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Full text of "Historia universal antigua y moderna formada principalmente con las obras de ..."

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TOMO  xni. 


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FACULTAD  DE  DERECHO 

Biblioteca 


^ContultaenSala 

Excluido  d«  préstamo 

(201) 


Stat  sva  cvi^ra  oibs. 

VIRG. 


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K.J   ^  /^V.<f?> 


BIBUOTECA  UCM 


h  (PA) 


5306481950 


utissDmm 


FORMADA   P&IHCIPAUIBIITB 
CON    LAS    OBRAS   DE   LOS   CELEBRES    ESCRITORES 

EL  CONDE  DE  SEGUR,  ANQUETIL  Y  LESAGE, 


TCOH 


fCXA  DB 

P0& 


M.  IIILLOT^  MULLER^  CHATEAUBRIAND^  BOSSUET,  THIERS  ,  6UIZ0T, 
GÜAT^  MICHELET  ,  MItíNET  ^  ROBERTSON  ^  NOMER  ^  MONTESQUIEU^ 
ROLLIN,  MARIANA,  MIÑANA^  SOLIS,  TORENO,  MARLIANI^  MICHAKL    etC. 

FINALIZANDO 

C<D£T  WS  ID)X€(CZ<a)H£Jfi]I(a)  ]BE(D)(S]&Á}ni(C€)  WMÍIWSSSíSMu 
OBRA  COMPILADA 

BAJO  LA  DIRECCIÓN  DE 

A.  MARTÍNEZ  DEL  ROMERO', 

liminDOO    OB    TARIAS    SOCISDADBS    ARTÍSTICAS    T    LITERARIAS  9 
NACIOHÁHt  T  ■tTKANJBIlAt. 


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Oficina  del  EftlablecioiitAlo  Ce^U^al,  raUp  «le 
Atocha,  auow  66,  CHarta  priuripal. 


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€0ISIITTAS££I3E0  DUOBSeiHO. 


CAPITULO  V. 


xlespaes  de  haber  {Ddieado  los 
objetos  del  culto  de  los  roma- 
nos, beci^o  la  eDuoieraeioo  de 
sosdi¥ÍDÍdades,  y  el  cuadro  de 
los  miembros  del  sacerdocio,  as( 
como  de  sus  diversas  atribucio- 
nes, réstanos  dar  á  conocer  la 
influeocia  estraordinaría  de  la 
relijioo  sobre  un  piteblo  tsn 
crédulo  como  valiente,  y  pre- 
sentar las  relaciones  que4i{;abao 
á  los  triunfos  de  sus  armas,  los 
actos  de  una  piedad  sin  ttmi- 
tes«. 

Jamás  historia  de  nación  aU 
gana  ofrece  i|n  contrasto  mas 
chocante  que  ta  conducta  reli- 


jiosa  de  íw  primeros  romanos, 
opuesta  á  su  conducta  polUíca* 
Rómulo  y  Bemo,  ambos  de  orí- 
jen  dudosa,  consiguen  hacerlo 
venir  del  cielo;  y  un  conjunto 
de  acontecimientos  estraordina- 
rios  parece  justificar  esia  opi- 
nión» Ellos  mismos  casi  se  lo  lle- 
gan á  persuadir,  y  lo  esparcen 
con  aquella  seguridad  que  pres- 
ta siempre  una  íntima  convic- 
ción. Una  multitud  de  hombres 
vagos^  recliazados  de  todo  el  La- 
cio^ estranjeros  en  todos  los  pai* 
ses,  se  une  i  su  fortuna  y  piensa 
ver  en  ellos  seres  de  una  natu» 
raleza  superior.  Admirados  del 


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msfoaiA 


yugo  que  el  jeoio  les  impone^ 
estos  espíritus  seueillos  y  grose- 
ros se  imajioan  reconocer  en 
ellos  el  carácter  de  la  divinidad^ 
y  sin  esfue^rzo  se  someten  á  je- 
fes que  se  atreven á  hablarles  en 
su  nombre.  Pero  desmintiendo  á 
poco,  por  un  acto  de  barbarie, 
unOrijen  usurpado /el  mas  au- 
daz de  los  dos  hermanos  inmola 
albtroá  ¿u  ambición. 

Tales  fueron  los  fundadores 
de  aquella  Roma,  colocada  des- 
pués en  el  rango  de  las  divinida- 
des; tales  fueron  las  primeras 
acciones  medíante  las  cuales  se 
constituyeron  en  cuerpo  de  na- 
ción. El  ascendiente  que  RiSmu- 
lo  había  tomado  sobre  su  pue- 
blo, debilitó  la  impresión  que 
hubiera  debido  hacer  su  crimen^ 
y  aquellos  hombres  feroces  ya 
desechados  de  la  sociedad  por 
acciones  casi  tan  detestables,  no 
vieron  ed  esta  mas  que  una  con- 
seeuentia  irrevocable  de  los  de- 
cretos del  Destino,  de  quien  su 
jefe  se  declaraba  intérprete.  De 
este  tnodo,  fortificando  su  gran 
carácter  con  un  apoyo  que  des- 
truía la  idea  misma  de  la  resis- 
tencia ,  y  libre  de  toda  concu- 
rrencia que  estorbase  sus  vastos 
proyectos^  se  entregó  Rómuk) 
Bin  sujeción  al  vuelo  de  unaima* 
Jinación  atrevida-,  y  lejislador  de 
una  sociedad  naeie&te ,  ia  dicta- 


ba leyes  que  debían  servir  á  to- 
dos los  pueblos. 

Los  dioses  reusaron  á  Rómulo  eí 
perdón  que  tan  fácilmente  le  ba^ 
bian  concedido.  En  mitad  de  sus 
triunfos  se  ve  penetrado  de  re- 
mordimientos, se  orroriza  de, sí 
mismo;  la  sombra  de  su  4esgr<* 
ciado  hermano  le  sigue  sus  pasos; 
y  durante  la  noche  le  persigue  en 
sueños  su  imájen  sangrienta.  Es^ 
fuérzase  por  aplacar  á  sus  ma- 
nes doloridos  con  espiaciones 
que  le  sujiere  una  piedad  salva- 
je; instituye  fiestas  lúgubres  que 
deben  atraerle  el  perdón  de  su 
crimen  conservando  siempre  su 
memoria^,  y  su  pueblo,  dócil  ba- 
jo el  doble  yugo  que  le  había 
impuesto,  mostraba  respeto  á  9U 
rey,  y  al  mísmo^  tiempo  procla- 
maba su  arrepentimiento.  Satis- 
fechos de  estos  actos  esteriores 
príncipes  y  vasallos  se  entregan  . 
á  su  audacia;  cansan  al  cíelo  pa-  , 
ra  obtener  un  perdón  que  cada  . 
dia  se  lesbace  mas  necesario^  y  . 
en  estos  primeros  tiempos  todo 
ofrece  en  los  romanos  la  mezcla 
estravagante  de  una  piedad  ecsa- 
jerada  y  de  una  conducta  culpa* 
ble.  De  este  modo  unas  tierrati 
arrebatadasá  la  fuerza  á  sus  le- 
j.ftimos  poseedores,  se  coosa^n 
al  sostenimiento  de  los  altares» 
otras  se  reparten  coo  el  apara* 
to  de  ia  relijíoa:  mujeres  roba- 


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mOMAMA. 


das  á  8üS  familias^  son  casadas 
con  todas  las  solemnidades  de 
Roma-,  en  fin,  aquella  misma 
ciudad  cuyo  sitio  es  también 
usurpado^  ve  consagrados  sus  ci- 
mientos por  todo  lo  mas  impo- 
nente que  entonces  ofrecían  las 
ceremonias  relijiosas.  Muy  lue- 
go aquellos  sacerdotes  institui- 
dos por  Hómulo  bajo  el  nombre 
de  augures,  declaran  que  la  ciu- 
dad naciente  será  la  reina  del 
mundo;  apenas  se  han  acabado 
loa  muros,  unos  cuantos  hom- 
bres encerrados  dentro  se  pene- 
tran de  la  santidad  de  este  orá- 
culo, y  con  un  paso  firme  y  sos- 
tenido marchan  á  su  cumpli- 
miento. El  rey  se  declara  alta- 
mente protector  de  los  ministros 
de  los  altares;  y  por  una  esacta 
reciprocidad,  estos  ministros  au- 
torizan en  el  nombre  del  cielo 
las  empresas  del  monarca.  Todo 
papecia  justificado  para  llegar  al 
alto  destino  que  se  habian  atre- 
vido á  prometer;  y  este  mundo 
del  cual  no  teniun  una  Justa  idea, 
deMa  ser  la  recompensa  de  la 
piedad  para  con  los  dioses  y  del 
amor  á  la  patria.  La  convicción 
profunda  de  la  santidad  de  aque- 
llo8«ogures,  y  el  entusiasmo  que 
l&tfpíraban,  apresuraban  iel  cum- 
plimiento. No  se  sabe  qué  admi^ 
rar  mas,  si  la  audacia  del  'sobe- 
rano^ la  piadoaa  aaialencia  que  le 


prestaban  sus  ministros,  ó  aque- 
lla firme  creencia  que  se  trasmi- 
tió de  raza  en  raza  en  un  pueblo 
heroico. 

Pero  el  estado  principia  á.es» 
tenderse ;  algunas  naciones  dé* 
bilesse  le  incorporan;  sabias  le^ 
yes  atraen  nuevos  ciudadanos; 
las  victorias  aumentan  continua- 
mente  el  número;  y  Hómulo,  a- 
tentó  siempre  á  atraerse  los  pue- 
blos que  ha  subyugado,  aSade  á 
la  relijion  de  la  ciudad  naciente 
los  ritos  de  sus  nuevos  subditos. 
Muere  por  último  enmedio  da 
los  triunfos,  y  su  muerte,  tan  es« 
traordinaria  como  su  nacimien- 
to, le  hace  colocarse  en  el  rango 
de  los  dioses. 

A  Rómulo  sucedió  Numa  Pom* 
pilio ,  quien  satisfecho  de  man- 
tener á  Roma  en  sus  conquis- 
tas, no  procuró  estenderlas.  Su 
primer  cuidado  fué  calmar,  por 
una  conducta  llena  de  mode- 
ración ,  el  resentimiento  de  los 
pueblos  del  Lacio ,  dispuestos 
ano  ver.  en  los  triunfos  de  los 
romanos  sino  ilustres  atenta- 
dos. Enseñó  á  sus  subditos  asom- 
brados que  hay  otras  virtudes 
que  el  valor  ,  y  otra  grandeza 
mayor  que  la  de  las  conquistas. 
A  la  fuerza,  á  la  violencia  y  á 
las  empresas  audaces,  sucedió  el 
amor  del  orden  y  de  la  justicia; 
los  tratados  dictados  por  la  sabi- 


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niSTOftlA 


duría,  fueron  ejecutados  con  uua 
severa  equidad.  La  antigua  (ie- 
rra de  Saturno,  vio  renacer  con 
mas  esplendor  aquellas  virtudes 
por  mucho  tiempo  olvidadas,  y 
Boma  pudo  en  fin  presentar  á 
sus  hijos. 

L;i  sola  persuasión  no  hubiera 
obtenido  resultado  tan  grande. 
Nunia  tomó  del  cielo  una  autori- 
dad que  los  hombres  le  hubieran 
reusado.  La  ninfa  Ejorio,  decía 
que  le  dictaba  en  sus  secretos 
coloquios,  las  nuovas  leyes  que 
a'iadiaálas  de  Rómulo,  y  con 
esta  astucia  perdonable  tomó  e! 
nombre  de  los  dioses  para  ense- 
ñar á  los  hombres  á  onrarlos 
mejor.  A  la  solidez  con  que  Nu- 
ma  establecía  la  creencia,  anadia 
diariamente  piadosas  institucio- 
nes, y  las  ceremonias  pomposas 
daban  al  culto  de  Boma  un  es- 
plendor que  hasta  entonces  le 
había  faltado.  Los  actos  mas  im- 
portantes del  estado,  la  paz,  la 
guerra,  los  tratados  y  todas  las 
transacciones  entre  los  ciudada- 
nos, estaban  sujetos  á  la  volun- 
tad de  los  dioses,  y  sus  órdenes, 
transmitidas  por  los  sacerdotes, 
llegaron  á  ser  lá  regla  de  todo 
un  pueblo. 

Un  reintido  lurgo  y  tranquilo 
permitió  á  este  sabio  rey  hacer 
que  los  romanos  amasen  los  la- 
xos sagrados  con  que  les  habia 


unido;  y  bien  pronto  vio  elevar- 
se cerca  de  sí  una  jeneracion  de 
hombres  tan  valientes  como  sus 
padres,  y  mas  dignos  del  título 
de  ciudadanos. 

Bajólos  sucesores  de  Nuraa, 
las  virtudes  guerreras  por  tanto 
tiempo  comprimidas,  se  desple- 
garon  con  una  nueva  enerjíu. 
Penetrando  Roma  el  secreto  de 
sus  destinos,  marchó  con  un  pa- 
so rápido,  acia  un  objeto  de  que 
se  sentia  digna.  Orguliosa   con 
sus  divinas  instituciones,  se  com- 
plació en  hacer    partícipes   de 
ellas  á  sus  vecinos  todos*,   y  u- 
niéndose  en  ella  el  fanatismo  de 
las  conquistas  á  la  ecsaltacion 
relijiosa,  desde  lo  alto  del  Capi- 
tolio proclamó  su  culto  y  su  im- 
perio. La  disciplina  militar,  ú- 
nica  causa  de  la  grandeza  roma- 
na, descansó  enteramente  sobre 
una  base  relijíosa.  Todo  soldado 
admitido  en  una  lejion,  hacia  ei 
juramento  de  no  abandonar  nun- 
ca sus  ensenas  y  obedecerá  sus 
jefes.  No  le  era  permitido  pelear 
antes  de  haber  llenado  esta  for- 
malidad-, pero  llenada,  estaba 
ya  ligado  por  una  obligación  que 
no  podia  desechar.   Cuando  el 
pueblo  se  sublevó  por  un  movi- 
miento de  indignación  contra  los 
decemviros,  las  lejiones,  parti- 
cipando de  su  odio  contra  los  ti- 
ranos^ continuaban  sin  embargo 


i 


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mOMAltA. 


9 


obedeciéndolos,  y  lossoldádosno 
pudieron  determinarse  á  aban- 
donar una  causa  que  detestaban, 
sino  cuando  se  les  demostró  que 
el  poder  de  sus  jefes  era  osar- 
pado(l)« 

Después  del  incendio  de  Roma 
por  Brenno,  no  ofrecia  la  cindad 
mas  que  un  montón  de  ruinas: 
el  pneMoy  desalentado  entera- 
mente, quería  retirarse  á  Veyos, 
en  donde  se  habían  refujiado  ya 
machas  familias.  Gamito,  enton- 
ces dictador,  reunió  las  «Minas 
para  apartarlos  de  tan  sacrfle"^ 
abandono.  Insensibles  al  onor  y 
k  la  vergüenza,  los  ciudadanos, 
abatidos  por  tantas  pérdidas,  es- 
taban decididos  á  huir,  ya  iban 
i  dar  su  voto,  cuando  un  centu- 
rión, pasando  con  su  troplí  por 
el  Foro,  le  dijoenvoz  alta:  Aqmi 
€$  donde  debemos  permanecer. — 
c Acepto  el  augurio,»  escían^ó 
Lucrecio,  varón  consular :  este 
grito  resonó  entre  el  pueblo/ y 
ana  palabra  dicha  al  acaso,  pa- 
só poruña  orden  de  los  dioses. 

Pudieran  citarle  como  actos 
relijiospsel  sacríflcio  voluntado 
qoB  hicieron  de  su  Vida  los  mas 
Ilustre?»  senadores  cuando  espe- 
raron la  muerte  con  tanto  va fór, 
mejor  qtie  ver  sus  altares  pros- 

(1)  Dtoiiifio  oa  HAUCAaa.  lib.  XI, 
cap.  ti9. 

,    Toao  xni. 


tituidos  por  los  bárbaros.  El  ya 
citado  sacriQcio  de  Mareo  Cur- 
do, puede  contarse  también  en  su 
número,  y  otros  muchos  que  he- 
mos mencionado  en  la  historia. 
Sin  duda  qué  admirará  el  po- 
der de  la  relijion  sobre  aquellas 
almas  tan  fuertes  y  Jenerosas,  y 
qOe  se  reconocerá  la  Justicia  de 
aquel  prlni^ipio.  Pero  ¿por  nué 
dejeueraron  en  una  superstición 
tan  vergonzosa ,  degradándolos 
tanto  como  tos  habia  elevado?' 
Rsos  mismo<  rumanos  de  tan  ad' 
mirable  valor  y  heroi^mo,  lle- 
gan á  dar  romp^fon  por  su  de- 
bilidad: todo  para  ellos  eran  o« 
ráculos  secretos,  avisos  amena- 
zadores, húguVio^  felices  ó  fu- 
nestos; HA  encuentro  insfgntfiw 
cante  sumía  en  et  abatimiento  á 
aquellos  espíritu?  altivos,  y  en 
el  nombre  de  la  divinidad  se  a* 
batiaií  basta  el  estremo.  Yéselotf 
diríjiendo  miradas  inquietas  á 
sti  alrededor^  vivir  én  una  per- 
pétuÉ  Inquietud.  Una  palabra 
pronunciada  al  acaso,  turbaba 
su  ánimo,  se  pintaba  el  terror 
en  sus  facciones;  callábanse  de 
repente;  y  después  de  haberse 
besado  el  dedo  anular,  se  toca-f 
ban  detráa  de  la  oreja  derecha 
en  la  parte  que  llamaban  el  sitio 
de  Nemeeii  (2),  oomo  cuando  se 

(2)    Plihio  <Ub.  XI,  cap.  zlt)  €»• 
2 


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to 


flitr«ai4 


repreide  qüo  d^  iinn  aorion  ó 
de  una  p{fl«ibra  inconsiderada. 
Esta  disposición  á  una  creencia 
ciega,  determinaba  todas  las  ac- 
ciones de  sa  vida;  su  inQuencia 
secreta  era  aun  mas  poderdsa 
en  los  ejércitos.  Sobre  el  tea- 
tro de  la  fuerza,  las  resolucio- 
nes roas  importantes  se  tomaban 
siempre  según  la  decisión  de  los 
augures. 

Fuese  convicción  ó  destreza, 
muchos  Jenerales  se  aprovecha* 
han  de  estos  oráculos  para  llevar 
sus  tropas  á  la  victoria, mientras 
otros  sufrieron  derrotas  vergon- 
zosas por  haberlos  despreciado. 

El  encuentro  de  un  mezquino 
tnimalejo  hacia  palidecer  á  a- 
qnellos  hombres  que  no  infimi* 
daba  la  muerte;  y  se  vieron  le- 
jiones  enteras  embargadas  de  es^ 
panto  ala  vista  de  una  liebre, 
ciiyatimideiZ  parecía  Anunciarles 
la  derrota  y  la  buida.  En  el  cam- 
po^ en  ^  senado,  en  el  foro  y 
en  todas  partease  hallaban  las 
mismas  ideas.  No  había  en  Ro- 
ma un  solo  personaje  notable, 
que  se  atreviese  á  abrir  su  puer- 
ta antes  de  haber  consultado  á 
los  pollos  que  se  censiderabao 

loraKi  f1  asiento  ót  h  meninria  f!«'friii 


de  las  urc);i8  á  los  que  er|iB  llamadot  á  I 
itr  ti»ilgo&  (PljaiK>  iM«) 


romo  oráculos  domésticos  (1).. 
Hubo  vez  de  verse  á  un  gran 
majístrado  entrarse  en  su  cisa 
con  precipitación,  porqué  al  sa- 
lir habia  tropezado  en  el  escalón* 
de  la  puerta;  v  un  st^no  lor  viejo 
que  un  dia  estaba  comien  lo  en 
casa  de  Octavio,  llamantio  la  a* 
tención  de  esté  par  su  aire  aha« 
tido  y  prei^untándole  qwf^.  teni», 
confesó  sin  misterio  que  hahii^n* 
dose  puesto  al  levantar  por  la 
mafiana  la  sandalia  izquierda  en 
el  pie  derecho,  agiíero  tan  fu^- 
nesto  lo  traia  lleno  de  tristeza. 

Oigamos  sobre  la  materia  quo 
nos  ocupa  el  parecer  del  sabio 
autor  del  Espíritu  de  las  leyes. 
Los  sucesores  no  se  atrevieron  á 
hacer  lo  que  este  príncipe  no 
habia  hecho:  el  pueblo  que  ha- 
bla perdido  mucho  de  su  feroci- 
dud  y  rudeza,  era  ya  susceptible 
de  mayor  disciplina.  Fácil  hu- 
biera sido  añadir  á  las  ceremo* 
olas  de  la  relijion  principios  y 
reglas  de  moral  de  que  carecía; 
pero  los  Itjisladores  de  los  roma- 
nos eran  sobrado  previsores  pi« 
ra  dejar  de  conocer  cuan  pef i«> 
grosa  hubiera  sido  una  reforma: 
porque  hubiera  sido  forzoso 
convenir  en  que  la  relijion  era 
defectuosa,  y  se  debílilaha  su 
aulpridud.  La  sabiJun'.i  í\ví  1o5 


(i)     Pumo,  lib.  X,  cap.  lu* 


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romanos  les  hizo  tomar  un  par- 
tíio  m»  acerittdo  eslablecfeD^o 
leyes  neevaa.  Las  inatituehmes 
bomanas  pueden  cambiarj  pero 
laa divinas  deben  ser  inmoUMes 
tomo  los  mUmos  dioses. 

Así  es  que  babíéndo  el  sena* 
do  romano  dado  el  encargo  al 
pretor  Petilio  (1)  de  ecsaminar 
tos  escritos  del  re?  Numa,  que 
eo  habían  encontrado  en  un  co* 
Trede  piedra  cuatrocientos  años 
después  de  la  muerte  de  e^le 
rey»  resolvió  baceríos  quemar, 
por  informe  del  pretiir,  por 
eoentu  las  ceremonias  q«e  se 
ordenaban  en  estos  escritos  se 
diferenciaban  mucho  de  las  prae« 
ticadas  entonces;  lo  cual  podía 
introducir  escrúpulos  á  los  espí  • 
riCUs  sencillos»  haciéndoles  yer 
que  el  culto  prescrilo  no  era  el 
mismo  que  el  insUtuido  |N>r  tus 
primeros  lejisladores  é  inspira  «> 
do  por  la  ninfa  Ejería. 

Los  adivinos  no  podían  pro- 
nunciar nada  sobre  loa  negocios 
públicos  sin  el  permiso  de  loa 
majistradois;  su  arle  estaba  ab« 
sotutaioeiite  subordinado  á  la 
Toluntad  del  senado*,  y  esto  se 
había  dispuesto  así  por  los  li- 
bros de  ios  pontífices»  de  los  cua* 
lea  nos  ha  conservado  Cicerón  al- 
gunos fragmentos  (-2). 

(i)    Tito  LiTUiy  lib.  XL,  cap.  ikiz. 
{2)    De  Lrg.  líb.  IL'  É^tía  dimp' 


monáh.  \\ 

PoLiBfo  pone  la  superstición 
en  el  número  de  las  ventajas 
que  el  pueblo  romano  tenia  so- 
bre los  otros  pueblos ;  —  lo  que 
parece  rídfciilo  á  {os  sabios^  es 
necesario  para  ios  ignorantes;  y 
aqoel  pueblo  que  tan  fácilmente 
se  eneolerixfiba/tenia  necesidad 
de  ser  conducido  por  un  poder 
iATlsible. 

Los  augures  y  loa  arúspices  e* 
rao  propiamente  los  grotescos 
del  paganismo;  pero  no  se  les 
hallará  rídhMitossi  se  reOeesio-* 
na  que  en  una  retíjion  toda  po« 
pufar  como  esta«  nada  parada 
estravagante;  la  i-redutidad  del 
pueblo  lo  reparaba  t<Ho  entre 
los  romanos;  pues-cuanto  mas 
contraria  á  la  ramn  faiioaaaa  era 
una  cosa»  tanto'  i^aa  divina  le 
parecía.  Una  simple  verdad  no 
les  hubiera  afectado  vívametiie) 
necesitaban  objetoa  de  admira- 
ción» necesitaban  señales  tle  la 
dtviaidad»  y  solo  las  hallaban  en 
lo  maravilloso  y  ridíeuto. 

Gosa  eatravagaole  era  k  la 
verdad  hacer  depenüet  la  saltra^ 

tanto-,  protUgiOf  poríenia^  ad  fffnyipi 
et  aruspíceSf  si  senatu»  jusserii^  á/«- 
fe f unió.  Y  en  otro  lugar:  Saeerdoium 
dito  $óiura  sunioi  mnum  ^fuod  pñd^sü 
€4KremoaiÍM  ei  satrit^  mtíétum,  tfmod 
4nUrpre$etur  fatidieormm  ei  ftmtmm 
tffmia  inéogmiíaf  wm  99uakt$  ¡^opuku^ 
tfue  admiverU* 

% 


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13  ,  «svoftu 

eioQ  de  la  repáMíca  del  apoUio 
M|¡rado  de  un  pollo»  y  de  la  dia- 
posición  de  las  entrañas  de  las 
víciimas;  pero  los  que  introdu*^ 
jeron  estas  ceremonias»  cono- 
cían muy  bien  el  flaco  y  el  fuer- 
te del  pueblo^  7  eon  razones  es- 
peciosas pecaron  contra  la  mis* 
ma  razón.  SI  este  cqlto  hubiese 
sido  roas  razonable »  los  ho8i- 
bres  entendidos  igualmente  4|ue 
el  populacho  hubieran  sido  ju* 
fuete  de  él»  y  de  este  modo  se 
hubiera  perdido  toda  la  ventaja 
que  podia  esperarse :  se  necesi- 
taban ceremonias  que  pudiesen 
entretener  la  superstición  de  los 
unos,  y  mantener  la  poKtica  de 
los  otros;  y  esto  se  encootrabn 
en  las  adiviiu^íoaes.  Poa(anse 
los  decretos  del  délo  en  boca  de 
los  principales  sanadores ,.  los 
cuales  no  dejaban  de  coqocer  lo 
útil  y  ridículo  de  tales  adivina- 
ciones. 

Cicerón  dice  (t)  qqe  Fabio, 
siendo  eugor^  tenia  por  regla 
que  lo  que  era  Tcntajoso  á  la  re- 
pública, se  hada  siempre  bajo 
buenos  auspicios.  Piensa  como 
Marcelo  (2)^  que  aunque  la  cre- 

(1)  Optímis  mupieUf  eo  geri,  éftut 
pro  re^mMe»  salttte  gertreníw^  ifucr. 
tomirm  rempméíkéun  fiertmi  ^  toníra 
^nMpUUfiti.  (De  Senecmie.  Cap.  !▼•) 

(2)  Dt  Divüiaíiime,  Lik  IL 


dulidad  pofNilar  hubiera  eataT 
bieeido  en  un  principio  los  au* 
gures»  se  hubiera  tmpedldo  su 
uso  por  utilidad  de  la  república, 
estableciendo  la  diferencia  en^ 
tre  los  romanos  y  los  estranje- 
rqs»  en  que  estos  se  servian  de 
ellos  en  todas  ocasiones»  éo  vez 
de  que  aquellos  solamente  los 
empleaban  cuando  lo  reclamaba 
el  interés  público.  Cicerón  nos 
di<^  (3)  que  el,  rayo  caido  por  la 
derecha  era  de  buen  agüero^  es» 
cepto  en  las  asambleas  del  put-- 
b\o ,  prMerquim  ad  cqmitía.  En 
esta  ocasión  cesaban  las  reglas 
del  arte:  los  majistrados  juzga-» 
han  en  ella  según  su  capricho  de 
la  voluntad  de  los  auspicios»  y 
estos  eran  una  brida  con  que  su* 
jetaban  al  pueblo.  Cicerón  affa«- 
de  :  Hoe  imtituium  reipMicm 
eatisá  eit,  ut  eomitiorum,  vél  in 
jure  Ugum,  ve(  in  judiciU  populi, 
vet  in  eredndis  magi$tratibu$, 
principe»  eifíiiates  e$$ent  interpré-^ 
te$.  Antes  habla  dicho  que  se 
leia  en  ios  libros  sagrados:  /boa 
tañante  et  fulgurante  can^itia  po- 
puli habere  nefas  e$$e.  Esto  se  ha*> 
bia  introducido»  dice»  para  pro* 
porcionar  á  los  majistrados  un 
pretesto  de  disolver  las  reunio- 
nes del  puebb  (4).  Ademáa  era 

(3)  Ibtd. 

(4)  Boe  rt^mbi^.  •tmsd  ien$tí$m^ 


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AOM4KA.  13 

indirereóte,  como  bemos  dicho  I  nos,  que  legoian  siempre  k  los 


jro,  qae  la  víctima  qae  se  inmo- 
laba fnese  de  bueno  ó  mal  agüe- 
ro; porque  cuando  no  se  coaten* 
tabancoola  primera,  se  inmo- 
ialuí  una  segunda^  una  tercera, 
cuarta,  etc.^que  se  llamaban  Aos* 
íim  iuc€$danm.  Queriendo  Paulo 
Emilio  sacrificar,  se  vio  obliga- 
do á  inmolar  veinte  víctimas: 
los  dioses  no  se  aplacaron  tiesta 
la  última,  en  que  se  encontró-» 
ron  seQales   que  prometían  la 
victoria.  Por  eso  era  costumbre 
decir  que  en  los  sacrificios  lus 
últimas  víctimas  vallan  siempre 
mus  que  las  primeras.  César  no 
tuvo  tanta  paciencia  como  Pau- 
lo Emilio;  pues  habiendo  de^^o- 
llado  muchas  víctimas,  dice  Sue* 
tonto  (1)  sin  encontrar  una  fa- 
vorable» almodoaó  los  altares 
con  deapre^  y  entró  en  el  se- 
nado. 

Como  los  mijistrados  eran 
dneOos  de  los  presajios ,  tenian 
an  medio  seguro  para  apartar  al 
pueblo  de  una  guerra  que  hu- 
Uera  sido  funesta,  ó  para  ha- 
cerle emprender  otra  que  hu* 
hiera  podido  ser  útih  Los  adiví* 


éomiitontm  9ním  non  habtndo^ 
rttm  causas  éSM  oolmnuU.  (De  Divi- 
nalioiie.) 

(t)  Riktü»u9  ho&tiU  ew9ü,  €iám  //- 
$ar€  nwt  poMS€Í^  mirQiii  tun'am^  tt^rtid 
rtligiotrr.  (In  JoL  Cns.  O^  Va^u») 


ejércitos,  y  que  eran  mas  bien 
intérpretes  del  jeneral  qae  de 
los  dioses,  inspiraban  .coafianaa 
á  kM  soldados.  Si  por  casaaUdad 
algún  funesto  presajio  liahla  es^» 
pantado  al  ejército,  ua  hábil  je- 
neral trastornaba  el  seoládo  y  se 
lo  hacia  favorable;  así  Seipion, 
que  se  cayó  al  saltar  de  lu  barca 
en  la  costa  de  África,  tomó  un 
puftado  de  tierra  y  dyo  :  Africaí 
ya  eras  mía !  y  por  estas  palabras 
hizo  feliz  un  preaajio  qae  habia 
pareciuo  tan  funesto. 

César  Aié  advertido  mochaa 
veces  por  los  adivinos  que  no 
pasase  á  África  antes  del  iovier* 
no;  no  los  escachó  y  pudo  ade*- 
tantarse  á  sos  enemigos,  que  sia 
esta  dilijeocia  hubieran  tenido 
tiempo  de  reunir  sus  fuei-zas. 
Craso,  durante  un  sacrificio,  ha- 
biéndosele caido  de  las  manos  el 
cuchillo,  el  pueblo  lo  tomó  á 
malagüero;  pero  él  lo  tranquili- 
zó didéodole:  ¡Animo!  mi  espmda 
al  mémoé  na*$e  me  ha  oaido  nunca. 
Tarquino  el  Soberbio,    que<* 
riendo  establecer  Juegos  en  onor 
de  la  diosa  Mánia,  consultó  al 
oráculo  de  Apolo,  qaien  respon* 
dio  oscuramente  y  dijo  que  ha- 
bia  qae  sacrifirar  cabezas  por 
cabezas,  capitibas  pro  eapitibut 
supplicandum.EstQ  príncipe,  mas 
cruel  que  supersticioso,^  hizo  que 


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u 


ñt»roník ' 


•e  ifimi^tatott  unos  niños-,  pero 
Jonici  Bnítd  cambió  eáte  orrible 
sarríflcio^  porqae  io  mandó  ha* 
eer  con  cabezas  de  ajos  y  ador* 
roideras^  y  de  este  modo  se  elu« 
dfló  el  orílcolo  (1). 

Cuando  el  nodo  gordiano  no 
se  podía  desatar  se  cortaba:  de 
esta  manera  Claudio  Púlcer,  que^ 
riendo  dar  un  coñnbute  navül^ 
hÍKo  arrojar  al  mar,  como  ya 
dejarnos  referido»  los  pollos  so- 
f  rados,  k  fin  de  hacerles  heber, 
deria ,  puesto  que  po  querían 
conrit'r. 

Es  cierto  que  se  castigaba  tam- 
bién algunas  veces  á  un  jeneral 
por  no  haber  seguido  los  presa- 
jios(2);  y  esto  mismo  era  un 
nuevo  efecto  de  la  política  de  Iqs 
romanos.  Se  quería  hacer  ver  al 
pueblo  que  los  malos  reveses, 
las  ciudades  tomadas  y  las  bata- 
llas perdidas  no  eran  efecto  de 
la  maluí  constitución  del  estado 
ó  de  la  debilidad  de  Ja  república, 
jino  de  te  iáipiedad  de  un  cruda- 
éano  contra  el  cual  estaban  irri- 
tados los  dioses.  Con  esta  per- 
iuaeion  no  era  dtfiíiil  volver  la 
jconflanza  al  pueblo,  bastando 
para  ello  algunas  ceremoéias  y 
algunos  sacrificios.  Por  lo  mis« 
wm>,  cuando  la  ciudad  estaba  a«> 

(1)  Mserob.  Sáim^ai.  Uh.  I. 

(2)  V«L  lUmiw.  I,  c  IV,  «rt  3. 


menazada  ó  sé  veta  aflijfda  con 
alguna  desgracia,  no  dejaban  de 
inquirir  la  cauSa,  que  siempre 
era  la  cólera  de  algún  dios  cuyo 
culto  se  habia  descuidado:  has» 
taba  para  librarse  de  ella  hacer 
sacrificios  y  procesiones^  y  puri- 
ficar la  ciudad  ton  antorchas, 
azufre  y  agua  salada.  Se  hacia 
pasear  á  la  víctima  alrededor  de 
los  murallas  antes  de  degollarla, 
lo  cual  se  llamaban  sacrifleium 
am6ttr6ttfm  y  amburbial.  Algu* 
oas  veces  basta  se  purificaban 
tos  ejércitos  y  la  armada,  des- 
pués de  lo  cual  recobraban  to* 
dos  su  valor. 

Scevola,  gran  pontífice,  y  Ya- 
rron^  uno  de  sus  grandes  teólo-^ 
gns,  decían  que  era  necesario 
que  el  pueblo  ignorase  muchas 
cosas  verdaderas  y  creyese  mu- 
clias  falsas.  Sao  Agustin  dice  (S) 
que  Varron  habia  descubierto 
de  este  modo  todo  el  «ecreto  de 
los  políticos  y  de  los  ministroa 
de  estado. 

El  mismo  Scevola,  según  San 
Agustin  (4),  dividía  los  dioses 
en  tres  clases:  los  establecidos 
por  los  poetas^  los  estableciéos 

(3)  Toium  eomHiiam  prodiáU  ém- 
pitnium  per  quod  chitaUí  €i  popuU 
regerentur.  (Da  dril.  Ofi,  Lib.  IV, 
cap.  XXXI.) 

(4)  ÚMdtOI. 


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1U0ÍÜIA, 


ii 


por  los  filósofos,  y  los  qae  ha- 
bían invenlado  los  majistradoSy. 
h  principibm  civitatis.  Los  que 
lean  la  bistori^  romana  y  sean 
un  poco  perspicaces  encontrarán 
3  rada  poso  rasgos  de  la  política 
de  que  hablamos.  Así'  se  ve  á 
Cicerón,  que  en  particular  y  en- 
tre sos  amigos,  hace  á  cada  paso 
una  conresioo  de  su  increduli- 
dad (I),  hablar  en  público  con 
nn  zelo  estrnordinario  contra  la 
impiedad  de  Yerres.  Se  ve  á  un 
Ciodio«  que  habia  profanado  in- 
solentemente los    misterio»  de 
la  buena  diosa,  y  cuya  impiedad 
habia  sido  marcada  por  veinte 
decretos  del  senado»  hacer  ét 
mismo  una  arenga  Ljesa  de  zclo 
á  aquel  senado  que  le  habia  cen- 
surado, contra  el  desprecio  de 
las  prácticas  antigoas  y  de  la  re- 
lijion.  Se  veía  á  un  Salustio,  el 
mas   corrompido   do  todos  los 
ciudadanos,  poner  á  la  cabeza  de 
sus  obras  un  prefacio  digno  de 
la  gravedad  y  austeridad  de  Ca- 
tón. Ño  acabaríamos  si  hubiése- 
mos de  ir  filando  ejemplos. 

Aunque  los  majistnitlos  no 
participasen  de  la  relijíon  del 
pueblo,  no  puede  dejarse  de 
ttreer  que  tuviesen  una.  M.  Gud- 
worth  ha  probado  en  gran  ma- 

(I)     AiewH  fm  deiirarg  tense*  ui 


ñera  que  los  booibreftHQStradof. 
entre  los  paganos,  adoraban  k 
una  divinidad  supretiia,de  qolea 
no  era  mas  que  ooa  participa- 
cioa  las  divinidades  del  pueblo. 
í^s  paíjíjnos.  nada  escrupulosos* 
en  el  enlto,  crejan  que  era  indi- 
ferente adorar  á  la  misma  divi-    . 
nidad  ó  á  sus  manifestacio  tes; 
adorar  por  ejemplo,  á  Veons  en 
la  potencia  pasiva  de  la  nalora- 
le^a,  ó  á  la  divinkiad  suprema, 
eo  tanto  que  era  susceptible  da 
toda  jeneracioA;  da  tributar  un 
culto  al  sol  ó  al  Ser  S<a|h^mo, 
en  tanto  q»e  anima  las  plaataa 
T  hace  fecunda  la  tierra  con  aa 
calor.  Así  el  estoico  Bolbus  diea 
en  Cicerón  (2)  «que  Dios  partU 
«cipa  por  su  na  tarale^a  de  todas 
wlas  cosas  de  aquí  alMJo;  que  es 
i>Ceres  sobre  la  tierra,  y  Neptu- 
«no  en  los  mares.»  Mas  diría- 
mos, si  tuviésemos  el  libro  qua 
compuso  Asclepiades,  titulado  la 
Armonia  de  iodos  la$  íeof^jiaB. 

Como  el  dogma  del  ulnia,  del 
mundo  está  casi  jaoeralmenia 
recibido  y  que  cada  parte  dal 
universo  se   miraba   como    uo 

(3)  Deas  perUnens  per  naiurmm 
euíms^ut^  rei^  per  ierrae  Cétee,  me  t  mm^ 
rim  NepiunuM  aiii  per  aH<^  p9ierm9t 
imieiii^'i  gui  ípmUMqme  iUni^.  qttoifme 
eos  momime  conetuiwíü  aune^paperM, 
h0$  d€0i  H  vemrmriet  eúlsre  dehemmu 


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16 


intrnniA 


miembro  ?ito  eo  cpie  esta  alma 
estaba  repartida^  parecía  quo  era 
permíUito  adorar  iodifereot^ 
meóte  todas  estas  partes,  j  que 
el  caito  debia  ser  arbitrarlo  eo- 
ftio  el  dogma. 

De  aqui  faabia  nacido  aquel 
espirita  de  soberaoia  y  daixara 
que  reinaba  en  el  mundo  paga«« 
do:  no  cuidaban  de  perseguirse 
j  destrozarse  unos  á  otros,  co- 
mo en  los  tiempos  del  cristia- 
nismo; todas  los  relijiones,  to- 
das las  teolojias  eran  igualmcn* 
teburflas:  las^berejias/lus  gue- 
rras y'  las  disputas  de  relijlon 
les  eran  desconocidas:  con  tal 
de  que  fuesen  á  adorar  ai  tem^ 
plo>  cada  ciudadano  ei^a  gran 
pontífice  en  su  familia. 

Los  romanos  auD  eran  mas  to- 
lerantes que  los  griegos,  que  to^- 
do  lo  bastardearon;  ya  en  so  de- 
bido lugar  hemos  referido  el 
destino  desgraciado  de  Sócrates. 

Es  verdad  que  la  relijiott  ejíp- 
cia  estuvo  siempre  proscrita  en 
Roma:  y  ¿por  qué?  porque  la  re- 
li|ion  ejipcia  como  la  cristiana, 
era  intolerante,  quería  reinar 
sola  y  establecerse  sobre  las  rui- 
nas de  las  demás V  de  modo  que 
el  espirito  de  suavidad  y  pac  re- 
lijioaa  que  reinaba  en  los  rome- 
óos, fué  la  verdadera  causa  de 
la  guerra  que  le  bicíeron  sin  des- 
canso. £)  senado  mandó  derri* 


biir  los  templos  de  las  divinida- 
des ejipcias;  y  Yelerio  Macsi- 
mo  (1)  refiere  con  este  motlTo 
que  Emilio  Probo  dio  los  pri- 
meros golpes,  á  fin  de  alentar 
con  su  ejemplo  á  los  trabajado- 
res, penetrados  de  an  temor  su- 
persticioso. 

