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TOMO xni.
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FACULTAD DE DERECHO
Biblioteca
^ContultaenSala
Excluido d« préstamo
(201)
Stat sva cvi^ra oibs.
VIRG.
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K.J ^ /^V.<f?>
BIBUOTECA UCM
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5306481950
utissDmm
FORMADA P&IHCIPAUIBIITB
CON LAS OBRAS DE LOS CELEBRES ESCRITORES
EL CONDE DE SEGUR, ANQUETIL Y LESAGE,
TCOH
fCXA DB
P0&
M. IIILLOT^ MULLER^ CHATEAUBRIAND^ BOSSUET, THIERS , 6UIZ0T,
GÜAT^ MICHELET , MItíNET ^ ROBERTSON ^ NOMER ^ MONTESQUIEU^
ROLLIN, MARIANA, MIÑANA^ SOLIS, TORENO, MARLIANI^ MICHAKL etC.
FINALIZANDO
C<D£T WS ID)X€(CZ<a)H£Jfi]I(a) ]BE(D)(S]&Á}ni(C€) WMÍIWSSSíSMu
OBRA COMPILADA
BAJO LA DIRECCIÓN DE
A. MARTÍNEZ DEL ROMERO',
liminDOO OB TARIAS SOCISDADBS ARTÍSTICAS T LITERARIAS 9
NACIOHÁHt T ■tTKANJBIlAt.
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€0ISIITTAS££I3E0 DUOBSeiHO.
CAPITULO V.
xlespaes de haber {Ddieado los
objetos del culto de los roma-
nos, beci^o la eDuoieraeioo de
sosdi¥ÍDÍdades, y el cuadro de
los miembros del sacerdocio, as(
como de sus diversas atribucio-
nes, réstanos dar á conocer la
influeocia estraordinaría de la
relijioo sobre un piteblo tsn
crédulo como valiente, y pre-
sentar las relaciones que4i{;abao
á los triunfos de sus armas, los
actos de una piedad sin ttmi-
tes«.
Jamás historia de nación aU
gana ofrece i|n contrasto mas
chocante que ta conducta reli-
jiosa de íw primeros romanos,
opuesta á su conducta polUíca*
Rómulo y Bemo, ambos de orí-
jen dudosa, consiguen hacerlo
venir del cielo; y un conjunto
de acontecimientos estraordina-
rios parece justificar esia opi-
nión» Ellos mismos casi se lo lle-
gan á persuadir, y lo esparcen
con aquella seguridad que pres-
ta siempre una íntima convic-
ción. Una multitud de hombres
vagos^ recliazados de todo el La-
cio^ estranjeros en todos los pai*
ses, se une i su fortuna y piensa
ver en ellos seres de una natu»
raleza superior. Admirados del
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msfoaiA
yugo que el jeoio les impone^
estos espíritus seueillos y grose-
ros se imajioan reconocer en
ellos el carácter de la divinidad^
y sin esfue^rzo se someten á je-
fes que se atreven á hablarles en
su nombre. Pero desmintiendo á
poco, por un acto de barbarie,
unOrijen usurpado /el mas au-
daz de los dos hermanos inmola
albtroá ¿u ambición.
Tales fueron los fundadores
de aquella Roma, colocada des-
pués en el rango de las divinida-
des; tales fueron las primeras
acciones medíante las cuales se
constituyeron en cuerpo de na-
ción. El ascendiente que RiSmu-
lo había tomado sobre su pue-
blo, debilitó la impresión que
hubiera debido hacer su crimen^
y aquellos hombres feroces ya
desechados de la sociedad por
acciones casi tan detestables, no
vieron ed esta mas que una con-
seeuentia irrevocable de los de-
cretos del Destino, de quien su
jefe se declaraba intérprete. De
este tnodo, fortificando su gran
carácter con un apoyo que des-
truía la idea misma de la resis-
tencia , y libre de toda concu-
rrencia que estorbase sus vastos
proyectos^ se entregó Rómuk)
Bin sujeción al vuelo de unaima*
Jinación atrevida-, y lejislador de
una sociedad naeie&te , ia dicta-
ba leyes que debían servir á to-
dos los pueblos.
Los dioses reusaron á Rómulo eí
perdón que tan fácilmente le ba^
bian concedido. En mitad de sus
triunfos se ve penetrado de re-
mordimientos, se orroriza de, sí
mismo; la sombra de su 4esgr<*
ciado hermano le sigue sus pasos;
y durante la noche le persigue en
sueños su imájen sangrienta. Es^
fuérzase por aplacar á sus ma-
nes doloridos con espiaciones
que le sujiere una piedad salva-
je; instituye fiestas lúgubres que
deben atraerle el perdón de su
crimen conservando siempre su
memoria^, y su pueblo, dócil ba-
jo el doble yugo que le había
impuesto, mostraba respeto á 9U
rey, y al mísmo^ tiempo procla-
maba su arrepentimiento. Satis-
fechos de estos actos esteriores
príncipes y vasallos se entregan .
á su audacia; cansan al cíelo pa- ,
ra obtener un perdón que cada .
dia se lesbace mas necesario^ y .
en estos primeros tiempos todo
ofrece en los romanos la mezcla
estravagante de una piedad ecsa-
jerada y de una conducta culpa*
ble. De este modo unas tierrati
arrebatadasá la fuerza á sus le-
j.ftimos poseedores, se coosa^n
al sostenimiento de los altares»
otras se reparten coo el apara*
to de ia relijíoa: mujeres roba-
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mOMAMA.
das á 8üS familias^ son casadas
con todas las solemnidades de
Roma-, en fin, aquella misma
ciudad cuyo sitio es también
usurpado^ ve consagrados sus ci-
mientos por todo lo mas impo-
nente que entonces ofrecían las
ceremonias relijiosas. Muy lue-
go aquellos sacerdotes institui-
dos por Hómulo bajo el nombre
de augures, declaran que la ciu-
dad naciente será la reina del
mundo; apenas se han acabado
loa muros, unos cuantos hom-
bres encerrados dentro se pene-
tran de la santidad de este orá-
culo, y con un paso firme y sos-
tenido marchan á su cumpli-
miento. El rey se declara alta-
mente protector de los ministros
de los altares; y por una esacta
reciprocidad, estos ministros au-
torizan en el nombre del cielo
las empresas del monarca. Todo
papecia justificado para llegar al
alto destino que se habian atre-
vido á prometer; y este mundo
del cual no teniun una Justa idea,
deMa ser la recompensa de la
piedad para con los dioses y del
amor á la patria. La convicción
profunda de la santidad de aque-
llo8«ogures, y el entusiasmo que
l&tfpíraban, apresuraban iel cum-
plimiento. No se sabe qué admi^
rar mas, si la audacia del 'sobe-
rano^ la piadoaa aaialencia que le
prestaban sus ministros, ó aque-
lla firme creencia que se trasmi-
tió de raza en raza en un pueblo
heroico.
Pero el estado principia á.es»
tenderse ; algunas naciones dé*
bilesse le incorporan; sabias le^
yes atraen nuevos ciudadanos;
las victorias aumentan continua-
mente el número; y Hómulo, a-
tentó siempre á atraerse los pue-
blos que ha subyugado, aSade á
la relijion de la ciudad naciente
los ritos de sus nuevos subditos.
Muere por último enmedio da
los triunfos, y su muerte, tan es«
traordinaria como su nacimien-
to, le hace colocarse en el rango
de los dioses.
A Rómulo sucedió Numa Pom*
pilio , quien satisfecho de man-
tener á Roma en sus conquis-
tas, no procuró estenderlas. Su
primer cuidado fué calmar, por
una conducta llena de mode-
ración , el resentimiento de los
pueblos del Lacio , dispuestos
ano ver. en los triunfos de los
romanos sino ilustres atenta-
dos. Enseñó á sus subditos asom-
brados que hay otras virtudes
que el valor , y otra grandeza
mayor que la de las conquistas.
A la fuerza, á la violencia y á
las empresas audaces, sucedió el
amor del orden y de la justicia;
los tratados dictados por la sabi-
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niSTOftlA
duría, fueron ejecutados con uua
severa equidad. La antigua (ie-
rra de Saturno, vio renacer con
mas esplendor aquellas virtudes
por mucho tiempo olvidadas, y
Boma pudo en fin presentar á
sus hijos.
L;i sola persuasión no hubiera
obtenido resultado tan grande.
Nunia tomó del cielo una autori-
dad que los hombres le hubieran
reusado. La ninfa Ejorio, decía
que le dictaba en sus secretos
coloquios, las nuovas leyes que
a'iadiaálas de Rómulo, y con
esta astucia perdonable tomó e!
nombre de los dioses para ense-
ñar á los hombres á onrarlos
mejor. A la solidez con que Nu-
ma establecía la creencia, anadia
diariamente piadosas institucio-
nes, y las ceremonias pomposas
daban al culto de Boma un es-
plendor que hasta entonces le
había faltado. Los actos mas im-
portantes del estado, la paz, la
guerra, los tratados y todas las
transacciones entre los ciudada-
nos, estaban sujetos á la volun-
tad de los dioses, y sus órdenes,
transmitidas por los sacerdotes,
llegaron á ser lá regla de todo
un pueblo.
Un reintido lurgo y tranquilo
permitió á este sabio rey hacer
que los romanos amasen los la-
xos sagrados con que les habia
unido; y bien pronto vio elevar-
se cerca de sí una jeneracion de
hombres tan valientes como sus
padres, y mas dignos del título
de ciudadanos.
Bajólos sucesores de Nuraa,
las virtudes guerreras por tanto
tiempo comprimidas, se desple-
garon con una nueva enerjíu.
Penetrando Roma el secreto de
sus destinos, marchó con un pa-
so rápido, acia un objeto de que
se sentia digna. Orguliosa con
sus divinas instituciones, se com-
plació en hacer partícipes de
ellas á sus vecinos todos*, y u-
niéndose en ella el fanatismo de
las conquistas á la ecsaltacion
relijiosa, desde lo alto del Capi-
tolio proclamó su culto y su im-
perio. La disciplina militar, ú-
nica causa de la grandeza roma-
na, descansó enteramente sobre
una base relijíosa. Todo soldado
admitido en una lejion, hacia ei
juramento de no abandonar nun-
ca sus ensenas y obedecerá sus
jefes. No le era permitido pelear
antes de haber llenado esta for-
malidad-, pero llenada, estaba
ya ligado por una obligación que
no podia desechar. Cuando el
pueblo se sublevó por un movi-
miento de indignación contra los
decemviros, las lejiones, parti-
cipando de su odio contra los ti-
ranos^ continuaban sin embargo
i
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mOMAltA.
9
obedeciéndolos, y lossoldádosno
pudieron determinarse á aban-
donar una causa que detestaban,
sino cuando se les demostró que
el poder de sus jefes era osar-
pado(l)«
Después del incendio de Roma
por Brenno, no ofrecia la cindad
mas que un montón de ruinas:
el pneMoy desalentado entera-
mente, quería retirarse á Veyos,
en donde se habían refujiado ya
machas familias. Gamito, enton-
ces dictador, reunió las «Minas
para apartarlos de tan sacrfle"^
abandono. Insensibles al onor y
k la vergüenza, los ciudadanos,
abatidos por tantas pérdidas, es-
taban decididos á huir, ya iban
i dar su voto, cuando un centu-
rión, pasando con su troplí por
el Foro, le dijoenvoz alta: Aqmi
€$ donde debemos permanecer. —
c Acepto el augurio,» escían^ó
Lucrecio, varón consular : este
grito resonó entre el pueblo/ y
ana palabra dicha al acaso, pa-
só poruña orden de los dioses.
Pudieran citarle como actos
relijiospsel sacríflcio voluntado
qoB hicieron de su Vida los mas
Ilustre?» senadores cuando espe-
raron la muerte con tanto va fór,
mejor qtie ver sus altares pros-
(1) Dtoiiifio oa HAUCAaa. lib. XI,
cap. ti9.
, Toao xni.
tituidos por los bárbaros. El ya
citado sacriQcio de Mareo Cur-
do, puede contarse también en su
número, y otros muchos que he-
mos mencionado en la historia.
Sin duda qué admirará el po-
der de la relijion sobre aquellas
almas tan fuertes y Jenerosas, y
qOe se reconocerá la Justicia de
aquel prlni^ipio. Pero ¿por nué
dejeueraron en una superstición
tan vergonzosa , degradándolos
tanto como tos habia elevado?'
Rsos mismo< rumanos de tan ad'
mirable valor y heroi^mo, lle-
gan á dar romp^fon por su de-
bilidad: todo para ellos eran o«
ráculos secretos, avisos amena-
zadores, húguVio^ felices ó fu-
nestos; HA encuentro insfgntfiw
cante sumía en et abatimiento á
aquellos espíritu? altivos, y en
el nombre de la divinidad se a*
batiaií basta el estremo. Yéselotf
diríjiendo miradas inquietas á
sti alrededor^ vivir én una per-
pétuÉ Inquietud. Una palabra
pronunciada al acaso, turbaba
su ánimo, se pintaba el terror
en sus facciones; callábanse de
repente; y después de haberse
besado el dedo anular, se toca-f
ban detráa de la oreja derecha
en la parte que llamaban el sitio
de Nemeeii (2), oomo cuando se
(2) Plihio <Ub. XI, cap. zlt) €»•
2
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to
flitr«ai4
repreide qüo d^ iinn aorion ó
de una p{fl«ibra inconsiderada.
Esta disposición á una creencia
ciega, determinaba todas las ac-
ciones de sa vida; su inQuencia
secreta era aun mas poderdsa
en los ejércitos. Sobre el tea-
tro de la fuerza, las resolucio-
nes roas importantes se tomaban
siempre según la decisión de los
augures.
Fuese convicción ó destreza,
muchos Jenerales se aprovecha*
han de estos oráculos para llevar
sus tropas á la victoria, mientras
otros sufrieron derrotas vergon-
zosas por haberlos despreciado.
El encuentro de un mezquino
tnimalejo hacia palidecer á a-
qnellos hombres que no infimi*
daba la muerte; y se vieron le-
jiones enteras embargadas de es^
panto ala vista de una liebre,
ciiyatimideiZ parecía Anunciarles
la derrota y la buida. En el cam-
po^ en ^ senado, en el foro y
en todas partease hallaban las
mismas ideas. No había en Ro-
ma un solo personaje notable,
que se atreviese á abrir su puer-
ta antes de haber consultado á
los pollos que se censiderabao
loraKi f1 asiento ót h meninria f!«'friii
de las urc);i8 á los que er|iB llamadot á I
itr ti»ilgo& (PljaiK> iM«)
romo oráculos domésticos (1)..
Hubo vez de verse á un gran
majístrado entrarse en su cisa
con precipitación, porqué al sa-
lir habia tropezado en el escalón*
de la puerta; v un st^no lor viejo
que un dia estaba comien lo en
casa de Octavio, llamantio la a*
tención de esté par su aire aha«
tido y prei^untándole qwf^. teni»,
confesó sin misterio que hahii^n*
dose puesto al levantar por la
mafiana la sandalia izquierda en
el pie derecho, agiíero tan fu^-
nesto lo traia lleno de tristeza.
Oigamos sobre la materia quo
nos ocupa el parecer del sabio
autor del Espíritu de las leyes.
Los sucesores no se atrevieron á
hacer lo que este príncipe no
habia hecho: el pueblo que ha-
bla perdido mucho de su feroci-
dud y rudeza, era ya susceptible
de mayor disciplina. Fácil hu-
biera sido añadir á las ceremo*
olas de la relijion principios y
reglas de moral de que carecía;
pero los Itjisladores de los roma-
nos eran sobrado previsores pi«
ra dejar de conocer cuan pef i«>
grosa hubiera sido una reforma:
porque hubiera sido forzoso
convenir en que la relijion era
defectuosa, y se debílilaha su
aulpridud. La sabiJun'.i í\ví 1o5
(i) Pumo, lib. X, cap. lu*
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romanos les hizo tomar un par-
tíio m» acerittdo eslablecfeD^o
leyes neevaa. Las inatituehmes
bomanas pueden cambiarj pero
laa divinas deben ser inmoUMes
tomo los mUmos dioses.
Así es que babíéndo el sena*
do romano dado el encargo al
pretor Petilio (1) de ecsaminar
tos escritos del re? Numa, que
eo habían encontrado en un co*
Trede piedra cuatrocientos años
después de la muerte de e^le
rey» resolvió baceríos quemar,
por informe del pretiir, por
eoentu las ceremonias q«e se
ordenaban en estos escritos se
diferenciaban mucho de las prae«
ticadas entonces; lo cual podía
introducir escrúpulos á los espí •
riCUs sencillos» haciéndoles yer
que el culto prescrilo no era el
mismo que el insUtuido |N>r tus
primeros lejisladores é inspira «>
do por la ninfa Ejería.
Los adivinos no podían pro-
nunciar nada sobre loa negocios
públicos sin el permiso de loa
majistradois; su arle estaba ab«
sotutaioeiite subordinado á la
Toluntad del senado*, y esto se
había dispuesto así por los li-
bros de ios pontífices» de los cua*
lea nos ha conservado Cicerón al-
gunos fragmentos (-2).
(i) Tito LiTUiy lib. XL, cap. ikiz.
{2) De Lrg. líb. IL' É^tía dimp'
monáh. \\
PoLiBfo pone la superstición
en el número de las ventajas
que el pueblo romano tenia so-
bre los otros pueblos ; — lo que
parece rídfciilo á {os sabios^ es
necesario para ios ignorantes; y
aqoel pueblo que tan fácilmente
se eneolerixfiba/tenia necesidad
de ser conducido por un poder
iATlsible.
Los augures y loa arúspices e*
rao propiamente los grotescos
del paganismo; pero no se les
hallará rídhMitossi se reOeesio-*
na que en una retíjion toda po«
pufar como esta« nada parada
estravagante; la i-redutidad del
pueblo lo reparaba t<Ho entre
los romanos; pues-cuanto mas
contraria á la ramn faiioaaaa era
una cosa» tanto' i^aa divina le
parecía. Una simple verdad no
les hubiera afectado vívametiie)
necesitaban objetoa de admira-
ción» necesitaban señales tle la
dtviaidad» y solo las hallaban en
lo maravilloso y ridíeuto.
Gosa eatravagaole era k la
verdad hacer depenüet la saltra^
tanto-, protUgiOf poríenia^ ad fffnyipi
et aruspíceSf si senatu» jusserii^ á/«-
fe f unió. Y en otro lugar: Saeerdoium
dito $óiura sunioi mnum ^fuod pñd^sü
€4KremoaiÍM ei satrit^ mtíétum, tfmod
4nUrpre$etur fatidieormm ei ftmtmm
tffmia inéogmiíaf wm 99uakt$ ¡^opuku^
tfue admiverU*
%
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13 , «svoftu
eioQ de la repáMíca del apoUio
M|¡rado de un pollo» y de la dia-
posición de las entrañas de las
víciimas; pero los que introdu*^
jeron estas ceremonias» cono-
cían muy bien el flaco y el fuer-
te del pueblo^ 7 eon razones es-
peciosas pecaron contra la mis*
ma razón. SI este cqlto hubiese
sido roas razonable » los ho8i-
bres entendidos igualmente 4|ue
el populacho hubieran sido ju*
fuete de él» y de este modo se
hubiera perdido toda la ventaja
que podia esperarse : se necesi-
taban ceremonias que pudiesen
entretener la superstición de los
unos, y mantener la poKtica de
los otros; y esto se encootrabn
en las adiviiu^íoaes. Poa(anse
los decretos del délo en boca de
los principales sanadores ,. los
cuales no dejaban de coqocer lo
útil y ridículo de tales adivina-
ciones.
Cicerón dice (t) qqe Fabio,
siendo eugor^ tenia por regla
que lo que era Tcntajoso á la re-
pública, se hada siempre bajo
buenos auspicios. Piensa como
Marcelo (2)^ que aunque la cre-
(1) Optímis mupieUf eo geri, éftut
pro re^mMe» salttte gertreníw^ ifucr.
tomirm rempméíkéun fiertmi ^ toníra
^nMpUUfiti. (De Senecmie. Cap. !▼•)
(2) Dt Divüiaíiime, Lik IL
dulidad pofNilar hubiera eataT
bieeido en un principio los au*
gures» se hubiera tmpedldo su
uso por utilidad de la república,
estableciendo la diferencia en^
tre los romanos y los estranje-
rqs» en que estos se servian de
ellos en todas ocasiones» éo vez
de que aquellos solamente los
empleaban cuando lo reclamaba
el interés público. Cicerón nos
di<^ (3) que el, rayo caido por la
derecha era de buen agüero^ es»
cepto en las asambleas del put--
b\o , prMerquim ad cqmitía. En
esta ocasión cesaban las reglas
del arte: los majistrados juzga-»
han en ella según su capricho de
la voluntad de los auspicios» y
estos eran una brida con que su*
jetaban al pueblo. Cicerón affa«-
de : Hoe imtituium reipMicm
eatisá eit, ut eomitiorum, vél in
jure Ugum, ve( in judiciU populi,
vet in eredndis magi$tratibu$,
principe» eifíiiates e$$ent interpré-^
te$. Antes habla dicho que se
leia en ios libros sagrados: /boa
tañante et fulgurante can^itia po-
puli habere nefas e$$e. Esto se ha*>
bia introducido» dice» para pro*
porcionar á los majistrados un
pretesto de disolver las reunio-
nes del puebb (4). Ademáa era
(3) Ibtd.
(4) Boe rt^mbi^. •tmsd ien$tí$m^
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AOM4KA. 13
indirereóte, como bemos dicho I nos, que legoian siempre k los
jro, qae la víctima qae se inmo-
laba fnese de bueno ó mal agüe-
ro; porque cuando no se coaten*
tabancoola primera, se inmo-
ialuí una segunda^ una tercera,
cuarta, etc.^que se llamaban Aos*
íim iuc€$danm. Queriendo Paulo
Emilio sacrificar, se vio obliga-
do á inmolar veinte víctimas:
los dioses no se aplacaron tiesta
la última, en que se encontró-»
ron seQales que prometían la
victoria. Por eso era costumbre
decir que en los sacrificios lus
últimas víctimas vallan siempre
mus que las primeras. César no
tuvo tanta paciencia como Pau-
lo Emilio; pues habiendo de^^o-
llado muchas víctimas, dice Sue*
tonto (1) sin encontrar una fa-
vorable» almodoaó los altares
con deapre^ y entró en el se-
nado.
Como los mijistrados eran
dneOos de los presajios , tenian
an medio seguro para apartar al
pueblo de una guerra que hu-
Uera sido funesta, ó para ha-
cerle emprender otra que hu*
hiera podido ser útih Los adiví*
éomiitontm 9ním non habtndo^
rttm causas éSM oolmnuU. (De Divi-
nalioiie.)
(t) Riktü»u9 ho&tiU ew9ü, €iám //-
$ar€ nwt poMS€Í^ mirQiii tun'am^ tt^rtid
rtligiotrr. (In JoL Cns. O^ Va^u»)
ejércitos, y que eran mas bien
intérpretes del jeneral qae de
los dioses, inspiraban .coafianaa
á kM soldados. Si por casaaUdad
algún funesto presajio liahla es^»
pantado al ejército, ua hábil je-
neral trastornaba el seoládo y se
lo hacia favorable; así Seipion,
que se cayó al saltar de lu barca
en la costa de África, tomó un
puftado de tierra y dyo : Africaí
ya eras mía ! y por estas palabras
hizo feliz un preaajio qae habia
pareciuo tan funesto.
César Aié advertido mochaa
veces por los adivinos que no
pasase á África antes del iovier*
no; no los escachó y pudo ade*-
tantarse á sos enemigos, que sia
esta dilijeocia hubieran tenido
tiempo de reunir sus fuei-zas.
Craso, durante un sacrificio, ha-
biéndosele caido de las manos el
cuchillo, el pueblo lo tomó á
malagüero; pero él lo tranquili-
zó didéodole: ¡Animo! mi espmda
al mémoé na*$e me ha oaido nunca.
Tarquino el Soberbio, que<*
riendo establecer Juegos en onor
de la diosa Mánia, consultó al
oráculo de Apolo, qaien respon*
dio oscuramente y dijo que ha-
bia qae sacrifirar cabezas por
cabezas, capitibas pro eapitibut
supplicandum.EstQ príncipe, mas
cruel que supersticioso,^ hizo que
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u
ñt»roník '
•e ifimi^tatott unos niños-, pero
Jonici Bnítd cambió eáte orrible
sarríflcio^ porqae io mandó ha*
eer con cabezas de ajos y ador*
roideras^ y de este modo se elu«
dfló el orílcolo (1).
Cuando el nodo gordiano no
se podía desatar se cortaba: de
esta manera Claudio Púlcer, que^
riendo dar un coñnbute navül^
hÍKo arrojar al mar, como ya
dejarnos referido» los pollos so-
f rados, k fin de hacerles heber,
deria , puesto que po querían
conrit'r.
Es cierto que se castigaba tam-
bién algunas veces á un jeneral
por no haber seguido los presa-
jios(2); y esto mismo era un
nuevo efecto de la política de Iqs
romanos. Se quería hacer ver al
pueblo que los malos reveses,
las ciudades tomadas y las bata-
llas perdidas no eran efecto de
la maluí constitución del estado
ó de la debilidad de Ja república,
jino de te iáipiedad de un cruda-
éano contra el cual estaban irri-
tados los dioses. Con esta per-
iuaeion no era dtfiíiil volver la
jconflanza al pueblo, bastando
para ello algunas ceremoéias y
algunos sacrificios. Por lo mis«
wm>, cuando la ciudad estaba a«>
(1) Mserob. Sáim^ai. Uh. I.
(2) V«L lUmiw. I, c IV, «rt 3.
menazada ó sé veta aflijfda con
alguna desgracia, no dejaban de
inquirir la cauSa, que siempre
era la cólera de algún dios cuyo
culto se habia descuidado: has»
taba para librarse de ella hacer
sacrificios y procesiones^ y puri-
ficar la ciudad ton antorchas,
azufre y agua salada. Se hacia
pasear á la víctima alrededor de
los murallas antes de degollarla,
lo cual se llamaban sacrifleium
am6ttr6ttfm y amburbial. Algu*
oas veces basta se purificaban
tos ejércitos y la armada, des-
pués de lo cual recobraban to*
dos su valor.
Scevola, gran pontífice, y Ya-
rron^ uno de sus grandes teólo-^
gns, decían que era necesario
que el pueblo ignorase muchas
cosas verdaderas y creyese mu-
clias falsas. Sao Agustin dice (S)
que Varron habia descubierto
de este modo todo el «ecreto de
los políticos y de los ministroa
de estado.
El mismo Scevola, según San
Agustin (4), dividía los dioses
en tres clases: los establecidos
por los poetas^ los estableciéos
(3) Toium eomHiiam prodiáU ém-
pitnium per quod chitaUí €i popuU
regerentur. (Da dril. Ofi, Lib. IV,
cap. XXXI.)
(4) ÚMdtOI.
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1U0ÍÜIA,
ii
por los filósofos, y los qae ha-
bían invenlado los majistradoSy.
h principibm civitatis. Los que
lean la bistori^ romana y sean
un poco perspicaces encontrarán
3 rada poso rasgos de la política
de que hablamos. Así' se ve á
Cicerón, que en particular y en-
tre sos amigos, hace á cada paso
una conresioo de su increduli-
dad (I), hablar en público con
nn zelo estrnordinario contra la
impiedad de Yerres. Se ve á un
Ciodio« que habia profanado in-
solentemente los misterio» de
la buena diosa, y cuya impiedad
habia sido marcada por veinte
decretos del senado» hacer ét
mismo una arenga Ljesa de zclo
á aquel senado que le habia cen-
surado, contra el desprecio de
las prácticas antigoas y de la re-
lijion. Se veía á un Salustio, el
mas corrompido do todos los
ciudadanos, poner á la cabeza de
sus obras un prefacio digno de
la gravedad y austeridad de Ca-
tón. Ño acabaríamos si hubiése-
mos de ir filando ejemplos.
Aunque los majistnitlos no
participasen de la relijíon del
pueblo, no puede dejarse de
ttreer que tuviesen una. M. Gud-
worth ha probado en gran ma-
(I) AiewH fm deiirarg tense* ui
ñera que los booibreftHQStradof.
entre los paganos, adoraban k
una divinidad supretiia,de qolea
no era mas que ooa participa-
cioa las divinidades del pueblo.
í^s paíjíjnos. nada escrupulosos*
en el enlto, crejan que era indi-
ferente adorar á la misma divi- .
nidad ó á sus manifestacio tes;
adorar por ejemplo, á Veons en
la potencia pasiva de la nalora-
le^a, ó á la divinkiad suprema,
eo tanto que era susceptible da
toda jeneracioA; da tributar un
culto al sol ó al Ser S<a|h^mo,
en tanto q»e anima las plaataa
T hace fecunda la tierra con aa
calor. Así el estoico Bolbus diea
en Cicerón (2) «que Dios partU
«cipa por su na tarale^a de todas
wlas cosas de aquí alMJo; que es
i>Ceres sobre la tierra, y Neptu-
«no en los mares.» Mas diría-
mos, si tuviésemos el libro qua
compuso Asclepiades, titulado la
Armonia de iodos la$ íeof^jiaB.
Como el dogma del ulnia, del
mundo está casi jaoeralmenia
recibido y que cada parte dal
universo se miraba como uo
(3) Deas perUnens per naiurmm
euíms^ut^ rei^ per ierrae Cétee, me t mm^
rim NepiunuM aiii per aH<^ p9ierm9t
imieiii^'i gui ípmUMqme iUni^. qttoifme
eos momime conetuiwíü aune^paperM,
h0$ d€0i H vemrmriet eúlsre dehemmu
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16
intrnniA
miembro ?ito eo cpie esta alma
estaba repartida^ parecía quo era
permíUito adorar iodifereot^
meóte todas estas partes, j que
el caito debia ser arbitrarlo eo-
ftio el dogma.
De aqui faabia nacido aquel
espirita de soberaoia y daixara
que reinaba en el mundo paga««
do: no cuidaban de perseguirse
j destrozarse unos á otros, co-
mo en los tiempos del cristia-
nismo; todas los relijiones, to-
das las teolojias eran igualmcn*
teburflas: las^berejias/lus gue-
rras y' las disputas de relijlon
les eran desconocidas: con tal
de que fuesen á adorar ai tem^
plo> cada ciudadano ei^a gran
pontífice en su familia.
Los romanos auD eran mas to-
lerantes que los griegos, que to^-
do lo bastardearon; ya en so de-
bido lugar hemos referido el
destino desgraciado de Sócrates.
Es verdad que la relijiott ejíp-
cia estuvo siempre proscrita en
Roma: y ¿por qué? porque la re-
li|ion ejipcia como la cristiana,
era intolerante, quería reinar
sola y establecerse sobre las rui-
nas de las demás V de modo que
el espirito de suavidad y pac re-
lijioaa que reinaba en los rome-
óos, fué la verdadera causa de
la guerra que le bicíeron sin des-
canso. £) senado mandó derri*
biir los templos de las divinida-
des ejipcias; y Yelerio Macsi-
mo (1) refiere con este motlTo
que Emilio Probo dio los pri-
meros golpes, á fin de alentar
con su ejemplo á los trabajado-
res, penetrados de an temor su-
persticioso.
Pero los sacerdotes de Séira-
pis y de Isis tenían mas zelo pa-
ra establecer estas ceremonias,
que. habla habido en Roma para
proscribirlas. A uhque Augusto,
según refiere Dion (2) ^lubiese
proibido su ejercicio en Roma,
Agríppa que mandaba en su au *
sencia la ciudad, se vio obliga-
do á proibir su culto segunda
vez* En Tácito y Soetonio se
pueden ver los frecuentes decre-
tos que tuvo que dar el señan-
do para desterrar este cuho de
Roiiía.
Es necesario notar que los ro*
manos confundieron á los jo -
dios con los ejipcios, como se
sabe que confundieron á los cris-
tianos con los judios: estas dos
relijiooe^ fueron miradas por
mucho tiempo como dos ramas
déla primera, y partieron coO'
ella el odio, el desprecio y la
persecución de los romanos. Los
mismos decretos que abolieron
(i) Lib If cap. tu.
(2) Lib. XXXIV.
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lOfLMlS
47
w Roma Jué ce^iÉiaiiUl^e;iÍ9Cias«
coQiparao siempre la$ cereoio-
oías judaicas coa i)quellas^ oo*
IDO aparece por Tilo (I) y por
Suetonio e» Jas vidas d^ Tiberio
y de Claudio. Alas claro está to-
davía el que los historiadores
jamás han hecho disliacioQ entre
qí cuUo de ios cristianos y el de
los otros. AuQ no habían salido
de eslc error en tiempo de A-
driano^ como aparece por. una
carta que este emperador escri-
bió desde Ejipto al cónsul Seo
vanio: «Todos (2) los que en E-
ajipto adoran á Sérapisson cris-
«tianos, y los quesejlamao o-
ttbispos están entregados al culto
»de Sérapis. No hay judío, príh-
«cipe de sinagoga , samaritano,
(1) HÁi.Uh.\l.
(2) //// ^' Serapin cotunt, QiHm-
tiani 9uni% et deooti sunt Serapi^ qui
se C/wisíe epUcopujt dicua, N^mo üUe
arcftísjrnagoguM Judeorum, nemo Sá'^
mariieff tierno Cfiristianorum presbj"
Ur^ non mathematieuSy non arunptx^
non aUpleñy qui non Serapin coIaL
Jpst Ule patriar tha^ (Judeorum sci-
licet,) cían jiE^jrptum otmrit^ ab a*
tíié Scrapin adorare^ ab aUig cúgUur
Christum, Ünus tiíis deuteMi Serapir,
hune' Juda:i^ bunc ChriHitmi^ hune
cmnes venerantur H genitM. (FUviui
Vopiscas, in Fita Saiurnini. Vidc Íí¿-
torio: augusta: ser iptor es t in luí. 162U|
p. 245; «/i>i 8. 1661. p.9S9.)
^OUO XIU.
usactrdole cristisno, mat^máti-
neo, adivino, ó buñador (el que
•untaba COQ , aceites aromAlicos
»á los qpa sallan de los baños y
ȇ los luchadores) que no adore
»á Sérapis. El mismo patriarca
»de los judíos adora indlfereote*
«mente á Sórapis ó á Cristo. Es-
lías jantes no tienen otro Dios
»que Sérapis: este es el dios de
»los cristianos, de los judios, y
»de todos los pueblos.» ¿Pueden
tenerse ideas mas confusas .de
estas tres relijiones y confundir-
las mas gro«erumcnte ?
Entre los ejipcios, los sacer-
dotes formaban un cuerpo apar-
te, que se mantenía á espensas
del público; de esto nacian mu-
chos inconvenientes; todas las
riquezas del estad^ se encontré*
ban embebidas en pna sociedad
dejente^que, recibiendo siem-
pre y no dando jamás, todo lo
atraían á sí insensiblemente (3).
Los sacerdotes de Ejipto así re-
compensados para no hacer na-
da, vejetaban todos en una ocio*
sidad, de la cual no sallan sino
con los vicios que ella produjo;
eranenredadoreSj chismosos. In-
quietos, cizañeros, emprendedo-
res, cualidades que los hacia es-
(3) ¿£»tá tslo con^briae con U
ídsUukíoii de nuefttrottstipgaidotfiat-
lesf
3
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18
■MMIá
tremadamente peligroso*. En fin
un cuerpo cuyos Intereses ha-
bían ildo violentamente separa-
dos de los del estado^ era un móns-
truo; y los que lo hablan esta*
blecido hablan arrojado en la
sociedad una semilla de dlscor*
día y Je guerras civiles. No su-
cedía lo mismo en Roma: había-
se hecho nlK del sacerdocio una
carga civil- las dignidades dé au-
gur y de gran ponlíflce eran ma-
jislroliiras: los que estaban re-
vestidos de ellas eran mierabrot
del senado,, y por consiguiente
no tenían intereses diferentes dé
los de este cuerpo. Muy lejos de
servirse de la superstición para
oprimir k la república, la em-
pleaban para sostenerla. «En
•nuestra ciudad, diceClceron(l),
»los reyes y'l^s mnjiütradoa que
ules han sucedido han tenido
üSiempre un doble carácter, y
»lian gobernado el estado bajo
«los auspicios de la relijion.»
Los decemvlros teuícin la di-
rección de las cosas sagradas: ios
(r) Jfmd veUrtMf qmirtrumpo*
iiebantur^ Udgm auguria ten^nmi^ ui
teJtt/j9 €$i noUra €ivita$, in qud ei rc-
ges^ augures^ tí po»Uá privali eodem
jtuerrfloiio pntdisí rempubiieam rtíi^
gíonum amioríiatt r€xerunU (De Dí-
viiiatittiie, Lib. 1.)
qulndeclmtiros enldabán de lái
ceremonias de la relijion y %nw^
daban los libros de las sibilas; Jo
cual pertenecía antes á los de-
cemvlros y duumviros. Consul-
taban á los oráculos cuando e(
senado lo disponía, decían el re-
sultado, aftadlendo su parecer;
estaban también comisionados
para ejecutar todo lo prescrito
en los libros sibilinos, y para ha-
cer celebrar los juegos secula-
res; de mDdó que todas las cere-
monias relijiosas pasaban por las
manos.de los majistrados. ,
La polftiea que reinaba en la
relijion de los romanos, se des-
arrolló mueho mas en sus vic-
torias. Si se hubiese escuchado
á la superstición, se hubiera da-
do á los vencidos loi mismos dio*
ses de los vencedores', se hubie-
ran derribado sus templos; y es-
tableciendo un culto nuevo, se
les hubiera impuesto una escla-
vitud mas dura que la primera.
Pero lo hicieron mejor : Roma
misma se sometió á las diviuida«>
des estranjeras recibiéndolas en
su seno; y por este lazo el mas
fuerte que haya entre los hom-
bres, consiguió atraerse á los
pueblos que la miraban mas bien
como el santuario de la relijion
que como la dominadora del
mundo.
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mOMAKA*
19
CAPITULO VL
Mujeres r«»m«ii««, Étu trajtt y adorsot. -— 6obttr«o. ^ Gftndft ma¡Í4tr«<)oé, •—
1^ riAFstura. — »Cut«tttr« de U cinrfad, — Cncatorct provinciaba, — fidilidad^
-^ Eailes plfbeyo». — - Rdilct cdiitulet. -— Pretara. -^Pretor aapremo.— ■
Con5iiU(lo.-» Procóiitulea. — Propreioret. — Procucilor. — Dictador. —El
ctavd Mgrado. -— MajUlradoa iateriiifdlos. «-Ltfklacioiii W/ta, pM<acil«%
MíBAioicoiitaltos alicloa f decrelo»*-— PátMNMW j clicQleii Aobltaai Ifittttlb»
roronaa y ou-M'eA miUUftt*
M.
LUiRRES BOMANAS» SUS TRAJBS
TADOBBTos, — Las majeres de los
primeros romaoos han superado
á las de todos los pueblos por
su amor heroico á su patria y su
(ernura para con su familia. Las
mujeres de Lacedemonia se bi-
cíeron notables por un valor,
que acaso la naturalezadesaprue-
ba, mientras en Roma juntaban
á UD amor ilustrado por su pais,
las virtudes de una madre tier-
na, y el cariño de una esposa.
Las sabinas, Lucrecias, Yeturias
y Cornelias serán siempre la
gloria y el ejemplo de su secso,
y sus nombres Kegartn á la pos-
teridad mas remota.
Se bi notado desde mucho
tiempo que la suerte de la^ mu-
jeres era tanto mas digna de
compasión, cuanto los pueblos
estabfliD mas cerca del estado de
la naturaleza: aqu( la misma
causa ha producido un efecto
contrario ; y precisamente al
estado de barbarie en que vi-
vían los primeros romajios, de-
bieron las mujeres sa*^ grandes
ventajas. Los fundadores de Ro-
ma, tropel de hombres perdidos,
no pudieron procurarse mujeres
sino robando las bijas de sus
vecinos enmedio de una flesta
pública. A fuerza de atenciones
y ternura consiguieron suavizar^
las, y muy luego el amor hizo
olvidar la violencia. Las muje^
res romanas asistían á los tea-
tros, á los juegos públicos, y con
su presencia embeltecian todas
las fiestas. Sallan libremente pa-
ra ir á visitar á sus parientes ó
qmigos, pero cubiertas con uu
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20
HISTORIA
velo y acompañadas de sus escla-
vos. Un romano llamado Sulpi-
cío Galo se separó de su mujer
por haberse presentado en pú-
blico sin velo-, pero esta costum-
bre perdió al fin su fuerza. La
justa libertad concedida á las
mujeres romanas , previno los
frecuentes cstravíos de las grie-
gas, consecuencia forzosa de un
rifíor eslremado. Los vivas ale-
niensas privadas de un bien á
que se reconuciaii con derecho,
no temieron com[»rarle muchas
veces á precio de su virtud. Una
Aspasia en Roma hubiera pare-
cido un ser fuera de lo natural,
y otros nombres que resonaron
por toda la Grecia, eu Roma ja-
más hubieran obtenido aquella
vergonzosa celebridad.
Antes deque la re[)ública co-
nociese las riquezas, las mujeres
llevaban con sus maridos una vi-
da dura y laboriosa: encerradas
en sus casas se ocupaban en cui-
dar de sus hijos, en hilar la la-
na, ó en tejer telas pora la fami-
lia. Poco á poco dejeueraron de
aquella sencillez. Ya se engala-
naban con los mas ricos adornos
cuando la ley opia dada en 540,
en los momentos peligrosos de
la república, recordó á las da-
mas romanas la austeridad de
los primeros tiempos. Pero cesa-
ron aquellas apremiantes cir-
cunstancias, y el lujo fué siem-
pre creciendo , principalmente
desde que los romanos penetra-
ron en las provincias de Asia.
Una dama de alto rango no se
presentaba en público si las per-
las, el oro y la pedrería no en-
traban en su adorno. Su peinado
era un asunto de importancia:
lavábanse los cabellos con aguas
preparadas que los tornaban bri-
llanlesy olorosos: las trenzas iban
envueltas en redecillas de oro, ó
levantándolas con gracia las sos-
tenian con tiras de púrpura^ ca-
denas de oro, ó simplemente con
una larga aguja de oro. Algunas
veces para recordar á un esposo
ideas gratas, se complacía la mu-
jer romana en dar á su peinado
la forma de un casco. Si la na-
turaleza habia despojado su ca-
beza de su ornamento mas bello,
buscaba medios supletorios: á
tas bellezas naturales se anadian
las del arte, se suplia lo que fal-
taba, y el deseo de agradar hacia
perdonar los medios.
Después del cabello, la parte
que llamaba mas su atención era
el calzado; era como el de los
hombres, pero con mas gracia y
lijereza; el pie iba metido en \m
zapato ordinariamente blanco,
algunas veces de color de ¡nn-
pura y con la punta acia arrifia,
y además bordado de perlas ó
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AOMAIIA.
21
con hilos de oro. Otras mojeres
llerabffo la landalia lo mismo
que lea romanos.
El traje fémeoloo era tin ro«
paje talar de una lana fina teñi-
da de púrpura, con muchos plie-
gues y at>ido por la cintura, lla-
mado Hola; estaba bordado por
abajo do una ancha franja» or-
dinariamente dé oro, que caia
hasta. los pies. Debajo llevaban
una túnica ó camisa semejante
á la de los hombres, pero mas
Inraa, j cuyas mangas bajaban
basta los puBos* Guando salian
de casa ponian sobre sus diver-
sos vestidos una especie de man-
to muy ancho llamado palla ó
peplui por su semejanza con un
velo.
Pasemos en silencio el hablar
decollares, pendientes, braza-
letes, anillos, cosméticos y o-
Iras brillantes Inutilidades; pues
no se podría con precisión defi-
nir los hierros para rizar el pelo,
los alfileres, los espejos de acero
ó.de metal pulido, las tijeras, etc.
multitud de objetos cuya reu^
nion llamaban los romanos 4;on
mocho aciertomun(ftis muliebrís,
el mundo de una mujer.
El vestido y adorno de las sim-
pies ciudadanas era mas modesto:
componiase de la túnica común
á los dos secaos, y de uhíi espe-
de de toga mas larga qu$ la de
los hombres , sujeta por un an-
cho clnturon colocado debajo de
los pechos: la toj^a jestaba cerra-
da por delante y cerbrki todo el
cuerpo; el brazo derecho salla
por la p^rte superior, y el iz-
quierdo, levantando el estremé
del ropaje, formaba un gracio-
so y ondeante pliegue^ que se
llamaba 9inu$.
Cualquiera que fuese su ran*
go, las mujeres vestidas de luto
no llevaban oro ni púrparaen sus
vestidos: cubríanse de un ropa-
je negro muy ancho, llamado
tfcmtum; el dia de los funerales
llevaban muchos uuos sobre os-
tros, y los arrojaban sucesiva-
mente sobre la pirj de sus espo-
sos ó padres. Esta costumbre
era muy antigua, y en la ley de
las doce tablas se liorttaba á tres
el número de trajes «{ue se per-
roitia quemar en tales circuns-
tancias.
Hablemos aora de los damas
romanas consideradas en el In*
terlor de sus casas, eft donde go-
zaban de suma consideración'.
El dia que el marido conducía k
su casa fa recien casada, le en-
tregaba públicamente todas las
llaves, eaoepto la de la bpdega ó
paraje donde estaba el vino. La
ley proibiá espresamente tieber-
io á las mojeres. Unaoligoo ro-
mano, llamado Égnat^ Mecen-
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22 nuTORu
nio, mató á su mujer en el mis-
mo silio en que la encontró be^
hiendo vino*, puesto enjuicio por
este asesino to, fuéabsueltoporla
ley de Rómu!o(l). Esta ley era
demnsiado cruel para que pu-
diera estar en vigor por mucho
tiempo, peroel principio subsis-
tía siempre; y cuando una mu-
jer era visitada por sus padres ó
pari«*nte9, tenían estos el dere-
cho de darla un beso en la boca,
para asegurarse de qui^ no liabia
bebido vino. Sin duda la emi)ria-
guez, en una mujer, pareció un
crimen capital al íejislador de
los romanos.
Por consecuencia del respeto
que las mujeres se debían á sí
mismas, no les era permitido
comer en público con los hom-
bres, á causa del modo que había
de tenderse sobre las camas pa-
ra las comidas. Si estos usos eran
severos, no lo eran menos las
leyes respectoá las mujeres. Tra-
tábanlas con un rigor que pare-
M estaba en oposición con su si-
tuación verdadera. Vivían ente-
ramente bajo la dependencia de
sui esposos: estos tenían toda la
(t) Plinio,en el lib. XIV, cap. iiii,
rueiita que haliiéndos? uua mujer a-
poderado cou astucia de la llave de la
bodega, lua parieiitea reunidos la con-
ileijaiou á morir de ambie.
autoridad, disponían de los bie*
nes de ambos, nombraban los tu-
tores de sus hijos j decidían de la
suerte de estos á su voluntad:
daban por testamento sus bienes
á quien mejor les parecía, sia
que sus mujeres tuviesen el mis-
mo derecho! estas no podían es-
tar puestas en el testamento de
un ciudadano. En fía, el espolio
por mucho tiempo tuvo la fa-
cultad de romper su enlace por
sola su voluntad, sin que en nin-
gún caso tuviese la esposa lu fa-
cultad de separarse de él.
Estas instituciones estableci-
das por la fuerza contra la debi-
lidad, fueron suavizadas con o-
noríficas y lisonjeras distincio-
nes. Estaba proibido pronunciar
una palabra desonesta delante
de una mujer; los romanos lle-
vaban la reserva hasta tal pun-
to, que jamás un marico abraza-
ba á su esposa en presencia de su
hija. Cuando una mujer tenia
tres hijos, la república le con-
cedía una pensión: su nómbrese
inscribía en los rejistros púbü*
eos; después de sii muerte, la
conducían á la sepultura, vesti-
da con trajes magnífícos, y un
orador pronunciaba su elojio de-
lante del pueblo reunido (2).
(2) C¿»ar fué el primero que bia«
públicimcoU el elojio de tu Bjuier, U
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ÉfltliSA'.
Todo bónibre que eneoiitfhba á
una mujer eo un sitio público,
le eedia el sitio de onor; los pri-
meros majistrados no faltaban á
esto Jam&s, aun cuando estuvie-
sen en el ejercicio de sus funcio-
nes. Jaroíis los lictores pusieron
sus manos sobre una ciudadana.
Ciando una mujer iba en un ca^
rro con su marido, este partici'-
paba de sus privilejios, y no ba-
hía derecho para hacerle apear
delante de los grandes dignata-
rios del estado. No era permiti-
do llamar á las mujeres como
testigos, cuando se trataba de un
asesinato ó de un crimen capital.
GOBIERNO.
Antes de pintar á los romanos
en sus costumbres habituales,
conviene dará conocer la natura-
leza de su gobierno. A pesar de las
dificultades que presenta la mate,
ría, vamos á trazar un bosquejo,
fruto de un largo y penoso traba-
jo. Los historiadores que hemos
consultiido nos han proporciona-
do datos dudosos. Muchas veces
opuestos los unos á los otros» no
están acordes consigo mismos:
//*\tn Cornelia, bija de Cíona, qae lia-
Iñji muerto 5Íii híiot. H:«^ta eii*oii'-e.s se
babU resf rvtdo eatt onur 4 la* loadres
de familia.
como eserTblan üñicaMénte par»
suscompatriotas, suponfao al lee*
tor instruido en las leyes funda^
mentales de Roma, la repúbli-
ca romana se diferenciaba esen-
cialmente de la j^iega, por las
distinciones que'earactérisaban
á cada clase de ciudadanos, y
por el modo con que usaban de
sus derechos. En Atenas y en la
mayor parte de los estados de la
Grecia, después de la destruc*
clon de la monarquía, el pueblo,
usando de la plenitud de sus de*
rechos, se apoderó de la soberao»
nía; las familiaS^ antiguas, siem-
pre ricas y poderosas, conserva-
ron á la verdad una influencia
grande en el estado; pero su po*
der fué mas bien de hecho que
de derecho, y una igualdad le«»
gal consoló al pobre ciudadano.
No sucedió lo mismo en Roma :
después de la espulsion de los
Tarquioos, el gobierno no fué en-
teramente popular; la dignidad
real fué mas bien quebrantada
que destruida: y sus frogmentos
se conservaron por mucho tiem-
po en un cierto número de fa-
milias» cuyas preroga ti vas hícte«
ron ilusoria la igualdad civil que
el pueblo pensaba haber adqui-
rido. Todas las instituciones i-
majinadas por los reyes para se-
parar á los ciudadanos y dividir
sus fuerzas, se mantuvieron cui-
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2á ■ niSTOUlA
dndosnrnente. El pueblo, ndqiii-
ricndo poco á pocoel scnlímíen-
to de su poder, aUicó á los órde-
nes superiores^ los persiguió sin
cesar, les arraacó por grados sus
prerogalivas mas importantes;
y sin cambiar al parecer el orden
establecido por sus antepasados,
adquirió los poderes respetando
los títulos.
Rúmulo, el primero que dio
leyes á los hombres que linbia
reunido, los dividió al principio
00 dos órdenes, senado y pueblo.
Compuso el senado de los ciuda-
danos distinguidos por su edad,
como su nombre lo indica, por
sus luces y por su fortuna. Es-
tos eran los consejeros del rey y
lo remplazaban durante sus es-
pediciones militares. El poder
de este cuerpo, moderado bajo
Jos reyes de Roma^ fué escesivo
enelorijen de la república; el
pueblo se vio escluido de los ne-
gocios, no teniendo noticia de es-
tos sino por los senatoscomultos
ú decretos del senado; y aunque
le tocaba hacer las leyes, crear
majislrados, y decidir de la paz
ó de la guerra, no gozaba de es-
ios derechos sino de una mane-
ra subordinada al senado. Eles-
tablecímientodel tribunado, que
tuvo lugar diezíseís años des-
pués de la abolición de la monar-
quía, puso limites á esta domi-
nación; y muy luego los plebis-
citos údecreios del pueblo fue-
ron superiores á los del senado.
Sin embargo quedáronle á es-
te cuerpo derechos muy es-
tensos. Dábasele cuenta de las
rentas y gastos del estado: él en-
viaba embajadores á las polen-
cias*estraujeras; disponía de las
provincias, recibía las cartas de
los jenerales, les decretaba los
onores del triunfo, ordenaba a
los cónsules hiciesen' levas en
tiempos turbulentos, nombraba
comisarios para intervenir cmi lo-
dos los negocios estraordinarios;
y en fin, desde su fundación, el
senado fué mirado como el san-
tuario de Roma. El pueblo le
llamaba el templo de santidad,
el altar de las naciones, la espe-
ranza y el refujio de todos los
pueblos.
Los primeros senadores no
eran mas que ciento. Su nombra
miento merece narrarse, porque
manifiesta el poder del pueblo
romano desde aquellos primeros
tiempos. El rey nombró un se-
nador: cada una de las tres tri-
bus nombró otros tres, y las
treinta curias produciendo otros
tantos, se tuvo el número de
ciento. Después de la unión de
los romanos y los sabinos, se a-
ñadieron otros ciento que fue-
ron electos por la5 tribuí.
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Lo0 déftcemiieéles ile ettos pri*
ntrós senadores formaroo el
etierpo de ios patricios, es decir^
de aquettes de qelenes satieroo
(oit padres de la fMitrla. Todos toa
|Mitricfa>s eran de fémillas sena-
lorie les aunque no fnesen rnien*
bros del senado» Sn UlQlo solo
prueba la anlig&edad desn orijen;
en los principios les daba un
rango posHivso en «I gobierao;
despuesseía se lo dio en el or-
den soda!. Muehoi de ellos qoe*
.daron reducidos á pobreta y
eran patricios, nHeniratqne ha*
be» fdebeyos qué con mncbos
Uenes de forlnna y revestidos
de los primeros eatfos del es^
lado, eonsérraron el nombre
de plebeyos ann cuando llega-
ron k senadorea. Posteriormente
que las prerogatiTas do los pa-
tricios quedaron sumamente re«
ducidés, aquellas filieelonéi se
seguían con un 4Srdeo invariable,
porque es imposible que lo que
es antiguo deje de serlo por la
▼oluniad de los bMibres. La
adopción misma que puso en
contacto á muchas familias de
los dos ordenes, no pudq reunir*^
los, porque la ley que permitía
á un plebeyo adoptará un patri-
cio, proibi» á este adoptar i un
plebeyo, y la racon ere porque
el hijo adoptado honraba á la
(amiUa que lo redbia»
TOMO lili.
15
En «I eriien de la repéMica
todas las majlstraturas y los des-
tinos del sacerdocio estaba» en
manos de los patricios. Los des-
cendientes de los cien primeree
senadores se llauMban frmMiss
pniricjos, y los de los otros cien
senadoms.creados por Tarqulno
el antiguo, psfsifiespnlrisiei.
Además del taticlate que en«
rae terizaba á los seiMidores^ lie»
▼fbanun oalsado particular que
ciNwisUa en unos coturnos ne-
groa qae subían hasta la mitad
de|afiiema;ett la parle del em«
peine del pfo, tenían una media
luna de jrfata ó marf I que repre*
sentaba la letra G recordando el
número de los ffioMsos senado*
res. Esle adorno aellaasebaM
nn/o*
Anu^if el némeíodéloase*
nadores no estuviein ijadoimr
las leyes, en todas lea^ioeas de
la mpdbUca se cuntaeon casi
trescientos; pero en ttempoide
Augusto se lyó au németo en
seiscienlDi; y creemos haber di-
cho en oti:o litgir qne para sai'
senador, habia que ser caballero
romano, haber pasa4P por a|gun
empleo del estado, g^aar d|e una
fortuna suflcíento para sostener
el brillo de tan alta dignidad, no
haber ejercido ninguna profoi^
sion reputada por vU, y princi-
pa Imeuta DO haber sMo cómico.
4
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26
BIWO&IA
Kn olro lugar hemos hablado
(le la creación de los eahalíeros
romanos, los cuales formaron al
principio la caballería del estado,
llespoesfüé una clase interme-
dia entre los patricios y el pue-
blo. Para ser admitido caballero
habia que tener dieziocho años
cumplidos, pertenecer á una
buena ínmilia y poseer una for-
tuna recular. Todo hijo de se-
nador podia ser caballero. Los
caballeros llevaban la angus-
ticlave , un anillo de oro en
el^edO, y en las revistas pú-
blicas que tenían anualmente
se vestían la trabea ó ropa de
púrpura destinada á los augures.
En los espectáculos ocupaban
las primeras catorce gradas cer-
ca de la orquesta en donde es-
taban 106 senadores-, y de aquí
venia el decir 5en¿ar5<^ entre lot
catorce, para espresar la admí-*
sion de un ciudadano en el or-
den ecuestre (1).
El tercer orden del estado se
componía del resto del pueblo
b&joellitulo¿d&tj»/«6é£^os. En la
(T} ' Ésta dísttacioo no tuvo lugar
Kaf^tti cV año 686, bajo «1 consulftdo tle
L. Mételo y A. Mar^io. I-» It-y^ 6 mas
bien él plebiscito, que la concrdíd i
lo» ral^alleroft, fué propuesta por el
Uiísm > lio.' cías Oiho y de él reciL>ió el
nombre f)e irj Bqbm,
t
división primitiva que li^o Ró-
mulo, de lodos los hombres li-
bres, esta última clase fué es-r
cluida de todos los ouores y su-
jeta siempre á los patricios.
Este estado humillante duró has-
ta la abolición de la moiiarquíd.
En esta época el cónsul Valerio
echó los prinierus fundamentos
de la libertad del pueblo; hizo
que fuese necesario su consentí*
miento para el ejercicio de toda
majistratura,y enúlltmoeaso le
constituyójuez en todo lu que
concernía al bien del estado; y pa-
ra manifestarle mas respeto to-
davía, quiso quesos lictores baja-
sen los hazes delante del pueblo
reunido^ en seíial de sumisión.
Esta conducta le mereció el so-
brenombre de Puhlicola, mas
onorífica sin duda que las que
recordaban sus victorias. Pero
¿ se puede conceder algo al púa*
blosin que él ecsija mas.^ Ya
hemos visto como pasando de la
sumisión á la audacia^ lachó es-
forzado contra los patricios, di-
vidió con ellos todas las majis-
traturas, y solo les dejó un títu-
lo vano porque no estaba en su
poder quitárselo.
Tal era la división del pueblo
romano en el urden social; pero
políticamente no et^istian esias
distinciones, y en los' coiuidoi
ó asambleas jeneralcj de lu ua-
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ummññkj^
m
ciotí» cada' cb»l»hd eramie'cyie
ciQ<to(lciio. Allí el i>dciirO'pl0b^-4:
yopodiv M» ei«rlo» chsos opioar
«I lado dd pílritfoj ó del Moa^
dor,y8oiM»to l^ata •aias'Óme''
nos iiiHK>fftBácia:ia€f a» la Mío*-
r»tezad»te a^wblM^ :
HaWá tres -etl^wSM de eohib-í
oioft, ouy^ iwlattleci^ieiitoi're^*
montaba hasta Rómulo/ cgUicÉ
lm||;o qiie:edM losfüadaaeotbs
de 60 dudad; dl¥«^. J<a :ImUw
tañida en tresiaeociones^ Uiaflaa^^'
Am por esU rasen 'iribtié, y cede
oúa^ellaeseeobdividióeii tu
traS'dtei'ba^ el^'oombre^da'etiw
ries;^ VosteriorÉNfcile Smn9ip/Súí*
lio, ^ealo rey.déXoiiir,4ifirMió
el pueMoeo'seia «lase»/ i|<tbdi-i
Tiéidas«Q tatle«alMad'deidieeto
noveiite yilreeeealimita* . ' *
La' primera .*ctaee,6oaaiptfie6ta
de leüclQdedaooé4Me.í1to9^i|ue^
lUTíeaen de'<lapilakcieD>iiiil>Mes!
de bronce/ae dividió -«ai- liftTeo*'
te ty acbo^woioriai;. onjres^dieM*^
cebo tUlimas eomprendíao á to*»<
dosiioa i^abaltaro^.' ^
•La aéganda elese^ de veinte
ceaUtriaa solanMrte; ealoba for-
oíada^loa qiieipoaeien.aeletoiar
y cinco mUfaaesi JiHiióseie edei-.
máa doai )eeo|«riaadeloáa|s k>9>
trabajadores empleados en iu}
coostrecciOD dé^s máquifief de
goerra^iy Mmposo*¥eiiilidos. •
La Certera clase^ qae coMlaba
defveiiitowMlrtw,y8e^aiiÉpoJ *
p'nHe losiqae posetao citoaerile<
btflfaeek.' -■• ■■...'» -^nn-^* • ,
. La rotarta «taae, «^v ei^MüsoM'
|iCiroeraideeeBluria8|,ireiibii leeu
ciedadlnios.. qoéleiiiaiIveWli^
isiaeaaril aseiív» Lavqoibt^^Waae'i
l^esataba de treinta «aelueta^i yt*'
^e edoapovia de lev foeebfloresq
de«iíl«piMiaiilM a^es^f Jfr sette .,
fime, Íotmgtáñ4e «ib aoteteoi?
urta^^ed cMopiíso «olDf:de*loa
ttótaiMrea>llfaeéei|u# 9eei4aiKÚaí^:f
baeaénle l fmrh dw etodeéaoeeal •
paMkx Por^^laae iiií^ilamd^*)0€
faMrHMj4e4iih9pJMhbraJalifMiH|M«
$igat£aa jeberbelon^ i ^ i \ visi
I Así -quedó idhridtdq el'puebl»'*
|-oma^e,fonaédb eeaénti *yislé«ei
jttfios diepp»8/á teonee¿iiÍB«Diiifda»l
ueai floélon^.eoseerabiej ^faeneie ^
^rrojeéoa'dw IMima * Hh'* Tif qféiu*]
nottidlatiMeeióaeetfobiiNritdrN
pufaUome; lomÉdt 'é'ÁékAon9t^^
«luía os4>dío qo4 durdiupor* mi**'
cha- tíeoapb.iEI pUaMo eMbaites >
qoeobedeeia á Ids^eyeaetomar^:)
iMirar.^ ai^euMeféiodatra el'^if^ i
jgo divecio' qM le'taipcMiiaflriloas
j^raades^hubd-^iue ceder ék nt'j
Teersa y ae üe^iteBcedíetaii^.lrík!'
;|Hia0S« > 3 . , ' M' ' •*:í .'Ui
• So*loreetaíiteiba i^twrfai,' «I '
pueblo 4é la eíudad teatih laftb^
pondérasela? eates comiéi4sere»>
siempre presididoi pur«i=di4tta><«
dor, 'li|i»c4Bioiba'> loa pnetores i-
^'
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28
el imiMtr, j m tenian «a «na
parte del ForOi coaaágrada por
los aogares para este uao. Eb los
cosicíaa por ceoliiilas^'loB graa-
das 7 loa rieos domíiialMín al
paeblo. Las grandes asamblea^,
llaaiadaa loa granim eamieio;
60 raioa de a« iaiportaocia, eran
preaididoa por los majistradoa:
peblkihaae el edtclode reaotoo
dietioeha dias aates. Teefaose
tm él campo da Marte. Loa oo-
mietos^ coaso lasceeliirias^ desfi-
laban ee orden de batalla, bajo
la direeeioo de sus Jefes; y este
aoto a^jpecla onilltar los Unpedia
reonir en la ciudad, de la cual
at alejaba por laa leyes cuanto
teaia la ap«rieftcia de va ejérci-
to. La palabra caaliiru^ qne en
aa orijea tenia oaa signiOcacioa
poaftíva, eapresó despnea éaica-
méate aa aúmero mea ó menos
esteasodecindadaaoade k inis-
ma calasoría. Los ciudadanos
llamados á rotar en los comi-
cios, daban sa voto en su eeutu-
ría¿ 7 la mayoHa de este .daba
ea maaa su tMo. Ea los eomi-
doa por tribus, todo iadíviduo
qaa goaatia derecbo de- ciadadá-
ao, tenia derecho á votar* Ele-
Jian los majislradoa de segando
órdea, tales como los ediles» íH-
baaosdel pueblo, cuestores etc.;
todos lotrmajístrados de las pro-
vincias, prpcitesttles^ pn^elo*
res, los sacerdotes de los prinei«
pales colejios 7 aun el grao poa»
tifice. En estos comicioa portri*^
bus» se daban los plebfocitos, los
tratados de paz 7 el derecliq de
ciudadanía; se citaban á todos
losciodadsúossfaidístiacioa pa^
ra dar cuente de su conducta 7
ser juagados por loa delitos contra,
elestedo.
Los comicios por tribus se te-
nían en el campo de M.irte, cuan*
doae les reunia para e| nombra-
miento de los ediles, corales,
cuestores ü otros majistrados inr
feriores; 7 entonces eran preai*
didos por el dictador, el cdosul
ó un jeaeral. Si la reunión tenia
,por objeto el nombramieoto dé
los tribunos del pueblo, ó de los
ediles ptebévos> era nn tribuno
quien la manteaia» va en el Fo-
ro, en el Capitolio A eo el Circo.
Cuando se trateba de bacer at*>
gun plebiacito ó Juzgar á un clu*^
dadanp, tembien kn presidia un.
tribQno;poro si los ciudadanda
de todos los órdenes se reunían
por tribus, la presencia del cón-
sul ó de un msjtslrado superior
se hacia necesaria, porque un
tribuno no podia eonvocar simy
á los plebeyos, como que era su
propio m^iistrado.
Los plebiscitos, ó leyes ema-
nadas del mismo pael>io y ndóp-
tedas «I lo:i comicios por tribus.
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na ereo i^MIgatorlM en un priii^
oipio f iuo para Im plebeyos qoa
lashtUan heeho* El afto 9M,
HOi ley prtMftUNU por el eóoMl
Horacio, lef día la «itiui tmraa>
qoe á las ksjfc* bacliaa ei loa
graadea comicios. Loa patrteioa,
siempre poderoana de hedió,
llegaraa á elodlr esta diapoal-
cion, hasta qee es 468 el dlela-
dor Horleoslo la reeoró con ▼!•
gor, jr recihió de él al nooahre de
Uy Aerimste.
tales eraa afaeUas célebres
asambleaaeo qoe se debaüaa y
arreglahae Jos Intereses del poe«
hlo roaaaoo^ ofrecieodo uo Tasto
campo i la amhtefoo de todos
los cisdadanos» Allí los hombres
de todos los reaigos sjereiao á m
ves ooa iaflueecia mas ó nMmos
esténse. Al briHodel aoeUire ó
de la fortena» se oponían loa
servkiua y los telentóe: nnos re*
cordabsB' la 0oria de ana ante«
paaados» otros eúaban ana pro**
pias acciones/ y todoaaabianha^
cer valer tlterioa verdaderea ó
imejineriea por medio de la In-
triga ó de la mals fé* Allf el or-
güilo tomaba la máscara de la
bomiklod; aq«í la bajeia seat«
bria de «oa ftejida dignidad; y
por toJa» parteare oostrabs prd*
(Hgn h avaricia. SeempHj^bim. se
ebo^abao^ se derribaban, «nos
llegaban al .objeto, otros -grila-*
ben InJnatieiB; pero de eefas lo *
chasconilanas resitfHahenn pro^
fondo conocimiento de li repá-
bUca.
Gniimita if Asnmu>QS. ~ ife^
naos dicho ye qoe el pneWe nom-
braba todas lis majiatratnras,
y qite una ley formel concedía á
todo ciudadano el déreebo de
matar al qile osorpase la autori-
dad pública, ó t|ne prolongase
el ejercicio de Un cargo coa h
qniera deapoes dé espirado el
término: heaaos dicho también
qoe no podü áapirarae i lop em-
pleos antea de haber servido por
el especio 4e dies al|OS en lai
armas, y qne por la ley ViUia,
para entrer en la majístratnra
habla qoe tener al menos trein^
te y un aftpa. Aqnel cuyo padre
fnese ^rMoiierb de giterre» esta-^
baeselnidode derecho, porque
decían, que un puebla Ubre no
deWa ser gobernado por lin
hombre coyo padre estaba en
cadenas. Sentados eslps prikicÍT
pios, pasemos ft describir las
grandes majislratoras.
La Cdcstusa era el primer
cergo qne podk pretender un
romano que se había hecho un
nombre por ius servicios y ta*
lentos, ó en quien el brillo del
nacimiento supliese al mérito
verdadero. Esla majiatratura (li-
taba del oríjen de la retábMca;
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S9 dMMVa!
cuHodiiY íé&l i^oro***púiiliéoü
dos patridos que se llamarmí
cttéilorefty 4e Vtttf ^1«brar totitaa
que»e9^éM :UBat«Te«taj« <^ecu-^ jdetavteolAjM qtte )• gnerpa^^Uf
nhrúl'^^BI'flji0'3M?qiiMo él pue*-
blo patUiotpiortide' este ooorvy
se añtkltonkiIdMt*nb8^otxaés«
torera lo6«irt|gao8.i)Mi^ntet fap
segu tidb (^erraiipén iea y^sé ' f 1 é vó
el DÚtnero'éocho» y eada díier' sk-
fué isiunieiitaiMa wasv Dm di|
ellod re»idfiiiten''fi«jink 4i».jo é*
noíttbré áetü$9$^eg dt toict«ftod^
SufUDtíóDdDis^iníporldnte ei^i^
la jeWlorí <W láí' petttus* pébJteds
para cubHr lító'néteskladésdel es-
tado. A etl6» eáaB« i^tíflffda 1t
custodia ^ llls' figtffiás Tbtntinas:
cuandd los- ejérfcrtos Vdlvfaü de
una espédtekrd, ««iitH%ftbbO 9iid
enseñas eü-ef templó de •SalarDo
con el tesoro {ifftiléo; y. las de-
volvían* k\úi generales lefego
que \ni tropas eolrabatt en t0íO^
paña. Los cuestóM de^la eíodffd^
teniaAalétnlsél earfode pro*
porrionar haMfavioii á ios eiii«>
bajadores y dttrlé« euaittor oMe*
sitasen éo'iiofcnbre de bi repé^
blica.- ■' ' ' ' ■• '■'•!' *'''' '■'*
Los demás eüdüoYi^, #iaie^
dos pTúpkwxeMtmmikespfH^
vmeiéh$¡ teiniémá' lotf'cdimrteB
en la gderreír mnriab'eoolettalo
que teuts' relado* i' |^klé« del
dabaade lesipr^Tiisieoes: yeuéD'*'
dó ios Jeneñtles'pMjrfnifciei oiiew.
re»dektk'iQnft>^ ^eoMo tatepábll^
catiO'ks^i^Medieüiio en niscé
babfaii pffiícorádo^ los euesloms^
deteA**UB^; estada á«t|&ntío|ii tie
jeUas^ybudeelaréoibn ser¥ia*p«^*
rarla iebí^óé ideheenadoy del
páeblovEosMcvBiforésfse nóm-i
bitabett^en Ids teomícioe por tri*
bus, y se escojian idéifereí^te*
mente de tosido» ordenes / ' *
De la cüestnniíSfS pas«ba á* to
EMiiMD^'-Hamed» así de imlM
edifieio;ipcifrqiiie ios' edttes ests-^
beb partteuleriaéote eboaiifidos-
de lá. ocNastiniédoa ' y: 'itosleii de
los monodienios^i^bHiebs: biVfi
d^anséen doselasestlos pHwe/
ros HtiMdds« Ed{f«rJ9Jl96#yer fue-
ron iMtiftifdos et tffié &ed el
mismo :|leiki|io ^e los- frltyeoos*
dehpyeüK^ qoCebes? ett eiério^
moÍí> esiabiib lübordhfodos. Sae
fttri hucioneserAír catear *de lo^
dos tas edtteios; templo», atoew
duelos, ^QéMes, teetroff' etev
Memeniaii lai 4iiii|iieka* de *M
eálles, nelftlÍM ébiós «bastos,
ijeban el precisan; los Jéoerosy
se áseg«rabao tde'^su euslidaiil/
íospecdiouffbeii ios pesos y tne«n
dMes, liiiiitabátf tés gastes 4e
los* fonerátcisv ^y )»coiidenabeii • é
DMitas' lijerasá; aquellos que
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BO0tMi)wér4eli idei.ii^;iiÉajiu
. U4Aa XifriipiopeA^} tsii : e9Um99á
llamarQn^^a «tfWÍon'dt-» loé* fM^
guiiM «ir«uit4aflif|i«' pfiíutiimaf
p^rteet «ttjtf^.KlMffñoiaKrvhai*
hiendo íijadAoelMéqiMto.'Stitlif
|Hirá Mft |íf*atílBÍ luego» fonraobs,
fn aieiiiDdádfaiát récontlftectoii
4e los árdcQ6tpiM/Bt)il»^, que
pQf ti> «ni^e«ieBlátnni»|iftfiiide«
á iMicérS lo^ ^alMp ib reusif ^o»
pot imnosiblMkNiioloil'IMaMoíta
setf retitroiré eütmlffrtat^vé^
rñreilwitacfápbc JUHidIídt ivApu
alroir*da«6<Hitt trimadártie 4oe
pelrikiM'<t>E«to0:iM| dfttíhgiriav
•os eA!tMiiW*«ltne4ifUcttiii>Hfa[
|iMn|u»deka» íeMtoMia ' eeft tfl^'
doÜ8Qkrei-taniíltenfeifral> «Ifaío
cayicieriÉtfo64^<lt^Má majlir^
Vreliif|H<nü«iUra»toi éá¥k$ ipte-
teyotiV^smtabaa iobre kantos;
leaiftola prtCMfti<y**90MMri de
•ievtor dereobOT capno iMigrinn
det; Éiiji^rbAM. »»• «leJMw
enr lee.d)nloéoi p&i w'Mmi^ '^ir*
, .Pj«nii3ai-.Jtoiil éfO^ié^ la
Fe^úbl|ca(4»l9ii0ittt(rr<Mip{«M*
dta todfi/clMá «|it>Ma}lirHiirtil»%;
eatendiaqe á loa ittlstno^ • Jt-irel'm
^, j el dWlééor^e- Uama fipiy
Al
IMr9ii^r^tfttfifU4K«f JM')«4i dio
e»el«f iMMUte* .laMtf^ «Itarl» ^1
naa#itiit4oi í dtaigtadfti ipaaa- : fa«r
pan Iwrticfaim . knim tiaa tMadt*
jms. ^h^i9i de^j^atinüilneym
^(Ubio tuaeQiawlf 94fiiJa iqd^
mjpiaáraete» .d«»jrtsliiia|ii|Fona
aleJ^adoNif dklatfiitiiladkl««iit)-
Tal»' auMaiTOSi. ifii6i(aMmi)cK>
crear una roajl8tratura*fnétaa
ahaaffpiirfida.'eaMatúdado.
- . Elpraéor «eorimiHiiJpflaodd^
da ée«Maf4ltlof«» fa^n) dbniaa
aiiit>e)laei¡]rid^ á9nítlktá%nWf(%r
4a aiad0dtr!ltoMH /ot^pnaMUa
y>i80iaratabfl m {a iri1lai(o«rfat>
0» ei9an)|Nirto 'aiQMMdai 4taWa
•eotocAdh tute latea/^trtrtidlO' de
te' jy^i^tMactoart ptfdWcfaairéaer
ait*aéiado^*^iráiiiÍir 4bs^vrmdea
cbAlttoagly ^ IwiWBiriitfolfqátt*-
ii« a|6fM9Mr'ftiÉéhkM'0Dn4o-
dar'.sii'pliiiiMd^*!'''! ¿ loí .
: Tfiaa'í'iMlMiraal éifÁruMitafé la
pleiiMÍQdf4k te íÚVlÁdífaüMi del
pNli)fr<>da; Maav^MMUmtfl^-jiveí*
tñánkrofhímb^'^ Mttaio resi I»
láidd^'O^iMirel oljdtOf'iNi^-Hlt-
líai^Qftw ileg*c««^ fOco: i^
CddlwidMkdWtMb*>r#rai«IMadea
yj^iliMal^aleHíto^h^he^séífiaw
llhiait«pei«i 8r#r eaisd^i'iPtiM^ii-
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CM que haibii 4éilgM4o« los tes-
tigos y los défensoros. En los do*
socios cfiflitoolos al ir á pnNiu»*
dar UM sootoocfc de suerte,
se qoiteteel pretor la preU^jtía,
esprasando por esta seBal lape^
«a qóe sedtia es tratar con rigor
i QB eiodadaoo* Los pretores rU
Jllatiáo aobre loa tribvodes in-
ferioras*
Cinnto veiele efios después de
esta ioatitittioB^ ae creó on se-
gliodly pretor con el nombre de
pr$t0r uiré9^/tm, pbrqae eitaba
encargado particttlaemenle de
administrar Jastieia entre loa
ciudadanos y los estranjeros»
mientras qne el pr€iür dt te €im^
dndjnafaba únicamente de loa
procesos de eindadano á elida*
daño. El pretor de la chided»
como Jefede la nM^liatfiUira > era
superior á todos los otros. Sen
poder variar la natiiraléie de
las leyes, tenia «el dereeto de
prescribir sos íoraaes. Cnandq
ae le elsjiap dMpiies de haber
prestada el Jnramento de fldaU*
ded al goMM*node Boma, sabia
i la tribuna ilelanlé del publo
reunido, y allí publicaba un e-
dicto foa indiceba la marcha
4|ue ae pr#ppn|a segofr en la adr
mlnisiracioAde justicia; eaie e^
diclo^ue llegaba i aer loibligalo*
rio pare él durante el tiempo
-de su e|«rftoto> se publicaba per
un beraMe, y ae ijaba en todct^
los parajes púbNees; llamábase-
le Uf ammi. Los pretores se
nombraban en loa comicios por
centurias: tenían que ocurrir i
los gastos de los Juegos epolioa-
res, del circo y otros, y esta a-
tribucioB les daba una autoridad
particular sobre los fómieos y
otros iodiriduos afectoa á los es«
pecticulos pdblicos.
CovsuLAeo.-— La fidelidad en
la cuestura, la magnificencia en
la edilidad y la integridad en U
pretura,eran la Yiaordinaria pa-
ra llegar al conaulado. Bsleera
^ eoloM^de los onores que po*
día pretender un rooaano. iJe*
gado á este panto de gloria toca-'
be i au término. Su famIUa ae
encontraba de repente en el
mago de las primeraadel catado,
y au nombre inacrito. en los f««^
tos consulares, debia cobsenrar*
se mientras la memdria de Ro»
naa-ecsistieae entre los hombres.
Bl a*o 844i cuando la repábli^
ca sucedió á la monarquía, el
pueblo romano instituyó dos ma*»
jistradoa i qoienes confió une
parte de la autoridad que había
arrancado i les reyes. Díóseles
el aaodealo titula de e4n$ul$i,
qne esprese kis eonaejus que da-
bao para el bieapáblico,ysiem«>
presetuToá raya su poder sin
ofender i su dii^dad. Todo lo
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BÍOXAHA.
33
que la pompa romana tenin de
mas imponente los rodeaba sin
cesar. Iban precedidos de doce
lictores, teniam la silla carul, la
pretexta, y el bastón de marfil con
águila de oro, signo superior de
mando. Ellos sotos entre los
hombres» tenian el derecho de
presentarse por la ciudad en lite-
ra. En fin. habían reunido sobre
su persona todo loque podia im-
poner respeto ó temor. Pero
cuanto mas poder les daba esta
dignidad brillante, tantas mas
precauciones tenian que lomar
para evitar sus abusos. Después
de un año de ejercicio volvían
los cónsules á entrar en el orden
c<9mun, sin conservar de su pa-
sada grandeza sino la gloria que
les era personal.
Los cónsules no podinn em-
prender nada contra el senado ó
contra el pueblo; no eran mas
qué sus primeros ajenies. El se-
nado deliberaba, el pueblo deci-
día j los cónsules ejecutaban.
Los cónsules fueron al principio
nbtnbrados en diversas épocas
rer un sacrificio solemne al pa-
dre de los dioses, é implorar su
protección para los nuevos ma-
Jistrados y para la república. No
entraban en sus funciones hasta
el primero de enero^ seis meses
después de su nombramienlo, y
empleaban este liempo eñ ins-
truirse en los intereses del esta-
do. Enlonces se les daba el títu-
lo de eán$ule$ deíignadoi. Aun-
que no lenian lodavia poder al-
guno, eran admitidos en el sena-
do, ocupando en él un lugar y
dando los primeros su parecer-,
distinción que se miroba mas
bien como una prueba, que co-
mo muestra de deferencia. En
el intervalo de la elección á la
instalación, si se llegaba á des-
cubrir que hablan empleado el
soborno ó la astucia para oble-
ner los votos» aquel queenlresus
competidores pudiese manifes-
tarlo, era puesto en su lugar. Pe-
ro esta costumbre ó regla equi-
tativa rara vez lle^ó á ponerse
en ejecución, porque el acusa-
dor se encontraba regularmente
deNño; pero desder el 598 se e« en el mismo caso.
lijiei'oa en el mes Sextilis (.Igos-
lo) en los comicios por centu-
rias. Cuando estaba hecha la e-
ieccioú, el cónsul actual lo anun-
ciaba á la asamblea; entonces el
Mnado y el pueblo se dirijian en
cuerpo al Capitolio para ofre-
Toaw) 1 111.
Los dos cónsules gobernaban
por meses. El de mas edad ó el
que tenia mas hijos, entraba pri-
mero. Los hazes iban delante de
él, y el que no estaba en ejerci-
cio los llevaba detrás. Todo
ciudadano debía descubrirse la
5
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34
IllSTOAU
cabeza, levanlarse sí estaba sen-
tado, j apartarse del camÍDO que
traía el cónsul cuando este se a-
eercttha. Kslo es tan cierto como
que elcónsulQuínto Fabio Mác-
simo^ hizo bajar del caballo á su
padre que se le acercó, y el an-
tiguo romano aplaudió una ac-
ción que le manifestaba que su
hijo tenia una justa idea de la
dignidad de que estaba revesti-
do. Sí el cónsul encontraba á un
pretor, los Helores de éste baja-
ban sus hazes delante del ma-
jislrado supremo.
Las atribuciones do ios cón-
sules eran muy estensas: convo-
caban voluntariamente al sena-
do comunicándole los despachos
de los paises estranjeros^ espo-
Dían los negocios ^ y eran los
primeros á manifestar su opi-
nión-, recojían los votos y des-
pedían k la asamblea con la sen-
cilla fórmula de: no os detene-
^ mostnas, padrei eonseritos. To-
dos los majistrudos les estaban
subordinados, esceplo los tri-
bunos del pueblo, úuicos que po-
dían oponerse á sus decisiones.
Reunían el pueblo, le proponían
byes á que daban su nombre
cuando eran aceptadas-, en Gn
tenían la plena y entera ejecu-
ción de los decretos del senado
y de las ordenanzas del pueblo.
Si estaban en guerra era mayor
su autoridad: levantaban tropas,
daban grados y podían condenar
á muerte; los cuestores tenían
que entregarles cuanto fuese
necesario ó quisiesen para los
gastos. En fín^ea la paz obraban
como primeros majistrados de un
gran pueblo, y en guerra como
dueños absolutos-, pero espira-
do el término de su grandeza,
daban cuenta de sus accionesá
aquel mismo pueblo, verdadero
soberano, y juzgaba sus opera-
ciones con severidad. Duranln
muchos años estuvo esta digni-
dad entre los patricios, pero a-
poyados por los tribunos los ple-
beyos pidieron y consii^uieron
ser también elejidos. La ley
Villia^ ya citada, llamada tam-
bién annalis lex , porque se-
ñalaba el número de anos que
debia tener todo pretendiente
á ios destinos, prescribía treinta
y seis años para la edilidad,
cuarenta para la pretura, y cua-
renta y tres para el consulado.
Pero no siempre se observó esta
ley, pues frecuentemente hubo
que ceder al mérito adquirido
con acciones brillantes. Ln mis*
ma ley decía que un cónsul no
pudiese ser rcelejído sino pasa«-
dos diez años^ y también se que-
brantó muchas veces. Cayo Ala-
rio fué seis veses cónsul, y las
cinco últimas, consecutivas.
»^
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ftmiAiíA.
35
PR0C099CLe8. —Luego qtie es-
piraba el término del consulado,
si se creía conveniente dejar á
loa cónsules en Ihs provincias
que liabian de someter ó admi*
nistrar, tomaban entonces el
título de procónsules y gozaban
d^ prerogativas casi tan estén*
sas. El senado dio después el
nombre de procónsules á los gp-
b«>rnodores que enviaba á las
provincias, y este llegó á ser o-
dioso á todos los pueblos» por
las vejaciones que ejercian á
título de enviados de Roma.
Propretores. — Si el paisa-
donde se envial>an estos majis-
trados no era de grande impor-
tancia, en lugar del título de pro-
cónsules, se les daba únicamen-
te el de propretqre$, según que el
senado declaraba tal provincia
proconsularó propretoriana. Es-
^as dignidades conferiaD el mis-
mo poder, pero menos estenso:
el procónsul iba precidido de
doce iictores como el cónsul á
quiep representaba*, el propretor
no llevaba mas que seis. El Pro-
ciiB$TOR desempeñaba interina-
mente el cargo del cuestor muer-
.lo sin sucesor; sus funciones ce*
iaban i la llegada del cuestor en-
viado de Roma.
En jeneral, los majistrados de
las provincias ejercian en su
circulo una autoridad muy su-
perior á la que tenían en Roma
los que estaban revestidos de la
misma dignidad. Reunían todos
los poderes: en ellos residía la
majestad del senado y del pue-
blo romano, y las leyes de Ro-
ma, siempre debilitadas por la
mezcla con las del pais, no opo-
nian mas que una débil barrera
á hombres tan poderosos. La ca-
sa de un procónsul semejaba la
de un monarca; siempre estaba
rodeado de un gran número de
oficiales militares ó civiles, y
una multitud de jóvenes roma-
nos distinguidos iban á apren-
der con él el arte de la guerra,
ó á instruirse en el conocimien-
to de los negocios; pero como
el poder mas absoluto está siem-
pre limitado por algún lado, no
le era permitido * tener mujeres
en su corte.
Tales eran las majistraturas
que formaban propiamente el
gobierno de Roma; otras había
que eran igualmente importan-
tes, pero que pueden mirarse
como intermedias, puesto que
sallan de esta línea directa, que
conducía de grado en grado al
poder supremo. Ya hablaremos
de ellas mas adelante.
Dictador.— Cuando la re-
pública estaba en un peligro in-
minente, ó que un acontecimien-
to inesperado necesitaba un des-"
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36
nnoMA.
arrollo repentino de poder, se
recurría á una medida estraor-
dinaria» se creaba un dictador.
Este majistrado no podía con-
servar su dignidad mas de seis
meses, y aun fué costumbre no
esperar á que espirase este tér-
mino para baeer dimisión del
destino, si las circunstancias
apuradas de su creación hablan
cesado. En virtud de un senato»
consulto, uno de los dos cónsules
lo elejia según su voluntad, y
regularmente caia la elección
en un varón consular. Este nom-
bramiento se bacía por la no-
cbe, y luego que estaba procla-
ONido, tenían los romanos que
someterse á su absoluta auto-
ridad. Suspendíanse todas las
leyes, todos los majistrados di-
mitían sus destinos» esceptQ los
tribunos del pueblo, quienes á
pesar de esto no tenían poder
contra los decretos del dictador.
Reunía en su persona la au-
toridad del senado, del pueblo y
de los cónsules, bacía la guerra
ó la paz, disponía á sú voluntad
del tesoro público, de los bienes
y aun de la vida de los ciudada-
nos sin que en caso alguno se
pudiese apelar de sus decisiones.
En fin, era un déspota legal, y
no tenia que dar cuanta á nadie
de sus acciones ínterin estuvie-
se en su empleo. Esta unidad
de fuerza dio á teces á la repú*
bllca un vigor que la libertó 7
la sostuvo contra sus. enemigos;
pero también contribuyó á su
ruina, como hemos visto.
Esté pródijioso y absoluto po*
der tenía sin embarga algunas
trabas: no le era permitido al
dictador salir de Italia, sopeña
de perder al momento todos sus
derechos; y para imponerle como
una sombra de humillación, no
se le permitía tampoco montar
ácaballoo Guando confirieron á
Fabio Mácsimo esta dignidad,
no permitiéndole sus muchos a«
ños conformarse con esta dispo»
sicíon, fué necesario un decreto
del senado para que usase el ca«
bailo. Por una consecuencia de
esta proibícion, tenia el dictador
cerca de sí un oficial de nombra-
miento suyo, con el título de
jeneral de la cábaUeria.y que
en cierto modo era su tugarte*
niente.
El primer dictador fué nom-
brado el año 256, doce después
de la destrucción de la monar-
quía. Por mucho tiempo estu-
vieron los patricios en posesión
del derecho de esta dignidad su*
prema; haita que en 397 se nom«
bró un plebeyo, y nuevos órde-
nes entraron á participar d(i él.
Tantas ventajas Italiaro.i loi
romanos eu esta moJída, qua
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no esper«roi á eirconsteneiM
estreroas para recurrir á ella:
cuando serias disputaf ajilaban
al pueblo romano, se nombraba
un dictador para terminarlas»
decidiendo por la autoridad de
ñno solo lo que no hubiera po*
dido la multitud pdl* sí misma.
El» CLAVO SAMADO. — Algunas
▼eces también, el nombramien-
to de un dictador tuvo un obje-
to relijioso. Por una de aquellas
ctistumbres esiravagantes é Inés-
plicables de que se encuentran
sobrados ejemplos do quiera ec*
sisten hombres, uno de los gran-
des majistrados clavaba anual-
mente un clavo al lado derecho
del altar de Júpiter. Si enferme-
dades cootajiosas molestaban al
pueblo romano^ ó signos estraor-
dinarios lo amenáaaban con la
cólera celeste, se apresuraba á
conjurarlos dando mas brillo á
la ceremonia del clavo sagrado,
nombrando nn dictador para es*
te solo objeto.
Delante del dictador Iban vein-
ticoatro hazes con sus corres-
pondientes hachas. Los lictores
que precedían á |oi cónsules, no
tenían hachas sino fuera de la
ciudad: en su recinto llevaban
únicamente los hazes para no
amcJri>.nt*tr al pueblo con aquel
aparato de muerte; pero el dic-
tadoc tenia hazes y hachas para
37
hacer ejecutar sos juicios con
todo rigor. Se ha visto á un dic-
tadorhacer morir á un caballero
por haber reusado seguir al lie*
tor que le había enviado con or-
den de conducirlo i su presen*»
cía (1). Estos decretos de una
injusticia terrible eran juzgados
por el pueblo, cuando dicho su-
premo majistrado abdicaba sus
funciones, pero nada podía sus^-
pender la ejecución.
Cerca de 130 afios estuvo Ro*
ma sin dictadores; pero en los
momentos críticoe en que se
creía deber robustecer el poder
consular sin apelar al recurso
siempre estremado de nombrar
un dictador^ el senado espedía
un decreto concebido en estos
términos: cHagaa loé cónsules
ulo que es necesario para la sal-
ivación del estado.» Entonces
sin sobreponerse alas leyes po-
dían darlas mayor ostensión, pe-
ro tenían que responder del uso
que hubiesen podido hacer de
este poder aumentado.
Si atontecía que el dictador ó
los cónsules llegaban á faltar an-
tes de baberJes seialado suceso-
res, para no dejar la república
sin jefes en todo este tiempo, el
senado nombraba un inUrej/.
Esle majistrado gozaba de todas
(I) Tno Livaa Dtc. Ii^Ub. n.
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m
HÍSTÓRIé
les prerogaliras de los cónsules,
pero solo podía conservar su
dignidad por cíoco días-, pasado
«UTO término él misnno se nom-
braba un sucesor-, pasado igual
tiempo» este nombraba otro y así
lucesívamente hasta haber ele-
jido nuevos majistrados según
las formas y en las épocas pres-
crilíis. El primer iulere;:no y
que duró mas tiempo, fué des-
pués de la muerte de Rómulo.
Vióse por el espacio de imano
pnsnr sucesivamente la dliinidad
real de familia en ramilia. Los
patricios gustabnn de una for*
ma gubernativa que los hacia
participar á su vez de los onores;
pero el pueblo, cansado de tan-
ios señores^ los obligó á poner
tin término á su dominación,
dando un jefe. Esta majistratu-
ra efímera» fué la sola que no se
comunicó á los plebeyos; por-
que una ambición razonable les
hizo hacer esfuerzos eslraordi-
narios para obtener onores du-
rables y desdeñar los momentá-
neos.
Majistrados ihtermedios. —
Desde los cuestores colocados en
la base del edificio del gobierno^
hasta los cónsules que se encon*
traban en la cumbre^ las atribu-
ciones eran distintas, los dere-
chos conocidos, prescritos los de-
beres por leyes positivas, y podia
creerse que ninguna otra majis-
tratura importante habría des-
pués de las ya mencionadas. Sin
embargo ecsistian otras que les c-
ran enteramente estrañas» y que
bajo un título modesto daban á
sus poseedores en ciertas cir-
cunstancias una autoridad supe-
rior á la de los cónsules, pudien-
do atacar á estas.
Ya en otro lugar de nuestra
obra hemos hablado lo bastante
para dar á conocer la dignidad
de tribunos del pueblo, majis-
trados con el titulodesacro-san-
tí, relijiosamente santos, los cua-
les al aprobar el decreto que les
presentaban, pooiaa la letra T.
que espresaba la palabra tribu-
ni\ y cuando le desechaban usa-
ban de la palabra Feto, que quie-
re decir me opongo.
Hemos hablado ya también lo
bastante para hacer conocer á
los censores y procónsules^ y al
modo y forma de su elección.
Ahora pasamos á tratar de la
LeíISLACION, LEYES, PLEBISCI-
TOS, SKNATOSCONSULTOS, EDICTOS
T uecHETOS. — El código de una
Dación manifiesta en su totali-
dad sus virtudes y sus vicios, y
refleja la imájen del pueblo que
lo ha concebido. No teniendo lu-
gar las leyes penales sino des-
pués de los crímenes que ha sido
necesario reprimir, cuando «-
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MMiAlU.
39
qoellas m callan ea ponpie el I carácter de ca4i p«eMa; aenci
delito aon do ecstote; pero lae«
go que bao hablado» es permiti*
»)l «o.4p echarlo. Del mismo
modo las leyes civiles se ligan al
sistema político de un pueblo,
manifiestan sus vicios, y el ojo
indagador del jenio lee en ellas
las causas secretas de su grande*
za y le seftala el rango en qne
debe colocarse. Desarrollemos
el principio de la lejislacion ro«
mana.
No hablaremos de esas leyes
primitivas que son comunes á
todos los pueblos. Do quiera los
hombres viven en sociedad, han
depositado en Jas manos de los
majistrados instituidos bajo di-
ferentes títulos, una parte de su
libertad, para gozar con seguri-
dad del resto; y de estas porcio-
nes reunidas ha resultado lo que
acaso podría llamarse ley nolu*
ral, la cual es la misma en todos
los pueblos^ reduciéndose al o*
menaje á los dioses^ obediencia
á los jefes, y respeto á la pro-
piedad y á los derechos lej (ti-
mos de cada uno. Todo se refie-
re á díte principio inmutable,
orijen único de paz y de pros*
peridad. Bajo este aspecto, las
leyes de los griegos , las de los
romanos, y aun las de los scitas»
todas se parecen. Únicamente
Ittsdistiugue el tinte propio del
lias y terribles son en las nacio-
nes bárbaras; en las civilizadas
mas complicadas y suaves.
Lo que importa conocer son
las leyes particulares de cada
pueblo» las que pintan sus eos*
tumbres, presentan sus progre-
sos ó au degradación , y presa-
jlan su destino. Por ellas se re-
monta uno á los que las han ins-
tituido, onrándolos como bien-
echores del jénero humano si
tuvieron por objeto su felict*
dad, ó detestándolos si lo han
estraviado, profanando lo que
hay de mas sanio y venerable.
Los primeros romanas no co-
nocieron las leyes sino por ha-
berlas quebrantado, y sustraído*
se á su venganza. Beunidos de
todos loa pnntoa del Lacio para
continuar arrostrándolas , cono-
cieron bien pronto su necesi-
dad, y que era uMesario con*
servar con sabiduría lo que ha-
blan adquirido por. la fuerza.
Rómulo les propuso las prime*
ras leyes, y las aceptaron: sos
sucesores propusieron otras nue-
vas á medida que la esperiencia
hizo conocer su necesidad , y
fueron consentidas solemnemen*
te por el pueblo reunido, en vir-
tud del derecho que le habia da-
#0 el soberano. Todas las que s«
hicieron hasta la destrucción de
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40
nisToau
'fl moQarqnía, fueron reunida!
en un cuerpo que se llamó có-
digo/?a/)trío, del nombre del se-
nador Sesto Papírio que le redac-
tó, hnjo el reinado del último
Tarquino, De ellas copiaremos
algunos fragmentos paramaui-
feslur la sencilleí de los prime-
ros romanos y la severidad de sus
costumbres.
Boma no adorará sino h los
dioses de sus anlepasalos y des-
echará las supersli iones de los
otros pueblos.
No se socorrerá al quesea he-
rido por el rayo; y si queda
muerto en el sitio, allí mismo se
le enterrará sin hacerle funerales.
Prohíbese en la ciudad el ejer-
cicio de todo arte que tienda á
introducir el lujo y la molicie.
El que destruya los límites de
un campo al labrar su tierra,
queda entregado á los dioses in*
fernales él y sus bueyes.
£1 hijo que baya pegado á su
padre, está maldecidoaunque ha-
ya pedido y obtenido el perdón.
Entre estas leyes severas plá-
cenos encontrar los rasgos de
una bondad paternal que carac*
teriza á los tiempos primitivos:
todo ciudadano, en el caso de su-
frir una multa no podrá ser con*
denado á pagar un buey^ si ante-
riormente no lo ha sido á pagar
una oveja.
Pero dejemos un código cuya
mayor parte quedó sin efecto
posteriormente.
La abolición de la dignidad
real no trajo ningún cambio en
la formación de las leyes. Los
cónsules y los pretores rempla-
zaron á los reyes; como ellos, tu-
vieron el derecho de tomar los
auspicios, y el pueblo reunido
en comicios les dio un consentí-
miento siempre necesario. Des-
de la institución de los comicios
por tribus se hicieron leyes co-
mo queda dicho á propuesta de
los tribunos del pueblo-, estas
se llamaron plebiscitos, que al
principio no obligaban mas que
á una parte de la nación y luego
llegaron á ser jeuerales. Las le-
yes y los plebiscitos eran una
misma cosa, en cuanto á los re-
sultados, pero diferian esencial-
mente en el principio.
Las leyes pues, eran las cons-
tituciones del estado, propuestas
otras veces por los reyes, des-
pués por los grandes majistra-
dos de la república, y aceptadas
por el pueblo romano reunido
á este efecto, en comicios por
curiasen los primeros tiempos,
y en comicios por centurias des-
de el rey Servio Tulio. Por mu-
cho tiempo no tuvieron fuerza
de ley basta que el senado laá
hubiese coníirmudo-, y el ano
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IC7, sin destruir
clon, una ley obligó al senado
h aprobar cuanto se háblese
decidido en los grandes comi-
cios.
Los plebiscitos se hacian me*
dianle la proposición de un tri-
buno del pueblo, y se ftujeta-
i>an á la aprobación de este mis-
mo pueblo en los comicios por
tribus, sin intervención nioguna
del senado.
Las leyes estat>an sujetas & to-
das los formalidades relljiosas;
an augurio dmfayorable basta-
ba para desecharlas; en tanto
que los plebiscitos siendo pre-
sentados por los tribunos que
no tenian el derecho de tomar
los auspicios» no estaban sujetos
á las mismas trabas.
En jeneral las leyes se resen-
tían de la influencia de ios gran-
des cuyos svfrajios inclinaban la
balanxa en los comicios por cen-
turias. Al contrario los plebisci-
tos, téndian á favorecer el parti-
do de los plebeyos» omttipotente
en los comicios por tribus.
Unas y otros oo podían ser
aceptados sino- después, de ha«-
hene anunciado durante tres
dias de mercado público, que se
rerificaba cada noere dias, y en
loa eualea, loa habitantes de les
tribus rústicas se dirijian á la
doded. Juzgóse que este inter*
TOMO XII 1.
moMAM. 41
esta ratifica- ralo era necesario para hnpedir
que el pueblo se dejase llevar de
la elocuencia de un orador, y
darle tiempo para pesar madu-
ramente las obtigaciooes que se
imponía.
Entre las leyes las habla que
llevaban el título de sagradas,
porque hubiera sido ua crimen
el intentar su trastorno. El ora-
dor que hubiera propuesto refre-
narlas hubiera perecido al ins-
tante; su memoria seria entre-
gada á la ersecracion y sus bie-
nes confiacadoi. Las leyes sagra-
das han tenido por objeto prin-
cipalmente la institución de los
tribnooedel pueblo.
Después de las leyes y los pie*
bisel tos seguían los senatoscon-
sultos ó decretos del senado. A
la v^ad que estos no eran le«
yeí, pero tenian fuerte de tales
hasta que hubiesen sido anula-
dos por ana ley positiva ó por
un otro decreto. El respeto que
se tuvo á los senatosconsultos
fué una conaecuebcia necesaria
del que inspiraba el senado; y
este sentimiento fortificado por
el tiempo tardó mucho en des-
mentirse y de mirarse con un
respeto filial.
Los senatosconsultos tenian
por objeto principal todo lo rela-
tivo á la alta administración
del estado, arreglaban el destino
6
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d« las provinoJns» los sueMoi de
lof grandes oAciales , el núme-
ro de soldados que debían man-
dar» y en fla se estendiati á
euanto era de un interés Jene-
ral, fuera de las elecciones las a-
dopciones de las leyes» la guerra
ó la paz» el Juicio de los dudada-
DOS ; objetos cuya deci8Í6o per-
tenecía escluslvamente al pue-
blo reunido en comicios. SI acon-
tecía algún negocio imprevisto
sobre el cual no ecsistiese ley,
Mn decreto del senado su plia por
ei momento y obligatNi á todos
los ciudadanos hasta que una
ley creada con las formalidades
decostumbre^ kx hubiese rem-
plazado.
Estos decretos, de una auto-
ridad que en nada cedía á la del
pueblo, se espedian con forma»
lidades imponentes. Esteedámo-
D04 algo mas sobre este punto de
lo que lo hemos hecho eo otra
lugar. El cónsul debía primero
convocar á los senadores en los
días prefijados para aquellas
reuniones; y eran tas calendas»
nonas é idus. Antes de entraren
la asamblea ofreeia un sacrificio»
y si los auspicios que tomaba
eran desfavorables» el negociase
aplazaba para un dia mas propi-
cio. Luego que el augurio era
feliz, se presentaba el cónsul, lé-
vantábanf e á su llegada todos los
senadores» tomaba él aliento» y
después oada uno se colocaba en
el suyo. Entonces esponia el
asunto» y en seguida pedia la
discusión á los padres cbnscri-
tos. Terminada la deliberación»
recojia el cónsul con orden el
parecer de cada uno» y dirijién-
dose entonces al príncipe del so-
nado ó á los cónsules designados,
si los habla en la asamblea, pa-
saba en seguida á los altos digna-
tarios, después a los simples se-
nadores^ y terminaba por aque-
llos que sin serlo todavía, tenían
voz deliberativa en el senado.
Frecuentemente en vez de dar
sus votosí por separado» los que
adoptaban una opinión se colo-
caban al lado del que la habla
emitido» y bastaba ealooces una
simple ojeada para cooocet* don*
de estaba la mayoría.
Un decreto del senado no po*
dia espedirse sino en presencia
de cien senadores: al ir á tomar
una decisión» acontecía muchas
veces que un miembro de la opo-
sición esclamaba: €uéníe$é el $$•
nado\ y la asamblea quedaba di-
suelta si no habla el número
competente.
Luego que estaban cumplidas
\pM formalidades necesarias, que
se adoptaba el decreto por plu-
ralidad y que los tribuno» no
presentaban oposición ninguna»
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se redactaba el acta. Biarcábaae
en ella primero, el ileoipo, el
logar, el número de \oé senado-
res presentes y el de su tribn;
espon(a!)e luego la proposición
toda entera, indiciibase ai que la
habi^ hectio, y se terminaba con
la lectura del decreto. Para qne
este tuviese ejecución, tenia que
estar depositado en el tesoro pú-
blico, con las leyes y otras actas
públicos. '
Si acootecia que los tribunos,
ó solo uno de ellos se oponia á la
deliberación del senado, enton-
ces no se espedía el senatocon-
solto. Cuando el sanado unáni-
memente creía necesario un de-
creto para la salvación del esta-
do, lo pronunciaba sin embargo,
y entonces lo daba bajo el nom-
bre de autoridad da/ leitodo; era
nulo en cuanto á su efecto, pero
se conservaba en los archivos
del senado, como un testimonio
de so zelo, propio para hacer re-
caer el odio del poeblo romano
sobre los que se hablan opuesto
a un acto que le hubiera sido
tan ventajoso.
Así se gobernó Roma por
efpacio de tres siglos; y á pe-
sar de so pasión por sus pro-
pias leyes, probó el inconve-
niente de un código imperfecto
y cuyas partes afiadidas socesi-
Tameate carecian de la relación
41
que linee que las últhaas sean
una consecuencia natural de las
que les preceden. Las leyes lie*
vahan el sello del partido que
las habla propuesto; la astucia /
las hacia adoptar; otras, diriji-
das por un espíritu contrario,
tendían á restriajirlas ó á ano-
larlas. Todas perdían de su ma«
jestad, coando de común acuer-
do el sienado y el pueblo convi-
nieron en enviar embajadores
¿ todas las ciudades de Grecia, y
particularmente á Atenas, para
instruirse en aquellas leyes y
comunicarlas después á su pa-
tria.
Volvieron estos habiendo re-
cojido los estatutos db todos los
pueblos. Después de un ecsámen
atento, se conoció la estrema di-
ficultad de elejir entre tantas
leyes diferentes las que podían
convenir al pueblo romano, de*
escojerlas para adaptarlas á su
jenio^ y de hacer de ellas un có-
digo completo que pudiese ser-
vir de regla ep todos tiempos y
circunstancias: para llegar á este
objeto hicieron tos tribunos que
el cónsul Sestio reuniese el sex-
uado y le propusiese un decreto
oon la creación de diez majistra-
dos, los cuales durante un aSo
tendrían todos los derechos de>
los cónsules y aun los que ha-
bían tenido loa reyes. Debía sus-
i
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44
■NTomu
penderte (oda otra nialistralura;
y estos depositarios de la autorí*
dad pública quedarían .eacarga*
dos de la redaccioa de Duevas
leyes.
Después de vivas oposiciones,
adoptóse por último el senato-
consulto. Reuniéronse los comi-
cios por centurias, los cónsules
abdicaron solemnemente ; los
pretores, ediles, cuestores y aun
los tribunos siguieron este ejem-
plo, y en su lugar, bajo el nombre
de decemviros, elijieron diez ma-
jistradoH, á quienes como ya he-
mos dicho en otro lugar, se con*
firieron todos los poderes. He-
mos indicado que convinieron
entre sí el ^e uno solo tuviese
los haces durante diez diaa, pa-
sados los cuales este signo del
poder supremo pasaría sucesi-
vamente á todos; diferencian*'
dose únicamente los otros de los
demás ciudadanos por un oficial
subalterno llamado Aeeentw, que
los precedía en público. Los cui-
(Í;iüosdel gobierno no los dn-
trajeron de su objeto principal.
Después de haber comparado las
leyes griegas con lasde Roma, to-.
marón de unas y otras lo que
les pareció aplicable á los roma-
nos; y trazando un model*) de su
obra la espusieroo al público,
para que cada uno indicase li-
de oido el de los ciudadanos mas
ilustrados, se hicieron algunas
correcciones, en seguida se pre-
sentó el nuevo código al senado,
quien lo adoptó por un decreto.
Llenada esta primera formalidad,
el pueblo romano, reunido en
comicios por centurias le dio
jeneraimentesu voto. Para dar
mas solemnidad á este acto, se
hizo la ratificación delante de
los pontífices, augures, y de los
sacerdotes de todos los colejios.
Ofreciéronse sacrificios á los dio*
ses protectores de Roma ; y este
cuerpo de leyes^ grabado sobre
diez tablas de bronce, fué colo-
cado en el lugar 'mas visible del
Foro.
El año prescrito para esta gran-
de obra iba á acabar, y los de*
cemviros pidieron otro mas pa-
ra darle el último grado de per*
feccion. Satisfecho el pueblo de
su manera de gobernar, dio so
consentimiento, y reunidos loa
comicios, se nombraron nue-
vos decemviros, conservando de
ellos únicamente á A.pio Claudio.
Este era el momento de salir
mal con un gobierno que tanto
se había ensalzado. El dia si-
guiente de la elección, se vio con
asombro en la plaza pública á
ciento veinte lictores con hums
armados de hachas. Uua iir.iaíu
para que caua uno inuicase ii- armaaos ue nacuas. uua ur.iai
bremente su parecer. Después I odiosa sucede á la fi ajida dulzu
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n de los deeeonviros; y todos los
objetos de su lemor ó de su ene-
mistfd son saeriflcadut. Estos
mismos hombres que dielabao
sabias leyes, proonuciau decre-
tos de muerte; la repáblica iba á
perecer, cuaiulo una acción ec-
secrable de Apio, subleva de re-
pente al pueblo, corre á los ar-
mas, las lejiones se JuQtao á él,
y este poder monstruoso es disi-
pado en un inátonte.
Vuélvese á la antigua forma de
gobierno, empréndese el juiciode
ios decemviros, pero estos uo lo
esperaron. Apio y uno de sus co-
léaos perecieron por sus pr«>pias
45
ra trasmitirlas á la posteridad
de una manera mas segura, se
les hizo aprender de memoria á
los jóvenes. Este código augusto
fué por mucho tiempo la admi-
ración de los romanos, que le
miraron con el mayor respeto, y
como el monumento mas bello
de la humana sabiduría (1).
Pero la lejislacion de un pue*
blo no pndiendo fijarse mientras
éste no se fije, el continuo au*
mentó del estado romano, el a-
crecentamiento de las fortunas
y los crímenes que fueron con^^
siguientes,, hicieron sentir la ne-
cesidad de nuevas leyes. A las
manf>s-, los otros huyeron pnra je las doce tablas, que se mira*
síemprede una tierra que habitin
cubierto de sangre. Al través de
tantos males, se faabia terminado
la grande obra de la lejislacion:
añadiéronse otras dos tablas por
los nuevas decemviros, y este
cuerpo de leyes, conocido bajo
el nombre de /ayas de la$ doce ta-
bla», contuvo hasta aquella épo*
ca toda la jurisprudencia de los
romanos.
Sesenta a&os después de la
creación de este código tan céle-
bre, los galos se apoderaron de
RomD. menos del Capitolio, que-
maron la ciudad, y las doce ta-
blas fueron destruidas en el in-
cendib. Hebiriérouse por las co-
pias que se babian sacado*, y pn-
ban como las constituciones de
la república, se fueron afiadien*
do leyes y plebiscitos nuevos,
siempre espedidos según las an*>
tiguas formas.
Como la ley mas desenvuelta
no habla podido preverlo to-
do, pues circunstancias fortuitas
combinadas infinitamente^ la ha-
(1) Lm leyes de Us doce tabla*
conticiieii, cerno vamoe á ver, dUpoai*
cionea rigoro»iaiiiias ítnpo^íhlea de a-
plaudir; solo aqui tratamos de la opi-
.oion de los romanos, acordes ea mirar
las doce tabUs como ana ubra maestra
de Ir jtslacíon; pnes Cicerón se atreve á
decir qne íai prefiere á todas las bi-
bliotecaa del oiiumIo*
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46
llf8TOAf4Í
fian siempre defectuosa^ y los
hombres siempre mas ínjenio-
sos estabaa ioveotando medios
de eludirla; se dio á machos de-
positarios de la autoridad reli-
jiosa ó civil el derecho de hacer
edictos que supliesen á la in<*
sufieieneia de las leyes. Consi*
guientemente, los pontíflces en
materia de relijion, el pretor en
lo Judicial y los ediles en políti-
ca, publicaban edictos que te-
nían fuerza de ley, ba^tn que o-
tras disposiciones contrarias los
hubiesen invalidado.
Los majislrados que goberna-
biHi las provincias romanas, te*
nian también el derecho de ha-'
cer edictos: los unos se llamaban
de traslación, porque se sacaban
ordinariamente de los edictos
del pretor de la ciudad; los otros
eran puramente locales.
De modo que el derecho ro-
mano se componía de la reuuion
de las doce tablas, de las leyes
nuevas, de los plebiscitos, de los
senatoscoQSultos y de los edic-
tos. No ecsaminaremos por se-
parado cada uno de estos ramos
de la lejislacioo; limitémonos al
testo de las doce tablas y á las
disposiciones principales de ca-
da una.
La primera trataba de los pro-
cedimientos civiles: este objeto,
bastante complicado^ estaba se-
V'uido en todas sus ramificacio-
nes, y cada uno podia reconocer
en él con facilidad la injusticia
6 la ilejitimidad de su causa.
La segunda tabla tenia por ob-
jeto toda clase de robo: el noc-
turno era castigado de muerte y
tomismo sucedía eon el robo
diurno si el culpable estaba ar-
mado. Si el delito era notorio,
es decir, que el cnlpable fuese
cojido en el hecho y no estaba
armado, era azotado con varas y
entregado á aquel á quien habia
robado. Si el robo no «era noto-
río, es decir, que el culpable
estuviese convicto sin haber si*
do cojido infraganli, era conde*
ñafio á devolver el doble de lo
que. habia robado, y el cuadruplo
por el edicto del pretor. El juez
convencido de haberse dejado
corromper, era castigado de
muerte.
La. tercera tabla se referia á
las deudas, y sos disposiciones e-
ran temibles. El deudor cuya
deuda estaba confirmada, obte-
nii^ una moratoriade treinta d(as
para buscar los medios de pagar.
Pasado este tiempo, si no encon-
traba la suma, era llamado aote
el pretor, quien le entregaba á
su acreedor como esclavo. Este
tenia, el derecho de atarle por el
cuello, y de ponerle grillos en
losj)ie8, con tal que la ca^^oa
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Aa«4R4,
47
no pesase mas de quince librei.
Ed eale estado le coodocia al
Mercado tres veces deaegoida,
y el prexooero grilaba eo alta
voc la suma porqoe estaba des-
teñido, á fin de escitar en su fa-
vor la compasión de los ricos cía*
dadanos. Si nadie se presentaba
para pagar la deuda» su acreedor
podía venderlo rneradel territo*
rio romano» y aun tenia el bar*
barodereclio de hacerlo morir.
Sí se presentaban mtfcboa acree-
dores» les era permitido repar*
tir:»eel cuerpo del deudor.
¡^cuarta labia trataba de loa
derechos de los padres. La au-
toridad paterna» ley primera de
calió, como el de hM( esclavos, á
qui«9nes se asemejaban en todo
con respecto á su padre. Los ciu*
dédalos romanos llamados tn/e-
nm 6 de orijen pufo» gozaban
únicamente de estos derechos
en toda su plenitud.
La promoción de un hijo á
uno de loe grandes cargos del
estado, suspendía los efectos de
la autoridad paternal; pero al
terminar su ejercicio^ entraba
en la obediencia; y á nn poder
pasajero sucedía una sumisión
durable.
Guando un padre daba su con-
sentimiento formal k un hijo
para que se casase» ya no podia
la nataraleaa» era mas estensa , venderlo» por no ser justo que
en Boma que en pais ninguno» y . una mujer casada con un hom-
aun casi podemos decir que era
bárbara. El padre á quien na*
cíese nn bijo deforme ó con*
traheclio debía matarlo al pun«
to; en todo tiempo tenia sobre
aus hijos derecho de vida ó
muerte» podia venderlos como
«sclavos; si llegaban á ser libres
por sus propios esfuerzos» podia
venderlos basta tres veces; po-
dia deseredarlos sin alegar nin*
guñ motivo» arrojarlos de su ca-
M» ó enviarlos al campo para
Urabajar como esclavos. Cuanto
IKidiaíi reunir con sus aceros 6
eu industria, era entregado á su
padre. Su caudal se llamaba pe«
bre libre» llegase á ser la esposa
de un esclavo* Esoeptuado este
punto» el poder paterno subsis-
tía en toda su fuerza» y aun se es*
tendiaá los nietos y viznietos.
La muerte del jefe de la fami-
lia , podia nnicamenle poner
término á este derecho ( I).
(1) Acontecí* siempre cuando ana
ley era demasiado rigorosa» el encpn-
trar medio de eludir sus disposiciones.
Un padre se presentaba al majtttrado
con su hi)oy «■> comprador; hacia In
venU del |6f en por nna soma cnaU
qniera, y ponía la mano páblicamenla
sobre el dinero. E4 comprador loponín
íaoMdiataflMatt en libertad» s^n lo
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48 «fffSTDAU
L«i tabla quinta esponia las re*
glas de las sucesiones y de las
tálelas.
Los ciudadanos romanos po«
dian heredar únicamente de nn
ciudadano; todo estranjero esta-
ba escloido de la sucesión. £1
que había obtenido el derecho
de ciudadano, no podia hi^redar
en la totalidad los bienes de un
romHRO de^orijen*, solo tenia de-
recho k los de la rama motenia.
Lo5 hijos y nietos eslabón o-
bligados h aceptar la sucesión de
su padre por onerosa que fuese;
llamábaseles herederos suyos. Los
esclavos á quienes su dueño da-
ba libertad al morir, y los insti*
tuia sus herederos, eran llama-
dos herederos necesarios, y esta-
ban- igualmente obligados á a-
ceptar la sucesión, como lo es*
presa su titulo. Los otros here-
deros podian renunciar á la au-
cesion, y por eso fueron llama-
dos herederos voluntarios.
Todo romano que gozaba de
la plenitud de los derechos de
ciudadano, podia disponer de stis
bienes por testamento, heredar
legados que le hubiesen. sido he-
chos, y ser testigo en toda dis-
Ittnnala de nao. Fstt Yenta j e»U ma-
nomUioB simaltdat, se repetían por
trct Teces, y el hijo qaedaba libre para
aietnpre.
posición testamentaria* Estos ao*
tos estaban sujetos á mochas
formalidades ; y el modo mas
ordenado de libertarse de ellos
era llamar al heredero delante
de siete testigos. En el ejército
hacían los soldados su testamen-
to de una manera mas sencilla:
en el momento de ir al comba*
te nombraban en alta toz á su
heredero delante de sus cama-
radas, y esta declaración bastaba
para asegurar la ejecución de
sus últimas voluntades.
La tutela se conferia á los ag*
nados ó parientes paternos; los
mas cercanos eran llamados k
ella de derecho cuendo el padre
de familia moria sin testar. En el
casode no hallarse, el prefórdaba
un tutor á la viuda yá los hijos.
Si el tutor mahersaba los bie*^
nes del pupilo, estaba obligado á
la restitución de doble cantidad,
y quedaba anotado de infamia.
El liberto estaba siempre bajo
la tutela de su protector. Las
mujeres estaban siempre en tu*
tela perpetua. Durante su in-
fancia, el tutor tenia la admi*
nistracion de sus bienes; cuando
eran mayores, conservaba el de-
recho de interponersu autoridad
sobre el uso que podiao hacer
de ellos; y cuando se casaban,
pasaban del poder de so tutor al
de su esposo.
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Ltrsesl» tabla triübt de It |mk
sesion de loe bienes, ; del di-
vorcio.
Distinguíense las propiedades
sagradas de las que eran de de-
reebo bumaiio. Laa príomras
estabao bajo 4a jariadieeion de
los poDÜflcea, tMio erao tem^
pios, sepolcroa^elc. Todas las
coaas sagradas eran inenajena-
bles;. y« solo perdinB este eetáe^
«er por la profaneioB.
• Las propiedades de dereebo
bomano epan HMiaMei ó énmm-
Mes. DiTidíaDsetamMeo en mofi'
tipi, eS'decir> cajra posesión po-
día transmitirse ttiatai4aliiieAle;
y^Df^eemamcipi, lasquenoeran
ée naturalexa deaer aecnes-
Iradas.
Pddia serse propietario de no
objeto euelqnieirr. de «nichos
modos: primero , por I» canon
deoQ:ecreedordelante>del pre**
tor, segundo, por el' nao de dos
^k>s respecto á nn iamneble^ y
dennvñosolorMpectoé unob-
jeto-moviliario; tareero, por aoi»»*
pra en las ventas pábUoaa; coar-
to,' por od/iidícaonit^ ea dadrí
por la posesión de la perdón ad*
Jodicada per los- majistrados en
une partición cualquier»; y qoin^
to^ pordonoeton* ha ini^ifl<«en-
ciarooMina hacia muy frecuen<>
íH estSBS especies de Iraosac-
cíones. '
TOISD im.
Aiu. 49
Ei divorcio de qoe tratabt el
sbjTQodo artículo de etla misma
tabla, ofrece sobrada importan-
cia para ser tratado lljeramente,
y por lo mismo^ hablaremos de
él en otro paraje.
La tabla f étíma trataba de los
crímenes y de las penas cuya se-
rie es dt^it de segoir; solo ad-
rertlremos que la ley admitía
la pene del íattén, por la cnal
el que habla prlrado á nn duda*
daño de nn miembro, debía ser
mutilado del semejante si no «e
componía con la parte ofendida.
Los parlen Col mas cercanos del
herid» tenían el-derechode coor
turnar sn venganza.
• La octava laMa trataba de los
bienes del eampoy de leeMervoa,
de los oficios, eic.^ objeto muy
estmo que no «os oCrecr gran-
de interés.
La tabla «loveae esponia ef de*
reeho púbHc6,'cnyas principales
disposiciones son bien cono-
cidas.
La décima tenia relación con
los funerales, f rescribía las ce-
remonias de estos, sus diferen*
tes especies, y fijaba el tienípo
en que se debían tributar los
últimos deberes ¿ los finados.
James pueblo alguno fué mas
relijioio que loa romanos, en
elejerdciode estos tristes debe-
res, sin omitir nada de cnao-
7
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50
to podia oiirar la iMmorii de
tos ^drts T probar la pena de
haberloapenUdo*
Lan tablas undéeima j diiodé*
dma no trataban de ningnn ob-
jeto partkalar» pues eran on tu*
ptemento á lea otras diet*
Con sentimiento noa beeios
lioitado á esponer soleinente el
suHMrio de este código célebre;
pnes la dificultad de entenderlo
bien ba hecbosieaspre que se pase
répidaroeme sobre ot^^^^os que
hubieran pedido «as desenvolvi-
miento. Dicho código estaba es«
erito en la lengoa de loa Óseos,
pueblo de la Campaniaj qne ha*
biaba un latín barbero^ antigM*
mente niadoen Roma^ y qne hoy
ae eomprenderii eoa muchisf^
me dificultad.
No ae piMde negar que la ma*
yor parte de estas leyes parecían
Iwchas por tiranos para eoote-
ner á bfcrbaroa. Ellas recordé*
han á la vea el carácter de los
decemyiros y el orijen de los ro*
roanos, Difícihaeole se com-
prende cómo un pueblo que se
babia sublevado en ocasión da
la dureza de loa acreedores, y
que después de cnareota aíoa
que hnbia tenido tribunos para
dereoderse» hubiese podido acep-
tar leyes tan crueles para el in«
fortutiio. Estas disposiciones tan
severas, se abolieron sucesive-
mjsnte por la astensioii ^le se
dio líl derecho de ciudadano. El
afio 429 una ley proibió el tener
presos á los deadores, y sola-
mente dio derecho á los aeree*
dores sobre sos bienes. DM mis^
mo modo se proibió azotar con
varas á los róesenos; Kn fin, el
afio 090, la famosa ley $$mfr^
uta decidió que una sentencia
de muerte no podia pronunciar^
se contra on ciudadano sino por
orden del pueblo, sin que este
derecho se estendiese hasta loe
anidados, siempre sujetos i iü
penas qne plnguia ¿ sus Jefaa
imponerlea« Machas v^ces se
veis á un individuo culpable en
el momento de $er preso por utt
lictor, detenerlo con estas pala*
bras: yo sey eiuiaéano. Si era
acusado de uncrlin<*n de estado,
se le jutgaba por la jeneralidad
de los ciudadanos. Si era un cri-
men privado, los tríbanales or«
diñarlos pronunciaban su sen*
tenda; pero podia apelar de elle
á loa comicios. En ambos casos,
érale permitido sustraerse k la
pena merecida , desterrándose
voluntariamente antes de qne ae
pronunciase la sentencia.
Guando nn ciudadano era lia*
mado en joicio por crimen e.ipi<»
tal, si reusaba comparecer el
dia que debia decidirse üe^sa
suerte^ un oficial público s^pre-
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fimtatia par la iMftiHi á so puer-
to, lo Itamsbaá sonUelTMipela»
7 tolo dfspoei de etU formull*
dad faltalKHi loa JuereiMOtra él.
Tan 4»stf«tnadaa eraa laa pr«caii-
eionea <|iie te lomaban para dli*
fioner de la Tida de oo eiodada«>
iio(l).
En jeaeral las leyes qoe re«>
dactaron los deceoiviros tendte*
t*on á di4miAiilr el poder del
pueblo, porque aspiraban á la
tiranía; y por una conseenenria
de esta -disporicion secreta, las
leyes de las doe^ tablas proibian
los oíatridiraios entre los patri-
cios y ei pueblo. Esta ley ofen-
siva para bis plebeyos^ttedó anu-
lada en el año 308.
Por el misflio principio las
doce tablas pronunciaban lape*
na capital contra loa poetas satí-
ricos y los libelistas; pero sien*
do los deceniviros los únicos qoe
tenián Interesen proácribir á los
fue podían quttarlea la máscara,
este regUmento cayó en desosó
después de su espulsion, basta
qiie>ftté destruido enteramente
por la ley semprooia.
Después de la publicación de
las dck:e tablas, la lejtslacion ro-
mana fué' cbádcidá de iodos los
ciudUdMois; pero para hacerse
f
<i) Pi«TABeo» VUa di TiWffIo 7
ac Cayo Gimo.
SMS. M
Justicia kaMa ipie aegnirse una
marcha y emplearse ciertas fór-
mulas qM aolo eran conocidas
de los patridoa, defensores nftto»
rales de sus clientes; de modo
que er pueblo, auoíque Ina^uldo
de aos derechos, no podía e|er«-
cerloasino por la Interposiciot
de los grandes. Larfo tieriipe
quedó ee este dependencia, hasta
que vifioa sacarle de ella nna
circunstancia inesperada. ElaSe
440, Cayo FIstIo, escriba del
jurisconsulto Apio Claudio, le
robóloarejistrosde las fórmu-
las, y publicó una copla de ellas.
Este senrieio fué tan agradable
al pueblo, qne Flario, hijo de
fm staiple liberto, fMr heehe
tribuno, Senadoiv edil cunrt, y
para censertsrsu asémeria, la
obra que habla dado á ^conoeet
recibió el titulo de dtrasAo eíot/
/feeímio, ^A
Flavio biso al |fueblo Romano
otro servicie del mismo fénero
publicando los f0tta$ ó el cuadro
de todos los dias del afio, con su
destino, como ya diremoa ai
tratar del calendarlo. Los pon««
tii<^s, que eran loa únices.depo^
sitarlos de los fastos, ocultaba»
cnidadoaamente al públioo au
conodmienlo) pero Fia vio, ha«
hiendo obtenido la comunica*
clon de los fastos, por el mismo
medio que tuvo el de íasfórmu-
I
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52
las, descubrió «I aitffli^ío; jr pi«>
ra haeer que fueteo mas autéo»
4tcoSy hilólos, grabar eo ana eo*>
-lutíUia de bronce doraste su em*
pleode ediU Hasta esia época
los poolífic^ dirijiaii< é impe-
4h^ seguo su .voloBlad lodas
las operaciones del f oUereo» tos
f rocedimieotos eoire los parH^
colares, y alio ^1 mismo pretor
igooraba el dia en qu» le era
permitido adrainislrar Justicia.
'DeesDemodo> el conocimiento
de las leyes, el tiempo y tos me-
dios de recurrir é eltas lo su«>
piaron todos los ciudadanos; sin
embargo, los patricios pudieroÉ
particularmente interpretarlas;
y esta pnMrogati?a , concentre-
da en aa áifdeav fÁtité madios
de ellos á loa primeros cargos del
estado»^
No entraremos en detalla mas
estei^V sobre las leyes roma-
nas: bástanos haber espuesto sus
principios; ocasión se presenta*-
rá de que tas sigamos en su «^
plicacion» Hechas para los ro-
manos solamente, no nos toca
}tiigarlas^ Si la prosperidad de
una nación pruebo la bondad de
sn código, jamás lo hubo mejor;
pero si es permitido al resto del
Jénero humano pronunciar por
lo que de él sufrió, nunca io bu*
bo mas funesto.
PATtOSIOS T CUfiJITfiS, HOBU-
lA, Taniifo,oiMio:(As v ororas
muTAKBs.^^ Hemos procurado
traaor un rápido boifiquejo del
gobi€MPno de áoma, y hemos Tia-
to á su pueblo, ya huuii liado y
ya triunfante en los iUIerentes
ciWíqíos, .^stret|ar:ie coq perse*
verancia contra el partido de ios
patricios, arrancarles p^^co á po-
co, la mayor parte desu&prrvi*
lejíos, y librarse de sus hierros
sin procurar. romperlos enterar
mente» Admiración causará sin
duda,. el que unos hombres é*
brios de glorias y de triunfos, te^
oiendoá la rex los medios y la
noluntad de vengar largas ha*
millaciones^ no hubiesea daida
el ultimo paso, y de«truidu para
siempre distinciones de que tan
zelosos se debian manifestar*
Pero no; J^ierosos en suene*
mistad y magnánimos hasta en
su ira, se<esforzaban para llegar
á la<aUura de ios grandes sin de*
prímiriesv pues procuraban setp^
tarse al lado de ellos para M^
llar con su brillo mismo^ y no
para degradarlos con el abatí-
aliento. ' ^
Una conducta tan meaorada,
y cuyos resultados fueron lan
gloriosos, anunciaba á un poe*
Mo que en nada se parecía á loe
demás. Trabajo cuesta el com-
prender .coma" una mulUUid
siempre ciega y arrobetádaj sii«>
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po detraerte ea «qaelle pe»*
diente rápida, y respetar aori á
aquellos que no teniHi atacar.
Esta moderacioD lenta sa orijea
en machas cansas: en la profun*
da Teaeracioa de -iui romanos
pw los. usos de sus antepasados^
en la resistencia valerosa de los
patricios, que no deslscieroa de
sos derechos sino en el último
estremo, y que cediendo ep fln
á la fuerza de tas circunstancias,
sacrificaron ana parle de elios
para conservar los mas impor-
tantes; y en fin. en los felices e-
fectes del patronato, initilOQÍon
sublime emanada de un almn je*
nerosa, ; digna del héroe que <a
coocíIhó. Su Jeelo superior pre- 1
tió los desórdenes que podriim
acarrear en su naciente ciudad,
dístineioiies concedidas á una
clase de dadadoaos con perjui^
ció del mayor námero, y á este
jórmea de discordia opaso el de
la benevolencia.
Desde mqy temprafio acudida
muclios ciudadenoa á las gasas
de los grandes personajes y se
entretenían familiarmente con
los criados de quien parecían
conocidos, se esforxaban á pe-
netrar hasta la habitación del
amo, le abordaban con- espre«
sion rosperaosa» pecibtsn de é\
un saludo, y se 'retiraban con
aire satisfiachopera volver á ha-
53
cer lo aaititto-el die slgiiente.
Tales eran los s/ísfiliis qn^ fe*
licitaban á su patrofo^ Guando
Rómnlo hubo dividido su pueblo
en dos órdenes, para sostener
entre ellos la armonía que el or*
gallo y la envidia bobieran po-
dido alterar, qufso reonirlos por
un lazo coman qw toe hiciese
necesarios ooo ¿otro. Qoiso que
cttda plebeyo etijiese enel orden
de los patricios unode quien se-
ria cliente ó protejido. Prescri-
bió los deberes de nnos y otros
y consiguió hacer q«e te ama*
sen. La opinión fortificada por
el tiempo acabó su obra, y á tan
aogosla tastituclon, debió Roma
su salvación en aquellos dias de
borrasca que corriera el imperio^
Los potreaos debían ayudará
S19 clientes con sos consejos y
su créditjoc les^splieabon las le^
yes ^e no estaban en estado de
conocer/ Los defendían jurídi-
camente cuando se velan ataca-
dos en sus derechos ó propiedad
des ; sostenían altamente sus
intereses, procuraban colocar á
sus hijos, y solicitaban en su fa«
vor tas mercedes y gracias de
los majistrados. Favorecíanlos
en sa comercio ó en sus empre-
sas, y los socorrían en susdesgra-
cías. Frecuentemente se vieron
en familias ilustres preferidos á
loa parientes estos homildes a-
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Ui HISTOKU
migos, ya como herederos, ya co-
mo candidatos eo los comírtos.
En tiú, un patrono verdadera-
mente digno de este título, vela*
iia sobre sas clientes como un
padre sobre sus hijos-, se onra-
ba con sus virtudes y gozaba con
sus prosperidades.
Kl cliente hacia mucho ma^
porsu patrono; leconsuliabn en
todas ocasiones, le tributaba los
deberes de costumbre^ y estaba
adicto á su persona. Jamás deja-
ba de seguirá pie ^u litera cuando
iba al senado, á los tribunales
y á las asambleas del pueblo,
para dar á su marcha el aspecto
de un triunfo. Yivia eo cierto
modo bajo la dependencia de su
ilustre protector^ debia darle su
voto en los comicios; y aun esta-
ba obligado á proveer al dote de
sus hijas sí no podía casarlas, y
á su rescate si era prisionero de
guerra. Ayudábale á restablecer
8u fortuna si algún accidente le
perjudicaba-, y si moría sin he-
rederos ó sin haber hecho testa*
mentó, su patrono le sucedía en
todos sus bienes.
Estábales proibido á entram-
bos el acusarse unoá otro ante
los tribunales, servir en ningún
caso de testigo uno contra otro,
y unirse con sus enemigos recí-
procos. El patrono ó el cliente
convencidos de haber quebran-
tado esta proibícion , se vetan
sujetos á la ley espedida contra
los traidores, y podia uno dar la
muerte al otro. Ya no se vela eti
ellos sino á víctimas consagra-
das á loi dioses infernales, y su
memoria era ecsecrada por los
hombres.
Los hijos sucedían á los derechos
desús padres sobre sus clientes,
sin que en ningún caso pudiesen
estos mudar de patronos. Desde
Rómulo, pertenecían á las mis-
mas familias sin que se hubiese
invertido este orden. Si un jefe
de familia patricia moría sin de-
jar sucesores, sus clientes e^-
cojian otro patrono; y del mismo
modo los nuevos ciudadanos que
cada día entraban en Roma, se
aderiaa bajo el mismo título á
alguna casa ilustre. Aun se ade-
lantaban á sus deseos respecto á '
este punto, pues como los patri*'
cios daban una grande importau*
cía á verse rodeados de multi-
tud de clientes, no perdonaban
pasos ni promesas para aamen-*
tar su número.
Sin embargo hay que mani-
festar que sin destruirse esta ias-'
títucion, el tiempo le gastó lo -
que tenia de mas noble y afee--
tuoso. La fortuna escesíva de la
mayor parte de los patricios, y r
el orgullo que fué su consecuen< .
cía inevitable, hícieroo de ellos
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momAi^k.
5%
protectores aHsoerosy fkstuo-
io«; j ios clientes llegaron h ser
ávidos eortesanos, mas oOeiosos
qoe llenos de afecto, mas sumi-
sos ^e flelee« j que snfrian k
sus patronos sin amarlos. Admi-
tidos en otToMeinpoá la mesa
de sa soAor, estaban en eierto
modo agregadiM á U familia. Es-
te aso se encontraba apenas ya
en algtinés vie|os romanos» le-
losos de ronservsr sos costum**
bres antiguas. Por do quiera se
distribuían todas hs.maAanasá
kH etientes algunos alimentos,
bajo el tf lulo de ipúrtula, nom-
bre latino de nna especie de ces-
to en que los esclavos hacían es-
la distribución. Has frecuente*
mente este sMorro diario se ha-
cia salario vergonxoso para el
que lo deba, y mucho mas para
el que lo redbta. k pesar de es«
tus mudancas , el derecho de
f Ueutela Inspiró ttempre mucho
respeto. El principio no habla
variado, las leyes eran las mis-
mas; la alteraeion de tascostum*
bres4esnaturaKzd los resultadoa
aia atacar & la inatitttcioo*
P^ro estas teye^ tan posHi*
vas ¿hablan perdido m efeeto en
los deiiateis que «ijttaron por tan-
to tiempo á los des drdenet? El
roerpo entero de lo* plebeyos a-
ticendir abiertamente á ios' pe*
culpaliles; todoi inearrteron en
la pena eapltai. Difícil es en e-
fecto conciliar los pesos violen-
toa del pueblo romano con e«e
pretendido respeto i ana Jefes.
Los hÍj(toriadores al transmitir-
nos esto4 grandes acontecimien •
loa, se han limitado á darnos á
conocer los resultados y toilos
han omitido los detalles que po-
drían esplicar esta especie de
contradiceion. Acerca de este
objeto no podemos hacer sino
simples conjeturaf: es de creer
que entonces sucedería lo que
en nuestros tiempos hemos vis*
to en ocasiones menos importan-
tes. Cada eliente miraba secre-
tamente por su patrono al per-
seguir con calor el de su vecino,
y el orden entero consiguió su
objeto sin que sus miembros a-
pareciesen r ulptbles.
8i en esta asociacioo la balan-
t% se inclinaba á favor de los pa-
tríelos, los clientes á su vez po-
dían gozar en el estertor de los
derechos de patronato. Los poe*
blos sujetos á la dominación ro-
nMma, acostumbraban eiejirse
entre sus ciudadanos mas acre-
ditados un protector que pudie*
se hacer moderar las contríbu-
clones que les imponían, vijilar
en la elección de los majistrados
que larepábiica les enviaba, y
irieioa/ todos loa clientes eran ! ser el ájente directo de todas st|S
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Sfe^ OiSTOltfA.
negociaciones. De ordinario á
quion los habiaconquisladücon-
cediao este onor que no siem-
pre era estéril; y como todos los
ciudadanos sin distinción podían
llegar al mando de los ejércitos,
un plebeyo que había sido clien-
te en Roma^ podia llegar á ser
prolector de reyes.
Machos no comprenderán có-
mo podria serse á la vez noble y
plebeyo. Todos los patricios in-
dudablemente eran nobles, se-
gun la signiGcacion literal de es-
la palabra, pero ai^ui se designa
mas purticularmenlea los que e*
ran revestidos con los primeros
cargos déla república. Muchas
familias plebeyas eran nobles, y
semejante titulóse podia dispu-
tará muchas familias patricias.
Un ciudadano poco conocido que
obtuviese una gran majistralura,
se le daba entonces el nombrede
hombre nuef>o\ echaba los funda-
mentos de la nobleza de su raza^
y cada cargo del mismo jénero
que poseían sus descendientes,
añadía á aquella un nuevo gra*
do. Para conservar de ella un
recuerdo auténtico, las leyes
autorizaban á todos aquellos cu*-
yos antepasados habían ocupado
en el estado altos puestos, á que
conservasen públicamente sus
imájenes, las cuales se modelaban
en metal, enmármol,en madera
ó en cera, que era lo mas frecuen*
te. Estos simulacros dispuestos
con orden en el atrio ó pieza
principal de una casa, consti-
tuían su adorno mas brillante.
Estaban encerrados en cajas ó es-
tuches, de los cuales no se les
sacaba sino para pasearlos por
la ciudad en las Gestas solemnes
ó en las ceremonias particulares,
tales como los triunfos, ovacio-
nes, pompas fúnebres, etc. Allí
colocaba cada familia con com-
placencia estos nobles testimo-
nios de su grandeza-, allí podia
leer cada uno los títulos que te*
nía á la consideración pública, y
por un postrer omenaje tributa-
do á la memoria de los grandes
hombres, se escUaba á sus hijos
á imitarlos.
Los cargos que daban el dere-
cho de imájenes, eran los de so-
berano pontífice, dictador, cón-
sul, pretor, censor y edil curul.
Añádase á estos el interey y el
rey de los sacrificios. Estos dos
cargos, que el uno era el reinado
de un momento y el otro un tí-
tulo vano, daban brillantez á las
familias; y el recuerdo de una
grande autoridad, siempre con*
servado á este nombre de rey,
parecía obligar al respeto á los
mismos republicanos.
No bastaba sin embargo haber
sido revestido de una dignidad
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fHinil p«ra dejar i'kus hijos •!
défMbo de imájenes; era Dece*
•ario haber lleoado lodas las o*>
bügaeionés de eqoella. Una dis«>
tinción que débia esteoderse has-
ta ia posteridad mas remota, de-
Ma concederse eon miramiento,
Reusábase á los que hablan pre-
iraricado en el ejercicio de sus
funciones: y ann mucho tiempo
después de su muerte, si se lle-
gaba 6 descubrir que se hablan
hecho eulpablea dé alguna ae<»
eioü vergonzosa, se procesaba
M memoria y se rompían públi^
camenle sus imájeiles.
La nobleza formaba en Roma
un cuerpo muy poderoso y con-
siderable, cuyos miembros pa*
reciao repartirse todos los car-
gos importantes. En las eleccio-
nes se dirijian á ellos las mira-
das de la multitud, teniendo en
cuenta los servicios de sus a-
buelos y esperando de ellos os-
tros semejantes. En vano la es*
perténcia de todos los siglos ha
demostrado que los héroes na-
cen sin sos antepasados , to-
mo mueren sin posteridad; la
opinión destruye el efecto del
razonamiento, y todo hombre
deja á sus descendientes la glo-
ria ó el oprobio de sa nombre.
Si los depositarios de la auto-
ridad civil gozaban en Roma de
distioctoftes taa brillantes, oo
TOllO xiu.
pUebtoeottquIstadorbiaotonnM*
cho lüat coa el ^ércitoi Ijis re*-
compeásM concedida^ á los q»
en él se dftttágttfaki, eratt^Uama-
das propiamente oüareí mit{$m-
fff9 los<€uale*er»p propordonai»
dos á k natnraleza é Importan^
cia de* ia acdos á que dabas
lugar.
El jeneral en Jele que bable
gaoedo una batalla decisiva» es
donde al neaos perecieran eia^
comllenem^i^os, podia pretender
el triunfo • Para esto dtrljta $4
senado una retacidn ^esacta del
combate^ tióia á ella «t estadé
de las pérdidas del enemigo 7
de las evyas propias^ afirmado
por juranento ante su enestor)
esponia las ventájat de sii cmh,
quista y fdrmulaba sú«petletim>
Si la victortí bebía eoseiielMKlo
Iqs límites el imperio^ si no se
habla compradamufcaM, si la
guerra se habla terminado, 7 m*
taban acordes él seaffido, el pue-
blo y aun los tribeños, se le de-
cretaban los onores del triunfo.
Eotoneea volvía á Roma á la
eabeza de sn ejétcito; y por un
decretoeapecial se le contedla po^
un dia solamente^l mando mi-*
litar en la eindad, en donde IK
autoridad de los majisürados y
aun la de ios mismos cónsules,
parecían rendirse ante la' suya.
Gerrábense les Irttmnales, sus^
8
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pendíanse tbdos los negocios, lo- í acuérdate dé que no eres ma«
do era alegría y movimiento en que un hombre. Por una conse-
aquella Roma, en donde pue-
blo innumerable de los punios
•mas lejanos se agolpaba para
gozar de un espectáculo que aun?-
.que frecuente, jamás había de*
jado de interesarles. *
La marcha principiaba: veían-
se aparecer las bandas de músi-
ca Uicüodoy cantando imnosde
Iríunfp: seguíanle muchos loros
completamente blancos y con los
cuernos dorados; tras ellos iban
k)s despojos robados, á los ene-
migos, y grandes tarjetones con
los nombres de los provincias
conquistadas. Los cautivos se
preseoiaban encadenados, des-
pués iban los lictores con los
hares rodeados de laurel; en
fin entre dos filas de niños con
pebeteros en donde ardian los
perfumes mas esquisilos del O-
riente, se presentaba el jeneral
raontadoeo un carro ma^fnífico y
lirado por cuatro Ciiballos blm-
cds. Tenia todos los atributos
de la dignidad real» el traje de
púrpura bordado de oro, el ce-
tro de marfil y la corona de
laurel-, pero para destruir en él
los efectos de estos símbolos del
poder, un esclavo montaílo en
el mismo carro con una corona
de oro y colocado detrás, le re-
petiü por intervalos en voa baja:
ve
«uencia de este mismo principio
de humillar al triunfador al on*
rarle, se le obligaba á depositar
el anillo de oro. y á llevar el de
hierro concedido á los plebe-
yos (1).
Alrededor del jeneral iban a
caballo los prirrcipiiles oficiales
del ejército, y los soldados ce-
rraban la marcha con coronas de
laureL Cantaban las alabanzas
de su jefe, y por una licencia
tolerada, á estos elojios añadiaa
burlas picantes. >
Los sacerdotes de todos los
colejios, el senado y los majis-
trados de todas clases contri-
buian personaVmenle al brillo
de esta ceremonia. Después d«
haber atravesada la ciudad en-r
te r a la pomposa coruiliva, llegaT
ba al Capitolio, El triunfador,
colocaba una corona de oro sa*
bre el altar de Júpiter. Inmola-^
banse las víctimas y después en
el mismo templo daba un ban-
quete mas notable por la solem^
nidad del lugar que por la sun-
tuosidad de las comidas que ea
él se servían (2)^ Llegaba po^
(1) Piinio, lih. XXXín,wp t^"»
(2) Estas comida» estaba -é W^tU»
de color rojo. La esíálua del din», f ^
triunfador mianao estaban pirttalo» oo»
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<Méfi:^aiuliiciajiiiirj«kíara<rA m
caMk LiirluziW««a MuHilull 'de
aatorohas^ |g»«qiaiiaiáoDQS- 4U
pnefefkD j ta espeeiü d» ^dtaóiv^
é^ft 9it. acompaiá irfMif re ' ^á|
ate narcka lioctuiiM, daban «^
eetfl 'fiesta' jigaüte^ba : M - ceiéeu
ter imposible de4«Aalr. *
Aestedianoaegúta otre Im*!-
Ilaole porqtie la aaroi^e áisipelnk
^ra siempee el eaefo tMl eo*
eanlaéér' i|iie fvdtera fMnai^
eriaiara bruiana; El que la ?it^
pera era^tode eo fltoaaa^ ya so*
leoiaadmrMéd «101 mV ana lm«i
pas safíao de la ciudad^ x ^^
deépojate la ropa de* papara
para lewitr la toga de tíMéaúuia.
Féro el jeoeral m» iMibia gozaj^
jledeées taoreadel triunfo». de
repente se^eía k4% aHiieade ios*
etadadaoos ana ilaatreSk Seotá*
bt^eo la aifla eutul, . UevaA^ le
corona > «riaoCal ea Iba: Jtiegoa
póUieeej aeotiba^ es el' aeaa-^
df^'MB descéodieiitea goiabaa
del dereche de imé(¡eM$, BttjDomt^'
btnstlloii. .Plí|iía4iftr<f|f«^ BQ^ P^t^
•aiy^ar ,«1. Ofijea de aftf- cosiai^br^
caofa <]oe.lM bttiJat (^ lof. soldado^, f^
U circunstancia del esclavo coronado,
a dedr, qo^ manifettabá el ¿tsto de
moderar é) brillo del Wiunfo, áseme-
jáiáaoM'éb'éí^tó'mbd&^áliinoiMtánía*
i Beaaaa^ jr fsselodiflldefieribdei^
:ja*e'recMfdé8 eifarvee.;- v* <* > f
i^iVerte pedemee 0Mcl«ir"e8lii
relacioD «ioimenelÓDarv algimáé
cire«BalaQciaaed|o«iíÍ¿PoÍafiioi
celMr oti.biBQhoai«ies:á(ifilHiaHiu
Bol'Ve; idigámosto •9ii|«ierii ca^
Ye«geMaide la :b«iÍMÉddad: *lo8
des«aiitaredoé;reirfiro»ifde'préM
oediiiniaL4riuiifailery''erao aae-»
^inbésieíD d<nQpieio»ip»r>6rdent
sn5& untée^le entrar eei el -C^pi^
Todo8 los triunfos qo ipm
gÍMtosoii^Dlidieeiievaa ^todea las
betaUfai; Sitla'i4auiitta nd ser fae^
tnaídiiil^uftedoiiy sea eoMéeae^^^
cieaj;ecalB ¡poGeí'impQrliQtei'fMrM!
(foéjanq dbiraaeteglüefrev el a<^^
aeéeloodeedia stytañ»9té iiD'^^
qdeSb tftuiif^^ll^dUiii»! eireelouv
poiqaeb»itt lo^asaf swrtfieiHt
JefteraLiufealiailo'SfiM^eobre úúi
ÍÍ}^^^mBn¥ig¡éMo tqui H of^fáion
dePt%»aMd*^éAiié«^ OiW^pe^etfrnr^
roailttdaiéiUadMmie'ii» eirriiU -la 4if ^'
fii^íVjc^iliHerei'dfttaiiilHlkratperi iioa>
b^pai()i¡eidQk^^f#poataQÍepitt i^mejh'de,
^^'^W^.lPf't' ^»»W. Iw ?<€»•»¥ f»'
ODA fiesta qiilitar*
^gnn moceas autores Op^u^ viene
de 'éMÚrínoír, clamor, gríió dé alegría,
del cual los latiaoe han formado el verbo"
fifiirí'i'' áéé^ú €Ífátí¿t y eá tú óyaiio
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60 RISTOSU
carro/iba coronado de mirtOy en
vez de laurel; la trompeta £:ue-
rrera era remplazada por la Cau-
la melodiosa*, llevaba el traje
blanco, y en la mano una rama
de olivo que parecía recordar
una acción pocosangrienta. Aun-
que la ovación fuese muy infe-
rior en opinión de tos romanos,
al verdadero triunfo, se conser-
vaba cuidadosamente su memo-
ria y siempre se podía recordar
en los títulos que podía t^ner
una familia á la consideración
pública.
Después de una victoria, si el
jeneral babíQ mostrado valor y
habilidad, y era amado de sus
soldados, á quienes miraba por
sus primeros jueces, le procla-
maban imperator en el mismo
campo de batalla, espresando de
este modo que era dif^no de man-
darlos. Desde esl^ momento sus
lictores rodeaban pus bazes de
laurel; los soldados adornaban
sus picas, y las cartas que dirijia
al senado iban igualmente lau^
readas.Sise aprobaba su con-
ducta, se ordenaban rogativas
públicas, 7 se le decretaba el
triunfo, la ovación, 6 la simple
conGrmacion del título de impe-
rator que llevaba hasta su vuelta
á Roma.
Descendiendo de estos ran-
gos elevad s, habia dístiaciones
para aquellos que se señalaban
en los ejércitos; y cualquiera
que fuese su grado, jamás una
buena acción quedaba sin re-
compensa. Estos ouores, siem-
pre apreciados, sacaban poco á
poco á las familias de su primi*
tiva oscuridad, y les preparaban
otros mas importantes.
Al primero que habia pene-
trado en el campamento enemi-
go ó forzado sus trincheras, se
le daba la corona llamada cas*
trensis 6 vallaría, cuyos rayos
eran de oro, y representaban las
empalizadas que deQenden un
campamento.
La corona rostral se formaba
como ya hemos visto de muchos
j picos que semejaban á proas de
buques. Concedíase al jeneral
que habia alcan/ado una victo-
¿•ia marítima. Pocos romanos
Uivieron este onor. No hay que
confundirla con la corona naval
que se daba al primero que en-
traba al abordaje de uu buque
enemigo.
La corona muraf era recom-
pensa del primero que habia es-
calado las murallas de una ciu*
dad cercada, ó que habia «aira-
do por la brecha. Era de plata
con torres de oro.
La corona obsidional, mas es-
timada que la que acubauíoi de
citar, se daba al jeneral que ba-
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Mt tltiertaM á loi MiaMS ite
10 tUio^iyi mm mwM dvdady jr*
Mm f *«fMiiBéato. Bni é% «ini«
pto ffénili 6i|kM M^et nfniD luí*
gtr <!«« oeópii^^ii fiM:rtUa4orM;
mieotrasque laitdirts etlatoa
formadas de metales preciosos.
EntoBces se ereia que el que ha-
bía salTado á sos conciudadanos,
no podia ser pagado sino con el
oQor» y que la sencillez de la
recompensa realzaba su brillo.
Por esta razón misma la coro-
na chita que tanto se apreciaba
en Roma^ estaba beeha de o jas
de encina. Dábase á aquel que
babia salvado á un romano en
una batalla. Es natural creer
que las ocasiones de coBce4er(a
bao debido reproducirse ince-
santemente en un pueblo siem*
pre en guerra \ pero las obliga-
ciones impuestas k los que las
pretendiao^ se multiplicaban de
tal modo, que ae hacia diflcil oh*
tenerla. Se ecsijia primero que
el que habla sido arrancado de
manos del enemigo fuese ciuda-
dano romano. Era necesario que
este enemigo á quien iba á ma-
tarfuefe muerto en el mismo
sitio: esto no era bastante; el
paraje en que babia pasado la
acción, debia quedar en poder
de los enemigos, durante el res-
to de la jornada. En fln, era ne-
cesario que el romano presenra-
61
do de 4a araerle^ la dedaraao
pébHomanle; (1), ^ém no sé
admitía oaroi ttiCgnM
> Deapnoda li Hdíorié, distri-
béia!'si«mpreek|enaral dalaoia
deta)érüitirnaaaié9.la8 receta-
pansas miUtaraSw^<hteiaa sa-
lir de las Alas á estos dignos sol-
dados, se dirijia á cada uno de
ellos una corta arenga, relativa
fría acción que hablan hecho, j
les daba el premio por su roano.
Esceptuábase únicamente la co-
rona cívica: el ciudadano que
habla sido salvado, la daba él
mismo k su libertador en pre-
sencia del jeneral; llamábale pú-
blicamente su salvador y su pa-
dre, y por el resto de su vida de*
bla manifestarle la ternura y ei
respeto de tni hijo.
En ocasiones menos importan-
tes los jenerales daban á los ofi-
ciales una espada, un escodo y
un clnturoo enriquecido de oro
ó de pltfta; á los caballeros un
casco, ó ricos arneses; á lossini-
ples soldados, brazaletes, un co-
llar, una pica, etc. Estas recom-
pensas se conservaban en las
menores familias con el mismo
cuidado que poaian las grandes
en guardar las imájenes de sus
antepasados. 3e las colocaba con
complacencia en el lugar mas vi*
(1) Psmo» lib. XVI, ttp. if .
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62
HirrcmiA
sible de una casa. Se las presen-
taha en público en ciertas oca-
siones. Los que las habían obte-
nido se elevaban de grado en gra-
do á los primeros puestos mis-
tares-, llegaban k bqv centuriones,
tribunos d^loi soldados j aun je-
nerales. Podían en loscomícidflt
aspirará las grandes majístratu^^
ras; y asimilados de hecho á lo^
mas ilustres ciudadanos de Rot¡
ma, participaban de los mismos
onores y ventajas. i
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monjfft rélüious. — Viudat. — Divorrio. — Anfiteatro. —Cómbales á^ivcHóV.
' «:.JbégoJ'Uoí^W.'<^'TeaÍrovdecor&cn>b«f. ' '. ' " '-^
If.M-i
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tabaa: taretlMpsde hi tooloridod
oo 9fcttpnifaieJerGia»;:yi9<(Mr lo*
das pátleftiÉir)^éder ticuM^^ iMt*4
recto ¿combatffi vi poflei* tejiit'^
Hio;' IVida .dflijitiHiNi^tte hftya^
«les «m^leiMa pii»;distidgaM
Ms Afdreliles^áfoiHitedai deque
m- etmrpORia 0I goliierdo de fto^
m», telásMoiir iea 'üa)i8lradosde
dff^rsosrMigefy é iadíMr la oa-»
t#nitaz»i<le anS' ftoaiíaiMa é la
eilefiaionrde awaiMbiteioBes 4íh
tereole»; aoiaerviría^ aino para
lraeiv.ari eui|iro.'idipaíTfeeto¿ si
omitiésemos d»- á 'ccuiocsruaq
elase'dé'>i*4ad8danaé ^a« lenta
f^k tit:í)«eiicfaini|y;ftuiiHSMbi bíí
ki8 tiefOcéáavpáMjooavflnn' onua
detbalMrripbiéaAdo mr aiClil(»j0«U j
latto^de lodo: poder te^U'dabaa
ae^re at «puaMO'. era tanto maf
aeliiu»^ anaot^obran^Jie^pre
en.aü oMakte^ ÉolaoiaÉ «que tin-
mer el mp paractMn éM^eapodsa-
blaa da.fiaa m^idaft deifpiewae
ereiaMítor. Emcaenlenentepo*
Dta04rabaa> aAféatébleelnMeotoda
\w leyes iiiBS:rfrbiaft9:)neofeaaraia^
aliididft taa*ecaéatetate6;^e9oatfr
bao el juMerdenloa jfjiudadaiu)!
jttaa itoliraa, >fca|ó ))retealM6a^
pMiOsoa^.iéiiloa.d^eftdiaii' coelra
Au^f luddadai fionaacífpMs; . i>eo
laucaban» al ( rñffá, ; pedd idirifjaai
aQafOrfpeaotf.aainfliJMUyMial pilo^
to^ cpie'OOD éw^iMiief IraB^uilf
anpda>al.Oi|íaBeiJFritado^l difi-
jíaHi;laa oteada» daia(|ii0l pdehio
UimiiltaQao4|ttej se-eonicerlia :.eai
idetraaaeniétde aa»^yDt^oto4ea j
;''i..
V ^'
. ifiatoa^hiir loa evaderea^eapii^
eier 4a «oqiareekxiíaaeqeéiBflÉe
BO taetBtaAfibaeioftjiíB0Qafajp&-
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64
sitiva. y cuyfl influencia *e hn-
cia sííotir por todas parles, que
no tenia autoridad alguna, y que
se repartía todos los destinos;
en fin, que habituaba insensi-
blemente al pueblo romano á oir
810 cesar los mismos nombres, y
á ver por todas partes unos mis-
mos hombres. Vióseles hacerse
arbitros de la paz ó de la guerra,
deciilirde la suerte de los pue-
blos y de los reyes, arrojar la re-
belión en el seno mismo de su
patria, y poruña recompensa fa»
tal, perecer en el tumulto que
ellos mismos habian escitado.
Jodos los romanos que esta-
ban revestidos de grandes ma-
jistraturas eran necesariamente
oradores. La rivalidad que sepa-
raba á los dos órdenes del esta-
do, las acusaciones recíprocas y
unas mismas intenciones, obli-
gaban á los jeres de facciones di-
ferentes á emplear armas igua-
les. Muy amenudo, el puro a-
mor del bien público y el deste-
llo del jénio, inspiraron á dignos
ciudadanos rasgos de elocuencia
qye los colocarán para siempre
en el rango de los mas grandes
oradores. Pero no es de estos de
los que queremos hablar, sino de
los que veian en el arte oratorio
un medio seguro de llegar á un
objeto puramente personal, que
envilecían con una codicia ver-
gomosa los talentos que el cielo
se dignara concederles, y que
dejando á otro la práctica de las
virtudes, solo poseían una vana
declamación.
En Grecia la primer necesi-
dad del orador era adquirir re-
putación; quedaba satisfecho si
su nombre resonaba en los dife-
rentes pueblos de la Ática, y
las ventajas mas reales que po*
dia obtener no eran bastante
importantes para fijar su aten-
ción. En Roma al contrario, el
poder, los onoresy la fortuna
misma pertenecían esculsiva*
mente á los que gobernaban en
su nombre; y el número de las
majistraturas, ó de los empleos
menos importantes, era dema-
siado considerable para alimen^
tar la esperanza de todos los
pretendientes. El oro de toda la
tierra y los poderes que rejian
el universo, allí se repartían; y
el que llegaba á apoderarse de la
porción mas pequeña de aque-
llos vastos despojos, se veia de
repente mas rico, mas poderoso
y mas absoluto que la mayor
parte de los reyes.
Tal era la carrera abierta á
los romanos; y cuantos se ha-
bían ilustrado por acciones bri-
llantes, ó cuyo nombre presenta-
ba felices recuerdos^ entraban
en ella sin dificulldd« y la reco-
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ÜOliAflA. ^ ñK
piaii coo^ nia< ^^mep^ f^S^?9 «j.soifti^iento fotimoi^e sus t^-
segup la Dat.uraleka de 8i|s Ta- lehtós^.d (||ue sopliá i ellos l:íoii
Jipptos. Pero si ui^ ciudadano síp j I9 áudacia^^^oiab^ átreyfdan|ieii-
jDadp[iientonl ["ortMna. m bjiVer te la pafabra én jas asambleas
bechp a su j>atnaemiñeDtés!ser- ¿¡qpniares^ bastábale. 8^\ ti'tulb
vicjosdeseaba figurar, DO tenia/
5iue esperar nada sino ¿íe &( misi-;
dé ciudüdakio: como W
ipo. Todo le fai^bay á to<íp te,-
Qia que suplir; su pHmer cui-
dado ei^a oi'uítar bajo uria bu-'
mildad ^njida/ proyectos qiie
otros copcurrenfes igualmente
^^itcilos^ hubieran hecho abor-
Uir desdé el ,prin(^ip|ó. Forzado
,¿ replegarse sobre 9Í# cubría su
aipb^cioQ con el veto d^ lá indi-
ferencia. Concentrado eq su in-
terior obraba con, mas fuerza;
se ecsaitaba, seinflamalÍB-^aqué*
lias ricas provincias qué &e dis-
^tribuían ine^santemente á su
alrededor, aquellas. súbitas Tor-
tunas» aquellosongres inaúdito^^
cuanto veía y oia alímentabá.su
^esperapza y nutria sus ilusiones
U^onjeras; ]sus ^oéfios sé adelan-
taban^ f I tÍ9n|po»^ prodigándole lo
Íne tiddavia le reusába la ver-
ad; en fin, ii alonas circúns*
. toDcias felices le permitían dar
^fí primer pi^sp en, la vía de los
jcmpres, 9I punto abandonando
los v{i^nos rodeos, marchaba rec-
^fajbénte á su objeto. Pero \ qué
^de paciencia y de trabajo era
.necesario para conseguirlo! En
Atenas, todo hombre que tenía ]ifciio%i
TOMO xm ^^ *' ' '^
del estado tenia dereqhd á di^
cutir los^ intereses comunes; V
jsi^sus esfuerzos no triún^ábáiL
el (^ambr público lo obligaba ^
entrar en el rango de que no á'e-^
biera baber salido. En koma
por el contrario, ei\ dérecbó de
subir ala tribuna estaba reser^
vado á las magistraturas mas im*
portantes: ante^ de estar revés*
tido de ellas, efq pece^ário ha-
berle d¡stingi|idp largo tiempo por
el uso habitual de la eipcaen-
cia del fo|ro;y éstos tálenlos^ m
adquirían iosjensiblemen^e'coD
trabajos sostenidos.
Eljóyén romanó prlncipiáblí
desde luego por servir en los'e-
jércitos de la repóíblíca; f por?»
jLándpse fn ellos jqón bpor,' ad-
quiría el derecho de hablar y dé
aprobar o criticárlibremeate las
diferentes operaciones. VuéliX)
á la vida civil después Áé. diez
años de servicio milita fjflj, se
daba al estüilió de la.iurísprill
i'.f!
(i) Vw^m, Ub,.yi, a,p, ^y^^li^iui
^rnano, dicei paede pre.ieii Jer eispleoí,
•in haber férvida diet «áoa eii los e-
r. L
^
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mytsmxK
dencia, A poco conoció todas las
leyes, las citaba á propósHo, y
podía referir la historia de cada
«na \ seguiíi los IrihuDales^ a-
sistia á todas las asambleas del
pueblo, y de este modo prepa-
raba á todos sus conciudadanos,
para que viesen en él un hom-
bre, únicamente ocupado del
bien público. Uníase desde lue-
go á alííuh jurisconsulto célebre;
seguíale sus pasos á los lugares
públicos-, y á Tuerza de perseve-
rancia, recibía de él lecciones
provechosas. Alumno diestro,
alababa en todas partes los ra-
ros talentos de su maestro, pro-
curando inspirarle interés, y de
este modo se insinuaba en su
confianza, y aprendía de él los
secretósdé su arte. A su vez, el
maestro hacía valer al discípu*
lo, y citaba su nombre c<ín elo-
jio^ sin pensar que un día podia
hallar en él un competidor peli-
groso. Entretanto se enteraba de
ios negocios y 4® su curso. Lo
que había visto por él día y los
discursos que había oído los me-
ditaba, procuraba recordar lo
que mas le había chocado; y él
mismo rehacía los trozos de que
DO podia acordarse, supliendo en
él la imajinacion á la ínsurieien-
cía de la memoria. Alentado por
esla sombra de triunfo, escojia
seguía con aplicación, y bien
pronto sonreia á su primera o»
hra. Una nueva dificultad sepre*
sentaba: la declamacian le de-
tenía ál momento; era necesario
renunciar al fruto de tantos tia-
bajos ó triunfar de este ostácu-
lo. Pero ¡qué no hace la sed de
las grandezas ! Nuestro joven as-
pirante estudiaba el órgano del
lenguaje, depuraba su diecion
y la sostenía con jestos nobles
y espresivos. Descendiendo en
seguida á menores detalles, a-
prendia á manejar la toga con
gracia, daba a su marcha mesu-
ra y dignidad; y no olvidaba ni
aun el cuidado desús cabellos, á
fiu de que todo en él ofrecie-
se un acorde perfecto.
Entonces se presentaba ante
un tribunal, y defiMulia con ca-
lor la causa de algún pobre ciu-
dadano. Bien pronto se notaba
su talento y se le aplaudía. Ele-
vábase gradualmente á los asun-
tos del estado; y en fin, ponien-
do en evidencia aquellos talen-
tos que se había esforzado á ad-
quirir secretamente, emprendía
ante el pueblo reunido en los
comicios, la defensa da un ciu-
dadano acusado públicamente.
Conociendo el imperio de las
pasiones, porque él misino osla-
ba devorado de ellas, prófuudl-
UD
objeto, concebía su plan, le I zaba los medios secretos de es
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A0«
ollar en su auditorio aquellos
movimienlos rápidos que arran-
^ cao á la mullilud tas decisíooes
mn$ miportanles. ,
^. Cuíi?ído el joven abogado se
distinguía ya por su elocuencia
j se anunciaba que tal día debia
defender un negocio, acucia á
oírle la multitud de los ciuda-
danos. Los jueces y los especta-
dores le escuchaban con igual
atención, v allí apuraba los re*
^cursos (¡él arte para inclinará
lodos en favor de su cliente.
Sin renunciar eateramenle á
las ventajas de su profesión, el
joven defensor se manifestaba
moderado en sus ecsijencias; el
amor de las riquezas se callaba
ante ur.a pasión mas fuerte lo-
davia. Llegaba el momento de
fecojer el frutode tantos cuitla-
dos-, declaraba públicamente que
aspiraba á la cuestura^ y se pre-
sentaba en lasasarableasdel pue-
blo con una toga blanca, anun-
«^^p de sus pretensiones. Solo
después dedos años enteros po-
día esperar la consecución de su
deseo; y lejos de desalentarse,
redoblaba su /elo y sus cuidados.
Entonces cambiaba de modo: des-
pués de haberse distinguido por
sus talentos, se esforzaba en se-
ñalarse por su modestia y cir-
cunspección. Frecuentaba* los
templos con asiduidad*, sje hacia j
AWA. 67
grato á todos los ciudadanos por
sus discursos, relativos á su edad,
á su rango y á sus funciones.
mPadre mió, decia á los ancianos
»con la espresion del respeto,
»¿no volveremos á ver aquellos
■diasde gloria y de virtud que
«brillaban en la antigua Roma?
"Todo dejénera : ah ! estamos
• muy lejos de nuestros antepa*
Msados. Hijo mió,' decia á los jó-
«venes, vosotros sobrepujareis á
^vuestros padres-, dichosa la pa*
»tria que cuenta muchos hijos
«como vosotros!» Compadecía á
los grandes por versé incesante-
mente espuestós á la Insolencia
del pueblo dicíéndoles: «Y qué,
»el nacimiento y el rango ¿no
nserán orira.dos nunca enasta
•ciudad corron^pida? ¿Veremos
«siempre á los hombres mas
«distinguidos contradichos en
«público por plebeyos oscuros?»
Entretenía á fos ciudadanos po-
bres con distribuciones de tri-
go que se ibaná hacer, ricos des-
pojos y reparticiones de tierras;
dejaba entrever para dicha del
pueblo proyectos que la pruden-
cia aun no le pertnitia dar á co-
nocer. A los' mas miserables les
hacia lijeros socorros, diciéfi-
dolescon voz enternecida; «Oh
•amigos mios, poco bien he he¿
»cho todavía por vosotros. li^K*
)»si la ciega fortunare dignase^ ün
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Í8
mrromiA
ndia concederme una pequeña
'wpíirle de lo que prodigó á tan-
jilos otros, cuan dulce me seria
'•hacer mas soportable vuestra
•suerte!» Y la mullilud , que
siempre espera porque siempre
^s desgraciada, no cesaba de en-
tregarse á una esperanza enca-
ñada tantas veces, ¡^ yjíiv*
Entrelanlo se anunciaba el
ijia fje loscomicioá para la elec-
ción ¿^ loSi cqestores: después de
muchos pasos y súplicas obtenía
del majistrado que debía presi-
dirlos, ser incluido en la lista de
los candidatos. Solicitaba el per-
miso de arengar al pueblo reuni-
do; se lo concedían, y nunca su
elocuencia se presentaba mas
brillante. El amor de la patria,
el respeto á las leyes y la felici-
dad de los ciudadanos parecían
de parientes y amibos, y acom-
pañado de algún personaje im-
portante que daba mas peáo á su
demanda. Jenles apostadas, re-
corrían la mullilud esj>arciendo
diestramente sus alabanzas, par-
iicularraente entre los habilarí-
tesdé las tribus rústicas, hom-
bres recto5 y sencillos, siempre
estraños h las intrigas de la ciu-
dad, y siempre dispueslos h ser
instrumentos de ellas sin saber-
lo. «Yo lo conozco, decía unb
»dft aquellos oficiosos amigos;
»es un digüo ciudadano.»^- «¡O*
»>jalá, esclamaba otro, que tu-
«viésemos nosotros siempre ae-
wmejantes majislradosN
Por su parte, él no descuitlaba
nada para secundar los pasos de
sus amigos-, recorría los grupo»
del pueblo, vestido con un ropa-
ser sus únicos pensamientos, ü* je abierto por delante que le
nos se deslumhraban con sus ta- 1 permitiese manifestar las herí-
lentos, otros quedaban seducí-' das verdaderas ó finjidas que
dos con sus promesas, y todos Labia recibido en los combates,
estaban acordes en ver en él uuo y de este modo se atraía la be-
de aquellos antiguos favorecí- nevolencia de aquel pueblo de
dos del cielo que debía hacerla soldados que colocaba cl valor
gloria de Roma.
Llegaba en fin el momento
decisivo, y se fijaba el día de la
eleccioa. Después de haberse
presentado sobre el monte Qui-
* rinal, para hacerse ver mejor
del pueblo, llegaba al campo de
Marte, seguido de gran número
sobre todas las virtudes. Estába-
le proibido llevar bajo su togji
otros vestidos en donde pudiese
poner oró para corromper los
votos; pero esta sabia disposi-
ción se eludía vergonzosainfule;
á algunos pasos, varios hombres
apostados, distribuían con ma-
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dtildfdatétiélilabé deVirnM.'el
?1Uo Vrff«a|ttA i m títéééM
y én fifvorsutoi Lléjfiito éimó^
mébiH éé'vuU f:\que eoftdr en
MIS gúH^> qáSlhninifldli4> 4^^
tfosodVÓmáitos haitiftltfrsé ante
tus tWtftnt» e6ftcrad»a»<io<, a-
pretatfé^^ M- maUtf^ eti^fftosat-
hiteiite;1iffW-mí»ríie fon afef lote
iUla-dHsiJMadl eorak-fll el noefo
majialrado 1 tNMsiiBflbMbí ceM-
Harina M •imi)r 'dtfc fMMMo, Asi
tn»tlMla' át «r<e ifo> 3»nM[ri66jr É
f^^sfio^los nüPdlbftipnpaepHa»
el círóitto de ' tes fraoAeizaa) y
«Jércíeodo^ bimn pronto jlviftár
tehK^n^obre na teatropas eelcMi-
w, llegelMi el naa aM' gibado úa
STis intereses mas po<|üeaña, pW^l ferluna que podie preleiideMifi
iKearletflaíí lisonjas y lavírtfrH- ' «er humaiia, ^v i ./
Vis, y en Ihi, abracar las ifi»di..i Pero el aaceao m >iaorateba
1las de ifiíiíel*á<tal8rtioá tót*to<es ! «feaepre toa esfuenes de^nn em-
qnt deeíWftibaíi ía víspera ,'v/^***"^ «^« P^^ M»» «mw*P
tftié tal fertrtfMflan con Vigor ü\ ; iJlrcuná{te«l<» ea iodos: tos HH^
'día tfgtffctfíé.^^ ^ *^ ' ^ jjWént^ un paso laprudenAeY
fare iiiésírtV íaB*h pópultiM-^^ ^^^^
dad" tolda'¥lli niieflro candidato,
létataébiMM de sf uno deaqué^i
Iteé Sofébree Itamados neeasii^ j
^éküffresleUfé énfeo teleaib ere;
éátivír IM tfMnbres 'de todo» rtas
ittdlvílfuíbexi^ cada Iribuf; eM a&|
Táyuda nÍMiaMi alo titubear por
'bODOikAr^ i cada eiudadáeie^y y*
amellar 'astucia frosera y tM w-i
menudo repetida, prodüeiaüenl-|
pre irá efecto. »
r Blé}lasel¿ por tMimo, da^to^tfi
primer poso Mmpté tenfÜBMl.j
y 'él VtflsMo %rá »li''>Édelkttlé()Éi;
¿reborde su i^rdpfá rot1fflha.^Si|
'ié dthiíngnla cta el éjerelcio «WÍa:
cuestura, dé la édfHddMi^ tfitfalf
tíesiabeb pira iiadir un edifilA>
lefaatactoeon (anta trabajo y
lenlilud^ y comoiUM) sombra. Ji-
Jerelittta «I favor<dél pipeMo4e
aquel 'qoe:«se oreia tMé segwo.
-SI grande ^cApioaUpMietodl^cUQa
^a la^oeelova^: lénia . pe» ccio-
eurreMe ftrun^baaalMre* aeeeíHo
eirawdoatttinbref y que curltj-
t«t>e^él miamo au dampo^ Jk\ y^-
let^piM aua aianeaiiaiim$..y
^HdiMa, le 4yo sdnrienitor ¿^ui
-tíf ééoyamifo mió, imámilé^w
All»iiu<nof? Ofendido df ^sia t^ir.
ita;^e percK^ia dirijicae^i la me-
-ym patte^e a«s mmmbtt$^f¡á6
iíl pueblo aas sufra jibauel imifta-
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HliTO&lA 1
do, T ScipioQ pudo condcerque
aquellos mismos que habían de*
jado de practicar la virtud, sa-
bian todavía respetaría.
Gobierno ESTERioR» municipios,
CüioNiAS, ETC. — Era uoa mácsi-
ma reconocida eo Roma, y un
acsioma de derecho público que
lodo debia obedecer á eila, que
debía triunfar de lodos los osla-
culos y que un deslino irrevo-
cable la llamaba á la dominación
universal. Sus ciudadanos po-
dían diferir algunas veces sobre
los medios de llesar mas pron-
tamente á este objeto inmuta-
ble, pero todos convenían en el
principio. Rómulo que lo conci-
bió, supo establecerlo en el co-
razón de todos. Al levantar aquel
héroe su débil edificio, lo apoyó
sobre bases inalterables y capa-
ces de sostener un día el monu-
mento prodijioso cuya idea habia
concebido. Con mano atrevida
trazó el cuadro inmenso adon-
de á su vez irían á colocarse to-
das las naciones*, sus sucesores
no tuvieron mas que llenarle.
Algunos cambios esenciales pu*
dieron hacerse en los detalles,
^eguQ que el tiempo ó las cir-
cunstancias manifestaban la ne-
cesidad, pero el plan pertenecía
á él solo. Todo representaba
aquella unión perfecta, y aque-
lla armonía esacta que carac(€^-
riza la obra del jenlo. Rómulo
fué quien creó la primera iejion
romana, fundó el senado, j es-
tableció el patronato^ él fué par-
ticularmente quien dio la idea
sublime de asociar á la gloria de
Roma á todos los pueblos ven-
cidos, de animarlos con su espí-
rilu, y de hacer de ellos los ins^
Irumentos de nuevas conquis^
tas. No contenta Roma con ven*
cer, se identificaba con sus mis*
mos enemigos. Cuanto mas re*
sislencia le oponían^ mas dignos
Jos juzgaba de ser contados en-
tre sus ciudadanos. Consolába-
los de su derrota, asociándolos
á sus triunfos nuevos; y ligando
sus intereses á los de todos los
pueblos que había subyugado,
su gloria llegaba á ser la obra
de todos. En este punto es don-
<ie conviene buscar las causas
de la grandeza de aquella sober-
bia ciudad, y no en los vanos
oráculos ímajinados por el jenio
para dírijir la ignorancia. Sí| in-
dudablemente^ los dioses han
prescrito el destino de to4os
los pueblos, yg'^j^
Desde el momento que un
puebloera subyugado, permane-
cía tranquilo. £1 orden seguía
inmediatamente á la conquis-
ta, Roma enviaba á él sus a-
jentes que se apoderaban de ios
derechos del gobierno ejercién-
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iftM»t
n
émoi'kÉHÁ Mimbre, tipübtrnté
WiríÚhíó§^\íé^^íU etéij^^é Bu:
él óñiéú^dk i^ >epdM¡e^ ta^ itré-
cioDes vencidas erM'lraiMpOfM
Ikséiloiiva. Uflía tery de^* Rómu-
tó prbibiívpasjif 6 é^díllto 6 es-
éÜ^iiar á' M ftiV^nfoddélatMtíU
di^DOi^qu^stadlMi é igliálnfteilv:
te tíopenMHliá ^cie se tféjeseii
iud ÜéHTis Mn btttii^o pat^ lürnii^
t^itrllrs ert pdSíió» (i)f >e#n
rüHAdó Botn^ éj»tiiVo%é<fIc{dñtV4
tnéhte i^óWaiife, y tuvo un terrh
torto prf^pbrclonado A áo «téA-
ifori, cesó de ¿tífieéder á leíi piíe^
bk38 veritíddstel ((lulo cie> etndii^
tfano, y p«4*tDUÍ()á>k)t ba^tÁyH>
teé pe^ofiaoeéer en doá pai'Ses lia^
Jo* cóndftnMl^tf «¡féfetitesv .Li>ft
ftobf^ líodib k)4 l^^blott del La^
eiü/éírttQ'tod aliadíis initiedtatos
del pueblo yófütftid. Loi aerti^
eids im^rMtiteé ^^iie h» babte«
béii!ho,''y fü'kintl^ aliaftza los
bablM eafi ebterailietite amaU
gáinadd coa sos veoeedoresv^^
hñü m toto en las dMlsloeea
Importattted) gozübao de ílere^
cbos muy estensos, pero íno^estiK-
bao íÉcorp^raJoi eo las ff^lHus;
rémpitmiao la fiiérsa pi^eiptfl
lié tos'itfJér^Hed de la re]púb#eli
'oa«o en su
lib.il, (M. VI, aic« que ftta ley ei.la
evoM arpillera de lá eranaeu de los
sM sef ad^ftidosats-Ms tefioaes.
ios d$Ma^ 4iacien Mber á;laá
« feretitéi'' cittdaleS' IflT' 'eantidad
éé sbMaidosí<V4abalUnofque déf
bhí¥ ifrroiitar^teltai jMs léq«ip»4
baH't loá tnnhií^ñbéa'A'Mú rostir»
y e<'tabaii iajetuefrlea |eoeraltf$
reyAianosi'' -: '-■.• í .,
Losta^inot t«iiai) lejieti.qua
tes eran proplasV po(|iaDK ád^pt
tar tavde Boma/pert> jno e^tv
batí sifjeios á loa Licios d^ p«e«>
tor. Llamábase darVeto tel^'ne
lareun'ron de lOf pHiriléJioa^ obll-
gácíóues , dereeboi, t^yea, e^
paHt^alnres á loa puebioa del
Latió/ ^' era isitiy «ftcU W
ti^uifse ^ñ ét; porqoe variaba de
tina elú dad á otra.
Los ótfdi puebles '^e Italia
^.übfiíti de k) que se ttamabe el
darieeftd iMténo. A «medida ^oe
las provMcfiaade Italia ieraiücoii-
quistadas, Roma IraeM de eilea
aliados bajo drvérftas toondielo«
fies ma^ ó lAenósivieDtafQsas á
stis ipAeblos.'Sin eo^Utar e» to-
das estás dlstittetóHtts/ basta aak
bérqúe los Úallenos goaabea de
dé^eieh'os manoa taiportantes qi»e
ibs'de tos latinos. jWo tenían aiq-
f^ 'voto'qtfe emíÉtir aubre los
aegocioá de JIoma; pero eJios
MsiÉioá ae provelao dé tropas
por sua tratadas partiMtore», y
^e gbberaabaa poriMlproptaia'
léyaa. ' -mí .<"
■'c/
si
tí: t¿
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72
ÜMTOftU
Tul era dcsd-e mucho tiempo
la posicioo de los pueblos del
Lacio y de la Italia respecto á
Roma; casi todos le hahian per-
manecido fieles en la guerra de
Anriíbal,ena les debía su salva-
ción^ y en recompensa pidieron
unánimemente ser iguálese los
ciudadanos romanos; pero ha-
biéndoles negado el favor con
allivoz todostomaron las armas;
y Roma tuvo que sostener por
espacio de tres años una guerra
cruel en la que perecieron tres-
cientos mil hombres de entram-
bas partes. En fin, los talentos
reunidos de Mario y Syla la hi-
cieron triunfar; pero por un ac^
to de jenerosidad inesperada, se
concedió á la sumisión lo que se
habiíi reusado á la amenaza.
Después de aquel acontecimien-
to, los pueblos de Italia sin es-
ceprion tomaron parte en las
elecciones de los comicios, con-
currieron á todos los cargos del
estado, fueron admitidos en las
lejiones, y á escepcion de algu-
nos derechos particulares y de
ciertas ceremonias relijiosas
propias de los habitantes de la
ciudad^ gozaban de todas las ven-
tajas de los romanos. Es nece-
sario obserTar sin embargo, que
esta concesión no se estendia
masalládelos derechos políti-
cos, y que los pueblos aiigduaüo
participaban de las franquezas
pecuniarias ni de las dádivas
reservadas á los ciudadanos pro-
piamente dichos, 7 H'nít ::í
Lo que se llamaba con e(
nombre de provincias, se com-
ponia de todos los estados suje^)
tos á la república, fuera de Ita*^
lia. Luego que un pais se con «
quistaba , enviaba el senado á
él diez embajadores á quienes
participaba sus intenciones; con-
certábanse para la ejecución con
el jeneral vencedor, y se hacia
conocer solamente al pueble^
reunido, las cargas y obligacio-
nes que les eran impuestas. Mu<
chas provincias eran tratadas
con miramiento y otras con ri*
gor, según se habian manifesta-
do mas ó menos ostiles antes ó
después de la conquista. Algu*
ñas veces en la misma provincia
conservaba una ciudad el dere-
cho de elejir sus majistrado^s y
de gobernarse por sus propias
leyes, mientras que en otras no
gozaban de ninguna de estas
ventajas. - -í/r; 7-13
Enviábase á todas la» priH
vincias un gobernador cuyo ¿i-
tulo variaba según su importan-
cia; mandaba las tropas y admi-
nistraba justicia; iba siempre
seguido de un cuestor que en
cierto modo era su lugartenien-
te, cuya función principal era
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la ^iJHancia de Ibt ^€éu4•l•t
páblkos.
Dábase et tftvie defRtmk^JM
á laa ciudades islratt jeras cu-
yos babitaotes goiabao -de lea de^
rechos de ciodadaiioi romartos;
la repáblica les eoacedia eala
distineion en reeoespensa de
aigmi serticio eselareeldd. En
los casos en que fallaban á sos
obligaciones con la metrópoli, e«
ran castigadas con rigor. Roma
nombraba todas sos ni«|islratu«>
ras, y bajo el nombre de prefec-
toras decaían de todos sUs pri-
lejíos. / ^
Guando los principales majis*
trados de una ctadad cualquie-
ra daban en el ejercicio de sus
ftancionH^ pruebas de una ade-
sion particular á los intereses de
la repáblica, se * les concedía
personalmente rt derecho de ?e«
ciudad, y aquella recompensa es-
clarecida los colotaba sobre to-
dos sus conciodadaabs. Así es
qué de pueblo á pueblo y de
bombre ii hombre/ era Jeneral
la emulación para llegar al mis-
moobjeto.
En jeneral tanto como en un
principio se aplicaba Soma 4
destmir le Kbertad nacional en
loa países que habia conquista-
do, tanto respetaba la libertad
de sus ciudadanos. Sos msjistra-
dos mantenían el orden, adoai*
TOMO IIN.
noMAiiA: ' 7á
nistraban la Justicia, y Yijilaban
en todos los pontos de ta admi*
Éistrecion, pero dejaban i cade
uno seguir Mpaa su reliJion,sns
leyese' stfS; costumbres, y goiar
dé la qnete era propio. Si se ee*
sijiaíi una provincia una parte
de «ns^ tierras, «se . toaaeban mrdi*
neriantfente de lo$dominfos^ del
estsidov la repdbltea recompen*
saba con ellas á sos antiguos soU*
dados, y eran el patrimonio de
sus ciodadcnos mas pobres, en*
viando á ellas eolonioi.
■stos establecimientos se ha<^
clan con aparato; Después que el
pueblorooMnohttbiá arreglado la
paflicton< indicado los cidda*^
danos que debianeeradmltidbs á
ella, los eOncMciaé con orden loft
combarios «I paraje que'debian
ocupar; Attí, después deftáber
ofrecido sacrificios á1os dioses,
se traiahany distribuian jas por-
clones. Estad colonlai^^ispersa-
das en ta»proViAtfiai, servían pa-
ra vijilarlas y mantenerlas en
la obediencia. Llenábanlas con
ef nombre de le madre patria y
cOÉ^el' respeto que debia Inspi-
rar. Los pueblos adoptaban In-
sensiblemente so lengua, sus
costumbres y sus Opiniones; de
mo(b que Romaecsistia en toda
la répÚilica, y so espíritu todo
lo animaba y vivificaba. Al paso
que afirmaba su imperio, sedes.
10
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74 HISTORIA
hacia íncesonicmente de aquella
multitud de ciudadanos rancio-
sos é inquietoé que la necesidad
hace siempre temibles, y que
desecan el estada que los ali-
menta; de estos hombres hacia
cultivadores laboriosos y ardien*
tes misioneros. Los mismos es-
clavos que por su multitud pa-
recían amenazar á la seguridad
de Roma, servían para su gran-
deza-, pues convertidos enroma-
nos por la manumisión, volvían
á sus países cargados de los be-
neficios de su madre adoptiva,
y llenaban el universo con su
nombre y su magnificencia. To-
do lo que en otra parte causaba
la ruina de upa nación, servia
0n Roma para su engrandeei-
miento, convirtiendo en instru-
meatos útiles hasta los elemen-
tos de destrucción.
Tal es el sistema de gobierno
adoptado por un pueblo elojiado
casi solo por el valor, y que debe
ser citado siempre por la profun-
didad de sus combinaciones,
puesáeste plan^ seguido con una
constancia tenaz, debió Roma el
■ brillo con que deslumhró á todas
las Daciones^ Nunca varió su
marcha aun en los mas grandes
desastreíi. Cierto es que undíó la
dignidad real, pero el jenio de
Bómuio pesaba suiíre el senado;
pues allí liQmbres envejecidos
en las dignidades, ilustrados por
una larga esperiencia, y libros
del yugo de las pasiones^ ajita-
ban con tranquilidad intereses
que habían llegado á ser los del
universo. El principio de su
fundador era la regla de su con-
ducta; como él, hacían que una
mitad del jénero humano forjase
cadenas para la otra.
Por lo que acabamos de espo-
ner, la marcha del gobierno de
Roma para subyugar y gobernar
los pueblos podria aparecer lejí-
tima. Todas las naciones, aun
las mas adelantadas en civiliza*
ciou, se esfuerzan en subyugar á
las demás, y un ejemplo lo tene-
mos en la vecina Francia con-
quistando en el siglo XIX á uo
pHÍs como la rejencia da Arjel:
los derechos parecen n.icerde los
triunfos, y la gloría cubre la in-.
justicia; pero Roma, aquella ciu-
dad soberbia y pérfida al mismo
tiempo, debió su grandeza á una
política insidiosa y ton ratera
como lo es actualmente la de
la Gran Bretaña, al mismo tiem-
po que á sus virtudes guerreras.
Jamás hubo un pueblo que su*
piese emplear con tanta hAbili-
dad el arle secreto de destruir
la libertad de los otros pue-
blos, por medios eslrañ jí; tJe irri-
tarlos contra sui Jefes l^jíli-
mos y de abortar eulre ellos di-
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tMohm que Im imiioib6D> po*
niéadoloá en li iQéee^ffM 4t
ifDplorar ra peligroso Miflio.
loma miMfta iotenáilileiiieBte
el poder de loeestadot mai fuer*
tes« S1 1« guerra qoe los rooiMos
ieáftaciaB ao los abetiáii enté*^
raflueiite^ la poi <|Qe toachtiáH
000 ellos, acabábase mina. Sus
tratados insidiosos poniao ^}o
so depeodebeia mhú- oatlooes
qoe sos arioas; y ooe palabra a-
qolYoca ioterpretada aso loorio;
7a hemos tisf6 eoñdo caosó la
roioa de€artago.€oo lardos ei-
taenos, ofi poebio sojeto á con-
dfcioem onorffleü: era encade*
eado con destrexi, y^empóbreti-
do eo» «iétod<^
fia io» loiaa potente y Ticto-
ríosft^ bacía eoo tesgrandes esta-
éée k> qoe Boma Mcfente con
lasdébHeaoacioties de qoe estaba
rodeada. Uooa mlsám «rao el
tiatenia, el plao y la mércliía,
y ooeír mismos los nkedios. tos
estados así graodes como peqoe-
fios ftoerra mkiadés pof-sd poK^
tica, aoies de ser abaffdos por
aosfoersas, y lodos concloían
por somerjtrse éii aqoef Oeéa'¿
Bo de poder qoe Oa conocía o*
ríHas'.- ^
€ASitíaciiTos> CMuiéif tás iib<^
ujios*s^BTc«--eiecto prellmU
oar del casooiieoia que - llana«>
baasiMNiioJta, era 00a ospeele
MOMATrA.' tS
de énapeio^^edproco qoe no se '
podio romper sioo observando
ciertas' formas legales. Ordioa^
riamente estos actos pasaban en
el interior de las familias. El no*
Tio^ presentaba á so fotora es*
posa delante de la jente re«
mida,' on anílki'^e hierro sin
piedra, la ciial se lo ponia eO
el dedo peqoeSo de la mano de«
reeba. Mirábase esta dádiva'
seoetNa como el primer gaje de
la prometida té y precedía slem*
pre al matrimonio. Desde la vis*
pera se iiabia tenido coidado de
tomar tos aospiclos, para cono*
cer le voluntad de 1^ dioses;
perd desde mochoUempd loé
aogores hablan cesado 4e comí»
batirla volontad de los-hbmbre^
en el Oombré de la divioidad^
y^creyéndésefelfce^en qoe to«
darla se leS'CODsoltiie, do véíári
en los cielos títh signos favbrn.
Mes. Taaebabitltf Hecho sacrr*:
ficios al eiélof á la tierra, mira i
dos como los primeros esposo^,
se hablan hecho otros seiáe]|an<*
tesé Minerva, proteMora de la
vírjiírtdadv y á #006 patroójí de
tos esposos. Coa tído' áe- hablan
llenado ^IM^s estás fomíairda*
des; yesiipQlado taé convencio-
nes, se véHllcaba ef banquete de
atiaina, dado siembre por el pa-
dredé la novia.
Este boda sagrado fo é siem*
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7S ^ HISTORIA
prevBol^to imporjhmto & lo» ido sertlr ^ pmner mirídot
ojos de tos tejMadores, ya le I rondábti^ la puerta; jr< «ita a^
miraaeo bajo el aapeeto r^lijio*! alejaba todo lo ^ae pudiere re«
io^ ya lo coaaideraaen por b io*
floencia que debía tener eo el
órilen social. En efeclo, repve*
seotaodocadafaaaiUa álasoeie*
dad de que hace parte» el aclo
que ifue asas jefes debe ser taia
sol^moe como el pacto nació-
naJ;(Sisefliace sio vifor, cosa
d^ inspiriMT i^t^'P^to, el, etlado
entero cae en la. decadencia» eu-»
"yo primer indicio es el desorden
en las ramilins-, y semejante á
las olas del Océano» las Jeoera-
dones estraviadas de au orijeo
ae suceden^ se amontonan. aif
dejar, tras de ai U bu^ladie «n
ecaístenaia*
Asi pensaban los romanos.
Era el casapiiientoá suij g^ un
acto tap aug|ia^>^ y tanperfecti
lannionqne ^ipres^baí qoe Ja
muerte ipisma OQ podia 4eptrnir«>
lo. Una mujeif^ qiiep4P«oil^ i»
segundo esppSji^. no i oteadla á
lasleyíes, pero a{ «iJ^opi^ioe
que era mas fi^ertei 4uer ellas^
loa pres«^iQS|n¡nesto» parecían
nmaMiar cop la tcólec-a . de loa
diioaes i. los qw or«ja4i>o ^ lo
paas sagrado que t^fx cintre los
liombres: por. esto jea^fmo j para
eritar tales preb^ajtoai»!. quitaban
con gran cuidado del cparto
nupcial todo lo que habla podi-
cordar un ser ciigra; memoria
ofendía^
Una acción violenta tapto cor
mo.iojusta> dio k las sabidas por
esposas á los primeros romanos;
pero eita, misma acción los con***
dujo k las virtudes conyugales»
únicas quQ. podían JKirrar su me*
n^oriav y &i ultrajaron por un
momento á aquellas á quienes
querían bttcí^r sna compaAeraa»
S9I0. Qncáqdolan incesantemente
consiguimQu capt^e su beoe*
Toleqicia., Signieuíiló siempre el
mismo, plim# fn pirounstancíea
diferentes , Róioiilo. oewiiguió
camMi^* ;fm romanas aquellas
mujeres que babin robado» eomo
coovirMóepisúbdilos fifilesá los
pueblos aue.sobjíugára^ y le^no^
ble Hstr^ilia» .enteramente dedi«*
cada^á su Jdueva patria» ^partieU
p6>de IpsiUtaresque el. rscooo«>
cjmi^ptp.le?anláS al primer hér
roe^ y .eu lpa#MrMeioa 4#onra«*
roo con el.uoDsbrO'de.ara.
Ocupado aiaiinpre.Kuuia del
cuidado d« tqiccar ,eli hombre i
la dívinMad, M^ó U.4iníoo de
los esposos de los misterios de le
reU)iG|ii,.ttí4la.uDt oaráoler mas
augusto) y; coa seremotiias mi^
teriosas conseg radiis por 61 imu ?
ptV^ por aimbolos de tina re»>
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IM^Sil.
77
feUUt sencUtaff^ M»e8ó kU^ám
Séctos á conoeer los deberes que
M iaipooíiii. Eo ,lo« pftifnieros
tiettppsgolociban u»y<noei-€Br Í
lio de loft dcM espofof » perapor Y1-;
iiida4«i|ipiiniterQi e^tefenMM)-
nia» imájfn eseclj» 4el metr imó^
Dio, que dabe poMiderane cMao
un yogo redproea* La |»alabra
co9^í¥0ium que habíae r onaerwa»
do, lea recordaba aqM^JIa eeHuiii^
breentigua. . «.
