  ó  carta  de  perdón  que 
leoia  del  rey.  Dod  Pedro  dijo  que  aquella  carta  no 
valia,  por  ser  pasado  el  plazo  por  que  babia  sido  dada. 
No  bieo  había  pisado  esta  ilustre  comitiva  el  pueote 
del  foso,  cuando  ud  escudero  de  Jod  Diego  García  de 
Padilla,  dando  ud  golpe  de  toaza  en  la  cabeza  á  doa 
Pedro  Estebanez,  mae^itre  de  Calairava,  otro  de  los 
qae  daban  el  brazo  á  la  reina ,  le  dejó  muerto  á  los 
pies  de  doña  María.  Uo  sayón .  del  rey  segó  coa  uo 
cochillo  la  garganta  de  Roy  González  de  Castañeda, 
y  otros  maceros  acabaron' con  los  caballeros  Martin 
JUfoaso  y  Alfonso  Tellez,  salpicando  la  sangre  de  es- 
tas victimas  los  rostros  de  la  reina  doña  Maria  y  de 
la  condesa  doña  Juana.  Cayeron  estas  señoras  al  suelo 
sin  sentido,  y  cuando  volvieron  en  sí,  todavía  se  vie- 
ron rodeadas  de  aquellos  sangrientos  cadáveres,  aun- 
que ya  desnudos.  A  voces  maldecía  la  reina  al  hijo 
que  había  llevado  en  sn  seno,  y  pedia  que  la  alcan- 
zara á  ella  la  cuchilla  de  alguno  de  aquellos  verdugos. 
Don  Pedro  la  hizo  llevar  á  su  palacio,  desde  donde  á 
ruegos  suyos  fué  enviada  al  rey  don  Alfonso  de  Por- 
tugal su  padre,  p<;ro  no  tan  pronto  que  no  pudiese 
presenciar  otros  suplicios  ejecutados  de  órdén  del  rey 
su  hijo  ea  loa  caballeros  de  la  rebelión  de  Toro  *''. 
Allá  murió  después  (1 357)  do  mala  muerte  esta  reina 

())   Ayala,  Crúo.jASo  vil.,cap.  1  js. 


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sos  HISTOIU  DK  KSPAÜA. 

sin  veotura,  do  síq  sospechas  de  habei*  sido  eavene- 
nada  por  su  mismo  padre  '*'. 

Noticiosos  los  de  Coenca  de  la  eatrada  de)  rey  en 
Toro  y  de  los  rudos  saplicios  alli  ejecutados,  do  se 
atrevieron  á  permanecer  60  Caslilla,  y  se- melieroa 
eo  Aragón ,  llevándose  á  don  Sancho  el  hermano  del 
rey.  Los  caballeros  que  habían  dado  mnerle  al  her- 
mano de  la  Padilla  doo  Jaan  de  Villagera  cobraron 
también  miedo  y  se  refugiaron  á  Francia.  Don  Tello 
su  hermano  desde  Vizcaya  envióle  á  decir  que  se 
vendría  para  él  si  le  diese  seguro  de  perdón;  otorgó' 
sele  el  rey,  el  cual  esperaba  impaciente  la  venida  de 
su  hermano,  mas  don  Tello  defraudó  sus  esperanzas 
permaneciendo  en  su  señorío,  en  lo  cual  obró  muy  pru- 
dentemente, si,  como  dice  la  crónica,  fuese  cierto  que 
aguardaba  don  Pedro  sa  venida  para  sacrificarle  á  un 
tiempo  con  los  infantes  de  Aragón  y  algunos  otros  ca- 
balleros. El  mismo  don  Enrique  conde  de  Trastamara, 
gefe  y  cabeza  de  las  revueltas,  pidió  cai-tas  de  seguro 
,  al  rey  para  partirse  á  Francia.  Dlósetas  dou  Pedro, 
mas  tomando  medidas  y  espidiendo  órdenes  secretas 
para  que  le  atajaran  los  pasos,  aunque  no  tan  secre- 
tas qoe  no  las  trasluciera  doo  Enrique,  el  cual  para 
borlarlas  hizo  arrebatadamente  su  viage  por  Astorias 
y  Vizcaya,  donde  se  embarcó  para  La  Rochelle.  Alli 

(I)     ■¡Huger  ■!□  Tentural   es-  padra  1s  aseaioa;  ;  i1  ceniunrla 

cliioi  aquí  el  citado  autor  de  la  el  bintoriador,  do  puede  esciuano 

Memoria  hiatórict:  lu  esposo  la  de  compadecerla.» 
abandou;  m  bijo  ta  desacata,  1  m 


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PAITB  ■!■  uno  III.  209 

96  le  réaoteroD  varios  otros  refugiados  de  los  fugiUvos 
de  Castilla.  Bl  rey  enlretaúto  ,  -libre  de  sus  príocipa- 
les  enemigos ,  eotretúvose  ea  hacer  loraeos  en  Tor- 
desillasi  no  por  recreo  solamente,  bÍdo  coa  mas  torcido 
designio,  al  decir  del  cronista  ;  y  en  verdad  do  mos- 
tró llevar  en  ello  buena  intención  respecto  al  maestre 
doD  Fadrique,  puesto  que  al  salir  con  él  despqes  del 
tonieo  de  Tordesillas  á  Vülalpando,  ya  que  otra  co»a 
no  pudo  hacer,  dejó  detrás  alguaciles  que  prendieran 
y  mataran  á  dos  hombres  de  la  servidumbre  y  con- 
fianza del  maestre  de  Saaüago.  Así  iba  el  rey  don 
Pedro  dejando  por  todas  parles  en  pos  de  si  rastros 
de  sangre. 

De  Villalpando  se  trasladó  el  rey  á  Aadaluola.  En 
Sevilla  mandó  armar  ana  galera ,  en  que  quiso  darse 
no  dia  de  solaz  viendo  hacer  la  pesca  del  almadraba, 
y  coa  este  objeto  se  embarcó  y  llegó  á  Sanlúcar  de 
Barrameda,  donde  las  aguas  del  Guadalquivir  desem- 
bocan y  se  mezclan  con  las  del  Océano.  Alli  ocurrió 
un  incidente  impensado,  que  fué  causa'  y  principicde 
grandes  sucesos.'que  hizo  que  las  cosas  de  Castilla, 
haslaaqai  reducidas  á  disturbios  y  guerras  interiores, 
(omAraa  diferente  rambo,  haciendo  participes  de  sus 
revueltas  á  reinos  y  príncipes  estraños.  Tomamos  de 
ello  ocasión  para  dividir  este  complicadísimo  reinado 
en  tres  partes,  la  una  que  alcanza  hasta  la  primera 
salida  de  d(Hi  Enrique  del  reino .  la  otra  hasta  su  en- 
trada como  conquistador  ,  y  la  tercera  hasta  qoe  le 
Two  vil.  14 


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210  aiSTOUA  DI  RSVAftl. 

veamos  escalar  \aá  ^laüas  del  trono  de  Castilla  aohre 
el  cadáver  easaogreotado  de  su  beraumo  ''^ 


fuDBsta  celebridad  de  que  gaza,  empleado  en  su  ¡Igstrocioa  iü 
aunque  no  tanta  umo  la  Crúnics  pininas  en  folio.  Hoaotroa,  sin 
de  Afsla,  qoe  le  dedica  SflO  pági-  omitir  heoho  alguno  impotUnta, 
liasen  4.":  Prosper  Herimeo  na  hemos  po^do  reaacirle  a  tres  so- 
escrito  la  historia  de  este  reinado  loa  cspltuloi. 
«D  UD  tomo  de  5S0  pigioas:  otras 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


CAPITIltO  XH. 

CONTINÚA   EL    KBINADO 

DE  DON  PEDRO  DE  CASTILLA. 
••1^56  é  4366. 

Csofs  T  ptiaoipio  dala  HMrn  da  AragoB.— Llama  el  arigonéa  i  don 
Enrique  ;  á  los  castellaoos  que  oslaban  en  FnDcia:  tratos  eatre  doQ 
Pedro  de  Aragón  j  don  Enrique.— Apodérase  don  Pedro  de  Cutilla 
de  algunas  plazas  de  Aragón.— Treguas.— Deserción  del  inbnte  doa 
FetnsDdo.— Esceiot  ;  craeldades  de  don  Pedro  so  3e<rilla.— Horri- 
ble muerte  que  d\á  i  su  hermano  don  Fsdrique.^nteota  matar  i 
don  Tello:  fuga  de  áste,  y  prisión  da  su  esposa. — Engaña  don  Pedro 
al  inbnte  don  Joan  de  Aragón.  ;  le  mata  alevosamente  en  Bilbao.- 
Prisioa  de  la  ruina  doña  Leonor  y  doña  Isabel  de  Lar8.-^Lr08  ^- 
pÜcios. — Prosigae  la  guerru  de  Aragón. — latrepidez  de  don  Pedro.— 
Hedtscion  del  legado  pontificio:  negociaciones  Frustradas. — Otraa 
prisiones  j  otraa  mnertes  ejecutadas  por  don  Pedro.— BzpedicioB  d« 
ana  grande  armada  caatgllana  á  Barcelona  y  las  Baleares  y  au  resul- 
tado.— Combate  do  Araviana,  funesto  para  el  nj  de  Castilla.— Colé- 
ricos desahogos  del  rey:  nuevos  y  horribles  suplicios. ^Prosigue  la 
gnerrtde  AragonioumbaledeAzoFra,  ventajoso  pare  don  Pedro.— 
Otros  castigos  de  4ste:  muerte  alevosa  que  maudú  dsr  i  don  Outiorre 
de  Toledo:  notable  carta  que  éste  dejó  escrita.— Suplicio  det  tesorero 
Samuel  Levf.— Muerte  de  la  reina  doüa  Blanca.— Ídem  de  do3a  Ha- 
ría de  Padilla— Guerra  de  Granada,  y  au  reanlta do.— Suplicio  del 
rey  Bernipjn.—GArtes  de  Servilla:  reconioese  en  elbs  par  reina  de 
Caatilla  y  de  León  &  la  difunta  doña  Haría  de  Padilla  y  i  sus  hijos 
por  herederos.— Sea uávase  la  guerra  de  Aragón. — Triunfos  de  don 
rudro:  desaveoenciss  eo  Aragón:  mnerte  del  infaot»  don  Fernando. 
—Concibe  doa  Epriqne  el  proyecto  de  hacerse  rej  de  Caatilla,  y 
prepara  una  invasión  en  este  reino. 

CaaDdo  la  bandera  real  se  osteDlaba  victoriosa, 
Ueo  qae  manchada  con  sangre,  en  la  mayor  parte  de 


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%M  aiSTÚlIA    DB  BSPAÜA. 

los  pueblos  de  Castilla,  muertos  unos  y  prófugos  otros 
de  los  confederados  contra  el  rey  doa  Pedro,  el  genio 
belicoso  de  éste,  y  su  carácter  impetuoso  y  arrebata- 
do le  coodujeroa  á  buscar  enemigos  foera  de  su  reino, 
á  traer  nuevas  y  mas  graves  turbaciones  sobre  la  ya 
harto  desasosegada  monarquía ,  á  poner  en  peligro  el 
trono,  y  en  continuo  riesgo  su  propia  persona.  El  mo- 
tivo que  produjo  la  guerra  de  Aragón  y  sus  lamenta- 
bles resultados  de  que  vamos  á  dar  ensota,  fué  hasta 
leve,  si  hubiera  recaído  en  varón  prudente  y  de  re- 
flexión y  maduro  juicio. 

Hallábase  coa  el  motivo  que  hemos  dicho  el  rey 
don  Pedro  en  Saniácar  de  Barrameda,  en  ocasión  que 
acababan  de  arribar  á  ai^uel  puerto  diez  galeras  cata- 
lanas al  mando  de  un  capitán  aragonés,  nombrado 
Francés  de  Perellós,  que  iban  en  socorro  del  rey  de 
Francia,  aliado  entonces  del  rey  de  Aragón,  para  la 
guerra  que  aquel  tenia  oon  ingleses.  El  almirante  ara- 
gonés di6  caza  á  dos  bageles  placentinos  que  llegaron 
á  aquellas  aguas  y  los  apresó  diciendo  que  pertenecían 
á  genoveses,  con  quienes  Aragón  estaba  entonces  ev 
guerra  '*'.  Tomándolo  el  rey  don  Pedro  por  irreve- 
rencia á  su  persona,  requirió  al  capitán  Perellós  que 
los  devolviese,  no  solo  por  consideración  á  él,  sino 
por  no  ser  buena  presa  en  .atención  á  haberse  hecho 

(I)    Pin  la  debida  apreciacíoD  do  ;  aitaacioa  dol  reino  aragooét 

de  los  ROCOOB  que  ñus  tw«  referir  en  aate  Uampo  dijjnuw  ea  DHestra 

on  eate  capitulo,  es  oeceurio  te-  capit.  XIV.,  reiaado  de  Pedro  IV. 

Der  imaeDte  lo  que  «obre  el  esta-  e¡  Certmoniom». 


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PUTBIl.  LlÚO  lie.  213 

eii  UQ  puerto  Deulral,  oonmínáadole  con  que  de  do 
hacerlo  baria  prender  lodos  los  mercaderes  catalanes 
establecidos  eo  Sevilla  y  secueslraries  los  bieoes.  El 
marino  aragonés,  desateodiendo  la  insinuación,  ven- 
dió los  barcos  y  dióse  á  la  yela  para  Francia  con  sus 
galeras.  El  rey  don  Pedro  cumplió  tambieD  sa  ante- 
Daza,  y  volviendo  á  Sevilla  encarceló  todos  los  mer- 
caderes catalaues  y  tes  ocupó  sus  bienes.  Puesto  á  de- 
SberacioD  del  ctmsejo  si  debía  ó  oo  tomarse  ademas 
satisfacción  del  agravio  coa  las  armas,  opioaron  los 
mas  en  este  sentido,  los  unos  porque  con  la  guerra  se 
proponían  medrar  y  hacer  fortuna,  los  otros  porque 
asi  calculaban  afianzar  un  valimiento  que  sospecha- 
ban irse  entibiando;  y  aunque  los  letrados,  gente  de 
suyo  mas  pacf&ca,  y  los  concegoe  cansados  de  revuel- 
tas y  vqadós  coa  exacciones»  preferían  que  se  procu- 
rara la  reparación  de  la  afrenta  por  la  via  de  las  ue- 
gociaciooes,  era  de  suponer,  como  asi  aconteció,  que 
UD  rey  de  83  años ,  de  saugre  fogosa ,  animoso  de 
corazón  é  iaclinado  al  bullicio  y  ruido  de  las  ar- 
mas y  á  tos  combates,  se  decidiera  por  el  dictamen 
de  ios  primeros. 

En  su  consecuencia  despaehó  inmediatamente  al 
rey  don  Pedro  IV.  de  Aragón  us  alcalde  de  su  corte, 
Gil  Velazquez  de  Segovia,  para  que  le  informara  del 
caso  y  le  requiriera  que  le  entregara  al  autor  del  des- 
acato, y  que  ademas  pusiera  en  su  poder  los  castella- 
nos refugiados  en  aquel  reioo,  y  princlpalrneute  uoo 


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Slt  RIBTUIIA    DB   BSfi^A. 

iquieo  el  aragonés -había  dado  la  eooomieada  de  Ai- 
caoíz,  la  cual  el  rey  de  Gaalilla  quería  se  coafirieae  i 
doQ  Diego  García,  bermaDO  de  la  Padilla;  y  que  de 
lio  acceder  á  esto,  le  desafiara  eo  au  nombre  y  le  de- 
clarase guerra.  No  era  el  Pedro  de  Aragón  menos  be- 
licoso que  el  Pedro  de  CasUUa,  y  sobraban  á  aquel 
motivos  de  queja  coolra  el  caslellaDO,  señaladamente 
por  la  protección  quedaba  á  los  infantes  de  Aragón > 
don  Fernando  y  don  Juan,  sus  bermanos  y  eneraigos. 
Pero  ocupado  ei  aragonés  y  distraídas  sus  fuerzas  en 
la  guerra  de  Cerdeña,  conveníate  evitar  la  de  Casti- 
lla. Asi  contestó  al  embajador  castellano,  que  cuando 
el  capitán  Perellós,  que  se  hallaba  entouces  ausente, 
volviese  al  reino,  baria  justicia,  de  manera  que  el  rey 
de  Castilla,  quedase  contento,  mas  en  cnanto  í  los  re- 
fugiados castellanos  do  podía  dcyar  de  darlbs  amparo: 
con  esto  y  con  do  haberse  convenido  en  noa  caestion 
sobre  las  órdeoes  de  Santiago  y  Calatrava,  el  emba- 
jador Gil  Vetazquez  declaró  la  guerra  al  aragonés  en 
nombre  del  de  Castilla  (4  3S6). 

Para  atender  á  los  gastos  de  esta  guerra  no  se 
.contenió  don  Pedro  con  la  confiscación  de  los  bienes 
de  los  aragoneses  y  catalanes,  ni  con  sacar  graesas 
sumas  á  los  mercaderes  y  otras  personas  ricas  de  Se- 
villa sino  que  profanandOi  ó  por  necesidad  ó  por  co- 
dicia, el  sagrado  de  los  sepulcros,  y  preleatando  la 
poca  seguridad  con  que  allí  estaban,  penetró  en  la 
santa  capilla  do  yacían  los  reyes  don  Alfonso  el  Sabio 


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tám  II.  uno  m.  SIS 

y  doña  Beatriz,  y  despojó  de  preciosísimas  joyas  sos 

OOrODBS  '*>. 

•  Comenzó  crudamente  la  lacha  por  las  froDleras 
de  Aragón  y  de  ValenÑa,  acometiendo  por  aquella 
parte  Gutierre  Fernandez  de  Toledo,  por  esta  Diego 
García  de  Padilla,  con  las  milicis»  de  Murcia.  El  rey 
de  Aragón  aprestó  también  sus  huestes,  y  mandó  for- 
lificar  á  Valencia,  donde  puso  por  capitán  general  á  su 
tió  el  infante  don  Ramón  Berenguer,  mientras  poi>ili 
parte  deHolinayCalatayud  peleaba  como  gsre  el  con- 
de de  Luna.  Del  impetuoso  estrago  con  que  por  aqui 
se  encendió  iostantáneameote  la  lucha ,  daban  triste 
testimonio  las  llamas  dé  cincnenta  aldeas,  que  junto 
coD  el  arrabal  de  Requena  ardían  á  un  tiempo.  El 
rey  de  Aragón  reclamó  d  auxilio  del  infante  don  Luis 
de  Navarra  qne  le  acudió  con  cuatrocientos  caballos 
con  arreglo  á  k»  pactos  que  habla  entre  los  dos  rei- 
nos, y  al  conde  Gastón  de  Foix;  y  llamó  á  don  Enri- 
que, conde  de  Trastamara,  que  á  la  sazón  se  bailaba 
en  París  sirviendo  con  una  peqaeña  hueste  de  caste- 
llaoos  é  sueldo  del  rey  da  Francia  contra  el  de  Ingla- 
terra. Oportunamente  recibió  don  Enrique  este  llama- 


II]    Zúñiga,  Ana),  de  SeTÍlIa,  capellán  encargada  du  la  cuatoilia 

aña  13M.— ^ata  juieioao  «(critor  de  aqueliaa  RlliijaB  ,  ;  qm  da  ni- 

aOnna  que  en  el  archivo  á«  aque-  naclosa  cueats  da  la^  riquezas  que 

lia  capilla  ae  «ootervaD  tra^UdiM  habñ  en  aqaella  capilla,  moaáa  de 


noviembre  del  aoo  siguíeDle,  para    humbrosa ,  que  copia  i  la  letra, 
descargo  de  Gaíllea  Peroandez, 


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216  KISTOktÁ  DB  bwaHa. 

miento,  puesto  que  acababa  de  ser  vencido  y  [h«so  el 
rey  de  Fraacia  en  la  célebre  batalla  de  PoiUers.  Vf- 
Dose,  pues,  el  de  Trastamará  con  sua  castellanos  i 
Aragón,  donde  se  pactó  qae  doo  Enriqae  se  haría  va- 
sallo del  monarca  aragonés  y  le  defendería  siempre 
contra  el  de  Castilla,  y  qae  el  rey  de  Aragoo  daria  á 
don  Enriqae  lodos  los  estados  que  en  aquel  reino  ha- 
biau  pertenecido  á  los  infantes  don  Fernando  y  don 
loan  y  á  sn  madre  doña  Leonor,  que  formabaa  mu- 
cha mayor  porción  que  lo  qae  poseía  el  de  Trastaoia- 
ra  en  Galicia  y  Asturias.  Confiscó  el  aragonés  los  bie- 
nes de  todos  los  mercaderes  castellanos  que  había  en 
su  reino,  convocó  á  sus  ricos-hombres,  envió  refuer- 
zos á  la  frontera  dé  Murcia,  y  desde  Cataluña  se  vino 
con  doi)  Enrique  hacia  Zaragoza  [1357). 

Sabedor  el  monarca  castellano  de  esta  alianza  y 
de  estos  movimientos,  acudió  apreBoradamente  desde 
Sevilla á Molina,  penetró  en  Aragón,  y  tomó  vanos 
castillos;  que  do  puede  negarse  que  era  hombre  de 
resolución,  de  audacia,  de  intrepidez  y  de  brio  el  rey 
don  Pedro  de  GastUla.  Servíanle  en  esta  guerra  los 
infantes  de  Aragón  don  Fernando  y  donjuán,  el  maes- 
tre de  Santiago  don  Fadriqne,  y  hasta  don  Tello  ydoa 
Fernando  de  Castro,  que  deponiendo  al  parecer  sos 
rencillas  con  el  rey,  fueron,  el  uno  con  sus  vizcaíoos, 
el  otro  con  sus  gallegos,  á  engrosar  las  haestes  casta - 
llanas  para  una  lucha  que  miraban  como  estr^ngera, 
aun  teniendo  que  pelear  contra  su  mismo  hermaao  y 


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pun  u.  LUSO  m  217 

cuñado  doo  Enriqoe  ^*\  Eatre  tes  caballeros  que  se- 
guiao  las  banderas  del  rey  don  Pedro  cootábaose  doa  - 
Joaa  de  la  Cerda  y  doa  Airar  Pérez  de  Guztnao,  ca- 
sados coa  dos  hijas  de  doa  Alfoaso  Feraaadez  Coro- 
nel, el  que  foé  ajostíciado  ea  Aguilar.  Estos  caballe- 
ros, iaforoiados  de  -que  el  rey  había  requerido  de 
anHH-esá  doBa  Blaooa  Corooel,  mager  de  Alvar  Pé- 
rez, dejaron  su  caiopo  y  se  faeron,  el  doa  Juaa  de  la 
Cerda  á  revolver  la  Aodalada  desde  sa  villa  de  Gi- 
brateon,  y  don  Alvar  Pérez  al  servicio  del  moaarca 
aragonés.  Doa  Pedro  les  fué  al  alcance  en  su  fuga, 
mas  no  pudieodo  darles  caza  se  volvió  á  la  frontera 
de  Aragón,  en  cayo  reino  contiaaó  tomando  otros 
caslillos.  E!  cardenal  Goillerino,  legado  del  papa,  que 
vino  á  poner  paces  entre  los  dos  reyes,  no  pudo  reca- 
bar del  de  Castilla  sino  una  tregua  de  quince  dias,  y 
antes  que  este  plazo  se  campliese  se  apoderó  el  caste- 
llano de  la  fuerte  ciudad  de  Tarazona,  qoe  pobló  con 
goQte  de  su  reino.  Desde  allí  prosiguió  hacia  Borja, 
donde  se  hallaban  reunidas  las  fuerzas  del  aragonés, 
na  con  gran  decisión  de  entrar  en  peleaj  ;  en  verdad 
debió  agradecer  el  monarca  de  Aragón  que  el  legado 
pontificio  lograra  esta  vez  á  costa  de  esfuerzos  esta- 
blecer tregua  de  un  año,  bajo  la  condición  de  que 

(l)    No  entriremcw  ea  los  por-  es  Gerónimo  Zurita  en  el  libro  IX. 

■MDores  da  eita  eompUeadi  y  la-  da  sm  Analei.  La  cróaioa  de  Aja- 

meaiable  guerra,  j  harto  haremos  la  ea  to  Mte  puuto  tan  sucÍDta  y 

«o  coDaigQar  loa  icoDteoinüeDtoa  aun  manca  cocao,  difusa  eo  lo  qae 

qoe  tuTÍeroa  alguoa  iroportaaoia.  loca  á  los  sucasbs  iaterioraa  de 

^1  qoe  coo  idm  lalilad  loa  nñan  CasLilla. 


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218  BtBIMUA   DR  BWaSa. 

el  rey  de  Castilla  pondría  en  poder  del  lefjado  la  eia- 
dad  de  Tarazooa  y  los  demás  lugares  qae  había  loma- 
do al  de  Aragón ,  y  que  éste  haría  lo  misaio  coo  la  ciu- 
dad de  Alicaote  y  otros  lagares  que  tenia  de  Castilla, 
hasta  que  las  contiendas  entre  los  dos  reyes  cesasen, 
coa  pena  de  excomunión  al  que  no  guardara  lo  capitu- 
lado (mayo  1 3S7].  Hízose  esto  do  sin  dificultades  y 
contestaciones,  que  po^erou  tas  cesas  en  trance  de 
venir  &  nuevo  rompimieuto  y  de  lanzar  el  cardenal  le- 
gado excomunión  y  entredicho  sobre  el  rey  y  el  rei- 
no de  Castilla.  Al  fin  se  ejeoaló  el  pacto,  no  sin  algo- 
na  modificadoo,  y  la  guerra  cesó  por  entonces. 

No  había  olvidado  el  rey  don  Pedro  de  Castilla  en 
medio  de  las  alencioaes  de  aquella  lucha  los  agravios 
recibidos  de  sus  hermanos  bastardos,  ni  las  hamilla- 
ciones  que  le  habían  hecho  sufrir  los  demás  caballe- 
ros de  la  liga  de  Toro,  y  aunque  muchos  de  ellos  le 
babiao  ayudado  en  la  guerra  contra  Aragón,  hecha  la 
tregua  tuvo  impulsos  y  aun  bascaba  ocasión  y  mane- 
ra, al  decir  de  su  cronista,  de  desembarazarse  de  to- 
dos por  los  oiedios  qoe  él  sabia  emplear.  A  esla»  ten- 
taciones de  ruda  venganza,  propias  de  la  impetuosa 
condición  de  don  Pedro,  debió  contribuir  el  haber 
traslucido  que  el  rey  de  Aragón  y  el  conde  don  Enri- 
que con  varios  ricos-hombres  aragoneses  movieron 
secretos  tratos,  é  hicieron  proposieiones  á  los  her 
roanos  don  Fadríque  y  don  Tello  para  que  fuesen  á 
servir  al  de  Aragón  y  á  su  hermano  el  delrastamara. 


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PAHB II.  uno  ui.  S19 

■Y  para  mf  leogo  por  derto,  dÍoe  el  croata  arago- 
«oés,  qoe  fué  esta  upa  de  las  (M-iocípales  eaosas  por- 
«queeV rey  .de  Castilla  mandó  malar  al  maestre  de 
kSintiago,  aonqoe  antes  ya  hátna  deliberado  de  ma- 
»tar  á  na  bermaaos  >*>.>  Pero  do  k  atrevió  á  ejecu- 
tar laa  sanguinario  pensamiento  en  la  frontera  tenieo- 
do  tan  cerca  el  rey  de  Aragoa  y  á  don  Enrique,  y  sin 
reoDDciar  á  él  se  volvió  á  Sevilla. 

Mas  felíc  don  Pedro  el  Ceremonioso  de  Aragón 
en  esta  clase  de  negociaciones  coo  el  iafaote  don  Fer- 
nando so  bermano,  nao  de  loa  adalides  del  rey  de 
Castilla,  logró  por  medio  de  su  íntimo  y  primer  con- 
sejero don  Bernardo  de  Cabrera  y  otros  mediadores 
atraerle  á  su  servicio,  y  olvidando  tos  dos  sus  anti- 
guas querellas,  el  infante  voluble  como  casi  todos  ios 
personages  de  este  Tunesto  reinado,  se  pasó  al  servi- 
cio del  monarca  aragonés,  y  éste  le  halagó  dándole  la 
procaraeion  general  del  reino,  anteponiéndole  á  su 
mismo  priinogéoito  contra  el  fuero  y  la  costumbre 
aragonesa.  Gran  pérdida  fué  para  ol  de  Castilla  la  de- 
fección del  infante,  y  grande  so  enojo  y  su  ira  cuan- 
do toé  informado  de  ello.  Para  acabar  de  irritar  el 
genio  ya  harto  irascible  del  casteUaoo,  pidióle  Pedro 


(1)  Zorita,  &iwl.1ib.  IX. c.  8.  «stellaoo  qaew decía SaeroGat- 
— El  croDÍsta  Á^ala  do  apuota  Bita  da ,  j  que  si  orreclmíeuto  que  se 
«peeta  tan  inOiTSMute.  pero  el  bacía  á  don  Tello  «rs  de  darle 
ODalUtade  Aragón  da  ooticias  aua  sueldo  para  quinieotoa  caballos  y 
ma  indi TÍdoa fea ,  y  dice  qoe  en  otroataotospeones,  y  tantaatier- 
laspliticaseiilroelre^f  do  AragoD  ras  como  las  que  tenia  úd  Castilla: 
y  don  tello  andaTO  ufi  eabetlero  todo  lo  oval  ci  muy  veroalmil. 


n,g,t7cdb/G00gIc 


S80  HI8T0BIA   fiB    SMJSií. 

Carrillo,  que  estaba  con  don  Eariqae,  liceocia  para 
veairse  á  sa  merced  apartáadosQ  del  'de  Trastamara; 
diósela  el  rey,  y  el  CarriUo  se  víoo  á  tierra  de  Tama- 
riz ea  Campos.  Hombre  de  travesara  debia  ser  este 
Pedro  Carrillo,  paealo  que  supo  burlar  al  rey  resca- 
taudo  á  )a  condesa  de  Trastamara  doña  Juana,  que 
permanecía  presa  desde  la  entrada  de  don  Pedro  en 
Toro,  y  trasportarla  á  Aragtrn  donde  se  la  entregó  i 
so  esposo  don  Enrique.  Pesadísima  bnrla  é  imperdo* 
nable  para  un  genio  como  el  de  don  Pedro. 

Cuando  éste  regresó  de  la  frontera  de  Aragón  pa- 
ra Sevilla,  ya  don  Juan  de  ta  Cerda  haiña  sido  venci- 
do y  preso  por  los  sevillanos,  y  muerto  de  drden  del 
rey  después  de  haber  engañado  con  uua  carta  de  ia- 
dnlto  á  su  desgraciada  esposa  doña  Marta  Coronel.  Es 
fama  que  ambas  hermanas,  doña  Uaria  y  doña  Aldon- 
ta  Coronel,  esposas  de  don  Juan  de  la  Cerda  y  de  Al- 
var Pérez  de  Guzman.  tuvieron  la  desgracia  de  oscilar 
la  seusualidad  del  antojadizo  monarca;  que  doña  Ha- 
ría salvó  heroicamente  su  honra  llagando  y  desigiv-' 
raudo  horriblemente  su  agraciado  rostro,'  pero  doña 
Aldonza,  menos  persev«'aote  en  ta  virtud,  llegó  á 
ocupar  un  lugar  en  los&vores  del  rey,  que  estuvo  á 
pique  de  derrocar  del  solio  de  la  privanza  á  la  mis- 
ma Padilla,  y  hubo  momeotos  de  dudarse  cuál  de  las 
dos  obtendría  el  cetro  de  los  regios  amores,  si  doña 
Aldonza  que  vivia  en  la  Torre  del  Oro,  ó  doña  Haría 
que  moraba  en  el  alcizar  de  Sevilla.  Prevaleció  al  fin 


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MRTB  II.  UBBA  111.  8S4 

la  antigua  pasión,  y  doña  Aldoaza  fué  relegada  al  ol- 
ndoi  y  bastacayeroQ  eo  el  real  desagrado  ella  y  todos 
los  oiediaDeroade  sus  paaegeras  iaUmídades  (4S58}. 
Fanesllsimo  y  tristemente  céletM^  fué  el  año  de  la 
tregua  c<hi  Aragón.  Eo  lagar  de  emplearle  en  resta- 
ñar las  heridas  abiertas  eo  Castilla  por  las  pasadas  dis- 
cordias, el  rey  don  Pedro  se  entrega  desbordadameD- 
le  á  satisfacer  sus  reacores  y  su  pasión  de  veoganza^ 
y  dige  aqq0l  periodo,  que  hubiera  podido  ser  de  bo- 
DaoeiUe  olvido  y  de  feliz  concordia,  para  enrojecer 
con  sangre  todas*  las  comarcas  del  reino.  Escogió  por 
primera  vlcUma  al  maestre  de  Saatiago,  donFadriqae, 
su  hn-maoo,  y  quiso  que  fuese  sn  matador  el  infante 
don  Juan  de  Aragón  su  primo,  recordándole  la  anti- 
gua enemistad  dti  maestre  de  Santigo,  y  haciéndole 
jarar  por  los  Santos  Evangelios  (¡sacrilegio  horrible  y 
abomioablel)  que  gaardaria  secreto  sn  pensamiento  de 
matar  á  don  Fadrique,  y  después  á  don  Tello,  ofre- 
ciéndole á  éleleeñork)  de  Vizcaya  que  éste  tenia.  Vi- 
no don  Fadrique  á  Sevilla  llamado  por  el  rey,  y  se 
presentó  ásu  soberano  en  el  alcázar  coa  la  coofianza 
de  quien  acababa  de  rescatarle  algunas  villas  en  la 
frontera  de  Murcia.  Recibióle  don  Pedro  con  la  sonrisa 
en  los  labios,  y  le  escitó  á  que  se  fuese  á  reposar  de 
las  fetigas  del  viage.  No  asi  doña  María  de  Padilla,  que 
sabedora  de  la  suerte  que  le  estaba  reservada,  con  una 
mirada  triste  y  melancólica,  ya  que  otro  aviso  no  pe- 
dia darle,  quiso  ügoificarle  el  peligro  qne  corría:  «ca 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


2¿2  HUTOU*  DK  BSPaSa. 

>ella  era  daefia  muy  baeaa,  é  de  baeo  seso,  dice  ^ 
xcronista  oastellaoo,  é  ooa  se  pagaba  de  laa  cosas  que 
xel  rey  facía,  é  pesábale modio  de  la  atoerte  que  era 
«ordenada  de  dar  9I  maestre  í'K» 

Llamado  después  doa  Fadrique  por  el  rey  á  pala- 
cio, acudió  obedieute  á  la  real  cámara.  tPero  Lope  de 
Padilla,  prended  al  maestre, — Balletteros,  matad  al 
maettre  de  Santiago:-»  fueron  las  terribles  y  lacónicas 
palabras  que  salieron  de  la  boca  del  rey  de  Castilla. 
Los  misDKM  verdagos  papecia  que  vacilaban  ea  la  eje- 
cncion  del  bárbaro  mandato.  Fué  meaester  repelfrseie 
apellidándoles  traidores.  Entonces  los  maceros  Ñuño 
Fernandez  de  Roa,  Jaso  Dieote.  Garci  Díaz  y  Rodri- 
go PeroE  de  Castro  alzaron  sas  .terribles  mazas,  pero 
no  tan  de  prisa  que  00  pudiera  don  Fadrique  correr 
á  no  patio  del  alcázar;  «gaiéronle  allí  tos  verdugm; 
el  maestre  pugnó  eo  vano  por  desenvainar  sa  espa- 
da; con  el  azoramiento  enredábasele  el  pomo  eo  Ut 
correa  del  cinturon;  corriendo  de  un  lado  á  otro  pro- 
curaba evadir  la  mawte;  no  había  salida,  y  al  &o  la 
alcanzó  la  pesada  maza  de  Ñuño  Feruandez,  que  dáft* 
dolé  en  la  cabeza  le  derrU)ó  al  suelo;  entoooes  todos 
los  ballesteros  cargaron  sobre  él.  El  rey  mismo  sediÓ 
á  buscar  por  palacio  algunos  de  la  servidumbre  de 
don  Fadrique,  y  solo  pudo  enoontrar  á  Sancho  Ruiz 
de  Tillegas  su  caballerizo  mayor,  que  creyó  librarse 
de  la  muerte  tomando  en  sus  brazos  á  doña  Beatriz, 

(1)    Ayala,CrÓD.A3oIX.o.  3. 


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MKTK  II.  LIBIO  III.  »3 

h  ama  mayor  dd  rey  y  de  la  Padilla.  jPrei^aoioo 
iaútil  tamU^iI  el  rey  le  obUgó  á  sfdUr  el  tierno  es- 
codo qae  le  servia'  de  amparo,  y  con  su  miamo  pañal 
hirió  al  Villegas,  ayudando  &  matarle  uno  de  sus  ca- 
balleros. Volvióse  el  rey  bácia  donde  yacia  tendido  el 
maestre  so  hermano,  y  como  no  hubiese  acabado  de 
morir,  alargó  su  propio  pañal  '*^  á  un  mozo  de  su  cá* 
mará  para  que  cortara  los  últimos  alientos  de  su  vícti- 
ma. Apuró  don  Pedro  la  copa  de  su  bárbaro  deleita 
sentándose  á  comer  en  la  pieza  en  que  yacia  el  cadá- 
ver de  su  hermano  t*. 

Aunque  el  infante  don  Juan  de  Aragón  do  había 
sido  el  egecntor  de  la  muerte  de  doa  Fadrique,  s^on 
que  lo  halña  orrecido,  segaia  el  rey  halag^adole  con 
(a  ol^ta  dd  señorío  de  Vizcaya  tan  luagoi  como  ma- 
tase á  don  Teilo.  luntos  pues  se  encaminaron  en  su 
basca  á  Agoilar  de  Campó,  donde  éste  se  hallaba. 
Por  fiHiBDa  soya  estaba  de  caza  el  día  que  eí  rey  Ue^ 
gó.  Avisado  por  ao  escudero  de  la  llegada  del  Tey,  y 

(t]    Bnncba  M  llamaba  stitoo-  duccionea  de  bo  cnñado,  y  que  ha- 

ega,  arma  oorta  de  uero  paieci-  bía  qaedado  un  hijo  de  eitos  iUci- 

m  al  pofial.                            ' .  toa  amares.  Calamnin  infundada  ; 

(W    AlgpDM  d«  los  defmaorM  ürDwra,  pawtog»  di  doaFadn- 

de  don  Pedro,  buaoBDdo  como  po>  qaeFaéi  Praocia,  ni  ucompsBó  á 

dn  diaoalpar  n  ooodiicta  oob  It  mmUb  priacMi,  ni  U  baibia  Túts 


ninadoBtiBÍanoa.BsicomoeraBe-'  tod  ai  (a  cuando  se  celebraron  Iw 
■Dato  horraroeo  dedoo'FadnqaeL  bodaa  oon  ^  re;  w  beraaoa,  ca- 
ben oslamniado  á  an  tiempo  i  mo  ae  evideacia  por  testimaoios 
•mella  danentored*  príDoeea  j  anttaticoa  ave  no  repradocioof, 
•TdeKraoiadoinaeatredeSantJa-  porque  no  mj  nadie  ;a  que  ss 
8»,  iSoiendo  dw  habiaii  mediado  streva  á  «uteaer  eau  caloonU. 
entre  eltoe  eriminalea  rolacionea  Algomasfuadadasaonlaa  razones 
•iiMron8,ba8UtupoiierqDeeiiel  quede  Zorita  pan  el  enojo  dtodoB 
Tiage  de  Parla  &  VailidoLd  babia  Pedro  oon  don  Fadrique. 
■BcomlMo  doíiB  BlenM  i  laa  se- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


%%i  BISTOtlA    DB    9SriJtA. 

proDoslicaodo  mal  de  ella,  desde  el  raoate  oitsmo  bo- 
yó derecho  á  Vizcaya.  Ed  pos  de  él  íaé  doD  Pedro, 
llevando  presa  á  sa  esposa  doña  Joana.  Poe^  don 
Tello  ea  Bermeo,  tomó  una  lancha  y  se  embarcó  para 
San  Juan  de  Luz  y  Bayona.  También  el  rey  lonoó  ana 
nave  y  le  persiguió  basta  Leqoeitio:  embravecióse 
allí  el  mar,  y  tuvo  que  regresai*  el  rey  á  Bermeo.  No 
alcanzó  á  don  Téllo  por  aqaella  vez  la  cuchilla  ven- 
gadora. 

Reclamábale  ya  no  obstante  el  in&inte  don  Juan 
su  prometido  señorío  do  Vizcaya;  pero  el  rey  con 
diabólica  astucia  le  dijo  que  había  pensado  convocar 
una  junta  general  de  vizcainos,  y  propouer  en  ella 
qne  le  tomasea  por  su  señor,  para  que  faese  iqas  so- 
lemne el  rQcooocimiGQto.  Dióse  don  Juan  por  moy 
pagado  y  túvolo  por  merced.  Congregáronse  los  viz- 
caínos so  el  Árbol  de  Guernica,  y  propuesta  la  de- 
manda qoedijee  absorto  don  Joan  al  oírles  proclamar 
que  ellos  no  qoeriao  otro  señor  en  el  mundo  sino  al 
rey  de  Castilla  y  á  los  que  después  de  él  viniesui. 
Esta  respuesta  era  resultado  de  secretas  pláticas  que 
el  rey  había  tenido  con  los  príncipátes  de  aquel  seño- 
río. Sirvióte,  no  obstante,  para  decir  á  don  Joanqoe 
ya  veia  cómo  no  era  la  volontad  de  los  vizcainos  te- 
nerle por  su  señor,  pot)  que  aun  te  propondría  se- 
gunda vez  en  Bilbao.  Con  recelo  le  seguia  ya  el  in- 
fante de  Aragw,  pero  no  tanto  que  presagiara  el 
trágico  remate  que  habla  de  tener  muy  pronto.  AL 


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PABTB  II.  LIBM  III.  825 

día  sigaiaiite  de  llegar  á  Bilbao  llamó  el  rey  á  su  pri- 
mo á  la  casa  doade  estaba  aposentado.  Al  entrar  eo 
ia  cámara  qaitáronle  como  por  juego  los  camareros 
nn  pequeño  oucbillo  que  acostumbraba  ¿  llevar;  en- 
loDces  se  abrazó  uno  de  ellos  con  el  infante,  y  el  qae 
se  había  ofrecido  al  rey  á  ser  el  asesjoo  de  don  Fa- 
driqae  en  Sevilla  cayó  él  mismo  aplastado  por  las 
mazas  de  Juaa  Dieate  y  demás  sayones  del  ven- 
gativo monarca.  También  el  cadáver  de  don  Juan 
loé  arrojado  á  ia  plaza,  como  años  antes  el  de  Gar- 
cilaso  de  la  Vega,  y  asomándose. á  una  ventana  ese 
rey  que  nos  quieren  decir  tan  justiciero  y  basta  pia- 
doso^ gritó  al  pueblo  con  sarcástica  ironía:  </AAÍ  te- 
néis el  qm  0$  pedia  ser  señor  'de  Viscayat  [Parodia 
grosera  del  Eece  Somol  '*' 

Faltábale  al  rey  piadoso  y  justiciero  bacer  gustar 
la  copa  de  la  amargura  á  la  madre  y  á  la  esposa  de 
su  última  víctima,  la  reina  doña  Leonor  y  doña  Isa- 
bel de  Lara,  qoe  se  hallabaa  en  Roa  ignorantes  de  la 
catástrofe  de  su  hijo  y  esposo.  Supiéronlo  por  el  mis- 
mo don  luaa  Hinestrosa  que  se  presentó  á  darlas  á 
prisión  de  orden  del  rey  y  trasladarlas  al  castillo  de 
Castrojeriz.  £1  rey  fué  en  seguida  y  les  embargó  los 
bienes.  De  alli  se  partió  para  Burgos;  y  su  e^ncia  de 
ocho  días  en  aquella  ciudad  dejó  memoria ,  no  por 
algún  aclo  de  real  munificencia,  sino  por  el  presente 

(t)  Uandd  despoéa' llevar  el  Arlsozoo,  como  si  fuete  nndeap»- 
«•airrr  i  Burn»,  y  al  cabo  de  jo  uunoado.— Ayala,  A,  IX-,  o.  S. 
alguD  tiempo  le  nizo  arrojar  al  rio 

Tomo  vii.  15 


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£26  HISTOHA    DK  ESFAfiA. 

horrible  que  allí  le  llevaroo  de  seis  cabezas  de  otros 
tantos  caballero^  castellanos' segadas  de  real  orden  en 
Córdoba,  en  Hora,  eaSalamaaca.ea  Toro  y  en  Toledo. 

Paréceoos  íDconcebíble  qoe  haya  almas  nobles  qoe 
no  rebocen  de  santa  indigaacioD  al  leer  ó  al  rcoordar 
escenas  tan  sangríeotas  y  repagnaoles,  y  peiioftase 
al  historiador  que  tiene  la  triste  necesidad  de  dete- 
nerse á  estamparlas  dejar  consignado  que  no  lo  bace 
sin  sentir  una  emoción  profunda....  iPor.cuán  tristes 
periodos  ha  pasado  la  bamaoidadl 

Bien  aprovechado  llevaba  el  rey  don  Pedro  el 
año  de  la  tregua,  y  aun  parece  que  pensaba  con- 
tinuar sa  obra  en  Valladolid,  si  por  fortuna  para 
Castilla  no  hubiera  sabido  allí  que  se  había  renovado 
la  guerra.  Por  fortuna,  decimos,  porque  la  guerra 
con  todas  sus  calamidades  era  nn  alivio  en  aquella 
situación.  Don  Enrique,  irritado  con  la  noticia  de  los 
suplicios  do  sus  hermanos,  halña  rolo  antes  de  Uempo 
Itt  tregua,  y  entrádose  en  Castilla  por  Ja  parte  de  So- 
ría.  El  iafoole  don  Fernando  con  igual  motivo  invadía 
el  reino  de  Murcia  y  combatía  á  Cartagena.  El  rey 
don  Pedro  nombró  fronteros  para  ambos  pantos,  y 
partió  rápidamente  á  Sevilla  á  aparejar  algunas  na- 
ves. Tuvo  la  suerte  de  que  arribaran  á  tal  tiempo 
seis  galeras  de  genoveses,  que,  como  hemos  dioho, 
estaban  en  guerra  con  Aragón,  y  con  estas  y  con 
<Hras  doce  qoe  pudo  armar  er  Sevilla,  tomó  rumbo 
para  la  costa  de  Valencia,  y  combatió  y  tomó  la  fuer- 


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Mtimit.  ümoiH.  ,  S|t7 

le  villa  de  Guardamar  qae  era  del  íofente  don  Feman- 
do. Preciso  es  hacer  jasticia  al  valor  é  intrepidez  del 
rey  don  Pedro  para  la  guerra.  Una  fuerte  borrasca 
qne  á  tal  sazón  se  levantó  en  aquellas  agitadas  aguas 
estrelló  las  naves  y  las  rompió  y  deshizo,  á  eseepcion 
de  dos  una  genovesa  y  otra  castellana.  Este  contra- 
tiempo obligó  al  rey  á  encaoiinarse  á  Murcia,  y  desda 
«lli  comanicó  las  órdenes  mas  enérgicas  para  qne  en 
las  atarazanas  de  Sevilla  se  construyese  y  reparase  y 
annasa  cuantas  eraba  rcaciraes  se  padieae,  ordenando 
también  que  de  las  costas  y  pnertos  de  Galicia,  Astu- 
rias, Vizcaya  y  Guipúzcoa  se  recogiese  cuantos  leños 
hobiese ,  sin  permitir  fuesen  fletados  para  otra 
parte  alguna  sino  para  Sevilla ,  donde  determinó 
formar  ana  grneaa  armada  para  hacer  la  guerra  de 
Aragoo. 

De  Uvrcia  se  entró  por  varías  villas  y  castillos, 
qoe  aunque  pertenecientes  á  bu  reino,  se  hallabaa 
alzados  contra  él.  Acometidos  coa  ímpetu,  los  reco- 
bró y  ganó,  y  dejándolos  con  buea  presidio  marchó 
otra  vez  á  Sevilla  á  activar  y  dar  calor  á  la  constmc- 
cioD  y  reparación  de  naves.  En  estd  ocapacion  pasó  el 
resto  de  aquel  año  (13B8),  no  sin  enviar  mensages  y 
«oobajadas  al  rey  de  Portugal  su  tio,  que  lo  era  ya 
don  Pedro,  hermano  de  su  madre,  y  al  rey  Moham- 
aed  de  Granada  para  que  le  ayadasen  coa  algunas 
galeras.  Hasta  diez  le  prometió  el  de  Portugal,  y 
tre»  el  moro  granadino.  Grandes  eran  los  aparejos 


D,g,t7cdb/GOOglC 


S28  HI8T0BIA   VE  SAtÁSx, 

navales  que  se  hacian  para  la  guerra  de  Aragón. 
Guerra  morlífera  ameDazaba  ya  en  príacipios  de 
1 369  eaire  los  dos  reíaos  y  los  dos  Pedros  de  Aragón 
y  de  Caslitla,  cuando  llegó  el  cardenal  de  Bolonia,  le- 
gado del  papa  Inocencio  IV.,  con  la  noble  y  apostólica 
misión  de  conciliar  á  los  dos  soberanos.  Celoso,  acli- 
TO,  diligente  y  discreto  se  mostró  el  venerable  media- 
dor en  las  conferencias  qiie  frecuente  y  alternativa- 
mente celebraba  con  el  castellano  y  con  el  aragonés, 
andando  continuamente  y  sin  descanso  de  Atmazan, 
donde  habia  ido  el  rey  de  Castilla,  á  Zaragoza,  d^onde 
estaba  el  de  Aragón,  ó  á  Calatayud,  donde  se  trasladó 
después,  para  que  fuesen  mas  fáciles  las  comunicacio- 
aes,  y  mas  cortos  y  menos  molestos  los  viages  del 
purpurado  negociador.  Pedia  el  castellano  como  con- 
diciones para  la  paz:  que  le  fuese  entregado  el  capitán 
Perellós,  autor  del  desacato  de  Sanlucar  de  Bárrame- 
da,  para  bacer  de  él  justicia  donde  quisiese;  que  echa- 
ra de  su  reino  al  infante  don  Fernando,  á  los  herma- 
nos don  Enrique,  don  Tello  y  don  Sancho,  y  á  lodos 
los  castellanos  que  en  Aragón  estaban;  que  le  devol- 
viese las  villas  y  castillos  de  Oribuela,  Alicante,  Goar- 
damar.  Elche.  Crevillente,  EIda  y  Novelda,  que  doo 
Jaime  de  Aragón  habia  tomada  durante  la  minoría  y 
tutela  de  su  abuelo  don  Fernando  de  Castilla;  y  que 
le  diese  por  gastos  de  guerra  quinientos  mil  florines 
de  Aragón.  AcceJia  ya  el  aragonés  á  hacer  juzgar  y 
castigar,  sí  resultase  culpado,  al  captlaa  Perellós,  y 


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PABTB  II.   LIUKO  III.  S29 

aoD  á  entregarle  al  de  Castilla,  si  fuese  coadenado  á 
muerte.  Allanábase  tamlñeD  á  hacer  salir  del  reioo,  si 
la  paz  se  firmase,  á  don  Earíque  y  sus  hermanos  y  i 
los  demás  caballeros  de  Castilla  que  allí  se  hallaban, 
mas  no  al  infante  de  Aragón  don- Fernando  so  herma- 
no, ni  á  pagar  lo  que  por  iademaizacioo  de  gastos  de 
guerra  era  pedido,  ni  menos  á  entregar  las  villas  y 
castillos  que  se  le  reclamaban  y  que  habla  heredado 
del  rey  su  padre.  Llegó  don  Pedro  de  Castilla  á  re- 
nanciar,  aunque  de  malagana,  á  tas  otras  peticiones, 
meaos  á  que  dejaran  de  devolvérsete  tas  villas  y  cas- 
tillos mencionados.  £1  aragonés,  habido  consejo  con 
sos  ricos-hombres  y  por  unánime  dictamen  de  estos, 
declaró  que  do  podia  desmembrar  territorio  alguno 
délos  dominios  de  su  corona,  pero  que  en  todo  caso 
podia  ponerse  el  pleito  al  juicio  del  papa ,  alegando 
cada  uDo  de  los  soberanos  su  derecho.  Aquí  se  estre- 
llaron los  esfuerzos  conciliadores  que  el  legado  del 
poQlí&ce  babia  estado  haciendo  con  prodigiosa  activi- 
dad por  espacio  de  algunos  meses,  porque  don  Pedro 
de  Castilla  recibió  con  tal  saña  y  enojo  la  postrera 
ctmtestacipn,  \¡\Qn  que  razonable  y  templada,  que  de- 
claró DO  querer  hablar  mas  del  asunto,  antes  iba  á  ac- 
tivar los  preparativos  de  )a  guerra;  y  allí  mismo  en 
Almazan  dio  sentencia  contra  el  infante  don  Fernando, 
contra  sa  hermano  don  Enrique,  y  contra  todos  los 
castellanos  que  en  Aragón  estaban. 

Pluguiese  al  cielo  que  se  hubiera  contcaiado  con 


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,  S!30  HisToiu  »■  urjJlA. 

dar  esle  solo  desahogo  á  an  ira,  y  do  la  habieitrde»- 
cargado  tambieu  sobre  débiles  é  Indefensas  muge- 
res.  Dolorcao,  pero  necesario  es  referirlo.  Desde  alü 
mandó  quitar  la  vida  á  so  tia  la  reina  doña  Leeoor  que 
se  hallaba  en  el  castillo  de  Caslrojeríz,  y  su  mandato 
fué  ejecutado.  A  doña  Juana  de  Lapa,  mnger  de  so 
hermano  doo  Tallo,  presa  desde  su  viage  á  Aguílar  de 
Campó,  mandó  trasladarla  á  Almodovar  del  Rio.  De 
alli  i  pocos  días  la  esposa  de  so  hermano  acabó  sd 
exbteocia  en  Sevilla.  Dispnso  qoe  la  reina  d<ma  Blan- 
ca, presa  en  el  alcázar  de  Sigttenza ,  faese  llevada  & 
Medina  Sidonia;  y  alli  mismo  fué  coaducida  doña  Isa- 
bel de  Lara,  la  viuda  de  sn  primo  el  infaote  doi» 
JuaD  ¿  quien  mató  en  Bilbao.  «Algnoos  días  eatavo 
»aUi  presa,  y  allí  finó,  dice  el  cronista:  é.dicen  qoe 
«por  mandato  del  rey  le  fberon-dadas  yerbes.»  ¡.Coáa- 
do  podremos  dar  alivio  á  nuestro  angustiado  e^riluf 
ly  coindo  le  será  dado  á  nuestra  pl«ma  dejar  de  es- 
cribir horroresT 

Dejó,  pues,  don  Pedro  por  fronteros  costra  Aragofr 
á  don  Juan  Fernandez  de  Hinestrosa,  don  Fernando  de 
Castro,  doD  Diego  García  de  PadiHa,  don  Gutierre 
Fernandez  de  Toledo,  don  Juan  Alfonso  de  Benavides, 
y  don  DiegoPerez  Sarmiento,  cada  cual  coa  su  res- 
pectiva hueste,  y  él  se  fuéá  Sevilla  á  dar  impulso  á 
los  trabajos  de  los  arsenales.  A  los  dos  meses  surcaba 
las  aguasdel  Guadalquivir,  y  asomaba  á  los  mares  con 
rumbo  ¿  Levante  una  respetable  armada  de  ctuureota 


,,Googlc 


PARTB  U.  LIMO  Ul.  S31 

galeras,  ochenta  oaos,  tres  galeotas  y  cuatro  teños, 
guiada  por  el  almirante  de  Castilla  Micer  Gil  Bocaoe- 
gra,  y  por  otros  capitanes  y  espertos  niarinos,  como 
Garci  Alvares  de  Toledo,  que  iba  por  patroD  de  la  ga- 
lera del  rey.  Reuniéronsele  eo  Cartagena  diez,  galeras 
qoe  enviaba  doo  Pedro  de  Portugal.  Embistió  y  rindió 
la  escuadra  la  villa  y  castillo  de  Guardamar,  que  erao 
del  infaDie  dou  Feraando,  y  donde  antes  habia  des- 
becbo  el  temporal  una  pequeña  flota  castellana.  Avan- 
zó seguidamente  á  la  costa  de  Aragón.  Hallándose  á 
ladesembocadara  del  Ebro,  otra  vez  el  infaligabte 
cardeoal  de  Bolonia  saliendo  de  Torlosa  se  acercó  A 
hablar  al  rey  de  Castilla  para  ver  si  aun  podia  reducir- 
le á  poner  alguna  tregua  entre  é\  y  el  de  Aragón: 
negóse  el  castellano  á  toda  idea  y  propoeicion  de  tre- 
gaa,  y  la  armada  siguió  su^  derrotero  á  Barcelona, 
donde  ya  se  bailaba  el  monarca  aragonés. 

Asombrados  quedaron  éste  y  sus  catalanes,  acos- 
tumbrados á  dominar  el  Mediterráneo,  al  ver  tan  res- 
petable fuerza  naval  conducida  por  el  rey  de  Castilla, 
y  mas  cuando  la  vieron  acometer  á  doce  galeras,  que 
acostadas  á  tierra  en  aquel  puerto  habia  (9  de  junio, 
4359).  Acudieron  los  oficios  de  Barcelona  censos 
banderas  á  defender  sus  naves:  los. famosos  balleste- 
ros catalanes  trabajaron  también  con  su  intrepidez 
nunca  dtssmentida;  pero  los  castellanos  combatían  por 
sa  parte  con  admirable  arrojo,  empleándose  ya  y  ha- 
ciendo jugar  de  un  lado  y  de  otro  desde  las  galeras 


,,GoogIc 


S32  BISTOBtA  DB  ISMÜA. 

máquinas,  trabucos  y  bombardas  de  fuego  '".  Este 
combate  naval  fué  terrible,  y  pereció  macha  gente  de 
ano  y  otro  reino,  y  aunque  las  gateras  aragonesas  do 
pudieron  ser  tomadas,  túvose  por  granJo  afrenta  pa- 
ra Cataluña,  atendido  el  renombre  de  su  poder  marf-. 
timo,  verse  asi  acometida  en  la  playa  de  sn  misma  ca- 
pital por  un  nuevo  adversario  á  quien  estaba  lejos  de 
creer  tan  poderoso  en  los  mares. 

'  Movióse  de  alli  el  rey  de  Castilla  con  su  armada, 
y  tomando  rumbo  para  las  Baleares,  se  puso  sobre 
Ibiza.  El  de  Aragón  juntó  basta  cuareita  galeras,  y  se 
fué  en  pos  de  él  á  Mallorca,  llevando  por  almirante  al 
ilustre  don  Bernardo  de  Cabrera,  y  en  combinación 
con  !a  gente  de  tierra  de  las  islas,  envió  sus  naves  en 
socorro  de  Ibiza  cercada  por  l(»  castellanos.  Divisá- 
ronse alli  las  dos  escuadras.  El  rey  de  Castilla  entró 
en  una  galera  notable  y  célebre  por  su  magnitud,  ad- 
mirable para  aquel  tiempo.  Llevaba  á  bprdo  ciento  y 
setenta  hombres  de  armas,  y  ciento  y  veinte  balleste- 
ros: habia  sobre  ella  tres  castillos;  en  el  de  popa  iba 
de  capitán  don  Pedro  López  de  Ayala,  el  mismo  que 
en  su  crónica  nos  suministra  estas  cariosas  noticias. 


(t)    Dlc«  «1  re;  don  Pedro  IV.  •caslollana,    en    leva    una  grao 

de  Aragón  ea  su  Crónica  escrita  uesquardá,   é  y  diposrtá  alguna 

en  lemosia;  *E  Ib  noitra  dbu  (lia-  Bgent.n — Véaie  también  sobre  el 

upara   uoa   bombarda,   é  Ferl  eo  empleo   de   la   artillería   en   esto 

dIm  cutells  de  la  dila  nan  de  combate,  i  Zurita,  Anal-  lib.  IX., 

•Caatella,  et  degnaatá  loa  caatells,  cap.  23,  ;  i  López  de  Ajala,  que 

■é  y  ocia  an  bom.  E  aprea  pocb  aaiatió  peraonalmeote  á  él,  como 

»b  k  dita  bomtMrda  faeren  altra  capitán  del  rey  de  Caatilla,  Croa. 

»treD,  é  férf  «D  r  «rbre  de  la  usa  Ano  %.,  cap.  IS. 


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PAKTI  II.  LIBt<í  III.  S33 

Don  Pedro  de  Castilla  por  consejo  de  &o  almiraote  do 
qatso  pelear  con  la  armada  de  Aragón  en  aquellas 
■gaas,  y  se  volvió  á  la  costa  de  Almería,  siguiéndole 
don  Bernardo  de  Cabrera  coa  quince  galeras  basta  el 
río  de  Denia.  Prosiguió  el  rey  basta  frente  de  Alican- 
te, desde  cuyo  castillo,  que  estaba  por  el  rey  de  Ara- 
gón, mataron  los  aragoneses  alguna  gente  de  la  bueslfi 
de  don  Diego  García  de  Padilla.  Las  galeras  de  Por- 
tugal se  despidieron  del  rey  en  (Cartagena ,  éste  dio 
orden  á  sas  capitanes  para  que  se  Tuesen  á  Sevilla  coa 
la  flota,  y  él  tomó  el  camino  de  Tordesíltas,  donde  se 
hallaba  doña  María  de  Padilla.  La  flota  de  Aragón  se 
volvió  también  para  Barcelona,  y  ambas  escuadras, 
castellana  y  aragonesa,  fueron  desarmadas.  Las  ope~ 
raciones  déla  guerra  no  babian  servido  de  estorbo  á 
tas  relaciones  amorosas  del  rey  don  Pedro ,  y  á  los 
pocos  dias  de  baber  partido  de  Tordesillas  para  Sevi- 
lla recibió  la  nueva,  placentera  para  él,  de  que  doña 
María  habia  dado  al  mundo  un  bijo,  que  se  llamó  don 
Alfonso;  novedad  que  lo  pareció  al  rey  bastante  grave 
para  volver  á  Tordesillas  á  conocer  el  nuevo  fruto  de 
sos  amores. 

No  fué  tan  lisonjera  la  nolicia  que  le  llegó  de  allí 
i  poco.  Don  Enrique  y  don  Tello,  sus  bermanos,  jun- 
to con  los  ricos-hombres  de  la  ilustre  familia  de  lo 
Lanas  de  Aragón,  habían  invadido  á  Castilla  por  lier- 
la  de  Agreda  (setiembre  de  1359).  Los  fronteros  cas- 
tellanos que  hablan  quedado  en  Atmazan  salieron    a 


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S3i  HiBToau  D»  upaSa. 

batirlos,  y  en  los  campos  de  Araviaaa  se^  empeñó  una 
brava  y  seria  pelea,  que  fué  funesta  para  Castilla.  Allí 
pereció  el  tío  de  la  Padilla,  doD  Juan  Fernandez  de  Hj- 
Deslrosa,  camarero  mayor  del  rey,  y  el  mas  honrado 
y  pundonoroso  de  sus  caballeros.  AHÍ  sucumbieron  el 
comendador  mayor  de  León,  Suarez  de  Figoeroa',  y 
otros  ilaslres  proceres.  Otros  quedaron  pri^oneros,  y 
don  Fernando  de  Castro  tuvo  á  buena  suerte  el  poder 
escapar  á  uña  de  caballo.  La  c'apilaaia  de  la  Frontera 
le  fué  dada  A  dos  Gutierre'  Fernandez  de  Toledo.  Et 
efecto  que  estos  rereses  producían  en  el  ánimo  iracnn-  ■ 
do  del  rey  era  buscar  victimas  en  que  desahogar  su 
cólera  y  su  rabia ,  siquiera  fuesen  ¡nocentes.  No  po- 
dían serlo  mas  las  que  cayeron  esta  vez  bajo  la  se- 
gur de  su  venganza.  Tenia  presos  en  Carmona  otros 
dos  humanos  bastardos  soyos,  los  últimos  hijos  del 
rey  don  Alfonso  su  padre,  y  deiloña  Leonor  de  Guz- 
man,  don  iuan  y  don  Pedro,  de  quienes  no  nos  ha 
ocnrrído  hasta  ahora  hacer  mención,  'porque  nada  ha- 
bían hecho.  Contaba  el  uno  diez  y  nueve  años,  calor- 
ce  solamente  el  otro.  En  nada  habían  ofendido  al  rey 
su  hermano,  y  sin  embargo,  de  orden  del  rey  fue- 
ron segadas  sus  tiernas  gargantas  en  Carmona.  Asi 
acabó  el  año  de  13S9,  no  menos  fecundo  en  vfctimaa 
que  el  de  1358. 

Bajo  pretesto  ó  con  motivo  de  no  haber  ayudado 
algunos  caadillos  del  rey  al  combate  de  Araviana,  y 
sobre  «  esta  falta  ba'bia  sido  bija  de  dañada  ioleDcion 


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ruTB  II.  Lino  iit.  236 

é  de  imposibilidad  ó  falta  de  tiempo  para  coacorrir  A 
ella,  emprendió  el  rey  tan  sa&uda  persecucioa  contra 
sus  principales  caballeros,  y  mauifesiabaa  estos  por 
su  parte  tal  recelo  y  desconSanza  del  rey ,  que  parecía, 
ó  qoe  estaba  rodeado  de  traidores,  6  que  del  rey  don 
Pedro  S6  habia  apoderado  una  especie  de  rabia  fre- 
nética contra  los  mas  altos  dignatarios  de  Castilla.  De 
estos,  el  adelantado  mayor  Diego  Pérez  Sarmiento,  y 
el  frontero  de  Horcia  Pedro  Fernandez  de  Vetasco, 
se  pasaron  á  la  bandera  de  Aragón ,  arrastrando  tras 
sf  muchos  caballeros  y  escoderos.  El  adelantado  ma- 
yor de  León.  Pedro  Nuñez  de  («uzman ,  andaba  ha- 
yendo  de  la  venganza  del  rey.  que  le  buscaba  con 
ansia  por  todas  partes,  y  tuvo  qoe  hacerse^  fuerte  en 
■no  de  sos  castillos.  £1  froutero  Pedro  Alvarez  de 
Osorió  tuvo  la  detracta  de  caer  ea  tnanos  del  rey,  y 
yo  dia  que  estaba  comieodo  en  Villaoobla  ¿  la  mesa 
eoD  don  Diego  Garcfa  el  hermano  de  la  Padilla,  en 
aquel  acto  y  momeólo  cayeron  sobre  su  cabeza  las 
mazas  de  los  ballesteros  Juan  Diente  y  Garci-Díaz. 
Dos  hijos  de  Feroan  Sánchez  fueron  presos  porqne 
tenían  cartas  de  dou  Pedro  Nuñez,  y  ejecutados  al 
sigaiente  dia  ea  Valladolid.  Ea  esta  ciudad;  y  también 
por  suponer  que  habia  recibido  cartas  de  don  En- 
rique, fué  preso  el  arcediano  don  Diego  Anas  Maldo- 
nado,  y  conducido  á  Burgos,  donde  dejó  de  existir  á 
tos  0^0  días.  Es  un  registro  general  de  matanzas  el 
fue  tropieza  á  cada  paso  la  historia. 


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236  UISTOKU  DK  KSPAfil. 

Acootecia  esto  cuando  don  Enrique  de  Traslamara 
y  los  de  Aragón,  alentados  con  el  triunfo,  de  Aravia- 
na  y  con  el  reruerzo  délos  castellanos  que  diariamen- 
te se  les  agregaban  hoyando  las  iras  del  rey,  medita- 
bao  otra  invasión  en  Castilla.  Bella  ocasioa  para  tra- 

*  bajar  en  la  buena  obra  de  la  paz  ofrecieron  estos  he  - 
cfaosal  infatigable  legado  del,  papa  cardenal  de  Bo- 
lonia, el  cual  logró  reducir  á  ambos  monarcas,  cas- 
tellano y  aragonés,  á  que  enviaran  sus  embajadores 
á  Tudela  de  Navarra  para  tratar  los  medios  de  ana 

'  conciliación  y  concordia.  Fué  por  parte  de  doQ  Pe- 
dro de  Castilla  don  Gutierre  Fernandez  de  Toledo, 
por  la  de  don  Pedro  de  Aragón  don  Bernardo  de  Ca- 
brera. Desgraciadamente  los  esfuerzoi  apostólicos  del 
cardenal  legado  fueron  también  ahora  ínfroctuosos;- 
los  embajadores  nu  se  avinieron,  y  don  Enrique  y  sus 
hermanos  hicieron  su  entrada  en  Castilla  y  se  apode- 
raron de  Ilaro  y  de  Nájera,  donde  sus  gentes  se  ce- 
baron en  matar  los  judíos,  lo  mismoque  en  otro  tiem- 
po habían  ejecutado  á  su  entrada  en  Toledo.  Casi 
simultáneamente  el  gobernador  de  Tarazona,  Gonzalo 
González  de  Lucio,  mal  contento  del  rey' de  Castilla, 
entregaba  aquella  ciudad  al  de  Aragón  por  precio  de  , 
cuarenta  florines  y  de  recibir  por  muger  una  noble 
doQceUa  llamada  doña  Violante,  hija  del  rico-hombre 
de  Aragón  don  Juan  Jiménez  de  Urrea  (1 360). 

Con  fuerzas  contaba  todavía  el  rey  don  Pedro ,  y 
sobrábalo  espíritu  y  arrojo  para  hacer  frente  á  sus 


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FAKTB  11.  LIBIO  111,  257 

hermanos  y  veogar  sus  atrevidas  irnipcíoDes.  Partió 
pues  de  Burgos  con  cinco  mil  caballos  y  basta  doble 
número  de  peones  qae  pudo  reunir,  y  dirigiéadose 
por  Pancorbo,  Bribiesa,  Miranda  de.  Ebro  y  Santo 
Domingo  de  la  Calzada,  puso  so  real  sobre  Azofra, 
mny  cerca  de  Nájera.  Estando  allí,  llegóse  á  él  un 
sacerdote  de  Santo  Doraiago  de  la  Calzada  y  le  dijo: 
«Señor,  Santo  Domingo  de  la  Calzada  me  vino  en 
xsneños  é  me  dixo  que  viniese  á  vos,  é  que  vos  dixe- 
>se  que  fuésedes  cierto  que  si  non  vos  guardásedes, 
Bqueel  conde  don  Enrique  vuestro  hermano  vos  avia, 
»de  malar  por  sus  manos.»  El  rey,  un  tanto  supers- 
ticioso, se  sobrecogió  en  un  principio;  mas  luego  re- 
poniéndose mandó  qaemar  en  su  presencia  al  clérigo 
agorero.  En  verdad  el  profeta  no  anduvo  feliz  por 
esta  vez  en  so  pronóstico,  puesto  qué  emprendida  la 
pelea  entre  don  Pedro  y  don  Enriqne,  quedó  éste 
derrotado,  su  pendón  ea  poder  de  los  del  rey,  y  ape- 
nas y  con  mucba  dificultad  logró  refugiarse  con  unos 
pocos  dentro  de  los  muros  de  Nájera.  Perdidos  esta- 
ban don  Enrique  y  los  suyos,  sí  el  rey  hubiera  car- 
gado sobre  Nájera  en  lugar  de  retroceder  á  Santo 
Domingo;  pero  esta  inoportuna  rearada,  que  quieren 
atribuir  también  á  un  acto  de  superstición  fundado 
en  causa  muy  leve,  dio  tiempo  y  oportunidad  al  bas- 
tardo para  meterse  otra  vez  en  Aragón.  El  rey,  des- 
pués de  ordenar  lo  conveniente  para  la  guarda  y  de- 
fensa de  la  frontera,  tomó  la  vuelta  de  Andalucía. 


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t38  HinoBiA  VE  nsfáS^. 

Erau  temibles  para  los  castellaoos  estos  períodos 
de  descanso  dé  su  monarca.  Había  en  Portugal  alga- 
DOS  rerogiados  por  miedo  á  las  persecaciones  del  rey. 
Había  igualmente  ea  Castilla  refagiados  portugtieses 
deios  persegoídos  por  el  soberaao  de  aquel  reino, 
llamado  don  Pedro  también,  por  suponerlos  cómpli- 
ces 6  consejeros  en  la  muerte  que  sa  padre  el  rey 
don  Alfonso  babía  mandado  dar  á  doña  Inés  de  Ca^ 
tro,  célebre  manceba  de  su  hijo  coando  era  príncipe, 
y  con  quiea  éste  dijo  despoes  que  era  oasado  ^*l  Los 
dos  monarcas  celebraron  entre  sf  uno  de  esos  pactos 
ñinestos  qae  boy  llamaríamos  de  ex-tradícion,  con- 
vinieodo  eo  entregarse  mútoameote  los  refugiados  de 
cada  reino.  Tan  luego  como  estos  desgraciados  fueron 
puestos  en  poder  de  sus  soberanos  respectivos,  sufrie- 
ron la  muerte,  que  era  el  objeto  con  que  se  tos  recla- 
maba. Entre  ellos  la  sufrió  tormentosa^  cruel  el  ade- 
lantado mayor  de  León  don  Pedro  Nañez  de  Gazman, 
aquel  á  quien  el  rey  babia  andado  buscando  antes 
por  tierra  de  León. 

Pero  entre  los  asesinatos  ejecatados  en  este  tiempo 
de  real  orden,  ninguno  fué  acaso  tan  alevoso  ooaw 
el  de  don  Gutierre  Fernandez  de  Toledo,  repostero 

[i)    Daña  loés  de  Castro,  Tamo-  de  doña  Juana,  la  qu^  caió  ilegl- 

U  pcx-  (lu  amoreí  coo  el  infnte  titaamente  eo  Cuellar  god  el  rof 

doQ  Pedro  de  Portugal,  á  quien  el  don  Pedro  de  Castilla,  ;  á  quien 

ref  don  Alfooso,  su  padre,  hiio  éale  dejó  tuego  abandonada.  (Ft- 

matar  en  Saot:!  Clara  de  Coiiiibra,  milía  infortuDada  e^la,  eo  que  dos 

era  bija  de  doo  Podro  de  Caítro,  hermana*  fueron  Tiotimas  da  n 

rico  DMsnate  de  Galicia,  y  herma-  bermotura  ▼  do  la  ÍDcanliDenciB 

na  de  don  Fernando  de  Caatro  7  de  do*  prfnotpeal 


,,Goóglc 


run  II.  Lino  iii.  S38 

mayor  del  rey^  y  uno  de  sas  mas  aoügnos  é  ilostrefl 
■serTÍdores.  Eo  los  toaomeiitoa  ea  que  parecí»  gozar  de 
90  mayor  confianza,  puesto  que  de  su  orden  se  halla- 
ba eo^avarra,  segunda  vez  designado  para  iratar  de 
la  paz  con  el  cardenal  legado  eo  unión  coa  don  Bft- 
oardo  de  Cabrera  como  representante  del  rey  de 
Aragón,  recibió  cartas  de  don  Pedro  mandándole  qae 
foese  á  Alfaro,  donde'te  darían  instrncctoDes  para  el 
asunto  de  la  paz.  Mas  las  ioslruccíones  reservadas 
que  los  oñcíales  del  rey  en  Alfaro  tenían  eran  de 
prenderte  y  matarte  taa  pronto  como  llegara,  como 
añlo  q'ecotarÓD.  apoderándose  alevosamente  de  sa 
fersooa  y  cortándole  la  cabeza,  qne  enviaron  al  rey 
con  nn  ballestero  de  maza.  La  ejecncíon  sin  embargo 
no  Fué  tan  pronta,  que  no  le  diesen  tiempo  á  solici- 
tad saya  (condescendencia  estraña  eo  tales  gentes) 
para  dejar  escrita  ana  earta  al  rey  que  decía  asi: 
«Señor:  Yo  Gutíer  Fernandez  de  Toledo  beso  vues- 
•  tras  manos,  é  me  despido  de  la  vuestra  merced,  é 
»vó  para  otro  señor  mayor  que  non  vos.  E»  Señor, 
tbien  sabe  la  vuestra  merced,  como  mí  madre,  é 
»mis  hermanos,  é  yo,  fuimos  siempre  desde  el  dia 
>qoe  vos  nacisteis  en  la  vuestra  crianza,  é  pasamos 
kmuchos  males,  é  sufrimos  muchos  miedos  por  vues- 
»tro  servicio  en  el  tiempo  que  doña  Leonor  de  Guz- 
amao  avia  poder  en  el  Reguo.  Señor,  yo  siempre  vos 
«serví;  empero  creo  que  por  vos  decir  algunas  cosas 
aquecomptianá  vuestro  servicio  me  mandaste»  ma- 


nigiUrrlb/GOOglC 


240  nraroitu  dr  bspaAa. 

ntar:  ea  lo  qua),  Señor,  yo  tengo  qnelo  fecistespor 
kcomplir  vuestra  volaotad:  lo'  caal  Dios  vos  lo  per- 
•done;  mas  yo  nnoca  vos  lo  meresci.  E  agora,  Se- 
»ñor,  (ligóos  tanto  al  pualo  de  la  m¡  muerte  (porque 
»éste  será  el  raí  postrimero  consejo),  qve  ñ  vot  non 
taliodes  el  cuchillo,  é  non  esctuades  ie  facer  takt 
«muerta  como  esta,  que  vos  avedes  perdido  vuatro 
wRegno  é  tenedes  vuestra  persona  en  peligro.  E  pido* 
»vo9  por  merced  que  yós  guardedes;  ca  lealmeote  fa- 
»blo  con  vosco,  ca  en  tal  hora  esto  qoe  non  debo 
«decir  anón  verdad.» 

Esta  carta,  escrita  á  la  hora  de  la  muerte  por  un 
tan  antiguo  y  leal  servidor,  y  el  fatídico  prcHióstico 
con  que  terminaba,  hubieran  debido  hacer  estreme- 
cer de  remordimiento  al  autor  del  suplicio,  si  su  co- 
razón estuviera  menos  empedernido.  Pero  don  Pedro 
se  contentó  con  decir  que  no  debieran  haberle  dcsjado 
escribirla,  y  alegó  que  habia  ordenado  su  mnerte 
porque  3«  correspondía  con  los  de  Aragón.  £o  todos 
veía  ya  el  rey  aliados  secrelos  de  don  Enrique.  Por 
la  propia  sospecha  seguía  prendiendo  á  otros,  otros 
emigraban  del  reino  por  temor,  y  el  arzobispo  de  To- 
ledo don  Vasco  fué  desterrado  á  Portugal  por  el  de- 
lito de  ser  hermano  de  don  Gutierre  Fernandez,  sin 
permitirle  llevar  consigo  ni  na  solo  libro,  oí  otra  ropa 
que  la  que  Iraia  puesta. 

No  habia  de  ser  tan  afortunado  su  mas  íntimo 
consejero  y  tesorero  mayor,  el  judío  Samuel  Levi, 


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PAKTB  II.    LIKRO  llt.  341 

que  pudiera  jactarse  de  perpetuar  su  privanza  vieodo 
cada  dia  de«aparecer  de  la  escena  como  sombras  en- 
saogrenladas  los  mas  eacumbrados  personages  y  mas 
.  allegados. del  rey.  Su  turno  le  había  de  tocar,  y  le  to- 
có á  pesar  de  su  reconocida  sagacidad,  de  su  estudio 
en  halagar  ai  rey ,  de  sus  rigorosas  y  exorbitaotes 
exacciones  al  pueblo  para  satisfacer  los  caprichos  del 
monarca  y  la  avaricia  propia.  Un  dia  le  pidió  el  rey 
sus  tesoros;  no  creyó  el  administrador  general  de  la 
hacienda  que  aquello  fuese  de  veras,  hasta  que  se 
vieron  presos  simultáneamente  él  y  lodos  los  parien- 
tes que  tenia  en  el  reino.  Lo  que  en  sa  poder  se  halló 
en  Toledo  parece  que  fueron  ciento  sesenta  mil  doblas 
de  oro,  cuatro  mil  marcos  de  piala ,  cieulo  veinte  y 
cinco  arcas  de  paños  de  oro  y  seda,  y  ochenta  moros 
y  moras.  Sospechaba  el  rey  que  tenia  mas  tesoros,  y 
conducido  ¿  Sevilla  y  preso  en  la  atarazana  fué  pues- 
to á  cuestión  de  tormento  para  obligarle  á  declarar: 
el  viejo  israelita  maldecía  en  medio  de  los  dolores  la 
ingratitud  de  su  soberaoo^  pero  conservando  con  una 
cabellera  y  una  barb^  emblanquecidas  por  los  años 
nn  corazón  fuerte  y  vigoroso,  tuvo  entereza  y  valor 
para  morir  descoyuntado  antes  que  revelar  otras  ri- 
quezas, si  las  tenia. 

Alternaba  el  rey  don  Pedro  enire  estas  ocupacio- 
nes (si  ocnpacion  podemos  llamar  el  decretnr  supli- 
cios) y  la  guerra  de  Aragón,  que  pasó  á  continuar  en 
enero  de  1361.  Puesto  sobre  Almazan  con  muchas 
T»uo  VII.  16 


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S42  HISTORIA   DB  BSPaR*. 

compañías,  peiletró  atrcvidaiueote  en  tcrrílorío  ara- 
gonés, y  rindió  varios  castillos,  entre  ellos  los  de  Al- 
haoaa  y  Ariza.  Mas  tampoco  descansaba  et  cardenal 
de  Bolonia  en  su  misión  de  pacificador,  y  allí  acudia 
diligente  donde  veia  amenazar  6  renovarse  el  rompi- 
mieoto.  Esta  vez  Toé  mas  feliz  en  su  santa  tarea  el  le- 
gado ponti6cio.  Merced  á  su  apostólica  mediacioD  se 
hicieron  y  pregonaron  paces  entre  los  dos  reyes  y  con 
gran  satisfacción  de  ambos  reinos  con  las  condicione^ 
siguientes:  que  ei  de  Aragón  baria  salir  de  sus  domi- 
nios al  conde  don  Enrique  con  sus  hermanos  y  los  de- 
más castellanos  qne  scgaian  sus  estandartes;  que  el 
de  Castilla  devolvería  al  de  Aragón  los  lugares  y  cas- 
llllos  qae  le  teniao  tomados,  y  que  ambos  monarcas 
quedai'iao  aliados  y  amigos.  No  fué  todo  deferencia 
al  cardenal  legado  lo  que  movió  al  rey  de  Castilla  á 
snscríbir  á  esta  paz;  otras  causas  hubo  también  que 
esplica  remos  loego. 

Vuelto  el  rey  de  la  frontera  de  Aragón  á  Sevilla, 
volvió,  como  tepia  de  costumbre,  á  su  afán  de  bnscar 
víctimas.  No  sabemos  en  qoé  podia  ofenderle,  ni  qué 
hiciera  para  provocar  sus  iras  la  desdichada  reina 
doña  Blaoca,  presa  ahora  en  Medina  Sidonia,  sufrien- 
do con  paciencia  su  desventura  en  su  lúgubre  eocier- 
ro.  buscando  consuelos  en  la  oración,  y  ejercitándose 
algunas  horas  cada  dia  en  sus  devociones.  En  esta  pia- 
dosa ocupación  la  hallaron  los  oficiales  del  rey  que 
por  su  mándalo  peoetraron  un  dia  ea  la  prisión  para 


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PAitrii.  UBBo  III.  243 

averiguar  si  era  ella  la  que  había  enviado  cierto  pas- 
tor,  qae,  estando  el  rey  de  caza  por  los  montes  de  Je- 
rez y  de  Medina,  había  osado  dirigirle  palabras  de  si- 
niestro aagorio  "'.  V  aaoque  salieron  craveocidos  de 
qneao  pedia  haber  sido  la  reíoa  la  autora  de  aquella 
miñón,  don  Pedro  tenia  resuelto  acabar  de  perder  á 
doña  Blanca,  y  era  raeaester  que  aquella  resolución 
fie  cumpliese.  Alabansa  merece  el  guardador  de  la 
ítostre  prisionera  Iñigo  Orliz  de  Zúñiga,  qae  tuvo  va- 
lor para  decir  á  ua  rey  como  don  Pedro,  que  nunca 
eodsentiría  que  se  diese  mnerte  á  la  reina  de  la  mane- 
ra que  de  él  se  preleodia,  mientras  á  so  cuidado  es.- 
(uviese.  Entonoeeel  rey  la  mandó  entregar  en  poder 
del  ballestero  Juan  Pérez  de  Rebolleio,  él  cual  con  dea- 
apiadado  corazón  y  rudo  brazo  ejecutó  sin  escrúpulo 
la  orden  sangrienta  del  monarca.  Asi  acabó,  tras  lar- 
gos dias  de  amarguras  y  de  cautiverio,  la  desgraciada 
r^na  de  Castilla  doña  Blanca  de  Borbon,  modelo  de 
resignación,  de  sufrimiento  y  de  virtud,  á  los  veinte 
y  (áiM»  años  de  edad,  traida  á  Castilla  para  ocupar  el 
solio  de  las  Sanchas  y  de  las  Berenguelas,  y  condéna- 


lo   AweúraM  que  eiUndo  el  oerleu  de  mUm  iiistM  mUlerii}- 

r«]r  de  montería  por  te  conurca  de  loi,  msi  do  los  bellamoti  del  todo 

■odiiM,  se  le  aceroó  ud  bombre  iuvnroaímileí  ai  impropioí  de  Ib 

riiilicúeD  iTBgede  ^ator,  el  cual  ruda  fretiquexa  de  un  tiombre  dd 

le  diio  que  SI  •efjoia  tratando  de  oampa.  Hooircas  maa  iamediatoe 

•quclla  Dtanera  a  la  reÍDa  dooa  i  Dueslros  diaa  faaii  escucbudo 

Bwoca  le  eeperaban  grandes  que-  MDteaeia^aaoiejaDtee,  cuaado  en 

brapto»,  aei  cono  ai  quiii«ae  TÍvir  uarlidaa  de  caza  4  en  oiraa  aná- 

coneltecaDio4ebia,MDdrie<)uieD  logas  aituacioaes  han  descendido 

heredtN  tegíüBUtMnte  el  reioo.  á  convenar  con  gente  labriega  j 


Md  podMnos  bo;  responder  de  ta    oampesioa. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


244  RISTOIIA    DR  RSPAtiA. 

da,  siendo  ioocenle,  á  aadar  de  calabozo  etl  calabozo 
como  los  criminales '".  Por  si  algo  otilaba  á  completar 
este  cuadro  de  horrores,  ua  t<ísigo  acabó  ea  Jerez  con 
la  vida  de  dooa  Isabel  de  Lava,  la  viuda  del  inraato 
doD  Juan  de  Aragón,  el  asesinado  eo  Bilbao.  Deseando 
estamos  salir  de  esta  galería  Túnebre  y  ensangrentada. 

No  lardó  éa  seguirla  á  la  tumba  su  afortanada  ri- 
val doña  María  de  Padilla  (julio,  1361).  Esta  por  lo 
menos,  después  de  haber  sido  halagada  en  vida,  fué 
también  mas  dichosa  en  la  maerie,  puesto  que-  marió 
de  muerte' natural  en  el  alcázar  de  Sevilla,  que  en 
aquel  tiempo  pudo  mirarse  como  un  privilegio,  como 
lo  fuéeo  fiaber  sido  la  única  coya  muerte  enterneció 
las  entrañas  del  rey  don  Pedro,  la  única  por  quien  hizo 
luto  y  mandó  qne  se  hiciese  en  lodo  el  reino.  De  dis- 
creta, afable  y  bondadosa  la  calíQcan  loscronistascoQ* 
temporáneos,  y  bien  debió  serlo  en  alto  grado  cuando 
no  la  aborrecían  los  pueblos,  habiendo  sido,  no  la 
causa,  pero  sf  la  ocasión  de  tantas  calamidades ''). 

Dijimos  que  un  motivo  ageno  á  la  intervención  del 


(I)    Era  doña  Blaoca,  blanca  epitsüo,  aunque  de  fecba  p<nte- 

taiDDteD  do  rostro,  de  cabetlo  ra-  rior.— Zúfiíga,  Anal,  de  Sevilla, 

bjo,  aé  de  buea  donaire,  dice  ta  tom.  II. — Zurita,  Aoal.  lib.  IX.— 

Cróaiea,  é  de  buen  aeso.*  Graves  Floreí,  R^ioas  Catúlicaa,  tomo  n. 
hitturiadoreaaSrmDD  que  ios  [ran-       (S)    Llevdroab  i  ealerrar  i  un 

ceaes  quiíieroo  llevar  dospoea  su  monaaterio  de  Aatudillo,  que  «)ll> 

cuerpo  á  Pfaacia,  pero  que  le  de-  babia  fundado,  mas  después  maa- 

jaron  en  Tudela  de  Navarra.  Cráe-  dú  el  re;  trasladar  sus  cea  iza  ■  á 

ai3,  8iD  embargo,  coa  maaseguri-  la  capilla  real  de  Sevilla,  nejaba 

dad  quesecoDserTó  en  el  convento  trea  hiiaa  ;  un  hijo,  doña  Beetriz, 

de  Sso  Francisco  de  Jerez,  donde  doña  Gonstaoia ,  doña  Eaabel  y  doa 

se  mostraba  su  sepulcro,  con  un  Alfonso. 


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PiKTB  11.  Limo  III.  245 

cardenal  legado  babía  impalsado  tanabien  al  rey  de 
Castilla  á  aceptar  la  paz  con  Aragón.  Fué  éste  la 
guerra  que  empreodió  contra  los  moros  de  Granada: 
lo  cual  DOS  pone  en  ta  necesidad  de  dar  una  idea  de' 
estado  en  que  á  la  sazón  se  bailaba  el  reino  grana" 
dioo. 

El  rey  Yussuf,  veucido  por  Alfonso  XI.  en  el  Sala- 
do, había  sido  asesinado  por  úq  loco  en  ocasioa  de  es- 
lar  rezando  su  azala  en  la  mezquita  (13$4).  El  aáosino 
fué  despedazado  por  la  plebe  furiosa ,  y  se  proclamó  al 
hijo  de  Yussuf  con  el  nombre  de  Mobammed  V.,  jó-- 
ven  de  veinte  años,  de  cuyo  bello  y  agraciado  conli  - 
nente,  amable  condición  y  humanitario  gobieruo  ha- 
cen los  historiadores  arábigos  los  elogios  mas  cumpli- 
dos. Pero  este  magnánimo  príncipe  solo  ocupó  el  tro- 
no hasta  que  una  de  las  sultanas  de  su  padre  batió 
ocasión  d<3  derrocarle  para  entroaizar  á  su  hijo  Ismael; 
La  conjuración,  de  largo 'tiempo  urdida  por  la  sulta- 
na, estalló  una  noche  deafro  de  los  muros  de  la  Al- 
hambra,  cuaudo  Mobammed  reposaba  dulcemente  en 
una  de  las  estancias  misteriosas  del  palacio  entre  las 
caricias  de  una  linda  esclava  á  quien  tenia  entregada 
su  corazón.  Esta  le  salvó  vistiéndole  con  sus  propias 
tocas  y  velos,  y  con  este  disfraz  pudieron  salir  los  dos 
juntos,  y  andando  loJa  la  noche  llegaron  felizmente  á 
Guadix,  donde  Mobammed  fué  reconocido  como  rey 
l^ítimo  {{  359].  El  destronado  emir  pidió  socorros  al 
rey  de  Marruecos  y  de  Fez.'y  dirigió  cartas  á  dou 


D,g,t7cdb/COOgIC 


246  uiSToau  i>r  bapaíIa. 

Pedro  de  Castilla  solicitando  SQ  alianza  y  su  amparo. 
Este  no  podía  entonces  darle  ayuda  por  eatar  ocupado 
en  Ib  guerra  de  Aragón,  y  los  auxiliares  qne  le  ve- 
oíso  de  África  tuvieron  que  volverse  por  andar  el  rei- 
no de  Fez  tan  revuelto  como  el  de  Granada.  Entretanto 
el  nuevo  emir  granadino  Ismael,  joven  de  ánimo  apo- 
cado y  dado  á  los  deleites  de  la  areminacion,  dejábase 
dominar  por  el  tirano  Abu  Said  á  quien  debia  la  co- 
rona. No  satisfecho  el  ambicioso  Abu  Said  con  el 
despótico  influjo  que  ejercía,  aspiró  á  suplantar  en  el 
trono  at  mismo  á  quien  había  elevado.  No  le  fué  difí- 
cil conseguir  su  intento.  En  nn  tumulto  popular  qne 
movió  con  sos  parciales,  Ismael  pudo  salvarse  con  al- 
gunos guardias;  quiso  después  combatir  á  loa  suUeva- 
dos,  y  cayó  en  poder  de  ellos.  El  cruel  Abo  Said,  ' 
qne  le  acusaba  de  los  mismos  delitos  que  le  había  ins- 
pirado, le  despojó  igncHnioiosamente  de  sns  vestida- 
ras,  y  entregándole  á  sus  sanguinarios  satélites,  cor- 
táronle estos  la  cabeza  igualmente  que  á  uo  hermano 
suyo.  Los  bártiaros  soldados  pasearon  por  -las  calles 
ambas  cabezas  asidas  por  sus  largas  cabelleras,  y  sos 
cuerpos  insepultos  se  pudrieron  á  la  intemperie  sin 
haber  quien  osara  recogerlos  (1360).  En  el  día  mismo 
que  se  ejecutaron  estas  brutales  escenas  fué  procla- 
mado Abu  Said,  el  que  nuestros  historíadores  llaman 
el  rey  Bermejo  '*'. 

(I)    Conde,  Doroín-  át  los  Mn-    Kaltib,  Hitt.  de  Gnoadi,  p.  S.  in 
bw,  part.  IV.,  cBp.  13  y  Si.— Al    Cuiri,  tom.  II. 


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PAKTB  II.  LIBBO  Ul.  247 

In^ba  Mohammed  al  rey  de  Casulla  para  que  le 
anudara á  recuperar  su  remo,  aotes  que  los  grana- 
dinos se  acoslumbráraa  al  despotismo  del  usurpador. 
Por  oira  pa^te  Aba  Said,  el  rey  Bermejo,  parece  Uwo 
ÍQleacioD  de  hacer  gaerra  al  castellano,  cosa  que  don 
Pedro  no  le  perdonó  nunca,  aunque  luego  entabló 
tratos  de  amistad  con  él.  Resolvió,  pues ,  el  rey  don 
Pedro  acudir  en  socorro  de  Mohammed ,  el  soberano 
legítimo  de  Granada,  y  por  eso  suscribió,  aunque  no 
de  buen,  grado,  á  la  paz  con  Aragón.  Púsose  en  mar- 
cha el  de  Castilla  con  su  hueste  y  multitud  de  carros^ 
cargados  de  aprestos  y  máquinas  de  guerra  hacia  Roa- 
da,  donde  se  le  reunió  Mohammed.  El  rey  Bermejo 
salió  á  correr  la  Troatera,  y  pactó  alianza  con  los  ara- 
goneses (1361).  Hohammsd  y  el  castellano  cercaroD 
á  Aotequera,  y  no  pudienüo  tomarla  talaron  los  cam- 
pos de  Archidona  y  Loja  hasta  la  vega  de  Granada- 
Arrogante  el  rey  Bermejo-  les  fué  al  encuentro  en  la 
llanura,  donde  empeñó  on  combate  con  los  cristianos; 
pero  viendo  el  bo'nrado  Mohammed  los  estragos  que 
el  ejército  aliado  causaba  á  los  moros,  rogó  á  don  Pe- 
dro que  se  volviese,  queriendo  mas  vivir  en  humildo 
coodicioD  qiie  cansar  talos  daños  á  los  pueblos.  Reti- 
ráronse, pues,  don  Pedro  á  Sevilla  y  Mohammed  á 
Bonda:  mas  como  quedasen  en  Ui  frontera  de  Grana- 
da los  caudillos  castellanos,  prosigaieron  allí  los  en- 
Gueolros  con  los  moros  de  Abu  Said.  De  algunos  sa- 
caron ventajas  los  de  Castilla;  pero  en  una  atrevida 


Digitzcdb/GOOglC 


248  HISTORIA  i)B  esPAÜA. 

algara  que  el  rey  Bermejo  hizo  por  las  m^rgeDes  del 
rio  Fardes,  los  gioetes  granadinos  lograron  una  seña- 
lada victoria  sobre  los  crisliaDos,  alanceando  á  mu- 
chos, desbandando  á  otros  por  barrancos  y  cerros,  y 
haciendo  prisioneros  á  varios  caudillos  y  nobles,  en- 
tre ellos  al  maestre  de  Galatrava  don  Diego  García  de 
Padilla.  Pensando  el  rey  Bermejo  captarse  la  gcatilad 
y  amistad  del  castellano,  dio  libertad  al  maestre  y  á 
los  demás  caballeros  cautivos,  eoviáodoselos  al  rey 
con  grandes  presentes  y  sin  rescate. 

Las  cosas  fueron  empeorando  de  día  en  día  para  el 
usurpador  Abu  Said.  En  Málaga  proclamaban  al  legi- 
timo emir  Mohammed:  abandonaban  al  rey  Bermejo 
sus  mas  decididos  parciales  y  huian  de  sn  alcázar. 
Viéndose  aborrecido  y  desamparado,  creyó  tomar  una 
medida  de  salvación,  y  tomó  una  determinación  acia- 
ga.  En  su  inrortunio  le  ocurrió  confiarse  á  la  genero- 
sidad del  rey  de  Castilla  é  implorar  so  favor  y  am- 
paro. Fuese,  pues,  para  Sevilla  con  grao  séquito  de 
caballeros  moros,  llevando  consigo  sus  mas  ricas  jo- 
yas y  sus  mas  preciosas  alhajas,  armas,  caballos  y  lu- 
josos jaeces,  con  DO  pequeña  cantidad  de  plata  y  oro, 
creyendo  con  esto  ganar  el  ánimo  del  rey  y  de  los  de 
su  consejo.  Recibióte  don  Pedro  también  con  n^ia  os* 
tentación  y  aparato,  y  mandó  á  sus  ministros  que  le 
obsequiasen  y  agasajasen  como  á  rey  (136S).  Poco  le 
duraron  al  ilustre  huésped  las  ilusiones  de  aquella 
afecliios;)  pero  menltdu  hospitalidad.  Bien  que  tenlá- 


n,g,t7cdb/G00gIc 


PARTH  It.  LIBBO  III.  249 

ran  al  i-ey  de  Castilla  las  riquezas  ilel  refugiado  emir, 
según  las  crónicas  arábigas  y  crisliaoas  indican  '*', 
bien  que  le  durara  el  rencor  de  haber  intentado  antea 
declararle  guerra,  ó  que  se  creyera  designado  para 
ser  instromeoto  de  venganza  de  las  traiciones  del  mu- 
salman,  determinó  sacrificarle,  pero  de  una  manera 
poco  noble  y  poco  correspondiente  al  generoso  com- 
portamiento det  moro  con  el  maestre  de  Calalrava  y 
á  la  confianza  con  que  sehabia  ecbadoen  brazos  del 
rey  de  Castilla.  Aquella  misma  noche  convidó  el  maes- 
tre de  Santiago  Garci  Alvarez  de  Toledo  á  cenar  en 
sn  casa  ai  rey  Bermejo,  y  á  sus  magnates  granadinos. 
Al  servir  los  pages  los  últimos  platos  del  espléndido 
banquete,  entró  el  repostero  mayor  Hartin  Gómez  de 
Cordel  con  una  compañía  de  gente  armada,  y  Abu 
Said  y  los  cincuenta  moros  convidados  fueron  dados  á 
prisión  y  conducidos  á  hts  atarazanas.  A  losjjos  dias 
salía  el  rey  Bermejo  montado  arrentosa mente  en  un 
asno  con  un  sayo  de  escarlata;  á  su  lado  iban  treinta 
y  siete  caballeros  moros.  Ue%'ados  al  campo  de  Tabla- 
da, el  mismo  soberano  de  Castilla  clavó  una  lanza  en 
el  pecbodeAbuSaid  diciendo;  tTomaesto,  por  cuanto 
me  hiciste  facer  mala  pleitesía  con  el  rey  de  Aragón  en 
perder  el  castillo  de  Aríza.—¡Oh  Pedro!  contestó  el 
alanceado  moro,  ¡qtié  torpe  triunfo  alcanzas  hoy  de  mi! 
¡qué  ruin  cabalgada  hiciste  contra  quien  de  ti  se  fiabalp 


D,g,t.7cdb/GOÓglC 


250  niSTOBU  DB  rspaRa. 