Pero  los  sacerdotes  de  Séira- 
pis  y  de  Isis  tenían  mas  zelo  pa- 
ra establecer  estas  ceremonias, 
que.  habla  habido  en  Roma  para 
proscribirlas.  A uhque  Augusto, 
según  refiere  Dion  (2)  ^lubiese 
proibido  su  ejercicio  en  Roma, 
Agríppa  que  mandaba  en  su  au  * 
sencia  la  ciudad,  se  vio  obliga- 
do á  proibir  su  culto  segunda 
vez*  En  Tácito  y  Soetonio  se 
pueden  ver  los  frecuentes  decre- 
tos que  tuvo  que  dar  el  señan- 
do para  desterrar  este  cuho  de 
Roiiía. 

Es  necesario  notar  que  los  ro* 
manos  confundieron  á  los  jo  - 
dios  con  los  ejipcios,  como  se 
sabe  que  confundieron  á  los  cris- 
tianos con  los  judios:  estas  dos 
relijiooe^  fueron  miradas  por 
mucho  tiempo  como  dos  ramas 
déla  primera,  y  partieron  coO' 
ella  el  odio,  el  desprecio  y  la 
persecución  de  los  romanos.  Los 
mismos  decretos  que  abolieron 

(i)    Lib  If  cap.  tu. 
(2)    Lib.  XXXIV. 


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lOfLMlS 


47 


w  Roma  Jué  ce^iÉiaiiUl^e;iÍ9Cias« 
coQiparao  siempre  la$  cereoio- 
oías  judaicas  coa  i)quellas^  oo* 
IDO  aparece  por  Tilo  (I)  y  por 
Suetonio  e»  Jas  vidas  d^  Tiberio 
y  de  Claudio.  Alas  claro  está  to- 
davía el  que  los  historiadores 
jamás  han  hecho  disliacioQ  entre 
qí  cuUo  de  ios  cristianos  y  el  de 
los  otros.  AuQ  no  habían  salido 
de  eslc  error  en  tiempo  de  A- 
driano^  como  aparece  por. una 
carta  que  este  emperador  escri- 
bió desde  Ejipto  al  cónsul  Seo 
vanio:  «Todos  (2)  los  que  en  E- 
ajipto  adoran  á  Sérapisson  cris- 
«tianos,  y  los  quesejlamao  o- 
ttbispos  están  entregados  al  culto 
»de  Sérapis.  No  hay  judío,  príh- 
«cipe  de  sinagoga ,  samaritano, 

(1)  HÁi.Uh.\l. 

(2)  ////  ^'  Serapin  cotunt,  QiHm- 
tiani  9uni%  et  deooti  sunt  Serapi^  qui 
se  C/wisíe  epUcopujt  dicua,  N^mo  üUe 
arcftísjrnagoguM  Judeorum,  nemo  Sá'^ 
mariieff  tierno  Cfiristianorum  presbj" 
Ur^  non  mathematieuSy  non  arunptx^ 
non  aUpleñy  qui  non  Serapin  coIaL 
Jpst  Ule  patriar tha^  (Judeorum  sci- 
licet,)  cían  jiE^jrptum  otmrit^  ab  a* 
tíié  Scrapin  adorare^  ab  aUig  cúgUur 
Christum,  Ünus  tiíis  deuteMi  Serapir, 
hune'  Juda:i^  bunc  ChriHitmi^  hune 
cmnes  venerantur  H  genitM.  (FUviui 
Vopiscas,  in  Fita  Saiurnini.  Vidc  Íí¿- 
torio:  augusta:  ser iptor es t  in  luí.  162U| 
p.  245;  «/i>i  8.  1661.  p.9S9.) 

^OUO  XIU. 


usactrdole  cristisno,  mat^máti- 
neo,  adivino,  ó  buñador  (el  que 
•untaba  COQ , aceites  aromAlicos 
»á  los  qpa  sallan  de  los  baños  y 
ȇ  los  luchadores)  que  no  adore 
»á  Sérapis.  El  mismo  patriarca 
»de  los  judíos  adora  indlfereote* 
«mente  á  Sórapis  ó  á  Cristo.  Es- 
lías jantes  no  tienen  otro  Dios 
»que  Sérapis:  este  es  el  dios  de 
»los  cristianos,  de  los  judios,  y 
»de  todos  los  pueblos.»  ¿Pueden 
tenerse  ideas  mas  confusas  .de 
estas  tres  relijiones  y  confundir- 
las mas  gro«erumcnte  ? 

Entre  los  ejipcios,  los  sacer- 
dotes formaban  un  cuerpo  apar- 
te, que  se  mantenía  á  espensas 
del  público;  de  esto  nacian  mu- 
chos inconvenientes;  todas  las 
riquezas  del  estad^  se  encontré* 
ban  embebidas  en  pna  sociedad 
dejente^que,  recibiendo  siem- 
pre y  no  dando  jamás,  todo  lo 
atraían  á  sí  insensiblemente  (3). 
Los  sacerdotes  de  Ejipto  así  re- 
compensados para  no  hacer  na- 
da,  vejetaban  todos  en  una  ocio* 
sidad,  de  la  cual  no  sallan  sino 
con  los  vicios  que  ella  produjo; 
eranenredadoreSj  chismosos.  In- 
quietos, cizañeros,  emprendedo- 
res, cualidades  que  los  hacia  es- 

(3)  ¿£»tá  tslo  con^briae  con  U 
ídsUukíoii  de  nuefttrottstipgaidotfiat- 
lesf 

3 


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18 


■MMIá 


tremadamente  peligroso*.  En  fin 
un  cuerpo  cuyos  Intereses  ha- 
bían ildo  violentamente  separa- 
dos de  los  del  estado^  era  un  móns- 
truo;  y  los  que  lo  hablan  esta* 
blecido  hablan  arrojado  en  la 
sociedad  una  semilla  de  dlscor* 
día  y  Je  guerras  civiles.  No  su- 
cedía lo  mismo  en  Roma:  había- 
se hecho  nlK  del  sacerdocio  una 
carga  civil-  las  dignidades  dé  au- 
gur y  de  gran  ponlíflce  eran  ma- 
jislroliiras:  los  que  estaban  re- 
vestidos de  ellas  eran  mierabrot 
del  senado,,  y  por  consiguiente 
no  tenían  intereses  diferentes  dé 
los  de  este  cuerpo.  Muy  lejos  de 
servirse  de  la  superstición  para 
oprimir  k  la  república,  la  em- 
pleaban para  sostenerla.  «En 
•nuestra  ciudad,  diceClceron(l), 
»los  reyes  y'l^s  mnjiütradoa  que 
ules  han  sucedido  han  tenido 
üSiempre  un  doble  carácter,  y 
»lian  gobernado  el  estado  bajo 
«los  auspicios  de  la  relijion.» 

Los  decemvlros  teuícin  la  di- 
rección de  las  cosas  sagradas:  ios 

(r)  Jfmd  veUrtMf  qmirtrumpo* 
iiebantur^  Udgm  auguria  ten^nmi^  ui 
teJtt/j9  €$i  noUra  €ivita$,  in  qud  ei  rc- 
ges^  augures^  tí  po»Uá  privali  eodem 
jtuerrfloiio  pntdisí  rempubiieam  rtíi^ 
gíonum  amioríiatt  r€xerunU  (De  Dí- 
viiiatittiie,  Lib.  1.) 


qulndeclmtiros  enldabán  de  lái 
ceremonias  de  la  relijion  y  %nw^ 
daban  los  libros  de  las  sibilas;  Jo 
cual  pertenecía  antes  á  los  de- 
cemvlros y  duumviros.  Consul- 
taban á  los  oráculos  cuando  e( 
senado  lo  disponía,  decían  el  re- 
sultado, aftadlendo  su  parecer; 
estaban  también  comisionados 
para  ejecutar  todo  lo  prescrito 
en  los  libros  sibilinos,  y  para  ha- 
cer celebrar  los  juegos  secula- 
res; de  mDdó  que  todas  las  cere- 
monias relijiosas  pasaban  por  las 
manos.de  los  majistrados. , 

La  polftiea  que  reinaba  en  la 
relijion  de  los  romanos,  se  des- 
arrolló mueho  mas  en  sus  vic- 
torias. Si  se  hubiese  escuchado 
á  la  superstición,  se  hubiera  da- 
do á  los  vencidos  loi  mismos  dio* 
ses  de  los  vencedores',  se  hubie- 
ran derribado  sus  templos;  y  es- 
tableciendo un  culto  nuevo,  se 
les  hubiera  impuesto  una  escla- 
vitud mas  dura  que  la  primera. 
Pero  lo  hicieron  mejor :  Roma 
misma  se  sometió  á  las  diviuida«> 
des  estranjeras  recibiéndolas  en 
su  seno;  y  por  este  lazo  el  mas 
fuerte  que  haya  entre  los  hom- 
bres, consiguió  atraerse  á  los 
pueblos  que  la  miraban  mas  bien 
como  el  santuario  de  la  relijion 
que  como  la  dominadora  del 
mundo. 


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mOMAKA* 


19 


CAPITULO  VL 


Mujeres  r«»m«ii««,  Étu  trajtt  y  adorsot.  -— 6obttr«o.  ^  Gftndft  ma¡Í4tr«<)oé,  •— 
1^  riAFstura.  — »Cut«tttr«  de  U  cinrfad, — Cncatorct  provinciaba, —  fidilidad^ 
-^  Eailes  plfbeyo».  — -  Rdilct  cdiitulet.  -—  Pretara.  -^Pretor  aapremo.— ■ 
Con5iiU(lo.-»  Procóiitulea. — Propreioret.  —  Procucilor.  —  Dictador.  —El 
ctavd  Mgrado.  -— MajUlradoa  iateriiifdlos.  «-Ltfklacioiii  W/ta,  pM<acil«% 
MíBAioicoiitaltos  alicloa  f  decrelo»*-— PátMNMW  j  clicQleii  Aobltaai  Ifittttlb» 
roronaa  y  ou-M'eA  miUUftt* 


M. 


LUiRRES    BOMANAS»  SUS  TRAJBS 

TADOBBTos, — Las  majeres  de  los 
primeros  romaoos  han  superado 
á  las  de  todos  los  pueblos  por 
su  amor  heroico  á  su  patria  y  su 
(ernura  para  con  su  familia.  Las 
mujeres  de  Lacedemonia  se  bi- 
cíeron  notables  por  un  valor, 
que  acaso  la  naturalezadesaprue- 
ba,  mientras  en  Roma  juntaban 
á  UD  amor  ilustrado  por  su  pais, 
las  virtudes  de  una  madre  tier- 
na, y  el  cariño  de  una  esposa. 
Las  sabinas,  Lucrecias,  Yeturias 
y  Cornelias  serán  siempre  la 
gloria  y  el  ejemplo  de  su  secso, 
y  sus  nombres  Kegartn  á  la  pos- 
teridad mas  remota. 

Se  bi  notado  desde  mucho 
tiempo  que  la  suerte  de  la^  mu- 
jeres era  tanto  mas  digna  de 
compasión,  cuanto  los  pueblos 


estabfliD  mas  cerca  del  estado  de 
la  naturaleza:  aqu(  la  misma 
causa  ha  producido  un  efecto 
contrario ;  y  precisamente  al 
estado  de  barbarie  en  que  vi- 
vían los  primeros  romajios,  de- 
bieron las  mujeres  sa*^  grandes 
ventajas.  Los  fundadores  de  Ro- 
ma, tropel  de  hombres  perdidos, 
no  pudieron  procurarse  mujeres 
sino  robando  las  bijas  de  sus 
vecinos  enmedio  de  una  flesta 
pública.  A  fuerza  de  atenciones 
y  ternura  consiguieron  suavizar^ 
las,  y  muy  luego  el  amor  hizo 
olvidar  la  violencia.  Las  muje^ 
res  romanas  asistían  á  los  tea- 
tros, á  los  juegos  públicos,  y  con 
su  presencia  embeltecian  todas 
las  fiestas.  Sallan  libremente  pa- 
ra ir  á  visitar  á  sus  parientes  ó 
qmigos,  pero  cubiertas  con  uu 


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20 


HISTORIA 


velo  y  acompañadas  de  sus  escla- 
vos. Un  romano  llamado  Sulpi- 
cío  Galo  se  separó  de  su  mujer 
por  haberse  presentado  en  pú- 
blico sin  velo-,  pero  esta  costum- 
bre perdió  al  fin  su  fuerza.  La 
justa  libertad  concedida  á  las 
mujeres  romanas  ,  previno  los 
frecuentes  cstravíos  de  las  grie- 
gas, consecuencia  forzosa  de  un 
rifíor  eslremado.  Los  vivas  ale- 
niensas  privadas  de  un  bien  á 
que  se  reconuciaii  con  derecho, 
no  temieron  com[»rarle  muchas 
veces  á  precio  de  su  virtud.  Una 
Aspasia  en  Roma  hubiera  pare- 
cido un  ser  fuera  de  lo  natural, 
y  otros  nombres  que  resonaron 
por  toda  la  Grecia,  eu  Roma  ja- 
más hubieran  obtenido  aquella 
vergonzosa  celebridad. 

Antes  deque  la  re[)ública  co- 
nociese las  riquezas,  las  mujeres 
llevaban  con  sus  maridos  una  vi- 
da dura  y  laboriosa:  encerradas 
en  sus  casas  se  ocupaban  en  cui- 
dar de  sus  hijos,  en  hilar  la  la- 
na, ó  en  tejer  telas  pora  la  fami- 
lia. Poco  á  poco  dejeueraron  de 
aquella  sencillez.  Ya  se  engala- 
naban con  los  mas  ricos  adornos 
cuando  la  ley  opia  dada  en  540, 
en  los  momentos  peligrosos  de 
la  república,  recordó  á  las  da- 
mas romanas  la  austeridad  de 
los  primeros  tiempos.  Pero  cesa- 
ron aquellas    apremiantes  cir- 


cunstancias, y  el  lujo  fué  siem- 
pre creciendo  ,  principalmente 
desde  que  los  romanos  penetra- 
ron en  las  provincias  de  Asia. 

Una  dama  de  alto  rango  no  se 
presentaba  en  público  si  las  per- 
las, el  oro  y  la  pedrería  no  en- 
traban en  su  adorno.  Su  peinado 
era  un  asunto  de  importancia: 
lavábanse  los  cabellos  con  aguas 
preparadas  que  los  tornaban  bri- 
llanlesy  olorosos:  las  trenzas  iban 
envueltas  en  redecillas  de  oro,  ó 
levantándolas  con  gracia  las  sos- 
tenian  con  tiras  de  púrpura^  ca- 
denas de  oro,  ó  simplemente  con 
una  larga  aguja  de  oro.  Algunas 
veces  para  recordar  á  un  esposo 
ideas  gratas,  se  complacía  la  mu- 
jer romana  en  dar  á  su  peinado 
la  forma  de  un  casco.  Si  la  na- 
turaleza habia  despojado  su  ca- 
beza de  su  ornamento  mas  bello, 
buscaba  medios  supletorios:  á 
tas  bellezas  naturales  se  anadian 
las  del  arte,  se  suplia  lo  que  fal- 
taba, y  el  deseo  de  agradar  hacia 
perdonar  los  medios. 

Después  del  cabello,  la  parte 
que  llamaba  mas  su  atención  era 
el  calzado;  era  como  el  de  los 
hombres,  pero  con  mas  gracia  y 
lijereza;  el  pie  iba  metido  en  \m 
zapato  ordinariamente  blanco, 
algunas  veces  de  color  de  ¡nn- 
pura  y  con  la  punta  acia  arrifia, 
y  además  bordado   de  perlas  ó 


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AOMAIIA. 


21 


con  hilos  de  oro.  Otras  mojeres 
llerabffo  la  landalia  lo  mismo 
que  lea  romanos. 

El  traje  fémeoloo  era  tin  ro« 
paje  talar  de  una  lana  fina  teñi- 
da de  púrpura,  con  muchos  plie- 
gues y  at>ido  por  la  cintura,  lla- 
mado Hola;  estaba  bordado  por 
abajo  do  una  ancha  franja»  or- 
dinariamente dé  oro,  que  caia 
hasta. los  pies.  Debajo  llevaban 
una  túnica  ó  camisa  semejante 
á  la  de  los  hombres,  pero  mas 
Inraa,  j  cuyas  mangas  bajaban 
basta  los  puBos*  Guando  salian 
de  casa  ponian  sobre  sus  diver- 
sos vestidos  una  especie  de  man- 
to muy  ancho  llamado  palla  ó 
peplui  por  su  semejanza  con  un 
velo. 

Pasemos  en  silencio  el  hablar 
decollares,  pendientes,  braza- 
letes, anillos,  cosméticos  y  o- 
Iras  brillantes  Inutilidades;  pues 
no  se  podría  con  precisión  defi- 
nir los  hierros  para  rizar  el  pelo, 
los  alfileres,  los  espejos  de  acero 
ó.de  metal  pulido,  las  tijeras,  etc. 
multitud  de  objetos  cuya  reu^ 
nion  llamaban  los  romanos  4;on 
mocho  aciertomun(ftis  muliebrís, 
el  mundo  de  una  mujer. 

El  vestido  y  adorno  de  las  sim- 
pies  ciudadanas  era  mas  modesto: 
componiase  de  la  túnica  común 
á  los  dos  secaos,  y  de  uhíi  espe- 
de de  toga  mas   larga  qu$  la  de 


los  hombres ,  sujeta  por  un  an- 
cho clnturon  colocado  debajo  de 
los  pechos:  la  toj^a  jestaba  cerra- 
da por  delante  y  cerbrki  todo  el 
cuerpo;  el  brazo  derecho  salla 
por  la  p^rte  superior,  y  el  iz- 
quierdo, levantando  el  estremé 
del  ropaje,  formaba  un  gracio- 
so y  ondeante  pliegue^  que  se 
llamaba  9inu$. 

Cualquiera  que  fuese  su  ran* 
go,  las  mujeres  vestidas  de  luto 
no  llevaban  oro  ni  púrparaen  sus 
vestidos:  cubríanse  de  un  ropa- 
je negro  muy  ancho,  llamado 
tfcmtum;  el  dia  de  los  funerales 
llevaban  muchos  uuos  sobre  os- 
tros, y  los  arrojaban  sucesiva- 
mente sobre  la  pirj  de  sus  espo- 
sos ó  padres.  Esta  costumbre 
era  muy  antigua,  y  en  la  ley  de 
las  doce  tablas  se  liorttaba  á  tres 
el  número  de  trajes  «{ue  se  per- 
roitia  quemar  en  tales  circuns- 
tancias. 

Hablemos  aora  de  los  damas 
romanas  consideradas  en  el  In* 
terlor  de  sus  casas,  eft  donde  go- 
zaban de  suma  consideración'. 
El  dia  que  el  marido  conducía  k 
su  casa  fa  recien  casada,  le  en- 
tregaba públicamente  todas  las 
llaves,  eaoepto  la  de  la  bpdega  ó 
paraje  donde  estaba  el  vino.  La 
ley  proibiá  espresamente  tieber- 
io  á  las  mojeres.  Unaoligoo  ro- 
mano, llamado  Égnat^  Mecen- 


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22  nuTORu 

nio,  mató  á  su  mujer  en  el  mis- 
mo  silio  en  que  la  encontró  be^ 
hiendo  vino*,  puesto  enjuicio  por 
este  asesino to,  fuéabsueltoporla 
ley  de  Rómu!o(l).  Esta  ley  era 
demnsiado  cruel  para  que  pu- 
diera estar  en  vigor  por  mucho 
tiempo,  peroel  principio  subsis- 
tía siempre;  y  cuando  una  mu- 
jer era  visitada  por  sus  padres  ó 
pari«*nte9,  tenían  estos  el  dere- 
cho de  darla  un  beso  en  la  boca, 
para  asegurarse  de  qui^  no  liabia 
bebido  vino.  Sin  duda  la  emi)ria- 
guez,  en  una  mujer,  pareció  un 
crimen  capital  al  íejislador  de 
los  romanos. 

Por  consecuencia  del  respeto 
que  las  mujeres  se  debían  á  sí 
mismas,  no  les  era  permitido 
comer  en  público  con  los  hom- 
bres, á  causa  del  modo  que  había 
de  tenderse  sobre  las  camas  pa- 
ra las  comidas.  Si  estos  usos  eran 
severos,  no  lo  eran  menos  las 
leyes  respectoá  las  mujeres.  Tra- 
tábanlas con  un  rigor  que  pare- 
M  estaba  en  oposición  con  su  si- 
tuación verdadera.  Vivían  ente- 
ramente bajo  la  dependencia  de 
sui  esposos:  estos  tenían  toda  la 

(t)  Plinio,en  el  lib.  XIV,  cap.  iiii, 
rueiita  que  haliiéndos?  uua  mujer  a- 
poderado  cou  astucia  de  la  llave  de  la 
bodega,  lua  parieiitea  reunidos  la  con- 
ileijaiou  á  morir  de  ambie. 


autoridad,  disponían  de  los  bie* 
nes  de  ambos,  nombraban  los  tu- 
tores de  sus  hijos  j  decidían  de  la 
suerte  de  estos  á  su  voluntad: 
daban  por  testamento  sus  bienes 
á  quien  mejor  les  parecía,  sia 
que  sus  mujeres  tuviesen  el  mis- 
mo derecho!  estas  no  podían  es- 
tar puestas  en  el  testamento  de 
un  ciudadano.  En  fía,  el  espolio 
por  mucho  tiempo  tuvo  la  fa- 
cultad de  romper  su  enlace  por 
sola  su  voluntad,  sin  que  en  nin- 
gún caso  tuviese  la  esposa  lu  fa- 
cultad de  separarse  de  él. 

Estas  instituciones  estableci- 
das por  la  fuerza  contra  la  debi- 
lidad, fueron  suavizadas  con  o- 
noríficas  y  lisonjeras  distincio- 
nes. Estaba  proibido  pronunciar 
una  palabra  desonesta  delante 
de  una  mujer;  los  romanos  lle- 
vaban la  reserva  hasta  tal  pun- 
to, que  jamás  un  marico  abraza- 
ba á  su  esposa  en  presencia  de  su 
hija.  Cuando  una  mujer  tenia 
tres  hijos,  la  república  le  con- 
cedía una  pensión:  su  nómbrese 
inscribía  en  los  rejistros  púbü* 
eos;  después  de  sii  muerte,  la 
conducían  á  la  sepultura,  vesti- 
da con  trajes  magnífícos,  y  un 
orador  pronunciaba  su  elojio  de- 
lante del  pueblo    reunido  (2). 

(2)     C¿»ar  fué  el  primero  que  bia« 
públicimcoU  el  elojio  de  tu  Bjuier,  U 


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ÉfltliSA'. 


Todo  bónibre  que  eneoiitfhba  á 
una  mujer  eo  un  sitio  público, 
le  eedia  el  sitio  de  onor;  los  pri- 
meros majistrados  no  faltaban  á 
esto  Jam&s,  aun  cuando  estuvie- 
sen en  el  ejercicio  de  sus  funcio- 
nes. Jaroíis  los  lictores  pusieron 
sus  manos  sobre  una  ciudadana. 
Ciando  una  mujer  iba  en  un  ca^ 
rro  con  su  marido,  este  partici'- 
paba  de  sus  privilejios,  y  no  ba- 
hía derecho  para  hacerle  apear 
delante  de  los  grandes  dignata- 
rios del  estado.  No  era  permiti- 
do llamar  á  las  mujeres  como 
testigos,  cuando  se  trataba  de  un 
asesinato  ó  de  un  crimen  capital. 

GOBIERNO. 

Antes  de  pintar  á  los  romanos 
en  sus  costumbres  habituales, 
conviene  dará  conocer  la  natura- 
leza de  su  gobierno.  A  pesar  de  las 
dificultades  que  presenta  la  mate, 
ría,  vamos  á  trazar  un  bosquejo, 
fruto  de  un  largo  y  penoso  traba- 
jo. Los  historiadores  que  hemos 
consultiido  nos  han  proporciona- 
do datos  dudosos.  Muchas  veces 
opuestos  los  unos  á  los  otros»  no 
están  acordes  consigo  mismos: 

//*\tn  Cornelia,  bija  de  Cíona,  qae  lia- 
Iñji  muerto  5Íii  híiot.  H:«^ta  eii*oii'-e.s  se 
babU  resf  rvtdo  eatt  onur  4  la*  loadres 
de  familia. 


como  eserTblan  üñicaMénte  par» 
suscompatriotas,  suponfao  al  lee* 
tor  instruido  en  las  leyes  funda^ 
mentales  de  Roma,  la  repúbli- 
ca romana  se  diferenciaba  esen- 
cialmente de  la  j^iega,  por  las 
distinciones  que'earactérisaban 
á  cada  clase  de  ciudadanos,  y 
por  el  modo  con  que  usaban  de 
sus  derechos.  En  Atenas  y  en  la 
mayor  parte  de  los  estados  de  la 
Grecia,  después  de  la  destruc* 
clon  de  la  monarquía,  el  pueblo, 
usando  de  la  plenitud  de  sus  de* 
rechos,  se  apoderó  de  la  soberao» 
nía;  las  familiaS^  antiguas,  siem- 
pre ricas  y  poderosas,  conserva- 
ron á  la  verdad  una  influencia 
grande  en  el  estado;  pero  su  po* 
der  fué  mas  bien  de  hecho  que 
de  derecho,  y  una  igualdad  le«» 
gal  consoló  al  pobre  ciudadano. 
No  sucedió  lo  mismo  en  Roma : 
después  de  la  espulsion  de  los 
Tarquioos,  el  gobierno  no  fué  en- 
teramente popular;  la  dignidad 
real  fué  mas  bien  quebrantada 
que  destruida:  y  sus  frogmentos 
se  conservaron  por  mucho  tiem- 
po en  un  cierto  número  de  fa- 
milias» cuyas  preroga ti  vas  hícte« 
ron  ilusoria  la  igualdad  civil  que 
el  pueblo  pensaba  haber  adqui- 
rido. Todas  las  instituciones  i- 
majinadas  por  los  reyes  para  se- 
parar á  los  ciudadanos  y  dividir 
sus  fuerzas,  se  mantuvieron  cui- 


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2á  ■        niSTOUlA 

dndosnrnente.  El  pueblo,  ndqiii- 
ricndo  poco  á  pocoel  scnlímíen- 
to  de  su  poder,  aUicó  á  los  órde- 
nes superiores^  los  persiguió  sin 
cesar,  les  arraacó  por  grados  sus 
prerogalivas  mas  importantes; 
y  sin  cambiar  al  parecer  el  orden 
establecido  por  sus  antepasados, 
adquirió  los  poderes  respetando 
los  títulos. 

Rúmulo,  el  primero  que  dio 
leyes  á  los  hombres  que  linbia 
reunido,  los  dividió  al  principio 
00  dos  órdenes,  senado  y  pueblo. 
Compuso  el  senado  de  los  ciuda- 
danos distinguidos  por  su  edad, 
como  su  nombre  lo  indica,  por 
sus  luces  y  por  su  fortuna.  Es- 
tos eran  los  consejeros  del  rey  y 
lo  remplazaban  durante  sus  es- 
pediciones  militares.  El  poder 
de  este  cuerpo,  moderado  bajo 
Jos  reyes  de  Roma^  fué  escesivo 
enelorijen  de  la  república;  el 
pueblo  se  vio  escluido  de  los  ne- 
gocios, no  teniendo  noticia  de  es- 
tos sino  por  los  senatoscomultos 
ú  decretos  del  senado;  y  aunque 
le  tocaba  hacer  las  leyes,  crear 
majislrados,  y  decidir  de  la  paz 
ó  de  la  guerra,  no  gozaba  de  es- 
ios  derechos  sino  de  una  mane- 
ra subordinada  al  senado.  Eles- 
tablecímientodel  tribunado,  que 
tuvo  lugar  diezíseís  años  des- 
pués de  la  abolición  de  la  monar- 
quía, puso  limites  á  esta  domi- 


nación; y  muy  luego  los  plebis- 
citos údecreios  del  pueblo  fue- 
ron superiores  á  los  del  senado. 
Sin  embargo  quedáronle  á  es- 
te cuerpo  derechos  muy  es- 
tensos. Dábasele  cuenta  de  las 
rentas  y  gastos  del  estado:  él  en- 
viaba embajadores  á  las  polen- 
cias*estraujeras;  disponía  de  las 
provincias,  recibía  las  cartas  de 
los  jenerales,  les  decretaba  los 
onores  del  triunfo,  ordenaba  a 
los  cónsules  hiciesen'  levas  en 
tiempos  turbulentos,  nombraba 
comisarios  para  intervenir  cmi  lo- 
dos los  negocios  estraordinarios; 
y  en  fin,  desde  su  fundación,  el 
senado  fué  mirado  como  el  san- 
tuario de  Roma.  El  pueblo  le 
llamaba  el  templo  de  santidad, 
el  altar  de  las  naciones,  la  espe- 
ranza y  el  refujio  de  todos  los 
pueblos. 

Los  primeros  senadores  no 
eran  mas  que  ciento.  Su  nombra 
miento  merece  narrarse,  porque 
manifiesta  el  poder  del  pueblo 
romano  desde  aquellos  primeros 
tiempos.  El  rey  nombró  un  se- 
nador: cada  una  de  las  tres  tri- 
bus nombró  otros  tres,  y  las 
treinta  curias  produciendo  otros 
tantos,  se  tuvo  el  número  de 
ciento.  Después  de  la  unión  de 
los  romanos  y  los  sabinos,  se  a- 
ñadieron  otros  ciento  que  fue- 
ron electos  por  la5  tribuí. 


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Lo0  déftcemiieéles  ile  ettos  pri* 
ntrós  senadores  formaroo  el 
etierpo  de  ios  patricios,  es  decir^ 
de  aquettes  de  qelenes  satieroo 
(oit  padres  de  la  fMitrla.  Todos  toa 
|Mitricfa>s  eran  de  fémillas  sena- 
lorie  les  aunque  no  fnesen  rnien* 
bros  del  senado»  Sn  UlQlo  solo 
prueba  la anlig&edad  desn orijen; 
en  los  principios  les  daba  un 
rango  posHivso  en  «I  gobierao; 
despuesseía  se  lo  dio  en  el  or- 
den soda!.  Muehoi  de  ellos  qoe* 
.daron  reducidos  á  pobreta  y 
eran  patricios,  nHeniratqne  ha* 
be»  fdebeyos  qué  con  mncbos 
Uenes  de  forlnna  y  revestidos 
de  los  primeros  eatfos  del  es^ 
lado,  eonsérraron  el  nombre 
de  plebeyos  ann  cuando  llega- 
ron k  senadorea.  Posteriormente 
que  las  prerogatiTas  do  los  pa- 
tricios quedaron  sumamente  re« 
ducidés,  aquellas  filieelonéi  se 
seguían  con  un  4Srdeo  invariable, 
porque  es  imposible  que  lo  que 
es  antiguo  deje  de  serlo  por  la 
▼oluniad  de  los  bMibres.  La 
adopción  misma  que  puso  en 
contacto  á  muchas  familias  de 
los  dos  ordenes,  no  pudq  reunir*^ 
los,  porque  la  ley  que  permitía 
á  un  plebeyo  adoptará  un  patri- 
cio, proibi»  á  este  adoptar  i  un 
plebeyo,  y  la  racon  ere  porque 
el  hijo  adoptado  honraba  á  la 
(amiUa  que  lo  redbia» 

TOMO    lili. 


15 

En  «I  eriien  de  la  repéMica 
todas  las  majlstraturas  y  los  des- 
tinos del  sacerdocio  estaba»  en 
manos  de  los  patricios.  Los  des- 
cendientes de  los  cien  primeree 
senadores  se  llauMban  frmMiss 
pniricjos,  y  los  de  los  otros  cien 
senadoms.creados  por  Tarqulno 
el  antiguo,  psfsifiespnlrisiei. 

Además  del  taticlate  que  en« 
rae terizaba  á  los  seiMidores^  lie» 
▼fbanun  oalsado  particular  que 
ciNwisUa  en  unos  coturnos  ne- 
groa  qae  subían  hasta  la  mitad 
de|afiiema;ett  la  parle  del  em« 
peine  del  pfo,  tenían  una  media 
luna  de  jrfata  ó  marf  I  que  repre* 
sentaba  la  letra  G  recordando  el 
número  de  los  ffioMsos  senado* 
res.  Esle  adorno  aellaasebaM 
nn/o* 

Anu^if  el  némeíodéloase* 
nadores  no  estuviein  ijadoimr 
las  leyes,  en  todas  lea^ioeas  de 
la  mpdbUca  se  cuntaeon  casi 
trescientos;  pero  en  ttempoide 
Augusto  se  lyó  au  németo  en 
seiscienlDi;  y  creemos  haber  di- 
cho en  oti:o  litgir  qne  para  sai' 
senador,  habia  que  ser  caballero 
romano,  haber  pasa4P  por  a|gun 
empleo  del  estado,  g^aar  d|e  una 
fortuna  suflcíento  para  sostener 
el  brillo  de  tan  alta  dignidad,  no 
haber  ejercido  ninguna  profoi^ 
sion  reputada  por  vU,  y  princi- 
pa Imeuta  DO  haber  sMo  cómico. 
4 


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26 


BIWO&IA 


Kn  olro  lugar  hemos  hablado 
(le  la  creación  de  los  eahalíeros 
romanos,  los  cuales  formaron  al 
principio  la  caballería  del  estado, 
llespoesfüé  una  clase  interme- 
dia entre  los  patricios  y  el  pue- 
blo. Para  ser  admitido  caballero 
habia  que  tener  dieziocho  años 
cumplidos,  pertenecer  á  una 
buena  ínmilia  y  poseer  una  for- 
tuna recular.  Todo  hijo  de  se- 
nador podia  ser  caballero.  Los 
caballeros  llevaban  la  angus- 
ticlave  ,  un  anillo  de  oro  en 
el^edO,  y  en  las  revistas  pú- 
blicas que  tenían  anualmente 
se  vestían  la  trabea  ó  ropa  de 
púrpura  destinada  á  los  augures. 
En  los  espectáculos  ocupaban 
las  primeras  catorce  gradas  cer- 
ca de  la  orquesta  en  donde  es- 
taban 106  senadores-,  y  de  aquí 
venia  el  decir  5en¿ar5<^  entre  lot 
catorce,  para  espresar  la  admí-* 
sion  de  un  ciudadano  en  el  or- 
den ecuestre  (1). 

El  tercer  orden  del  estado  se 
componía  del  resto  del  pueblo 
b&joellitulo¿d&tj»/«6é£^os.  En  la 

(T}  '  Ésta  dísttacioo  no  tuvo  lugar 
Kaf^tti  cV  año  686,  bajo  «1  consulftdo  tle 
L.  Mételo  y  A.  Mar^io.  I-»  It-y^  6  mas 
bien  él  plebiscito,  que  la  concrdíd  i 
lo»  ral^alleroft,  fué  propuesta  por  el 
Uiísm  >  lio.' cías  Oiho  y  de  él  reciL>ió  el 
nombre  f)e  irj  Bqbm, 
t 


división  primitiva  que  li^o  Ró- 
mulo,  de  lodos  los  hombres  li- 
bres, esta  última  clase  fué  es-r 
cluida  de  todos  los  ouores  y  su- 
jeta siempre  á  los  patricios. 
Este  estado  humillante  duró  has- 
ta  la  abolición  de  la  moiiarquíd. 
En  esta  época  el  cónsul  Valerio 
echó  los  prinierus  fundamentos 
de  la  libertad  del  pueblo;  hizo 
que  fuese  necesario  su  consentí* 
miento  para  el  ejercicio  de  toda 
majistratura,y  enúlltmoeaso  le 
constituyójuez  en  todo  lu  que 
concernía  al  bien  del  estado;  y  pa- 
ra manifestarle  mas  respeto  to- 
davía, quiso  quesos  lictores  baja- 
sen los  hazes  delante  del  pueblo 
reunido^  en  seíial  de  sumisión. 
Esta  conducta  le  mereció  el  so- 
brenombre de  Puhlicola,  mas 
onorífica  sin  duda  que  las  que 
recordaban  sus  victorias.  Pero 
¿  se  puede  conceder  algo  al  púa* 
blosin  que  él  ecsija  mas.^  Ya 
hemos  visto  como  pasando  de  la 
sumisión  á  la  audacia^  lachó  es- 
forzado contra  los  patricios,  di- 
vidió con  ellos  todas  las  majis- 
traturas,  y  solo  les  dejó  un  títu- 
lo vano  porque  no  estaba  en  su 
poder  quitárselo. 

Tal  era  la  división  del  pueblo 
romano  en  el  urden  social;  pero 
políticamente  no  et^istian  esias 
distinciones,  y  en  los'  coiuidoi 
ó  asambleas  jeneralcj  de  lu  ua- 


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ummññkj^ 


m 


ciotí»  cada'  cb»l»hd  eramie'cyie 
ciQ<to(lciio.  Allí  el  i>dciirO'pl0b^-4: 
yopodiv  M»  ei«rlo»  chsos  opioar 
«I  lado  dd  pílritfoj  ó  del  Moa^ 
dor,y8oiM»to  l^ata  •aias'Óme'' 
nos  iiiHK>fftBácia:ia€f  a»  la  Mío*- 
r»tezad»te  a^wblM^  : 

HaWá  tres  -etl^wSM  de  eohib-í 
oioft,  ouy^  iwlattleci^ieiitoi're^* 
montaba  hasta  Rómulo/  cgUicÉ 
lm||;o  qiie:edM  losfüadaaeotbs 
de  60  dudad;  dl¥«^.  J<a  :ImUw 
tañida  en  tresiaeociones^  Uiaflaa^^' 
Am  por  esU  rasen 'iribtié,  y  cede 
oúa^ellaeseeobdividióeii  tu 
traS'dtei'ba^  el^'oombre^da'etiw 
ries;^  VosteriorÉNfcile  Smn9ip/Súí* 
lio,  ^ealo  rey.déXoiiir,4ifirMió 
el  pueMoeo'seia  «lase»/  i|<tbdi-i 
Tiéidas«Q  tatle«alMad'deidieeto 
noveiite  yilreeeealimita* .  '  * 

La'  primera  .*ctaee,6oaaiptfie6ta 
de  leüclQdedaooé4Me.í1to9^i|ue^ 
lUTíeaen  de'<lapilakcieD>iiiil>Mes! 
de  bronce/ae  dividió -«ai- liftTeo*' 
te  ty  acbo^woioriai;.  onjres^dieM*^ 
cebo  tUlimas  eomprendíao  á  to*»< 
dosiioa  i^abaltaro^.'  ^ 

•La  aéganda  elese^  de  veinte 
ceaUtriaa  solanMrte;  ealoba  for- 
oíada^loa  qiieipoaeien.aeletoiar 
y  cinco  mUfaaesi  JiHiióseie  edei-. 
máa  doai  )eeo|«riaadeloáa|s  k>9> 
trabajadores  empleados  en  iu} 
coostrecciOD  dé^s  máquifief  de 
goerra^iy  Mmposo*¥eiiilidos.  • 

La  Certera  clase^  qae  coMlaba 


defveiiitowMlrtw,y8e^aiiÉpoJ  * 
p'nHe  losiqae  posetao  citoaerile< 
btflfaeek.'  -■•    ■■...'»  -^nn-^*  •     , 
.    La  rotarta  «taae,  «^v  ei^MüsoM' 
|iCiroeraideeeBluria8|,ireiibii  leeu 
ciedadlnios..  qoéleiiiaiIveWli^ 
isiaeaaril  aseiív»  Lavqoibt^^Waae'i 
l^esataba  de  treinta  «aelueta^i  yt*' 
^e  edoapovia  de  lev  foeebfloresq 
de«iíl«piMiaiilM  a^es^f  Jfr  sette  ., 

fime,  Íotmgtáñ4e  «ib  aoteteoi? 
urta^^ed  cMopiíso  «olDf:de*loa 
ttótaiMrea>llfaeéei|u#  9eei4aiKÚaí^:f 
baeaénle l fmrh dw etodeéaoeeal  • 
paMkx  Por^^laae  iiií^ilamd^*)0€ 
faMrHMj4e4iih9pJMhbraJalifMiH|M« 
$igat£aa  jeberbelon^  i  ^  i  \  visi 
I  Así  -quedó  idhridtdq  el'puebl»'* 
|-oma^e,fonaédb  eeaénti  *yislé«ei 
jttfios  diepp»8/á  teonee¿iiÍB«Diiifda»l 
ueai  floélon^.eoseerabiej  ^faeneie  ^ 
^rrojeéoa'dw  IMima  *  Hh'*  Tif  qféiu*] 
nottidlatiMeeióaeetfobiiNritdrN 
pufaUome;  lomÉdt  'é'ÁékAon9t^^ 
«luía  os4>dío  qo4  durdiupor*  mi**' 
cha-  tíeoapb.iEI  pUaMo  eMbaites  > 
qoeobedeeia  á  Ids^eyeaetomar^:) 
iMirar.^  ai^euMeféiodatra  el'^if^  i 
jgo  divecio' qM  le'taipcMiiaflriloas 
j^raades^hubd-^iue  ceder  ék  nt'j 
Teersa  y  ae  üe^iteBcedíetaii^.lrík!' 