El malrmoBio ae^beeia eolee
loa nmaeosdelreaiBaflierai di-
fereotea: primero por «an/brrM*
eum, ea decir, porelusodeiio
pan que ae diriíaib coüei! á Joi
eapoeaaibecbí^d»ranroiS.oehüdi»á
medio moler#4d ««b de la ae«uUto
que ae Uamaie^eaiida. El hoadire
yto.majer.ae preaeMabaa cea
djieiieatigoaaolealgrm posll»
ficeóeiaemiD de<Mpélm>.»a»w
paea <le haber lomoledo oa^earíi
Mro> el aacerdote eooaagrabe
naa lonttde.llordelieffiia defa-^
rro^ aaly aguav gtiMaba deetla
laa;prtBiieíaa, y déapoea ia iUtí-^
dia entre loa doa esposos^ qtie ae la
eomJMUMiatt preaeMio, eapr^aí n.
doae pdr eaie altaaarte éoariao-y
aafcrado, qae ea adeleati lada de^
bia aer comiNi eatna ellai.' La
mojer pasaba ea: sepiidh *á aaa^
nos del laarfiÉi^ ea proseoM#
de lo» lesiifoa, y elaaeefsioi^
proauKiaba Ím palebraa aaera»
miNrtalea. Cala létaHil*4e«aaa«
aaieato ara priaelpaltaaale la
liaadaaMralaa paatMaea yaa*
loaManpQifaeMba^
€aaibMa>')iiad|phMea* eoa-
UMab#asela lostaniBpaaados, slao
ponfiia réUaaoln. podía ^lar A
aaaaiwiieraa alfdaraako da aao^
aiarieá sttafyoeiaaMy da parlU
cipar de toSTitoá aegradaa.^ v
Segundo» ppraaÉfWl«afM. Si
aaaarajer baUa iaWtada da»
raale ea afio eaa mü aialdadaaé
alo beber talerraaipláa asta o*
aiop poruaa diea: cnaaatalifioé,
debeehaaraao aipi|M^ y el oaa
ailplla á Ibdaalaa iartaaiidedaí
laaittdea^ Ealaa aapeliiea'de o^
ttioatisV'4|tta llegaros á<aar muy
freteeáiearipor* la^ ralajaeioada
coaimabrea^avawBaoas respetad
dafti.qM';laS-'dealÉi^''{f >aiia |e
lea HaaMfaaaeaileaam^atoa. •
>TefarnHipar'faa»^p<J»iS eom^
paa^raeépvbeb. BlsÉNtrldo y la
ahíf^r^m .dtibaH'»«éiiMmttnie
U^ee aaea-de bmúúéi ibéafaiicia»*
doanaboaiaelbaaialMariba. pres^
«rKaaippr/lat-layii'b^aetiBla lie»
tsaré'seaMaaMdaaHla^iiií fami^
lla?»deaiaat> e^pdiiy.' üomraaca
aa-aMa/ réspáadia taVaojer. B»ia
leidMJia^aaapragahta semejatl^
la^lplaaiial raapaaéia^'la m{s<¿
[mar Manara, «y^la^tiflóli'qaedaba
liéch*4 Biade eife^{filbiÉ«Mo el
Baridoleala sébraMa^iijélr lo-
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78 «MmuÁ
4m tot déiwkM «9 «n pMlf»» y. I httMeiti iMBellli40 cmi tales ac-
eito f«uiNi4«.loéM toi que latiliaBiaf.
lajt«€OM«diMiálasmat. Solo Daapiiea de héber dado á í^
las
eselusitasMate el tllolo ¿p «mi*
los romanos) ellas solas podlao
Ijaredarlosbieoesde sos esposos^
ya eo le: totalidad^ si ao iesde*
ja bm Wjos, yoeo porcioo igoa I i
la stiirasi iesdeslabae. Enlreesloft
faijo» Ualoados propianneole pa
Irt «•»« iMlrtai^aeelejiaii lc»s qi|e
deliisD aoareaiM á los abafas, y
olios solosiM|dian a^irar á elef:^
tes digotdades sacerdptalet, j^
eopérfleodeeir^ qoetenieodoeé*
te Jéoepo. de voioees esclqsite»
meóle el oaiéetor.de legales^
las raoitliaa 00 eooitraieo otras.
JeoerMiiMAte .todo malfrii
oio, eoo for eeioMlosteo»
Ualdoslttol^ooseotimieoto d^l
padre de oota lioo.de los e^msos,,
era mlrodaieoaM)» Hejltyóo; y h»
misanodeldettoloreoDao popile
y del pritauroadordé «oa piwvio^
cia coo aoe kobifMte ¡del peis M«
BMlido á a«,€oMedo« Bo nloipio
eeso podía eosatse oo «hidadaoo
coD »oa esclrra, oilo Jóveo li»
bre eoo oo iHMobre que oo lo
foeseí y oo peroiillatt iampo^,
i oo cfodedMQ qoe s#. cosoos'
leyes tao saotas^
sobre les eoales deseaosába fa^
aperóme de les familias, oeee*
serioes decir qu^se las oUní*
jebe dierieoieate» Asombrados
por.el liijo qoe les rodeaba^ y
agobiados b^ oeeeildadoi ooe*
TOS» ooa maillitad de elodada*
nos qoe teoia.o las cargas dd
oM^rioMmiOp títíso eo asociacio*
oes ofcoras y dabao la ecsisteo*
da i l||}oB qoe el estado recfca*
leba coa ^esd0o; y poeoá poeo
foeroQ .desaparecieodo Uostres
femiHas. Lqs rooMnos coidabao
de Bo^casafM eo los dias eo qoe
cálao Jas caleodesi^oooas é Idos,
é ifoaloMNiite eii^Mialoowliato
(pasfr^fis) qoelesegoiaov ^^i*
laodo igoékoeote loe dias de
fiesta. Sio eflibergo, les Tiodas
qoe S9 volviao á coser escojleo
el dia de Beata eo qoe el pueblo
ertaba reooido eo kw templos^
para librarse de las borles 400
lesbeeiao.
Aldiasigoieotedol malsiQio<^
oíosles dos Caoailies se diu^iaa
porlemaiaoaalteaipio.de Ju^
oo/nfoáqoioo ofnwianei se^
criAciD do. .09 poero^^del cpal
hoMao tspÜQ coidodo de ñtt»^
COQ «oi^iJiiHrMjfra, porqae .bl, car Ublel.sieDo fetal de amar
digD^ad,#|i|04Wbre wmm^t s^agure, tiegabe en fio ^l mor.
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omito 4Jii4#p«rt
láMMu 79
Mnottia, la c««l se cstl^braba I deltM de oveja f fiom W^ Uro
por Itwche; pero toioeliia lo
enplealmijeii adoraer i la oo*
iria. Cada parte de aa adoroo o>
freeia relatioaenieUleriosaaeoe
las cireoestaociaa. Al peioarla
se separabao sus catellos «on el
hierro de om pica 4|iie liulMese
^IdoiMjada tn la saigre. de oe
gladiador «merlo ^hi la arena»
espreséodo^ por este embleiM
cruel que debíaD naeer de ella
booitires de valor. Ibrmibanse
desús cabelloa seis Ireiiaas, á la
manera de las vestales» enyo oa<^
rárier esencial aun dieTroMlM*
Sobre su cabeza se eolocaha una
corcMia de verbena que babiaco^
jido ella misma» j se cabria toú
nn velo de color de aséfita Na*^
mado^^ 0mmmum. Este adbroo
era el de las^ mojares de los poo<»
íiOíetB'y ellas se haden notar por
setnodeatte, j sé eomplacien en
oTrecer el agüero en aqudla Cir^^
omslancie impOrtaole. Se la ha^
fia lomar nn calcado moy alto
qoe reababa Is nobleza de sn ta*
lie. So traje era del mismocolor
que 80 velo; el cual estaba todo
éerra4o.eomo el que babia teji««
do Taoaqeil, mojor d»\ prime*
ro de losTarqoinoa, para el rey^
*ServiüTolio,]r4iaeaini/9e iñaia
on'el tei^plo de la Forionren
parUcnlar Ilaaaade; JaNroUeo» el
cual solo el marido, podio des-
alar* Aa esto se oeyifá.ta oapre-
Sien. osada leoMi teiesriu des^
alar el ciotoron^ paraospiresar fá
álttmo graáo és ialimidad enina
los dos secaos. -
toeg&.qoe elaeompafiamioolo
estsba rennidov los pariowtaa mes
eercaoos'de la jóyeo despesada
la la^nlabaoeo hraaosparalia*'
certa dar losipriaaanes pasosgO'^
Ita dobla maoafissiar qoe 4^9bé
por foemaNla !oasa fMtema.y
que iba pesaroia i la pérdida de
so virjinidad^ AqtMtta fi^da vio-
leoda reeofdabaol mismo tiom^^
poelraptodotasmbioiieá imM
hembras qoeamabaocoaiHo u^
ola* yolaoioo con au opijaiu La
matciía prtotipiaba *á la: luz de
eioeoootorphaa faaUíaa.iie una
eq^irdo piooilsmndp láNla» el
misaio^ deetao^qietCeresoncea*'
dio en las llamas del Erna cuan*,
dofoé&>ascaré'8uIUi«i. fteas
teas las^ llevaban^ >jdvefies de
oerla edad liemedos pisar í /euii,
porque oslaban esioerodemeule
pérfomados* Bato oúmeroí de
cinco era omblemáflico -oumo el
testo de la ceremonia. Reeerda-
ha i las cinco divioidides qué
pvesideu ^1 fliairtmonioi cuales
Ueaopo de PHnio. Diebo traje i eraB^lúpttér^Jooo, Venes, Dio*
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80
«litlMA
Da y n ti#Mí Pi^iuñtim, litfiftAéa
air/ S^Mm.TrH «Iftos <(w fii^
é qtiféMtieéilM él nombre de
parwMinfoé', eMaban parfiirirtaN
Bienio Méargidoa de eondu^f r á
la catide. Une in«rob«ba <Maote
devtlá-'fa^aiHaiidb la entoroba
del iroeneo, hecha aUWpra de^o*
Jiaeafitt^ó espfBér iiiaJoleto;*los
omi^íkm la: sostehian* por los
brtMfi ihieatres que otro )óireQ
delosiqpieae tlanmban Mmilon,
y qtte-eniir«iMilro6'de loidto^
aea ^ft laa eoeaa ^aa^rificios mas
ec8l<os^«iarelubaf detrás de ella
con non eajn é eofre abierto lia-
iníadp laomílÍMi / en dotide ae
▼eiad l«»elha)ia mhs ricas «»•
fendidaa con toa jugneleB de ni*
fios. En te; cernba le comitfra
«na tropa é% JóTenea Baeta^ns
lleYando una el ueo^ otra la rae-
ea, y oiraa t>bjétoa i|iie morde*
ban & )e JÓirra teesada Joa e^A^
dados 4|tte deMM>^^oeo|Mirtai en
adelante.
Ddranielaffliercbe, que selia*
cia despaeip oen una pomlM re«>
lativa ai'-nngo de leeeapQeos>
y siempre al sonido armonio^
ao de la laote doMe, loa pa«-
rientes cantaban i^^ma» y aéin*
▼oeaba an alta rosé Thtímtim
uno de Ida roaMnoa que roba*
á laa sabinas y cuya oniof
daba cómo ñn lagftero dichoso*
' Llegada delableda la pnerla de
sn marido, ^ue estaba decoróla
con guimaMaide mirtio y de§o«
res, detentase la joven esposa y
alU colocaba cintas de lana fro^
tadaa con grasa de lobo para
evitar los aórtilejios, objeto e«»
temo de temor para aquella na»
olontanratiente. Terminada a-
qoella operación^ sb présentafwi
et marido, -y finjtendo Ignorar
qolén era; le pregontoba por su
nombre. To doy Cagat ¿dónde
Más tú, Vúyo? respondía ella.
CSaya era aqnella mttma TanaquU
que se adquirió tanta reputación
por sus virtudea; y las Jóvenes
tomaban au nombre como un ga*
Je de sn buena conducta» Después
de ésla formalidad, el esposo pre«
sentaba á su mujer el/Afjfo y el
agffi«, símbolo de una fortuna
común. Entonce los que la ba-»
bian sacado de la casa paterna,
la levantaban segunda vei para
introduciría en la de su marido,
sin que tocase al escalón de la
puerta,'lo cual sebublera tonu»
do como un signo^ foneato* Los
escalones dejas poenas «alaban
consagrados á Vasta, y la que re*
nundase á sus atribírt^, bubie*
ra cometido un aMriléJio tocin*
dolos. Algunas Teces para ma«
yor precaución ae hacte una lar*
larga, y afortunada se* irecor^ I gi brecha én el esteríor de la ^
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0M# ^meDUrftr pM ella. Lmio
que era io4rodu€i4t jbq w ««avii
llorada, le la preieiitabaD laa
Uaires rattQid«^ «n tto anillo ó
Uiivero» y da&de aipiel iosUat^
Dada se baeia síd ófd^a wjav
Ko debeiBos omílfr tma lüera
«rciinslaBcia que maviAeaU la
üDporiaDda q«e daban loa ro-
OMiDOs á loi cuidadoa de la caaa:
cuando la recién <^$ada f ntra-
ha e^ el dlrto^ae entendía de-
Unte de ella mía pial 4e carne-
ro con su lana, para recordar-
le la naturaleza d# au; ocupa-
dones.
Llegada ya la comitiva, se
apresuraban a quitar la antor-
cba nupcial á quien la llevaba,
y la ocultaban cuidadoaaineute
por temor de que se sirviesen
de ella para bacer algpn male-
ficio que abreviase la vida de los
jHievps esposos.
. Después entraban tcudoaen una
vasta babitacioo en doQd^ babia
mucbas mesas provistas de man-
jares. Varias esclavas bien vesti-
das rodeaban á su nueva ama:
algunos bufones puestos dalante
de. ella, se esforzaban a atraer
aus miradas con pantomimas bur-
lescas^ mientras que vai'ioa tpr
oadoresde flauta la jirepacab^D
Íl escena^ mas tiernas, gqa una
música cvoluptuosa^ .
A medida, que sq {prolongaba
TOlfO Xllt.
el^tetlfbJa alafríft de laa eoiH<
vidados se bacia mas vita y esr^
trepilDaa« Unoaaantabmimalta
voz el tono nupcial llamado
e^mUamUj^AÁT^ rapeliaa refra-^
oeacbÁatosiosv y* gravea persone<r
Jea^ obsarradoraa eaactoade loa
anüiimoa usos, redUabao versea
F$mmí^in^, cnya oseenidad o^
feaderia los oidos eastea ai na
eaplicaaaxu Oeapuas^ oaaa ma*
tronaa jUamadas pronmbm, cuya
virtud era reconoeidat y que no
habían sido casadaa mas. ^ una
vez, eonducian Ja joven esposa
álaeata^cia nupcial que estaba
sembrada de flores y siempre
decorada.magpíOcaoaeote. Aire*
dAdardOi la babitacioa estaban
las estatuas de los dioaea que'
prasWaoálos actos mas aecre*
tíOS del QMüIrimMio, divinldaésf
fanlMicaa» cuyoa nombras c^
praaan muy claramento.aus4it]rt^
biijpionef. Enmedio eslalm* el
iecbo omM, llamado asá porque
estaba consagrado al |eni» del
marido» Elofo unido á la púr-
pura brillaba en él por todas
piirtes, y guirnaldas de mino;
dispueataacon arte.parecian ba-
cer de ét el tf ono de Venus. * Laa
graves matronas desnudaban á la
casada, la metian ellas saiamaB
en la cama y se retiraban dea-
puea de haber dado lea instruc-
ckmel qoe sa-eapariQucta jng»-
11
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8f
b4.eonf^{eiiti8MaqQ#ltai cfar^
ctfii8tiiitta<
> Efttrctiioto h>9 eoDiiAidot'
cootfiíMbffii so fitotéjo^ las liba*
ckiriessesiieedfan cód rapMei»
f Baeo esparcía iifseoslblémanle
iiDiMi6DSoqttefl6 dtbfa ardar
para él. Levaatábaiise A poco le^
dos los coneorrentes j rodMbao
áf miitix esposó para éirtjií^le
sos 'úUiutas. felid tacionw. ' Eo*
lodé^t jiar a «lar á eolétiAer ^n^
raouñttibaé tas frivolidades de
tahédavl Jutsentl, líraba al- soelo
algoDos poflados de ou^es 4oé
lóB asisleoies se afireiofabao á
e9i$r, 7 él se aprotecbaba de
aqoel mottienlo para escaparse
^loaimponooosé iba & aola-
larse OOD su mujer.
Terminábase el easamiettfo,
pera los regocijos cootinoaban
«odaria. Al día siguiente daba
el marido, ua grao feslto llama'*
do npolta porque eoél se be-
bía do «oevó á la prosperidad
de loa esposos. Por I» úllima
yezsjd presentabao estos eu ia
mesa sentados sobre la mISBM
eama. La nueva esposa aCéataba
«poyarse fainiliarmenle sobre so
»arido> manifestaba haber oU
tidado ( el, encojkiiienlo de la
▼ispara. Foresta raion los ro^
manos lenian costumbre de lia*
mar conversaciones de reeien
casada á aquellas en que se 4ei»
torraba lá decencia. DMMHa<'
ooesia elcomprender^moonaa
Jóvenes educadas con la mai-
esacta modestia, pudieran des^
hacerse tan pronto de ella^ pro-
v6eando á risas oseenas. *
AlterminaiM el convite loa
parientes y amigos ofrecían á lot
esposos los presentes decostum*"
bre, y cada cual se aprovechaba
de esta ocasión- para desplegar
su roagntfcencia ó so afecto, y
sé terminaba esta ceremonia o*
freciendo un sacriBcioii los dio*
ses protectores de los esposos.
Cuando un gran personaje acá*
baba de tener un recien nacido»
se dirijiá al templo de Juno Ld*
ciña, acompañado de sus amigos
y clientes, á poner una moneda
sobre elaltar de lá diosa; está
costumbre remontaba iiastaSer-
vio Tu lio, quien para tener un
conocimiento esacto del estado
de su puebfo, mandó que luego
que naciese un niño llevasen sus
padres al templo de Juno Lucí*
ÚB, una moneda de plata de cier«
to valor: cuando tomaba el traje
viril se depositaba otra diferente
en el tesoro del templo de la
Juventud \ y del mismo modo
eh la muerte de un ciudadano,
so familia tiacia igual ofrenda al
tesoro del bosqu^ sagrado de Ve*
ñus Libitina. Cada año, la suinii
de estos diversos slgttos, lñ0M*
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te €QQ eei^idwttbf» tM v«rí«da«
Qeft oeutridu 6»«l ceofo d»' - lof
ciudadanos. La reljiioo garaalia
la estricta ejecacioo de aoikina*
dida prescrita por la política t
Va'DAs.-^No era permiMdoá
las Yiiidas volverse á t9f»r w
tea de haber pasado diex meses
de&pues de la muerte de sa ituir
rido; j aquellas que por raiooes
particulares do podiau en^en^r
al término prescrilo> daibi^u ao«>
tes de cooiraer nuevos lazM sa-
lificar una vaca, preñada sobre
los altares de Jubo. Esta vaca
llevaba ios cuariios dprados y
adornados de g^iraaldas de .flOf
res. Delaate de ella i,bau varios
hombres cuyo trije y lento mo»
do de andar aouuciab^o que e-
rao servidores de los altares; y
detrás de la bestia marchaba Ip
viuda vealida coa ropaje largo y
de luto, y cuyo velo espeso lle-
gaba ba3ta el suelo. Semejante
institución se debió á Numa.
^ara ocultarse á las miradas del
pueblo, de qi||en teipia ser vis-
la^ elejia un día en que no hu-
biese iipiucha reunión de pueblo;
porque si este la divisaba, el ac-
to de relijion que iba á hacer no
podía si|straerla á sus sarcas-
li^os^ porque areia vengar la de-
cencia ultrajándola mas.
. Divoncio. — Era -el divorcio
peroiiMdo por una l^y de fiómu-
«8
Io»,qii0 M tH/^M Us; Aone T*r
blasi pero no ae ejMUtaba siqf
en cincfinsiajsQias estraMdinat
rias«£aedifec|;|O.Rfr(enacia sPr
Umente al esposo> iiuien perdía
todof sua bienes sí se .separaba
da su mulc^rsino^iitos leJUir
moj(} la mitad en p#ra la nior
jar, y la otra mitad se consa^riif
Jia i C«tres. Si eHd era culpable
perdía \qdo su dote. Durante lo#
siglos feliceS' en que la piíreu
da^as costumbres triunfaba del
rigor de laa leyes, al divorcia
era desconocido en Roma i ea
fin,^^ aQo 520, SpúriQ.Carvilip
Ruga^, intarpreii^do rigorof^
m^to Ia; obligación :,^úe había
jBontraido49 , 4f f ciudadaiaos fri
estado, se^wap^ ^e sin mii^
únicamenil^ porq^l^ po.taijiia bír
jos. La opinión jpúblm IftíCeur
saró( pero ua fatal ejiantAlo t<ü-
vo danMoiados imitadoraff: f»l ví^- '
ciamisaitíS^ajipderdidií^Jo qi^
solo ae habla instituido para
contenerlo , y por todas partas
se relitjó el laso sapraijo* '
SielmjatrimoiM<^3«A9fti« con-
traído por coi^afrf olio» ^egno al
.u|o de los sacerdotes^ sa di^oU
via por una ceremonia contra*
ría llamada diffarreatio: si por
coemptto, er aélb qué lo rompia
se llamaba nmáneipatio. Pero
después llegó el caso de dispen-
sarse esi{is formalidades, y ba^tó
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■^
'WnhbUa
^ VonipteVto ¿ettitite dé «iété tes-
tigos, quedando libres Mtrftoiv
bos esposos. Esto se hada edafn*
Htí la iíeparaeieo era á pÁieióh
9e las dos partes; la mujer goar-
tfafoa eotoneés lo qué le perte-
necía, y mtícbas veces los reg^i^-
los qué ib hablab hecho ett 1h
boda.
AwpiTEAtiio (1 ).— Esla pafái-
1>ra qtie los romanos tomanHi de
los gHegos, es^i^esaba uo doMe
íeútro, 6 para espIiearDos mas
Claramente, e( teatro represen»
laba un sdmicíreulo, y el anft-
'teatro se componía de dos semt-
diñólos reiHrtdos. La parte de
enmedia dónde pagaba lá ésce*
tea, !íe llamaba la arena^ porqne
«ataba cubierta de nna arena fi*
na llamada lo mismo en latín
úrmá\ esta parle de enmedié es-
taba rodeada de una mnrallaoir-
cttlar de mas de doce pies de ah*
to, sobre la cual estaba colocada
una ftla de asientos destinados á
los grandes majistrados y á los
senadores. El qne daba los jue-
gos dominaba en dicha illa so-
bre una especie de tribunal, y
terca de él se colocaban las ves-
(t) Lot combates da gUdiadoreí je
ejecut»roii el principio eii el foro, me»
Úrdese hicieron á este rfeclo anfiteatros
de madera, y hasta el tiempo de Julio Ce-
tar» i!u709, nofaeron de piedra»
tales. Detris de éste paraje, qtté
se llamaba el Podítim, babf» fi^
bis de asientos que se estetHlfan
y elevaban sucesivamente hasta
la altura del ediflrio*, y de íñ
Misma manera 'que en el teatro,
1M primeras catorce gradas es-
taban- reservadas á los caballea
rosl Sentados allí cómodamente',
Un orizonte de magniOcencia
)iéMcia desplegarse á lá vista de
tbdos. Óchente mil espectadores
llevaiado unos las señales de sb
dignidad, y reviestfdbs otros con
togas brillantes, presentaban al
pueblo romano bajo su aspecto
mas noble. Oigamos á un histo^
riador contémpot^áneo describir
uno de éstos'combales: ' .
«Atentos estábamos á lo que
«iba á suceder, cuando umi an^
»cha pqerta situada debajo del
i^Podium Se abrió de repente y
» vimos entrar eú la areoa á una
atropa de jóvenes altos y bien
•formados. Luego qne se pre*
asentaron, arrojó la mucbedum-*
«bre grandes gritos de alegría, y
«repitió con transporte el nom^
abre díe los ediles enrules que
)»daban la función. Cuando estos
«hombres, que parecían soldados
jvporsu continente guerrero, din*
aron un paseo por la arena, nn
«hombre de mas etiad que ptiM**
«cia presidirá lo que iba áreri*
»flcai*se> los unió doi ádos, seU
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■%émktfA.
•em ra éMUtn, éá (utni, 6 so
•éestretá; después con espades
ede madera, principiaron otros
•Untos coml^etes singulares en
iqné todos déspie^ron nná aji-
'eHded sorprendente; pero éstb
usólo eré el pfelodio del espi>c-
vtácolti: A nna séfial que hizo
«uno de los ediles; de repente
vtocaron la trompeta, los cóm*
»liallenfet cesaron sos Jnefos;
v^njéfenté ^tonifar las armas
vfljeras de que se hablan seriido
•liasta aqnel momento, ? lo^ ar*
«Inócon espadas cortantes. Kh^
atonees su aspecto eembló sdbi*
•tamente^ miráronse con oJ6< a«
nnenatadtreSy j vi con espanto
•que lo que babia tomado por
HinainraleerodegOerra, era on
aeombate real en que carias
HioRibrM iban I morir pera en*
«Iretener á los espectadores. Dos
ade nstoa combatientes estaban
•delante de noaotroa, y fui lesli*
ago de los golpes terrtbtes que se
edieroov Ya «tatoaban^ya re-
•iroeedian » evitando con arte
asas mátaos alaqima. fi» fin, el
amatdleslroó el mas diettoao»
•dando «tt selto ácia dn lado
•para Iil>rar8e del golpe que itia
•4 caer solM*e 41, aerprélMilen-
•doásu adrersario, le nndló la
vespadé en el seno. La asamblea
•con voz unánime gritó? ya /•
•Aa dado. Lá pobre Tíetima, ck*
•yendo de rodtfiaa, beéd ata en»
•mas en seffal de derrota, y le*
•ventando tas manos al cielo pa^
•recia implorar Té compasión de
•los circunstantes. Al jpdnto to»
•dos ferantáfon la mano con el
»pulgar eslend ido; creí que estA
•señal anunciaba la gracia de •<-
•quel desventurado, y me enga*
•Aa'ba, porque era so decreto de
•mnerte. Apenaséf lo notó, cuan»
«do presentando el cuello á sn
•vencedor, recibió el golpe fatail
•Uno8esdavossacait>n el cadáver
•con garfios y le arrojaron por
•una pequefta puerta' llamada la
•puerta Libitina, del nombre de
•la diosa de los funerales, á un
•roso en donde se amontonaban
«loscuerpos de estos desgracia'^
•dos« Al instante nuevos actores
•llegaban á ocupar la plasa, y lá
•misma escena ae renovaba con
•mil circunstancias diferentes; y
•así como cuando la mucbetlum*
•bre qderia que el vencido mu*^
•riese á manos del vencedor, es*
atendía el poigar de la mano,
•cuando un vencido, herido mor*
•talmente resistía aun después de
»caido,loa mismos circunstaates
•estendian la mano, pero con el
•pulgar edcojido, indicando sé
•le perdonaba la vida. Enton«
•ees el mismo vencedor debiar
•agarrarlo y conducirlo al pa*
•raje de donde babia salido pa^
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E#te «i;^ el fuebto roiuapo,!
•queiioi iD«jUlr|idos qfi^ wiir
««bfm elaieiii^ftio, ib^táesümo^
UriQ al T99iQto del anfiteatro;
aquelb4.y^il,a^Sx que cob uáa
•ola mirada saivebUD á yo crimi-
nal que iba al siiplicíp^ aquellas
Tirjeoes modestas y puraa Teiao
cpD c||p traf^quilo las cqpvuU
atopes d,e |i|D.nuinbundo4. sof-
reían eo; 811 agoaíai: y con. yn
Jctslo impío, /provG^aban ellas
mismas ^u ,t!|lt^mQ.SHH^iro! Es*
traña. inconsecuencia qne bacia
aplaudir un triunfo, odioso, á
aquel mismo pueblo triiiaíadot
de todas las naciones! Verdad
es que el objeto cierto de tales
diversiones era^ acostumbriárso^
los combates y aprender á de-
rramar la sangre poi: Ifi patria
sin titubear.
Coi|iBATEs niTERsos. ^^ Qtrps
combates babia^ entre los i^^ales
nr.erece mencionarse el llamado
iiitrmt7/on^ palabra salida delgríe-
go» que significa pescado., El glar
diador iba armado á la manera
de los galos y llevaba la^ figura de
un pez en la cimera del morrión.
Estaba .vestido de. .un,a , túnica
corta, y tenía un escudo y una
espada corva, %l que combatía
contra ^l» tenia la cabeza desnu-
da; en une ma^ llevaba 'UA trí«
dente acerado y en la;.. otra una
re^, por lo¡<iwl4MMJlMt #| mm
br^ úer^iariuí. Debia^aervifk
para enredar Ja cabera i sp ndr
▼eraariot De cuando en^maipito
Iegritaba:;4siatil0,.(rala, daloila;
na^áti á qui$myo quiero; $m$^
tu pwai^. Si el retiarMí copiaa*
,guia cojer el mirmillop enre-
4indole €;on su ted^ lo majtaha
con su tridente*
Los romanos en su Hijeínioaa
J>arbá rje parece q^e se apliiQa)|i&^
á mirar la mMerte bajo todos sus
aspectos, y que babian querido
apurar todos los medios de dar-
la. En fin. Piara pintar de un re»,
go solo el orror de aqueUm
Juegos tan alabados, basta deeir
que los vencedores Introdoeiao
aus manos en las heridas de sos
vencidos, levantaban esle san-
griento li>QfeOi y con aifaeHa ae^
cíon tan esQcrable ác: atraían las
aplausos de la multitud, y sali»-
fecbos k)s espectadores se retira-
ban á sus easas tranquilamenle
de I OS' placeres nue habian gas-
tado. , , , . .
Guando se aounotaban- estos
espectáiCttloSi el que los daba pe*
nja enun cartel ^el numero jde
gliadiadoresqüe debía figuraran
elloSjty. tenia gran euidadode re-
cordar el nombre de los fuas cé^r
lebres que tomaban parte. Los
combatientes estaban obliga4os ii
presentar sus armas pai^s ver si
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léÉTAIfA.
«r
éf^É' MttTorttlei iloi reglimen-
tos. Dábase á los gladiadores di fe*
Motes ooiabres^ sei^nn sa mane-
ra de combatir, y la naturaleza
tfe*las armas de qUese senrliín.
Los trátits edrtibatfan con Ta tro-
eldifr6esi^tf k h' manera tra-
^a y^n eseudo. Los retía ríos j
los mirmillones como ya hemos
dicho. Los homopldcoÉ armados
delXMhs ^zas: los dtmacAeros,
ósoldados^tomolos de la eaha«
Iteria iQiiGedóhica, y qne erhú
nna especié de drafíones, tenían
un pañal en cada mano. Los esa-
dm'Uíé Gom batían sobre los ca-
rros: los tffHffibares estaban á ca-
ballo; venidadoS' los ojos ó ron
una celada siii videra: ím taquea-
rm no tenían ibas arma que
un nudo escurridizo 6 lato pa-
ra apresar á su contrario: los
bvstoaHós combatían contra las
bestias feroces; y se llamaban
büsttrarfot de bwtum, quesig-
uiñtñ oguéra^ los que combatían
en los Juegos fúnebres. En fin»
b¥bia otros llamados $amnita$,
que iban k Ids festines para en-
tretener k loa convidados con
M destreza. Estos tomaron este
oombre por osar de la armadura
de los naturales de Samnio/ no
I te? aben armas ofensivas; y por
eeto los demásí "gladiadores los
miraban con desden.
JuEQos FieEAias. '^Qélebrá«>
béiise esfM'Jtiegbf en eteit*co, f
en tiempo de primavera, época
en qt^ Plora prodigaba sué te**'
SOTOS. Seria ofender al ptídor el
tratar d^ describirlos, y por lo
tanto decimos únicamente que
ana multitud de mujeres a*
bandonaban á la vez ei lebgna*
Je y el velo derpudor^ y mu-
chedumbre Insensata aplaudía
con traiisportes aquellos ver-
gonzosos espectáculos. Los Jue-»
gps florales se celebraron en R«>-
ipa 1^ primera vez el año 513;
y no se veriQcaban sino en cir-
cunstancias particulares;— el añd
580, k consecuencia de una larga
esterilidad se los hizo anuales.
Trabajb cuesta concebir cómqf
hohjbres ya Ilustres babian po-
dido pensar a pfáidar á los dioses
irritados nttra}ando& id virtud.
Los censores, siempre tan zelo-
sos por et hiantenimtento de las
costumbres, no se atrevían á re-
primirdesórdéoes que se cobrian
con ei vetúf de la rélijion; y pue-
de decirse que el deseo de agra-
dar al pueblo era superior al te-
mor de corromperlo. Vióse al
severo Catón abandonar estas
fiestas á i^ue i^istia, para dejar
al pueblo gozar sin encojtmfeolo
dé los placeres que tarbatni su
presencia, y que no podia per-
mitir su virtud.
TBATáo^ DBCoiucioifÉSi—En el
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88 HUTOiO^
lealredé um naeioa a» donde f mifiar» agiaf prQ9Mi.to4«fU'fl
priRcipalmabU le aprende « ce*
nocerlaoMjor.Sles qoble» Jamás
i0 degradará CO0 caadros yc^-
gonzoso^; j si está eñvilacida^
jamás ofrecerá rasgoa aoblimeá
que DO pueden ser sentidos sMo
carácter de aquellos para quie*
oes ha sidq becba; imájeo eaaete
de la vida prirada; ae apodera dA
sQs detalles aiaa peqaeQos*, a^
puede agradara! po es TOfdada-^
ra, y uo puede aer verdadera aiii,
por almas jepero^as. Los griegos i pooer de manifieatot «1 alna dei
bao sido superiores á todos los que la escucba.
pueblóSj pprque bao elevado la
^cena al mas alto punto de
gloria. -
En vaDoaa dirá que un escri^
ior puede diferir del resl<^ de su
nación; ^in quererlo l^ace el re-
trato de ella. Todo bombre tra-
baja para ser aplaudido» y aplau-
dimos lo que está conforme con
nosotros mismos. Por pomposa
que sefi la trajedia, está sujeta á
este principio. Tomando el hom*
bre en aquellos momentoa es-
traordinariosen que la pasión lo
transporta sobre sí« lo represen-
ta á la verdad bajo el aspecto
mas imponente) pero no puede
disfrazar sus rasgos esenciales
sin faltar enteramente á su e-
fecto. Que ponga Hércules sobre
la escena y conservará su carác-
ter agreste; Aquiles en ella será
siempre impetnoao^ UJis^ ma-
nifestará su inclinación á ia as-
tucia^ y á pesar de las variacio-
nes que los distinguen, todos o
El nombre de Hittrüm con
que itidistintamente ae denomi^
naba á todo el queaubi^ al .tea-
tro, se derivaba de la pad^bra
HUíere, que en lengua etrosoa.
espresaba ,qn danian^ póbliccu
y manifestaba á la Tea la debiii^
dad del arte en aa infama y la
poca ccHisideracion que tnvío.
B( año de Boma 393^ fué la vea
primera que se vieron edtabte*
cerse dentro de sus muros estas
cuadrillas basta éotoncea de va-
g^abundos. Gomaoicándose ,á ñUA
jefes el gusto del pueblo á ealaa
representaciones^ bubo especia-*
dores mas delicados qijie lo fueron
depurando por grados, y. el co*
nocimienlo del teatro griego le^
dio la perfección da qne eran
susceptibles.^
Si la importancia que un pue-»
blo concede á las artes, y la ma**
ñera con que trata ajos que las ,
ejercen, dan la medida de los,
prqgrasoa que ba becho ea ellas,
frecerán el jénio de so n|icion/| Roma antigua está mpy lejos da
La comedia, dascubrcí de fipalja Grf)Gia«. JS8q|ii!Í(^» Sófocles y
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WUÁWA,
89
Eorfpiílet fiteroD eofiUdcn en el
MMero 4t las.|iéco0ft| p«ro no
•8Í€B EoiM M dM^ la opl-
Bion fábliiM degradaN & los ae*
tares» y los aaem^aba á los bu*
foMs descarados qii^ haeian ra^
borhar ata virtud. Un senador ó
«a cAialleroi, tomiaa acercarse
i no cómico ea un sitio público;
no sealrevian ni anu^á recibirlo
en su casa; y de este modo le om-
bligaban i despreciarse i sí mis-
mo, y- á abandonarse k los vi«
eios que se le suponía. De ad-
mirar es cómo unos liombres
que sabían apreciar 1^ elocuen*-
cia, y que tan gram cubado po<«
nian en el arte de la declama-
ción, desdeñasen kaata este pun»
to á los que podían darles prove-
chosas lecciones) un desden be*
redHario soperalMi el descoque
tenian de iostrnirse^ y la opi*
níoe consagraba la injusticia. En
Roott, eomo en Grecia» losespec-
ticulos eran nlia parte de reli-
Jion ; todos habian sido insti-
tuidos en nombre de los dio-
ses; y no habla fiesta sin fun-
ción teatral. En todas partes han
mirado los hombres como e-
manado de la divinidad lo que
tiende á reunirlos.^
El interior del teatro se di-
Tidia en tres partes distintas:
la escena, en donde figuraban
los actores, los cuales estaban
VOIIO \ÍU.
sepwados de la vista del, pú-
blico por un telón qo^ se bá^
jaba y encojia en la delantera,
del teatro al principiarse U re«f
presentación. Después seguía la
orquesta (orehesíra) colocada
siempre en forma de semicírco^
lo delante de la esfena j ma|
baja qqe ella. En Grecia est^ lu^
gar estaba destinado i ios mi^
mos y i los bailes; y en Roma
estaba reservado únicamente i
los senadores y á las vestales.
Hoy ilaipamos nosotros orquesta
á una reunión de músicos. Den
tras de la orquesta estaba el
teatro propiamente dicho, y
allí se sentaban losespectadoreSk
Estaba formado de gradas circo-
Ures qiie tildas correspondían
í un mismo centro, y s^^ eleva^
han y estendian i medida que h
iban alejando. El púmero de
gradas no^áAjo^ sínq que es-
taba en razón de |( elevación
del edificio. Giida piso estabn
dividido en nufve gradas, siete
de las cuales correspondían á
igual número de las categorías
de los que estaban sentados; y
el espacio comprendido entre
las otras dos, formaba una gale*
ría que separaba cada piso. El
pórtico superior tenia asientos
que las mujeres ocupaban con
preferencia por estar af abrigo
de las injurias del aire.
12
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§(í HKrrotu''
^'A la entrnda del teatro hnbia
muchas personas cuyo empleo
era acomodar á los asistentes se-
pan sa rango y dignidad. Esta
distinción ñola habia sino en los
jneíios escénicos-, pues en el
Circo cada uno se colocaba al
acaso y sin ninguna distinción ni
preferenria. Cuando en el año
608, L. Mumnio destruyó á Co-
rínio, trasladó á Roma los restos
de su teatro, á fin de embellecer
los juegos que debían añadir un
lírillo á su triunfo .Paraempiear
de una manera conveniente a-
que I los magníficos restos, se cons-
truyó UD teatro. Las decoracio-
nes que le embellecian recorda-
ban la elegancia griega.
Ai bajarse el telón del teatro
se anunciaba á los espectadores
el nombre de los actores y elpa-
{>elque cada uno debia llenar, y
al punto la pieza se principiaba.
En los teatros griegos era cos-
tumbre el hacer entrar en su
construcción grandes vasos de
bi once que servían para llevar
la voz hasta lasestremidides del
edificio; pero los romanos pre*
firieron á este medio, que se»
gun ellos desnaturalizaba el ór-
gano del actor, un tocador d«
fiaula que soslenia su voz cuan-
do se iba debilitando, ó que lf>
atraía á tonos mas bajos cuando
se estraviaba; y servia este flau*»
tisla también para dar la ento-
nación al nuevo actor que en-
traba en escena.
A veces sucedía que en un en-
treacto ó en el espacio deunai
pieza á otra, algunos espectado-
res sacaban palomos de su se-
no, y después de haberles atado
un pápela la pata» los lanzaban
al aire» y can (os aplausos de la
multitud traspasaban el teatro^
con lo cual no hay necesidad da
decir que estos ediíicias na esta-
l)«n cubiertos. Aquellos palo-
mos que se arrajaban al aire,
eran correos que algunos mari-
dos enviaban á sus mujeras cuan*
do el espectáculo se prolongaba
mas de lo ordinario.
{ ;eobi
91»
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'!.^ i^ i
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m
:'.'• .I. '■.•.:.■■>/■■,»
CAPITULO <VIIL
dl¿, ele. ' ••; .''.'*.-.*.': •,'. . .
V amos i Ttir icomo «m pueblo
iiácienl^efttratt](Mtiá4Dda eifiecfe
dé )deiMra,viiiteoló rtaolmflr iMia
4elasaM griadM <lifletiifMto6
aet telvili£a)4as> I iitflU qué |>iiiir
fto seíécircarM ifcsii objeto. Bá^
fóQlodfóálMraiMiiMitM. pri-
-oicHs BoekMMA.tdé 'U diviaton
del tiempo. Deauüladb péraptcto
4nra oo «oeocer m jnfluencía
eóbre m^íf^rlm eft que el Jeaio
«ismo quiere ter. teaienido por
^Bt Unpk, Bérle ^ obtefvaeior
-aes, pensó inatf bien en eelMia*
ijer le pri«ieni«eceiidad de ana
aecieded paoteoM^ qM en llegar
á «na ésacttittd rígotosa, dejan-
jdoá la esperieneia fOir^iH* k»
erroret qoe éi no' Jbabia podido
.e^itafé Dividid el aBo et diez
oesea» €onÉuattde el prjmeit)
-eli el fKinel* dia de nárw,r y e^
Mil eher neti y ftflaettte de lr«iiiuá
41 treinia ]^rnA>diaiv llampo, pre^
^inide4^i^.tnipieebii elMitOo
Tolfer^l mismo puto dd qi^
s#nte« Rómnlo cooocfa) el mqr
m^nto la jiiesa€4it9d de^toe&k-
<^l^ T Vliao qoe se aftadieseíii
eedaifioisi ntWMiiod^iaa ¡Mr
eeserio^ para qoe el peiei^rQ 4f 1
ilOo cetreafioiHlieee pwtt^ntt^
mee^ M mtvmo peolpid^^e^^.
Nuqm dii4iiU(|ef!y9f^4lMWq«-
dBo(ese«d4s.mA^$'i|ffq IImiíí
e^em y fflbríiroi frMjCAlA«4ffit«i
del meada ea4ur«axM(aM)#Si(}iB|^
el eAocpmeniMdqt fliuM^ql^
el primero d*i6qeir^.#pflíipp©}v-
driajdl^doce miisef^ ei f cÚOí^
del cual teodrie v#ie4ifl««ve|iiae,
et$egoiid« v^iqtiocAko.jiioeptfos
üitarneUrMaente Arei^Mií y. uno
y vekiiirtaeyfl, e^^pio afftí««»*
Are Umbien4f ?eiAHf«eYjB» £1
ai^eotoo^^ fil^ en an totaildid
detreacieiHof eine^ente jr eiaw
4iat« Esjle fdmpuio, mea OMeto
que el eolerior, epa toduvia- 4e-
Ce^tpow: CRQociAfiqMa^ falt^a^
.flMi%dMi^4bi« pera compfM*
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92
HlSTOniA
der la revolución solar, y se re-
medió esta falta intercalando un
mes de veintidós días al fin de
cada dos años, y después de los
dos siguientes, otro de veintitrés
dias. Este mes suplementario
fué llamado iferAedontus en o-
nor de la diosa Merkedona, pro-
tectora del comercio, á la cual
se consagró.
De estos años designados, el
termino medio era de trescien-
tos sesenta y seis dias y un cuar-
to. Habían traspasado mas allá
del objeto^ y para volver á él,
dispusieron que en vezdeañadír
veintitrés dias á cada ocho años,
se añadiesen solamente quin-
ce, lo que llevó porúltimo el año
al térmiio preciso de trescien-
tos sesenta y cincodías y un cuar-
to. El gran pontífice fué encar-
gado especialmente de velar en
' el mantenimiento del calenda-
rio, y de hacer conocer sus épo-
cas al pueblo romano. Arbitros
de la duración del año, se les
vio prolongarlo ó acortarlo por
consideraciones puramente per-
sonales, y arreglar la marcha
del tiempo por las operaciones
de la política. Otros, sin permi-
tirse infracciones tan graves, a-
vaflzabnn ó retardaban , según
su voluntad^ las asambleas que
debian ^erifí6a^se en dias fijos;
áe manera que los errores se au-
mentaron y hubo en el calenda-
rio gran desorden hasta que lo
arregló Julio César.
Para hacer conocer al pueblo
el número de años transcurri-
dos, iinajinaron fijar toilos los
años un clavo al lado derecho
del altar en el templo de Júpi-
ter; pero en adelante, habiendo
cesado la ignorancia que hizo
necesario este método, se coi)-
virtió en ceremonia relijiosa pa-
ra alejar las calamidades públi-
cas. El onor de clavar el c/ai?o
sagrado se concedió primero al
pretor, después á los cónsules, y
en ñn, al dictador nombrado ú-
nicamente para este objeto^ en
laá críticas circunstancias que
tantas veces amenazaron la ec*
sistencia de Roma.
Cada mes se $ul)dividía en
tres partes desiguales, que se Ua»
baban calendas, nonas é idus* Las
calendas correspondían al pri-
mer dia de cada mes, y com-
prendían on cierto número de
dias tomados del mes preceden-
te. Las nonas seguían á las ca-
lendas^ y eran de seis dias para
los mesi^s que traían treinta y
uno, y de cuatro para los demás.
Los idus venían ocho días des-
pués de las nonas. Los dias res-
tantes se añadían á las Ciiieiidas
del mes siguiente, y cada una
de estas tres divisiones se con*-
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mvfHAi
'89
lo.
Pongamuf in «J^mplo. El 1.^
4e llano era «1 éia ám las caNiK
iha 4é osle owk. El SR4e «ekre-
«^M^élaagmido de !•§ aalen**
:éaa4aoiarap»el9!7 ora el Ur^
ooto» el SG^I edarto^ j $ñt aoco*
aíramMijtoi.liaala el 13, primer
dk 46 hM idas de lebrarq; el 13
eraolaegoAdode losiétttdefe*
b^ero^^ ll-era eHeraere* y del
nlfloianiodolmla el 5^ qae ra*
•ia d iirioierdia de latoouas de
febrera;: el 4. era el segaodo» el
3 «8 el terafro^el i era el eitar-r
lo, j el 1«^ de fobrero era el pri»
mero de las: calendas de eSAe
«es^ 1^ el Damero de dias qtie
debiaor fomarJas caleodas de
febrero sé kimaba» atrás sobra
el fliesde^enerD.
fie éste modo, los idos erao
eoHlanleiMste'deoelio diasijr
caiaa el 13 del mes si esto tenia
veinlfRuera dias, y. el 15> si te-
ola iraleta y uno. Llamábaseles
asi del verbo e«rurlo4<iimrs, ^iie
sigiúAea dividir, porque di vi*
dian el i mes eaitos partes east
iguálese <
Las aouas eraa ilexuatro dias,
si el mes teaia Teiiilinueve, y de
seis sr leiiia ireiala y «oo; y por
coaslguieiite eramel&óell der
eada mesL Too^abao se oombre
de la palabra lattea fiobi«f» no-^
Teiie^ porqve teniadlÉuetq dias
de iotonrato delde etpfteerode
los idosi !
Las raleodas comprandlaii el
rallo del mes, loosaado siémprf
el tüttlodel mes que. iba á se*
giiir, y coQclulaoel día és los
idus del mes precedeolo.
Esta manera de eompotar por
oaa marcha retrógrada, el tiem-
po qtw siempra adeleoia, pera-'
ce muy estrada desde luego, f
eoesta trabajo comproeder que
elsiguieete diadel primero de
las calendas, ftieseel cuento de
las ooeas. La raaoo de esto, se-^
gen la opinión de un historia-^
dor^ es que lodos los pueBloar do*
taban de una época Hegfcda ya/
y al contrario los romanos» áé
ena época veoiderayqtteespe<i¿
raban. Así el dia 1.^ de^ marzo,,
siendo el primera dcf las raleón
das de este mes, al li de febre^^
ro se hubiera llamado eideei*
meseslo dia aptesdelascaleo-i^
das, al siguieale se. hubiera lla^
medo el deeimoqeinto^at otra
el decimoeearto,-eto^ y por uoai
especie de abreTiatojta, pfe^opia:
del Jeniode la lengua latina^ en.
ves de decir UU . diú anU$ de ios <
ealendoB, se hubiera dicho sim^
plómenle kU áia de itm talenias.
Esta esputación se esliendo á.
los idas como á las noMS} y pa«»i
rece anunciar ai pueblo .mas. o«»
copadp. d.eL porvenir que del
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inrroRiA
tiempo qqe pa^ó; Me$ como (i«^
bian ser los primeros romíuios.
Cüda dta de las calend»s, los
pontífices llamaban el pueblo
al capitolio y allí publicaban
en alia voz, el numere de los
dins de calendas , la época de los
idus, la duración de las nonas,
y ÍJis obtigacijues del pueblo
durnnle el mes. La palabra Ca*
iemle viene de calare que signi-
íica |»roclamar. El conorimíenlo
de los tiempos y el destino ú^i
rada dia, forman lo que ius m-
nianos llamaban fastos. Los pon-
tíüces tenían ellos solos el secre-
to; ya hemos visto como el edil
cúrul Flavio lo hizo público.
Desde aquel tiempo, los fastos
grabados sobre una columna de
bronce, estaban al alcanée de to«
dos los ciudadanos, sin que los
pontífices tuviesen necesidad de
instruirse en ellos. Las princi-
pales ceremonias que estaban in-
dicadas porel calendario se lla-
maban f$rim stativw, fiestas in-
móviles, porque volvían en días
fijos. Las otras menos importan-
tes^ se anunciaban en cada curia
por un gritador público ó prego-
nero.
Aunque las calendas de cada
mesestuviesen consagradas á Ju-
no, el primer día de enero se de-
dicaba particularmente á Jano,
cuyo nombre llevaba. Ofrecíase-
le una torta llamada januafj ha
cha de higos, de dátiles y ]c(*h1^
cuya dulzura espresaba un feliz
agüero. Todo el día se consagra-
ba á los placeres y regocijos pú^
blicos, pues se suponía que el
resto del año había de resentirse
de las disposiciones en que esta-
btin al principiarlo. Los romanos
se hacían en semejante época
muchas visitas y sd enviaban
pequeños presentes llamados
sirenm. Los artesanos trazaban
sus obras, indicando por este li-
jero trabajo el uso que contaban
hacer de su tiempo. Había gran
cuidado en no dejar escapar
ninguna palabra de que se pudie*
se sacar un mal presajío*, y en es-
te mismodia tomaban los cónsu-
les posesión de su empleo después
de haber sacrificado en el capi-
tolio dos toros blancos que nun<f
ca hubiesen sufrido el yugo.
El 9 venían las agonales^
fiestas muy antiguas instituidas
en onor de Jano, bajo el nombre
de Agonías (dios que también
presidia á los negocios). En estas
fiestas el rey de los sacrificios o-
frecía la víctima de un car-
nero. >
El 11 se celebraban lascar-»
mentales, instituidas en memo-,
ría de Carmenta, profetisa, ma-
dr« de Evandro^ rey d^ Ita-
lia, que daba sus oráculos en
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átt>rifti4fiiftr'él^5 y le Mra&bim
eiMÍAirf éoh^ÁftftrA^ g Éúpnér\ t^v^pmir^.
WMm*H«inlM(h"ftftir«^:*^l¿Q los
Mué^^he^H'loá lóéaHiM^eá de
flauta c«6r^M fior Té dadad vet^.
thhftá^é nrtlfjeri • ' ■
itraattar^s; jr eo «rietüi^/ se
e6l«brMftfi*pit Iba tóMpie^^ lana-
pío verdadero de t/hftfdftrtoidari
Kl t5 rnfofit kñs4$ip€teM¡m, es
que ffeaacrificato üm tmUm ud
*oaPfl«.
El 17 ae>ceiébrabtti>ílat9fiírt«'
vmks instUiiiáafl. por* Naim»^ m«é
oivor de Qoirino^Húmllla. LJa«i
f/nna, t^ra -^ü^tM^er el Jí^rmcnr ; mábaaelH vulgar«íiMte.to fie$ía
i^to$loeim, porqoe toa qae h»^
biinomiUil»^r olvido j6 igoo«»
raaeia ja ll•^U «unribto de Jaa
famaeales. ó fieata de i ioa^raos^
qae«a baci* eobndb» «e.ioalaba
eHrí^o, aaierMIaAad 'á Qslríim
p«rh eafíiar ao faítai ' ^'h i' .
Bh 19 vevln UnMm 4qI
dichoso ée 4u9 siembraa eorrfiíi*«
das á la tteft^ftt. El 27 e^teb» de^
dk-Hdo á <:ástoi* y a P61t«t.
£1 SI , •eélel^«1»a etiAi eiial
efi au easíi^^liÉ Ñeslb'de fos dfó^
aes F^énáie$^ <A^df vkiMade^ pi^i»*:
lé^eiarifs'dV fia fiíniñkia , y t»¿
nocesatrib^ (lteitM$eAÍrk>i He lo»
JLtfres; jtuésMi |m>pidinente lui ,/tr,mé»;^mú ^Éorde toií maneai
nKnl€<8 de lof^^iiitigaos. | E«i«*i<MOi<m«y iuitigttii Alé daa«^
Febt^o' e^áb« b^j& lá |>ró- ¡ «ttldifda *por Inafeho «ttonipc^ M
tecctoo dé ÑéjptMty. Eaie méí^ pelle«aMital»ehida4,'yidic«a
éfá'ifé^tMado á lossacrtQcioa'es-
phitoHos; Y^athi Ubleúer de %»
dioses et|)^fdbti de tas faltas 4tte
el pueblo toáíártio babia (lodidití
cometer en él dtScttrso d^i afto/
que eti otro *lfémpó^acabAW ti
pHmer "día dé este mes. Lói
tiStúhiókkxJti^Mú» en ^t c«t¿d-
darlo uo alleraiH)tie( óMeb Hdéi
las cerémpiilaa^i'érHJios'as.
En los idtts dé febrero, irenfM'
laS llestaii dé f aimá^ eh'V^ elai-
dad se veriflcabaa eo ui^Ü jat4
[ que frvMiiba 'saMréi ÍNiasepul^
caos las ieaibrají id0l>s.inü«ri€>a
MÍw^UMlfr^ MillldiHi oapftDloeoaf
fmt kiifuoUeiptttabta'ierte las
^ El MtoreaHi'dw^nilaiá loé
roBnqnqa^y Uenabaieliwiifim) diat
fñfg^íj^liijráinienfroettmU^^ lU
kerlaé^que' 'CüttrigOierodj nrio^
jMrel# éai *Roéia á ''Dirqsiod, >r
desiruyeodo !• ^iguldadJ réoL
í. n 'h- . ..\; - "i :í
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96
HISTOBTA
El 27 se cetebrahan \n$ equi^
ñas, ó fiestas íie carreras de ca-
ballus, inslituidas por Rumulo
en onor de Marle.
Kl mes de marzo estaba con-
sagrado á las mayores solcm-
Didades: este mes abría el a-
ño ; tos hombres cousagraban
sus primicias á los dioses que
les habían concedido el benefi-
cio (le ellas. Por una eslravagan-
cia que no se puede esplicar, es-
te mes que llevaba el nombre
de la divinidad querida do los
romanos, estaba bajo la protec-
ción de Minerva.
En las calendas de marzo se
encendia el. nuevo fuego sobre
el altar de Vesta. Se renovaban
los ramos de laurel que rodea-
ban los hazes de los lictores, j
los que decoraban la puerta de
los ílamtnes y la del rey de los
sacrincíos. Se celebraban las
Ancilia$ ó fiestas de los escudos
sagrados. En el mismo día se
verificaban las Matronales, ob-
servadas relijiosamente por las
madres de familias, en memoria
de que en semejante época, las
sabinas, arrebatadas de su pue-
blo, restablecieron la paz entre
sus padres y sus esposos. Los
maridos en este día hacían re-
galos á sus mujeres.
El 15 estaba dedicado á vln-
na Perenna. Era esta , según
se dice, una mujer que llevó a-
timentos al pueblo romano, du-
rante su retirada al monte Sa-
grado, y que la erijieron en di-
vinidad. Se celebraba su fiesta
en las orillas del Tíber, con dan-
zas y juegos en que las jóvenes
cantaban versos muy libres que
sin duda no comprendían. ^
El 17 venían las liberafes
ó fiestas de Baco. Aunque en
ellas se entregaban á toda es-
pecie de diversiones, se obser-
vaba una decencia que contras-
taba con las bacanales licencio-
sas de los griegos. Las mujeres
eran las que hacían las ceremo-
nias. Vélaselas coronadas de ye-^
dra, sentadas á la puerta de lo&
templos ; delante de sí tenían
grandes ánforas llenas de una
mezcla de vino y miel, é ¡nvi*
taban á los pasajeros á que hi-
ciesen libaciones á Baco.
Las l¿berale$ so llamabaa
también así porque en aquella
época los jóvenes tomaban la ro-
pa viril y quedaban libres de los
deberes de la infancia-, y tam*
bien del sobrenombre de Liber
que los romanos daban á Baco ^
en razón de la libertad que ins-
piraba aquel Dios.
El 19 se celebraban las quin-
quatrias en onor de Minerva.
Duraban cinco días como lo in-»
dica su nombre: el primero es^
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MUJ^HA^
tsr
teta «PMUgradt á l«s pkiMrei
iooeeiiles, porjfue se lé iiikM»ft
edmo e( aoiversario del iieei*
miento de le diosa. Los o|lroe
cuatro se eropleabao ea los jue^
^M del circo y en los coosbates
de los ghidíadores, diversioMS
que creiao agradables k una di-
iriuidad que presidia i lag«erra«
El últioip día de estes fiestes, se
purifica bao con el sacrificio de
un cordero ; agua lusbral» las
trompetas que serviaa para las
ceremonias sagradas; este fteste
se llamaba iubUusírium.
En fin el 25 Yanten tes HUñ^
rjofenonordela madre de los
dioses, y eran consagradas ente*
ramente 4 la alegrte, fagun la
significación de este palabra. En
este época desaparecían todas
laasefiales de Iqto, y se suspen*
dian las ceremonias fúnebres.
Paseftbase por las calles la ea*
tátoa de Cibeles; cada uno bapia
Uevar delante de ella lo que te»
nia de mas precioso, y en fin para
aitedir brUlo k los pteceres ddl
pueblo^ se permitía i cada uno
Itevar las insignias de todaí
las dignidades. Liclor^s finjidos
marcbaban delante de 4nJidos
cónsules, un falso pretor subte
al tribunal, y supuestas véateles
ae prepealaban en loa pandes fér^
bucos.
Abril estiÁa consap^ado i Ve^
WMD Xllt.
nim* La i&p9ca mas briUaiaa del
afio debia dedicarse á la mai^
amable de las divinidades. £15
se celebraban los juegos JUsgoía»
$io$, d grandes Juegos en onor
de los grandes dioses, j partica^
termente.4e Cibeles, llamada la
gran diosa. Lu damas romanas
danzaban en ellas delante de loa
alteres; y no era permitido i loa
esclavos asistirá estes ceremo*
nias, i escepcion de algunos ea^
clavos frijios cuya presencte re*
cordaba el or^f n de on caito
estrafio por mucbo tiempo en
Eoma.
El 10 se aotemniuban las fies»
tes de Cares, euyes ceremontes
bacten Us mujeres vestidas de
blanco. EscloiasedeeUaa i toda
persona vestida de loto. Coén*
tase con nste motivo qne despiea
d9 U batalla de Gannas, lenien^
do todas las familiu pérdidas qoe,
deplorar, trasladaron estes Bes*
tas al ate sigutente. Las e$rmlm
duraban ocbo (Hai^ y entreten»
to no se tomaba alimento haate
después de puesto el sol, coaao
dicen lo babia becho Cérea boa^
cando i su bija Proserpina; y á
consecuencia de #ste imitaelon
corrían durante te nocbe por
todaladodad con ácima encen^
El 25 se badán aacríficios al
dios Róbigo pare prcMrvar i
13
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M
■ÜtOlU
los trigos dií fa niebla, ó, aáobli»
de las mies^s.
Cn fio, el 98 iH*ifielpÍaban los
ftdralei que tforaban el. resto del
mes. Si^oo onos, estas fiestas
fueron fnsttttiidas por orden de
los oréenlos sibilinos en onor de
la diosa Flora, qne corresponde
á h Cloris de los griegos» y te-
nían por objeto obtener el feíl^
rfesnitatfo'de la floreseencia de
los átbdles. Segnn otros, nna
cortesana Ihmada Lttrwítia y
mas donoeida- bajo el nombre
de Plora, habiendo dejado en sa
testamento bienes Inmensos al
pueblo romano, se Instituyeron
estiS'ifiesfes en so memoria. Té
•o otra parte hemos dieho la
dliolncfon 4ve earaeteritaba á
estos Jnegea.
Mayo estaba bajo la proteo*
etoft de Apolo. El 1.^ de este
nes las damas remanas eon las
▼estales á sn eabeza^ hacían en la
^sa del soberano pontífice un
saerMelo á la buena diosa, por
la saínA del pueblo; no era per<^
mitido asistir á loi^ hombres, y
aun se Telaban las estatuas del
jénero maseullno.
El 2se cel^raban tas eompu
UUÍoij en onor de los dioses * ta*
res. Estas fiestas tomaban sn
nombre de la palabra latina qne
significa ^n4frueíjadñSj dtl sitio
en que se hacian las ceremonias.
Asegérase qne ^n tiempo de tos
reyes, se sacrificaban víctimas
humanas, y qne este uso odioso
se abolió en tiempo de la repú**
blira.
El 9 venia la ceremonia de las
/amtirtai ó fiestas instituidas pa* ,
ra aplacar his sombras y fnotas^*^
mas de los muertos y ol^tener e(
reposo de ios vivos. E*«ta fiedla
Idgubre, fné loslituida por Ró^
mnlo, á quien el arrepeutimien*
lo de haber matado á su herma«*
no arraneó este vana espiecioo.
Los sacrificios que se hacían en
aquella ocasión, iban acompaia-
doi de eirconstandas misterio*.
sas que indicaban «O alma tur*
bada por los remordimientos.
Dorante et mes de muyo etita^
ban casarse, porque creian que
los lazos C(^|raidas en aquella
época eran retajados por la si«
Qlestra tetiuencía de las t$mu^
ríos.
En loe idus de mayo tenia
lugar la singular ceremonia de
los Arftvos, en que las vesla«»
les acompasadas de los pontí*
fices arrojaban a4 Tíber desde el
puente Sublicio treinta figuras de
jimia. En otro tiempo, p2«re¿e
que los groseros habitantes del
¿aefo arrojaban al Tfber vfcti»
humanas en onor de .S/ieur*
no. Hércules los ahügó á r^un^
ciará estos sacrificios bárbaros
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wmáju.
M
jr fwnnHió úoiBMieiila su tlrtui-
iMm. A «su trs4kiofr dudosa
pcren que aludte la tfesla da los
ArJIvM (1).
El miswo dia loé iMfcaderas^
sacríBcatMio i Mareurio» so pa«
trooo» coo los rUos 4u* b erao
propios.
Junio estaba bajo 1á protec-
ción *é Mercurio. Abríase por
ouairo Restas á la vex: la de /•»
M Jíotola» la de la Tmpmiaé,
la de Marit j la de la diosa V^r-
«a, que presidia i loa quicios de
las .^uerlas^ y ochaba de ellas
los malos wpiritua» é la cual se
ofrei4aB en sacriicio pacbos de
arioá de abaa con tocino.
El 7 los pescadores daban al
pueblo sobre el Tíber el espee-
tiicvlo de tos juegos püíanlortof .
El mismo diese bacia la fles*
la del dios M^tite, 6 tí entendi*
miento. Los l*omanoa erijiepon
en dtnnidad esta preciosa facuh
taddrialma»y le«diAcaron m
templo cerca del capitolio.
El 9 llegaban las v$$iaUm.
Llevábanse al templo de Veste
los manjares mas deHcadosr las
matronas romanas iban i él con
sos mejores adornos; de alU al
capitolio» en donde babia levnn*
tado un altar á Júpiter Pisto» es
(i) DiovMio oa HAUSáaaAic^ li-
bro I, cap. TÍU.
decir, protector de los finnes»
Estedia era #1 de loa panaderos.
El 11 cacaba dedicado é la 6on.
epriia . divinidad augusta que
loa romapMM adoraban alo cono-
cer. En este mismo diaee cele«
brabanlasaMlroíssii •estas de
la madraJfeiule. A ellas no n^
oodian aiao las madrea de famU
lia; y aelo se admiOa á vna et«
dafn fse despedían df spnea de
bafceriedndouftmero bofetón»
para recordar los lelosde Ino
contra una esclava amada de su
marido. Las mujeres no hadan
votoaá la diosa aino per los hi-
jos desnaheroianoS^ó hermanas»
y nnnca por h4 suyos propios»
por teaiior de atraer sobre ellos
la suerte de los lilíosde too.
El 15 se barría el tefli|dade
Veste» y lea barredf|fes.ae.erro«*
jaban al liber con fren osre-
monia.
JuUo (tmkuUü) eiUba bajo
la protección deiáptter» En Jas
calendan se acababan las vifas
para lascases^
El 4 se celebcaba la fieata de
la Farímta Femenina» inatitnida
con motivo de la victoria que
akansaroaVeturia y Volumnia
aobre la justa ira de Coriolano»
dispuesto á inmolar á Boma á
su vengansa*
El 5 comensaban loa juegos
Apolinares: se verificaban en el
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fOO HWTMtA
circo y éü el teatro bajo la áU
reccioo M pretor. El 7 -reaian
las npretínas, & las fiestas de
las . criadas; Cuéntase que ana
escIsTa ttamida Phitoiti , ha*
hiendo pasado- con siis coaspa-
iteras Hl éaoipaAimto de los €K
nemigds qoe cerraban la cfii^
dad de Roma, subió sobre una
higuera salvaje tf cabraifo(c««
prifiewj, para dará los ranaoos
la señal del ataque» y los en^mi*
(TOS- fueron estermlnados. Dtdse
la libertad á PMtotis y A tas que
la babian seguido; y para con*
serrar la memoria de tt^e acón-
teciraietto, se fnstitiiyetoo las
Bonas aoprof fiMis ó de la bfguera.
En esta época las criadas baclan
pequefios regalos á sus sefioras, y
eomian con ellas Tuera de la du-
dad deiM4o|e higueras s^WaJes.
Bt l^era un dia funesto^ con-
memoración de aquel en que el
ejército tomano fné destruido
por los galos en las ritieras del
AHa, boy OomtMla ó rio de Afoso.
De modo que quedó como pro*
térbto de un snceso {nfeliiel
decir? AUen$i$ die$, pugna.
El 93 se celebraban las neptw-
fittiaSf construyendo én 4as ori-^
lias del Tfber barracas debajo
de lar cuales pasaban el día
en placeres tranqqilos.
Agosto (iemtílii) estaba con*
sagrado á Cérea.
Bt 10 las muferes embaraai*
das sacrifi^ban á Opijena, divi*
nldad aosiiiadora. En la misma
época se ofrecia á Cores vino f
mM, y los días siguientes se in -
mfolaban perros rubios á la Ca«
nfcola, para alejar la influencia
de las enfermedades que entoo*
ces reinaban*
El 17 se celebraban las pñr^
íumnitím, ó ñt<^i de Portunmo,
dhrinidad de los puertos. ' .
Et tS se eelebraban ía$ eon*^
$uaU$ en onor del dios de los
eonseJ^Mi, llamado Conso. Bajo
esté titulo se invocaba á Neplo«
no. Eialtar sobre el que se ha«
cia el sacrificio en e^a ocaslcm
estaba debajo de tierra, pura es*
prestar que los conse|oi deben
ser secretos. Dorante la cele*
bracion de lus Juegos consuales
foé cuando los romonos roba^
ron á laa sabinas (1). Esta fiesta
fué institalda por los árcadei
eempafieros de Evandro, en onor
de Neptuno Rippíano. Para re^
cordar este orijen» los caballoa
y laa molaa no trabajaban dó^
rante estas fiestaa^ y se les po<»
nian coronas de fiores (2).
Loa idus de seo^Ktti estaban
consagrados i Diana. Las muje^
(1) Tm Lino. Década I, r.b. l.
(2) DiMme mi Haucamaso^ Üb, I«
CSp.VI|»
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res stfHao d« RndM con «na to-
lotehae»h«Mia7 w dirjlüii
al bos^aede Arichi, cérea 4« AU
bú, en doode esta diosa era - téo*
rada inriiettiaraieiite. Eo este
ntaúo^ia nadó Seririo Talio y
te estableció QM^Ce^ta paira tos
esclavos ea memoria de este rey
aneldo en la esclavltod.
El 19 se celebraba por fodd
el LackrlaseimiNasr^icfls, ios*
tltnidas en onor de Júpifer, á
qnienae hacían libaoioaes con
▼inontiafro.
El 23 sesolemnlaabanlasimf»
eamtfes ó fiestas de Yulcaao^ j
romo dios del ftiego^ se* quetoa^
ban Tíc timas en su onor.
Setiembre estaba bajo la pro-
tección de Ynloano.
Et4 principiaban^ los ^randss
/«ages ó/nf^os roaiotiof y esta-
ban CMisagra^M á las tres gran-
des deidades Júpiter; Joño y
Minerva. En loa primeros tiem-
pos de Boma se eeflebréban en
nna isto del TIber; y Inego qne
Tarqnino el antiguo hiio el gran
circa^ se ejecutaron en él coa el
nombre de /nejaos eirc§m$$. En
ellos se daba al {niebla romano
el espectáculo de las carreras de
carros y de las de á caballo^ de á
pie y de otros moebos ejercicios.
Et a<> se celebraba- el naci-
miento de Rómolo.
El 30 venían las aisdilrítia/ei
maiasA* foi
en onoe de Jtfaiftfrjiío, dtoai de
U medieina, durante laa enales
se1)eUB vino dnlce qva ereian
proveaboso á la salud.
Odtubreeslabarhaj0la protéc-
cioa de Marta.
El 15 aa spcriioaba al dio»
Marte uneabaHo, llamado el ca*
battn de Oelnbre« BsU «aremos
nia parece^que atedia al«abaMo
de Trova. •
Novlembraofliba dadioadO'á
Diana, f an las calendaade esto
se renovaban^los Jm^os del
El 9 se badao^aari Aaioa á Be-
eo, para darle gracias -por los
presentes qoe babia beaba A loa
bombraa.
El 15i VMian loa jMgos plebe*
yos, lasUtnldas an* memoria de
larecoattliaidan qna bnbo entre
loados órdenes dM estado, des*
pnes de la réíiradadel pueblo al
monte ¡Sagrnla. Iioa ediles pie»
bayos tantán la dlreaoion de es*
tos Juegos, que se hacían en el
circo y dnraban tres dias.
En los idus se ofrecia i Jdpi-
ter «n el capIMIo el festín so»
lamaa^ llanÉado Epmíum. Los sa*
oerdoles^ apnloDeslo.anunciabsa
la víspera en términos que co*
rrespondian bien poco á la dig*
nidad del obJelo<^
El 24ae celebraban las bru^
male$ en onor de Baco.
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103
BtsrmiA
Dii*íe*ihrtt estnim hH\o tu pro*
IMeion ám Yetlr. Bste mit «ata*
ba coaiaiinKlo'^oteriiiieiile á Im
placeras. Se tolenibatt toa jM-
go6 4e aür». proibidoa ao el res-
to del afio.Todo amocisbe la
alegría, todala toapiraba, y Ro-
aa oTraeia el eapaeláeolo de ana
grao caaa habitada, par um oms-
ma bmitia. P4ro estas fiestas
célebres llamadas saturaales, oo
priaeipiabaa propiamattta sino
el n* La víspera de astedia» lo^
muchachos lasaMiaciaba.i gri-
tando por jas calles h .Sodirfia-
üA. Las fiestas aa abrían con sa-
crificios á Satnrao, alas únalas
seMisliaaon U cabeía deaco-
bierla, porque declan qna el
tiempo lodasenbre todo. Lapri-
mera toy de esta fiaata^ y la me-
jor observada, era abandonar to*
do negocio páUico para no ocu-
parse sino de regocl|oa j fasti*
nes. Toda aparieneia da servi**
dumbra se desterraba; los esela^
vos goiabaa de todas loa dere*
cbosde la libertad^ oomlaa en
la mesa con sus aaM>s, podían
aun dirijirles burlas inocaatas»
y en fin ^ ' en aquellos dias de
prestijios, todo recordaba las
maravillas de la edad de oro^ de
aquel tiempo quimérico «n que
se esfuerza en creer la imajina*
don cuando la reflaesion lo des-
truye-
Al fin de tos saturoalaa i te
catobraban tos SfMi/úit en 4hioi(
de la diosa Opk, élpoaa 4b Sa^
turao«
El ai vealatt toa (m^tifgte
instituidas en memoria de Acea
L«reotii^ oodrlaa de Bóteitlo f
Kemo.
El 21 sa solamniíaba la fiesla
de iinjfsrotia> divinidad del si-
lencio. Tenia la boea pegada y
seltoda. Su euHo aludía á un
nombra que no era parmitidu
pronunciar, y dicese qne era el
antiguo nombre de Koma» &ntes
que Rómulo to hubiera impues*
toel suyo. Los libros sibilinos
proibieron usarlo Jamás (1).
Bo fin, el 24 comentaban los
juegos que duraban oebo dtos
enteros; y aquel pueblo» Cavare*
cido del cielo terminaba el afta
con los placares* que lo^ haMan
comenzado.
No eotraremoa en el detaUe
de tos fiestas euya época no es»
taba fijada por el caleüdarto.
Las mas notables eran las farias
toUnas, Instituidas por Tarqoiio
el Soberbio; el cónsul tos anno<*
ciaba para tal dia, según su vo-
kintad y estaba oMigado i asis«*
tir á ellaa. Estas fiestas se cela«
brabanconunaesactitod escru*'
puloaa. La mas UJara ondsioo
(i) Pttamtlib.III,cap.v.
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kiitfttia pér% hm&t^tmn pria-
éipiaten de mievo.
Después de beber reemrida
el efreilo del eOo, es eieMtler
conocer U diférenete^ loi diae
de qoe se compoeia^ y el^ oso á
qae eslebM ^éiUnüdoe^ Las iKes
de flesla eslebeo eonsegredes i
los dioses, ya psra b#eer sacrU
fieios, ye para celebrar Joegos en
su onorv pasárbanse en diTersio^
nes f en festines, y se les nom-
braba dias nefmt^. Los demás
ilestioidos el trabajo se llame-
han días folies? estos se dividían
en tres clases. Primera, losfoilof
proplameotedichosqoe se em«
pleabaa en los negocios civiles.
Segnndtt, loe /inloe afUiHdras,
durante los énaJes ee tacaba en
tcMla clase de trabafo basta el
mismo dia, y el resto se coBsa<>
(traba k los ejercicios de reliffon.
Tercera, los fa$to$po€tériare$, en
que la mañana estaba ocupada
y la tarde libre.
Además de esta distinción ha-
bía dias negros 6 desgraciados^
durante los cuales se suspendía
todo negocio. Si uae grande ca-
lamidad liabia acontecido al es-
tado, %\ uh crimen interesaba á
la salud pública, el día en que
esto sucedía se miraba como
día funesto, y se marcaba eu el
calendario con una piedra ne-
gra, para perpetuar su recuerdo
ífíi
é Implofer el>perdei^de los dio-
ses en loe dias eaifarierios» Loe
dias feUees» por el coatririo* es-
tabea mercedes eoo érela é pie*
dcaealUe bleace^^nvckos esU<-
bao puestos ea el f ewgo de las
fiestas; losotros mepoeooteblea
eapresaliaa ua agftero relift« y se
leselejta pareefipreader las ca-
ses imporiaetes.
DescendieodoeQre á aMiebet
peqoeAes divisiones» es meoee*
ter decir cómo t^s rooumos di«
vUiaael 4la. Ellos aocoaocie-
roa por mucbo tiempo sino le
seüdey puaste4elsol; las leyes
de las Doce labias ao mencio«
nen ninguna dliF.isioa mas astea-
se* En 477» Papirio Cursor colo-
có sobre la ípclvida del ^mplo
de Quiríao ua aieridi#no qu^ di-
vidió la tPtalHU4i4el 4ie eo dos
parteiigcuMes^y bien pronto es-
te mismo iuiitrumeato perfec*
clonado, les sirvió para dividir-
lo en doce boras (1), priucipian-
do la primera á la si^lida del sol^
y concluyendo la última al ocul-
tarse este astro, cualesquiera
que fuesen además las desigual-
dades de las estaciones. I)e esto
resultalMín horas mas lar,;as du-
(i) Al liabUr Pliuio ét Um relpíet
de lol, dice seucillftinetite: ''sin embarga
«ciuiido el iieinpo ttiabí cabíerto, Ut
»líorat ^aedAb«a incterUi.'* Lib. Vil,
cap. AltiiBO.
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104 «ftTMia
rfinte Úí^ MiáS A$l «Ho, y se
fes llamaba horm é$ serano, j
otras mas cdrtas dorante la e^-^
taciOQ, f %% las Kamaba kúra$
de intiémo. klá en unas como
en otras, la hora sesta mareaba
lamitad del día. Las horas de la
noche se contaban igñalmenle
tornero» 4e ioetriegesel Mo'del
clepsidro, j se servían de él
prindpaloíieéile en los campa-
mebtos para dividir las v^ilias
con mas ésacUtod.
E» el interior de ooa casa se
^dialingQian las diferesles épocas
del día por espresimies seneitias
desde ponerse el sol hasta saHr f y grecioaasy y qse recordaban
si dia siguiente, con la diferen-
cia de que sü lon]itild ó su bre-
vedad estaban en razón contra* \ menio en que cesaba de cantar,
las costumbres familiares. Tales
eran el canto del gallo» el mo-
ría de las del Ala.
El dia civil se dividía en coa-
tro partes que compreodian ca-
da tres horas , f se llamaban
prima, tenia, eesía y nana. La
noche se dividía también en
cuatro Intervalos iguales, lla-
mados viJUioi, en razón del em-
pleo que hadan de ellos los sol-
dados en el ejéreito; distinguían-
se en primera, segunda, tercera
y cuarta vijillas. Los romanos |lroi podras.
el crepúsculo^ el momento de
encender las laces> la hora del
descanso, la del silendo, etc.
Lüegoquelos romanos llega-
ron i conocer con bastante preci*
siop la marcha anuaidel sal, dte-
ron poca importancia al anrjsglo.
de su diau cuando se les pregue*
taba la razan de aquella indíAi*
rencia, se contentpbao con res-
ponder: Ad lo han qnerido nñj$$^
^fh.
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ItMAVAv
iOi
CAPITULO IX.
Tr#íi ▼iriU — Omi¿—é -^ MamaMNi át ím cmUv«b. ^ Cmm áe campo. — »
Jaráriict. — HflcrU*. — Frat#t. — Ugambro, «te — Btftot.— BdoBedat^
oro» de plata, de bronce, reales 6 ¡fBaíÍB»riat. — Iitc«Hat. — Bella» artes.— •
Cencías. — Asironomia.— Jcofaetria.— -Jeografia.— > Uistoría Mlaf»L
1 mAiB Ti«a. — comidas; — vx-
irünnioff ó URKTAD d^Ada a los
ncLATos. — La época marea-
da por los romanos comí» ona
segunda entrada á la Tidaera la
detosdiexisieleaftoi. Eolooces
se salla de la iafaacia y se en-
traba en el DÚmerode loa miem-
bros del estado, eoBtáodose ya el
Jóveo eatre sos defensores^. No
eoBOcieado basta alli mas que
la aetorídadfMiteirMí, laobedieo*-
da era sa áníca oMigfioa;. ao<*^
ra babia deberes mas imponen-
tes para él; la tos de la palriftae
hacia eacnebaí^ y do ira MJo aa^
miio ae convertía en an eioda'»
daño adicto.
Era u$9 m< ftoma qae loa bi«
jos de los senadores y de los . no^
bles tomasen la ptetaoUé á la e**
dad de trece afioa^ y aaaqne es«*
le vestido fuese una de las pro-
rogativas de loa graadaa ou^*
TOMO Xtll.
trados» era permitido llevarla á
stis hijos para q&% se presentasen
con decencia en et senado, ea
donde podían en ciertos casos
aeompaisará sus padres. Llova-^
han adem&s nn globo de oro^
snspendido ai cmlla^ llamado
bulla. E^e osa remeotaba ai
tiempo de Tal^ntéo el Antit^i
guo (1), cuyo hijo todavía Joven,
recibid de sn padve esta sefial
doonor, por haber matado i un
enemi|o en combate aingotarf
despneaae estendid á todos loa
Jévenes de distlocioo. Destrono
la hmtta; ae acoatambraba malea
presewativoa contra los malefl-
dos» y algnna véi se la daba la
foraaa de un coraeon, omblema
del valor. Bate adorno formaba
p«rte de la pompa triunfa^ sin
easbargo se le concedía á la Ju**
II
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nm
H10T41MJ
▼eñlud, y por medio ¿le este fa-
vor anticipado se la disponía á
merecer recompensas iejíUtna^-^
En fin, lle(;aba el diaen que. Iban
á desaparecer estas Frivolas se* f-4»«a rica posesión de campo
nales. La sencillez iba á suceder
al Fansto, y de la misma manera
que ta jóvett al tíiKr de lalnf^ii"»
fin cotisagraba su muñeca 'k
Venus, e.t jrtven ciudadano col-
gaba su bulla en un paraje se-
creto de la casa, consajzrándola á
los dioses lares. El joven era
duadiKJUa al tempUi de la, diosa
Juvmim^ prolectota de la juvea-
tud; y d^apuee de habiirlé éboíU
ÜOkio un toro- tilaoeo » pNUiia^
aegoa etís4iiitibre, aobt» mi altar
«IM naosaifai^ Vuella la oónitiva
á la cito del ¡áveía rotuaso» se
aervU: pitra loa eo&vidadoi un
maiaíOco baoqiicle. Dábase &
cada fMvidad^ un traj^ «orlo
y aiMbo» llagado atnléais> 4110
fanUilaba to» iftovkBíieqlas del
cMipo mejar ^im la t«fa >ot^
tíéarUy y: pétrniiUa «otaaqrae
téanoéM^üie wbfñ bis^amaa^
baa eadavm M pimanfabatt' 4oo
gmadea va$i|as deplata paaaqae
M lavateii»:y eaác» eiwl esps^rttba
an ailetteiQ;qiie ae*l^indjieaa0t 'Ol
|iar«i«queéiatda efupar.LaaÉfH
atf era eMdcidav y kicW lot pMt»
djDf |iei8<»MÍea aaUília^ cütoaaé»
sobre uo pié de marOI, por k>
cual s» I ftiwbt nMnop04^, yt^ra
ordinarlamenle de cedro" ó '(Fe
limonero» que se$(un dicho da
PUryp^ Ifs habia de tanto precio,
que algunas vallan tanto como
Uno de los lados déla mesa estaba
siempre vacío para radiílar el
8érvmo;en loaoiros tres íñdm
habfa camas ó* lechos guarnecí*
dos con ricas culterías v c(ijines
de purpura, sóbrelos can les se
colocaban loa convidados. Lo
mas frecuente eran en num ro
de tres y jatpáa cuatro. La meía
rod^d/a de etdos Irea leclioa s#
Uamaha (rídmítmi, y el lugares
i|iie ae comía tom^ el flaísmo*
aoBikre* ' .
El stlio DM» onarifiea era en-^
medio del lecha» desdes el que
le&t(n]ia;'¿ loa pieaae colocaba»
Io8.m5oa y loa penkitWy porquo
aHf eomo en otras mucfhas par«
IBS^ loa grandes eataban rodea»
doa de oaa '^foraioo de jeolea
<iiie toaaahm difer eotes*ep<tetoa-
¡»epiD tal natarsleca de a«a cós»
tunabrmv UatnálMiMe íontíír» á'
lúa qi^e erran toodooidóa por m
eoovidado» atudiaadoé la aoou
bra qae sigue al cueit>o; moa^
ctfiáiloa que venianípor ai mis-
ouM^tedmo lea mdaeta <|ue atrae
el- odor detaa^eomidas; 7 «se itaN-
BíBbam.flaigfriotm á '4oa del AU
liflH^ ratH(t>, qtia se eapiMilaO'
á ipa latíf^Kia de- lok crfedoa^
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CQHio lo ^preM €^U ptlabra^ . tiKeJtti meia é ¡invocaba á Baeofi
Se ^oiiH»fif,aba por aaear á U:! ¿ lqs.4i«fei Jares» Luego qiieíM
suerte el rey del festín; éli^re
qoíeii arreglaba tos brindis y
qoieo presidia 4 UxM U comida^
f I primer servicio se compoiiia
de ostras, de erizos de mar , de
aceitunas» de huevos y de otros
manjares mas prqpios para esci*
tai* el apetito que para satisfa-
cerlo. Llauíába^elos ante cc^na ó
promuUis^ porque basta entoa-
eps no se bebía mas que vino
ei^melado llamado miílsum. Pa-
sado e?te servicio» los esclavos
limpiabao la mesa con esponjas
húmedas* £1 mayordomo» lla-
mado architriclinw , colocaba
con orden los manjares, obser-
vando una perfecta simetría. Co*
mo cosa de mucho precipse pre-
sentaba en algunas mesas, un ja-
valí entero, llevando en cada
upo de sus colmilloe juf c^to
lleno de dáti4eSv y se deicia q|ie
el javalí estaba dispuesto á la
íroyana. Uno d,^ los criados }o
trinchaba, y sacaba de. sus eo*
trañas un pequeño goteo, este
tenia dentro una liebre, esta un
conejo pequeño^ y el conejo un
ruiseñor. £ste ruíseftocse le po-
nía sobre un plato, áfi plata .y f^
presentaba al rey del festín. An-
tes de principiar el segundo jer*
Tíciose llenaban las copas, cada
uno vertía un pocp de vino s«- )
trincba.b^ UM 9iet9, un esclavo
llamado d¿$iribul0f presentaba
el plato á todos. loa eoaviflBáos^
cada uno escoJU é so guato, f
muclios poaian lo que les ofrer
ciaQ tn una aervitleta de laea^
llamada frMMí/ki, que habiai^
tr»ido eousigo, para enviat á
sus mujeres é hijos. Ea tiem*
po de ifarip y Syla haWa ea
Roma casas en ^oode se halla«
bao platos de plata del peso de
,cie|i iíbfas (l)^ La l0y FamiA
espedida en 588> flijaba eo cim
ases.elga4o.de uo fesiioi pem
luego '^j6 qo deviso. f.
Lluego que las Qoioidas que^
cubrtaA la mesa ^ f«itabw, s^
traia el tercer ser ficjio, que opa*
sis)ia tfk pastan 49 toda esp#eie.>
Los esclavos entraban. coogfaii»
dea cliptaros tapfídps Qwdadoaa-^.
mente con pea, y qoq una tA^n
Jetn.qiie indicaba el perf^e y el
tieaapo del yino que cootenJa^.
£0 oMichos de elloase leia la pa-i
labra fíebed, ea otros Tenga tei^
Al de d^ la cofiMda el padre m
diffijia al bijo manifestándolo*
qu^ podie pedirle una gracia>.
y la mayor que acostumbraba
pedirle era la libertad de un es-
clavo. Concedida por el padre.
11^ Pi{M<^ lib* XSgClU, cap. u.
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IOS virrofttA
iba el hijo ^oti el esclavo al irí-
buoaldel pretor y decia en toz^
alta: «Yo quiero qtie éáte hom-
•bre sea libre.» El Áinjislrado
daba al esclaro un pec|ueftogol*
pe eoii una varita que tenia en
la mano (1)^ coAíio la última se^
fial de 8tt servidumbre^ y des-
pués decii: ciTe deelaro Ubre, i
la mioiera de los hombres.» En
el momento un lictor se acerca-
ba al nuevo liberto, te tomaba
de la mano y le hacia dar una
vuelto sobre si, espresando de
esta manera la libertad que le-
Bia para ir donde quisiese. Era
costumbre que el liberto afia-
, diese 4 su nombre el nombre y
apellido de 8u antiguo sefior. En
tierlo modo quedaba pertene-
ciendo á la familia, y de be-*
cho era su cliente. Sin embargo,
en Blngun caso podia casarse
con la mtíjer; U hija 6 la her-
mana de- su patrono. El empleo
Áias alto á que podia aspirar
ere 4 edil del pueblo. Pero sus
hijos semejaban á los otros ciu-
dadanos, escepto para la ad<^
misión á las grandes dignidades
del estado. Gozaba plenamenle
de todos los demás derechos, tép
(t) EUa varita, Wttfjatíd^ vmdicUi
en latín, parece halxrae empleado en
esta claáe de maiiumUion» para recor-
dar el nombre ^e1 esclavo Find̀iiU%
les como ser Juez por los co-
micios, de no ser azotado con
varas, ni aplicado á la tortura.
Foresto se virt á muchos roma-
nos complicados en neí^ocios cri.
mínales, dar la libertad á todos
sus esclavos para impedir que'
aplicándoles al tonnento confe-
saseq el crimen de su amo.
Al dia siguiente, el nuevo
.ciudadano se presentaba al cen-'
sor, quien lo inscribía en sus re*
jistros, anotaba lo que poseía, y
ie indicaba el sitio qne debía o-
cupar entre el pueblo romano,
que siempre era laS tribus urba-
nas, y mas particularmente en
la tribu Esqoilina. Servicios ira-
portantes, una conducta onrada
ó un aumento de fortuna, lo po-
dían hacer pasar á clases mas e-
levodns.
Restábale al liberto una for-
malidad relijiosa que llenar, y
era ir al templo de la .diosa Fe-
ronia, protectora de los libertos;
allí le consagraba su cabellera,
y sobre sus altares tomaba el bi-
rrete de la libertad.
Gasas de caMpo, jardines,
HUERTAS, frutas, legumbres, ETC.
— Cuando un romano se dispo^
ñia i marchar á una de sus ca-
sas de cam|>o, si era en tiempo
de invierno se echaba eucím.i'
una capa de pieles, llamada scor*
ttQ, qtte' ie ponía • á cubierto de
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mOMANA. 109
la llovía, y en la cabeza un cus* I encontraba el agua tibia; una
quete de campo, que se llamaba
ptta$o. Luego que so llegaba á
la casa dé campo^ se encontraba
á la puerta un gran perro meti-
do en una perrera, la cual tenia
«crita encima con gruesos ca-
racteres esta leyenda: Cuidado
ton el perro.
Se entraba mas adentro y se
encontraba un portero, que re-
gularmente era un liberto, que
llevaba eu las orejas anillos de
<9ni, j en la cat>eza una especie
lie toca ricamente bordada. Se-
ría largo de referir cuánto em-
pleaban los romanos en sus jar-
dines y casas de cainpo; pues en
ellas se encontraba tuanto pue-
de producir Id naturaleza y ve-
jetacion de un clima meridio-
nal.
Baños. — Uno de tos goces de
la vida romana eran los baños-,
los que estaban abiertos al pú-
blico, se llamaban balnea\ pero un gran comedor llamado ccena
tercera sala, llamada el calda*
rium, tenia baffos calientes, y
por último una sala cuarta de-
nominada el laconieum, produ-
cía vapores ardientes, que aora
podríamos llamar baffos ai va-
por. El criado que cuidaba de
estos baffos, se llamaba batnea-
ton babla dos muchachos lim*
píamente vestidos, los cuales
tenia n el encargo de frotar el
cuerpo del bafiantecon espon*
Jas muy finas; y después con un
instrumento de marfil, llama-
do iirigilii, de forma corva,
que servia pura quitar ei pol-
vo mezclado del sudor. Después
que se salia del baffc, se iba á
una Última sala llamada unetua»
rium, 6 cuarto de los perfumes.
Allí se veian dispuestos con or-
den vasos llenos de todos los a-
romas que produce el Oriente.
Después de vestidos pasaban á
el bnffo de un particular, se de-
cía balneum. El bafio de un per-
sonaje de alta Jerarquía, consis-
tia en lo siguiente: primero era
una sala enlosada de mármol
blanco, en donde habia un an-
cho baño de pórfido, lleno de a-
gua fria, y por esta razón se le
llamaba el f)rigidarium\ de allí
se pasaba á una se*;unda pieza^
llamada el tepidarium, donde se
iio, situado en el piso bajo que
lo distinguía del ccvnacu/umsiem*
pre establecido en el piso supe-
rior de la casa.
Monedas de oro, de plata, bB
BftONCE, reales Ó IMAJINARIAS.—
Sigamos en su numernciou el or-
den de los tiempos: el a$ de co-
bre estaba en uso en tiempj de
Jos primeros reyes de Roma.
Era una masa informe que no
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lio
ni5T0»IA
h'niíi ninguna señal y que pesa-
l)ii una libra de doce onzas como
lo espresa el nombre de as, que
en un principio era un sinónimo
de iibra. Llamábase ordinaria-
^ mente as rudiSj en razón de su
forma grosera. Bajo el rey Ser-
vio Tulio, llegó á ser mas pro-
pia piíra las necesidades del co-
mercio; y según el uso de todas
las naciones, se le dio la forma
redonda mas á propósito para la
circulación. Para hacer auténti
co.su valor se indicó el peso del
as con letras iniciales y se puso
el sello de un buey ó de una ove-
ja {pecu&) cuyo valor se dice que
representaba. De aquí se forma-
ron los nombres de pecunia y pe-
culium tan usados después entre
nosotros.
No pudiendo piezas tan fuer-
tes aplicarse á todas las necesi*
dudes de la sociedad, hubo que
dividirlas en un cierto número
de otras mas pequeñas, y suce-
sivamente fueron apareciendo:
primero, el semis ó semi-am, es
decir, un medio as, el cual esta-
ba marcado con la letra S,
Segundo el triens ó tercera par-
te de as; y se le reconocía en
cuatro puntos gordos de relieve
que indicaban su peso de cuatro
onzas.
Tercero el cuadram ó cuar-
ta parte de as, el cual estaba
marcado con tres puntos y pe-
saba tres onzas. ,,
El sexíans que solo pesaba dos
onzas y estaba marcado por dos
puntos.
Citaremos únicamente los
nombres del dodrans que pesaba,
nueve onzas, y del bessis que pe-*
saba ocho. Estas piezas estaban
poco en uso, porque su peso muy
cercano al délas, presentaba ca-
si tos mismos inconvenientes.
Durante casi tres siglos no se
hizo en Roma ninguna mudanza
importante en el sistema mone-
tario, y no se reconoce su fecha
sino por las diferentes flguras
con que están marcadas, unas
veces con la doble cabeza de Ja- .
no, otras con. una figura de dio-^
sa armada y con la inscripción»
Roma, Otras había que llevaban
el sello de un buque.
Pero cuando los romanos lie-,
varón sus armas fuera de Italia,
el tesoro público no bastó ya álos^
gastos que traen siempre consi*
go las espediciones lejanas, y*
desde la primera guerra púnica
fué necesario buscar recursos es«
traordinarios; y el mas sencillo
y quizá el mas dañoso, era la re-
ducción de la moneda, lo cual se
adoptó precisamente. Fijóse el.
peso del a$ en dos onzas de co<
bre únicamente, sin que su va-
lor presunto fuese menor. Las
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ithtAHA.
lií
eÉ l« roisiHm proporfioD.tfd mo-
llera qae él iemts; él triem, el
ciM^rans y el itxtans valieron
aiempre I» mttoá, lá tercera, la
coarta ó la se^ta' parle del a$.
Así et estodo tótáo los parllca*
lares, aolventairon sus anti^roas
obl{)it^<>A®8 -paganda Solamente
hi séala pai^te de ifits deiidás; pe-
ro ésta Ténrtájá ilo pódia tener
linÉar Mno paralo pasatio. B!<en
pronto fa alza repentina de to-
fhis los jénetos , consecuencia
precha déf desprecio de la mo*
neda, dando á cada una su ver-
dadero valor, bizo el beneficio
"ilusorio.
"Corno nif» mafti^ medida a*
rrastra siempre consigo ottra mas
mala» empléase' de nueto e^e
raiedio peligroso «a la se^nda
jsuerra pdmica; j^el Míuéredo*
cido á urna onza^y en fio cre^
metalé^ predosbs; servían prin-
cipalmente al ornamento de los
templos, y las principales fami-^
lias guardaban ¿on cuidado al-
gunos pequeños muebles de oi'o
ó de platrt que solo se present^-^
bañen lo^dias solemnes. Cuan-
do la ciudad fué tomada por \ú^
galos, trescientos sesf^nta años
después de su fundación, para
contentar su codicra se reunie-
ron todos los tesoros que ence-
rraba, y solo se pudieron hallar
mH libras de oro (1). Pero
coaado los ejércitos de la repú-
bHea salieron de loa estrechos
limites en que habiah estado
eocerradbs por tanto tiempo^ los
romanos principiaron i conocer
las riquezas; y mas aficionados
á tonservarlas que á estenderlas,
solo después de uu largo ínter*
vok) pudieron resoli^rsé á po-
nerlas en cí^ulaciotí. En fin.
riéndolas neceaidades de la re*^' en 4%, -antes de la primera
pública^ sé recurrió por laáltl-í guerra púnica, se acuñurun di-
ma'vezá, este triste recurso, y i ñeros de plata. Eata» fueron
et os romane fué fijado definí^
tivámeote «a la mUivA de una OB*
za. Loa romanoa se conieolaroo
por muchü tiempo con sus pie-^
zaa de cobre, y los escritores
mas antiguos nomenciouaAn otra
moneéa bdsta idisspues, por h>
cMt et teáoro péMíco recibtu él
iMMibre.^' mfütium^ Estando
poéo es|iarcid08 * en Moftia los
valuadas en diez ases de bronce,
que por aquella época tenían
su peso íntegro; á medida que
la moneda de cobre disminuyó
de* pesó, ét'ttinero fe|ajó en la
misma 'propoírcion y continuó
vaiiendo'dfez a^^es. Por un lado
taiiift un caf ro tirado de dos ó
(15 PtAua, Hb. xxxni, cap. 1.
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cuatro caballo» y s« lUaubon AtclunA: luegaqiHi.l^s epioftfio^
6i<;ra(í ó cuadrigati^ otros se lia'*
tuvieron monedas de plata « i|Uíf>>
innbaB mcíoríalt porque teniaii 4 sieroa tenerlas de; oro. El afiOr
por signo una victoria; en el
reverso ponian ordinariamente
los bustos de Cistor y de Pólux^
una Boma persouiQcada, ó la
figura de una divinidad cual-
quiera, emblema esacto de lá
importancia que se daba á un
objeto que había llegado á tener
un culto Jeneral. £1 dinero pe-
baba la sétima parte de una onza;
como el as tenia sus divisioaeii
particulares; el quinario^ nom*
brado asi porque valia cinco
ases, era la mitad del dinero; el
sexurcio valia dos ases y medio,
es decir, la mitad del quinario ó
la cuarta parte del dinero^ Esta
era la moneda mas peque&a y
la mal usada entre las monedas
de plata. Llevaba por señal
IL S., que espresa el número
dos, y $emis, mitad> es decir, dos
ases y medio.
Estas denominaciones esaetas
en un principio, llegaron á ser
ficticias con el tiempo, pues el
dinero equivalía á diezíseis ases^
el quinario á ocho y el sextercio
á cuatro*, esceptuándose sin em-
bargo para el pago de las tropas,
en que las monedas de pUta se
contaban siempre con sq valor ;
primitivo.
La codicia se aumentó con la
547 apareció el otiraus^ marcado
con los mismos signos que otra»
monedas , que. er(ui las. letras^
XXX, indicando el número de
los dineros que representaba: te-*
nia también fracciones; el sanii-.
sis aurem era la mitad, como la
indica su nombre, y estaba marr.
cado con las letras XY, porque
valia quince dineros. El trimiuis
que era la moneda mas pequeña
de oro, equivalía á la sesta parte
del aurew ó á la tercera del semi*
SIS; estaba nsarcadoeonlts letras
XX que significaban veinte, por-
que valla veintesexteroíos ó cin-
co dineros.
Para conocer f^ciluMnte todas
las monedas romanas, y distin-
guir con precisión sus valores
relativos, era muy importante no
comparar entre si sino las mone-
das del mismo tiempo, fuesen de
oro, de plata ó de cobre, porque ;
su vjalor proporcionada aeobser^
vaba cuídadosamentia; peroles,
monedas antiguas na se podían
comparar con Jas nuevas, pqr-.
que no ecsistia proporción ordi*
naria. Con el tiempo se alteraron
las piezas de oro y plata con me*
tales de menosprecio* El trivn*.
viro monetario era un majistrada:
inferior que presidía i la fabri« .
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vmiMúí
113
eacioil de 1á iñonéAi. hófiBom-^
btts del nummui y del mMdm tto *«i« de caftc^ grtode foe treee en
éspreiíabno tito|i!éAieiite'«De eli
se de Mioiiéde! ^ noivhre mMi-
iteiil indieebi ttpa pleca de wó;
de ^bu ó dé tóbná; y el tofidm
'no era otra cota que li ptatt de
oro mal roerte; nombre que es-
presaba so Integridad y qne se
tedió para disttngiiirtas de las
<|tie no em mas queinla sidiple
'fracción.
LiBtBiiiA8.--*RabÍa oá Roma
^Tárl'as tiendH qúer feniáD á la
poérta carteles con los fílalos
de las obras qtie estabün de ven-
*iá. Solo se presentabtá la Vista
del páblico la sala en que esta-
llan los libros colocados. Des*
pnes seguia ana babÜaéionddn-
dé estaban Ids cbfíistai, fos coii-
lek en nn Cajón coadradd tenién
tijeras para IgaaUr las ojaís, an
compás para lasdlétaaeiM de las
IfMMs, lina regla pare nratarles,
lifi cortapinmaa parí afilar les
cafiitas (eatomUs) de qtie se^r*»
Üan para escrlMr, dntnbfllode
plomo^ ona piedra de aíTaf y nn
«stdcbé destinado i récf bfr las
caftftas despnes tfé cortadas. Dés^
imes segnia él c«ai*fayde los ffn*
tinkd&reÉ, qae como lé fiatabré
Indfeá^ era enéélaf las ojas nntfs
cotí otras para bacei^^ de todas
rtlasonrolld. Estos te badán
dbjNqiirrtti, «MttbrAilnaf deKw
cada qoé se sacaba dB nna^ espé*
BJiptoi Esta measfemna s« raati*
iabay Asapwf se le defta ma
áiáno de eofai becba coa ai4a«
j Tlnagre (1). También emplea-
ban el ipdrgamíM;' jMrywwmm;
MMi ttamadi> pprqnecwa de;M9-
gimo, en la Miaia, ^nékmtmt^
ittveBlido^ Otaioa pfeparabanpa*
ra el misBie^ nao^ Üraeenehaedb
üM (2> 7 aplicibén 4 ellaa «na
cierta sttslafteia q«e 4aa^ kaeia
propias para U eacritma. Coa»*
do esta» ojea estaban ja esc^iUs
por ^k» Mrftai, jr idoépobs áe
▼isl« y «Mn^as, voNiané Ida
glutiMdorea» queiíaa-enMnder-
nebatti lanfonla* mai enUerto,
Golonabaa el liU|lo>nn aimdo>iflB
eslremidadea del eje y«a lablfi
el tmbüieui 6 palito rndendp
de.e«dn>^ bof.mádU^iliMSd ú
otra «Mleria. al-ofiti a» mni&tbi
el fotáaaen^ y aaí «nedeba eo*
medio de do«to lomd^ellKMiihm.
(í> taina, Ub. XVII, ckp. ztw.
pftpirftaat^aran 4le mwf Ungií 4erá-
aWa¿ fma Uvie liiUiMawcbM>ni-
iSH 4a cutaÑH» iinl%Ma»balMaiCi.
. SqnmPl¡«o»lilwXU(p.cap.pK^fs-
cribió príniaraiiieiite taRomii aphre oíi|f
¿e pilma, 6 lobre la cortesa de ciert^t
árboles; UiacUs pábitcat tt cKribiau
, ditfi^áibtaU eo plomo. '
15
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114
•En lof eslramos de tMe palito
. i|Qe i#breMÍMiD dfl rollo, le cía*
Ttbaii las iMtiaaiUaaeao queae
L carral, el jfofalHwoi. y daiaala
RiMBeta ae pMaaiiiaban4 la vitlia
4ei iMiaMoi
' GModoaf aarrtoQ. da^ petga-
Miao^ cano af : podfa aaaribir
yorÉMton. partea, eo Ve» deen*
^olartlaaojas pmi con^^ilnM^ sio
fcaaeiaiíjBaa qia' «0lrlas| aailoD*
'Ceaaaiéate «l'iltkro cíoa fteraia
:eMdradh,«aii8€rrá»#Dilae) ooaa-
bre de.^viatlhBati; v pam eatrar-
aüTwu
^aaaatraiiJefoaáeiaskleas fa^
Ueaa que la dtvtaidad solp coo^
eada ai hombre p«ir precio dp
«oa edinea^o» egmerada. L«i
«aiBti^a de uiMi larga eiyiliu^
akMi #io>ee^íaUefOQ e» ^iicho
tiempo para eiloa; y eoioedip
da tanlM oa^mes clirflizadaf
presaolarooá la kalía asombra*
da e( eape^áeulo de un pueblo
feo ^la.do raptóte de las áta-
nos de la oalMraleaa. Fprxadaa
por si| aiilamlieDto á traía rae
ana ruta aueTa para formaraa
lolepontuiitlraadbauan^ tefi- ^oi» averpo do aoeiedad^ Mm
4aadopátspiira y bordada» cop sua ideas fueíoA jiganteacife.
Jbllillodc» orow CadtfOiía úm losJFotmAroiise'iiii gabjíerno> loyea
folihiiaoas4iio'«>iiipoatatt oiiafy u*^ sp táe|ioa
obrai'aelfenufca Hmct; da um | Im ^t propia^ y ooviendp i^aa
Viaá aUoa^ el oniíeivo» a^
arearoQiuidare^opálvIico pa-*
raaiioaaoios.. A.líluUx de coQ«-
qiiisiá robaroo loa primeros bM**
ya» fue dabira cuMivar osa tia^
rmivsmpadaí y parai^anteavar
ütt sociedad 4Uipoesla & peroaar
pof fhltadecoaipafieras^^iio^ tt-
invaaroo a» robaír las naiijerea
jdiaaosTaqiiioa. .
TalM bpmbrea DO podiaoto**
oer sjoo tuneólo oblato,, la giaor
fF^ y lagMerra perpéUia; y iodo
Jloqiioiioora asta debía descaía
dafsedraebaii^rsa^ Sua'triuQlof
fáfMoay ooQStentes los con veor
biso vUfo oacer, ocupados ubi- I fcieroA bcm prooto de 1^ eseo»
cainente en crearse uop jiatriiy ( JIffMia df) m. ^iMena^ y al des»
iMlabragriagaquoÁlgtfMiDaba la
difrisiOA' de UB todoed maelus
^Fata! oédsefaar tos. Hbfba y
libértaitoS'datloaaiMittés dates
imeafos» se» loa oataíba eoá e-
aesaia dé cedio^y^sa los oofoaa^
ba sobre tablillas en armarios de
Disdera de.eliirés,, ^w^ e^-
Dacioiías. pasaa p^rqj^o al^n
tQda espacia de poUila. ..
^ Beuas JATia^ -^'AAimilie'loa
com^iai^aa de* BdiMtIo perle*^
Declerup á dtféreoles ^eMoi,
aqoeffos aventurero^, rechaza-
dos dé los Ideares que tos ba»
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MMQirAi'l
tts
precio de ios ^hm; ñ^démík ta
ipiorcijD€ta y da U mttiddad, no
lardó ea fer ioateirido por i« pQ^
líliea.
Eo fireeia laa iéeaa r«H|iaa«i
dierpa mayor daianrallo. á las
bat^f ariete Loi paeUotfrtagoa
iraiiiimeaieolétoiiMgrarbp ir la
dívteidad las pipdaceiooes del
]e«ipi| y esto 1m biio sobliaiar*
se«^La reKjkm prodojo e» Roeía
afecliM dífareeias. Niiaia la.U^
ao Utyir sobre todb para conaa^
grar la obra de la foerta» f para
ba^er eiMerver bajo qo yuga
fanpeaente i bcMbret fareeea
aiempre dispuestos ádestoaoear
la «aloridad de laa laye» ó 4 a-
rrosirar la de «D.asoBarca. Xm.
ella todo era grave y aoToro «eo^
no el Je»io que la babia cooee'*
bido; profunda en aaa misterios
era en el eslerior de oaa senei^^
liea aogusla^ y esla aenelNea m
hallaba en todo. Mirdae'eono i
«nseresltfaordiMirio ni artesa^
Bo béelanle b&bil pan forjar toa
faaiotos escudos entre loa c«a»
les dabia canfnodirse ^ que de¿
eian babia cable éel délo. Loa
temptos estaban sin slanitacitM^
ysf^babíera efeido JCpHlet^r mi
crfanen dando nna Agora á la
4iyimdad.
En fia, cediéndola frfa raaon
al deseo, el pneblo htigado de
lut culto porampnte iatelectital.
quito nuá imiiim dal dior qne^
adoféba, y TacquiMot Angoit»
blio venir itoipaitide tos volscW'
m artista q«a bieieae de- areMIa
endareeida al fiego^nneeatírtaia
daJipiter.
Tal loé el primer, hw^ibto
owinpaMftt^qiiedeeotfdá «faeii
lia Ramia;qve. tan lafcerbia. ka^
biadoper«ni,tdto en toa^ arteaw
BipU'Pfontp se vferoB toallas
4e 4o4aa sm div itridaés». tnteto^»
teB, yrieaipre fiteronles estrao^
laloai loa encargados de^te lm«
bajo. Lajeada dar lea primeros
pssos ei» la carrer^de las artes,
parecieron cmTiiMlacen al tra4
tMo de pjái f|9p 'oopcinyeron
con BocseMa; eikdi^sé eriipnld
fomülmento i|ne el hterro en
adelante aoto se. easpleerto ed
so cindad en los-nsoé deda agrt*
caltora;deosla;manerapiiea^prí<»
▼ánéoe^do tos^nedlas se rannn».
eiabe áloe reanUadosw La Aieraa
habii dicudo estato eondinlonea,
la. fwna Ubertdde ritonal pM^
Uo romano. Decretó eatitoas á
Oradio Codea yáClélia^.qne se
taibisn .becbo' ttnatfbs fea esta
aisaAagaefffa>'h nna* cea; oM
aeaita superiorá am secso, y el
otro ^cam mt: votor aoperior M
4e to misma homanfatad. . Asi es
como se eatdbleoié to costumbre
de presentar la iméjen de los
Jiéroeaálafenevactou pública»
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tM
HirVOftlA.^
y de cnniervér veenerda de lae.l
heHas «ccíomb para prodoelr
iMMfcfitMtteiiieolnis mejorts. ^|
El dereebe^ da imájenea, tai»
apeteeidoeaireies grandes fe*
milias, eontribuyótanibieÉiibaK
tétffntññoam ftoese Hefaata-
ri» I» eacoMnra. Pero eoalqirte*
fs ^oe Aieae la imporlaMia qee
los romaniza dieaeo á mías f h>«-
rifiaaa «ibras^^ se esforteron en
poner 'trkéos k Im niaiioa^é
la» tobiair de ejecvlan fijdae á
Ired pies- le «itera de^ tedas
1m estáleaa. Desde eertdnees el
Jealo sedelttvo ee aa vuelo, y
losartMes^ llamados.. á mocha
ooeta^ f» pttdfepiird^r sino 4é^
MlesbMHas láesas^tetos.
Taiftaé le eseattuiia eo Bone
hejoses fi^y^a y4iMraiite te prh
tteraeded^de la reptlMea. La
phitiHPe tardé miidio Éiast doa
piatocM- griegoa , DataiéAto y
GcMPgase^edonMuroa^oB ana obras
el templo de €eret, y la tredi^
tiom eoBaénró sai notobres.^ Lé
«npiiteetara-p4bliea ere propor^
«loaadav&Ms nedeetas baUte<i>
dones de'losefaded«ods;y fcesla
do eHo ttoasoia! prueba: el>leni«
9I0 de la Fovttmaj lefeitiedo ee
^1 foro por el rby Servio TbK6>
jf eUiídoieódio rao deles momi*»
aaentos mas iaolablea <de eq«ei
siglo, fué principiado y eoecloU
jdoeonpdMsaioiafto; Una drw
conslaaeiii pertiealardeteoia aun
les progresos de la arqollectiira;
la nataraleza parada haber míM^
sado á la Italia el mármol pro*'
digaéo áias comarcan griegas.
'Haftta el primer siglo, de la era
criatteaa 00 so ooao^ron los
'mármoles de la Ligarte, .entre
Jos^cyales los mas i>ell«M y aben*
^dantas . estaban ae Luna, boy
Cerrara. Por esla rason loa cdi*
fIciospáUicoi debieroa carecer
de eipleiidor hasta que el poder
de la repáUica te permitid ha^i^
cer venir de los paisas cooquis-
ladea le qoeledairia le reosaba
so territorio.
Las reladoaes siempre mas
frecaentes con las nacionea de
Italia, dieron iésenait>tomente á
los fomaÉOs nociones mas Justas
de la megniflcenela. Salieron per
grados de. aquel ofrcolo dema«
siadi^astracho en que se fasbian
eoeevrado ellos mismos. La na«'
turalesa; por mscbo tiempo so»
tetada y rebinada baja tfmldaa
manos, áe agrandó hasta el pon*
to de aleansar las formas mai
hrfllantea. Loa enlistas pudteroi»
entregarae ain temor á loa a-
rranquesqueesettabanen ellos
aquellos ras9Qs.de hevoismo con
que brillaban los anales de Ro*
ma y*7 mientris.que sus ciuda-
danos se ihislraban en los com*
bates> el arte, parada eacríbir
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IMUM.
J17
io historia en moDameolos e«
tenioi.
DeidéelAfioAnfteer^ icv
btetlift^roá iot ctetules Locio^
Fario (almila ^ j k Cayo Meoio,
vflMedQcet de lo$ leUnoa^ tas
priQMfpaestÜoafteeiiestres qae
seitieroa eo Aeiiia> después de
laqmese hebia tieicbo eo opor
deClelia. Pero el alQ 459» na
artista etriHc^ levantó á $porio
CanriUo, ; que liabia alcaosado
una vietoria eompteta sobre loa
cipal de los cuidados de oo pue*
bk^felijfoao. La esoiltiira y iU
pintura auo n# se eoipleaban
siooen los. moAuoseutos sagra-»
doa^ el fttsla de ellas era no-
ble jr serero eomo iodo lo qu^
salla de Ím manos delosetros*
eos*
Aeia aquel tiempo fliiaaM) hu^
boea las coslunbres eateriores
de \m ronsaaos uoa mudania que
dio á todas las estituas becbaa
basta eAtooees, «u caráeter par-
samuitas, uu trofeo superior á I tieular, por el cual se les couo^
cuanto se baMa hecho basta en»
tontees. Ck>natrttjró4e los casóos
y de las eoctaas de los eoeaai«
goa una ettftlua de Jépiter« baa«
taote grande* para que ae dtatio-
guieae dlsliutasasQle éafde isa
alturas de Alba. A loa pies del
dios estaba ia esUtua de Car*
vttlo.
Pasta aipiel tiempo los roma*
DOS hablan ioioeailo el ausilio
de jbs Mlranferos. £1 año.. 474
fué seüAHUa la £truria, y enton-
ces haUaroA coaso seilores. Lla«
maro» de aquel paisa una rouU
tüudidoi: obraros htóUestconSf
tntyeroa puentes^ acueductos,
bévedósttbterráneas, y eleyaran
altas mumUas fuaraecidas 4e
fnerteSítorreSfOtvosde un:<Vr-
d« mea. superiot lef antaron e-
diflcios. públicos; los templos so-
bre liMiOy fueron el ot^eto priu«
cia al momento.. Siempre habían
llo?ado los cabellos largos y la
barba poblada; pelt>elaao454(t)
unos barberoa venidos de Sicilia,
los despo;)afoa de estos adoróos,
dados por Ja nataaralexa* Estable**
cióse lan.riipidaniente este os<s
que el cénsffl M. . Uvio que se
habla separada de la ciudad po|r
algún tiempo» no pudo volver k
praseuUrsa.eivtlIa sioo después
do haberse sÍTetted^ Lo^ escul-
tores^ observadores esactos de a
eosUunbre, la re^ralaroo fteU
m^nte en sus obras^ y los nue*
vos romeóos parecieron un pue-
blo diferente de sqs padres. De
ahi venia que al hablar de sus
antepasados acoslqmtiiraban lia*
Biartos tnleusj.
(i) Pte»0^iikyi%ifp.ux.
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Ité
«wrMH
h:
tfinmi^ittc^yar i Bemo i«s^ Neefaarse mejor de la Ticlortir;'
conocer A I» artes jior la %tao-
rancla, réebasarlM éft'seguMa
por la poHlica,y adtitUrla» por
fin para tiacer de^iUw nn nroMe
uao. Héntoila vütor tambieo pa«
aando de la moderacloo á ona
codicia tergonmaa.eatender sus
mariosatréridai^a^re todas laÉ
naci mes, apoderarse de sus teso-
ro», protanár sus templos, arro-
llar sus leyes mes sagradas, é in
aullar 6 (oVdíoSes y á^lisdiviaí-
dades, para amontonar eo so se-
no riquezas que despoea les fue j
ron tan fatatea porque ocisiona^
ton \a ruina del^ Imperio.
> La segunda guerra pAniea did
ingar á la gt&á ref^ehiclao en
las costumbres de los romanos*,
atacados en' kl centro de la Ili-
lia, sufrieron muebna desaatrm
que trajeron consigo la defec-
ción de ona parte dt ana antf*
guos aHadoa. Una firmeza iñal*
terable en loa reveses/ pruden-
cia en los triunfos, 7 planes bien
TGÍncabidos y seguidos, los hicie*
roo triunfar de un enemigo tan
bábil como implacable. Pasando
con rapidez de la defensa al ata-
que, forzaron á Annfbal A la re-
tirada, y ie persiguieron basta
África. Instruido por el ejemplo
de UD riral largo tioflipo dicbo-
80, el grande Scipion supo apro-
el poder de CártagoTteé 'déatnii-
do^ y ya no qnedd á Ro«a mm^
qué proseguir aul vengmzaa se-f
bre los que hablan hecho tral^
clon i au eanat: todet fueron^
sometidos sueeritaraente, y una
alianza fatal fué le cansa ó pre^'
(eatodéaoroina. •
El gran carácter t}oe loa ro-
manos desplegaron en afiella
Ntchá tan larga y terrible, hu-
biera en cierto modo JoaliQcmdo
sus triunfos, ai catate notos hru-'
Mesen IteVado & hottar ios dere-'
cluia aagradoá de lea nacienea.
Irritodoa por la-vengama y dea*
himbrados al aapeetm de aqne*^
tlaa riqnezaa, oatya écatsteoeia*
lea habla hecho Ignorar' atp^^
breza antigua, usaran' en todo
su rigor de aquel derecho r^ma^
ne que loa conatlihia dominado-
res del unií^eraa f doeftoa de to^
do lo- que encerraba* Slraensa)
la mas bella y ópuletelti ée l«a
ciudades fundadaapórloagrie^
gos> fuédeVastada eoteramentev
y se dice <iue en el momentb dd
apoderarse de ella. Maréelo deü
rramó lágrimas conlempteirdo
deade un altlo elevndo á «qiielle'
ciudad aoberbU qne 4ba á ^aer
deatmida en vnael^inoiMntdi
[Lágrittaa eatérilea y > epibualéi'
raa! El teneedor robé todas lad
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ofens 4Mirto» «tUrtois, tmdr»
y mMUei pfieiosoa i|m tirvle*
roo p«ra adoroar ei C^pilolio>
fúñ é^mflú 4oe le •tr^vtomji á
áedicttr.á la: Yirlod>co«iosil»
¥irlpd foáíoBe etlur separada de
li JoMieiÉ y de^b^ompasiM!
^ Dasda«lca»o*deIJIibaaliaala
el 4e.Faebjip, M' te leiaa maa
ipie laa raloaade timMm hmá^
elitwitea <laf|^irtea. La f rao
Orteia pnilH> laa mísiMa dea*
araeiaa. €ratfMiá» qaa ««Hénia
un mllten dékafanaoieai. UeRÓ á
vf4ale níl bdmliras. El eél^lNra
teasplQiflk Jmmo (¿MimiaX sttua*
iúmp^ tarritQriíay fkié desoja-»
4q de 1iM|oa tnaailaraos^y aoii
llafEarf)iii;á.afMnfiafla las lejas
demánaal jOcm» qoe estaba ao*
bierio..
iLai «Iras ctedadea^pie e€sia«*
tian eft «pieila ceaiarea^ aofrte^
nm la «liaiMMaiISk Todas Tie*
ro» arrabatotles los moouiiieo*
lea €»• jino mi pueblo aanigo de
lesafles laababla decorado^
\ FIU»o,4o Macedoiiia kabi^
dadodébU^ft^ soeonroa i loa ear*
ls|liHM§: loa nmaDoa lo hioie*
raí la gomn. %]^adadoa lite tes
grlafos^4iq«ieMa une oeguedad
fetal {liMipMtba áeta su per*
dicioo^ Pilipo fti^.wmeU((v y ol
MModoreapaio á la tssta del
pooblo^ ea«;sii liÜaolo^^aoUikul
doMiéittas^de laaas^dé .arau:»
119
doraipreeiasaf» do eeeodoa de
oro y plala^ j cteotoealorce eo^
rooas dooro resalidas por los
cfadadaAoa «riegos. Coa parte
de eftos Arpólos so oaa^M ea
eloirar sobre la i^le. eaperter
del templo de Jd^iiter GapUoli^
Bo, ooa soberbia cMdrÍ|a .da«
raáa. . '
: Aolfoco^regr de SM^ toaban
biaeooeedUoaii apofo á^ Adiií*
bal, safras la aaisaia pena füO
FUipu^ oétovorla.paa.daodo k
los fonaiiQd na fl^ioaes profia*
daf, mil ^kiieiiloa taleaies j la
BMijur paato de laa obras ifaedr» '
coraban sos pal^cioa. EpUre tan^
loa ofe({elos preetesos^ so DoisbaO
vaaoa do oro dri paso éa arit
OcbooaeoMa Ubraa; ? asoado pla«
ta de mil eaMlf^oientaa tobiU^
caataoiibfas^to^oadepotrabajo
esfiúsUa..
. Apooen había tftfmmado la
goerra en 8iria» eiíaodo loe ro-
ipaoos i^o»ierao á aparecer oa
Grecia para combatirá sos pri-
asaros atiados. Tomarbn la c«o^
4kMl do ámbracia ^a 9pJao. EsÉa
atttigoa loeskleacia del famoso
PirrO»,estaba llena jla esláuias
de loa maestros más ««awles^ j
da endras adasiaaU^ jr todos
{teron Iraaspflirtados á. .Roma«
Eovaiio tea desgiiáciadaa babi^
taiiAaa«|Oaaeiitároo;i H. Fnlvio
aa MOiiwdbiV ipM corona :de oro
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1«>
Ht5tOKlA
dé perfatte nrtl^tnfrátarlHH'As,
poc» ipeéplúí «u presente y les
rot)ó ius obras arlIsUeas. Los
ambirsekftas desesperados, en-*
viaron mía eomision al senado
bactéodole praseate qoe ni san
les restaba el sfmalaero de una
aola dlvlüliid i quien poder
adorar: los ambaciolras no ^«e-*
ron esmicbados, Foltiosacó de a-
qiieib dudad doseienlas ochen-
ta y dneq estétíias de bronee y
doselenlas treinta ^^táluas de
mármol^ EiDÍm*acadío8 con Un-
tas riqüaiás, acudieron los v^n*
cedores é loa griegos para el ér-
deo de los Juegos con que de-
bían presenlarse i la vista del
pueblo» En esta oeation se lie-
ron aparecer por la prlttera vea
luckadores en RoaM».
Gonodendo por último tos
griegos el peligro que ios aine-
Miaba, ya como eneaiigos, ya
como aliados de los romanos, se
esfonafOB i alejarlos de su patria
común; esfuend tas tardio co-
mo inátil ! La calda de Macado*
uia babia preparado la de la Gro'*
eia. LucioMuttMiióderrotd i los
aqueos cerCa de Corinto^ tomd
esta ciudad, la destruyó é biio
trasportar i Boma cuantoa oIh
Jetos ariistices encerraba* Nada
se perdonó) üevérouse beata los
vasos de bronce destinados i au^
mentar en el teatoo la lKMi4e los
sctóres, y de loeeualas Ao supii^
ron pore«loncesaervinel08 roí>
mabos;
Cosa increíble) el facuMO Ba*
co, mirado lioaao el cuadro mas
bello de la (kecia,y cufá pek*»
feccioB fué proverbial,' airvió
por mucbosdiasdé knesá i los
soldados romanos para Jligar á
loa dadol* Instruido Mummio da
su valor por ot precio esees»*»
vo que le ofroelan en cambio;
lo hito trasportar i .Roma con
inumerabie cantii|ad de está*
tuas, de trípodes de un iraba^*
Jo esquisilo, y dijo siriamente i
los encargados^ que lii aquellos
objetos se liegabaii á ^rder en
el camino, quedaban raaponaa»
bies á bacer otroa icóala suya.
Esta inmensa reunión de o-»
bras del arte, hiio que tos roma-
nos conodesen so mérito. Sos
almas fuertes f nuevas, se con^
movieron á tá vista de tantas
bellezas, y gustaron aquel en*
cant9 invencible que Importa
ai bombre menos elviliaado al
aspecto de las gradas y da la co«
rrecdón perfecta. De la admiran
don pasai^^m rápidamente al de*
seo, y del deseo á una paaioa
desenfrenada. Orgullosos con lo
que ya poaeian^so Indignaron de
no tenerlo todo, y emplearou tos
medios mas odioaos para cbasew
guirle. Les desgradadas ciudap»
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saeesivameDtev y U> que se ha-
bia escapado al cPQq«iiata4or»
fui presa de los go))erMdpr<^*
Los codiciosos prpcóosvles ro-
baroa i viva faena lo qae esi^*
taba sus deseos, y susdeieosse
estendiao á todo. Algosos mas
moderados obtuvleroo á precio
vil lo que no se hubieran alre-
vido á rensarles. En Roma era
donde habia que buscar las o-
bras maestros que hablan eons-
Utuido la gloria de les ciudades
griegas. Allí esUbap las bellas
«stáiuas de bronce de le mano
de Lísípo, que Alejandro hizo
erijir i los de sugoardia que pe-
recieron en el paso del Gránicu.
Allí se encontraban las ol^r^s
mas bellas de Fidias^d^ Mirón,
dePrexíteles y de Scopas:,ma8
de una divinidad babia pasado
desde su templo á la casa de po
f imple caballero^ y hubo estar
tua que después de adornarte
kabitaciott Aspasia, fué á colo-
carse al templo de M inerva« A-
quel famoso grupo de las tres
gfacias, hecho por Secretes, hi-
jo de un escultor, y escultor él
también, antes de consagrarse i
la fliosofia: grupo mas precioso
por el nombre de su autqr que
por su mérito real» y que estaba
cofiservado con veneración en
Ja ciodadela de Atenas, pasódes*
YOMO xiu.
pues al tfieUidMadeiiapnbUr
cano.
Sorprendidos cada ve« ikias y
mas con las producciones de la
Greeia , quisieron por último ios
codiciosos conquistadores bieer
florecer entre eUoeaquellasmis^
mas artes de que se hablan moa*
trado destruetoaes basta entoD-
ees. Habia en Roma una multi^
tndde cautivos que ewn artistas»
y se Tlamaron i los demás qM
en adelante eran inútiles á sit
patria deseossotoda. Todos re*
cibieron protección; el oro, la
pista, el bronce y el marfil se
prodigó k S|is sabias manos. Lol
temploise convirtieroaeisaii»
tuarloade las Mlaaártea^ Los
antiguos slmulscros de barro ó
de madera invocados por taalo
tiempo epo tan buenos resulta^
des, llegaron áser u^ objetm de
irrisioa. Xas piases púbtícas o^
frecieron un pueblo de héroes
que parecían respirar bajo n el
mármol y el bronce. Las mora«>
das de los grandes se convir-
tieron en palacios suotuosoe-, y
no hubo uno que no encerrase
mas obras preciosas que babia
poseído la república durante mu*
ehos siglos.
Ciencias, ASTmoiroMiA, JKoxa-
TMA, JEOeSAPIA, HISTOEU NATU->
iux.^Hemos visto á los roma*»
nos. traer á su ciudad á los artis*
16
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122
mSTORIA
las de todas pnrtes y alentar sus
trabajos sin parlicipar de ellos,
trozando linicamen le de sus resul-
tados. Esla pasión tan jeneral en-
tre ellos h todo lo que producía el
jenlo unido á la gracia, pudie-
ra haberse mirado como un o*
menaje indirecto que tributaban
á las muscis; pero estas brillan-
tes hijas del cielo no recibían
igualmente su incienso. Todo lo
que no deja huellas ciertas y
durables y no conduce á un ob-
jeto positivo, no ptMÜa inspirar
mas que un interés muy débil á
hombres que parecían tener, so-
bre todo, el instinto do la pose-
sión y que no conocían mas go-
ces que los que procuraba la
autoridad. Así es que la astro-
nomía apenas contaba entre e-
llos algunos sectarios. Estos lar-
gos estudios, cuya única ventaja
es estender la esfera de los co^^
nocimientos humanos, no podían
convenir á unos hombres cuyas
miradas estaban incesantemen-
te dirijidas á la tierra.
La astronomía, ciencia naci-
da de los ocios de I a vida pasto-
ral, estendída por las necesidades
de la agricultura, y mucho mas
por el deseo innato en la natura-
leza hi mana de conocerlo todo,
fué culiivada por los pueblos
mas uitiguamente conocidos.
Los pr inflaros jen ios de la Gre-
cia, instruidos en su escuela,
hicieron de ello el objeto de sus
meditaciones, y sus esfuerzos
quedaron recompensados con
felices descubrimitfnt:>s. Rcro nn
es en el desorden de lo^ campa-
mentos ó en las ajilaciones de
una ciudad ocupada de tantos
intereses en donde pueden los
hombres alcanzar estos altos co-
nocimientos: ios sabios ititlio^^
llamados en griego Grjnnosofiitas,
los caldeos contempladores y los
graves ej i pe i os creadores de la
astronomía, vivieron en el retí-
ro y en el silencio^ y bebieron
en la oscuridad aquellas vivas
luces con que nos deslumhraron.
Pero la ignorancia de los roma*
nos en la astronomía fué dema-
siado crasa, pues hemos visto
ya á un ejército «lesinavar con
la aparición de un eclipse. El
año 581, la víspera de la batalla
que debía decidir de la suerte
del rey Perseo, el tribuno mili-
tar, SulpicioGalo, reunió los sol-
dados para anunciarles que aque-
lla noche se eclipsaría la luna,
y tuvo necesidad de esplícarles
las causas de aquel fenómeno
tranquilizándoles sobresusefec-
tos: siguióse el acontecimiento
á la predicción, y los romanos le
miraron como presajío de su
triunfo. Un pueblo de soldados
ocupado siempre de empresas
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BOVAIIA.
133
J^mitosrtf , y cuyo npovi serU
ooa «Jftaeioii para oiro enal«
^ifira» no podía coacebir el ao*-
canto que hfiy en nn eatii4io
tranquilo» y era incapaz para él
por k) ttiamo que lo iespreeia-
ha. Ijnial «uerte enpo á la Jeo*
meiria, IHíes por fftlta de ana co*
nocimientos no triunfaron en
mtictias operaciones míütarea
que necesitan de loa ansíiios de
esta ciencia» aunque la opinión
délos romanos fuese de que la
eiencia no ganaba las batallas.
Seria diieil decidir ai la espe*
ele de aversión que nanifaata-
ban los romanos por laa cien*
fias» era el efecto de un Instinto
secreto que les seria m^or que
la ratón» ó si era producida por
un orfíullo iñal entendido. Pero
si desdeSaban loa cálculos sabios
por una eonaecoencia de sus
fortunas prodijioaas, entendian
muy bien el cálculo material.
£1 que posee mucho debe saber
contar» y la multitud de grandes
propietarios, de usureros y de
banqueros que abundatMin euRo*
ma» bacian que fuese familiar
á todos el arte de los números.
Con siete letras de su alfabeto
1» V, X, L^ G, D, M, dispuestas
de diversas maneras, espresaban
toda clase de suma desde la uni-
dad hasta cien mlL Si se trataba
de espresar sumas mucho mas
considerables, un simple traio
colocado sobre laamiamaa letras
numéricas, les daban un valor
cíen mil veces maa grande que
el que tenían sin él. Un ejemplo
lo hará mas patente: las letrai
H, S, que por si no espresan
ningún número^ servían úpioa^
mente para designar el gran aes- ^
tercio. Abí es que H. S. X. sig)*
niflcadieisestercios, mientraa
que H. S. X* eapresaun millón.
Del nüwK) modo H.S. M. vale
mil sesterrios, y H.S.M. re-
presenta mas riqueías que las
que pudo nunca poseer un ciu««
dadano romano.
Si en el estilo ordinario» se
quería sin servirse de estos aig-«
nos numérica eapreaarlasniii*
mas sumaa, serservían de los adk
verbios quadriu, dm0$, vigeiim^
6 de otros^ aeme^ntea/é indica^
banqu0 la moneda 4le que se
trataba, estaba multiplicada iiw
cien mil tantaa veees como este
adverbio encerraba, la unidad.
Asi M que quaári0$ $e$Urtmm
iguala á euatro veces cíen mil
sestercios: deeies $e$teriium á un
millón : y vigeiies ieueriium á
dos. Muchas veces también el
adverbio numérico solo espresa-
ba la misma cosa, y la palabra
principal estaba sobreentendida.
Algunas veces los romanos
contaban las aumas por (o/anlos'
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124
HlSTOmii^
evohiado^ en sesenta fibras de
plata de doce otizas; 7 se servían
también de la palabra mma igual
en valor á la libra de peso.
Después de las matemáticas
propfameole dichas^ la geogra-
fía que tan de cerca le sfgo'e, se
mira por las naciones Ilustradas
como una ciencia importante.
Los rom«inos conocían el mundo
indudablemente porque lo po-
seían; pero no habian consegnh^
do este objetó cbn los eisfuerzós
de una teoria difícil^ sino con la
sola práctica. Entre ^Hos hizo
1á espada lo que no hubiera po-
dido hacer el compás. Cada pue-
blo que conquistuban tes mani*
featiba la eesiite^ia d« sfus ve-
fñúOB, ó de aquetips ton quie-
nes estaban en relación, y siero*
pre la servidumbre segura de
cerce al descubrimiento. Asi es
que de mío en otro sus ckuioei*
arientoB jeográütos se eslendian
eoD su dominación.
Desoeadiendd de estas altas
etencias, hay otrasde grande hn^
^taúcia: tal es la historia de tas
producciones de le naturaleza»
ciencia agradable y profunda i
la Vez que interesa al hombre o-
freciéndole estudios mas radies,
presentáfndole objetas mas cer^
canosa él, y que le lleva á la re*
ftecsion al mismo tiempo que
satisface una curiosidad inocen-
te* Los ronianos, ocupados en
las armas , no cooócícrdh las
véntajasde éste estudio. La me*
dicina era desdefiada alH, y el
mismo Hipócrates hubicfra sidi>
eonrundidoeon loS muchos char**
latenes que ebosabao de la Cre-
dulidad pAbUca.
La música; ese arte dichoso
que encanta y civiliza á bs na-
ciones, era purame&le relíjiosa y
militar, y oMca se creyó que
pudiese entrar en la educación
de un romano. La jimnástica no
se conoció en Rpma sino con re*
ferencta al arle de la guerra. Loa
diferentes |»gos á que se en-
tregaban los griego^ con tanU e-
mulácion, agradaban á los roma-
nos*, pero desdefiaban ejerci-
tarse en elkM.
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▲•
125
CAPITULO X.
Plroc«diaiicfilocrimU«l----CPi^icl9ib«--D('6ttMirtt. — Con^tvti.— JsKapru-
dtacia rrimiual y mUa át juitirú.— > Emplto del tieaipo de un romano ri-
d». — Placem públkot é f •rllail«rct. — Fuatmlts. — Pin. -^Scpslcro.
xiocBoiinEirro cvuhhal.
Hielos;^--» oEFnrsoMs.**- €mfiNi<^
XA8*-^ P«ra áéf una idea de los
procedimientos crimlBales y la
aHalmporleiicIa que les presta*
han los romailoi, raMOs á referir
tm beelio. tío f rao personaje foé
acosado de eoeeostoa etl el ejer«
eklo de s«s pábiicaa fÉDciones.
Durante noches meses no se o*
copaban mas qne dé los detalles
desü crimen, y el poeblo siempre
totereaado en el maoteoimiefilo
de las leyes, esperaba so castigo
coo Impaciencia* Él rango» cd
«rédito y la fortvoa del coipable
parecía detener la marcha de és-
tas mismas leyes; la éaosa por
M gravedad debia espooerse de«
lante del poeblo en los grandes
comicios) pero el indi?idoo w)
podia ser citado sudo por la »•
eosacion de on májistrado so^
premo» y todos guardaban ai**
leneto) en An, trionfando él des*
contento pAblicoileaqQella'oseo.
ra benevolencia, snbió el pretor
i la tribnoa de lea arengas, y
alli dédalo públicaniente qne
tal dia acttsarioal procónsul Spo»
rio Aqnilio, de dilapidación 4e
los caudales pábllcoa, y le intl*
mó compareeiese en la época in-
dteada. Desde aqoel momento
deMan prender al eooeosiooario
yooodiftirlo ala prisión; pero
para dejarle todo medio de de*
fensa, bastó qoe una persona
garantiese sa comparecencia» Es-
las especies de canciones se lia*
maban Widei. Un antiguo tribus-
no militar selid por cancionero
del acusado, quien podo enion-
eea oenparae con toda libertad
ea disponer su Justi Acacion, y se
esperó con impaciencia el de^
arrollo de una acnsacion qne no
debia UnuMarse i lo qno primo*,
ro se habia espaesto«
Uegado él prefijado dia, m-
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126
«irtoaiA
hl6 el preloríe nncró i la Iri*
buna, y allí espuso sus quejas.
Templos despojados , ciudades
arruinadas ^ contribuciones ar-
bitrarias, ciudadanos azotados á
aprisionados, eran los menores
crímenes que al acusado se im«
putaban. Enuo momento en que
Roma estaba espuesta á tos or-
rorcs de! ambre, los trigos re-
' unidos en la provincia cometida
h sus cuidados, babhin $fdoc«r«
gados en buque» declaran<l » que
naufragaronen elcannino, mien-
tras que entrados fortivaáiente
en oiro puerto, el cargameoto se
habia vendido secretamente y eo
provecho del proeónetiK
A estas palabras, et pueblo
siempre pronto á irritarse cuan*
do se trata de su subsistencia,
hizo oir un murmullo de indig«.
nación , y abrumó al criminal
«con burlas sangrientas, que cu*
bierto de vestidos miseraliles ha-
-hia sido colocado delante de la
tribuha.
La acusación fué reiterada por
tres veces con oa dia de toter«
valo, y cada vez se oím á los
testigos, y se leian los documea*
tos que afirmaban la verdad de
los hechos. En seguida, «a de^
-crelo publicado duraole tres
dias de mercado, esdedr, á ina
distaiicia de díesiodo4ias.eátre
el primero y el tnttlflío, hífeb (t9í
nuevo la esposicion del crimen
Qué cúmulo de iniquí^adeii! y manifestó la pena en que ha-
bía incurrido. Después de estos
preliminares el pretor se di-
rijió al cónsul para obtener de él
la convocaciotí de los eomicioi
par eetúurias para él dia qu^
debía decidirse la suerte del de*
tenido. Sus parientes y amigos
empleaban el tiempo que ecsi*
Jian todas estas formalidades ep
inclinar al eousador á que desisr
tfaise de su ioleoto ; pues bast«
que el pueblo hubiese pronuo^
dado la sentencia, podie retirar
su acusación, y el negocio que*
daba eo aquel estado, (¿er avea*-
gado que eMttviei6« Poeque ea
efecto, teoieiido úideamente e|
derecho tos grandes oaajtotradM
de presentar uo asunto cunif-
quiera á la decisioo del poetólo,
en estas espedís de asambleas»
luego que jiugaban á propósiW
ealiarse, nadie tenia denecho de
hablar. AnuncMse por úitlína el
dia de la reuainR de los comi»
eios. Apenas principiaba k des»
puntar la aurore de este din»
cuando ae hiiooir la trompeta»
pues al sonido de este instru«>
meato sé indicaba al pueblo le
apertan^ da los comicios cuando
tenían por objeto la condena da
ua ciudadano, fia el campo de
Marte laTsntaban ua taMadou
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MVAWA.
137
f6loe«fido M él «M fWa tñfni j
eMfna pnnln ma eipede de
«Mbo liesél pat*a resfttafdsr dé
RiKs rayos del aot at q«a debia
sentarse, para firesMfrá loa eo-
mfcios. Délfltite y h altamía dis-
tancia j hahfa peqaéftoi cna»
ifros fbrniadojí c^ enerdas, eo
donde se eoloeaban las eenf orlas
qne componían la lotalMad del
pneblo^romano. El kttervalo b^
tre elcénsnl y el pneWo estaba
ocupado por el eetisador, loa tM**
tteos y los defensores, él acaaa*
di> podía iguahnente coloeane
allí; y le era i^rmitfdo tamMtn
recorrer la asattMea á Ata de ea«>
ciifir la eómpaston de lo&qM U
ban á deeidlrde sv saeH». - '
Bapeeo maa lejos se dfalÍB«>
f^iB «arednlo terrado eonattá
barrera llainado OiiU por la
semejanza q«e tenia eon on
establo de óve|aa ó de cabras*, y
allí estaban (aa urnas destinadas
á recibir el voto de eada uno dé
•a^ Indfvidiioa ^^meomp^niafl la
cevUiila; dfebaa ornea esuban
ba}bla vIJHandade ciertos ofl«
elates públicos llamados <^lo^
dea, qee debían impedir el frau-
de en la emisieb dé los toios^ y
manifestar elresdttado despnes
de la tiperadoa*
Luego qué «1 ásmilo estaba
svflcienlemeftte espue^lo^ que
aebaUaootdo loaieal^yipw
el defensoif habla heeho sn ofl«
cío, se tenraban loa debates, y
el pueblo pronunciaba; pero pa-
ra que pudiese dar ava votos
con drdon, se hacia de este mo*
do: colocado cada uno en f^u
centuria, se echaba á la aoeric
cuál debía ser la que TOtase pri*
mero, y á esta se la llamaba
eemuriü prmFogmtM^ Todos los
que la componían ae ponían en
marcha con sus Jefes i la cabe-
te y entraban enel Oe(/a pasando
p^ un puente do iablés que
coodticia á él. A la eiHrada' de
este paente eataben eeloaadoa
loa diriMlotm ó distribuidores,
los cuales tenían en la mano
grandes testoa Itonoa de bole*
ttnes qoe distrlboian á todos loa
eiudadanoaá medida que pasa*
han deta&te deetlos. Guando se
trataba de ona eleocion, cada
uno recibía de los dlríbiiores
tatitos boletines como aspirantes
babíat y si se «ratatia de- i|áapiar
d desechar, um lej^, el vaUote
retibia dosbóletioet: eo uvu es*
tabee escrius estaa dos ietraa
V^ft. Vtí rogof, admito la pro*^
poeidon-, y en el otrouue^. on*
Nftno, la desecho, ó mas bien o*
pino por el uso antiguo, según la
aséele algnMcacton de este tér*
mino. Eo on esaato ^criminal
como el preaenle, cada dudada-
1 no^redUa tres boleliaes: en el
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tas
uno esUto U letra A. ñb^olvoj
en otro C €an40mn^ y en. el
tercero N» L. non Ucuet, ooeitá
bieoprobado^ y nosotros deci-
mos en seoiejaote casof ue se re-
ciba i prueba.
Entrados eo el OvUe^ se acer*
eabsB todos á la mesa eo qae es*
taba colocada la uroa, y allí de*
poaiaa sds boletines en presen*
cia de los v^iUntes» que llama-
ban rogoloreí^ porqne pedían i
«ada e«al el boleiUn de que no
había hecho uso. Guando Ja c^n?
turía baUe votado, tos eutíc^ee
liadan eleteratiaio^&eaban de^
la urna los boletiuM anoá qbo,
y eefialaban sobre tablillas otros
tantos pontos como votos espre*
saban. Luego qde se aaUa el ra^
soltado, un heraldO' proclamaba
el voto de la centuria,, y uno de
los rogalores lo llevaba #1 ma*
Jistrado que presidia los comi-
cios. Las demás centurias eran
llamadas suced^vamente. por, el
orden que les habia cabido en
suerte; procedían de la misma
manera hasta ver si la mayoría
de las centurias era de una. mis*
ma opinión; pues luego que ha-
bia mayoría conocida^ la anuak
ciaban con aolemnidnd, sin pe«
dir á las demás centui^ias qae
aunnohajdan votado^ aufrajios
que eran ya inútiles.
Antes de principiarse toa. en*
mieifi, un aacurr Mcai«ido de
tomar los auspicios para cono^
cer la voluntad de los dioses, es*
taba situado en una tienda apan>
te para verificar la ceremonia.
En estas especies de asambleaSi
nada se podia emprender sin
haber obtenido presidios feli*
oes; pues ai eran desfavorables,
se disolvían los comicios y se
aplaiaban para otro dia. Si eston
eran favorables, el cdnsul hacia
•Qonciar por un heraldo la apjsr-
Uira de los comicios. El ai^usado
se presentó humilde y con los
ojos bajos, y para escitar |a cpm*
pesian llevaba nu ropf Je hecho
Jirones, la barba larga y pnerca^
y en sefial de amargara se h**
Ua,eittenizado la cabeaa. A su
lado nnrehaban ai querían. sfis
parientes. Después de haber pa*"
aado U triste comitiva y puesta
al lado del defensor, un secreta*
rio leyó en voa alta U ücusacipn:
las proehaa nb tenian répli^,
peno el defensor procuró en.on
largo dlscarso escltar la compa^
sion del pueblo en Cavor de sa
cliente. Pero juada bastó: el cón^
sul se espoesó en estos términos:
«Romanos: ya habéis oido.loa
j»oargoa coatra el procónsul Spti»
»rio Aquilio; ha dilapidado la
«fortuna públtea, y ha compro*
•metido la ecsistancia del poe*
1^ entero* For otra parte se
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MMAIU
iKM ban r#cioiFJa¿o mué gwod«
MceioDet. A vosotros tota con»**»
«parar los servicios qoe ha lie*
acho á la república coo el mal
aqne la ha caosado y los peligros
aá que la ba espuesto. Sed Jqs*
aios, pessad en Roma y proiaii^
actad.»
En sehiejaiites casos aeoate*
da qoe algon amigo del acosado^
si veía qoe se iba á prooQiielar
la sefiteocia de moerte» gritaba
que oia uo trueno lejano^ y qoe
se debia destruir al instaote la
Mamblea ; pues efectivamente
era el trueno una sefial de la có*
lera celeste^ y bi^bá para sos*
pender toda deliberaciott popu-
lar. Esto mismo se rerlflcó en la
sentencia de Spnrio ▲qnltio; es
decir^ afirmó uno que babia oí-
do un trueno» pero dicieiido el
augur que estaba sereno el cie-
lo, reconocieron el ol^to de a»
quella impostura ofictoaa. La
mayoría del pueblo romano pro-
nunció que la operación se be*
Ua acabado. Luego que el de*
fensor oyó esta declarado^; se
cubrió la cabeza con una punta
de su toga, y se marchó de la a-
aamhlea. En aquel instaote, to-
dos . los ciudadanos» rompiendo
sus filas» se acercaron al tribu-
nal; Levantóse el cónsul» impu-
so ailencio al pueblo» y dijo en
tí?
aunido HgúM las formaapres^
neritas por las leyes, y con el
«consentimiento de los dioses»
«condena á Spurio Aquilio k ii
apena de muerte.» Después» voU
viéndose i los lictores» dijo:
«Conducid al culpable á la pri<*
asion» y que sufra lo que la l$f
aba ordenado. « El procónsul se
suicidó en el camino con una es»
peda que le entregó uno de sus
libertos» que con aqud fin lie-
Taba oculta debajo de sus ves*
Udos.
JoiISPEUDBNaA CaiHIKAL T SA-
LAS i« jiTiTiaA.— En la esposi*
don de la Jurisprudeoaia crimi-
nal romana, hay que tener pre*
senté variat cosas. Distinguiré*
mos primero los crímenes pri«
vados de los públicoa: los unos
turban el orden sodal» son cas-
tigados por leyes positivas» y los
tribunal^ especiales aplican la
pena; lo» otros iftas importantes
por sus consecuencias» atacan al
estado mismo; la universalidad
de los dudadanos está interesa-
da en perseguirlos» y por una
consecuencia de esta necesidad
común» eran Juagados en Roma
ya por el pueblo reunido» ya por
aquelloa en quienes babia depo-
siudo ra autoridad. En el ori«
Jen de Boma, eran los reyea Jue.
cea supremos» cómo que repre-
alu voz «El pueblo romano, re* | seotabi)nia totalidad de la nación:
T03IO xia. 17
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Í30
HlSTOmiA
ordinariamente se háelan aconi-
pAffar de su consejo-, Tarqalno
el Soberbio pronunciaba solo.
Tuto Hostil io nombró dos majls-
trndospara Ju^^ar á Horacio, a-
sesino de su hermano. Cuando
la república sucedió á la monar-
qu(a, fueron los cónsules reves-
tidos de ta plenitud de poderique
babfan tenido los reyes; y en vlr-
tud ée est« derecho. Bruto pro*
nuncio feralmente hi pena de
muerte contra sus hijos. Poco
después Publicóla hizo ^adaptar
una ley que constituía al pueblo
romano, juez en última instan-
cia de la condenación á muerte
de un ciudadano. Desde enton-
ces todos los cr<menea públicos
fiieronf llevados ante el ppeblo
en los grandes comicios. Pero,
multiplicándose cada dia los pro-
cedimientosdeeste jénero, ya por
el engniÉdecimiento del poder
romano, ya por la corrupción de
las costumbres, se biso imposi-
bie convocar h menudo asam*
bleés tan numerosas: éatáblecié-
ronse combarlos HamadosqnimJ-
tore$ k quienes se confirió el de-
recho de fallar, según las leyes
ecsisientes, sobre los- crímenes
mas frecuentemente cometidos,
y solo se llevaron ante el pue*
bh» los asuntos esiraot^tnarlos
por su i.aturalestt ó importancia.
La autoridad de estos delegadoi
doraba útñtHtmA» basta lado»
ciskni de la causa para la eoal
hablan sido creados.
Bien pronto se reconoció la
utilidad de esta institución; f
en el aSo 604 se biio permanen-
te. Los fUMiloreí, ya muy nu-
merosos, se dividieron en eua«>
tro salas de justicia, de las Cua*
les la palmera conocía en el crí-
men de Mlarajoii^ la segunda en
loa manejos proibidos, la terce-
ra en la alta traición, y la caar«
ta en el peculado (I). Este coer*
po judicial reunido se llamaba
qMmitíoMipirpeimm, ind^aeimm
perpüwm, en oposición al esta*
bleeiniieoto temporal que cea»
sionó. Un pretor presidia en ca^»
da una de estas salas partícula*
rtfi, y dfarijia síis operacíonea
durante un aSo, como era de
costumbre en toda especto de
majiatratara; espirado este tér*
mino iba á administrar justicia
áh» pnvrtttcias y otro le su»
cedía.
Es de notar que el pueblo era
quien había concedido á estos
cuerpos jodieiaies el derecho de
(1) Estorsion y peculado ertn crí-
mtiiet difertntet aanqoe pertcncscaa á
una misma caasa: la esiortion ei la ec*
si)«n€ia de an derecho caalqoicra, coa
perjaicio de aquel á quien te U ec-Míer
el peeulmdo ca un robo directo dt loa
caadalcft ptfWcaí»
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lUMIAVA.
.131
proDoneiar en tal ó cmI eir-
euafttancia; quien escoJU loa nu-
ji8tra4oi que babUo de compo-
nerle, y que por eonaiguienie él
mUmo era qoieo decidía por ftu
órgiDO* Así es, que un acotado
poderoso hubiera podido em-
plear medios de coecko en no
tribunal qne no háblese sido el
peeblo reunido*
CVPUOUBL TIEMPO AB ÜH RICO
IOMANO«-«-PLACBRES PÚBLICOS 6
PARTiccLAaBS— rLa Salida del sol
marcábala primera hors^ del dia,
y eslsba siempre consagrada á
los deberes de la relijion. El
pueblo acudía á los templos k pe-
dir á los dioses con que satisfa-
cer las necesidades diarias. Las
personas de rango mas elevado
compilan ordinariamente esta o-
bltgacion en sus propias casas en
donde ios altares domésticos re-
eibian sus ofrendas. La oración
de la mañana se dirijia á los dio-
ses del cielo, y las de la tarde
á las divinidades infernales. A-
penas hablan llenado este de-
ber se abrían las puertas; la mo-
chedumbre de los clientes se
presentaba; unos pera satisfacer
la obligación de cada día, otros
para obtener aodiencla de so pa-
trono, y el mayor número para
recibir lossocorrosdlaríos qoe se
les distribuianen so nombre. El
recibimlentoqoe lesesperabaera
siempre loadido por sos fortunas
ó por la importancia que sabían
darse. Algunos penetraban hasta
la habitación del señor; eran ad-
mitidos a sus placeres y sesenta-
ban i su mesa; la multitud no
pasaba del vestíbulo; y conten-
tos con ser vistos por los esclá*
vos ó por algún liberto, se retira-
ban para emplearse en sus pro-
pios negocios.
La hora tercera llamaba á los
Jueces y defensores á lof tribu-
nales. Si la causa era importan-
te, y célebre el orador, de todas
partes acudían para ver y oír.
La misma escena se repetía en
muchos parajes al mismo tíeni^.
Frecuentemente) un espectador
atento se distraía con las Voces
de un abogado que defendía o-
tra causa en un tribunal poco
distante. Allí se atacaba la auten-
ticidad de un testamentp-„ aquí se
perseguía i un deudor de mala fé;
mas allá era perseguido un ciuda-
dano por estorsion; su acusador
manifestaba las circunstancíasde
su crimen, y presentaba las prue-
bas ante el pretor y losjüeces. Si
era un personaje notable, todo se
ponía en movimíe'Slopara salvar-
le ó perderle:sí era un plebeyo os*
curo, so patrono se esforzaba en
hacerle tríonfar porque sí no él
mismo recojía el fruto del crimen
que se imputaba á so cliente. A
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13a
B18T0MA
estas razones particulares aS&da*
se la pasión de los romanos por
la elocuencia^ el interés que es-
citaba siempre en ellos un pro-
cedimiento criminal que ponía
en juego todas sus pasiones^ y el
deseo inesplicable que tienen to-
dos los hombres de oir á un gran
culpable^ y se concebirá fácil-
mente la afición de aquellos ciu-
dadanos á asistir á los tribuna-
les^
Un díase Terlflcabauna asam-
blea det pueblo, otro había mer-
cado^ ya eran adjudicaciones, ya
ventas públicas, ya ceremonias
relijíosas ó militares; en fin, los
placeres del |eatro ó del circo y
los Juegos 4^' toda especie, ape-
nas dejaban tan dia verdadera-
mente libre. Sieátos grandes ob-
jetos de ocupación, ó mas bien
de entretenimiento, llegaban á
faltar, se paseaban en el Foro, y
los motivos de conversación no
escaseaban entre hombres cuyos
intereses públicos ó privados se
estendian á los países mas leja*
nos. Durante este tiempo, los ca-
balleros, siempre fieles al dios
Pluton, tenían sus sesiones en
las galerías cubiertas que rodea-
ban el Foro. Allí urregtaban sus
cuentas , abrían su^ rejistroa,
daban un poco de oro, y recibían
mas-, rodeados incesantemente
de una multitud de deudores y '
de otros que pedían prestado, los
conduelan á obligaciones siem-
pre mas onerosas, y arruinaban
con método á aquellos que pare-
clan favorecer. Ocupados de un
objeto único, nada los distraía,
ni el bailarín que allí inmedia-
to danzaba en una cuerda, ni
los Jestos del mono africano,
ni las habilidades del oso traído
de las montañas de Helvecia.
Después de haber pasado así al-
gunos años en establecerán for-
tuna, cambiaban de papel; y
prodigando á sn vez aquellos te-
foros que haUan reunido, se a-
brian el camino de loa onores.
Sstos enadros tan variados
cambiaban á cada Instante por
circunstandaa imprevistas. Un
gran majistrado que volvía de
su gobierno, ó que antes de ir á
él quería presentarse al pueblo,
llegaba al Foro con ana eomiti**
va correspondiente á su título:
corrían á él, lo rodeaban, le es»
trechaban, sus amigos le felici-
taban, los indiferentes se untan
á ellos, y todos le acompasaban
con aclamaciones hasta las puer^
tas de la ciudad d hasta las de su
casa.
Quizá se dirá que este Jénero
de ecsistencia, no podía conve*^
nir sino á personas acomodadas»
y que el pueblo siempre estre*
cfaado por necesidades contínoas
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debii tener ocupeetonef mai
reales; pero en Boma el bajo
pneblosedifereDeiaba enmucbo
del de los otroa paisea. La dea-
igoaNhid de loa rangoa y de laa
fortuota era prodijioaa, y ona
iHQltttad inoHiwable atn nlo*
ftttn recurso, goiaba en pai de
loa plaeeres del día sin Inqoie-
tarae por el algnlente. Las distri*
bacloaes de trigo siempre con-
sMerablea y «pie no aufriao re*
tardOj y las didirasdeans patro*
nos» bastaban k las primeras ne-
residadea de loa ciudadanos itf*
dijentes. En clrennatanelaa qoe
se renoraban frecuentemente,
taieacoitfo las grandes pronto*
riones, losfanerales^ los trian-
foa , etc. , acostumbraban los
grandeaá bacer repártlmlentoa y
d&divaa abondantea. SI á esto se
aBaden laa Venta|aa y los benefi-
cios vergonaos y frecoéntemente
repetidos que les procuraba el
tráfico de aoa safrajios en los co-
midos, se concebirá fácilmente
su poco empefio en aaegurarae
por medios mas onorf fleos ona
ecaiatenda Independíenle. A pe-
aar de tanloa recuraoa catan en
una completa pobreza y ae lea
distribuía tierras conquistadas-,
de manera, que cindadanoa que
eran miserablea por it maftana.
133
Ademáa de la repugnancia
invencible que el ciudadano ro-
mano tenia á toda especie de tra*
bajo, babla también muchas
profesiones que recbaiaba su dig*
oldad, tales como las de carnt*
ceros ó vendedores de carne co-
cida, pescadores, y Teodedpres
de pascado, etc. Les otras cas!
todas eran ejerddas por liber*
tos. Los panaderos únicamente
goaaban de alguna distinción,
fundada aparentemente en la
necesidad unlveraal que ae tiene
de su trabajo. Bajo el nombre de
pillaras formaban unacorpora-
doQ que disfrutaba de privile-
Jios importantes; ni ellos ni sua
bijoa podían separarse de su ofi-
cio para tomar otro estado. Sua
benefidoa eran en común, y pa-
ra consenrar el onor de aquella
aocledad no se permitía á aus
miembros enlaiarae con gladia-
dorea, comediantea lai otro cual-
quier individua que ejerciese
una profesión reputada vil.
Eate falta de ocupaciones ne-
cesarias daba á los babítantes de
Boma un carácter de frivolidad
que formaba no contraste es-
treno con su importancia verda-
dera. Todos sin escepcion pasa-
ban su vida fuera de sus ogares;
y de la misma manera que los
por la tarde ae convartian en | grande no estaban en ellos por*
piopietarioaopulenloai jque no loa detenia el gusto del
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134
ftlSTOmiA
enHidlo 6 el amor * las ciencias
ó h »as artes, así el pueblo sin
trabajo, porque no lenla^ neceri-
dades» pasaba sus dJas en vanos
entretenimientos/ y ea cierto
modo se hacia el instrumento
ciego del que le procuraba.
Al acercarse el mediodía, ca-
da cual volvia á SQ casa pira ha-
cor una lijera comida y tomar el
des4*ansode una hora. El inter-
valo del sueio á la ee«a, se con-
sagraba siempre al placer. Aque-
llos á quienes la edad habla he-
cho graves, ó que por sus car-
gos y lílulos imponentes se velan
obligados á guardar cierta com-
postura^ se procuraban goces
tranquilos , éirijian sus pasos
acia los paseos: públicos ó partl^
enlaces, y «i estas reuniones a-
pacibles y «scojidas gozaban de
las dulzuras de la conversaiiion.
Si el tiempo era malo, ó la esta-
cion no permitía estos paseos al
estertor, les ofrecían un abrigo
cómodo tanto como agradable,
vastas galerías en que el gusto
se juntaba á la magnificencia.
Escojian también aquel tiempo
para hacerse mutuas visitas. El
uso era hacerse anunciar por
un criado introductor, k escep*
cion sin embargo del primer dia
de enero, y del dia de cumple-
abos en que todo el mundo era
admitido Indistintamente.
Losjdven^ buscaban place^
res mas activos; montaban á ca-
ballo y corrían al campo de Mar-
te; lanzaban dardos, tiraban con
el arco y se etereiteban 4e cien
maneras diversas en Juegos que
los preparaban i los ejereleios
mas serios. Alli los reolntas U^
maban (as primerea leeefooes
del arte de la guerra. Yf^K"
centuriones les haeian aprender
el paso militar, llevar pieos y for-
mar trincheras; aqui un pelotón
mas adelantado se ^ereiiaba en
maniobras dKfciles. Mas allá los
muchachos» bajo la dlreeohMi de
sus maestros. Jugaban á la pelo-
ta, al balón, y al tcompov alga*
nos recorrían raudamente el
campo de Marte haciendo Jirar
un circulo de cobre que seguían
tras él; otros se desafiaban á la
carrera; frecuentetfiente aqne^
lia viva inventad tomaba sndl-*
reccion acia el Tiber, y á pesar
de estar sudando, se arrojahan al
agüe y lo pasaban á nado. Entre*
tanto los aocíanos sc^Qtados á ia
otra orilla, á la sombra de altos
álamos, sonreían á sus esfuerzos,
con el Jeato y la voz alentaban á
los nías débiles, aplaudían á tos
mas intrépidos, y goobon en
secreb>de su triunfo. Al ver a-
qneUos ancianos eon los cabeHos
blancos por la edad, y al aspecto
de sus largaaro^ ondeantes, te
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«COtAllA.
13S
éirit qM IM 4Hrtalili4é», ^m
velabaii en Hi oorrfeate d#l rio»
babian ulido de repeote de sos
mereda^profaiidaa, y f«e pre*
•idia» á Itoa jue^pM de una larba
de Irilonesjéveoes y bultieiosoe.
Llegada la hora déciana» to-
dos se apresutaliafi á lomar la
lesa qoe baMea abandonado, y
eada cual eorria á senUirsirefi'al-
giiQ festin ó á recibirá SM biiés*
pedes. AqiBd cambiaba la escena;
alejados de aquel pueblo qoe los
Imporunaba al mismo tiempo
qoe los coutenia, los grandes se
abaodonabaá libremente al faus*
lo, que era so peskMi ibas f ner-
te* Emn iromnoos eo la plaza
péblien» y* siberitns en sM mo*
radas. AlV reinnba la defereo*
cia, la atevtn poUliea^ las ateo-»
f iones obligenles» y bvIHaba coa
todas sos grades aquella urba-
nidad qué diitlogola teneuUneu-
temente i los ooMes ciudada-
nos. Si ua persouaje eminente
era el que convidaba» luego que
babian llegado todos» con el tra-*
Je de su dignidad se presentaba
el béróede la fiesta y todos se
ieventaben con respetot los que
le eran Inferiores en rango ó en
edad^ le besaban la tueuo/ sus
iguales le besaban, eo la boca ó
en los ojos; ios mas fotloHis le
Mludaban desde lejos sin dejar
sn sitio; besabno so propia ma*
no» y arrojándola áMafUe coa
gracia» parecbío earlarle el he*
soque hubieran querido darle.
Nunca faltaban á estas ceremo-
nias» y el que trataba de librarse
de ellas manifestaba uda mala e«
duración. Después pasaban al
emMUh. refectorio ó comedor
EIduefto de la casa, arreglaba
los sitios de los ¿ouTidedos. Ca-
da uno debia tomiir el que le de-^^
signaban; y hubiera sido come*
ter una Impoiftica querer por
humildad aparente » tomar un
sitio inferior ai que le ofrecian.
Los convidados estaban corona-^
dos de Sores» y cuando la natu-
raleza Íes reusnba éste brillante
adorno» le suplían con flores ar^
tlflciales» hechas de láminas de
cuerno^ téiUdasde diversos colo'^
rea (1). Todo inspiraba y espre-
saba alegría; durante la ramída
bobina unos á la salud de otros»
A menudo bebiaa dos amigos en
aun misma copa á le salud de
un tercero que estaba ausente»
y variaban la copa. tMitas veces
como letras oontenia so nombre.
Algonasveces jugaban A los fia-
dos ó á la taba en el intervalo de
ao servicio á otro. Las mujeres
y loa niños no asistían ordina*
riaoMate á los grandes fe<stineS;
en iu reuniones do familia» es«
(1) FUMs^lib.XXl»cip.u.
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Ubññ •Mlá4ot lol CÉHÍ68 j las
nmJereiilMoriltos de Im to*
cfcot, y MMlomlNrataii retirarse
des^etdel segttodotenricio/pe-
ra dejar mea libertad á los €oti«
Tidados. En esto llegaba la do-
che, softal de los placeres Ucea-
cioaos^yse baclaii entrar á loa
músicos, á laa boilsrinas, á ios
tocadores de flauta/ y algunas
Teces i losgladiadores, que en es-
tas ocasiones se limitaban al si*
muluero de sos Juegos crueles.
Llegaba el momento de reti-
rarse, bebían la copa de despedi-
da, aaludaban á so huésped, y
precedidos de una tropa de es-
clavos coo bachea encendidas^
cada cual tomaba el camino de
ao casa. AlUol eapoao eneontri^-*
ba i su mujer y á sus UJos que
le esperaban V llegaba labora del
descanso y au familia se despe-
día de él. Los libertos y loa es-
claToadesfllabaa en su presen-
cia, y recibía el aalndo de ca*
da uno.
FONBRALBa. -* PIEA. -^ SBP0L-
cmo.^Lo que vaasoa i referir
dará una idea imperfecta del
modo con que loa romanos on-
rabán las ceniías de sus padres.
Luego que llegaba el momen-
to de la agonfa, los bljoa se a-
cercaban á su padre moríbun^
do, dábanle el último beso , y
parecían recojer su alma al es- 1
msToua
caparse. BHos aiispos le cerrar
bao los ofos, procurando dar ln
apariencia de un sueQo tranquil
lo á aquel reposo que debia ser
eterno. Para asegurarse que hak
bia dejado de ecsistir, los asis^
tantea le llamaban enaltavoty
por su nombre^ y estoa gritos,
llamados eanelamMiOf se repe-
tían cuatro veces seguidas. Al^
gunas veces también hadan re-
sonar en la habitacioo bocinas
ó trompetas. Cuando el decreto
fatal estaba pronunciado, ae di-
rijian 4 los {t6tttiiaríos ó minis-
tros de la diosa Ubitioa, que
presidia los foneraleSé Estos sa-
cerdotea guardaban en su tem^
pío todo lo necesario para tam
trialea ceremonias, y adaoUs
proporcionaban á loa que haUaa
de llevar al muerdo, loa guir-
dianes ó custodios, lospíaflldé-
res, etc., en razón de la impor-
tancia del personaje d de la mag-
niácencia de su familia. Conve-
níase con ellos por medio dé
una cierta suma, llamada «rfrt-
iriiim, y no dejaba de aftadirsé
á ella una moneda que ae depour
sitaba sobre el altar de la diosa;
ia ootetian en seguida en una ur*
na, y era en cierto modo un re-
jistro mortuorio. Cuando todo
estaba ya arreglado, lossirvien*
les enviados por los Ubitinarios,
que «e llamaban pe(/tiic(of#i, U«
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v«1im elcQ«ftKi.'¿éfi' upíft . liWt»
•A sefli^idv I» fh>Ubfto eott HcoraÉ
perfoiMdoB pira prer^ofr lol
ofielbs il« <Kift di90lodOQ tíém*
pr e demiiftiado preóli, y lo cd-
locAbsn en ua» cama 0OHipMa«»
U, veaüdo eon e( ropaje de m
dignidad. En seguida lecorooa*
bao ite flores/ lo eaponian deba-
Jodet veatlbnlo eon los pies fue*
ra de U cama, para espreaar ana
prócsima partida,' y diríJIdoaJh
eia la puerta de la eaSb, datante
de la ctral se tetrfa gran cuidado
de i^antar ona gran rama de ci*
prés. Este signo de luto, impe-*
dia al gran pontífice entrar on
aquella habitackMi, si llégate á
presentarse en ella, y evitaba la
mancha qu« recaerte en él al so-
lo aspecto de an cuerpo privado
de la vida. Gomo todo permane-
cía abierto en semejantes mo*
mantos, los guardianes velaban
sin cesar cerca del cuerpo, ao'^
yantando los insectos con largas
ramas de ciprés, mientras otros
circulaban en la balHtacion pa-
ra evitar toda especie de des-
orden.
Después de siete dias de es-
posicion, llegal>a por último el
momento de las ecsequias. Des-
de por la mañana un heraldo re-
corría las plaias públicas^ gri-
tando: Á lo$ que quieran asistir
Alas funerales de fiéioñoitíjo d$
voiio xiu.
ivÉMó, HT'físnifliiartuiMa te* ash
remomia va á primipiarée^ y m
á eaceuree el cuerpo fuefa* dik 1$
Mía. Tales eran en snatMOÍa iop
prelimtnarei de la aolBiMidad
mortuoria. ; . » » ^
AlsMBir^ tmrp% •cri lOMMro
do coremoobs, llamado desH^no-
éesr, io disponía UMlofiafola mMtw
cha féoobre, y despues^qM coda
nao. estaba colocado aagoo ^§m
Rango é sus fooeionos» dalMlli'aa-
fia! de manetia. DeiaOCd iba iio
bmctnoior, desfNioa los loeadof es
de flauta quo maechabauieoUit
meikleoDn'ioa ojos bajos y aacao»
do de aasiostjrum)»atDs ateiidoa
lágubreay^melaocóHoos/ En jm
goida iba uno aMehod|Mahretde
mujeres Uamaéhe UmcMo^i atem^
pre dispuestas á v'^trtoffiégñoii^
veoalas, y coyoa eatrepitoata jeh»
midoa lurbaban al verdadaproido^
lor profoodo y silenetasm Mietf ♦
tros unas aolloiabao y*so..goIfí
peobao el peeho eoftlndaa tas
so2ales4e iadeaosporaeioo^'OH
tras eaotobao imnos eo.4>oor,dei
difunto; d#apiies «te algunas mo^
loootos de iotorvald /combiabna
de papel, y las que habían dlaími
doprimeroao ponioo eooe|ttida
áoaotar.
Dolrái do estas mojeras mar.*
chaban ona muitiiod de alientes
con antorchas encendidas. Acier-
ta distancia seguia ei Goeipo qo*
18
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ÍQC0Íom^ñmú ÍMbod^pérpor»
ttonailo Offipftorcs jorque era
f levtdé ^r odio de \o$ p^rten^
teji mit MfOMW, si «I nitt«Mt
írofealNide lieforAs por su diinrt^
dad» -estos marchabnii delaot»
testaos Ae iMgMJ^ eoA tw bases
paré «ba|o; si era alftjan perso^
ilÉ}e ooMQlpr eldlfMitp, DovaM
frmMoinuelios homares ^es-
ndos 'lüHitarBiefile, los cueles
üei^lMi las coronas qoo el
<^sol lialiia obtenido» ó los es*
tandarlesy despo^que habla 00»
jldO' on loscomlMtes (1); Otros
novaban al estreno de onas pi*
cas largas las inftjSMsdo sos a«
iNielos y ano la suya propia lie*
ehaprocfpil«da«eoie. Al leetao
fádébre sególa noa li^ de bo*
fóvea, ennodlo de la coal IbeoQ
ory nfcniaw revestido con la mis*
marapaqve eldirnnta tlovaba
, dlarlámoiKe» el coal M aplicaba
á-remoderiosjestos faniliares»
y á recordar las maMiías del ft^.
nadoá M espectadores: alguna»
veieeaaeatrevia lamMená dhri|ir
á los4|né estaban oer^ de él sus
frases nMr ordinarias» afectando
ioiilor^ tono de su vojt» y sir*
¡fién4oso de sos propias esprew
siones. Despoes segoian tos U*
barios» cubiertos «en el goi^de
la liberud: detrás de lod liber-
(1) rotni.Ub. VI, C9p*ix«
tos segnim loa hijos» toa paffiM*
teay los anMgos todos voa^|los df
loto. La rniiier doldilonloMlie
vestirse algunas veces de Maneo
y con. los catiellQ& esparcidos» if
cahesa descobierla y los. piel
deanwdos, marchabatambien def .
tráade.so esposo^ que llevaba eá
rostro cubierto. Todos. los asis-
tentes» cualesquiera que fuesen
sn rango é sUs fnociooes» no eraf
distinguidos por. ningún signo
esterior»y el anillo de oro se
rempiasaba con el aniUo de hior
rro. La comitiva se terminatia
por el maestro de ceremonia^
precedido de ios po/IMc^oras,
de<los vespillonea» y deruqa^ul*
tKud de criados adictos bajo di*
fererntes títulos i ios altares de
Venas Libítina* La inmensa raul«
titud de los esclavos cerra tgi U
marcha •
La comitiva Sid dirijia al cam-,
po de Marte» en donde el cuerr
podebiaser queinado»^ no p^r^
mítíendo las leyes de las Doce Ta»
blas que esta ceremonia se hi*
cíese en ei interior de la ciu*.
dad (2). Enmedío de un vasto
(2) EftU proibicion tenía por obje-
to evitar los incendios. La basílica Por-'
cÍ4, faé abrasada por las llamas Je U
pira de Clodio, que toc»roii' á aqnet'
edificio» Alguna» familias, Valeria, Fu ^'
bricia» etc.» tenisn el tierrchu de ftput»
ler« ca \h cáadid^ la scgurídad p&blt<i*
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4t attar h fetal )BgUéra,éi^lto
é# te prMp6ríé«ét]Fi&éliflie a«ito
M teforiy •&»« blalMi bMte ' ie
rajM de ansdeni d«'.0O6ioau«raf
sact, de pliui f de faMoov 71MM*
qde se ioflaAMte mes prMUate^
^tecolocibtfi e» lee iaterMiet,
pelkM de papiro» de pes y otra»
«Mieriaa combosMUes; nidibaae:
romo on cpfeieo emfilear fl»ede*
ra i}ue biÉbiese terf ido eo algfi-
iiacofa> j Di> debia'estar dí pu^
Kmeetada ni trabajada. Deapues
de rociar el cadáver coo esee*
ciaa preciosa, se le cotocaba eo-
fima de la pira» se le corta^
QD dedo que debía ealerrar^e
por separado^ ae le abrian los
ojos^ mlraedo como aa úUimf>
omenaJeáladiTioidad' el diri-
jirios Uidavia acia el cieio^ y se
le poDf^ en la boca uoa moheda
djB plaU pare pegar al codíciosp
Carooie < el paso de la^ orillo^
sombrías. Los hijos dabeo uo
último beso ¿uso padre» y.uoo
de ellos ó el parieetei mas pr<}c*
simpj pegaba fuegoá la lefia» vol*-
vieado las espaldas después» para
espresar de este modo el seoti-
mieolo queje causaba destrqir
ca impidió sa aso» pero para ostentar
el privílejio, M cooducia el «nuerto al
Foro, colocábase ana antorcha (t&nebré
•abrrcl féretro» qtfkábase después, y
étí»m U cereeionia por cottdeida*-
reetce iaiir qüerHés. Arrojaban»
seá^ las llamas stfi armas y 'sai
Tcaüdea oniliiarioa« Los pñriaki^
tes y loa amigos mea iatknosarreu
Jaban tambiee aur profíiaa ra<»
pea> mie^tri» que los .aecf ifiia*
dores ^tervamaban f8.skBi(k*e dé
une multitud de vfcüraai que se
iemolabaii atfededo^ de la pira»
▲M iiwte^ato se lavá^ftba pre<«
eipUadamenle un eireo, en don*
de combaHiii Radiadores ¿odMi
si lii asMTte no ttfviéae baatantér
cooooaTieMma.Pér'una mes*
cta esira?aganté» esta triste ce<-
remonta *eraá meimdé' acompa*
fiada d« eerreite de carros y de
juegos eaeénicoev Algunas veces
también por un esceso iki taUf^
luoaittadsd dabitf a loa asisltfn-
tes festines mageifloosv pero p««-
radealerraresfMkede fes^o
qi|6 ocasionaba Mcesal*iamenie^
la^reonfon deí* lofei dos HeíiMs^
las mujeres ^BStabatt ei^vidaa de
eUoa». y an presencia alliee mi**"
raba cooM un ¿acriiejim Pábilo
Sempl^ioae separó de su ikiu<*
Jen per lá' solé raion de baber
asistido i los Juegos fúnebres.
Cuándo el cnatr|to eslate ente*
rameóle coásuaüdo y las llamas
se apeyabaá róciáedolaa con m^
guaa perfumadas» se reoojian tas
ceniías del muerto» que se en^'
contfabanftcilmeniepor lo pre**.
(^ucfon qoetéoiad de envolver
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140
•I cuerpo m ima lela ifo aaiM-
te. Di^pvas hs lavaban con tíoo
y.'leclie, laa panlao en una wma
4e «m» y coloeiihao eala en la
lomba ét la ^Nnrlto.
El sacerdote qoe haMa tomo*
lado laa víetlfliaa, rociaba por
tres reeea á los asíalantea con
Qoa rain» de olfvo «elida en
af na histml^ j la prfaneratlorona
despedra á la asamblea con esliffi
palabras proniioríadas en to-
no s^éihne. Féd9i$ mm^katm
(ty iiee^). EnConres» de^^pnes de
Mamait oMifonio por U^s veces,
gritaban ledos: nd/aa, c4Jaa, n*
dfos» Us$fmr€mio$ emmndo U$gu$
af mamanlD «inrcndo jKT ta mi-
Después de beber depositado
las oaniaaa^ e^ un subterráneo
preparado k es|a efecto, encen-
dían nna lámpar^cayeltn, segan
laoporion Tulgar; no debía apa-
garse imn^* Opinión es eslnqne
ba corrido también entte algii-
nos modernos, observaaido qne
al abrir una sepultura rouMua
babiañ notado cierta claridad en
su interior producida acaao por
la ecaistÉBcia de algona tan; pe-
ro B08<4n)s» que bemos tenida
propordeníy temos li^ho al»
cmnas escavarioncs en rtirerses
puntos de £spafta¿, podemoa ase-
gurar que ^ una mentira; pues
anoqiif rn el interior dp algnnoe
sepelcroa bemoa ettcontt*ado u^
nos tubos ctllndrioes deslinadoa
al parecer á reeiMr algún fluido
ce«DfaDslíble, cuando los beinoi
reconocido los bemos encontrar
do Tecioa é Inodoros. Poco tiem*
pobece bemos lenideoeasioo de
ver^ al descubrir uno de estos se«
puteros, los obj^os que conten
nia. Estaba este en una posesión
decampo: la reja de un arado
tropezó en una losa: tos operan
ríos hicieron una escavacfooá
nuestra presencia, y levantando
dicha losa se encontró un dep<5si-
lo hecho de mampostería de fbr«
ma cuadrilonga, con una T^ra dé
profundidad y otra de ionjfto):
conlenia en su interior un vaso
tacriroalorio de plata, en el cen-
tro y Ifinlo 5 él iin vaso cine-
rario de la altura de nna cuarta;
un poco retirado ün broche dé
oro, y algo mas afli del centro y
en los cuatro ángulos los tubos de
cristal que hemos mencionado.
Esta escavacion la bemos beclio
en 1841 en' Andalucía, y por las
monedas qpe se encontraron,
dicho sepulcro pertenecía á los
tiempos de Trajano.
Perovolramosá nuestro asun*
to principal. Después que se deja»
han las cenizas del cadát^ en su
morada silenciosa, se volvía .'i:
la casa, y eldta se terminaba con
un coavile solemne. ▲ los nueve
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ilas, dibiaft^lrse od segundo
llamado novendiale. El intervalo
eetre onoyotro, lo emptfalMiQ
eo prácticas relljiosas; no se re-
cibía á ningiiD estrafio; la fam!-
Ha estaba de luto y de tristeza, y
fifogono de sus miembros podía
ser ct^do eo jasticía para uej^-
cío alguno, fuese publico ó par-
ticular. En fin» el décimo dia, se
purificaba la. casa barriéndola
con escobas beelH» de la pleulft
esccurdio; tod«M loa qse la babi'»
tallan ae pfirificebM paMMido por
enciaMidel fuego^ y despueacada
uno volvíi^ i sus tarena» Bsle il-
tjma fiesta se llamaba dmic0ln^
y ordinafiaiaenlP- era seguidar
de dádiv^a ^m ser bacina «I fst»*
blOv Papece que In coalufbm de
quemar ios oncrpoaao era muy.
antigiía entre loa. rommmp pues
el cuerpo del irirtnoiQ Nutta faié
enterrado cerca del ianienlo;
Algnnaf fliniiliaa Mnatrea ceo^
aer? aitaol mo eftiigno (1> y lo
(i)' Ptrno^ llk tlft tap. &IV, dice
qae Sjrla fué ti primero qae dlápofta se
ipitnint «é ctteafo, fór iMMir de ijtit
no le iwMiIltw ééápnm deea onsflB,
cQoa^mbMbliikMkKbnMilDi
aMaM da BIatío^
MA. \ ' MI
mismo sucedía cMlblnlBósiré
corta edad.
t fiqa pnores fdnebres de los
simples ciudadanos se bacian
cbn menos pompa; cuatro bom*
bres, llamados $anéU^ilari, los
llevaban sobre una camilla, m
cabeza iba descubierta y corona*
da de simples flores. La sanare
de los gladiadores no corría pa-
ra aplacar á sus manes tranqui-
loa; no ae quemaban sna cner^
pe»» y se cootiHitaban con en-
cerrarles en una largn caja de
ptedre á berro nocido. Los de
ii»4tdenmessBperior ae color
ceben en tnmbasde mirmol, so<«
bre lae eselea ae tnacribia sn^
nombre y su título; aiU se n^
coffdeban ana prinnipaiea acetos
neeyaaaaeeiÉrtades privadas^
ente»aenébNlftbaeerGa de áui
deapoloa aaorlnlea^fiin pequeño
tMOtdetHnrffOilanade fasríma**
larw» q«e eonienie algunas 4m
lealágrtmns^rertidaapor sus bi-
Joai. Bkmilde.jr.paffD omenaíje
qne i peanrdeanSieifuersosDa
podia el fanala d^tmir, y que
pareeia aer la bereocia de aqne-
lie felto mediocridad preeoaiía*
da per todos los hombres y de la
cual tqdos quieren satttr*
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tu
CAPITULO Xt.
Ceremouu rtliiiotM. — Stcrifiriot.^ — Interior de oo templo. — Vfctioui. •
Nacimiento d» «o niñoi nombres, edttCMion. -^ — Oindution.
ViRRKBfOIflAt ftlLUI^AS. -— 8A*
GftIFieiOS.--llfTBK10K hE W TBM-
PLO. — TICTIMAS; BTC* — C«HB^
ttcontecit babér grifi«ef|iied«d,
j i^r consiguteDle grcD'péoBrta
eD lá repéUict, «I tenido miii-
éiba é los quit^eeimmiroé, cas^
todic» de los libro» sibUisos^
^oosoltaiM «I» depósito íagra*.
do, é hicieseb coÉoeer le votos*
Isd de los dioses^ los iolérpretes
de estos oréeolos Msteriosos;
dóciles á la vonáé le aaloriéed^
aouBciabsD que bi cólera celeste
DO podía afiaeáfse sioo ooo um^
aolenoe espiecioo» jr se dispon'
■ian grandes rogativas, llama-»
das ob$$crúti9M$. R^Hjioso en
el idfortuDlo tanto coméenla
prosperidad, el pueblo romano
se humillaba y esperaba su per-
don. Si teni^ que tributar gra*
cías á los dioses, les dirijia siip-
píication$$. Guando un Jeneral
conseguía una irictoria brillan*
te, tomaba una ciudad conside-
rable ó ietmtoalM una guerra
diflcil, enviaba al senado plie-
gos rodeados de ojas de laurel,
dándole parto de sus Irinnfo^, y
pidiéndole decretase en su nom-
bre preces péMicas á los dioses
protectores de Roaia. Bt senado
deUlierabe ^ aotkre té espuesto, y
si Jmgnba q«e la» vestajas a-
noneiadas oran taa consldera-r
bles que pudiesen ser objeto de
una fiesta relljiosa, espedía el '
decretot los tribunos lo aproba-
ban 7 se proclamaba la festivi-
dad. Esta duraba según la im-'
^portancia del acontecimiento,. ó
el crédito del j^ineral que la ha<*
bia pedido,
JEn estas funcioaes solemnes,
en que todo un pueblo estaba re^
unido i>or un mHmo sentimien-
to, abríase la marcha por una
tropa de nifios 4e ambos secsos,
que aun tenían padre y madre,
por lo cual se les llamaba pa^
trimi y nutírimi. Todos eran
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lie los viiit lieHfit; Iban eorona*
dofl de Bofée, y marehilieii con
drde» €aiita»do ioiiiba saRrados.
Loe fíMtfifea» lot aacendoles de
§oim> lol effttejioa, tos mejiatra-
doe, el fenado, \m cabaMeros, jf
en fin la raóMüítid de Im^loda*
dinosj todóf Tciftldoa de blanco,
atgnian á palo hMto; laa nmie-
rea ron soe mejorea adormüj a«
staliaa i(niabtie«le áeafaa flealaa,
rvro emahefi aeiMiradá« de loa
hombrea, para do ftltar á la de«
renda y á la {(ra¥edeéi|ae de*»
hiaocaraeterter á iíd4 córenlo^
ata aeola. Sala iMiieMa ooaifli«»
va se 4irijla á toa tovj^oa de loa
lunndea dfeaaes» é loa éoUlea
ofreoiao ponpoaea faertftéloa{
despoea é loedéeeea de éegttndo
drden* y suceaf ranéate & lea
lemfklM de laa dl^teNMtea iofé^
rinvea, cuyo eolio estaba adoii*
UdoenRooMi^ iavocáaildlos ae^
gUB M ritoaiifis ecaljisft.
Si la funcioB era de rogaUfa»
ioscanloadé alegría aerefltfpla*»
taban con loa acéntoa del dolor.
Earex de dargraeiaa al cieto
por aof Cavorea» lo Inirocaban
eoQ proloagadea Jemidua plira
qoa-ae digaaae prote|er al pao»
Uo romaao y apartaae laa ,ó»§*^
gracias de que ealaba ameosaa
da. la>aeiodfldaBoaentooeeaiÍMiQ
veatidos con laloga ét luto. Ca-
minaban con hM pieadteandoa
y faeabeda baja^ loa kvfmmea*
toa laasbaá sonidos Mgahrea,
wlsatrss qne loa doiM d^ kia nl«
flos4é amboB aeeaoa» eorénados
da élpréa, Matabsa el iaaao del
dolor con notas ptoMenas. La '
comltWa llegaba i la paerla d«rl
templa: loa hombres» después
de haberse pñHternado , ae besa»
han con reépdot hs nrajéfes*
siempre la^ mas ttemas y estre*
madas en ad aniocloo, se precl*
pilaban en las gradas, laa rega-
ban con loa Iterfmas y las en}n-
gabán deapnea con laa trentes de
sna calielloa. Todos etevaban laa
iaanoa ácia el cielo» lodos aoptU
caban se compadeciese del pn%^
blo. Despves la mnHitad de loa
cittdadaooa se dátenle delaeía
del templo» y loa sacerdotes, loa
majfatradoa y qé alerto ndmeM
de persoáajea dlstlngoidos, pe^
netraban s<Moa en el Interiar^
AHÍ orrecian el gran aacrificia
Mamada il^ttíeta» porque tenia
por oléelo oManer de las urnas
eeleates, las agtma tienéíicaa que
reclamaba la tierra. Los sscer-^
dotes que hacían dicha ceremo«
ala, se llamaban Aquititm*^ estoa
préscritriao las fórmulas y se se*'
gaiaa con ana esactttud escru<»
patasa; éste aparato pomposo y
esta relijkiao silencio lo iole<*
rrampiao únicamente los mnji-
doa da laa víctimas ó las pala-*
Digitizedby Google
h9ñ$ fnislt**ifiáisi.'fil di» «alera
se pattUa lilitaiidi». ÉttMiPiv»4
menié tddeA Jof teropla0;il»:ia
trf Qek» rMftthM k las ürMáñn
des <|tieieft svs altares i« fMe^
rabav.-* fia fin, por últfaip «k»
fnerzo; rodaban porral ci^hisla
piedra fd^^ertí ^^U una masa
mfwme qee la oMiuMdad habia
coiecadpeerca. jM Umpio 4«
Morie^uas aUftde Upuerla Ca*
peo% y que^*aola mudándaia dt<
lugar dfítiaa que iafaiibl#ii4oaia
cala aguA del cielo. ;«
Itos aprevecbaiDos da esU^p-
cftsíoD para dar á ooaooor el
culto de los romaoos. £1 aapeeto
de ao leiDfplo de pri#fr drdea
saictHüotel €t|»iiolio^ iai^raba
el respeto y el temor; estaba
iUaado^ fi^re ln roca Tarpeya,
cuya akura aSadida & la del mo^
muaeaio, 1% baeiea el paato
«Ké elevado de. la eiiidad*^u^
bíese á él por ciea gradas> eom*
preadíeudaea oslas las qoe es^
tabaa sobre lo^ pbadieate de la
roca. Laegoqae se llegaba áa«
quella aUina» se dMiagaia pri-
mero ao Vasto raeioto rodeado
de galerías cubiertas y de altas
coloBinatas^ á la eatreatjdad de
las cuales se elevalHi el tempte
coa Biajeslad. Sa forma erñ cua-
drada , dividíase ea caatro par-
tes: el vestíbulo, que formaba
la faebade, eslabir .diempre 4\ri^
Jido Aeifi el Oeaideaiei de* modo
que ei paebto que se reuob eli
¿t»dirijle siempre «« miradas
¿cía ^el paraje por donde el tel
llevaba ilii€itrsac la Segunda par»
te formaba el foado del' templa
eof reate del vestíbulo: por k»
dos lados estaban las alas» for-
madas cada aaa de ana galería
sesteaida'por ilas dé columnas;
ufta de estas galerías estaba con-
sagrada &Jutfo y otra, á Miner-
val EniMdto estaba el cuerpo
deltemploHamado propiameaie
eelte» La estélM de lá divinidad
estaba coloeada en lo . mas a»
partado y daado freftte al ves*-
tíbulo« &le lagar era llamado el
psfMrals s*cfar<ims. No era per*
mltido.eatrar al pueblo eo aquel
recinta eadoade reiaaba ana os«
curídad raH)tQsa> pues la mayor
parte de los tempiqsc recibían Ja
luz únteameate por la ptterta.
Habia tres altaras: el primero
estaba á los pies de la eMátua, f
era nkuy elevado, de donde vie-
ne la palabra crilara (alta ara),
que espresa ea lengua romana
aquella ^vacioé) aarvia para
las libaciones, y.enéise qnemat
ban incienso y perfumes; el se*
gundo servia para los sacrificios^
después de bal>er heebo 'en di
las libsciooes, se derramaba la
sangra de las yíctinias y sa que»
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BMbft OM Uf pitekiM; el ter-
C0Mer» im altar portátil tobrt
«1 cual se eolocahao los vasos
aagriioa, laaofreiidas elb. En él
ae ireiai eseoltaras y pintoras
esqaisitas, la estatua del priae-
rof de los dioses brillaba con ei
rayo^ la corona y el cetro de oro.
Babia taoabien ana figura de la
Victoria ei^viadaporHieron» rey
de Siraeosa, ^ue era de oro y pen-
saba trescientas libras; y «o gran
numero dé estátnas ofrecidas
por loa reyes aliados, eran tan
preciosas por la belle£a del tra-
bi^ tosió por la riqoesli de la
materia. De la bóveda pendían
ofrendas y presentes magnifioos.
£n cada ceiomna se veían pan*
dientes rices despojos» cuadros
votivos, simulacros de toda eé*
^ie, armas de triunfadores,
instrumentos de las artes figu-
radoa de ero y plato» ioume*
rabies coronas» y aobre todo una
multitud de escudos votivos,
todos de metales preciosos y
grabados con diferentes figuras
artisticamente trabajadas^ que
representaban la aceion que las
lubia becbo ofrecer. Los trípo^^
des, las copas, los vasos, lo^ le*
cbos sagrados etc.. estaban goar*
dados cuidadosamenteen unaes^
pecie de tesoro, llamado dono^
ritim, porque la mayor parte de
los objetos que eucerraba» pro^
vosio xuu
venian de deancioMt tf e» los* ciu-
dada«os.ó de los reyes eslraiijo-
ros. Alli se conservabaaloa.li'*
bros sürflinos, loa escodpa ftagrk-
áosátmtilMi, y Iwfais ^oa depé*
sitos de la relüion. n^;
Nótese que. este nomlire Qt-
pltolio etm ^i cual se, deaigua
mas particularmente «1 tefuplp
del soberano de los 4ioses, espino-
sa en su reunión, aquella mialtir
tud de monumentos relijlosos
que cubrían la roca Tarpeya> y
bacian en cierto modo de< «quiail
lugar una ciudad sagrada* Allí
se veía el templo de Júpiter Fe»-
retrio y el de Juno M oneta; so^
bre la pendieate de lo ipopti^fif
estaba el templo de U Goncof^í^i
y en fin coQtábfiose en «quel .Iut
gar mas de cincuenta templos
reunidos.
Los demás templos de aquella
inmensa ciudad, aunque no; ton
magníficos como el Capitolio^ a-
sombroban por su eaplendori-Al
aspecto de aquella iocop^cebible
cantidad.de es^tuas de oro y xie
plata, de aquellos vasos, de aque*
lias copas enriquecidas con pier
dras preciosas^ de tantos « ojt^jetos
mas ricos por el trabajo que por
la materia, no puede uno^ de^ar
de pensar que la piedad de los
romanos lio sido mas ruiposa po-
ra los pueblos que su am^bicioqi
Los templos de Roma oCcecian
19
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U6
dJfTOTtA
entre t( dM»renciaf que aoao-
t'iatKnl la eructa de la dHrlnidad
h qoe eüaban dedleadoa. Loa de
lúpiler», de Jaoo, de Minerva,
estobaa aiemffe sitoadoe ea loa
parajes mas elevados, porque
estos dioses debían de ona sola
ojeada abrazar la universalidad
del pueblo qne los reverencialM.
Por ona consecuencia de la mis*
ma ideSj los de Júpiter Teman-
te (i), el del Sol, el de la Luna y
el del Cielo, estaban abiertos por
la parle superior, para que el
dios que presidía en él pudiese
levantar sus miradas sin ostáeu«
lo. Del mismo modo la arqoitee*
tara de un templo ofireeia ordina*
riamente una especie de analojfa
con la divinidad á que estaba
dedicado. Asf es^ que el orden diS-
rícó, grave y severa estaba con-
segrado á Marte; á Belona, Castor
yáPólut: el jónico, á la vez
elegante y sencillo, decoraba los
traipios de Juno^ Diana y Baco,
mientras el corlnlio^ mas gracio-
so y adornado, estaba particular,
mente reservado á Yenus, á Plo-
ra y á Proserpina.
Cosa digna es también de no*
(t) El templo de J6p¡tcr TboMile
ft postf rior á aqaelb épor*. Fué edl6-
c«<lo bi)o Augasto, eon motivo de ha-
ber perdiddá'^no de so» iaroriloemiier-
to de tiu ray* •
tarse que los Aoses^ & quien n*
ponien autores de los verdaderos
bienes, tenias todos sos templos
en el interior de Homa, mientras
que los de Venus, Belona y Mar»
te mismo, estaban fuera de la ciu*
dad. El culto que se les tributa*
ba necia dal temor mas bien que
del amor; poe^ parecía que a»
tejándolos de sus ogares^ ba^
bia procurado aquel pueblo a«
tejar de ellos las pasiones e*'
nemigas del reposo de los liom*
bres.
Las victimas que se debiaa
sacritcar deloan ser sin manclie
y sin defectos esenciales^ no de-
bían baber sufrido el yugo; sa-
cerdotes de un orden inferior
recorrían incesantemente loe
campos para escojerlos anima-
les que jtugasen dignos de ser'
presentados á los dioses^ marcá-
banles con algún color; y estos
eran los que siempre se debían
elejir para ios sacrificios póblí-
cos ó particulares. Las victimas'
mas agradables á Jdpíter eran
los bueyes muy blancos, que
pastaban en las orillas del CUí-
Itmmíni, en el pais de los f a-
liscos^ cuyas aguas decían te-
nían Ja virtud de cambiar su
color. Ofrecíanle también bece*
rrasó una simple ternera; pero
era descebada por los sacerdotesv
si la llevaban sobre las espal-
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da0(t). Toila vfciima debía ser
coodücitta'Sinr vfoieneia, como al
hubiese debido f r al sacríficio por
et solo efecto de éu instioio; y
se querfa que la cuerda ron que
la lleva bao fuese floja^ debién-
dosela quitar Cuanda estaba de-
lante del altar. Oft*ecíanse i los
otros dioses, caroeros, puercos,
cabras; sin embargo Minerva no
aceptaba este sacrificio último>
porque decian que este animal
destruía el olivo cuyas ojas ra-
moneaba (2). Aquellos á quie-
nes sus cortos medios no permi-
tían sacrificar Tíctimas verda-
^ deras, ofrecían en su lugar simu*
lacros de pasta ó de cera^ y estos
humildes omenajes eran recibi-
dos con bondad.