Dicho  esto,  rematároale  los  sayones,  y  con  él  á  los 
ireiala  y  sieir«  musiriaiaiies,  cuya  cabezas  fueroa 
amoDtoDadas  para  que  se  vieraa  desde  la  ciadad'". 
Voló  la  Dueva  de  la  muerle  de  Abu  Said,  dice  el  his- 
toriador arábigo,  y  llegó  á  Málaga,  donde  á  la  sazwi 
estaba  el  rey  Mohammed,  que  se  holgó  de  ella  cooio 
(le  la  maerte  de  su  enemigo,  pero  le  estremeció  la 
perfidia  yíraicioo  de  lus  crisiiaoos.  Al  punto,  acompa- 
ñado de  la  aoblezB  de  Andalucía,  partió  para  Grana- 
da y  entró  en  ella  eotre  populares  aclamacíoQes  O . 
Terminada  esta  ejecución,  congregó  el  rey  don 
Pedro  cortes  en  Sevilla,  para  hacer  en  ellas  una  de- 
claración que  debía  parecer  bien  estraña  y  peregrina 
á  los  proceres  castellanos.  Dijo  allí  solemnemente  que 
doña  Blanca  de  Borbon  no  habia  sido  su  legitima  es- 
posa, por  cuanto  antes  se  habia  desposado  por  pala- 
bras de  presente  y  recibido  por  muger  á  doña  María 
de  Padilla,  de  cuyas  bodas  citaba  por  testigos  pre- 
senciales á  don  Diego  García  de  Padilla,  hermano  de 
doña  Haría,  á  doa  Juan  Fernandez  de  Hinestrosa  su 
tío,  que  era  muerto,  á  don  Juan  Alfonso  de  Mayorga 
canciller  del  sello  de  la  puridad,  y  al  ahad  de  San- 
tander don  Juan  Pérez  de  Orduña  su  capellán  mayor. 

(O    Conde,  part.  IV.,  C.  S5. —  al  pavimenlo  el  saagrienlo  lro[e<>, 

Ai8)s,CrdD<MoXUl.,o*p'3al7.  y  dijo:   tAti  owm,  ínclito  r^  ctc 

{i}    Aünde  el  escrilor  aribígo  Granada,  lodat  las  de  tiu  «neni- 

3ae  doD  Pedro  le  euTíú  la  cabess  goa .>  Desagradó,  dice,  al  moro  «»- 

e  Abu  Said  embalsamada,  eo  una  U  accron,  pero  aisimuló,  ;  envió 


caja  de  plata,  y  que  su  emisario,  al  rey  dno  Pedro  ti  de  sus  mejo- 
recibido  en  audieocia  por  Hobsm-  rea  caballos,  con  ricos  alfaiígn 
med  en  la  sala  de  Gomares,  arrojó    guarnecidos  de  oro  j  plata. 


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PABTR  11.  LIBBO  III.  S54 

Decía  que  por  miedo  de  qiie  se  alzasen  contra  ét 
algonos  del  reino  no  se  habia  atrevido  á  publicar  an- 
tes aqud  matrimoDto.  Y  esto  lo  decía  quien  no  había 
temido  á  tsdos  ios  grandes  del  reino  alzados  ya  con- 
tra él  cuando  contaba  solo  una  sesta  parte  de  Fuerzas 
qae  ellos,  y  cuando  la  revelación  de  aquel  casamien- 
to hubiera  tal  vez  bastado  para  aquietarlos.  Y  esto 
h  decía  el  que  casado  de  público  con  doña  filanca,  y 
desecrelo,  ssgun  él,  con  doña  Haría  de  Padilla,  no 
halua  tenido  receto  ni  reparo  en  contraer  otro  matri- 
monio tn  facieecdmíB coa  doña  Juana  de  Castro.  Pero 
los  testigos  cirados  juraron  sobre  los  Santos  Evange- 
tíos  ser  verdad  lo  que  el  rey  decía,  y  el  prelado  de 
Toledo  don  Gómez  Manrique  predicó  un  sermón  en 
quedaba  por  buenas  las  razones  .del  monarca.  Con- 
secuencia do  la  declaración  del  rey  era  la  petición  ó 
mas  bien  mandato  que  seguidamenle  hizo  para  que  en 
adelante  se  llamase  á  doña  María  de  Padilla  reina  de 
Castilla  y  de  León,  y  para  que  se  reconociese  á  sus 
hjios  como  legítimos  herederos  y  sucesores  del  reino. 
Los  miembros  de  las  cortes,  á  quienes  queremos  cali- 
ficar solamente  de  medrosos,  no  hallaron  ni  palabras 
ni  razones  que  oponer  á  una  declaración  tan  sorpren- 
dente y  á  un  mandamiento  ó  sea  proposición  tan 
oTenatva  i  la  hidalguía  castellana,  y  la  ley  de  suce- 
sión quedó  hecha  á  gusto  del  rey,  y  la  difunta  doña 
Marfa  de  Padilla,  reconocida  como  reina  de  Castilla, 
cumpliéndose  en  ella  el  argumento  y  título  dramático 


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SB2  mSTOIlA  DI  RSPAftl. 

de  Reinar  dtspues  de  morir  <'>.  Y  cotDO  sí  quisiese  el 
'  rey  depositar  uaa  corona  sobre  la  tumbe  de  su  ama- 
da hizo  trasladar  sus  cenizas  del  oíonasterío  de  Astu- 
dillo  y  eaterr  arlas  con  r%ia  pompa  ea  la  catedral  de 
Sevilla. 

Disgustaba,  á  don  Pedro  la  paz  que  de  mala  gana 
liabia  firmado  c<hi  el  rey  de  Aragón,  y  resuelto  á 
romperla,  procuró  aliarse  primero  con  el  rey  de  Na- 
varra Carlos  el  Mato,  con  el  cual. se  vio  en  Soria,  y 
con  mucha  sagacidad  celebró  un  tratado  en  que  am- 
bos monarcas  se  compromelian  á  auxiliarse  uno  á 
otro  en  la  primera  guerra  que  cualquiera  de  los  dos 
tuviese.  Teniéndola  el  navarro  por  parte  de  la  Fran- 


0  caso  lrÍF;te  é  digno  da  inemoris, 
Que  do  Hepulrhro  oa  homeui  desenterra, 
AcoDteceo  de  mísera  é  meíquinha. 
Qat,  deepois  de  ler  moría,  foi  raitiha. 

Uívat  en  sud  Aantas  dice:  'Qie  papa,  sobre  la  cual  dice  Salszac 
M  veló  el  rev  don  Pedro  coa  doña  en  su  moaarqui'e  de  EapaÜa. 
Maria  de  Paailla  eo  la  sauta  igle-  «Los  mas  acreditados  hiatoria- 
sia  de  Seiiila  ea  la  capilla  de  Sao  dores  portugueses  Sousa.  Barbou 
Pedro  con  aolemnidad  ;  ceremo-  y  alro«  bao  pretendido  probtrqoo 
niaa  públicas,  lo  reñereo  antijjuas  au  rey  don  Pedro,  cuatro  años  des- 
memorias Y  lo  advierte  don  Pablo  puoa  de  babor  ascendido  al  trono, 
de  Bapioosa  en  au  Teatro,  reñrjeo-  declaró  conjuramenta  el  dia  4Sdo 
do  esl*  capilla  y  citando  inalru-  junio  de  4360  en  la  «illadeCan- 
mento  de  aquellos  tiempos.»  Na  taóele  hebia  aido  casado  in  fañe 
nos  dice  eo  qoó  tiempo  ae  hizo  eecUiia;  ooo  doSa  Inéa  de  Castro, 
esta  velación  pública  y  sglemne,  por  el  deán  de  la  Guarda,  obispo 
que  no  babía  llegado  i  noticia  de  después  de  aquella  iglesia,  y  tam- 
nadie:  j  en  cuauto  al  inatrumen-  bien  médico  del  mismo  rey.  Que 
to,  padiera  hacer  alguna  maafuer-  el  casamiento  babia  sido  celebrado 
za,  si  no  estuviera  Un  recioole  en  Bragania  y  á  presencia  de  Gs- 
el  ejemplo  de  don  Pedro  de  Por-  téban  Lobato,  auardaropa  del  rey. 
toga),  que  también  alegó  en  Druo-  Que  estos  declararon  bajo  jura- 
ba de  au  matrimonio  una  bula  del  meato  cu  dicho  año  de  1360  ser 


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PAITB  II.   LIBIO  Itl.  2&3 

cia,  creia  haber  salido  grandemente  aventajado  en 
el  pacto.  Por  lo- mismo  fué  mayor  su  sorpresa  al  ha- 
llarse cogido  en  la  red,  coando  seguuJameote  le  dijo 
el  de  Castilla  qae  estaba  determinado  á  declarar  in- 
mediatamenle  la  goerra  al  aragonés.  Disimuló  el  de 
Navarra  su  disgasto,  porque  no  le  convenia  en  aque- 
lla ocasión  tener  por  enemigo  al  de  Castilla ,  y  com- 
proiDetido*á  observar  el  tratado  lo  ofreció  que  iovadi- 
ria  el  territorio  aragonés  al  miámo  tiempo  que  él,  y 
asi  lo  ejecutó  apoderándose' del  castillo  de  Sos,  mas 
lu^o  que  tomó  este  castillo  se  volvió  á  su  reino.  Don 
Pedro  de  Castilla  con  su  acostumbrada. actividad  se 
paso  sobre  Calatayud,  ganando  de  paso  muchas  for- 
talezas y  lugares,  mientras  don  Pedro  de  Aragón  se 

cierto  yverdaderd;  bien  quo  el  dasmartii,  buho  ooDO,i  en  dídru- 
nbispo  ai]o<:|UBno4e  acordaoadet  na  manera  puede  Mr  de  Juan  XXII. 
dia,  mea,  ui  aun  Hño,  pero  creía  lisie  papa  murió  din  i  de  diciem- 
KabiB  sido  unos  siete  aBos  aires,  bre  de  4334,  v  el  año  nono  de  %a 
y  qae  se  publicó  enloacesla  bula  pontiñnado  fue  el  de  133B,  eo  que 
del  papa  Jaait  XXII.  do  dispensa-  dea  Pedro  no  pauba  de  lotí  cinco 
cioo  en  el  pareaWaco,  como  que  de  edad.  Luego  la  bula  esñagida,  . 
aran  tío  j  aobrioa.  Sacan  ealo  de  ;  con  tan  poM  habilidad  como  ve- 
una  escriturB  que  se  guurda  en  la  mes.  Keneiióoese  Umüiea  A  qa« 
torre  del  Tombo  datada  eo  IH  dul  si  don  Pedro  hubiera  sido  casado 
miHDO  mes  y  año,  eo  la  cual  ae  c«d  doña  Inés,  por  ^ué  razón  lo 
incorpora  la  declaración  dol  rey,  había  de  negar  con  juramento  al 
del  obispo  y  Lobato.  rey  su  padre.  I.o  que  yo  creoet 

<Me  maravillo  mucho  de  que  que  este  príncipe,  llegado  al  tro- 
aqnellod  hiftoríadorts  no  tropeia-  no,  Quiso  abrir  camino  á  que  \a 
MD  en  las  equivucacioues  y  ana-  euceaieseu  los  híjoi  da  la  Castro 
croDÍWDOt  que  hay  en  loque  dicen,  (que  en  Gn  era  su  igual  y  loi  ama- 
La  bula  de  dispensucion.,  cuyo  ba  oomo  i  sU  madre)  caso  de  mo- 
priocipio  es:  «Joaanes  Epíscopus  rir  ain  hijos  el  principe  don  Per- 
■errus  serTomm  Dei,  dilecto  iilio  nando.  Lo  mismo  pretendía  al  mis- 
Petro  infanli  primogénito  charis-  mo  tiempo  el  rey  de  Caslilla  con 
simi  in  Cbristo  fílii  nosirí  Alfon-  las  bijas  de  la  Padilla,  finiendo 
ni  regís  PorluRaliffi  et  Algarbis,  un  matrimonia  que  había  negado 
IMuslrÍB,  salutem,  etc.;  y  al  ño:  eo  varias  ocasiones.n— Lib.  XI., 
Datura  ATinhODdccímoDonokalen-    cap.  9,  tom.  4. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


264  HitfTOKiA  &■  rspaHa. 

hallaba  en  Perpiñan  vigilando  la  froDlera  de  Francia. 
Tan  loego  como  supo  la  entrada  del  de  Castilla  envió 
á  llaniará don  Enrique  de  Trastamara,  que  con. «13 
bennanos  y  los  demás  caballeros  de  Castilla  se  baila- 
ba en  ProTOoza  en  cumplimieoto  del  tratado  do 
paz.  los  cuales  se  aprestaron  á  acudir  al  llamaniieato 
del  aragonés.  Defendíanse  eotretanlo  valerosa  meóte 
los  sitiados  de  Calatayud,  mas  como  viesen  ya  los 
lienzos  dti  sus  muros  por  muchas  partes  derribados* 
y  no  pudiese  el  rey  de  Aragón  socorrerles  desde  tan 
lejos,  capitularon  con  el  de  Castilla  y  le  rindieron  la 
ciudad  i  condición  de  que  se  hubiesen  de  respetar 
sos  vidQs  y  sus  bienes.  Entró,  pues,  don  Pedro  de 
Castilla  en  Calatayud  (29  de  agosto,  136S);  y  cuando 
era  de  esperar  que  desde  alli  avanzara  al  corazón  del 
reino,  viósele  con  sorpresa  regresar  á  Andalticia  des< 
pues  de  dejar  guarnecidas  las  villas  y  castillos  que 
habia  ganado,  llevándose  consigo  á  seis  principales 
ricos-hombres  aragoneses  que  había  "sorprendido  y 
hecho  prisioneros  en  el  lugar  de  Miedos. 

Al  poco  tiempo  de  su  regreso  á  Sevilla,  murió  so 
hijo  y  de  doña  María  de  Padilla,  don  Alfonso,  á  quien 
llamaban  ya  el  infante,  y  hatúa  sido  jurado  heredero 
del  reino  (8  de  octubre).  Gran  pesadumbre  tuvo  de 
ello  el  monarca,  y  mandó  hacer  luto  general  por  sn 
muerte.  Tal  vez  este  suceso  y  el  fallecimiento  toda- 
vía reciente  de  doña  Haría  de  Padilla  hicieron  al  mo- 
narca pensar  mas  y  mas  en  asegurar  la  suerte  de 


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PARTB  II.  tlHHU  III.  .     355 

SOS  tres  bijas.  Por  lo  meóos  tat  pareció  ser  el  objeto 
principal  del  teslamento  que  al  mes  de  la  pérdida  de 
sn  hijo  otorgó  el  rey  doa  Pedro  en  Sevilla  (48  de  do- 
viembre,  136S),  iastituyendo  herederas  deltroao  ea 
el  órdeo  de  prímogeDÍtura  á  sus  tres  hijas  doña  Bea- 
iriz,  doña  Constanza  y  doña  Isabel:  sucesión  y  here- 
danaieoto  qne  se  mostraba  afanoso  en  añanzar,  como 
si  su  conciencia  presagiara  las  adversidades  del 
porvenir,  puesto  que  se  le  ve  poco  mas  adelante  ce- 
lebrar nnas  cortes  en  Bnbíerca  con  el  solo  fin  de  ob- 
tener nuevo  recoaoGÍmíento  de  aquella  sucesión. 

La  guerra  de  Aragón  solo  sufría  interrupciones  de 
algDDOS  meses.  Para  emprender  la  nueva  campaña 
quiso  dos  Pedro  contar  con  la  cooperación  de  amigos 
y  aliados.  At  efecto,  y  recelando  tener  en  la  Francia 
una  vengadora  de  la  muerte  de  doña  Blanca  de  Bor- 
hoa,  negoció  una  liga  ofensiva  contra  Francia  y  con- 
tra Aragón  con  el  rey  Eduardo  III.  de  Inglaterra  y 
con  su  hijo  el  principe  da  Gales.  El  de  Navarra  en 
virtud  del  tratado  de  Soria  le  envió  su  hermano  el  in- 
fante don  Luis  con  algunos  centenares  de  lanzas. 
Mohammed  el  de  Granada  le  facilitó  seiscientos  gine- 
tes,  y  don  Pedro  de  Portugal  le  acudió  con  trescien- 
tos caballeros  y  escuderos,  gente  buena  y  escogida. 
Ck)D  esto  y  con  las  milicias  de  su  reino  se  halló  el  de 
Castilla  al  frente  de  una  hueste  respetable.  Los  triun- 
fos de  esta  espedicion  fueron  mas  rápidos  y  mas  ím- 
portanles  que  los  de  las  anteriores.  Operando  desde 


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S56  HISTORIA    DR    RSVAÜA. 

Calatayud,  fueroa  sucesivameate  rindiéadose  Tarazo* 
na,  Borja  y  Magalloo  al  rey  de  Castilla,  quearoenaza- 
ba  ya  á  Zaragoza,  Uoto  que  hubo  de  mandar  el  ara- 
gODés  que  todos  los  pueblos  que  do  pudiesen  defea- 
derse  á  quince  leguas  del  radio  de  Zaragoza  ,  Tuesea 
desmantelados  y  destruidos.  Gracias  al  valor  de  los 
moradores  de  Daroca,  hízoseesta  villa  el  baluarte  de 
todo  AragoQ.  Cariñena  se  riadió  también  á  las  armas 
castellanas. 

Quebrantadas  las  fuerzas  del  aragonés  con  la  guer- 
ra de  Cerdeña  y  conlas  largas  y  graves  discordias  de 
su  reiao,  recurrió  á  la  Francia,  con  quien  hizo  un  tra- ' 
tado  de  alianza  y  amistad,  y  trabajando  por  coociliar 
las  disensiones  que  habla  entre  Francia  y  Navarra  pro- 
curó atraer  á  su  partido  al  navarro,  que  de  mala  vo- 
luntad y  solo  por  compromiso  ayudaba  al  de  Castilla. 
Mucha  fuerza  daban  al  aragooés  el  conde  don  Enrique 
de  Traslamara  y  los  refugiados  castellanos.  Y  como  á 
don  Enrique  te  hubiera  pasado  ya  por  el  pensamiento 
la  ardua  empresa  de  hacerse  rey  de  Castilla  (primera 
vez  que  la  historia  nos  habla  de  esta  idea  del  hermano 
bastardo  de  don  Pedro],  bízose  un  pacto  secreto,  pero 
que  llegó  á  firmarse  y  sellarse,  entre  don  Enrique  j 
don  Pedro  IV.  de  Aragón,  en  que  éaie  prometía  aya- 
dar  al  conde  á  conquifitar  el  reino  de  Castilla,  i 
condición  de  que  el  de  Traslamara  le  dejaría  pa- 
ra incorporar  en  su  reino  la  sesia  parte  de  lo  qae 
fuese  ganando  en    los  lugares  que    el   rey   esco- 


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rA&TB  II.  -LIBKO  III.  257 

"giese '*'.  Coa  estoy  coa  saber  qoe  kidas  tas  fuerzas 
del  rey  de  Aragón  §e  reaaiaa  ea  Zaragoza,  don  Pe- 
dro de  Casulla  torció  rápidamente  hacia  Valencia;  na- 
da resislia  al  intrépido  castellaao:  Teruel,  Segorbe, 
.  Almenara,  Chiva,  Buñol,  Liria,  Murviedro,  malütud 
de  otros  lagares  dieron  entrada  á  los  peadones  caste- 
llanos, y  el  rey  don  Pedro  fué  á  aposentarse  en  el  pa- 
lacio de  los  reyes  que  estaba  fuei-a  de  ios  maros  de 
Valencia.  Allá  acudieron  don  Pedro  de  Aragón,  don 
Enrique,  el  infante  don  Fernando,  todo  el  ejército 
aragonés,  que  corrió  el  llano  de  Nales,  el  paso  de  la 
Losa  7  la  Vega  de  Bnrriana.  El  de  Castilla  se  retiró  á 
Murviedro. 

En  tal  estado,  diseminadas  las  tropas  dé  Castilla 
ea  las  gnaroiciones  de  tantos  pueblos  conquistados,  y 
con  poca  gana  de  pelear  udos  y  otros,    vino  bien  la 


(I)    TeneotM  en  Dnestfú  poJer  ipersODatment  ho  por  otro.  E  assi 

ucado  por  aueslra  mano  del  Ar-  ncomo  aoa  tob  lomos  tenido  da- 

cfairo  general  de  la  Corona  de  Ara-  ayudar  á  conquerir  el  dito  regno, 

goo,  m  auldgraCb  ó  fac-Blinile  de  laaai  toi  siad»  tenido  i  nos  ayu- 

eale  tratado,  por  la  aiogularidad  ndarcoctralodo  hombre,  éeocara 

du  B«tar  BKrito  de  msoo  del  rey  bcod  lo  que  airedes  conquerido,  é 

;  del  conde  ea  nn  miarao  papel  y  >aoer  amigo  de  Dueatro*  amigoa  6 

•□  letra  diferente  la  parte  correa-  lenemiao  de  nuestroa  eoemtsot.  ^ 

pondiento  i  cada  uno:  dice  yi:  «EacriDladenueatramanoenHoD- 


il  lagoer  día  de  mano  Tan- 
f  o  i  363;»  (Hasta  aqai  de  letra  da 


■El  Be;  de  Aragón.— frometemoa 
»d  vos  don  Aoncb,  conté  de  Tra»- 

>taiiMr8,qaeii9ayuibreiiM)aácoa-  dbo  Pedro,  y  luego  prosisne  de 

aanerif  el  regpo  de  Castiella  bien  letra  del  conde}, — tE  yo  efcunde 

M    verdadera ment   con  condicio  idbn  F.arrique  prometa  d  Toa  dito 

>qae  nos  dedea  é  aiades  tenido  de  eaeñor  Rey  que  ci 


idon  F.arrique  prometa  d 
»Beñor  Rey  que  cum-"-' 
r  en  Tranco  é  libero aloucoa'  «mieole  todo  lo  que 
■rogaltas  de  rey  la  sejaena  part  >plir  tegun  dssiuM 
>de  todo  lo  que  couqiurredM  eo  «deto.  Efácriptu  de  n 
■fli  rmio  de  Caati^la  eo  aquella  ndeMuso  dito.  Rm;  i 
•partMperteaqueooaeitieiemoB   abajo).— Toklcohdr, 


Toae  vil.  17 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


2K8  II13T0B1A  dbbsfaSa. 

meiliacioD  del.  nuncio  apostólico  para  bacei-los  avenir- 
se á  oQ  tratado  de  paz,  qae  ciertamente  fué  harto 
afrentosa  para  el  de  Aragón  y  que  manifiesta  la  silua- 
cioQ  angustiosa  de  aquel  reino.  Los  principales  artícu- 
los de  la  paz  fueron:  que  Alicante,  Elche  y  domas 
poblaciones  de  Murcia  agregadas  á  Aragón  en  la  me- 
noría de  Fernando  IV.  quedarían  para  siempre  incor- 
^  peradas  á  la  corona  castellana;  que  et  rey  de  Castilla 
casaría  con  doña  Juana,  hija  del  de  Aragón,  trayendo 
ésta  en  dote  las  villas  de  Ariza,  Calatayad,  Tarazona, 
Magatlon  y  Borja;  que  el  Ini^nte  don  Juan,  primogé- 
nito del  de  Aragón,  casaría  con  doña  Beatriz,  hija  del 
monarca  castellano  y  de  la  Padilla  <^^  dándole  áésta 
SQ  padre  por  via  de  arras  las  villas  de  Murviedro,  Se- 
gorbe,  Jérica.  Chiva  y  Teruel  recién  coaquistadas; 
que  si  el'rey  de  Castilla  do  cumplía  esta  concordia, 
el  de  Navarra  quedaría  obligado  á  ayudar  contra  él 
al  aragonés,  no  obstante  los  pactos  y  alianzas  que 
entre  ellos  había  (junio,  1363).  Desgraciadamente  su- 
cedió asi,  que  don  Pedro  de  Castilla,  requerido  en  Ha- 
llen por  el  legado  pacificador  para  que  firmara  el  tra- 
tado de  Murviedro,  negóse  á  ello  mientras  el  rey  de 
Aragoa.ao  matara  al  infante  don  Fernando  y  al  bas- 
tardo don  Enrique,  según  decía  haberlo  tratado  secre- 
tamente con  don  Bernardo  de  Cabrera  <*'.  A  tan  ruda 

(4)    Zurita  dice,  sin  dudí  equi-  do  pasA  asi,  las  coses  qae  despaea 

vocn llameóte,  do5a  babel,  que  era  eucediuron  eulre  el  rey  y  r\  conde 

la  última  do  las  hermanas.  de  Trastamara,  y 'la  muerte  del 

(i)    Bjto  dice  Avala,  i  lo  cual  inraote,  dieroD  harta  cauM  para 

añade  ol  juicioso  Zorita,  quv  ni  «npechatlO'i  Lib.  n.,  cap.  i7. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


9áKHS  II.  LIBIO  III.  S&9 

coDlesUcion,  que  desbarataba  todo  lo  acordado  en 
Hurvíedro,  debió  contribuir  la  circUDStaDCia  de  qae 
baliáadose  doa  Pedro  de  Castilla  en  Malleo,  le  na- 
ció eo  AlmazaD,  de  la  due3a  misma  que  había  cria- 
do al  iaraote  don  AlfoDSO,  UD  bijo  varón  quo  se  llamó 
Soncho,  y  -vínole  al  rey  al  pensamiento  heredar  en  el 
reino  á  este  bijo,  casándose  coa  la  madre,  lo  cual  ha- 
cia ya  inótil  su  matrimonio  con  la  infanta  aragonesa 
ofrecido  eo  el  tratado.  Tal  era  el  rey  don  Pedro. 

Desavenencias  y  rivalidades  ocurridas  después  en 
Aragón  entre  el  conde  don  Enrique  y  el  infante  don 
Femando,  y  recelos  que  de  este  concibió  su  hermano 
el  monarca  aragonés,  ayudaron  grandemente  al  plan 
de  don  Pedro  de  Castilla,  si  es  cierto  que  le  tuvo,  ó 
por  lo  meaosá  sus  deseos  respecto  del  infante.  Don  Pe- 
droel  Ceremonioso  puso  el  sello  á  la  persecución  que 
en  otros  tiempos  habia  desplegado  contra  sus  herma- 
nos loa  bijos  de  la  reina  doña  T^onor,  quitando  la  vi- 
da al  infante  don  Fernando  por  medios  muy  parecidos 
á  los  que  solia  emplear  el  rey  de  Castilla,  esto  es,  con- 
vidándole á  comer  á  su  mesa,  y  haciéndole  prender 
y  asesinar  por  término  y  remate  det  banquete.  tEpoca 
calamitosa  y  aciaga  la  de  los  reinados  simultáneos  de 
los  tres  Pedros  de  Castilla,  Aragón  y  Portugal,  todos 
empleandoel  puñal  contra  los  mas  ilustres  personages, 
siquiera  fuesen  de  su  propia  sangre,  que  tuvieran  la 
desgracia  de  esuilar  sus  celos,  sus  sospechas  ó  su  eoo- 
-jol  Por  mas  razones  que  espuso  el  monarca  aragonés 


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260  nUTOftlA  DB    BSFAfÍA. 

para  justificar  esta  macrte,  ao  pudo  evitar  que  cau- 
sara en  ei  reino  usa  impresioD  profunda  de  desapro- 
baciOD  y  de  disgusto.  Y  mucho  Decentaron  el  rey  y 
el  coode  don  Eorique  para  sosegar  á  don  Tello  yak» 
demás  caballeros  de  Castilla  qoo  seguías  la  hueste  del 
infante. 

La  negativa  de  don  Pedro  (te  Castilla  á  ratificar  y 
complír  la  paz  de  Hurviedro  produjo  la  deserción  de 
Carlos  el  Malo  de  Navarra  de  las  banderas  castella- 
nas que  solo  por  compromiso  y  como  á  remolque  ha- 
bía seguido,  y  la  alianza  del  navarro  con  el  aragonés, 
conforme  á  ia  áltima  cláusnla  del  tratada.  Los  dos  nue- 
vos aliados  trataron  tamlñen  da  desembarazarse  de 
don  Enrique  alevosamente  en  unas  vistas  que  con  él 
concertaron  en  el  castillo  de  Sos.  Pero  el  de  Trasta- 
mara  comprendió  el  lazo  que  se  le  bahía  armado,  su- 
po burlarle,  y  como  acaudillaba  muchos  castellanos  y 
se  leallegaban  multitud  defrancesesqae  querían  ven- 
gar la  muerte  de  doña  Blanca,  logró  prevalecer  y  so- 
breponerse á  lodos  los  amaños,  y  aun  obligó  al  rey 
de  Aragón  á  darle  las  mayores  seguridades. 

Henos  reliz  el  ilustre  don  Bernardo  de  Cabrera, 
antiguo  y  el  mas  Intimo  de  los  consejeros  de  don  Pe- 
dro el  Ceremonioso,  á  cuya  poUtica,  prudencia  y  sa- 
gacidad debió  muchas  veces  la  conservación  del  trono 
y  del  reino,  el  hombre  por  cnyo  consejo  se  babia  re- 
gido tantos  años  el  timón  del  Estado,  fué  blanco  de 
una  conjuración  que  urdieron  contra  él  la  reina,  el  rey 


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PAKTB  11.  LIBKO  III.  261 

de  NaTUrra  y  el  conde  don  Earíqae,  soponiéadole  au- 
tor de  todos  los  males  que  afUgiau  el  reiao,  y  de  de- 
litos de  lesa  magostad.  El  rey,  dando  fácil  oído  á  sus 
scQsaciones,  le  llamó  para  prenderla,  y  coadoaado  á 
■uaerte  fué  degollado  ea  ta  plaza  del  mercado  de  Za- 
ragoza. Asi  acabó  el  gran  privado  de  don  Pedro  IV. 
lie  Aragón,  que  después  se  arrepintió  de  su  ingrati- 
tud para  coa  el  maé  esclarecido  y  mas  fiel  de  sus  ser- 
vidorest  declarando  babiasido  provocado  é  inducido 
á  dio  por  vanas  sospechas.  Ejemplo  que  nos  recuerda  ' 
el  soplicio  ejecutado  por  el  rey  de  Castilla  en  don  Gu* 
Uerre  Fernandez  de  Toledo,  si  bien  el  de- Aragón 
guardó  los  trámites  de  un  proceso,  y  tuvo  el  mérito 
de  reconocer  un  dia  la  propia  injusticia  '*'. 

Continuó  los  dos  años  siguientes  (1364-1365)  la 
guerra  entre  Casulla  y  Aragón.  Los  bechos  mas  nota- 
bles del  prioiero  (descargados  de  los  incidentesdiarios 
y  comunes  en  todas  las  guerras)  fueron  haberse  apo- 
derado el  rey  de  Castilla  de  Alicante  y  otras  pobla- 
ciones 4el  reino  de  Murcia,  haber  estado  á  punto  de 
rendir  la  ciudad  de  Valencia,  y  por  la  parte  de  Cala- 
layud  y  Teruel  haber  recobrado  á  Castelfabib  que  fe 
babia  alzado  contra  él.  En  el  segundo  fueron  apresa- 

(()    Tan    BpMdambrada     te  >?o,  añada,  eo  o«toi  reino*  da 

iMMtra  el  croobla  aragonés  al  ibombre  tan  priocipal  que  mas 

referir  eeta  aaceso,  qae  recuerda  iseñaladH  loa  hubiese  bectio  i  su 

ood  eatemotiTo  uoproterbío  vul-  tpriDcipe,  dí  antea  ni  después,  y 

orq»  dicebabiaeDAragon,  re-  ■  que  tan  I  ajusta  mea  le  t  cen  taa 

«Cím  á  mprewr,  que  ere  fuero  amaloa  ;  perversos  medios  pade- 

del  reüw  dañe  mal  galardón  por  scieao  en  pago  dello  tal  muerto 

bnooM  MrTicios.  «Porque  no  sé  Anal,  de  Aragón,  lib.  IX.,  c.  SI. 


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262  HISTOUA   DB  BSTASA. 

das  cÍDCo  galeras  catalanas,  coyas  compañtas  maodó 
malar  don  Pedro  de  Castilla  eo  Cartagena,  sin  qae  66- 
capara  uno  solo  de  la  muerte,  á  escepcionde  los  re- 
meros que  salvaron  las  suyas  para  ser  empleados  en 
las  galeras  castellanasen  Sevilla,  donde  habia  menes- 
ter de  gente  de  este  oficio.  Oribuela  cayó  en  poder 
del  castellano,  y  Uurviedro  se  ríadió  por  capitulacioo 
al  aragonés  y  al  conde  don  Enrique,  tomando  partido 
ios  mas  de  los  defensores  en  favor  del  de  Trastaroars. 
Eq  este  intermedio,  diferentes  veces  habían  estado  el 
castellano  ea  Sevilla,  el  aragonés  ea 'Barcelona,  y 
volvian  á  encontrarse  en  los  campos  de  Valencia  y 
Murcia,  donde  empeñaban  diarios  combates. 


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CAPITULO  XVII. 

CONCLDTB   BL   REINADO 

DE  DON  PEDRO  DE  CASTILLA, 
••  1366  *  4369. 

Sutrada  (h  doa  Enrique  de  Trastamara  eo  Castilla. — Quienes  compo- 
Díao  BU  ejército:  qué  erao  Itu  corapañioM  blimca$  de  FroociB:  quién 
era  el  terrible  Bertrand  Diiguejclin. — Aclaman  ref  á  don  Enrique 
en  Calahorra. — Buye  doo  Pedro  de  Burgas  á  Sevilla:  cssligos  que 
ejecuta  eo  oila  ciodad.— Cordoaso  don  Enrique  en  Burgos.— Reci* 
beale  en  Toledo.— Dod  Pedro  aale  eipulsado  de  Sevilla:  desaire  qne 
)e  hace  et  re;  de  Portugal:  se  refugia  en  Galicia:  se  embarca  para 
Ka foaa.— Entra  don  Enrique  en  Sevilla:  va  i  Galicia:  vucIveáBur- 
go*.- Tratado  de  alianza  en  Bayona  entre  don  Pedro  de  Castilla ,  el 
Príncipe  Negro  de  Inglaterra  y  Cirios  ei  Hale  da  Navarra.— Quién 
•ra  el  Principe  Negro, — Pacto  de  alianza  en  Soria  entre  don  Enri- 
que ;  Carlos  el  Malo. — Abominable  conducta  del  rey  de  Navarra  na 
estol  tratos. — Entrada  de  don  Pedro  ccn  el  ejército  auxiliar  de  Cas- 
ulla.—Célebre  batalla  de  Néjera :  derrota  del  ejéroito  de  don  Enri- 
que, y  fu^a  de  ísio  á  Francia.— Recobra  don  Pedro  el  reino  de  Cas- 
tilla.—Desavenencias  entre  el  rey  ;  el  principe  de  Gales.— Don 
Pedro  en  Toledo,  eff  Córdoba  y  en  3eTÍlla:  castigas  terribles.— Et 
principe  Negro  deja  i  Castilla  ;  se  vuelve  á  sui  eatadoi  de  Guiena.-:- 
Seguuda  entrada  de  don  Enrique  en  Castilla,  protegido  por  el  rey 
de  Francia.— Situación  en  que  se  bailó  e]  reino. — Ataque  de  Córdo- 
ba por  las  tropas  de  don  Pedro  y  del  rey  moro  de  Granada.— Cerco 
de  Toledo  por  don  Enrique. — Bdscanse  los  dos  harmanoa.— ^^omba- 
ten  en  Hontiel.— Muerte  da  don  Pedro  de  Castilla. 

Comenzó  este  largo  drama  á  lomar  vivo  interés  ea 
los  primeros  meses  de  1366.  Una  hueste  aterradora, 


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964  BISTOBIA  DB  ssriflA. 

qae  parecía  ser  rudo  iostrumeoto  de  ana  iqísÍod  pro- 
vidflQcinl,  ÍQvadió  la  Castilla  por  la  Trootera  de  Ara- 
gOD.  GocDpoDÍan  esta  especie  de  legloo  vengadora  el 
coade  don  Eoriqae  de  Trastamara;  sos  hermanos  doo 
Tello  y  doo  Saacbo  coo  todos  los  casteltaoos  que  ba- 
bian  militado  bajo  sus  pendones  en  Aragón;  ricos- 
hombres  y  caballeros  aragoneses  ansiosos  -de  tomar 
venganza  del  que  taolas  veces  loa  faabia  inquietado  en 
sus  hogares;  las  grandes  compañüu  de  Francia,  mu- 
cbednmbre  allegadiza  de  franceses,  bretones,  ingle^ 
ses  y  gascones,  capitaneados  por  una  parte  de  la  no- 
bleza francesa,  y  principahuente  por  el  terrible  Bet- 
trand  Doguesclio  '",  el  hombre  mas  famoso  de  so 
época  y  el  guerrero  mas  formidable  de  aquel  tiempo, 
que  parecían  enviados  á  librar  á  Castilla  del  sacrifica- 
dorde  una  reina  francesa  Inocente  y  desventurada. 

¿Qué  eran  esas  grandes  compañías,  y  quién  ese 
campeón  Daguesdin,  y  cómo  se  hablan  incorporado  al 
hijo  bastardo  de  Alfonso  XI.,  pretendiente  á  ia  corona 
castellana? 

Llamábase  en  Francia  las  grandes  compañías  &  una 
turba  numerosa  de  aventureros  de  diferentes  paiaes, 
gente  desalmada,  acostumbrada  á  vivir  del  pillage  en 
los 'Campamentos  en  tien^Kts  de  guerra  y  de  revuel- 
tas, especie  de  guerrilleros,  brigantes  ó  eondottieri, 
que  mal  hallados  coa  la  paz  que  acababa  de  estable- 
cerse entre  Francia  é  Inglaterra,  infestaban  el  suelo 
(<)    El  que  Ájala  nombra Beltrio  de  ClaquÍD.J 


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PAKTB  II.  tlBRO  III.  265 

fraocés  y  estaban  siendo  ana  calamidad  para  aquel 
reino.  Deseosos  el  naevo  rey  de  Francia  CfirlosV.  y 
80  gobierno  de  libertar  el  pais  de  tan  terrible  azote, 
inlaotaron  enviarlos  á  Hungría  á  combatir  contra  los 
tarcos,  pero  ellos  dijeron  que  no  qaenan  ir  á  guer- 
rear tan  lejos.  Presentóse  en  esto  et  caballero  Do- 
guesclin  ofreciendo  hacer  á  su  patria  este  serviciOi 
que  el  rey  y  todos  le  agradecieron,  racoltándoto  para 
.  acabar  con  las  grandes  compañías  por  la  paz  ó  por  la 
guerra,  como  mejor  le  pareciese:  Fué,  pnes,  Dugues- 
clÍD  acompañado  de  doscientos  caballeros,  á  buscar 
las  compañías,  que  en  número  de  treinta  mil  hombres 
se  bailaban  en  los  campos  de  Chalóos,  y  en  jun  dis- 
curso lleno  de  ruda  energía  los  escitó  &  que  le  síguiS' 
ran  á  España,  con  pretcsto  de  libertarla  del  yugo  de 
los  sarracenos.  Kecibieron  la  proposición  con  entu- 
siasmo, y  aclamaron  por  gefe  al  valeroso  Bertrand 
Dngnesclin.  La  flor  de  la  nobleza  de  Francia  se  alistó 
también  en  sus  banderas.  Prometióles  pagarles  desde 
ioego  doscientos  mil  florines  de  oro,  y  qne  no  fallaría 
quien  en  el  camino  les  diese  otro  tanto.  Dirigióse  el 
caballero  Bertrand  con  sus  compañías  á  Aviñoo,  resi- 
dencia entonces  del  papa,  que  era  con  quien  aquel 
contaba  para  el  pago  délos  doscientos  mil  florines. 
Como  aparecía  que  iban  á  guerrear  contra  íoGetes, 
alzó  el  pontífice  una  escomunion  que  había  lanzado 
sobre  las  grandes  compañías,  mas  como  rehusase  dar 
dinero,  alborotáronse  los  soldados,  el  papa  los  ame- 


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266  HISTORIA    DR    SSPASa. 

nazó  coQ  retirarles  la  absolucioa,  ellos  se  entregaroa 
á  saquear  la  comarca  y  á  iacendiar  las  poblaciones, 
y  el  gefé  de  1^  iglesia  se  vio  en  la  necesidad  de  des- 
escomulgarlos  y  de  darles  ademas  cien  mil  florioes, 
con  coya  cantidad  se  pusieron  en  marcha  para  Cata- 
Inña  y  Aragón;  que  el  objeto  verdadero  era  hacer  la 
guerra  á  don  Pedro  de  Castilla.  Resultado  era  este  de 
Degóciacioaes  practicadas  por  doo  Pedre  de  Aragón 
y  por  el  conde  don  Enrique  para  atraer  á  so  servicioy 
aun  á  su  sueldo  las  grandes  compañias,  halagando 
ademas  á  la  nobleza  de  Francia,  y  mas  á  los  que  per- 
tenecían al  linage  de  la  flor  de  lis,  como  dice  la  cró- 
nica, coa  la  idea  de  tomar  venganza  de  quien  tan  in- 
homanamento  habia  sacrificado  á  la  reina  doña  Blanca 
de  Borbon  ">. 

Bertrand  Duguesclin,  oriundo  de  una  de  las  mas 
ilustres  familias  de  Bretaña^  era  na  caballero  de  una 
fuerza  estraordinaria,  que  habia  hecho  del  ejercicio  de 
las  armas  su  única  ocupación;  tanto,  que  menospre- 
ciando toda  cultura  intelectual,  ni  siquiera  babia  que- 
rido aprender  á  leer.  Habia  en  su  figara  algo  de  de- 
forme. «Yo  soy  muy  feo,  solia  decir  él  mismo,  y  nun- 
ca inspiraré  interesé  las  damas,  pero  en  cambio  me 
haré  temer  siempre  de  mis  enemigos.»  Comenzó  su 
carrera  caballeresca  en  un  solemne  torneo,  de  una 

(1)    Sobre  las  grande»  eompO'  CuTelier.  Se  IlamsbaD  también  la 

AliM  pueden  verse  curiosas  é  in-  genle  blanca  ó  compañía*  6(an- 

teresanled  Doticias  en  Froiasarl  y  cas  por  el  color  de  sus  armadarsa 

en  el  poema  coatempotáneo  de  j  bacinetes. 


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r&BTi  u.  LiBto  III  267 

manera  que  le  colocó  desde  aqueh  primer  ensayo  en  el 
.  Damero  de  los  |H-imeros  campeones  de  la  época.  Su 
padre,  que  era  »no  de  los  corobatienles,  le  había  pro- 
hibido entrar  en  la  liza,  pero  é)  supo  inlroducirse  en 
el  palenque,  y  derribó  doce  caballeros  de  otras  tan- 
tas lanzadas.  Admirada  la  concurrencia  de  la  fuerza  y 
valor  del  brioso  adalid,  prornmptó  en  aplausos  es- 
trepitosos.  cuando  alzando  la  visera  descubrió  su  res- 
tro  de  diez  y  siete  años.  Sii  padre  le  perdonó,  le  de- 
claró la  gloria  de  su  familia,  y  el  joven  vencedor  fuÓ 
paseado  en  triunfo.  Desde  entonces  su  carrera  fué 
una  serie  no  interrumpida  de  empresas,  haziiñas  y 
proezas  caballerescas,  que  eclipsaron  las  de  todos  los 
eampeones  que  le  babiau  precedido.  No  habia  arma- 
dura lau  fuerte  que  resistiera  al  golpe  de,  su  lanza,  y 
la  maza  que  mancaba  apenas  la  podía  levantar  otro 
hombre.  Cuéntase  qoo  en  el  sitio  de.Vannes  con  so- 
los veinte  hombres  arrojados,  y  de  su  elección  y  con- 
fianza, se  defendió  una  noche  entera  de  mas  de  dos 
mil  ingleses.  Su  vida  era  una  cadena  de  aventuras 
heroicas,  y  por  su  valor  y  su  natural  pericia  militar 
llegó  Á  ser  condestable  de  Francia  <'>. 

Tal  era  el  caudillo  y  tales  las  tropas  auxiliares 
que  acompañaban  á  Enrique  de  Trastamara  cuando 
hizo  su  invasión  en  Castilla.  La  primera  ciudad  caste- 


(1)  FroiBsart,  tom.  I.— Mr.  Bi- 
llot  ha  compendiado  eo  una  rege- 
üa  biogrífica  de  Bertrand  Dugues- 


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2CS  UISTOBU  DB  BSTaSa. 

lana  que  dio  entrada  á  los  coofederadús  Tué  Calahor- 
ra. Allifué  lambiea  donde,  por  primera  vez  se  pro- 
clamd  rey  al  mayor  de  los  hijos  bastardos  de  Alfon- 
so XI.  y  de  doña  LdoDor  de  Guzmaa.  uReal,  Btal  por 
el  rey  don  Enrique,*  gritaban  en  las  calles  de  Calahor- 
ra (marzo,  4366).  Y  don  Enrique  comenzó  á  obrar 
como  rey  y  á  dispensar  mercedes.  De  alti  avanzó  á 
Navarrete  y  á  Brtviesca,  venciendo  la  corta  resisten- 
cia que  e^la  última  villa  podía  oponerle.  Hallábase 
don  Pedro  en  Burgos;  y  él  monarca  belicoso,  el  hom- 
bre intrépido  y  el  guerrero  brioso  y  esforzado,  pare- 
ció sobrecogido  de  una  especie  de  asombro  y  estupor 
que  le  embargaba  el  ánimo.  Presen  tárensele  alli  el 
señor  de  Albret'')  y  otros  caballeros  emparentados 
con  muchos  capitanes  de  la  espedidoa  á  proponerle 
que,  si^queria,  ellos  barian  que  los  de  las  compañías 
se  vioiesen  al  servicio  del  rey  ose  tóroasea  á  sus  tier- 
ras, siempre  que  el  rey  les  quínese  dar  sueldo  ó  man" 
teniraiento,  ó  bien  alguna  cuantía  de  su  tesoro.  Nega- 
se á  ello  don  Pedro,  y  los  nobles  franceses  se  retira- 
ron. Atónitos  se  quedaron  un  dia  los  de  Burgos  al . 
saber  que  su  soberano,  sin  haberlo  consultado  con 
nadie,  se  disponía  i  abandonar  la  ciudad  y  encami- 
narse á  Sevilla.  Acudieron  inmediatamente  á  su  pala- 
cio á  requerirle  y  suplicarle  que  no  los  desamparara 
ni  dejare  sin  defensa  una  ciudad  donde  contaba  tantos 
y  tan  buenos  y  leales  servidores,  dispuestos  á  sacri- 

(4>    El  mQot  de  Lebrel  que  diee  Kjt\t. 


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PAKTI  II.  UBKO  IIÍ.  S69 

Gcarse  por  su  rey  y  señor.  Y  como  viese  at  rey  obs- 
tinado en  realizar  su  niarcba,  y  le  pregoDlasea  qué 
podisD  ellos  hacer,  y  cómo  podrían  defeaderse  ellos 
solos,  «mándeos,  les  respondió,  que  fagades  lo  me- 
jor que  pudiéredes.»  EaloDces  le  rogaron  como  leales 
subditos,  que  para  el  caso  en  que  no  se  pudiesen  de- 
fender de  la  gente  de -don  Enrique  les  hiciese  merced  . 
de  alzarles  el  juramento  de  homcaage  y  fidelidad  que 
te  tenían  becho.  A  esto  accedió  el  monarca,  y  de  ello 
se  lerantó  escritura  y  testimonio  signado  por  notarios 
públicos. 

Con  esto,"  y  después  de  dar  mandamiento  de  muer- 
te contra  Jaan  Fernandez  de  Tovar,  hermano  de  Fer- 
nán Sánchez  el  que  habia  entregado  Calahorra  á  don 
Enrique,  salió  don  Pedro  fugitivo  de  Burgos,  camino 
de  Toledo.  Aquel  dia  despachó  sus  órdenes  á  los  ca- 
{Htanes  de  las  fronteras  de  Aragón  y  de  Valencia  para 
que  dejando  las  fortalezas  allí  ganadas  y  destruyéndo- 
las si  podían,  vinieran  á  incorporársele,  y  asi  lo  hici^ 
ron  los  mas.  En  Toledo  dispuso  lo  conveoieote  para 
la  guarda  y  defensa  de  la  cíadad,  que  encomendó  al 
maestre  de  Santiago  y  á  otros  caballeros  castellanos, 
y  fuese  para  Sevilla. 

Entretanto  los  burgaleses,  abandonados  por  don 
Pedro  y  relevados  del  juramento  de  fidelidad,  creye- 
ron ya  no  faltar  á  ella  enviando  á  decir  á  don  Enrique 
qoe  le  acogerían  y  reconocerían  como  á  rey  y  señor 
siempre  qne  jurara  guardarles  sus  fueros   y  liber- 


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270  HISTORIA    DB  RSPaSa. 

tades.  Gustoso  vino  eo  ello  eldo  Trastainara,  y  luego 
que  hizo  su  eairada  en  Burgos,  hízose  coronar  solem- 
nemente eo  el  monasterio  de  las  Huelgas  como  rey  de 
Castilla  y  de  León.  Fueron  tantos  los  caballeros  y 
procuradores  de  las  ciudades  que  allí  concurrieron  á 
prestarle  bomeoage,  que  á  los  veinte  y  cinco  dias  de 
haberse  coronado  estaba  ya  bajo  su  obediencia  y  se- 
ñorío casi  todo  el  reino,  á  escepcion  de  la  parle  de 
,  Galicia  en  que  se  mantenía  don  Fernando  de  Castro' 
las  villas  de  Astorga,  Agreda,  Soria,  Logroño.  San 
Sebastian  y  algunas  otras  <'^  El  recaudador  que  tenia 
en  aquella  tierra  le  proporcionó  buenas  cuantías  de 
dinero,  y  los  judíos  le  acudieron  con  un  millón  de  ma- 
ravedís. Mostróse  don  Elnrique  generoso,  y  ano  pró- 
digo con  sus  nuevos  vasallos;  á  nadie  negaba  lo  que 
le  pedia;  y  entonces  procedió  al  célebre  repartimiento 
de  mercedes  entre  los  caballeros  de  su  séquito,  asi 
estrangeros  como  aragoneses  y  castellanos,  de  las 
cuales  diremos  solo  las  mas  señaladas.  A  Bertrand 
Duguesclin  le  trasfirió  so  condado  de  Trastamara  con 
el  señorío  de  Molina;  al  inglés  Hugh  de  Calverley  <* 

(1)    A  esta  faga  de  don  Pedro  ites  del  rey  de  Aragón  no  vacila- 
de  Burgos  y  á  asta  aituacion  del  tria  en  combatir  la  Castilla,  y  ann 

reino  podía  npiicnr^e  lo  que  de  él  '¡a  I^spaüa  entcrn:  y  para  que  se- 
cueula  doD  Pedru  el  Ceremonioao  apajs  por  qué  oa  tengo  i  todos  eo 
de  Aragón  oo  eua  Hsniorías.  Dice  •  lo  que  sois,  os  dj'ré  que  con  esle 
qui)  escltondo  eo  uaa  ocasión  al  >paa  que  uqui  veis  rae  atreferi* 
rey  de  Castilla  sus  capitaoee  A  que  •yo  á  alimeotar  í  lodos  Ioü  vasa- 
diera  una  baulia,  lomó  en  la  loa-  «Uoa  leales  que  lengo  en  Caslilla.» 
no  un  pan  y  lesdijg:  tVosotros  [2¡  El  qua  Avala  nombra  CaU' 
■  sois  de  parecer  que  yo  dé  la  ba-  reley,  Zurita  Catviley,  Proi^att 
Btalla;  pues  bien,  yo  os  digo,  que  Caucelée,  Mezoray  y  Hariana  Cau' 
>si  tuviese  por  vasallos  las  gen-  rotey. 


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PARTE  II.  LIBKO  III.  371 

lo  hizo  conde  de  Carrioii;  á  su  hermaoo  don  Tetlo  le 
coDfirmó  eo  et  señorío  de  Vizcaya  y  de  Lara,  y  ademas 
le  dio  el  de  Castañeda;  á  doa  Sancho  su  hermano,  ü| 
señorio  y  condado  de  Alburquerque,  con  el  de  Ledes- 
ma;  et  de  Niebla,  á  don  Juan  Alfonso  de  Guzman;  y 
asi  foé  reparlieado  lugares,  villas  y  castillos  entre  los 
ricos-hombres  y  caballeros.  Desde  allí  envió  á  buscar 
á  dooa  Jaana  su  muger,  y  á  don  Juan  y  á  doña  Leo- 
nor sus  hijos,  coa  los  cuales  vino  el  arzobispo  de  Za- 
ragoza don  Lope  Fernandez  de  Luna. 

De  Burgos  partió  don  Enrique  derechamente  para 
Toledo.  Eu  el  eamiuo  se  le  presentaron  á  rendirle  ho- 
menage  muchos  caballeros  castellanos,  siendo  nota- 
ble que  se  contase  eulre  ellos  al  maestre  de  Calatra- 
va  don  Diego  García  de  Padilla,  el  hermano  de  doña 
María,  bajeza  abominable  de  parte  de  un  hombre  á 
quien  tantos  vínculos  ligaban  con  el  rey  don  Pedro, 
y  testimonio  triste  de  cuan  fácilmente  vuelven  los 
hombres  la  espalda  á  aquel  á  quien  se  la  vuelve  tam-  - 
bien  la  fortuna.  Habia  entre  los  toledanos  mnchos  que 
deseaban  y  muchos  que  se  oponían  á  la  entrada'  de 
don  Enrique.  Prevalecieron  al  fin  los  primeros,  y  et 
nuevo  rey  entró  ea  la  ciudad  y  permaneció  en  ella 
quince  dias  pagando  sus  gentes.  La  Judería  de  Tole- 
do le  sirvió  con  un  cuento  de  maravedís  como  la  de 
Burgos.  Alli  concurrieron  á  hacerle  homenage  los 
procuradores  de  Avila,  de  Segovia,  de  Talavera.,  de 
Madrid,  de  Cuenca,  y  de  otras  muchas  villas  y  tuga- 


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872  HISTOKIA  DI  UPaHa. 

res  de  Castilla.  El  reden  aclamado  moDarca,  dejando 
el  regimiento  de  la  ciudad  al  arzobispo  don  Gómez 
Manrique,  prelado  querido  de  todos,  tomó  con  su 
hueste  el  camino  de  Andalucía. 

Sabedor  don  Pedro  en  Sevilla  de  la  eolrada  de 
su  enemigo  en  Toledo,  celebró  con'sejo  con  los  pocos 
privados  que  ie  quedaban;  deliberóse  eoél  pedir  ayu- 
da al  rey  da  Portugal  su  tio;  y  para  mas  interesarle 
le  envió  su  hija  mayor  doña  Beatriz,  declarada  here- 
dera del  reino,  y  promeUda  en  casamiento  al  infante 
primogénito  de  Portugal  don  Fernando.  Mas  apenas 
dofia  Beatriz  había  salido  de  Sevilla,  llegáronte  nue- 
vas á  don  Pedro  de  cómo  don  Enrique  se  encamina- 
ba ya  para  aquella  ciudad.  Entonces  ya  no  pensó  doa 
Pedro  sino  poner  en  salvo  primeramente  su  tesoro 
y  después  su  persona.  Aquel  le  encomendó  á  so 
mismo  tesorero  Harttn  YaSez  para  que  en  una  galera 
le  trasportase  i  Portugal,  donde  le  habría  de  espervr 
hasta  que  él  fuese.  Seguidamente  se  preparó  6  salir 
él  mismo  de  aquella  ciudad  que  tanto  tiempo  habia' 
ffldo  la  mansión  de  sus  delicias:  mas  caando  él  pensa- 
ba salir  solo  como  fugitivo,  tuvo  que  salir  espnlsado. 
O  bien  porque  se  difundiese  entre  los  sevillanos  la  voz 
de  que  don  Pedro  había  llamado  en  su  auxilio  á  tos 
.  moros  de  Granada  ,  ó  bien  porque  los  alentara  la 
aproxímacioa  d<!  don  Enrique,  alborotóse  el  pueblo, 
los  tumultuados  se  dirigieron  á  robar  el  alcázar,  y  don 
Pedro  tuvo  que  embarcarse  apresuradamente  coa  sos 


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puiTB  II.  uno  III.  273 

dos  hijas  y  ano3  pocos  caballeros  que  le  seguían. 
Desesperada  se  hizo  entonces  sa  sitaacioo.  El  rey  de 
Portugal  le  envió  á  decir  que  no  era  ya  la  voluntad 
desa  hijo  casarse  con  doña  Qeatrlz.  Esta  ruda  ínti- 
macioo  ie  obligó  á  variar  de  rumbo  y  diñgirse  á  Al- 
bnrquerqae;  pero  esta  villa  de  Extrenaadnra  le  cerró 
sos  puertas,  y  tuvo  que  pasar  por  la  humillación  de 
pedir  seguro  al  de  Portugal  para  transitar  por  sus 
tierras  á  fin  de  meterse  en  Galicia.  Diósele  el  porta- 
gaés,  mas  do  »q  hacerte  entregar  en  rescate  la  hija 
de  don  Enrique,  doña  Leonor,  qae  don  Pedro  llevaba 
presa  y  como  en  xebeaes.  Desesperado  llegó  á  Uon- 
lerrey,  donde  después  de  tres  semanas  de  consejos, 
dedadas  y  de  vacilaciones,  sin  saber  qué  partido  to_ 
mar,  optó  por  el  de  embarcarse  en  la  Coruoa  para 
Bayona,  que  era  entonces  de  Inglaterra,  y  pedir  am- 
paro y  protección  al  príncipe  de  Gales.  Pero  no  habia 
de  salir  de  la  península  sin  dejar  una  memoria  san- 
grienta á  los  gallegos.  La  victima  escogida  fué  el  ar- 
zobispo de  Santiago  don  Suero  García.  Habiendo  ido 
el  rey  á  aquella  ciudad  y  celebrado  alli  su  pequeiío 
consejo  en  que  el  venerable  prelado  contaba  algu- 
nos enemigos,  quedó  decretada  so  muerte.  A  un  lla- 
mamiento del  rey  acudió  reverente  el  arzobispo: 
veinte  hombres  armados  le  esperaban  á  la  entrada  de 
la  ciudad;  los  aceros  de  estos  sacrilegos  asesinos  pu- 
sieron término  i  la  vida  del  prelado  á  las  puertas 
s  de  la  iglesia,  viéndolo  el  rey  desde  una  tor- 
Tmio  tu.  1S 


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S74  BUToiu  DB  ispaSa. 

re:  á  la  muerte  del  arzobispo  sucedió  la  del  deán:  el 
rey  se  aprppúS  sus  haberes.  Pasó  seguidameale  á  la 
Corana,  tomó  unas  naves,  ;  dándose  á  la  vela  coq 
sus  tres  hijas,  y  llevando  consigo  treinta  y  seis  mil 
d(d)las  de  oro  y  algoüas  alhajas,  y  haciendo  recalada 
en  San  Sebastian  de  Guipázcoa,  -arribó  á  Bayooa, 
donde  pensaba  hallar  al  príncipe  de  Gales.  Queda- 
ba manteniendo  por  él  la  Galicia  daa  ■  Fernando  de 
Castro. 

Mientras  esto  pasaba ,  don  Enrique  era  recibido 
con  aclamaciones  en  Sevilla,  y  las  ciudades  de  Anda- 
lucía se  iban  poniendo  á  su  obediencia  y  merced.  El 
tesoro  del  rey  don  Pedro  que  llevaba  Uartin  Yañez 
caia  en  poder  del  almirante  Utcer  Gil  Bocanegra,  que 
hacía  CAu  él  un  rico  agasajo  á  su  nuevo  soberano, 
pues  dicen  consistía  en  treinta  y  seis  quintales  de  oro 
con  algunas  alhajas.  £1  rey  Hofaammed  de  Granada 
le  enviaba  mensageros  solicitando  de  él  una  tregua,  y 
don  Enrique  los  enviaba  al  de  Portugal  para  asentar 
paces  con  él.  Se  averiguó  dóode  se  hallaba  el  bir- 
baro  ejecutor  de  la  muerte  de  la  reina  doña  Blanca. 
Juan  P^ez  de  Rebolledo,  vecino  de  Jerez,  y  buscado, 
aprehendido  y  llevado  á  Sevilla,  «mandáronle  enfw- 
car.»  dice  la  crónica.  Y  como  el  conde  de  la  Harca  y 
el  señor  de  Beaiyeu,  de  la  sangre  real  de  Francia  y 
deudos  de  aquella  desgranada  princesa,  bobieraD 
venido  á  Castilla  movidos  solo  del  a^n  de  vengar  sa 
muerte,  y  como  no  se  hallase  ya  don  Pedro  en  Espa- 


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PMTB  II.  U*M  Itl.  27S 

fia,  volviéroú3e  luego  á  sus  tierras.  Viendo  doü  Enri- 
que la  e^ODtaoeidad  cod  que  te  aclamabaa  y  obe- 
deeiao  los^meblos,  y  como  por  otra  parte  los  merce> 
Daríos  eslrangeros  de  ias  compañías  blancas  hubieran 
cometido  ea  el  país  tas  rapiiias,  violeonias  y  desma- 
nes pr<^io8  de  gente  aviesa  y  desalmada  como  ellos 
eran,  acordó  Hcenoiar  la  mayor  parte  y  enviarlos  á 
sas  pmses  pagándolos  espléndidamente.  Qaedaron  solo 
coa  él  Beitrand  Dogoesclin  coa  sus  bretones,  y  Hugo 
de  Calverley  con  sus  ingleses,  entre  todos  sobre  mH  y 
quinientas  tanzas. 

Restábale  someter  la  Galicia,  donde  don  Fernan- 
do dé  Castro,  coade  de  Gastrojeriz,  maatenia  obstina- 
dameite  enarbrHada  la  bandera  del  rey  don  Pedro  <". 
allá  sé  «DCamiDiS  don  Enriqoo  despnes  de  cuatro  me- 
ses de  permanencia  en  Sevilla.  £1  Castro  se  fortificó 
en  la  auaratlada  ciudad  de  Logo.  Dos  meses  te  tuvo 
«Hi  cercado  don  Enrique,  at  cabo  de  los  cnales  hubo 
de  pactar  con  ét  (So  de  octubre,  1366),  qae  si  en  el 
plazo  de  cinco  meses  no  le  socorría  don  Pedroi  deja- 
ría é  doD  Eoriqae  todas  las  fortalezas  que  en  Galicia 
taaia;  que  entretanto  ni  uno  ni  otro  hostilizarían  á  los 

f1]    Era  doD  Feroaado  de  Cas-  y  sin  embargo,  llevaba  ya  liempo 

tro  cuiíado  de  doo  Enrique,  cooio  de  ter  aa  mas  Grme  sosteoedar  en 

marido  de  su  única  burDiaoR'.  era  los  dias  de  3u  mayor  inforlunio: 

«ÉMMa  MriMM  de  aquella  do-  tantoi  que  habrá  repudiado  ásu 

Oa  Juaas  de  Castro,  c«n  qoiea  ei  muger  iloña  Juana,  hermaDa  de 

mf  dea  Pedro  n  eatéeDCoe-  dan  Ennoiift,  lacaat  casó  en  laaC 

llar,  y  i  qniea  dejó  burlada  al  ai-  con  dea  Foiipo  de  Gaatro,  rico- 

gúiétite  me  de  laa  bedai.  Por  t&D-  hombrede  Arana. Es  Ineaplica- 

lo,  parece  que  debiera  ser  et  fa-  ble  taconducta  de  este  persooaije. 
•tm  tus  reaenMo  de  don  Pedro, 


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276  HISTOBU  DI  BSTaSa. 

que  seguían  sus  respecüvas  bauderast  y  que  sí  antes 
don  Fernando  reconocía  á  don  Enrique,  éste  le  con- 
firmarla eo  su  condado  de  Caslrojeriz.  Hizo  el  Duevo 
rey  de  Castilla  este  pacto,  y  pasó  por  la  neceádad  de 
dejar  la  Galicia  entregada  á  las  discordias  de  los  par- 
tidarios de  los  dos  reyes,  por  noticias  qoe  tovo  de  que 
don  Pedro  había  hecho  alianza  en  Bayona  con  el  prin- 
cipe de  Gales  y  con  el  rey  de  Navarra,  con  cuyo  au- 
xilio se  aprestaba  á  invadir  el  reino.  Esto  le  obligó  á 
marchar  aceleradamente  á  Burgos,  donde  ordenó  con- 
vocar y  celebrar  cortes.  En  ellas  hizo  jurar  heredero 
y  sucesor  del  reino  á  su  hijo  primogénito  dou  Juan;  le 
fué  otorgado  et  servicio  de  la  decena,  ó  sea  el  diezmo 
de  todo  lo  que  se  comprase  y  vendiese,  lo  cual  pro- 
dujo diez  y  nueve  millones  de  maravedís  aqoel  año, 
dispensó  allí  don  Enrique  nuevas  mercedes,  y  ofre- 
déronle  lodos  ayudarle  y  servirle  en  la  guerra  con- 
tra don  Pedro  y  contra  el  príncipe  de  Gates  que  ya  se 
aguardaba. 

Veamos  ahora  lo  que  en  Bayona  había  acontecido 
al  rey  don  Pedro,  y  lo  que  alli  estaba  preparando  con 
el  príncipe  de  Gales.  Diremos  antes  quién  era  este 
persooage  que  tao  gran  papel  va  á  hacer  en  los  asun- 


Eduardo,  príncipe  de  Gales,  llamado  el  Principe 
Negro,  por  el  color  de  su  armadura,  era  hijo  del  rey 
Eduardo  III.  de  Inglaterra.  Habia  capitaneado  et  ejér- 
cito inglés  casi  desde  el  principio  de  la  guerra  coa 


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rjkxn  II.  uno  111.  277 

Fraocia,  y  él  íaé  el  que  ganó  la  memorable  batalla  de 
Poitiers.  en  que  fué  hecho  pri^oaero  e!  mooarca  fran* 
cés  Juao  I.  Tan  compUdo  caballero  como  guerrero 
brioso  y  capilao  euleodído  y  esforzado,  impetuoso 
con  los  fuertes  basta  veocerlos,  generoso  con  los  ven- 
cidos, y  compasivo  con  los  débiles  y  menesterosos, 
cumplidor  de  sus  palabras,  templado  en  el  decir  y  de- 
licado en  el  obrar,  modesto  en  sus  pensamientos,  mo- 
derado en  sus  pasiones  y  galante  con  los  amigos  y  con 
las  damas,  era  el  Principe  Negro  el  dechado  de  los 
caballeros  de  su  siglo. 

Sí  acogió  tan  benévola  y  cortesmente  á  don  Pedro 
de  Castilla  y  leofi-eció  desde  luego  su  patrocinio,  fué  no 
solo  por  su  natural  inclinación  á  dolerse  del  infortunio 
y  á  proteger  á  los  desvalidos,  sino  porque  lo  creyó  un 
deber  como  principe.  Asi  á  los  consejeros  que  le  recor- 
daban los-crimeaes  del  rey  destronado  les  respondía: 
«¿cómo  he  de  ver  yo  fríamente  á  un  bastardo  lanzar 
del  reino  á  un  hermano  suyo  que  poseia  por  legítimo 
derecho  el  trono?  El  consentirlo  seria  en  detrimento 
de  los  tronos,  y  un  ejemplo  funesto  para  los  reyes.» 
Prometió,  pues,  á  don  Pedro  ayudarle  con  todo  su 
poder,  y  acompañarle  hasta  reponerlo  en  la  posesión 
de  sos  reíaos.  Y  enviando  cartas  y  mensageros  al  rey 
de  Inglaterra  su  padre,  solicitando  su  consentimiento 
y  beneplácito  para  que  le  ayudara  con  lodos  lossuyos, 
ordenó  éste  á  todos  los  condes  y  señores  de  Guiena  y 
de  Bretaña  (donde   dominaba  entonces  In  Inglater- 


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378  HISTOUA  -DI  bspaJIa. 

ra)  que  esluTÍesen  en  esta  demanda  coa  el  príncipe  de 
Gales  y  el  duque  de  Laucaster  sus  bijoa.  .Túvose, 
pues,  ua  parlamealo  eo  Bayona  «itre  el  príncipe  de 
Gales,  don  Pedro  de  Castilla  y  el  rey  Carlos  el  Malo 
de  Navarra.  Estipulóse  allí  que  dou  Pedro  daria  al 
Principe  Negro  la  tierra  de  Vizcaya  y  la  villa  de  Cas- 
trourdiales:  al  condestable  de  Gjiiena  y  famoso  catH- 
tan  Juan  Chandos,  rival  del  terrible  Diiguesclin,  la 
ciudad  de  Soria:  el  rey  de  Navarra  se  obligaba  á  de- 
jar libre  á  las  tropas  de  los  confederados  el  paso  por 
3u  territorio ,  y  á  combaür  personalmente  por  don 
Pedro,  el  cual  le  darla  en  compensación  de  este  ser- 
vicio las  provincias  de  Guipúzcoa  y  Álava,  Calahorra 
Alfaro,  Nájera  y  todas  las  tierras  que  decia  haber 
pertenecido  antiguamente  á  Navarra  <'> .  Era  de  cargo 
'  de  don  Pedro  pagar  las  tropas  aaxiliares  del  principe, 
á  lo  cual  destinó  todo  su  dinero  y  alhajas,  obligándo- 
se á  dejar  en  rehenes  en  Bayona  sus  tres  bijas  basta 
satisfacer  todas  sus  deudas  y  los  haberes  que  deven- 
garan el  príncipe  y  sus  gentes.  El  tratado  se  ratificó  y 
fij'mó  en  Libourne,  cerca  de  Burdeos,  el  23  de  se- 
tiembre de  1 366.  El  de  Gales  se  dedicó  desdo  enton- 
ces á  reclutar  compañías  en  gran  número. 

Noticioso  don  Enrique  de  estos  preparativos,  y  de 
que  la  invasión  amenazaba  por  Rooccsvailes ,  procuró 
aliarse  con  el  rey  de  Navarra,  eo  cuya  virtud  Carlos 


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^Avn  II.  u»o  III.  S79 

d  Halo  y  doa  Enrique  tuvieroa  uuas  vistas  en  Saata 
Cruz  de  Campezo  á  pt'eseacia  de  los  dos  arzobispos 
de  Toledo  y  Santiago  y  de  varios  magnates  de  Casti- 
lla, en  las  cuales  el  navarro  juró  por  la  boátia  sagra- 
da que  DO  daría  paso  por  los  paertosde  Roncesva- 
lles  al  de  Gales  y  á  don  Pedro,  y  que  servirla  con 
su  persona  y  con  todo  su  poder  á  don  Enrique  ea  la 
batalla  ó  batallas  que  bubiese,  y  don  Enrique  te  dio 
en  remaaeracioQ  la  villa  de  Logro&o  (enero,  1367). 
Cambiáronse  en  rebenes  algunos  castillos,  y  separá- 
ronse los  dos  monarcas  oloc^ates.  Don  Carlos  se  fué 
para  Pamplona,  para  Burgos  don  Enriqae,  de  donde 
luego  partió  á  Haro  á  ordenar  sos  tropas  y  tenerlas 
dispuestas  para  el  caso  de  la  invasión.  Desde  allí  s^ 
apartó  de  su  servicio  el  inglés  Hugo  de  Calverley  con 
las  cuatrocientas' lanzas  de  su  compañía,  no  queriendo 
pelear  contra  un  principe  de  Inglaterra:  grao-  vacio 
era  este  para  las  Glas  de  don  Enrique,  el  cual  sin  em- 
bargo lo  miró  como  un  rasgo  de  lealtad  á  so  nación . 
No  tardó  en  saber  don  Enrique,  y  de  ello  quedó  no 
poco  sorprendido,  que  don  Pedro  y  el  Principe  Negro 
babian  pasado,  los  puertos  de  Roncesvalles  sin  haber- 
les poesto  embarazo  alguno  el  de  Navarra.  Fué  cier- 
tamente singular,  y  tan  abominable  que  parece  ape- 
nas crable,  la  conducta  de  Carlos  el  Malo.  No  conten- 
to coa  el  sacrilego  de  baber  jurado  á  don  Enrique 
eo  Santa  Cruz  lo  contrarío  de  lo  que  babia  jurado  á 
doD  Pedro  en  Bayona,  traficando  inicuamente  con  la 


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S80  HISTOBIA  DE  ESPaIa. 

íé  del  jurameato,  recurrió  para  eludir  sus  compromi- 
sos á  otro  espedieate  todavía,  si  cabe  en  lo  posible, 
mas  innoble.  Para  no  bailarse  con  su  cuerpo  eo  la  ba- 
talla, como  era  obligado,  trató  con  el  caballero  Otí- 
vier  de  Uanny,  primo  de  Bertrand  Daguesclin,  el  cnal 
tenia  el  castillo  de  Borja,  que  él  andaría  á  caza  por 
las  cercanías  del  castillo,  y  qae  el  dicho  Olivier 
saldría  á  él  y  le  prendería,  y  le  tendría  preso  hasta 
que  hnbiera  pasado  la  batalla,  en  premio  de  cayoser- 
TÍcio  le  daría  un  castillo  y  una  renta  de  algunos  miles 
de  Trancos.  Asi  se  verificó,  y  Cáríos  el  Malo  de  Na- 
varra coronó  con  un  acto  de  insigne  cobardía  la  do- 
ble perfidia  de  tos  tratados. 

Amenazaba  una  gran  batalla,  en  que  al  propio 
tiempo  que  dos  hermanos,  ambos  reyes  de  CasUlta, 
se  iban  á  disputar  á  muerte  una  corona  y  ud  reino, 
se  realizaba  un  gran  duelo  entre  ta  Francia  y  la  In- 
glaterra, representada  aquella  por  Bertrand  Dogoes- 
clin,  ésta  por  el  Príncipe  Negro.  Avanzaba  el  ejército 
invasor;  hizo  algunos  movimientos  don  Enriqne;  hu- 
bo parciales  reencuentros  entre  las  avanzadas  de  am- 
bas huestes,  y  por  último,  tomó  posición  don  Enríqne 
cerca  de  Nájera,  mediando  el  pequeño  rio  Najeri- 
11a  entre  su  campo  y  el  camino  que  necesariamente 
había  de  traer  el  enemigo.  Componíase  la  hueste  de 
don  Enrique  de  los  estrangeros  que  capitaneaba  Ber- 
trand Duguesclin,  y  en  que  se  contaba  el  mariscal  con- 
de Audenham ,  el  Bégue  de  Villaincs  y  oíros  qo- 


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FAITE  U.  Lino  III.  281 

Hes  é  ¡lastres  Franceses ;  de  aragoneses,  noandados 
por  don  Alfonso,  hijo  del  infante  don  Pedro  de  Ara- 
gón, conde  de  Denia  ;  de  Rivagorza,  á  quien  don 
Enríqne  babia  hecho  marqués  de  Vitlena;  j  de  («ste- 
Ilaoos,  entre  los  cuales  iban  los  dos  hermanos  del 
rey.  don  Tello  y  don  Sancho,  so  sobrino  don  Pedro, 
bijo  natural  de  don  Fadriqne,  los  maestres  de  las  ór- 
denes, don  Juan  Alfonso  de  Gozman,  y  otros  ricos- 
hombres  y  caballeros  de  Castilla.  Puestos  ya  á  la  vis- 
ta ambos  ejércitos,  presentóse  en  el  campo  de  don 
Enrique  nn  heraldo  del  principe  de  Gales  con  una 
carta  de  éste  fechada  en  Navarrete  el  I."  de  abril,  en 
qoe  tratando  á  don  Enrique  solo  de  conde  de  Trasta- 
mará  le  esponia  las  cansas  de  aquella  guerra  y  de 
haber  tomado  la  protección  de  don  Pedro,  añadiendo 
que  si  quería  evitar  la  batalla  se  ofrecía  á  ser  media- 
dor entre  él  y  su  hermano.  Acogió  don  Enrique  mny 
poUUca  y  cortesmente  al  heraldo,  leyó  la  caria  y 
contestó  al  de  Gales  con  mncha  energía  y  dignidad 
titulándose  rey  de  Castilla  y  de  León  W.  El  rey 
Carlos  V.  de  Francia,  el  monarca  mas  político  de 
sn  tiempo  ,  aconsejaba  por  cartas  á  don  Enrique 
qoe  DO  diera  la  batalla,  porque  el  príncipe  de  Gales 
llevaba  consigo  los  mejores  caballeros  de  la  cristian- 


(0  Rjinery  AyaU  IneoMtu  Enrique  en  Ih  dMCróoicaa   d« 

oos  oírlas,   qos    do    cópiaiDoa,  A;ala,  la  Abreviada  j  la  Volgnr, 

porqoeii  tíen  cbUd  conlestes  «d  j  do  es  Qcil  deciiJit  cuál  sea  la 

el  bmdo,  hay  algaDat  variantoi  mas  auléolics 
neaeitle*  respecto  h  U   de  doo 


D,g,t7cdb/GOOgIC  ~ 


S83  HisToiUA  ra  bspaAa. 

dad  y  del  muodo,  y  opioaba  porque  se  les  fuese 
eotreteoiendo  hasta  qoe  se  les  pasara  el  primer  eo- 
tusiasmo  y  les  faltaran  Tos  vfvei;e!t  y  las  pagas.  Del 
mismo  dictamen  era  Dugaesclin.  Pero  mudios  nobles 
castellanos  deseaban  el  combate,  y  aunque  don  Enri- 
que conocia  que  iba  á  jugar  la  corona  y  la  vida  á  la 
suerte  de  una  sola  batalla,  comprendió  también  todo 
el  mal  efecto  que  baria  en  los  castellanos  una  mues- 
tra de  timidez  y  de  cobardía  de  parte  de  quien  acaba- 
ba de  ser  proclamado  por  ellos,  y  quedó  determinado 
dar  ta  batalla. 

Queriendo  don  Enrique  dar  un  testimonio  público 
de  su  valor,  renunció  á  la  ventajosa  posición  que  ocu- 
paba, y  pasando  el  río  Najeriila  se  presentó  arro*- 
gantemente  en  é  llano  de  Aleson,  entre  Navarrete  y 
Azofra.  Al  verle  el  Príncipe  Negro  salir  tan  briosa- 
mente á  la  llanura  y  plantar  sos  banderas  delante  de 
su  campo,  ti\pór  San  Jorge,  esctamó,  que  es  un  t>ale> 
nuo  caballero  este  bastardóla 

Todo  aquel  dia  (2  de  abril,  1367)  le  emplearon 
unos  y  otros  en  ordenar  sus  tropas  para  el  combate- 
Cada  cual  dividió  su  hueste  en  tres  cuerpos.  El  de  Ga 
les  encomendó  la  vanguardia  á  su  hermano  el  duque 
de  Lancaster,  que  tenia  un  vivo  interés  eu  la  restau- 
ración de  don  Pedro,  como  quien  esperaba  casarse 
con  su  hija  doña  Constanza:  acompañábale  el  bravo 
capitán  y  atrevido  aventurero  Juan  Chandes:  onanda- 
ban  el  centro  el  príncipe  de  Gales  y  el  rey  don  P&- 


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FAK-n  II.  LIBIO  III.  283 

dro:  cúoducian  la  relaguartlia  don  laime,  que  se  ti- 
'tulaba  rey  de  Mallorca  ">,  los  condes  de  Armañac  y 
de  Perigord,  y  los  señores  de  Albret  y  de  ComiDges. 
Capitaneaba  la  vanguardia  de  don  Enrique  el  intré- 
pido Bertrand  DugaescÜn:  el  cnerpo  del  ejército  tos 
bermanos  del  rey,  don  Tello  y  don  Sancho;  guiaba  la 
retaguardia  el  mismo  don  Enrique,  que  acompañado 
de  sus  caballeros  y  montado  sa  un  cabüllo  tordo  re- 
corría las  Glas  recordando  á  los  suyos  las  crueldades 
de  doD  Pedro  yalenláudolos  á  que  supiesen  manteoer 
en  su  cabeza  la  corona  qne  ellos  mismos  te  babtan 
dado.  Distinguíanse  los  capitanes  de  don  Pedro  y  del 
príncipe  inglés  por  tos  escudos  y  sobrevestas  blancas 
con  la  cruz  roja  de  San  Jorge,  los  de  don  Enrique 
por  las  bandas  doradas  qne  les  cruzaban  del  bombro 
al  costado. 

La  batalla  se  díó  el  13  de  abril,  y  fué  una  de  las 
mas  memorables  del  siglo  XIV.  El  principe  Negro 
-lomó  la  mano  á  don  Pedro,  á' quien  acababa  de  ar- 
mar caballero  y  le  dijo:  uSeñor  rey,  hoy  sabréis  si  no 
90M  nadaósois  rey  de  CasliUa.>  Y  en  seguida  gritó 
con  Toz  Brme:  n\Avancen  mis  banderas  en  nombre 
de  Dios  y  de  San  JorgeU  Los  de  Duguesclin  y  del 
duque  de  Lancaster  chocaron  tan  reciamente,  que  ro- 
tas las  lanzas  pelearon  cuerpo  á  cuerpo  con  hachas. 


Í4}    Becaérdew  loq^ua  de  esle     B«ÍDadode  don  Pedro  el  Ccremo- 
RDte  de  Híllorc*  doiamoa  con-    oion. 
tado  m  la  Hittoria  de  ArigoD. 


,,.GoogIc 


S84  BisTOiii  DI  isr&lli. 

dagas  y  espadas,  los  unos  al  grito  /(rutena.  San 
Jorgel  los  otros  al  de  ¡Castilla,  Safüiagot  Don  Tello, 
que  mandaba  el  ala  izquierda,  fuese  aturdimiento  ó 
cobardía,  fué  el  primero  que  se  dio  á  la  buida  com- 
prometiendo la  suerte  de  la  batalla  y  del  ejército, 
aunque  para  honra  de  Castilla  su  ejemplo  no  fué  se- 
guido por  oinguD  otro.  Pero  su  fuga  y  la  captura  de 
su  hermano  don  Sancho  bastaron  para  decidir  la  pe- 
tea  en  contra  de  don  Enrique,  que  en  vano  espuso 
muchas  veces  su  vida  por  detener  áloa  fugitivos  y 
alentar  á  los  combatientes.  Vimdo  la  inutilidad  de 
sus  esfuerzos  y  la  superioridad  que  habia  tomado  el 
enemigo,  para  no  caer  prisionero  como  su  hermano 
don  Sancho  huyó  á  uña  de  caballo  á  Nájera.  Victorio- 
so ya  el  Príncipe  Negro,  preguntó  á  los  suyos  si  don 
Enrique  era  muerto  ó  prisionero:  «nt  muerto,  m  pri- 
sionero,» le  contestaron:  «pues  entonces,  replicó  el  de 
Gales,  no  hemot  hecho  nada.í» 

Sin  embargo,  el  triuufo  de  los  ingleses  habia  sido 
completo.  Entre  los  muertos  de  la  hueste  de  don  En- 
rique se  contaban  Garcilaso  de  la  Vega,  Suero  Pérez 
de  Quiñones  con  otros  caballeros,  y  hasta  cuatrocien- 
tos hombres  de. armas:  eatre  los  prisioneros  lo  eran 
el  conde  don  Sancho  hermano  del  rey,  el  terrible 
Bertrand  Duguesclin,  el  mariscal  de  Audenhan,  el 
Bégue  de  Villaines,  don  Alfonso  marqués  de  Vitlena, 
los  maestrea  de  Calatrava  y  de  Santiago,  el  obispo  de 
Badajoz,  y   muehos   otros  caballeros  de  Aragón,  de 


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PA&TB11.  LIBKOItl.  28^ 

LeoD  y  de  Castilla,  siendo  de  este  oámero  e)  ilustre 
doQ  Pedro  López  de  Ayala,  autor  de  la  Crónica,  qne 
por  primera  vez  aparece  siguiendo  las  banderas  del 
bastardo.  Notable  contraste  formaban  las  diferentes 
maneras  qne  el  principe  de  Gales  y  don  Pedro  tenían 
de  juzgar  los  pridoneros;  el  inglés  los  sometía  á  juicio 
de  doce  caballeros,  después  de  oír  sus  descargos,  co- 
mo lo  hizo  con  el  mariscal  de  Andenhan;  el  castellano 
mataba  por  sf  ó  condenaba  á  muerte  á  quien  le  pare- 
cía, como  lo  ejecutó  con  don  Iñigo  López  de  Orozco, 
con  Gómez  Carrillo  y  otros  varios.  Terminada  la  ba- 
talla, marchó  el  ejército  vencedor  á  Burgos. 

El  fugiüvo  doQ  Enrique,  apurado  en  Nájera,  tuvo 
que  tomar  un  caballo  que  le  ofreció  un  escudero  su- 
yo, puesto  que  el  que  él  montaba  no  se  podía  ya  mo- 
ver, y  cabalgó  todo  lo  mas  aceleradamente  que  pudo 
camino  de  Aragón;  vendó  de  paso  á  una  cuadrilla 
que  le  salió  al  encuentro  con  intento  de  matarle,  y 
habiendo  bailado  cerca  de  Calatayud  á  don  Pedro  de 
Luna,  qne  despnes  fué  papa  Benedicto,  éste  le  guió 
hasta  salir  de  Aragón  y  ponerle  en  tierras  del  conde 
de  Foix,  que  le  recibió  benévolamente  y  le  equipó 
de  todo  lo  necesario  para  seguir  su  marcha,  que  él 
coDtinuó  por  Tolosa  hasta  cerca  de  Avino  n.  El  duque 
de  Adjou,  hermano  del  rey  de  Francia,  que  goberna- 
ba aquella  tierra,  le  dispensó  la  mayor  protección  de 
acuerdo  con  el  papa  Urbano  V.  que  estimaba  mucho 
ádoo  Enrtqne.  Habíase  refugiado  ya  su  hermano  don 


-    n,g,t7cdb/G00gIc 


286  HISTOBU  DE  BSPAÜA. 

Tello  á  Aragou;  y  los  arzobispos  de  Toledo  y  Zarago- 
za qae  habiao  qaedado  en  Burgos  con  la  esposa  y  los 
hijos  de  dea  Eorique,  luego  que  sapieroa  eX  éxito  de 
sastroso  de  la  batalla  de  Nájera,  retiráronse  lambien 
coQ  la  real  familia  junio  con  la  ioEanta  doña  Leonor 
de  Aragón  á  Zaragoza,  paswdo  en  el  camino  do  po- 
cos trabajos,  sobresaltos  y  temores.  El  rey  de  Navar* 
ra,  fiogidamente  preso  en  Borja  hasta  que  se  diera  la 
batalla,  después  que  esta  pasó,  retribuyó  á  Oliriersu 
servicio  prendiéndole  á  él  de  veras,  y  orándole  el 
castillo  y  las  üerras  que  le  había  ofrecido.  El  nego- 
cio tuvo  un  remate  digno  de  su  principio. 

Eran  caracteres  diametralmente  opuestos  los  del 
Principe  Negro  y  de  don  Pedro  de  Castilla,  y  no  po- 
dían estar  mucho  tiempo  avenidos,  como  asi  «ooote- 
ció.  £1  príncipe  balña  hecho  jurar  á  don  Pedro  que  do 
malaria  niDgun  hombre  de  cuenta  mieutras  estuvie' 
se  á  su  lado,  y  don  Pedro  comenzó  por  matar  algu- 
nos caballeros  de  Castilla  rendidos  ¿  los  ingleses  en 
la  batalla.  Don  Pedro  preteodió  que  se  le  hiciese  eu- 
Irega  de  todos  los  prisioneros  castellaDos,  poniésdo- 
les  uD  [H-ecio  que  se  oUigaba  á  pagar,  y  el  príatípe 
le  coatesló  que  no  se  los  libraría  por  todo  el  oro  del 
mundo.  De  un  lado  estaban  la  caballeroeidad  y  la  io- 
dutgeacia,  del  otro  los  iastintos  de  crueldad,  que  do 
había  perdido  ai  con  la  emigraron  ni  con  el  triunfo. 
Pesábale  ya  al  principe  inglés  haberse  hecbo  el  pa- 
drino de  quien  abrigaba  sealímientos  ian  (gestos 


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PÁETB  U.  LIBBO  III.  287 

i  los  sayos,  y  de  buena  gana  sie  hubiera  vuelto  á  su 
tierra,  si  no  le  detuviera  el  estado  de  sus  tropas ,  que 
DO  babiao  recibido  estipendio  alguno  desde  su  entra- 
da CD  Castilla.  De  buena  gana  también  le  hubiera 
visto  marchar  don  Pedro  si  hubiera  podido  pasarse 
sin  él ,  pues  si  se  hatáa  de  conservar  la  vida  á  tos 
mismos  que  antes  le  hahian  perdido,  valía  tanto,  de- 
cia  él,  como  no  recobrar  el  reino,  ó  como  privarle  de 
los  medios  de  conservarle;  que  no  entendía  don  Pe- 
dro qne  se  pudiese  conservar  sino  destruyendo.  Con 
estas  dispoúciones  so  es  maravilla  que  cuando  los 
dos  aliados  se  aposentaron  en  Burgos  se  movieran 
ealre  ellos  y  tomaran  mas  grave  aspecto  las  disensio- 
nes. Reclamaba  el  Principe  Negro  los  sueldos  atrasa- 
dos de  sus  tropas,  recordándole  las  promesas  juradas 
de  Bayona,  y  pedia  seguridad  para  las  pagas  futuras. 
Eotre  las  contestaciones  de  d(«  Pedro  hubo  una  que 
desazoad  en  gran  manera  al  prinrape  de  Gales,  cual 
filé  la  de  qoe  el  príncipe  y  sijs  capitanes  y  compañías 
debian  darse  por  bien  pagados  basta  d  dia  con  las  jo- 
yas que  habían  recibido  en  Bayona  por  la  mitad  de  su 
juslo  valor,  á  lo  cual  replicó  indignado  el  de  Gales, 
que  sobre  ser  tal  respuesta  contraría  á  las  estipulacio- 
nes, nadie  BÍooél(don  Pedro)  había  puesto  precio  ¿ 
las  alhaijas,  y  que  mejor  recado  y  menester  les  hubie- 
ra hecho  tomar  metálico  y  moneda  llana  con  que  po- 
der comprar  armas  y  caballos  y  demás  cosas  necesa- 
rias  para  la  gaerra  ó  para  la  vida ,  qne  piedras  y  jo- 


nigiUrrlb/GOOglC 


288  USTOUA  DI  bspaKa. 

yas  de  que  alguoos  do  habían  podido  aprovecharse 
todavía.  Has  después  de  machos  debates  y  contesla- 
cioaes,  y  ajoatadas  cuentas  de  lo  devengado,  don  Pe- 
dro, que  en  lo  de  ofrecer  no  era  corlo,  firmó  nuevas 
escrituras,  y  volvió  á  jurar  por  los  Sanios  Evangelios 
que  satisfaría  lo  vencido  en  plazos  de  cnatro  mese& 
y  un  año,  y  que  no  habría  retraso  en  el  pago  de  las 
soldadas  sucesivas  <*^ 

Recordó  igualmeole  el  príncipe  Eduardo  á  don 
Pedro  su  compromiso  de  daríe  el  señorío  de  Vizcaya 
y  Castrojeríz,  asi  como  la  ciudad  de  Soria  al  condes- 
table luauChaudos.  Contestaba  á  eslo  el  casletlano 
que  era  cierto' cuanto  el  inglés  esponta,  y  justo  lo  que 
reclamaba;  y  juraba  sobfe  el  altar  mayor  de  la  cate- 
dral de  Burgos  cumplir  lo  pactado,  y  daba  cartas  al 
principe  y  al  condestable  para  que  tomaran  posesión, 
de  Vizcaya  el  uno,  de  Soria  el  otro  ;  pero  al  proiHo 
tiempo  tomaba  medidas  para  que  le  saliese  tan  cara  i 
luán  Cbandos  la  posesión  de  Soria  que  le  tuviese  me- 
jor cuenta  reaunciarla,  y  despachaba  cartas  á  losviz- 
caíaos  significando  su  voluntad  de  que  no  eniregasen 
al  príncipe  el  señorío  de  sus  tierras  (ma  yo ,  1 367). 
Disidentes  andaban  en  otros  tratos,  y  muy  desconfia- 
do y  receloso  se  mostraba  ya  el  de  Gates  de  la  úMez 
y  arteria  de  su  protegido,  cuando  un  día  se  presentó 
don  Pedro  eo  el  alojamiento  del  principe,  que  era  el 


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FAITBII.  uno  III.  x89 

mouasterío  de  las  Huelgas,  á  decirle  que  había  envia- 
do ya  parlas  y  hombres  á  los  pueblos  reclaniaado  con 
premura  los  tributos  y  servicios  para  la  primera  pa> 
ga  O,  y  que  á  fia  de  dar  mas  actividad  é  impulso  á 
la  recaudacioD  había  resuelto  salir  de  Burgos  y  recor- 
rer personalmeate  el  reino.  Agradecióselo  el  de  Ga- 
les, ansioso  de  cobrar  las  pagas  de  sus  compañías,  y 
ea  su  coDsecueDcta  don  Pedro  se  eacamioó  á  Toledo, 
y  el  principe  Negro  derramó  y  escalonó  sus  compañías 
por  las  tierras  de  Burgos,  Paleocia  y  Valladolid,  las 
cuales  se  entregaron  al  merodeo,  como  tropas  que  te- 
nían que  vivir  sobre  el  paisk 

Aflige  tener  que  seguir  eo  su  marcha  destructora 
al  conquistador  de  su  propio  reipo.  Don  Pedro  no 
se  habia  humanizado.  Cuando  entró  en  Toledo,  ya  ha- 
tuan  muerto  Ruy  Pooce  Palomeqne  y  Fernán  Martí- 
nez del  Cardenal  por  partidarios  de  don  Enrique. 
Conmovióse  y  se  alteró  la  ciudad  al  saber  que  aun 
exigía  algunos  rehenes,  pero  concluyeron  por  dárse- 
los, y  con  ellos  lomó  el  camino  de  Sevilla.  A  los  do? 
días  de  su  entrada  en  Córdoba,  una  noche  ¿  deshora 
recorrió  la  ciudad  con  una  compañía  armada,  TÍsitao- 
do  las  casas  de  los  que  le  designaron  como  los  prime- 
ros en  haber  salido  á  recibir  á  don  Enrique.  El  re- 
saltado de  esta  visita  domiciliaria  nocturna  y  miste- 
riosa fueron  diez  y  seis  víctimas.  Dejó  por  gobernador 

.     (4)    Caicaleü  en  lu  Qiitorii  de  .tu,  píg.  H9. 
Murcia  Irse  algún»  de  eitai  car- 

TOMO  vil.  I» 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


S90  HISTOBU   DB  mrAÍÍA. 

de  la  ciadad  á  Uartin  López  de  Córdoba,  Dombrado 
náaeslre  de  Calatrava  desde  la  defeccioD  de  Diego 
García  de  Padilla,  y  prosiguió  su  espedicion.  Preee- 
diéroole  órdeaes  de  muerle  eo  Sevilla,  como  le  b- 
bian  precedido  en  Toledo,  y  sa  estancia  en  aqaella 
ciudad  DO  señaló  la  saspension,  sino  la  conüDuacioD 
de  las  suplicios.  Dod  JuaD  Pooce  deLeoo,  doo  Alfon- 
so Feroandez,  la  madre  de  doo  Juao  Alfoaso  de  Gdz- 
man,  el  almiraole  Gil  BocaDegra  que  había  cogido  á 
HarLia  YaBez  el  tesoro  del  rey,  y  Martia  YaSez  qoe 
DO  podo  impedir  que  le  fuese  cogido,  todos  cayeron 
igualmente  bajo  la  cuchilla oiveladOTa  deun  rey.síao 
iwtieiero,  por  lo  meaos  iodudablemeDleajiultctador. 
Todavía  desde  alli  ordenó  al  maestre  de  CalalraTi 
Martín  López  otras  ejecaciones  de  cordobeses;  pero 
BlartÍD  López  convidó  á  comer  á  los  mismos  cuyasca- 
bezas  le  mandaba  el  rey  cortar,  y  les  confió  en  se- 
creto la  orden  que  tenia.  Con  menos  que  esto  bastaba 
para  incurrir  ea  las  iras  del  rey,  el  cual  hizo  prender 
al  mismo  Martin  López,  y  hubiérale  aplicado  la  pena 
que  él  no  babia  querido  ejecutar  en  sus  paisanos  y 
amigos,  si  DO  se  hubiera  interpuesto  el  rey  MohamiDcd 
de  Granada,  que  estimaba  en  mucho  al  don  Martia; 
que  tal  era  el  caso,  que  los  miamos  reyes  moros  tenían 
que  ponerse  por  medio  para  atajar  la  sangre  que  en  su 
propio  reino  derramaba  na  rey  cristiano  de  Castilla. 
No  era  por  lo  tanto  inverosímil  la  voz  ■  esparcida 
por  el  maestre  don  Martin  López  en  Córdoba,  de  que 


D,g,t7cdb/GOOglC   - 


PABTB  II.  LIBSO  UI.  S91 

ei  Principe  Negro,  con  deseo  de  que  do  acabara  de 
perderse  el  reino  casíeUaiio  bajo  las  tiraofas  y  las 
crueldades  de  su  rey-,  tenia  proyectado  un  plan,  que 
consistía  en  hacer  que  don  Pedro  casara  con  alguna 
noble  señora  de  quren  pudiera  tener  legítimos  here- 
deros, en  dividir  la  monarquía  en  cuatro  grandes 
distritos  ó  departamentos,  á  saber.  Ca<tlilla,  Galicia 
con  León,  Estremadura  con  Toledo  y  Andalucía  con 
et  reino  de  Murcia,  i  cargo  de  las  personas  que  ya  se 
designaban,  lomando  el  mismo  príncipe  de  Gales  la 
gebernacipa  general  del  reino.  Mas  si  tal  pensamiento 
tuvo,  por  lo  menos  no  dio  muestras  de  intentar  reali- 
zarle, ni  tampoco  hubiera  sido  de  fácil  ejecución.  An- 
tes bien,  como  viese  que  iba  trascurriendo  el  plazo 
de  los  cuatro  meses  sin  que  ni  á  él  ni  al  condestable 
JüBD  Chandes  se  los  hubiera  puesto  en  posesión  de 
Vizcaya  y  de  Soria,  que  si  los 'paeblos  aprontaban 
sos  tributos,  no  por  eso  se  pagaba  el  estipendio  á  sus 
tropas,  y  que  éstas  cometían  los  desmanes  y  los  es- 
Iragos,  y  sufrían  las  miserias  consiguientes  á  so  situa- 
cÑm,  determinó  abandonar  la  Castilla,  y  recogiendo 
sascompañlas,  menguadas  en  Jos  terceras  parlest  in- 
fectadas de  epidemia,  y  enfermo  él  mismo  <",  salió  de 
España  detestando  y  maldiciendo  la  doblez  y  falsía 
del  hombre  á  quien  acababa  de  reconquistaran  reino, 
arrepentido  defiu  obra  y  compadeciendo  á  la  pobre 

(O    Aldeeir  de  los  historiada-    Priocipe  Negro  dujaron  bus  huotoi 
rosÍDglesMiai cuatro quiataa par-    ea  Espaaa. 
tes  da  lo*  que  Tioieroa  con  el 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


S9S  BUT4M1A    DB  UPA^Á. 

monarqofa  caslellBoa  precisada  á  escoger  entre  ua 
déspota  legitimo  y  na  usorpador  bastardo. 