;|Hia0S«  >    3  .     ,    '     M'  '  •*:í  .'Ui 

•  So*loreetaíiteiba  i^twrfai,' «I ' 
pueblo 4é  la  eíudad  teatih  laftb^ 
pondérasela?  eates  comiéi4sere»> 
siempre  presididoi  pur«i=di4tta><« 
dor,  'li|i»c4Bioiba'>  loa  pnetores  i- 


^' 


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28 

el  imiMtr,  j  m  tenian  «a  «na 
parte  del  ForOi  coaaágrada  por 
los  aogares  para  este  uao.  Eb  los 
cosicíaa  por  ceoliiilas^'loB  graa- 
das  7  loa  rieos  domíiialMín  al 
paeblo.  Las  grandes  asamblea^, 
llaaiadaa  loa  granim  eamieio; 
60  raioa  de  a«  iaiportaocia,  eran 
preaididoa  por  los  majistradoa: 
peblkihaae  el  edtclode  reaotoo 
dietioeha  dias  aates.  Teefaose 
tm  él  campo  da  Marte.  Loa  oo- 
mietos^  coaso  lasceeliirias^  desfi- 
laban  ee  orden  de  batalla,  bajo 
la  direeeioo  de  sus  Jefes;  y  este 
aoto  a^jpecla  onilltar  los  Unpedia 
reonir  en  la  ciudad,  de  la  cual 
at  alejaba  por  laa  leyes  cuanto 
teaia  la  ap«rieftcia  de  va  ejérci- 
to. La  palabra  caaliiru^  qne  en 
aa  orijea  tenia  oaa  signiOcacioa 
poaftíva,  eapresó  despnea  éaica- 
méate  aa  aúmero  mea  ó  menos 
esteasodecindadaaoade  k  inis- 
ma  calasoría.  Los  ciudadanos 
llamados  á  rotar  en  los  comi- 
cios, daban  sa  voto  en  su  eeutu- 
ría¿  7  la  mayoHa  de  este  .daba 
ea  maaa  su  tMo.  Ea  los  eomi- 
doa  por  tribus,  todo  iadíviduo 
qaa  goaatia  derecbo  de-  ciadadá- 
ao,  tenia  derecho  á  votar*  Ele- 
Jian  los  majislradoa  de  segando 
órdea,  tales  como  los  ediles»  íH- 
baaosdel  pueblo,  cuestores  etc.; 
todos  lotrmajístrados  de  las  pro- 
vincias, prpcitesttles^  pn^elo* 


res,  los  sacerdotes  de  los  prinei« 
pales  colejios  7  aun  el  grao  poa» 
tifice.  En  estos  comicioa  portri*^ 
bus»  se  daban  los  plebfocitos,  los 
tratados  de  paz  7  el  derecliq  de 
ciudadanía;  se  citaban  á  todos 
losciodadsúossfaidístiacioa  pa^ 
ra  dar  cuente  de  su  conducta  7 
ser  juagados  por  loa  delitos  contra, 
elestedo. 

Los  comicios  por  tribus  se  te- 
nían en  el  campo  de  M.irte,  cuan* 
doae  les  reunia  para  e|  nombra- 
miento de  los  ediles,  corales, 
cuestores  ü  otros  majistrados  inr 
feriores;  7  entonces  eran  preai* 
didos  por  el  dictador,  el  cdosul 
ó  un  jeaeral.  Si  la  reunión  tenia 
,por  objeto  el  nombramieoto  dé 
los  tribunos  del  pueblo,  ó  de  los 
ediles  ptebévos>  era  nn  tribuno 
quien  la  manteaia»  va  en  el  Fo- 
ro, en  el  Capitolio  A  eo  el  Circo. 
Cuando  se  trateba  de  bacer  at*> 
gun  plebiacito  ó  Juzgar  á  un  clu*^ 
dadanp,  tembien  kn  presidia  un. 
tribQno;poro  si  los  ciudadanda 
de  todos  los  órdenes  se  reunían 
por  tribus,  la  presencia  del  cón- 
sul ó  de  un  msjtslrado  superior 
se  hacia  necesaria,  porque  un 
tribuno  no  podia  eonvocar  simy 
á  los  plebeyos,  como  que  era  su 
propio  m^iistrado. 

Los  plebiscitos,  ó  leyes  ema- 
nadas del  mismo  pael>io  y  ndóp- 
tedas  «I  lo:i  comicios  por  tribus. 


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na  ereo  i^MIgatorlM  en  un  priii^ 
oipio  f  iuo  para  Im  plebeyos  qoa 
lashtUan  heeho*  El  afto  9M, 
HOi  ley  prtMftUNU  por  el  eóoMl 
Horacio,  lef  día  la  «itiui  tmraa> 
qoe  á  las  ksjfc*  bacliaa  ei  loa 
graadea  comicios.  Loa  patrteioa, 
siempre  poderoana  de  hedió, 
llegaraa  á  elodlr  esta  diapoal- 
cion,  hasta  qee  es  468  el  dlela- 
dor  Horleoslo  la  reeoró  con  ▼!• 
gor,  jr  recihió  de  él  al  nooahre  de 
Uy  Aerimste. 

tales  eraa  afaeUas  célebres 
asambleaaeo  qoe  se  debaüaa  y 
arreglahae  Jos  Intereses  del  poe« 
hlo  roaaaoo^  ofrecieodo  uo  Tasto 
campo  i  la  amhtefoo  de  todos 
los  cisdadanos»  Allí  los  hombres 
de  todos  los  reaigos  sjereiao  á  m 
ves  ooa  iaflueecia  mas  ó  nMmos 
esténse.  Al  briHodel  aoeUire  ó 
de  la  fortena»  se  oponían  loa 
servkiua  y  los  telentóe:  nnos  re* 
cordabsB'  la  0oria  de  ana  ante« 
paaados»  otros  eúaban  ana  pro** 
pias  acciones/ y  todoaaabianha^ 
cer  valer  tlterioa  verdaderea  ó 
imejineriea  por  medio  de  la  In- 
triga ó  de  la  mals  fé*  Allf  el  or- 
güilo  tomaba  la  máscara  de  la 
bomiklod;  aq«í  la  bajeia  seat« 
bria  de  «oa  ftejida  dignidad;  y 
por  toJa»  parteare  oostrabs  prd* 
(Hgn  h  avaricia.  SeempHj^bim.  se 
ebo^abao^  se  derribaban,  «nos 
llegaban  al  .objeto,  otros -grila-* 


ben  InJnatieiB;  pero  de  eefas  lo  * 
chasconilanas  resitfHahenn  pro^ 
fondo  conocimiento  de  li  repá- 
bUca. 

Gniimita  if Asnmu>QS.  ~  ife^ 
naos  dicho  ye  qoe  el  pneWe  nom- 
braba  todas  lis  majiatratnras, 
y  qite  una  ley  formel  concedía  á 
todo  ciudadano  el  déreebo  de 
matar  al  qile  osorpase  la  autori- 
dad pública,  ó  t|ne  prolongase 
el  ejercicio  de  Un  cargo  coa  h 
qniera  deapoes  dé  espirado  el 
término:  heaaos  dicho  también 
qoe  no  podü  áapirarae  i  lop  em- 
pleos antea  de  haber  servido  por 
el  especio  4e  dies  al|OS  en  lai 
armas,  y  qne  por  la  ley  ViUia, 
para  entrer  en  la  majístratnra 
habla  qoe  tener  al  menos  trein^ 
te  y  un  aftpa.  Aqnel  cuyo  padre 
fnese  ^rMoiierb  de  giterre»  esta-^ 
baeselnidode  derecho,  porque 
decían,  que  un  puebla  Ubre  no 
deWa  ser  gobernado  por  lin 
hombre  coyo  padre  estaba  en 
cadenas.  Sentados  eslps  prikicÍT 
pios,  pasemos  ft  describir  las 
grandes  majislratoras. 

La  Cdcstusa  era  el  primer 
cergo  qne  podk  pretender  un 
romano  que  se  había  hecho  un 
nombre  por  ius  servicios  y  ta* 
lentos,  ó  en  quien  el  brillo  del 
nacimiento  supliese  al  mérito 
verdadero.  Esla  majiatratura  (li- 
taba del  oríjen  de  la  retábMca; 


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S9  dMMVa! 


cuHodiiY  íé&l  i^oro***púiiliéoü 
dos  patridos  que  se  llamarmí 
cttéilorefty  4e  Vtttf  ^1«brar  totitaa 


que»e9^éM  :UBat«Te«taj«  <^ecu-^  jdetavteolAjM  qtte  )•  gnerpa^^Uf 


nhrúl'^^BI'flji0'3M?qiiMo  él  pue*- 
blo  patUiotpiortide' este  ooorvy 
se  añtkltonkiIdMt*nb8^otxaés« 
torera  lo6«irt|gao8.i)Mi^ntet  fap 
segu  tidb  (^erraiipén  iea  y^sé '  f  1  é  vó 
el  DÚtnero'éocho»  y  eada  díier'  sk- 
fué  isiunieiitaiMa  wasv  Dm  di| 
ellod  re»idfiiiten''fi«jink  4i».jo  é* 
noíttbré  áetü$9$^eg  dt  toict«ftod^ 
SufUDtíóDdDis^iníporldnte  ei^i^ 
la  jeWlorí  <W  láí'  petttus*  pébJteds 
para  cubHr  lító'néteskladésdel  es- 
tado.  A  etl6»  eáaB«  i^tíflffda  1t 
custodia  ^  llls' figtffiás  Tbtntinas: 
cuandd  los-  ejérfcrtos  Vdlvfaü  de 
una  espédtekrd,  ««iitH%ftbbO  9iid 
enseñas  eü-ef  templó  de •SalarDo 
con  el  tesoro  {ifftiléo;  y.  las  de- 
volvían* k\úi  generales  lefego 
que  \ni  tropas  eolrabatt  en  t0íO^ 
paña.  Los  cuestóM  de^la  eíodffd^ 
teniaAalétnlsél  earfode  pro* 
porrionar  haMfavioii  á  ios  eiii«> 
bajadores  y  dttrlé«  euaittor  oMe* 
sitasen  éo'iiofcnbre  de  bi  repé^ 
blica.-  ■'    '      '    '     ■•  '■'•!'  *''''  '■'* 

Los  demás  eüdüoYi^,  #iaie^ 
dos  pTúpkwxeMtmmikespfH^ 
vmeiéh$¡  teiniémá'  lotf'cdimrteB 
en  la  gderreír  mnriab'eoolettalo 
que  teuts'  relado*  i'  |^klé«  del 


dabaade  lesipr^Tiisieoes:  yeuéD'*' 
dó  ios  Jeneñtles'pMjrfnifciei  oiiew. 
re»dektk'iQnft>^  ^eoMo  tatepábll^ 
catiO'ks^i^Medieüiio  en  niscé 


babfaii  pffiícorádo^  los  euesloms^ 
deteA**UB^;  estada  á«t|&ntío|ii  tie 
jeUas^ybudeelaréoibn  ser¥ia*p«^* 
rarla  iebí^óé  ideheenadoy  del 
páeblovEosMcvBiforésfse  nóm-i 
bitabett^en  Ids  teomícioe  por  tri* 
bus,  y  se  escojian  idéifereí^te* 
mente  de  tosido» ordenes /  '   * 

De  la  cüestnniíSfS  pas«ba  á*  to 
EMiiMD^'-Hamed»  así  de  imlM 
edifieio;ipcifrqiiie  ios'  edttes  ests-^ 
beb  partteuleriaéote  eboaiifidos- 
de  lá.  ocNastiniédoa '  y:  'itosleii  de 
los  monodienios^i^bHiebs:  biVfi 
d^anséen  doselasestlos  pHwe/ 
ros  HtiMdds«  Ed{f«rJ9Jl96#yer  fue- 
ron iMtiftifdos  et  tffié  &ed  el 
mismo  :|leiki|io  ^e  los-  frltyeoos* 
dehpyeüK^  qoCebes?  ett  eiério^ 
moÍí>  esiabiib  lübordhfodos.  Sae 
fttri hucioneserAír catear *de  lo^ 
dos  tas  edtteios;  templo»,  atoew 
duelos,  ^QéMes,  teetroff'  etev 
Memeniaii  lai  4iiii|iieka*  de  *M 
eálles,  nelftlÍM  ébiós  «bastos, 
ijeban  el  precisan;  los  Jéoerosy 
se  áseg«rabao  tde'^su  euslidaiil/ 
íospecdiouffbeii  ios  pesos  y  tne«n 
dMes,  liiiiitabátf  tés  gastes  4e 
los*  fonerátcisv  ^y  )»coiidenabeii  •  é 
DMitas' lijerasá;  aquellos  que 


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BO0tMi)wér4eli  idei.ii^;iiÉajiu 

.  U4Aa  XifriipiopeA^}  tsii :  e9Um99á 
llamarQn^^a  «tfWÍon'dt-»  loé*  fM^ 

guiiM  «ir«uit4aflif|i«'  pfiíutiimaf 
p^rteet  «ttjtf^.KlMffñoiaKrvhai* 
hiendo  íijadAoelMéqiMto.'Stitlif 
|Hirá  Mft  |íf*atílBÍ  luego»  fonraobs, 
fn  aieiiiDdádfaiát  récontlftectoii 
4e  los  árdcQ6tpiM/Bt)il»^,  que 
pQf  ti>  «ni^e«ieBlátnni»|iftfiiide« 
á  iMicérS  lo^  ^alMp  ib  reusif  ^o» 
pot  imnosiblMkNiioloil'IMaMoíta 
setf  retitroiré  eütmlffrtat^vé^ 
rñreilwitacfápbc  JUHidIídt  ivApu 

alroir*da«6<Hitt  trimadártie  4oe 
pelrikiM'<t>E«to0:iM|  dfttíhgiriav 
•os  eA!tMiiW*«ltne4ifUcttiii>Hfa[ 
|iMn|u»deka»  íeMtoMia '  eeft  tfl^' 
doÜ8Qkrei-taniíltenfeifral>  «Ifaío 
cayicieriÉtfo64^<lt^Má  majlir^ 
Vreliif|H<nü«iUra»toi  éá¥k$  ipte- 
teyotiV^smtabaa  iobre  kantos; 
leaiftola  prtCMfti<y**90MMri  de 
•ievtor  dereobOT  capno  iMigrinn 
det;  Éiiji^rbAM.  »»•  «leJMw 
enr  lee.d)nloéoi  p&i  w'Mmi^  '^ir* 
,  .Pj«nii3ai-.Jtoiil  éfO^ié^  la 
Fe^úbl|ca(4»l9ii0ittt(rr<Mip{«M* 
dta  todfi/clMá  «|it>Ma}lirHiirtil»%; 
eatendiaqe  á  loa  ittlstno^  •  Jt-irel'm 
^,  j  el  dWlééor^e-  Uama  fipiy 


Al 

IMr9ii^r^tfttfifU4K«f  JM')«4i  dio 
e»el«f iMMUte*  .laMtf^  «Itarl»  ^1 
naa#itiit4oi  í  dtaigtadfti  ipaaa- :  fa«r 
pan  Iwrticfaim .  knim  tiaa  tMadt* 
jms.  ^h^i9i  de^j^atinüilneym 
^(Ubio  tuaeQiawlf  94fiiJa  iqd^ 
mjpiaáraete»  .d«»jrtsliiia|ii|Fona 
aleJ^adoNif  dklatfiitiiladkl««iit)- 
Tal»'  auMaiTOSi.  ifii6i(aMmi)cK> 
crear  una  roajl8tratura*fnétaa 
ahaaffpiirfida.'eaMatúdado. 
-  .  Elpraéor  «eorimiHiiJpflaodd^ 
da  ée«Maf4ltlof«»  fa^n)  dbniaa 
aiiit>e)laei¡]rid^  á9nítlktá%nWf(%r 
4a  aiad0dtr!ltoMH  /ot^pnaMUa 
y>i80iaratabfl  m  {a  iri1lai(o«rfat> 
0»  ei9an)|Nirto  'aiQMMdai  4taWa 
•eotocAdh  tute  latea/^trtrtidlO'  de 
te'  jy^i^tMactoart  ptfdWcfaairéaer 
ait*aéiado^*^iráiiiÍir  4bs^vrmdea 
cbAlttoagly  ^  IwiWBiriitfolfqátt*- 
ii«  a|6fM9Mr'ftiÉéhkM'0Dn4o- 
dar'.sii'pliiiiMd^*!'''!  ¿  loí . 

:  Tfiaa'í'iMlMiraal  éifÁruMitafé  la 
pleiiMÍQdf4k  te  íÚVlÁdífaüMi  del 
pNli)fr<>da;  Maav^MMUmtfl^-jiveí* 
tñánkrofhímb^'^  Mttaio  resi  I» 
láidd^'O^iMirel  oljdtOf'iNi^-Hlt- 
líai^Qftw  ileg*c««^  fOco:  i^ 
CddlwidMkdWtMb*>r#rai«IMadea 
yj^iliMal^aleHíto^h^he^séífiaw 
llhiait«pei«i  8r#r  eaisd^i'iPtiM^ii- 
¥MBélarataé(i.efi  éPIliMy  m  «no 
4e  4aaí«nMMtea'  «alofier>lta«ii«dOB 
««MW^dit  »i  aiHa  ^ni^Miieafaba 
eqloeadd  sokMfmP^stfaJOi  t  |nii* 
lar  paii»ddifti^aéiaMrtil<M^iiér* 


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CM  que  haibii  4éilgM4o«  los  tes- 
tigos y  los  défensoros.  En  los  do* 
socios  cfiflitoolos  al  ir  á  pnNiu»* 
dar  UM  sootoocfc  de  suerte, 
se  qoiteteel  pretor  la  preU^jtía, 
esprasando  por  esta  seBal  lape^ 
«a  qóe  sedtia  es  tratar  con  rigor 
i  QB  eiodadaoo*  Los  pretores  rU 
Jllatiáo  aobre  loa  tribvodes  in- 
ferioras* 

Cinnto  veiele  efios  después  de 
esta  ioatitittioB^  ae  creó  on  se- 
gliodly  pretor  con  el  nombre  de 
pr$t0r  uiré9^/tm,  pbrqae  eitaba 
encargado  particttlaemenle  de 
administrar  Jastieia  entre  loa 
ciudadanos  y  los  estranjeros» 
mientras  qne  el  pr€iür  dt  te  €im^ 
dndjnafaba  únicamente  de  loa 
procesos  de  eindadano  á  elida* 
daño.  El  pretor  de  la  chided» 
como  Jefede  la  nM^liatfiUira  >  era 
superior  á  todos  los  otros.  Sen 
poder  variar  la  natiiraléie  de 
las  leyes,  tenia  «el  dereeto  de 
prescribir  sos  íoraaes.  Cnandq 
ae  le  elsjiap  dMpiies  de  haber 
prestada  el  Jnramento  de  fldaU* 
ded  al  goMM*node  Boma,  sabia 
i  la  tribuna  ilelanlé  del  publo 
reunido,  y  allí  publicaba  un  e- 
dicto  foa  indiceba  la  marcha 
4|ue  ae  pr#ppn|a  segofr  en  la  adr 
mlnisiracioAde  justicia;  eaie  e^ 
diclo^ue  llegaba  i  aer  loibligalo* 
rio  pare  él  durante  el  tiempo 
-de  su  e|«rftoto>  se  publicaba  per 


un  beraMe,  y  ae  ijaba  en  todct^ 
los  parajes  púbNees;  llamábase- 
le  Uf  ammi.  Los  pretores  se 
nombraban  en  loa  comicios  por 
centurias:  tenían  que  ocurrir  i 
los  gastos  de  los  Juegos  epolioa- 
res,  del  circo  y  otros,  y  esta  a- 
tribucioB  les  daba  una  autoridad 
particular  sobre  los  fómieos  y 
otros  iodiriduos  afectoa  á  los  es« 
pecticulos  pdblicos. 

CovsuLAeo.-— La  fidelidad  en 
la  cuestura,  la  magnificencia  en 
la  edilidad  y  la  integridad  en  U 
pretura,eran  la  Yiaordinaria  pa- 
ra llegar  al  conaulado.  Bsleera 
^  eoloM^de  los  onores  que  po* 
día  pretender  un  rooaano.  iJe* 
gado  á  este  panto  de  gloria  toca-' 
be  i  au  término.  Su  famIUa  ae 
encontraba  de  repente  en  el 
mago  de  las  primeraadel  catado, 
y  au  nombre  inacrito.  en  los  f««^ 
tos  consulares,  debia  cobsenrar* 
se  mientras  la  memdria  de  Ro» 
naa-ecsistieae  entre  los  hombres. 

Bl  a*o  844i  cuando  la  repábli^ 
ca  sucedió  á  la  monarquía,  el 
pueblo  romano  instituyó  dos  ma*» 
jistradoa  i  qoienes  confió  une 
parte  de  la  autoridad  que  había 
arrancado  i  les  reyes.  Díóseles 
el  aaodealo  titula  de  e4n$ul$i, 
qne  esprese  kis  eonaejus  que  da- 
bao  para  el  bieapáblico,ysiem«> 
presetuToá  raya  su  poder  sin 
ofender  i  su  dii^dad.  Todo  lo 


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BÍOXAHA. 


33 


que  la  pompa  romana  tenin  de 
mas  imponente  los  rodeaba  sin 
cesar.  Iban  precedidos  de  doce 
lictores,  teniam  la  silla  carul,  la 
pretexta,  y  el  bastón  de  marfil  con 
águila  de  oro,  signo  superior  de 
mando.  Ellos  sotos  entre  los 
hombres»  tenian  el  derecho  de 
presentarse  por  la  ciudad  en  lite- 
ra. En  fin.  habían  reunido  sobre 
su  persona  todo  loque  podia im- 
poner respeto  ó  temor.  Pero 
cuanto  mas  poder  les  daba  esta 
dignidad  brillante,  tantas  mas 
precauciones  tenian  que  lomar 
para  evitar  sus  abusos.  Después 
de  un  año  de  ejercicio  volvían 
los  cónsules  á  entrar  en  el  orden 
c<9mun,  sin  conservar  de  su  pa- 
sada grandeza  sino  la  gloria  que 
les  era  personal. 

Los  cónsules  no  podinn  em- 
prender nada  contra  el  senado  ó 
contra  el  pueblo;  no  eran  mas 
qué  sus  primeros  ajenies.  El  se- 
nado deliberaba,  el  pueblo  deci- 
día j  los  cónsules  ejecutaban. 
Los  cónsules  fueron  al  principio 
nbtnbrados  en  diversas  épocas 


rer  un  sacrificio  solemne  al  pa- 
dre de  los  dioses,  é  implorar  su 
protección  para  los  nuevos  ma- 
Jistrados  y  para  la  república.  No 
entraban  en  sus  funciones  hasta 
el  primero  de  enero^  seis  meses 
después  de  su  nombramienlo,  y 
empleaban  este  liempo  eñ  ins- 
truirse en  los  intereses  del  esta- 
do. Enlonces  se  les  daba  el  títu- 
lo de  eán$ule$  deíignadoi.  Aun- 
que no  lenian  lodavia  poder  al- 
guno, eran  admitidos  en  el  sena- 
do, ocupando  en  él  un  lugar  y 
dando  los  primeros  su  parecer-, 
distinción  que  se  miroba  mas 
bien  como  una  prueba,  que  co- 
mo muestra  de  deferencia.  En 
el  intervalo  de  la  elección  á  la 
instalación,  si  se  llegaba  á  des- 
cubrir que  hablan  empleado  el 
soborno  ó  la  astucia  para  oble- 
ner  los  votos»  aquel  queenlresus 
competidores  pudiese  manifes- 
tarlo, era  puesto  en  su  lugar.  Pe- 
ro  esta  costumbre  ó  regla  equi- 
tativa rara  vez  lle^ó  á  ponerse 
en  ejecución,  porque  el  acusa- 
dor se  encontraba  regularmente 


deNño;  pero  desder  el  598  se  e«   en  el  mismo  caso. 


lijiei'oa  en  el  mes  Sextilis  (.Igos- 
lo) en  los  comicios  por  centu- 
rias. Cuando  estaba  hecha  la  e- 
ieccioú,  el  cónsul  actual  lo  anun- 
ciaba á  la  asamblea;  entonces  el 
Mnado  y  el  pueblo  se  dirijian  en 
cuerpo  al  Capitolio  para  ofre- 
Toaw)  1 111. 


Los  dos  cónsules  gobernaban 
por  meses.  El  de  mas  edad  ó  el 
que  tenia  mas  hijos,  entraba  pri- 
mero. Los  hazes  iban  delante  de 
él,  y  el  que  no  estaba  en  ejerci- 
cio los  llevaba  detrás.  Todo 
ciudadano  debía  descubrirse  la 
5 


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34 


IllSTOAU 


cabeza,  levanlarse  sí  estaba  sen- 
tado, j  apartarse  del  camÍDO  que 
traía  el  cónsul  cuando  este  se  a- 
eercttha.  Kslo  es  tan  cierto  como 
que  elcónsulQuínto  Fabio  Mác- 
simo^  hizo  bajar  del  caballo  á  su 
padre  que  se  le  acercó,  y  el  an- 
tiguo romano  aplaudió  una  ac- 
ción que  le  manifestaba  que  su 
hijo  tenia  una  justa  idea  de  la 
dignidad  de  que  estaba  revesti- 
do. Sí  el  cónsul  encontraba  á  un 
pretor,  los  Helores  de  éste  baja- 
ban sus  hazes  delante  del  ma- 
jislrado  supremo. 

Las  atribuciones  do  ios  cón- 
sules eran  muy  estensas:  convo- 
caban voluntariamente  al  sena- 
do comunicándole  los  despachos 
de  los  paises  estranjeros^  espo- 
Dían  los  negocios  ^  y  eran  los 
primeros  á  manifestar  su  opi- 
nión-, recojían  los  votos  y  des- 
pedían k  la  asamblea  con  la  sen- 
cilla fórmula  de:  no  os  detene- 
^  mostnas,  padrei  eonseritos.  To- 
dos los  majistrudos  les  estaban 
subordinados,  esceplo  los  tri- 
bunos del  pueblo,  úuicos  que  po- 
dían oponerse  á  sus  decisiones. 
Reunían  el  pueblo,  le  proponían 
byes  á  que  daban  su  nombre 
cuando  eran  aceptadas-,  en  Gn 
tenían  la  plena  y  entera  ejecu- 
ción de  los  decretos  del  senado 
y  de  las  ordenanzas  del  pueblo. 
Si  estaban  en  guerra  era  mayor 


su  autoridad:  levantaban  tropas, 
daban  grados  y  podían  condenar 
á  muerte;  los  cuestores  tenían 
que  entregarles  cuanto  fuese 
necesario  ó  quisiesen  para  los 
gastos.  En  fín^ea  la  paz  obraban 
como  primeros  majistrados  de  un 
gran  pueblo,  y  en  guerra  como 
dueños  absolutos-,  pero  espira- 
do el  término  de  su  grandeza, 
daban  cuenta  de  sus  accionesá 
aquel  mismo  pueblo,  verdadero 
soberano,  y  juzgaba  sus  opera- 
ciones con  severidad.  Duranln 
muchos  años  estuvo  esta  digni- 
dad entre  los  patricios,  pero  a- 
poyados  por  los  tribunos  los  ple- 
beyos pidieron  y  consii^uieron 
ser  también  elejidos.  La  ley 
Villia^  ya  citada,  llamada  tam- 
bién annalis  lex  ,  porque  se- 
ñalaba el  número  de  anos  que 
debia  tener  todo  pretendiente 
á  ios  destinos,  prescribía  treinta 
y  seis  años  para  la  edilidad, 
cuarenta  para  la  pretura,  y  cua- 
renta y  tres  para  el  consulado. 
Pero  no  siempre  se  observó  esta 
ley,  pues  frecuentemente  hubo 
que  ceder  al  mérito  adquirido 
con  acciones  brillantes.  Ln  mis* 
ma  ley  decía  que  un  cónsul  no 
pudiese  ser  rcelejído  sino  pasa«- 
dos  diez  años^  y  también  se  que- 
brantó muchas  veces.  Cayo  Ala- 
rio fué  seis  veses  cónsul,  y  las 
cinco  últimas,  consecutivas. 


»^ 


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ftmiAiíA. 


35 


PR0C099CLe8.  —Luego  qtie  es- 
piraba el  término  del  consulado, 
si  se  creía  conveniente  dejar  á 
loa  cónsules  en  Ihs  provincias 
que  liabian  de  someter  ó  admi* 
nistrar,  tomaban  entonces  el 
título  de  procónsules  y  gozaban 
d^  prerogativas  casi  tan  estén* 
sas.  El  senado  dio  después  el 
nombre  de  procónsules  á  los  gp- 
b«>rnodores  que  enviaba  á  las 
provincias,  y  este  llegó  á  ser  o- 
dioso  á  todos  los  pueblos»  por 
las  vejaciones  que  ejercian  á 
título  de  enviados  de  Roma. 

Propretores. — Si  el  paisa- 
donde  se  envial>an  estos  majis- 
trados  no  era  de  grande  impor- 
tancia, en  lugar  del  título  de  pro- 
cónsules, se  les  daba  únicamen- 
te el  de  propretqre$,  según  que  el 
senado  declaraba  tal  provincia 
proconsularó  propretoriana.  Es- 
^as dignidades  conferiaD  el  mis- 
mo poder,  pero  menos  estenso: 
el  procónsul  iba  precidido  de 
doce  iictores  como  el  cónsul  á 
quiep  representaba*,  el  propretor 
no  llevaba  mas  que  seis.  El  Pro- 
ciiB$TOR  desempeñaba  interina- 
mente  el  cargo  del  cuestor  muer- 
.lo  sin  sucesor;  sus  funciones  ce* 
iaban  i  la  llegada  del  cuestor  en- 
viado de  Roma. 

En  jeneral,  los  majistrados  de 
las  provincias  ejercian  en  su 
circulo  una  autoridad  muy  su- 


perior á  la  que  tenían  en  Roma 
los  que  estaban  revestidos  de  la 
misma  dignidad.  Reunían  todos 
los  poderes:  en  ellos  residía  la 
majestad  del  senado  y  del  pue- 
blo romano,  y  las  leyes  de  Ro- 
ma, siempre  debilitadas  por  la 
mezcla  con  las  del  pais,  no  opo- 
nian  mas  que  una  débil  barrera 
á  hombres  tan  poderosos.  La  ca- 
sa de  un  procónsul  semejaba  la 
de  un  monarca;  siempre  estaba 
rodeado  de  un  gran  número  de 
oficiales  militares  ó  civiles,  y 
una  multitud  de  jóvenes  roma- 
nos distinguidos  iban  á  apren- 
der con  él  el  arte  de  la  guerra, 
ó  á  instruirse  en  el  conocimien- 
to de  los  negocios;  pero  como 
el  poder  mas  absoluto  está  siem- 
pre limitado  por  algún  lado,  no 
le  era  permitido  *  tener  mujeres 
en  su  corte. 

Tales  eran  las  majistraturas 
que  formaban  propiamente  el 
gobierno  de  Roma;  otras  había 
que  eran  igualmente  importan- 
tes, pero  que  pueden  mirarse 
como  intermedias,  puesto  que 
sallan  de  esta  línea  directa,  que 
conducía  de  grado  en  grado  al 
poder  supremo.  Ya  hablaremos 
de  ellas  mas  adelante. 

Dictador.—  Cuando  la  re- 
pública estaba  en  un  peligro  in- 
minente, ó  que  un  acontecimien- 
to inesperado  necesitaba  un  des-" 


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36 


nnoMA. 


arrollo  repentino  de  poder,  se 
recurría  á  una  medida  estraor- 
dinaria»  se  creaba  un  dictador. 
Este  majistrado  no  podía  con- 
servar su  dignidad  mas  de  seis 
meses,  y  aun  fué  costumbre  no 
esperar  á  que  espirase  este  tér- 
mino  para  baeer  dimisión  del 
destino,  si  las  circunstancias 
apuradas  de  su  creación  hablan 
cesado.  En  virtud  de  un  senato» 
consulto,  uno  de  los  dos  cónsules 
lo  elejia  según  su  voluntad,  y 
regularmente  caia  la  elección 
en  un  varón  consular.  Este  nom- 
bramiento se  bacía  por  la  no- 
cbe,  y  luego  que  estaba  procla- 
ONido,  tenían  los  romanos  que 
someterse  á  su  absoluta  auto- 
ridad. Suspendíanse  todas  las 
leyes,  todos  los  majistrados  di- 
mitían sus  destinos»  esceptQ  los 
tribunos  del  pueblo,  quienes  á 
pesar  de  esto  no  tenían  poder 
contra  los  decretos  del  dictador. 
Reunía  en  su  persona  la  au- 
toridad del  senado,  del  pueblo  y 
de  los  cónsules,  bacía  la  guerra 
ó  la  paz,  disponía  á  sú  voluntad 
del  tesoro  público,  de  los  bienes 
y  aun  de  la  vida  de  los  ciudada- 
nos sin  que  en  caso  alguno  se 
pudiese  apelar  de  sus  decisiones. 
En  fin,  era  un  déspota  legal,  y 
no  tenia  que  dar  cuanta  á  nadie 
de  sus  acciones  ínterin  estuvie- 
se en  su  empleo.  Esta  unidad 


de  fuerza  dio  á  teces  á  la  repú* 
bllca  un  vigor  que  la  libertó  7 
la  sostuvo  contra  sus.  enemigos; 
pero  también  contribuyó  á  su 
ruina,  como  hemos  visto. 

Esté  pródijioso  y  absoluto  po* 
der  tenía  sin  embarga  algunas 
trabas:  no  le  era  permitido  al 
dictador  salir  de  Italia,  sopeña 
de  perder  al  momento  todos  sus 
derechos;  y  para  imponerle  como 
una  sombra  de  humillación,  no 
se  le  permitía  tampoco  montar 
ácaballoo  Guando  confirieron  á 
Fabio  Mácsimo  esta  dignidad, 
no  permitiéndole  sus  muchos  a« 
ños  conformarse  con  esta  dispo» 
sicíon,  fué  necesario  un  decreto 
del  senado  para  que  usase  el  ca« 
bailo.  Por  una  consecuencia  de 
esta  proibícion,  tenia  el  dictador 
cerca  de  sí  un  oficial  de  nombra- 
miento suyo,  con  el  título  de 
jeneral  de  la  cábaUeria.y  que 
en  cierto  modo  era  su  tugarte* 
niente. 

El  primer  dictador  fué  nom- 
brado el  año  256,  doce  después 
de  la  destrucción  de  la  monar- 
quía. Por  mucho  tiempo  estu- 
vieron los  patricios  en  posesión 
del  derecho  de  esta  dignidad  su* 
prema;  haita  que  en  397  se  nom« 
bró  un  plebeyo,  y  nuevos  órde- 
nes entraron  á  participar  d(i  él. 

Tantas  ventajas  Italiaro.i  loi 
romanos  eu  esta  moJída,  qua 


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no  esper«roi  á  eirconsteneiM 
estreroas  para  recurrir  á  ella: 
cuando  serias  disputaf  ajilaban 
al  pueblo  romano,  se  nombraba 
un  dictador  para  terminarlas» 
decidiendo  por  la  autoridad  de 
ñno  solo  lo  que  no  hubiera  po* 
dido  la  multitud  pdl*  sí  misma. 

El»  CLAVO  SAMADO. — Algunas 
▼eces  también,  el  nombramien- 
to de  un  dictador  tuvo  un  obje- 
to relijioso.  Por  una  de  aquellas 
ctistumbres  esiravagantes  é  Inés- 
plicables  de  que  se  encuentran 
sobrados  ejemplos  do  quiera  ec* 
sisten  hombres,  uno  de  los  gran- 
des majistrados  clavaba  anual- 
mente un  clavo  al  lado  derecho 
del  altar  de  Júpiter.  Si  enferme- 
dades cootajiosas  molestaban  al 
pueblo  romano^  ó  signos  estraor- 
dinarios  lo  amenáaaban  con  la 
cólera  celeste,  se  apresuraba  á 
conjurarlos  dando  mas  brillo  á 
la  ceremonia  del  clavo  sagrado, 
nombrando  nn  dictador  para  es* 
te  solo  objeto. 

Delante  del  dictador  Iban  vein- 
ticoatro  hazes  con  sus  corres- 
pondientes hachas.  Los  lictores 
que  precedían  á  |oi  cónsules,  no 
tenían  hachas  sino  fuera  de  la 
ciudad:  en  su  recinto  llevaban 
únicamente  los  hazes  para  no 
amcJri>.nt*tr  al  pueblo  con  aquel 
aparato  de  muerte;  pero  el  dic- 
tadoc  tenia  hazes  y  hachas  para 


37 

hacer  ejecutar  sos  juicios  con 
todo  rigor.  Se  ha  visto  á  un  dic- 
tadorhacer  morir  á  un  caballero 
por  haber  reusado  seguir  al  lie* 
tor  que  le  había  enviado  con  or- 
den de  conducirlo  i  su  presen*» 
cía  (1).  Estos  decretos  de  una 
injusticia  terrible  eran  juzgados 
por  el  pueblo,  cuando  dicho  su- 
premo majistrado  abdicaba  sus 
funciones,  pero  nada  podía  sus^- 
pender  la  ejecución. 

Cerca  de  130  afios  estuvo  Ro* 
ma  sin  dictadores;  pero  en  los 
momentos  críticoe  en  que  se 
creía  deber  robustecer  el  poder 
consular  sin  apelar  al  recurso 
siempre  estremado  de  nombrar 
un  dictador^  el  senado  espedía 
un  decreto  concebido  en  estos 
términos:  cHagaa  loé  cónsules 
ulo  que  es  necesario  para  la  sal- 
ivación del  estado.»  Entonces 
sin  sobreponerse  alas  leyes  po- 
dían darlas  mayor  ostensión,  pe- 
ro tenían  que  responder  del  uso 
que  hubiesen  podido  hacer  de 
este  poder  aumentado. 

Si  atontecía  que  el  dictador  ó 
los  cónsules  llegaban  á  faltar  an- 
tes de  baberJes  seialado  suceso- 
res, para  no  dejar  la  república 
sin  jefes  en  todo  este  tiempo,  el 
senado  nombraba  un  inUrej/. 
Esle  majistrado  gozaba  de  todas 

(I)    Tno  Livaa  Dtc.  Ii^Ub.  n. 


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m 


HÍSTÓRIé 


les  prerogaliras  de  los  cónsules, 
pero  solo  podía  conservar  su 
dignidad  por  cíoco  días-,  pasado 
«UTO  término  él  misnno  se  nom- 
braba un  sucesor-,  pasado  igual 
tiempo»  este  nombraba  otro  y  así 
lucesívamente  hasta  haber  ele- 
jido  nuevos  majistrados  según 
las  formas  y  en  las  épocas  pres- 
crilíis.  El  primer  iulere;:no  y 
que  duró  mas  tiempo,  fué  des- 
pués de  la  muerte  de  Rómulo. 
Vióse  por  el  espacio  de  imano 
pnsnr  sucesivamente  la  dliinidad 
real  de  familia  en  ramilia.  Los 
patricios  gustabnn  de  una  for* 
ma  gubernativa  que  los  hacia 
participar  á  su  vez  de  los  onores; 
pero  el  pueblo,  cansado  de  tan- 
ios  señores^  los  obligó  á  poner 
tin  término  á  su  dominación, 
dando  un  jefe.  Esta  majistratu- 
ra  efímera»  fué  la  sola  que  no  se 
comunicó  á  los  plebeyos;  por- 
que una  ambición  razonable  les 
hizo  hacer  esfuerzos  eslraordi- 
narios  para  obtener  onores  du- 
rables y  desdeñar  los  momentá- 
neos. 

Majistrados  ihtermedios. — 
Desde  los  cuestores  colocados  en 
la  base  del  edificio  del  gobierno^ 
hasta  los  cónsules  que  se  encon* 
traban  en  la  cumbre^  las  atribu- 
ciones eran  distintas,  los  dere- 
chos conocidos,  prescritos  los  de- 
beres por  leyes  positivas,  y  podia 


creerse  que  ninguna  otra  majis- 
tratura  importante  habría  des- 
pués de  las  ya  mencionadas.  Sin 
embargo  ecsistian  otras  que  les  c- 
ran  enteramente  estrañas»  y  que 
bajo  un  título  modesto  daban  á 
sus  poseedores  en  ciertas  cir- 
cunstancias una  autoridad  supe- 
rior á  la  de  los  cónsules,  pudien- 
do  atacar  á  estas. 

Ya  en  otro  lugar  de  nuestra 
obra  hemos  hablado  lo  bastante 
para  dar  á  conocer  la  dignidad 
de  tribunos  del  pueblo,  majis- 
trados con  el  titulodesacro-san- 
tí,  relijiosamente  santos,  los  cua- 
les al  aprobar  el  decreto  que  les 
presentaban,  pooiaa  la  letra  T. 
que  espresaba  la  palabra  tribu- 
ni\  y  cuando  le  desechaban  usa- 
ban de  la  palabra  Feto,  que  quie- 
re decir  me  opongo. 

Hemos  hablado  ya  también  lo 
bastante  para  hacer  conocer  á 
los  censores  y  procónsules^  y  al 
modo  y  forma  de  su  elección. 
Ahora  pasamos  á  tratar  de  la 

LeíISLACION,  LEYES,  PLEBISCI- 
TOS,   SKNATOSCONSULTOS,    EDICTOS 

T  uecHETOS.  —  El  código  de  una 
Dación  manifiesta  en  su  totali- 
dad sus  virtudes  y  sus  vicios,  y 
refleja  la  imájen  del  pueblo  que 
lo  ha  concebido.  No  teniendo  lu- 
gar las  leyes  penales  sino  des- 
pués de  los  crímenes  que  ha  sido 
necesario  reprimir,  cuando  «- 


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MMiAlU. 


39 


qoellas  m  callan  ea  ponpie  el  I  carácter  de  ca4i  p«eMa;  aenci 


delito  aon  do  ecstote;  pero  lae« 
go  que  bao  hablado»  es  permiti* 
»)l  «o.4p  echarlo.  Del  mismo 
modo  las  leyes  civiles  se  ligan  al 
sistema  político  de  un  pueblo, 
manifiestan  sus  vicios,  y  el  ojo 
indagador  del  jenio  lee  en  ellas 
las  causas  secretas  de  su  grande* 
za  y  le  seftala  el  rango  en  qne 
debe  colocarse.  Desarrollemos 
el  principio  de  la  lejislacion  ro« 
mana. 