Los asistentes se cubrían la
cabezaeuel momento de la in-
vocación. En Jenerai las ceremo-
olas relijioáás de ios romanos
lenian con las griegas una ana-
lojia que no permitía dudar de
su orijen. Las que les eran
particulares hablan sido lleva-
das de Etniria i Roma, en don-
de los ministros del culto las
adaptaron á la naturaleza de su
(i) Pumo, IíIk VIII, cap. li» dice
(|ue uo ternero podía sacrificarse á los
. treinla áui, un cordero á los ocho y
mn puerco á los cinco.
(2) Id.ld.ttp»K.
lODAfTA. Í47
gobierno, y á las circunstancias' '
que las hablan hecho ado|)tar/
Los Jefes de la relijíon teniad
respecto á este punto toda la
latitud que podían desear, por*
que en cuanto i los ritos, á tat
preces y á los misterios relijio-
sos, todo se transmitía de sacer*
dote á sacerdote. Nunca estu-
vieron escritas las reglan que
hablan de seguirse en aquellas
sftntas ceremonias*, y se miraba
como una profanación confiar
tan altos secretos á letras muer-
tas. Solo se comucicaban por la
tradición á los que debían estar
instruidos en ellas, y las mu-
danzas que juzgaban convenien-
tes verificar según los tiempos y
las circunstancias, dependían so-
lo de su voluntad. Respectoá es-
to eran los arbitros de la creen*
cía pública; y la dirijian según
las miras del gobierno ó según
sus propios designios. Coa sola
palabra ajena al acto que se ve-
rificaba^ destruía el efecto del
sacrificio y babia que volverlo á
principiar. La palabra degollar á
una victima era una blasfemia;
debía decirse inmolare, formada
de mola, que espresa la harina
tostada, molida y espolvoreada
de sal, de que usaban en los sa-
crificios y aun la ofrecían sola
en forma de tortas sagradas, que
se colocaba sobre la cabeza de
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HS mrroBu
una victima. El grito de uo ra-
tón que se hiciese oir durante la
ceremonia relijiosa, destruía en-
teramente su efecto; pero si por
una estravagoncia de la natura-
leza, de que hubo ejemplos, apa*
recia (;ii aquel momento un ra-
tón blanco, era el. mas feliz de
todos los presajios (1). Estos sa-
crificios no podían liacerse sin
harina, ni ofrecer libaciones con
Tino de una viña que no fuese
podada. Fácil es conocer que es.
ta ley sagrada tendiaá hacer que
se qiirase la agricultura como
un acló de relijíon,
¿ Pero ^qué esplicacion podía-
mos dar de lo que se practicaba
en la c^spiacion de los rayos, es
decir, de aquellos crímenes que
svppniaa atraían sobre el cul-
poble el rayo de Júpiter? A este
dios se le ofrecían cebollas, ca-
bellos y, sardinas, mezcla estra-
yagante y ridicula, que mas bien
parece emanar del desarreglo de
Icr imajinacion que de una pie-
<jad verdadera (2). La Roma de
aquel tiempo, como la Roma mo-
derna, era un depósito de ridicu-
leces y estravagancias. Los roma-
nps se ocupabanen hablar de los
prodijios y de Iqs signos mila-
grosos por med^o Je los cuales los
(1) Punió, Hb. Vin, Gtp. vm.
. (2)v PLVT4aC0|^l|flM« .
dioses manifestaban sus Tolon^
tades. Sus estatuas unas Teces
cubiertas de sudor, espresabaa
su agonfa por un pueblo querido*
Otras veces las entrafias mu*
jientes de las víctimas les ame*
nazaban con desgracias atroces;
caian lluvias de sangre y de car-
ne. Greian que los ratones hablan
anunciado la guerra de los mar-.
soSj devorando en Lavinio los
escudos de plata (3).
Nacimiento DE üN Nifto, nox-
BBKS> EDccAaoH. --Luego que
una mujer daba ¿ luz un niño,
los parientes levantaban á todi^
prisa un altar k la diosa Natío,
adornándole eon guirnaldas de
adórmideraa, planta cuyas se^
millas inumerables ofrecían ua
justo emblema de la reproduc-
ción de los seres. Poco antes de
que el parto se verificase, si la
embarazada era persona de cua-r
lidad, hácic^n traer una nodri^
del pais de los samn{tas« Este
pueblo, cuyo valor habla sido
por mucho tiempo fatal k los
romanos, copservaba enU*e ellos
su antigua reputación, y no sia
razón creían qw los niños ate-
tados por mujeres tan valerosas,
no podrían llegar á ser hombres
tímidos. Una nodriza no era mi-
rada entre ellos como un ser
(3) PtiaiOi lib» VDIí, cap. t¿fíu
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■OHAITA.
«9
mere enarioiconiid erada del orno,
querida del ama y respetada por
lodos los criados, llegaba á ser
en cierto modo un miembro e-
senciaL de aquella famHia que
le babia confíado loque tenia de
mas querido. Si era un niño el
nacido, presidía á los cuidados
que ecsíjian sus primeros años.
Su celo todolovijilaba, todo lo
previa, T rival verdadera de la
madre, particrpaba de su dulce
nombré. Cuando su hijo adoptivo
posaba á manos de los hombres,
ella sabia dulcificar por diversos
medios lo que una educación se-
vera podia tener de rigoroso. Su
viva ternura desarrollaba en el
alma del joven el jérraen dichoso
del reconocimiento, y ella recojia
un seguro fruto. Este sentimien-
to dalabade la mas alta antigüe-
dad entre los romanos, y recorda-
ba que la nodriza de Eneas tuvo
parte en sus infortunios, le si-
guió eu todos sus viajes, murió
al llegar á Italia, y este héroe,
por última señal de su ternura,
dio su nombre á la ciudad de
Cayeta.
Si era una niña la nacida, el
cariño mas tierno de una madre
apenas podia igualarse al de una
nodriza. El casamiento de la jo-
ven no la separaba de ella-, lu
nodriza la seguia á su nueva casa
y la servia como de directora.
Después de nacido el niño lo lle-
vaban según costumbre y lo po-
nían á los pies de su padre-, este
lo levantaba é invocaba en alta
voz á la diosa Levana, y a! día
siguiente ponían una moneda en
el altar de Juno Lucina. Si des-
pués de que el recien nacido era
depositado á los pies de su pa-
dre, este no lelevanlaba ó apar-
taba la cara á otro lado, la débil
criatura era condenada á perder
la vida.
El nacimiento de un hijo era
para un romano una época so-
lemne; apenas lo habian anuncia,
do, los clientes se apresuraban
á felicitar á su patrono^ y salu-
daban con aclamaciones á aquel
que un dia habia de ser su pro-
lector. Cada año en semejante dia
renovaban sus omenajes; y esta
fiesta, relijiosamente observada,
era la mas interesante que po-
dia celebrar una familia. El na-
cimiento de nna hija esparcia
una alegría tan viva, pero las
señales no salian del recinto de
la casa. Los clientes se limita-
ban entonces á simples felicita-
ciones-, un ser destinado á pasar
á otra familia, no debía escitar
en ellos trasportes de júbilo.
En el principio de la repúbli-
ca cada romano no tenia mas
que un nombre, como sucedió
con Rómulo y Remo-, pero des-
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150
pues para designar los niíein-
bro<i de una misma familia se a*
doptóel prsnomen, tales confio
Quintus, JUarcíu, Vneius, etc. El
namfn era el tipo de la familia:
servíanse de él freGuentemenie
de una manera colectiva» y de-
cían los Fabio$, los Carnelios. El
sobrenombre cognomen, tomaba
su orijen de alguna cualidad ó
de algún defecto» ya de espíritu,
ya de cuerpo» ó de alguna acción
mala ó buena. A veces recordé*
ba un elojio» á veces era una sá*
tira-, en fin» algunos romanos lle-
vaban también un cuarto nom-
bre» agnomen. Guando un ciuda-
dano, que tenia tres nombres se
distinguía por una acción bri-
llante» alcanzaba uoa gran victo*
ría ó sometía una provincia con-
siderable» la voz pública anadia
¿ su nombre el del lugar en que
se babia distinguido su valor.
Pubtio Cornelio Scipion» pasaba
por ser el primero á quien el
pueblo hubiese concedido esta
recompensa onrándole con el
nombre de Africano (1). Así el
agnomen y el cognomen eran ne-
cesariamente significativos. £1
mSTOElA
nombre propiamente dicho, o*
f recia un sentido que recordaba
la primitiva sencillez. Los Porcioe
tuvieron por fundador á oo por*
quero» los Bubolcos á un bove«
ro» etc. El pronombre indicabe
ordinariamenteel orden de nací-*
miento» como Qmniui » Sexíui,
Deeius, abreviado de Dmíonm;
espresaba también el valor como
en Marcui, Mamerem, Mwrc$Uui^
todos derivados de Marte. Algu**
ñas vecesise inverUa este orden»
y el pronombre de una familia
se con vertía en el nombre pro*
pió de otra» eomose vio en las
de los Oetoüios» Mareelm, etc.
Les mujeres teoian nombres
mas sencillos. La mayor lleva-
ha siempre el de la familia» con
una desinencia femenina» tales
como Cornelia Oetavia-j las que
las seguían se designaban lo mis-
mo en público» pero en. el inte*
rior de la casa se las nombraba
familiarmente»áeetifidi7/a» Quar^
tilla, Quíntala, S^Milla; y es*
tas espresiones á la vez gracio*
sas y llenas de cariño» cuadra-
ban perfectamente á aquellas i
quienes iban dir^idas.
( t ) Veáfe á Tito Livio lib. X. Este
uto t§ moclio loat antiguo, patt el ado
493, Cayo Marco, habiéndote ¿istia*
guido en el sitio de Gnrtolos, recibió el
sobrenombre de Cortolaoo. -
CONCLUSIÓN.
Hemos concluido aqa( la bis*
toria romana y narrado cuanto
sobre ella nos ha parecido con^
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KMiAlfA.
1&1
Vetéente. Hemos recorrido nn
cuadro estenso de Ip vida de
aquel pueblo celebérrimo^ y aun-
que coutiouaremos ocupándo-
nos de él, será considerándolo de
otra manera, bajo otras relacio-
nes, con otra vida poHlica. Si fe-
cunda ha sido basta aora en a*
contecimientos la historia del
primer pueblo de ia tierra, no
dejará de presentarlos grandes y
capaces de llamar la atención
del filósofo 7 del hombre pensa*
dor. Vamos á ver otras leyes, o-
tros personajes, nuevas pasto*
nes, nuevos crímenes. Jenera-
riones nuevas se van á presen-
ttt>*> y jefes diversos levantarán
su voz en donde tantos hombres
singulares admiraron por sus cí-
vicas virtudes^ su valor ó sus
vicios.
Mes antes de terminar este
libro, permítenos, 6 antigua Ro-
ma, que te saludemos dirijiéndo-
te nuestra débil y pobre voz. Ro-
ma, ciudad triunfadorat levanta
del sepulcro donde descansa tu
frente convertida en polvo. Se*
ñora en otro tiempo y esplen-
dente de gloria y majestad* in-
terrumpe por un momento la
trauquilidad de tu profundo
sueño y permítenos que en nom-
bre de la filosofia y de la liber-
tad, y en provecho dé las Jene-
raciones que sobrevivirán á tu
desastrosa ruina, ose turbar pnr
un momento la paz y el silencio
que te rodea. Tu destino, ciudad
poderosa, no fué únicamente ro-
mo dijo el príncipe de tus poet-is»
tener por imperio ¡a tierra é igua-
lar al Olimpo en grandeza (1);
ba^ sido también ser el ejemplo
perene de los demás pueblos, y
el amargo desengaño de los si-
glos posteriores. Tü no pudiste
leer mas que una oja en el libro
de tus destinos; pero nosotros
que vemos con el espíritu el
principio y el término de tu ca*
rrera, te hemos juzgado con im-
parcialidad. Sobre el trono au-.
gusto de tus emperadores, nue-
va jeneracion de hombres se
sentó, y las virtudes y los crí-
menes mas abominables solieron
de allí en nombre de un nuevo
Dios, del Dios de la verdad: em-
pero las virtudes fueron pocas
y volaron al cielo coo ios va*
roñes que las practicaron; y los
crímenes de ios demás han con-
tajiado la tierra, transmitiendo^
se por toda ella, y pasan<lo de je-
neracion en jeneracioq como una
herencia ignominiosa.
(t) Imp>erfum Urrit^ animo seguít^
vii Ofympo.
Fin DB LA HISTOBU BOMAIU.
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152
BISTOUÁ
^ItlBlD S)l2<BliaDtim<6l21Dt
(0) DS OBÜEHTIS.
CAPITULO PRIMERO.
Cuadro del imperio ro«n«»o «« .«^^enectud. -De.trucdon de U WjerUd por
' Con»UnU«o.- Fundación del d«p„t¡smo.-Tra» U.w» de >* »'"• «>«j '"^
perio í CoasUntinopl».— P»i«nera» diícordu» ecleíiiilic»..-— Sect. de le*
Í7nwnee/A.n*«. -Edicto, de ConManlino—Goerr. entre Cowtantino f
LlcinSo.— BauUa«deia«kro.y Crisópolia.r-AbolKHvi del pohteitmo.-—
DesArdene* en el imperio, otarionado» por io* corte.ano..-jHereji. en Ejip-
to eKiuda por Arrio.— Secta» del sincretisaio, de loi e»;n<os y de los tera-
peutas.—Gortumbres de lo. «.enioa.- Co.t«mbret de lo. terapeuta», —E.-
tebleciiDienlo del cri.»i«ni»mo.— Cu.», delodio de U» romano, contra «I
erl.tUni.OM>.— Caída del politeÍMiio.— Primer» ofaúpo. de Roma. — San
Pedro no eeturo en Rom..-SecU del RaracUio. -C«dro de las d,^ord«»
caniad.* por loa dama..- Elección de un Jef» •«« '• >«H!?ia. llamado Papa—
La eMomonion-— Moral del criatianismo. — Nanmiento del .Triam.nio. —
BafnerM». de Conatantino para eaUWecer la p« •- U iglma.-Conc.l.o je-
neral de Nicea. - AfcoUcion de lo. combate» de lo. gladíadore..— Deacabri-
miento del «pulcro de Criato. -Fundación de Conrtantiuopla.— Dedicación
deCoo.Untin7pl«íla Virjen.-Inrtilncione. de «r*?***"*'"? v'illf ÍI!*
de Conatantino el ¡«ven contra loa Rodo». — Muerte infame del.fi»*«»fo So-
palero.— Primer eaUbledmiento de lo» bárbaro» en el imperio. — Naci-
¡nienlo de Juliano, llamado el »v6»**t*. — Panejirieo w5pecho.o de Con.-
Unlioo.— Repartimiento del imperio entre lo. •"!<>» «"e^"»»»""»»---
Rueraa diaenaionta de la igle»ia.— Triunfo y muerte de A»rio.— Ley aobre
U jnrUdiccion epiacopal.— Moerti deConatanUno.
CONSTANTINO.
(A2o3ia.)
H.
Lemos abandonado ya á aquel
célebre foro en donde brillaron
tantos oradores eloícuentes, a*
qnel senado que á Gyneas habia
parecido una asamblea de reyes
y en donde se admiraban tantas
virtudes, y á aquel capitolio en
qae triunfaron tantos béroes;
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DEL BAIO
alfa ^ifdlrefMr cgHi CkiiHlarttino
H OriMle vahiptaosü^ en que el
ilbiErt>f«ii»ecido por 1a nnoiicie^
^hriagado por tos placeres, pa-
róte sieni|>r6 dMtinado á eolor-
l^foérse en él séoo del ocio, y á
dohitii«se eú la eselaVUud.
' GVAÍmD*í>KL IMFRBfO llOMANt)
te SüSEaí^BCTOD* — Yuitios á des-
cribir la ^eneeiud de aqael im-
perio, caya füerfta colosal fati-
gó la tierra por tantos siglos.
La bffitoria de esta senectud es
triste; pero conserva sin embar--
go algunos vestijios de la anti-
gua grandeza. Si no eleva el áni«
mo, lo interesa todavía. Yénse
en ella pocas acciones heroicas
que escilea la admiración, para
ofrecer á los reyes y á los pue-
blos útiles lecciones y ejemplos
8aHi<tables. Yénse el^ valor raras
atento á defender que á con-
quistar: la política mas tímida,
la intriga en lugar de la osadía,
la trakion en lugar de las sedi*
dones, y asesinatos en lugar de
Tldorlas.
' Los príncipes son todavía des-
tronador por frecuentes eonspi-
faetones; mas estas fio pasan del
taeioto de palacio, y son casi in-
diferentes á loa pueblos, porque
kakacen cambiar de seftor y no
de Buerte.
aüíesde el repartimiento del
afni{ieri<>,xlice Jlfontesquieu, la
iiM:aio. 151
•ambición de fo; jenerates cstu-
»vo mas contenida, y la vida de
•losnríocípes mas segura. Estos
«pudieron morir en su cama, lo-
>4ue pareció suavizar un poco
usus costumbres. No derrama-
»ron la sangre tan ferozmente,
»pero siendo forzoso que este
■Inmenso podar sobreabundase
tipor alguu lado, se vio otra es-
»>pecie mas oculta de tiranía. No
sliubo asesinatos sino Juicios
«inicuos y formas de procesar
»qoe alejaban la muerte para
•hacer la vida ignominiosa. La
«corte fué gobernada, y gober-
»ttó con artiíicio mas esquisito,
•con mayor silencio; y en lugar
»de la osadía para emprender
»una acción mala y del ímpetu
»para cometerla , no reinaron
•sino los vicios de las almas dé-
•biles y los crímenes premedi-
»tados.«
Los emperadores mtfk. am-
biciosos hablan respetado, si-
guiendo el ejemplo de Augusto,
las formas de la república; y los
príncipes mas perversos, mos-
trándose todavía ciudadanos, ae
hacían populares para ejercer el
poder abaoluto. Estos señorea
del mundo mandaban, pero en
nombre del pueblo romano: e!
senado lejitimaba sus^ órdenes-,
los pontífices santificaban sus
empresas: los mas poderosos é'
20
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154
HISTORIA
ilustres ciudadanos de Roma a-
compañaban sus personas, em-
bellecian su corte, y sostenían su
gloría con el esplendor de sus
triunfos. Pocos príncipes, aun
de los mas ¡nfames, se hubieran
creido dignos de conservar el
nombre y la autoridad de empe-
rador, sin visitar frecuentemen-
te los numerosos campamentos
que guarnecían las fronteras del
imperio. Dejaban muchas veces
la toga, y se ponían al frente de
aquellas invencibles lejionesque
hacian respetable el nombre ro-
mano, aun cuando la pérdida de
las virtudes y de la libertad no
les dejaba otro título para ser
esliniüdos sino el del valor.
Destrucción pe la libertad
POR coNSTARTiNO. — Borrárouse
eu el tiempo de Constantino los
vestijios del antiguo sistema.
Este emperador no siguió las
anteriores costumbres sino has-
ta el momento en que se vio sin
rivales. Cuidadoso de destruir to-
do rastro de libertad^ borró de
los estandartes las letras inicia-
les de Señalas Populusque Ro*
manus, con el pretesto de susti-
tuirle el Lábaro. £1 pueblo fué
privado de todo derecho de ele-
jir^ el senado de toda facultad
eu la lejislaciou.
FüIlDACIüN DEL DESPOTISMO. —
Goostaotioo^ temiendo á los grao*
des, y deseoso de alagar su ▼••
nidad, creó muchos títulos sin
funciones, y no confió la auto*
ridad sino á personas escojtdas
porél, ycuya autoridad depen-
día de su favor. Ya no fué nada
la nación*, el príncipe era todo:
la corte remplazó á la patria, y
la monarquía legal pasó á ser el
patrimonio de los reyes ambicio*
sos. Estos, cegados por el amor
del poder, temen todo límite á su
autoridad: olvidan que las ínstí*
tuciones que arreglan ydisponea
su marcha son las únicas que
pueden prestarles alguna segu-
ridad-, y que no queriendo ba-
rrera contra el abuso del poder,
privan á su autoridad del único
escudo que puede defenderla ea
los días de peligro.
Constantino no vio los incoo-
venientes del despotismo que fuo*
daba. Príncipe belicoso, corona*
do por la victoria , amado de
sus soldados compañeros desús
triunfos, se vio respetado de los
pueblos á quienes libertó de mu-
chos tiranos: su actividad y des-
treza impedían todos los peligros,
y solo encontró resistencia en el
clero, á quien había libertado,
ensalzado y enriquecido.
Todo despotismo es brillaote
cuando está decorado por la glo*
ria^ y aun presta una felicidad
apareóte y pasajera cuando lo
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DEL BAJO
ejerce un príncipe hábil y justo.
La fuerza de Constantino asegu-
raba al imperio un profundo re-
poso: la equidad de la mayor
parte de sus leyes hizo gozar á
sus subditos de una seguridad
mucho tiempo antes desconoci-
da. Solo se sintieron después de
su muerte los defectos de un
gobierno sin contrapeso y de una
monarquía monstruosa y sin cí-
mientoSy que se desplomó por
ios repetidos ataques de los bár-
baros.
Desde que la actividad de Cons-
tantino dejó de animar los mal
unidos miembros de aquel im-
perio colosal, «us débiles suce-
sores, semejantes á los déspotas
afeminados del Asia, no mostra-
ron ninguna cualidad romana.
El ocio infame los encadenó en-
roedio de una corle corrompida:
encerráronse en su palacio: su
autoridad pasó á manos de eunu.
eos, libertosy criados insolentes.
El historiadorM, Le Beau obser-
va, querías personas mas ilus-
»tres, los majistrados mas respe-
atables y los guerreros mas va-
clientes sufrían el dorainiodecor-
vtesanos sin esperiencia ni méri-
»lo, incapaces, no solo de servir
iBal estado^ sino también de per-
vmitir que se le sirva con gloria.»
Los príncipes. Invisibles á la na»
eion^ en un palacio adonde no
IMPERIO. 155
podi'i penetrar la verdad, roderi-
dos de lacerdotes^ á quienes la
ambición separaba de sus debe-
res, y que solo pretendían inte-
resar al poder en sus vergonzo-
sas querellas y disputas pueriles,
y á menudo en sus funestos e-
rrores, estos emperadores de-
gradados, ni veían, ni pensaban,
ni reinaban sino por el vehículo
de sus privados. La Italia, some-
tida muchos siglos antes á los
señores del mundu> y enrique-
cida con los despojos de Grecia,
Asia, África y Kspaña, no era
ya sino el Jardín de Roma, como
la llama Mootesquieu. Cubierta
de palacios, casas de placer y
parques suntuosos, deroraba al
imperio sin producir nada. Se
veia una multitud de ricos afe-
minados, de esclavos consagra-
dos al lujo y á los placeres, de
gladiadores, danzarines, cortesa-
ñas, y pantomimos-, masnobabia
cultivadores ni soldados. Los
primeros no se encontraban si-
no en Sicilia, África y Ejipto-, y
las iejiones, reclutadas en los
países de conquista , contaban
en sus Atas pocos ciudadanos y
muchos bárbaros, mas dispues-
tos á robar el imperio que á de-
fenderlo. El lujo de dos ó mas
cortes y el gran número de em-
pleados aumentaban las contri-
buciones, devoradas por los fa-
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ijff^' HISTORIA
voritos sin uüliddd Je la repú-
blica.
Tr.vslaciox de la silla del
impkrio a constaxtinopla. — la
traslación de la silla del imperio
á Constanlinopla, consumando
la opresión de Italia, le quitó el
resto de su poblacioQ y riquezas,
y la abandona indefensa .á los
selváticos hijos del setentrion,
los cuales triunfaron con facili-
dad de los débiles descendientes
de los tencedores del orbe, y su-
naerjieron el mundo civilizado
durante algunos siglos en las ti-
nieblas de la barbarie.
Aora vamos á comenzar l$i his-
toria de esta sangrienta y terri-
ble revolución, por la cual se
formaron en el Norte y el Occi-
dente, entre las ruinas del im-
perio romano, las nuevas mo-
narquías, que después de una
largti barbarie saüeroa del caos
fuertes y brillantes, y esparcie-
ron por el mundo moderno las
ciencias, las letras, las artes y la
gloria, cuando se había temido
que yaciesen sepultadas para
siempre eu la tumba de Grecia y
Boma.
En Orienteseguiremos por mas
tiempo á los débiles sucesores
de Constantino; pero sin esten-
dernos mucho en los tristes y
vergonzosos detalles de aquella
serie monótona de tiranías -sin
grandeza, de revoluciones sin in-
terés público, de crímenes sine-
nerjía. Trazaremos rápidamente
los reinados de aquellos prínci-
pes, cuya mayor pártese presen-
taron en el trono como sombras,
y arrastraron, mas bien que sos-
tuvieron, el cetro de los cesares,
hasta que los soldados fanáticos
de Mahoraa , sorprendiéndolos
enmedio de las disputas de sus
sectas y de los juegos de su cir-
co, les arrancaron los únicos res-
tos de una corona que ya se les
caía de la cabeza.
Constantino, fundador de este
nuevo imperio, parecía en los
primeros años de su reinado mas
atento á vigorizar las antiguas
instituciones, que á crear otras
nuevas. Después de libertar á
Roma procuró reparar los males
producidos por lu tírauía y los
desórdenes de la guerra civil.
Triunfante bajo las banderas de
un culto nuevo, no hizo al prin-
cipio otra cosa sino dar la liber-
tad y prolejer á una relijion has-
ta entonces proscrita; pero dejó
al jenlilismo la posesión de sus
derechos y onores antiguos.
Después de haber restituido
la justicia al imperio, quiso ha-
cer reinar la tolerancia. Coa
esta sabia política restableció la
paz interior, y mereció aquel
amor verdadero, que rara vez
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conceden tos partMot TeiieMoi á
lot vencedores. Entonces se le
erijió un arco de triunfo eoa es-
ta inscripción^ dictada por la li-
sonja de unos y el agradeeiinien-
tode otros-r «El senado y el pue-
ablo romano han consagrado es*
»te arco de triunfo á Constanti*
•no, el cual por la inspiración de
»la divinidad* y por la grandeza
»de su ánimo al frente de su e-
ejército, ha sabido con una jus-
«ta venganza libertar la repúbli-
»ca del yugo de un tirado. «
£1 empertidor respondió mo^
destamente á este omenaje» a-
tribuyendo sus buenos sucesos
á solo Dios, é hiio poner en lo
hajode la cruz que llevaba su
estatua, la siguiente inscripción:
«Poir esta señal saludable, ver-
ndadero símbolo de fuerza y de
»valor^ he libertado vuestra ciu
ndad y restablecido, al senado y
•pueblo romano en su antiguo
•esplendor.»
Al mismo tiempo que daba tan
solemne testimonio de su predi-
lección al cristianismo, resistía
el zelo ardiente de los cristianos
de su corte, y les proibiu toda
reacción contra sus perseguido-
res. Por un edicto, publicado en
Mediolano, aseguró á * todos los
subditos del imperio el libre e-
' jercício de sus relijiones^ y para
probar cuánto temía seguir las
t57
pisadas de lol tirases, didr una
ley condenando al tormento á
todo delator sin pruebas del cri*^
men de lesa majestad. Si este
príncipe hubiera continuado en
tan nobles sentimientos, hubie-»
ra igualado en sabiduría á Marto
Aurelie y á Trajeno, á quien su^
peraba acaso en gloria militar;
pero la embriaguez del poder y
la infame ambición de los sacer-
dotes que le rodeaban, le bicie*
ron bien pronto abandonar tan
sabia. política. Los cristianos, li-
bres apenes de la persecución, ae
tlividieron en sectas-, el empera-
dor debiera haberse servido de
su autoridad, solo para piroibir
todo acto contrario á la tranqui-
lidad pública. Debió evitar el
mezclarse en las disputas de opi-
niones para no haberles dado
una funesta importancia; é in-
dudablemente si estas disensio-
nes las hubiera mirado por el
lado de la política, las disputas
metafísicas de los cristianos bu^
hieran teñido igual influencia
en la suerte de los pueblos que
las controversias de las diferen-
tes escuelas de filosofia, quedes-
de tanto tiempo se. habían, apo-
derado de los espíritus siu tur
bar la tierra. Pero luego que
poder del emperador intervino
en los asuntos relijiosos, se coa
I virtieron en asuntos de enado
1
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158
El espirito deopo^ion y dé li-
bertad qm baMa calido del se-
nado» entrdeii los eoacilies; la
aadácia njue babia abandonado
la tribuna, m presentó en la cá-
tedra: las «onciencias resistie-
ron á la autoridad; los eacerdo-
tes pretendieron mandará las
almas, como los príncipes á los
cuerpos, yei mundo se acostum-
bró á recooMor'dos poderes, uno
espiritual y otro temporal; siem-
pre detesítables porquetas apasio-
nes jamás 'permitirán que se
marquen «as límites con prect-
aion.
Algunos principes; zelosos ^fle
su poder y mal Tódeddos, opo-
aieroo frecoentemente laherejw
á los dogmasTecíbidos^por la'i-
glesia^yproseribleroná los que
no podían «conrencer. ^tros,
débiles, «imorütos 7 'dominados
por saoerdétes 4nrbttlemos y
ambiciosos, 'cefieron'é la^4iara
una parte de las prerogativas de
so Goronfr: -él '<ae8eo'4le«onaf loria
▼ana, la eodibia y la sed ^e 4as*
riquezas, *oniSa á^la -esperanza
del poder, ^esparcieron ^en la ^1-
glesia los jérmenes'dela cerrop-
cion; y aquélla Teli^on moral
que proscribía ^todas las 'pasio-
nes, queenséÜaba'todaslasTir-
tudes, que hacia on mérito de
la pobreza, on deber de la ho-
mildad, y qoe ordenaba á todos
sos ministros predicar á los hom-
bres, la onion, la igualdad, el
amor, y el olvido de las injurias,
ofredó á la tierra el cuadro es-
candalosísimo de las disensiones
mas tenaces, de la ambición mas
desenfrenada, de las disputas mas
íjndecentes y de las venganzas
mos crueles.
En el nombre del que habia
declaritda que su raíne noerm
Se estemnnd; se disputaron ver-
goozosamente los onores, las ri-
quezas, la dominación; en el
nombre de nn Dios que perdona^
se lanzaron recíprocamente Tos .
irayos celestes; y en el nombro
de jun Afos'de paz, la tierra fué
ensangrentada por tigres con es-
tolas. ^
, ^odas las ajinas de esta his-
toria, y^r espacio de muchos
aiglos las 'de la historia moder-
na,-se verán atestadas con los
«desórdenes y crímenes que iiie*
ronel resoltado deten funestos
^ttraviost-al describirlos con fi-
delidad, es esenx^ial y justo evi-
4ar siempre üna^alta no menos
ncomon, la de oonfondír una re-
jyion sencilla, moral, tolerante,
«pacfflca,eon las pasiones y es-
ceses de sos ministros; porqoe
entre los sacerdotes de todos los
cultos, siempre los ha habido tra.
paceros y bribones. La historia
deja'deser imparcial y sedespo-
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Ja é« M ooMeeiriNAer, cuto-
do demasiadamente irritada de
los alHisoa» acusa á los princi-
pies-, pues es engañar á los bom-
bres en vez de ilustrarlos, atrK
boir i la filoaoíta loa errores do
tos sofistas, á la libertad lo»
crímenes de la anarquía, yÁ la
relijioo las debilidades y los vi-
cios que conden».
El África fué el primer teatro
de las disensiones relijiosas. Ge-
ciliano, obispo de Cnrlairo, fué^
acusado por Donato de haber u-
surpado la silla, y de beber sido
Irodtlor; esto es^ de haber entre»
gaito por debilidad k los majis-
trados jentiles en tiempo de per-
secución, los libros sagrados. Se-^
tenta obíspoa de África declara-
ron á Ceciüano inocente y debi-
damente ordenado: el partido de
los donatistas, ardiente y nume-
roso, no quiso someterse á esta
decisión.
£1 emperador, para terminar
este cisma, convocó un concilio
en Arélate (Arles) el 314, ál
cual envió dos legados el papa
Silvestre. Este concilio sentón*
dó en f^or de Ceciliano, y dio
cuenta al papa de su M^Mencia.
Loa obispos que componían este
cooeilio, no daban entonces al
sucesor de San Pedro sino el titu*
to de numiromut querido h$r^
WMno\ invitironle á que pubU«
10. l&O
case su decreto y á que lo co^
mbuicase i las otras iglesias.
Recordamos esto para c|ue lo
teng» présenle los inibécUei
parlidaiiíiosdet omnímodo poder
papal,, y pura que el pueblo dea«
precie sus serviles argumentos.
Al alio siguiente hubo albo-
rotos en Palestina: los Judíos,
irritadoa contra los cristianos,
comelierou grandes violencias.
Gbnstantioolas reprimió, decla-
ró I ibre st todo cristiano que fue*
seesclavo de un Judio, y proibid
h estos,, bajo pena de muerte y
conflscacioa de bienes, obligar
á loa cristiaoos^ i circuncidarse.
Abolió al miuno tiemp<i en todo
el imperio el suplicio de la eras.
Los donatistas, siempre osti-
nadoaea su /resistencia>apela*
roa al emperador de lasentou^
cia del eoaisiUo. El paíucipeae
neg6 primero á Juigar una cuea^
yoarelijlosa que no* era^ de su
coffi^Klanciav pero después mu«
dó. da opinión,, y mandóla Ceci*
liano preseniafae ea Roma, y
comparecer auto éL CecUiano
no obedeció^ peía Coostaniioo
Juzgó la causa,, y declaró inocen-
toalotrispo. de: África, y caium*»
nladoreaá sua adversarios^
Esto acto de autoridad eaua
negocio que aolo intek^aaba ¿ la
eonciencia, fué aprobado poste-
riormente por uno ét los apoyos
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160
■iftauA
mas ArnatieltreHjton, coma
era Sao ÁpatAm, quien manifes-
tó no ver en él sino el deseo de
restablecer Ja pas de la iglesia.
P«ro .no se tardó en sufrir el in*
conveliente inevitable qoedebia
resnitar de la importancia que
daba á estas miserables disputas
la influencia del poder soberano.
Los donatislaa no respetaron
ni la autoridad del emperador,
ni la del ooncilid« La confisca**
cion desús bienes no pudo ven-^
cer su ostinacíoa: despreciaron
la escomuniOB fulminad<i contra
ellos^ y este dsma dejeneró en
herejía.
Sectas bb eos ORCOMosuoifES
BN ÁFRICA. — Una mucbo mas pe*
ligrosa cometió, en África los
mayores escesos.Xos ctrctmcs-
liimei, aldeanos fanáticos^ que
Interpretaban según sus pasiones
los preceptos del evanjelio, qui-
sieron establecer violentamente
en este mundo la igualdad abso-
luta que no ecsiste sino después
de la.muerte. Tomando el titulo
de protectores de los^oprimidos,
rompían las cadenas de los es*
clavos» 1^ daban las propieda-
des de sus amos# libertaban ¿los
deudores de sus obligaciones». a-
sesinaban á Jos. acreedores» de»
fendiam osadamente á los^dona**
tisias, é iomolabaa ¿ los catóii^
eos á^ venganza» .
Socolor tfe fneJdMc visto ka*»:
bia proibído á san Pedro el usa
de la espada, se arnaaron áe pa-f
los, á los cuales daban el nooi-^'
bre de pa/ei de /sroe/, y cone*^
líos aporreaban á sus enemigos».
Su grito de guerra era alabanu
i Dio$, j susjenerales se llama-'
han Jfifei. de tos santos. £n lugar
de temer la autoridad de los ma*
jislradosy el rigor de las leyes,
mucbos de estos furiosos, es tra«*
viadospór el fanatismo, sedaban
La muerte, creyendo ganar coa
el suicidio la palma <lel marti-
rio. Avisaban antes á sus com-
pañeros esta resolución insensa-
ta': se cebaban como víctimas
destinadas ^1 sacrificio, y se a-
rrojaban d^pues eumedio de las
llamas, ose precipitaban. al mar
desde lo alto de uu peñasco.
Mientras que el. ardor de las sec-
tas se consumía en vanas dispu»
tas> bastaba la escomunion paca
reprimirlas; una tolerancia je-
neral era, quizá el. remedio mas
átilque la razón, pudiese dictarla
la autoridad; pero cuando los sec^
torios unían ia. acción á la pala^
bra,^ violando abiertamente Jas
leyes, turbando la. tranquilidad^
y.aiacandola vida y la propia*-
dad de Jos ciudadanos, era justo
é indispensable desplegar contra
•Une la fuerza del estado. £1
empefaáqr momio ¿los condes
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ünadoy VinrittQ (jtielos ttcome*
tieMn. No pudo ésUrparse es-
to ftetffeioB sino con la muerte
del mayor, número de los' faoá*
Parecía que eltópf rita de vér-
tigo de h>6 judíos -se habla co-
municado^^eÉÍpitces á todas las
partes deí mundb^ Iterando á
e||aa la di^^rdia/ el fanatisino
qi|e haM& convertido la Judea
4nrÁB te tantos siglos en un tea-
trade jntrigiis escandalosas, que*
reliáa y orrores, y el espíritu
deXaccion que no pudo sofocar
en Jerus^len ni aun la presencia
del enemigo armado para des-
truirla. Cosa muy digna de notar
es que todas l^s sectas produci-
das por I9S eatraívfos de una viva
knajinaciony nacieron en el 0-
rienl^e. La Europa habla some-
tido al Asía con sus armas, y el
Oriente á su vez conquistó al
Occidente con sus opiniones. Se
saben pocos sucesos de los seise-
nos quesesiguieroi9i á la sedición
délos circunceliones, y^ que pre-
cedieron á I a segunda guerra con
Licinio. Parece que ,en este in-
tervalo Constantino permaneció
en Iliria, defendiendo aquella
frontera contra los sármatas,
carpacíos y godos. Logi*ó muchas
victorias, se apoderó de la Dacía,
y obligó á los godos, no tolo á
hacer la paz^ ^ino á pagarle un
TOMO xiu.
mmio. 161
continjente de cuarenta mil sol-
dados^ auaf Mo mas peligroso que
útil.
Ensebio, siempre ecsajerado
en los elojios que prodiga al pro-
tector de los cristianos, dice que
subyugó la Scitia , y condujo
sus lejiones hasta el mar del Ñor-
.te: si esto fué asi, hubo de a-
bandonar sus conquistas; pues
de alli á poco peleó muchas ve-
cercon los bárbaros en las o-
rillas del Úanubio. Sus brillan-
tes victorias no eran decisivas,
y los enemigos vencidos 00 tar-
daban en volver á lar armas: por
lo cual Sileno dice, que «los lau-
areles de Constantino se marchí-
•taban, como las flores del Jardín
»de Adonis, apenas se abrían.»
Desde la caída de la Kbertad, se
encuentra mucha incertidambre
en la historia: tal es el efecto del
despotismo, que las naciones aun
se muestran indiferentes á la glo-
ria de las armas. Entonces no
es ya la historia del estado la que
se escribe, sino la del príncipe, y
los acontecimientos solo se tras-
miten por la apología ó la sá-
tira.
Al mismo tiempo queConstan-
tino defendía el imperio contra
sus antiguos enemigos, procura-
ba asegurar á sus hijos la corona
dándoles er título de cesar, po-
niéndoles casa y señalándoles
21
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162
guardia. Denayado hábH para
DO conocer qna na poder ab-
soluto establecido noeTameote
por la fortana» era fortoaosoa-
tenerlo con el Talor, caidó ma-
cho de la edocacioD de los prín-
cipes» les enseSó él mismo los
ejercicios militares y la sobrie-
dad, los acostumbró á hacer lar^
gas marchas» á sufrir el peso
de las armas, á arrostar la in*
temperie de las estaciones» y en-
cargó á maestros muy hábiles
ilustrar su espíritu. Como esta^^
ba persuadido con el ejemplo de
sus padres» que el amor de los
• pueblos es la base mas sólida de
Í»aatorídad, procuró grabaren
sus corazones esta mácsima:
«La justicia debe ser la regla
vdel principe» y la clemencia su
«afecto dominante.»
La naturaleza y la fortuna se
^declararon contra la previsión
de Constantinos sus hijos here-
daron sus defectos y no sus vír-
tudes¿ Crispo» que fué el solo
capaz de realizar sus esperanzas»
pereció víctima de los zetos de
su madrastra y de la lijereza
imprudente de su padre. Su
maestro Lactancio fué uno de
los mas célebres escritores de a-
quel siglo: su estilo'elocuente y
puro le granjeó el nombre de
Cicerón cristiano. Su apolojía
del cristianismo le dio mucha
fama. El ale 9M nombró el
emperador eónsul á su hijo ter-
cero» que aun era niiioc mas solo
le . permitió firmar indultos f
gracias» sin duda para hacerlo
gozardelaprerogativamas felis
que tiene el poder. Dos años dea*
pues Tolvió el emperador al e«
jército con motivo de una nueva
irrupción de los bárbaros» pasé
el Danubio y venció á los sárma-
tas» dando muerte por su mano
á Rasimundo» rey de aquellos
bárbaros. Con motivo de esta
victoria se establecieron en Ro-
ma los juegos sarmáticos.
Edictos de gohstanti^o. — La
guerra no impedia á este prínci*
pe activo el cuidado de la lejis-
lacion. Mandó consagrar en todo •
el imperio á la oración y al des-
canso el dia del domingo. El au-
mento continuo de los impuestos
producía su efecto ordinario: los
hombres maldecían una vida
desgraciada; aogados todos los
sentimientos de la naturaleza,
hacía que fuesen mas raros los
matrimonios» é inducía á los e8«
posos á las acciones mas culpa-
bles: estos abandonaban por la
noche en las calles y en ios ca-
minos á sus hijos que no podían
alimentar. El emperador publi-.
có edictos severos contra este^
crimen; pero al mismo tiempo,
como no podia obljgar á casarse .
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BEL BAJO
¿fosqne gnardaban el celibato
por priDcipios relijlosos ó por
•miseria, abolió la ley Popea,
cayas disposiciones casti(;^abdD
con multa á lodo ciudadano de
edad de veinte afios que no es-
tuviese casado. Algo mns con-
veuieDie hubiera sido para la
población y la moral el haber
mantenido en vtgor la ley Popea
ealendiéndola hasta los cristia-
nos*, pues de ese modo no se hu-
biera santificado por los imbéci-
les tamaña infracción de las le-
y^ de la naturaleza.
Otro edicto amenazó con per
ñas rigorosas á los arúspices y á
todos los que con operaciooi^s
májicas ó con filtro especulaban
sobre la credulidad de los hom-
breSy prometiendo ser útiles á su
odio ó su amor. Sin embargo^
transijiendoaun con la supers-
tición del potiteismo^ toleró los
charlatanes idólatras que se li-
mitaban á corar las enfermeda-
des y á conjurar las tormentas.
Bespues de ellos, otros charla-
tanes sagrados bánse ocupado
tamlrien en conjurar las tem-
pestades, empeñándose en hacer
creerá los pueblos que con su
ségrada palabrería y cuatro as-
pUel^lbiles podián alejar una nn-
Inré impedir sü destrozo en los
admirados. Nunca bata faltado
en el mmá^ trnanés que gnien^
mi^iCRio. 163
y tontos que sé dejen guiar.
Otra ley anuló todas las con*
flscaciones hechas por Diocle-
f iano y Galerio, restituyó á las
i<¿lesias los bienes, y les asignó
los de los mártires muertos sin
herederos. Promulgó contra el
rapto un edicto demasiado seve-
ro; porque no distinguía la se*
duccion de la violencia.
Casi todas las ciudades de pro-
vincia eran gobernadas entonces
por una especie de senado, cu-
yos Jefes se llamaban (lecemoi-
ros, y los demás individuos de-^
curiones: eran elejjdos de las fa-
milias mas distingMidas, y la ma-
yor parte de los ciudadanos bulan
de estas cargas conci^Jiles, por-
que los obligaban á pagar contri-
buciones mns^ fuertes que las
que gravitaban sobre los demás
vecinos. Constantino, para man-
tener esta útil institución, con-
denó á una multa á los que re-
usasen ó abandonasen estos des-
tinos^ pero al mismo tiempo ce-
dió á estos administradores las
tierras de los ciudadanos que
morian sin herederos.
Así, hallándose estinguido el
espíritu púb'lico en la decaden-
cia del imperio, fué preciso que
el poder obligase á ejercer los
destinos disputados tan ardien-
temente en otro tiempo por la
ambición. La administración pú«
s
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164 ■ISTOUA
bliea sé miraba eomo un grava*
meo. Los oficiales que teoiafi
comislooes por ti emperador,
solicitaroQ j obta?ieroa ser e-
seotosde estos empleos. Nadie
qoeria los destinos útiles al poe-
bl6 7 al estado, sino los de pala-
eio, cerca de la persooa del prio-
cipe. Se acpstumbraroo proota-
mente á mirar las dignidades de
cuestor, pretor y cónsul solo co*
mo títulos onoríflcos; y sus fun-
ciones no eran ejercidas sino
por los condes, los Jenerales y
ios empleados de la casa del em-
perador. Sin embargo, como
Constantino, l^sto por princi-
pios aunque fi^lHcioso por ca*
rácter , supo las quejas que esci-
taban en todas partes la avidez
de sus^ consejeros y la arbitra*
ríedod de los gobernadores de
provincias, proibió á los Jueces
y majistrados poner en ejecu*
clon cualquier decreto, aunque
fuese de él, si era contrario á las
leyes, y mandó no atender en
los juicios al nacimiento ó Clase
de ios acusados. «El crimen, de-
bela, borra todo privilejio y to*
»da dignidad.» Tal era la estrena
contradicción que ofrecían en-
tonces en la conducta y en las
leyes del emperador, el deseo
del poder arbitrario, el amor de
la justicia y los recuerdos de la
libertad.
Proibió por uo decrato á loa
perceptores de tributos quitar á
los labradoras sus bueyes é ios*
frumentos de lábrame. Hasta
entonces el repartimiento de los
impuestos era arreglado por los
principales de cada logar, y loe
ricos, como siempra ha socedido
y aocederá, se serviao de so (o*
fluencia para e^ar sobra loe
pobras la mayor parte del gra-
vamen. Constantino impidió es*
te abuso^ y encargó el rapartoá
los gobernadoras de provincia;
de este modo socedieroo los io-^
convenientes del despotismo, ma*
y^ores que los de la aristocracia.
Deseoso de premiar á los sol*
dados que le bablan dado la vie*
toria y el imperio^ les distribo*
yó muchas tierras que estabaa
sin dueño. iéO$ Mber€íno$ que
d$$ean mantener su poder abeo^
luto, prefieren ¡o$ eoldadoe as*
tranjeroi á loe $oldaio$ etudada*
no$. Atendiendo á la utilidad
que le podía traer el valor de
los soldados francos y godos, mas
que al peligro futuro á que tales
ausiliares esponian el imperio,
tomó á su sueldo los mas intró*
pidos de estos guerreros. Loe
mercenarios no fueron daffosoe
sino después: á Constantino le
sirvieron con zelo. Ebonito, ca-
pitán franco, se distinguió por
sus azañas ea la primera goerra ,
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rat BAJO
eootra TJdttio, en la eonl eoQ»
qnisló el emperador la Maeedo*
Día, ta Greda :r la Iliria.
Aunque loda?ia no haUa que-
rkla baulixarse, por eoB?enir ¿
ao política, mántUToen au cam-
pamento un oratorio con aacer»
dotea y düeonoa, á loa eualea
llamaba gnardim M au o/ma.
Cada lefiott tenia an capilla y ana
minislroa; y antes de dar la ae*
flal del combate, el emperador,
á Tiata de su ejército^ ae postra-
ba al pie de la cruz, iavocabé al
Dios de loa ejércttoa, y le rogaba
que le Gopcedieae la Tictoria.
Licinio, au colega y rl?al> ae
burlalM de su devoción, cuando
él mismo, rodeado de ponliil^ea,
adivínoa y arúspicea, procuraba
leer au deatino en loa preaájloa
y en las entrafias de las vícti-
maa. Constantino y Lidnio, te-
nia cada cual au auperstidon^
&BGV90A OüBanA C&STMk UCI-
910. — Batallas dbl nnno t dr
cmuóFOLis. — (323) Habiendo
quedado el imperio, deapues de
la muerte de Macsencio y Blac-
aimioo, dividido entre Constan-
tino y Licinio^ cada uno de estos
trató de arruinar á au rivel y
quedar único dueño. La diferen*
da de los cultos y de laa costum-
bres, parecía entoncea dividir
el orando en doa puebloa^ el
criatiüno y d jentih Lidnio» que
ttnaio. 1<B
mtentru tItÍÓ Macaimino, be-
bía aido tolerante porpoKtica»
cuando qued4 doefio del Orlen*
te modo de aistema, ae puaoal
frente del politeiamo, 7 ae de*
claró enemigo de loa criatlanoa»
creyendo abatir ficilmente una
reiijioo reeieo eacapada del plé«
lago de laa peraeeudonea.
Amboa Jefes eran vallentea y
bábilea: Lidnio tenia para si el
nuiDero, la superstición y el rea^
peto que inspiran laa cosas antl*
guas, y sobretodo la opinión»
casi Jeneralmenle eatablecida, dé
que la gloria de Roma estaba
inseparablemeole ligada al culto
de los dioaea«
A estas antiguaa tradicionea,
ridicolíaadaa por loa filósofos^ y
que ea un pueblb corrompido
ya no.estabaa:.aoaleoid«s por las
costumbres,. CoMlantioooponia
un partido deJuM&brea entuaias*
tas, tantomas ardientes cuanto
babian estado mas comprimidos»
y lejiooes ensoberbecidas por
una larga serie da triunfos, i
quien ningon peligro detenia, y
que á la vlata del Lábaro creían
ser conducidos por el mismo
Dios á la victoria. De entrambaa.
partes se deseaba la guerra,, y se
buscaron motivos paraiofrin-
jir la paa. Lidnio se quejaba^de
que su rival> bajo pretesto de
marcbíur contra los godos, babia
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Mtrudo ton miajiítito ^n tü , »tao terntUes por so número
terrtIorkJ: GoosUdUiio aeosiV á
Lieiuiode haber tomcRitidoiiBa
sedíekMi ^D Rdnie> y pagado o*
•esioos |Mrra ipiitarlelavida.
Ix>s<dos ejéréttoa» t|ae iban á
decidir la smrtedet imperio» se
encoetraroii en 4«8 orillas del
Hebro, riod^ la Tratia. '^'Lici*
nio prometian la victoria sus adi-
vinos j sacerdotes; "pero el orá-
colo de Mih^/lnénos' compla-
ciente» le respondió: "«Oh viejo!
jitns Tnerzas eiftán >^goUdaB: los
«anos tecprlmen: no pelees con-
»tra jóvenes l>elicoSos.»
Este monarca; después de ba»
ber sacrificado vitrinas á los
dioses, mostró sus estatuas ro-
deadas déinumerables; luces áisus
soldados» y lés'^ijo: ^Gompafie-
uros: estas sonlas'déidádes^de
«nuestros m^ot^s/losobjétos de
«nuestro antiguo «aUo: nuestro
«enemigolo^es también de núes--
«tros padres» Iteyes» costumbre^ y
«dioses: adorauna divinidad des*
«conocida» ideal» ó por mejor de-
«cir»noadoraiiáda, Desonra sus
«armas, poníendoen lugarde las
«águilas défioma unaseñal'i^on-
«sagrada al suplicio de los 'mal-
«hechores^ un infatué' ttadalso.
«como por su majestad» habré-
«mos de elevarle templos sobre
«las ruinas de los anliguos. Pero
asi» 'como esperamos con seguri»
»d»d» nuestros dieses maniíes*
»tan 'SQ poder» concediendo el
utriurifo á nuestras armas» perse*
»goiremos de muerte esa secta
tiéf ame; cuya impiedad sacrilega
«desprecia las leyes y ofende al
ttcielo^-v
En esta jornada la hahiltdad
de Gonslatttino4ritfnfó de la con*
sumada *esperieacía deLidnio.
Ocultando su marcha al enemi*
go» pasó'el riofor-uo vado mal
defendido» y la victoria fué el
premio deeste osado movimien-
io. Abriendo paso á sus tropas
al frente de doce jinetes» derribó
y aniquiló un cuerpo de cíenlo
cincuenta^guerreros que se opo-
nían á su marcha^ >Zóz¡mB con*
firma eate-hecho.tiué parece mas
propio de la novela que^de lahis-
toria; y equel escritor fué uno
de los mayores enemigos y mas
encarniMdos detractoresdelem-
perador.
' Licinio'huyó á Bizncio/y sa*
41Ó de esta aplaza apenas supo que
^u numerosa escuadra habiaeido
«Esta batalla ^deéidirá nuestra veneídapor la ide aut*lval€ris«
«suerteyreHjion: siesa deidad I i>o¿ hijo de C¡onstantino. Pasó el
«oscura é Ignorada vence á tan? I estrecho» reunió las reliquias de
«tos dioses ilustres y poderosos! su ejército» y dio otra batalla
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ML 1A10
jMtoá&bópoHi. PnoM pri-
m^m Ala lüe^Uítaaii de sos dio-
ses; pero alernido él mismo» dU
e§ñlo$ autores $^e$ii$íieo$, k la
lista del Lábaro, mandó á lossa-
yos qoe apariaaeo los ojos de a-
qoella temible iasigoia. La vie-
toria de Coostanliiio fué com-
pleta.
Ed aquellos tiempos de d«M*
dencia ya no er^ vergouioso so-
brevivir á la pérdida del onor y
de la Kl>ertad. Ya no se veian Ca-
tones ni Antonios. Licioio se le
rindió ignominiosamente, y debió
por entonces la vida á los roegos
de su mujer Constancia» herma-
na del emperador; pero algún
tiempo después fqé muerto con
el protesto de que conspiraba
para recobrar so autoridad per-
dida: fratricidio que manchó la
gloria de Constantino.
Aboucion dbl politeísmo.—^
Como en el curso de esta guerra
se hablan aderido los jentlles á
la causa de Licinio» la derrota
de este produjo la abolición del
culto de los dioses; porque Cons-
tantino, irritado y mas podero-
so que antes» no guardó medida
con los idólatras^ sino persiguió
á las personas, sujetó las opinio*
nes» favoreció el zelo furibundo
de los cristianos, implacables e-
ttemigos de sus divinidades fa-
bulosas, que según decian, no
nniío. 167
eran mas que daauNiioe* En to^
dos los parajes en que Constao-»
tino creyó que sus órdenes no
tendrían una resistencia inven-
cible» hizo derribar I09 altares
y destruir loe templos. Este ata-
que» dirijido contra una relijíoQ
inseparablemente ligada á las le*
yesy álasci^stumbres antiguas,
le hixo perder el afecto de loa
romanos. La capital del mundo»
consagrada áiMarte y á Júpiter,
era un vasto panteón^ el incien-
so unieaba en setecientos tem«
píos erijidos á los dioses del O-
limpopoc la superstición» á loa
fundadores de la ciudad por re-
conocimiento, á loa emperado-
res por costumbre. La autoridad
absoluta no podia . derribar al
momento tan fuertes y tan anti^»
guas barrerasv.y á pesar de loa
esfuerzos dolos dne&oadelmun*
do, Ui idolotría . conservó por
mucho tiempo en Boma nume-
rosos partidarios y un asilo in-
violable. En lo restante del im<»
perio se ejecutaroa coa pronti-
tud y facUidad las órdenes de
Constantino. Esté príncipe es-
cribía así á los pueblos de Orien-
te: «Mi victoria sobre los ene-
«migos de Jesucristo» y la caida
ide los perseguidores de los cri&-
jitianos» prueban el poder de
aDíos, que me ha elejido para
«establecer su culto en el iinp¿-
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M9 mwnwA
»rio. El 6t quien ma ha traído
nátsde tas playas de Britaonta
abasta elceatro del Asia: sa nia«»
»no poderosa la que ha derriba-
ndo los ostác.alos q«e se oponían
»& mimareba^ Tantos beneficios**
aecsijen ni gratitod , y debo ser
»el protector de los bombres a-
adictos al Bios qi|e mí» favore-
ace. Mando, poes/qae voelvan
atodos los desterrados, qae se
arestitayan sns bienes 4 los par-
«ticolares, y sos riqnezas á las
)»iglesias.(l)-, y quiero que todos
alos cristianos, seguros de ral
aprotecdony^e regocijan con mi
»trinofe> 7 se gocen anticipada-
«mente en la felicidad que les
apreparo.a
Increible es á ía verdad , que
una revohirion4|ue*^eria á las
conciencias, que ofendía á la su-
perstición, y que cambiaba tan
bm3eamente el culto, tas (¡ps-
tuínbres y las leyes, no bebiese
escitado entonce^ serias revuel-
tas-, pues es lo mismo que decir
jiue los* idólatras babian cesado
de respetar A w^ «jUoses, y que
* . ' . . . . *
^l]| Esic ÍFtié uno de los molWo»
^ qnt tuvieron los crbliaiios para dea-
acérieenelojioa de Constantino, ta am-
bición ha aidoe A todos tiempos ^a bfreir-
ciade los miuistros inc|rcuu€Í»o8, y eu
el curso'de la presente obra* té^idreaioa
muclÁs ocasiones de patentin^r esU'
verdad. ;.
no creían ya'nn su pode^, d«de
que se habían dejado vencer por
el Dies de Constantino. Es cier-
to qae el emperador empleaba
para triunfar^ la persuasión lo
mismo que 4a fuerza, y que pco-
tejiendo á los cristianos» se opo«
nia á sus venganzas», En uno de
sus edictos, tributando omjanaje
á la sabíduria del Griadór, y ¿ la
pureza de la nafiral .cristiana,
compara la dulzura de su padre,
que segnia las paácsimas-del E-
vanjelio, á la ^crueldad de 6ale«
rio, de Maésen^cio, de M^esimi-
:«o y de Lietttio} y declarando que
sus victórias^Jian sido! el precio
de sazelopor restablecer elcáU
iQtde la divinidad,^ rofauMiopor
loí errores de la impiedad, re-
cuerda l^los bpmbr^s que el cul-.
to d^.^ui^ mió DiQ5 era la reli-
Jtpn¿piríniilivan» que Jesucristo
sodobalMa: venido á la tierra pa^-
ra^^d^lver la antigua pureza i
aq^elb creencia, de ía cual el
politeísmo no era mas que una
ak^raoion y corrupción. Diri-
jitodose en>«^uida á los cris-
titeos, reprime su zelo ecsi^^ra-
^o en demasía, les proíbe toda
^persef^cíon, noias permite o-
tras armas para vencer á loa in-
fieles, que las del ejemplo y la
verdad, y aseguró á los tenaces
adoradores de los ídolos una
tranquilidad perfeci^a.
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DA BAfO
Sin preteadOT Tensar á este
príncipe el mérito de t«U mo-
4er8cion, es Jasto^ sin emiiargo,
rebajar los elo)ide escesivos qiM
la adala-deo le ha prodigade. Su
toleraBcia era un poco forzada;
Ifr mayoría 4e ta población del
imperio permanocia idólatra; y
hubiera temido por demaaiaias
Tiolencias 6 precipitación» com-
próme^ s« poder. La autoridad
del secada le liabía hecho ya
eentire^e peligro, mantenfendo
' eo Boma ti anijguo culto, coo
despreeio de loa decretos que
bebiaa ordenadora clausura de
lea templos jrel término 4le los
aecrificms.
DESOKiHsiifa iir hl imkrio^
OCASlOKADOaPOH LOS CO«TBSAH06.
•—Sea como quiera si el empe-
radorae hubiera conteotado^cou
•establecer y pi^lejer por tedas
partes ta UbePtad de condénela^
los progresos de ia fé crisUana
hobierao sido mas aábios sin ser
menos rápidos; 4a relijion y ol
4mpertoae hubieran visto me-
nos espuestos á turbulencias y
deagraciasy sí el emperador hu-
biera alejado los sacerdotes del
trono» y no hubiese ofrecido á
hM ntiniílros de un coito enemi-
go de todo lo mundano, ei cet>o
peligroso y casi inreaistible 4el
ftiTor^ de la fortuna y éei poder.»
pero adulado, estrechado y a«*
TOAIO xui»
ramiio. 169
rrastrado por los obispos que le
rodeaban» moatr6 bien pronto
tanta pasión para conrertir co-
mo para vencer; gustaba tanto
predicar <como combatir; sus
cortesapos le aplaudiao con en-
tusiasmo» pero daban á sus vi-
cios la mañeara de la piedad » y
cubriendo au hipocresía con fal-
soa colores^ una codicia sin Are-
no y concusiones sin limite»»
entregó e( imperio á ios mas
orrorosos desórdenes.
Lai quejas que se le?antaban
por todas partes» penetraron por
'flo^n el palacio. Gonstamino se
manifeató avergonzado é indig-
nado de estos escesos. Dirijién-
dose un dia á uno de sus favort-
tos> trazó con su lanza en la tie-
rra la figura de un cuerpo hu-
mano» y le dijo: c Amontonad i
»Tuestro eabor las riquezas del
atmperio: poseed también laa de
»todo el mundo: llegará un dia
aen que solo os quedará ese pe-
nquefio espacio di tierra que t-
•oabo de medir» si os lo conce-
aden.i» Estas palabras memora-
bles fueron proféticaa; porque
aquel miamo cortesano» quecon*
tinuó atMisando de su poder» fué
muerto á manos del pueblo y
privado de sepultura enei reina^'
do de Conataatino.
Aunque el imperio probase
todos los males inseparables de
22
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170 • BüMmiA
la pérdida de la libertad^ y w- i progresos y la eaoMt dal eaestan*
friese todoa los almsos que soo I te odio c|iie se haIÑa opuesto á
fOBSigiiieBtes al progreso del
poder arbitrario, el recuerdo de
taolas guerras civiles sotnetta los
pueblos al yugo del prfacipe que
los había libertado de tantos ti-
ranoSé Los romauos do eran fé*
lices^ perovivian traaquilos; loa
bárbaros, vencidos tantas Teces>
na pasaban de sos límites tan
frecoeoteoaente; y los persas, »*
ternos enemigos de Roflia^.n0 se
atrevían a quebrantar el tratado
Ignomintoao que le^ babias im-
puesto Galerio y Diocleciano*
HeIBJIA. Eir BJIPTO, BSCITAnA
pon iBUO.r-Despues 4t la de«
rrota de Ucinio, queriendo el
emperador pacificar el Oriente,
bizo larga manaion en Nicome-
dia. Allí se le dio el tirulo de
Ftcfortoio, que no pode trana»
mitir á sus bijos con el poder
aunque quiso. Pensaba en via-
jar á EJíplo, ünando le retrajo
d| esta determinación la noticia
de la herejia de Arrio^ que ame*
nazaba llenar de sediciones a-
quel pais. Antes de bablarde
las turbulenoias que produjo la
tenacidad de esta nueva secta»
su propagación.
Puesto que la ludea ftió le
cuna de este culto, y que la re«*
lijlon de Jesús no hizo mes, se-»
gun los autores eclesiásticos, que
perfeccionar la de Moisés, neee*
sarioes que echemos una ojeada
sobre las diversas opiniones q«e •
se babinn estalrfecido entre loa
ludios, antes de la predicación >
del Evanjeito.
Esceptuando la secta de loa
raquevitas, poco importante y
poeaconoeida, parece que loa he-
breos basta la época de su can-
tividad en Siria, y algún tiem*.
pa después de su vuelta á la Ju*
dea^ alteraron poco la doctrina
de Moisés, y que solo unos trea
sigloft antes del nactmiento de
Cristo, se estableció enau creen-
cia una mea&cla de opiniones fi-
losóficas y relijio^as.
SfiCTAS DEL SUfCBBTlSaiO, DE L08
ESENIOS V DE LOS TBRAPBTJTAS. —
En los reinados de los primeros
Ptelemeos, muchos Judies que
habitaban en Alejandría cedie-
ron al deseo de conocer el siste-
ma filosófico que se esforzaba
conviene trazar en pocas pala- | en conciliar las opiniones do
bras el estado en que se hallaba ) Platón, Pitágoras^ Kermes y Zo*
a- ! (
entonces la iglesia, y cuáles ha-
bían sido, después de tres siglos,
el espíritu del. cristianismo, sus
roastro. Movidos de la confor-
nudad que notaban entre laa.
ideas de Platón y las de Moisés»
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9EL BAJO nonio.
171
wtrea 46 la grradMa y pod^r
éa Dios, te persB^dieroi» i que
tenlo aqoel filóaero eemo Pitá*
(leras haMas mnocido ios Hbros
éel lejisiador hebreo, y sacado
de etlea leAo lo qne liabia de $n*
Wtme en aos escritos. Adopta-
iC#e, pues» el sísleaia de conci-
UactOD.qae ae llamaba Hnerd-
tí$m9. Otros judíos que escapa-
dos de la ruin de su patria, se
halris» refujiado en fif tpto, bus-
eando uo esilo m los desiertos
coiUra el odio que los perseguía
ea las ciudades» Prí-?ados allí
de los Hbros y lóseos de sus
templos, se dedtesren i la vida
e8eMÍea;^alg«rooapiiaf^eos, per-
seguidos también, se reunieron
á ellos7 formaron tas saetas de
eeanlos y terapeutas.
GoSTüMBEflS uE^es'BSBinos. —
^uaBdo^Ptolemeo^iladelfo, cu«
ya virtud tolerante quería la fe^
licid»a'de los 4i6mbres de cual-
quier rali jion ó pais que fuesen,
^rmtH&á los judíos desterradoa
^ Yoeltoa «cia el Orieete, o^
rabana Déos antes de la saHda
del aol, y después se eeiregabae
al trabajo; á la quinta ora del
día se bailaban, y después loma*
bao MI eomunidad una frujral
ctMrida, durante la cual reinaba
uo profundo atiendo. Sus comí-
dat las bendeda un Sacerdote.
Ai salir de la mesa, daban gra<-
'daaá Bios, tolvlan ásn trabajo,
y reuniéadese por la noche pa-
ra «eoan, fl«dta#an laa mismaa
praoea y guardaban el mismo sU
tendea Yeatian 4e blancor le«-
Bien 4ps bienes coanines: sus
nedfiloa . paaaban tres ellos de
noTidedOy en.loacuales ee pro-^
babe> sagon la dSsdjplliiadePitá*'
^oras, su discredon, so seto y
sus ilrtodes. Ju^éiban no hacer
^dalioel pri^lmo, tabserrar la re«
-gla, huir de los malos, obedecer
las leyes, ser fiel al gobierno,
ifio alterar la doctrina^ y morir
antea que deaeebrir á los pl^ofa^
«os el secreto <áe su retijioo*
volver á su patria, propagaron I JBsta secta, fanática i jproporcioá
estos en ^Palestina susnuevas o^ l^e secrela la maseanta^ fué la
piüiones. Acostumbrados los ^e-
senios/á^ la contemplación, y pro-
fesopesMle una moral austera, no
pudieron tolerar la ^corrupción
Introduddatea 4oMisalen, y vi^
vieren- retirados en los campos,
moy^nidoseulre s( y socorrién-
dose mátuamente.
que opuso • mayor fedalenda á
los romanos en la guerra de
XUo. JLos suplicios mas enteles
BO «pudieron obtener de ellos
ainguna acdon ni palabra con-
iraria á sh creenda.
. Persuadíanse que todo en el
mundo estaba arreglado y eoca-
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t72
iMtÁo iñ taténiBO por el des-
lióos que el «lint, iomortal por
M^Dataraleze, aprisiooada eo el
«iierppj selle de él eo el mooien*
ta de la muerte, para recibir^ si
liabia sido virtuoia, tnodee re-
compeosas eo un hígar eo doode
reíoabauoa prioiaTera eteraa»
ó para ser atormeotada eo som-
bríos subterrioeos, si se habla
dejado arrastrar por el vkio.
COSTVMBOIS BB hM TBBÁKIT*
TAS. — Los terapeotM» mas ee»
saltados ano, se coosagrabaoen-
terameote á la eootenplacioo,
abaodooeodo sus familias^ re-
ooociaude á todos los bieoes j
lazos de la tierra» separáodose
de todo lo material y seosible
para acercarse maeá la difloi*
dad; crejreodofirsus estasis que
apartadc» de la íoflneocia de los
sentidos, se acercabao á Dios j
podiao gozar de la tiste de to*
das sus perfecdooea* Estas oue»
▼as dodrioas oo se propagaron
á la masa de los Judíos, los cua-
les con el nombre de sadMeoi
permanecían aderidos á las an-
tiguas opioiooes, 00 eompren-
dían sino lo sensible» y oo creían
la inmortalidad del alma. Los
judíos que sin admitir la moral
pura de los esculos, adoptaron
su sistema filosófico de iomate-
rialidod, se llaoiaron fari$^os.
A falta de virtudes auoientarpo
las prácticas rettflofas coo niii
puerilidades» y ocultaron bajo el
velo de la piedad su amor iosa-^
dable de poder y riquezas. Do»
minaban sobre la mucbedambre^
por su induljeocia, por ees desói^
denes, por su gravedad eeterior^
adquirieron grande autoridad,
y á veces traatornaroo la de
loe reyes. Tiranoa coaodo ejer*
dan el poder, facdosos cuando
el gobierno triunfaba» fuero»
una de las censas principales da
las disccM-dtes que despedazaroo
ásu patria.
Los earaltas, mea raciooalee
y por coosiguieote meaos Qume>>
rosos, segttieo una doctrina me-
día eotve estos partidos estre-
moa. A pesar de la eoemistad
que reioaba ratre los eseoios,
sedúceos y fariseos» miráronse
siempre como de la misma co*
mnoioo y Jamás se acusaron de
herejía, creyendo aparentemeo*^
te» como dice GonUillac, que las
cuestiones de la libertad, de la
inmortalidad del alma y de la
ecsísteoda de los espíritus erao
solo eosas problemáticas» sobre
las cuales podían estar desacor-
des sin violar la ley de Moisés «
ESTABLEGUf IBKTO DEL GfUSTU-
siavo. — Eumedíode estas seo*
tas y opiniones apareció la Iue
evanjéUca, y los primeros crts*^
tianos fueroo jodioa convertí-
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ML Bnto AAMMOv
175
éot; pero doide •» primeros pe-
iM^á pesar d# las Asposieiooés
deeale paebK>á creer en les pro-
fetas y en loa OBHsgros, debieron
encoBlrar y eo eteclo eneo»tra«
roa ntttneroaoa oatáeiriós.
La doclrfoo de- Jesucristo Irri-
taba á los fbrtseos, ponpie^ieMa-
basu amblcioo é Mpoeresfa> y
eoloeaba las Tirtudea sobre las
prácHeas y ceretnontos sapersti-
eiosas. A«nqae meoes coalra-
ria al sistema áe los eaentos,
condenaba no ostente sn orgallo,
y desimk sus preteoaioiies á M^
anpremaefa entre las saetas reli-
Jiosaa y las cénelas fflosóneas.
Loa saüttceoa y la mas»* del
poeblo hebreo, alenééodose ér la
letra n»as bien qneal espirito de
I» ley y de laa profeeias, espera*
ban un salvador de la Familia de
DaTid> fuerte en las armas, bri«
liante por su majestad y aas
triunfos, y q/ae estendiese la
dominación terrena de loa Ju-
díos.
Como no ereian en la inmor-
talidad del alma, miraban como
absurda un reino espiritual, una
felicidad que no empieza sino en
la otra Tida, y no podiaa reco-
nocer por Mesías á un bombre
OBcuro, á un profeta pobre, sin
mas armas que la palabra, sin
mas poder que la virtud, que no
mandaba aiao priYacioae$, que
no prometía- liao Menea celes*
tfales.
Por otra partea aunque fesu»
cristo y lor A^Mistérlea eran esac»
tos en eumpürtodos K» riloa db
la ley, siempre les nriraron co^
molnaovadidrea qoe inirodociai»
una nueva relljoñ en^ logar de
la de Moisés. £^ fio^ los hebreos
qaeae ereian siempre el pueblo
predilecto del Seilor, no^ podiaa
tolerar que se llamasen los Jen^
iiles-á la parttcipacion de-la nne*
va creencia y d* los fkvores de
ladtvinidad. '
Taiea fueron tas causas que
alejaron á*la mayor parte do
loa juéioa del Evanjetio, y les
inspiraron' a« odio pertinaz al
cfiatiani3ino..A^ pesar datantes
dificultades^ ^1 doctrina evanjé^
liea se esteadtó,. primero á Da-
mascoy Antloqafa, y después á
Bfeso y Smiroa: piMÓ los ma-
rea, recorrió e< archipiélago, se
introdujo eomedio^ de los tem^
píos antiguos de la Grrecia; ocu-
pó^ las ciaéades opulentas de Co-
rinto, Atenas y Esparla; y se dí*
rijió á Alejandria» donde la actí-
vidad del comercio reunia hom»
brea de todas naciones y sectas,
y donde el interés público reco-
mendaba ia toléroncia.
Aoma, destinada por la Pro-
videncia i ser un dia la capital
del mundo crtitiano^ después de
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J74
haberlo aido del UbSUtra » no
lardó en recibir á los partidarios
d^l nuevo aullo.
Un pasaje de TJicito prueba
<pie en Ueinpo de Nerón, 70 a-
nof después del naeimiento de
Jesucrislo, tiaVta.^n^a capiul
imitiboscrislianór^'pero enton-
ces se les oontundia con los j ir-
dios.Ca moral sevBra d^ Even-
jelio predicada por hombres po-
bres y s^n^ittos^'Bra demasiado
t>paes4a^ orgullo de los Igran-
desy á las costumbres corrom-
pidas de%s ricos para ser acoji-
da favorableaa^rita por "^ellos.
iSsta doctrina no debia ser r^í-
bida ^no por 4os desgraciados^
por vios'^si^laTOS» ^r los opri«-
midos, por todos ajqaellos que
necesitaban la esperaosa de otra
vida 'para coosolarse^le los infor-
tunios qufe sufrían sobre la ^ tie-
rra^ asi la historia arroja un os-
curo veto sobremos primen» pa-
sos dett^ristíanismp.
€on»en^ndo casi en silencioos-
ta inmensa revolución que cam-
bió krsopinfones y^lasisoétiimbres
de la tierra» el cHstianísmo mar-
chata, cr^'cidon^la oscuridad^ y
se estendió muoho ^tiempo antes
de ¿traer sobredi fas miradas
desdeñosas* de las alases eleva-
das, qoe éolo seocupaban de las
^erellas de los príncipes, de las
intrigas d^ las cortes, y que a-
tu rdian ooatínqamenle con trion*
fosó reveses de los ejércitos. I»
caida ó e^evecion de los liraiKMg
la ajitacion de las asambleas pA«
bUcas, la pompa de las AesUsy
la solemnidad de. los jttef«is.
Aun los mismos hambres mas
ocupados de la indagación ik Ja
verdad y que se consagraban el
estudio 9e la filosoAat no tenían
la mayor parte otro objelo ea^
tontea ^n sus trabajes» qué pnn
fundizar los sistemas masxoo*
wnieálM para mantener el «K
ma tranquila enmedio de las tm*
rrascas de Ja vida, en aunwitnr
1a suma de nunslros ffoces7 en
disminuir la ^e nueslras penas,
buscaban la felicidad terrestro:
los unos * la icoloeaban en la vir«>
iud,^los otros iraial deteite; y dn*
jando al'pueblo la creencia tttfl
'Tártaro y <lel'Eliseo, se burla-
han de 'los dioses de *hi fábula,
no creían en otros,*ó no adori-
tian-sinoideas vagas de destino
7 de Providencie, mirando como
ifuimérica ftoda ündagacioo de
uflai''felicidad colocada mas allá
'de los terminen de la vida«
'Las primeras nocionercoofu*
^sas -que ae esparcieron sobre la
^creenaia de los cristianos, escita**
Ton^nicaasente ei desprecio de
los apartidar ios del culto estable-
cido. Acostumbrados á no ado*-
rar mas que al dueáodel trueno,
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nu muú'tnmíío.
175*
k tm HA! ros brittonlM, á toi tor*
mMftblet ehNMaluf» i las graa^^
dMTirUNht» é Um patlo^et fatt^
ptfkmi y i kM bérotá d«Mk«do8;
btbitMdoti taeMMiral •mor, i
la fortuna, I la Twigaata, i la
foeria y i la gloria» miraban co-
mo iMeotaloa i los aectarioa de
oftadoeirlna qnetacrlfleaba to*
dos loa placaras y pasfones i
la Idea, quimérica segira ellos,
de una felicidad elema, que pro*
dieaba la humildad á los grao*
des, recordaba la Igualdad á los
príncipes, menospreciaba el lu-
jo, onraba la pcAreía, y reropla^
laba las majestuosas divinida-
des del (Himpo con un Dios des-
coQOcído, nacido en la clase de
loa artesanos, alejado durante
su irida de todas las grandesas
dei mundo, y condenado por sos
conciudadanos al mas vergonso-
so de los suplicios.
Causas del odio bb los ioma-
iios AL cristianismo— Si es fácil
comprender por q^é los roma«
nos despreciaban una creencia
nueva, tan conlrária á sns ideas
romo i sus costumbres, no lo es
tanto esplicar los motivos de su
odio violento contra este culto
morel, que los llevaba á proscrl*
birá los adoradores de Cristo,
mientras qoe su tolerancia lit«
mitada respetaba en todas par-
tes las relijionesde todos los pue*
bios y indecbíaedesttnerstiesett.
Muchas causas conlribayoron
á fomentar aquel odio que hipo
derramar tente aangre«. Los Ju«»
dios que se mimban coomi el pü^
l>lo querido de Déoa^ deapi^eciai'
iMín á las demáe Daciones, no que*
riau formar vnioiieacon ellas, su»
frían con ind^nadon el yugo de
ios romanoa,rettsaban tríbutar h
las iméjenes dé loe emperadoree
los omenajes ecsijldos por laa te-
yes y la rettjton del imperio.
Siempre dispuestos i la sedición,
cuando la tieita entera obede-
cía á los señores del mundo, les
parecía preferible su total ruiqf
á la esdairitud. Por otra parte la
voi de sus profetas^ que inter-
pretaban según sus deseos, les
hacia esi>erar el apoyo del cielo
y la victoria mas cKlarecida.
En el reinado de Nerón se
sublevaron, espelicron á los ro^
aaanob de Judea, asesinaron á las
guarniciones, y obligaron á huir
aquellas lejiones invencibles,
contra las cuales ningún pueblo
del Oriente babia prevalecido
sino los partos. Los Judíos, im-
placables enemigos de ios roma-
Dos por fanatismo^ no podían .ya
ser Bomeüdos sin ser aniquila-
dos. Eiía guerra de esterminto,
y los escesos que cometieron las
diferentes sectas Judias, y que
hicieron tan calamitosos ios úl-
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I76í
timas «iMUtotob dt ]«n»aflM>
aamenUroo bosta lo lumo la ec*
saBperociQD dB loaroiMMMoa-
traéste.^aeMo, «ut tayea 7 ^u
coUo. Loacrífüaaol^ k quienes
íBvocalira? aoofoBdiaii tom éx-
itos, faeroii ^nvoeltoft caí «I
mismo «bofnr6Cimi6»to>.Y desde
entonces DO podo haber Qoioii
aipM entre los adoredores de
Blos "y Jos seeUHbs del poli*
teísmo.
En *vaoo los cristiane» epe-
^ian á esta awrrtm injnaltt la
pureaa de so oiofaU tos motivos
de crediMKdad del "EYanjelio,
^ Sumisión alas autor idmles,
^su principio de xarldad oniver-
sal, contrario & la Intolerancia
esclusWa deles podios: como
•no qoerian pertitíiper de las «a-
remottias de les jentiles, unidas
íntimamente a los principios de
^u gobierno, se les trataba como
facciosos, 7 los persegiüan, o*
por sectarios de 00 nnevo culto,
sino por rebeldes á las leyes.
Sos edversartos ae «oeríao de*
4ar'tranqtriiosi4o8 eoemtgos de
aus sacerdotes, de síes templos,
de su ¿lujo, de sos iestas y de
suaiuegos. No podía babertrao*
«aecionMeotre cnaeneias,»«oStum-
J>res, afectos y máesimas Un o-
poestas. El .poder desplegó sos .
fuerzas, las prosesiei^nes -©or^
' >meniaroo'7 ki4i0i4'^«e«ubrió de
tjmárttree. Peve la viirteiicia, qoe
destruye tos eoerpos, no tuve
fnflaeaeiaftobrelosánimeérpiía^
He maiorad ú to» ImiOrm p9ro^
n# é ia$*^m^i$m9^y le sangre
de las vtotimas fortiftci^ ^cs r«i«
xea de le f 4.
Slvelor de los erisiieoea e^
•iormeoladesy moribundos es^
cit6 pi4mero ki piedad, despoes ^
«Uedoiiraeioo^ loa pueblos, a^
oostombradosá dhríniíar le fuer-,
je y el berotomo^ ae ballébea
muy dispuestos á coletear en el
dele á aquellos mártires, cuyo
Írmele arrostreba lentos pali*
gros y sopUeios por defender
su ereeocia» Mucbea bombres
t^menearon i mirar como ver-
dadera una reliJioQ por la cual
se sufridla muerte* A los ojos
de aquellos misoMS qoe echa*
ban de menas las antiguas vir*
tudes, aquella invencible resis-
4enoia teoie algo de romana; y
-cuaadotodo doblábale cerviz be*
40 el yugo de le tirante, los pri-
meros cristianos únicamente pe*
•f^eciancoa su valor traer á kt
memoria el -recuerdo de la en-
4igua libertad.
Mas tardealgaoosemperadores,
bMtiinte prudentes 4iara conocer
fueae da impoi^o^ía aloque
se persigue, y bastante virtuosos
pera becer justicia á los princi-
pios morales de ios cristiaoos
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•ittiéli«M|it *! IMora^
liteMÉtN»áM4<M4ÉÍuUfH^
<tmlpliir «y. Mí Mém ^ >iMtofas
MttMiiMiM. fié «iitVfeiHéta t^
•MfapM, lee )pr4rtlilM ^ «t miU
TertüHaM ^ íMtakán ontebob
«m|ilopdel |M«ili«iO«to«dorti«
flbríM, y4MMicrislliDOi'tatel«4«
f («toti^iliíriiM latos |>rÜQt]pb»i
ter de Sas esloaütoreraeleséiii*
froctstoQftdhiQiÉiaodo> Sa^era,^
Asraliaoa ^ Ataio, d poütUmp
4ftecia: la fecsaaoctoiiidettio;
^«laaiaoo, sqiirUa j^-fialaaio»
fué el úllimo ata^M ééttarran
4iie(|Nt»aia4B^niiudaMRi poáer.
SioaariiÉrgé^ áipasarée kiAnU
4Hud de vicÉiqiaA'4lK>6étoffio>
Ma€»ÍHitee^ MaaMoaiéy lÁ9Uáí>
4iimeUn>Qáaaaii|taraliai(Mi j A
aa paiüiea^ al eaiaÜaBluii^ eaib*
^arralii^todaaia laitloMeiDUriaa,
une Üém^fkúVwú- eiejró peder,
foniéDdéseáraafreele, asperar
eon tesiaja ^eailMraat de 44»
^tefaaftot,»€aeibatie'á' tkmná^
yataeeriaiD. peUgnálaaOmbré
de Ja enii^iá'lfaate ^iá daúpiter,
j-mA ito edtttee éa^Gépiielte
^ tacaae íiÉatiflcd'Mi «tpAaeaa^
Daraole el primer aigto de lii
eraí>ertf(im«ji*?ii4|B4PQ9a eo «ae
hemos tíiiq , IMUaMK}4#s jTMia»
«ttt». ITT
Boa^ MeawMle-A'.Aaspreeiafi 4
la aeett.MoieBle 4t «iM^rMia*»
po% /ee«faii4iéadeloai(oa learjttf
dtoej eadeÜBiiraH lo» H«9«t4«
eela.irdHIiaii, omvn f4iim<m if
Míct mMtfe9lal>a;H|^AeMírteiiqi|i|
Biogoo filóaofci hfiP^a <^»ede.aM
pifiip^to^ eilo«:e|im(liabigi.i4e-
gnu l^laiehUKlecifegiiia JK 'Oi»r4
cha. Mf dlA^«Mt«)%iafmi«ifU^
«U»^ <if igleilM Qi^tiMeii^4rab«;9
^acto nMyrfai>gai»Kaatrl»fB^
p«eMi<m,4e I4 fié» en eUsMrfoi^
eimieiMo4a (n.diHfpltoib eDJa
i«siitai^D4#l:gobief eo reiyia-
io4e los ftaJei^ 4«eiiltatMiB?i kn
Dlifadaf de les m4#stfediis.j
del.pi^tlliee^ (uis <re«o|oMs^ siif
saerificiqíH. raí librea y mi rcq^
rtfipoadepiMa.. Le iglfs^eQm^*
ga^^bn ifsoUpe^Am.eetfi, j^^fp^
oMfHerlQ^sr Xáfi) m cmieeWi^íViii
de- K^vaNei m balHPáfi. adogUde
cerno pMAlei4Qdegme« -
LaMOSfWfidad iBQVi(|ibk^liie4!ieT
dea^e^we del cti6tíjHÚ9mQy f
el jsitffecip uiii?eiMl día Joa.bift*
4erk4ofe4pr9faeearQl^?ai»ei^
4eiá les efrisUaaes^ hee ^adei kif
garijo^meaia áimAchap. dadas
se^peM:i:esid4$Qcíade*tos apó^*
4e)es en Aoma, soi^e el<eaU|>ler
^^ieiíeato de Ja iei?er«iite790kh
aíéfii$«'r*eofare le sucaaioadt
Íq^ primerofc pouliiees qee i>ecr
23
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in
^dvon Ja rfltoroUMM. Da ésit
sttisMto db las iuloríiadesfú*
blÍo«t y de lo» bblorladorcis,
ban tonttido armas lo» iacrédaloa
t»ara ata(5af la autenticidad de los
Evanletios, la iostitiieion de tas
primeras Iglesias^ y eaal toda la
base de la rel{|l0D.
P^vó mal 'qae lea pese á loi
faHtdriadores etlésiástltoa, fbr-
jadores muy á «keoudo de fran*
des ptedoBos/ las dodías aon fao*
dadas, yno'^raemós «fue el ai*
leoéle dé las autoridades púMi«»
cas y (toioa biséoriadores, bayao
prestado armas para ataear la
aoteoftieidad de los eyaojellos y
tas bases ée ta reTIjiou. Las ar-^
mas* tas han prestado los que
ban álteürado la verdad de los
blacbes, los' qae ban supuesto
eó^s faláas, y los que ban forja-
d<>ulia tDnllíttídHle fábahfs ci^e«
yendo que con ellas se robaste*
cia mas el crlstíaciisfito: El tes-
itmdMd de los'bistória#et>e¿e-
cMsMsiieos no* es de gran peso
para nosofros, ctianidóáe trata
de 'los^j)Hmeros obispos qnetu-^
¥0 Soma. Entre una porción de
liecbos eflAbroHadós, de santas
mentiras, y de pueriles varra^
«iones, como se^ encuentran en
las leyendas de la primera época
del eriaiianismo» se sabe, si al*
giina cosr puede saberse con
cartela de aqaelloi tiempos, que
stvieaiíA ' •
Saa redro peedloé' 4 1m foikm
dlq^emá<b*s^«a él FntOyi^Aitfr-
nia» la Capadeeini^ Aoiia^pifa y»
BabUottiav pef)o :aD .hÉy fMmebe
aiguoa de^ m iria|ei ilócM^iíae
aelai áa loaap¿iiotei ttda dkeit'
de esto« Jnsüno^/qse vivia maa
de -alen ailoa ilespoas, m el pri4^
oaer attiór an pocóaéMiditado
que bttl>le de este* pceteadido
viaje« San 'Ir«Mo, fteapnea 4m
baberleido i loatiso, dice que
fiejdro y Pable bimoQ á Heou»
y (pie encargaromá^astiDoiel
gobierno dala: iglesia. CImto ea
que ai tal^tcemiaioa* dieran áflaft
Line^ eMoa no go^rnaroB 1*
iglesia «ristiaiía ni permaaéeie*»
ronenii*ci«4ad«
8áM nnteJ».i»TúvaBBr«oiiJu
-«misé diiha qoe Ser Pedro Oi»
cupd la cÉledm pontificia teiiu
tialoco aftoa en el reinado de
Neroo, cuando^ como ya bemoa
diciio, esteno i^eioó mas.^Mca*
torce afios*, pero ona ob|Moieo^
sin réplica contra la pretendida
permaneneia de &to Piadro eo
JEtoma^ son las propias palabras
de San Pablo^ ea .$a epátela á
los colessenses» en.donde espre^
sámente dice qtte solo ba sí^
aiistNado por Ariatareo,.Maieo
y otro qM tte^tia elDoontire de
Jtesiis(t).
(I ) Epülob de Sm PltMo i los^*
loütiiÉif, capitate I?, v« ai»
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ML IMO UifEtlO
iffébaUe ipM ln pié-
if igMftt||tie ^m #M se eéi-
linftttofla MuHcMiKdedícftio; pe-
«ftnaffvé'ttsi» poriftefii dedie««^'
JM'éeieBiéAicot díoea q«e foé
'■•I priner oMipo-^e Aoom;. pero
%ii equei «tempo'yaivebo ém^
fme^ no btbo Dfogütt obispado
l^rtkolar. ISt eri«fihaisi»d no
HoiBÓ imaforiM proaqni^afla ti*
fnn á la nrilid éel eesii«4a dgla.
Loa apóstoles era o 4odds igaa-
lee. La^gQ^daderael graa prio-
-cipioí4e lea eaéirtoa, te ku reí-
-wMtaa» de loAlecapeiitaa»:d0iloa
^Aaciralos de ioao, 7 sotar» todo
de leaMrislo. IGaaodo ^%éíam¿
*reoBidos 00 se vete eoU^a ^Uos
^wtngmí Mpertoe; Dadte|irea1<ia,
'Éi al piisdpi^ae Uaflaemea oMai>
<pos. Sm FMrv» DO dióel^noeitee
'de4>Mmio óel «püetoeqftifillea.
»>te» aiwi á abattoriiti^ á qoieo
^mumakmáepuMf 6 dejoUHHi»
ae dié^eft aecaidÉiiidifertaile*
tteatoiloa «MteMi^^fiie.mQra
UaoMMa «ooariiiia; jpeio uo
todieeka liiQgoMMtigfiUed» ote-
'gSM wraoKMria^ Bitpna aeAtfl
'dfettoüvt.fld vni^^ttM fireeafti-
Ha Mü^ UeiMdo íeplaa» jr
^eetodUa en Ja J^tí^é, pre
179
&• Pedro )»ti4a. ida,4,j^aia,
parque po Mua carta qoe ae jLe
mtriboye bai>la 4e Babll^i^aV Efi
efecto» éo la carta áfi Sñjx f^qdro
qoe po ivMoietaaio^ ep d^cir
•ips supuesta d verdader^^ se d)-
ee; /« ^(asia 41»^ Md f p ^abi^
Um^^mi muM fmi kijo Marco
ú$ 9aludaM. Fá^il e^ .con(^atr te
4ofpeia^ de aigmios .visíooari^s
'caanda tradiy^M Romit. ppr 0:ir
|]fiioair, y ^to se ^eouArwa taoi-
MflAp ep qvMi PiSfias, Lf^tw-
cío» Eaaebip y Jiislioo po ^9*-
táo acordes ni ^bre, el tiempo^
ni aclare la époow ni el Jéoero de
sopUcíode^aii Fedrp^oi sobre
el nombra del emperador .bajp
qoedícep m«ri6..S60ir, confoir-
miAdose cao los escritos de los
padres de la iglesia, reftere (lue
•eaaodo Iteron viajaba por la
Greeii^«la&o 67 de Jes«cris|<f,
•elgoheroadorde Roipa ^rdeojá
el sapUciode Sao Pedro y deS^o
Pebloc qoe á ^eAa liUtlsep^. en
ddidad de ciodadaoo n^^aoo le
eortarop la cabeM; y nu^k Síafi
Pedro, cono iodío^ le cin^^^cp-
4roiu Aeierea qop av o^Jer bik*
j>ía muerte aates^oeéU El «i*
Upereaoy aduJadpr Kwe^ia^qpe
«scaiMa dostieotos ctpcuepM. a«
fioa después de este.pcopiaei-
mleplo^ dice que «|i:au ttettjpo
app se vetos sus reiratosé Digups
-taodláiojsl sqfpudo «igte-Viel.poreier^delistiaaasMlotUs*
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t^iittdreii C0Dfi»nÍftéM<> 7 c«Ms
' ti^rabte don fusión en qá^'tafó
' eí f rnpétto totnatoo eiitiledio de
l¿íÜperilcioi^'(Síflébires óerbeles,
dsesfiiósr d aácfsitodbs^ eémeaio
de la rfttM de todas Ito leyes j
de hs 'deleitables dfspotasteo^
Iój?ea6 ; éhitfédfia de ios aDatcH
«lasque se lántabao tos sectA^
Tiosj éhiáedlo de eoocilios t}ae
«» proKHÍMisiiy á ra vez se ata-
leMMrtl^'coft - tBearoitanlleDto 7
-füroi^j éiMediode'lbsesftoerMs
redoblada' dé los* btítoos^delos;
godos, dé los dmbrios ydr tos
iRtadaMs, eoiBo verecHos; eo fta^
e^áiédio de K6iáa saqueada y
desáiafilelada por ios bárbaros,
"sospeeboSflissoo á la tel^dsíd^, mtry:
80Bpei¿b<isas; las ttarratiocied ide
ésdMorés parclaFés, y en que (a
lotÉ'iga; \é igáoraoci^ty el fedbfís-
mo' éráfi tas' füédti^ ' térda-
' ' ebs**'ycaSos*Seí DOft odcrífen
ikétrtéfmifé esle^i^unt^iqtíe (ÍM.
^^áci^iMUeKBftfeáVttió dé 'oú»^ IVn
^njÜiá^é ^bs' tírfViierbS tiéti^;
-ééúúVmilMít 3qéíé>Vé<iM-afcQos
^^ciftiaHlé^^^'aúgustlat^^sM»'
^ItBad^T '«ftAgbsb ^íkedidiffo qüe
-éuli^»<'M^ ^IfMarso'^ 'estal
dbi<á-'eiflafilp«ii«^ eoé MUfofM-*
«^M«flaVilif»M^ i Husí'tatatdj
>trai}iii«#ilft^éiÉa*ai(M-to «t'é
la* f^réail' ^ qiio > ^f^fBMMmm - -400
irftiirfb solK^ MrifoM|if'loalio#>
bt*es. WJfMs («troMS f jmk
grfeatas edoMene- Ik Iritlnti
del eristftiDimiK», qve nosotios
frdoararwiM enaenlar pam
mayor inetruockiit ' déi Bü»lrai
ieetx>res, y paroquésepamá qtifr
«tmorserespeeto á* la iuitofidvl
dol lacordodo; prindpiMdo fqr
*ol obispo de Roma^qm^et «tmif-
ano ttomptt aoberané beniporal
eoQtr» I4 4»presft «tootrioa d«l
Evaojelto^ > '. f
St lodo éoMttffé aprobar q«e
SoD 9edro> no Caé'oUBpode'lbo»
o»a> Iad6 eoomm ?)iornaMMi*
l^ieiiWá oeiiar im uTetoto^diA*
iiasdbte«lapo6toiaÍDtteaatt s**
€eáorMi DefteUano/ Aia lérdfti*
jno y*^ró» mae&osyriícea 4m
Aaé^amMit^ laT#iMpaéa de
fMro'ltt sttli' poÉUlota.' Boip
Aia IrepM; eq^oMo, %lfftirit>»
6aa A^siU^. 9$m Mmmñirr 3n
A«as«iMt|v4tooáai<«oii|#artariqü»
/oé^Sim LlQoi '¿^'At^cptféa luyapü
xsr^f^'Ariá^cié^m^oi^ todbs pa-
ra I<i9i|iiait v^iM« lueotaft 'BiD
eesámeii. íjh mlMiiaB hiftoriíadrt
MI) ebMMéitteot iC^óflesáabr^tta
DalfenmiiiaaDiaaiL :QaiilUuaibca
MbrOfif I fldr^Bo.? léuM^ta*^!
pootiíicad.) de los lref..ffiflMh
ftrt td^ia^itiio •poriitodi^ofs
4|tati)Mof>laa|pa ¡Mjaffháttfcui-
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MU. «Al» UWUIO. ^
eific^ao birfo«l jei«94«, 4« . en*
-MMtn & Sm Cl«lp 4 Antctoto I época sufrió oMirtirM^^a I^Mr
for MWMor d^JSw» l^toQkffl wlo> cio> j «me «iHoimm^ Ihé^ «omhIp
MMwia par» bMlnk' iM^haoDbcfi'r
las iMiMiM tmif^akxioms.
.8<^4eta era gvíbU«iMí oíros dU
.WB q^e Sa9 Gtenfttlet T^por
ft^iose A^ 4i| S«o Qeto. 91»
.difl«aCaé.n)arMtifU|4Q.G<)iP0i los-
A» «ntvriocH*
Sis«iósii 4(#p||{M SanCtomen-
, t»,«e «upoae .pi^rtieodo ,4e los
.(««er^ii^Bunbre» b/(ttóric«9:; (lefi
•as,<(|ii«C«jbwrn#ltiA Mj..Wmí/» 4*
BQfB«!h44t% Cf^miwimxím^.
éensm 4« ! I«s^ T^ ] «ftmbMflof ,
priman» 8«9 J^ifaristo» tvea jVI4
. jlteaeo^.Eus^o.y, ^OuM? le
se v«;S« lo*,dm»ooio«, es decN,
segyi» la.MpNSioa d« )«)»a««4l/k-
«QS,xaaa4D Iwfalsfl» diosa* cft>
saron d(B dar oriieBiqi^
$igB^ 4«s|N^ Sao AJajai».
drM« Vk^ M.cue»|aee«oKiaiS
las{il ^faliirfm,M4% y e| .prt.
rinaro <!■» beo^ijq ,eJ jgitf: Sm'
Si8kveiqu4í-ej|i dos c^ttm.dltt-
i./a,is/«i«'.(ea((í(ic* Sap TelasAi.
ip> qji^e 4aslUuf.6 l^bjaiisa de bb«-
()U.Docb«^0r.iui>^i|oo da siete
9ei|4«f>a& a|Li,^;de . la Psscijw» ^«a
después se .ilaii^ ca^resou-, y,w>
guD dicen .S^Oáuhaso^ ^fA-
MfMSAO , y .<}((. WSíjBfjador If^ü-
Qf.„ f»o pu4^>^~ sufrir H. c^t»
.(]|lUU»ySjHi.Agj«Ml|ay lar iBayM ^o.«im^ /pi ^a({pno* (riMa^fHt ><í
.yai>tA de lo» IsiMm»» to <^pcaq ¡midofof^ inqfjcriámM ofii(t4i
.des|M»e>:de'ABM^K><^£«V' ^W1 ioajueeesydelossaeriltettSort^tt
tfft(^e(fio»,bafe|>|^pa^o^,^l^ ffi¿{í^./a.cer9^ 4^ martirio.
H^aainktqr )o V^ti»y,(We^»bi»r, .Ya.lé^^oqos piujeis uo ejemplo Je
.1^11 ^id^[n« ,im^J^ idel, d^^ ,moJvaflciáí;elij¡£^a.|»ríqclpíjp(|-
: ierj0fi9tldüc«^d« .esfU)*^ p«|>9<bi..«^ , ,rt9)#f»^eí??8fWdo ^o, sfgua
4!l%4NiiMei9ap() (^ ^ £nM ^> R^n^/M>r 4!!»MtOf8» .v«oera<J!qs.
, |fl««ri«(i«qf4.raec(# ti»nftu\M i Tiempo tendremos de ver b¡s^a
.9üif,ófá9» de J|ftjfhiWK.'L^JM<l»t Ld<^S b4,tlfgfi^ l«a r»)Ak(ato-
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^
niVrMU i
%f«tri^oi]fi^efyáre é^ humMiid y
tn«ii«édiimbre>. i;r Mnáiíco 3?el5
46 lotf primeros i^ristiénos, fué
illqiie^olyridftMa £di;^opii ^e^M
«] IK^dftfrrrátieo 4iaAe cfl fondo
•delJ^ofte/déog^i^riti y de satí-
(¿HÉ. Sígmo SM 4lijfiftio> f Sad
Vio>-«¡ bi6B los -átHorés' sttgradds
mo están mity ecordeis éit qcie el
'segtffido liaya sido, sute^r del
primero. Carece, por ttií& ^arta
-que ae afríftcrye iSai^ l^io. escri-
ta é Verero, iiúe tos erístianos
-arunéslabaüMD^ettipíosiñ alta-
rws, que se reaniati y celebraban'
la misa en lasases de los oeófi*
46s^*piies dfte eti ella que /¿t eásá
dé$u hmnat^ Eupófita eirá ta
-que ie ^ehfia para eáU uéo. Ed
^raearta dlrí^da á Jcrsto, anuii-
eia^iiie 4js ^cristiábos^e habiaq
«oblevado coortra 4as leyes, qoe
«e 4os pc^segt/ia, y qde la grey
^QD estaba en pobreza, pues 4i«
0ietÉl0bn'$énaáoÍ$ ¡Testí^iito
^0titabkti8ú ^m ídma, oi satuBa,
Séü PiQ^edfce que mmrió «I a«*
ñoíSf.
' «Después <icttpS Sao kolcéiola
*i6illaTdmana,yló la Iglesia ataca*
ida por rootbasterejtas, y!t»or^a
Jénrto díscolo sufrió ^í «larlfriQ
4iajo ^1 treinado de iSéttéJín
Diíranle el ipofftftteed#ae ao jttod^raéioo que ^us predeceí««
«atesor Sao Solero, ta hertjíi Ae «res, separó de la eomuoioítt de^ ia
AMMmo^McW y 4émé mn^bia
((rtriMS, pttff tto*potia aer4«otlro
madoirdo laéuiSnirálitof dísptiUis
taNan. San Sieaterto fué pa^M
pctr ^ esparto dé tMetiotho alos.
Las preteiivinhes'de ft coKé 'ro«
madüdeédbiOirduáaír sobre «t-
gUDOS artttetílos de té, y de arre-
glar los jpdmtos de la doctrina
^cristiana, iiHncIpIfcn ya á sei^*
se*, Eiéuterio' arroja y escluse
Ae la comtiéfoo dé lo^ he^fíianos
de Roma á Marehioo y Yaleotin^
^ofe se di<^ érüM ifiei la aeeto es-
toica y plátóoiea; pero vamoa i
>er bajéinr sñcesor Vielor 'aera*
"centarse fa enemistad y dtst»A«
ner coAra él- k los tfireraos pa-
dres dé la igleAita. En ttempo Ae
San Kleeítefió ia tMfatló sis
*prímérdl toáHtHás, y^la^ luginie-
rra récfMAnfttidn^rosque le fue*
ton i nevar el Évanjtílo.
Después 8e sü muerte, íné
"Sao Víctor eleVaBo á la Sairta
^ede. Desde esté ¿poea ya pHfii*
^pian & ser maa ciertas las te*
tilas, pues cuitttb' basta aora ha
«precedido está cuMei^o de tlrte-
«blasy de cuentos ridículos, fia*-
Maufte soseitadojrá aljgnnat As*
'piitaa sdbre le cdielMracioa ie la
4Nscna, pfero sin enearríiíamien*
to. Tietot^ no guardó la misma
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DEL B4M%mn^UK
ifttciia, por M Mtoridwi4QdiiÍK
doal qoe jrala creta ^9mp9emm^ii¡
lodat )a6^ Atis^ p^NfueinoíM»
lilMiA0Mtl9S«40 Mi^opiakHiaiv
Ím etMBralfé j: publteó Molrai
ellMMiIat limaste ta}«fias j
á0ímu\tm^ E0to^9bl|HKtdi»áesp0.^
IMÉm ctertosl as^oitiró k todos^
IM oMi|NM virtWMSi Sra ira^>
neo^ebtofodtte Gátta»^ laMr
cribe i» nomi>rede^lodóe.y' le
ñiitf^ elípodér que se ar rógttoée
doffilMfr lMott*ae.¡g)wiás^:Y& so
ItaetQi^ a^af 4»e«ftbfctoii'd9 la
aopreoiada^e iuibtea de^ e64i*
dar^iM aoeeiores^
. • Remptáiaie Sao. Cefeiieo. Es*
t# nanrebr bajo loa paaoá de
y^ Víctor; condena i Prateas,
alMoeUe 4 Natasío^ y.obra eo^
aao déspota, como ioseosato^iy
tirano de loa penaattlaotos; es*
eonmlga, es ileeir; separa ^del
oúotero de los fieles al que se
atreva á ieoer una oplnloo úl^
ilota á I» suya* Esto no» lo baee
ereer el bistoriador Plalieft,
ifnien daé Ceferioo el tdolo de
ar «a/. Este pooHAee dijo en un
deeretotaf ponida $0b$r0na é*
bispo de lo$ obispoé, MbiMhé éon
si^UfMpodmrloipecmdmdemdul-
ferio, de fitmicMieñ y oirás» y^ á
todoehecriséiaMí que te pidan
perdim de eu$ eWpos. Ordenó se
m
1U|AlVt«f9M 4«o^ f M»e|t .effii^
de«4|qeí}eaá;usaseQ^ pudasse^ seft
icoaideftado ata ta attioftdad* de
Iacsilla,i9poslólio0;;pero* oJvidát^^
dose llevar á firmar, <iit dafereM
al prefeeio, eí|teleiliix(^s«t>(r al
c«d)Klso« San«lreoeo4oCaí4#ifQArt
tír'tíh m LuiduMK Loa ajntonM
edasiialieos nos haf^toAnsmlU*
do nqus csialii d#^ Ireooo^ en qnp
dice que TiiéMdteoifNila de Saa
eolieoirpoi é* inserta* ht Ksta) dé
lofl^obispos de Romiadesde Ptedro
á. Gefisrino^ Téogasef ealéndkto
qooesla earta se bost.'ba' trans-
mitido por el oQndiMfto^ de- lof
Ustofliadores.eelasiástíeoft. Eo^
tontea vii&la« TartaHano^ eéiebro
ptm sus. aaeHtoa y. por su^ elo>**
etiente apolojáii del: cristianla^
mo, aunqne al fia adoptó taa o-
pintones erróneas, de Montana*
Después de^Cefdrlaó, fué San
Gallsto obispo do Roma» y sa^
frió la OMiérteide* los santos. El
Wstoriador Segor^ dice ifueidu^
rente la adnúnistraeton (loestia
papa» se construyeron loa. pviw
meros templos cristianos en Ra^
ma; pero nosotros se^oimos nua
bien el parecer de Platina, qqe
dice: Scrioe Dámaso, ehe qum^
poftí^ke ediHeaeu ta ba$iti(>a4i
nootn Sigmoru in TratUoere. Ma
non crederei to, che foue quetla.
aomnlgase al menos ona vea al 1 oke hoggi ooit cetebrs, e majmi-
4AOj proíbió^qneniogott obispo, 1 fieai^diamospoi cAa to quel tea^-
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f9t -^WfMíkL ? -
éfpier /d pi% lOU^dn^. £^rí6t
éktn Dimtna; fira Mtt ^9tl(í^e «^
Uficóia igU^aéentM&^íkño^
ra, nm$ tlM M fV*rt^>íro j^é
$UUtmwiéfi4fim\^ pprqu$ en üí--
Mi cfimicMoíMíM fttt cnpittiu, f
ioia$$^éréíü$y e^tmdUku, ff dt^
lünofiámeme^ifi^nfd ietktr^.
• ^gii0 Sm Crteoe^ ia eojr^
{idntificfiloiMda dioe ta» tiistoHt;
«inb que ifosde <iqMl • ItemfMs 7«
se fué jiBftMiyrado la«eoeillM
7 la pobi^at Wdm^kWí^ pu^stai
-¥á8oi s^adóf^íias pateiiQftf i«s
4émpÉréi del templo, 711 no eram
damaterlas^ do6precii6te8, ímo
4e oro y plala> y algiiftts de les-
4iio» eono se ri» ed^^l cotiei*
^Tribiiríe&ie« A UrtaftO'fiígittó
Cofieiaiie.M «cual fufé éeiterrt*^
4ú p^r Mak^shÉífto. £l mi2ime|
-prinoífiíD eoodi&iró i muerta é
•&(D Andero, 'ateoeactt* de Paaeít^-
«>• Bi^piK» aigm SaD ^airiaoiti
I «que ocupó la isüla oaá^rie afiot:
^aBvióáSaiiAiooiáio á PérísíuS^
- jr 'á San Suturttifié i-^olost» y
i^riórel raaíiinoseaik peiittMir
^i0D<te Decio^^aoivtoletott» i|iie
ae pudo iiontlu«r)\pafiQ ^M |
iciaaMude.lÍo«etpw Héi^ai graui
ÍEUBtí»4pupai 7(4 4uíe»* idioe^SAai
Cipriano ni Mfo - pariiit«i^> M
^^Mfniu iiamr^ «ift&r«r te#i¿^>
M^JU, anti^-mN^ NovaeMoo .£#6
pfMawido iagun,£«49hi^ pM
Malgaetu ptíilaMoa laksiopoia Mm
8iiii#, rÜScealrato^ Unbanp^ Sh
díMia^ .ttacifie, CM^aü y o-
Iroa 8iu<íllQt».:«^. la: dtgaidad d»
<A»iapo.d« &<MM, deíQlf raiBdo iHH
U 4« «lemistod idp Cometió»
Este es el pi^Muer YQnkadir9i
cMoafUfe dividió la igMa. La
eéledra poiHíficHtaé vio ya ea^
saugreAtata 4 . al «mismo üem'pa
k de;(¡aa(agQ>l(»^«&ia«ibteo .púr
GtpcíaBiiY fifo^alo) de#de eotoar
cease'^ñrierCAá cafiaad^opiniot
lies Pídte«Llas/lgteiiaa.c(mU*a íglB^
aias,obiapos M&tra ofcisp<»9> ei
África scoDtM ^S^ma , y Aoaia
i:«utnasí misrma^ e«Qáildaios.coQ^
ira esúándaii^y p^r éitioio^
«i;giiUo y 4a yiok«sia ^índ\ %9^
^uerío del SeAiM". BeipMes dv
4|iiiaic^ mesfs^ Saa GoDaetio eo»r
iduyóeaeloadaíso* .
Sao JUicÁo quA te «^eaplan^
ifo^ prím^ii^P .d:eM«ra4p, l|amá^
muto despve^^ y ea segakU lo
opo^eaaroQ A OMei^e «nqiáddov.
{k f I^oellQ'i^iiíii ppoiíüqe.cU*eá
éieziseif me»es.« . r. Li . ^ . |^i(»f>4rcAmi9ie»yi tres^dií;^, Sm
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BEL BAJO-
S8tev«D,'fa sucesor, svfríó la
Hiisma suerte, é igualmente Sis-
lo II. En este tiempo corta-
ron en Afriea la cabeza á Son
Cipriano.
San Dionisio^ celebrado per
tu erudición, j San FéKz, fue-
ron^ papas; el uno durante seis
afios, dos nieses y cuatro días, j
él otro cuatro años, tres meses
y quince días ; los dos fueron
martirizados. Bajo el pontificado
de au sucesor San Euliquianó>
«e verificó la xruel persecución
de Aureliano, y la herejia de los
nantqneos se 'esparció por el
mundo. Estos herejes, «demás
de otros errores *introduoian dos
sustancias , una buena y otra
mala, y decian que las almas se
derivaban de Dios como de una
fuente. Aceptaban en parte el
nuevo teslamenlo y deseetMban
del todo<ei antiguo.
San Cayo*ocupó doce aios la
silla romana; y bajo su poBtifica-
do^ cortaron la cabeza en S87 á
San Dionisio^ primer obispo de
Baria.
-San MarceUtto fué eleéto pre*
fectode Roma en 296, bajo el
reinado do»Dío€leci«fio. El -«dic-
to de este emperador que destro-
j6 taotos^temples, derramó tan-
ta sangre, y entregéá las llamas
lentos libros ^6aotes,'lüzo dar á
nqoella época el nombre de om
Toam xiii.
MPBBIO. 181
de los mártires. Esta comenzó
en 304; y el rigor de aquella lar-
ga persecución obligó á los cris*
tianos á dejar vacante la silla ro-
mana durante cuatro años. En
308 fué eiejido San Marcelo: á
este sucedieron San Eusebio, y
después San Molquiades. En su
pontificado arboló Constantino
el estandarte de la cruz, triunfó
de Macsencioy se apoderó de
Roma. Sau Silvestre^ sucesor da
Melquíades, gobernó la iglesia
veintiún años, ^ vio nacer la be*
rejía de Arrio.
Foreste tapido bosquejo,' ve-
mos que debemos á la tradición
solamente algunas nociones so-
bre la historia del establecimien-
to del cristianismo. En el pvímer
siglo, los autores profanos nada
dicen de una secta nueva que
quizá ignoraban ellos mismos;
las persecuciones que empeza-
ron en el reinado de Bominj-
eiano no han permitido que les
aetosde Jos primeros sucesores
de los apóstoles lleguen basta
niikstros dias.
Las reseias mas ciertas datátf
I desde el momento en que el cris*
tianismo^ bastante esparcido pa-
ra escitar la curiosidad de los fi-
lósofos, la atención de los majis-
4rados y elzelo de los pontífices,
fué atacado por los unos y per-
seguido por los otros* Pikrece que
24
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186
BI8T01U
de lodos los escritores de este
tieoipo, Celso faé el que escribió
mss encaroizadameDte contra
la relijion cristiana. Quadrato*
que sacedlo á San Dionisio el
Areopajita , obispo de Atenas,
rospondié á Celso, y enelaftol2t
presentó su apolojfa del cristia*
nismoal emperador Adriano.
Secta drl paraclsto. — En
esta época, una nueva secta, na-
cida en el Oriente, ponto en don-
de han nacido otras muchas, to-
maba sobrado imperio sobre las
imajínaciones ardientes, y au-
mentaba la confusión de las ideas
que entonces se ienian sobre la
relijion cristiana. Los gnósticos
óiiuminados, mezclando los prin-
cipios del Evanjelio, los de Zo-
roastro y Pitágoras con los siste-
mas seductores de Platón, preten«
dian que Dios, ola perfección in-
finita, á quien nombraban tam-^
bien paracleto^ era un océano de
luces, del cual sallan continua-
mente emanaciones á cpie daban
el nombre de eone$. Estos eones,
masó menos perfectos según quo
se alejaban mas ó menos de su
fuente divina, formaban una es-
cala graduada desde el espíritu
eterno hasta la materia bruta,
desde la luz á las tinieblas. Los
buenos y malos jenios, los espí-
ritus celestes, los astros, los pro-
fetas y los hombres iluminados
poruña ciencia üvina^eraneones
y eran mas perfe nos cnanto mas
se desprendían de la materia pa-
ra acercarse al espíritu, y cuan-
to mas sureptibtes se hallaban as-
cendiendo por esta escala miste-
riosa para gozar del verdadero
bien, conocer la verdad, y aun
entraren comunicación con los
seres intermedios, es decir, coa
los espíritus.
Muchos filósofos paganos, pía**
ra sostener á sus dioses, ya des*
acreditados y puestos en rídfcu-^
lo por Luciano, adqiHaron las fi*
bula« 4e Alejandría y pretendie*»
ron que estas divinidades del O-
limpo eran eones.
Un gran número de cristianos
estraviados adoptaron una parte
de este sistema, y todos aban-
donándose á los estravíos de so
imajinacion , se dividieron en
muchas escuelas diferentes. Los
montañistas no vieron en Jesu-
cristo mas quo un eon.
Los maniqoeos, como ya he-
mos dicho, admitiun dos princi-
pios, el del bien y el del mal,
haciéndose la guerra eterna*
mente.
Los valentintanos confundían
e\ Yerbo del Evanjelio con el de
Platón: acusábase á g/an parte
de los gnósticos, cuyas r^nio-»»
nes nocturnas y misteriosas se
llamaban agape$,de que se entre*
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ML BAJO mrEaio.
gabaoálti flMi peraiciosM 80-
perttkioMty y de renovar las es-
eaiNUIoses proeÜlQcioMS de Iss
WeeMlet; y como eoloneesla
opiBioa péblíca »o hacia dislin-
eiom oiaguBa entre todas estas
sectas ■uevas, loa crístiaoos se
Tleroo á mesado coofundidos
COD les ihmiiiados, y sus Juotas
reHJioaas fneruo tratadas con el
odio y el desprecio qoe inspira-
ban Us reuaiiHies perniciosas de
loa gnósticos.
Cnaodo Aoteaino ocupó el
trono, la naoral del Evanjelío
ae Tió defendida y disculpada
por San Jastino<enel afto 150.
Befóte todas eüM cdlannias,
coya falsedad edtaba demostrada
maa evidenteaMnte por la sen-
cillei,9a Mbiluria y la virtud
de los que baMan «braxado k
té de Jesoerislo.
La igleda cristiana podia en-
tonces defenderse mas glorio*-
sámente con loa ejemploa que
con los escritos; pura como lo
son todas las instituciones cerca
de su orijen^ ei lujo y la corrup-
ción aun no se babian introdu*
cido en ella .^Utos primeros cris-
tianos^ pobres^ bumildes, lelo-
187
perfecta flloaofia^ como eran en
opinión de sus hermanos mode-
l<»s de santidad. Por eso» á pesar
déla costumbre de la supers-
ticioo y el temor de los supli-
cios, aquel culto austero que
proscribía tan rigorosamente to-
dos los goces mundanos, adqui*
ría incesantemente parlidartis
nuevos, pues tanta admiración
causaban unos hombres que en
un si^ de depravación coiñer*
vahan costumbres puras, y que
enmedio de una época de de*
cadencia y deservidumtMre, guar-
dando una heroica libertad, o-
ponian tantas vifiud<» i los vi-
-cioi, tanta dulxura al odio, y un
'Valor tan Irme á la lirania.
Las armas de una bríilante e-
4ocuenqia no tardaron en venir
ial socorro del cristianismo per-
-seguido. Tertuliano y Orljenes
/lomaron 4a defensa de esta re-
lijion, y con numerosos escritos '
"se esforzaron enpvoberia pureza
"de loa principios y la -verdad de
los hechos en ^ue ^estaba fun-
«dada.
Ordenes 'ílevó el velo hasta el
7ana4tsmo mas imbécil, y se cas«
4ró^ara^estar mas cierto de do-
ios, y caritativos, no conocían ^mar sus ipasienas. Este estravío
otras pasiones que el amolde
ufué 'Condenado por U iglesia.
Dios y del prójimo, y debían^- 1 Teitotiane, arrastrado por una
parecerá los ojos de sus mismos I imajioaden ardiente, concluyó
enomigos, modelos de la mas | por caer en el error de los mon-
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188
mSTOMIA
tanidtas. Coo y otro^ entusiastas
de Platón, habían adoptado gran
parte de sus opiniones. En los
escritos de Tertulianose encuen-
tra gran copia de argumentos
para establecer la sucesión de
los obispos en las principales
iglesias desde los apóstoles.
Oríjenes hizo un inmenso tra-
bajó para <!omparar y conciliar
todas las verdiones de la Escri-
tura: una de sus obras mas nota-
bles, según dicen los historiado-
res eclesiásticos, fué la refuta-
ción del libro de Celso. San Gre-
gorio Taumatu^^o fué discípulo
de Oríjenes.
Desde el segundo siglo ya la
faistoria.de la iglesia tiene algu-
nos documentos cierto^ para i-
lustrar su marcha; y desj^ues de
haber buscado con trabajo la
terdad enmedio del silencio de
los contemporáneos, y á la in-
cierta y dudosa luz de las tra-
. Alciones , se encuentra de re-
pente arrojada en la confusión
de las sectas, de las lierejías,
y en un tropel de contro?er^
sias, cuya sutileza metafísica es*
tft tan lejos de la sencillez evan*
jéiica.
Cuadro de las discoiyas, cau-
sadas POR los ciüMAS. — - Las
discordias, frecuentemente san-
grientas, producidas por estos
diferentes cismas^ forman una
triste parte del amdro qu^ det
hemos trazar. Admiraremos lof
principios puros drun culto, cu»
yos ministros debían ser pobreiv
y deploraremos los errores y las
pasiones que turbaron la paz da
la iglesia.
Las luces mas puras se alteraír
por las debiUdudes humanas; f
semejante á la repébiica de &Q«
ma, la iglesia crisliuia se C(H
rrompió luego que sus con***
quistas le dieron el imperio del
mundo.
Los primeros cristianos no
ambicionaban otros tesoros y on»
ñores que el cíelo; sus diferen-
tes oomuoidadet, sometidas á
reglas sencillas y de una fácil
ejecución, estaban gobernadaft
por sacerdotes y diáconos. Lo&
sucesores de los apóstales que
las presidian, tomaron en segui-*
da el título 4e obispos: adminis-
traban los SiBcranientos, mante-t
Hian la disciplina, arreglaban la&
ceremonias, consagrabaQ.los mi-,
nistros, dirijian los fondos del
común y juzgaban como arbitros,
las diferencias que los fieles no
querían someter á la^ tribuna-
les de los idólutras.
Como los jenlU^s, es decir, los,
habitantes; de las naciones es«,
traajeras á la Judea, compusie-
ron bien pronto la m.ayoría dé-
los cristianos^ casaron de seguir
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ML BAfO MfCRlO.
189
I» ley 4^ Mokés, j d^pties <le It
dispersioo ito loft Jtidios» bajo el
reiB«do de Adriaao, coneinye-
roD de mirar como herejes ¿loi
crisliaDos que^ coa el nombre
de na%ar&no$, contínuabaa si-
guíeodo la ley Judaica.
Cada congregacioQ cristiana
elejia su obispo. Ai fio del se-
gundo 8iglo> habiéndose multi-
plicado los cristianos» formaron
sínodos provinciales, .cuya idea
acaso la hablan tomado de los
anfictiones y de la liga aquea.
Este establecimiento aumentó
el poder de los obispos. Jos cna^
les se limitaban al principio k
ecsortaciones fraternales-, pero
bien pronto la necesidad del or-
den, y mucho mas la ambtcioa
de las riquezas^ les hicieron con-
traer la costumbre de mandar,
y á poco se les oyó decir desea-
^ redámente, como á San Cipria-
no, que /05 príncipes y los ma-
jistrkdos, solo iienen un dominio
pasajero, mieniras que la autor i*
dad episcopal viene de Dios y se
estiende sobre este mundo y el
otro.
Elección de un jbfe de la
iglesia, llamado papa. — la co-
' munidad de bienes se oponía al
proselitismo, y hubo que renun-
ciar áella. La necesidad de arre*
glar una administración que se
estendia diariamente^ estableció
la Jerarquía.. La igowMad, qoé
pretendían los sacerdotes áts^
apareció anteóla potencia eplsco^*
palv esta cedió' la preemineneta
á los metropolitanos, y casi todos
reconocieron por su Jefe al obis-
po de Roma, como sucesor de
San Podro, á qiiien después se a-
trtbuyó esclusivatnente el nom-
bredepeg^a. Pero esta supremacía
nO'Se estableció sio ostáculos;
resistiéronla á menudo y con
Justicia en África y en Asia;
porque así en los negocios del
cielo como en los de la tierra,
se ha vi&tuy se verá siempre re*
novarse el eterno combate de
la república y de la monar-
quía.
El sacriQcio obsoluto que los
ñeles estaban obligados á ha- -
cer de sus bienes, se redujo al
diezmo y á las ofrendas-, — e-
lernus granjerias del clero hasta
ea los siglos que hemos alcan-
zado!
La escomunion. — Severamente
atenta al sosten de la fé, cada so-
ciedad relijíosa separaba de su
comunión á los que cometían
crímenes, que no fuecon p(»cos,
ó á los que profesaban principios
contrarios á la doctrina y á la
moral cristianas. El escomulga-
do no tenia parte en las ceremo*
nías, sacramentos ni limosnas, y
todos evitaban su presencia. La
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190
BVTOKIA
reconeiliackm era mas Ó oieDoa
difieílj según latdifereotesreglas
recibidas en tada pais« En^Graia-
cía obtenia on apóstata sn per-^'
don despMsde eineo aflesde pe*
niteneia: en Bspafta no era ah*
suelto sino en el articolo de la
muerte.
Wm DBL TOMO náaHOTBRCBBO.
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HniDIKCX
I« LOS LIBROS, capítulos T MATBBIAS
COHTEinDOS EX UTB VOLUMEH.
CONTINUA EL LIBRO DUODÉCIMO.
CAP. y. — ronnoBaicioiiEs soBst la anuioii i» tt^ mcvumt. • pá}. 5
Cap. vi. — Mujeres rocuatiai» suf trajet y adornoa.-— Gobierao.—-
GraBil«'i majiilradot. — La caestura.— Cuesto ra de la clodad.— -
Cuestores proiriociales.— Edilidad. —Ediles plebeyos. — Edites cón-
sules. — Pretara. — Pretor supremo. — Consolado. — Procónsolea.
— Propretores. — Procuestor. — Dictador. — El claYO sagrado. —
Msjistrados intermedios. — LejislacioOt leyes, plebiscitoa, senatoscon-
sultos, edictos y decretos. — Patronos y clientes, noblesa^ triunfo, co-
ronas y onores militares • • ••...• 19
Cap. Vil. -^Oradores, su infloencia, modo de darse á conocer y de
llegar 4 los empleos. — Gobierno esterior* — Municipios. — Coló*
niat, etc. — Ca«amipnto. — Ceremonias relijioass.— Viudas. — Divor*
cío. — Anfiteatro. — Combates diversos. — Juegos florales. — Teatro,
decorarioues. ^.. •... 63,
CAP. VIII. — Calendario^ — ASo. — Mes, sa división. — Horaa.—
Principales fiestas del año, etc 91
CAP. IX. — Traje viril. — Comidas. — Manumisión de loscsclaTOS.— •
Casa» de campo. — Jardiues. — Huerta». — Frotas. — Legnm-
lires, etc. -»-B(i1os<— Monedas de oro, de plata, de brJnce, reales ó
imaj'nar ias. — Litn rías. -» Bellas artes.^- Ciencias. — Astronomía*-^
Jeometria. — Jt-o^rafia. — Historia natural. . • • ...•••••• 105
CAP. X. — Procedimiento ciiminal. — Comicios. — Defensores. — '
Condenas. — Jurisprudencia criminal y salas de justicia.— Empleo
del tiempo de un romano rico. .-> Placeres públicos ó particulares. —
Funerales. — Pira. — Sepulcro 125
CAP. XI. — Ceremonias relijionas. — Sacrificios. — Interior de un tem-
plo. -— Victimas. —Nacimiento de nn nido, nombres, edocacion. — ->
O>nc^usion« • «.«..• 14^
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LIBRO «ECIliOTERCERO.
CAPITULO PRIMERO. — Cndn» M imperio ronmiio en sa tenec*
lad^-^DfeiC)rüicdo«i dcslaKberlad pdr*C6i»sUtttino.^-'FAi(kdtNi del
despotismo,— V Traslación de U silla del imperio á ConsUnlinopla. —
Primens discordias ectesiátitras. — Secta de los eircumeelümes. <^-
Edictoa de Constaotioo. — Gavrra entre Constantino y Licinio.—
Maullas del Hebro^ Crisópolts.-^ Abolición del pdHeismo. — Dea-
tórdenea en el imperio, ocasionados por loa cortesanos. — Herejia en
B¡ipto, escitada por Arrío. -^ Sectas \Ael sincretismo, de losesenios y
^' loa terapeutas. — Coltnmbres de losesenios. — Costumbres d^ los
terapeutas.— Establecimiento det ctiH*anismo. — Cansas del odio de
ios romanos toñtra el rriabnismo.—^Caida del politeísmo. •■->- Pri-
meros obispos de Roma. — San Pedro no estuvo en Roma. — Se la
del Paracleto.— Cuadro de las •iisrordias rausa<l'«s fior los cis.nas —
Elección de un jefe de la iglesia, llamado Papa — \»n rscomuniun. —
Morai del cristianismo. — ISarimietito del ai rianismo. — Esfne rsa^
de Cottátantino para establecer Va f'aa en la f^lesii. — CnnriHo |e«»e-
ral de Nicea. -^ Aboticiou de ios combates de lot gladiadores. — Des-
cubrimiento del sepulcro de CriMo. — ^'fundación de Consiantinopb.
—Dedicación d^ Consta ntíiiopla á la Vírjen.-^InstltudoBfs de
Constantino. — Victoria de ConsUnüno el jóren contra loa godos. —
Muerte infame del filósofo Sopátero. — Primer establecimiento de
los bárbaros en el imperio. — Nacimiento de Juliano» llamado él
-^apóstata. — Panejirico sospechoso de Constantino. — Rep%Himíento
del iibperio entre lot hijos tle Constantino. — Nuevas disensiones
de la igfesia. — Triunfo y murrle de Arrio. — Ley sobre la jurisdic-
-don episcopal. -^Muerte de Coostantioo. . , (lS2
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TOMO XIV.
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VIRO.
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POailADA P&IVdPAUnilTB
CON LAS 0BBA8 DB IM CBLEBRES SSC11T0EB8
EL CONDE DE SEGUR, ANQUETIL Y LESA6B,
roa
U. MILLOT, MCLL^B, CHATE&.irBBUin», BOWOBT, tBIUS, OCUOT,
60AT , MIOULET , MieNET , K0BBBT80H , HODIBB, IfOBTBSQCIBU,
BOLLIir, MAVIAKA, HlfiAITA, 80LIS, TOBBRO, MABLUM, MUHABL etC.
JOMUUKtKt
coiT um •míssozQ'SíÁJsw miO(Bi¡íf£jiwú hubicvbiisaIi.
OBBA COMPILADA
BA#0 IiA J»imSCCION 4>B
i MARTÍNEZ DEL ROtffiRO,
ISianSOO *DB ^AftfAS SOCtlDABBf ARTÍÍTlCAf T UnaAUáiy
^ AfllOlláLBS T^BMlálIfSBAl.
I — legM
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Ofidiyi del BaUbledmitiiAo Cmüní, fallí 4t
Atocha 9 AáoK 65, eaaalo priaciptl.
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— ===== 11 ' ' I ■■ ■ ' I ■ . I.. — ^
CONCUSIÓN DEB.GAPITULOPillBICBa)
Me
LoBAL BE& ClUTUlll81IO.~¥a-
Btmente te bufcará M lotaoa-
les del mondo no modelo mes ra-
ro de virtod como de nuMral y de
aosteridad, qoe el que ae ofreció
á la admlraeioo de los hombres
por los primeros cristianos. Lo
qne particularmente los disüo-
goia era ooa virtod sna¥e> tier-
na y activa qoe los llevaba á, cui-
dar á los eofermos, á socorrer
á los pobres, á coosolar á los dea*
graciados, á amar á todos los
hombres, aon á'sos mismos per**
aeguidores, y á mirarse todos
como iguales y como hermanos.
Este último punto fué la verda-
dera causa de la mina del impe-
rio romano^ y ante ejila no tienen
ton gran poder las que presenta
el presidente Afdntesqnieu.
En laa escuelas de fiiosofia n»?
dase veta que diese una justa
idea de este amorá' la bumani*
dad, y de> esta benevolencia u^
niversal que llaman caridad loa
cristianos. Los antiguos filósofos,
admirables en sus preceptos pa-
ra enseftar la Justicia, para pres-
cribir la temperancia, para au-
mentar la fuerza y para aconse-
jar la moderación, casi siempre
sedirijian al espíritu^ pero los
apóstoles hablaban al corazón.
Zenoo, Platón y Sócrates solo
unían á los hombres por los lazos
del deber; el Evanjelio los a-
nia por los del amor. Con esta
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6
HISTOIIA
virtud conquistó el criátianisiuo
el universo. Las pompas Jos tro-
feos, la riqueta^ el poder y los
deleites del pagaDísmo desapa-
recieron á la voz del D((»s btrn*
dadoso que dijo á los hombres:
amadypériorlad.
Para gobernar á los primeros
cristianos, los obispos no tuvie-
ron por muehotietfipo que em-
plear mas fuena qte la del e-
jemplo^, p^o el poder, la talque-
za y la niofície afteraton las 'eos-
lumbres del clero; y pocos cris-
tiaivos, mtry pocos en verdad,
resistieruti á los errores y á la
depravación de un siglo corrom*
pido, todo en él imperio roma-
no ptfrtteipeba de sti d^cadencfiH;
y negro y otiroroso seHa el bos-
quejo que trazásemos sf riése-
mos á eRuraeriir los desórdenes
escendaiosos que aflijian á la 1-
glesiá, Y ctiya eaüsa ^tribiMa el
obispo Eusiebio ¿ su a<ere^eit««->
miento, 'k su Idjo y á su prospe-
ridad.
En este estado He poder ^as-
cendl^te y de decreciente pure-
za^ 'encontró Constantino la ^{^
glesia^'cristients'y supo aprove*
chUirse debías veiHajas que le o-
freefti para asegurarse Híil 'impe-
rio delH»undo.
Después de su victoria, el de-
seo de dominar aumeoló el ar-
^r de las sectas, que basta en-
tonces solo hablan combatido
puede decirse ocultamente. Vein*
te aftos antes, uno de los obis-
pos de la Tebaida, llamado Jlle-
tecio, convencido de haber be-
tho sacrificios á los fdolos, ha-
bla sido depuesto per Pedro, o-
liispo de Alejandría,
NACilnBErto del aeriaicismo.
— -ín el Ejlpto y en muchos
paises del Oriente habla :sucedi-
do al ^inetetUmo el sistema de
tleltion'éetlMieUnno. Los par-
tidarios de este sistema se creían
*ton derecho de escojer en cada
doctrina 'tlosóflea ó relijiosa
lo que mas agradaba á sa^maji*
nacioo> y 4a mayor parte hacían
en su creeneia «na mezcla es-
•ravagante de ^ristiaorismo^ de
•platonismo y pitagorismo. Los
f acidarlos de Melecio no des-
atentaron 'oin -sa condena, fis-
lenéióse eate cisma, y bien pron •
•to 80 vio marchar 'tras de sns
'hoeUas á un hombre elocaaale
y ai^bicioscj: era Arrio.
Como al principio apareciese
^dispuesto á arrepentirse de sus
'orrores. Aquilas, obispo de Ale*
^andría, lo resiableeiá en sn eo*
munion ; pero sus verdaderos
'Sentimientos no tarütiron en nm-
nifestarse. El sncesor de Aquilas,
llamado Aiej/indro, en una ins-
truecion dinji<la a sa clero, ha-
biendo hablado de la coofurmt-
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Mt BAM nmio.
M dt rattancia 4M actisle m-
tre DhM y JetacrUto, Arrio, que
iMMa adopUdo aigoatt optaüo-
nal de loa gnóMicoa, aeoióairavi-
damante á ao obispo da liarajte»
nagó la divinidad da JaMarlato,
y daclaró péiriieaofteato qM al
como él, la combatfaa no sola*
manta eon satilacai poarilas sino
con odio y aoearniaamianto. Así
al arrianisasadasde- so aparición
difidia todas laa fáoiilias, ajita-
ba lodaa las cijDdadas>.eada plaza
púMicaí so traosforaiaba ya aa
hijo, alando anjandrado^ kablalaKoalaidataolojía, ya aa teatro
sido sacado da la nada, y no po*
diatener una snslancia eonfor-
ne á la de so padre.
La eloenencla da Arrio arras-
tró á mochos cristianos ^ y le
procoiró entre los sacerdotaa y
loa obispos nn gran, número de
partidarios. Nacido anmedio de
loa desiertos de la Libia, so Jenio
tenia todo el fnego de aqnel cli-
ma abrasador; inatmido por loa
libros de los antigoos flidsofos,
JAntaba la sutileza griega al ca-
lor africano-, so piedad aparente
ocnitaba so ambición, y ana ha-
mildad afectada disfrazaba sa aa«
dada: tal lo repredaotan los es-
critores ortodocsbs de aqnel tiem*
po. Todos dicen que la iglesia no
tuvo un enemigo mas formi-
dable.
El pueblo y los sacerdotes le
saguian en tropel, y las mujeres
sobre todo^ arrebatadas por el
fuego de sos palabras, abrazaban
su causa con pasión. Esta ^ secta
ae esparció rápidamente en Ejip-
to. Siria y Palestina. Los adver-
sarios dé Arrio tan furibundos
de discoidla^y may á meando en
un campo da batalla, aa donde so
degollaban ea onra; y gloria da
unos cnantoa snbterfojios esco«
lásticos.
Un concitia de cien obispos,
convocado en Alejandría, esco-
mulgó á Arrio, y á los obispos
Teonas y Segundo. Esta senten*
cia eseító quejas violentas; En-
sebio, obispo de Nicomedis, qui*
soecsijirde Alejandro, que lo era
de Alejandría^ el restablecimien*
to de Arrio en su comunión, y
Constancia, hermana del empe-
rador, apoyó su solicitud.
Arrio, desterrado de Alejan-
dria, se vio acojido favorable-
mente por otro Ensebio, obtopo
de Cesárea, célebre por su po^^
deren la corte. En fin, un con-
cilio convocado por ios dos Eu^
sebios en Nicomedia, se declaró
por las opiniones de Arrio, y los
padres que componían aquella
asamblea, escribieron en favor
del beresiarca á todos los obis-
pos del imperio.
ESFCBUOSOBGOXSTAHTIRO PA-
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9
«ITMU
HA lM']«lBLBCn<IJi»AZ'C1lLA10LE«
8IA. — CodsínoUdo^ qae diestra*
meote se babia apruvecfaado de
las lendeociasTeliJiosasdeHiem-
po para afiroaar su pertor y ha-
cer la preaperiiad del imperio,
reiA con desasosiego las misera-
bles disputas que alterabau el
^rdeo; y*eon la esperanza de re-
oDír los áiimos^ afeó á ano y
furo partido sus vaciedades y sus
eoestiones imotublés, como de-
cía, piara el espíritu humlino. Cs-
las sutilezas no le parecían esen-
ciales á larelijioD^ y como según
sus priüoípios nodebian destruir
ia unión ^átiana, invitaba á ca-
da uno á guardar para sí sus o-
-piniones/y á dejarse de disputas
bestiales sobre objetos misterio-
eos que nuneU tnmprenderi Iñ
razón humana. ¥ como hombre
-que eriteodia sus iritenases, eseri*
bía lo siguiente á los principales
tnmdiMos de aquellas seiKas ban-
•dertas: ^«Ynmos : dejadme que
•disfrilto tas ntifches con reposo,
»y de los dios se.re nos. ¿Dónde
i»ba)laré descanso si siempre os
•estáis despedacando? yo desea-
i>ba ir ni Orienle, y^vuestras tor-
«upes disputas me cierran el ca-
«mino'/reconciHaes ptira volver-
»meloíi abrir.» *
La respuesta á*este escrito fué
otro diluvio de discusiones so-
mbre la época'en que debía cele-
brarse la Patena. El ya nieaeio^
nado Osio, obispo de Córdoba,
encargado de varias carias y ór-
denes del emperador, hiao va-
tios esfuerzos para restablecer
la paz.
Reanióae. «a noe^o conciUa
eft Alejandría, pero la acrímo*
nía de loa partidos, imposibilitó
toda cenoiliacíoír; y cemo se cre«
yó que el emperador se inclina*,
baé favor de h^ adversarios de
Arrio,, el furor de los sectarios
se aumentó hasta el ponto que
en muchas ciudades destrozares
y Tompierott laaestiiuiia de este
príncipe.
Algunos cortaaioos, como ya
hemos dicho en otro paraje, de*
nanciaron coa calor este atenta-
do á fin de escitar la ira deCott-
tantino^ pero este llevándose la
mano al rostro decia: f/e no tn»
>6Ítnio herido) que equivalía á de-
cir se le daba muy poco de aquel
procedimiento: y estas palabras
repetidas en toJo el imperio im*
pusíeronel respeto á los faccio*
sos, y el siieocio á 4os adule*
dores»
£ntretanla el emperador^ 4
quieoya cuusat>4in estas dispu-
tas y cuya prolongaeion amena-
zaba á la tranquilidad pública,
convocó ufmreuci lio <jenerál en
Nicea de UitiJHa.
£u esta épiíea fué cuando ü-
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DBL BATO
qvk\ príncipe publicó muchas
leyes sabias para auoienlar la
autoridad paternal, arreglar la
emancipación de Ion menores,
y reprimir ios escesos de la usu-
ra, tan grandes, que en dinero
era el interés un doce por ciento,
y en jéneros un cincuenta.
Si, respecto á este punto, las
costumbres públicas estaban bas-
tante relajadas, los obispos por
* su parte se mostraban demasia-
do seberos, miraban todo inte-
rés como una usura ; su zelo,
mas ardiente que ilustrado, les
' impedía ver que proibir á los
prestamistas toda ganancia, era
dar un golpe mortal al créilito y
el comercio.
Concilio jeneital db ihcba.--^
En el año 325, abrió su sesión el
concilio de Nicea-, y era la pri-
mera vez que se ve(a á Ib iglesia
'entera reunida. A pesar de lo
que dejamos referido en la páji*
na 87 del tomo XII da esta his-
toria, sobre este concilio, trata-
remos aq«i' el punto con BlguuB
tnasesieasion.
'jiquella 'Sesion ofreció á las
miradas del mundo la reunión
de un gran námcro de prelados,
respetables por sus virtudes, cé-
lebres por sus talentos, y cuyo
valor relijioso lo habrán proba-
do, sufriendo los dolores del po-
tro y el tormento; uno de ellos.
IMPBRIO. 9
Pafnucio, que administraba una
diócesis de la Tebaida, llevaba
sobre su frente una cicatriz, se-
íial de la espada do los verdugos.
Al verle Constantino, se acercó
á él con estudiado respeto, y be*
só, mus política que devotamen-
te, aquella cicatriz. Al pbso que
ignoraba las fatales consecuen-
cias de tan piadosa y finjida eS'
terioridad, no^previa que la am-
bición se ensoberbecería con a*
quel omenaje tributado por el
poder, no al sacerdocio, sino á
las miras de una a(!brtada polí-
tica. Contábanse solamente en
aquella asamblea díezísiete o-
bispos arríanos. El mas terrible
adversario de Arrio, fué un Jo-
ven sacerdote, llamado Atana-
sio, discípulo del obispóle Ale-
jandría^ fiestinado este Átana-
sio por la suerte á ejecutar uñ
papel brillante en las deplora-
bles querellas reJjjiosas, habló
desde el primer discurso con
tanto calor, que asombró, según
dicen les historiadores eclesiás-
cos, á losarrianos, ¿ ki corte y
ai concilio.
Rodeado el emperailor de to-
dos los pontífices cristianos, se
Yió asaltado por una multitud
de peticiones y escritos, que con*
tenian muchas quejas y acusa-,
clones recíprocas hechas uno^
contra otros por los obispos de
2
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10
mSTOBlÁ
todas las* iglesias del imperio.
Despaes de haberse eolerado de
ellas^ convocó á aquellos prela-
dos y les dijo: «Emplazo la de-
vcision de todas vuestras quejas
•para un día delermioado^y este
»será el dia del juicio fioal.
«Dioses vuestro único juez; á
»mí no me toca fallar en seme*
«jante causa. Vosotros no tenéis
»mas que un deber, llenadlo;
»este consiste en vivir sin me-
i»recer censura y sin acusar á
j^vueslro prójimo. Greedme: i-
umitad á la bondad divina, olvi-
»dad y perdonad.» Y al mismo
tiempo arrojó al fuego los libe-
los y añadió: «No hagamos pú-
•bliéas las torpezas de los mi-
)»uistros de lu relijion, no es-
ncandaiicemos al pueblo, y au-
•tort^émos eon esto sus desor-
vdenes.»
Abrióse el concilio el dia en
que se celebraba la fiesta del
apóstol San Juan. Arrio sostuvo
sus opiniones con la valentía y
destreza que le eran propias;
y Atanasio las combatió con en-
carnizamiento. Como no se es^
críbieron todas las actas de este
concilio, la historia no nos ha
transmitido los detalles de aquel
famoso proceso, que si venta-
jas ningunas reportaban á la
literatura, hubieran convenido
mucho pan probar Ja intoleran*
cia y el fanatismo de la mayor
parte de los teólogos. Solo se
ha conservado la profesión de
fé, los cánones y las cartas si-
nódicas que en él se redactaron.
La última sesión se tuvo en el
palacio del eonperador. Parece
que Oslo, acompañado de dos
legados, presidió la asamblea en
nombre del* papa Silvestre.
Constantino se presentó sin guar-
dias, y dijo al concilio:
«Pontífices de la iglesia cris*
•tiana: mis votos están cumplí-
»dos; después Je los favores que
»he recibido del cielo^ el que
amas vivamente deseaba , era
nveros á todos reunidos cerca
»de mt, y en buena armonía.
»He destruido con guerra abier-
»ta, á la tiranía aue os persi-
aguió. Triunfemos hoy de ese
njénio del mal que trabaja en
nnuestra destrucción, con arti-
•ficios y una guerra intestina.
nVencedorde mis enemigos, es-
aperaba no dirijir al autor de
«mis victorias, sino los votos de
ala gratitud. La noticiado vues-
»tras discordias relijiosas, me
•causó el dolor mas profundo, y
nos he reunido á todos para acá-
abar con esta división, que es el *
amas funesto de los azotes. Vos-
aotros que os llamáis ministros
vdeun Dios de paz, haced que
arenazca el iaspírita de caridad^
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DEL BAIO
vqoe dt'.beis inspirar á los demás
nfleles: sofocad todas las semi-
nllas del odio; consolidad vues-
vtra unión. Esta será la ofrenda
urnas a(;radable á vueslro Dios,
»y el onienaje mas dulce que po-
üdeis tiacer á vuestro príncipe.»
Los historiadores eclesiásticos
dicen que Arrio presentó ai
concilio una profesión de fé ar-
iifictosamenle redactada» con el
designio de eludir mas bien' que
resolver la dificultad; pero sus
adversarios burlaron aquella su-
tileza proponiendo se declara-
se que Jesucristo era constMían-
ciat é $u padre. Esta declaración
precisa no admití» subterfujios-,
redactóse la fórmula que la fir-
maron la mayoría de los padres,
y que casi todes los arríanos la
desecharon. Algunos se sometie-
ron solamente ppr temor mas
bien qae por convicción á la de-
cisión del concilio. Ensebio de
Cesárea fué de este número; pe-
ro no tardaron en sublevarse
contra aquella fórmula, dicíen-
do que ia palabra consustancial
no significaba mas que semejan*
te y no conforme en $mt€ncifa.
El concilio escomulgó á los di-
sidentes.
¡ Qué revolacioB repentina en
las opiniones, en los ánimos y
en las costumbres ! El imperio
romano parece ofrecer á núes*
uirBRio. 11
tra vista sorprendida otro pais
y otros hombres. Abandonan se
las realidades de la tierra para
lanzarse á las nubes y á las re-
jiones misteriosas del cielo con
el frenesí y el desvarío. La su-
tileza escolástica remplaza á la
fuerza , las opiniones suceden
á los intereses verdaderos-, y ya
no es la política sino la metafí-
sica quien gobierna el mundo.
Todo en las ideas se presenta á
la vez ecsaltado, oscurecido,
embrollado; ya la historia no
nos transmite mas que largos dis-
cursos y peroratas soñolientas so-
bre misterios que nadie penetra
ni penetrará, en lugar de grandes
acciones^ y la espada de la pala-
bra de los distintos partidarios
queda levantada, mientras que
Ja de la victoria, embotándose
cada día, deja el imperio entre-
gado sin defensa á la codicia de
los bárbaros, que se curaban
poco de Us querellas de la so-
tana.
Por otra decisión se estable-
ció que la fiesta de Pascua se
celebraría en todas partes se-
gún el uso d« la iglesia de Occi- .
dente.
Melecio probó la índuljencia
del concilio, pues le permitie-
ron ejercer las funciones epis-
copales. Ocupáronse en seguida
de otra secta^ y era la de los pu-*»
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12
HIStOBIA
ros ó novaciaoos, los cuales afir-
maban que solo Dios tenia el po-
der de absolver. Atacando de
esta muñera en lo vivo el interés
fundamental de los sacerdotes
y el poder de la iglesia, querían
privarla del derecho y de la fa-
cultad de atar por el anatema, y
de desatar por la solución. En
Vano quisieron atraerlos á lá o-
piuion recibida; reusaron todo
acomodamiento y fueron esco-
mulgados; pero lo que particu-
larmente hizo célebre á este
primer concilio ecuménico, es
decir nniversal, fué la profesión
de fé que en él se redactó, y que
aun sirve hoy de. regla á la igle-
sia romana.
Cerrado el concilio, se vol-
vieron iQdos los obispos á sus
diócesis. Se habían mantenido
en su viaje, y durante su man-
sión en Nicea, á costa del tesoro
imperial. Constantino escribió á
todas las iglesíasde Ejiptoersor-
tándolas á que se adiriesea á
la fé de Nicea, y trató con rigor
á los obispos que se conservaron
tenaces en su oposición. Ensebio
de Nicomedia y Teógnís de Ni-
cea fueron desterrados á las Ga-
llas.
Habiendo muerto el obispo
de Alejandría, fué elejido suce-
sor Atanasío^ que procuró en va-
no sustraerse por la fuga á la e-
leccion. Su episcopridodaró cua-
renta y seis años. Su xeip tenaz,
su altiva austeridad, firmeza y
elocuencia, le hicieron célebre.
Estuvo desterrado cinco veces, y
muchas corrió peligro de morir.
Abolición de los combates de
LOS GLADIADORES.— Constautino,
volvió á Roma y abolió por una
ley los combates de los gladiado-
res, tan contrarios al espíritu del
cristianismo. Proibióá losjena-
raies y oficiales ecsijir del pue*
blo víveres y dinero. Reprimió
con sabias leyes las pasiones de
los otros, y no supo contener las
suyas. En este mismo tiempo
mandó matar á su hijo Crispo,
falsamente acusado de un amor
incestuoso; y cuando conoció la
verdad le vengó con otro cri-
men-, hizo morir ásu mujer Faus-
ta, que babia sido la acusadora:
y atormentado de un arrepenti-
miento tardío erijió al inocente
uua estatuada plata con la ca-
beza de oro, con esta inscripción
en la frente: «Este es mi hijo,
^injustamente condenado.»
Los romanos, cuyo carácter
turbulento babia sobrevivido i
la ruina de su libertad, se valle*
ron de estos dos actos sanguina-
rios para manifestar su odio á OQ
príncipe enemigo de sus dioses
y de sus espectáculos. En Roma
insultaron á Gonstaütiao^ y aiin-
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DEL lUIO IMPERIO.
11
qae los cortoMDOS le ecsortaroa
á enviar las tropas contra el pue-
blo, tomó el partido mas pru-
dente de mostrarse superior é
insensible á la ofensa; pero la
herida quedó abierta en su co^
raion. Salió para liiria y aban-
donó á Boma por siempre.
Descubrimiento del repulo t#
DE jHsiXRi&To. — Bajo el eonsula-
. do de Constancio y de Mácsimo,
la princesa Elena, madre del
emperador, de edad de setenta
y nueve años> se cuenta que en-
contrándose entonces en Pales-
tina, se dirijió á ierusalen y vi-
sitó el Calvario, en don !e los
paganos hablan hecho un tem-
eruz. SI esta mentir» es verdad,
no dejó de tier una profana-
ción del buen Constantino^ Ele-
na murió poco después: su ca-
dáver fué trasportado á Roma
y colocado en on sepulcro de
pórQdo. Constantino* mandó e«
rijirie una estatua, y dio su nom-
bre á la ciudad de Drepano, que
edificaba, á la sazón ea Bilioía.
Siempre constante en su piedad
filial, hizo grabar el nombre de
su madre en las monedas. En el
consulüdp de Januarío y Justo,
el emperador, llamada de nue«
vo á los campamentos por h au-
dacia de los bárbaros, batió á
los sármatas, jermanos y godos;
pío consagrado á Venus. La his- y después de haberlos vencido,
toria eclesiástica refiere, y noa- volvió á comenzar con mas te-
otrus no salimos garantes de e^-
la verdad, de que aquella prin-
cesa, indignada, hizo derribar
las estatuas de la diosa, destruir
las murallas, y que en los ci-
mientos descubrió el sepulcro
de Jesucristo, su cruz y la de
los dos ladrones que hablan pe-
recido á su lado. Añádese que
Constantino mandó á Draciliar
no, gobernador de Palestina^ e-
dificar un templo en aquel, lugar
con la advocación del Santo Se-
pulcro.
Cuéntase también que el em-
perador, colocó en su yelmo los
clavos que se hallaron en la
nacidad que nunca la guerra que
había declarado á los templos de
la idolatría.
Habiendo sabido que en Pa-
lestina, alrededor de la encina
de Alambré, en el lugar en que
se ha supuesto que Abraham
fué visitado. por los aójeles, se
veian algunas cristianos, mez-
clados con los sectarios de mu-
chos reiijíones diferentes, con-
fundir sus coitos y sacrificar á
los ídolos, proibió esta relijion
y fundó una iglesia en aquel pa-
raje.
Hacia algunos años que el
cristianismo estendia sus raices
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II
HISTORIA
en Etiopia por el zelo de algunos
liombres ardientes que se ha-
bían marchado al desierto» rou-
rbosporvaganchi, y la mayor
pirrte porqtre baWan qui^^rnlo
buir de los tiranos, del espectá-
culo de la decadenrda de Roma
y del contajio de un siglo co-
rrompido. Estos fervorosos sec-
tarios de las virtudes antiguas y
de la moral de la relíjion nueva,
foeqpn los primeros ermitaños.
La persecutíon de Diocleciano
multiplicó su número; reunié-
ronle y pbbtaron de monaste-
rios varios puntos del África:
los de San AAtonio y de San Pa-
cqmio, fueron los mas famosos,
^s decir, adondetcudieron ma-
yor iiiimero de vago!». La sepa-
racioiren que sebattab<j(iile las
poblaciones, aumentaba la ve-
neración del vulgo; y los pue-
blos, acostumbrados por el po-
Nteismoá no dudar de los pro-
dijios, creían est'úpidamente en
todos losittilagros que atribulan
á su poltronería, llamada santi-
dad por los^^iempre candidos
escritores ascéticos.
Fundación pe con^tantino-
PLA. — ^ (329) Irritado Constan-
tino contra Roma porque le lla-
maban tafamc Weron, ejecutó
-el gran proyecto, 'que el odio
' mas bien que la política le babia
dictado. En ei año 329 echó eo
Btzancjo los fundamentos de
Qoa nueva ciudad (I), llamán-
^dola Constantinopla; y los tra-
bajos se hicieron con tanta ac-
tividad, que en poco mas de oo
'año estuvieron ya concluidos.
£sta ciudad famosa , antigua
colonia de Itlegara, babia sido
fundada por Bizas,%58 años antes
defesucristo. Primero libre, so-
metida sucesivamente á los per-
sas, lacedemonios, atenienses^
macedonios y sirios, obtuvo de
los romanos el derecho de go-
bernarse por sus leyes propias.
Severo la sitió, tomó y casi a*
rruinó en la guerra contra Pes-
cennio: apenas estaba reedifica-
da^ cuando fealienola desnian-
teló: los bérulos la ^quearon.
^icinio estaMecíóen ella el cen-
tro de sus fuerzas. San Andrés
fué el primero que predicó el
ISvanjelio enesta ciudad.
Constantino, sepretesto de o-,
cupar una posición mas venta-
Josa para defender ei amperio
""contra los sármatas, los godos y
ios persas, ')iero animado real-
mente de un odio^rotando con-
tra Roma, resolvió llevar á la
(i) Téngase prefnle lo que soHrt
esU miterii hemos dicho en la péjU
na 89 del tomo XII, que eutoncea tu-
viínof necesidid de in.vrtar p<trque ni
convenía.
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DEL BAJO IHFRIIIO.
15
extremidad de las Tronteras el (
centro de vida y de actividad
del imperio romano. Hizo de
Bizancio su capital, estendió su
reciato y lo, llenó de soberbios
monomentos.
Biao construir alK un capito->
lio y dos curias magníQcas pa-
ra el senado: construyó acue-
ductos y una plaza llamada au-
gustion , rodeada de colum-
nas y arcos dorados, con mu-
chas estatuas y un milano de
oro« En el centro de la ciudad
se hizo un plaza circular y her-
mosísima, llamada el taton de
Comtantino, enmedio de la cual
se elevaba una columna de por*
fido, arrancada de Roma, que
servia de base á la estatua del
emperador. Esta era la misma
de Apolo que se habla encontrar
do en Ilion coronada de rayos
de luz. En su base se encerró
parte de la Cruz que se supuso
descubierta por Santa Elena. El
fanatismo y la superstición se a-
provecbaron de e^te cuento pa-
ra burlarse de los hombres cré-
dulos, vendiéndoles por astillas
de la Cruz de nuestro Redentor
cualquier palitroque; siendo lo
mas ésira&o que la iglesia haya
santificado esta piadosa super-
xberia con la bendición del lla-
* mado/ígnumcrticíi^ que dicen
que crece.
Nada ig^ahha, ni ann tn Ro-
ma, á la ma/nidcencia del pala-
cio imperial de Bizancio, que se
elevaba sobre la orilHi del mar
en el sitio en donde hoy está el
set rallo, y parecía dominar al
Asia y á la Europa..
Enmedio de la sala det trono,
donde brillaban el o^árn^l, el
oro y la púrpura , se levantalxi
una gran cruz enriquecida de
pedrerins. 4polo I^ítico, las Mu-
sas de Helicona y los tr{po<les de
Delfo^, robados á sus desiertos
templos» servían de ornamentos:
la curiosidad acudía á admirar
los despojos de la idolatría en el
palacio de la soberbia.
Edificáronse-en Bizancio, co-
mo era consiguiente, mas igle-
sias que casas; pero la principal
y la mas grandiosa fué la de San-
ta Sofía, que es ahora la mez-
quita principal de losotomanos.
Para aten lera la salubridad
de la nueva ciudad, no menos
que á su magníQtencia, se cons-
truyeron vastas cloacas, seme-
jantes á las de Roma, que des-
aguaban en el mar. Impaciente
Constantino por dar á su capital
el mayor esplendor^ concedió,
cdmo ya hemos dicho, grandes
privilejios á los que fuesen á po-
blaila; y por un decreto que á
la verdad no concuerda con ese
espíritu de cristiana política, qcto
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16
HISTORIA
suponen «o t\ bijo úx^ Santa Ele»
na, privó del derecho de testar
á todos tos propietarios de tie-
rras en Asia l^ue lio poseyesen
ningunalcasa c?ti ConiHiniinnpla.
Bi^n pronto ta nue'va tn^^ital
eclipsó á la antigua; pero si la
superó en poder, lo fué tamblten
en 5ef?idmnbre. Itoma, que ha-
bía creado sus príncipes, se tía-
bia visto sietnpre respetada por
ellos; Conslantinopla al contra-
rio^ quedebiósu ccsistencia á los
emperadores, los miró como sus
dueños; bajó la tabeza f calló
como calla eteschvo. Derechos,
intereses, todo se mudó : los
pueblos llegihron á s)sr propiedad
y patrimonio de los monarcas, y
ios partidarios de Cristo que
predicaban '^ta^ignaldad, sancio-
naron Han falai procedírnteoto.
£1 lenguaje se alteró como ^1
pensamiento; ya las palabras no
tuvieron ta mismasigniOcaCionf
ya ta virtud no consintió en el
amor "de la ''patrta , en la inde-
pendencia y eYi las leyes; el oni^r
no estuvo ya en la fidelidad á
*t08 príncipes , sino en la ^er-
>í! * adeMon. La'^ciega 't)bedien<i-
•cia á la iglesia y la 'sunrision
■ «I ^troeo formaron todo el cfr-
/cdIo ^e los deberes; el md-
, g' rea ^ilé mirado ''Como el solo
'-representante del estado: todos
toa perreceres, opinle jes y dere-
chos debieron concentrarse y
confundirse en su persona^ y por
estas nuevas reglas de moral y
de política Juzgó la historia, du-
rante muchos^iglos, los caracte-
res y las acciones de los hom-
bres en las monarquías mo-
dernas.
DBDICAaOlf DB "COÑSTANTIIIO-
ifhk A^LA vn^Eí^. — Roma habia
sido consa^grada á Marte; el em-
perador, en el año 330, bajo 'el
consalado de Galicano y de Sim-
maco, hizo la dedicación de Cons*
tantinopta, consagrándola á la
Vírjen; procedimiento que ere*
yó ne(5esarío á*sus fines.
Los gastos prodijiosos ocasio-
nados por la traslación Je la si-
lla del imperio, y por la funda-
ción de ona nuera Roma; obli-
^ron á €ofishintiDO á oprimür ér
los pueblos con espantosas con-
tri bucioopes, que echó sobre los
mercaderes y artesanos, y basta
sobre 'los mendigos y casas de
prostitüCfou.'cEra conocer muy
»mal los^aterescs del imperio,
«dice al abate Mably^ edifioar
»una nueva capital, cuando con
«dificultad se conservaba la^nti-
»gua; maigastar'suma^inmensés
»en «na soberbia ciudad, mieo*
«tras el imperio, agotado por to-
ados los azotes que sufría, ape»
»nas podía mantener los ejérci>-
• lOS.M
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VKL BAJO IMnÍMO.
17
CoA8UmttM|rfa Sé eseeptuó á*
nicamente ée las contribacio-
aes que pesaban sobre elimpe-
rio^ y sosliabilaDtes no isvioron
que pagar iápuesUM directos y
parsoitaksi
iNSTITVetOHtiS DE CONSTArTTlÜO.
"^^Un ouevo senatio, liirniado^eB
h capital del •rieoie/i pesar de
los^raiides favores qu« ib1 'em-
perador dispeUMba^ m pudo ob»
leDor de la Aipiolon pábfica la
coDsideFáclofi'jr el respeto qoe
ae tríimiabaalqwDqiiedáen Ko-
Bii^. fil pueblo uo dió á les seaa*
dores bizaotioos mas que el tí-
tolo de* e/ar»\ cuando los^onia-
BOa se INiOMban ^eUtriuimi. To-
4os los esfoerzos de la autoridad
sobérasa^uefón impotentes pa-
' ra borrar «esla difemneia man*
tenida por -el poder de loi^re^
euerdos.
4CI«aiperador, para aaegiirar
Ia4ranquilidad de sos nuoMíro-
aos enaltes en el*Mie?o orden de
eosas-que creaba, «confió el ejer-
cicio de su antdridad k coairo
Jefes priáeipales, llamados pra-
/eclas 4et ppetorie , é hizo en-
tre ellos la oMsma disüooioja
que Dioeleokno entre los cua-
tro cesares; pero el sistema de
Constantino estaba mejor «oa-
cabido jr era menos peligroso»
porqno estos empleos se re
dividieron en diócesb: el Orien-
te tenia cinco , Rafia tres y las
GaHas otras tres. Los prefectos
del pretorio eran superiores á
todos los otros mnjistrados. En
otro tiempo mandaban la guar-
dia pretoriana; pero en el nuevo
sistema su autoridad fué punu
mente dvil, y el mando de las
Ir jpas se confió á dos jeneráles,
tiemados müeftros de tü milicia^
El emperador instituyó una
nueva dignidad superior á la de
prefecto, que fué la de patricia:
mas solo le atribuyó grandes o-
Bures síB funciones. Encargó á
los duques (ducBs) la defensa de
las fronteras , ^asignándoles tie-
rras con el nombre de heh'B/icm^
que transmitían á sus herede-
ros« Estos duques, después de
gra&des servidos, obteniaB al-
gunas veces el título de xondes
(eimUú), que se miraba enton-
ces eomo superior, y que. era
propio de los ofieialea dé pala-
cio. £1 nombre de conde era ao-
tigao y dolaba del reinado de
Augusto, pues á los senadores
que aeompaftaban á este prínci-
pe en sus viajes se les 4kmaba
^mUiAugiuti. »
Elfundador dei nuevo impe-
rio conocía los hombres j ia do-
pravacioQ de su siglo; sabia que
los mmanos ya no 4eniaa aque-
Toeaban. Los cuatro distritos te lia altirex propia del liombre U«
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bre^ y q^e M^ les quédate la t que mos íTastanff r«%fM|» t» K«
Taatdad^^uejaftla que produce tuertad se ba perdida. K1 troai>y
aduladores y eoriesanoa. De«*
pojando á \q& cíiidadanoa dé sus
derecbq&j los recompeuid coa
tíiulod pQuiposos^ y loa priiicU
pales; persooajes del imperio se
eoBSotariVl de la pérdida do su
iodepejodeocia , viéudose trata-
dos de referencia, de emnencia,
de ^ro^daza y de magnificen-
ci;a(l).
Para maDieoerel respeto del
poder absol^uto, necesita el prío-
cipe lisoajear la vaoidad de los
vasallos eo» coodecoraciooes y
ciotajos^ y la gloria militar es la
des fbut áé^u\$é$f
Sooft fes risibles noms^ d* Eimntoce et
d'AIlfsse,.
Pensent f nfler leur étre ei bausser leur
bassésse*.
En Vsiil des iranités 1^ apparel^ noos
. «ttppf^nd:
Lü. oif rttU «ool égaax ;. leur iQMq«e
. es* differead.
Es el mmuAo u a gran baile en qoe mil
locos,
Bajo el disfpst rUbculo y pomposa
De Eminencia f de Jlteza,,
Bincbáii sa ser j cóstkan in baceta..
En Virio eí ostentoso^
Afiárato prooára sorprendemos»
Ltfs bombres ton iguales : solaviente
Stf máacart f disfrases dtíienaU«
el aliar ^ háiise maocommado
sienkpreparn.USunfar del. pua«»
Mor el pritoeru Juveiiiarxlo ri-*
díeula» denominacioQes, y saa*
tificáudolas eisegundo.
VicToau tm, gonstaütino rl
JN$V6XC02CTHA EOS <30W>S.--(3.I¿)
K\ emperador bizo de nuevo la
((uerra contra ros godos. Su bi-^
jo Constan lino, (|ue mandaba ua
cuerpo de eférctto , derrotó k
cien mil de estos bárbaros, loa o*
bligjú á pagar un tributo anual,
y dar por reená Ariarico uno de
sus príncipes. Hasta entonces
babia creído conveniente el efii«»
per^dor alejar de loa negocioa
públicos á sus bermaiios; pero
en 333» viendo sti poder eonso-^
lidado^ nombró oóosuly censor
á DaloMcio, uno de ellos. La
peste y el ambre desolaban eo*
toncesel imperio. La solicitud
activa y la liberalidad de Ck>Qa*
tantino , aliviaron los padeei*
mientoa del pueblo.
MUERTR INFAME DBL. FILÓSOFO
so^ATSRO.— En esta época llegó
á lacortede Oriente eL ftiósofo
So|;atero^ et cual querieodo re-
formar las costumbres de la cor*
te^ la cbusma de sotena le acosó
de que atentaba al^istíaniamOf.
y para desacerse de él. Je aupa*
sierm entrega4o & la m&Jia, y
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HEL BAjn» tSfPEMlO.
1*
con<^oiiieiiM«Dii el aiahW/ So-
patera flifnidó «I emperador, y
eflefavtyr des|>ert(S taínqnleinil
aawrdbtal; el poebld, siempre
ditptteslo al fanatismo, y mneho
iMéeuandoeslá dirIjUlo pitras^
lotAt eiiQitithiS) estalló en mur^
nitiracioaea sedfcfosaj^, y Gons-j
laMtinii, atemorixndf» de aquél
HMivimienlo, sacrifica ttl filóso-
fo fiara eooipltcer á ans enemi-
gos, y le mandó corlar la cabe-
za. HumíMe y mansa «s la reli-
jiot qM predtró Jesacristo en
•a saata- misión ; pero muchos
iles«8 ministros merecen muy
bien el aombre de verdugos.
SI «mperader, cuyo celo a«
gutjaban incesantemente los sa*
eerdotes, no se limitaba á pelear
foolra ios reyes enemigos de
Boma;lMcia también eifuensos
para alnmHos é su creenda, y
con este On, iiacia cuantiosos
regnloa ^ sus embajadores. in-
formado de que Sapor^ rey de
Pei^ki., maltrataba á 4os^ertsUa-
iMi6/ le escribió en favor de ro-
llos: #Cree^ lodeda/qoe^lem-
aperador Valeriano se atrajo ^os
tlMgas desgracias por perse-
aguír á-loMidoraduresde Cristo;
»y .que yo rn^debo mis -victorias
asiuo 4 la protueeioa ^de -eite
»Dias«»'£sloiMinitt«líu i *4ecif^ie
quo 80 valiese de los^ristianos
para aostennír la truaquíUdad,
pues etiff hombres tiirbbtefatos
que íKonif^n ilr agasaja r, toteo él
Sm argumentos no produjo* '
ton efecto, pero loerólo^qoe de-
seaba en ttaiido armas á • tos per^»
^as, y quó4e pedit^m, rhas no tnr«
dáVon en emplearlas contra él.
Aquel afio no se señaló por
ningún aconteelmiefttó. Cons-
tante, el menor de kH hijos del
emperador» recibió el titulo Ue
César. Admirado Constantino^ se»
gun cuenlaú sus aduladores pa-
«ejiristas, de todos ios prodijios
que se rererian del ermitafto
Antonio^ le eseribió una ear«
4a » manifeatándole- Ja «dmin-
clon que le inspiraba la austeri-
dad de su ▼ir4ud. üe ésta mane*
ra con celo tan iiApoiiti¿o, con-
tribuía enionca» aquel prÍMipe
á alentar el fervor de los vagos,
quoaeotttregabunáia vida as^
eétiea, abandonando los «ampos
y las faenas públicas^ por irse á
poblar los desiortM.
Prnuna «TABLBciMiBirTO de
<Los BAasAmos xn sl imfbiuo.—
(334) Bste año nombró cónsules
á Ludo Ranio y á Aconcio Opta«
4o, qi^e liabían merecido la esti*
laaolon pública como pretores y
-edmoproeéttsuies* Paulino Au«
«cío, célebre por su elotuoiieia y
Toctitad,, obtuvo iamMon esta
dignidad.
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so
Eotoocf» hubo OM gTM re-
▼olucioD entre los bárbaros, cu-
yas armas babiao ameDasado con
mas frecaéncia las fronteras
del imperio. Los godos^ obliga^
dos últimameote á bacer la paz
coa los romanos, buscaron otro
ceboá sn inquieta ambición; y
bajo el m,ando 4e C^berico» su
rey» marcharon contra los sár-
matas» ios derrotaron completa-
mente» y talaron su pais. Los
vencidos^ ya sin espérenlas» ar-
maron á sus esclavos» llamados
tiwMíganies^ Estos > después de
baber rechazado á loi godos. &e
sirvteron^e su gran número» y
del poder que les daba la ricio^
fia para vengar su pasada opre-
sión contra sus señores. Despo-
jaron á Iqs sármatas de sus f^ro-
piedades^ y losol>ligaron á la fu-»
ga. Trescientos mil sármatas vi-
nieron á pedir asilo á C^astanÜ^
no^elcsúen vez de dispersar-
los fK>r todas las provincias» co**
metió la grande imprudencia do
incorporarloa en sus tropas» y
darles tierras en Tracia, Ibee-
donia » y Paononia. Abrieodo
paso de esie modo á los enemi»
go's de Roma» preparó la ruioa
del imperio. Aquellos bárbaros
ain palria> consiguieron fkir las
suplicas las posejiiones que du-
rante mochos siglas no hablan
podido conquistar por laa armas.
¡ NAcmtirrro m uruéso^ ith*
HADO IL APÓSTATA. •— Eu 33S
nombró cónsul el emperador á .
su segundo hern^ana Julio Coas-
tnocto» Este jJ^ven haMa teni^.
do de su primer matrimonia un
hijo Mamado Galo; y habiendo
después casadocon B(i41ina, ber-
mao4i de Juliano, conde de Q- .
riente, tuvo de ella ai famoso
Juliano» ctmooidoeon'el nombre
de Apvístata.
PATiEiiaico sosKCHosonBceica*^
TAarTixo. — Por elojioe que tri-
buten á Constantino los adula-»
dures y fanáticos escritores de
los primeros tiempoade la igle-
sia» no deja su gkH*ia por esa de
presentarse con muchas man^
chas. Los hechos hablan: sus ta»
lentos políticos^ puestos en unn
balanza» pesan mucho menos que
sus faltas. «Con algunos talento»
iHíMira la guerra» dice el abate
»3sUbly^ que solo empleó par«
«perder á sus enemigos particu-*
i»lares> y no á los de los roma*»
•nos», no tut^o ninguna cualidad
•propia i^ra elgbMemo^ Jugue*
%te ile sos ministros y (te sus
•favoritos» que abusaban de su
•debilidad^ no vio mas que lo
•que elioa quisieron. Una in*
•quietud natural te hácU obrar
•coniinuamente» pero contínua-
•mente sin fruto. Si parecia o^
acagad^ con grandes proyecto|>
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MD lAW%|OTÍItll03
n
«bre presaataoto y vtAOi y lot
BejMUlatMi niediaii«meale'0LiBio.
»lipmbiepoHiioo« El cohítUmijó
«mas-qii»* oftda.i.apfetainNr» b^
El emperador eeiebpé m* to^
HMYa capítol fl.tri|éalflM
(1*4(0 Teiaa4<vWi* r^€l347i(f
CM . aeite motivo Eiiaetito én Ca-
sárea, su paaajirfeu, eaMlia»»
virtuiLeaJiatUual cMo-.PefOHO
panejirisia es rara ye2.bUloria«^
dar« Esie obiapo corleaancHlie^va
el disimulo, aa. au^ bistosiay e«
ciesiáslica, hasta, no habiar ai
de Arrio, oí. d^ arriaoiankO; y
basla uodeeirnada. del priucí*
pal objeto del ceAcilio de lUcea,
del cual bace una largib^de^crip-t
cioQ ea la vida de Goaataotioo,
y cuyo punto reduee á ia enea*
tioo de la Pascua. No^es eatra&o
»primiaiMiio4 déMlpi>.^M*a coo'*^
atentar su insaciable codicia, y
lá Ia* hípoeresla' d#- k|s Cataos
»critUaoos cyue^ enlMbí;»» en la
aigiesistpara ganarse: so» ffioluQi-
aiadi» No se eogal&ariii sobre
Gonstanliiio^^a&adeeste juicio^
so abad, creyendo. todo- ei bien
y todo^l mal 4^0 diceede Gons-
toolioo*.
No UaítánAoae'EoaeMo^' re^. '
pteseotar á Constantkio^ como
yencedor de la idolatría,. coflii«-'
para su^iokperia^obre-la.vtjerra
con el imperio eterna de- Dios
sobte el uaiv«rso| reconoae-quo
tieoo unn* comuaicaetonv ioáae*-
dieta ^eonJauliiTMiidad» y^ le ee«-
sorteé manifestar á los^ flel^s
les muchas apariciones en quo
Jesucristo se babia^ mostmdo á
sttsojos^ hace el elo¡|iomas*pom«
pMis0i4Íe Stts virtudee y ei mas
que este escritor baya comeéis- eesaj^radode sus azañas» Re*
do esta Taita ínescusable». Los
paganos han ridiculizadoáCons*
tantino con la sátira, pero tam-
bién nos parece una ecsajoracion.
Según el joven Víctor, los diez
primeros anos de su reinado fué
,Qn gran principe, los diez si*
guientes un salteador,, y los diez
últimos un disipadm*. El misaso
Ensebio confiesa, dice Fleury,
«qne su sobrada facilidad. di6
aenrao á dos grandes vicios, coal
sera la violencia de loe ^oe o*
vistiéndoto ^después de -la seve-
ridad^piscopal, le ceeuerda lae
máeeimas evanjólicaé, le iustru-
ye>ie alaba y le engaAa á un
misma tiempo-», y mezclando el
estilo de la cátedra al de la cor-
te; le prodiga sucesivamente li>
sonjas y lecciones.
lüi medio de U solemnidad de
esie aaivei^ario^ un sacerdote,
llevando la adulación al mas al-
ta grado, y querieoda aparecer
como ajttado de un espíritu pro-
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n
MstMTA
fétieó, ^f«A}b al emperador <fae
daapaea de traber retnodo Men
en ealenniÉfÁo «ohre toa hom-
bres, réiMHa en^el otfb al lado
del ^ijo 4e 'Dios, «ftnsila vn (fe
niiMflgiyaa «dolaMones» r«5í)mft-
•diÓ^I'priodliMB^, yo H^ ueeMito
tide Toesirós^et^ios.»
€m$MíU«o;padfieó poiM^or
ba^^ etotenees del ^itap^rio, *oo
babla iéaido^ftiaa fedMofiMliue
reprífliiri^e hi|i de aflgaii» aeíe-
tark>»faDálicoa; perecí ¿io d8¿,
«o ofiehil ^embieioao , 'ikmedti
Caloeéro, ae alrevió á levlmlar
«leslaDctoiile de la «rebelaos, y
€00 'alganaa 'tropas qse imbia
aedfiMdo, torpedero de 'Jaiaia
^de'Gbip^e. £1 jóvea Dnimario,
aobrkiu dei enperados veneió
á eaie Mbelde,'te*ht2o pMMuoe-
*ro, ^ abuaaudo cmolmeato de
Idc vieioria lé ñaodó ^ueflwr
víto.
«BBFABTlMkBffTO ÚBL IMPSÜO
BVTRfi'LOSXUOS DÍ^C0MeTA»TMO.
-»«En esta época- fué, cmiodo
CoQStauliDO , übaodoaaodo ^ei
prttdei»le>aia4eiwa qtíe iiabia se*
guído ba&U eoloDcea, cometíé
^ei«Usnio^]ferrü4iue Dmeleckiio,
y dividieDdoel i«ip(erio>a€eteró
aa^ruiBa.*Uabieedo dado^eaiaDa-
4ríiDoiiio éu bija ^Coiiatao4m»á
Aoaibalfaocb ^au segiiodo ^er^
maiio, to buo rey «iei Pooio y
4e Capadocia: Daluincíü gober-
né eoh etmismd tftütbiíTrácía,
Bacedonta y Gfecia^ Con«taiiei-
no, *aa Mjo mayor, oMiito Uk
^las, las'K^pafias'y ta Britan-'
itta:'CoiiAaiHe, la TFIfrla y el A-
írírjk: k Consta Acio, el ire}t«bdo
'y el nus^fliado de los tres, dio
e)fAdia/ta Siria y 1^ E}ípto,'Sa
^faaia beMa ll^áo á las^ftre-
iBüidadea^el niooSo: mochos re*
fes ^e ia^nlla efirtalpoii « tk>na-
^la^iittopla iBmbiJadories f re*
ga'tos.
^UKTIIÍS nf ^kflStOt 1^ 1t?Y L i ÍGLÉ-
Sta. — Todo seaomeli^ á su po-
iler , lÉMos 'Bl espíritu dedis-
"cordia qaiedjitaba á la igteéía.
%osstaitlriay -su berm'ana^ viuda
de Licinio, liaMa 'eittregddo sa
"^í^ttor i na 'saioierdfKe arríaoo,
muy dfeflítro y sedoelor, y ^1
'morir le reeomee36el empera-
^r, s^bre el cual edquiridice
breve 'iíeaapo tai escetidiente,
i|iie te l^rauadió á «Izar el de^-
'lierro á fetisebio de Nicom^dra^
á Teugata yal mismo Arrío.
DBSTlBRttO T Mefiet£ DE SAM
^TA.^sio* =» (337)4.0$ dos £«•
'sabios^ 7* ios obispos de su parü-
dn, apoyados con esta proiec;*
'eion, resol vierott «fraiaar á $ab
AlanasiOi.pero «atesado atacar-
le 4aisi<Mroa destruir á so mas
íimfte apoyo, A|ue ere Kaslatio,
obispo de Autíoquía. Kagaftaa á
este preiaiio con iaa^^ apariencias
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di 1% umifttad
iorutatea» invenun lo irAina»!
vwlvett á ÁDiioquÍH» y tMKea.i
fue se preieDle una eor|»$4m»i..
^6 eaa Onjídus ligrima» as#gQ«
ra ser ile EaUOio al nifiu» que*
llevaba w lot brMia.. Kl eomci^
OBt BAJO Hmttia. St
de^>edeeiüíK pan^^A^ e) earácler
éú 4i*te^4HMiU>re ^kabre^ ofrecía
ipna m^itcla rara, ^duiíiu'a, y
tenacidail. GDn la:Uiia:habhi.coa«
svguidoi'íijar el je«t^veraáiil de
los alejandrimia^ y <KioeiUlirse
íif> depone al Mofado slnipierer I su arMU>; y^ erní la otre se< había
oiHcr es4ik violeiioiaeseKa Krea | t)ielM>«es|ielar.ile sus^ parüda-
tuiuuUo eo la ciudad; correo lo
dos á las ariDaa;. y loedoapaTtt-
doé eme ya estabao di s|Mftas|os. Ii
d^gcilarse, solo se aplacaron por
iulerposicioo de Acacio^ eoade
de Qk^ieote. Eustatio^ llamado
porCoostanlioo, fué á eoofuo-
dir á Los imposlorev esloa Q9km*
biaroo de armas» y preseolaroo
falsos leslígos que le aeusaroa
da haber injaríAdo eu oiro lieaa-
poálAeiuperaUi¡^Eleoa..EI eiii«
perador^ llevado de la prkaera
iuformacioD y ciego de cólera,
deslierra a Ealallo, y coocedi^i
los arriaoos uo Iriuufocoaaple-*
to. La muirle del obispo^ qoe
sucuiubió poco después eo Tra*
' cia á sus padecinüealoa^ Ubró á
sus cuu Ira ríos de uu enemigo
' foroiidable.
Eusebio de Nicomedia sopo
aprovecharse coo aclividad de
la venlaja que. acabábale coa-*
seguir su pacUdo^ y ití^Á del
emperador que escrUwse <iua
caria á Atauasio^ maudáiidol^
recibir á Arrío ea su cowunioOt
nos y lemer de fus eBeipígos.
Loa qu^abiao previsto. qi|e
9u resíate9Ci»'esetlari»«tenoj<^
del eniperador, le acusadvoo de
iMber f^Mfmudo «me rebelión ea
Ejipioy profáQ#oda. los Kbroa
saolps» usurpándola auAorídad
soberaos > é HDpooiendo coa*
Iribuciooes arbilrarias aJ pue^^
hlo de Alejandria. La aeusacioa
del odio fué lan ioverosfmil»
que la inocencia de Atanasio se
reconoció siu diftcullad.
Siie enemigos no se desálenla^
ron por esie revés. Al miaiiio
tiempo desapareció Arsenioso*-
bispi> de Uifwal» en la Tebaida^
y los meieeiaoos y arríanos acu**
saroo á Alanasiode haberle he*
cbo morir con operaciones má-
íkas« Afirmabbn que le muliló
anles de malaria^ y aun mostra«
ban una manoque, según dndan»
le bdbia cortado Alanasio> o-
euUando su cuerpo de manera
quenobobian podidoi ha liarlo*
En vano los frailes de un con*
ventor donde Arsenio se habia
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fVNMMIÁ
r4)llra4oi1i«c0r "tiaii pefíilMtv
por álgiiD tienlpo» t^Bstiflcaron
qúevivit: los anrtafios dijeron
i}ue el fidpimsto jAir^irio erta tin
hnpostor.
Atanaslose prescrita )en Cohs-
tatitíDOpla con una caita dé Ar<^
senio, én qw ie sttpfieabí ^m
ferecibieseeo «a eomniif on, :fe
Justifica, y calma poi* un mo-
mento lahti del emperador. A-
pacfgoanse las tarbalBDcias que
causaba e^t« dlscotMa en Ule-
jnndría; peroapenas Átanasio se
Testituyóá esta tiudaS, loa dos
Eusebios vuelven á sedudr á
Constaotino, le persuaden que
es ciertO'el crimen de Atanasio,
7 flnjída la caria de Arsenio.
El empenidiH*, sobradamente
erédulo» aboadona al obbpo de
Alejandría al juicio de su^ ene-
migos, y le mandó H^ompatecer
en un concilio celebrado en 9í*
Hro,,y compuesto de obispos, casi
todos arríanos, en presencia de
Arquetan, eoüde de Oriente^ y
del conde^Dionisio.
Aenevóse alli la eseena de
Eustatiür: una mujer impude««
4e se presentó 7 acosó á Ata^
4iaslo de -haberia robado «uo^
nestidad. Timoteo, presbítero a*
lejandrinot, que «estalM sentado
cerca de su obispo, 4e dijo>en al-
U^ot: A¿¥ qu^ me acucas de
jieaecrímen?a-^«Sí^ le respoa-^
ndfó inin Mn aflaman tuffoso:
at'iieres quien has atropeHaOo
ami onor.»
üsta eqdivQieacion siogninr,
qmiejustificabntanevidentemen*
tt ü atusado, Heno Ue verg<iett^
za á sos enemigos, y escttó la ri-
sa de loa condes y de los soMa*
dos que estaban presentes. Sim
embargo, los arríanos prosiguen
en sn infame proyecto, le acosan
por 'le mnefte de Arsenfo,y pre^
seiüan en el coMilio 1a mano
ensangredladt de la ^upuestn
^dtima.
Atanásio» después de 'Un me^
menio de silencio, pregunta á
los fneces si conocían á Arsenid:
mncbos «responden qee lo han
visto vai4as veces: entonces en-
tra en el *aÍnod'o un hombre en-
vuelto en ana gran capa. Atana^
sjo le descubre la cabeza, y pre -
senta al verdadero Arsenio á los
ojo» de todos:«cójele por el bra-
co, quitándole el vestido que le
oculta, y dicr: w Aquf está Arse*
«nio vivo, con sus dos manos,
«que son las que Diosle ba dado.
i»Bigan aera mis acusadores don-
ada ban bailado la tercera.»
La justificación )&ra sin*ntpK^
ea; pero el odio, irritado p0v In
evídeneia, pasé de la consteraa^
cion al furor: acásanie por má^
Jico y encantador, y se arrojan A
él para matarlo^ y el conde Ar •
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DEL BAJO
queiao lo libertó difícilmente de
sus manos. En fín,el concilio,
violando todas Ins leyes divinas
y humanas^ condena y depone íi
AtanasiOj le proilic volverá A-
lejandrÍQ, y Arsenio pone el col-
mo á esta infamia , finnando
también la sentencia.
Empero no les bastaba con-
denar ¿ AlNiíasio, si no hacían
triunfará Arrio. El emperador,
olvidando como muchos prínci-
pes que un monarca deja de ser
cabeza dci estado cuando se po-
te al frente de un partido^ y
que no le es posible defender los
iatereses públicos cuando fiivo-
r6ce les intereses privados, se-
cundó el odio de los arríanos, y
su parcia4idad prolongó las tur^
baciones de la iglesia.
'£n este mismo tiempo se de-
dicó con gran solemnidad, per
orden del emperador, la iglesia
del Sepulcro de Jerusalen. Todos
los obispas y fieles que concu-
rrieron á \ü ceremonia fueren
manteaidas á costa del tesoro
pública. Constantino convocó un
concilio en aquella ciudad: mas
para reunirlo, e&peró á que se
bubíeseu ausentado casi lodos
los obispos catolices.
£n 61 se admitió la justifica-
cien de Arrio, se le reintegró en
sus fu nciui>es sacerdotales, y su
invitó á ludus las iglesias á que
TOMO XIV.
ísiPEnio. "^ ^B
le recibiesen en su comunión, y
proscribiesen á Atanasio. '
El obispo de Alejandría, in-
dignado de tan injustas perse-
cuciones, fué á Gonstantínopla
á implorar la protección del em-
perador. Sus enemigos le impe-
dían entrar en palacio; pero un
dia que Constantino pasaba por
la taludada caballo, se le pre-
sentó Atanasto repentinamente."^
£1 emperador dispuesto contra
él, é irr4tado, no quiso detener-
se á oír su justíúcacioiiT el obis-
po^ alzando la vo/^ le dijo con
firmeza: «Sí me niegas justicia,
»y no quieres oírme delante de
»mis calumniadores, ye te cito
Nante el tribunal del Señor.» ^
Constantino cede y consiente ea
oírle. Justificóse fácilmente de
las absurdas acusaciones de má-
jía, homicidio é impiedad; pera
los das Ensebios \e echaron en t.
cara «u resistencia ai príncipe,
le pintaron como un espíritu
turbulento, y le acusaron de ha«-<^.
ber monopolizado los granos de
Ejipto para que escaseasen en
Constantinopla. Las numerosos
.partidarios que tenían en la cor-
le apocaron i.'Sta delación, y el
emperador seducido condenó á
A^anasioy y le desterró á Tre-
viros^
TaiuxFo Y uuektedij: ariuo.
— Sus enemigos, aprovecUáu-
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96
HMTOHIA
dofiedeesta ?ietarJa, conToea*
ron UD coocilio eq Coostantíoo-
pía, éinstaroD al emperador que
depusiese á Atanaaio y le nom-
brase un sucesor. Constantioo
DO conainii^ en ello; pero acojió
faitorablemenie á Arrio, dio <hr-
den formal al obispo de Gons-
t^olinopla para que le recibiese
en su comunión, y le admitiese
sin tardania á la de la Iglesia.
Este, decreto completaba la
Tictoría :del arríanismo. Eto-
biipo AI^Qdro, cuando iba á
ponerlo en ejecución, prosterna-
do al pie de los abares, dicen
los escritores católicos, pidió al
Señor que libertase so iglesia de
un beresiarca tan peligroso. Lle-
gada la ora. Arrio atraviesa en
triunfo Ia ciudad, seguido de
una brillante comitiva; pero sin-
tiendo repeatinamente un vío«
lento dolor, se retiró á una casa,
donde Je bailaron poco después
sus amigos coo las entrañas fue-
: ra del cuerpo, y nadando en san-
gre. Lds católicos miraron este
aeoDtecimiento como un mila-
gro,, los arrianos como el efecto
de un sortilejio, pero los hom-
bres -sin superstición vieron e^
él un.asesinatode los, cristianos*
Alejandro, mas animado por el
espíritu de partido que por el
del cristianismo, reunió el pue*
blo, y dio solemnes gracias al
Señor por la muerte rie su eM«*
migo. Atanasii», perseguido, no
encontró prote«*ri(Hi eo la eorte;
pero san Antonio desde su de^
sierto escribió en su favor á
Constantino; bien que inúilU
mente.
0 LEYSOBRBLAirftlSMCCIOSrBPIS*
coiPAL. — Eustfb.o reAere que
en este tiempo publicrt el empe«
redor una ley que daba á loa o*
bispos el derectto de juagar slii
apelación* y mandaba 4 loa tri^
bunales diferir á los jueces %^
ciesiásticos todas las causas en
que lo pidiese una de las partea^
aunque la oira lo repugnase.
Algunos Jurisconsultos han 4u^
dado de la existencia de esta
ley, sin embargo (de que loa eá*
digos posteriores la insertan.
Otro edicto, ineneusable en un
siglo de corrupción, asimiló el
adulterio al bomicídlQ, y lo so-
metió á las mismas penas, con
una escepoion muy contraria i
la igualdad evanjélica, y era la
de las taberneras, comediantes^
criadas foiujerea de los artesa*-,
nos. «Ld severidad, de los jui*
»cios, decia el decreto, no se he
»becho para estas personas, que
aporsu bajeza son indignes de
»la atención délas leyes.» Otros
decretos hacían el divorcio mas
diflcilyraro, y proibiaoá todo
funcionario público lejitimar los -
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ML BAI^ WfMlO.
27
lúkM, refemlaiovaii, é que Im*
bíMep coütiMiikla ea «I anfl-
teatro*
Miratrat ftoma fué vilrtA^^
aa te kaftaMnlaa toyaa ie las
DoeeTaUaa: ooa^do ae corrom-
pió hubo céd^poa aaoy vohiíttf-
noaea y may ioútilea; qM in^
oaortaluaroD 4 aaa Tedactores
ala pmloagar la ect^alMefa del
liferí^ A peaar 4e Umío el seto
da GoiiiAaaUaa p&rM, la rafaroia
de loa abusoa» ana a^Matosco-
mattan taataa aaacMloaaa» y é¿
tropaUatett^fiaaMa^ eon taota^
codiaia, qae iaTitó por oa adic-
to i ^odoalaaoiudadaamá pve*
aaalariediractaaMQta aaa ifae-
jaa^y aaaaaaaS á laafaaciaaa-
rioa «00 la pérdida da 4a cafcaia»
ai aaleapcobabaa aaa aaaeéioaea*
Laapftaaai daade la vietarfa
da Galario 7 ^laqMzda' IMaiaia^
ciaaa, datnlitadaa por at» da^
rrotaa^ ooae liaMaa.alaatidoi
Tolver44aoiar láa am«; para
la aoamialid qne raiMka entrar
loa fdaa 4aBp«aioa atiamialMi q«a
al aoaiaga «o diiáaia «acbo.
Loa aaanigoa éa<iOaataatiflo e^
Taa<racihtdQalafarBblaaieote«aa
Paraia, jr.loa 4aatarii4aé da^le
paia ttraaprau|iéaaaa"la «ana
dal eaiparadar..
filprlaaipe HoaaaMaa^ evya
aHanaria balita «aAaadida á loa
f riadaa ida ^aiala^'Mé^ ^fk^\Í6 '
del trono y puesto ea j^stortl
^apdr, su barfÉano ménch-^ el-
Üó la eoitMMÍ» muerto: so pñéte: •
La aapoaa da flonirisda.s espó-
nieada au üda por safta^ fa de *
su eapoao^ corrompió á aaís gtiar.
diaa, y le hizo fatrodocir en su
calabocauani lima que empleó
éa romper loa hierros para Ür
hertaraa* aata* pdacipé atm-";
veso la Mrsia dMratádó'dé es* /
«laro, y ?Sno á pedir hnr asilo
al amperadar; *^ue te* Recibió
cae aiagria» le admitió* ea ^u
paléete, le ecsórtóá hatterae cris- "
tiaoé, y le dio añ grado auperior
en aaaajéreMos, esperando qiie
an aambre formaría en 'Perdía
un partida <#ósideritble;'jf de-
biUtaria por la distorcKa civil
aipwi «Impario, cuya eaáguiaiá
madilaiMU ^ «k^-
eataa «ibtiígaairritabáiPiSa-
por, daaaoao por otra parte de
l'aal^»er oa tratada tergaacoso:
«t4BiaaÉa4iampoConstantinó'ra-'
praadta al rey de Pérsiá porqiié '
«ara aaaariga^elos criáfiaaáa.4Pre¿
parados una y otro á ia guerra^
Sapor la 'declaró eO J37, y ea*
criUóal emperador que no ae '
pedían avHar fas o^tífidades, si*'
na derolfMudó las ciócb piró-
viaeiaa que Naniéé Habla cedido
á Dioclei^no; Constantino 1^^
replicó que irieu propio le- lie-
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9St. .• 'RitraMA
tuikjkií fefpneirta al frente de
sos lájioáeiu . -
Leí tropas de Sapor talabad
jáíá Bfesopot^mía. Gonstáaticio
reunió prantamente tu ejéreilo,
y pasó & Nicoonedía^ donde eele*
bró la. Pascua coo solemiiMad»
mandando que seiloniioase el
pueblQ 7 que se distribuyesen
grandes Mniosaaa en todo elimr
perio. Pronunció en sn palacio
uq discurso sobre la inmortali-
dad de^ aMna^iComo previendo
su prócsima muerte*
EmFUMKDAD y MCEftTB nSCONS",
TAjfXiffo* — Pocos días después^
acometido de una enfermedad
grave, b^scó ' aUvio. inútilmente
en las aguas daHelenópolis^vel
sUmqmnieilnmiiMU A fifs<ift^*
Tientes que ^ledian al eteto prt^^
longMe;aQ vida, l<9 diJoyuCom*
vpafieros: la vida en que voy &'
•entrar, es ta verdadera: conbz-
»co loa bienes que me esperan/
»y deseo v^dar el gremio del Se^
«fior.» MuQhe^ -sigfos despees,,
se inventó, otra fábula groseK<
como la anterior^ y fué deque
haliia iide bautizado en Roma
por $an SUvestM, y 4|ue sand
de la lepra por el;bsiatismot pe*
ro estaaauperdieríaa tenían por '
objeto bacer verosímil la dona»-
CÍ4HI anpoesle de GMisteotinoáf
la iglesia romansí, de lacafpitnl, ^
su territoriek y la.oosta de Italia* (
La rredaceien deesle.iabMrda-
vióalcastíllQ de A^uiron^cerw^ doicnmenld es digna, del tiempo <
cano^ Iticomedia, reunió, mu- 1 de igaiemneia en que /né for^-^ >
da*. La donación ImcImí por Cons-^ *
tantino á Silvestre» es una iiá*
cbos obiapps» y.dic.en te&anplic^
que le bautizasen. El ya men-*
clonado Ensebio deCesárea, ha-
ce poner en boce de Gonslantt-
na el tSigui^ttte discurso: vBste
»§s e|>^ía que ye aoiksitaba ona
yardQc:,ini.iqtepto era.lavarimis
«pecados en el Jordan^> ciQFaa a*^
vguas consagró nuestra Salve-
i»dor^ Dk^ me detiene^ y quiere
»que/reQil)a aquí esta gracia.»