Veamos  lo  que  eatretaoto  ba;bia  acoalecido  á  don 
&)ríqtie. 

Dejárnosle  en  Laognedoc  benévola  y  amistosa- 
mente recibido  por  el  duqae  de  Anjou,  hermaao  del 
rey  Carlos  V.  de  Francia.  Allá  babiao  ido  á  incorpo- 
rársete su  esposa  y^as  hijos,  descootentos  de  la  tibia 
acogida  que  habian  hallado  en  el  rey  de  Aragón;  que 
andaba  ya  en  tratos  el  rey  Ceremonioso  con  el  prínci- 
pe de  Gales.  Et  rey  de  Francia  no  solo  aprobó  la  con- 
ducta galante  y  generosa  de  su  hijo  con  el  rerngiado 
castellano,  sino  que  le  hizo  merced  del  condado  de 
Cessenon,  qoe  ya  don  Enrique  habia  tenido  darante 
su  permanencia  en  Francia  1362*  y  mandó  que  ae 
le  diesen  cincuenta  mil  Trancos  de  oro,  á  los  cuales 
añadió  el  duque  de  Aujou  por  su  parle  otros  ctocuen- 
la  mil.  Don  Enrique  vendió  el  condado  (junio,  1 367) 
en  veinte  y  siete  mil  francos  de  oro  *',  y  dedicó  to- 
das estas  sumas  ácomprar  ameses  y  otroe  pertredtos 
de  guerra.  Llegábanle  cada  dia  nuevas  de  lo  mal  ave- 
nidos qoe  andaban  don  Pedro  de  Castilla  y  el  principe 
de  Gales,  é  fbansete  reuniaido  machos  caballeros  y 
escuderos  castellanos  que  emigraban,  ó  por  desafec- 
tos á  don  Pedro,  ó  huyendo  de  que  los  alcanzara  la 
violencia  de  su  cólera.  Supo  también  que  muchos  de 

{i)    Hát.  do  UDgnedoc,  lib.  IV. 


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PAtTR  u.  Lino  lU.  S93 

kts  prisioaeros  de  Nájera  andaban  ya  libres,  y  se  pre- 
paraban á  hacer  guerra  á  don  Pedro  desde  sus  cas- 
tillos. La  retirada  del  de  Gales  de  Castilla  fué  lo  que 
mas  te  alentó  en  sus  planes  de  reconquista,  y  la  li- 
bertad que  el  Prlaoipe  Negrodió  caballerosamente  á 
so  ilostre  priúcuero  Bertrand  Duguesdin ,  te  daba  la 
esperanza  de  volver  á  eontar  un  dia  con  uno  de  sus 
mas  decididos  auxiliares  y  el  mas  esforzado  de  sus 
aoügaoe  campeones.  Las  tropelías  y  crueldades  de  don 
Pedro  en  Toledo,  Córdoba  y  Sevilla  apuraban  la  pa- 
ciencia de  los  súl}dÍtoSt  qae-  sabiendo  ya  lo  que  era 
destronar  un  rey  atreviéronse  muchos  á  alzarse  en  re- 
belión abierta,  especialmente  desde  los  castillos  de 
Atienza.  Gormaz,  Peñañet,  Aylloa  y  otros  de  lasiler-  . 
ras  de  Patencia,  Avila,  Segovia  y  Valladolid:  decía- 
róee  por  don  Eoriqoe  toda  Vizcaya,  y  aun  Guipúzcoa, 
á  escepcion  de  Guetaria  y  San  Sebastian. 

Con  estas  noticias  tan  lisonjeras  para  él,  movió- 
se ya  de  Languedoc  el  prófug'>  bastardo-  eon  algunos 
centenares  de  lanzas  y  con  ánimo  deliberado  de  pe- 
netrar en  Castilla.  Vióse  en  Aguas-muertas  con  el 
duqne  en  Anjou  y  con  el  cardenal  Gnido  de  Bolonia, 
y  habiendo  alli  consejo  pactáronse  avenencias  y  se-fir- 
oaaron  con  juramentos,  y  diéronle  auxilios  á  don  En- 
rique, porque  interesaba  á  la  Francia,  que  esperaba 
Dn  nuevo  rompimiento  con  Inglaterra,  contar  con  el 
mayor  número  de  aliados  que  pudiese.  Allegáronse 
¿  las  compañías  de  don  Enrique  varios  ooblea  y  cS/- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


294  iiinouA  DB  urifiA. 

balleros  fraoceses,  entre  ellos  don  BerDardo  de-Bear- 
oe,  que  foé  después  conde  de  Uedioaceli  en  Castitla. 
Quiso  negarte  et  de  Aragón  el  paso  por  su  retoo,  en 
virtud  del  concierto  que  ya  babia  hecbo  con  el  prte- 
clpe  de  Gales;  pero  favorecían  á  doo  Enrique  muchos 
nobles  aragoneses,  yeatro  ellos  el  iafanle  don  Pedro, 
tío  del  rey,  que  le  franqueó  el  paso  por  su  condado 
de  Rivagorza.  Siguió  avaozaodo,  aunque  no  sin  Ira- 
bajo,  por  BeDaverre,  Estadílta,  Barbastro  y  Huesca, 
penetró  en  Navarra,  y  contiauando  su  camino  para 
Castilla,  hizo  su  entrada  en  Calahorra  (setiem- 
bre ,  1 367) ,  donde  fué  recibido  con  el  mismo  eolu* 
siasmo  que  cuando  le  aclamaroa  rey  la  vez  primera. 

Cuenta  la  crónica  que  cuando  doo  Earique  se  vi6 
en  los  campos  contiguos  al  Ebro  preguntó  si  estaban 
ya  ea  los  térmluos  de  Castilla,  y  contestándole  qne 
sí,  se  apeó  del  caballo,  hincó  la  rodilla  en  tierra,  hi- 
zo una  cruz  con  su  espada  en  el  arenal  que  estaba 
cerca  del  río,  y  después  de  besarla  dijo:  <Yo  lo  juro 
■á  esta  sigaificauza  de  cruz,  que  nunca  en  mi  vida, 
xpor  menester  que  haya,  salga  del  regoode  Castilla, 
aé  antes  espere  en  ella  la  muerte  ó  ia  veatara  que 
«me  viniese.*  Con  este  juramento  aseguraba  á  los  su- 
yos que  antes  perecería  en  la  demanda  que  dejarlos 
abandonados  y  espuestos  á  la  colérica  saña  de  su  ad- 
versario. 

üniéronsele  en  Calahorra,  hasta  seiscientas  lanzas 
de  los  nismoB  que  en  Nájera  habúan  peleada  ya  por  él. 


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PAKTB  ti.  LIBBO  I».  fi9& 

Logroño  se  maatenia  por  don  Pedro,  y  ao  quiso  ea- 
Iregársele;  Burgos,  acostumbrada  i  ver  entrar  y  ulir  ' 
reyes,  le  abrió  sus  puertas  y  le  recíbieroaen  proceñoo 
el  clero  y  el  pueblo;  pero  resistiéroose  la  judería  y  el 
castillo,  y  tuvo  que  emplear  ¡Dgeaiosy  máqniaaspara 
conubaiirlos  y  hacer  mioas  y  cavas;  ríodiósele  prime- 
ramente la  judería,  y  compraroa  los  sectarios  de  la 
ley  de  Moisés  el  seguro  de  sus  vidas  cod  ud  coeoto 
de  maravedis.  El  goberuador  del  castillo  capituló 
tarntúea  coo  doa  Earique;  hallábase  eo  él  et  aventu- 
rux>doo  Jaime  de  Mallorca,  que  se  titujaba  rey  de 
Ñapóles,  como  casado  coa  la  célebre  reina  doña  Jua- 
na, la  cual  le  rescató  del  poder  de  don  Enrique  por 
precio  de  ochenta  mil  doblas  de  oro  '*'.  finloaces  oI>- 
tavo  su  libertad  el  aragonés  don  Felipe  de  Castro, 
cuñado  de  don  Enrique,  que  desde  la  derrota  de  Ná- 
jera  se  hallaba  preso  en  aquella  fortaleza.  Súpose' ya 
en  Bargos  que  Córdoba  habia  alzado  pendones  por 
don  Enrique:  toda  la  Vieja  Castilla,  y  aan  la  comarca 
de  Toledo  llevaban  ya  su  voz,  y  eoesta  confianza  fue* 
ron  enviados  la  reina  y  el  infante  á  Guadalajara  y  & 
Illescas  acompañados  de  los  prelados  de  Falencia  y 
Toledo.  Don  Enrique  se  encaminó  á  Valladolld:  la  vi- 
lla de  Dueñas,  que  está  en  el  camino,  se  sostenia  por 
so  hermano,  defendida  por  el  adelantado  mayor  de 


(1)    Brte  primipe  aTentorero,    en  Soria,  legaa  ea  la  historia  d* 
úHoDo  viiUgo  Tiroa  de  los  njet    Aragón  dejamot  ja  coñudo^ 
da  HaJIoraa,  mmi  á  poco  üompo 


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896  nsTOUA  ob  atA$A. 

Castilla:  coatóle  un  mes  de  cerco,  pero  al  fio  la  nndió 
al  termioar  el  año  1367  <". 

A  mediados  de  enero  de  1 368  pasó  don  Eoriqae  á 
cercar  á.Leon,  cuyos  defeosores  se  dieron  á  partido, 
porqoe  ca«  todas  las  montañas  de  Asturias  y  León  es- 
taban ya  por  él.  Volvi<i  Itiego  por  Tordetiumos,  Hedi- 
Qa  de  Rioseco,  y  otras  poblaciones  qne  iba  ganando; 
traspuso  los  puertos,  entró  e,n  Madrid ,  de  que  ya  se 
habiaa  apoderado  los  suyos,  y  pasó  á  Illescas,  donde  se 
hallaba  su  esposa  y  so  bijo,  los  cuales  envió  á  Bur- 
gos mientras  sitiaba  á  Toledo.  Hacia  solo  cuatro  me- 

(I)    Caeata  4I  croaista  Ayala  Jti  hermanú  don  Teilo:  é  decidí» 

en  U  AbTQTÍada  un  caso  ungular  qu»  tome  placer,  i  qutntm  car» 

acaecido  cd  Bu^goai  que  prueba  otilo,  ^ue  yo  fíea  anoche  aquella 

Oail  era  el  ciricter  Je  dou  Tello,  corta  dentro  «n  Hwgoi  por  man- 

hermano  del  re;.  Dioe  qne  dd  día  dado  del  conde  don  Tfllo: «  il  rey 

»o  preaeotá  este  don  Tello  én  la  ««  stgvro  gue  en  Bayona  nin  u  el 

cimbra  de  sa  bermaoo  don  Enrir  Príncipe,  ntn  orne*  d,»  arma*  aj- 

qae,  j  le  enseñú  una  carta  <]ue  gunoa  áon  atonadoi.t  A}slo  fué  á 

acabaCa  de  recibir  de  dd  amigo  dei^r«eh>8!  rey,  á  quieo  bailó  al 

■iifo  de  Sajona,  en  que  U  anua-  salir  del  palacio;  alearóse  mucho  - 

oia|»  hallarae  eji  aquella  ciudad  don  Enrraae,  y  leñatóal  seorela- 

el  Principe  Negro  con  cuatro  mil  tio  de  au  hermano  diez  mil  mara- 

hombree,  diipnealo  i  entrar  en  vedi*  de  renta,  que  le  pagaba  en 

Eapaoa  «n  auxilio  de  don  Pedro,  dinero  para  qne  don  Tollo  no  se 

La  noticia  era  graTe,  y  na  dejó  da  apercibieae,  y  aiguiú  diiimulando 

dar  iaquietud  á  don  Enrique,  «1  coa  su  bermano  como  si  uada  sa- 

oual  celebró  cooaejo  aecreto  entre  píese  ni  sospechase. 
ana  man  Intifnoa  senidores  para         Este  era  9!  carácter  de  don  Te- 

déliberar  lo  que  debería  hacerse'  Ho,  que  aua  EÍ^uiendo  tas  bsude- 

en  tale*  oircunatancias.  Pero  no  ras  de  don  Enrique,  tubia.mudHa 

lardó  mucho  en  salir  del  cuidado,  veof  s  estado  eo  tratos  coa  don 

porque  el  aacretario  primado  de  pedro,  ó  con  el  rey  de  NaTarra,  ó 

.  dou  Tello  se  praseiitó  k  don  Pedro  con  don  Fernando  de  Aragón;  y 


(«peí  t}e  Ayala  (el  autor  qiamo    ajan  desnues  que  obtuvo  el  9 

dé  la  crónical,  j  después  de  pe-    rio  de  viicaya  eEtuTo  bsciend 

dlrle  q«e  le  Jnrira  guardar  el  se-    papel  dudoso  mieutris  duró  la  la- 


oreto  que  le  iba  i  conflar,  le  dijo:  cba  entre  los  dos  berraanos.  Don 

^fd  al  rey  dtu  cdmara,  é  fallar^  Teilo,  sobre  no  amar  muobo  i  don 

lo  edet  *n  gran  cuidado  por  uno  Enrique,  era  nn  lumbre  Taraétil) 

f  orla  que  te  otoitrú  «ala  moAona  si^  dignidad  ni  oonseQoenáa. 


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PAITE  II.  LIBBO  Ilt  '       S97 

ses  qn6  don  Eariquo  habia  eotrado  ea  Castilla  con  muy 
corta  hueste,  y  ya  el  reioo  se  bailaba  dividido  como 
por  mitad  entre  los  dos  Eiermaoos.  Seguian  la  voz  de 
don  Enrique,  en  lo  general  Asturias  y  LeoD,  las  dos 
Castillas,  Vizcaya.  Guipúzcoa  y  Álava,  aparte  de  al- 
gunas ciudades,  como  Zamora,  Toledo,  Sería,  Logro- 
ño, Vitoria,  Sao  Sebastian  ,  Salvatierra  y  Goetaría. 
Obedecían  á  don  Pedro  la  mayor  parle  de  Galicia,  de 
Andalucía  y  de  Murcia,  salvas  algunas  ciudades  que 
en  cada  uno  de  estos  reinos  estaban  por  don  Euriqué: 
miserable  y  desdicbada  situacioa  la  del  reino  caste- 
llano. 

¿Qué  hacia  don  Pedro  en  Sevilla  á  vista  de  los  rá- 
[Hdos  progresos  del  hermano  bastardo?  Desamparado 
de  lodos  los  prfncipes  ensílanos,  y  a)>andonado  de  la 
mayor  parte  de  los  pueblos  mismos  á  que  poco  ha  se 
estendia  su  odiosa  dominación, -echóse  en  brazos  del 
rey  moro  de  Granada  y  solicitó  su  socprro.  Diósele  el 
musulmán,  y  vino- él  mismo  con  siete  mil  gíoeles  y 
muchedumbre  de  ballesteros  y  peones  '".  Juntos  los 
dos  reyes,  el  cristiano  y  el  infiel,  fueron  á  atacar  á 
Córdoba  con  ua  ejército  que  nobajaba  de  cuarenta  mil 
hombres.  Contentos  y  gozosos  iban  los  musulmanes, 
llevados  del  afán  de  entrar  como  oonqnistadores  en  la 


(1)    La  Vulgar  de  Ayals  hace  siate  mil  poetes,  coaviene  la  cró- 

■ubir  el  número  de  estos  últimos  nica  «^peiiola  cua  los  historiado- 

é  ocbeDla  rail:  tu  la  AbreTÍaÜB  ae  res  trabes  da  Conde,  Domin.  Par- 

decia  treinta  mil;  esto  dos  parece  te  IV.,  C.  M. 
má)  Toroeiinil.  Bn  onaoU  i  los 


D,g,t7CÍb/GOOgIC 


S98  HtnOKlA  DB   UPáIÍA. 

capital  del  imperto  de  sus  antepasados,  ea  la  célebre 
corle  de  los  aalignos  Califas.  Rudos  é  impetuosos  ata- 
ques dieron  los  moros  á  la  ciudad;  abiertos  teoian  ja 
seis  portillos  en  las  murallas,  y  loa  pendones  de  Ma- 
boma  se  vieroo  clavados  por  obra  de  don  Pedro  de 
Castilla  en  aquellos  alminares  de  d<mde  los  babia  ar- 
rojado el  saoto  rey  don  Fernando.  Desmayados  y  sÍo 
aliento  aodabaa  ya  los  de  la  ciudad,  cuando  se  rió  á 
las  damas  y  doncellas  cordobesas  salir  por  las  calles 
con  las  lágrimas  en  los  ojos  y  las  cabelleras  esparci- 
das rogando  á  sus  padres,  hijos  y  esposos  que  oo  las 
dejaran  abandonadas  al  furor  de  los  infieles.  Los  lUa- 
tos,  los  lamentos,  las  súplicas  de  aquellas  descoosola- 
das  mugeres  de  tal  modo  reanimaron  á  los  defensores 
de  Córdoba,  que  volviendo  vigorosamente  á  las  mu- 
rallas derribaron  los  estandartes,  rechazaron  y  arro- 
llaron los  enemigos  á  bastante  distancia,  en  tal  ma- 
nera, que  tuvieron  tiempo  aquella  noche  para  repa- 
rar los  muros  y  cubrir  las  brechas  y  los  boquetes 
abiertos  en  ellos.  Mientras  en  el  campo  el  emir  gra- 
nadino se  desesperaba  por  no  haber  podido  cobrar  la 
ciudad  de  la  grande  aljama,  y  mientras  don  Pedro  de 
Castilla  con  no  menos  desesperación  juraba  que  si  un 
dia  tomaba  á  Córdoba  no  había  de  dejar  en  ella  pie- 
dra sobre  piedra,  los  defensores  celebraban  dentro 
80  triunfo  con  danzas  y  fiestas  populares. 

Pasados  algunos  días,  don  Pedro  regresó  á  Sevilla 
y  Hohammed  á  Granada.  Pero  el  musulmán,  que  ba- 


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.rAITB  II.  LtBKO  m.  X9t) 

bia  gusiado  el  placer  de  visitar  comarcas  y  paise3.quu 
hacía  mas  de  uq  siglo  qo  habían  pisado  plantas  infie- 
les, aprovecbaado  la  ocasioa  de  coalar  QOQ  tan  liuea 
aliado,  volvió  coa  autnerosa  hueste,  acometió  y  ría* 
dio  áJaea,  destruyó  casas  é- locendió  templos,  ejecutó 
otro  tanto  en  Ubeda,  Marchena  y  Utrera,  llevándose 
solo  de  esta  última  ciudad  hasta  once  mil  cautivos, 
entre  hombres,  oíaos  y  tnugeres.  Goo  esto  y  coa  ha- 
ber recobrado  los  castilJos  que  ganó  el  rey  don  Pedro 
al  rey  Bermejo  de  Granada,  con  mas  los  que  habiaa  , 
conquistado  los  iofantes  de  Castilla  en  el  tiempo  de  las 
talorias  del  último  Alfonso,  bisa  pudo  el  granadino 
regresar  conteato  y  satisfecho  de  la  alíapza  con  que  le 
coovidó  doa  Pedro  de  Castilla. 

Las  ciudades  de  Logroño,  Vitoria  y-Salvaiierra  de 
Álava,  viéndose  apuradas  por  la  gente  de  doa  Enri- 
que, cuando  vieron  que  no  podían  prolongar  su  re- 
sistencia prefirieron  darso  el  rey  de  Navarra,  contra  la 
voluntad  misma  de  don  Pedro,  que  les  había  ordena- 
do que  por  manera  alguna  se  separaran  déla  corona 
de  Castilla.  El  versátil  don  Tullo,  qne  traía  sus  pleite- 
sías con.el  navarro,  le  acompañó  á  tomar  posesión  de 
aquellas  villas  "^ 

(1)    Merece  elogio  un  rasgo  de  contestó  que  nunca  seportíeaeo 

pstriotiMna  que  Iuto  en  ests  oca-  ilo  la  corana  de  Caililla,  f  que  ID- 

aion  doD  Pedro.  Cuando  los  de  Lo-  tes  se  dieseu  i  don  Enrique  q'ie  al 

groQO  j  Viiori4  le  inaniFestaraD  el  navarro.  Don  Tallo  fué  el  que  se 

aparo  ea  que  se  Teian,  y  le  cea-  condujo  en  esto  con  la  poca  caba- 

MllaroD  u  en  el  cato  de  do  poder  Ueroiidad  ;  nobleza  que  (ente  de 

ser  «ocorrjdos  ae  entregariaD  al  costumbre. 
re;  de  Ntvarra,  doo  Pedro  tes 


n,g,t7cdb/G00gIc 


300  HisroKiÁ  DB  bspaSa. 

Eolretanto  don  Enríqae  aegaia  combaüendo  la 
fuorle  ciudad  de  Toledo,  haciéndose  I03  de  doitro  ; 
los  de  faera  ana  guerra  de  eaemigos  eocaroízados. 
Mioábanse  y  se  ÍDceodiabao  torres,  corlábanse  puen- 
tes, poníase  en  ju^o  todo  género  de  máquinas,  y  no 
cesaba  la  mortandad  entre  sitiados  y  siüadores.  Con- 
taba don  Enrique  en  la  ciudad  algunos  parciales;  tra- 
taron éstos  de  entregarle  algunas  torres,  pero  mncbos 
perdieron  la  vida  á  manos  de  los  partidarios  de  don 
Pedro,  que  eran  alti  los  mas;  y  pasó  todo  el  afio  1 368 
sin  que  don  Enrique  pudiera  apoderarse  de  Toledo. 
Pero  en  este  intermedio  habíanle  venido  embajadores 
del  rey  de  Francia  (SO  de  noviembre)  proponiéndole 
la  renovación  de  so  amistad  y  alianza,  en  cuya  virtud 
se  firmó  un  tratado  entre  Carlos  de  Francia  y  Enri- 
que de  Castilla,  obligándose  á  ser  amigos  de  aim- 
gos  y  enemigos  de  enemigos,  y  ayudarse  oontrs 
todos  tos  hombres  del  mundo  ">.  Estos  mismos  em- 
bajadores negociaron  con  don  Enrique  que  compro- 
metiera en  el  rey  de  Francia  sus  diferencias  con  el  d» 
Aragón;  y  una  de  las  cosas  que  mas  halagaron  al 
castellano  fué  el  anuncio  que  le  hicieron  de  que  proo- 
te  vendría  en  so  ayuda  Bertrand  Dugnesclin  con  qaí* 
nientas  lanzas. 


er>  el  famoio  Hocea  Fraocé*  de  Ctttilla  y  de  Aragón,  el  ctul  llegó 

Perellóe,  el  ingonéi  de  la  cnec-  i  ler  f  Tenia  cea  el  carMar  3» 

tiOD  de  laa  nave*  «d  San  Looer  de  mariHal  ¿t  Pf«DOia. 
Barraiseda,  que  di6  ocuioa  á  la 


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MBTI  ti.  UBKO  m.  301 

Ll^ó  el  año  1 369 ,  y  con  él  el  desealace,  que 
cierlameDle  se  apetece  ya  ver ,  de  este  larguísimo 
drama.  Resolvió  al  Go  don  Pedro  ir  á  socorrer  á  los 
sitiados  de  Toledo  que  carecían  absolutafoeole  de 
viandas,  aunque  le  costara  pelear  con  su  enemigo  y 
bernuDo;  y  partiendo  de  Sevilla  se  vino  para  Alcán- 
tara, donde  se  le  juntaron  el  goberuador  de  Zamora 
Fernán  Alfonso,  don  Fernando  de  Castro  el  de  Cali- 
da, y  otros  que  seguían  so  partido  en  Galicia  y  Casti- 
lla. Sabedor  de  sus  proyectos  don  Enrique ,  mandó  á 
los  de  Córdoba  que  viniesen  en  pos  de  el,  é  hizo  lia- 
maoaiento  á  lodos  sus  parciales  de  Castilla  y  de  León. 
Cuando  don  Pedro  llegó  á  la  Puebla  de  Alcocer ,  loa 
cordobeses  en  número  de  mil  quinientos  hombres  de 
armas  se  hallaban  en  Villareal.  Don  Ennque ,  habido 
an  consejo,  deliberó  salir  al  encuentro  á  su  beroiano, 
y  detenerle  en  so  marcha,  y  pelear  con  él ,  dejando 
alguna  gente  eo  el  cerco  de  Toledo  &  cargo  del  ar- 
Eobiapo  don  Gómez  Manrique ;  que  padecían  los  de 
Toledo  todos  los  horrores  del  hambre''',  y  en  diez 
meses  y  medio  de  cerqo  habíanse  pasado  muchos  al 
campo  de  dcm  Enrique,  de  manera  que  eran  pocos 
los  hombres  de  armas  que  defendían  la  ciudad,  y 
aanqae  pocos  bastaban  para  la  defensa  de  plaza  tan 
fuerte,  pocos  bastaban  ya  también  para  cercarla. 

Partió,  pues,  don  Enrique  del  real  de  Toledo,  y 

(4J    La  faoaga  de  trigo,  dice    comian  loa  csballD»  J  mülaa,  j  mi]- 
Ajaw,  Talñ  1,SS0  iiiar>TedÍ*;  m    cbu  geUM  loorian  <hi  mbods. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


30S  HISTORIA  DS  ISfAtA. 

puso  SU  campo  en  Orgaz  (cinco  leguas),  donde  se  le 
incorporaron  los  maestres  de  Santiago  y  CaUtrava  con 
la  gente  de  Córdoba.  Uotéronsele  las  demás  compaolas 
hasta  el  número  de  tres  mil  lanzas;  gente  de  A  pie 
solo  la^iie  solían  llevar  consigo  los  seaores  y  caba- 
lleros. Oportunamenie  llegó  alli,  con  gran  coDteala- 
mlento  y  jubilo  de  don  Enrique,  el  terrible  Berlrand 
Dugiiesclin  coo  su  compañía  estrangera.  Puso  don  En- 
rique su  gente  en  orden  de  batalla  dividiéndola  eo 
dos  cuerpos,  y  dando  el  mando  del  de  -vangaardia  á 
Bertrand  Duguesclin  y  á  los  caudillos  de  la  hueste 
cordobesa,  quedó  él  mismo  rj^pendoel  segundo  cuer- 
po. Al  salir  de  Orgaz,  supo  que  don  Pedro  había  pa- 
sado por  el  campo  de  Calatrava,  y  que  se  hallaba  eo 
Mnnticl,  lugar  y  castillo  de  la  orden  de  Santiago. 
Iban  con  don  Pedro  los  concejos  de  Sevilla,  Carmooa, 
Ecija  y  Jerez,  algunos  caballeros  y  escuderos  que  de- 
fendían su  partido  en  Mayorga,  y  como  capitanes  don 
Fernando  de  Castro  de  Galicia  y  Fernán  Alfonso  de 
Zamora,  entre  todoa  otras  tres  mil  lanzas:  llevaba 
ademas  don  Pedro  mil  quinientos  ginetes  moros  que 
le  suministró  el  rey  de  Granada,  el  cual  se  negó  é 
venir  personalmente  por  mas  que  se  lo  rogó  el  cast»- 
Itano.  Todas  estas  gentes  las  tenia  don  Pedro  acampa- 
das en  la  circunferencia  de  Montiol  á  la  legua  y  dos 
legnas  del  castillo.  Lo  notable  es  que  los  dos  cronistas 
contemporáneos,  Ayala  y  Froíssart,  ambos  convieoen 
en  que  don  Enrique  sabía  lodos  los  movimíeatos  de 


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MKTt  II.  Lino  III  303 

doD  Pedro,  jpientras  doa  Pedro  carecía  absolaUtmeo- 
te  de  noticias  de  don  Gnríqae  y  de  su  gente,  lo  cuat 
parece  indicar  que  éste  tenia  mas  á  so  devocioo  et 
país.  Conocieron  don  Enrique  y  Du^juesclia  que  les 
oooTeoia  acelerar  todo  lo  posible  la  marcha  para  co- 
ger á  su  adversario  desprevenido,  y  asi  Tué  que  an- 
dovieron  toda  la  noche  (del  dia  13  al  H'dc  marzo), 
sendo  ésta  tan  oscura  y  el  terreno  tan  escabroso,  que 
leniao  que  ir  delapte  algunos  soldados  encendiendo 
fogatas  para  poder  ver  el  camioo,  y  aun  asi  Dugues- 
clio  y  el  cuerpo  que  mandaba  se  perdieron  en  uD 
valle  sÍQ  salida  y  no  pudieron  incorporarse  á  los  del 
otro  cuerpo  hasta  la  mañana  siguiente.  Avisado  don 
Pedro,  y  aun  viendo  él  mismo  las  hogueras  desde  sa 
castillo  de  Hontiel,  todavfa  creyó  que  serian  los  de 
Córdoba  que  irían  á  juntarse  con  los  del  campo  de 
Toledo;  apercibióse  sin  embargo  para  la  pelea,  y 
mandó  á  los  que  tenia  acampados  por  las  aldeas  que 
fuesen  á  reuaírsele;  mas  antes  que  estos  concurriesen 
Uegóel  bastardo  al  romper  el  alba  ala  vista  de  Montiel. 
Trabóse  alii  la  pelea  entre  las  huestes  de  los  dos 
hermanos,  no  sin  sorpresa  de  don  Pedro  al  encon- 
trarse frente  á  las  banderas  de  don  Enrique,  de  don 
Sancho  y  de  Dnguesclin.  Un  tanto  desordenada,  como 
mas  desapercibida  su  gente,  fué-  la  qoe  comenzó  á 
flaqnear,  y  en  especial  los  moros,  que  fueron  los  pri- 
meros &  volver  la  espalda.  El  cronista  castellano  pinta 
como  somamente  rápido  y  fócil  el  triunfo  de  don  Eo- 


n,g,t7cdb/G00gIc 


304  HISTORIA   DB   BSrAfii. 

riqoe  ea  esta  batalla.  Has  el  crouista  francés  Froissart 
aGrata  haberse  peleado  en  ella  dura  y  maravillosa- 
mente ''^  y  aoadeqae  doo  Pedro  combatía  may  va- 
lerosameate,  manejando  una  hacha  con  la  cual  daba 
lao  terribles  golpes  que  nadie  era  osado  á  acercárse- 
le '*>.  lo  cual  nos  pacece  barto  verosímil  en  el  genio 
belicoso  y  en  la  probada  intrepidez  de  don  Pedro  da 
Castilla,  que  por  otra  parte  aventuraba  en  aquel  com- 
bate la  corona  y  la  vida.  Pero  desordenados  y  fngíü- 
vos  los  suyos,  y  muertos  muchos  de  ellos,  tavo  al  fin 
que  retirarse  alcastülcí  de  Montiel,  que  don  Enrique 
hizo  -ceñir  en  derredor  con  una  cerca  de  piedra, 
guardada  por  tanta  gente,  «que  ni  no  pájaro  hubiera 
podido  salir  del  castillo  sin  ser  visto.» 

El  maestre  de  Calatrava  Hartin  López  de  Córdoba 
que  acudia  á  la  batalla  con  sus  compañías  en  favor  de 
don  Pedro,  noticioso  del  áx.ito  desastroso  del  combale 
por  los  fugitivos  que  encontró  en  el  camino,  volvióse 
para  Carmena  donde  don  Pedro  habia  dejado  sus 
hijos  don  Sancho  y  doo  Diego  ^^K  Luego  que  llegó  i 
aquella  villa  apoderóse  de  los  tres  alcázares,  de   los 

(1)  La  eut  grand  bataiU»,  dti-  (3)  Gston  hijos  sod  loa  qae  ta- 
ri el  menelUui»  (dice  eo  bu  to  de  doEi  Isabel,  la  nodriza  qoe 
francés  anticundo),  al  maint  hom-  babia  aido  del  infante  doo  Alfoo- 
mtTmmmrgá  par  t»m  et  ocoí*  du  au,  biio  de  la  Padilla.  Ademas  ba- 
eoté  du  roí  dan  Pialrí.  bia  deiado  en  CarmoDa  ,  aegan 

(4)    Et  Ut  ftaít  I*  roj  dan  Pió-  Ayala,  aotroa  Sios  qas  oviera  da 

lr«,  hardi  homtne  (luram«nt  qui  otras  daonaa.*  Chron.  ASo  XX., 

geeotnbattaitmouU  vaillamment  c«p.7.—ED  la  dedeo  Enri^iiellL 

SI  tatuitt  WM  hacht  dont  il  don-  se  hace  mención  de  tras  hijos  úú 

nafl  leí  ecup*  ti  grattdt  gue  nul  rey  don  Pedro  que  estabao  en  P»* 

na  la  oíaíl  apjtrtichtr.  Froissart,  Bafiel. 
CbroD.  pég.  551,  edit.  de  184S. 


nigiUrrlb/GOOglC 


PAKTK  II.  LIBIO  III.  305 

hijos  de  doD  Pedro,  de  su  tesoro ,  y  se  fortaleció  allí 
coD  ocbocieotos  de  á  caballo  y  muchos  ballesteros. 

Fallaba  á  este  largo  y  trágico  drama  deseolasarse 
coa  nna  escena  horríblemeotesangrieata,  precedida  de 
an  acto  de  perfidia  y  felonía.  Hallábase  eutre  los  po- 
cos caballeros  que  aoompañiibau  á  doo  Pedro  eo  et 
castillo  Hea  Bodriguez  de  Saoabría.  el  cual  como  cf>- 
nocíese  persooalmeote  á  Berlraad  DuguesClin  de  ha- 
ber sido  eu  otro  tiempo  prisiouero  siiyo  y  debidole  su 
rescate,  se  resolvió  á  pedirle  una  entrevista,  dicieudo 
qae  quería  hablarle  secretameate.  Accedió  d  ello  Du- 
goesclia  ,  y  salió  el  Saoabría  ana  noche  del  castillo 
segOD  babiaa  acordado,  para  tener  su  plática.  En  ella 
le  dijo  el  castellano  al  caudillo  bretón,  que  á  nadie  co- 
ma áél,  que  era  tan  noble  y  tan  hazañoso  caballero, 
le  estaría  bien  salvar  la  vida  y  el  reino  á  don  Pedro 
de  Castilla,  y  que  por  lo  mismo  que  era  tan  grande  la 
coila  en  que  éste  se  hallaba  ,  sería  una  acción  que  le 
daría  honra  en  todo  d  mundo:  que  si  se  resolvía  á  po' 
perle  eo  salvo,  le  otorgarla  el  rey  el  señorío  de  Soria 
y  de  Almazan  y  de  otras  vülas  para  si  y  sus  descen- 
dientes, con  mas  doscientas  mil  doblas  de  oro  caste- 
llanas. Recibió  al  pronto  Duguesclin  la  propuesta 
como  ofensiva  é  injuriosa  á  un  buen  caballero,  mas 
insistiendo  el  Sanabría  en  que  lo  meditase  y  reflexio- 
nase, ofrecióle  Bertrand  que  habria  sobre  ello  su  con- 
sejo y  le  contestaría.  Consultólo,  en  efecto,  con  al- 
gunos de  sos  amigos  y  allegados,  los  cuales  fueron 
Tono  vil.  SO 


nigiUrrlb/GOQglC 


306  HiSTOUA  Dt  bipaAa. 

de  parecer  que  to  conUra  al  rey  doa  Enrique.  Hi- 
zolo  asi  el  caballero  bretón,  faltando  ya  eo  el  hecho 
de  tal  rerelacion  al  sagrado  de  la  confianza  y  del  ñ- 
gilo.  Pero  restaba  consumar  con  la  alevosía  lo  qne 
comenzaba  por  una  falta  de  caballerosidad.  Oyó  doa 
Enrique  lo  acontecido,  y  diciendo  á  Dugnesclin  qoe 
él  le  haría  tas  mismas  y  aun  mayores  mercedes  qoe 
las  qoe  en  nombre  de  sn  hermano  le  habían  prome- 
tido, le  incitó  áquQ  fingiese  asentir  A  la  propuesta  de 
Men  Rodriguez  de  Sauábria,  diciendo  á  éste  que  po- 
día el  rey  don  Pedro  venir  seguro  á  su  tienda,  donde 
hallaría  preparados  los  medios  que  te  habían  de  pro- 
porcionar la  fuga.  Asi  se  practicó  como  lo  proponía 
don  Enrique. 

Descon6ado  y  sospicaz  como  era  don  Pedro ,  no 
descubrió  la  celada  alevosa  que  se  le  preparaba  ,  ó  ' 
bien  porque  creyera  eo  los  juramentos  con  qoe  le 
asegoraron.  ó  bien  porque  el  afán  de  verse  eo  salvo 
no  le  diera  lagar  á  la  fría  reflexión ;  y  saliendo  ona 
Docbe  del  castillo  con  Hen  Rodríguez  de  Sanabria, 
don  Fernando  de  Castro  y  don  Diego  González  de 
Oviedo,  entróse  confiadamente  en  la  tienda  de  Du- 
guesclin.  «Cabalgad,  le  dijo,  que  ya  es  tiempo  que 
vayamos.»  Como  nadie  le  respondiese  ,  don  Pedro 
sospechó  la  traición  y  quiso  huir  solo  en  su  caballo, 
pero  te  detuvo  Olivierde  Manny.  Entonces  se  llegó 
don  Enrique  armado  de  todas  armas  y  dirigiéndose  i 
don  Pedro  amanténgavot  Din,  señor  hirmano,»  le 


,,GoogIc 


»AtT8  II.  LIBBO  III-  307 

dijo;  y  doD  Pedro  esclamó:  «/aA  traidor  borde\  ^\ 
laqui  eslait  <■>?»  ¥  dicho  esto  se  abalanzó  á  su  her- 
maoo,  y  agarrados  los  dos  cuerpo  á  caerpo  cayeron 
ambos  en  tierra,  quedando  eaciina  don  Pedro,  quo 
hubiera  acabado  con  el  bastardo,  si  Bertraad  Du- 
guesclio  lomando  con  su  bercúlea  mano  por  el  pié  á 
doD  Enrique,  y  dándoleta  vuelta  no  le  hubiera  puesto 
8(^re  don  Pedro,  diciendo  estas  palabras  que  la  tradi* 
cion  ha  conservado:  <ni  quito  ni  pongo  rey,  pero  ayu' 
áoá  nú  señor.»  Entonces  el  bastardo  degolló  á  su  her- 
mano con  su  daga  y  le  corló  la  cabeza  <*'. 


(1)    Borit,  auticuado  de  &at-  Uoto  que  m  foll6  deapues  do  su 

tordo.  maerte  qoe  Talieron  la*  joyas  de 

<3]  Froiiwrt  cuenta  que  cuan-  au  cámara  treinta  cuodU»  en  píe- 
do  oDtrú  dOD  Eurique  preguntó:  dran  preciosas  é  aljófar,  é  bazilla 
i¿dónde  esid  M«;iiato  hi  de  p....  de  oro  é  de  plata,  é  ea  pañoa  de 
ftw  u  nombra  rey  de  CaéiiUát  oro,  á  otros  apostamieotoa.  E  avía 
iOúttteefiitáeputainquií'ape-  en  moneda  de  oro  é  do  plata  en 
lía  roy  át  CatlÜM  y  qoe  don  Pe-  Sevilla  ea  la  Torra  del  Oro,  é  en 
dro  replicó:  mI  hi  de  p....  lereis  el  cattillo  de  Almodorar  aeteuta 
mu,  qm  yo  toy  hijo  legitimo  del  cuentos-,  é  en  el  Regno,  é  eo  suj 
buanrey  Alfonso  de  Cailitla.t  recabdadordS  en  mooeda  de  DO- 
ÁluQOua  dicen  que  quieo  re-  venes  é  cornados  iroinla  cuentos, 
volvió  á  don  Enrique  y  le  sacó  de  t  en  debdas  ea  sua  arreodadorea 
debajo  de  su  bermaoo  fué  el  viz-  otros  troiota  cueotoa:  asi  que  ovu 
conde  de  Bocabertí,  arsgODéa.  Pft>  eo  todo  cieoto  é  aeseata  cuentos, 
récenos  este  becho  oías  propio  de  aeguo'd  después  fué  fallado  por  au» 
la  gran  fueria  flaica  de  Dugne»-  contadorea  de  cámara  é  de  las 
"■  .  I  mató  mucboa  eo  au 


(3)  oEfuéel  rey  doD  Pedro,  re^no,  por  lo  euaUu  vinote 
lice  el  cronista  Avala,  asaz  «rao-  daño  que  avades  oído.  Per 
de  de  cuerpu,  é  blanco  é  rubio,  é    diremoa  aqui  lo  que  dixo  el  profe'- 


Cerceaba  un  puco  eo  la  fabU.  Era  ta  David:  Agora  loa  reyei  apren- 

muj  cazador  da  ave:).  Fué  muy  ded ,  é  sed  cailigados  todo»  los 

aoff  idor  de  trabajo^.  Era  muy  tem-  ^ue  jusgadei  el  mundo;  ca  graod 

prado  é  bieu  acoslumbiado  eu  el  juicio,  6  maravilloso  fué  este,  i 

comer  é  beber.  Dormia  poco,  é  muy  espantable. o  Chron.  cap.  últ. 

amó  macbo  rougurea.  Fué  muy  Su  cuerpo  fué   sepultado  eD 

trabajador  en  guerra.  Fué  cobdi-  Monliel,  de  donde  fué  trasladado 

tíoso  ii  allegar  tesoros  é  joya^,  á  la  Puebla  de  Alcacer :  allí  per- 


n,g,t7cdb/C00gIc 


368  HISTOBU  DC  bsvaKa. 

Tal  faé  el  trágico  y  miserable  6d  del  rey  doo  Pe- 
dro de  Castilla  (33  de  marzo,  i  369),  á  la  edad  de  35 
años  y  7  meses,  y  á  los  19  de  su  saogríenlo  y  proce- 
loso reioado:  y  tal  fué  el  eosaogreolado  pedestal  sobre 
el  cual  paso  so  pié  el  bastardo  doa  Earique  para  sabir 
al  trono  de  Castilla  y  de  Leoa. 

ni3Qeci6ha«UlJt6,  enqueáru»-  don  Juan  11.,  so  biznieto,  i  la  i§te- 

go  de  doña  Canstaaza,  nieta  de  ■ia  de  dicho  moaasterjo,  ;  ooloca- 

«ste  rej,  v  priora  del  monasterio  do  en  au  capilla  tnaTor  [andada 

de  Santo  Damingo  el  Real  de  Ha-  por  la  padre  dan  Aironao. 
drid,  fué  trasladado  por  cédula  de 


Nuestros  lectores  ban  podido  se  habrá  bailado  en  posición  mas 
observar  que  para  la  biatoria  de  ventajosa  para .  escribir  con  co- 
este  reinado  nos  bemos  servido  nocimiento  de  los  sucesos  de  sa 
como  de  guia  principal  de  la  Cr6-  tiempo,  qae  el  cronista  Pedro  Lo- 
OLcadeP«ro¿o;)»(IaA!/aJa,  sin    pet  de  Ayala.  Hijo  de  douFemaa 

n'uicio  de  cotejar  su  relación  i;au  Pereí  de  Ájala,  del  linase  ilustre 
e  otros  escritures  cootempu-  do  1i»  de  Baro,  adelantado  del  rei- 
Táñeos,  espaEoles  y  eitran^ros,  no  de  Uurcia  en  tiempo  del  nj 
j  con  los  documentas  de  loa  arcbi-  don  Pedro,  j  amigo  oel  ministro 
TOS  que  hemos  podido  examinar.  Alburquerqae,  figurú  desde  mp* 
Para  DOsotrOB  es  fuera  de  duda  la  JÚveneD  lacdrtedelref.  jeolüd 
veracidad  de  Avala.  Pero  se  Ira-  le  vemoi  de  gefe  en  la  flota  caste- 
tade  un  reinado  que  ha  sdqui-  llana  dirigida  contra  Baroelooa  f 
rido  una  funesta  celebridad:  se  Isa  Baleares,  siendo  unn  de  los  que 
trata  de  un  perwiaagu  que  I-i  bi»-  detendían  loa  castilletes  de  la  ga- 
tería, 1s  tradición,  el  teatro  T  el  lera  real.  Sirvió  Ájala  fielmeoteal 
romance  han  popularizado;  se 'ira-  rey  don  Pedro  basta  1366,  v  le  ba- 
ta,en  Bn, de  un  monarca  oouocido  llamos  entre  los  pocos  caMlerca 
con  el  sc^renomlire  aolonomtstioo  que  acompañaban  al  roy  en  su  re- 
de  £ICrue(,  que  algunos  han  pre-  tirada  de  Burgas,  y  solo  cuando 
tendido  y  pretenden  reemplazar  éstepasd  á  Guiena  eo  busca  de 
con  el  de  Jusiicieyo.  Las  dos  cali~  auxilio  estran&ero,  tomó  Ayala 
ficacioaes  se  eacluyen;  nosotros  le  partida  por  el  bastarda  don  Enrt- 
aplicamnala  primera,  y  necesita-  qud.  Como  capitán  de  don  Borique 
mos  justiñcar  los  fundamentos  de  combatid  en  la  célebre  batalla  d« 
las  acciones  que  en  nuestra  narra-  Nájera,  6  sea  Navarrete,  doDda 
cioQ  histórica  le  atribuíalos,  v  del  cayó  prisionero  de  los  ingleses. 
Juicio  critico  que  del  rey  y  ael  rei-  Bescatado  por  una  soma  coatide- 
nado,  apoyados  en  la  historia,  ha-  rabie,  continuó  a)  servicio  de  don 
remos  después.  Enrique,  el  cual  le  dispensaba  es* 

CoD  dincnitad  escritor  alguno    pecial  lavar  y  conaiderecion.  Otra 


,,  Google 


tAm  11.  LIBtO  III. 

Unto  )e  HoitaciA  dod  el  rey  doo    ref  don  Pedro;  do  bi;  acrimonia 

Joan  1.,  T  como  adere: '■    _..^-    _._■        _.     ...  . 

Mte  príncipe  m  bailó 


Joan  l<,  j  como  atlérez  mavor  de    eo  su  piafna;  uai  Binmpre  refiere 


e  príncipe  M  bailó  ea  la  me-  los  faeohMBmJaisar  loa  hombrea, 
nueTiDDeata batalla  deAlju-  j  cuando  juzga  lo  bace  can  lal 
rroia,  donde  también  (u4  becho  templanza  ;  parsimonia,  que  pa- 
prúioaeni.  Alcanió  Ájala  el  rei-  receCQstarletrabajoBataTDparuaa 
nado  de  Enrique  III,  Obtuvo  la  fraie  de  disguato  ó  de  reproba- 
dignidad  de  canciller  mavor  de  cion,  ylo  quesdmiraprcciaamente 
Caitilla,  Y  mari6  en  \itn,  de  edad  ea  la  especie  de  frialdad  con  que 
de  79  años.  Foé  Ájala  o d  varón  va  contando  taoloa  horribles  au- 
reepetable,  j  uno  de  loa  botnbres  plicioi ;  laulus  eacenae  seogrien> 
mas  iluttra'ioa  f  do  maa  aólido  tas,  ain  prarumpir  siuo  muy  rara 
jnUáodeanépocBíademaadeotraa  vez  en  alguna  sentida  eEclama>- 
obns  qoe  eicribiA,  y  de  que  da~  oion,  como  arrancada  por  la  pena 
remo«raiOQiBasadelRDte,ruAiu-  que  le  ioapira  lo  miamo  que  cuen- 
tor  de  laa  crónicaa  de  doo  Pedro,  ta,  pero  aio  mostrar  ni  enemiga  ni 
de  don  Enrique  II.,  dedoD  Juan  I.  ojeriza  connadii.-.  Se  descubre,  ea 
T  de  una  parte  de  la  de  doQ  Bnri-  verdad,  de  qoé  lado  estjn  sus 
que  Ijl.  Como  croniata  aveotajd  i  efecoiones,  pero  parece  haber  he- 
lodos  iosde  su  aiglo, ;  bajo  sa  pin-  cbo  proluodo  estudio  de  lastimar 
macomenzA  la  crónica  i  perder  lo  menOs  posible  la  memoria  de  un 
■n  aridez  ;  á  lomar  cierto  linle  y  monarca  á  quien  habla  «ervido 
sabor  de  bistorja.  laníos  años.  Si  esto  era  adulara 
Taleafueron  lascircuualancísa  don  Enrique,  meuoster  es  coiife^ 
políticas  7  persona  I  na  del  autor  A  aar,  eomoobserva  mu  ]» oportuna - 
quien  enlo  genera]  seiiuiíuoa  en  mente  uo  escritor  ilustrado,  que 
la  historia  deeste  reinado.  Testigo  era  harto  mas  ficil  deaempefisr  el 
ocular,  actor  y  narrador  i  uo  tiem-  oficio  de  adulador  y  de  cortesano 
po.  la  autor  ioad  de  Aya  la  parece  ealaedadmediaqueenlostiempos 
ioaeatrnctU)le,  y  como  tal  fué  mi-  modernoa.  Solo  al  final  d«  la  eró- 
rada  por  siglos  enteros,  haate  que  nica  se  atrevió  Ayala  á  hai^er  uoa 
algunos,  TundadoB  en  el  favor  qoe  breve  reseña  délos  vicios  del  rey 
oHuvo  delosreyea  de  la  linea  don  Pedro,  pero  siempre  coo  mas 
baatarda,  discurrieron  que  no  ha<  miramiento  y  meaos  dureza  que 
bría  podido  ser  imp/rcial  para  con  loa  demás  escritores  deaquel  aii^lo. 
don  Pedro,  yesta  especie  de  cen-  Escluyamos,  si  se  quiere,  -'- 

— a  eospecDOaa,  aunque  vaga,'no  eotreea '"'"  '" — '^" 

dejado  de  hallsralgunos  seguí-  aar r,  pe  .  ^ 

dores  Insta  en  nuestros  mismos  moa  al  rey  cíon/Vdro /V,  de 


Secboaa,  aunque  vasa,'no  entre  eatos  al  cronista  JaanFrois- 

deb-""-' - " 

Insta  e  ^ 

_  _B.  Para  deavaneeer  esta  caliñ-  gon,  que  eu  sus  Memarias  s( 

caGÍoii,queá  primera  vista  noca-  aaSa  contra  el  deCuslilla,  yü^ta- 


ha  dejado  de  hallar  algunoa  seguí-    aarf,  por  aer  estrangero.  Becuse- 

.ifta, 
ude 

dea8pasionadoleersuorónics,aun  lancia  é  las  palabras  conque 

fin  necesidad  de  compulsarla  con  italiano  Matlto  ViUani  (si  bien 

loe  teatimonioa  contextos  de  otros  Fuá  el  padre  de  la  hi'lurio  italiana 

escritorea  de  la  misma  edad,  que  en  elsigloXIV.)  caliñcóalrey  don 

son  tas  verdaderas  fuentes  bisló-  Pudrodu  Castilla  de  «crudelíHinio 

ricaa.   Lleva  la  cróoioa   de  Aya  la  ébesliaU  rá....   forsennalo  ré..., 

en  si  misma  cierto  aire  de  inge-  perv«rsolirunno  difc'spagna.non 

noidad  y  de  ■eDcillea  que  conven-  degno  d'eiserñ  nonmaio  ré.'  Sin- 

ce;  nooca  te  ensongrienU  con  el  ,  guiar  ea,  sm  embargo,  que  lodos 


,,  Google 


310  IIIS-rOUA    DB  RgíAÜA. 

coiDcidsa  en  elmiimojaioioaccr'  ras,  á  ZdQigí,  i   Cetrneureí,  ié 

C8  de  üoa  Podro  da  (astilla.  Uae  Ortii  y  Sam,  ¿  Llaguao  y  Ainiro- 

□o  «abetno»  quápodráopooeneal  la,  í  Sabsu,  á  multitud  de  otrM 
testimonia  del  arzobispo  de  S«T¡-  que  fuera  largo  «Dumerar,  Un  es- 
lía don  Podro  Gómez  do  Alborooi,' '  critot  eatrangero  de  muy  aauo  jul- 
3ae  lo  fué  apeoas  murió  úqa  Pe-  ció,  Protfwr  Merim^  ba  eecrito 
ro,  y  le  juzga  del  miamo  modo  de  propóáitolu  historiade  dcnPe- 
que  A;Bla;a1  de  loa  pontiBceaque  dro  deCaitilla  en  no  *olúmea  de 
tdDaeveramenterepreDdiaDauin-  cercado  se  i  scie  ola  a  páginas.  Via- 
moral  coiidacts;  al  del  escritor  le-  lúmbraae  en  el  ilustre  aca'démico 
muaiu  del  siglo  XV>  Puig  Patdtoai,  TraDcéa  cierto  deseo  de  sacar  á 
que  dice  que  rusodo  murió  este  salvo  t  aquel  Qumirca  de  los  ter- 
rey  su  alegró  toda  la  tierra,  'COmo  riblos  cargas  que  le  hace  la  bialo- 
aquel  que  habis  sido  el  mas  cruel  ría:  pero  cooreDC¡da~de  la  nra- 
priucipe  del  mundo:!  á  Gutierre  cidadde  li  otóaica  de  Ayala,  i(l- 
bíaz  deGamea,  autordelsfirónica  mala  también  por  su ia,  y  admite 
de  don  Pedro  M do,  que  hace  el  yedupta  lodos  los necbos  que ro- 
aiguieole  retrato  de  don  Pedro;  Gere  el  gran  eaociller  de  Caatilla, 
'  «El  rey  don  Pedro  lué  home  que  j  lioiítase  i  ateouar  en  lo  posible  ' 
■i)iabe  rivir  mucho  é  BU  ToluQlád,  las  violeocias,  crueldades  y  tira- 
amostraba  ser  muy  justinero,  mus  nías  de  don  Pedro,  con  la  rudea 
aera  laota  la  su  justicie,  ú  fecha  del  siglo  T  coa  el  designio  que  le 

■  de  tal  manera,  que  toruaba  «a  atribuye  oe  abatir  la  orautloaa  no- 
itcrueldad.  Aqualquiermuger  que  bleza.  Uaarraucaasusaas  compa- 
■hien  Id  páresela  con  calaba  que  triólas  Romey-y  Rosseeuw-Saiot- 
(fuese  casada  ú  por  casar:  todas  Hilaire,  tratan  al  rey  de  Caslilia 
ilaaqueria  para  Bi;DÍa  curaba  cu-  cod  Ib  misma  dureza  que  los  aotl- 
lya  fuese.  Por  muy  peque  So  yerro  guos  cronistas  españoles.  «Querer 
Koaba  gran  pena:  i  las  «ecea  pe-  rehabilitarle,  dice  el  segunde  de 
«naba  6  mataba  los  ornes  sin  por  estos  dos  hislor  id  dores,  es  una  ta- 
>qud  á  muy  crueles  muertes,...  rea  que  ha  podido  agradar  al  cs- 
lAquel  rey  teniai  ÜioB  muy  airt-  pirilu  de  paradoja,  pero  que  re- 
xdo  de  la  msla  vida  que  avia  TÍ-  pugna  al  verdadero  espfritu  bístó- 
avido:  yanoD  le  podia  mas  sufrir,  rico...  A  medida  quose  avanza  en 

■  porgúela  mucha  sangre  de  loa  au  historia,  se  nota  mas  y  masía 
■inocentes  que  él  avia  derramado  odiosa  conducta  de  este  monstruo, 

■  lediba  voced  sobre  la  tierra.»  ¿quienpor  honor  de-la  humanidad 

Finalmente,  lodos  los  escrito-  debemos  suponer  atacado  ~de  una 

rea  de  loa  siglos  XIV.  y  XV.,  es  especie  de  vértigo.. ..■  Romey  le 

decir,  loecoet&neoay  los  inmodia-  juzga  poco  masó  menos  coa  la 

tos,  concucrduD  en  represeutaral  misma  aspereza-  'Cod  que  sean 

reydoDPcdronorribiemeDtecruel  verdad,  dice  el  inglés  Duuham,  la 

tal  como  se  desprende  de  lanar-  mitad  de  Isa  crueldades  que  su 

ración  biílórica  de  Ayala.  Do  entre  cronista  le  atribuye,  pocos  reyes 

los  historiadores  y  aualisLesdelos  antea  ó  después  de  él  lueron  ó  han 

siguientes  siglas,  tudoslos  que  bao  sido  tan  feroces.  Y  por  cierto,  le- 

alcanzado  mayor  reputación  lite-  yendo  é.  Ayala,  y  notando  la  ea- 

raria  convienen  en  la  misma  ¡dos  crupulosa  proligidad  con  oue  re- 

y  BD  el  propio  juicio  acerca  de  e»-  fiere  tos  hechos  de  cruelaad  de 

te  célebre  monarca.  Enasta  res-  don  Pedro,  tiene  eq  narración  lo- 

petable  falange  contamos  á  Ha-  daa  laa  apariencias  de  ai^tcolie»- 

riaaa,á  Zurita, á  Floreí,  iFerre-  dad....  y  la  crflíca  se  ve' obligada 


,,.GoogIc 


PAtn  II.  Mnoiii.  311 

i  admitir  por  booDO  ;  Torai  al  naroa.  De  MU  rey  dseii  el  aDA- 
tMtUBOoiodBeiteúltiino  (Ayala),  Dimo,  ba;  doa  cránioaa,  uaaver- 
Nnfirmado ,  coma  lo  «sli',  por  dadera  7  otra  Bagida,  «ata  última 
l>íoÍ8aaTlf  loa  denuí  oicritorea  «por  «a  dJMolpar  de  loa  jarroa 
oootomponoMs.»  que  contra  él  Tueroa  hechoi  ea 
A  iHta,  puei,  da  tanto*  7  t*o  Castilla.»  Baató  esta  frase  al  deaa 
ooDtexte»  laatimoaios  y  acordea  da  Tolodo  para  eoponer  que  la 
juicio*,  ida  dóode  y  ouindo,  dos  cróaiea  Bagida  era  la  de  Ájala,  j 
progaotaoMM,  nació  ia  idea  deoe-  la  verdadera  ana  qns  dicen  eacnta 
Mr  6  poaar  eo  duda  la  autenticl-  por  dos  Juande(^gtrOkObi<ipode 
dad  6  veracidad  de  la  Crónica  de  Jaeo,  ea  defensa  de  don  Pedro. 
AmIb,  7  la  preteotion  de  reero-  Annt^ne  nadie  duda  ya  de  que  el 
pnzar  en  dou  Pedro  el  dictado  de  anÓDimosdíoioaadorqulwaludird 
Cniti  por  el  da  jMliciircf  El  prí-  laa  doa  crónioag  de  Ayala  que  m 
iMroqaeabrió  «ato  camino,  que  «onocon  oon  el  titula  de  Abr»- 
■DD  i»}  no  [alta  quien  pretenda  vtoda,  que  fué  la  primeTa  aue  es- 
•eonir  oiegaaeDle  7  ain  critica,'  cribió,  7  otra  con  el  de  Vulgar, 
Moa  rcv  de  arinaa  de  loa  rejea  que  anata  ocia  I  mente  son  una  mia- 
eaUliooi.  llamado Pfdroda  CralJn  mn,  el  que  deaee  eonfeocera  emú 
Dei,  que  sírIo  t  medio  deapuea  de  de  eato  puedfe  leer  i  doo  Nícolis 
la  muerte  de  dnn  Pedro ,  aaoribió  Antonio,  en  au  Biblioteca,  7'.Bobre 
en  au  defenu  ana  crónica  leoa,  todo  el  prólogo  de  Zurita  en  la 
deacarnada,  incoherente  7  pobre,  edición  de  la  cráoica  hectia  por 
i  DO  dudar  oon  el  deaignio  de  adu-  el  llustraflo  académico  Liagaoo  j 
lar  i  loa  reTO*  y  t  algún  la  gran-  Amirola  en  (719,  7  la  larga  cor- 
dm  caaa*  «  Caetilla,  de  ladee-  reapondencia  del.miimoGerúnirao 
Mwleneii  bastarda  de  don  Pedro,  de  Zurita  oon  el  deán  de  Castilla, 
Sirvió  da  fundamento  al  Gralia  aobreeetuitiateria, inserta  por  Le- 
Dti  «na  oceurs  crónica  dei  ai-  dodel  Pozo  ensu  Apolosfadelrey 
glo  KV.,  titulada  Sumario  dt  Ion  don  Pedro.  Ambas  crónicas ,  la 
rmei  d» Eipaña,  que  se  atribaye  Ábraviaday  la  Vulgar,  están e«- 
al  llamado  OMpenaero  di  ¡a  reí-  critaa  en  el  propio  sentido,  7  si 
na  doña  Leonor,  nMger  de  don  bien  en  la  aeguoda  se  conoce  ba- 
Juan  /.,  7  las  adiciones  qne  i  seta  bar  sido  suprimidos  alguno*  paaa- 
indigeite  corapilacioa  hizo  un  dea-  gea  de  la  primara  con  una  inteo- 
conocido  aaónima.  Fars  probar  la  cien  políiica,  la  eaenci»  de  lo*  su- 
ijliioraiicia  profunda  de  este  autor  oeson  se  conserva  sin  alteración, 
sin  nombre,  baste  decir  que  sopo-  En  cnanto  i  la  famosa  crónica 
ne  babcr  ealedo  don  Pedro  tres  de  don  Juan  de  Castro,  en  quedi- 
añoscantivo  en  Toro,  7  otros  tres  cea  que  defeodia  7  alababa  al  rey 
ileilerrado  en  Inglaterra:  absurdo  don  Pedro,  seméjaseno*  i  aque- 
Moe  Boa  sobrarla,  dado  que  otros  llaa  damas  de  los  caballerea  an* 
aamejante*  no  contuviera  elle  ei-  daotea,  cuya  hermosura  celebra- 
crito,  para  mirarla  con  el  drspre-  han  todo*  sin  cooocerlaa  nadie, 
cío  que  se  merece.  puesto  que  (jeapues  de  tantos  ai- 
Puro  estampó  et  tal  compiUdor  gloa  como  se  habla  de  ells  no  ae 
ana  eapresioc  de  que  han  procu  -  ha  atrevido  nadie  &  asegurar  que 
rado  aaciir  grao  p¡n  lido  los  dejen-  la  haya  viilo.  Creyóse  algún  tiem- 
aoraa  de  don  Pedro,  7  muy  prio-  po  qnu  hahia  Mdo  la  aue  el  doctw 
cipalmente  el  deao  de  Toledo,  don  Galiadci  de  Carvajal  había  saca- 
Diego  de  Caatilla ,  que  ae  deoia  do  del  monaaterio  de  Quadalupe 
bimieto  bastardo  de  aqnel  mo-  en  tüli  por  real  c¿dnla  de  Per- 


,,GoogIc 


313  BISTotlA   DB  BSPAltA, 

nandoV.  (so  de  Fd'tpeV.  como  aKritaporqnientisniA  conbnt* 

equifocadameDtB  dice  Hérimée).  ;  ano  iBoazmeate  Ibb  bsnderasy 

Ubi  laego  rualtó  qae  el  dec«D-  el  partido  del  rey  don  Pedro  y  de 

tado  manuscrito  de  Gasdalape,  re-  aoa  bijasT  Cuando  la  diéramos  po- 

cobrado  por  Fr.  Diego  de  Cioereí,  dríamos  ju^ar:  eotretaoto  séanot 

era  un  ejemplar  de  las  cránicas  licito  instatrr  eo  el  joicio  qae  uoi 

de  Aya  la.  Si  hubiera  ex  latido  la  ban  becbo  formar  toi  documentos 

del  obispo  de  Jaén,  icómo  este  que  aparecen  mas  auténlicoa  t de 

£  [filado  que  aeompsñá  á  higla-  mwi  'autoridad  ,  y  que  marcnai 
lira  á  la  bija  dol  rey  don  Pedro  coatextea. 
doña  Constanza,  no  la  publicó  allí  Figurael  primero  éntrelo*  que 
en  tantofl  añoa  con»  estuvo?  tCi-  podemos  llamar  moderDoe  defea- 
mo  DO  la  hiio  publiesr  y  conocer  sores  del  rey  don  Pedro  el  eoDde 
el  duque  de  Lancaster,  á  quien  de  la  Roce,  nombre  «n  duda  mas 
tanto  interesaba  rectificar  la  erra-  Huatre  eo  cuna  que  en  letras.  Es- 
ds  opinión  que  eo  Gaslijla  ae  tu-  te  eKribió  i  mediado*  del  si- 
viese  de  s«  suegro  el  rey  donPe-  ^0%yH.  El  reg^áo*  Pedro  defm- 
dro,  y  ToWer  per  le  Isma  del  p8<  aido.  Nada  hay  mes  fácil  que  de- 


)  de  Lancaster,  nieta  de  don  cion  que  da  al  suplicio  rjccutado 
fedro,  con  elinfante  don  Enrique  porerreyenloidoaioDceoteabat- 
deTraslamats,  nielodedon  Enri-    tsrdoe,  últimos  hermanea  de  doe 


Castra,  no  dio  i  lósese  crúni-  enentes,  diseulpa  M  craeldadé  in- 
,  cuando  ya  nioRan  inconTe-  humaDidad  del  rey  con  U  pere- 
nienle'olreciu  el  publioarlal  4CÚ-  grina  míxiim  de  que  mí  tHon  in- 
mopermanecióoEcondidaauDde»-  liciparelcaatigod  la  culpa  onnoa 
pues  de  ser  reina  de  Castilla  la  será  juaticia,  alguna  Tez  es  coa- 
niela  dedon  redro?  iGómono  se  Teeiencia.v-En  verdad  qu<Teour- 
hizD  publicar  en  tiempo  de  los  re-  rtenda¿  la  eoBTeniencia  i  falta  de 


teaoatóbcoa,  que  dicen  no  guata-    juaticia.  eo  hay  acción  huraanaque 

—  -i-  jue  se  diera  á  don  Pedro    nopaeaalleTarButalio-Conducto. 

iiuacion  de  Cruel?  ¿Cdmo         Pero  el  que  descuellaeotrelo- 


Ka  católico 
n  de  q^ue 


estuvo  Eccrela  eo  el  reinado  de  doa  los  defensores  eotiguos  y  mo- 

<  Felipe  11.,  que  dícee  mandó  que  i  demos  del  rey  don  PedrOj  es  un 

don  Pedro  deCastilla  se  le  apelli-  catedrf tico  da  la  universidad  de 

dirá  el  Jusiieíero,  mandato  que,  Valladolid,  nombrado  don  JoaéLe* 

sea  dichodGpaso,nÍOoamaraTÍIIe  do  del  Poio,  que  á  Enes  delsi- 

en  aquel  monarca  ni  nosoonvence?  glo  XVIII.  escribió  un  tomo  eo  fo- 

iCómo,  enbn.DadlebaitaDueatrDs  Ho,  titulado:  apología  del  reydo» 

días  ha  logrado  ver  esa  crónica  Pedro  de  CaiUila,  omforme  ata 

portantes  y  taDsolfoilamenlebnK  crónica  verdadera  de  don  Pedro 

cada?  Todos  los  sintomaB  y  proba-  Lopefáe  ^vola.Boesta  Apología, 

bilidades  son  de  no  baber  exiiti-  única  obra  aue  conocemoa  de  este 

do;pero  dado  que  existiese  yse  sutor,  no  solosecontieneoloaar- 

encontraao^  ¿baatarfa  i  haoernoa  Mímenlos  de  Gratia  Deí-,   de  lea 

variar  de  juicio  y  de  opinión,  y  aoa  CaatillaE,  don  Diego  y  don 

lendrlsmoB  por  de  todo  punto  ve-  Frtincíieo,  del  conde  da  tg  Aoeay 

raí  y  deaspasionada  una  crónica  de  cuantos  le  precedíeroD  en  b¿- 


,,Googlc 


Man  II.  uuo  m.                 313 

car  6  intentar  la  derensa  deoale  >tÍeÍ«ro.>  SeaUmot  qtn  aeleea- 

nonarcB,  •ido  qae  ea  «1  arMoal  capara  añadir-,  ud  rey  ntaaríeop- 

eo  que  han  ido  á  tomar  las  arnias  dioto,  duke ,  dninteratada .  ua 

loa  defenaoTM  poateríorea,  de  loa  eipoío  |l«l,  para  qoe  ae  reaiíia^ 

cuales  tenamoi  i  la  liata,  «El  ray  re  pleDSineote  lo  de:  argwmtn- 

doo  Pedro  defendido,»  de  Vera  y    iwn  ntmú  probana biea  qoe 

Figoeroa  ,  el  AnÓDimo  lerillaDo,  todo  ealá  comprendido  en  lo  de 
qne  eo  meetrof  diaa  ha  eicrito  f»r(»ao  eritUano. 
la  IKatoria  (tal  r»  don  Ptdro,  el  .  Tarea  de  volúmenes  aeria  nece- 
Mleto  de  nn  tal  Oodínez  de  Pai,  aaria  para  rerutar  ta  cada  caao  al 
Ulntadot  Vindicación  del  rey  don  díraao  apoloB'^^i  ^  incompatible 
Pedros.- da  Cattit¡a,\a  obre  de  con  la  naturaleza  do  eMa  obra, 
don  Lino  Picado  y  otroa  tijeroa  Reduce  o  se  no  obstante  en  lo  ge* 
opátcalot  y  artícoloa  escritoa  en  el  neral  aua  argumeotoa  á  que  nía- 
propio  eaplritu  v  sentido.  Lo  ain-  chua  de  los  oue  sufrieron  el  impla- 
guiar  eaque  LedodelPozooonie-  cable  rigor  ae  don  Pedro  le  eran 
eDingena  de  las  accioBea  aLri-  ó  babian  aido  rebeldea,  lo  cual  no 
¡das  al  rey  don  Pedro  en  la  crú-  oeetmoa,  y  á  que  como  seBor  de 
Bien  de  Ayals;  al  contrario,  de-  vidas  y  haciendas  podía  disponer 
fieode]NV  «ría  ai/acía  la  veracH  de  las  de  ana  súbaitoS)  con  coya 
dad  de  la  crúníea  «  del  cronista,  doctrina  aiampre  inadmisible,  pe- 
Por  conaecuencia,  tiene  que  limí-  ro  mucho  mía  ta  tiempos  en  que 
larse,  y  lo  hace  con  admirable  pi-  había  ya  tan  escelaatea  cuerpoa 
ciencia  y  maravilloaa  proligidad,  de  leyeí,  no  habría  nunca  delitoe 
á  ir  interpretando  cada  uno  de  loa  ni  osceaoa  eo  los  soberanoa.  Hay 
hechos  y  casoa  í  guias  de  abogado  quien  dice  que  el  catedrático  apo- 
en  defensa  de  so  cliente,  dando  legista  escribió  su  obra  con  un  fio 
ameba»  veces  tortura  i  au  imasi-  polilico,  que  fué  el  de  deavaneoor 
McioD,  como  era  indispensable,  'as  sospechas  de  volteriano,  que 
luciendo  en  otras  su  msenío,  j  por  sus  ideas  flloadficaa  habia  ins- 
arrancando  en  ocaaionea  Va  sonri-  pirado  á  los  ministroa  del  rey  j_  i 
sa  del  lector  con  aua  peregrinaa  lo*  del  santo  tribunal, 
veraionea,  baata  venir  á  parar  i  Sea  de  esto  lo  qoe  quiera,  y 
k  BÍgnieute  conolusian  con  que  aparte  de  lo  que  llevamos  espuea- 
lermina  su  obra:  «Floreció  en  eieo-  te,  nosotroe  creemos  qne  la  ten- 
~'~   ~~         '    '    D  reinado  la  ad-  dencia  qne   ae  nota  en  muchas 


MDioistrscioode  joslicia,  elesta-  gentes  á  juati6car  ó  A  gustar  de 

iblecimiento  de  las  leyes  políticas  loa  esfueraos  que  otros  han  hecho 

>V  el  adelantamiento  de  las  mili-  para  vindicar  ia  memoria  del  rey 

■lares,  misericordia  con  los  pi>-  don  Pedro,  no  nace  tanto  de  toa 

abres,  la  veneración  á  la  iglesia,  fuodamenlos  bistúricos  que  pudie- 

xel  respeto  i  la  religión,  el  culto  ra  haber,  que  por  desgracia  no  loe 

»á   los  templos,  el  temor  i  Dios,  hay,  oomo  de  dos  pTíocipioa  que 

■y   en  una  palabra,  cuanto  pudo  vamos  á  esponer  aquí:  4.°  de  nna 

scoDcurtir  a  formar  en  don  re<  propensión,  innata  al  mdío  espa- 

>dro  un  integro  legislador,  un  ca- '  nol,  hija  ai  ae  quiere  de  nn  acn- 

apitan  valiente,  un  crisiiono  par-  timiento  y  fondo  de  noblexa,  pero 

s/leclo ,  un  Juei  severo ,  un  pa-  lameotable  y  perjudicial  eo  ana 

»dre  caritativo,  un  monarca  apa-  efectos  y  resultados:  esta  pnipeo- 

iteibl».  y  un  rey  i  ninguno  según-  aíon  es  la  de  atenuar  primero,  dia- 

»do,  digno  por  esto  de  tqs  oom-  culpar  deaoues,  olTídar  mas  ade- 

abrM  de  6ueno,  pradtnte  y  Jta~  lante,  y  samirar  ó  defender  con 


D,g,t7cdb/GOOglC 


31  i  BisioiiA  DB  uriiU. 

el  tiempo  i  kw  hombree  oroeleí,  darle  olerU  popnlarided,  y  peri 

cundo  para  perpetrar   mu  tío-  predapocer  i  slguiue  gentes  i 

leocia*  baa  ueoeiitedo  de  valor,  recibir  cod  btor  loi  em-ítoi  dg 

de  arrojo  y  de  tmoIocíod.  El  ee-  loe  que  han  iotenudo  represen, 

paüot  le  borroriía  primero  del  cri-  (arle  como  imticiero. 

men,  pero  panda  ta  primera  im-  Por  eek)  bemoa  «itto  con  (foilo 


brio  aceba  por  acordarae  a — -    „ 

béroeyoJvidaraedalbambre.Pero  nado  de  don  Pedro  de  Caslil», 

la  bistória  es  -un  tribonel  perma-  el  eeBor  Ferrer  del  Bio ,  en  n 

oeate  que  tieoeque  jiia§ar  por  el  Hemoria   premiada  en  certénwn 

proceso  eiempre  abierto  de  lo«  do-  por  la  Heal  Acadernia  Kspañoli,    . 

comentos,  y  no  tieoe  como  los  re-  no  tomado  por  suia  para  bu  ezi- 

yes  Ib  prerogatiTs  de  indultar.  men  las  Terdoderna  fueulea  bi*- 

i"    De  Ir  idea  que  el  pueblo  tórJcaa,  no  la  tradición  populir. 

■uele  /ormsr   de  loa   persooages  ni  el  romance,  ni  la  leyenda,  oí  al 

bistóricos  por  Isl  cual  STeotura  drama,  T  ha  juzgado  a  don  Pedro 

cabtlleresca  que  la  tndicioa  le  ba  con  biitorica  leTeridsd,  repreaen- 

ido  trasmitiendo,  ó  por  loe  romao-  lindóle  sobradamente  digno    de 

oes  populares,  á  bien  por  su  re-  ser  apellidado  coa  el  sobrenombre 

prewuiieioo  testra).  Un  rasgo  de  de  Crutl,  «como  quien  convertia, 

generosidad  cintado  por  un  re-  dice,  en  máximas  de  política  Ih 

mancero,  ó  eaoogido  con  habilidad  pasiones  de  la  incontinencia,  de 

por  un  poeta  dramático,  y  puesto  la  perfidia  y  de  la  Teniisnu,  y 

en  escena  con  las  libertados  que  con  cuya  muerte  pareció  que  la 

ae  consienten  i  la  poesía,  y  con  la  patria  y  la  humaaidad  se  liberta* 

exornación  y  aparato  que  ae  exiae  oao  de  un  graD  peso.i  Con  muchot 

i  se  permit»  en  el  drams,  deja  de  aus  juicios  nos  bailamos  con- 

tiempre  una  impreiion  tanto  mss  formes;  y  oj*Íá  nuestros  esfueraoe 

duradera  cusulo  halaga  mas  los  cootritHiyan  igue  acabedefijerse 

sentidos,  y  cuanto  es  mas  difícil  la  opinión   pública  acerca  ríe   la 

Boudir  para  borrarla  ú  neutrali-  ladoíe  y  carácter  de  este  célebre 

xirla  á  los  recursos  bislóricos,  de  monarca.  Gooresamos  que  bubié- 

por  si  mas  Áridos  y  meiioa  alai-  ramos  querido,    que  hubiáramoa 

canee  de  la   muchedumbre.  Por  tenido  singular  placer  en  podernos 

eso  00  nos  oansanaioos  de  reco-  contar  en  ol  número  de  sus  pane- 

m-indaré  ÍDouloari  los  autores  de  girístss,  y  con  este  anhelo  em- 

dramas  y  de  leyendas  que  cuidé-  prendimos  el  estudio  de  au  histo- 

rsn  rauobo  de  no  falsear  los  ca>  ría.  Por  desgracia  este  mismo  es- 

ractéres  de  los  persooages  bistd-  ludio  ba  engendrado  en  noMtros 

ticos.  Al  rey  don  Pedro  le  ba  to-  nua  convicción  contraria  i  ouea- 

cado  ser  fsToreoido  por  la  poesía,  tro  deseo.   Mucbo   celebrariamoa 

y  han  bastado  algunas  arenturas  que  ó  nuevos  descubrimientos  his- 

nocttintasamorosBs,algunaseo4or  loríeos  ó  sanios  mas  perspioacea 

dolaa  como  la  del  sapatero,  la  de  y  prívilegiadoe  nos  hicieran  toda- 

la  vieja  del  uodilejo,  la  del  lego  vía  madar  de  opinión, 
de  Sao  Francisco  en  SeTillí,  para 


D„j,i7<-,ib,.  Google 


CAPIÍILO  XVIll. 

ENRIQUE  II.  (el  Baslardo)  EN  CASTILLA. 
••1369*1379: 

Situación  nuteriil  del  reino  de>pne«  de  la  catáitrore  de  Hontiel.— Oifl< 
coltedei  que  bello  don  Eoríque,  ;  c4mo  tea  fnd  TeDciendo. — Ley  w- 
bre  moD^e. — Preteaiionei  de  don  Feruendo  de  Portugal:  entrida 
de  doa  Enrique  en  aquel  reieo  ;  sus  triunfos.— Cortes  de  Tok:  leyes 

.  contra  DMlheotwrea.— Titulo*  ;  mercedes  i  los  capitaaes  estrange- 
ros.— 'ReodicioD  de  Garmoaa:  castigos. — Entiégsse  Zamora. — Paz 
con  Poftugai.—SeguDdns  corles  de  ToroMof es  Importaotei:  orde- 
aamiento  de  justicia:  uudiencts:  ordeuaozas  de  oBcios:  ley  sobre  ju- 
dloa.— Triunfo  de  qdb  flota  cástellaae  en  la  costa  de  Francia!  prisión 
del  almireute  inglés.— Renuévase  la  guerra  de  Portugal:  ll<aga  don 
Earique  baata  Lisboa:  paz  humillante  para  el  portiigods:  casamien- 
toe  de  principes.'— Tratos  con  Cérica  el  Malo  de  Navarra:  ciudades 
que  de  él  recobró  don  Enrique.— Di ferendat  y  negociaciones  coa 
don  Pedro  IV.  de  Aragón. — Don  Euriqne  en  Bay ou a. —Csm miento 
del  iofeole  don  Juan  de  Castilla  cou  doña  Leonor  de  Aragao. — Pro- 
yeolos  aletOBO*  de  Carlos  el  Halo  de  NavaTre.— Coaduota  da  don  En- 
ríquo  ia  el  cisma  que  aQigia  i  la  Iglesia .~4aarra  eotre  Navarra  y 
Castilla:  paz  vergootoaa  para  el  oaTarro.-^ofermedad  y  muerte 
de  don  Boríque:  su  testamento:  sos  hijos. 

La  corona  de  Alfooso  el  dé  las  Navas ,  de  Sao 
FerDüodo  y  de  Alfonso  el  Sibio,  pasa  á  ceñir  las  sienes 
de  UQ  bastardo,  de  un  usurpador,  de  ud  fratricida. 
Cuda  lina  de  estas  cualidades  hubiera  bastado  por  si 
sola  para  alcfjar  del  trono  de  Castilla  á  Enrique  de 


n,g,t7cdb/G00gIc 


346  uiSTom  db  bsfaSa. 

Trastamara,  aan  cuando  le  bubierao  adorsado  tína 
prendas  y  condiciones  de  rey,  si  las  violencias  y  las 
crueldades  de  don  Pedro  no  hubieran  tenido  tan  pro- 
fundamente disgustados  á  los  castellanos.  Sí  alguna 
duda  nos  quedara  de  las  tiranías  que  habían  beeho 
odiosa  la  domioacíon  precedente  ,  desaparecería  al 
ver  á  la  nación  castellana,  tan  amante  de  la  legitimi- 
dad de  803  reyes ,  no  solamente  reconocer  y  acatar 
como  monarca  á  ao  hijo  espúreo,  rebelde  y  man- 
chado con  la  nota  de  traidor ,  sino  alterar  la  ley  de 
sucesión,  legitimando  en  él  la  línea  bastarda ,  caando 
aun  habia  en  Aragón  y  en  Portugal  vastagos  de  la 
línea  legítima  de  nuestros  reyes,  cuando  aun  existían 
las  hijas  de  don  Pedro  reconocidas  como  herederas 
legítimas  del  trono  en  las  cortes  de  Savilla.  Veamos 
como  acabó  don  Enrique  de  conquistar  el  reino  cas- 
tellaao,  como  se  afianzó  en  él ,  y  lo  qoe  legó  á  sus 


Muerto  don  Pedro ,  presos  don  Fernando  de  Cas- 
tro ,  Men  Rodríguez  de  Sauabría  y  los  demás  ca- 
balleros que  con  él  estaban,  y  rendidos  los  pocos  de- 
fensores del  casülto  de  Hontiel ,.  partió  don  Enrique 
al  dia  s^aíente  para  Sevilla  ,  que  estaba  ya  por  él  y 
habia  tomado  su  voz.  Siguieron  su  ejemplo  los  demás 
pueblos  de  Andalucía,  &  escepcion  de  Carmena,  don- 
de se  mantenía  dos  Uartio.  López  de  Córdoba  goar* 
dando  los  hijos  y  los  tesoros  del  difunto  monarca.  Za- 
mora s  Ciudad-Rodrigo  en  Castilla  tamfüco  recoDo- 


,,  Google 


PAin  n.  LIBIO  III.  3(7 

daD  la  aotorídad  de  don  Enrique ;  Molina  y  los  castí- 
llos  de  Requena,  Cañete  y  otros,  se  dieron  al  rey  de 
Aragón,  como  antes  se  habiao  entregado  al  de  Na- 
varra Logroño,  Vitoria,  Salvatierra  y  Santa  Cruz  de 
Campezo.  Por  el  contrarío,  Toledo  se  le  había  dado 
á  merced,  y  allá  habían  ido  ya  desde  Burgos  la  nue- 
va reina  doña  Juana,  y  su  hijo  el  infante  don  Juan. 
Tal  era  la  situación  de  Castilla  inmediatamente  á  la 
catástrofe  de  Montiet. 

Lejos  de  contemplarse  don  Enrique  ni  seguro  ni 
respetado,  harto  conocía  que  no  habia  de  faltarle  ni 
inquietudes  para  sufrir,  ui  contrariedades  que  vencer. 
Enemigos  le  quedaban  dentro  del  mismo  reino,  y  no 
contaba  por  amigo  á  ningua  monarca  vecino.  Los  so- 
beranos de  Granada,  de  Navarra,  de  Aragón  y  de 
Portugal  lodos  le  eran  céntranos;  queríale  mal  el  de 
Inglaterra,  y  solo,  como  veremos,  halló  un  amigo  y 
un  aliado  constante  en  el  de  Francia.  Comenzó  el 
emir  granadino  desechando  una  tregua  que  don  En- 
rique le  proponía.  Intentó  éste  tran^gir  con  Uartín 
López  de  Córdoba,  ofreciéndole  poner  en  salvo  su 
persona  y  las  de  todos  los  suyos,  asi  como  los  hijos  y 
los  tesoros  del  rey  don  Pedro,  y  el  imperturbable  de- 
fensor de  Carmena  rechazó  también  con  .altivez  la 
proposición.  Con  esto,  y  como  le  urgiese  á  don  En- 
rique volver  á  Castilla,  dejando  algunos  ricos-hom- 
bres y  xabalteros  que  guardasen  las  fronteras  de 
Carmena  y  Granada,  vínose  á  Toledo  á  reunirse  con 


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318  UltTOKU  DB  HMftA. 

SU  esposa  y  cod  sq  hijo,  y  desde  aqui  envió  á  buscar 
á  Francia  á  sa  hija  doña  Leonor,  Necesitaba  pagar  i 
Bertraad  DugDescIÍD,-y  á  saa  auxiliares,  franceses  y 
bretones;  pero  el  tesoro  estaba  exhausto,  y  te- 
miendo /enagenarse  á  sus  sábditos,  de  quienes  aun  no 
estaba  uny  seguro,  si  inauguraba  su  reinado  car- 
gándolos con  nuevos  impuestos,  recurrió  al  espe-~ 
diente  conocido  y  usado  en  aquella  edad,  al  de  la- 
brar moneda  de  baja  ley.  Handó,  pues,  batir  tres 
clases  de  monedas  nuevas,  llamadas  cruzados,  rea- 
les  y  coronas.  Con  este  recorso  satisQzo  al  pronto 
sos  deudas  mas  urgentes;  pero  resoltó  después  lo 
que  siempre  en  tales  casos  acontece,  que  los  arlleo- 
los  subieron  de  precio  á  tal  punto,  que  una  dobla  de 
oro  qoe  antes  valia  de  8S  á  33  maravedís,  se  estima- 
ba en  300;  un  caballo  valia  60,000  maravedís,  y  á 
este  respecto  lo  demás  ^*K 

Becibió  don  Enrique  en  Toledo  nnevas  de  que 
et  rey  don  Feraundo  de  Portugal,  pretendiendo  cor- 
responderle  la  corona  de  Castilla  ,como  iMznieto  de 
don  Sancho  el  Bravo,  no  solamente  le  movia  guerra, 
sino  qae  había  logrado  ya  que  se  declararan  en  sa 
favor  Zamora,  Ciudad^todrigo.  Alcántara,  Valencia 
de  Alcántara,  Tuy  y  otras  ciudades  de  Galicia.  Cor- 
rió donEnriqne  á  ponersesobre  Zamora  (jumo,  4369), 

(4)    Avala,  CbroD.  de  don  E o-  moneda  nDetamentA  labrada  le- 

rítñe  n.ASo  1369,  cap.  l4.-^las-  nía  triple  labr    del    jatrloaeeo. 

caloa,  DiacnraCH  Hidtor.  «obre  la  Véaae  Caotos  B«iiitez,  Eicratioio 

oindad  de  Horda ,  díte.  7.  La  do  moDodaí,  p.  <7. 


,,CoogIc 


VAsn  11.  urao.ni.  319 

mas  como  raféese  que  el  pprüigués  se  había  apode- 
rado de  la  Coniña,  tomó  resueltaoiaite  el  castellano 
coD  toda  so  hneste  el  camino  de  Galicia,  decidido  á 
pelear  allí  con  su  adversario.  Pero  no  habiendo  teni- 
do valor  el  de  Portugal  para  esperar  ai  bastardo  de 
Castilla,  volvióse  apresuradamente  ésa  reino.  Allá 
le  sigoió  atrevidamente  don  Enrique,  y  entrando  por 
la  comarca  de  Entre  Duero  y  Miño,  cercó  y  rindió  la 
ciudad  de  Braga,  y  pasó,  luego  á  poner,  su  campo 
/rente  á  la  villa  de  Guimaranes.  También  se  hobiera 
hecho  daeoo  de  aquella  villa,  si  don  Fernando  de 
Castro,  á  quien  llevaba  consigo  desde  Montiel  mas 
sueltamente- de  lo  que  correspondía  á  nn  prisionero, 
ño  le  hubiera  hecho  traición  incorporándose  á  los  de 
dentro  80  color  de  irá  hablarles  para  que  se  dieran 
á  don  Enrique.  ílovióse  entonces  don  Enrique  hacia 
la  proviaóa  de  Tras-os-Hootes,  donde  se  detuvo  es- 
perando al  de  Portugal  qae  le  había  enviado  á  decir 
que  queria  trabar  con  él  batalla.  Eo  tanto  que  venia, 
cercó  el  castellano  y  tomó  la  cindsd  de  Braganza; 
mas  como  don  Fernando  no  pareciese,  que  era  el 
portugués  mas  jactancioso  que  valiente,  y  mas  revol- 
vedor que  guerrero,  volvióse  don  Enrique  para  Cas- 
tilla después  de  una  espedicion  mas  gloriosa  que  útil, 
y  COD  el  sentimiento  de  haber  sabido  que  durante  su 
breve  campaña  de  Portugal  el  rey  moro  de  Granada 
se  halú  apoderado  de  Algeciras,  mal  defendida  y 
guardada  por  los  cristianos:  hizo  el  ínasnlman  demo- 


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ler  aqaella  fortaleza,  brillante  y  costosa  coaquista  do 
Alfonso  XI.,  ycogó  sa  puerto  de  manera  que  no  fué 
ya  posible  rehabilitarle  nunca. 

Desde  Toro,  donde  se  vino  don  Enrique»  ^vió 
los  refuerzos  que  pudo  á  tas  fronteras  de  Galicia  y  de 
Granada,  y  emploó  algún  tiempo  en  ir  reuniendo 
fondos  para  pagar  á  las  compañías  eslrangeras.  Pero 
lo  que  señaló  mas  honrpsamente  su  estancia  en  Toro, 
fueron  las  cortes  que  allí  celebró  y  las  ordenanzas 
.  que  en  ellas  se  hicieron'''.  Decretáronse  penas  moy 
-severas  contra  los  aséanos,  ladrones  y  malhechores. 
«Primeramente  que  cualquier  ome  de  cualquier  con- 
«dicionquesea,  qnier  sea  fijo  dalgo,  que  mataren 
kferíere  en  la  noestra  corte  ó  en  el  nuestro  rastro 
>{radio],  quel  maten  por  ello;  é  sí  sacare  espada  ó  co- 
»  chielfo  para  pelear,  qwl  corten  la  mano;  é  si  furtare, 
»ó  robare,  ó  forzare  en  la  nuestra  corteó  en  el  nues- 
»tro  rastro,  quel  matea p(»-ello,v  Prosigue  ordenando 
cómo  se  ha  de  perseguir  y  castigar  y  administrar  la. 
justicia  á  los  salteadores,  aunque  fuesen  caballeros,  de 
los  que  acostumbraban  á  cometer  robos  desde  las 
fortalezas  y  castillos.  Se  dieron  instrucciones  á  los  al- 
caldes de  corte,  merinos  y  alguaciles  sobre  el  cum- 
plimiento de  sus  respectivas  obligaciones;  se  estabte- 
dó  ana  especie  de  ronda  continua  en  la  corte  en  que 
residiese  el  rey,  y  en  los  campos  y  caminos  de  la  co- 

(1t    En  cali  DÍDgaaa  biatoríi  se    Bacaudo  m  decir  qae  Hariaai  ni 
hice  meDcion  de  ettai  cartea,  cit-    liquiera  las  nombra. 
JO  cuderno  tenemoa  &  la  vista. 


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FARTK  II.  LIBBOIII.  321 

marca,  para  la  proleccioD  y- seguridad  de  los  habi- 
laotes,  de .  los  viageros  y  de  los  frutos;  y  se  hizo  otro 
ordeDamieoto  de  meaeslroles  á  semejanza  det  que  ha- 
bla hecho  diez  y  ocho  años  autos  en  Valladolid  el  rey 
doD  Pedro,  ponieodo  tasa  á  todos  los  artículos  de  co- 
mer y  de  vestir,  y  ñjando  los  precios  do  las  hechuras, 
salarios,  jornales  y  alquileres  en  todas  las  artes  y  ofi- 
cios f". 

Allí  eslavo  don  Enrique  hasta  entrado  el  invierno 
que  se  movió  con  intento  de  apoderarse  de  Ciudad- 
Rodrigo,  que  estaba  por  el  rey  de  Portugal.  Mas  la 
eslacioD  era  tan  inoportuna,  y  fueron  tantas  las  llu- 
vias, y  se  presentó  un  invierno  tan  crudo,  que  le  fué 
preciso  regresar  por  Salamanca  á  Medina  del  Campo, 
donde  congregó  una  asamblea  de  ricos^hombres  y  ca- 
balleros, que  algunos  nombran  cortes,  para  pagar  la 
hueste  auxiliar  estrangera.  Auoque  apenas  podo  el 
rey  satisfacer  en  metálico  la  mitad  de  lo  que  adeuda- 
ba, en  cambio  recompensó  espléndidamente  con  otras 
mercedes  á  los  capitanes  de  la  espedicion.  A  Bertrand 
Dugnesclin,  conde  de  Trastamara  y  duque  do  Molina, 

(4)  EtteordeDamientoesUGr-  por  ejemplo,  qae  las  telas  que  es- 
nado  en  Toro,  el  t ."  de  letiembro  Uban  ea  uso  eran  los  paños,  cha- 
de  la  era  U07  (3S0  1369).  Nada  malotes,  bruaetas,  uMarlatsa  y 
naa  útil  qae  Ta  leclura  de  estos  otras  semeiaotes,  de  Bruselas,  Lo- 
documealos  para  conocer  las  eos-  bayoa,  HaliDas,  Brujas,  CouItit  y 
tumbrea  de  la  época,  do  solo  en  la  otrascíudades  de  Bélgica.  Por  ellaa 
parte  politice  y  moral,  sioo  tam-  sabemos  lo  oue  costaoa  cada  pieza 
bien  ea  la  vida  civili  el  estado  de  de  iaa  armaduras  asi  de  hombrea 
la  Eoduetria  y  de  las  artes,  la  ma-  como  de  caballos,  los  nombres  de 
ii«ra  de  leslir  y  de  calzar,  y  su  eslas,  la  malaria,  etc.,  etc.,  de  lo 
coflU,  lelas  que  ae  uiabao,  etc.  cual  acaso  nos  ocuparemos  en 
Bstae  ordenanzoi    nos   eDsoñiD,  otro  lugar. 

Tovo  vu.  21 


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322  HtSTOKlA    OB  SSPAÜ&.    . 

)tí  dio  las  poblaciones  de  Soria,  Almazan,  Alienza^ 
Deza,  MuQteagudo,  Seroo  y  otros  lugares.  A)  Bégae 
de  VillaÍDés  le  hizo  conde  de  Rivadeo;  dio  la  villa  de 
Agreda  á  Olivierde  Manny,  la  de  Aguilar  de  Campos 
á  Jofre  Rechon,  y  la  de  Villalpando  á  Arnaldo  de 
Solier  (oaarzo,  1370).  Despaes  de  lo  cual  los  mas  se 
faeroQ  cootenlos  á  Fraacia,  donde  el  rey  los  llamaba 
para  la  guerra  que  aun  sostenía  con  Inglaterra. 

Entre  el  rey  de  Portugal  y  don  Fernando  de  Cas- 
tro le  teniaa  dominada  casi  toda  la  Galicia.  Hostili- 
zábale Mohammed  por  la  parte  de  Granada;  estraga- 
ban el  país  los  de  Carmena,  y  don  Pedro  IV.  de  Ara- 
gón ayudaba  á  los  enemigos  de  don  Enrique.  Atento 
á  todo  et  nuevo  rey  de  Castilla,  envió  algunas  tropas 
á  Galicia  al  mando  de  Pedro  Manrique  y  de  Pedro 
Sarmiento,  y  con  el  fio  de  separar  al  aragonés  de  la 
alianza  con  el  de  Portugal,  despachó  á  aquel  una  em- 
bajada instándole  á  que  se  realizase  el  matrimoDÍo, 
años  antes  concertado,  de  sa  hija  doña  Leonor  con  el 
infante  don  loao  de  Castilla.  Negóse  á  ello  el  de  Ara- 
gón, mientras  don  Enrique  no  le  entregase  el  reino 
de  Murcia  y  las  demás  tierras  ofrecidas  en  el  tratado 
de  Monzón,  cuando  se  estipuló  que  don  Pedro  le  ayu- 
daría á  conquistar  el  reino  de  Castilla:  estraña  preten- 
sión la  del  Ceremonioso,  cuando  lejos  de  ayudar  á 
don  Enrique  se  babia  aliado  con  el  príncipe  de  Gales, 
y  habia  hecho  to  posible  para  impedir  la  entrada  dd 
de  Trastamara  en  Castilla,  negándolo  el  paso  por  su 


,,  Google 


FAITB  it.  Lino  lU.  333 

FMDO.  A  lodo  esto/ el  de  Portugal  habia  enviado  ana 
escuadra  de  veíate  y  tres  galeras  y  algunas  naves  á 
la  embocadura  del  Guadalquivir,  lo  cual  obligó  á  don 
Enrique  á  apresurar  su  ida  á  Sevilla.  En  el  camino 
supo  con  placer  que  sus  Tronteros  habían  pactado  tre- 
goas  con  el  rey  de  Granada.  Lnego  que  llegó  á  Sevi- 
lli,  aparejó  su  flota,  y  partiendo  el  almirante  de  Cas- 
tilla con  veinte  galeras  por  el  rio,  el  rey  con  su  gente 
por  tierra  en  busca  de  la  armada  portuguesa ,  ésta  hu- 
yó á  alta  mar  sin  querer  combatir  dejando  en  poder 
de  los  castellanos  cinco  naves. 

Hallándose  el  rey  de  vuelta  oh  Sevilla  llegaron 
alli  los  dos  obispos,  ^n  calidad  de  nuncios  apostólicos, 
para  tratar  de-paz  entre  los  reyes  de  Aragón,  Portu- 
gal y  Castilla,  y  también  trabajaron  por  hacer  que  vi- 
niese á  composición  don  Martin  López  de  Córdoba, 
mas  nada  consiguieron.  Entonces  don  Enrique  pasó  á 
cercar  á  Carmena.  Dorante  este  sitio  murió  el  her- 
mano del  rey,  don  Tello.  señor  de  Vizcaya  y  de  Lara, 
que  habia  quedado  por  frontero  de  Portugal  \\  B  de 
octubre,  1 370).  La  voz  pública  acusó  al  rey  de  haberle 
hecho  dar  yerban  por  medio  de  su  fisico,  en  razón  á 
que  don  Tello  andaba  siempre  en  tratos  con  los  ene- 
migos de  su  hermano:  el  carácter  de  don  Tello  era 
éste  en  verdad:  acerca  del  envenenamiento  no  sabe- 
mos si  mintió  la  fama.  Y  como  no  dejase  hijos  legíti- 
mos, dio  el  rey  él  señorío  de  E^ra  y  de  Vizcaya  al  iu- 
bnle  don  Juan  su  primogénito. 