No  hablaremos  de  esas  leyes 
primitivas  que  son  comunes  á 
todos  los  pueblos.  Do  quiera  los 
hombres  viven  en  sociedad,  han 
depositado  en  Jas  manos  de  los 
majistrados  instituidos  bajo  di- 
ferentes títulos,  una  parte  de  su 
libertad,  para  gozar  con  seguri- 
dad del  resto;  y  de  estas  porcio- 
nes reunidas  ha  resultado  lo  que 
acaso  podría  llamarse  ley  nolu* 
ral,  la  cual  es  la  misma  en  todos 
los  pueblos^  reduciéndose  al  o* 
menaje  á  los  dioses^  obediencia 
á  los  jefes,  y  respeto  á  la  pro- 
piedad y  á  los  derechos  lej  (ti- 
mos de  cada  uno.  Todo  se  refie- 
re á  díte  principio  inmutable, 
orijen  único  de  paz  y  de  pros* 
peridad.  Bajo  este  aspecto,  las 
leyes  de  los  griegos ,  las  de  los 
romanos,  y  aun  las  de  los  scitas» 
todas  se  parecen.  Únicamente 
Ittsdistiugue  el  tinte  propio  del 


lias  y  terribles  son  en  las  nacio- 
nes bárbaras;  en  las  civilizadas 
mas  complicadas  y  suaves. 

Lo  que  importa  conocer  son 
las  leyes  particulares  de  cada 
pueblo»  las  que  pintan  sus  eos* 
tumbres,  presentan  sus  progre- 
sos ó  au  degradación ,  y  presa- 
jlan  su  destino.  Por  ellas  se  re- 
monta uno  á  los  que  las  han  ins- 
tituido,  onrándolos  como  bien- 
echores  del  jénero  humano  si 
tuvieron  por  objeto  su  felict* 
dad,  ó  detestándolos  si  lo  han 
estraviado,  profanando  lo  que 
hay  de  mas  sanio  y  venerable. 

Los  primeros  romanas  no  co- 
nocieron las  leyes  sino  por  ha- 
berlas quebrantado,  y  sustraído* 
se  á  su  venganza.  Beunidos  de 
todos  loa  pnntoa  del  Lacio  para 
continuar  arrostrándolas ,  cono- 
cieron bien  pronto  su  necesi- 
dad, y  que  era  uMesario  con* 
servar  con  sabiduría  lo  que  ha- 
blan adquirido  por.  la  fuerza. 
Rómulo  les  propuso  las  prime* 
ras  leyes,  y  las  aceptaron:  sos 
sucesores  propusieron  otras  nue- 
vas á  medida  que  la  esperiencia 
hizo  conocer  su  necesidad  ,  y 
fueron  consentidas  solemnemen* 
te  por  el  pueblo  reunido,  en  vir- 
tud del  derecho  que  le  habia  da- 
#0  el  soberano.  Todas  las  que  s« 
hicieron  hasta  la  destrucción  de 


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40 


nisToau 


'fl  moQarqnía,  fueron  reunida! 
en  un  cuerpo  que  se  llamó  có- 
digo/?a/)trío,  del  nombre  del  se- 
nador  Sesto  Papírio  que  le  redac- 
tó, hnjo  el  reinado  del  último 
Tarquino,  De  ellas  copiaremos 
algunos  fragmentos  paramaui- 
feslur  la  sencilleí  de  los  prime- 
ros romanos  y  la  severidad  de  sus 
costumbres. 

Boma  no  adorará  sino  h  los 
dioses  de  sus  anlepasalos  y  des- 
echará las  supersli  iones  de  los 
otros  pueblos. 

No  se  socorrerá  al  quesea  he- 
rido por  el  rayo;  y  si  queda 
muerto  en  el  sitio,  allí  mismo  se 
le  enterrará  sin  hacerle  funerales. 

Prohíbese  en  la  ciudad  el  ejer- 
cicio de  todo  arte  que  tienda  á 
introducir  el  lujo  y  la  molicie. 

El  que  destruya  los  límites  de 
un  campo  al  labrar  su  tierra, 
queda  entregado  á  los  dioses  in* 
fernales  él  y  sus  bueyes. 

£1  hijo  que  baya  pegado  á  su 
padre,  está  maldecidoaunque  ha- 
ya pedido  y  obtenido  el  perdón. 

Entre  estas  leyes  severas  plá- 
cenos encontrar  los  rasgos  de 
una  bondad  paternal  que  carac* 
teriza  á  los  tiempos  primitivos: 
todo  ciudadano,  en  el  caso  de  su- 
frir una  multa  no  podrá  ser  con* 
denado  á  pagar  un  buey^  si  ante- 
riormente no  lo  ha  sido  á  pagar 
una  oveja. 


Pero  dejemos  un  código  cuya 
mayor  parte  quedó  sin  efecto 
posteriormente. 

La  abolición  de  la  dignidad 
real  no  trajo  ningún  cambio  en 
la  formación  de  las  leyes.  Los 
cónsules  y  los  pretores  rempla- 
zaron á  los  reyes; como  ellos,  tu- 
vieron el  derecho  de  tomar  los 
auspicios,  y  el  pueblo  reunido 
en  comicios  les  dio  un  consentí- 
miento  siempre  necesario.  Des- 
de la  institución  de  los  comicios 
por  tribus  se  hicieron  leyes  co- 
mo queda  dicho  á  propuesta  de 
los  tribunos  del  pueblo-,  estas 
se  llamaron  plebiscitos,  que  al 
principio  no  obligaban  mas  que 
á  una  parte  de  la  nación  y  luego 
llegaron  á  ser  jeuerales.  Las  le- 
yes y  los  plebiscitos  eran  una 
misma  cosa,  en  cuanto  á  los  re- 
sultados, pero  diferian  esencial- 
mente en  el  principio. 

Las  leyes  pues,  eran  las  cons- 
tituciones del  estado,  propuestas 
otras  veces  por  los  reyes,  des- 
pués por  los  grandes  majistra- 
dos  de  la  república,  y  aceptadas 
por  el  pueblo  romano  reunido 
á  este  efecto,  en  comicios  por 
curiasen  los  primeros  tiempos, 
y  en  comicios  por  centurias  des- 
de el  rey  Servio  Tulio.  Por  mu- 
cho tiempo  no  tuvieron  fuerza 
de  ley  basta  que  el  senado  laá 
hubiese    coníirmudo-,  y  el  ano 


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IC7,  sin  destruir 
clon,  una  ley  obligó  al  senado 
h  aprobar   cuanto    se    háblese 
decidido  en  los  grandes  comi- 
cios. 

Los  plebiscitos  se  hacian  me* 
dianle  la  proposición  de  un  tri- 
buno del  pueblo,  y  se  ftujeta- 
i>an  á  la  aprobación  de  este  mis- 
mo pueblo  en  los  comicios  por 
tribus,  sin  intervención  nioguna 
del  senado. 

Las  leyes  estat>an  sujetas  &  to- 
das los  formalidades  relljiosas; 
an  augurio  dmfayorable  basta- 
ba para  desecharlas;  en  tanto 
que  los  plebiscitos  siendo  pre- 
sentados por  los  tribunos  que 
no  tenian  el  derecho  de  tomar 
los  auspicios»  no  estaban  sujetos 
á  las  mismas  trabas. 

En  jeneral  las  leyes  se  resen- 
tían de  la  influencia  de  ios  gran- 
des cuyos  svfrajios  inclinaban  la 
balanxa  en  los  comicios  por  cen- 
turias. Al  contrario  los  plebisci- 
tos, téndian  á  favorecer  el  parti- 
do de  los  plebeyos»  omttipotente 
en  los  comicios  por  tribus. 

Unas  y  otros  oo  podían  ser 
aceptados  sino-  después,  de  ha«- 
hene  anunciado  durante  tres 
dias  de  mercado  público,  que  se 
rerificaba  cada  noere  dias,  y  en 
loa  eualea,  loa  habitantes  de  les 
tribus  rústicas  se  dirijian  á  la 
doded.  Juzgóse  que  este  inter* 

TOMO  XII 1. 


moMAM.  41 

esta  ratifica-  ralo  era  necesario  para  hnpedir 
que  el  pueblo  se  dejase  llevar  de 
la  elocuencia  de  un  orador,  y 
darle  tiempo  para  pesar  madu- 
ramente las  obtigaciooes  que  se 
imponía. 

Entre  las  leyes  las  habla  que 
llevaban  el  título  de  sagradas, 
porque  hubiera  sido  ua  crimen 
el  intentar  su  trastorno.  El  ora- 
dor que  hubiera  propuesto  refre- 
narlas hubiera  perecido  al  ins- 
tante; su  memoria  seria  entre- 
gada á  la  ersecracion  y  sus  bie- 
nes confiacadoi.  Las  leyes  sagra- 
das han  tenido  por  objeto  prin- 
cipalmente la  institución  de  los 
tribnooedel  pueblo. 

Después  de  las  leyes  y  los  pie* 
bisel  tos  seguían  los  senatoscon- 
sultos  ó  decretos  del  senado.  A 
la  v^ad  que  estos  no  eran  le« 
yeí,  pero  tenian  fuerte  de  tales 
hasta  que  hubiesen  sido  anula- 
dos por  ana  ley  positiva  ó  por 
un  otro  decreto.  El  respeto  que 
se  tuvo  á  los  senatosconsultos 
fué  una  conaecuebcia  necesaria 
del  que  inspiraba  el  senado;  y 
este  sentimiento  fortificado  por 
el  tiempo  tardó  mucho  en  des- 
mentirse y  de  mirarse  con  un 
respeto  filial. 

Los  senatosconsultos  tenian 
por  objeto  principal  todo  lo  rela- 
tivo á    la  alta    administración 
del  estado,  arreglaban  el  destino 
6 


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d«  las  provinoJns»  los  sueMoi  de 
lof  grandes  oAciales  ,  el  núme- 
ro  de  soldados  que  debían  man- 
dar» y  en  fla  se  estendiati  á 
euanto  era  de  un  interés  Jene- 
ral,  fuera  de  las  elecciones  las  a- 
dopciones  de  las  leyes»  la  guerra 
ó  la  paz»  el  Juicio  de  los  dudada- 
DOS ;  objetos  cuya  deci8Í6o  per- 
tenecía escluslvamente  al  pue- 
blo reunido  en  comicios.  SI  acon- 
tecía algún  negocio  imprevisto 
sobre  el  cual  no  ecsistiese  ley, 
Mn  decreto  del  senado  su plia  por 
ei  momento  y  obligatNi  á  todos 
los  ciudadanos  hasta  que  una 
ley  creada  con  las  formalidades 
decostumbre^  kx  hubiese  rem- 
plazado. 

Estos  decretos,  de  una  auto- 
ridad que  en  nada  cedía  á  la  del 
pueblo,  se  espedian  con  forma» 
lidades  imponentes.  Esteedámo- 
D04  algo  mas  sobre  este  punto  de 
lo  que  lo  hemos  hecho  eo  otra 
lugar.  El  cónsul  debía  primero 
convocar  á  los  senadores  en  los 
días  prefijados  para  aquellas 
reuniones;  y  eran  tas  calendas» 
nonas  é  idus.  Antes  de  entraren 
la  asamblea  ofreeia  un  sacrificio» 
y  si  los  auspicios  que  tomaba 
eran  desfavorables»  el  negociase 
aplazaba  para  un  dia  mas  propi- 
cio. Luego  que  el  augurio  era 
feliz,  se  presentaba  el  cónsul,  lé- 
vantábanf  e  á  su  llegada  todos  los 


senadores»  tomaba  él  aliento»  y 
después  oada  uno  se  colocaba  en 
el  suyo.  Entonces  esponia  el 
asunto»  y  en  seguida  pedia  la 
discusión  á  los  padres  cbnscri- 
tos.  Terminada  la  deliberación» 
recojia  el  cónsul  con  orden  el 
parecer  de  cada  uno»  y  dirijién- 
dose  entonces  al  príncipe  del  so- 
nado ó  á  los  cónsules  designados, 
si  los  habla  en  la  asamblea,  pa- 
saba en  seguida  á  los  altos  digna- 
tarios, después  a  los  simples  se- 
nadores^ y  terminaba  por  aque- 
llos que  sin  serlo  todavía,  tenían 
voz  deliberativa  en  el  senado. 
Frecuentemente  en  vez  de  dar 
sus  votosí  por  separado»  los  que 
adoptaban  una  opinión  se  colo- 
caban al  lado  del  que  la  habla 
emitido»  y  bastaba  ealooces  una 
simple  ojeada  para  cooocet*  don* 
de  estaba  la  mayoría. 

Un  decreto  del  senado  no  po* 
dia  espedirse  sino  en  presencia 
de  cien  senadores:  al  ir  á  tomar 
una  decisión»  acontecía  muchas 
veces  que  un  miembro  de  la  opo- 
sición esclamaba:  €uéníe$é  el  $$• 
nado\  y  la  asamblea  quedaba  di- 
suelta si  no  habla  el  número 
competente. 

Luego  que  estaban  cumplidas 
\pM  formalidades  necesarias,  que 
se  adoptaba  el  decreto  por  plu- 
ralidad y  que  los  tribuno»  no 
presentaban  oposición  ninguna» 


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se  redactaba  el  acta.  Biarcábaae 
en  ella  primero,  el  ileoipo,  el 
logar,  el  número  de  \oé  senado- 
res presentes  y  el  de  su  tribn; 
espon(a!)e  luego  la  proposición 
toda  entera,  indiciibase  ai  que  la 
habi^  hectio,  y  se  terminaba  con 
la  lectura  del  decreto.  Para  qne 
este  tuviese  ejecución,  tenia  que 
estar  depositado  en  el  tesoro  pú- 
blico, con  las  leyes  y  otras  actas 
públicos. ' 

Si  acootecia  que  los  tribunos, 
ó  solo  uno  de  ellos  se  oponia  á  la 
deliberación  del  senado,  enton- 
ces no  se  espedía  el  senatocon- 
solto.  Cuando  el  sanado  unáni- 
memente creía  necesario  un  de- 
creto para  la  salvación  del  esta- 
do, lo  pronunciaba  sin  embargo, 
y  entonces  lo  daba  bajo  el  nom- 
bre de  autoridad  da/ leitodo;  era 
nulo  en  cuanto  á  su  efecto,  pero 
se  conservaba  en  los  archivos 
del  senado,  como  un  testimonio 
de  so  zelo,  propio  para  hacer  re- 
caer el  odio  del  poeblo  romano 
sobre  los  que  se  hablan  opuesto 
a  un  acto  que  le  hubiera  sido 
tan  ventajoso. 

Así  se  gobernó  Roma  por 
efpacio  de  tres  siglos;  y  á  pe- 
sar de  so  pasión  por  sus  pro- 
pias leyes,  probó  el  inconve- 
niente de  un  código  imperfecto 
y  cuyas  partes  afiadidas  socesi- 
Tameate  carecian  de  la  relación 


41 

que  linee  que  las  últhaas  sean 
una  consecuencia  natural  de  las 
que  les  preceden.  Las  leyes  lie* 
vahan  el  sello  del  partido  que 
las  habla  propuesto;  la  astucia  / 
las  hacia  adoptar;  otras,  diriji- 
das  por  un  espíritu  contrario, 
tendían  á  restriajirlas  ó  á  ano- 
larlas.  Todas  perdían  de  su  ma« 
jestad,  coando  de  común  acuer- 
do el  sienado  y  el  pueblo  convi- 
nieron en  enviar  embajadores 
¿  todas  las  ciudades  de  Grecia,  y 
particularmente  á  Atenas,  para 
instruirse  en  aquellas  leyes  y 
comunicarlas  después  á  su  pa- 
tria. 

Volvieron  estos  habiendo  re- 
cojido  los  estatutos  db  todos  los 
pueblos.  Después  de  un  ecsámen 
atento,  se  conoció  la  estrema  di- 
ficultad de  elejir  entre  tantas 
leyes  diferentes  las  que  podían 
convenir  al  pueblo  romano,  de* 
escojerlas  para  adaptarlas  á  su 
jenio^  y  de  hacer  de  ellas  un  có- 
digo completo  que  pudiese  ser- 
vir de  regla  ep  todos  tiempos  y 
circunstancias:  para  llegar  á  este 
objeto  hicieron  tos  tribunos  que 
el  cónsul  Sestio  reuniese  el  sex- 
uado y  le  propusiese  un  decreto 
oon  la  creación  de  diez  majistra- 
dos,  los  cuales  durante  un  aSo 
tendrían  todos  los  derechos  de> 
los  cónsules  y  aun  los  que  ha- 
bían tenido  loa  reyes.  Debía  sus- 
i 


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44 


■NTomu 


penderte  (oda  otra  nialistralura; 
y  estos  depositarios  de  la  autorí* 
dad  pública  quedarían  .eacarga* 
dos  de  la  redaccioa  de  Duevas 
leyes. 

Después  de  vivas  oposiciones, 
adoptóse  por  último  el  senato- 
consulto.  Reuniéronse  los  comi- 
cios por  centurias,  los  cónsules 
abdicaron  solemnemente ;  los 
pretores,  ediles,  cuestores  y  aun 
los  tribunos  siguieron  este  ejem- 
plo, y  en  su  lugar,  bajo  el  nombre 
de  decemviros,  elijieron  diez  ma- 
jistradoH,  á  quienes  como  ya  he- 
mos dicho  en  otro  lugar,  se  con* 
firieron  todos  los  poderes.  He- 
mos indicado  que  convinieron 
entre  sí  el  ^e  uno  solo  tuviese 
los  haces  durante  diez  diaa,  pa- 
sados los  cuales  este  signo  del 
poder  supremo  pasaría  sucesi- 
vamente á  todos;  diferencian*' 
dose  únicamente  los  otros  de  los 
demás  ciudadanos  por  un  oficial 
subalterno  llamado  Aeeentw,  que 
los  precedía  en  público.  Los  cui- 
(Í;iüosdel  gobierno  no  los  dn- 
trajeron  de  su  objeto  principal. 
Después  de  haber  comparado  las 
leyes  griegas  con  lasde  Roma,  to-. 
marón  de  unas  y  otras  lo  que 
les  pareció  aplicable  á  los  roma- 
nos; y  trazando  un  model*)  de  su 
obra  la  espusieroo  al  público, 
para  que  cada  uno  indicase  li- 


de  oido  el  de  los  ciudadanos  mas 
ilustrados,  se  hicieron  algunas 
correcciones,  en  seguida  se  pre- 
sentó el  nuevo  código  al  senado, 
quien  lo  adoptó  por  un  decreto. 
Llenada  esta  primera  formalidad, 
el  pueblo  romano,  reunido  en 
comicios  por  centurias  le  dio 
jeneraimentesu  voto.  Para  dar 
mas  solemnidad  á  este  acto,  se 
hizo  la  ratificación  delante  de 
los  pontífices,  augures,  y  de  los 
sacerdotes  de  todos  los  colejios. 
Ofreciéronse  sacrificios  á  los  dio* 
ses  protectores  de  Roma ;  y  este 
cuerpo  de  leyes^  grabado  sobre 
diez  tablas  de  bronce,  fué  colo- 
cado en  el  lugar 'mas  visible  del 
Foro. 

El  año  prescrito  para  esta  gran- 
de obra  iba  á  acabar,  y  los  de* 
cemviros  pidieron  otro  mas  pa- 
ra darle  el  último  grado  de  per* 
feccion.  Satisfecho  el  pueblo  de 
su  manera  de  gobernar,  dio  so 
consentimiento,  y  reunidos  loa 
comicios,  se  nombraron  nue- 
vos decemviros,  conservando  de 
ellos  únicamente  á  A.pio  Claudio. 

Este  era  el  momento  de  salir 
mal  con  un  gobierno  que  tanto 
se  había  ensalzado.  El  dia  si- 
guiente de  la  elección,  se  vio  con 
asombro  en  la  plaza  pública  á 
ciento  veinte  lictores  con  hums 
armados  de  hachas.  Uua  iir.iaíu 


para  que  caua  uno  inuicase   ii-    armaaos  ue  nacuas.  uua  ur.iai 
bremente  su  parecer.  Después  I  odiosa  sucede  á  la  fi ajida  dulzu 


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n  de  los  deeeonviros;  y  todos  los 
objetos  de  su  lemor  ó  de  su  ene- 
mistfd  son  saeriflcadut.  Estos 
mismos  hombres  que  dielabao 
sabias  leyes,  proonuciau  decre- 
tos de  muerte;  la  repáblica  iba  á 
perecer,  cuaiulo  una  acción  ec- 
secrable  de  Apio,  subleva  de  re- 
pente al  pueblo,  corre  á  los  ar- 
mas, las  lejiones  se  JuQtao  á  él, 
y  este  poder  monstruoso  es  disi- 
pado en  un  inátonte. 

Vuélvese  á  la  antigua  forma  de 
gobierno,  empréndese  el  juiciode 
ios  decemviros,  pero  estos  uo  lo 
esperaron.  Apio  y  uno  de  sus  co- 
léaos perecieron  por  sus  pr«>pias 


45 

ra  trasmitirlas  á  la  posteridad 
de  una  manera  mas  segura,  se 
les  hizo  aprender  de  memoria  á 
los  jóvenes.  Este  código  augusto 
fué  por  mucho  tiempo  la  admi- 
ración de  los  romanos,  que  le 
miraron  con  el  mayor  respeto,  y 
como  el  monumento  mas  bello 
de  la  humana  sabiduría  (1). 

Pero  la  lejislacion  de  un  pue* 
blo  no  pndiendo  fijarse  mientras 
éste  no  se  fije,  el  continuo  au* 
mentó  del  estado  romano,  el  a- 
crecentamiento  de  las  fortunas 
y  los  crímenes  que  fueron  con^^ 
siguientes,,  hicieron  sentir  la  ne- 
cesidad de  nuevas  leyes.  A  las 


manf>s-,  los  otros  huyeron  pnra    je  las  doce  tablas,  que  se  mira* 

síemprede  una  tierra  que  habitin 

cubierto  de  sangre.  Al  través  de 

tantos  males,  se  faabia  terminado 

la  grande  obra  de  la  lejislacion: 

añadiéronse  otras  dos  tablas  por 

los  nuevas  decemviros,  y  este 

cuerpo  de  leyes,  conocido  bajo 

el  nombre  de  /ayas  de  la$  doce  ta- 

bla»,  contuvo  hasta  aquella  épo* 

ca  toda  la  jurisprudencia  de  los 

romanos. 

Sesenta  a&os  después  de  la 
creación  de  este  código  tan  céle- 
bre, los  galos  se  apoderaron  de 
RomD.  menos  del  Capitolio,  que- 
maron la  ciudad,  y  las  doce  ta- 
blas fueron  destruidas  en  el  in- 
cendib.  Hebiriérouse  por  las  co- 
pias que  se  babian  sacado*,  y  pn- 


ban  como  las  constituciones  de 
la  república,  se  fueron  afiadien* 
do  leyes  y  plebiscitos  nuevos, 
siempre  espedidos  según  las  an*> 
tiguas  formas. 

Como  la  ley  mas  desenvuelta 
no  habla  podido  preverlo  to- 
do, pues  circunstancias  fortuitas 
combinadas  infinitamente^  la  ha- 

(1)  Lm  leyes  de  Us  doce  tabla* 
conticiieii,  cerno  vamoe  á  ver,  dUpoai* 
cionea  rigoro»iaiiiias  ítnpo^íhlea  de  a- 
plaudir;  solo  aqui  tratamos  de  la  opi- 
.oion  de  los  romanos,  acordes  ea  mirar 
las  doce  tabUs  como  ana  ubra  maestra 
de  Ir  jtslacíon;  pnes  Cicerón  se  atreve  á 
decir  qne  íai  prefiere  á  todas  las  bi- 
bliotecaa  del  oiiumIo* 


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46 


llf8TOAf4Í 


fian  siempre  defectuosa^  y  los 
hombres  siempre  mas  ínjenio- 
sos  estabaa  ioveotando  medios 
de  eludirla;  se  dio  á  machos  de- 
positarios de  la  autoridad  reli- 
jiosa  ó  civil  el  derecho  de  hacer 
edictos  que  supliesen  á  la  in<* 
sufieieneia  de  las  leyes.  Consi* 
guientemente,  los  pontíflces  en 
materia  de  relijion,  el  pretor  en 
lo  Judicial  y  los  ediles  en  políti- 
ca, publicaban  edictos  que  te- 
nían fuerza  de  ley,  ba^tn  que  o- 
tras  disposiciones  contrarias  los 
hubiesen  invalidado. 

Los  majislrados  que  goberna- 
biHi  las  provincias  romanas,  te* 
nian  también  el  derecho  de  ha-' 
cer  edictos:  los  unos  se  llamaban 
de  traslación,  porque  se  sacaban 
ordinariamente  de  los  edictos 
del  pretor  de  la  ciudad;  los  otros 
eran  puramente  locales. 

De  modo  que  el  derecho  ro- 
mano se  componía  de  la  reuuion 
de  las  doce  tablas,  de  las  leyes 
nuevas,  de  los  plebiscitos,  de  los 
senatoscoQSultos  y  de  los  edic- 
tos. No  ecsaminaremos  por  se- 
parado cada  uno  de  estos  ramos 
de  la  lejislacioo;  limitémonos  al 
testo  de  las  doce  tablas  y  á  las 
disposiciones  principales  de  ca- 
da una. 

La  primera  trataba  de  los  pro- 
cedimientos civiles:  este  objeto, 
bastante  complicado^  estaba  se- 


V'uido  en  todas  sus  ramificacio- 
nes, y  cada  uno  podia  reconocer 
en  él  con  facilidad  la  injusticia 
6  la  ilejitimidad  de  su  causa. 

La  segunda  tabla  tenia  por  ob- 
jeto toda  clase  de  robo:  el  noc- 
turno era  castigado  de  muerte  y 
tomismo  sucedía  eon  el  robo 
diurno  si  el  culpable  estaba  ar- 
mado. Si  el  delito  era  notorio, 
es  decir,  que  el  cnlpable  fuese 
cojido  en  el  hecho  y  no  estaba 
armado,  era  azotado  con  varas  y 
entregado  á  aquel  á  quien  habia 
robado.  Si  el  robo  no  «era  noto- 
río,  es  decir,  que  el  culpable 
estuviese  convicto  sin  haber  si* 
do  cojido  infraganli,  era  conde* 
ñafio  á  devolver  el  doble  de  lo 
que.  habia  robado,  y  el  cuadruplo 
por  el  edicto  del  pretor.  El  juez 
convencido  de  haberse  dejado 
corromper,  era  castigado  de 
muerte. 

La.  tercera  tabla  se  referia  á 
las  deudas,  y  sos  disposiciones  e- 
ran  temibles.  El  deudor  cuya 
deuda  estaba  confirmada,  obte- 
nii^  una  moratoriade  treinta  d(as 
para  buscar  los  medios  de  pagar. 
Pasado  este  tiempo,  si  no  encon- 
traba la  suma,  era  llamado  aote 
el  pretor,  quien  le  entregaba  á 
su  acreedor  como  esclavo.  Este 
tenia,  el  derecho  de  atarle  por  el 
cuello,  y  de  ponerle  grillos  en 
losj)ie8,  con  tal  que  la  ca^^oa 


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Aa«4R4, 


47 


no  pesase  mas  de  quince  librei. 
Ed  eale  estado  le  coodocia  al 
Mercado  tres  veces  deaegoida, 
y  el  prexooero  grilaba  eo  alta 
voc  la  suma  porqoe  estaba  des- 
teñido, á  fin  de  escitar  en  su  fa- 
vor la  compasión  de  los  ricos  cía* 
dadanos.  Si  nadie  se  presentaba 
para  pagar  la  deuda»  su  acreedor 
podía  venderlo  rneradel  territo* 
rio  romano»  y  aun  tenia  el  bar* 
barodereclio  de  hacerlo  morir. 
Sí  se  presentaban  mtfcboa  acree- 
dores» les  era  permitido  repar* 
tir:»eel  cuerpo  del  deudor. 

¡^cuarta  labia  trataba  de  loa 
derechos  de  los  padres.  La  au- 
toridad paterna»  ley  primera  de 


calió,  como  el  de  hM(  esclavos,  á 
qui«9nes  se  asemejaban  en  todo 
con  respecto  á  su  padre.  Los  ciu* 
dédalos  romanos  llamados  tn/e- 
nm  6  de  orijen  pufo»  gozaban 
únicamente  de  estos  derechos 
en  toda  su  plenitud. 

La  promoción  de  un  hijo  á 
uno  de  loe  grandes  cargos  del 
estado,  suspendía  los  efectos  de 
la  autoridad  paternal;  pero  al 
terminar  su  ejercicio^  entraba 
en  la  obediencia;  y  á  nn  poder 
pasajero  sucedía  una  sumisión 
durable. 

Guando  un  padre  daba  su  con- 
sentimiento  formal  k  un  hijo 
para  que  se  casase»  ya  no  podia 


la  nataraleaa»  era  mas  estensa  ,  venderlo»  por  no  ser  justo  que 
en  Boma  que  en  pais  ninguno»  y  .  una  mujer  casada  con  un  hom- 


aun  casi  podemos  decir  que  era 
bárbara.  El  padre  á  quien  na* 
cíese  nn  bijo  deforme  ó  con* 
traheclio  debía  matarlo  al  pun« 
to;  en  todo  tiempo  tenia  sobre 
aus  hijos  derecho  de  vida  ó 
muerte»  podia  venderlos  como 
«sclavos;  si  llegaban  á  ser  libres 
por  sus  propios  esfuerzos»  podia 
venderlos  basta  tres  veces;  po- 
dia deseredarlos  sin  alegar  nin* 
guñ  motivo»  arrojarlos  de  su  ca- 
M»  ó  enviarlos  al  campo  para 
Urabajar  como  esclavos.  Cuanto 
IKidiaíi  reunir  con  sus  aceros  6 
eu  industria,  era  entregado  á  su 
padre.  Su  caudal  se  llamaba  pe« 


bre  libre»  llegase  á  ser  la  esposa 
de  un  esclavo*  Esoeptuado  este 
punto»  el  poder  paterno  subsis- 
tía en  toda  su  fuerza»  y  aun  se  es* 
tendiaá  los  nietos  y  viznietos. 
La  muerte  del  jefe  de  la  fami- 
lia ,  podia  nnicamenle  poner 
término  á  este  derecho  ( I). 

(1)  Acontecí*  siempre  cuando  ana 
ley  era  demasiado  rigorosa»  el  encpn- 
trar  medio  de  eludir  sus  disposiciones. 
Un  padre  se  presentaba  al  majtttrado 
con  su  hi)oy  «■>  comprador;  hacia  In 
venU  del  |6f en  por  nna  soma  cnaU 
qniera,  y  ponía  la  mano  páblicamenla 
sobre  el  dinero.  E4  comprador  loponín 
íaoMdiataflMatt  en  libertad»  s^n  lo 


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48  «fffSTDAU 

L«i  tabla  quinta  esponia  las  re* 
glas  de  las  sucesiones  y  de  las 
tálelas. 

Los  ciudadanos  romanos  po« 
dian  heredar  únicamente  de  nn 
ciudadano;  todo  estranjero  esta- 
ba escloido  de  la  sucesión.  £1 
que  había  obtenido  el  derecho 
de  ciudadano,  no  podia  hi^redar 
en  la  totalidad  los  bienes  de  un 
romHRO  de^orijen*,  solo  tenia  de- 
recho k  los  de  la  rama  motenia. 

Lo5  hijos  y  nietos  eslabón  o- 
bligados  h  aceptar  la  sucesión  de 
su  padre  por  onerosa  que  fuese; 
llamábaseles  herederos  suyos.  Los 
esclavos  á  quienes  su  dueño  da- 
ba libertad  al  morir,  y  los  insti* 
tuia  sus  herederos,  eran  llama- 
dos herederos  necesarios,  y  esta- 
ban- igualmente  obligados  á  a- 
ceptar  la  sucesión,  como  lo  es* 
presa  su  titulo.  Los  otros  here- 
deros podian  renunciar  á  la  au- 
cesion,  y  por  eso  fueron  llama- 
dos herederos  voluntarios. 

Todo  romano  que  gozaba  de 
la  plenitud  de  los  derechos  de 
ciudadano,  podia  disponer  de  stis 
bienes  por  testamento,  heredar 
legados  que  le  hubiesen. sido  he- 
chos, y  ser  testigo  en  toda  dis- 

Ittnnala  de  nao.  Fstt  Yenta  j  e»U  ma- 
nomUioB  simaltdat,  se  repetían  por 
trct  Teces,  y  el  hijo  qaedaba  libre  para 
aietnpre. 


posición  testamentaria* Estos ao* 
tos  estaban  sujetos  á  mochas 
formalidades ;  y  el  modo  mas 
ordenado  de  libertarse  de  ellos 
era  llamar  al  heredero  delante 
de  siete  testigos.  En  el  ejército 
hacían  los  soldados  su  testamen- 
to de  una  manera  mas  sencilla: 
en  el  momento  de  ir  al  comba* 
te  nombraban  en  alta  toz  á  su 
heredero  delante  de  sus  cama- 
radas,  y  esta  declaración  bastaba 
para  asegurar  la  ejecución  de 
sus  últimas  voluntades. 

La  tutela  se  conferia  á  los  ag* 
nados  ó  parientes  paternos;  los 
mas  cercanos  eran  llamados  k 
ella  de  derecho  cuendo  el  padre 
de  familia  moria  sin  testar.  En  el 
casode  no  hallarse,  el  prefórdaba 
un  tutor  á  la  viuda  yá  los  hijos. 

Si  el  tutor  mahersaba  los  bie*^ 
nes  del  pupilo,  estaba  obligado  á 
la  restitución  de  doble  cantidad, 
y  quedaba  anotado  de  infamia. 

El  liberto  estaba  siempre  bajo 
la  tutela  de  su  protector.  Las 
mujeres  estaban  siempre  en  tu* 
tela  perpetua.  Durante  su  in- 
fancia, el  tutor  tenia  la  admi* 
nistracion  de  sus  bienes;  cuando 
eran  mayores,  conservaba  el  de- 
recho de  interponersu  autoridad 
sobre  el  uso  que  podiao  hacer 
de  ellos;  y  cuando  se  casaban, 
pasaban  del  poder  de  so  tutor  al 
de  su  esposo. 


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Ltrsesl»  tabla  triübt  de  It  |mk 
sesion  de  loe  bienes,  ;  del  di- 
vorcio. 

Distinguíense  las  propiedades 
sagradas  de  las  que  eran  de  de- 
reebo  bumaiio.  Laa  príomras 
estabao  bajo  4a  jariadieeion  de 
los  poDÜflcea,  tMio  erao  tem^ 
pios,  sepolcroa^elc.  Todas  las 
coaas  sagradas  eran  inenajena- 
bles;. y« solo perdinB  este  eetáe^ 
«er  por  la  profaneioB. 
•  Las  propiedades  de  dereebo 
bomano  epan  HMiaMei  ó  énmm- 
Mes.  DiTidíaDsetamMeo  en  mofi' 
tipi,  eS'decir>  cajra  posesión  po- 
día transmitirse  ttiatai4aliiieAle; 
y^Df^eemamcipi,  lasquenoeran 
ée  naturalexa  deaer  aecnes- 
Iradas. 

Pddia  serse  propietario  de  no 
objeto  euelqnieirr.  de  «nichos 
modos:  primero  ,  por  I»  canon 
deoQ:ecreedordelante>del  pre** 
tor,  segundo,  por  el' nao  de  dos 
^k>s  respecto  á  nn  iamneble^  y 
dennvñosolorMpectoé  unob- 
jeto-moviliario;  tareero,  por  aoi»»* 
pra  en  las  ventas  pábUoaa;  coar- 
to,' por  od/iidícaonit^  ea  dadrí 
por  la  posesión  de  la  perdón  ad* 
Jodicada  per  los-  majistrados  en 
une  partición  cualquier»;  y  qoin^ 
to^  pordonoeton*  ha  ini^ifl<«en- 
ciarooMina  hacia  muy  frecuen<> 
íH  estSBS  especies  de  Iraosac- 
cíones.    ' 

TOISD  im. 


Aiu.  49 

Ei  divorcio  de  qoe  tratabt  el 
sbjTQodo  artículo  de  etla  misma 
tabla,  ofrece  sobrada  importan- 
cia para  ser  tratado  lljeramente, 
y  por  lo  mismo^  hablaremos  de 
él  en  otro  paraje. 

La  tabla  f  étíma  trataba  de  los 
crímenes  y  de  las  penas  cuya  se- 
rie es  dt^it  de  segoir;  solo  ad- 
rertlremos  que  la  ley  admitía 
la  pene  del  íattén,  por  la  cnal 
el  que  habla  prlrado  á  nn  duda* 
daño  de  nn  miembro,  debía  ser 
mutilado  del  semejante  si  no  «e 
componía  con  la  parte  ofendida. 
Los  parlen  Col  mas  cercanos  del 
herid»  tenían  el-derechode  coor 
turnar  sn  venganza. 
•  La  octava  laMa  trataba  de  los 
bienes  del  eampoy  de  leeMervoa, 
de  los  oficios,  eic.^  objeto  muy 
estmo  que  no  «os  oCrecr  gran- 
de interés. 

La  tabla  «loveae  esponia  ef  de* 
reeho  púbHc6,'cnyas  principales 
disposiciones  son  bien  cono- 
cidas. 

La  décima  tenia  relación  con 
los  funerales,  f  rescribía  las  ce- 
remonias de  estos,  sus  diferen* 
tes  especies,  y  fijaba  el  tienípo 
en  que  se  debían  tributar  los 
últimos  deberes  ¿  los  finados. 
James  pueblo  alguno  fué  mas 
relijioio  que  loa  romanos,  en 
elejerdciode  estos  tristes  debe- 
res, sin  omitir  nada  de  cnao- 
7 


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50 

to  podia  oiirar  la  iMmorii  de 
tos  ^drts  T  probar  la  pena  de 
haberloapenUdo* 

Lan  tablas  undéeima  j  diiodé* 
dma  no  trataban  de  ningnn  ob- 
jeto partkalar»  pues  eran  on  tu* 
ptemento  á  lea  otras  diet* 

Con  sentimiento  noa  beeios 
lioitado  á  esponer  soleinente  el 
suHMrio  de  este  código  célebre; 
pnes  la  dificultad  de  entenderlo 
bien  ba  hecbosieaspre  que  se  pase 
répidaroeme  sobre  ot^^^^os  que 
hubieran  pedido  «as  desenvolvi- 
miento. Dicho  código  estaba  es« 
erito  en  la  lengoa  de  loa  Óseos, 
pueblo  de  la  Campaniaj  qne  ha* 
biaba  un  latín  barbero^  antigM* 
mente  niadoen  Roma^  y  qne  hoy 
ae  eomprenderii  eoa  muchisf^ 
me  dificultad. 

No  ae  piMde  negar  que  la  ma* 
yor  parte  de  estas  leyes  parecían 
Iwchas  por  tiranos  para  eoote- 
ner  á  bfcrbaroa.  Ellas  recordé* 
han  á  la  vea  el  carácter  de  los 
decemyiros  y  el  orijen  de  los  ro* 
roanos,  Difícihaeole  se  com- 
prende cómo  un  pueblo  que  se 
babia  sublevado  en  ocasión  da 
la  dureza  de  loa  acreedores,  y 
que  después  de  cnareota  aíoa 
que  hnbia  tenido  tribunos  para 
dereoderse»  hubiese  podido  acep- 
tar leyes  tan  crueles  para  el  in« 
fortutiio.  Estas  disposiciones  tan 
severas,  se  abolieron  sucesive- 


mjsnte  por  la  astensioii  ^le  se 
dio  líl  derecho  de  ciudadano.  El 
afio  429  una  ley  proibió  el  tener 
presos  á  los  deadores,  y  sola- 
mente dio  derecho  á  los  aeree* 
dores  sobre  sos  bienes.  DM  mis^ 
mo  modo  se  proibió  azotar  con 
varas  á  los  róesenos;  Kn  fin,  el 
afio  090,  la  famosa  ley  $$mfr^ 
uta  decidió  que  una  sentencia 
de  muerte  no  podia  pronunciar^ 
se  contra  on  ciudadano  sino  por 
orden  del  pueblo,  sin  que  este 
derecho  se  estendiese  hasta  loe 
anidados,  siempre  sujetos  i  iü 
penas  qne  plnguia  ¿  sus  Jefaa 
imponerlea«  Machas  v^ces  se 
veis  á  un  individuo  culpable  en 
el  momento  de  $er  preso  por  utt 
lictor,  detenerlo  con  estas  pala* 
bras:  yo  sey  eiuiaéano.  Si  era 
acusado  de  uncrlin<*n  de  estado, 
se  le  jutgaba  por  la  jeneralidad 
de  los  ciudadanos.  Si  era  un  cri- 
men privado,  los  tríbanales  or« 
diñarlos  pronunciaban  su  sen* 
tenda;  pero  podia  apelar  de  elle 
á  loa  comicios.  En  ambos  casos, 
érale  permitido  sustraerse  k  la 
pena  merecida ,  desterrándose 
voluntariamente  antes  de  qne  ae 
pronunciase  la  sentencia. 

Guando  nn  ciudadano  era  lia* 
mado  en  joicio  por  crimen  e.ipi<» 
tal,  si  reusaba  comparecer  el 
dia  que  debia  decidirse  üe^sa 
suerte^  un  oficial  público  s^pre- 


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fimtatia  par  la  iMftiHi  á  so  puer- 
to, lo  Itamsbaá  sonUelTMipela» 
7  tolo  dfspoei  de  etU  formull* 
dad  faltalKHi  loa  JuereiMOtra  él. 
Tan  4»stf«tnadaa  eraa  laa  pr«caii- 
eionea  <|iie  te  lomaban  para  dli* 
fioner  de  la  Tida  de  oo  eiodada«> 
iio(l). 