T afiada^ que después de bauti*
zado dijo: «Ya soy verdadera-
sfnente. feliz y digna de: vida in«
sinortaL ¡ Cuánta lástima tengo
s& los, bombres privados de te
postura^ qne todo historiedor '
debe estar eebando siempre en '
cara ¿ los embieiososeon tiara.'
Sem^aiita' docomenie tiene^ la '
feehe del euarto eoosulado de
CkMi^untino^ UJO'deOalieano^ -
y el ennsttladoi no^^ecaiate.San
Dámaso^ obispo de Roma en la*
vida de San Silvestre m Mde *
de semejaéte 'donación, pues 4*
ser verdadtcrnaÉaos no la hnble^ •
se omitido. Una. nMiltÜpl ^de*
bembres célebres en la iglesia
romana, entM los cuatesiee
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ML BAJO «MMmO. 39
eomitMi 4iifofitM, arroblspo ^ Moféeosles, rdatlAili^ettayer.
FlorMfii», Batid) át Volleire, y
JerdoHBO Cttittaa , la bao n^
tútíd^ BotlMipo ét Ale|ai»^
era yi;Otonv obispo de Frijttt*
jes, é\ cardeoal Cusan, Loreoto^
Valle, Yatrido Romano, Frao*
dscoGkticefatdinty BMeasSiMOi
que ftiépapa despofff,esléii coik
tra estar preienéMa doaaeton. El
misuio Platina » historiador de
los papas, ha tenido iren;i2en2a
de hablar de ella; retí el orijl^
nal impostor conservado en le-
tras de oro en el Vaticano, ha es-
crilc de su propio puño: quom
fúbulam ¡ongi Umpwrís mendaeia
flnxU\ fábula forjada por la men-
tira Impostora. Todos loa mise*
rabies charlatanea han agotado
cnanto la desvergüenza ayudada
déla desgraciada ignorancia de
los pueblos ha podida ipojiñar»
para apuntalar este ídolo Tieja.y
carcomido de ignominia.
Constantino al morir hiao
grandes dones á RomayáCons-
tantinopla, confirmó el reparti-
miento de sus estados, é hizo ju*
rar á laa lejiones que serian áe-
leaá sus hiJoa« Entregó su testa-
mento al sacerdote arriano que
gozaba d^ su conflania» j le
mandó no ponerlo en otras ma*
Boa que en las de Constancio, el
mas querido de ana bijoa.
Este príncipe murió el dia de
de 337, siendo lídnsuies PUiéi^
M y Tieiaoov irlos sesetita y tres
afios^^deío^rMH jr treinta Áe M
reinado^ S^ cad&tel^^. puesto* eit
un- ataitd dé oro, foé llevado fi
Cbustañtinoploí, dónde se colo»^
cé' sobre* on^ túmulo Codeado de
ioumerables antojabas; ]r todo
ehtiem|io que transcurrió* hos^
ta* la ntgáfhéé Cdnstancto^ loa
prjndpMles^Puncionarios, los se*
nodures , íeoodea ^ Jenerale»;
iban diariamente^á palacio á^ e*
Jereer sos funciones como sí vi*
ibiesc el emperador. Las lejío*
nes, respetando poco á los her*
manos de Constantino, juraron
n(v reconocer por cesares sino á
sus hijos. Constancio llegó á la
capital, y llevó el cuerpo de su
padre á la iglesiftide los aposto*
¡es, donde fiaé colocado en un
sepaiero de póríido. ftoma re-
clamó, aunque en vano^ el de*
recbo de conservar sus restos.
La gloria humana aun cuando
no es pura, escita el entusiasmo
luego que deja de ser un objeto
de envidia*
Los griegos y los moscovitas
celebra^ todavía su fiesta el
veintiuno de mayo. Su lejisla-
cion fué dulce, y bárbara su po*
lítica; á las virtudes de Trajaoo
juntó la violencia de Severo, y
muchas veces loa crímenes de
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30 HISTORIA
{(eroD. Atribuyesele ©» el códi*
go Teodosiano una ley, como a-
cabamos de decír^ que hace de
los obispos Jueces sia apela-
ción de todas las cansas que una
de las partes t]uisiese llevar ante
su tribunal. Esta ley, contraria
al orden civil, está desechada
por los mejores crítrcos como
falsa. ¿Presenta Cujas bastante
discernimiento, cuando la justi-
fica con las virtudes y la juslicia
de los obispos de entonces? Las
intrigas, los conciliábulos, y los
escesos del mayor número de
los eclesiásticos probarían mas
bien que era necesario mante-
nerlos en hos límites de la auto-
ridad espiritUüL Muchos bue-
nos prelados había, cuya sen-
tencia indudablemente hubiera
sido la de la justicia y la de la
caridad^ ¡pero cuántos ulros ^c
entregaban á las pasiones huma-
nas y á las preocupaciones mas
perjudiciales!
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T>EL BAJO IMPERIO.
31
CAPITULO II.
ceiHiTAinwo u» co3»tawcio, goubtavts r KAfiíiiaicto.
(Mío 317.)
Aconlrcimientos dtspue* <)e la raiierle de Gonsfiíitino. — Repartimiento del
iiii|icrio entre los hijo.* de Coii*laiitino. — Sitio de IVa^iliis por los persas. — -
ni^PíisioiifS fclcsiastiras, — Muertf de CuiiMaiitiiio H. — Nuevas disfuaio*
' iii-s eil'siáslíras —Invasión d« los fraiuos. — Sesiuii de un onicilío univtr-
».-i! — (iucrra con li»s p rsas. — Kalalla de Singara. — Cobirdia y hjíJa de
. CoHslmrio. — Orijen de la palabra ^/o^aww. — Usurpación de Magnencio f
muerte de Constante. — Sitio de Nisibif p^*r Sapor. — Batalla del Dravo f
muerte de Magnencio.
/VCONTECIMIENTOS DESPUKS DE LA
MUERTE OK CONSTANTINO. — El
emperador Goaslaolino , menos
prudeoteensu política queCons
tüncio Cloro, su padre, prefirió
el esplendor de su familia á la
tranquilidad del imperio; y aña-
dio al yerro de dividirlo entre
sus bijos, el de dar provincias á
sus tres hermanos, introducien-
do el funesto sistema que pro-
dujo en lo futuro tantas desgra-
cias, j que fué en las monar-
quías nacientes de la Europa
moderna causa de tantas guerras
civiles, odios implacables y ase-
sinatos. Dividir el estado entre
tantos principes, era quitar al
pueblo romano el sosiego, úni-
ca indemnización de la pérdida
de la libertad, y añadir á los in-
convenientes del poder absoluto
todos los males de la discordia y
de la anarquía.
La voluntad de Constantino
no fué cuteramente cumplida.
El senado, el pueblo y las lejio-
nes no quisieron reconocer mas
príncipes que á sus hijos : el e-
jércilo se rebeló contra sus her-
manos: rara vez se respeta la vi-
da de aquellos á quienes se a-
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3S
flMttU*
9, y^COlHOTV-
sultado forzoso, los tres herma-
nos y eiirco tfe sos hijos Enieroty
degotlados: solo se perdono á dos
tesnes íriConatafTttricf , nratre
ellos Bil patricio Opiato, cuya ul-
M dlgn^dai no pudo libertarle
dala muerte. Áhiavie, prefecto
Mjos Ae Julio : 6álo, que estabir|^l pretorio, y que se respetaba
como tutor de Consta utio, pa-
recia qm debía inspirar mas
Vespeto á los facciosos: "estos le
4endieroii un lazo para arruinar-
Ib, y finj4eron una coospira(fie!i
pera tener el derecho y el mé-
rito de matar á sus enemigos,
aoMler ^ isasHfar la troieio»;
AlgÉooi oficiales afi frente de
una irepa de soldados , liacen
^sreer al de^gra<iiado Ablavío que
el Senado va á darle el tftiito de
augusto, y que el emperador ba-
^brá de consentir en ello.
Elf refecto, á instancia de sus
amigos, cede á los notos de a^
quecos pérfidos; xevíslenle it
la púrpura, y los mismos que le
iban seducido, lo declaran ri^-
belde, y le asesinan ^in piedad.
Queriantambien matar á Olim-
pias, su hija) pero^sla logró es-
caparse é la corte «de Constant&i
que pensaba e« recibirla por eS{-
posa^ mas Rabiando muerto est^'
tPfíAcipe., cpmo direinos des-
pués, casó . con Arsaces, rey de
de Armenia.
.. El jefe d^ iodos estos faecio^<
so&y^alma desuscomplotes era.
el primer cbambeJan Eusebio^%
eunuco, y privado de viaudea^
^enfermo grañrementCj y de quien
seTr^yóque la natunrlcKo ter-
minarla prbntb sus (fias, y -su
liermano Juliano, que tenia seis
<eños. Marco, obispo de Aretusa,
aelvó á este-enemigo futuro de
los crbtianos, ocnitándole bajo
él altará lo» puñales é^ los ase-
sinos.
La opinión pública atriboryó
oatos homicidios á la ambición
de Constancio V San firegorco Na-
tíanceno álaTabia délos solda-
dos; pero según muchos histe-
«riadores.^ Consftancie , arrepin-
tiéndose ya viejo de sus culpas
decía qif^.sus derrotas y la oste-
rilidad de 8QS mujeres hablan
sido castigo del^cielo por sus crí-
menes* Los príncipes no pueden
bacer ^reinar la jvstíoja «ín^
cuando ellos mismos están ^«je-
tos á la ley y protejidos por ella.
I^osque soloapoya&su «utorídad
60 la fuerza, se ven obligados á
obedecerla, ^u soborano, jef^
4e ona^aecioo, se ve obligado á
«eder^'todas-lasvpasiones <te sii
partido^ 'los soldados^ntregados
desde luego «1 crimen^ya no pu-
dieron detener sil fuMa ; dego-
llaron á^iUrgren número de cor«
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MHM^kUfo, 6ia AéfiloM moral»
bifameiior hut VtoioA y m e^
éícia, satvificiDiio ra tMeien*
ctoá 99 fort«B«^ sin imi *habili«
daA que^ la d« vaTv^rie af sol qoe
•aee» 91^' nías* Vi03^q[tie stt {016"-
rea» paréci» aáftonoes dtttíko tf^l
iatpériolNtsUlál pauté, í\úé \6H
palaciegos bortoAes decitfo: 'uHcf
^Ja «1 eiiiperador dé teMr
acredito coo sé 'Camai^roi» LA
aefiora diel mimdai^ perdidos tui
héroes» '•ataba aoín'etlda á Jes
«apeeiilatíones>de 'na corteskéo ptrart %Si queréis el •obispo maa
pérfido» y á las oapricbas de né
attDaeo.
KEPiEft1*llBBKTb »BL IM^Mlé
BVfma%os nuó» db coNáTANTiifó.
«M» Los ines bijos de CoosttelkHS
«I grande, habiéndose réaitfdo
eo -CoastafAtiDoplD, deliééi%rOfl ú^é^ Eusebia
sobre sus cooiaties doteressss
janiároDse otra vei en Panuro'**
«ia» y repartieroQ defibüiVa*^
mente el imperio^ Góoslaotíb ae
^edó^oa toda el Asia^ el £ji|(**
to» la ciudad do GoiftantíáoiÁá
y la f raeia: Constante oan Ma«
lia, lliriay Hfricsr: Censtantino
tuvo las Gallas, las Espanas y
BritaDdiíH pero se reservó cier-
tas pretoBsiooes sobre Maurila-
wa, que rompieron de alU á po*
co4es 4azosde la paz 7 «mis-
Ud entrados ^ash^rmanos^
CQo^taocio,^ liosarríanospro**
n la
pnraecttcáon nontra Áténaate^
que risria desterrado en laiSaHaJ
Goostaotino, al contrario» se de^
clar6en. ss»^^ favor» y le envié á
E|ipto»;io que^ó.iiiievas fner«i
las ;fi*Jas diaenaioAes de Xlejan^
árié^ÍA pretsetcia del e0perai>
dor nocoat^Biá fiei»pre el es^
piritu<MrlHiitfnt^ de toa secta«t
ríos dn. GenfttaMinopla* Alejao*^
dro^obtspoideeita^lriad, qne^
falleció, poco ^ntesi de GonsUon
(ioa^ d^Jo á sn« clero antes de asw
B^irinoso» elejid á Panlo: si rt
•eortesaoo mas hábil, k Hac«>
sdonía.» Los arríanos mHJíaron
á é;»to: ia aaayoríaf, qne era caf»
tótíca; á Panto; pero fué deslo-^
prado al Poato^mr las taensaolo^
Sitio nn üfismis *mr* los pna->
SAS. ---<338^ Goústancío lo rasn
ÜUyó al subir ai trabo, La;gue-^
rra estraajera puso tre^^uu poc
algún tiempo á estas disansioneaJ '
Sápor^ rey de Persia» ' sílió á
Nisíbis, Uaoiada hoj Neshen» em
el Diarbekír. Esta plaza jmporw
tante era la (lavo de la frontera?
Um babUantes, ttoatrando algu^
nos vestijios del antiguo valov
romano^ se deCeodíeron berói*
camentOk Oespues de sesenta y
tres dias de osf uerzoa in«Ules».el
rey levanté alai Uo. El pneblo*
5
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34
boyó esla bM^Wb k la» €Mcto«^
bcSb é» JMOtoSQ 6bfaHM>^
CéaitÉMto^ par» «pcpveebtv-
•e^d^este fMia soeesp), iiiareh<t
cofitM^ loa iMfsaB^ pero como
DO Édíhtm iiiMMhM% mm lejIooMí
na cfaísferoo obedecerle, tos*
tnftíffo por en jpedr» eo loe» e^
jercícié» mllttaref^ mosltebar eu
ellos bastante habÜMaid^ pevo
deseufdftba la d^^io», aotai
bal» de le feena di» lae^armae^
El desorden peodUcMb por su
debilidad hubiera cansada' graa^
dea rei^esea^. sb loegoitoa y Im
aartacettoano* le^ bubiesea d^iddi
aoce^rtoaimqr litHea e» aciaeltaft
ocaaioD; y el Orieole ftié^ defbo-
dldaoMebieapor loa bfrvbaroa
que pov loa roaaaDoa. (imstaik-
ck)».8o«leoído»poir auaaiwt^atea».
paciacd la AraiiMiia y le restitu-
yó su rey^ deslroaado» por loa
persas. Sapor s» volvida sos es^
tados. II eii»perador Da lé pe?^
aigaiót peadieoda la aportimk^
dad. y fallandoiisaforlODa^pre^
firid la capital k loaeanigiaiiien--
tos, laa íDtcigaá& loa combates^
y los oegieN:ioade la igteisa á loa
del imperio.
Disensiones ECLBsusxiCAa.^-»
Coavocó, ua concilio, ea CoDS->
iaDÜaopla qae* deposo á Panior
«tftsc^reCuxidákla&Galtasi ha-^
MHttDiaiiMüi bft f^oeet» dé* Qmm^
taDliaow Bl ambiduen^ Cnsebid^
eleydo. obispa por el deeoií di»
QMistaii4iM>pta^ togürtfeoaooeea
el cotmoide sos deseas. Afe oils^
iM> tieiapa los arrlaáoa de» . Ále«
jaddría etljieroo á Plsla,. para
opeaede á saa Atanasio^ pero
BUseblode Cesárea na gosd^ east
desaelevacioa. Fallació, y tu-
vo por sucesor á su diidj^la
Acacia^ ma» cortesano qn» pía*
dosoy y versátil ea sucreéncia,
segua la fortana favorecía á una
ú otra secta (i > Ea esta época
de intrigas eaqiie elniérito»yacla
en olvido, obtavieroa el coasn^
ladaAcyndinay Prdculo,. Uas-^
trea pos sus vlHudea y servíalos*.
Prócóia se gloriaba de- tener por
ascendiente 4 Váletela Público*
la, y aa niostrd digna de* e^a
nonibce*. Loa tres emperadores
estorieron atridoaeatra si para
hacer leyeasábiasrouuUavieroa
ea vipir laa insUtodonaa nui^
nicipaleSi.publicaroa edictos se«
veroa contra loa delalocías^ y pu-
sletoa an fhano al desórdea. qua
producía la frecaancia de loa
(1)^ El Bombee de secta ea opoeU
cioa al jentÜMiiui^ te da ¿recuente-^
mente á la. relijioa arUtíanai y se to^
m^ eit buea» parte : eoloncet- sigpifice.
ffortt dilfididíu. LacUücÚK (ad Uem^
irHun^ c l.> dk» hablando de lo» crlt^
tiaoaa *l4attóiofQi' de naeitra •ccti.'**
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tiAroia ióé^fil Océidente %a}o «í
dmrikhcfioft. M vitim det ^ren^
oribr'wlMrtovi^á tal «timle, y
prosfíibMk é loéM 1^ tfnügoft
de GoMIairtiiiti* Eo nquellM
itempot bárbaros te pobfalvas*
las ^sUü, jnoaaiteriea y er«
mitas, porque la^apa 4e krre^
ll}íoril érá ia única defevsa. €on«
ira k tiraida de los priacip^s^
él furor de los parlldef, y |a ia^i^
eoastaocia ^e ía fbriooa» , ,
NVXTAS DIÍEK8I0NIS SGL]ESUS«
TiCAi. -^ La muerte de (¡ODSiaii^
tino priyaba á ÁtaoasiQ de sii
«a|. Oonstanie» entregadoá los^l mas firme valedor: los arríanos
Weíoii .for un . úmrd^. líMns
)uslo y político, "que losjoiUfi.
«a ceM«M ?c«ft «ttiJesesK^s-
«lunas.! • . ^
Mc«raii«im«aBFSTáani9o it.^-^
<340)Xlia4ieiiío ««tiodtft eipoi-
flir Di Ifffga p« fii feUctdad s6^
U4a b^«el omMo de Ires: prío-
dpes^ dominados por sí» pasto^
nes. Cimas bálll de «líos era
iQoíisiamiDO, lesiimaé» pdr su
jiislteia» "^valory bondad; pero
IAI1I0 WMB impetoosíéad terne-
varía que lo arrúfalo. Clonan-
^io> 4é|»l y pi^esunliMeo, ni p4-
día hacer el bien ni «impedir «I
4eleitee y ^e^r^ciado por sm
nrkios^ ^9prJBiia.#l pueblo cSoa
4m puestos, ^4Dspiraba*«l deseo
y Iñ «esperaoM de destronarle,'
'Gonsti^iitioo^^ao haUéadole po-
dido persicadir qae^^aéemlíese
^ «US reclam«ioaes ^obre U^
Jiaurílaaia^ ^terminó hacerse
Justicia perlas armas. AtraviesH
los Alpes cQD r^iiter. 4os jeae-
«cales de «Coostaole, ^ue ^coao»;
•dan su ardor4mpetaQi»,>fli||ie-*
^roD4iuir« <¡ODStaOtiato 4qs ^r-
siguió tía .preeaueion, ^cayó -en
«4ia«eaib<»ea4a cerca de Á^ui-
leya, y opuso^M vano su^eAue'^
que io rodeaban: den^bárt^ole
del caballo, y k cortarojí la ca«
le acusaros de herejía y de rebe«
lioo, y le disfamaroo con el pa-*
pa y^ <^n el am (teraitor Coas*
tanta.. 4La ailla pil|pa1» ocupada
sücesiyamente por Sélvestre y
por Jlarco, 4o estaba «otaoces
por -Julio, pontífice Justcu m**
ritativo^ digno del primer siglo
de Ja Jglesia. Protejiendo la 4es«
gracia contra el ¡poder, ^icc^íd
lasireclamaoiones 4^ Atanasio,
firmadas ,poraiea obisposi^ Jf^r^
ra4erminarlas diseasioAes, coa*
vocó^n 340 un cooeilio que :se
reuBÍó^lafiasiguíeate ea An*
tioquía* La iglesia ha conserva*
do á Ja. mu4tU4id*de aaemigost do aus cánones, y sin embargo
es digno de aoiarse ^oe .en la
confeMon de.fé que en . él se res#
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ét^té, túé omüldc li t)os im-
lllfpfii^. Ea la aajor parte
de loa' negocios de atetas y de
partidos» loa qqe parecen dafian^
der o|tfaiomea.iio combalea aino
por.faitereaes. Ea Tam el papa
folio fe esforzó para restaUe**
aer la paz; poigue Gonstaocio
era favoraUa á 1^ laceioo ar
rriana.^
Caandeaecreia tera^nada^l
eeacilto y habtaa partido ya de
ÁBtkkpiiaseaeDta obispos eatdli*
eos^ los airasiiQs guasa ^ueda-
FOB, coDiiisaaYQD tas sasiooes» y
eondenaroade Duevo^iiUaasio.
Gregario*! ué sambrodo au sacó-
iw^Esla potípia produjo la ma*
XoreforvesceiimeQ ^^lejandría^
el paebtoaeopiis^á, .(a ioslala--
«km deliiuoRTf obispot este» a^
eoiiipaiíada'de$olda4oa.bajo las
ordénesele FilagrOj, prefecto de
£jipto> entrdea la ciudad conao
.si iaiiubtese tomado por asalto:
profao&ias iglesias^ ultrajó las
doDceU«^» asesinó á Jos católicos.
Etdttque da Balan,, ^e era jen«
til, condenó ¿ azotes á treinta y
enatra personas; y ei| compU^
miento da las ói^anesdelem^
peradpr, trató de cortar Ut cábe-
se áAtanasio, (loe debió ansa-»
Indéla fuga. Gregorio atribuyó
las desgracias de esta sedición al
perseguido; y para justificar su
acusación > finjíó ua decreto del
pveblode Aléjandrfa» y lo Mtay
ftnttar por «inriaoos^ Judfoa y
pegamos.
Aíprovaabiftdoae Hala» de ea«i^
ta etrcuiistadcia para derramai*
su odio contra I09 crfattanos, es*
porfió af terror en todo el Ejíp^
,to^ inaaotando imlislinlanieol»
& cuantos suponia adictMa) pros^'
critoobiapo. ^
Escapado Atanssloée tos hfe«
rrea éi| sos enemigoa, eorre' k
RoiM, escribe á todos loa obÍ^
pos, las bac» presantes aos desn»
graciifis y las afrentas de la Igle»
sía, y se compara al levita ^B^
ftratni que» viendo el cuerpo d^
so mujer víctima de los q I trajea
mas orribies, lo cortó en doeo
pedazos» y Ips envió á las^ dooo
trtbua de lsrae^.
El emperador de Oceídento
como el de Orietite» los grandea
de sos cortes^ sus ministros» sus
guardias» lamollMod esetavadel
favor y las lejiooes que no cono»
; cien mas que ta autoridad» pa«*
reciao beberse reunido entonoea
para abromará Átanasio. Todo^
el imperio» como dice un hislo*
riador de aquel tiempo» se sorw
prendió de Vers^ heebo {irriano.
Algunos obispos valerosos, el
Intrépido lulió» ta jeoerosa Eu-
tropia» hermana del gran Gous-
tancio»^ resislieroo al torreóte y
protejieion el infortunia. iutio
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DEL Bjijo nrpERm.
*
ennvócí^en Roma el sínodo que
los mismos acusadores de Ata*
nasro bebían pedid&t estoe rea^
aeron asistir á éi.
Las tnismas vioteircfas qoebtt-
btan estacado en Alejandría, e(t-
sangrenta ron á Goi>6ianltnopla«
LosarriaBOs acababan tíereelejir
á Maeedonto^ y los calolrcos m-
djgnodos resiablecieroo á Paulo
easu silla. Conslunek) dio or-
den á Hermójcnes, jefieral de
caballería, para qixe arrojase al
flende la mullituii, pties lo a
rrancandcla Iglesia. Entonces
se subiera el pueblo entero^ po-
ne en huida á los soldados y de*
giiella á Uermwjeues. Gcstan-
cio furioso, corre á vengarle.
£1 aspecto del príncipe y de su
vergunzosíHdrsputas; y eserfbió
á su hermano Constancio dicíftí-
dole: «Imiietnos la toleraucra y
»piedad (te nuestro padt-e-, esta
»fué9«^ herencia mas bella y el
)>fundan[>eoto dosu poder. n
Ea la misnHi earla le rogaba
quele enviase- algtioos obispos
arríanos, á fin de conocer y pro-
fumlizar sus quejas. Estos obis-
pos Ifeganí» con una profesión de
fé que no contenia la palabra
eommtanciaL Julio j Constante
obispo católico. En vano le tle- la desecha»: los arríanos que ha
*>ían prometido son^ete^seá ía
decisión del papa, lo acusan de
atentar á la soberanía de la igle-
s¡a> 3u.;íando á U3cb;spo conde-
nado ya por iin coneiJio. El ie
Koma sostiene los derechos del
pai>fi y JjsliTura por último á A.
guardia convierten la auflácla t tanaslo
«a terror. EJ senado y cí pae-
blo, prosternados á los pie» de^
emperador, apeoas pueden cal-
mar su ira. En fin, concediendo
iaYÍdaálos rebeldes, reduce á
la mitad la distribución diaria
que se hacia ai pueblo de ocheo-
* la mil medidas de trigo.
Eotretanlo el partido de Ata*
nasio sostenido porel papa, reco-
braba algunas fuerzas en el Oc-
eidente. Constante pareció de-
clararse en su favor y sentar la
' necesidad de restablecer la tran-
quilidad pública, turbada portan
Todo parecía conspirar enton-
ces a la ruinA del imperio- la
iavasion de loi b.Vbaros y los a-
2otes d jl cielo, se juntaron á las
türbiilenriíji civiies y á las dis-
cordias reiijiosas pura acelerar
sucaida. En el espacio de díei
años Cijsi toda* las ciudades de
Oriente se vieron destruidas por
temblores de tierra. En la n^isma
época, los francos se derrama-
ron por las Gralías eonw) un to-
rrente-, Galias que un di^i debían
conquistar, asoiar, rejeoerar é
ilustrar. iflien
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«eooiiliaiBComo bI mas forniUh*
4>ie (le ^4o8 itepemigos de Roma.
«miUes'per^u valor quapor su
«iK&fnerp .; ^valientes así leo la
^amareooio ^d 4iarra^ arrostran
iila'jiil6iBpeñe4e kif estaciones,
•ny la ;giierra ea au * etemaoCo;
«oiiran la-pa^e^Mino una cataini*
jidfld/y el^eposo cenia ^oaa es-
•^clavituU: ^eücederea, «ada tés
•detiene; veoeidos, se Hruelveu
irá tevaf&tar-r^idametfte sin «te-
»jará susBBBmigos ol «un'item*
i»po para quitarse los yelmos*^
(£n 342 marchóConsiante con»
traBllos:>tos^e$iiUadps dé esta
Juerra^aeroa diversos» y^ei em-
perattqertKKpiido tiaceries repa-
aar^lAin» sino pagáodoíes un
tributo. 'Cn'aeiguida bajó 4 Bri-
4aania« y censigiiióf raodes ven-
tajas ^obre -Jos ^caiedonios, á
quienes isonfetió.
Sajo'oIxonsuJado <le ^latido
^taJasapliN) laa^fabia^ua habit
naban r.ami -eomarea ve«iaa del
^íQp ¡le $ab«(, y quay erayMéi
tiaHar4a verdad deode vfiaol«
victMi, abr^ar^Halerístiaals-
mo. t^ árabeairrateatttandMi
candar de Abrataaia por «a bii9
de Oétnra. i
En esta épaea fué cnaadorai
obispo TeóflloHlevé á lalatia ^1
Evanjelio y Bharrianhaiajttn^
tos. Dkese queásuvuelta^n^
viHió los pueblos de la lLbi«áí««
rSi el cristianismo ^^aat^fd^a
entonces en úiucbos pajaea maí*
nos, la poUtlcpa de áapor aa a»?
for^eaba en detener^sus irr^greNr
A9t en la Per¿>ia. Este imptaY^aMs
enemigo de los romaaos dajoia-
raba también laKuerraaattcoi*»
ia: y si se cree é los. historiado»
tes de a^uel tiempo, dj^tseis.
mil mártires^fueron victimas da
su crueldad.
S)ssio.v DE Dtf €<HrGii40 wn^*
SA¿».^^BaJa et consulaciodi^Cana^
taote y de Coicslaoato, el'Batpa*
y de JEtófflulo^diS) *(el i9ríenle'| rador de Oraente^ízo^brir en
volvió^ ser4eatro de diferantes ^ la embocadura del 9ro»Ces el
combates 4ue el valoree ios ro- piíértode 5e1e.u€ia«^nel oaiama
manos ^y de lospersas^aaía en- 1 afio, unoonailio reunido en Mi*
carnizados^j^ue no4>odiaú tser ^ian, so separ<S sin biabar podido .
decísivQS.por <la «iQcapaaklad de ^eeidir nada. Loa obispos de 4«*
los jeres. •LaS'ttnBasde -Cooslmn- {sia^proposieron en él una nueva
cío dura^Ue el 4^&q ¿ií fuofou | fórmula*, los de Europa no qul«
felices: alejó al enemi{{u: sus je- 1 sieron cambiar nada al de Ni*
aérales obtuvieron algunas ven- i;ea. Los do» emperadores, q^ua
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4tMiteil too iwwafd^fv
Itifltf dfetMiolie», iremíterofi eo
MTat cottcUioMoniéMeo, que
4«tof» dwir milfiwal , eo la
Ae SerdlMw. Gboeiirrie*
¿ él ^iMtoselefila j elneo
itopos (tX Im. oMlpos arríanoi
fim qptoieroo atlüinr á sus seaio-
eíéatotí el pretealo deque no po*^
diu eMAOflítcar eon^el escomul-
pada Aianasio, j formaron ñau
asamblea' paaiicular.
El eoneitlo católico, coaaraió»>
el^ikáodet papa, reoo^^la^pro»
Ibakon de Nteea, depsMM loa o-^
Uspoa refraeiarioa^y eesorlófr
Iba emperadsrea k testablecer k
toacakólkoa^eo sii»alllaa« En ea^
te afnoda ae» dedató^ aoleiíioe-
aMMle* por U primera ves por
tea adnladotea, y por loa qae
«leapaeciaro» le aotoridad apos-^
lólfead^loaobfspos^la ioptema*
.dadelobkpade Roma*. Loa a»
(t> Lot •atore» mria» OMcba ion^
Wt^dnéoMfo dt o&bpot qot firma-
mtk tsft^ MftM det cottciUoi l^odortto*
dtot que mIo buba dbacíenlot cincoeii*»
*i«^ qofr aolo cinruaato j nueve arinea»
IBÜaf, dr i^fViodw);. y. San» Atmáaio,
qpie vivia e» tiempo de dicha aaembleaf.
9olb lii compone de cieña» Mienta obia-
poa occidentales («SI Mhana^. apoU 2.
MMilO. '91!^
rrlanM eaeoesnlgaeo» til olliipo»
de Córdoba y a* papaii.negtora»
á esle, eomo delMMtNiiaoiaoprer
maeia, peraialienMi eoíiaaftopoaiT
don á la fé Aa Nkoa^.^^mbra**
roo loaprfaiieroa|éitQeQaa.4frlai
aeparacloii eo«re- lea. %ieaiaa^de
Orieot« y O^^idéoto; qoe^ eeaia«»
te ano eomiestroa dfaawGboa*»
tamo adbfUó laa détermteacio*;
nea^éelcoocino: Cboataooto^^mllb
raodbel i^egodo^coo deapreclo*^
se^ mostró indirérente A^catóU^
coa y arríanos; y er» lo qpo'coa^^
Tenft^ baceta
Ba.1 ALLÁ nt Bnrc.:::^oBoia( evL.
Ticma*-— (SiT^Eatretaatalatfoe*
rra ¿on Oriente se protoogabe, y
cadavec ero OMiyor lbaiilmoaf«»
dad entre loa dos pneMoa beUji^
ffiía%%. ^sueitO' Sapor Adte u»
Soipecíeciiivo^ armó á todtya lo»
persea, y las mdjerea mismas aie
vieron, en las !Uas de los soldé»
dos. Los romaooe reúnen
sus tropasc el Oriente se
moever encrtetranse amiM)» e»
Jércitoa cerca del Tigris.. CbM^
feaneiO',. vaeo como todoe le»
bombaea débHesy mande k sua
puestos avanzadoa^ alejarse del
tít> y dejar e4 pesoí Itbre á toa-e»
fiemigoa. « Dejadles que se aaer «^
aqiaei^ dijo,, (foe esoojaa eb le»
»«irenoy y qiue se abinchereoí
494h.arrum.t €$ epUi. ad tomar, vU. adeseo alraertos al combate. Lo
) I aque temo es que af retiren, a
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m r
«ftMto ^\ ílgrlspy se «ciiDpfiá
títnéúé la frtiid8d4eSi«i;ar«:ita
procifmMié Aet'OMflilfo (tísioi.
«rye la^cnaianza y'. et valor dto
<]dMÍaiMte;qii;e4rferfmle íor-i
titearle traiKiuitatiiienle, 9 aee^
pc>M «I^rdor^lesiia ^tropiaa' ir-
^igfMNlas^ ésta ^«éttrdía^ 4SHa<«
iDO^-^ADialde la guardia^ y i^ía-^
«anáattte^ Síagitra» m puede
aÉUfrir loatleiiBestaa d^ tespiiz:-
tes,*s4le.pw la uoc^e al ;frau4e
4e'iitt p^qaeiaKnddro desdida^
tdos JdveneSy peoetra^A ^el caiB^
^ na gra« iHUBtrCt de ^elios» es^
^artó el' terfor, y w celfr;^ sia
;fl0r peraegéido. 6Í!el emparisdpr
4ittbie#ftiiai4adoá' a&ie.ffmaAo^
«I e^ércii^ ^eha Jp(ubi0i;a <|juedaT
4lo tdéalruidoi 44 «axane^^r .^
4ia siguiente «^^rde^a^ f)|A ba-
«illtt losrdos^j^ciioS'- Jam4& ba*^
titea dn^legadd m luio ait €ix»
Imperto ^tterjtaá ^tao coa^i4era«
Uesr tas oráltas <tot rii^» las vas^
«as Ilaoiiradile Singara j estaba p
^mbiePlas de/.-bataHows y eacM9-
éroiies>^»yás afmas.iluimaafias
fPorelBol«4eshimbrabaa losqjp^
Las altas fiH^Dla&as que f odo^-
fian iaslIaDuras^^j^'ciao eriza-
das de lanzas. Sapor/ (e^aiUade
üohre^ifi asciidO/ cuuleAivpla e»te
magnífico ^e6peciá^Ml^> ^u^ en
Tes dé ecsaUar 641 aUna^ j^fcabaie
é tatimid^r AjMftbmAonddl 49k
dea 4|iie observa ett»*ai ejárcila
eaemtga»>y del rttiietdadetttt^
tas vloterjat.caosegiiidas por It
^Uca .mmaaa cónica, taeruf
muy aam^rosaa, se apbSi^a el
Hrieda 4e sii eeramo , tieiuMi
por su ireap,, olvida el eaer^.da
la aeílat de la, c^tiradf» viteíve ^
pasar el Tígfis, y da^i^á sin ejér-t ^
clta.que coattaue.4<»ataia^ate jn
Cfiittrada, k, las órdeo^ deja l|y^
Tíarsés. . , ....,, ,..-,,
. .V4ea|do Jos rornaoi^ vU t«ga
d^ «^iciaigo^ pidea á .gi^ios if
señal dei combate. j£¡0BU«aeia^
tao^ tímida como Sapo?, y. wt
oreia que MrHi rada ort a o lazo»
prowr^M^qU9 jftp, vw^jcaU
mar, ia;fogosidaddoj(as ^tojiííQes;
90 le atífeodw,ja> w.arfpj^
coa turo^.:i|l jeoQ0ttg!D>.'|p des*
ardeoao. ^ , Jfuf^au , el cai9p#*
ineato> y^odeaj^iy d^pi^rmaj» f '
liarse^. ,. . ,. , ,, . .-;. ,.;
Quedaron veDcedores, pero
j^ l^oiaDJeC^^Uua. parte dQ tos
romanos se ei^trega al saqueo j
¿4a4iilemperajicia£ otfos aitac^aa
deserdeaadamooie Jas aiiur4s^
doodo'se baMaa almcberada
mochos 'Cuerpos persas, y des«
.^ues de ranos esfaerzossoo re*
cbazádosí y pérsegüides. Los e-
^emigos se aprovecban de esta
confusión^ recobran su campa*
menio, y arrojan de él á ios ro-
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iáiséi:'09 étfo ita^oe («redó
Nirsés. /
' GOBAEBIA T HUIÜA BB GOHSTAIT-
cio.^O€ap«t GoosUaeio de re-
parar el desórdeo, como le ha-
bía sido de aprovecharse de la
Tietoria, huye y llera tras al laa
tropas^ qae siguen tan vergo»-
B060 ejeoiplo. Aldia siguiente,
los persas, mas aflijidos por sua
pérdidas, iiue orgullosos de su
élUmo Iriuofo, se reiiraroa al
otro lado del rio. Sapor, aver-
foozado de su cobardia, é iacoo-
eolable por ta muerle de su hijoj,
ae arrancó desesperado los eabe^
líos, 7 mandó cortar la cabeza á
loe sátrapas que le habían aeon-
•éjado le guerra ¿ Tai fué el écsito
de la batalla de Singara, en la
coal fueron sucesivamente ven-
cidos y auyentadós dos ejércitos
por la incapácided de sus je^
fes. La cobardía de los monar-
cas InuUüzó el valor de los sol-
dados.
Vencido Goostaucio por los
persas, volvió a su capital, y
dominado por los arríanos per-*
eegoia á los católicos; pereCons*
tante, que los protejia, le ame-
nazó con la guerra» y le obligó
á ceder en apariencia. Consintió
pues, no solo en recibir los o-
bispos que su hermano le enviar
ba, sino también en oir & Ata-
nasio; mas.esie^ no fiándose de
XOHO XiV.
4i
éi^ ftuiA ad^ prüdlpld «piaar á
(jonatanMopla. ^^1
Aterrados • los^ nrrUnos ccm ím
presencia de taatosobbpfoeca^^
tólicosénla mieveeapital, prQ«»
cnraroQ des<>piaarlQs:. fisteveo^
obi^io de Antiofdia, por .medkn
de «o ciliado qua sobornó, im^
ttodujé naacmftesana'en casada
uso de eliosv J deipues h«zo 4110
la aorprendieseni pbro*;aqoelli
mujer perdió aa aoiM^a al as^n
pecio del obispo^ y deliró In
verdad. Eatevaa^ preso y jttz|pi««
do en lo interior del palacio, fnd
depaesté*
Atanesio, aaegnrtdo en fia
por la protección de Onst^nte;
viaoá Gonst^ntinopla, confun-
dió á sus enemigos, logró, dq
Constancio el permisQ devolfe«
á su iglesia, y entró coau> triitn*
(ante en Alejandría. Mientras
el emperador de Oriente,' seveí^
en sus costumbres, graveen sos
modales, pero estra vagante u su
conducta, y tímido en su politi**
M, solo se ocupaba en discusio*
uiss metafísicas, en favorecer A
los arríanos, ^y pasando so vida
enmedio de c^cilios^defefidien-
do mal el imperto contra los^per^
sas, Constante, mas valeroso^ d0'>
rrotó de nuevo á los francos, loT
arrojó de las (^alias^ y^ se entregó
al esceso de los ptaceresque man-
dilaban su noble carácter,
•6
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43
no$.^ Dirijido erusq poUliqa pof
•I «bitpo úa Tr»viro$» qneguza-
ba deiodd suoaftflaata^Tttcliaié
*l arrÍAi)ís<B<>> Mflicítá la des-
Uruocioa deia MolaUía» carro
los leasploi, ; Iqs <aorise^¥Ó aolo
MIDO mtioiuaeolDsde Jai arles;
' pro4bió los.aaeríficios ea las clife*
4a4e8, y soia^ lofc peraUiió ái te
lialñt|M(<».del campo^m»; adic4
loa ii tas eemaoníás retUjiosaa,
fue eraa bus úsieo^ especCico*
los: pQr^sta raion eooservarou
largoliaoipp él jeDUtBmo; y de
ellos iomaroD los idóialras el
Boinbra de paganos, de la. pila-
lira pogrui/ qtle significa aídéa.
Como esle prlácipe colanaba su-
pera bundaotemeote al clero ada*
bdor, de bienes y de oiieres^ los
erisliaDos Ip oOnsIderaroa como
mt graóde bombre. Los pagaoos,
Qprimidps por él> le niiraroD co«
VKiiui Urai^Pv á los ojos de los
bourt^raaim^arcíales debía pasar
por' uqo de los muehoa malos
priacipea (lueihaii aflijido lalla^
nrav^SH. pa^oo^ra una seotUia
de livii^dadai> y 109 , historiado-
res coavieoeaeo que solo babia
ea su corle uu bómbre de. bieo»
y era e^ eaancoEulerío^ saiural
de^rmeoia. .
^ UaUUPACiaír PB M AltüSMClO^ T
UVV^TM m COHSTANTB.-^ (350)
£1 irooQQiaabrilkate es bien po*
7 í'i
6{k 8áH4ov!ifnMi't«t*4é^Ajadoíiéa
virtudes y manchado de. vitii>$
no esiá sos tenido nr por «1 iula»
res jeueral ni. por el amor 4o los-
pueblos.' Un bárbaro Tormá et
proyecto de robar lacoroiw al
hijo de Gonstahtíiio^ y el sufloso
coronó su audacia.
Nacida Magnaiicio^efl los bos^^
ques de J«rmania^ fué modiO
tiempo esclavo de Iqs cómanos^
Gonstanlioo le dio libertady y la
emplerS -eq una 4ejton: activo^
intrépido, elocuenle y ambicio^
so^ ascendió, en bnevé al f rada de
ofteiat* Al valor debió sus prí*
meros adelantamieiiioa^ y á It
astucia.el Cavor de que^gozó dea^
pues. Obtuvo b1 título de cdfid0^
y el mandotde dos cuerpos de üi
guardia^ oreados por Diocleda'*
no y Macalmiano con el título
dejeoianoi y Aaroii/aos. .
Su avaricia y durtsa causaron
una sedición militar: los suida*
dos se cebaron sobre él, y le ame»
nakaron con sus espadas. Caos-
t^ala le aftlvólSiVida. El bárbaro
le prometió gratitud, eterna» y
Jnró su ruiot. *
Cristo, jeneral de la milicia^
y Marcelino, ministro de ba*.
Cieoda, bombres poderosos, sa^
at^ciaroo á sus crimínales .proi
yedos, y emplearon su i nDuJo
en seducir Ja^ trapas. Los, CQdf
jurados nombraron por jefe á
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BEL BÁl»>niVEiaA.
llé*c«ttii<H pero wttp no iiui»
fdf sioofiel segondo; leinieoM
hw. pnctifiíeio» qiM rodeio^¿<ait
t«OQQBSIHr|lttdQ. «NftroélíM» dir
9t0 na histofríadorde^fital Mem *
wfo, pTefería un poder trasi|iii4
iloá.iipisipteiidor peRgroM, f
iKioeria ser dvefto de4 «mptra-»
ador^y nodal impericrLagae*^
rra de los francos se habla ton*
icluido: CoBsténie, JrtfaieQ des*
parlaba solo el nudodelasar^
mas del íetargQ de loe placeres,
^9idaba vi gobierno entre las
delicias de la paz, §e eotregahá
á la ^lYersioo de la cata, y pa-
saba 4íase#leroseB 4o maspro*^
Cando de los busques.
fitt-elafioSSO, siendo e&nsu-
lea Serjio y Kigríciaiio, hallen-
dose la corle en Angostodnno
(Autan), t^onrída MarceKno a
«n banquete á todos los oficiales
del «JércUo. Dorante la alegría
4e la fieala, Magnen^o sale, sib
i|ae te le oche medos, y vnelve
á enlrar coronado, Testido dé
fúrpn»,y rodeado depiardtas. i
I4OS conjurados le 'Stfindan'emí-»
perador. los "demis enmüdecstn
alemorizados* El les hace un
dlsenrso, los persuade, marcha
«1 palacio, se apodera de 41, y
pone garitas en toda la ciudad;
IJoeae á Ü 4an IM190 de >cata«-
Uería 'iüriea, y «ofl pvaUo» «mi-
fo de. aoveds^, se declara en
so fsHr.UKÍÉ9iMdM;«ed^cidap
por promésnt magdiflo^ le phot
cUmaron''anguslo^oBatf despies
deoCrati' ' -.... ';.•';.;•/ >*>
Constante» qme é li nÉxon ée
diventia ^eazabdo^i'Sñpd á wt
n^anto tiisflíitpa erpro^eeCoyet
trínnlo de /los conjurados, te
traidoni de los grandes, la rebe*^
lioo delpMblo,. y :1a defección
de sti guardia; Acómpaíñado de
nta corló damero dé atntgos, bn^r
yó álmscar ñoaslto'en Espafiai
Guisen; >enviado en éopéiMgui^
miento con algunas |ropas, le
alcanzOeiVEIna, ciudad puesta
al pie de los Piríoeda. El tbmot
dtepersó á tés cobariWs compa-»
ñeroa^l príncipe^ y el hijo del
gran CMstañllao , seior poco
antes defioma y <M Oceittentei
dCNrm^radó eotodces, y vendi«>
doporlodos los roo^ahos, solo
fué defendido por un fradoo>
llamado Laniogalso.' Be^es de
un breve Combate, cayeron uno
y 1^0 «traviasados. Constante
murió á los tíncuenta años de
edady tiMéde Teinado. Jdag«-
nendo hizo vetlir á stf preseocit
loajenerales, prefectos y admli-
niaú'adores que hablan servido
á Gónstattie con masf fidelidad,
y loa liieo degollar en el camim
forataesinoseposudoapara el)o«
Sactiflcd además á fio suspicacia
todos ios hombres de su partido
1
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4t BISTOUA
qott por iii iMÜtiid 6 tímidas
babiao pardido sii ooaOoDza. ^
Este tirano «spaDió á todos
con la rapidez de sa elevación y
el terror éd au aeTeridad, y así
ae apoderó sin ostácnlo del Oc«
eidente. Nombró á Ticiano pre-»
fecto de Roma^ y á Aniceto pre-
fecto del pretorio. La Uiria no
qoiso recónocerliB^ y nombró aú«
gasto á Yetranion^ antigno Jene*
ral que mandaba las lejicínes de
Pannonia. Este hombre, nacido
en los campamentos^ no sabia
mas qtte pelear» y empezó á a-
prender á leer cnando fué em-
perador. Debió sn elevación al
crédito, tíqneJBas é intrigas de
Gonsfantina» hija del graiWCons*-
tantino, y viada dé Annibaliano,
la cual le colocó en el trono con
el designio de oponerle á Mag-
nencio» á qniea despreciaba, y á
so hermano Gonstancio, á quien
aborrecia por haber sido asesino
de su esposo.
Yetranion escribió á Constan-
do que no ha bia cedido al voto
de las lejlooes sino para servir-
le, y qne bajo el tituló de augus-
to no seria mas qne su lugarte-
niente. El emperador, disimn-
fiando su resentimiento, flájió
creerle, aparentó reconocerle, y
.leienyióuna magnifica diadema.
Al mismo tiempo, Nepociaoo,
príncipe jófen^ Utortado de la
matanza m que perecieron los
hermanos del gran Constantino
y sns faminas, sale repentina^
mente de la soledad en que vi-*
via ignorado, se pone al frente
de ona tropía de bandidos y gla-
diadores, marcha á Roma, aii<»
yenta los soldados de Aniceto;
manda oMiar á este prefecto^
entra en la capital, la saquea»
toma la parpara, y es reconoci-
do por el señado, bajo el noni«>
bre de Constantino.
Apenas Bfagiiencio sapo este
suceso, envió á Marcelino, go-
bernador del palacio, con alga-*
ñas lejiones para combiitir con-
tra este nuevo angosto. Los ro^
manos le salieron al encuentro
para defender á Nepociano; pe-
ro en el momento de la pelea^
on senador llamado Heráclides
se desertó, y con él una parte de
las tropas romanas. Marcelino
dispersó las demás^ y mató á H^
pociano» cuya cabeza fué lleva-
da en espectáculo en la punta de
una lanza. Magnendo, seguido
de un gran número de soldados
galos, francos y jermaooa, entró
en Boma, la inaadóde sangre»
la entregó sin pudor á la codicia
de los bárbaros, y la oprimió
con ía mas odiosa Urania. Man-
dó bajo pena de muerte á todos
los romanos, que entregasen en
el tesqro la abitad de sos bienes»
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rat BAJO IMFBBIO.
45
jjf perBiitió á los e$cIaT06 deoon-
ciará los amos qae quisieseoe-
lodir esta tey.
Érale oecesario prepararse
para pelear eoatra (¿Bstaocior
detestado eo boma, atrajo á saa
eataodartes, con taesperaoia del
pillaje, lioa gran oíoltitud de
francos y sajones, Tbdo el Occi- '
dente, oMigado k obedecer, se
armó eo su deCense*
Según DO sitio db nisibís» —
Desde la batalla de Singara, la
incapacidad deCoBStanclo habla
cansado i los ejércitos de Orien-
te cooMdefables pérdidas, y los
aoidodos romanos^ vencidos con
harta frecuencia por la culpe
de sus jefes, se ba)>tan beebo
tan tímidos, dice un historiador
de aquel tiempo^ que «el polvo
. »de un escuadran persa los au-
atjeataba.»^ Mas no era io que
tes faltaba el valor^ sino la con-
fianza^ y cuando se velan defen«»
didos por ao& posición fuerte ó
dlríjldos por un jeneraL hábil,
encontraban su antigua intre-
pidez.
Informado Sapor, de las re-
vueltas del imperio, y alentado
por el triunfo anterior, reunió
todas sus fuerzas.para apoderar-
se de Nisíbis* Este cerco fué
memorable por la constancia de
Jos sitiadores y ostinacion de los
s|lia4oa« Después de^varioa a-
saltoa sangrienlos^ iuikilee, S»»
por sacó al rio de su omdre,, á^
tuvo sus aguaa con ttAdiqM,.lo
roBipe, y la masa de ka ondas
se arriija sobre laa nMurallaa /
la^ destruye..
Le llanura iouudad» presenl^i
el espectáculo do un. lago lu-
men^,, y la ciudad e) de una
isla: los persas sé acerca» i ella
en barcaa, y dan el asalto jene-
ral. Los romanos, sin mas alme-
nas que sus escudos, se arrojan
con tntrephiei ñl numeroso e*
Jército que loa atacar el obispo
de Nlsibis,. postrado al pie de
los altares, implora el socorro
del eielo:.ea fio> el valor de b
guarnicioa triunfa: veinte mil
persea caen bajo la espada de los
romanos. Sapor huye y levanta
el sitk),, la peste devora su ejér«-
citor se retire, se suspende la
guerr<^ y Los criatlanos veojee-
dores no ven en su libertad y
en los prodijíos de su valor sino
un milagro debido & la interce-
do de au santo obispo. ¡Siem-
pre fanatismo I i siempre imbe-
cilidad!
SaTAJX^ ]>EI.BBAVe t MuseTB
M MAGNBmo — (351) Asegu-.
rado Constancio, por la- fuga de
Sapor, reunió para combatir á
Magnencio un ejército y una. en-
cuadra casi tan numerosos CQoíp
los de ierjea^ pero á pesar de
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4e
HldmHTA'
to pettgrdcp^^de ana Incka contra
toda^láa f«idnas de Octd<fent^
«rlbMttbombre do qaUo admi-
Xit ^n Mis Idjlened á nioguii sf^*
^daáo que no bubicfse reríbiiló
«1 bautisoKK MagMacfo, antes
de itecidir la querella por fes
árnias> envió á MarceJioo y-^
fiuOoo parabacer propoiieioaes
de pax. fil emperador de Oríeo^
te, escitado por el onor, conte-
nido por el fuiedo^ vacila, y iio
aat>e' si ^^ceptarta ó desechar-
la. Ed wla iáeeniduail>re€re-
y 6 ver ^eD ta ttocbe i' ^u padre
que4e mostraba la sombra de
'Coustante.y te decía: «Mira á
utii hermana degollado; venga-
«te: no atiendas al peligro^ sino
)fá m glorii^: estermiua aiiisnr-
«pador^n
' ' A'leníado por ^ta visión, des-
pide á los embajadores, declara
la^enra> ymarcfaa á SáTdica>
donde 4e esperaba Vetranioacoo
sus lejiones^ x lo promete pelear
con él contra >M[agneDcio;
Los dos emperiádores conferea-
cian acercado las operaciones ée
la campaña, y se sientan en un
ribazo, sin'drmas ni guardias, en»
medk) de los dos ejercí 105; cuan*
do de repente, arrojando el velo
de^mistad con que tiabia 'Oncü-
liiérto Consocio éa resen^ii^
miento, toma la palabra, y dice
á los soldados . de Vetranion:
«Acordaos' di^ té gtoi^ia y de lo$
«beneficios de muí padre: aeor^
ndaos da vaesVros Jtiramenfosí
»Todos jnrástela «10 reconocer
#mot prlndpes fM á sus bf)mk.
»¿<!on8ervareis-por jeFe oí que
»hd naeido.para obedecer?^ Ta»>
litas disc4>rdias/ guerras^ fcomi^
«cidios y desastres nó os baa
«probado que el imperio ao púa-
*de gozar de reposo sino bajo
i»un iolo principé N
Lii oypmoria del gran Conslaoí*
t1n^>, el temor de Ia9 discordias
civiles y el recuerdo de un Jara*
ft]íentofk>lemae>daná esUspa-
l;Btbras una fuerza repentina qM
sé apodera de todos losánimoa«
Levántase tin grKo unánime que
proclama por solo emperadora
Constancio. Tetranion, abanda*
nado de su carte^ y amenazado
por sn ^ércitp, se arroja á las
pies de «n rival, ya su dueño> se
despoja de la pArpura>^ implo-
Ta su 'Clemencia, fianstancia le
conserva la vida, le ileva ésa
tienda> le da su mesa, y le dióe
ipara consolarle: «Solo pierdes
MUtt vano tknlo que da bieaas i*
Amaíinaries y disgastos varda-
adoros: aora vas á gozar «a^ pas
vén la vida privada de «na fali*
voidad sin meada deamargura. •
Vetaranion te^Mreyó> y vivió di*
«basa en Pnisa> «iudad de Biti«f
aia» seis anos: cuando supo qui»
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DBL BAJO nirasio.
-m
Gbiiflft'nfto, acooMMo por los
perftifi y amenazado por Jatia^
00, titff ia todoi loa pesares ta""
kereples á la suprema auiorl^
dad, le escribió: «¿Por qué no
•me imitas, y parlicipaadel veti^
aluroso retiro qae mo
adiste?»
Conslaacio, aoles do eoalU
nuar sa morcbti,.dió el titulo de
te* Magaanrio la IndtiEm dé aa«
ta propostdonv pero^soalejiooes
murmuran y pereceo dispuestas
á aceptarla. El Onje-cedor, g«na
tiempo, reeobrik.8tt ia^ierio sck
bre los ápioMs; nNüBae* prisión-
oero al embi^)ador d^^sCofislaQ-
ció, so adelantai ácif fOi Dravo^
enlraeo oegoctaeiodk y eoo^igue
quenosoleteapaiodoeasu re*
oésará Galo so prtoio.'etqae es- 1 tirada.
capó con su hermano teliaiio do Sin embart^, el emperador,
la matanza de so Camiiia. Galo fio.ndo poco de sus promesas, le
%ívia entonces retirada ea Jo- sígae con precaución, y. se a»
nía eo una de éus posesioaes. EL cara^pa cerdea de - Cáboiea^ donde
om|ierador le casó ccm Goostaoi* Goiistai\tiAo eoa;digttft6 la primer
tíuu, la viuda de AAnibaüaAo, y
(e encargó que deíendiese las
fronteras d^ Oriente contra los
persas* Magoeociodejó el man«
do de Huma á su hermano Do-
cencia, á quien dio el título de
oésar: pasó ea seguida lea, Alpes
Julios, y marchó á Sirmlo, don*»
4» Consta neiooWidanda la gue-
rra, solóse ocupaba de la reu«
Dion y de las torpea disputas de
UO CODCillO.
Las vanguardias de los dos e*
jércitifs tuvieron algunos reen<^
coentroscon vario suceso. Guaif-
do Magoencio iba k pasar el Sa-
vo, recibió af&bajadores de Goiis«>
tancio que en presencia de su e«*
jército te proponen, si abandona
la Italia, que se le dejaría paci-
fico seflor del refto de Occideoo
victoria coolra Liciojo* AJÜ rth
ciSió á Ticianó, prafaeto da Ra«-
asa , embujaéiir de Magaancio,
cuya comísianera intimarla que
abdicase • Gonstaocio le deH^idié
coa menosprecio^ Este quebran*
ta miento de la iragua que acá?
babada Ormarsi», descoot#A4ói i
algonos guerreros joaatoaos» y
entre ellos á Stlvano, capitán
franco, distinguido por sos a^
za&as, é hijo del famoso Boaitp^
que con su espada hsbia contri*
buido á las viaturias de Cansía»*
tino el Gran Je. Silvano ahaodor
oóá Magnencio, y pasó4 laabaiji-
deras de ao rival .
£1 usurpador , mas irritado
que desalentado por esta daaor*-
cioo, continuó atrevidamente ati
campaAa-, auyeata la vanguar*
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48
imtMuí
día enenrigjUrttriea «1 tampo de
CoDSlaacio , j we aprocstna á
Sirmio.
En fio, loa dos ^rcitos ^
dieróA VM batalta decisiira. en
las orillas del Dra^o, cerca de
MorlM. £t emperador tenia ^*
cbenia mil hombres: Magnencio
cuarenta mil> pero aguerridos y
soberbios ^lor %m numerosas
victorias. Ambos jefes se mos-
traron indignos del onor que
disputaban: Constancio por sn
debilidad, y Magnencio por sn
cruel superstición, que ie movió
á inmolará los dioses una vícti»
ma humana. Durante el choque
^olos ejércitos^ GonslancioVS^
tuvo escondido enuna iglesia ccm
Valente, obispo arriano de Mur«
«a. Besde este asilo, «spaii^ado
con el ruido de las/irnias, envió
orden el cobarde de suspender
^combate, y proponer un armis-
ticio: sus soldados la desecharon
<>on despi*oeio, y después de una
-lid sangrienta penetraron «en ol
eJércHotonemigo.
Los vencidos, vueltos á reunir
por Magnencio, emprenden de
nuevo elcombatctoo osHnacion:.
Largo tiempo estuvo incierta la
victoria: eu fio>la cabailería de
'Constancio rodea «I' ejército e-
•DOBlígo, io destrayoM^asiientera-
tneote, y se epodera de su cam*
pamento. Magnencio oo logró
escaparse, sino despojindoso dé
la purpura y vistiéndose dees«-
clavo^ En esta jornada perecie*
ron treinta mil ÍK>mbresdettn
parlido y veinticuatro mil del
otro, lo que causó una grande
diminución en laf fuerzas del
imperio; porque Mursa fué el
sepulcro de aquella antigua mi-
licia, que era el antemural de
Roma y el terror de tos bárbaros*
Entrambos cjércíios lloraron
i sus mas valerosos oficiales, á
Arcadio. Próculo» Marcelino y
Rómulo. Constancio ignoraba
todos asios sucesos;; pero Yalen«>
te, que habia tomado todas las
precauciones necesarias para sef ^
informado en secreto y con pron-
titud*, anunció ai emperador su
victoria, diciendo que un ánjel
se la había revelado*
Magnencio huyó á Ifalia^ for-
tificó los pasos de los Alpes y se
encerró en Aquileya. El emped-
rador, al frente de su ejército^
forzó los desfiiaderos: Roma se
^•Izó contra sutiraoo, y Maguen^
«io se refujió en las Galias, aban-
donando á Jtalia y África, sublé^
vadas contra él.
Cobardeen el infortunio co*
mo todos ios tiranos^ después de
iiaber pedido en vano á su ene-
migo que le perdonase la vida,
eiivíó 4tsesinos al' Oriente para, ,
matar i^lo^ pero descubiertos
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un BAJO
ytasflgádos, no le prodajeron
mas fruto que la ignominia de lín
crimen intentado inútilmente.
Los jenerales de Constancio
marcharon rápidamente contra
Magnendq» le alcanzaron cerca
de donde boy «stá Gab, le dieron
batalla y derrotaron las tropas^
en qoe fundaba todavia algunas
esperanzas. Huyó á Lugduno,
dondjp sus propios soldados, vién-
dole sin recursos, lo pusieron en
prisión. El bárbaro/ reducido á
la desesperación, vuelve contrfi
si y su familia ei furor que ha-
o. '4»
bia Inundado á Itatta con la san-
gré de tantas victímate Saca sn
espada, degüella á su madre, á
su esposa y á sus hijos, hiere á
Desiderio su hermano, y se atra-
viesa el corazón . * Murió dé cin*
cuenta años de edad, habiendo
reijoaio dos. Su hermano Decen-
cio supo su trájico fin eñ Ajeu-
díoo^ y se aorcó. Desiderio, cuya
herida no fué mortal, imploró y
obtuvo el perdón de Constancio,
que á pesar de su cobardía quedd^
por el valor de sus soldados úni-
co aefior de todo el imperio.
W
■*tfK-f^-s^X^i
TOMO IIV.
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50
VüfMIA
CAPITULO III.
(állo 3S1.)
PMailtcciaa cMápUft ae<^«lM€Ío por el crkÜMiiiiBO.— TiriaU At GñUj
deG>iitUiicio. — lavatioQ át IO0 alemanes. *— Perfidia de GomUiicío respec-
to á Gelo.-» Muerte de Galo.— Coa dro de la vida de Jaliaao. — «Sa fblera^^
cion al rango de céiar. — -Condiicu de CoasUado respecto á Juliano. —-Qe"»
trato df Juliano. — Diseaaiones entre Constando j los obispos. — Deposi»
* cion y destierro del papa liberio.— Secta de los macedoniot qne aeraban la
divinidad del Espirito Santo.— Gobierno de Jaliano. — Aaaftas de Joliano*
— Destitttcioa de Valentiaianob— Confederadon alemana. — BaUlla entro
Juliano y Chnodomario. —Muevas victorias de Juliano* — Descripdoa dt
París por Juliano. — Destraccion de Nicomedia. -Turbulencias de Orieate*
— Revolución de las tropas en favor de Juliano.— Juliano toma el título
de aogast^— Coaspiracioa contra él. *^ Muerte de Coastanda.
JL mKDILECCIOll ESTÚPIDA DB G09S-
TAiraO POK BL CRISTIANISMO. —
Deseando el emperador acele-
rar la caida absoluta del polh
teismo, esperimenló ana resis-
teocía ¿stifiada por parte de los
pueblos: en vapo proibkV los sa*
orificios eo los campos, y se víó
obligado, auuque vedaba las ce-
remoQías públicas^ á tolerar el
culto secreto. Los cristianos no
podían sufrir la vista de los tem-
píos Jentíiicos^ j hubieran que-
rido derribarlos; pero estaban
tan unidos á ios recuerdos do
la historia^ que fué preciso dar
un edicto para impedir que se
degradasen*
Se habia quitado por orden
del príncipe el altar de la Vio»
torio, erijido por Augusto en la
curia. Después fué restableció
do, y los romanos conservaron
mas tiempo esta divinidad que
las otras.
La imposibilidad de destruir
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BEL BAJO
tatt pronttmeiite costombres áo-
tigaas , obligó á Constancio á
consenrar 808 lítalos y una par-
te de sos príTileJios i los pooií*
fices Jétttiles, pero al mismo
tiempo erecian las riquezas y la
antorídad del sacerdocio cris-
tiano. El emperador le prodigó
eaenciones con mas piedad que
prudencia; y tuvo la insensatez
de decir en el preámbulo de una
desús leyes, que «el mlniste-
ario de loa ettares era mas útil
»al eétado que los servicios mi-
»lita^ y civiles, y aun los de la
•agrfóultora.» Los príncipes en-
tonces parwian olvidar la tierra
por el cielo, mientras que la ma-
yor pari» de los sacerdotes, bar
blando en el nombre del cie-
lo, se ocupaban activamente en
estender su imperio sobre la
tierra.
Continuamente estaban en*
trando reclutas en el clero, por-
que era una mina digna de es-
flotarse , entretanto que el e-
Jército disminuía diariamente
de un modo considerable; una
multitud de v^yteranos /ueron
Ucen'ciados, i instancia y siijes-
tiones de los aduladores con so-
brepelliz. Constancio casó con
Eusebia, bija de un consular, el
a¿o 353. Esta princesa era in-
jeniosa, diestra y llena de am-
bición: Juüiiuu, que le debió su
IMPSftlO. 5t
elevación^ bizo el elojio de. ella.
Desde este matrimonio^ las mu-
jeres, alejadas de los negocios
públicos por las antiguas eos*
tumlires, gobernaron el palacio,
y por consiguiente el imperio.
Hypacio y Eusebio, herma-
nos de la emperatriz, fueron
omnipotentes en le corte, é hi«
cieron que el arrianismo domi*
nase. Eeunióse en Medióla no
un concilio, compuesto casi, to-
do de obispos arrianos; y en 0sta
época empezó i manifestarse
por la primera vez ese orgullo
tan contrario al espíritu dei
cristianismo y que ha hecho tan*
to mal á la Iglesia. La mayor
parte de estos prelados creye*
ron que debian rendir sus ome**
najes ala emperatriz. Lepnpio^
obispo de Trípoli, antes de ha-
cerlo ecsijió que ella, saliese ¿
recibir su beo(|ic¡on^ y que es«
tuviese en pie míeoims él seji-
tado, basta que le permitiese to-
marasiento (i}«
(1) El hamilde obúpo preferible
el ceremonial de etU manera: *'Ciun«
do fo enitre^ se 4eyantará ai punto y
vendrá acia mí , y le inclinará pan
recibir mi bendición. Laego qoe yo
me aienle, te maiitendrá en ipie modea*
ámenle liaal» qne ha^ aedal de qoe
puede Mutarte.** Véase aqut ei lengua-
je soberbio del que te decía sucesor de
los apóstoles. 1^ emperatria pidid ven*
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52 msTOMA
El empcírador estuvo seis me-
ses eo ias Galias para afirmar su
autoridad eo aquellas provin-
cias; y en vez de restablecer el
sosiego por medio de la clemen-
cia^ persiguió á ios partidarios
de Magnenrío, dio oidos á los
delatores^ fué sanguinario y Si-
guió las pisadas de los tíranos.
ÜDa vez dado el primer paso
en este camino, yt no es posible
detenerse; cada rigoi^ produce
nuevos desconleiilos, y cada ac-
to de crueldad necesita otros.
Siempre ge teme á aquellos á quie-
nes se tiraniza; el zelo se prue-
ba entonces por el espionaje, y
la sospecha se convierte en crí-
men. Solo se perdonó á Ticiano
7 Paulo, los mas culpables de la
tiranía de Magnencio. El último
se babia hectio célebre entre
los mas famosos delatores: su
industria para descubrir lo mas
oculto y V«ra envolver las víc-
timas en la red de sus intrigas,
hizo que se le diese el sobrenom-
bre de Catena^ Este talento de-
testable le mereció el favor del
emperador y el odio del im-
perio!
£1 pueblo romano degradado,
gailxa dt €Me groivro «llraje; p»ro el
imenemperador alabé a( olúapo por te-
mor de no sufrir lambko algún ul-
traje^
sufria Jimiendo el yogo de estal
tiranía: el etceso de la injusti-^
ctasolo escitó murmuraciooes»
y no hubo sedición sirio en al-
gunos momentos de carestía. La
superstición se defendía mas
que la libertad* Orfito, yema de
Simmaco^ pagano zeloso, siendo
prefeeto^e^ Roma, se atrevió á
reparar y volverá abrir un tem-
plo de Apoto.
Casi siempre disminuye la
fuerza de los estados á medida
que la del poder arbitrario ere*
ce. La debilidad del imperio es-
citaba la audacia de sos enemi*
gos. Los-francos y jermanos in-
vadieron y saquearon las Gallas.
Los Judíos, haciendo el último
esfuerzo para romper su yogo,
se sublevaron, elijíeron uarey
llamada Patricio, atacaran á los
samariténos y destrozaron mu*
chas coortes romanas.
Algunas lejiones enviadas con*
tra ellos dispersaron y despeda-
zaron sus tropas. Los isauros y
persas devastaban el Asia, pero
Galo reprimió sus latrocinios, y
arrojó de Mesopotamia á los sa-
rracenos, tribu árabe. Este pue-
blo, nómada y guerrero, que vi-
vía de la caza y de la leche de
los ganados, comenzaba entonces
á ser temible y célebre en el
Oriente.
TiEANIA M 6AL0 Y M OOIC»*
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DEL MM inremo. 33
TAVCto. — GbIo do fmiló k \o%\ discretos, iHillifr euliMtites, for-
principes que educados en hi es<
cuela de ki desgracia, haD sfdt)
en el trono modelo de reyes.
Yespastano^Trajaoo, Ctnudfb If,
Probo y Tádto gobernaron cu-
BAO hablan deseado^ cuando per-
liculareSv que los gobernasen*. Pfe-
.ro él, aunque escapado de la
malaaza de so^ familia, y opri-
mido en sus primeros años, se
moairó mas kriUdoqueinstroi-
4o pcur la desgracia, y fué Uraao
,desde que ascendió al poder ^
Los aduiadores te pervirtie*
ron. Censtantui6>.su mujer^hija
de Cooalai»tiito^ y viuda deum
.rey, vengativa, codiciosa é im-
^cal>le, inspiraba odio por sus
^crueldades, y desprecio por sus
bajezas. Yendia el favor y la se--
Teridadde su esposo^ Seducida
esta arpía por la oferta de un eo*
llar magnifico^ hiio morir á Gle-
macio, gobernador dé PalesU-
na* La madrastra de este iufelii,
como otra Fedra^ lo acusó de in-
cesto porque reusaba satisfacer
tu amor criminal, y fué conde-
sado sin ser oido. Los tribuna*
lesobedecian al temor: los jue-
ces son esclavos bajo el gobier-
no de un tirano.
Galo y sus favoritos se disfra-
laban con frecuencia^ y se mes-
daban con el pueblo para espiar
Jos pensamientos^ animar á ios in^
Jar conspiraciones y castigarlas.
Solo et conde Talaso*, prefecto
dM pretorio de OHente, se atre-
víala resistir á Gélo, á oponerse
á-sus injusticias^ y á áér cuenta
al eitiperador de-lias calamidades
del Asia, queatribiifa principar-
mente á U'fitnesta influencia efe
ebnstantinis,.y á tos consejos pér-
fidos de un sacerdote- arriano,
llamado ' Accio> por sobreoonr-
bre el Ateú*,
I>rvAsroirD« Eód a^kiianes.—
(354>En él consulado de Cons-
tancio y Gala reunid el empera-
dor sobre et Arar(€liálous.sur.
Saone) un numeroso ejército pa-
ra rechazar la invasión de los a-
lemanes: estos (Vieron perseguí*
dos basta el Rtn:se esperaba que
Constancio, aprovechándose de
su terror, sostendría la glorio
deRoma,.veogaria las Calías^ y
penetraría en la^ Jermunia-, pero
en este tiempo una potírica poco
sabia habia introducido muchos
bárbaros eo las lejiooes^y aun
en los empleos importantes de
palacio. Latino era conde de los
domésticos: Ajilen y* Siodílon
mandaban cuerpos dala guardia.
Estos oficiales, abusando de su
crédito^ favorecieron la solici-
tud de tos alemanes, que medro-
sos enviaron al príncipe una di^
putation para pedir la paz.
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54 nSTOMA
Sf D embargo, el éesito de tu
legackMi 00 parecía tkci\\ porque
el ejércilo romano pedia la ba*
talla. Cooslanclo , cediendo ai
dktámeB de sa favorllo> reúne
las lejíones^ y les dice: «Los re»
>yes y pueblos se rinden á Toes-
Biro nombre, y os piden la paz.
nVosolros dictareis mi respues*
»4a; pero si oís mis consejos, a*
ncojereis á unos enemigos terri-
•bTes que quieren tonirertirse
•en aliados áeles y ansiliares i-
Mtiles, y preferiréis las ventajas
»c1ertias de ona moderación je-
»nerosa i los frutos peligrosos
míe una victoria eventual y san-
%gr lenta.»
£1 ejército aceptó la paz. Tai
era entonces la suerte deplora-
ble del imperio: los emperado-
res, dominados por sus cortesa-
Dosy por tos eslranjeros» no con-,
cuitaban al senado, oprimían los
puebles, y solo obedecían á las
tropas.
Constancio, -después de firma-
do este tratado vergonzoso, vol-
vió á Mediolano, dopde supo los
escesos de Gak> y les desórdenes
del Oriente. Envióf^ orden de
venir á Itaíia: 6alo desobede-
ció, protestando el peligro que.
conferían sus provincias en su
ausencia. Constaotiou le escita-
ba á hacerse independíenle^, y el
emperador, decidido á arruína^-
ioj le qulld poco A poco las tro»
pas en que tenia ams confianza^
y le envió por prefecto del pro*
torio i Domiciano, con el encara»
go de espiar su conducta.
Este oldal cumplió su coml<*
sion con altanería: Moncio, te»
sofero de Oriente, á nadie obe^
decía sino á él, y privaba al jó*
ven pHíncipe del dinero , nervio
de toda potencia. Galo, do dan-
do ya oidos sino á la violencia
de su carácter, sublevó el pue*
blo y los soldados do su guardia
contra los enviados delempera*
dor« é bito que los asesinasen:
ootregándose después desenfre»
nadamente á sus resentimientos,
persiguió ski piedad á todos loa
que las detacionesle presenta*
ban como sospediosos.
Lacodboíadesua validos lie*
«aba las prisiones de víctimas:
lei$ sentencias de los Jaeces no
•eran mas4|ue proscriciones dio*
4adas por los acusadores. El va-
Mente y virtuoso Ursicino, Jene-
ral d^ la caballería de Oriente,
se viÓDbiigado, sopeña de la vi*
da, á presidir aquelioa tribuna-
les infames. Constantina, oculta
detrás de una cortina» asistía á
á los juicios |ara acelerar la pe-
na y desterrar de ellos la ele*
mencia.
, El Oriente jemia bajo este
despoiisiuo impetuoso: el terror.
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Dtt BAM nmmo.
55
iMltta lot áttlmoit lis Tiellflias
{Mrceteron stn afreviiM i ee**
ttiar «M qoeia, y basta la des*
asperaeioo enoiodació. Solo el
orador EoseUo, digno de tees-
CMla de Zenon, ihmróstt araor*
teeoosoiDtrt|4dei: Mm oír i
sos Terdogos te vos» por omebo
tiempo desooQodda, de la ta-
depeodoDcte y el grito de la vir-
tud^.y pereció cobío aa romano.
. PBmPlOIA OK GOBSTAinaO mñ^
fBCTOA.OAixK**Iodigiiado Ursi-
elDO, de estas Iniquidades, las
pmoeo noticia del emperador.
Constancio^» cubriendo anreaen-
Itesiento^cbn el*Telo4e la anris*
lad, insté á Galo á qneifialese á
Italia; con el ^rretcsta de darte
ol mando en aquella provhíete
niteniras pasaba i fa»€tettespa-
ni libertartesde una noova in-
yasion.'
.^ Galo, sedncido pm el cebo
JirUteole que owltaba proyec-
'toa boflaicMas, y resisliando i
los* temores y consefos doso mu-
•}er> se poso en marcba cimuna
«imitivapooo nomeroaa. €ona-
tanlina le precedió, ymnriáen
- «I camino:* los -w^Hcios de so
conciencte, y el conocimtento
^ue tenia del oaricter ilel em-
perador sn bermano^, f nerón
cmmi 4e su enfermedad y de sn
«oerte.
Mientras mas adelantaba Galo
en so vteje, mayor Me so tnoer
tldnmbre entre el temor y la es»
peranza. Sladiloo te sale al en»
coeniro» le epgaSá Con artifi-
ciosas promesas, lisonjea so enn
blcion con la «iperanta de favo-
res qnimériéos y de laureles i-
majlnarkis. Entretanto, algunas
lejiooes descontentas de la se?e*
ridád de Constancio ofrecen sns
servidos á Galo, si consiente en
detenerse en Tracia y esperar*
las; pero sé descubrió este desig-
nio, y se tomaron medidas efi-
caces que impidieron á los di-
putados déla tropa abocarse con
el cesar; E&te continúa su mar-
cfaa.*^ con el protesto de rendirte
cHoenaJes, se multiplican poco á
poco en derredor suyo los corte-
sanos y emisarios del empera-
dor: en fin, cuando llegó al Eno,
rio de Norico, cesó todo disimo*
lo: Barbecion y Apc'demo apa-
recen al frente de un cuerpo de
tropas, penetran en el palacio,
despojafn al principe de ' la púr-
pura, le obligan á subir en un
carro; y' le llevan á Flanona,
ciudad de la ktfia.
MümTB oB o^Lo.— AlH'es inte*
itogado porel eunuco Ensebio, y
porMelobaudes, capitán de guar-
dias^, y cobarde, tanto como ba-
biatído cruel, atribuye todos los
esteesós toótnetidos en Antio()uia á
los consejos de su esposa: su pu-
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«6
H«TCm4
silanknidad.le envileció sin saU
varto: S^reiriaDá» fiel ejecutor de
las órdenes de Coostancio» min-
tió cortarle la cabeza. Galo, pe»
. recio á la edad de veintinneve
unos. Su maerte tieaó de alegría
^ la corte ée Medíolano; pero
vo restableció la tranquilidad
ím AMe, donde la tiranía no bi-
so mas qoecaoibiar de víctimas.
Los delatores, siempre odiosos
y 8ieiR9pre impnaesp acuiaron y
trajeron ante les tribunales i to-
dos los que eran edictos á G^ilo
por la gratünd^ el interés é el
temor. Vrsíchio, cuyo solo ctí-
men era mostriir algunas: vi rtiK
itos<en nna época de corrupción»
y tener na mérito briUaAle, en
«n siglo de decadencia, fué con-
llenado á tnuerte; peroren oi roo*
meato de inmoUriOyCoastaneio,
detenido por eliemor de,prjva»-
ae 4e na ciipitam iaa-iísolarecl-
do, anuló It seaieaoia,* y : le in»
4nltó. ' / .
▲i mismo tieiapo J^uiiano, a-
casado de beber venido sin ^er-
aaiso á Nicomedia á ver á su
bermaao, sufiió an ia(errogata-
lio. £ste príncipe Jenereso, evi-
tando iguatmente su deseqor si
acusaba á Galo, y sa perdición
file disculpábanse negó á res^
poader» y ni las amenatas ai ias
promesas, vencieron su. pruden-*
te é intrépido Jiiencio.
Antioqo^^ntinuóeleado tea*
tro de la injostleia y de la cruel»
dad: los babtlaates que «eelai'^
ron á los enviados dei erapera«
dor, fueroa abeoeitos porque e^
ran ricos; y en au lagar se en^
tregarooper.ví^mas á ta hii de'
Constancto un gran námero de
inocentes* En aquella oiadad
desgraciedt una qae}a, ana vos
escapada ea la ambriagaez, ua
saefio eeatado por üapradeacia,
se pagaba cMf 4a libertad 4 coa
la vlda^ '.
.No fué larga- lapas vergoata*
sa4lelaño aaterior. Los alema»
aes lomaran las armas: las tropea
de Cioasteacía peaeCraron en Re*
cliK sa vanguardia^ mandada por
▲rbecian^ ia adeltató impra^
dentemeate^ bié rodeada por el
eaem^ cerca del iaga Brigaati*
aa {Constanza^ , huyó y perdié
4iez tribaaas y muchas saldados.
Losbárbamssa acercaran al
campamento é insultaron al anr
parador, qae ao se atrevía á dar*
les baialla; ommíios trihaaas, ia*
-Agnados da aquella osadía, salea
sin orden al frente de las salda*»
dos mas valerasos, caea sobre el
aaemigo> y la desbarataa. El
reato 401 ejercita los sigan» dis-
persa y despedaza á los blM^baros^
obliga 4il aaiperadorá triunfar
contra sa valuatad, y termiaa
ia guerra .
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i^n lAfo
Poeo tiMipo después. Silvano,
jenersi de le infanteria, que se
había becbo célebre en la bata-
lla de Mursa, y cuyo nombre era
terror de los francos, á los cua-
les debía so orijen, fué enviado
á la Galio para pelear conira ellos.
Debió «sla comisión iflnportaote
i la envidia de Arbecion, que te
ensalzaba para arreinarlo.
Dinaaoo, secretario de la ca-
ballería imperial y emisario 4e
SQ rival, tnjió aficionarse á él,
y obtuvo cartas de recom^da-
cioD para muchos personajes i-
Ittstres de la corte: borró todos
los renglones de estasxartas, de-
fando ilesas las firmas, y pus^
frases que demostraban á Silva-
no oriminiri. Todos aquellos á
quienes iban dirijidas las cartas,
fueron presos.
Malárico, franco de nacimien*
4o, y comandante de la guardia
"estranjera, mostró descubierta-
«aente^u indignación contra una
•levosta Uñ infame, respondió
de la«íooeeDCia de Silvano, ma-
Qjfestó cuan peligroso era ofen-
>éérá«oJenera< ian hábil en la
gverra come enemigo de las in-
trigas, y que no sufriría pacien-
temenletan grande injuria: pi-
dió, en fin, que sc'le llamase pa-
Ta justificarse, y prometió que-
dnrfireso en su lugar basta que
Melobaudes lo ^r>ajese. A pesar
TUMO XIV.
nivEBio. 57
át sus iostandas, se envió á la
Galia á Apódeme, acostumbrado
á oprimirla virtud, para que ma-
tase á Silvano.
Entretanto una carta inteir*
ceptada descubrió á Malárico
toda la trama: se ecsaminan de
nuevo las que habían ya pareci-
do sospechosas: se averigua el
«rtiAcio, vuelven i aparecer los
vestijios de la escritura anterior,
y se reconoce la inocencia de SU i
vano. Solo fué castigado un ajen*
te subalterno de esta intriga. Di-
namo, autor del crimen, obtuvo
el gobierno de Etruria. En el
mismo tiempo. Silvano, dema-
riado akivo para tolerar tal a-
freata, y demasiado atrevido pa-
ca esperar sin resistencia su con-
denación, arenga^á sus soldados»
gana á los oficiales, levanta el
estandarte de la rebelión, arran-
ca una banda de púrpura, ae
reviste de ella, y es proclamado
emperador.
El hombre de talento que fué
desfavorecido en los tiempos de
tranquilidad, es Jlamado en los
del peligro: el emperador encar*
ge á {Jrsicino la guerra contra
los rebeldes; pero acostumbrado
á triunfar mas bien per el artifi*
oio que per la fuena, engaña ai
enemigo que desea herir, finje
ignorar su rebeUon, y le escribe,
que estando satisfecho 4e sus
8
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5S HMTORIA
seryicios^ le confia un empleo»
mas hnpof tante, y eo^ta á ITr-
fticiflo^ para^ reii){>lazasrla eoi et
mando de aquel ejército.
ürsielooy acompasado de dier
Iribuiios y dealguooe oficíale» (íe*
guardias, eotre los cuales se ha-
llaba et historiador Arntauo Mar-
celino^ llef;a á Colonia, y halla
el poder de SKvaoa demasiado
fuerte para, emplear coatraét la»
violencia..
En aquellos tiempo» de co-
rrupción', habtft pocos hoiobres
capaces de conservar la nobleza
lie carácter en ctrcunstancí«is de-
licadas, ürsicino, degradando el
suyo,, aparentó aderirse aF par-
tido de Silvanoy y adoptar sus
resentimientos; y así ganó su
confianza. Sin embargo/el tienu
po volaba, y ' era fuerza ó des-
truir al rebelde,, d declararse por
su cansa. Algunos oficiales so-
bornados, y un cuerpo de galo»
seducido,, se reúnen de noche,,
marchan a I palacio, degiíel I an In
guardia^ y asesinan á Silvano en
una capilla donde se había es-
condido.
Ursicino lamentdsu triste vic-
toria: conoció demasiado tarde,
que la lejílimidad de una causa
no justifica la vileza de loa me-
dios que se emplean para Cavo-
recerlavy que no hay laureles
* que no marchite la traición.
La adulación prodigó alaban*
zas á Constancio, pero inútiles y
de ningún precio en ona corte
donde la censura era criminal y
sospechoso el silenció. Castigóse
á los amH(os de Silvano: sus sol*
dados se desmandaron.^ Ursicino
quedó en Galia coa el título de
comandante ; pero Constancio,
que le temia, na le envió* tro-
pas. I>esguarnecida8 las fronte-
raa de toda defensa, porque el
emperador temia a sus jenera-
les tanto como á sus enenúgos,
laa Gallas fueron íai&ndadas de
una multitud de francos, sajones
y alemanes que pasaron sin os-
táeulo el Riu, y se apoderaron
decuarenta y cinco ciudades. Al
mismo tiempo los sármataa in-
vadieron laPannonia; los per-
saa asolaban el Oriente. E^n*
lado Constancio de tantos ata-
ques, conoció la necesidad de
nombrar ua cesar y se- decidió
aunque con penaá dividir con él
sa poder.
Entonces su mi^er Eusebia,
triunfanda de los temorea del
emperador, le determina a que
revistiese de la púrpura á Ju-
liano.
Cuadro DE LA. YiOA. ns. jluua-
NO. — Este príncipe Jdven^ pinta*
do taa diversamente por los dos
partidos opuestos que entonces
dividían el imperio; era ia esfA-
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DCl BATO UffPEEIO.
^9
ranza de loa JeDiiles y el terror
de 1(18 cristianos. TJoos le han
piotado como un héroe; los au-
tores cristianos como an móQS-
troo. Tuvo grandes detectes j
grandes prendas, y justificó con
sus acciones los -elojios de sus
amigos yaparte de las acusacto-
oes víriilentas de sus enemigos.
Sin juzgarle por las apolojfas de
Libanio 5r de Amiano, y por Jas
invectivas de Gregorio Nacian-
ceno, de Basilio y de Jos escrito-
res parciales» es fácil estudiar
au' carácter, atendieBdoá su po^
aicion, su conducta, sus leyes,
aos palabras y su¡^esoritos.
Cuaaáo todavía estaba en U
eiioa»4iiia feli^^casualidad bizo
Hiue escapase de la matanza de
au familia; peroel tiomicida Cons*
4ancio» no le dejó la vida sinq
4>ara4enerle en perpetua servi-
dumiire', y asi estuvo casi siem-
(pre cautivo en su infancia ^ en
los prin€Ípios4e au juventud. ,
Su hermane ^Galo, 410CO des-
/pues de ser elevado á -4a digni-
dad de eésar^^reció^feiima de
los* rigores del emperador. Este
principe no selo üueria ser due-
4io abeoiuto de la vida de los
4ioml>res, sino jqneitfranizaba las
-conciencias, yecsijia j^iie «lodos
los .que sufrían so*yugofaeaen 00
^ piadosos^ sino crédulos y aupers-
«ttcioaoscomoél.
Juliano, dotado de una imajir
nación vhra y de un jénio ardien-
te, se babia entregado en su lar*
uo retiro al estudio de las letras»
de la historia y de la fllosoña,
única distracción de los espíri-
tus grandes cuando . están ocio-
sos, -único alivio de las almas je-
nerosas cuando son desgracia-
das. Xios estudios elevaron sus
ideas y fortificaron su carácter,
inspirándole admiración á los
hombres |;randes, y á las vir-
ludes severas de los 4iempos
antiguo*», mucho respeto á la
ji^sticia, y veemente amor á la
gloria y á la libertad. Yeia con
un profundo sentímiento la de«
-cadencia del imperio, el abali*
mienio del senado,^ la serví-
<lumbre del pueblo^ la codicia
de los grandes, la bajeza ^p los
cortesanos, la iasoleacia de los
eunucos y libertos, las esaccio-
nes de los intendentes y gober-
nadores de provjncia,4a relaja-
ción de4a4\$ciplmaj At% derro-
tas de los cyércilos.
£1 lujo y la molicie de la cor-
te le inspiraban unjusto despre*
cio; y no ^podia coraprender^por
^qué cuando el impepiOy^acomé-
üdo^por todaspairtes de los bar-
liaras, amenazaba ruina, no se
ocupaba el emperador sino eu
convocar concilios, en pueriles
debates sobre cuestiones que
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60
BISTOSIil
SIEBIPRB serAo iaioteKjibles,
y ea las querellas interminables
de un clero dividido por la am-
bicióos y corrompido por la ri-
queza*
La gloria de loa romanos le
parecia inseparable de su anti-
guo culto; atribula su decaden-
cia á la iatrodttccioo de una reli-
Jion nueva que separaba la aten-
ción de los hombres de los inte*
reses de la tierra; menguaba los es-
píritus destruyendo grandes y he-
roicas ilusiones; hacia considerar
la vida como un viaje y al mun-
do como una posada, y rem-
plazaba la ocupación de^ los in-
tereses públicos por la de loa
intereses relljiosos. Juliano era
un ciudadano de la antigua Ro-
ma, trasportado violentamente
á la ^neva: era el alma de Caton^
de Scipion ó de Marco Aurelio,
que habitaba en el cserpo de uo
pr/ncipe de la corte de Oriente.
Estos seotinpientos^ compri-
midos por el temor^ llegaron á
ser pasiones enardecidas: la di-
simulación á que se vio obligado,
aumentó sn violencia. Olvidó
que es imposilMe resucitar los
prestijios ya destruidos y una
relijion moribunda, ó volver a-
trás un rio, ó restituir un pue*
blo envejecido en la degrada-
ción al dominio de las virtudes
piimítivas.
Su firmeza podía retardar la
calda del imperio; masnoreje*
nerar^: era necesaria una re*'
forma y no una revolución. Pe-
ro Juliano estaba harto apasio*
nado para distinguir los princi»
pios de los abusos; y en su odio
y menosprecio confundió el coU
to moral del Evanjelio con la
aml^icion de los sacerdotes, y las
locuras de las sectas. Su aver-
sión á la relijion nueva le hizo
olvidar la tolerancia que acon^
seja siempre una sabia poli tic».
El qne debia ser jefe del impe«¿
rio, lo fué de un partido: so dea*
precio á algunas fábulas adop»
tadas por la credulidad popular»
le precipitó en las superstición
nes antiguas. Negó los miste»
rios y creyó los auspicios, loa o»
ráculos y la májia: no hizo nada
estable^ porque quiso mudarlo
todo» y su efímera revolución
no duró nsas que el corto inter-
valo de su vida.
Como administrador, |uea y
guerrero» Juliano, semejante k
Trajano y á Marco Aurelio^ fué
un grande hombre; pero su le»
jislacion retijiosa, mexcla eslra*
vagante del deismo« de la doe*
trina de Platón y del poUteiamQ»
le hizo en cierto modo ridículo»
y la persecución contra loa cris<*
tianos odioso hasta tal punto;
que los enemigos adquiridoa
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ML BAJO nfPBBlO.
9t
por su tnjasticia, no quisieron
reconocer en él ninguna de las
grandes y sublimes cualidades
que poseía.
En su Juventud, no atrevién-
dose & contrariar los órdeneS'dé
Constancio, las eludió; j no pa-
ciendo asistir á 4as lecciones del
retórica lentil Libanio, estudió
sus escritos. Confinade^á Per-
gamo, halló en aquella ciudad
astrólogos y mnjicos, tales comt>^
Eiteso^inficsimo y Jámhlico: ei
tos subyugaron su iinAJinacion y-
áedujeroo sus ojos con presta-
Jios, de modo que le LricieroQ
creer haberle puesto en comu-
Bleacion con ios dioses, y que
las deidades le aconsejaban en
gueftos: le parecía distinguir en
la voz si el que Ib hablaba era
Júpiter» Minerva^ Apolo, Diana
ó el jeniode Roma.
Informado Constancio de sú
inclinación á la idolatría, encar*
gó k Accio, obispo arriano, que
vijilase su conducta. Juliano,
too un disimulo muy raro en su
•dad; pero muy eomuo bajo el
despotismo, engafióá aquel ar«
diente sectario y sutil orador.
Afectando mocho zelo por 1^
relijion, cuya ruina meditaba,
tomó el hábito de, monje, ébizo
en la iglesia las funciones de
leeiar.
Después de la muerte de G^lo
letuvíeroirpr^ísoen un castillo
siete meses. Bl camarero Euse*
bio DO cesaba de instar á Cooa».
tancfoéiiue le mendase matar, di-
ciendo que era me imprudencia
dejar vivo á tin prfocipe, el cual
tarde ó temprana querría van*
gara su familia^ La emperatrh
Eusebia; que se interesaba por él ^
le^alvó y le obtuvo el permiso de
ir á Grecia á coQch»ir sos esto»
dios. No se podia eiejirun des-
tierro mes suave-ni uua mansioD
mus agradable para Juliano: Gre-
cia era patria de los poetas, á
quienes amaba, de los filósofos
queadmiraba, f de los dioses que
adoraba^en secretot^Su memoria
prodijíosa, sa inteósaaplicacioo,
la vivacidad de aa espfritu y la
esteosioD: de- sus conocimientos^
admiraron á los sofistas y orado*-
rfesde Alenari. San Gregorio y Sao
Basilio estudiaban eotonceseola
misma ciudad: Juliano, obligado
á ocultar sus opiniones, lela coa
ellos aparentando sumo ardor,
los libr«3S sagrados. Estos padres
de la Iglesia le^cbaroo en cara
después su potiticaarlfficiosa pe.
ro forzada, como una odiosa bí-
pocresia. San Gregorio dice, qué
Juliano tenía ojos vivos, cejas ar-
qoeadas, boca grande, el labio
inferior caido^ el cuello gruesa y
encorvado, espaldas anchas^ cuer-
po biefi proporcionado » cabe-
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62 HISTOIIIA
líos ensortijados,barba erizad* y día, halláodosc eDmedio de los
y en punta. Sa estatura era -pe-
queña, 8U fisonomía maligoa y
burlón*, au mirada incierta, 8«
^ndar vatilante: hablaba apf¡íH^
y guátába d^ hacer muchas pre-
guntas que se sucedían unas á o«
tras^con rapidez.
A pesar de sus demostraciones
^e piedad, lospaganos, enamora-
dos de su injenio, ^'hacian votos
porque ascendiere aHrono;y San
Gregorio, penetrando sus verda-
deras opiniones-porentréíBl velo
relijioso con que las disimululia,
escribía á sus amigos: Este prin-
cipe i$rA enemigi> Ue la reí ij ion:
es un monstruo que el imperio ali-^
menta ensu séno.^¡ P4egue á Dios
que yo^ea falso profeta I Los his-
toriadores cristianos describan
menudamoiiie'los urtíficioii ^ue
•se emptaibw para hacerte creer
que estaba en común icacíon coa
los dioses .{1). Refieren que un
(1) Cnno los •iHoret Cf iMÍástícbs
hau pinUdo á^aViano^cMi colores taa
feos, f btn apuraiU coatra él «pdaf
U« denominaeioiies «us ^^iosas, nos-
otros, que ijaeremos vco^ar-su meaio-
ria ari coioo la detodos^lo* bowbrca
de saber é iiitcli|eiicU,'* quienes pé-
telo esu drcuiiataom ban^iaUíi^do,
■os tomamos la überUrd de rvp^oducir
m» troao, en quf babla sobre' Julíauo
ti profundo literato I*id&o LsroUi, en
•n Jtievue IndependanU^ tomo III, pa^
demonios hizo la señal de la
cruz , y todos desaparecieron.
EUrado en París on 1.® de junio dt
*1S42. Dtre de esta manera:
••Negar, %sjo todos aspectos, la ver-
«dad det eristianismo, como ban be*
<Mcbo á loenudo lot titésofos, seria á
•nuestro p«recer hoy lie poco prove-
•cbo, y un indicio de poco saber; por-
»que seria continuar *«n combate ya
•terminado; en ves íáe proseguir útii*
• mente la^icioria.
*• Apenas tiabia triunfado el cristia-
«nismo bajo G>QStantiuo, cuando apa-
•recio Juliano, hombre que hubiera
••dado volunUriameilte su vida y aa-
•crtficado el imperio por estermiuar lo
• qne él I1amnb»4in« miserable superé"
•iichn, Nieljénto de este ¿lorobre, ni
•an poder pudieron conseguido: pasó
«acéleradiusiente, y él cristiantamo tiu*-
• r4| y el imperio -y los dioses de Julia-
•»nO'«ayerpn'<mnte la rélijíon que des-
• pf«ciaba. Superiticioso Juliano, solo
>• babia^ protestado -contra la ^ueva su-
^persticion en ••favor de^la ant^i^tu. Su
• gloria y su^veigüensa quedaron* indi*
^caolnblemente oniílas. Débil y Inerte á
• la vas, devoto 'é irrelijiosn, ha mere-
licído al nombre de Apóstata, por ba-
• ber conocido U relijion del porvenir
^•^ haberse -suelto á la de>4o pasado.
• Pero su ^iroCesta, sin embarfo, no
-N»«ra vana. ^Pudo no abrasar moa qu«
• k-»ada, euandoipara impedir se le*
«VMitase un nutvo altar, se agarró 4
• los altares -ruinosos de los dio»es au*
• tiguos; pero aquella pieitad por un
•culto que iba á morir, tenia algo dt
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DEL BAJO
Estas narraciones son verdade-
ras fábulas y sopercherías; mas
lo que hay de cierto es que Ju-
liano era supersticioso; este A-
kSsofo austero er» ño paganecfe*
Toto» j la superstición es ca-
pas de todo. Se briao iniciaren
• Hilinift, al,menoft coolr» U forma
• ídoUtríra nueira, ti t» cierto qwfy ae-
»^aa la palabaa de Jeaua, vendí J tieiD-
. »po en que loe bombee* a4oreii.solo en
• upirittt y- en vtrdad (*•). Coaiiavieu^
• l>uet, lUm^nd^ole Apóetata loa^ftcfr-
• doirsde fita reH¡ionqa« entonces era
• de) porvenir 5 que- boy etdi^l paaado;
• liágaulo en boenora, pero no seria
' •iufícienles é acallar la voideVolta^
• re, que» respondiendo como oa eca
•después de UMitoe siglos, le ha Uaiáar-
•do grande bombre. Coatinoen en ha-
•cerle dédc ea loe últimoe máHaenloe
•de lia vida: "Catiteo, 14 bes vencida;?
• porque si Ules palabras se le haa cs^
•capada muriendo, ee creiUe también
•que rodase en ao espírilu olvo pensar
• miento, y que coma ei Graco, solo
•cayó artoj^ndo polvo acia el cielo en
•demanda de sus vengadores:
JVxóriare aUquil noñris ex oisilmLuUor.
• T en verdad que no le han faltado
•vengadores, pues al 6a de íoe iiem-
; «poe, cuando á su vea eslaba ya espi-
' •raudo el crtstiaaisiiio, apareció Vol-
• taire. Eutre Juliano y VolUire, ¡qué
- ^ C) Sah JirAir,ca^;iV.
IMPBaiO. 63
los raislerles de-Eleusis, que da*
raron^ todavía ctiarenta alos, es
deeir^ basta la ima^ioiii de Ala-
rico.
lliliano teniaü veinticuatpo
coando^Cbnstancio le envió ór«
den de- venir á Mbdiolaoo para
•cúmulo da-aJveisarioft det eristlanis'-
»mo se han sucedidor de una en^ otra
•edad! ¡.qué^loriosan filanye daalibae
«esrojidasi de intclijenciaa*iMibliai#s, ha
• producida U homaDidad para resistir
»É e»l^ cuito convertidla en opresoat
» primero todos aquefTos q«ie han ser-
•vidoa la libertad del espirita huma-
•-no, bajo el nombre de herejes, y qut .
• se han inspirado con el «ristiauismo
I* pátñ! iransfbrmavlo; y después los que
• haa becho> conducir todas las berefiaB
•i una negación completa. Gloria 4.
•ellos t,... pero eran Hombres, y su-
Ȓeto0.al error.
. "Necesario és eftrtivamente que ha-
»ya error por ambas paHes; parque veo
•-la humani lad divi<lida en dos bañ-
ados, y no puedo eonsentir en creer
»<|ne todi el error esté de una parte, y
•toda la mentira de la otra."
• Si lomáis partido por el campo fi^
• losófico dé Juliano y de Voltalre, el
•cristlaiiismo es éntu tataiidad vkn^
•mentira. I^ humanidad en masa se
i^haengaaado^ completa y fúndame»-
i^tahoeateduranlemil ochocientoacoa-
• reou y dos. a2oe. ¡Qué herida á la
•certidumbre. humana f Fortoeo es con-
•venir en ello, el golpe es mortal; y
• lo mu seguro después de esto, es da-
•der de todo."*
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«4
nSTOUA
TesUr lafnftrpim. Recibid elle
decrete tomo tina seofteocia de
«condeoaoioo: .prefería entonces
loe placeres del estudio á las rlu-
"Biones del poder^ 7 sentía srnce-
'raménte perder la coKe tranqui-
la de oradores y filósofos que le
rodeaban» y las sombras pacífi-
^ú$ de los jerdines de la acade«
ffnia. f emeroso de 4ral potado
<lel omioída de s« faariiia, corrió
*el templo de Minerva, se pros-
temó al *pie de sns aHates, y la
suplicó'queTelaseporsu vida*
Al mismo tibiipo ajitaban o-
tros temores y^uiSadosel ánimo
de Constancio: solicitado por Ja
•emperatrízá favorecer á Inliaño,
alarmado por la$ representacio-
nes del. pérfido Eusebio, suM^ama-
teroy enemigo, jurado de «quel
Joven, vacilaba en si debía ma-
tarle ó coronarle. Eusebia' fijó
^u incertidumbre, didéndole:
«Los negocios interiores del im-
»per4o ecsijen toda tu atención,
^los sáiHUotas^godos qué pasan
velDanubio, losj>ersasqueinva-
»den el Oriento, van á emplear
•todas tus fuerzas* Nol»astas«o-
y|o á tantos cuidados. Las CaUas.
Mstán en peligre, 8Cometidas.por
»los francos y JernMinos. Envía á
üJuliano contra eUos: «i ^vence,
atendrás la-gloria de su triunfo:
'Nsi sucumbe, quedarás 4ibpe de
nun enemigo*-»
Cuando supo que el príncipe
%abia Negado á las cercanías de
Hediolano, el emperador decla-
ró pábHcameote laTesolücionde
•nombrarle cesan nmtioia que es-
citó la sorpresa y las murmura-
ciones de los eunucos y libertos^
temerosos de la elevación de un
príncipe hábil y que los despre-
ciaba. Bebiendo recibido drdtso
ie venir á palacio para habitar
en él, se presentó sin haber con^
saltado á los dieses, tan tt4^e
cono nn reo conSucido al ca-
dalso.
'Cuando se le hizo coitar k
barbe y se le quitó la capa de filó-
sofo, tan ridícuhi en la cofte, pa*
ra ponerle el trajeguerrerode los
^éüres, mü cortedad y sUencio,
sus ojos bajos, su ademan triste y
pensativo le granjearon algunos
sarcasmos de los duques, condes,
y cortesanos'Cdrrompidos. Como
este príncipe atendía mas á los
iofertunios qne al esplendor del
supremo poder, suplicó á su Ho
^ue le libertase de la carga y le
dejpse Tvivir ejimedío de sus a*
mados libros, preferidos por él
«entonces sinceramente al bulH*
Gio del mundo.
Constancio le dijo ^que antes
4e tomar definitivamente iin
partido tan pooo conveniente á
su cuna, hablase con Eusebia.
I Esta emperatriz conjuró i Ja-
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mSL B4J0
liMo i|m ifemiiititie á w selvá-
tica ñ\iñotU^ coDtraria á los de-
beres qae le inspiraba la virtud:
le hizo entender cuan preferí-
ble era vencer las dificultades á
hnirlasí; que sas estadios serian
iflfnictireroa, si solo los apli-
caba á vanas especulaciones^ y
goe llamado k trabajar en la sal-
vacion^l imperio» no podia sin
infamia renunciar ft este cargo.
£1 priacipe cedió á sus instan»
cias.
En esta época en^ue el poder
absoluto se habia elevado sobre
la ruina de todas ias institucio-
4ies, no se ecsijia ya para nom-
brar un cesar el consentimiento
4el pueblo y dtsl senado^ pero
ae.consultaba todavía al ejérci-
to, porque el imperio era una
especie 4e república militar.
Constancio, rodeado de ios grao-
des, Jenerales, principales dig-
aalarios, y en presencia de la
guardia y de las lejiones, anun-
4UÓ que si las tropas lo aproba-
baD> daba á Juliano el título
de César. Los soldados manifes-
taron su adesion dando con las
rodillas contra los escudos.
«Principe, dijo el ^emperador:
•recibe la púrpura de tus ante-
»pasados: toma parle en mi au-
steridad y en mis peligros: arro*
aja á los bárbaros de la Galla: sa-
ina las heridas que aflijenaqMel
lUMO XiV.
nmsiao. 65
•desgraciado paia: anima con ta
•ejemplo las tropas y conserva*
•las con tu prudencia: hallen en
»tíun Jefe intrépido para lle«
•varias ai combate, un apoyo se<»
•giiro en sus necesidades, un í-
alustre. testigo de sus azafias« Sé
«modelo y Juez de su valor. Yo
»te miraré siempre comosi estu-
»víeses sentado junto á mí en
»el trono: mírame tú como si te
«acompasase en los peligros. Ve,
icésar : lleva cootigo la esperan?
«lay los votos de los romanos,
ay defiende valerosamente el
•puesto que te confian. ^
A estas palabras sucedieron
aclamaciones uaiversaies, que
hizo mas«enérjicas el aspecto del
nuevo cesar, admirable por su
ademata guerrero, suT semblante
sereno y sus ' miradas llenas de
ardor: subiendo después en el
carro del emperador, entró con
él triunfante en la ciudad; mas
no olvidando enmedio del tu*
multo de los curiosos y los ome-
najesdeun pueblo inconstante,
las vicisitudes de las cosas hul-
manes y el fin trájico de tantos
príncipes que empezaron como
él con aplausos, aplicaba á su
situación los versos de Homero
en que «compara la púrpura de
los reyes al lienzo mortuorio de
los cadáveres*
Eusebia, para completar su
»
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66
obra^ biso que se le diese por
esposa á Elena, hermana |le
Constancio; pero de lodos los
dones de la emperairii, et que
recibió con mas graliind ftié una
biblioleca numerosa» apreciada
por ¿I como remedio de los ma-
les y ccNisuelo en los infbrtunios
de la grandeza.
CoKnUGTA DK COMBVARCIO OdSC
jüLUNO. — No lardaron mucho
e^bacerlesenlirelpesodesuele*
vaeion« Constancio comenzó ale-
merle desde que le hubo ensalza*
do. El nuevocésar no fuémassi«
no el primer esclavo Je palacio»
donde el emperador ie detenia
cautivo. Guardábase su puerta
cuidadosamente: rejístrábase á
los que entraban eq su cuarto^
para ver si Iraian cartas. Con el^
pretestode formarle una oorte>
fueron despedidos sus criados y
remplazados por espías. De los
hombres elegidos por él solo con-
servó á Orí baso su médico» y
tf$é porque ignoraban que era
su amigo.
Ai mismo tiempo que se4e
encargaba el gobierno peligro8Í««
simo de Espaüa» Britannia y Ga^
lia» se le quitaban todos los re-
cursos para la victoria: parecía
que se temían sus triunfos mas
que sus derrotas^ Los generales
tuvieron encargo de vijilar á su
Jefe mas que á los enemigos: las
OMA
leJiOMS debHitadas é fotinaida*
das por un larga serie de reve-
ses» no recibieron refuersosc se
limitó la autoridad del príiici- ^
pe» y se le negó la facultad de
distribuir grados y recompensas.
$alió de Afilaircon trescienlos
hombres de escolta: Goostaocio,
que le acon^pañó basla Ticioo,
supo en el camino la tooui de
Colonia por los birharus» j la
ocultó á JiuHano. Separáronse
al fin; y et cesar, corriendo á los
peligros» creyó acercarse á la li-
bertad conforme se desviaba de
la corte. Los galos le recibieron
con entusiasmo; y una mujer de
Viena» ciega y fanática» le pre*
dijo que ensalzarla el imperio»
y restableceria el culto de los
dioses.
RSTaATODB JÜLlAllO.~lulÍ&*
no» al entrar en sa nueva ca- »
rrera> tomó por modelos á Mar-
co Aurelio en el gobierno» y á
Alejandro en la guerra. Marcha-
ha con laa tropas á pie» descu-
bierta (a cabeza» arrostrando la
inclemencia de las estaciones»
sin mas cama que una piel estén-
dida sobre el suelo: comia el mis*
mo alimento que et soldado: su«
fria comoéi la fatiga v asistía á sos
trabajos» y se entregaba con ar*
dor á los ejercicios militares.
Uno de ellos era la danza pirri«
ca-| y un dia que la estudiaba, no
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DEL BAIO
pado dejar de eselainar: «¡Qaé
•oficio este pare un filósofo! i»
Gaaddo eonclaído^ \é% traba-
jos de la guerra t^ozabn las trom-
pas de reposo» luliano se deUiSea-
ba á los caidados de la admJnU-
Iracíott y de la provísfua del
ejército» k la reforma de los abu-
sos» y á la reparación de las io-
Justidas. Este príneipe iaratiga-
ble eaipleaba gran parte del dia
en estudiará Políbioy á César,
en meditar sus planes de opera-
eion» y su recreo era la lectora
preferida de los filósofos. For-
xado por su posición á disimu-
lar s«s verdaderos sentimientos»*
profesaba públicamente el cuito
cristiano pero ofrecía en secreto
sacrificios a los dioses. Aborre-
cia á Constancio comoá enemigo
delosülósofosy del jentilismo»
y como*á estermiáador de su fa-
jniUa^ y se veia obligado á oia*
Bifestarie gratitud y adesion. I£n
fio, esta dependencia» á 4a 4^ual
había querido en vano sustraer-
se» le puso en la necesidad de ala-
bar en público según el 4iso; por
^os ocasiones, 4as virtudes de un
•mperador á quien aborrecía»
y los4alentosdeun nombre c^ya
incapacidad depreciaba.
Mientras que «rodeado de esco-
llos buscaba ios medios de sai^rar
las Gallas» triunfando de tosos-
táeolos que le oponían el Valor
iHvfctio, 07
de loa barbarea y la envidia de
'Constancio» este emperador se
eoqiefiífba cada vez' masen las
disputas escandalosas délas sec-
tas. Seducido por los arríanos
mandó k Filipo» prefecto de O-
rtente» que echase de su silla á
Paulo» obispo católico deCoos-
tanttoopla» y pusiese en su higar
al beresiarca Macedonio. Paulo»
preso por los soldadxis, fué car-
gado de cadenas'y conducido pri-
mero á Emesa y después k Capa-
docia» dohde le aorcaron con un
un dogal. l.os ciudadanos, indig-
nados por esta injusticia, se reu-
nieron amotinados en la iglesia
de Constan tinopla: todo el pue-
blo se su Meiró^, pero impotente
contra latuér^a organizada» fué
desbaratado y dispersado por las
aropasde FMipo; y Hacedonio,
prolejído por ellas» pasó sobre
tres mtt cadáveres, parai subir á
la silla episcopal.
Disairsions BVTiBcovsTAvao
TXOiS OBISPOS pon CAUSA DB ATA-
JtASlO.— O^) ^^*^^°^^» ^^*
Uendo convocado un eonoUio á
sur palacio de Mediolano» propu-
so en éf'ons profesión de-fé en-
^eraMeaíte arríana; los obispos
caióliii0i (a desecharon como he-
rética y se aegarou á firmarla,
OpibiéronMtAmbíen á la conde-
tíacldtt de Aianasio» de quien el
j^rfticipfc se liedaró acusador.
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68 nsTosiA
«Los cánoaes delalglMh, de-
»ciaQ» proibeo condenar á un
•hombre sin oirle.» «No hay mas
»cá nones que ai rolonlad, re*
i»plicó el emperador: elejid en-
»lre la obedieneia ó el des-
«tíerro.»
Muchos resisten y quieren res-
ponder: Cdnslanclo, enrarecido»
saca la espada^ quiere herirlos,
y manda que los lleven al cadal-
so. Parten sin replicar: el empe-
rador muda de dicjlámen, los
llama^ condena al destierro á tres
de ellos y presenta á. los demás
para que la firmen, la destitu-
ción de Alanasio. Algunos la fir-
man por miedo: el mayor núme-
ro persevera en su resistencia y
se retira á la Iglesia. El eunuco
Ensebio entra en ella al frente
de un piquete de goardiaa^ y
prende 4 cientocincnenta perso-
nas á Plisar de las amenaxasy
reprensipnes de San Hilario, o-
bispo de Pictavios (Poitiars),
prelado vtyierable^ tolerante» ca-
ritativo» pero firme é indepen-
diente: en esta ocasioo comba-
tió el despotismo imperial con
una libertad verdaderamente ro«
mana.
Constancio encai|[d á Eusebio
que fuese á Roma Á ecsortar ai
papa tiberio para que firmase
la condenación de Atanaslo: en-
vióle con él presentes magnífi-
cos. Bl papa se negó á firmar» é
hiio arrojar con desprecio fuem
de la Iglesia los regalos» Bl prín-
cipe irritado mandó á Leoncio»
prefecto de Roma, que prendie-
se al papa y lo enviase á Medh>-
lano. Esta drden se ejecutó á pe-
sar de los esfuerzos del ptiebto
por conservar su prelado: Leon-
cio engañó la vijilancia páUlca,
y sacó ai Papa de noche. Uberio
llegó á Milán, no cedió al poder
ni á la ira del emperador» y foé
desterrado á Tracia. Constancio»
por miramiento á su dignidad y
para preservarlo de la indijeo*
da» le envió quinientas mone-
das de oro. Ymloe e$e dümo á m
amo, d^oei papa con soberbta
al oficial que se lo entregaba:
lo m$e$Uá pora pagar $ui tropa$.
El clero católico de Roma, afecto
á Uberio, noqoiao nombrarle un
sucesor; loa arríanos elijieron á
Félii. El odio de entrambos par-
tidos escitó en Roma conmo-
ciones ian sangrientas como lat
de los Grecos» y en aquella épo*
ca la Iglesia católica se vio peN
seguida por los arríanos con ta»»
ta animosidad como lo habla ai-
do por loa paganos. San Atanaslo
decia: «So violencia es pmebd
»de as -error» porque la verdad
•no conoce mas armaa que Ik
«persuasion.il , t ^
£1 emperador quería eona»-
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MOL BAJO WKtlO.
mar la ruina de Atanatfo, y tía
eiñbargo no »e atrevía á flolar
toasIflesiameBle la palabra dada
por él de do aenteocbrlo sio oir-
le. Para eludirla, eoeargó á sus
ministros que le edMaende- A*
lejandría; pero no lea dl5 dade^
nes por escrito. Los ejipefosy. en
defensa de an obispo, resblenr
el duque Siriano^ al fírentON de*
cinro mil lejionarios, los aeo-
mete 7 destroaa, 7 penetra k
mano armada en la i^eles&i : el'
pueblo, arrostrando la muerte
. liberta al obispo de la ftiria de
los soldados. Atanesio, amado
de sus partidarios, encontró «•
sito en todas parles: una mo-
aneta le ocultó durante muchos
días.
El conde Heraelio amenaxó al
pueblo, que no dejaría entrar
víveres en la ciudad, si no aban*
donaban á Atanasio. El teaaor
obligó á muchos á firmar: la
igleaia fué saqueada, y los ejip»
doa jentíles gritaban: ¡vím el
mmpwmicT Vomianeio que $0 ha
eomirtido i nueHra r$tijionl
¡ Ffvan loé arrianoé qm ya no
mm triaianoil
Loa arrianoa rencedorea eH-
Jleron por obispo á Jorje, el
eual en vez de calmar laa pasto*
Desde su partido, añadió lefia
al fuego. La yenganza fué tan
cruel como larga habla aldo la
resistencia: muchos católicos pe*
recieron, 7 /os mmí$re$:arrianm,
dicen los autores eclesüsticos,
$€mejanU$ á Mékaiei enfureció
des, entregaban á la$ catótiea$ á
loe mm-9iotenta$ ultrafet.
Atanasio huyó i los desiertos,
y encontró en las soledodes de
Antonfo y Pacomio un> abrigo
seguro é- ignorado. En esta mis-
ma época apareció la herejía de
Macedofrio> que negaba la di-
vinidad del Espíritu Santo.
GDBBtmie Mí jciiAiio* — Mien-
tras que el furor del arrtanismo
degradaba la dignidad imperial,
comprometía el peder del prín-
cipe, y ensangrentaba á Roma,
IGonaiantinopla y Alejandría, Ju-
liano, estudiando en Yiena Ja
ciencia militar,' llegó á ser su-
perior á' sus maestros. Después
de haber reunido sus fuerzas,
restablecido el orden en la ad«
mini8\racion y la disciplina en
las tropas, oido las quejas, re-
primido las concusiones y miti-
gado los- impuestos, se puso en
I marcha para libertar-las Ga-
llas de kis bárbaros que las sa-
queaban.
Protector en aecrelo de ios
jentiles, neutral entre católicos
y arríanos^ aevero con los gran-
des, familiar coa el soldado, a-
fable con los galos, amado de loa
filóaofos y oradores , que lla-
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70 HisTomu
maba de todas partes á su cortew j da empresa arrie^gnda; pero Ja.
se liaMa 'granjeado el afecto o-
DiversaL Disputeodo con los sa-
bios, baciendo versos con les
poetas, }a%gando con los roafís-
trados j combiftiendo con los
guerreros, se Tela en su corte
la misma meafChi gue en su t^a^
rátter. Las capas de los filósofos
se troñffundian con los yelmos de
los militares, y ^en su palacio
batria knn mismo tiempo tribu-
bal, corte, -cattpsrmento, iglesia,
templo antiguo, escuela y^ica-
demia.
Su^aversion 1í los placeres lia-
bis disgustado á les afeminado^
moradores de Ántioqufa y Bi-
xancio^ pero le ganó la estima-
ción delcs-g^os. So mait^édiim-
bre> instrucción, vador y grave-
dad hicieron olvidar á Consta n*-
ció, y -transfirieron á «la <^alia ta
majestad Verdadera del inipe-
rio.La sombra de Homa aali-
gua parecía -estar á su tado y
complacerse ¿n oír grabes dis-
cursps 7 ^sentencias j usías, en
ver ciudades reedificadas y cam-
pos cubiertos dé W*icas miases ó,
de trofeos^gloribsos.
La'({ntendion de^Constahcio^ra
dejarle^soiameote un ^vano títu*
lo, y <|ue Marcelino ejerciese el
poder:^i'-eao lé baúa rodeado
de Infames *cor tésanos que le a-
partas^ de los negocios y de to-
liano, sordo á sos consejos pusi-
lánimes» y despreciando laso-
brevijilancia de Marcelino, se
puso al frente de un coerpo da
tropas, poco numeroso á la ver-
dad, pero coyas fuerzas y valor
debió con so ejemplo. Marchó
contratos b4rbaros:en íes pri-
meros dias, con mas ardor que
prudencia se dejó sorprender, y
so retaguardia sufrió alguna pér-
dida-, pero este pequefie rev¿ le
fué mas útil que si hubiera em-
pezado poruña victori», Besde.
entonces observó precauciones,
evitólos lazos, no marchaba sía
reconocimientos anteriores, y
Juntó la prudencia de un capitán
veterano é la intrepidez de un
guerrero Joven.
Atacado en todos ios punios
p<>r4ina^án nkultítndde alema-
nes y jermanos, los pechazo, a*
vanzó siempre combatiendo y
persiguiendo á los enemigos has-
ta &emosj(Reims}, donde reuuió
todas tas léjioues. Entonces sin
4>erder tiempo marchó al Rin, y
dio batalla á ios enemigos cerca
dé-Brúmato: la táctica 4tMiiana
^juofó de la intrepidez <áe 4os
bárbaros, que rodeados y des»
hechos^ después de baber^perdi-
do mucha Jeote se refujianin á
las islas del rio. Al mismo tiem-
po amenazaban 'los Jutongos á
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I^U BAJO
Itoibi: bift tropas de CiinsUiiieio
marcha ro» á ftacia cooira ellos.
Jaiiano por 9u parle las atacó á
retaguardia, subiendo rápida-
mente el rio hasta Augusta de
loa Rauraeos (Basilea)« Aqiie*
Ikia bárbaros, espantados de so
resolución, y Tiéodose entre dos
ejércitos, flriDaron la, paz. El
nut^vo César, restablecido el o-
ñor de las armas romanas, puso
sus cuarteles de invierno en
Ajendicc» ($enii)« La Jermania
era eulonces un semillero de sol-
dados, y sallan á cada instante
dci ella enjambres, cuya procsí*.
midad no se sabia sino por los in-
cendios y devastaciones que can-
aabau. Ni tenian sistema en su
politice ni método en sus opem-
ciuues militares. Las invasiones
eráu cortas y violentas: dejaban
lasorausy las volvían á tomar
con igual facilidad^ y era impo-
sible' establecer con ellos una
pax sólida*
AzA&AS OB iULiAiio.<-'Caando
se iesareia mas tranquilos pene-
traron repentinamenie en la Ga-
lia« y sitiaron á Juliano en Ajen-
dko. Marcelino^ oyendo solo la
voz de su infame envidia,, le dejó
ain socorros. Pero como en el pe-
ligro se muestra la superioridad
de las grandes almas, Juliano,
abandonado k sus propias fuer-
zas, en lugar de mantenerse ti-
ISMUIO. 7t
oaidameote á U defensiva, aU«
cd á sus namerosoa sitiadores,
loaengafióeon falsas aoometidaa
sobre un punto, reunió todas sos
fuenas en otro, desbarató á los
bárbaros» hizo en ellos espantosa
carnicería, tos aoyenió, y los o-
bligó á pasar el Rin. Marcelino»
que deseando arruinarle no lo-
gró mas qoe aumentar su fama,
fué llamado á la corte.
Mientras que lagloria romana
resucitaba en la (Salia, Gonstan*
cio, gobernado por Rufloo, pre*
fectodel pretorio, por Arbecion,
jeneval de la caballería, y por
el eunuco Ensebio, ejercía el
mas imbécil despotismo» El te-
mor le hacia eruei y multiplica-
ba las acusaeione^ una palabra
imprudente^ una queja eran crí*
menes de lesa majestad. Sin em-
bargo, envanecido por algunos
triunfos de sus armas en Becia,
y victorioso en el Rin por el va-
lor de Juliano, creyó que mere-
cía entrar triunfante en la capi-
tal del mundo, donde nunca ha-
bía estado. El senado y pueblo
soUeruu á recibirle. Admirando
como viajero las antigüedades
de Ruma, vio con respeto los
grandes monumentos de gloria
que encerraba aquella ciudad.
£1 tímido Gontancio tomó a-
siento en el senado, y ocupó el
puesto que habían ilustrado ik*
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72
«rnToniL
toa, PoKpeirs, Césir y ln««*o.
Se mostró en^l foro, y «reogó
el pi»eMe desde la tribuoa, don-
de haMa resooado en olro tiem-
po la voi de Clceroft. Vencido
por la memoria de la antigua
Soma, confirmó los privilejios
de las vestales, j aon confirió
sacerdocios á figones personas
distíngttídas por su dignidad y
luiciraieoto./Sio embargo proi-
t)ió los sacrificios baje pena de
muerte, según se ve por ««a ley,
inserta en él código Teodosiano,
que ^c^slmümenle nunca se
publicó. Sii conducta respecto á
relijion, estuvo siempre ilena de
inconsecoencia. Tolerante en
Bomucon el paganismo, no ce-
oó de turbar el imperio con so
zélo por elürrianismo. Gn fin,
bizo celebrar juegos solemnes,
según la costumbre romana, eú
todo el imperio^ y para embelle-
cer la capital con un monumen-
to nuevo, hizotraer de Ejipto á
mucha costa el obelisco de Ra-
messes do ciento treinta pies de
alto, y que §e ve todavía en la
plaza de San luán de Lelran.
Los católicos iamenlaban 4a
ausencia del papa tiberio^ de-
puesto arbitrariamente s y las
damas romanas se presentaron
al emperador, y con sus ruegos
é instancias consiguieron la*res-
títuciofl del prelado. Liberio
volvió á Roma, y firmó la con*
dtnacíoo de Atanaslo y la fór^*
mola arriana.
Elena, mujer de InKano, tu«
vo varíes bijos que murieron
apenas nadan, y después quedó
estérik La calumnia, que siem*
pre persigue á los grandes, no
perdonó á Eusebia, é bizo creer
que esta emperatriz infecunda,
envidiosa de su cuñada, le ha-
bía, dado uo breba^ paM po-
nerla incapaz de dar sucesores
al imperio. No se puede conci-
liar semejantecrjmencon la idea
que b historia nos da del carác-
ter virtuoso de aquella empera-
triz, que siempre se opuso á las
pérfidas intrigas del camarer»
mayor y de sus partidarios con-
tra Juliano^ Siempre fué la pro-
tectora de este príncipe: consi-
guió que se le aumentase la au-
toridad de qiie usaba tan hábiU
mente: hizo que se destituyese á
Marcelino, y que se le diese por
sucesor en el manda de las tro-
pas á Sevino>, jeoeral esperi'^
mentado, incapaz, de envidia, y
digno de sor el segundo de Ju-
Uaooi mas no pudo quitar la pre-
fectura de la Galla á Florencio;,
cuya bajeza, orgullo y codicia
se opanian constantemente á to-
das las reformas saluiiables que
proyectaba el principe eu la adr .
miaidtracioo .de sus provincias^
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A péwr^e MtM oMitttilos logró
JhiliaDo |K>r sa perseiperancia to-
dos sos designios, aosiliándole
jNira ello qq galo, llamado Sa-
losifó^ bombre itaalrado, aai-
Boso y fiel: merecía le too San-
n del prtecipe» y esle ere digno
de teneriepor amigo.
Para libertarse de tas sorpre-
sas de los bárbaros^ estableció
OQ la linee del Rin postas y co-
rreos qneoomunicaban las no-
tidascon sima rapidez. Sin^sm-
bargo, 4os Jómanos pesaron las
fronteras y peneireron besa
Lugdujio. ioMaiio reunió les te-
jiónos/ marebó contra ellos, y
los destrozÓL. Había desteeado
tres cuerpos para cortarles la
retirada^ y ao ae babiera esca-
pado ao solo^aeaigo, si Barba-
eioo, Jeneralde Constancio, que
estaba en Augusta de los Raora*
coscón TOtnte mil bombres, fal-
tando á su deber, no bubiése da*
do paso á los alemanea. Al mis-
mo tiempo acnsd do traición y
onganctie á Vatentinianou Jene-
ral que le baUa llevado la carta
«n qoe el cesar le Invitaba á a-
nírse á éi'cootra loa bárbaros^
Constancio^ sin ecsaminar el be-
ebo, desUtnyóé Valeotiniano, á
quien la fortuna, que entonces
ie oprimía, ieguardaba-ol trono
imperial.
Juliano, no queriendo dejar
TOMO XiV.
nmttio. 73 .
tiempo á los enemigos para re-
bacerse, determinó pasar el Rio,
y pidió boques áBarbacioo; mas
como este los rensase, se vio o-
bligado á esperar que con^ los
grandes calores bajasen las a^
guas del rio: entonces atravesó
uno de sus braios, sorprendió á
los bárbaros, que se habían dis-
persado en, las islas, y mató un
gran oúelero de ellos. Los de«*
más cargaron sobre Barbacion,
lo derrotaron » y le dieron de
este modo el castigo de su ale*
voaía*
Entretanto siete reyes alema--
oes, indignados de ver libre la
Galia, y las armas de Roma vi-
gorizadas, reaneo sus naciones,
se acercan áArjentoracto (Stras-
burgo), y mandan insolentemen-
te á Juliano que evacué aquella
frontera. Cbnodomario era el A*
gamenon de aquella «oafedera-
cion bárbara*
£1 principe, deseoso de atraer-
loa á ta llanura de Aijentoracto,
les deja pasar el Rin, sale de Sa*
veroa, y so acampa á la vista del i
enemigo. Los soldados qoeraan
combatir^ el principe, teniendo
por mas conveniente que repa»
^'asen sos fuerzas coa el descan-
so, proeora «calmar su ardor»
«Cnanto moa aprecio, les dice,
•vtiestro déouedo, mas avaro
9debo ser do vuestra saogre: no
10
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74
HiaTOUA
^qaerais con \ñ pf«ct|»ilackHi
•comprar cara ima v^otorUeier-
»ta. El valor DO ei la óaica preñ-
ada del guerrero: ai se mue^ra
»allivo coDtra el eaemigo, debe
Bser modesto coa sm carneradas
»y dócil á su jeuerah Puedo da-
«ros órdenes, mas prefiero la
«persuasión al mando* El día ra
•cayendo: la iioehe, poniendo
•fin al combate, os impedirá
•completar la victoria. Habéis
•caminado por arénales encen-
«didos: estáis en un terreno in^
•terrumpido por ramblas y ar-
«boledas: el enemigo ha cobrado
•fuerzas con el descanso: una
•larga marcha ha disminuido las
•vuestras: mi opinión es que nos
•atrincheremos con prudencia
•para pelear mafiana con intre-
•pidez. Cobremos vigor por me*
«dio del alimento y del snefio: al
•rayar el 4ia atactreoios y ven-
•ceremos á los bárl>aros.^
Quería proseguir, pero los sol-
dados impacientes le interrum-
pen> braman de ira» dan en los
escudos con las lamas, y gritan
pidiendo la balalla«
Enmedio del tumulto un alfé-
rez alza la voz, y dices «Marcha,
•césaf feliz: sigue i la fortuna
•que te convida. Á nuestro fren-
óte van el valor y la prudencia:
•tú verás lo qoe poeden los sol-
idados romanos si los manda un
•hábil capitatn qoe inspifA, Jnz-
•ga y recompensa las grande a->
•zaftas«»
Batalla bmtrb jüuaho t
cHHODOMABio*— Juliano cede á
los votos ^el ejército, y se pone
al frente del ala denecba, opues*
to á Ghnodomario : el ala iz-
quierda era mandada por Seve^
ro, al cual se oponia el ala dere«-
cha de los enemigos á leA órde*
nes deSerapion. Habiancolocado
entre sus escuadrones infantería
lijara, que en el combate debta
introducirse entre los cabalioe
rocanos y desjarretarlos. Dada
la señal der acometer. Severo w^
vanza el primero, descubre á
tiempo entre los pañtaiUM una
zelada en que iba á caer, y $e
detiene. Coamto los dos ejérci-
tos oscurecian el aire con ana
nube de fleciías, Juliano, al fren-
te de doacientos caballos, corre
por las filas, y eselama: a Animo,
•camarades: este es el momento
•que habéis deseado. La espe-
•ranza de dia tan glorioso me
•movió á aceptar el título de cé«
•sar. Yol ved al nombre romano
•su antiguo esplendor: oponed
•al furor ciego de los enemigos
•un valor mas constante y seré*
•no, y pensad que solo la victo-
uria justificará vuestra impa-
•ciencia.^
Los alamanes, enfurecidos de
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ML BJUO
qae los roMMos iMbabtaMOB^
ekadode la GiKá, decididos está
▼eE á veoeer á k morir, y tétniea-
do que SQ8 reyes los abandooa-
MB al primer revés, ecsijeo de
elloa que participen eu la acción
de todos los peligros^ y los olHi-
fin á pelear á p{e« Entrambas
mases se acercan en orden: sus
filas apretadas parecían muros
erixados4e ianf as: cbócanse con
orrible estruendo: una nube de
polTO loa eulire, y envoelre con
au sombra azañas dignas de ver-
se á la Ina del aoL
Severo tialla paso por las la-
gunas, rodea el cuerpo embosca-
do, ataca á lof alemanes, y des*
puen de víoleolos esfuerxos toa
derroca y pono en kuida. En la
parle oiHieata ora la fortqna me-
nos f a vorableá los romanoa: seis*
eieaios Jinetes del ala derecba,
en los cuates tenia mas espei^an*
za Juliano, después de unaiuelia
oaliiiada, pierden á su Jete, se a^
lemorUan y 4esmaadan^ y caejí
desordenados sobro la iolaoto*
ría. £1 enemigo los persigue coa
ardor. Viendo Juliano esta con-
fusión^ acude á todai>rída«i*eco-
Bócenleeala cbrillanie bandera
que le sigue, jt en el daagon de
parpara que lo adorna: ^Ádánde
Imíi, ioláadotí eselama enfure-
cido: mhug a$Ho peta tos eo-
&of das: (odoi lü$tiwi9it$ lu ea-
iMftaio. 75
Ttaré^ $\u pueMñt. Siqmértis ra-
co6f crr vue$tra glüria; seguidme:
$i qu0teU huif^ posad lofrra mi
cadáver 'y parque perderá la vida
onles que el onar.
Avergoniados de so cobardía
se reúnen, vuelven contra los
bárbaros que atacaban ya el flan-
co de las iejiones. La pelea fué es*
pantosa, deseando los unos repa-*
par su ignominia, yostinándose
los otros á 00 perder el terreno
que babian ganado. Llega la re*
aervaen socorro de JnlianO: á
pesar de este refoerso, los reyes
alemanes, al frenie de todas sus
tropas en masa, derrotan la caba-
llería romana, desbaratan el ala
iiquierda de la infanteria, y pe.
netran bástala lejion del centro,
coatrala cual se estrelló su va-
lor y su furia. Cada soldado de
oata l^ion inospugnable recbaza
sus golpes, como ana torre inmó*
vil los del avíele. Los alemanes,
osanatoa por ol4Mtnsancio, caen
á millares bajo el^acero de aque-
lla infantería, que no pueden
IWQetraf: ans filas, enrarecidas
por U muerte, se abren: temeo,
y redoMaa su temor las coortea
del campamento romano que a-
cnden entonces. Retiranse^ en
desorden: su retirada se con»
vierte on faga: la espada de Ju»
llano los sigue. En vano piden
los alemanes cuartel. El romano
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76
■18T0RU
eDÍurecido lo oiegtt el Mit^po
de batalla y las orilltadel Ria se
eabren de muertos y moribao^
dos: mQcbo« peroceo Mgados en
las ondas. Algunos oedMdo so-
bre sus escudos ganaalft ribera
opuesta. Choodomariov bebietido
escapodo de 1» maUo»^ quiso
kuír al frente de algunos Jinetes :
cayóeftunpoatono>seli6de é^,
se refíijió ea un boeqse, y reeo*
Boeldo poruDtribunov euyaeoor.
teleenvuehre* ee preso y co»-
dueido entre cadenea á JuIímmk
Esta victoria, igual en esplendor
á *las mas b«Ulairtesde la aaligiia
fioma, salvó el imperiow
Juliano venció con trece mil
soldados^ treinta y cinco mil bar*
baros^ mandadoc por siete reyes
orgullososcon sus mucbos triun-
fos. Las lefiones entusiasmadas
k dieron el nombre do augusto:
reusó este título.co» ináignacioa
apárenle y Jusio temor. CooTen-
cido de f|iae la\|itscfplina severa
es la única gaianUa sólida de las
victorias^ mandó foo se Je pre-
sentasen los sebcientos Jinetes
que babian buido, los reprendió
durameate^^ysegun bcostnaabre
antigua los bico pasear por el
campamento vestidos de mujo-
res. Cuando se lepreseató Gbno.
domarlo, apiadado de este rey
cautivo,, le acojió con benigni-
dad^ pera cuando se viáá. este
príncipe bárbaro^ ten iesoleote
antes de la batallé^ desonrar sa
infortunio postriMiofoá sus pies»
é implorando bajümenlesu ele»
mencia^ Je despreció,, le volvió
la espalda, y le envió á Coostao^*
cío.
Cuando llegó á Italia la noti»
ck de la victoria de Árjentorae»
io, despertdel orgullo de Roma,
irritó á loa corleseaoa, y esel««
td la envidia del emperador. Loe
vikesfavofitoa dieron por burla
á Juliano el nombre de VkMri^
no para atenuar su trlonfo, y re»
cordar al mismo tiempo el tími*
do Constancio el noiabre de un
Jeneral que en laépoee de Galie-
no usurpó en las (Sallas el poder
supremo y el titulo de augustow
Sin embargo^ el emperador po^
bttcd en lodo el imperio la victo-
ria conseguida contra los bárba«^
ros; pero atrlboyénéosela ridf*
eulameole^como tí bnbiera asis-
tido á la balaUa y mandado el e^
JércHe. Ni aun se dignó citar en
su relación einembredo Juliano^
y este silencio mismo ledió mea
gloria.
Loe soMadoi romanos eran
todavía valerosos; pero ya noto-
niaa disciplina^ Despoes de la
victoria qnerian descansar, y na
se mosIrtJian dispneslos 4cooÜ»
auar marchas penosas. Coande
seciUeron la drdeodepesar el
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BÍL M» UtBIim.
n
Afo^ noimararo»; pero U flr-
0«u d6 ioliaao trinólo de sa
todoctthled:obedecierooy derai.
farra mía parte de Jermaoi^i
GoBStnijFóaesiiarertaleM al otvo
lado del Binr loe aleoMHies ioti»-
midadoa pidiere» la pac>,y ao^-
lo conaigtiiefea one^ tregua* db
diez meses. Después de esta cana-
paña volvió el ejército á Bemos
(Reiins)pere tomar aHí euartetes-
de iovleroo, y eocoatraroo lodo
aquel pafe tillada por uik cuer-
po de fraBcos» de solo mil hom*
bres á la verdad, pero que a ie-
rra t>aii la provincia por su ióersa
y osadía. Estos guerrero» temi-
bles^dice ub bielorieder d^acpiet
Mempo, ikOceiiockNi estackMies^,
y auo preferien los yelos del in-
vierno al temple luave de la pri*
mavera. Los romanos los ataca-
ron y aoyentaroBiá una fortaleza
situada sobre el Biosa. Después
deeincnenta y cuatro días de sitio
capitularon^ y salvaron la vida á
DBSCtKIOff M WLMU POA JUUA*
no — luÜMO' pasó el invierno
en Parisiosrse be conservado la
descrici6n que bizo»<^ este pue-
blo, ye célebre, el coil llamaba
eu querida Éutuitm. Rbdeado por
dos braaos del Seooana (Sena>
no ocupaba mas que el cuartel
Uamedo boy Im $iudad. Defen-
díala una fuerte muralla guar-
necida de-lopres,.y se entraba en
ella por dos puentes de madera.
Aupesar de su corto^recinto» tenia
templos, oái palaeiay un anfitea-
tro^ Juliano^celebralMila fertili-
dad del pais,. la- salubridad de las
aguas y la dulzura del clima. Sin
emb»reo.,4>asó allí un invierno ri.
goroso: en su relación se ve la sor-
presa que le causaron los grue-
sos yelos ^el rio. Hasta entonces^
arrosirand(M)l frió, nobábia qu(^-
ridoqoese pusiese fuego en su
cuarto; pero aquei afiofué pre-
ciso tener brasero, y estuvo para
morir asflcsiado por el vapor del
costa de la libertad. Esta victo- 1 carbon^. La prudencie y Justicia
del cesar aumentaboadiariMBeq-
te el afecto que le tenían los ga-
los, y su fam» erecta cuanlp
se reblaba la de Constancio por
áu debilidad y despotisn)o^
E!n el consulado de Tiberio
labio Daliaooi y de Mareo Ne-
fació Cereal, pabUcó elefápera->
dorunajey que esceptualia de
impuestos y ^avámenes coma-
ria fué muy onoriAca para el cé
sar; porque basta entonce^ dice
Llbanio, lat froncot habían pr^^
ferido iiemprelafmuru al eauíi^
werio^ Fueron enviados á Cons-
tancio, que admirado de su pro^
ceridad, los incorporó en su
guardia, donde parecían como
torres enmedio de. los <^ros. sol-
dados.. - . .<
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78 msToiíA
natos stts doniDioi> lo§ de la fa* I meolé á sus vastfJIos. El empa-
müia de EaseMo, padre de la
•eDiperatriz> y los bienes de las
iglesias católicas. La pérdida d#
to igunliai éigue necesariamente
áladelúlibettad, y los priti-
íejios forman siempre el séquito
de la Urania.
Olvidando Coostaotio el an^
iigno orgullo de los romanos,
pidió la pa2á Sapor> rey de Per-
sia: este puso por condición que
se le cediese la Mesopotamfa y
la Armenia: el emperador no
consintió en ello> y solo sacó de'
su deÚlidad la ignominia de ha-
berla ienido. Barbacion, env4a^
do conlra los jiitiongos^ losde^
rrolóen la Reda*
EnireUinto Goastancio, ^mu>»
lando la gloria de Juliano, se
presentó al frente de sus ejér-
.citos^ pasó el Danubio^ atacó á
lossármatasy á íos cuados, tos
Yenciópor el valor de sus jene-
ráles,<é btzo en ellos gran carni-
cería; ^ rey fizáis llegó al cam-
pamenié del emperador»^ se le
postró^ imploró ^sa niisericordia
y obtúvola pa^
Feudalismo. »^ Entonces se
Tió el. primer ejemplo del féji-
men feudal^ que fué ^espoes^
duranle muchos siglos, el dere-
cho péblico de -Europa: los cua-
rador dirijló sus armas contra
lus llmigantes, esclavos betíco«
sos que hablan echado á los sár-
matas, sus amos, de las tierras
que poseían: sabedores de la
suerte qu^ les aguardaba, se de*
fendieron con ^l valor de la des-
esperación. Bespues de una os-
tinada resistencia, viéndose o«
primidos por el número, flnjie-
rott' rendirse, capitularon, llega-
ron en tropel al tngar que se les
señaló para depositar sui^ armas,
y dando sábitament^ grandes a«
laridos, se precipitan al tanipa-
mentó romano y llegan hasta la
tienda del emperador^ á quien
querían matar antes de perecer;
pero rodeados por las tejioaes^
fueron pasados todos á cuchillo.
Constancte se volvió i sus es-
itados, y se dedicó esclnsivamen.
le i las cuestiones retijiosas, cct*
ya violencia súmenlo quoriaudo
interponer su autoridad.
En este tiempo sufrió el Asia
orribles terremotos que destru-
.yerou ciento cincuenta -oiuda»
des: la de NJcomedia quedó en-»
toramente arruinada.
4a Galia gozó poco üempo de
lalranquilidad que le habían da*
dolas vioiorías de Juliano. Los
salios y los camavos, tribus fraa«
dos sostepiáu que la pai firmada I cas^ se hablan fijado algunos a«
CQB ellos se esteodia impUcita* > fios antes en la Toximandria,
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DBL BAIO UnHIO.
W
Imii limado hoy el Brabanle.
Salian de él con freeneBda á
talar la Béljiea: Jnliaao marcbd
«Mira ellos» loa sorpreodió» veo^
ció á toa salioa» hlxo la paz con
ellos» y reooMeió por el tratado
a«s derechos á la Tommmtária,
eo eaya poscaloo qnedaroo. Los
camaTos le oponiao ana resis*
teocia mas ostinada, porqne es*
taten irritados creyendo que el
hijo de sa rey, eofiado en otro
Üempo á Moma en calidad de
reeo» habla perecido en un su-
plleio ignominioso. Juliano» ha-
biéndoles pedido una conferen-
cia, les presenta repeoünalaien*
. te al joven príncipe» al enal ha-^
bia criado con tanto amor como
. ai fuese su propio h^o: su Jene-
roaidad desarmó á loa francos»
y le valió una pac maa sólida que
si la habiese imfííiealo per la vic-
toria: los camavos evacuaron la
GaUa.
En eate año hnbo carestía» y
por causa de ella una sedición
en el ejército. Aconsejaban al
cesar que la castigaae conseve-'
ridad: él no quiao» y empleó to-
dos sus medios en socorrer las
McesUades del soldado» que*
rtenjto mejor» deda» aliviar sos
males que castigar sa impa-
ciencia.
cker)» vendó á los báitfaros» y
los obligó á raatHnirle ochenta
mil cautivos galos ó romanos.
La Galla entonces» libertada por
este héroe» gosÓ bi^o so gobier-
no una felicidad des«:onocida
desde un siglo antes.
La suerte dio el castigo mere<-
cidp al cruel Barbacioo* Este Je»
neral» que debia éu fortuna á las
intrigas ma^ que á las azaüas»era
tenido jeneralmenti por el jefe
de losdelaloresr él fué víctima
de ellos. Perverso y cobarde» era
lan propenso á la soperstícioa
como ajeno de la verdadera pie*
dad. Cayó del .techo de su cuar-
to un enjambre numeroso de a»
bejas» y lo aterró: áiandi^ llamar
adivinos que le esplicaseo aq^iel
presajio. Su mnjer Asirla atri-
buyó so curiosidad al deseo de
destronar á Gon^itaoclo y casarse
con la emperatriz» de Ja cual tec-
nia zelos: escaibióle enfuredda
denostándole so infidelidad e»
términos muy injuriosos para
Eusebia. El esclavo que llevaba
la earla» lo había sido en otro
tiempo del infeliz Silvano: abri<!|-
la» y hallando on medio seguro
para vengar á su antiguo dueño»
ia llevó á Constancio. Para este
príncipe desconfiado la sospecha
«reaba el crimen» é hizo dego-
Concldida la tregoa» Juliano I llar á Barbadon y isa mujer,
atravesó el Rin y et Nicer (Ne* I Este mismo afio» los vientos
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«o
BISTOBIA
4el 3Í0ñe 4m reioalNni ton rio^
leDeia> retardaren la llegada á
Ottiade IM trigos necesarios pa-
ra la mmurteneioo Ael pueblo.
La penuria e8<9itó ^nna fedicioo:;
Tertulio, ppefe<5to ie la t^apital,
bizaentonces un soleinne saeri-
fldo áCástor y á PÓIue-, y ape-
nas liubo acalMuto^ se supo que
la flota entraba en el puerto.
Este aconteciméeiito dio por
mucbo^ietti^ gran orédito á Ur
idolatría*
Las 4nrbadone8 de Oriente
daban Justa inquietuTd á <]ona*
iancio: ios isauros continuaban
sus piraterías: «1 conde &i«rioio
4os üíeneió en muckos^coin bates,
y los obligó á reftijiarse á su
4(uarida.
Ursieino babia conteoido inu-
*cho4iempoá los persas por su
i^alor y Viabilidad; pero la envi-
^ia 4e ias'coi^esanos hico que se
4iis«iinttyesen sus ínerzas y se
farasen sus viotorias. El empe-
rador^ á instancias de los vali-
4os> enemigos siempre del mé-
rito^ 4laind4 Ursieino. La inca-
paeidad de sus -sucesores favore-
ciólas armas de Sapor, que se
adelantó mjis^Uá de Jíisibis; pe-
it> Ursieino, antes de separarse
4lel^ércitD> rodeó con un mo-
vimientoliábil al -enemigue loau«
yentó»ySapor no debió su sal-
vccíon sino á 4a velocidad de su
caballo. Después de esta acción*
los romanos prendieron fuego á
los bosques y mlews, y ardierpn'
muchas fieras , cuyas espéjeles
desaparecitiren ead en aquella
parle del Asia. La traición de los
•ficialeaqiie mandaban las tro**
pas tijeras de Ursiciao» híio que
el enemigo le 8M*prendtese^ le
potiese ^n gran peligro , y se
viese obKgado á retirarse al %i*
gris. Loscoriestoes pintaron es*
4a retirada como una alevosía» y
fué el motiiro de su desijracia.
Sapor^uso ^cérco á Amida,
que Ée defendió con valor*: cfl
Üjódeh rey pereció en I<m ata*
ques; pero creciendo siempre el
número de los sitiadores, la pliiK^
m al fin vino á ser tomada por
asalto. Sapór mandó degollar á
iodos los habitantes^ y ^l hisUK
riador Amlano Marcelino fné ca«-
ai«l solo qne escapó de la ma*
tanza*
La victoria 7 la f «sMcia, des-
terradas del Testo del imperio^
parecían haberse ref ojiado á las
Gallas. Todos los esfuerzos de
Juliano eran favorecidos de la
fortuna: triunfaba de los enemi^
<gos con las armas, y mandaba en
los pueblos jmr las leyes« Un dia
^asistieudo á on tribunal , hizo
presente á los jueces^ mostrán*-
dose estos demaliadó severoi^
que no se podía condenar sin
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WSL BAiO
pruebas* El acusador Delfidio,
cuyo sistema ha tenido muchos
imitadores eu todos lierapos, le
replicó: a¿Quiéa será culpable,
»«i basta negar para ser absueU
»to?o «¿¥ quién &erá inocente,
«respondió Juliano, si basta ser
jsacusado para sercr¡raiüal?« Un
príncipe tan justo nunca careció
de dinero ai desoldados: el afec-
tóse los dio mas que el temor.
Juliaoo, velando siempre por Ifi
seguridad del imperio, no se a-
dormeció con sus triunfos en
nna seguridad engañosa.. Forti*
ficó á Roma y á Andernaco: sa-
biendo después que los alema-
nes meditaban una nueva iuva-
sion, se anticipó á ellos atrave-
sando el Rin, los sorprendió y
derrotó, robó sus campamentos,
se apoderó de sus rebaños y vol-
vió á Lutecia.
Poco tiempo después (360), ó
por ambición ó por necesidad,
aceptó el título de augusto, de-
claró la guerra á Constancio y le
. disputó el imperio. Este suceso
contado diversamente por él mis-
mo, por sus amigos y por sus«-
nemigos, según las pasiones di*
Tersas que los animaban, es un
problema político difícil de resol-
ver en el día: nos limitaremos^
pues, á la sencilla narración de
los hechos. Engañado <ii empe-
rador por el miedo y por los in-
TUMO XIY.
XHPERia. 81
fames consejos de sus cortesa-
nos, apartaba de sí ó daba la
muerte á todos los hombres, cu-
yos talentos sostenían su poder,
pero que por su mismo mérito
le inspiraban sospechas. Negóse,
pues, á oir la justificación de
Ürsicioo. etEI emperador, dijo
»este jeneral, puede desatender-
i»me en cuanto á mis intereses-,
»pero no descuide los suyos. En
»el Occidente se forma una tor-
«menta, que acaso no podrá d¡-
Msipar con todas sus (ejiones.»
El destierro castigó tan atrevi-
das espresiones. Arjison, jeneral
sinesperiencia, le sucedió^ y su
elevación fué tan útil á los ene-
migos, como la pérdida de Ur-
sicino funesta al imperio.
La envidia, que habia arrui-
nado á este hábil capitán, es-
peraba entonces hacer lo mismo
con Juliano. Constancio llamó
de las Gallas á Salustio, amigo
del cesar, y nombr^ en su lugar
á Luciano para administrar a-
quella provincia. Este, que era
ájente del euuuco Eusebio^ se
reunió á Florencio, prefecto de
Galia, y á todos los enemigos
del príncipe, para contrariar sus
designios é impedir sus opera-
ciones^- El emperador, goberna-
do por sus validos, resolvió pri-
var a4 cesar de Jas tropas, úni-
ca salvaguardia déla irauquili*
' ti
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sa
msTontA
dad de la provincia y de la se-
guridad de las fronteras. Decea-
cio, secretario de estado, le llevó
la orden para enviar al empera-
dor los cuerpos hérulos y báta-
vos que tenia, dos lejiones galas
y trescientos hombres de cada
una de fas demás divisiones. Lu-
picino^ Jeneral de Juliano con-
tra los escotos (escoceses), y
Sintula^ escudero mayor, esta-
ban encargados de ejecutar este
decreto. Constancio decía que
estos refuerzos le eran abso-
lutamente necesarios para hacer
la guerra á los persas. Esta orden
consternó á ios galos, porque
(esquitaba toda defensa contra
las invasiones de los bárbaros.
Juliano, á pesar de las murmu-
raciones de sus amigos^ se mos-
tró dispuesto á obedecer; solo
hizo presente al enviado del em-
perador, que con aquella medi-
da se faltaba á lo prometido á
los bátavos y^ hérulos, los cuales
no babian tomado servicio en su
ejército sino á condición de que
BUDca se les obligaría á pasar
los Alpes. Sábese de repente
que se esparce en el campamen-
to de las lejiones galas un libeEo
\iolento contra Constancio, a-
cusándole de entregar las Galias
á los francos y jermaaos: esta-
iian en todas partes las murmu-
raciones: üecencio asustado ins-
ta al cesar á que obedezca, y
aunque este representa que de-
be esperar á que lleguen Sintu-
la y Lupicino, á los cuales el
emperador había confiado la e-
jecucion de sus voluntades. De-
cencío insiste y él cede. Se de-
libera acerca de la dirección que
han de seguir tas tropas: Julia-
no aconseja que no pasen por
Lutecia, temiendo que la vista
de un jefe que las había condu-
cido tantas veces á la victoria,
no irrítase aquellos espíritus
turbulentos, tan poco dispuestos
ya por sí mismos á la obedien-
cia, Decencio es de dictamen
contrario: dice que solo Juliano
puede calmarlos, y que negarse
á emplear en ello su influencia,'
es desobedecer al emperador*
Juliano cede segunda vez.
Pónense las tropas en mar-
cha: por donde quiera que pa-
san ven alarmados á los pue-
blos: niños, mujeres y ancianos
llorando abrazan las rodillas de
aquellos valientes guerreras, y
tes suprícan que no los abando-
nen á la ferocidad de los alema-
nes. Los soldados, cuyos corazo-
nes respondían á sus votos, pero
que la firmeza de Juliano habia
acostumbrado á la disciplina^
observan triste silencio, y coa
los ojos bajos continúan pensa-
tivos su marcha^ aogan difícil-
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DEL BAJO
mente SUS jemidos, y maniOes-
tan á un mismo tiempo indigna-
ción y lástima.
Juliano sale á recibirlos, y les
pasa revista en una gran llanura
cercana á las puertas de Parisios:
habíales con prudencia, y elojia
sus gloriosas espediciones. «No
Jíignorais, les dice, que la obe-
»diencia es el primero de vues-
»lros deberes. Habéis pacifica-
»do el Occidente: Asia reclama
uaora vuestro valor: vais á com-
»balirá la vista del emperador,
Yque os premiará dignamente.
»Este viaje que, segua parece,
»temeís, os conduce á k fortuna
»y ála^loria.»
£n lugar de responder á estas
palabras con aclamaciones, se*
guu la costumbre, loa soldados
lasescucbaron en un profundo
siieñcio. Después de haberlos
despedido, dio por la noche un
^rau convite á todos los oílciales
•del ejército, y les distribuyó
magnííicos regalos, ya ^para sua-
vizar su pesar, ya para aumen-
tar su 4ifeclo y Repararlos á la
rebelión*
JKeBELION de las* TaOPAS EN
FAVoa ü£ JULIANO. — Dcspues del
banquete se retiran á sus liea-
datB incomodados*, pero sindarin-
diciosde proy^ctossedíciosos. £i
dia siguiente fué de descanso:
^otro debian par4ir, y emplea-
IMPERIO. 8)
ron este intervalo en concertar
su plan con el mayor secreto.
Después se culpó á Juliano de
haberles dejado ese tiempo de
un ocio lleno de peligro, aunque
en la relacioo de estos sucesos,
que envió á los senados y pue-
blos de Roma y Atenas, proles-
tase y jurase que no tuvo cono-
cimiento de la conspiración, tn¡-
mada en tan corto espacio, para
elevarle al trono.
Todo parecía tranquilo, cuan-
do á media noche toman los sol-
dados lasarmas repentinamente,
rodean el palacio de iasTerm¡i>,
proclaman augusto á Juliano, y
piden á gritos que se presente á
las tropas. El príncipe despierta
despavorido, sabe con espanto,
verdadero ó finjido, el objeto de
la sedición: su incertidumbre
parece aumentarse con el tu-
multo: invoca á Júpiter, y pide
que le maojüeste su voluntad
con algún prodijío: brilla súbi-
tamente un relámpago, estalla el
trueno, y parece anunciarle que
ceda á los votos de la tropa: sin
embargo, rebelde todavía á las
órdenes que cree emanadas del
cielo, reusa á los conjurados la
entrada eu^alacío^ y se mantie*
ne encerrado en él ioreslante de
la noche. Pero al rayar el dia,
los soldados^ creciendo su ardor
con la resistencia, fuerían lai
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81 HISTORIA
puertas, penetran en fos aposen-
tos espada en mano^ cojen al
príncipe^ le proclaman de nuevo
emperador» y para que aceeda
á sus deseos emplean sucesiva-
mente et lenguaje do la súplica
y de la ira.
El cesar los conjura en vano
á que no entreguen el imperio á
las calamidades de ta guerra ci-
vil. «¿No podeis> les dice, sin
«cometer todos los delitos que
»trae consigo ia sedición, obte»
»ner de la justicia el cumpti-
vmientode vuestros deseos?Pues
»si no podéis reduciros á dejar
«vuestra patria^ volved á los
icuarteles: os prometo que no
«pasareis los Alpes, y meencar-
»gode justiflcar ante Gonstan-
«cio vnestra oposición y los te-
«mores fundados de la Galia.La
«firmeza del príncipe castigaría
«la rebelión: su bondad atende-
«rá á vuestras representado-
«nes.«
Este discurso, en vez de cal-
mar el ardor de las tejiones, io
aTiva: las instancias y gritos re-
doblan: las amenazas suceden á
las aclamaciones, > el tumulto
crece, y Juliano se deja en fin
vencer. Levántanlo sobre un pa-
vés: ecsijen que ci&a la diade-
ma: responde que no la tiene,
unos le traen el collar de su mu*
je r^ otros las correas de un ca--
baflo. Juliano reusa aquellos a-»
dornos estravagantés; pero uo
oficial, llamado Mauro, le pre^
senta su collar de oro, glorioso
premio del valor: el príncipe lo
acepta, lo ciñe á su cabeza, reci-
be el título do augusto, y pro-
mete cinco monedas de oro y'
una Kbr»i de plata á cada solda«
do. Estas gratificaciones, que
estaban en uso mucbo tiempo
antes,, fueron una de las causas
principales de las frecuentes mu-
danzas que derribaron é bicie-
ron tantos emperadores. Inspi-
raban á las tropas, por el atrac-
tivo del dinero, el deseo de las
revoluciones , miradas por el
resto del imperio como las mas
funestas de las calamidades.
Los que dudan que la resisten-
cia de Juliano fuese sincera, le
reprenden con justicia su libe-
ralidad; porque no se podia creer
inocente de una rebelión al qu«
la paga. A la verdad, este prín-
cipe no imitd en aquéllas cir-
cunstancias el ejemplo de Vir-
jínioque huyó del trono, ni el
de Jermánico que se espuso á toft
mayores peligros por no ceder
á la. rebelión.
Pero los tiempos eran dife-
rentes: una larga y cruel espe-
rieneia ensebaba á los príncípeá
y jeneralés que la resistencia nó
mitigaba á lá tiraáía> y quéuoá
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INIL BAJO IMFEIIKK
85
vez proclamados por fas tropas,
era preciso reinar ó perecer. So-
lo un hombre ^nmedíb de esta
efervescencia de irn grande e*>
jército y de an graih pueblo,
mostrd valor digno de la antl-
go&Roma.NiDfTdioA oficial fi^I
•I príncipe, pero roas fiel St su
obligación, arrostró con sereot-»
dad las amenazas jr laa^ picas dé
^ los reítoítíes, y reprendió con^se»
veridad á Juliano su elevación
que le obligaba á destronar jrf
mismo á quien debía el título* de
César.
'^ Juliano, no queriendo qua su
autoridad pareciese fundada so>-
To en Ta fuerza, sostuvo siempre
que no babía hecho mas que
obedecer á los dioses. Deeia
que en la noche anterior á la
rebelión habia visto en suefi'os
al jenio del imperio, y que le oyó
estas palabras: «Juliano, tiemrpo
nhaceque me tienes á las puertas
»de tu palacio para aumentar tu
«fortuna. Tú has desechado mu-
»cb«s veces mis beneficios: si
»lo6 desechas boy^ me al<?jaré
»detí á pesar mk). No olvides
»qQ6 me falta poco tiempo de
«estarátu lado.»
Mientras que el ejército^ orgo«f
Iluso de haber asegurado la tran -
qttilidad y la fortuna de la Ca-
lía^ se entregaba con el pueblo á
la alegría común despnes de sé-
mejantes sucesos, Juliano^ em^e*
rradb en su palacio, triste, peo»
sativo y solitario, meditaba pro^*
fundamente sobre lo presente f
lo futuro,, contemplaba con es*
panto« las consecuencias de una
revolución qpe iba á desplomar
contra él todas las fuerzas de O-
riente, África é Italia, y aun se
reprendió su condescendencia^
tachada probal)leaienteenlaop¡^
níon pública de ambician é in-
gratitud.
Eltumulto y embriaguez (|ue
peinaba en los campamentos y
en la ciudad, coíitrastabá singa<-
larmeole con el silencio y tris-
teza del palacia. Los partidarios
de Constancio, creyendo que po-
dían aprovecharse del desórdeh
de las tropas y de la inacción del
principe, envian emisarios á to-
das partes para infundir miedo
y sublevar ios átOmos, ecsajeran-
do los peligro» de una lucha, ci-
vil á un tiempo y estranjera, y
y seducen á un eunuco de pala-
cio^ haciéndole entrar en una
conspiración contra la vida del
nuevo augusto.
Un oficial de te corte descubre
la trama, la^revela á Juliano, y
lleva la noticia al campamento.
Apenas saben íossiMdados qiue
tiay quien quiera destruir su o-
hra^'y que la vida del principé
está amenazada^ se reúnen, sé
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"SIS BJBVOBUk
«trimaüinútiíamcrDte, loman tes Ndddos:t:uandail salir déla in-
«roías y vuelan "i palacio, l^a
iguardia^ espantada por el tu-
murto y 'Creyéndolo producido
por otra nueva revolución, se
ilispersa y huye. Los soldados en-
furecidos penelran en los poni-
dos, recorren todos los aposentos
xon eUemor de Hegar demasia-
do 4arde para -salvar la vidft <de
«u-querido príncipe. Al verle se
disipa el miedo: le rodean, le es*
tredian,4e manifiestan su aiegría
con locuras, yiúden á gritos que
se les'etftreguen 4os 'conjurados
para matarlos.
«Deteneos, esclamÓ JuKnno:
nesos hombres son ciudadanos:
usoy su «emperador como lo soy
«vuestro: dirija el honor 'todas
nnueMras «acoiones. Si n^ucstro
»zeioinipnidente sirve mi causa
«y señute mi 'elevación coa enti-
»cídíos, si una sola gota de sen^
»gre enancha vuestras manos y
•deaonra 'V4iestra elección, sois
»uoos rebeldes, y 70 un tirano.»
Estas palabras enérjtcas resta-
blecieron'^l orden.
A la madana siguiente Teimid
elejiércitc^en el campo de Marie^»
que estaba donde ^aora^s la puer-
ta 4esan Víctor. Presentóse coa
toda 4a ^KWipa de>emperador^ y^
ocupó su «tribunal »rodtNido de
ttfanciaTecibi la pi&rpura, y coa
«ella «n 4ítulo vano sin autori-
•dad, »el favor de los dioses me
•condujo á vuestras provincias»
^y me puso en vuestros bratos.
» Desde entonces^ «trabajos, fa-
ütigiis, peligros. Inquietudes y
•gloria me han sido comunes cou
•vosearos. Hadé vuestros bíeneé
•entregados á majislrados coa-
•cusionarios^ nuestros campos
•asolados por4ropase^ranjeras,
•vuestras ciudades invadidas por
•los bárrbaros:todo nos faltaba me*
•nos el valor-, y con él liemos da-
•do fin á'las desgracias públicas*
•Me puse á vuestro frente, y la
•Galia quedó libre, ¿(^uién de
^nosotros podráolvidar la jor-
•nada de Arjentoracto, tan glo-
•riosa para eUmperio, en donde
•una inmensa pMiltitud 4e bar-
•baros, sucumbiendo coa sus je-
*«fes, tiheron coa su sangre vues
letras espedas y tes riberas y on-
ndas del JLin? Los francos espan*
• tados^huyeron de vosotros. Os he
^dado,*en premio de tantas ^za*
>)ñas, el reposo interior, te segii«
•ridad esterior-; y vosotros ha*
•beisrecoii^»epsado mí zelo^ e«
•tevándome al 4mperio« Aora
•^ obiigocion vuestra defender
•y^oslener vuesHia obra-, y mit
jgoanlteay águilas. tApoyosi^r- 1 •premiar vuestra tealtad presjdJC*
«mes delimperio/dijoá los sol- { «validóos de toda injusticia. Í>a»
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DEL BAJO níPERIO.
iclarn pues solemnemenle, que i >*pe. El llarnAmíeRto imprudente
too tendrá el fíivor parte en los
•nomhrumientos, y que los as-
•censos, tanto civiles como inili-
ntares, se obtendrán solo por el
«mérito y la antigüedad de los
«servicios. »
Este discurso, que dio que
murmurar á algunos cortesanos,
produjo en las lejiones y en el
pueblo una alegría universal, y
el amor al príncipe llegó basta
el entusiasmo.
Decencio y Florencio, desti-
tuidos de su poder sin esperanza
de recobrarlo, se volvieron pre-
cipiladanieute á Conslanlinopla»
é irritaron con sus calumnias al
emperador, representándole el
movimiento de las Galias bajo
los colores mas infames: á pesar
de esto, la jenerosidad de Julia-
no no se desmintió con aquellos
cortesanos, y les envió sus fami-
lias y riquezas.
Este príncipe escribió á Cons-
laneio, pintándole las desgracias
de las Galias, los peligros á que
' estaban espueslas de parle de los
bárbaros, y la necesidad de de-
fender aquella importante fron-
tera contrja el torrente que la a-
menazaba. a Este país, decia,
' «vasto, fértil, poblado y guerre-
' uro, tenia necesidad de un jefe,
•y no podía tolerar que solo se
»le diese un fantasma de princi^
«de las tropos sen»f)ró en l^s Ga>-
>»liasl*de€esperac¡on»y subleva-
wdos eí pueblo y his lejiones,. me
«obligaron á ton>ar el título de
wauguslo, sin que me fuese- po-
«sible oponerles una resistencia
nduradiera.il Sin embargo, ce-
diendo al votopiii)l¡co,se nwraba
siempre como hijo y hecbura del
emperador, «Partamos el impe-
«rio, anadia, sin debilitar tuau-
«toridad: le serviré mejor eo ud
wpuesto mas elevado. Tú nom-
»brarás los prefectos del preto-
«rlo, y déjame la elección de
«los empleos inferiores. Me en-
lítcargo de entregar en tu palacio
»lo3 caballos que quieras de ra-
»za española, y para tu guardia,
»t«Dtos jermanos y francos como
«deseet** Nunca lograrás que ios
«galos y bátavos dejen su patria
«para ir á pelear contigo contra
«los persas. Defíeude el Oriente
«como yo el Ocidente: no me
«reuses un título que me he visto
»obligadoá aceptar. A haberme
«negado, infaliblemente hubie-
«ran elejido otro emperador.
«Créeme: cuando te represento
«las ventajas de la paz, descon-
liña de los lisonjeros que solo
«viven de turbulencias. En fin,
«no olvides que la unión salva
«los imperios y la discordia los
«destruye.»
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m
nisTOfiíA
Encargó áPintadio y á Eute-
rio, oficiales de su palacio, que
llevaseo al emperador esta car-
ta pacífica y ostensible; pero A-
miano Marcelino dice que coa e
lia iba otra reservada en que e-
ct>aba€n cara agriamente á Cons-
tancio sus injusticias y perfidias.
1.0S enviados de Juliano halla-
ron al emperador en Cesárea de
Capadocia: después de hal)er leí-
do lascarlas, los arrojó con igno-
minia de su presencia, y encargó
la respuesta á Cleonas, cuestor
de palacio.
Este pasó á Li>tecia y desem-
peñó su comisión con aitatiería,
aunque Juliano le recibió con
onor. Constancio le escribía que
usurpar la corona era envilecer-
la: le recordaba sus beucficios
pasados, le reprendía su ingra-
titud^ y le prometía el perdón á
condición de deponer al momento
la autoridad que le habían dado
los rebeldes.
«Basta, esclamó JuHano: ^có-
»mo puedo tolerar que el perse-
vguídor de mí juventud se jacte
»de sus beneficios hipócritas^ y
»que el asesino de mi familia se
)»atreva á hablar de gratitud?
»Pero deseo la jpaz y ^l bien del
«imperio. Si él ejército lo per-
^mite, convengo en renunciar al
ixtítulo de augusto,»
Aldia
siguiente
convoca las
lejiones, da audiencia ante eUas
a! enviado del emperador, y le
manda leer la carU de Constan-
cio. Esciichanle ai principio con
el mayor silencio; pero apenas
oyeron que se ecsijia la abdica-
ción, claman todos á un misma
tiempo: üHemos proclamadoau-
»»5usto á Juliano, y queremos
«que lo sea: él solo nos defiende
»»de k»s bárbaros: nosotros ledd-
sfendcremos contra todos sus
«enemigos.»
Cleonas volvió á dar cuenta
al emfiperador del mal efecto de
su comisión, cuyo resultado era
afirmar eo el trono al nuevo au-
gusto, y aumentará favor suyo
elzelodel pueblo y de los sol-
dados.
Juliano aumentó su amor y
gratitud con nuevas azañas. Mar-
chó al país de los francos atua-
rios y los venció. Visitó después
todos los fuertes de la frontera
y vino á pasar ei invierno á Víe-
aa, donde perdió á su esposa:
casi al mismo tiempo murió La
emperatriz Eusebia; y la muer-
te deestas dos princesas hizocier-
ta la guerra civil, rompiendo
los últimos lazos que uniaa to-
davía á los dos emperadores.
El resultado de la lucha no
podía quedar dudoso por mucho
tiempo: por uua parte se veía á
un príuclpe hábil, activo j beli-
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DKL BAJO
toso, concertar sus planes cen
prudeotía, ejecutarlos con ra-
pidtt, j afiadir k so f lem toda
la qoeda el favor público: por
otra UD emperador ibdelente^
eopersiieloso y crael, que solo
oponía á iao terrible enemigo
su firno orgullo, su furor ciego
y su completa incapacidad. Sá*
pcH*, teniéndolo en poco, conti-
Buaba insultando á los romanos
y devastando sus provincias^ To*
mó por asolto á Singara y des-
pués & Berabda.
k «esta noMcia ^ Constando,
^ue habia dejado anticiparse al
enemigo, entreteniéndoseea cir-
cunstancias >tan gra<¥es con las
fiestas dadas -en Antioquía para
.eeiebrar su casamiento con Faos-
tina, y las^solemnidadesque ha-
bia mandado <iacer en Gonstanti-
nopla para la dedicación del tem-
plo de Santa Sofía, se determi-
nó ya tarde á presentarse al fr^n-
4e de su ejército^ y acometió á la
plaza de Berabda-, mas no pudo
recobrarla, y fué batido ^r 4os
persas en toda la línea.
Los acrJanos atribulan todos
sus reveses á su poco zelo en se-
cundar sus veogauzas: ios cató-
Jicos velan ^en ^eilos un castigo
del cielo dado á un príncipe be-
K^, y los paganos miraban las
derrotas del emperador y los de*
8asti«s del iniperio como con*
tono XIV.
eecuenda inevitable del aban-
dono de los antiguos dioses de
Soma. Todos los partidos se re-
unen para condenar á los prín-
cipes débiles y déspotas, cuaúdo
la fortuna los abandona. Los re-
veses, en vez de correjirle, irri-
taban á Gonslanciot incapaz de
resistir á solo Sapor, quiso ^1
mismo tiempo que sostenía la lid
contra éU atacará JuKano en la
Galla. Mandó hacer numerosas
levas en Italia, Grecia y África,
y no contento con armar todas
las fuerzas del imperio contra el
nuevo augusto, sacrificando ol
interés pAblico á su odio^ pagÁ
vergeuT^osos tributos á los prín*
cipes francos, jermanos y alema-
nes para que hiciesen una pode-
rosa dtversion en su favor inva*
diendo de nuevo las Galias^
Informado Juliano desús pro-
yectos, y previendo por el o-
micidio de Galo, que ningún
crimen detendría á Constancio
si esperaba de él la ruina de su
rival, resolvió anticiparse» de-
clarándose abiertamente contra
él, y quitándole el imperio, ya
que no queria dii^dirlo. Reúne
sus tropas: refiéreles las intrigas
del emperadoV en Jermania, que
habia sabido por ios mismos á
quienes aqu^ principe habia
procurado ganara muéstrales la
necesidad de terminar la guerra
12
&:^h
..V Lu o
Digitized bf
90
eoo prootitad
HISTORIA
y preservar el
imperio coo una marcha rápida
y atrevida de las calamidades
que suelen prodoeir las disensión
nes prolongadas «
aEl ioUréedela patria^ ana-
udia» lo manda: los yerros del
«emperador abren el Oriente á
»los persas: su traición espone la
«Galla al furor de los bárbaros^
«tenemos la Justicia de nuestra
«parte^ y la fortuna favorecerá
«nuestra» armas» Los mismos
«dioses me lo ban asegurado:
«Apolo, apareciéndoseme la no-
«cbe posada^ me prometió una
«victoria proolu. fácil y poco
«sangrienta; pues Constancio,
«según me dijo el dios^ Inorirá
«antes que acabe el año.»
Este artificio, dirijido á ani-
mar las tropas y afirmar su au-
toridad con la de la reiijioD, dio
motivo á sus enemigos para su-^
ponerle autor de la muerde de
Constancio. Las palabras del
príncipe, conformes á los deseos
del ejército^ el amor que se le
tenia y el odio á Constancio, mo*
vieron todos los ánimos á la
venganza. Declar^»se la guerra,
y los mismos galos y bátavos que
se babian sublevado poco antes
por no pasar los Alpes y abando-
nar su patria» pidieron á gritos
que se les condujese basta el Asia
contra un príncipe aborrecido.
Juliano» al tooMir laa armas,
declaró que solo se aprocsimaba
á Constancio para justificar su
conducta y someter la desave-
nencia al Juicio de los dos ejér«
citos. Unaamnistfa, que entonces
concedió muy cuerdamente á los
que habían militado con Afag-
nencio, aumentó sus fuerzas:
disminuyó las del emperador pu-
blicando cartas interceptadas que
descubrían el proyecto de Cons-
tancio para arnmr la Jermania
contra las Galias. De este modo
le venció en la oponion pública
antes de derrotarle en el campo
de batalla, Sus tropas se compo-
nían de paganos y cristianos: á
unos y otros concedió el libro
ejercicio de su relijion; y mien-
tras moró en Viena profesaba
públicamente el cristianismo»
y sacrificaba en secreto á los,
dioses.
Haciendo el ejercicio un dia
con sus soldados en el campó de
Marte> según su costumbre» se
le rompió el escudo quedándo-
sele en la mano el asa; y que-
riendo que este accidente fuese
interpretado por la superstición
popular como un presajio o^as
bien favorable que siniestro, es-
clamó: «Nada bay queiemer;
»pues no he perdido lo que te-
cnia en la mano.»
Muchos príncipes alemanes.
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DEL BAJO
Moftaéos por GoBSt0Mio, pe-
oetnrron «n la GaKa y batieron
á UD jeneral de JuKano; masre-
pard ^este 'revés^ «orprendiendo
tú 9u campamenlo á Vadonero,
jefe^e aquella liga/á quien hizo
prisionero^ y nO le ipuso «a li-
bertad basta que hubo firmado
la pac..
libre del temor délos bárba-
ros,-ydejando contra ellos fuer-
zas suficientes para contenerlos
encaso-de necesidad, se puso en
marcba^^y empezó á ejecutar su
▼aslo designio. Imitó á César en
Ja rapidez, á la cual han debido
aus'inunfos casi t^dos los gran-
des jen^raies: una de sus colum-
Dasatravesó la Keoiar^tra laili-
ria;:f él alírenicde tres mil hom-
bres^escojidos peaetré:por la sel-
va Hercioia (Selva Negra): ^;os-
teó el Danubio, y llegó sin oalá-
^ulo áSirmiot,. donde debían reu-
nirse 4odas aus discusiones.
Todavía le creían sus enemi-
gos enJa Galia; y esta marcha
rápidababia sido4aaaecreta^ flue
el conde Luciliaoo, «comandante
por «Cooalancio de «Huella Tron-
tera» fué sorprendido y hec^o
prisionero en su canipdmettto.
Coodvjérooto ivla.presencia de
iuliano, y cuando esperaba la
«luerie, se vio, contra su ^pe-
raAif^r^il^do ^por aquel j^rín-
•^jpecoo eilraordí^arifi aCabili*
ismndo. 91
dad: pasó repeotteaounte del
«uslo á la audacia, y ae atrerió á
liacer presente á Juliano cuánta
temeridad era reñir á atacar con
un ejército tan«ortoal empera-
dor y á todas las fuerzas del O-
riente. «Guarda tus consejos pa«
»ra Censtanoíe, le dijo el principe:
«oúclemenda te concede lavida;
»pere no la facultad de darme
»leccienea4ttperUaeat^«»
Todas las provincias queilulia*
no dejó «tras, y aun la Greeía
misma, se -declararon en au fa«
?or, admiradas y decididas por la
rapidez de su marcha: él ganó au
afecte haciéndoles beneficiíM.
Entonces empezó á profesar pú-
blicameate«lpoliteismo,7 per-
mitió á los atenienses volver á
abrir eLtemplo de Minerva. Si-
guiendo su movimiédto mili-
tóle, atravesó el liemo.y se acer-
có á Adriaoópoliií. TÁo fiándose
de Jas dos Ilíones de Lucilbno,
mas bien eorprendidas que vep-
cidas, las envió á la Galla; jiero
en^l camino ae subleiuiron, se
apoderaron de Agull^ya^ sirvie-
ron como de centro á las fuerza
de Constancio enltalia, ydieroa
á Juliano tanta mas ánquíetud^
cuanto ^lodian^en caso de >revéa
cortarle la retirada*
Jnformado ^eatretaotoel «m*
«perador de la marcha imprevista
y de los triunfos de aquel joven.
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92
n^OBIA
á quien pMtabftimsbteii casti-
gar que vencer, sale de sa indo-
lencia, ciHisigiie, iKiciendo el úl-
limo estuerzo, arrojar áSapor á
la Persta, reúne en Traeta los
enerpos mandado» por el conde
Mateo, sa lugarteniei|te, junt»
todai las fuerzas de Asia cerca
de Anlioqciía, y promete á sus
soldados ei socorro de Dios, ene-
migo de la ingratitud, de la rebe-
lión y de ia apostasía. Pero un
profundo terror y presentimien-
tos secretos desmentían en su co-
razón la cqpftanza que mostraba
en SBS palabras. «No veo cerca
>demf,deciaá sus favoritos, mi
»jepio iBtelar.que basta aora me
-»acompa&aba siempre.»
MuEETi n£ ccNfSTAircia. — Al
salir d^ Antioqufa ^euentraen
el camino el cad&verde an bom-
bre acab^ de degollar. Este
espectácoH)^ turba su espíritu
crédulo y supersticioso: desarró-
llasele una calentura : quiere
* continuar su marcba^ pero su
enfermedad redobla: detiénese
en un castillo al pie del monte
Tauro: siente aprocsimarse la
muerte, y se entrega á una des
esperacion que la hace inevi-
table.
Amiano Marcelino dice,, que
- queriendo sacrificar en el álti*
mo instante sus resentimientos
particulares ai interés púUico^
designó por sueesor suyo á Ja-^
llano: Gregorio y otros btstoria- i
dores niegan esto, y dicen que
solo mostró arrepenUniiento de
tres cosas: haber derramado la
sangre de su familia, haber nom-
brado cesar á Juliano, j haber
sostenido la causa del arrianí»-
mo. Por el contrario^ San Am-
brosio asegura,, que impenitente
hasta nH>rir, fué ba4Hizado en
Aoiioquía por Euzoyo-, obispo a-
rriano.Bste príncipe murió el
3 de noviembre de 36t, á loe
cuarenta y cuatro afios de edad f
veipticoatro de reinado. Su mu*
Jer Faustina» que quedó en cin-
ta, parió poco después una hija
llamada Gonetancia, que fué es-^
posa áel emperador Graciano.
El reinadode Constancio fué
mirado como una larga calami-
dad para loa pueblos, y un largo
oprobio para el imperio; y su
muerte, que eseusó á los roma-
nos los orrores de una guerra
civil, pareció tan útil, como fiK
nesta habia sida su vida. As| fué
como JuHana, favorecido por la
fortuna» quedó sin necesidad de
combales único duefio dei im-
perio.
Algunas buenas leyes» algunaa
espedieiones acertadas» ados de
clemencia y rarias sefiales da
virtud no hacen la memoria de
Constancia muy odiosa túmii
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DEL B.Í30
despreciable, ffizo demasiado
mal y may poco bíea. Solo las
disputas de relíjion que eacea-
dió lisoajeándose poderlas apa-
ciguar, fueron una llaga incura-
ble para la Iglesia y para el im-
perio. El ya citado Amiano, ade-
rido sin fanatismo al antiguo
culto de Roma, se espresa en
estos fe^rminos relalivameiUe á
este punto: «Con la superstición
»que pudiera tener una vieja,
«turbó al cristíanismo, sencillo
Bcomo es en sí mismo, y se apli-
»có maA bieoK á profundizarlo-
IMPERIO. ~ ' ^
«por mera curiosidad , que á
nconducirlo con cordura: escí-
Mtó grandes divisiones, y las fo-
»mentócon disputas de palabras;
'»agotó los fondos destinados á
«los caminos públicos baciendo
«ir y venir incesantemente á los
«obispos para tener concilios,
«en los cuales quería ser el árbi-
«tro del culto y de la creencia.»
El testimonio de este historia-
dor tiene tanto mas peso cuanto
que su ímpurcialidad parecía ba-
cerdudosasu relijion: algunos lo
ban^cpeido<ifectoalcríst(ani6nuK
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«4
HISTORIA
CAPITULO IV.
síirasüsí©, ssia3>33müia)©a*
(Aña 361.)
Bevoludon en el imperio al aíKcnimienio de Juliano. — Carácter ih Juliano.
— Su sistema relijioso. — Puputariilad Je J*iMano. Reslablecímienlo del
pollteismo.*— Gobieniü de este prnicific. — Su patipjírico hecho p »r él mis-
rao en el M/sopogon. — Feuóraetio acoiUerido eii te recoitstruccion del le ra-
pio de Jerus»len. Primeros triunfos de Juhauo «a su guerra contra Sapor.
— Batalla de Maranga». — Slueile de Juliano.
R,
L EVOLUCIÓN EN EL IMPERIO AL
ADVENIMIENTO OE JULIANO. — Lfl
elección de los emperadores^ que
solo era uaa mudanza de señor
desde que Roma tiabla perdido
su libertad, interesaba poco al
pueblo, ajilaba no hímis que el
ejército, y solo obraba grandes
cambios en la corte. Pero el ad-
venimiento de Juliano parecía
una revolución^ porque enton-
ces puede decirse que eran dos
las naciones del imperio: los
cristianos, que solo queriau un
Dios, un príncipe y una ley; y
los paganos, qu-e vivieudo aun
con las memorias antiguas de la
república, adoraban en los dio-
ses los creídos protectores de
Roma libre y conquistadora.
Los cristianos, oprimidos du-
rante tres siglos, triunfaban des-
de-Constanliao y se babian con»
vertido en opresores. La Iglesia,
rica en demasía y sobrado pode»
ros^, fijaba las miradas de todos,
ocupaba todos los int0reá«^, man-
daba despóticamente, dirijía las
conciencias en su provecho, y
lo que es mas, se resistía á la^u*
toridad del príncipe. La ambi-
ción, siguiendo esta nueva ruta
abierta por la fortuna, prefería
las dignidades eclesiásticas á las
temporales, huía la esclavitud
del senado para buscar la Hber-
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DEL BA20 IMPERIO.
95
tad en ios concilios, y ya coIuiid»
braba c|ue la debilidad deíoftOMv
nareas daría con el tienippo alas*
á loa aiobicioaos con tiar{i para
ttsar|iar todo poder. Pero* coan--
do el cri^tianiamo creia inalte-
rable su dominio, y ekjentiliaoio
abatido perdía toda» esperaoea,
de repente se eleva al trono on
príncipe belicoso, ftld^ofo^ sec-
tario ardiente del antígilb cnlto^
eúemigo declarado de la relU
jiou nueva, y decidido ¿ resta-
blecer las inatilucionés, leyes y
eostumbres de Roma antigua.
CARACTEa DE JULIANO. — iu*
lianu, libertador de la Galia,
vencedor de la lermaoia, amado
en las provincias^ adorado del
ejército, reunia todaa las gran-^
des cualidades necesarias para
la ejecución de vastas empre-
sas. La intriga no podia engañar
á un principe tan sagaz. Su c,a-
rácter firme era inespugnable en
sus resoluciones^ y si se hubiese
contentado con restituir al im-
perio su lustre y á las leyes su
vigor, reprimir la ambición de
los sacerdotes^ someterlos á la
autoridad civil, e impedir con
una sabia tolerancia las calami-
dades de tantos siglos de disiden-
cias relijiosas, hubiera becbo
una reforma saludable*, pero fra-
casó porque quería lo imposi-
ble; Olvidó que no hay fuerza
hunuvKPeapatie re$íMeeer una
Mper$imonc^áa ni urntrelijion
en la^ que nadie cree. La' obe^
dieneia estertor' puede engañw
por at^un Hempo álaeMerida^
pero la^fáno e^de $w dbmim^.
Sistema rntuiioso m jceia-
iro» — ET emperador eon«cia «1
go!pe mortal qtte*hablaii»dado al
politeísmo los* pnjgresoa de la
razón y las burlas de* Luciano;
pero esperaba interpretando a-
quella retíjion, sostenerla y ha-
cerla menos absurda^ Imbuido
en los principios de Platón^ de
l^itágoras y de loa filósofos de la
escuela de Alejandría, adoptó las
ideas de los gnósticos,, que ha*
bian seducido^ á muchos padres
de la Iglesia. En este sistema» l|i
naturaleza había sido obra de uo
solo Dios; pero sua diferentes
parles eran gobernadas por eo*
nesójenios, á los cuales puso
Juliano los nombres de las dei-
dades deh Olimpo. Los critianos
los llamaron ánjeles*. Considera-
ba á los sabios, virtuosos y bé^
roes como espíritus^, que co«
rriendopor grados la escala de
los seres, se acercaban progre-
sivamente al I>ios soberano.
Gonciliando así el antiguo cuito
con las ideas nuevas, esperaba
aniquilar los ritos severos del
crislianismo ^ sostener á loa
romanos au relijíon alagüeña»
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96
^us il^sioseB brillantes y sus
pomposas solemnidades, y coo-
servar la doble autoridad del sa-
cerdocio y del imperio, que ha-
bía sido tan útil hasta eniooces
á la política de los gobiernos.
Antes de subir al Vrono, medi-
taba y preparaba estas grandes
mudanzas^ y desde que lomó
el título de augusto, quitándose
la máscara con que le obligó
á cubrir sus verdaderos senti-
mientos la dependencia y el te-
mor, profesó públicamente ^u
respeto á los dioses y contó en
varias ocasiones á sus soldados
los consejos que afectaba kaber
recibido del jenio del imperio y
' de'ApolOj pero cuando supo en
Traoia la muerte de Constancio,
dejando para mas adelante este
proyecto, solo pensó en jusliíi-
car su conduela, y en dar el apo-
yo de la autoridad legal á un po-
der qu« en su opinión creía po-
co firme mientras se apoyase so-
lamente en la íuerzu de las
armas.
Escribió, pues, al senado de
Bizanciü que le reconoció coa
prontitud y placer. Ya durante
su marcha habia dirljido su jus -
titicacion al senado de liorna.
í^¿Es culpa mía, dijo, si soldados
»sin paga, causados de conseguir
wviclorias bajo el mando de un
HtSTOBlA
uproibido concederles recom-
upensas, se ban entregado á la
ndesespe ración, viendo que se
ules arrancaba de su patria y fa-
wmilla para llevarlos á climas
^remotos y desconocidos? Dehá
nceder y cedí á su violencia para
•evitar mayores males y conser-
ttvaros las Galias.»
A estas palabras se cuenta que
anadió una pintura vivísima y u-
marga de las debilidades, yerros,
vicios y crímenes de Constan-
cio^ de modo que el senado roma-
no, por mas acostumbrado que
estuviese á la servidumbre, y
confirmándole unánimemente el
trlulo de augusto que babia to-
mado, le respondió sin embargo,
que debía hablar con mas deco-
ro del principe á quien debía la
púrpura.
Juliano enfrró en Constantino-
pía el 11 de diciembre de 361,
al frente de sus soldados, prece-
dido del pueblo, y acompañado
de los«enadore.s que habían sa-
lido á recibirle á tas puertas de
ki ciudad. Pucos días despuessa-
líó él mismo á recibir el cadáver
de Constancio: se apr^jdilló ante
él, puso la diadema á sus pies,
y le siguió hasta la iglesia de los
santos Apóstoles.
En-la Galia se habia admirado
su mansedumbre: en Blzancio
«jencFal á quien se le Iwbia aAorró la severidad de sus pn-
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ineros^actoflu Cu vtz de eotregir
á^ Iqs tril^uoales ordiDarios las
l^ersooas odiqsaa. al pa^blo^ que
babiao abusado del f oder eu ei
reinado aotertor^ creó para juz-
garlas ttoa cÁmmra ardUníe, ía
4;ual atendías mas á la paaioo de
la veogaoia que á la ^oz de la
justicia*
£1 eunuco Eu5el>io y sus iafa-
mes cómplices espiaroB sus 4e-
lUos coa mereoido suplicio; mas
se leacompaídei^ió, aunque habían
delinquido enormemente, por*
que su condenación fitéilegaU
£1 destierro del cónsul Tauro pa-
l^ió una violación de todas las
Ipyes^ y 4a indí;$aaoíon públi-
ca llegó ii su colmo cuaado se
dio orden de matar á Ursule, te-
sorero mayor^ célebre por su fir-
meza^ y quehabifi hecboser^r
cios señalados á Juliano en el
jtiempodesuadvecsidad.EI mis*
mo emperador afeó á la cámara
8u severidad, sal^ó algunas v(cti-
mas.y volvió á ganar la estima-
ción jeneral castigando á ios de-*
latores y desterrando á Jos vUes
espías^ qíie Jabraban su fortuna
con su bajeza, y que durante
muchos años hablan sido el te-
rror de todo el imperW«
£1 lujo de Ja corte decoraba
mucho tiempo habla la sustan-
cia del pueblo: Juliana bailó ^n
jBl palacio fttil empleado^ 4e co-
TOMO ttv.
iimmie. 97
ciña, y , ann mayor ii^erQ «de
rapistas y cQperos: el de íos^eu*
aucos escedia á Jos demás: á to-
dos los, echó. ,
Guéntasie qae queriendo una
vez cortarse el pelo, se |e pre-
sentó un hombre vestido con una.
toga maguífica. «Lo que .yo ae-
Dcesito es un barbero, no un se ^
»Mdpr,» dijo Juliano. Supo coa.
admiración que aquel criado go-
zaba un sueldo conaíderablcj; . y
mantenía veinte caballos suyos
á cíosta del tesoro. Sin repetir la^
menudencias que reieren los
hisrtoriadores de un fausto tan
oriental y ridículo, bastará de-»
cir que ^1 palacio solo coí^taba
mas que^l ejército. Juliano su-
primió todos estos abuses^ y qui*
zá su economía fué tan esoesívii
^^mo las prodigalidades d<3 su
predecesor-, pues para evitar [os
escesos del lujo, llegó casi á to-
car en Ja mezquindad. ^
Popularidad DE iuluno.— -j%
se. mostró inflecsible contesta
turba de hombres inutúes que
sitiaban incesantemente el pala-*
ciQ^y pervertían el ánimo del
IM-íncipe con sus pérfidas sujes»
tiones, fué accesible al pueblo^
y afectó mucho respeto al sena-
do y á los majistrados. Proibié
que se le diese el lítalo de señor*
((Quiero ser, decia^ el {príncipe jf
))no4^ dueño de Jos romanos.»
13
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9S
mSTOKTA
£t príner dia de enero, cuan-
do Ida cónsules Mamertinoy Ne-
vUla» según el oso^ fuereo por
la mafiana á visHar al empera-
dof^ salióá recibirlos^ losabrazó»
los hizo subir en sus Hieras^ y
mezclándose él mismo entre los
ciudadanos, los acampanó 6 pie
basta el senado. Kestituyó ¿ es-
te cuerpo la libertad de las dis-
cusiones^ animó á sos individuos
á contradecirle, y émuio de los
antiguos oradores, dedicaba una
parte de la noche á la composi-
ción de sus discursos. Tenia tal
pasión á todo lo antiguo, que
hubiera restablecido probable-
mente la república, á ser dignas
de ella las costumbres de los ro-
manos.
Juliano, al revés de otros prín-
cipes que temen á los filósofos,
les dejaba tomar quizá demasia-
do imperio. Inaccesible á las li-
sonjas, no lo fué á los sofismas.
Ltbanio y Mácsimo, sus maes-
tros y validos, fueron colmados
de onoreci: y estos enemigos del
cristianismo , inspirándole su
animosidad, le movieron á con-
ducirse mas bien como Jefe de
partido que como supremo ad*
ministrador del estado.
Restablecimiento del poli-
l-EiSMo.— Resuelto á volver su
antiguo dominio á la idolatría,
prefirió por consejo de Libanio
la industria k la fuerza. «No su*
«cedeconiasrelrjiones, decia es-
»le filósofo, lo mismoqueenlas
«enfermedadesren eslas puede
»darse la salud al enfermo, á
«pesar suyo, cou una violencia
niitilv P^i^ ^^^ hierro ni el fue*
)»go harán que el hombre tenga
»por verdadero lo que le parece
jifalso.»
Si Juliano, como diceu algu-
nos escritores eclesiásticos, era
prop^Aso á la, crueldad, debe
confesarse que en materia de
refijion fué humano por políti-
ca. La opresión que hizo sufrir
á los cristianos, fue grave, pero
no cruel. Hiunilló como debía
su amor propio, mas no vertid
su sangre. Opuesto constante-
mente á los votos de los paganos
que deseaban renovar las anti-
guas persecuciones, les repre-
sentó sin cesar y públicamente
que la dulzuaa y caridad de los
primeros fieles habiasido la cau-
sa de la prosperidad del E van je-
ito enmedic de lossuplícios.
Mas peligroso por su astucia
que lo hubiera sido vertiendo
sangre, quiso seducir á los cris-
tianos con el atractivo de los
onores y de la fortuna, y el te-
mor del desprecio y de la pobre-
za.Su tolerancia era flnjida, y
su rigor yerdádero. Mandó por
un edicto reparar y volver k
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DEL BAJO IMPSUIO.
99
abrir los templos de los jeplites,
les asignó rentas, estableció tes-
tividadeSj 7 restituyó á los pon-
tiñees las eseaciooes y preroga-
tivas que goxabao antiguameo*
te. La sangre de las víctimas
voelvei correr en todo el impe-
rio, los arA9pices ^aparecen de
nue?o:^l arre es perfumado de
inciensos y flores: Roma y Bi-
xancjb vuelven á ver sus anti-
guas solemnidades: Apolo recibe
las ofrendas del príncipe en el
paflack) imperial. Este y sus jar-
dines se cott^iectea en un vasto
panteón^ donde cada cKos tiene
su estatua* ca<(a bosque su altar^
Be todas las funciones del po-
-der supremo ninguna parecía
masonrosa á Juliano que la de
sumo pontífice: título que ima-
Jioaba preferible al de augusto.
Por la mañana ofrecía sacrifi-
xíosNal dios del día: por la tarde
i 'Diana y á los astros de la no-
^e. Aconse|ábanle que obligase
-á los H^MStianos á asistirá estas
«>le0inidades. «No «quiero, res-
apoodia, que se obligue á tosiga-
Blileos^(ast tos llamaba^ á saeri«
i»flcar á los dioses^ ni*quo se les
mitorntente por sus opiniones.
uSonmas tontos que jm*versos«
•Combatamos «contra «líos «on
ala razon^ y ganémoslos con la
tth2ib<»rse eogafiado en la cosa
•mas esencial de la vida.»
Los cristianos, animados por
ana fé sincera, resistieron á los
consejos y seducciones del prínci'»
pe*, pero todos los que profesa^»
ban esle culto por ambición, que
eran muchos, y por seguir el e-
jemplode la corte» lo abandona-
ron luego que les pareció no es-
tar en voga*, y los cortesanos, cu-
ya divinidad verdadera es la for-
tuna, «cambiaron de relijioo co-
' mo hablan camtfiaflo de señor.
Todas las dignidades del impe-
rio fueron el precio de su apoe-
tasía.
Interpretando Juliano á su
placer la moral severa del Evan-
jelio pare sacar partido de ella,
publicó una ley (ue declaraba á
•los fieles incapaces del gobierno
de las provincias y de los^ oficios
militares* «Los gaiiieos, decía
H^rónicamente eu su edicto» no
«pueden en conciencia ejercer
Hiestos^mpleos; pues el Gvanje*
ülio les manda no sacar la es*
•upada.»