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33i  OISTOtlA  DS  rspaSa.  / 

Continuaba  et  sitio  de  Carmona.  Martio  López  se 
defendía  valerosa  meóte.  Cuarenta  hombres  que  esca- 
laron el  muro  una  noche  cayeron  lodos  prisioneros,  y 
llevados  de  órdeo  de  Martin  López  á  un  palio  los  hi- 
zo matar  á  lodos  á  lanzadas.  Grande  enojo  causó  al 
rey  tan  inhumana  ejecución;  la  tuvo  presento,  y  es- 
trechó el  cerco  con  mas  ahinco.  Apurábalos  ya  el 
hambre  á  los  de  dentro,-  y  viendo  Uartin  López  qoe 
ai  de  Granada  ni  de  Inglaterra  le  libaban  tos  socor- 
ros qne  esperaba,  consintió  al  fin  en  rendir  á  doo  En- 
rique la  ciudad  con  oí  tesoro  y  con  los  hijos  de  don 
Pedro,  á  condición  de  salvar  su  vida  y  de  que  se  le 
permitiera  ir  libremente  á  vivir  en  el  reino  que  él  de- 
signase. A  lodo  condescendió  don  Enrique,  y  asi  lo 
juró.  En  su  virtud  Marlin  López  de  Córdoba  entregó 
la  ciudad  (10  de  mayo,  1371),  pero  don  Enrique, 
follando  á  su  palabra  y  juramento  con  gran  desdoro 
de  la  dignidad  real,  le  hizo  prender  y  llevar  á  Sevi- 
lla, donde  le  mandó  degollar,  juntamente  con  el  se- 
cretario del  sello  del  rey  don  Pedro:  la  ejecución  de 
los  cuarenta  prisioneros  quedó  vengada,  pero  lo.  ñié 
con  un  acto  de  perfidia  y  de  crueldad  que  recordaba 
los  de  don  Pedro  el  Crael:  apoderóse  don  Enrique  de 
los  tesoros  de  éste,  y  envió  sus  hijos  prisioneros  á 
Toledo"). 


Cránica  Abre-    »d«l  re;  don  Pedro,  6  cortironl» 

Tíada,  •maDdoelrejarraslrgrpor    npíea  6  oíSDOs,  i  de^oUiraale;  é 
atodaSeTÍlladHattwosFmiaDaei,    *el  laneadoceJiaidejaDioarras- 


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PAHTB  U.  LIUHO  111.  3S5 

Prósperamente  babtaa  marchado  eo  taoto  las  co" 
883  para  doo  Enrique  por  tas  fronteras  de  Galicia  y 
Portugal.  El  castillo  de  Zamora  se  le  hatna  entregado, 
y  el  gobernador  de  la  ciudad  FernaD  Alfonso  había 
sido  hecho  prisionero  por  Pedro  Fernandez  de  Velas- 
co,  camarerodel  rey.  Zamora  quedaba,  pues,  bajo  su 
obediencia,  y  los  fronteros  de  Galicia  habían  batido  j 
don  Fernando  de  Castro  en  el  puerto  de  Bueyes,  y 
perseguídole  en  derrota  hasta  Portugal.  Los  nuncios 
del  papa  hablan  logrado  á  costa  de.  esfuerzos  reducir 
al  monarca  portugués  á  ajustar  paces  con  el  de  Casti- 
lla. La  principal  condición  del  convenio  era  el  casa- 
miento del  rey  don  Fernando  de  Portugal  con  la  in- 
fanta doña  Leonor,  hija  de  don  Enrique,  y  la  restitu- 
ción de  las  plazas  de  Castilla  que  aquel  tenía.  Con  . 
objeto  de  arreglar  lo  necesario  para  las  bodas  de  su 
hija  pasó  el  castellano  á  Toro,  pero  el  versátil  portu- 
gués le  envió  allí  un  mensage  anunciándole  que  no 
podía  realizar  aquel  casamiento^  por  cuanto  habia 
contraído  ya  matrimonio  con  una  dama  de  su  cor- 
te'^', rogándole  que  no  lo  tuviese  á  enojo,  puesto 


D  laplaza  deSaDFcaQCÍsQO,  mismo  ref  M  eJ  que  sienda  prío- 

»é  le  quemarOD.n  cipe  reaunciá  i  la  maoo  de  d(ma 

[])    Esta  dama  erndoSsLeoaor  Beatriz,  bija  de  doo  Pedio  de  Ca»- 

Tellez  de  Meoeses,  cauda  coD  tilla,  con  quien  teoia  Uatado  ma- 

Juan  Loreaui  de  Acuña,  if  srraa-  trimonio,  v  otro  igual  menaage  la 

cada  por  ul  re;  Tioleotí  ;  crimi-  fué  dirigido  á  don  Pedro,  cuando 

nalmenle  i  bu  marido.  «Asi  era,  ?a  éste  habia  enviado  eu  biju  á 

esclama  aquí  un  ilustrado  escrl'  Portugal, 
tor,  como  estos  «tñores  eoseila- 


D,g,t7cdb/GÓOgIC 


3^6  HI8T0UA    BB    BSPAAa. 

que  estaba  dispuesto  á  devolverle  las  plazas  conveDÍ- 

das.  Don  Eorique,  á  quien  no  interesaba  tanto  ser 
yerno  del  rey  de  Portugal  como  cobrar  las  plazas  y 
vivir  en  paz  god  él,  lejos  de  mostrarse  disgnstado  se 
dio  por  contento,  y  recobró  sus  ciudades  y  quedaron 
•amigos. 

Vemos  con  gusto  al  nuevo  monarca  de  Castilla 
emplear  los  pocos  períodos  de  descanso  que  le  deja- 
ban las  guerras  en  dc^ar  al  país  de  leyes  saludables. 
-  Las  que  hizo  en  las  cortes  que  celebró  en  Toro  este 
año  (1371)  fueron  de  suma  importancia  para  la  orga- 
nización política  y  civil  del  reino.  Con  el  título  de 
Ord^amiento  w&r«  laadmitUstraeion  dejutíicia  tene- 
mos á  la  vista  un  cuaderno  hecho  en  aquellas  cortes, 
en  que  se  crea  una  audiencia  ó  chancillerla  (aMt«n- 
cia,  chancilleria,,  »e  la  llama  indistintamente  en  el 
texto),  compuesta  de  siete  oidores,  para  librar 
ó  fallar  los  pleitos  en  la  corte  del  rey,  especie  de 
tribunal  supremo,  de  cuyos  juicios  no  babia  alzada 
ni  suplicación.  Establecíanse  en  la  corte  ocho  alcal- 
des ordinarios,  dos  de  Castilla,  dos  de  León,  uno  de 
Toledo,  dos  de  Extremadura  y  uno  de  Andalucía,  que 
□o  fuesen  oidores,  ni  pudieren  tener  olro  oGcio.  sino 
el  de  librarlos  pleitos  criminales  en  la  forma  y  térmi- 
nos que  se  les  prescribía.  Los  primeros  habían  de  te- 
ner tribunal  tres. dias,  los  segundos  dos  á  la  semana. 
Se  'señala  ademas  en  este  cuaderno  sus  obligaciones 
respectivas  á  los  adelantados,  merinos,   escribanos, 


,,Cooglc 


PAKTB  II.  LIBIU  III.  327 

nolarios,  alguaciles  y  demás  empleados  de  justicia. 
Se  reproducen  tas  ordeaauzas  de  ronda  y  policía,  las 
leyes  coulra  malhechores  y  ladrones,  y  se  manda 
derribar  y  destruir  los  castillos,  cuevas  y  peñas  bra- 
vas, de  doade  se  baciau  muchos  daños  á  la  tierra, 
prohibiendo  levantar  Fortalezas  sin  espreso  manda- 
miento del  rey  O.  Asi  se  iba  organizando  la  adminis- 
IracioD  de  justicia,  y  marchándose  hacia  la  unidad 
del  poder. 

En  otro  cuaderno  hecho  en  las  mismas  cortes  res- 
ponde el  rey  á  treinta  y  cinco  peticiones  presentadas 
por  tos  procuradores  de  tas  ciudades,  entre  las  cuales 
las  babia  de  grande  importancia  para  el  gobierno  del 
reino.  Tales  eran,  la  de  que  no  se  desmembraran  las 
ciudades,  lugares  y  fortalezas  de  la  corona,  dándolos 
á  particulares  señores-,  que  no  entorpecieran  los 
grandes  y  magnates  el  ejercicio  de  la  jurisdicción  y 
señorío  real;  que  tos  juzgados  de  las  ciudades  y  vi- 
llas no  se  diesen  á  caballeros  y  hombres  poderosos, 
sino  á  ciudadanos  y  hombres  buenos,  entendidos  cu 
derecho,  y  que  estos  hubieran  de  dar  cuenta  cada 
año  del  modo  como  hablan  administrado  la  justicia; 
que  se  guardase  el  foero  de  cada  ciudad,  y  no  so  les 

(1)    Dh  estas  leyes    no    baco  por  la  parte  legialativa,  ú  la  omi- 

■mucíoq  Uarisns,  »vf,m>  su  eos-  ten  del  lorio,  y  nunca  se  les  cao- 

tumbrc,  oí  casi  ninguoo  [le  oues'  saba   ta   pluma  ca  traiéndose  de 

troB  historia  dores,  los  coaleí  pa-  ciinlar  loa  mas  oieDudos  v  mond- 

Tcce  DO  ccnsidereban  como  paito  tonos  Isocesdo  cada  batalla  6  eo- 

de  la  bislnria  la  lef;¡Btac¡OD  de  un  cuentru,  6  de  mformarDos  de  dóo- 

paia,  siendo  anaso  la  mas  esen-  de  se  hallaba  ul  rey  cada  dia  ; 

cial.  Asi  ea.que  ó  pasan  de  largo  cada  hora. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


328  UISTOBIA  PB  bstaSa. 

diese  jueces  de  fuera  sino  á  pelicion  de  todos  los  ve- 
cinos; que  DO  se  permitiese  levantar  fortalezas  sin  or- 
den del  rey;  qae  ningún  hombre  lego  pudiese  deman- 
dar á  Otro  lego  ante  los  jueces  de  la  iglesia  con  cosas 
pertenecientes  á  la  jurisdicción  temporal,  y  otras  se- 
mejantes t)ue  conducían  á  la  disminución  de  los  privi- 
legios oobitiavios,  al  robaslecimiento  del  brazo  popa- 
lar,  y  á  la  debida  separación  de  las  diversas  jnrísdic- 
ciones.  A  todas  accedía  el  rey,  salvo  alguna  pequeña 
modificación.  Por  la  segunda  peticioa  de  estas  «órtes 
se  vequelos  jtjdiosse  hallabanapoderadosde  los  me- 
jores empleos  de  la  córie  y  del  reino,  á  tal  estremo, 
que  con  su  poder,  influencia  y  riquezas  tenían  avasa- 
llados y  supeditados  á  los  pueblos  y  concejos.  Pedían 
pues  estos  por  sus  procuradores,  «que  aquella  mala 
companna,!  «gente  mala  é  atrevida,  é  enemigos  de 
Dios  éde  toda  la  cristiandad,*  no  tuviesen  oficios  en 
la  casa  real,  ni  en  las  de  los  grandes  y  señores,  ni 
fuesen  arrendadores  de  las  rentas  reales  con  que  ha- 
cían tantos  ¿obechos;  que  viviesen  apartados  de  los 
cristianos,  llevando  una  señal  que  los  distinguiera  de 
ellos;  que  no  vistiesen  tan  buenos  paños,  ní  cabalga- 
sen en  molas,  ni  llevasen  nombres  cristianos.  Condes- 
cendió el  rey  áesto  último  de  los  nombres  y  de  las 
señales,  mas  en  cuanto  á  los  arrendamientos  y  á  los 
empleos  y  oficios  de  la  real  casa  y  en  las  de  los  gran- 
des y  caballeros,  lo  negó  no  muy  disimuladamente 
diciendo:  «en  razón  de  todo  lo  al.  tenemos  por  bien 


nigiUrrlb/GOOglC 


MITB  n.  LIBIO  III.  329 

>qae  paseo  aegunt  que  pasaron  en  tiempo  de  los  Reys 

>Duestros  antecesores,  é  del  rey  don  Airón  nuestro  . 
>padre.»  Prueba  grandedel  influjo  y  poder  que  aque- 
lla raza  conservaba,  y  de  que  tos  mismos  sobevanoe 
no  se  atrevían  á  despojarla. 

Hay  otro  cuaderno  de  eslas  mismas  cortes,  qae 
contiene  trece  peticiones  enviadas  por  el  concejo,  al- 
caldes, y  veinte  y  cuatro  caballeros  y  homes  buenos 
de  la  ciudad  de  Sevilla.  Interesables  son  algunas  de 
ellas,  como  testimonio  de  los  adelantos  de  la  época 
en  materia  de  legislación.  Que  no  se  prendiera  á  las 
mugeres,  ni  se  embargaran  sus  bienes  por  deudas  de 
sns  maridos:  que  los  clérigos  no  tuvieran  mas  dere- 
chos para  con  sus  deudores  legos,  que  los  que  estos 
para  cou  aquellos  teuian;  que  nadie  fuese  desapode- 
radode  sos  bienes  basta  ser  primeramente  oida  y  ven- 
cido por  fuero  y  por  derecho;  y  otras  á  este  simil  con- 
ducentes á  asegurar  lasgarahtfas  individuales  ^*K  Re- 
vocóse en  estas  cortes  la  ley  de  moneda  de  los  cruza- 
dos y  reales,  reduciéndolos  á  su  justo  valor,  en  razoñ 
de  tos  daños  que  su  creación  babia  causado  enel  reino. 
Se  trató  otra  vez  de  la  forma  de  las  behelrfas;  pero 
el  rey  se  n<^ó  á  alterar  esta  apitigua  institución  y  qne- 
dó  eo  tal  estado. 

Habia  enviado  don  Enrique  algunos  de  los  suyos 
para  ver  de  recobrar  los  lugares  que  se  habían  dado 


D,g,t7cdb/GOOglC 


330  HUTOtU  DB   ESPAftA. 

al  rey  de  Navarra.  Salvatierra  y  Sania  Cruz  de  Cam- 
pezo  volvieran  á  tomar  la  voz  del  de  Castilla:  Logro- 
ño y  Vitoria  se  pusieron  en  manos  del  papa  Grego- 
rio XL  (sucesor  de  Urbano  Y.),  hasta  que  éste  libra- 
ra el  pleito  entre  los  dos  reyes. 

Fiel  don  Enrique  á  la  alianza  del  monarca  fran- 
cés, á  quien  en  gran  parte  debía  la  corona  de  Casti- 
lla, habíale  socorrido,  coa  una  Qold  de  doce  galeras  al 
mando  del  almirante  Ambroáo  Bocanegra,  hijo  de 
HicerGíl,  para  la  guerraqueel  fraucés  traia  con  los  in- 
gleses. La  flota  castellana  encontró  oerca  de  LaRoche- 
lle  la  armada  inglesa  mandada  por  el  conde  de  Pem- 
broke,  yerno  del  rey.  El  almiraote  de  Castilla  la  ala-. 
cóisia  vacilar,  la  batió,  é  hizo  prisionero  al  almirante 
inglés  con  la  mayor  parte  de  sas  naves,  escepto  la  c|ue 
conducid  el  dinero,  que  se  fué  á  pique  con  harto  seo- 
timiento  de  los  castellanos.  Esta  derrota  causada  á  los 
ingleses  en  el  elemento  en  que  ellos  estaban  acos- 
tumbrados á  dominar,  produjo  que  uno  gran  parte 
de  Guíena  volviera  al  dominio  del  rey  de  Francia. 
Para  los  castellanos  fué  como  un  justo  desquite  de  las 
pretensiones  de  los  hijos  del  rey  de  Inglaterra,  á  sa- 
ber, el  duque  de  Laocaster  y  el  conde  de  Cambridge 
que  habiaa  casado  con  las  dos  hijas  de  don  Pedro  el 
Croet,  doña  Constanza  y  doña  Isabel,  y  priocipat- 
mente  del  de  Láncaster,  que  pretendía  tener  por  aquel 
matrimonio  derecho  ala  corona  de  Castilla.  Recibió 
don  Enrique  esta  agradable  nueva  en  Burgos,   donde 


,,  Google 


MBTI  II.  U»*Q  ni.  331 

le  toé  llegado  d  priáoiiao  conde  de  Pembroke  con 
oíros  setenta  caballeros  ingleses  de  la  espuela  dora- 
da. Pródigo  en  mercedes  el  rey  de  Castilla,  basta  el 
panto  de  que  le  valiera  esta  cualidad  el  sobrenombre 
de  doo  Enrique  el  de  lai  Mercedes,  no  podia  dejar  de 
dárselas  espléndidas  al^gefe  y  á  ios  capitanes  de  la 
armada  veDcedora.  El  ilustre  prisionero  Toé  dado  por 
el  rey  &  Bertrand  Dnguesclin,  de  quien  volvió  á  com- 
prar por  cien  mil  francos  de  oro  las  villas  que  antes 
le  había  dado. 

Una  rebelión  movida  por  los  descontentos  de  Ga- 
licia y  Castilla  en  Tuy  obligó  &  don  Enrique  i  mar- 
char apresuradamente  á  aquella  ciudad :  la  cercó  y  to- 
mó, y  volvióse  pronto  á  Castilla  (437S),  á  preparar 
eo  Santander  una  armada  de  cuarenta  velas  para  en- 
viarla á  La  Rochelle  eo  aniitio  de  su  íntimo  amigo  y 
aliado  el  rey  de  Francia,  conducida  por  el  almirante 
Ruy  Diaz  de  Rojas.  La  armada  castellana  arribó  á  la 
Rochelle,  mas  no  habiendo  parecido  la  escuadra  in- 
glesa qoe  había  de  ír  en  socorro  de  aquella  ciudadt 
entreg(^  ésta  á  los  franceses,  y  la  flota  de  Casulla 
regresó  á  invernar  en  los  puertos  del  reino  '*K 

Poco  guardador  de  los  pactos  el  rey  don  Fernando 
de  Portugal,  babia  apresado  en  las  aguas  de  Lisboa 
algunos  barcos  mercantes  vizcaínos,  guipuzcoauos  y 
asturianos,  sin  motivo  ni  causa  conocida,  si  no  lo  era 

(t)    Carta  de  don  Enrique,  Te-    Murcia,  píg.  t3i.— -Ayala,  Chroa. 
cha  eo  Benaieoto  i  37  da  wticm-    Aoo  VU.  cap,  1. 
bre  de  1311:  en  CaacalM,  Híit.  de 


,;  Google 


33S  lUnoUA  OB  UPAÑA. 

et  deseo  de  romper  olra  vez^  con  el'  de  CaslíHa,  aten- 
dida la  alianza  que  el  portugués  hizo  cod  el  duque 
de  Lancaster,  que  leoia  la  arrogaocia  de  titularse  rey 
de  Castilla,  por  su  muger  doña  Constauza,  hija  de 
doD  Pedro  y  de  la  Padilla  '''.  Envió  el  rey  sus  cartas 
al  de  Portugal  por  medio  de  Diego  López  de  Pache- 
co, caballero  portugués  á  quieu  don  Eorique  tenia 
heredado  ea  Castilta.,  requiríéodole  que  desembarga- 
ra las  naves  que  habia  tomado  de  su  reino,  y  mieo- 
tras  su  hijo  don  Alfonso  sometía  algunos  rebeldes  de 
Gaitcia,  dOD  Enrique  esperó  en  Zamora  la  contestación 
del  de  Porlugal,  á  quien  habia  enviado  á  preguntar» 
habia  de  tenerle  por  amigo  ó  por  enemigo.  Que  do 
era  la  voluntad  del  portugués  ser  su  amigo,  fué  lo  que 
le  aseguró  el  ^Pacheco,  con  lo  cual  se  resolvió  don  En< 
fique  A  invadir  el-  rdno  vecino. 

La  ocasión  no  podía  ser  mas  oportuna.  El  matri- 
monio escandaloso  del  rey  don  Femando  con  doña 
Leonor  Tellez  tenia  sublevado  contra  él  al  pueblo ,  y 
su  mismo  hermano  don  Dionis,  bijo  de  doña  Inés  de 
Castro,  sevino  ¿  las  banderas  del  rey  de  Castilla,  que 
le  recibió  muy  bien  y  partió  con  él  sus  joyas,  caba- 
llos, armas  y  dinero.  Don  Enrique,  sin  atender  á  las 
amonestaciones  del  cardenal  Guido  de  Bolonia,  que 
intentaba  poner  paces  entre  los  dos  reyes,  continuó 

(1)    Doña  Beatriz,  que  era  la    ra  de  Turdcfillai ,  fundido  por 
nuyordelsatreihijiadedoaPe-    ella,  y  acabó  sa  vida  ea  el  cltoi- 


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FAKTB  II.  LIBIO  III.  333 

m  marcha  por  Portugal  (diciembre,  1372),  y  se  apo- 
deróle Almei'la  y  otros  lagares.  Pidió  sío  embargo 
refaerzos  para  proseguir  la  guerra.  Los  hidalgos  por- 
tagneses,  disgustados  con  el  matrimonio  de  su  monar- 
ca, ayudábanle  de  mal  grado,  y  muchos  do  te  asistiao 
cao  sus  servicios.  Asi  don  Enrique,  después  de  pose- 
síoDarse  de  ,  Viseo  (U73),  marchó  sobre  SantaréD, 
donde  se  hallaba  don  Fernando,  que  no  se  atrevió  & 
presentar  batalla  al  castellano,  el  cual  se  dirigió 
atrevIdameBle  oin  su  ejército  á  Lisboa,  en  cuyos  ar- 
rabales acampó  (marzo,  1373).  Defendieron  los  por- 
tugueses valerosamente  su  capital  por  mar, y  por  tie- 
ra,  en  términos  que  tuvo  don  Enrique  que  retirarse 
con  sa  ejército  á  los  monasterios  que  babia  fuera  de  la 
ciudad,  no  sin  haber  incendiado  antes  algunas  calles 
y  las  naves  de  las  atarazanas.  Los  barcos  de  Castilla 
apresados  fueron  recobrados  por  la  escuadra  castella- 
na del  almirante  BocanegVa. 

A  tiempo  llegó  para  el  de  Portugal  la  interven- 
cion  del  cardenal  legado,  que  con  deseo  de  poner  pa- 
ces entre  los  dos  reyes  habia  ido  á  Saalarén  á  confe' 
renciar  con  el  portugués.  Las  condiciones  de  la  paz 
DO  eran  demañado  duras  para  éste,  atendida  la  criti- 
ca situación  en  que  se  bailaba.  Reducíanse  á  que  el  de 
Portugal  dentro  de  cierto  plazo  echaría  del  reino  á 
don  Fernando  de  Castro  y  á  otros  caball^os  y  escu- 
deros castellano^  que  con  él  andaban  en  número  de 
quinientos:  que  el  conde  don  Sancho,  único  hermano 


D,g,t7cdb/GOOglC- 


334  HtSTOklA    OB    BSPAtiA. 

que  quedaba  det  rey  de  Castilla,  casaría  con  la  íofonta 
doña  Beatriz,  hermana  del  rey  de  Portugal,  hija  de 
doD  Pedro  y  de  doña  Inés  de  Castro:  que  don  Fadñ- 
que,  hijo  bastardo  del  de  Castilla,  se  desposaría  eos 
doña  Beatriz,  hija  de  doD  Feruando  de  Portugal  y  de 
doña  LeoDor  Teilez,  que  acababa  de  nacer  eaCoim- 
bra;  que  el  conde  don  Alfonso,  otro  hijo  bastardo  de 
doD  Burique,  habría  de  casar  coa  doña  Isabel,  otra 
hija  bastarda  del  portugués,  la  cual  Itevaria  eo  dote 
Viseo.  Celorico  y  Liuares.  La  moralidad  de  los  reyes 
de  este  tiempo  se  ve  eu  esta  mulUtud  de  hijos  bastar- 
dos y  de  prole  ilegítima  que  todos  teoian,  y  de  que 
concertaban  públicos  enlaces.  Hizo  el  legado  pontifi- 
cio aparejar  tres  barcas  en  Santarén,  y  entrando  en 
nna  el  rey  de  Castilla,  en>oira  el  de  Portugal,  y  el 
cardenal  en  la  tercera,  viéronse  ambos  reyes  en  tas 
aguas  del  Tajo,  y  se  hablaron  y  juraron  amistades. 
Termioada  así  la  guerra  de  Portugal,  y  celebradas  las 
bodas  de  don  Sancho  y  de  doña  Beatriz,  dio  don  Eo- 
ríquela  vuelta  para  Castilla. 

Su  primera  diligencia  fué  intimar  á  Cérios  el  Ma- 
lo de  Navarra  que  le  devolviese  las  ciudades  de  Lo- 
groño y  Vitoria.  Débil  para  reustirle  el  navarro,  dijo 
que  ponia  el  asocio  eo  manos  del  noncio  del  papa. 
Incansable  este  prelado,  que  iba  siendo  el  arbitro  de 
todos  los  litigios  de  la  península,  logró  también  con- 
certar Á  estos  dos  príncipes  y  que  hicieran  sus  pleite- 
sías bojo  las  condiciones  siguientes:  que  el  de  Navarra 


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PAKTB  11.   LIBBO  111.  335 

dejaría  al  de  Castilla  las  ciudades  de  Vitoria  y  Logro- 
ño; que  doD  Carlos,  hijo  primogéoilo  del  navaiTo,  ca- 
saría coa  dooa  Leonor,  bija  de  don  Enrique;  y  queeo 
tanto  que  el  infaute  de  Navarra  se  hallaba  en  edad  de 
poder  «oDlraer  matrimoaio,  estaría  su  heroiaDo  menor 
don  Pedro,  como  en  rehenes,  en  poder  de  la  reina  de 
Castilla.  Viéi'onse  también  ambos  soberaups  entre Brio- 
nes  y  San  Vicente,  comieron  juntos,  y  firmados  loa 
desposorios,  y  entregadas  las  dos  ciudades,  y  enviado 
á  Burgos  el  infante  don  Pedro,  quedó  todo  sosegado 
entre  los  reyes  de  Castilla  y  Navarra. 

A  poco  tiempo  de  hechas  las  paces  vínose  el  de 
Navarra  á  Madrid,  donde  trató  de  persuadir  á  don 
Enrique  que  se  separara  de  la  liga  y  amistad  del  de 
Francia,  lo  cual  sería  bastante  para  que  tuviese  por 
amigos  al  rey  de  Inglaterra  y  al  duque  de  Lancaster, 
y  tanto,  que  éste  renunciaría  á  sus  demandas  y  pre- 
tensiones sobre  Castilla  como  esposo  de  la  hija  de  don 
Pedro.  Contestó  don  Enrique'que  pomada  del  mundo 
dejaría  su  alianza  con  el  francés;  y  no  pudiendo  con- 
certarse sobre  este  punto,  despidiéronse  el  de  Navar- 
ra para  su  tierra,  y  el  de  Castilla  para  Andalucía.  De 
esta  manera,  y  merced  á  sn  energía  y  actividad,  iba 
don  Enrique  venciendo  lascontrariedades  y  desemba- 
razándose de  los  enemigos  quedentro  y  fuera  del  rei- 
no halló  conjorados  entre  sí  al  ceñirse  la  corona  de 
Castilla. 

Faltábale  desarmar  al  aragonés.  Veía  con  recelo 


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'336  HISTOKIA  DK'BSPAfÍA. 

don  Pedro  IV.  de  Aragón  et  Ceremonioso  el  éxito  que 
babia  tenido  la  campaña  de  don  Enrique  en  Portagal 
y  el  poderlo  que  el  castellano  iba  adquiriendo,  y  te- 
míale tanto  mas,  cuanto  que  sabia  bien  que  do  se  en- 
cubría á  don  Enrique  la  situación  del  reino  aragonés, 
y  que  conocia  perfectamente  todas  las  plazas  de  I« 
frontera,  como  quien  babia  vivido  mucho  tiempo  en 
aquel  reino  en  intimidad  coa  el  monarca.  Por  taolo 
renovó  don  Pedro  su  alianza  con  Inglaterra  y  con  el 
duque  de  Lancasler  contra  el  de  Castilla;  pero  en 
cambio  éste,  juntamente  con  el  de  Francia,  protegían 
al  infante  de  Mallorca,  que  amenazaba  invadir  la  Ca- 
taluña <*).  Interpúsose  el  duque  de  Ánjou  entre  el 
aragonés  y  el  castellano,  y  quiso  que  vinieseo  á  un 
arreglo  sobre  el  señorío  de  Molina  y  el  reino  de  Mur- 
cia, que  era  sobre  lo  que  versaban  tas  preteosiones 
del  de  Aragón.  Pero  estando  en  estas  negociacioDes, 
él  duque  de  Anjou  se  convirtió  de  repente  de  arbitro 
y  mediador  en  enemigo  del  aragonés,  y  cesó  de  tra- 
tarse de  paz  por  su  medio.  Entonces  los  dos  monar- 
cas comprometieron  sus  diferencias  en  el  cardenal 
Guido  y  en  algunos  prelados  y  caballeros  de  ambos 
reinos,  los  cuales  convinieron  en  que  iiubiese  tregua 
de  algunos  meses  (diciembre,  1 373).  Et  rey  de  In- 
glaterra y  el  duque  de  Lancasler  no  cesaban  de  instar 
al  de  Aragón  á  que  hiciese  guerra  abierta  al  de  Cas- 

(<]    Recuérdese  lo  quo   nobre    ría  del  reiDado  de  don  Pedro  fV. 
eeto  dejamos  referido  en  la  hislo-   de  Aragón- 


;,  Google 


PARTB  II.  LIBKO  Ul.  337 

lilla  para  caando  el  príncipe  ioglés  viniera  á  tomar 
posesioQ  de  este  reioo,  halagándole  con  orrecimieQlos 
pomposos;  pero  cauto  y  sagaz  el  aragonés,  entreteDia 
estas  pláticas,  como  aquel  á  quien  no  conrenia  tener 
por  enemigo  al  castellano  en  ocasión  en  que  le  daba 
barto  qne  hacer  el  infante  don  Jaime  de  Halldrca  "'. 
Seria  mediado  enero  de  1374  cuando  supo  don 
&irique,  bailándose  en  Burgos,  que  el  duque  de 
Lancaster  amenazaba  invadir  su  reino,  y  para  estar 
aperdbido  reunió  en  aquella  ciudad  sus  compañías  y 
sus  pendones.  Alli  perdió  la  vida  por  un  incidente 
casual  el  conde  de  Alburquerque  don  Sancho,  único 
hermano  que  habla  quedado  al  rey.  Habíase  movido 
una  riña  entre  soldados  de  dos  cuerpos;  acudió  don 
Sancho  vestido  con  armas  que  no  eran  suyas  á  apa- 
dgnar  la  contienda,  y  un  soldado,  sin  conocerle,  lo 
dio  una  lanzada  en  el  rostro,  de  la  cual  murió  aquel 
mismo  día  ''^  Gran  pesadumbre  causó  este  suceso  al 
rey,  que  sin  embargo  no  dejó  de  apresurar  sus  pre- 
parativos de  guerra,  y  cuando  tuvo  reunidas  todas 
sus  compañías,  partió  de  Burgos  para  la  Rioja,  paso 
su  real  en  el  encinar  de  Bañares,  é  bizo  alarde  de  su 
gente,  que  consistía  en  cinco  mil  lanzas  castellanas, 
igual  número  de  peones  y  mil  doscientos  gineles.  El 
de  Lancaster,  tal  vez  desanimado  con  la  tibieza  que 

<1)    Zorita,  Anal,  de  Arig.,  li-  togal,  la  coal  dio  á  laz  nos  niña 

bro  X.  que  m  llamó  doña  Leooor,  ;  oasÓ 

(t)  Qaedaba  en  cinta  aa  etpo-  aDdaodo  el  liempo,  con  don  Per- 
sa la cODdeu  doiia Beairís dePor-  naudo de  Auteqnera. 

Tomo  tu.  ÍSl 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


338  BtSTOiíA   M  bspaKa. 

Iialtó  ea  el  de  Aragoo,  no  so  atrevió  á  entrar  ea  Eit- 
paña.  EaloDces  recibió  doo  Enrique  un  meosage  del 
duque  de  Anjou  ioviláadole  á  que  |»8ára  coa  su  ejér- 
cito á  cercar  á  Bayoaa,  doode  é\  simulláDeameDle  se 
presentarla.  Uizoto  asi  don  Enrique,  y  et  ejército  cas- 
tellano, atravesando  con  mil  trabajos  el  pais  de  Gui- 
púzcoa eu  medio  de  copiosísimas  lluvias  á  pesar  de 
ser  ya  la  estación  del  verano  (junio,  1374],  acam|H} 
delante  de  Bayona^  El  duque  de  Aojou  no  parecía. 
Avisóle  don  Enrique  á  Tolosa,  donde  se  hallaba,  y 
aun  asi  nú  concurrió  alegando  tener  qué  atender  por 
aquella  parle  á  los  ingleses.  Ea  su  virtud,  y  esca- 
seando los  mantenimientos  para  so  gente,  levantó 
don  Enrique  el  campo  de  Bayoaa  y  se  volvió  á  Casti- 
lia.  Dejó  en  Burgos  al  infante  don  Juan  con  algunas 
tropas,  licenció  otras,  y  á  la  proxAnidad  del  invieroo 
se  fué  á  Sevilla.  Desde  allí  mandó  una  armada  al  rey 
de  Francia,  al  mando  del  almirante  Fernán  Sánchez 
de  Tovar,  que  naida  á  una  flota  flrancesa  hicieron 
grandes  estragos  en  las  costas  de  Inglaterra  «>. 

Solo  faltaba  al  castellano  trocar  en  paz  la  tregua 
que  tenia  con  el  aragonés.  Babia  de  fundarse  aque- 
lla principalmente  en  et  casamiento,  mucho  tiempo 
hacia  concertado,  del  iufaote  heredero  don  loan  de 
Castilla  con  la  infanta  doña  Leonor  de  Aragón.  Ha- 

(1)  Por  oste  tierapo  murió  él  Araf^oa  beOM  dicho.— Tambiea 
iDfsote  doa  Jaime  a»  Millgrca,  murió  «I  alroiriDt«  loglét,ci>iiit» 
qae  ae  titulaba  ra;  de  NipolM,<)e  de  Penbrofco,  ra  podar  de  Bar- 
la  maoora  que  en  la  bistoria  de  tiand  Oii¿«eiclin. 


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PARTE  II.  LIBRO  nu  339 

bísDse  criado  juntos,  por  aoteriores  Iralos,  toados  Jó- 
venes principes,  y  se  amabsn.  La  muerte  de  la  reina 
de  Aragón,  que  se  opouía  á  este  enlace,  favoreció 
mucho  á  las  negociaciones  y  mensages  qoe  á  aquel 
intento  se  entablaron  y  cruzaron  entre  los  dos  mo- 
narcas y  el  fallecimiento  de  don  Jaime  de  Mallorca 
contríbnyó  también  no  poco  i  allanar  las  dificultades. 
Prosigniendo,  pues,  los  tralost  acordóse  que  se  vieran 
en  un  punto  de  la  frontera  las  personas  designadas 
por  QDO  y  otro  reino  para  negociar  el  matrimonio  y 
la  reconciliación.  El  punto  señalado  fué  Almazan. 
Allí  concorrieron  por  parte  de  (bastilla  la  reina  y  su 
hijo,  los  obispos  de  Falencia  y  Plasencia,  y  los  caba^- 
lleros  Juan  Hurtado  de  Mendoza  y  Pedro  F^eroandez 
de  Telasco;  por  parte  del  aragonés  el  arzobispo  de 
Zaragoza  y  Ramod  Alaraan  de  Cerbellon.  Talis  vi- 
nieron &  ccuformarse  en  ajuslar  la  paz  con  las  condi* 
dones  siguientes:  que  se  realizaría  el  matrimoaío  del 
infonte  don  Joao  de  Castilla  con  la  infanta  doña  Leo- 
nor de  Aragón;  que  te  serían  contados  al  aragonés 
como  dote  de  su  hija  los  descintos  mil  floriaes  de  oro 
que  habia  prestado  &  don  Enrique  para  su  primera 
Mitrada  en  Castilla;  qoe  devolvería  al  castellano  la 
ciudad  y  castillo  de  Molina;  que  don  Enrique  pagaría 
al  aragonés  en  varios  plazos  dentó  ochenta  mil  Oorí' 
oes  por  ios  gastos  que  éste  habia  hecho  ayudándole  en 
las  guerras  pasadas,  y  qoe  de  una  parte  y  de  otra  se 
darían  las  seguridades  conveoieotespara  laobservan- 


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340  MISTOKIA  DB  BSrAÜA. 

cía  del  Iralado.  Firmó  éste  el  infante  de  Castilla  en  Al* 
maean  el  12  de  abril  de  1375,  el  rey  de  AragoD  eo 
Lérida  el  10  de  marzo,  jurándole  los  aragoneses  y 
catalanes  allí  presentes,  y  otro  tanto  se  ejecutó  por 
parte  de  don  Enrique  y  de  los  principales  señores 
de  su  corte  "'. 

Habiendo  convenido  en  que  las  bodas  se  celebra- 
sen en  Soria ,  don  Enrique  envió  un  mensage  al  rey  de 
Navarra  manifestándole  el  gusto  que  tendría  en  que 
al  propio  tiempo  y  alli  mismo  se  realizara  el  malrimo- 
DÍo  ajustado  entre  el  infante  don  Carlos  de  Navarra  y 
la  infanta  doña  Leonor  de  Castilla.  No  puso  dificultad 
en  esto  el  navarro,  y  enviando  seguidamente  su  bijo 
á  Soria,  se  efectuó  su  casamiento  (27  de  mayo),  aun 
antes  que  el  de  la  infanta  de  Aragón,  cuya  venida  se 
retrasó  algunos  dias,  y  su  enlace  coa  el  heredero  de 
Castilla  no  se  verificó  basta  el  18  del  iamedialo 
junio. 

Terminadas  las  fiestas  del  doble  enlace,  llegáron- 
le á  don  Enrique  á  Burgos  cartas  del  rey  de  Franda 
participándole  qae  iba  á  celebrarse  un  congreso  eo 
Brujas  (Flaodes)  para  tratar  la  paz  entre  Francia  é 
Inglaterra.  Allá  envió  también  sus  representantes  el 
rey  de  Castilla.  Mas  habiendo  estos  diferido  su  viage 
por  incidentes  que  sobrevinieron,  cuando  llegaron  á 
Paris  hallaron  ya  de  vuelta  á  los  hermanos  del  rey  de 
Francia,  después  de  prorogada  en  Brujas  por  media- 

(()    Ájala,  CbroD.  Año  IX.— Zurito,  Anal.  lib. &.  c.  <9. 


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PjUbTK  II,  LIBItO  lU.  ¿41 

«ion  del  papa  la  tregua  qae  habia  eolre  ingleses  y 
fraaceses.  Al  liempo  que  los  embajadores  regresaroa 
á  Caslilla,  vino  lambieo  el  duque  de  Borboa  en  pere- 
grÍDacioD  á  Compostela.  Recibióle  muy  amislosa mente 
doo.  Enrique  ea  Segovia ,  y  le  hizo  grandes  presentes 
y  honores.  Acompañóle  hasta  LeoD„y  el  fraacés  coa- 
tínuó  su  caminoá  Santiago,  y  doo  Enrique  se  fué  para. 
Sevilla  (1376). 

Parecia  que  se  hallaba  ya  el  monarca  de  Castilla. 
en  paz  y  concordia  con  lodos  los  reyes  cristianos  de 
España.  Pero  el  navarro,  cuyos  aclos  lodos  corres- 
pondían al  sobrenombre  de  Malo  que  llevaba ,  coa  su 
acostumbrada  perfidia  y  doblez  determinó  enviar  su 
hijo  á  Francia,  en  la  apariencia  con  objeto  de  que  en* 
taUase  ciertas  negociaciones  con  el  monarca  de  aquel  - 
reino,  en  realidad  con  el  siniestro  designio  que  va-< 
mos  á  ver.  Algo  receló  el  de  Castilla  ,  conocedor  del 
carácter  de  Carlos  el  Malo,  y  bien  mostró  aJ  infante  sa 
yerno  el  desagrado  con  que  vcia  aquel  viage,  |)ero  el 
príncipe  obededendo  á  su  padre  partió  para  Francia. 
Seguíale  sa  escudero  y  privado  del  rey  su  padre, 
llamado  Jaques  de  Rúa.  El  previsor  y  hábil  polflico 
Ciarlos  V.  de  Francia  hizo  preuder  en  el  camino  al 
conüdento  del  navarro,  y  puesto  á  tormento  declaró 
que  el  objeto  con  que  le  enviaba  el  rey  era  de  tratar 
con  los  ingleses,  bajo  la  base  de  que  si  el  rey  de  In- 
glaterra le  cediese  la  Guíena  y  le  pagase  dos  mil  lan- 
zas, ól  le  ayudaría  haciendo  personalmente  la.  guerrí^. 


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342  iiiSToiu  DE  ustáÍÁ. 

al  de  Francia  y  le  uederia  todas  las  fortalezas  que  te- 
nia en  Normandía,  que  eraa  muchas.  Confesó  ademas 
el  agente  secreto  de  Carlos  el  Malo ,  que  éste  habia 
querido  sobornar  á  on  médico  de  Chipre  llamado 
Maestr'Angel  para  que  diera  veneno  al  moaarca 
francés,  pero  que  el  médico  habia  tioido  por  do  co- 
meter aquel  crimen,  todo  lo  cual  sabia  por  boca  del 
miamo  rey  (i  377),  el  negociador  del  navarro  que 
esto  confesó  fué  condenado  á  una  muerte  afrentosa  en 
París.  Llevado  á  esta  ciudad  el  infante  de  Navarra, 
principe  noble,  que  de  seguro  no  tenia  parte  en  la 
traición  ,  fué  detenido  allí  por  el  rey  de  Francia,  el 
coal  mandó  á  su  hermano  el  duque  de  Borgofia  y  A 
Bertrand  Duguesctin  que  tomaran  y  desmantelaran 
todas  las  fortalezas  que  en  Normaodfa  poseia  el  na- 
varro. Solo  quedó  el  casUllo  de  Cherboui^,  que  em- 
peñó el  de  Navarra  á  los  ingleses,  y  desde  el  cual  hi- 
cieron éstos  mucho  daño  á  Francia  ">.  El  monarca 
francés  envió  meosageros  á  don  Enrique,  qoe  á  la  sa- 
zón se  hallaba  en  Sevilla,  noticiándole  este  suceso  y 
rogándole  por  la  amistad  que  entre  ellos  había  que 
hiciese  guerra  al  de  Navarra. 

Llegaba  hi  escitacion  del  monarca  francés  en  sa- 
zón oportuna,  puesto  que  sabia  doQ  Enrique  que  ha- 

(1)    Ájala,   ChroD.   Aña   XII.  castJHo  de  Cherbourg,  pera  sju- 

C.I.— Hartene.Theaaur.  EotaTa-  darle  en  la  guerra  de  Eapaña  cun- 

niDia  coleccioD  de  Rymer  eslá  el  tra  la  batard  Henri  oeeupant  á 

tratado  que  hicieroD  los  iaglsBea  preMnt  ii  áit  Raiaumtá'  Éipaig- 

coD  el  rar  de  Navarra  á  cense-  ne;  Tech,  en  WcaUn.  ú '  1  de  agos- 

cueDCJade  haberles  eotregadoel  tode13^7. 


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PAkTB  II.  LIBIO  UI.  3  Í3 

eialietopo-andaba  el  oavarro  trabajando  por  soborDar 
al  adelantado  de  Castilla  Pedro  Haoríque  para  que  le 
vendiera  la  ciudad  de  Logroño  en  veinte  mil  doblas. 
Previno  entonces  el  rey  á  sa  adelantado  qoe  fingien- 
do estar  dispuesto  á  darle  la  plaza  procarára  atraerle 
i  ella  y  apoderase  de  su  persona.  Asi  lo  inlenlii  don 
Pedro  Manrique;  los  que  iban  con  el  rey  de  Navarra 
cayeron  eo  el  lazo,  pero  él  malició  alguna  emboscada 
y  retrocedió  desde  el  puente  (1378}.  Con  estos  prece- 
dentes no  tardó  en  encenderse  la  guecra  entre  Gastl- 
Ua  y  Navarra'.  El  navarro  llamd  en  su  aunlio  com^- 
pañfas  y  capitanes  ingleses,  á  quienes  dio  algunas 
plazas  de  sa  reino,  y  don  Enrique  envió  su  faijo  el  in- 
Tante  don  Juan  con  cuatro  mil  lanzas  y  buen  golpe  de 
'ballesteros de  las  tres  provincias  de  Álava,  Vizcaya  y 
Guipúzcoa,  con  los  cuales  penetró  hasta  las  marailsit. 
de  Pamplona,  devastó  la  comarca ,  tomó  algunos  tu- 
gares y  cercó  y  rindió  la  villa  de  Viena.  Mas  como  se 
aproximase  el  invierno,  dejó  guarnecidos  los  lugares 
que  babia  ganado  y  dio  la  vuelta  para  Gaslilla. 

Acontecía  esto  á  tiempo  que  comenzaba  á  alligir  á 
la  cristiandad  el  lamentable  y  funesto  cisma  de  la 
EgleMa,  de  que  hemos  dado  cuenta  eu  otra  parle  i'>. 
y  el  cooBicto  en  qoe  ponía  á  los  pueblos  cristianos  la 
coexistencia  de  los  papatsUrbano  VI.  y  Clemente  Vil  f*>. 


{i)    Cap. li  de  «»te libro.  na,  adicioD  da  ValeDOi*.  h  pude 

(1)    Ed  el  Ap^odice  i."  al  U-    tw  nDUMleDleirabaio  sobre  sa- 
mo Vlll.  en  U  Diihiria  de  Muía-    te  oisma,  tiecbo,  do  por  el  buIoe, 


n,g,t7cdb/G00gIc 


3ii  HISTORIA  DB  ESPASa. 

Halláadose  et  rey  don  Enrique  en  Córdoba  llegároDle 
dos  legados  de  Urbano  V[.  anunciándole  su  elección 
y  su  baen  deseo  de  poner  en  paz  á  todos  los  principes 
cristianos.  Traíanle  presentes  de  parte  del  pontífice, 
y  asegurábanle  en  snoombi-e  que  todas  tas  dignida- 
des y  beneficios  eclesiásticos  de  Castilla  se  cooferírian 
precisamente  á  los  nalorales  del  reino.  Uas  como  á 
poco  tiempo  viniesen  nnevas  de  la  elección  de  Cle- 
mente vn.  declarando  nula  la  de  Urbano,  don  Enri- 
que, babido  su  consejo  resolvió  inferir  la  contesta- 
ción á  los  mensageros  del  papa ,  hasta  ser  mejor  in- 
formado  del  verdadero  estado  de  las  cosas:  y  dando 
por  motivo  hallarse  los  mejores  letrados  de  su  consejo 
ocupados  con  su  hijo  ea  la  guerra  de  Navarra. 
desde  Toledo ,  donde  todos  habrían  de  reuiúrse 
muy  pronto,  les  daría  una  contestación  cumplida. 
Partió ,  pues ,  don  Enrique  para  Toledo,  donde  en 
efecto  se  le  incorporó  á  los  pocos  dias  su  hijo  et  in- 
fante don  Juan  qne  venia  de  Navarra.  Haslambieo 
llegaron  mensageros  del  rey  Carlos  V.  de  Francia  su 
mas  Intimo  aliado  y  amigo,  por  los  cuales  le  informa- 
ba de  todo  lo  acontecido  en  Roma  y  Avídod,  y  de  to- 
do lo  relativo  á  los  dos  cónclaves  y  á  las  dos  elec- 
ciones, concluyeado  por  rogarle  que  reconociese  á  Cle- 
mente vn.  que  era  á  quien  él  tenia  por  verdadero  y 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


■  PAITt  Ll.  LliBO  III.  34S 

legitimo  vicario  de  lesncristo.  E»  tal  conflicto  don  En- 
rique tomó  el  partido  prudente  de  contestar,  asi  á  los 
mensagerosde  Roma  como  á  los  de  Francia,  que  haS' 
ta  que  ta  Iglesia  declarara  caal  de  los  dos  electos  era 
el  legitimo,  su  voluntad  era  de  estar  indirereote  y 
neutral,  sin  tomar  la  parte  del  uno  ni  del  otro.  Y  asi 
lo  cumplió  mandando  á  todos  los  prelados  é  iglenas 
de  su  reino  que  oo  entregasen  á  nadie  las  rentas  per- 
teoecieotes  á  la  Santa  Sede,  sino  que  las  tuviesen  como 
en  depósito,  para  darlas  á  aquel  que  todos  los  cristia- 
nos fallasen  que  era  el  verdadero  papa  '". 

Despachados  con  esta  respuesta  anos  y  otros  em- 
bajadores, encaminóse  el  rey  á  Burgos,  donde  apelli- 
dó todas  sus  banderas,  con  iatencion,  ó  bien  de  re- 
novarla  guerra  con  el  navarro,  ó'bien  de  iatimidar- 
le  para  hacerle  aceptar  una  paz  estable  y  duradera 
(1379).  Mostróse  muy  dispuesto  á  ello  el  de  Navar- 
ra, y  asi  lo  manifestó  en  la  contestación  al  primer 
mensago  que  en  esle^ntido  le  envió  don  Enrique;  y 
en  su  virtud  representantes  de  uno  y  otro  soberano 
firmaron  las  paces  en  Burgos  con  tas  condiciones  si- 
guientes: que  ambos  monarcas  quedarían  amigos, 
respetando  la  liga  que  el  de  Castilla  'tenia  con  el  do 
Francia;  qne  el  de  Navarra  haría  salir  de  su  reino  á 
los  capitanes  ingleses;  que  pondría  en  poder  de  caba- 
'  lleros  castellanos  los  castillos  deTudcla,   los  Arcos, 

(1)    Ya  hamos  visto  que  una    re;  dOD  Podro  IV.  de  AragOD. 
datcrmiDacJon  semejaDlB  lomó  el 


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346.  niSroKIA   DB   ESPAÑA. 

Sao  Víceote,  Bernedo.  Viaoa,  Eslella  y  oíros  hista 
veíate;  que  el  de  Castilla  daría  veíate  mil  doblas  al 
de  Navarra  para  ayudarle  á  pagar  lo  que  debia  á  los 
auxiliai-es  iogleses  y  gasconea,  y  le  volvería  los  luga- 
res qae  le  habla  tomado  el  ínfaote  doo  Juan;  que  los 
rehenes  estarían  así  por  diez  años.  Firoudas  las  paces 
y  entregadas  las  fortalezas,  viéroase  tos  dos  reyes  en 
-Santo  Domingo  de  lo  Calzada,  donde  juraron  sus  tra- 
tos, y  estuvieron  juatos  seis  días,  al  cabo  de  los  coa- 
tes el  de  Navarra  se  volvió  á  so  reino. 

A  poco  de  haber  partido  de  Santo  Domingo  Car- 
los de  Navarra  siotió  don  Enrique  alterada  su  salud, 
y  tan  rápidamente  se  le  agravó  la  dolencia  que  a) 
amanecer  del  décimo  dia  conociéndose  próximo  á  la 
ranerle  pidió  un  confesor  del  orden  de  predicadores, 
de  quien  recibió  los  últimos  sacramentos  de  la  Igle- 
sia. Incorporado  en  la  cama  y  cubierto  con  su  manto 
de  oro,  >dírigió  al  olMspo  de  Sigüenza  y  á  otros  caba- 
lleros alli  presentes  estas  razones:  «Decid  al  iafante 
«don  Juan  mi  fíjo,  que  en  razón  de  la  Iglesia ,  é  de 
]»la  cisma  que  hay  en  ella,  que  le  ruego  haya  buen 
»oons^o,  é  sepa  bien  como  debe  facer;  ca  es  un  caso 
«muy  dudoso,  é  muy  peligroso.  Otrosi  qoe  yo'  le  me- 
»go  que  siempre  sea  amigo  de  la  casa  de  Francia ,  de 
«quien  yo  recibi  muchas  ayudas.  Otrosí  que  yo  man* 
»dó,  que  todos  los  presos  chrístiaoos  que  sean  en  el 
*mi  regno,  ingleses  ó  porlogaleses,  é  de  otra  nación 
sque  todos  sean  sueltos.»  Con  esto  y  con  dejar  man- 


,,Googlc. 


PABTB  n.  LIBIO  III.  Sw 

(fado  que  se  le  enterrara  eo  hábito  de  la  orden  ide 
Sanio  Domingo  de  la  capilla  que  había  hecho  cods- 
Iniir  en  Toledo,  dio  su  ahna  á  Dios  la  noche  del  20 
al  30  de  mayo  do  1 37&,  á  la  edad  de  cua  renta  ;  seis 
afios,  y  á  los  diez  de  reinar  solo  en  tos  reinos  de  LeoD 
y  de  Castilla. 

Las  circaustancías  de  su  enfermedad  y  falleci- 
miento hicieron  recaer  sospechas  sobre  el  rey  de  Na- 
varra, al  caal  no  abonaban  mucho  los  antecedeales 
de  sa  vida  y  la  memoria  de  lo  qae  habia  intentado 
con  el  rey  de  Francia.  Has  al  decir  de  algunos  escri- 
tores arábigos  su  maerle  foé  producida  por  un  snti- 
tfsimo  veneno  de  que  estaban  impregnados  unos  ricos 
borceguíes  que  le  habla  regalado  el  emir  Hohammed 
de  Granada,  temeroso  de  que  el  castellano,  una  vez 
en  paz  con  todos  los  reyes  cristianos  sus  vecinos,  lle- 
vara la  gnerra  con  todo  el  peso  de  su  poder  á  sus  es- 
lados.  Sea  lo  que  quiera  de  esta  especie,  á  que  algu- 
nos atribuyen  el  fenecimiento  de  otro  posterior  mo- 
narca, parece  cierto  que  sorprendió  la  muerte  á  don 
Enrique,  cuando  tenia  concebido  un  plan  de  guerra 
contra  los  moros  de  Granada,  que  consistía  en  armar 
y  poner  una  gran  flota  en  el  estrecho  para  cortar  to- 
da comunicación  con  la  tierra  de  África,  hacer  desús 
líierzas  de  üerra  tres  cuerpos,  invadir  con  ellos  dos  ó 
tres  veces  al  año  el  territorio  granadino,  talar  sus 
campos  y  todo  cuanto  encoutráran  verde  sin  detener- 
se á  cercar  lugar  alguno,  con  lo  cnal  esperaba  qu& 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


348  HISTORIA    t)B  HSfAáA. 

al  cabo  de  dos  6  Ires  años  la  necesidad  y  falla  de  ali- 
iiienlos  los  obligarían  &.  reodlrsele. 

«Fué,  dice  un  cronista,  peqiieio  de  cuerpo,  pero 
»bien  fecho,  éblaaco,  é  rubio,  é  de  buen  seso,  é  de 
«grande  esfuerzo,  é  franco,  é  virtuoso,  é  m^y  bueD 
^recibidor  é  honrado  de  las  gentes.» 

Tuvo  don  Enrique,  ademas  de  los  tres  hijos  legí- 
limos  de  doña  Juana,  don  Juan,  doña  Leonor  y  doña 
Juana,  basta  otros  trece  bastardos,  cuyos  nombres 
nos  sean  conocidos,  de  otras  diferentes  damas,  ó  aim- 
aras, como  las  nombra  el  autor  de  La$  Reinas  Católi- 
cas, á  saber:  de  doña  Elvira  Iñiguez  de  Vega,  á  doa 
Alfonso,  doña  Juana  y  doña  Coostanza;  de  doña  Jua- 
na de  Cifuenles,  á  otra  doña  Juana;  de  doña  BeaUi¿ 
Pooce  de  León,  á  don  Fadriqoe,  doo  Enrique  y  doña 
Beatriz;  de  doña  Beatriz  Fernandez,'  á  doña  María  y 
doD  Feroaodo;  de  doña  Leonor  Alvarez  á  otra  doña 
LeoDor;  y  de  otras  que  probablemente  fueron  doña 
Juana  de  Lossa  y  doña  María  de  Cárcamo,  tuvo  á  don 
Pedro,  doña  Isabel  y  doña  Inés.  A  la  mayor  parle  de 
osios  hijos,  asi  como  á  sus  madres  les  señaló  este  t>iV- 
tmso  rey  grandes  heredamientos  eo  su  tegmento, 
hecho  eo  29  de  mayo  de  1374,  designando  á  hijos  y 
madres  con  sus  propios  nombres'*',  qne'lal  era  la 
(lespreoGU  pación  de  los  reyes  de  esta  época  en  punto 
á  moralidad  conyugal;  si  bien  previno  en  él  al  ínraD- 

(1)    El  lejUmeulo  leiD«erta  li-    CfÚDÍca. 
leíalmealo  A;alg   al  fiaal  da  au 


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PARTB  II.  LIBIO  III,  349 

te  su  hijo  que  no  diera  á  la  reina  coa  quieo  se  casare 
taala  tierra,  y  ciudades,  y  villas  y  lugares  como  tenia 
la  reina  doña  Juana  su  esposa,  «tpor  quanto  non  fué 
uReyna  en  Caslilla  que  (anta  tierra  toviese  t".» 

(1)  Su  cuerpo  fué  lle'Bdo  pri-  do  daspoes  á  m  capilla  do  la  ca- 
nNraoienle  á  Burgos;  donde  ^h  le  tedral  de  Toludo,  sei;uD  eo  au 
hicieron  laBOxequiat.  y  traslada-    totiamento  di-jó  ordenado. 


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CAPITULO  XIX. 

DON  JUAN  I.  DE  CASTILLA. 
D«  4379  *  4390. 

PrimerM  actos  de  este  rey.— Corta»  de  Bargos:  le;  auotuarÍB:  indul- 
to: ley  de  vago».— EspedicjoDMiuiTalMdeCaatilla.— Actos  dejos- 
licia  y  de  generotidaddedCD  Juae. — Südeciiion  en  el  siuoto  del 
oima  de  la  Iglesia .-^PrÍDci pió  de  la  guerra  de  Portugal:— Tregua: 
condicionei:  casamieotoa  uotables.— El  de  don  Jnau  de  Castilla  con 
doña  Beatriz  de  Portugal .--J'órtes  de  SegoTia:  Feforou  en  la  mane- 
ra  da  contar  los  años. — lovasion  de  Portugal  por  el  de  Castills,  y 
motiTo  de  ella.— Proclamación  de  dooa  Beatriz.— Sitio  de  Lisboa 
por  h)B  castellanos:  epidemia:  gran  mortaadid:  ret¡rada.~Es  acla> 
nudo  rey  de  Portugal  eDGolinbra  el  maestre  doAvis. — Segonda  \a- 
Tasion  de  los  castellanos  en  este  reino.— Memi>rabt«  batalla  d«  Al- 
jubarroia,  Tunests  para  las  amas  oastellanas.— Loto  en  Castilla.— 
C6rtea  de  Vslladolid:  leyes  qne  se  hicieron.— iDnsion  iogtesa:  el 
daqae  de  Lancastcrt  sus  pretensiones  i  la  cortma  de  Caslilta.— Au- 
xilia el  rey  de  Francia  al  caatallano-.  medidas  de  éste  para  sn  dehn- 
sa.— Embajadas:  trato*.— <¡órte>  de  Segoiia:  leyes:  hermandadee.— 
Trtgica  muerte  de  Cirios  el  Malo  deNararra:  ancédele  Cirloe el 
Noble.— Ingles  efi  y  portugueses  en  Castilla-,  sn  retirada.— Trátase 
el  casamiento  d<)l  infante  don  Enrique  de  Castilla  con  dofia  Catalina 
de  LancBster:  sns  condicionea;  paioon  lo*  ingleaea. — Céfebres  C¿t> 
tea  de  Brivíesoa:  reformas  importantes  en  la  legislación.— Tratado 
en  Bayona  enbe  don  Juan  I.  y  el  duque  de  Lancaater  sobre  el  can- 
miento  de  sos  bijoa.— Celébranae  las  bodas.— Carteado  Palencii: 
«opréstíto  forzoso:  pideole  cuentas  al  rey.— Tratado  con  el  de  Pop- 
tn^l. — Cartea  de  Guadalajara:  grande  inlluenoia  del  estado  llano; 
ordenamiento  de  laous:  ordenamiento  de  preladosi  ordenamianlo 
de  sacas:  importancia  de  estas  Cortes.— últimos  actos  de  don  Joan  I. 
-Su  desgraciada  inoerte.—ProclamacioD  de  Boríqve  III. 

En  el  mismo  día  qae  morió  don  Enrique  O.  eo 
Saoto  Domingo  de  la  Calzada  faé  proclamado  rey  de 


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PARTS  II.  LIBKO  III.  3fi1 

GasUlla  y  üe  León  su  hijo  doo  luao,  primer  monarca 
de  este  nombre  en  Castilla.  Se  coronó  en  el  monasle- 
rió  de  las  Huelgas  de  Burgos,  armó  aquel  dia  cíen 
caballeros,  habo  grandes  fiestas,  y  dio  á  Burgos  eo 
meiDoría  de  su  corooadoa  la  villa  de  Pancorbo.  Tam- 
tnen  se  coronó  la  reina  doña  Leonor  sa  esposa,  que  á 
poco  tiempo  dio  á  luz  un  principe,  que  se  llamó  don 
Enrique,  destinado  á  reinar  algno  dia. 

Joven  de  poco  mas  de  veinte  y  un  años  don 
Joan  I.  cuando  empuñó  el  cetro  de  Castilla,  domenzó 
á  alendar  á  los  negocios  graves  del  reino  coa  la  sen- 
satez de  OQ  hombre  maduro.  Su  afición  á  dolar  el 
reino  de  leyes  saludables  hechas  eo  cortes  la  mos- 
tró desde  las  primeras  que  celebró  en  Burgos  á  muy 
poc#  de  su  coronación  (1379).  Figura  entre  las  leyes 
BDDtoariasde  España  la  que  hizo  don  Juan  I.  en  es- 
tas cortes,  prescribiendo  la  calidad  de  las  telas,  ador- 
nos y  vestidos  que  hablan  de  usar  los  caballeros,  es- 
cuderos y  ciudadauos,  asi  en  sus  trages  como  en  sus 
armas  y  en  los  arreos  de  sus  caballos  ^*K  Confirmó  á 
los  pueblos  sus  privilegios,  franquicias  y  libertades: 
concedió  un  indulto  general  por  toda  clase  de  delitos 

(1]    ElMSorSempere  T  Quari-  proTÍdeocis,  mai  aae  ley  formal. 

nos  M  equivoca  ciUndo    como  era  una  eipecie  de  lulo  general 

única  ley  luntoaria  de  este  mo-  que  ae  inaadaba  snardar  por  la 

narca  (en  «u  Hiatoria  del  Lujo,  pi-  desgraciada  pérdida  de  la  baialla 

noa  4M,  «dio.  de  I7SS)  uoa  que  de  Aljubarrota.  Bo  primer  Inur, 

dicebdwrdadoMKSSn.maodau-  Isbaialla  de  Aljubarrotanoselia'- 

itoqMiMdiesiMhMMnDtosira-  biadadoen  1380,   jen  ae^undo 

dion  Umt  *Mtida«  de  oro  ni  de  lugar,  la  ley  que  oosolro*  ciUotoa 

Mda,  m  •domoi  de  oro,  piala,  ti-  m  «atwiar  á  la  que  cita  el  biato- 

joCar  ni  pwdrui  y  añada  que  «(a  ríador  juriscooMilw. 


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353  HiSTOBU  DI  bsfaSa. 

osceplo  lo9  de  alevosía,  iraidon  y  muerte  segara; 
maodó  que  los  obispados,  dignidades  y  beneficios 
eclesiásticos  sedíesea  precisamenleá  naturales  de  los 
reinos,  y  no  A  estrangeros,  «pues  que  en  los  nuestros 
regaos  ay  asaz  buenas  personas  é  perlenescieutes  pa- 
ra ello;*  ordenó  á  los  alcaldes  de  lodos  los  pueblos 
que  no  consintieran  la  vagancia  ni  la  mendicidad,  si- 
no que  obligaran  á  todo  el  mundo  á  tener  ocupación 
ú  oficio  con  que  mantenerse,  y  que  á  toda  persona  sa- 
na que  encontrasen  mendigando  le  dieran  cincuenta 
azotes  y  le  echaran  del  lugar;  corrigíó  muchos  abu- 
sos que  cometían  los  jueces,  alguaciles  y  arrendado- 
res de  rentas,  é  hizo  otras  leyes  no  menos  útiles  *''. 

Cumpliendo  don  Juan  I.  con  el  encargo  y  reco- 
mendación que  á  la  hora  de  la  muerte  le  habia  h«cbo 
su  padre  don  Enrique  relativamente  á  la  amistad  c<m 
el  rey  de  Francia,  envióle  primeramente  ocho  gale- 
ras auxiliares,  y  mss  adelante  oirás  veinte  al  mando 
del  almiraote  Fernán  Sánchez  de  Tovar:  sirviéronle 
las  primeras  contra  su  hermano  el  duque  de  Borgoña 
que  andaba  en  ioleligencias  y  tratos  con  ios  ingleses, 
las  segundas  contra  el  duque  de  Lancaster.  Estas  Al- 
limas  se  dirigieron  á  la  costa  de  laglalerra,  y  coa 
una  audacia  sin  ejemplo  hasta  entonces,   remontaron 

(1)    HañBDa,  bablaadode  eatas  itraxese  abierta  la  corona  y  hA- 

Górtee,  se  caolenU  coa  decir  •««  ibito  chirical,  gozase  del  priTtlfr- 

lestsbleoieroD  en  «lias   mucbas  agio  da  la  [fjlesia.a   Lib.  xvm., 

(coMí'.una,  queelclérigode  laS'  cap.  3.  Para  Uarúna  do  hubo  «r 

sDOres  órdenes  cfuadi)  pectuea;  estai  cortes  otra  cosa   que  oure- 

>pero  qae  ti  fueM  soltero,  como  ciera  lor  meBCiODada- 


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ruTB  II.  LiHO  III.  3E13 

el  Támesisi*',  llegaron  hasta  cercada  Lóadres,  bicie- 
fOD  machos  estragos  y  apresaron  algoaas  naves  ingle- 
sas; atrevimiento  sin  igual  en  aqnet  tiempo  (1 380). 
Pero  00  lardó  Castilla  en  perder  con  la  mnerte  de 
Carlos  V.  de  Francia  el  aliado  mas  constante  y  el 
amigo  mas  útil,  y  el  cetro  de  la  Francia  pasó  de  las 
nMQos  del  principe  mas  hábil  y  mas  pollltco  qoe  ha- 
Iria  visto  aqael  reino  después  de  San  Lois,  álasde 
so  bijo  Carlos  VI.,  principe  destinado  á  perder  la  ra- 
zón antes  de  llegar  á  ser  hombre.  Habíale  precedido 
á  la  tumba  el  gran  auxiliar  de  don  Enrique  O.,  el  fa- 
meso  Bertrand  Dnguesclln. 

Inconstante,  como  de  costumbre,  en  sus  reaola- 
ciones  el  rey  doo  Fernando  de  Portugal,  aunqne  aten- 
to siempre  á  su  provecho,  propuso  ^  don  Juan  de 
Castilla  que  se  anulase  el  ajaslado  casamiento  de  la 
hija  de  aquel,  doña  Beatriz,  con  uno  de  los  herma- 
nos bastardos  del  castellano,  don  Fadríqae,  duque  de 
BeDaventei  solícitaodoqne  en  lugar  de  éste  se  despo* 
sase  con  su  hija  el  inbnte  don  Enrique  que  no  tenia  nn 
año  de  edad.  Vino  en  ello  el  de  Castilla,  concertando 
entre  si  ambos  reyes  que  si  cualquiera  de  los  dos 
principes  muriese  sin  hijos  l^ltimos  el  otro  le  sucedie- 
te  en  el  reino.  Embajadores  del  de  Portugal  vinieron 
á  Castilla  á  firmar  el  pacto  de  matrimonio  en  Soria, 
donde  entonces  don  Juan  celebraba  cortes  (*). 

¡1)    El  río  jLrlamisa,  que  dice        (3)    Biciéroiue  eo  eataieórtei 
la  crónica  de  iysla.  do  Soria  de  4300  variaalei«ioon- 

ToMO  vil.  S3 


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3lt4  UISTOKI*   DS  upaía, 

1)0$  sucesos  ÍDopiaados  de  bien  diferenlQ  índole 
pusieron  &  prueba  en  el  pnocipio  de  este  reinado,  el 
uno  la  serera  justicia,  el  otro  la  nobleza  y  generosi- 
dad de  don  Juan  I.  Unos  judíos  de  las  aljamas  del  rey 
le  arrancaron  por  sorpresa  un  akalá  contra  otro  jodio 
á  quien  querían  mal,  y  al  cual  dieroo  muerte  esco- 
dados con  el  real  docomento.  Averiguó  el  joven  mo- 
narca la  suplantación,  y  condeoiS  á  la  última  pena  y 
mandó  hacer  íamediata  jusiicia  de  los  criminales. 
Desde  entonces  derogó  el  derecho  que  (eoian  los  ju- 
díos de  librar  sus  pleitos  y  fallar  sus  procesos  por  sos 
particulares  ordenanzas,  y  acaso  fué  aquella  una  de 
las  causas  de  las  medidas  que  contra  aquella  raza  lo- 
mó en  las  cortes  de  Soria.  El  otro  suceso  Tué  de  diver- 

tra  loi  judíos,  ae  los  privA  de  ■!•  dto,  relativa  d  qae  tu  nuneobM 

gano»  •ieractÚM  que  ante*  teoÍBa,  de  loa  ctérifiM  llaiávan  nna  Moal 

j  por  último,  M  BOOrdó  la  medida  qae  las  distiDRniera.  «A  eslo  re^ 

'   tan  reclamada  por  lo»  paebloa,  de  >  poedemoi  (dioe  uotesÍMdo  á  la 

que  DO  podieran  aw  almojarifet  apeticioo  DOTeoa),  que  teoemoa 

nt  obtener  otroa  empleos  en  1^  »par  trien,  é  m  noeotre  mereed, 

casa  real,  DieDlasdelaainfantes,  «por  escour  que  Iss  bueoaa  mu- 

prelsdos  ni  csbalteroa.  *geree  non  a^sa  Toluntsd  de  b- 

Entre  las  proTidenoias  toma-  acer  pecado  con  los  dicboa  cMri- 

das  en  estai  cortes  en  asuQtoi  de  'fios,  que  todaí  las  mancebas  de 

Eúblioa  moralidad,  son  iiotatri«a  atoa  clérigos  de  nuestros  ragooa 

is  relativas  i  la  vida  moral  de  loa  »que  tra; bq  agora  6  de  a<¡a¡  ade- 

ecleaiáslicoa.   En  respoesta  i  la  alante  cada  una  de  ellas  por  cen- 

Kticioa  Dotava  se  declararon  no-  «nal  an  prendedero  de  panno  ber- 

I  los  prfvilesioa  f  cartas  qne  en  loiejo  tan  avcho  como  los  tread^ 

olgnnaa  ciudsdea  y  «illas  teaian  >doa,  j  que  los  trajan  encima  de 

loa  clérigos  para  dejar  berederoa  ilas  tocadona  pAblieuMnlo,  «* 

i  losbijosqua  tenían  «ñaua man-  «manera  qoe  paresca..»  é  laa  qt» 

ceba*,  oomo  si  fneaeo  naoJdoade  >DanlotroxÍereD;<|iwpierdaato- 

legltinM  matrimonio,  lo  onsl  daba  «das  tas  vestid  aras.... «  ae  la*  t<^ 

ocasim  á  escindaloa.  y  era  un  ame  ~el  alguasil  i  oerbio  de  h 

perniciosiaimo  ejemplo  pera  las  aeibdadó  vitta,  eto.aCaadenode 

mogerea  honestas.  oArtes,  sacado  del  monasterio  del 

También  reprodujo  doD  Jnao  I.  Escorial, 
en  esta*  «Mee  la  ley  de  don  Pe- 


.   n,g,t7cdb/G00gIc 


rAKTt  II.  f.l8M  III.  36S 

sa  oaturaleza.  El  rey  de  Armenia  León  V.  había  sido 
cautivado  por  el  SoIddD  de  Babilonia.  Mensageros  del 
cautivo  monarca  andaban  solicitando  la  ayuda  y  fa- 
vor de  los  príncipes  crislianos  para  librarle  del  cau- 
tiverio. Dos  de  ellos,  ua  prelado  y  ua  caballero,  lle- 
garon al  rey  de  Castilla  que  estaba  en  Medina  del 
Campo.  Espneslo  el  objeto  de  su  embajada,  preguntó 
el  rey  qué  cantidad  seria  necesaria  para  rescatar  al 
ilustre  prisionero,  pues  le  cumplía  liacer  aquella 
buena  obra.  Respondiéronle  los  enviados  que  el  prín- 
cipe de  los  infieles  ni  necesitaba  ni  quería  dineros, 
sino  que  se  pagaría  mas,  y  se  tendría  por  mas  hon- 
rado con  que  los  reyes  cristianos  le  rogaran  por  la  li> 
bertad  del  real  cautivo,  y  le  enviaran,  si  era  posible, 
algún  regalo  de  joyas  y  otros  objetos  que  no  tenia  ea 
su  tierra.  Ei^toncesdoa  Juan  dio  á  los  mensageros  al- 
gunos falcones  gerífaltes,  escarlatas,  peñas^veras, 
(martas  blancas),  y  varías  alhajas  de  oro  y  plata,  las 
mejores  que  pudo  haber.  Con  esto  y  con  cartas  de 
ruego  de  los  reyes  de  Castilla  y  Aragón  se  encamina- 
ron los  mensageros  á  Babilonia,  presentáronse  al  Sol- 
dan  y  obtuvieron  el  rescate  del  monarca  cautivo.  Al- 
gún tiempo  mas  adelante,  hallándose  el  rey  de  Cas- 
lilla  en  Badajoz,  vio  llegar  al  príncipe  armenio,  que 
lleno  de  gratitud  venia  á  darle  las  gracias  por  haberle 
libertado  de  la  dora  prí^on  en  que  estaba.  Traíale 
cartas  del  Soldán  de  Babilonia,  Rajab  el  Sencillo,  en 
estrémo  honorificfis  para  el  rey  de  Castilla.  Don  Juan 


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356  uiSToiu  DI  bstaSa. 

DO  solo  le  recibió  beDévolameote,  sino  qae  ademas 
de  agasajarlo  con  pafios  de  oro,  joyas  y  vajillaa  de 
plata,  le  dio  para  toda  su  vida  las  villas  de  Madrid, 
Yillareal  y  Aadáj^r,  con  todos  sus  pechos,  derechos 
y  reolas,  coa  mas  uaa  renta  de  ciento  cincuenta  mil 
maravedís  anuales. 

Proutó  tuvo  el  joven  rey  de  Castilla  que  entender 
y  decidir  eu  la  cuestión  mas  grave  y  en  el  negocio 
mas  delicado  y  difícil  en  que  se  bailaban  Bjas  las  mi- 
radas de)  mundo,  y  traía  perplejos  á  todos  los  princi- 
pes de  la  cristiandad,  el  de  resolver  á  cnál  de  los  dos 
pontífices  qoe  sé  disputaban  el  derecho  de  regir  el 
mundo  cristiano  se  habia  de  reconocer  y  acatar  por 
legitimo  y  verdadero.  Habiao  venido  en  calidad  de 
embajadores  y  como  abogados  do  Urbano  VI.  el  obis- 
po de -Favencia  y  otros  esclarecidos  doctores:  por 
parte  de  Clemente  Vil.,  reconocido  ya  en  Francia  y 
en  otras  nacioDes,  vino  el  ilustre  y  célebre  arzobispo 
de  Zaragoza  don  Pedro  de  Luna  (después  papa  Beni- 
to XIU),  que  valia  por  muchos.  El  rey  don  Juan  aun- 
que joven,  queriendo  proceder  en  negocio  tao  arduo 
con  toda  madurez  y  circnnapeocion,  sin  perjuicio  da 
tomar  cuantos  informes  pudiera  acerca  de  la  legilinñ- 
dad  de  ambas  elecciones  congregó  en  Medina  del 
Campo  los  mas  doctos  prelados,  doctores  y  juristas  da 

(1)    Ayals,  ChroQ.  ASoall.  y  V.  drid,  Villarealy  Andújar,  ;  eotro 

— Loa    historiadores   de   Madrid  ello*  uno  fecho  en  Segovia  á  49 

baen  alcuaos  ÍDttronieDtos  de  esto  de  oclubre  de  i  333 ,  firntado  Rff 

rifdsMiienlscODioMSordeHa-  León. 


n,g,t7cíb/G00glc 


rim  II.  LUM  in-  357 

sa  reino,  para  que  eo  udíod  coa  los  enviados  de  uao 
y  otro  pontífice  xliscatieran  maduramente  el  punto  y 
delíberárau  Ío  que  mas  coaforme  á  derecho  fuese.  Ea 
aqudla  especie  de  cóDclave ,  que  aai  le  llamaba  el 
pueblo,  puesto  que  se  trataba  de  ver  quiéo  salía  de 
allí  verdadero  papa,' espuso  cada  cuál  detenidamente 
su  opÍDÍoD  y  sus  razones.  Tra^adado  después  el  con- 
cilio (que  como  coDcilío  se  miró  eo  la  cristiandad  este 
consejo)  á  Salamanca,  por  convenirle  asi  al  rey,  la 
gran  mayoría  decidió  que  el  verdadero  papa ,  según 
qoe  ellos  pudieron  entender,  era  Clemente  Vil.  En- 
tonces el  rey  don  Juan  declaró  solemnemente  (1381) 
que  quedaba  reconocido  en  Castilla  Clemente  Vil.  co- 
mo legítimo  vicario  de  Jesucristo  y  sucesor  de  San 
Pedro,  y  en  este  sentido  escribió  y  dirigió  á  todos 
los  de  sus  reinos  una  larga  carta  para  que  como  tal 
le  recoDocieseo  y  acatasen  '''. 

En  este  tiempo  tuvo  el  rey  la  amargura  de  p»*- 
der  eo  Salamanca  á  la  reina  doña  Juana  su  madre  (S7 
de  marzo). 

Mientras  que  Juan  I.  de  Castilla  se  ocupaba  eo  re- 
solver para  su  reino  la  gran  controversia  religiosa,  ana 
tormenta  se  babia  estado  formando  contra  él  del  lado 
de  Portugal,  quQ  fuá  lo  que  motivó  su  traslación  á 
Salamanca.  El  versátil  don  Fernando  de  Portugal,  á 


{i)    EMa  carta  fué  «gcritaeD  la-    Rajiul  eaanaApalaa,  r  Ajalac»- 
tia  paia  qne  as  enteoJiaM  ea  laa    pja  en  lu  crúaica  la  veiiioa  caa- 


»  artrañas:  so  latín  la  tiaa    wllan*. 


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3SS  nSTMIA  DE  BSfAftA. 

pesar  del  reciente  tratado  hecho  coq  Castilla,  ae  habra 
ligado  con  los  príncipes  de  Inglaterra,  y  ann  coa  uno 
de  los  hermanos  bastardos  del  de  Castilla  llamado  don 
Alfonso.  Y  mientras  el  portugués  se  preparaba  secre- 
lameate  para  ta  guerra,  el  conde  de  Cambridge '*>( 
después  duqae  de  Yorck,  hermano  del  de  Lancast» 
que  pretendía  el  trono  castellano  por  su  muger  doña 
Constanza,  disponía,  nna  espedícioD  á  Portugal  con 
mil  hombres  de  armas  y  mil  flecheros.  Tampoco  se 
descuidó  el  rey  de  Castilla.  Primeramente  trabaja  pa- 
ra traer  á  merced  á  sa  hermano  Alfonso;  penetró  se- 
guidamente en  Portugal  y  se  apoderó  de  la  ciudad  de 
Altaeida,  mientras  su  almirante  Sánchez  de  Tovar,  á 
quien  habia  enviado  con  una  flota  de  diez  y  siete  ga- 
leras á  lasagaasde  Lisboa,  deshacía  una  armada  de 
veinte  naves  portuguesas  que  mandaba  el  almirante 
Juan  Aironso  Tello,  hermano  de  la  reina  de  Porloga), 
híícíendo  prisionero  á  éste  y  matando  todas  sus  com- 
pañías y  caballeros  (julio,  1381).  Con  este  triunfo 
quedaba  el  castellano  dominando  el  mar.  Enfermó  el 
rey  don  Juan  gravemente  en  Almeida,  mas  luego  que 
restableció  su  salud  envió  na  reto  al  príncipe  i&glés 
qae  supo  baber  llegado  á  Lisboa,  convidándole  á  ve- 
nir con  é)  á  batalla.  No  contestó  el  de  Cambridge ,  y 
dejando  el  castellano  guarnecidos  los  lugares  de  la 
frontera  portuguesa,  vínose  á  Castilla  á  levantar  com-i 
pañias  y  prepararse  á  mas  formal  guerra.    Aqai  pasó 

.  (4}    El  coode  de  CaoUbrígía ,  qae  dicen  A;aU  y  HarMoa. 


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.F&KTI  II.  UMO  III.  359 

el  resto  del  sao  entre  PaleDcía,  Avila,  Tordesillas  y 
Simancas. 

Portagueses  y  castellaDos  86  aprestaban  á  entrar 
en  campaña  en  ,1a  primavera  de  138S.  El  conde  doo 
Alfonso,  hermaao  del  rey  deCastilla,  que  otra  vez  an-' 
daba  desde  Brsganza  en  pleitesías  con  el  de  Portugal, 
tuvo  qae  venirse  de  nuevo  &  tes  banderas  de  sa  her- 
manOf  qae  había  sabido  atraerse  antes  las  compañías 
qae  llevaba  el  conde.  Hizo  ya  movimiento  don  Jfuao 
i  Zamora,  Ciadad -Rodrigo  y  Badajoz  con  cinco  mil 
hombres  de  armas,  muchos  lanceros  y  ballesteros,  y 
gran  námero  de  gente  dea  pie.  Para  entrar  en  esta 
campaña  nombró  mariscales  de  la  hueste  á  Fernán  Al- 
varez  de  Toledo  y  á  Pedro  Raiz  Sarmiento,  y  condes- 
table á  don  Alfonso  de  Aragón,  marqués  de  Tillena  y 
conde  de  Denla  y  Rivagorza:  dos  títulos  y  oGoios,  el 
de  mariscal  y  el  de  condestable,  por  primera  vez  es- 
laUecidos  y  usados  en  Castilla  <').  Hallábase  en  Yel- 

H)    Eite  dOD  Alfonso  «rs  bijo  queleperUDecieseD.F.rapreuini" 

del  iafoDte  doa  Pudro  de  Aragón  neocia  del  coad«iUble,  aue  m  bi- 

Í  nieto  de  doo  Jaimo  11>  La  cera-  zo  la  primera  dignidad  de  Casti- 

oaia  oon  qae  w  biio  lu  nombra-  lia,  lleTar  guioa  y  maxap,  reyea  da 

miunto  de  condestable,  fué'laai-  armas,  y  estoque  cao  vnioa,  la 

EiflDte:  bincado  de  rodillaa  de-  puata  abajo,  á  diFereocia  del  re^ 

ite  del  rey, éste  lepusoiiDíoillo  que  le  llevsoa  deaaudo  y  la  punta 

da  oro  en  UD  dedo  de  laniaaode-  arriba.  Tenia  lus  llarea  de  la  cin- 

rccba:  luego  le  alaraú  uu  estoauu  dad  á  villa  donde  el  rey  estuviese, 

desaado  y  un  estandarle:  toman-  y  loa  bandos  que  ae  ecbaban  de- 

doles  doo  AlfoDao  bíio  juramento  clan  :  «Manda  el  rey  y  el  condea- 

de  que  por  teraor  de  la  muerte  an  tabla.*  Era,  en  fio,  el  oficial  sn- 

dajaria  de  bacur  lo  que  fueae  obli-  perior  de  loa  ejércitos  deepuea  del 

ftaaoan  aumento  de  la  f¿,  en  ser-  rey.LoBpr ■"-  -   -  - 

ticiodelr«T.TMiacreceotamieDto  Koa  pueaei 

- .  naoaa,  Oisn 

Utalo  cnarenta  mil  maravedís  de  cap.  19,  lib.a. 


de  la  tierra.  ^Ealfile  el  rey  coo  el    Heodou.  OisnidactM  de  Castilla, 
Utalo  cnarenta  mil  maravedís  de       ~    '"     * 
quitaeion,  ademaa  d«  loa  derechos 


,,  Google 


860  nuTMu  DR  umUa. 

ves  el  re;  de  Portugal  ;  et  principe  inglés,  cada  ddo 

con  tres  mil  hombres  dearmaa  ycorrespondieate  nú- 
mero de  flecheros.  Esperábase  de  un  día  á  otro  la  ba-  . 
talla;  pero  habiendo  mediado  prelados  y  caballeras 
^e  ano  y  otro  reino,  y  no  llegando  al  de  Portugal  los 
refuerzos  que  aguardalía  del  duque  de  Lancaster.  aco- 
modóse á  ajustar  una  paz,  que  se  estipuló  con  las 
condiciones  siguientes:  que  su  hija  y  heredera  diña 
Beatriz,  prometida  antes  á  don  Fadrique,  hermano 
bastardo  de  don  luaa  de  Castilla,  desposada  después 
con  el  inñinte  don  Enrique,  y  ofrecida  mas  adelante  á 
on  hijo  del  principe  inglés  conde  de  Cambridge,  se 
casase  (deshaciendo  todos  los  anteriores  esponsales) 
CMi  el  hijo  segundo  del  de  Castilla  don  Fernando,  lo 
cual  hacia  el  de  Portugal  porque  las  coronas  de  am- 
bos reinos  no  se  reuniesen  en  una  sola  cabeza:  que 
se  daría  libertad  al  almirante  portugués  Alfonso  Tello, 
y  le  serian  restituidas  las  veinte  galeras  apresadas  por 
«I  almirante  caslellano:  que  el  rey  de  Castilla  pagaría 
al  conde  de  Cambridge  lo  necesario  para  que  pudie- 
se llevar  á  Inglaterra  tas  compañías  que  había  traído. 
Cumplidas  las  condiciones  y  desposados  los  infantes* 
el  príncipe  inglés  se  embarcó  para  so  tierra,  y  doD 
Juan  se  vino  de  Badajoz  por  Toledo  á  Madrid. 

Aquí  recibió  la  triste  nueva  del  fallecimiento  de 
so  esposa  la  reina  doña  Leonor  de  Aragón  en  Cuellar 
(13  de  setiembre,  438S),  al  dar  á  luz  una  princesa, 
que  sobrevivió  muy  poco  ¿  su  madre;  reina  á  quien 


,,Googlc 


»Am  i|.  UBBo  ni.  361 

.  uneicríUirde  aqaelta  edad  dice  que  pudiera  llamar 
santa,  segnoeran  santas  sos  obras  '•*K  Pero  á  pesar  de 
todas  las  TÍrtades  de  la  fiaada  reina  no  duró  macho  la 
viudez  del  rey.  Y  es  qne  don  Fernando  de  Portagal 
que  con  una  sola  bija  que  aun  no  babia  cumplido 
doce  años,  llevaba  contralados  ya  cnatro  matrimonios 
ñn  realizar  ninguno,  vio  la  ocasión  de  negociar  el 
qninto;  y  envió  á  decir  á  don  Juan  qne  quería  casar 
con  élá  SQ  hija  Beatriz  (la  miama  que  habia  estado 
desposada  con  un  hermano  y  dos  hijos  del  rey),  aña- 
diendo para  halagarle  quesiendo  aquella  hija  la  única 
heredera  del  reino,  en  faltando  él  quedaría  don  Juan 
por  rey  de  Portagal.  No  desagradó  al  castellano  la 
proposición,  y  oido  su  consejo  envió  á  Portagal  al  ar- 
tobiafo  de  Santiago  para  que  conctayera  los  tratos  y 
los  firmara  (marzo,  1883).  Las  condiciones  fueron; 
que  doña  Beatriz  heredarla  el  reioo  despoes  de  tos 
días  de  sD  padre,  y  do»  loan  se  nombraría  rey  de 
-  Portugal;  pero  qae  la  gobernación  del  estado  la  ten- 
dría la  rana  vínda  doña  Leonor  hasta  que  doña  Bea- 
triz y  sQ  esposo  hubiesen  un  hijo  ó  bija  de  edad  de 
catorce  años;  que  llegado  este  caso  pasara  la  gober- 
nación det  reino  al  bijo  ó  hija  de  don  Juan  y  de  doña 
Betaríz,  los  cuales  tan  pronto  como  tuviesen  bijoó  bi- 
ja dejarían  de  titularse  reyes  de  Portugal,  cuyo  titulo 
tomaría  aquel  bijoó  bija  dé  hecho  y  de  derecho.  Fir- 

(1)    El  que  compiuo  el  Suma-    cido  por  tlDeipanstro  de  ta  reina 
rto  ii<  foi  rtyti  d»  SipaHa,  codo-    dotla  Ltonor. 


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36S  HUTniA  DI  umAa. 

mados  y  jarados  estoa  capítulos  (2  de  abril)  aclamóse 
desde  luego  á  doña  Beatriz  reina  de  Castilla;  y  acor- 
dado qae  el  casamieoto  se  hiciese  *ea  Yelves  6  en  Ba- 
dajoz, dispuso  el  rey  don  Juan  todo  lo  necesario  para 
celebrar  coo  espleodidez  sus  bodas. 

Ed  el  mes  de  mayo  inmediato  hallábanse  ya  doa 
Juan  de  Castilla  con  los  grandes  de  su  reino  y  el  arzo- 
bispo de  Santiago  en  Badajoz,  doña  Leonor  y  doña 
Beatriz  de  Portugal  con  los  principales  hidalgos  por- 
tugueses y  el  obispo  de  Lisboa  en  Yelves.  Gravenaen- 
te  enreroao  el  rey  don  Fernando,  no  pudo  asistir  á  es- 
las  bodas.  Juraron  sobre  el  cuerpo  de  Dios  todos  los 
'  prelados  y  señores  de  ambos  reinos  que  se  hallaban 
presentes  guardar  aquellos  tratos,  y  hecho  esto  salía 
uadiael  monarca  castellano  de  Badajoz  (17  de  mayo) 
camino  de  Yelves.  En  anas  tiendas  que  se  babiao  le- 
■  vantado  fuera  de  la  villa  encontró  i  la  reina  doña 
Leonor  que  te  «guardaba;  lleváronle  alli  á  doña  Bea- 
triz, y  tomándola  consigo  fuéronse'á  Badajoz,  donde 
se  velaron  al  siguiente  día  en  medio  de  regocijos  y 
alegres  fiestas. 

Viniendo  ya  de  Badajoz  para  Castilla,  supo  don 
Juan  que  su  indócil  y  bullicioso  hermano  don  Alfonso 
se  babia  rebelado  de  nuevo  y  fortificádose  en  Gijon. 
Despachó  ia mediatamente  á  Asturias  algunos  de  sos 
capitanes,  los  cuales  cercaron  á  Alfonso  en  Gijon  hasta 
que  le  obligaron  á  rendirse  con  toda  su  gente.  Trajó- 
roole  á  su  hermano,  que  tuvo  la  generosidad  de  per- 


n,g,t7cdb/G00gIc 


J 


MiTB  11.  uno  lu.  363 

donarle  bajo  palabra  "que  le  empeñó  de  qae  le  se- 
ría siempre  fiel  y  do  se  apartaría  ya  jamás  de  so  ser- 
vicio. El  rey  se  vído  á  Segovia,  donde  celebró  cortea 
generales.  Uiciéronse  en  ellas  algunos  ordenamientos 
para  la  reforma  de  abasos,  pero  lo  mas  notable  de  es- 
tas cortes  Tué  la  ley  en  que  se  abolió  la  costumbre  de 
contar  por  la  Era  de  César,  mandando  que  en  lodo  el 
reino  se  contara  en  adelante  por  lod  años  del  naci- 
miento de  Nuestro  Señor  Jesocrlslo  O. 

Terminadas  estas  cortes,  y  caminando  el  rey  á 
Toledo  con  ánimo  de  dirigirse  á  Sevilla,  noticiáronle 
en  Torrijos  el  fallecimiento  de  su  suegro  el  rey  de  , 
Portugal  (22  de  octubre,  1383).  Kl  primero  que  le 
escribió  invitándolo  á  qne  pasara  á  aquel  reino,  di- 
ciendo que  le  pertenecía  de  derecho  por  doña  Beatriz 
.  sa  muger,  fué  el  maestre  de  Avis  don  Juan,  hermano 
bastardo  del  difunto  monarca.  Comenzó  en  efecto  el 
casiellano  á  usar  títnlo  y  armas  de  Portugal,  cosa  que 
no  agradó  á  algunos  de  su  'consejo.  En  Montalvan 
prendió  á  su  hermano  don  Alfonso,  y  encerróle  en  un 
castillo  por  sospechas  de  que  andaba  en  nuevas  ma- 
qaioaciones,  y  mandó  también  llevar  preso  al  alcázar 
de  Toledo  al  infante  don  Juan  de  Portugal,  refugiado 


(1}     Ca»c«l«a  en  Ib  Bíetoria  de  primero  dsl  año  tiñi;  y  asi  m 

NurciS)  y  ColmanareB^n  ladeSe-  cunto   geiieralmeote   hasta   I9t(, 

fiovía  iu<ar(aroa  el  testo  de  eata  en  que  pretaleció  el  uso,  é  mas 

ej.  En  Aragón  se  hatiia  hechü  ya  bien  el  abuso  que  ee  había  ido  in- 

esta  reforma  el  año  13Sa> — Seguñ  Iroduciendodepriacipiará  cootar 

alta  el  aBo  debeiiii  empezar  el  !S  el  sQo  nuevo  por  el  I."  de  enero. 
de  diciembre,  j  eete  día  fué  et 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


36i  aurmu  db  uvaía. 

ea  Castilla  con  su  hermano  doo  Dbnis  después  de  la 
muerte  de  su  padre;  no  porque  hubiese  hecho  cosa 
cúDlra  su  servicio,  siao  porque  recelaba  que  aiguoos 
ea  Portugal  le  quisiesen  aclamar  por  rey.  Con  esto  se 
preparó  para  hacer  su  entrada  en  Portugal,  mas  cele- 
brado consto  sobre  la  manera  como  convendría  eje- 
cutarlo, dividiérüose  los  pareceres,  opinando  los  mas 
que  debería  de  ganar  antes  á  los  portugueses  con  po- 
líticos y  amistosos  tratos  y  por  medio  de  embajadas  y 
conferencias  pacificas,  por  la  via  en  fin  de  -las  nego- 
ciaciones, y  siendo  otros  de  dictamen  que  debería  mi- 
rar losanteriores  tratados  como  hechos  conb^  su  hon- 
I-a  y  derecho,  y  como  no  válidos  ni  obligatorios,  ea 
cuya  virtud  conveodria  que  entrara  inmediatamentia 
como  rey  y  con  poderoso  ejército,  y  tomar  posesión 
del  reino  como  por  sorpresa  y  antee  que  los  portugue- 
ses se  apercibiesen.  Conformáhase  mas  este  dictamen 
con  los  deseos  y  con  las  intenciones  del  rey,  y  como 
al  propio  tiempo  el  canciller  de  la  reina,  obispo  de  la 
Guardia,  ciudad  portuguesa  de  la  frootera,  lé  asegla- 
rara que  en  esta  ciudad  seria  muy  bien  acogido,  el 
rey  desoyendo  toda  reflexión  contraría  á  su  peusa- 
mieolo  tomó  el  camino  de  Portugal  y  entró  en  la 
Guardia,  donde  fué  recibido  tan  benévoUimente  como 
el  prelado  le  ofreciera. 

Muchos  caballeros  é  bidalgos  portugueses  de  la 
comarca  presentáronse  luego  á  hacer  homenage  al  rey 
de  Castilla,  pero  disjfustároose  pronto  del  carácter  od 


D,g,t7cdb/GOOglC 


ruTB  II.  UBBO  ni.  366 

tanto  seco  y  tadltñiKi  de  don  Juan,  acostombradoa 
como  estabao  i  las  familiaridades  de  don  Fernando. 
Por  dra  parte  et  gobernador  del  castillo  de  ]aGaar-  - 
día  QO  le  entregaba  al  rey,  y  sé  roanteaiB  en  aoa  ac- 
titud sospechosa,  bien  que  don  Juan  se  creyera  ase- 
gurado con  las  compañías  que  le  libaron  de  Castilla 
basta  qolnientos  bombres  de  armas.  Había  don  Juan 
despachado  cartas  para  Lisboa,  y  engeoeral  para  todo 
d  reino,  recordando  los  derechos  de  so  esposa  dcña 
Beatriz  después  de  la  muerte  de  su  padre.  En  su  vir- 
tod  el  conde  de  Cintra  don  Enrique  Manuel,  tio  délos 
dos  reyes  el  difunto  don  Fernando  de  Portugal  y  don 
Juan  de  Castilla,  tomó  el  pendón  de  las  Quinas  (el 
estandarte  de  las  armas  portagaesas)  y  acompañado 
de  algunos  ofidales  de  la  casa  real  recorrió  las  callea 
de  Lisboa  proclamando:  ¡Real,  Real,  Portugal,  Por- 
tagal,  por  ¡a  reina  doña  Beatriz!  Pero  esta  procla- 
mación fué  generalmente  recibida  con  tibieza,  porque 
machos  querían  al  infante  don  Juan,  hijo  de  doña 
Inés  de  Castro,  y  hermano  natural  del  último  rey,  el 
qoe  quedaba  preso  en  el  alcázar  de  Toledo,  puesto 
que  temían  por  la  independencia'  del  reino  si  se  ponía 
ésle  en  manos  de  la  esposa  del  rey  de  Castilla. 

Había  en  Lisboa  un  hombre  muy  popular,  qoe  era 
el  maestre  de  Avis.  Era  éste  enemigo  del  conde  de 
Oren,  &  quien  el  pueblo  tampoco  qoería  bien.  Un  dia 
hallándose  el  conde  en  el  palacio  de  la  reina  doña 
Leonor  entró  el  maestre  de  Avia  con  ooarenta  hom- 


,,Goaglc 


366  HISTOUA    DB    BSTAIIa 

bres  armados  y  asesiaó  al  ds  Oreo  judío  á  I&  cámara 
misma  de  la  reioa.  El  obispo  de  Lisboa  don  Harlio, 
natural  de  Zamora,  privado  del  úllimo  rey,  y  tampo- 
co tHeaquisto  del  pueblo,  tan  luego  como  sapo  la 
muerte  del  coode  de  Oreo,  cobró  miedo  y  buscó  asilo 
eu  la  torre  de  la  catedral.  Agolpóse  allí  el  pueblo  ta- 
multuado,  penetró  en  et  asilo  del  obispo,  y  sin  respeto 
al  carácter  sagrado  de  su  persona  le  dio  muerte  y  le 
arrojó  de  la  torre.  En  vista  de  estas  escenas  intimidó- 
se la  reina  doña  Leonor,  y  viendo  al  maestre  de  Avis 
apoderado  de  la  ciudad  se  salió  de  Li^oa  y  se  refu- 
gió en  Santarén.  Pdblicamente  deoian  ya  en  Lisboa 
que  no  querían  ni  á  la  reina  doña  Beatriz,  ni  al  iofante 
don  Juan,  mientras  no  tuviese  la  regencia  del  reino 
el  maeslre'de  Avis.  Inrormó  la  reina  viuda  de  todo  al 
rey  de  Castilla,  y  envióle  á  llamar  invocando  su  am- 
.paro.  Bespondiendo  don  Juan  á  su  llamamiento,  pasó 
de  la  Guardia  á  Santarén,  donde  la  reina  doña  Leo- 
Dor  abdicó  en  él  el'  derecho  á  la  regencia  del  reino 
que  tenía  con  arreglo  á  los  tratados,  y  acudieron  á 
reconocerle  como  tal  buen  número  de  caballeros, 
hidalgos  y  capitanes  portugueses,  señores  de  castillos 
que  obedecían  como  reina  á  doña  Beatriz  (1 384). 