En  jeaeral  las  leyes  qoe  re«> 
dactaron  los  deceoiviros  tendte* 
t*on  á  di4miAiilr  el  poder  del 
pueblo,  porque  aspiraban  á  la 
tiranía;  y  por  una  conseenenria 
de  esta  -disporicion  secreta,  las 
leyes  de  las  doe^  tablas  proibian 
los  oíatridiraios  entre  los  patri- 
cios y  ei  pueblo.  Esta  ley  ofen- 
siva para  bis  plebeyos^ttedó  anu- 
lada en  el  año  308. 

Por  el  misflio  principio  las 
doce  tablas  pronunciaban  lape* 
na  capital  contra  loa  poetas  satí- 
ricos y  los  libelistas;  pero  sien* 
do  los  deceniviros  los  únicos  qoe 
tenián  Interesen  proácribir  á  los 
fue  podían  quttarlea  la  máscara, 
este  regUmento  cayó  en  desosó 
después  de  su  espulsion,  basta 
qiie>ftté  destruido  enteramente 
por  la  ley  semprooia. 

Después  de  la  publicación  de 
las  dck:e  tablas,  la  lejtslacion  ro- 
mana fué' cbádcidá  de  iodos  los 

ciudUdMois;  pero  para  hacerse 

f 

<i)  Pi«TABeo»  VUa  di  TiWffIo  7 
ac  Cayo  Gimo. 


SMS.  M 

Justicia  kaMa  ipie  aegnirse  una 
marcha  y  emplearse  ciertas  fór- 
mulas qM  aolo  eran  conocidas 
de  los  patridoa,  defensores  nftto» 
rales  de  sus  clientes;  de  modo 
que  er  pueblo,  auoíque  Ina^uldo 
de  aos  derechos,  no  podía  e|er«- 
cerloasino  por  la  Interposiciot 
de  los  grandes.  Larfo  tieriipe 
quedó  ee  este  dependencia,  hasta 
que  vifioa  sacarle  de  ella  nna 
circunstancia  inesperada.  ElaSe 
440,  Cayo  FIstIo,  escriba  del 
jurisconsulto  Apio  Claudio,  le 
robóloarejistrosde  las  fórmu- 
las, y  publicó  una  copla  de  ellas. 
Este  senrieio  fué  tan  agradable 
al  pueblo,  qne  Flario,  hijo  de 
fm  staiple  liberto,  fMr  heehe 
tribuno,  Senadoiv  edil  cunrt,  y 
para  censertsrsu  asémeria,  la 
obra  que  habla  dado  á  ^conoeet 
recibió  el  titulo  de  dtrasAo  eíot/ 
/feeímio,  ^A 

Flavio  biso  al  |fueblo  Romano 
otro  servicie  del  mismo  fénero 
publicando  los  f0tta$  ó  el  cuadro 
de  todos  los  dias  del  afio,  con  su 
destino,  como  ya  diremoa  ai 
tratar  del  calendarlo.  Los  pon«« 
tii<^s,  que  eran  loa  únices.depo^ 
sitarlos  de  los  fastos,  ocultaba» 
cnidadoaamente  al  públioo  au 
conodmienlo)  pero  Fia  vio,  ha« 
hiendo  obtenido  la  comunica* 
clon  de  los  fastos,  por  el  mismo 
medio  que  tuvo  el  de  íasfórmu- 
I 


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52 

las,  descubrió  «I  aitffli^ío;  jr  pi«> 
ra  haeer  que  fueteo  mas  autéo» 
4tcoSy  hilólos,  grabar  eo  ana  eo*> 
-lutíUia  de  bronce  doraste  su  em* 
pleode  ediU  Hasta  esia  época 
los  poolífic^  dirijiaii<  é  impe- 
4h^  seguo  su  .voloBlad  lodas 
las  operaciones  del  f  oUereo»  tos 
f rocedimieotos  eoire  los  parH^ 
colares,  y  alio  ^1  mismo  pretor 
igooraba  el  dia  en  qu»  le  era 
permitido  adrainislrar  Justicia. 
'DeesDemodo>  el  conocimiento 
de  las  leyes,  el  tiempo  y  tos  me- 
dios de  recurrir  é  eltas  lo  su«> 
piaron  todos  los  ciudadanos;  sin 
embargo,  los  patricios  pudieroÉ 
particularmente  interpretarlas; 
y  esta  pnMrogati?a ,  concentre- 
da  en  aa  áifdeav  fÁtité  madios 
de  ellos  á  loa  primeros  cargos  del 
estado»^ 

No  entraremos  en  detalla  mas 
estei^V  sobre  las  leyes  roma- 
nas: bástanos  haber  espuesto  sus 
principios;  ocasión  se  presenta*- 
rá  de  que  tas  sigamos  en  su  «^ 
plicacion»  Hechas  para  los  ro- 
manos solamente,  no  nos  toca 
}tiigarlas^  Si  la  prosperidad  de 
una  nación  pruebo  la  bondad  de 
sn  código,  jamás  lo  hubo  mejor; 
pero  si  es  permitido  al  resto  del 
Jénero  humano  pronunciar  por 
lo  que  de  él  sufrió,  nunca  io  bu* 
bo  mas  funesto. 

PATtOSIOS  T  CUfiJITfiS,   HOBU- 


lA,  Taniifo,oiMio:(As  v  ororas 
muTAKBs.^^  Hemos  procurado 
traaor  un  rápido  boifiquejo  del 
gobi€MPno  de  áoma,  y  hemos  Tia- 
to  á  su  pueblo,  ya  huuii liado  y 
ya  triunfante  en  los  iUIerentes 
ciWíqíos,  .^stret|ar:ie  coq  perse* 
verancia  contra  el  partido  de  ios 
patricios,  arrancarles  p^^co  á  po- 
co, la  mayor  parte  desu&prrvi* 
lejíos,  y  librarse  de  sus  hierros 
sin  procurar. romperlos  enterar 
mente»  Admiración  causará  sin 
duda,. el  que  unos  hombres  é* 
brios  de  glorias  y  de  triunfos,  te^ 
oiendoá  la  rex  los  medios  y  la 
noluntad  de  vengar  largas  ha* 
millaciones^  no  hubiesea  daida 
el  ultimo  paso,  y  de«truidu  para 
siempre  distinciones  de  que  tan 
zelosos  se  debian  manifestar* 
Pero  no;  J^ierosos  en  suene* 
mistad  y  magnánimos  hasta  en 
su  ira,  se<esforzaban  para  llegar 
á  la<aUura  de  ios  grandes  sin  de* 
prímiriesv  pues  procuraban  setp^ 
tarse  al  lado  de  ellos  para  M^ 
llar  con  su  brillo  mismo^  y  no 
para  degradarlos  con  el  abatí- 
aliento.    '  ^ 

Una  conducta  tan  meaorada, 
y  cuyos  resultados  fueron  lan 
gloriosos,  anunciaba  á  un  poe* 
Mo  que  en  nada  se  parecía  á  loe 
demás.  Trabajo  cuesta  el  com- 
prender .coma"  una  mulUUid 
siempre  ciega  y  arrobetádaj  sii«> 


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po  detraerte  ea  «qaelle  pe»* 
diente  rápida,  y  respetar  aori  á 
aquellos  que  no  teniHi  atacar. 
Esta  moderacioD  lenta  sa  orijea 
en  machas  cansas:  en  la  profun* 
da  Teaeracioa  de  -iui  romanos 
pw  los.  usos  de  sus  antepasados^ 
en  la  resistencia  valerosa  de  los 
patricios,  que  no  deslscieroa  de 
sos  derechos  sino  en  el  último 
estremo,  y  que  cediendo  ep  fln 
á  la  fuerza  de  tas  circunstancias, 
sacrificaron  ana  parle  de  elios 
para  conservar  los  mas  impor- 
tantes; y  en  fin.  en  los  felices  e- 
fectes  del  patronato,  initilOQÍon 
sublime  emanada  de  un  almn  je* 
nerosa, ;  digna  del  héroe  que  <a 
coocíIhó.  Su  Jeelo  superior  pre- 1 
tió  los  desórdenes  que  podriim 
acarrear  en  su  naciente  ciudad, 
dístineioiies  concedidas  á  una 
clase  de  dadadoaos  con  perjui^ 
ció  del  mayor  námero,  y  á  este 
jórmea  de  discordia  opaso  el  de 
la  benevolencia. 

Desde  mqy  temprafio  acudida 
muclios  ciudadenoa  á  las  gasas 
de  los  grandes  personajes  y  se 
entretenían  familiarmente  con 
los  criados  de  quien  parecían 
conocidos,  se  esforxaban  á  pe- 
netrar hasta  la  habitación  del 
amo,  le  abordaban  con- espre« 
sion  rosperaosa»  pecibtsn  de  é\ 
un  saludo,  y  se 'retiraban  con 
aire  satisfiachopera  volver  á  ha- 


53 
cer  lo  aaititto-el  die  slgiiente. 

Tales  eran  los  s/ísfiliis  qn^  fe* 
licitaban  á  su  patrofo^  Guando 
Rómnlo  hubo  dividido  su  pueblo 
en  dos  órdenes,  para  sostener 
entre  ellos  la  armonía  que  el  or* 
gallo  y  la  envidia  bobieran  po- 
dido alterar,  qufso  reonirlos  por 
un  lazo  coman  qw  toe  hiciese 
necesarios ooo  ¿otro.  Qoiso  que 
cttda  plebeyo  etijiese  enel  orden 
de  los  patricios unode  quien  se- 
ria cliente  ó  protejido.  Prescri- 
bió los  deberes  de  nnos  y  otros 
y  consiguió  hacer  q«e  te  ama* 
sen.  La  opinión  fortificada  por 
el  tiempo  acabó  su  obra,  y  á  tan 
aogosla  tastituclon,  debió  Roma 
su  salvación  en  aquellos  dias  de 
borrasca  que  corriera  el  imperio^ 

Los  potreaos  debían  ayudará 
S19  clientes  con  sos  consejos  y 
su  créditjoc  les^splieabon  las  le^ 
yes  ^e  no  estaban  en  estado  de 
conocer/  Los  defendían  jurídi- 
camente cuando  se  velan  ataca- 
dos en  sus  derechos  ó  propiedad 
des ;  sostenían  altamente  sus 
intereses,  procuraban  colocar  á 
sus  hijos,  y  solicitaban  en  su  fa« 
vor  tas  mercedes  y  gracias  de 
los  majistrados.  Favorecíanlos 
en  sa  comercio  ó  en  sus  empre- 
sas, y  los  socorrían  en  susdesgra- 
cías.  Frecuentemente  se  vieron 
en  familias  ilustres  preferidos  á 
loa  parientes  estos  homildes  a- 


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Ui  HISTOKU 

migos,  ya  como  herederos,  ya  co- 
mo candidatos  eo  los  comírtos. 
En  tiú,  un  patrono  verdadera- 
mente digno  de  este  título,  vela* 
iia  sobre  sas  clientes  como  un 
padre  sobre  sus  hijos-,  se  onra- 
ba  con  sus  virtudes  y  gozaba  con 
sus  prosperidades. 

Kl  cliente  hacia  mucho  ma^ 
porsu  patrono;  leconsuliabn  en 
todas  ocasiones,  le  tributaba  los 
deberes  de  costumbre^  y  estaba 
adicto  á  su  persona.  Jamás  deja- 
ba de  seguirá  pie  ^u  litera  cuando 
iba  al  senado,  á  los  tribunales 
y  á  las  asambleas  del  pueblo, 
para  dar  á  su  marcha  el  aspecto 
de  un  triunfo.  Yivia  eo  cierto 
modo  bajo  la  dependencia  de  su 
ilustre  protector^  debia  darle  su 
voto  en  los  comicios;  y  aun  esta- 
ba obligado  á  proveer  al  dote  de 
sus  hijas  sí  no  podía  casarlas,  y 
á  su  rescate  si  era  prisionero  de 
guerra.  Ayudábale  á  restablecer 
8u  fortuna  si  algún  accidente  le 
perjudicaba-,  y  si  moría  sin  he- 
rederos ó  sin  haber  hecho  testa* 
mentó,  su  patrono  le  sucedía  en 
todos  sus  bienes. 

Estábales  proibido  á  entram- 
bos el  acusarse  unoá  otro  ante 
los  tribunales,  servir  en  ningún 
caso  de  testigo  uno  contra  otro, 
y  unirse  con  sus  enemigos  recí- 
procos. El  patrono  ó  el  cliente 
convencidos  de  haber  quebran- 


tado esta  proibícion  ,  se  vetan 
sujetos  á  la  ley  espedida  contra 
los  traidores,  y  podia  uno  dar  la 
muerte  al  otro.  Ya  no  se  vela  eti 
ellos  sino  á  víctimas  consagra- 
das á  loi  dioses  infernales,  y  su 
memoria  era  ecsecrada  por  los 
hombres. 

Los  hijos  sucedían  á  los  derechos 
desús  padres  sobre  sus  clientes, 
sin  que  en  ningún  caso  pudiesen 
estos  mudar  de  patronos.   Desde 
Rómulo,  pertenecían  á  las   mis- 
mas familias  sin  que  se  hubiese 
invertido  este  orden.  Si  un  jefe 
de  familia  patricia  moría  sin  de- 
jar sucesores,  sus  clientes  e^- 
cojian  otro  patrono; y  del  mismo 
modo  los  nuevos  ciudadanos  que 
cada  día  entraban  en  Roma,  se 
aderiaa   bajo  el  mismo  título  á 
alguna  casa  ilustre.  Aun  se  ade- 
lantaban á  sus  deseos  respecto  á  ' 
este  punto,  pues  como  los  patri*' 
cios  daban  una  grande  importau* 
cía  á  verse  rodeados  de  multi- 
tud de  clientes,  no  perdonaban 
pasos  ni  promesas  para  aamen-* 
tar  su  número. 

Sin  embargo  hay  que  mani- 
festar que  sin  destruirse  esta  ias-' 
títucion,  el  tiempo  le  gastó   lo  - 
que  tenia  de  mas  noble  y  afee-- 
tuoso.  La  fortuna  escesíva  de  la 
mayor  parte  de  los  patricios,  y  r 
el  orgullo  que  fué  su  consecuen<  . 
cía  inevitable,  hícieroo  de  ellos 


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momAi^k. 


5% 


protectores  aHsoerosy  fkstuo- 
io«;  j  ios  clientes  llegaron  h  ser 
ávidos  eortesanos,  mas  oOeiosos 
qoe  llenos  de  afecto,  mas  sumi- 
sos ^e  flelee«  j  que  snfrian  k 
sus  patronos  sin  amarlos.  Admi- 
tidos en  otToMeinpoá  la  mesa 
de  sa  soAor,  estaban  en  eierto 
modo  agregadiM  á  U  familia.  Es- 
te aso  se  encontraba  apenas  ya 
en  algtinés  vie|os  romanos»  le- 
losos  de  ronservsr  sos  costum** 
bres  antiguas.  Por  do  quiera  se 
distribuían  todas  hs.maAanasá 
kH  etientes  algunos  alimentos, 
bajo  el  tf  lulo  de  ipúrtula,  nom- 
bre latino  de  nna  especie  de  ces- 
to en  que  los  esclavos  hacían  es- 
la  distribución.  Has  frecuente* 
mente  este  sMorro  diario  se  ha- 
cia salario  vergonxoso  para  el 
que  lo  deba,  y  mucho  mas  para 
el  que  lo  redbta.  k  pesar  de  es« 
tus  mudancas ,  el  derecho  de 
f  Ueutela  Inspiró  ttempre  mucho 
respeto.  El  principio  no  habla 
variado,  las  leyes  eran  las  mis- 
mas; la  alteraeion  de  tascostum* 
bres4esnaturaKzd  los  resultadoa 
aia  atacar  &  la  inatitttcioo* 

P^ro  estas  teye^  tan  posHi* 
vas  ¿hablan  perdido  m  efeeto  en 
los  deiiateis  que  «ijttaron  por  tan- 
to tiempo  á  los  des  drdenet?  El 
roerpo  entero  de  lo*  plebeyos  a- 
ticendir abiertamente  á  ios'  pe* 


culpaliles;  todoi  inearrteron  en 
la  pena  eapltai.  Difícil  es  en  e- 
fecto  conciliar  los  pesos  violen- 
toa  del  pueblo  romano  con  e«e 
pretendido  respeto  i  ana  Jefes. 
Los  hÍj(toriadores  al  transmitir- 
nos esto4  grandes  acontecimien  • 
loa,  se  han  limitado  á  darnos  á 
conocer  los  resultados  y  toilos 
han  omitido  los  detalles  que  po- 
drían esplicar  esta    especie  de 
contradiceion.  Acerca  de   este 
objeto  no  podemos  hacer  sino 
simples  conjeturaf:  es  de  creer 
que  entonces  sucedería  lo  que 
en  nuestros  tiempos  hemos  vis* 
to  en  ocasiones  menos  importan- 
tes. Cada  eliente  miraba  secre- 
tamente por  su  patrono  al  per- 
seguir con  calor  el  de  su  vecino, 
y  el  orden  entero  consiguió  su 
objeto  sin  que  sus  miembros  a- 
pareciesen  r  ulptbles. 

8i  en  esta  asociacioo  la  balan- 
t%  se  inclinaba  á  favor  de  los  pa- 
tríelos, los  clientes  á  su  vez  po- 
dían gozar  en  el  estertor  de  los 
derechos  de  patronato.  Los  poe* 
blos  sujetos  á  la  dominación  ro- 
nMma,  acostumbraban  eiejirse 
entre  sus  ciudadanos  mas  acre- 
ditados un  protector  que  pudie* 
se  hacer  moderar  las  contríbu- 
clones  que  les  imponían,  vijilar 
en  la  elección  de  los  majistrados 
que  larepábiica  les  enviaba,  y 


irieioa/  todos  loa  clientes  eran !  ser  el  ájente  directo  de  todas  st|S 


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Sfe^  OiSTOltfA. 

negociaciones.  De  ordinario  á 
quion  los  habiaconquisladücon- 
cediao  este  onor  que  no  siem- 
pre era  estéril;  y  como  todos  los 
ciudadanos  sin  distinción  podían 
llegar  al  mando  de  los  ejércitos, 
un  plebeyo  que  había  sido  clien- 
te en  Roma^  podia  llegar  á  ser 
prolector  de  reyes. 

Machos  no  comprenderán  có- 
mo podria  serse  á  la  vez  noble  y 
plebeyo.  Todos  los  patricios  in- 
dudablemente eran  nobles,  se- 
gun  la  signiGcacion  literal  de  es- 
la  palabra,  pero ai^ui se  designa 
mas  purticularmenlea  los  que  e* 
ran  revestidos  con  los  primeros 
cargos  déla  república.  Muchas 
familias  plebeyas  eran  nobles,  y 
semejante  titulóse  podia  dispu- 
tará muchas  familias  patricias. 
Un  ciudadano  poco  conocido  que 
obtuviese  una  gran  majistralura, 
se  le  daba  entonces  el  nombrede 
hombre  nuef>o\  echaba  los  funda- 
mentos de  la  nobleza  de  su  raza^ 
y  cada  cargo  del  mismo  jénero 
que  poseían  sus  descendientes, 
añadía  á  aquella  un  nuevo  gra* 
do.  Para  conservar  de  ella  un 
recuerdo  auténtico,  las  leyes 
autorizaban  á  todos  aquellos  cu*- 
yos  antepasados  habían  ocupado 
en  el  estado  altos  puestos,  á  que 
conservasen  públicamente  sus 
imájenes,  las  cuales  se  modelaban 
en  metal,  enmármol,en  madera 


ó  en  cera,  que  era  lo  mas  frecuen* 
te.  Estos  simulacros  dispuestos 
con  orden  en  el  atrio  ó  pieza 
principal  de  una  casa,  consti- 
tuían su  adorno  mas  brillante. 
Estaban  encerrados  en  cajas  ó  es- 
tuches, de  los  cuales  no  se  les 
sacaba  sino  para  pasearlos  por 
la  ciudad  en  las  Gestas  solemnes 
ó  en  las  ceremonias  particulares, 
tales  como  los  triunfos,  ovacio- 
nes, pompas  fúnebres,  etc.  Allí 
colocaba  cada  familia  con  com- 
placencia estos  nobles  testimo- 
nios de  su  grandeza-,  allí  podia 
leer  cada  uno  los  títulos  que  te* 
nía  á  la  consideración  pública,  y 
por  un  postrer  omenaje  tributa- 
do á  la  memoria  de  los  grandes 
hombres,  se  escUaba  á  sus  hijos 
á  imitarlos. 

Los  cargos  que  daban  el  dere- 
cho de  imájenes,  eran  los  de  so- 
berano pontífice,  dictador,  cón- 
sul, pretor,  censor  y  edil  curul. 
Añádase  á  estos  el  interey  y  el 
rey  de  los  sacrificios.  Estos  dos 
cargos,  que  el  uno  era  el  reinado 
de  un  momento  y  el  otro  un  tí- 
tulo vano,  daban  brillantez  á  las 
familias;  y  el  recuerdo  de  una 
grande  autoridad,  siempre  con* 
servado  á  este  nombre  de  rey, 
parecía  obligar  al  respeto  á  los 
mismos  republicanos. 

No  bastaba  sin  embargo  haber 
sido  revestido  de  una  dignidad 


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fHinil  p«ra  dejar  i'kus  hijos  •! 
défMbo  de  imájenes;  era  Dece* 
•ario  haber  lleoado  lodas  las  o*> 
bügaeionés  de  eqoella.  Una  dis«> 
tinción  que  débia  esteoderse  has- 
ta ia  posteridad  mas  remota,  de- 
Ma  concederse  eon  miramiento, 
Reusábase  á  los  que  hablan  pre- 
iraricado  en  el  ejercicio  de  sus 
funciones:  y  ann  mucho  tiempo 
después  de  su  muerte,  si  se  lle- 
gaba 6  descubrir  que  se  hablan 
hecho  eulpablea  dé  alguna  ae<» 
eioü  vergonzosa,  se  procesaba 
M  memoria  y  se  rompían  públi^ 
camenle  sus  imájeiles. 

La  nobleza  formaba  en  Roma 
un  cuerpo  muy  poderoso  y  con- 
siderable, cuyos  miembros  pa* 
reciao  repartirse  todos  los  car- 
gos  importantes.  En  las  eleccio- 
nes se  dirijian  á  ellos  las  mira- 
das de  la  multitud,  teniendo  en 
cuenta  los  servicios  de  sus  a- 
buelos  y  esperando  de  ellos  os- 
tros semejantes.  En  vano  la  es* 
perténcia  de  todos  los  siglos  ha 
demostrado  que  los  héroes  na- 
cen sin  sos  antepasados  ,  to- 
mo mueren  sin  posteridad;  la 
opinión  destruye  el  efecto  del 
razonamiento,  y  todo  hombre 
deja  á  sus  descendientes  la  glo- 
ria ó  el  oprobio  de  sa  nombre. 

Si  los  depositarios  de  la  auto- 
ridad civil  gozaban  en  Roma  de 
distioctoftes  taa  brillantes,  oo 
TOllO   xiu. 


pUebtoeottquIstadorbiaotonnM* 
cho  lüat  coa  el  ^ércitoi  Ijis  re*- 
compeásM  concedida^  á  los  q» 
en  él  se  dftttágttfaki,  eratt^Uama- 
das  propiamente  oüareí  mit{$m- 
fff9  los<€uale*er»p  propordonai» 
dos  á  k  natnraleza  é  Importan^ 
cia  de*  ia  acdos  á  que  dabas 
lugar. 

El  jeneral  en  Jele  que  bable 
gaoedo  una  batalla  decisiva»  es 
donde  al  neaos  perecieran  eia^ 
comllenem^i^os,  podia  pretender 
el  triunfo  •  Para  esto  dtrljta  $4 
senado  una  retacidn  ^esacta  del 
combate^  tióia  á  ella  «t  estadé 
de  las  pérdidas  del  enemigo  7 
de  las  evyas  propias^  afirmado 
por  juranento  ante  su  enestor) 
esponia  las  ventájat  de  sii  cmh, 
quista  y  fdrmulaba  sú«petletim> 
Si  la  victortí  bebía  eoseiielMKlo 
Iqs  límites  el  imperio^  si  no  se 
habla  compradamufcaM,  si  la 
guerra  se  habla  terminado,  7  m* 
taban  acordes  él  seaffido,  el  pue- 
blo y  aun  los  tribeños,  se  le  de- 
cretaban los  onores  del  triunfo. 

Eotoneea  volvía  á  Roma  á  la 
eabeza  de  sn  ejétcito;  y  por  un 
decretoeapecial  se  le  contedla  po^ 
un  dia  solamente^l  mando  mi-* 
litar  en  la  eindad,  en  donde  IK 
autoridad  de  los  majisürados  y 
aun  la  de  ios  mismos  cónsules, 
parecían  rendirse  ante  la' suya. 
Gerrábense  les  Irttmnales,  sus^ 
8 


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pendíanse  tbdos  los  negocios,  lo-  í  acuérdate   dé  que    no  eres  ma« 
do  era  alegría  y  movimiento  en    que  un  hombre.  Por  una  conse- 


aquella  Roma,  en  donde  pue- 
blo  innumerable  de  los  punios 
•mas  lejanos  se  agolpaba  para 
gozar  de  un  espectáculo  que  aun?- 
.que  frecuente,  jamás  había  de* 
jado  de  interesarles.       * 

La  marcha  principiaba:  veían- 
se aparecer  las  bandas  de  músi- 
ca Uicüodoy  cantando  imnosde 
Iríunfp:  seguíanle  muchos  loros 
completamente  blancos  y  con  los 
cuernos  dorados;  tras  ellos  iban 
k)s  despojos  robados,  á  los  ene- 
migos, y  grandes  tarjetones  con 
los  nombres  de   los  provincias 
conquistadas.    Los   cautivos  se 
preseoiaban  encadenados,  des- 
pués iban    los  lictores  con  los 
hares    rodeados  de    laurel;  en 
fin  entre  dos  filas  de  niños  con 
pebeteros  en  donde  ardian    los 
perfumes  mas  esquisilos  del  O- 
riente,  se  presentaba  el  jeneral 
raontadoeo  un  carro  ma^fnífico  y 
lirado  por  cuatro  Ciiballos  blm- 
cds.  Tenia  todos    los  atributos 
de  la  dignidad  real»  el  traje   de 
púrpura  bordado  de  oro,  el  ce- 
tro de    marfil  y    la  corona  de 
laurel-,  pero  para  destruir  en  él 
los  efectos  de  estos  símbolos  del 
poder,  un  esclavo  montaílo  en 
el  mismo  carro  con  una  corona 
de  oro  y  colocado  detrás,  le   re- 
petiü  por  intervalos  en  voa  baja: 
ve 


«uencia  de  este  mismo  principio 
de  humillar  al  triunfador  al  on* 
rarle,  se  le  obligaba  á  depositar 
el  anillo  de  oro.  y  á  llevar  el  de 
hierro  concedido  á  los  plebe- 
yos (1). 

Alrededor  del  jeneral  iban  a 
caballo  los  prirrcipiiles  oficiales 
del  ejército,  y  los  soldados  ce- 
rraban la  marcha  con  coronas  de 
laureL  Cantaban  las  alabanzas 
de  su  jefe,  y  por  una  licencia 
tolerada,  á  estos  elojios  añadiaa 
burlas  picantes.  > 

Los  sacerdotes  de  todos  los 
colejios,  el  senado  y  los  majis- 
trados  de  todas  clases  contri- 
buian  personaVmenle  al  brillo 
de  esta  ceremonia.  Después  d« 
haber  atravesada  la  ciudad  en-r 
te r a  la  pomposa  coruiliva,  llegaT 
ba  al  Capitolio,  El  triunfador, 
colocaba  una  corona  de  oro  sa* 
bre  el  altar  de  Júpiter.  Inmola-^ 
banse  las  víctimas  y  después  en 
el  mismo  templo  daba  un  ban- 
quete mas  notable  por  la  solem^ 
nidad  del  lugar  que  por  la  sun- 
tuosidad de  las  comidas  que  ea 
él  se  servían  (2)^  Llegaba   po^ 

(1)  Piinio,  lih.  XXXín,wp  t^"» 

(2)  Estas  comida»  estaba -é  W^tU» 
de  color  rojo.  La  esíálua  del  din»,  f  ^ 
triunfador  mianao  estaban  pirttalo»  oo» 


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<Méfi:^aiuliiciajiiiirj«kíara<rA  m 
caMk  LiirluziW««a  MuHilull  'de 
aatorohas^  |g»«qiaiiaiáoDQS-  4U 
pnefefkD  j  ta  espeeiü  d»  ^dtaóiv^ 
é^ft  9it.  acompaiá  irfMif  re '  ^á| 
ate  narcka  lioctuiiM,  daban  «^ 
eetfl  'fiesta'  jigaüte^ba :  M  -  ceiéeu 
ter  imposible  de4«Aalr.    * 

Aestedianoaegúta  otre  Im*!- 
Ilaole  porqtie  la  aaroi^e  áisipelnk 
^ra  siempee  el  eaefo  tMl  eo* 
eanlaéér'  i|iie  fvdtera  fMnai^ 
eriaiara  bruiana;  El  que  la  ?it^ 
pera  era^tode  eo  fltoaaa^  ya  so* 
leoiaadmrMéd  «101  mV  ana  lm«i 
pas  safíao  de  la  ciudad^  x  ^^ 
deépojate  la  ropa  de*  papara 
para  lewitr  la  toga  de  tíMéaúuia. 
Féro  el  jeoeral  m»  iMibia  gozaj^ 
jledeées  taoreadel  triunfo». de 
repente  se^eía  k4%  aHiieade  ios* 
etadadaoos  ana  ilaatreSk  Seotá* 
bt^eo  la  aifla  eutul, .  UevaA^  le 
corona  >  «riaoCal  ea  Iba:  Jtiegoa 
póUieeej  aeotiba^  es  el'  aeaa-^ 
df^'MB  descéodieiitea  goiabaa 
del  dereche  de  imé(¡eM$,  BttjDomt^' 

btnstlloii.  .Plí|iía4iftr<f|f«^  BQ^  P^t^ 
•aiy^ar  ,«1.  Ofijea  de  aftf-  cosiai^br^ 

caofa  <]oe.lM  bttiJat  (^  lof.  soldado^,  f^ 
U  circunstancia  del  esclavo  coronado, 
a  dedr,  qo^  manifettabá  el  ¿tsto  de 
moderar  é)  brillo  del  Wiunfo,  áseme- 
jáiáaoM'éb'éí^tó'mbd&^áliinoiMtánía* 


i  Beaaaa^  jr  fsselodiflldefieribdei^ 
:ja*e'recMfdé8  eifarvee.;-  v*  <*  >  f 
i^iVerte  pedemee  0Mcl«ir"e8lii 
relacioD  «ioimenelÓDarv  algimáé 
cire«BalaQciaaed|o«iíÍ¿PoÍafiioi 
celMr  oti.biBQhoai«ies:á(ifilHiaHiu 
Bol'Ve;  idigámosto  •9ii|«ierii  ca^ 
Ye«geMaide  la  :b«iÍMÉddad:  *lo8 
des«aiitaredoé;reirfiro»ifde'préM 
oediiiniaL4riuiifailery''erao  aae-» 
^inbésieíD  d<nQpieio»ip»r>6rdent 
sn5&  untée^le  entrar  eei  el  -C^pi^ 

Todo8  los  triunfos  qo  ipm 
gÍMtosoii^Dlidieeiievaa  ^todea  las 
betaUfai;  Sitla'i4auiitta  nd  ser  fae^ 
tnaídiiil^uftedoiiy  sea  eoMéeae^^^ 
cieaj;ecalB  ¡poGeí'impQrliQtei'fMrM! 

(foéjanq  dbiraaeteglüefrev  el  a<^^ 
aeéeloodeedia  stytañ»9té  iiD'^^ 
qdeSb  tftuiif^^ll^dUiii»!  eireelouv 
poiqaeb»itt  lo^asaf  swrtfieiHt 

JefteraLiufealiailo'SfiM^eobre  úúi 

ÍÍ}^^^mBn¥ig¡éMo  tqui  H  of^fáion 
dePt%»aMd*^éAiié«^  OiW^pe^etfrnr^ 
roailttdaiéiUadMmie'ii»  eirriiU -la 4if ^' 
fii^íVjc^iliHerei'dfttaiiilHlkratperi  iioa> 
b^pai()i¡eidQk^^f#poataQÍepitt  i^mejh'de, 

^^'^W^.lPf't'  ^»»W.  Iw  ?<€»•»¥  f»' 
ODA  fiesta  qiilitar* 

^gnn  moceas  autores  Op^u^  viene 
de  'éMÚrínoír,  clamor,  gríió  dé  alegría, 
del  cual  los  latiaoe  han  formado  el  verbo" 
fifiirí'i'' áéé^ú  €Ífátí¿t  y  eá    tú  óyaiio 


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60  RISTOSU 

carro/iba  coronado  de  mirtOy  en 
vez  de  laurel;  la  trompeta  £:ue- 
rrera  era  remplazada  por  la  Cau- 
la melodiosa*,  llevaba  el  traje 
blanco,  y  en  la  mano  una  rama 
de  olivo  que  parecía  recordar 
una  acción  pocosangrienta.  Aun- 
que la  ovación  fuese  muy  infe- 
rior en  opinión  de  tos  romanos, 
al  verdadero  triunfo,  se  conser- 
vaba cuidadosamente  su  memo- 
ria y  siempre  se  podía  recordar 
en  los  títulos  que  podía  t^ner 
una  familia  á  la  consideración 
pública. 

Después  de  una  victoria,  si  el 
jeneral  babíQ  mostrado  valor  y 
habilidad,  y  era  amado  de  sus 
soldados,  á  quienes  miraba  por 
sus  primeros  jueces,  le  procla- 
maban imperator  en  el  mismo 
campo  de  batalla,  espresando  de 
este  modo  que  era  dif^no  de  man- 
darlos. Desde  esl^  momento  sus 
lictores  rodeaban  pus  bazes  de 
laurel;  los  soldados  adornaban 
sus  picas,  y  las  cartas  que  dirijia 
al  senado  iban  igualmente  lau^ 
readas.Sise  aprobaba  su  con- 
ducta, se  ordenaban  rogativas 
públicas,  7  se  le  decretaba  el 
triunfo,  la  ovación,  6  la  simple 
conGrmacion  del  título  de  impe- 
rator  que  llevaba  hasta  su  vuelta 
á  Roma. 

Descendiendo  de  estos  ran- 
gos elevad  s,  habia  dístiaciones 


para  aquellos  que  se  señalaban 
en  los  ejércitos;  y  cualquiera 
que  fuese  su  grado,  jamás  una 
buena  acción  quedaba  sin  re- 
compensa. Estos  ouores,  siem- 
pre apreciados,  sacaban  poco  á 
poco  á  las  familias  de  su  primi* 
tiva  oscuridad,  y  les  preparaban 
otros  mas  importantes. 

Al  primero  que  habia  pene- 
trado en  el  campamento  enemi- 
go ó  forzado  sus  trincheras,  se 
le  daba  la  corona  llamada  cas* 
trensis  6  vallaría,  cuyos  rayos 
eran  de  oro,  y  representaban  las 
empalizadas  que  deQenden  un 
campamento. 

La  corona  rostral  se  formaba 
como  ya  hemos  visto  de  muchos 
j  picos  que  semejaban  á  proas  de 
buques.  Concedíase  al  jeneral 
que  habia  alcan/ado  una  victo- 
¿•ia  marítima.  Pocos  romanos 
Uivieron  este  onor.  No  hay  que 
confundirla  con  la  corona  naval 
que  se  daba  al  primero  que  en- 
traba al  abordaje  de  uu  buque 
enemigo. 

La  corona  muraf  era  recom- 
pensa del  primero  que  habia  es- 
calado las  murallas  de  una  ciu* 
dad  cercada,  ó  que  habia  «aira- 
do por  la  brecha.  Era  de  plata 
con  torres  de  oro. 

La  corona  obsidional,  mas  es- 
timada que  la  que  acubauíoi  de 
citar,  se  daba  al  jeneral  que  ba- 


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Mt  tltiertaM  á  loi  MiaMS  ite 
10  tUio^iyi  mm  mwM  dvdady  jr* 
Mm  f  *«fMiiBéato.  Bni  é%  «ini« 
pto  ffénili  6i|kM  M^et  nfniD  luí* 
gtr  <!««  oeópii^^ii  fiM:rtUa4orM; 
mieotrasque  laitdirts  etlatoa 
formadas  de  metales  preciosos. 
EntoBces  se  ereia  que  el  que  ha- 
bía salTado  á  sos  conciudadanos, 
no  podia  ser  pagado  sino  con  el 
oQor»  y  que  la  sencillez  de  la 
recompensa  realzaba  su  brillo. 

Por  esta  razón  misma  la  coro- 
na chita  que  tanto  se  apreciaba 
en  Roma^  estaba  beeha  de  o  jas 
de  encina.  Dábase  á  aquel  que 
babia  salvado  á  un  romano  en 
una  batalla.  Es  natural  creer 
que  las  ocasiones  de  coBce4er(a 
bao  debido  reproducirse  ince- 
santemente en  un  pueblo  siem* 
pre  en  guerra  \  pero  las  obliga- 
ciones impuestas  k  los  que  las 
pretendiao^  se  multiplicaban  de 
tal  modo,  que  ae  hacia  diflcil  oh* 
tenerla.  Se  ecsijia  primero  que 
el  que  habla  sido  arrancado  de 
manos  del  enemigo  fuese  ciuda- 
dano romano.  Era  necesario  que 
este  enemigo  á  quien  iba  á  ma- 
tarfuefe  muerto  en  el  mismo 
sitio:  esto  no  era  bastante;  el 
paraje  en  que  babia  pasado  la 
acción,  debia  quedar  en  poder 
de  los  enemigos,  durante  el  res- 
to de  la  jornada.  En  fln,  era  ne- 
cesario que  el  romano  presenra- 


61 

do  de  4a  araerle^  la  dedaraao 
pébHomanle;  (1),  ^ém  no  sé 
admitía  oaroi  ttiCgnM 

> Deapnoda  li Hdíorié,  distri- 
béia!'si«mpreek|enaral  dalaoia 
deta)érüitirnaaaié9.la8  receta- 
pansas  miUtaraSw^<hteiaa  sa- 
lir de  las  Alas  á  estos  dignos  sol- 
dados, se  dirijia  á  cada  uno  de 
ellos  una  corta  arenga,  relativa 
fría  acción  que  hablan  hecho,  j 
les  daba  el  premio  por  su  roano. 
Esceptuábase  únicamente  la  co- 
rona cívica:  el  ciudadano  que 
habla  sido  salvado,  la  daba  él 
mismo  k  su  libertador  en  pre- 
sencia del  jeneral;  llamábale  pú- 
blicamente su  salvador  y  su  pa- 
dre, y  por  el  resto  de  su  vida  de* 
bla  manifestarle  la  ternura  y  ei 
respeto  de  tni  hijo. 

En  ocasiones  menos  importan- 
tes los  jenerales  daban  á  los  ofi- 
ciales una  espada,  un  escodo  y 
un  clnturoo  enriquecido  de  oro 
ó  de  pltfta;  á  los  caballeros  un 
casco,  ó  ricos  arneses;  á  lossini- 
ples  soldados,  brazaletes,  un  co- 
llar, una  pica,  etc.  Estas  recom- 
pensas se  conservaban  en  las 
menores  familias  con  el  mismo 
cuidado  que  poaian  las  grandes 
en  guardar  las  imájenes  de  sus 
antepasados.  3e  las  colocaba  con 
complacencia  en  el  lugar  mas  vi* 

(1)    Psmo»  lib.  XVI,  ttp.  if . 


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62 


HirrcmiA 


sible  de  una  casa.  Se  las  presen- 
taha  en  público  en  ciertas  oca- 
siones. Los  que  las  habían  obte- 
nido se  elevaban  de  grado  en  gra- 
do á  los  primeros  puestos  mis- 
tares-, llegaban  k  bqv  centuriones, 
tribunos  d^loi  soldados  j  aun  je- 


nerales.  Podían  en  loscomícidflt 
aspirará  las  grandes  majístratu^^ 
ras;  y  asimilados  de  hecho  á  lo^ 
mas  ilustres  ciudadanos  de  Rot¡ 
ma,  participaban  de  los  mismos 
onores  y  ventajas.  i 


:.rin  ff#v. 


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>>  ^nW^^f^  .^Ifgior*  T^ Municipios.  —  Colooi/^fi    ejl^  — Gttaroíeiilp.-:-|0.'re- 

monjfft  rélüious.  —  Viudat.  — Divorrio. — Anfiteatro.  —Cómbales  á^ivcHóV. 