Los grandes obedecieron al e»
jemplo y á la autoridad: entre
los pocos que resistieron al to-
rrente, se cuentan Joviano y Va«
4onliniano, que después fueron
^emperadores* £1 mismo prínei-
Muavidad. No ^dolK^moa^aborre- I pe cedió á la constancia de ello^
^cerloa^ sino tenerlos lástima por I porque el aprecio que hacia de
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ICO
mSTOltlA
5ÓS virtudes y talentos militares
le impidió destituirlos^ á pesar
Ae su odio á la relijíoa-, y á Jo-
viano dejó el rmportaute desti-
no de capitán de su guardia, é
hizo que le siguiese en su espe-
dicioD contra los^ persas.
Los arríanos dieron como los
católicos ejemplo de valor: uno
de ellos, llamado Máris^ obbpo
de Calcedonia, anciana y ciego,
mandó que le llevasen al templo
de la Fortuna, cuando luliano
8acrifical>a en él, y le reprendió
públicamente su impiedad. «Yo
]»me compadezco de tu error, le
^respondió el emperador: ese tu
»dios galilea que invocas, no te
jívolverái. la vista.»— «Yole doy
•gracias, ^ respondió at^evida-
imente el obispo^ porque me
^escusa ei dolor de ver á un p<^ín-
»cipe apóstata.» De admirar es
el valor de aquel anciano; pero
es menester convenir que un
monare» absoluto, questifre tal
lenguaje sin castigarlo^ no es un
tirano. La guerra que famcia al
culto d^ JesucristOj era mfas pér-
fida que cruel. Para destruir el
cristianismo, quería sumerjirlo
en las tinieblas de la ignorancia:
para resucitar la idolatría y de-
volverte su antiguo esplendor^
deseaba rodearla esclusívamente
de las luces que esparcen las
ciencias y las letras^ Así^ temioa-
do la elocuencia de lóir Básfltos,
Gregorios y Apolinaríos, antor«
chas bríil(Kntes de la Iglesfia, proU
bió & los cristianos estudiar y
ensefiar en las escuelas. Al mi!9*
mo tiempo ponía el mayor cui-
dado en la elección de los pontí-
fices pagamos; y las Instrucción
nes que les debe nterecen cier*»
tamente ser iiiritadas en todos
los países.
Mandó que paraoottrerir el
sacerdocio no se atendiese ^ ni al
nacimiento ni^á las riquezas. Que»
ría quenose confiase tan impoi^
tante misión sinoá los hombres
mas distinguidos por su piedad
y bomanidad, y por los talentos
propios á inspirar á los demás
hombres esta virtud que es la
primera de todas.
Debían, para mostrarse dignos
de esta función sagrada, ser con^
tantemente benéficos, porque ea
todas las situaciones de la vida,
aunen la indijenda, puede serh>
el hombre. L^ prescribía servir
á los dioses comosí estuviesen en
sn presencia: ser castoa^en sos-o-
jos, oidos^ lenguas y acciones:
habituarse á domar siempre sus
pasicmes para entregarse con a-
plicactun al estudio'de la Bioso-
fta, Dadela4e los poetas y epi-
cúreos^ue enmuellece y corrom*
pelas almas, sino la de los verda-
derM'SÍAios qoe^naeia á venii»^
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inr y temer i los ^óses, Justos
remaneradores de la rirtud, y
jaeces rectos de la maldad. De*
Mao-^Tnrir sobria y sencillamente:
la mágnifitencia no era permitt^
da sino^en Los templos. Aconseja-
baéh» pontíflcesqueiiepresenta-
sen rara ve? en públito para in-
fundir mas respeto (i > y termi-
naba su edieto recomendándole
BOevo la caridad. « Es vergon*-
»soso para nosotros, décla> qtre
»iosf alHeos4nflintengaa á sus po*
»br*s-f á los nuestros.» El éne-
mif^ de lo» eristiaoos wy podria
(t) Qikéfanse con freeaenem iiiM»-
tros tacerdoles de estos tiempos derpo-
co respeto que se les tiene, y por cop*
siguiente del poco case que se bsce de
U relipon, y lo-' atribajwn á la co-
rrupción del siglo. Si el.pneblo ha lla-
gado á mirarlos cfwi. indiíerencia^es
porque los ve. egoístas correr tras las
ambiciones muudauas^ envueltos eu las
intrigas de los partidos, acaudillar in»
lao^ {acciones, predicar "la tiranía,
santificar el despotismo, convertirse en
enemigos de k>s hombres que pensanv-y
coando subversivos proyectos no medi-
. tan» se ve á machos de ellos en los pa-
rajes f sitios mías públicos haciendo ■-
larde de impiedad y de asqueroso ci«
nismo. Toman el consejo dol que lla-
man Apóstata, observen lo que acoose-
íaba Juliano á sus pontífices: no salgsn
de la iglesia sifio para ejercer su miuis-
ttrio de paa y santidad, y seráu revé*
f encitfdos en vek de escarnecidos:
iinnsBiov iOI
I hacer da éfíbs oo elojlo roas
alto;
A'lguo tiempo se lisonjeó, auiK
que eu' vano, que la autoridad
de sus tuces é ib|éuio traería
sus adversarios á' la sumisionv
Habiendo leido una obra escrita
por IModoro, en favor del cris-
tianismo, escribió al fin de elhh
M; entendió y condené, y la en-
vió con ésta nota á muchos o-
bispos. Sau Basilio, imitando su
lacoDislno^. le respondió: Lmú,
TMU no entendiMe-^ pues á haber
intendida^ no habricu condenado ^
Constancio y sus hijos habian
qpitado^us rentas á muchos tem-
plos para enriquecer las iglesias.
Xuliano eou iguaf arbllrariedad
despojó las iglesias á favor d^
los templos^, y eo su edicto es-
eusó irónicamente la lujusticia,
diciendo: La admirable ley áe
toe erisíianos promete á loe po^
bres el rtino de tos cielos: es justo
altanarles ei caminó: la pobreza
tes dará sabiduría en ^sta vida,
yun reino seguro en la otra.
GoBiEuNOD£.jDUAKo. — Basta
este solo rasgo para probar el
talento de Xuliano^ y el cóau>
conoció desde luego á los sacer-
dotes quer predicaban lapobreza.
Si el espíritu de partido le estra-
viaba en materia de relijíon^ ía
equidad mas suave dictaba sus
senteaciasy edictos eo los de-
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102 BttTOBIA
más asaotos; y como los liom-
bres ríjidos le reprendiesen su
lodulJeDcia: «Un principe^ les
^respondió, es una ley viva que
»debe templar con su bondatt el
vescesivo rigor de las leyes
«muertas.»
Solo el espionaje, que Cucan-
te nruchos siglos abría en la cor-
te las'puertas de la fortuna, es*
perímenn5 siempre sd severi-
dad-, yxuando sometido á las te-
ves tle Constancio tenia que de-
jar Kbres en sus fonciones á a*
quollosliombres viles, Itamadus
curiesos, no pudiendo hacerles
probrar su odio, les mostraba
por lo menos su desprecio.
U41 día tiuo-el príncipe distri-
buía grétiñcaciones^ uno de es-
tos ajantes, en lugar de estender
la ropa, según la costumbre,
presentó las dos manos^ «lüstos,
»dijo Juliano, no saben cómo
»eQ poco liempo mucbo bien,
«que hacer en ^ muclio tiempo
«mucho mal.»
Enemii^ode los placeres y de
la ociosidad, era tan activo en el
consejo como en el campametft<v.
Restituyó el vigor á las antiguas
leyes, las corrijió, devolvió á los
manicipios las tierras asurpaJas
por las emperadores, y dejó en-
tera libertad á los abogados^ Ac-
cesible alas quejas, y justo en
las decisiones, seguia mas bien
el espíritu <)ue la letra de la ley;
y como desconfiaba de su impe-
tnosidad natural, lejos de ofen*
derse délas objeciones» animaba
á los majistrados á que le con-
tradijesen.
Ün dia, oyendo á unos aboga-
dos que elojiaban su justicia 7
su jenio^ les dijo: c ¡Cuánto me
•agradarían muestras alabanzas»
«si os creyese bastante sinceros
«han de recibir, pero soben muy I ^J animosos para censurarme en
«bien cómo han de robar.»
Cunocia tan profinida mente Ha
carga d«l reinado, que muchas
hiítori^idpres te han creído sin-
cero cuando dijo qüt estaba e-
sento <ttt ambición, y que ascen-
día al tronoxoutra su voluutad.
Antes de esta revolución, ha-
biéndole dicho que Constancio
iba á Iiamar4e 4 su corte y a dar-
le un Siicosor, respondió: «Me
«alegraré: mas vale haber hecho
«caso de merecerlo ! »
No conocíala inquietud de los
rpríncipes cobardes que les hace
prestar oídos á la delación, y los
arrastra á UiÜronía. Estando ea
Asia, denunció un doiWtorá uu
dudtdauo muy rico, acusándole
de aspirar al imperio^ «¿Qué
«pruebas tienes, le dijo Juliano,
«de sur delito? » -^ «Ha mandado
«hacerse, «replicó el 'espía, una
»toga y un matítu de color de
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DEL BAJO
' «púrpura. « -^Entonces el em«
perador dijo á sa tesorero: «Da
mh este delator bolas j coturno
»de color de púrpura, y que- los
•lleve al acusado para que tenga
»ej vestido completo.»
Fiel á las-mácsimas de la filo-
sofía, procuraba siempre hacer-
}Se dueño de sus pasiones, escep-
to I» ambición de gloria militar»,
que ni aun pensó en coni(>al3tu
Vencedor de los Jerma nos en el
Occidente, quería que el Asia
fuese también teatrodésus triun-
'fos. Determinado á estender ios
límites del imperio, reusó, aun«
que se lo aconsejaron^ marchar
contra los godos^ & quienes des-
preciaba, y cuya vencimiento le
parecía fáciL
La conquista de Persia^ y e\
deseo de igualar á la gloria de A-
lejandro, inflamaban su imajína-
cion. Creía firmemente en la me*
tempsícosis de Pitágoras^ y se
persuadía que su alma habiamo
rado antiguamente en el cuerpo
del héroe macedón io.
Antes de salir de Constantino-
pía pura la ejtecucioade sus vas-
tos designios, quiso dej[ar en a-
quella capital monumentos du-
rableadesu mansión. Construya
un puerto embellecido por. una
galería magnífica; edificó un pór-
tico eo el palacio Imperiaij, y pu-
so en él una biblioteca numero**
IMPERIO. 10.^
sa: concedió aFsenaAo' de Orien»
te privilejios^ que igualaban la
nueva Roma^ con la antigua.
«Constantitio^decia^amabaá Bi-
»zanciocomo& hija: Constancia
«como á hermana:, yo*^ como á
«madre y nodriza.»
Atravesando el Bosforo- llegó
¿Nicomedia, y no pudo-ver sin
dolor las ruinas de-une dudad en
que había pasado subinfancia-, y
así prodigó sus tesoros para Vee-
dificarla. Llevado de su pasioflal
culto de los diosesi cuyos^ alta-
res quería restablecer, Jtié áFri*
jia cou solo el objetade visitar
en Pesinúnteel famoso templode
Gibeies, cuya estatua habla lleva*
do ea btro^ Ueu^po á Rotua Sci-
plon ^sica,, obedeciendo al orá-
culo que encargaba esta comi-
sión al mas virtuoso de los roma-
nos». Huí esta ciudad compuso en
onor de la diosa un discurso que
ha llegadohasta nosotros;y al mis-
ma tiempo escribió una apolojía
elocuente de Diójenes el Cínico,
filósofo poco dignode elojios..
Cuaudo atravesó la Cllkia»
Cebo, gobernador de esta provin-
cia, le arengó y pronunció su pa-
nejírico,. siguiendo la costumbre
que un filósofo como Juliano hu-
biera debido abolir. £1 empera-
dor llegó á Autioqúíá eii. 362,
cuando la ciudad estaba de luto
lamentando la muerte dé Adonis.
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lOi
fflSTOBm
Miró esta casaaíidoa como un
presajio fuoeslo: ni su valer ni
sus vastos conocimientos ^Ican-
«aron á^M-esorvarle íleiina cré-
dula supcrsttckm. Los grandes
hombres «ras vécese Mbran de
las enfermedades de su sigle.
Ilustró su llegada á Siria con
un acto de generosidad, forma-
base entonces proceso á Talado*
antiguo vaUdode Constancio, y
uno de los que mas fieramente
habían perseguido á Galo. Mii-
^hosciudadanosincilaban alera-
-peradorá que vengase su ,4o ju-
«ia y la de eUos. icTalacio, le de-^
»cian,te ha ofendido: y ba come-
jilido mil violencias conlra nos-
iK)lros.» Indignado Juliano de
vesr que querían abusar de su au-
toridad ^ara oprimir á un des-
graciado, poderos© en olroiiem-
po, y ya indefenso, respondió á
los acusadores; «Puesto quecon-
»{esais qne vuestro enemigo lo es
»mio, debéis ceder de vuestra
•querella, hasta que yo vengue
»la ihia, qne en mi entender me-
»reee^ preferencia.»
Suspendióse el proceso: y co-
mo elúnico delUo-deTalacio era
habw^e opuesto valerosamente,
y casi solo, á la urania de Galo,
JuUano le devolvió poco después
gas empleos, yle onró ^nm su
henevoleucia«
Al«i»i»o^iwíipo pr^^curaban
con mas juáftcia/ escRar su ira
pootra Teodoto, descubriéndole
que había aconsejado á Constan-
cio dar la 'mu^rte al eésar: «Xa
vio sabia yo, respondió el prín-
»cipe. Vuelva á tu casa, Teodo-
)»to, sin njngUB recelo j vive ba-
Mjo el reinado de un emperador
«que siguiendo jas mácsimas, de
wlos filósofos» procura «siempre
•disminuir el número de sus con-
«trarios y aumentar el de sus a*
«migos.i»
Romano y Vicente, capitaneif
de suguardia, convencidos de ha*
her aspirado al trono, no reci-
bieron mas castigo que el des-»
tiei;ro. Marcelo, hijo de su anjlt-
guo enemigo» y alguuos ministros
de Constancio fueroii los únicos
condenados á muerte^ .peroá pe-
sar de las malignas reconvencio-
nes ¿e los escritores católicos, su
suplicio iué mas bien triste casti-
go de ios delitos cometido&coutra
el pueblo, que un resentimiento
dei/príncipe.
"áin embargo, Juliano hizo va-
nos -esfuerzos para ganar el amor
de los de Antíoquia, habitual-^
mente sediciosos y burlones. Los
católicos y arríanos leaborrecian
como enemigo de su^ulto,y la
austeridad de sus costumbres no
podia gradar á los sirios volup-
tuosos y afeminados. Ridiculi-
zaron su^ray edad, su barba lar-.
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VVL BA90
gtf;'sa (MtfMttaA y lá^át^Itlclz de
«tM^YMM6s. ^iffriifnkétrte le iiK
sutlaBáDen pes(ftiÍDes fosdletítes
y escritds ^s^Hrlcos. Aunqiie le
llegó al «lÁW eMa iftjvria^ no to-
ibO otra f elblfaifiía que la de 69^
ciHbh* uüa ob^ inj^sDlosa, eéle-
In!^ inasta 11009(1*08 días, riolada
JArsoptfgréfi^ 6 'ef ettémigo déla
btrrbto. EntAia 1ii20 el retrato de
tf niMitoo^'Attje adéf^tar lasopi--
¿toife^dellMoiilfoquéiios» y re^
«UteBdaeti^Qn cuadro rediitid<^
ioáotMéadéfeotosde qile'te aC9*
9ékéá, ttttoe^l paae|(rick> maaiiu
teresaiile 4e su eenduota; <ie sa
iiitem« y«iia vtnode»«
Loa ftirioi^ á pesar de as amor
á los plMeres, no freeMoiabaÉ
•I célebre bos^M de Oaíoe^ des->
de qoe reKdbie#oQ'4a lo2 del fi-
^«Bjelio. Jkéllfiflaiiteate reloabe
rtdeMleyAeüerrado el pudor,
bajo aquellas sombras delicie-
«aa: la:doteura4let49Ílffia, Usoés-
podea jcamaltádos de lores, el
mlnuiittito de loa elaroa arroyas
^ne ios;ba2abaB, 4(1 cimt* de 4ai
•T^^ loa ihimnoe qué liecorda^
baípefealaor de Apolo i Bafoo,
toAD^Atregaha fos seotMos áiiaa
loollcie ^volapiuosa. £4 mortal
4üe«oiaqiiel «erjel e^Dsagrado
iuplaeereBc.nBdi miateriosos, hu-
biera entrado con mí radas «aataa
yjcoá(ooa(ftre8ipuraá/liabr4a sido
fap6lido:eomoioii pfotéi^ 'Co-
TOMO XIY.
wMfc&io« > inS
dos támtiUn ^ m^i¿^ 'áVlá^
qite FeWa;y Diogniia fa esqúirét-
de l>arfié. Al' asp^ó séVéro' de'
lacrtit^qibelároD destruidos Ida
pfeéti]l<to dé la TOtupfuósldad y
dealeftós -sua attates. 'Edificóse*
«en el n&lsmo ritto ubé' iglesia/
donde se debité eh tuerpo deA
mártir Sabilé^, y desde entonces
ceaó él! "orléirto ^ Apdlo: su ai-'
lenfelo 16 afribliyeroá'ltfe paga*'
»es á la ^^ofatiacie^ del bó^üe*
sagrado/y toa cHstiafñóa'á la |)fe-
áencia del santo. ¡^Siempre an-
peiistíciQíd'Et emperador, que«^
riende reAittrir ai dios sus arb-
tfgnoa onores, foé ai bosque á
hacer tin sacrificio*, pero niídie
ae atrofié á acompafiatle, sino
éí sacerdote ^«CH^ificador. Con é^
te moiivotepraiidió lÉdjgnado al
seMd#y pueblo de Antioqufa su
ittdiferéMíar^coir respecto al anti*
gttOciiUó.«Kdnctt6s he visto év
)»lo8ieiipios,ie¿4dcia, sino pa*
érft* prodigarme 4;tdttlaciones in*
»4igiiaa« Noidebotsdar incienso
»á mí, sino á les diosea*»
^lo roMBoiaba á av austeri-^
dad fiiosólca en farer del ' poli**
teismo. Dicese por sus eontrarioa
qM on las fiestas de Tenus aé
ptaeó.porfaa oattes de Antioqoít
edornado de guihialdas de florea
eamedio át una coaaittva Uoen-
ciesa repitiendo canciones ^osoe^
lua^y procedido dennamultitai
14
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196
■mroKU
4e prostj^tatei. Ef t<> car^peda ve-
ij)3tmilUp4^ Saa Crt&&stQitto>qQe
ea^el que, descrjbeesia» verf^onzo-
sas soiemoidades^ ieme qu^ la
posteridad ^emegue á creer Ua
QStravftgaD tes. desiirdeoes 9e ^e
dicf^ era testigo toda uoa ciudad.
Deplorable efecto déla debilidad
huaiaaa!Sin efnbargp^oDa yez
qoe la supersiicioo ha gaogre-
nado.el cerebro, la eofermed^d
es iocuri^bte» dice Yoltairet»
f IjO& bijiU^riadores jeatiles eii^D.
ta& qu^ Apolo dió^^a fia^o orá-
cjuloi» y iuéel s^íeote: tEaloy
vrodeado de cadáveir^t Bo dar^
urespii^sAa basla qoe se qoileí»
i^los muertos qae maoeillaii mis
vallares.^ Juliano tUio tra^por^
tar á otro sitio la& reliquias d^
Sao Babilés. A pocosiiiaa{ieració
etiemplo d^ Apolo ieceadiado
por los católicos^ 7 loliaao en
TeagaDiaiaaq4<$ cerrar la iglesia
d^ Aiitipqiiía^ El sacerdoto^^ Teo«
doreto^ que se resistiaá elto, fué
degollado por los ^paganos» El
emperador manirestógcaade e^
apjo contra los aae^taios^ y man-^
dó perseguirlos ea justicia; «No
«quiero^ deciai, qoe baya márti-^
ares en mi reiaado: 00 quiero
«que jwdie perezca por opiaio»
ttoesrelijiosas.».
i Una (alia demaisiadoicoaiiioea
los. goberaaate^ irri46mas coo«
;tca.é) aV pjiebloide ADtio¡qttía>
doa^C! 6 la say^ ae wnevtaaeotiH:
ba grapde eaca«eia. jEI ec^peradoft
pusopra^Moi losgrai^^. y piif>
blíed edíetoa sftve^QS iCQa(ra toft-
acuoMilailores de < tr^ffx Toda:
traba deatraye la actividad da
loscomercíaates^la libiar^d á-
aicaakeale fairorepe li^a «speeii^
Uciooes^ y la concurreocia coa«
serva, el aivel de ios fredoa^t
Loa graaos fueroa ovia caros f
eseasQS: loa Járioa aisMacM alr
prfocipa del mal qqa ailfríaii»r
i^liano ao respoadió á laa ioju**^
riaa> siao prodigaadaaaa tam-»
roa paraaocof rer al pi»eMo%
E^poestoi losaarcasmoa.de.a-»
aa poblacioa aaiaeroaa, atar-
meatada par el ^iade loa arriáb-
aos y católicos» safrió> adamas ka
coatradiocioa de loa filósolos 4
quieaea taato amaba^ y parar
veacerla, empledoa medio moy^
fácil» cual ea Itsoaiear aa vaai«
dad. Ltt>aoio r^iaaba orgallosa-
meaie venir á aapalaeioá aair-*
^e á sos cortaaaaoa, j deaaohaba
todoasaa dones. «rHéaqai na ref-
»galo> la d^o Joliaao^ qaasego-i
^raméate aceptarás: deelaro qaa
)^ttt»vírtiidea te dan 0atr0 los OMia
«graadea fiHóaofos el mismo la-»
»gar qae tasdisearsoate haa da*
vdoeatre loa mas graadea ara«i
sdorea%» ...
fisto príacipe^ aa manlfeató
sjempr^^aeatfaleatra arrtaaoa y
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BBL BA7d
^«fólltotv Tfl por tolerancia/ ya
fim fboiMtér entre Aon tti^ia-
noa la «üMUoo 7 deMKiarlos.
Ea Pleito qm el objeto printi^^
devana pensrailetftos erra la dM^
«rucetoB délvQlt^de Jesu^ qoe
ereia^tontrarto á tasaollgaas eos-
toflubres, * ciieo»ratihle ccír la
«rti^Hi «BiMeion 4e loa roma-
m», úi^kM Taeffte te mgforia.
, fiíHnpiMocofliraiel eriaüadia^
mo «D libro ^ue no ka 4tega4o
lítala DUMroa iNas^ pero tM>ao*
^MDQaaoa parte de él por la re-
bil^ciofl de S^ Cirilo. Así «t
•Hiijo eomo «I -oiro parece qae se
1h|d 4>raiHiesto en ana ^erttos,
detrrltKir Hiaabicn Ja doetrin qtte
«taeaa^iue Jnatlflc^^ la que de-
fleodea. ittliano^D en obra^ <o-
moeouaa iDjeoiosa alegoria^ue
•ae ba conservada^ y «n que
«cuania «u ánfortuaíoa, stts4ns-
piraeianea y su gloria^ aconseja-
hdk á lospueMos que adoptasen su
raUJion. lüamábata e\h$lenktM,
j le daba por iMse Ia4daa del Ser
anpremo; de sn liijo^ «qne es al
Xe^ai. da Walou^ «aya 4májeu
7 santuario «ra el ^aoh Joa da*
■las ^Hoses^ aegun ^é\, se Teda-
-Cfan -á amanaeioneé de la diri*
nidad.
JFEKÓXaKO AOOUTBOnOCK ZJí
UGoasraoccioif del tempío na
jEauaAXBiv.-4nolinado áVayore-
«ar á loa jadioa porque eran ene-
ñiraao. íatt^
mfgos'delds «mtlaiiob^'proyf^ctó^
para desmettClf 'hnl' proTefelas,
re^tÜMr el templo 4e lisi^nsa-
leny derruido tres siglos ístales.'
Avla6a« resahKíion á \m fudloa
portin édictoí loa bscepluó de
4odo impneata ^slpaord^nario,
lea d4fi paite dar apa tea4»ros» r^^
unió para Ja ajaeueioo de e^ta
«mpreaauífiD menso número da
obreüoa/y edcargd á Alipio, 4a^.
4aoden«a de Palaüiaa^ que ace-
lerase la obra éin perdonar tra-
4>ajo ñi dineve para acabarla
proDtaaaenla« Aniea de cons-
truir el nuevo edificio^ sedemo-*
Jieron los cimientos del antiguo.
IiOsbabre^ acudieron de todas
parles del mundo á ieruaakn
con la esperanza de volvar á ie^
ventar au templo y culto» sn po-
4encia y au ghMria; Esta aperan-
xa fué angaiada* So solp los au-^
4ores acéesiásUcoa^ ^ao también
Amianp Jlarcelioo, iiiatoriador
Jentil., 4an ^upersticioaoa uno
como otros, tfuentan que aalíeron
*de la lierrá «on gran ruido ^4o*
4m>8 daf uegOp 4os cuales laaaándo*
ae repetidas veceé sobre loa obre*
roSy les impedían llegaré 4os €i«-
míenlos y a«marjian anmedio
de4aa41amaa á los trabajadores
mas osados. Veamoa aora ai es
poaible dar an trada á tan misera*
bleconseja. Juliano^ dicen, se vio
obligado á abandonar su proyec'-
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superior á %mf^^^^V^f
. Pjí}ro;cQAiQ4ioa>4u^«eo basten»
tesAfaianox- Mya eitados^^u^
lor^st eclentésHcQS» para pr«sefl>-^
tarnos «na prueba 4et los des«
preciables adíelos de la eredolí-
dad, y de las torpezas que bacán
decir á 1^ btetoria, Sozomeoo,
Sttfino f Sóeraies repiten esta
pueril mentira, y la testifican
San Gregorio, San CriBóstooK>y
San i Ambrosio, aiadiendo ^le
este auceso afirmió l&fó.de los
cristianoft y desesperó á los ju*
dioSf. muchos de los cueles se
coovirtí^roo. ¡ Así se llena la
biatorta, de. imbecilidades cuando
ae llena interés, ea engañar á la
humanidad t
L(i6 filósofos eoD mae ravon
espliean en un case el fenómeno»
atrtbuyindokxal betmnen y a-
sufre de 4«| abunda a<|oel le-
rreno> como lo prueban loa le-
Fremotoa frecuentes en aquella
ferte del Asía, que hablan su^
merjido en ehabismo ó abrasado
cpn llamas ciudades muyi papú*
los^s. $je«Qpre la credulidad a^
dopMi .oaasi fácilmente las reía-
ctone^milagrosaa que las fun-
da4as sobre causas naturales»
Un error capital cunde con ñaua
facilidad que una Terdad funda-
mexUaU porque es mas téeil
cr^er qi|e discurrir j. y (os hooír
bres en [Mera) ^rtflWNi: hia^
pori09tos.del fiínatisniov lA snai
verdad seodUla yt.palpaiUea *.
Entretanto el emp^aftoi; .re4
unia con suma aotividai^ tropas»,
armas, viferes y mnilkíoHes def
todas partes para la guerra que»
meditaba contra Persia. T)siñe«
roso Sapor^ de .sua- preparatMM^
y diQhla babilidaé del vencedor^
de Jermania; le propuso la páe,
dejándole duelle de arreglar la^
condiciones. Joliéno, que querié'
.terminar la lid de tantos slgloa*
con la conquista de la Persiá 7
no con un tratado, na respondió
á aquellas ofertas pacífteas sfoo
reusando toda Degociaclon. P^riHra
esta guerra se impuso á los cris-
tianos oa tributo especial: me-
díala injnsta y sin disculpa; coma
bija del odio. Greta qae deján-
doles la vida y la libertad de pro-
fesar su relíjioo, aunque loa o-'
prioriese.aín cesar, no merece-
ría el renombre ée perseguidor.:
Muchas nacioOes del Orienta
le ofrecieron tropas aosüiaret.
«Loa romanos, respondió, daa
usocorfo á loa otros {niobios^ f
«noto reciban.» Los , sarracenos:
querían venderle ana servicios^/
y él les dijo: «Un príncipe beli^
»coso no tiene oro, sino hierro.»
SI rey 4e Armenia era tribus
tarto de Cloma. Juliano, q^e la.
d#spr99ÍAba ^^ había abfAf-*
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llif»rd0MMi iovitaeftititUM 6f^
tnuBfsailrofag'ír'MqpiIrto ér la
fMrract . ■
Viwiéttm^ reamo (a63> dK
•6 el Bafralet cdssfeeraio y n^
féém mdUértnUspmatos, y^ms
4ivteioBeft 8MtlftblMÍC9o» eítUsé
mkmrimht^)rmfémi§ñ94o&, al ntari^
fcráe algouas fartalazaa, beata
el mMueatiKéa aO' reoftioa% Jo^
HftDO^ cuando «alo vieroe cofli^
plidaa lodaaaiifiMeoes/aati^ae
AMioqníá^jiif íMMlO' no folfor á
etti^I^.eoíaeAaLdMtt ebejo^ dejé
fergoberead»reik eqoeito tiiH
dad i Aleiafidpo dr tteliópoKe,
JtoobreiDjeate^iii^y^vk^leiilcv
del eoal deciae «fiieD aé qae V
^flaí^odro Bo flaemoe maodar;
»pero Aatíoqaía meaéee otode»
?»cerje4ii'. w . .• i.
Llegii.iiaQreaí^doBda liaUd«l-
vidAdP^et pnUteísoao; é Uso ira«
ii»aeateeraoacon. el aoeedo á^
eqoeile Diüdadpera- reataWecer
el eirilade ioadkMea. BaTM^Ie
foé «laa favorable^ y loaiubt-
laqlea le acompeaerofrá aacrifi**
car eo loa iempta*4e áipelo^ y
jópiter^ . i. ' .
taiNipideadea»'aHMrebe rué
tal^ 9ie ye. beina |Miaeda et Bv^
foelaa^ y toa peraaarle» crataa eti
áetfoiieéiLLA^sarde'to inif»ór«
taMia de«Báeaa> se ale}d de está
piase perqM^ estaba pobtedá de
eriaUeiioe> y fdéá Carras, cii^.
ded'Célebprpor. le mina de Ora^
so^bebieei^elii^v^teaiplo fa¿
flK>8adedieadi^ é le* LaíiiB, á la
cttaUl pf^ocipe-teiiie paaticalar
dovoeioo* Prooofifio^ que^ pagó
deaBnea^eon. le^ eabeza- ae mo^
meDléiiei^.elevaclon^ decia que
«Uiliaoo^. esUDda eu GaFMfi> le
belHadadaua manto de párjpu-^
ra y de;»igQádaie por auaeaor eu
eliuüodequejterecieae^efi esie
guerra»^
Boa eamiooa tookMel ejército
coiMi¥> para penetrar en Peraia:
uno poi:.la.Adiabeney pasando el
Xigrit^otto por la Mesopotamie
eoaleaadoet fioTraief.. Juliano;
Btra^eog^^áar áloa peraaa, los bi*
sarecottoe^renlramboa^ preoe^
di4o pog dealaefmenios^ DejiVen
MeeQpo^mia^ilajo lea 4i4ee^
de Procopiu y Sebaatian, trelnle
mil;boittfarea eaea|idai qoe^de*
bien jReuniKaele daapuea ea Asi-¿
r4a* eon Aiaeoea y ave-araaenioa^
üníiéinarcliarácta^ei Xjgrii, y
üvenzA rápidamente por el Eu-»
frates JBn eeiexlotenia cimien-
ta boquea de guerra, y mil de
j transporte cerp^doa de víveres;
(^e. eaeguraban le snbaisteneia
I áaus tropas.
\ ^ Yásé babíá poestoen mareba
«cuaAdo recibM eertas .de Salits^
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,ll!0 .')!.-]
qfie le roga1>i qae sosptadiese la
«spedicioD^ porf)ie loi dioses no
6e>ia96ir4b|iQ /avoraMes 4 ella.
JuUaoo» cQQflolaflo^con Mr^n ^ft*
guero^ ceQUnud'MiHQieT'ímíeBt»»
y llegando adoode'^staba el se'-*
pulcra de Gordiaao^el jáveo* on-
ró^coA Itbaciooea 4a B^emocia de
€Ste príqcípe; libaciOBes que ba*
b|aa de repetirse detítro de paco
^Q «u mi^na tuiaba.
Pooos 4ías<le8piies, un selda*
do, acometido por uQ4eoQ iurio-
so, lo mató de «uiu laaiada: y
el emp^^dor creyó 4a «aaene
4e la ¿era presajio -dñ la caída
4ei cay j>er9iano.. En ^eá% Üeo^^o
los €aiólicoa» los arriaoos, los
idólatras y .4os iUásofoü, ^aunque
djlferian^ii creeseia, se daban
la mano ^n 4a «operstícioo; -do*
daban "dejas verdades jr •Qreian
^alas/ájtolas..
Una ^nligua praocufia^áoQ,
cpnfiwBQda por muchos escar-
mientos y «esparcida ^nei Orlen i-
te, parecía disminuir 4a con-
fianza de 4os 4'omanos; porque
era 4ina ^creencia jeneral:gue los
ejércitos <lel imperio no podian
penetrar en Persia ^Q «sponerse \
i grandes4esaslres« Juliano pre>^
curó4eslr4>ír -el ma-)- «fecio 4e
esta tradición popular: reunió
aus tropas y Jes recordólos triun-
fos dft mnebp» ^olfitafits,' ^cairas
ágoiltaric^ortQsns hiMatf ptM^
Wado hasbr^JL canlro dek Jksiai
«.Estaa «rmdaa ^ombras^^Ai»
'i^dió, no eran escitades sino por
«la gloria: <iMMtflms*l«SMMS>or
«eUa y poria ««eáganat la 4e*
•rrola de ^mAras la jkiies, ita
fdevastmieo de nuestroa' eaaar
«pos, la nrina de nvasiras cin<ta'>
«deanes pdna^i tea juaCiefa el
«acero .*en4« mano* Aeparemw
«lo pasado, «segommoa lo fii^
«turo y merezcamos fama 4a*
«mortal. Yo campUré 4#s debe<t
«resde Jeoerat» oAcial y soMa*
«do. toa4fioeas Ae Ihmi eoacedl»
•do auapicios Arvorabtea;^ pera
«si la fortuna «engaftase -mia «ea^
»perauas, me teñirla por felfai
«pereciendo, «orne '^lea Nucios,
iiDecias y Corcios, por el bien
«de la patrla.«
«Imitemos á nuenros mayoi^ea
«cuye tenstancía wencia todos
«los Mtácttioa. Ellea lidtaron
«penosamente muehoi eios an«
«tes de aubyngar é Fldenas, á
«Yeyos» i ifnmaneia: la ruhia
«de Cartago fué el premio 4e uñ
«siglo de cembalea* Sigamos tan
«glorioso ejemplo, y aobre lodo
«evitemos 4in escollo fonesto
«bertas veossáoiiestras «rrnas.
iiLa.<kscipUea f eélecaqsa de sua
«victorias: la ucencia, da «Qea«-
«tras derrotes. Peleemoe pare
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iedfliQdMlJéiicfa:i(ie^ kalfarári»*
»flecftí&lerlcNfoel qae 8e*'«parU-
«N<v lamáis- las-armas iM ene-
itmigo, sioo^sa astucia: d(McoD»
;iAlKk4e-los lazos que taadlnrá la
Ma4ieía. Yo, aomeUéodome* el<
«iriflMffo á la reglajeneral, mf^
»qoiMF6iua^ ao« me haré oomo
vótros |>r{D6i|)|es superior á las
rteyesr daré cuenta de mí. con-
Miucla á Ib faz del mundo. Miir-
»cha4 confiados: flátigas, pelí-
•gros^todo «^rá común éntrennos-
?N[>tros»y QOtolvideis que la jusr
Ptieia. de Buaatra causa es^al pre^
a^ajio maa seguro^ de* la^ vieto^-
»via^»
Los s<4dado8^ leraotando sus
éséudoa» responden á estas pa-
labras con aclamaciones unáni-
mes^ y gritan i «Volemos sin te-
»mor al combate bajo el mando
»de un emperador inveacible^a
^ a|éraiu>se puso ea marcha
ea toaa eoluioMa prdcadidaa de
Uepaa^ li|erast el ala dereeha^
iMUdadaper Nef^itta^ y precedi-
da por la escuadra^ costeaba el
Eufrates: la izquierda^ compues-
ta casi toda de caballería^ avan-
zaba en la llanura^ á las órdenes
de AriAteo y Hormisdas.. Víctor
y S^fiíwUoa oíaAdabaa la retar
fMBdia. JaUano^ eolo^do eo el
otBlfa, acudía á Uiios ioi pfo»
M jtoofe' a* ptoMMeia* era ne*
eesa-rfa^»/ . ■ ^
PiíMEaof TRiüirlHM' DKinruA-
m.^La-toma de^ tres fbrtttlézas
fué su primera operaeióiv; y la
4avastacto»de^AaiHa*€astigé la
derlaapm«tttGÍaa nemoMa. Las
€iudade»de' iliaca y Otogarda^
aa flieron consuíi^as por él fue*
go. Mb roharoa qúíuceilias sinen-
eontrar á los persas: al Qn saca-
ba Heríanse presentó, BormJsdas
la acometió y puso^ ea huida,
üespues^deeste trioafp llegaron
aun i»itiQ'doüde el Eufrates se
divide ea>doa br^osriumvque se
dirije-ácia Babilonia^ y otro que
ae oneeou el Tigris eo el cami*
no de Cteaironte: U& cuerp6 nu*
nieroso de persas 'defendía este
segundo brazo: Juliano los en-
gaña con sus movimientos, pasó
ej ria y se aclamó delante de Pí-
risabor^uod die laa mas grandes
ciudades de h^ri^r
Stt ouaierosa poblaeioa re&ia^
tid eofl deenedo al prineipia los
atacpies de ios romenos; pero
cuando loa habitantes vieron
marchar contra sus murallas él
Ae/epó/ís(l), la mas temida de
(1> '^Jtm el Htlépoli» U buíi grvi-t
(le OMtfttíii* de g«erra qoie «ervi» p^ra
et^taqofty «Mli4^ae lai pUsas. Cm»^
iitcíe ea naa tofre Ctt*4ra4e de vMáftm
re,' eoye jilerie.:jttfirioa jbeiii# luui
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da por Demetf io Poliorc^feas, se
ji|MMUiró ei lerror^e mí Mim)s,
quiste putíte taHkúk q«t ttt ^Mt^ 'f iM
ckiAoiMrert tnplfl y á iMes,cttABrii*
pie qoeiino de m^ kdo^ pnes*^!» «a*
pei«r U «laraHa do U .pUM ^iti«d|i y
«uB «US nii«aia>4of r^ir Loi autores 4e
dao cuarenta j cuatro e^os de .p^o*
ta, queequ^v^leii á -unos aese ota y, »eü
pies, Sus frentes j flancoe eatabaa 8os«
tenidos con Tuertee ptancbas de li ierro,
revestidos con adobes y cubiertos cou
^eles frescas, á An deeoitxk^r 4«é<«r*
«ñas arro^adiaas dt loi coélraeios,^
tnter*el incendio con los;GOnibusii«-
bles qoe estos tetdtri|ian» Eitas torres
contenían de^ seis íiastn caiorce^ píaos
con sus respectivas ^enUnas y troné-
rnsj y secomunicaba á ellas por oief^io
de dos escaleras colocadas en 4os ángu-
los opuestos de cada piso jr en la uiis-
ma dirección, U una para tubic, y la
otra para bajas, i£n de evitar la con-
fusión y .poder proveer con lacilidad á
losMldadoaen sos respectivos pisos de
krmas.f nívere», cuyo rq^eato ae ta-
iabiecia á rets^na^dia de 4a toitve. £1
Helépolis 4ettia en el^iso bajo un a-
Ttete de corredera para abrir brecba
^n la muralla enemiga, f uno ó dos
puentes 4évadisos colocados en el ^iso
que convenia según la «llura que te-
nia la mora I la sitiada. &t0s puentes,
parecidos á los de nnestraa f4aaas. de
alteas, estaban unüdos <a la tanre ;poc
medio de inertes goraeide Iwífiw, yse
fevanUbaia J Wftkmn^m ^•múio]
m . ■
M. Elemperaiiir lurttd'vo'vCUi
piazagraik3¿aBtfclad é^Mwwsáj
armas. •.: • •- -í -- .' ''«
' Jle8piii8sdeieateiKie«9ffa]
déeíadenas i^ biet^:'^ sas^hídds1iábl4
«ma ^ran^lilla para ^W ^r'ttíMFadóli
i»ansitasen sin peligttv ^y «n 1i xmbéA
naoafilertns 'i^ri^a ipai'n kaeefii Ü^
mt. en la 4WiraUá 4^fav^elM>«obi» i|iia
-eebscia paac* Xos dena^ ptsps, contar
n^an4a jente que debi% dar el asaltq^
6 sostener á esta cuando lo verificasen,
lilegado el Helépolis á su sitio, que era
siempre el raaa prócsimo á la lÉuralla
enemiga, los soldados ciHocados en* el
piso bafjo aafaan impulso al ariete para
aki%> la bracba: loi qne se haliabaa
-en la galerna Mipe«iof y ¡en. los piaoi
altos, anyentaban con lus armaa arrov
iadisas á los &ilJndosqiie ^/^Adi^ntl
mu|H> . ó. la brecba, hasta quedar casi
despejado aquel frente. Entonces se dar
ba la teHal para bajar el puente, 6 puen-
tes si tenia mas de uno, y los^sdldados
destinados a) asalto, al monacato de
verlo asegnrado 7firme,^lhaíbrma*
dos <en eolamna ceürada* é ocl^de frai«
te f acometían. £«*retanie> deéde loe
.pisos baciMin«a(er una Utt.via.de fle|iiaa
y . piedra» sebee 4qs aitiado»;' siendo 4c
notar que la colun^na no podía retro**
ceder en caso de resistencia, por el em-
puje de los que la formaban, que eran
sietnpre las trqpas mas escojidas que 4
pie brmb f i retaguardia de li torre
esperaban' el momento de verificar él
asoHo; BaeftoS'de4a'iDnralla^lds tftfai^
Jorés,. le apodeeabam és laa máqolnai
attevi^H» ^ coBi|»letadM i« yiei«r«y
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DB. EUa
QMiFtbtii iHttofHfj Ao^oertao
peoetrar mas adelanie en a^ye-
llo9 vastos países que habían
tíio el sepulcro de 4aoias lejío-
nes. Julíaoo, ^€on sus discursos, ^
los .sosegó y ceaainaó. Coatí-
ouaodosu marcba, «rodeó utas
grandes lagUDas^ y se acercó á la
cittdad de Maogama. Adelaotáo-
dose casi solo para •reconocerla^
^ ¥4ó rodeado par «diei |ioeies
persas; mató á alguMS de ellos,
«oyeatóá los demás, y debió la
irídaásu intrepidez. La ciudad
fué tomada al tercer asalto, y
entregada al furor de las tropas.
Irajéronse k presencia del em-
perador algunas nobles cautivas
de insigne hermosura: no guiso
verlas^ imUando á Scipion en la
«oa It toma de l« piau y sa M^aeo.
Loa autores mas respetable! no de-
taUao coo asaot tad las fuersas mo-
trices q«e daban impulso é aqoellas
awrmcs máqainaa) perola epiaion mas
leneralrneule recibida es que ae coloca-
ban soboe gmetos ejes de «adera, á
cnyoa estremos babia anas rnedas pe-
quedas «y macizaa; y con >el ansilio de
▼arios cilindros movibles que se sitoa*
ban é su frente, y se remplas^ban con
lo que despedia 4a máquina, según adee
Cantaba (por el'ifopuiao de fuertes ma-
romas, afiansadas en él snelo á varios
potros enterrados, j tlradoi por medio
de poleaa y moliaetea colocados á di-
ferentes distanciad y ei| varios sentid
dos)ae 4e d4ba üireeoton esaotamtate
* lOMO XtV.
ntvmo. 113
contiaeni^ ül aoiM le babia
imitado en el ?alMV.Pasó des-
pués á ver las rvioas de Se leo-
cia, tristes moBumeatoi de la.
inconstancia de la saerte y de la
caducidad de los imperios. La
escuadra dejó el Eufrates para
entrar en el Tigris, río que -de- .
bia pasar el ejército^ Espantados
los oficiales» por lo tajado de sus
ribazos y lo •rápido de au cursor,
suplicaban á JuUano que difirie-
se el tránsito. ^Y ¿qué ganareis
»eB elloP les respondió: el tiem-
i>po Bo retardará la velocidad de
»las aguas oí aUaaará las mar-
Ajenes: lo que bará, seráaumen-
atar el número dei los enemigos
«que defienden el paso.n Galla<%
Ton y obedecieron.
basta arrimarla t la muralla. Para
ello los sitiadores toirmaban antes una
estrada sólida y bien batida, desde el
^nto en donde se conitrnía la torre
basta el foso de la plasa eneniiga, dán-
dole naa pendiente mny -aaave para-
iacUitar el tránsito de aquella; al mía-
mo tiempo, y cubiertas por sns mante*
letes etc, terraplenaban el foso coa
árboles, faíinas, piedras, escombros y
cierra bien apisonada, sobreponiendo
en todo el tránsito unas eaplanadas mo*
vibles de gruesos maderos bien unidos
que^ban colocando según adelantaba
la máquina de su tránsito y de esle
modo consfguian colocarla rasi inme-
diata á 4a muralla enemiga.
15
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ÍI4
msre^wjk
Después fleotia tfüiigrieiita pe*
le»> quedd ta victoria por los ro«
manosr pasaron el rio, niatarocí
seis mil persas, y persiguió- ^ con cart» para e( príncipe Hor-
ren las relt<|aiasdel ejército ven
cido hasta las puertas de Gtesi-
fonte: Hmite fatal, qae la espe*
riencia de tantas campañas, afir-
mada también en orJróalos, ba«
bia proiUdo pasar á loa romanos .
J^ulianObizo alK on sacrificio
á Marte: de diez toros que sede-
bian inmolar^ nueve murieron an^
tes de llegar al allar-^el ultimóse
escapó: vuélveale y cae ai golpe
.del cuchillo sagrado-, pero sus
entradas no ofrecen al pontífice
)siooauspicius amenazadores. Ja*
liano,. dejando de respetar al ci^'
lo cuando se oponía á su gloria»
se enEada co&trA- Marte^ Jura
que no le hará mas sacrificios, y
manda á las tropas eooslernadas
que no busquea otros, agüeros
sino los de su valor y su fbrtuna.
Queriendo evilar la pérdida
de Uem poique causaría el cerco
de otta ciudad tao grande, pro-
curó escitar con denuestos y do-
safios ei vater de los ciudadanos
de Gtestf6Ale, para que saliesen
á pelear á la llanura: mas eltos
le respondieron,, que si quería
lograr el ardiente deseo de me-
dirse con los péfsaSy debía ale-
jarse de sus inespugnables piu^
rallas^ y marchar contra el ejér-
cito del rey de i^eyes. Al
tiempo so presentó en el campo
romano un enviado de Sapor
^ m jsdas, en qué prometía hacerlo
justicia,, y solicitaba su media-
ción para la paz coo Roma.
Julieno, como casi todos les.
conquistadores, estaba embriaga*
do do orgullo: su fllosofia so ria-^
dio á este pemieíoso veneao»^
siempre oculto en la copa de la
gloria. EII poder y la fama so
pierden mucbas^ veces por que-
rerlos esteoder demasiado. Des-
echó,, púas, las proposiciones de
Sapor, y^ te desaAó á la batalla
^ra las llanuras de Arbelas, es*
perando triunfar en aquel ca-m-
po como Alejaiidr9. La rapidez
de un brazo del Tigris retardó
su marcha: otros ostáculos (letu-
vieroa al ejército de Mesopota-
mia^. y la fortuna comenzó á
mostrarse esquiva coa un prín-
cipe abandoaadode la prudeacia.
Ea estas críticas cir^unstaa-^
cias,^ ua persft distiaguido por
su naciflüeato se presenta al
emperador como ua proscrito
irritado que desea vengarse de
las injusticias de su rey. «Pue*
»des, dijo á Xuliano, hacerte
•dueño de Persiaea poco tiem-
»poy aates q^e Sapor baya ret
»uaido ejército p&ra deCéadecla;
vperoes fuerza quete alejes de
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DSL BAJO
9ia eseuadra^enya lentitiid ha-
^k imf0sihlt% los progresoa.
iiTióii€a'doa<ajér¿itoa, de loa coa*
»lesei OBO '80 ^consomé eo giriar
99i otro. Toa bajeles aon mas
»MeD .irBt>atánilo qiiean socorro.
•Líbrate de eseimiiedioieotOTyo
i»8é ao camioo que íleTa direc-
«lamente el eeotro del imperio
•persa. Airéveie á aegoirte: to-
nina Tíveres para leoalro dias,
•Tote guiaré: uri r^abeía es fia-
•dora deaaiteaKad.» *
4aiiaD0, dema^ado créd«1e,
4>l?ideDdo loa ejemplos fooes^os
depmso y Anlooio, sigue elxoo'*
8ejo4el flojido desertor, despre-
cia los prudentes ariaos de fior-
misdtts y lasjnurmunicíoues del
ejército, ioma «vfverespara vein-
te dias, y sepoae temerarlamee-
teeo^iarcha bajo la palabra de
un traidor, que desaparece epe*
Das el ejéreíto, paivado ^el au-
rilio de la -escuadra, se bailaba
lenmedio del desierto.
El emperador, conociendo tar-
de su yerro, onró su desgracia'
^con la^rmexa. Jlud^o>de «a
mino y^alejáodose^lel^igrisen-*
irá en una4lenura, cuya fertili-
dad empezó á disipar los ^temo-
res-, pero la -calMiltería persa se
derrama por «loa^carapos, qneiba
las miases, destruye 4aa eideas,
priva á ios romanoa^e lodo re-
curso, y 4os entrega á las mise-
laiFBno. tl5
rtas .de una ambre espanloaa^
enemigo mas lercibleqiie tos ^
jércttos del Oriente.
Juliano ^liandond entoncea ta»
da idea de conquista, y |olo pen«
só en sahrcr el ejercita. Después
de una larga deliberación, re<-
suelve volver á,sus fronteras
por la Gordnena,peqúe&a proyiji|r
c|a de Armeftia, dependiente 4e
los romanos*, {>ero eJ rey de Per*^
sla» previendo su 4ea^^io9 seo*
puso á ^, y ^pareeid el frente
de un ejército cuyes nnmeroaos
escuadrones cubrían laUaauNu
JLos romanos, ecómeiidos sin ce-
sar, continúan su retirada per
leandoácada^paao: rechazaban
alenemíg^O^ mas eMeno tardaba
en vol v^ á ttacarle.
AATAI.L4 oís aiAaABroAs^ — En
Aü elM de juniotodaslas foer«>
zas Teuoidas del rey de Persla
acometieron á4os romanos jun-
4ú á un4;met>jk> 4lamado Maran-
gaat^ valer triunfó del JBumerec
los persas fi^eron vencidos yeu^-
yenlados; pero el ^fenceder esta-
ba rendido al >ambre. Eiintré^
4)ido Juliano no pedia aliviar 4os
«nales del soldado, sino {tartici-
>pando de ellos. Su ejemplo ^solo
4osao^n4a< en vano le instaban
Á que eceptase 4os alimentos re-
servados 4^ara él; al j>unto los
'distriboia«ntre4odos. El ^6 de
junio enmedio de Ja noche lepa-
0
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11«
■KTOKIA
rase ?ef it nsefo al Jetilo del
inperio, j>ero pálido, Iriste j co-
brieDdo eon un velo lúgubre su
cabeza y el cueroo de la abun*
diHicia^ del cual saJie uoa llama
viva que cae y desaparece: iȇ-
|eB de la suerte de Juliano. BSi-
pantado eon esta aparicioiv, lia*
na á los aráspices etruscosr es-
tos deelaratí que tos dioses proi-
beu conibatir.
El emperador fto cree que el
délo acoosejelatobardfo^ y coo-
tioua su mareba. El esceshro
ealor le impide armarset corre
al frente de las eohHmias para
recoDocer el país qite van á a-
Iravesar. cuando le avisan que
la retaguardia es aoooielida. To-
ma su escudo si» acordarse del
peto: se lana k la balaHa^ rea*
Dima á los suyos batiendo pro-
dijios de valor> mata k uja^ gran
número de persas, vuelve ^ ia
Vanguardia que peleaba tapi-
bien contra un cuerpo mas nu-
oneroso» desbarata y aumenta á
los enemigos, ^ ios- persigue con
un ardor que ningún consejo
puede contener, ni los gritos de
sus soidados-, y eu fio^ el dar-
do de un Jinete dando al sos-
layo en su brazo, le atraviesa
pof las costillas y penetra en el
bígado. £1 emperador cae:^ sá-
canlede la batalla sobre un es-
cudo: apenas le vendaa La heri-
da, cuando al saber que los ené^ j
migos han atacado de nuevo^
monta á caballa para volver al
combate; pera ih» torrente die
sangre sale de so berida y vuel-
ve k ca«r. El furor de tos roma^
nos y la^ desesperación As loa
persas prolongaron la sangrienta
batalla hasta la noche, y ka vic-
toria quedab»indecisa«
MUBATB DR JUUANO. — PefO
nada resistió á la turÑ^ de Ia4 le-
J iones cuando supieron que pe-
ligraba la vida del emiperador: la
caballería persa de los inmorta*-*
les fenecióc el triunfo de los ro-
^ manos toé com(>leto: los enemi-
gos perdieron sus soldados maa
valientes, cincuenta sátrapas y
losdosjenerales que mandabaá
el ejército. A haber sobrevivido
luliano, quizá esta victoria* ba-
bieca sido decisiva. Aunque es-
taba mal herido esperaba sanar,,
pero pronto el mal se agravó y
perdió toda esperanza. Los que
le acompañaban, na bocian maa
que jemir y llorar: él solo, ten-
dido en una piel de león, mos-
Irabaen.sns últimos instantes la
qaayor firmeza^ «Queridos com-
M^pañeros,. les dijo: la naturaleza
«reclama lo que me dio: yo se
»lo vuelvo, no con el pesar de ^
»un hombre muy afecto á la vi-
»da, sino con la tranquilidad db
vuadeudor quepaga. La Oiosow
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VEC BAJO^ ItePEKlOl
m
»Aa nie Ira enfeiTado que el alma
»oo es felii ha»la qae se libra de*
»la§ prMones del euerpo. Debe-
.Mnos* alegrarnos y ne afli/iroos^
Muando la parte ma» noMe- de
»aueslro ser se^ap^rta-de la que
«degrada. La maerte es á Teces
«lamas bella corona que los cHo-
ases-eoncedeo fr la Tlrtad. Lare-
iclbo como ao beneficio qae^ me
»liberta de nMiehos escollos. He
«viiiido sin críQieD, y muero sin
vremordimientos. Tanto en el
«colmo de té^presperidad^, como
»en la d^gracia y el destierro,
«coraplí mis deberes. BfiraiMlo
amíauloridad como una emaoa-
»€ion del poder divino^ creo que
»]a he tonservado sin mancha^
«gobernando á los |rueblos eoli
ii8uavidad> y no declarando la
«guerra sino con justicia.. La vlc«
«toria no dependía de mí>. sino
»¿e los dioses.»
«Enemigo del poder arbilra-
»rio y de la ambición, que co-
«rrompen las costumbres y a-
«rrainan* losestados^ deseé siem-
«pre la paz-, pero cuaodo la pa-
«tria me Llamó á los combates,
«obedecí á su voz como buen
«hijo, y arrostré por ella lodos
«los riesgos.»
«Largo tiempo bá qae o^ ba*^
«bian pronosticado una muerte
«violenta. Doy gracias al Ser e-
«terno, por no baber perecido
«bajo los pofiates- dir pérfidos
«conjurados^ ó en los torasentos
«de* uQa larga enférmedlid; ó en^
•his^suplicios que ban terminado*
»los diés de machos príncipes de-
«lincuentes.Ha juzgado sin du-
»de que yo-merecia, enmedio de
«mi gloria Ik>reeien4e> unamuer*
»le- ihistre.»'
«La razón noadfee qiie-és tao^
»ta cobardía desear morir cuaD-
«tlo^no es preeiso^ eomo evitar-
»lo cuando llega labora. Pero mis»
«fuezas me abandonan y me im-
«piden prolongar eaia última
«despedida. Debéis elejir un
«nuevo emperador^ yo no quiero
«inCuir eo el nombramieato'. A-
«caso mi juicio no s(H*ia acerta-
«do-^y si ao lo confirmaseis, solo
•servirla, para la perdición del
«que yo designase. Mi único vo-
«lo, como hijatígrjdecido de la
«república^ es que maortoy o con*
«fiéis la autoridad-á uo jefe vir-
«iuoso.«
Después de este discurso,, que
redobló el afecto y las lágrimas
de los circunstanles, maudó que
su cadáver fuese Uevado á Tar-
so, y distribuyó soi bienes entre
sus amagos.. Admirábase de la
ausencia de uno de ellos, llama-
do Anatolio. Salustio le dijo: » A-
«natolio es ya feliz. « Juliano le
entendió, y mostró tanto dolor
por esta pérdida, como indife-
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118 «ftSTQBU
reacia por^u misma suerte, .^s | Siattesder á sos paDe|irisUs
amigos «ollozaban: «lEs mocka I «í á 8^ enemigos» qoe lo repre*
»del)ilí<tiid» l^s ilijo^ llorar á ^na
»príacipei|ae se-alejatle la tierra
vpara r^nifse iilos asiros y á los
»e¿piritus «eJestes.»
]>es|>oes de «m icorio^e^may^
rejcobró el a30-de sus sentidos»
llamó i los filósofos Prisco y
Jdác^imo, 7 apstuvo co,n«llos u-
na laiiga discadoo'^icerca de la
ec^istenciadcl aJmm pero se vol-
vió á M>rir la herida, se le opri-
júióM ^esfáracioQ, pidió agua,
y 4iabléa4ola debido, -espiró sio
agoDJa:(l.).
£sie grande f -sabio príncipe
murió el 27 de judío de 31S.l,.á
la edad.ireiotay dos^años» siele
después de sb elevi^ion á la dig-
nidad de cesar, y^l tercero de
su reinante.
(1) Los CtteQtot*|x>polareft que un
meló mal entendido ha diMmrnado so-*
bre la muerte de Juliano, merecen tan»
lo desprecio, como las infamias y craeU
teatarea irnos '4uimo modelo 4é
reyes, 7 otros «orno u a tiraae,
ba^ conocer «as acciooes y leer
siia obras, para calocarle ^eta*
tre lod bambres justameale ^«
Pebres.
Preciso es qao ia^jese an ma-
frito < superior» pues :su aambre
lia atravesada «les «iglos i pesar
4e, la >caida -de la reUjioo yae
quiso ensalzar. E$ iaaieatabte en
error y su afecto á 4a «idolatría;
mas ne ae puede aegar Ja admi-
Tacioa aun príncipe que vivió,
gobernó y muñó como vwdts^^
4*0 romano {1^.
(1) ^ tú, que superaste á Té* ro^
-manos mas ilustres, desde tusprims"
ros pasos en la tartera del imperto^
que muerto en lajlor de la edad^ de*
jas mayor fama que la de todo€ .los
héroes de la histeria; iá, ú quien á la
vez animaron ta» aUnas^ de Alejandro
y de Mareo jáúfielio; que viviste como
da des con qoe -ae lia querido . infamar I Coton^ eiseritías eomo Demóséenes^y
ta 4nemom fM>r lialier aborrecido «I Vkas muerto eomo Epaminondasiprü^
cristianismo. Entre ios nmohos absur-
dos y sandeces que se cuentan ^r los
Cándidos escritores católicos, se nota
este. El nutor -desconocido de Us actas
de san TeodoretOy que suponía babtr se-
guido tfl emperador en su última acción,
dice que-el ejéreitoenemigoesiaba com^
puesto de -anjeles enfot^ma liumana,
]Pobre historia, cuantas saiidecis te hají
hecbo decir los tontos!
eipe inmortal, que mo conociste otro
deleite que el austero de la oirtud;
JuLiAM'v! protector de los dioses del
imperio, de la antigua libertad roma»
na y de la sabiduría del Capitolio; a*
d£o!¿! adiós para siempre! Hiciétegranm
'deseosas, y sin tu muerte fatal, tu
jénio preparaba-mmyores asombros ai
unioerso* Diséipuh dr los seres stíóli^
mes^que velón sobre los altas aeeiones
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Eq ra rein^o U» bárbaros
ii«i£id(^ respeUron his frcMito-
ns del imperio: U agricultart f
efr comercio estuvieroD proCeji^
éo6 coDira I» eonevsidiied: loe^
delatores se ocoltaron^ la jasiír
cía preiUíó los^iribiiiiales, bobo
libertad, en el teoado: la diáeí-*
plioa redtituydá lo^ ejércitos na
fuerza, y gloria: los campos y
tempids reiiOQabaQ con ionios
antiguos^ y^ lo^ qae es mascón
acciones de gracias ájín pr{Qci«>
pe protector y defensor del im-
periiK Solo en las iglesia» de les^
eridtianos resonaban las quej,aa y
jemidos: su dolor era Jnsto^ pero-
sumamente ecsajerado^ deplora^
ban no su ruina sina la pérdida,
de su sacerdotal doioinacion.
de ios hombres^ ie has rtunida á^ sus
tiernas sustancias: tts gloria llenó el
mundo^ y lafitosofia por segunda vez
S€ asentó eontigo en el ironoJ* Estas
palabras elocoeutes de LU>Mȇo, eii ski
panegírico fúnebre de J^IUbo^ j la
deap#dide tublraie que ya bedioe copia-
do^ dirigida á tos oficiales y amigí»^
conservada por Aimoiaoo Marcelino,
tesiigp ocalav, foroian raro- coi|t vaste
coa las. estafadas noeiones molgarea so-
bre el Apóstata, Auá p1 poeta cristia-
no Prudencio, na pudo nag^r at hé«
roe an tributo de admiración^ « ter-
niiaa sa elojio con este verso notable:
Per/W¿«ilfel>w, Hd n<metperfidus orH.
El edtettf qfUe m»bM <|mdado
de Juliano, sí prueba su eatrafi»
parcialidad por ^ politeismo.
nos da también á can^c^rcon
sobrada. ceriidumJhrejqiie^ sfeloá
cristianos «ondeaiü[>an Mkofeen-*
cía^ no podían ac^arto^de^perse*
cucionaSMa corle les estábale*-
rrada^y su ambición bebía leni-»
do que callar, las^iglccisias fas te^
nian-abierUs^y la injusücia del
príncipe ofendía mas á sacudi-
da que á su fé*^
«No quiero^ decia^ gue^ mué-
»ran los galileos^ ni que se les
«maltrate en^manera alguoil, si-
»no que sean absoloiamente pre-
sferidoa los adoradores de los
»dioses. La eslupidea y locara
sda los galileos ba puesto ai,im>-
)»perLaeneL borde de su ruina^
»y la bondad de lois dioses noaba
«salvado^ Justo es (uies, onrar k
»los dioses y distinguir á las^per.
jtsonasy-ciudadeaqualo bacen%^9
Estas palabras y su apreciable
conducta, dan la justa medida
de la censura que con funda*
ineuto podía dirgirseie^ pero
qpe un falsa y supersticiosa zelo
ba llevado' basta el escaso^
Las victorias que alcanzó sb
constancia en la adversidad, su
moderación ea la fortuna, su
audacia en el peligro y la. rapidez
de sus marchas^ le colocan entre
ios grandes capitanes* Su tem-
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IM
wstnnk
plonxa^ teMveridad de sm cos-
tumbres» »a amor á la moral, y
la sabidnrla de «os mácsima»,
«o le hacefi indigno del virtuoso
Marco A.urelió^ á quien tomó
por "modelo. ¡Feliz» si limitán-
dose á seguir sus vestijios , no
hubiera querido imitar á A-
lejafidro entregándose á un de-
seo desenfrenado de (¡loria» mué
leliizo morir á la edad deHrein-
ta ydos afios como el héroe ma-
cedonio» y dejando espuesto el
imperio á las desgracias ^ue vie-
nen siempre Iras la felicidad de
los •conquistadores! *
^ las grandes acciones de Ju-
liano escitan la admiración» la
l«?ctura de sus xartas le hace
«mar. Aunque dueñodei mundo,
conocía la necesidad y el precio
de un buen amigo* Emprendió
un largo viaje para defender»
i!omo simple ciudadano» la cau-
sa de Cartesio» uno de sus ami-
gos» y la de Arete» mujer vírtuo* ^
sa y Tica» á U cual querían ^des-
pojar de sus biei\es hom{>res po-
derosos é injustos*
£n sus cartas escritas con el
<!ottocienée la estensioB de
sus deberes» se consagró á cum*
plirlos. Su vida entera fué ua
continuo trabaijo» y pocos escri-
to^s antiguos le snperaroi ea
talento y actividad.
barios de sus escritos haa
llegado hasta nosotros» á pesar
de los infames conatos de mu-
chos cristianes por borrar su e-»
tema memoria. No hablaremos
de los Pan0jirieo$ de Constancio
y Eusebia» dictado el uno por la
necesidad y el otro por la grati*
tud» ni del elojío del Sol^rdy i
Lggoi de Platón» en el cual et
mas sofista que orador : sino
de tres obras 4njenio$as en que
brilla la Wveza de 5u imajint-
cioo» y cuyo mérito oo ha dts*
mínuido la diversidad de' los
tiempos y las costumbres.
Una es» la alegoría en que pin^
ta su carácter» espüca su doctri-
na» y describe sus infortunios y
sublevación.
La segunda es «na sátira his-
tórica y picante» «en que hace
comparecer ante los dioses i
Hércules» á Alejandro y á todos
abandono de la confianza» se ve los ^cesares desde Julio hasta
cuánto hubiera preferido el re-
tiro al trono» y hasta qué punto
le molestaba d peso de la sobe-
ranía» erdemasiado» decía, para
i»un hombre» y que -ecsijiria el
Mjeniodeun dios.»
Constancio» disputando el lugar
que deben obtener en el cielo» y
aprecia con raro disceruimiento
sus defectos y cualidades.
l4i /orina do esta. sátira es in-
jentosa y nueva: la composición.
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B^L BAJO
aanque mu; filosófica, está ame-
nizada por la sal cátist'ica del
-Viejo Sileoo, censor burlesco de
las deidades del Olimpo y de los
héroes <le la tierra.
En esta lucha de grandes hom-
bres la filosofía triuBfa de la glo-
ria; y la justicia ée los dioses
concede á Marco Aurelio la su-
perioridad sobre todos sas coa-
curren les.
La tercera obra, menos grave,
y «caso mas itieresanle, es el
Slisopogon, de qu« ya hemos ha-
blado, en que se burla amarga-
mente de las costumbres afemi-
nadas de los antioqueDOS«^ Es
moy raro que un príncipe abso-
luto y ofendido, use no mas que
4e'Su iujeaiojpara vengar iasla-
IMPERTO. 121.
jurias, y responda á los libelos,
con una sátira.
Guando el ejército romano '
volvió á Siria, el cadáver de Ju-
liano se enterró coa porapa ea
4a ciudad de Tarso*
Los cristianos, altamente estar
pidos, creyeron que su alma fué
á arder en los profundos infier-
nos; y los paganos, tan imbéci-
les como sus contrarios, lo colo-
caron en el número de los dio- ,
ses; mas al mismo tiempo onra-'^
ran su tumba cea un templo,
grabando en sus parades y con \
caracteres griegos, la siguiente
inscricion : Aquí yace Juliana, ,
que perdió la vida habiendo pa-,
sadú el Tigris, Fué escelente en»-.,,
per ador y valiente guerrero. ..
I
t
.1
TOUO XIV.
16
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122
HISTORIA
CAPITULO V.
^"^^ü^l), SSSS19S^¿^!D(DS«
(ASo 363.)
SfttosHo reusa el imperio. «—Elección de Joviano. — Defección y retirada del
ejército, después de la muerte de Juliano. — Funerales de Juliano. -^ Joviano
: tolera tiodos los cultos. — Muerte de Joviauo.
Oalustio reüsa el imperio. —
Vacante estaba el trono, el ejér-
cito en riesgo^ y el imperio es-
puesto alas calamidades d&una
guerra civil y relijiosa, y deseá-
base, p*ies^ nombrar ua jefe pa-
ra cooleaer y dirijir las tropas,
disminuidas por tantos comba-
tes, esienuadas por el an^bre, y
ostigadas sin cesar por el ene-
migo.
El grande interés de la salud
pública fué en aquel momento
superior al espíritu de partido;
y los idól-atras, católicos y arría-
nos conviuLeron en elevar al po-
der supremo á un jentil, á Sa-
lustio, prefecto del pretorio, a-
migode Juliano, y digno por sus
talentos y virtudes, de suce-
derle».
Pero Salustio, mas atento al
peso de la corona que á su es-
plendor, reusó el gravamen que
iba á imponersobre él la estima-
ción jeneral. Dio por motivos
para escusarse su edad y su sa-
lud. Entonces unade los jenera-
les, levantando la voz, dijo á su9
compañeros: «Si Juliano estu-
wviese, no muerto, sino ausente
wde nosotros, vuestro primer
i»cuidado sería hacer una retira-
»da segura y pronta. Obremos,
«pues, como si el emperador vi-
» viese, y atendamos solo á nues-
»tra salvación. Cuando estemos
»en ]VIeso[K>tamía, haremos la
•elección con mas despacio y
«prudencia, de manera q^ue na-
»die pueda tacharla de iiega-
»lidad.»
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DEL BAJO
Elección de jovl^no.— Este
diclámeD^ quizá el mas sensato
en aquellas circunstancias, iba
á ser adoptado-, pero de repente
pronunciaron algunas voces el
uombre de Jcviano. Las aclama-
ciones de los saldados que ro-
deaban la jnnlade jenerales, no
dejaron tiempo de votar. Los
mas apartados, oyendo el grito
de viva Joviano, y engañados por
la disonancia del nombre^ eren
que Juliano ha vuelto ^n sí.
Los transportes ruidosos de la a-
legria pública parecen uua^ipro-
vacion universal del nombra-
miento de los jeaerales: Joviano
es proclaraadoaugusto por el con-
sejo; y el error de las lejiooes
no se disipó hasta que se presen-
tó el nuevo príncipe, cuando no
era posible ya desacer la equi-
Tocacion.
Fiavio Claudio Joviano, era
hijo de un aldeano de Mesia: este
era el conde de Varroniano^ que
llegó á los^rados mas altos por
su valor, y mandó un cuerpo de
la guardia de Diocleeiano; y co-
mo esta tropa tenia el nombre
dejovios, por amor á ella dio á
su hijo el nombre de Joviauo:
el cual se distinguió tanto por
6U valor y probidad, que Julia-
no, perdonándole su inespugna-
ble adesion á la fé cristiana, le
dejó el impártanle destino de
IMPEBIO. . m
jefe de la guardia interior de pi*
lacio y de conde de Jos domés^
ticos. '1
Cuando murió Constancio, tu-
vo el encargo de conducir á
Constantinopla el cadáver de es-
te emperador; y los onores que
entonces recibió parecieron á al-
gunos hombres supersticiosos
presajios de su futura grandeza.
Amiano era idólatra; pero su
parcialidad contra los príncipes
que profesaban el cristianismo,
no le impidió pintar á Joviano
como un monarca jeneroso, a-
fable y benéfico. Su valor y ac-
tividad le ganaban el aprecio: Ja
¿liegría de su carácter le hacia
amar; y siendo tolerante al mis*i
mo tiempo que zeiosodesu re-
Ujion, no persiguió ni <á herejes
ni á jentiies. No se reprendían
en él otros defectos que la iocli-i
nación al vino y á los placeres. I
Su poca esperiencia eu la admi-(
nistracion le hizo cometer algu-
nos yerros, escusables por la as-
pereza de las circunstancias y la
rectitud de sus intenciones.
Este príncipe, cuya hermosu-
ra era singular^ tenia tan alta
estatura, que al principio no se
hallaron vestidos imperiales que
le viniesen. En el trono pareció
mas sorprendido que embriagado
de su elevación; y viéndose jefe
de tau los jenerales que le man-
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tS4 BiSTomA
dabaaeldiBaatM^oo se mostró
ni orgulloso oi tímido. Firme
en sos principios é incapaz de
disimchhr, 1n priroereoidado fué
reunirías lejiooes y éeclaniries,
^eceieoéOkCfisHMiay temien-
»do á Dios, no podí» mandar k
»idói»lras.»
Los escritores eclesiásticos »•
segoraD ipie entonces grftaron
todas las lejiooes que era» cris-
tianas^ y que el error á que les
liabla iodnctdoi Jfoliano, babla
dorado nMiy poco para bacerles
olTÍdar to f é y el ejemplo del
grao Gooslantifto.
Sin enUNirgo de la tal antori*
dad y del respeto que mereicaá
muebos la opinión deiscrilóres
tan parciaUs y k moifado tan
emlMisteros eomo son los bisto-*
viadores eclesiásticos, na cree-
mos TerosimilelqoeunasolB pa-
labra de OQ prfiacípe bastase pa>^
ra modfMT repentinamente la re*
HJioft de on ejérctoo^ mas la que
Gonvieoe establecer eqiK es qué
desde esta época recobró el cris-
tianismo su poder en el imperio
y no lo pf rdiíé. Ya no tuvo ad-
^«ersarios tan valientes y lespe-
• tables como Jolidoo.
Guando el resentimientode los
cristianos dejó de estar conteni-
do por ei poder de este príncipe,
dieron un libre curso á su odio
7 ttltralacQU su men^ria coa
fftjorias y rei^ocljos indecentes.
Algunos escritores eclesiásticos^
tales como Teodoro y Sozomenoy
sopnsieron qoeal sentirse heri*
do J»liaii(^ creyó ver á Jesu»
cristo/ y que llenando las manoa
coDsa propia sangre la arrojd
contra el cielo esclamandor«Al
«fiD trioDfas Galileof Tá me
«persigues pur todas partes. Poes
«bien, aon reniego de tí; sáciato
«de mi sangre, poes me has vea*
•cido.a
Machos aotores pagano»^ no
menos apasionados, propataroo
otras rábulas semejantes, y a*
tribuían la muerte del empera*
dor á la traición, diciendo qoo
había eai^á los golpes de un
romano fanático cristiano. Los*
persas creyeron esta traición, i
infernaron á sus enemigos coa*
el nombre de alevosos^ y avi-
varon entre ellos el fuego de la
discordia.
La alegría de Sapor^ rey per-^
sianoy cuando supo por un tráns-
fugo la muerte de su vencedor^
fué tan grande como ha4)ia 8id(>
su miedo. Loa persas conserva-^
ron pornuicho tiempo la im^pre-
sion del terror que* les causaba^
aquel guerrero formidable, y lo
represeutarpo bajo los amblo-
mas de un rayo y de un taoa vo-^
mitando llamas.
Greiase ^ue la madradeiulia»
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Da, pocos días antes áe darle ár
luz, había soñado que paria á ^
quites, como previendo la futu-
ra g-lorra de su hijo. La conster-
nación que aflijia antes el c&ni-
pamenlo de los persas, pasó af
de los^ romanos, quienes teoHan
üupersliciusamenle la voz de los
arú^pices, que anumjiaban graii-
des desgracias si se (kteniih el
ejéreHo po-ra comba-lir* lín hr-
pr, pues, de cojer el fruto* de
las vktort^s de luJiano, se pu-
sieron e[> marcha étcla el Ti-
gris^'
La retirada parecía fug/>, j
reoiJHüóía confi&nza y el ardos
de los persasv y asi vinieron k ík
tacar á sus enemigos. Al priocr-
pio los e]efdates desbarataron la
cabullería romana y desordena-
ron k infantería; sin embargo,
las lejiones se reacen, vuelV-en^
al cómbale, reclKkzan ai enemi-
go, continúan su marcha, llegan
á un valle y se atrincheraa en>
él. Allí se da oira batallar los
persas coronando las altaras ve-
cinas, se precipitan mbre los
romanos^ les echan qg cara ha^
ber vendido á sa príncipe, y
huir de sa enemigos; y los opri-
men coadardos é injurias. Unos
por el deseo de hacer sufrir
¡ksus cootrarios la suerte funes-
ta de Craso, otros por la memo-
ria de tantas a^anas^ k iguomi-
Día de ser vencidos y el temor
de la muerte, se escitarr con fu^
ror á la pelea, quefuésangriea-
toyostínada.
Después de esfuerzos prodijlo'-
sos los-persianos rompen la puer-
ta del campamento y penetran
hasta la tienda ¡raperial. Joviano; ^
en un peligro tíin^grnnde, justi-
fica su elevación con sa valor;
reanima y vuelve al combate su*
tropas dcsiwayadas, espun-ta á los
mas valientes enemigos con la o-
sndía de sus at^qoeSí, da esperan-
zas con su ejenaplo-á los í*omanos
mas tímidos^, echo á ios porsas
del valkdar, los persigue, hace
en eílos gron carnicería, y con-
tináa con mas seguridad sa re*
tirada.
Llegó en ffft á las orillas del
Tigris: mus ni tenia barcas ni
puente para atravesar este rio
vela<!Ísirao^ cuvíi márjen opues-
ta estaba poronada de enemigos:
en vano el emperador, temiendo
esponer su ejército á uoa moer-
teuodudos4^ quiere seguir un
camino mas lar^o, pero no de
tanto peligro. Los romanos, te-
merarios í\ fuerza do miedo, de-
claran k gritos que quieren pro-
bar aquel paso arriesgado: Jo-
viano cede á sus instancias.
Quinientos nadadores galos a-^
traviesan de noche el rio: sor-
prenden y degüellan á los persas
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136
^ue guurdabaii la otra orilla.;
Todoel ejército, adimado ^or.
tan bu90«itcaao, quiere pasar el
Tigris sobre odres, que atadas u*-^
Das conotrasTormaban uo pnen*
te frájil, pero la rapidez de las
uguas hace qae se Boguen los ñas
atrevidos, y los otros intimiBa-
ilos renuncian á una enipresa
tan desatinada.
Sin embargOy'Sapor temía á
los romanos aunque los vefa
liuir: porque cada ^combate' le
robaba un gran número de^ol-
^adost iemia principalmente la
llegada prácsima de un cuerpo
<le cuarenta mil hombres quelu-
liano había dejado en Mesopo*
tamia á las órdenes de Procopio.
Ajilado por estos pensamientos^
y desconfiando de rendir á Jo-
viano por latfuerza, intentó en*
ganarle, y lo consiguió.
El jurma (título que dibati
enPerstaal jenaralde lu caba-
llería) se presenta en el campo
romano y dice al em|>erador:
«Mi rey y señor respeta ta vir-
»tud desgraciada, y en vez de ce-
i»g8rse con ia superioridad que
•tiene, te ofre€e|aíptfzá condi-
»cíones onrosas, y aun te pro-
»pone su alianza.»
El ejército romano carecia de
TÍv^res: Joviano temta la ambi-
msTomx
cíelas tropas. ReeiUd, pues, fa*
rvorablemente aliQhtístrodí^Sa**
por, envió á Saluatio i los veides
persianos, y mostró feoa tHiea
prudencia gra«de ardor por cei^»
cluir la paz. EtTey de^ersia que
lo conoció^ ecaijió amchó, j 4^
emperador cometió una Uüm
mas grave. Durante las negocia^
ciones .«suspendió su marcha, jr
perdió en conferencias ¿uatr»
dias» que hubieran bastado^ oo^
mo observa Amiano, para qae «I
ejércUo llegase á la Corduena f
se pasiese en situación de dictar
la paz en lugar de recibirla.
, íiOS males de la «scaséz a au-
mentaban entretanto: el soldado
ambriento «o podía eombatirc
la» fuerzas del enemigo creciaii
sin cesar, y eon elias^sus preteii«
siones. Llegóse eo fia al estro-
mode perecer ó someterse. Jo*
víano firmó im tratado vergon-
zoso, en que cedió á la Persia
cinco |>roviBcias al X)ríente del
Tigris, la plaza do Singara ea
Mesopotamia, y la ciudad de Ni-
sibts que Roma había conserva-
do siempre desde la ;;gaerra con
Mitrídates; y para colmo de ^a
iabatimiepto se abandonó la Ar-
menia, 7 se entregó^l resentí*
mieolpde los persas isa rey Ar-
«áce^ el^aliado mastx^ostante do
<ioo<lePrQCopio, y no deseaba los romanos.
4eberá su socorro la salvación' Raras vece$ se observa, fiej^
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DEL BAJO IMFERia
mente el tratado ejiífi se dicta á
un enemigo débil: Sapor le negó»
los víveres proncietidosv y antes
que el ejército romano llegase
á la Corduena, habia perecido»
de ambre la mayor parte en la>a
infausta retirada*
Entrando Joviano e» los Ifmh
tes del imperio reducidos por é\,
nombró jeneralísimo dte la caba-
Hería e infantería al conde Lu-
ciltano, antiguo valida de Cons-
tancio; y le envió á Ufediolano
con el encargo de velar por la
tranquilidaddelOccidentc^NoDfk-
bró gobernador de las Gallas á
un franco, llamado Ma^a^íco: es-
cribió á Roma pidiendo al sena-
do que conQrmase su elección,
peroentoaces no era esta cere-
monia mas que u»a fórmula de
costumbre; y así no esperó la
respuesta, y se designó á sí mis-
mo por cónsul^ y por colega á
Varroniano su padre.
FCNKRALES DE JULIANO. — La
noticia de la muerte de Juliano
llenó á los cristianos de alegría
y á los jentilesde desesperación.
£i filósofo Libanio, üel á la a-
mistad de este gran príncipe, pro-
nunció su elojio. Antioquía, que
se babia burlado de su poder,
insultó su memoria: los danza-
riñes, pantomimos y farsantes
cuyos talentos desdeñaba, y cu-
ya licencia reprendía, ultrajaron
127
su pompo fiinetyre con* burlas^
groseras; pero después de algu>-
nos njonaentos* concedidos al o-
dio, conocieron^cuán grande er»
la pérdida de aquel escelente ca-^
pitan, cuan despreciable babia '
sido su conducta papatcon él, y
su dolor fué sumo, pues vierort
\4x ignumlnia y calamidades que
ya entonces sufría el imperio.
Antioquía era ya ciudad fron-*
teriza, y quedó por consiguiente
espuesta á grandes peligros: la
desesperación de los habitantes
de Nisibis, Singara y las {>rovin^
cias cedidas que hutun desús o*
gares, y abandonaron sus cam-
pos para no dejar de ser roma-
nos, produjo mucha odiosidad
contra el emperador, que se dis-
culpaba con la duro de las cít-
cunstancias y la voluntad del e-
jército. Afeábase le principalmen-
te haber abandonado la anti-
gua mácstma de la política ro-
mana, que provbia ceder á la
fuerza, y hacer la paz después
de una derrota. El emperador hu-
biera sido verdaderamenle cul-
pable, si hubiese mandado á
liombres capaces por su discipli-
na y su firmeza de observar y
seguir la antigua política.
Tolerancia de joviaxo con
LOS cultos. — Condujo á Tarso
el cadáver de su aulecesorj y ce-
lebró con toda pompa sus ecse-
Digitized by dOOglC
HISTORIA
<luids.'EQ aquella ciudad encon-
tró á los cristianos perseguido-
res, triunfantes á los arríanos y
«prinridos á los jenlUes. Jovia-
no opuso su autoridad á la per-
fiecucion, prolejió eficazmente
á los idólatras, é bizo presente á
los cristianos que Oíos no gue-
ria adoraciones forzadas^ y que
la violencia servia solamente pa-
ra hacer hipócritas, VnbUcó una
ley que mandaba tolerar todos
los cultos, y mereció por coq^
formarse al verdadero espíritu
de la caridad evanjélica, los elo-
jit)S que le dio Temistio eu el
pancj trico que pronuacló en su
presencia.
"Por otra parte, para satisfa-
cer á los partidarios de su culto,
hi-zo reaparecer sobre el lábaro
el nombre de Jesucristo, y vol-
vió á su &illa al célebre Ataña*
sio, coDrtra el cual Juliano habia
fulminado inJAistameute decreto
de destierro.
Atanasio fué enviado á An-
lioquía; este elocuente y virtuo-
so obispo, manifestaba por la
Iglesia aquel amor acendrado
que inflamaba á los antiguos ro-
manos por su patria, y á pesar
de las persecuciones que el odio
y la envidia le suscitaron^ nun-
ca^mostró irriiado por !a dtis-.
gracia, ni aprobó las medidas de
rigor contra sus enemigos.
Los arríanos ^remblaron viéa-ri
dolé favorecido del príncipe^,
cada partido animaba al empe*'
Tador para que persiguiese á sus
adversarios; pero Joviano res-
pondía á todos: «Aborrezco las
•controversias eclesiásticas, y
Nsabré contener á los facciosos:
»entre los cristianos solo amaré;
ȇ aquellos que tengan virtudes,
»y pacíficos senlinvicntos.» Di>*f
jamos á la consideración del lee*
tor el graduar el estado del cris-i
tianismo en aquella época, yt,
que tanto empeño tienen en o-»
cuitarlo los escritores parciales.
Logró en parte el fruto de su
prudencia; y en el concilio que
mandó celebrar en Antioquía,, '
muchos arríanos so adirieron á
los católicos., y susoribieron á la
fórmula de Nícea. Los habitan-
tes de aquella gran ciudad, síem*
pre sediciosos y rnaA contentos^
no perdonaron á Joviano mas
que á su predecesor, «Es ua
wnuevo París, decían, hermoso,
»y causa de la ruina de la patria.
»Los dioses formaroo #u cuerpo
»á costa de su alma.» Joviano
respontiió á sus inssKos despra-
dándolos.
En la misma ciudad recibió
noUcias infaustas de las Gallas.
Luciliano, su suegro, fué asesi-
nado en aquella provincia. Ya«
I ieutiniano^ su lugarteniente, ne
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ML BAIO
pudo librarse del faror del pne-
Ho, sino por el Talor de sq hués-
ped. Malárico habla reasado el
gobierno del país: lovinío lo
aceptó. Este oflcíal, á quien Ju-
liano confió antes el mismo des-
tino, togrd reprimir la sedición,
cuja 4MMisa A# era oirá ji|ue el pe*
sar ocasionado por la mnerie del
libertador de, hs Galias. Valen-
tiniano, ubre de los asesinos.
Tino á la corte del emperador, y
ae le confió el mando de laguar-
dku ioricapo acababa da KMibrár ;
cónsul á Yarronfano, su hijo, '
^ue «un estaba en la cuna.
McEaTB PE JOVUNO.*^ Koma,
CoDStaalinopla, y todos ios ejér-
citos hfabian reconocido al empe-
rador: la capital de Oriente le
preparaba un redbimiento mag-
nífico, 7 su esposa la emperatriz
Cariton babia salido de Bizaocio
é recibirle «m raa Mmiti?m au-
raraaio. 129'
morosa; cuando el 17 de febrero
de 364 se halló muertoá Joviano
en su cafia. Unos atribuyeron es«
4a desgracia ai humo del carbón:
otros á la ambición y á ia trai-
eiofl de Procopio, que sin embar-
go no sacó utilidad algoaa de la
catástrofe. Las. iejéones ofrecie«
fo de BUOYd el imperio á Saius-
tio, que lo Tolvió á reusan luego
á Jaanuario, pariente de Jovia-
no, que desdeñó ó temió tan al-
ta dignidad; y en fin á Valenti-
■iano, ausoAte i i» sazón. Nadie
habló del iiijo del emperador^
porque no habiendo sido nom-
brado cesar, carecía dederechii
en una monarquía electiva. Jo
viano fué enterrado em Constan*
tinopla: ocupó eJ trono ocho me»
ses.La gratitud de los cristia-
nos y su tolerancia para con los
Jentiles, le han adquirido un lu*
gar eaire los buenos príncipes.
tono xiv.
17
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i^a
ms:|OKiA
CAMTVLO VL
TAtiUflTUiUkVdf
íM 8É
(ABo 3e4.)
Retrato ac:ViieRliAia«o.—-Aiocia<l0n de Valettt«aiai|wrlo.-^Dhriftoa d»
. . los imperios Ai Qfrieote j Occidente entre VjMenlini^oo f- Yalent^. -7- Usar*
pación de ProcopiOi. — Cobardía de Valeote. — Huida y maerte difr Procopíe|r
<— Crueldad de Válentiñiiino. — Maei te de Atanasto^ - — Disénsioneí ettésiáv*
' ' tkas en* Rúu.*-^ Vic«torias de Valentinisno centra los* bárbaros y áa «spetff-
cion e;ik Jfffmantft. -<» Rebetioi» 4^ Firmo en África. -—Muerte dCtTeodoel^
-r- Ess€c.ÍMie^ y muerte de Sapor.— X^uadro de la nación de los godijts. -r^
Asaltas áe Hermanrico y de Amalarico^ -7- Muerte de Valentimano.^ Va*
bátmiáúó Il'és proclamado emperadoc
R
BTRATO DKYALBiminAIIOW..—
YaleDtloiaoo^ elevado al trooo
por el ejército^ era bijodel coo-
de Graciano^ soldadode foriUQa^
qae aseeodió por su valor y Coer-
za corporaKEl óuevo eoipera--
dor era hermoso^ de elevada ea^
ta(ura ; ojos lleaos de fuego:
en au juventud fué iaD notable
por su templanza y castidad»
como por sus fuerzas é intrepi-
dez. Dotado de injenio vivo y
penetrante, tenia dichos agudos
y inicio sano-, pero educado en
los campamentos^ bo lubie a-
prendido las ciencias ni aun el
griego, idioma quese hateaba ea
la mitad del imperio. Solo cono-
cía las ieyea milítaresr era ob*
servador severo de la disciplina»
y su rigor llegó á veces liasta la
crueldad. Habiendo abrazado la
relijion cristiana» 'despreciaba
las fábulas del jentilismo; y
mientras todos los grandes, por
complacer á lulíano» sacrifica*
baná los Ídolos» él desconocía
en esta parte su poder, y prefe«
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BBI BA70
Ti« m esUmaelon & so tarífio; y
aan en cierta oeasioQ se atreviS
é ^óáérlas manes' eo ' tíiií' sacer^
doie-jeniil;* tifie á' pesar ^oye
qoerfat pal^Bcarle^ rociáodólo'
ceii'agiia lustrál. ^
¿Su mérito btxo que sé i»erdo-
naseim resiAendar; y I6s safra-
jhM unánimes <lei ejercite, no-
ble'|U'emf o «de^o&rméza/lé e-
tevaron 4 la ^ad de «uareirta y
4re94ifi0t^lNNler sapremo. Lie*
gdaf tronío sio iotrigns, y lo oca-
l>d^n temor.
fitt ptfm^ra aeéioo probd á Tos
soMeiiOs qae bnMan elejido un
dn^Ao' capaz de apreciar sus ser-
vicio» <sin cometerse i 'srnyngo.
Hebiéndeios reanfdé segno la
-eestuslbre, ' y -comenzado su
discurso, le ioterrumpierOD ios
oficiales y ^Idados, {altándole
á qée^segtfrase la paz del'lmpe-
rio; y «tijiese un colega, para
ique al'acontecia «Igun acciden-
40' no se Ylesen sin cabeza como
•cdo 4a muerte de Jéviano. Esta
<espeeie4e iNrecepto sorprendió
per «a^ínüMMe á TalelUioiano,
ipevo dfjoles^n tone 4e «uFtorl«
•dádt ffCompafieros: veyer énh
•dueioe de dairiñe é no eMmpe-
nfioi: boy Ae40ca ieií solo 4a-
emerla84iepesiciiMes4loe ecsi-
»jeQ oliQH^téé^y «I M^ego deí
eealado^-CóMzco «lir déeeekes;
'^ni* obHgecionesy mir fuerzas/
IM?81I10« 131
i»y los peligros á que me esppne
'imri elevación. La daracion de
illa iñiúh eá fncíéf táí para fibér- '
«tares dé nuevas témpestádeis, '
«deseáis que liombte colega y ^
«sucesontatabfeá yo te deseo;
«pero este nombramiento pide
»macba réflecsion. D^ádihe ese ^
«cuidado, y volveos éá paz á^
•ttteirtrartiéQdas; allí recibiréis
-•la gratificación de ceslumbre.^
La firmeza del emperador apa-'
ctgttd él <umntto. las tropas le
aplaudieren, y ^bedecieroá á un
«principé que sabia ihaodar.
AeOCIACIOrri)E VALENTÍS AL lai-*
^mo. — flabiéndó'^^aieotínia-
00 rennidaí érirbnséjo ¿e 4o^ je*
fes primapf rei del ej5^rc¡lo,^J^J>s
consultó" sobt*efa déccioá que
debiá bacér^ Cidsi to<loséíguierou
la opinión de Dagáléfo, el -cua^
le dijo: Si atiendes $olo á U
i9ñ9fi$, ^árás fft Uíuío de au-
guifú 4 iu Ábrniáno VálenU: ií
pnlUreieibiehpútítieo,nambra-
^ái úl moi^di^nol Este 4^onsejo
debiet'á Uá berlb edoptádo, ^ero
no'tomb eftfódcéá ningóna reso-
4ution: üáttdi ^* Jfice'a, ifué A ^
<¡oiis>tan(iíiéplá, arengó* <al seña-
ndo, se ^'siablécíó' ed el palacio
imp)érM,'y tréiiká (tias después
«oncedió lá piirpúi-á á W ¿arma-
rio Tálenle.' 'éáte príncipe, qué
leiia theWtá y séii «tos dé edad,/
nt btfbia'mfanifésUdó ningún tá-
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133 ñSTOKlA
lento, oi senrido empleo: eorle-r I odio católico y acMados por 4»
sano somisoen el reinado de Ju-
liano, su docilidad fuésa á|iico
mérito á los ojos de Yalentinia-
lío; el cual sabia que asociándo-
lo al imperio, solo teodria en él
pn vasallo coronado.
L41 suavidad de joviano evitó
los males que producen las reac-
ciones, y el crístianbaio se es-*
tendió sin que los Jentiles fuesen
perseguidos. La desgracia de es«>
tos se agravó luego que Yalen-
tiniano subió al trono: la cari-
dad se desterró de las iglesias
cristianas, el terror bizo abando-
nar los templos jentiles» los filó-
sofos, arrojados de la corte, n-
hdinffdnaron sus capas, se corta-
ra|r la barba que lejos de inspi-
rar respeto dic¡tal>a las injurias
de sus contrarios rasurados; y
los cristianos^ arrastrados como
siempre por un zelo estúpido,
Tertieron la sangre de aquellos
que solo habían ofendido su a-
mor propio. La elección de los
dos príncipes partidarios celosos
der cristianismo , »lentab« las
Tenganzas; pero desde que Ya-
lentlúiano sopo estos desórde-
nes, trató de remeilia^los, y fué
tan toleñinté en materias reli-
Jiosas; como doro y cruel ^n cas-
ligarlos delitos civiles y mili-
tares. Sin embargo, los amigos
de Jbliano^ perseguidos por el
envidia, fueron proscritos ó é^
tituidos, escepto algunos Jene^
rales, que por su mérüo escapa*
ron del naufrajio. jLa virtud á%
Salustío triunfó de la acusación:
dejáronle sus empleos por res*
peto: él los^ renunció por prv*
dencia.
DiTisKm DI LOS mpsiiios ns o*
tiBNTE r ocGiDiiiTB.—» (365) Lot
dos emperadores arreglaron el
repartimiento difinitivo del im-
perio. Yaiente obtuvu la prefec*
tura oriental que se estendia
desde el bn^jo Danubio basta lap
fronteras de Persia. Yalentinia^
no se quedó con todo el Ocei**
dente^ empezando desde la Ili-
fia, la Italia» la Espafta, las Ga-f.
lias, la Britanniá y el África. La
Calcedonia al Este, y el monta
Atlas al Oeste eran sus limites.
Los pueblos tuvieron que sufrir
los gastos dedos cortes, de doa
ministerios y^de dos consejos»
Puede decirse que ep) esta época
comenzó verdaderamente la di-
visión del mundo romana eo doa
imperios, uno de Oriente y otfo
da Occidente.
Yaiente estableció sa resideun
cia en Consta ntinoplii, y Yajan^
tiniano en Mediolano: Boma (tté
mas bien temida que desprecia-
da« La iQSultabiip» p^ro era dea%
de lejos: el despotismo ambara»
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RE KftlV
gOM motuimeiiloft que reconto*
htm Im antiguas layea y et rallo
friimtta, bttja déaqiieUa* tierra
dftalea de liberlad. Loa paganos
j fitósofoa, j ios qar eo ileíoper
i» Aitboo iMibiaD asceodidd^ ét
los empleos* y dignidades, min^
Wa con desesperados el triim^
fo* de svs adversac íis^ qoe les
qfiM lainflaeoeie» y los forlonae)
•piap» eo. Oceideoleno^se alreviaQ
ádarnaoífieslaroeolrsiis que-
Jesy coroprimido^porl» eolere*-^
1» (fe YaIenlíiJaiKK. &ey6 n»
deber no entrar em cnestime»
tei»l<Hi<asdejaiidaá kM obispos
k> coneerníenle tH éogoM ^ y
mezclándose úoicanMmie en el
4Srden polUíco de ii^ sociedad. 8i
til¿o saltéala fuera» de M^dio^
taño á Sea Hilapiodr Poitiers^
fué á causa» de las lurbuteoeias
^e escitabe su zeloatioe coolm
el obispo de esta ciodaé acusado
áe arnaaismo. Lieoo devenera*
cioqi por otra parte «L episcopa-
do^ opuso una berrera á los dé*
risos y á ios frailes codieiososy
proibiéndoles frecuentar ia^«^
sna 4e las viudas y de los buér*
(aiMis^ y declarando pertenecer
al fi^co Im donaciones que una
flMilor engaiada . lea hiciese h
prel#s^>.de piedad, aunque fuese
eo ec^ testamento. Proibió, como
babia hecbo Constantino^ la ad-
«PEAIO. 133
misión á la elerecia á aquellos
que deUan sofrir los cargos pú»
bUcos. €oo' precauciones tan se*
biasrse tMibiera podido desde on
priacipio^preirenir la necesidaá
imperios» de eslaa leyes. El dé«*
bil Valeoietospíraba' menos te*
mor^ y el odio^ mostró mes osa*
d<a^ El desordena que produjo la
debilidad^ baci» mayor el des-*
ooQteoto. En todos los*iiempoa
y palies este desórdeo alienta y
engaña i menudo^ k los* faccio^
soa; olvidan quería mayor parte
de los hombre»^ prefiriendo la
quietud al peligpo^ sufaen mu^
cbo tiempo' antes de atreverse &
rompep las cadenas^qne los so»
Jetao^y qnelas^qoelas^mas Jeoe-
raleason signosrde au^ dolor,, an*
tes de ser gritos de revolución»
Las quejas no- pauetMin mucbaa
veces manque la servidumbre;
elsilenciuvaierosoes quien o-
eulte el resentimiento.
El patricio Fetronio> padrede
AJbia l>oia4ffÍca,.esposa de Va-
lente^ra i^ngati^ro^ codicioso^
altanero y crael: éscKabe la in^
digaacioo púbiícra por su tiranía,
y el clespreck>i)or sus vkiosé Loa
romanos creían tér resucitado
en él al infame Seyano, odioso
valido de Tiberio. Procopio, Je^.
aeral famoso, perseguido por a-
I migó de Juliano, y temido de
I Yalente porque se le liabia creí»
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134
msToniíL
dodigaoijel impeno^-erralia flisi*
«IréMido ét asilo eo asild''pHm
i5#l vtfrse 4e la prosericioii - f iit*
nriMdaieoiitfa'óL Oyeodo eat^
idtspariet deelMiur amargamem
U:)al -puebla eotftra el gol>ier«^
Ba,v^ persoafie que todos ios
<}e8eoBleDlo8^ftáDfrootos como
él 4 lomar iaa armas ^centra la
tiiraoia* Contesta idea trueca el
teiaer«o «adácia, y auoque fir-*
jiljvo y siD^lo, dinero ai «asi-
liap^j foma ^1 proyecto ieme-
Tario de derribar ^1 «mperador
de -Orneáis, 7 cdlocarae «o «a
traoo*
oÜsoa^ACioH iiB nocopio.-^ Ai
HHMiio tiempo. Yaleatey temiea-^
do 4iaa Hfl^a^ion ^de los godos;
reunia^-p^ra cembatirlos miichv»
cueriK» de tropas astáticas^ f
los»e$peraba oo Cesárea 4b Capa»
dooia.^rooopioy aproTetbáadase
do Wrauseacia> marcha eoa* dos'
iDtnganleS' aireviúos, ^atra de
noche<«a 4;kMMt«Bltoopla, se o#
culta, :y 4(aaa<^r Minedio de sus
emisarios -dos «oovtes^as qae
lameotaban 4oda¥Ía 4a muerte
de Juliano^ su4iér#e jrsu liberta*
dqr. Segure de su .4eelladi» se pro*
septaal freii|e-iM>eUas<»ibierto4a
•uarOiaato de.piu:pura. £1 'jM^ula*
<bo^^migo siea^e de ^a#¥eda^
des, .4e. |irool»ma'4Migusiii: jún<*
4aos€tle4a«cbos aldeanos seduci»
tiva tumultuosa Tuerza tas poer«
tás' de^ palacio, Instala «a él al
nuevo ^mpei^ado^.^ '4ue irá*'^AlM^'^
pues al «eaado» ^doadé ao %ablá<^^
^eo^ores> etAo^^oá^ 'lurba!*ia^«
"conjurados oseures.' Los fumrio^!
narvos huyeoi los^yro^ethi4o^'y '
mercaderes «e encierran ea^uSv
casas, y Proéopjo' ríHaa eh *afr'
vasto ^esiertQj cuyo síteado Ni*
atmrra^. Sia embai^b^ totnrada^'
mente «delaatado para vélí^r -
alrásy se apodera del puerto y^
4os «rseaales, Técibe eh su au^
dieaeia á utfos aventureros qdé
«Bgaiaoil piWico; piiesentátido^'
se como émbajaA)lres de ías po*'
tencias estranjeras^ 5 bace ^úé
ilej^ea xorreós con 'la falsa 'n6« -
4iciade 4» maerté de su rival.
Ata'temeridad hallé adoüráda*'^
res: el príncipe Hormigas, béli- ^
«cosa y ^ardiente, se declata po^ '
4111 usurpador, al cual creé' dis'^
paestoá veagvri tfniiano y isdit
«amigos: los godos dan socórfite á
^roeopío: los Jovlos-y erÉúltoé
sigaea sus astaadartef: y eh fin;
f ausliaa, viuda del emperittüir
Coostaocio, leda na naevo' es^
4>lendor ica8ándose*«eon di para"
irolver al trono^de donde hablé,
descendido may á«u :pesar. 9TOé( '"■■
copio tuvo en Imve onuumaro» -
4xi-ejérciio nueaeaumeolaba cá*
dadia con los^scantentos; y é'^
4ospor sus promesas: «sta comi- ' igualar m ^nio á su ambicioñi
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. DEL BAUt^
4pihdbbiibi^f9 nMribdo. otra Mr
eld«Hlpo.de| ipsperio.
' GbBAEHIA US. yAUNTS.-t^. Bl
cobtfde Yalenlft temblaba enG^
sároajLprMDalia abéicarporcoo^
amnrai^la.viila^^y no'e6di4 ai»»
€•» éUfettited é la aolBrear 4e*
s«a mínisiroa» que le* ^bligabaiip
Aeootervar^l poder aopimiio^
: BíNnedio de estas «iaeertidMas.
baef , BD» invasión • répMa 4ia-^
5ría aiiflieirtiado . el;terror^ dea^
eeneertróeiJaprodencíB; y aob*;
yagado el Asia^ Teoeida ya 'Con^
el^espaDCo; pero^Proeofto-^Mro la
Coerra inalddteafaeBle; ylo per^
dfé* todo perdiendo* el Üempo.
fiMn$;eDi e^ Aala» menor, ma\uy
aaegiitarae dn pueatoa forlifica«-
d)oa,iMRá algBfiaapliBaa'ry8e«W
todaefio de^ifeodeapwade^on
targcvattio^^liOgró ooelra loa> \^
MivleadeValeole^ Dor» «icforl»»
jftétil^ poa^na no aépo ' aprove*
charse^eHa^Eslaeootenaport^] Maijlad vok cpaslanter fideJidM;
Makw^baeBeaolopaaael qni^ae aammíoa ¿lua bandera^el prio*
defiende, periDíiid íf Ibleoledi- nelp^cfcie babeia eleJiJo^ue Jm
aiparelmtedOiygMUM?^ aféalo steeíbido vue&lroa jorMietitos»
traHNi coerpo* ovaHroao* det r^
beldar, %nt a/eercé'áeHof eon o-
8«Ma,. lea s^odd como^ai^ft^a
aiBijéfl^.Vie je enlrefaaeiiivVxO'
mewNittf^ y fué obe^aeMoi
Botíntdoa los ejéecilD9^er Ya.
leote^^MOia9a Arbdtú^P; 960*
auty janeral jaQ'liempo^<|er.iioii$.
tanuiuMlXk^Ddfíi.aaledesu rep-
lico;, y toma. el. manda de laa
tropas. Se otfidaioDjují ca^cii-
sjones^rapijias y.?iqios.panK a»
cofdatao solameote^ densos* an*
&ia.Los.dos ejéroHos se^nouetiH
lr«Q.ett Xíalira^. dudad de Licia,.
y^se4anrbaia1la. En ainbaa par-
tea^ btbia. igual á^iiH^j. fúaor:
ai écsiio^ era dttdgi3o*. ^pai^dio^^
debeombaie tim#<rf olmot.Arbe-
cfion^y ofrece 4 la viatA^ ile. M
comba tién4e^ su caballera, ica na
y au presend^TeneaaMes^HiJos
amkM, gi44a i loMoMadqar rece«.
HBoeedá voeitrorpadre-y Jefe;
de « lea • pueMoa, den4viendo al
Ytrtnoao fiatostio > \^ ^paerecluraJ
debiente}. Lapkfano. ao le» re«>.
nnM emolas tojiooes ée Siria^ en
flOj^tel jeneraLArUiteo, compai-
^ad&'& lonrantigooa faéroea de
^Gtnci» por aü'hermosnra, fner«-
sai y Talor, marebó aegoido de
nneorlo número de tropas con*
»y bttUljdei uai^rpadorqnei pro*
afaaoilas Jeyas y os angaika.» A
esiaapaiabfaacesa likpeten^ \s^ .
dos loa sfildadoa do Proeopio .se
someten á laajdnhtfies^ de Arbo«
Hoini^ T MÜKBIBDB ^NM)€0-
PiQ.«— El rebelde, abandonado,:
bnye á los boaqnea con dos oñ*
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con ooa perfidia^ atan i* Praco-*»
pió, y le Ueraii al eampaimefito
imperial, doode se le earta la
cabeza. El emperador ae eprove^
t:bó de ta traieiea, pero castigó á
los traidores Mi «I mf sme supli-
cio que á sv victima.
El détril Tálente» en lugar de
«tribuir á sus faltas las turbulea-
cios que el valor de sos Jenerales
habla soregado, echó la culpa i
qM «ral contrario \ú§ brujos al-
tan dotados de le fuerza y ciea* •
cía que se les supoiHa, «toda ley
contra eNos serta impotente.
Persiguióse pues á todos los sos^»
pediados de méjia: muchos,
prto€<falmeole jeitílesy fneroa •
i>rasci4los con este protesto, y se
ebrio un campo vastísimo á h;
codicia de los delatores.
Cuando Valeoljniano supo la
rebelión de Procopio, dio bar*
tos pueblos^ diciendo que mere- 1 «os consejos i su hermano para
oían las maldiciones del cielo | dirijir su conducta : mas no Je
por su inclinación á la májia, y
publicó edictos severos -contra
los profesores deesta Reacia en-
gañosa.
En estai6poea» en todo el im«
perio romano^ asi paganos como
partidarios degisto, iguolmen-
te supersticiosos, daban crédito
á los echizos, filtros» evocacio-
nes de los espíritus infernales y
soitilejios para inspirar amor i
aborredmiento, y para privará
no enemigo de fai razón é de la
Tida. Los católicos y los arríanos
daban .tanto crédito á los predic-
ciones de los ecbiceros, como
losidólatras á losoráculos^To-
dosconvenian en mirar estas ar*
tes como cnimínaies, y nadie se
manifestaba bastante cnerdo <pa<*
ra eoDOi'er qne ü no ccsistiao
brujos y ecbiceros^ la autoridad
no debiaoombatir iina quimera*^ y.
envió socorros, porque una ia*
vasion de los alemanes en tas
dalias, la piratería de los pne*.
blos del Norte que infestaban el
Océano, ia Mbievacion délos
pictos y Celedonios eaBritannia^
y el ermamento de losmaurita»
nos. en África^ ocupaban lodoe
sos cuidados y fuerzas. Publicó^
á imitaeion de sú hermano^ o» '
dictos severos contra los máji«»
eos, y los hico Recatar eon es*
tremo rigor% .
CuüBLDAn M VALUVnBlIAirO^
— Vélente fué crueí por.deWli<«'
dad: Valentiniano por carácter^
Inatocesíble el miedo, iracundo y
feroz, castigaba con la muerta
el menor d^ito. Apenas se en*
cendia su ira, aunque fuese
por una palabra, : sallan de sn
boca estas espresiones terribles; v
«Quemadla: degoUadle: matad**
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DEL BAJO
»1e.>> Cerca de su alcoba tenia
encerrados en jautas dos osos
enormes, dignos favoritos de un
tirano, llamados el uno Inocen-
cfti, y el otro.lfíca Áurea. El em-
perador se complacía en verles
devorará los miserables conde-
nados. Después Je largos servi-
cios, dio á Inocencia nneslen-
dido bosque para que le sirviese
de posesión y retiro.
Macsimino , gobernador de
Roma, mas feroz que los osos del
emperador, irritaba su ira, inun-
daba la Italia de sangre, y cuan-
do se hubo arlado de oro y de
venganzas, logró por recompen-
sa la prefectura de iasGalías.
Las cárceles de Roma, Medio-
lano y Antioquía estaban llenas
de infelices, amontonados en e-
llasporla delación. Sin embargo,
en Oriente aliviaba mucho los
males públicos la virtud de Salus-
tio, que luchaba con ürmeza con-
tra la tiranía. Lo que parece ínes-
plicabl^en estos tiempos bárba-
ros, es la contradicción entre la
crueldad de los príncipes y la sa-
biduría de sus leyes. Cuando Va-
lentiniuno no cedía á la violencia
de algún resentimiento particu-
lar, sus decretos, dictados por
la justicia, llevaban el sello del
amor al bien público; y son dig-
nas de elojío las medidas que ta-
mo contra la esposicion de log
Tüilü XiV.
IMPRKW. 137
hijos, y los edictos que publicó
para protejer los progresos de las
ciencias, señaladamente de la
medicina. Estableció academias
en Roma y Constantinopla. Dé-
besele una hermosa institución
cayo objeto era reformar gran-
des abusos, y fué la creación de
setenta y dos defensores encar-
gados de presentar al monarca
las peticiones de las provincias
y las quejas de las ciudades, y
de sostener ios derechos de los
pueblos. Sordo á los gritos del
espíritu de partido, toleró todos
los cultos, permitió celebrar los
misterios de Eleusis, protejió á
los arúspices, reprimió la ava-^
ricia de los sacerdotes cristianos,
y vedó á los majisLrados comprar
bienes raices en las provincias
que administraban, no creyendo
lejítimo un contrato (fue ao po-
día ser ubre.
Valente estaba sometido á su
hermano; pero incapaz de luchar
contra la intriga, cedió á los
consejos de un sacerdote que le
había bautizado, favoreció el a-
rrianismo, y mandó al goberna-
dor de l^jipio que arrojase de sit
silla á Atanasio. EJ pueblo defen-
dió á su obispo con las armas, y la
autoridad tuvo que ceder. Ata-
nasio acabó sus diasen paz, de-
jando después de si aquella fama
durable que no se debe sino á
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136
inSTOlIA
los grandes ttleatas reuaidosy á
las grandes virtudes. Sa muerte
fué una calamidad para su igle-
sia. Sucedióle el arriano Luciano
y este persiguió á los católicos»
Al mismo tiempp Ursícino y
Dámaso, cuyo liijo indecente re-
prende San JeróoiuK), disputa-
ban escandalosamente, y con las
armas la silla de Boma: los dos
partidos vinieron 4 tas manos, y
de una y otra parte se vertió la
sangre á torrentes en el nombre
de una relijion que aborrece la
inumantdad. En actuel asesínalo
no se perdona ron ni á las muje-
res; Dámaso triunfó, y al siguien*
te día de su triunfo se halUtron en
la iglesia dentó .treinta caiá-
vereSf
YlCTOEUS W VALENTIHIANO
CONTRA LOS BARBAROS^ T SU ESPB-
mClON EN JERMANIA* — (366) Ya*
ientiniano no quiso entender en
la sangrienta querella da. los Ot
b^pos^ y corrió á la Galia para o-
ponerse á los prc^resos de los
bárbaros. A pesar de las victo-
rias de Constantino y Juliano»
Roma conservaba la costumbre
de pagar, á título de donativos^
tributos anuales á aquellos pue-
blos: costumbre funesta que em*»
pezó en los tiempos de Cómmo-
do y Caraealla, época primera
de la decadencia del imperio.
Baiitettdo jeusaéo pagar este
tributo Ursacio, gran maestre
de los oAcios, los alemanes to-
maron las armas. Las Jejiones
bátavas, que eran entonces (a
Ror del ejército de la Glalia, des^
asintieron en esta ocasión su an*
tigua fama: después de una cor-
ta resistencia, á pesar de los es-
fuerzos de los dos jenerales ro*
manos que las mandaban, uye*
ron y perdieron sus águilas.
Valentintano las licenció por
castigo, y degradó á sus oficiales*
Desesperadas por esta humilla-
cío merecida, imploraron la ele»
mencia del príncipe, y pidieron
á gritos que se les diese ocasión
para restaurar su onra. Valen-
tiniano, conmovido de su arre-
pentimiento, mandó que les vol*
viesen las armas, y Jovino mar-
chó á su frente hacía Mediomá-
trieos (Metz), donde sorprendió
una división alemana^ tomó su
campamento y lo destrozó. Des-
pués de este trian<b> va sin per.-
der tiempo á Catalauoos (Gbá-
lotts) encuentra ea las llanuras
que riega el Matrona (Mame)
al ejército grande de los bárba<^
ros, les da bataMa, loa vence
coiApletamente, mata seis mil
alemanes, vuelve á Parisios, y
recibe de Yalentiniano la dígni-
! dad de cónsul en recompensa de
sus asaiSas. El esplendor de esto
triunfo se mancilló con un de-
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J , DEL BAJO
litó: éb desprecio del derecho de
jeDtes fué aereado el rey de los
alemaoes que había catdo prisio-
nero.
Yalentioiano, seguido de su
hijo Graciano, y acompañado de
los jenerales Jovjno, Severo y
Sebastian, pasa el Ría, y penetra
en el valle que riega el Nicer
(Wirtemberg). Los alemanes se
habían atrincherado en la mon-
taña de Salicinie: el emperador,
adelantándose con imprudencia
á reconocer aquella posición, se
vio súbitamente rodeado por u-
Ba multitud ¡numerable de bár-
baros. Su intrepidez le salvó-,
destrozadas tas armas y perdido
el yelmo, se abrió paso por me-
dio de los enemigos, y volvió ca-
fi solo al campamento.
Poco después acometió á la
montaña, y se apoderó de ella en
tin largo y sangriento combate.
Los alemanes uyen : Sebastian
les corta la retirada, y hace en
«líos espantosa carnicería. Esta
victoria terminó la campaña:
Valentiniano empleó lo restan-
te del año en forliQcar la fron-
tera del Rín, En el mismo tiem-
po un pueblo, descendiente de
los vándalos, y que no tardó en
hacerse famoso bajo el nombre
de Borgoñones, crecía en uúme-
'XO y fuerza en los bosques de
Xusacia y Turinjia. Su gobierno
IlffPERlO, ^— ■ '-"^ t^t
parecía mas repuBlfcano que
monárquico: los sacerdotes te- '
nian grande autoridad. Sínisto, '
el jefe de ellos, era inviolable-,
cuando et majístrado supremo
de la nación, que llevaba eT tí-
tulo de Hindinos, ejercía un po-
der muy limitado, daba cuenta
al pueblo de su administración,
y podía ser destituido.
Habia algunos años que los bor*
goñones «esiendían su potencia
invadiendo el territorio de los
alemanes. La guerra entre am-
bos pueblos no se interrumpía
sino con treguas de corta dura-
ción. Valentiníano fomentó sus
divisiones, y concluyó coa Ma-
criano, rey de los alemanes, ua
tratado de alianza que los bárba-
ros cumplieron con mas fideli-
dad que el emperador.
Otros pueblos, que después
fueron arto célebres por sus de-
vastaciones» infestaron enton-
ces las costas déla Galia:eran a-
ventureros, procedentes de las
playas del mar del Norte. Ejer-
citados en la piratería^ alentados
y enriquecidos por sus primeros
robos, formaban, bajo el nom-
bre de Sajones, una nación for-
midable. Los romanos rechaza-
ron con las armas sus primeras
invasiones; y luego, engañándo-
los con artificios propios de a-
quel siglo corrompido, lo» sor-
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ua
nrTORTA
prendieron cuando deseoidaban
indefensos por l^aber treguas, y
mataron un gran número de e*
líos, justificando coii esta tral*
cion las orribles venganzas que
los pueblos setentrionales ejer*
cieion mas tarde en el Occidente:
Los pictos y caledoñiosy estén,
diéndose por Brítannia, vencie^
ron mucbas veces á los róndanos:
Teodosio> enviado por el empe-
radora aquel pais» fijó la victo-
ría: después de varios combates
felices, libertó las provincias^
terminóla guerra con tanta pru-
dencia como vigor, obligó á los
caledonios á voivar á sos bos-
ques^ y les quilo QO vasto terri-^
torio que fué conyerlído en pro-
vinel^ romana con el nombrede
Valencia. El libertador de Bri-
tannia volvió á laGalia,y envia-
do por el emperador contra los
alemanes que habían topuado de
nuevo las armas, sostuvo su
Dombradía con grandes victorias,
y recibió en premio ía dignidad
de comandante jeneral de k ca-
ballería.
BbBBLIOÑ ^E FIAMO E!I APai-
CA— (372) Mientras Yalenti-
niano defendía con gloria el nor-
te del imperio^ la tiranía de
Bomano, gQbernadot de África,
su crueldad y avaricia, y la pro-
tección interesad^ que . concedía
á las tribus selváticas 4e Jejlulia^
sin atender i hs quejas de las
ciudades que saqueaban, entro^
garon aquellos vastos países á to-
dos los infortunios inseparable»
de una mala administración. El
emperador, engañado por Boma-
no, le sostenía, y enviaba al su-^
plicioá los que se atrevían á a*
Clisarle. Firmo, príncipe maiu
ritano, indignado de estos esce«
sos, y creyendo favoraUe la oca-
sión para restituir á su patria
la antigua independencia, le^
vantó el estandarte de la rebe-
lión, y trajo á su partido la Mau^
ritania y li^ Numidia. Activo, a-
nimoso y astuto,^ era una viva
imájen de lugurla: venció á Bo-
mano, algunas veces con las ar^
mas, las mas por artificio: cada
día aumentaba su poder con sus-
victorias, y ya concebía espe-
ranzas de ser dueño de toda el
África^ cuando, vino Teodosio á
derribar su fortuna.
El vencedor de los pictos y a-
lemanes rechazó las tropjs del,
africano, no se dejó sorprender
por su^ ardides, le atacó en todo^
los puntos, le obligó á.. huir, le.
persiguió sin descanso basta e(
centro de los desiertos, y derro-
tó en batalla campal un ejército
inumerabl^ de mauritanos. Fir«^
mo, digno de mejor suerte, fuá
abandonado de los hombres de»^
de qufd lo fué de la fortuna. Ua
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DEL BXJO nSPEKIfh
U1
ser gobernador de Etraria, á
pesar de sa estupidez» por un
capricho dei emperadbr y de la
fortttüa^- Coandd' se presentó en
eftribttOftl porta primera vez,
aparecieron machos pasquines
que anunciaban como* presajto
d^ sd elei^acioQ el acaso de un
asno,, que bu^renda át m amo
algunos.cSaa antes, se habla su-
bido a4 mismo tribunal.
Eo aquel síglo^se hicieron mu^.
chas.Ieyes; pero nada se arregla-
ba por. ellas; todo dependía de
ios iK)fr.hres. La suerte del im-
perio coasislh o» si carácter drf
jpríacipe. Homa taaia aua sabios
príncipe dfel pafs le hizo tradición
j t» entregó ét los romanos; pero
se sustrají» ah suplicio dándose
1» muerte. Informado Teodos46
de las injuslticias y crímenes de
Bomanov le raspendió de sw
funciones f pero el detíncnenie
fué abs«e4ta por el emperador,
y restablecido en sos empleos.
MUEftXfi 1>B TBODOSIOi — La glo«-
jrUHÍeTeadosio le hacia aborre-
cible i k>s cortesanos y sospe^
ehoso al príncipe. Vencedor de
los enemigos de Roma y vencido
por los delatores^ perecid vícti-
ma d^h envidia de Ida hrjos^ de
Valentioiano, que Ja mandaron
degollar^ El suplicio de- este I oradores y héroes, pero ao cia-
grande hombre no mancipó la | ca<Iacofi. La corrupción reinaba
:vida deLemperadof: no se veri- I en las costumbres', y la virtud
ficósino después de su muertOé ^en {as méesioias^ Vélente, tirfr.
Valentiniano, sumamente cruel j cico, débi^^ doscon^^do ó injur-
eoandosé irritaba, era just» por
carácter, como lo prueban su
administf acioa y sus leyes; pero
fué muchas veces engañado^ y
era muy común en él hacer pé*
aimps nombramientos y sostener-
losconostina^ion.
Lá Italia, perdiendo la liber-
tad, había conservado la licen-
cia: sufríase el despotismo de
los majistrados; pero el pueblo,^
sin atreverse á hacerles resis-
' lencia, se v^angaba de ellos con
sátiras y sarcasmos. Xerencio,
panadero en ctro tíempo; Uegói ^ mente-, y sin embargo, nadie co
to, decía: «Quo era una felicii-
»dad parj los pii^^los ser gober-
»nadospor príncipes que biabian
»vL<vídc muchos años como sim-
»ples particúíares;» y al mismo
tiempo (¡Je sacrificaba tantas
víctkn&s Q la delación, se cUában
de. él estas hermosas palabras:
«Los deIatoyes.\soA mas perni-
»cipsos que k>s bárbaros, así co-
»mo las enfermedades internaa
»loson mas que. las producidas
)»{>or una causa esterior.»
Valentiniano reinó tiránica-
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lU
BisTomai
ino él ha ^McrKo^n .menos pala-
bras Us «bllgaciones de un grao
príncipe. Guando al ver qaebrao-
tada 6u salud nombró augusto á
Graciano» su bijo, en la taludad
de Samarobriva (Amiens^, le di*
jo: ff Has ascendido al supremo
»poder bajo felices auspicios:
«sosten el peso del imperio: a-
arrostra los bielos del Bin y del
»4)anubio: marcha al f renie de
»4as tropas: derrama tu sangre
»eB. defensa de los pueblos^ j
«considera los bienes y males
»del«stadot;ofBotuy«8 propios.
«Yo consagraré el resto demi vi-
uda á grabar en tu corazón los
«principios de la justicia. Y vos-
«otros^ soldados, amad ai princi-
«pe que confio á vuestra fideli*
«dad: pensad ^que ba nacido y
«va á crecer á la sombra de los
«laureles.»
ESACCIONES T MÜERTB DB 5A-
POR. — ^374) El Oriente safria
tanto como el Occidente los ma-
les del gobierno arbitrario^ pero
sin estar compensados con la
gloria militar. Valente no care-
cía de buenos jeoerales que re-
tardabon la puina del imperio;
pero la indecisión y debilidad del
principe ie-impedien sacar ven-
tajas desús talentos, empleados
inútilmente -en planes mi^ mal
combinados.
Sapor^ que en un reinado de
seteoita aios reütftbieeió con sus
triunfos la gtoria de los persas,
y la mancilló por sus vicios é
injusticias, erarpleaba ya la fuer-
za, ya el artificio para satisfacer
su insaciable ambicien* Nada
contento con el triburto que le
pagaba Armenia en virtud del
tratado becbo con Joviano, qui-
so apoderarse de ella, engagd al
rey Arsáces con falsas demos-
traciones de amistad, le hizo a-
sesinar^ y redujo la Armenia á
provincia de su imperio.
Solamente se le resistió la du-
dad de Arlojerdice, defendida
por Olimpias, viuda de Arsáces:
su valer rechazó por rauctio
tiempo á los persas-, pero sobre*»
vinoSapor con ejército numero*
so, y la obligó á rendirse. La
reina conservó su gloria y per-
dió su libertad* El rey no pude
conservar pacíficamente una con»
quista adquirida por un crimen:
los armenios é iberos sé suble-
varon para recobrar su indepen-
dencia. Teniendo Va lente por
quebrantada la paz de Joviano
con la ínvasien de los persas en
Armenia, se declaró á favor de
los rebeldes* Su causa era jus-
4a^ pero escojió mal el momen-
4o;para emprender una guerra
"tan .peligrosa centr-a un reine *
tan fuerte: porque entonces a-
meqazaban á Gonstantinopla loe *
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BEL BAJO IMPERIO.
godos, nncioa formidable, con-
tra la cual eran necesarias todas
las fuerzas del emperador.
El rey de Persia, mas pronto
que Yalenie, acometió á los ro-
manos: todos tos esfuerzos de A/-
finteo y deTrajano se limitaron
á defender el Eufrates. A pesar
de sn valor y del ausilio de Va-
domario, rey de los alemanes,
cautivo en otro tiempo y yaa a-*
liado fiel del imperio, los persas,
cuyas fuerzas aumentaban todos
los dias, se hubieran quizá apo-
derado del Asia; pero Sapor mu-
rió, y las turbulencias quose le-
vantaron en su reino, impidie-
ron Id ruina del Oriente. El em-
perador favorecia la causa délos
armenios, mas par ambición que
por justicia: después de babar
finjido protejerá Para, su rey,
le hizo traición. El conde Tra-
Jano convidó de orden suya á a-
quel príncipe y á los grandes de
su cortea un banquete. Concu-
rrieron sin desconfianza, y en-
medio de la comida los rodea-
ron y degollaron sus soldados.
Los príncipes cristianos y los
pueblos civilizados eran enton-
ces mas pérfidos, crueles y co-
bardes que los bárbaros: era fá-
cil de prever la caída y desmem-
bración de UQ imperio, donde
ya no ecsistla ni virtud üi li-
^ bertad.
US
Cuadro DKLA^!fA0lOH goda, —
Las venganzas atroces que ejer- «
citó Va lente contra los godos
que habían seguido el partido de
Procopio, armaban todos lo*
pueblos contra él. Los historia-
dores de la antigiiedod ofrecen
pocas luces acerca ¿del orijen de
las naciones que destruyeron el
imperio y funda<M3n la Europa
nueva. Muchas veces confunden
á los godos con los scitas, ^ár-
malas y dacios: Tácito los creyó
orijinaríos de las riberas del
Yístula. Según una antigua tra-
dición^ salieron del Asia bajo el
mando déOdin, y en poco tiem-
po conquistaron el Norte y O-
riente de Europa hasta el mar
Báltico, y s« establecieron des-
pués en la Escandinavia, some-
tiéndola á su dominio y á sus le-
yes (I ). Otros autores, sin subir
(1) Las orilUfl del Danubio y del
Riii, dice Anaud, coiirietizudo histo-
riidori apoyado en Joma des, Procopio,
r^ebeau y su tiábil comentador Saint-
Mar tí ti, Gibbon y algunos Otros, en-
¡«Mftdran diversas naciones, entre las
cuales la frugalidaii y la abundancia ds
arbustos saludable» mantienen la sa-
lud, la fuerza y el anor militar; en a-
qnellos países la virtud del secso ber-
moso y la fidelidad conyugal, favore-
cen la población en términos que no
puede contenerla el terreno que antes
ocupa baa sus padres. Aua boy día es-
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144 nsTom
lañ allo^^veirttii que 300 anos
antes de Jesucristo, machas trir
bos de godos, saKeodo detos bos-
ipies escandiotvosy ocuparon las
playas dd mar Báltico, con los
sombres de rujios, vándalét,
hmgobardo$ y Mm/as. Guando
llegaron á ser muy numerosas,
invadieron los países vecinos^
Los mas belicosos de estas tri-
Imis, conservando el iioi»bre^-
tamos vienáo cómo ca3a «iiO envían
estos mismos paises crecidas emigra-
ciones al Nuero Mando y A ranas ppo-
Tincias de la Riitíá. Estas espatriacioaes
evian en lo antigno mas forsoaas toda- I
via qoe «ora. Mientras maneiaron ma*
DOS robnstas. las riendas del imperio,
eilps pneblos Itsbían acudido 4 luUa
sin. armas, en demanda de empleos su-
balternos y para ofrecer sus robustos
brazos 4 los ejércitos romanos. Al-
gunos de ellos babiao ascendido 4
loa puestos mas eminentes; oíros ha-
bían perecido de ambre y desamparo;
pero todos babian vil€*eadO<:on gozo f
cnriBoel soavedima de Italia, el Jar-^
mitivo de godos, atravesaren la
Sarmacia y se ^tablecierojí e«
las orillas del Tañáis cerca de la
laguna Meétide. Los que se qie-
daroB al occidente del Yistula,
recibieron el nombre de jipid&$
6pere%o$oi. Les godos, atrave-
sando después liáis Hanuras de
Scitia y las riberas del Boríste-
nes; atacaron, yencieron y es-
terflúnaroB á ios jetas que pe*
el número de tos qne querían y debían
partir, que se bizo forzoso organizar
leyes positivas para sn arreglo.
Guindo la población agotaba \cé fe-
corsos del terrino desmontado, se ^t*
maban tres porciones de la población
entera. Cada porción comprendia nn
número igual de nobles, aiervo% ricos
y pobre», todos con sus mujeres y sus
hijos, y la suerte indicaba cu4l de estas
tres porciones había de emprender la
marcha desde luego. Las dos porciones
que permanecian «n el pais se repar-
tían las cboaas, los bienes y campos de
los que marchaban. Aquellos pueblos
desterrados, fueron los destructores dd
<li>t,<omo aun 4a esUn llamando los J imperio romano. Los que te ^eCipiU-
alemanes que bajan de los Alpes áias I ron de U parte seUntrtonal, después
riberas del Adijio. | ¿e los cimbrios reunidos por Mario,
fueron los visogodes ó godos ocddenla-
les; pero hallándose RoaM en toda sn
riberas del Adiji
Semejante grito degoso ycariSo Te-
nia á ser la esperan:^ y el consuelo de
aquellos é quienes la fiatria no podía
sosten tar. Cuanto mas se multiplica-
ban, menos ^ian oponerse sus caadi-
Iloa al ímpetu desaforado de aquellos
pntbios áoia ooas comaroas mas favo-
ccddis ^1 'Cielo; pero auqientó Unto
pujanxa, los conturo en las orillas del
Danubio, donde se establecieron con
benepUcHo del , imperio, reroWiendo
unos contra otros las armas que babian
asestado contra loa romanos.
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DEL BAJO
seian el país situado ea la embo-
cadura del Danubio. Los vánda-
los, marcomanos y cuados-cedíe
ron muchas veces á sus armas.
En tiempo de Caracalla eran e-
nemigos formidaWes para Roma:
en el de Galieno, aprovecbándo-
^ se de las divisiones del imperio,
talaron á Iliria, Grecia, Asia, é
ÍDcendiaron á Efeso. Vencidos
porClaudíO JI, por Áureliano,
por Tácito, y casi aniquilados
por Probo, se habían ya resta-
blecido en «1 reinado de Diocle-
cíano: sus tropas miülaron con
valor en el ejército de Galerio^
y en el de Constantino habla cua-
renta mil godos.
ArtíQciosos en su conducta é
infatigables en sus trabajos, eran
atrevidos y prudentes, de aka
estatura, cabellos rubios^ sus le-
yes sencillas y claras, parecían
reglamentos de familia: cuando
ocuparon las Galias, se prefirió
en este pais el código de Eurico
al de Teodosio. Cario Magno
conservó en los capitulares mu-
chas de sus leyes que aun estáia
^ Tijentes en Inglaterra,
Algunos publicistas afirman
que la institución de los feudos
tuvo su orijcn witre los godos.
No permitían el matrimonio en-
tre noble y plebeyo, ni entre
esclavo y libre. El príncipe pro-
ponía las \e\GS, los grandes las
lUJklO XIV.
IMPERIO. •• ttS
discutían, y el pueblo las apro-
baba ó desechaba. El impuesto
era repartido por majistrados
que se elejían para ello. La pena
de muerte no era frecuente: el
crimen se espiaba con dinero-,
el acusado tenia por jueces tí'
sus iguales, y á veces se decidla-
el juicio por desafio.
Cuando los godos llegaron á-
ser poderosos, se dividieron ea
dos pueblos: los orientales, que
habitabao cerca del Ponto Euxi-
no, tomaron el nombre de os-
trogodos: los que ocupaban las.
orillas del Danubio se llamaron
visigodos. Mejor se ha conservado
la memoria de sus devastaciones
que de sus reyes-, solo se sabe
que dos famiUas célebres los go-
bernuron por muchos siglos: los
Ámalos en los ostrogodos, y los
Baitos en los visigodos. A estos
príncipes no se daba mas título
que el de jueces, prefiriendo
el nombre que recuerda la justi-
cia al que indica la autoridad.
AZAJ^AS DE UEaMANaiGO Y AMA-
LARico. — Cuando Valentíniano
y Yaleote ocupaban el trono ro-
mano, un príncipe godo, llamado
Hermán ó Hermanrico, gozaba
de gran Bombradía por sus aza*
ñas en los países del Norte. Este
conquistador, á quien los bárba-
ros llamaron el Alejandro del
Bíorle, subyugó xloce nacjones^
19
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145 msTOBU
soinelió á BB poder todas las tri-
bus gótieas; y lo qua siaduda, es
roas estraordinario que sus con-
quistas, no empezó su carrera
militar hasta la edad de ocbeota
años» y la terminó á la de deoto
diez. Estos pueblos belicosos te-
nían ademes otros Jefes, AJavivo^
Atalarico^ Fríttjernes y Alaríco,
qué adquirieron renombre por
sus victorias contra los romanos.
Alarico fué el primero que to-
mó las armas para vengar & mu-
chos de sus compatriotas, que
prisioneros y dispersados en el
Asia, fueron degolladas por or-
den del cruel Vélente. En dos
C4impañas estuvo indecisa la
suerte; y la babilidAd de Yilor y
de Artnteo no pudo conseguir
ningún triunfo importante con-
tra el valor selvático de los gue-
rreros del Norte V pero en el ter-
cer año Atalarico perdió una
gran batalla: los Jenerales de,
Ya lente habÍ4lo prometido á los
soldados romanos una . suma
considerable por oada cabeza, de
godO' ^ue preseatasefi» y la co^
dicia los movió é perseguirá! e-
Beoíkígo con grande ardor> y ha-
cer en él espantosa carnicería*
Los bárbaros vencidos se so*
tnetieroQ. Valei\te conclsyó un
tratado con sus príncipes^ se li-
bertó de los subsidios que les pa-
gaba» y no les permitió cooier*
ciar sino en el recinto de dM
ciudades situadas sobre las ribe*
ras del Danubio.
Esta paz» violada por la perfi*
dia romana, no fué de larga du-
ración* El jeneral Marcelino, i*
mítando la vil acción éel conde
Trajano, hizo dar de puñaladas
á ^binioy rey de los cuados, al
cual habla in vi todo á um confe*
rancia. Coo la noticia de este
crimen se arman los coades: ú*^.
nense á ellos los sármatas, au-
yenlan á loa romanos^ talao
las Panoonias y derrotan dos le»
jíones mandadas por Equiciol
Recelábase la perdición de Me*
sia; pero el joven duque Teodo*
sio> que imitaba las azañas de su
padre y debía superarle en glo-
ria, reúne las tropas, anima su
valor, detiene á los bártiaros, to-
ma la ofensiva y los obliga á re*
tirarse. Al mismo tiempo Valen-
tiníano, que llegaba i IHria en
socorro de su hermano, persigue
á los enemigos liasla mas allá del
Danubio, esparce el terror en su
pais,de^trvyestt8 ciuiades y se
vuelve á tqqiar cuácateles de io»
vieroo á Garnuto, ciudad que
hoy se llama Presburgo.
MdBRTB DB VALSIfTlNI&IfO.*~
Becibe alli una diputécióo de loa
cuados, que para Justificarse es^
ponen sos quejas coa altanería:
el prÍKipe irritado los ii^rram^
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BEL BAJfO
pe y amenaza, y con el ardor del
enojo se le rompe una vena del
pecho y pierde entre raudales de
sangre la palabra y la vida^ tos ^
romanos habían sufrido doce a-
fios la violencia de sn condición^
de la cual fué él mismo la pos-
trera víctima. Había repudiado
á la emperatriz Severa, porque
abusó del poder obligando á un
ciudadano á que le cediese so
caoiipo, y pasó asegundas nup-
cia64^on Justina, viuda de Mag*
neacio. Las leyes y costumbres
permitían entonces el divorcio,
Moque reprobado por la Iglesia*
GftAClA.NO Y YALENTIflIAllO H,
BMPERADORES DK OCCIDENTE^—
(375) Graciano, nombrado cesar
por su padre, debia sucederle:
sas nombres sé hallaban en to-
dos los actos públicos, y el res-
peto que inspiraban sus grandes
cualidades, se aumentó por su
casamiento, con oina nieta de
Cooftta/aUno. Pero ¿qué pueden
los derechos mejor reconocidos,
y loa motivos de interés pú-
nvBRio. 147
blico ¿onlra las pasiones priva*
das? Yaientiniano habla muerto
en Brejecio, en el centro de la *
Pannoniai Graciano estaba au-
sente, y los Jenerales Equicio y
Melobaudo, creyendo la ocasión
favorable para tener un príncipe
que les debiese el trono, presen-
taQ en el campamento á la empe-
ratriz Justina y i su hijo Valen 7
tia4ano, que solo tenia cuatro a-
ños« Los soldados, escitados por
los ambiciosos que esperaban
reinar bajo el nombre de este
nifio, ie proclaman emperador.
Pero Graciano burló las espe-
ranzas de aquellos pérfidos que
sacriflcabaa á sus intereses el
imperio y la justicia. Este prín-
cipe, tan virtuosocomó-^raliente^
prefirió dividir la corona á go-
zarla esclusivamente á costa de
una guerra civil, confirmó p^r
un^edicto la elección del ejérci-
to de Iliria, y se declaró colega
y tutor de su hermano. El impe-
rio fué pues gobernado por Va-
lente y sus dos aobiinos.
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148
BISTOItlA
CAPITULO VII.
oaixinrs; cbaciasio, VAxaivmnAm& n» ex occxDcni:; '
TCODOftIO, KÁCSmO, USimPADOB.
(A&o S75.)
'-íi
Orroroso terremoto. — Invaston de los bunos. — Retrato de estos m1 va jes.—
Sus triunfos eo Cbtna. — Devastaciones de los godos y visigodos en Oriente.
— lnva5Íon de los jermanos eu las Galias. — Estado del Occidente en tiempo
de Grariano. — AKauas de la reina Mavia. — Proscricion ocasionaia por una
predicción. — Victoria de los godos sobre los romanos. — Muerte de Valenle.
•^ Sitio de Adriuópotis por los godos. — Osadía áe Dominica, viuda de Va*
lente. — Venganza del qonde Julio. — Llegada de Graciano i Constantinopla,
— Vuelta del ióveu duque Teodosio. — Sus asailas. — Primeras azaBas de
Alarico. — Guerra declarada á los paganos. — Demolición del templo de La
Victoria en Roma. — Predicción en favor de Micsimo. — Su retrato. — Su
usarpacioD. — Muerte de Graciano.
VJraciano estaba ert Treviros
cuando confirmó la elección de
Valentiniano [I, Como rejente y
como emperador, mandó á Jus-
tina y á su hijo que estableciesen
su residencia en Mediolano. Un
príncipe mas hábil que Valenle
bubíera conseguido sin duda so-
meter los dos sobrinos á su tute-
la; pero poco capaz de defender
y gobernar sus propios estados,
no tuvo influencia alguna en el
Occidente.
Orroroso terremoto. — Los
elementos parecían reunirse á los
bárbaros para acelerar la ruina
del imperio. Un espantoso te-
rremoto destruyó las costas: el
mar, uyendode las playas, des-
cubrió á la vista de los hombres
sus profundos abismos, y des-
pués de haber dejado en seco
los buques» é inumerable mul-
titud de peces moribundos so-
bre la arena, las ondas enfure-
cidas acomelieroa ea la reac-^
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hel bajo
eioD á los riscos escarpados y á
los díquesqueordinaríameote las
detieD^rij arruinaron ranchas
ciudades é inmidoron vastos te-
rrilorios. En Alejandría pere-
cieron cíenlo cincuenta mil ciu-
dadanos. Los sacerdotes orto-
docsos atribulan estas^ desgra-
cias á la ira de Dios contra los
herejes.
Invasión dk los urxoSi —
Los estragos de la naturaleza
fueron contenidos por lo noaoo
omnipotente que les ha fijado
sus límites eternos; pero los que
causaron las pasiones humanas,
se prolongaron mucho mas. En
aquel siglo deplorable fué aso-
lado el mundo por la invasión
de un pueblo selvático, que tu-
vo por cuna los yelos del sep-
tentrión. Los hunos, mas temi-
bles á los bárbaros de Scilia y
Jermania, que estos á los grie-
gos y romanos, se precipitaron
desde el Oriente al Occidente,
asolando, destruyendo y despo-
blando todos los paises por do»-
de pasaban. El terror que ins-
pirabaa estos guerreros feroces,
arrojó sobre el imperio romano
las naciones sármata, cuada, a-
lana, goda, ostrogoda y visigo-
da. El miedo los hizo mas temi-
bles que la osadía. Se había
. triunfado desús ataques^ mas no
se les pudo resistir cuando
IMFEniO. 119
huían, y erntírranlo para salvar-
se en otros paises, consumaron
la ruina del írI^perio.
Los romanos, dueños del mun-
do mientras tuvieron virtudes
militares, no conservaban y^i de
su antigua granjera sino un lujo
desenfienado. Los emperadores,
cónsules, patricios, prefectos,
majístrados y cortesanos des-
poblalmn los campos y ejércitos
para llenar sus casas de escla-
vos, criados, eunucos y liber-
tos. Otra gran parte de la pobla-
ción, abandonando la tierra por
el cielo con el mas esliipido y
soez fanatismo, habitaba las i-
glesias, los palacto:^ episcopales,
los seminarios, las ermitas; y los
convenios se llenaban de ara-
ganes^ gue á merced de un tosco
sayal, iban predicaudo la disolu-
ción del imperio terreno para
establecer la teocracia. Los po-
cos ciudadanos que serviaa en
las [ejiones, se fastidiaban cada
dia mas del trabajo, de la disci-
plina y del peso de las armas. Ea
iin, cuaudoel imperio se veia por
todas partes acometido ó amena-
zado de los bárbaros^se confiaba
muchas veces á estos bárbaros
mismos la defensa de las fron-
teras, el mando de los ejércitos,
la guarda del príncipe, el cau-
sulado^ las prefecturas y las dig-
nidades mas altas del estado.
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190
-BisrwiA
BETHAtO m IOS Bimiis. -^
}^acidos estos ea las esleosas lla-
nuras de Siberia, fuerun casi
•descoAOtidos basta esta época.
Procopio los confunde con 1^
^itas y masajetas. lornandes^
tkistoriador godo, atribuyéndola
deformidad de aquellos barba*
TOS á un orijen infernal, los
creía producidos de la unión de
los demonios con las echiceras.
£1 sabio Mr. de 6uignas ba* to-
mado de la literatura china las
nociones que no se podiao ha-
llaren otra parte. Los hunos,
absolutamente desconocidos en
Europa^ en donde debían cau-
sar tantos males, eran conoci-
dos en <¡bina mas de dos rmI a-
fios antes de Jesucristo. Habi-
taban al norte de este imperio,
quinientas leguas de país, de
Occidente á Oriente basta, tos
tártaros mantchus; y treseien^
tas legoas desde Nor^ á Sur Pica-
ta el T4bet y 4a gran muralla
china.
Tenian los hunos el rostro
feo^ los huesos de sus mejillas
eran protuberanies» el cabello
crespo^ los ojos pequeños y es-
cóndidos, los miembros cortos
y. sin proporción. Comparábase-
Íes á los ídolos que 4os pueblos
selváticos labren groseramente
•de trozos de madera. Habitaban
ooloenlas tiendas, aborrecían
las ciudades, llamándolas cárce-
les 4e piedra y sepulcros. Fue^
ron, come tribua errantes y pas-
torales, vagabundos y conqub*»
todores: transportaban en carro^s
sos tiendas, muebles y riquezas:
sus rebaños los seguían y les a-
seguraban la subsistencia: siem-
pre estaban reunidos en sus
campamentos, y su vida era una
milicia continua. Pasaban de ios
pastos consunndos á otros nue-
vos: asi nunca tenian ogares á
que aficionarse. Amaban óu na-
ción y no su patria» La costum-
bre de cazar los disponía para
la guerra^ y tenian una destreza
prodjjiosa en el arco aun u-
yendo: su alimento de carne
cruda, y que solo «alentaban
macerándola bajo las sillas de
sus caballos, aumentaba su fe-
rocidad natural.
Sus TRIÜWOS EN CHIKA. —
Tal era este pueblo ^ nómada,
que después de haber aterrado
durante muchos aígies el vasto
imperio de la China, dejó pro-
fundos vestijios de sus furores
en Asia y Eunopa. £1 jefe de ca-
da tribu se llaqiabaiiiirM, y era
juez en la pez y jeneral en la
guerra: la gobernaba como un
padre de familia. Los mirias e<^
lejian un jefe supremo, llamiulo
kan. Su renta consistía en el
diezmo de todos los rotéanos: su
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DEL BAJO
poder estaba limitado por ta«
dietas ó asf.nvhleas nacionales,
que deliberaban sobre la paz y
la guerra, y desecbaban ó apro-
baban tas leyes propuestas por
el príncipe. Los cbkios, para
resistirá sus invasiones, cons*
truyeron la grande muralla que
escita la admiración de los via-
jeros. Lc»s hunos, llamados en
el Oriente del Asia tanjuox,
que quiere decir hijos del cie-
lo, corrían Has vastas Ifírmuras
comprendidas entre el rio Amur
y >a Corea, y por la parte del
Norte, desde las fuentes del Ir-
tish liasla el mar Glacial. Sub-
yugaron á los pueblos que ha-
bitaban las orillas del lago Uai-
kal, y alentados con sus viclío-
rías, pasaron la grande muralla,
vencieron á los chinos^ y envol-
vieron al emperador Kaoti, el
cual para libertarle capituló pa-
garles el mas vergonzoso tribu-
to. Los hunos ecsijieron que
se les entregasen cada año las
doncellas mas hermosas de las
familias distinguidas. Los orien-
tales nos han conservado la e-
lejía de una princesa china, en
que lamentó su cautiverio entre
los bárbaros, lejos de su patria,
de su familia y de sus dioses.
Una cruel revolución libertó
á la China de este oprobio. O-
tras tribus nómadas y belicosas^
IMPERIO. t5f
célebres en el Oriente bajo ef
nombre de lártaros, conquislís* •
ron aquel vasto imperio, y adopv
tando fHis leyes, nnieron á su
fuerzB y valor la prudencia de
una nncion civilizada.
Los hunos ^ atajados en sit* ''
progresos por estos nuevos ene^
rai;^os que resistían á sit intrepi-
dez con la ventaja de I» disci-
plina, sufriemni mochas derro-
tas. Indígnanse de aquella opo-
sición inesperada: el kan reúne '
todas lí*s tr¡l>u<, y da una terri-
ble batalla á los chinos y tarta- »
ros reunidos bajo el m;indo del
emperador Vouti. La Tirtuna
se declara contra los hunos: son
desbaratados, rodeados, venci-
dosy muertos: el kan se escapa
con un corto numero. Vonti los
persigue, liberta los pueblos que
les eran tributarios, y somete á
su dominación las tribus que se
quedaron en las llanuras del
mediodia: las del norte conser-
varon algún tiempo su indepen-
dencia, hasta que en el último
siglo anterior a la era cristiana
fué enteramente destruida por
los chinos la potencia de los tan-
joux, que habia durado, según
se cree, 130í> años.
Algunas tribus mas belicosas
que las otras, y que formaban un
cuerpode cien mil combatientes^
uyeron de la esclavitud y mar-
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fU
HISTORÍA
charon ácia el Occidente. L'nas
se estabíecieroQ ea las orillas
^elOxus, é hicieron muchas in-
cursiones en Persia: otras fija-
ron sus tiendas junto al Volga,
donde se h&llaban todavía con e4
nombre de calmucos negros, en
el siglo XVIII. En 17T1, no pu-
diendo sufrir el yugo de los rusos
«i etpeso de las contribuciones,
se escaparon en número de cien-
to cincuenta mil familias, se vol-
vieron al Oriente, y después de
dos años de marcha aparrecieron
^ de improviso en las fronteras de
(a China, donde pidieron y obtu-
vieron asUo y tierras. El empera-
dor, qiie los acojió, mandó erijir
m\ monumento que perpeluiíse
la memoria de esla nueva con-
quisla, preferible, según él, á las
de las armas. Eu la inscricion
grabada sobre la columna be lee
lo siguiente: «Nuestro gobierno
»es tan justo y paternal, que na-
»cionesenteras atraviesan la Eu-
wropa y el Asia, y corren dos mil
vieguas para solicitar la dicha
nde vivir bajo nuestras leyes.»
Los hunos, establecidos eü el
Volga en tiempo de los empera-
dores romanos, no eran deteuí
dos por ningún ostáculo, dor-
mían armados^ deliberaban á
caballo «n sus asambleas^: ati*a-
cesaban á nado los rios y los to-
rrentes: tenian flechas pura he-
rir de lejos al enemigo, sable%
para pelear de cerca, y una red,,
para envolverle y derribarle* Es-i
te pueblo belicoso encontró ea'
el Volga á los alanos, que quiere*
decir, hombres de ¡as montañas.
Eran tan feroces como los hu-
nos: su ídolo era un cementerio:
adornaban sus armas y los jueces
de sus caballos con los huesos
de los enemigos muertos en la
guerra. La lucha entre estas dos
naciones bárbaras fué larga, es-
pantosa y sanjxrienla. Los ala-
nos fueron vencidos: unos se a-
cojieron á los peñascos del Cáq-
caso, donde habitan todavía sus
descendientes: otros se incorpo-
raron con los vencedores, y au-
mentaron aquella multitud que
invadió el mundo romano.
Jornondes cuenta qae los hu-
nos, persiguiendo una cierva,
atravesaron el Tañáis en los si-
tios donde desagua en la laguna
Meótide, y donde aquellos bar-
baros creian que estaba el Gndel
mun^do. Esta es una fábula de
las muchas que afean la historia
del escritor godo. Lo que no ad-
mite duda es que los hunos, a-
travesandolas llanuras de Scitia,
atacaron á Hermanrico, famosa
rey de los godos, -cuyo imperio
se esíendíu entonces desde el
mar Báltico hasta el Ponto Ea«
xiao.
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inSL BAYO
Partee qae 1i Dfttaraleza ha
tSMadouM MiaíMisniífftva que
«divitfeeü doaelasea {«especie hu*
maDa: 4o8 pueblos earopeos líe-
neo rostro «val, ojM^^randes,
nellllas tíñM, aanc masó menos
levada: los tártaros de oriente,
por el coiilriirio^ líeneo cabeza
«aplastada, «ariz^huta, ojos |>a-
«quéfios y protoagados en «us áo-
l^ios» La primer vez que se pre-
Motaron eo Europa, la aterraron
^oonsQ deformidad; sin embargo,
la BacioB de tos godos, altiva,
Itbre, ioratlgable y belicosa, lia*
biera podido rechaizarlos á «estar
«oída. Todo pueblo dividido es
«aa presa faoil para el enemigo.
Las diferentes tribus de losgo-
4os se haeian entonces la guerra.
Un principe de los rojolanos a^
endonólos estandartes de Rer-
maDrico para Juntarse coa los bu-
jioa: el ^ej^ vitjlento y ^ruel,
•e vengó baja y orriblemente^
mandando, descuartizar á la es-
posa del fujitivo. IBi ejército se
subleva, movido por los gritos y
quejas de los hermanos de aque«
'lia desgraciada* Hermanrico, se«
goído de algunos amigos, pelea
cen los «rebeldes, es herido, y
viendo su ^oria mancillada y wi-
4ipendiada su autoridad, se da
la muerte desesperado. Vitioie-
^gm, musy Infér'ror á ^1, le suce-
de; y odioso á. un jpatñáo, aul
lOMü XIV.
fS3
^oalenido por el cttro, da batalla
á los bonoa, j la pierde junta*
mente con la vida. Los godos,
ya sin^e, huTen en deaórdem
irnos «on muertos, otros cauti*
vos: los oslrogoéos que quedan
con Vitericoj su rey^ se reúnen
cerca del Borístenes con 4tana-
rico^ Jefe de los visigodos: loa
hunos naarchan contra ellos j
los^Uigan á evacuar la Dacia o«
rieotal (Valaquia), y Itanarico,
que al firmar un tratado de paz,
habia jurado no volverá entrar
en e4 territorio del imperio, se
retira con «na tropa de lea*
les á loa bosques de Transí I-
vania.
Pero la mayor parte de tos
godos, medrosos de la vecindad
de los hunos, marchan al Da-
nublo bajo el mdndo de Fritijer-
nésy Alavivo, imploran la pro*
teccion del •emperador, y piden
onasilo. Valénte est»ba i la sa*
zott en Ántioquía, ocupado en
reelMizar los ataques de los per-
sas, isauros y sarracenos, y mu«
cho mas en hacer triunfar el a*
Trianismo. AUi i^ecíbió la pri*
mer noticia de la irrupción de
los hunos en Europa , y poco
después la llegada al danubio de
inuJooierables godos, quetounda*
ban sns4siberas, y le pedían tie-
rras en Tracia, encargándose de
defender aqueifa provincia co<^
20
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1^
««tOltfá^
mo fletes sübdilos, si le l€^ per-
mitía establecerse en ella«
Una petición laa hnpeevlsla
fausó Hwaclia inceHidambee en
el ánimo de aquel priocfpe dé-
bil: parecíale- igoelmaote pel»^
grosoacejer ó rechazar «n mí-
llon de buéspedes aguerridosrcv
poaerseá sus deseos era provo-
car una guerra co» ]enie deses-
perada ^ pero recibir en sus es^
lados naciones eoierae» era a-
eeptarIainvaaion«
Los jeneratos^ grandesdet im»
perio^y gobernadoÍN^s de'pfbviiH'
rias ne vieron en este grande
aeontecimienlov sino un me4ia
para aumentar et número de va
salios del imperio, paraescep
luar del servicio militar á los
ciudadanos, y una ocasión pera
quese enriqueeiesén los hom-
bres poderosos. La corle de O-
riente liiio 16 que hacen siem-
pre los débiles en circunstancias
graves y difícilesr no se atrevió
á negar, trató eon mala té^ y to-
mó el partido mas peligroso,
. Concedióse á los visigodos ei
paso del rio y las tierral de Tra-
eia que pedían; pero antes que
atravesaren el Danubio, se ee*
sijió que dejasen las armas y en*
tregaseo sus hijos^ pare guar-
darlos como reenes en las ciuda-
des del Asia: desconfiania im-
prudente que trataba come ene-
migos é los que se recibían e^
mo súbdMos, iesptraba» odio m
los nuevos romeaos, f les qui-
ta be tode obitgfteioo dei^ratUud.
iton no- estoba eoRcluide la oe-
gocíiM:ioo^ euando algunos go-
dos impeeten tes pesaron arme-
dos? los ofiíbiales romanos toe
rechazaron con pérdida, y ftie-
ron destituidos por el débil Ya-
leote. Firmóse, en tei» el trata-
do: un millón de barberos entró
en el imperio^: pero prodigaron
su dinero, sus joyas, y aun el
ooor de sus hijas,, para que lot
inspectores rooMnos les permi-
tíesen entrar, con armas. Un
campatnento amenazador cu-
brió las Tértiles llanuras de Me-
sia^ y aterró la corte de Valen-i»
te* Los ostrogodos, mandados
por Sarrax y Aleteo, bulan en-
tonces .de los feroces hunos::
pidieron asilo á los romanos oo<^
mo los visigodos^ mas sufrieron
la injuria de no ser adnútidos.
Yalent^ babia prometido ase>-
gurar en los principios la sut>-
sístencia de sus nuevos vasa*-
llos; pero esta promesa ftoé vio*
lada ó eludida. Mácsimo y Lo-
picino, gobernadores de Tracia
y Mesia, entraron en especula*
'ciones vergonzosas^ vejaron «r*
hitrariamente á los vi^odos, y
les prendieron á precios muy s«^
bidos arina corrompida. La pa«>
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«{•Drit'deiasbárbarM tt «tn^
•6: MbelárMM, j 9%uMñ9% áo%\
|#ÍM«oai8«é8^tM cobardes co-
mo pérfidos^ favykeroD. Los os*
Ifogoios^ aprovechándose de es*
U disensión, atrevíestn sin per-
fumo-el DanHbio^ y entran en
el íáBiperfow Ambos pneblos nni*
dos «y^eron pórtete á Frítljer-
lies;i.upi€ÍQi», no -aitreviétdose
á repaíQdirlos por laf uerza^ .qui-
no domarlos por ir4iieion: *€on*
viddal jeneral á nna fiesta que
4abaeasu paiack» cérea de la
ciudad de Jiarcianópoiis^ capi-
4«i de la baja Jllesia. La escolta
4e los.godos, qoe calaba acam-
pada á las poeaUs del palacio 4u*
«auto la fiesta, y «ne no podia
^entrar en la cíndad, no balli
qne -córner^ porgue ^e le bebía
privado de ¥Íveres<coo Ieda4n«
4eacion:al prlnci|NO ecsaJó su
4ra en qtte;}as/y deapnea comeMó
«Ignnas violencias* Lqpicioo,
^ne lo babia rprevisto^^ mandó
matarla^ eaperande baaor lo mis-
mo con los ieoerales;^ .<^aandé
•eilavlesea sin defooaorea* Fon»
á la primer Bolieía del 4omnUq,
-el valiente Fritjijeraea 4e le-
vanta y griia: «Xo basto á apa-
#cigttar esa renaiUa^eSaca aii
espada: los intrépidoe compafie-
«os le imiiaa y siguen» pasan por
medio de la mnMilud ^Jnliasida-
^ desaparecen y vuelven i m '
155
•ampametto. Al momento de-
ctarpn la guerra, desplegan et
estandarte nacional^ marchan
contra Lupicino, ' derrotan ent
lejioees» y lo ponen en fuga.
Desdo este monlento no «e es-
timaron los godos como 8ibd}«>
tos deUmperio, ni comp foJiU-
vos dependientes, sino como se^-
ñoreide las provincias del Ba¿
nubio, 7 asi «cometieron orrí<*
bles devastaciones en Tracia. 9-
tf as tribus de su misiáa nación;
sometidas en tiempos anterio-
res^ y que servían entonces en
Iqs ejércitos de Yalénte, sé bar
1,1a |)afl acampadas en las cerca-
nías de Adríandpolis^ y como se
temia que se muníesen á sus
xompatriotcjs, se les mandé a«
travesar el Helesponto, y ^sar
«1 Asia. En vano piden un tér*
mino de dos dias; se les amena-
za, el populacho los insulta, to-
flii^n Us armas, se abren paso> y
«(lucidos por Collas y Snéri-»
ees, ^n á ponerse bajo las ban-
deras de Fritijernes, que vueU
<ve con ellos á atacar á Adria«
ndpolis* Los habitantes se defen^
dieron con valora los bárbaros,
aunque temibles en el campo,
ni teqian patíencia para blo-
quear las ciudades, nimáquinaa
para Corsarias; y así se vieron o»
bttgidosá levantar «I sitio*
Vateute pedia aun evitar la
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goerrft j tempOír á tos Tí^a- , priocipto «falb*ht|«térdi 4^ 1m
4o8> casligandoffLtipicina; pero
«ste pWncip^^ hitsla eotonees
tan tí mifl<^^ moslrá adose teme^
rarip ¡noporUiDameote^prefirM
ta fueraa á las Degoencienes:
desguameció la rvenlera ée- Ar-
neoié, dejándola á merceé de
tos persas, rea Qi<7 cerca de An*
tioquía todas las lejIoDes úet A-
ski que pensaba llevar á Gone-
Untioopla» y encargó á sus jeae-
rales Trajino y Profotora qjm
alaeasea á ios godoa coolri^ tes
tropas de Traeía, mientras él
pasaba á* Eutopa. Sabedor Fri^
lijeriics de la marcha de los e-
Bemigos^ recoje todos sns desta-
e^mentos, y reúne eo los reales
Msiaopesde sus aliados, cerca
de la desemlMicadiura del Da-»
Bubio.
AqneJIos pueblos bárbaros ba-
cen atiansa con juramentos for*
midables, y se eseUan á la pelea
con cantor qoe recuerdan los a-
zailas de sos abuelos* Los roma-
nos se presentan y dan an grito
acostumbrado de guerra: por
poa parte el odio antiguo, las'
injurias re«:ientes y la esperan-
za de vengarse: por otra la nece-
sidad de vencer para salvar el
imperio, l^icieron la batalla . lar^
ga y encarnizada. Dió|»e cerca
de Salice. La victoria estuvo io*
roflaanosv pero después de iM
combate ostínado^ loa barbarea
Toeron rechazados tiesta su cam*
paniento^ cbude eséuvíeroa eo*
cerrados siete diaa«
Trajanp^. apnovecbándose de
este triuQ/o» babia maBdado i
Saturnino, jeneral ^e la cabelle*
manque ocopaae^ loa deefiladeroi
de la mootafiar su iotento eta
envolver al eoenígoeefi atrín*-
cheramíentos, y destrairlo por
ambre;.pen>iHievo6 ctierpos de
bárbaros que* pesaaon el Danu*
bio dividieron la atención de lae
fuerzas romanas^ y libraron- i
los visig'Hlos. Estos telaron todo
el pats> desde el río basta el Eto-.
lesponlo. Fritijernes, uníeada
h asiueia al valor, tuvo la díct»a
de hacer altanzecoa algunas Iri*
bus de ímibos, alaiios y sámia*
tas: su poder auoieotaba cada
día: tod(»los p«eblos bárbaroe
parecieron olvidar eiitoncea sos
resentimientos y querellas pa«
ra volver sus areaas contra loe
antiguos tiranos del mundo» Bo
peligro tan urjeote pidió soeo*
rro el emperador á au sobrino
Graciano. Este^ preparado á sos*
tener U causa común, reoniasae
lejiones pera marchar á Oriente}
pero un alemán, oficial de su
guardia, le hizo hraicion. Loa
cierta: los godos rompieron al ! JermanM, Inslruidoa por él de
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IH* pfirlí(h> prdrtíim .dei ejércáto»
hicieron en oúineDo de €ua«eala«
mil'botibreft'Uoa ínv«sioii*eii lé
Galia, y oMiiíaron al emperador
4e Oe^ente-á^suapenderMniar-
eba« y á ntlve» sus «rniaa eoiitre
ello&«
EaTiVDewEt OGCiroifTB bit tiem-
ton^ OTACiáifo.— Graciaoo«Aa8lli
esta épocaireiiiaba con gJería: el
0toei4ente era^ feliz bojo sus íe^
yes, haciendo^la bondad amaMé
el poderrel terror que cattsaim
la a^erídad de YalenUniMO;
habiii desa|Nirecido de palacio á
la vuz da soi bíjo» La* detacíoo
Huyó, volviiV) la coaQanaa^ loa
prosea ilM veaobraron ana bienes:
el paeblo» oprimido dalribuloa,
§e vio libre del pago d^ loa^a^ra-
SM, ysa-abrieroa laá pueaUisd«
la eáaeelea»
Graciano>.di6€(puU^ de Auio-
•io^ proiejía-y eulüv^ba b üte-
latora^. bailiai^ ea U iribiina
por au alocaencia» merecía el
aprecia^ de loa filóaaCas por au
amor á ConaCanoia su^aapoaa^
kijil da GoaslaDcioi por attHean»
.flaoz8j fresaüdad: y .clemeacia;
Loa criatiaaoa etojiabao au reli-
jionr loa idólalraa no podsaii' a»>
horrecar á «o» príncipe piadaao^
pero alo faaaibmo. El pueUo
adadiraba au campuaUíra^ au omi*
4aalia enelveatir^ la pmdaaeia
da aaa layea^ ^ík proatltad ea laa
espedi^áaiiea^ jEk*a pa4re' y eo«K
pafiero de ana Mdadoa. .aiaginitt
ie aveatiú^^bat eo la«carrara, en
la iueba ni en ba dboiáa ajecei^
cioa milüarea» Ciíjdaba^ da* loa
berUtoa^ las prestaba ausfsaimoa
calía Uasrsíampre ae^lamrMí acet-
sibla á laa qaejaa^ sianapre dtft-
puesto^ escachar la veiHtad4 P!^.
roangran defecto que mancilló'
tao bel lai( .cuaKdades^ . abrey íó ^vt
reinado y^ cauad auV ruina. Sta
justicia earecia> de^ firmeza, su
política^ da-pre^isfOQ*. su bondad
de faena;. x^ da las dosoblígacío*
aaa de uo« soberano^ fiie aoo
casUgar y- premiaa, ni' aupo ai
quiau llenar maa que la^ última^
Gensurábaaaadamás su excesi-
va aítcíontá-la^eaza; ni^uda dir^
varsioa dóba robar demasiado al
tiampo^arbomDre* encargado da
las negociois públicoa. El ^aTá^r
lar de un moaaroa se conoce por
Ueleccion qt» baca de s\x$ ami-
gba; Afiabro^io-lo^ltogó á ser da
Graciano. A principios de este
reinad^ se cometió una glande
injusticia. Macskáiao, ministro
lénHble del %iiejo^ Valen linjaou»^
gobernaba lodavia, y engañó al
emperador aon Calsas acusacio-
nes>. precedidas de-loa cons^oa
do Valeote^é hizo morir en Car-
iago^al ilusireTeodosio. Todo qI
iioperio lloro á eate béroer ^
pogAMS lapaaieroQ^n ej nómer
.^iCi^'^^'^^^,
&
o;.'
it&jE^^oogle
1B8
jevMOj maDif68ló so arrapen lU
"•líeriio^* isociaDdo al 'imperio
^«tn temor á Teodosio, hijo de so
vMthM. MacsimiDO/ que se ha-
bla propueato mancillar toa
«BDgre^el reioado del oaeTo em-
•pérador, como batrfa ahecho con
el de su padre, Tué puesto en
Juicio y perdió laTídíi.lo que
prueba la barbarie dé aquellos
tiempos eaqueGraciano, el mfS'
benigno de los prfircipes/ el Tito
-fie su sigto^ mereció la grali-
Hud del seaado romano por ba-
^ber ttianéttdo que ios se^adores^
no pudiesen en ningún caso
ser puestos á euestton de tor-
mento.
Su principal ministro era Gra-
neo, ^úiiimo descendiente de in
farníKa :Sempronia. Era cristia-
no muy zéloso, y aunque tío
persigulé á los jentiles, derribó
muchos iídéies, y ^enajenó así el
afecto de losedktos ai«nUguo
^ulto.
£1 emperador protejió y mtii*
tiplvcótas escuelas eiíta Gdl4a;pe-
rosu aficioné las artes y bellas
Mi^s BO pudo impedir la deca-
deiMia ^eltgusto. Dominaba «n,
los escritos y discursos la afecia-
da incbazoa ^i lugar de la ele-
gante sencUlez^ así como la ar-
quitectura esirai^ante de los
godos •suvedia ala pura j mibte
de losigriegos. '
OMijgado Oraeiano i pelear
coutra tos alemafies,- marcbó
rápidamente contra éllbs> anst-
liatfo por el véUeiyieMetobavdo,
rey de los firaiicos, que era al
mtsm6«tíempo su altado y eoáde
de«us domésticos. En vano acM •
sejaba conterapor!2élr el jeneral
Kanieno: el em^rndor manió
dar la batalla: Prtarlo, rey día
los alemanes, -sé mostraba no
menos ardiente, los dos ejérci-
tos, igualmente ¿ano4os de pe-
lear, se encontraron en la liaua-
ra de )lrjeiítoracto -^ Colmar)*
pespues dié un combate' sangrien-
to, la táctica romana trivnfó
del valor alemán: los bárbaros
foeron deri*otatfos, perseguidos
y muertos; solo se escaparon
cinco mil boabres. '
Príario evitó ed& una «uerte
gloriosa «I resentimiento de su
pueblo, siempre sumiso á loa
reyes vencedores,, siempre in-
vflecsible con los qne volvían
vencidos* £1 emperador, después
de esta gran 'victoria» se puse» en
marcha paraaooerrer á^ateita:
pasó elAin: ««nanntró^n .el ca-
mino oiro ejército alemán^ l# a*»
rrojó de posición en posición, f
^e oMigé>á pedida Ja pai y á qne
le diese «eenes; Desplegó en es^
ta eampafia, annque aolo tenia
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BEL BAJO mnmoi
m
éimtíántvñ aios^ lo9 tahioiDS^e
wo }efteral y la intrepidez de aa
toMadli. E&ptiso cootrnitaniente
Mipersonr» j kM gaardias qae ié
ecoflipajiebali votfiereiiiiMiciíaa
ireets de la pcje^eon*; laa armas
Bolea j^eabíerUKi'de iiobles he***
ridaa. .
AzaíTis bbj[,a mina ma^ia^ —
Mtenires que reeorrir vencedor
taeios países, dando coovsus a*
Mayi% miiwfo ee*e4»oeo> Imi»
redóla eopona^. meado eO'per^
sona lor ejérciloa, y dcj^lépó U
gnerre á los roeaonés^ Gste>eiier*
ve Zenobia invadió la Fele^na^
y- 1» Fenicia, veotió al gobenie*-
dor deealas provincias, y ll«f4
ene arma»hasla iae^ Tronleras ét-
Ejipto.
ET jeneral que* roandeba en
jefe {as lesionéis de ^Orrenlev re-
señas nuevsN glcMTie^al imperio' une iodae sos tropee y mareta
I Oocidenia, adi^tiieienilo los o-
ñores que en^ otro liempívconce^
4ÍBÍÍ los ejércitos, el senado y* el
pueblo'á los empefedoces vic*
leriosos, Vulente^ autor de Iba
Bsaies^^de la. ignominia y de le
ruina del knperto de Of'ieote,
era recibido en Gonstantíeofila
con murmuraciones que oo-^pó-
dia reprimir el largo iMbtto de
la servidumbre». Se le echaban
on oara los triunfos de los per-
ses> le pérdida de la Armenia, y
lies devastaeipneB, de los isatiros.
Sus ejércitos Toeroo derrotados
baste por una mujer. Mavia,.Be<^
lunü de Roma^ robada en su io*
feneia por los serráosnos, íüér
Iprimero esclava, luego dama, y
«ttimamente mujer de Obediii^
principe de Faraq y rey de £-
liopia> célebre ya por haber so^
metido í los blemmies ó blemia-
Jes, pueblos de la costa del mer
Rojo* ^
contra la reine; y para^ easCifer
alñpomandaóie de Fenieia perv
que no so' resistió ¿ uunmufer»
le^graJá, le manda s^uirto y
ser testigo, sin combatir, -de- la
pelea. La rortnneeasligó^u or«
güilo: Mavía, oumpliendo las
obligaciones^ jenetf»! y de-sol-
dado^ animó JeHal modoésuse»
fríi^nO!;>.con el^jemplo^ quedo-
r rotáronla á loa^ roma nos, > y loe
persiguieron hasta el p»nito d^
ser inevitable sü lOompletO' sai-
Da: cuando de improviso- el co-
mandante de Peo icio, vengando
noblemente le^ injurie que be^
bie recibido, se arroja enme-»
dio de' los doe> ejércitos eeoe»^
panado de algunos emigos lillas
y valesosos» detienoi tos vence*
dores,, reúno á los vencidos, eu*
bi^e la retirada y saWa al jeoeraL
Yaiente, aterrado cen las vic-
torias de la reina, pidió la pa«:
^ Mavía la coneedió^ eesijieado
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160
VICTORIA
qué se^e^^iperMMIase 'llevar á sus
etUdossáillotoéf, ui stoto sdli-
Urio'étqéieñ hizo obispo. Esle
destruid U idolatría 4mi Faran,
y por stt hifliijo manluv^i ia a-
«atatad eolre >los romanos y la
retna, coBcertaado el m^ürínao*»
niode uoa bija de Mavfa eo«
el conde Víctor, jener#l del em-
fierador.
La admioistñoion de ^tTalea-
ite le acarreé oiaBenenrígfis, que
JOS yerro&eo polftke y sos de-
rmias* Su debilidad ie haoiain-
caoiisecnenle^ y babia un 'Coq*
lrasteaingalareAtre«as oaácsi-
«asy ^B tcciooea. Al >i»isino
tiempo que^el temor le oUi^a-
*aá cometer «crueldades odiosas»
•96 citaban de él «stas, espresio*
mes: «Sí la pesie y los demás és*
Vtragosde ^a naturaleza destru-
«ven á losiboiuArea^ á lo^princl-
«pea loca cionseirvar les . »
pR08<^Rioio|f ocasionaha por
había stáo^enaeSor (le pMta&i^
fresco, coATertido éu deialor
impudente, logró un Tiinesto 1é»
flujo ^n él áaim« del empera*
dor, cuyas cantas j discursea oo»
Trejia, según se Mefuraba. Este
inferné valido* Mm perecer mas
patricios que los qae bubiM:a
destmideoino Invasión de barba*
ros. Los' másticos, denunciada
per él, perecieron: les fllosófoi
iban al suplicio por echiceros:
Mácsimo, antiiguo amigo de Ju*
liano, fué la primera de sus vio*
timas. Todos losoiudadanos cu*
yos DOfábres empezabas per
laa letras fatales de Teod, tales
como les Teodatos, Teoderea»
Teodotos y Teedooiales^ «efrie*
ron la molerte; y por un acaso
singular, el solo que so Hbró de
esta persecución, feé Teodosío,
sacesor de Calente.
Snmedio de estas proscrleio^
nes brillaron las •virtudes «cris*
-oiTA FRSiHcaotr. ^ Habiendo 4ianas. San «BaaHieproteJiéé loa
«predicbo tres adivinos que el oprimidos, sooornió á los des-
nombre de«u aucesor empoza-
-ba perlesías sí lebasTtfocí, nn se-
cretaríp der emperador llamado
Teedesio, ei^ñado por el presa-
jio/conspiró ^ pereció con su«
eÓmpKces. Entonces ae redobló
•^I *r^^ de Calente «contra ios
adivinos y eehiceros^^Astaba la
aousacioo de májia para iiperder
graciados y 4*esistió con firmeza
Á los satélites dd emperador.
Como ano de ellos 4e amenaza*
se, le respondió: «^¿'Qué puede
intemér? ¿Ja pérdida de mis bie.
mnes? Solo poseo mis vestidos j
•algunos libros., ¿Xa de mi vi^
«da? Solo apreció la %ida eterna*
i>¿i;iidestieiro?.Mi patria es to^
é un enemigo. Heliodoro, que »do país donde se adore á Díos«a
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DEL BAJO
— í-ftNadie, replicó el goberna-
udor, metía hablado *eD ese lefl-
Mguaje.» — Y Basilio le dijo: «Es
aporque hasta aora no habéis
neocontrado sino obispos per-
inversos., »
El odio que iospiraba la tira*
níadeValente á los habitantes
de ÁDtioquía, era tuo iotenso^
que jeoeralaieDte lo espresa-
ban con esta imprecación: ¡ Pe-
rezoa quemado viva !
El emperador, aborrecido en
Siria, despreciado en Constanti-
Dopla, cuyos habitantes juraron
que la abandonarían si velvia á
entrar en ella^ ofendida por les
insultos y murmuraciones del
pueblo, y envidioso de la gloria
de Graciano, abandonó su timi-
-dez habitual; y como todos los
hombres débiles, pasó del esceso
<le la circunspección al de 4a te-
meridad. Informadode un triun-
fo conseguido por Sebastian,
comandante jeneral de la infan-
tería, contra un cuerpo de go-
dos que había sorprendido y de-
rrotado, tuvo la presunción de
atacar, antes que llegase Gracia-
no, al formidable ejército de los
bárbaros.
Yictor, Trajano y todos los je-
Derales esperimentados preten-
dieron inúlihnente apartarle de
este designio , representándole
^ue la ruina del enemigo era in-
Toam XIV.
IMPEBIO. 161
falible sise esperaban las lejío*
nes victoriosas de Occidente, y
que al contrario, sise empeñaba
en vencer solo, comprometía el
ejército y el imperio. Los corte-
sanos, que lisonjeaban la vani-
dad del principé, le persuadie-
ron que no debía repartir la glo-
ria de este triunfa con su compa-
ñero-, y el orgullo atropello á la
prudencia.
Valente vino á acampar coa
su ejército al pie de las mura-
llas de Adrianópolis, muy cerca
de los bárbaros. Fritijernes,
para dar^iempo á c^ue se reunie-
sen sus fuerzas, envió al cam-
pamento del emperador un sa«
cerdote cristiano que espusie-
se sus quejas y negociase la pax.
Los jenerales aconsejaban dar^
oídos á esta proposición-, pero
en este momento llega Ricomero
con la noticia de que se acerca-
ban las lejiones de Occidente. £1
emperador, ciego de envidia,
parece temer menos la probabi-
lidad de una derrota, que el re-
partimiento del triunfo.
Victoria de los godos sobhe
tos ROMANOS.— El 9 de agosto de
378 manda tomar las armas, sa-
le del campo y marcha tan pre-
cipitadamente coa «u caballeríai,
que se halla enfrente del enemi-
go antes que la infantería se le
pudiese reunir. Los soldados, fa«
21
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163
iriSTORrA
; por et esceso del calor y
por la rapidez de hi marcha» se
forman con lentitufl. Dada la se-
ñal del combóle, FriUjernes a-
fecla temor, engnnaá Valenle
con sumisiones Qnjidas, gana
Afp^anas horas^ y acaba con esta
tardanza dea^tar las fuerzas de
los romanos, ospuestos á tos tor-
mentos del ambre y á los ardo-
res de un sot abrasador. En ffn>
cuando et conde de los domésti-
cos iba a) campo enemigo para
concluir el tratado, Fritijernes,
viendo bajar de las montañas á
' los escuadrones de Safrax y de
Alateo, sus aliados, cuya llegada
esperaba con impaciencia, deja
el fínjimíento y comienza el ata-
que. La caballería romana es
acometida de improviso por el
frente y los flancos, y puesta en
huida» La infantería, sin apoyoj,
y colada en un terreno estrecha
donde le es imposible maniobrar,
resiste algún tiempo ul gran nú-
mero de bárbaros que la rodea,
hasta que al fin es desbaratada
comptetameate. Los godos hicie-
ron en elia orrible matanza.
Muerte de valente. — Valen-
te estaba herido, y vela caer á
sus pies toda su guardia: corre
á juntarse con dos lejioncs que
aun peleaban intrépidamente y
se retiraban en buenórden^ pe-
ro no tarda en envolverlas una
multitud rnumerabfe de ene-
migas-, los jenerales Víctor y
Trajano, habiendo reunido algu-
nas coorles escojídas, esclaman:
nSí na salvamos al emperador»
Mtodo se ha perdido.» Arrójanse
enmedio de los bárbaros» derri«
han cuanto se opone á su paso;
pero llegan demasiado tarde pa-
ra socorrer las das valerosas le-
jiooes, oprimidas ya por todo el
ejército enemigo. No encontra-
ron en el campo de batalla mas
que luonlones de cadáveres, sia
que pudiesen descubrir entre e-
líos el del emperador.
Después se contó que el prín-
cipe fué llevado por unos aldea-
nos á su cabana, que allí fué ata-
cado de nuevo por los bárbaros^
y que fatigados estos de su por-
fiada resistencia, prendieron fue-
go á la choza. Un joven romano,
que escapó de aquel desastre,
dio noticia á los godos de que el
cmper idor habia perecido entre
las llamas, cumpliéndose de este
modo el infausto deseo de tos
antioquenos.
La victoria de los bárbaros
fué completa, y se comparó La
derrota de Adrianópolis á la de
Cannas.Los romanos perdieron
dos tenientes jenerales y treinta
y cinco tribunos. El jeneral Se-
bastian, que habia aconsejado
dar la batalla^ pagó su imprudea-
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^ DEL BAJO
€ia con Ta vida. Cuareota mil
liómbres quednroa gd el catupo.
Víctor y Ricomero^alvarpn por
6u valor la tercera parle del «-
jército vencido. Libaolü, amigo
eaolro tiempo de Juliano, de-
fensor de los filósofos, persegui-
do y columna del poiileismo, no
desminUé ^u carácter ^en este
gt-an desastre* Para ensalzar el
onor de la patria vencida, cele-
bró en un discurso elocuente la
memoria de4os romanos muer-
tos en ta acción^ é hizo el pane-
jíríco de Valenle, que en cierto
luodoiiabia reparado, muriendo
•con *valor, la Iguemíoia de su
^ida.
Sitio db adriakópolispoh los
DÚOS. — ^Los godos vencedores
creyeron, aniquilado el ejérci-
to» apoderarse fácilmente deJ
imperio. Sitiarun á Adnianópo-
lis: unos desertores les prome-
tieron entregarles la ciudad, y
\Me introdujeron ^n ella,^ pero
' fueron de^ubierlos y castiga-
dos. En vano quiso Fritijernes
disuadir á su tropa de tomar por
asalto una 4)laza tan fuerte. Los
bárbaros desprecian su consejo,
y se lanzan con impetuosidad a
4as murallas: los intrépidos ba-
•bitantes las deCenden: unenor*
«me peñasco jirecipitado desde
las almeiias^^ mata un ^ran nú-
4Qerode godos. Estos se ame-
IMPSHH). 163
drentan; pero sus jefes los llevad
de nuevo al asalto. El deseo de
librar sus mujeres é bijos, dete-
nidos como reenes, y de saquear
los tesoros de Valente^ inüaman
su valor: comienzan lapeleacoa
furor; pero después de largos,
inútiles y sangrientos esfuerzos,
^on rechazados con mucha perdí*
da^ se retiran, y se arrepienten,
aunque^arde, de no haber segui-
do el cuerdo diolámen de su je-
nerah
Osadía de dominica, txuüa de
VALENTB. — Trilijernes marcha
al frente de ellos á Constantino*
pía, esperando que la sorpresa
y el terror le abrirían las puer-
tas: taló las cercanías de la ca*
pital, en la cual reinaba aquella
consternación que suele anun-
ciar lacaida de los estados. Una
mujer salvó el imperio. Domi-
nica, viuda de Valeute, muestra
en el abatimiento Jeneral un
valor verdaderamente romano;
arma ádos habitantes, los alien-
ta y les prodiga sus tesoros. Su
ejemplo ecsaita á ios osados y
avergüenza á los cobardes. Es-
taba á la sazón «n Constantino»
pía un cuerpo ausiliar de sarra-
cenos. Dominica les mand? salir
é campaña: su numerosa y va-
liente caballería acomete á los
godos, y los sorprende con la
I impetuosidad de su ataque. Los
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164
BATOEIA
feroces sarracenos daban gritos
iúgabres: de^efiantlo las armas
qoe hieren de lejos, se presenta*
ban á la pelea armados solamen-
te de nn puftal: sedientos de san*
gre^ bebían la de sus enemigos
vencidos. Esta tropa furiosa de-
rramó el espanto en el ejército
de Fritijernes.
YBmARZA DBL GORBB JDL10. — »
Los godos se retiraron, y carga-
ron f^n todas sus fuenas sobre
lÜfia^ Los romanos vengaron
con nn crimen atroi la derrota
de Adrianópolls: el conde Ja-
iio, gobernador de Asia, mandó
matar todos los niños que los
visigodos hablan dejado en ree*
nes cuando hicieron el tratado
con Yalente. Este acto de cotiar-
de ferocidad aumentó el furor
de los bárbaros y las calamida-
des del imperio.
Los sármatas, cuados, marco-
manos^ hunos y alanos» reuni-
dos, á los godos por el. mismo o*
dio contra Roma^ por la misma
sed de sangre, por el mismo de-
seo del pillaje, asolaron, despo-
blaron y destruyeron á Tracia,
Macedouia, Dacia, Mesia y una
parte de la Pannoaia: quemaban
los arbolados, demolían las ca-
sas, hadan caballeriías de las
iglesias, desenterraban los cuer*
pos de los mártires, encadena
á las mujeres y mataban á loe
sacerdotes. El conde Mauro de*
fendió mal el paso de Sucas eñ
los Alpes Julios.
Fritijernes decía: «La impm-
•dencia de los romanos me jfed*
i^mirer créense dueikis de estos
•vastos paisas que no saben de*
jifender: los habitan como loa
•ganados que pacen en ellos$
«mas no los poseen.»
El oro solo era defensa con-
tra los bárbaros: las iglesias res*
cataron muchos cautivos : San
Ambrosio vendió para este fia
los ornamentos y vasos sagrados
de su catedral.
Entretanto Graciano, sabien-
do por el conde Víctor la derro-
ta y muerte de Yalente, acude
con la flor de sus tropas, arros-
trando mil peligros, llega &
Gonstantinopla, y le asegura con
sola su presencia. Convencida
eD tan grande infortunio de la '
necesidad de un gran talento^
llama al joven duque Teodosio^
que desde la muerte de su pa-
dre en un cadalso en Cartaga,
vivía retirado en España, donde
había nacido, en la misma ciu-
dad de Itálica, ilustre por el na-
cimiento de Trajano. Los adu<*
■adores decían que era deseen*
diente de aquel gran principe,
al cual se le comparó justamen*
ban á los ciudadanos» ultrajaban | te por sus aiafias. Este guerre-
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DEt BAia
ro valiente, modesto, poderoso
y sumiso á las leyes, rico y Iíw
borioso, severo y ílberolv ru¿ e-
ducado eQ la escuela de la des-
gracia para una grande elwa-
cioD; y aun en el tiempo que- la-
proscricion le privaba de au-
toridad> ayudaba con^ prudentes
consejos á sus anii{?os desgra-
ciados y á su provincia oprimi-
da, la cual había de protejer po-
ro después revestido del poder
supremo.
Una elección feliz le- dio por
esposa á Flaecila, digna.de él por
su nacimiento y virtudes. Jamás
conoció otro amor: Ronorío y
Arcadio, sus hijos, fueron los
solos que dividieron con ella su
afecto. Llamado por el empera-
dor^ dejó con pesar su retiro,
echando de menos el descauso y
lamentando su elevación.
Tkoüosio, emperador de oriex-
TK. — (:n9) Graciano le confió
las reliquias del ejército de Va-
lente. Teodosio no lardó en jus-
tificar su elecciou. Reúne las
tropas vencidas, las alienta, des-
pierta su valor, restablece la
disciplina, las ejercita, distri-
buye con discernimiento y jus-
ticia los premios y castigos, ha-
ce olvidar las derrotas, predice
victorias, engaña al enemigo cou
falsas noticias, marcha con ce-
leridad, sorprende cerca del Da-
laiPEBio. 165
mibto a4 ejército* godo, le ataca
y deslwrata, le- auyenta y per-
sigue, y hace eti él lal carnice-
ría^ que pocos volvieron á pa»
sar el rio.
Después dé esta» victoria dis-
tribuye sus tropas en todos los
puntos fortificados di? la fronte-
ra, y lleva él mismo' &\ empera-
dor la noticia de su triuiífo. Ha-
bía sido tan completo, rápido ó
imprevisto , que la envidia Ib
tuvo por fábula: el misnao Gra-
ciano se negó á creerlo hasta la
vuelta de al;^unos oficiales que
envió al ejército pora saber la
verdad; porque la degradación
había llegado á tal estremo, que
á los ojos de- los romanos un hé-
roe parecía un fenómeno, y la
victoria un prodijk).
Disipado el terror en Gons-
tantífiopla, auyentados los godos
y restablecido el onor de tas ar-
mas, aun estaba el imperio ame«
nazado por todas partes. Nume-
rosas tribus de bárbaros se pre-
parabaaá pasar el Danubio: los
alemanes el Rin: tos persas el
Tigris y el Kufrates. Parecía
que el universo, subyugado por
tantos siglos, quería romper las
cadenas de Roma y echárselas á
su dominadora: enmedio de es-
tos peligros, Graciano, de veinte
años de edad, no tenía mas co-
lega para sostener el peso del
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IM
BttTOmilk
imperio, que á ^o termtiid Va*
leoHiiiaDO, apenas -taüao de' la
tcáoa. 9iB atender ni á tes lison-
jas de tos cortesanos, ni k las
ilusionaste Tanidád» oi é la en^-
iridia une saele inspirar «1 Jenie
«I fodec^^oé bastante pruden^
le f i^ande para anteponer el
intcvés públieo «íl snyo: ton la
esperansa de "eOrniar «I Irono,
biso setfiar «n él á so lado al
vencedor de los godos, y :nbaibrt
•emperador á Teodosio;
A haber consultado al impe-
rio, lodo 41 4e liuliiera elejído
Jefe. Este feHtgoérrero reunía,
á los treinta y 4res años de edad,
laecthidad ^e \é jd^encadá la
phideoela de 4ioÍDtrré maduro.
Cnanto 4aas*4ígno era de rei-
nar, tanto meneé lo «pretendió.
Ueredero^de la gloria de su pa-
d^e, ereia beípedár también «n
desgracia: ñacidó^n ub^ij^ib de
tiranía , sn ^nroTundo conoci-
mienm de 4ás 4nU4gas -tortesé-
nas le hacia creer Qué su i^ictor
ría no seria «premiada sino coa
el supUoib ó el destierro. Ufán-
dosele venir ávpSlaeio, y espera-
ba la muerte cuando ^1 ompe-
rador le «ofreció la cot*^íia. No
se deslumhró con" sii^pleodor,
sino«€onodendo su gravámen,-se
negó ^á -acejptdria^ y Jó que ^'ué
mas;<>proso paré él, basta los
cortesanos creyeron que la reo-
saha finceramente. firaciano in»
^Ste y manda: el AMímo acto de
«obediencia 40 Teodoaiofné a»*
«cendier H trono. Los rumanos
aplaudieron universa Imente so
ocsaluoion, que despertando
nemorias gloriosas^ les recor-
daba á Trajano y á Nerva.
Tocaron á Teodosio tas pro-
vincias de Oriente y además
Dacia, Mesia, Grecia y las jalas
del Ejeo. Bjcomero y Mayeria-
n<v aunque hasta entonces ha-
blan mandado en el ejército de
Occidente, flaratdos por sn glo-
ría, ie quedaron á sen^ bajo
sus órdenei. £l nuevo empera-
dor, apenas ocupó ellrono, dea-
plegó, eñ ía odministracion el
misHiotarácter y actividad que
^n la guerra le habia dado 4anta
reputación y asegurado sns vio.
4orias. flábieiido afirmado el ce*
4ro de 0^lente,*reatituyó la Jua-
ticls,a[rejó é. tos delatores, se-
jKilró de<la corte éJos favorites
sin4aleOlos, y 4lamó al mérito
perseguido ó desdefiado* Para
4*epatar las pérdidas de las le-
J1ones,^rmó á los aldeanos dé
Traeia» y^listó á ios trabajado-
•ras de 4as minas; marchó ^
nuevo eokitra iosgodos, hunos y
aloooi^ les\^anó muchas vioto-
4orias,7 obMgó 4 f riOJerües á
retirarse.
PaiMBaAS juaAas m :JLL4ai-
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MI lüfanmifo.
m.— En esta cMipaf » e»peidfr
adqahrír famaiH^JÓTeo^ b&rbaro^
itesiinado á inmorMINarse- por
tocooqaiéla de* B&ma. Alartco
bi20 aas prioieras eiApresaSr te-
jo lasdrdeoet de FlrUrjérne^eoo
upa tropa de caballería^ deaeoaa
de gloría y de- pelígroir un dfa^^
aorprendió y eovolvió á Tbudc^
ato, que en aquella pelea qo de*
bió su aalvacioQ atoo á los pn>>
dijioa de valor que hizcK Eo o^
Iras* acciooea babía combatido^
por el imperio» eo esta peleó par
libertar su vida» Al oiismo tieiD*
-pose distinguía por au valor ar*^^
diente y su ran^ pradenaia Sti*
licoo» otro bárbaro que luvo^^
grande io flujo eo el deaiioo-de
Boina..Modacro, guerrero godo
que servia en el ejército roma-
no* contribuyó eo gran manera
¿ las victorias de Teodoaio. Era
cristiano y amigó del célebre
Gregorio de Necia nao. Prae-
trando al frente de un cuerpo
numeroso en el campattienta de
loa bárbaros, sorprendió iwa de
aus divístonea, y ta deslrnyó ca-
ai enteramente.
Graciano» después de haberse
detenido algún tiempo en Sir*
mió para favorecer á su colega»
marcbóá Pannonla, y derrotó
en muchos encuentros á loa eua-
doa y á susaliado8« Volvió des-
pués á MediolanOj y siguiendo
1«7
loa^ consejos de aao^ Ambrosio»
deattruyó las iotrigaa de Jbati*
oa\ madre dé^ VáleotiiiiaDO»!!»
protectora del arriaoiamo^. f a«
aegoró en llalla et triunfo eooi-
pléio de loa ortodbesoa contra
Jo^ herejes^.
Dba nuev^iinraaioo' d^ loa a*
leoMoes le obligó á volver á laa
Giilias/ y pasó^el invierno en
T^éviros• En este siglos tos paí-
ses setentrionalea de Eitropa»
aunque-lncttltóa* y cubierloa^ de
bosques. Inundaban sin cesar el
Occidente de una multitud de
pueblos armados» guiaran ven*,
eidoá^algunas vecea» mas aalíca
subyugados». Después de laa mas
saogrientaa derfotaf volvían &
presentars# con maa ardor j en
mayoiC número. PUrocia que su
sangre vertida fecundaba aque-
lla tierf a sel va tka» ei^ndriido-
ra; continua de nt^vos ejércitoa.
Loa godos» yencidoa tantas ve-
ces» volvieron á tomar laa ar-
ma», y entraron eo Paononia á
las órdenes del infatigable Fri»
tl;ernes. Graciano y Teodosio
unieron sus fueraas contra b^
líos» y habiéndolos vencido, con-
ferenciaron en Sirmío sobre laa
medidas necesarias para asegu-
rar U tranquilidad de ambos
inH>erios. Teodosio debió á sus
grandes cualidades un triunfo
1^ lisonjero que los adquirl-
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VKS RTSTOñk
úos por iMflrflias, tnal Toé ean-
iqaUtar'el aprecio y la venera*-
«ioD'éé loa bárbaros, fospirán-
tlóles «na eeoiaota qne la mala
té de loa romanos habla hecho
ba^la-entoneeaímpo^ble. Hasta
el inflocsíble ÁUntrico, abju-
rando an «ntfgno odio, lino k
Consiairtinopla á pedir on asilo
contra los rigores de fritijemes.
Teodosio le recibió con Qnor, le
dio cnarto ^en su palacio, y se
gozó en la «dmiracion de aqael
bárbaro, nacido en los bosques
y «criado en tos campamentos, á
la Tista de loa objetos qi$t maiii-
Teslabaa la graiideza romana, y
de 4aá obras maestras de la d^-
lizaoion, y de las artes renoidas
cú Ja oa^ialde OrioMe.
GAKoa.-— I'eodpsio, paoificadQ el
miNido, ?eneida una parle de
los bárbaros, establecidas* en
Traoía numerosas -cotenias de
godos por una política cuyo pe*
ligro -se conoció mas tarde, é in-
corporados en sus léJiones-cua«^
renta m41 de ^stos %gu0rreros, se
declaró abíerlamente contra los
herejes y 4os paganos* Mereció
por -su zelo ecsajerado los elp-
jios de 4os sacerdotes y las re-
convenciones de los filósofos.
La historia, MSpelaodo la pie-
dad, nó puede menos de censu-
rar la intolerancia, manifiesta*
mente InútfL La persecucioft
mas injusta es aquella que qaie«
re colocarse entre el «ielo y It
tierra, aogar «I pensamieolo y
itiranizar las conciencias.
DEMOMqoír DEL TEMPLO DK UL
TictoaiA BIT noMA. -^Graciano^
movido del ejemplo de Teodo*
sio» alacó el antiguo culto en so*
mismo santuario, y xenunoiando
á , loa mi raimientos que sus pro*
decesorea habían tenido á cos-
tumbres tan antiguas, y á pre-
ocupaciones compañeras de taa«
tos triunfos, mandó destruk en
Boma ol alUr de la ¥ictor¡i.