Pero  entretanto  ana  gran  parte  de  la  población  da 
Lisboa  y  de  otras  ciudades  del  reino  proclamabsa  rey 
al  loff^Dte  don  Juan  y  regente  el  maestre  de  Avis  pa- 
seando el  pendón  de  las  Quinas,  con  la  efigie  del  in- 
fimie,  que  para  conmover  al  pueblo  hablan  pintado 


,,  Google 


PAKTt  II.  LIBRO  III.  367 

represenláodóle  preso  en  Espafia  y  .cargado  de  cade- 
nas. Envió  el  rey  algunos  de  sus  ^pitanes  con  mil 
hombres  de  armiis  á  cercar  á  Lisboa,  y  auoque  espe  - 
raron  algua  liempo  á  que  salieran  los  sitiados  á  dar- 
les batalla  ,  no  se  atrevieron  estos  á  moverse  de  la 
ciudad.  Encendíase  oo  obstante,  la  guerra  entre  cas- 
tellanos y  portugueses  por  la  parte  de  Evora.  Creyó 
el  rey  qne  se  le  entregaría  Coimbra,  y  se  engañó  á 
pesar  de  tenerla  un  hermano  y  on  pariente  de  la 
~  reina  doña  Leonor.  Antes  bien  como  supiese  que  su 
primo  don  Pedro,  hijo  del  antiguo  maestre  de  San- 
tiago, don  Fadrique,  haciéndote  traición  se  Jiabia  en- 
trado en  aquella  plaza,  y  como  le  lorormasen  de  que 
todo  esto  era  movido  por  la  reina  su  suegra,  de  quien 
suineron  algunos  que-  tenia  relaciones  demasiado  es- 
trechas con  don  Pedro,  prendió  á  doña  Leonor,  con- 
tra el  dictamen  de  algunos  de  su,  consejo,  y  la  hizo 
trasportar  á  Castilla  con  buena  escolta,  y  la  recluyó 
en  el  monasterio  de  Santa  Clara  de  Tordesillas.  Difr- 
cnlíóseen  consejo  si'se  cercaría  Lisboa,  ó  se  baria  la 
guerra  por  el  resto  del  reino,  y  prevaleció  el  primer 
dictamen,  do  obstante  estar  la  epidemia  haciendo 
grande  estrago  eo  el  ejército  castellano.  Formalizóse» 
pues,  el  sitio  de  Lisboa:  ana  Qota  castellana  desarma- 
ba las  naves  de  Portugal:  el  reino  estaba  mny  divi- 
dido entre  los  dos  partidos:  el  maestre  de  Avis  pro- 
puso un  acomodamiento  que  no  fué  aceptado;  mas 
la  mortandad  ocE^ioaada  por  la  peste  aumentaba  cada 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


368  aiSTinu  n  utaIa. 

día  á  tal  panto  que  eo  dos  meses  marieron  sobre  dos 
(Milhombres  de  armas,  los  mejores  de  Castillai  ade- 
mas de  muchos. otros  de  los  qae  compoDÍaa  la  hueste, 
entre  ellos  el  maestre  de  Saotiago,  Cabeza  de  Vaca, 
■  el  camarero  mayor  del  rey,  Feroandez  de  Velasco,  el 
comendador  mayor  de  Casulla,  Raíz  de  Sandoval.  los 
mariscales  de  Castilla,.  Alvarez  de  Toledo  y  Ruiz  Sar- 
mieoto,  el  almirante  Saochez  de  Tovar,  don  Pedro 
Noüez  de  Lara,  coode  de  Hayorga,  y  otros  machos 
ricos-hombres  y  caballeros  de  Castilla  y  de  Leoa. 

Túvose  consejo  para  deliberar  lo  qne  en  tan  fa* 
oesta  sitoacioD  debería  hacerse,  y  se  acordó  levantar 
el  cerco  (3  de  setiembre,  1 38i),  y  rolverse  á  Castilla 
basta  qne  la  peste  cesase,  dejando  gnarnecidos  los 
castillos  y  villas  que  se  poseían  en  aqoel  reino.  Igual 
medida  se  tomó  con  la  escuadra.  Regresado  que  hu- 
bo don  XuBD  á  Sevilla,  escribió  al  rey  de  Francia,  re- 
firiéndole el  grande  estrago  qae  en  so  gente  habia 
hecho  la  epidemia  y  pidiéndote  ayuda,  y  se^edicd  á 
armar  galeras  y  naves  y  á  aparejar  todo  lo  necesario 
para  reparar  las  pérdidas  y  volver  á  emprender  la 
campaña. 

Al  comenzar  el  año  1 38K  doce  galeras  y  veinte 
naves  cast^lanas  surcaban  de  Sevilla  &  Lisboa.  En  la 
parte  de  Santarén  habían  sido  hechos  prisioneros  en 
pelea  el  prior  del  Hospital  y  el  maestre  de  la  orden  de 
Cristo  por  el  castellano  Gómez  Sarmiento.  El.  maestre 
de  Avia  habia  sitiado  á  Torres  Yedras,  donde  estovo 


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rutn  II.  UBio  111.  369 

á  punto  de  ser  Tictima  de  uoa  conjuracioo  que  le  ha- 
Uan  tramado  algunos  caballeros  originarios  de  Casti- 
lla qae  tenia  en  su  cainpo,  cuya  conspiración  se  sn- 
paso  instigada  por  el  rey  de  Castilla  ^*K  Alzando  lúe- 
fp  el  maestre  el  campo  de  Torres  Vedras,  entró  en 
Coimbra  (3  de  marzo),  donde  había  convocado  las 
cortes  del  reino.  En  aquella  asamblea  uo  célebre 
jorísoonsulto  portugués  proDanciii  un  largo  discur- 
so para  probar  qoe  el  heredero  mas  directo  de  la 
corona  era  el  maestre'  de  Avis;  que  habiendo  sido 
ilegitimo  el  malrímonio  de  don  Fernando  con  doña 
Leonor  Tellez,  ya  casada,  la  era  también  el  nacimíea- 
10  de  doña  Beatnz;  qae  los  infantes  don  luao  y  don 
Dtonfs,  prisioneros  en  Castilla,  tampoco  eran  sino  bas- 
tardos, no  habiéndose  casado  el  rey  don  Pedro  con 
doña  Inés  de  Castro  su  madre;  y  que  siendo  el  maes- 
tre de  Avi3  de  la  sangre  de  sus  reyes,  un  bnen  ca- 
ballero, hombre  ilustrado  y  el  mas  valeroso  del  reino, 
en  sus  maDOB  debia  ponerse  el  cetro  de  Portu- 
gal ").  Los  que  defendían  el  derecho  de  doña  Beatriz 
y  los  qae  estaban  por  el  infante  don  Juan,  alegaron 
también  sus  razones,  mas  su  voz  fué  ahogada  por  las 
de  los  bumerosos  partidarios  del  de  Avis,  diputados 
de  las  ciudades,  que  eran  mas  en  número  que  los  no-' 


(I)    FsrnanLopez,  portugués,  iodicacíOD. 

CrÚDica  del  rey  doo  Jaüam  de  boa  (t)    El  macatre  de  Avia  era  bi- 

memoria. — Avala  pasa  bábilmen-  jo  del  rey  don  Pedro  y  de  Teresa 

te  de  largo  sobre  este  hecho,  del  Lorenzo,  oae  otros  llanaa  doAa 

cual  apenas  hace  una  ligerísima  Teresa  te  Gallega. 

To«o  vu.  S4 


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370  IIISTOKU  DB  KSPlJ*. 

bles  en  la  asamblea,  y  el  maestre  deAvis  quedó  acia- 
niado  rey  en  las  cortes  de  Coimbra  [6  de  abril,  1385) 
con  el  nombro  dé  luán  I.  tomando  desde  luego  el  ti- 
tulo y  las  iosigoias  reales.  Asi  eo  pocos  años  dos  bas- 
tardos ocuparon  los  tronos  de  Castilla  y  de  Portugal, 
legitimando,  por  decirlo  asi,  la  ilegitimidad  ambos 
pueblos  "'. 

Mostróse  don  Juan  I.  de  Portugal  desde  el  prin~ 
cipio  merecedor  de  la  corona  que  acababa  de  redbir, 
pues  merced  á  su  actividad  casi  todas  las  plazas  de 
Entre  Duero  y  Miño,  que  estaban  por  doña  Beatriz 
fueron  reconquistadas,  y  Portugal  se  vio  en  actitud 
de  tomar  la  ofensiva  contra  Castilla.  Uno  de  sus  pri- 
meros actos- fué  reconocer  por  ponUGce  ¿  Urbano  VI., 
á  quien  escribió  participándole  su  elección  y  solici- 
tnndo  de  él  la  competente  dispensa  por  so  cualidad  de 
.  gran  maestre  de  una  orden  religiosa  (*>.  El  rey  de 
Castilla  supo  estas  nuevas  cuando  se  preparaba  á  ha- 
cer otra  invasión  en  Portugal  después  de  restablecido 
de  una  gravísima  enfermedad  que  le  había  puesto  en 
peligro  muy  próximo  de  muerte.  La  gente  de  mar 
habia  ido  ya  delante,  según  hemos  dicho.  Ei  arzo- 
bispo de  Toledo  don  Pedro  Tenorio  recibió  orden  de 
penetrar  en  aquel  reino  por  la  parle  de  CÍudad-Ro- 

(I.     Soaresda  Silva  en  las  Me-  propia  objelo  que  las  da  Santiago, 

nioi'iaí' de  doQ  Juan  I.  ÍD^ertó  el  Alca  alara  y  Catatrsva,  se  deao- 

acta  de  la  elección  de  i^imbra,  oiiaé  do  AvU,  de  la  ciudad  y  ca&- 

',i)    Eets  orden  de  caballería,  tillodeestanombrj.que Alfonsol. 

fiindada  en  Porlu^l  á  medíadoa  dio  á  los  caballeros  para  sn  reai- 

d?!  s\¿\(¡  XII.,  á  ejemplo  y  oob  el  dencia. 


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9AMJ»  II.  UBBOUl.  374 

drígo  ccw  las  banderas  del  rey,  pero  adeUDlároose  al- 
ganos  caballeras  castellanos,  qae  rompiendo  por  ter- 
ritorio portugués  con  trescientas  lanzas,  pagaron  caro 
so  atreTÍmiento  siendo  completaniente  derrotados  en 
TroDCoso.  El  monarca  castellano  habia  pasado  á  Ba- 
dajoz, donde  se  le  reanieron  sos  banderas,  con  mas 
algunas  compañfas  qae  le  vinieran  de  Francia.  De 
allí  hizo  moyimieato  á  Gadad -Rodrigo.  Debatióse  en 
consejo  si  se  entraría  ó  no  en  Portagal,  atendido  el  es- 
tado del  reino,  ei.  prestigio  del  nnevo  monarca,  sos 
recientes  tríonfos  y  el  auxilio  que  habia  recibido  de 
Inglaterra.  Oponíanse  machos;  pero  el  rey  se  adhirió 
como  siempre  á  los  que  opinaban  por  la  invaaon.  Hl- 
zose,  paes,  Ha  entrada  (julio,  4385);  rindióse  Celoria, 
pasó  el  rey  por  las  inmediaciones  de  Coimbra,  cu- 
yo arrabal  qoemó,  y  proúgnió  camino  de  Leiria.  El 
maestre  de  Avia,  rey  de  Pwlugal,  estaba  en  Tovar; 
de  alK  movió  su  gente  á  Ponte  do  Sor,  en  dirección  de 
Leiria  también. 

Hallároose  los  dos  ejércitos  cerca  de  Aljubarrola, 
villa  abacial  á  una  legua  de  Atcobaza  ,  en  la  Extre- 
madura portuguesa.  El  de  Portugal  era  bastante  infe- 
rior en  número  al  castellano,  que  constaba  de  treinta 
mil  hombres  de  todas  armas,  si  bien  sus  principales 
caiHtaDes  habian  perecido  un  año  antes  de  epidemia 
en  el  silio  de  Lisboa.  Favorecían  al  portagués  las  po- 
sioiooes,  el  hambre  y  la  fatiga  del  ejército  castellano, 
y  la  quebrantada  salud  del  rey  de  Castilla  que  se  faa- 


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372  UISTOklA  Dt  RIHltá. 

Haba  casi  postrado  é  imposibilitado  de  cabalgar.  Acón' 
sejaban  á  éste  los  nías  pradeotes  qae  ao  diera  el  com- 
bate con  tales  desventajas  y  á  esto  se  iDCtioaba  el  rey; 
pero  la  gente  jóveo  y  fogosa  espuso  que  la  menor  va- 
cllacion  de  parte  de  uo  ejército  tan  superior  eo  número 
al  del  enemigo  seria  mostrar  una  vergonzosa  cobar- 
día; y  ccHi  mas  valor  que  reflexión  atacaron  la  hneste 
portaguesa,  la  cual  los  rechazó  también  vigorosamen- 
te. Sacedió  entonces  lo  que  los  hombres  esperimenta- 
dos  y  pensadores  habiaa  previsto.  La  oatoraleza  del 
'  terreno  no  permitió  maniobrar  á  las  dos  atas  del  ejér- 
cito castellano,  y  solo  el  centro  y  la  vanguardia  del 
cey  tuvieron  qae  sostener  el  empuje  de  los  tres  cam- 
pos enemigos.  Los  portugueses  embistieron  con  ad- 
mirable brío  sembrando  la  muerte  por  las  filas  de 
Castilla.  EJ  rey  don  Juan,  doliente  como  estaba,  era 
-llevado  en  una  litera.  Cuando  los  castellanos  vieron 
que  iban  en  derrota,  pusiéronle  en  una  muía,  y  cuan- 
do la  necesidad  los  obligó  á  retirarse  precipitadamen- 
te dióle  su  caballo  Pedro  González  de  Mendoza,  su  ma- 
yordomo, con  el  cual,  enfermo  como  estaba;  bayo 
del  campo,  y  llegó  con  mucho  trabajo  á  Santaréo.  dis- 
tante once  leguas.  Alli  tomó  un  barco  de  guerra,  y 
descendiendo  por  el  Tajo  arribó  á  Lisboa,  donde  es- 
taba la  armada  castellana,  y  con  ella  se  voWió  á 
Sevilla. 

Faé  la  memorable  batalla  de  AIjubarrota  el  44  de 
agosto  de  1386.  Hácese  subir  &  diez  mil  la  cifra 


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Man  II.  UHD  ui.  373 

de  los  castellaoos  qae  en  ella  perecieroD;  alti  sacuin- 
bJeroQ  los  mejores  capilanea  y  los  mas  ilaslres  caba- 
lleros de  Caslilla;  don  Pedro,  bíjo  del  marqués  de  Vi- 
lieaa,  el  señor  de  Aguitar  y  de  Castañeda,  hijo  del 
eoode  don  Tello,  el  prior  de  Sao  Juao,  «1  adelantado 
mayor;  et  almiraote  y  los  mariscales  de  Castilla,  el 
'  porti^nés  doD  Juan  Airoaso  Tello.  coade  de  Mayorga 
y  Uo  de  la  reina  doña  Beatriz,  con  otros  mucbos  pro- 
ceres ó  hidalgos  castellanos  y  portugoeses..  Entre  los 
prisioneros  se  contaba  el  ilustre  don  Pedro  López  de 
Ayala,  el  autor  de  la  Cróaica.  El  maestre  de  Alcáota^ 
ra  Gonzalo  Ñoñez  de  Guzman  se  mantaToalguo  tiem- 
po firme  con  loa  de  i  caballo  después  de  la  derrota:. 
á  ¿I  se  reunieroo  los  que  pudieron  escapar  de  la  Qui- 
tanza, coD  Iqs  cuales  se  retiró  en  cierto  orden  á  San- 
taren,  y  pasando  el  Tajo  se  iblernóenCastilla.  Salvá- 
ronse otros  por  cerros  y  senderos,  y  algunos  se  in- 
corporaron al  inrante  don  Carlos  de  Navarra,  que  con 
algunas  compañías  de  Aragón^  de  Bretaña  y  de  Cas- 
tilla halüa  entrado  en  Portugal  después  que  el  rey,  y 
sabiendo  eu  tierra  de  Lamego  el  funesto  desastre  de 
Aljubarrota  dio  la  vuelta  con  los  fugitivos  para  el  ter- 
ritono  castellano.  Afectó  tanto  al  rey  don  Juan  aque- 
lla derrota  que  se  vistió  él  y  mandó  vestir  luto  á  toda 
la  corte,  y  eu  mas  de  un  año  no  permitió  que  hu- 
biese diversiones  ni  espectáculos  públicos,  ni  oingua 
género  de  fiestas-  populares.  Los  portugueses  solem- 
nizan anualmente  el  triunfo  de  Aljubarrota,  y  le  cc~ 


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374  uisnitA  DB  iwAfti. 

lebruD  con  pomposos  y  no  infundados  panegirícos  "'. 
Ganada  ta  batalla,  recobróel  nuevo  rey  de  Porta- 
gal  las  plazas  qne  habían  tenido  los  castellanos,  y  al 
dar  la  noticia  de  sa  triunfo  al  duque  de  Lancasler,  le 
escilaba  á  que  Tioiese  á  tomar  posesión  del  reino  de 
Castilla  que  decia  pertenecerle  por  su  muger.  Orf^jU- 
lloso  y  envalentonado  cod  eu  vícloría  el  antiguo  maes- 
tre de  Avis,  mandó  á  so  condestable  Ñuño  Alvarez 
Pereíra  que  invadiera  el  país  de  Badajoz  haciendo 
cuanto  estrago  pudiese.  Mas  falljí  poco  para  que  él 
con  toda  su  gente  cayera  en  foder  de  tos  castellanos, 
y  solo  por  nn  desesperado  esfuerzo  pudo  volver  á  ea< 
Irar  en  Portugal,  despnes  de  haber  dejado  en  Caati- 

(1)    Froísssrt  aQ  sa    Cróaics,  >Ssbed  qoe  Iones  catorce  diía  de 

cap,  3.,  cuenta  miaucioaamenli:  leate  mua  de  agoslooviaos  bata- 

euui  batalla,  y  reflere  pormeno-  >lla  coa  sqoet  traidor  que  solía 

res  curiosos  j  laacas  dramáticos,  tser  Maeatie  dv  Avis,  é  con  lod.s 

que  el  croaiata  castellano, des^jra-  dosdol  regno  de  Portugal  que  do 

ciado  actor  en  ella,  omitía  como  >su  parte  teaia,  é  con  todo*  loa 

huyendo   de  un  triste  recuerdo,  «otros   estrangeros,  asi  inglese* 

Froiwart  dice  que  aupo  lodaa  >oomo  gascones,  i^u«  con  61  ettM- 

aquellascircuDslaaciasilubacadB  >ban:  é  la  batalla  liió  de  e«l3  ma- 

UD  caballero  del  codmío  del  rey  »neTa.  Ellosae  peBianaaqoel  día 

de  Portugal  á  quien  vio  en  Flan-  sdesde  la  maítana  en  una  plaza 

des,  y  empleó  seis  dias  en  escri-  ofuerle  entrttdosarroyotde  foaúo 

bir  lo  que  aquel  lo  dictaba.  Por  acuda  uno  diez  ó  doce  brazas;  A 

coQsecuaDcia  es  muy   veroalmtl  «quindo  nuestra  gente  allí  llejjA, 

queau  relación  en  algunos  punto»  te  vieron  que  non  luspodianaco- 

n'o  tenga  tanto  do  verídica  como  'meter  por  allí,  ovimos  todoa  de 

de  noveloica.  >rodesr  para  venir  á  ellos  por  otra 

Loque  aabemoa  de  cierto  es  «parte que  noa  pare&ció  ser  mas 

que  luego  que  eirev  llegóáSevilla  allaiio:  O  quandaUeaanHuáaquel 

escribió  cartas  á  las  principales  >logarera  ya  bora  díe  víspuras,  é 

ciudades  de  sus  reinos,  par tioi-  Miueatra  gente  estaba  inaT  cad- 

pándolesen  términos  muy  tristes  •sjda.Eotooces  los  mas.de  losca- 

el  infortunio  de  Aijubirrota,  al  'balleros  que  con  noeoCros  etts- 

propiotiempo  que  las  convocaba  'ban,  que  se  avían  visto  en  otras 

para  laa  cortes  de  Valladolíd.  He  sbatalusiacordaban  que  no»dies« 

aquí  losprincipa  les  párrafo^  de  es-  «esta  en  aquel  dia,  lo  uno  porque 

tassenlidaacartas.  <DoQJuan,etc.  »aueatra  gente  iba  fatigada,  é  lo 


,,Googlc. 


VAiTB  n.  uMmm.  376 

lia  naucfaos  de  los  que  le  acompaSaroD  ea  su  alrevida 
irrupcioa. 

De  Sevilla  pasó  don  Juan  á  celebrar  cortes  eo 
Valladolid.  Ea  estas  cortes  se  hizo  an  ordeDamieoto 
presoríbieado  y  se&Blaodo  mkiaciosa menté  las  armas 
y  armaduras  que  (wda  ciudadano  de  T<UDte  á  sesenta 
años,  fuese  eléf  igo  ó  lego»  estaba  obligado  á  tener  en 
proporción  á  las  reatas  y  haberes  de  cada  odo,  asi 
como  el  Dúaieró  de  caballos  qae  babia  de  oíanlener, 
y  la  proporción  en  qoe  éstos  faabian  de  estar  con  el 
de  las  muías  y  otras  cabalgaduras,  concluyendo  con 
varias  medidas  ecnduceotes  al  fomento  de  la  cria  ca- 
ballar. Hadase  lo  primero  con  el  fin  de  que  lodo  el 

lotro  para  mirar  la  gente  portu~  «iioa   dejaron  de  acometerlos;  é 

•gueas  como  estaba.  Has  toda  l>  npornueslros  pecados  fui  moa  ven- 

sotra  DoestraKeiite,  conla  voIuq-  icídos.  Nos  viendo  nueslra  gente 

atad  que  avian  depelear.fuéronaB  ^desbaratada  6rota,fuímanos  pa- 

>«ÍD   nueatro  acuerda  alláiénoa  ira  Saolaren  ,  ú  de  allí  d^s  vici- 

■  fallaiDos  COD  ellos,  aunque  con  niños  por  mar  para  nuestra  Flota, 
imucha  Qaqueu,  que  a*  ía  catorce  iporquautopor  oueslra  emrerme- 
idiaa  que  loamos  camÍDO  en  lile-  ndad  non  podíamos  subir  é  caba- 
>n,ép<ir«at8caDaaDoniiodiamDB  «lio...  E  Ulos queriendo,  enten- 
lentender  ninguna  cosu  del  cam-  «demos  partir  de  esta  cibdad^Se^ 
ipo,  como  oompliaéDuealro ser-  >villa)  para  Ceslillado  aquiácua- 
>vicio.  Después  que  los  nuejlros  >tro  ú  cinco  días,  por  quunto  con 
■se  vieron  frente  i  freela  cou  >la  Sfuda  de  Dios,  é  de  todos  vo»< 
sellos,  fallaron  tres  cosas:  la  naa  lOttos  los  de  nuestros  reinos,  de 
lun  monte  corlado  que  tea  daba  iquien  creemos  que  sentiréis  el 

■  fasta  la  cinta;  éla  segunda,  en  la  «mal,  deshonra  é  pérdida  que  ha- 
ifrente  de  sa  balaltanoa  cabitan  abemos reBcibidu.entendemoscon 
lalta  como  un  orne  fasta  la  gar-  «brevedad  avcr  venganza  de  esta 
llanta;  é  la  tercom  que  la  frente  ndeshbnrs,  é  cobrar  lo  que  nos 
■dd  so  eMuadroD  estaba  tan  c»r-  iprilenesce...>  Concluye  convo- 
«cadaporlüsarroyosquela  tenían  cardolBs  á  cortes  en  Valladolid 
•alrededor,  que  non  avia  de Trinte  para  t.''de  octubre,  d  fin  de  re- 
>da  trescientas  6  quarenta  á  qus-  solver  en  ellas  lo  que  cumpla  á  su 
■trociestas  lanzas.  Pero  acuque  servicia. — (escales  en  au  iliat.  de 

■  esto  «ataba   asi,  é  los  nuestros  Uurcia,  Disc.  VIH.,  c.  t5,  inserta 

■  vieron  todas  Mtaa  dificultades,  la  carta  dirigida  á  aquella  ciudatf. 


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376  uinwiA  DI  wstkSLA, 

muodo  estuviera  preparado  y  armado  para  la  guerra, 
y  lo  segando  á  causa  de  .la  dismiaucioD  y  escasez  de 
caballos  que  se  iba  Dotaado.  Reprodujároose  alganas 
leyes  hecbas  eu  otras  cortes  relativas  á  Jos  judies  y  á 
los  arreodadores  de  las  realas,  olyetos  pereDnes  de 
las  quejas,  reolamacíoaesy  peticioBea  de  tos  pueblos; 
y  por  último,  mauifestó  el  rey  las  causas  per  qué  lle- 
vaba luto,  qoe  decía  ser  mayor  el  de  su  corazoo  que 
el  de  sos  vestidos,  sirado  la  priaoipal  el  sentimieolo 
qoe  le  cansaba  la  pérdida  de  taotoa  y  tan  bueoos  ca- 
balleros y  escuderos  como  babiao  muerto  en  la  re- 
cieote  guerra,  y  el  quebranto  y  mancilla  que  acaba- 
ba de  sufrir  el  reino,  y  que  su  voluntad  sería  no  de- 
jar el  duelo  basta  que  la  deshonra  de  Casulla  ñiese 
vengada  y  pudiese  aliviar  de  pechos  á  sus  subditos  y 
regir  sus  reinos  en  justicia:  nobles  sentimientos,  que 
honran  sobremanera  al  monarca  que  los  emilia. 

Disueltas  las  cortes  de  Valladolid  en  fioes  de  4  385, 
recorrió  el^  apesarado  don  Xnan  las  provincias  ani- 
mándolas á  reparar  el  contratiempo  de  Aljubarrota, 
cuyo  recuerda  le  laceraba  el  corazón.  £1  rey  Car- 
los VI.  de  Francia,  á  quien  don  Juan  había  participa- 
do el  suceso  Euoesto  de  Portugal  y  solicitado  le  am- 
parase en  tal  confiícto  con  arreglo  á  los  tratados,  le 
envió  dos  mil  lanzas  pagadas,  al  mando  de  su  tío  d 
duque  de  Borbon,  hermano  de  la  reina  doña  Blanca, 
muger  de  don  Pedro  de  Castilla^  y  el-papa  Ciernen*' 
le  VU.  te  dirigió  una  afectuosa  carta  procurando  con- 


,,.CoogIc 


Mcn  II.  urao  111.  377 

solarte  de  la  pérdida  de  la  batalla.  Has  los  emisarios 
qae  el  de  Portugal  había  despachado  á  loglalerra  ha- 
llaron tan  buena  acogida  eo  la  corte  de  Ricardo  U. 
(sucesor  de  Bdoardo  01.),  que  el  partameoto  de 
Lóodres  otorgó  uo  servicia  de  mil  quÍDÍeatas  lanzas  y 
otros  tantos  ballesteres  al  duque  de  Lancaster,  para 
qoe  viniera  á  cobrar  el  que  llamaba  él  su  reino  de 
Castilla  '*^  Embarcóse,  paes,  el  priacipe  inglesen 
Brístol  con  esta  gente  en  galeras  de)  rey  de  Portugal, 
trayendo  consigo  á  bu  esposa ,  á  su  hija  Catalina  y  á 
muchas  damas  y  doncellas,  que  sin  duda  miraban  la 
empresa  de  la  conquista  de  Castilla  mas  como  de  re- 
creo que  como  de  peligro ,  y  después  de  haber  toca- 
do en  Brest,  tomaron  rumbo  para  la  Coruña,  donde 
arribaron  eV  S&  de  julio  (438S).  Apresaron  alli  algu- 
nas naves  castellanas,  y  aun  hubieran  tomado  la  po- 
blación sin  la  vigorosa  defensa  de  un  caballero  de  Ga- 
'icia  llamado  don  Fernando  Pérez  de  Andrade,  que  se 
batteba  alli  muy  bien  apercibido  y  con  buena  compa- 
ñía. Menos  foerte  y  menos  defendida  la  ciudad  de 
Santiago,  cayó  en  poder  de  h»  ingleses,  y  no  fsjtaroa 
caballeros  de  la  üerra  que  se  fuesen  con  el  de  lan- 
caster. 

En  abril  de  aquel  año  había  publicado  Ricardo  de 
Inglaterra  una  bula  de  Urbano  VI.  en  favor  de  «Juan 

(ti  VoT  tos  documentos  de  la  We8niinster,se  vequebaciatíem' 
cofecáQiidenymer,enqueaetii-  ixt^ne  el  duque  de  LeocaBlert»- 
sertBD  actai  del  rey  Ricardo  II.,  nía  resuelto venirá  Espafla  coasu 
deTebrero  de  t38S,  fochas  en    «sposa  doña  Constanza. 


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378  aiSTOBIA    DB   BtTAfiik. 

nrey  de  Castilla  y  de  León,  duqoede  I^ncaster,»  cod- 
tra  ajaao,  hijo  de  EariqQe.  intruso  é  injusto  ocupa- 
«dor,  y  detentor  cismítico  de  dicho  reino  de  Castilla, 
n  y  contra  Roberto,  que  íaé  cardenal  de  los  doce  Apó&- 
»totes,  «nti-papa  (Clemenle  VU.J ,  su  cóiD[rfice  y  aos- 
«tenedor  ^'.»  Asi  el  de  Laocastet-  traia  ya  en  sus  peo* 
dones  las  atmas  de  Castilla  y  de  Leoo ,  y  su  sello  de 
plomo  para  los  despechos  figuraba  un  trono  gótico 
con  las  mismas  armas,  en  qae  estaba  sentado  el  duque 
con  el  globo  en.una  mano  y  et  cetro  en  la  otra,  y  en 
derredor  la  leyenda:  loBAioimB  dbi  cutía,  ikk  cas- 

TKLLAE  KT  LBQlOIflS....  DDX  LARCAaiVC,  BTC. 

Comunicáronse  y  se  felicitaron  mutuamente  el  de 
Avi»  y  el  de-  Lancaster,  y  acordaron  tener  unas  vistas 
en  la  oomaKa  de  Oporto ,  en  un  sitio  que  nombran 
PoDle-de-Mor.  Comieron  allí  juntos  y  concerlaroa: 
1  .<*  que  el  de  Lancaster  daría  al  de  Avis,  rey  de  Por- 
tugal, so  hija  Felipa  (habida  de  prim^*  matrimoiüo), 
siendo  de  cargo  del  poriagnés  impetrar  la  dispensa 
.  pontificia,  como  saperíor  que  era  de  una  orden  reli- 
giosa: i."  qae  el  de  Portugal  entraría  con  el  inglés 
en  Castilla  para  ayudarle  ¿  cobrar  este  reino,  por  cu- 
yo servicio  le  daría  éste  ciertas  villas  y  lugares ,  que- 
dando ademas  en  rehenes  la  prometida  esposa  de) 
pOTtugaés:  3."  que  pasado  aquel  invierno  entrarían 
con  todo  su  poder  en  Castilla.  Firmados  estos  tratos, 
volvióse  el  de  Lancaster  á  Galicia;  pero  probó  tan  mal 

(!)    liymcr,  tom.Vll.^p.  SOT. 


D,g,t7„lb,.GOOgIC 


PAKTBll.   LIBIO  III.  379 

la  estaoda  eo  este  paisa  las  tropas  inglesas,  que  grao 
número  de  soldados  y  los  mejores  c^tpitanes  quedaron 
sepultados  eo  éi.  Por  otra  parte,  aunque  algunos  ga- 
llegos se  habían  adherido  á  la  causa  de  Laucasler  (que 
«empre  habí?  sido  Galicia  la  provincia  menos  adicta 
Á  los  reyes  de  la  dinastía  de  Trastamara),  muchos  se 
alzaron  por  el  rey  de  Castilla,  y  hostilizaban  desde  tas 
fortalezas  á  los  ingleses,  v  daban  buena  cuenta  de  los 
que  salían  á  buscar  viandas  ó  andaban  sueltos  por  los 
caminA  <^>. 

Don  Juan  de  Castilla,  á  quien  las  dos  campañas  do 
Portugal  babian  dejado  síd  capitanes,  menguádole  la 
gente  de  guerra  y  consumtdole  pingües  recursos,  li- 
niitábase  á  proveer  á  la  deruosa  de  Castilla,  y  i  forti- 
ficar á  LeoD,  Zamora  y  Benaveote,  por  donde  temía  la 
ÍQvasoa;  mandó  despoblar  y  destruir  los  lugares  lla- 
Dos  y  descercados,  y  esperaba  lambíenque  acabara  de 
llagar  la  hueste  auxiliar  francesa,  de  la  cual  se  adc- 
lautaroD  é  venir  algunos  capitanes  y  cooipañfas.  Eo 
aoa  caita  que  dirigió  desde  Valladoltd  á  todas  las 
ciudades  det  reino ,  les  daba  cuenta, de  las  disposicio- 
Des  que  habia  adoptado  para  resistir  la  invasión  (se- 
tiembre, 1386).  El  de  Laocaster  desde  Orense  envió 
un  heraldo  al  de  Castilla  para  intimarle  que  pertene- 


1 1)   Loaingledes,  dice  Froitsirt,  embriagados  y  lirados  por  loaeae- 

«nlusiasmados  con  la  abundancia  los.  La  disenteria  hizo  en  ellos 

de  viandas  j  ceñios  buenos  vinos  mas  eatrago  qne  hubiera  podido 

do  aaucl  país,  se  dieron  tanto  á  la  hacer  la  guerra, 
betnda,  que  casi  siempre  cstabao 


nigiUrrlb/GóOglC 


380  IIISTUKIA  DE  BSUfÍA. 

cieodo  el  reiao  4e  derecho  á  su  mager  doña  CoosUo- 
za,  esperaba  se  le  cediese,  ó  de  otro  modo  «se  entes- 
deriaa  en  batalla  poder  por  poder.*  A  su  vez  el  de 
Castilla  despachó  al  de  Inglaterra  tres  mensageros,  á 
saber:  el  prior  dé  Guadalupe,  un  caballero  quede- 
cian  Diego  López  de  Medraoo,  y  ud  doctor  en  leyes 
llamado  Alvar  Hartiaoz  de  Villareal  con  las  coiope- 
lentes  iostruc^oDes.  Recibidos  'beaévolameDle  estos 
embajadores  por  el  de  Lancasler  en  audiencia  ante  su 
consejo ,  cada  uno  da  ellos  pronunció  un  discurso  en 
defensa  de  los  legitimos  derechos  de  don  Juan  de 
Castilla.  A  los  ires  oradores  castellanos  contestó  por 
parte  del  de  Lancasler  el  obbpo  de  Aquis  don  Juaa 
de  Castre,  caslellaao  también,  pero  que  siempre  ha- 
bla seguido  el  partido  de  don  Pedro  da  Castilla  contra 
u  hermano  don  Enrique ,  que  seguia  defendiendo  los 
(jerechos  de  su  hija  doña  Constanza,  y  que  era  el 
principal  consejero  del  duque  de  Láacasier  ^*K  Termi- 
nados los  razonamieotosT  los  embajadores  de  Castilla 
concluyeron  cm  decir  al  de  Lancaster  que  se  aSrma- 
ban  en  lo  que  primero  habian  espuesto ,  y  pidiéronle 
su  venia  para  volver  á  Castilla. 

Mas  todo  esto  se  redujo  á  mera  fórmula.  En  an 
rato  en  que  se  habia  suspendido  la  sesión  de  la  au- 

[^)    Este  don  Juan  de  Castro,  AladeAyala.quecalificSDdepBr' 

obispo  qnefué  de  Jaea,  es  el  que  cial.— AyalaíDsertalategroatodoi 

M  aupoDoescribiá  Dnacrónicadel  esto»  diacuraoB.  Crónica  ds  don 

re;  don  Pedro,  que  nadie  ba  ha-  Joan  e]  Primero,  Afio  VUI.,  capi- 

llado  todavía,  y  que  muchos  sin  talo  9  y  10. 
haberla  víalo  quieren  contraponer 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


PARTE  II.  tiHBo  ni.  381 

JíoDcia,  el  prior  de  Guadalupe  había  dicho  separada- 
mente y  en  secreto  al  príncipe  inglés  de  parte  del  rey 
de  Castilla ,  qae  puesto  que  él  tenía  una  hija  de  doña 
Constanza  y  el  de  Castilla  no  hijo  reconocido  herede- 
ro del  reino,  podía  ponerse  fátíl  término  á  sos  quere- 
IIk,  casando  a)  inftnte  don  Enrique  con  la  princesa 
Catalina,  declarándolos  herederos  en  coman  de  tos 
reinos  de  Castilla  y  de  León,  con  lo  coal  cesaba  toda 
competencia  y  motivo  de  guerra.  Oyó  con  gusto  el  do 
Lancaster  la  proposición,  recomendando  al  prior  de 
Guadalupe  la  necesidad  de  guardar  secreto  sobre  es- 
la  y  otras  negociaciones  que  pudieran  mediar  con  el 
de  Ca'stilla  hasta  que  fuese  tiempo  y  razón  de  publi- 
carlas: lo  cual  hacia  sin, duda  por  el  compromiso  que 
leiria  con  el  de  Portugal. 

Grandemente  dado  el  rey  don. luán  I.  de  Casti- 
lla á  celebrar  cortes  generales  y  hacer  en  ellas  las 
leyes  convenientes  al  mejor  gobierno  de  sos  reinos, 
aprovechó  los  momentos  de  tregu  a  que  las  circuns- 
laDcias  le  permitían  para  tenerlas  en  Segovia  al  espí- 
raf  este  año  de  1366.  Ymlentrassusembajadores de- 
fendían so  derecho  en  Orense  ante  el  duque  de  Lan- 
caster,  él  pronunciaba  en  las  cortes  de  Segovia'nn 
largo  y  razonado  discurso  para  probar  que  ni  la  hija 
de  don  Pedro  ni  otro  principe  ni  princesa  alguna  le 
podían  disputar  el  que  él  tenia  al  trono  de  León  y  de 
Castilía.  Eq  entas  cortes  respondió  á  veinte  y  ocho  pe* 
ticiones  que  le  presentaron  tos  grocoradores  de  las 


,,.Go6gIc 


.362  HISTORIA   DB    ESPASa. 

ciadades ,  relativas  á  los  qne  debiao  pecbar  tribatos, 
á  establecer  ta  mayor  eqaidad  posible  eo  los  iimpues- 
los,  y  á  la  maDera  mas  coaveoieole  y  menos  gravosa 
de  recaudarlos.  Merece  especial  mencioQ  la  ley  que 
eo  estas  cortes  se  hizo  regalarizaodo  las  Aermonrfa- 
d&  de  Castilla  para  la  persecucioD  y  castigo  de  mal- 
hechores. «Otrosí,  dijo  el  rey,  á  tos  que  nos  pidie- 
vroD  por  merced  que  por  que  la  nuestra  justicia  fue- 
>se  guardada,  é  complida,  é  los  nuestros  regóos  de- 
»feodido8,éDuestro  servicio  se  podiese  mejor  com- 
>plir,  que  mandásemos  que  las  nuestras  cibdades  é 
>  villas,  é  lugares  de  nuestros  regnos  ñciesen  her- 
>mandades,  é  se  ayuntasen  las  unas  coa  las  otraK, 
»asi  las  que  son  realengas  como  las  qoe  bod  de  seño- 
«ríos.  A  esto  respondemos  que  nos  place  qua  lasdt* 
Dcbas  hermandades  se  fagan  segnnd  que  otro  tiempo 
«fneron  fechas  eo  tiempo  del  rey  don  Alfonso  nuestro 
«abuelo,  que  Dios  perdone ,  é  segno  se  oootione  por 
»estB  clánsula  que  adelante  se  contiene.»— ^igue  un 
reglamento  prescribiendo  las  obligaciones  délos  poe^ 
blos  de  la  hermandad,  y  la  manera  de  obrar  cuando 
ocurrieren  muertes  ó  ri^os  en  desp(^lado.  de  que 
puedeservír  de  muestra  el  primer  artículo  de  la  or- 
denanza de  somatenes ,  en  qoe  se  manda,  que  cuando 
uno  de  estos  casos  aconteciere  se  dé  parte  al  juez, 
alcalde,  merino  ó  alguacil  de  la  primera  ciudad,  rflla 
ó  lugar,  aé  que  estos  oficiales  é  qoalquier  dellos  á 
«quieo  fuere  dada  ^  querella,  que   fagan  repicar  la 


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PARTU  II.  Liimo  III.  383 

«campaDa  y  que  salgan  luego  á  voz  de  apellido  é  que 
>vayaa  én  pos  de  los  malfecbores  por  do  qnier  que 
•  fuereD;  é  como  repicasen  en  aquel  lugar,  que  loen- 
>TÍeD  taaer  saber  á  loa  otros  lugares  de  enderredor 
«para  que  fagan  repicar  las  campanas,  é  salgan  á 
«aquel  apellido  lodos  los  de  aquellos  lugares  do  Tuese 
«enviado  decir,  ó  oyeren  el  repicar  deaqael  lugardo 
«fuese  dada  la  qnerella,  ó  de  otro  caalqnier  que  re- 
«picaren,  óoyeren  ó  sopierenel  apellido  ó  ta  muerte, 
«que  sean  tenudos  de  repicar  é  salir  todos,  é  ya  todos 
«en  pos  de  los  malfecbores,  é  de  ios  seguir  Tasta  que 
«los  lomen  ó  los  encierreo,  etc.  '*>.» 

Tai  era  el  estado  de  las  cosas  en  Castilla  alentrar 
el  año11E87>  cuyo  pnncipio  señaló  la  muerte  del  rey 
Carlos  el  Halo  de  Navarra  (4 .-"  de  enero),  después  de 
nn  reinado  de  cuarenta  años.  Sí  el  sobrenombre  que 
c<Mi8erva  Mmbolíza  bien  lo  que  fué.en  vida,  las  cir- 
cunstancias de  su  muerte  parecieron  como  nna  ex- 
piación proTideocial,  pnes  murió  de  lepra  entre  hor- 
ribles tormentos,  abrasado  ademas  en  el  lecho  enque 
yacía ,  y  que  se  encendió  casualmente  con  la  luz  de 
ana  candela,  pereciendo  el  rey  entre  los  dolores  do 
la  enfermedad  y  los  alaridos  que  le  arrancaba  el  fuego 
de  las  llamas  (*)'.  Sucedióle  sn  bijo Carlos,  llamado  coa 

(4)    Ni  Hariána  oí  oíros  hiato-  con  la  infanta  de  Castilla,  j  here- 

riidorasnieDcioiíaQ  estas  odrtes  dero  dul  trono;  don  Felipe,  qae 

cunto  mai  las  leyes  beohas  ud  luuríú  desgraciadamente,  dejan- 

ellu.  dolé  caer  sa  nodriza  por  uDBVdi- 

fSJ    ToTo  este  monarca  aíete  tana:  don  Pedro,  conde  ^e  Uor- 

hijOB  [egitinios:  don  Cirloi,  casado  taíag,  llamado  en  Francia  Hosea- 


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384  (lUTOUA  DR  BSPAAa, 

justicia  fíl  Noble,  boeo  caballero,  qoerido  de  todos 
por  su  amable  carácter  y  por  sus  escelentes  prendas, 
y  mas  querido  del  rey  de  Castilla  su  cuñado,  coa 
quiea  se  bailaba  en  Peñafiei  cuando  fué  llamado  por 

.  las  cortes  del  reino  para  ocupar  el  trono  de  su  padre. 
Don  Juan  de  Castilla  le  dio  una  prueba  de  su  amistad 
evacuando  los  castillos  que  tenia  en  rehenes  desde  las 
paces  ajustadas  con  su  padre.  Lo  primero  que  en  su 
reino  hizo  Carlos  el  Noble  fué  tratar  la  cuestión  del  cis- 
ma de  la  iglesia,  en  la  cual  se  decidió  por  Clemen- 
te Vil.'  con  lo  que  aBrmó  mas  la  alianza  con  Francia 
y  coa  Castilla ,  donde  aquel  ponUfice  era  reconocido. 
A  los  cinco  dias  del  rallecimíenlo  deCárlos  el  Halo 
sucedió  el  de  Pedro  IV.  de  Aragón  el  Ceremonioso 
(5  de  enero),  cuyo  reino  entró  á  heredar  su  hijo, 
luán  I.  también  como  el  de  Castilla. 

Llegada  la  primavera,  fuese  por  sus  compromi- 
sos con  el  rey  de  Portugal,  fuese  por  obligar  mas  al 
de  Castilla,  se  decidió  el  de  Lancaster,  á  pesar  de  lo 
mermado  que  la  peste  tenia  su  ejército,  á  penetrar  eo 

.  el  territorio  castellano  acompañado  del  portugués.  Eo 
pocos  días  llegaron  á  Benavente;  guarnecian  esta  villa 
las  tropas  de  don  Alvar  Pérez  de  Osorio,  las  cuales 
rechazaron  vigorosamente  á  los  confederados.  Eutra- 


'  Fierres  de  Itavarra:  doQa  Harta,  r¡qDelV.delnglaterrB:do6BB]aD- 

casada  condón  AlfoQso  de  Ara-  ca  que  muría  jó^on,  fdoDa  Bona, 

gon,  conde  de  Denia:  dofla  Juaus,  de  quieu  do  se  sabe  sido  el  nom- 

caaada  cod  Joan  de  BreUQa,  y  de  bre:  ademas  dd  hijo  natural,  llfr- 

R^andas  uupcíaa  coa  el  rey  En-  mado  don  León  de  Ntfarra. 


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FAftTB  II.  LIBIO  ni.  385 

roQ  estos  en  VillalpaDdo,  Valderas  y  otras  villas  de 
menos  importancia.  Pero  íaltábaDles  losmantenicoien- 
los,  qae  había  tenido  baen  uuidado  de  retirar  el  rey 
de  Casulla,  y  la  epidemia  contiauaba  estragando  las 
compañías  inglesas,  mengoadas  ya  en  mas  de  las  dos 
terceras  partes,  en  términos  qae  maríeron  en  esta 
espedicion  sobre  trescientos  caballeros  y  escuderos  de 
los  de  Lancaster.  Viéronse,  pues,  el  de  Portugal  y  el 
de  Inglaterra  en  la  necesidad  de  renunciar  á  su  em- 
presa y  de  volverse  á  Portugal  con  poca  gente ,  y  esa 
ó  agobiada  de  necesidad  ó  contaminada  de  la  peste. 
El  de  Castilla,  oo  necesitando  ya  las  lanzas  auxiliares 
francesas,  las  pagó  y  despidió,  dándoles  Ins  gracias 
por  sus  baenos  oficios.  > 

Deseaba  don  Juan  de  Castilla  la  paz,  y  el  preten- 
diente inglés  no  tenia  motivos  para  apetecer  la  guer- 
ra. Asi  volvieron  á  entenderse  fácilmente  sobre  el  ca- 
. Sarniento  tratado  en  Orense,  y  habiendo  enviado  el 
castellano  sos  embajadores  al  de  Lancaster,  que  se 
hallaba  en  un  pueblo  de  Portugal  nombrado  Troncoso, 
se  estipuló  deGaitivamente  la  paz  bajo  las  condicio- 
nes siguientes:  1.*  et  infante  primogénito  de  Castilla, 
don  Enrique,  de  edad  de  nueve  años,  había  de  casar 
condona  Catalina,  de  edad  de  catorce,  hija  del  daque 
de  Lancaster  y  de  doña  Constanza  de  Castilla;  si 
don  Enrique  muriese  antes  de  consumar  el  matrimo- 
nio, deberla  sn  hermano  don  Fernando  casarse  con 
dona  Catalina:  2.*  ésta  llevarla  en  dote  las  villas  de 

Touo  vil.  2& 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


386  IIISTOttA  DI  BJriÜA. 

Soria,  At¡en2a,  Almazao,  Deaay  Motioa:  3/  el  rey  de 
Castilla  pagaría  al  duque  y  ¿  la  duqaesa  de  Lancaster 
seiscientos  mil  francos  en  ciertos  términos,  y  cuaren- 
ta- mil  cada  año,  los  cien  mil  de  contado,  para  los 
qoioientos  mil  restantes  se  darían  rehenes:  4."  ta  do-  ' 
quesade  Lancaster  tendría  por  so  vida  las  rentas  de 
Guadalajara,  Medina  del  Campo  y  Olmedo:  IS/se  da- 
ría perdón  general  á  todos  toa  qoe  habían  seguido  el 
partido  del  de  Lancaster  '*>:  6.*  el  duque  y  ladoque- 
sfr  reogntíarian  para  siempre  toda  pretensión  sobre 
los  reinos  de  León  y  de  Castilla:  7/  que  dentro  de 
dos  «DOS  se  deliberaría  acerca  de  la  suerte  de  los  hi- 
jos dedon  Pedro,  que  el  rey  don  Juan  tenia  en  sa  po- 
der: 8.*  que  los  duques  de  LaocastA-  partíriao  h^o 
de  Portugal  pera  Bayona,  donde  irían  procuradores 
del  de  Castilla  á  formalizar  y  ratificar  el  «ionveaio. 

No  podia  el  rey  de  Portugal  llevar  con  resigna- 
ción tíi  tratado  de  Troocoso,  hecho  sin  intervención  y. 
como  á  escondidas  de  él,  y  ya  que  no  podia  impedir- 
le, reclamó  brosc-amente  al  de  Lancasterel  doledesn 
hija  Felipa  con  quien  ya  se  había  casado,  y  los  anel- 
dos de  las  tropas  y  detnas  gastos  hechos  en  la  des- 
graciada campaña  de  Castilla.  Después  de  algaoas 
acres  contestaciones  entre  suegro  y  yerno,  el  doqoe 
hizo  donación  al  de  Avfs,  por  via  de  indemnización  de 
gastos,  de  todos  los  lugares  que  había  conquistado  en 

(t)    Aestoslosilamabaelpue-    mos  la  raion  de  este  apodo, 
blo  lo*  tmptrtgilado».  No  ñb^ 


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PAin  II.  UNO  III.  S87 

Galicia,  con  lo  cual  se  embarcó  para  Bayona.  Mas 
apenas  habría  doblado  el  cabo  Ortega!  cnando  sucedió 
lo  que  debía  saponerae;  las  ciadadesde  Galicia,  San- 
tiago, Oranse  y  demás  qoe  se  había  d  declarado  por  el 
de  Laocaster,  se  sometieron  á  sn  legfUmo  soberano  et 
de  Castilla,  pidiendo  aquellas  y  otorgando  éste  gra- 
cia é  iodalto  por  sa  defección.  Mal  parado  dcijó  al  de 
Portogal  la  alianza  con  el  inglés. 

Para  satisfÍMser  las  cantidades  que  se  habían  de 
pagar  al  doque  de  Laucaster  en  conformidad  al  tra- 
tado, congregó  el  rey  don  Joan  de  Castilla  las  corles 
úei  reiao  en  Bñviesca,  y  pidió  no  servicio  estraordi- 
nario,  qoe  se  llamó  el  servicio  de  las  doblas,  del  cual 
DO  se  exinteron  ni  eclesiásticos,  ni  hijosdalgo,  ni  per- 
sona alguna  de  caalquier  condición  que  faese,  y  á 
que  contribuyó  cada  uno  en  rigorosa  proporciqu  de 
su  lortODa:  votáronle  los  procuradores  como  un  im- 
puesto verdaiteramente  nacional.  Hfzose  en  las  pro- 
[úaB  cortes  an  ordenamiento  bajando  la  moneda  lla- 
mada blaneot,  i  la  cual  se  babia  dado  el  valor  de  un 
maravedí,  i  seis  dineros  nuevos,  y  se  tomaron  las 
BMdidaB  conventeotes  para  la  manera  de  satisfacer  las 
«Uigaciones  omtraidaB  eú  el  tiempo  en  qne  se  haiña 
SBtñdo  el  valor  de  dicha  moneda.  Mas  lo  que  hizo  cé- 
lebres estas  cortes  de  Brivieeea  eñ  la  historia  do  la 
larispradeneis  española  fueron  los  dos  ordenamientos 
ó  cnad&mi»  de  leyes,  que  forman  hoy  todavía  una 
parte  de  Miestnt  tegiidacion.  Creóse  porelprimero  uu 


,,GoogIc 


3S8  UISTOUA  DB  bspaSa. 

consejo  de  cuatro  letrados,  qiie  no  habían  de  ser  de 
la  clase  noble,  sioo  hombres  baenos  de  las  cíodades. 
los  cuales  habian  de  acompañar  continaameote  a)  rey, 
y  despachar  con  él  dos  veces  cada  día.  Se  reglamentó 
este  consejo,  así  como  la  aadieocia  y  el  cuerpo  de  los 
alcaldes  de  corte,  se  señaló  tos  puntos  en  que  habian 
de  residir  en  cada  estación,  y  cómo  habian  de  alter- 
nar en  el  despacho  de  los  negocios,  y  todo  lo  relativo 
á  sus  fanciones.  El  otro  es  an  ordenamiento  de  leyes 
dividido  &i  tres  tratados:  contiene  el  primero  las  qne 
se  refieren  á  astíntos  de  religión  y  de  moral;  el  se- 
gando trata  de  impuestos,  rentas,  arrendamientos  y 
oficios  y  empleos  de  hacienda:  y  el  tercero  es  una  es- 
pecie de  código  penal,  que  concluye  con  otro  qne  po- 
demos llamar  código  de  procedimientos  para  los  tri- 
bunales de  justicia. 

Son  notables  y  no  podemos  pasar  en  silencio  algu- 
nas leyes  de  este  ordenamiento.  uPor  qoanto  en  nues- 
»tros  regaos  se  acostumbra  (dice  la  primera  delpnmer 
^tratado),  qnando  Nos,  ó  la  reina  ó  los  Infantes  veoi- 
nmos  á  cibdades  é  villas  é  lugares,  salir  con  la  eras  í 

»nos  rescibiren  procesión loqnal  non  es  bienfe- 

>cho,  nin  es  ratón  que  la  figura  del  Rey  de  ¡os  Reys 
vsalgaáNos  que  somos  Rey  déla  tierraé  nada  árespe- 
vto  del,  é  por  esto  ordenamos  que  los  prelados  numden 
»  en  nu  obispados  á  sus  clérigos  que  non  salgan  con  las 
tentíea  de  las  iglesias  á  Nos,  nin  á  la  Reyna,  nin  al 
vtn/ante  heredero,,.,.*— So  ordena  en  la  segunda  qne 


nigiUrrlb/GOOglC 


tAKTB  II.  LIBIO  III.  389 

cuando  el  rey,  la  reíaa  ó  lus  iofaotes  encueQlien  por 
la  calle  el  Sanio  Víálico,  esiéa  obligados  á  acompa- 
ñarle hasla  la  iglesia,  y  hacerle  reverencia  de  hino- 
jos; «.é  que  non  nos  eseusemot  de  lo  faser  por  polvo, 
»mn  por  lodo,  nin  por  otra  cosa ;  que  do  aun  los  ornes 
» fosen  a  un  rey  reverencia  é  van  de  pié  con  él,  mas  de 
itrason  es  de  lo  faser  al  Rey  de  los  Reys.» — Mándase 
en  la  tercera  que  oo  se  hagan  fígurasde  cruces,  ni  de 
santos,  ensillos  oÍ  en  objetos  en  que  se  puedan  hollar. 
Ed  la  cuarta  se  imponen  penas  á  los  blasfemos.  Pro- 
híbese en  la  quinta  aposentar  en  los  edificios  de  las 
iglesias  aun  á  los  reyes :  por  la  sesla  se  condena  y  cas- 
tiga el  uso  de  los  agUeros,  sortilegios  y  artes  divina- 
torias,  y  co  la  sétima  se  prescribe  oo  trabajar  los  do- 
miogos  eo  oficios  mecánicos.  En  el  tercer  tratado  hay 
una  rigorosa  ley  de  vagos;  se  prohibe  jugar  á  los  da- 
dos en  público  ó  en  secreto;  se  establecen  muy  seve- 
ras penas  contra  los  casados  que  tenian  mancebas  pú- 
blicas, como  igualmente  contra  las  mancebas  públicas 
de  los  cléiigos. 

Parécenos  sobremanera  notable  la  siguiente  dis- 
posición, que  ha  hecho  parle  de  la  jurisprudencia  de 
nuestros  tribunales  basta  nuestros  dias. — «Muchas 
»  vesos  per  imporlunidat  de  les  que  nos  piden  libra- 
»mientos,  damos  algunas  cartas  contra  derecho.  E  por 
»que  la  nuestra  voluntad  es  que  la  justicia  floresca,  é 
>que  las  cosas  que  contra  ella  pudiesen  venir  non 
»ayan  poder  de  lo  contrariar,  eslablescemos  que  si  en 


D,g,t7„lb,.GOOgIC 


390  uuTO&u  DE  bsfaAa. 

>Questras  cartas  mandáremos  alganas  cosas  que  sean 
vcoDtra  ley,  ó  fuero,  ó  derecho,  que  tal  caria  sea 
^obedescida  é  non  cumplida,  ood  embargante  que  la 
«dicha  carta  faga  meocioQ  espeoal'ó  general  de  la  ley 
>ó  fuero  ó  ordenamiento  contra  quien  se  dé,  etc.  t".» 

Sirve  de  consuelo  al  historiador  ver  á  los  reyes  y 
á  los  pueblos  aprovechar  todos  los  momentos  qae  el 
tráfago  de  las  guerras  les  permitía  para  dedicarse  de 
común  acuerdo  á  la  -  ntiüsíma  obra  de  moralizar  el 
país  y  organizarle  política  y  civilmente,  introduciendo 
todas  las  mejoras  que  alcanzaban  en  su  legislación. 

Concluidas  las  cortes  de  Briviesca  en  diciembre  de 
4  387,  pasó  el  rey  don  Juan  en  febrero  del  águiente  á 
la  comarca  de  Calahorra,  donde  se  vio  con  Carlos  el 
Noble  de  Navarra,  y  juntos  estuvieron  algunos  días, 
lomando  placer,  dice  el  cronista,  en  las  Gestas  del 
Carnaval  de  aquel  año.  Desgraciadamente  la  esposa 
del  navarro,  hermana  del  de  Castilla,  dona  Leonor,  no 
amaba  á  su  marido  ni  hacia  buena  vida  con  él ,  y  con 
pretesto  de  enfermedad  la  trajo  consigo  sn  hermanoá 
Castilla. 

Losmensageros  ó  embajadores  del  castellano  ba- 
tí i  Cada  vei  nos  admiramos  to  tenemos  por  imposible  formar 
mas  de  ver  que  nocatroí  historia-  tdea  de  las  costumbres  deaqno- 
dores  en  general  hayan  pasado  lia  época,  y  del  estado  sociaf  de) 
lan  de  largo  ú  tan  en  jileocio  lis  país  en  aquellos  tiempos.  Podrá 
dieposicioces  de  nuestras  curtes  sin  ellas  conocerse  tal  vez,  aon- 
de  la  edad  media,  citando  no  solo  que  imperfectameole ,  el  pneblo 
se  ve  nacer  en  ellas  muchas  de  guerrero,  pero  no  la  organización 
laslejoa  que  conatitiiyen  todavía  política,  moral,  civil,  económica. 
parle  de  nuestra  actual  legisla-  industrial  ,  etc.  de  ese  mismo 
cion,  sino  que  sin  in  conocimien-   pueblo. 


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FA&TK  II.  LIMO  III.  391 

biao  iiJo  ya  á  Bayona á ratificar  ysotemnizarellralado 
de  TroDcoao  coa  el  duque  de  Lancaster.  Ademas  db 
reproducirse  allí  con  prolija  oiiQuciosídad  ledas  las 
condicioaes  del  anterior  convenio  relativas  al  matri- 
monio de  los  dos  principes,  aoadiéroDse  algunas  otras, 
tales  c<»uo  la  de  que  el  íofanle  don  Fernando  no  po- 
dría casarse  hasla  que  su  bermauo  don  Enrique  cum- 
pliera los  catorce  años,  á  fin  de  que  s¡  moña  antes  de 
esta  edad  pudiera  don  Fernando  casar  con  doña  Ca- 
lalioa ;  se  repitió  por  tres  veces  y  se  juró  sobre  los 
Santos  Evangelios  la  renuncia  solemne  del   duque  y 
duquesa  de  Lancaster  &,  todos  sus  tiluioá,  pretensiones 
y  derechos  que  creyeran  tener  á  los  leinos  de  Casti- 
lla y  Je  León,  pero  á  condición  de  qoe  si  las  sumas 
estipuladas  no  se  les  pagaban  en-  los  plazos  convenidos 
la  reauDcia  se  tendría  por  nula  y  de  ningún  valor,  y 
volverían  á  reclamar  sus  derechos  como  antes;  se  de- 
signaron las  personas  que  habían  de  servir  enrebe- 
oes  para  la  seguridad  de  la  ejecución  del  tratado  en 
lodas  sus  partes;  que  en  el  término  de  dos  meses  el  rey 
doD  Juan  baria  jurar  en  cortes  &  don  Enrique  y  doña 
Catalina  como  herederos  suyos  en  el  reino;  se  fijó  la 
ley  de  sucesión,  primeramente  eo  los  hijos  que  oa- 
cieseu  del  malrímonio  que  se  trataba,  á  falta  de  estos 
en   los  del   infante  don  Fernando,  ó  en  su  defecto  en 
otros  legítimos  herederos  de  dicho  rey  don  Juan;  y  si 
donJuaa  inuríese sin legilioios  sucesores,  entonces  el 
derecho  al  señorío  de  Castilla  volverla  á  los  duques 


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393  HISTORIA  DE    ESPAÍÍA. 

(le  Laocaster.  Tal  vez  lacircaastaocia  de  darse  en  Iq' 
gtaterra  al  primogéoilo  y  presunto  heredero  de  la  co- 
rona el  título  de  príncipe  de  Gales,  inspiró  la  idea  de 
dar  á  don  Enrique  y  doña  Catalina,  á  ejemplo  de  In- 
glaterra, el  Ututo  de  príncipe  y  princesa  de  Asturias, 
que  desdeentonces  se  ha  consei'vado  á  los  primogéni- 
tos de  nuestros  reyes'". 

Firmadas  y  juradas  las  capitulaciones  por  eiduqne 
de  Laocasler  y  los  embajadores  de  Gaslllla  en  Bayona, 
suscrito  el  tratado  por  el  rey  don  Juan ,  tomados  los 
rehenes  y  señalado  el  día  en  que  la  princesa  habia  de 
venir  á  España,  un  gran  cortejo  de  prelados,  caballe- 
ros y  damas  castellanas  salió  á  Fuenterrabía  á  recibir 
la  princesa  de  Asturias  y  futura  reina  de  Castilla,  do- 
ña Catalina  de  Lancaster,  y  de  alli  fué  traida  á 
Falencia ,  ciudad  designada  para  la  celebración  de 
las  bodas.  Pero  antes  era  menester  tener  dispaesla  la 
suma  de  los  seiscientos  mil  francos  franceses  que  se 
habían  de  pagar  al  de  Lancaster  con  arreglo  al  trata- 
do, y  aunque  las  cortes  deBríviesca  habían  en  un  mo- 
mento de  esponsión  patriótica  votado  el  impuesto  es- 
iraordínario,  habíase  recaudado  tan  solo  una  cortí- 
sima cantidad;  los  nobles,  tas  damas  y  las  doncellas 
á  quienes  se  habia  comprendido  entre  los  contribu- 
ía) iLa  Torma  que  guardó  el  chapeo  en  lo  cabeza,  y  en  la  ma- 
rey.diccSalazardeUendoza,  en  do  una  vara  de  oro,  v  dióle  pai 
Ja  sublimación  de  esta  gran  aig-  en  el  roslro  llaniándole  príoi^ipe 
nidad,  fué  esta,  Seotd  d  su  hjjo  de  Asturias.*  Digoidades  do  Caí- 
eo  uu  trono  real,  y  Ileso  a  £1  y  tilla,  lib.  III.,  cap.  S3. 
vistióle  UD  manto,  y  púsole    un 


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FABTE  lí.   LiBKO  III.  393 

yeates  á  aquel  servicio,  do  correspoadieroa  á  las  es- 
peranzas ni  del  rey  ai  de  las  cortes.  El  tesoro  estaba 
exhausto,  y  fué  menester  recurrir  á  un  empréstito 
forzoso  entre  las  ciudades.  Ni  el  clero,  ni  los  grandes 
señores,  ni  hs  damas  de  la  nobleza  contribuyeron  á 
él;  pero  el  rey  obtuvo,  auoque  con  trabajo,  la  suma 
necesaria,  y  hecho  el  pago  de  ella  se  procedió  á  ce- 
lebrar tas  bodas  en  la  catedral  de  Palencia  con  toda 
suntuosidad  y  aparato,  solemnizándolas  con  justas  y 
torneos  (1388).  A  poco  tiempo  vino  á  Castilla  la  du- 
quesa deLancastcr,  doña  Constanza,  madre  déla  des- 
posada, y  el  duque  envió  al  rey  don  Juaú  la  coro- 
na de  oro  con  que  él  mismo  babia  pensado  coronarse 
rey  de  Castilla,  y  cada  día  se  enviaban  mutuamente 
presentes  y  regalos  coa  la  mejor  amistad  y  concordia . 
También  con  este  motivo  celebró  el  rey  don  Juan 
cortes  en  Palencia  en  setiembre  de  este  año.  Y  es 
en  verdad  digna  de  observación  la  valentía  con  que 
los  procuradores,  condes,  ricos-hombres,  caballeros, 
escuderos  é  hidalgos  "'  reunidos  en  estas  cortes  ha- 
blaron al  rey  al  tratar  de  como  había  de  hacerse 
el  repartimiento  de  los  quince  cuentos  y  medio  do 
maravedís  que  importaba  el  empréstito  hecho  para 
el  pago  de  la  deuda  del  de  Lancaster.  «Lo  cual  vos 
notorgao,  Sennor  (le  dijeron)  con  estas  condiciones; 
mque  nos  mandfídes  dar  las  cttentas  de  lo  que  rendte- 

(t)    Loa  DonobramoB  en  ul  ór-    qoe  tenjan  ya  voto  on  cóftes  cd 
den  quose  ballaa  enel  cuaderno,    esta  época. 
y  sírveDoa  para  probar  las  clases 


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394  HISTOUA  DB  KSrAftA. 

»ron  lodot  los  pechos,  é  dereehot,  é  pedidos  que  de~ 
•Bmandastes  é  otistes  de  aver  en  quatquier  manera, 
»desde  las  cortes  de  Segovia  fasta  aqui,  é  como  se  des- 
itpendieron,  según  que  dos  lo  promelisles:  la  qual 
»cueDla  vos  pedimospor  mercel  de  que  mandedes  dar, 
Meten  Segaláronle  los  procuradores  las  personas  á 
quieaes  había  de  dar  cuentas,  y  le  pidieron  ade- 
mas que  todo  éí  importe  del  nuevo  impuesto  le  de- 
positarao  los  recaudadores  reales  en  manos  de  cinco 
ó  seis  diputados,  ofnei  buenos,  honrados,  ricos  é  abo- 
nados, los  cuales  $e  encargarían  de  pagar  la  deuda 
en  los  plazos  convenidos,  á  ñn  de  que  no  pudiera 
distraerse  á  otros  objetoa  ni  por  el  rey  ni  por  otra  per- 
sona alguna;  &  todo  lo  cual  respondió  el  rey  que  le 
placía  y  era  contento  de  ello.  SatisBzo  ademas  en  es- 
tas cortes  á  otras  cator^:e  peticiones  generales,  entre 
las  cnales  figuraban  la  de  que  «non  Gciese  tan  gran- 
des despensas  é  costas  en  la  real  casa;^  la  de  que 
fuese  mas  moderado  en  las  dádivas  y  mercedes;  que 
DO  permitiera  sacar  del  reino  tantas  cabalgaduras  y 
taoto  oro  y  plata;  que  por  ningún  título  se  diesen 
beneficios  á  estrangeros,  y  otras  referentes  á  los  abu- 
sos que  se  notaban  en  estos  y  otros  ramos  análogos 
de  la  admÍDtsl  ración. 

Ibase  quebrantando  cada  día  la  salud  del  rey«  en 
láminos  que  habiendo  ofrecido  al  de  Lancaster  te- 
ner con  él  una  entrevista  eo  Bayona,  no  le  permitie- 
ron los  médicos  pasar  de   Vitoria,  y  hubo  de  conlen- 


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rABTB  II.  Lluo  III,  395 

tarse  ooo  enviar  desde  allí  su3  embajadores.  Trató  coa 
ellos  el  prfacípe  ingtés,  que  puesto  que  era  acabado 
b>do  motivo  de  desaveneDcia  eotre  Inglaterra  y  Cas- 
lilla,  seria  coavenieDle  que  se  asentara  una  amistad 
verdadera  y  sólida  entre  loe  monarcas  de  ambos  rei- 
nos. No  oponiaa  á  ello  mas  dificaltad  los  castettaoos 
sino  que  era  menester  en  todo  caso  guardar  y  respe- 
lar  la  liga  que  hubiese  entre  su  rey  y  el  de  Francia, 
á  ia  cual  estaba  obligado  por  gratitud.  Este  que  fau- 
biera  podido  ser  dd  obstáculo  desapareció  luego  con 
la  tregua  de  tres  años  que  felizmente  se  pactó  entre 
el  rey  de  Fraocia  y  sus  aliados  con  el  de  Inglaterra 
y  los  suyos  (1389).  Ya  entonces  babia  el  rey  don  Juan 
convalecido,  y  celebrado  otras  cortés  en  Segovia  pa- 
ra acordar  alganas  cosas  que  cumplían  á  su  servicio. 
Habiendo  ido  después  á  la  abadía  de  la  Granja,  á  dos 
leguas  de  aquella  ciudad,  supo  que  el  rey  de  Portu- 
gal ,  ó  quien  no  acomodaba  la  treg  na  de  los  demás  so- 
beranos, babiá  invadido  la  Galicia  y  tenia  cergada  á 
Tuy.  Aunque  donjuán  se  movió  apresuradamente  ba- 
cía LeoQ,  no  pudo  evitar  que  la  ciudad  de  Tuy  fuese 
lomada.  Logró  no  obstante  por  medio  de  su  confesor 
fray  Fernando  de  Illeséas  pactar  una  li-egua  de  seis 
años  con  el  portugués,  bajo  la  base  de  restituirse  las 
plazas  que  reciprocamente  se  habían  tomado  en  am- 
bos reinos. 

A  la  primavera  siguiente  (1 390)  convocó  don  Juan 
á  lodos  los  prelados,  caballeros  y  procuradores  de  las 


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396  HISTOKIA  DE  BSPAMA. 

ciudades  para  celebrar  corles  generales  en  Guadala- 
jara.  Aoles  de  ordenar  uada  en  ellas,  comuaicó  eo  se- 
creto á  los  de  su  consejo  y  les  pidió  parecer  sobre  un 
pensamiento  cícrlamente  bien  estraño,  que habia con- 
cebido é  iuteotaba  realizar,  á  saber:  el  de  abdicar  la 
corona  de  León  y  de  Castilla  en  su  hijo  don  Enrique,  á 
qnien  se  nombraría  un  consejo  de  regencia,  quedán- 
dose él  cou  la  Andalucía  y  Murcia  y  el  seooríode  Viz- 
caya, y  que  entonces  tpmaria  título  y  armas  de  rey  de 
Portugal;  pues  toda  vez  que  los  portugueses  no  habían 
querido  reconocerle  por  su  rey  ni  á  él  ni  á  su  muger 
doña  Beatriz,  por  no  perder  ellos  su  independencia 
reuniéndose  las  dos  coronas,  cesando  y  desaparecien- 
do este  motivo  y  temor,  no  dudaba  que  los  portugue- 
ses lodos  le  querrían  tener  por  su  soberano.  Pedida 
venia  por  los  del  consejo  para  hablarle  sin  lisonja  y 
con  lealtad,  todos,  á  escepcioo  de  uno,  desaprobaron 
su  proyecto,  y  en  un  largo  y  bien  razonado discarso  le 
espusieroD  los  inconvenientes  de  su  plan,  y  lo  infunda- 
do de  sus  esperanzas  é  ilusiones.  Disgustó  al  pronto  a) 
rey  tan  franca  contestación,  mudóseie  el  color,  y  aun 
prorumpió  en  imprecaciones  impropias  de  su  carácter; 
mas  luego  volvió  en  sí,  les  pidió  perdón  de  su  acalo- 
ramiento, y  dándose  por  convencido,  no  volvió  á  ha- 
blarse mas  del  proyecto '". 

En  estas  cortes  hizo  donación  á  su  hijo  don  Fer- 
nando del  señorío  de  Lara,  nombróle  duque  de  Peña- 
(t)    Ayala,  Croo.,  Año  XII.  c.  1  y  I,  y  en  la  Abreviada. 


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MKTB  II.  LIBIO  III,  397 

fiel  y  coDdeda  Mayorga,  y  le  dio  ademas  )a  ciadad 
de  Coellar,  las  villas  y  casüllos  de  San  Esteban  de 
Gormaz  y  Castrojeñz,  y  ana  renta  anual  de  cnatro- 
cientos  mil  maravedís;  mas  con  la  cláusala  de  que  en 
muriendo  la  duquesa  de  Lancaster,  que  tenia  las  vi- 
llas de  Medina  del  Campo  y  Olmedo ,  fuesen  estas  del 
infonteen  lugar  de  las  de  Castrojeriz  y  San  Esteban, 
que  Tolveriao  á  la  corona. 

Las  cortes  de  Guadalajara  de  i  390  ocupan  un  lu- 
gar muy  preferente  en  la  historia  de  las  instituciones 
de  Castilla,  y  pocas  asambleas  de  la  antigüedad  po- 
drían semejarse  tanto  á  las  asambleas  deliberantes 
modernas.  AsistieroD  á  ellas  los  tres  órdenes  del  es- 
tado, y  eu  todos  los  ramos  se  hicieron  graves  é  impor- 
tantes reformas.  El  elemento  popular  ó  estado  llano 
llegó  en  ellas  al  apogeo  de  su  ioflnencia  y  de  su  po- 
der. Todos  los  procuradores  de  las  ciudades  espusíe- 
ron  al  rey,  que  terminadas  las  guerras  contra  portu- 
gueses é  ingleses,  estaba  en  el  caso  de  cumplir  su  pro- 
mesa de  aliviarlos  de  los  pechos  y  tributos  que  acos- 
tumbraba á  pedirles.  Necesitaba  el  rey  por  lo  menos 
cierta  cnantía  al  a&o  para  subvenir  á  los  gastos  de  la 
real  casa,  aamentados  por  la  circunstancia  die  tener 
en  sn  compañía  la  reina  de  Navarra ,  la  reina  viuda  y 
los  infantes  de  Portugal ,  con  muchos  caballeros  y 
dueñas  de  aquel  reino.  Pero  no  se  atrevía  el  rey  á  pe- 
dir este  subsidio  á  las  cortes,  y  habló  en  particular  á 
díganos  de  sn  confianza  para  que  estos  vieran  de  in- 


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398  HISTOtU  BS  BWAÜA. 

ducir  á  los  procaradores,  por  las  nías  dalces  maneras 
que  pudiesea,  á  que  le  volaran  aquel  servicio.  Loe 
procaradores,  oída  aquella  especie  de  súplica  del  rey, 
y  después  de  lener  enlre  si  varias  pláticas  y  discuwo- 
nes,  acordaron  responder:  que  daado  el  reioocada 
año,  entre  alcabala ,  monedas  y  derechos  ant^;uo8, 
treinta  y  cinco  caentos  de  maravedís,  y  no  sabiendo 
cómo  podía  gastarse  tan  grao  suma,  seria  gran  ver- 
gtienza  prometer  mas ,  y  rogaban  al  rey  cpie  viese  en 
qoé  se  invertía  y  quisiese  poner  regla  en  ello,  sobre 
todo  en  caanto  á  las  mercedes  que  bacfa,  y  ea  lo  de 
las  lanzas  y  hombres  de  armas  que  deberia  BiaDteoer 
el  reino.  Con  recomendable  ingenuidad  confesó  el  rey 
ser  verdad  lo  que  los  procuradores  le  decían,  y  dejó 
&  su  vduDtad  el  determinar  qaé  número  de  lanzas  ha- 
bta  de  tener  cada  tierra,  y  lo  que  se  había  de  dar  para 
su  manteDÍmíento. 

Hizose  en  bb  virtud  el  Ordenamienio  de  laiuas, 
qne  fué  como  una  organización  militar  del  reino,  en 
quc-se  fijó  en  coatro  mil  el  número  de  laazas  castella- 
nas, en  mít  quinientos  el  de  ginetea  {caballerfa  líjera) 
que  babia  de  dar  le  Aadalucfa,  y  en  mil  loa  bellesto- 
ros  del  rey.  Prescribtase  las  cabalgaduras  qoe  cada 
lanza  ó  gínete  había  de  tener,  las  piezas  de  cada  ar- 
madura, y  los  maravedis  con  que  había  de  oootríbnir 
la  tierra  á  su  maoteninHeoto.  Se  puso  reoedio  á  ma- 
chos abasos  qse  se  cometían  eti  tiempo  de  guerra ,  y 
seaoordóqaeaeeiattwiaaeD  rig(»«samefite  losübroa 


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rjATi  II.  uno  111.  399 

de  coeDlas.  Resioliéroase  de  la  reforma  algunos  gran  - 
des  y  rícos-hooibres  cuyo  námero  de  laozas  se  dis* 
raÍDDÍa,  pero  do  por  efw  dejó  de  hacerse. 

Qaejáronse  en  aquellas  corles  todos  los  grandes  y 
todos  tos  procuradores  de  la  injusticia  con  qua  la  cor- 
te de  Roma  trataba  al  reino  de  Castilla:  «qoe  entre 
xtodos  los  reinos  de  cristianos  non  avia  ninguno  tan 
«agraviado  ni  tan  injuriado  como  estaba  el  snregno  de 
«Castilla  en  razón  de  las  provisiones  que  el  Papa  íiicia. 
iQue  non  sabían  qae  orne  de  los  regnos  de  Caslilta  é 
>de  León  faese  beneficiado  de  ningún  beneficio  grande 
«ni  menor  en  otro  regno,  en  Italia,  nín  Francia,  nin 
«en  Inglaterra,  nin  en  Portugal,  nin  en  Aragón;  é 
»qne  de  todos  estos  regnos  é  tierras  eran  muchos  que 
savian  beneficios  é  dignidades  en  los  regnos  de  Cas- 
>  tilla ,  é  qne  deslo  rescebian  el  Rey  é  el  Regno  daño,  é 
«pérdida,  é  poca  honra...»  Y  espuestos  largamente  los 
abusos  de  la  corle  de  Roma  en  esta  materia  y  los  per- 
juicios de  )n  Iglesia  española,  se  acordó  enviar  emba- 
jadores al  papa  sobre  esto,  y  hacer  que  se  cumpliesen 
las  leyes  tantas  veces  hechas  en  cortes  para  que  por 
Dingna  título  se  diesw  prebendas  ni  beneficios  ecle- 
siásticos sino  í  los  naturales  del  reino.  Hízose  igual- 
mente en  estas  cortes  un  Ordmeemiento  de  perlados, 
principal  mente  para  satisfacer  á  t^s  quejas  délos  obis- 
pos sobre  diezmos  que  indebidamente  cobraban  los 
legos,  7  para  determinar  de  qué  impuestos  habian  de 
estar  libres  y  exentos  los  clérigos,  y  de  qué  tierras  y 


,,  Google 


400  UISTOBU  DB  BSPAÍA. 

para  qué  objetos  habían  de  pechar  como  los  demás 
ciudadaoos,  qae  eraa  las  tíerras  heredadas  con  esla 
carga,  ;  las  derramas  hechas  para  obras  y  objetos  de 
pro  comunal. 

Gran  conquista  fué  para  el  estado  llano  la  le;  que 
en  estas  cortes  se  hizo,  ordeDaodo  que  todos  tos  plei- 
tos de  señoríos  se  libraseo  ante  los  alcaldes  ordinarios 
de  la  villa  ó  lugar  que  era  de  señorío ,  y  si  la  parte 
se  sintiese  agraviada,  apelase  ai  señor  de  tal  villa  ó 
lugar,  y  si  el  señor  no  le  hiciese  derecho  y  le  agra- 
.viase,  entonces  pudiera  apelar  al  rey. — También  se 
hizo  en  las  mismas  córtese!  Ordenamiento Waiaado  de 
sacas,  ó  sea  de  exportación  que  ahora  diríamos,  pro- 
hibiendo extraer  del  reino  oro,  plata ,  ganado,  espe- 
cialmente caballar,  y  otros  objetos  de  que  el  reiuo  es- 
caseaba ,  por  la  grande  estraccion  de  ellos  y  por  la 
gran  disminución  que  durante  las  guerras  hablan  pa- 
decido: se  establecieron  las  obligaciones  de  los  alcal- 
desde  sacas,  y  se  decretaron  penas  contra  los  infrac- 
tores de  estas  leyes  <*'. 

(I)    La  primera  de  ellas  decía:  ifrenocomodealbardaiécerrales; 

■OraeasmDsímaDdainosqueniD-  léqualquier  que  los  sacare,  por 

BguDOB   nin  síganos  de  los  del  «ese  mesmo  fecho  pierda  Jo  que 

snuestro  sennorfo  6  de  fuera  del,  BleTaba,  é  lo  maten  por  josticia, 

nasL  cafalleros  como  escuderas  é  «salvo  ai  las  dichas  bestias  can,- 

lOtraa  personas  cualesquier,  de  vlisres  ó  mulares  estovieren  es- 

nqualq a ] crestado  áconmcioo  qae  icriptas  en  bI  libro  de  les  sacas, 

>seaD,queDOD  sean  osados  desa-  *se(;unt  lo  Nos  maudamos  cscre- 

»car  fuera  de  los  nuestros  regnos  »TÍr,  é  en  este  ordeDamiento  se 

Résennon'os  caTsUo,  nio   rocin,  scoDtieae.i— Tenemos  á  la  vista 


íDin  yegí 


n  muía,    los  tres  cuadernos  de  ristas  cortes 


Mninmu1o,oinmulet33,  nin  mulé-    publicados  por  la  Academia  d 
»tosgraDaesnÍDpeqneDQOs,asida    Historia. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


FAITB  II.  uno  lil,  401 

Tales  fneroD  tas  principalesmaterias y  asoalos  so- 
bre qoe  deliberaron  las  cortes  de  Gnadalajara  de  1 990, 
doade  se  ve  las  grandes  alríbacioaes  qae  entoDces 
ejercían  los  diputados  de  las  ciudadesea  puntoá  cod- 
tríbacioaes  é  impoeslos,  á  los  gastos  de  la  corona,  al 
DÚftiero  y  organización  de  la  fuerza  militar,  i  los  oe- 
gocio6  de  jnsticta,  y  hasta  á  los  eclesiásitcos^  y  á  las 
oegociacioDes  oon  la  corte  romana.  El  consejo  real 
(^avo  también  grandes  Esicultades  y  prerogatívas 
en  este  reinado,  y  casi  nada  hacia  don  Joan  I.  sin 
consalta  y  acuerdo  de  su  consejo.  La  última  prue- 
ba de  su  deferencia  y  respeto  á  esta  corporación  la 
dio  en  el  asunto  de  la  reina  de  Navarra  so  her- 
mana  &  qnien  el  rey  Carlos  el  Noble  sd  marido  re- 
clamaba para  que  hiciese  vida  conyugal  con  él,  se- 
gún debía.  Instada  la  reina  por  su  hermano  para  qae 
asi  lo  cumpliese,  manifestó  ella  las  causas  de  su  re- 
pagnanda  á  noirse  con  so  esposo ,  que  eran  el  no 
haber  sido  bien  tratada  por  él  y  con  el  decoro  qoe 
debía,  y  sobre  todo,  que  en  la  enfermedad  que  allí 
tuvo  halÑa  intentado  el  jadío  so  médico  darle  yerbas, 
que  era  la  razón  porqae  se  habia  venido  á  Castilla ,  y 
el  motivode  resistir  el  volver  á  Navarra.  Grave  era 
la  revelacioD,  y  árdao  y  difícil  el  caso,  si  bien  el  ca- 
rácter de  Carlos  el  Nol>le  parecía  ponerle  á  cnbierlo 
de  toda  participación  en  el  denunciado  crimen.  El 
rey  por  lo  tanto  llevó  el  asanlo  al  consejo ,  sometiéo- 
dose  á  lo  qoe  él  deliberara.  El  acuerdo  del  consejo  fué 
Tomo  vii.  26 


D,g,t7cdb/GOOglC 


iOS  BIBTÓUA  DB  UTaSa. 

que  la  reina  de  Navarra  debería  unirse  coa  su  mari- 
do, siempre  qoe  éste  le  diese  (ales  prendas  de  segu- 
ridad y  tales  rehen^  que  ella  pudiera  ir  sia  género 
alguno  de  temor  ni  recelo ,  y  segara  de  ser  tratada 
hoDtosa  y  amigablemente ,  y  como  ¿  reina  y  como  á 
esposa  le  corre^ndia.  Mas  como  el  rey  de  Navarra 
creyera  iaconveoiente  y  peligroso  dar  ciertos  rehenes 
de  los  que  se  le  pedían,  y  solicitase  al  propio  tiempo 
que  por  lo  menos  se  le  enviara  so  hija  doña  Juana, 
que  era  la  heredera  del  reino,  don  Juan,  de  confor- 
midad con  el  consejo  y  con  su  hermana  doña  Leonor, 
accedió  á  enviarle  la  princesa  su  bija  desdeHoa  donde 
se  bailaba,  con  gran  cortejo  de  caballeros  de  sa  cor- 
te dejando  para  mas  adelante  tratar  la  concordia  eo- 
tre  los  dos  mal  avenidos  esposos. 

Ed  tal  estado,  y  con  corta  diferencia  de  tiempo 
vinieron  ai  rey  embajadores  de  Mofaammed  el  de  Gra- 
nada y  del  maestre  de  Avis,  ó  sea  el  rey  dePortuga^ 
del  uno  ftftra  prolongar  la  tregua  que  habia ,  del  otro 
para  ratificar  la  de  seis  años  que  acababan  de  ajostar. 
Becho  todo  esto,  se  trasladó  á  pasar  los  meses  del  es- 
tfo  á  la  abadia  de  la  Granja,  Mluada  en  un  logar  lla- 
mado Sotos  Alvos,  sitio  agreste  y  fVesco ,  que  andan- 
do el  tiempo  se  halna  de  convertir  en  una  de  las  re- 
sidencias ó  »lios  reales  mas  amenos  para  pasar  la 
estación  de  verano  los  reyes  de  España.  En  la  inme- 
diata ciudad  de  Segovia  instituyó  la  orden  y  condeco- 
ración del  collar  de  oro  con  una  paloma  blanca ,  que 


D,g,t7cdb/GOOglC 


VAITI  II.  UBRO  lU.  403 

dio  á  alfjOQOS  de  sus  caballeros,  pero  cuya  divisa 
cayóiamediatamente  en  deíoso:  y  en  lo  mas  áspero 
de  las  Tecinas  «erras,  cerca  de  un  lugar  que  llaman 
Rascafri3,.eDel  valledeLozoya,  Tundo  el  moaasterio 
de  frailes  cartojos  denominado  ei  Paular.  EsCos  fueron 
los  úllimos  actos  del  rey  don  Juan  I. 

Coa  ánimo  de  pasar  el  invierno  en  el  templado 
clima  d^  Andalucía,  segan  lo  requería  el  estado  de  su 
dedicada  salud,  hallábase  ya  en  el  mes  de  octubre  en 
Alcalá  de  Henares,  donde  babian  de  reonlrsele  la 
reina  y  sus  hijos.  Aconteció  allí  que  un  domingo 
(O  da  octubre],  habiendo  salido  el  rey  á  caballo  con 
el  arzolÑspo  de  Toledo  don  Pedro  Tenorio  y  varios 
nobles  y  señores  de  sú  corte,  al  atravesar  na  barbe- 
cho apretó  las  espuelas  á  su  caballo,  y  tropezando 
éste  en  la  carrera  cayó  con  el  rey  y  cogiéndole  deba- 
jo le  aplastó  y  fracturó  todo  bu  cuerpo.  Imposible  fué 
á  los  caballeros,  por  mas  que  corrieroo  llegar  á 
tiempo  de  salvarle.  El  rey  babia  espirado:  grande  fué 
la  pesadumbre  y  el  Uaolo  de  todos  los  de  su  séquito: 
cé  era  muy  grand  razón,  dice  la  crónica,  ca  fuera 
»el  rey  don  Juan  de  buenas  maneras,  é  buenas  cos- 
stambres,  é  sin  saña  ninguna;  como  quier  que  ovo 
«siempre  en  todos  sus  fechos  muy  pequeña  veo- 
>tDra,  señaladamente  en  la  guerra  de  Portugal.» 
Tal  fué  la  desgraciada  muerte  de  don  Juan  I.  de 
Castilla,  á  la  edad  de  treinta  y  dos  años,  y  despue-s 
de '  haber  reinado  doce  años,   cuatro  meses  y  doce 


D,g,t7cdb/GOOglC 


40i  HtnOBIA  DB  ESPÁÜA. 

diasC).  El  arzobispo  de  Toledo,  testigo  de  Id  calia- 
trofe,  Uamó  á  los  médicos,  y  de  acuerdo  con  ellos  hi- 
zo difundir  por  udos  días  la  voz  de  qae  el  rey  do  era 
muerto,  mienlras  enviaba  cartas  á  las  ciudades  y  á  lo8 
-  seSores  del  reioo  noticiándoles  que  se  hallaba  en  pe- 
ligro, y  que  era  su  voluntad  y  los  exhortaba  &  que 
después  de  su  muerte  reconocieran  y  jarárao  como 
leales  por  rey  de  Castilla  ¿  su  hijo  don  Enrique. 

Cuando  el  arzobispo  lo  creyó  oportuno,  publicó 
la  verdad  del  caso,  y  colocó  el  cadáver  del  rey  ea  la 
capilla  del  palacio  de  los  arzobispos  de  Toledo  en  Al- 
calá de  Henares.  Al  otro  día  partió  para  Uadríd,  don- 
de se  hallaban  los  iafanles  don  Enriqoe  y  don  Fer- 
nando, y  alzó  voz  por  don  Enrique,  que  quedó  pro- 
clamado rey  de  Castilla  y  de  Leon..£l  lato  y  el  llanto 
por  la  muerte  del  padre  se  mezcló  con  las  fiestas  y  las 
alegrías  de  la  proclamación  del  hijo. 

(11    «E  era  (dioe   el   arooista  oieDcia,  ó  omeqaese  pagabamn- 

Ájala,  que  le  conoció  bien  peno-  olio  de  eatar  en  codwío:  á  era  d« 

nalmentej  noD  graude  de  cuerpo,  peqoeña  compliaioa,  i  avia  sm- 

é  bleoco.  é  rubio,  é  manto,  é  w-  obaa  dolencias.»  A&o  XU-,  cap.  10. 
tegado,  e  franco,  é  de  baena  com- 


n,g,t7cdb/G00gIc 


I 


CAPITULO  XX. 

JUAN  I.  (el  Cazador)  EN  ARAGÓN. 
..  <387  •  <39S. 

Trata  croelmeate  á  la  reina  liada  ux  madraEtra  j  á  aua  parciales. — 
Deliberación  qae  UimA  cd  bI  aanolo  del  dima:  se  declara  por  Cl»- 
neiite  Vil.— Dirtncdonea  del  aey:  lujo,  boato  f  dispacioa  de  ni 
corte. — Quejas  j  reclamaciooeB  de  loa  aragoneat»'.  hiceole  refermar 
Ea  casa. — Enlaces  de  priocipes:  quién  loa  pramoiió  j  cod  qué  obje> 
to.— LeTaDlamiento  contra  los  judies. — Rebelión  en  Cerdeña:  peli- 
groa:  medidas. — Sitoacioa  de  Sicilia:  espedioioD  de  la  reina  doña 
Haria  y  del  ¡orante  dou  Hartin  de  Arsgoa  j  ana  reaultados.— fro- 
meaas  del  rey:  su  indcdon.— El  cisma  de  la  iglesia:  muerte  de  Cle- 
mente VU.  y  eleocioá  del  cardenal  de  Aragón  don  Pedro  de  Luna: 
caricter  y  condacU  del  pontífice  electo:  proaigoe  el  cisma.— Hnerle 
de  don  Joan  I<  de  Angón. 

Coaódo  murió  el  rey  doa  Juaa  I.  de  Castilla  bacía 
ya  cerca  de  cuatro  años  (desde  «leru  de  1 387}  que- 
reioaba  en  Aragón  olro  doa  Juau  I,,  hijo  de  doa  Pe- 
dro IV.  el  Ceremonioso  <".  Sin  los  grandes  derecios, 
pero  también  sin  las  grandes  cualidades  de  su  padre, 
flu  primer  acto  como  soberano  fué  ensañarse  contra 
su  madrastra  la  reina  doña  Sibilia  de  Porcia  y  contra 
sus  partidarios,  acusados  de  haberle  dado  hechizos 

(i)  De  esta  manera  reioaban  á  b^cia  pocos  años  hablan  roñado 
un  tiempo  tres  Joaoea,  en  Aragón,  simultáneamente  tres  Pedros  ea 
Caatilla  y  Portu^l,  al  modo  que   estos  tres  reinos. 


nigiUrrlb/GOOglC 


iOG  HISTOKU  wt  isfaIía. 

siendo  príncipe,  y  de  haber  abandonado  at  rey  sa 
padre  eo  el  artículo  de  la  muerte.  No  obstante  ha- 
berse puesto  á  merced  del  nuevo  monarca,  y  á  pesar 
de  haber  dado  sus  descargos  ea  lo  de  desamparar  al 
rey  difunto,  y  sin  ser  oídos  en  defensa  acerca  de  los 
maleficios,  enfermo  y  doliente  como  el  rey  estaba  los 
mandó  poner  á  coestioo  de  tormento;  inhumanidad 
que  disgustó  &  todos,  y  mandato  que  se  resistieron  á 
ejecutar  los  jueces  mismos  encargados  de  la  pesquisa. 
Algo  aplacó  las  iras  dol  rey  la  cesión  que  la  reíoa 
vioda  hizo  de  todos  los  bienes,  castillos  y  villas  que  so 
mando  le  habla  dado  <*> ,  pero  desahogó  su  cól&ra  en 
los  dem^s  presos,  condenando  á  muerte  y  haciendo 
decapitar  hasta  veinte  y  nueve,  sin  perjuicio  de  seguir 
el  proceso  contra  la  reina  y  contra  so  hermano 
don  Bernardo.  ^ 

Terror  y  espanto  universal  causó  este  proceder 
del  rey,  pues  lodos  unánimemente  decían  que  si  eo  el 
principio  de  su  reinado  y  estando  tan  gravemente  en- 
fermo usaba  de  tanta  crueldad  con  su  madrastra  y 
con  los  antiguos  pnvado3.de su  padre,  ¿qué  podrían 
prometerse  mas  adelante?  Por  fortuna  .no  fué  así.  Al 
fio  se  interpuso  el  cardenal  de  Aragón  como  legado 
del  papa,  y  gracias  á  su  activa  mediación  la  atormen- 
tada reina  fué  puesta  en  libertad,  y  á  cambio  de  los 
iumeDSOs  bienes  y  riquezas  que  ella  habia  andido  se 

(I)    Recuérdese  lo  que  sobre    reinado  de  don  Pedro  lY. 
esto  dijimoii  al  Gd  del  capít.  XIV., 


D,g,t7„lf.GOOglC 


VUTB  II.  LIBIO  III.  i07 

le  dio  uoa  pensión  de  veinte  y  cinco  mil  sueldos  anua* 
les  (sobre  doce  mil  francos  franceses),  sin  dejar  de 
oontinoarse  por  macho  tiempo  .las  pesquisas  contra 
diversos  caballeros  acosados  de  complicidad  con  la 
reina  madre. 

Otro  de  sus  primeros  actos,  tan  luego  como  juró  á 
los  oatalaaes  guardarles  sos  constituciones  y  costum- 
bres, fué  anular  las  donaciones  y  enagenamientos  he- 
chor por  su  padre  desde  436S  en  perjuicio  suyo  y 
del  reÍDo.  Seguidamente  nombró  por  su  lugartenieDte 
general  en  los  ducados  de  Aleñas  y  de  Neopatria  al 
vizconde  de  Rocaberti,  á  quien  mandó  pasar  con  ar- 
mada 6  la  Morea  y  poner  eo  buena  defensa  aquellos 
estados.  En  Cerdeña  se  ajustó  una  suspensión  ó  tre- 
gua de  dos  años  entre  don '  Jimen  Pérez  de  Árenos, 
gobernador  nombrado  por  el  nuevo  rey,  y  doña  Leo- 
nor, hijadel  juez  de  Arbórea,  que  seguía  sosteniendo 
la  causa  de  su'padre;  todo  esto  mieutraa  el  papa  de- 
cidia  como  arbitro  eu. aquella  contienda. 

Todas  las  naciones  habian  tomado  ya  su  acuerdo 
y  su  poácion  respectiva  en  el  asunto  del  cisma  que 
afligía  y  trabajaba  la  Iglesia.  Portugal,  sometida  á  la 
influencia  inglesa,  habia  tomado  partido  por  Urba- 
no VI.  como  Inglaterra.  Casulla  recoDocia  á  Clemen- 
te Vil.  como  su  aliada  la  Francia.  Faltaba  Aragón, 
quebabia  guardado  una  estricta  neutralidad  durante 
el  reinado  del  político  y  cauto  don  Pedro  el  CeremO' 
díobo.^ Enredóle  al  hijo  que  era  tiempo  ya  de  sacar  al 


IriigiUrrlb/GOOglC 


408  HUTOiu  DI  ufaAa. 

reÍDo  de  aqael  estado  de  perplexídad  é  iocertidum- 
bre,  y  coagregaado  ep  Barcelona  al  modo  qae  se 
había  hecho  en  Castilla,  ona  asamblea  de  obispos  y 
de  los  letrados  mas  eminentes,  examinado  y  disentido 
madaramente  el  negocio,  se  resolvió  tener  por  caíala 
primera  elección  de  papa  hecha  en  Roma,  como  ar- 
rancada por  la  opresión  y  la  vi(^eacia,  .y  reconocer 
por  canóDicala  segunda,  optando  en  so  coDsecaeocia 
el  rey  y  el  reina  de  Aragón  por  el  papa  Clemente  Vn. 
como  Franda  y  Castilla. 