'  «:.JbégoJ'Uoí^W.'<^'TeaÍrovdecor&cn>b«f.        '  '.       '     "         '-^ 


If.M-i 


o. 


ti  f, 


tabaa:  taretlMpsde  hi  tooloridod 
oo  9fcttpnifaieJerGia»;:yi9<(Mr  lo* 
das  pátleftiÉir)^éder  ticuM^^  iMt*4 
recto ¿combatffi  vi  poflei*  tejiit'^ 
Hio;'  IVida  .dflijitiHiNi^tte  hftya^ 
«les  «m^leiMa  pii»;distidgaM 
Ms  Afdreliles^áfoiHitedai  deque 
m-  etmrpORia  0I  goliierdo  de  fto^ 
m»,  telásMoiir  iea  'üa)i8lradosde 
dff^rsosrMigefy  é  iadíMr  la  oa-» 
t#nitaz»i<le  anS'  ftoaiíaiMa  é  la 
eilefiaionrde  awaiMbiteioBes  4íh 
tereole»;  aoiaerviría^  aino  para 
lraeiv.ari  eui|iro.'idipaíTfeeto¿  si 
omitiésemos  d»-  á  'ccuiocsruaq 
elase'dé'>i*4ad8danaé  ^a«  lenta 
f^k  tit:í)«eiicfaini|y;ftuiiHSMbi  bíí 
ki8  tiefOcéáavpáMjooavflnn' onua 
detbalMrripbiéaAdo  mr  aiClil(»j0«U  j 
latto^de  lodo:  poder  te^U'dabaa 


ae^re  at  «puaMO'.  era  tanto  maf 
aeliiu»^  anaot^obran^Jie^pre 
en.aü oMakte^  ÉolaoiaÉ «que  tin- 
mer  el  mp  paractMn  éM^eapodsa- 
blaa  da.fiaa  m^idaft  deifpiewae 
ereiaMítor.  Emcaenlenentepo* 
Dta04rabaa>  aAféatébleelnMeotoda 
\w  leyes  iiiBS:rfrbiaft9:)neofeaaraia^ 
aliididft  taa*ecaéatetate6;^e9oatfr 
bao  el  juMerdenloa  jfjiudadaiu)! 
jttaa  itoliraa,  >fca|ó  ))retealM6a^ 
pMiOsoa^.iéiiloa.d^eftdiaii'  coelra 
Au^f  luddadai  fionaacífpMs; .  i>eo 
laucaban»  al  ( rñffá, ;  pedd  idirifjaai 
aQafOrfpeaotf.aainfliJMUyMial  pilo^ 
to^  cpie'OOD  éw^iMiief  IraB^uilf 
anpda>al.Oi|íaBeiJFritado^l  difi- 
jíaHi;laa  oteada»  daia(|ii0l  pdehio 
UimiiltaQao4|ttej  se-eonicerlia  :.eai 
idetraaaeniétde  aa»^yDt^oto4ea  j 


;''i.. 


V    ^' 


.  ifiatoa^hiir  loa  evaderea^eapii^ 
eier  4a  «oqiareekxiíaaeqeéiBflÉe 
BO  taetBtaAfibaeioftjiíB0Qafajp&- 


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64 

sitiva.  y  cuyfl  influencia  *e  hn- 
cia  sííotir  por  todas  parles,  que 
no  tenia  autoridad  alguna,  y  que 
se  repartía  todos  los  destinos; 
en  fin,  que  habituaba  insensi- 
blemente al  pueblo  romano  á  oir 
810  cesar  los  mismos  nombres,  y 
á  ver  por  todas  partes  unos  mis- 
mos hombres.  Vióseles  hacerse 
arbitros  de  la  paz  ó  de  la  guerra, 
deciilirde  la  suerte  de  los  pue- 
blos y  de  los  reyes,  arrojar  la  re- 
belión en  el  seno  mismo  de  su 
patria,  y  poruña  recompensa  fa» 
tal,  perecer  en  el  tumulto  que 
ellos  mismos  habian  escitado. 

Jodos  los  romanos  que  esta- 
ban revestidos  de  grandes  ma- 
jistraturas  eran  necesariamente 
oradores.  La  rivalidad  que  sepa- 
raba á  los  dos  órdenes  del  esta- 
do, las  acusaciones  recíprocas  y 
unas  mismas  intenciones,  obli- 
gaban á  los  jeres  de  facciones  di- 
ferentes á  emplear  armas  igua- 
les. Muy  amenudo,  el  puro  a- 
mor  del  bien  público  y  el  deste- 
llo del  jénio,  inspiraron  á  dignos 
ciudadanos  rasgos  de  elocuencia 
qye  los  colocarán  para  siempre 
en  el  rango  de  los  mas  grandes 
oradores.  Pero  no  es  de  estos  de 
los  que  queremos  hablar,  sino  de 
los  que  veian  en  el  arte  oratorio 
un  medio  seguro  de  llegar  á  un 
objeto  puramente  personal,  que 
envilecían  con  una  codicia  ver- 


gomosa  los  talentos  que  el  cielo 
se  dignara  concederles,  y  que 
dejando  á  otro  la  práctica  de  las 
virtudes,  solo  poseían  una  vana 
declamación. 

En  Grecia  la  primer  necesi- 
dad del  orador  era  adquirir  re- 
putación; quedaba  satisfecho  si 
su  nombre  resonaba  en  los  dife- 
rentes pueblos  de  la  Ática,  y 
las  ventajas  mas  reales  que  po* 
dia  obtener  no  eran  bastante 
importantes  para  fijar  su  aten- 
ción. En  Roma  al  contrario,  el 
poder,  los  onoresy  la  fortuna 
misma  pertenecían  esculsiva* 
mente  á  los  que  gobernaban  en 
su  nombre;  y  el  número  de  las 
majistraturas,  ó  de  los  empleos 
menos  importantes,  era  dema- 
siado considerable  para  alimen^ 
tar  la  esperanza  de  todos  los 
pretendientes.  El  oro  de  toda  la 
tierra  y  los  poderes  que  rejian 
el  universo,  allí  se  repartían;  y 
el  que  llegaba  á  apoderarse  de  la 
porción  mas  pequeña  de  aque- 
llos vastos  despojos,  se  veia  de 
repente  mas  rico,  mas  poderoso 
y  mas  absoluto  que  la  mayor 
parte  de  los  reyes. 

Tal  era  la  carrera  abierta  á 
los  romanos;  y  cuantos  se  ha- 
bían ilustrado  por  acciones  bri- 
llantes, ó  cuyo  nombre  presenta- 
ba felices  recuerdos^  entraban 
en  ella  sin  dificulldd«  y  la  reco- 


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ÜOliAflA.  ^  ñK 

piaii  coo^  nia<  ^^mep^  f^S^?9  «j.soifti^iento  fotimoi^e  sus  t^- 
segup  la  Dat.uraleka  de  8i|s  Ta-  lehtós^.d  (||ue  sopliá  i  ellos  l:íoii 
Jipptos.  Pero  si  ui^  ciudadano  síp  j  I9  áudacia^^^oiab^  átreyfdan|ieii- 
jDadp[iientonl  ["ortMna.  m  bjiVer  te  la  pafabra  én  jas  asambleas 
bechp  a  su  j>atnaemiñeDtés!ser-  ¿¡qpniares^  bastábale.  8^\  ti'tulb 
vicjosdeseaba  figurar,  DO  tenia/ 
5iue  esperar  nada  sino  ¿íe  &(  misi-; 


dé  ciudüdakio:  como   W 


ipo.  Todo  le  fai^bay  á  to<íp  te,- 
Qia  que  suplir;  su  pHmer  cui- 
dado ei^a  oi'uítar  bajo  uria  bu-' 
mildad  ^njida/   proyectos    qiie 
otros   copcurrenfes  igualmente 
^^itcilos^  hubieran  hecho  abor- 
Uir  desdé  el  ,prin(^ip|ó.  Forzado 
,¿  replegarse  sobre  9Í#  cubría  su 
aipb^cioQ  con  el  veto  d^  lá  indi- 
ferencia. Concentrado  eq  su  in- 
terior obraba  con,  mas  fuerza; 
se  ecsaitaba,  seinflamalÍB-^aqué* 
lias  ricas  provincias  qué  &e  dis- 
^tribuían    ine^santemente  á    su 
alrededor,  aquellas. súbitas  Tor- 
tunas»  aquellosongres  inaúdito^^ 
cuanto  veía  y  oia  alímentabá.su 
^esperapza  y  nutria  sus  ilusiones 
U^onjeras;  ]sus  ^oéfios  sé  adelan- 
taban^ f  I  tÍ9n|po»^  prodigándole  lo 
Íne  tiddavia  le  reusába  la  ver- 
ad;  en  fin,  ii  alonas  circúns* 
.  toDcias  felices  le  permitían  dar 
^fí  primer  pi^sp  en, la  vía  de  los 
jcmpres,  9I  punto   abandonando 
los  v{i^nos  rodeos,  marchaba  rec- 
^fajbénte  á  su  objeto.  Pero  \  qué 
^de  paciencia  y    de  trabajo  era 
.necesario para  conseguirlo!  En 
Atenas,  todo  hombre  que  tenía    ]ifciio%i 
TOMO  xm  ^^  *'       '  '^ 


del  estado  tenia  dereqhd  á  di^ 
cutir  los^  intereses  comunes;  V 
jsi^sus  esfuerzos  no  triún^ábáiL 
el  (^ambr  público  lo  obligaba  ^ 
entrar  en  el  rango  de  que  no  á'e-^ 
biera  baber  salido.  En  koma 
por  el  contrario,  ei\  dérecbó  de 
subir  ala  tribuna  estaba  reser^ 
vado  á  las  magistraturas  mas  im* 
portantes:  ante^  de  estar  revés* 
tido  de  ellas,  efq  pece^ário  ha- 
berle d¡stingi|idp  largo  tiempo  por 
el  uso  habitual  de  la  eipcaen- 
cia  del  fo|ro;y  éstos  tálenlos^  m 
adquirían  iosjensiblemen^e'coD 
trabajos  sostenidos. 

Eljóyén  romanó  prlncipiáblí 
desde  luego  por  servir  en  los'e- 
jércitos  de  la  repóíblíca;  f  por?» 
jLándpse  fn  ellos  jqón  bpor,' ad- 
quiría el  derecho  de  hablar  y  dé 
aprobar  o  criticárlibremeate  las 
diferentes  operaciones.  VuéliX) 
á  la  vida  civil  después  Áé.  diez 
años  de  servicio  milita fjflj,  se 
daba  al  estüilió  de  la.iurísprill 


i'.f! 


(i)  Vw^m,  Ub,.yi, a,p, ^y^^li^iui 
^rnano,  dicei  paede  pre.ieii  Jer  eispleoí, 
•in  haber  férvida  diet  «áoa  eii  los  e- 


r.    L 


^ 


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mytsmxK 


dencia,  A  poco  conoció  todas  las 
leyes,  las  citaba  á  propósHo,  y 
podía  referir  la  historia  de  cada 
«na  \  seguiíi  los  IrihuDales^  a- 
sistia  á  todas  las  asambleas  del 
pueblo,  y  de  este  modo  prepa- 
raba á  todos  sus  conciudadanos, 
para  que  viesen  en  él  un  hom- 
bre, únicamente  ocupado  del 
bien  público.  Uníase  desde  lue- 
go á  alííuh  jurisconsulto  célebre; 
seguíale  sus  pasos  á  los  lugares 
públicos-,  y  á Tuerza  de  perseve- 
rancia, recibía  de  él  lecciones 
provechosas.  Alumno  diestro, 
alababa  en  todas  partes  los  ra- 
ros talentos  de  su  maestro,  pro- 
curando inspirarle  interés,  y  de 
este  modo  se  insinuaba  en  su 
confianza,  y  aprendía  de  él  los 
secretósdé  su  arte.  A  su  vez,  el 
maestro  hacía  valer  al  discípu* 
lo,  y  citaba  su  nombre  c<ín  elo- 
jio^  sin  pensar  que  un  día  podia 
hallar  en  él  un  competidor  peli- 
groso. Entretanto  se  enteraba  de 
ios  negocios  y  4®  su  curso.  Lo 
que  había  visto  por  él  día  y  los 
discursos  que  había  oído  los  me- 
ditaba, procuraba  recordar  lo 
que  mas  le  había  chocado;  y  él 
mismo  rehacía  los  trozos  de  que 
DO  podia  acordarse,  supliendo  en 
él  la  imajinacion  á  la  ínsurieien- 
cía  de  la  memoria.  Alentado  por 
esla  sombra  de  triunfo,  escojia 


seguía  con  aplicación,  y  bien 
pronto  sonreia  á  su  primera  o» 
hra.  Una  nueva  dificultad  sepre* 
sentaba:  la  declamacian  le  de- 
tenía ál  momento;  era  necesario 
renunciar  al  fruto  de  tantos  tia- 
bajos  ó  triunfar  de  este  ostácu- 
lo.  Pero  ¡qué  no  hace  la  sed  de 
las  grandezas !  Nuestro  joven  as- 
pirante estudiaba  el  órgano  del 
lenguaje,  depuraba  su  diecion 
y  la  sostenía  con  jestos  nobles 
y  espresivos.  Descendiendo  en 
seguida  á  menores  detalles,  a- 
prendia  á  manejar  la  toga  con 
gracia,  daba  a  su  marcha  mesu- 
ra y  dignidad;  y  no  olvidaba  ni 
aun  el  cuidado  desús  cabellos,  á 
fiu  de  que  todo  en  él  ofrecie- 
se un  acorde  perfecto. 

Entonces  se  presentaba  ante 
un  tribunal,  y  defiMulia  con  ca- 
lor la  causa  de  algún  pobre  ciu- 
dadano. Bien  pronto  se  notaba 
su  talento  y  se  le  aplaudía.  Ele- 
vábase gradualmente  á  los  asun- 
tos del  estado;  y  en  fin,  ponien- 
do en  evidencia  aquellos  talen- 
tos que  se  había  esforzado  á  ad- 
quirir secretamente,  emprendía 
ante  el  pueblo  reunido  en  los 
comicios,  la  defensa  da  un  ciu- 
dadano acusado  públicamente. 
Conociendo  el  imperio  de  las 
pasiones,  porque  él  misino  osla- 
ba devorado  de  ellas,  prófuudl- 


UD 


objeto,  concebía  su  plan,  le  I  zaba  los  medios  secretos  de  es 


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A0« 

ollar  en  su   auditorio   aquellos 
movimienlos  rápidos  que arran- 

^     cao  á  la  mullilud   tas  decisíooes 
mn$  miportanles.  , 

^.  Cuíi?ído  el  joven  abogado  se 
distinguía  ya  por  su  elocuencia 
j  se  anunciaba  que  tal  día  debia 
defender  un  negocio,  acucia  á 
oírle  la  multitud  de  los  ciuda- 
danos. Los  jueces  y  los  especta- 
dores le  escuchaban  con  igual 
atención,  v  allí  apuraba  los  re* 
^cursos  (¡él  arte  para  inclinará 
lodos  en  favor  de  su  cliente. 

Sin  renunciar  eateramenle  á 
las  ventajas  de  su  profesión,  el 
joven  defensor  se  manifestaba 
moderado  en  sus  ecsijencias;  el 
amor  de  las  riquezas  se  callaba 
ante  ur.a  pasión  mas  fuerte  lo- 
davia.  Llegaba  el  momento  de 
fecojer  el  frutode  tantos  cuitla- 
dos-,  declaraba  públicamente  que 
aspiraba  á  la  cuestura^  y  se  pre- 
sentaba en  lasasarableasdel  pue- 
blo con  una  toga  blanca,  anun- 

«^^p  de  sus  pretensiones.  Solo 
después  dedos  años  enteros  po- 
día esperar  la  consecución  de  su 
deseo;  y  lejos  de  desalentarse, 
redoblaba  su  /elo  y  sus  cuidados. 
Entonces  cambiaba  de  modo:  des- 
pués de  haberse  distinguido  por 
sus  talentos,  se  esforzaba  en  se- 
ñalarse por  su  modestia  y  cir- 
cunspección. Frecuentaba*  los 
templos  con  asiduidad*,  sje  hacia  j 


AWA.  67 

grato  á  todos  los  ciudadanos  por 
sus  discursos,  relativos  á  su  edad, 
á  su  rango  y  á  sus  funciones. 
mPadre  mió,  decia  á  los  ancianos 
»con  la  espresion  del  respeto, 
»¿no  volveremos  á  ver  aquellos 
■diasde  gloria  y  de  virtud  que 
«brillaban  en  la  antigua  Roma? 
"Todo  dejénera  :  ah  !  estamos 
•  muy  lejos  de  nuestros  antepa* 
Msados.  Hijo  mió,'  decia  á  los  jó- 
«venes,  vosotros  sobrepujareis  á 
^vuestros  padres-,  dichosa  la  pa* 
»tria  que  cuenta  muchos  hijos 
«como  vosotros!»  Compadecía  á 
los  grandes  por  versé  incesante- 
mente espuestós  á  la  Insolencia 
del  pueblo  dicíéndoles:  «Y  qué, 
»el  nacimiento  y  el  rango  ¿no 
nserán  orira.dos  nunca  enasta 
•ciudad  corron^pida?  ¿Veremos 
«siempre  á  los  hombres  mas 
«distinguidos  contradichos  en 
«público  por  plebeyos  oscuros?» 
Entretenía  á  fos  ciudadanos  po- 
bres con  distribuciones  de  tri- 
go que  se  ibaná  hacer,  ricos  des- 
pojos y  reparticiones  de  tierras; 
dejaba  entrever  para  dicha  del 
pueblo  proyectos  que  la  pruden- 
cia aun  no  le  pertnitia  dar  á  co- 
nocer. A  los' mas  miserables  les 
hacia  lijeros  socorros,  diciéfi- 
dolescon  voz  enternecida;  «Oh 
•amigos  mios,  poco  bien  he  he¿ 
»cho  todavía  por  vosotros.  li^K* 
)»si  la  ciega  fortunare  dignase^ ün 


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Í8 


mrromiA 


ndia  concederme  una  pequeña 
'wpíirle  de  lo  que  prodigó  á  tan- 
jilos  otros,  cuan  dulce  me  seria 
'•hacer  mas  soportable  vuestra 
•suerte!»  Y  la  mullilud  ,  que 
siempre  espera  porque  siempre 
^s  desgraciada,  no  cesaba  de  en- 
tregarse á  una  esperanza  enca- 
ñada tantas  veces,  ¡^  yjíiv* 
Entrelanlo  se  anunciaba  el 
ijia  fje  loscomicioá  para  la  elec- 
ción ¿^  loSi  cqestores:  después  de 
muchos  pasos  y  súplicas  obtenía 
del  majistrado  que  debía  presi- 
dirlos, ser  incluido  en  la  lista  de 
los  candidatos.  Solicitaba  el  per- 
miso de  arengar  al  pueblo  reuni- 
do; se  lo  concedían,  y  nunca  su 
elocuencia  se  presentaba  mas 
brillante.  El  amor  de  la  patria, 
el  respeto  á  las  leyes  y  la  felici- 
dad de  los  ciudadanos  parecían 


de  parientes  y  amibos,  y  acom- 
pañado de  algún  personaje  im- 
portante que  daba  mas  peáo  á  su 
demanda.  Jenles  apostadas,  re- 
corrían la  mullilud  esj>arciendo 
diestramente  sus  alabanzas,  par- 
iicularraente  entre  los  habilarí- 
tesdé  las  tribus  rústicas,  hom- 
bres recto5  y  sencillos,  siempre 
estraños  h  las  intrigas  de  la  ciu- 
dad, y  siempre  dispueslos  h  ser 
instrumentos  de  ellas  sin  saber- 
lo. «Yo  lo  conozco,  decía  unb 
»dft  aquellos  oficiosos  amigos; 
»es  un  digüo ciudadano.»^- «¡O* 
»>jalá,  esclamaba  otro,  que  tu- 
«viésemos  nosotros  siempre  ae- 
wmejantes  majislradosN 

Por  su  parte,  él  no  descuitlaba 
nada  para  secundar  los  pasos  de 
sus  amigos-,  recorría  los  grupo» 
del  pueblo,  vestido  con  un  ropa- 


ser  sus  únicos  pensamientos,  ü*  je  abierto  por  delante  que  le 
nos  se  deslumhraban  con  sus  ta- 1  permitiese  manifestar  las  herí- 
lentos,  otros  quedaban  seducí-' das  verdaderas  ó  finjidas  que 
dos  con  sus  promesas,  y  todos  Labia  recibido  en  los  combates, 
estaban  acordes  en  ver  en  él  uuo  y  de  este  modo  se  atraía  la  be- 
de  aquellos  antiguos  favorecí-  nevolencia  de  aquel  pueblo  de 
dos  del  cielo  que  debía   hacerla    soldados  que  colocaba  cl  valor 


gloria  de  Roma. 

Llegaba  en  fin  el  momento 
decisivo,  y  se  fijaba  el  día  de  la 
eleccioa.  Después  de  haberse 
presentado  sobre  el  monte  Qui- 
*  rinal,  para  hacerse  ver  mejor 
del  pueblo,  llegaba  al  campo  de 
Marte,  seguido  de  gran  número 


sobre  todas  las  virtudes.  Estába- 
le proibido  llevar  bajo  su  togji 
otros  vestidos  en  donde  pudiese 
poner  oró  para  corromper  los 
votos;  pero  esta  sabia  disposi- 
ción se  eludía  vergonzosainfule; 
á  algunos  pasos,  varios  hombres 
apostados,  distribuían  con  ma- 


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dtildfdatétiélilabé  deVirnM.'el 
?1Uo  Vrff«a|ttA  i  m  títéééM 
y  én  fifvorsutoi  Lléjfiito  éimó^ 
mébiH  éé'vuU f:\que  eoftdr  en 
MIS  gúH^>  qáSlhninifldli4>  4^^ 

tfosodVÓmáitos  haitiftltfrsé  ante 
tus  tWtftnt»  e6ftcrad»a»<io<,  a- 
pretatfé^^  M-  maUtf^  eti^fftosat- 
hiteiite;1iffW-mí»ríie  fon  afef  lote 


iUla-dHsiJMadl  eorak-fll  el  noefo 
majialrado  1  tNMsiiBflbMbí  ceM- 
Harina  M  •imi)r  'dtfc  fMMMo,  Asi 
tn»tlMla'  át  «r<e  ifo>  3»nM[ri66jr  É 
f^^sfio^los  nüPdlbftipnpaepHa» 

el  círóitto  de '  tes  fraoAeizaa)  y 
«Jércíeodo^  bimn  pronto jlviftár 
tehK^n^obre  na  teatropas  eelcMi- 
w,  llegelMi  el  naa  aM'  gibado  úa 


STis  intereses  mas  po<|üeaña,  pW^l  ferluna  que  podie  preleiideMifi 
iKearletflaíí  lisonjas  y  lavírtfrH-  '  «er  humaiia,  ^v  i  ./ 

Vis,  y  en  Ihi,  abracar  las  ifi»di..i  Pero  el  aaceao  m  >iaorateba 
1las  de  ifiíiíel*á<tal8rtioá  tót*to<es  !  «feaepre  toa  esfuenes  de^nn  em- 
qnt  deeíWftibaíi  ía  víspera  ,'v/^***"^  «^«  P^^  M»»  «mw*P 
tftié  tal  fertrtfMflan  con  Vigor  ü\ ;  iJlrcuná{te«l<»  ea  iodos: tos  HH^ 
'día  tfgtffctfíé.^^  ^  *^  '  ^    jjWént^  un  paso  laprudenAeY 

fare  iiiésírtV  íaB*h  pópultiM-^^  ^^^^ 


dad"  tolda'¥lli  niieflro  candidato, 

létataébiMM  de  sf  uno  deaqué^i 

Iteé  Sofébree  Itamados  neeasii^  j 

^éküffresleUfé  énfeo  teleaib  ere; 

éátivír  IM  tfMnbres  'de  todo»  rtas 

ittdlvílfuíbexi^  cada  Iribuf;  eM  a&| 

Táyuda  nÍMiaMi  alo  titubear  por 

'bODOikAr^  i  cada  eiudadáeie^y  y* 

amellar 'astucia  frosera  y  tM  w-i 

menudo  repetida,  prodüeiaüenl-| 

pre  irá  efecto.  » 

r    Blé}lasel¿  por  tMimo,  da^to^tfi 

primer  poso  Mmpté  tenfÜBMl.j 

y  'él  VtflsMo  %rá  »li''>Édelkttlé()Éi; 

¿reborde su  i^rdpfá  rot1fflha.^Si| 

'ié  dthiíngnla  cta  el  éjerelcio  «WÍa: 

cuestura,  dé  la  édfHddMi^  tfitfalf 


tíesiabeb  pira  iiadir  un  edifilA> 
lefaatactoeon  (anta  trabajo  y 
lenlilud^  y  comoiUM) sombra. Ji- 
Jerelittta  «I  favor<dél  pipeMo4e 
aquel 'qoe:«se  oreia  tMé  segwo. 
-SI  grande  ^cApioaUpMietodl^cUQa 
^a  la^oeelova^:  lénia .  pe»  ccio- 
eurreMe  ftrun^baaalMre*  aeeeíHo 
eirawdoatttinbref  y  que  curltj- 
t«t>e^él  miamo  au  dampo^  Jk\  y^- 
let^piM  aua  aianeaiiaiim$..y 
^HdiMa,  le  4yo  sdnrienitor  ¿^ui 
-tíf  ééoyamifo  mió,  imámilé^w 
All»iiu<nof?  Ofendido  df  ^sia  t^ir. 
ita;^e  percK^ia  dirijicae^i  la  me- 
-ym  patte^e  a«s  mmmbtt$^f¡á6 
iíl  pueblo  aas  sufra jibauel  imifta- 


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HliTO&lA  1 


do,  T  ScipioQ  pudo  condcerque 
aquellos  mismos  que  habían  de* 
jado  de  practicar  la  virtud,  sa- 
bian  todavía  respetaría. 
Gobierno  ESTERioR»  municipios, 
CüioNiAS,  ETC. — Era  uoa  mácsi- 
ma  reconocida  eo   Roma,  y   un 
acsioma  de  derecho  público  que 
lodo  debia  obedecer  á  eila,  que 
debía  triunfar  de  lodos  los  osla- 
culos  y  que  un  deslino  irrevo- 
cable la  llamaba  á  la  dominación 
universal.  Sus  ciudadanos    po- 
dían diferir  algunas  veces  sobre 
los  medios  de  llesar  mas    pron- 
tamente á  este  objeto  inmuta- 
ble,  pero  todos  convenían  en  el 
principio.  Rómulo  que  lo  conci- 
bió, supo  establecerlo  en  el  co- 
razón de  todos.  Al  levantar  aquel 
héroe  su  débil  edificio,  lo  apoyó 
sobre  bases  inalterables  y  capa- 
ces de  sostener  un  día  el  monu- 
mento prodijioso  cuya  idea  habia 
concebido.  Con  mano  atrevida 
trazó  el  cuadro  inmenso    adon- 
de á  su  vez  irían  á  colocarse   to- 
das las  naciones*,  sus  sucesores 
no  tuvieron   mas  que   llenarle. 
Algunos  cambios  esenciales  pu* 
dieron  hacerse  en  los  detalles, 
^eguQ  que  el  tiempo  ó   las  cir- 
cunstancias manifestaban  la  ne- 
cesidad, pero  el  plan  pertenecía 
á  él   solo.    Todo    representaba 
aquella  unión  perfecta,  y  aque- 
lla armonía  esacta  que  carac(€^- 


riza  la  obra  del  jenlo.    Rómulo 
fué  quien  creó  la  primera  iejion 
romana,  fundó  el  senado,  j   es- 
tableció el  patronato^  él  fué  par- 
ticularmente quien  dio  la  idea 
sublime  de  asociar  á  la  gloria  de 
Roma  á  todos  los  pueblos  ven- 
cidos, de  animarlos  con  su  espí- 
rilu,  y  de  hacer  de  ellos  los  ins^ 
Irumentos  de  nuevas  conquis^ 
tas.  No  contenta  Roma  con  ven* 
cer,  se  identificaba  con  sus  mis* 
mos  enemigos.  Cuanto  mas   re* 
sislencia  le  oponían^  mas  dignos 
Jos  juzgaba  de  ser  contados  en- 
tre sus  ciudadanos.  Consolába- 
los de  su  derrota,  asociándolos 
á  sus  triunfos  nuevos;  y  ligando 
sus  intereses  á  los  de  todos  los 
pueblos  que  había  subyugado, 
su  gloria  llegaba  á  ser  la  obra 
de  todos.  En  este  punto  es  don- 
<ie  conviene   buscar   las  causas 
de  la  grandeza  de  aquella  sober- 
bia ciudad,  y    no  en  los  vanos 
oráculos  ímajinados  por  el  jenio 
para  dírijir  la  ignorancia.  Sí|  in- 
dudablemente^   los  dioses    han 
prescrito   el  destino    de    to4os 
los  pueblos,  yg'^j^ 

Desde  el  momento  que  un 
puebloera  subyugado,  permane- 
cía tranquilo.  £1  orden  seguía 
inmediatamente  á  la  conquis- 
ta, Roma  enviaba  á  él  sus  a- 
jentes  que  se  apoderaban  de  ios 
derechos  del  gobierno  ejercién- 


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iftM»t 


n 


émoi'kÉHÁ  Mimbre,  tipübtrnté 
WiríÚhíó§^\íé^^íU  etéij^^é  Bu: 
él óñiéú^dk  i^  >epdM¡e^  ta^  itré- 
cioDes  vencidas  erM'lraiMpOfM 
Ikséiloiiva.  Uflía  tery  de^*  Rómu- 
tó  prbibiívpasjif  6  é^díllto  6  es- 
éÜ^iiar  á'  M  ftiV^nfoddélatMtíU 
di^DOi^qu^stadlMi  é  igliálnfteilv: 
te  tíopenMHliá  ^cie  se  tféjeseii 
iud  ÜéHTis  Mn  btttii^o  pat^  lürnii^ 
t^itrllrs  ert    pdSíió»   (i)f  >e#n 
rüHAdó  Botn^  éj»tiiVo%é<fIc{dñtV4 
tnéhte  i^óWaiife,  y  tuvo  un  terrh 
torto  prf^pbrclonado  A  áo  «téA- 
ifori,  cesó  de  ¿tífieéder  á  leíi  piíe^ 
bk38  veritíddstel  ((lulo  cie>  etndii^ 
tfano,  y  p«4*tDUÍ()á>k)t  ba^tÁyH> 
teé  pe^ofiaoeéer  en  doá  pai'Ses  lia^ 
Jo*  cóndftnMl^tf  «¡féfetitesv  .Li>ft 
ftobf^  líodib  k)4  l^^blott  del  La^ 
eiü/éírttQ'tod  aliadíis  initiedtatos 
del  pueblo  yófütftid.  Loi  aerti^ 
eids  im^rMtiteé  ^^iie  h»  babte« 
béii!ho,''y  fü'kintl^  aliaftza  los 
bablM  eafi  ebterailietite  amaU 
gáinadd  coa  sos  veoeedoresv^^ 
hñü  m  toto  en  las  dMlsloeea 
Importattted)  gozübao  de  ílere^ 
cbos  muy  estensos,  pero  íno^estiK- 
bao  íÉcorp^raJoi  eo  las  ff^lHus; 
rémpitmiao  la  fiiérsa  pi^eiptfl 
lié  tos'itfJér^Hed  de  la  re]púb#eli 


'oa«o  en  su 


lib.il,  (M.  VI,  aic«  que  ftta   ley  ei.la 
evoM  arpillera  de  lá  eranaeu  de  los 


sM  sef  ad^ftidosats-Ms  tefioaes. 
ios  d$Ma^  4iacien  Mber  á;laá 
«  feretitéi'' cittdaleS' IflT' 'eantidad 
éé  sbMaidosí<V4abalUnofque  déf 
bhí¥  ifrroiitar^teltai  jMs  léq«ip»4 
baH't  loá  tnnhií^ñbéa'A'Mú  rostir» 
y  e<'tabaii  iajetuefrlea  |eoeraltf$ 
reyAianosi''  -:      '-■.•  í  ., 

Losta^inot  t«iiai)  lejieti.qua 
tes  eran  proplasV  po(|iaDK  ád^pt 
tar  tavde  Boma/pert>  jno  e^tv 
batí  sifjeios  á  loa  Licios  d^  p«e«> 
tor.  Llamábase  darVeto  tel^'ne 
lareun'ron  de  lOf  pHiriléJioa^  obll- 
gácíóues ,  dereeboi,  t^yea,  e^ 
paHt^alnres  á  loa  puebioa  del 
Latió/ ^' era  isitiy  «ftcU  W 
ti^uifse  ^ñ  ét;  porqoe  variaba  de 
tina  elú dad  á  otra. 

Los  ótfdi  puebles  '^e  Italia 
^.übfiíti  de  k)  que  se  ttamabe  el 
darieeftd  iMténo.  A  «medida  ^oe 
las  provMcfiaade  Italia  ieraiücoii- 
quistadas,  Roma  IraeM  de  eilea 
aliados  bajo  drvérftas  toondielo« 
fies  ma^  ó  lAenósivieDtafQsas  á 
stis  ipAeblos.'Sin  eo^Utar  e»  to- 
das estás  dlstittetóHtts/  basta  aak 
bérqúe  los  Úallenos  goaabea  de 
dé^eieh'os  manoa  taiportantes  qi»e 
ibs'de  tos  latinos.  jWo  tenían  aiq- 
f^  'voto'qtfe  emíÉtir  aubre  los 
aegocioá  de  JIoma;  pero  eJios 
MsiÉioá  ae  provelao  dé  tropas 
por  sua  tratadas  partiMtore»,  y 
^e  gbberaabaa  poriMlproptaia' 
léyaa.   '  -mí  .<" 


■'c/ 


si 

tí:  t¿ 
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72 


ÜMTOftU 


Tul  era  dcsd-e  mucho  tiempo 
la  posicioo  de  los  pueblos  del 
Lacio  y  de  la  Italia  respecto  á 
Roma;  casi  todos  le  hahian  per- 
manecido fieles  en  la  guerra  de 
Anriíbal,ena  les  debía  su  salva- 
ción^ y  en  recompensa  pidieron 
unánimemente  ser  iguálese  los 
ciudadanos  romanos;  pero  ha- 
biéndoles negado  el  favor  con 
allivoz  todostomaron  las  armas; 
y  Roma  tuvo  que  sostener  por 
espacio  de  tres  años  una  guerra 
cruel  en  la  que  perecieron  tres- 
cientos mil  hombres  de  entram- 
bas partes.  En  fin,  los  talentos 
reunidos  de  Mario  y  Syla  la  hi- 
cieron triunfar;  pero  por  un  ac^ 
to  de  jenerosidad  inesperada,  se 
concedió  á  la  sumisión  lo  que  se 
habiíi  reusado  á  la  amenaza. 
Después  de  aquel  acontecimien- 
to, los  pueblos  de  Italia  sin  es- 
ceprion  tomaron  parte  en  las 
elecciones  de  los  comicios,  con- 
currieron á  todos  los  cargos  del 
estado,  fueron  admitidos  en  las 
lejiones,  y  á  escepcion  de  algu- 
nos derechos  particulares  y  de 
ciertas  ceremonias  relijiosas 
propias  de  los  habitantes  de  la 
ciudad^ gozaban  de  todas  las  ven- 
tajas de  los  romanos.  Es  nece- 
sario obserTar  sin  embargo,  que 
esta  concesión  no  se  estendia 
masalládelos  derechos  políti- 
cos, y  que  los  pueblos  aiigduaüo 


participaban  de  las   franquezas 
pecuniarias   ni  de    las    dádivas 
reservadas  á  los  ciudadanos  pro- 
piamente dichos,  7  H'nít  ::í 
Lo   que  se    llamaba    con  e( 
nombre  de  provincias,  se  com- 
ponia  de  todos  los  estados  suje^) 
tos  á  la  república,  fuera  de  Ita*^ 
lia.  Luego  que  un  pais   se  con « 
quistaba  ,  enviaba    el  senado  á 
él  diez  embajadores  á  quienes 
participaba  sus  intenciones;  con- 
certábanse para  la  ejecución  con 
el jeneral  vencedor,  y  se  hacia 
conocer    solamente    al    pueble^ 
reunido,  las  cargas  y  obligacio- 
nes que  les  eran  impuestas.  Mu< 
chas  provincias    eran  tratadas 
con  miramiento  y  otras  con    ri* 
gor,  según  se  habian  manifesta- 
do mas  ó  menos  ostiles  antes  ó 
después  de  la  conquista.   Algu* 
ñas  veces  en  la  misma  provincia 
conservaba  una  ciudad  el  dere- 
cho de  elejir  sus  majistrado^s  y 
de  gobernarse   por  sus  propias 
leyes,  mientras  que  en  otras  no 
gozaban  de  ninguna    de    estas 
ventajas.                      -   -í/r; 7-13 
Enviábase  á    todas   la»  priH 
vincias  un  gobernador  cuyo  ¿i- 
tulo  variaba  según  su  importan- 
cia; mandaba  las  tropas  y  admi- 
nistraba   justicia;  iba    siempre 
seguido  de  un  cuestor  que  en 
cierto  modo  era  su  lugartenien- 
te, cuya  función  principal  era 


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la  ^iJHancia  de  Ibt  ^€éu4•l•t 
páblkos. 

Dábase  et  tftvie  defRtmk^JM 
á  laa  ciudades  islratt jeras  cu- 
yos  babitaotes  goiabao  -de  lea  de^ 
rechos  de  ciodadaiioi  romartos; 
la  repáblica  les  eoacedia  eala 
distineion  en  reeoespensa  de 
aigmi  serticio  eselareeldd.  En 
los  casos  en  que  fallaban  á  sos 
obligaciones  con  la  metrópoli,  e« 
ran  castigadas  con  rigor.  Roma 
nombraba  todas  sos  ni«|islratu«> 
ras,  y  bajo  el  nombre  de  prefec- 
toras  decaían  de  todos  sUs  pri- 
lejíos.  /  ^ 

Guando  los  principales  majis* 
trados  de  una  ctadad  cualquie- 
ra daban  en  el  ejercicio  de  sus 
ftancionH^  pruebas  de  una  ade- 
sion  particular  á  los  intereses  de 
la  repáblica,  se  *  les  concedía 
personalmente  rt  derecho  de  ?e« 
ciudad,  y  aquella  recompensa  es- 
clarecida los  colotaba  sobre  to- 
dos sus  conciodadaabs.  Así  es 
qué  de  pueblo  á  pueblo  y  de 
bombre  ii  hombre/ era  Jeneral 
la  emulación  para  llegar  al  mis- 
moobjeto. 

En  jeneral  tanto  como  en  un 
principio  se  aplicaba  Soma  4 
destmir  le  Kbertad  nacional  en 
loa  países  que  habia  conquista- 
do, tanto  respetaba  la  libertad 
de  sus  ciudadanos.  Sos  msjistra- 
dos  mantenían  el  orden,  adoai* 

TOMO   IIN. 


noMAiiA:  '  7á 

nistraban  la  Justicia,  y  Yijilaban 
en  todos  los  pontos  de  ta  admi* 
Éistrecion,  pero  dejaban  i  cade 
uno  seguir  Mpaa  su  reliJion,sns 
leyese'  stfS; costumbres,  y  goiar 
dé  la qnete  era  propio.  Si  se  ee* 
sijiaíi  una  provincia  una  parte 
de  «ns^  tierras,  «se .  toaaeban  mrdi* 
neriantfente  de  lo$dominfos^  del 
estsidov  la  repdbltea  recompen* 
saba  con  ellas  á  sos  antiguos  soU* 
dados,  y  eran  el  patrimonio  de 
sus  ciodadcnos  mas  pobres,  en* 
viando  á  ellas  eolonioi. 

■stos  establecimientos  se  ha<^ 
clan  con  aparato;  Después  que  el 
pueblorooMnohttbiá  arreglado  la 
paflicton<  indicado  los  cidda*^ 
danos  que  debianeeradmltidbs  á 
ella,  los  eOncMciaé  con  orden  loft 
combarios  «I  paraje  que'debian 
ocupar;  Attí,  después  deftáber 
ofrecido  sacrificios  á1os  dioses, 
se  traiahany  distribuian  jas  por- 
clones.  Estad  colonlai^^ispersa- 
das  en  ta»proViAtfiai,  servían  pa- 
ra vijilarlas  y  mantenerlas  en 
la  obediencia.  Llenábanlas  con 
ef  nombre  de  le  madre  patria  y 
cOÉ^el' respeto  que  debia  Inspi- 
rar. Los  pueblos  adoptaban  In- 
sensiblemente so  lengua,  sus 
costumbres  y  sus  Opiniones;  de 
mo(b  que  Romaecsistia  en  toda 
la  répÚilica,  y  so  espíritu  todo 
lo  animaba  y  vivificaba.  Al  paso 
que  afirmaba  su  imperio,  sedes. 
10 


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74  HISTORIA 

hacia  íncesonicmente  de  aquella 
multitud  de  ciudadanos  rancio- 
sos é  inquietoé  que  la  necesidad 
hace  siempre  temibles,  y  que 
desecan  el  estada  que  los  ali- 
menta; de  estos  hombres  hacia 
cultivadores  laboriosos  y  ardien* 
tes  misioneros.  Los  mismos  es- 
clavos que  por  su  multitud  pa- 
recían amenazar  á  la  seguridad 
de  Roma,  servían  para  su  gran- 
deza-, pues  convertidos  enroma- 
nos  por  la  manumisión,  volvían 
á  sus  países  cargados  de  los  be- 
neficios de  su  madre  adoptiva, 
y  llenaban  el  universo  con  su 
nombre  y  su  magnificencia.  To- 
do lo  que  en  otra  parte  causaba 
la  ruina  de  upa  nación,  servia 
0n  Roma  para  su  engrandeei- 
miento,  convirtiendo  en  instru- 
meatos  útiles  hasta  los  elemen- 
tos de  destrucción. 

Tal  es  el  sistema  de  gobierno 
adoptado  por  un  pueblo  elojiado 
casi  solo  por  el  valor,  y  que  debe 
ser  citado  siempre  por  la  profun- 
didad de  sus  combinaciones, 
puesáeste  plan^ seguido  con  una 
constancia  tenaz,  debió  Roma  el 
■  brillo  con  que  deslumhró  á  todas 
las  Daciones^  Nunca  varió  su 
marcha  aun  en  los  mas  grandes 
desastreíi.  Cierto  es  que  undíó  la 
dignidad  real,  pero  el  jenio  de 
Bómuio  pesaba  suiíre  el  senado; 
pues  allí  liQmbres    envejecidos 


en  las  dignidades,  ilustrados  por 
una  larga  esperiencia,  y  libros 
del  yugo  de  las  pasiones^  ajita- 
ban  con  tranquilidad  intereses 
que  habían  llegado  á  ser  los  del 
universo.  El  principio  de  su 
fundador  era  la  regla  de  su  con- 
ducta; como  él,  hacían  que  una 
mitad  del  jénero  humano  forjase 
cadenas  para  la  otra. 