Sinmaco, en nombre de una par-
te del senado, defendió aquella
divinidad 4an querida de los ro*
manos; y después de citar los o»
jemplos de Constantino y iovia*
no %n9 perdonaron aqoel moau-
mentcw suponiendo en una pro-
sopopeya airevjda que Roma di*
rijo al emperador, pone en su
boca estas qaerellas: iPriocipe
^jenerosoy padre de la patrie:
»respeta mi vejez 7 mis priaci*
npfosá losque debela grandeza y
«la JiberCad. Estos dioses, cuyas
varas derribas, armaron mi bra- ,
»Ko y mi valor, arrojaron á ioa
ygalos del Capitolio, vencieron
»á Anntbai, atorraroa áCartago,
»y subyugaron la Galia, la Gre-
vciSy er Asia, el mundo todo. ¿No
»be vivido tanto sino para verme
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«4t8fmeMt?Si 'quieres t|iie a«*
«dore oira divinidad, déjame
«eoDooer^este DuevQ cutio itai-
vdo de la Paleslioa; pteosa^que
«despuea de tastos sifles faerer;
«ínudar^ii reNjion y «ietor«te
«CQslumbres, s« preleslo de írt
«lustrarme, es «tratarme «en bm
«aadanidad eíBMspeto4ai?eM*
«racioD.»
Graeiaao^Qdtfba por el gm»
«pesoquatos aofiiguos Moserdos
4abaD á didiaspalabras. «ürÍMi-
iipe> le dijo Ámbrosioc ni^escon^.
^deraeioaes de om vana ip«lt-(
«tica, ni las ^prejas do «oa su*
aiperslicioii«osliüad« podrán jos-
»tificar1o desobediendía al Se-^
«ior del cielo y de la tierra:; y
«además» ¿conque ti tole ecsi-^
«jen losádólatoas qae se <respe-
«ten sus prif ilejies, cuaide ^ e*
«líos en -el tiempo de sa poder-
«no respetaban ia ^da de los^
^rislilnos f Si decides á «U- tai-
«Yor, cómeles un acto de apee<^'
«tasta« Por otra pa rte el mayor
«nÚHdero de senadores .profesa
«el erisUanismo, y será ana
«verdadera persecucioBt>bligar«^
«tos 4 deliberar «on presencia' de
«una diosa mentida entre el b«-,
-sÉM de los: sacrificios* Ko tori
9fDes4ina determinación de oMii
«especie sin r (umultar antes* la
«prudencia de Teodosi<»;'y pues
«es fueren decir. Ul verdad toda
V4IM0 xtv.
ventera, sabe que li eeeonsigue
»de tf ese decreto impío» los
noMspos, Ó saMrám ét sus igle-
lisias^ ú te impedirán que entres
»reaellasw» Graciano cedió é las
amenazas del obispe; Roma- vid
derribar el altar de ' la ITictoria*
PnnHCGfOH BH PAVOB «B ITAGSI-
Mo^»— *(38i) Graciapo, despre*
ciando. el uso raURgoo seguido
por tedosens predecesores, reo*
sóel ve0tido<dé sumo pontíflce
que le presenteron» y separó por
la.'vet primera ei imperio del
saeerdocto» cuya unión habla pa-
recido tan impoitante para la
tranquilidad púbHca. *£! sacerdo-
to á quinóse devolvió 4a ropa sa-
grada, eselamó: «81 Graeiano ne
«quiere ser^nmo pontltce, Mác-
j»stm« Id será.tt.Eí suceso aperi*-
fioó esta predicción! la violeoct;a
ique Gractano heeía-á las costum-
iH-es y ppeoeu paciones 4e fioma
pagana, y á las opiniones de los
arríanos, 4e biio odioso á un
grtn oámero de- sus vasallos, y
preparó su ruina.
Sste emperador^ que el prin*
cipio de su reinado fué activo,
laborioso y atento áeumpUr las
übligaciones. del trono, se babia
entregada después con una afi-
ción; desmedida al placer de la
«aBBs pasaba la vida en los bos-
ques,, y decebe el cuidado 'de tos
«egocies á les vaUdoSy. que ebu-
22
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170
saiidi>4€í8i»éo«ibr»|Mr» servir
B n» prka Adé- foieitMei r al espf-
v{|ii- de #e«tá< y de- fMirtidOv i^*-
wanon de !& memoria d%*lo& ro«
ifuinos laa aWñaa T virtudeá Aií
l^lncif»» por las coates había*
ganado* nales sa aféete y vene^
ración ^ Además, sieodo^ oaiiipaU
mente belicoso^, maniresuindo»
sobirailaiiieDle sa apreckKá la ia-
trepitfez*. de kMi- bárbaros, y scl
desdM á^la malicieryenerYeemí
de los^rooMiaos^aoebó de- inritar
los-ánioMU^vistieado el trajxy de
» los alados^ y concediéndoles en
su cpirle allaflkdtgfiid2Mlas y pn*
ferencías impoiifica»^
Sq aBTlibfa. — se DtüWAOON.
— Glemeftle Mácsmo meodaba
entonces; lafrieJioaeseQ firílen^
nía • |kUe honbre, de oscura oa^
cimiento, ocoLtaba sn propeo*
sion al paganismo bajo el* veto*
de la> bípocrevfa^ mas no engaSó
ni á Saní Harto nirá San Ambro
sio*. Su espíritu era grande^ so:
«m bietoa desenfrenada ;SQS«iié€-
simas Oec!^i4»les siemfire at iní^
réB^ su' eeráeter OMideble- eol^
fiorme á tas circnnslancias; era
cruel Ó-siMMre^ según conxreoía k
/SU8.desigttí€|S. Blevad»nNi» iiieui
por artificio» (|iie por au. iralor^
miró eou' envidia el- ««lieniw
mieotude Teodosio^su campa.*
trtotav y cubrió su odia ba|a la»
j^ienciat^ dat la. lealtad -^ y aan
eslendió 1^ nM dé <ft»m»p^
Píente suyoi InstruidOidel* des-
contento^que-escitaban^nel e*
}4rcito4a^con4ucla dé Gracieoo
y su parcialidad á favor de los
bérbarós, irritó hábilmente el
pesentimiMIo de las^ lejióoes^
prometió remediar sus agrairios,
se btzo. proclamar enguato, pasó
rápidamente con su* ejército al
contijoante, y ganó^^el aféetode
los galos, persuadiéndoles que o*
bralMv de acuerdo con Teodoslo»^
Luego que *Graeiaiio supo esta
noticia,, reunió prontamente' su
ej^rcitO) mardiócontra Mácsímo-
y le^ encontró cerca de* Lutecia.
El cónsul MaioHaiKloy el conde
\^l»on mandaban bajo* sus ódrde^
nes^ Elemperaáor habla logrado
sus prímeraa- Tíctorias por la ra«
pidez de sus. operaciones, pero
e» este lance cometió el yerro-
de quedarse acá mpadociaco días
enfrente de4 enemigo sin^ darle>
batalla. Su tesoro estab» agotado*
por sus liberalidadesr MBácsíma
bab{a> aumentado el suyo por su
avaricia. Prodigando- entonces
las riquecas acumu lautas, co-
rrompió las tropas def empera*
dor^ la cabaJIería aflrkcaoadió el
ejemplo déla traición rlos^ demás
coMpoa losiguierou» y pasaron &
las banderas del rebeldcv
flfoesxB ns aajLaAifo.--(383).
Graciana kuyd coa solo tceacifla*'^
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DEL BAJO
tosllnetes que le abanUonaron á
los pocos días .Desde que se le vio
en el'inforluDio, le cerraron las
puertas ludas las ciudades. El
temor mira á la desgracia como
un coiUajio. Privado de soco-
rro y asilo, pereció víctima de la
crueldad de su enemigo y de la
cobarde iogratitudde mn pueblo,
á quien habia colmado durante
algunos años de gloria y benefl-
cius.
Cuéntase su^nuerte deaiferen-
tes maneras: la q^jc parece mas
verosímil, es la narración de
San Ambrosio, digna de fé por
la austeridad de su carácter y -su
amistad con el emperador. Dice
que este príacipe, errmite en las
cercanías de Lugduno (Lyon),
fué reconocido por un hombre á
quien babia hecho feliz en otro
tiempo, y que le ofreció su casa
y-uü baaqueieen el seno de su
IMPERIO. 1"
familia. Graciano, dudoso por
algunos momentos, se creyó se-
guro habiendo jurado el pérfido
sobre los evanjelios guardarle fi-
delidad: siguiíMe ala ciudad, se
hospedó en ^u casa donde fué re-
cibid© onoríficamente; mas lue-
go se le obligó á vestirse los or-
ñámenlos imperiales, y adorna-
do con ellos como una víctima,
ca^ó atravesado de muchas he-
ridas, invocando en sus últimos
inslantes^l nooabre y el socorro
de Ambrosio.
Sao Jerónimo dice, que en 6U
tiempo se veian aun con orror en
las paredes de aquoJIa casa funes-
ta los vestijiüs de la sangre del
infelizpríncipe. Muríóá los vein-
ticinco años de edad y ocho de
reinado. Después de la muerte
de Constancia volvió á casar C0B
Leta, á la cual protejió y con-
soló Teodosioen sü infortunitt.
»"
4- y
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tía
CAPITULO Vltl.
PriiciHMibUi condenadot á iniierte por Instigación de ¿m obltpoi.— Q^
bieroo tftbio de Teodotio.«-D¡spQtas ré1ijiósat.~-Bigor de Teodotio.-^
Predilecdon de le empcratriB' J«ftiM por el arrümisino. — - Marche de MAc*
samo co«lra VakMliaieso. — Victoria de Téodeaío aobre BlécaiinD. —Muerto
de Mácsiino. — Entrada iriooCalde Teodoaio en Roma. — Díacotioa entro
el lenado y Teodosio. — Revolución en Antioquia contra Teodosio.— Teme^
ridtd del ere«toita Máceddnio.— Clemencia de Teodosio. —-Revol ación ei»
TetaMnico^^Moortedelaempe^alrta JaBtina.-^UaQrpecion de AHbogastc^
jr VMiarledf V»lMtlinia|io.--rKi4Boio es uomUrado augntto. —* Batalla do
Aquilina y muerte de ^bogaalo.-^ Honorio y Arcadia empeeadorca* —»
Muíef tf de Teodósió.
Jl roelMittfo Mftcftfmo'por el #»
Jérdto de GratienQ/y duefio sio
oposteloftde U Galla, Brttamiia
j España, temía* á Teodosio, y
despreciaba la juveDtud de Ya-
leDliniaDo 11. Eovió uoá emba*
Jada al emperador de Oriente;
y para justificar su elevación
que le suplicaba aprobase^ le
hizo presente la indígnacioode
las lejiones sooMtidas por Gra*
eiano á oficiales bárbaros, la de-
posición del emperador por el las,
y la necesidad en que se habia
Tísto de tomar la púrpura á su
pesar. Teodosio^ diskaulando su
Ira y sus proyectos, dio oo» res-*^
puesta raga, y despidió á los
embajadores^ colmados 4e pre*
sentes.
PaiSaUAlf 18TA8 OOKDBirADOS A
MUBRTBPOR INSTlGlXIIOir DB DOS
OBISPOS. — Por entonces la sec-
ta de los Prisdlianistas, seme*
jante á otras, muchas & quie-
nes se dio el nombre de ncMini*
queismo, hacia ruido en Espa-
ña en donde babia nacido. Pris-
ciliano, obispo de Avila, que fué
su autor, debia ser condenado
en un concilio de Burdeos, y
presentado en la asamblea rea-
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ML BAJO
f<5" resporiíífer, apeló' al empera-
dor, y fué conducido á Mácsi-
mo con sus discípulos. Nació é
Itacio, do^'obispos furiosos, se-
BKJantes á otras nMicbas hie-
nas mitradas que bon ocupado
la^ sedes episeopales, le persi-
guen con eK encsraizsmiesto
feroz que produce el fanatismo.
En vano se*oponen San Ambro-
sio y San IVfhrtifi de Tóurs á la-
mafia violencí&;.y priM^ban que
las penas afHclíva* serian infus-
tusen caso seinejante; sus sú-
plicas no fueron oidas, y Ptts-
ciliano, dos sacerdotes, dos diá-
eoDos, el poeta Latroniano, y
Eucrocié} viuda dd orador Del-
fidio, fueron condenados á muer-
te en Treviros.
Tal fué el froto del zelo d^
aquellos prelados asesinos, de a-
^ue\ zelo impía <|ue el Salvador
del mundo habto tan terminan-
temente reprobado, y que ultra-
ja igualmente á la razon^ que al
Evanjelro. La fglesia manifestó
por ella un ¡mió orror^y los dos
obispos fueron únicamente es-
comulgados. La esperiencia ée-
moslró h) inútil y absurdo* de
tal procedimiento-, porque los
parlrdarios de Priscitiano lo on-
raron como a un mártir, y su he-
rejía se pef peluó basta mediar
dos del sigla VI. Casi siempre
)a persecucioa ba producido el
iM^Eiinr. 173
mismtr efecto, y sobrados ejera*-
plos tendremos para probar esto'
verdad .
Téodosio, con motivo de una
grarev enfermedad que le sobre-
vino, se hizo bautizar. Reco-
brada la saludy pubticd' un e»
dicto solemne, en que mostró
su ardentísimo zelo por su cul-
to. En él mandaba á" todos sus^
vasallos abrazar la religión im-
señada por sao^ Pedro, y profe- •
síhI» por elpop* Dámasa y por
el ptítriarcade AJejandr^a. Inti-
mó< á Demonio, obispo arriano,
que rerofiocíese ei sii^bulo do
Nicea, ó que cediese Santa So-
fia y las otras iglesias á sacer-
dotes de ki fé ortodocsa. Que-
rrá que se reconociese un solo
Dios en tres personas: diti el
título de céiKá/tcos á lo» que se
coflformabau con esta fé, y el
áe insensaio»^ y keréíicos á \m
demásr privó las asambleas de
estos de los prlviiejios concedi-
dos á las iglesias, los tachó de
sacrilegos, los amenazó, m per-
sistrao eo sus errores, con la
vengaza divina y con la suya. ,
Gobierno sabiq' i^fe teodosio, '
— Por otro edicto suspendió los
procesos criminales duran-te la
cuaresma, y paraonrarla fies-
Oa de Pascua indultó á lodos los
delicuentes, escupió á los adúl-
teros^ homicidas, imjicos^ mq-.
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rjÁ
mvncftML
ruederos fabóe y consf ii^tOorjM.
^ia amoisita, «Qalada coino o*-
Hras machas por un nómero ian
vgraDde'ide «eaoÉpciooea, 'espitó
sin emhirfpo la gratitud ^bti-
. ca; portpie'daapaesdé oM «raQ
'tiranía^'totta-SQavidaU B8 «a be-
neficio.
Teodoék), naturalmente ¡wh
'Xq, cuando no le cegaba la c6«
lera ni le esitraviaba el 'fa natía*
tno, inerecíd en mucbos actos
^é sü reiniado ér^afectO'Va loa
pueblos y^os 'eléiios déla ^pós-
leridati. ^
Kneñtfgd de láls'pmstricianaa^
faabliiba ""CoA tátfta indignaeíoo
como menosprecióle Marfor^fo
-Sjía y de lés'tllunvtroi: publicó
vna ley se^ra^cotitna los de-»
labores: nia'ddó á ios cai^ce4e-
rosi^ne f iiesétr siikves ^y^ boma*'
tíos; 7 -^ tos Jnef^s/sópeiia^e
inuitas'CHanUdsas/ qtie TisHa-^
sen coa' frecueaéia4as • <tárceies^
qoeoyeisén^as ^pí^aa de los pre*
s(is/y ' que ileiQtóeli^iKta esada
de latf Caucas- de sütM^9Íon. A-
lento a todo • lú que fodia íao»-
resaralórdéñ/á Id'tranguiltdail
y á la segúHdád (pública, «an*
tu voy reparó los municipios^
los antiguos edificios/ construyó
^tmsiaue vos: dui^ante^quincea-
fios4ifzo responsebteS á ios a-
sentislas^^'fa sofidez de las o*
iMras, ^ ^dbló enterrar Jos
aauei'tos en ^fn^ciateJe <bs ciii*
«ladea. Hart^^uslrado para ao
coiiocer qpeml Hijo y. la esvraf*
cion de eostoaíibreé erá« laiprin*
cipa I causa de la hlecadeoáta M
imperio, publicé leyes auntaai-
4*ias Kiu* todo su poder no alean»
fMÓ i ejecutar^, 4& impuso diraiftiU
«inenCe la pena de íifámta á las
"viildas que se XMisasen antes <te
«cumplido el año de luto. El em-
if»eradar podía por. su ejemplo,
ÍK>r sus azanas y por^a venera*
«Pionque se le tenia, retardar la
^^caida 4éí imperio romano; pero
oo impedirla ila-Ubertad perdi*
"óñj, el»Mbito. de ubedecer ^ la
loeraa anuattai ta estíncion (te
los sentiotíentos grauíles y Jeoe-
rosos^ el nombre de ciudadano
^odigado, eavilecGlo^ el nom*
bre de polriu olvidado, la «mea- .
*«la'¥ergonzosa de godos, francos
y^romaoos^n los empleos > ci vi*
4ea yanilitares, el odio -alárabe-
Jo, el amor de riquezas y placo-
res, 'eran los, males •incurables
•4|ue minaban«l coloso de JEtoma;
y uniigrande^hombre podía pa*
liarlos, «mpero uo sanaMos*
Teodosio, ^uefiíé él últiflM
<Ué los 'emperadores que man tu-
faron con firmoM las ¡riendaa
4el4estado, bizo^ no lo nue^wa
detfeaear, sino lo ^ue em posi*
ble.'Heétituyó el oaer 4 4as ar-
mas romanas , restableció por
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ML BAio^ian^io;
ÍTi
^ás claMS/ eom<i aAtierte aa via-
jero de aqiidl llefirpo, no te lia">
.Ha han maa qo^nlispiita»» <|tia ios
^aaeerdote84igrralMio y aasetlabaa
9on ^s amafii».* «¿Pedia á vtu
iKiiercadef, déciá» que oa eala:^
»tiíe una mmeda? al paoto^M
i4)íahlaráieMmbécil de lé 4ité**
»fYncia eirtre«l Padre *.rel Rija».
«¿jPteganlais á un paMééro^á
»eQ4nto^tíi el pan? 09 prohará
»4|ueel Hijo, ea inferior' a IPa-r
wtr^ ¿llecía. al bañero* si está
•profiUel.agaa? os. reaponderá
•que •>* Hija Cae sacado de Hk^
^»«ada%»:* .
To<ina estas ^inerellas de opt<»
niones?. solo Ii9bíeraa^sidk> ridi-
entaseosu eaeaciay^el^ eapiri**»
la de pariidoao |aa bnbteseriro*
cadoá menudo «en eofttiMiles %am^
grtealoé* La ^utofída# del prín*
cipe que 8^ omejblMi en^eUaa,
aomealab&- la< afoiíaikúdad ; y
cuando^ Teodosiiit peca- oprioiir
el arriaaisjaiO): teslebleció á San
Greffiria,Naei(Niceno<eo la imilla
pairtiMrcal, Si hemos de creer á
ufl^ moiMntV)* M áHflpKb^, es*
paflió et^vimoí reprimió loa crí-
mwies een la Jüslicla dte siiad*
mibislraeioBj jr dW aijtnw^ »-
Jim de fepAMO á los paebios^ o^
prrmido»- tanto ^ lierapo«por mo«
MTcasdébil^ ó infamea parra-
dos. I>emperatri2 Flaccib^hi-
jn de4 cónsul Antonio, ayudaba
i 'nodosió«ntsus noWes tareas:
niirábaseia como un^ modefo 4e
rel^ion, modestia^, ternura y
taMidad: y nunca se^citaao* de
eiAi^ sino acciones de^ boneficen-
tioi^y jeneroiidad; A4enta4 cal-
mar á su esfiíeao, naturatmenle
iracundo» le* sepatia coa fre^
cueneia estas pelabrat: «Aleuér*
adate* de lo que eresj y no^olvl-^
»d€^ nunca io« que Miste. j>^
DisruTAS aELiiios4S.'-^Et em^
perador sosegó con ma» flciii^
dad' los bárbaros que las dtapu»
ta^reltjiosas. En aquella^época;
ja DO cuidaba el pueblo desloa
loiereses mafóriales y poKlfeos,
aiifria toda tiranía^ y no seco»
l^ba su furor y suaarma»sino
fara la elección de un obilpo ó este obiapoy Goustaotinopla, el
para la intórpretaeiotí de^ una
fSrmula pueril ékiinielijibie.
Los. orlen tálea^ se entregaban
fr estas dlspulas^ aelijíosaa eoo un
dAseofaena t>áat>ar5. Ea» Cooa«
lantiaopiahtfbian: llegada k aer
Ite úiiicos objétoa de intecés^ pd-
bllea y privado^ y entiretodaa
día de^sus instalación presentaba
el aspecto de una plaxa entrada
por los bárbaros á sangre y fue-
gp<'¡taa ostinada fué la resisten-»
da- que opusieron á sa nuelta
loa arrianoa^ y k d^Cemterlo^ los
calóliooal
fit^ YktQoeo oMspo^ fatigado
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n*
wmcmtk'
dee^tsíHtnAomit^wrgaao de
fHiores y de allos, revereftd ado
^r kM vivinososi^ persegoido por
It entidia, tii¿ algua tiempo
después ^ peleoio, y diié|ié á
Teodoski eoipeiie ^e en briHeo-
te corte este dlscvrse noble y
modesio, digno de ub epófitol
del G^eojelie ? '« Prioet pe : tu
agostes fe dac, y yo'veago é-pe-
«dirle una gracia: no pído4iáe-
«ra parainí» vi orBanoreiKoa pa-
era mt igleata, irigotAeraos para
iimi9'afiiigo9:Ȏsto6 trieees no lie-
unen áinis ojos vtíor algane, y
ulos dejo á quien los aprecié.
uMi aflÉbioionee^eleva mas alto:
]»coiitédenieefÍféraitso de eus-
y traermeat odio qne ^me persi-
«goe; 'Re^lo'la filia •epíseepah
»t)ero deseo verla desde lejos:
nestoy cániado de desagradará
vloslioflibres'porajiradará Dios:
«éi ^ttiertfqiie restableMas la
4iconeordia eirtre loé obispos^ y
»tiue^ig<iiA'tit ^oz; al noqHieren
»ofr la de '4a Justiciad Aeseo,
«pnestíaa'vencider é los bárba-
vros^qee domes á 4as queitur-l
«Iban y en^tigrleivlaD la Iglesia;^
arpero ya^^ mis caaes: he coo-^
asumido en servicie del Señorf
ütodas las tornar qae*aiie ha
«biadado: merindo al peso ^ceoj
aqneámt peaar me -oprimíate, !
»y el único favor que 'te pido^
Ms 4ue mepennttaa «encluir
»mis dial en líhertal ^^.a
RjGoa DB VBODosio.— Teodosio
le permitió ^retirarse; per# in*
dignado por 1a ostinacioo de íaa
sectas, dié oidos á au reaenti*
BQíiento, y «per una ley despóKca
que ofreció un ejemplo funesto
á sus predecesores^ proibió á
lodo hombro hacer nípguo sa-
"criflcio ni ofreqia en el ¡oterior
de su cesa, encender vetas, que-
mar inmnso ni ^colgar guirnsA-
daa en ooor de sus dioses domés-
ticos: declaró ^criminal de lesa
majestad al que ae etro^ese i
sacriflcar, ó consultarlas entra*
fias de las vítftimis: ordenó la
confiscación de la casa en qoe
se hubiese ofrecido incienso, 9
la fierra cuyes árboles se bubie-
Kaen adornado de baoderoias;
mandó á4os, oficiales y Htfensú»
reámelas ciudades qne delata-
sen áloseulpables, y condenó á
tlosmajislrados y subalternos á
.la multa de treinta libras de oro
si no cumplían con su deber.
A pesar de leyes tan severas, loa
sacrificios particulares copti^
ouaron p^ mucho tiempo, y
aun algunas solemnidades paga-
naa. Teodosio establéele inq^
i$i4&r0$ para buscar á4os liore*
Jes. Arrojó de Roma á 4oa «a-
oiqueos como infames;; dispuso
<1) tíMg. Nmz^ díirttdmá, p.2U
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que sus bienes
buidos al pueblo después de su
muerte. El papa Sirico, imitan-
do este rigor, proibió recibir á
comutgnr á ninguno de los que
hubiesen seguido su herejía-, y
en caso de estar verdaderumente
-convertidos, mandó «ncerrarlos
00 conventos en donde harían
una ruda penitencia, y no con-
cederles la eucimstía basta la
muerte.
El nombre de maniqueos se
liizo común á inumerables sec-
tas de fanálicos, siempre acu-
bados de secretas abominacío-
nes. El maniqueismo, nacido
en Persia, tenia propiamen-
te por base la doctrina de los
dos principios, eternos, inde-
pendieutcs, el l>ueno y el mal
principio. — San Agustin ensu
juventud fué un portidarío ze-
loso del maniqueisnio.
Observa ci historiador Millot
que las leyes de Teodosio oca-
sionaron escesos cuyos incon-
venientes se toearon muy lue-
go, porque creyéndose cada uno
con derecho para matar á los
maniqueos como proscritos, se
vio obligado el emperador á
proibirlo bajo pena de muer-
4e. Nada «s mas peligroso que
drmar un fanatismo para des-
*truir á olro fanatismo; nada
€8 mas diñril que encentrar
ÜEL BAJO lirpimio.
fuesen distri- ,el punto en que las leyes pena- .
les, de esta naturaleza, no son
contrarias ni al interés de la re*
lijion ni á^los derechos de la so-
"Ciedad.
Teodosío'igual mente privó á los
lierejes yopóstatas del derecho de
testar, é liizo esponer en la pla-
za pública á la risa y ultrajes del
pueblo los bustos de Arrio, Sa-
belio y Macedohio medio ente-;,
rrados. ♦
Imposible esdejar de irritarse .
al v^r que un Bossaetelojie ac-
^os tan villanos y miserables; pe-'
roasíestraviael espíritu de cuer--.
po ó de secta, aun á aquelkrs.
que debieran estar dominados-
del de ioleraucia y caridad ! E^
menester desengañarse-, el sacer-
docio de loilos los tiempos es e-i
goista y tiránico.
Ostigado Teodosio por los -sa-
cerdotes á escederse de su caráe*'
ler cuando creia vengar las o--
fensas de Dios^ era muy otro
cuando se trataba solamente de
las suyas propias.
«Si alguno, escribía á Rufino,
«prefecto del pretorio, habla
«mal de mí ó de mi gobierno, no
"queremos que se le castigue.
»Si lo haoe por liviandad, mere-
»ce desprecio; si por error, com-'
»pasion;y si habla con^l objeto'
Dde insultarme, debo perdonar-
»Io. £n los demás delkos, y en
23
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Ij^ HMTOIIA
•cuaoto ptrteowcn á ta twarUi muerte de Graciano, era esta
Niiid del estado; df be» wfiaanae seeta prolajid*^ por lubina, ma-
«antes de decidir. i>*ra Que yu
njuxgue de la gravedad de la Or
wfensa por la moratiídad da U»
«personas^ y pwada ecaamtoar
»eoo prudaocTasr debo tolerarla
»ó someterla al juicio de ios tri*
«banales.»
A peMí: de so lelo ecsajerado
dra y totora da Yaieoliotaoo H.
Sonieiania apoyo reanimaba sus
esperao2a^ y parecía que el par-
tido se iba á levaaUr; pero en-
contraron 00 enemigo formida-
ble, cuya firmeza nada podo
vencer. San Ambrosio, nacido
en Roma de raía patricia^ era
por favorecer cuanto toviese ei 1 hijp de oji varón consolar; pcJro
carácter de relijioso, qoiso po-J escedió á su padre en talentos^
. .... .«*-i^« :-.#« í fortuna y dignidades. Era go-
bernador do LiguHa, coaodo so
temió en Médiolano on grande
y orrendo desastre por el foror
del pueblo qoelas sectas subíe-
vabao. En aquel loomento do
peUgro se deseaba on pacifica-
dor, y Ambrosio era tan respe-
tado de todos loa ciodadanos,
que aonqoe lego y no baoliíado
todavía, foé elejtdo onántme*
mente por obispo^ jostiftcó la
elección dal pueblo, sosegó las
turbulencias, y foé consejero y
goia de los emperadores.
Su Tratado de la Trinidad lo
oseribió para la lnatruccio% da
Graciano, á quien llamaba cri^
timüimo (1). Cuando Justina se
declaró en favor del arriaoismo,
y quiso dar una iglesia á los par-
tidarios da esta secta, Ambrosio
ner un freno á las intrigas ^infa-'
mes de loa frailes ó monjes,
ya por desgracia demasiado au-:
roeros y peligrosos . praíbióJes
salir üe su monasterio, y muclio
mas venir á las ciudades; pero
á iosligaciones de ellos mismos
revocó el edkrto dos años des-
pués. La desitiédida ambtctoo
que se introdujo en los monas-
terios, tan contraria á su pro-
fesión, Contribuyó mocho en lo
sucesivo á ios desórdenes y tur-
bulencias del Oriente, y adqui-
rieron tanto crédito los tales
monjes, que llegó a ser casi im-
posible ascender al episcopado
sin baber perteneieido antea á
alguna comunidad.
PaEDiLEcaoEf ns la EimsaA-
TRIZ JUSTINA POR EL ARRUNiSMO.
-^ Mientras que TeodosiQ hacia
triunfaren sos eatadós la fó ca-
tólica sobre las ruinas dal arria
oismo^ ea Italia» después de la ^Jukt^* 4.,/^ lio.)
(í) QhrUíiámisinu. {Ambr^ éé
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DEL BAM
M*iieg5 I9itttiir8€ínkeiite á^ obede-
cer; y niified los transporten de
M aeky-etéájerado se atrevió á
epoiparér la éiiiperatriz con Je-
tabwl. Véase como ann el mas
liumilde sacerdote se. estravfa
|MQr idtoferancia. «Pueden dis*
uponerdettíi vida, decía, -pero
THio de mi fé: todo lo Sufriré,
••meóos las ofensas de la Teii-
»)tofi.Ko escílaré el farór «del
vpuebjo; pero *^ preveo. Lacor-
Me 'nos -prepara frandes ^ala-
«mldaflet, mas «spero no so-
^breíriv4rila mina tfe tní pa-
••tria.»
Xa emperatriz lo desterró y él
tío t|«liso obedecer-, ooa parte del
'paéblo se epoerró con él«n la
4glesia, lo defendió y alimentó, y
rechazó á on numeroso t^nerpo
do godos que quisieron forzar
aquel "asilo. Durante esta «spe-
tfe de sitio introdujo Aitibrcsio
para entretenerse, la costumbre
-ÚB cantar ios «almos. Aprove*^
ebftndose Ambroáo con mucha
destreza ^e ciertas eircuostan-
ciaa^impre^istas^ soposo >qué el
«cfelo MitftalMi con prodijios la
|iroteeeion qne ie concedía. Jus-
4ioa, mujer de 4aéento> -se bur-
ló de^os milegpos y los ^espi«-
^Í6,tpe9o la miHttlad, que «iem-
jpre-eswna^bertiadirÓtda ^por ^1
qgeyri^aeio iñ fono «el freno^
«QÉmMé^ furor, y el podec
VXMRIO. 170
tuvo que ceder á f a oeda itredu- .
lltfad.
^n peligro fuá? ínniínente e-^
menazaba el, trono de! joven
IFalenfiniano. Bfáosimo, que so*
lo había encontrado resistencia
en la* fidelidad animosa de san
Martin , obispó de Turoues
(Tpars), era el tirano de las Gj«
lias. Engrosó su ejército con un
^ran número de jermanos f
francos, se acercó á tos Alpes,
y i^rocuró «ngaüar á luslin»
con demostraciones de paz y a<«
mistad.
Ambrosio conWiÓ ol . lazo y
i^VIsó á la emperatriz, que no
quiso creerle. Macsimo «e pre-
senrta alas puertas de medióla-
tip, antes ^ue se hubiesen to-
mado disposiciones de «defensa;
yelíerror fué tan grande comn
batía sido la confianza. Jusli a
y su hijo, >en vez de tentar uua
resistencia inútil, pasaron á A-
qulleya, y de talH á JesalÓnica
pára^mplorar la protección de
Xeodosio.
Mfácslmo ee «poderS de Italia,
^ntró triunfante en Boma^ y ga-
nó muchos partidarios prote-
giendo le idoiatria y levantando
ios altares de los dioses.
Itan^OTA 3f MCBATE AE MACSl-
,M0í^3S&) Laego que Teodosío
sipo el inforlnaío y la fuga de
VateBtiniMO/ salió á recibirle 4
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i8d smoMA
T^alóDtcaj iieom|Ni8«d6 de uo
gran número do senadores. Des-
pues de af^ar á iustUia so a/ecto
k la herejía^ á ki cual atribuía
sus desgracias, lepromelió resta*
Mecer á su bija en el troDo^ y
eomo se biillaha Tiudo^ estrechó
los lazos que le unian á él ca«
sando coosu hermana Gala» Jun-
tó sus legiones, OMircbó á Piain-
Bonia» ; encontró cerca da Síscía
•obre las orillas del Sabo á Mítc-
eimo qve Tenia & combatirle coo
todas las fuierzas del Occidente.
Esta guerra no duró mas que dos
meses: la calialfería formidable
de los hunos, alanos y godos que
milUabaa entonces con Teodo*
siu, pasó intrépidamenle q( rio ¿
nado, y desbarató y pusa eo bui-
da á los jermanos y galos del e-
jércitode Mácsimo. Marcelino,
sú bermanoy restableció la pelea
con un eaerpo eecojidoi la bata-
lia se prolongó basta la nocbé y
quedó indecisa . A\ otrad ia,.CttaQ*
de iba á comenzarse otra ¥e« la
acción, una parte de las tropas de
Occidente arrójalas armas: Bláe-
simo huye: Teodosio Le persigue
con tanta rapidez,, que llegaron
casi & ua mismo tiempo á las
puerUs de Aquileya. £1 pueblo
de esta ciudad se levanta/ desao-
ja á Mácsimo.de sos ornameotoa^
y Le Lleva preso á los pies del em-
perador, leodosio^ mofido^j^f
sus ruegos,, eatevo para perder
narle; pero acordándose de la
muerte de Graciano, loeniregi
ales soldados que le cortarou la
cabeza. Axbogaslo , guerrera
fVanco, que por su valor y loa
votos de los soldados habla aii»
candido de grado en grado basta
eldej,eoeral, persiguió las rell«*
quias del ejercita vencido^ y dio
muerte á Victor, tiijo de Máa*
simo, que lasmaudaba.
Teodosio, después de apadi-
guar algunas turbuleoeias qua
habla en Bf ediolano> y de haber
restablecido en el trono á Var
lentrniano II, entvó triunfante
en Roma como el grande Gona^
lantino.
La lisonja, promincianda et
é(o|io del emperador, habló el
idioiua de la verdad. La opíuioo
pública aprobaba las alabanzas
que se daban á este príncipe por
su actividad, valor, prudencia
y gloria, y respetable por su
justicia, castidad y beneftcea*
cia,^ aunque por la flaqueza bu-*
mana, que ño permite la per^
facción , sus bellas cualidades
fueron alguoas veces OKUfaei-*
das por su propensión á la ira;,
afecto qua seeuipeJIó porfiada^
meóte eia vencer, y que na
sienapre podo si^etarv
El fervor de este principa
paral cristtaniflaiux paréelo ha*
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toe de BKo9Íino«parft«iMlftbtoefi<
ki idoittría^ Al Mtrcrt^oi Boott
halló \o& altartt «dorMilo** de
•flores, disfHíeelMtoi setriAdiot»
} las etttáluas de k» dioaea r^
deadas^le ofireoéafr é ioeiMiet.
Bepreodió per e41e* ágriaMeote
•I seeedo,.; defeodtd eloeiieD-
teieénle •iiiá<Mamfttea le^ eauíi^
dei cri&iUiiiiH»e eoe on^ealor
»ae^ prepie de aa tomuredo
qa% de UD Jefe^dbl iieperNk
Los seeedores le respondiereii
eoaoaeeeteMaa ieet perad*^ jr
fue beíbieii perdido »iietMMi> »-
glos bebiti Le Mberladi nwidjo
eo los negoeios terreaee, ec bw-
Bifiaslaba todavía cuando se que*
píaa segar las opioiates eali jo-
sas* Opusieron á la Tolamlad del
einpereder mil doscMenlof id^s
de cestoaabre» el poder de RdiM
tendade sobré oaácelosv tastos
trimifos debidos 4 la ■ preteoeioo
de los dioses, y dsspues de leo-
tos prodijíes et peligro de abra*
lar «Ba velijion noein^ qee do
ef recia la misnia esperansa, y
•foe Bo estaba apoyada por uea
«tan larga y tae feUa espeaieoola.
Vero el eaoiperador les declaró
qoe SQ cetéga y. él detastabao: la
teUJiqndela mealira y dt leS'
ieteios daífloados; y qoe si de-
-swbao pemaftecer deso ceg ae-
^d^ «Ueeore^blico W) pede-
ría losjgartos^bi.iii«ifAejeeeaD^
déloseí «El ieiperiov añadió, i-
^m^eaaado de les bar toares por
utodae parles^ naoesiUiKde sel*
adedee Hias^qne de f idioM^a
Eslo misMiOr jputdiera el em^
peradof baberlo^ apliosdi» . ret*
peeto el escesivoDÚoaero^e cié*
rigoa,. OMH^yvefabeodos cqik¿
sayel'^
Sv los'^ seoadiyes baUao reSf^
poedida 6 sea*disciirs^>, obede*
cteroa^ sos órdeaes; f- como er
aámero de les qoe do fiaezcla0
eíagim interés liei»#«o ep.sae
opteioee^eesieiepMel ipeoor,.
apenas se eerr^el leipro se.ací^
ÍNH»alos sacrificios.^
JSio eiBbtrgo,.eo i^lplo se o-
paseanas resisteoefai la aatc^
rídad, E! paeblo defendió sos
tea^>lQS, y díó gritos de rf bia
cómodo tío derribar ja es^tiiA
deSérapis; peru'apeoaH»y6 el
Ídolo;, aqoekle taeltiliid i^OM-
-tanteóte inanlló» tkaciaodOvi^pA él
Jo osisoio que coa laspotestadee
de la tierra* á laaeoaleedespreciá
eoeod«ir4eja de ieiMrias (1). i
<[i> En £sptd»ea ^S3{| «acedió ía
miftiaa* LaegaV|ae e^ paeblo (áejódeté-*
mer el inflojo de Ibf fraileí, los mismo»
quea<itts habláis btsadb mm máños^ co-
rrieron á. degolUrlos. Ya bmbl»remo9 de
eHé ae«bo,f bavvcica lá» i^áéiAnn-
doiiti'^'aiv^ d >«Mie '*ét la *:$d-
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^toSrmale»<qmVahibt0 cmjtéó al
imperto, «veáoerá los;.gódos, H-;
-betltfr de bárbaros «tiOríMte y
conservar la •p^ir^n 4Íl<0e€kiéfi-
-te, babia teiiWó ^ae josponer
«éoúlf ibucí6iie8táo«r«íir<sas, ^m
soto podian sofrirse por sor e-
%ídeiite la ar^dcla. En ioSas
partes se pagaron €on resigna-
rroD escepto eb Antíoq^iía. A-
quelia ciodad, pdr 4ff íieen^a de
^us'co^tumbres, e8ta4>a ^einpre
dispuesta á la sedleioir. su (pue-
blo líjero, burlón y«arrompido
prodiígajia alegremente -su dine-
ro en :fiesl.as, juegos, paniomU
mos y bufones^ y ^nurmnraba
cu ando era preciso contribuir á
«las cargas púbUcasyii lawdefenaa
*del estado.
Preséntanse/pues, los^^nl-
sarios del emperador pari «per*
^ibir el Iribiito: todos los ciuda-
danos FÍcos<ó.gobres se quejan,
resisten 4umu Uñados, sé «aal-
.fiian y sublevan, insultan 4 4os
'inajistrados, (pasan -át las .pala-
bras á la JVioienoia, «rompen en-
furecidos Jas estatuas de Teo-
dosio,«de su madre y ^de sus hi-
jos, Ja84iltrajan y las arrastran
ignominiosamente por -las -ca-!
ües. j
.. Cpifital^nMis ipredileecioa ^-
iiia vneoiféMftda el emperador
i Jos «ntioquenos hasta. eMon»
Hsesy.^atSéAnA&M ta(eri4HQá;
}y en ^ prins«r a#vimietflo de
su ira lien viiéitDépas t«rtrA los
sedldoaos^oon 4BiraiiSffrMS entafi-
gados de so irenganza, y «rrmi*
*dos de pede^ds -sin limites pato
easligar á4o8 JMbitantes y «unri^
saris ciudad.
í£l puebfe releída ^vuelto leí
«delirio, conrtderaba -oen espan-
to sus fu nesiostefectéa; le COBS-
«ernaqloú sucedía al furor: *ea-
pemban á 4ds conrisarles wi
4rtsie silencio, semelante é la
«calma orrible que muchas -ve-
xe$ precede y anuncia la ¡tea*
postad: los titfas ricos habitan*
46» 4iyeron4 San Juan GitisÓa*
tomo,4iue-se faakia opuesto é su
locura^ y4|ne loa oonsalló en «i
uiflicekmy4o»4inimó«n «I peli-
gro, presenta asi Ja «imájen de
¿eu miedo! «dEsta ciudad flore-
^KCiente ha quedado ^esierlar:
•nun terror tnortal «nos echa y
#alejá de lous murallas, ooaK)
'tei ihumo á las abejas: «s, -segan
#dice de ierusalen el profeta,
^cumo una encina desmochede,
Momopn Jardín sin aguas H':
•ludaUes, que. «alo «frece «
üla ^Jata árboles 'marchitos «fn.
i^flor^ niirutos. ¿A ira del frUk-
aeipe, como un incendio ¡falel,
«nos ameaau: 4odes 4a «vilaa
•y procMfw iMl%ter w yida «o*
ttea. que íiel i%mfí se aprocsip*
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Mb BA'n»Mratio.
fSS
•me. pCalamiáHF estraordHMUr
»ria ! nuimos »Hr eteeHrigo-qti»
iHM>9 perdiga: abandomwos nua»^
»lffO« 6gare»v sin bater lúfri^b
MfoírreAi: osperíméotamos iot
•miemos mades que^ lOff^eauUvos
•de m sobvrbio ?efioedbr,. sil
•babenios eepueatorakaaetio.)»
Kétos tenmres erailf «i^o fü fi-
jados; las trofM» se •eeréan: lüa
•fi\iados del emperador llesaa:
•ubei^al trihuoal: inaensibles á
)ae lagrimas, sordos á las suplid
ras, rodeados de soldados hro^
ees, ei^lablao rigorosas samaría^:
Hénanselasprísioaes: empiéanse
desptadadameiHelas varas» las ca<>
denas y los torqnentos para obli«-
gar á los acusados ¿ coofesar eti
crfmeo y descubrir sos cómpHf^
ces; resuena el aire ton los grii-
tos del dolor, con loa acentos de
la ira, con losjemidoadé los pa-
riéntes y amigos: las mujeres y
niños rodean llorando y sopliean
nanamente á los majistrados, á
lea soldados, á los verdugos. Las
sombras de la nocbe aumeotao
los terrores del dia: aquella ciu-
dad delincuente, bertda por uo
juez insensible, parece ameoe-
leda de su total ruina.
TfiMEfllUAD nCL EKRinTA HACE-
bomo.— :Gran oúmero de cAuda*
danos (Ueroo arrai^cadoe 4^iée
sus eé89A k loe ealateeos^ j de
•tu i ios «enbeDtoi f patf b«tol.
Uegaliaa f^irél úmiiMy
Hombre, eaüiiffci ido éñ vestido^
miserable, ae- présenle de {»«>
proviso, eolrMaewMcie por el
manto al'peteer ma|iainido;.y:le
manda' intiperiosamente qbe* 'le
oiga. Eata temeridad: escita le-
indigoecion de* k» jueces^ omis*
en brevese meeatneo reapeteo*-
sos, oyendo- proclamar el nom^
bre de Maendonio^ saoto^y veae^
rableermttaAo) i|Cleveilia'Segut^
do de*otoe8 mocüos soUtaeios*
La autoridad se bu milla anie la
virtud. M Decid, dama aquel^
•jtombre ratéroso^ deeiéal prin-
•eipe de^ mi parierTá epos tiomr
•br'ertú: mandase bombresrsoa
«tuMiJenes de Mas, y Dios no
•quiere^ que' las éeeiruyen^. !&«>
»sultar á-la obra, es irritar al o*
•brero : ¿qué crimen ÍMfi.coitteii^ '
•tido?" lujuriar araros ioaOMnai-
•das. Este- delirto ¿justifica tu
«cólera?* Por una estáüja* det^
•trulda poileaos costear veiotei
•pero piensa que no te ea dado
vr^tituír un tolo cabelle de la
Ncabeza que hayua mandado de^
«rrtbar.» Este lenguaje jeaeroae
y altivo que parecía inspirado^'
admira y conmueve á loa miniat
tros delemperadorr deliéoese. el
'ceeliinev aospéodenaeloa suplid
cloay y se permite implDreír Je
clemencia de Teodosio.v
Oesáriafué á GonalaDÜiiopla^
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nn
r'ffmofKnL'
^i. ¿prcaeofarlefaS'sápJioas de
tes aBtioqiteodt: el - obispo «Flai
^iattoy k psMrdasaedail^* reaiih:
mot aof foércts para aeomptiñar^
te y de6armaH«4«a4el empera^'
4or ofefidlda.
Los strfoi r«sp}mv: mas no
-desinieoleD en oirceAStaBdas^iao
-erfticat la lijereíade su carao-
4er; pasan súbüamettle de un
miedo cobarde á ana alegría^ca
y lioefiieiosa^ y 4e entregan á la
crápula á vista «de Jos cadalsos
«6rijidos4odavia.
Entonces Criséslemo, evoi*
pliendo dignamente los beberes
de su santo ministerio, desplegó
eontra su 4^ttJpable Icícura la
misma elocuettcia que faabia em*-
pleado eootte su desesperación^
y pronunció las <^lebres bomi-
iias que^elüeo^M^a respetada»
Gesário^ habiendo llegado á la
-capital de Oriente, se ar reja á
JoS'ptes del emperador, jirocura
despertar su jenerosidad» le
pinta la cala^iidad y el arcepea-
timiealo dé los reos, y conmue-
ve su corazón,, pero sin dolite*
garle. El emperador niebla de su
munificencia y su predíteccion
para los antioqiienos, y se quga
MUargamenle de la ingraiítud de
im pueblo, alcualJIabia coima*»
4o de beneficios.
. ;42iLpc]iB]i€iA DB iEOi»eai*^«--fin-
twatbs rse: scetet'el yeneraMt
Ftavteno:s iejoo.^de^ JiAaiiacar 4
los culpadles; eonfiesa^ y ponde-
ra el delÜ0) y- después de dada**
val* que tuereeian Josicartígos
mas neveros aegun le jusifeia
ibomraas añade: irOiésT^é^lU
«trajado per los Itombroscomo
»tú, y les ba abierlo ei reino de
i^los cielos: imitale.Sitfebíére^
«mos á tu clemencia nuestra
«salracion, isí deberás á nuestro
•yePTo una gloria nueva. 6ra*
ládano. te dt¿ ana corona efímo-
yra: puedes con tú virtid raere^
»eer«na que -sea inmortal. Has
«perdido estatuas^ que no habla*
jRbau: erije en nuestros carazo*
»nes monuoien tus eternos que
eili|»iiea;callarán; Cuando los cor-
»tissanaísde<!oriatantino, ofendU
sdexomo tn,Heescítaban á,^e»»
»gar lasinjuffias hechas á sus i*
«mAfenes, respondió: tran^^iU-
wiBM] no m^ afenle Aar ido. Muchas
ndeeus victorias eítán ya olvida^
Mdas^fero les siglos repetirán
reatas palabras Jenerosas; así
»como4ampooo olvidarán las que
iidjjisAe perdonando á uttos rec»
ttSénteaciadas; \Qh, tí puélies»
}ftambien rmudíar /es miurtoil
«Una sola glabra puede darte la
ttconquiata. mas bella, que es ej
•amorde4ttaaóbditQs. HasresiSt
aljdoá^las «ápiicaafde tus osaji^r
fliyMÍMW:á le vM(4«iue je«eraft
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ML BAJO inmiin.
)»les; ríndete á le 4e «ti viejo
Mfae le recuerda con el Evan-
>Jelio en la mano^ que Dios oo
Ble perdonerá 6US ofensas^ de-
Brea krflecsible con fas tayas.
bEü lagar 41e destruirá Antio-
Bqufa/de^niye el recuerdo de su
Bcrteien, y yo iré k bendecir tu
BncHtíhre enmedio del pueblo
Bque tti piedad habrá salvado.»
1¡eodos¡o no pudo resistir k
los -nobles acentos de la vejez^fdole que implorase en su favor
la virtud y 1a piedad: perdoné,
y «ste triunfo que logró de si
jnsta indignación^ fué celebrado
como la mas ilustre de sus vic-
tonas.
Otra sedición que hubo en Te-
Salónica^ prodvjo las mayores
desgracias: no fué posible cal-
mar la ira del emperador, y so
venganza mancilló para siempre
0U gloria.
Uú carretero insolente y borra-
cho había cometido desórdenes
escandalosos: el gobernador de
la cíndad lo mandé prender: el
pueblo, que favorecía á aquel
hombre^ quiere libertarle, se
subleva, y enfurecido asesina
al Jeneral y á los oficiales que le
defendtaa.£l resentimiento de
Teodosio se manifiesta: en vano
los obispos de la provincia le su-
pttoan-que sea induljente; á na-
die oye: manda convocar en el
drco á tiMlos 4os habitantes'de
TOMO XIT.
185
aqaella ciodad ieagraeliida, con
el preteato pérfido de anos Jue-
gos: y los soldados godos que
servían en él ejército imperial,
I9S rodean y asesinan sin distin-
ción de secso ni edad. ¡Este es an
monarca! El món^ro, espantad*
de su propia crueldad, y ator-
mentado por su conciencia , k
la cudl oyó demasiado tarde, es-
cribió á San Ambroaiá, pidién-
la clemencia divina; y con la es-
peranza Je mitigar la ae veri-
dad del virtuoso obispo, vino á
Médiolano, proenró justiftcarse,
y se presentó, seguido de -an co-
mitiva, á las puertas de laigie-
sia. Elineesortbfe Ambrosia le
-impidió entrar en ella, y recor-
dándole en ^sta circunstancia ét
ejemplo de David: «Has imitado,
•le dijo, á este rey en el crimen:
•Mímítoleenel arrepentimiento.»
Le^mpuso la penitencia púbUcaí
Teodosio se cometió áella, y el
dueño del mundo, despojado de
sus ornamentos, y prosternada
al pie del altar, se humilló anie
Dios á la vista de su pueblo, y
«10 fué admitido en la comunión
délos fieles, si 00 después de o-
cho meses 4e oracioBes y lá-
grimas.
Es de admirar 4a firmeza de
an míBiSlro del Evanjelio^ á
•qaUn ningún peligro aterra
21
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f uando dtbe^ sotteotr la cama
da hi BH>ral oTlraf^iida, y hacer
lamerá las p0fes4adés terreoas
la liHtkia dtvinn; pero muy á
Hiefiitdo ioetrdolet ambieioio^,
interpretando mal este grande
ejemplo» abuaaron después de
la palabra sagrada paraaervir á
su profano orgulk^ y sopretestoi
de Immillar ét loa prrncipes de^
Iwte de Díoa, se esforzaron loa
miserables e& ele?ar el sacer-
docio sobre» et imperio , daiK
íq al mundo et escándalo in-
fame de adMiar á un monarca
en hH.gradas del altar» como ya
Yeremos en el discurso de esta
historia, qoe muchos tonsurados
majdeclrénde eorason. El mi^*»
ma Ambrosio^ tan se?ero en el
eaa» de lo nMlanza de Tesalóni-
ca, no parecía aninuído del mis*
mo espíritta día |uskicia cuando
UD populacho sedreioso^ iostigs-
dopor frailes imibéciles y fénk-
ticos^ quemó una síoagiiga. Teo-
dosto quería castigar á loa incen-
diarios; Ainibrosiose opus^á etta
y consiguió la impunidad de los
culpables Trailes. Tal eselespírr-
k« de secta y. de partido; estravie
¿la misma virtud^ la haceinffec-
sible con el error qiue le daña^ é
indulgente coa ei crimen que le
af ravecha. lai ha sida JeneraU
mente el sacecdocia ea toda el
mundo.
MuRSTB: OB CA RXrB«4TCIS
«jsTiifA. — Poco tiempo» des«*
pues de la derrota de Mácsimo,
y del restablecimiento de Va*
ItíutiaiHno II en el trono» muride
la emperatriz Justina» y per»
dieron loé arríanos su dms fir-
me apoyo. Valeotiniano» por a*
gradecimientoá Teodosio» y por
docilidad á Ambrosio se hizo
ortodocso. Esle joven príncipe
era casto» templado» laborioso,
enemigo de la injusticia; pero
esias bellas cualidades no esta-
ban acompañadas del vigor de
alma; y la debilidad fué tan per-
niciosa como lo hubieran sido*
sus vicios*
UiUaPACIOlC DR ABBOGASTO.—
(392) El enH>eradorde Occiden-
te dejd lomar sobrado poder ei|
lacoKte» sobrada influencia ea
el ejército á un franco» distin-
guida por sus azaSas» pero des-
enfrenado y culpable en su am-
bición. Arbogasto» eleíado al
grodp de Jeneral por Graciano» y
qfjk» contribuyd tan eficazmente»
bajo las órdenes de Teodosio,
á la ruina de Afácsimo« manda-
baentottces las lejiooes de la Ga-
ita. Este^ guerrero^ artificioso»
pérfido» altanero» ávido da po»
der y da riquezas» era estimada
por Valeotiniana como la co^ '
lumna dasa trono^
AJ>usaadu de sa confianza^ f
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DEL ^JO
disponiendo de sos tesoros, sé-
^ttce Jes ^tropas, Oistriboye ito-
•dos los empleos i& los bárbaros
'^ue je soQ adtólos, alffje 9e1
lirtncipe ton varios pretestoi
■é sos mas 'fieles amigos, lo rodea
"de sus ajeóles j satélites-, 7 én
"fio, se qofta la máscara, y reisa
'OQ logar de obedecer.
Bi emperador oo'fué ma» qoe
>iio caulivo coronado, abrid lar-
^e los ojós, ]imi(S al contemplar
ISO riesgo,^ escrilHÓ' en secreto
^ Teodosio qoe lo libertase de
4a prisión de so pelado. Sin em*
iMrgo, el peMgro crece, la hu-
millación se le hace Insopef ta-
bla, y sobrado impaciente para
^esperar el socorro ^que habla
pedido, medita ud acto 4e ?i«
!gor, y coinyromete su aolo*
fidad.
91 CEWiS DB TALEUTINUirO. —
Aodeado de toda su corte, sen-
tado en el trono y confiando
que su eelio dearibária la es-
.pada de Árbegasto, le liace 4re-
Dír á 80 preseneia^ y le «kianda
leer el decreto de*so propia déá*
tUocion.^'^mofie me Ttíu daio
•^ poder, no m$h pmede$ quitar.
Dichas estoa palabras arroja el
*^dicto en el «oelo, y io piso-
tea (1). ¥aleiUiniano -énforodi*
<1) Site »impmrúim 'mM 'éediáUt
iMFsmo. 187
fio saca la espada, y ecomeie al
1>árbaro) pero toa aomerosos «-
Dügos de Arbogaaio le rodean y
desarman al emperador. Pocos
diesdespoes seiialt5 al Infélit
principe eogado en so lecho (2).
Ai'bogasto, qoeriendo aincerar-
setle este crimen, estendió la
Voz de que Valenliniano, en un
ifaipolso de desesperación se ha-
bla muerto á s( mismo, é hizo
conducir so cadáver á Medióla*
no con mocha pompa, ^an Am-
brosio pronunció so pamejfrico,
y consoló á eos hermanas coo
laosperaoza deque la demen-
oía diWna le habría admilidü ' en
ol^ielo, aonqoe no iiabía ^reci-
bido fA /bautismo^
CujEido Bs iroMEaa.no 4uous-
aro. -^ Dueño Arbogasto, por
tnHCion, de todo el Occidente,
esceptoel África, podia dispo-
ner 4él trono-, y no atreviéndo-
te» '4 no queriendoiecuparlo, ya
porque antepusiese el poder
verdadero á un vano esplendor,
7a porque temiese la indigna*
eion de tos romanos, si veian Ja
•corona ioiperial en la cabeza de
on bárbaro , se contentó ^00
tíkell^ e$ in Urrmm abjttio^ dittede» '
(2) "Imperoiori Üormiénit 4ÚUun
fre§€ruiU. iSocr,^ ¿ib. v« cap. '2$^
p. 3a4; Z^s., üb. vf f, tap. 122, p. 739.)
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tm
NliTOlIA
reimir bajo el 'nombre de nn
funtaeme de emperador^ y de*
roró con el título de augusto é
Eiijenio, que hnhín »tdo su se*
rreltf rio^ y oscendido^ por su mé-
rüo y el favor de Arbogasto,
del empleo nHijr subalterno de
)M-ofeso? de retórica, á la alta
dicnidddde moe$tro de lo$ ofi-
ctof . Ere apreciado por su ern--
dicion y elocuencia , y amaéb
por su modeslift y dulzura « No
pudiendo resistir al poder de
Arbogasio^ obedeció Jimieudo^
y aceptó electro con pesar. Los
embajadores que envió á Teo-
dosio para qu^ conñnnasen su
elección^ no Lii^ran>n mas que
I ospiiestus evasivas. El empera-
dor de Oriente estai>a dispuesto
á la venganza^ tanto por el io-'^
teres de su coroqa, como por
el dotor de su esposa Gala, her-
fenana deYalcntiniaDO.
Batalla db aquileya t muer
TEDBARtoGASTO.'--(:]94) RCUOIÓ,
pues^ todas sus fuerzas para pe^-
lear cootra Eujenío^ ó mas bien
contra Arbolaste: antes de co-
menzar la guerra, cediendo á la
superstición que en tos hombrea
no hace mas que cambiar de ob-
Jeto>en defecto de los oráculos
y arúspices, consultó aun monje
de la Tebaida, y la respuesta fa-
vorable de este solitario aumen-
tas tropas, que mandadttt por
Timasio, Promoto y Slilicon, pre-*
sentaban un espectáculo irapo-
neote. Era adnuMble por sa
fuerza y discipline; pero al lais-^
mo tiempo se veiao en elUí ára-
bes, bunos^alános, godos^ y-á sa
frente AlarícO) que aprendía eo-
tonces i>o<jo el mando de Xeodo-
sio el arte que empleó después
para la ruina de Roma. Parecja-
que los rumíanos obceados lleva*,
ban consigo lejkHies de bárbaroa^
para que reconociesen» todas las
partes del imperio que después
habíao de conquistar y destruir*'
Arbogaáto^ informado de loa
preparativos. del emperador de
OrieQte> reunió paro resistirle-
todaalas lejíoaes occidentales^
Eujenioy él hicieron un esfuerw
zo, y fué el último, para resuci*
tar el polHeismo* Entraron eo
Roma, y eongrande satisfai^cion
de los idókitrasy del vulgo, ami*
go siempre de novedades, resta*
blecieroQ por un Instante el
culto de los dioses.
Según Glaudiano, que en stia
descricipnes poétieas cuenta mas^
circunstancias que los btsto-^
riadores de a<|uel tiempo^ Teo^
dosioestendi6 sus líneas y diae«.
minó sus escuadrones para ro^.
dear al enemigo. Arbogasto, si-
guiendo un4ictánA6aopuesto, re*
tó sobremanera la confianza deicoocenürd &as^ fueraas cerca d^
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un fuéo
Aqutlevia para oponer á loa o*
rieatalea una masa que coo ao
ntamo peso los desf^rdeoase. Es-
los^dos sisleoias, sosteoidtM en
lodos tiempos por grandes eoph
lañes» han dado gloria & ruina á
k>s que los han segaido^ á arbit
trio dftia suerte.
Téodoslo atravesó coa so ra-
pidez ordinaria las FlinneniaF..
Arbogasto le dejó que pasase los
A4pes Julios, y se eslenJtese eo
ka llanura» para que divididas sus
fuerzas se dibHitasen. Los dos
ejércitos se encontraron cerca de
jiquíleya. Ki uno estaba anima*
do por el de«eo de vengar á Ya-
lentiniaiio y castigar el crimen:
el olro/ con la esperanza de de-
tender á los culpables y le^timar
lausurpacion porta viciaría.
Dadala señal, Téodoslo mar-
cha, contra el enemigo y encarga
á los godos que ataquen el cam-
pamento'atrinctierado, eoa el fin
de eooseguir la victoria por su
ardienle valor» y al misma tiem^
po disminuir su número en uim
batalla que forzosamente había
de ser sangrienta. Sfas soló- con-
siguió esto último: diez mil go*
dos y su jefe Bbcurio perecieron
en el combate» sin poder atrave-
sar los fosos del campamento.
Rechazado Teodosio se retiró á
ana montaña escarpada; y Euje-
lio» orgulloso por su triunfo^ lo
iifpmio. 189
creyó completo: su guardia^ par-
ticipando del mismo error, se
entrega á la crápula; pero Arbo-
gasto, como hábil capitán, á
quien no podia adormecer aqqel
hmro primero» ocupó con desta.
eamentos numerosos loa desfila*
depos. Teodosio se halló rodeado
y sin víveres: su pérdida parecía
inevitable; pero lo que debia
comp4etacsu ruina, fué su saU
yaríon.
Lo» jefes db ios cuerpos que le»
rodeaban confereneian con sus
oficiales» atienden ásus proposi-
ciones, tratan con é1»d^jan el
partido de los rebeldes y se p»-
san á sus banderas. Teodosio^
reforzado por estos nuevos ausi-
tiares» se arroja de nuevo contra
el enemisto, y le acomete con sus
propias fuerzas; Los elementos»
según Clauítiaoo» conspiraron en
favor de Teodosio» pues ana
tempestad» Venida del Oriente»
levantó contra los galos torbellU
nos de polvo que tos cegaron y
espantaron. Los paganos para de-
fender sus montañas» habían co-
lo(!ado en ellas las estaturas do los
dioses. La superstición fué ío vo*
cada por ambais partes para au-
sillar al valor.
E( emperador» rechazado en
el primer ataqué» respondió á
los que le aconsejaban la retira-
da: «No &e dirá que la cruz de
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190
-BISTOBm
"«Cristp ha 4iQiBo de laslmíjenes
».de Hércules j de Marte.» Hin*
f a la rodil la en presendadel ejéiv
cito: declara qae ve en les nubes
á los apóstoles Sao Juan y Sao
Felipe» cómbaÜeo&oeDSufnvor:
loa soldados oreen y ^propalan
esta supercber{a7tDarcliao á h
pelea con Dueva^conttaoza como
•en otro iiempo -corriaai la vic-
toria^aiados por Gestor y Polux.
Los Jermaoos y galos, «después
de 4106 tenas ¡resistenora» ^oo
desbaratados Y tomadomixaní*
pameQto./DespojadoCoJefíio de
la púrpura^ se pone á los pies
tlelemperadoi^ y procura enter-
Decerío y ^apiadarlo con^H elo-
cuencia*, ^p^ro "los soldados 'que
le veían, interrumpieron ^u dis-
curso >y le colearon ia -cabeza sin
espen^ las órdenes dei príncipe,
Arhogasto, ^vencido y sin *es-
peranza de reunir -sus arepas,
estuvo vagando 4os4ias por las
rpcas, y por úUime se arrojó so-
brela*espada/y inuríd, auDi}ue
bárbaro, como un antiguo «1:0-
mano.
^San Ambrosio, que bebía
creído ^conveniente ceder á (a
usurpación áe Mácslmo , l^i-
timada «por el reconocimiento
de'Teodosio,.|]amás qiiiso, á pe^
sar de laS4niHaacias de Eujenia,
preseiitarseá sn vista. Teodosio
vencedor adopló el «oásejo del
obispo, 7 i rato ron tlemeivcia i
los partidarios de AHbogaifto.
ÁftCAOlO T fiONOMO AUGDMroa«
— VacíBeo dueño ya de todo «el
iovperio, decoró con h purpureé
Sos dos hijos Arcadio y Honorio.
tLa Mstoftia ha conservado lasipa*
lafbras siguientes que dijo á uno
deie1ios:*«Si hubieras nacido en
^eráia,'tu cuna sería un tRuIn
«suflctente para ese)$u)*arte >el
iitrooo; «pero ^i deseas que ilas
«romanos te4engan por digno de
«reinar solire ^ellos, aprende i
H>r^inar sobre 4íiuismo. Un ciu-
^dadeno no4ieae mas objeto que
«su propia felíddüd: la del uiri*
«verso debe ser el 4uyo. Si los
i»vicios4e dominan, no serás mas
«que 'un-eselavo eon diedema.
^Guárdate de las pasiones, 4as
'«cuales «vienen á «^buscar á los
^príncipes, 'Cuando -se dejao solí*
H»oítar por los otros hombres. Si
«•deseas que te miren como imá-
«jen del Altísimo, imita ^u cle-
«mencia.^ígue -siempre la 'Vei
«déla justicie, sin hacer caso de
«la alabanza ó vituperio disH
-«mundo liviano. Sé la ley W-
«viente por4u virtud: tu ejeo^
^plo4eodrá mas fuerza que «tu
«autopidad. Xa -bondad y no^l
«offUllo hace ^dóciles á «los 4*0^
Himanos. Abandona el lujo á loe
«reyes de Asía. £1 esplendor que
«convieae á Jos «cesares es «I de
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l)Bt BkfO lJIKilO«
191
nTm lal^ntot y las virtudes. Si
«•haced la guerra, demuestra M|ue^
i»#]ihes mandar» yteobedeceráo.
»PiirtiMpa del peligro con tas
nitoldados, y no Lé temerá m So»
ubre todo estudia la bisloriá de
«tus predecesores, sus victorias
»y reveses, su gloriaiy su iñfor^^
»tuni6: ellos te ensefiaráo lo><
•que-debes hacer y evitar.»'
MuBRTR DB?TEOiMSiOi — El em^
peradortenia^entooees c|orueu^
sistír á ^oe, r murió en la no*
ch» siguiente; respetado dé^ loa-
bárbiiroa'y llorado'de sus vasa-
llo*. Los ciudadanos alababan su
Justicia, loa guerreros su: valor,
la igilesia eu piedadi Génsuráron*
se^aél merecidanoente- algunos
actos de intolerancia y de-cruel-
Aid; pero sus virtndbs fueron^
may S4if>erioresá sus defectos*.
Adqmrió Justa celebridad^ por
grandes victoriasAy- per leyes
taañ^s:su poder- y gloria, sus sábt«s, y deli^voenel^ milpea
virlcides y su esperiencia^barinn^l del procrpieiocoo brato^ fuerte
esperar un» reinado largoy feliz; j el imperiio^omanoy..qne vio des-
pero su cuerpo, agotado por la^ aparecer con él su grandéc» y
fatiga, sucumbíóá la^ler la úllini* : su gloria. .
cankpaña. SíntomaS'dé hidrope--
sía anunciaron la procsimidad de
su fin».
Segofi la política del tiempo,
dividió el imperio entre sus dos
tiijo^: Honorio tuvo el Occiden-
te> f Arca(^io el Oriente: El em-
perador, queriendo celebrar en
Mediolano los Juegos del circo,
hño un último esfuerzo para a-
Teodosio es un- emperador
violento y débil entregado al
placer de la mesa, según Zózí-
mo (Oi 7 un santo que reina en
el cielo con Jesucristo, segiin
San Ambrosio (2).
(1) Zoi.
(2) Am6r.
versts. p, 122.
tom. f^i termo de di^
im DBIi TOMO DÉOfOBOCUAJiTOv
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V
. 4
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WS. £0S LIBROS^ CAPÍTULOS Y MATBUIA»
CONTENIDOS EN BSTE VOLtMEN.
CONTINUA EL LIBRa DEGIliaTEilGEIMr.
eOfiCLDSlOK DEl CAPTTTTtO PTlIMBRO P^Í^ -^
CA*F'lí. — CoilSTATSTlWo n, a»N5TAlsCln, Ci'ltSTANTK T MA6NBNCI0 —
Arontfciniteiitos ftespues de U muerte de €oiistaiiiinó. — Repaptt»»
niifnto del imperio entre los hijo5 de Conitantino. — Sitio de Ffisi-
Lis por los per?as. — I>i«fii»ioiied (clesiásticas. — Muerte de Cons-
tantino U.' — Ifuevas difleu^iones ecUaiásticas — Invasión de los fran-
cos. — Sesión de nn eoncilio unrversah — Guerra con los persas. —
Batalla de Síuga«a> — Cobardea, y h^iida de Constancio. — Ol'ijtn de
>a palabra paganos, — Usurpación dt Magnencio f muerte de Cons-
tante. — Sitio de fliaibis por Sapor. — Batalla dl\ DH%a y muerte
di» Magnencio 3Í
CAP. lis. — COKSTAKCIO, BMraRÁDOB: GAIO, CiSAR: JVtlA^CO, CésAR. —
Predilección esiúpda de Constancio por el cristianismo. — Tiranía
de Galo y de Conüttncio. — Inva&ion de los all*ni¡Htesi — Perfidia de
Constancio respecto á Gafo. -^Muerte de Galo, — Cuadro de la vida
db Juliano. — Su e^vacion al rango de cesar. —-Conducta dt Cona-
taiicio respecto ó Juliano. — Retrato df JuKano. — Disensiones en- ^
tre Constando y fos obispos.^— Deposición y destierro del papa ti-
berio.— Secta de h)s maredonios ^ue negaban la divinidad del Kspi-
vitu Santo.— -Gobierno de Juliano. — Alafias dir Juliano. — Destfla-
cion de Valcntiniano. — Confederación alemán». — Batalla entre .Pi-
liano y Chnodomario. — Huevas victorias de Juliano— Dffcriciotí
de Piküis por Juliano. — Destrucción de Nicomedía. ^Turbulencia»,
de Or*tnte. -— TTevolucioii de las tropas en (avor de Juiiano.— Ju^
liano fmé el titnh> de angosto. — Conspiración contra éf. — Muert«
de Constancio • • • 50
CAP. IV. — JütiANo, BttPRKADOR.— «Revdncion en el imperio al adve-s^ *
nimiento de Juliano. ^^ Carácter de Juliano. — Sa siatrma relijioso.
-—Popularidad de Juliano*— —Restablecimiento del politeísmo. —
Gobierno de este prtedpe. — * Sa pR&ejirico hecho por él mismo en
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el ¡fysopegon.'^Tenóme^o xoi^^o e» U.ncoiiftlfíiccHMi M leí»-
pío de JeruMlen. -^ — Prinifros trUnifo^doJuBano entii guerra contra
Sapor. — Batilla «le M» rangas. — Muerte de Juliano 94
CAP, V. — Joviano, bmpbrador. — Salustio reusa el imperio. — Elec-
ción de Joviano. — Defección y retirada del ejército desjHies de la
rouerlir d^ Juliano. — Funcaale» de Juliano. — Joviano tolera todoa
loscultot. — Muerte de Joviano 122
CAP. VI.— - VaLIMTINIAIVO, BkPBRADOR BNOCCIDBMTB; VALBNTB, BMPB&A-
Doa BH ortbntb; paocopio, vsürpadorí Graciano, césa&; taÍentiiiia-
MO iit BMPBRAOoa BN oCCiDBKTB. — Retrato de Valentiniano. — Aso-
ciación de Valenteal ioiperio.«-DÍvÍMou de los imperios de Oriente
y Occidente ^ntre Valentiniano f Valente — Usurpación de Proco-
pío. — Cobardía de Valente. — Huida y muerte de Procoplo. —Cruel- ~
dad de Vatentiniano.-^Mueitede A*anasío. — Disensiones eclesiás*
ticas en ÜM^av-'-^VklorUs de Valentiniano contra los bárbaros y sa
espedicion en Jermaaia. — > Rebelión de Firmo en África. -—.Muerte
de Teodoaio. — Esaocionas y muerte de Sapor. — Cuadro de la na-
ción da los godcM.—— Atañas de Hermanrico y de Amalarico. — •
Muerte de Valentiniano. — Valentiniano II es proclamado emperador. 1 ^
CAP. VI!. — Val^i^ts, bn oribntr; <;nACiATio, valentiriano u. bm occi-
obntb; tbobosio, ifÁcsimo, 9sorpai>'»ií. — Ori^roso terremoto. — Inva-
sión de tos biinos. — Retrato de estos salvajes. — Sus triunfos en Chi-
na.-—Devastaciones de los godos y visigodos fu Oriente, t* Invasión
de los jermanus en las Galias. — Estado del Occidente en .tiempo de
Graciano. — Atadas de la reina Mavia.— Proscricion ocasionaba poc
una predicción. — Victoria de lo9 godos sobre los romanos. — Muerte
de Valente. — Sitio de Adrinópulis por tos godos. — Osadía de Do •
minica, viuda de Tálente. — Venganta del conde Julio. — Llegada d^
Graciano á Constantinoi» la. — Vuelta del joven dnqne Teodoaio. —
Sus atadas.— Primeras atañas de Alariro. — Guerra dedaraila á loa
paganos. — Demolición del templo de la Victoria en Roma. —Pre-
dicción en favor de Micsimo. — Su retrato. — So usurpación. -*-
Muerte de Grariano 14^
CAP. Vil!.— £m ogcidb^tb , valbatim'Ano ii , mXcsimo t «ujbnio;
BW oRiiNTS, TBODosio; BN riN , T£0Bo$io SOLO. — Prisci)ianislas
condenados é mu^rt^ por instigación de dos obispos,— Gobierno /
aabio de Teodosio. — Disputas retijiosas. — Rigor de Teodosio. —
• Predilección de la emperalrit Justiua por el arriattismo. -r— Marcha
de Mécsimo contra Val*^Ntiuiano, — Victoria de Teodosio sobre Mác-
simo. — MuVte de Mtcsirao. — Entrada triunfal de Teodosio en Re-
ma.—Discusión entre el senado y Teodosio. — Revolución en Aiitio*
quía contra ^Teodosio. — Temeridad del eremita Macedonio.^'Cbe-
loencia de Teodosio. — Revolución en Tesalónira.-r-Muerte de la
emperalrit Justina. -^Usurpación de Arbogasto y muerte de Valen-
tiniano.— Eujenio es nombrado angu^lA» **^ RaMl'a de Aquileyja y
mnerte de Arbogasto. — Honorio y Arcad io emperadoa*^ —Muerte
. de Teodpsio. , . • . • ^ 172
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TOHO XT.
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VIRG.
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WQtMkmh wmjftcaAiMMmtu
€09 LAS OBRAS DB LO$<CBLBBBBS BSCB1T0BB8
ELtCONDE DE SEGUR, ANQUETIL Y LESAGOB^
M. HILLOT , MüfiOnt , OBAITfiMBBiAirB , 'B0SSI7BT , THIBBS , OUUOT,
WAT, mtmELEl , MKHBT , BOBBBTSOV^^ ITOBUB^ MOllTBSQUIBV^
BOLKUr^ IIAIIAICA, MlftAlTA/aaiJft/TOailSlfO, M AUIABI, mCHABL etC.
coiar usr sneosoRAiBso szooBiinEeoicriixviBB^^
OBRA COIIPILADrA
SAJO «XA DnLfiCCION DB
A. «UtnHIEZ DEL BMBt,
BB YAIUAi 'MkVBMDBt ABlítVICAS T UTlBABI^f
IMI
^1
1848«
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Alodia,»éiik66.c«Mlopri«cÍ|M|. '
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CAPIIULO IX.
▲VAMro:
(Ate 195.) .
WtUidú éá ímtnkk-^UtmmdM dtl. ctUIUbímiio. — StíUroii, nlnlilro en Oc-
cUcBle*— Rafiat^ miaiMro ta Oricalc.— Honorio y Arca¿io cmperadoret..
— llc|MirtÍ9ÍfAlo del imperio* — Maerte de Rufino. — Eulropio, minitiro «ji
Oricalc-~Ile¥Oliicioneii Afric» canttdA por Jildon. — Muerte d^Jüdott. -^
.AlellM f eltvociosde AiaHeo.— -Hatdo de Honorio. -^DerroUdt Alerioo^
— Vttelta de Mówiri^ á Itala^-^AbolíciowdlIot combtUt de lot gle^ie*
doiei»— lovMion de Radaguio ea Italia y batalla de Florencia.— I iiva«iba'
dt loe báfliaroa en el Ocideiite.-^ Muerte de Stilicsoo y »Ít{o«de Roñe por
Alerlooi.-^8Mode1llMMi por Alaeico.-— Muerte de Alarico; •-> Su lepakix»
ea colocodo ta fl fcado de ua viow— eiccoba de Ataúlfo, cuíMo do'Ala/i*
co. — Maertede Goaateatluo jr de tu bi{o Juliano.-* E*UbleciiDÍento de loa
vitigodoaen la Galio Narboneoae y principio de lo moaarquia goda de
CapiiU.— Maerfe de AUulfo. —Muerte d* Sinferieo.— CoaqulMá» di Va-
lia cá Eape8a.^«^Tiia«fo vergontoto de Hoaorloea Roiaa4-— Ce«ioi^dt la
Aquilaaia á loa ▼iaigpdoa.i— ^Bitadt» del impMÍo de Oriente. -7* Reiroloc ion
ea Fríjia. -^ Muerte de San Jnaa Ériadatoao. —-Muerte de Arcadio. —
Muerte de Conataado y de Honorio. — Lijero botqucjo de loa papts deade
Sea Silvestre hatta laciccacio pviaiero.
£sTi
TABO bBL iHPttia.—- Antes da
pMftr á la DMTieioB de la bis*
toria de loatttceiarea de Teodo-
aio/edhemoi ana tijera ojeada
sobre el eaiadd de aquella socie-
dad^ y veaoios el ioDuJo que la*
,<^'-
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'6 ^wUlfnRu,
>iiBroaen laróinfa ctpl im|M«o tertlfH^mn í(ohra4os elementos
'cienos bechos y ciertos priii-
H'ipí4»6,r ,^ ; ^
'Cé nyas grande^ porqne d^:ipiNps
de él D0:^ferán mas que roi-
nas y desgracias. Era ^cesvrio
un lifombrieBspeelal parasuspen*
Sder^rctmoil^ las revétat^iones.
Toüo anunciaba una complela
dera<^encia. 'Ün goinerno arÜi-
'trdi'io que no tenia ligias fijas;
una mezcla de bérberos que ha«
bian ulleraÜd tos anlig«iD3 pria*
cipíos; Otros nnllones de bárba-
ros 'queies{»er«bai| el momento
*de absorverse^el impetío, coiao
iNia presa digna de su rapa-
erR^ cortes faátoosas, llenas
. de euniteos, de ievedli»res tfel
deleite y de la'Wépula, enquerla
para operar uiüa disolución coni-
:p|^i^en«todo^|r veduair I9 sode-
^dfd á> mi$|9d j|B«i ^tmi«t«.
A lasideas jttstAs;fr les cosas só.
iidas« -sucedían una ptAobreria
neda y sutilezas vanas. El tflero
00 podía ser m^S .estápido^ si
bieiies rerdadf oe nunca bi si-
do muy aventajado. Guando 4as
Reirás caen, y 4«s esy íritiM *«ul-
*4ivadgt9 seestravian por torcidos
senderos, U^ ciencia <|ei gobier*
ne debe oscur^Cj^r;}^, y ¿«á pru e-
ba^ esia verda'd está en las le*
yes. peco meditad is y '''aun per-
judiciales que se espidieron.
No es de admirer, 4iee Miilol,
4iie s^igiioresea los vénbderos
principios de la baeien^a^ puesto
que losTomanos nunca babiao te-
intriga*yí»%dirlaoion dominaban I nido sino muí teoría muy imper-
casiiiempre^enmediottela mi- feeta. Pero la ley de €eodosio.
sería pública un lujo insultante^
• pues se veiao en ciertas casas
bastados mil criados adornados
. de brazatetesy collares de oro;
«M -corrupción de costumbres
* qoe^lesde bis petaeios se estén-
dia ha^r^ei^oputacbo-, odios de
relijíon que deéilroian^odavoeii-
cordia entre ios ciudadaMs, y
que tenian buen cuidado de a-
limeotar los sacerdotes; un prin-
cipio de ignorancia qoe apagaba
de dia en dia las luces de la ra*
xon, y el sentimiento de lo
que para reprimir la usara, fijó
el interés ddl diaero á doce por
denlo como en lo anUgno, no
deja de ser noielile en^;4in go-
bierno cris^ano. ^!!i
Voi4^amos nuescra visea á o-
tro lado paM'api^ciar las ^eausas
del tra^m-no del jmperie ^al en-
4r«r7a en las manos de Areadio
ydeJionama.
Por todas <|MiP4es se haMát^ de-
molido los lei^pioa) péridida
sif mpre depleraMd pam Im^-
les. San Martta> obtefio de Tours,
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ié ((iiiM ni héihati tiMko iii«ii •
rion, seffuHéo d« unii cMdritta
é« traites» deáiruyé'tMi lü Cti^
lin^ los siointrios; Iw Millos y
k» irlK>teseoitsaRradosA dejando
con su sanie* imiéiNsiBo mu-.
rbia.Ü«ffías4fiaifeUi». El oMspo
MMKMto eflifirewW ta^deslrue-
HMaéaloaedittribs pagiiBOS en
teiaSirasts dl^ Apaviea, capilat!
d#ta.saf(iiiidivSlria(1). El itm*
plu cuadrangolar de Jáfáter,
prasan la ba sotire sotf euat ro
ti^nte^i|Bliica' columnas da die-
»iléii^|lies de circunferencia; di-
rtao templo resistía y su Inmensa
■Hite* se burlaba del ataque e-
fisaefal, y fué necesario reeu-^
trtrá^ua incendia pare haeeHo
ttUMpv. Mas tarde en CartaigD^
ttaoeerlsUanea menos fanáticos.
saKaoon ellemplo celeste; cook-
thrtfi&odolo*en!Í||lesÍa, co^ó-des-
^Ma BonifacioHI.salvdelIhM»-
tees en Roma.
* El derribo del templo de Sera-
*pift en A-tejandria ha llegado á ser
célebre. Este templo^ en donde
ae depositaba el Nilometro» es-^
ttba construido sobre un cerro
éftificial. Subfasé á él por efen
(1) StydeM ou éitiowt hUiori'
qms 4ttr ta ehuié de P* ttmpirt romain,
ta tmismmt gt tes prHf^* ^ Chri$^
tíamétme €i t imwa§mn d€$ bar^^
MKRIO. i
gradase UM mnllhndde bóvedas
HomiÉaitas^eoéi ftnyaras fosos*
tentlAc teMiieo-él nniahos pa»
tíos ci»aéreéiia.rodeado» de be-
bitaclonea destinadas ít H bU
blioteca, al'eolejio de los alum-
nos, á los sim^teutes y á los cus-
Ifidios del edlItefOi Cuatro tra-
mos de galerflia con pórtirm j
estatuas, ofrecían largos paseos*
Ricas co4iimnas adornaban el
templo fm»pÍHmente dicho, que
tiMlo éreri^ife mármol y sus pa-
redes estaban revestidas non
tres lániíivag, de cobre» de plata
y de oro. Lar estatua colosal de
SérapiSi, cubierlsi la cabeza con
la misteriosa .medida, tocaba con
su» brazos á las paredes de la
capilla» y ea^ierto día un rayo
de- sol venia á caer sobre los
rabiosdelDk>s(iX
Loa paganos no^ consintieron
lácttmente en abandonar un e-*
diAcii> semejante: én éi sostu-
iderbii^ttii verdsdefa sitio» ant*
madoa á la deCensa por el filó-
sofo OHmpk^ hombre de una
admirable belleza y de una elo-
cuencia divtua. f&taba Ueoo de
JDíos^ como dice SuJdea, y lenia
algo de profeta ( J). Dos grama-
(2) Ruf^ i ti), xxiL, p. 192 S»Hr.
p. 276, lib. t|i, eap. 2U; Espoailto íott'us
mundi, Geogr, mtnor, ionu Jif, p, 8.
(S) Oljmpus tíUiem adeá plenuM
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8
ticos^ flUbdía j AnnMrio, |Mir
leafeitn i loi órdeoes: el prirae-*
«o^babia sido pealíffoe deJápi-
íer, y eliegi|ttidodeiibaono(li^.
Teófilo, obi^i» de Ulejandrí^,
provi3iocoa loa edMos^e Teo-
dosio y^ifefHo^im M frefeele
de Eji^le» ekaMÓ <a ^cioríi.
tiékdie ae Haeojeaba de haber
«ueria ttueyeoiiaUaMS xon ana
«DaQoa. ^íimiiie^ dtee Sozóine ^
<io» hMyéd^V^osde haber oide
una voa( que caouba '^Muim
comedie de ia eeebe y eo «1
eiléQóio4elleoiplo/ El -edificie
tué sfáqueado j demotide. Ore-
sío, á |>eaAr de su apoatóUoo ze*
Ux, diceescaodalizado, fue tode
f ué ai-reba!tad<)L»y que iliasla lea
armarios quedaroo sia Ubrosv
devastecious que^reicuerdao a-
quellüshooibreay aquellos Uem-.
pos (SiQ. Im >esti|aa de ^rapis,
fué berida ea la mejilla n 4»or el
bacba de un soldad(v destroiza-
da f quemada troco 4 trozo en
las ealles y^B el Anfiteatro.
Los dem^s monuiDenio^ paga-
nos de Alejaadría fuecoo derrí-
¡ . ^
erai DeouL^ éte, SktidaSf in 99ee O^
lypos.
(^l,) JíeÜmdiut gusdem ihHs^ Am^
moniuá verá simia esse di€eifa$w*'
(2) Nos'viáinuu ar marta tíbro*
(Utn, ^uám* ^átr^is, extnunita ea d
nofíiris fiominibaSf noslris temporil
éué memorant. {Oro9. ¡ib. tj, cii^. i S.)
badea igidmeaile, y tes estilaea
de liroMe se fuadíerea. Teodo«
«io babia maodatfo que el valor ae
distrlboyeae eo iimesoas} yero
el oMspo Teófilo y los suyos se
iepoderiffOft de las riquezas (3%
Destruyóse eo OQ todo el tem*
jplo^ Cá^lépov faoiosi eacueie
de lelras sacerdotaies^o doadq
se veieu» ídolo 8iabé4i«e cuya
cábese descansaba sobre lasro-
diltes. ^oeo astea, Auiemno ei
filosofe habla leosefiado ^o^ ét
€00 aceptacieii 4a teorjia y pre-
d^cbo 4a caída del pagavisme.
4L<os frailes ocuparoo ^n Cáoope
-el sitie de los dieses y de los sa^. .
cerdc^tea ejipcies.
Aatfereció ea lea confines de^
M Persie, qn tenplo iomease
que senria de fortificación i un«
ciudad» «Habíéudese hecho Sé'*
ari^ cristiano^ dice San Jeró^
anime, ol dios Mermas lloró en-
ecerrado en su templo en Gaza^
»y temblaba esperando/que le
•li'ueseP'á^ecbar al suelo.»
•La saogre cristiana que ^er*
lieroo Jes manc^ fiolsóflcas de
Heladio» fué espiada liárbara*
mente algunos años después <oai
la de flipecia (4). Era esUtija
(3) Eunap.^ pag, ^3. JÍntUérptm'
t568.
(4) I a reina del femplaiéa SérapK
eiHlcl aHa 391 , f h moerlc ^ Hi|eds
del 415.
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* DVL BAJO
de TbMO «1 jeómetf o, y de un
jeoioeoperiorásQ padre, naci-
da, criada y educada en Alejan-
dría. Sabia en astronomía hmis
de lo que se acostumbra en su
secso^ frecuentaba las escuelas
y ense&aba ella nisme la doc-
trina de Aristóteles y de Platón,
por lo cual se la llama «//!/¿se/^.
Los DLajisirados la tributaban
jpnores, y diariamente se veia
a su puerta multitud de jente é
pie y á caballo que se apresura-
ban por verla y oiría. Estaba
casada^ y sin embargo era vírjen;
porque en aquel tiempo suce-
día con frecuencia él ¥ii^r^4i-
bres dos esposos en el lazo con-
yugal^ unidos de sentliuteatds,
gustos desuno y rortuna, pero
sepairados de «uerpo. La admira-
ción queinspiraba Hipacia noes-
cluia un senlimiento mas4ierno:
uno de sus discípulos se moría
de amor por elle, mas ia joven
platónica compadecida de so sj-
luacioD, empleó la música en
8u curación, é bizo entrar la
traaquilidad por medio de la
armonía en el alma que había
períorbado. ^1 obispo Sinesio
babia sido discípulo de Hipacia
en Alejandría. Las rcartas que le
escribió están escritas de este
modo: «Al filósofo. Al filósofo
Hipacia.» En una de sus cartas
{ya entonces era obispo) la lla-
XQHO XX.
niraiao. 9
ma su madre, n- hermana, su
amada. Dícela que su alma es
divina. Felicita á HercuKano
por haberle becho> conocer á a*
quella mujer estraordinaria que
revela los misterios de la verda-
dera fliosofla. Cirilo, obispo de
Alejandría, se comia de envidia
por la gloría y reputocion de
Hipada. El populacho cristia-
no, con UD lector á su frente lla-
mado Pedro (1), se ak*rojó sobre
la hija deTheon, «al entrar un
día en la casa de su padre.
Los piadosos furibundos la con-
dujeron á una igfesfa, la desnu-
daron completamente, la hicie-
ron sisaduras por todo el •cuer-
po, y en seguida en la plaza Gi-
naron quemaron los miembros
de la criatura celestial que vlvia
en la sociedad de los astros á
qiM6oes4guaiaba eo belleza, y
de los cuales habla sentido las
auis sublimes iufluencias (3).
Hombres de guerra y hombres
.^f) Quorum dux €t^ Petnu qui-
éam lector. (Soerai, kist, e^el* lib* vu,
'Cap. 15.)
(2/ EamgueéseM detr/tetamad
€cciesiam quoe CctMoreum cognominoT
iuCf rapiunt: et vesitbus eoMiam iesif^
¿nUr^merurU, Cúmque membratim eafm
d£sc0rpsUseht, memora in locum quem
Ginaronan vocartt tornporttíta íncerf
tíioc0nsmmpjn!ntnH$9cní^ bíK.ecct
ifb.'m, capots.)
2
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10
ntroMA
¿e estado, senadores y ministros,
sacerdotes cristianos y sacerdo-
tes paganos/ ti tstoriadores, ora-
dores, panejirfsUs, filósofos y
poetas acodian al ataque ó á la
defensa de los antigaos ó moder-
nos altares. Los templos se tinn-
dian á la voz y por mMO de tos
frailes y de los obispos.
«Esta es la conducta délos
«cristianos^ dtce el anciano Liba-
»nio á Teodosio: protestan que
nno hacen la gtterra $ino á lo$
lítemploB ; pero esta guerra es
«provecho para estos opresores;
aporque arrebatan á tos desgra-
«cíados los fruto» de la tierra, y
»se marchan con los despojos,
«como si los hubiesen conquista-
»do y no robado. No siéndoles
vesto bastante, atacan también
»las posesiones particulares, por-
vque se{(un espresíon de estos
«salteadores, oqfMllm están ean^
vsagrádm i he dioses. Con este
«pretesto, un gran número de I
«propietarios se ven privados de I
»los1)ienes que tenían desusan-
«tepasados, mientras quesusdes«
vpoliadores,. que á darles oídos,
«ofiran á la divinidcHi eon sus ajiru-
wnos, se ceban á costa de las víc-
vtimas. Cuando alguno va á que-
•jarse al pastor (nombre que se
«afecta dar á un hombre que en
«verdad no tiene la mansedum-
«bre porBorte)lo arro|a de so
npreseneia, debiéndose dar por
«contento de no haber sufrido
«a Ignn castigo.»
•En materia de relijion de*
«Jadío todo á la persuasión, y
«nada á la fuerza. ¿No tienen los
«cristianos una ley concebida
«en estos téminos? Practicad Us
nmansedwñbre y la dulzura-, pro--
iteurad obtenerlo iodo median*
nte ella\ no empléetela violencia.^
M¿Por qué pues os M^rojais sobre
«nuestros templos con tanto fu-
«ror? ¿ por qué así quebrantáis
«vuestras leyes?»
Esta cita, demasiado instrae-
tiva, diceChateajubriand, ofk*ece
un cuadro casi completo del sin-
glo IV: uso é influencia de los
templos en los campóse fin de
estos templos; principio de la
propiedad del dero cristimo^
por la confiscación y rapiña de"^
la propiedad del clero pagano;
codicia y fanatismo de los ntie*
vos convertidos, que desnatura»
I lizando las leyes^ se permitían
depredaciones y cometian tur*
buleneias en el interior de las
familias.
Los frailes fueron los prime-
ros demoledores de los ilemplosi
y por esto les prodigaban igual*
mente elojíQS y ultrajes.
San luán CrisóstomOr con mo-
tivo de la sedición da Antloqnía,
compara la coadaetade los ft*
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JKEL BAIO
lósofos y de los frailes. i¿%ín
»dÓDde están, esclama, esos
«que lleven báculos, capas y
•barbas largas, esosiofames cíiii-
»cos inferiores á los perros sus
•modelos? Han abandonado la
•desgracia y se ban ido á oc«U
•tar á las cavernas.»
«¿Cuáles son los destructores
•de nuestros templos? dice á su
•vez Libanio. Son hoMbres ves-
•tidos con ropajes negros, que
lícomen mas que elefantes, que
•piden vino al pueblo en vez de
•cánticos, y ocultan su prosti-
•tucion bajo la palidez artificial
•de su rostro (!).•
«Hay una ralea miserable
•llamada frailes, dice^gualmen-
•te Eanapio: esloá, frailes, bom-
•bres en la forma, cerdos en
^ ávida, bacen y se permiten co-
rsas abominables c«.. Todo el
•que lleva un ropaje negro y
•presenta al púbUce^^na figura
•sucia y asquerosa, tiene dere-
•cbo para ejercer una autoridad
•tiránica (^).ii
«En la alta mar, dice el poeta
•RutiÜQ^ se eleva lavisla de Ca-
•praria, manchada por hombres
•que huyen de la luz. Ellos
•mismos se ban Itomado fraila
(1) Liban, pro iemplis.
(2) Bunop. in viia AEduii^p. 84*
Jü^uerpia: 1S6S.
ntPEam. 11
{monacoi monjes que para nos-
otros es lo mismo que frai-
les)^ porque aspiran á vivir sin
•testigos. Temen los favores de
•la fortuna porque no tendrían
•valor para arrostrar sus. desde-
•nes; y se hacen desgraciados
•por temor de serlo* Rabia es«
•tupida de un cerebro eslravia--
•dOj espantarse del mal y' no
•poder sufrir el bien! su suerte
•es encerrar sus tristezas en una
•estrecha celdilla y criar un
•humor negro y atrabiliario.»
Los paganos se raantenian en •
actitud ostíl tributando despre-
do por desprecio, é insultando
el culto de ios mártires. «En
•vez de hacerlo á los, dioses del
•pensamiento^ los monjes obli-
«gan á los hombres á «dorar es«
•elavos dé le peor especie-, re-
•cojen y salan los huesos y las
•cabezas de los malechores con-
•denados á muerte por sus cri-
•menes-, los llevan de una parte
•á otra, los enseñan como di-
•vinidades, se arrodillan delan-
•te de estas reliquias, se pros*
•ternanante sus sepulcros cu-
•biertos de polvo. Serán llama-
»dos mártires, ministros ínter*
•cesores 4M>n el cielo, los que en
•otro tiempo esclavos infieles
•han sido azotados y apaleados,
•y llevan en sus cuerpos la mar-
vea jubta de la. infamia: ved a-
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ti
■I&1M1A
»quí los nuevos dioses de la tte-
»rra(l)é»
Ebmedio dé estos animados
combatientes, ciertos hombres
mas justbs y moderados de en-
iraml>os partidos , conocian lo
que babia de VHaperable entre
los discípulos de las dos reli-
jiones. Amiano Marcelino, ha-
blando del papa Dámaso, ob-
serva que los cristianos tenían
bastantes razones para dispu-
tarse, aun á mano armada, la
silla episcopal de Roma: «Los
^candidatos» dice, que lle^u á
«preferirse, se enriquecen con
ulos regalos de las mujeres; son
«llevadosen carfuajes y vesti-
idos coa trajes magnfficos; la
«suntuosidad de sus festines áu*
«peraáia de las mesas de los
«emperadores. Estos obispta de
«Roma que así ostentan sus vi-
«cios, serian mas reverenciados
«si se pareciesen á los obispos
«de provincia, sobrios, senci-
«llos, modestos, y que con sus
«ojos bajos se atraen la estima-
»eioo y el respeto de los verda<-
«deros adoradores del eterno
«Dios.»
«Hacadme obispo de Roma,
«deeia el prefecto Pretexto á Dá-
«maso^ y me baga cristiano (2)^»
(1) Bknap,y in ^Uá Mies.
(2) Fautt me Bomanee mrbis «-
San Jerónimo, machas veces
razonable á fuerza de hablar
con pasión, escribe losiguiente:
«Mirad si es una vergüenza
«grande para nosotros: los sa*
«cerdotes de los falsos dioses,
«los bateleros, las personas ums
»infameá pueden ser tegatarias;
«únicamente los sacerdotes y
«los monjes na pueden serlo;
«un« ley lo proibe, ley que no
«está hecha por emperadores e-
»nemigos de la relijion, sino por
«príncipes cristianos. No nM
«quejo yo de que ley semejante
«se baya espedido, sino de que
«la hayamos merecido nosotros:
«fué inspirada por una sabiapre*
«Vision, pero noea bastante con«^
«tra la avaricia, pues á menu«
«do se burlando ella por fra»-
«dulentos fideicomisos.».
El mismo padre dice en otra
parter «Hay hombres que solicf»
»ta»n ardientemente el sacerdocio
«ó el diaconado > para ver k
«las mujeres mas libremente*
«Todo su cuidado entonce» esli
«en sus hábitos, en estar calza-
«dos con limpieza, y en ir per»
«fumados. Ensortijan sus cabe-
«llos con el hierro, los ani-
«líos brillan en sos dedosr aff-
«dan ét puntillas^ yoMis bien
ptteopum, €# «r» proiíuee chriUiatiue
iUienm.UHp.X^l.)
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ML VAIO
»106 toíaarfaii por doncellitas
Mpalcrasquepor ctérigos.Los hay
-ncoya úoica ifcopacioD consiste
«en saber los nombres y babtta-
Ilíones áe las mujeres notables
ny de conocer sos toclinacionesi
»desertbíré á nno que es maes-
«tro en el oficio; Levimtase con
«el sol y ya tiene preparodti el
•óréea de sus visHas; busca tos
i»camlno6 mas cortos, y este vie-
«jo importuno entra casi hasta
«toftcuartos^ donde ellas duer-
amen. Si ve una ahnoade, «na
«servilleta ó cualifiMer otra cosa
»de su agrado, la alaba, la admi-
»ra, la palparse lamente de no
vtener una igual^ y en vez de
«pedirla se la lleva (1).»
Gregorio Nactaneeno habla
de los^ carrea dorados, de los
buenos caballos y de ta comitiva
oomerosa de los pref ados; y re*
presenta á la mult¡tu\l apartán-
dose de ellos com(> ante las bes-
tias reroces (2).
Tal erd, pues, el estado del
aacerdoeio y del imperio: la i-
glesíe tttfluiade una matara vi-
eible en lu» negocios,, y clara es
que todo debía resentirse de la
ambkion y la codicia délos sec-
tarios.
(t) fieurXi líisU eeeits,' tonu /íT,
Ub* xvni.
. (2) Qreg. Naz.^ orat. 32.
El pagan ¡SIIV9 fís^i tepnllarsé
en las catacumbas de-donde bv*
bia salido el critltiMismo: aun
se encuefitran hoy entre las ca«
pillas y los sepulcros der tos pri^
meros eristianos, los santuarios
y simulacros de los últiuM»» idi^
látras (3). No solamente se-coo^
Servaron en secreto los reatos
de la relfjion griega, sino que
don^tnó piucamente á alguna,
parte del nuevo culto: San Boni-
fació, en el siglo VIH, se quejA
de ello á la corte romana (4).
Influencia dbi cristunis-
Ho. — Ya estamos viendo undi-
de la antigua reUjíon, y entro«
Dkadoel crisüanísuio. Hallan*
dosela historia de la iglesia uni-
da ala del imperio au» desde el
•tiempo de Constantino, observe-
mos aquí ka ioQueneiaqueba po-
dido ejercer eicristianisuM).
Acaso esta no ba sido tanta
como jeneralmente se cree, di-
ce Gamus (o); las costumbres
(3) D\j4gintouri ^ monununi dm
mojrea d^e a Rome»
(4) Bonif^ epist, ap. SOrran^ el
D. ütart. Thet. Anecd.
(5) Compendio eltmcutal <3e H¡»^
toria Uoiver.«al, por D. Alfredo Adol-
fo Canias, profesor de la UuiverMdad
y Atfueo de Madridí 2 vol. 8.<> EsU
obiita es tumainf nie recomeodable poir
I la erudición que contiene» y por estar
eicriu cao critíct y 61otofia.
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bao iMjerado peee; «fli «s que
DO se ven aora meóos hombres
. viciosos y corrompidos que an-
tes del cristianismo^ pues aquor
lia pureza de costumbres de los
. primeros cristianos solo eesistíd
el tiempo que ^^raron las per-
aeeticiones. Entretanto la reli-
jion cristiana fu^ la primera ea
proclamar la fraternidad de to-
dos los hombres^ y en predicar
la unión y ia paz*, doctrinas in-
xomparablemente; mas piirasque
las de los antiguos cultos; pero
por desgracia no bastan las doc-
trinas para domar las pasiones,
la^ cuales triunfaron con fre-
cuencia de todas la^ leceiones
de la mas sana moral.
£1 bien que ba producido el
cristianismo^ y que no puede
pouerse en duda, es babor des-
terrado aquellos bábitos feroces
que el paganismo babia creado
ó tolerado; aquellos combates de
gladiadores, cuya barbarie sía
embargo ya babia principiado á
eenocer la razón bumana: en
este sentido es innegable que!
suavizó las costumbres. Pero no
aabemospor qué fatalidad el fa-
natismo relijioso vino á dismi-
nuir tan. gran bien. £1 cristia-
nismo, en los tiempos de jgno-
Mncia,fué para los hombres que
-creyeron que defendían la cau-
M divina, el pretesto infama y
el motivo de atroeídadas, tm
grandes como las que babian
becho desaparecer. Esto consis-
ie en que $in ilustración la ra/i-
Jion se ténvierte en intoUraníe,
no por defecto suyo, sino á con*
secuencia de las pasiones hu-
oAanas: así fué que todo conquis-
tador cristiano quiso imponer
por la fuerza su creencia á los
pueblos conquistados: de esto
será un testimonio Garlomagno
entre los sajones; -^y nosotros los
españoles en las dos Arméricas
plantamos la cruz sobre rios de
sangre como veremos á su tiem-
po. Esto no se hubiera hecho
ciertamente si las luces hubieran
dirijido mejor el espíritu de la
Céque se imponía á los ven-
eidos«
i^ influencia política del cris-
tianismo, continúa el citado Ga-
mas, ha producido ventajas y
perjuicios. Manifestando mas
directamente á los soberanos
un poder que castiga y recom*
pensa, la relijioo de Jesucristo
ha hecho que algunos de ellos,
aunque muy pocos, no se sepa-
ren de la senda de lajusücia:
proclamando la -igualdad delan-
te de Dios, ba dado á conocer i
los^eliores'del nuindo que sus
subditos eran hermaiu)S suyos,
y que la beoeñcencia ^ra mas
bien un deber que una virtud.
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liBL BAIO
Coo todo 680^ lo qoe indicaría
qo6 la influencia polflica deli
crifllíanismo no ba sido tan po-
derosa como algunos han pensa-
do, es qne lejos do modificar el.
carácter de los pueblos, ba re-%
cibido él mismo modificaciones
según el dírcrente Jenio de las
naciones. Entre los griegos» na*
turalmente habladores, enjen-
dró mil dbpulas que se hicterun
importantes á espensas de la
moral, y cuyo eTecto fué debi-
litar el resorte del carácter na-
cjonal. Entre los paganos la
multitud de divinidades y la fal-
ta de uuid»d hacia que la reli-
jion dependiese mas bien de la
potestad civil^ — y aora ecsiste un
poder independiente enniedto
del estado, objeto de disensio-
nes que Jamás debieran salir del
seno de la iglesia, y que se han
hecho los negocios mas impor-
tantes del imperio. Así pues, el
efecto directo Ua sido dar pá-
bulo á la propensión natural de
los griegos. En los pueblos de
Occidente fueron mas crueles
estas disputas, como liemos vis-
to, viniendo á las armas los
sectarios de los diferentes ri-
tos ^ é identificándose como
entre los griegos con el carác*
ler nacional, recibió alli la re-
lijion un ^rácter nuevo, y te-
mió el ardor guerrero de los
nPBaio. 15 .
pueblos que la hablan adoptado.
Durante la edad media^ y bas-
ta que los hombres por medio
de la civilización llogaroo á sa-
ber distinguir los derechos lla-
mados de Dioí y los que perte-
necían á los gobiernos, vamos
á ver á le potestad eclesiástica
y civil en continuo choque. Los
derechos de la soberanía tem-
poral no estaban determinados;
y si los reyes por so parte opa*
nian el imperio de la fuerza, los '
tonsurado» preparaban fulmi-
nantes anatemas, aspirando á la
dominación universal, fundada
sóbrela ignorancia, al fanatiá*-
mo y las supersticiones de loa
Heles. I¿l resultado de estas lu-
chas continuas será como vere-
I mos, el ilustrarse los partidos,
y producir la unión de los reyes
y do los sacerdotes, resultando
el pacto infame que se conoce
con las palabras del altar y el
trono, y apoyándose mutuamen-
te para formar como un haz de-
fendido por la fuerza física y
por las santas mentiras que no
son del dogma. Por eso, cuando
se apoderó de ios hombros el
espíritu de revolución eñ Fran-
cia, los valientes lilósofos del
siglo Xy I II atacaron desde lue-
go las' supersticiones relijiosas,
seguros de arrancar á la potestad
civil su mas firme apoyo.
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16
Volviendo ompero á la in-
fluoMia folitrca del i:ristiams-
mo, aoB^^ianias iasopínioDes qcre
bafaaUdo sobre eíte puiHo, que
es dificil eDumerarlas csacta*
meDie: iian preieodiik) unostiue
si seecsomtMiD «iKesivamenie
las leyes y los deberes ^recípro-
€0S de los bonbres, nada abso-
lutamente se enouentra que sea
debido al cristianismo^ otros es-
elusivos también» han atribuido
ó su influencia todos los cambios
4|uese han verificado desde su
estableetmienCo. Nosotras cree-»
mos qtie es-pesíUe y quizá bms
436aGto tomar u<i justo medio
entre los dos estremos. Indu-
dablemente el cristianismo so
ba cambiado las leyes^ porque
después de la ruina del imperio
romano y del eslablecrmiento
mismo -de los bárbaros, -vamos
é ver fundirse a^quellas leyes con
ks >de Jos pueblos del Norte
.formando nuestro derecfao ac*
tual. El cristianismo no ha des*
iruido la esclavitud, por ejem*'
pio,..p«ies que por ^un criminal
abuso los pueblos cristianos ban
establecido el ignominioso ira*
iado de negroi'j pero tamUen
vemos al cristianismo dando el
primer impulso á 4a clvtiizacion
moderna. La igBOFaock de los
verdaderos principios del cris-
4iani8mo^a sido y. será todavía
BfSTOttIA
por bacante tiempo la cansa de
los abusos escandalosos nunca
baslantemente deplorados. 'Las
doctrinas verdaderas de esta re*
iijicMi, fundiéndose con noestras
columbres, y marchando con
nuestra cirvjlt^aciott y nuestras
Uices, pueden conmover los e**
rrores que el egoísmo y otros de«
seos mal dirijidos concurren á
sostener; y si han tr-ascurrido
dteziocfao siglos sin que hayan
caido por tierra, es porque la in*
fluencia de la relijten cristiana
ha sido lenta.
Cuando les hijos de Teodosio
subieron al trono de su padre» -
el imperio romano, restablecido
por aquel gran príncipe, no ha-^
bia perdido ninguna desús pose*
sioues. Sus límites eran los mis-
mos que en tiempo de Constan-
tino, «acepto algunas plazas ce*
didas á los persas. Este coloso
imponente por^u grandeza, bri^
liante por su opulencia, vivhi
de su antigua fama, y los reyes y
pueblos bárbaros que hablan de
destruirle bien pronto, coateni*
dos por las victorias 4e Teodo*
sio, parcelan {lumillarse ante la
majestad romana y aun ^x)ntri*
buian á aumentar instantánea*
mente su^^splendor, bajando sus
frenles bolicosas ante el trono
imperial» y solicitando el ain^
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Dn BAJO
gulAT onor de añodhr á $hñ tita*
loa de reyet» los de eóosal, pt-
tsido, firefeeU y jeneral ro-
mano.
Pero se oecesUaba o» brazo
muy Tuerte par^ servirse de au-
siliareslao peligrosos. El esplen-
dor del estado era ilusorio: la
corrupción da las costumbir^s
habia mioado su fuerza: solo las
bárbaros ie defendiao contra los
bárbaro^ y le dominaban antes
da conquistarle.
Roma^ sin virtud^ valor ni es-
píritu público, no era mas que
una sombra majestuoso. £1 pue-
blo constaba de una multitud de
estraojeros, de pobres, de escla-
Tes 7 de Ubentos. Les grandes^
fue poco á poco haUitii acumu-
lado en sus manos codiciosas los
bienes de los ciudadanos y las
riquezas del universo^ huían de
las reales y de los negocios^ y
evitaban igualmente el peso del
trabajo y el de las armas. En-
tregándose cou furor al deleite^
parecía que se apresuraban á
consumir en banquetes^ espec-
táculos y fiestas sus inmensos
tesoros^ destinados á ser éo bre-
ve presa de los bárbaros. La de-
cadencia de los takatos era pro-
porcional ala de laseeslumbres.
Leyendo los escritores de esta é«
poca^ solo hallamos pobreza de
pensamientos, aljDbftnZaa aesa*
Tono XV.
liífMBlO. 17
Jerada9i sarvllidad en tos afec-
tos, f ncbaion en las ai|^rasionas
y tojo Ja imájenes.
Sin embargo, un imperio tan
vasto prodacia aun algados hom-
bres notables por su carácter,
talentos y amorá la patria*, pero
loseartaaaaos, ainiicoay Utíer-
tos lasaepéraban cuídadoBamaú-
te de loa nagaeios. Parecía que
los vicios de la corteja raceia-
ban del cóntajio de la vktad; y
como dice «n atitor da aquel
tiempo, ««enaltaban kambres
»para los destinos, sinédesUnos
spara los hombres.»
El único talento qoa la intri-
ga respetaba todavía, era al mi-
litar, porque con venia «r po-
dar. Y así al imperio', después
de Teodosio, fué gobernado solo
por janerales*, y coínoios bir-
baios eran entonces mn valien-
tes que los roiÉanes^ wremos
que bajo el nombre de les suce-
sores da aquel emperador rei-
naron siempre es tranjeros hasta
laaaida del imperio.
StILICOM HlKlSTlO ESr OCCIDBN*
TE. — ^Teodosio mismo * habia e-
levado á los mas altos añores A
vándalo SUlicon, y le habia da-
do á su sobrina Serena. par aspo-*
sa« Temiendo los .peligros que
amenazaban al débil Honorio,
dijo á StUifOQ «en ans éltioaos
Ínstenlas: «Xa 4ego «ai poder, y
3
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Me saplieo <iae adoptes mfü a«
afectos» Lleva por mi bijo el
«peso del iiDperio: moero sio
»in({iiielady fiado en %l. Meo^
«tras to prcrfeocis dirija á Bono-
»rto y tttTalor-^kososleogay será
«enperador.»
AuD(|Qe era triste est» nece-
sidad^ k>» roiMDOS coDÍesaroD
queStilicoo justificó el nombra*
niento» A pesar de su carácter
violento^ su codicia insaciable y
m ambición, fué gran capitán,
político báhil, gobernador pra*
dente: defendió con Telicidad el
imperio que se le babia confta*
do, contuvo á los facciosos^ ate^
rróá los . intrigantes, venció á
k>s enemigos de Ronia, y dio á
esta ctcidadel último raya de
gloria.
RCFIKCl^ miUSTRO EN ORIEK-
TE. — La historia reprende con
razón otra elección de Teodosio^
y fué la de Rufloo, que- gobernó
el Oriente, bajo Arcadio. Notn-
vo mas^preodas c|ue el artificia
y la osadía.* todos los vicios in-
festaban sn alma,, y no dejabaa
higar en ella á ninguna vtrlud.
'Persiguió el talento, proscribió
el valor,, favoreció el fanatismo,
opriiñíó al pueblo^ (|bríó las
fronteras á k)s bárbaros, bizo
despreciable a Arcadio y abo-
vrecible á Teodosio> y fué lina de
las causea nuis inmediatas^ déla
ruina del imperio. A sus fuñéis
tas sujestiones pueden atribuir*
se sin injusticia algunos actos de
intolerancia y tiranía que man-
charon la gloria del reinado an«
teríor. Declaró por un edicto á
los majistrados reos de los crí-
menes que descuidasen perse«-
guk*, y los bizo crueles bacién-
dolos tímidos. Otro edicto cola-
có en la primer clase de los de-
litos á la idolatría, cuando la
persuasioQ y et ejemplo eran
bastantes bara destruirla. Los
pontífices paganos y las vestales
se vieron despojados de sus bie-
nes, y con estas rapiñas se dota-
ron á las rglesiaa cristianas.
Despreciando las costumbres
antiguasy un» preocupación que
bacia escusable tantos siglos da
gloria^ derribó Teodosio la esta-
tua de la Yictoria, que puesta da
pie sobre el globo del mundo,
vestida con un ropaje Sotante^
y desplegando brillantes alas f
con una corona dé laurel en la
mana, parecía intimar á los ro-
manos el valor, y prometerles el
triunfo^
Un fanatismo nuevo bizo á
Teodosio arrancar del capitolio
las estatuas de Júpiter, Marte»
Hércules y atrós dioses, y atán-
dolas á su carro, arrastrarlas cou
orgullo por las talles de Boma»
triunfando de laa vencidas divt*
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DEL BAJÜ
DiAidet ^t Olimpo, ^mno coan-
do él inecsorable Aquiles habia
triunfado de Éeclor. Simmaco,
defensor del jenUlismo» fué des*
terrado; los patricios temblando
abjuraron la idolatría por temor
del castigo y no por convicción.
Entonces íaé cuando el poeta
Prudencio profanando-«u4alen-
toy alabandoiiQ acto despótico,
se felicitó de ver «á los senado*
•res.lumbrerasdel universo(pW-
wcherriina mundi lumina), á los
]imieffibros de una asamblea de
i>Fabios y Catones, dejar ms
«ropas pootiOcales* abandonar
»conorror la pielde la antigua
«serpiente para ponerse al re<*-
' apaje blanco de la inocencia del
«bautismo, y buoiillar tí orgu-
«lio de los hazas consulares so-
«bre la tumba de los márti-
«resXl).»
A la vos de Jeodosio se cen*a-
ron los templos, se demolió el
eapUolio, se amenazó con la
muerte ¿ los partidarios del an-
tiguo culto: la intolerancia, a-
tentada por la autoridad^ no co-
noció límites: triunfantes ya 4o8
cristianos, cometieron los mis-
mos escesos que bubiau ecbado
(t) AureL PrudentútSf vv- cohmi-
tariSf contra Sfmmackumf prafulum
arhUf Corpus poeimiwm^ 4otm IV^%
p. 7SS^«. 128^161.
B»SB10. 19
enrostro á sus perseguidores^
y ya hemos dicho que San Mari-
tin de Teurs, marchó at Irente
de un tufbion de frailes, des-
traycMe los ídolos, derribando
los templos, arrancando los ár-
boles sagrados j talándolo todo
con su santo merodeo.
Ai destruir las estatuas se
descubrieron los fraudes de los
sacerdotes paganos, que por me-
dió de tubos ocultos transmilian
á las bocas de sus dioses los
mentidos oráculos: este descu-
brimiento hizo perder mucbos
sectarios al paganismo.
Fueron proibidos como crí-
menes de alta iraicion aun a-
quellos sacrificios en que no se
inmolaban víctimas. Los paga*
oosjimieron y cedieron porque
no teniao otro remedio.
Algunos filósofos emprendie*
ron la refutación de las obras dé
San Agustín, pero la intoleran*
cia 00 permitió se publicaseusus
libroS4 lo cual prueba evidente-
mente que se necesitó dé ta
fuerza para propagar el cristia-
nismo, y que no fué la persua*
sion de la doctrina la que con-
'venció éaicaraente.
En fin, la revolución fué total,
y treinta aáos después de Teo-
«dosio«casi no se encontraban i-
dólatras engodo ol empeñe; pe-
ro por mnolio tiempo las con-
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so
mrosiA
tersioQe» faeroB mal MM apa*
renlea que verdaderas; tto graa
número de romanos deplorabaft
la desIruccioD de su aaiigiia re->
Hjioo. «Este trastoriio> dice el
pja citado Eunapioy madó loa
ytemplos eo sepulcros, cubrióla
«tierra do lioiebtas, restableció
«el itiuado del caos y de la no-
•cbe, y á las inaájeoes TCnera-
«das de los dioses^ sustituyó la
9S0perstick)B algucK>s malecho-
iires oscuros, decorados coa ol
»Dornbre de mártires.»
Tales fueron los últHnos o-
eentosde dolor de los idólatras,
que en poco tiempo hubieran
eedido á la raaon sin murmurar,
pero que no podian sobrellevar
la mas Injusta de las Ttolenctas,
cual es la de oprimir al pensa-
miento.
A pesar de esta violación de
las antiguas costumbres y de la
Nbertad de opiniones el nom*
Grecia, Dicla, Asia meaor, Sl^
ria y Ejipto: Honorio á Italia,
África, Espafta, las Gallas f
Britannla. Arcadio, de diexio-
cho aftos de edad, vejetó mas
bien que reinó tn Constantl-
nopla. Era Arcadio pequefio de
eoerpo, mal becfao, feo, negro
y abrutado; tenia los ojos medio
dormidos, como una serpien*
le (1); H juario. era perezoso y
r¿tii(2).
El galo Rufino gobernaba al
Imperio y al emperador de 0«
riente. La matanza de Tésalo*
mea babia manifestado bastan^
te su propensión á la crueldad,
que no tavo freno*, muerto Tea»
dosio. Era amigo pérfido y e-
nemigo inaplacable. Como fuese
contrario á las miras de su am*
bicion el crédito de que gozaban
Taciano, prefecto de Oriente>y
Promolo, comandante jenerí^l
de la infantería^ cayo valor y
bre glorioso de aquel emperador prudencia babta cootribuidomas
,erasobradamente respetado pa- I de una vez á la salvado» del
ta que pudiera dudarse del de-
recho de sus bijos. Los doa se-
nados de Roma y Constan tino-
pía los p.roclamaron augustosv
y el pueblo y las tropas les ju-
raron fidelidad»
BEPáLETlMIEJíTO DEL lULPEftlO.
— Entonces se repartió defl-
Bitivamente el imperio. Area-
dio poseyó á Tracia, Macedooia» ] tap. % Pha.^ u»^ 80w
imperio, suscüó contra el pri-
mero una causa inicua en que
pereció^ y desterró al segundo,
esperando la ocasión, que logró
(1) Phtiost. hísf. eed. tíb, Xt^
cap. 3. Procop.^ dé Bch Peréiulib. /,
cap, %
(2) Pro0op.de Bel. Vand^lA,it
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•Ifim tfeaipo detpods^ de at»»
iiMrle por ^m «misarios tm^im
eomliftte eooira los ba star ñas. .
La TirtiHl de Laciaao, conde
de Orieale, eoBtraetalM co» los
Tietoe del iiiiDistn> ^áe- mi» me»
aera arto pettgroea pera- él,, y
esi le IriBO morir BuSno liere>>
ASIosMeoes Jesús víctimas, y
obturo sus destines. Ctaudiano^
Suidas, Sbhiímo, Jérótrimo* y
Simmaco'le acosa» de a ambición, .
de perQdiav de crueldad y sobre
todo de avaricia. El terror que
eo nombre cansaba e» tod^ el
fanpério, tenia sumiso»- al pue^
blo y á les provincias-, pero sf en
ninguna parte iMbia ánimo paira
resistirle, la intriga procuráis
ba tenebrosamente- minar so
poder.
Para estrechar mas^ la cadena
eo que tenia esclavizado» el dé-
iril Arcadío, solicitó casarle coa
ao tiija. El príncipe habia dedo
ya su consentimiento pora elto^,
pero mientras su orgulloso mi-
Dísiro recorría el Asia para go-
MBT del soi>erano poler que e-
jereia sin rival eoel Oriente; el
eonuco Eotropio, mayordomo
mayor, celebró^en presencia del
Joven Areadio las gradas de Eu*
dosta, famosa por sos dispotas
con San JuanCrisóstomo, élrija
del conde Baotoo, Jeoerel de los
francos ausiüares. Arcedlo ^i»
nivBtiei '21
80 verHiiseeoemoró dé^eHa y
resolviA tornarla por esposai
Ouantlü volvió « R4iílno i Cons*
tantinopla, encontró la*» ciudad
ecopada# tn* los^ preparativos de
las fiesta» nupciales: lól creía que
eran parador bija/, y su^ furor
fbé igual á-^ so sorpresa cuando
vio al emperador coodociendo á
Bndosia al templo^ Este prince*-
sa^ digna de su elevación por so
twrmesura, y mas aun por so
talento * y su ^ firmeza^ sostuvo
liábi^imenie la* peligrosa lucba
((ue empesó- desde aquel mo-
mento enire ella y oo ministro •
lao vengativo eomo poderoso.
' Mientras que estas intrigas de
palacio eran la única ocopacioa
de la juventud de Areadio ; eo
el Orieote ei tutor del joven Ho-
norio, mas digno, de ia confianza
de Teodosio, eoteodleeo empre-
sas mas importantes, y gober-
naba á Roma como un verdade-
ro romano. Stílicon, béroe del
poeta Claudiano, y nacido entre
los bári>uro% escedia la estatura
atribuida á los semidioses. En
su juventud se (Ustíngoió entre
los mas belicosos por su valor y
destreza. Lus votos públicos con-
ürmaron cada grado que obtu-
vo. Conde de los domésticos, co-
mandante j^eneral de Ja cftballe-
via é infantería de Occidente,
Mposo de la princesa Serena,
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«obrioa^ Teodoftio» trn el mtoó
dueño del imperio biijoisl qohi-
bre de HoQorio qcre 4uq iie te-
nia doce afioa;.
Los baslaroas^ «scitadx>s por
Bufiíio» liabian derrolado un
^caerpo de los romanos de Oriea^
te'^ y asesioado á Promolo: SU*
licon-aepuso en campana para
"vengar á au amigO! veació á los
l)árbaros "é hizo en ellos ^rae
'kiiiatatizA. Volviendo desperes sais
armas contra ios }er manos que
se hablan alentado con la muer-*
"te de Teodosio^ los echó* de 'las
-Gaüas y los persiguió mas «Uá
del Rin/ Habiendo libertado al
imperio de sus enemigos, pre-
•«ervó á losciudadanes, por me-
dio de una severa disciplina^ 4e
la licencia militar. Su gioria es-
pitaba la envidia de Ruíino, y
Ips dos orgullosos rivales uo
4ardarou en ser enemigui.
Los peligros á que la discordia
^sponia entrambos imperios^ a-
4erraban el espíritu jeneroso de
^tiiicon; pero no baeiao mella
-en el alma baja de Rufino^ capaz
de sacrificar si4i escrúpulo las
4res cuartas paries del imperio
á los bárbaros^ por tener la cer-
4eza de reinar enlo que queda-
se. £1 mismo eseitó las tribus de
éhuuosy scítas á rabar el Asia pa-
ra aterrar á Arcadio y conservar
^ .poder .que^ tenia en su corte.
Xo§gedo$t¥€flvi«fOD á temar lu
armas, y pasaron el Biaubio pe»
ra atacar «I Oriente. StUioon»
^ocupado entonces en. el repartir
miento de Ips tesoros y ejércitos
de ambos emperadores, marceó
contra los godos, coa el pretesto
de llevar á Arcadio las tropas
orientales ^ue. faabia ,,eii Italia*.
Llegó cerca de Tesaióniea,. y
con 8«s hábiles miovimíen^M
estrechó á los bjtrbarps en una
posieion'desveotajosa, donde era
cierta su ruina. .
"" Rufino temia mas i. fitilicoo
que á los godos; y así logró de
Arcadio una orden para que sus
iropas volviesen á Constantiao»
pía» y proibir é Stilicon gue a^
vanzase con ellas« £ste jeoeral
obedeetó, y volvió á Italia; pero
estada cierto de la adesion de
las lejiones que enviaba al em-
perador de Oriente: ellas ^y el
godo Gainas que las mandabü,
detestaban á Rufino y prome-
4ieron su .mu^rtcá Stilicon^ Tú^
vose muy secreto este, designio,
y en S4I marcea desde Teaalónica
áÜonstüuUnopla ninguna pala-
bra inconsiderada dio ni aim el
ffuenorándicio. A 6u liegada o-
cuitaron el odio con la máscara
de la Usonja; y Rufino, engafia*
do por los omenajes ^ue le tri-
butaban, les prodigó sujS teso-
ros, esperando co»^l ausilio de
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un BAJO
élloi trianfar de Endoala y e^
fonarsa ein|>erador*
BfuiftTBDB mcTPiNO. — Árcadio
era aobradameftle débil para
i|ae se atreviesen á manifestar*
le so peligro; y le sal? aron en*
gttfiánAolo. Gahias solicitó para
sos lejieoes ka onvade qu^ le»
pasase re vistai el oftismo empe-
radorreste principe fué con su
minislro á la llanura donde las
tropas acampaban r sakidó res*
peiuosamenie^ según el uso^ . las
águilas roDMtías^ mientras Bu-
fiDO> que habla tncho ya aeiinar
medallas con so eAjie coronada,
coniea^plaba orgullosamenté los
soldados en que fundaba su .es-
peranza. Pero apenas llega co»
el príncipe enmedio de la línea^
ks do4^las avaosan rápidamen-
te y los rodeaOr Goinas da la se-
ñal, y un soldado se arroja so-
bre el ambicioso minislro y le
hunde la espada en el seno., fta-
fln^ jime y cae muerto á los pies
del emperador. Estiéndesela no-
ticiada su muerte, el populacho,
tan furioso contra los tiranos
muertos como bajo y sumiso á
ellos mientras viven, se apodera
del cadáver y lo destroza y a-
rrastra por Us callesl ponea su
cabeza en la punta de una lapza»
la llevan á GonstanUnopla y la
pasean por las callea: le cortan
la mano derecha y la presentan
iMFBRnr. SS
depu«rta«ii poertayá toa que
pasaban, como pidiendo todavi»
contribuciones. Un guijarro in«-
troducido en la boca del muerta
se la mantenía abierta^ y los la<*
bios parecían pedir la limosna
que Itt iooiaoo esperaba; sátira po^^
pular de vun enerjla espantos»
contra la esaccion y el poder.
Su esposa é hija escaparon dé la
muerte huyendo^ y hallaron a-
siloen mi conv;ento de Jerusa*
lea: sus bienes fueron confisea>-
dos. Este funesto ejemplo aov
mentó el poder de los jeneraies,
disminuyó el xespelo debido á:
los emperadores^ y sometió el
cetro á la espada*
EVTKOPIO, MllllSTBOXliOaiEN-
TE.*T-SI nt proyecto de Stilicon
en derribar al odioso RuAno fué
gobernar entrambos imperios,,
se engañó mucho en su espe*
ranza.. Arcadio, que la lemia^
depositó su confianza en el eu-
nuco^ Eutropío , su camarero
mayor. £1 mismo (jainas se de*
claró contra Stilicon, y lígadoa
los dos fovoritos contri él, pro-
yectaron asesinarle, Un decreto
del senado de Consta ntüiopia le
declaró enemigo púiblko, y con-
fiscó los bienes que poseia en
Oriente. Así se enemistaron los
dos imperios, cuando el |>eligro
hacia mas necesaria la unión, y
desde esta época cada una de las
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M
fBonmtíí
dos cortes ntralm como aKados
sayos á losMrbaros que «aiioa-
béú la otra.
La discordia, de los palacios
resuekó la antigua rivalidad de
los dos pueblos: losgriegoé abo-
rrecían siempre la rusMcidad ro-
mana» 7 los roaaaiies la moUete
}/ refinamieolo. griego. StUicoa,
mas noble que sus émulos, no
<(Uiso esponer» por el interés de
su orgullo» entrambos 'imperios
é las calamidades de In guerim
cívih, 7 aisí abstidonóal débil
Arcadioá susnuevQS Tavoritos.
Por otra parle» unaTebelion te*
mi ble en Arríca ocupaba enton-
ces toda su atención.
Leyantaiiibnto de JILTK) Btf
\AFRiCA. — (397) La iuduljeocia
de Teodosio habia dejada en a*
quel pais vastas posesiones en
poder de JUIdo» bermarto dei
usurpador j tirúroo FHrmu. £ste
ambioioso sevalió de sus dique-
las para suMe^ar á los africa-
nos. Algunas trepas romanas,
faltando á áu debet» Tavorecie-
ron la rebellón. Jildo, (4evado
el poder supremo, se llamaba
libertador dé su patria» y era el
tirano de ella. No bubo dia ain
asesinatoa, ni nocbes sin liviao*
dades que desonraban á las fa-
milias mas ilustres. Las muje-
res mas distinguidas, después
de saciada su lubricidad, eran
entretallas 'poreátemóostrao á
los negros feroces áéi desierto
que compon ian s« goaprdie. Roi*
naba con oste^despoüsoio ^a
baber osado cefiirse te diadema»
y aun pegaba tributo á Ronia;
pero temiendo el rigor do Sti«
licon» imploró le protección de
▲readio» el cual tomó su defe»*
sa oon«el desígoio de reunir «1
África aMnperio de Oriente.
"StlHcon, para oponerse coa
mas fuerza alas pretensiones de
la corte de Bizaneio» creyó no*
cesarlo fortificar sa poder coa
Je majestad de las antiguas lo«
Tes. Hizo; pues» aparecer la
sombra de hi república» tanto
tiempo olvidada» y determinó
ai emperador Honorio á que so*
metiese la causa de ludo á k
sentencio del senado. Juzgóse-
le» pues» según las' formas anti-
guas, y los votos unánimes de
los senadores le declararon e-
nofhigode la Tepdblica. Encar-
góse áStil icón la ejecución ddl
decreto. Solo el senador Simma-
co manifestó ^recelo de que este
guerra»4mpidÍ6ndo la llegada de
los granos de África» produjese
escasez en Boma, 7 diese moti-
vo á un levantamiento; pero la
previsión del ministro impidió
este peligro-: bizo venir de la
Calia grandes remesas de tri^
go, y durante la guerra oel &ó«
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DEL BAJO
dffno fué granero del Tíber.
Jildo, que respetaba lan po-
co la naturaleza como la justicia»
había proscrito á «u hermano
Marcezel, y obligadole á Tcfu-
jiar^eó Mediolaco. Conociendo
Slilicon que no podia nombrar
un jefe mas ardiente para lograr
la venganza pübHca, dio á Mar-
cezel el mando de los -veteranos
gfiflos, de los jovios, de los her-
cúleos, y de dos lejiones llama-
das la aforlunaday la invencible.
Se puede juzgar de la decadencia
de las fuerzas romanas, obser-
vando que lodos estos cuerpos
«scojidos solo componían cíaco
mil hombres. Jildo tenia se-
tenta mil conabíiiientes: orgullo-
so con este núiTícro, se jactaba
de atropellarenlre los pie» de sus
caballos y de sepultar en torbe-
llinos de polvo aquel puñado de
palos y romanos que venían á
atacar alseñordel África. Sinem-
bargo, las coortes romanas, que
eran íu verdadera fuerza, cons-
taban de muy pucos soldados:
los demás eran africanos sin mas
armas que el dardo, b4 mas es-
cudos que suscap^s.
MCERTE iHá JÍLÜO. — (398-)
Marcezel, sin lemeraqueliu mul-
titud indisciplinada, avanza in-
trépidamente con sus cinco nail
valerosos, llega á las filas e-
nemjgas^ y les ofrece el perdón
TOMO XV.
IMPERIO. S5
si se someten. Un portaestan-^
darte africano le amenaza: Mar-
cezel le echa abajo el brazo con
el sable: el estandarte cae: los
demás abanderados de las coortes
romanas que servían en el ejér-
cito del usurpador, viendo des-
de lejos la caída de aquella in-
signia^ creen que es un actddesu-
mision, siguen su ejemplo, n-
rrojan tes armas y proolamaB á
Honorio.
Esta defección esfwrcíC el te-
rror y el desorden entre loa
maurttaBOS, y después de un ii-
jero combate huyeron al de-
tierto. Jildo, sin ejercito ni es-
peranza, se embarcó para bus-
car un afilo en Oriente-, pero a-
rrojado á la costa por los vien-
tos contrarios, y rodeado de las
tropas romanas, se dio la muer-
te para librarse de( suplicio.
El senado de Roma juzgó á
sus cómplices con el escesivo
rigor que acompaña siempre ai
miedo y á la flaqueza. Marcezel,
conquistador del África, y re-
cibido en triunfo en Mediolauo,
escitó la envidia de Stilicon.
Paseándose los dos algún tiempo
después, se asombró el caballo
del principe mauritano y le a^
rrojóenunrío inmediato. Mu-
chos acudieron á socorrerle-, pe-
ro Sülicon, sonriendo, detuvo
coa uua fieüy^l zeÍ9 de ios cor-
4
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86 iwrorot
leéaoof^y Bfartesel péveeidsltt
iocorro^&cre l«s ondas*
• «La ioeertidambre de las eo^
«sas de este sígto és tarfi grande,
nescribia cotonees San Agustin;
»se ven caer tan k meondo i los
»pr(neipts de la tierra, qñe los
»f ne esperan en ellos, en ellos
»eneaentrnnsu ruina.» La for*'
tuna de Stilicon se aumentó por
el casamiento de su hija María
con el joven emperador Hoiio^
río. La musa de Clandlano ce-
lebró en bellos versos esta hi-
meneo*, y auo(}ue no era permi-
tido adorar i los diosas en ios
templos, se dejó á los poetas la
* facattad de cantarlos é incen*
serlos en sus obras. La imajíoa-
eion n(^podia renunciar á las flc*
clones dei politeísmo^ y las fá-
bulas de la Grecia, proscritas
por la relijioD cristiana, fueiH»
salvadas por \at poesf*.
El casamiento de Honorio no
produjo herederos at imperio.
María murió doncella diez años
después de su matrimonio; por***
que Honorio, flaco de alma y de
cuerpo, ni podía ser padre ni
príncipe. En su primer Juven*
tud solicitó ejercitase en las ar-
mas con los de su edad; pero a-
feminándose mas cada dia, se
encerró en su palacio, solo trató
de las niñerías de su casa, Jar-
Stilicon, y tile efp6<4adiir Htét-^'
ferente de la agonía y ruina d*
sa imperio.
Rufino, antes de morif^ para-
dominar á ArcacKótiabia llama*
do los godos en su socorro, se^
giin algunos historiadores. Eu«
tropio, nuevo favorito del em*
perador de Oriente, desconten*
tóá estos bárbaros, negándoiea
los subsidios convenidos, é irrir
tó di Joven Alarico, no conce^
díéndole las dignidades milita^
res que este príncipe creia de«
bidas á sus azsñas, y á los ser*
vicios hechoa miUtando coa
Teodosio.
Retrato mí alarxco. — Ala*
rico ha bia nacido en la isla d*
Peuce en la embocadura del Da-
nubio. Glaudiano llama poética*
mente á este rio el dios patera
nal de Alarico. Este hombre, li-
no de los cinco ó seis iiombrea
milenarios ó Tásticos, no era d»
la familia de los arnaUv^ la pri-
mera de la Dación goda, sino d#
la segunda,la familia de los 6aí««
tm. Su vah>r le babia adquirido
entre sus compatriotas el sobre*
nombre de Salto, que signifie»
el atrevido ó el valiente. Supe*
raba igualmente en Jenio y cien*
cia militar á todos los guerreros
de su pueblo. La envidia misma
cedió á Su superioridad: todo^
diñes y corral, confió el cetro á * los jefes de loa godos le procla»
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ML BAIO
maroQ jeneraí; y este implaca*
l>le eiieiBígo de Roma se valió
para destruirla de la^sperieQ-
cía que bahía adquirido en los
ejércitos áei grao Teodosio,
Líi corte de Orieole, á la cual
acometió primero, solo le opuso
jeiierales incapaces de medirse
con él. Antíoco y Jeroncio ni
«upieroD mantener la disciplina
en las tropas, ni defender la
frontera. Alorkio los venció en
muchos reencuentros^ saqueó la
Tracia y la Ducio, penetró en
Grecia sin ostáculos^y avanzó
hasta las \er tientes del Eta. Pocas
fuerzas huhieraa bastado pura
defender el paso d» las Termopi-
las; pero puede decirse que solo
estaba defendido por la tumba de
Leónidas. Unos pastores ensena-
ron á los persas el sendero de la
aiontaüa; unas ropas negras (lo
cual en el lenguaje de Eunapio,
fiignifican frailes ó monjes), lo
descubrieron á los godos. ¡Qué
prodijioso cambk) en los tiem*
:pos! ¡qué revulucion eiitre los
bombres !
ATebas la protejieron sus mu-
rallas: los recuerdos de esta ciu-
dad venian de £dipt>, pasaítan por
Epaminondas y Alejandro, A-
Jarieo perdonó á Atenas por-
que capituló^ ya esta ciudad e-
ra una universidad mas famosa
por su miel que por su Gloso-
IMPEMO. 27
üa (1). Aceptó un convite y se
bañó en la ciudad de Pericles y
de Aspasia para manifestar que
no le era estraña la civilización.
Pero el Ática fué entregada
alas llamas. No hace muchos
años que semejaba Atenas, co-
mo en el tiempo de los godos, á
la piel sangrienta de una vícti*
ma cuya carne se hubie^ie ofre-
cido en sacrificio (2). Afirmábase
que Minerva habia movido su
lanza y que la sombra de Aqui-
les habia espantado á Atan-
co (3). Los espíritus debilitado*
por la fábula, dice Chateau-
briand, son muy pequeños en
las realidades de los imperios:
la Grecia, conservada y como
embalsamada en sus ficciones,
oponía puerilmente las menti-
ras de lo pasado á las terribles
verdades del presente.
Atarico continuó su marcha
acia el Peloponeso: Ceres pere-
ció en Eleusiscon sus misterios,
y cuyo templo fué el último asi-
lo del paganismo. Muchos filó-
sofos murieron de dolor ó por
la espada de los bárbaros^ entre
otros Protero, Hilario y Prisco,
tan querido de Juliano. Corin-
(1) ^ynes. ep, 135, ad/raiefJh
p. 272.
(2) S/nes. t&id,
.(3j Zoí.,iA».78í. „.^y^.
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»
wtsmtá,
to^. Argot 7 Imparta Tteroo olla*
4a 80 gloria. Entonces qnlzi pe-
refería aqoel Júpiter olíoipito
qne no tenia de inmortal lino
su estátna. Desgraciadaoiente
era, como ya hetnos diclio en o*
tro pars|é> de oro y marfil; si
hubiera sido de mármol, acaso
hubiera quedado esperanza de
hailnrfo entre los oratorrales de
la Elide, á meóos que pulvert*
xadoel pensamiento de Fidias^
oo se bttbiese convertido en la
eel de una chosa 6 de un mina*
rete.
Stilicon>qiienohabi» podido
llegar á tiempopara salra^ á tos
griegos, corre jpera Tenga ríos:
desembarca con on ejército en
las cercanías de Cbrin^; da á
los hm^baros muchos combates
osttnades y sangrientoSi^ y des-
pués de una terrible resisientia,
logra uoa completa victoria.
Obliga fríos godos k relirarseá
una montafie cercena alas fuen*
tes del Peñeor los rodea de a-
Irincberamientos^ tes corta toda
comunicación, y no les deja
mas alternativa que la servidtini-
bre ó la muerte. Pero una gran
confianza en el triunfo hace que
se pierda muchas' veces. SüH-
con cometió la falta de alejarse
momehláoeameole de su ejér«
cito para asistir á las fiestas y
juegos públieoS;, que nunca de-
jaban de celebrarse eif (^ecitv
según la antigua costumbre, mam
enmedio de los mayores desee**
tres.
Durantes» aosencia seaflojd
hr discípliiM en- ta» tropas, y loa
Jefes se entregarotti* la cripute.
Los atrineberanrieotos se guar^
daban coi» negiijeocíe, y enme«
dio de-»ita noche sombría sali6
Alarieode su campo con todo el
ejérvfto; forz<S his líneaede loB
romanos, se refiíjió en les mon«-
taño» de Epiro y sefortificd eo
ellasw
Stilicon quería perseguirle^
pero el rey de los godos, taa
diestro como valiente, aprove-^
cháhdose coi» habilidad de la
desaveoencje que bebfe entre
las dos cortes imperiales/ hizo
la paz coa Árcadio que aceptd*
sus servicios, y le nombró co¿
mandante general de los ejérci*^
tos de la Iliria' oriental. Asi Sti-
licon, aunque vencedbr, se vlA
obligado á retirarse, respetando^
por el nuevo títufo de- Jeneral
de Arcadio, al enemigo y das^
tractor de entrambos imperios..
Sin embargo, en medio de los
cortesanos de Oriente habo un
hombre valeroso, Hamado Sin^
nesio, qoe se atrevió á decir lit
verdad al emperador. Hízolo
presenté que en lugar dé some^
ter U majestad romana al* yú^
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de los bárbaros, un hijo de Teo-
dosio debía arrojar tan feroces
ansUiares, desterrarlas de su
cdrttí, desecharlos de sus campan
mentos, restablecer la anligaa
disciplina, reformar el lujo, dis-
poner levds, llanrar á las armas
á los patrkroSj cabaHeros, agri-
cnUores y comercianlics, y al
frente de este ejercita de ciuda-
danos destruir la «acroo- goda y
salvar ditfnperio. Este discurso
verdaderamente n^mano, fué
\fnuy aplaudidoc mas solóse le
respondió con el decreto que pu-
/blicaba la |»romoc¡on de^ Aliirtco.
• > Primera ESPEwciON de al^ki- {
€0 A ITALIA. — (400) El rey áe los
godos se sirvió de Ij aulurídad
que se te confiaba para dar á
í. tus tropas armas de toda espe-
'-TCie^ Eñ lodos los talleres del O-
Tiéntase ocuparon noche y dia
r.io6 romanos eu forjar yelmos,
escudas, lanzas y espadas para
armar á sus diestruclores.
Mientras la discordia debilita-
be cada diíi el poder roaiano, la
unrofí aumentaba el de las na-
eiones bárbaras. Todo^ suá prín-
cipes, aogando la envidia, se pa-
steron bajo los estandartes de
Alarico, comandanlajeneral del
imperio d^ Oriente, le alzaron
sobre un escudo, y le proclama-
ron rey de- log visigodos'. Este
r príncipe había asolado eu su ÚU
WPERm. 29
tima invasión fas provincfas o-
rientalesde Europa: no podta* ro-
bar las de Asia, cuya defensa te
era ctmíiada per su nueva dignr-
dad: además, Gonstantínopla era
una plaza demasfado fuerte para
que pudiese lomarla. Iodos es-
tos motivos le incitaron? á hacer
teatro de su ambician d Occi-
dente; y para artarsu sed de glo-
ria y de riquezas, determina pa-
sar á Italia y cojer en Koma lo§
ricos despojos, amontonados ea
clí^ en tantossiglos por Irescien-
loslriuofosi Apenas concibió es-
te designio, se puso ea raarcha.
Nadie fué mas atrevido eu los
planes, ni mas rápido eo la eje-
coicion.
La faora aouncia su movr-
mienlo y esparce el terror: a-
traviesa los Alpes: á la noticia
de su procsimidad una parle de
los senadores se retiran á Sicilia-,
otros huyen ai África; Honorio,
educado en la molicie, nunca
habla creído que pudiese llegar
el ries<;o al palacio de Augusto.
El sonido de la trompa le espan-
ta: el temor universal aumenta
el suyo: los romanos dejenera-.
dos que le rodean le aconsejan
la fuga: nadie loma las armas y
elemperador declara que quiere
retirarse á la Galia. SoloSlilicon
se opone á esta cobarde determi-
nación, resuelve defeader a tío-
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90
*citos y Tiotoria, si le reaiéteol «•
* iiesaigo én-la4laiia leteairi0iral.
•Mlempemáof, raimado par él,
iinsafiiá^ameatetooBoios hom-
ÍM^e» débiles^ de un miedo ^ihre^
«Dado'á uoa coofiaoia sin Umi-
lies: morcha al Norte dedtaiia^ 7
-iiostrfilda eo Hedjolano al pie de
4b8 atures inpiora el ainíKo ce-
«iesüol para saWar un reioo que
iu> tiene el >valor üe defender.
Aliebras StHicon corre el Occi-
'dente, reúne soldados de las
guarniciones de H Galio;» Españn
•y BriUnnia, afiadiendo á ellas
4ilgunos cuerpos ausitinres de
Jerm^nós. Lastejidnes romanas
estaban tan disminuidas por las
H^ootiuuas guerras, que para de-
fender la Italia fué prensa dejar
'indefensas Vas provinciaj y des-
>guarnecér las frcMi leras.
Batalla de polengia y hüjda
lyB HONORIO.— ^(4(^) Stilicon ere-
'7Ó queel Adijío^ el Minólo y el
Addá detendrían algún tiempo
6 Ala rico, pero la sequedad en-
gañó su esperanza; los godos a-
-travesaron aquellos rios con fa-
cilidad, y se acercaron á Medio-
paño. Honorio^ demasiado col>ar-
HÍe para sufrir un cerco, buyé,
•atravesó el f ado (Pó^), y quiso
Tefujiarse en la Galía por el ca-
mino de Arelaie *( Arles); pe-
%ro habiéndotele interpuesto un |
4nidrpé>ésjgM«s»'Ti(iltfó titrAflrQr
^eHtnd&mó en^a.iplasaéetftiCi
:(Asll)» >dOMÍe! Bo Xacdtron:. «B
4^ercorle:lBS'bárbar#s» « •
i: Coimoik pérdito Sel i«pmío
y rielónos le :e8páatab« meaos
q«e k del te vida» trataba fm de
captlirlar, cuando llegó StíUoen
«I Crentie de onApartedefuejik'-
eito^ paéó á nado un rié, fonift
ias Irifidieras enemas, y enlró
victorioso en Asta.£ate gran m^
*pitaB babia mandado á olrBS
cuerpos que desembocasen á un
mismo tiempo por todos loa pa^
sos de los Alpes. Ejecutan sua
órdenes, inundan la llanura, la
4iacen resonar con sus gritos y
roáean á los visigodos^ que de
sitiadores se convierten en ai-
irados.
Debrota de ALABtGO.-^odoa
4os jefes bárbaros -aüoosejabao
k retirada y no querían pelear á
causa de la eelebraeioa de k
Pascua: solo Akrico persistió en
su designio de conquistar la I-
•la lia. Aléjase de Asta: Slilicoa
-le persigue y le acomete cerca
de Potencia en los conflnesde la
«Liguria (1). La batalla fué san-
grienta y la victoria disputada.
Los godos penetraron al princi-
pio en la caballerk romana: St4-
(t) Poleacta es lodavU an poebk*
cillo di Piamoikte, junto al TátMrp.
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rat BAm
Ifafon Ift Mfiorrté eoavtf ewrp»
eaeojido: U iDfiíBt«rÍ8>'9oda Ab-
rraUda á su. ▼es buyéá ra esait
pttBtDlo. Lo0)ro«|aiio»t» peisr^
l^eB»tte íolermisioa^ roersM
SIN Uweas, te apoderan de Ms-
ceÉapaiDeotoSv Kbertan grao nú-»
merode prísíonerosyjeaatsifaD á
la mojer j á toa bijoa de Alar ieo/
y reeobraa loa ricot despojos
qa» loa birrbapos heb^SQ robado
en 4rg0B y Gorínto. Esta biíM*
liante Ticloria biza á SliiietM»
eomparableá Mario.
Alarico vencido se retiró at
freotedesd cabaNería; pero le*
jos de desalentarse y buir^ mar-
dió a treTidameote contra Uoma »
cuyas murallas se repararon con
este motivo^ principalmente tas
de Aureüano. El rtj v^iti^odo
esperaba ^ue el terror produci-
do por un movimiento tao osado
te abrirla las puertas de la capi*
tal del muudo: masStilícon> tao
activo como él, se le anticipó, y
esta rapidez desbarató su plan.
Admirado de ta audacia de Ala-
rico después de una derrota, y
de su firmeza eu la des^^racia, se
bailó mas dispuesto á buscar la
amistad de un enemigo, cuyo
valor estimaba, queá consumar
su ruina. Negoció, después, con
él, y le concedió un subsidio á
condición deque evacuase á U
talia*
n
Alarieo i>ro)<eelé: apoderarse
de Yerona en su retirada, con el
objeto de invadii^ifespues la (f%^
lia. Los espías de Stilicon pene-^
traron este desigeio*, y cuando
el rey de los godos sitiaba la
ciudad, se bailó éií! mismo ceref
cado, y tuvo que combatir k .un
mismo tiempo con la guarnición
de Yerona y con el ejército to-
nuioo. Sorprendido, desbecbe^y
derrotada» se salvó haciendopro-
dijíos de valor, y de roca en ro¿
ca salió de Italia con afguoas re^p
liquias de su.ejiárcito.
Loa grandes, el pueblo y el
clero de Italia^ que habían tem»
Mado al nombre de Alarico, co*
brando orgullo después de su
derrota, mostraron la iograli^
tud inseparable de hi cobardía^
colmaron á Honorio de alabanza
y á Stilicon de censura. Acusa*
banie de haber dejado buir á
Alarieo, y prod^ando al pie del
trono la mas baja adulación, in«»
vitaban al fujitivo Honorio á
volver á Roma, para recibir en
ella los onores del triunfo, y ce-
lebrar su sesto consulado, insig-
ne por la ruina de los godos.
YCEiiTA ÜEHOIIOKIOA BOMA V
ABOLICIÓN TUTaL Üfi LOS COMBA-
TES OK LOS GLADIADOBSS. — Po-
eo tiempo después, cediendo el
emperador al voto público^ voh
vio á le capital: por su flaqueza
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32
jia.poiftofanar'élapreeio*, pkn
60 dulzura J mansedumbre le
graojearon^el afecto del pueMo.
Ck)nforváiirde8e á las «ntíguaa
tostumbres asUtIó á los juegos
del circo, y eolooces gozoroo
los romanos por 4a éttinM rez
el 'deteiteimrbe roque les cau«
gabán ios combates de jadiado-
res. Ya el poeta Prudeaeiohabin
-«scrito contra esta diversión tao
t>puesle^ rta carídatf cristíamu
ilo fraile llamado Telémaco, sa-
lido á propósito de la soledad de
<Oriente, babia llegado á Roma
sin otr» autoridad que la de su
eopucfaatpara cumplir to quo tas
leyes'de'<Constantino no babian
podido hacer. Arrójase «< ^ofi-
ieatro: al comenzar los gladia-
dores sus sangrientos espectácu-
los, desciende áki arena, sepa-
ra á los combatientes, y ropreo-
de con violencíaf al pueblo su
«ed de sangre kumana. La mu-
«cbedumbre viendo turbados sus
placeres y frustrada la esperan**
ca de divertirse^ respondealce^
HDobita con clamores de indigna -
oion, seconmueve y anrma, -se
arroja á^l y lo despedaza. Mar*
tir verdadoro de la humanidad,
rescató con su sangre la sangre
derramada en elespectáoulo de
la muerte. Los gladiadores se
dispersan^ la córtese reUfa^fli*;
jida, -el .clero baceojr su voz ar^
menaTatnrv; *f tra^Aaeralo del
empenarior suiprime para siem-
pre «•^oelios Juego? illUHiatM.
HoB^o BOfKidia olvidtf loe
peligros quB bebii eorrMo mt- it
losuhria; y creyéndose aus pe*
co seguro en los muros de Ro«
ma^ trastadó su come á Raveoa,
-ciudad Yuerte situada en la ptar*
ya did Adriático, cerca detla em«
bocadur«delPaila(B6^, ^iOca*
drcomo¥eneoía«ebre esltcadafli
rodeada 4e iagums, defendkla
por muchos caoaleSf y ctty# fuer*»
to, capavde doseiestos oí nciaeolxi
buqveáy ofrecía áh dobilidad k
esperansa de 'una fftcil huida*
Los^ímidos sucesores de Hooo*
rw siguteron«u ejemplo,' y |la-*
"Tena fué la residencia de ios eoi*
peradores*de Occidente.
ÍNVJlSIOIÍ DB VAOAOASIO'l&ll ITA*'
-I.1A: BkTAULk DE FLO&ElfCIA. -^
(t03$ Muebos anos había que
los países setenirioiMrfes^e Asia
•y Europa, desde la muralla d^
la China hasta ias lúberas del
Danubio y 4el Rin, semejabas
un mar alborotado por «tempes^
tades^ontinuas. Oleadaade bár^*
baros» ^^^yeaUo unas sobre o^
4ras, esiendiao sus ineursionee
hasta los paises civiKza4oa^ 4af
Occidente. : ¿^
Los tártaros^ después de veo»
cidos 4osthjuioo&, :aoaietiefoi) Í9^
litibus sei^áücas áti desíertí)
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DEL BAJO
qne eslS al Oriente del mar Cas-
pio. Su jefe Normartapa, que
signifíca en su idioma Señor de
la Iferra, invadió la Chin«, y
fundótinadinasK-a: su duraciOB
fué de dos siglos, hasta que o-
Iros tártaros de la familia de Ta-
lum la vendó y destruyó, some-
tiendo al mismo tiempo las na^
ciooes que tMibitau entre el Oby
y c! Volga, Estos tártaros, re-
utiidos después t!oii los hunos, a-
cometieron á los sármatas, y
estos echados de su pais, á los
enevos, burgttiidiones y vánda*
los. Al mismo tiempo Radaga*
8io, (ó Rodogasio segiin la for-
ma griega) príncipe poderoso ea
el norte de Xermania, se des-
prendió de las costas del Báltico
íA frente de doscientos mil com-
batientes, y marchó «1 Danubio
con e4 objeto de penet-rar en
Italia. El ejército estaba com-
puesto de toda la raza goda
transdanubiana y transriniana.
Pafa rechazar una invasión
tan foriíiidahle, reunió Slilicon
todas las tropas disponibles, dis«
puso nuevos allststmientos, pro^
metió la libertad á los esclavos,
prodigó el tesoro |íúbIico para
despertar el valor por medio de
la codicia, y á pesar de los es-
fuerzos prodijiosos de su jenio
activo, no logró juntar mas que
cuarentamil Jiombres: ^Bjé^cU0
TOMO XV.
WPEItlO. 3*
que Roma naciente pusér nó y^
cas veces encampana. £a la inuP
vasion de lo6 cimbros se fevaiH^
taron á la voz de Mario on sola
Italia quinientos mil hombres;
y en este siglo de decadencia el
temor dele muerte ó de la es-
clavitud no movió á los roma-
nos á «rrostrar los peligros de
la guerra para defender ti pa*
tria, el oQory la vida.
El rey veníale, noencontran*
do dificultad, avanza con rapi-
dez, evita el campo de Stilicoo,
que estaba eu Ticíno,, llega á
Florencia y la sitia. El terror
domina en Roma: el senado, te-
niendo mis riquezas que perder,
en vez de at^imaral pueMo, se
mostraba ams medroso y cons-
ternado^ ¿» >í'*
. Alarico, i^isttano instrnído,
y educado en los cain&pami3ntos
roma-nos, habla respetado por lo
menos algunos derechos de la
bumanidad entredi orror de los
combates-, pero las costumbres<
de Radagasio eran feroces y de-^
senfrenadas: sus guerreros seM
váticos no teniaa ninguna intf^^
truccion- que lo^ reprimiese^ 'J^
habían jurado arrasar á Rotna;'
é inmolar los senadores á 9ns í-
dolos. Eotnedio de Ib» gran pe-
ligro se ma^^i-ffcstó el espíritu de
vértigo que dominó á Jerusalen
eii et üiometilo d« su caída:'
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ra;roiMrioiAÍ,¿ lo««loradoreft de
S^k^Ubt 7 Marte» fmeidos de •«
qü^ifanaiiHiie' que no cede tík
htnúm^nié la crafenieocii»
pMim.é* ana dioaes«(pie eonocK
diaaeiila tietoHa i Badagaakh
y.4e:alfgral>a|i dever&eat^b&r*
ímto id^^ftifa de Yodd^j Odio^
di^fHíeatot j| den ItMir las .igle^ii^
cristiaDas, ; 4i destruir Íatre|ijioiK
deliherm. Por otra, parie, lea
€Piat«iD$!aati^b«tao k» d^agra-
cfa^det imperio á la fodn^iMieia
de loa eiaperadoresque oo ba*
btaii oateminado ¿ loa pwaaoa
y^erejea^
/El favatismaj el mieda aji-
tabao k la plebe eobarde^ igoo-
rapte y eorrompida. Solp Slili-
eon, firme colamD«^ei l^íperiQ,
é iMircaaible^al tefl^ Sjeiguia
los moTímieetoade Iqa b^rbarqs
con TQilfiiH^iprttdeateíain hpir
d« eUoSy lea inspiraba tegieri-
dad, mostrando eireunapeccion^
Eadagasip cayá en la red qoe
tendi<> so. adversario: entró en
QQ desfiladero esirecbo, y se tío
rodeado súbitamente por los- ro-
manos, que oeqpaban todas las
altnras y avenidas. En vano los
bárbaros opusieron el furor de
la desesperación á la sabia tic-
tica de su enemigo» Una parte
de ellos pereció, otra rindió laa
amas: Kadagasto fué becbo pri-
aionere» .coidiieideAkftaMi ei^ .
tre cadenea y defpslladow El asN»
nado concedió á SUHcmi per J^^
vei aegunda el t(tola4e Kbe^tñ^
dbr á$,ítútiih y e^JrteíaCf» jl in«^
dótente Honoria^i^ «o bebi«
oído el estnieoda de lea» aroMa. ,
El clero ^ qoe -ya no teai*
blaba> alriboyó i nm orMfcor
Dtf^ a^ial gjran anoesot \% dope >
áfipi deepues se eaMpetió: el se-
ñor San AgustioeU' p^ber qip»
la vicloria de StíMcoe era debida .
á un milagro* EU santo inapiq;*
nador. de los..fHltipodaa ¿refeiia
que SanAmbroaio («luerto y^
en 397^ y. cuy a maerlajolró SU«
licon epaao Ja ruine. df Xtalta) 40
babia aparecido á na criatiapa
en cuya easa babia estado do,
buésped^y le babia prooietido
ua triunfo pronto y coifipletp. .
iKVAaiW M LOS RAtnAiina is
BLoc(GiDEirT&» -f (406 j I# Italia
se bailaba sal vada.por el Jenio de
uu béroof pi^ro es|HUitpsaa de^
gracias eBienaza|)aa lodairia^ al
resto del imperio» Giea mil gue-
rreros de Radagasio^ alanos^
vándaloa y suevos que ¡Mbiaii
quedado entre loa Alpes y el A-
peníuo, invadieipn las Gaitas»
Los alemanes se quedaron umi»
trates: solamente loa fréneosle»
fendieron el pais, donde babiao
de reinar poco después. Marco*
miro!» uno de aoa jefei» menoe
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ML BAJO
'fiel á los empeños contraidos
con Roma, fué acubado por un
tnajistrado romano, sentenciado
y ajusticiado; y sus vasallos des-
terraron á Toscana á su herma-
DO Sunnon que intentó vendar-
le. Hay quien diga que Marco-
miro había sido padre de Fara-
iDuodo(l),
Los francos derrotaron á los
vándalos-, pero fueros vencidos
por los alanos. Esta derrota fué
terrible para el Occidente: Jos
bárbarosentraron en él (407) por
todas parles, y no volvieron á
evacuarle.
En este tiempo las orillas del
Rin, del Garumna (Carona), Li-
geris (Loira)) , Ródano y Se-
quana (Sena) gozaban de toda la
prosperidad de una larga civi-
lización. Habia en la Galia tanta
instrucción como en Roma, el
mismo lujo, la misma elegancia,
la misma industria. En 4odas
partes^e veían edificios suntuo-
sos, escuelas sabias, espectácu-
los magníficos. Solo*en tas fron-
teras resoaaba-el rumor de las
armas; pero nada turbaba la
tranquila felicidad de los cam*
pos y ciudades del pois inte-
.^ior,
li'. Bepentinacaeiile se -oye -el
grito de la guerrac las tribus be-
•^ ' (i) Adrián^ F*aL ^rw^ «Fr. IS&» mu
nn^ERio. 35
lícosas del Norte entran en las
ciudades indefensas, recorría
las aldeas inermes^ devastan las
heredades, destruyen los mo-
numentos, degüellan á les hom-
bres, y ultrajan y cautivan á ias
mujeres. Solé se ve^l hierra en
lugar del oro, las tinieblas su-
ceden á lainstmCGion, la barba-
rie destruye la civilización. La
Europa sufrió entonces lo que
aora sufriría, si los feroces ha-
bitantes de los desiertos de A-
frica lograsen invadirla en nú-
mero suficiente para destruir
en un instante el fruto de tantos
siglos de trabajo, 4Qdusiría, la-
ces é injenio.
La corte de Rüvena do podía
oponer ningún ostáculo á este
torrente, ningún remedio á estos
desabres. En menos de dos años
penetraran los bárbaros basta
ios Pirineos.
La Britannia, no queriendo
reconocer ya á una potencia que
la dominaba sin protejerla, se
sublevó y proclamó su indepen-
dencia. El primer rey que eli-
jió, llamado Marco ^ no tardó
en ser asesinado por sus mismas
4ropas. Graciano, su sucesor,
4uvo la misma suerte: después
dio el ejército la corona á un
soldado gregario, que creyó dig-
no de ella porque se llaaia'ba
Constaotino. £s4e, o^as bábil
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BISTORU.
iiquepsiti 9CMMMr acótilos: iiii-
¿nos liirbiiSei;itos, erk.iMAesler
ooipfirlos^hriDlcfrniisióii; Bixé»
.poel^-mii MM^dieioQ id «oití-
Milftoie, dflaembarcó t:erea/de Bo-
:iiODia, ¡t«Dci6 tlgUDOs cverposí
-•lematiM^ j te presentó en ila
^Gélit como )«• coa^iNstador^
Honorio paso eD precia M co^^
l>eza^:y'MVió icooli^ élaiftnías
tropa^y^udleafae^roéfthi écst-;
to oearca^^Tietta^Espafia reco-;
úoció'á jQQtistaQto por, ednpera^
>4or; Bate ^a hijo, ée Constanit^
DO; elttitlfaacado por su padre
4a un «mieAlevior^rtté nombrado
cesar y eoYiado á 4a PeBÍnsula^
y a^US la puerlK á loa l^árbaros^
retirando á loa fieles y ^ yalieoles
paiaanosieMargados de defepder
l(^ Piito0O9^). Honorio^ no le-:
Bjeodp.ya^perzaa romanea que
oponerle^ hubo de reciblrloT it ía
fnerzaporcpléga^yeiayoyo de
jOlros bárbaros faé su únie^es^
pera:qza'3>Pór consejo de StWcon
^hUo u^. tratado con, Aiark<K' Sí
.wy (ííítMg9dos dejó lel aerwslcj
siempre deberá eesisito ektt# la
poUtieajíáoioral^ eiáeiNaaMo
rara en b>doalos paisea f^éitk^
das las épocaa; pero en la Inisf •
eia coim en la vejeC ieloa pQd-
Mos, es en^donde tolaÉ n&ums
desanidas* La roaticidadfle.léa
aalva)fe del Norlé y la oorriip-
clon de los romanos degiMadM
despreciaba» igoalmenté laAoe*
na. fé, y n& eonoeíatt <itraB rq^
qqe la de su inteféa. MüigiMia
pr«>mese era sagrada ,íd iiliigé-
n^ pa& estable:* onoa engnlaMn
para aatiafiscer so codicia/ otaM
para preservarse del piHa|e^oky
para alejar él peligro.
* Alarieo, sin corapllr néda 9e
lo prometido» reclama cooramQ-
nacas la recompenan. StiHoM,
no fiando nada del éatéder d^*
bil det emperadoi^» délermtad h*
poyaraa en la anlofidaé^el aé«
nado; y por la primerálraz, des-
pués dé largo sflencío^ delibeed
esla corporación sobre loa gcta^
das tnlerases del imperio. Siill«
eoB> despuea de algoae réalsleÉ-
cSa^ilepei?suadiá«|oeera pred*
jde:4rea^io, i|^apt(} elümio de toj^rotUgareloroparasahraf la
jeni^iiil ^ los eléreltos de ^a I-
)iria>occiden|aU y prometió res^j
", ti luir la pap aK imper io*: 1 ^
. .; ta; 9i:n(wí« deieali*e„y 'qtie
^ Jfi;.&» ^»ya I ,aha¿, piSÍ^ . .: J ¡
petria/cuMdc^IáitáliarTalbr pa«
ra defenderla con el Uerfo^'fl|-
guiósesu dictamen, y compnise
ta alian¿»de Alarfco^ en ictfatro
mil HtJnáftdécMio; Solo wraéii0i-
dór, llamado'Campadio, varoo
i fef dadérainenCA roteteo^ í '#ró>
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■ m
{.aüii^'jr «iclMrfr nomo GífMOpi lir4fTCt|M^ft0JMre Jb». opcíaltot f*
^iteMftrtftüitee^ H0íí?l»w|loilí6jw»É»i|iie e»-
YJ9TIP D9 1 Atbtf m^ BnMolt ' ^kNriá)| el
fltftliíMlíipiidordflñif' perfidia,
<tliieviíDeii|^á su jeMál> y (]<•
éii{:á grHMr iNurchar eeolra! el
«Mijd^rOliiDpiD.StUiteír comete-
Ih imyrudmcia dr rfepdtaiir iu^
Aideiutdes^pi^eleba'joltrBdAmeB--
40 á M^éBtfliigot para>iemerlosf
pei^aaciMiMiporiaaeiotí re»*
IH«9^«NNrteMlHr sua soldador.
: fimMdiM^r4f»*iiDcbe'ii»godo^
Tidietii4e;^ltaiDMdo*Saro^ entro, eir
aoieaaipaflMaiofw tropas de J»
anism^McioQ^ le^ entrega al pit^^
l'lQJir' J degidlla laguafdia d^
SiMoM^^te^ jeMi»l> taofpodf •
royentes y jranhaBdonado^ifr*
fe 4 JU¥efM„*eiKnfl tra eHí» ció*
dad Hiaa de. enemigos auyMíy le
iief«ji*'it:.iiMtfg{«aia^ asilo* q«e
^ s«¿ipM»^irtwiWs imíalabie. El
^ Stflletlo (íspirabA al ji^y 1 conde HepopMaop^ obededeiida
s^rmao. i . . .: ^^^ ^ Us^^éRleoes iafam^ del empe^
j .^auatedo floiiBrte; ii(^ toIviíS rador^eagafta^ cobardemente al
.BMA WWa;;élAISWÍiir!~:fW> 5l*t
. Jiaoiijio «Qftó^i npebo :4f«9ipo^^tt
Lvj^eaf^mQ V«0 Jiebip tPreÁdo :d»f
. i^pnef . X' wtffftv- y^HWfdpfí dr
Iqs Wrrb^ros^iio pnío ijiN^rt^ *
J¿*íi4ríwH»ff^> Oíla»«i. Mr«e^t
r Mi»dí«»»«*frvifc>«ia deWa
; ip JertMt líSU»^ «prewo-
.¿jMd#: IMiti iBi.faBMOMmiiQ JPü^
'>iiip(Sp»»i y pw lbMriM»iHK ^
iMJtm Jtely viKUWSO^Urryldon
M,ÍQici»ke i|ti^ k»^ príwlpfr
. «adiQH (M»a {4ff!iranii«afiMB l^
^miS 8B filHMVWIWIB d"?*^
. Wter^TM ddrtlet fcfWt «ftW»-
. jirosí ipcíkíw *»•»» H)^^»*W dfe*
•Hipeta^ MBirn #l::ti«iibr9
ifitoclo aeile«|4 W te pefM^d
:.á]9l^lo6 eeoaejMiieieate grande
-^qádito. Sale4|Mrfa^ Baria «oo
:49 .pMftaBto da^aérJCMiiAa á los
. «aMados ^««lU --kaMa yeeoidoi
;ei«p :godo^.yfCüU(idea oamü-
•<gé8 ito SáWcQB^i.fil^ esáperadei;
-iBdíaipa* ^ira^ MoTidaiide .mi
Husttrfr-y desveaturadd guerre-
ro^ le proaaeie le^vidd en CRXDbre
da*9aMnor> Ir epsoria á venir á
bliblarie, y ape^a^.le^tíeneejDsu
poder, le hat^ l^efrlaas^atea^^ia
da^stt jouente^ Ei^Jb^éroe i^iH«a^o
dejnjiuüW4>PríP^rtwws,«>l<í*-
rdosáqiúeoMttiitUJi^es había
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38 ,^
, goimlo á M ilrt<ü^,y|ior m
pwMo que >le deMó ié «0VÜ-
icios, solo opooe i taqtos lOirp-.
: Jes oi| frió y dMdéfioio íqbbos^
precio: presenta la ¿argaifta al
Cipchüa^ del miaño toode Hér*«
,,<c|íiano» qtíM por m mano le lii^
rttói el kéroe fio ifeeir amr pala-^
bre «toere TtrSadere * roomiiQ
^tomo Tivió, ^ 2S de afecto d4
409* fisracHaoo ftuí he^lio pof
.«Bto conde de Af riea^ TpOr/ QM
, virtud deestracdoa, diqe.ClMif
teaujbriaod, la sangre damigranr
4de iMMDhfe^nndMecMá su ver*
-dugü^Su meaioriefuédisfeaaeda:
.'euafliiiaUd,rq(ieper4aotiis efees
r lieíriaiide 4IO (ttttio de onra.
^no aserio de proeopicion, El
eldro;íhcii]fe ambtciee áo tiabia
eer?ido, celebrft vWaiumeoie su
' ¿iMrte« 1.0S pagaaos le aberre*
.cían, porque en deaprecio de- su
<ulto babia quenado tol libros
aibiUiios^y^regeladoiau esposa
.^reaeíOl^eollar de la diosa Ves«
ia; y asíeelebraroásuceida co*
< mo noa v{iMoria«
JSI céiebreClaudieBO» qie he-»
bia cantado con entusiasme -sus
▼írtudes^Halentos y azafias,* nq
"tuvo ánimo para ' conservarse
4el ásu memoria. £o fln^ Rome
-obceoada^OTO* por felicidad 4a
muerte del fénico hombre qne
podia retardar eu ntína. Sonó-
4*io^ entregado á sus nuevos fa*
vori|o^ tf5 10 tmtftania ¿ Jené*
rales sin cepedfda&, Esctuyé de
'tolo empleo á^toshorejea^ j empl
porqoé eva eohaiHle» faba matar
:á todos los godofafeetés AÜtili*
xron, ignaMittite qne isM ^mi-
«Íes. Treinta aif da esloa hÉrba*
Tos.iiQe/áeosiiaparoi 4e la pm-
críoioA^tuiyel^ al eJércHo de
Alarles Sste ^y^ 4ihre 4e a «
formidíMe ilval se 4eelaré«vep»
{aidor$tty«t
.. is eprte deRaveaa%iteMAao*
segar so Jra. fil iciaigedo eotró aa
negoclMloa, y pídid^poi- réenea
dosgi:«Hid««41gaatario0del ip»
,perio; pero sabionilo qne el Jih-
.bécU Honorio pasaba *aéM|a»
meóte deKtteqiQr á la preau-
eion^ y.treiaiine sn templa wa
era debilidad, atravaiaé loa AU
pes, saqueó ha cifdad de áqiil-
leya,. oetkpé á tírimboaa» marebd
á Rtveiía aili>#aiAetth^ m deaáe-
2ó dei|itiarla> átanió^ feaala Ari-
mino^ pasó ¿ Aperitao 4e tl^-
bHab y se ptetenléilas puer-
^s de Soma.
£sta «indad contenía «Mon*
^ees un -aUloQ y -doaoíetfUis asM
babiUnles^y po halló eiadada-
4iua para an*daCmsa.<]!mAdq án-
níbai, después de 4Md^ deatmi*
de tantaalajioaea^agóélaapaef-
taade la capital, eaeootfcódoa*
dentoamil roaiaooa sobre las ar*
mas> Bstefjeaypo habla
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El senado era mía sombra: los
patricios opulentos de que se
componía, se jactaban de tener
por ascendientes á loe autvguos^
héroes de la república: los Ani-
cios, Petrofíios y CMi bríos lo de-
mostraban con documentos, pe-
ro ninguno lo probaba con el
Talor. Sus inmensas riquezas les
servían de virtud y de gloria.
Muchos comprendían en sos po-
sesiones ciudades y villas! habia
otros cuyas rentas ascendi»f^á
dos y tres millones. Inertes y vo^
luptuosos^ su ostentación y mcv
lície escítabao la indignacioA,
recordando el valor y la pobre*
sa de sus antepasados.
Sus casas eran palacios: po»
seian lejione? de esclavos: el
oro y los diamantes respiande-^
cían en sus vestidos: encerraban
OQ sus jardines lagos, llanuras y
bosques: sus marchas se reda-
cian á la visita desús vastas be*
redades, donde mataban, sin fa-
Uga ni riesgo, tropas de anima-
les pacíficos.
Amiaao Marcelino, trazando
el cuadro casi increíble de su
lujo y corrupción, cuenta par-
ticularidades que hacen verosí-
mil cuanto se ha ecsajerado de
la afeminación de los sibaritas.
Estos indignos descendientes de
los Scipiones, Fahios y Cíncio-
Datos^ atravesando la Italia en
sus literas como mujeres, com*
paraban en sus cartas sus via-
jes dispendiosos y sus paseos di-
vertidos á las espedicíooes j
marchas ^e Alejandro y César.
«Los oirás quejarse, dice el sa*
vtírico bistoriador, de la mosca
»que atraviesa el cendal con que
nse cubren J^" lamentarse si $u»^
^cortinas dan paso á los rayos
»del sol. La inconstancia de la
«estación eS para ellos terrible
«calamidad: su comitiva, pom*
•posaá un tiempo y ridicula,
«parece por sa mSmero y com-
«posiciua á Qii percho de ar-
)Kesanos> esclavos f bn^rbaros.*
De la antigua tíbertad no ha-
bía quedado mas quo la licen-
cia. La plebe ecsijia y tomi^ba
siempre las distribuciones acos-
tumbradas: su afición al circo
era la misma: había en la capi-
tal tres mil danzarines é igual
nnmeraxie cantoras; y cuando
se presentó Alarico, y Roms!
buscaba en vano soldados, cua-
trocientos mil espectadores pa-
saban en el teatro las noches y
los días.
El rey de los visigodos rodaó
la ciudad é interceptó la nave-
gación del Ti'ber. El senado y el
pueblo, humillados por la proc-
simidadde los bárbaros, mani-
festaron indignación y no valor.
Su furor se redujo acometer un
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reoa/MfSétsti «i T««>éo9fo y «rti4
4e riaciai*- héíiáW^iié ItaWH
rio, 'M(Mé#la ; üWjíefeBésa tfe^
Íenk'^i¿iY«BfottÍléTCta x^^^ íoé
Cna niMbí^ éspüHosá espáf^
<jó C|h br^trelá aesül^iób pof la
^Mtd^J; 3Letb, Vi&dá éiñrttñ^
pefaiot tefáéiWftói tío '|)dir a*
lidiar más qtítejpAfai¿iiiié« élW
laiéalaorididiM^MH, tK^ri¿
tüyéoflote Jciíérdiáíicietote ViíH^
bleires. tía triiSatto&;^*lrty^!
átreviaa^i'ttVir'lfe tas' éiéiMtas
p^ts combaíár cdétefi g*i^>6- ;
léabffti eiii|r«^ por' áfl^tnielr^ «4^
4uno¿^^fvere#<5e VfóSitea h^és
aervfr dealhneííH^ á Wy iftadfes.
Sabí* víno^ ^peéWk la ;^cá^tÉ;
y ambA€ fitenaréé lafl^cáflesNie
cuer|)a$ ttíuwrttri. MdttWíé-f rü-
ibelí a socérroa f wr lés^stivtáfca:.
Pómjficyano/prcfecla d^'^Rooia^
no haltótfdo recursos «t' e^*^líf
lori tói btwÉé fett* la májii^ y ^tén^'
aulíó á iimw eekfcej^ea; tü\ft te
prometieron cotí «waátóa, «vii^
^aciODes, espiaciones y' ¿rntí-
'.;^,.J.Í I
eÍjQccitpaío Tiberijlumine, Muh minif-:
iraliom/n ^rmnealus exporta //7a//e.-
diebat Farrun ftestü <Omuaoafur»
'ifékétíM fftfp«rfitirdséi»;>1v
:ci4AiCB«, ^Mafí& i láány 4^'
BasHIe ettUÍ4*i' MgtfteftelooélP
tgéíe».- •■•= ••;•-'•'■.'■ •:• '■■'■ ■:■■»
peto «rtif Mé0«Hati8 «MitidVilM^
«•'«MtMMV ftfr 1él> ankiM, 'Y'
MNiVM ««pit«ri*Méfe «M«tk^*
}e)rcil*<t«¿«H laialrvaás jr áiiiiñlk
'rfé^'l^oi'l* tfem^^acitoa. C'éci^^"
: '^ «(M|i(V >or «I i««éM'e'-4e &^'
)ak ll'JNbéMéd 4e tbdd^ hís ''p^ '
si¿tieM»{KárMr«rs'dé ÜMtmféíi^'
Ad ^ de 4Hj«n, Mdo «} «rtf y Ipiitr-'
-th ifet estado 'y 4e los páH^uk-
<r««/ y ttKfós KM Btó6bter-'pl-eL«
idéMs ^ ntloi^ftait tós ptíi^-
clné*Ha*>lrtl« <2). ¿^itf '««¿^ ^
:....;.^;- ....- ">-.J ;■.-■ ■'• •'• ■"■■''•'' ■
(y\ i)eMOÍárpo«f.1iasta'Ias esUtiía* .
¿e Us' nqúetai^''ue'las tidornaMn, ea-'
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••viudos. £a t<<(a: respODdid el
vencedor. CoDvíoose eo uDa
suspensión de osiilidades: 4lari*
co mitigó sus proposiciones, y
consintió en levantar el sitio,
BoedianieciQconiii libras de oro,
treinta mil de plata, cuatro mil
vestidos de seda, tres mil piezas
de paño encarnado, tres mil li-
bras de pimienta, muy rara en-
tonces, y la Ubertad de cuarenta
mil cautives. Todo se le conce-
dió. Alarioo ejecutó el tratado
con fidelidad: mantuvo en sus
tropas la «as severa disciplina,
y castigó ngorosamente k algu-
nos godos que habían insultado
á los ciudadanos.
Desde que huborecibidoJo que
ae habla pactado, se alejó de Ro-
ma y se -retiró á Etruria, donde
le llegó un refuerzo considera-
ble de godos y hunos. Así con-
cluyó esta campafia, qué destru-
yó para sieoipre el antiguo pres-
tijio de que gozaba aun la capi-
tal 4el mundo. Roma perdió su
«ecsistencia el dia que capituló.
Mas no hahia logrado sino ¿na
tregua, y era forzoso concluir
la paz definitiva. Alarice pe-
dia la dignidad de comuodan-
4ejeneral del ejército de Occi-
dente^ un subsidio anual^ y la a-
gregacion de la Dalmacia,el Nó-
rioo y la Veneoia al reino de los
Tisifodos^ £1 seMdo envió di-
TOMO XV.
IMTCCBIO. 41
putados á Raveat para que a*
poyaseft las prof)esicfoDes del
rey; pero el ministro Olimpio,
que ninguna dispesicion babie
tomado para socwrer á Soma,
desechó las peticiones de Alari-
co, y despidió á los enviados del
senado con una escolta de seis
mil dálmatas, que eran entonces
la flor de las lejiones: muqha
tropa para comitiva, y escasa pa*
ra socorre.
£n el i^aoiino fueron acome-
tidos y derrotados por un cuer-
po godo, sin que se salvasen mas
que cien soldados con el jeneral
Valeúte que la mandaba. Este
revés acabó con el crédito de
Olimpio» fué desterrado, luego
restablecido en el favor, y ÚU
timamente condenado á morir
apaleado.
El príncipe dié su confianza
á Jovio, poco conocido por sus
acciones, á Gamérides, que res-
tableció por un momento la dts^
ciplina en las tropas; y en fin,
las intrigas vergonzosas á que
daba lugar la debilidad del em-
perador, pusieron todo el poder
en manos del eunuco Ensebio.
Este, orgulloso por su favor^
rompió osadamente la negoda-
cioncon Alarico. Algunos ofi-
ciales, indignados de ver áaquel
infame cortesano arriesgar á su
salvo el imperio, le degollaron
6
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49
■mottiA
i la TisU mima dtl prfocipe.
Alarieo habla interceptado una
carta de Honorio, en que de-
cía: «No quiero prostituir las
«dignidades del estado> eonce*
odiándolas i un bárbaro.»
Saco db roma por alarioo. •—
(410) El rey de los visigodos no
tardó en vengarse de esta inju-
ria: marchó sin encontrar ene*
migos, se apoderó del puerto de
Ostia, se presentó Junto á la ciu-
dad eterna, é intimó que se rin-
diese á discreción.
El senado quería resistir; pero
intimidado por los clamores del
pueblo, que temia verse espoes-
to segunda vez k los orrores del
ambre, cedió y se sometió á las
ooQdlciondS que el vencedor
quisiese dictarle. El hábil y des*
defioso Alarieo pidió la deposi-
ción de Honorio; y que se eli«
jiese á otro en su lugar, bien se-
guro de que reinarla con el nom-
bre del nuevo fantasma. Desig-
nó á Átalo, que fué elejldo por
el senado y el pueblo, y el nue-
TO monarca dio él título de Je-
neralde los ejércitos de Occi^
dente á su protector Alarieo.
Átalo era agradable á loa godos
porque haUa sido han tizado por
su obispo. Dióáe el título de
conde de los domésticos á A-
taulfo, príncipe godo y cufiado
del rey.
Hecha le elecctoo, abrió, sw
puertas la ciudad. Átalo, escol*
tadopor loa bárbaros, se pre»
senta en el senado, promete rea*
tabíecer la majestad del impe*
rio y reunir á él el Oriente y el
EJipto. Pasa después al palacio
de Augusto, seguido del vil po-
pulacho que se apasiona siempre
por lo que es nuevo, aunque sea
el mismo desonor. Los pocoe
hombres que conservaban aun
espíritu romano^ jemian y se o*
cuitaban.
Los arríanos fanáticos y los
ostinados idólatras esperaban
para consuelo de su umillacion
la calda del partido católico. Es*"
tos sueños de venganza fueron
tan cortos como el reinado del
nuevo emperador. Alarieo lle-
vó á su protejldo basta cerca de
Bavena: toda Italia estaba sumi-
sa: el débil Honorio ofreció á sa
rival repartir cotí él el poder
supremo: Átalo no le prometió
mas que la vida y una isla para
destierro, si abdicaba.
Jovio y Yalente abandonaron
á su sefiory se pasaron al partido
de Átalo. Parece que no queda-
ba á Honorio ninguna esperan!^
za de salvación; pero la fortuna
hizo que llegasen al puerto de
Bavena cuatro mil veteranos, á
los coales fió su defensa.
Al mismo tiempo se supo que
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DBL BAJO
los tropas de Átalo habían sido
•orpreodidas .y derrotadas em
África por las del partido coa*
trario. Eo flo^ el niisno Álarl-
eo, irritade contra un principe
que le debia su eleyaeion y que
conspiraba contra él para rei-
nar solo, le manda Teñir á su
presencia al campamento de Á»
rimíao, le despoja de la púrpu-
ra que le habia dado, y ei^via su
diadema al emperador Honorio,
prometiéndole su amistad si sus*
cribia al tratado coocluido -en
Boma,
Hubo entonces grandes espe»
ranzas de una paz sólida: mas
elgodoSaro, homicida de Stili^
con, y enemigo de Álarico y de la
dinastía de los BaUos, se opone
á la negociación, engaña á Ho-
norio con promesas, le inUnrida
con amenazas, sorprende con
íqs tropas una dimion de Ála-
ricoi la destruye casi entera-
mente, y vuelve á eatrar en &a-
Tona victorioso^
Tercera vez marcha Álarieo
contra Aoma* EUemor de su es-
pantosa venganza determina á los
romanos á defenderse, peroJos
ceelavos, á quienes babian dado
. armas, les hacen traición, y abien
por la noche la puerta Salaria i
loa bárbaros: un gran námero de
fodoa, aeitas y Jermanoa entran
CDmo^oemigos^en^mttoUa anti-
iuheAio. 43
gua y opulenta ciudad, y la en*
treganal pillaje mas desenfre-
nado. El 24 de agosto de 410,
1163 años después de la funda-
ción de Roma, fué saqueada esta
señora del mundo por los bár-
baros del Norte. Los godos,
tremolando sus enseñas en las
alturas del capitolio, anuncian
á la tierra el cambio de las razas.
Álarico, que no hubiera podido
oponerse sin riesgo ala codicia
de los godos, se contentó con
darles Orden de perdonar á los
ciudadanos desarmados, y de
respetar las iglesias de los após-
toles. Solo la relijion pudo con-
tenerlos, cuando estaban sordos
al grito de la naturaleza. Eotl*e-
garon á las liornas los palacios de
los grandes y los asilos de la po-
breza: degollaban sin piedad á
viejos y niños; y cuentan que una
donceHa encadenó su furor y de-
tuvo su codicia, diciéndoies que
pertenecía á la iglesia de'San Pe-
dro un tesoro del cual querían
•apoderarse.
Lo que hizo mas espantoso el
estrago fué el enojo^ demasiado
natural, de cuarenta mil cauti-
vos libertados, que llenaron las
calles de cadáveres, y se venga-
ron> cometiendo orribles esce-
soa, de su prolongada humilla-
cion.
\ Ijll^&nliéo OtmÍo dice que el
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44 HISTORIA
fuego del cielo se juntó al ace-
ro de los bárbaros para reducir
á ceolzas algunas estatuas de los
dioses que aun se veían en el
foro. San Agustín^ en la ciudad
de Dioi, atribuye las desgracias
de Roma a la justicia de la Pro-
videncia, irritadade su empeño
por el culto de los ídolos. Tan
cierto es que en los reveses mas
crueles, el espíritu de partido,
estraño al bien público, no ve
sino lo que lisonjea ú ofende á
sus intereses ! S^lviano, mas elo-
cuente, siguió el parecer de San
Agustín y de su discípulo Oro-
sio. Por piadosa que sea su idea,
por útil que haya sido la impre-
sión queobrase sobre los ánimos,
sin embargo, puesto que el cri-
men triunfa aquí abajo con mu-
cha frecuencia, y que á menudo
los virtuosos son víctimas de los
malvados; y puesto que creemos
que hay otro mundo donde se e-
jerce la juslicia diviua, importa
sobre todo ecsaminar las causas
morales y físicas de los aconte-
cimientos naturales. La acción
de la primera causa es invisi-
ble; la de las causas se^und'is es-
tá á nuestro alcance. Observán-
dolas se forman la prudencia y
la política. Roma será siempre
un grande espectáculo en donde
puede verse la iníluéocia de los
vicios^ de las pasiones, de los
yerros de un mal gobierno, de
una grandeza escestva, y en una
palabra, de cuanto puede con*
tribuir á la desgracia de los par-
ticulares y a la ruina de los im-
perios.
Un gran número de senadores
fueron hechos prisioneros, mu-
chos desterrados: otros se esca-
paron al África ó se dispersaron
enEjiptoy aun al interior del
Asia. Muchos ciudadanos se re-
fujiaron á la pequeña isla de Iji-
lo, se hicieron fuertes en ella,
y debieron a su intrepidez la vi-
da y la libertad.
Alarico, después de haber a-
rruinado la gloria de trescientos
triunfos, destruido los monu-
mentos respetados del tiempo, y
derribado la grandeza de doce
siglos, dueño de los tesoros ro-
badosá todo el universo, se alejó
de Roma, desdeñando reinar en
una ciudad envilecida. Dominó
en Italia hasta el año 412.
Su campamento, por un con*
traste singular, presentaba á la
vista sorprendida el espantoso
cuadro de las vicisitudes de la
fortuna. Veíase allí á los íieros
patricios de Roma, antiguos do-
minadores del mundo, y á sus
esposas, en otro tiempo tan res-
petadas, servir como esclavos á
sus feroces veocedores, y presen-
tare! vino de Falerno en vasos
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•dernados de pedrerfas á 9qw^
llot guerreros selTétieot, • dee^
nodos 7 tendidos al aire libre
bajo la sombra de los piálanos.
MCIKTE DB ALAftIOO. — (4(12)
Los goces de la tietoria no po-
diaa fijar largo tiempo á aque-
llas trtbns belicosas» para qoie-
nes las ciudades eran cárceles,,
y ei descanso %nominnK Alari-
ta, cediendo á sas votos^ em^
prendió la conqotshi de Sicilta:
la primer división de sa escim-
dra fué dispersada por una tem-
pestad, y cuando trataba de re-
parar este desastre terminó la
muerte el curso de sus azaSes^
Sus compañeros y soldados ce-
lebraron su gloria con himnos,
que era el solo monumento his-
tórico de la nacion> y temiendo
que las reliquias de tan ilustre
rey quedasen espueslas por la
inconstancia de la fortuna á la
venganza y ultrajes de sus ene-»
migos, sacaron de sQ madre al
rio Gratis, cavaron en el fondo
el sepulcro de Alarico, lo lle-
naron de trofeos conquistados
á les romanos, volvieron á traer
las aguas por su antiguo cauce^
y mataron á todos los cautivos
empleadas en estos trabajos,
para que nunca se pudiese des-
cubrir el sitio.donde habían de-
positado las cenizas de su héroe.
Los godos^ por una costumbre
singular, fundada aoaao sobre
algunr superstición, ocultaban
la sepultura- de sus grandes hom-
bres mientras oíros pueblos on«
raban á los suyos con soberbios
monumentos^
Después elijieron pera suce-
derie á snouSadoAtMiHó^ cris-
tiano, y de mas luces y huma*»
nidad* que sus eompalriotat.
Apenas subió al trono declaré .
que su intención era salvar el
imperio, en lugar de acelerar su
ruina.. Nada lé era. mas fácil en-
tonces que destruir el nombre
remano^ repartirá sus guerra
ros las posesiones de Italia^ y
eslabieeer sólidamente su domi-
nación en aquel pais; pero ó
porque los sentimientos de su
corazón fuesen mas jenerosos,
ó porque temiese la mezcla de-
sús vasallos feroces y turbulen*-
toscon los italiaoos corrompi-
dos, ó en fio, porque cediese ai
amor que le inspiraba Placidia>
bija del gran Teodosio> cautiva
en el saco de Boma, abrió ne-
gociaciones con Honorio, le pro-
metió sostener el imperio y de-
feodíerle contra sus enemigos, y
le pidió por esposa á su her-
mana.
£s preciso conocer el orgullo
pueril de los príncipes diéblles
nacidos junto al trono^ para con>
I cebir el desden con que Uono-
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40
rio recibió esta proposicioii» y
la repagoaDcia qoe mostró este
•emperador, cobarde y vencido,
al ;paFeDlesco de oo guerrero,
llamado por él barbare, y t|ue
le restíiuía''el imperio y La xiu-
^addeJloma.
^lacldia, menos ^ana y ^nas
polítíca, salvó á au • bermano
eontra la voluntad de este, y
«oeptó'la mano delirey de los
godos.
Los bistoriadorescuen^an muy
-por «menor las ceremonias de
4este casamiento, y la magnifi-
cencia de 4os presentes que A-
taififo biso á la nueva reina.
Solamente el saqueo de tantas
«provincias, y sobre todo de Jto-
4nuy pedia esplicar tanto lujo.
JKo mencionaremos de aquellos
;regalos ^mas que uñ plato decoro
^ue .pesaba quinientas litH*aa, y
• que la casualidad puso después
^n el tesoro de Sagoberto, rey
4le franela. Una mesa, becha de
4jnaaola esmeralda^ rodeada de
tres órdenes de perlas, y apeya-
>da entésenla y cineo pies de ore
«macizo, podrá dar una idea de
la opulencia de los visigodos» ó
^e la ecsajeracíon de les liisto-
'ríadores. Vn iiiatoríador cuen-
ta de esta manerael casamiento.
Ataúlfo resolvió 'tomar per mu-
jer á aquella que por derecho
^ victoria pudiera baber becbo '
au concubiM. 1EI caeanBíieiito se
solemnizó en If arbona en enero
de 414. Ataúlfo estaba vestido
de romano, y eedia el primer
lagar á le augusta desposada:
veíasela sentada sobre un lecbo
adornado con toda la pempa de
una emperatriz^ Cincuenta jó*
venes bermoses vestidos de se-
da, que hacían i>arte de la ofren*
da ó dote> posieren á los pies de
^laoidia cincuenta fuentes llenas
de oro y^tras cincuenta de pe-
drería. Átalo, que de empera-
dor, era no se sabe qué en laico-
mitiva de los f odos, entonó el
primer epitalamio*
£n esta época se publicó el
código Teodosiano, lo que probó
que las leyes se multiplican á
proporción que se depravan las
costumbres. El número crecien-
4e de los males bace aentir la
necesidad de los remedios.
£.a paz concluida entre Hono-
^'io y Ataúlfo restituyó la Aran-
quilidad á Italia, mas no al im-
perio. El conde Heracliano, cón«
«ul entonces, y comandante de
África, se rebeló, tomó el título
de emperador, bizo numerosas
levas, y equipó una escuadra
que los autores del tiempo éom*
^aráñala de Jerjes.
Constancio^ jeoeral tan >esti*
tnado por sus talentos c^mo por
sus aludes, jMPehdeeatra él.
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MffénS ra MriB«A> y veoekf
sos tropM^eirSIeilia. BMracliaDo^
derrotado^lMiyó al África coo mk
lo QB buque, la eneonlró ioiiie<*
tida á las leyes de Bbnortoi f
faé enlregado por sas mismos
cómplices á los Jeoerales áeP
emperador, qae maodaron cor*
tarlela caBeaa.
El Talteote CoostancH), sa
▼cocedor, qoe después ascendid
al imperio,* recibió ei^ premio
de SD Ticloria los bienes confls*
cados á Heracliaoo. Terminadi
esta guerra tao felizmeote, pasó
de Orden del emperador á la Gi*
lia narboDeose (413).
El BsarpadorConstaiHioo reí»
naba desde la eslremidad de Es-
coda basta el estrecho de Hér-
cules, y se nnia á los bárbaros
para saquear laGalia. El incons-
tante Honorio, cobarde para los
enemigos, y traidor para los a«
liados, hizo on tratado con Cons-
tantino, en el cual se compro*
metía este á libertarle de la do-
minación de los godoS} porque
en efecto, mas bien eran due&os
qne protectores de Italia. Pero
nuevas refoluciones hicieronr
desvanecep este proyecto* Je-
roncio, jeneral de Constantino,
se rebeló contra él, asesinó á su
hijo Constante, le sitió á él mis-
IBO en Arélate (Arles), y ciBó
lacorona^ M&csimo, su com-
4T
paflero^dé^anrnty amlgo^ Cons*
tancio, vencedor del África^ lle«»
gó á I* Gilia en esta ocasión^ a^
lacó á Aroneio y ár Micsima,^
los derrotó compteíamente; y
los obligó áboir.
En este caos déguerrasflvK
les, invasiones y tronos tan*
prontamentecaídbs como usar*
padós, muchas azafiás y crfme*
nes se han olvidado Justamente;
pero la historia ha eonservadó^i
recuerdo de la iMtima acción de
léroncio, que^temixósu nom*
bre con SI» valor*
Perseguido basta las fronteras
deEspafia, fué rodeado por los
enemigos en una casa donde es-
taba alojado: solo tenia consigo
á su mujer, un alano y algunos
esclavos. Comunicóles su intr^<i-
pidez, y resuelto á vender cara-
mente las últimas horas de una
vida-que ya no podia salvar, se
fortifica con barricadas, se de*
fiende ostinadamente, y dispa-
rando con destreza un gran nd-
mero de saetas que habla reuni-
do, prolonga toda la noche un
combale tan desigual, con muer-
te de trescientos contrarios.