Señalóse  don  Juan  I.  de  Aragón  por  el  lujo,  el 
boato  y  la  etiptendidez  de  sn  casa  y  corte.  Siendo  sus 
dos  pasiones  favoritas  l^caza  y  la  música,  preciábase 
en  cuanto  á  la  pñmera  de  poseer  los  oteosilios  de  ce- 
trería y  montería  de  mas  gasto  y  precio  y  mas  raros 
y  angulares  que  se  conocían,  toa  mas  diestros  halco- 
nes y  las  traillas  de  los  mas  adiestrados  perros,  en  que 
gastaba  sumas  inmensas,  y  en  que  bacía  vanidad  de 
no  igualarle  prfaicipe  alguno.  En  cuanto  á  la  música, 
en  cuya  añcion  solo  la  reina  doña  Violante  su  esposa 
rivalizaba  con  él,  el  rey  hacia  venir  de  todas  partes 
y  á  cualquier  costa  los  mas  hábiles  instrumentistas  y 
los  cantantes  mas  célebres,  la  reina  entretenía  en  sn 
casa  gran  número  de  damas  las  mas  gentiles  de  so 
reino,  en  términos  que  ninguna  corte  de  principe 
cristiaoo  podía  ostentar  cortejo  tan  brillante  y  lucido; 
y  como  sí  sus  negocios  de  Estado  fuesen  el  placer  y  el 
recreo,  pasaban  ■  alegremente  la  vida  en  músicas  y 


,,Gopglc 


ráiTi  H.  uno  Id.  409 

^Dzas  y  saraos.  Al  decir  del  croDÍsta  Carbonell  teniaD 
eoociertoe  tres  veces  cada  día,  y  todoe  los  dias  antea 
de  acostarse,  escepto  ios  vieraes,  hacian  daazar  en 
palacio  las  doncellas  y  mancebos  de  la  corte  '*>.  Com- 
pañera inseparable  la  poesía  de  la  música,  llenóse  la 
ctirte  de  poetas  y  Irobadores:  originase  escuelas  y 
academias  en  que  se  coltivaba  y  enseñaba  la  gaya 
eieneia ,  y  á  las  justas  y  otros  ejercicios  belicosos 
reemplazaron  ios  pacíficos  debales  de  los  juegos  Do- 
rales y  de  las  cortes  de  amor,  debates  en  que  se  guar- 
daba ea  verdad  ta  decencia  mas  rigurosa,  para  lo 
cual  habla  hecho  el  rey  una  severa  ordenanza,  y  se 

(1)  Entre  loi  documeotoa  cu-  (iaArumeDtos  tocaaen  inte  ipl,  é 
riosoB  A  este  reinado  qae  hanioa  >por  esío  daeia  tod*  esta  mi  gen- 
visto  eu  el  Archito  geuersl  de  la  nte:  EDodegeaera  quien  i  los  su- 
corooa  de  Aragón,  es  uno  la  si-  «f  w  parece.n  é  yo  los  oigo  muf 
guíente  carta,  cuyo  autú^rafo  te-  ibieo,  mas  no  quiero  responder: 
■emoa,  qui  la  ioFanta  dona  Juana  a(el  angina)  lemoaia  dice:  el  tog 
de  PerpiSsn,  bija  del  ley  don  plenu  qae  cuyi  dormir  volria  que 
Joan  [.,  escribid  a  la  reina  su  ma-  narpti  «t  tempera  it  moiu  eítur- 
dro  deide  la  Junquera.  tmeni  me    tachasen   davant,  et 

■A  la  muy  alta  e  muy  excelente  'per  jo  díau  tota  aquetia  mia 

■Scjlora  madre  í  señora  mía  muy  tgent,  no  dasltnya  qui  loa  Sfua. 

■cara  la  señora  reina.— Muy  alta  tiembra).t  La  habla  ea  seguida 

b6  muy  excelente  señora  roadre  A  de  que  no  tenia  cera  para  aeilar  Is 

■señora  mia  muy  cara.  Porque  carta,  y  Grma:  La  infanta  Jaana 

•pieuso  que  vuestra  sefioria  ten-  di  P«rpiflan. 
■drí  en  ello  gusto,  os  haf;o  saber         Por  esta  caria  se  Ten  las  coe- 

>qae  yo  con  gree  placer  é  moy  tambres  ninelles  j  *o)apluo*8f  d« 

■aprisa  he  pasado  boy  el  puerto,  aquella  cdrie.  Sin  duda  esta  ia- 

■é  helleeado  A  la  Junquera,  é  por  fanta  doña  Juana  llamaba  madre  i 

igrjcia  Je  Dios  be  estado  aquí  to-  la  reina  doña  Violante  da  Aragón, 

■doeldia  de  hoy  muy  alegra,  tino  su  madrastra,  porque  ellaeraliija 

>que  después  de  la  fiesta  tuve  ua  de  Matba  ó  Marlha  de  Armenyacn, 

■  poco  de  desaioD  por  tal  aue  no  segunda  esposa  de  don  Juan  I.  K»- 

■  podia  dormir,  basta  que  Aldonia  ta  inraota  Juana  fué  la  que  caed 
>de  QueraR  toc4  el  barpa,  y  ella  coa  el  conde  de  Folx,  y  pretendió 

■  y  Pablo  cantaban,  é  yo  tomando  la  corona  de  Aragón  deapuea  i» 
len  ello  placer  me  dormí,  é  aiem-'  la  muerte  de  su  padre,  como  Iub- 
»pre  que  quiero  dormir  quisiera  go  leremoa- 

«que  harpas  é  tímpanos  é  muchos 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


41 0  ainouA  db  titAtk. 

castigaba  la  menor  iarraccioD  coa  mulla  de  mil  soel- 
dús  '*'.  Gastábaose  en  estos  eapectáctilos  y  festines 
cuantiosas  sumas,  y  de  este  géoero  de  vida  se  dio  al ' 
rey  los  dos  sobrenombrea  de  el  Cazador  y  el  Indolente. 
Parecía  que  este  príncipe,  después  de  sus  penoeasdO' 
léñelas,  se  proponía  darse  prisa  á  gozar  de  los  place- 
res de  una  vida  que  teoaia  escapársele.  £a  corte  tan 
afeminada  era  también  una  dama  la  que  ejercía  el 
mas  ascendiente  imperio  sobre  la  reina  y  el  rey,  y  era 
como  la  -verdadera  reina  de  Aragón:  llamábase  doña 
Carroza  de  VUaragul. 

No  podían  los  fieros  y  graves  aragoneses  ver  con 
paciencia  ni  consentir  que  asi  se  alteraran  las  costum- 
bres severas  de  sus  mayores,  ni  que  la  modesta  corle 
de  sus  reyes  se  convirtiera  en  oórte  de  fausto  y  de  afe- 
minación, DÍ  que  en  esto  se  consumieran  las  rentas 
del  Estado  y  loa  sacrificios  del  pjueblo,  ni  que  predo- 
minara el  inftajo  yprívanza  de  una  muger,  ni  que  por 
entretenerse  en  deleites  y  regalos  se  desatendieran 
los  negocios  y  el  gobierno  del  reino.  Asi  en  las  pri- 
meras corles  que  el  rey  lavo  en  Monzón  (4388),  va- 
rios ricos'hombres  aragoneses,  sostenidos  por  prela- 
dos y  por  nobles  catalanes,  presentaron  sus  quejas 

(1)    Ddd  Joan  I.  de  Aragoo  en-  siete  eanoervadores  de  loa  juegos 

vi6  UDB  embajada  á  Carlos  VI.  de  fioratea,  y  fondaroo  eo  Barcelona 

Francia,  pidiéodola  permiso  para  el  Consistorio  de  la  Gayí  Ciencia 

008  algnno»  poetaa  del  gremio  de  regido  por  leyes  y  oslatutoa  aeme- 

Toloaa  TÍnieaeo  á  Barcerona  á  es-  jantes  a  las  Ordenaniai  áeit  aept 

tablecer  aquí  una  academia  sdíI»*  Mithors  maMenedor»  del  Gay  ta- 

ga  á  la  de  aquella  ciudad.  En  su  btr. 
consecDeocia  vinieron  dos  da  loa 


,  Google  ' 


MMTR  II.    LIMO  ni.  441 

contra  los  desórdenes  de  la  corte,  y  pidieron  enérgi- 
camente y  en  alta  voz  la  rerorma  de  la  casa  real.  Co* 
mo  el  rey  se  mostrara  en  el  principio  un  tanto  inde- 
ciso y  auD  reoiteDte,  significáronle  so  disposición  á 
recnrrir  en  caso  uecesarioá  las  anima.  Noera  don  Joan 
bombre  que  dejara  llegar  las  cosas  á  tal  estremo,  y 
asi  hubo  de  ceder  no  solo  á  desterrar  de  palacio'la 
dama  favorita,  sino  á  reformar  su  casa  y  á  ordenar 
pragmáticas  poniendo  tasa  y  limites  á  los  gastos  y  á 
moderar  los  desórdenes,  con  lo  coat  pudo  conjurar  la 
tempestad  que  amenazaba. 

Una  invasión  de  bretones  en  Cataluña  capitanea- 
dos por  Bernardo  de  Armañac  <",  al  pareoer  eo  gran 
número,  y  sin  causa  justificable,  como  do  fuese  la  co- 
didadef  robo,  hizo  acudiría  gente  del  reino  en  defen- 
sa de  su  territorio.  Hul)o  diversos  reencuentros,  en 
que  por  lo  común  llevaron  la  peor  parte  el  de  Arma- 
ñac y  sus  fraaceses.  Mas  como  estos  mucbas  veces 
rehicieran  sus  fuerzas,  el  mismo  rey  desde  Gerona  es- 
taba resuelto  á  salir  á  campaña  y  batir  los  enemigos. 
No  bobo  necesidad  de  ello,  porque  Armañac  y  su 
gente,  cansados  de  una  guerra  sin  resultados  (1389), 
y  teniendo  que  acudir  á  la  defensa  de  su  propio  pais, 
dieron  la  vuelta  sin  esperar  al  rey,  y  salieron  por  la 
parte  del  -Rosellon  haciendo  de  paso  cuanto  daño  y 
enantes  estragos  pudieron. 

do  da  I 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


413  niSTOUA  DB    UMitÁ. 

En  este  iatermedio  habiendo 'fallecido  Urbano  Vh 
en  Roma  (1389),  los  cardeDales  itaHaoos,  queneodo 
daf  sucesor  al  finado  pontífice  á  qaien  obedecía  la 
mitad  del  mundo  cristiano,  siquiera  siguiese  el  cisma, 
eligieron  nuevo  papa  que  tomó  el  nombre  de  Bonifa- 
cio IX.  Entonces  el  rey  de  Francia  y  Clemente  YO. 
con  objeto  de  suscitar  enemigos  al  nuevo  pontífice 
concertaron  en  Aviñotí  eí  matrimonio  de  Luis  duque 
de  Anjon,  que  se  Ütulaba  rey  de  Jerusalen,  de  Ñapó- 
les y  de  Sicilia,  iM>n  doña  Violante,  hija  del  rey  de 
Aragón,  y  el  de  don  Martín,  conde  de  Exerica.  hijo 
del  infante  don  Biartio,  de  Aragón,  duque  de  Hom> 
blaoch,  con  la  reina  María  de  Sicilia,  tr-aida  á  Cátalo* 
ña  por  don-Pedro  IV.  Resultado  de  estos  condertos 
fué  qu&mienlras  el  duque  de  Anjeo  iba  cen  armada 
á  la  conquista  de  Ñapóles  y  era  alli  recibido  con  fies- 
la  y  solemnidad,  el  infante  don  Martín  aparejaba  nna 
gran  flota  para  ir  á  sacar  el  reino  de  Sicilia  de  manos 
de  los  barones  que  le  tenían  usurpado  (1390). 

Dos  acontecimientos  graves  ocurrieron  al  año  si- 
guiente (1391),  el  uno  dentro  de  España,  el  otro  en 
Cerdeña,  El  primero  fné  no  levantamiento  casi  gene- 
ral que  hubo  contra  los  judíos  del  r«Íno.  Tiempo  ha- 
cia que  los  cristianos  españoles  deseaban  la  destme- 
cíon  de  esta  raza,  ya  por  ódío  á  su  ley,  ya  por  las  usu- 
ras con  que  los  judíos  vejaban  á  los  pueblos,  y  ya 
también  por  envidia  á  sus  riquezas  yá  sus  privilegios; 
y  bien  se  veía  este  espíritu,  puesto  que  rara  vez   86 


-D,g,t7cdb/GOOgIC 


TáMCn  U.  LOBO  ID.  413 

r»DÍMi  las  cortes  qoe  no  se  presentaran  algunas  pe- 
ticiobes  coDlra  dios.  En  agoslo  de  este  año  eo  la  6es- 
ta  de  Naestra  Seoora  de  tas  Nieves  se  poso  á  saco  la 
odería  de  Barcetooa  y  tas  de  otras  varias  ciudades, 
en  el  tomnlto  faeroa  d^otlados  mochos  jadfos ,  ;  el 
bautismo  faé  el  único  recorso  que  sirvió  á  mochos  pa- 
ra salvarse.  Soto  en  Barcelona  se  banlizaroo  once  mil. 
El  rey  doa  Juan  hizo  los  mayores  esrnerzos  para  po- 
ner término  á  aquella  matanza,  y  maodó  restituir  á 
los  bautizados  los  bienes  de  que  se  tes  halúa  despoja- 
do. Estos  arraoqaes  populares  iodicaban  ya  bien  la 
suerte  que  al  caira  de  mas  ó  menos  tiempo  espendia  á 
esta  raza  desgraciada. 

El  otro  faé  ta  sablavacion  que  movió  en  Cerdeña 
Brancaleon  Doria  en  unión  con  Leonor  de  Arbórea  su 
mogo',  fondados  en  bien  tijera  y  liviana  causa ,  pero 
instigados  sin  duda  por  Genova,  la  enemiga  y  perpe- 
tua rival  de  Cataloña.  Apoderados  de  Sacer,  (Sassari), 
poco  falló  para  que  subyugaran  toda  la  isla,  de  mal 
grado  Bojeta  siempre  A  la  dominación  española,  pues 
las  gnerras  y  las  ejudemias  y  la  insalubridad  del  país 
habían  reduoidoá  nómero  muy  escaso  los  catalanes  y 
aragoneses  encargados  desa  defensa.  Y  en  verdad  no 
fué  grande  el  refuerzo  que  don  Juan  piMJo  enviar  de 
pronto  para  la  conservación  de  las  priocipales  fortale- 
zas, mientras  él  preparaba  otra  mayor  espedicion  para 
conducirla  en  persona,  puesto  que  aquella  coosisUa'  en 
algunas  lanzas  y  en  algunos  centenares  de  sirvientes  y 


,,  Google 


4H  mSTOBIA  DB   BSFAftÁ. 

de  ballesteros.  Eab'elaDto  avfno&e  y  se  confederó  el 
'  rey  de  Aragón  con  el  de  Castilla,  que  lo  era  ya  en 
aqoella  sazoo  Enrique  III. 

No  era  tampooo  lisonjera  para  los  aragoneses  la 
ailaacioD  de  Sicilia;  los  barones  catatanes  que  allí  do* 
mÍDsban junto  con  algaoos  potentadoe  Italianos  se  ba- 
bian  anido  con  Ladislao  de  Durazzo,  qae  acababa  de 
ser  coronado  rey  de  Sicilia  por  el  papa  Bonifacio  IX.. 
para  reüslira)  doqae  deMombtaoch  en  la  empresa  de 
poner  en  posesión  de  aquel  reino  á  su  hijo  el  infaote 
don  Martin  y  á  la  esposa  de  éste  la  reina  doña  Haría. 
Mo  habiendo  atendido  los  niales  sicilianos  la  embaja- 
■da  que  el  infante  aragonés  tes  envió  preventivainente, 
resolvió  don  Martin  acompañar  persoaalineate  á  los 
reyes  litnlares  de  Sicilia  sus  hijos  ea  la  grande  ar- 
mada que  al  efecto  se  estaba  aparejando  en'  Catalo- 
Da(1292).  La  nobleza  catalaoa  y  aragonesa, -de  suyo 
dada  á  las  empresas  de  que  los  unas  esperaban  en- 
'  graudecimíeoto  en  su  comercio,  gloria  militar  los 
otros,  se  agrupó  en  derredor  de  las  banderas  del  in- 
fante don  Martin ,  nombróse  á  don  Bernardo  de  Ca- 
brera,  principal  promovedor  de  la  espedicion,  almi- 
rante de  la  flota,  que  se  componía  de  cien  velas  entre 
galeras  y  naves,  y  puesta  en  movimiento  la  armada 
no  tardó  en  arribar  á  las  aguas  de  Trápani.  Rindió- 
seles  esta  ciudad  después  de  alguoa  resistencia,  y  An- 
drés de  Claramonle,  uno  de  los  principales  barones 
que  se  hallaban  apoderados  del  gobierno  de  la  isla. 


D,g,t7cdb/COOglC 


PABTB  11.  Lino  III.  ilK 

fioé  degolta()o  en  ana  plaza  frente  á  so  casa  por  trai' 
dor  y  rebelde,  ^  incorporados  bqs  bienes  á  la  corooa. 
Ganada  aqaella  ciudad,  mulütud  de  plazas  y  castilloa 
de  la  isla  se  les  fueron  entregando.  Don  Artal  de  Ala- 
gon,  olro  de  ios  barones  que  la  gobernaban,  no  se 
atrevió  á  esperar  en  Cataoia  al  infante  aragonés  ni  á 
los  reyes  sus  bijos,  tos  cuales  entraron  en  ella  y  re»- 
.dieron  algún  tiempo  poniendo  en  orden  el  estado  de 
la  isla.  Don  Martin  de  Aragón,  como  coadjutor  de  la 
i«ÍDa  doña  María  y  como  administrador  del  rey  su 
hijo,  iba  heredando  en  aquel  reino  á  los  capitanes  de 
la  espedicion,  y  entre  ellos  hizo  conde  de  _Módica  al 
almirante  Cabrera. 

Hallábanse  á  este  tiempo  las  cosas  de  Cerdefia  en 
gran  peligro,  y  asi  era  de  esperar  del  menguado  so- 
corro que  antes  luibia  enviado  el  rey  para  sofocar  el 
levaotamiento  de  BrancaleoQ  Doria.  Ahora  pensó  ir 
el  rey  don  Juan  personalmente  con  buena  armada,  ó 
por  lo  menos  asi  lo  anunció  publicando  et  pasage  y 
poniendo  el  estandarte  real  en  Barcelona  con  gran  so- 
lemnidad, como  era  de  costumbre  en  tales  casos,  y 
contrulanse  con  gran  prisa  galeras  en  Bar.celona,  Va- 
lencia y  Mallorca.  Pero,  ó  bien  por  la  voz  que  corrió 
de  que  el  rey  moro  de  Granada  pensaba  mover  guerra 
por  la  parte  de  Murcia,  ó  bien  porque  le  entretuvie- 
ran las  bodas  de  su  bija  doña  Violante  con  el  rey  Luis 
de  Ñapóles,  ó  que  le  costara  trabajo  abandonar  los 
placeres  de  la  corte,  prorogó  su  pasage  para  el  octubre 


D,g,t7cdb/GÓOg1C 


ÍI6  BinOUA    DB  BSFAitA. 

^gu^ale(1393),  conteatáadose  ea  lauto  cod  enlabiar 
lrato3  de  paz  coa  los  rebeldes  de  Cerdeña,  tratos  qob 
DO  ímpediaú  á  «sios  seguir  coabatiendo  plazas. 

Lo  de  Sicilia  do  maruhaba  con  mas  prosp^idad. 
Aquellos  barones  habían  sublevado  de  nuevo  las  ciu- 
dades oonlra  el  duque  de  Momblanch,  don  Hartin,  y 
contra  los  reyes  sus  hijos,  á  quienes  teniaa  bloquea- 
dos en  el  castillo  de  Galanía.  El  indolrate  don  Juan  ni 
realizaba  su  pasage  á  Gerdeña,  ai  socorría  á  los  de  Si- 
cilia. Prometíalo  todo  y  á  todo  se  preparaba,  pero  en- 
tre promesas,  preparativos,  prórogas  y  consultas  na- 
da resolvía,  ó  por  lo  menos  nada  realizaba.  A  la  indo- 
lente flojedad  y  tibieza  del  rey  suplió  la  enérgica  ao- 
lividad  y  el  patriotismo  de  don  Bernardo  de  Cabrera, 
que  empeñando  sus  estados  de  Cataluña,  se  propor- 
cionó algunas  cantidades  y  oompiEtDías,  coa  las  cuales 
se  apresuró  á  socorrer  al  íafaale  y  á  los  reyes  sicítia- 
nos,  y  en  pocos  días  arribó  á  Palermo.  Desde  allí  hi- 
zo una  atrevida  espedicion  pw  tierra  atravesando  la 
isla  basta  llegar  á  socorrer  á  don  Marlin  y  á  sus  hi- 
jos, poniendo  cerco  á  la  ciudad  de  Catania.  Eatretan- 
to  el  rey  deAragon  paseaba  de  una  á  otra  ciudad  de 
su  reino,  siempre,  amagando  con  embarcarse  y  no 
hallando  nunca  ocasión  de  cumplirlo,  hasta  que  al  fin 
resolvió  enviar  con  la  armada  á  don  Pedro  Maza  de 
Lizana  en  socorro  de  Cerdeña  y  de  Sicilia.  Mucho 
alentó  este  refuerzo  al  iarauíe  don  Martin  y  á  don 
Bernardo  de  Cabrera;  mas  la  resistencia  de  los  de 


D,g,t7cdb/COOglC 


rULTB  U.  LIBIO  III.  417 

Catania  era  grande,  ya  animados  cod  ana  bula  de 
Boniracio  IX,  qoe  declaraba  á  los  catalanes  enemigos 
de  la  ré-ca(ólíca,  ya  por  ofensas  y  malos  tratamíenlos 
que  de  ellos  habían  recibido,  hasta  el  punto  de  jurar 
tqoe  antes  se  comeriao  los  brazos,  que  permitir  qae 
ningún  catalán  entrase  en  Catania.»  Sjo  embargo  y  á 
pesar  de  tan  enérgico  juramento,  de  tal  manera  y  coa 
tal  furia  fué  combatida  la  ciudad,  que  no  obstante  ha- 
ber maerto  de  enfermedad  en  el  cerco  el  almirante 
Lizaoa,  tovo  que  rendirse  y  dar  entrada  á  los  catala- 
nes que  tanto  aborrecían  (agosto  1S9i),  Con  esto  el 
infante  de  Aragón  anduvo  con  su  ejército  por  toda  la 
isla  haciendo  la  guerra  á  los  obstinados  barones, 
gnerra  cra^  y  sangrienta,  con  la  que  á'  duras  penas 
consegoia  mantener  á  los  reyes  sos  hijos  en  una  domi- 
nación incierta  y  precaria. 

La  muerte  del  papa  Clemente  Til.  ocurrida  á  este 
tiempo  en  Aviñon  (26  de  setiembre  de  1 39  ()  parecía 
ofrecer  una  oca^n  propicia  para  hacer  cesar  el  cisma 
y  restablecer  la  apetecida  unidad  déla  Iglesia,  que  tan 
provechosa  hubiera  sido  á  las  naciones  cristianas. 
Mas  los  cardenales  franceses^no  queriendo  ser  menos 
que  los  italianos  en  dar  sucesor  á  Gemente  Vil.  como 
aquellos  le  babian  dado  á  Urbano  VI.  reuniéronse  en 
cónclave  para  proceder  á  segunda  elección.  El  carde- 
oal  de  Aragón  don  Pedro  de  Luna,  el  mas  ilaslre 
de  aquel  colegio,  doctísimo  en  letras  y  de  muy  reco- 
mendables costambres»  el  partidario  mas  decidido  de 

TUHO   TU.  S7 


D,g,t7cdb/GOOglC 


il8  BinoMA  ra  bspaSa. 

-  Clemente  VIL  y  á  cuyo  iaQujo  eo  tas  asambleas  de  Sa- 
lamanca y  de  Barcelona  se  debió  ea  grao  parte  el  que 
íaese  reconocido  aquel  papa  en  Castilla  y  en  Aragón, 
habia  asegurado  at  rey  de  Francia  y  á  la  aniversidad 
de  París,  hallándose  delegado  en  aquel  reino,  qne  si 
algún  día  él  sucediese  á  Clemente  baria  todos  los  es- 
fuerzos posibles  por  restablecer  la  unidad  de  la  Igleda 
basta  abdicar  el  poottBcado  si  .necesario  facse.  Todos 
los  cardenales  hicieron  la  misma  protesta,  y  creyen- 
do en  la  sinceridad  de  los  discursos  del  aragonés  y 
atendiendo  á  su  especial  y  distinguido  mérito,  apreso- 
rároDse  á  elegirle,  y  quedó  don  Pedro  de  Lona  nom- 
brado pontífice  con  el  nombre  de  Benito  XUI. 

Desde  luego  dio  muestras  et  promovido  de  Atí- 
DOD  de  que  no  estaba  en  ánimo  de  abdicar  la  tiara 
según  habia  ofrecido;  y  aun  antes  de  ser  coronado 
escribió  al  de  Aragón  parÜGÍpándole  su  etevacíoo 
á  la  cátedra  pontificia.  Con  gran  regocijo  se  recibió  la 
noticia  en  este  reino,  y  aun  en  el  de  Castilla,  donde 
también  fué  reconocido.  Eo  Barcelona  se  celebró  con 
una  proceeioa  solemne,  á  que  asistieron  el  rey  y  la 
reina.  Mas  si  bien  lisonjeaba  á  los  españoles,  y  pría- 
cipalmente  á  los  aragoneses  tetfer  un  papa  de  so  rei- 
no, alegrábanse  mas  por  la  esperanza  que  tenían  de 

I  que  tan  ilustrado  varón,  y  tan  prudente  y  grave,  al- 
canzaría el  medio  de  dar  á  la  Iglesia  la  unidad  tan  de- 
seada. Engañáronse  todos.  El  papa  Benito  XIII.  olvidó 
de  todo  puntólo  que  habia  prometido  como  cardenal  do 


,,  Google 


FAKTB  II.  LIMO  Ul.  it9 

Aragt»,  y  l^jos  de  estar  dUpueslo  á  resignar  su  digoi- 
dad,  después  de  haber  eotreteiüdoalgua  Uempoalrey 
Cirios  VI.  de  Fraocia,  á  la  oniversidad  de  París  y  á 
varios  principes  cristíaDos  con  respuestas  ingeaiosas, 
y  ambiguas  sobre  el  asunto  de  la  renancia,  concluyó 
por  decir  formalmeate  que  sa  teoia  por  legítimo  papa 
y  que  nunca  baria  la  abdicación;  y  como  tendremos- 
ocasión  de  ver  por  la  historia,  no  buho  ni  príncipes, 
ni  reyes,  iti  olúapos,  ni  cardenales,  ni  concilios  que 
hicierau  ceder  al  obstinado  y  tenaz  arqgonés,  que  de 
este  modo,  en  lugar  de  haber  sido  el  paciñcador  de  la 
Iglesia,  comoje  habia  esperado,  fué  causa  de  nuevas 
y  grandes  perturbaciones  en  lacristíaudad  ^*K 

A  todo  esto,  y  mientras  el  mundo  crísliauo  se 
agitaba  sospiraudo  por  la  ansiada  unión,  y  en  tanto 
que  el  reino  de  Cerdeña  amenazaba  acabar  de  per- 
derse, y  que  su  hermano  don  Martio  y  los  defensores 
de  la  reina  doña  María  su  sobrina  pasaban  los  traba- 
jos de  una  guerra  porfiada  y  penosa  on  Sicilia,  el  rey 
don  Juan  de  Aragón  continuaba  entregado  i  los  re- 
creos y  pasatiempoi  de  su  voluptuosa  corte.  Dedicá- 
base con  su   acostumbrado  ardor  al  ejercicio  de  la 


(4)  Don  Podra  de  Lou,  dw-  Ortis),  TnlaelMoioadeClemao- 
oeodieDtede  li  iMigua  y  oobíUsi-  tsTU.  fué  udO  de  los  cuatro  lega- 
mt  oasa  de  Im  Lvoaa  de  Aragoa,  do*  que  h  Dombraron  para  tratar 
era  B«tval  de  lllaeca,  logar  de  m  de  la  DDÍeD  de  (a  Igltsis.  Intervi- 
biDtlia  cD  eete  reioo.  fué  doctor  no  vartM  vecei  oumo  legado  entre 
endecretMycatedréticoanliaDt-  loare}»  de  Fraocia  j  de  lagla- 
peRer.  Bebía  sido  creado  cardenal  larra.  Era  nao  de  los  hombrea  de 
por  el  papa  Gregorio  XI.  (no  Tí.  mas  eriidicioo  deau  tiempo, 
como  diceequiTocadatneateeldeaD 


n,g,t7cdb/G00glc 


420  BUTOUA  DB   BHASa. 

caza,  en  cuya  di^)eQdiosa  distracción  había  al  fin  de 
acabar  so  vida.  La  reina  era  la  encargada  del  go- 
bierno ipieotras  el  rey  cazaba.  Un  día  que  babia  sa- 
lido con  sus  monteros  á  lús  bosques  de  Foixá,  mien- 
tras aquellos  esperaban  apostados  tas  fieras,  el  rey 
que  iba  solo  á  caballo  encontró  con  una  disforme  y 
rariosa  loba.  Espantóse  acaso  su  caballo,  ó  bien  aco- 
metió al  rey  algún  accidente  repentino,  que  no  pudo 
saberse  la  verdad  del  caso,  y  de  ambas  maneras  lo 
cuentan  los  historiadores;  lo  cierto  es  que  cayó  ó  fué 
arrojado  del  caballo,  y  cuando  se  advirtió  y  se  acudió 
á  socorrerle  ya  no  existía  (mayo,  139S.)  [Singular  coin. 
cideucia  la  de  haber  muerto  de  caída  de  caballo  los  dos 
reyes  contemporáneos  de  un  mismo  nombre,  Juan  I. 
de  Castilla,  y  Juan  I.  de  Aragonl  Por  lo  menos  el  de 
Castilla,  aooqoe  desgraciado  en  suaempresas,  concibió 
atrevidos  designií»,  corrió  persoaalmpnte  los  peligros 
de  la  guerra,  sopo  rechazar  primero  y  negociar  des- 
pués con  un  pretendiente  tenaz  á  su  carona  y  dotó  de 
leyeselpais.DonJnan  I.deAragonnodejóotra  memo- 
ria que  su  indolencia  y  las  disipaciones  de  su  corte  '*'. 

(1)    DoD  Jun  1.  áe  Aragón  faé  reino:  tereeri  con  Viobola,  sobri- 

caMdo  treí  *eoei:  primera  con  na  de  Carlea  V.  da  Fraacía,  de 

Juaoa  de  Valoia,  hija  de  Felipe  TI.  qnieo  tuvo  i  doD  Feroando,  do2a 

de  Francia,  de  quiea  no  tuftf  h¡-  violante  ;  dooa  Juana,  de  kú  ea»- 

Ím:  seguQda  con  Matha  ó  Uartha,  Ih  solo  aobreviTió  doña  Violante, 

lija  del  conde  de  Armenjach,  de  qne  casó  con  Luis  II.  daque  ds 

qaien  tuvo  á  don  Jaime  y  doña  Anjoa,  que  ae  tituló  rey  de  nipo- 

Juana:  aquel  títíó  poooi  maaea,  les,  Jeriuales  y  Sicilia.— Bofarnll, 

éata  caso  con  Hateo,  conde  de  Condes  de  Barcelona,  tomo  II. 
Foix,  I  pretendiú  la  suceiioo  del 


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CAPITULO  XXI. 

MARTÍN  (el  Hamaoo]  EN  ARAGÓN. 

Be1395  á  U10. 

Gomo  MCAdió  don  Mirtio  en  el  reiao.— Cuo  «atraño  coa  la  reiiu  Tiadll 
de  doQ  Joan.— Preleoaioaes  del  conde  de  Foix:  invade  el  reino  con 
gente  armada:  es  vencido  y  eipulsado.— Viene  don  Hartin  de  Sici- 
lia: loqoe  le  pidieron  lea  corles  de  Zaragoza. — Estado  det  ciima:  lo 
que  aa  proprniia  para  reatablecer  la  imidad  de  la  Jglcaiat  cdno  obra- 
ban en  Mte  negocio  los  dos  papas,  ;  loa  reyea  de  Francia,  de  Ara- 
gón y  de  Castilla. — Obstinación  d«l  papa  aragonéa  Pedro  de  Luna. 
— Bs  cercada  y  aUcado  en  su  palacio  de  Ariñoa:  cea»  el  combate,  y 
permanece  encerrado  cerca  de  cuatro  añoa.— Situación  de  Sicilia: 
rey  doo  Hartin,  hijo  del  de  Aragón:  reina  doña  Blanca  de  Navarra.— 
Bandos  interiores  en  Aragoa:  lochas  entre  ellos:  plágase  el  reino  d« 
malbechores:  medidas  qoe  contra  elloa  se  toauron:  facaitsdes  que 
se  dieron  al  Justicia,— Prosigue  el  cisma:  fúgase  Pedro  de  Lona  de 
Aviñoo:  suxilianle  los  aragoneses. — NaoTas  complicaciones  entre 
los  dos  papes:  estado  lamentable  de  la  Iglesia. — Predicaciones  de 
San  Tícente  Ferror.— Elección  del  nuevo  pontlGoe  en  Roma:  aigue 
el  címdb.— Providencia  que  domaron  los  cardenalua  de  nno  y  otro 
papa:  ooociiios  de. Pisa  y  de  Perpifiao:  sentencia  del  de  Pisa;  aoQ 
declarados  císcoiticos  loa  dos  papas:  proclamaciuo  de  Juan  XXtlI.— 
Triunfos  de  don  Hartlo  de  Sicilia  en  Cerdeña:  muere  ain  dejar  su- 
«iíod:  herédale  don  Usrtin  de  Aragón,  so  padre.— Ultimoa  momeo- 
toa  de  don  Martin  de  Aragoo:  muere  también  sin  heredera  directo.— 
Pretendientes  á  la  corouai  turbaciones:  lastimosa  situación  del  reíoo. 

No  habiendo  dejado doD  Juao  1.  á  su  muerte  bijos 
varooes,  locábale  la  sucesión  de  los  reinos,  asi  por  los 
testamentos  de  sus  antecesores,  qoaw  por  el  del  mis- 


lligiUrrlb/COOglC 


422  BISTOKIA  H  ISFAftl. 

mo  don  Juao,  al  iafeDle  doa  Martm  duque  de  Hon- 
Uaoch,  BU  hermaDO,  que  se  hallaba  ea  Sicilia  reda- 
ciendo  aquel  estado  á  la  obediencia  del  rey  don  Marlin 
sa  hijo.  Asi  lo  reconocieron  sin  contradiccioo  las  cortes 
de  Cataluña,  dando  desde  luego  el  titulo  áe  reina  á  la 
duquesa  de  Monblanch  que  se  hallaba  en  Barcelona, 
y  enviando  una  embajada  á  Sicilia  para  suplicar  al  io- 
fnate  don  Martin  á  qoe  viniese  á  tomar  posesión  de 
sus  reinos  (4  395). 

Ocurrió  muy  en  et  principio  un  iocideate  estraño, 
que  refenremos,  asi  por  la  previñon  y  cordura  con 
que  en  él  se  abrá,  como  porque  puede  servir  ó  de 
lección  6  de  aviso  á  otros  pueblos  en  casos  análogos. 
Dfjose  que  la  reina  viuda  dráa  Violante,  y  ella  loase- 
guraba  también ,  quedaba  embarazada  del  rey  don 
hian.  Súpolo  la  nneva  reina  doña  Marfa,  esposa  de . 
don  Hartio,  qoe  ya  gobernaba  eu  ausencia  de  su  ma- 
rido, é  inmediatamente  nombró  una  junta  ó  consejo 
de  varones  respetables  para  que  requiriesen  á  la  via- 
da del  último  rey  que  declarara  la  verdad  de  lo  qae 
sobre  aquel  asunto  hubiese.  Hiciéronlo  asi  los  del  con- 
sejo, y  la  reina  declaró  ser  realmente  cieürta  su  preñez, 
«y  con  síntomas  mascaltnos,*  añade  un  cronista  de 
aquel  reino,  soltando  ademas  alguna  espresion  de 
amenaza  sobre  la  mudanza  que  podría  haber  todavía 
en  el  estado.  Entonces  los  conselleres  nombraron  cua- 
tro matronas  «honradas  y  sabidas,»  ó  dueñas  que  di- 
cen los  antiguos  historiadoresi  qae  estaviesen  god^ 


n,g,t7cdb/G00gIc 


num  II.  LÚM  m.  423 

noamente  en  m  oompaota  ;  eocaigadas  de  sa  ganda 
y  asistencia.  «Pero  lo  del  preñado  (dice  el  aator  de 
los  Anales  de  Aragón)  fué  de  manera  que  no  salió  á 
luz,  y  la  noeva  reina  qoedó  libre  de  aquel  cuidado  (*>.» 
De  estas  palabras  un  tanto  ambigaas,  y  que  otros  cro- 
nistas no  aclaran  mocho  mas.  infiérese  que  lo  del  em- 
barazo había  sido  ana  ficción,  que  sin  la  previsión  y 
diligeocia  esquisita  de  la  reina  y  de  sos  consetlerea 
hubiera  podido  traer  trastornos  al  reioo. 

Por  80  parta  el  conde  Mateo  de  Foix,  casado  con 
doüa  Juana,  la  hija  mayor  del  monarca  diAipto,  se 
presentó  como  pretendiente  al  trono  aragonés  en  vir-> 
tnd  de  losqne  llamaba  legítimos  derechos  de  so  es- 
posa á  la  sucesión  de  aquel  reioo;  y  reuniendo  y  pa- 
gando las  cómpañfas  de  gentes  de  armas  qae  aa- 
daban  como  desmandadas  y  dispersas  por  Proveaza  y 
Laogoedoc,  se  preparaba  á  invadir  el  suelo  aragonés. 
La  nueva  reina,  sin  intimidarse,  tomó  sos  medidas  para 
la  fortificación  y  derensa  de  las  fronteras,  y  congregó 
cortes  generales  representadas  por  sos  cuatro  brazos, 
para  que  respondieran  á  los  mensageros  que  con 
cartas  de  reclamación  habia  eaviado  el  de  Foix. 
No  solamente  rechazó  la  asamblea  la  pretensión  del 
conde,  fondándose  en  el  (estamento  del  rey  don  Pe- 
dro, y  en  el  del  mismo  don  Juan  que  hizo  leer,  sino 
que  dijo  eoérgicameatc  á  los  enviados  del  de  Foix 
que  se  maravillaba  de  que  hiciese  una  preten^on  tan 

-      (1)    ZwiU,  ¿Bal.,  lib.  X;  c.  57. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


ifi  HISTOWUk  DE  BSnftA. 

desrariada  y  loca,  y  acordó  lo  coareoieDle  á  la  se- 
guridad del  territorio,  tomando  entre  otras  precau- 
ciones la  de  encerrar  eo  un  castillo  al  conde  de  Am- 
purJas,  por  sospechoso  de  dar  favor  al  conde  preten- 
diente. 

Mas  no  por  eso  desistió  éste  de  so  propósito,  qoe  - 
es  siempre  admirable  la  obstinación  y  persistencia  de 
los  que  agirán  á  ceñir  uua  corona;  y  en  octubre 
de  \  395  se  vio  al  conde  de  Fots,  franquear  el  Piríoeo 
con  ana  hueste  de  cinco  mil  hombres  de  todas  armas, 
de  á  caballo  la  mayor  parte.  Venia  también  con  él  la 
condesa.  Con  la  noticia  de  la  invasión  se  Juntaroa  es- 
pontáneamente en  corles  los  cuatro  brazos  ó  estados 
de  Aragón  en  Zaragoza  para  proveer  á  la  defensa  d« 
la  tierra,  é  bicieron  en  ellas  un  acuerdo  para  qoe  se 
entendiese  que  cualesquiera  que  fuesen  sus  provi' 
dencias  habría  de  ser  sin  causar  te^on  ni  perjuicio  i 
los  fueros,  usos,  costumbres  y  libertades  del  reino; 
que  nunca  y  en  ningún  caso  se  olvidaba  este  pueblo 
de  mirar  como  su  primer  deber  la  conservación  de  su 
libertad  '*'.  Se  nombró  el  ge^ieral  y  los  capitanes  que 
habían  de  mandar  las  tropas',  se  hizo  la  distríbucioo 
de  estas,  y  se  señaló  el  sueldo  que  se  había  de  dar  i 
cada  hombre  de  armas  y  á  cada  soldado.  Entretanto 
los  condes  de  Foix.  y  su  gente,  á  pesar  de  algunos 
reencuentros  que  hablan  tenido,  habían  ido  avanzan- 
do basta  Barbaslro,  donde  [tensaron  hacerse  fuertes, 
(1)    Zorita,  Anal.,  lib.  \.,  c.  SI. 


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rAiTi  n.  LIBIO  iH.  43S 

y  en  cayo  arrabal  IlegaroD  á  alf^arse.  Ha»  fué  taa 
heniica  la  defensa  quelos  moradores  hicieroo  desde 
la  ciodadela,  DO  obsta  ate  estar  mal  fortificada,  qoe 
aqaella  resistencia  desbarató  todos  los  proyectos  det 
de  Foix.  En  Monzón,  en  GaríñeDa,  donde  acudió  el 
mismo  arzobispo  de  Zaragoza  cod  su  compaüfa,  eran 
escarmentados  los  invasores,  que  al  fin  tuvieron  4jue 
abandonar  el  arrabal  de  Barbastro.  Harcbaron  hacia 
Huesca,  y  en  todas  partes  encontraban  ya  enemigos 
que  les  dispDtárao  el  paso  sin  dejarles  un  momento 
de  reposo.  Era  et  mes  de  diciembre,  y  sin  poder  to- 
mar en  estación  tan  erada  punto  alguno  foriificado 
donde  esperar  nuevas  compañías  que  do  Francia 
-aguardaban)  fu^oose  recogiendo  arrebatadamente 
por  Ayerbe  al  reino  de  Navarra  para  entrar  en  Bear- 
ne,  perdiendo  ea  su  retirada  macha  gente.  (Jo  re- 
fuerzo de  mil  doscientos  combatientes  qne  intentó  pe- 
netrar por  el  valle  de  Aran,  fué  rechazado  porel  con- 
de de  Pallas,  que  no  permitió  qne  entrase  un  solo-  hom- 
bre. Tal  fué  el  remate  que  por  entonces  tuvo  la  loctf 
tentativa  del  conde  de  Foix,  quien  no  por  eso  dejaba 
de  proferir  amenazas  y  de  hablar  de  futuras  invasio- 
nes, que  esperaba  habrian  de  ser  mas  felices  (1396). 
La  muerte  que  á  poco  tiempo  le  sobrevino  libró  á 
Aragón  de  un  enemigo  mas  importuno  y  molesto 
que  temible. 

Guando  don  Martin  recibió  en  Sicilia  la  noticia  de 
la  muerte  de  su  hermano  y  de  su  proclamación,   ya 


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4S6  Hinoiu  n  nrAÍA. 

con  su  valor  y  su  perseverancia  habn  raducido  una 
grao  parle  de  aquella  isla  á  la  obediencia  de  ios  re- 
yes sus  hijos.  Muchos  de  los  barones  rebqldessele 
.  someüeroD  al  saber'  que  había  heredado  el  reino  de 
Aragón,  temiendo  el  acreceolamiento  de  su  poder. 
Solo  quedaban  algunos  aragoneses  perlinaces.  Dejan- 
do pues  i  su  hijo  don  Hartin  en  poseaoo  de  casi  todo 
el  reino  siciliano,  y  señalados  los  [íñocipales  qae  ba- 
biaa  dé  componer  su  consejo,  se  hizo  á  la  vela  en 
el  puerto  de  Mesina  (1 306);  y  comprendiendo  la  utili- 
dad de  su  presencia  en  Cerdeña  y  en  Córcega,  per- 
maneció algún  tiempo  en  aquellas  posesiones  tan 
costosas  á  la  corona  aragonesa,  proveyendo  á  la  de- 
fensa y  seguridad  de  los  castillos  qne  se  mantenían 
por  Aragón.  Pasando  después  á  Marsella,  ana  escita-  , 
cion  del  papa  Benito  le  movió  á  llegarse  á  Aviñon, 
donde  fué  recibido  con  grandes  festejos.  Hecho  allí 
juramento  dé  bomenage  por  los  reinos  de  Cerdeña  y 
Córcega  á  eu  compatricio  el  nuevo  papa,  antiguo 
arzobispo  de  Zaragoza,  tratóse  del  negocio  del  cisma, 
y  empleáronse  nuevos  medios,  de  acuerdo  con  -el  rey 
de  Francia  y  otros  principes,  para  venir  á  una  concor- 
dia entre  los  dos  pontífices  Benito  y  Bonifacio.  Cruzá- 
ronse embajadas  de  una  á  otra  parle,  y  todos  parecia 
desear  que  terminara  aquella  lamentable  escisión  ami- 
gablemente, mas  al  llegar  al  punto  de  la  renunda 
deshacíanse  las  negociaciones  y  se  perdía  iodo  íoade- 
lanlado.  Vista  por  el  rey  de  Aragón  la  dificultad  de 


,,GoogIc  ■ 


FÁKTB  II.   Lino  111.  427 

arreglar  negocio  taa  arduo,  despidióee  del  pontífice 
electo  en  Aviñon  y  se  vino  para  Barcelona   (4397). 

Saplicáronle  y  le  requirieron  con  mucha  instancia 
las  cortes  de  Zaragoza  que  viniese  á  esta  ciudad  á  ju- 
rar los  fueros  y  libertades  del  reino,  como  lo  acos- 
tumbraban todos  los  reyes  de  Aragón  antes  de  ser  co- 
ronados. Contestó  don  Martin  que  asi  lo  baria  y  cum- 
pliría eo.cuaato  proveía  lo  conveniente  á  la  defensa  de 
Cataluña,  pero  le  detuvieron  ón  Barcelona  tres  graves' 
asuntos:  primero,  el  proceso  que  se  hizo  contra  el 
conde  de  Foix  y  contra  la  infanta  su  muger,  á  qnienes 
se  condenó  como  á  vasallos  rebeldes:  segundo,  en- 
Tiar  socorros  de  dinero  y  galeras  á  Cerdeña,  cuya  «- 
tnacioD  se  bacía  cada  dia  mas  insegura  y  aparada,  y 
tercero,  el  delicado  negocio  del  cisma.  Instaba  el  rey 
de  Francia  por  la  rennacia  de  Pedro  de  Luna,  ó  sea 
de  Benito  Xm.,  conforme  á  lo  convenido  en  el  con  - 
.  clave,  para  de  esta  manera  facilitar  también  la  abdi- 
cación de  Boaifacio  IX.  Había  logrado  el  monarca 
francés  persuadir  al  de  Castilla  (que  lo  era  Enri- 
que III.)  á  declararse  por  este  partido.  Oponíase  el 
aragonés  queriendo  amparar  al  papa  Benito.  El  medio 
que  éste  proponía  era  que  se  viesen  los  pontífices, 
el  de  Aviñon  y  el  de  Roma,  en  un  lugar  seguro, 
y  que  dentro  de  un  término  señalado  acordasen  los 
dos  á  su  voluntad  el  camino  mas  breve  que  conven- 
dría seguir  para  poner  remedio  al  cisma,  y  que  den- 
tro de  aquel  plAo  diesen  á  la  Iglesia  y  á  la  cristían- 


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428  HttTOkU  DB  BWIÜ*. 

dad  uQ  solo  verdadero  y  UDiversal  pastor,  y  que  de 
DO  hacerlo  as(  renaDciariaD  ambos  el  derecho  que 
cada  cual  creía  teoer  al  pontificado.  Ed  estas  propues- 
tas y  coDtestaciooes  se  pasó  hasta  el  mes  de  selieai- 
bre  BÍD  -que  nada'  se  adelantara.  Abandoaaban  en  taa- 
to  al  de  A.vÍQoa  sus  cardenales,  pero  él  bacía  nuevas 
proonocioDes ,  y  no  daba  trazas  de  resignar  su  digni- 
dad poútiGcia. 

Vínose  por  último  el  rey  don  Martín  á  las  cortes 
de  Zaragoza  (13  de  Octubre,  1397),  donde  jaro  en  ma' 
aos  del  Justicia  de  Aragón  guardar  y  hacer  guardar 
inviúlablemente  los  fueros  establecidos  por  so  padre 
don  Pedro  IV.  eo  las  célebres  cortes  de  1 348,  y  todos 
los  demás  fueros  y  privilegios  vigentes  en  tos  reinos 
de  Aragón  y  de  Valencia.  Y  en  otras  cortes  generales 
que  convocó  para  el  mes  de  abril '  siguiente  (1 398), . 
pidió  que  se  reconociera  y  jarara  sucesor  del  reino  á 
don  MartíQ  rey  de  Sicilia  su  hijo.  Respondióle  á  esto 
el  arzobispo  de  Zaragoza  á  nombre  de  toda  la  asam- 
blea que  se  baria  asi»  siempre  que  les  diese  seguridad 
de  que  el  dicho  don  Martin  de  Sicilia  vendría  asa 
tiempo  á  Zaragoza  á  jurar  personalmente  en  cortes 
que  mantendría  sus  fueros  y  libertades,  y  que  guar- 
daría el  estatuto  de  la  unión  de  ios  reinos,  y  á  condi- 
ción también  de  que  el  rey  su  padre  no  se  partiría  de 
alli  hasta  saLisfacer  las  enmiendas  y  agravios  que  en 
aquellas  cortes  se  presentarian.  Hechas  por  el  rey  es- 
tas promesas,  se  reconoció  y  juró  á  don  Martin  rey  de 


D,g,t7„lb,.G01">gIC 


MKTB  ti.  U^O  III.  429 

Sicilia,  por  sucesor  y  heredero  del  reiao  de  Aragoo 
después  de  los  días  del  rey  sa  padre,  y  se  otorgó  á 
éste  QD  servicio  de  traíala  mil  floríoes,  con  roas  otros 
ciento  treinta  mil  para  desempeñar  el  patrimoDÍo 
real;  señalada  gmerosidad  de  las  cortes  para  aquellos 
tiempos. 

Eran  cootEnnas  las  rebeliones  é  interminables  las 
guerras  de  Gerdeña  y  de  Sicilia.  TTna  aaeva  revo- 
lucioQ  de  este  último  reino  hizo  necesaria  la  es- 
pedición  de  ona  armada  aragonesa,  con  qae  se  logró 
someter  los  principales  rebeldes.  Al  pro[HO  tiempo  la 
dodad  de  Valencia  y  la  gente  de  Mallorca  espontánea- 
mente  armaban  íina  flota  y  la  enviaban  á  combatir  los 
moros  de  la  costa  de  Bugla:  apoderáronse  allí  de  al- 
gDOOS  lugares,  qae  pusieron  á  saco,  y  no  sabemos  lo 
deroas  que  hubieran  hecho  tan  atrevidos  espedicio- 
nftrios,  si  un  recio  temporal  no  los  hubiera  obligado  á 
recogerse  á  sus  naves  y  retirarse  á  Deoia  para  reparar 
sus  galeras.  Asombra  ciertamente  el  poder  marítimo 
qoe  en  aquel  tiempo  alcanzaba  el  reino  aragonés, 
poesto  qae  ademas  de  dominar  tres  grandes  islas  de 
Italia  perpetuamente  agitadas  de  revueltas,  aun  le 
quedaban  fuerzas  y  ánimo  para  salir  á  devastar  el 
litoral  africano. 

El  negocio  grande,  importante,  inmenso,  político 
y  religioso  á  la  vez,  que  entonces  preocupaba  no  solo 
al  reino  de  Aragón,  sino  á  todos  los  reinos  cristianos, 
era  el  del  cisma  qae  desgraciadamente  continuaba 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


430  BitTotu  Bi  m^aSa. 

afUgieado  la  Iglesia,  sosteDtdo  ya  príDcipalmente  por 
el  obstioado  y  tenaz  Pedro  de  Lana.  A  escenas  de 
dolor  y  de  escándalo  dio  lugar  este  impertérrito  y 
terco  aragonés.  Ni  porque  el  rey  de  Francia  y  loe 
cardenales  y  el  dero  francés  se  apartaran  de  s« 
obediencia,  ni  porque leabandoaaran  los  reyesdeNá- 
potes  y  de  Castilla,  ni  por  ver  declarado  contra  él  el 
pueblo  mismo  de  Aviñon,  por  nada, accedía  el  obce- 
cado Luna  á  bacer  dimisión  del  pontificado  en  obse- 
quio á  la  paz  y  unidad  de  la  Iglesia  porque  todo  el 
mundo  suspiraba.  El  mismo  rey  don  Martin  de  Sicilia 
estuvo  á  punto  de  reconocer  por  único  verdadero  papa 
á  BoníEacio  IX.  si  no  le  hubiera  cqntenido  so  padre  el 
rey  de  Aragón,  único  defensor  del  anüpapa  Benito. 
Viese  éste  cercado  en  au  palacio  de  Aviñoo,  y  comba- 
.  tido  por  .'las  tropas  francesas  y  por  las  gentes  de  la 
ciudad  misma.  Defendíanle  ea  aquella  fortaleza  algu- 
nos cardenales,  clérigos  y  soldados,  catalanes,  arago- 
neses y  valencianos,  que  entre  todos  no  llegaban  á 
trescientas  personas.  Entre  ellos  se  hallaba  el  célebre 
Fray  Vicente  Ferrer,  del  orden  de  predicadores,  cuya 
doctrina  y  santidad  fué  después  tan  venerada.  El  pa- 
lacio fué  batido  con  máquinas  é  ÍDgenios;  bícíéronse 
minas  y  contraminas,  y  hubo  ocasión  en  que  los  mi- 
nadores fueron  cogidos  y  muertos  dentro  de  la  raaa- 
sion  pontificia.  El  ánimo  y  valor  del  papa  aragonés  pa- 
ra resistir  estos  combales,  que  duraron  siete  meses, 
fué  tan  grande  como  su  tenacidad.  La  noticia  de  que 


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MSTS  II.  unoiu.  Í3< 

navegaba  por  el  Rddaao  nna  Bota  catalana  en  aoiilío 
de  Benedicto,  movió  á  tos  de  AviñoD  á  suspender  los 
ataques  y  á  concertar  ana  tregua  de  tres  meses.  Con- 
TÍDOse  por  parte  del  rey  de  Fraacia  en  qoe  si  Pedro 
de  Lona  prometiese  renaociar,  y  despidiese  la  gente 
de  ariQ*s  que  tenia  consigo  dentro  de  su  palacio,  él  ne- 
gociaría con  los  cardenales  y  con  la  gente  de  Aviñoo 
qne  se  apartaran  de  las  rías  de  hecho,  y  se  sometie- 
ran á  lo  que  decidiese  un  concilio  congregado  por  los 
prelados  que  habían  sido  de  la  obediencia  de  Clemen- 
te; pero  que  entretanto  no  saldría  de  aqael  lugar  sin 
el  consentimiento  de  los  reyes  que  seguían  su  partido. 
Accedió  A  todo  esto  el  asediado  pontífice,  aunque  de 
mala  gana  y  forzado  solo  por  la  necesidad;  y  combi- 
náronse las  cosas  de  modo  que  pasó  cerca  ele  cuatro 
afios  encerrado  en  aquel  palacio  con  graaguardia,  un 
resolverse  cosa  cierta  sobre  su  situación,  y  sin  que  él 
hiciese  tampoco  la  rennnda  que  tanto  se  deseaba. 

Coronóse  el  rey  don  Martin  con  suntuosa  pompa 
y  solemnidad  en  Zaragoia  (13  de  abril,  4399),  éhi- 
zose  la  misma  fiesta  y  ceremonia  con  la  reina  doña 
María.  Renovó  sus  confederacúones  y  alianzas  con  los 
reyes  de  Navarra  y  de  Castilla,  y  con  nna  armada  de 
setenta  velas,  entre  galeras,  galeotas  y  otras  naves, 
que  eovió  Á  Sicilia,  acabó  de  someter  á  los  condee  y 
barones  de  la  isla  que  se  mantenían  en  rebelión  y  pu- 
so todo  aquel  reino  en  pacífico  estado  bajo  la  obedien- 
cia de  su  hijo  (U0<1).  La  muerte  de  la  reina  de  Si- 


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433  Hinoiu  DB  «sfaSa. 

dliaf  á  la  cual  había  precedido  pocos  días  ta  de  so  byo 
prímogéDÍto  el  íafaote  don  Pedro,  hizo  que  quedara 
el  reÍDO  siciliano  bajo  el  domiaio  del  jóvea  don  Martto, 
que  siguió  rigiéndote  coa  poder  y  facultad  del  rey  de 
Aragón  su  padre.  Los  soberanos  de  Alemania,  de  Fran* 
cía,  de  Inglaterra  y  de  Navarra,  todos  movieroD  plá- 
ticas sobre  matrioionio  de  sos, bijas  con  el  joven  mo- 
aarca  siciliano,  pero  á  todas  fué  preferida  doña  Blanca 
de  Navarra,  hija  tercera  del  rey  Carlos  el  Noble., . 

Mientras  en  esta  prosperidad  marchaban  los  ne- 
gocios deAragon  en  el  esterior,  agitábase  el  reino  sor- 
damente en  bandos  intestinos  entre  los  ricos-hombres 
y  caballeros,  á  tal  puoto  que  hallándose  el  rey  en  Va- 
leacia  eo  1402  disponiéndola  partida  de  la  nueva 
reina  de  Sicilia,  eslallarou  en  abierta  guerrat  señala- 
damente entre  los  Gurreas  y  los  Lunas  que  capitanea- 
ban los  principales  bandos.  A/avor  del  desorden  se 
plagaron  las  diferentes  comarcas  del  reino  de  mal- 
hechores y  facinerosos,  en  términos  que  ni  bastaba 
que  las  ciudades  se  uniesen  en  hermandad,  según  cos- 
tumbre eb  lales  casos,  para  la  persecución  y  estermi- 
nio  de  los  delincuentes,  ni  alcanzaban  los  esfuerzos 
del  Justicia,  ni  de  los  diputados  del  reino,  ni  del  lu- 
garteniente general  que  al  efecto  se  nombró,  para  re- 
primir los  crímenes  y  desmanes  que  por  todas  partes 
se  cometian.  Si  en  un  punto  se  lograba  restablecer  aU 
gün  tanto  la  tranquilidad  y  el  orden,  movíanse  por 
otro  ó  recrecían  las  disensiones  y  pendencias,  y  desde 


n,g,t7cdb/G00glG 


FUn  II.  LIBKO  IH.  433 

el  Ebro  á  los  coaGoes  dé  Catalana  todo  ardia  eo  gar- 
ras y  tarbaciones.  Eo  1 404  habiao  crecido  tanto  los 
odios  de  los  partidos,  que  los  bandos  de  tos  Centellas 
y  los  Soleros  llegaron  á  pelear  como  en  batalla  apla- 
zada, y  asi  entre  estos  como  entre  los  Laoazas'y  los 
Cerdeo  bubo  macbas  maertes  y  se  derramó  macba 
sangre»  de  los  unos  en  Valencia,  de  los  otros  en  Zara- 
goza. Los  dipotados  del  reino  saplicaroo  al  rey  pusie- 
se remedio  á  tan  fatal  situacioo,  y  en  su  virtad  fueron 
convocadas  en  Haella  cortes  generales,  compuestas  do 
los  cuatro  brazos,  otero,  rícos-bombres,  calulleros  y 
procoradores  (julio,  1404).  El  rey,  annqoe  doliente, 
asistió  á  ellas,  y  después  de  hablar  en  un  largo  dis- 
corso  de  tos  males  que  sufría  el  reino,  y  de  decir  á  los 
aragoneses  que  ellos  eran  los  verdaderos  descendien- 
tes de  los  antiguos  celiiberoa,  que  sunca  desampara- 
ban á  sn  señor  en  los  peligros  y  en  las  batallas,  tenien- 
do por  traición  no  morir  con  él  en  el  campo,  concluyó 
espooiendo  qoe  quería  dar  orden  para  que  su  hijo  el 
rey  de  Sicilia  viniese  á  Aragón  á  fía  de  que  viese  y 
entendiese  por  sf  mismo  cómo  los  monarcas  de  este 
rtíno  debían  guardar  y  conservar  las  libertades  de  la 
tierra.  Se  dio  en  estas  cortes  focultadesestraordinarias 
al  Justicia  para  conocer  eo  los  negocios  y  delitos  de 
los  particulares,  y  merced  at  upo  que  de  ellas  hizo, 
M  apaciguaron  por  entonces  los  bandos  en  Aragón.  El 
rey.  prodgaió  su-camino  &  Cataluña, 

Había  estado  dando  en  este  intermedio  el  papa  Be- 
T<»o  VII.  28 


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434  IIISTOMA  DE  ESPAfÍA. 

nedicto,  aunque  encerrado  en  su  palacio  de  AvÍdod, 
no  poco  que  hacer  á  los  príocipes  cristiaD09,.á  los  car- 
denales, al  clero,  á  los  embajadores  de  Fraacia,  de  ■ 
AragOQ,  de  Castilla,  de  Ñapóles  y  de  Sicilia,  queríea- 
do  los  unos  volver  á  su  obediencia .  estreebándole  mas 
en  su  prisión  los  otros,  predicándose  sermones  en  to- 
das partes  eu  pro  y  en  coolra  de  su  legit¡mida(^,  lia- 
ciéndose  y  de^aciéndose  propuestas  y  negociacioDes, 
padeciendo  grandes  males  la  Iglesia  uoÍTersal ,  y  no 
poca  confusioD  los  reinos  cristianos,  y  prolongándose 
el  cisma  cuanto  mas  se  discurría  c<3mo  ponerle  re- 
medio. Cruzándose  estaban  en  1403  proposiciones  de 
concordia  y  de  paz,  cuando  el  condestable  de  Aragón 
don  Jaime  de  Prades  batió  medio  de  sacar  de  la  pri- 
sión al  recluido  pooti6ce,  abriendo  con  mucho  disi- 
mulo un  boquete  en  la  casa  contigua  al  palacio  apos- 
tólico. Poralli  salió  una  mañana  sin  ser  visto  hasta  la 
ribera  d^  Ródano,  donde  le  esperaba  el  cardenal  de 
Pamplona  con  algunas  compañías  de  gente  de  armas 
y  una  barca,  en  la  cual  se  trasladó  á  Chateau-Recard. 
Volviéronle  entonces  la  obediencia  los  reyes  de  Fran- 
cia y  de  Castilla:  él  proveyó  arzobispados,  se  fué  á 
Marsella,  donde  le  acompañó  el  duque  de  Orleans»  y 
con  los  cardenales  de  su  colegio  envió  una  embajada 
á  Bonifacio  IX.  tratándole  de  papa  intruso  (liOl). 
Nunca  pareció  la  paz  de  la  Iglesia  mas  distante  que 
entonces,  aunque  la  embajada  se  decía  dirigida  á  tra- 
tar de  la  uníoD. 


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PABTB  11.  UMO  III.  43S 

Figuraron  por  lo  meóos  los  dqdcíos  del  papa  Be- 
nito haber  ido  á  Roma  con  propósito  de  tratar  de  la 
concordia  de  la  Iglesia,  y  noo  de  los  medios  que  pro- 
poDÍBD  era  qae  si  alguao  de  los  dos  pontífices  muriese 
desistieseo  sos  respectivos  cardenales  d«  elegir  á  otro. 
La  circunstancia  de  haber  perdido'  el  habla  el  papa 
Bonifacio  cuando  esto  se  trataba,  y  de  morir  antes  de 
los  dos  días,  hizo  que  fuesen  presos  los  nuncios  de  Be- 
nito y  encerrados  en  el  castillo  de  Saot-Angelo,  si  bien 
lograron  por  precio  de  cinco  mil  ducados  su  rescate. 
Los  cardenales  de  Roma  se  reunieron  en  cónclave  y 
nombraron  á  Inocencio  VII.  sucesor  de  Bonifacio.  En- 
toncos  el  papa  aragonés  Benedicto,  desde  Niza  donde 
se  bailaba,  mandó  armar  algunas  galeras  en  Barcelona 
con  ánimo  de  ir  sobre  Roma.  El  rey  don  Martin  de  Sí-- 
cilia  y  el  rey  Luis  de  Ñápeles  pasaron  á  verle  á  Villa- 
franca  de  Niza,  y  te  ofrederon  acompañarle  á  Roma 
con  sna  armas.  Mas  como  esta  confederaron  se  hi- 
ciese á  disgusto  del  rey  de  Francia  y  sin  consentímicato 
del  de  Aragón,  Luis  de  Anjou  se  apartó  luego  de  (¡ü&,  y 
don  Martin  de  Sicilia  se  vino  á  Barc^ona,  donde  fué 
recibido  con  grandes  fiestas,  creyendo  qne  residiría  en 
este  reino  y  tomarla  parte  en  el  gobierno  con  su  padre 
para  sucederle  después  de  sos  días.  Juró  entonces  el 
siciliano  las  constituciones  y  costumbres  de  Cataluña, 
mas  como  en  su  ausencia  ocarriesén  algunas  alteraóo- 
nes  «a  Sicilia,  enviáronle  á  llamar  apresnradamenle  y 
se  volvió  con  su  armada  á  su  reino  (agosto ,  1  iO&}i. 


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436  iiisimu  DE  UFAtá. 

Iba  eo  esto  orecíeado  el  partido  del  papa  aragonés 
de  AvjñoD,  porque  se  le  creía  con  resoluooa  bastante 
á  acabar  coa  el  cisma  aua-con  peligro  de  so  persona. 
Embarcóse,  pues,  en  üha  para  Genova,  on  cuya  cío- 
dad,  como  en  todos  los  pueblos  de  aqnella  costa,  fué 
recibido  en  procesioh  solemne  por  el  .clero  y  el  pue- 
blo. Prestábanle  obedieocia  cardenales  y  prelados  que 
antes  le  habían  hecho  guerra  en  nombre  de  Bonifa- 
cio, y  él  comenzó  á  despachar  letras  á  todos  los  prin- 
cipes invocando  su  favor  y  auxilio  contra  su  adrer-i 
sario  Inocencio,  y  los  que  él  llamaba  perturbadores  de 
la  paz  de  la  Iglesia.  En  Genova  celebró  ana  consagra- 
ción general  nada  menos  qne  de  dos  arzotnspos, 
nueve  obispos  y  treinta  y  ocho  abades.  Entre  ellos  se 
consagró  su  sobrino  don  Pedro  de  Luna  arzobispo  de 
Toledo.  En  este  tiempo  fué  cuando  hizo  sus  célebres 
predicaciones  en  Genova  el  insigne  valenciano  San  Vi- 
cente Ferrer,  con  taotoaplauso  de  aquellas  geotes,  y 
con  tal  maravilla,  que  siendo  sus  sermones  eo  lengua 
valenciana ,  raoviá  y  convertía  á  los  estrangeros  qoe 
hablaban  diversas  lenguas,  lo  mismo  que  si  predicara 
á  cada  uno  en  la  suya  propia,  al  modo  qne  en  otro 
tiempo  había  acontecido  á  los  apóstoles.  Daban  ana 
fuerza  irresistible  á  sus  misiones  los  milagros  con  que 
las  acompañaba ,  curando  enfermos  y  endemoniados 
con  poner  las  manos  sobre  ellos,  y  haciendo  otros 
prodigios  qne  la  iglesia  española  canta  y  celebra  de 
este  gran  santo. 


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FAkTB   II.    LIBBO   111.  Í37 

Sufría  alternativfts  y  vicisitudes  la  causa  de  Be- 
nito XIII.  Enviábale  cotopanias  el  rey  de  Aragoa,  pero 
la  ODiversidad  de  París  se  volvía  á  apartar  de  su  obe- 
dieacia;  y  ona  moriifera  peste  que  se  desarrolló  ea  las 
ciadades  de  Italia  y  de  que  iban  muríeudu  sus  carde- 
nales mas  adictos,  do  ledejó -parar  uieo  Noli,  oí  ea  Mo> 
nago,  oi  en  Niza,  y  le  obligó  á  volverse  á  Marsella. 
Mtirióenestoelpontt&ce  romano  Inocencio  VII.  (1406), 
y  los  cardenales  de  Roma  elevaron  á  la  silla  pontifi- 
cia á  Gregorio  XII.  En  el  cónclave  hablan  convenido 
tamlÑen  y  jurado  que  el  papa  que  saliese  electo  re- 
nnDciaria  pura  y  sencillamente  por  el  bion  universal 
de  la  Iglesia,  siempre  que  el  antipapfl  Benito  6  el  que 
le  sucediese  hiciera  igualmente  resignación  da  su  de-  ~ 
recho,  y  que  entreíanio  no  crearía  ningan  cardenal, 
tino  basta  igualar  el  námero  de  los  que  por  la  otra 
parte  hubiese,  para  que  entre  ambos  colegios  pudie- 
ran en  un  caso  proceder  á  elección  canónica.  En  efec- 
.  lúi  Gregorio  XII.  se  mostraba  por  su  parte  dispuesto 
i  hacer  este  sacrificio  en  bien  de  la  paz  según  lo  ha- 
bía ofrecido  á  los  cardenales  "*. 

En  lat  estado  se  hallaba  este  delicadfsímu  asunto, 
cuando  murió  la  reina  doña  Marta  de  Aragón  (di- 
ciembre, 1406),  no  dejando  otro  hijo  varón  que  el 
rey  don  Martín  da  Sicilia,  el  cual  al  propio  tiempo 
perdió  el  único  fruto  de  su  segundo  matrímcfaio,  reu- 

(1)    Bvtorís  Ao  eitfl  cuan,  por    Rsjosl,  ad  >iui.~Záríla,  Anjleí, 
Dgpur  y  por  Tbieri  de  Hiem.—    lib.  X.,  c.  G8. 


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438  nistoiu  VI  BgfÁlli. 

Díeodo  asi  todas  las  probabilidades  de  juntarse  eo  él 
las  dos  coronas  de  Aragoo  y  de,  Sicilia  <*'. 

Desde  Marsella  escribió  el  papa  Beoito  al  pepa 
-Gr^orío,  á  quien  llamaba  intruso,  asegurándole  que 
estaba  pronto  á  celebrar  con  sa  colegio  de  cardena- 
les una  reonion  en  lugar  idóneo  y  seguro  con  él  y  con 
los  que  se  decían  cardenales  de  sn  obedienda,  para 
tratar  los  medios  de  paz,  renunciando,  si  era  preciso, 
su  derecho  al  pontificado,  para  poder  venir  á  una 
elección  áuica  de  romano  pontífice.  Gregorio  accedió 
también  ¿  ello,  y  envió  sus  nuncios  á  Marsella  para 
que  acordasen  el  lugar  y'  tíempo  en  que  se  habíao  de 
reunir  (1407);  pero  dé  cinco  ciudades  que  por  ambas 
partes  se  propusieron  no  pudieron  conformarse  en 
DÍQguna.  Eligióse  finalmente  la  ciudad  de  Salooa,  j 
eoDvfnose  en  que  para  la  fiesta  de  Iodos  los  Santos 
cada  papa  coacurríria  con  veinte  y  cinco  prelados, 
doce  doctores  en  leyes  y  otros  tantos  maesU-os  en  teo- 
logía. El  papa  Benito  acudió  alti  en  el  plazo  conco-ta- 
do,  pero  el  papa  Gregorio  se  esousó  de  no  poder 
asistir  á  causa  de  no  tener  aquel  lugar  por  seguro. 
Parecía  esta  cuestión  interminable,  siempre  por  la 
fiíha  de  voluntad  de  alguoo,  cuando  no  de  los  dos  ge- 
'  fes  en  qne  se  hallaba  dividida  la  cristiandad.  Coa  esto 
jnientras  el  pontífice  Benito  recorría  los  puertos  de  Ge- 
nova y  Portvendres  con  ^ete  galeras  mandadas  por  el 


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PAUTE  II.   LIBIO  III.  439 

condeslable  de  Aragón  y  almirante  de  ^cilia  Jaime  de 
Prades,  el  mismo  que  le  sacó  de  la  prisioo  de  AvÍDon, 
el  pOQlfGce  Gregorio  en  Laca  coátra  lo  tratado  y  con- 
tra la  voluntad  raisma  de  su  colegio  creaba  Duevos 
cardenales,  y  se  alejaba  más  y  mas  la  concordia.  Ya 
los  cardenales  de  una  y  otra  obediencia  vieron  la  se- 
cesidad  de  entenderse  entre  si  y  reunirse  para  acor-< 
dar  la  manera  de  estirpar  de  una  vez  el  funesto  cis- 
ma que  tanto  se  prolongaba  en  daño  y  detrimento  de 
toda  la  crísUandad,  y  Irataroo  de  celebrar  un  conci- 
lio general  en  Pisa.  Hubo  también  sobre  esto  debates 
y  escisiones  grandes,  queriendo  unos  que  asistiera  al 
concilio  el  papa  Benito,  otros  que  se  celebrara  sin  él. 

Por  último  acordaron  los  de  una  y  otra  obediencia 
convocar  el  coacílio  general  sin  orden  ni  consulta  de 
ninguno  de  los  que  competiaa  por  el  pontificado,  es- 
cudándose con  lo  cstraordÍDario  y  apremiante  de  las 
circanstancias,  en  qoe  no  podía  seguirse  ley  ni  regla 
algana.(4i08):  siendo  su  resolución  que  loque  en 
aquella  asamblea  se  determínase  había  de  ser  acep- 
tado por  todos.  Quedó,  pues,  convocado  el  concilio 
general  para  el  25  de  marzo  siguiente  (1409)  en  la 
ciudad  de  Pisa. 

Viendo  esto  el  papa  Benito,  y  que  ademas  su  ad- 
versario Gregorio  habla  puesto  eu  armas  loda  la  Ita- 
lia, determinó  retirarse  á  Perpiñan,  donde  con  los  car- 
denales que  le  quedaban  y  otros  que  creó  de  nuevo, 
congregó  un  concilio,  que  llamaba  también  general, 


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440  BUTOMA  DB  SWAÍA. 

para  oponerle  al  de  Pisa.  Llegaron  á  reunine  ea  Fer- 
piñao  hasta  ciento  veíole  prelados  de  lo»  reíaos  de 
Aragón  y  Castilla,  j  de  loa  condados  de  Foix,  de  Ar- 
magnac,  deProvenza,  de  Saboya  y  de  Lorena.  «Con 
esta  división  y  contrariedad,  dice 'el  autor  de  los 
Anales  de  Aragón,  permitió  Nuestro  Señor,  por  loa 
pecados  del  pueblo  cristiano,  que  su  Iglesia  padeciese 
en  esta  tormenta  tanta  turbacioo.» 

Al  ña  en  el  concilio  de  Pisa,  á  que  asistieroD  coa- 
tro  patriarcas,  doce  arzc^ispos  y  ochenta  obispos,  se 
hizo  elección  de  Sumo  Pontífice  (3!3  de  junio,  1409), 
que  recayó  en  el  arzobispo  de  Milán,  y  se  llamó  Ale- 
jandro V. ,  siendo  declarados  cismáticos  Benito  y 
Gregorio.  El  antipapa  Benito,  á  quien  parecía  s^uir 
por  todas  partes  la  epidemia,  salió  de  ^erpiñan  en  el 
mes  de  julio  huyendo  de  la  peste,  de  que  habian 
muerto  ya  repentinamente  algunos  de  sus  [relados, 
y  se  vino  á  Barcelona,  y  se  aposentó  en  el  palacio  del 
rey  que  estaba  en  las  afueras  de  la  ciudad.  Si  la  gran 
decisión  del  concilio  de  Pisa  no  restableció  pronta  y 
totalmente  la  paz  y  la  anidad  en  el  mundo  cristiano, 
fué  por  lo  menos  el  principio  de  ella,  y  aquel  sfaodo 
preparó  la  obra  que  habia  de  acabar  el  de  Coostao- 
za.  Solo  tos  reyes  de  Nápdea  y  de  Baviera  permane- 
cieron fieles  á  la  causa  de  Gregorio  XII.,  como  solos 
los  de  Aragón  y  Castilla  persistieron  en  la  obediencia 
de  Benito  XIIL:  el  resto  de  la  cristiandad  acató  la 
decisión  del  concilio  y  se  sometió  al  nuevo  pontífice. 


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PABTB  11.  LIBKO  111.  4i1 

Este  murió  á  poco  tiempo  en  Boloaia  (3  de  ma- 
yo, 1410],  yea  8U  lugar  fué  elevado  á  la  dignidad 
pontificia  Baltasar  Coxa  con  el  nombre  de  Juan  XXIII. 
Al  lieiBpo  que  asi  marchaban  los  negocios  de  la 
Iglesia,  et  rey  don  Martin  de  Sicilia,  joven  de  grande 
ánimo  y  corazón,  ejercitado  en  la  guerra  y  diestro  ea 
las  armas,  teniendo  su  reino  en  paz,  y  sin  temor 
de  inmediato  peligro,  quiso  acabar  también  de  some- 
ter la  Cerdeña  y  sacarla  de  aqoel  estado  de  iasego- 
rídad  oontfnaa  para  Aragón.  La  ocasión  era  favora- 
ble, puesto  que  habiendo  muerto  sin  sacesioixel  últi- 
mo descendiente  de  tos  jaeces  de  Arbórea,  reinaba  la 
mayor  división  entre  los  sardos  disidentes.  Salió  pues 
de  Trápani  coo  diez  galeras ,  y  desembarcó  en  Algaer, 
donde  esperó  la  flota  aragonesa  que  debía  enviarle  su 
padre  (octubre,  1408).  Asustaba  al  de  Aragón  ver  al 
heredero  de  ambos  reinos  meterse  tan  de  llenOsea 
los  peligros  de  la  guerra  en  el  insalubre  suelo  é  .io' 
fectada  y  mortífera  atmósfera  de  Cerdeña. ^as.vién- 
dolé  tan  empeñado  en  la  demanda,  y  con  resolución 
de  no  salir  de  la  isla  hasta  acabar  su  conquista ,  con- 
vocó cortes  de  catalanes  en  Barcelona  para  apresurar 
la  espedicion  de  una  armada .  cual  para  aquella  em* 
presa  se  requería.  La  mayor  parte  de  la  nobleza  de 
Cataluña  y  Aragón  quiso  tomar  parte  en  aquella  jor- 
nada, y  hasta  el  papa  Benito  envió  cien  hombres  de 
armas  al  mando  de  su  sobrino  Juan  Martínez  de  ,Lu- 
ua.  Partió  pues  de  Barcelona  en  la  primavera  de  1409 


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443  UI9T0BIA    DI    KSrAÍt*. 

ana  acmada  Je  hasta  ciento  ciocueota  velas ,  qoe  se 
apoderaron  luego  de  seis  galeras  geoovesas  que  lle- 
vabao  socorros  á  losquesosteoian  la  rebelioD.  El  ín- 
tréfñdo  rey  de  Sicilia  á  la  caheza  de  seis  mil  hombres 
de  escogidas  tropas  ofreció  el  combate  cerca  de  Calter 
á  veíDte  mil  sardos,  valieotes  pero  mal  discipltaados. 
Dioso  pues  una  reñida  y  furiosa  batalla,  en  que  des- 
pués de  haberse  distinguido  el  rey  por  sos  proezas 
personales  mas  que  ningún  otro  combatiente,  queda* 
ron  de  todo  punto  desbaratados  los  sardos ,  muriendo 
en  el  campo  basta  cinco  mit.  Tal  terror  inspiró  este 
triunfo  del  joven  inonarca  siciliano  á  los  genoveses  y 
á  los  potentados  de  Italia  que  dejaron  (as  ciudades  de 
Cerdeña  á  merced  del  vencedor ,  y  unas  en  pos  de 
otras  se  le  fueron  rindiendo  y  entregando.  Tembló 
también  el  papa  Gregorio  XII.  por  la  voz  que  se  di- 
fundió de  que  el  rey  don  Martín  proyectaba  poner  á 
Benito  XIII.  en  posesión  de  la  silla  apostólica. 

Nadie  esperaba  que  con  la  alegría  del  triunfo  se 
habia  de  mezclar  tan  pronto  la  pesadumbre  y  la  tris- 
teza. Pero  aun  no  habia  trascurrido  un  mes  después 
de  tan  señalada  victoria  cuando  ya  ambos  reinos  de 
Aragón  y  Sicilia  lloraban  amargílmente  la  pérdida 
del  joven  y  esclarecido  monarca  siciliano.  Una  enfer- 
medad, que  los  escritores  contemporáneos  califican  de 
diferente  manera,  arrebató  en  pocos  dias  y  en  la  flor 
de  su  edad  al  mas  estimado  de  los  principes  de  su 
tiempo,  porque  era  el  mas  generoso  y  el  mas  esfor- 


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FAKTB  U.  uno  111.  iÍ3 

zado  de  lodos  (25  de  julio,  U09).  Las  circtostaD- 
das  haciao  lambíeo  mas  sensible  la  maerte  de  doo 
Hartio  de  Sicilia,  porque  do  dejando  hijos  legflíinos 
Tarones,  y  no  teniéndolos  tampoco  su  padre  el  rey  de 
Aragón,  se  veía  la  horfandad  y  se  presentian  las  ca- 
lamidades que  amenazaban  á  ambos  reinos.  Asi  es 
que  Dunca  dí  en  Aragón  ni  en  Sicilia  se  habia  hecho 
tantodaeloy  tanto  llanto,  ni  sentidose  tanta  tribula- 
ción como  la  que  produjo  el  fallecimiento  de  este  mo- 
narca. Como  DO  dejaba  hijos  legítimos,  instituyó  por 
su  heredero  uoiversal  eo  el  reino  de  Sicilia  é  islas  y 
ducados  adyacentes  al  rey  de  Aragón  don  Martin  su 
,  padre,  y  por  regente  del  reioo  i  doña  Blanca  su  mu- 
ger,  basta  qae  so  padre  dispusiera  de  aquel  gobierno. 
A  un  hijo  natural,  que  se  llamó  don  Fadríque  de  Ara- 
gón ,  le  heredó  eu  el  condado  de  Luna  y  el  señorío  de 
Segorbe  y  otras  baronías  que  habia  poseído  por  la 
reina  doña  Harfa  su  madre. 

Para  dar  algún  consuelo  al  rey  de  Aragón,  y  para 
ver  si  podía  tenerle  también  el  reino ,  instáronle  sus 
privados á  que «ontrajera  segundas  nupcias,  puesto 
que  se  hallaba  aun  en  edad  de  poder  tener  sucesión. 
Repugnábalo  don  Martin,  asi  por  sentirse  achacoso  y 
doliente,  como  por  parecerle  que  mejor  que  esperar 
lo  que  estaba  por  nacer  seria  nombrar  desde  luego 
por  sucesor  en  los  reinos  á  don  Fadrique,  hijo  natu- 
ral del  rey  de  Sicilia  y  nieto  suyo.  Pero  á  fuerza  de 
instancias  y  ruegos  condescendió  á  casarse  con  doña 


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4i4  BUTOKU  SB  mWAftí. 

Margarita  de  Prades,  hija  del  condestable  dou  Pedro, 
cuyas  bodas  se  celebraron  ea  seliembre  del  mismo  año. 
Confirmó  ea  la  regeDcia  de  Sicilia  á  la  viuda  de  su  hijo, 
y  atendió  lo  mejor  que  pudo  i  lo  de  Gerdeña,  taalo 
que  hizo  el  esfuerzo  de  empeñar  su  coudado  de  Am- 
purías  á  lá  ciudad  de  Barcelona  por  la  suma  de  cin^ 
caeuta  mil  Qoriues  de  oro.  Coa  esto  aparejó  y  envió 
tioa  nueva  flota,  con-cuyo  auicilio  fueron  todavía  es- 
carmentados los  rebeldes. 

.  El  buea  rey  don  Martin,  devorado  por  la  pena  de 
la  moerte  de  su  hijo,  enfermo  ademase  inmoderada- 
mente obeso,  usaba  de  arlifícíos  y  remedios  propios 
para  acabar  de  destruir  su  salud ,  y  que  indiscreta- 
mente le  propinaban  los  que  ansiaban  que  diese  un 
heredero  al  trono,  tratando  de  suplir  por  el  arte 
aquello  á  que  se  negaba  ya  su  naturaleza:  recursos 
toátiles,  que  la  moralidad  repugnaba,  que  do  aprove- 
chaban al  objeto ,  puesto  que  la  reina  salia  siempre 
doncella  del  tálamo  nupcial ,  y  que  solo  produciau 
acelerar  la  muerte  del  rey.  Contando  ya  con  que  esta 
nopodia  diferirse  mucho,  comenzaron  á  presentarse 
pretendientes  á  la  sucesión  de  un  trono  todavía  no  va- 
cante.  Fué  el  que  mas  se  anticipó  el  rey  Luis  II.  de 
Aojou,  yerno  de  don  Juan  I.  que  apoyado  por  la 
Francia,  reclamaba  la  corona  aragonesa  para  el  du- 
que de  Calabria  su  hijo.  Era  otro,  y  no  el  menos  ar- 
rogante de  los  pretendientes,  el  conde  de  Urgel,  biz- 
nieto d0  don  Jaime  II.,  á  quien  apoyaban  los  catala- 


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FAftTE  n.  i,iaBO  III.  146 

oes.  Figaraba  también  entra  los  aspirantes  á  la  sace- 
«OD  el  viejo  iafaote  doo  Alfonso  de  Aragón,  duqne  de 
Gandía:  lo  era  ignalmenle  el  infante  de  Castilla  don 
Fernando,  sobrino  del  rey,  y  hermano  del  difunto 
ÍDonarca  castellano  Enrique  111.  Permitía  el  buen  don 
Mariin  qne  en  su  presenciase  trataseydíscutiese  muy 
de  veras  sobre  el  derecho  de  cada  uno  de  los  concur- 
rentes. Inclinábase  él  á  dar  la  preferencia  sobre  todos 
á  su  nieto  don  Fadrique,  el  hijo  natural  de  doo  Mar- 
lio  de  Sicilia,  al  meóos  para  sucederle  eo  aquel  reínOt 
y  esperaba  que  podría  obteaer  la  adhesión  de  los  sici- 
lianos, ya  que  no  la  de  los  aragoneses,  decididos  par- 
tidarios de  la  legitimidad,  y  cuya  constitución  escluia 
del  trono  los  bastardos.  Pero  lo  que  mas  pudo  hacer 
en  favor  de  su  nieto  fué  que  le  legitimase  antes  de 
morir  el  antipapa  Beiaito  XIII.  En  cuanto  á  la  sucesión 
á  la  corona  aragonesa,. inclinábase  el  rey  don  Hartin 
en  favor  de  sa  sobrino  don  Fernando  de  Castilla,  ya 
por  considerarle  con  mejor  derecho  que  sus  competi- 
dores, ya  por  creerle  el  mas  conveniente  para  aque- 
llos reinos,  y  el  mas  acreedor  por  su  conducta  y  por 
so  reputación  y  fama. 

Pero  las  afecciones  personales  del  rey  hacia  su 
nieto  don  Fadrique  y  su  sobrino  dmi  Fernando,  no 
estaban  de  acuerdo  con  las  del  pueblo,  que  en  su  ma- 
yor parte  se  inclinaba  al  conde  de  Urgel,  joven  brio- 
so, altivo,  de  gran  disposición,  y  el  mas  propincuo 
por  linea  de  varón  á  tos  reyes.  Este  reclamó  desde 


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446  nisroHiA  DE  ssfaKa. 

Itiego  para  sf  ia  goberoacioq  general  del  reino»  que  el 
rey  le  coocedió  sin  contradicción  y  con  mucha  polfü- 
ca,  con  mas  el  honroso  cargo  de  condestable,  espe- 
rando que  aquello  mismo  baria  qae  sé  enemistaran 
con  el  de  Urgel  los  neos-hombres  aragoneses.  Asi  fué 
que  cuando  el  conde  vino  á  Zaragoza  á  tomar  pose- 
sión de  su  alto  empleo,  lodos  los  brazos  del  Estado 
protestaron  contra  la  legitimidad  de  aquel  acto,  y  el 
Justicia  mismo  se  saliá  de  la  ciudad  para  no  recibirle 
el  juramento  ni  darle  la  investidura,  lo  cual  produjo 
alteraciones  y  tumultos  en  la  población  hasta  venir  á 
las  armas  y  tener  que  escaparse  el  conde  por  nn  pos- 
tigo y  refugiarse  en  el  lugar  de  la  Almunía. 

Asi  las  cosas,  y  hallándose  el  rey  en  el  mooaste- 
rio  de  Valdoucellas,  ex-tramurosde  la  ciudad  de  Bar- 
celona,  adoleció  de  tan  repentino  accidente,  qae  ape- 
nas sobrevivió'á  él  dos  dias,  y  falleció  en  3t  de 
mayo  de  1419.  Atribuyóse  comunmente  su  repen- 
tino rallecimienla  á  las  medicinas  y  drogas  que  le  su- 
ministraban para  rehabilitar  su  agotada  é  impotente 
naturaleza.  En  vano  los  conselleres  de  Barcelona  le 
habían  instado  en  tos  úllimos  momentos  de  su  vida 
en  presencia  de  notarios  públicos,  á  que  designara 
sucesor  en  el  reino,  pues  nada  mas  pudieron  arran- 
carle sino  que  sucediera  aquel  á  quien  perteneciese 
legítimamente:  conducta  cuyo  objeto  no  ha  podido 
áverignarse  bien  todavía,  y  respueste  que  abria  an- 
cha puerta  ¿  mayores  discordias  en  el  reino  despees 


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riRTí  II.  LIBIO  III.  4  47 

tle  su  muerte  que  las  que  te  habían  agitado  eo  los 
postreros  instaotes  de  su  vida  '*>. 

De  esta  manera  acabó  el  rey  don  Martin  de  Ara- 
gón, qae  por  su  bondad  y  benignidad  y  por  su  amor 
á  la  justicia  mereció  el  sobrenombre  de  Humano.  Con 
él  se  esttngúió  la  noble  estirpe  de  los  ilustres  condes 
de  Barcelona,  que  por  cerca  de  tres  siglos  habia  es- 
lado  dando  á  la  monarquía  aragonesa-catalana  una 
serie  de  esclarecidos  principes,  de  que  cpn  dificultad 
podrá  vanagloriarse  tanto  otra  alguna  dinastía.  La 
circunstancia  de  morir  sin  directo-  heredero,  y  su 
obstinación  eo  no  declarar  quién  debería  sucederle 
eo  el  IroDo,  caso  nuevo  en  España,  dejaron  el  reino 
en  tanta  división  y  discordia,  que  para  pintar  sn  si- 
tuación no  haremos  sino  reproducir  las  palabras  con 
que  termina  el  grave  Zurita  la  segunda  parte  de  sus 
Anales.  «Fueron  verdaderamente  aquellos  tiempos 
«para  este  reino,  si  bien  se  considerase,  de  gran  tñ- 
»bulacÍon  y  de  ana  penosa  y  miserable  condición  y 
«suerte:  porque  en  las  cosas  de  la  religión,  de  donde 
«resulta  todo  el  bien  de  los  reinos,  se  padecía  tanto 
«detrimento,  que  eo  lugar  del  único  pastor  y  oniver- 
«sal  de  la  iglesia  católica,  habia  tres  que  conteudian 


miento,  m  Uegaron  &  él  la  madre  uno  de  \bt  coDselleret  de  Barcelo- 

delcoadadaUrgoly  lainftDta  do-  d>  faeseo  i  la  mano  4  la  desaten- 

3a  babel,  la  nuera,  y  asiéndole  tada  condesa  }  la  iiitimasea  i;ne 

aquella  por  el  pecho  comeDi¿  i  tratare  con  maa  decoro  y  mira- 

RntariedicioDdoqDequeriapriTDr  miento  al  rey  y  le  dejira  morir 

injaabuneDto  de  la  raceiion  del  en  pai. 


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4Í3  HISTOtlA   DB   B9FAÍÍ&. 

•por  el  samo  pontificado,  y  estaba  la  iglesia  de  Dios 
»eD  grao  lurbacioa  y  trabajo  por  este  cisma,  habieodo 
«dorado  tanto  tiempo:  y  en  el  poderlo  temporal  de 
»él  nunca  se  pasó  tanto  peligro  después  qne  se  acabd 
»d0  conquistar  de  los  infieles:  pues  en  lagar  de  soce- 
>der  an  legítimo  rey  y  señor  natural,  quedaban  cinco 
«competidores,  y  trataba  el  que  mas  podía  de  prose- 
vguirsu  derecho  por  las  armas  "'.« 

(4)    Para  la  historia  de  este  reí-  lo  relativo  al  cisma  del  Occidente, 

nado  hemos  cooaultado  loa  docu-  los  Condes  de  Barcelooa  de  Bnra- 

mentoa  del  Archivo  seneral  de  rull,  ;  muy  seSalada mente  á  Zo- 

AragOD,  á  Pedro Tomicn,  Loreozo  rita,  en  el  lib.  X.  de  sus  Anales, 

deValla,  loaCemeoteriosdeBlaa-  desde  el  cap.  H  baAael9l. 
cas,  las  historias  eclesiásticas  en 


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CAPITULO  XXIU 

ESTADO  SOQAL  DE  ESPAÑA. 
CASTIIXA 

EN  U  SEGUNDA  UITAD  DEL  StGLO  XIV. 

I-— Jaido  crítico  del  reinado  de  doa  Pedro  de  CaitiUa.— Sos  primeroi 
acUn.— ObserTscioDKibre  el  miQiitroAlborqaerqoe.— Sobre  las  cór- 
' '  tea  de  VaUadolid.— Sobre  loa  amoraa  de  doa  Pedro  oon  da&a  M aria 
de  Paditlaw-^raleio  entre  dm  Alfonao  XI, ;  don  Pedro, — Liga  oon- 
'  tra  el  re;:  an  oaricler:  mu  fineai  eondocU  de  los  ooofederadoa.— La 
guerra  de  Aragoo:  comportamiento  del  rey,  de  sos  hermaDos,  de  loa 
mtpietea  y  candillot.— SopliciOB  borribleaeo  Castilla:  «i  se  condvjo 
en  olloi  como  joatíeiera  d  oeoo  crael:  rellexioáea  aobre  el  carác- 
ter de  don  Pedro:  aobre  au  épooa:  comparaciooea:  ejemploa  de 
otroa  prlocipes. — Cai>8tioD  aobre  el  caaamiento  de  don  Pedro  con  la 
Padilla.— Car toter  y  oondocta  de  don  Enrique;  cotejú  eotr»  loe  do* 
barmano*.  II.— Reinado  de  don  &iriqne. — Jpieio  de  ette  monaroa 
antea  y  deipoea  de  sabir  al  trwo.— Don  Enrique  como  legialador; 
como  guerrero;  cODKi  gobernador. — Sos  coatumbreí  morales.  IIT. 
—Reinado  de  don  Juan  1.— Cómo  as  manejó  ee  el  arante  del  cisma. 
— Sna  errorea  en  la  guerra  de  Portugal  .—^^aous  del  dessitre  de 
Aljnbarrota.— Lo  queaal«6  la  independenüi  portORapsa:  el  maestre 
de  A  vil.— Prudencia  del  rey  en  la  guerra  con  el  de  Laocaater.— Tl- 
toloa  del  rey  don  Joan  á  U  gratUnd  de  su  paeblo.— BeapeU)  de  este 
monarca  i  las  eúrtea:  llega  i  aa  apogeo  el  elemento  popular  en  cala 
reinado.  IT.— f^dode  la  literatnra  en  este  periodo.— £1  jndlo 
Rabbf  don  Santob:  la  Doctrina  cristiaDa*.  la  Danza  general  de  la 
muerte:  Ayala:  ana  obras  en  prosa  y  en  Terso:  «I  Rimado  de  Palacio. 
— Comercio,  attea,  indoMria  de  CaitilU  en  eata  época.— Ordenanzas 

Tomo  rn.  S9 


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4S0  HISTOBIA    DB    ESPAÜA. 

de  meneslrsles:  oficios,  tragos,  armiidnris,  coate  de  tuda  aiitíM». 
—Gaita  de  le  mest  real:  tara  en  loi  coaTÍte*.  T.— Coatambree  pA- 
blicai. — iDmoralidad  política. — Delitos  comuDes:  lejeadereprew'oo. 
—Vicíoa  de  aquella  sociedtid.—LB  JDCoatineacia  en  todealaa  clases. 
—Lajea  sobre  la  vagan  cíe  .—Indue  ocia  del  dmero. 


I.  Angustiase  el  alma,  y  se  eslremece  la  mano,  y 
ti^nbla  la  pluma  al  baber  de  trazar  el  cuadro  y  lu- 
cer  el  aualfsís  razoaado  y  crítico  del  reinado  de  don 
Pedro  de  Castilla:  y  eslo  do  solamente  por  la  cadena 
casi  no  interruEQpída  de  trágicas  escenas  y  horribles 
suplicios,  y  sangrientas  ejecuciooes  á  que  se  dejóar- 
rastrar  este  violento  monarca ,  con  razón  y  justicia  unas 
Teces,  por  venganza  otras,  otras  por  impetuosidad  de 
carácter,  y  las  mas  por  una  especie  de  ferocidad  orgá- 
nica: DO  solamente  por  las  revueltas,  las  perturba- 
ciones y  las  calamidades  que  afligieron  la  momrqBfa 
castellana  en  este  período:  sino  porque  entre  todos  los 
actores  y  persoaages  de  este  complicado  drama  de 
cerca  de  veinte  años,  de  la  misma  manera  qae  eo  el 
reinado  de  doña  Urraca,  al  cual  no  sia  meditación 
le  comparamos,  no  vemos  siso  ambiciones,  y  ven- 
ganzas  y  rebeldías,  y  traicjones,  y  veleidades  y  fla- 
quezas, y  miserias  y  crímenes.  Al  fin  en  aquel  repo- 
saba el  espíritu  y  se  coasolaba  cada  vez  que  se  dirigía 
la  vista  á  la  bandera  iooceote  y  sin  maoclia  del  DÍ6o 
Alfonso  que  después  fué  emperador:  en  éste  no  se  di- 
visa una  sola  bandera  legítima  y  pura,  y  para  hallar 
descanso  y  alivio  al  espfritu  atormentado  con  laa  im- 


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PUtB  II.  LIBIO  III.  451 

presiones  de  tasta  catástrofe  lameotable,  hay  que 
bascarle  en. la  estéril  virtud  de  la  desgraciada  doña 
Blaaca,  ea  el  corazón  compasivo  de  dofia  María  de  Pa- 
dilla, reducida  á  la  odiosa  condición  de  manceba  me- 
reciendo ser  reina,  á  tal  cual  destello  de  humanidad 
del  mismo  rey  dou  Pedro,  que  se  vislumbra  como  un 
rayo  de  débil  luz  por  entre  negras  sombras,  y  á  la  ge- 
nerosidad caballeresca  de  nn  príncipe  estrangero  que 
acaba  por  arrepentirse  de  haber  tendido  una  mano 
protectora  á  quien  no  era  digno  de  ella.  En  éste  co- 
mo en  aquel  reinado  se  ve  palpable  y  sensiblemente 
la  mano  de  la  Providencia  haciendo  expiar  i  cada 
nno  sus  esi^esos  y  sus  crf  menes. 

«Fué  desgracia  de  Castilla,  decíamos  hablando  de 
don  Sancho  el  Bravo;  desde  que  tuvo  un  rey  grande 
y  santo  qoc  la  hizo  nación  respetable,  y  un  monarca 
sabio  y  organizador  qoe  le  did  una  legislación  uni- 
forme y  regular,  los  soberanos  se  van  haciendo  cade 
ves  mas  despreciadores  de  las  leyes  naturales  y  es- 
critas, se  pn^esa  de  padres  á  hijos  en  abuso  de  po- 
der y  en  crueldad,  hasta  llegar  á  uno  que  por  esceder 
á  todos  tos  otros  en  sangrientas  y  arbitrarias  ejecu- 
ciones adquiere  el  sobrenombre  de  Cruel,  con  qne  le 
señaló  y  con  que  creemos  seguirá  conocléudole  la 
posteridad  <'>.« 

Sin  embargo  en  el  principio  de  su  reinado  no  apa- 
rece todavía  ni  sanguinario  ni  vicioso.   Al  contrario, 
(1)    Part.  11.,  lib.  m, cap. 6. 