Por  lo  que  acabamos  de  espo- 
ner, la  marcha  del  gobierno  de 
Roma  para  subyugar  y  gobernar 
los  pueblos  podria  aparecer  lejí- 
tima.  Todas  las  naciones,  aun 
las  mas  adelantadas  en  civiliza* 
ciou,  se  esfuerzan  en  subyugar  á 
las  demás,  y  un  ejemplo  lo  tene- 
mos en  la  vecina  Francia  con- 
quistando en  el  siglo  XIX  á  uo 
pHÍs  como  la  rejencia  da  Arjel: 
los  derechos  parecen  n.icerde  los 
triunfos,  y  la  gloría  cubre  la  in-. 
justicia;  pero  Roma,  aquella  ciu- 
dad soberbia  y  pérfida  al  mismo 
tiempo,  debió  su  grandeza  á  una 
política  insidiosa  y  ton  ratera 
como  lo  es  actualmente  la  de 
la  Gran  Bretaña,  al  mismo  tiem- 
po que  á  sus  virtudes  guerreras. 
Jamás  hubo  un  pueblo  que  su* 
piese  emplear  con  tanta  hAbili- 
dad  el  arle  secreto  de  destruir 
la  libertad  de  los  otros  pue- 
blos, por  medios  eslrañ jí;  tJe  irri- 
tarlos contra  sui  Jefes  l^jíli- 
mos  y  de  abortar  eulre  ellos  di- 


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tMohm  que  Im  imiioib6D>  po* 
niéadoloá  en  li  iQéee^ffM  4t 
ifDplorar  ra  peligroso  Miflio. 
loma  miMfta  iotenáilileiiieBte 
el  poder  de  loeestadot  mai  fuer* 
tes«  S1 1«  guerra  qoe  los  rooiMos 
ieáftaciaB  ao  los  abetiáii  enté*^ 
raflueiite^  la  poi  <|Qe  toachtiáH 
000 ellos,  acabábase  mina.  Sus 
tratados  insidiosos  poniao  ^}o 
so  depeodebeia  mhú-  oatlooes 
qoe  sos  arioas;  y  ooe  palabra  a- 
qolYoca  ioterpretada  aso  loorio; 
7a  hemos  tisf6  eoñdo  caosó  la 
roioa  de€artago.€oo  lardos  ei- 
taenos,  ofi  poebio  sojeto  á  con- 
dfcioem  onorffleü:  era  encade* 
eado  con  destrexi,  y^empóbreti- 
do  eo»  «iétod<^ 

fia  io»  loiaa  potente  y  Ticto- 
ríosft^  bacía  eoo  tesgrandes  esta- 
éée  k>  qoe  Boma  Mcfente  con 
lasdébHeaoacioties  de  qoe  estaba 
rodeada.  Uooa  mlsám  «rao  el 
tiatenia,  el  plao  y  la  mércliía, 
y  ooeír  mismos  los  nkedios.  tos 
estados  así  graodes  como  peqoe- 
fios  ftoerra  mkiadés  pof-sd  poK^ 
tica,  aoies  de  ser  abaffdos  por 
aosfoersas,  y  lodos  concloían 
por  somerjtrse  éii  aqoef  Oeéa'¿ 
Bo  de  poder  qoe  Oa  conocía  o* 
ríHas'.-  ^ 

€ASitíaciiTos>  CMuiéif tás  iib<^ 
ujios*s^BTc«--eiecto  prellmU 
oar  del  casooiieoia  que  -  llana«> 
baasiMNiioJta,  era  00a  ospeele 


MOMATrA.'  tS 

de  énapeio^^edproco  qoe  no  se ' 
podio  romper  sioo  observando 
ciertas' formas  legales.  Ordioa^ 
riamente  estos  actos  pasaban  en 
el  interior  de  las  familias.  El  no* 
Tio^  presentaba  á  so  fotora  es* 
posa  delante  de  la  jente  re« 
mida,'  on  anílki'^e  hierro  sin 
piedra,  la  ciial  se  lo  ponia  eO 
el  dedo  peqoeSo  de  la  mano  de« 
reeba.  Mirábase  esta  dádiva' 
seoetNa  como  el  primer  gaje  de 
la  prometida  té  y  precedía  slem* 
pre  al  matrimonio.  Desde  la  vis* 
pera  se  iiabia  tenido  coidado  de 
tomar  tos  aospiclos,  para  cono* 
cer  le  voluntad  de  1^  dioses; 
perd  desde  mochoUempd  loé 
aogores  hablan  cesado  4e  comí» 
batirla  volontad  de  los-hbmbre^ 
en  el  Oombré  de  la  divioidad^ 
y^creyéndésefelfce^en  qoe  to« 
darla  se  leS'CODsoltiie,  do  véíári 
en  los  cielos  títh  signos  favbrn. 
Mes.  Taaebabitltf  Hecho  sacrr*: 
ficios  al  eiélof  á  la  tierra,  mira  i 
dos  como  los  primeros  esposo^, 
se  hablan  hecho  otros  seiáe]|an<* 
tesé  Minerva,  proteMora  de  la 
vírjiírtdadv  y  á  #006  patroójí  de 
tos  esposos.  Coa  tído' áe- hablan 
llenado  ^IM^s  estás  fomíairda* 
des; yesiipQlado  taé  convencio- 
nes, se  véHllcaba  ef  banquete  de 
atiaina,  dado  siembre  por  el  pa- 
dredé  la  novia. 
Este  boda  sagrado  fo  é  siem* 


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7S  ^  HISTORIA 

prevBol^to  imporjhmto  &  lo» ido  sertlr  ^  pmner  mirídot 
ojos  de  tos  tejMadores,  ya  le  I  rondábti^  la  puerta;  jr<  «ita  a^ 
miraaeo  bajo  el  aapeeto  r^lijio*!  alejaba  todo  lo  ^ae  pudiere  re« 


io^  ya  lo  coaaideraaen  por  b  io* 
floencia  que  debía  tener  eo  el 
órilen  social.  En  efeclo,  repve* 
seotaodocadafaaaiUa  álasoeie* 
dad  de  que  hace  parte»  el  aclo 
que  ifue  asas  jefes  debe  ser  taia 
sol^moe  como  el  pacto  nació- 
naJ;(Sisefliace  sio  vifor,  cosa 
d^  inspiriMT  i^t^'P^to,  el,  etlado 
entero  cae  en  la.  decadencia»  eu-» 
"yo  primer  indicio  es  el  desorden 
en  las  ramilins-,  y  semejante  á 
las  olas  del  Océano»  las  Jeoera- 
dones  estraviadas  de  au  orijeo 
ae  suceden^  se  amontonan. aif 
dejar,  tras  de  ai  U  bu^ladie  «n 
ecaístenaia* 

Asi  pensaban  los  romanos. 
Era  el  casapiiientoá  suij  g^  un 
acto  tap  aug|ia^>^  y  tanperfecti 
lannionqne  ^ipres^baí  qoe  Ja 
muerte  ipisma  OQ  podia  4eptrnir«> 
lo.  Una  mujeif^  qiiep4P«oil^  i» 
segundo  esppSji^.  no  i  oteadla  á 
lasleyíes,  pero  a{  «iJ^opi^ioe 
que  era  mas  fi^ertei  4uer  ellas^ 
loa  pres«^iQS|n¡nesto»  parecían 
nmaMiar  cop  la  tcólec-a .  de  loa 
diioaes  i.  los  qw  or«ja4i>o  ^  lo 
paas  sagrado  que  t^fx  cintre  los 
liombres:  por.  esto  jea^fmo  j  para 
eritar  tales  preb^ajtoai»!. quitaban 
con  gran  cuidado  del  cparto 
nupcial  todo  lo  que  habla  podi- 


cordar    un  ser   ciigra;  memoria 
ofendía^ 

Una  acción  violenta  tapto  cor 

mo.iojusta>  dio  k  las  sabidas  por 

esposas  á  los  primeros  romanos; 

pero  eita,  misma  acción  los  con*** 

dujo  k  las  virtudes  conyugales» 

únicas  quQ.  podían  JKirrar  su  me* 

n^oriav  y  &i  ultrajaron  por  un 

momento  á  aquellas  á  quienes 

querían  bttcí^r  sna  compaAeraa» 

S9I0.  Qncáqdolan  incesantemente 

consiguimQu  capt^e  su  beoe* 

Toleqicia.,  Signieuíiló  siempre  el 

mismo,  plim#  fn  pirounstancíea 

diferentes ,   Róioiilo.  oewiiguió 

camMi^*  ;fm  romanas  aquellas 

mujeres  que  babin  robado»  eomo 

coovirMóepisúbdilos  fifilesá  los 

pueblos  aue.sobjíugára^  y  le^no^ 

ble  Hstr^ilia»  .enteramente  dedi«* 

cada^á  su Jdueva  patria»  ^partieU 

p6>de  IpsiUtaresque  el.  rscooo«> 

cjmi^ptp.le?anláS al  primer  hér 

roe^  y  .eu  lpa#MrMeioa  4#onra«* 

roo  con  el.uoDsbrO'de.ara. 

Ocupado  aiaiinpre.Kuuia  del 
cuidado  d«  tqiccar  ,eli  hombre  i 
la  dívinMad,  M^ó  U.4iníoo  de 
los  esposos  de  los  misterios  de  le 
reU)iG|ii,.ttí4la.uDt  oaráoler  mas 
augusto)  y;  coa  seremotiias  mi^ 
teriosas  conseg  radiis  por  61  imu  ? 
ptV^  por  aimbolos  de  tina  re»> 


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IM^Sil. 


77 


feUUt  sencUtaff^  M»e8ó  kU^ám 
Séctos  á  conoeer  los  deberes  que 
M  iaipooíiii.  Eo  ,lo«  pftifnieros 
tiettppsgolociban  u»y<noei-€Br  Í 
lio  de  loft  dcM  espofof » perapor  Y1-; 
iiida4«i|ipiiniterQi  e^tefenMM)- 
nia»  imájfn  eseclj»  4el  metr imó^ 
Dio,  que  dabe  poMiderane  cMao 
un  yogo  redproea*  La  |»alabra 
co9^í¥0ium  que  habíae  r onaerwa» 
do,  lea  recordaba  aqM^JIa  eeHuiii^ 
breentigua.  . «. 

El  malrmoBio  ae^beeia  eolee 
loa  nmaeosdelreaiBaflierai  di- 
fereotea:  primero  por  «an/brrM* 
eum,  ea  decir,  porelusodeiio 
pan  que  ae  diriíaib  coüei!  á  Joi 
eapoeaaibecbí^d»ranroiS.oehüdi»á 
medio  moler#4d  ««b  de  la  ae«uUto 
que  ae  Uamaie^eaiida.  El  hoadire 
yto.majer.ae  preaeMabaa  cea 
djieiieatigoaaolealgrm  posll» 
ficeóeiaemiD  de<Mpélm>.»a»w 
paea  <le  haber  lomoledo  oa^earíi 
Mro>  el  aacerdote    eooaagrabe 
naa  lonttde.llordelieffiia  defa-^ 
rro^  aaly  aguav  gtiMaba  deetla 
laa;prtBiieíaa,  y  déapoea  ia  iUtí-^ 
dia  entre  loa  doa  esposos^  qtie  ae  la 
eomJMUMiatt  preaeMio,  eapr^aí  n. 
doae  pdr  eaie  altaaarte  éoariao-y 
aafcrado,  qae  ea  adeleati  lada  de^ 
bia  aer  comiNi  eatna  ellai.' La 
mojer  pasaba  ea:  sepiidh  *á  aaa^ 
nos  del   laarfiÉi^  ea  proseoM# 
de  lo»   lesiifoa,  y  elaaeefsioi^ 
proauKiaba  Ím  palebraa  aaera» 


miNrtalea.  Cala  létaHil*4e«aaa« 
aaieato  ara  priaelpaltaaale  la 
liaadaaMralaa  paatMaea  yaa* 
loaManpQifaeMba^ 
€aaibMa>')iiad|phMea*  eoa- 
UMab#asela  lostaniBpaaados,  slao 
ponfiia  réUaaoln.  podía  ^lar  A 
aaaaiwiieraa  alfdaraako  da  aao^ 
aiarieá  sttafyoeiaaMy  da  parlU 
cipar  de  toSTitoá  aegradaa.^        v 

Segundo»  ppraaÉfWl«afM.  Si 
aaaarajer  baUa  iaWtada  da» 
raale  ea  afio  eaa  mü  aialdadaaé 
alo  beber  talerraaipláa  asta  o* 
aiop  poruaa  diea:  cnaaatalifioé, 
debeehaaraao  aipi|M^  y  el  oaa 
ailplla  á  Ibdaalaa iartaaiidedaí 
laaittdea^  Ealaa  aapeliiea'de  o^ 
ttioatisV'4|tta  llegaros á<aar  muy 
freteeáiearipor*  la^  ralajaeioada 
coaimabrea^avawBaoas  respetad 
dafti.qM';laS-'dealÉi^''{f  >aiia  |e 
lea  HaaMfaaaeaileaam^atoa.     • 

>TefarnHipar'faa»^p<J»iS  eom^ 
paa^raeépvbeb.  BlsÉNtrldo  y  la 
ahíf^r^m  .dtibaH'»«éiiMmttnie 
U^ee  aaea-de  bmúúéi  ibéafaiicia»* 
doanaboaiaelbaaialMariba.  pres^ 
«rKaaippr/lat-layii'b^aetiBla  lie» 
tsaré'seaMaaMdaaHla^iiií  fami^ 
lla?»deaiaat>  e^pdiiy.' üomraaca 
aa-aMa/ réspáadia  taVaojer.  B»ia 
leidMJia^aaapragahta  semejatl^ 
la^lplaaiial  raapaaéia^'la m{s<¿ 
[mar  Manara,  «y^la^tiflóli'qaedaba 
liéch*4  Biade  eife^{filbiÉ«Mo  el 
Baridoleala  sébraMa^iijélr  lo- 


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78  «MmuÁ 

4m  tot  déiwkM  «9  «n  pMlf»»  y. I  httMeiti  iMBellli40  cmi  tales  ac- 
eito f«uiNi4«.loéM  toi  que  latiliaBiaf. 
lajt«€OM«diMiálasmat.  Solo       Daapiiea  de  héber  dado  á  í^ 
las 


eselusitasMate  el  tllolo  ¿p  «mi* 

los  romanos)  ellas  solas  podlao 
Ijaredarlosbieoesde  sos  esposos^ 
ya  eo  le:  totalidad^  si  ao  iesde* 
ja bm  Wjos,  yoeo  porcioo  igoa  I  i 
la  stiirasi  iesdeslabae.  Enlreesloft 
faijo»  Ualoados  propianneole  pa 
Irt  «•»«  iMlrtai^aeelejiaii  lc»s  qi|e 
deliisD  aoareaiM  á  los  abafas,  y 
olios  solosiM|dian  a^irar  á  elef:^ 
tes  digotdades  sacerdptalet,  j^ 
eopérfleodeeir^  qoetenieodoeé* 
te  Jéoepo.  de  voioees  esclqsite» 
meóle  el  oaiéetor.de  legales^ 
las  raoitliaa  00  eooitraieo  otras. 

JeoerMiiMAte  .todo  malfrii 
oio,  eoo  for  eeioMlosteo» 
Ualdoslttol^ooseotimieoto  d^l 
padre  de  oota  lioo.de  los  e^msos,, 
era  mlrodaieoaM)»  Hejltyóo;  y  h» 
misanodeldettoloreoDao  popile 
y  del  pritauroadordé  «oa  piwvio^ 
cia  coo  aoe  kobifMte  ¡del  peis  M« 
BMlido  á  a«,€oMedo«  Bo  nloipio 
eeso  podía  eosatse  oo  «hidadaoo 
coD  »oa  esclrra,  oilo  Jóveo  li» 
bre  eoo  oo  iHMobre  que  oo  lo 
foeseí  y  oo  peroiillatt  iampo^, 
i  oo  cfodedMQ  qoe  s#.  cosoos' 


leyes   tao  saotas^ 
sobre  les  eoales  deseaosába  fa^ 
aperóme  de  les  familias,  oeee* 
serioes decir  qu^se  las  oUní* 
jebe  dierieoieate»  Asombrados 
por.el  liijo  qoe  les  rodeaba^  y 
agobiados  b^  oeeeildadoi  ooe* 
TOS»  ooa  maillitad  de  elodada* 
nos  qoe  teoia.o  las  cargas  dd 
oM^rioMmiOp  títíso  eo  asociacio* 
oes  ofcoras  y  dabao  la  ecsisteo* 
da  i  l||}oB  qoe  el  estado  recfca* 
leba  coa  ^esd0o;  y  poeoá  poeo 
foeroQ  .desaparecieodo  Uostres 
femiHas.  Lqs  rooMnos  coidabao 
de  Bo^casafM  eo  los  dias  eo  qoe 
cálao  Jas  caleodesi^oooas  é  Idos, 
é  ifoaloMNiite  eii^Mialoowliato 
(pasfr^fis)  qoelesegoiaov  ^^i* 
laodo  igoékoeote    loe  dias  de 
fiesta.  Sio  eflibergo,  les  Tiodas 
qoe  S9  volviao  á  coser  escojleo 
el  dia  de  Beata  eo  qoe  el  pueblo 
ertaba  reooido  eo  kw  templos^ 
para  librarse  de  las  borles  400 
lesbeeiao. 

Aldiasigoieotedol  malsiQio<^ 
oíosles  dos  Caoailies  se  diu^iaa 
porlemaiaoaalteaipio.de  Ju^ 
oo/nfoáqoioo  ofnwianei  se^ 
criAciD  do.  .09  poero^^del  cpal 
hoMao  tspÜQ  coidodo  de  ñtt»^ 


COQ  «oi^iJiiHrMjfra,  porqae  .bl,  car  Ublel.sieDo  fetal  de  amar 
digD^ad,#|i|04Wbre wmm^t s^agure,  tiegabe   en   fio  ^l  mor. 


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omito  4Jii4#p«rt 


láMMu  79 


Mnottia,  la  c««l  se  cstl^braba  I  deltM  de  oveja  f  fiom  W^  Uro 


por  Itwche;  pero  toioeliia  lo 
enplealmijeii adoraer  i  la  oo* 
iria.  Cada  parte  de  aa  adoroo  o> 
freeia  relatioaenieUleriosaaeoe 
las  cireoestaociaa.  Al  peioarla 
se  separabao  sus  catellos  «on  el 
hierro  de  om  pica  4|iie  liulMese 
^IdoiMjada  tn  la  saigre.  de  oe 
gladiador  «merlo  ^hi  la  arena» 
espreséodo^  por  este  embleiM 
cruel  que  debíaD  naeer  de  ella 
booitires  de  valor.  Ibrmibanse 
desús cabelloa  seis  Ireiiaas,  á  la 
manera  de  las  vestales»  enyo  oa<^ 
rárier  esencial  aun  dieTroMlM* 
Sobre  su  cabeza  se  eolocaha  una 
corcMia  de  verbena  que  babiaco^ 
jido  ella  misma»  j  se  cabria  toú 
nn  velo  de  color  de  aséfita  Na*^ 
mado^^  0mmmum.  Este  adbroo 
era  el  de  las^  mojares  de  los  poo<» 
íiOíetB'y  ellas  se  haden  notar  por 
setnodeatte,  j  sé  eomplacien  en 
oTrecer  el  agüero  en  aqudla  Cir^^ 
omslancie  impOrtaole.  Se  la  ha^ 
fia  lomar  nn  calcado  moy  alto 
qoe  reababa  Is  nobleza  de  sn  ta* 
lie.  So  traje  era  del  mismocolor 
que  80  velo;  el  cual  estaba  todo 
éerra4o.eomo  el  que  babia  teji«« 
do  Taoaqeil,  mojor  d»\  prime* 
ro  de  losTarqoinoa,  para  el  rey^ 
*ServiüTolio,]r4iaeaini/9e  iñaia 
on'el  tei^plo  de  la  Forionren 


parUcnlar  Ilaaaade;  JaNroUeo»  el 
cual  solo  el  marido,  podio  des- 
alar* Aa  esto  se  oeyifá.ta  oapre- 
Sien. osada  leoMi  teiesriu  des^ 
alar  el  ciotoron^  paraospiresar  fá 
álttmo  graáo  és  ialimidad  enina 
los  dos  secaos.        - 

toeg&.qoe  elaeompafiamioolo 
estsba  rennidov  los  pariowtaa  mes 
eercaoos'de  la  jóyeo  despesada 
la la^nlabaoeo  hraaosparalia*' 
certa  dar  losipriaaanes  pasosgO'^ 
Ita  dobla  maoafissiar  qoe  4^9bé 
por   foemaNla  !oasa  fMtema.y 
que  iba  pesaroia  i  la  pérdida  de 
so  virjinidad^  AqtMtta  fi^da  vio- 
leoda  reeofdabaol  mismo  tiom^^ 
poelraptodotasmbioiieá  imM 
hembras  qoeamabaocoaiHo  u^ 
ola*  yolaoioo  con  au  opijaiu  La 
matciía  prtotipiaba  *á  la:  luz  de 
eioeoootorphaa  faaUíaa.iie  una 
eq^irdo  piooilsmndp  láNla»  el 
misaio^  deetao^qietCeresoncea*' 
dio  en  las  llamas  del  Erna  cuan*, 
dofoé&>ascaré'8uIUi«i.  fteas 
teas    las^  llevaban^  >jdvefies   de 
oerla  edad  liemedos  pisar í  /euii, 
porque  oslaban  esioerodemeule 
pérfomados*   Bato  oúmeroí  de 
cinco  era  omblemáflico  -oumo  el 
testo  de  la  ceremonia.  Reeerda- 
ha  i  las  cinco  divioidides  qué 
pvesideu  ^1  fliairtmonioi  cuales 


Ueaopo  de  PHnio.  Diebo  traje  i  eraB^lúpttér^Jooo,  Venes,  Dio* 


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80 


«litlMA 


Da  y  n  ti#Mí  Pi^iuñtim,  litfiftAéa 
air/  S^Mm.TrH  «Iftos  <(w  fii^ 

é  qtiféMtieéilM  él  nombre  de 
parwMinfoé',  eMaban  parfiirirtaN 
Bienio  Méargidoa  de  eondu^f  r  á 
la  catide.  Une  in«rob«ba  <Maote 
devtlá-'fa^aiHaiidb  la  entoroba 
del  iroeneo,  hecha  aUWpra  de^o* 
Jiaeafitt^ó  espfBér  iiiaJoleto;*los 
omi^íkm  la:  sostehian*  por  los 
brtMfi  ihieatres  que  otro  )óireQ 
delosiqpieae  tlanmban  Mmilon, 
y  qtte-eniir«iMilro6'de  loidto^ 
aea  ^ft  laa  eoeaa  ^aa^rificios  mas 
ec8l<os^«iarelubaf  detrás  de  ella 
con  non  eajn  é  eofre  abierto  lia- 
iníadp  laomílÍMi  /  en  dotide   ae 
▼eiad  l«»elha)ia  mhs  ricas  «»• 
fendidaa  con  toa  jugneleB  de  ni* 
fios.  En  te;  cernba  le  comitfra 
«na  tropa  é%  JóTenea  Baeta^ns 
lleYando  una  el  ueo^  otra  la  rae- 
ea,  y  oiraa  t>bjétoa  i|iie  morde* 
ban  &  )e  JÓirra  teesada  Joa  e^A^ 
dados  4|tte  deMM>^^oeo|Mirtai  en 
adelante. 

Ddranielaffliercbe,  que  selia* 
cia  despaeip  oen  una  pomlM  re«> 
lativa  ai'-nngo  de  leeeapQeos> 
y  siempre  al  sonido  armonio^ 
ao  de  la  laote  doMe,  loa  pa«- 
rientes  cantaban  i^^ma»  y  aéin* 
▼oeaba  an alta  rosé  Thtímtim 
uno  de  Ida  roaMnoa  que  roba* 
á  laa  sabinas  y  cuya  oniof 


daba  cómo  ñn  lagftero  dichoso* 
'    Llegada  delableda  la  pnerla  de 
sn  marido,  ^ue  estaba  decoróla 
con  guimaMaide  mirtio  y  de§o« 
res,  detentase  la  joven  esposa  y 
alU  colocaba  cintas  de  lana  fro^ 
tadaa  con  grasa  de   lobo  para 
evitar  los  aórtilejios,  objeto  e«» 
temo  de  temor  para  aquella  na» 
olontanratiente.  Terminada  a- 
qoella  operación^  sb  présentafwi 
et  marido, -y  finjtendo Ignorar 
qolén  era;  le  pregontoba  por  su 
nombre.  To  doy  Cagat  ¿dónde 
Más  tú,  Vúyo?   respondía  ella. 
CSaya  era  aqnella  mttma  TanaquU 
que  se  adquirió  tanta  reputación 
por  sus  virtudea;  y  las  Jóvenes 
tomaban  au  nombre  como  un  ga* 
Je  de  sn  buena  conducta»  Después 
de  ésla  formalidad,  el  esposo  pre« 
sentaba á  su  mujer  el/Afjfo  y  el 
agffi«,  símbolo  de  una  fortuna 
común.  Entonce  los  que  la  ba-» 
bian  sacado  de  la  casa  paterna, 
la  levantaban  segunda  vei  para 
introduciría  en  la  de  su  marido, 
sin  que  tocase  al  escalón  de  la 
puerta,'lo  cual  sebublera  tonu» 
do  como  un  signo^  foneato*  Los 
escalones  dejas  poenas  «alaban 
consagrados  á  Vasta,  y  la  que  re* 
nundase  á  sus  atribírt^,  bubie* 
ra  cometido  un  aMriléJio  tocin* 
dolos.  Algunas  Teces  para  ma« 
yor  precaución  ae  hacte  una  lar* 
larga,  y   afortunada  se*  irecor^ I gi brecha  én  el  esteríor  de  la  ^ 


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0M#  ^meDUrftr  pM  ella.  Lmio 
que  era  io4rodu€i4t  jbq  w  ««avii 
llorada,  le  la  preieiitabaD  laa 
Uaires  rattQid«^  «n  tto  anillo  ó 
Uiivero»  y  da&de  aipiel  iosUat^ 
Dada  se  baeia  síd  ófd^a  wjav 
Ko  debeiBos  omílfr  tma  lüera 
«rciinslaBcia  que  maviAeaU  la 
üDporiaDda  q«e  daban  loa  ro- 
OMiDOs  á  loi  cuidadoa  de  la  caaa: 
cuando  la  recién  <^$ada  f  ntra- 
ha  e^  el  dlrto^ae  entendía  de- 
Unte  de  ella  mía  pial  4e  carne- 
ro con  su  lana,  para  recordar- 
le la  naturaleza  d#  au;  ocupa- 
dones. 

Llegada  ya  la  comitiva,  se 
apresuraban  a  quitar  la  antor- 
cba  nupcial  á  quien  la  llevaba, 
y  la  ocultaban  cuidadoaaineute 
por  temor  de  que  se  sirviesen 
de  ella  para  bacer  algpn  male- 
ficio que  abreviase  la  vida  de  los 
jHievps  esposos. 

.  Después  entraban  tcudoaen  una 
vasta  babitacioo  en  doQd^  babia 
mucbas  mesas  provistas  de  man- 
jares. Varias  esclavas  bien  vesti- 
das rodeaban  á  su  nueva  ama: 
algunos  bufones  puestos  dalante 
de.  ella,  se  esforzaban  a  atraer 
aus  miradas  con  pantomimas  bur- 
lescas^ mientras  que  vai'ioa  tpr 
oadoresde  flauta  la  jirepacab^D 
Íl  escena^  mas  tiernas,  gqa  una 
música  cvoluptuosa^  . 

A  medida,  que  sq  {prolongaba 

TOlfO  Xllt. 


el^tetlfbJa  alafríft  de  laa  eoiH< 
vidados  se  bacia  mas  vita  y  esr^ 
trepilDaa«  Unoaaantabmimalta 
voz  el  tono  nupcial  llamado 
e^mUamUj^AÁT^  rapeliaa  refra-^ 
oeacbÁatosiosv  y*  gravea  persone<r 
Jea^  obsarradoraa  eaactoade  loa 
anüiimoa  usos,  redUabao  versea 
F$mmí^in^,  cnya  oseenidad  o^ 
feaderia  los  oidos  eastea  ai  na 
eaplicaaaxu  Oeapuas^  oaaa  ma* 
tronaa  jUamadas  pronmbm,  cuya 
virtud  era  reconoeidat  y  que  no 
habían  sido  casadaa  mas.  ^  una 
vez,  eonducian  Ja  joven  esposa 
álaeata^cia  nupcial  que  estaba 
sembrada  de  flores  y  siempre 
decorada.magpíOcaoaeote.  Aire* 
dAdardOi  la  babitacioa  estaban 
las  estatuas  de  los  dioaea  que' 
prasWaoálos  actos  mas  aecre* 
tíOS  del  QMüIrimMio,  divinldaésf 
fanlMicaa»  cuyoa  nombras  c^ 
praaan  muy  claramento.aus4it]rt^ 
biijpionef.  Enmedio  eslalm*  el 
iecbo  omM,  llamado  asá  porque 
estaba  consagrado  al  |eni»  del 
marido»  Elofo  unido  á  la  púr- 
pura brillaba  en  él  por  todas 
piirtes,  y  guirnaldas  de  mino; 
dispueataacon  arte.parecian  ba- 
cer de  ét  el  tf  ono  de  Venus.  *  Laa 
graves  matronas  desnudaban  á  la 
casada,  la  metian  ellas  saiamaB 
en  la  cama  y  se  retiraban  dea- 
puea  de  haber  dado  lea  instruc- 
ckmel  qoe  sa-eapariQucta  jng»- 
11 


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8f 

b4.eonf^{eiiti8MaqQ#ltai  cfar^ 
ctfii8tiiitta< 

>  Efttrctiioto  h>9  eoDiiAidot' 
cootfiíMbffii  so  fitotéjo^  las  liba* 
ckiriessesiieedfan  cód  rapMei» 
f  Baeo  esparcía  iifseoslblémanle 
iiDiMi6DSoqttefl6  dtbfa  ardar 
para  él.  Levaatábaiise  A  poco  le^ 
dos  los  coneorrentes  j  rodMbao 
áf  miitix  esposó  para  éirtjií^le 
sos  'úUiutas.  felid tacionw. '  Eo* 
lodé^t  jiar a  «lar  á  eolétiAer  ^n^ 
raouñttibaé  tas  frivolidades  de 
tahédavl  Jutsentl,  líraba  al-  soelo 
algoDos  poflados  de  ou^es  4oé 
lóB  asisleoies  se  afireiofabao  á 
e9i$r,  7  él  se  aprotecbaba  de 
aqoel  mottienlo  para  escaparse 
^loaimponooosé  iba  &  aola- 
larse  OOD  su  mujer. 

Terminábase  el  easamiettfo, 
pera  los  regocijos  cootinoaban 
«odaria.  Al  día  siguiente  daba 
el  marido,  ua  grao  feslto  llama'* 
do  npolta  porque  eoél  se  be- 
bía do  «oevó  á  la  prosperidad 
de  loa  esposos.  Por  I»  úllima 
yezsjd  presentabao  estos  eu  ia 
mesa  sentados  sobre  la  mISBM 
eama.  La  nueva  esposa  aCéataba 
«poyarse  fainiliarmenle  sobre  so 
»arido>  manifestaba  haber  oU 
tidado  (  el,  encojkiiienlo  de  la 
▼ispara.  Foresta  raion  los  ro^ 
manos  lenian  costumbre  de  lia* 
mar  conversaciones  de  reeien 
casada  á  aquellas  en  que  se  4ei» 


torraba  lá  decencia.  DMMHa<' 
ooesia  elcomprender^moonaa 
Jóvenes  educadas  con  la  mai- 
esacta  modestia,  pudieran  des^ 
hacerse  tan  pronto  de  ella^  pro- 
v6eando  á  risas  oseenas.  * 

AlterminaiM  el  convite  loa 
parientes  y  amigos  ofrecían  á  lot 
esposos  los  presentes  decostum*" 
bre,  y  cada  cual  se  aprovechaba 
de  esta  ocasión-  para  desplegar 
su  roagntfcencia  ó  so  afecto,  y 
sé  terminaba  esta  ceremonia  o* 
freciendo  un  sacriBcioii  los  dio* 
ses  protectores  de  los  esposos. 

Cuando  un  gran  personaje  acá* 
baba  de  tener  un  recien  nacido» 
se  dirijiá  al  templo  de  Juno  Ld* 
ciña,  acompañado  de  sus  amigos 
y  clientes,  á  poner  una  moneda 
sobre  elaltar  de  lá  diosa;  está 
costumbre  remontaba  iiastaSer- 
vio  Tu  lio,  quien  para  tener  un 
conocimiento  esacto  del  estado 
de  su  puebfo,  mandó  que  luego 
que  naciese  un  niño  llevasen  sus 
padres  al  templo  de  Juno  Lucí* 
ÚB,  una  moneda  de  plata  de  cier« 
to  valor:  cuando  tomaba  el  traje 
viril  se  depositaba  otra  diferente 
en  el  tesoro  del  templo  de  la 
Juventud  \  y  del  mismo  modo 
eh  la  muerte  de  un  ciudadano, 
so  familia  tiacia  igual  ofrenda  al 
tesoro  del  bosqu^  sagrado  de  Ve* 
ñus  Libitina.  Cada  año,  la  suinii 
de  estos  diversos  slgttos,  lñ0M* 


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te  €QQ  eei^idwttbf»  tM  v«rí«da« 
Qeft  oeutridu  6»«l  ceofo  d»'  -  lof 
ciudadanos.  La  reljiioo  garaalia 
la  estricta  ejecacioo  de  aoikina* 
dida  prescrita  por  la  política  t 

Va'DAs.-^No  era  permiMdoá 
las  Yiiidas  volverse  á  t9f»r  w 
tea  de  haber  pasado  diex  meses 
de&pues  de  la  muerte  de  sa  ituir 
rido;  j  aquellas  que  por  raiooes 
particulares  do  podiau  en^en^r 
al  término  prescrilo>  daibi^u  ao«> 
tes  de  cooiraer  nuevos  lazM  sa- 
lificar una  vaca,  preñada  sobre 
los  altares  de  Jubo.  Esta  vaca 
llevaba  ios  cuariios  dprados  y 
adornados  de  g^iraaldas  de  .flOf 
res.  Delaate  de  ella  i,bau  varios 
hombres  cuyo  trije  y  lento  mo» 
do  de  andar  aouuciab^o  que  e- 
rao  servidores  de  los  altares;  y 
detrás  de  la  bestia  marchaba  Ip 
viuda  vealida  coa  ropaje  largo  y 
de  luto,  y  cuyo  velo  espeso  lle- 
gaba ba3ta  el  suelo.  Semejante 
institución  se  debió  á  Numa. 
^ara  ocultarse  á  las  miradas  del 
pueblo,  de  qi||en  teipia  ser  vis- 
la^  elejia  un  día  en  que  no  hu- 
biese iipiucha  reunión  de  pueblo; 
porque  si  este  la  divisaba,  el  ac- 
to de  relijion  que  iba  á  hacer  no 
podía  si|straerla  á  sus  sarcas- 
li^os^  porque  areia  vengar  la  de- 
cencia ultrajándola  mas. 
.  Divoncio.  —  Era  -el  divorcio 
peroiiMdo  por  una  l^y  de  fiómu- 


«8 

Io»,qii0 M  tH/^M  Us;  Aone  T*r 
blasi  pero  no  ae  ejMUtaba  siqf 
en  cincfinsiajsQias  estraMdinat 
rias«£aedifec|;|O.Rfr(enacia  sPr 
Umente  al  esposo>  iiuien  perdía 
todof  sua  bienes  sí  se  .separaba 
da  su  mulc^rsino^iitos  leJUir 
moj(}  la  mitad  en  p#ra  la  nior 
jar,  y  la  otra  mitad  se  consa^riif 
Jia  i  C«tres.  Si  eHd  era  culpable 
perdía  \qdo  su  dote.  Durante  lo# 
siglos  feliceS'  en  que  la  piíreu 
da^as  costumbres  triunfaba  del 
rigor  de  laa  leyes,  al  divorcia 
era  desconocido  en  Roma  i  ea 
fin,^^  aQo  520,  SpúriQ.Carvilip 
Ruga^,  intarpreii^do  rigorof^ 
m^to  Ia; obligación :,^úe  había 
jBontraido49 ,  4f  f  ciudadaiaos  fri 
estado,  se^wap^  ^e  sin  mii^ 
únicamenil^  porq^l^  po.taijiia  bír 
jos.  La  opinión  jpúblm  IftíCeur 
saró(  pero  ua  fatal  ejiantAlo  t<ü- 
vo  danMoiados  imitadoraff:  f»l  ví^- ' 
ciamisaitíS^ajipderdidií^Jo  qi^ 
solo  ae  habla  instituido  para 
contenerlo ,  y  por  todas  partas 
se  relitjó  el  laso  sapraijo* ' 

SielmjatrimoiM<^3«A9fti«  con- 
traído por  coi^afrf olio»  ^egno  al 
.u|o  de  los  sacerdotes^  sa  di^oU 
via  por  una  ceremonia  contra* 
ría  llamada  diffarreatio:  si  por 
coemptto,  er  aélb  qué  lo  rompia 
se  llamaba  nmáneipatio.  Pero 
después  llegó  el  caso  de  dispen- 
sarse esi{is  formalidades,  y  ba^tó 


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■^ 


'WnhbUa 


^  VonipteVto  ¿ettitite  dé  «iété  tes- 
tigos, quedando  libres  Mtrftoiv 
bos  esposos.  Esto  se  hada  edafn* 
Htí  la  iíeparaeieo  era  á  pÁieióh 
9e  las  dos  partes;  la  mujer  goar- 
tfafoa  eotoneés  lo  qué  le  perte- 
necía, y  mtícbas  veces  los  reg^i^- 
los  qué  ib  hablab  hecho  ett  1h 
boda. 

AwpiTEAtiio  (1 ).— Esla  pafái- 
1>ra  qtie  los  romanos  tomanHi  de 
los  gHegos,  es^i^esaba  uo  doMe 
íeútro,  6  para  espIiearDos  mas 
Claramente,  e(  teatro  represen» 
laba  un  sdmicíreulo,  y  el  anft- 
'teatro  se  componía  de  dos  semt- 
diñólos  reiHrtdos.  La  parte  de 
enmedia  dónde  pagaba  lá  ésce* 
tea,  !íe  llamaba  la  arena^  porqne 
«ataba  cubierta  de  nna  arena  fi* 
na  llamada  lo  mismo  en  latín 
úrmá\  esta  parle  de  enmedié  es- 
taba rodeada  de  una  mnrallaoir- 
cttlar  de  mas  de  doce  pies  de  ah* 
to,  sobre  la  cual  estaba  colocada 
una  ftla  de  asientos  destinados  á 
los  grandes  majistrados  y  á  los 
senadores.  El  qne  daba  los  jue- 
gos dominaba  en  dicha  illa  so- 
bre una  especie  de  tribunal,  y 
terca  de  él  se  colocaban  las  ves- 


(t)  Lot  combates  da  gUdiadoreí  je 
ejecut»roii  el  principio  eii  el  foro,  me» 
Úrdese  hicieron  á  este  rfeclo  anfiteatros 
de  madera,  y  hasta  el  tiempo  de  Julio  Ce- 
tar»  i!u709,  nofaeron  de  piedra» 


tales.  Detris  de  éste  paraje,  qtté 
se  llamaba  el  Podítim,  babf»  fi^ 
bis  de  asientos  que  se  estetHlfan 
y  elevaban  sucesivamente  hasta 
la  altura  del  ediflrio*,  y  de  íñ 
Misma  manera  'que  en  el  teatro, 
1M  primeras  catorce  gradas  es- 
taban- reservadas  á  los  caballea 
rosl  Sentados  allí  cómodamente', 
Un  orizonte  de  magniOcencia 
)iéMcia  desplegarse  á  lá  vista  de 
tbdos.  Óchente  mil  espectadores 
llevaiado  unos  las  señales  de  sb 
dignidad,  y  reviestfdbs  otros  con 
togas  brillantes,  presentaban  al 
pueblo  romano  bajo  su  aspecto 
mas  noble.  Oigamos  á  un  histo^ 
riador  contémpot^áneo  describir 
uno  de  éstos'combales:  '  . 

«Atentos  estábamos  á  lo  que 
«iba  á  suceder,  cuando  umi  an^ 
»cha  pqerta  situada  debajo  del 
i^Podium  Se  abrió  de  repente  y 
» vimos  entrar  eú  la  areoa  á  una 
atropa  de  jóvenes  altos  y  bien 
•formados.  Luego  qne  se  pre* 
asentaron,  arrojó  la  mucbedum-* 
«bre  grandes  gritos  de  alegría,  y 
«repitió  con  transporte  el  nom^ 
abre  díe  los  ediles  enrules  que 
)»daban  la  función.  Cuando  estos 
«hombres,  que  parecían  soldados 
jvporsu  continente  guerrero,  din* 
aron  un  paseo  por  la  arena,  nn 
«hombre  de  mas  etiad  que  ptiM** 
«cia  presidirá  lo  que  iba  áreri* 
»flcai*se>  los  unió  doi  ádos,  seU 


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■%émktfA. 