Cuando ya no le quedó mas
arma que su espada, le abando-
naron los esclavos, saltando por
las tapias: él solo se quedó cerca
de so mujer, á la cual no quiso
desamparar. El soldado alano se
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«B
IffMtMIU
ofreció'tambien á h muerte. Al
rayar el dia pusieron los siliade-
rea fuego á la ca«a« Entonces
Jeroneio, cediendo á las súpJí-
cas'de su esposa y del alano, les
dio la muerle, yae^undié su
-espada en el saoo«
' £1 usurpador Mácsíoio fué
elcanzado en su foga^ conducido
é Roma, y^egollade.
£Qtretanio Atanlfe, Indigna-
do de la traición de Honorao,
liabia restituido la púrpura á
Átalo, juguete de la suerte y de
los bárbaros. Honorio, que áca-
4q riesgo mudaba de resolución,,
•rompió la alianza de Constanti-
no, y encargó á Constancio qae
ee lo entregase. Los francos to*
«laron entonces lai armas, y
marcharon á Arélate para defen-
•der á Constantino. Constancio
4os venció; y Ebódis, su jeaeral^
pereció víctima de una conspira-
4^ion. El romane se aprovechó
óe esta traición, casiigó^ á les
^raidores^con un suplicio justo; y
premió el valerde sus soldados
•victorleses. Constantino y su bi*
jo Juliano, ya sm ejército ni so-
corro, se entregaron á Constan-
cio, que los envió al emperador.
£1 cruel Honorio les mandó
matar.
ESTABLEGIMifiNTO n£ LOS 'ViSI-
eODOS EN LA GALIA KARBO^ENSE,
Y PKiNCIPlOS DE LA MONARQUÍA
fipDA DE «spaXa.— (it5) Otro
guerrero disputó la corona. Jo«^
vino fué revestido de la párpor»
por los alanos y, burgundienea*
Sus^uerzas numerosas etriigaron
á Constancio á retirarse; pero
Ataulfcg que sacrificaba todos
sus Tesen tim lentes al amor .de
Placidio, abandonó á Átalo, ven*
eió y mató á Saro rebelado cen-
tra él, marché contra les alanos
y bargundiones, les derrotó, y
arrojó de la CaKa á Joviao y á
su hermano Sebastian*
Atak>> entregado á Honorio,
fué espuesto en Roma al ludi-
brio del pupulacho, se le corta-t
ron dos dedos para que no pudie-
se ni firmar ni manejarlas ar-
mas, y Cué desterrado á Li paria
(isla de Lipari). El imbécil , Ho-
norio triunfó así de siete usur-
padores que los mas eran hoga-
bres hábiles y guerreros va-
lientes.
£n los éltimos cuatro siglos
había gozado España una larga
paz, y con ella todos los benefi-
cios de la civilización. Cuando
les bárbaros invadieron las Ga-
llas, defendió algunos años sus
fronteras; pero cuando Honorio,
diez años antes del. saco de Ro-
ma, quiso remplazar las milicias
nacionales del pais con lejiones,
empezó España á sufrir las ma^
yores calanüdades; porque^estas
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DEL B4f O niPBim
Iropas CdirompMas que no re-
coDocias mas patria qoe su cam-
pameiitOy mas leyes qae suiste-
tés» desleales á s« prdieipe, re-
ooDociereo al usurpador Geos-
lantine cuando le favorecid la
forUina, y después á Mácslmo
cuando le superó en poder. Des-
cubriendo en in las fronteras
19
Guando nada tutieron que
destruir ó qm robar, aquellos,
feroces oonqui^dores en^ioza-
ron k sentir la necesidad^ y esta
loa civilizó. Tomaron á los habi-
tentes una parte de sus tierras^
les dejaron las demás, ylosa«
tentaron á culturarlas; se some»,
tieron elfos mismos al yugo de
que debían guardar» dejaron pe- 1 las leyes-, y Espaía, restablecida
ae4rarporellas{eL2Sdesetiem- la tranquilidad, recobró su a-
l>re de 409)^ á los suevos, siii
nos, alanos y vándalos* Este to-
rrente destructor asoló y despo-
bló las EspaAas, desde los Piri-
neos hasta el mar de África. Los
bárbaros, insaciables de sangre y
de botín, mataron sin distinción
arómanos y españoles, talaron
los campos, y no perdonaron
ni á ciudades ni aldeas. El azote
del ambre se juntó al de la gue-
rra, y la peste fué su inevitable
consecuencia. Los vándalos Ict
oian por rey á Gonderíco y los
•euevos á Erraerico. Las provin-
cias iberas se echaron á la suer-
te. Galicia y lo que hoy es Cas-
tilla le Vieja cayó á los suevos y
^réndalos de Gonderico: Lusita-
nla, el centro de Espafia y Carta-
Jena tocó á los alanos-, y la
Bética á los siliogos, otra especie
de vándalos, de los cuales tomó
el nombre de tVan^ú^uiia. A^ü*
nos pueblos de,' GiiiiciS'Se man-
tuvieron libreí en las montaiaa. 1
Tono IV.
bundanda y pobiacioa.
Ataúlfo, que la voluntad de
Placidia convirtió en fiel lugar«
teniente de Honorio, después de
sus victorias en la &ilia marchó
á Espaia, recobró á Báreine
(Barcelona) y la devolvió al em-
perador. Su proyecto era con-
quistar para sí el resto de la Pe*
nínsula; pero la muerte ie sor-
prendió.
McJBaT£OB ATAÚLFO. — Había
admitido imprudentemente en
su servicio á un antiguo cama-
rada de Saro. Este hombre, ene-
migo implacable déla familia de
los Baltos, conspiró contra él, le .
asesinó en Bárcino{415), y coló- ,
c6 en el trono á Syerico, herma«>
no de Saro. El primer acto del
nuevo rey fué degollar seis hi-
jos que Ataúlfo habla tenido de
su anterior matrimonio, y po-
ner -en prifiones á la bija de
Teodosie el Grande.
Placidia, memprable ejen^^Jo .
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50
■fITOBIA
de las lictoUades de la fortana,
caotiva primero dé ilarico, y e-
levada despae^ ai trono por A-
taulfoy ae vio segunda ver enca-
denada como nna eaclava^ y o-
biigada á andar á pie delante del
caballo de su naevo amo el espa-
do de doce millas.
Este reinado qne anunciaba la
tiranía mas cruel, doró sola-
mente siete días. Los godos^ in-
dignados del orgullo é rnumanN
dad de Sijerico, le matan, dan
libertad á Placidia, y elijen por
rey á Valia, digno sucesor de A-
larico y Ataúlfo.
Conquistas db valia en Espa-
ña.— (416) Este príncipe hábil
llevó sus turbulentos vasallos á
nuevos peleas; y atravesó, ven-
ciendo, todas las Españas. Des-
de la muerte de Ataúlfo se babia
roto la paz entre godos y roma-
nos. Eljeneral Constancio mar-
chó contra Valia; pero cuando
estuvieron uno enfrente de otro,
en lugar de pelear, entraron en
negociación. Placidia fué envia-
da á Ravena, mediante el resca-
te de'seiscientas mil medidas de
trigo (1), y Valia juró servir con
sus armas en defensa de Hono-
rio y del imperio.
(i) Pro». €hron. PhoU\ Eoz^
tíb. ÍX, cap, 9; Philost.^ tíS. XIl^
mip. 4* Oros*^p> 224.
Espafia ftaé entonces el teatro
de una guerra sangrienta que so
hicieron sus enemigos. Valia ad«
quirió grande celebridad: ester«
minó k los silingos que babiaa
asolado la Fética, derrotó á los
alanos, dando él mismo muerte
á su rey. Los vándalos y suevos,
temerosos de su valor, se le so-
metieron y restituyó en fin toda
la Península al dominio del em-
perador.. Los historiadores de a-
quel tiempo dicen, que las Injus-
ticias y vejaciones de lo^ oficia^»
les de Honorio , obligaron á lo9
españoles á echar de menos el
réjimen de los bárbaros.
Honorio, que siempre habla
estado temblando en Ravena,
recibió los oíiores del triunfo en
Roma, abandonada por él. Dié-
ronsele coronas de laurel por las
conquistas de Ataúlfo y de Va-
lia; y á conservar la historia los
discursos de los oradores y ver-
sos de los poetas de aquella ver-»
gonzosa época, veríamos al co-
barde Honorio celebrado por el
servilismo romano como^el mas
bondadoso, el mas valiente, el
mas ilustre de los príncipes.
CcSlOiV DE LA AQCITANIA A LOS
VISIGODOS. — (418) Valia, flelásus
promesas, salió de Italia, y se
estableció en el reino de Aqui-
tanjá, que el emperador le babia
cedido. Reinaba ea todos ios
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WL BAJO
^bes comprendidos entre el Li-
Jeris y el Garunoa (Loira y Ga-
rooa). BardégaU (Bórdeos) era
so capital. Sos sucesores trasla*
daron áTolosa la residencia.
Hooorio 'Cedió á los borgon-
diones la parte oriental, y á los
francos li setentríonal de las
GaKas. La firmeza de Teodosio
bebía reunido todas las parles
del imperio: la flaqueza de so
hijo lo desmembró. Los bárba-
ros> establecidos en estas pro-
Tincias, obligaron á los habi4an«
tes á abandon^irles las casas mas
bellas y la tercera parte de sos
mejores tierras^ dejándoles el
resto de sus propiedades* y la
Tida medíante un rescate. Los
visigodos fueron mas umauos,
y concedieron jodemnizaciónes
por los bienes -que quitaron á
los ciudadanos.
PauKoo de Burdégala» nos ha
dejado Ja prueba en sus cartas,
dando á<onocer el precio paga-
do por el bárbaro que se apode-
ró de su casa, líl 4reÍQ0 de los
visigodos tomaba la forma cris<-
4iana bajo ios obispos arríanos.
Estos guerreros selváticos se
mostraron mas jenerosus que
Augusto y los triunviros, los
cuales entregaron á los vetera-
nos de sus ejércitos muchas ciu*
dades de Itklia y las posesiones
de muchos romanos despojados
MKMO. 5t
fin indemnización. El hábito
antiquísimo de respetará Roma^
y el recuerdo de la majestad del
imperio, conservaban tanta \n^
fluencia en los ánimos, que los
vencedores del Norte, en vez
de llamarse dueños de los países
conquistados, tomaban el título
de hni$peáei de /os ram^nat, y so
decian subditos del emperador.
Las provincias lejanas cono-
cían que la corte de Revena ni
podía protejerlas ni refrenarlas*
La Armorica proclamó su inde-
pendenciaj y Honorio la confir-
mó. La Britauoia, sin ausilios de
Roma, y espuesta á las invasio-
nes de los piratas, sufrió todos
los males de la aoarquía. No-
venia ciudades Ubres le erijie-
ron en repúblicas, y cada una
nombró un senado. Los nobles,
descontentos de este movimien-
to popular, echaban menos el
gobierno del empéradpr que les
distribuía sus favores; corrían
armados por los campos, y todos
se arrogaban, como los jefes de
las tribus bárbaras, el nombre
de reyes ó eaudillos. Al .frente
de los hombres que leseiran a-
fectos, sostenían guerras con-
tinuas ^sontra' las repúblicas. La
autoridad de cuarenta obispos,
que tomaron parte en estas que-
rellas, aumentó el jérmen de
las disensiones*
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6S
■ISTMIA
Estado obl tnFuio de osinr*
TB. — Ei imperio de Oriente, san-
que DO mejor gobernado, sofVís
menos perdidas; y á pesar de la
inepcis de la mayor partede sos
Jefes, y los crímenes qae ensan^
grentaron el trono, snlisistitfdii^
rante diez siglos desde Ttedosto
basta la toma de Constanthiopla
por los turcos, y conserró et
nombre de imperio romano des*
pues de Is pérdida de Roma y
del Occidente.
Los griegos, despojados en o-
tro tiempo por los guerreros del
Tiber, se enriquecieron i su
vez con la ruina de Italia. Cuan-
do los bárbaros invadieron á
la Galia, Roma, España y Afri-
ea, todo.4 los que pudieron süs«
traer á las devastaciones une
parte de sus riquezas, las lleva-
ron á Rizando: los ssbios, los o-»
radores, los hombres que no po-
dian^ sufrir ei yugo de la igno-
rancia y la brutalidad, se refur
jiaron á Grecia. Derramáronse
las tinieblas por el Occidente; y
las luces^se retiraron bácia ei
Oriente. Gonlitantínopla fué en-
tonces el .centro de la civiliza*
cion y. el último asilo de las ar-
tes. Todo el resto del mundo fué
entregado á los groseros con-
quistadores del Norte, dueños
de las riquezas del pueblo rey,
sin aprender de él el arte de go-
zarlas, sin conocer mas pasioD
que la guerra .
No ostentaban mas qae el
hierro, coanda el oro, la parpara
y las pedrerías brillaban por to^
das partes eael palacio* de los
emperadores de Oriento. Losmas
ricos metales adornaban sa co-
rona, sus vestidos y so trono,
comotaoibien las lanzas y cas-
cos de sus soldados, y los Jaeces
de sus caballos. Los vicios de
tos príncipes infloian^ de ana
manera fuoesta en la adminis-
tración del imperio^ Sos vastas
provincias estaban entregadas á
la rapacidad de los gobernadores
y de los oficiales eocargados de .
ejercer la josticia ó de percibir
las rentas del estado* Las leyes
estaban sin foerza; la inocencia
oprimida no hallaba on protec^
tor, y solo el crimen estaba al
abrigo d^ todo insulto.
Enmedio de la depravación
jenerai que cundió socesiva«»
mente por todas las provincias
del imperio romano^ las lejiones
conservaron por aigon tiempo
las virtodes militares, pero la
molicie y la licencia se introdu-
jeron en fin en los ejércitos^
Dispensóse á los soldad;os de á
pie el llevar la coraza, porqoe
les era moy* fatigosa para el ser-»
vicio. Los cuerpos de*tropas qoe
Constantino había colocado en
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las ctadadatfroaterifat^ ^eétoi^
daban loa ajereücfos mititarea;
eotr«gibaMa á laa la&oaes del
campo^ 7 nuy to^fCo fiieroQ io-
capacea dt detener loi prog rases
de loa enemigoa. No podiendo*
confiar ya i eataa millclaa la de^
fenaa del imperio^ los empera-
dores poblaron de bárbaros las
lejiooea, le» prodigaron los te-
soros del estado, les dieron el
mando de loa ^ércilos, y les
concedieron^ los ooores-dél con-
sulado. Pero estos ausiliares per-
fidos reusaban mncbaa feces re-
ñir á las mnnos con sus eompa»-
triotas» y hacían traición i los
Intereses de los que les pagaban
el sueldo. Siendo su único m6-
Til el amor del botín,, queriao
mas tobar que combatir; síp
embargo algunas veces, llevado^
de una rabia ciega» obligaban ^
sus Jeneralesá presentar la ba«
talla, y comprometían la salva**
clon del imperio con sus moti-
nes é insubordinación.
£1 reinado de Arcadio ofreciA
la imájen de la funesta degrada*
cion que sufren necesariamente
las costumbres después de un
largo despotismo, en un pueblo
afeminado por todo jénero de
placeres. Los mismos eunucos
ejercían empleos. Eutropio pre-
sidia los tribunales y mandaba
los ejércitos coa gran placer de
WMvio» 53
los godos, contentos di» ver á
los romanos, sus enemigos, man*
dados por un jeneral, que lejos
déser un rival temible; ni' aun
era hombre*
Esta elección dé Arcadio es*
citó el menospreció dé los bue-
nos'cindadáoos; pero su voz, ni
muy alta ni muy cercana al pa-
lachi, no fué oida. Los lisonja*
K>s~ineensaron al valido, la cor-
te le prodigdsus omenajes; faé^
creado cónsul, y el senado de 0¿
riente le erijió estatuas. Ei Oc-
cidente^ aunque vencido por
los bárbaros, no pudo tolerar el
oprobio de semejante consula-
do; y el senado de Roma no in-
sertó su nombre en los ar*
cbivosi
Claudiano vengó de esta iU:'»
i Juria la primer dignidad de los
romanos, pintando en. una si»
rira con versos mordaces el ca-
rácter de aquel ministro tan vil
como insolente, que esclavo en
otro tiempo, se habla enseñado
hurtando pequeñas sumas del.
cajón de su amo, á robar un dia
las riquezas del imperio.
Eutropio vendió muchas pro-
vincias á los enemigos, dio a-
liento á los delatores, aumentó
su caudal confiscando, é hizo
morir á los Jenérales que habían
adquirido mas fama en el reina-
do de Teodosio^ y cuyo valor j-
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54
crédito tenña* ISagmi la docMna
ée lodos los que abusón del po*
dery lemeQ la^iirioo pábfica,
trizo prooiolgar una ley lirániea
ison pena de muerte ^centra ^
^ue atacase á un ministro del
«emperador, ókun oficial ó áir-
-viente de palacio, y con notaje
Infamia á los que solicitasen el
perdón de los culpables. Tales
^ctos manifiestan la impotencia
4k5 la tiranía, y escitan las sedi«
Clones en lugar de impedirlas,
Trebijildo^ jenerat ostrogodo,
levantó en Frijia el estandarte
de la rebelión* Eutropio ' envió
«ontra él un cuerpo de tropas
mandado por L^a, antes carda-
dor de lana, llamado el Ayaj áél
Vriente, E^e jefe, que debia su
*sobrenom1»re i su fuerza 4*fsica
mas que á su valor ni á Sultabi*
lidad, fué sorprendido y derro-
tado. El famoso Gaioas, aqu^l
godo que habla becbo morir i
Iluflno, sucedió á Leo en el man<
<lo defl ejército; pero en lugar de
pelear con los ostrogodos, apoyó
«us reclamaciones, «teraorizó k
Arcadio, y le ol>RgÓá entraran
negociación.
Gain&s y TrebijiWo pidieron
por condición de 4a paz la cabe-
za de Eutropio: el emperador
vacilaba: la emperatriz Eudosia
je quejó de un ultraje que ba-
l)¡a recibido del ministro^ y Ar-
eadlefirmi so «Merte. La mii^
ma oerle y «I niiaoie pueMo qoe
lisenjeapen i Eutropio orientras
fué poderoso, le llenaron de ia*
jorias euattdo le vieron eaido, y
aun quisieron despedazarle; so*
lo aan InaB CrMatomo , que
no le babfa adulado nuantras
fué duefto del toaperiai, le efire*
cid un asile en ra desgracia, le
protclió vÉlcrea— legte, y .eos
un patético discurso sobre la tus-
tabíüdad 4% las «osas liumanas,
logré «alnor el furor de la ma-
cbedumbre. Prometióse á Eu*
tropio la vida, y fué desterrado
á la isla de Óhipre, donde ín»
ifrijíendo esta promesa^ le trizo
matar el cónsul Aüreliano.
Trebijildo y Gainas despre*
«ciaban al emperador, á quien te*
<iiian sometido á su voluntad,
basta tal punto que le obligaron
á entregarles á Aüreliano y á Sa-
turnino, ain embargo de que no
les bicieron mal cuando los tu-
wieron en so poder.
ENmperio estaba, pues, go-
bernado por estes dos bárbaros;
pero sus escesos los perdieron.
£ainas^ nombrado comandante
jeneral deJ ejército, «csijió que
*se diese una iglesia á Jos arria-
«os: el emperador no quiso con-
sentir en ello. Los godos, irrita-
dos de este desaire, intentan pe-
gar Xuego «I palacio imperial.
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DEL BAJO
La guardia, instrurda die^su pro-
yecto, los sorprende eflDiedío
de ta noche, los ataca y matd
á siete mil de ellos. GaÍDas hu-
ye á Tracla y reuoe tropas para
volver al Asia^ pero Fravitta,
otro godo quemandaba las gale-
ras del eoiperador, dispersa 3^"
destruye su escuadra.
Gaioas, al freotie de un cuerpo
numeroso de cahaüería , quiso
volverá la vida vagabunda, en
la cual durante su juventud ha-
bía adquirido tanta reputíicion
y fortuna; pero en sus correrías
se encontró con FTuldin, rey de
los hunos, que le venció y le
mató, y envió á Arcadio su ca-
beza.
Después de estos sucesos el
imbécil emperador^ quo háina
nacido para ser gobernado, de-
jó las riendas del imperio en
manos de la ambiciosa y venga-
tiva Eudosia. Esta princesa per-
siguió al santo obispo Crisósto-
mo, uno de los mas elocuentes
oradores de la Iglesia, y digno
de veneración por su virtud ar-
diente y severa, en tanto grado
que depuso á trece obispos de
Lidia y Frijia, y adquirió nue-
vos enemigos, declarando que
la desoneslidad y la simonía te-
nian corrompido todo el orden
episcopal.
La iüdigoacioQ que le iaspi-
iMPüRiov 55
rabati Ibs dcsíTrífenes de lá corte;
le impeiró á dar á la emperatrfz ;
eí nombre de Jczabef. Arcadia;
para vengar el ultraje dé la nw-
jestad imperial, convocó un sí-
nodo que condenó al destierro á
San JuanCrisóstomo. Cuando fw
ba á partir este obií^po venera-
do, el puebloseamolina, se ar-
ma y hace resonar sus amenazas
en el mismo palacio. Asustad»' .
Eudosia se postra á hós pies del "
emperador, confiesa su yerro^ y .
declara que no encuentra otrov.
remedio para los males del esta» ,^
do que la restitución de Crisós-
tomo.
El obispo victorioso vuelveea-í
triunfo, y para celebrarlo se hi^ /
zo iluminación en las playas eu- *'
ropea y asiática del Bosforo. Su-,
beá la cátedra en donde do se
deberiau oír sino palabras de >
paz; pero haciéndole olvidar el ,
orgullo eclesiástico la humildad'
del evanjeiio, declama con vio- .
leñera contra ios vicios de las
mujeres, y sobre todo contra los
onorescasi idolátricos que se ha-
cían á las estatuas de la empera-
triz. En el ecsordio dijo: «Allí
Mleneis á esa vengativa Hero-
Mdías. Herodías vuelve á sus
"furores-, Herodías vuelve á
«bailar y pide por seguuda vez/*
»la cabeza de Juan.» Por mere-
cidas que fuesen estas acusacio-
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B6
mSTOAUk *
868^7 por dibíl que fuese eoton-
cea er poder temporal^ ao fu-
do toldarse aodácia semejan-
te* tm eODCilío se reuDió^ coo-
firmó It senlencia del sínodo.
£1 pueblo se opeiáa á su ejacu-
cioo^Hpero las tropas godas en-
traroa «a te oéodad la víspera
de Paseiia 7 sHiaron Xa iglesia,
íl la caar pusieron fuego, como
también al palacio del scnado> y
é pesar del furor popular hube
40 salir Crisóslomo de Gonslan-
tinopla (404), el año antes de la
«Dvasioo deRadagasio -en Ilartia.
CrIsSsComo había pedido que
«c le ei^iase á Nicomediar, pero
se le llevó al ^ del mente Tau-
ro, donde perfcianeció tres añes,
y después á los desiertos del
I^ooto, cerca de un pequeño
pueblo Hamado Gumana^ donde
tnurióde edad de sesenta años.
Este «scesivo rigor produjo su
«fecto ordinario: olvidáronse sus
faltas, y solo se acordaron de sus
lulcnlos. Treiuia aBos después
fueron trasladadas sus cenizas á
^¡onstaifit inopia con el mayor e-
Dor, y Teodesio U, que salid á
recibirlasá Calcedonia^ se pros-
ternó ante «Has, mas por devo-
ción que por polklca, á pesar de
las injurias que había dirijido
el Grísóstomo á su inadre. J£s
verdad que Eudosia las mere
tratabicov tma ' 4iitin4dad tan
indecorosa al conde loan, su fa*
vorito/que todos le teoian por
amante suyo y podra de Teodo«
sio. Arcedlo, que ñola creia eal-
paUe, probé su ternura paternal
dando á sv^ijode ona ytE, coo*
tra ia costumbre^ los tit«íos de
cesar y de augusto.
Eudosia murió en 404 llora-
da de los arríanos, y los católicos
miraron su muerte como un de*
<^retodel délo que vengaba al
Crisóstomo.
En ios años siguientes hubo
muchas calamidades, incendios
de pueblos, frecuentes terremo-
tos y nubes de langostas. Los is-
raelitas devastaron las provin-
cias de Oriente desde el Ponto
hasta la Palestina* En fin, el vil
y disoluto Arcadie murió des-
pués de trece aBos de reinado,
ó mas bien de servidumbre á su
mujer ó á sus favoritos (4d8), el
mismo ano del sitio de Roma
por Alarico, y la capitulación
de esta ciudad,
Procopio dice que este prín-
cipe antes de morir confió en el
testamento la tutela de su hijo á
I Isdijerdes, rey de Persia, y a-
hiba esta medida que Zósimo
condena «orno muy impolítica;
pero es de i:reer que-la narra-
•cion de Procopio no tiene Jun-
cia: despreciaba á su marido, y ] dtmeoto alguno, pues de nin-
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hVX BAJO
gun hecho consta que el rey de
Persia hiciese reclamacioDes fun-
dadas «n él mencionado testa-
mento.
Según las leyes antiguas la
rejencia pertenecía á Honorio-,
pero tos grandes del imperio se
opusieron á ellO) y conQaron el
gobierno supremo, en nombre
del emperador, á Artemio, pre-
fecto de Oriente, patricio rico, y
cuyo talento y probidad eran je-
neralmente estimados.
Mas no conservó mucho tiem-
po su dignidad, y prefiriendo la
tranquilidad publica á sn en-
grandecimiento, dejó á la céle-
bre Pulquería, hermana de Teo-
dosio, que se apoderase del tro-
no sin osláculo (414), un año
antes del establecimiento de los
visigodos en la Galiu. Esta prin-
cesa, cuyo talento justificaba la
ambición, solo tenia dieziseis a-
ños cuando lomó osadamente las
riendas del gobierno. £1 se-*
nado li3 confirió el título de au-
gusta, y con el nombre del dé-
bil Teodosio, su hermano, go-
bernó el imperio con gloria cer-
ca de cuarenta años. Parcela ha-
ber heredado las virtudes ani-
mosas del gran Teudosio. Su
justicia restableció el orden» su
bondad le ganó el afecto de to-
dos^ su firmeza comprimió las
facciones. Bajo su administra-
TOMO JIV.
IMPERIO. ' 57
cion no hubo turbulencias, y la
invasión de Atila fué la sola ca-
lamidad que aflijió entonces el
imperio.
Pulquería protejia las cien-
cias, y hablaba con igual facili-
dad el griego y el latina y lejos
de raaníeaer á su joven herma-
no en la ignorancia p»ira gober-
narlo mejor, le dio los maestros
mas hábiles en todas las facul-
tades.
* Retrato i>e teodosio ii. —
Teodosio era notable por su fi-
sonomía, pero tenia un espíritu
débil, con alma corbarde, y era
incapaz de grandes co^s. Fué
únicamente un devoto sin pa-
siones y un maUeólogo. Su pa-
lacio era una especie de moaas*
terio en donde desde el amanecer
no se hacia otra cosa que ento-
nar salmos-* Pero el rasgo prin-
cipal que caracteriza á Teodosio
y que prueba que era mas su-
persticioso que relijioso, es el
siguiente. Un fraile, ofendido
de que le hubiese reusado una
gracia que le pedia, se atrevió
á decirle al marcharse: Te esco-
mulgo. El emperador temblando
por este ridiculo anatema, se
empeñó en no comer hasta es-
tar absuelto. Pidió á un obispo
con instancia le concediese este
favor*, y á pesar de las observa-
ciones del obispo, se abstuvo de
8
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n
todo altemila baila ^ #1 t«-
aolente fraile le eehó li abao*
locioo. ,
Siempre estaba rodeado de
inojeres y eoQoeoa, y fuera de
eítto 5olo se ocupaba e» grabar/
pialar ó eaiar. La betteza es-
traordloaria de au letra le gran*
jeó el renombre de aritgrafó.
Kra tan indolenle, que rara ves
leía los papeles que le (presenta-
ban á la firma ^ Una vez, para
baeerle conoced loS peligros de
su pereza^ Pulquería le mostró
Armada por él su propia abdica-
ción. :
Al principia del reinado de
Teodusío ccmsigufó el imperio
algunas victorias. Los bunus ha-
bían entrado en la Tracia: inti-
móse á lluldtn, su rey^ que se
retirase; v él juró qui^ no pon-
dría Kmite á sus conquistas sino
en el Océano^ donde se termi-
naba, según la opinión roroun,
lá carrera del sol. El érsito no
justificó su presunción: sus alia-
dos le abandonoroo: ios jenera**
les del emperador le derrotaron,
le obligaron á pasar el Danubio,
y destruyeron casi enteramente
la tribu de los scirras que com-
ponía su retaguardia.
Polquéfia, cuando trató de
dar esposa á su hermano, aten-^
dio para esta unión mas hieo á
ksiibidaríaque al nacimiento.
Ledodo, fllósofo de Mmm.tBd
uta ana hija llamada Attaala;
coya hermosura aclipsaba á to
de. las otras griegas» y cuyo aa*
ber y elocuencia' igualaban al
de. los filósofos y oradores oMf
distinguidos. Leoncio la desere*
dó y transmitió todoa sus Menee
á <fe>s hijos, previendaque Ale^
nais con tantas gracias y talen-
tos no tendría necesidad de caá**
dal. La Jóveo griega no pensalw
como él: después de la muerte^
de su pailre reclamó so parte en
la liereocia» y presentó so aoll-^
cilod i Pulquería.
La princesa, enamorada de
st|s gracias é ínjenio, la creyó
digna del trono. Teodosio tuvo
curiosidad de conocerla, vina
disfrazado al aposento de su her*
mana, vio á la bella ateniense/
ardió por eila, y la recibió por
esposa. Fué bautizada, y recibió
con el cetro el nombre de Ea-
dosia.Sus hermanos, sabedores
de su elevación, y temiendo sa
venganza, se ocultaron en vano;
porque Atenais loa halló, y le*
jos de mostrarbs el menor re-
sentimiento, loa elevó á las pri*
meras dignidades del imperio.
Conservando en la grandeza los
hábitos de - su juventud, fué
siempre estudiosa: escribió una
paráfrasis en verso del antiguo
Testamento^ ia leyenda de sao
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DEL BAJO
Cipriano y un panejírico de Teo*
doáío el Grande.
Llena de zelo por el nuevo
cullo, hizo una peregrinación
á Jerusalen, pronunció un <li«-
curso elocuente en presencia
d«i senado de Antioquía^ y si se
ha de creer á los autores ecle-
^áslicos, envió de Palestina las
cadenas y una capa de San Pe-
. 4iO, el brazo derecho de San
Estcvan, y el verdadero reirato
de la Vírjen pintado por San Lu-
cas.—Bísuwfencaíw !(1) Do§ mu-
jeres no pudieron vivir unidas
en un palacio, donde es raas di-
ficil la concordia que en una ca-
sa particular, Eud»sia cobró
I ambición, y quiso g«bernar á su
marido y al imperio. Pulquéria
defendió su poder. Bividióse la
corle en bandos, y la hermana
> triunfó de ia esposa. Cayeron
sospechas sobre la virtud deEu-
dosia, yJa «uerle de Paulino,
comandante de los oficios, en-
venenado con una manzana, y el
de^ierro de Ciro, prefecto del
pretorio, arabos admitidos á la
t intiiBidad de la emperatriz, a-
Dunciaron á esta su caida.
Pidió el permiso de retirarse
(1) L» tfidicio» de «itt imijen,
dice Chaeauiridiitl (Estudia ^'sión^
co#), llegó jior U »uce«ion áe loi pin-
loret baét« d pincel de HaféeU
IMPBRIO. 59
áJerusalen, y el emperador se
lo concedió. Persiguida por la
misma enemistad y las mismas
sospechas que la habían separa-
do del trono, vio condenar á
muerte á dos eclesiásticos, cuyo
único crimen era su amistad.
Irritada de esta injuria, ven-
gó sus muertes con la del conde
Saturnino, causa de cMas: vio-
lencia que justificó las acusacio-
nes que se le hablan hecho* Des-
pués de die/Jseis años de destie-
rro, murió protestando siempre
contra la calumnia de que era
víctima. -^
La guerra volvía á encender-
se «ntre Persia y el imperio tan-
to tiempo enemigos. Los cris-
tianos sufrían en la primera una
persecución violenta, á conse-
cuencia de haber quemado Ab-
das, obispo del país, un templo
persiano, y no quererlo reedifi-
car á pesar de^ las órdenes del f ey
que dejaba á les cristianos el e-
Jercicio desu reWjioo, La tole-
rancia se acabó desde entonces.
Las iglesias fueron destruidas y
los verdugos se armaron contra
los fieles. Un gran admero de
estos se refujiaron al término
romano. Varranes V, hijo de
Isdijerdes, los envió i pedir, y á
Id repulsa retuvo muchos vasa-
llos del imperio. Pelearon, y
después de dos campanas sin re-
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60
HISTORIA
sullados decisivos, aunque cele-
brados en relaciones fastuosas,
concluyeron las dos poieocias
treguas por cien anos.
La historia solo ha conservado
de esta guerra un hecho mas dig-
no de memoria que muchas ac-
ciones militares. Acacio, obispo
de Amida, empleó los vasos de
oro de su iglesia en rescatar sie-
te mil cautivos persas, y los en-
vió á su rey pora mostrarle la
. diferencia entre una relijioD san-
guinaria y la doctrina de la cari-
dad. La libertad de relijion que
Abdas había hecho perder no se
restableció sino muy imperfec-
tamente (1). una de las condicio-
nes de la tregua fué el reparti-
miento de Armenia entre persas
y romanos.
MrERTE DE CONSTAXCIO. — (421)
ñ Honorio se mostró siempre ene-
migo de Arcadio, su hermano,
y de Teodosio II, su sobrino; y
al mismo tiempo, por una estra-
iia cegueduJ, Gonstantinopla se
gozaba en iascalamidades deRo-
' ma. Estaba reservado á la céle-
bre IMacidia, que ya una vez ha-
bía salvado su patria, restablecer
la concordia entre ambos impe-
rios.
Después del asesinato de A-
taulfo, y el suplicio de Sijerico,
(1) V. Teodoreto.
SU asesina, Placidia recobró sa
libertad, y casó con el valiente
Constancio. En favor de este
himeneo, Honorio concedió á
este jeneral el título de augusto,
creyendo con razón que el mas
digno de subir al trono era aquel
que lo había sostenido. Constan-
cio no gozó mucho tiempo de su
gloria y prosperidad: murió de-
jando de su mujer dos hijos,
Honoria y Valentioiano.
Muerte de Honorio. — (423)
El indujo de Placidia sobre el
ánimo de su hermano se debilitó
por la envidia de los eunucos y
libertos: la princesa, vencida por
estos intrigantes, fué desterrada,
y buscó con sus hijos ua asilo ea
Constantinopla.
Poco tiempo después acabó
Honorio su despreciable vida
en Ravena, doce años y medio
después del saqueo de Roma. So*
metido á los esclavos de su pata-
cío, testigo indiferente de la
ruina del imperio, pasaba sus
dias en los entretenimientos mas
pueriles. Cuéntase que cuando
le anunciaron que Roma se babia
perdido, respondió friaraente:
((Eso no puede ser, porque acá*
»bo de darle heno,» creyendo
que le hablaban de una vaca, á
la cual tenia mucho cariño. Ne*
cesarlo es convenir que seme-
jantes príncipes^ por desgracia
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i IIEL «AJO
ño muy raros, hacen detestuMe
la monarquía, y justiGcan los (fe-
seos de los ardientes partidario»
délas repúblicas.
Esta época cuenta algunos his-
toriadores^ y tuvo también poe^
tas. Estos se presentan particu-
larícente al principk) y al fin de
las sociedadesr vienen con las i-
májenes, necesitan ctradros de i-
Docencia ó de desgracia, canlan
alrededor de la cunoodel se-
pulcro, y los ciudades se elevan
ó seundenal sonido de su Hra.
Hános quedado sofamente una
parle de las obras de Olimpiodo-
ro, de Frijerido, de Claudiano,
de Rutilio y de Macrobio.
Honorio publicó (414) una ley
por la cual cualquiera podía ma.
tar leones en África, cosa proi-
bida antiguamente. '(Convieae^
»decia HoDorio, que el ¡nleréb
»de nuestro pueblo sea preferi-
»do á nuestro placer.»
La muerte de Honorio Iju hiera
sido un bien para el imperio, si
las desgracias de su reinado hu-
bieran podido repararse. Este
príncipe, casi tirano por debili-
dad, mas bien que por inclina-
ción, cometió todas las injusli-
cia« que quiso.
A juzgar por las numerosas
leyes de Arcadio y de Honorio
(porque ordinariamente se pu-
blicaban ea nombre de los dos
TSIFRftlO. 61
emperíwfores). se creta que el
gobierno velaba por la humani-
dad. Eran, si se quiere^ bellos
sentitirientos y buenos prínct*
píos, peroren d fondo no restri-
ban mas que palabras. MuchdS
leyes viciosas ensí mismas au'-
mentaban los m<ales públicos; y
la* mejores quedaban si^ ejecur*
cion. Continuamente iHbja que ^
derogarlas, cambiarlas, adicio- •
narlas; y la lejislaciou, que debe ^
ser sencilla y precisa, era un cao^
de tinieblas é incertídumbre.
LUERO BOSQUEJO 1)K LOS PAPAS
ÜESOE SAN SILVeSlíBB HASTA INO-
CENCIO 1.— Ya en el tomo XIII de
esta obra, pajina 177 y siguien-
tes, hemos hablado de los pri-
meros obii^pos Je Roma, llama*
dos posteriormeule papas, dáa-
do«e á conocer sus hechos mas
notables, po^ra probar que si la
relijion cristiana es santa y au-
gusta en sus misterios, muchos
de sus ministros son verJade-^
ros fariseos que tienen en la len-
gua la virtud y puerco y coinqui-
nadoelcorazon.
Ya hemos dicho en otro paraje,
que la donación que se supone
hecha por Constantino al obisfio
Silvestre, de la ciudad de Roma
y déla Italia, es una superchería
y una impostura descarada que
desmiente todo historiador, sí
bien pretenden apoyar eQjUa
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íes
íM HkmMo -ñemfúféX los ambi-
<ii9aost*l coto Hura. Conélantíoo,
-«élya) poiHioa era conlemiiomar
^áott Maa im aectas, porque así
-cé0f«Bia4 Mi Imiras, protejió
«ficaslbeaileAlosicrlsiiaoof que
5Bef«o«iochoS'eo«émera» pe-
ato nodos aeieoonrríd Jiscerlefl
4a>doMeioB'd(Í14Hipetl«,y af le
VQBvosH^^partirloeR(caa«s bijos.
Jfoliasidoála'rerda^ Sao SiU
'^slreiCflO'áe los miicbos papas
«^e iMtf vacadddfsado l« H^leaia:
los MMoaiadores eonvieaen e«
qoe fué fio baasbre quieto y pa«
<Mko que predicó la pas. Bajo
^aupoáéifeadai^eoaiolienios vis^
to, se obrat^Dlos'catiirrios ñas
tgrmd^s.Vió los concilios de Are-
4iAé, de Roma, de Nicea,deTiro,
^e Jensaltfi y de Con^taatioo-
<pl8; rMtt%iió á Ooii!^lautína, y
•cuando todo eslo«e verificii, de-
,j6 piir sucesor á Marcos, que Ja*
-tefildH>&ieBderaus audaces pre*
«siaaioiies durante «I poco 4iem-
!f O^iie' oeupd- la silla romana,
¿üvostüe Coé qoíea dispuso que
el cmsma lo consagrase única -
miMtéMiliébtspa: que los «obispos
ftigniMénr «I ^sSiano bautizado
^Otf *é4 saDlOrcníama para destruir
Otta éicrrt^pi^e^eupaoíoo berétieaf
^MC^ordá^ue el sacerdote, «a
#1 {anféciiotle la muerte u^^ese
wsl úfAúmá4 éoü et santo •óleo.
r^ttoMSfMttpUsoqueoo pudie^l
sé él lego cKar i uu filérigo ea
juieió; que él diácoao al ce*
lakrar ea la iglesia se pasieaa la
dalmática, y con el maaípole ea*
briese el'bráio iaqoierde; que
eidérigó ao lie? ase sas eaosas
aale el tribaaal ei?il, ai lUigaae
aate Jueces seealares; qoe el
aaceráole cdeliraote do asase
de seda, ai paia de color, siao
tela blaaca, ta Mibk, ea me*
moria de que él Salvador fué
•sepuMado en aatiedzo blaaea-,
dispuso los grados ea los érdé-
nes eclesiásticos, que atagaao
(tuviese mas de aa empleo ea ta
iglesia, y que oiagun sacerdote
viudo se volviese á casar '(1).
Marcos i, roHTinca %x\v,
creado ea 16 dé aasro 4s 33€.
— Marcos camina por las bue«
tías de Silvestre; pero es sensi-
ble qae la muerte interrumpía*
-se sus f royoctos* Buréate ocho
meses que ocupó la silla poatí-
fldi, bizo lo suflciente para
probar que el orgullo y la sed de
Teinar despéücamente sobre los
obispos de 4as otr;is i^^iefias, le
devorabsa. Be él nos ha queda*
do uñatearte que escribía á Ala-
aasio y á los demás obispos de
EJípto, en la que se abroga el
ttttutodeofri>pa wmioenmt (3$^, y
' (1) VL.K*rtHÍ, dé vüU po^i^ieum.^
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pretende que los padres del coíi^
cilio de Nicea babiaD ordenado
que ningún obispo pudiese ser
juzgado por otro tribunal que*
la silla romana» qoe* sio su^
autoridad no se pudiese convo*
car ningún sínodo jeneral, mez^-
dando las rnjurias r las^ amena*
zas á sus pretensiones, y por úl-
timo añade que de lo contrario
irrecuperabiliter $unp danmali,
son condenados para siempre y
para siempre depuestos de sus
cargos; que por ei concilio de
Nicea le estaban reservadas h>-
das las causas grandes^ y (|ue
los obispos depuestos sin su au^
toridad, cualquiera que fuese- kj
causa, serian por él mnnteniJoa
y conservados en sus sillas.
^'El historiador Platina dice
que poco antes de morir este
pontífice apareció un cometa
con una cola muy larga, y que
Marcos por esta causa concedió
al obispo de Ostia que pudiese
usar de palio.
Julio i, papa xvxvi, 28 de
noviembre d§ 3.J6. — El empe-
rador Constantino, muchas ve-
ces vacilante en su política, ha-
bla condenado á Atanasio^ obis-
po de Alejandría, á Marcelo, o*
hispo de Ancira, y á muchos o-
tros, enviándalos desterrados, y
mandado llamar á Arrio por me-
dio de Kusebio, sectario de sus
BIPTRIfH (SI
opiniones. Ehtretaotti Constan-
tino el Joven, llama á Atanasio^
indignados sus adversarios en-
vían una legación á Ju4k>, y pi-
den* un coftcHio jeneral par^^
jusrgarlos: Julio, por medio de
una carta que escribió á los par-
tidarios de Eüsebto y dé Arrio>
les dice termiuimtenitínte que
sus defensores han sucumbido
antelos de A'tanasio y en pre-
sencia soya, y resuello la cues«
lion; pero'por una gracia^ para
que no tuviesen de qué quejar*
se, les eoncedioí mm qu^ debiOf^
marcándoles un sínodo. Atana-
sio y SuUo^ ttenen ia destreza
de eludfr el sínodo,, y mientra!
intrigan en Roma, el emperador
Constancio reúne un concilía
en Antioqüía^ y en él depone á-
Atannsio y coloca en su lugar á
Gregorio. Aquí principian esas
guerras teotójieas en quelos emk>
peradores toman parle. Mientras
que el concilio de Antioqui'a de*
pone á Alanasio^ otro eu Koma
lo restablece; míranse ya conci-
lios contra concilios, obispos
contra obispos, cristlancH contra
cristianos, y los escándalos, lus
injurias, las amena/.as, las per-*
lidias y el asesinato sentados so-
bre las cátedras sagradas ó sa-
crilegas.
Julio escribe insolentemente
á ios Eusebíjs, y estos le res*
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M%im^ttegiÍo qae el tiempo
íféto te M» liaUtt oootedido era
«IbtiasItfAo^rie pafft aondir y
l^e^el'OMaineíoe estaba «e^^u^e
á'éliiM'4eiái«6rra del imperio
<MfA4 los 'pOTias^ecluft en cara
640S éMspos l(ve eslabao por Eo*
trékl<y f A*^'^ ^^ baUan tiMrba-
tliit4a iglcflie/ que les daba ue
térmiiid fatal para- comparecer^
e#v|rtiéndoles fue se ballasee
en Rovna^ y n^ue 8i baoids Je
que aDHM¿> sa4ma castigarles; a-
Aadiéédo, sagso el testímoaio
<ii Ata«»9ie,-ipie las cosas no se
irflliffíflii al gttslo' del emperador
Ciinstaocio/jr qae sus guardias
nü eusilodíjM'ia» mns U puerta
del con«i8tl»riOi Véase y^ aquí la
guei-rá declarada entre el sa i*er-
docío y ei imperio» y ai sacerdo*
ieqtto la4eciar«conaudácia« £1
{iritner^aso lo da J4ilio I-, sus
Sucesores continuarán •
' Ett voQo Julio y sus secuaces
pretenden que el derecho de
convocar Jos concilios pertenen-
cia á solo el «bispo de Roma.
Los bécbos destruyen esta pre-
•lensioft audaa.Cada mclropolir
4aeo tanta derecho de reunir
-concilios partieulaMs en susdió-
•cesis: los hemos visiu convo-
•eados<porU>s ot>ispos de Coas
tony olres, jfm^ el4tt*MoJa#«
diría en la cama' áet> JiUsoio A«
lanasiof ai emperador, teaia á-
aéconaeole otderecho do roaiiir
ooneiUos en ménioea;-
•OespiMs de varioa «acmtoei*
míentoB en q|ie' JvUoitMad mtt«
cbo parte con s«s naaquinacioses,
ana asamblea de otatepfs reuni**
dos en Sardica, ciudad de la Ili«
ria, condené á Arrio^ i EmoImo
j k «odoasua frartidartos; pero en
cambié ea olro. tonoilio lava*
roo una sentenoia de escomn<»
m^a conira Julio, y proacribie-
ron todo ki que babia hecbo«
Dámaso rifare ^e Julio fué
laucado al desiiarro como un
botafuego^
35&. ----JEste papa fué poco fir-
me en a» fé^ ya era arriano, ya
seolario de Átanasio. En vano
algunos Taisarios ban pretendiJo
que á la muerte de Juli.o«< los o*
bispos jBirrtanoSí orientales tía-
biéndole escrito para favorecer
sus pretensiones» los babia a-
bierlemeiUe desechado del seno,
de la iglesia; e&la aserción está
desmentida |)or la carta que es*
cribió á los obispe^, de Oriente,
en que dice: separó: á Manasi0
de nue^ira comtuHon, ha$ia no
recibir sms ear4as;o$ i^laro que
estoy eufion-con uoso<ras^ y reci^
.huitíoopifr/ Antioquia> Jarosa-» | fro la confesión que se hiso en el
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ML BAJO
€^miU^4é Sirmio (l)^es decir»
reaimeióal coacilia de NicM^
BesfHíeto i este punto eacUma
San Hilario: e$ una perfidia a-
rriima: yo U anakmaii%o d ti.
Liberto, ff á tu$ eon^i^ñeroe. A-
natema á il eegunda, y tercera
ve%j á ti prevaricüélot Liberiol
£sto está teraiinanie«
Aoúneseno concilio en Ue-
dfolano^en que se condena á
AtanasiOy en presencia y con
consénUmientp de los legados de
Liberio (2). Sozozemo refiere que
los obispos de Occidente llegados
á Mediolano^ conocieron que a-
quella asamblea con el nombre
de concilio, no era mas que una
consulla tiránica^ una conjura-
ción de. arríanos^ una facción de
malvados, una conspiración de
impíos, en fin un manifiesto de
ladrones. Mientras aquellos des-
preciables emperadores reúnen
concilios, ios bárbaros se dispu-
taban el imperio, las disputas de
palabras ininleiíjibles hacen caer
á Boma > destruyen á Bizancio:
trasládase el concilio de la igle-
sia ai palacio imperial, que se
convierte en una escuela de ga-
limatías teolójico«
(i) Episi. Libertí, md orürdaUs
ppud Hilariunu
(2) SoMOsem,^ l£b. ^^ ^9p. 8, y
Sacrai. ¡A. 2, eop. 2%
TOHO XV/
mraaio* 6a
Liberio, ya arríi^o» 7# católi*
co, aparenta no entender nada: e$*
trecbado por los Anastasios, por
el emperador, por los arríanos,
quiere guardar el equilibrio en-
tre las dos facciones , y acaba
por aer bundído por el empe-
rador y abandonado de entram-
bos partidos* Constancio lo hizo
prenderen Boma y conducir &
Mediolano: echóle en cara ha-
ber sido la causa de las turbu-
lencias que habían sublevado a
muchas iglesias, de haberlas ul-
trajado, de haber atizado el o-
dio entre él y sus hermanos, de
haber hecho asesinar al ma*
yor, y de que Constante fuese
su enemigo; le reprodujo el fa-
llo de los obispos que lo habiaá
juzgado culpable, lo condenó
como un enredador, chismoso
y sacrilego zizafiero, indigno de
dirijir i los cristianos, y lo des-
terró áTracia. Allí estuvo dos
años y volvió á Boma después
de haber firmado irrevocable-
mente la condenación de Atana-
sio.* Su destierro habla esci-
tado una sublevación en Boma;
los dos partidos vinieron i las
manos; hubo asesinatos y mucha
sangre derramada, según refiere
Sozozemo. San Jerónimo en dos
pasajes, y sobre todo en sq cró-
nica^ dice que Liberio^ vencido
delfQtíidio, suscribió á la here-
9
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66
MtrbMtA
j(ü y eñtrü ewno títiwf^iíHó en ño-
ma. ¡Gaábltt d1$taiiclfa hay dé m
firmeza á la deii A mártir! ¡an po-
co de rastídio le hace reboóciar
á su ré! ¡qué papa! ¡qué postor de
h)s fieles! San Hilai'io todíviehe
también en ésto. A la ¿oticia de^
su destierro habia habido kaíúgrer
derramada; á lá de* su entrada
hubo asesinatos entre los par*
tidos.
De nuevo fué arrojado de "Ro-
ma por Yaiente, obispo de lá
comuúioü arriana, que había
recibido poder del emperador
para lanzar de sus sillas á los qué
no hablan querido firmar el con-
cilio de Riniini. Vuelve otra vez
á Roma, recobra su puesto^ favo-
reced los arríanos y muere sin
quepudieie decirse de qué set-
ta era.
De creer es, por lo que apare«
ce según sus tei^í versaciones^ que
fué un ateo político, poniéndose
de parte del maspoderoso,]«egun
las circunstancias; que se enga-
ñó frecuentemente, qué ^e burla-
ba de la consustanciulidad y de
los que no créian en ella; — poro
tales itfáqniavelDS relíjiosos y
políticos han hecho la desgracia
dé los imperios, han cubierto á
h Europa de angustias, de jemi-
dos, db ^muertes, de incendios,
y de cuantos azotes pueden caer
sobre la pobre raza humana. £-
oHemoa ttaa bjeüd« loWia el feiira^
do de Ééliz II, intércátado en el
suyOyinfei'lQ riiédifeterradoáTrft*
ci4, aunque muriese átties ^ffaé
él; pek*o es menester tomar l<M
acontecimteiitod uH aflotraa otrd
para avaÉiztfren este- caos espaiH
toso de las éalamidadea púMi^
eas^ de los oHmenei del sacerdo^
cío y de los maled del Imperio.
ñsiiz n PAPA 6 AírriPAP^.-^
Lanzado Lil>eriode Roma, el eoí*
perador Constancio y los arria-¿
nos elijierot) á Feliz su diácond
en lugar suyo: dos áilos estuvo en
la silla pontificia, basta que Li-
berro> accediendo á la conden^^
eton de Atanasio^ fué repuesto
por el emperador deponiendo á
Feliz. Este, ecsasperado por te-'
ner que abandonar el puesto,
declaró antes á Constancio he*
reje y fulminó contra él una
sentencia de escomunion. Esteea
él acto ma^ antiguo de audacia
que presentó el élero contra el
trono. Castigáronlo, y hay quieil
diga que le cortaron la cabeza;
pero los leitltores no están acor-
des, fodolo que puede deducirse
es que sé había Feliz acostum-
brado al poder que lé daba su
puesto sobre el espíritu del pue-
bk> desgi^iado, y que 4o lOltó
con pesar. Su ecsattacion á^ ta
silla de Liberio fué un cisma que
ensangrentó á Roma y á la Ita^
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Ha: en Boina solamente, dice
.PlfiUna, historiador afectísimo á
los |>apas y que no puede ser a-
cusado de parcíaüdad, hubo en
las i^icsias varías sublevaciones
y motines de que morian las
personas como en un campo de
, Latalia. El citado Platina, parti-
dario acérrimo de los pontííices,
. y cuya historia está escrita del
modo mas favorable á ellos, aña •
de que Feliz II está, indebida-
mente puesto en el catálogo de
los papas.
Dámaso, papa xxxviii, 1*^ de oc-
tubre de3i5ñ, — Parece que desde
este tietppo la silla pontiticia era
cómo los tronos de los salteado-
res que arlaban el imperio ro-
jnano,dispu4áudose los pedazos.
Dámaso, espamd, es electo obis-
po de Roma, y trsicino lo es
Cambien, como ya ea otro lugar
hemos dicho. De aquí nació unu
guerra civil en Boma lanto mas
orrorosa, cuanlo que tenia por
|>relesto la relijion. Entretanto,
y después de varic^ asesinatos
.cometidos por los dos bandos,
Dámaso fué sostenido. El pueblo
- ciego y desventurado^ llevado y
traído en sentido cuntrarío por
los ambiciosos empapados en su
sangre, fué lambien castigado
por los majistf ados que conduje-
ron muchos al suplicio. Oigamos
cómo Jo cuenta Amíano Marce-
IMFERIO. $7
lino: «Dámaso y ürsiciao, orri-
«blemente envidiosos por aga-»^
urrar la silla episcopal, habiaa
«tenido el arte pértído de divi-
»dir al pueblo, combatiendo con ^
«furor uno contra otro y llenan- »
»do de cadáveres las calles de •
«Roma; por lo cüal y no pudren- >
»do el prefecto Vivencio apaci- ^
«guarios, se vio obligado con pe*
«ligro de su vida á retirarse á
«un arrabal. Dámaso y su par- '
«lido, indignamente victorioso, -
«marchaban sobre cadáveres.
«Un dia se encontraron cíenlo "
«treinta y siete muertos en la i-
«glesia de Siciiio, en donde se
«ejecutan las ceremonias de iñ\
«secta cristiana*, y añade: no me
«sorprende que los que codician
«esta dignidad, bagan todos I09
«esfuerzos para conseguirla, pues
«desde que la han adquirido go-
»zan de toda impunidad, son en-
«riquecidos con las oblaciones
«de las mujeres, etc. etc.« ¿Este
testimonio no maniñesta sufl-
cientemente que la iglesia de
Roma á mediados del siglo lY
habia llegado á tal grado de co-
rrupción, que la crápula, el ase- .
sinato, los atentados y la impu-
nidad que losalicnta, caminaban
osadamente? Dámaso fué acu-
sado , en un concilio público, de
haber vivido adúlteramente con
una dama rumana, por Boncor-
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«8
dio y Calisto diácooof, J slo em-
bargo de haber sido abfluelto» eo.
mo era de esperar^ por sni par-
ciales, no quedó duda de la ver-
dad del hecho. Boncordioy Ca-
listo acusadores, fueroa coade-
Dados y lanzados de la iglesia.
En aquellos tiempos de discor-
dias y de ignorancia, el jenío del
mundo entero parecía condena-
do al error, pues no daba un paso
acia la verdad, y toda su sagaci-
dad la empleaban en miserabres
disputas que arergnenzan á fa
razón.
La discordia reinaba en Bizan-
cio como en Roma, enti^ ios des-
venturados cristianos, por la cá-
tedra pontificia; Gregorio de Na-
zianzo y Mácsimo se la disputa-
ban con encarnizamiento.
Dámaso ordenó se dijese el
Gloria patri et Filio et Spiritui
Sánelo a\ fin de los salmos, y la
confesión al principio de la mi-
sa. Estableció en un canon de
un sínodo* tenido en Roma, que
los cristianos todos pagasen los
diezmos y primicias, y que los
que reusasen esta oblación se-
rian anatematizados y condena-
dos perpetuamente.
Siaicio, PAPA xwi:i, 29 de di*
eiembre de 384. — ' L| elección
de este papa prueba todavía que
entonces no se hacia por los car-
denales^ sino por el pueblo*, co-
me se ve por UQ edicto del em«
perador YaleoUniano, en que
dice: Como de antigna columbre
pertenece iU pueblo romano notii*
brar y elejir un buen prelado,
quiero que e$lo $e verifique en
nuestro tiempo.
Parece que antes de él era
permitido casarse con \ñ nrajer
lejítima de otro-, puesto que le
proibió. Dijo que los frailes J
las monjas que no guardasen $a
virjinidad, fuesen lapizados de
sus claustros con ^nominia. O-
bligando Siríeio á estas victimas
imprudentes del fanatismo á ha-
cer y guardar oo vota contra el
cual se subleva^ la naturaleza^
hizo un gran perjuiciapolítico á
la Europa. El fué el primero que
recomendó fa castidad á la Jente
dé iglesia , prrvendo de los ono-
res y dignidades eclesiásticas á
los tranagresores de tan insen-
sato precepto; pero muchas í-
glesias lo desecharon.
Púsose de acuerdo con el ti-
rano Mácsimo para perseguir
encarnizadamente á los maní-
queos, haciéndolos matar á mi-
llares. El pueblo de Roma á
quien debia su elevación, vio in*
dignado el desprecio que hacia
del matrimonio, y estorbaba se
hiciese el voto sacrilego y fan-
tástico de castidad, por lo cual
hubo algunas sediciones en la
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cthdidv SirieiOífe 9p¡tó eo todit i
esas mlscw^iMes^ dtepoUsn q«t|
lMilo»hft0ridicolfaBadoá «ifiMlios
tiMiyO0 deploraMa% MrHeeieft*
dDálosenifefadoFM pava faci-
Ntar el pc^dev abfolotp de loa
ftlllIlild^s raeaaorea detapóalol
peseader.
ffiorso* de 308. -r Ra&no> ^e
Hegára á Soma vivleádo Sickiia,
babio ealeodido^laa opiolonaa de
€h*f jeoet. Anaslaaia f Jeróaiaio
lo persigaieron eoo oo enearúi-
saniieota detiraaief lo ullri^*
poo, j leraataroo* contra, él- un
aemaleo. Oríjenes j Rufioaoo
tavieroo^eoemigo mas cruel fue
San JeróQMiuK Aiiaataai6«.obUpo
de Boma^i Cromadoyobispo de
Aqaileyav Veaerk>> obíapo de
Milao» Teófliay EpifaDio^. fue-
roD coQtra ellos ci¥v sus aao-
grleotas diatribas^, y Sao Jeróai-
mo desplegó una bilia^ y uno*
dio tenas en aquella guerra m^^*
grada. Anastasio, dejándose con-
ducir por Jerónimo, arroja á
Rufipo, lo condena á pesar de su
profesión de fé, y lo separa de la
comunión de sus hermanos, lo
cual era una injusticia escanda-
losa, porqne habiendo manifes-
tado opiniones ortodocsas, debia
ser juzgado por ellas y no por
sus pensamientos, que gratuita-
mente se suponían depravados.
<9
Ta teiwllremoff- tfempo* deT«r
reiaer la tfrani» de laa^ aloiaa
sobre loa pueblos embrvtecMoa^
y desgraciadoa. Plsr úlHao et
reinado de Auaatasio* ae pasó M
disputes «eotójicas de los doua-
tlatas y católicos de la iglesie He
Gartagov en^laa cuales tomó parte
ain obtener resultado alguno.
— Anastasio ordenó que el hom-^
bre contrahecho', eslropeadov ó
falto»dealgaa>miefl»bio, no^ pu-
diese aspirar al sacerdocio.
, IirocBMCiO'i,. PAPA^ xLi, 18 dr
tiNqfo<dr402. — Bajo su ponti*^
ficado, y bija las faaiasmas de
emperadores» Arcadio^ Bonoria
y Teodosio^. Roma, amenazada
por Alarico-.y lo^godos,. Ievaa«-
la sus murallas^ restaura las
ruinas de sus puertas y torreo-*
nes, d¿bileft eaeudoa centra el
fiíror de los bárbaros.* Duraote
esteüempOi Inocencio entregó
la ciudad á las disputas teolóji-
cas. Juan. Criaos tomo, obispo de
Gonstantioopla^ es depuesto, co«-
mo ya dejamos mencionado-^re-
curre á lQO€encio> y lisonjeado
este de aquel ta^ apelación á» su
autorídad> declara con audacia
es. nulo el. fallo pronunciado
potlosobíapos de Oriente y de
Ejipto. ¡ Insigne arrogancia, el
que ua individuo pretenda, te-
ner derecho á destruir un de^
creto dado por asambleas que
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rdebimí 46r Tespetñdus por éf!
^Pei^ DO '68 '«sto ! lodo-, üntimé i
^TisófitOy obispo de Al^«Ddr{« y
I á otros treiaU y seis de diferea*-
ftes ciudades^ quehébiáii conde^
-Bed# áVaao^^ Taesee « Roma á
Jastificarsedesii feUp; y además
les decia: f «e 9Sla6an obligadm
ú tonvenir con aqueilm eon qúie*
mescümunicaM la igie$ia roma-
na, y por eovuiguiente ú aderir^
-4íipaniáo Ae Juan Crisó$tomo.
A pesar de la órdea de Inocen-
cio, maodó Arcadio que se si-
-goriese ta comitiitoD de Arsacto
5)romovidoáso silla. Esle coa-
^ilicto de autoridad «x^ásionó al-
t guoas sedicíooes en Gonstanti-
-meplúylosfiraUñ y las virj€ne$f
^dicen algunas leyendas piadosas^
-presentaban sus espaldas y sus
^liembrós heridos y maUr atados
ton los golpes.
Otro tanto sucedió en4a causa
-de Porfirio, puesto «n lugar de
l*laviano/obispode Antioquía.
-^Doeencto/ continuando siempre
' su plan osado de supremacía»
acia el cual ha tendido el obispo
de Boma desde que pudo asjii-
rara la menor autoridad^. man-
da á los fieles de Antioquía des-
precien lasinyjtaciones pastora-
les de Porfirio y se guarden de
4enerle miramienlo^lguno. Con
esU diaposidioBféACMfide la itea
de la discordia oivil y fanática^
y susxattaaltegen basta eosas-
ferar á tes beMuanos Aroadío y
^onorí&^'i dlüot^acto falaida
contra A*rotdid, su iaujer Eudo-
«ia y coalra ios obispos del sí-
nodo que había depuesto á Juan
Xiriaóstomo^ un decreto de es-
comunión, y 4e escribió cartas
ultrajantes 5 amesazaderas:; —
acto atrevido é Imprudente de
un pontífice ambicioso, inoceñ-
cio poseyó' las «validades qite
siempre han hedió triunfar á
los tíranos*, la audacia, la per-
severancia y la firmeza. Ta des-
de aquí en adelanite no se verán
sino las4nso4tantes riquezas en
el lugar deia pobreza primiti-
va, los escándalos y los críme-
nes en vez de las virtudes cris-
tianas, elinsaciable orgullo por
la humildad apostólica, y el a-
•sosinato, el incesto y el envene-
namiento «obre la^tedra pon-
tiflcat.
Un filósofo que contemple. a-
teotamente la vicisitud de las
cosas humanas, no puede dejar
de admirarse al ver en el capi-
tolio entronizado un poder des-
pótico, cuya tiranía tanto in-
flujo va á tener en el destino de
las naciones*
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MI MJD raVMIO.
71
CAmULO £
TBO]
▼AU9rffmiA«# m T
m iiiMiDMinBrBBtosv
VBOOOBICO*-
<A3o 425.).
Valentimano ITI, emperador de OrcUefitr.*-R#trftld y.MMiit de- JénaerircK*^
Derrota de Um romanof eii'Africi y silfo de Hipona. — Defgfaciay huidi
éf Aedok — rToma de Cartago p^r Jenaerico. — Hitterta de los siete dur<^
mieutes. — Paa de Teodoaio II con Attila.-^ Retrato de Attila. — Muerte de
Teodosio y advenimiento de Pulquería- al I roño» -* Marciano, emperador dt
Oriente.— Crueldad de Jenaeriro. — Invasión de Atlila á las Galiaa. <-«-'
Batalla de los campoi de Cbaloat, ó cataljáuiiicos. -^ Muerte de Teodoricoy
derroU de Atttia. — Espedlcion de Attila en Italia. — Máerte de Attiia. -^
Muerte de Aeeio. — Esceso vergonaoao y muerte de Valen ttniaao.
1 ALENTI!nAlf011I,EWPERAtK>RDE
ocaDEiYTB.-<^Luego qaé 9e supo
en GoQstantiDopla la muerte de
Honorio^ et'emperador de Orien-
te^ ó mas bien Pulqneria, envió
á Dalmacia tropas, encargadas
de conducirá Italia á Placidia y
á su bijo Yalentiniano. Aspar,
que se babia distinguido en la
guerra de Persía, los escollaba
y mandaba el ejército de tie->
rra, 7 su padre Ardaburto la es-
cuadra. En el cafñiDO supieron
que luan^ uno de los Validos y
secretarios de HonoHó, se había
apoderado del tcono de Occiden-
te. Los bajeles griegos fueron
destrozados por uaa tempestad,
y Ardaburio cayó prisionero en
.manos del usurpador; pero lejos
de abatirse por este revés, desde
su calabozo sublevó las tropas í-
tatianas de la guarnición de Ar»
quileya. Juan^ abandonado y en*
tregadi) después por ellas, le cor-
taron primero una mano (i) y
(l) Philost^ p. 538; Procop,^ de
Bel f^tma^ ié i^cop. 3«
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72
nSTOfUL
deanes faé«S]niest« Mln*e aii
Müo á los insoltos del popula-
cho, 7 degottado ea hi f\éza p&^
bKca. Este prtudpe áé^ un mo-
mento, decretó la libertad per-
petua 4e los esclavos (1): — las
grandes ideas sociales atraviesan
i^idamenátepor la cabeza de al-
bullos hombres, mucho tiempo
atfies que puedan veriGcarse*, es
«el sol que intenta alumbrar p€fr
ta noche. Valentiniano III, de e*
«dad de seis anos, fué reconocido
•sin oposición emperador^IeOcci*
*áénte en 425.
Informado Teoflosio del triun-
fo de sus jenerales, lo celebró
-con un triunfo muy diferente de
las antiguas solemnidades. Mar-
chando á pié á la *cai)eEa del pue-
blo desde el liipodromo hasta la
<:atedral, cantó ios Sdlmos, y se
manifestó mes digno de la capu*
«cha quedelcetr-o. Habría podi-
-do^isputarel imperio de Occi-
dente ai hijo de Placidia, mas
prefirió la paz á la tguerna civii;
7 sea por su indolencia natnraltS
por los 'Consejos pacíficos de
i^ulquerta, envió á Boma al pa-
tricio Helíon para >q«e lindase
-en su nombre por^augtislo á Va-
' lentiniaQo III en preseAcia del
^senado, y le revirtiese con Ja
púrpura. Goncinydse un ir<aiado
(1) Gxk Tfuúd^ iam. m^p. 93$.
en que se esfipnió para ' en ando
fuese tiempo, el matrimonio del
nuevo emperador con ^ndosia,
hija deTeodosio y de Ateaais.
-Cedióse la Ilíria «1 emperador
de Oriente, y por este acto se
consumó la división del naundo
romano. Un edicto solemne de-
claró que en adelante las leyes
de un imperio m tendrían fuer-
za ea el ^ro.
Ambos imperios estaban go^
bernados entonces por dos m«-
Jeres, pero Placidia, mas ambi-
ciosa que Fulqueria, entregó s«
iiijo i los deleites para alejarle
4e les negocios, y oonsenró el
poder supremo durante treinta
y cinco años.
Dos hombres gozaban en a-
ipiella época de una reputación
merecidas Áedo y Bonifacio han
sido llamados ios últimos roma-
nos del imperio, como i Bruto
iiamaronel último romano de
ia repúbUca: desgraciadamente
ao estaban como Bruto infla-
mados del amor de la libertad y
de la patria: tan noble pasión no
ecsistia ea ellos^ Bruto aspira-
ba al restaUedmiento de ia an-
tigua iiberiad emancipada de la
tiranía doméstica. 4! Qué pre-
tendian Aecio y fionüacio? el
restablecimiento del antiguo
despotismo separado del yugo
estranjero. Este resultado no
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fHBL BAJO
podía tener para ellos la faerza
de.uoa virtad pi&bltca^ por lo
taDto combáUiin con talentos
personales per intereses priva-
dos nacidos de otro orden de
oosas. Mezclábase en sos accio-
nes un sentimiento de onor mi-
litar, pero la independencia de
^u pais^ si la knbíesen conqnista-
do, hubiera sido solo un acci*
dente de su gloria.
Aeciojf Bonifacio mandaban
eus^fércilos. Bonifacio somelié
el África rebelada, y defendió á
Marsilia (Marsella): Aecio ad-
quirió gran fflíma por haber ven-
cido á Attila. Sus grandes accio-
nes rodearon de algún esplen-
dor el nombre romano. A ha-
ber durado su unión, habrían
quizá salvado el imperio: su
discordia preparó la ruina del
Occidente*
Aecie, envidioso de su colé-
:ga, le hizo sospechoso A Plací-
dia, y persuadió á esta princesa
que le llamase de África; y al
mismo tiempo cen artificio in-
fernal advirtió secretamente á
Bonifacio que le esperaba el su-
plicio. Convenció también á la
princesa de que la desobedien-
cia probaria la rebeUon. Boni-
facio, creyéndose perdido, man-
cilló su gloria V fué traidor á su
patria, llamó los vándalos ^e
las provincias meridionales de
TO^O XV.
Espafia en su socorro^ é hizo a*
lianza con Gonde^ico, su rey, y
muerto fsté, con el terrible
Jenseríco, {ó mejor dicho Jize-
rico) su hermano bastardo.
Rbtaato T azaSas d^ jbnsb-
meo. — Este príncipe, célebre
como Aladeo y Attila po^ la rui-
na del mundo, encerraba en un
cuerpo pequeño y contrahecho
una vasta, ambición, no conte-
nida por ningún escrápulo, ni
saciada con ninguna presa. Di-
simulado, sanguinario, intrépido
y enemigo del lujo, el primereo
de sus placeres fué la venganza.
Fecundo en ardides, atrevido
en sus planes, pronto en la eje-
cución, sabia derramar el terror
con sus armas, y la discordia
con sus intrigas. Antes de em-
prender la conquista que. me-
ditaba, venció ¿ los suevos *ma
España, los persiguió hasta Émé*
rita (Mérida) é hizo perecer en
el rio Anas al ejército enemigo
y á su jefe.
Dueño déla Bética, hizo su
espedicion al África. El ejérci-
to vándalo, aunque aumentado
por alanos, godos y desertor^es
romanos, solo ascendía á cinco
mil hombres; pero Jenserico au-
mentó sus fuerzas, aliándose con
los mauritanos. Las turbulencias
que>rodujo en África el cisma
de los donatistas facilitaron la
10
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71
conquista de Xeoierifa: este
prtodpe era airlaao; y todos a-
quellos á quienes oprknia la i-
lelesia ortodocsa mireroQ al es-
traojero como an lUiertador (1).
Los vándalos asistidos de los mo-
ros estuvieron bien pronto de-
lante de Hipona^ en donde mora-
ba San Agustin: en aquella oca-
sión debió sentir haberse mani-
festado tan intolerante con ellos.
Dbrbota mi los romanos bn
aprica t sitio db hipoh a. — (430)
Bonifacio solo pidió socorros» y
Jenserico dictaba leyes como se-
fior. El jeneral romano se arre-
pintió de su delito y se reconci-
lió con Placidia^ que babia des-
cubierto la maldad de Aecio. Ei
jeneral^ nombrado de nuevo co-
mandante de las tropas romanas^
majpcba á Certago^ se apodera de
ella y propone la paz á Jenseri-
co. El báriMiro la reusa» y los dos
ejércitos se dieron una sangrien-
ta batalla^ en que fué vencido
Bonifacio y perdió sus mejores
tropas. Toda el África fué presa
de la codicia vándala, y de la fero-
cidad de los mauritanos: aquel
vasto y fértil país, granero en-
tonces del mundo» fué devasta*
áo, sus artes y monumentos des-
truidos^ sus ciudades abrasadas^
(1) Gáfbon. FaU of thc Kman
Empire.
y BUS ciudadanos entregados i la
esclavitud y á ios tormentos. So*
lo Cartago é Hipona quedaroo
en pie enmedio de un desierto
espantoso.
MuBRBBOBnPACio.— (432) Bo-
nifacio» sitiado en Hipona, se anf*
mó para la defensa con los conse-
jos vigorosos y las ecsortacionet
piadosas de San Agustin . Este pre»
lado murió llorando las desgra»
cias de su patria. El sitio duró
catorce meses, y los vándalos,
vencidos por la ostioacíon de loa
cercados,** se retiraron. Aspar
trajddeConstantinopla algunos
tyajeles con tropas. Bonifacio,
viéndose de nuevo al frente de
unejércitonnmeroso, solicita o-
tra vez la suerte de las armas, y
otra vez es vencido á pesar de ser
socorrido por Aspar, jeneral de
Teodosio (2). Hipona es tomada,
y el África perdida para siem-
pre.
El jeneral derrotado volvió á
Ravena. Placidia no quiso casti-
gar ni su delito ni sus infortu-
nios*, solóse acordó de sus servi-
cios, y le restituyó su confianza
elevándole al rapgo de patricio
y de jeneralísimo de sus tropas.
Aecio, envidioso de su favor y
resuelto á derribarle, marcbó de
(2) Progofh^ át Bel ran^ Ub. ^
cap, 3.
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BAIO
la Galla para Italia eoo un ejér-
cito de bárbaros» Bonifacio íe
aalíó al éncoeotró; le acometió
y derrotó; pero volvió mdrtaU
meote herido de la mano de aa
rival y solo vivid tres meses.
DESaKA€IA T HUIDA BB ABClO.
«— Placldia, en venganza de su
muerte^ declaró á Aecioenemi^
del estudo. Este jeneral, después
de baber procurado ea vano ha-
cerse Tuerte en algunos caatílles
de sus dominios» se.escapó al e-
JércUode los hunos á quienes
debia batir en los campos cata-
kunicos. Asi perdió Roma dos
Jenerales hábiles> que fueron
aus últimas columnas.
Toma m cartago pos jbnsbei-
co.— (439^ Gartégo, aunque a-
bandonada, no se rindió hasta
despuefrde ocho años de iresls-
«encia. Ea §n, Jeaserico hizo la
paz,de|Bindoá'Valeittiniano IH
la soberanía ilusoria de las tres
Maurilanias. Temiendo como
bastardo las pretensiones de los
hijos de (¡runáerica^ su hermano,
los hizo aogar igualmente que á
80 madre. Bespoes de este crí-
fiíen ae apoderó de Gartago el 9
de octubre de 439, quinientos o-
cheota y cinco después de la vic-
loiiia de Scipion* A esta ciudad se
llamaba Ib üofaa Afrieaaaw €om*
pella ealoDces co» la de Italia en
astensioa, Bugnifleenciay rique*
pmiaH». 7o
zas, comercio y placeres de una
antigua civilización. Un denso
bosque; situado én el centro de
la ciudad, ofrclcia so fresca som*
bra á los hatrftañtés para preser*
varios del ardor del clima*
Los vándalos saquearon esta
opulenta ciudad, y obligaron á
todos los ciudadanos que dejaron
vivos, i oederles sus fierras y te«
soros« JLa Italia y el Oriente se
poblaron de sus senadores fu ji«
iivos y de sus patricios, que po-
co antes iguales ea riqueza á loa
reyes, se veian ya reducidos á
pedir Hmosna«
HisToaiA DB xos siaTB nua-
MiBNtES. — %n este tiempo de
destrucción y calamidades, algu-
nos escritores eclesiásticos, que
frecuentemente sostituian fá-
huías nuevas á las antiguasi, coa-
taron de ^ste modo la historia
maravillosa de los siete dur^
mientes.
«Bajo el imperio de fiecio,
»decian, siete jóvenes nobles de
«Efeso, cristianos y perseguidos,
»se ocultaron ^n una caverna
«para evitar la moepte: al tira-
uno!^ mandó "tapiar. Diosprote-
Mjíendo á aquellos Jóvenes mar-
)»lires,.los sumerjió en un pro-
vfuodoaueño que duró ciento
•ochenta j ^inco aSos, y que
«caacluyó cuando íalquéria y
uTeodosio If ocupaban el trono
t
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7« •
■moBU
«de Oriente. En este época no
»tal AdoliOj propietario del te-
»rreno en qae se encontraba la
ncaterna, quitó piedras de ella
upara construir un edificio; nn
«rayo de sol penetró en el sut>^
»terréneo y los durmientes se
«despertaron^ creyendo haber
«dormido solamente algunas ho-
nras. Jamblio, uno de ellos^ se
«encarga de ir á la ciudad para
«buscar pan; pero no reconoce
«ni el aspecto del pais ni las fac-
«ciones de sus habitantes , y
«acercándose á Efeso ve^ con
«tanta alegría como sorpresa
^brillar la cruz sobre las cúpu-
«las de los templos. Entrando
«en casaxlé un panadero, saca
«para pagar muchas monedas
«acuñadas con el busto de De-
velo. £1 panadero se admira^
«acuden los vecinos > reúnese
«jente^ y le conducen delante
«del juez diciendo que aquel
«hombre habia descubierto un
«tesoro. La relación parece á
«todos una impostura; y entre-
«tanto van á buscar á sus com-
«páfieros. El candor y sencillez
«de sus respuestas, los detalles
«de la historia que cuentan, y
«la concordancia de sus discur-
«sos persuaden á los mas incré-
«dulos: en fin el pueblo, los ma-
«jísti'ados, el obispo y el mismo
«emperador Teodosio^ conven-
f cidos que aquellos santos bom«>
«bres hablan estado erectiva«
«mente durmiendo cerca de dos
«siglos, se humillan delante del
«poder de Dios, prostérnense á
«los píes de \oi siete mártirea^
«que espiran Codos' juntos, des*
«pues de haber echado su ben«r
«dicion á los espectadores de
«este inconcebible prodijio.«
Un tal Juan de Samgas^ fué
el injenio á quien las almas pia*
dosas deben la redacción de la
importante historia de los siete
durmientes, quien se ocupó de
ella dos aftos después de muerto
Teodósio; y para que tan edifi-
cante documento se estendiese
cual convenia, hubo un San Gre-
gorio Turonense que la tradujo
al latin. Los nombres de los
durmientes se encuentran en
los calendarios romanos, grie-
gos y abisinios; y como los cuen-
tos y variedades engafian y ala-
gan en todas partes y en todas
las épocas, y es artimaña de que
echan mano todos los cultos, ua
impostor, llamado Mahoma, vien-
do que la fábula tenia mucho de
injeniosa, la adoptó en. su
Corán.
Paz de tbodosio ii con atti-
LA. — (447) Lo que lejos de ser
fabuloso, sino real y desgracia-
damente cierto fué el poder co-
losal del bárbaro Áttila^ quó se
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NL BMO
poso^to mafclm & la tabesa de
^teeioDlos mil homf^res, todbs
pastorea tf cazadores^ Ekta tem-
pestad orríble que sin et valor
do los francos y ybigodos, y la
habilidad dé Aecio, bobiera so-
metido la Eargpa áuD yago mas
absurdayamillaote que el que
aafreo hoy los pueblo»^ afrida-
DOSj doró eérca de oo siglo, áe9^
de 376 hasta á63. NiDgaoa i-
rrapcion de* bárbaros dejó mas
roioas eo los paisas fovaétdos.
Los buuos haciao consistir sa
gloria efi destruir^ y coDviriito'-
do ea vastas soledades las pro-
vincias que conquistaban, en*
grandecian su nombre y su po<^
téncia. Los jemidos de los opre-
sos eran para ellos murmura-
ciones sediciosas que óCendián
su orgullo: solo el ruido de las
cadenas que arrastraban sus
cautivos y el silencio de los se-
pulcros satisfacían su bárbara
sed de domioacion.
Guando arrojándose sobre el
ocaso desde las esiremtdades del
Orieote» echaron aoie sí á los
godos y vándalos, hubo división
entre ellos, y se esperó que sus
discordias serian la salvación
de la tierra. Sus diversos cau-
dillos se dieron combates sao-
grientos. Unos hicieron alianza
con los godos, otros con los ro-
manos-, y el gran Teodosio te-
wpftaie; 77
nfai^ entre sos^lmefales á* un rey
de hunos.
Mas tarde los vándalos y otras
tres Daciones alemanas, cuyo
Vator encendían las disensio*-
nes, sacudieron el yugo de a-
quellos conquistadores selváti-
co». El emperador Teodosio N
fomentó secretamente esta rebe¿
lion.RuJitaos, ósea Roas, Ruaso
ó Rugula qiie gobernaba entoni^
ees la tribu mas numerosa de los
hunos, cuya preeminencia, aun-
que á su pesar, reconocían las
otra^, amenazó el hnperío dé
Oriente. Teodosio asustado en«->
vio embajadores para calmar á
aquel guerrero feroz; pero ya
habia muerto, y eran sus suce-
sores AttilayBIeda (ó BIódei)
siis sobrinos. Estos recibieron á
los embajadores en la llanura dé
Margo en la Mesia-, y según la
antigua costumbre, de los bár-
baros, celebraron á caballo las
conferencias para la paz.
El emperador después de una
vil tentativa para* asesinar alje-
neral bárbaro, se vio obligado á
suscribir á las condiciones a-
f rentosas que se le dictaron. Se
aumentó el tributo de libras de
oro que debia pagar á los bunos,
les concedió un puerto franco
en el Danubio, y renunció so-
lemnemente á toda alianza con
los enemigos de aquella nación.
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78
RsTXATO ms ARIUU — üa-
tOBces fué ciHiodo lojs grie-
gos y romanos víeroo por la vez
primera ai formidable ÁUi-
la m^ -Este príncipe, iiijo de
Jf iinduiea ó Miinduzca, era feo,
peqaefioy robusto, leniatla cábe-
se grande, los ojos pequeños y
cundidos, pero llenos de ma-
jestad. Su aodar era arrogante,
^us maneras ín)|^epiósas. Siem-
pre estaba di&puesto á la bene-*
ilceneia^ trataba con bondad é
los que se le sometían sin 4*esis-
4enota, y coando babia perdona-
ndo 4ina ofensa, «e ot¥idaba de
t(4) Al^uaot etorit^res «lemaao,
•xomo Jaau de, Mü^er, en su kitteria de
kSoifta(lt 7, iioU-7(0),d»iii AttiU t\
«oiobre de £uel, que t^ ves sigéifiee
príncipe 4^Í IVolga^ porque e*te -<rio te
llamó Euel poivlot Urlarofl. Ec5Í»tf? ua
peema épico jerfDáoico, cooocido con
el titalo de Der NAeiunge JVbí, etcri-
*to eo 4^1^ 9 eitcofas de cuatro vereea
'riuMidoft (especie de alejandcinoa), di-
irididoen coarenta A^MTiisas. En e^te
.poema, que debe au forma actual á «uio
de los primeros ,.poeias qne ^ectístian é
-£n del siglo XII y á principios 4el XIII»
y que ^tU conocido con el titnlo 4e
JVj6e/ii/i/(e/i, ó fin trijico de los uibe-
lungen, se nombra Eteel á Atlila, y«f
^«aso sea el^nico dato que tenga Millar
'fiara denominarlo 'lambien así. Nos-
otros ^10 adoptamos el parecer de esioa
-alemanes.
ella: la alegría chinaba en aa
mdsa, pero •41 nunca dejaba sa
aire austero. El mismo se ape*
llidaba con el título de Gadegi^
Sil, Múíe Hh Bioi aeitímaio á
nutigw te ftarm* ¥a se babia
becbo notable pqjr su amor á la
guerra, y desplegaba mas Men
los talentos de un Jeneral ^lue
el valortfe un soldada.
Vacide para mandar, se sir-
vió con destreza de U igiioran-
oía supersticiosa de sus sábdi-
tos, que lo oreían superior á la
naturaleza humana. ITn pastor^
liabíendo advertido que una de
sua becerras estaba herida en el
pie, quiso averiguar la causa de
este accidente, y halló la punta
de una espada qne aaHa de la
tierra«Cava el suelo, la saca,
y la lleva al «rey-. Attila hizo
creeré sus pueblos que había
encontMdo la espada del dios
Marte, y que «sta arma divina
le daba derechos incontestables
al dominio del universo. 1.a es-
pada de Marte fué el ídolo de
los hunos: presentáronle of reñ-
idas, y le^eonsagraren Gomo^ie-
timas la centésima parte de los
cauüvos que tiaoian wi la
.guerra.
7odos los héroes del Nor4e,
que eran terror de Europa y
Asia, temblaban «en presencia
de Átüla^ y convencidos de su
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Da BAJO
dlYioidad^ deciaii: «Que les era
«imposible sofrir el faego de
Bios miradas..»
Attila, qae nada tovo d^ eo«
rnoncoD Rómalo sitio un erf-
mea^ comeozó sa reioado como
•I fundador de Bbma^ dando
muerte á su hermano Bteda».
Después de domar todas las Iri*
bus de su nación y las de Scitia,
subyugó en pocos afios los pue^
blos jermánícos, se hizo dueño
de la belicosa Escaodinavia, j
derramó el terror en los galos y
burgundiones. En fin» se le reco-
noció por monarca de todos los
bárbaros. Los límites de su vas-
to imperio eran el Yolga, el Da-
nubio/el mar del Norle^ el Bin
y los Alpes. Era temido como
guerrero y también como má-
Jico.
Ardarico, rey de los jépidos^
y Valamiro, rey de los ostrogo-
dos/abatiendo la corona á sus
plantas, se onraban con el títu-
lo de ministros suyos. Se vetan
colocados en fila en su pala-
cio rústico, como guardias de
sa persona, y auu como domés-
ticos, una multitud de príncipes
y Jefes de tribus, alistadas bajo
su estandarte: según los histo-
riadores del tiempo, su ejército
se componía, como hemos dicho,
de setecientos mil hombres.
Una de sus divisiones invadió
nmaio. 79
la Pérsla, y es tendió sus de vas-»
taciones hasta la Siria. Cuando
el emperador de Oriente quiso
peconquistM- el África, ocupada
por los vándalos, Attila,. condes*
cendiendo á los deseos delense-
rico, amenató con la guerra á
Téodosio^ y por medio de esta
diversión le*conservó aquel rey
su conquista. No podia haber
paz duradera con un puebla que
no «ra bmis que un ejército. Loa
hunos dijeron que el tratado de
Margo «slaba roto, porque se lea
había robado en el puerto fran*
co del Danubio el tesoro de uno
de sus caudillos, y ecsijieron
que se les devolviese esta su*
ma, y se les entregase el obispo
de Margo. La corte de Btzancip
se negó á ello, y se declaré la
guerra. Los mesios, temerosos.,
del furor de los bárbaros, pidie-
ron vivamente i Teodosio que
cediese á la tempestad; y para
libertarse de la ruina que pre«
vían, determinaron entregar e-
líos mismos el obispo. Este lo su-
po, sacrificó sus deberes y su pa-
tria á su seguridad, trató secre-
tamente con Attila, le entregó la
ciudad, y con ella la barrera del
imperio por aquella parie.
Al punto los hunos, como un
torrente enfurecido, se derra-
man por la Mesia, la talan, des<>
truyen todas su fortalezas, que-
.vf;^
Djgitrzédby V^jOO
>gle
80
HUTOIUL
mao k Sirmio^ Neisa, S&rdicf y
MarciaDÓpoKs, y convierten en
desiertos todos los países que
median entre el Ponto Ebxíao y
el Adriático.
Estas cdamidades no pudie-
ron mover al débil Teodosio á
saHr de so palacio, á dejar sos
rosarios y i suspender sus pro*
cesiones. Incapaz de pelear, dió
¿ Jenerales sin talento el mando
de sus ejércitos. Estos perdieron
tina batalla cerca del Danubio
Í407xi 408), otra en las vertien-
tes del Hemo, y en una tercer
derrota quedaron destruidas Fas
lejiones destinadas á. defender el
Quersoneso de Tracia .
Attila devastó la Macedonia,
t|uemó setenta ciudades^ y lie-
gó hasta los arrabales de Cons-
tantinopla. Las murallas de esta
ciudad y las de Adrianópolis le
detuvieron-, porque solo sabia
pelear en ias llanuras, é ignora-
ba el arte de los sitios.
Tantos reveses tenian Dons-
ternadaá Europa y Asia. No e-
ran los males ordinarios de la
glierra los. que entonces aflijiai\
é los pueblos^ sino la amenaza
del esterminio totaL Todo hom-
bre que podía tomar las armas,
«ra muerto por los bárbaros: los
viejos y mujeres, llevados . en
trautiverio^ y aun su debilidad
DO. los libertaba siempre de la
muerte. Cuanda ^el nnmero de
estos cautivos, incomodaba les
movimientos de las tropas, eran
degollados sin piedad. Esta mul-
titud de romanos, disperses en-
tre los bárbaros, qo podía tem-
plarles ni civilizarlos. Aqselles
guerreros Teroces despreciabaa
las ciencias, sobre tede la de 1%$
leyes. Los artesanos les enseia-
roa algunos eficioe: los médicos
fueroA respetados por ellos: Iqs
sacerdotes convirtieron á mu-
cbos; pero como la mayor parte
de los obispos griegos eran adic-
tos al arrianismo, se esparció
esta secta entre los conquistado-
res del Norte.
. Teodosio II, que según la cos-
tumbre se llamaba siempre Au-
gusto y temaba el título de. iñr
vencible, no tenia tropas que o-
poner á sus enemigos. Dema-
siado cobarde para atreverse á
despertar el valor de sus subdi-
tos» ne salía de su palacio si*
no para ir á la iglesia. Incapaz
de combatir, imploró por ulti-
mo la clemencia de Atlila é hi-
zo un tratado vergonzoso, ce-
diéndole un vasto territorio al
mediodía del Danubio^ desde
lauruno (Belgrado) hasta Nova,
ciudad de Tracia, y «obligándose
á pagarle un tributo anual de
dos mil libras de oro, y otr^s
seis mil por los gastos de. la
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guerra ^t}}. La paíbreza da los
i pueblos 7 la iofidelidad de loa
recaudadores de impuestos bt-
«ioron que el pago de esta suma^
fuese lento y dificil.
Enmedio del desaUeuto de
Jas provincias, de 4os terrores
de la corte y de 4a ^gnoaainte
del imperio» Aaiinuole, ciudad
de Traoia^diómngraude ejem-
plo<de ¥alor rocnano« Sus ba-
Jbitantes, no querieude recono*
eer aquella paz afrentosa» salen
de sus murallas, aiacau á los
bunos, aumentan su uiknero
€oa mucbos desertores y ^la-
iros, fermaii uo efércUe, dan
liet»Ha á loa bárbaros, los de-
notan, y los obligan A salir4e au
territoaio. Attila se quejó: Teo*
dosio ordenó á4os asímuntinos
-que eymrpUesea el tratado-, pe-
•ro ellos resistieron á 4a «corte
•como al enemigo, y respondió*»
ron que nunca mirarían como
ley el desonor. ÁIMIa y Toe-
«dosio cedieron á su firmeza^
Uno de 4os articules de la paz
obligaba al «aperador á entre-
^ gar al rey de ios hunos todos
loa aleoaanes, godos y acüas
^e babian desertado de sus
tenderas y pasado á las iropas
imperiales. Los romanos oo pe-
sian resolverse á sacrifiaarr, en-
<t) Jarn. Mer\ i4hih. $ap. ^.
TOMO XV.
iXFBino* 8t
tregiodoloaiunsupl^ segu*
ro, tantos oficiales, cuyo Talot
hafaia hicido en sus lejiones. El
InOecsiUe ÁUila insUba por el
cumplimiento de una condición
ian durac Teodosio le envió una
embajada esperando doblegar-
le: trataba de gauar á Constan-
xto^ aocretario de ÁtUla, el cual
en premio de su condescenden-
cia ecaijió que se le diese en
•casamiento una aMtrona dis«
tinguida por su uacimianto y
Jiermosura: la viuda del jeneral
Armado fué la victima que se
sacrificó ontonces por las vidas
4e muchos guerreros^
El historiador Prisco, y Mac*
aimiQO,^mbajadores de Teodo-
sio, pasaron á verse «con Attila.
¿a relación que Prisco compuso
de este viaje, da á conocer df-
cunstoBciadamente las costum-
bres de estos feroces ^conquista-
dores* Habla pasado ya el tiem-
po en que los emriados remanos
didabau leyes á los monarcas, y
trazaban con sus bastones eü
círculo de donde no debian salir
sino jurando obediencia i los sén-
iores del universo. Los legados
del emperador^ recibidos con
•desdefiosa altivez, sufrieron u-
millaoiones que vengaban á Un-
tos reyes abatidos por el orgullo
romano. Tuvieron que esperar
'muchos diss antes de serles peiv-
11
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82
mrroftiÁ
miUdo^Mreatse 4 la residencia
del veiieedor% ¡Qué e8t>ectáevio
p«ra los qae acjlian de salir dé
Coostaotinopla/doode casi todas
lascases erao palacios embetle^*
cides coo todo el lujo de Orieo-
te y todas las artes de Grecia t-
Los embajadores de no cesar
llegan como suplicantes á la l»l«
dea real de AUila, eayó palacto
era una choza entre empalica-
das y algunos torreoncHItos. A-
traviesan por entre una multitud
de guardias vestidas con las ro-
pas magníficas robada á I6s
griegos y romanos, y se Ven O-
bligados á umttlarse delante tle
un hombre vestido como tintar-
taro, sin adorno alguno, y cuyo
trono era una silla groáera. *•
Los enviados espusieron con
dignitad el objeto de su misión,
empleando aquellas frases afec-
tadas y lenguaje pomposo, que
Jiabian consagrado las antiguas
costumbres, pero que no «ran
convenientes á un pueblo abati-
do y dejeoerado. Attila no res-
pondió á sus discursos sino con
amenaias. «¿Creéis, les dijo,
vqne pueda quedar en pie una
Msola ciudad de vuestro imperio,
»si se me ocurre destruirla?»
Sin embargo, después de este
primer movimiento de cólera,
se templó, les dio alguna espe-
ranza/ylos convidó *á un gran
bahquete. TamMen traia ra m
corte á los embajadores de Vsi-
lentiniano. Unos y otros ftteron
colocados en la mesaeo lugar
preferente á algunos caciques
bárbaros. Durante la comida, que
fué larga, se obligó á los coovi*
dadoS'á beber con esceso, segas
)a costumbre del Norte; y patñ
vartar los placeres, unos bofo^
nes entraron y ' represeuiaron
escenas cómicas: después combáis
tieron entre sí los esclavos mao^
rítanos; y en fin, los guerreros
scKaS celebraron con btmnos las
victorias de su rey. Las mujeree
d^ estos barberos, mas libres que
las orientales^ eran admitidas eu
los convites, y las esposas de At*»
tila cODlversaban familiarmente
con los estraojeros.
El rey de los hunos liabia «ea-
viado á Gonstantinopla un em«-
bajador llamado Edecon. Pul-
quería tenia entonces poco infia-
jo con su hermano, goliernado al-
gún tiempo hacia por el eunuco
Grisafio su favorito. Este vil mi«^
nistro, de acuerdo con Yyilio
su amigo, solicitó corromperla
Edecou para que tramase una
conspiración contra 4a vida de
Attila. Edecon finjió conseotlr
en ello, y et buen Teodosio ai-
probó este proyecto homicida,
á pesar de su acendrada relijíoii.
Edecou informówde todo .¿ 9a
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DEL BAJO
rey-, y Attila, mas jcneroso que
los romanos de aquella época, se
desdeñó de lograr una vengan-
za fácil, pero injusla, en losem-
bajodores que tenia en su corle.
Eíílrelaülo Vijilio, que les.
liabia servido de intérprete al
priac¡|v¡o é ido después á Cons-
tanlinopla, volvió al campa-
mento de Attila, trayendo con-
sigo trescientas libras de oro
que había prometido á los cons-
piradores. Allila le manda pren-
der, le obliga á copfesar^ le
perdona la vida, y envia una
nueva embajada á Constantino-
pía, compuesta de Eslaw y O^
restes. Cuando fueron admitidos
á la audiencia del emperador,
Eslaw dijo: «Hé aquí lo que mi
»amo rae ha encargado ponga en
»tu noticia. Teodosio y Attila des-
«cienden uno y otro de estirpe
unoble. Attila ha sostenido con
>isus azañtís la dignidad de sus
«abuelos; Teodosio por su debi-
ilidad se ha mostrado indigno de
»lossuyos,y se ha degradado así
»y á su puebla, consintiendo en
vpagar al vencedor un tributo
»ignominioso, y así se ha hecho
«voluntaria me II le ^liervo ti el que
ule es superior por la gloria y la
«fortuna. Debería, como vasallo
•fiel, obedecerle y respetarle, en
»vez de conspirar como ub vil
•esclava), coiiira &u sc¿or.i»
IMPERIO. 83
El descendiente de Teodosio
el Grande,, sentado en uu trono
de oro, y acostumbrado á solo los
acentos de la adulación, se vio '
forzado á oircon tanta vergüen-
za como terror las palabras se«
veras y la justa reprensión que
el selvático Attila le enviaba des-
de subilla de madera. Se enro-
jeció, se turbó, tembló, no pudo
responder, entregó en poder de
Eslaw á su eunuco Crisafio, y
para desenojar al vencedor, le
envió por embajadores á dos de
ios personajes mas distinguidos
de su corte, Noramio y Anatotia,
entrambos consulares, el uno le-
.sorero jeneral y el otro coman-
dai tede sus ejórcitoSi
Lo que debe parecer eslraíío,
y se esplica sin embargo por las
inconsecuencias del alma huma-
na, es que en l-^ misma época eu
que el imperio decaído de su
grandeza se veía indefenáo y es-
puesto á las invasiones y ultra-
jes de los bárbaros, la memoria
de la gloria romana, el título
de cónsul, y los veslijios de tan-
to poder y de tantos triunfos
inspiraban todavía algún respe-
to. La elección de los embajado-
res lisonjeó el orgullo agreste
del rey de los hunos. Suavizado
con este oraenaje, salió á recibir-
los, perdonó hasta al eunuco y
4ilÍQi¿rprele, restituyó al impe-
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84
mstcmM
i'io lÉQckaf iiadades, átí liber-
lad k moeboi cautHros, dejó- die
fnsislir en que se ^e efilTegfrra«
los desertores, eofitlityó h par,
y recijitó en rescate de tñ cabeza
' de un vil evoeeoenormes IribiF-
los que «priaiian el imperio y
que tiabrta» bastado para cos-
tear uoft guerra aloftiMiadav eo
lugar de pagar con ellos oa repo-
so SKI onor ni seguridad.
MVSRTB DE TEODOSIO. — (450).
Foco tiempo después de la con-
elusiOD' de este tratado^ eayó
Teodoslo del estrello, se^ rompkS
la espiaa dorsal, y murió á los
enapeut»y tresafios de reinado
y cineueAta y tres de^edad.
Antes- de eonlifuier la narrar
don de nuestra historia, y de
hablar de Pulqitérie,. sucesora
en el trono, genios una ojeada
UJera sobre ftlg;|tooa acoatecir
mieolos del tirapo deTeodosio
y sobre el código que lleva su
nombre. La debMIdacl é inca-
pacidad de Teodosiofbcuen tan eu
Oriente encarnizadasguerra&teo>
lójicas. Ncstorio, obispode Goos-
tantinopl», enseñaba qae bebía
dos persogas eolesucristo,. como
dos naturalezas* y que Alaría no
era la madre de EHod^ sino la ma-
dre de Cristo. Este prelado, autes
perseguidor de los bereje»,^ se
atrajo por esta sutil herejía una
tempestad que le abrumó. Ei
emperador 1^ ora Avorabiev
aunque Pdlqoéria estuviese de**
clarada contra él. El concilü»
jeneral de Efeso so reúne para
decidir la cuestlo»(f431>; Sai»
Cirilo de Alejandría lo preside.
Désete* te primera sesiOD, coii>»
denatt y deponen ai beresiareav
Juan de Antioquía, á quiéu no
sebabia querido» aguardar» tíeae
uu-coocHiábuio, ea donde isa
vez depone á Clriio y al obbpo
de Efeso.. Loa ánimos se ecsas-^
pera ron mas y mas, y las- acuta'^
Clones recíprocas fueroO' iguali^
mente vivas y amargas. Teod«>»
sio aprobó eu fin el fallo del
concilio. Néstorio fué relegado»
pero el nestorieoismo no ae des*
trnyó.^ Aun subsisto ea naueboa
paisas del Oriente.
El emperador e» *35 mandó
quemar públicamenta^ los libroa
de los nestorianos, y proibió so*
pena de conflscaciou de todoa
los bienes, dar asi lo áesloa nova-
dores para que tuviesen reo*
nion alguna. Decretó la pena de
muerte contra los refractarios.
Rfandó que los obispos y los dé-
rtgos infectados con este error»
fuesen arrojados de las iglesiaa»
y los legos anateoiatizados. 0¥-
vídábase que semejantes rigores
babian aumentado loa progresos
y las violencias del arrianisaao.
La esperieocia probó, y hoy
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De& BAIO
«>QvreDe'tt)d<)eíimimIb, en que
eoD mascnoiteracion, »e hubiera
servido mejora la l^ie^ia.
La devocioa de Teodoftro-diC'-
tó una ley por la cpal, los Neo-
nes de Iob^ eclesiásticos y de los
monje», iBueptos sin beredero»,
se entregaron á I os^ monasterios
yk las iglesias. Hasta etitonces
babían entrado en el (i»ot».. Los
frailes con<iervaron por mticho
tíempoel usuítuto y la propie-
dad de su» bienes.
Aunque hubo pocos hombres
meóos capaces que Teodosjo II
paru sostener el papd de lejis-
lador, ejecutó sm embargo un
proyecto de lejislacion, que me-
rece ocuparnos- algunos- instan»-
tes. El código que lleva su nom*
bre ha caucado solo la: Tama^ de
•sle príncipe; monumento com-
éoslo de los restos de la lejis-
taüion anligua,.semejaiUes á co-
lumnas erijídas con<ei bronce a -
kandoaado en un campo de ba
lallav monumento de vida p«ra
los bárl»aro») de muerte para los
romanos, y colocado en^el lími-
te de los dos mundos. Hizo
componer un códiga en donde
no sedió entrada sino á las leyes
de \m emperadores- cristianos,
edictos, n>andamientos, órde-
nes, actas y decretos del conse-
jo etc., y al publicarle declaró
que estas leyes serían solas las
autoríiadbs pfi eP miperio. Va*
lenttniano IH adoptó el código
para el Occidente, y las leyes que*
se-le añadieron después- se lia*-
morón Nuevas^
Los críticos notan grandes de«-
rectos é imperfecciones- en esta
recopilación, muchas leyes trunu-
cados^ oscuras, muí arregladas, y
algnnas marcadas con el sello d^
la superstición. Sin embargo lo
bailan preferible al que le sus»
títuyó Justíoiano. Cosai singular
es queel código Teodosiano sub*
sisiiese únicumeate noventa a-
ñosentrelofr orientales,. y en Oc-
cidente basta después dala rui-
na del io^erio^Los visigodos lo>
miopíaron. Desapareció en lo«
Siglos de ignorancia; sacósele de
la oscuridml en el siglo XVI, y
Jacobo Godefroy, jurisconsulto*
parisienses lo-enriqueciiS con un^
comentario de mucho utéritoi
Poco tiempo después de la>
publicacion^de su código^ dero-
gó el emperador una ley mala
de Constantino, que proibia á
los poseedores de tierras en A^
sia disponer de ellas^ ui aun por
lestamento-j sino t^ni^ipuna ca^a
en^ ConstanUnopla. Demasiado
se agraudun las capitales sin a-
eudir á viiis taaodtosas.
De^ adfl^rar es que un prín-
cipe tan devoía bubtese facili-
tado eldivorcio^que Constantino
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9$. . flufftnuá.
y Hoaorio tiáUpo keeko t&a di-
ficil. Abolió.síis leyes, respecté
á este punto .cono demasiado
duras declarando que se t(u^
Tieseo á las antiguas leyes ro*
manas j a las decisiones de los
«ntigups jurisconsultos*
ÁDVfilflIflBlITO fB pUUIDBaÚ
A^TBOHO. — Necesario era para
levantar el imperio decaído un
carácter heréico: los grandes^ él
«jército, el senado y el pueblo
cojocaroA en el trono á Pulque-
ría, y la. proclamaron emp^ra-
tri?. Esta fué la primr vez que
reinó una mujer aotíre los ro-
manos.
Comencó su reinado por un
«cto de vengania, que lo bu;
iMera sido de justída, á haber
observado Jas formas légales*
£1 eunuco Crisafio fué degolla-
do á las puertas de palacio sin
formación, de causa. £1 valor y
los talentos de Pulquería la ha-
xian merecedora del cetro*, pero
«t gobierne de una princesa,
contrario á la costumbre^, po-
día escHar descontento, y «para
«vitarlo, casó ^con Marciano,
medio bq^bre de espada y me-
dio bombre de pluma^ y que en*
ionecs ienja sesenta años^ le dio
la púrpura, y le obligó á jurar
que respetaría siempre su po-
der y su castidad (451).
Mariana y Arcadia^ bermáuas
de la emperatríx, hablan hecho
como ella voto de virjinidad,
y todas tres lo habiao escrito
en tablas, adornadas de dia-
mantes, qu^ se depositaron en
la iglesia de santa Sofía. Des*
de entonces renunciaron á U
a>nver$ación de los hombrea,
menos á la de los frailes; el pa*
lacio era ún convento, y la cor*
te una comunidad frailesca.
Marciano Justificó la elección
de Pulquería por su carácter
árm.e y prÉdeote. Era n^turtfl
de Tracia, de familia pobre: fué
sirvienta diexiaueve años , y
después militó con los jenera-
les Aspar y ArdábuHo: se dts**
tinguié bajo sus órdenes en Per-
sia y en África. Guando Aspar
fué derrotado en África por los
vándalos. Marciano se halló en
el numero de los prisioneros de
Jenserico. Cuenta Procopio (d^
Mel. Vand. tib.I), que esperando
sii suerte se tendió en el suelo
y se durmió en el patio del rey.
£1 calor era ardiente; un águila
bajó y se posó entre él sol y el
rosero de Marciano para hacerie
sombra. Jenserico 16 vio, mara-
villóse, y si hemos de dar cré-
dito á tan miserable fábula» de-
volvió la libertad al prisionero
prejuzgando sil futura grandeaa.
Su mérito, que solóse encuentra
en las clases inferforea cuando
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las naetcmes decaen^ Te granjeo
la eslimacioQ jeueral, j su mo-
destia le defendió contra la en-
vidia. Ha sido alabado por Sao
Leoa el grande(l). diciendo que
tenki el corazón superior al di-
nero y al terror. Habiendo su-
bidaal trono, reformó con sa-
bias leyes los abusosde una tira-
nía que hubia gravitado sSbre él
por mucho tiempo, y se mostró j
tan suave para los pueblos, co-
mo altivo para los eneralgos..
Attila le pidió altaneram^nle
el pago de los tributos estipula-
dos por Teodosio. Marciano le
respondió: uPasó ya el tiempo
jide insultar impunemente la
)>majestad imperial. Yo daré de
»buena gana subsidios álos prín-
«cipes aliados que me sirvieren
•con fidelidad-, peraá lasamena-
»zas responderé con valor, solda-
idos y armas, n
'' Apolonio, enviado de emba-
jador al rey bárbaro, le habló
en el mismo tono. Attila, enfu-
recido, amenazó arruinar el im-
perio y borrar del mundo el
nombre romano, y escribió en
eslos términos á los dos empera-
dores: «Attila, tu amo, te man-
ada que prepares tu palacio pa-
»ra recibirle: porque pronto
(i), Leo. ep. 89, f/. 616. — Jif.
e/7. 94,;>, 628,
«ira a él á dftrtesifs órdenes.»
Sin embargo, comoestegue-
rrero era aun m-as hábil que fe-
roz, apenas supo las disposicio-
nes que lofnaba contra él Mar-
ciano^ temiendo pelear con un
príncipe belicoso, le dejó erv
paz, declarando que relardal>«
la conquista del Oriente iiasi»
haberse apoderado de la G^ilia é
Italia, y marchó acia estos pap-
ses; pero la suerte les restituyó
un guerrero, prolejido algún
tiempo por Attila, y que bien
pro€ (o torneando las armas con-
tra él, le impidió ejecutar sus
vastos designios, y puso un gran-
de ostáculoá sus furores.
Aecio, después de la muertO'
de Bonifacio^, se biibia retirado
al pais de los hunos, y volviendo
mas terrible contra Roma ai
frente de sesenta mil de esloi
bárbaros, inspiró tant'> miedo á
Placidia,. que la obligó á recibir-
le y fiarle el gobierno del impe-
rio y la tutela de Valentiniuno,
asegurando» su reposo á fuerza
de debilidad; pues la corte de
Uavena se libertaba de un ene-
migo poderoso, y adquiría uu
apoyo funnidable.
Aecio, tres veces cónsul y co-
mandante Jeneral délos ejérci-
tos, fué dueño del poder supre-
mo con el título áe duque de los
romanos occidmtales. Yalenti-
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88
niano scílo eraierv^S el Oe em^-
TAdor^ y gozó trinqailaineDie de
los placeres de upa corte Frai-
lesca 7 corrompida^ mientras «a
general sosteoia ef^pbao de los
negocios y Mlvába el imperio
JH eo la misma orilla ded preci*
|>¡cio.
Este guerrero era scita de
"oacímieoto. Su padre, llamado
"Gaudeucio, babia-casalo'coQuoa
Tomatia. Aecioeo su javenlud
-airvió de reen, primero 'eo el
'campameoto de Marico, y luego
-en el de los hunos. Bebió ^u 'O-
tevacion á su fuerza, á su talen-
to, y á su hermosura. Graadml*
rabie su habilidad en todos los«-
"jcrcidoSy s« paciencia en ios>re.
"veses, su ^a<lor en los riesgos.
^Se decía de él que era tan difi-
cil tngañarlo y $edtieirlú, eomo
'íntimidürlo.
¥ehh en los combates, y á-
bil en las oegocíacioiies» oMigó
;á los bárbaros i respetar las
•fronteras de Italia ^ protejió á
4os britannos contra los pueblos
del Norte, restableció la auto-
ridad4eAomaen una parte de
Italia y de 4as GaKas. Venció á
los helvecios y á los francos^ y
los obligó á combatíccomo vau-
filiares bajo los estandarts •ro-
manos.
Cuando «en él tiempo 1de su
desgracia estuvo refujiado en el.
reino de XtfRa.wliiMttsy^wi.
go de^te conquistador en ^«yo
podor dejó aso hijo Carpíl». Al
tomsr después las riendas det am-
perio, 4a flaqueza del ejército, In
tlebitidad déla nación jr el agotan
mienito del tosora, le obligaron
á pagar tributo «I rey de los h««
•nos, Uen á pesar de su altivez,
porcetardarlaiíempestadque a-
menazaba al Ocoídeate.
Aprovechándose «on habili*
dad de las éíscordias que entre ü
toAíao siempre ios bárbaros, ga-
I né,aiin bajo ol reinado del for-
midable Attila,un cMrpo nn-
moroso de hunos y alanos, sa*-
oíaodosu'codicia con los terre-
nos fértiles que les cedió cerca de
Valencia del Ródano y .de A«*
rellano (Orleans).
Otro peligro ecsijia ademái
toda la atención de su prudencia,
todos los esfuerzos de su valor^
La dominación de (os godos en
Aquitania se afirmaba; y des*-
fues delreinado glorioso de Wa^
•lía, su fundador^ subió al trono
Ceodorjco, hijo del grande Ala-
•rico, y gobernó con -esplendor^
9fo contenió <^on sus posesiones, *
-quiso apoderarse de la provincia
remana, y sitió á Arélate. Aecio
le obligó á levantarel sitio; poro
los visigodos y burguodíones hi»
cieron alianza yntacaron los-pri*
meros á Narbona, y los segu»-
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CfEL BAje
dos la Béljica. El jeneral romano
se puso al frente de su caballe-
ría oiana y scila, derrotó á los
burgundiones con muerte de
veinte mil de ellos, y dio á los
que se escaparon del combale ufl
territorio en la Sabandia (Sabo-
ya). Al mismo tiempo fueron
sorprendidos y atacados ocho mil
godos fwr su higarteniente Lie-
torio, y con esto quedó Narbena
libre.
Después de tan brillantes vic-
torias volvió Aecio á Italia; pe-
ro Lictorio, con una tropa de
hunos marchó t<íni«rariaracnte
contra Tolosa: Teodorico le pre-
sentó batalla, le derrotó, puso
6u ejércHo en fuga, y le Iiíeo
prisionero. Este revés obligó á
Aecio á volverá ta Galia: reunió
sus fuerzas, marchó contra el
rey de los godos, y cuando los
ejércitos se dieron vista, en lu-
gar de pelear negociaron y con-
cluyeron la paz.
Teodorico, con el objeto de
civili'zar su pueblo, envió sus
liijos á estudiar la literatura á
las escuelas mas célebres de la
Galia, y procuró apartar á sus
vasallos del habite cenlínuo de
la guerra, y afícion&rlos á la a-
gricultura y á las artes de la paz.
Trató de asegurar su tranquili-
dad haciendo ulianza con los re-
yes, cuya a mbieioo le daba que
TU&IO x\\
TMPEMO. 99
temer-, y asi casó una de sus bijas
con el príncipe de los hunos, y
la. otra con el délos vándalos.
El écsrto engañó sus esperanzas,
porque la mayor quedó viuda
poco después áe su matrimonio,
habiendo muerto su esposo Hun-
nerico en una conspiración. La
segunda «staba reservada á ma-
yores infortunios. Su suegro
Jenserico, r^y de los vándalos,
bárbaro y desconfiado, creia
que todos eran capaces de co-
meter los mismos crímenes que
él. Temido y odiado jeneral-
mente, temblaba de los mismos
á quienes era formidable. Sos-
peofaó que su nuera solicitaba
emponzoñarlo^ mandó cortarle
las narices y lasorejas,y la envió
á su padre tan orriblemeqte mu-
tilada.
El rey de los godos, indignado
de esta atrocidad, juró vengarse
de tina injuria tan cruel, y con-
cluyó con los romanos un tra-
tado, cuyo objeto era derribar
del trono á aquel asesino, y e-
char á los vándalos del A-
frica.
Jenserico, para apartar este
peligre, aunque en todas partes
se le aborrecía, encontró «a el
feroz Attíla un aliado digno de él.
El rey de les hunos, sin perder
tiempo, se valió del pretesto o-
írecjdo á su «mbicion, y al fren-
12
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90
le de ra Domeroio ejercito io-
▼adió la Galla, lio que al fríñ^
cipio hubiese ostárolo que de--
tuviese aquel torreóle devas-
tador.
, La justicia es lau necesarta 4
los ombres, que auu es Invo*
cada por los que meóos lá respe-
tan; y al comenxar la guerra
mas injusta^ los priocipes am»
biciosos procuran con manifiestos
engtffiará los que oprimen, á los
pueblos que esquilman, y i per-
suadirlos que solo se arman por
sostened derechos lejftimos. El
mismo bárbaro Atlila creyó coo-
Teniente, al pasar el ftin, Juati^
ficar su agresión, reclamando la
mano y la dote de la princesa
Honofia, hija de Placidia, que
aunque taofeo^ estaba enamora-
da de su gloria selvática, y di-
ciendo qiie iba á colocar en el
trono de los francos al hijo ma-
yor de Clodion, desposeido por
Bleiroveo. Habla un siglo que es-
te pueblo ocupaba ÍaTocsandria>
que era una parte de la péljica,
y los países situados sobre las o-
rillas del bujo Rin. Elejian sus
reyes de una fsmílía que después
se llamó Merovinjia, de Mero-
veo, hijo dar Giodion« Algunos
autores dicen que el primer rey
fué Merobaudo, caudillo valien-
te, que sirvió, según heñios vis-
to^ en los ejércitos romanos. Pa*^
rece que el Irooo^ eredftorioea
U familia^ no» pasalia precisa-
mente al' hijo- meyor^ sino el
principela proélamal^et poe«
blo por flMS digno. Después do
la elección» la levantabaío en al*
to sobro un escudo: ceremonia
alusiva á la necesidad de soste-
nercon las armas el poder fun*
dado por ellas. Loa principes d€i
familia merovinjiana Uevabao
para distinguirse largas cabellar
ras, por lo cual se les llamó reyes
crinitos (cabelludos). Los demás
francos se afeitaban el p0lo do
detrás de la cabeza, y usaban
largos bigotes. Se distingttiao de
los otros bárbaros por su eleva*^
da estatura y la fiereza do sus o»
Jos azules: su vestido era estre-
cho, su espada larga, y su escu-
do tan grande que les cubría to-
do el cuerpor Corrían con suma
rapidez: atravesaban á nado ríos
muy grandes: sobresalían en el
manejo del hacha y disparar dar-
dos, y hablan adquirido reputa-
ción de muy valientes por sus
azaftas. Se cree que la nación
de los francos era una confede-
ración de tribus pertenecientes
á diferentes pueblos de Jerma-
nia, y que debían su nombre al
amor de la libertad.
Otra confederación, formada
del mismo modo, dio é los que
la componían el nombre de a/f«
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TfEl 3A90 fMPERIO.
91
rnnnm, probablemente para dar
á entender que eran hombres
descendientes de todas las nacio-
nes del Norte. El primerode los
reyes K;a be Uudos de que se citan
■eonqifistas en la GaHa, fué Cte-
diort: residía en una fortaleza
llamada Díspargo. Este rey,
^teodoáHoma ocupada en f ta-
ba centra los bárbaros, y encon-
trando indefensa 4a segunda Sel-
jica^ se apoderó de Camaraco y
Turnaco*(CíMnbrai y Turnai^, y
llevó sus arduas ba^a las riberas
4el Soma. Mientras que orgulio-
«o por sus victorias celebraba las
bodas de su hijo, y todo su cas^
pose entregaba á laembriaguez,
inseparable entre los bárbai^os
4le semeja ates íie!$ías, fué sor-
prendido por la noche entre las
alegrías de un bannuete por ei
infatigable Aecio. Los francos>
samerjidos en «i vino, ni tuvie-
ren fuerzas ni tiempo para to-
mar las armas: los romanos de-
cribaron les mesas, robaron efl
campameiUa.cojieron los carros,
y-se llevuF'OncauHvos á la prin-
cesa y á todas las mujeres que la
acompañaban en sus bodas. Clo-
dion, obligado á imp, reparó es-
le^revés, concenlrando susfuer-
Eas, y peleando tan valerosa^en-
^contra Aecio, que este hábil je-
4ieral no pudo quitarle sus con-
^isias^^iUFe las'cuale$ se «con*
tában las ctnáades de Treviros y
Colonia.
Cuande Clodion murió, sus dog
hijos se disputaron «1 trono:
Merovco, el menor de ellos, fué
á Roma á jmpbirar la proteccioa
de Valen ti nía no. Aeci» trató á
esie príncipe como si le habiese
adoptado por hijo; le prometió
grandes socorros, y le envió á It
Galiai^lmade de preseiftes. Al
mismo tiempo solicitaba su er*
mano mayor la protección de
Atl4la,fueeDtróen laGalía ac-
cediendo á su demanda, y le
prometió el cetro que los roma*
nos le hablan quitado.
El otro motivo de Atlila para
esta guerra parecería mas no-
velesco que histórico, « las pa-
siones umanas no hiciesen mu-
chas veces verdadero lo que es
inverosímil. La princesa Hono-
ria se había dejado seducir por
un camarero llamado Eujeaio.
La severa JPIacidÍQ, su madre, la
desterró de su presencia, y la
envió á Constanünopla. Hono-
ria, ardiente y apasionada, no
pudo tolerar la vida frailesca
observada en el palacio, que
habían convertido en convento
Polquéria y sus hermanas. La
fama de Attila encendió -su fer-
iente fantasía: las costumbres
selváticas de4os biiaos, y la Ge-
4te2a de «u 4ney, le parecían pre-
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■IftOKIA
ferible8alórdealrigofy>sa de la
corte bizantina. A despecho de
au8 obligaeionea de majer, prin-
cesa y romana, escribió al bár-
baro, le envió sa anillo, le did
•u fé, y le conjuró á que la de-
clarase esposa saya.
Al principio correspondió At^
tila con frialdad desdeñosa á
una solicitad tan estramganle.v
Acostumbraba tomar y dejar las
mujeres por su capricho, sin
someterse á los lazos de un cas-
to imeneo; y el palacio rústi-
co de este guerrero feroi, se-
meXante*á los serrallos actua-
les del Oriente> estaba lleno de
bellezas de diversos países, tra-
tadas mas bien como esclavas
q^e c^mo esposas.
Sin embargo-, cuando formó
el designio de invadir las Galias>
inspirado por la ambición po-
lítica, no por un frivolo amor,
pidió á las cortes de Ravena y
Constantinopla que se le entre-
gase á su esposa Honoría, y que
se le diese en dote una parte
del dominio imperial; renovan-
do así las insolentes pretensio-
nes que los Tanjas, sus antepa-
sados, habian tenido en otro
tiempo con respecto á las prin-
cesas de la China.
Negóse su solicitud, como él
aguardaba, declarándole que la
princesa había contraído otros
Imm, y que ademán, ta costum*
bre romaiM no daba á^ las hea»»
bras derecho para tai aucesioo
del itoperío. La ramHSi de Ho«
Boria Ifr obligó á^ casarse con uü
hombre- de* la plehe, y la deste*
rró á un pueblecilla dé Itatfa,
donde terminó algunos años
después su vergonzosa carrera.
Batalla db chalons ó db loí
CAllPOS CATALAUmCOS. — ('fó4)
Desde que Attila dio la señal
de la guerra^, acudieron i sa
voz todos los pueUoa bárbaros
de la costa dek Báltico, de las o«
rulas del Volga y las del Danu->
bio, y se reunieron en la con-
fluencia del Bin y del Niter
(Neckar),. sirviéndoles de guias
los francos, que militaban con
el hijo mayor de Clódion. La
Galla consternada y medrosa»
parecía no á un guerrero aco-
metido, sino á una víctima que
va á ser sacrificada^ ó á nn reo
sentenciado que camina alsn-
plicio.
Los historiadores de aquella
época describen esta invasión
como un incendio. Los bárbaros
mataban indiferentemente á ni-
Oos, mujeres y viejos. Muchas
ciudades perecieron en las lla-
mas: M ediomátrico (Metz) que-
dó enteramente destruida, sin
que la ferocidad de los hunos
dejase en ella masque una sola
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MSL MJIO
capilla. Los «scritores eciesiás-
lieos, como de costumbre, cuen-
tan Io& milagros que detuvieron
algunas veces la marcha de a^
quel pueblo destructor. Dicen
que las oraciones de San Lobo,
obispo, de Troyes, y una chica
que conduela uaa manada de
ovejas que después ha sido ca-
nonizada con el norabre^ de- San-
ta Jenovev»> conjuraron la tem-
pestad, salvaron á París y a-
partaron á Attila de esta ciu-
dad. El rey de los hunos pasó el
Icaana (Yonna), cerca de Aiiti-
8¡odaro(Auxerre), y se acam-
pó junto a los muros de Aure-
liano (Orleaiis)> donde por la
vez primera encontró puertas
cerradas y almenas guarnecidas.
£1 rey de los alanos te habrá
prometido secretamente en-
tregarte la ciudad y la guarni-
ción-, mas su perfidia fué descu-
bierta y burlada. San Aignan,
obispo de Aurelíano^ alentó el
valor de sus compatriotas. La
guarnición peleó ostinadamente
contra los sitiadores, y diu tiem-
po al denodado Aecro para ve-
nir en su socorro. El jeneral
romano habia hecho alianza
con Teodorico, rey de los visi-
godos: entrambos marcharon
contra los hunos con un ejérci-
to imponente, engrosado con un
gran número de burgundiones.
nmitifh 93^
sajones y ripuaríos, y princi-
palmente con un cuerpo db^
francos intrépidos, mandados
por Meroveo. El rey de los hu-
nos, informado de* su procsimi-
d£K],Jeyantó el sitio, y se retiró
para juntarse con las divisiones*
que habia dejado á sus espal-
das. Los romanos, visigodos y
francos te persiguieron sin de^
japle respirar: en fin, los dos e ^
jércHos sedetuvierofl en las lla-
nuras cataláunicas, llamadas
también maurícianas, ó mau«-
ricias, que según Jomandes te-
nían de largo cien leguas y de-
dDcho sesenta.
Los dos ejércitos s& pusieron
en batalla^. Una colina que se
eíevaba insensrblemente, ro-
deaba la Manuray los hunos y sus
aliados ocupaban la derecha; los^
romanos y los suyos,Ja izquier-
da. Allí se encontraba reunida
una parte considerable del jéne-
ro umano (1), como si Dios hu-
biese querido pasar revista á
los ministro* de sus venganzas,
en el mon^ento en que acababan
de llenar su misión: iba á distri-
buirVes la conquista, y á desig-
nar á los fundadores de los nue-
vos reinos. Estos puebles envia-
(l) Stt ergo área innumerahilium
pof/ulorum pars illa terrarum, (Jor-
1 oand. cap. 36.)
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94
iraMuii
doft de telloilof Tioemes de le
tierra» -fte hablan tolocado bajo
lasaos baederas del muado del
proveair 7 del mundo pasado,
de AMila 7 de Aeeio. Con les
rocíanos mardiebva ?isigotlos,
. leli, arrooricanes, ga4o8» braCe*
nes^^ooes burgundione8,eár*
anatas, alanos, alemanes, >ri|iBa*
ríos y los francos mandados ^por
Veroveovcon los hunos ^e en-
t»Alraban otros francos y élros
tiurgundiones los^ujios, 4os he-
Tulos,4os torinjios, los ostrogo-
dos y los Jépidos.
Ktfila ^arengó á %nt acedados
de este modo: «Bespreoiai á^ese
«tropel de enemigos desunidos
«por coaturabresfHengiiaje» pe-
4rro asociados por el temor* Pre-
»cipitaos sobre los enlataos y los
»godos, que son los que consti-
«tuyen la taerza de los romanos:
»el cuerpo no se puede tener en
vpie^nando se le arráncenlos
)ibuesoa. Vélor! enciéndase el
MÍuror acostumbrado. La espada
»nada puede conira los«valien-
-tites, ^en presenoia <de la orden
»del destino. Esa muUHod, os-*
«pautada, <no podrá mirar al ros-
«tro de los: hunos. Si el suceso
«no meengaña, ?ed«quí el cam-
4>po que nos ha sido, frome-
•«tido >por tantas victorias. ¥0
«arrojo^el primer dardo al ene-
•«migo: el que pretendiese ade-
üantarae ni SktfHa, m#rirta^).«
lornantea^^iistoriaior^e lea
godos, díoe que en toda la enti*
gi&edad no ae vieron nunea pa-
siones mas feraces , ad naayor
nimerode^eombatieniea: que la
batalla fué espantosa, -aío mfiae-
eicordia yain cnartei. La espé-
raasa^de poder, en eonaeeieacia
dele Tictotia^ robar 7 deatraír '
aja oatáculoa y á aa placer loa
faiaes masnricos^el mundo, are-
doblaba el* valor y denuedo de
lastropaa<de Áttila. Las te üke.
Krio, Teodorico y Mera^veo, cook
batían con^el^furor de la*desea-
peracion, nojgnorando ninguno
flue había que moair é "vencer
por salvar la iKbertad, ooor, fa-
miliay patria. Si los hunos que-
daban vencedores, la Xoropa ae
^umerjia en la barbarie, Taa
grandes impulsos inflamaban ^
valor, y no permitían 4»ensar en
eomlrinaciones eatraléjicas. En
Jugar de aMivímíento ae arroja-
ban «noa^conlraotros, 7 aqneUa
larga batalla solo fué «na aspan-
tesa«con(iision en que lOtpelea-
ba cuerpo á cuerpo.
MuaaafB w tbobomco. — La
4Dasa de los buoosconaigoló pene-
trar en el centro de sus enemi-
(2) Prinms ib k&ÜÍM 4ela «Myí'-
^ciam, Stquisfffotmertt MUitmcpugmoM^
^eétm/errtf H/mtím*tMí(¡io9»^mL Ib.)
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gos y separarle de-his alas. Teo-
dórico^ después de haber hecho
prodijios de valor, cae erido y
muere rodeado de- sus mas vetr
lientes guerreros, que le fórma^.
ban murftlla con sus cuerpos.
El que durante su vida, dice-
el historiador d© los godos, no
pudocontemplarsemejanles co-
sas, se privó de un espectáculo
maravilloso. Los ancianos del
tiempo de la infmicia de JoriKin-
des, aun se acordaban que un
riachuelo, quecnrrta al tra^vésde
estos campos heroicos, se engro-
só de repente, no por las lluvias
sino por la sangre derramada.
Los heridos iban arrastrando á
este rioá apagar su sed, y bebmn
la sangre con que ellos mismos
lo habían engrosado (1).
Cuéntase que los arúspices
consultados por Attila le hablan
pronosticado que perdería la
( 1 ) Nam 9i sénior ibas trtdere fast
est, rivuhMji memora ti campí humtii ri-
pa prolabtnr^ peremptorum vujnerihus
sangutne muUo provectus^ non úuttus
im&ribus , ut *o/cAoí, sid Uquore ton-
uiiatus insólito^ torrens facías esi crmo-
ris augmento, Rí quos i ¡lie cs^gtt ¡n
(widam. süim vuinus infiuentá mixta
•lade traxtrunt: iia constriUi sorit
mirabili sordebani, potantes sangui^
nem quem Jmáért saudati. (Jorobad,
vap. 40.) V* - >fir
OTPMII^ 95
bataUa, pero qo^-eneflá perecea-
rla su mas cruel enemigo. Cuan^-
do los hunos, «vaneando siem^»
pre; entunaban el cántico de la
vtclorM,.TvinsmundO, príncipe'
de los visigodos, desprende de-
una colína con el cuerpo de*re^
serv», desbarata 3 loa bárbaros»
anima á tos aliados y mudulí»
suerle del eombate-. Arrójanse
todos sobre los hunos, f hacen
en ellos un« espatito^a carnice^
ría. Attila, como leoa rujíenle,
hace inúirfes esfuerzos para vol-
ver sus (ropas á la pelea: por la
primera vez el terror impide oír
sus órdenesr se poneuenuida,
y se refnjkín á s» caoaf amento»
dood:ese alríDcheran, según su
costumbre, detrás de una gran
multitud de carros.
La victoria cataláuníca es la
última gran victoria obtenida en
nombre de los antiguos dueños
del mundo. Roma, que poco á
poco se había estendida hasta las
estremidades del mundo cono-
cido, volvía á entrar poco á po-
co en sus primeros límites; muy
luego iba á perder eMmperioy
la vida en aquellos mismos valles
de los sabinos, en donde su vi-
da y su imperio habían princi-
piado; y de este jigante solo de-
bía quedar una cat>eza enorme
separada de un cuerpo inmenso*
Gubrian el campo de bata-
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4la cieato sesetfta 7 flos mil cadá-
veres. Los Tiéígodos trinofaoles
proclamaroo rcy-sobre aquéllos
aaügrieotos trofeos al Intrépido
7urisiBiaodo.^te acoose^ á stis
eliados sUisr el campameBto de
Altila; pero^el aatoio Aetle, qve
DO temía ya á ios hunos, y que
«reía necesario 00 destruir i Al-
lila para conservar ales godos
•en su alianza, se opuso -k este
^lesignio: se-eneargó de defender
las Golias, y persuadió íl Turís-
inundo que volviese « Tolesa
para asegikfbr su nuevo 4reno
rontra los ri^Mrles que se pudie-
sen levantar. Gespues de su par*
tida, Aecio y Meroi^ó, íncomo-
•dandosin cesar al rey de «les^u*
Dus, que hubo de relirarse por
In disminución de su ejército. 5
iú falta de víveres, le vencieron
en muchos reencuentros, y le o-
i)Kgttron á retirarse á Turiojia.
iLos hunos, al atravesar el paia
de losf raocós, cometieron croel-
dodes orrendea, degolíaroa á
-los prisioneros y á losTeenea, é
titcieron despedaiar por caba-
llos no domados á dotoienlosjó-
«venes. £stas atrocidades fueron,
después 4os motivos ó pretestos
vde las venganzas que el hijo de
£lodoveoe}erci¿ en Turin^a.
ESPEDICION DB^TriLA «X ITA-'
xrA.*-*-(4S2) A tlila, vencido, mas
410 desalentado, esperó vengar
en Italia la dimcfta ^e^liaíMa
sufrido en la GalU. Habiendo
instado de nuevo y en vano á las
dos cortea imperiales que le
entregatené Honorla, pasS les
Alpes y flitiéá Aquileya. fin este
xerco se airaron los hunos per
ha primera vez dé 4aa máquinas
de guevra^ empléattáo las artes
de la civttizacioñ para destruir
á los puebles eiviHzados. Los re-
manos, ^Hendida su degenera-
ción, hubieran eidó incapaces
^e resistirle; pero «n cnerpo de
godos que militaba á su sueldo,
mandado por los príncipes Ala-
rico y Ante la, 4es ínfondió va«
4or^<La resisteneiafuétatt- vigo-
rosa como el aAaque. Bes-
pues de tres m«es de esfuerzos
íttiitilea, les hunos pedian que
te ievantase-el cerco; cuando At-
tila:, al ver una ciguefia salir de
4o alto 4le nna torre de la ciu-
dad» (Rjo i «US soldados: «Este
apresado nos anuncia una vic-
«ioria pronta: aquel ave domés-
-•tica «o dejarla su nido si no pre-
iiviese la próceima ruina de la
«casa.» Estas palabras llenaron
á los tárbaros desalentados de
esperaniay ardor: atácenlas mu-
caltas de Aquileya, las ioman
por esalto, saquean y reducen é
cenizas la ciudad. Afctila, después
de esta victoria, noencontró ro-
manos armados, «ino esdaiñes
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«^L BAJO
medrosos que sacriGcabao su
onor por salvar so vida. Pata-
vio (Padua)^ Yicencia (Vicen-
za), Verona, Bergamo, Ticioo
(Pavía) y la misma Mediolaoosc
-soroelieron. En esta üUiffla<;¡u-
<lad vio Attila un cuadro que re-
prcsealuba al emperador en su
trono, y algunos príncipes scitas
postrados ante éh mandólo que-
mar, y puso otro en que estaba
él colocado en un trono y dos
emperadores tributando sus te-
soros á sus plantas.
Estas tribus bárbaras no se
contentaban con el saffueo: talo-
lian los campos, arrancaban los
árboles, quemaban >ki5 cabanas,
Attila, en lugar de reprimirlas,
las escitaba 7 decía con orgullo,
que no vohjBriaá nacer ia yerba
•en el sitio por donde había pasa*
^0 su eabüllo. Tan orrible estra-
go esparcia en todas partes el
terror, cuando debiera inflamar
los brioá; pero los italianos en
lugar de defender su patria, so-
lo pensaban en abundonarla. La
Galia Cisalpina y la Venecia
quedaron desiertas^ y sus habi-
tantes buscaron ri'fujio en las
islas vecinas del oaUnenle. Sus
murallas eran de mimbres: vi-
'vian de la pesca y no tenías mas
riquezas que sus góndolas y sal
que vendían por las costas. Casio-
4orp los compara i pájaroé acuá-
TOMü 3LV.
IMPERIO. "W
ticos que hacen su nido enmedio
de las olas (t). Véase el orijen
de esa opulenta, de esa misterio-
sa, de esa voluptuosa Venecia,
cuyos palacios entran hoy en el
fango de donde salieron.
Las emigraciones la robuste- .
cíeron: el interés común unió á
los desterrados: la necesidad cs-
citó su industria y los hizo co-
merciantes. La república que
formaron se componía de doce
islas, gobernadas cada una por
un tribuno. Sa estado naciente se '
cüttisoHdó bajo la protección de
'los ostrogodos, y 'Itegó después
á un alto grado de prosperidad.
Los francos y visigodos, alia-
dos de Aecio, á fin de echar k los
hunos de la Galia, no quisieron
unirse á él para defender Ui Ita-
lia. Aquel gran caudillo probó
<iue el triunfo depende de la a-
bilidad del jefe ^ mas que del
número de los soldados, y que
él era, segua las circunstancias,
tan prudente como intrépido.
Poniéndose al frente de un
corto número de tropas escoji-
das, supo contener á Attila sin
^comprometerse, incomodándole
ft) AqtáaUiium *av£um more do-
mus est, {Variar, lib. XII, ep. 24.)
Véanse tambieti Ferona iUusirata de
Maflet, 7 la liisluria de Veueciá por
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•T¡tini9 tM lbitaUa$ y redüdc»'-
éo la gwrra i aeeiooes de poeé-
loa« El oaevo Pablo ae aprove-
chaba de lodaa las oeaaiooea fo«
▼orablea, nitoaba laa fuerxai del
enemlge, iaomeotaba laa auyas
y ganaba tiempo, que ea ganarlo
iodo en laa gtoema dé iof#-
«¡00.
M ieoIrM que eltatento de ao-
lo un hombre tadiaba ls< conlra
erdealitto/el acobarde Valenttnia*
tíO, eedtffld»! á so terror» ala de
ftarMa, ae retiraba áBoma, y
qu^la' abdiear un poder que
perdia para ét tckio aa Valor por
el peligro á que fe esponia. Pro-
ptiao bajamente ai aeoado y ai
pueblo abandonar la Italia, (fb
le permiiieron aeigiiir eale eón-
aejo piisilMiíoe; pféro eOmo no
Toé posible iBoverie i ptróbar la
suerte de las árales pal^allaklir-
se, le persuadieron que €Wpleis^
el medio de tas negodaeiMea.
£nTió, pues, por emfeefadorás
i Aviene, eonsülar, 4 Trijéeio,
prefecto del pretorio, y al pepe
l.eon, que' mereció persQ flraM^
2a én las desgr4íctas del sobre-
nombre de grande.
Hallaron al feroz Attiia, al
devastador de la Italia, acampa-
do en el mismo terreno que ha*
bia ' sido heredad de Virjilio:
contraste muy i propósito para
Bioatrár de o^ nMéo^cmel H 4h
ferencia de lea tiempos.
M achoa aaolivos diaponiao al
rey de loa bonos á la pea. Aecio,
eoQSU oonteaqierizaeion, habla
cansado ao pacieñéia. Fatigido
de ka erfakía cootíoMa que le
hacia este diestro enemigo, tea
pronto en lar retirada como en et
«taque, por todas ffartea lo en*
contraba, y en ningaiia podia
detenerlo.
Sus selvátteoa guerreros, e«-
nervados por la^intempieranela
y la erápula, ya no podían reala*
Ur al ealor del elíaia. Una' áa»
bre cootajioaa se es^reié en él
eJércMo. ACtUa, amique iniftfa,
era a«perslieioso; ieoria segim
lea prediceiones de ana adivimv
l^h^r la suerte de Alaríco, y
morir eoéio él ai entraba tm
Roma. liía hiatoriadorea ecléi*
aiáatiooa^e aquel tiempo,lecufi*
dos como siempre en inveneie*
oes aejceiarias pare mantener la
sttpersttoion y aoger Id ratOtt
del pueikio, dicen que la grnve«>
dad, leeleeuencia deLeon y la
majestad de sus hábitos piMt»-
flcales le infundieroa respeto,
y aftaden que los apéateles Pe-
droy Pablo se le haúan a^pare^
do, ameoesándole oon las veo-
ganaas del cjelo^ ai inaiatié ^n
querer deatruir el imperio ro-
mano. El célebre Rafael puso
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-u ^^-:^^ ....^. .,. «>Kt BAJO
después a' este miserable cuen-
to^ el sello de la inmortalidad,
por medio 4e un gran cuadro.
Lo que sí es cierto es que los
embajadores romanos fueron re-
cibidos ravorabícmente, y que
eo pocos días concluyeron la
paz.
Altita prometió evacuar U I*
tatia, si se le daba á Honoria
con un4 rica 4ote; y declaró al
mismo liempo que sí la prince-
sa no ll¿gnba á sus estados en un
término fijado, volvería con un
€jércítomas aumerosoá llevar la
Italia á sangre y fuego, y á des-
truir á Roma htsta sus ci-
uiientos.
Muerte DB attila, — Fiel á
8U palabra, volvió eos prontitud
á su rústico palacio, situado en
las orillas del Bütiubio. Mien*
tras esperaba á Honoria, insa-
ciable de placeres como de con-
^uis4«s, aumentó el námero de
s^us mujeres, y obligó á «na cau-
tiva rica y kiermosa, llamada 11-
decunda , á ca^arse t^on él. Este
matrimonio , formado por la
fuerza, causó su ruina, y la des-
esperación de una mujer libertó
la tierra de un uióiulruo q je no
liabian pt>dído de^^truir ejércitos
formidables. El rey de los bu-
oos para ceJebrar sus bodas, em-
pleó un día y la mayor parte de
le QOGbe en regocijos y l>aBque*
IMPERTO. 99
tes: sumerjido en la embria-
guez, se retiró con su esposa, á
quien guiaba en lugar del amor,
el aborrecimiento. Al día si-
guiente, admirados sus guerre-
ros de no verle, entraron en su
tienda y le aliaron muerto y
bañado en sangre. Los bárbaros
dijeron que habia muerto de
una emorrajia violenta, y asi
lo aseguran la mayor parte de
los historiadores; pero el obispo
Agnek) atribuye su muerte á la
venganza de Ildecunda. lucié-
ronle magníficos funerales con-
forme á los usos practicados en
la muerte de los príncipes de los
HioBgnou. El cuerpo de Attila
fué espuesto bajo una tienda iie
tela de seda que se levantó en-
medid de una gran llanura. To-
dos los guerreros hunos coa los
cabellos corlados, y el rostro
desfigurado coa profundas in-
cisiones, desfilaron por delante
de la tienda celebrando las a-
zanas de Attila, en>.i izando la
felicidad de este príncipe, que
hatna terminado su brillante ca-
rrera enmedio de fos placeres,
y que iba á reunirse á las som-
bras de sus antepasados después
de haber «levado su nación á la
cumbre de la gloria. Todos ios
kuiius asistieron al hauquele
fúnebre que díó Kllak, hijo ma«
yor de Aulla. A la entratlu de U
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flOO fiírroRiA
Boohe, elta«rpo4^ rey^ ene**»
rradoM oa tr^e atftud droro,
4e:plata.sr<ée hierro/r fué 'ente*
rrado coo sasarmaSytuawDB*
meoloa reales j lo» arreóte
^u^cabaUpat y pare que ésUi«-
viesea al abrigo ée lodo isaulia»
jmíiaodo lo que ae tiebia. hecho
•caoD iJarico, ilegollaroü á los o«
J)reros que habieo sondado la
•huesa*
i El imperio de Atlila^ easi too
osieoBo cono el de Alejandro^
le igualó euila corta daracioo, y
sohreiivió.pocoá susTuaerales.
£1 terror habla manfeüído bajo
la domiuacioii deÁUila:á laatos
pueblos diversos^ eálraffos nnós
á otros por su leDgusje^ sus á*'
bítosy costumbres.rA sumuer*
te se sublevaroOé Los hijos que
hfl^bia teuido de muchas muje^
res se dívidíerott, y los jefes 'de
las tribuase pusieroo^éa guerra.
Ellak • su hijo mayor ,- sostc*
sido por un pertido considera**
ble> fué atacado por ios. citt^
dillos que querían hacerse inde*
pendieAtea. Dióle^ batalla en
Pannooia, y perdió la corona y
la vida. AHoríco, su' veácedpr^
gobernó oua parte de ausiesta**
dos con el Ututo de rey de los
j¿pidos: reinó en el palacio de
AMila y. en los países que se ee-*
UeiMien acia el Ponto Coxioo.
los ostrogodos formaron un rei^
oo separado desde VindoboM
(Viíena dftii4itstria) hasta ^irmto.
Atnjisicó^.otro :hijo de Attila» so
defendió en Tracfai con algonai
iríbttftdni1iale^ioce<aSiM con*
ira sos rífales» atacó el imperio
áe Orteote» y peroc&S en una bt«
talla. En fin, Sessac, último hi-
jo de AttUa^ se retiró i Scitia
€o» loa bonos naas adictos á la
memoria d^ su pad re; . pero f ue<*
ron arrojados 4e allí por loa k*
faros y otros pueblos de la Si-
hería, y coo ellos acabó el últi*
mo vestijio^dei aaote del muo*
do. Los hunos; mas hibiles pá*>
ra destruir qtfe para lundar im-
perios, volvieron á entrar en la
oscuridad. •
Guando murió Attila ya lio
ecsiatia Placidia , princesa qúm
mei^eció y obtuve una justa ce-
lebridad. Eíxo cuanto podia «na
mujer por el bien del imperio^
y ya que no le era dado «>n el
valor, lo salvó con- la pradenefa.
Sacrificando sus resentimientoe
y au amor propio ofendido , res<^
tituyó su confianza al Taliéole
Aeciio, y dio á Roma an apoyo
que retardó so ruina. Fné lan
recta como hábil. Todos losprío*
cipes deberían tener presento
esta bella espresion, que sirve
de preámbtíto á ttsa de sn^ le^
yes: fcLa majestad soberana so
aonra á si mifma reeonoefauído'
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^ DEL EAJO
^ »qüe eslA soraetWa a las leyes-,
•porque el poder dte estas es su
\ ireifníetito. Hay mas verdadera
1 «grandeza eO' obedecerlas qne
»«n- mandar sin eHas. Por el
apréseme edicto nos felicitamos
•demostrar cí nuestros subditos
«qué límites queremos díir ái
lí^nuestra autoridad.»
' Perfidia de valentiniano y
MüERfE DK AKCIO.— (4 4). Va-
(entinlano tenia treinta y cinco
ailos cuando perdió ¡t su madre.
Mientras Aitila le inspiró temor,
paretia discípulo de Aecio ma^
bien que soberano: le colmó de
favores, le prometió casar á
Gaudoncio-, bijo del héroe, con
Eudüsia, su hija. Pero rola ya f^
espada de Attilu y cuando creyó
que habia cesado el peligro, su-
cedió á la gratitud la envidia, co-
sa muy comuu en los reyes; y no
pudiendo sufrir la gloria de a-
que! gran varón que hdbia sal-
vado el imperio, resolvió asesi-
narlo. Aecio, indignado de esta
ingratitud, tomó las armas con-
tra él, y loobligó por miedo á re-
coociliarüe. Sobradamente con-
fiado como todos los hombres
vállenles y leales, creyó en la
sinceridad de un príncipe infa-
me, cobarde y pérfido, y fué sin
guardias á palacio para instar al
emperador que cumpliese lo
prometido en cuanto á la u-
IMTHftlOi íül
nion dte Gámífencio y Eudosi».
Valentiniano-, violando todos
los derechos de t^gnítilud, de
la urnnnidad y de la justicia, le
llenó dfe injurias apenas le vi6;
tiró dB la espada^ y la undió en
el seno del héroe á quien débia
la corona; Htista entonces el ein^
perador no era mas que despre-
ciable: desde esta acción comen -
zóá'ser odioso. En vano [irocu-
ró justilkarla, declarando que
Aecio aspira'ba a T poder supre-
mo. Un senador le respondió..
«Has obrado comoel insensato
wquecoFtüse su mano derecha
»oon la izquierda.» Este príncipe
era creido tan indigno del trono,
que el senado; sfihiiendo repen-
tinamente dé su larga- servidum-
bre, pensó en recobrar la anti-
gua independeucia.
Entr'elanto Valenliniano, si-
guiendo las pisadas de Heííogá-
balo y Caltgula^ no conocia o-
tras fruiciones del poder supre-
mo que la violación de las leyes
y el desprecio de todas sus obli-
gaciones. Entregándose desen-
frenadamente á la liviandad mas
escandalosa, desdeñaba á su mu*
jer, y ulirojába el pudor de las
matronas romanas mas esclare-
cidas. Enamoróse perdidimen-
te de la esposa de Petronio Mác-
simo, senador-, y como no pu-
diese seducirla^ se valió del ar-
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tilScto r 1a :^^iolMeta p«ra s«H§^
fü^rsat culpables deseM. la-
Inenlo tevitaAo 4 Valroirio i
i|i>e Jugase -coo él, legré faaarle
todo so di vero y kasla el «fiTH«.
Apeoas le toTa «sd sus rnaaes,
lo eavjó ees «a Mkeito á la mn*
jer de Petrooío» cen óflea de
decirle ^[«e s« marido, por señas
lie d^oeUa sepiHija, la aándaJba
yeair á Paiacio. La natrena fué
siu üescoAflania, la eocerraree,
y %'aleoiiiwaae» ^ue nada respe^
taba, laWzQ yktinia de sa ta
hricidad, ; 4a envió despnes á s«
^sa 1(f na de doler, de vergie»-
«a y de deseos de Teagaasa, tes
cuales iasi^irdá sa esposo.
Eutre los guardias deleaipe-
raiior había maches fU6 lamea-
taban la pérdida de Aecio, y
liuscabafi la ocasioB de castigar
á su asesino. Mácsimo f elroaie
los aniMK^ -con preseales y pre-
mesas» y Yormaroa ana ceaspi-
r^ifiioB, '¿oye aeereio guardaroa
tieÍmoii4e. Ca die rodearoa «al
emperador ciiaada eaistiia ea el
campo de Marle á les ejerctoios
BMKiares, se arrejaroa sohre ¿1,
le dieron de puialadas, éhicíe-
ron lo mismo cea su infame Ta-
lido el euaaeo HeracUo. La vida
vergonzosa y maerie irájica de
esle infame priocipe^ la iaeer*
lidumbro del senado, la depra-l
vAcjoa del jmehlo y la aadéeia |
«
de los birbaiM, ^ae roMció
desde ^e JLecio habla fallado,
presafíabao 4 Roma sa ptdesima
naína y el ^eumpiímeato del
proadstioo vio los adívlaos hi-
cieitm á Rémalo caando violes
doce buitres, anuncio, dodaa,
de los doce siglos ^we habla de
durar la ciudad. Los romanos e-
lijidos se acordaban con terror
de este oráculo: presajio mas
seguro fué la pérdida compleU
de su valor y de sus virtudes.
Halan temblando de su patria,
se eacérrabau comoimbéoUeseii
ios mouasteríoa, é huscabau ver-
gOMosaraente su salvaciou en
los campameMos de loa bar-
imros^
Ita fiaüa estaba repartida ea-
iré los godos» los fraacos y les
burgundiones. Los paii>ic¡os, cu*
ye opufeneíe no ora ya aumen-
tada por las provladas, ao po^^
diaa como aates protejer á sas
clieates ni dar aKmentos al pue-
blo. El África se había perdido
para siempre: los vándalos, en-
riquecidos con el bolia de E%*
fiañay de Sicilia, fundaban una
«ueva Cartago sobre las ruinas
de U autjgtta, le eual uo tardé
ea marchitar los iaureles y sa-
«uearla patria de los Sdpíones^
Tai era la situación deplorable
del imperio de Occidente cuan«
do murió Vakntiuiaao*'
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ML ITAJO^ niTKRIOv
ÜOS
: i.
CAPITULO xr.
EN OOCrDENTEriiACsmo, A^TiTo, itayoriaxo, mbio sf.yero, Ajf^
lEMlO. OLlBftlO^ QLlGEHtO, Jl^tlO NKPülE Y AÜGU9TUL0. — JENEUALK^
KABBAEdS : JifiNsERICO, RICIMKRO T ODOACRO. EN 0R1EN.TE.: UAIB»-
(Año 4S5.);
Mimimós efnp«ra4or> — I.o» vindafos saquean á Roma. — AWto, «nperaiVor.—
Abañas de Ricirocro : muerte de Avito. -— Mayoriano , emperador. ^(tuerr»-
ron toa visigodoi y. •itio de Lugduuo — Muerte át Maforiano. — Libio Se-
vero, emperador. — Aiitemio, emperador.— Ol'í brío » em|ie9ttdor. — Muerte át
liícimero.-^Revoluoíon de Orestes. — Muerte de Nepo&e. — Augustulo , úUh-
mo tinperad0r de Oicidfule. — Gouquista de la halia por Odoacro, y ruina
del imperio de Occkleuie. — Ulliíao decreto del seoadar — Muerte de AuguA-
lulo. — Coiic Uiiiou.
i ETBONio MACsiMO, varofi COtt-
«alar, fué elejido para áuceder
á TalenliniaDo: su opulencia, su
carácter, su amor á la filosafia,
le adquirieron todos loi vulos.
Antes de ascender al poder su-
premo que deseaba, pareció dig-
no de él; pero apenas lo poseyó,
solo conoció su gravamen. Es-
pantado de los peligros qtie le a-
menazaban, dijo suspirando á su
tmigo Fuljencío: «¡Cuánto en-
Bvidío la suerte de Damócles el
«síracusano^ cuyo reinado em-
wpezó y acabó en irn solo 6a ir^
aquete ! (1)»
La mujer de Pélronio, nueva
Lucrecia, no pudo sobrevivir á
su desanor. Mácsímo, cuya vea-
ganza no se babia estiuguido con
la muerte del violador, obligó á
la emperatriz Eudosia^ viuda de
YalentíBiano á casarse con él.
( 1 ) Ftlkcm tf DamoeJes . qni rmu
uno iongi'us prandi'o re^ni neceAsUi-
tem toUravUit. (iiJ. App. , cp. 13,
lib. U.).
Digitized by
GoQgle
"tu
Celél)fállinwT)oaas, el crope-
Todor tuvo la imprudencia de
confesar á^o nueva esposa que
él Tué qmen éirijió cmftra m
-dH'uoio ai»ri4o el '^ñal de sus
asesinos. Indignada ia empera-**
4riz de ^^rse en los brezos del
matador deTalenliniano, escri-
bió lecrAmneBle á Jeos^rico^íl)
4«yde iM v&frfilo^,: le suplkó
-acudiese á vengarla, y le aseg«^
TÓ <fue por el desorden que rei-
naba en «el imperio no deblete-
roer cualquier esláculo <iu€ se
le preseft^aé-^oTepenie se sqv
po que JenscHcó contrna escua-
fTenserico y Téi altteairts: ^
papa León» único hombre qie
eiftoaces manifestaba Mguna ftr*
': laeMlf.irtié al campamento del
rey de los vándalos/y oMevo de
él que Boma seria preservada
del incendio^ del saqueo, 7 ^ue
I0S xiudadBUoa. ^if^adoa f9
moririu^ . ,,, ,
irfos africanoa «0 TCSpelaron
la prflabra -de -su rey, trataron á
^a taludad temo ^ la liubiesen
t^easado per asaHa. V«a nueva
i^artago Tengo i la antigua, y
duranlo txinofce Üka ^ ^ettocee
^ nocbes, W ciudad eterna eiílre-
i4ra numerosa sé hábiá preseíUa-* 4¡a "vió sin monu-
^npn ú embocadura del Xiber.l menles destruides¿aoafCasaa<ea^
•do en to embocadura del Xiber.
HLa pfoesimidad de un eneitit-
go esciiába üñ otro llerapó étj
furor en RonMi^ ««(oiioes «»toj
-causó grande terror.
Mácsirao, 4ejos de desperlarr e>
^Kalor, propaso cobardemente al
senado uy^se "Con ^1. Enterado
«et fmeblo de ^iMf se 4e «quería
tabandonar, se irrita y •^motiaa.
Mácaimo se «pi«eséúla á >él |>ara
aquietarlo) pero UD sekiade te
hiere y la multitud furiosa des-
troza au ^adi^er 9 lo «erraslaia
por Us ca4les«
Tres días después se presen*
tarpu á las ji^^rtas de Roma
tregffdasá las'llamas, degollidos
sus ciuA*aaños,^ tuvo que su*
frh* lodos les u tirajes de que es
capaz el furor cuando ^e cree
jufTtificado por iñ umilladon de
mache ágIos«
Les bárbaros ^éhpierofi i em*>
barearae: ^ flote de 'feeacnriee
condujo k Certage las «i^uezas
de Boma, eeme Ip de ^pioB
babia llevado á Rema ias riqoe-
aas deCaNago, Si <^&ter de Df-
4o 'parecie haber prediefao -&
^ensoriee en Anníbal. Cotre el
bootio se bttliaron los oroameo-
W
(tes robados orí templo tte.Jeni*
salen: qué mezda> de ruinas f
IVeouerdos ! Todos his bajeles lia»
garon felizmofite, esoeptoel qite
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fm(¡i^f.,-ii f i!.-J r. . »
Eudosia qiM,M^«toaii<ÍA üf
!M49«i^rf$|)| «Wi<HiliaB.P9r Mi
«l:Vdí^ei;.. •. ,<!-•,...
Lo» 9en«'^j|i;<|í,,>f.^ji}<ti;icl«|,
ffifl.?«o)P dJWÓp/HíWijlívI.M^
Tj^of .J5,a<í^yid(«\|„ l«4 francos a(^
•f^t4f;^i;rep.|^^a4|i&«¡rM]4B del
ff^9n.lj^.^&tafü 71^. Bo 4a«>>
4|^b^ ^ loa. xpiftfijios ei^ aqaeH§
j»r9>;^»fia,,síoft44íM?f«ífl« lía-
t/HtaíteUrti^ilÁaétí^ fiefiiUté feniíH
VOMO XV.
z«-fi!Wn^|« <ÍR«rsMAdíó A |fitlnÍM>*
«♦j.eíl^'ár'íPi» WN^ «I VíMía
i;ilf^d^ d«t ^ll». ,I(«i «oiQÍM^a#
4^1 .«(^«Ift'ypaelMb r<>mao9,'
M-lk>iQ9ii0f6fi nráiWQrf 9^ fl
%titv»4»í099rp4^T qnti T/Bpdcitj,-;
4el.,fi|go d^ Q» viaári^ par^
: £1 rey de lo» fia^w w^Pr
■voili la «liad»': '.mVÑ^ ^ iof
sMñTÓii.fae ,a8pin|ba» a^ domir
Dio-idéi Ssptfiia,.]r. le^ de^rjiyi^
e<iBí«KÍ<ifáwMÍtecer4:|idf) 4i8^ár
«litfnyo;. desf iMA,de pa^fAc^da
14 '
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11*
▼ersoi'M j^taeJO^Ico. Cl: ptOet
d^ loé étt^etidoresr MMÉiciiIflo,
itiagiio»tiii€oéltíabre dé^áAiiar;
yaquetloi fééíi», tñÉi'ééttíbtr
4q/9, recibtto todana ttidéásiid;.
A»AltASB« aiáÚittlÓ^ IfÜBAtB
M ATifO.— AvitÓ aií8^ " OtUjf
pronto por ku condoéUi iá espe*^
rana qae babiaa tuapifatt^ sus^
primeras aceíofies< Sl^ eaUíágé^á
los delettes, j ftié por sás "éécé^
sos tab^ dél^MectabM oodM l^á»
leftthrÍhfié^.!lJiH$u«rr«ro valitfú*.
te, HaAiádo^feteiméro, maftdaba
eotoDces los godos ausíliaras, ú*-
nica foerza vehladara de lus^ro-
manos en Italia. Este Jaceral a-
tae¿ y venctó á los vándalos que
proyectaban desembarcar otra
rtz en Italia, y. se bizo por I»
estimtfcfon' púl^lica doefio del
idiperiOé^ En aquel tiempo dé
miserlÉ y debilidad, todos Jos
ciudadanos se reunieron ál úni^
co hombre que mostraba énton*
ees alguna fuerza. Riciitiero, co«
nociendo cnán despreciado ^era
AVIto, marchó contra él, le Ven*
ek) en una^ batalla cerca de Plt-
senda, le hizo prisíonen^, le des-
poso y le dejo la? ida; mas' por*
qbe no pudiese votter é «mpu^
fiar' él cetro, leobligó á recibir
lasó^den^s sacras; yá aceptar
él obispado de Plasenda. De nlK
i poco sbpo ATlto qui el senado
uyd áeifeh la Ghlia traosal^UM^
ntofiiSreta'el eamittov
DmcrlMéndo^ ^' trüté^ cnadV^
éb la dticadimicftí det^ imperio^
ttegauMM al momfetoto^a qme lo¿
lO' se* Téifr én so. Msforia algo»
noi bérbaroé Uiistr^s^pefObnte*
gunromanow Los eóosules^ ca^»
recen de autoridad: los empéri*»
dores no socimas i^flintasmas:
el senadores soto^un monumettid
destruido;- ya/ ptiaft^ rey* eíslá
tan envilecido, <tQ<^f^ conqub^
tadores que lo postran, ar des^
deffan degobernartó.
IHatohiaiio, uipntAMt. ^
(iSl) Ricimero» suevo de na*
clon, yerno- del fhmoso Walla,
mandó al sénadt» que etijtese
poremperadtH* á Mayoríatto, an^
tigtto eompaSero de Aecto. Esta
elección fué tal cómo debía es«
perarse de ún guerrero tan rea«^
pelado. Era Hayoríano uno de
aquel tos hombres que el cielof
envía Éauchas veces á la tierra
en la bastardía de las razas: es-
traiíjeros al muodo'^á que vie*
oen> no sé detienen én él sino él
tiempo necesario para impedir
la presericion contra la virtud.
El célebre Aecio habla pre-
miado su mérito y sus. brillf niea
azafias^ adelantándola rápida*
mente en los grados. Revealiáí»
dé lé púrpura^ correspondió por
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iiinM|if44a 4«.laiita»i psUCrM,' V«-
ftan «qnieflftild^ él «enmelo m-
.«ui» cpmaBo* J^ejoa. dct .otviilar
^pep el iff^ >a9r«9Ht V^ ^«.
jfii4p., vu^sl;» ^légft, iftlraré
jifliMif fe ií^oo un otar serte-
9á auaítíartfie e« la aoUe «m-
ffpresa iU «wlMujMr aV fiieble
Montano ay glewh y .proiferi*-
edad) y f4fa lo|r4rla, áetoíaos
^«¡Qippeaer i(a|6FMei}da. taa ^oa-
eipipb^res, vqlf^ienda á le|if§lt-
ff&ia M4Bi^giui .Tígor» y^ebfad^
«fio dé werte ^M le. Hrjtad»
^•teqtp.lféppQ .|itt^^|lriiiida« no
filolQ .d^ de aer aaaiijMJies*,
.^ffQO ^et por .«I «QiAcafíp el
^Dleq^m^diod^ obtener »i ft-
..ififÍE>r j. laa jtjg¿ida4ea 4c4 esta*
tdok^j ........
.' Tudo& auf ffloa fceberoii la
}KMpdi44eaq cméeter: diMri»«-
44 lo^ iApofistos; <epriiii5 el
ipj^> Jifl9d;éliasaroL á fotna de
)ae?#Mil |«^ taapediv «a degre*
4eeioiKr1lft . debe erea wi ¡«tte ál
term dii. lofi hftrhMM d9iirq9)&
lQéMj6a%«iOMaMDtoa,.4e Jie-
IM^ bMiniismai roiMfos, pe^
lirea^T* diedifefeetea i %m gloria
^aadi^fd^moHM^^iífii^UiM inai^
fA/iam 4i4iSejm fera rcenaimir
niS€a9taiiaiiaQea<éosCa^ La día-
4a4 «e balite fief4ido4 a( miaoM
por w defra.v;4Ípío9, y perecía
jB^ti;rtoliil^e foc aíia propias
«nq)^ £fa una aer^eirte que
ae 4évof;ita ella eoiñulaa eiv>
;4raiiaf,\
JÍayofiafie, l«|aa 4e iailUr 1«
ipié^leiifia de aui predeoeaorea,
jbize ebria aaásioBfíli el palacie
de .lUvePA^ Se vid¿ en fiQ> un
«^(naradoree loseaeipameelcia,
yc^Q^lladíaeipMae; el valor.
Ál CW)^ d^t au i^ércUo atacd
cecea del. Liria lea ipoiitaa dei
réjr Ái9i loa yá|»diilea« laa ytmcii
y mató al ciliado de ieoserica.
Oes^i^a dO'eata vioioria averia
IMeral AAnka; pero oingaun n>.
iMi^fMatpeTkláaegalr á este
maef o Sciipíoii. Solo loa barbe-
ros perflMaectoFoii h9^o asa ban-
«deraa. -
^ wfta «ev fiW viaMODoa t
Irelapl^/uea oiie?a |;iierra ejer-
citó au«cMivpdad. Teedoriee/rey
4e4#a 'vMgodea» iiueda vendar
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DecesidadtdeacepUrlas. ' ''-
^ MroéfTií tí* ifA!^)imir(y/^Al
i^wrü^lMIlai^lM' ótitiá ^.
rrooapiM aMW¥eélihi^ l«^ sétb^-
H*Kl i¿^ini priiicit>te qué de«¿if-
bb Mt^nnif lad^o9tQ«ibi^/Ed^
K)Madoa^iaeb$lliaM)fa«6é á4k'lt-
te«i jmgd d«:ia diéeifühMi y i^b
Miiíoé'iiiwtl Mttnio^ ftftfmeib
¥0»eoodiiiiíMo/4ueDii tógé^
^riliBrráildiriéímaao^^l^r pWtii
€i|»eüiib 46«Mi luc^ebieme^,
^w^ batía :4l«d0:«wik i^hladerd
áMpénidor ¡^ere ftáUa s^* «^'.
. . , . <íecidQ,#¡«ia0r eitífcYo. Cdaütfd
ceéoa^ooBieiidos ett^lt^tdá tMiri Jfayóríaib i^vid á' kti irémpi-
•la (M^^'V Apvtai' d^v4lor> de
-rí«o^*> qM. itoi'ttii)tt«eé<éilkAias
Taeea; fmto isRfoi^nLtf^daM.
El ciiiperadM tftMVMd^ Mi^ Al-
pea^) f défpÍHs' 'd(^ ^Mihné^^U^,
imriüien lit^^oafes omcieterM
^ «édod 4ii»^"atiti tí& BáMi
¡muerto Itamh^ him 'pékés tat
iWoríeoyyvorvysiittiiw.' i
IJklal vdlttnittíl fiHiie ttallaf t^
^Mrs^teuantfb 1é^'d«>^idM^ k^
epcoDlró medios». I etf^poéb
tiem^tobstféfíS {fl^iift Miitoror
dé baqtn^^Tf re4iild,Mf*é}éreilb'
podbk*¿áo>Sr eiBikiaUrt' MMbk
en el pMrló^ Úé ' Xkmgfi^kwé
^Cattaj^na), á. dbfid9<1<te¥é"Miá
teópas ' re§M4(o; á ileb^MMft^ar
tMí 'Afrieá i lenMeriéo;* Si(l«f¿olr^
¿adodf eát.AS'dP9t>o6lciobésv ürá*
Idpláticasde pktg perro K¿ Mi-
les vftodal^ iio<i[lé»'mkíMi6i'fllÁ
yorl^KO darte pi^09)'j4¿|tffiMit
el lei^iiije W rW etfÉsMeií^ifti-
-llgjioé, yls^b^(S*|^)íA>eirt*Wi.;
vio. mté]^ idé ÍM TftMnoi, nd
pudiei^dp coDjorarJa lempestá<l,
coipi ;tfetfdtrae^^j$; y ^«iUiéádo'
Jaiiifrie d^4a»«rmasf M<t|tfÉ4id;
eoetra ao faeWer* táb áWÍ,
7 >ba9ta >eoftDD<íea> fMÉ'>«iMH>ao,
«mpiaótelí artificio para vance^i-
meiMbidaVavtdoii; t<h»>» éátda
.deacoMiHMas ^esctlaroi boa M«
idieioü^^Mrmedlo éte la éuMl'fbé
^asesioadOi ^aMftfé^e etírrid^
diabla >iltMM«^8eateflai lié$
hombrea TírUioaos le JIotsírbb
^ to ei4|fetoii ttb tébmlb; cu-
yaifMtílltaa««ífMi-aÉtoba^^6Ói» H
magaAfleiuvcia' tte loa moiia*-
ibeiKw^Vpae' Ja ^dohiisidb yi^a
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''«iliWir'4lMfiW TrtMIfHMifabMu;
it» It biliorUy monuineDtotf^iif &flt
ílfMllédC «msertPáráiKcófríAior
*%teilé^voDai<gldrkiM|»ino€rr&di^
**'' Lim>viá0rMK^'«i«nNij|miii.AU
mfldQ OTfqft6éiiA'déii!tfai<lt}d^
la diadema, o^ piidKhMiMKle>4e
li ostfrriéfldw- i . '. '".*'X- í
bMAi^eéñtaú lot VoiiftH ée j
-fW(Ú« l««|Íataiáeirt^'ei;Aai4c|
-Mñrfrié ürdét^fadieaítis^ eoietül
7 etjti Cbiiit tfl*tial«'rosO'9]idio
^«p*eigdiiá« dinisedioie«4Mi *Ar4
mórlei;ifO»leoU «nn eiitjüiBibDe!
rMaa<i(»J*AiÉiSo dal :tf ftimoBm^
'perftdér/M daiflaréunb^iafanan-*
le capaubi iiiir iidinfci^nw' Loé
•^frlaMM»' 4«a fBirsbpoí riempcel
el vAlor'Comó el mas 'DoMe da
lo» títoiol y ié^frtnmr% ití la^
Tirlttdéa/^ciuiaierab á 9« prid-»
dpe>'y Mpeeiefx>bhi eoroD&'á
0B$e'bétaé qoB lorh^ddli '^eoei-;
•do^Mttifcas-Teeet. ti^idü ai^p-
?tó|'«pei>0''cali9a8aéii 'breve* de
'lobémar á tMi ipoeUd ialpietu^-
io^jr áiMhr»; deVoMéel .cetro ¿i
tM fifoOtift tteX^mwy y^fbwfcí'
TK>e(pdtop«^ ^adl^tfcIMKé^ue^
- los véodAtti^ Uftrél^ déP Hf-
iDtptirtr*^ ifMHüQ^Mreéittw ^
laM^, y ameftMMWi i^Rdd^
d^'Qft^Yiueira ÍD«raaJbili;-JellM-
iifcuiJh4Hiteádoiefj^lÍ9édc^ik'WMk-
perbirik Bbdeaie^riii'iirMoaéfá,
iMtirh «MMKtéi VQ Iri^; flbiu).
itecH^sfguteBd»et^. ejéoplo de
riMlile>ijac3iji«! qae^et^piet^l^^ra.
mane le*oedieae1iiiiipraito térrf-
lerlo^caDtodote ée iai4u(!ltkiprit «
ie$a^ Blüiinef 0/ feducM<ii4 ao-
kia?(ai^fiaiiaiaa..«i Uetté/ Qo p6-
4lhi^ne9ii)tftt i^ ii»iíeimiiigO' Uq
feraiidablB):itaí-etn8ecoh-ó del
bMperedor íde, Ortesto;^]^ para
fcégraír eaie^ apófitpi éri» precWo
TMder JBhle oorieideCÜin^mtiBO-
pte^ei'veeoofiortfe.oonibrar na
etnpepttdor deíOisi^eiUei; - \
|iaffc|u;ie(itíbai'l»éeno(457),
^MmebiáeiUeniiJítdqitéria. Ai-
par^ el mas poderoso de^ltii dig*
ñétnrlo^étl .ritmperi^ hubiera
jewmáot lodoavIoéíVotoa para sii-
idéderjie, á xmh aeh bmano. Pbn)
-previanéo ipié!qsté iii^áetvla.iio
Ifi íftenmÜFf aMqetbftriCranquié^
meplej. biEb^ii|iife éhaenedu eti-
i)ie9&!é leoffi^'Cba; lar eaperflmm
-éeí éohatertanei pod^r^ioo^dejoii-
do á sa bechuM taba qtM'iBl t¿-
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.^^ b^ i^Cil Ae f rteia, *^obhS
muy d« otra manera, SesAe fse
if^rtJdo.f«a:ífili«rpe fl» isaiirof.
,)CO|í9f«ítRÍ9Mft /My<M» JtNHlMI 'ti
f^Pi ?W. yrolwlor , j mév^iftíi
-for eaia ftllz osadk «1 Mbrto*^
tiiJQ "ferladeraaEMSOlé lo <MI(Q
.|iHi9<trieli tfl ,fcciitiociaw!efrtc» del
:ielef^,c*I^Ncé»ta(j(o paáer^coM-
^^Aniei^eotélav^eday fM áMf
.li^ndtfr.i^WcaíJDtdd tos jé-
oerátiMS tvnrfefiMi aa«M «é**
^j^o, j loa frailea eran loa gr«n-
i'des .peraenijea 4e fin porta nota.
;et bátito eclesiásltco Yué wét^
• go^zosanaeáte preferiie «t«i-
ilttari^ili 4el palacio, y^qn Re^
^á.Teirae, contra la coatniíifcre
ííy la raieo, 4 DMchaa iluM^
lierscoaa^ j eillre otraa i les
fi-áñdescbembelanea, tomar ét
•bordo sajfal aín «baMlodar JM
•Mimpteos.
LtoD respondió rcTOMblemeole
• álos deseofrdel senado y^pueMo
. f omaiio Que le pidieren aio end-
urador-, dio Já púrpura é Áolie-
imo, yerno ide JlaMíatte, 5 piw-
metió MiúrMa fuersaa i 4aa 4e
Kicimerai, pare arrojar dei^áM-
^a á loa yándfllo».
.▲otemio fué á Roma: el jeoa-
W:
i0^tíi pw|jl09 iM'VWMMMPie
wn, lo» mmit^mm* if BtrM del
€aa««ti^
SMmío Afifiíian apTij
tAfreeeetntfAhidaiilaMr en-
eesifaiiiefitteéPleéoclQa stéearea
qne pareeiao y deaafknreeian'eM
^ntá pwnlttiíA^n ellrono i lo»
gr«4l piteclpittt priMtiM de
Re«ia, yliie|a^4eiipnea. por el
*oWflpado4e <?ÍÉMaKMH^<€ler-
moni). Mí. el peiB> 4e U$ ar?er^
aioa^(Av6rfaia^»
JLolemie ora piedeao, f^ro te»
lér««le,y naé4elñdnl|eneia con
el cMto niniéro dé pi|(úoa fne
4iinqoedalMfli/4aÍn1feMík que
le ttereoid €(lielo|io d^ ie hislo-
vie^yeliiéie^d^l. pa|M tiberio.
¿.osdoa eiÉperadovéa Uetoron
tiroéilioaoa «aÍMnoa . pafi eae-
Y oraprel buen écattoi de le gne-
rrniAeJipica. La anaMciNEi de
4enaarieo luiMá ^obaído fne era
^néceanrio f Or 4a e^osde vti qfio
Jloma Ó Cnrlago feoeoíese.
MnrceUno veníotó á kis Vánda-
los y los^ebó 4e'Serdjinia'(Cer*
deia^ HenieHQ^rrolé laa tro-
pas de iensAríeo junte i Trípo-
da; y aasiNso^ ¿«Weindo llega-
do ¿fea: cosías de Afpíea ooQ ia
<e8CMadra del eojiperador de O*
Tiente (» eompttaslá de mil don-
eieiitoa^ l>04»te% loa dos 4UéKi4#a
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DBL BAJO
roin&iro9 sr reunmron, dieroo^
betalia á los bárbaros y lospu-
itüfon eouéila.
Si estos jeoeralfes hubieran sa-
bido aprovecharse de suvicto-
rio, Gartago, ya consteroada,
hubiera ca'káú en sus maoos; moa
perdicroír tiempo, y conredie^
ron á J'enserico una^ Irei^ua de
cinco días^.Esle príncTt>e aslulu,
que sabia servirse del ora lanío
como del Hierro, compró Irai»-
dores que le entrega roa la ei-
euadra: la ataca, la sorprende y
la incendia. Basilisco huye: He^
radio y Marcelino se retiran:
JensericO' recobra el imperio de
lo» mares, se apodera de Sicilia,
y derrama en Ilalia el mi&mo
lerror que el armamenlode' los
dos emperadores había causado :
•o África. Enmedio de eslus re-
veses Antemio s» moslrá vale^-
roio: «Soy, decía , el único ra«-
•mano que no teme por sí, sino
»porel bien del estado^ que es
«la sola especie de temor per-
i»mílida á un príncipe.»
Una de las mayores y.mas co-
munes desgracias que siguieron
á la calamidad^ fué la división
entre los jefes, dispueslus á
romper la uuioo cuando es mas
aecesaria. A n le mió y Uicimero
le enemislaron desde que tuvie-
ron la fortuna contraria, £1 je-
nerai, caniado de obedecer , lo-
MfPRRfOi Mf
vanló en Mtídlofano el eslaodar*
te de la rebelionvsedéeíarcS in*-
dependieiTte, enf^añó al príncipe;
aon una« reconcílracioD finjida*
neunió todás^aus fuerxaa> f man.
chó contra Roma*.
Anlemio, digno* dfe reinar^^
pues supo^pejear y morir, se de*
feudió tres meses al frente del
pueblo ^,cuyo valor apenas po-
día animar con su^ ejemplo. Ri-
cimepo, que mandaba hombres
mas aguerridos, vencióa I ün laa
muruilas de la capital, btzo ma«
iB& á su «negro, y enlregú Ja
ciudad al pillaje.
OliBIIIO, KMPESilDOa. — (472)
Ricimero colocó en ei Ireno á
Olibrío, de la familia Anicía> y
marido de Piacidía , última hija
de Yaleuliniano. Este fantasma
imperial, cuyo nombre- ha sido
un título<lede$preeio,.no apara-
ció maa^que siete meses sobre el
trono.
Roma quedó muy pronto I i-*-
br& de Rlcimero: poco tiempo
después de su victoria y de su
crimen, falleció dejando el re-
nombre de gran capitán yúñ es'*
tadista péríido. Díó y recobró
cuatro veceíi el imperio de Oc-
cidente , que defendió con valor
y gobernó con tiranía.
GUCERIO, BMPKAÁUOB: JUMO
XEPOTB, BlfPERAÜOa. — (i*?*)) .VI
mismo tiempo Yerina, empera-
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«af^otofiLnaii ^um dltie el iaipe^
Uibtiíxú my» 4 fwheinador ^éi
cer é Mü campMi^^Uaimmim
j(^ca4o, «0fBl»kdQ'p6t^Atí«Ai(K-
•TAr ^^•ftiUirtdo, ^féfAé^^r^
-pMs obispé «é<«i^loiib tt). Né-
-poté véMiií; y .fii**l?ré&laina<te
eDltaKayen lii'iiituilitfáaflala^
Gátia^eMniteMifocM A (a éém-
4)P»4eMé d*l¿tta4Íioii< roníii^.
1611 reModó^frai' «orto, y ^ la-
lÉp^nlaróa que áo birbn^e doriMlo
•qo^as títmp^ •pdr4MM>a pr/oisl*
^3a9to)r<<raleho«o. J ■ ;
• f ara 4eM)r iliNipO3roobfít»rfrl0s'
fcárbíAiMOtV Jíépoie^cedló. la áo-
vernia á Euficd, rey da468'^-
-^igodM.'Su^Mddeiieia eiídioaria'
ser» Rav^ota^ Et palricié dk^steé/,
i^ue mamtotaiVQ Roma losi'f*-:
ddS'ausiHttves, «eaubtové co»^'
-6l^einperador> f 4ievó^uai4r9p«
%asi^ >tas puerlas'tfa ff^elis eiu-
*dád¿ Képol94Uaeed»|ior4oiqi]e
deMao deüaodérle^aqró á.Ilái-
^('MA.l í
ll/.-í
ín-i.fu
baUa kecho olit$^.(9^ K^M
da^ y faé attsiM^.<wajyfp AÍlf^
d^fMÍMpit.éi^^^ meocior
0ado/aUMw4^:M . prpWfiMf
e8téxriiDett44vft|)éi If Wli^orfil dp.
S6dicüaiio.i . ' ir ,e ..
rMtoa l^Wa 9id9 tecratari^ de
taiMiAopIt, y >lia«Üt>«L gfíi4o de
jeoterél -per émutlÜA (Ñ mi«Qio
Népolft, 4 qugmurlfó del tro-
^0. lf«:VieHefkdo ceiiir Aa ^<urií)r
«a/qüc lenifirepiafii f«4>;fj9^-
dos/1aiimDi9a1afi^ie|iea-4^ w
bl]o RdttiiiloJkiieuato^.i^e#o«ú-
nádo Aagdatüto <% toa. Mtr-
<karosi, que fgvomiler^a. w ^v
%6>ioD^ eefiíiwoo en reeópi^^Q-
^ la tareera ,p«iol5d^la«4i?i(M«
'de Italia* <^resles lOreyá 4110 |tu *
<éia ^blarcomo daeiftai .iM>H|4fi-
aéuccedec Jiftt dM^aadav i VM^'
bS cuáAia 4M 4a dependeii.«ia
, (2) . Qao €ompttr'ío, ffeppoájugti in
'Dt^maÜa^uhiqtu drjee^ jtrivaluM rc^-
Vk), uhi ¡am Qtycerh4%^ Hudum vffnpi^
'rotor ^ ^ísfopátum Fühntianüm'fkwé^
ÉMiAtñik.MM^^' ..:*'.' ';..
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DEL BA70
que tiene un criminal de sus
cómplices. Habia hecho traicioo
Í6u bieoechory sujete, y á su
vez iavocóen vano la fidelidad
de los mismos á quienes su e-
jemplo había desmoralizado.
Olro secrelario de Attila, hu-
no de nacimiento, llamado 0-
doacro, hijo de Edecon, aatiguo
colega de Orestes «n su misión
é GonstanlinopU sublevó contra
Orestes lodos los bárbaros que
Labia en Italia. Les demostró
fácilmente que á ellos perlene-
ciaa las tierras conquistadas y
defendidas tantas veces por sus
armas. Corrieron todos á su voz,
sitiaron á Orestes en Ticino
(Pavía), le hicieron prisionera,
y le mataron (1).
Conquístamela italia por o-
doacro, y ruina del imperio de
OCCIDENTE. (2) — (476) OdoacTo
resolvióabolir el título de empe.
rador de Occidente. Esta gran-
de revolución se verificó sin
rjesislencia ni combates; y el
coloso romano, que por tanto
tiempo había fatigado la tierra
con su peso, minado por la edad,
ki
(1) Ennodii Túin, r'iU Epíph.
p. 387.
(2) Léaae la ooU que va puesta
al in de este capítulo, relativa al nom-
bre de imperio de Occidente, y dcO-
ritnte,
TOMO XV.
IMVEmO. ÍIS
abatido por los reveses, carco-
mido por la corrupción, se des-
moronó á la voz de Odoacro,
como los cuerpos heridos del
rayo. £1 bái^aro no se dignó
sacar la espada para derri-
bar el trono de Roma. Mandó
al débil Augustulo que abdica-
se, y respetando las costumbres
del misuio pueblo cuya ecsis*
tencia aniquilaba, empleó las
Tormas de la antí§;ua constituí
cien para destruirla. £1 senada
se reunió, y aparentando deli-
berar por la última vez, decla-
ró la inutilidad de estar sepa-
radas las dos coronas, transíirié
la silla del imperio á Constan-
linopla, renunció farmaimente
á todo derecho de gobierno y
elección, y escribió á Zeooo,
que había sucedido á León I en
474, recomendándole á Odoa-
cro, é invitándole á dar á este
guerrero la autoridad suprema
en Italia con ei titulo depafri-
cío. Odoacro, arriano de reí i-
jion, es proclamado rey de Ita-
lia el 23 de agosto del año 476.
Tal fué el postrer decreto del
último senado de Roma. Zenoa
lo recibió con indignación, y
respondió á los senadores: «Te-
»n<ais dos emperadores. Ante-
))mio y ííépole: -el .primero fué
«víctima de vuestra cobardía: al
«segundo le echasteis: mientras
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114 aisToiUA
»él vita será Tuestro monarca»
»y DO recoooceré k otro.»
El emperador de OrieDte> des-
pués de beberse dejado Uever
de este primer movtmiealo»
mudó de leogoajej, ye porque
DO laviese fuerzas que oponer
á los godos para leTaolar á Ro-
ma de su abismo» ya porque su
orgullo se complacía en el Ulu-
lo de emperador romano qué él
solo conservaba* Asentó» pues,
convenio con Odoacro, y satis-
fecbo con ona supremacía ilu-
soria» le dejó absoluto due&o de
Italia.
AugústulOy insigne por JU ér«
mosura» no babia recibido ni de
la naturaleza ni de la educación
virtud alguna. La aparición de
este principe en el trono fué
tan corla, que su nombre esta-
rla ya olvidado, i oo recordarlo
el gran suceso de la ruina del
imperio de Occidente. Cuando
Augústulo, último sucesor de
Augusto, abandonó las insignias
del poder, Simplicio, pontífi-
ce XLVUI, ocupa la silla del a-
póstol, cuyo imperio babia co«
meuado bajo el eredero inme-
diato de Augusto*, los sucesores
de Simplicio, de quien iremos
hablando, después de 13SA, rei-
nan auD en el palacio de los
Césares.
Odoacro despreciaba sobra-
damente á este príncipe degra-»
dado para temerle: le dejó vi^
vk» y le desterró de Roma con
su familia. Mas histroido que
lea otros bárbaros, respe t4$ las
instituciones de Boma, cuya in*
dependeocia destruía t reinando
sobre su tumba, pareció vene-
rar su sombra^ Siete afios des*
pues de la ruina del imperio
restableció el consulado , bizo
ejecutar en Italia las leyes de
los emperadores, y para enga*
ñar con gloriosas memorias ¿
aquel pueblo umillado, le dio
el espectáculo de un triunfó;
Los romanos envilecidos goza*
ron de éU olvidando que Do era
para ellos la solemnidad de la
victoria, sino de láserviduioabre.
El primer rey de Italia con-
cedió al último emperador de
Roma una pensión de seis mfl
piezas de oro, y le blzo cdndn*
cir á la antigua viUa de Lúcdlo»
situada en Campaniá sobre at
promontorio de Mesina, y eou*
vertida en fortaleza desde las
guerras de los vándalos: esta ca*
sa de campo haUa pertenecido
primero á Mario i Lúculo la
compró después.
De este modo la Providencia
sefialaba por prisión al bijo del
secretario de Attila» i un prín-
cipe de razá^ gótica, revesUdb
con la púrpura romana por los
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DOL BAÍO
Últimos bárbaros que derriba*
ban el imperio de Occideote,
uoa casa adonde fueron lleva-
dos los despojos de los cim-
bríos , primeros bárbaros del
ietentríon que amenaza roa al
Capilolio. Allí pasó Augústulo
su juventud y su vida ignora-
da, sin curarse de los recuer*
dos que llevaba su nombre» in-
diferente á las lecciones que
daba su presencia, y estraño á
las memorias que cscitaba el lu-
^ar de su destierro.
Y para que veamos la tnmu*
tabilidad de los <;onsejos eter-
nos y la vicisitud de las cosas
umanas, debemos añadir, que
las reliquias de San Severino
sucedieron á la persona de Au-
fústulo en ia morada que Mario
decoró con sus proscripciones y
sus trofeos, y Lóculo con sus
Hestas y banquetes: la morada
se convirtió en iglesia (1). Cuén-
tase que Gdoacro , no sieudo
tnas que un soídaiio oscuf o, ha-
bió visitado a San Severino,
en la Núrica. Cl solitario al
aspecto de este bárbaro de una
estatura desmesurada, pues se
encorbaUa para pasar por deba-
jo de lu puerta de la celda, le
dijo: ic Marcba á Italia -, aora
féStás cubierto con las despre-
. (i) . Stí^if^- ^ vA» ^. Severm»
IMTORYO. ^^. 115
ciables píeles de tas bestias, pe-
ro vendrá un tiempo eu que
distribuyas dádivas y recom-
pensas (2).»
La morada de Láculo, aque-
lla morada en fin , cuyo lujo
fué en otro tiempo el indicio
de la decadencia y corrupción
de las costumbres, y que sirvió
de asilo al príncipe que por su
flaqueza y cobardía dejó un-
difse bajo sus plantas el primer
trono del mundo, pareció re-
cordar de dos maneras á los hom-
bres esta verdad: La t>iriud es el
cimienta del poder : las nacio-
nes caen cuando se corrompen,
Augústulo había recibido de
su abuelo materno el sobre-
oambrede Rómuh: la fortuna
de su padre le dio el de Augus-
to. Así, por unasaerte estraña,
el monarca bajo el cual pereció
la capital del mundo, recorda-
ba los nombres gloriosos de sa
(irimer rey y su primer empe-
rador. El imperio de Occideate
habia durado ¿07 años, menos
algunos dias, lomando por época
de su principio la batalla de Ac-
cio. Cayó el año 1229 de la fuo-»
dación de Roma.
(2) Vade aá íiaUmmy vadt vilCtsi^
mis natn f/elUbu9 co&fmrtus: sed miU-
tí< Citó piurJma lar f^it utas. (Adoo.
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116
COlVCEüSKm^
Es imposible dejar de con>*
sMerar con iaterés los prioae-
ros esftoerzos^de la-MCtente Ro-
ma r sus tfiontos esoltan h^ sd-
ntiraeion; los desórdenes que
prodojerofi su decadeoele> fus-
frirao disgusto y orror: so eaida
tseitt un seDlimleatade- triste^
te. Las Tafias* circunstancias
que produjeron la ruina de este*
ediOcio^e» otn>tieiDpo tan mag^
DÍflco> se pueden reducirá una
causAÚlÜma. La disoiueioocM
imperio romano fui resultado
ioevitolil» de su grandeza. La
estensioude*sus dominios relajó
e4 vigor de su coostíiucion: tos
vicioftde las' uttciooes eonquís-'
tadas tnfestaron las'tejiones vir-
(oriosas> y el lujo estranjero
corron^|>ió á sus jefes*, el inte*
res egoüsta-'sucedíó al pelriotis«>
mo*, los emperadores abaiieron
de propósilo^ él espíritu marcial,
porque temían sus efeclosv y lo^
da la mase , . enflaquecida y e-
nervada por estos motivos; fué
presa fácil del- torrente de bár->
buros que hemos visto salir de
los desiertos del Norte. Estos
pueblos salieron sucesivamente
de aquella noche profunda en
que su historia y su. ecsistencla
hablan estado envueltas. Na te-
niendo de'Comuor entre sí sina
su veneración por los jefes de
las iglesias de Occidente, no eo««
nocían otro bien que su salvaje
Ifberlad^Y y solo después de diec
sigloa de guerras y de intrigas^
loa descendientes de estos altíw
vosbáriiaros se sometieron, co-
mo veremos, 6 leyes fijas é in<»
variables; pero- ninguu conquis-i
tader consiguió reuetrlos iodos
bajo su cetro.
Las grandes crisis que sufrid
después la repábliea eurupee;
.durattie una larga série*de años,
prepararon los acontecimientoa
de tos siglos XYIII y XIX en que
se agrandó el teatro político^ eo
que las relaciones entre los esta»
dos se complicaron nMS;euqiia
e^aaibicioso y despótico czar de
Rusia no tuvo masque poner en
jnovhnieoto las fuerzas de su
imperio para establecer cierto
equilibrio entre sus vecinos; en
(pie la gran Bretaña elevó^ sobre
las olas del Océano un poder
que solo encuentra ejemplo en
el queun dia tuvo la Espa&a con
sus inmensa» escuadras; en que
una mnltislttdde eoesiitucioaes
republicanas se formaron en un
pais, cuya ecsistencia era desco«-
nocida hace algo mas 'de tres-
cientos años; en que la guerra,
la política, la relijion, la moral
y las ciencias han sufrido los
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camlifos ñas iíBiporlaates 7 inM|
f0CQDdo6 en ooateciieoeiasv ri*
gloXIX en. fin, en qne 6l jófit-
ro omaDoes ajitido por uoa fer*
mentación eatraordinaría que
bace presajiar on nuero por»
venir.
No po^rá negarse qne té Bul-
torta mf^derna tfene menos a-
tractiTos que la antigua, ya por-
tille desde el estaMecimtento dé
las monarquías absolutas, los
resortes secretos' de k>saeonfo-
eimientos se han hecho mas^ di*
fíciles de descubrifv ya porque
hay pocas naciones modernas
cuya cooduct» política anuncie
nn plan seguido; pero á p^sar
de estas desventajas^ ofrece »*
nuestra, curiosidad objetos de
un' gran interés. Ella nos mues-
tra á los ambiciosos con liara
ocupados sin descanso en apro-
vecharse de las circunstancias
para elevar el imponeoie coloso
de la potencia eclesiástiü» coa-
desprecio del evanjelio; coloso*
que en otro tiempo hollaba con
sus píes las coronas de los re-
yes^ mieulras él escoodia su ca-
beza en el cielo, á fin de ocul-
tarla á las miradas indíácretas
délos mortales, pero que llega-
rá nn dia en que su domioio
temporal desaparezca , porque
el cristianismo se ha bastardea-
do en shs manos, y necesita o-
tmniúi 117
tras mea puras- y- maa aanlas,
que á nada de lo terreno loquen;
le^ biitorla nbs mtwtrará á loa
vijilaatee venecianoa* conser-
vando por una larga serie de a«
ños su independencia, y soste-
niendo con SU' sabiduría un go^
bterno que parecía hecho par»-
desagradar á la mayoría de le na«*
cion; ella' nos* presentará á loa
suizos combatiendo' con un va*
lor eróico por ss libertad; á los
olandeses sacaciddrá su pais de^
las otas del mar f defendiendo
sus privilejios contra los ejér-
citos de Feliperll, y á los mgle«
ses entregados por mucho tiem>-
po á Iftt guerra eívit^y al fanaw
tismo, creando^n fin una cona^
litucion admirable bajo muchas-
relaciones, pero demasiado com-
plicada qMizá para subsistir lar-
go tiempo* en tod» sm pureza.
Ella nos presenta pueblos em*
>«brutecidospor los frailes y los
terrores- de la inquisición, y na-
ciones enteras hechas el jugue-
te de los caprichos de sus veci'^
DOS, ó gobernadas por el hierro,
el pala ó el látigo como en Ru-
sia. La historia modem»no6 o-
frece además considerar erl e-
quilibrío que se ha establecido
entre los estados europeos y que
está ligado con sus relaciones
recíprocas. Estas relaciones, re-
sultado de la posición jeografiea
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118
HISTORIA MI BAJO IMPEKIO.
de los diferentes pabes de Eu-
ropa, así como de sus leyes, de
su riqueza, de los prioclpios po-
líticos 7 d«i carácter de las Da-
ciones, tendremos tiempo de
consíderorlas en el discurso de
la presente historia^
FIN DEL IUPERIO HE OCCIDENTE (1).
(t) Aunque en el tomo XIll ck esta obra, al principiar la hiitoria de)
Btijo ImperiOy aTiadioios ó de oribn'TE por «eguir el parecer de algunos hit-
ratos; conformándouos después con la clasi^acion que hxn betho los priiiri-
palea historiadores, decimos que debe entenderse por de Occidente la bUlo-
r'ia desde Constantino basta Augústulo destronado por Odoacro, cual es la que
queda ra»-ncionada en todo el LihrQ decimoiercero; j de Orieote la que con-
tendrá el decicnocuarto, y -siempre bajo la denominación de bajo imperio.
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*
©S)Sai6^^.
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-^- aL*
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BitTOMA INSL BAIO niPBnO.
m
^I^ISID 2)SD1S[LDI^1íL:E9D%
CONTIMCA EL BAIO IMPERIO.
CAPITULO PlUMERO.
Cii^ M Imperio ñt OcdAende. — f*«aadre Ae fot acoateHoiienrtot Mfteríorn I
«tU caida. — Preti nsionet de Aspar al poder. -^ Bleccion de 1«ob por el ae-
Mulob^-Elfvacioa de Antemío a} trooo. — Caaia del odio de 2eiion oonirm
4o« católicos. — Acondecimieoto ea U Galia. — • Cóaspiracioii de Aspar coo-
tra León. — Erupcioii del Vesubio. —Muerte de Aniemio. — León !!• dooi-
lirado a ogufllo. — Rejencia de Zenon* — 5« elevadon al trooo. — Invasión
^ jHMerioo en el imperio de Oriente. — Conaptraeion en tmor de Bastlitco.
— BasUisco, emperador.— «Moerle de Basilisco. —flenótico de 2enon«-^
Edicto de Verana. — Espedicion de Teodoriro en Italia. — Goerra eolre
Odoacro y Trodoriro. — Batalla del Adda: los ostrogodos duefios de Italia.