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4K2  aUTOUA    DE  tBtAií. 

se  le  ve  perdmar  mas  de  una  vez  á  aus  hermanos  ba»- 
tardoa  y  i  otros  magnates  rebeldes.  ^  el  puñal  de  on 
verdugo  se  clava  eo  las  entrañas  dé  doña  Haría  de 
Guzmao,  no  es  don  Pedro  el  que  ha  armado  el  braxo 
del  asesioo  de  la  dama  de  su  padre;  ba  sido  su  madre 
la  reina  doña  Haría  la  que  ha  ordenado  al  terrible  eje* 
cutor  la  muerte  de  su  antigua  rival,  precisamenle 
cuando  babia  dejado  de  serlo.  En  consentirlo  ó  no  re- 
probarlo el  hijo,  creemos  que  hubo  culpa,  pero  aun 
DO  descubrimos  ferocidad.  El  fallecimiento  casi  umul- 
táueo  de  los  Laras  y  de  don  Fernando  de  Villena  apa- 
rece bario  sospechoso,  pero  nos  complacemos  en  que 
DO  haya  pruebas  sobre  que  fundar  capítulo  de  acusa- 
ción conU-a  el  rey.  Garcilaso  y  don  Alfonso  Coronel 
habían  sido  rebeldes  y  merecian  cas^go.  Cierto  que  el 
del  primero  fué  ejecutado  con  circunstancias  que  ha- 
cen estremecer  de  horror*  y  revelan  una  saña  fer(n  y 
repugnante ,  incompatible  con  todo  sentimienio  ho- 
mand.  Goncedamos  no  obstante  á  loa  defmsorés  de 
don  Pedro  que  este  acto  de  dura  fiereza  no  emanara 
del  rey,  sino  de  so  privado  el  ministro  Albarqnerqoe. 
Goacedámoselo,  por  mas  que  sea  difícil  absolver  la 
autoridad  real  del  pecado  de  cousentimiento,  ya  qua 
la  supongamos  libre  del  de  mandato. 

Una  observación  tenemoaquehacer  acerca  del  cé- 
lebre ministro  don  Juan  Alfonso  Albarquerque.  Mu- 
chas veces  hemos  oído,  y  muchas  hemos  visto  estam- 
pado que  el  valido  portugués  era  el  instigador  de  las 


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I 


TUTB  11.  LIBIO  iU.  (B3 

mal&s  pasiones  de  don  Pedro,  el  despertador  de  sos 
iostíQios  impetuosos,  j  el  consejero  de  sos  cruel- 
dades. Los  que  tal  airraan  do  poeden  haber  leído 
bien  la  faistoria  del  reinado  de  don  Pedro  de  Cas- 
lilla.  No  somos,  ni-  podeooos  ser  panegiristas  de 
aquel  privado.  Sediento  de  dominacioa  y  de  taflojo, 
como  lo  SOD  en  lo  general  los  que  ooa  vez  alcan- 
zan la  privanza  de  los  reyes,  no  perdonaba  medio  el 
de  Albnrqoerqne  para  conservar  su  valiinienlo  ó  re- 
ctorarle: como  todos  los  fovoritos,  sascitaba  envidias, 
rivalidades,  odios,  y  era  vengativo  con  los  magnates 
qne  aspiraban  á  precipitarle  de  la  cumbre  de  sa  pri- 
vanza. Tan  lejos  estamos  de  defender  á  Albarqaerqoe, 
que  le  hacemos  un  cargo  imperdonable  de  haber  em- 
pleado un  medio  altamente  inmoral  para  conservarse 
en  la  gracia  de  sn  regio  pupilo,  el  de  esplotar  sos  vo- 
laptoosas'paHones  y  de  especolar  con  la  honra  de  ona 
dama  honeste  y  de  grande  entendimiento,  soponiendo 
que  se  dejaría  avasallar  de  sn  hermosura,  como  asi  se 
realizó, y  qoeél  medraría  ata  sombra  de  ona  amo- 
rosa relación  proporcionada  por  él,  en  to  cnal  le' salie- 
ron fallidos  sus  cálculos.  Notamos  al  propio  tiempo 
qae  dorante' la  dominación  del  valido  el  país  faé  do- 
tado de  boenas  y  saludables  leyes;  en  su  administra- 
ción hubo  urden  y  regularídad,  y  no  se  vieron  ni  dila- 
pidaciones, ni  distribuciones  de  mercedes  notoñamenta* 
injustas.  Nuestra  observación  no  se  encamina  &  notar 
esta  mezcla  de  bueno  y  de  malo  en  el  ministro  favo- 


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4Si  BIROMA  OB  BIVAlá. 

ríto,  siao  á  mostrar  qiie  ea  niogoo  periodo  eaenta  la 
historia  menos  actos  de  tascivia  y  de  crueldad  del  rey 
don  Pedro  qae  mientraa  dur«í  la  privanza  de  Atbur- 
querque.  Cayó  preoisameate  el  valido  cuando  comeo- 
sabaa  los  desvarios  del  monarca:  solUi  éste  el  freoo  á 
sus  autojos,  segUD  que  se  fué  emaDcipaDdo  de  anü- 
guas  ioQuenciafl  y  obrando  por  sf  mismo ;  el  primar 
escándalo  conyagat  señaló  la  caída  defioiliva  de  Al- 
burqaerque:  ya  éste  oo  era  privado,  siao  enemigo, 
cuando  el  rey  falló  &  la  maoc^»  y  á  la  esposa,  y  bor- 
ló con  achaque  de  matrimonio  á  la  de  Castro  en  Cue- 
llar :  cuando  tas  matanzas  de  Toledo  y  de  Toro,  el  de 
Alborquerqne  ya  oo  existía:  hacia  el  comedio  á«A  rei- 
oado,  cuando  se  desataron  en  todo  su  furor  las  iras,  y 
los  violencias,  y  las  tropelioB  del  mooarca ,  ni  memo- 
ria quedaba  apenas  del  antiguo  valido,  y  borrada  casi 
del  todo  estaría  wi  los  últimos  años  cuando  «e  consu* 
maban  tos  atentados  mas  borribl^.  Escasado  es,  pues, 
invocar  inOuenciis  para  atenuar  k»  crímenes  y  coím- 
Destar  los  desmanes  de  este  soberano.  Por  inclinación 
pro|»a  y  por  propio  iostialo  fué  lo  que  fué  doa  Pedro 
de  Castilla. 

Pero  gocemos  todavía  al  contemplarle  en  loa  pri- 
meros años  legislando  en  las  cortes  del  reino,  y  san- 
cionando leyes  de  buei^  gobierno  y  de  recta  admiais- 
tracioD.  Plácenos  recordar  que  ea  su  tiempo  y  de  so 
urden  se  corrigió  y  mandó  observar  el  Ordenamimlo 
de  Alcalá  y  el  Fuero  Vi^ó  ái  Catíilla.  Con  gusto 


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PMTS  II,   LIBIO  Itl.  455 

traemos  á  la  meiopria  ei  OrdenanUerUo  de  los  Menatra- 
la  I*';  las  tasasen  los  jornal^  y  salarios,  ea  los  gás- 
tesele los  convites  que  daban  á  tos  reyealas  ciudades  - 
ó  los  ricos-bombrae;  hi  ordeoanxas  contra  malhecho' 
res,  contra  jugadores  y  vago;;  la  rebaja  ea  los  en- 
cabezaoRentos  de  los  pueblos;  \»s  leyes  en  beneñcio  y 
fomento  del  comercio,  de  la  agricultura  y  ganadería; 
la  organizacioo  de  los  tríbuiuleB  y  de  la  administra- 
ción de  justicia;  las  disposiciones  sobre  los  judíos,  y 
s<^re  todo  las  medidas  para  atajar  y  reprioiir  la  des- 
mcib>al)zacÍoD  pública  y  la  relajaciou  de  costumbres  en 
clérigos  y  legos,  en  casados  y  ea  célibes,  eo  magna- 
tes y  en  plebeyos  <*>.  No  será  nuestra  pluma  la  que 
escasee  alabaneas  á  los  soberanos  que  eo  tan  nobles 
tareas  se  ejerciten. 

Has  por  desgracia  podemos  deleitarnos  poco  tiem* 
po  eo  la  contemplación  de  tan  balagüeño  cuadro. 
Dosafios  trascorreo  aijenas,  y  bailamos  ya  al  legisla- 
dor OHiculcarido  do  solo  sus  propias  leyes,  sino 
todas  las  leyes  divinas  y  natorales;  al  moralizador  do 
SD  pueblo  despeñándose  por  la  carrera  de  la  iomora- 
tídad;  al  que  hatna  decretado  que  las  mugeres  qoe 
vivían  amancebadas  llevaran  un  distintivo  que  prego- 
nara 80  ignominia ,  dejar  las  cariciaB  de  una  esposa 

(I)    At  final  del TOlúmeo,  baila-  acerca  da  loa  trsgea,  costumbres, 

rio  nnaetns  iMiorai  por  Apea-  comercio  y  tnanera  de  Tívir  en 

dic«  loa  priDcipjIue  capjlulos  y  aquella  época. 
di>paaicioBe>  de  eate  cnrioaftimo  é       (1)    También  damoa  por  Apén- 

jmportante   docamento.    que  dé  dice  algunas  de  eslaareBolociaaes, 
tniiy  exactaa  y  iumüioaas  idea:j 


n,g,t7cdb/G00gIc 


iS6  Binotu  DI  bspaRa. 

bella,  tierna  é  ÍDoceote,  por  correr  exhalado  á  k» 
braios  de  ana  rnaacdu ,  hacáendo  de  ello  público 
alarde.  Auq  qo  se  babrian  apagado  las  antorchas  qm 
alumbraroD  so  himeneo;  por  lo  meóos  aan  oslaba  el 
pueblo  eatregado  á  los  regocijos  de  la  boda,  cuando 
vio  á  80  rey  abandonar  la  esposa  por  la  dama»  la  reí- 
na  por  la  favoriía,  el  tálamo  napoial  por  el  lecbo  del 
adulterio.  Don  Pedro  qoe  había  visto  á  so  madre 
doña  María  de  Portugal  llorar  con  lágrimas  de  aouur- 
gara  los  desvíos  de  su  esposo ,  aprisioaado  en  los 
amorosos  lazos  de  una  altiva  dama,  se  apartaba  aho- 
ra de  doña  Blaoca  de  Borboo  su  esposa,  dándola 
sumida  en  llanto  amargo  mteotras  él  corría  á  los  bra- 
xos  de  la  dama  qae  le  tenia  el  corazón  canlivo.  Don 
Pedro  que  sentía  los  efectos  de  la  sucesión  bastarda 
qne  su  padre  había  dqado,  iba  tamb;ien  sertiendo  a' 
reino  de  bastarda  prole.  Don  Pedro,  que  taipentaba 
tos  pingttes  heredamientos  con  qae  sa  padre  había 
dotado  á  los  hijos  de  la  Guxmaa,  señalaba  coaatiosos 
heredamientos  á  las  hijas  qae  iba  tenioido  de  la  Pa- 
dilla. Don  Pedro,  que  había  oído  las  quejas  del  poe- 
hia  castellano  euando  veía  qoe  las  mas  ricas  merce- 
des, que  los  mas  altos  oargbs  de  la  corte  y  del  Estado, 
que  los  grandes  maestrales  d»  Santiago  y  de  Cala- 
trava  se  repartían  entre  tos  Guzmanes,  hermanos, 
hijos  é  parientes  de  la  Eavorecída  dama,  distribuía 
ahora  los  oficios  del  reino ,  los  cargos  de  la  cámara, 
de  la  copa  y  del  cudiillo  de  palacio,  y  tos  grandes 


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rABTK  u.  uno  111.  457 

maesb-azgos  de  Sanltago  y  Calatrava  eotra  los  Padi- 
llas, hermanos,  Uos  ó  paneates  de  la  dama  favorita. 
Al  fia  el  padre  en  medio  de  sus  amorosos  eslra- 
vloe  había  dado  sucesión  leg(líma-al  reino,  y  don  Pe- 

'dro  era  el  froto  de  la  aaion  bendecida  por  la  iglesia: 
el  hijo,  el  fmto  de  esta  tioioD,  el  qne  debia  í  ella  4a 
corona,  no  se  caraba  de  dar  sucesión  legítima  al  rei- 
□0,  y  repudiaba  á  dráa  Blanca  al  segando  dia  de  ma- 
trimonio para  no  unirse  i  ella  mas.  Al  fin  el  padre 
pwmítia  á  la  reina  doña  María  vivir  con  él,  aunque 
desairada,  bajo  un  mismo  lechp,  y  solía  llevarla  con- 
ago,  y  00  atentó  nunca  contra  sos  dias:  el  hijo  no 
cdialñtaba  con  su  esposa  ^doña  Kanca,  la  trasla- 
daba de  priñoD  en  prisión,  de  Arévalo  á  Toledo, 
de  Toledo  á  Sigfkenza,  de  Sigtteoza  á  Medinasidonia, 
y  concluyó  por  deshacerse  crimíaalmente  de  la  que 
DDnca  le  halüa  ofendido.  Al  fin  el  padre  guardó  fide- 
li^d  á  la  dama,  ya  que  quebrantaba  la  de  la  esposa; 
el  Ujo,  después  de  casado  con  doña  ^oca,  y  de  te- 
ner sucesión  de  la  Padilla,  contraía  nupdas  tn  faeie 
eeUtÚB  con  doña  Joaoa  de  Castro  para  poseerla  una 
s<^a  noche, 'atentaba  al  honor  ds  doña  María  Co- 
read, mantenía  en  la  Torre  del  Oro  de  Sevilla  á 
so  hermana  doña  Aldonza,  frente  á  frente  de  la  Pa- 
dilla, nacíale  en  Almazan  un  hijo  de  la  nodriza 
misma  que  le  había  criado  otro,  y  fiualmeute  «á  qual- 
quier  muger  que  bien  le  parescia  non  cataba  que 

-  fuese  casada  ó  por  casar...  ain  pensaba  cuya  ruese.i> 


nigiUrrlb/GOOglC 


4SS  IIISTOtU  DB  UFAltA. 

De  tal  maDera  sobrepasó  e}  hijo  al  padre  en  el  camí- 
00  del  libertinage  y  de  la  liviaodad. 

Desde  que  doQ  Pedro  se  precipitó  desbocado  por 
este  sendero,  comenzaron  las  defecciones,  las  re- 
vueltas y-tas  turbación^  á  tomar  un  carácter  grave; 
y  si  de  pronto  no  le  abandonaron  todos  en  medio  |de| 
general  disgusto  del  pueblo,  fué,  en  primer  lugar 
por  respeto  á  lá  legitimidad,  de  que  era  el  Anieo  re- 
presentante, y  en  segundo,  porque  divididos  los 
magnates  en  bandos  rivales,  coavenfaies  &  los  unos 
cúnisr  con  el  apoyo  del  monarca  mientras  acababan  de 
derrocar  á  los  otros.  Pero  ni  aquellos  lia  servían  por 
afición,  ni  por  lealtad,  ni  el  rey  se  desviaba  del  camino 
de  perdición  y  de  escándalo.  Asi  poco  á  poco  fuéron- 
sele  lodos  desertando,  y  llegó  á  formarse  contra  ¿I 
aquella  gran  confederación  é  imponente  liga,  eo 
que  entraron  los  hermanos  bastardos  don  Enrique,  don 
Fad  fique  y  don  Tello,  el  de  Alborqaerque,  los  in- 
fantes de  Aragón  don  Fernando  y  don  Jnan  sus  pri- 
mos, la  reina  viuda  de  Aragón  doña  Leonor  so  lía,  e| 
magnate  de  Galicia  don  Fernando  de  Castro,  como 
vengador  de  la  honra  de  su  escarnecida-  hermana  do- 
ña Juana,  y  lo  que  es  mas,  hasta  su  misma  madre  la 
rana  doña  María,  con  la  flor  de  los  caballeros  caste- 
llanos, mientras  se  alzaban  én  el  propio  sratido  las 
poblaciones  de  Toledo,  de  Talavera.  de  Córdoba,  de 
Jaén,  de  Ubedaj  de  tiaeza,  y  ayudaban  á  la  liga  pw  ' 
la  parte  de  Cuenca  tos  García  de  Alboroce  con  el 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


PAKTK  lU  UBftO  iU.  4&9 

bastardo  dos  Sancho.  ¿Quiénes  le  qoedab^D  al  rey 
doD  Pedrof  Los  Padillas  y  algún  etro  ooatado  caba- 
llero coooo  doD  Gutierre  Fernandez  de  Toledo  que  se 
le  mantenía  fiel. 

llnlentaban  ó  se  proponían  los  confederados  der- 
ribar del  trono  al  soberano  legitimo?  Ni  una  sola  es- 
presion  salió  de  los  labios  de  ninguno  de  ellos  que  tal 
designio  revelara.  iQuerían  veacerle  por  la  fuerza? 
Dueños  eran  de  ella,  y  no  la  emplearon.  ¿Cuál  era 
pues  el  objelOf  -  cuál  la  bandera  de  los  de  la  liga?  Con 
ana  mesara  estraña  eo  gente  lumaltuada,  y  en  Iodo 
mas  de  subditos  suplicantes  que  de  rebeldes  podero- 
sos, lo  maoUéstaroa  en  Tordesillas  por  boca  de  la  rei- 
na d(ña  Leonor,  la  muger  diplomática  de  aquel  tiem- 
po, en  la  conferencia  de  Tejadillo  por  boca  de  Fer- 
nán Pérez  de  Ayala,  el  orador  popular  de  aquella 
época.^— «Tratad,  señor,  te  decia  éste  á  nombre  de 
«todos  ke  confederados,  bonrad  á  la  reina  doña  Blanca 
'  Bcomo  vuestros  progenitores  han  honrado  siempre  á 
>las  reinas  de  Castilla,  haced  vida  conyugal  con  ella; 
•apartaos  de  dcma  María  de  Padilla,  y  no  hagáis  los 
BoGoíos  y  la  gobernación  del  reino  patrimonio  de  sos 
kparíenles.  Perdonad,  señor,  que  asi  vengamos  arma- 
»dos  para  hablar  con  nuestro  rey  y  señor  natural.  Si 
«accedéis  á  lo  que  el  clamor  popular  os  pide,  todos 
Bseremos  vuestros  Seles  y  leales  servidores.»  La  de- 
manda parecía  no  poder  ser  oí  mas  justa  ni  mas  co- 
medida, en  el  supuesto  de  venir  de  gente  asonada,  y 


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460  niSTOtlA  DK   RSFAft*. 

que  teoia  en  sa  favor  el  sentimienlo  páUíco,  y  en  su 
mano  la  fuerza  material.  ¿Qué  necesitaba  don  Pedro 
para  conjurar  aquella  tormenta,  nua  vez  rebajada  sa 
dignidad  basta  entrar  en  pláticas  con  los  rebeldes? 
Obvio  era  el  camino,  indicábasele  el  clamor  de  las 
ciudades,  señalábansete  los  confederados,  y  su  con- 
ciencia debia  diciársele;  con  apartarse  de  )a  dama  y 
unirse  á  1^  reina  desarmaba  la  rebelión,  quitándole 
todo  pretesto,  lodo  barniz  de  justicia,  si  justas  pueden 
ser  las  rebeliones.  No  lo  bizo  aá  el  ciego  monarca,  y 
lo  que  hizo-  fué  entregarse  de  lleno  y  sin  rebozo  á  las 
delidasdesu  vehemente  y  fogosa  pasión.  ¿Se  estre- 
nará con  esto  que  los  confederados,  cuando  logran 
atraerle  á  Toro,  prendan  á  los  Padillas,  los,  despojen 
de  los  cargos  de  palacio,  se  los  repartan  entre  si,  y 
tengan  al  monarca  como  cautivo?  Y  úa  embargo  na- 
die piensa  en  usurparle  el  trono,  ni  una  voz  se  alza 
contra  el  derecho  del  hijo  legítimo  de  Alfonso  XI., 
la  liga  ha  vencido,  pero  respeta  la  legitimidad,  ha 
humillado  al  soberano,  pero  no  ataca  la  soberanía: 
alli  están  los  hermanos  bastardos,  alli  están  los  inAin- 
tes  de  Aragón,  y  nadie  da  señales  de  aspirar  á  ser 
rey  de  Castilla,  ni  parece  soñar  nadie  en  que  pueda 
haber  otro  rey  de  Castilla  mas  que  don  Pedro. 

Aunque  acriminamoü  la  licenciosa  vida  del  rey, 
los  motivos  de  público  descontento  qne  con  ella  daba, 
la  ocasión  y  pretesGo  que  ofrecía  á  las  revueltas,  el 
descrédito  en  que  bacia  caer  la  autoridad   real,  y  la 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


MiTS  II.  uiio  tu.  464 

terquedad  y  obetioacioii  am  que  se  jxe  gaba  á  complir 
las  demandas  de  los  confederados,  si  aplaudimos  la 
sedJcioD,  oi  meóos  podemos  tríbular  elogiosa  ana  liga 
taa  moostruosa  como  aquella,  en  que  bajo  la  capa  del 
bien  público  se  encubrían  pasiones  innobles,  intereses 
rutDesyuaaiDmoralidadprofoada  y  repugnante.  Baste 
observar  que  la  madre  del  rey  co  nspiraba  contra  su 
propio  hijo,, unida  á  los  hijos  de  doña  Leonor  de  Guz- 
man,  la  manceba  de  su  esposo,  que  tantas  veces  habia 
profanado  su  lecho;  que  los  hermanos  bastardos  del  rey 
andaban  ligados  con  la  que  había  mandado  asesinar 
á  sn  madre.  Hemos  dicho  antes  que  nos  desconsuela 
trazar  el  cuadro  dé  este  reinado,  porque  entre  loe  au- 
tores y  personages  de  este  largo  y  complicado  drama 
no  T«nos  sino  ambicionas,  y  rebeldías,  y  traiciones, 
y  veleidades,  y  miserias  y  crímenes,  y  en  esta  oca- 
«on  no  foé  cuando  menos  se  manifestó  esta  triste 
verdad.  Hablan  triunfado  los  de  la  liga,  y  ya  no  se ' 
acordaron  de  la  desgraciada  reina  doña  Blanca,  cuyo 
nombre  y  cuyo  inine  recido  abandono  habian  invocado 
para  legitimar  su  alzamiento.  Ya  no  pensaron  mas 
que  en  repartirse  los  mas  altos  y  pingues  empleos  co- 
mo lobos  que  se  arrojan  á  devorar  una  presa.  Gente 
interesada  y  veleidosa  la  de  la  liga,  y  no  nnida  con 
ningún  pensamiento  elevado  y  noble  y  con  nii^an 
tÍdcuIo  de  moralidad,  fuéle  fiicil  al  rey  aunen  sa 
mismo  cantiverio  desmembrarla  sembrando  la  cizaña, 
y  sobre  todo  las  dádivas  y  el  soboroo.  Bastaron  las 


D,g,t7cdb/GOOglC 


f6S  UUTOmiA    l>B  BWAftA. 

ofertas  de  alguaos  empleos  y  de  algunos  lugares  para 
que  cleserláran  de  la  liga  varios  caballeros  castellanos, 
los  iofaotes  de  Aragoo,  y  la  misoia  doña  Leonor  su 
madre,  y  cuando  el  rey  buyo  de  Toledaá.Segovia, 
ya  eran  con  él  todos  estos,  y  adhertansele  cada  día 
ricos-hombres  y  ciudades,  desengañados  del  ningon 
ben^cio  que  habían  prooorado  -á  los  pueblos  los  de 
la  confederación. 

La  escena  ba  cambiado,  la  1^  queda  quebr^Ua- 
da,  disemioados  sus  gofes,  y  el  fuerte  abora  es  don 
Pedro.  ¿Le  han  servido  de  leocioa  y  eicarmienio  las 
pasadas  hamíllacioaes  é  infortnniosl  Lo  que  han  be- 
«ho  ha  sido  despertar  so  vengativa  saña  y  sos  instin- 
tos de  crueldad.  Hasta  aquí  ba  sido  licencioso,  abora 
comienza  á  ser  sanguinario.  £1  legislador  de  Talla- 
doKd  y  de  Burgos  se  bace  ejecutor  de  suplicios  eo 
Medina  del  Campo,  eo  T<rfedo,  en  Toro  y  en  Tor- 
desíHas;  el  que  había  hecho  leyes  sabias  y  aaludaUes 
entre  prelados,  nobles  y  hombres  bueoos  de  las  cin- 
dades,  se  rodea  de  alguaciles,  y  en  mía  sentencia 
de  dos  palabras  se  compendia  todo  su  sisteva  de  pro- 
cedimientos para  la  ímposicloo  dalos  mas  rudos  casti- 
gos.  Las  dos  primeras  victimas  son  dos  cabellaros  qae 
habían  vuelto  á  su  servicio  y  i  quienes  acababa  de 
nombrar,  al  uno  merino  mayor  de  Burgos,  al  otro 
adelantado  mayor  de  Castilla.  En  Toledo  se  cveatan 
por  docenas  los  ajusticiados,  y  ta  sangre  inocente  del 
hijo  del  platero  octogenario  mueve  todavía  á  lástima 


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.    PAn*  II.  LIBRO  III  i63 

despoes  de  cíbco  sígloa.  Juato  al  í(áo  del  alcázar  de 
Toro  y  eo  medio  de  uoos  cadáveres  doa  ilustres  seoo- 
ras  yaciam  qd  día  desmayadas  oon  los  rostros  salpica- 
dos de  sangre;  al  volver  de  sq  desmayo  una  de  ellas 
iDaldecia  á  gritos  d  hijo  que  balna  llevado  en  sus 
entrañas;  esta  sefiora  era  una  reioa  de  Castilla,  era  la 
viuda  de  Alfonso  XI.,  era  la  madre  de  don  Pedro:  la 
otra  era  esposa  de  don  Enrique  de  Traslaoiara:  la 
sangre  que  leñia  BUS,  roatros  y  sus  vestidos  era  de 
unos  cabañeros  castellanos  que  alsalirdel  alcázar 
llevaban  del  brazo  á  la  madre  y  á  la  cuñada  del  rey 
de  Castilla:  aquella  sangre  halña  sa  Itado  á  los  golpes 
délas  mazas  y  de  los  machetes  de  los  baUesleroa  de 
don<l^ro:  el  ordenadw  de  aquellos  suplicios  babía 
sido  el  bijo  de  Alfonso  XI.  y  de  doaa  Maria  de  Portu- 
gal. Y  sin  embargo  eeto  no  ea  sino  el  ptólogo.de  m» 
larga  tragedia. 

Sesegadas  tas  revueltas  y  tranquila  el  reino  pudo 
don  Pedro  haberse  dedicado  á  cicab-iiar  las  llagas 
abiertas  en  la  monarquia  por  los  pasados  disturbios. 
Pero  n  genio  inquieto  y  bdicoso  le  inclinaba  loas  á 
la  guerra,  y  en  vez  de  hacerla  al  rey  owro. de  Grana- 
da, la  declaró  al  monarca  cristitmo  de  Aragón.  En 
■nestra  narración  dijim(H  ya  cuánto  mas  conveniente 
hubiera  sido  recabar  por  la  via  de  las  negociaciones 
'  k  reparacicm  del  agravio  que  le  sirvió  de  fundamento 
qoe  empeñarse  con  obstinación  en  promover  ana  lu- 
cha sangrienta  entre  dos  principes  cristianos  y  deu- 


n,g,t7cdb/G00gIc 


464  liinvKiA  m  istaIIa. 

das.  Durante  la  larga  gaerra  de  Aragón,  mochas 
veces  interrumpida  y  muchas  renovada,  en  que  tan- 
tas treguas  se  ajustaroo  y  DÍogana  se  guardó,  eaque 
se  celebraron  tantos  tratados  sin  que  ningano  se 
ejecutase,  en  que  se  empeñaroo  tantas  palabras  nn 
que  ninguna  fuese  cumplida,  don  Pedro  de  Castilla 
ganó  merecida  fama  de  capitán  brioso  y  esforzado,  de 
general  intrépido  y  activo,  de  guerrero  haiañoso  é  úi- 
fatigable.  Don  Pedro  de  Castilla  se  apodera  de  plaxas 
y  ciudades  aragonesas  en  las  fronteras  de  Aragón,  da 
Valencia  y' de  Murcia.  Teniendo  el  aragonés  que  at^t* 
der  al  Rosellon,  á  Mallorca,  á  Cerdeña  y  ¿  Siália,  el 
castellano  amenaza  á  la  misma  Zaragoca  y'pone  en  p»* 
ligroá  Valencia.  Upa  formidable  armada  castellana  lle- 
va el  sobresalto  á  Barcelona,  y  las  naves  de  Castilla  van  ■ 
á  asustar  á  ios  isleños  de  las  Baleares.  Con  razón  se 
ascMDbraroQ  tos  catalanes  del  poder  marítimo  de  Cas- 
tilla, pórqae  nanea  los  mares  habían  visto  tantas 
velas  cadlellanas,  y  no  esperaba  nadie  que  una  poten- 
cia interior  presentara  en  aquella  ^oca  en  el  Medi- 
terráneo tanto  número  de  galeras,  y  tan  graodes  y 
tan  bien  provistas  y  armadas.  Debiese  todo  á  la  acti- 
vidad de  don  Pedro  de  Castilla,  que  asi  guerreaba  en 
el  mar  como-  en  la  tierra.  Cierto  que  ni  por  mar  ni 
por  tierra  Aieron  todos  triunfos  para  el  nastellano,  y 
que  snfrió  también  reveses,  pero  fueron  aquellos  ma- 
yores y  en  mayor  número,  y  llegó  á  poner  en  coidio- 
to  y  ¿  hacer  vacilar  el  poder  ya  entonces  iomeoso  del 


,,.GoogIc 


FAinn.  UBBOiii.  465 

rey  de  Aragón,  de  CatalaSa,  de  Valeacia,  de  Mallor- 
ca, dé  Cerdeoa  y  de  Sicilia. 

Durante  esta  guerra  de  Aragón  y  desde  sn  pría- 
cipío  bastasu  ña  mostróel  gefede  la  cristiandad,  y  ea 
SD  nombre  el  legado  cardenal  de  Bolonia,  el  mas  Uq- 
dable  y  esqaisito  celo,  la  aolicitud  mas  recomenda- 
ble, 6  por  evitar  la  guerra,  ó  por  restablecer  la  paz 
entre  los  dos  principes  cristianos.  Digno  $e  hizo  de 
eterna  alabanza  el  pontífice  Inocencio,  merecedor  de 
recoDOcimiento  eterno  el  cardenal  legado,  por  los  es- 
fuerzos que  nno  y  oiro  practicaron  para  procurar  la 
concordia  y  la  reconciliación  entre  los  dos  príncipes, 
y  para  libertar  ambos  países  de  las  calamidades  de  la 
guerra.  Jamás  el  sumo  sacerdocio  correspondió  me- 
jor á  8u  misioD  pacifica  y  civilizadora;  Jamás  negocia- 
dor alguno  desplegó  mas  diligencia  y  actividad,  ni  se 
armó  de  mas  paciencia  y  mansedumbre,  ni  tuvo  mas 
perseverancia  que  el  cardenal  de  Bolonia  para  pro- 
curar que  los  dos  soberanos  enemigos  depusiesen  sus 
rencores  y  vimesen  á  amigables  conciertos. No  desma- 
yaba aunque  sus  esfuerzos  se  estrellaran  céntralos 
arranques  impetuosos,  ó  contra  el  genio  descontenta- 
dizo,  ó  contra  la  infidelidad  á  los  pactos  del  rey  de 
Castilla.  Aquel  varón  apostólico  volvía  con  el  mismo 
fervor  á  continuar  su  santa  obra,  y  do  quiera  y  cuan- 
do quiera  que  veia  ocasión  de  interponer  su  media* 
cion  homanitaria,  alli  estaba  el  afanoso  apóstol  de  la 
paz  derramando  palabras  de  mansedumbre  evaugéli- 

TOMO  TU.  30 


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i64  umMtiA  M  t»if 

dos;  Durante  la  larga  goerr  predicado  á  cora- 
veces  ¡üterrumpida  y  moc* 

US  treguas  se  ajaslaroQ  .  de  pane  del  porp»rado 
se  celebraron  tanlo-  er  cómo  los  pcrsóMge»  Ms- 
eiecutase,  en  que    ,(«"«  ™  "  «"í"»  *>  A"»™ 

„ue  oiDguD.  !■  jxt"  d«  «"i°  P"»»»  '»»  """''^^  ■•* 
g,ndmere(r/¿t'=rn.anoa  bastardos  don  Fadnqoe 

generan-^.."»  ««^  ''«I»  «8»  "=°°'™  °'  ""I 
ialiga'  ^V'm  .hora  huestes  en  su  fa«¡r  y  van  4 
.  ,•   >¿„  su  hermano  don  Enriqoede Trastamara, 

*     /•¿ífra""»  '«»'''"  ™°'''°  ""  "'"**  '  ™'''''° 
»''^e  Aragón  y  era  el  alma  de  la  guerra  oon- 
'*'«  Pedro  de  Castilla.  El  procer  gallego  don  Fer- 
"^j  de  Castro,  cuñado  do  don  Enrique,  hermano 
Je  doña  Juana,  la  moger  deshonrada  y  borlada   por 
don  Pedro  en  Cuellar,  el  que  en  la  liga  representaba 
el  papel  de  vengador  de  un  escarnio  hecho  por  don 
Pedro  al  honor  de  su  hermana  y  al  lustre  de  su  fa- 
milia, es  ahora  uno  de  los  capitanes  del  rey  de  Casli^ 
lia  contra  el  de  Aragón  y  contra  su  cuñado  el  conde 
dan  Enrique.  El  infante  don  Fernando  de  Aragón,  an- 
tes enemigo  del  monarca  aragonés  su  hermano,  alter- 
nativamente amigo  y  contrario  de  don  Pedro,  alterna- 
tivamente contrario  y  aliado  de  los  basUrdos,  sigue  pri- 
mero las  banderas  del' rey  do  CasUlla,  entabla  luego 
inteligencias  con  el  de  Aragón,  y  se  pasa  pronto  i  sos 
estandartes,  para  ser  alli  tan  turbulento  y  tan  incons- 
tante como  acá.  El  infante  don  loan  signe  militando  en 


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\ 


fÁsn  II.  UBU>  lu.  467 

peadoaes  á  los  de  su  hermano;  el  uno  para 

tsamente  á  maDos  de  don  Pedro  de  Aragón, 

urrir  muerte  alevosa  á  niaiios  de  don  Pe- 

.ii3.  TjOS  desarreglos  y  los  alentados  del 

^aaciaa  mas  y  mas  deFeccioDes,  y  las  defeccio- 

.^  irrilabao  mas  el  genio  iracundo  del  monarca. 

Durante  esia  geerra  de  Aragón  ó  por  mejor  decir, 
en  los  períodos  de  tregua  6  de  descanso  que  le  dejaba, 
foé  cuaado  se  desarrolló  en  don  Pedro  de  Castilla  en 
todo  su  rudo  furor,  el  afau  de  verter  sangre.  Es  ana 
verdad  lo  que  antes  dijimos,  que  las  escenas  trágicas 
de  Medina  del  Campo,  de  Toledo  y  de  Toro,  no  hablan 
sido  «no  el  preludio  de  los  horrores  de  este  largo  y 
sangriento  drama.  A  don  Fadrique  sn  hermánale 
llama  de  lejanas  tierras^  le  .recibe  afable,  le  invita 
afectuoso  á  que  repose  del  viage,  le  vuelve  á  llamar 
ixm  afectado  cariño,  y  ordena  á  sus  ballesteros  que  le 
aplasten  el  cráneo  con  sus  pesadas  mazas;  observa  que 
ano  res[ñra,  y  alarga  sq  propio  puñal  para  que  le  cor- 
ten el  último  aliento,  y  no  le  amargan  pi  se  le  anudan 
en  la  garganta  los  manjares  que  come  en  la  pieza  en 
que  yace  tendido  el  cadáver  del  hijo  de  su  mismo 
padre.  No  le  vale  á  Ruiz  de  Villegas  llevar  en  sus  bra- 
zos por  escodo  á  una  tierna  niña*  hija  del  mismo  rey: 
aquella  inocente  pudo  ver  al  autor  de  sos  días  hacer 
oficio  de  verdugo  clavando  por  su  propia  maao  la  da- 
ga  en  ^  pecho  del  que  la  buscó  por  amparo.  Con  el 
ansia  de  sacrificar  á  su  hermano  don  Tello,  cruza  des- 


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Í6S  HUTOftU  n  ESFlfil. 

(le  Sevilla  á  Vizcaya,  y  aun  se  lanza  tras  él  á  loa  ma- 
res: uaa  txtrrasca  salva  la  vida  al  bermaoo  bastardo. 
Ueaos  afortunado  el  iofaole  doa  Jaaa  de  Aragón  su 
primo,  cuando  esperaba  que  el  rey  le  ponga  en  poseáoo 
del  señorío  da  Vizcaya  que  le  ha  ofrecido,  en  vez 
de  electores  que  le  aclamen,  encuentra  verdugos  que 
le  asesinen  de  mandato  y  á  la  presencia  del  rey. 
En  Burgos  creen  hacerle  una  ofrenda  agradable  pre- 
senlánd(^e  seis  cabezas  cortadas  de  sn  orden  en 
otros  tantos  pueblos  de  Casulla.  En  Villaoubla  co- 
mía tranquilamente  Alvarez  Osorio  con  el  hermano 
de  la  Padilla,  cuando  de  improviso  cayeron  sobre 
su  cabeza  tas  rudas  mazas  de  los  ballesten»  del  rey. 
Negociando  paces  con  el  legado  pontificio  se  baila- 
ba el  antiguo  é  ilustre  servidor  Gutierre  Fernandez 
de  Toledo,  coando  fué  llamado  engañosamente, á  Al- 
fíro  para  recibir  alli  muerte  alevosa.  El  tesorero  Sa- 
muel Lev!  acaba  sus  días  entre  horribles  tormentos, 
como  el  adelantado  de  León  Pedro  Nuñez  de  Gozman. 
Y  noa  vez  que  le  dió  gana  de  guerrear  contra  los  in- 
fieles, fué  para  escandalizar  á  moros  y  cristianos  con 
la  muerte  del  rey  Bermejo  de  Granada  y  de  obtis  coa* 
renta  mosuloianes,  después  de  agasajarlos  con  un  es- 
pléndido banquete,  complaciéndose  en  clavar  por  su 
mano  la  primera  lanza  en  el  pecho  del  emir  que  se  ha- 
bía conBado  á  su  amparo  y  goierosidad. 

¿A  dónde  llegaría  el  registro  de  las  matanzas  si 
fuéramos  á  indÍTÍdualizar  actos  y  nombres?  Conceda- 


D,g,t7cdb/GOOgIc 


PABTB  II.  LIBIO  HI.  4'69 

mos  que  tod(H  los  que  hemos  nombrado  y  los  que  he-- 
mos  omitido  merecerían  suplicio  de  muerte;  ¿y  cuái 
«ra  el  crfmw  de  los  dos  jóvenes  hermanos  doo  Pedro 
y  don  Juan,  inmolados  en  la  cárcel  de  Carmona,  antes 
de  haber  tenido  m  edad,  oi  tiempo,  ni  ocasión,  ni  po- 
sitúlidad  de  ofenderle?  Síú  duda  para  don  Pedro  de 
Cásiitia  que  tenía  bijos  de  tantas  mugeres,  fué  un  de- 
lito imperdonable  en  aquellos  tiernos  mancebos,  haber 
nacido  del  mismo  padre  y  de  otra  madre  que  él.  Si 
la  iaocencía  do  estaba  al  amparo  de  las  iras  del  rey 
justiciero,  tampoco  la  belleza,  ni  la  juventud,  ni  las 
gracias  del  seso  débil  debian  estar  al  abrigo  de  los  ri- 
gores del  monarca  benigno.  Si  para  flacas  mugeres  no 
se  oecesitan  ni  pesadas  mazas,  ni  pañales  de  tres  Glos, 
hay  yerbas  y  tósigos  que  abrevian  prodigiosamente  los 
dias.  No  somos  nosotros,  son  autorizados  cronistas  los- 
que  cargan  sobre  la  conciencia  del  rey  valiente  y  jus- 
ticiero el  p^o  enorme  de  haberse  desembarazado  por 
tan  inicuos  medios  de  la  reina  doña  Leonor  su  tía,  de 
la  esposa  de  su  hermano  doo  Tello,  de  la  viuda  de  su 
primo  el  inbnte  don  Juan,  y  de  haber  cerrado  este 
corto  pero  horrible  catálogo  con  el  sacríBcío  de  la  ino- 
cente, de  la  virtuosa,  de  la  bella  y  joven  doña  Blanca 
de  Borboa,  reina  de  Castilla  y  esposa  del  rey  ante  Dios 
y  los  hombres....! 

No  han  acabado  los  suplicios,'  porque  faltan  las  ca- 
tástrofes sangrientas  de  Toledo,  de  Córdoba,  y  de  Se^ 
villa  en  el  último  periodo  de  este  reinado  de  sangre. 


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i70  HisToiu  DB  umRa. 

Pero  D09  embaza  ya  la  qae  va  vertida,  y  es  llegado d 
momento  de  cumplir  con  el  triste  deber  que  nuestra 
tarea  dos  impone  de  pronunciar  neesfro  fallo  histórico 
sobre  un  mooarca  con  tan  diversos  colores  retratado. 
Justicia  había  y  razón  para  castigar  á  muchos  de 
los  persoaagea  que  ñguratt  eo  esta  galeriadesu|dicia- 
dos.  Si  fueron  traidores  ó  rebeldes  é  su  soberano  legí- 
timo, si  acaudillaron  ú  fomentaron  sediciones,  si  lle- 
vando las  banderas  de  su  rey  andaban  en  tratos  se- 
cretos con  los  enemigos  de  BU  monarca,  no  seremos 
nosotros  los  que  aboguemos  por  la  impunidad  de  los 
sediciosos  y  de  los  desleales,  ni  Iw  qne  defendamos 
á  los  perturbadores  de  los  estados.  Comprendemos 
también  .qae  se  creyera  conveniente  un  sistema  de 
severidad  y  de  terror  para  con  los  verdaderos  de- 
lincneates  ó  para  con  los  enemigos  temibles:  conce- 
demos qne  se  conceptuara  necesario  prescindir  de 
largos  trámite»  para  la  imposición  de  los  castigos: 
pero  de  esto  á  recorrer  el  reino  seguido  do  una  com- 
pañía de  sayones  y  verdugos,  como  los  satélites  de  nn 
planeta  sangriento;  de  esto  á  los  sumarlos  procesos 
compendiados  eo  las  lacónicas  frases  de:  «ballesteros, 
prended  y  matad:»  de  esto  á  descender  á  las  veces 
el  monarca  al  oficio  de  verdugo;  de  esto  á  emplear  la 
misma  cuchilla  para  cortar  inocentes  que  criminales 
cabezas;  de  esto  á  verter  con  la  misma  impasibilidad 
la  sangre  del  hijo  inocente  de  un  artesano  que  la  de 
un  promovedor  de  rebeliones,  ta  de  un  hermano  buár- 


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FABTB  II.  LIBIO  III.  47f 

boo,  tierno  é  íaofeosivo,  que  la  de  un  desleal  capitao 
de  fronlera,  y  de  esto  á  ordenar  el  suplicio  de  una  viu- 
da desveoturada,  de  una  reíua  ilustre,  y  de  una  es- 
posa, reina'  también,  que  do  habia  cometido  mas  crí- 
leen  que  llorar  y  rezar  en  calabozos  y  en  prisioaes;  de 
esto  &  halagar  á  los  hombrescon  dulces  promesas  para 
atraerlos  á  la  mum-te,  á  soareírlos  para  matarlos,  á 
convidarlos  á  su  mesa  para  clavarles  el  puaal  mas  & 
mansalva^á  mostrarse  afoctaoso  al  liampo  de  mandar 
descargar  las  mazas  sobre  las  cabezas;  de  esto  á  ensa- 
ñarse oon  los  cadáveres  hasta  arrojarlos  por  la  venta- 
na ctíD  sarcástíco  ludibrio,  hay  una  distancia  inmen- 
surable. Lo  nno  constituiría  un  monarca  severamente 
jnsticiero:  lo  otro  representa  un  vengador  cruel. 

A  arranques  de  un  genio  vivo,  impetuoso  y  arre- 
batado se  suele  atribuir  las  violencias  de  este  monarca. 
Nos  alegraríamos  de  poder  creerlo  asi:  mas  por  des* 
gracia  es  un  error  que  la  historia  tiene  que  rectificar. 
La  mayor  parte  de  los  suplicios  ordenados  ó  ejecuta- 
dos por  don  Pedro  fueron  resuttado^de  moy  anticipa- 
dos ymuy  meditados  planes.  No  eran  movimientos 
indeliberados  y  momentáneos  de  aquellos  á  que  se 
deja  arrastrar  un  genio  fácilmente  irritable  en  qne 
tiene  poca  parte  la  reDexion,  y  á  cuya  ejecución  sue- 
le seguir  inmediatamente  el  arrepentimiento:  no  lee- 
mos qne  don  Pedro  se  arrepintiera  nunca  de  lo  que 
hacia:  obraban  en  él  de  acuerdo  la  cabeza  y  el  cora- 
zón: ó  por  lo  menos  eran  unos  acaloramientos  los  de 


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4-72  BISTOIU  DB  UMIÍA. 

don  Podro  que  le  daraban  mncbos  años  y  qoe  le  de- 
jaban la  cabeza  despejada  y  fría  para  diacarrir  y 
combioar  los  medios  de  ejecacioo. 

Pero  el  grande  argumento  de  los  defensores  ó  de 
los  disculpadores  del  rey  don  Pedro,  el  que  presentan 
como  iodestructible,  es  la  rudeza  de  su  época.  Aparte 
de  que  la  moralidad  de  las  acciones  bamanas  ba  sido 
y  será  perpetuamente  la  misma  en  todos  los  siglos, 
¿ban  estudiado  bien  la  época  del  rey  don  Pedro  los 
que  la  invocan  para  justificarle? 

Si  ruda  fuá  su  época,  mucho  mas  lo  sería  la  de 
los  reinados  que  la  precedieron,  y  seríalo  tamluen  la 
de  los  que  le  ^gui^ron  inmediatamente,  porque  ni 
una  sociedad  se  civiliza,  dí  las  costumbres  de  na  pue- 
blo se  mudan  y  alteran  en  el  trascurso  de  una  década 
de  años,  y  mas  do  sobrevioieado,  como  entonces  do 
le  hubo,  niuguDO  de  aquellos  acontecimieotos  estraor- 
dinarios  que  influyen  traaceadentatmente  en  la  coodi- 
eion  intelectual  y  moral  de  las  sociedades  humanas. 
Rebeliones  y  disturbi(H  y  traiciones  esperí  mentaron, 
sin  ir  muy  atrás,  los  reyes  Alfonso  X.,  Sancho  IV., 
Fernando  IV.  y  Alfonso  XI.  qoe  precedieron  inme- 
diatamente á  don  Pedfo;  traiciones  y  revueltas  y  re- 
beliones esperimentaron,  sin  venir  muy  adelante,  los 
-reyes  Enrique  II.,  Juan  I.  y  Enrique  III.,  que  á  don 
Pedro  sucedieron  inmediatamente;  y  sin  embargo,  de 
niognno  de  estos  monarcas  cuenta  la  historia  la  serie 
de  suplicios  y  do  matanzas  y  de  actos  de  iohamani- 


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MRTBll.  LIBMOIII.  4'73' 

dad  y  de  fiereza  qae  ensangrientan  las  páginas  de  la 
de  don  Pedro  de  Castilla.  Casos  aislados  de  injastícia, 
de  violencia-  y  de  tiranía  hemos  referido  de  algunos,  y 
coD  Dueslra  severa  imparcialidad  los  hemos  reproba- 
do y  coodeaado:  ninguno  se  saboreal>a  coo  la  sangre 
que  .vertía,  nioguoo  hizo  de  la  crueldad  un  sistema, 
nioguoo  mereció  el  título  de  croel:  reservado  estaba 
este  triste  privile^o  para  don  Pedro  de  Castilla,  que 
ocupó  el  lugar  medio  entre  estos  príncipes  en  el  or- 
den de  los  tiempos. 

De  ruda  se  califica  una  época  en  que  regia  como 
ley  del  estado  el  sabio  y  venerable  código  de  las  Siete 
Partidas;  de  ruda  una  época,  en  que  coa  tanta  frecuen- 
cia se  reunían  para  legislaren  unión  coa  el  monarca  las 
cortes  del  reino,  compuestas  de  los  (res  brazos  del  Es- 
tado, clero,  nobleza  y  pueblo;  de  ruda  una  época,  ea 
que  había  una  legislación  que  consignaba  la  inviolabi- 
lidad de  los  diputados,  que  prescribía  que  nínguo 
ciudadano  pudiera  ser  preso,  ni  despojado  de  sus  bie- 
oes,  oi  menos  condenado  á  muerte  ni  á  peoa  corporal 
aa  ser  antes  procesado,  oído  y  juzgado  en  derecho;  de 
ruda  una  época  en  que  se  hicieron  multitud  de  leyes 
tan  justas,  tan  sabias,  tan  ilustradas,  que  hoy  mismo 
tomadas  de  aquel  tiempo  y  de  aquellas  córles.-cons- 
tituyen  una  gran  parte  de  nuestra  jurisprudencia,  fi- 
-  guraa  ea  nuestra  actual  legislación,  y  sojuzga  y  falla 
por  ellas  en  nuestros  tribunales  '*'. 

(I)    Ed  loa  apéodícet  que  tsq  ■■  final  it  eate  Totdmeu  baLlaria 


,,Googlc' 


174  BUTOU*  DB   BSPAlti* 

Y  no  se  paede  decir  ai  almiar  qoe  el  ceoocimieoto 

de  las  medidas  coDreníeotes  al  bien  público  y  al  go- 
bierno y  admiaíslracion  del  Estado  esluviora  en  aquel 
tiempo  concentrado  y  como  viaculado  en  un  corto  nú- 
mero de  letrados  que  pudiera  constituir  el  consejo  del 
rey.  No,  la  mayor  parte  de  las  leyes  era  resaltado  de 
peticiones  hechas  en  cortes  por  los  diputados  y  procvi- 
radores  de  las  ciudades,  y  aquellas  peticiones  eran 
por  lo  común  la  espresioa  de  losdeseos  y  de  las  ins- 
trucciones que  los  pueblos  traemiliaD  á  sus  represen- 
Cantes  al  tiempo  de  conrerirles  la  procuración. 

Oimos  decir  y  vemos  escrito  por  algunos  que  en 
aquella  época  no  se  instruían  procesos,  ni  se  obser- 
vaban trámites  y  furmalidades  de  justicia  para  el  cas-* 
tígo  de  los  delincuentes,  de  los  rebeldes  y  de  los  trai- 
dores. Error  crasísimo,  que  desmienten  las  decisiones 
do  lascórtesylas  ordenanzas  de  justicia,  queenoaeS' 
tra  narración  hemos  citado.  En  aquel  mismo  tiempo 
vivía  el  rey  don  Pedro  IV.  de  Aragón,  por  cierto  no 
muy  escrupuloso  en  estas  materias,  y  sin  embargo 
para  cohonestar  el  destronamiento  de  su  feudatario  el 
rey  de  Mallorca  y  el  suplicio  de  don  Bernardo  de  Ca- 
brera tuvo  buen  cuidado  de  formarles  proceso  y  de 

naestroBliictorBaua  cuadro  siaóp-  va  de  la  sociodad  oaitellaoa  «D 

lico  da  l3«  lefus  da  las  aDtiRuaa  materia*  de  legiílacioD,  la*  ditpo- 

c6rte9  qua  forman  hoy  parte  de  la  sicioues  polilícas,  jurídicas  j  cití- 

líuvisima  Reeopilacion-  Es  un  tra-  i«a  de  cada  época  y  da  cada  reioa- 

bajo  que  hemos  hecho  non  guato,  do  que  ae  ha  creído  conveDiente 

¡que  entra  oirás  uliUdades  liana,-  adopUr  en  los  tiempo*  moderDOS, 

nuestro  jaicio,  la  da  ottecer  á  ud  jr  el  astado  social  de  la  monarquia 

golpe  de  víala  la  marcha  progreti>  en  cada  período. 


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PAETI  II.  LIBIO  m.  475 

legalizar,  ¿iquiera  fuese  eo  apariencia,  su  fallo.  Y  si  se 
quiere  aoa  prueba  de  como  los  reyes  de  Castilla  en 
aquel  propio  siglo  jazgaban  á  los  DOtoHameote  rebel- 
des y  criminales,  puede  servir  de  ejemplo ,  lo  que  hizo 
don  Juau  I.  con  su  hermano  baMardo  el  conde  don 
Alfonso. 

Hablase  éste  rebelado  y  hecho  armas  contra  su  so- 
berano diferentes  veces,  y  teníale  preso  el  nx)narca, 
obrando  eu  su  poder  cartas  y  escritos  que  comproba- 
ban el  delito.  A  pesar  de  esto  reunió  su  consejo  para 
consultar  lo  que  debería  hacer  de  él.  Uno  de  los  con- 
sejeros le  dijo:  «Señor,  á  mf  me  paresce  que  vos  de- 
>bedes  encomendar  este  fecho  á  dos  alcaldes  vuestros 
nde  la  vuestra  corte,  que  vean  todos  los  recabaos  que 
itvos  tenedes:  é  sí  después  del  perdón  que  vos  le  fe- 
»cistes  el  conde  vos  erró,  que  io  junguen,  é  se  libre  se~ 
%gund  fallaren  por  derecho  é  fuero  de  Castilla  é  de 
*Leon,  si  lo  él  asi  meresciere.»  Otro  consejero  en  un 
discreto  y  sabio  razonamiento  esposo  al  rey  los  es- 
cándalos y  males  que  habian  producido  algunas  muer- 
tes ejecutadas  ú  ordenadas  sin  forma  de  justicia  por 
los  monarcas  sus  predecesores,  «por  las  cuales  las  sus 
»femas  se  dañaron,  é  les  vinieron  grandes  deservicios: 
Ȏ,  mal  pecado,  todos  los  reyes  de  crisfianos  fablan 
>dello,  diciendo  que  los  reyes  de  Castilla  malarcm  re- 
«batadamente  en  sus  palacios,  é  sin  forma  de  jusli- 
ücia,  á  algunos  grandes  de  sos  regnos,  de  los  cuales 
»vo6pi»iió  algunos  ejemplos.»  Púsole  los  suplicios  del 


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476  BIMMIA  DI  BSTAÜA. 

inraote  don  Fadrique  y  de  don  Sioion  de  los  CaiDeros 
ejecutados  por  don  Alfoaso  el  Sabio,  la  muerte  dedw 
Lope  señor  de  Vizcaya  eo  las  corles  de  Alfaro  por  doa 
SaDcbo  IV.,  las  de  doa  Juan  el  Tuerto  eo  Toro  y  de 
doa  JaaD  Alfoaso  eo  Ausejo  por  Alfoaso  XI.,  las  del 
maestre  de  Santiago  doo  Fadrique  eo  Sevilla  y  del 
infonle  don  Juan  eo  Kibao  por  el  rey  don  Pedro,  y 
decia.  «E,  señor,  como  qnier  que  todos  estos  daños  é 
Kfflaleb  hayan  acaescido  por  ser  fechas  tales  muertes 
«corno  estas,  pero  lo  peor  dello  fué,  que  locaroa  eo  la 
>fama  de  los  reyes  que  tales  muertes  é  en  tal  manera 
«mandaron  facer.»  Aconsejábale,  pues,  que  imitara  ai 
rey  don  Juan  de  Francia  cuando  hizo  prender  por 
traidor  á  doo  Carlos  de  Navarra,  que  le  dio  á  escoger  . 

«abogados  para  que  defendiesen  su  derecho ¿que 

»el  rey  de  Francia  pagaría  el  salario  de  los  doctores 
»quéalli  vioiesen  á  defender  el  derecho  del  rey  de 
«Navarra,  en  tal  guisa  que  fuesen  contentos.  E  asi  se 

>fizo é  un  dia  en  la  semana  traian  al  rey  de  Na- 

kvarra  á  juicio,  é  lo&  procuradores  del  rey  de  Francia 
«acusábanle,  é  los  procuradores  del  rey  de  Navarra 
«defcadian  su  derecho.»  ¥  concluía  diciendo:  «E,  se- 
«ñor,  á  mi  paresce,  si  la  vuestra  merced  fuera,  que 
«vos  en  esta  guisa  debedes  tener  et  fecho  del  conde 
«don  Alfonso  de  que  demandasles  consejo,  é  que  en 

>esto  guardaredes  justicia  ,  é  vuestra   fama » — 

■El  rey  doo  Juan  ( continúa  la  crónica )  era  orne  de 
«buena  consciencia é  plógole  deste  consejo,  i 


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rkvn  II.  LIBIO  ni.  477 

»qaÍ8Íéralo   facer  asi,  segand   que  este  caballero  le 
)»dixera  (*'.» 

¡Qaé  coDtraate  entre  el  proceder  de  este  úonarca 
y  el  de  dra  Pedro  de  Castilla  I  Nos  es,  paes,  ioaposible, 
A  DO  faltar  á  Duestras  coDvícciooes  bistóricas,  justifi- 
car las  sangrieatas 'ejecuciones  y  horribles  violencias 
de  don  Pedro,  y  toiemos  el  sentimiento  de  no  poder 
relevarle  del  sobrenombre,  que  creeoios  desgraciada- 
mente muy  merecido,  de  Cruel. 

Con  las  manos  teñidas  de  sangre  se  presenta  en 
las  uSrtes  de  Sevilla  á  declarar  qnedoña  Haría  de  Pa- 
dilla había  sido  so  legitima  esposa,  y  á  pedir,  coando 
ya  no  exilia,  que  sea  reconocida  como  rana  y  sos 
hijos  como  herederos  legítimos  del  trono  castellano. 
los  que  invoca  como  testigos  presenciales  de  su  ma- 
trimonio SOD  an  hermano  de  la  Padilla,  un  tío  de  la 
misma  ya  difonlo,  'sa  canciller  privado  y  su  capellán 
mayor.  No  reparaba  don  Pedro  que  protestando  estar 
casado  con  la  Padilla  cuando  contrajo  enlace  con  doña 
Blanca  de  Borbon,  se  acusaba  á  sf  mismo  de  bigamo 
en  el  hecho  de  haber  celebrado  otras  nupcias  en  Cae-' 
llar  con  doña  Joana  de  Castro.  Y  si  en  Cuellar  no  le 
hilaron  dos  prelados  de  tan  elástica  conciencia  que 
antorizáraa  aquel  escándalo,  i&  qnién  puede  sorpren- 
der que  encontrara  en  Sevilla  quien  jurara  sóbrelos 
Santos  Evangelios  haber  visto  caer  la  bendición  nup-' 
ciat  sobre  don  Pedro  y  doña  María?  La  praeba  de  lo 
(I)    Crúnica  de  dou  Juan  1.,  Afio  vil.  cap.  4  7  e. 


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178  HVTMU  DB  EfPAiA. 

qae  había  qae  fiar  eo  (ales  teslimonios  la  ofreció  el 
arzobispo  de  Toledo  doa  Gómez  Uaariqíie,  que  des- 
pués de  haber  predicado  eo  Sevilla  un  fervoroso  ser- 
moa  para  persuadir  á  los  délas  cortes  deser  verdade- 
ras  las  razones  del  rey  y  l^ftima  la  sacesion  de  los 
hijos  de  aquel  matrioionio,  acaudillaba  poco  después 
las  huestes  del  bastardo  don  Enrique,  y  dejábale  éste 
como  á  la  persona  de  su  mayor  confianza  al  frente  de 
las  tropas  que  sitiaban  á  Toledo.  Época  de  profunda 
inmoralidad  era  aquella»  y  por  cierto  no  filé  la  meaor 
prueba  de  ella  la  cood  ucta  de  las  cortes  de  Sevilla. 

Una  y  otra  dama,  doña  Blanca  deBorbon  y  doña 
Haría  de  Padilla,  bnbieraa  podido  ser  buenas  reinas,' 
porque  lenian  cualidad^  escelentes  para  serlo.  Pero 
don  Pedro,  coa  la  fortuna  inmerecida  de  poder  esco- 
ger entre  dos  buenas  reinas,  tuvo  la  torpe  habilidad 
de  dejar  sin  reina  á  Castilla.  La  una  cautiva  y  prisio- 
nera siempre,  la  otra  siempre  manceba  para  el  coa- 
eepto  público;  la  ona  maríeodo  de  orden  suya  en  un 
calabozo,  la  otra  declarada  reina  y  consorte  después 
de  muerta,  condújose  don  Pedro  inicuamente  coa  la 
primera  y  no  acertó  á  reparar  el  hcMior  de  la  segun- 
da. Si  don  Pedro  estaba  casado  con  doña  María  cuan- 
do vino  doña  Blanca,  según  dijo  en  las  cortes  de  Se- 
villa, 00  debió  haber  engañado  á  doña  Blanca,  á  Cas- 
lilla,  á  Francia,  al  mondo  entero,  casándose  pública  y 
solemnemente  con  la  princesa  de  Borbon  en  Vallado- 
.  lid.  Si  no  era  sloo  aaiaote  de  doña  María  y  esposo  de 


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fMKtñ  II.  uno  111.  479 

doD*  Blanca,  engañó  pérfidamente  á  las  cortes  del 
reino  eñ  Sevilla.  O  en  Sevilla  ó  en  Valladolid  fué  don 
Pedro  sacrilego  y  perjuro.  Sí  doña  Haría  no  exa  su  es- 
posacoandose  enlazósacrameatalmentecoD  doñaBlao- 
ca»  en  tenerla  siempre  cautiva  y  en  ordenar  su  muerte 
fué  reo  del  cautiverio  y  de  la  muerte  de  nua  reina  de 
Castilla.  Si  doña  Mar(a  era  ya  su  esposa,  ¿por  qué  no 
lo  manifestó»  imitando  é  Alfonso  11.  de  Aragón  cuan- 
do venia  á  darte  su  mano  la  hija  del  emperador  Ma- 
nuel de  Constantinopla  declarando  no  poder  realizar 
su  enlace,  por  haberlo  hecho  ya  con  dona  Sancha  de 
Castilla?  Si  era  su  esposa,  ¿porqué  no  cuidó  de  mirar 
por  su  honra,  y  no  que  la  tuvo  tantos  años  con  escán- 
dalo páblíco  reducida  á  la  condición  lastimosa  de  man- 
cebal  Si  temía  (hender  á  la  Francia,  ¿no  la  ofendía 
mas  con  repudiar  á  doña  Blanca  y  con  tener  prisio- 
nera á  la  que  había  sido  pedida  y  enviada  para  reina? 
Doña  Haría  de  Padilla  es  un  persooage  histórico, 
que  escita  interés:  causa  inocente  de  muchos  males, 
'  ni  concitó  odios,  ni  se  hizo  enemigos:  de  Índole  apa- 
cible, de  generoso  corazón,  é  inclinada  á  hacer  bien, 
libró  á  algunos  de  la  muerte,  é  intentó  salvar  á  otros: 
neceátó  ser  muy  buena  para  que  no  la  aborreciese  el 
pueblo  siendo  la  favorita  del  rey  y  habiendo  ocasiona- 
do la  desventura  de  la  reina;  necesitaba  el  rey  ser  in- 
domable para  que  la  influencia  de  la  Padilla  no  al- 
canzara á  amansar  sus  fieros.  Parece  iucoocebíhle  que 
entre  dos  personas  de  lao  opoestos  sentimientos  y  ca- 


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i80  atStOUA  DR  UPAÍA. 

ractéres  padiera  haber  ana  pasión  amorosa  lan  vehe- 
meote  y  Uid  daradera;  pero  esto  deja  'de  so-  iacom- 
prensíble  si  se  atiende  á  lo  que  halaga  obtener  las 
preferencias  de  un  soberano,  dominar  en  el  corazón 
del  que  domina  á  todos,  y  ser  la  única  persona  ante 
quien  el  hombre  belicoso  y  fiero  convierte  la  feroci- 
dad en  dalzura,  y  en  blandura  la  dureza.  Quizá  las 
prendas  de  amor  que  entre  ambos  existían  eran  tam- 
bién ya  lazos  que  unían  indisolublemente  á  la  bon- 
dadosa dama  con  d  amante  vengativo  y  cruel. 

Por  lo  que  hace  á  la  cuestión  entre  los  dos  herma- 
nos que  se  disputaron  el  cetro  de  Castilla,  y  al  pro- 
blema de  si  don  Enrique  fué  traidor  porque  don  Pe- 
dro fué  cruel,  ú  sí  don  Pedro  fué  cruel  porque  don 
Enrique  fué  traidor,  creémoslo  de  bien  fácil  solución, 
al  revés  de  los  que  le  presentan  como  casi  indisola- 
ble.  Don  Eoriqoe  (bé  rebelde  i  antes  que  don  Pedro 
fuese  cruel,  y  don  Pedro  hubiera  sido  crue]  sin  las 
rebeliones  de  don  Enrique.  Pero  ambicioso,  revol- 
toso y  díscolo  como  era  don  Enrique,  de  tal  ma- 
nera se  consideraba  alejado  del  trono  de  Castilla  por 
la  ilegiümidad  de  su  nacimiento,  que  llevaba  ya  don 
Pedro  trece  años  de  reinaré  iban  pasadas  muchas  al- 
teraciones y  guerras,  cuando  le  asaltó  por  primera 
vez  el  peosamieoio  y  se  le  presentó  como  de  po^ble 
realización  la  idea  de  ceñir  una  corona  arrancada  de 
la  cabeza  del  monarca  legitimo.  La  guerra  obstinada 
y  tenaz  que  dou  Pedro  de  Castilla  hacia  á  don  Pedro 


nigiUtrlbyCOOglC 


PASTE  ir.  LIBIO  m.  481 

de  AragOD  abrió  doa  Earíque  el  camiao  para  ajustar 
coD  el  monarca  aragooés  aqael  célebre  pacto  en  que 
éste  se  comprometió  á  ayidar  al  hijo  baatardo  de  Al- 
fonso XI.  á  conqaisUr  el  reino  de  Castilla.  Los  rudos 
sai^icios  y  cruentas  ejecociones  de  doo  Pedro  en  Cas- 
tilla predispusieren  á  tos  castellanos,  proverbialmeii- 
te  amantes  de  la  legitimidad,  á  acoger  y  aclamar  ppr 
Fey  á  quien  carecia  ds  tUulos  y  de  raerecimienlos  pa- 
ra serlo. 

Que  carecia  de  títulos  y  de  merecimientos  deci- 
mos. Porque  ¿cuáles  eran  los  títulos  con  que  se  pre- 
sentaba el  pretendiente  al  trono  cachano?  Dob  En- 
rique representaba  no  origen  impuro:  den  Enrique 
babia  hecho  armas  machas  veces  contra  su  soberanOf 
y  era  no  revolvedor  incorregible:  don  Enrique  do  ha< 
bia  tenido  reparo  ea  estrechar  alianza  coa  la  que 
hatúa  ordenado  d  asesinato  de  sa  madre  doña  Leo- 
nor: don  Enrique  habia  huido  á  Francia  cobarde- 
mente y  no  se  habia  distiognido  en  Espaaa  ni  por  su 
valor  ni  por  sus  virtudes:  y  por  último  don  Enrique 
invadía  á  Castilla  acaudillando  tropas  mercenarias  es- 
traogeras,  numerosa  turba  de  bandoleros,  foragidos 
y  gente  avezada  á  vivir  de  rapiña,  que  no  eran  otra 
cosa,  aparl^  de  algunos  capitanes,  las  grandes  com- 
pañfas  francesas.  Y  á  pesar  de  esta  reunión  de  ele- 
mentos tan  poco  á  propósito  para  halagar  el  carácter 
castellano,  don  Enrique  se  ve  proclamado  casi  sin 
contradicción  desde  Calahorra  hasta  Sevilla,  no  por 
Tono  Tit.  31 


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482  BlBTOmA  Dt  BSPAfÍA. 

amor  de  los  castetlaoos  á  doa  Enrique,  sino  por  odio 
(le  los  casteltanos  i  don  Pedro. 

Síd  embargo,  pi'ea  Castilla  se  b»  estioguido  el 
respeto  á  la  legitimidad,  ni  en  et  pecho  de  doo  Pedro 
se  ha  apagado  el  ardor  belicoso,  y  si  sh  alma  sieote 
el  infortunio,  en  so  corazón  no  cabe  e)  desaliento. 
Vuelve,  pnes,  don  Pedro  eoxiliado  de  tropas  ingle- 
sas, como  don  Enrique  había  venido  acompasado  de 
tropas  francesas.  Ya  los  dos  hermanos  no  tienen  que 
reoonvenirse  en  panto  á*  traer  armas  estrangeras  á 
Castilla.  En  los  campos  deNAjera  se  encuentran  fren- 
te á  frente  don  Pedro  y  don  Eoriqoe,  el  príncipe  Ne- 
gro y  Bertrand  DuguesclÍD,  el  caballero  inglés  mas 
cumplido,  y  el  personage  francés  mas  rudamente  ca- 
balleresco de  su  época.  Vencieron  don  Pedro  y  los  in- 
gleses, Bertrand  fué  hecho  príáonero,  don  Enríqoe 
huyó  á  Francia,  y  don  Pedro  qeedaba  otra  vez  señor 
de  Castilla. 

Mas  no  renunciando  á  sus  anlignos  instinlAs,  al- 
tando descaradamente  á  las  promesas  y  juramentos 
solemnes  que  babia  hecho,  el  de  Gales  le  abandonó 
maldiciéndole,  y  los  castellanos  tampoco  le  bende- 
cian.  Asi  coando  volvió  don  Enriqne,  encontró  ya  al- 
zadas contra  sa  hermano  varías  pt^laciones  do  Casti- 
lla, y  no  te  valió  á  don  Pedro  ni  llamar  en  so  ayuda  á 
los  moros  de  Granada,  ni  buscar  su  ventara  coosal- 
tando  &  agoreros  y  magos.  El'trágico  drama  se  des- 
enlazó en  Honliel  por  medio  de  una  pérfida  alevosía. 


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pAiTi  II.  uno  111.  tSS 

con  que  el  caballero  Dagaescltn  empañó  el  lastre  de 
sM  anteriores  proezas,  y  don  Enrique  añadió  á  sus 
tftutós  de  bsstardo  y  osnrpadot-  los  de  traidor  y  fra- 
tricida. No  es  cosa  Doéva  que  anos  críminalea  sirvan 
oomo  de  ios^umento  profideüciat  para  la  expiación 
de  otros  criminales,  y  don  Pedro  que  habia  teñido  su 
pnñal  en  la  sangre  de  sus  hermanos,  pereció  á  sn  vez 
al  filo  del  pañal  de  un  hermano. 

Repítese  mucho  que  don  Pedro  se  proponía  aba- 
tir le  nobleza  y  Tavórecer  al  pueblo,  libertar  á  éste 
de  la  opresión  en  qae  te  teaíaü  los  magnates,  y  ro- 
bustecer la  antwidad  y  el  poder  de  la  cM'ona  con  el 
elemento  popular,  de  lo  ceaf  dicen  provino  el  encono 
de  los  nobles  y  sus  rebeliones.  De  haberse  mezclado 
muchas  veces  con  la  clase  (ollma  y  humilde  del  pue- 
blo deponen  las  anécdotas  y  aventuras  que  la  tradí- 
cioD  y  la  poe^a  nos  han  trasmitido.  De  haber  conver- 
tido el  |viQeipi0  pf^lar  en  sistema  de  gobierno,  no 
nos  ha  »do  pMfUe  hallar,  por  mas  que  hemos  cs- 
codriñado,  testiMoaios  históricos  que  acrediten  el 
fbndaoaento  de  esta  voz,  al  modo  qoe  la  historia  nos 
enseña  haberlo  hecho  los  Fernandos  ni.  y  IV.  y  otros 
monarcas  de  su  siglo. 

ti.  Con  Enrique  II.  se  entroniza  en  Castilla  una  li- 
nea bastarda.  Tan  fatigado  ha  quedado  el  reino  de  las 
tiranías  del  monarca  legitimo,  qne  acepta  con  placer 
un  usurpador,  drida  la  traición,  perdona  el  fratrici- 
dio, y  sostiene  y  consolida  la  nueva  dinastía. 


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46  i  HISTOBtA    DB    ESPAÑA. 

No  era  en  verdad  don  Enrique  el  modelo  de  los 
principes,  pero  bastaba  entonces  que  aventajara  en 
luucho  á  su  antecesor.  Al  revés  de  otros,  borró  siendo 
rey  algunas  de  las  fallas  que  le  faabian  afeado  siendo 
pretendiente,  y  mostró  que  no  era  indigno  de  llevar 
una  corona.  Por  de  pronto  quedaron  sin  ocupacioo  ha- 
bitual los  verdugos,  y  el  puñal  dejó  de  ser  arma  de 
gobierno.  Aunque  tardaron  en  sonielérsele  varías  ciu- 
dades, y  algunos  a^tes  á  don  Pedro  llevaron  hasta 
un  estremo  admirable  so  resiateocia  y  su  tenacidad, 
solo  registra  la  crónica  de  este  monarca  dos  suplicios 
crueles,  el  de  Martin  López  de  Córdoba  y  el  de  Bla- 
theos  Fernandez.  Deploramos  estas  horribles  ejecu- 
ciones, si  bien  pueden  considerarse  como  unas  seve- 
ras represalias,  puesto  que  ellos  hablan  tenido  antes 
la  crueldad  de  matar  á  lanzadas  á  coarenta  prisioneros 
en  la  plaza  de  Carmena.  La  fama  le  acusó  de  haber 
hecho  dar  yerbas  á  su  hermano  don  Tello,  qoe  pare- 
ce continuaba  siendo  tan  infiel  al  hermano  carnal  co- 
mo lo  había  sido  al  hermano  paterno.  Si  la  voz  pú- 
blica no  se  engañó,  no  será  en  nuestro  tribunal  histó- 
rico en  donde  halle  el  crimen  de  don  Enrique  la  ab- 
solución que  á  los  de  igual  naturaleza  de  don  Pedro 
les  fué  negada.  rfo«straBaríamos  que  don  Tello  ex- 
-  piara  asi  los  de  su  vida,  que  habia  sido  una  cadena 
de  inconsecuencias  y  de  infidelidades. 

Tan  dispendioso  don  Enrique  como  habia  ááo 
avaro  don  Pedro,  no  perjudicó  menos  á  Castilla  la 


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MkTB  II.  LIMO  in.  ts5 

prodigalidad  de  las  mercedes  del  uno  que  la  codicia 
del  otro. 

La  ley  de  alteracíoo  de  la  moneda  parasubvenir  á 
tes  atenciones  de  un  tesoro  exhausto  Tué-  uo  error  fu- 
nesto eo  que  ¡Dcurrió  don  Eorique,  como  muclios  de 
sus  predecesores  y  muchos  de  sus  sucesores.  Era  el 
«rror  admiaUlrativo  de  aquellos  siglos.  Aunque  do  tar- 
daba nunca  ea  tocarse  sus  malos  efectos,  no  se  escar  - 
mentaba  en  él.  Sucedía  lo  que  con  aquellos  dolientes 
que  en  su  desesperación  toman  una  medida  que  los 
alivie  momentáneamente  del  padecimiento  que  los 
mortiBca,  aun  á  riesgo  de  que  tes  prodnzca  mas  ade- 
loóte  otra  enfermedad  mas  grave. 

Don  Enrique,  como  la  mayor  parte  de  los  usurpa- 
dores, procnró  hacer  olvidar  su  origen,  y  el  que  había 
conquistado  el  trono  por  el  camino  del  crimen,  doló 
al  reino  de  saludables  leyes  é  institacíones.  El  asesino 
en  Hontiel  decretaba  en  Toro  severas  penascontra  los 
asesinos,  y  el  que  debia  su  corona  al  acero  ordenaba 
que  al  que  sacara  espada  ó  cuchillo  para  herir  á  otro, 
«le  mataran  por  ende.*  AI  revés  de  don  Pedro,  que 
había  sido  buen  legistador'antes  de  ser  cruel  y  tirano, 
don  Enrique  Fué  primero  gran  delincuente  para  ser 
después  gran  legislador.  Parecía  haberse  propuesto, 
como  el  rey  godo  Eurico,  borrar  la  memoria  del  fra- 
tricidio á  fuerza  de  hacer  leyes  justas  y  provechosas. 
Las  de  las  cortes  de  Toro  fueron  an  verdadero  pro- 
greso ea  la  legislación  de  Castilla.  El  ordenamiento 


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48&  msTosu  BR  kspaIU. 

para  ta  admioistracioD  de  justicia,  la  creacioD  de  la 
audiencia,  las  iostniccioaes  á  los  adelaatados,  merir 
DOS,  alcaldes  y  atgviacilQs,  et  estableoimieato  de  las 
rondas  de  policía,  las  ordenanzas  sobre  menestrales, 
la  entrada  solemnemente  reconocida  de  loe  delegados 
de  los  comones  en  el  consejo  real,  las  conceúones  he- 
chas á  los  procuradores  de  las  ciudades  sobre  mata- 
rías de  derecho  y  de  admÍDÍstracion,  la  inOaeocía  qoe 
bajo  su  dominación  alcanzaron  los  diputados  del  pue- 
blo, revelan  el  adelanto  del  pais  en  sa  organización,  y 
el  estudio  del  monarca  en  hacerse  perdonar  el  poder 
usurpado  por  el  oso  que  de  él  bacía.  Varias  de  las  le- 
yes hechas  en  las  cortes  de  Burgos  se  conservan  to- 
davía en  nuestros  códigos. 

A  fuerza  de  actividad  y  de  energfa  sapo  conser- 
varse en  el  trono,  á  despecho  de  todos  los  monarcas 
vecinos,  que  todos  le  eran  contrarios,  sise  oscepliia 
el  de  Fraacia,  y  á  unos  homilió  y  á  otros  mantoro  en 
respeto.  Don  Fernando  de  Portugal  tuvo  qne  arrepen- 
tirse de  haber  querido  dispotarle  el  trono,  cuando  vio 
i  las  puertas  de  la  capital  desu  rein?  al  monarcayal  - 
ejército  castellano,  después  de  haberle  tomado  una  ea 
pos  de  otra  sus  mejores  ciudades.  El  duque  de  Lao- 
caster,  después  de  grandes  y  ruidosos  preparativos  de 
guerra  y  de  jactanciosas  amenazas,  no  se  atrevió  á 
pisar  el  suelo  castellano.  Don  Pedro  de  Aragón  bnbo 
de  renunciar  á  sus  reclamaciones  sobre  el  reino  de 
Murcia»  y  vióac  reducido  á  transigir  con  el  bastardo» 


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PARTlt  II,  UHRU  111.  i87 

y  i  roslituifle  las  plazas  oooquisladas  y  á  dar  su  hija 
en  miirimooio  al  heredero  de  Caslilia.  Carla?  el  Halo 
de  Navarra,  á  pesar  de  su  arliSciosa  doblez,  de  sas 
,  aleves  desigaios,  y  de  haber  llevado  en  su  ayuda  in- 
geses y  gascones,  tuvo  que  solicitar  una  pazhumi- 
llaute  y  somelerseá  uq  tratado  ignominioso,  dando  ea 
rebeoes  á  dou  Enrique  uoa  veiotena  de  castUlos,  des- 
pués de  haber  casado  con  la  infanta  de  CasUlla  á  su 
hijo  Carlos  el  Noble,  principe  digno  de  mejor  padre. 
Asi  fué  ófm  Enrique  el  bastardo  humillando  á  unos, 
baciéndose  respetar  de  otros,  y  sacando  partido  de 
lodos  los  príncipes  enemigos,  y  con  su  «lergia,  su  ta- 
lento y  su  destreza,  puede  decirse  que  llegó  á  legiti- 
mar la  usurpación. 

Si  durante  su  primera  espedicioD  á  Portugal  per- 
dió á  Algeciras,  do  fué  culpa  suya,  sino  de  los  descui- 
dados guardadores  de  aquélla  importante  plaza.  Bien 
mirado,  parcela  unoastigo  providencial  de  haberla  es- 
cogido para  alzar  en  ella  su  primera  bandera  de  re- 
belión. Eq  cambio  tuvo  la  gloria  de  pasear  en  triunfo 
tos  pendones  castelIaDos  desde  el  arrabal  de  Lisboa 
basta  los  muros  de  Bayona;  las  naves  de  Castilla  des- 
truían una  fbla  portnguesa  en  el  Guadalquivir,  des- 
Uozaban  una  armada  inglesa  en  las  aguas  de  La  Ro- 
ehelle,  y  devastaban  el  litoral  de  los  dominios  de  In- 
glaterra, dando  rudas  lecciones  al  orgullo  británico 
sobre  el  elemento  en  que  estaba  acostumbrado  á 
dominar. 


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498  BISTUBI'A    DB  ESFAJlA. 

Celoso  ooiQO  legislador,  y  enérgico  yesforzadbco- 
mo  guerrero,  coodújose  como  prudente  poIflicoeD  la 
delicada  cuestioa  del  cisme  de  la  Igleáe.  En  ealo 
imitó  et  cuerdo  proceder  de  don  Pedro  IV.  de  Ara- 
gón, á  quien  DO  se  puede  dispotar  la  cualidad  de 
grao  político;  lo  cual  Tenia  á  ser  una  acusacioá  tácita 
de  la  peligrosa  Hgereza  coa  que  en  eAte  asunto  habían 
obrado  otros  príncipes  crislianos,  incTüsos  tos  de  Fran- 
-  cía,  no  obstante  ocupar  aquel  trono  uu  Carlos  V.  de- 
nominado el  Pnidente,  ó  el  Ditereto  {Charles  le  8a- 
ge).  Don'  Enrique  rey  era  completamente  otro  hom- 
bre de  lo  que  había  sido  don  Enrique  pretendiente. 

En  lo  qué  no  vemos  que  mudara  de  condición  es 
en  el  vicio  de  la  iaeontineDcia.  Trece  hijos  bastardos 
habidos  de  (aferentes  damas  preganan  bástente  que 
en  este  punto  no  era  don  Earique  quien  con^u  ejen>- 
plo  curara  de  moralizar  á  sus  subditos,  ni  tuviera  de- 
recho á  acusar  de  estragados  á  su  padre  don  Alfonso 
y  á  su  hermano  don  Pedro.  Si  ninguna  de  sus  amo- 
rosas relaciones  fué  de  naturaleza  de  producir  los  es- 
-cándalos  áe  don  Alfonso  y  don  Pedro  de  Casiilla  coa 
laGuzman  y  la  Padilla,  dedonPedro  ydonFernando 
de  Portugal  con  doña  Inés  de  Castro  y  doña  Leonor 
Teliez  de  Ueóeses,  en  cambio  don  Enrique  dio  el  dé 
de^ar  solemnemente  consignadas  sus  flaquezas  de 
hombre  en  su  testamento  de  rey,  y  el  de  señalar  he- 
redamientos á  madres  é  hijos,  del  mismo'modo  y  con 
la  misma  liberalidad  y  tan  desembozadamente  como 


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PAKTB  II.   LIBBO  tlt.  489 

SÍ  loctas  aquellas  hubiesen  sido  legíUmad  esposas,  y 
todos  estos  hijos  legiliiiios  <". 

De  las  dos  versioaes  que  se  daa  á  la  muerte  de 
Eoñque  II.,  parece  la  mas  verosimil  la  que  supone 
culpable  de  ella  á  Carlos  el  Malo  de  Navarra,  si  se 
ha  de  juzgar  por  los  precedentes  y  las  circuuslancias. 
Celebraríamos  se  descubriesen  documentos  qne  liber- 
taran al  monarca  navarro  de  este  cargo  mas. 

ni.  Con  la  proclamación  de  don  luán  I.  acabó  de 
saucionarse  la  eatronizaciqa  de  la  dinastía  bastarda, 
haciéndola  hereditaria. 

En  el  principio  de  este  reinado  se  ven  felizmente 
amalgamadas  la  energía  de  la  juventud  y  la  prudcn- 

(1)    Cono  prueba  de  esta  ver-  por  bien  gue  las  dicbsa  doña  Leo- 
dad  oopiaremo*  alguDas  cláusulas  ñor,  é  dcoa  Juana,  é  doña  CodS' 
de  eata  curioso  testamento.  tanza  nuealras  fijas  que  non  puo- 
lOtroai  mandamos  á  don  Alón-  dan  casar  sin  licencia  é  mandado 
(o  mi  fijo  (t  de  doña  BW ira  Iñí-  déla  reyoa,  ádelioFante... 

Soez),  eucima  de  loa  otros  logaret,  lOlroii  eso  me^mo  rogainosé 

de  la*  Otras  mercedes  qoe  le  fi-  mandamos  á  la  reina.  6  al  inrau- 

cimos  oonTíene  ¿  saben  la  Puebla  te,  qae  á  don  Hernando  mi  fijo,  é 

de  ViraTiciosB,  e  la  Puebla  de  Co-  i  doña  Haría  mi  ñja.queai  enten- 

langa  con  Cansas  de  Onia...  {si-  dieren  criarlos  é  facerles  merce- 

guen  otras  mucnaa  villaa],  é  con  des,  que  lo  fagan;  é  sinñn,  que  al 

todos  sus  términos,  é  vasallos,  é  dicho  don  Ue mando  qoe  lo  bgan 

Djos-dslgo,  é  fueros,  é  cou  todas  clérii^o,  etc.n 

Rua rentas  é  peobos.'é derechos.  T  conclujt^;  tOtroii  porquan- 

á  con  todas  «us  pertenencia*,  é  tofastaagora&algunosolrosnues- 

con  et  seSorfo  Boal;  é  mero-mixto  tros  fijos  é  fijas  que  aiemoa  aii- 

imperio  que  los  no*  átenos do  noa  les  avernos  dado  ninguna 

oOtroei  mandamos  i  don  Fa-  cosa,  nia  tecbo  ninguna  merced, 

drique  mi  flio  la  villa  de  Uausilla  rajamos  á  mandamos  á  la  rejna  é 

con  BUS  aloeas...  é  Alcalá  de  los  al  loFanlo  que  los  quieran  criar,  6 

Gazalee,  á  Medina  Sidonia...  con  dar  caaas,  é    Facerles    mandas, 

todos  lua  términos  etc.  aquellas  que  etlosentendierun  que 

nOtrosi  mandamos  qae  al  dicho  deben  aver,  porque  ellos  lo  pue- 
den Fadrique  le  tenga  doña  Bea-  dan  pasar  como  á  nos  perleoesce, 

triíBU  madre.é  lecrie  fasta  que    éá  su  tionra »  Chrou.  de  don 

sea  deedadde  catorce  años...  Enrique  U. 

«Otroei  mandamoa  é  tenemos 


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490  IIISTOHIA     IIK  K$PAÑA. 

cía  (le  la  andaaiJad.  Don  Juaa  I.  legislaodo  eo  las 
cortes  de  Burgos  parece  ua  monarca  ¿  quiea  la  edad 
y  la  esperieocia  haa  easenado  á  gobernar  uo  pueblo, 
y  sin  embargo  do  es  sino  un  rey  que  acaba  de  cum- 
plir veinte  y  ua  años.  Dos  cosas  le  ba  dejado  reco- 
mendadas su  padre  á  la  hora  de  la  muerte ;  que  coa- 
serve  buena  amistad  coa  el  rey  de  Fraocia ,  y  que  se 
aconseje  bien  en  el  negocio  del  cisma  de  la  Iglesia. 
£a  cumplim.íeoto  de  la  primera,  envia  don  Juan  dos 
flotas  en  auxilio  del  monarca  francés,  y  las  naves  de 
Castilla  dan  un  ejemplo  de  audacia  inaudita  y  un  es- 
pectáculo nuevo  al  mundo,  surcando  las  aguas  del 
Támesis ,  dando  vista  á  Londres  y  regresando  con 
presa  de  buques  ingleses.  En  ejecución  de  la  segun- 
da, congrega  una  asamblea,  concilio  6  congreso  de 
varones  eminentes,  donde  se  discute  con  dignidad  y 
con  madurez  el  asunto  del  cisma,  y  de  donde  sale 
reconocido  como  verdadero  pontífice  Clemente  Vil.: 
el  concilio  de  Salamanca  hace  ecoen  toda  la  cristian- 
dad, ^  donde  no  se  sigue  su  decisión  se  respeta  por 
lo  menos. 

Conjúranse  entretanto  y  se  ligan  contra  el  joven 
monarca  castellano  los  dos  pretendientes  al  trono  de 
Castilla  ,  don  Fernando  de  Portugal  y  el  duque  de 
Lancaster  es  decir,  Portugal  é  Inglaterra.  No  asusta 
esta  alianza  á  don  Juan  é  invadiendo  los  dominios 
del  portugués,  dondu  había  venido  el  conde  de  Cam- 
bridge, hermano  del  de  l^ncaslcr,  obliga  al  de  Por- 


,,Googlc 


FAETE  ti.  LIVHO  lU.  491 

iuf^al  á  pedir  una  paz  que  debió  paiucer  á  los  iagle- 
se$  bieo  vergonzosa»  cuaodo  de  sus  resultas  vieroa 
al  de  Cambridge  regresar  á  su  reino  abatido  y  mus- 
tio, coa  el  resto  de  sus  destrozadas  compañías. 

Todo  iba  bien  para  Castilla  hasta  que,  viudo  don 
Juan  de  la  reina  doña  Leonor  de  Aragón,  aceptó  la 
mano  de  la  joven  doña  Beatriz  de  Portugal,  que  le 
orreció  su  padre  don  Feroando.  Este  versátil  mo- 
narca tuvo  el  don  singular  de  oegocisr  cinco  matri- 
tnonioa  para  uoa  sola  bija  que  tenia,  y  que  rayaba 
apenas  en  los  doce  años.  Don  Juan  de  Castilla  luvo  á 
su  vez  la  Qaqueza  de  lomar  por  espora  la  que  había 
sido  ya  prometida  sucesivamente  á  su  hermano  bas- 
tardo y  á  sus  dos  hijos.  Le  alucinó  la  idea  de  al- 
zarse coa  el  reino  de  Portugal  cuando  falleciera  su 
suegro,  y  este  ambicioso  designio  fué  una  tenlacion 
funesta  qua  costó  cara  al  rey,  á  la  reina  y  ab  reino. 
La  actitud  con  que  á  la  muerte  de  don  Fernando  de 
Portugal  se  presentó  en  este  reino  don  Juan  de  Castilla, 
.  era  demasiado  arrogante  y  provocativa  para  el  genio 
iodepeudiente  y  altivo  de  ios  portugueses.  La  prisión 
det  infante  don  Juan  ofeadia  también  su  orgullo  na- 
cional y  escitaba  el  interés  de  la  compasión  por  su  in- 
merecido  infortunio*  Con  otra  conducta  y  con  preten- 
siones mas  modesta»  por  parte  del  castellano,  por  lo 
menos  hubiera  podido  ser  proclamada  su  esposa  doña 
Beatriz,  y  sus  hijos  hubieran  sido  sin  contradicción 
reyes.de  Portugal  con  legitimo  derecho.  Pretendiendo 


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49JÍ  mSTURIA    DI    ItSPAÜ*. 

para  sí  la  corona  portuguesa,  la  perdió  para  bu  esposa 
y  para  sus  hijos,  y  ocasionó  á  Caslilla  desastres  que 
él  lloró  toda  su  vida  y  el  reino  deploró  mucho  tiempo 
después. 

En  el  sitio  de  Lisboa  don  Juan  llevó  la  obstina- 
ción hasta  la  imprudencia;  aun  después  de  haber 
visto  sucumbir  la  flor  de  los  caballeros  de  Castilla,  y 
cuando  todos  le  decian  que  era  tentar  á  Dios  el  per- 
manecer mas  tiempo,  todavía  repugnaba  retirarse  ccm 
sus  pendones  victonosos.  Sin  la  peste  de  Lisboa  no  se 
hubiera  perdido  la  batalla  de  Aljubarrola;  pero  des- 
pués de  aquel  estrago,  fué  ana  temeridad  haber 
aceptado  la  batalla:  aqui  el  rey  fué  vfuüma  del  incoa- 
BÍderado  arrojo  de  algunos  y  de  su  propio  pundonor. 
Castilla  le  perdonó  el  desastre,  porque  imprudente, 
temerario  ó  débil,  don  Juan  era  un  monarca  de  buena 
inteocioQ  y  muy  querido  de  sus  vasallos.  ¥  en  verdad 
la  actitud  de  don  loan  L  de  Caslilla  en  las  cortes  de 
Valladolid,  vestido  de  luto,  con  el  corazón  traspasada 
de  pena,  asomándole  las  lágrimas  á -los  ojos,  lamen- 
tando la  pérdida  de  tantos  y  tan  buenos  caballeros  co- 
mo hablan  perecido  en  quella  guerra,  protestando 
que  no  volverla  la  alegría  á  su  alma  ni  quitaría  el  lu- 
to de  su  cuerpo  hasta  que  la  deslioura  y  afrenta  qae 
por  su  culpa  había  venido  á  Castilla  fuese  vengada, 
representa  mas  bion  un  padre  amoroso  y  tierno  que 
llora  la  muerte  de  sus  hijos,  que  qq  soberano  que  los 
sacrifica  á  su  ambición  ó  á  sus  antojos.  A  los  que  ba- 


,,  Google 


rAKTi  II.  Litko  III.  493 

bÍBQ  coDOcido  hacia  quince  años  al  rey  doo  Pedro, 
antojariaseles  fabulosa  teata  sensibilidad,  y  apenas 
acertarían  á  creer  la  transícioo  que  con  solo  el  inte.r- 
nedio  de  un  reinado  esperímentaban. 

Salvó  á  Portugal  la  proclamación  del  maestre  de 
Avis.  Los  sucesos  acreditarou  pronto  que  la  elección 
de  Coiotbra  habia  sido  acertada,  y  Portugal  se  felici- 
tó de  haber  puesto  eo  el  trono  á  un  bastardo  y  á  ud 
religioso:  porque  este  religioso  no  era  un  Bermudo  el 
])iácono,  ni  un  Ramiro  el  Monga,  sino  on  hombre  que 
bajo  el  hábito  de  su  orden  encubría  uo  corazón  de 
guerrero  y  una  cabeza  de  príncipe.  El  maestre  de  Avfs 
fué  el  segundo represenlaote  déla  nacionalidad  portu- 
guesa, el  Alfonso  Enriquez  del  siglo  XIV.,  que  hizo 
revivir  en  Aljubarrota  el  antiguo  valor  de  los  vence- 
dores de  Ourique,  y  mereció  el  título  de  Padre  de  la 
Patria.  Mas  como  hubiese  necesitado  del  auxilio  de 
los  ingleses,  tuvo  entonces  principio  el  protectorado 
que  la  Inglaterra  ha  ejercido  por  siglos  enteros  en 
Portugal,  y  que  en  ocasiones  ha  degenerado  en  una 
especie  de  soberanía. 

Fallábale  á  don  Juan  de  Castilla  hacer  rostro  á 
otro  de  los  aspirantes  al  trono  castellano,  el  duque  de 
Lancaster.  Este  pretendiente,  que  en  el  reinado  de 
Enrique  II.  no  se  habia  atrevido  á  pisar  el  suelo  espa- 
ñol, se  alentó  con  el  suceso  de  Aljubarrota,  y  se  vino 
con  grande  escuadra  á  Galicia,  contando  por  tan  se- 
gura y  fácil  empresa  la  de  apoderarse  del  reino  de 


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494  Bi5T0fiTA  ñu  rsp&Ka. 

Castilla,  que  no  solo  traia  con!ngo  su  esposa  y  su  hija, 
•tino  (ámbieo  una  riquísima  corono  con  que  esperaba 
ceñir  muy  pronto  sus  sienes.  Pero  cala  vez  acreditó 
el  monarca  castellano  que  no  había  sido  inútil  para  él 
la  lección  del  escarmiento  y  la  enseñania  del  inforlnnio. 
Con  aparente,  pero  con  muy  estudiada  inacción  el  rey 
de  Castilla  ni  se  mueve,  ni  acomete,  ni  hostiliza  at  in- 
vasor arrogante.  Deja  al  clima  y  ala  peste,  álaembría' 
guez  y  á  la  incontinencia  de  los  soldados  ingleses  que 
destruyan  sin  peligro  las  fuerzas  enemigas,  y  cuando 
ya  la  epidemia  y  los  vicios  las  han  mermado  en  mas 
de  dos  terceras  partes,  el  rey  de  Castilla,  vencedor  sin 
haber  combalido,  propone  secretamente  al  de  Lancas- 
[er  el  medio  mas  oportuno  y  seguro  de  transigir  para 
siempre  sus  diferencias,  el  matrimonio  de  don  Enri- 
que y  doña  Catalina  para  que  reinen  jontos  en  Casti- 
lla después  de  sus  dias.  El  principe  inglés  acoge  la 
proposición  á  despecho  de  su  amigo  el  de  Portugal,  y 
sale  de  España  dejando  al  portugués  enojado.  El  con- 
venio de  Tronco»  se  solemniza  en  Bayona,  y  se  cum- 
ple en  Palencia,  y  la  preciosa  corona  de  oro  que  el 
'  de  Lancaster  habla  hecho  fabricar  para  so  cabeza  se 
convierte  en  presente  que  hace  al  suegro  de  su  hija. 
Si  otros  merecimientos  y  otros  títulos  no  hubiera 
tenido  don  Juan  I.  de  Castilla  al  reconocimiento  de 
los  castellanos,  bastaría  á  hacerle  digno  de  su  grati- 
íud  el  pensamiento  y  el  hecho  de  haber  enlazado  la 
^^lirpe  bastarda  con  la  dinastía  que  se  llamaba  legf- 


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puTB  n.  LIBIO  ni.  49& 

lima,  CMtando  de  présenle  y  para  lo  futuro  la  cues-, 
tion  de  sQcesioD,  que  hubiera  podido  (raor  á  Casulla 
largas  guerras,  turbacioaes  y  calamidades  sin  cuento. 

Ha»  )o  que  á  nneslro  juicio  da  aoa  verdadera  im- 
portancia  histórica  al  reinado  de  don  Juan  I.  no 
son  ni  ms.  guerras,  ni  sus  taiubs,  di  sos  desas- 
tres, ni  809  tratados  con  otros  prfocipes,  aunque  do 
carezcande  ella,  sino  la  nsltitud  y  la  naturaleza  de 
las  leyes  retigíosaa,  políticas,  ecoaómicas  y  ciríles, 
roB  qtte  t«o  pocterosamente  contriboyó  á  la  orgaDÍza- 
cioa  social  de  )a  momrqufa  castellaoa.  En  los  once 
aSos  de  su  reinado  oo  dejó  de  consagrarse  á  mejorar 
la  legislación  de  sa  reino  sino  aqnetlos  períodos  que 
le  teoian  oíaleriahMiiite  embargado  ó  tas  ausencias  de 
sos  domíDios  6  las  aleaciones  urgente»  de  ana  guerra 
activa.  Aunque  no  existiesen  de  él  sino  los  catorce 
cnademos  de  leyee  que  tenemos  á  la  vista  de  las  he-  ~ 
cbaaen  las  cortes  de  Burgos,  de  Soria,  de  Valladolid, 
deSegovia,  deBrívíesca,  de  Falencia  y  deGnadala- 
jara,  sobrarían  para  dar  idea  de  la  aetiviilad  legislati- 
va de  este  soberano  7  de  s»  solicitud  pera  mejorar  y 
arreglar  lados  los  ramos  de  gobierno  y  de  adminbi- 
tracion.  Algiraas  DOS  r^n  todavía,  y  muchas  daría- 
mos de  buena  gana  á  conocer  eo  so  espHtu  y  has- 
ta en  sv  tetra,  ST  la  consintiera  la  índole  de  niestro 
trabajo. 

Lo  qtfe  no  podemos  dejar  de  consignar  es  que  en 
este  reinado  llegó  ásu  apogeo  el  respeto  y  la  defereo' 


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496  HISTORIA   DE  SSPAÑA. 

cia  del  monarca  á  la  rcpreseDlacioa  nacional,  y  qoe 
el  elemealo  popular  alcanzó  el  mas  alto  ponto  de  su 
influencia  y  de  su  poder.  Nosolamente  el  rey  noobra- 
l>a  por  sí  mismo  en  materías-de  administración  y  de 
gobierno  ún  consulta  y  acuerdo  del  consejo  6  de  las 
cortes,  sino  qtie  en  todo  lo  relativo  á  impuestos  y  á  la 
inversión  de  las  rentas  y  contribuciones  era  el  esta- 
mento popular  el  que  deliberaba  con  ana  especie  de 
sdieranfa  y  con  una  libertad  que  adn^ira  cada  vez  que 
se  leen  aquellas  documentos  legales.  Los  tratados  mis- 
mos de  paz,  las  alianzas,  las  declaraciones  de  guerra, 
los  matrimonios  de  reyes  y  príncipes,  se  esaminabao, 
debatían  y  acordaban  en  las  cortes.  La  admisioa  de 
un  número  de  diputados  de  tas  ciudades  eo  los  con- 
sejos del  rey  marca  el  punto  culminante  del  inSujo 
del  tercer  estado.  Si  hablando  de  época  tan  apartada 
ROS  faese  Ucito  usar  de  una  frase  moderna,  diríamos 
qne  don  Juan  I.  de  Castilla  había  sido  jin  verdadero 
rey  constitaciooal. 

Justo  es  también  decir  qne  ea  tiempo  de  este  mo- 
narca la  sangre  de  los  suplicios  no  coloreó  el  suelo  de 
Castilla',  benigno,  generoso  y  bamanitarío,  el  reino 
descansó  de  los  pasados  horrores;  una  vw.  qne  creyó 
necesario  juKgar  á  un  alto  delincoeote,  consultó  á  su 
consejo,  siguió  el  dictamen  del  que  te  aconsejó  con 
mas  blandura,  y  se  ciñó  estrictamente  á  lá  ley.  Tam- 
bién dejan  en  este  reinado  de  dar  escándalo  y  aflic- 
ción al  espíritu  las  impurezas  y  liviandades  que  afea- 


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MKTBII.   LIBIO  lll.  iO? 

roD  tos  anteriores.  A  pesar  de  los  desa'stres  de  Portu- 
(jal,  fué  ua  reinado  provechoso  para  Caelílla  el  de  don 
Juan  I.  y  puede  lamentarse  que  Tuesc  tan  breve. 

IV.  Al  paso  que  se  notaba  en  esta  segunda  mitad 
del  siglo  XIV  un  verdadero  adelanto  en  los  conocí - 
míenlos  relativos  &  política  y  á  jurisprudencia,  y  que 
en  las  c(3rles,  en  el  consejo  del  rey  y  en  otras  asam- 
bleasse  examinaban  y  discutiaa  con  mucha  discreción 
y  cordura  difíciles  y  delicadas  cuestiones  de  derecho 
eclesiástico  y  civil,  y  se  hacían  muy  sabias  leyes  que 
bonrarian  otros  siglos  mas  avanzados,  la  literatura 
continuaba  rezagada  desde  los  tiempos  de  don  Alfon- 
so el  Sabio,  y  cítase  solamente  tal  cual  nombre  y  tal 
cual  obra  literaria  como  testimonio  de  que  en  medio 
de  aquella  especie  de  paralización  y  ana  decadencia 
no  fallaban  ingenios  que  se  dedicaran,  al  modo  que 
antes  lo  hablan  hecho  el  infante  doQ  Juan  Manuel,  el 
arcipreste  de  Hita  y  algunos  otros,  á  cultivar  las  le- 
tras, siguiendo  el  impulso  dado  por  el  sabio  autor  da 
la  Crónica  general,  de  las  Cantigas  y  de  las  Partidas. 
Figui'a  el  primero  en  este  periodo  un  judio  de 
Carrion,  conocido  con  el  nombre  de  Rabbi  don  San- 
lob,  corrupción  tal  vez  de  Rab  don  Sem  Tob  <*'.  Atri- 
báyense  Á  este  iluslrado  rabino,  que  escribió  en  líem- 
.  po  del  rey  don  Pedro,  varias  obras  poéticas,  cuyos  tí- 
tulos son:  Comaos  y  documentos  del  fey  don  Pedro,  la 

(1)    véase  el  Easiyo  sobra  los    dor  da  Ifls  Rios,  pág.  305,  nott. 
judíos  de  EipaÓB,  del  señor  Ana- 

ToMO  vil.  32 


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498  mSTOSIA   DB   BSPAÜA. 

Vition  del  ermitaño,  la  Doctrina  cristiana,  y  la  Danta 
general  en.  que  entran  todos  los  estados  de  gentes.  La 
círcuDslancia  de  haber  escrito  un  libro  de  doctrina 
cristiana  lacliaa  á  algunos  á  creer  que  Rabbi  don 
Santob-  seria  de  los  judies  conversos,  mientras  oirps 
sostienen  que  era  de  los  no  convertidos,  fundados  eo 
el  hecho  de  llamarse  él  mismo  jadío  en  varios  pasa- 
ges  de  sus  obras  '".  De  todos  modos  este  hebreo  con- 
quistó  con  su  talento  un  lugar  muy  distinguido  entre 
los  poetas  castellanos.  La  mas  notable  de  sus  obras  es 
la  Danza  general  6  Danza  de  la  muerte,  especie  de 
pieza  dramática  en  que  toman  parle  todos  los  estados, 
ó  sea  todas  las  clases  de  la  sociedad,  llamadas  y  re- 
queridas por  la  Muerte,  y  en  que  aparecen  sucesiva- 
mente ea  escena  el  emperador,  el  cardenal,  el  rey,  el 
patriarca,  el  duque,  el  arzobispo,  el  condestable,  e| 
obispo,  el  caballero,  el  abad,  y  basta  treinta  y  cinco 
personages  de  todas  categorías,  basta  los  labradores  y 
meoestrales,  sin  esceplaar  los  de  las  creenoias  mis- 
mas del  autor,  rabbies  y  alfaquies.  Los  diálogos  de 
cada  uno  de  estos  inlertocotores  con.la  Muerte  repre- 

(1)    Ea  una  parte  dice: 

Señor  ney,  noble,  alto, 
Oy  este  sermoo, 

Íue  TTeae  desyr  Saotob, 
tdio  de  CarrioD. 


T  enoliB: 


Non  yi\  el  azor  menos 
Por  nascer  de  mal  nido; 
Nin  lof  eozempliM  bueno* 
Por  los  decir  jadío. 


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rAKTl'U.  LIBW  111.  409 

Hulao  como  éo  bosqaejo  el  cuadro  de  la  relajación  de 
las  coslaDQbreseD  todas  las  clases,  y  los  vicios  de  que 
adolecía  en  aquel  tiempo  la  sociedad  española.  Los  de 
algunas  ciases  están  retratados  con  colores  muy  fuer- 
tes y  vivos  '*'.  La  diccioa  es  generalmente  seacilla  y 
vigorosa,  hay  eo  la  obra  peosamientos  muy  poéticos, 
y  es  de  notar  que  esté  escrita  en  versos  llamados  de 
arte  mayor,  tan  poco  cultivados  desdé  don  Alfonso  el 
Sabio. 

El  qae  en  este  medio  siglo  descolló  mas  como 
hombre  de  letras  fué  el-  canciller  Pedro  López  da 
Ayala,  al  propio  tiempo  guerrero  y  político,  cronista 
y  poeta.  Auque  su  sobrino  el  noble  Fernán  Pérez  de 
Gozmen  no  nos  habiera  dicho  eo  sus  Generañmea  y 


(4)    Pueden  serfir  de  muestra    al  usurero; 
algOBU  MtroEu.  Dloele  li  Hnerle 

.  Traidor,  wureríi},  de  mala  coQoeaeisi 
eredes  lo  que  facer  suelo: 
o  iofernal  tin  mas  deteoencá 


Agora  Teredos  lo  que  facer  suelo: 
Eo  fuego  ioferDal  sin  mas  dateoencL. 
Porué  la  Tuegtra  alma  cubierta  de  duelo. 


Allá  estarédet,  do  eatá  «neaira  abuelo. 
Que  quiso,  uisr  segund  ios  naastei; 
Por  poca  gaoBQOÍa  mal  ligio  gaoasUi... 


Don  Abad  beodito,  lotgada,  tiñoao, 
Quo  poco  caríate  de  veitir  oeltoio, 
Abrazadue  agora,  leredei  mi  upota. 
Pon  qme  deMaatea  placeré*  6  Ticio 


Don  rico  •Tarieolo,  dein  muy  nfsno, 
Qna  Tneatroa  cUoeros  trocaitei  en  oro, 
k  pobtM  é  á  Tindaí  oemita*  la  mano, 
.B  iml  deapaoiUates  el  tubsUo  teaoroi 
No  qoíero  qae  •atede*  mai  en  el  coco. 
Salid  hiego  foera,  aio  otra  pereaa; 
To  vot  DOttraré  Tmir  i  pobreaa ate, 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


500  HISTOBI*  DE   ESPAÑA. 

Semblanza»  que  Ayala  fué  muy  dado  á  libros  é  bislo* 
rías  y.  que  ocupaba  gran  parte  de  tiempo  eo  lee^  y 
estudiar,  dos  lo  díríaD  sobradamente  sus  obras.  Las 
Cróaicas  de  doD  Pedro  y  doa  Enrique  II.,  de  don 
Joan  I.  y  la  de  los  primeros,  años  de  don  Enrique  UI. 
que  debemos  á  su  pluma,  y  de  que  tanto  oos  hemos 
servido,  revelao  que  Ayala  dio  ya  ud  paso  en  la  ma- 
nera de  escribir  esta  clase  de  libros.  5a  estilo,  aun- 
que duro  y  desaliñado,  es  claro  y  natural,  y  á  veces 
00  carece  de  energía.  Aparece  como  el  mejor  prosa- 
dor despoes  de  don  Juan  Manuel;  y  (a  lengua  bajo  su 
pluma  va  saliendo  ya,  como  nota  bien  un  juicioso  crí- 
tico, de  la  tosca  infancia  para  entrar  moy  luego  en  su 
florida  pubertad.  Escribió  ademas  Ayala  un  tratado  de 
'  Cetrería,  6  seatíe  la  casa  de  las  aves  é  desús  phtma- 
ges,  etc.  Mas  la  obra  que  le  acreditó  como  poeta  fué 
la  titulada  Rimado  de  Palacio,  escrita  en  variedad  de 
metros,  la  cual  viene  á  ser  como  un  tratado  de  los 
deberes  y  obligaciones  de  los  reyes  y  de  los  nobles  en 
el  gobierno  del  Estado.  Critica  también  á  veces  con 
mucha  viveza  las  costumbres  y  los  vicios  de  su  tiem- 
po, y  al  modo  del  arcipreste  de  Hita^y  del  judío 
Rabbi  don  Saotob,  seiadigna  en  ocasiones  al  retratar 
la  relajación  y  desmoralización  de  la  época  en  que 
vlvia  í**. 

(I)    Há  aqai   como  piala    ia    loeletradoB. 
■[«ctada  importaocia  qae  se  daban 

Si  quisieres  sobre  aa  plejto  d'ellos  avor  consejo, 
PoDOBse  wdeinn  emente,  luega  sbaun  «1  wjo; 


,,  Google 


PAHTB  II.  LIBBO  111.  ■  SOt 

Del  estado  de  [as  artes,  de  la  indoslria  y  del  co- 
mercio de  Castilla  en  esta  segunda  mitad  del  siglo  XIV. 
se  paede  juzgar,  asi  por  las  noticias  que  dos  sumíais-' 
(rao  las  cróDicas,  como  por  las  leyes  suntuarias  que 
en  este  tiempo  se  hicieron.  Ua  reino  que  presentaba 
ea  los  mares  escuadras  tan  ¡juponentes,  y  flotas  tan 
tsnmerosas  como  la  que  llevó  el  rey  don  Pedro  á  Ca- 
taluña y  las  Baleares,  como  las  qae  en  tiempo  de  don 
Enrique  II.  vencieron  en  las  aguas  de  Lisboa  ,  de  Se- 
Tílta,  de  La  Rochelle  y  de  Bayona,  como  la  queen  e| 
reioado  de  don  Juan  I.  arribó  hasta  la  playa  de  Lon- 
dres desafiando  el  -poder  marítimo  de  Inglaterra;  una 
nación  á  quien  se  atribuía  el  designio  de  destruir  la 
marina  inglesa  y  de  alzarse  con  el  dominio-  del  mar  (<>, 
an^  nación  en  que  solo  los  comisionados  de  las  villas 
marítimas  de  Castilla  y  Vizcaya  obligaron  á  ios  ingle- 
ses á  concluir  el  tratado  de  1.'  de  agosto  13&Í,  por- 
el  que  se  estableóla  una  tregua  de  veinte  años,  oo  po- 
día menos  que  haber  hecho  grandes  adelautos  en  el 
comercio,  porque  et  poder  de.  la  marina  de  guerra 

Dis:  igraot  quMlioa  es  eata,  Kraot  trabajo  aobejo; 
El  plejtoserá  luengo,  ca  ataúe  á  to  el  concejo. 
To  pieoso  que  podría  si^uj  al^o  ajodar. 
Tomando  granl  Irabaio  mis  libros  ealudíar etc.) 

Sobre  la  literatura  de  eslaÉpo-  Eaaayo  segunda,  cap.  6  ;  6.— 

ca  puede  terse  é  Saochei,  Coleo  Aoafa,  Uisl.  de  la  LUecatura  ea- 

Gioa  de  poesiaa  castellanas,  etc.  pañola,  T  otros. 
— Caatro,  Bibliot.  Habin.— Bouler-       íl)    tiarlas  del  re;  de  Inglater- 

-weck,  trad.  por  Cortina.— Tlck-  ra  Eduardo  III.,  en  las  notas  de 

ñor,  Hist.  de  la  Literatura  españu-  Llaguno  ;  Amirola  i  la  Crúoica  de 

la,  tom.  I.  cap.  S  f  9.— Ríos,  Es-  don  Pedro, 
tadios  «obre  lot  judíos  de  España, 


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sos  HMTOUA    DI   ttrAtk. 

de  UD  estado  aupoae  siempre  en  aqad  estado  la  exis- 
(eacía  de  ana  marina  mercaote  correspoadieate.  Des- 
de las  ordenanzas  de  Alfonso  el  Sabio  sobre  aduanas 
y  sobre  importactou  ;  exporiacion  se  ve  ya  un  reino 
que  DO  carecía  de  tráfico ;  el  ordeaamieato  de  sacas 
hecho  eoel  periodo  que  ahora  examinamos  y  las-leyes 
santuarias,  que  demuestran  hasla  qué  pauto  era  co- 
man en  Castilla  el  uso  de  paños  y  tetas  estrangeras, 
confirman  lo  estendido  que  se  hallaba  ya  en  Castilla  el 
comercio.  Los  puertos  de  Vizcaya  eran  mercad(»  de 
estenso  tráfico  con  el  Norte,  y  esta  provincia  tenia  sus 
íáctorfas  en  Brujas,  grande  emporio  de  las  relacicmes 
mercantiles  entre  el  Norte  y  el  Mediodía  o. 

Ed  estos  állimos  años  de  la  época  que  comprende 
nuestro  examen,  recibieron  el  comercio  y  la  industria 
de  Castilla  un  grande  impulso  con  la  introducción  de 
un  interesante  articulo,  que  se  debió  á  las  bodas  de 
doda  Catalina  de  Lancaster  con  el  iorante  don  Enrique. 
Aquella  princesa  trajo  á  Castilla  comaparte  de  sn  dote 
an  rebaño  de  merinas  inglesas,'  cuyas  lanas  se  distín- 
guian  en  aquel  tiempo  sobre  todas  las  de  los  demás 
paises  por  su  belleza  y  finura,  y  desde  entonces  data 
la  gran  mejora  de  la  casta  de  las  ovejas  españolas,  lo 
cual  dio  materia  á  ud  comercio  lucrativo  '^,  y  las  fá- 
'  brícas  de  paños  se  mejoraron  hasta  el  punto  de  poder 
competir  con  las  estraogeras,  tanto,  que  como  habre- 

(4)  DicoioDurio QeoRráfioa-BÍB-  (%)  Capmanj,  Uemoriaa  ,HM. 
lórico  (le  U  Real  Aesaemia  de  la  aoítre  la  ttarioa,  etc.  tom-  III- 
KMoria,  toin.  I. 


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PASTB  II.  LIBRO  tU.  S03 

IDOS  de  ver  {h>co  mas  adelaote,  á  priocipios  del  si- 
glo XV.  pedia  ya  el  reiao  que  se  prohibiera  la  ietro- 
duccioo  de  paoos  estraogeros. 

Sobra  el  estado  délas  artes  indastríales,  de  -la 
agricaltura,  de  los  precios,  materias  y  rormas  de  los 
vestidos  y  de  las  armas  qne  eotODces  se  asaban,  y 
hasta  del  géaero  y  coste  de  las  viandas  y  de  los  con- 
vites, nada  puede  informarnos  mejor  que  los  ordena- 
mientos de  los  menestrales  y  Us  leyes  suntuarias  que  se 
hicieron  en  los  tres  reinados  de  don  Pedro,  don  Enri- 
que II.  y  don  Juan  I.  El  ordenamiento  de  menestrales 
del  rey  don  Pedro  en  las  cortes  de  Vattadolid  de  1 33f 
es  el  mas  esténse  y  minucioso  de  todos;  los  de  don 
Enrique  II.  en  las  de  Toro  de  1 309  y  de  don  Juan  I. 
en  las  de  Soria  de  1380  solo  añadieron  algunas  pe- 
queñas modificaciones  á  aquel  '^>. 

V.  Las  costumbres  públicas,  en  la  época  que  exa- 
minamos,  do  presentan  en  verdad  un  cuadro  muy  ha- 
lagüeño ni  edificaoie,  y  el  estudioque  bacemosde  ca- 
da período  histórico  nos  confirma  cada  vez  mas  en 
que  es  un  error  vulgar  suponer  que  fuesen  mejores,' 
bajo  el  punto  de  vista  de  la  moralidad  social,  los  anti- 
guos que  los  modernos  tiempos,  salvo  algunos  es- 
cepciouales  períodos.'  Si  las  leyes  de  un  pais  son  el 
mejor  barómetro  para,  graduar  las  costumbres  que 
dominan  en  un  pueblo,  no  es  ciertamente  la  mo- 
narquía castellana  del  siglo  XIV.  la  que  puede  escilar. 
-  (I)    VéaDEO  los  apéodiccs. 


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604  HISTOKIA  DB  KSPaOa. 

nuestra  envidia  por  el  estado  de  la  moral  pública. 

Puédese  juzgar  de  las  coshimbres  y  de  la  moraU- 
dad  política  por  esa  mullitud  de  defecctoaes,  de  d^- 
leallades.  de  revueltas,  de  rebelioues,  por  esa  especie 
de  conspíracioQ  perpetua  y  de  agitación  penaancute, 
poresa  conlÍDuainrraccion  de  Tos  mas  solemnes  tra- 
tados, por  esa  incoasecuencia  y  esa  versatilidad  en  las 
alianzas  y  rompiínientos  entre  los  soberaoos,  por  esa 
facilidad  en  hacer  y  deshacer  enlaces  de  príocipes, 
por  esa  iaconslaDcía  de  tos  hombres  y  ese  incesante 
mudar  de  partidos  y  de  banderas,  por  esas  ambicio- 
oes  bastardas  que  coomovian  los  tronos  y  no  dejabao 
descansar  los  pueblos,  por  esa  cadena  da  infidelidades 
de  que  encontramos  llenas  las  páginas  de  las  crónicas 
en  este  tercer  periodo  de  la  edad  media. 

Si  de  las  infidelidades  políticas  pasamos  á  los  de- 
litos comunes,  que  mas  afectan  y  mas  perjudican  i  la 
seguridad  y  al  bienestar  de  los  ciudadanos,  á  saber, 
los  asesinatos  y  los  robos,  harto  deponen  del  misera- 
ble estado  de  la  sociedad  castellana  en  este  punto  esas 
confederaciones  y  hermandades  que  se  velan  forzadosá 
hacer  entre  sí  los  pueblos  para  proveer  por  sí  mismos 
á  su  propia  defensa  y  amparo  .contra  los  salteadores  y 
malhechores:  confederaciones  y  hermandades  que  las 
cortes  mismas  pedían  ó  aprobaban,  y  que  los  monar- 
cas  se  consideraban  obligados  á  sancionar,  vista  ta 
ineficacia  de  las  leyes  y  de  los  jueces  ordinarios  para 
la  represión  y  castigo  de  tan  frecuentes  crímenes.  Es- 


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PAKTS  11.  LIBRO  111.  S05 

tos  males,  de  que  el  croDÍ3la  de  Alfonso  XI,  hacia  lan 
triste  y  laslimosa  piotura,  do  habían  cesado  en  tiempo 
de  Enrique  II.,  á  quien  las  cortes  de  Burgos  en  1367 
pidieron  por  merced  que  «mandase  facer  hermanda- 
des, é  que  ayuntasen  al  repique  de  tina  campana  ó 
del  apellido,»  en  atención  á  «los  muchos  robos  é  ma- 
ules é  dagoos,  é  muertes  de  ornes  que  se  fasian  en  to- 
»da  la  tierra  por  mengua  de  justicia,»  puesto  que  los 
merinos  y  adelantados  mayores  «vendian  la  justicia 
squeavyande  faser  por  dineros.» Tampoco  se  habian 
remediado  en  tiempo  de  don  Juan  I.,  áquíeo  las  cor- 
tes de  Vatladolid  en  130S  esponiaa  alas  muchas  mner- 
>tes  de  bornes,  é  furtits,  é  robos  é  otros  maleQclos  que 
>se  cometían  en  sus  reinos',  é  los  que  los  facían  acó- 
»gfanse  en  algunos  lugares  de  sennoríos,  é  maguer  tos 
squerellosos  pedían  á  los, concejos  é.á  los  oficiales  qoe 
vies  cumplan  de  derecho,  ellos  non  lo  querían  faser 
xdésiendo  que  lo  non  han  de  uso  nin  de  costumbre, 
>nín  quieren  prender  los  tales  malfechores,  por  lo 
»qual  los  que  fasiau  tos  dichos  maleficios  toman  gran 
«osadía;,  é  non  se  cumple  en  ellos  justicia.»  Y  tal 
proseguía  la  situación  del  reino,  que  en  las  cortes  de 
Segovia  de  1 386  se  vio  precisado  el  mismo  monarca 
á  autorizar  el  establecimiento  de  hermandades  entre 
la»  villas,  fuesen  de  realengo  ó  de  señorío,  y  á  apro- 
bar y  á  sancionar  sus  estatuios  para  la  persecución  y 
castigo  de  los  asesinos  y  malhechores. 

La  incontinencia  y  la  lasdvia  eran   vioiosque 


,,.GoogIc 


S(I6  HISTORIA  DR  ISPAKa. 

tenían  conlaminada  toda  la  sociedad,  desde  el  trono 
hasta  los  últimos  vasallos,  y  de  que  estaba  may  lejos 
de  poder  escepluarse  el  clero.  Respecto  á  los  monar- 
cas DO  bay  sino  recordac  esa  larga  progenie  de  bastar- 
dos que  dejaron  el  último  Alfonso,  el  primer  Pedro  y 
el  segundo  Enrique,  esa  numerosa  genealogía  de  hi- 
jos ilegítimos,  á  quienes  pública  y  solemnemente  se- 
ñalaban pingttes  bereocias  en  los  testamentos,  á  quienes 
repartían'  los  mas  encumbrados  puestos  del  Estado  y 
las  mas  ricas  villas  d^  la  corona,  y  á  quienes  coloca- 
bao  en  los  tronos.  De  público  los  teniaa  también  los 
clérigos,  y  en  algunas  partes  habían  obtenido  privile- 
gios de  los  monarcas  para'  que  los  heredaran  en  sns 
bienes  como  si  Tuesen  nacidos  de  legítimo  matrimo- 
aio,  al  modo  del  que  el  clero  de  Salamanca  había  al- 
canzado de  Alfonso  X.  En  las  córtesde  Soria  de  4380, 
á  petición  de  los  procuradores  de  las  ciudades,  dero- 
gó don  Juan  I.  los  dichos  privilegios,  dicieodo  qae 
tenia  por  bien  «que  los  'tales  Ojos  de  clérigos  qoe  non 
«ayan  nin  hereden  loa  bienes  de  los  dichos  sos  pa- 

vdres  nin  de  otros  parientes éqnalesquier  pre- 

«vítlejos  ó  cartas  que  tengan  ganadas  ó  gauareo  de 
»aqui  adelante  en  su  ayuda...  qne  non  valan,  nin  se 
•puedan  dellas  aprovechar,  ca  Nos  las  revocamos,  é 
«las  damos  por  ningunas.»  Y  no  es  de  maravillar  que 
el  severo  ordenamiento  del  rey  don  Pedro  en  las 
córtesde  Valiadolíd  de  1351  contra  las  mancebas  de 
loe  clérigos,  fuera  ineficaz  y  quedara  sin  observancia. 


,,GoogIc 


'PAKTB  II.   LIMO  UI.  507 

teoieodo  qoe  reproducirle  don  Jaaa  I.  eo  las  de  Brí- 
TÍetca  de  1387,  ea  términos  tal  vez  mas  daros  qae 
80  preantecesor.  Decimos  qoe  do  es  de  maravillar 
que  tales  ordenanzas  no  se  cumpliesen,  porque  á  la 
severidad  de  las  leyes  les  fallaba  á  los  monarcas 
afiadir  lo  que  hubiera  sido  mas  eOcaz  que  las  leyes 
mismas,  á  saber,  el  ejemplo  propio. 

No  estaba  sin  embargo  limitada  la  desmoraliza- 
ción en  este  punto  á  los  monarcas  y  al  clero.  Todas  las 
clases  de  la  sociedad  participaban  de  ella,  según  he- 
mos ya  indicado.  «Ordenamos,  sedecia  eu  las  últimas 
xcórles  citadas,  que  oingunt  casado  non  tenga  man- 
>ceba  públicamente,  é  qualquier  qae  la  toviese  de 
xqualquier  estado  ó  condición  que  sea,  que  pierda  el 
«quinto  de  sus  bienes  fasta  eo  qnantia  de  dtes  mil 
sraaravedfácada  vez  que  ge  la  fiílIareD....  E  aunque 
sningono  non  le  acose  nio  lo  denuncie,  que  tos  alca- 
viles  ó  juesesde  su  oficio  lo  acusen,  é  le  dea  la  pena, 
uso  pena  de  perder  el  oficio.»  Y  de  la  frecuencia  con 
queso  cometía  el  delito  de  bigamia,  y  de  la  neoesi- 
dad  de  atajarle  y  corregirla  con  duras  penas,  dan 
teütimoDÍo  las  mismas  cortes  en  su  postrera  ley  que 
dice:  «Huchas  veces  acaesce  que  algunos  que  son  ca- 
nsados ó  desposados  por  palabras  de  presente,  siendo 
«sus  mugeres  ó  esposas  bivas,  non  temiendo  á  Dios, 
>oin  ala  nuestra  justicia,  se  casan  ó  desposan  otra 
sveSj  é  porque  esta  es  cosa  de  grant  pecado  é  de  mal 
sejemplo,   ordenamos^  é  mandamos  que  qualquier 


nigitfcdb/GoOglc 


sos  H19T0UA  DE   KSFJlSa. 

>que  fuese  oasado  i)  desposado  por  palabras  de  pré- 
nsente, sise  casare  otra  ves  ó  desposare,  que  demás 
■de  las  penas  en  el  derecho  conteDidas,  que  lo  fierren 
jten  lafruettíeeon  un  fierro  caliente  que  sea  fecho  á 
atermal  de  crta. 

Las  repelidas  ordenanzas  contra  los  V3f;os  y  geole 
valdfa,  y  las  providencias  y  castigos  que  se  decreta- 
ban para  desterrar  la  vagancia  del  reino,  prueban  lo 
infestada  que  tenía  aquella  sociedad ia  genteocioea,  y 
lo  difícil  que  era  acabar  coa  los  vagabundos ,  6  hacer 
que  se  dedicaran  á  trabajos  ú  ocupaciones  útiles.  Esta 
debía  ser  ana  de  las  causas  de  los  crímenes  que  se 
cometían  y  de  los  males  públicos  que  se  lamentaban. 
Llenas  están  también  las  obras  de  los  pocos  escri- 
tores que  se  conocen  de  aquella  éptíca  de  invectivas, 
ya  en  estilo  grave  y  sentimental,  ya  en   el  satírico  y 
festivo  contra  la  desmoralizacioQ  de  su  siglo.  Y  si  en 
tiempos  posteriores  se  ha  lamentado  la  influencia  del 
dinero  como  principio  corruptor  délas  costumbres, 
parece  que  estaba  muy  lejos  do  ser  ya  desconocido  au 
funesto  influjo,  según  lo  dejó^consignado  un  poeta  de 
aquel  tiempo  en  los  siguientes  cáusticos  versas: 
Sea  un  ome  nescio  et  rudo  labrador» 
Los  dineros  le  fasen  fidalgo  é  sabidor, 
Quanto  mas  algo  tiene,  tanto  es  mas  de  valor, 
El  que  non  ha  dineros  non  e$  de  si  señor. 


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APÉNDICES. 


CBONOLOGIA  DE  LOS  REYES  COMPRENDIDOS  EN  LOS 
TOMOS  VI  Y  VII. 


Año  en  que 

Año  en  que 

empezaron. 

Nombre». 

ItSi 

Alfonso  X.  el  Sabio. 

1184 

liSi 

Sancho  IV.  el  Bravo. 

1195 

1195 

Femando  IV.  el  Emplazado. 

1311 

13U 

Alfonso  XI.  el  Justiciero. 

1350 

1350 

Pedro  I.  Cruel. 

1309 

1319 

Enrique  li.  ol  Bastardo. 

1379 

1379 

Joan  1. 

•    ABAGO». 

1390 

1176 

1176 

Pedro  111,  el  Grande. 

1185 

1185 

Alfonso  III.  el  Franco. 

1191 

1191 

Jaime  II.  el  Justo. 

13>7 

ia«7 

Alfonso  IV.  el  Benigno. 

1336 

1S»6 

1387 

1387 

.  Juan  I.  «1  Caiadir. 

1395 

1395 

Hinln  el  HuDuno. 

NATAtlBA. 

1410 

1170 

Bnriqoo  t.  el  Gord». 

1174 

1174 

Dula  Juana  y  don  Felipe  el  Eemioio.    1305 

1S05 

Luis  Huitín,  el  Pendenciero. 

1316 

1316 

Felin  el  Largo. 
CM«  el  Calvo. 

isn 

1318 

n,g,t7cdb/C00gIc 


13S0 
•  381 

DoBa  Juana  y  don  Felipe 
Cifloi  el  Malo. 
Cirioa  el  Noble. 

PORTDOiL. 

1117 

1!79 
ISÍ» 
1357 
1S67 
ISSS 

Dionb. 
AUonso  IT. 
Fodro  1. 
Fernando  I. 
Joan  I. 

4n5 

«57 
«»7 
1383 
lt33 

,,  Google 


OBDENAMIENTO  DE  MENESTRALES  DEL  UET  DON  PEDRO. 

Don  Ptdro  por  la  gracia  de  Dio»,  rey  4e  Castilla,  de  Toledo,  d»  Lton, 
de  Galicia,  de  SiviUn,  de  Córibtba,  de  Murcia,  de  Jatn,  det  Álgar- 
be,  de  Álgeeiraté  tenor  áe  Molina. 

Al  concejo  ¿  loa  omcs  baeno»,  ele. 

Primen  mente,  tango  por  bien,  i  mando  que  oinguaos  ornes,  ó  mu- 
geres  que  sean  i  perteoezcan  paia  labrnr,  noo  anden  faldios  por  mío 
•eCorlo,  Din  pidiendo,  oíd  mendigando:  mas  que  todoa  ^abajen  é  tÍ-' 
Tan  por  labor  de  ■ui  maooa,  salvo  aquellos  ó  aquellas  que  ovieaen  ta. 
les  enfermada  dea,  ú  lisiunea  ú  tan  grao  vejei,  qae  lo  non  puedan 
facer. 

Otroai,  teogo  por  bi^ n,  é  mando  que  todoa  loa  labradores,  é  labra- 
doraa,  ¿  * aldioa,  é  personaa  que  lu  puedan,  í  deban  ganar,  como  dicho 
ea,  que  labren  en  las  laborea  de  las  heredades  continuadamente  é  sir- 
van por  aoldadaa  ó  por  jornalea  por  loa  precioa  qoo  adelante  ae  con- 
tíeoen. 

A  loa  zapateros,  denles  por  loa  zapatos  de  lazo  da  buen  cordobán 
para  orne,  loa  mejorea  cinco  maratedia-.  é  el  par  do  loa  zapatos  de  oa- 
nra  para  orne,  de  boen  cordobán,  por  úl  dos  maravedís  6  medio;  é  por 
de  los  suecos  prietos  é  blancos,  de  buen  cordobán,  quatro  maravedís 
é  medio,  é  por  el  par  da  lapatoi  de  lazos  de  badana,  diez  jr  siete  dine- 
~~i:  é  por  el  par  de  loa  zapatos  de  badana  de  muser,  diez  ;  ocho  djn»- 


liechen  tan  buenas  «uelas  como  Ea«ta  aquí  usan  becbar, 
é deatos  precio*  sfuao  k)  mejor  que  ae  aviaiesen. 

B  i  loa  zapateros  de  lo  corado,  denles  por  el  par  de  lo)  zapatos  de 
baea,  ires  auravadie  é  medio,  é  por  el  par  da  laasnelsada  toro,  veinte 
y  do*  dineros,  ¿por  el  P>r  de  las  suelas  de  loa  novillos,  é  de  las  otras 
tan  rocías  como  ollas,  diez  y  ocho  dineros  por  las  mejorea,  é  por  el  psr 
de  las  snela*  nNdlaoaa,  doce  dineros,  é  las  otras  delgadas,  un  marsve- 
di,  é  dende  aynso  oomo  mejor  pudieren. 

B  i  los  otros  remendones  ispateros,  denles  por  coser  por  cada  pai 
de  ansias  de  Isa  mas  recias,  cinco  dineros:  6  las  medianas,  cuatro  di- 
neros: i  de  las  otras  delgadas,  i  tres  dineros,  é  dende  ajoso,  lo  mejor 


D,g,t7cdb/GOOglC 


peñe,  cinco  mgravedis;  é  por  el  UliBrdo  pequcDO  csialBD  »¡ti  adobo 
tres  maravedís:  é  ai  fuete  bolcinado  é  de  las  otras  l.iborea,  cuatro  ma- 
raruilis:  é  por  el  pelote  de  ame  que  Dun  fuere  forrado,  dos  maravadía: 
é  si  fuere  forrado  en  rendnl  6  en  peñ»,  tres  maratedis:  é  por  la  raya 
del  orne  do  (iBDO  de  doce  girones,  é  deodo  ajusa,  doce  dioeroi:  é  den- 
de  arriba  por  cada  par  dogitooea,  undiorro.  Eai  «chare  guaruicioo  en 
ella,  que  le  den  cíoco  dineros  mas.  E  por  la  capa  ú  velaman  sencillo, 
aiu  adobo  ninguno  de  omei  siete  dineros,  é  si  fuere  turrado  d['  cendal, 
quince  dii^eroa:  é  si  quisiere  entretallatln  que  se  avenga  et  que  qui^íe- 
re  entullar  cun  el  allayate,  en  laii'n  de  la  enlretüliadura,  é  p>  r  la  piel: 
é  por  ei  capuz  sin  margamaduras,  ó  sm'forraduraa  quince  dineros:  é 
por  el  (tabuo  tres  dineru^:  é  por  las  calzas  dtl  orne  forradas,  ocbo  di- 
neros: 6  Fin  forraduros  seis  d  iieros:  é  por  Isa  calzas  demuEter  cinco  di- 
neros: é  pnr  él  capirote  sencillo,  cinco  dineros:  é  por  el  pi:ll<,tedema- 
gercon  furraduras,  seis  maravedís  á  sÍo  lurradiira  (^uilromararcdíaé 
medio:  á  con  forradura,  é  uuarnicion  seis  iT):iravi'dia:  é  por  la  saya  de 
la  muger  tres  marovedlr-.e  por  el  redondel  coo  au  capiroli-,  dos  mara- 
vedís: por  las  capas  de  lus  petladoK  forradas,  por  cada  uoa  ocbo  mara- 
vedís: é  por  redonileles,  por  cada  uno  de  ellos  ocho  maravedfs:  é  por 
tas  puní  adías,  por  cada  una  tres  maravedí*:  i  por  loa  mantos  loban- 
du»  forrados  con  su  cilp:^otl^  por  cada  uno  ocho  maravedís:  si  no  fuesen 
forrado),  seis  marüvedis:  é  por  las  mangas  botonadas  é  por  mano*  do 
el  maestro,  quiuco  dineros. 

A  lo?  armeros  que  han  da  facer  loa  escudo<i,  que  les  den  por  ellos 
estos  precios  que  se  siguen.  Por  el  escudo  catalán  de  slmaceo,  «aca- 
rado dos  veces  diez  mara'vt-dis:  é  por  el  escudo  caballar,  el  mejor  de 
las  armas  costosas,  ciento  y  diez  maravedís:  é  por  el  otro  mediano  de 
armas  no  tan  coslosaá,  cien  maravedís:  é  por  cadu  uno  je  loa  eocudoc 
no  tan  costosos,  noiouts  maraTedís;  í  por  el  escudete  de  las  armas  fi- 
nas costosas,  veíale  maravedís:  é  por  la  adarga  mejor  de  armas  mat 
co^tosa<i,  diez  v  ocho  maravedís:  é  que  sea  encorado  dos  veces:  é  por 
la  adarga  mediana,  nuince  maravedís:  6  por  la  otra  adarba  de  morios 
costa,  doce  maravedís:  é  por  cada  una  de  las  ntras  adargas  de  alma- 
cén, siete  msravndis:  é  estas  adargas  oue  las  vendan  é  den  con  ma 
rmimentoa  é  pregaduras:  é  lus  cabalk-riles  con  guarnim lento* 
adoa. 

Eso  mismo  tengo  por  bien  é  mando,  qae  los  otros  menestralea,  car- 

Einteros,  i  albeois,  é  cnoteros,  é  zapateros,  así  de  lo  dorado  como  de 
I  otro,  é  terreros,  é  fondidorea,  é  alfavates,  é  pelMjeroa,  é  freoeros, 
¿  acicaladotes,  é  oreosea,  é  silleros.  í  los  oti  o*  menestrales  de  oG- 
cioa  semejantes  á  estos  que  labren,  ¿  usen  de  sus  oficios,  édo  sos  me- 
nesteres, ¿  que  den,  é  taoren,  i  que  fagna  cada  oiio  cida  una  cosa  da 
aos  oficios,  por  los  precios  que  du  buso  eo  eate  ordenamiento  se  contie- 
ne: é  que  non  reciban  mayur  cuantía  por  ellas,  de  las  que  suso  con- 
tienen: é  cualquier  du  los  dichos  meneatraJcs  que  mayor  cuantía  reCH 
btese,  6  non  quisiere  labrar  é  osar  de  sus  oficios,  ó  fueren,  <i  paaarOB 
contra  lo  que  ea  este  ordeoamíeolo  se  contiene,  sejéadcie  probada  en 
b  minera  que  lutodicba  ea,  qae  pechan  por  la  primera  vegitl*  oia- 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


ownta  mara««dÍB,  é  por  la  segunda  vuada,  cieo  maraTedis:  é  por  I* 
Zarcera  «^da  doeoieoUM  maravedií:  e  dende  adolaove  por  cada  ve- 
^da  doacienUw  maravedís:  é  ai  aon  hobiaro  bienes  de  que  pechar  di- 
fáta»  peiMt,  ó  coalquiera  de  ellaa,  qaa  le  den  por  oada  vegada  la  pena 
de  eulea  qna  ea  puesta  de  loio  coalrt  Um  labradorec 


COSTUHBBBS  PünJCAS. 


£1  capitulo  M  ordMidiBMnto  del  rey  don  Pedro  publicado -^it  tai  eor< 
teide  Valladolid  dé  43BI,  relativo  «{ (rtqfí^AaMan  de utar  Iw 
manceba»  de  lot  etírigoa,  diae  ati; 


OtToai  i  lo  que  dicen  que  en  mucba*  eibdades,  é  villaa,  i  locares 
-del  mió  seSorio,  flue  b>;  muohaa  bairagaDas  de  cléri{(os,  ari  páblioai 
como  ascondidas  e  eDCobiertas,  qae  bqcud  maf  aueltamente,  esin  n- 
gla,  trajeodo  panooa  de  grandes  oontias  con  «dobotí  de  oro,  6  de  plata 
-en  la!  manera,  que  ood  uiaDa,  é  sóbervia  que  traen,  ooa  oatan  revé- 
rencis.  Din  honra  i  laa  duaflaa  hoDradas,  é  mugerea  casadaí,  por  lo  onat 
aconteoQ  mucbaa  vegadas,  peleas  é  contiendas,  4  dan  ocasión  i  las 
otraa  mugeres  por  casar,  de  fao«r  maldad  oontra  toa  eatableciraieatoa  . 
de  la  Sánela  Igloiia,  de  lo  cual  se  ai|tue  ma;  grao  pecada,  6  daño  á  lu 
del  mi  señorío:  é  pidiéronme  merced  que  ordenase,  á  mandase  i  las 
barraganas  de  los  clérigos  traigan  pannos  ciados  de  Ipre,  sin  adobo 
ninguno,  porque  aean  conoscidas,  i  apartadas  de  las  doeBas  honradas 
4  caradas. 

A  esto  respondo  que  tengo  por  bien  que  cualquier  barragana  da 
clérigo,  pública  ó  escondida,  que  vistiere  panno  de  cotor  que  lo  viata 
de  Tiado  de  Ipre,  ú  tiritaña  viada ,  é  non  otro  ninguno;  pero  que  ai  al- 
snnas  non  ovieren  de  vestir  panno  viado  de  Ipre,  o  de  vilencina,  ó  de 
tiritaña,  que  puedan  vestir  pellicos  de  picote,  &  de  lienso,  é  non  otros 

riónos  ningunos:  é  que  traigan  todas  en  las  cabeza),  sobre  las  tocas, 
velos  é  las  coberturas  con  que  se  tocan,  un  prendedero  de  lienio  que 
sea  bermejo,  de  ancbora  de  tres  dedos,  en  guisa  que  sean  coDOsaidas 
entré  las  otras.  G  si  aosi  non  lo  ficieron  que  pierdan  por  la  primera 
vez  las  rt^s  que  truxeren  vestidas:  i  por  la  segunda  que  pierdan  la 
iropa,  é  pecben  sesenta  maravedís:  é  por  la  tercera  que  pierdan  la  ropa 
é  que  pechen  ciento  é  veinte  maravedís:  é  dende  adelante  por  cada 
vegada  que  ficieren  contra  esto,  que  pierdan  la  ropa,  é  que  pechen  la 
pena  délos  ciento  é  veinte  maravedís.  E  esto,  qne  lo  pueda  acusar 
cnalquier  deV  pueblo  do  acaescíere,  é  desla  pena  que  hava  vo,  é  el  se- 
ñor del  losar  ao  fuera,  la  tercia  parte,  é  el  Alguacil,  ú  el  Herino,  é  el 
Juez  que  la  prendare,  ia  tercia  parte:  é  si  lus  dichca  oficiales,  ó  alguno 
de  ellos  fallaren  á  est«*  mogeres  átales  sin  la  dicha  señal,  é  faciendo 
contra  lo  que  dicho  es,  é  Its  prendare  sin  otro  acusador',  que  bayan  la 
metad  de  la  dicha  pena,  i  el  oBoial  que  esto  non  ficlese  é  compliese, 
que  peche  la  pena  sobrediotuí  doblada,  en  la  manera  que  dicho  es. 

Tomo  vii.  33 


n,g,t7cdb/G00gIc 


.  En  las  atada»  «6rU$  dt  Vatkutotid  w  pidió  al  rty  don  Ptdn  qm 
pusiera  alguna  reforma  tn  ¡os  eoncitei,  y  lo  ki%o  aii  en  uno  de  tos 
ordeñamienlos  que  ealonets  se  pubUcaron, 


A  lo  que  me  pidieroD  por  merced,  qae  tomate  por  biea  de  ordenar, 
é  tasar,  e  poner  tanprameDto  en  tbeoo  de  loa  combiles  que  loa  de  mi 
tierra  n>e  laceo,  porque  dicen  que  cuando  acaeece  que  me  alsnnoa 
oombidan,  por  cuanto  do  ha;  puesta  regla  nin  ordeosmieato  de  lo  qae 
me  baa  &  dar,  que  los  quu  por  mi  recaudan  la  vianda,  las  otras  cota* 
que  son  menester  para  esU»  combitet,  que  piden  é  toman  graadea 
contlas  qoe  lo  non  pueden  cumplir,  é  ai  lo  cumplen  que  resciben  gran- 
des dan  oob  an  sus  facieo  da  a.  ■t.j   .      .    .„       , 

A  esto  responde,  que  teoRO  por  bien  que  las  cibdade^,  é  villas,  é 
maestrea,  6  priores  de  les  óríeoes  de  la  cabaUeria  que  me  convidasen, 

Jue  me  dea  el  combite  en  la  manera  qoe  aqui  dirá.  Carneros  cuarenta 
cinco,  i  raion  de  ocbo  marafedls  csda  uno,  mouiaa  trescientos  é  se- 
leota  maravedís.  El  dia  de  pescado  que  den  pescado  reco,  Yeiote  é 
dos  docenas,  á  doce  maraTeilis  cada  uno  moula  iloscieutos  á  setenta  é 
qaatro  maraTedíai  de  pescado  fresoo  noventa  maVavedin:  vaca  é  media 
i  razón  Ue  setenta  maravedís,  quémenla  ciento  é  cinco  maravedís:  tres 

fiuercos,  A  veinte  maravedís  cada  uno.  montan  setenta  maravedís:  ga- 
linas  Bésenlo,  á  raioa  de  diei  y  seis  dineros  cada  una,  ciento  é  veinte 
maravedib:  setenta  ¿  cíuco  cántaras  de  vino,  á  tres  maravedís  la  cán- 
tara, dotcieatos  é  veinte  é  cinco  maravedís:  psnes  de  á  dinero,  mili  é 
quinientos,  que  son  ciento  é  cincuenta;  fanegas  de  cebada,  sesenta,  i 
razón  d«  tres  maravedís  la  fanega,  monta  ciento  ochenta  maravedí!. 
Soma  de  este  combite  mili  é  quÍDiealoa  é  ciocuenta  é  quatro.mara- 

Lot  perlados,  ricos  bornes,  é  caballeras,  é  otros  omes  cualesqaier  ■ 
que  me  combidareo,  qae  me  den  esto  que  sigue/d  non  mas.  Carnero» 
(VeinU,  á  odio  maravedís,  que  montan  doscientos  cuarenta.  El  día  de 
peMadoquedea  pescado  seco,  quince  docenas,  á  doce  maravedís: 
roas  para  pescado  fresco  seaenta  maravedís:  una  baca  setenta  marave- 
dís: gallinas  cincuenta,  é  diez  y  seis  dieeros:  puercos  dos,  i  veinte 
maravedís,  que  son  cuarenta  aüaravcdis:  vino  cincuenta  oiniaras,  á 
tres  maravedís,  que  son  ciento  á  cincuenta  maravedís:  pan  mili  panee 
dea  dinero,  cien  maravedís:  cebada  quarenla  fanegas,  a  tras  marave- 
dís, ciento  d  veinte  maravedlsi  é  desto  que  se  cumpla  la  mesa  del  ru^. 

Qdb  OOD  haya  cera,  nin  don  otra  cosa  ninguna  al  despensero,  nin 
dinero  i  los  oficios,  salvo  de  los  lugsres  que  dan  jantar,  forera,  é  el 
día  del  combite  qael  pidni  por  merced  qoe  lo  manden  descontar  de 
las  raciones:  é  i  las  roTnas  que  lea  den  esto  mismo,  tanto  como  al  rev, 
'    '         "  '     "  -'  — ■■'■-   -'  ------  ^r  vianda 


í  cada  aoa  de  ellas,  é  el  que  fíciere  el  combíle,  si  quisiere  dar  v 

£e  la  di,  segDnd  estas  contias,  é  si  non  quisieren  dar  vianda,  qae 
a  á  estos  precios  que  aqui  están  por  cada  cosa. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


DBL  OU)BNDnBNTO  DE  DON  JUAN  I.  SOBBB  TASAS. 


A  lo«  tDDdidorefl  denle)  por  tundir  Iw  psSoí  da  uta  auaera:  por  la 
van  de  escaríala,  ai  la  adoiare  dos  veces,  siete  dineros,  é  si  la  adoTara 
ana  t«  oustro  diueros:  é  por  cada  Tara  de  los  olroa  pafios  de  IprM, 
é  de  Malinas,  á  de  Brujas,  i  da  VillaForda,  éde  los  otro*  paño*  delga- 
doedesta  guisa etc. 


B  los  aoioaladorei,  que  lee  den  por  alimpiar  y  acicalar  lai  armas  en 
e*ta  minera.  Por  limpiar  ó  acicalar  espadas,  ó  cachillo  de  arias  rochan- 
cal,  on  maravedí,  é  por  limpiar  j  acióalar  la  capeJIina,  dos  maravedía, 
¿por  limpiar  j  acicalar  naos  qoijoleseon  sos  canilleras,  tros  marave- 
dii,  é  por  la  gorgnera  un  maravedí.  E  lai  lubaa  ó  capatoa  de  acero, 
quince  dineros,  é  por  limpiar  é  acicalar  los  yelmos  de  los  caballos,  por 
cada  uno  dos  maravedií  é  medio:  por  alimpiar  laa  lorigas  é  lorigonet 
de  eoerpo  d«  orne,  doa  maravedfi  e  medio:  é  por  laa  lorigas  de  caballo, 

cuatro  mararedia etc. 

III. 

LEYES  DE  LAS  ANTIGUAS  CORTES, 

que  hacen  parte  de  la  Novísima  Recopilación,  con  lot 
Libros  y  Títulos  á  que  corresponden  (1). 
OORTES  DB  taas. 

DOn  ÁLTONM)  SJ.   Bn  VULADOUD. 

P.  i.  Lej  7,  tft.  SI.  lib.  (.—Calidades  y  juramento  de  los  Alcaldes  de 
la  Corte  para  oso  de  sus  oficios. 

-^  L.  3,  tft.  4,  lib.  3,— Las  cartas  desaforadas  para  matar  ó  pren- 
der  á  alaooo  j  tomarle  bienes  no  ae  oomplao,  f  se  haga  de  elba  lo 
preveoida  eo  la  ley. 

—6.  L.  3,  tit.  1,  lib.  1.— Provisión  de  las  Alcaidías  j  tenencia*  de 
los  alctzares.  castillos  y  fortalezae  de  los  poebloa  en  natorales  de 
ettoa  reinos. 

—7.  L.  1,  lit,  t,  lib.  7.— Observanoia  de  los  privilesios  de  los  poe- 
bloa, sos  ofiuio*  T  libertades,  buenos  uso*  y  costumbres. 

-4.  T  M.  L.  1,  tit.  II,  lib.  7.^>rohib¡cion  de  despojar  i  los  pueblos 
de  loa  términos  y  aldeas  qae  posean,  ain  preceder  su  audieocia  j 
decisión  en  juicio. 

—9.  L.  3,  tit.  i,  lib.  7. — Observancia  del  ñioro,  coatnmbre  ó  privi- 
legios de  los  pueblo*  psra  el  nombramiento  de  oBcios  de  jaigadot 
J  otros  en  los  vecinas  de  ellos  y  uaturalea  de  estos  reioos. 
i.  h.  O,  tit.  4,  lib.  7. — Nombramiento  de  notarios  y  escribanoa 
público*  por  los  pueblo*  que  teogan  privilegio  ó  nso  de  cnsrents 
año*  para  elegirlo*. 

(I)  Ha rMpoBlcBM da algaBU ieauetitaileí  ea  qaal*oeni6«l  cenpUtdoT 
da  «ki  IBMM  «Mise, }  qa*  ea  alftta  oesiloa  bátenos  oelai. 


nigiUrrlb/GOOglC 


3  tS6.    L.V,  liUl,  lib.  (. — bbligucion  delosqoa  teogen.la  jaris- 

diocioD  de  itgua  pmbla  i  motlrtr  el  tflalo  de  parunaima  pira 

su  aso. 
—24.    L.  S,  iit.  44,  lib.  i.— LoBooLariosapostólioMf  edmiéiLicMiM) 

usen  sus  oBcios  «a  cauMs  temporalas. 
— !6.    L.  4,  t(t.  U,  lib.  S.— Los  legoi  do  bsgsD «tentaras,  nioonUs* 

tos  íDto  loa  vicarios  ;  notsrjoa  eclesiisticoa,  sino  en  coms  tocaales 

á  la  jurisdiccioD  eclesiástica. 
— 17.    L.  i,  tit,  4,  lib.  41. — Uw  MOcibaDOs  de  los  pueblos  do  sean 

emplazados  por  los  recaudadores  de  reotss  resles,  para  que  muai- 

tren  sos  registros  y  escciiDrs*. 
—33.    L.  3,  tit.  34,  lib.  13. — Prohibición  dehscer  pesquisas  geoerii- 

les  j  cerradas  los  jueces  de  los  pueblos. 
—34.    L.  3,  tit.  34,  lib.  41.— Probibicioo  de  prendar  é  u dos  lugares  j 

personas  por  lo  que  deben  otros. 
—39;  40.    L.  t.tit.M,  lib.  7.— Libertsd  de  los  Teciooa  de  los  pu»> 

blos  de  señorío  para  mudar  su  vecindad  á  los  realengos. 
—44.    L.  41,  tit.  45,  lib.  7.— Obligación  de  los  escribaaos  á  serTÍr  loa 

oficios  por  sos  personas,  sin  poner  sustitutos. 

4339 

n.  lUSIfO  nON  tLIDNSO  XN  MADMB. 


•u&  oBcios,  7  también  cuando  diesen  por  concertsd^is  relacioDes. 
—4.    L.  B,  tlL.  S!,  lib.  fi.— Prohibición  de  ab(^ar  los  clérigos  j  reü- 

gtosos  a Dtejuecus  seglares,  bído  es  en  los  casos  que  se  esceptáan. 
—«y  9.    L.  6,  ift.  30,  lib.  4.— Obligación  de  los  alguaciles  de  Corte  i 

rondar  de  dia  ;  de  ooclie  para  loa  Anea  oue  se  usprasan, 
—7.    L.  <i  tit.  13,  lib.  49.— Pena  del  que  tiiviese  en  >a  casa  lablera 

para  iu^  dados  6  naipes,  y  prohibición  de  tableros  ea  todoa  los 

J'Ueblos. 
0.    L.  S,  tit.  SI,  lib.  12.— Pena  del  que  mate  A  hiera  eu  la  Corte,  y 
del  que  sacare  en  ella  cochillo  ó  espada  para  herir. 
— SS.    L.  1,  tit.  6,  lib.  3.— Modo  en  que  coniiene  al  rey  andar  por  te- 
da su  tierra  cou  el  consejo  y  alcaldes  para  admioistrar  josticta  y  sa- 
ber al  estado  de  lua  pueblos. 
"     '    l,tit.%t,  lib. 3.— ProhihiciODdeteoerraachosfomiliareihH 


— 3V.    L.  3,  llt.  4),  lib.  4.— Prohibición  de  deípachsr  cartas  ni  aln- 

laes  en  blanco,  firmados  del  real  nombre. 
—49.    L.  a,  tit.  SI,  lib.  7. — Restitución  de  los  términos  y  heredamieo- 

uw  de  los  concejos,  y  prohibición  de  su  labor  j  venta  y  de  romper 

los  ejidos. 
— tS8.    Ii.  O,  tit.  4,  lib.  40. — Pena  del  escribsno  que  autorice  oontrato 

entre  legos  coD  sumisión  Ais  jarisdiccionMlesiistica. 
—69.    L.  3,  tit.  44,  &!.  >■— Loa  eacribiau  idérigoa  no  m»  de  n 


n,g,t7cdb/G00gIc 


o6«o  eutrs  Isf^  ni  ftilna  sui  eviritaraa  en  negooioi  temporiles. 
— 63*61.    L.  1,  tit.  30,  hb.  6.— Prohibición  da  cobrar  portaigos  y 

pesjMMOdBsf  Mstillerlss^in  real  prifile({io. 
—66.    L.  1,  tit.  89,  lib.  l.-^o  u   lleTeo  dececboa  de  lo  que  diesan 

lOH  criitiaDOR  é  moros  por  bq  resctte. 
— 70.    L.  4,  tit>  1S,  líb.  il.-^ormacioD  de  procesos  contra  los  aloaí- 

dea  Y  aeSores  de  caatilíoade  donde  aa hicieren  robos  v  malas. 
—76.    L.  ^.Ift.lO,  lib.  7.— Audiwcia.j  bre»6  despacho  guaba  da 

darae  á  los  que  vengan  á  la  Curte  con  mensages  y  nagocLOS  de  sua 

ooDceJoa. 
— SlySS.    L.  17,  lit.  6,  lib.  T.— Reglaaquebsa  de  observar  loscon- 

certadoTM  jeaoribanos de  los  privilegios,  y  «us  derecbos. 
13  ie. 
Kb  ■isao  BU  Alcalá. 
—4.    L.  4.tlt.38,lib.  i.-~lMs  qUeatores  do  pasdaD  apremiara  loa 

pueblos  á  que  Yayan  á  oir  aus  aermonas. 
—8*9.    L.  4,  lll.  %  lib.  6.— Privilegio  del  hijodalgo  para  no  ser  pre- 

•0  por  deuda,  ni  pueato  á  tormento. 
—ÍR.    L,  4i  tít.  S,  lib.  1.— No  se  haga  pesquisa  contra  loe  malos  diez- 
meros,  y  ai  contra  los  terceros  que  euoubrieaen  algo  de  lo  recibido 

— S7  V  S8-  I»  ^  <  ^>V  ^?> '"''  ^' — ^^'^'°  ^^  chanciller,  y  calidades  de 
b  Dereona  que  le  sirviere  eo  la  audiencia. 

—31;  L.í.til.í,lih.  íO— Nulidaddelaa  reales  carta»  ú  mandamien- 
tos pata  que  mugar  algoQa  case  contra  bu  voluntad. 

— 43.  L,  t,  tít.  11,  libro  10 — Tiempo  en  que  se  prescribe  la  fianza 
hecha  para  presentará  alguno  enjuicio.  ,    ,     , 

—40  L^í,  til.  28.  lib.  i— Losqdestoreay  procnradoresde  laa  ór- 
deñésde  1<i  Trinidad  y  Sania  Olalla  no  usen  de  provisiones  para  que 
les  maniBestea  los  testamentoa,  ni  eiijan  cosa  alguna  de  ellos  por 
virtud  da  aus  privilegios.  ,         „  , 

—13.  L.  G,  tit.lt,  lib.  7.— Pagoda  aueldoa  y  aalarioode los  corregido- 
res y  otros  o6cialea. 

18M. 

MK  FRDBO  KR  TALlAllOLm. 

II      L.  7  tít.  9,  lib.  7.— Prohibición  ¿  laa  joaticias,  regidoreay  de- 

maa  concejales  de  arrendar  laa  rentas  realea  y  de  propioa  de  loa  pue- 
blos, V  de  fiar  y  abonar  en  ellas. 

-16.  L.  1 ,  til.  1 ,  lib.  7.— Declaración  de  las  per sonaa  qaa  deben  te- 
ner les  llavea  de  las  puertas  de  los  pueblos 

—17.  L.t,  tít.  39,  lib.  1. — El  cristiano  cautivo  qaeasiga  de  tierra  de 
moro»  no  pague  derecho  alguno.  ... 

— U.  L.  &,  til.  13,  lib.  9.— Prohibición  de  introducir  en  estos  reinoe 
vino,  vinagra  j  sal  de  loa  de  Aragón,  Navarra  y  Portugal.  ' 

— Í6.  L,  6,llt.  8,  lib.  7.— Los  procuradores  de  Cortea  no  puedan  aar 
reconvenidos  enintciodurantean  procuración,  sino  en  loscasosque 
seespresao.  , ,    , 

—39.  L.  S,  tlt.  30,  lib.  G.— Obaervanoia  de  lea  privilegios  de  loa 
pueblos  psrs  no  pegar  portsigoa  ni  otrns  tributos. 


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—85.  L.  t,tit.3l,lib.  11.— Losnsviasque  liDierencoD  moroadv- 
riasno  s«tD  prendados  por  deudas  daiuadaeDM,  ni  losreouencT 
n»rcad«rw  por  Uf  d«  los  pueblos  d«  su  vecindad. 


wa  BKUCOB  II.  BU  burgos. 

—3.  L.  4,  l(t.  36,  lib.  8.— Tasa  de  los  jornales  da  los  meaettrales  ; 
demas-obraros. 

—4.  L.  3.  tit.  S,  lib.  10. — Mingnn  seSor  apremie  á  sa  rasftllo  para 
que  case  contra  *a  TQluntad. 

— 16.  L.f,tít.  18,l¡b,S. — Lospriiilegiadosexentosdepecbos  no  pue- 
den Mcusar  i  sus  familiarea  T  otra»  personas. 

—16.  L.  Sjtít.  9,  lib.  7,— Proiiibioioe  de  teaer  dos  oficios  en  micon- 
cejo  un  mismo  oficial,  j  dos  regimienUis  en  diiersoa  lasarM. 

—17.    L.  i,  tlt.  <7,  lib.  1. — Ninguno,  salvo  el  rej,  paedá  tener  cih^o* 
miandaí  en  los  abadengos  y  monasterios  de  estos  ruino*. 
4379. 
Don  jÍtah  i.  Bit  Boaoos. 

—4.  L.  9,  lit.  t,  lib,  4.— Prohibieron  de  llantos  ;  duelos  ¡omodera- 
dotporlosdituDtos. 

— B.  L.  6,  tlt.  8,  lib.  3. — Aposentamiento  de  los  procuradores  qoo 
tinieren  á  Cortea. 

~^.  L.  i,  tu.  8i|  lib.  ti.— Inteligencia  de  Iqs  pendones  reales  da 
delitos  cometidos. 

—36.  L.  S.  tit.  S9,  lib.  i.— CoDOcimiento  de  los  alcaides  de  Curte  li- 
mitado i  las  cantas  de  lu  rastro. 

4380. 

non  lOAK  I.  BH  SOBIA. 

—9.  L.|t,tit.  1,  lib.  10.— Reecition  de  las  ventas  v  demaa  oontraíos 
enque intervenga  engiDoen  mas  de  Is  mitad  del  justo  precia  j 
casos  esceptoados  de  ella. 

—12.  L.  4,t!t.  10,  lib.  4.— Probibicionde  comiai(»iea  i  personaa 
particulares  con  perjuície  de  la'real  jurtadicoion  ;  de  las  j)enas  j 
achaques. 

— IS.  L.  2,  tit.  18,  lib.  IS.— Destrucción  de  las  fortaleiss  CDjfOs  al- 
caides y  señorea  resistían  la  entrega  de  malhechores  á  las  justicias. 

—30.  L.  3,  tlt.  24,  lib.  11.— Pena  del  que  tomo  la  posesión  de  los 
bienes  del  difunto  contra  la  loluntad  de  sus  heredaros. 

—SI.    L.  %t  tft.  ts,  lib.  tS.— Pena  del  qne  injurie  con  paltibras. 
43áK. 

EL  Misas  EN  TiLtADOLID. 

—^1  L.  4,  tit-  S.  lib.  1.— Prohibición  de  arrendar  los  oficios  de  justi- 
cia de  loa  pueblos  y  de  la  real  Casa  y  C6rte  j  c ha nci Herías. 

—7.  L.  14,  tit.  4,  lib.  6. — Loa  señorea  de  los  lugares  no  bsganbiaru 
ni  agravios  á  aa&  vasallos. 

— SS.  L.l.tit.  30,  lib.  M.— Derechos  de  los  slguscílea  por  Isa  eje- 
cuciones; y  modo  de  proceder  para  evitar  frauaes  en  ellas. 


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OOn  IDAK  t.  IK  IKOYU. 

—i.    L.  4,  Ut.  tO,  lib.  6.— Bseiicioii  de  pignr  portaxgM  lof  ganado* 

Íat  UMiflD  huveado  de  uoos  lugirea  á  otro*  por  uiosa  de  guerra-. 
t.    L.  i,  ttt.  ii,  lib.  7.— Nulittad  de  las  obliaacioaei  d«  guardar 
vecindad  en  loa  pueblos  de  señorío  sj'n  pasar  á  tos  resleagos. 
—48.    L.  3,  tít.  6,  lib.  l.—ltecibo  do  los  diezmas  en  los  tiempos;  lu- 

Jare*  aooetambradoa.  , 

9.    L.  i,  til.  18,  lib.  6. — En  .las  coatribucioDes  para  ropatos  da 
adarfea,  muros  y  barreras  de  los  pueblos  se  incluyan  bus  aldeet  y 

—91.  L.  6,  tíi.  n,  lib.  G.-^rohibicion  de  aer  abogado*  los  jneces, 
regidores  y  eacribaoos  en  los  pleitos  que  ante  ellos' peodiesea. 

—38.  L.  3,  tu.  I,  lib.  3.— Peoa  de  los  que  blasfemen  ú  digan  pala- 
bra* iDJurioHs  coDtra  el  rey,  Estado  ó  personas  realea. 

1387. 

DOK  lOAff  t.  SU  miBiKacá. 

—1 .    L.  0,  tít.  1 ,  lib.  S.— Hodo  de  recibir  al  rey,  principe  6  infente* 

en  los  púa blo*  coa  laa  crucea  delaí  '-'--' 
— >.    L.i,tit.4,  lib.t.-ObUgacioa 

Santísimo  Sacrameoto  eu  la  calle. 
-— ^.    L.  5,  tit.  I ,  lib.  1 . — ProhíbioioD  de  la  figura  de  la  orui  y  de  aan- 

tú  donde  paeda  piaarte. 
—7.    L.  7,  tit.  1,  lib.  i .— ProbibicioD  de  labores  ;  tiendas  abierbs  lúa 

domingos. 
—13.    L.  S,  tit.  3,  lib.  4. — Jnrameato  que  deben  bacar  los  ministro* 

del  CoDSOJo,  y  pena  del  que  lo  quebrante. 
— tS.    L.  3,  tít.  Si,  lib.  10.— Obligación  de  dar  cuenta  á  la  justicia  el 

que  supiere  de  tesoro,  bienes  d  oosa  perteneciente  al  rey,  con  al 

firemio  de  la  cuarta  parte  de  ello. 
7.    L.  4,  tit.  6,  lib.  7.— Prubibioion  deponer  auslitatos  sin  real  li- 
cencia, loe  proiistoa  par  el  rey  para  servir  oGoios  públicos. 
—18.    L.  40,  tit.  5,  lib.  4.— Declaración  de  los  negocio*  que  deben 
despacharte  por  la  real  cimera,  y  de  los  pertenecientes  al  conooi- 
miento  del  Consejo. 
— <9.    L.  1,  tit.  42,  lib.  4.— Obligación  de  todos  lo*  prelado»,  trtbn- 
Dt les,  justicias  y  peñones  del  reino  ttfbedeoer  y  ourapUr  las  carta* 

ÍcOTisiones  del  Consejo. 
I.    L.  3,  tit.  21,  lib.  41.— Cssos  en  que  tiene  ó  DO  lugar  la  suplica-   . 
cioa  de  la  sentencia  de  loa  oidores. 
—36.    L.  * ,  tít.  9,  lib.  11. — Respuestaa  aue  ba  de  dar  una  parte  i  las 

peticiones  de  la  otra,  j  pena  de  la  que  fuese  reUoIde. 
—87.    L.  3,  Ut.!t(,  lib.  H.— Término  eu  que  suba  de  presentar  ante 
los  oidores  la  suplicación  de  los  jueces  de  Aluda  residente*  en  las 
eudienciaa,  etc.  (ij. 

[1]  Párente Mta podrlioüti sDntlnuar el ailrirloquc uosidos hecha bitfa 
las  eórtst  de  IBÜ  pni  don  Clrlm  }  dotti  Juins  sn  Midrid,  que  funKin  las  úlll- 
■u  da  que  le  lomiron  Ivjts  para  U  NstWou  RcaoplUcloa. 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


PAUTE  SECUNDA. 


LiMorri. 

CAPITULO  xir. 

CASTILU 

m   LA    PKIIIEK&    HITAII   DBL   SIOKO  XlV. 

••  1S95  4  13S0. 


Reinadosde  menor  edad.  Incomenieotm  yvenUjss  áb  la 
ancesion  hereditaria  para  eatoa  casoi.  l.>~Remado  de 
Femando  [V,— Cansae  de  las  tarbacioDea  que  asilaron 
el  reino.— 'Antecedeo tea  y  elementoa  a.ue  ¡úra  ello  ha- 
bía.—Cómo  foeroD  desaparecieodo,  T  a  quién  se  debió. 
— Jasto  elogio  de  la  rema  doDa  Hsris  de  Holina.— Fi- 
delidad de  los  concejo»  oa ate Itanoa.— Célebre  HarmoH- 
díid  de  Castilla.  Su  oojeto,  consecaencias  y  resoltados. 
— AliaDxa  del  trono  y  del  pueblo  contra  la  nobleza.— 
Infioencia  del  eatsdo  llano. — G^írita  de  las  cortea  y 
frecuencia  con  qae  se  celebraron  eo  eate  tiempo,  ti. — 
Reinado  de  Aironso  XI. — Estado  lastimoso  del  reino  en 
en  menor  edad. — Inicio  crítico  de  la  conducta  de  erte 
manarcB  cuando  llegó  i  la  mayoria.— Jútgasele  com»  . 
restaurador  del  orden  interior. — Como  guerrero  y  capt- 
tao. — InSoencía  de  bus  [riunfbs  en  el  Salado  y  Algeciras 
en  la  condición  y  porvenir  de  EspaGs.  111.— Progreso 
*-  '"1  inslitnciones  políticas.  Elemento  popular.  Dere- 
Tranqjiicias  y  libertades  que  ganó  el  puebloen  este- 


Mk', 


,,  Google 


fXoiHAS. 
rffindo.'-H^óaio  faeron  abatidos  y  humillados  los  □(>> 
bles.— Solemnidad,  aparato,  órdun  y  ceremoaia  con 
qne  ae  celebraban  las  cortes. — Alfonso  XI.  com»  legia- 
lador.  Cortes  de  AlcalA:  Reforma  en  le  legislación  do 
Caatills.  El  Onísnnmímt*:  loa  Fuero*:  laa  Partidaa:  en 
qu¿  ^den  oMieaba  cada  uno  de  esios  códigos.  IV.— 
Estado  da  la  htitratura  castellana  en  este  periodo.— El 
poema  á»  Alejuidro.— Obraa  literarias  de  don  Juan 
Manael:  el  coode  Locan or.— Poesías  del  arcipreste  de 
Hita  .'-^rtaicas.— Coro  paraciones B  i  31- 

CAPITÜLO  Xll!. 
ARAGÓN 

A   FIHBS   DBL   816LO   Xni.    T   PKmClPIOS   DEL   XIV. 

D,  1291  A  133&. 


Contraste  entre  las  dos  monarquías  aragonesa  ;  castella- 
na. I.-^toacion  del  reino  aragonés  en  lo  esterlor  al 
adieoimieDlo-de  don  laime  II. — Srror  de  este  monarca 
en  haber  querido  reunir  las  coroose  de  Sicilia  y  Atsgon. 
—Fué  oaoaa  de  qae  s«  renovaran  las  cuestiones  euro- 
peas.—La  paz  de  Anagai,  consecoeocia  de  la  de  Ta- 
rascón.—Hmlanis  en  lapoKlica  det  reino  sragonét.yquó 
fué  lo  que  la  ;>radDjoi  inllueocia  de  las  eensorsE  ecletiss- 
ticss. — Beroicidad  de  los  licilianos  y  de  don  Fadriqoe, 


Íhumiltscion  de  Roma.— Cueslion  de  Córcega  7  Cerde- 
a:  <i  fué  útil  ó  perjudicial  esta  cnoquista.— Embarazos 
qne  produjo  i  Alfonao  IV. — Perjuicios  para  la  causa  de  la 


cristwndad  en  EspaBa.  II. — Situación  política  interior 
de  Aragón.'— Estado  de  la  lucha  entre  el  trono  ;  la  no- 
bleza en  el  reinado  de  laime  II. — Triunfo  de  la  corona 
contra  ts  Union. — Con  qué  elemeutosTéoci6el  monarca', 
nobleza  de  segundo  6rden;  el  Justicia;  los  legistas. — Res- 
peto del  rey  y  de  la  nobleza  é  laa  leyes. — Reinado  de  Al- 
íonso  IV,— Carácter  que  le  dislingue.—Sn  empeño  ím- 
pnideote  en  heredar  i  sus  hijos  desmemhrsndo  el  rei- 
no.—-ReMStcncis  y  sublevación  de  los  valencianos.— Ras- 
go de  ruda  indepéndeo  cía  .—Revoca  cien  de  laa  donscio- 
nes.— Rspiritu  y  tendenaa  de  ios  pueblos  de  Aragón  y 
de  Castilla  hacía  la  anidad  nacional 88  í  K3. 


nigiUrrlb/GOOglC 


CAPITULO  XIV. 

PEDRO  IV.  (el  Ceremonioso)  EN  ARAGÓN. 

».  1335*1387. 

■•  rkO¡MA». 

Cuettion  entM  oattltnes  y  arsgOQMM  «obre  «1  ponto  ea 

Suo_  babia  do  «er  CDroDado- — Es  jurado  eo  Zaraaozí. — 
Dojo  de  Im  coltlanei.— Odio  profundo  del  re;  1  doña 
LeoDordeCaatilla,  su  madrastra,  jr  i  loa  iaraotea  don 
Fereaudo  j  <ÍIod  Jusq,  aao  hermaooi:  peraecacion  qae 
lea  mueTB:  guerra  d«il:  parte  que  tona  et  de  Csatilja 
eu  ettte  04f(cicio;  mBdiaoian  para  la  pai:  juicio  ;  aenten- 
oiu  do  Úrbilrof. — Coaducta  del  aragonáa  eo  laa  eapjadi- 
oionea  de  Aleeoiraa  ;  Gibraliar— Casa  coa  li  iofaota 
doBa  Haría  oe  NaTsrra:  eitraSaa  eondicioneade  eate  eo- 
lace.— Ruidoso  proceaa  que  morió  coDtra  eo  cuüado  don 
Jaime  II.  de  U  al  lo  rea —Artificiosa  conducta  de  don  Pe- 
dro para  arrutoar  al  niallorquin.— MañoseanegoeiacUinas 
coo  el  de  Francia  j  con  el  de  Mallorca:  grate  acusación 
que  baca  i  éste:  malicia  do  don  Pedio,  y  Taita  de  ditore- 
ciou  de  don  Jaime. — Soateocia  de  privacioo  del  reino 
contra  al  de  Hall  otes  .—Apodera  se  el  aragonés  de  esta 
isla.— 4)eapójale  del  Boselloo  ;  la  CerdJna. — Últimos 
etfueraoa  j  desgraciada  muerte  de  don  Jaime:  el  reino 
de  Halloroa  queda  incorporado  é  la  corona  de  AraRon. 
— Proceio  contra  au  hermano  don  Jaime:  prftale  de  la 
gobernación  seneral  j  de  la  aocesion  al  trono- — LCTSn- 
lamientoeo  Valencia  ;  AraHOQ  en  favor  del  iofaiile. — 
Prodimaae  otra  tez  la  Uoion. — Guerra  civil  en  Araron 
y  Vuleacia,  tu  mai  sangrienta  de  todas. — Apuros,  conuio 
ios  y  eituacioDOs  criticas  *  humilluntes  en  que  ae  lió  al 
rev. — Célebres  Cartea  de  Zaragoza:  jura  ol  Privilegio  de 
la  Uoioo.— Astuta,  pero  poco  noble  política  de  doo  Pe- 
dro.— Huero  el  iofaote  doo  Jaime,  con  sospechas  de  ba- 
bor aido  envenenado  por  su  hermana.— Di  si  de  acias  en- 
tre loa  de  la  Union:  partido  realista  .—Eaciéndeao  mas  la 
guerra:  combates. — Cautiverio  del  ref  en  Valencia:  có- 
mo salía  de  él. — Ejércitos  unionistas  ;  realistas:  angas- 
tíoaa  V  lamentable  situacioo  del  reino. — Memorable  ba- 
talla de  Bpila,  en  que  quedé  deSailiva  mente  derrotada 
la  bandera  án  la  tloion. — Curtes  do  Zaragoza:  rasga  el 
rey  eo  ellas  el  Privilegio  de  ¡a  Union  con  su  puñal:  lié- 
maole  don  Pedro  «I  así  PuAaí.— Confirma  las  antiguas 
líbertadeadel  reioo. — Indulto  ge  o  oral:  borribles  Bupl:cioi 
parciales.— Bes  istencia  de  los  xa  ten  ci  a  o  os.  ~  Acábase 
también  con  la  Tlnion  en  Valencia:  perdón  y  castigos. — 
Uatrimonios  del  rey. — Asuntos  de  CerdeSa  y  de  Sicilia. 
—Revoluciones  y  guerraa  en  aquellas  islas:  combates  IW- 


ü,g,t7cdb/GOOgIC 


tcIm:  atianzai,  pace*,  rompimiootot,  trstatiM.— C^lobra 
batalla  naval  entre  catalaneit,  geDOTflHt,  veneciaiíai 
7  Riegos  en  las  aguas  de  ConaUntioopla. — Sacrificioi 
qoe  cortaba  i  Aragón  la  precaria  posetioa  de  CerdeDe. 
—brandes  DOiedadea  bd  Sicilia:  afliclÍTa  'aitaaoion  da 
agual  reino.— lalerreacioD  del  monarca  acagODéa:  en- 
vío de  armadas:  enlaces  de  priocipei. — ReclaoM  para  ■( 
«1  de  Aragón  t>  coróos  de  Sicilia  y  con  qué  derecho.— 
OpOiJoion  del  papa:  InsitteDcia  del  arsfjODés:  cede  el 
trono  de  Sicilia  i  sd  hijo  don  Uartia,  y  con  qué  condicio- 
nes.— Coarto  ;  último  matriiDODÍo  del  rey  don  Pedro: 
discordia*  qoe  trajo  al  seco  da  la  Familia renl. — Persiguen 
el  rey  y  la  reios  a  los  iorintes  don  Juan  y  don  Uartin. — 
'  Amadoras  y  sinsabores  que  acibararoDlos  úllimosmo- 
mentoB  del  monarca:  [usa  de  la  reioa:  situación  noUble. 
— Haertededon  PudrolV,— 4>or  quí  es  llamado  el  Cere- 
monioso,   1 

CAPITULO  XV. 

PEDRO  (el  Crael)  EN  CASTILLA. 

Se  1350  á  1356. 

Proelamacion  de  don  Pedro.— Snceíoa  de  Uedinasidonis, 

5  primer  movimiento  de  rebelión  en  Algeoíras.— Privanu 
B  A Iburqu erque. '^Prisión  de  doüa  .Leonor  de  Ouiman 
en  Sevilla.— Eorermedad  del  rey  y  planes  ftuairadoade 
inceaioQ. — Trígica  mnerte  de  dona  Leonor  de  Ouiman 
en  Tal» vera.— Suplicio  horrible  de  Garcitaso  de  la  Vrga 
en  Burgos.— Célebres  cortes  de  Vallsdolid  en  4361:  t«- 

Íes  que  eo  ellas  se  hicieron;  Urdena miento  de  Henesh-a- 
m:  Ordenamiento  dóAloali:  Libro  de  Isa Bebelrfas:  trá- 
tase el  casamiento  del  rey  con  doBa  Blanca  de  Borbcn. 
— Ecbelion  de  don  Alfonso  Fernandez  Coronel  en  An- 
dalucía y  de  don  Eorique  en  Asturias:  sumisión  de  doD 
EDrique:  derrota  y  suplicio  de  don  Aironao  Coronel.— 
Priacipro  de  los  amores  de  don  Pedro  con  doSa  Marfa 
de  PadJtls.— Ot:cadenc¡a  de  Alhurquerque. — Hatrimonio 
del  rey  con  doBa  Blancaí  lu  aband^iuai  la  recluye  en  una 
prisión. — Disturbios  da  Castilla. — Matrimonio  de  don  Pe< 
dro  con  doSa  Juana  da  Castro.—Liga  conira  el  rey:  loa 
bastardos:  Alhurquerque:  loa  infantes  de  Arsaon.— Trea 
reinaa  en  Castilla,  y  situación  de  cada  una.— id  de  doña 
Uaria  de  PsdillH. — Peticiones  de  los  de  )a  liga:  conducta 
del  monarca.— Cautiverio  del  rey  en  Toro  y  su  fuga.— 
Castigos  crueles. — Entrada  del  rey  en  Toledo:  prisión  de 
doZa  Bjsnca:  suplicios. — Ectrsda  de  don  Pedro  en  Toro: 
escenas  borribleí:  la  reina  doBa  liarle:  sn  desastrosa 
muerta.— Halda  da  don  Enrique  i  Fnnoia i 


nigiUrrlb/GOOglC 


CAPITULO   X?I. 

CONTIIIÚA   BL   BBlJtADO 

DE  DON  PEDRO  DE  CASTILLA, 
•e  435S  i  <366. 

Ciasa  T  prÍDCipio  dé  te  guerra  de  Aragón. — Llama  el  era- 
«onés  á  don  Rnriqoe  ;  é  los  castellanos  que  ostabaa  ea 
Francia:  tratos  entre  doe  Pedro  de  Aragón  t  don  Enri- 
que.— Apodérase  don  Pedro  de  Caalilla  ae  algnnas  pla- 
zas de  Aragón.— Treguas.— Deserción  del  inbnte  don 
Pernando. — Escesos  y  crueldades  de  dort -Pedro  enSoTÍ- 
lU.— horrible  muerte  que  dio  ¿  su  hermano  doo  Fadrr- 
-__      .-.._. .._  j  i._  -.1..   r_„  j,  ¿gjg^  y  prUion 

ite  don  Juan  de 

.  _.. _jo. — Prisión  de 

do3a  Leonor  jdcüa  ItabeldAl^ra. — Otros  su- 
plicios.— Prosigo^  la  guerr»  de  Aragón. — Intrepidei  do 
don  Pedro.— Uediac ion  del  logado  pontiRcio:  negocia- 
cinoM  Frustradas. — Otras  prisión  es  v  otras  muertes  ejecu- 

.  tadaspor  don  Pedro. — Bspedicion  de  udb  grande  arma- 
da eactallana  ¿  Barceboo  y  Im  Bilaares  ;  m  resultado. 
—Combale  do  Araiiena,  funesto  para  el  rey  de  Castilla. 
-^^léricoadMahogocdelTeyíaDSVOiy  borribleaaupli- 
cioa.- Protigae  la  guerra  de  Aragón:  combate  de  Aioira, 
ventajoso  para  don  Pedro. — Otros  caitigos  de  éste;  muer- 
te aletosa  qoe  insudó  dar  á  doo  aut4errs  de  Toledoi  no- 
lable  carta  <tuB  éste  dejA  escrita.— Suplicio  del  leaorero 
Samuel  Levf. — Muerte  de  la  reina  dona  Blanca.— Ídem 
de  doDs  Haría  de  Padilla.— Querrá  de  Granada,  y  eu 
resultado.— Saplioi o  del  rey  Bermejo. — Curies  de  Sovi- 
11a:  reooBÓoeae  en  eiba  ñor  reioa  de  Castilla  ;  de  León 
i  la  ditiuta  d<&  Marta  ae  Padilla  y  á  aua  liiios  por  be- 
rederos.— 4tenaévate  la  guerra  de  V4S0D. — Triunroe  de 

-  don  Pedro:  desaveneDeias  en  Ara^u:  muerta  del  infante 
doD  FBriWDdo.'-^^neibe  doB  Earique  el  proyecto  de  ba- 
cerso  rey  de  CaatiUa,v  prepara  ana  mvasion  en  esta  reino.    SHiVS. 

CAPITULO  XVK. 

COHCLDTE   BL   REINADO 

DE  DON  PEDRO  DE  CASTILLA. 
M  1366  *4369. 

Entrada  de  dan  Enrique  de  TraaUmara  ea  Castilla.— ((ui»- 
nec  cooipoaiaa  su  ejército:  qué  eran  ,laa  oow^aiioi  blatf 


,,GoogIc 


'COI  de  PriBCia:  quién  wi  si  t«rribl«  Bertraitd  Doaue*- 
olio.— Aclamn  woj  á  don  Enrique  eo  Celehorri.— Ho^e 
dea  Pedro  do  Biráot  é  Sevilla  -.  eaitigas  que  ejacata  ea 
«sU  ciudatd-— Cmódim  dea  Enrique  en  Burgc». — Recf- 
benle  en  Toledo.— Don  Pedro  ule  aipaliedo  de  SeTílli: 
-deMire  qae  le  hica  el  rey  de  Portugah  m  refunta  eo  Ge- 
■  liojai  M  einbikrca  para  Bayona.— E aira  don  Enrique  en 
Sefilla:  TB  á  Galiciai  vuelve  i  Burgoi — Tratado  de 
aliaou  caBsjona  eotre  don  Pedro  deCaatilla,  el  PrlN- 
■cipt  Negro  de  Inglaterra  T  Carlos  el  Halo  de  Navarra. 
— Quiéu  era  el  Principe  Negro. — Pacto  de  aliaoia  en 
Soria  eatro  don  Enrioue  ;  Clrloa  el  Halo.— Abominable 
conducta  del  rey  de  ÑaTarra  na  estos  tratoa. — Rnlrada 
de  doD  redro  con  el  ejéruilo  auxiliar  deCaelilla. — Cele- 
bre batalla  do  NájaTS:  derrota  del  ejdrcito  de  doo  Enri- 
que, ;  fu/a  dédalo  i  Francia. — Recobra  don  Pedro  el 
reino  de  Castilla.— DeaaTeneodaa  eatru  el  re;  y  el  prio- 
«ipe  .le  Gales. — Don  Pedro  en  Toledo,  eo  Córdoba  ;  en 
Serilia:  castigos  terribles. — El  orincipe  Negro  deja  á  Caa- 
tilla  y  se  vuelte  i  susealadusae  Guiena.— Segunda  es- 
trada de  doo  Enrique  ea  Cabilla,  protegido  por  el  rey 
de  Francia.— Situación  en  aue  se  bailó  el  reino.— Ataque 
de  Cdrdc^  por  laa  tropas  de  don  Pedro jr  del  rey  moro 
de  Granada.— Cerco  de  Toledo  por  don  Enrique^— Búa- 
canae  loa  dos  hermaooe.— Combaten  en  Uontiel.— Uuer- 
io de  don  Podro  de  Castilla Sd3d3U, 

CAPITULO  XYIII. 

ENRIQUE  II.  (el  Bastardo)  EN  CASTILLA. 

••t369*137d. 

Sitoacion  material  del  remodestiMade  la  eatdatrofedalloa- 
ti  el  .—Di  Oculta  des  qae  hallé  don  Enrique,  ycómo  las  fnd 
Tenciendo. — Ley  sobre  moneda— Preteni iones  de  don 
Fernando  de  Portugal',  entrada  de  doo  Enrique  en  aqnel 
reino  y  Bua  triunfos, — Cortea  de  Toro:  leyesoontra  malhe- 
oborea.— litólos  y  mercadea  i  losoapitanes  eatrangeros. 
— Reodicion  de  Cérmooa-.  castigos.- Entregase  Zamora. 


— Pai  con  Portugal.— Segundas  cortes  de  Toro:  leyes 
importantes*,  ordenamiento  de  justicia-.  audieaciB:orae- 
nanisa  da  oficios:  ley  aobre  indios. — Trionfo  de  una  fióla 


oaateliana  eo  la  costa  de  Francia:  prisión  del  almirante 
inglés. — Renoéf  ase  la  guerra  de  Portugal:  llega'don  En- 
rique hasta  Lisboa-,  paa  numillante  para  el  portogoés:  ca- 
aamieatoade  principe*.- Tratos  oon  Cérlos  el  Halo  de  Na- 
varra: ciudadeaquadeélreoobrédonEnriqaB. — Dileren* 
eioa  y  nefOciaoionM  con  doo  Pedro  IV.  de  Aragón.^' 


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S26  BISTOBIA   DB   BSPAKA. 


DoD  Buriqu»  «a  BiTOoa.— Cuamieato  del  íDfuito  don 
Juan  d«  Csttilla  ood  doña  Leooor  do  AraiiOD.— Prandot 
aloTososdeCirlosel  Halo  doMavarra.— Conducta  do  don- 
Eoriquo  «n  alciaona  qusaQi^a  t  la  leleña— Guerra  en- 
tre Navarra  y  Castillai  pat  «ergoozoaa  pdira  el  uvatro, 
— Enfermedaa  v  muerU  de  doo  Enrique:  au  teatunento: 
eosbijoi ■■ -  .    »SiSi». 

CAPITULO  XIX. 

DON  JUAN  I.  DE  CASTILLA. 

■e  1379  A  1390. 

Rrimeroaaotoade  eete  rey.— Cdrtea  de  Borgot:  ley  roa- 
tuarie-.  ladulto:  I«y  de  *sgos-— Esp edición ea  na»alw  de 
Caitilla— Acto»  de  iuslicia  y  de  generosidad  de  don  Juan. 
— Su  deciiioD  en  el  asunto  del  cisma  de  la  Iglesia— Prin- 
oipio  de  la  guerra  de  Portugal.— Tregua:  coodicionet: 
csMmIentM  nuteblea. — El  de  don  Juao  de  Castilla  con 
doña  Beatriz  de  Portu!ial.—<2úrte9  de  Segovia:  reforma 
en  Ib  manera  de  contar  los  aflos. — lurasion  de  Portugal 
por  el  de  Castilla,  y  motivo  da  ella.— J>roclBm8ciaa  de 
doña  Beatrii. — Sitio  de  Lisboa  per  los  castellaDos:  epi- 
demia: Bran  mortandad:  retirada. — Es  aclamado  rey  de 
PortugaleD  Coiinbra  el  maestre  de  Avia. — Segunda  in~ 
Tasioa  do  loí  castellaoos  en  este  reino.— Memora  ti*  bth- 
talla  de  Adubarrolaifunesla  para  las  armas  castellanai. 
—Luto  eo  Castilla-— Cortes  de  Valladolid:  layes  qne  se 
btcieron.— Inission  iuglesa:  el  duque  de  Lancaitun  ana 

Keteasiones  á  la  corona  de  Castilla.— Auxilia  el  rey  do 
BDcla  al  castellaoo:  medidas  de  úste  para  su  delen- 
•a.— Bmbsjadas:  tratos.— Curtes  de  Seaovia:  leyes:  her> 
ma edades.— Trágica  muertu  de  Carlos  el  Uslo  de  Navar- 
ra:  suoédole  Carlos  ul  Noble.— Ingleses  y  portugueses 
ea  Castilla-,  su  retirada.- Trátase  el  casamiento  .del  in- 
fante doD  Eorique  de  Castilla  coo  doüa  Catalina  de  Lan- 
otater:  sus  condiciones!  pss  ooo  los  ingleses.— Célebre» 
Curtes  de  Briviosca;  reformas  importantes  en  la  legie- 
lacioo.— Tratado  en  Bayona  eotre  don  Joan  I.  y  el  duane 
de  Lancaster  sobre  el  casamiento  de  aus  bijos. — Cele- 
bra use  laa  bodas-— Cortes  de  Palencia.  empréatlto  for- 
■oao:  pídanle  cuentas  al  rey.— Tratado  con  el  de  Porto- 

Sl.— Cortes  de  Guadalajara-.  grande  influencia  del  esU- 
llano:  ordenamiento  de  lanxas:  ordenamiento  de  pre- 
lada, ordenamieolo  de  aaoas;  importancia  de  eataa  Cor- 
tes.—Ultimo*  actos  de  don  Juao  I — 3a  desgraciad* 
Miiarte.—Proclafflac¡oD  de  Enrique  111 SSOáiU. 


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CAPITULO    XX. 

JUAN  I.  (el  Cazador)  EN  ARAGÓN.' 
iM  1387  i  439S. 

pXflWAS. 

Trata  ora«1mente  i  la  reina  rinda  in  madrastra  v  i  su 
parcialaa. — DaliberaoioDque  tomd  en  el  asunto  del  oiaon: 
86  declara  por  Clemeat»  Vil.— Diatraccionesdel  ref: 
lujo,  boato  T  disipación  de  au  corte. — Queja*  j  redama' 
clones  de  loa  aragoneses-.  hác«nle  reforoursu  casa. — Etf' 
laces  ds  priodpea:  qnién  loa  promotió  j  coQ  qué  obje- 
to.— Leva  ota  miento  contra  loa  judíos.— Rebelioa  en  Cer- 
deos: peligros:  medidas. — Situación  de  Sicilia:  espedi- 
eioD  de  la  reJan  doña  Haría  ;  del  infante  don  Martin  de 
Aragón  T  sus  resultadas. — Promesas  del  ref :  sn  ind^ 
cioo. — €\  cisma  de  la  Iglesia:  moerle  de  Clemeola  Vil.  f 
eleccioQ  del  cardenal  de  Arnson  doa  Pedro  de  Luna: 
caráaer  7  conducta  del  pontiBce  electo:  prosigue  el  cis- 
ma.—Haerte  de  don  Juan  I.  de  Aragón U6i(t0. 

CAPITULO  XXL 

MARTÍN  (el  Humaao)  EN  ARAGÓN. 

■•1396  a  Uto. 

CAmo  socedlo  don  Hart'io  en  el  reino. — Caao  eetraSo  con  la 
reina  lindH  de  don  Juan. — PretBoaiones  del  conde  de 
Foii:  miarte  el  reino  con  ^ente  armada:  es  vencido  y  es- 

tuisado. — Viene  don  Harlio  de  Sicilia:  lo  que  le  pidieron 
M  cortes  de  Zaragoza.— Estado  del  cisma:  lo  que  ae  pro- 
KDÍa  para  restablecer  la  unidad  de  la  Igleaia:  cúmo  obra- 
Den  este  negocio  tos  dos  papas,  ;  los  reyes  de  Francia, 
de  AraBod  j  ds  Castilla.— Obstinación  del  pspa  arsgooés 
Pedro  de  Luna. — Es  cercado  ;  atacado  en  au  palacio  de 
Atídod:  cesael  combato,;  permanece  encerrado  cerca  de 
cuatro  aooa. — Sitaacioo  de  Sicilia:  re;  don  Martin,  hijo 
del  de  Aragón:  reina  dousBlanca  de  Navarra. — Bandos  ia- 
teriores  eo  Aragón:  lucbaa  entre  ellos:  plágaae  el  reino  de 
malbechores:  medidas  que  contra  ellos  se  tomaron:  facul- 
tades qae  se  dieron  al  Justicia.— Prosigue  el  ciamai  f  iliga- 
ae  Pedro  de  Luna  de  Aviñoo:  auxlliaole  los  aragooeses.— 
Hoevaa  complicaciones  entre  los  doa  papas:  estado  lamen- 
teble  de  la  Iglesia.— Predicaciones  de  San  Vicente  Per- 
rer. — Elección  del  nuevo  pootIGce  en  Roma:  sigue  el  ó^ 
■na. — Providencia  que  lomaron  los  cardenales  de  nno  y 
otro  papa:  concilios  de  PíM  y  de  PerpiDam  sentencia  del 
de  Fuá:  son  declarados  cisniiticos  los  dos  papas:  procla- 
-    macíon  de  Juan  XXIII.— Triunfi»  de  don  Martin  de  Sicilia 


D,g,t7cdb/GOOgIC 


HS^  .      HISTOBIA   DBBtVAftA. 

«D  CerdeSa:  muera  tin dejar  sucesioo:  boridíledoD Mar- 
tía  d^Aragoo,  íu  padre.-  UltimoB  momentcn  de  don  Mar- 
tío  de  ArngoDi  muere  tambiea  sin  heredero  directa. — Pro- 
ieodieatei  á  la  eoroua:  lurbacitiRes:  laslimoea  sitoacion 
del  reino 421AiU. 

CAPITULO  XXH. 

ESTADO  SOQAL  DE  ESPAÑA. 

CASTILX.A 

EN  U  SEGUNDA  MITAD  DEL  SIGLO  XIV. 

1— Juicio  critico  del  reiuadodedoa  Pedro  de  Castilla. —Sus 
p  r  imerca  actos .— Übae  n  a  ci  o  a  so  bre  el  m  i  u  igtro  A  Ib  u  rq  u  (ir- 

3ue. — Sobre  las  cortes  de  ValUdolíd. — Sobro  loa  nmores 
e  don  Pedro  con  dnüa  Haría  de  Padilla. — Paralelo  en- 
tre doo  AlCoasoXI.  ;  dea  Pedro. — Liga  contra  e1  re;:  su 
carícter:  sus  fiaes:  conducía  de  loii  coafoderados.— Li 
(;uerra  de  Aragoo;  comporta  mié  oto  del  rey,  de  sus  her- 
inanoa,  de  los  magoates  y  caudillos. — Suplicios  horribles 
encastilla:  «i  se  condujo  en  iiüoa como  justiciero  ó  como 
cruel:  reflexiones  sobreel  carácter  de  duuPedro;sobre  su 
ópoca:  cemparaciooes:  ejemplos  do  «Aros  principes. — 
CuKlioD  sobre  el  csnamiento  de  don  Padro  con  la  Padi- 
lla.— Caricter  y  conducta  de  don  Enrique:  coUijo  entro 
los  do*  bermanoj.  H. — Reinado  du  don  Enrique. — Jui- 
cio de  este  monarca  antes  v  después  de  subir  el  trono. 
—Don  Enrique  como  legislador;  como  guerrero;  como ' 
Koberoador. — Sus  costumbres  morales,  llt. — Heiuade 
de  don  Juan  I. — Cómo  se  manejó  en  el  asunto  del  cismi, 
— Sui  errorea  en  la  guerra  de  Portugal.— C a usaa  dol  de- 
sastre de  AIjubarrota. — Lo  aue  salva  la  iodeseadencia 
Gortuguesa:  el  maestre  de  Avii. — Prudencia  del  rer  en 
1  guerra  con  el  de  Lancaster. — Tftulosdelrey  don  Juan 
A  la  gratitud  de  su  pueblo. — Respeto  du  este  monarca  á 
las  cortes:  llega  d  su  apogeo  el  elemento  popular  en  este 
reinado.  IV,— Estado  de  b  literatura  en  este  periodo. 
— m  judio  Rabbf  don  Sautob:  lá  Uoctrina  crialiaua:  Ji 
Danza  general  do  la  muerte:  Ayala:  sos  obras  en  prosa  y 
en  verso:  el  Bimado  de  Palacio. — Comercio,  artes,  in- 
dustria de  Castilla  en  esta  ¿poca. — Ordenanzas  de  me- 
nestrales: oScioi,  trages,  armaduras,  coste  de  ojda  arte- 
facto.— Gasto  de  la  mesa  real:  tasa  en  los  cooTÍtea.  V. — 
Costumbres  públicas. — Inmoralidad  política. — Delitos  co- 
munes: leyes  de  represión. — Vicios  de  aquella  socJ«dsd. 
— La  iucontinencia  en  todas  las  clases. — Leyoi  sobre  la 

Taganoia. — Inlluenci a  del  dinero 4l9iB08> 

Apéndices IW9Í549. 


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