•— Binarte de Odoaoro por la perfidia de Teodorico. — TfodorirOfTey de lta«
lia. -^So ^biemo.— -So cnndnctn peUliea.— Crimen de la emperairia
Ariadna y mneaU de Xtmom» — Lijiro boaqn^ de los p^P«s« desde w2^imo
hasU Félit 11!.
ZENON, EMPERADOR.
<Año474.)
Cmida dBlimpiri$ de Oeeidente.
|liL Binniio do OceideB«e> des-
pués de ooa re9i9teiici«j ibas
TOMO XV.
praloDgada por m Tama que por
8D8 recnr808, acababa de caer
^B maB08de loa bárbaros. Eslos
reparliaB aus despeaos, foBda-
baowl^e son ntioas lo8 reíBos
de la B«ieva Europa, y despnes
de derribar h los «eflifieradores
romaooa^ ae dcsd^fieroB de to-
mar «ale iiknio, arto eBYllecido
16
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123 HUTOMIA
por los últimof príncipes que
lo babian lle?ado.
La calda de Boma es la graii-
de época que separa la historia
anligaa de la moderna^ la coal
comienza con el reinado de O-
doacro en llalla, el segando aAo
. del de Zenon en Oriente (476).
Un nuevo mundo, nuevas poten,
cías, costumbres nueras tan i
ofrecerse i nuestra Tlstü. Las
antiguas instituciones ban pe-
recido: otra relijion domina
en los ánimos: por todas partes
ha desaparecido el amor y asta
el recuerdo de la libertad: ya
la historia no nos da virtudes
cívicas que contemplar, los pue-
blos ya no tienen derechos*, el
estado se concentra en la corte;
la autoridad de los príncipes so-
lo es limitada por la de los gran-
des y la ambicioB de los sacer-
dotes; las naciones caen en de-
testable servidumbre, no reoo-
mendándolesotra virtud que la
obediencia; y durante muchos
siglos, estos pueblos nuevus,su»
midosed la ignorancia, agoUi^
dos bajo el despotismo,, solo bri*
^liarán eo, nuestras narraeíones>
por el esplendor de las armas.
La tiranía aleja del senado,
del palacio y de la tribuna, las
luces y la elocuencia; y aun
completamente se hubieran vis-
to desaparecer las ciencias y
también el onor en aquetTa no*
che profunda, si las unas no se
hubiesen réfujiado á los claus«
tros de algunos pocos estudiosos
solitarios, y el otro bajo las
tiendas de los guerreros. No
ubo mas principio político que
la fuerza ciega.
Para contar ron algún órdea
los acontecimientos memora»
bles de esta nueva época, ba«
hiendo escrito asta aora la bis*
toria de los sucesores del gran
Constantino^ no la interrumpi-
remos; seguiremos la narricion
de los sucesos de Oriente, cu-
yos príncipes con pocos medios
y grandes pretensiones conser*
varón por mucho tiempo el tí-
tulo de emperadores romanos,
siendo muy pocos los que fue-
ron dignos de él por sus virtu-
des y acciones. Continuaremos la
historia de su decadencia as-
ta la época en que Mahomet II
derribis su trono, se apoderó do
Constantinopla, abatió la crus,
hizo triunfar la media luna, y
sometió todo el Oriente á nue-
vo y mas bárbaro despotismo y
á los nuevos errores contenidoe
en el Corán.
Luego volveremos á la Eiiro^
pa occidental, donde la Fran-
cia, despejada algún tanto le
barbarie, se elevó gloriosamen-
te sobre les ruinas de Roáia^ y
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ML BAJO
fondA for el jealo 4t Ctrlomag-
DO el oMTO imperio de Occi-
dente.
Ante« de comeosar^ relnede
de Zenon^ primer emperador de
OrietUe de eala Diie?a época,
recordaremos en pocas palabras
los suüesos-qoe precedieroB á su
elevacfoft: sucesos ctoiya aarra-
ekm kilermmpiaios para coa-
lar la «raode caláslrefe de I-
UHa.
Deanes de la muerte del em-
perador Marciano, el hombre
Bnas poderoso es ios campamea*
tos, en les eJércHos j en la cor-
le era Aspar» alano de nadon.
Habiendo escondido per su ^e-
lor á las mas altas dignidades,
espiraba el imperio y se creta
4^0 de 'él; pero ¿iendo arriano
y temiendo la «posidon del
pueblo y de gran parte del se-
nado, celoso por la ortodocsia,
esperó gobernar él estado sin
eefiir la iK>rona, 4 btio elejir
por emperador á León, mayor-
domo de stts posesiones. Este
sirviente «eoronado prometió o-
bedecerle y dar el litóle de ce-
sar i uno de sm tres hijos*
León, proclamado por el se*
nado, quiso dar á sU elección
imprevista una sanción engreda,
y ^1 patrierca Analoiio le coro-
Oó, ¿ata iué la vex primera en
i|De se Tsóé un ohiipo 4ispo-
imBMO. 123
ner en cierto modo de la diado*
ma, Intenriniendo en asuntos
que deben serle snMPnn ajenos.
Desde que León se vio en el
trono, se biso independiente de
Aspar, el cual conoció aunque
tarde que se babia dado un due-
So. León era versado en la lite-
ratura; tenia la astuda de un
griego y la prudencia de un
cortesano. Quiso reparar el des-
orden del erario, y por eso se
le tachó de avaro. Su posidon
y las costumbres del siglo le o*
bligaron Ul vex á sw cmeh du-
rante todo su reinado se sostu-
vo mas por la Intriga que poibta
fuerza, y conservó la seguridad
del imperio dividiendo sus ene*
foigos sin Tencerlos.
Su esposa Terina, mientras
él vivió, afectó ser virtuosa por '
ambidott; pero después de su
muerte se entregó i la Vivían*
úñá.
La primer ¥ez que sus ejér-
citos combetieron, lograron una
gran victoria contra los hunos
de Asia, que habían invadido ia
iprovinda del Ponto«
Las erejias turbahan siempre
ta tranquilidad en Asia y Ejipto.
En estas proviodas se pedia i
{ritos ta «onvocadon de «a
cendUOi El emfierader, 4e a-
cuerdo eon d pape y los metro*
folitatuiSy Redaré que todos de¿
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124 msTOftiA
Wao BWétenek las decfoiooes Va zeto cfefo por la relijkMi^
lial eoDcUio d6 Galeedouia.
Loa ostrogodos reoovabaiip )a
fuerra en Iliría: Aatomio, yér-
Bo de Marciaoo, lo6 derrotó y
los oUigó á hacer la pazv bien
' que Leon^ á pesar de sq vicio-
. ria, se sometió por el tratado i
pagar ud tributo auual de tres-
eieutas librasde oro..*-Los prfo-
cipes débiles olvidan que com*
prar la paz esinekar i ta guerra.
Los ostrogodos le dieron en
reenes al jdven príncipe Teo*
dórico^ que á U satán ienia o-
ebo años. Este niño llegó á ser
un ^éfq$^ y su cauliv^ri» fné
quizá una de las causas de su e-
levacion, porque en las escuelas
de Bizancioy en los campamen-
tos romanos adquirió las luces
que le dieron taita Cama y le
hicieron vencedor de Odoacro
y de Italia.
Al mismo tiempa llegaron á
Constantinopla la viuda de Ta-
lentiaiano, y su bija Placidia,
enviadas por Jenserieo, rey de
los vándalos, que retuvo á Eu-
dósia, hermana de Placidia, o-
biigándola á casar, como ya he-
mos dkbo, con su hijo Hunne-
rico;pero esta princesa que de-
testaba el arrianismo^ buy^S del
trono, y prefiriendo el claustro
al palacio^ buscó un asilo en Je*
cuyos dogoaMeedefeodiau co«
calor, y cuyos preceptos sa^ vio^
labancon audacia, se^babia a*
poderado entodcea de todos loa
áoimos; y los eaDq>os del Orieo»
te hubieran quedado desiertoa
si no se los hubiese poblado ée
bárbaros con sueldo. Los con-
ventos se multipiieaban^ poblá-
banse de-ociosos, Imanes ó fané»
ticos, porque no parece sino qu^
el catolícisaio se ha fundado
para olgazanes^ y cuando el
emperador no podía levanti»
un ejército capa» de reeonquia^
tar el África, la España, la Ga->»
lia y la Italia, veia despechado
formarse y enriquecerse sucios
y asquerosos cenobitas, llegan*
do á componerse algunas de laa
tales comunidades hasta deCüA*-
RENTA MIL FRAILES.
Con semejante tendencia, (it^
cil es conocer que el jefe del
estado debia mas bien cantar
salmos que reinar , y negó*
ciar mas bien que combatir*
Deseando León salvar á Bo-
ma de los vándalos, en lugar de
jenerales envió embajadores á
lenserieo, y dio muy pocos au-
sillos á Rieimero. Solo una ves,
reuniendo todaa las fuerzas del
imperio^ emprendió con vigor
echar á los vándalos de África;
rmalen^ donde acabó sus días. I pero en lugar de escojer para
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esfMdfeioir el* m» hábil de
Sttá Jeoerales, cedí4á l«s ioAian-
ek» de s« rniijar; y confió á Bi-
sMtsco,M cufiado, el meado d#
Ni eacitedra j del e|érei4o,.
I4i& agailaa itHDeaas Yuetvéo^
án^r las tóales de Garlegov £1
reenerdo de le» antigüe gloria
:deft^rl8 i!r lae< ie|ione»v f estas-
beten j poneo en eida. k los
barberos. Ee vez ée aprove*
eherse del terror cansado por
esie*s«cesoí, nisHisco^ que pre^
ferie e^ dinero al ohímt, eoocede
imprüdenlemeQie ana tregua.
JeeserlBo le eoga5a^ sedi»ce á
eos ocíeles, dispersa á los ro-
manos, destruyes» escuadra, y
ebliga á Basilíscai que busque
su salvación eo I» oÍde«
^ Atrevióse á presenlarse* en^
Cooslanlinoplaf el pvebló pedia
su muerte; pero Aspar y Vérkm
bicieroo que se le condenase al
íésiierro peres^b^arsu vida..
Otro ejército imperial fué-doi»
rrotado por los godos. El bijo y
sucesor de AttHa, fundando su
esperanza en la dehiMad del
imperio^ marchó contra GonS*
tantínopia; pero los romanos,
defendidos entonces por Vala-
miro, rey de los godos, envoU
vieron á los bnoos y los estermi-
iieron, bien que Yalamiro pere-
ció en la batalla. Los godos ven-
gaioft su muerte liacieado en
naratio. SK
los busos esproAos» eamieería,
y nombraron para sueederie á
su hermano Teodor ico*
ELEWMmn M Alf TlHIIO'itL Ti0i>
RA — Antemio- hatria conCriboft-
dopodesosamente áesla vtieto*-
rfe por su valor. Dóblasele el
resteUecimieotO'dto hi. discipliw
na mrnter-,::el> Impériode* Occiw
dente lu^ como ya bemos vi»-
lo, su recompensa.
Coostontioopla^ t^n^ corroo^
pida y leo mal gobernada como
ILoma, patecie* tai»^ próesima á'
su. ruina: eomola-autlgila eapl-
loJ del mundo^ pero la dlvisioa
de sus^eneuiigos la salvó.
l^ fiefsia esUbe des(M>xad»
porki^gnerpa.<eivileoque Hor-
misdas y Ceroso se disputaban le
corona. Peroso tríUnCó, mas fué
aUcedo por' los hunos: después
de muchas baiaUaseoque su de^
bUtdad le iiupidíó vencer,, qujso
engañarlos, f obiovo kt paz pro-
meiieedo^en.malrimüliío su beii-
mane, á Cunea, rey de aquellos
bárba906% fiavióle en lugar de
la príncc'ia uua esct^iva rica-
n^eute adornada, que habla ju-
rado no descubrir el dolo. Pero
el amor la hizo quebrantar su
juramento. ConH) era joven y
bella. Cunea la perdonó-, mas
resuelto i vengarse de Peroso,
le pidió que le enviase t>ara una
éspedicion que proyectaba, tres-
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tt6
Víeoios4e Mi «Miares t>fieio1es-,
y apettM los laTo mi^m peátr, á
«nos méí&i k ofros eovidá ?«r-
«M con las maoM cortadas. VoU
Tíé la guerra á cnoeftclerse con
feror^ de m&áo que los fiersas,
iejos 4e lurtiar el reposo del
jvifertOy sola Irataban de gra«-
jear la an>isUd de Leen. Solki-
laron su alianza, y no recibie-
ron de «él síoe ^movesas ihiso-
rías.
Basilisco débil en h guerra
y«4reTÍdoen palacio» no selo
ooee «aos4ri «vergenzado por
sus derrotas y 4esl¡erro<^ sino
también ajitaba-cen sns intrigas
ilodos los hombres corrompidos
del imperia La emperatriz Vte-
rina y el orgulloso Aspar le
6osíle«ían% E^te^patricio» qoo no
^odía tolerar el dominio de su
enligue meyordemo, reprendía
á León sü íaJle de fe/ como «na
l>ajeza indigna del troné. León
le respoodid: «Si la IngraMtud
»oo «conviene i un príveipe,
«menos le ^om/leBe scrr^sclevo
»de un tfmbicioso.»
Elemperador^ teasiendoi su
partido, buscó «nepoyo en los
ísauroSy pueblo el mas belicoso
y turbulento de sus ^estados» y
^ue desde la muerte de Pom-
])eyo, saliendo muchas veces
<le los nidos inespugnables de
4a €íUc4«» llevaba é todas 4as
costes 7 prov^nde» el
de sus anús.
Bn este país habia on prinei*
pe llaoiado Traaiscodicéo, po*
deroso por k airtigiedad y as-
ceadlettie de su familia. Aub«
que ere eotftraeeko, de poeo ti*
léate y sin valor ni elevneioQ
de alflia^ el emperador le dio en
mctrimeoiD á su hija Ariadna»
le creó ^tricio/le hizo mudar
sttDOliibreen el dé Xenón, le
«ombrS otasol, y le eoaftó el
mando de los ejércitos de O-
ríente.
Les godos acababan de hacer
uve tocorsioa en Tracia-. el
nuevo patricio marchó contra
ellos. Asper y Basilisco^ enfu-
recidos por su elevación, gana-
ron i muclios oficiales y solda-
dos dé su ejército, que prome-
tieron as^iilflirlo.
Xenón, informado de esta eons>
pfradoo , no pudo sustraerse i
eHe stoo con la Aigarse esca-
pó, primero á Sárdica y desde
esta dudad i Antioqufa (169),
AHÍ se dejó seducir por un moo*
je llemado ^edro^ tetanero» e-
ohedo del monasterio por sos
N vialidades. El Asia «estaba en*
tonces entregada á los disputas
rdlijioses y ál espíritu de perti*
do: toda la sutileza de ios grie-
gos estaba ocupada en sofisticar
eobre los «niátorios: los ama*
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BOt Dejaban ti» dhrtntdlatf dM
Yerbo: loa DestorüMos^ tmcnio*
efan doa pan iMiaa eo Jeaocrtolor
loa eali^aiioa» aolo le coace>-
dlao ooe aalitraleía;: todaa la»
familiaa se ditféfiMí pot ealo»
eoigmas^ y la aaogre cerrle k
torreotea por ealos^ absnrdca
deapreeiabtes. Zéiioo> aubyatta-
do por el fraile que profesaba^
•rdienteme^te estas vaciedades,
arroJ<) de AoUoquAiiir Marlfirio»
obispo orlodoeao. Leoo favore*
ció ai obispo, derrotó al fraile,
y proibió severamente eo toda
la estensioB del imperio el tra-
bajo, el comereio; los espeetá*
evloa eo loa dias (estivos. De »-
qaí nació el odio implacable d^
ZenoD contra loa católicos, y la
croeldadcoo qoe, loa persiguió
eo todo su reinado.
Mientras el imperio romano,
aooaetido en Italia al yogo de los
bárbaros, era destroeado en O-
riente por las estúpidas discor-
dias rélijiosas, perdía en la Ga^
lia los débiles reatos de su pOr
der. Childerico,^ rey de los fran-
ceses , estendia continuamente
aas conquistaa: loa borgoi&onea
no tardaron en llevar joa arnaaa
desde Di jon basta isa orillas del
laer» Gondebaldo (1), principe
(I) OaATBAvBaiAND, €11 ti lomo n
ds tos BtiméJM kiiUrimi Olea lo si-
iVFmao. 197
de est» norfof», arrofadi» por ana
bormenos pasóált^a, cmócoo
la bija de Ricimero, volvió coa
grai>ir# ejército á- la Gelia^ re*
eenqolató su Irooo, dtó muerte
á los principes que le babiao
diestrooadp, y solo* perdonó ¿doo
h^aa de CliiMerüeov dé tas ena*»
les una fué monja, y otra, lla-^
med^ Clotilde, ediirad»en erpa%
lacio de. su tio> foé despoeé I»
esposa de* Clodoveo y hi conver-^
Ififora de- Ma mérito y dts lo»
rrancesea.
El débit^ Eeoo- feeibfi» con hK
diferencie' las ooitclas d^ estoa
sueesoa, cogro corso ni podia
romper Di retardar; ftodeado'de
partidos é intrigas, apenas sd
sostenía sobre un trono vacilan-
te, impoptunado sin cesar por
Aspar, se rindió á sus soUcita*
ciones y amenazas y noml>ró ce-
sar á Patricio^ otio de sos bijos.
Su elección no pudo recaer so-
bre Artaboro,el mayor de ellos»
porque era erriano. Como se
creía «retios toda la familia, el
pueblo, escilado como siempre
por ios sacerdotes, se rebela, to-
ma las arma» y quiere matar al
nuevo cesar. León le dio un asi-
lo eo su paiacip» Aspar, por li-
guiente: •Gondivsr ó Goo^ibaldo,^ so*
•bríno lia Ricimtro.... ti qaitá el cé^
•labrt rey da lot borgoftaot*.*
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brarse del fvror te H maelie*
éumhre, m refajió áunaSgtesia.
£1 emperador áe pa4o«Meg9r
este Imnullo sino declarauio so-
l6iBDe«6Die Jtl paebie, por me-
dio del i^lríarca, que Palndie
babia atrasado la fe catiHca.
El recoooeimienlo es on sen-
tímiento estrafio al corazón del
ambicioso. Aapar 7 m^ hijos,
ansiosos de refinar, eonspiraroa
contra el emperador. Leoa pe-
0(^tra el designio, disirnala su e<r
nojo, tos con vida á Teniri pala
cío, y los manda; degollar. Solo
Patricio pttdo libeitarse. SI em-
perador cooftscó los bienes de
esta familia poderosa, cuya.TUí-
Dáfoée1«ímieiiCoÍeU grande-
sadeZénoo^
Aspar, 'comto jefe de la raiH-
ciii, tenia gran partido en ei
e}¿rcUo: Ostria, comandanHe de
los godos ausiliáres, quiso ^híQ*
garle, y acomoiidal palacio; pero
bjé rechazado por la gttftrdiii.
La maltilad, que deiesla A
les grandes favorecidos, y se in-
teresa por ellos coaadofion des-
graciados, iaplauéió la acción de
Ostria y compadeció á Aspar,
porque lenteadoiantosamigosen
su prosperidad^Boeooservómas
qoo uno después de su muerte.
T,eodorico el biaco, rey de los
ostrogodos, babia casado con
Í14MI sobrina de AsjMir: defendió
4 Oitrla» decfar5.1a guerra, talé
durante dos affos la Traeia, y
llevé sns «mas aata el píe de
las murallas de Coastantinepla«
León, temiendo eotooces que
Teodomiro, rey^e los godos de
Panoenia, que acababa de ven«
cer á Jes sgeves, m reuniese con
los ostrogodos, solicitó sn i^mis-
4ad, le ofreció magníficos rega«
4es, y le enrió á su ^íjo eijóren
Teodoríco, que á la sazón tenia
dietiocho afios, liaMendo osudo
diez como roen en ConsCanfif»
nepla.
Todas tes timas grandes son
jeneresas. Teodorteo, para pro-
bar su gratitud á León, leranta
sin que sn padre lo 8U|HMe un
«oerpodeseis. nrtl rolunUrios;
ataca i Babay, rey de ios sárma-
tas, que se babia apoderado de
la alta Mesia, lo iterroia y mata,
y quiere devolver esta prorineia
ti , impedo. Teodomiro alabó
f o aca&a, conserró la oonqnista,
y el emperador se la cedió para
legrar la alianza de un reciño
ím fbrmMible.
EnDpaoH ML VESUBIO. — En
esta época se . verifkó una erup*
eion tan vioienia 4el Vesnbio,
que les ceniías lanzadas por este
volcan llegaron hasta GonataA-
tinopla(471)(y.
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nn. mío
M trun ra ahtimo.— La IU«
liapagoaba^eotooees por líber*
tarsedola iaftiiraciade Leoo.
BMmero dio macrrte á Aolemio,
ftfa turo por aueesor á Olibrio,
y«»te á Glicerío, eompelidor d«
Jalio Nepote, nombrado empe*
rador de ftoma por la 'corie de
fiiiaficío.
ladebHidad de no monarca
esdta la deseos fianza de sus va-
•alloa, U audacia de ana eoemi-
^gee y el despi^ecío de ass aKados.
Teódomiro, haciendo poco caso
de Leon^ que solo era su aliado
por el temor, invadió la Iliria;,
se apoderó ^e Neisa, corrió la
Tracía y saqueó á Heráclea y á
Larisa. No teniendo Leen , fuer-
zas que oponerle, implora el so-
corro de Xeodorico el visojo, y
de Osiria^sos aotiguos^enemtgoa,
sufre sus desdenes y burlas
insaltantes por el Ututo de bi-
Jo que •habla dado á Teodo-
rico el lóven; y para lograr su
protección lespagaXributoy los
condecora «coa la dignidad de
comandantes de la mUicia; esto
r£du9 intestinit igmbuí astuans exuS"
ia Qomit viseeroj nociurnisque in diem
Unébrts^omnem JSuropw /aciem míitU"
io 4oniexii pulvere : Hujus meiuendi
MÍmmis memoriam Biíaniii annue ee^
iebront-nti Td, no^embrU. (Mirtiano
el FM(o<:«flM CbreM.ProGoplo;^Bel.
Goth. Ub. ft.)
Toau) XV.
nmno. 189
era soflMfterse id mlamo yago
que los bárbaros isipoiiiaa ea»
toBces á los emperadores de Oe*
cidenHip. La posicioa era la mis*
m«, y solo la caMalidad y la es-
oelf nte sftuacioB de Censtenli*
nopla p«d6 aál varia de 4a calda
l^míniosade Rom««
Leen, cuya política Incierta
nunca tovo for base la fuerza
ni la justicia^ en desprecio del
tratado concluido con el rey de
Persia, bizo alianza con un jefe
de 3os eíárracenos que desolaba
entonces las provincias meridio^
nales dé aquel reino, igualmente
débil eñ el inJterior que en l<is
fronteras. Dominado por sus
cortesanos igualmente que por
sus enemigos, cedió á los deseos
de su bija Aríadna, y pensó en
coronar á Zenon, su yerné. Pe-
ro la resistencia de la plebe que
le dborr^csa porau oríjen isaurcv
ppr su fealdad y por la maldad
de aa -carácter^ le obligó á
renunciar á este -designio» dtó el
títolo de augusto á León, kijo
de Áriadna y Zenon^ de edad de
catorce años, y le nombró cón-
sul (474). Este fué el último ac*
'to de su autoridad: poco después
DiHirióde disenteria á los ireinla
y siete años de edad y 4iezjsíete
de reinado.
Los griegos, cuyo imperio ea*
; v4leció y «nruioó, le dieron el t(tn *
17
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lodeGraade porgue •» cstólieo.
Se 'haa cooserrido dt él esUs
eteelenles palabras: «La aatori«
•dad soberana coosisle ^n la
«justicia: los prfDcipes do deben
•creer les es permitido sino lo
aque á ios partico lares.» Este
noble pensamiento bastarla para
so elojio si hubiese sido la nor^
ma de su conducta; pero en a-
quelios siglos corrompidos, el vi-
cio estaba en acción y la virtud
eo mácsimas*
RsJBircu BE zinoii.— No bas-
taba á Zenon gobernar el estado
como rejente en nombre de so
bijo, aspiraba al trono con tanto
mas ardor cuanto menos digno
de ocuparlo era. Su mujer A-
riadna y so suegra Yerina lea*
consejaron apoderarse de él por
medio de un crimen orrible» y lo
cometió.
SuELBVAClOír ALTEOMO. — ^LsS
dos emperatrices ganan con sos
intrigas ios votos de muchos se-
nadores y oficiales; coavocan ai
pueblo: este se reúne eo la pia-
se del Hipódromo al pie del tro-
no del Joven emperador León.
Los pérfidos consejos de Ai ma-
dre y abuela le hablan dictado
anticipadamente laspalabrasque
lo arruinaron. Zeoon se acerca
á él respetuosamente é inca la
rodilla: el Joven se quita la dia-
dema^ la pone en la frente de so
padre, lo proelaaae aogoato y lo
declara colega aoyo.
. La muchedumbre, siempre fá*
cil de conmover, aplaodió este
actojeoeroso de amor filial. Po«
co tiempo después un veneno dio
fin al reinado y á la vida de aqoel
Joven.
. Zenon reonia en on cuerpo
deforme y en una alma vil todos
los defectos y vicios de los prín«
cipes mas perversos. Presuntoo*
so, cobarde, desconfiado, versá-
til, ingrato y cruel, pagaba loa
servicios mas grandes con el
destierro, y las ofensas mas le-
ves con la muerte-, procoraba o-
cultar su deformidad con el a-
dorno, su impiedad con el falso
zelo, y su cobardía con la Jactan-,
cia. Siempre amenasó á los bár-
baros, y nunca se atrevió á pe-
lear contra ellos. La fortuna,
elevándole al poder supremo,
no hizo mas que aumentar y dea-
envolver todos los vicios qoe
habla recibido de la naturaleza.
La historia de on hombre tan
Infame y de on tirano tan débil
y menospreciable se hobiera
quizá olvidado por el fastidio
que inspira, á no haber sido
su reinado época de grandes su-
cesos.
So orgullo, que pretendía man-
dar las conciencias, dio orejen á
la primera goerra relijioaa qoe
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Miangreotó h tierra: hasta él
las erejíassolo faabiaa producí-
dosediciooes.
Su debilidad fué áUl á la for-
tuna y á la gloría de Teodoríco,
^1 éroe de* aquel siglo» é hiio
perder la Italia. Parecía que el
cielo reooia enlosces cootra el
imperio de Orieote todos los a-
Boles de sii cólera. Zeooii teliia
un hijo que procuraba ioditar y
aun superar sus vicios. Los es-
eesos de su intemperancia li-
bertaron la tierra de este nuevo
f Joven M eron.
Gonon y^LooJino, hermanos
del emperador, eran ttn odiosos
como él: el primero solo secom-
placia en derramar sangre-, el o-
tro, siempre lomado del >ino,
ultrajaha á las matronas mas
distinguidas, y robaba á los mas
nobles majistrldos sus mujeres.
DIjose que en una ocasión violó
á todas las monjas de un con«
vento.
iKVASiON HE ITENSMiCO RN EL
IMPKMO DS OHIEKTB. — (^^^) ^
acto mas vergonzoso de este em-
perador fué el abandono de Ita-
lia á las armas de Odoacro. Des-
pués de una leve resistencia le
noaüiró patricio, y le impuso un
omenaje ilusorio .que nada pro-
baba sino ^1 oi^ullo impotente
dd emperador. En vano algu-
Mi hombres veiecosos quiste-
«pmio. 131
ron defender en la Calla losrestoi
del poder romeno: un yerno d^
Avitp, y Sidonio ApoUnar^ obis-
po de Glermont, arrojaron á loa
visigodos de AuYernia; pero Ju-
lio Nepote les cedió después está
pronvincia, y Zenon hiio 1rre«
parable esu pérdida cediendo la
lulia.
El desprecio que inspiraba aii*
mentó la osadía de los bárbaros:
«Igunas tribus de sarracenos ta-
laron la Mesopotamiat los hunos
invadieron la Tracia, y las es^
cuadras de JénseHco esparcía*
ron el terror en todas, las costas
del imperio*
Zenon, que solo oponia i sus
enemigos dinero é intrigas, en-
vió al l-ey de ios vándalos un
embajador, cuya prudencia fdé
mas útil al imperio que un ejér-
cito. En. aquel siglo de corrup-
ción Severo había granjeado por
sus virtudes Cania fama, que se
creia ver en él un antiguo roma-
no: la opinioo pAblica te compa*
raba i los Fabricios y Catones.
Cuando llegó áCartago, hablan
ye desembarcado en Epiro las
tropas de Jensericd y hacían
temblar á Zenon en su capital.
La virtud, elocuencia y firmeza
del embajador inspiraron tanto
respeto á Jenserico, que conclu-
yó la paz, y le dijo: «Te devuelvo
«gratuitamente todos tos cauti*-
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139
ntroftu
»¥#689iegot y rooMiio» de que
Bfodtoos dteponer yo y los de
»Bii familia: los otros perieoe-
»eeD á rals oieialea y soldados,
»y DO soy duejk) de ellos; pero
«te peniiHi* reseatarlos.» Set«ro
prodigó todo su eaitdal» y veD-
dio basta 8« ¥a|ttla pera libertar
h sos eooeiudadanos. Jj^rmó Qo
tMtado que asegvrabt la eva-
coaeieD del imperto y la tvaii-
qoHidad .del comercio > y pro-
metia el restablecimieoto de las
iglesias y la toleraocie del culto
eatdtfco. Así la virtud de qq solo
hombre logró de on rey bárba-
ro lo que las lejionea griegas y
romanaa^ftotiabiaii podido con-
seguir^
GONfFIMimrbB BASIftlSGO. —
(477) La corte de Coostaotino-
pla era á bu mismo Hampo te»"-
tro de vicios y discordias. El in-*
teres y el crimen rorapfM todos
los lazos. Verina, á quien Zenon
contrariaba en ras amoríos, y
que no tenia el ascendiente que
deseaba, formó una conspira-
ción para poner en el trono á su
ermano Basilisco. Harmacio,
guerrero mas cólobre por sn
ermosura que por su valor, y
amante de Zenónida, mujer de
Basilisco, sedujo algunas tropas
y logró algunas ventajas en Tra-
cia. Envanecido por estos leves
triunfos^ llevaba armas sfMne-
jantes i las de^ AqnHlssrel pop9*
lacb** que le amaba, le dio el
nombre de Pírroy lom^so par^
tid^eon calor. A h primer no-
tieia de la suUevacioo, el tim^
do Zénon, asustado por loea^
jeotes de Iforhift^ uyó con sos
tesoros á Calcedonia y dealli &
Iseuva. Stt partidn fué la sefial
de matar álds ísaoros^que^íiabin
en la capital.
Basilisco^ «xpbkadobv. — El
pueblo proclama emperador á
Basilisi^o: Yerioa misma eoeo^
na á su hermano: Hermacio es
nombrado jeneral y .cónsul. El
usurpador oprime- con impues*
tos al pueblo y al clero, despre»
eia á su hermana, y hace asesi-
nar al amante de esta^ Esclavo
de bis voluntades de su mutler,
se hace partidario de* la berejüi
de Eutiques. *
£os^ enemigos de loa eatóUeoa
triunfan: un gran námero^de o-
bispos anatematizan el concilio
de Calcedonia: solo el patriarca
Acacio se niega i firmar so de*
creto. Vistoso de Inta en seffal
de dolor r cubre de un velo ne^
groel altar y el troeoepiscopaK
Este espectáculo inOama al pp*
pu lachó. Rebelase, y eomedlo
de este tumulto se prende Caego
k la BiMioteca pública, y cooso*
me ciento veinte mil voiúme*
nes. La guardia comprime esta
. Digitizedby VjOOQIC
MI BáW
leJfgliw^ y BislIftMifia eedkr ni
k iM mnmarflciom» de^la pto^
bt; ni írUi súpHeas^M pepa-
Botrel»iilo> lot itaitfos m*m*
varoo para daftodw.á Zbooov y
Mto^ prrQCípe OMrefaó á^ su f reo»>
torperaapeoat^nkVni YangQsr-*
éiñ ODtmig», eefaó ir nir: pare-
•id que la foriana sola se osti*
aaba en hacerle* volver al trono
fue abandév.
l1o>. jeneral valeroso y matlrai.
ledo por Basiliseo^ deserta y vne
eos tropas^ á la» de Zhnon, que
alentado eon este refuerzo mar*
eba á 6oéslaqiiiioph. Los ej%r*
eitos se enconlraroD eeroa de
Micea. Bn ekmomenli» del ooh^
bale Zenon quiere toda^ia^uir.
lio se lo {nipide, gana4 fuerza
de dinero á fitermaeio,. y ie ha-
ee sacrifiear por el ono sus jura-
menlos/su principe y su dama.
HaiiUsco» Ytendo derrotadas sus
tropas, se ref ujia en una iglesia:
prométanle la vida> se rinde y
lo eneierran ea una císterM,
donde murió de ambre.
Zenon, para disculpar so^ falta
,de fé, dijo que solo tMibb pro^
metido no derramar su sangre.
Mi cumplió mejor la palabra da-
da á Harmacio de elevar su hijo
á la dignidad de eésar; puesá es-
te le mandó ordenarse de sacer-
dote, é hizo asesinar al padre.
Bestitttido al trono^ aplacó al
18t
papa oon pitNvesas y af pueblo
con pnodigaUdades, y reetbiój^^
etaio todoe los tiranos filliceéi '
enorabuenas, elegios y eatátua».
En este año muriero» Teodo^
rico, rey de los ostrogodos» y
JBsnserif^o, señor de Cartafo^ y
eoiiqaistador dfeRon^a.
b» ley de los vándalos daba el
eetro^al príncipe de mat edad; y
por tonto cada nuevo rey daba
la ramerte á todos los parientes*
que bebiaotDacidd'afiles que eus
hijos^ Jénserioo^babia- emipieado
este-medio bávbaro para asego^
rer la conmai su hijo Kunneri»
eo. Bste^ mas entretenido en
lea placerea que^ cuidadoso de-
glopia, biso^ peiderá los Tinid»
los el hábito de pelear: le guerra
habiá^evado su potencie^ f el
sosiego la bíao caer.
Los 06 trogodos esta Mecidos en
T^acia y Paooonia eran gober-
nados entonces, los primeros
por Teodorico el visojo, y los
segundqs porTeodorico el Ama-
so, que mereció y obtuvo el so-
brenombre de (kande. El visojo
babia favorecido la sedición de
B&sjliscoi el Amaso desde que *
sucedió ástt padre Teodomiro,
habia permanecido fiel á Zenon.
El emperador, conformándo-
se con la a>slumbre de los go-
dos^ francos y alemanes, que dio
naciniiqnto á Uá instituciones
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t34
^ Teodoríeo «1 Amaso por kijo
de armas^y le persuadió i hacer
Jafoerra i Teodorice el visojo,
promeliéodole ua socorro de
cuarenlamillioaibres; Esperaba
destrofr á estos priotipes ímÍH-
cosos^eluBO por medio del olro^
y ^ora baeer mas igual la guerra
filtre ellos, se guardó muy bien
de eaviar á m faijo adoplivo las
tropas ofrecidas^
Lo$ ejércitos dejos dosTeo-
dóricos se encontraron al píe
dn) moDte Hódope. Aada la se-
fial, ibao ya ádispi^ar los dar-
d<is« y los gritos de los soldados
aouDdabao uoq batatta sap»
grienta, cuando Teodorico el
tísoJo ie ecba fpera de Ins Qhs,
se acerca velocmente á su rival^
y clama: « ¿Gomóos pusible que
mjQ liombre líbre^ que un prín-
•cipe de Camilla tan ilustre co-
iHÚo lamia, defienda áunljra-
•no, pelee por un traidor, sufra
»ei yugo de^ un cobarde, y caiga
alan voluntariamente de ia U*
•bertad «n la esclavitud, de la
•opulencia en la miseria? <>lvi-
«demos nuestras querellas, y
•reunamos nuestras fuerzascon-
»tra el enemigo pérfido que nos
«•divide para arruinarnos. »
Ij06 dos ejércitos aplauden es-
tas pa4alM*a8: Jos dos iVodoricos I
«e<abr*axan ylMcen iapaz. Ze«i
non, cooaleíiiado por su eoncor*
dia, por las quejas que le dieron
y por sus amenazas, no se atro«
vea ir al ejército. Esta cobardía
desatenta sus lejiones, las dia«
persa, yol emperador, vencido
sin combatir, firma un tratado
ignominioso.
Teodorico el visojn, logró que
el imperio le pagase el sueldo de
trece mil godos, que se le diese
el mandó de dos compañías de la
guardia imperial, y la dignidad
de jeneral de palacio, que perte-
necía al otro Teodorico. Este,
indignado de la injuria, devastó
ta Tracia. El visojo no se opuso
áesta invasión: «No quiero pe*
•lear, deda, contraei hijo adop*
•tiv^ del emperador: solo me a-
•flije que perezcan tantos mise*
•ros aldeanos, mientrasau cobar-
•de emperador y la impúdica
•Verin# están entregados á sus
•liviandades.»
El deseo de derribar n Zenon
ardia en todos los corazones; pe-
ro sus tropas le defendieron
siempre contra el descontento
de los pueblos. Sin embargo.
Marciano, hgó de Antemio y
yerno de León, tramó con sus
hermanos Rómoio y Procopio
una conspiración que la activi-
dad de los espías no pudo descu-
brir basta el momento quo esta-
U4. A una seAaJ dada los conjo*
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rttfofl üirr hao á palteio» redia-
itD la guardia 7 ftitfoo at empe-
rador. Ya estaba para rendirse^
y Marciano, segaro de aa tríaB«
fo, deja el asalto para el dia sf-
gaiente. Duraote la aoehe lio
aolK>rDa parle de sos soldados^
aoyeota á los demás/ liare prí-
Siooeros k los dos bermatoos» y
obliga al rebelde á refujlarseir
un templo. Xeuop leperdood la
vida por temor y no por fa cle-
mencia, y le desterró á una for-
taleza de Isauria.
Los dos Teodorícos continúan
devastando el imperto. Sabinia*
DO, jeneral de Zenon, felif en
algunos combates, habla logrado
el sobrenombre de Grande, que
se adquiere con facilidad en
tiempos da poco eroismo. Una
traición puso en sus manos la
fortaleza de Dirraquio: cortó
con un movimiento hábil la re-
taguardia de los godos, que per-
dieron cinco mil hombres y dos
mil carros. Este triunfo, el úni-
co que hablan logrado en mu-
chos años las armas griegas, era
demasiado pequefio para disipar
los terrores de Zenon^ y así coA-»
sultó al senado lo que debía ha-
cerse eontra aquellos líos ene-
migos tan formidablea.
El senado respondió que para
satisfacer la codicia de entram-
bos^ estaban muy esaustos el
nmnio» 135
pueblo y et tesoro; y asf , que se
selisOeiese al uno, y se hiciese
guerra al otro.
Una oMierte repentinai libertA
al imperio de los furores de
Teodorico el visojo. Según el
uso de hs godos, se colgaba de^
fcinlé de la tienda del Jefe uo
venablo grande. Teodorico pa«
sabe por debajo de él e» el mo«
mentó que su cal^aMo,. que era
muy fogoso^ se éncabrftó^ y la
punta entramio eo el costado
del rey, le quító la vida.
Teodorico et Amaso reunid
bajo sus banderas todos tos os*
trogodos! ya enfonees se habla
hecho dueSo* de Tesalia. El em-
perador sufrió la ley que quiso
dictarle^ le nombró cónsul^ Je-
neral de his milicias y prefecto
de Traeia,. le erijió uíia estatua
ecuestre en el Bipodromo, le re-
cibió en Constantinopla, mas
bien como ducAo que leomo a-
liadoy y le cedió la Dacia y una
parte de la baja Mesia.
Teodorico pudo en esta ocasión
ceñirse la corona imperial de O-
riente á no haberla desdeñado, fií-
zaocío envilecida no escitaba tu
ambición. Sus deseos le incliua-^
ban al Occidente, donde le llama-
ba la fortuna. Apasionado de la
¿loria, no creyó que la eneon-
traria sino en su antiguo tem-
plo y sobre las ruinas de^fioma.
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138
•HBffdried HE zEmm. — • (&8;}^
tEI emperador^ Ubre del 4eHior
-de los godos» atóodjó i las tor*
lMileiicMS«*éHJio$as que doraban
^esde la <feboHoD de Basilisco.
■Creyendo peder comprimir io-
•das las erejíaa cen un golpe fle
^ntoridad, :pu1)llcó mi edicto de
<uoion, que de llamón! heniítíe§,
j que se Inzo famoso por sus
consecuencias, lias fádl era de*
henderse conH'a les bárbaros
que ^iablecer la uniformidad
en la creencia. En ei decreto
proibió que se reconociese otro
símbolo que él de Nicea, y ana-
tematizó A Neslorioy á Ctfti-
ques.EI formulario qi^e tiafeia
formado aunque católico, ^en
tugar de calmar los ánimas, au-
mentó la& dívisionee y produjo
Duevas erejíás.
Los arríanos lo acusaron dé
impio: los católicos de irreve-
reate aUoncilio de Calcedonia y
atentatorio á la autoridad d^ 4a
Iglesia.
El papa Eéliz hizo Taños ^es-
fnorzos para restablecer la 'Con-
cordia: furibundas lejiones de
frailes sé armaron de todas ar-
mas y pusieron en marcba para
pelear contra el emperador, fa-
vorecidos por el soez populacho.
Acusábase á lio de solicitar ei
•restablecimiento de la idolatría
y de aspirar al imperio. Yerina>
enridiosft da ra aicendiaata, pa*
gó asesinos para mal^rlo^ paro
está conjuración Tué descubler-
la, y Kenon entregó an suegra á
la venganza de (la, que la desta-
rró áCKIicia.
Laamperatrtz Aríadna abra-
zó el partido de su madre: lio la
acaso, BO sin fundamento, da
trato criminal «on Anastasio,
rilenciorio de fattcüo. Zenon
manda üiatar á au mujer; j
cuanda creia ejecutada la or-
den, Ariadna se presenta á su
vista, le hace temblar con «us
«menazas, y logra al permiso
devengarse.
<Jn asesino pagado por ella a^
taca á lio; paro yerra el gc^pe
7 solo le hace una herida peque-
ña. Zenón, asustado, jura que
^K) ha tenido parte en aqnel cri-
men, lio, indignado de 4a perfi-
dia de un príncipe á quien hasal«
vado das veces, disimula su eno«
jo, pide permiso para aalir de la
^KNTte, recibe al mando de las
4ropasde Oriente, pasa á Antio-
quía, y proclama emperador á
Leoncio, jener«l sirio, aprecia-
do por su valar y talento.
(185) Verina sale de su prisión,
convoca al ajército, corona i
Leoncio y publica el siguienle e*
dicto, que ba merecido un higar
en la historia por su insolencia.
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vn. RAJO
«Terina Augusta, h nuestros
•prefeclos y pueblos, salud. Sa-
•beis que el imperio esnueslropa-
ntrimQnie. Después de 1^ muerte
•de León, oueslroesposo. eleva-
■mosal trono al isauro Tnrasis-
•rondiceo, llamado hoy Zenon,
•Creiamos que os hada dichosos;
Bpero su avaricia é impiedad
•nos han demostrado qu« es lae-
•nester daros un prínc¡|)e mas
»jaslo y crisliano. Hemos en-
tronado, pues, al piüdosisimu
«Leoncio: reconocedle por em-
■perador de los romanos. Todo
nel que se oponga á eJio será
•tratado como rebelde.»»
Leoncio é lio reunidos dieron
batalla junto á Aniioquía á Loa-
jíno, hermano de Zenou, y de-
rrotaron su ejército. Pero Teo-
dor ico abrazó el partido del em-
perador, venció á los rebeldes,
los persiguió y se apoderó de
sus jefes. Las cabezas de lio y
Leoncio, puestas en escarpias,
«¡rvieroo d« espectáculo al pue- ^
blo de CoustanüQopla.
Teodürico, después de haber
restablecido al infame Zenon en
su trono, conocía sobradamente
su perfidia para cometer la im-
prudencia de permanecerá su
lado. Insaciable de gloria y de
combates, acometió á los hunes
que habíluban en las orillas del
Volga, y quts después fueron
TCniO XT.
' conocidos con el nombre de
búlgaros. En este pueblo reina-
ba (a igualdad mas completa:
lasdistíBciones, que solo conce-
dían á los mas valientes, se gra-
duaban por el número de enemi-
gos que habían muerto. Teodo-
rico los derrotó juntó al Borí«*¡
tenes, y derribó á su jefe de una .
lanzada.
A la sazón perdía el nombre
romano su último apoyo en las#
(klias. Séagrio, vencido por Cío-;),
doveo, buscó en vano un asilo
en la corte de Alarico^ rey de
los visigodos, que estaba enton-
ces en Tolosa. Alarico le entre-
gó al ray de los franceses, el
cual le mandó cortar la cabeza,
ZcHon se hacia mas odioso y
despreciable: apasionado por los
juegos del circo, protejió los es- ,,
cesos de la facción verde, cuyos
partidarios cometianen el impe-
rio los mayores desórdenes. En
Antioquía asesinaron á un gran
número de judíos. La impuni-
dad de los homicidas causó una
sublevación en Palestina. Los
judios elijieron un rey, llamado
lutuza, que ac apoderó de Si«» :
quen y de Cesárea: muchos *
cristianos fueron degollados por ^
los rebeldes. Pero Asclepiades, r'
gobernador de Palestina, peleó
contra ellos, los derrotó comple-
lamente^ cojió at nuevo rey^ y-
18
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tm
llttTOfttl
■adft €0D la dUidcroiA», . !
Esramcioü: m TBofMMUOé Bft hm
TáLiA« «^ (IB8t>: El emperador^
Ai^tnpre ioff «lo^ ^udki íbií pro^
sirias faeclMS i Tedddrito. Por
oirá partay loa godos se iüdigii»-
bao ao» rason .de'rar 4 Mrtff
poalrarse^ á loa piés.de 'wt príí^
aipe lan cobarda^ j llegar ^a^
nombre de prefecto; jéneñiL j
aóBSuLEl espirila de Hberto#^
qu» 00 acaiatte ya eo Boma ni
en Kaaseio , daba eoítofteea'
fueraa á lea pueblos lérbaros; j'
la a»loridtod de jioa JMaa ef»
muy Kniílada. T^dorlco,. ceH
dieodo al ^olo dé siir 'Bacioo>
irompe su aiiaozaeoB eiímpe*
río, y llega kasia las puertas Se
ConalaAtíitopla, lle^andoloda la
Traeia k sangré y f aegó»
Zeooft, incapaa dedeteüerel
lorrenie^ se resáelr# á diríjirlo
por otao lado qoú sa aumiaiofi^ y
propone é Teodorko una eoof»*'
reneia. El rey la acepta; y segu**
fOde qoe él terror de su noca-
bre le preserraba de lodo peK*
gfo, entra sm tropas en Cona^
lanlhiopla, y pe yreaeata k la
Yísta del emperador. 'Despoaa,
debaber ajudiado dasdefiosa-.
inenle las reclamaeiones de Ze«
non i la dijor «¿Quitrea ei^i-
»ta^;la ralna ^e te aiÉíenaaa?*
aCoa^aalO'iuia palabra füedea^
nbaeerlo. GeJUtO'i los bérutoa
»la Itatia» antigua em» de t^**
«Imperíorpermítemeemprender'
i»s«eoQquista. Si la logro^ re^ *
aparllremosja gloria. Roma,'
aen lugar de depender de toa e-i^
«nemigos, será gobei^nada por lo
)»imoaídof^Uyo..Si pereipo en la
»empreaa>ganará9 también, pot^
«que telibertarár de tos graodea
^subsidios que pagasv» :»
Zéooft acepta la^ proposicíoo»
esperando que^ los godos> de loa
cuales :ilni k verse libre por ai
quelia empresa, bailarían su ae^
potara en kalia. Sé la eedi¿,
)pu¿s, por un edicto solemne; f
aeguDla antigoa costumbre dtd
4 Teodortco lik in? estldura de aU
nueva soberanía, poniéndole ei^
la cabeta un velo sagrado^
¡ Después de la conquista loa
godos aseguraron qtie el empe«>
redor babia becbo á su rey el
abtmdooo tolal de aqoelloa pau-
ses, y los griegos sostnvteróo
que Teódorico no babia reciba
do la investidura sino para go^
bemar k Italia' eomo tugarte*»
alenté del emperador »
Los pueblos del Nortev qo#
solo conocían el derecbio de la
fuerza, no buscaban, como loa
poKticoa modemoa , motivóa
plausibles para dar á* sua inva«^
sienes la apariencia dé la JiNti«-
cia. Sio embaii^ st el rey da*
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VEL BAK)
los gofios TniWeTa querido bus-
car uno para marchar á IlaUa,
U suerte se lo ofrecía.
Oiloacro, favorecido hasta «o-
loDcesfor la foriuna, acababa
de llevar sus armas hasta las ri-
beras del Danubio; y después de
Jwber derrotado complelaiueutc
á los rujios, woUió en triunfo
á Raveoa, trayendo encadenado
¿ su carro i f elcteo, rey de a-
quella jeute. Abusando con
crueldad de U \ictoria, mirado
cortarla cabeza ul rey vcttcido.
Los nijios leoian el tnismo^ri-
Jen que los godos: Federico, hi-
jo de Feleieo, imploró el soco-
rro de TeodoMco, y «ato prome-
lió vengarle.
Armanse los^godos á la voz de
V su príncipe: toda la «ación «e
conmueve: viejos, naujeres y
uiños siguen ^l ejército: aban-
donan la Dacia y la Mesia, y co-
mo si estuviesen ciertos de la
victoria, dejan sin pesar sus
villas, campos y ogares.tl ar-
dor de vencer ^lingu^ en ellos
lodos los demás afectos, y ya no
conocen «as patria wno el rico
pais que van á conquistar.
Esta multitud iuuinerablc to-
uia el ramino de Sirmio, mar-
cha sin almacenes, vive solo
de k ca«a y del saqueo, y antes
dé pelear se ve espoesta á morir
de bajjvl!r« y de pesie. Oprimida
del cansancio, llega á las riberas
delUlca: los jépídos le dispulag .
«I paso: al verlos retroceden lot %
godos: Teodorico impaciente es-
clama: «Que se detengan ios co-
»bardes, y solo me sigan los mas
«valientes. Pocos guerreros rae
abastarán para vencer-^ pero to-
ados se aprovecharán de la vic-
«toria: levantad todos los están -
ndirrles alrededor de m{ para
Mq»e rae v-ean los enemigos.
«Quiero ser blanco de sus tiros:
i)BO lardwá mí brazo en darles
«á etttend^r que solo á mis pies
MAÍeben rendir sus armas.»
Dichasestüs palabras, se arro*
ja casi solo al rio, y lo atravie-
sa derribando á los que se opo-
nen á sus golpes: sigúele el c-
jérciio -eiHero, euuisiasmado
per su valor. Trasila, rey de loá
jépidos, y Busa, rey de lt>s búl-
garos, perecen «a el campo d^
batalla^ sus tropas süu desbura*
ladas: una parte quedó muerta,
y otra uyó: susc^iiopos, tesoroi
y víveres fueron presa de los
godos, y Teodorico vencedor pe-
netró sin ostáculo en la Ve-
reda.
Odoacrocstaba acampado entre
Aquileya y los Alpes Julios, so-
bre las riberas del Isuuzo, en el •
I sitio donde hoy e»láGoriu. Teo-
dorico, después de hub&r dado
algún detcaosoá sus tropas, prc-
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99»
M>t&>kiMt»Ni'l(MéMM> frtan.
UúBM rcsisiéttcla «oa Ift'ibi^-
fBtnoiiéaé■^e^ stinitiei/He persi-
gue faast»tueanpoiBwi(o/9«'ft-
PQder» de él» y i« obliga á wí,
cerrcréeeo Vmoim. Oesde esta
kaialla cooiiMza el' reinad» d»
Teodorko eo Italit». '
Mientras slliate » líérMift,
Odoacre, oo aftstM»por lades-
graci», redbe Boere» reftierzos,
fie d»la «Itadéd eBittedi^ db
«na ooebé oseaba ¿ sorprendte
y degúatta kw poéstot evanza-
Ai» y p«ae«rft «» ^ eampamei»-
to eneoMfe; Tboderfietf dormí»
descuidad* eb;»» «iettdfr^ des-
pierta i loe gritos 4)bsa madre f
«*fos4q««:coo d acero en h
«ante te llanian al cem^ater se
leT«B<a y arma revenir á losgo^
dds, se an-uja edtee»!» deeilb^
tóideiieue y redne; te- precia
p4t* sobre los soldados de Odoa-
cro, que )^zgándoM ?éQcedore»
!• eBtrei;»bM al pillaje^ Hace
•a.éHosfinu carokerla, losde^
frota y los persigue laa de cerca
«ue entra coa loe filjitñesettie
plaza;
«Mtmtií
mev Esta otadad, ^pe|ad* ya
d»8u glorie, estaba aliiB^lb siem-
pre á lee vencedores ye«»rada
áloS vencidos. Los romanos de.
ÜsaUei>r». estrada d«>|a plaze
«ntrA «t Bismu OdoMco. é
quita ^w» antes tffbulfí^ hi
mee servHes adulaciones, j Id
declaran que no reconocen otr»
sefior sino Teodorico, enyfado
por el emperador dc Ot-lente p».
re gobernarlos. ■
Míleo, mas. leaf, qulSo defeo»
fcw»? f»wro I» política del obis'
P»y I» traición de Pufa,^ jeneral
4e Odoeero, abrieron las pner-
tas al ffrtiz Tteodorico^. Este en^
b^ó el mendo^^de una divisios
«»y» á H»f«», y aprendtd i «
coeta qne los traidores soto me»
rece» por sn»8enr»c*o» dinéro^v
dtosprectOk
Tur» entregó bis trepes qoe
*elelMbiM»confiadk>á Odoacra,
y todas fueron degothides. Ei;f-
unio^ obispo de PaTiir, peraa*.
itóá loe habitantes do esta si»,
dad qo* «vitasen les desgracias
•e un sitio eoo mm proat» su-
misión.
Batana de£ AiWit: bos osrao.
«OBOB DVfÑOS DB irAtu.— (490)
La suerte dispon» de le fortofin
pero no d» I* gioríer Odoacro
(■creció conseverl» saya por sa
▼aloren Im reveses. Dus Teeetf
r,A I ^''^^ *»" w» reveses. Dos teeei
av lista otadad, ^pohéé Va tema r^nmmLi. \,^ i^ TT:- .
tema reonM» miHNneroso e-
Jéecito, qu»su|enk>recirDdo ea
recursos babin formedo, y des^
pueedo su derrota se presenta^*
ba mnsfbeffCe y lemiMo mi»
(nuMA^
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•/^irarico, rfiy tfc Tos visígoflos,
reuDió sus tropas á las de Teo-
(h)r¡co. Gbnitebaldo, rey de h>9
borgoñones, con ei prefesto de
socorrer St Odoacro, entró en T-
HUá por el caraino db Jénova
con' solo el desí^m de saqueirr
fciíciudadtísy taíar los campos.
Ln desgraciada liaihi sirfría^
eolonce* todos^ lo» males^que la
ambición romana ca^usd en o-
tro tien^pa al universo; Ehmev
dio de eslas dísension^ís crueles^,
tos obispos y noWes. po-ra evitar
tos destrozos de h girerra, se a-
trincherahaii en^ las montanas
HO ca»liHos forliflcados. EV hír-
Hitante' del campo que se re-
fujiase á ellos^, compraba con
l« servidumbre^h seguridad que
le ofreciao jefes airaros y orgu-
llosos^
Odoaero, en vey ée limitarse
á una guerra defensiva, atacó
intrépidamente á Teadorico> le
arrojó de l^niiMK, le obligj á re-
íujiarse en Pavía, y le sitió eti
.esta plaza.
Pero el cielo parecía que coas-
piraba contra él: una lluvia co*
piosísnna le obligó á levattar el
sHio, al mismo tiempo que lle-
gaba el ejército de Alarico. El
ostrogodo, alentado con este re-
fuerzo, persiguió á su vez á O-
doacro, le alcanzó á las orillas
del Adda^ y le dio una batalla
nirEmo. ig§
decisiva el 1 1 de agosto de
490*. La^osliníicion y valor de los
dos jefes, resueltos á no ceder la
víctorf^sino cotf I5i vidia, hicie'-
ron^el combate porfiado y san-
griento. Fu fiti-, despues-dé una.
gran carnicerrj,Odo?icny, habíctí-
*t-vistoraier jtjnlo á sí á sus mai
vulieirtes guerrero», buscósu sa-
lud en' la fuga; y se* encerró en
Havena, ciudad^sHuada eoTucdio
de n-ñít^ lagtmas, fortifictida con
cuidado y defendida por una
í?uar»<ciott de veinte mil hom-
l^es. DefemKóse aHí un año y
capituló-, y habiéodcrfe- dudo \w
promesa de respetar su vida y la'
desús parlid^io», abandonó Yw
Italia ai vencedor.
Téodoricoj dü€íjo*yd*de Rave^
0^. dejó el trxrje nacional de lo»
godos, y lomó la púrpura ro-
mana. Envió á Festo Niiíro á
Constanltnopla para pedir á Zb-
non que le eoncedrese el titula
de rey ¿¡e halla. La vanidad dei
emperador le impelid» á» negar,
el temor á eoneeder, y murid
antes de Iniberde decididüv
iMlTBfiTE 1>D ODOACUO POR U4
PERFIDIA 1>R TEOnoiUCO. — (493)
Teodor ící>, dneño de lia vena,
entró en ella triunfante; lral4
al prifucipioá Odoacro cerno rey
y le dej6 este título. Parecia en-
I toncos convencida de que un é-.
roe como aquel perdida una eo*
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-m
in
'tT^^I^t*^
A'-l
f Upreciod^l YJfpeeiíí>Fij|WTOíiitt?-
|)ájyiejntifQ.fl]M^e6 U poUiji^ iei
^eiiDqaiiM^ltftriuQf^ Se k jeiipr
iroiidad. Mm^ tfvpfMjup^ííceíii ^^
.4í, 6doacro^ I la ecbfbiiQiq^n
Q<M<teo4oHcf fT94li!if^(ftt iHiHer-
:tje; kiovKó ^fiiibiiQgii^. cpa
míléiiHlU j jiw.príojoipales ptrr
tid?!ri|C>s, Jf OMtt$ IWfilfu m/iiip» 7
r^f;ibido iiNfj».\,fij^ÍQ dp hoü
ispn«pir«/ciofi)|r»a^ pf^r 0do«-
^ro eoBlraftt yí^iMie i^eftia^-
1p ma^oillófi)8lprÍa^.;3r. MlMe-
'4«ro# oí ^t^fMh Míítl^^
;irark '^«U jíftfa de vktu-
TodalUUf ^ ^<^ji JDalmacia y
JíufLco «espmalifjrpp «jWeQce^
dor« Conquistó la SíelÚa, i^i fmr
arfna^eiaopiW'laeto^epqta de
Gaatodioro^ enviado auyi^^q i|r
m^^ i»l*^ Fedorií», wfS ^4?, 4p6
r.tffi^^ fDvidiosq , del IríBpfo
^ ao veogf doTy f uMe^ ^oatfa |
él algupas. f fOv|iMfa|#; ^pero. ^M
iogr^ilud fyi4 casMgada^^ «na
arrota «aiHi^eDU. ^
. ILosgodoa o^tígarené loaban
Oíilapt^s <4e JMifl A^erlefit 4a
tercera parOí4i^s»slierra$.i.a
unezcla de ídicm^ '^ sigui<i a
li de loa pi^bW 7 propi^dadea^
d<^aJgttBfa^1«1<nigfifTite%Qa^t).
., ^í ee:#sUl>lfpi^eii>Iifli|,^
^ut; f OI0 duffS sesep ta a|l6^«
f TeQdeiiró^.^lf^p^ fHW rV
4l|ei|ia Bíeiricbprf «é p} fl|a4 s^fi^-
de hombfl^ die.HesU ti|^. SÍi^mU-
Uira era «(ajesfíioaa: s«, fBW
ptia^eiitero y grave: ecenóoiico
yHbeirah jfopptii^ffOr P^^itrfl^
aiepÍe;hábilpQlUl€Oj.griaa e^
pRaa^isupo^hacersetenifir de 99»
iodikU^ guwirerRa yj guiñar ^rei
afCe<^ 4e los pueUoa venpido^.'^
. «9e|{esto la oprestoo, 4a^«?BP
»ttM ^ 9«f ^e|i»s,.7 4QklP
>i>qpei1jB jusiii^ ioipida laa vHl'
»kQqia8.;^odo5, amad 9 los.pfM-
ablof ^eitaila/copí^ á hprmaQiQa.
f Aoman^jt amad.ájM godoa cn*-
«ii!|0 ádd|BB9f rea.i» ,
. Con solo sa econoinía Uené el
(ef^rp^dismia^Hyi^ Ids^o^^iieslos:
Tefl^Uiy4 la prosperidad ali^Qr
«ierck> y la paz á ía fgricutlOTa:
repfimi$ iqoD severidad el latra*
oioio» Eb; ^ú remado se viajaba
aiD temor por Italia; y su pm^
dencia'oaiabie^ó un ^á^ráen Aaü
^^Qeleote^ ^ue cuando Aoaaia^
«io^eii^oesatr de^ZeooB, para cchi^
XI) i^ni k^blfti' ecHi «delta det o»
'r||te lie \m leogaaitoltant, v4Msei f^tf*
tiirftri, Ofsrolti y Parini) f tanMl
U«i lint leí 4e JtaiM ipof< rI>uA>vlc^ JIM»
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fléfvar l^apnrieiid»- rtfe t» sobe-
ranía en aquella península, re-
comendó públícamenleá Teodid-
rico que respetase el senado, bí-
nese obedecer los leyes y man*
tuyiese la umon entre ki^súb-
drlos, lodos los romano« escla-
itiaron que el rey de los godos
no necesitaba desemejantes con.
sejes tanto como el mismo em^
perador.
Teodorico, en logar de bumi-
\hr á los vencidos^ adoptó su
traje, como bemos dicho, con-
ser\H3 el derecha romano, J^jó
á los dos pueblos gobernarse por
sus costumbres, y dio á cad»^
uno- jueces de da. nación .
Sin dar oídos, como ios prín^^
fipes débiles, á los consejos in-
teresados de sus cortesanos, col-
mó de beneficios h los que ha-
bía» quedado de Odoacro, y do-
mó con la jenerosidad á)lo»-que
no babia eotnetido por las armas.
£1 ftño oOO entró en Roma
triunfante. El papa Simmaco y
el pueblo salieron á recibirle;
Aunque arriano, trató con pes^
peto, confianza y bondad á Ioj< je*
fes de la iglesia romana, adic-
tos ai símbolo de Nícea, pero*^
los mantuvo en su dependencia
conociendo sus pretensiones, y
ie reservó el derceho de decidid
las elecciones dudosas. Condenó
á una prisión perpetua al papa
tMFRRKK t'4^ '
Juan I, qué se fíabPa permitido^
obrar contra sus instrucciones eif-
una negociación importante que^
le enciirgó(l); i-
Boecio pronunció su elojioeÁ
el ¡Cenado; y la elocuencia roma«^
na pareció qae< renacía cuando
alabó, no a príncipes debite»,:,
sino á un grande hombre. ^
Teodorico arengó al pueblo^
ffe prometió Ik* conservación de-
sús derechos, y de los privilejio*
d«l senado, el mantenimiento d^
las leyes, distribuciones anuale»
del trigo,.y fondos para los bos-
pítales-, y cumpJió' todas estai
promesas. '^
La guardfa knf)errar conservó^
su sueldo. El rey levantó las
murallas de las ciudades, y la!í-
embelleció con muchos palacios,
pórticos y aníMeatros. Conlern^
plaba con veneración el' capito-
lio que habla gobernado H man-
do', la tritHina ilustrada por tan--
tos oradores; los grandes- n>onu-
mentos que sobrevivían á tantos-
triunfos^í y quizá también la»
sombrai» de los a'ntrguos éroe»
de Roni4i, ji^miendo al ver qu»^
en la capital del mundo solo uftv.
conq^uistador bárbaro fui^se y»
(i ) Í5Í íiíf er.j mir^iüiuin' (<U-
ui^u^^mii^f M^9i- ....
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4», af(iUí4»ir«e ronaiia.! .-jTr-, -?.-. -'.
bábil y profBD4a:.1i«t>^ i^<ii|Mr<in
4li 911 jefe de bar Mf^s» 9^rt iPfi^
bres de sm ya$alloft,A tMr m0->
jdur decir >us cf>qftfiafter^:de t r-
nifi6>.4oD iod^cUefr. 4»p^.J^|ÍT
«Q$os^ •• .. : ..;. * , -.' '. • :■- . "
. ,Éi rey 4q c»toft jeqerroi:^. íér*
i;oees no «ra iMiflto ^\ strberaofi
CfiDogii.miDUbrcr: ^(tligadp ji;q*
bedecQT tus pa$i(Mi«^ había i«k
BidoQue pelear contra MIS ^lia*
do5, Yivll^r tos pactos ya esta*
i^^cidoSii ^aquaf IfaTr^ria.cpor
>ef tu* en desiertos tos i^as Jijef.-'
moiSQS patsesrde la .precia; y sfito
paim: diríjir «f^^lp^ref^teioapo*-
sible d^<|0Dteaeri. Mbí* Uevudo
619^ larmas ^ oteo MPí de Jos
J);9lfiues4e1at^iifaist« ielr
telía». para acostuQ^brar los aat
4adof ai deftcaas<v ^9 rep^rAM
las fiecras. f^oaquisifdas. 1}um
iir^H|4fd^ia.tttelO;f¿rtU» j^k^,,
}0 ermosa ciete^ 'las ii^piraiti^
^ pocQ .tieaipo al f apifor da l§
patrja^ de U tranquilidad y da
las fruiciooesde la vida social; y
el iaterés misqK> le^t biap cpoo-
aer ia Decesidad déT órdea> Úe
la Justicia y de las teyas/
ica^ aM félaa.aagtrMadf as-
iiBiadiade. M« aaaioB^aéfeQlrii4la
«iiírlral y«9il aitraaleto^ inpii»
dí<)itaatO al< f«e las ronÉSBoaia^
cobrasealas bébitab guarrarés,'
como d qualos^daá sa afami^
«asaír cao iá prosperidad.
\ • lúas ÜarraacaiBicadidas á «toa
faarreros faeroQ saiameoiéce-
siaaas coQdkJoDalas del poder
real, b^oafleios favoaablas. iBra
pra<^so fMrecareao aa aarvieio
ac^T4:ry ooa obedíaoria constaa*
ta, la coMenpaciooda los Manas
ad|i«irid(i« por é( valor. Da esta
'modo asafuraba sa conmista
contra losanaoiieos iotartorés y
aseriaras, y teaía á los godos fa-
'Uces y^ iM>aiattdos» sin qoa é^m-
sea da aar va iiéatas*
IlaaoMos con fracaéaafa, y
sastania su faerza y ardor cda
ios ejercidds opilitoras.
fiobarnaodo bájooiros priad-
pkisá los pueblos dé ItáKa, las
deJ6!sas leyeis, Jajo, costumbras,
fiesiss y asambleas: las eutrate-
oiat coa ptA<^re» y alejaba de las
¡armas: paraailia á las cltidadaa
que aflijiasan su^» majistradós, y
jtfriglasan6usÍAlQl*ases: cbaaa*
gró,. €.4 fin^ el. libre, ejereicia
da ,lps cnUoi^ y permitió á los
|[>bi^pos .qna* la viesen svs sfr.
a«4^.* :- í-: ..q;..
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' • DEL BAJO
Su corte semejaba á la de los
emperadores: veíanse eo ella
prefectos, patricios, cuestores y
eÓDSules: aparieacias que ocul-
taban el bárbaro á los ojos de los
romanos.
lln la fontcra y en los campa-*
ineutos, volviendo aponerse sus
arrroas, se presentaba á los hijos
. del Norte bajo otras formas. Los
sacerdotes celebraban sus virtu-..
des morales: el senado y el pue-
blo romano afutraban sa justicia,
y le amaban como á Kbertador.
Los godos, blandiendo sus lan-
zas, caritaban sus atañas y le
onraban como á un dios.
Este príncipe, igual en talen-
to á los griegos, despreciaba su
flaqueza, y lisonjeaba su vani-
dad. Su correspondencia conZe-
non y Anastasio estaba redacta-
da en términos tan equívocos co-
mo los edictos de estos prínci-
pes. Cuíindo le escribían cómoda
un vasallo, respondía como un
aliado-, hablaba mucho de unión,
nada de dependencia-, les dejaba
xonGrmar los cónsules nombra-
'dos por éJ^ no se ofendía de la
suprema autoridad que afecta-
ban, y losconsolaba de su inde-
pendencia con demostraciones
vagas de un respeto insigni-
ficante.
r Marcelino y otros muchos es-
erttores latinos aseguran que el
THPERTO. 13.5
rey de los godos debió toda su
habilidad á su jenio, y no á sue*
ducacion; pues ni aun sabia, di'-
cen, firmar su nombre. Esdificil
creer que este príncipe, educado
en Constanlinopla, haya podido
conservar una ignorancia tan
grosera: pero es lo i^ierto que sí
no cultivó las letras, las distin-
guió y favoreció siempre.
Tomó por ministro al sabio
-Gasiodoro Liberio, cuyo talento
le hizo olvidar que había sido
ministro de Gdoacro, y elevó á
las dignidades mas altas á Boe-
cio, el último de los oradores ro-
manos, que mereció ocupar la
tribuna de Cicerón. Boecio fué
cclebr>e, tanto por la estensiori
de sus conociraieatos, como por
sus virtudes y desgracias.
Los emperadores de Bízancio
no eran lan temibles al nuevo
soberano de Italia como los pue-
blos del Norte y los monarcas >de
Occidente. Estos antiguos enemi-
gos del imperio roaiano, francos,
borgoüoQcs, alemanes, las tri-
bus belicosas que corrían las ri-
beras de Escandinavia^ los cam-
pos de la tialia, los bosques de lu
Jernaania y las orillas del Danu^
bio, no miraban sin envidia al
rey de los godos en el trono de
Augusto, Tnijano y Con«tatitínu.
Teodoricose unió estrechamen-
te eon<el rey 4t ios visigodos,
19
^■'}^^¿^^ Digitizedby
,^ÍnbogIe
.^ue aeopaba el ftt0dk>áia (fe^ U Ga-
iiñ'i casó coo AttdeAeda, bija de
CtiHdeberto» rey de los francos,
y beroMnade Cto>vís, Gholodwig.
ó Giodaveo, fupdadorde la mo*
Barquía francesa; y veinte mift
guerreroa, siempre dispuestos á
la pelea, contuvieron ó leprl-
mieron la ambicioo de loa otros
rivales.
Cuando Glodoveo, reunidas
bajo au mando todaa las tri-
bus de los francos, bnbo ven-
cido á Siagrio, derrotado á los ar
lemanes» y quebraotado el po-
der de tos borgofiooes, declaró,
la guerra al roy de los visigo-
dos. Teodorica tomó la defensa
de Alarico,.su aliado y pariente;
y si no pudo salf ar á este prin-
cipe, nievitar la pérdida de la
Aquilanía, á lo menos hizo inú-
tiles los esfueraos de los ÍTance-
ae^ contra ia pilasa de Arlés^ y
«$| el eonquislador de Italia fué
el solo dique que pudo contener
las armas del dicboso vencedor
de las Galias.
ta admiracioa <lebida á un
hombre de jenio tan superior á
ati siglo, no debe escusar los e-
rrores y aun crímenes qtle man-
ciUárótt la vejes de este gran
rey; pero serta injusticia no a-
tribuir gran pnrte de ellos á su
aHoaeion politice^ alas costum-
kaes dal tiempo^ i iacorropcion
de los pelrietos de BoflM» jrAb
ferocidad de los oficiales barbe-
ros que componían su corbe.
Bestarápara justificar nues-
tro elojio^ compararle á todos los
otros conquistadores, que según
dice é\ mismo en una de sus
cartas, a roban 6 destruyen las
»ciadedes ó provincias gana-
iKlas;» y añade¿ «To quiero que
»los vencidos sientan no^ haber-
«le^sido antes.»
Durante treinta aSos esta m4^
&ima dirijió» sus acciones: reco*
mendeba i sus guerreros que
juntasen coi^ la umanidad ro-
mana el valor godo^ y en des-
precio de le costumbre p>¿rba-
ra de no reconocer mas juea que
la espada^ proibió los dése-
flos.
En stt reinado disputaron
Simmaeo y Laureoeio la silla de
Roma por medio de las armaa..
Teodorico hizo <|ue un concilio
juzgase esta contestacionj, y no
empleó su autoridad sino para
que se ejecutase la sentencia da«
da en favor de Simmaeo. Este
papa, de quien hablaremos muy
pronto, abusando de la toleran-
cia de Teodorico, ó de su indi-
Terencia acia las disputas reli-
jiosas, hizo declarar por otro *
concilio que la sede pontificia
hace impecables á los que la o*
cupan» ó mas bien, que Mos so*
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líEt na JO nrpERTO.
ella á los
lo permite suFir á
que tiene desuñados para san-
ios.— ¡Pobre éeliriodela ra-
zón sacerdolal L,. Si la sana ra-
«on no bastase para manifestar-
nos la locura de tan orgullosa y
despreciable pretensión, la his-
toria de muchos papas indignos
del sacerdocio, prubaria su
falsedad y estupidez, — Esta de-
claración servirá de fundamen-
to á algunas de las pretensiones
de Gregorio VIL
Mientras que Ja Italia, suce-
sivamente envilecida y asolada
por los visigodos, vándalos y
hérulos, salia de sus ruinas, y
parecía renacer mas venturosa
y floreciente, ol imperio de
Conslanlioopla cQntinual>a ji-
miendo bajo el yugo vergonzoso
de Zenoa* £1 que todo lo teme
cree á todos. Temblando siem-
prcesle emperadwr por su trono
' y su Yida, consultaba á los astró-
logos, y daba fé á «us prediccio-
nes. A pesar de s« zelo por su
secta, el deseo de conocer el por-
venir le hacia que conversase
muchas veces con Proclo, Mari-
no, Damasio y otros ülósofos
paganos. Estos fueron acusados
de luiber formado una conspira-
ción para ebligar á Zenoa á res-
tablecer la idolatría. Severiano,
uno de sus cómplices, los de
147
fueron enviados al suplicio.
El conde Mauriano, también
astrólogo, predijo al emperador
qu« uno de los silenciarios de
palacio usurparla la corona. No
era necesaria gran sabiduría
para hacer este pronóstico; por-
que nadie en la corte sino Ze-
non, ignoraba el amorío de li
emperatriz Aríadna con el si-
lenciario Anastasio. Sus sospe-
chas recayeron en Pelajio, co-
lega de Anastasio, y así lo deste-
rró á Servia, donde fué dego-
llado.
Cmmbn be la emperatriz a-
biadna. — mikrtedkzemon. — a- .
riadna^ advertida por este ase-
sinato de la «uerte que la ame-
nazaba, se anticipó con un cri-
men atroz. El emperador cayé'
enfermo; su mujer, aprovechán-
dose de un momento en que es-
taba desmayado, le maüdó en-
terrar vivo: sus gritos se oye-
ren fuera de la bóveda; pero no
permitió que la abrieáen.
Lijero bosquejo de los papas des^
de Zo&imo ha^a Juan /.
ZosiMO, PAPA xLii, griego de
nación é hijo de Abraham, fué
creado pontífice el 20 de agosto
de416segun unos^yel 417 segua
otros-, pero esto no supone gran
latóy-uyó, j los conspiradores . cosa par« nuestra historia; va-
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t48
VISTOüfA.
IBOiá manif^tar ai^ioconcebible
tiranía coDflACii^hqueria man-
dará las aMnas» P^Jajio liabia si-
do acusade en Uempo de Ino-
cencia de- tenéis opiniones par-
ticulares sobre* el bantismo de
los niños; y babíapiotestadóque
su creencia era en este punto
eoiBO ta: del obispo de Boma.
Gelestio, discípulo de Pelajio,
prolestd iguaJoiente por sí y por
sn maestra delanle de Zbsiino;
j añadía^ s^un Sao Agustín,
quesi cUgún error dB- ignorancia
babia cometido, se sometía al /Vi-
Uo del Santo, Padre. PvLe% bien!
en nadasetaTonna declaración
tan ifoymak Parece que era
resohieioa tomada por et pApa
y sus par^tidarios^el eondenar-
ÍQ&, escilar un eisona, entregar-
los á la escomnnioo y á los erro-
res ffa^ en aquel tiempo eran su
consecuencia* Zosimo no solo
no les recibió eala comunión de
los fieles» sino declaró que eran
los masmaloB, deUstábUstffreni^
ticos. No era esto ' verdadera-
naente servirse de las armas de
la pepsuasibn paré atraer al gre-
mio de la iglesia á hombres que
pudiesen tener sL acaso algunas
ideas algo eesa jeradas^
- Yidse en aquellas días deplo»-
rables una asamblea^ un concU
lio do doscientos catorce obis
pos &e pennian por escuadrones^
apresurarse para lanzar 9obre la
cabeza de Pelajio y su discípulo
un anatema, á ptíMf * de su con*
fesion evidente y maniftesta»
La in^ticia delcpociliay do
Zosimo, que los condenaba á pe-
sar do sus coafesiooes orlodoc-
sas, iodispuso cruelmente al cle-
ro romano. El le respondió con
una escomunion: la respuesta
ato perentoria; los sacerdotes
de Roma se dirijieron al empe«
rador Honorio. Pero era tal la
decadencia en- quo^babia caido
el trono invperial, que Zosimo>
escediéndosO) ó por los menos
ioútando á sus predecesores,^ le
prokbió recibirlos^ por medio d^
una orden. El em(>erador obo«
deckS y se sometió al envilecir
mienta qpe merecía. Zosimo
murió y dejó la Iglesia despe-
dazándosapor un cisuM^ y entre-
gada á la ambición y codicia do
Eulalíoy de Bonifacio.
Bonifacio, papa xliii^ 28 d»
diciembre de 419. — Parte
del clero descontenta de 2o-
simo, eseandaüMda do so in-
justicia y de su parcialidad para
con' los eneittigos de Polajió y
Célestio, y hef ida eoa la espada
del anatema, tan terrible, otras
veces>yhoy afortooadanMntero»
tapor la ftlosofiaylarazooeolas
pof^ porque entoncea los obis^- i sangrientas naanos del fonatis^
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ÜBt BAJO
ino>.se hflbia reHríwlr> á Rave-
n*, cerca. del emperador Hóno-
ríe, aoieciazado también audaz-
mente por Zosímo. El odio, la
envidia y el espíritu de partida
doiBtnahnn en Ro«hi y en Ra-
veiha>. fermentaba y preparaba
ta- esplosion que ubo después de
ía^ muerte de esle obispo de Ro*
ma. Siramaco, qu&^ ocupaba \a
silla en la ciudad por el ern^pe-
rador, le notició tos progresos
de esta disensión y fk*l eseándü-
lo que habia producido la e^ec-
cion de Bonifacio y la de Eula-
Ho su competidor. Este último
es reputado aotipíipaj^ y sin em-
bargo parece haber reunido lo
que necesitaba para su elección,
y además fué el primero nom-
brado para este destino, acia el
eual desde los primeros siglos se
dirijian las miradas de los aav-
biciosos del clero. Según el tc-
DOf de la carta que Simmaco
dirlje al emperador, aparece quft'
«disanto hombre Eulalio, con-
vducido por el pueblo y el ele-
»ro á la iiílesia de Lclran para
«hacer los funerales de Zósinxo,
«lid permanecido dos días en él
»con una multitud de pueblo
»y acompasado de los sacerdo-
utes, esperando el dia ordinario
»eD que pudiese ser consagrado
«solemnemenle; entretanto ha
Wbabido algunos sacerdotes que
IMPÜRIO. 149
•acaudillando a otra porción de
»pueblo se linn dirijido acelera-
wdamenle acia la iglesia de Teo-
»don>, con Bonifacio^ de la miS'
ím>a órdefl que ellos, y allí le-
w^han querida ordenar de obis*
»po.» Añade que intimó á los
sacerdotes no hiciesen nada con-
tra-laé leycSi ni cootra las cos-
tumbres, pero que resistieron y
ejecutaron su designio, consa-
grando á fionifacio en su igle-
sia de San Marcelo. Por esta-
carla y algunas otras de Simma-
co á los emperadores Honorio y
Teodüéio, aparece que Eulalio
era lejítimo ponüíke, y que se
tenia como un derecho ó mas
bien como una costumbre que
su elección debia ser confirma-
da por el emperador; y que
cuando estaba esle cierto de la.
elección lejíüma de un papa^
debia emplear su autoridad pa-
ra lanzar á aquel que, despre-
ciando las formas y las Icyes^
quisiese Uránicamente introdu-
cirse en su lugar. Por esta ra-
zón Honorio envió una órdea
a Simmaco mandando que Eu-
talio fuese sostenido en la silla
pontiücia y espulgado Boni-
facio.
Pero era tal el estado deplora-
ble, la confusión de los derechos
del imperio y del sacerdocio, que
Simmaco^ habiendo hecho partí-
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cipar hi órAen del 'emperaflor á
JBIoBíractey «que se maoteiria con
los suyos ep la basftrca de San Pa-
blo , fuera de la ciudad^ los ofi*
^alesy ni¡nistros*que envid fue-
ron presos y maltratados por los
satélites de Bonifacio. Hizo pu-
Micar solemnemente (as carias
«leí emperador en favor fle Eo-
lalk) y ooibtra Bonifacio, <|aieD
tnarcbó «eQ seguida acia la basl*
üca de San Pedro, y celebra -ea
«lia misa enmedio tfe las adla-
maolones 4le sus partidarios.
Pero^l pueblo, varíes sacerdo-
)|es y el emporador^ apelaron,
sobreseí nombramiento de Cu-
1é)ia/á unsinodo que Honorio
les concedió, tllonvocáronse ^o
fiavfiíaé los obispos de Afrieé,
de las Gallas 7 de llnlia; pero
no «acudieron. Tiendo Culalio
que su presencia era iná^l 'cn
ItaveDa, volWó á Roma adonde
llegó comedio «del dia; <el pueblo
le salió al -encuentro 7 con trans-
portes de júbilo maoífestó que á
^l^ra á quien eléjia. Pero la fae-
tón de Bonifacio decreció «us
i^otos: robusieeida con el asceu-
diente que su destreza y auda-
cia le 4iabian prestado sobre ei
«débil emperador, consiguió arro-
jiir á Culalio de Boma, -en don-
ada entró Bonifacio enmedio de
la fuerza armada j Se hizo po-
^seedor ó ^usurpador de la «iUa
poiifificilt. Habla 'OOstUflAre dé
llamarle Malifaeia. Les simula-
er«s de emperadores po sabían i
cuál de los dos oir, apelóse á
varios reairsos y todo se empleé
menos la razón y)a moral. Hom»
bres llenos de ertmenes, conta*
minados 7 gangrenados de maU
dades, fueron entonces promovió
dos á las primeras dignidades de
la Iglesia.
Xste Bonifacio, ó mas bien
Malifacio, hijo de un sacerdote,
«egun dice Platina, dio una or-
den que maniñesta demasiado
liasta dónde babia descendido la
p6rvei*sidad«ioral. Beclaró in-
digno de ser aacerd^te á todo a«
qiiel que bubiese tenido la des-
gracia de ser esclavo. Suc^sordel
hombre Bios, del Bios^spiran^e
en el calvario: ¿son estos los pre-
ceptos del Maesfro, que predicó
siempre la igualdad, iiueciació,
viyfió y murió en la pobreca y en
4a esclavitud de losromanM ?
Ettialio manifestó mas man*
sedumbro; aunque pudo dispu-
társela, abandonó aquella silla
dejando subir á eMIaáaa com-
petidor, intrigante y ambicio-
so; y habiendo sido invitado á
la misma después de la muerte
de Bonifacio, la reusócon H ntiis-
ma firmeza y 'desprecio que ha*
bia bajado de ella.
3oo«faeio ttt¥^ el ^onlificade^
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rae BAja
tres- añoiy ocho meses y siete
diar..
CEtESTIIfO, FitPA XLIT,. 14 d^
Hoetewftre de 423. — El prin-
cipio del pontificado de Ce-
leMioo fué turbado por algunos
novadores, que (como nosotros
quisiéramos sucediera aora, pues
resultarla en beneOcio de la re*-
lijroo), quisieron hacer que los
sarerdotes anduviesen &in capas
ó Dianlos y ceñidos de un cor-
dón, parque Jesucrislohabia di-
cho á sus discípulos que anduvie-
sen de este modo. Advertido Ce-
. leslino de esta audacia, Iosk re*
. prendió ásperamente y les dijo
conservasen el traje que estaba
adoptado.
ElcjidoNestorio en lugar de
Simraaco, obt^ipo de Coostanli-
no|>Ia, le escribió •Celestino al-
gunas carlasde felicitación. Nes-
lorio era un cristiano tolerante
quedióa>silo en Constantinopla
h los pelajianos, perseguidos^en
Italia y en Roma. Su modera-
ción, su caridad, su tolerancia
j sus autenticas declaraciones,
le bicierott un enemigo de Ce-
lestino, qaedefi[>aes le condenó.
Era costumbre nombrar para
las prelacias así á los legos
como á los clérigos. Con este
motivo el papa escribió una car-
ta á los obispos de la Pulla y de
la Calabria, y referiremos de
tMníRio^ 15t
ella algunos pasajes que proba-
rán hasta dónde habia llegado
la audacia de un hombre eleva-
do por ttí voto del pueblo, pa-
gándole eon desprecio é ingrati'»
lud. El pueblo, dice^ d»b$ tter en^
señado, í/ no escuchado. Nosotros
somos bofamente quienes debemos
manifestarle lo que es licito o no:
si hay alguno tan osado que se a-
treva á juzgar por si mismo dt
las cosas proibidas, pronto sabrá
lo que puede la censura de la silla
apostólica^ porque cuando no po-
demos correjir por autoridad dr
admonición, cuando somos con-
trariados, empleamos los medios-
de severidad y de rigor.
Dejamos para los historiado-
res ectesiá»licos el hablar de lo^
aconlecrmicntíis de aquel tiem-
po: lo único que debemos de-
cir es que Néslorio, obispo do
Constantinopla, predicaba y deb-
ela que Cristo era nacido hom-
bre solamente hijo de María, y
de DÍO&) y que habia conseguido
la divinidad por sus méritos y
predicaciooe»^ Fué Celestino
pontíftce ocho anos, diez meses
y diezisiete días.
SlSTO Ul , P^APA XLY , 12 í/e
abril de 432. — Sisto reprue-
ba las opiniones de Nestorio so-
lo porque eran nuevas. Al ha-
I>lar de él á Juan, obispo de
Antioquía^le dice lo síguieulé:
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ist
noéef»rmtUí$m$ ü la mmedad,
porque wida cBWOiene añadir á
ia anHgiMud. «teto olvidaba
tfoe •iíastt'era aoa razoo "viiie-
dera, teoía tanta fuerza en bo-
ca délos p«g«MMia -«««le áe k»
«erlstiafios; qoe ella en un «ase
joatiOcaria so aversloa at cris*-
tianis»e,Npu€Sto(tae^era aoa ae-
vedad«eB eHmperiaestaTeli)toii>
quedestnm los dieses de Roma,
88S altares y ^iw temflos, que
habían sido ertj Idos Tior les as-
•tepasados romanos. Naáé hay mas
respetable, aúti0uo y eterno que
Ih racoA; si aignna coaa^ si aigana
«opinión es vsfocida por ella, es
-menester reformarla. Solo los
-fanáticos y Jos insensatos, pue-
•«den pretender le contrario.
Sistoiué acusado par un sa-
cerdote muy recomeudttiile lla-
inado Basso, de baber eomelido
Tin incesto, y bolado una monja
llamada Crtftogonis; ló cual sopo
por un criado de Sisto^ Hamado
Pedro. La acusación metíé mu-
«^ho ruido; pero á un sínodo
•compuesto de <;¡ncoenta y siete
obispos para juzgarle, seje dejé
la libertad de que pronuncia-
se su sentencia, y Valentíniano,
emperador, ^e envileció hasta
^l punto de decir que no era
l>ermitido á ningún poder ju^gtfr
<al pontífice. Al punto hizo jura-
*4a»e0to de que era inocente del
crimen que isé te tefHÍttbs» y
aquella asamblea de prelados
vendidos á Sisto, á cuya cabeza
•estaba el mismo Valentiirian#,
-esclavo atfivo de un sacerdote,
pronunció su absolución, y tuvo .
además la bajeza 4e enviar des-
terrado á su intrépido acosa-
dor y de confiscar sos bienes do-
tando con ellos la iglesia (1^
SiSbto hubiese sidoirbsueito en
defecto de pruebas, no nos choca*
ria esta i^ndenacion; pero ^ue
haya sido el acusado, el prevari-
cador,^! culpable y el juez, es lo
4ue escandaliza á todo hombre
que conserve el menor sentí*
miento de equidad- íios dos lira-
nos Sisto y Yaientiníano se da-
llan iñ mano para reinar sobre
los pneMos embrutecidos; pero
Valentiniano se engañó, porque
el sacerdote reinó sobre sos pre-
l^os restos.
León I, PAPA XLVí, 12 fc mofs
tfa440.— Apoderándose los barba.
TOS, como hemos dicho, de todos
4qs pedazos del imperio, refluían
áRoma los Cristianos de todas
■las sectas; pelajianos, maniqucos
nestorianos. León los persegufa
encarnizadamente. Detrás de ^í
tedian salteadores salidos de ios
(1) I suai pñderí anMarono infió*
'ier non del fisto: ma íUlla dk¿M«
(Platmh, Le püt tíf ' PoKttriGt*)
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yelos del Norte^ y tn Roma en-
coolraban db enemigo mas im<*
placable que AtKla y Jeoserico.
Atacóselos, perslguidaelos y se
quemaron sns libros páblica-
mente.
El puebto quedó sorpren^do
en estremo cuando vid los ros-
tros austeros de muchos mani-
queos, porque se le babia dicho
que estos tenían la cara tem ne*
fpra como la de los demonios.
Guando estos pobres herejes
confesaron que no podían creer
que el mismo ser fuese autor
del bien y del mal^ qne su este-
rtor todo anunciaba la pureza y
la continencia, y que lejos de
ier negros como los demonios,
reinaba sobre sus rostros una
palidez que anunciaba el ayuno
y hi penitencia, la mayor parte
del pueblo creyó^ que el papa
los había engatado. Verifícense
nuevas amonestaciones por par*
te de León, quien en sn sermón
del 10 de diciembre añade, qwe
no se encuentra ningnn pudor,
ninguna onpadez, vergüen%a ni
€a$tidad en esta secta, cuya fi é$
lamefñira,^l diablo su relijiom,
$u sacrificio la torpeza, etc.
La vida de León á quien se ha
llamado grande, ha sido oo te-
Jldo de disputas ridiculas, de ca-
lumnias y de perfldias, j mas
que nn pastor humilde y manso,
TOJáO XV.
nmEMo. 153
se vió en él un fanático, cobarde
opresor de todos los patriarcas
que teoian opiniones contrarias
á las suyas, y un adulador de
Pulquería, y M^csimiano, tira-
nos de las iglesias de Occidente.
Los escritores embusteros (1)
dicen, como hemos narrado en
otro lugac, que Attila después
de haber destruido á Aquileya,
Pavía, Milán y otras muchas pla-
zas, se preparaba á saquear á Ro-
ma; pero que León se din jió á él,
y que tanto le conmovió con sus
discursos, que abandonó su bár-
baro proyecto. Curioso -seria sa-
ber en -qué lengua habló León i
Attila, para hacer tan pro-
fonda impresión sobre M espí-
ritu, porque indudablemente nn
salvaje salido de las orillas
del Palus Meotides no ablaka
(t) PTttiaa» en la vi4a deXeonf,
dice lo tigHiente: «Escachó AuiU el
»ditc«rto del buen pontífice f le obe«
vdeció; porque dijo dcspae», que míea-
»lnit León le eiube haUesdo habla
avisto detrae de él doa caballeroe con
•eapadae deaenvainadat eniaa oíaaoct
»q«e le ameiiuaban de mnePte si noobe-
» decía al santo padre; cuyos dos caba*
»Ueros aoipodiaii ser otros que San Pe-
ndro y San Psblo>
HssU aqui el historiador Platina,
l^a tonsurados pueden esplanar \¿ ne«
4icía cosM qnicrao.
20
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154
Di enteadii la lengua rocnaoa.
León I dispuso oIroms eosas
particulares, entre las euales la
q¿ie mas notable nos parece es
que ninguna monja pudiese to-
mar el velo, si no probaluí ha-
ber vivido castamente cuarenta
affos. Disposición es esta que con-
ceptuamos sabia, así como atro»y
orreoda el tolerar y autoriiar que
una }óven inesperta y fanatizada
profiriese unos votos Impruden-
tes que la iban á ligar para siem-
pre; votos que la condenarían á
la desesperación luego que cono«
ciese su insensata lijereza, y
que no le quedaba mas que resig-
narse á morir en una cárcel fa-
tal, que babian autorizado y man-
teínido gobiernos imbéciles y
supersticiosos^ para contrariar
la ley augusta de la naturaleza.
Cuenta el mismo Platina que
en tiempo de León florecierou
algunos boinbref eminentes en
piedad, y que entre ellos TuéSfa-
merco ó Mamerto, obispo de Vie-
ne, quien, como opinan algunos,
por los muchos terremotos que
entonces se senlian , especial-
mente en las Gallas, ordenó las
Letanías. *
León estuvo en el pontiflchdó
veintiún, años y cuarenta y cua-
tro días.
HlLABlO, PAPA XLVII, 19 d$ a-
bril d€ 461.— >Este es uno de a*
qoelloa papas quesotcóeupaa mm
mero lugar en el catálogo de
los sucesores d^ los apóstoles,
pues lo^ único que bizo fué
continuar en los planes y miras
ambiciosas de sus antepasados.
Cuéntaseque edificó en la iglesia
de Letran tres capillas adornadas
de oro y de pedrería, riqueza que
seguramente no perteneció á la
pobreza de los primeros cristia-
nos. Las puertas de estas capillai
eran de bronce con adornos de
plata. En una de dicbas capillas
habla un cordero de oro de doa
libras puesto sobre una columna
de ónice ó agiota. En otra había o*
na lámpara de oro de diez libras,
tres ciervos de plata de ochenta
libras que arrojaban agua en una
fuente, y una paloma de oro de
dos libras^ Hizo además varías
donaciones á las iglesias, de píe*
dras preciosas y alajas, porque el
objeto era enriquecerlas aunque
el pueblo careciese de lo necesa-
rio.— Fué pontífice siete años»
tres meses y diez días. .
Simplicio i, papa xlvui, 18 da
agosio de 468* — Becorrer todas
las intrigas en que este pontífice
estuvo envuelto durante eltíein^
pode su pontificado, sería repro.
ducír acontecimientos narrados
ya. Baste decir que miró de
mal ojo á Odoacro, porque no le
placía semejante huésped en I-
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mi uio
talla, estonrándole para sos oai-
ras ambíciosag. Uq prelado ele-
vado i la cátedra de ÁDtioqoía,
llamado E^vaoa, es asesinado
por hombres que instigara so pre-
decesor. El emperador hace qne
nombren su sucesor en Constan-
tinopla> pero el papa mira esta
resolución con enojo^ porque le
quita Constantinopla á Roma su
preponderancia; j con este moti-
vo escribe al emperador cartas
llenas de asperezas é insultos.
La tirante papal tu^ que ceder
á las circunstancias, y las igle-
sias de Oriente por cierto tiem-
po estuvieron libres del yugo de
Boma.
Feliz iii, papa xux, 19 de mar.
%o de 483. — ¡Cómo cambia todo
con los siglos! ¡gobiernos, relijio-
neSj sacerdotes, dioses! El papa
Félix era bijode un sacerdote
del mismo nombre, y nadie se es*
trafiaba de esto. Desde el princi-
pio de su episcopado se mesiró
•ncamiíado enemigo de la iglesia
de Constantinopla, que sumisa i
las leyes del imperio, observaba
los edictos de los emperadores*
Acacio, patríarea respetable, sa-
bi» qoe toda asociación^ que le-
do cuerpo ecsisteole en^el seno
de la ^socíedad, debe obedecer i
las reglas que libremente ba esco-
Jido ó consentido; pero esla doc-
trina no es la de los liranos^ ni
iMPUio. 155
la de Félh que marchaba por las
uellas de Simplicio. Lanza un
I decreto de escomunion contra
¡ todos los que obedeciesen un e*.
dicto de Zenoo, que proponía le-
yes nuevas á la iglesia de Gons*
j tantinopla y abrogaba el coneili
de Calcedonia. No es esto apro*
bar mas la obediencia á lasVelua*
tades frecuentemente tiránicas
de un individuo llaiñado empe*
rador, que las de ua papa; pero
es mas inconcebible que un hom-
bre colocado i las orillas del TI-
ber quiera mandar sobre las del
Bosforo, del mar Negro y del de
Mármara, queotrohombre cual-
quiera colocado enmedio de los
puebles de estas comarcas. Esté^
pues, cubierto de una mitra, ti&.
ra ó diadema, no es mas que un
ser aislado, un individuo cuyas
órdenes paede desechar Ja na-
clon si le place.
Escribe FéUc á Zenen y i A-
cacio carias llenas de insultos y
amenaias, diciéndoles que de«
Uaa responder á un libelo que
habla salido coa, motivo de pros*
cribir nn edicto, al cual se con*
formaba el pueblo y él no. Los
enviados llegan á Constantino-
pla, y el emperador viendo Mta
audacia los manda prender; pe-
ro Acacio, echándoles en «ara
que se hacían los ajenies de la
tiranía 4e Aoma, consiguió (ue
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156
abandoiiaseii la cansa del papa
y qoe foeseo puestos en H*
bertod.
ConstaDtinopla* rival de Ro-
ma» sostenía so independeocia:
Feliz no se atrevía abiertamente
á condenará Acacio^ y parecía
conformarse con el estado em-
barazoso á que le tenían reduci-
do los bárbaros; el imperio de
Occidente parecia faaber cansa-
do en su caída la ruina de la i-
glesia romana; pero Feliz creyó
levantarla con un golpe de au*
dácía; lanzó un anatema contra
Acacio^ y se lo mandó á decir.
Fué recibida con desprecio, bo-
rróse el nombre del pupa del re-
jístro sagrada^ y le devolvió in-
sultos por insulto. Durante las
pretensiones escandalosas de fio.
ma, muere Acacio, según algu-
nos desterrado. Este hombre a-
menazado, escomulgado eo Ro-
ma^ opuso b firmeza de un hom-
bre instruido, de un sabio, á la
ciega audacia de un Feliz, bár-
baro ya como los occidentales, y
^ue estuvo en la silla pontiflcia
ochos años, opee meses y die-
zisiele días.
Jelíisio 1, PAFA 1.^ 1 1 de tnñrza
de 492. — Yéasé aquí un pspa,
no solamente hijo de sacerdote,
aino de un obispo; el nombre de
su predecesor, borrado con des-
precio del libro sagrado de Gons-
ffttTOniA
lantinopl^, habla sidoresttioido*
por Eufemio; pero Feliz, así
como Jelasio, no le quisieron
jamás recibir en la comunión
romana, porque no había queri-;
do bOrrpr el de Acacio» Esta per*
severancia, ayudada de la fortu-
na, es la <|ue ha ocasionado to-
.dos los triunfos de los papas.
Jelasio, después de haber he-
cho vanos esfuerzos sobre Eufe-
mio, quiso persuadir al senado
y al pueblo romano de que no
debía reconocer á Anastasio
por emperador de Constantino*
pía; lo cual indispuso cruel-
mente á este emperador, y á pe-
sar de la intriga, imposturas y
calumnias de la silla pontificia,
destruyó todas las esperanzas de
acomodamiento y de condescen-
dencia á sus miras opresivas; y la
venganza del poder apostólico,
que Acacio con tanta justicia
liabia despreciado, fué vencida.
Jelasio escomulgó á los dos Pe-
dros, patriarcas de Alejandría y
de Antioquía, á Acacio, empe->
rador, á Anastasio, rey de loa
vándalos, yjeneralmenteá todos
los bárbaros; peno esto no im-
pidió á Teodorico apoderarse de
toda la Italia. Ignoraban que un
sacerdote orgulloso ó faoátioD
quería entregar sus cabezas al
anatema; pues si lo hubiesen
sabido^ la suya hubiera faga*
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4o sa delirio nhlucrAMemente.
Este papa, cuyo espíritu altíira
y osado condena-ba y eiHregabib
á la reprobación universal á
' loa que teniM opiniones di-
ferentes de ftquelfa» que habi»
concebido su delirante cabeza^
era verdaderamente uo bereje;
porque declard en pleno eonei*
lio ea Roma, que en la euearís-
lia no estaba cambiada la nalti-
rale/a del pan y del vino> que no
era m%s que una imájen que se
orrecia á los fieles. Los proles^;-
tantes tienen en Jelasio una au-
toridad suprema para apoyar sus
doctrinas sobre este punto. La
opioionde Jelasio noes aora lo
que hace á nuestro propósito^ I9
úuico que quisiéramos que cuan-
do se perticipa del error y de la
ignorancia común á todos los
hombres, se fuese al menos to-
lerante; y llamaremos siempre
impío al papa que desconozca
el divino precepto de Jesucristo^
qu^ fué la tolerancia.
. Ocup4Í Jelasio la silla cuatro a-
ños, ocho meses y diezisiete dias.
Anastasio 11, papa li, 27 de no-
siembre de A9G.^^k\ principio
de su pontificado escribió Anas-
tasio cartas rouy^ modestas al
emperador Anastasio*, pero des-
pués lleg4S hasta escomulgarlo.
Ea aquellos días de confusión,
da odio^ de discordia y desgracia
rvpRmo. t57
era impostbfe noser hereje. ¿Qué
habla de hacer el hombre razo-
nable?* Caliáliase, ó si hablaba»
si escojia una opinión* sobre la
ntiuralesQ y la mora^ era con-
denado; porque á tanto habia^
llegado la depravación- del éspf»
ritu humano, que casi todo^ es«>
cepto el epror^ fué una herejía.
Todo crimen, toda maldad se
perdonaba, coo-tal de que se cre-
yese en la supremacía^ délos o»
bispos romanos^
Este Anastasio es uttoe de los
papas á quien la veracidad de la
historia puede mas fácilmente
perdonar: fué^ tratado^de hereje
por haber querido suscribir aF
concordato^ Zenon^ é intenta*
do reconciliar á las dos iglesias
de.ConstaiOinopla y de Roma-
Por lo cual dice Platina en la vi-
da de este ponlíftce, «que mu-
•chos afirnvabün que por volun*
Mtad de Dios enfermó Anastasio
«de. repente^ murió: que es-te
«fué el segundo pontífice que tu-
«yo relaciones con los herejes; y
i^que según la opinión de algunos,
«estando Anastasio descargando
«el vientre, se le salió el intes-
« tino recto j murió.»
, Véase la verdad que podrá ha-
ber, en muchas historias cuando
ni aun pudo saberse de qué mu-
rió un hombre tan visible como
un papa.Solo lo fué Anastasio na
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168 BltTMU
«fio» dies mesM y Teloticoalro
tUas.
SllfHACO^ PAPA LII, 22d» M-
viembtede 498«— -La elección de
este papa está marcada ceo^l ase-
sioatoylá mortandad. Anastasio,
emperador de GonstanHnopla,
^bla mandado distribuir oro al
«lero romano para encontrar
iiuien pudiese ratiftcar el con-
cordato qne ecsbtiade discordia,
y dar en fin la paz i las ¡silesias
4e Oriente y Occidente. Guando
^1 crédito, los medios y el poder
-ge emplean solo para aerificar la
tinion y la concordia ^ntre eve-
«nigos encaririzados, el mundo
•debe estar reconocido á aquel que
tan buen uso hace de aquellosme-
dios.Simmacoraé nombrado papa
por unos, y Laurencio por otros.
Aqui tenemos dos papas que pre-
'tendenser lejitimamenteeiejidos:
«entonces loados partidos se bus.
can, se amenazan, se acometen,
"y los asesinatos pébKcos y paii?i«
*eulares y todos los. orrores de
«tía guerra atroz, dvil y^elijiosa,
se emprenden en el nombre
del Espíritu Santo que liabla
•iluminado á los electores; t!l ele*
•ro, juntamente con el senado y
^1 pueblo, se dividieronc Fesloy
Provino, senadores muy p«HÍero.
aos, y Pascasio, diácono de la i-
^lesia romana, hombre muy cé-
4ebre ^kmt su erudición y por la
austeridad de su vida, estaban
por Laurencio, según relación dé
Teodoro^ de Nicéforo, de Paalo
y de Anastasio el bibliotecario.
Para aogar este sangriento
cisma, los dos partidos convinfo*
ron en recurrir á Teodorira, rey
de los oitrogodos , que ha*
bia invadido á Italia, y quo
por entonces sitiaba á Rave*
na. Teodorico se decidió por
Simmaco:; pero las antorchas de
la discordia que atizaban á Ro-
ma no fueron apagadas. Simma-
co fué acusado de crímenes e-
normes por Festo, Provino y
Pascasio, y las pruebas apare-^
ciaron tan claras que fué despo-
jado de todos los bienes de la
iglesia, y se pidieron á Teo-
dorico fuerzas para apoyar su
depoéÜcion. Sste rey que llama-
ban bárbaro, viendo «I odio y
el furor cOn que se destrozaban
los cristianos, y la guerra san-
grienta é irreconciliable que se
liacian los dos partidos, fastidia-
do de estas disputas implaca*
bles, los separó á ambos, y puso
en su logar á Pedro, obispo de
Attino. Aquí tenemos tres papas
á la vez. Eoitonces de una y otra
farte fué orrible y cruel la car-
nicería. Kicéforo y Paulo, dii^
cono, refieren que la mayor pnr-
t§ de los sacerdotes y on aúme*
ro 'inmenso de ciudadanos ro»
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MI tAlO
»aiio6 fueron atesiandot» la san-
gre corria por las calles de Bo-
ma; y añade Sabélico, que lia
vírjenes sagradas fueroo* vloI»>
das y degolladas. Las ^oscri^
f iones de Infarto y Syla oa fcn-
ron mas bárbaras.
¿ No debemos lodignArnes
cuando vei¡nos que después se
da por EunoJio, historiador, la
corona del martirio á los que en
sn delirio ecsecrable hablan pe*
recido por la causa de Simma-
co? En flii» un sínodo reunido
bajo la influencia deSimmaco,
lo restableció en la silla ponti-
ficia^ y y<^ en otro lugar acaba-
mos de decir que este papa, a-
tusando de la autoridad é indi-
ferencia de Teodorico acia las
disputas relijiosas, hizo declarar
por un concilio, que la santa
sede hace impecables á los que
la ocupan^ ó mas bien que Dios
no permite subir á ella sino á
los que hade&tinado para santos.
Simmaco fné papa quitice a-
fios> seis meses y veintidós
dias*
HoaMiSDA,PAPALni, 2(i de julio
tfe514.«— De este pontífice no hay
que decir sino que continuó per-
siguiendo encarnizadamente á
los pobres maniqueos, entregán-
dolos á toda clase de suplicios,
autorizándolos con un sínodo,
que dice Platina reunió á instan-
nmntfo. Itt9
cías de Téod^iiros pero esto no
era^ neeesaaio, puea bastaba Bbr«
mtsda para eilo^ mandando quo^
en la puerta de San J<uan de Le*
tran se quemasen nueTamente
todos fos libros encontrados de*
los dichos maotqueos*
Hizoá varias iglesias donacio-^
nes de consideración además de
las mnehas que le regalaban
Clodoveo, rey de les francos, el
emperador Justino y el rey Teo-
dorico^ porque* entonces ya no
era aquella pobre iglesia del e*
Tanjelto,^ que rivia en subterrá*
neoS'^ necesitaba oro y aspleo-
dor, quedando la mansedumbre
y pobreza únicamente en el tea*
to de la doctrina de Jesucristo .
Este papa lo fué por espacio de
nueve años y dieziocbo dios.
Juan i, papa liv, 12 da agonto
de 523. — El fanático Justino,
emperador Je O^nstantinopla,
perseguía á los arríanos con una
bárbara demencia; y Teodorico,
rey de Italia, tolerante y mas po*
líticojlos protejia. Sabeel trato
tiránico que les da Justino en
todo el Oriente ; indígnase
de ello, y envia al obispo Juan
de embajador á Gonstantinopla,
no queriendo confiar á nin-
gún otro lo que meditaba. ^
Encargó i Juan dijese á Jus-
tino que si no cesaba en la perse-
cución de los arríanos, trataría
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lio
46l mitmo iBodo á los tatSHcot
de Italia. Joan, en la apariencia,
•admitió el mensaje^ y Teodoríco
pareció obtener lo que pedia.
El motiro que decidió al obispo
de Boma átcepUr dkba embaja-
da, fué por querer derribar la
autoridad poco segura todavía de
Teodoríco, por medio de su pro-
pio poder en ItaKa y el del em-
perador unidos. Este recibió de
Jiian la corona 1mperi(fl, aunque
el patriarca de Constantinopta
ya se la babia colocado en la ca-
beza* Semejante acto paretió
aospechosoá Teodoríco por par-
te de su embajador. Sabiendo a-
demás que contraviniendo á su
«misión, coa! ^ra pedir la 4ole-'
rancia con los arríanos, baUa
pretendido purificar sus iglesias
y consagrarías de nuevo al ígnito
catóKco, resultando de todo la
trama^ de arrebatarle el poder,
lo hizo prender en Ravena, y lo
-encarceló como aun conspira-
dor, segnn dejamos refejrido en
la pajina 143 de este mismo vo«
lámen«
Los escrítoreseclesiásticos ban
hecbo un mártir de él^ pero si
el fana^smo, la vanidad, la am-
bición y la perfidia son méritos
para ganar la celestial corona
concedida á los mártires santos,
el papa Juan, que tuvo la silla
por dos años y ocbo meses, de-»
be ooupar un lugar preferenle.
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DEL BAJO IMPERIO.
161
A"
CAPITULO II.
f
^
j^Mi^TLSil^ 9 IlIÍDPEIB,^in)OI^
<Año 491.)
Paramento de Anastasio. — Bctralo de Anastasio, — AuSas de Jastino. — Gue-
rra con los sarracenos y búlgaros. — lovasíoD de Cavades, rey de Persia, en
Armenia. — Sitio de Ainida por Cavades. — Alianza de Anastasio y Clodo-
Teo ) y consulado de este. —Guerra de relijion. — Conjuración de Viialiano
y sitio de Constantioopla.-^ Muerte de Anastasio.
H.
Lemas dicho en el capftnlo
anterior que Ariadna^ mujer del
emperador Zenon, aprovechán-
dose de un momento en que
estaba desmayado, le mandó en-
terrar vivo, y que oyéndose sus
gritos fuera de la bóveda no
permitió que le abriesen. Algu-
nos dias después lo veriflcaron,
y se observó que se había comi-
do la carne de los brazos. Esta
orrible maldad inspiró poco es-
panto^ yaporque se afectase du-
dar de ella, ya porque se creye-
se que aquel tirano merecia tal
mujer y tal muerte. Zenon mu-
rió en 491, á los sesenta y cinco
años de edad y dieziseis de rei-
na do.
TOMO XV.
Aríadna, y su ministro el eu-
nuco ürbicio, al dar muerte á
Zenon, tomaron todas las pre-
cauciones necesarias para reem-
plazarle. El senado, sometido
ó entregado á ellos, elijió á A-
nastasio, que ejercia el empleo
de silenciario. Pero como se le
acusaba de ser favorable á las
erejías de los maniqueos y eu-
tiquianos, el patriarca Eufemio,
antes de coronarle, le hizo ju-
rar por «scrilo su adesion á
la doctrina del concilio de Cal-
cedonia: firmó este juramenta,
y los pueblos del imperio, acos-
tumbrados á mudar servilmepte
de yugo, supieron sin admirarse
que Zenon había caido del tro^
21
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162
mrroftiA
no, y qoe su dueño actoal era
aoies uo airvieote de palacio.
Retrato pe ANASTAaio. — A-
naslasio^ que tenia aesenta años
de edad cuando ascendió al Iro-
00, DO fué célebre ni por grao«^
des vicios, ni por grandes vir-
tudes. Nacido de una familia os-
cura^ su belleza, que es on mé-
rito en las cortes, fué causa de
su elevación: uno de sus ojos e-
n azul j el otro negro. Su ca-
rácter presentaba la misma irre-
gularidada se le vio sucesiva-
mente ser osado é indeciso, a-
varo y liberal, tolerante y per-
seguidor.
Decia muchas veces qee la
razón de estado lo disculpa to-
do: mácsima de muchos princi-
pes perversos para cubrir sus
maldades con el velo del inte-
ré\público: felizmente sos ac-
ciones fueron mas jenerosasque
sus doctrinas. Desterró á los de-
latores, respetó la justicia, abo-
lió el uso bárbaro de los com-
bates del circo entre hombres
y animales; en fln, libertó al
pneblo del tributo oneroso im«
puesto sobre todas las produc-
ciones de la industria, y aun so-
bre la mendicidad, y que se lla-
maba criiajiro.
(.onjino, hermano de Zenon,
aspiraba al imperio, que sus vi-
eios hubieran desonrado: los i-
sauros sostuvieron su preteo^
sion, y ^sta guerra civil difró
seis años. Los jenerales de Anas-
tasio vencieron mochas vecea
al enemigo causándole grao ma-
tanza. En fln, siendo cónsules
Juan el scpta, y Juan el corco-
vado, fueron los isauros com-
pletamente vencidos, y Loojino
preso y^ degollado.
AzaSas de jusTiifo. .— En esta
guerra empezó & elevarse Jos-
tino, aldeano oscuro de Tracia,
que poco tiempo después ascen-
dió al trono. A la edad de veinte
años dejó el arado por uir de la
miseria; y seguido de dos com«
pañeros llegó á la capital solo
con una alforja y uo bordón.
Todos tres ae alistaron: León,
agradado de su alta estatura^
los hizo entrar en su guardia.
Justino era ya capitán en la gue-
rra contra los isauros. Cometió
una falta de indisciplina, y el
cónsul Juan el corcovado le
condenó á muerte: ya la segur
estaba levantada sobre su cabe-
za, cuando Juan, movido poruo
sueño según onos, ó por una a-
paricion como quieren otros,
le concedió su perdón. Su valor
. le granjeó el afecto de los Jefes
y la benevolencia del empera-
dor, y fué sucesivamsQte e le-
vado á las dignidades de sena-
dor, jefe de los oficios y patricio.
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ML BAK>
GrSBBA. CON LOS SAMACClfOS T
BüLGAiiós*— <499)Lo«sarFaoeiioe
que lorbAbao «nlonces la traa-
quiiidad del imperio coo sos co-
rrerías y latrociirios, y que des-
pués le fueron tan funestos
cuando una nueva relijion aña-
dió el ardor del fanatismo ¿ su
pision por la guerra, acometie-
ron con poderoso ejército la pro-
▼incia de Siria. Romano, gober-
nador de Palestina, los venció y
obligó á retirarse.
Anastasio fué menos feliz
contra ios búlgaras que hablan
|>asado el Danubio. Aristo y el
conde Nicostrato^ al frente del
ejército de Iliria, les dieron ba-
talla y la perdieron: espantosas
devastaciones fueron el wsulU-
do de esta derrota.
IHVASION BE CAVAD]», BET M
PBRSU, EKAKMEMIA. — (SOI) Ls
peste y el ambre despoblaren
4ina parte del Asia. La Persia,
•atacada incesantemente por las
tribus del Nerte^ estaba destro-
zada por las -discordias civiles^
Poroso fué muerto en una bata-
lla contra los hunos: Volojeses,
su hermano, le sucedió; y Cava-
des, su hijo, quedó en reenes
^ntre los hunos victoriosos. £1
üuevo rey despreciaba el culto
4e los mogos: estos sublevaron
*ei pcieblo contra él, le sacaron
4osoJos y le ppivaroo -de laco-
npBiiio. 163
row. Ga vades le heredó y reinó
€omo un tiranOi
Sus embajadores vinieron á
pedir al emperador Anastasio los
subsidios que Zenon babia pro-
OMtido. El avariento emperador
prefirió el dinero á la pai^ y di«
jo que solo se habia prometido
UB préstamo, no un don. Rom*
pióse, pues, el laco que unia los
dos imperios; y €avádes difirió
su vénganla, impedido por otros
sucesos. Quiso obligar á los ar-
menios i abrazar su culto: estos
lomaron las armas, degollaron á
los magos, y vencieron al ejér«
ےto persa. Las crueldades de Ca*
vades le hadan odioso: su ingra-
titud & un Jeneral que Je habia
salvado la vida en una batalla, y
á quien hizo morir, escitó el fu-
ror de los grandes del reino: de-
pusiéronle, encerráronle en una
prisión y elijieron por rey i Za-
maspecio. *
Sino mt AMinA poa cavaiics.
—^503) Bien pronto Gavádes, H-
bertade por el valorde su mujer,
se refujió al pais de los hunos,
que ie dieron tropas y le resta-
blecieron en el trono. Bespuet
de haberse vengado con cruel-
dad de sus vasallos rebeldes, de*
claróla guerra á los romanos,
entró en Armenia, la devastó y
puso cerco á Amida. Después de
dos^Mltosinútiles fiíijió r^irar*
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164
86» voItíó en la ooche y penetró
én la cindad por la neglijencia
de los defensores de an fuerte,
que se babian embria^dp. O-
clienta mil habitantes bieron
posados á cuchillo, y todos, hu-
bieran perecido á no ser por el
▼alory el injenio de un sacer-
dote anciano. «Sefior, dijo á C&^
»yádes, un gran rey mancilla su
»gIoria degollando á los Tenei-
»do8.»— «¿Y por qué, le rcs-
»pondió e} rey, han cansado mi
«paciencia con una defensa tan
»ostinada?»— £1 Yíejo replicó:
«Porque Dios ha querido eonce-
»der esta victoria á tu vaJIor y no
»á nuestra cobardía.» Esta res-
puesta altiva, tanto como lisoo-
íera> desarmó al vencedor. Anas-
tasio envió contra los persas un
poderoso ejército, mandado por
Areobindo, hábil jeneralj pe-
ro le dio por colegas á Hlpacio y
Pi|trij, dos cortesanos que envf-
diqsos de su glorio, jemían su
triunfo aun mas que el del ene-
naigo. Le hicieron, pues, trai-
cion, y dejaron sorprender y
• destrozar el ejército por los
persas.
Cavádes, después de una ten-
tativa inútil contra Edesa, se
VIO obligado á retroceder por los
movimientos de Areobindo. A-
nastasip no pudó recobrar á A-
mida» Asustado de la procsimi-
BI8T0I1A
dad del ejército godo que ama»
nazaba la frontera de Iliria, hizo^
pa« con Cavádes, ó mas bien la
comprór el persa restituyó á Ai»
mida poi* un tributo de once mil
libras de oro.
El emperador^ librede este e*
nemigo^ reunió todas sus fuer-
zas para oponerse aJ ejército qua
Teodorico enviaba álliria baja
las órdenes desn jeneral Pitria.
Cuandaestnvieron en presencia
unos de otros, el jeneral de los
godos, viendo al enemigo supe-
rior en número, para animar á
los suyos, se pone á su frente y
es<?lama: «Comi^añeros: conocéis
»el valor de nuestra monarca> y
»los enemigos también. Probad-
»le que sois dignos da él. Aun-
•que ausente, os está viendo:
^marchad y pelead: ninguna de
^vuestras acciones se ocultará á
»su vista.» Los griegos fueron
completamente derrotados: Pi-
tria proiWÓ despojar á los muer-
los, y mandó dejar en el campo
de batalla las armas y los caba-
llos como trofeos de la victoria.
Alianza DB ANASTASIO y clodo-
VEO, Y consulado OR ESTE. —
(508) Anastasio veia que las le-
jiones, ya sin vigor, no basUban
para la d¿ft$nsa de su capital; y
así, mandó construir á trece le-
guas de Gonstantinopla una mu*
ralla de veinte pies de grueso^
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DCt BAJa Í^PKRKK
165
flanqu«a<la con tor re«, y que se
estendia por el espacio de trece*
leguas,, desde la Propónlide al
PoQlo Euxino-, — señal de Druse--
ría y moQumeDlo de Qaq^e/a y
de luja.
No pudiendo luchar contra el
jenio y la fortuna de Teodorico,
solicitó una venganza sin gloria,
y viéndole ocupado en pelear
contra los franceses, envió á Ro-
inanocon un cuerpo de ocho ohI
soldados para que saquease la
Calabria y las costas de Italia». Al
misino tiempo dio el título de
cónsul á Clodoveo, que quitaba
la Galla para siempre al imperio,
é hizo que los embajadores pre-
sentasen á este principe una tú-
, nica de púrpura y una corona de
oro, creyendo escitar de este
modo irreconciliable aborreci-
miento entre él y Teodorieo.
Clodoveo despreciaba al débil
emperador de loa griegos-, pero
como los recuerdos de Roma y
el respeto á las dignidades roma-
nas estaban aun vivos en la Ga-
Ua, el rey de los francos, para
hacer mas venerable su auli»ri-
dad á los pueblos canquislados,
recibió eo la iglesia de San Mar-
tin de Tüurs aquellos ornamen-
tos, y aceptó el título que pare-
cía sancionar su poder y lejiti-
mar su conquista*
. El emperador no acertaba
mejor á matitener la tranquili*
dad interior que á sostener la
^oriü de las armas imperiales.
La piision délos aiRiguos griegos
á las carreras de carros no habia
caído con su libertad; antes bieiv
\w liübiattconvunicado á sus ven-
cedores. Casi indiferentes ya á
lag.loriade las batallas y de I*
tribuna^ no ambicionaban coa-
ardor sino la- del circo; y al mis-
mo tiempo que veían sin alte-
rarse á sus jenerales y cónsules
desterrados, mutilados ó prisio-
neros, ó á sus príncipes envile-
cidos, asesinados ó destronados,
abrazaban con ardor el partido-
de los cocheros de la facción ver-
de ó azulj y arcostrando enfure-
cidos las espadas de los soldados,
la autoridad del príncipe y la vor
de los majislrados, mudaban
muchas veces el teatro de los
jue;ijOS en campo de carnicería.
El emperador, arrastrado por
el torrente de la opinión, come-
tió la falta de tomar partido en
estas sangrientas y despreciables
querellas: la facción opuesta á la
que él protejia, escitó muchas
sediciones que su presencia no
pudo contener: algunas veoes
fué insultado y perseguido á pe-
dradas, y tenia que encerrarse
en su palacio.
CüNlüRACION DE TITALUNO t
SITIO D£ CONSTAMINOPLA. — ^(ülG)
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106
imrrmu
Las querellas ,teo15jícM liablan
'•osamgrentado luaeba» ireces la
iglesia, «oemtga de la sangre;
pero ana oo se conocían las gue*
Tras de rettjion. Este otcMe te-
rrible que tantas bocas cristia-
nas han deplorade con elocuen*
cia, debia nacer del Tanatismo
de las sectas y de la ostinacion
de los partidos de las preocu-
paciones mas contrarias al e-
\anJeliO9 y de las pasiones mas
Tuneslas á la sociedad. Vamos á
^er erejempk). Anastasio favo-
recia á los eutiquianos é irríla-
ba á los catÜFlicos tfuyo zelo era
sieaipre áspero y salvaje. Los
papas babian escomulgado á A*
eacio, antiguo patriarca de Cods.
lantinopli» que se babia comu-
Bicado con los prelados orejes»
ó sospecbosos de erejía. La con-
denación de Acacio babia llega-
do á ser una prueba necesaria
"de catolieismo, como en otro
tiempo la condenaeion 'de San
Atanasio lo fué de arrianismo.
Anastasio estaba indispuesto con
la santa sede porque reusaba
suscribir á su voluntad, y aban-
donar elAandltcd delKenon.^Que-
'ria que'no se. inquietase á nadie
con motivo del concilio de Cal-
'cedonia;:pero se respetaba poco
su voluntad; y cuanto menos se
respetaba mas ^e esponia á los
^Ipeide una aulo^idad^absoUlt*.
Tin dia eiiv^a i pedir al pa«-
triarca Macedonio el acta por
la cual, al ssbtr al irono, se lia-
ría obligado á mantener la fé
del concilio; acia que decia re*
bajar la majestad imperial. Ma-
cedonio rensa entregársela; «I
emperador disimula por algaa
tiempo^ y en fin transfiere á
los eutiquianos el derecho de
asilo, que gozaba la iglesia de
iRacedoifio. Entonces se inflama
^1 espíritu de sedición. Veinte
mil Trailes acudieron de Siria
para derribar la silla del patriar*
*ca, y otras tantas lejtones se ar^
marón en Palestina para deten*-
derla. Insáltanse hasta en el san*
tuario. Anastasio bace arrebatar
las^ctas del concilio de Calce-
donia, que reusaban entregar-
le, y las despedaza y arroja ri
fuego. Macedonio, acusado de
crímenes infames por dos im^
postores^ se justifica probando
que es eunuco, Sin embargo en-
'irióscle á un destierro en donde
murió.
Las sediciones aumentaron en
violencia cada dia. El empera-
dor Hsra siempre htsnitado pú*-
blicamente como ereje; sus es-
tatuas fueroá derribadas: un
fraile y una monja que gozaban
de su confianza murieron i pu-
fialadas , y sus cadáveres fueron
arrastrados 4>or ka calles. Loa
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MI MÍO
golpes de rigor aameóiabMi H
rabie popular.
En fio, Yitaliaoo^ niet# de
Aspar, creyendo útiles á sa uú^
bicion estas discordias, se adU
rióá la causa'de los católicos,
armó i lodos los descontentos,
derrotó sesenta mil hombres
qoe Anastasio enrió contra él,
forxó el paso de la grande mu-
ralla (1), y «campó Juntó i lo»
muros de la capital.
Hipacio, sobrino y Jeneral de
Anastasio, babia sido ecbo pri-
sionero. Yilaliano le traia en so
ejército metido una Jaula de hie-
rro. Cirilo, que le sucedió, logró
algunas venlajas, y obligó á Yi-
laliano á retirarse*^ pero después
fué sorprendido por el enemi-
go en una casa de prostitu-
ción, y hecho prisionero y dego-
llado.
Yilaliano sitió á Gonstantino-
pla. La discordia reinaba en es-
la ciudad, y se hubiera apode-
rado de ella á no ser por la ha-
bilidad de un físico de Atenas
llamado Proclo (diferente del¡
(I) Esleodiase etU desde et Pon-
to Euxino á U Propóntide, eo an es-
pado de cuttrocieoloft veíate etudioa,
ó tCAB dtf siocbo legaM, tparUda an»»
ireee legua» de ConsUntinopli; tenia
Temte pi^tde aacho y estaba flanqueada
df torres. .
itiFmio. 167
filósofo pfetónteo* coyaa obrae
siibsisien)v qu^ renorando lo»
prodijios de Arquímedea, des*
truyó las máquinas de guerra d#
Ibs ftiMadores y abrasó su arma'»
da ron espejos ustorios ó con pól^
Tora inflamada compuesta dé' a-
znfrer la guardfa ífnperial,.apro^
Techándose del espanto causad!»
por aquel desastre, sale de la
plata, se arroja sobre los sitie*
dores, eslermkia una parle de e-
Uos, auyeiita á los demás,, y o-
bliga á Titaliano k dar liberUd k
ttipacio y á pedir la paz. Anas-
lasio la concedióy. prometió ser
orlodocso, y conlinuó persi-
guiendo siempre á los católi-
cos.
JÍCBaiB ra ANASTASIO.— No
gozó mucho liempo 4el reposo
que le concedía la sumisión de
Yilaliano. Supo que un cuerpo
de bárbaros, habiendo pasado el
Danubio, talaba ¿ Macedonia y
Tesalia, y estándose preparando
para pelear contra ellos, murió
á los ochenta y siete afios de e-
dad y Teintisíele de reiuado, se-
gún unos herido de un rayo, y se-
gún otros cayó demente por cas-
ligo díTino.
Fué eslimado por un buen
príncipe atendida la prudencia
de sus leyea y la suaTidad de su
gobierno. Su aversión á los ca-
tólicos hizo que el papa le borra-
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168
B18T01tI|L
se de los 'díptlco8Xl>, y Nicolás I
en iKHi de sus cartas^ lo com-
ptfra eesajeradameDte á los Ne-
rones y Dioclectanos. £l po-
pulacho tDdecente de Conslan-
tinopla, ariíado por sus enemi-
^, perturbó sus funerales con
insultos. Fué «nrperador media-
no;, que vivió y reinó sin gte-
tia ni oprdbio. »
Conveniente es repetirlo con
frecuencia: la ignorancia de los
príncipes en* materia de rcHjioii
les hacia cometer faHas enor-
mes y f ata tes, pero lanto menos
escandalosas cuanto que la di-
Vision ajitaba al episcopado. Sin
^sfta división, que escltaba la
incertidumbre en los ánimos^ y
que inflamando el ardor de ia
tontroversfti, alejaba necesaria -
tnente el esítndio y ejercicio dé
la morarse hubieran cojido en
ípaz los frutos divinos del cris-
tianismp« ¡Qué idea tan sublime
y consoladora daba de la diviai-
tlad! ¡qué confianza en su justi-
cia y su misericordia infinita!
jqué estimulo para las virtudes
(1) Lot dípticos ^«n una espccfe
^erejUtros públicos. Los habia profa-
nos ^ sagrados: en los prímfros se
'itucribian los nontbres délos cónsules
y de tld» Tiia}istrados^ «eo lot otros los
'^e Us personas de oonsideracion por
^íenet se deb» qrprr en ei iaci:¡fici9. ..
admirable^! la relijipn Inspira-
ba desprecio á las vanidades te*";
rrestres, y zelo por- los det>eres
de 'la humanidad; inspiraha ^I
odio al vicio y ta jndnl)eBdi|
para la debíKdad' del prójimo,
una paciencia invencible en la
desgracia^ y una compasiva boB«
dad con losiarelices; en una pa-
labra, era un manantial de tierna
caridod y de valer heroico. La
r.elijion debía perfeccionarlo to-
do, santiiQcario todo, hasta en la
vida común y social. ¿Por qué,
pifes, tantos escesos y extravíos
bajo pretesto de relijion? Porque
la erejía, reproducida bajo mil
formas diversas, no cesando de
alarmar la fé con sutilezas y so-
fismas, absorvió en la disputa ca-
si toda la enerjía de 'las almas.
La disputa énjendró les odios;*
de los odios nacieron los escesos:
y cuanto mas én palabras y en
cabalas se enredaron, menos
fuerza y acción tuvieron las vir-
tudes. El ejemplo de los buenos
obispos no se scguia por la mul-
titud. Apoderóse de Jos prínoi*
pes y de los pueblos un vértigo
casi jenerah la iglesia fué des-
pedazada; el estado lleno de di-
sensiones. Y ved aqui una de las
principales causas de hs calami-
dades que la historia pondrá
continuamente á nuestros <^os«
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im
tm
CAPITULO ItL
SnaSM^O^ WBS>1S&LMÍ1^
<AoS18.)
PreUosioaes de Amtncio aíl 'po3er. ^-Ekcdoa ^e Jostino por ^1 .ejércho.-«>
Administración de Proclo.-7-R#tr«io de Lapido* » .fior N^renombre Eide-
miju — Sedidoo de 1m íaecionet del drco. — Betdrdeoes de la &cdott «aid»
—«'Primeras empresas de Belitario. ^— £BDÉba|ada y muerte del papa JoaoL
' — Deigrada de Boecio j de Simmaco. — Condenación y muerte de Boedo.—
Muerte de Simmaro. —Muerte de Teodorico. — Rejencia de Amalasqnta. —
«Atalarko, vey de Italia. — 9aslinianOyeiiiperador.—- Muerte de Justino.
p.
UTBNSIOirSS DE AHAVCtO AX
YODBR. -^ Anastasio no dejaba
nao parieotes qae ti^es sobrinos
8in tálenlo ni influjo^ que no
inspiraban confianza ni temor
á níngnn partido^ y que fue-
ron olvidados laego que su tio
•dejó de Tivir. £1 eunuco Aman*
CIO, ministro de Anastasio, go-
bernaba el estado en los iiltiinos
^afios bajo el nombre de su se-'
flor. No atreviéndose á aspirar,
al imperio, quiso comprarlo pa-
ra otro, y elijió para ello al pa-;
tricio Teócrió, de cuya amistad
y carácter apotado esperaba que I
*lé conservaría en el poder. £n- |
TOMO XT.
t(arg& á Jusfino qu^ 1é ganase
los votos de los senadores, de las
tropas f del iraebte. Justina
mandaba entonces la guardia-, y
come en los paisas sujetos ~at
despotismo la fuerza destinada
á defender el trono es común*
mente la que lo usurpa, el am-^
Ucioso armado para apoderarse
de la corona, ne tiene que bacer
mas que esteader la mano á
ella.
Justino era ^n aoldado de
fortuna, nacido en Tracia en la
miseria, que ne áabia leer ni e#«
cribír, pero era católico celoso y
sobrado intrigante para suplan»
22
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tTO
tár á sos rivales: edocfdp en
los campameotos, se babia ad-
quirido el afecto do tas tropea^
siendo participe de sos riesgoa f
fatigas: le amaban por su ?aIor>
$u foerza, su mirar oMijestaoso^
au tez encendida, su vida de a-
venturero^ y asta por su prose-
ra ignorancia. Serviaso del oro
que le prodigaba Amaikdo» p»ra
hacer grandes regalos k los oO-
ciales» á loa principalea^nado-
res^ al pueblo^ pero no solicita
ansvoipaaiqopfiaaAf oaiamo^ J
con mi aaeaüiBMeolo ctsiiioáDi*
me le etijierdn emperador.
El conde Hmn fué ujao 4e loa
aspirantes á la corona*, pero su
partido, demasiado flaeoy no pu-
do impedir ni aun retardar la
eleceioo. Eli ii» momento «ñ^,
queel iiifiria^taba «coioeüda
líelos hérbaaoa for todaa partes»
parecía »ecea#rio el nombra-^
mienta de un emfieradpr belíeo-
so. Juatíoo deb&a ao ftMrlfma á
su^ aaa&as*, pero cMnda aabtó
al trono l(^ia sea^iU y^aabo*»*
floa»ybi veiea babia ffeafríMk^
SI» valor* 8i el oiiaro em^eriador
carecía de Naces, eoseía ¿ lo m#^
nos la áuflciente intriga j el co-
nocimiento de los hombres, para
sacar partido de ellos. Como la
ciencia militar ora la única que
habla estudiado^ se encargó so*
lamente de la dirección del e*
l^rcíto,. y eneomendd el goMé^
no del imperto al cuestor Pioclcv
hombre integro, de esperieocia»
sabio y Jeoeralmenle estimado.
Lupiciua, mofer de Justino^
babia sido esclava;, despoea aa
eoocubhia, luego sn eaposa, j
en fin emperatrtzr para bacer
olvidar su orijeo mudrado sa
ncAnbre, su marido le dio el do
Alia Bfarcta Eufemia. Nada do»
bió á la educación; pero la na*,
luraleza la babia dotado de vfar*
Ittd, prudencia y bondad^ No
iuvo hijos, y asi e( emperaitor
fijó su afecto en 9a sobrino Jos«
tino, que &«la aazoa tenia treio*
ta y cinco uffos.
E^te príncipe^ cuyo reinado
fué después taa glorioso para el
imperio^ nació en el país llaan-
do antfguMíiente Itoia» y hoy
Siilgarii» S«i padre latok^ na
aldeano, s^ m%dre se Uamnbn
BigiMria^y éi ieoia el nomhn
de Upraoda. Estoc vocablos bar*
baroa eran iocómodoa é la ve-
iiidnd'|[riega, yae nnidaroa en
loaée jSibMiP, YijUaiicia y Jas*
liaiaoo; y asta la aUea de Tam*
riaiao, cercana á Sárdtca, doodo
tuvo su nacimiento, se enno-
bleció con el nombre de Tetra*
frijla.
Justino, asegurado ya en el
trono, sedeclaró protector de loa
católicos: el pueblo le apiandld
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má9o
como ávtt mMfoComtintiiio, y
dio á stt esposa el sobreaombre
ét Elena.
El clero católico» opresor des*
de qae no fué eprimído, persi-
guió k los arríanos, nesiorianos
maniqueos, ecsijió que se esclu-
yesen á los erejes de los em-
pleos, y lo mas absurdo todavía,
se les alejó basta Ael servicie mi-
tltdf.
* £1 emperador eterlbló al papa
para ser admitido en sn coma-
irion; lo que no logró sino á cob«
«dicion deque el patriarca Joan
enatematlzaria á Acacio, Eufe-
mio y Mtfcedonio, sus predece-
eores.
Un legado vino á Constaniino-
pía: el emperador lo recibió eoa
grande eneren el senado, y las
iglesias griega y latina se recen-»
ciiiaron momentáneamente. Se-
ipero, patriarca de Antioqu<a>
sostenía aun á los herejes: Yila-
UaDo4a?o orden de deponerlo y
d^ bacer que le cortasen la len-
^a: el proscrito se refnjló a|
palacio de Timoteo» patriarca de
Alejandria, que «on el favor de
un partido numeroso se bnrlaha
^ la» órdenes de- la corte.
Amaacio y Toócrito, «uyos
proyecies amMoiosos echó per
fierra la elevacieo de fostine,
Ibrmoron osa coasp^acioa: fué
^MN^obtoPte^ leócriie ^reee y
nstmie. 171'
muerto, y Atiinele deiterrado á
Sárdica^ ün rival mas temible e*-
ra Yitaliano, principe beredita* .
rio de la Scitia meter, nieto de-
Aspar^ Jefe de los godos ausilia-
res y bábil jeneral. Entonces
mandaba «n ejército^ y no era
posible olvidar que poco antes*
baUa sitiado k Gonstantiaopia y •
hecho temblar al emperador en
su palacíou Su celo por la fé ca«
tóliea le había granjeado el t(tu-.
lo de ortodocsoque le dieron los
sínodos de Tire y Apamee. No e«
ra seguro emplear la fueria con*-
tra un hombre tan poderoso:
engatáronle, pues^ para arrui»
narie; y la venganza le llamó á
la corte con la máscara fementi-
da ée la confianza y de la am¡s«
tad. Justino le cc^móde ooo-
res y dignidades: Justiniano le
Juró una amistad fraternal, con-
%^rir etíe jurumemh comulgando
€(m él, le convidó á un benque^
te, le bizod^oilar, y acanchó con
esta atroz alevosía el primer esca»
ion por el cual ascendió al trono.
StniaoK w LAS pácgioiies hbl
cinco — (321) El furor de lasfac^
cienes del circo ensangrentaba
diariamente á Gonstantinopla^ y
«aneaba en todo el imperio des^
órdenes orribto». No eraa ya las
solemnidades, las pompas de It
Grecia^ embelletidas per une ri«-
suefta mitelí^ en que tedee
■>ÍK.
Kñ
-^^i DigitizedbyVjUCjgle
h» éroeft^ prlkMi]p66 j pueblos rU
TtJes dcpoaiaD sos odioa y sos
armas para dispiMar pacífica*
naote una palma gloalosa. GjiaiH
do Boma adoptó el uso dp his>
carreras de carros, la severidad
de sus costumbres uopudoper^
mitir que la gloria && los cóqsik
les, seuadore^ y patricios se es*
pusiese eo la-ar^paé las nnr-
muradoues y aplausos de la
ineonstanie multitud. Oscuros
cocheros, destinados áklos plaee^
res del .pueblo,, disputarou solo
el premio do los certámenes; y
se les dtotiogaia^ coa los eolor
res eucaraadcv blanco,, verde y
azul. .
Eo UeBH>ade los emperado-
res, euando los ciudadanos de^
Jaro» de entender eo la causa pú*
Mica,, fueron las diversiones su
sola ocopacloo. Los romanesca
quienes sus duefips dabaa fiestas
muy costosas para que olvidasen
los pesares de la servidumbre,
aplicaron á los Juegos públicos
el mismo ardor y espíritu de
psrtido queyauopodian impu-
nemente manifestar en el foro.
Cada uno sostuvo con pasión las
pretensiones de los cocheros á
que era adietor los colores fue-
euo estandartes y enseftas de tu-
mnlto: la superstición unió mpy
pronto ideas misteHosas á ^ ná-
Baeoracoaternarioy que se sufio-'
nja represeotar los coateo ele-
mentos: y se creyó ver eo su^ .
triunfos ó reveses presajios in«>
faustos ó' CibVora ble»,, que inter-
pretabais» según lafr opiniones^
temores ó deseos^
Los eoH>eradores, ó arrastra-
dos por el ejemploy ó qoe creye-^
seo complacer al pueble imitan-^
dple, cometieroo muchas veceSs
el yerro de tomar parte eo estaa
pueriles qoerellas: el iofiujo de
¡a autoridad las biza tao impor-^
tantea, violentas y encarnizadas^
como las-discordias reiyiosas; f
los que quisieron reprimir el>-
buso>. le hallaron arto arraigado
para destruirlo.
Después de la traslación de la
silla del imperio á Bizancio, esta
locura estravagante y funesta
creció con la corru(>cion de las
costumbres. Los griegos, sumi-
sos á tiranos, got>ernados por ea«
nucos y oprimidos por barba-
res, nOi paseciaa recobrar su an-
tiguo valor y denuedo, sino para
defender ¿ sacerdotes ortodoc-
sos,, y á frailes herejes, ó para
sostener á costa de sus vidas^
fórmulas inintelijibles ó la inso-
lencia de los conductores de loa
carros^ y euando en los campa-
mentos, en el palaciay en el se«
nado solo se hallaba tiranía y
servidumbre, por oo contraste
singular volvía á encontrarse ea
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el tiTa> H tenocracia coo toda,
ao liceneia y sos ti^rores.
DbSÓBDBHES DI L A F AGaOV ATO^
-«-JusliiitaDO apoYÓ con 80 auto*,
ridad i toa parlídaríoa de la Táe^
eioa aíoi» la cua4 orgiillosa eoó
su protecctoD^ ae entregó á toa
mayores escesoseóDira-la' TaecioD
Terde. Todas las ciudades fueron
teatros de combales aangrieotos
y de todos ios crímenes que acom*-
fafian á las guerras cif Uea*
liOS atoles lomaron el traje de
loa^hunos^y se mostraroacodU
eiosos y crueles como este pue-
blos rebaban las casas desús ene*
migos> erian á los que encontra-
ban, vendían su braco á los que
pagaban asesinatos, quitaban los
esclavos á sus dueños, las bijas
ásuspadres>^nllra}aban élafrUH»*
jeres mas distingnidas sobre los
cadáveres de sus esposos: ningún
majistrado se atrevía á castigará
estos bandidos, temiendo des-
agradar á Justíníanov y este te-
mor llegóá tal punto^que el em-
perador ignoró tres afios seme-
jantes escasos.
Cuando k>s supo, nombró pre-
fecto de la ciudad á Teodoto,
hombre firmey justo, y queen
otro tiempo babia sido conde de
Oriente. Este majistrado, síq te-
mer la ira del principe» opuso á
los facciosos una inflecsible seve-
ridad^ disipó sus corrillos^ puso
en prisioQ^á toa mas aedtelosos, f
mandó degollar á muchos. Una
de los que enfrió al aupUoio era
desangre ilustre^ y seliamab»
TiBodoio como é4. Los nobles,
deseaiMlo ser superiores á laley,
se reunieron contra el prefeetor
Juatino, cedieodoá sus clamores,
envió á Téodi^to^al Oriente; pera
obligdá saaueesor á observar la
misma conducta', y á desplegar
contra lea facciones la misma-
Ormeza, La parteqoe Jostiniana
babia tenido en estos desórdenea^
no le privó de la benevolencias
desu tío: nombrado oóosul, gas-^
tó grandes su mas en dar fiestas
magníficas para^ ganar popula ri-^.
dad> é biza pelear en la arena
veinte leones cootra treinta leo-
pardos. El vulgo, sin hacer caso*
de la decadencia del imperio^
creta que el Iqjo era poder, y la
prodigalidad grandeza..
Mientras que se le entretenía
con la pompa de los juegos, se
dejaba á Teodorico gobernar la
Italia como sefior, y nombrar
un cónsul sin dignarse pedir el
consentimiento de Justino.
GOERHA eos EL SBV DE PfiRSIá.
— E^esta época el rey de Per-
sia, que se creia soberano dQ la
Gólquida, llamada entonces Lá-
zica, le dio por rey á Damnazes,
y después de su muerte á Zotep,
el cual habiendo abrazado el
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174
flISTMIA
crMiaoisnio» quiso hacer de-
pendiente sa torooa del empe*
rador de CoosCafttinopla. Cavá^^
dea indignado, resolvió desde
entonces hacer guerra á iusii*
DO, y para estoeompró la alianza
de nn rey de loa hanos, %ue re-
sidía cerca de Berbont^ pero
habiendo descabierto qiie eke
príncipe recibía también snb-
sldíos de liisUne, le invitó á nna
^oonferencia, y se vengó de su
doblez asesinándole. Pocos ti-
ranos superaron á Gavádes en
«levosfa y crueldad. La coofor-
midad de las doctrinas de 2o-
roastro ^y Manes habia bccbo
i|ue roucboe sátrapas y oficiales
del ejército abrazasen el naai*
queismo: el hijo del rey los fa-
vorecía, y se les acusaba de
'Conspirar para elevar el prín-
^pe al trono. Gavádes, disimu-
lando su ira, junta los estados
del reino, y dice á los mani-
queos: «Mi hijo ba abrazado
*» vuestros dogmas: lo sé y lo a^
^ipruebo: venero vuestra doc-
«trina, y quiero que el heredero
•del trono siga vuestras mácsi-
smas y os lenga en su compa-
»fi(a. Separaos de les profanes
«y acercaos á él.» Los mani-
queos obedecen con alegría; y
cuando estuvieron reunidos, la
^ardia los rodea y deg&ella.
Calos 4ioiiiioidíos causaban iia
terror Jenerat. El rey de tberi«>
no pudiendo tolerar el yugo de
un tirano tan sanguinario, im.
ploró la proCeccion de Justino.
Gavádes apenas lo 5upo, hizo ea«
trar su eJércKo en Iberia, y esta
fué la se&al de la guerra entre
griegos y persas.
PtlUERASniiPafiSAS DB BEIISA*
lio. -* Entonces comenzó el
gran Belisario la carrera de su
vida eróica: condujo las lejío-
nesde Justino á la Perzarmenia
y la devastd: pero mal servido
por algunas tropas que aun no
babia tenido tiempo de disdplí.
nar, hubo de retirarse; y este
primer revés, que le demostré
iñ necoü/idad de unir la prudenci-
óla al denuedo, fué quizá una da
las causas de su gloria-. L% for«
tuna estravía á los hombres mas
grandes, y para los jenios ardían .
-tes un lijero revés es muchas ve-
ces masátil que un grao triunfo^
Otro ejército de Justino fué
derrotado junto á Nisifoe por la
cobardía de Licelario, su jene-
pal. Belisario le sucedió, y á pe-
sar del desatiento causado por
aquella derrota, detuvo á lo9
persas, y defendió con tanto va^
lor como haMüdád la f laza dia
Dará.
Los árabes, desengaSadoa dto
los errores de la idolatría, eo^
menzaban entonceaá ^conooorla
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NL MJé ixmíia
175
Primero quisieroo restablecer
•I de Moisés. Elisan, rey de A
Nslnitt, cristieDozeioso, salió ée
Aesum, sa capitel, atravesó el
golfo de Arabia» derrotó á les
árabes coo rauerle de sa prin-
cipe Bírnioo, y coloca ea el tro-
no á ofi rey cristiano»
Después de su partíéa se re-
belaron los árabes: el rey de
Abiainia los volvió i vencer» é
ttiao alianza con Justino, el cual
le envió por aosiliares no á tro-
pas sino á frailes miskmeros..
Elisan, restituido á sus estados,
mas zeloso, dicen^ de loa bienes
del cielo que de los de la tierra,,
dejó el trono, envió su corona á
Jerusalen como una ofvenda> y
se retiró á un monasterio, don-
de aseguran murió oüendo á
santo.
Embajada t mubrtb dbl pata
JUAN K — (525) Teodorico, que
aunque arriano zeloso babia
prot«;jido á los caUHLcos en lu-
lia, llevaba á' maí la persecución
que sufrían en Oriente los de su
creencia. Hizo presente por car-
tas al emperador, que los prín*
cipes do tienen derecho .alguno
sobre los espíritus; quo su po-
der está limitado á la policía es-
teríor: que solo -pueden castigar
k los perturbadores del orden
público^ y después envió & Gona*
lanlinopla al popo Jnao, como
ya defaittos referido en otro lu-
gar, i quien maivió omploor to-
do so inffujo contra el «Islemo
de risor é intoleraoeia qoe ee*
gula Justino. Draol prioier pon-
tince romano que atti so veta»
El senado, el clero, el pueblo, y
et mismo emperador solieron k
recibirle á las puertas de «la ciu*
dad, y se postraron k sus pies;
mas no quiso entrar en la igle-
sia metropolitana, sino á condi*
cfon de que celebraría en iatin,]r
á él se le daría un lugar preeml-'
nenie al del patriarea.
Ya en otro lugar decanos di^
cho córaocumplió con su misión^
y ei rey de los godos debior^i ha-
ber previsto que un popa no po*
diade buena fédefeB<|er ia censo
de los orejes. Pleury, en «a his-
toria eelesiásUea, tomo I, p&jiMí
;s2, miente cuaoéo dice ifoe Joan •
cumplió tmtt coo su encargo.
Este fué colmado de dojios por
los católicos^ pero Teodorico^ dn
respeto de ningnae especie, lo
encerró en cárcel perpetua, don-
de murió.
La vejez babia iMcbo el caree*
ter del conquistador de Italia moa
débil é irascible: el éroe se iba
eclipsaodo y el liárbaro a(pore<-
cia: cuando joven onrabaol ve-
lory la virtud:ya viejo, loslomió
y ios envió al aupiicio.
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176
MWtOKttL-
DEMnJUSA M B«B«M T SttH A-
>GOé^— Boecio j Simmaoo, los dos
personajes ma6i)tislres de Roma,
iKilinados asta entooces de sus
favores^ y qoe prueba la fal-
aed^d dé los que dicen que Teo^
dórico no sabia eseribrr,«9Citarbn
sus aelos^ y desde qne le pare-
cieron temibles^ íresolvió tacri-
Hcarlos. :
£1 senador Boei9ío^ de -la fa-
inilia Atiicia^ deseendia del fa-
tnóso Manlio, el qué tfrrn}d los
>galos del capitolio. El deseo de
sostener este norntire glorioso^
io alejA de las (disipaciones á i|ue
^ abjindoiiliban escluTlvamente
los romanos dejenerados.
Ed' su jaTeatud se entregó
xon ardor ri estudio: airi^lva t«¿
riosidad le •llevó á las escuelas
de Atenas^ donde vivió muchos
afios. Lafuerzá de sa^rawn le
sapartÓ de la p«|ion * pueril de
ranchos tratados sdbre la mi<>
sica antigua, la raecáoica da
Acrquimedes/ la astronomía de
Ptolemeo y la filosofía de Pla«
ton, 8n fortuna socorría á loa
Indijentes^ sn valor protejia la
inoceneia; 7 ai la 4isoDja sola*
tnente pudo compararle á De*
móstenes y Cicerón, la crpinioa
pública le elevó con justicia «©•
bre lodos los escritores de sit
9iglo; y en efecto fué el último
qoe merece nombrarse. Teodo-
rtco, como todos los grahdes
hombres,, buscaba' el mérito,
onraba la virtud y premiaba
el talento. Boecio obtuvo Ol
consulado y el empleo de co-
mandante de los oficios; y al^
cateó á ver á sus dos hijos, jó-
venes todavia, nombrados cónsa-
les en un mismo año, presentar--
se en el foro entre los aplausos
d«il senado y las aclamaciones
los griegos áia ñfkj^y al misti» I del pueblo
cismo, y adelantó rancho en la es. I El favor no corrompió so no-
cuela de Proelo, célebre en ton
oes. Su lújenlo, ilustrado por
la mor^l del cristianismo, se for«
tificó con la lójica de Aristóte-
les, y sé'eniiqoéciÓ con la íma-
Jinacion de Platón. Cuando voL
Yió á Roma, se casó con la bija
•del patricio Simmaco. Defendió
la lé católica -contra las erejías
"^e Arrio y de 'En tiques: e^todio-
^ao« activo é infatigable, escribió
Me carácter. Ciudadano en una
ciudad soHtetida, ilósofo en la
corte de un conquistador,, resis-
tió á la tiranía orgullosa délos o-
ficiates bárbaros, que á pesar de
las iateneioues del rey, robaban
los campos, oprimían á los aldea»
nos, arruinaban las provincias y
trataban 'á los romanos como ea«
clavos.
-Su eloeuaneia atrevida Jlusui
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fff
gañ«do y salvd'fii^Mlittiiok 'ifie
l^éii»smteii€iá Mrüféna tila-
bfikoQdqoaA) i be^^eapuealo é tai
fl«Nis«C<i¿iKlés0«rataba de hi-
eliar ico*ttolé4e4«4lldA y <feft «-'
^iiiorfvl|trttd«siM. fiftta«vfei«eza
romana anmeotó su fatia-, f ew
ilaitaÍQiijfA wla tMs '-^ 4a tértikd
e99fli|forlttM eb irt'^lBtiotJtotoi
¿erares ¥éyek; y al|»a^ qbe Mé^
ro^ la >Midlid j^ite Jéli>«AflÉa-
«too.-- ^ ' ' ■ ''•■- ••' '•• '^
i Teoadrttd eriip(fe¿alfa ^á ^^túet
It sóávbra tfe IHyerttftf'qoé httBIa
rtstHoido al 5Madd. ^ actr^ÓM
setatidár AÍiAú¡0 éé'tMspitttt pa«
n 4né ftotfftí ^'Y^Meae á ser ito^
dependiente. I^échy dvfffendM á
se amlgcf, y4i)oaf ptíatípet cI.oi
wseniimí^íñM' 4e «est^ «clisado
•^rttfoto 86oid94él aéaadoy loa
»mlo5; l)ebettioa'|HirtlMparde9ii
^peñtt ii AiMnó es ealjMibto si^o^
»iiiok lobi^tés, las leyes debéir
»prate)*ér I AlMno e^mé i nos-
• CoíTDKiirAinoir f ^nrcitri »é
BOBCio. -^ Loa delatores, restiéU
tos á perdjBTfé;' ftlsiflearoQ sk
Anua y la de Albiito; yO^s ])ii-
sieroD en un escrito en 5|ae se
pedia socorro al^ (siúj^trñábrÁe
Oriente^ contra la* opresión tle
loa CBlh)piú0i[ Teeéb^ito irritSu
^, isiñ. queréis "Mrá'BééciOi -le
TOMO XV.
I bmttddtmlidtf .4lr Bdtfaitf' iét^.
blaiirfd*édus€r- ii:|flfMtea«»ld r(^Ut
M)oA,'>¿«r «téuMüle ttl|i«, y aal*
desonró condenándole ft iaMr-'
te y freotftfftea^iam'dé kftffies. '-
BoeMe^üin-^eJbrsé; mánKeii-»
táan «sapnaéloéaqtfMtirfl btna^i
do, enya Ubenttad kaMa ^bwiAa^
ktoffender; y h&ié*ftéf(A ¿Iné di^'^
ciéMO'ealasfatábiéastt'Btt isiii^
«irfendD y(P; «o labra Mn^uo m^ •
niÉanb ralpálbleídei orinen fíor--
iiqncfMreF4(^feria;a ' < : «í
la 'proe^lfÉidad lie 1á muerte/:-
^omposo-en la prfsiori níl tl^do ^
¿obré ^t-emwHBh a$ laflhsofík,
pbra pUidoaa;«n donde^Teoddrtc^^
cbeanélii^afado^tiiacbásTecei; y*
qxré péaia 4i«^r tbspe(¿lMDta' U'
fldélidadfderautor ta tibnrfttctk
det piripa embajador anttenAO- li^
deacónlianffa éél ftfl líos bfitrba* '
ros tiH6iMr^ de la veóf^Maf ^dé -
reédoHeo, fodearo»á sn cabéíat"
nná-étierd^ y la estrércátfron *
aal&tine loarías saHaros de ^aéa
4dHtáf;'llespúes de baber¿»gO^
uéé algttilieinpe éñ aúsdMonaa '
goé né pedieron Vencer sn' vattff,
le tárMaroA A gélpes dé «lava y
^tirignieí^bn «si la áftima Idltt-
breradelOféM^nle.
, fil^á1ri«lo SttiifinlMso, so ¡stM-*
grey Ai6 "if^intaa é- iodiaéritas^f
denribsmiétobM de^ «n jiistO'do^'
kn^^e eityé^'pretendM ^ví*-'^
23
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guralvidUonílifOfilMUí omk
dfa«7fiié0MidMado, toa^OKá'
4a i 8íaf|Ki#7.«i^rí9mloá Im
8ü#|N»cbasdftlre;.
Es «oleslc^Ter loi illlilBOf a-
ftoa del reiiMKlo de T^odoriea
turlNidogpor aoapeebaa erael^
j maMbadoa coe ioliialM eifeeti-
cioiiea« ¡Efecto déptoreblede laa
diiMsiaiiea reUJioaaaf Loa cal6«
lieoayloaarriaaoa paHklpalMio
de las vei^Jiia de «b hmeú go-
bieroo^y sin evibAmo a» wlré-
gabao á la dea^oflaoia»; liacian
iftie npi rey íUa sabio eayaMi m
loa laaof de loa dalaloma.
Jf OMn PE Tfloaoaifiíou^ Teor
doricp 40 aobr#%i?id nmaho
tiempo á ana vieHma^ y debe
decir8o#o gloria auya, que dea-
l>yea del eapleodor adquirido epi
feetetaaioajle grandes eoiH|iiia«
us^ talemos y/ Yirtodea^ desees-
dio al aepuicco-ajitado de teoso-
res y oprimido de remordioaieii-
toa.EI eapaoio y la vergüeiiia
deWlttaroo su espírMu maaqne
la. edad. Uo dia, sirviéndose 00
su eneaaiuieoariae pescado, ea-
claiod! iiQyitad áe^ a( ese fanlaa-
»Qii^: ¿00 veis i^Siuiinaco eofu-
»reéi4o> eoB q|os ceotelMtfiles,
«dispaeslo ¿ dev0rarose?»
Deapaes de tresdiaade ag^
nk.faUecldi á los seteola y.eua-
tco^füBos da aidadg:sú últioai pa«
lalMM «lailifiíatafoo aa arrepeo»
jUaiesio por leaeMdrtMdoSfiBi*
flsaeoydeBoeeio. ^
Aaieaydeale boaabneéiobre»
qoe aaSeiido de los bosques do
Pmiioo^ se Uaodueio de IÍo«»
me y dollalia» y eaMndM 8« po-
ésr desdo Siraeosst bMa Balara»
do» y deade el OmuMo baaU el
iMrdeliMo.
LafortooeqiM loprodlgóaw
favores» lo eoocedió oa bioo ao-
aaaoKeote raro eo el taooo, cual
es na verdadero amigo. SI gríe*
go Ártemidoro se mostró siem*
pre auia af^aH^ al hombro qoe al
prfiicipe^y eoeodo murió, el rey
biao de él el maa ooUe elojio eo
estas pocaapalabra#:«Artemido«
aro sirvió i loa bombres do mé-
•rilo^ eonsoió i loa iofelicea, y
«jaoiis abosó del poder.»
ftSISlICU 01 AMALAamiTA. —
Amalaaoota, bija de TeQdorteo,
eredó.sus estados, aoa taleotoa y
^u fama: por su valor y viftod
biio amable á los rooaaooa y rea-
petablo á loa bárbaros el yo^
go de ODa majer^ y duraote bi
larga iofaocia de so bjjo Ataia-
rioo,o9Qpó.glorioaa^Pte el tro-
no dondo no hablan podido soa-
tenerse tantoa guerreros ilos-
tres.
La muerte de Xeodorico did á
Jastino eaperaniaa de derribar
el poder de loa godos en Italia»
y aun emiyó iniltu deaplagar
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MIL tAM
!C0BlFtfiífiÉftii^i"fe8TuertM M
<>rleDÍ4h'Bize*qiie !• acMnetie*
•MM'PMiiooiáIbi lombsrttos,
MáieiotM ét ihiero y gt«ria;
pero fuerbft 'reclfotados per lis
Irapaf godM, y JitiCíiio buba de
reeoDocer i AUlertco por rey de
iMlia.
ATALAIIGO IBV «B ITAUA, —
ikmalasaDU» doieia de uo ii^e-
wAo vivo y penelninte y de «o
«arádter Arme y moderado, 4m-
traída en las leogMs griega y
latioa, bablaba poco y bien, eva
á na mlsaio Üeapo ^conóarica
7 liberal, asaba la pac sin loMer
la goerra, Begociaba con ^ru«
*deDcia,4>eroeoB attíwi, y 4m1«
quiria la esÜaiecloB JeDeral por
^eo fldeKdad 4B¥ío>able*eB epm-
plir lo que prémeiia*
£1 primer aelo de sm reiBade
lo fué de <esp4acioB y Josticia,
restltayeBde i los bijos de Boe-
cio y Símmaeo la berencia de
^aa padres. Fué eu primer mi-
•DistroGasiodorOiy cuyos taleotos
y virtudes Tespeló la envidia eu
tres reinados consecutivos. De*
geoBdo «doctr á su bijo, no co-
ma principe, sillo como 1iom-
bre, le envió & seguir sus estu-
dios en las escuelas romanas.
V Lo qne autingw, decía, ^ la$
macidnes eivili%adas de loi bdr*
baraSf €$ ía ettifñoeion de loe le*
Í7é
'enidlaii. Ale]6 eott im |b*mieií«
eiá los pcffigros con que' l^eaíe-
Bazaba la ambición dé Amala-
rico, rey de Sspafia y Biétp de
f eodoricr. ^H^ le guerra, ce^
dioBdo áeste principe les cíu-
daies que poseiaeu laGalia.
£1 conde Ricimero se presen*
tó de 6rden euya en ^e) sena-
do de Koma, y entregó el jura-
metfto que babia prestado la
reina de ceaservar k los <roma«
Bos, dálmaftas y godos ana pri-
vtlejios, Mieotras Anulasunta
eaqileaba la deslreía, el valor
y Vk suavidad para atrmar la
monarquia de los ostrogodos, él
príncipe que babia de destruir-
la, canvlaebaé Isrrgos pasos á su
«íevacion.
' JusTmiAKomapnAMai.— Jus*-
tiBO desceodia rápidameate al
sepulera. Jusüaiaao, su sobri*
ao, patricio y Jaaeral, aun no
teaia mas título que el de nobi-
Asjmo: deseoso'de llegar al im-
perio, babia faaado coa sus re-
galos los votos del senado; y e^
4esuplicft^l emperador que le
declarase augusto. Como el a-
mor de la autoridad es la última
pasioad^los^ejos, el moaarca
ootojeaario ao quiso dividir la
suya espbraate. Pero advertido
«al afio siguieate, por la dismí^
Bueíoa de^us fuerzas, de la proc*
>sinyidad de 4a muerte, coavocé
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m
€»«»J|il#ei9: 4 lWk9d(y, modo
á IwttniMí^ al imperio» prod^
]QÓ»|lgU8^«á él y k W 9f909M
Teodof:4; liíiQ <|Utt lo# corana*
s« íbI putriarcn Ep|(%DÍ9, j mi-
nó á los pQ€0fi;iM»9& 4aipm$
da pn ráiMfdp;4htiJiW|i)a afioa.
. Uog^ vi€^ai;,iaiwfio» J aoi^
tuvo i^,4;lof<9 ,el if^Mro» del
Goal babia paraci^ft digoo poc
kif auí^da aiii^v^atoiL:/
, / ,
i,. " t» .
: r. 1 .
/íj-«-
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Mt hm wpmimk jai
eAPiTVLO> IV. .
jnDTsmssxfiLiTO , sscipiebíjimmbw.
(Aio Sd7.>
HtlrtlO' ^ Jíí»Hbí»iio. — lt•H^»e» de U eropera^m Teodd*».— Matílacion dr
dot obiápoSb — Peuitencia.de Teodora f de qoinieota» ramerat . — Revolacion»
de Im abaaeá contra tn rey.^€uerra ton Cavédet, rey de Pertía, j bata<>
IWd* Bftff» p«r BeHaané* Qrijen de !«• cackvottea.-*-!! iici« . B«er»a coa
h$ peraae» y- Wt^Ma de Caliiiica.r^Paa con la PcrM.-*Qucrellaf de) Circo».
—Revolución drl puebW en favor de la facción verde,— Tumulto escilado
for Hipacio y Pompeyo, sobrinos de Justino. — Aiesintlot en el circo.—
Con^oitia de Afeiea po» BeliMrio. — üsnrpacfAQ d«>Jclki>er.«^Ptop»rtli#Oe^
do fvorrft conlra loe ^rAadoK» ^Maicb» de BeH|«r|o.«r> In^noioiá de las ae*
Bales « «iribiúda á Belisacio.—TABaBas de, Juan, jencsml romano.*— Victort^
de Belisario sobre Jelimer» y sa entrada en Cartago.— Muerte de Jban por
U torpesa de un soldado. — Caria de Fsras á Jeliiucr.¿— Entráis trinnfanté
oe Belisario eii'Co»slantitiopli«-^Redac«ie» de loe obdégos yr TreWMiM»
—El Dijeslo y lu. Pandectas — *Laa institueiones ile JAMtiiriaup.-^Las »ove*
las.-<-^Rejencia de Amaiasnuta»— Crápula y escrso.^ d<* AUlariro, su hijo. —
Conspiración contra Amalasunta.— Muerte de Aialaiieo.— ^klevacion y cri-
nenes ée Teodafo.-->-Mtterte do Aaialasuiiln«^Com|nlrta d^ Sitilia por le^
Usorlo**— Lligada de BelÍ3a9Ío á Gartago.— Conduota de Teodeto.^Goikq«ie-
la de la Italia meridional por Beliserio.-^IJe|a49r .de Belisario á Roma»—
Marcha de Vitijei sobre Roma.— Peligro y vaiiente defensa de Belisario.—
Sitio y baUtla de Roma.— Muerte del papa Siiverio.-^Tomá de Milán por
bs bérbároé.^-'Silio y «orna drRoma por Btiisavift.^Bcsgr«cia^ deetietro y
nnerle de iva» de Capadocie»-^ BeHkrio es n9m^>aado jf^eralde Orie^te.-^
Retirada y desgracia de Belbarip.-^ Embajada de Cotroei á fíelisario.-^Pas
entre Belisario y Cosroes. — Trabajos de Jttsl¡niano.--Badúelá, por sobre-
nombre Totila ^ es rey de loe godos. ^—Enfermedad de Jiáitiniano.*— Dingra«-
cia y reabiltUcion de Beüsariob^-^ mapcfaacoiitr9 Totilo^'-^Toma doHom*
por Totila.-^Entrada de Belisario en Roma.-^ — Mnerle de la emperatria Tep*
dora.-*-Retiro voluntario de Belisario. — Nueva toma de Roma por Totlla.
— ^Retrato del jeneral Narsés. — Su llegada á lutia.— Batalla entre Narsés y
• iVifila. — Derrou y tatterte de ToMb — ^Tefa ^ rey de W godoe»*^**Stt motr«>
ift valerosa^— StliOf blo^oeo y capHolacloA át C¿met> — SoniiJon de li^s go*
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1831 nsTUMA
dot.»^DolritccfOii 4e>sii imperio. — Eacriloft Tefífiosvi ¿t JuslIiiMiio.'^
BfiMrt« df-l p»|A Vijtlick— Revolución de E>fMÍU. — jl^i^rtcioa^le^lo» lorcot,
«— IfHraiioD de los értbes j de lo» Humo».— ArnumenloHle Bellsario.— Tri«»>
fo f dctgrtcia d« Belisftrto.«^Dcscubriaii«iitodc^toguMmot de'«ed«.«*Coa»>
pirados contra Jostintano 7 ^ri.^íon de BelÍMrioífMfr ettc motivo-— La mea-
dtcidad.7 cegotra de Belisario -um mrm iBeetira.-— Mucrlc dt fieUtarfioy— -
Muerte dt 43hittiaiaw
R,
LBTEATO « fUStlKliMO. -i- El'
DueTO señor del Orieoito, nacido
•o nM chow, edueaido en lm\
"campameotos, 7 selevedo 6 U
dignidad de iDésar "por *eí aseji-
•nalo de ViiaHanOp pródigo ea
^ws placeres, miouciose en am»
<»upacione8, comparalíle k Bo-
míciano por sm entreteniínien*
toi pueriles, tubyngado por una
Temara que béMa ^reeibide "^r
^esposa, debía Inspirar al pueblo
mas temor que esperanza. Sin
'embargo, ^u vida fué gloriosa, ^u"^* Proeopio, «abogado, se
su nombre eélebre; j en su^rei-
Um^odffWa en -el ofleio tfMno
algunos de sus himnos.
£1 estudie ^e la leolojía, ^1
4$iial se entrega con todo el «r-
dor que era jenerai en su sigie,
le costó un tiempo precioso y le
hizo «euieter graves errorea.!^
mexdhi de efectos j buenas
*cuali(iades que se observa en el
<^ráoler de este príooípe, 4«ce
muy cUfidl jusgerto. Les joris-
eonsuAos le han. prodigado ele*
jios; los autores eclesiásticesja-
nado el imperio se levantó 7 pa-^ Tiador,ÍI«^ ha adulado y desiro*
'Tttíiá adqifirir neevo viger f
fuerzas nneves.
f ustiniano ambicionaba lodes
los jéneros de gloria. I.aa leccio-
nea de un griegoi, llamado Teó-
filo, Hustreron se «esp(Htu: es-
taba en la fuerza de la edad'
^cuando subió al trono: se ^eele-^
braban aus coeochnientoa en
Jurisprudencia, y su elocuencia
^ el senado: tenia mucha pa*
jien á la arqnilectura y á Ja mé-
aica^ j los griegos iidiieles ^caa-
cretario de BeMsario, é Mato*
>zttdo snceiiiviimeiNiei, mudandt»
de opinión «eguá modeba su in-^
teres. £n*4ine de sus obras pin-
itt al emperador ceteo un ánjei:
en otra eemo «n demonio; pero
la vida de ieatiniano praeba,
que ni mereció alabanzas tan
ecsiii^adas, ni oenauns tan a»
margas*
Este príncipe tenia, con non
ambición desenfrenada, poco
entendimiento y un carácter di*
litk netnrelmenle ^Mave^ iné
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€melmieN»i^cef^ fot obt46«
MT é tm^ caprlclioi d» Teodorai
q«ele*dMfliÍoab«. Tiivo»J«Mra*
im hibilet» poiM|a6 el' éM0o de*
U TielMUí le* itastrebii ^ra la
eJeectottvP^roleceavidíaJe biio
aer iogMlo co» ellos, aíngiui
príocipe-ba levamado om» mm^
Mmealaag: poeoa empemdorea
hkiereA Umlaa* eoiqoislaa! sua
leyes, f«e ^>bhimiafi lodaWa el
OHMidcH. Imd beeho célebre su:
nombretpero^iu glorie, fué pres.
teda: ledelejislador solo perle*
nece el sabio» ÜMrisGOOstflto 1%e-
beniaoorla de cooquialador Cné*
debida al ialeolo de li&rmaDo, y
al jeoio de Bellsario y de Nár-
ses; si su YolitnUd le» dio im-
pulso^ macbas veces sa debili-
dad les puso trabes^. Sa prodiga-
UdiM" dlftlp^. ^1 ifUDeuao ieaoro'
que bfbia jenlado su. predece-
sor: sus mioisiros, codiciosoe y
corrompidoB , oprimieroii á los
pueblos coo tributos. Llevé muy
lejos sus anuas, pero agotó sus
fuersas, y perdió por culpa suya
el Occideate^ couquistado por
sus J^oerales.
Sus uumerosos oMHtooieotoe
opriflslerou oías que embellecie-
roo el imperiOé EuAu, debió su
gfittdesa á ia fortuna, su eleva-
cioa & un crimen sus victorias líi
algunos gr«ades capitanes, sus
desgracias é inCpetu«ioa4s( wUn
y su ttuari^mM»iÑrilliflaltoy eo»
tanlo> espleoddr, si Tl^boulano»
no le*bubiesapueslo^ fñiuie da-
UA có^ligo iiiniorlak
TtMMtor»goBeriieb9«l e«ipera<*-
dor y al impei^u^Bb^^uMUtudí
tuzo roriuna< por sud wmmmm*
y sus i^lcíos^superaDdb eiHiao ^
oiro- r lodbs^laii deania corteaai-
nasr eomeditnta y pantoaaima^
célebre por suebitidlidiescitabiii
cooisu vi vesa^^jestos f actitudes»
uo vito eotttsiÉsoio« El pueblo^
que4ihprudigaba eolooees sus a-
plausos en el teatro^ ao^ previa^
que sentada un dia sobre-el tro»
no,.habia»de^esiJIHeolfioa oflie«*
najes.
Tenía mucba^fracia^f afueniíi
diMlensu tiatorua gobernado»'
de-Afriea» eoaaioradadfr*ella^hii
llevó i su provincia, y de^su a»
aM>r tuvo-un Mjo üo^nuevo- ca«-
pricbo^ ó* un setreto preseoii-
mieato» la esciiaron á-volverá la
capital, donde cambiando- de
papel, afqfSó devocion,^ Medio
casi sieoipre útil para medrar,
vivió en el retiro, se entregó el
estudio, no trató sino cousábios,
majistrados y estadistas, y atra-
jo á iustioiano, que cautivo da
su amor, resolvió touiarla por
esposa.
iustíno no quería cQoaeu<>^
tireneUo; porque toa leyes de >
Coostaotioóy de Marciano proU
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184
Maa á les 'tWaidaiios, y onielio
mat&'lto^ieMdortfs» eoar ú&ñ^
«omeéifliltM* JosMoiaoo^ arras-
trado por su pasión, teneió !•-
^toé toi ostáevlM, arraneó «I
^oois«BflBiietilO' del «mperádar,
, oblttTola reTOcaefon de 4aa teres
•4m pfcdMaa aquel enlaee, y
celebró saeosamienlo^ Vi|ilae*
ctoj sa madre» falleeióde yer-*
^enza-y pesar per esie sucesi^
Guando Teedeta litgh al po-
•dcr supremo, descubrió, á pa-
rar de la máscara de devoción^
<e] orgullo y la adlaherfa» tan ce^
mun y tan odioso «oeando reeee
e<rt)re ana baja, esft-acdon. Sin
embargo, siempre coroedianta.r
«ttu/en^l treno bim^et papel de
prineeae benétca >y ieaeroia:
. prodigaba 'béMftoietá les cer-
tesanes, y ünosnas á los pebres:
ediioó iglesias^ y fondo ceoTen*
4aa; pero, al flóiimo tiempo im*
plaeable en sas veoganaas, per*
siguió &Jos sacerdotes que see<»
ponfa» i se volentad;, y á les
grandes qM 4esdefiaban Sa*pre
teccioo.
Bodeeda >deGrisomala> Indera
j Macedooia, antfgoas ^rameras,
patocla «el palacio de les cesares
ova oasa 4e- proaiUoeiOtt^ Sus
hermanas, que hsbian profesado
el mismo eficio. qoeella, biele-
r^ muy bvenes mürimonies%
Sombres poderosas m ▼ieroe #•
Miga^dos l^senÉvi^Bs fiot* espeeas^*
y &>éemprar la eonserraclón te*
sus étgeidadés een leTOiaii dé-
su onor^
Todo el que resMiaéVe *ém»
peralrfo, era perdido. Vaflaba á
las prisiones, éi destierro fé tt
oHierte senadores, Jénerales; ge«
bernadorea de pNfVincia y oMs*^
per. á las des. cárceles principa*
les, donde amentenaba sos ^t^
(fmas, dio el p«reblé les nombres'
de Laberimo y apartare. So bijo,
sabiendo en África so elevación'
imprevista, "acode precipitada-
mente á C^nstantinepla sin 6r*
den suya: sn madre le Te por un'
momento, y el Joven desapare-
"ce: el asesínalo laltbrS'de un tei^-
tigo impórtuM, que hnbfére re--
cordado pei^luameirté aiem*'
parador la condiden primera y
los antiguos amores de so madre;
La pasien de Justioiane lelenir'
tan dego, qoe bacia igala^ sef''
so eau Uve: trotaba «een gran ve-
•^ I oeraoiea á so {dole> objeto del
- deipredo universal, y llegó bas^
ta^^ltgar á los grandes y et pue-
blo á que Jurasen obedecer á la
emperatrir eemo á éL
fista princesa toe babta llegado '
á4an4a lertoea, esplendor y p^'
^er, sin estar dolada de graódei.;
cualidades* Tenia oo injenie'*
vaata), soMime y deli^do, aaom^ •
Jbroae iostroceion j^i^lor é loda
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pniefct. ikftf es que el empera*
dor^enel preámbulo de ana de
sus nowtas^ declara qae ha eoD-
saltado á la muy respetable es-
posa que Dios le be concedido; y
^eomo si h eombpa altanera de
esta princesa continuase demi*
Bando losánimos^ ha habido en
nuestros tiempos Jurisconsultos
que por ^respeto al Código y al
Dijesto han querido ourar la
memoria de Teodora.
fis cierto que esta mujer^ co-
iDcada en el trono^ amó la gloria
como habia amado el placen
sostuvo con su firmeza la debi-
Udad de su esposo^ le escitó á
grandes empresas, le aconsejó
muchas Teces hacer buenas e*
facciones^ y fué hombre ;por
<élla.
El principm dcfl relnaflo 4e
3ustiniano no fué señalado con
sus victorias. Síttas, uno de sus
jener,a]esj derrofó 7 somelfó á
h)szanes» habitantes Hdel monté
Tauro. Los vencidos, tratados
«on dulzura/ abrazaron é! cris-
4ianismo/y fueron vasallos* su-
misos y fieles. Sfttas recibid ór-
^tH delemperador para que se
^casaie con Concetta, 'hermana
/^e Teodora, y que en*cHro tiem-
^kifué ramera como ella: este
«atrimonio le valió el ducado de
Jkrmenia.
^Otro jeneral^ 4iamad^ ^edro^
TUMO XV..
nMiBio. 185
▼enoié el ejército del rey 4e
Beraia. ta tiranía de Cabidea
escitaba turbulencias en su rei*
ne, y muchos grandes impiora-^ '
ron oontra su monarca la pro-
tección de Justiniano. Boacéa»
reina de los faunos sabiros, alia-
da dellmperio, venció otra tri-
bu de hunos, mandada por dos
reyes amigos dé Cabádes: la
nueva amazona mató á uno de
ellos, cojió prisionero al otro, y
lo envió á Jusliniano^ el cual,
creyéndole Jefe de ladrones y no
rey, lo mandó aorcar^ Este su-
pKcie Inspiró mas 4error que
^indignación: Gordas, rey de los
hunos ée la Táuride, concluye
un tratado de alianza con Justi-
nieno, y abrazóel cristiinismo;
pero no pudo convertir á sus
subditos, y fué destronado. Jus-
tinieoo te vengó, arrojó á los^bu-
nos de la Táuride, y se tpodéró
de esta península. Xos esclavo*
nes pasaron el Banubio en gran
némero: Justíniano envié con*
4ra elloe & su sobrino Jermano,
jeneral esforzado é independíen-
te que no temia ni á los liárba-
ros ni á Teodora: arrostró el o*
dio de esta princesa, ganó au ea«
limación, destrozó á los 'escla-«
vones, y los persiguió asta mas
allá del Danubio.
La naturvleía se mostró entórn-
eos mas ^contraria al emperador
34
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IM
HffTOBlA
que l« fortüDa: un espacioso te-*
rremoto destruyó á Autioqufa
(528); CHieo mil persas pereció*
Von entre las ruinas, y siete mil
en Laodicee y Seleucia. Antío-
quia fué reedificada, y se le dio
el nombre de Teópotis.
El emperador, zeloso del eol-
io católico envió su profesioo áh
té al papa, y publicó leyes seve-
ras contra los erejes: — desito
Teodosio, el espíritu de secta y
de partido ren^riazó al de la car
ridad. r
Los obbpos oblovlenofi el de^
recbo impolftico de vijUar á los
tribunales. Una ley coocedió á
)a iglesia cien años de prescrí-
cion para sus dereebos. Otra e^
eloyó áel episcopado á los sa-
cerdotes casados que tenían
bijos.
Ito edicto prescribió las fot*
mas que debian seguirse en la
elección de los obispos. Proh*
biéronse los juegos de aiar, no
romo causa de crímenes, aioo
como fuente de blasfemias»
Los ol>ispos de Rodas y de
Dtóspolis, acusados del crimen
que dicen atrajo sobre Sodoma
]^Gomorra la eólera del ciela,
recibieron un castigo ejemplar
y atroz, pues fueron castrados
en la plaza publica y entregados
en espectáculo al pueblo de
o nstantinopla.Elr pregonero iba
delante gritando: odHnp^r
^áw^monekar iQMMtidad de
vms$raearáeier.
En un tiempa ee que se des-
plegaba aquel rigor conira el
vicio, Teodora conoció sin duda
que^lla también debía á U opi-.
nioo jeneral alguoa espiacioo*
ITno desús palacios lo coavirtiói
en casa de penitencia. QuioiefK
tas mujeres rameras se hicieroii
monjas, llorando al pie de loa
aliares el mismo potaismo que
babia abierto el camino de Ja
fortuna y del trono á la empe-i
ratriz»
Una ley, dictada por el ver-
dadero espíritu del cristianismo
proibióá los zelosos magnates de-
gradar, á la bumaniddd con una
vergonzosa mutilación, á fin de
tener guardias seguros para sus
mujeres.
Gomo la echaba de teólogo, su
aftcioQ fué una desgracia para
el estado. No puede menos de
echársete en cara su rigor con-
tra los erejes, pues concluyó con
caer* en la erejía y por perse-
guir á los ortodocsos. El zelo
de la opinión le animaba om^
que^ amor de la verdad. A las
leyes de sus predecesores habla
añadido la pena de muerte para-
aquellos que no se sujetasen á
los dogmas. Paganos, judios» e«
rejes> uian de todas partes mal-
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Wft$L BiAM IWVMII*
187
Adéiidote: oíros toas Turiban-
'dos, se cUbiD la maerta: tos
«lontaiiistas en f ryia pegaron
fuego aso» iglesias y sealNPasa-
4DII con ellas; los samariUios sé
«üMevavosi em ttémero de cin-
^eueota mil, robaodo y onaisodo
MUi qoe roeroa lodos asesioa*
4os. La despoblación de las pro-
vincias, j el odio al emperador
7 tfl erisUanisBíio eran la cense-
«coencia Josla de sos vejaciones.
Al confiscar eoproreche soyo
Sos bienes de los ^ae rensaban
1>aQUiarse con sos familias, ma-
nifestaba Jastiniano que el in*
teres mas bien que la propaga-
•clon de la fé, etftraba ea esia
añedida.
Los godos fuereii los únicos
-qae se esceptuaron del rigor de
«stas leyes, porque auá vagaba
^otre elloB la sombra de Teode-
No babtendo prodmcido efec-
to el rigor empleado con los dos
obispos de Rodas y Bióspolís,
que mencionado dejamos, el
emperador, mucho despnes en
5S4 ameoaió á ios culpaéies por
waa ley pobReada en la cnaras-
ma, con la^ penas mas rigorosas
sino hacían penitenHa en la
Pascua.^^Kiómo contar con peni-
lenda semejante? Todo loea^i<f
gó; desterró á los que bacian
iráteo de prosütodon, y esta*-
bleciéla pena de mnerte i los
«que después se descubriesen^
Un lejislador prudente hubie*
ra debido aoles^ecsaminar si to-
das estas toyes podían Secutar-
se; si podían reformar las cos-
tumbres de una nación ^corrom-
pida; si aplicaban 4 les desórde-
nes «I remedio convenriente, j
hubíem temido hácei^ el mal pro-
rico. El emperador mismo man'l'ourando hacer el bien. Efectiva
dó reconstruir una ig^lesia á los | mente los d^drdenes fueron
arríanos; pero la primer vez que
en ella se reunieroo, un tropel
de fanáticos linsiigados, tos ata-
caron, y degollaron á la mayor
parte. Tamúm religio poiuit itui-
«dsre malorum (1). La conduela
del principe era demasiado fa-|
"vorable al fanatismo.
(1) Locrcc iib. I, T. 112.sEtte
•veno, dice \iAimr%^ ámrmtá Umto como
siempre en aumento; lo <ual no
deja ftunca de suceder cuando
las lof es irritan las pasiones, sin
op(Hierles una barrera suficien-
te. ¿No bastaba ver á naa come-
dianta sobre el trono, para que
Jos vicios públicos insultasen
al principe reformador?
RB¥0UJG10H decos ábasbscok-
TRA su lET. — £b esta época fué
el monte Caucase teatro de una
revolución instructiva para los
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HISTORIA DBfc ^hUO IVfSUO.
déspotas, fii reyée losabases^
destruyendo la libertad d(» su
pueblo^ se babia apoderado del
poder absotato:: oprimia á sos
vJisallos: capaba y veadia 4 los
qae eaeitaban so desconfianza:
ellos^ inclinados i la indepen-
dencia y ann al crimen por el es-
ceso de la desgracia y de' la aer-
vidambre^ se rebelaron, forza*
ron el palacio del rey, le aseai»
naron y abrazaron el cristfania-
mo. Un enviado de JiMlioiano
kabia aoojldo sos qoejas y alen-
tado sa rebeLíMU
El emperador bnbiera mereu
cidoelojloa sise bnbiese limi^
lado áprotojer ala iglesia; pera
snzelo se cambió en (anatisnuH
mandó por un edicto cerrar laa
escuelas de Atenea» quesieraft
asHo del paganismo oran tami»
bien el énico refujiode las cieo«>
cias qoo no tenias loa crisiia^
noa.
La persecución de los idóla-
tras y orejes produjo conversión
nes fiojidas'y nomerosaa emi-
gracionas.
Fia DZt TOMO nácuHOQoñraow
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€09TSlffM8 llf B8TS VObVMftü^.
CONTINUA EL LIBRa DECIMDXERGEROl
CAPITUIO IX. — HMffóiijo^.9 Ki oocioiiiT»: AfteAOTOy sir ommiTir
«nucoAy áLktaoOf ata^to.-^ Estado del imperio.^— lofluenda del^
crittitiiiiino,'— StiliroDi minitlro en Occidente. — Rofino » ministro-
en Oriente.— ^Honorio^ y Arcadia emperadores.— Repedioiiento del^
imperio. —Muerte do Rufino. — Eutropio , ministro en Oriente. ;—
Rerolneion en Afiriea causada fOfvJildonw— Muerte de Jildon. — Asa«>
daa y elevación de Alarico. — Huida de Honorio.— Derrota de AU-
rico. — Vnelta de ilo»orí» á Roma^^— Abolición de los combates de
los glajiadoret. — Invasión de Radagasio en Italia y batalla de Fio»
renda» — Invasio» de loa bárbaros en el Ocddente. ^<- Moerie de
Stilicon y sitio de Rom» pOr Alarico. — Saco de Roma por Alarico.
-^Mnerte de Alayico. — Sn sepulcro ea colocado en el Tondo de un
rio.— Elección de Alanlíb, cuñado de Alarico. — Mueite de Cons*
lantmo y de su hijo Juliano»-^ Establecimiento de lo» viiigodoe eo
la Galia Narboneose y principio de k monar^ia goda de Ea-
fiaíU.i — Muerte de Ataolfo. — Muerte de Sin jarico. — Conquistas de
Valia, cu Espaila..— Triunfo ve^onaosu de Honovio en Roma. — Ce«
sion de la Aquitania á los visigodos. — Estado del impedode Orien-
te.—• Revoloddn en Frijia.— Muerte de San Juan Crisdstomo. —
Muerte de Areadio.^-Muerte de Constando y de-Honorio.— Lijero
bosquejo de loa papta desde San SíHreatre basta Inoeendo primero.
CAP. X — £x OCCIDBHTB, YALBVTIIIIAIIO III T PLACIOIA $V MAMIK: BK
OaiBMTB , TB0008I0 II T PVLQOBRl A SU If AMIB , MA&CIAHO : BM M8 DOS
iMPBRios « ABCiD, JBiiSBBico f attua t TBODouco. — Valentiniauo III»
emperador de Occidente. ^-Retrato y asadas de Jenserico. — Derrota
de loa romanos en África y sitio de flipona.— «Desgracia y buida de
Aecio. — Toma de Cartago por Jenserico. — Historia de loa aiete dar-
mientea.— Pea de Teodoaio II con Attila. — Retrato de Attila.—
Muerte de Teodoaio y advenimiento de Pulqueria al tronow— Mar-
ciano, emperedor de Oriente. — Crueldad de Jenaerico.— Inv^aion
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láunicot. — Muerte de Teodinrico y d«rroU d[e AUtU. — Esped^cioa
de AUiU en lulia.-* Muerte de AttiU. — Muerte de Aecio. — Etce-
fo vergomoH) y muerte de Valenftiniano • 71
CAP. XI. — ^Eii ocouNiirri: VACsmo, avita , hatomaho, uno iivaao^
ANTimb, oiTBaiOy eu^i&ro. juuo kbpoti t avgüítuío. — jisnAcct
BARBAaOS : VBNSBBICO, RICIWBao T ODOACBO. BR OEIBNTB : lIARCIAtItt,
LBOR, a»ROii, BHPBBADORBS. — Márstmo, emperador.— ^ l.oft yéndeloe
saquean á Roma.-^-Avito, emperador. — AsRÜat de Ricimero: muerte
de Avito. — Mayoriano , emperadoi:. — Guerra con 4qa vitigudot y ai-
tío de Lugduuo — Muerte de Mayoriano. — Libio Severo, emperador.
— Antemio, emperador.-^Ottbrio, emperador. — Muerte de Ricime-*
To.— Rerdlocion de Orestes. — Muerte de Nepote. — Augustiilo, últi-
mo emperador de 'OccidenU. — ConqubU de'4i Italia por Odomcro» y
«*uÍRR del imperio de Occidente. — Ultimo decreto del jentdo. — ^Muer-
«le de Attguttulu. — »Condu»ioR. «•.••..*••• ^ .•« ^ •• - ^ •• • 465
IISTORIA NODem.
LIBRO BEGIMOCUARTO.
COBTnrüA BL BAJO iMPKmo.
CAnrULO miMERO.— Caída del imperio de Occidente. — 'Caudro
de loe acoalecimtentoi anteriores é esta caiáa.<— >#retrntionea de As-
par al poder. «^ Bleccion de León por el senado,— Elevación de An-
temio al trono. — Causa del odio de Xenón cotftra los •citólieos.-'^
Acontecimiento ett la Galia. — Conspiración de Aspar contra León.
•—Erupción del Vesubio. -^ Muerte de Antemio. — I^eon 11, nem»
lirado augusto.-*- Re jencia de Zenon. — Su elevatinn sl*ihrono.—
Invasión de, Jenseríco en el imperio de Orieitte. —'Conspiración en
favor de Basilisco. — Basilisco , emperador. — Muerte de ^Basilisco.— «
fieoólico de Zenon.— Edicto de Veri na. — Espedicion de Teodorieo
-en Itolis. — Guerra entre Odoacro y Teodorico. — ^Batalle del Adda:
■* ios oMrogodos dtteÜos de Italia. -^ Muerte de Odoaoro por la perfi-
dia de Teodorico. -* Teodorico, rey de luKa. — Sn goliíemo. — Sa
conducta porítíca.— Crimen de la emperalrit Arkdtia y muerte de
Zenon. — Líjeit» bosquejo de los papus, desde Zosimo hasU Félia Uf. ^2t
CAP. IL— Anastasio, mpsRAnoR. — iuramfiMo de Anastasio — Re-
trato de Anastasio.— Atafias de Justino. -^Guerra con «los sarrace^
aos y búlgaros. — Invation de Cabédet,-rey de Persia,'en Armenia.
— Sitio de Aanda por CaMdes. — Alianaa de Anastasio y Clodoveo,
y consulado de este. «^Guerra de re]i)ion.-^Conjoracion de Vitalia*
mo f sitio de Coiiltaoléocqpla.«-1i«eHf de Aiiislisiot •.••'••.•..
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CAP. K. •^hamnmó , wmvtwfíVK — Frf t«iiM«nc» át Amancur al^ po»
der. — - Elección de Jytlino po» •! r íérrito. — A«liuiiiiaCra£Íoa d&
Proclo.— Retrato de Lapkiae, ||or fobreoombre Eufeoiia. — Sedi-
don de Ut bocíoae» del'eiivo» — DN4ffden<a de U &orio« etul — -
Priroeves «mpmee de BeiSMrío. — Bmkeíada» y muer le M pap» Juaa h
— I>eagracta de Boecio j de Siromaco. — Condeoecíoa y muerte de
BoectOi-^Moerle de Simmar o. — Muerte de Tfodorico. — Reiencia de
Amataaaiita.-— AMlerioo, rey de Italia. — Jeatinia«o, emperador —
MiierUde Jattioo. • ^ ié9*
CAP. (V.— JlraTiHiANVo, Bin»iaAi»oa. — Retrati^ de Jbatiniano.-^Retra*
tode la emperatriz Teodora.— M a tv'arioa rie doa obiipo*i — Peniten-
cia de Teodora f de quinientas rameras^ — Revolución, de los abase»-
contff^su rey. — Guerra oon Cabéi^es, r^y de Persia*, j batalla de
Dará por Bettaarto — Orijcn de los eacbvonea* — Nueita gnerra con
los ptfeas, j baUlla de Cá^inira. — Paa ron« la Prraia.*— Querellas delt
Circo^r— Revolución del pueblo en faiFor de Ife faecion verde.— ^Tu-
multo esdtado por Hipacio j Pompeyo, aobrinos de Justino. — A^
sesinalos en ek circo»-^Cot»ifuista de Afmca por BaÜaario. — Usur-
pación de Jelimer. — Preparativos de ^ter^*» contra los vándalos,— ^
Marcb» de Belisario.— Inveoaion de las sedales , atribuida á Belua-
rio.— AaaSas de Juan, jeneral romano. — Victoria de Belisario som-
bre Jelimer , y aa anteada en Cartagn.*- Muerte de Juan por la tor-
ptia ót no soldado» — Carta de Faras á Jelimen—- Entrada triunfan-
te de Belisario en Constanliiioplaw — Redacción, de los códigos po»
Tftboniano. — ^El Dijésta y las Pandectas. — Las instituclonea de Jus-
tinlano»— -Las novelas^ — Rejencia de Amalasunta..— Crépol» yesce-^
aoade Ati|larico« su h\\(h — Conspiración contra Amalasunta. — Muer-
te de AtalaricA. — Elevación y cvimenes de Teodalo. — Muerte de Ama^
laaonta* — Conquista de Sicilia por BeNsavio. — Llegada de BelifariO'
á Carlago. — Conducta de Teodato.-^Conquista de U Italia meridio-
nal pov Belisario. — Lleaada de Belisario á Rom»..— Ma»cba de Vi-
tifCi sobre Roma — Peligro y valiente defeusa de Belisario. — Sitio y
l»atalla de Roma. — Muerte del papa SUveriu.*— Toma de Milán por
los bárbaros» — Sitio y toma de Roma por Be KsariOw— Desgracia» dea«
tierra y moette de Juan de Capadocia.— Beliaario es nombrado jene-
ral de Oriente. — Retirada y dcs|raria de Belisario. — Embajada da
Coaroes á Belisario. — Pat entre Bf lisario y Cosroes. — Trabajos de
Justiniano.— Badoelsi por sobrenombre Totiia, es rey de loa godos.
——Enfermedad de Justiniano —Desgracia y reabilítacion Je Belisa-
rioi— Su marcha contra Totiia. — Toma de Roma por Totiia» — En-
trada de Belisario en Roma. — Muerte de la emperatrtí Teodora. —
Retiro voluntario de Belisario.— Nueva toma de Roma por Totiia.
— Retrato del jeneral Narsés.— Su lleg«da á lUlia.<-«Batalla entre
Narsés y totilt. — Derrota y muerte de Totiia. — ^Teya, rey de loa go-
dos.—Su muerte valerosa. — Sitio» bloqueo y capitulación de Ca-
maa.— Sumisión de loa godos.— Destrucción de su imperio.— Es-
critoa reiijiosoe de Justiniano.— Mnertc del papa Viiilio. — - Revoln«
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don de EiptEa.— ApvrtcioB delot turcM.— ^mtsiiób 6t^m érébet f
de los'hoaot.— -Armáineiito de^Ber^Mm.—- Trioafo f desgracia de Be-
lisario. — Deicobriiniento de-UngayanM de teáa.-^-ConapiracioB con*
tra JatUniaao y prnion de Beluario por este motivo* — La mendici-
dad y cegoera de Belitario toa una mentira, — Muerte de Beliw*
•rio.— «Motrle de JofiimaBO^. ..... ^ ... ^ . ^ ^ . . M4
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