•em  ra  éMUtn,  éá  (utni,  6  so 

•éestretá;  después  con  espades 

ede  madera,  principiaron  otros 

•Untos  coml^etes  singulares  en 

iqné  todos  déspie^ron  nná  aji- 

'eHded  sorprendente;  pero  éstb 

usólo  eré  el  pfelodio  del  espi>c- 

vtácolti:  A  nna  séfial  que  hizo 

«uno  de  los  ediles;  de  repente 

vtocaron  la  trompeta,  los  cóm* 

»liallenfet  cesaron  sos  Jnefos; 

v^njéfenté  ^tonifar  las  armas 

vfljeras  de  que  se  hablan  seriido 

•liasta  aqnel  momento,  ?  lo^  ar* 

«Inócon  espadas  cortantes.  Kh^ 

atonees  su  aspecto  eembló  sdbi* 

•tamente^  miráronse  con  oJ6<  a« 

nnenatadtreSy  j  vi  con  espanto 

•que  lo  que  babia  tomado  por 

HinainraleerodegOerra,  era  on 

aeombate  real  en   que    carias 

HioRibrM  iban  I  morir  pera  en* 

«Iretener  á  los  espectadores.  Dos 

ade  nstoa  combatientes  estaban 

•delante de  noaotroa,  y  fui  lesli* 

ago  de  los  golpes  terrtbtes  que  se 

edieroov  Ya  «tatoaban^ya  re- 

•iroeedian  »  evitando  con  arte 

asas  mátaos  alaqima.  fi»  fin,  el 

amatdleslroó  el  mas  diettoao» 

•dando  «tt  selto   ácia  dn  lado 

•para  Iil>rar8e  del  golpe  que  itia 

•4  caer  solM*e  41,  aerprélMilen- 

•doásu  adrersario,  le  nndló  la 

vespadé  en  el  seno.  La  asamblea 

•con  voz  unánime  gritó?  ya  /• 

•Aa  dado.  Lá  pobre  Tíetima,  ck* 


•yendo  de  rodtfiaa,  beéd  ata  en» 
•mas  en  seffal  de  derrota,  y  le* 
•ventando  tas  manos  al  cielo  pa^ 
•recia  implorar  Té  compasión  de 
•los  circunstantes.  Al  jpdnto  to» 
•dos  ferantáfon  la  mano  con  el 
»pulgar  eslend ido;  creí  que  estA 
•señal  anunciaba  la  gracia  de  •<- 
•quel  desventurado,  y  me  enga* 
•Aa'ba,  porque  era  so  decreto  de 
•mnerte.  Apenaséf  lo  notó,  cuan» 
«do  presentando  el  cuello  á  sn 
•vencedor,  recibió  el  golpe  fatail 
•Uno8esdavossacait>n  el  cadáver 
•con  garfios  y  le  arrojaron  por 
•una  pequefta  puerta' llamada  la 
•puerta  Libitina,  del  nombre  de 
•la  diosa  de  los  funerales,  á  un 
•roso  en  donde  se  amontonaban 
«loscuerpos  de  estos  desgracia'^ 
•dos«  Al  instante  nuevos  actores 
•llegaban  á  ocupar  la  plasa,  y  lá 
•misma  escena  ae  renovaba  con 
•mil  circunstancias  diferentes;  y 
•así como  cuando  la  mucbetlum* 
•bre  qderia  que  el  vencido  mu*^ 
•riese  á  manos  del  vencedor,  es* 
atendía  el  poigar  de  la  mano, 
•cuando  un  vencido,  herido  mor* 
•talmente  resistía  aun  después  de 
»caido,loa  mismos  circunstaates 
•estendian  la  mano,  pero  con  el 
•pulgar  edcojido,  indicando  sé 
•le  perdonaba  la  vida.  Enton« 
•ees  el  mismo  vencedor  debiar 
•agarrarlo  y  conducirlo  al  pa* 
•raje  de  donde  babia  salido  pa^ 


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E#te  «i;^  el  fuebto  roiuapo,! 
•queiioi  iD«jUlr|idos  qfi^  wiir 
««bfm  elaieiii^ftio,  ib^táesümo^ 
UriQ  al  T99iQto  del  anfiteatro; 
aquelb4.y^il,a^Sx  que  cob  uáa 
•ola  mirada  saivebUD  á  yo  crimi- 
nal  que  iba  al  siiplicíp^  aquellas 
Tirjeoes  modestas  y  puraa  Teiao 
cpD  c||p  traf^quilo  las  cqpvuU 
atopes  d,e  |i|D.nuinbundo4.  sof- 
reían eo;  811  agoaíai:  y  con.  yn 
Jctslo  impío,  /provG^aban  ellas 
mismas  ^u  ,t!|lt^mQ.SHH^iro!  Es* 
traña.  inconsecuencia  qne  bacia 
aplaudir  un  triunfo,  odioso,  á 
aquel  mismo  pueblo  triiiaíadot 
de  todas  las  naciones!  Verdad 
es  que  el  objeto  cierto  de  tales 
diversiones  era^  acostumbriárso^ 
los  combates  y  aprender  á  de- 
rramar la  sangre  poi:  Ifi  patria 
sin  titubear. 

Coi|iBATEs  niTERsos.  ^^  Qtrps 
combates  babia^  entre  los  i^^ales 
nr.erece  mencionarse  el  llamado 
iiitrmt7/on^  palabra  salida  delgríe- 
go»  que  significa  pescado.,  El  glar 
diador  iba  armado  á  la  manera 
de  los  galos  y  llevaba  la^  figura  de 
un  pez  en  la  cimera  del  morrión. 
Estaba  .vestido  de.  .un,a ,  túnica 
corta,  y  tenía  un  escudo  y  una 
espada  corva,  %l  que  combatía 
contra  ^l»  tenia  la  cabeza  desnu- 
da; en  une  ma^  llevaba 'UA  trí« 
dente  acerado  y  en  la;.. otra  una 


re^,  por  lo¡<iwl4MMJlMt  #|  mm 
br^ úer^iariuí.  Debia^aervifk 
para  enredar  Ja  cabera  i  sp  ndr 
▼eraariot  De  cuando  en^maipito 
Iegritaba:;4siatil0,.(rala,  daloila; 
na^áti  á  qui$myo  quiero;  $m$^ 
tu  pwai^.  Si  el  retiarMí  copiaa* 
,guia  cojer  el  mirmillop  enre- 
4indole  €;on  su  ted^  lo  majtaha 
con  su  tridente* 

Los  romanos  en  su  Hijeínioaa 
J>arbá rje  parece  q^e  se  apliiQa)|i&^ 
á  mirar  la  mMerte  bajo  todos  sus 
aspectos,  y  que  babian  querido 
apurar  todos  los  medios  de  dar- 
la. En  fin.  Piara  pintar  de  un  re», 
go  solo  el  orror  de  aqueUm 
Juegos  tan  alabados,  basta  deeir 
que  los  vencedores  Introdoeiao 
aus  manos  en  las  heridas  de  sos 
vencidos,  levantaban  esle  san- 
griento  li>QfeOi  y  con  aifaeHa  ae^ 
cíon  tan  esQcrable  ác:  atraían  las 
aplausos  de  la  multitud,  y  sali»- 
fecbos  k)s  espectadores  se  retira- 
ban á  sus  easas  tranquilamenle 
de  I  OS' placeres  nue  habian  gas- 
tado.    ,  ,  ,     .   . 

Guando  se  aounotaban-  estos 
espectáiCttloSi  el  que  los  daba  pe* 
nja  enun  cartel  ^el  numero  jde 
gliadiadoresqüe  debía  figuraran 
elloSjty.  tenia  gran  euidadode  re- 
cordar el  nombre  de  los  fuas  cé^r 
lebres  que  tomaban  parte.  Los 
combatientes  estaban  obliga4os  ii 
presentar  sus  armas  pai^s  ver  si 


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léÉTAIfA. 


«r 


éf^É'  MttTorttlei  iloi  reglimen- 
tos.  Dábase  á  los  gladiadores  di  fe* 
Motes  ooiabres^  sei^nn  sa  mane- 
ra de  combatir,  y  la  naturaleza 
tfe*las armas  de  qUese  senrliín. 
Los  trátits  edrtibatfan  con  Ta  tro- 
eldifr6esi^tf  k  h'  manera  tra- 
^a  y^n  eseudo.  Los  retía  ríos  j 
los  mirmillones  como  ya  hemos 
dicho.  Los  homopldcoÉ  armados 
delXMhs  ^zas:  los  dtmacAeros, 
ósoldados^tomolos  de  la  eaha« 
Iteria  iQiiGedóhica,  y  qne  erhú 
nna  especié  de  drafíones,  tenían 
un  pañal  en  cada  mano.  Los  esa- 
dm'Uíé  Gom batían  sobre  los  ca- 
rros: los  tffHffibares  estaban  á  ca- 
ballo; venidadoS'  los  ojos  ó  ron 
una  celada  siii  videra:  ím  taquea- 
rm    no  tenían  ibas  arma  que 
un  nudo  escurridizo  6  lato  pa- 
ra apresar  á  su  contrario:  los 
bvstoaHós  combatían  contra  las 
bestias  feroces;  y  se  llamaban 
büsttrarfot  de  bwtum,  quesig- 
uiñtñ  oguéra^  los  que  combatían 
en  los  Juegos  fúnebres.  En  fin» 
b¥bia  otros  llamados  $amnita$, 
que  iban  k  Ids  festines  para  en- 
tretener k  loa  convidados  con 


M  destreza.  Estos  tomaron  este 
oombre  por  osar  de  la  armadura 
de  los  naturales  de  Samnio/  no 
I  te?  aben  armas  ofensivas;  y  por 
eeto  los  demásí  "gladiadores  los 
miraban  con  desden. 

JuEQos  FieEAias.  '^Qélebrá«> 


béiise  esfM'Jtiegbf  en  eteit*co,  f 
en  tiempo  de  primavera,  época 
en  qt^  Plora  prodigaba  sué  te**' 
SOTOS.  Seria  ofender  al  ptídor  el 
tratar  d^  describirlos,  y  por  lo 
tanto  decimos  únicamente  que 
ana    multitud    de  mujeres    a* 
bandonaban  á  la  vez  ei  lebgna* 
Je  y  el  velo  derpudor^  y    mu- 
chedumbre  Insensata    aplaudía 
con    traiisportes  aquellos    ver- 
gonzosos espectáculos.  Los  Jue-» 
gps  florales  se  celebraron  en  R«>- 
ipa  1^  primera  vez  el  año  513; 
y  no  se  veriQcaban  sino  en  cir- 
cunstancias particulares;— el  añd 
580,  k  consecuencia  de  una  larga 
esterilidad  se  los  hizo  anuales. 
Trabajb  cuesta    concebir  cómqf 
hohjbres  ya  Ilustres  babian  po- 
dido pensar  a  pfáidar  á  los  dioses 
irritados  nttra}ando&  id  virtud. 
Los  censores,  siempre  tan  zelo- 
sos  por  et  hiantenimtento  de  las 
costumbres,  no  se  atrevían  á  re- 
primirdesórdéoes  que  se  cobrian 
con  ei  vetúf  de  la  rélijion;  y  pue- 
de decirse  que  el  deseo  de  agra- 
dar al  pueblo  era  superior  al  te- 
mor de  corromperlo.  Vióse  al 


severo  Catón  abandonar  estas 
fiestas  á  i^ue  i^istia,  para  dejar 
al  pueblo  gozar  sin  encojtmfeolo 
dé  los  placeres  que  tarbatni  su 
presencia,  y  que  no  podia  per- 
mitir su  virtud. 
TBATáo^  DBCoiucioifÉSi—En  el 


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88  HUTOiO^ 

lealredé  um  naeioa  a»  donde  f  mifiar»  agiaf  prQ9Mi.to4«fU'fl 


priRcipalmabU  le  aprende  «  ce* 
nocerlaoMjor.Sles  qoble»  Jamás 
i0  degradará  CO0  caadros  yc^- 
gonzoso^;  j  si  está  eñvilacida^ 
jamás  ofrecerá  rasgoa  aoblimeá 
que  DO  pueden  ser  sentidos  sMo 


carácter  de  aquellos  para  quie* 
oes  ha  sidq  becba;  imájeo  eaaete 
de  la  vida  prirada;  ae  apodera  dA 
sQs  detalles  aiaa  peqaeQos*,  a^ 
puede  agradara!  po  es TOfdada-^ 
ra,  y  uo  puede  aer  verdadera  aiii, 


por  almas  jepero^as.  Los  griegos  i  pooer  de  manifieatot  «1  alna  dei 
bao  sido  superiores  á  todos  los   que  la  escucba. 


pueblóSj  pprque  bao  elevado  la 
^cena  al  mas  alto  punto  de 
gloria.    - 

En  vaDoaa  dirá  que  un  escri^ 
ior  puede  diferir  del  resl<^  de  su 
nación;  ^in  quererlo  l^ace  el  re- 
trato de  ella.  Todo  bombre  tra- 
baja para  ser  aplaudido»  y  aplau- 
dimos lo  que  está  conforme  con 
nosotros  mismos.  Por  pomposa 
que  sefi  la  trajedia,  está  sujeta  á 
este  principio.  Tomando  el  hom* 
bre  en  aquellos  momentoa  es- 
traordinariosen  que  la  pasión  lo 
transporta  sobre  sí«  lo  represen- 
ta á  la  verdad  bajo  el  aspecto 
mas  imponente)  pero  no  puede 
disfrazar  sus  rasgos  esenciales 
sin  faltar  enteramente  á  su  e- 
fecto.  Que  ponga  Hércules  sobre 
la  escena  y  conservará  su  carác- 
ter agreste;  Aquiles  en  ella  será 
siempre  impetnoao^  UJis^  ma- 
nifestará su  inclinación  á  ia  as- 
tucia^  y  á  pesar  de  las  variacio- 
nes que  los  distinguen,  todos  o 


El  nombre  de   Hittrüm  con 
que  itidistintamente  ae  denomi^ 
naba  á  todo  el  queaubi^  al  .tea- 
tro, se  derivaba  de  la  pad^bra 
HUíere,  que  en  lengua  etrosoa. 
espresaba  ,qn  danian^  póbliccu 
y  manifestaba  á  la  Tea  la  debiii^ 
dad  del  arte  en  aa  infama  y  la 
poca  ccHisideracion    que  tnvío. 
B(  año  de  Boma  393^  fué  la  vea 
primera  que  se  vieron  edtabte* 
cerse  dentro  de  sus  muros  estas 
cuadrillas  basta  éotoncea  de  va- 
g^abundos.  Gomaoicándose  ,á  ñUA 
jefes  el  gusto  del  pueblo  á  ealaa 
representaciones^  bubo  especia-* 
dores  mas  delicados  qijie  lo  fueron 
depurando  por  grados,  y.  el  co* 
nocimienlo  del  teatro  griego  le^ 
dio  la  perfección  da  qne  eran 
susceptibles.^ 

Si  la  importancia  que  un  pue-» 
blo  concede  á  las  artes,  y  la  ma** 
ñera  con  que  trata  ajos  que  las , 
ejercen,  dan  la  medida  de  los, 
prqgrasoa  que  ba  becho  ea  ellas, 


frecerán  el  jénio  de  so  n|icion/|  Roma  antigua  está  mpy  lejos  da 
La  comedia,  dascubrcí  de  fipalja  Grf)Gia«.  JS8q|ii!Í(^»  Sófocles  y 


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WUÁWA, 


89 


Eorfpiílet  fiteroD  eofiUdcn  en  el 
MMero  4t  las.|iéco0ft|  p«ro  no 
•8Í€B  EoiM  M  dM^  la  opl- 
Bion  fábliiM  degradaN  &  los  ae* 
tares»  y  los  aaem^aba  á  los  bu* 
foMs  descarados  qii^  haeian  ra^ 
borhar  ata  virtud.  Un  senador  ó 
«a  cAialleroi,  tomiaa  acercarse 
i  no  cómico  ea  un  sitio  público; 
no  sealrevian  ni  anu^á  recibirlo 
en  su  casa; y  de  este  modo  le  om- 
bligaban i  despreciarse  i  sí  mis- 
mo, y-  á  abandonarse  k  los  vi« 
eios  que  se  le  suponía.  De  ad- 
mirar es  cómo  unos  liombres 
que  sabían  apreciar  1^  elocuen*- 
cia,  y  que  tan  gram  cubado  po<« 
nian  en  el  arte  de  la  declama- 
ción, desdeñasen  kaata  este  pun» 
to  á  los  que  podían  darles  prove- 
chosas lecciones)  un  desden  be* 
redHario  soperalMi  el  descoque 
tenian  de  iostrnirse^  y  la  opi* 
níoe  consagraba  la  injusticia.  En 
Roott,  eomo  en  Grecia»  losespec- 
ticulos  eran  nlia  parte  de  reli- 
Jion ;  todos  habian  sido  insti- 
tuidos en  nombre  de  los  dio- 
ses; y  no  habla  fiesta  sin  fun- 
ción teatral.  En  todas  partes  han 
mirado  los  hombres  como  e- 
manado  de  la  divinidad  lo  que 
tiende  á  reunirlos.^ 

El  interior  del  teatro  se  di- 
Tidia  en  tres  partes  distintas: 
la  escena,  en  donde  figuraban 
los  actores,  los  cuales  estaban 

VOIIO  \ÍU. 


sepwados  de  la  vista  del,  pú- 
blico por  un  telón  qo^  se  bá^ 
jaba  y  encojia  en  la  delantera, 
del  teatro  al  principiarse  U  re«f 
presentación.  Después  seguía  la 
orquesta  (orehesíra)  colocada 
siempre  en  forma  de  semicírco^ 
lo  delante  de  la  esfena  j  ma| 
baja  qqe  ella.  En  Grecia  est^  lu^ 
gar  estaba  destinado  i  ios  mi^ 
mos  y  i  los  bailes;  y  en  Roma 
estaba  reservado  únicamente  i 
los  senadores  y  á  las  vestales. 
Hoy  ilaipamos  nosotros  orquesta 
á  una  reunión  de  músicos.  Den 
tras  de  la  orquesta  estaba  el 
teatro  propiamente  dicho,  y 
allí  se  sentaban  losespectadoreSk 
Estaba  formado  de  gradas  circo- 
Ures  qiie  tildas  correspondían 
í  un  mismo  centro,  y  s^^  eleva^ 
han  y  estendian  i  medida  que  h 
iban  alejando.  El  púmero  de 
gradas  no^áAjo^  sínq  que  es- 
taba en  razón  de  |(  elevación 
del  edificio.  Giida  piso  estabn 
dividido  en  nufve  gradas,  siete 
de  las  cuales  correspondían  á 
igual  número  de  las  categorías 
de  los  que  estaban  sentados;  y 
el  espacio  comprendido  entre 
las  otras  dos,  formaba  una  gale* 
ría  que  separaba  cada  piso.  El 
pórtico  superior  tenia  asientos 
que  las  mujeres  ocupaban  con 
preferencia  por  estar  af  abrigo 
de  las  injurias  del  aire. 
12 


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§(í  HKrrotu'' 

^'A  la  entrnda  del  teatro  hnbia 
muchas  personas  cuyo  empleo 
era  acomodar  á  los  asistentes  se- 
pan sa  rango  y  dignidad.  Esta 
distinción  ñola  habia  sino  en  los 
jneíios  escénicos-,  pues  en  el 
Circo  cada  uno  se  colocaba  al 
acaso  y  sin  ninguna  distinción  ni 
preferenria.  Cuando  en  el  año 
608,  L.  Mumnio  destruyó  á  Co- 
rínio,  trasladó  á  Roma  los  restos 
de  su  teatro,  á  fin  de  embellecer 
los  juegos  que  debían  añadir  un 
lírillo  á  su  triunfo .Paraempiear 
de  una  manera  conveniente  a- 
que  I  los  magníficos  restos,  se  cons- 
truyó UD  teatro.  Las  decoracio- 
nes que  le  embellecian  recorda- 
ban la  elegancia  griega. 

Ai  bajarse  el  telón  del  teatro 
se  anunciaba  á  los  espectadores 
el  nombre  de  los  actores  y  elpa- 
{>elque  cada  uno  debia  llenar,  y 
al  punto  la  pieza  se  principiaba. 
En  los  teatros  griegos  era  cos- 
tumbre el  hacer  entrar  en  su 
construcción  grandes  vasos  de 
bi once  que  servían  para  llevar 


la  voz  hasta  lasestremidides  del 
edificio;  pero  los  romanos  pre* 
firieron  á  este  medio,  que  se» 
gun  ellos  desnaturalizaba  el  ór- 
gano del  actor,  un  tocador  d« 
fiaula  que  soslenia  su  voz  cuan- 
do se  iba  debilitando,  ó  que  lf> 
atraía  á  tonos  mas  bajos  cuando 
se  estraviaba;  y  servia  este  flau*» 
tisla  también  para  dar  la  ento- 
nación al  nuevo  actor  que  en- 
traba en  escena. 

A  veces  sucedía  que  en  un  en- 
treacto  ó  en  el  espacio  deunai 
pieza  á  otra,  algunos  espectado- 
res sacaban  palomos  de  su  se- 
no, y  después  de  haberles  atado 
un  pápela  la  pata»  los  lanzaban 
al  aire»  y  can  (os  aplausos  de  la 
multitud  traspasaban  el  teatro^ 
con  lo  cual  no  hay  necesidad  da 
decir  que  estos  ediíicias  na  esta- 
l)«n  cubiertos.  Aquellos  palo- 
mos que  se  arrajaban  al  aire, 
eran  correos  que  algunos  mari- 
dos enviaban  á  sus  mujeras  cuan* 
do  el  espectáculo  se  prolongaba 
mas  de  lo  ordinario. 


{   ;eobi 


91» 


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CAPITULO  <VIIL 


dl¿,  ele.  '  ••;        .''.'*.-.*.':  •,'.  .     . 


V  amos  i  Ttir  icomo  «m  pueblo 
iiácienl^efttratt](Mtiá4Dda  eifiecfe 
dé  )deiMra,viiiteoló  rtaolmflr  iMia 
4elasaM  griadM  <lifletiifMto6 

aet  telvili£a)4as>  I  iitflU  qué  |>iiiir 
fto  seíécircarM  ifcsii  objeto.  Bá^ 
fóQlodfóálMraiMiiMitM.  pri- 
-oicHs  BoekMMA.tdé  'U  diviaton 
del  tiempo.  Deauüladb  péraptcto 
4nra  oo  «oeocer  m  jnfluencía 
eóbre  m^íf^rlm  eft  que  el  Jeaio 
«ismo  quiere  ter.  teaienido  por 
^Bt  Unpk,  Bérle  ^  obtefvaeior 
-aes,  pensó  inatf  bien  en  eelMia* 
ijer  le  pri«ieni«eceiidad  de  ana 
aecieded  paoteoM^  qM  en  llegar 
á  «na  ésacttittd  rígotosa,  dejan- 
jdoá  la  esperieneia  fOir^iH*  k» 
erroret  qoe  éi  no'  Jbabia  podido 
.e^itafé  Dividid  el  aBo  et  diez 
oesea»  €onÉuattde  el  prjmeit) 
-eli  el  fKinel*  dia  de  nárw,r  y  e^ 
Mil  eher neti  y ftflaettte  de  lr«iiiuá 
41  treinia  ]^rnA>diaiv  llampo,  pre^ 
^inide4^i^.tnipieebii  elMitOo 


Tolfer^l  mismo  puto  dd  qi^ 
s#nte«  Rómnlo  cooocfa)  el  mqr 
m^nto  la  jiiesa€4it9d  de^toe&k- 
<^l^  T  Vliao  qoe  se  aftadieseíii 
eedaifioisi  ntWMiiod^iaa  ¡Mr 
eeserio^  para  qoe  el  peiei^rQ  4f  1 
ilOo  cetreafioiHlieee  pwtt^ntt^ 
mee^  M  mtvmo  peolpid^^e^^. 
Nuqm  dii4iiU(|ef!y9f^4lMWq«- 
dBo(ese«d4s.mA^$'i|ffq  IImiíí 
e^em  y  fflbríiroi  frMjCAlA«4ffit«i 
del  meada  ea4ur«axM(aM)#Si(}iB|^ 
el  eAocpmeniMdqt  fliuM^ql^ 
el  primero  d*i6qeir^.#pflíipp©}v- 
driajdl^doce  miisef^  ei  f  cÚOí^ 
del  cual  teodrie  v#ie4ifl««ve|iiae, 
et$egoiid«  v^iqtiocAko.jiioeptfos 
üitarneUrMaente  Arei^Mií  y.  uno 
y  vekiiirtaeyfl,  e^^pio  afftí««»* 
Are  Umbien4f  ?eiAHf«eYjB»  £1 
ai^eotoo^^  fil^  en  an  totaildid 
detreacieiHof  eine^ente  jr  eiaw 
4iat«  Esjle  fdmpuio,  mea  OMeto 
que  el  eolerior,  epa  toduvia-  4e- 
Ce^tpow:  CRQociAfiqMa^  falt^a^ 
.flMi%dMi^4bi«  pera  compfM* 


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92 


HlSTOniA 


der  la  revolución  solar,  y  se  re- 
medió esta  falta  intercalando  un 
mes  de  veintidós  días  al  fin  de 
cada  dos  años,  y  después  de  los 
dos  siguientes,  otro  de  veintitrés 
dias.  Este  mes  suplementario 
fué  llamado  iferAedontus  en  o- 
nor  de  la  diosa  Merkedona,  pro- 
tectora del  comercio,  á  la  cual 
se  consagró. 

De  estos  años  designados,  el 
termino  medio  era  de  trescien- 
tos sesenta  y  seis  dias  y  un  cuar- 
to. Habían  traspasado  mas  allá 
del  objeto^  y  para  volver  á  él, 
dispusieron  que  en  vezdeañadír 
veintitrés  dias  á  cada  ocho  años, 
se  añadiesen  solamente  quin- 
ce, lo  que  llevó porúltimo  el  año 
al  térmiio  preciso  de  trescien- 
tos sesenta  y  cincodías  y  un  cuar- 
to. El  gran  pontífice  fué  encar- 
gado especialmente  de  velar  en 
'  el  mantenimiento  del  calenda- 
rio, y  de  hacer  conocer  sus  épo- 
cas al  pueblo  romano.  Arbitros 
de  la  duración  del  año,  se  les 
vio  prolongarlo  ó  acortarlo  por 
consideraciones  puramente  per- 
sonales, y  arreglar  la  marcha 
del  tiempo  por  las  operaciones 
de  la  política.  Otros,  sin  permi- 
tirse infracciones  tan  graves,  a- 
vaflzabnn  ó  retardaban  ,  según 
su  voluntad^  las  asambleas  que 
debian  ^erifí6a^se  en  dias  fijos; 
áe  manera  que  los  errores  se  au- 


mentaron y  hubo  en  el  calenda- 
rio gran  desorden  hasta  que  lo 
arregló  Julio  César. 

Para  hacer  conocer  al  pueblo 
el  número  de  años  transcurri- 
dos, iinajinaron  fijar  toilos  los 
años  un  clavo  al  lado  derecho 
del  altar  en  el  templo  de  Júpi- 
ter; pero  en  adelante,  habiendo 
cesado  la  ignorancia  que  hizo 
necesario  este  método,  se  coi)- 
virtió  en  ceremonia  relijiosa  pa- 
ra alejar  las  calamidades  públi- 
cas. El  onor  de  clavar  el  c/ai?o 
sagrado  se  concedió  primero  al 
pretor,  después  á  los  cónsules,  y 
en  ñn,  al  dictador  nombrado  ú- 
nicamente  para  este  objeto^  en 
laá  críticas  circunstancias  que 
tantas  veces  amenazaron  la  ec* 
sistencia  de  Roma. 

Cada  mes  se  $ul)dividía  en 
tres  partes  desiguales,  que  se  Ua» 
baban  calendas,  nonas  é  idus*  Las 
calendas  correspondían  al  pri- 
mer dia  de  cada  mes,  y  com- 
prendían on  cierto  número  de 
dias  tomados  del  mes  preceden- 
te. Las  nonas  seguían  á  las  ca- 
lendas^ y  eran  de  seis  dias  para 
los  mesi^s  que  traían  treinta  y 
uno,  y  de  cuatro  para  los  demás. 
Los  idus  venían  ocho  días  des- 
pués de  las  nonas.  Los  dias  res- 
tantes se  añadían  á  las  Ciiieiidas 
del  mes  siguiente,  y  cada  una 
de  estas  tres  divisiones  se  con*- 


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mvfHAi 


'89 


lo. 

Pongamuf  in  «J^mplo.  El  1.^ 
4e  llano  era  «1  éia  ám  las  caNiK 
iha  4é  osle  owk.  El  SR4e  «ekre- 
«^M^élaagmido  de  !•§  aalen** 
:éaa4aoiarap»el9!7  ora  el  Ur^ 
ooto»  el  SG^I  edarto^  j  $ñt  aoco* 
aíramMijtoi.liaala  el  13,  primer 
dk  46  hM  idas  de  lebrarq;  el  13 
eraolaegoAdode  losiétttdefe* 
b^ero^^  ll-era  eHeraere*  y  del 
nlfloianiodolmla  el  5^  qae  ra* 
•ia  d  iirioierdia  de  latoouas  de 
febrera;:  el  4.  era  el  segaodo»  el 
3  «8  el  terafro^el  i  era  el  eitar-r 
lo,  j  el  1«^  de  fobrero  era  el  pri» 
mero  de  las:  calendas  de  eSAe 
«es^  1^  el  Damero  de  dias  qtie 
debiaor  fomarJas  caleodas  de 
febrero  sé  kimaba»  atrás  sobra 
el  fliesde^enerD. 

fie  éste  modo,  los  idos  erao 
eoHlanleiMste'deoelio  diasijr 
caiaa  el  13  del  mes  si  esto  tenia 
veinlfRuera  dias,  y.  el  15>  si  te- 
ola  iraleta  y  uno.  Llamábaseles 
asi  del  verbo  e«rurlo4<iimrs,  ^iie 
sigiúAea  dividir,  porque  di  vi* 
dian  el  i  mes  eaitos  partes  east 
iguálese  < 

Las  aouas  eraa  ilexuatro  dias, 
si  el  mes  teaia  Teiiilinueve,  y  de 
seis  sr  leiiia  ireiala  y  «oo;  y  por 
coaslguieiite  eramel&óell  der 
eada  mesL  Too^abao  se  oombre 
de  la  palabra  lattea  fiobi«f»  no-^ 
Teiie^  porqve  teniadlÉuetq  dias 


de  iotonrato  delde  etpfteerode 
los  idosi  ! 

Las  raleodas  comprandlaii  el 
rallo  del  mes,  loosaado  siémprf 
el  tüttlodel  mes  que. iba  á  se* 
giiir,  y  coQclulaoel  día  és  los 
idus  del  mes  precedeolo. 

Esta  manera  de  eompotar  por 
oaa  marcha  retrógrada,  el  tiem- 
po qtw  siempra  adeleoia,  pera-' 
ce  muy  estrada  desde  luego,  f 
eoesta  trabajo  comproeder  que 
elsiguieete  diadel  primero  de 
las  calendas,  ftieseel  cuento  de 
las  ooeas.  La  raaoo  de  esto,  se-^ 
gen  la  opinión  de  un  historia-^ 
dor^  es  que  lodos  los  pueBloar  do* 
taban  de  una  época  Hegfcda  ya/ 
y  al  contrario  los  romanos»  áé 
ena  época  veoiderayqtteespe<i¿ 
raban.  Así  el  dia  1.^  de^ marzo,, 
siendo  el  primera  dcf  las  raleón 
das  de  este  mes,  al  li  de  febre^^ 
ro  se  hubiera  llamado  eideei* 
meseslo  dia  aptesdelascaleo-i^ 
das,  al  siguieale  se. hubiera  lla^ 
medo  el  deeimoqeinto^at  otra 
el  decimoeearto,-eto^  y  por  uoai 
especie  de  abreTiatojta,  pfe^opia: 
del  Jeniode  la  lengua  latina^  en. 
ves  de  decir  UU .  diú  anU$  de  ios < 
ealendoB,  se  hubiera  dicho  sim^ 
plómenle  kU  áia  de  itm  talenias. 
Esta  esputación  se  esliendo  á. 
los  idas  como  á  las  noMS}  y  pa«»i 
rece  anunciar  ai  pueblo  .mas.  o«» 
copadp.  d.eL  porvenir  que  del 


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inrroRiA 


tiempo  qqe  pa^ó;  Me$  como  (i«^ 
bian  ser  los  primeros  romíuios. 

Cüda  dta  de  las  calend»s,  los 
pontífices    llamaban    el  pueblo 
al    capitolio  y    allí  publicaban 
en  alia  voz,  el   numere  de  los 
dins  de  calendas  ,  la  época  de  los 
idus,  la  duración  de  las  nonas, 
y   ÍJis    obtigacijues  del   pueblo 
durnnle  el  mes.  La  palabra  Ca* 
iemle  viene  de  calare  que  signi- 
íica  |»roclamar.  El  conorimíenlo 
de  los  tiempos  y  el  destino  ú^i 
rada  dia,  forman  lo  que   ius  m- 
nianos  llamaban  fastos.  Los  pon- 
tíüces  tenían  ellos  solos  el  secre- 
to; ya  hemos  visto  como  el  edil 
cúrul    Flavio    lo  hizo  público. 
Desde  aquel   tiempo,  los  fastos 
grabados  sobre  una  columna  de 
bronce,  estaban  al  alcanée  de  to« 
dos  los  ciudadanos,  sin  que  los 
pontífices  tuviesen  necesidad  de 
instruirse  en  ellos.  Las  princi- 
pales ceremonias  que  estaban  in- 
dicadas porel  calendario  se  lla- 
maban f$rim  stativw,    fiestas  in- 
móviles, porque  volvían  en  días 
fijos.  Las  otras  menos  importan- 
tes^ se  anunciaban  en  cada  curia 
por  un  gritador  público  ó  prego- 
nero. 

Aunque  las  calendas  de  cada 
mesestuviesen  consagradas  á  Ju- 
no, el  primer  día  de  enero  se  de- 
dicaba particularmente  á  Jano, 
cuyo  nombre  llevaba.  Ofrecíase- 


le  una  torta  llamada  januafj  ha 
cha  de  higos,  de  dátiles  y  ]c(*h1^ 
cuya  dulzura  espresaba  un  feliz 
agüero.  Todo  el  día  se  consagra- 
ba á  los  placeres  y  regocijos  pú^ 
blicos,  pues  se  suponía   que  el 
resto  del  año  había  de  resentirse 
de  las  disposiciones  en  que  esta- 
btin  al  principiarlo.  Los  romanos 
se   hacían   en    semejante  época 
muchas    visitas  y  sd    enviaban 
pequeños     presentes     llamados 
sirenm.  Los  artesanos    trazaban 
sus  obras,  indicando  por  este  li- 
jero  trabajo  el  uso  que  contaban 
hacer  de  su  tiempo.  Había  gran 
cuidado    en    no    dejar  escapar 
ninguna  palabra  de  que  se  pudie* 
se  sacar  un  mal  presajío*,  y  en  es- 
te mismodia  tomaban  los  cónsu- 
les posesión  de  su  empleo  después 
de  haber  sacrificado  en  el  capi- 
tolio dos  toros  blancos  que  nun<f 
ca  hubiesen  sufrido  el  yugo. 

El  9  venían  las  agonales^ 
fiestas  muy  antiguas  instituidas 
en  onor  de  Jano,  bajo  el  nombre 
de  Agonías  (dios  que  también 
presidia  á  los  negocios).  En  estas 
fiestas  el  rey  de  los  sacrificios  o- 
frecía  la  víctima  de  un  car- 
nero. > 
El  11  se  celebraban  lascar-» 
mentales,  instituidas  en  memo-, 
ría  de  Carmenta,  profetisa,  ma- 
dr«  de  Evandro^  rey  d^  Ita- 
lia, que  daba    sus  oráculos  en 


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átt>rifti4fiiftr'él^5  y  le  Mra&bim 


eiMÍAirf  éoh^ÁftftrA^  g  Éúpnér\    t^v^pmir^. 


WMm*H«inlM(h"ftftir«^:*^l¿Q  los 
Mué^^he^H'loá  lóéaHiM^eá  de 
flauta  c«6r^M  fior  Té  dadad  vet^. 
thhftá^é  nrtlfjeri     •     '      ■ 


itraattar^s;  jr  eo  «rietüi^/  se 
e6l«brMftfi*pit  Iba  tóMpie^^  lana- 
pío  verdadero  de  t/hftfdftrtoidari 


Kl  t5  rnfofit  kñs4$ip€teM¡m,  es 
que  ffeaacrificato  üm  tmUm  ud 
*oaPfl«. 

El  17  ae>ceiébrabtti>ílat9fiírt«' 
vmks  instUiiiáafl.  por*  Naim»^  m«é 
oivor  de  Qoirino^Húmllla.  LJa«i 


f/nna,  t^ra  -^ü^tM^er  el  Jí^rmcnr ;  mábaaelH  vulgar«íiMte.to  fie$ía 

i^to$loeim,  porqoe  toa  qae  h»^ 
biinomiUil»^r  olvido  j6  igoo«» 
raaeia  ja  ll•^U  «unribto  de  Jaa 
famaeales.  ó  fieata  de  i  ioa^raos^ 
qae«a  baci*  eobndb»  «e.ioalaba 
eHrí^o,  aaierMIaAad  'á  Qslríim 
p«rh  eafíiar  ao  faítai '  ^'h  i'  . 
Bh  19  vevln   UnMm  4qI 


dichoso  ée  4u9  siembraa  eorrfiíi*« 
das  á  la  tteft^ftt.  El  27  e^teb»  de^ 
dk-Hdo  á  <:ástoi*  y  a  P61t«t. 

£1  SI ,  •eélel^«1»a  etiAi  eiial 
efi  au  easíi^^liÉ  Ñeslb'de  fos  dfó^ 
aes  F^énáie$^  <A^df  vkiMade^  pi^i»*: 
lé^eiarifs'dV  fia  fiíniñkia  ,  y  t»¿ 
nocesatrib^  (lteitM$eAÍrk>i  He    lo» 


JLtfres;  jtuésMi  |m>pidinente  lui  ,/tr,mé»;^mú  ^Éorde  toií  maneai 

nKnl€<8  de  lof^^iiitigaos.  |  E«i«*i<MOi<m«y  iuitigttii  Alé  daa«^ 

Febt^o'  e^áb«  b^j&  lá  |>ró-  ¡  «ttldifda  *por  Inafeho  «ttonipc^  M 

tecctoo  dé  ÑéjptMty.  Eaie  méí^   pelle«aMital»ehida4,'yidic«a 


éfá'ifé^tMado  á  lossacrtQcioa'es- 
phitoHos;  Y^athi  Ubleúer  de  %» 
dioses  et|)^fdbti  de  tas  faltas  4tte 
el  pueblo  toáíártio  babia  (lodidití 
cometer  en  él  dtScttrso  d^i  afto/ 
que  eti  otro  *lfémpó^acabAW  ti 
pHmer  "día  dé  este  mes.  Lói 
tiStúhiókkxJti^Mú»  en  ^t  c«t¿d- 
darlo  uo  alleraiH)tie(  óMeb  Hdéi 
las  cerémpiilaa^i'érHJios'as. 

En  los  idtts  dé  febrero,  irenfM' 
laS  llestaii  dé  f  aimá^  eh'V^  elai- 
dad  se  veriflcabaa  eo  ui^Ü  jat4 


[  que  frvMiiba  'saMréi  ÍNiasepul^ 
caos  las  ieaibrají  id0l>s.inü«ri€>a 
MÍw^UMlfr^  MillldiHi  oapftDloeoaf 
fmt  kiifuoUeiptttabta'ierte  las 

^  El  MtoreaHi'dw^nilaiá  loé 
roBnqnqa^y  Uenabaieliwiifim)  diat 
fñfg^íj^liijráinienfroettmU^^  lU 
kerlaé^que'  'CüttrigOierodj  nrio^ 
jMrel#  éai  *Roéia  á  ''Dirqsiod,  >r 
desiruyeodo  !•  ^iguldadJ  réoL 

í.    n   'h-  .     ..\;  -    "i    :í 


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96 


HISTOBTA 


El  27  se  cetebrahan  \n$  equi^ 
ñas,  ó  fiestas  íie  carreras  de  ca- 
ballus,  inslituidas  por  Rumulo 
en  onor  de  Marle. 

Kl  mes  de  marzo  estaba  con- 
sagrado á  las  mayores  solcm- 
Didades:  este  mes  abría  el  a- 
ño  ;  tos  hombres  cousagraban 
sus  primicias  á  los  dioses  que 
les  habían  concedido  el  benefi- 
cio (le  ellas.  Por  una  eslravagan- 
cia  que  no  se  puede  esplicar,  es- 
te mes  que  llevaba  el  nombre 
de  la  divinidad  querida  do  los 
romanos,  estaba  bajo  la  protec- 
ción de  Minerva. 

En  las  calendas  de  marzo  se 
encendia  el. nuevo  fuego  sobre 
el  altar  de  Vesta.  Se  renovaban 
los  ramos  de  laurel  que  rodea- 
ban los  hazes  de  los  lictores,  j 
los  que  decoraban  la  puerta  de 
los  ílamtnes  y  la  del  rey  de  los 
sacrincíos.   Se    celebraban    las 
Ancilia$  ó  fiestas  de  los  escudos 
sagrados.  En  el  mismo  día  se 
verificaban   las  Matronales,  ob- 
servadas relijiosamente  por  las 
madres  de  familias,  en  memoria 
de  que  en  semejante  época,  las 
sabinas,  arrebatadas  de  su  pue- 
blo, restablecieron   la  paz  entre 
sus  padres   y  sus  esposos.  Los 
maridos  en  este  día  hacían  re- 
galos á  sus  mujeres. 

El  15  estaba  dedicado  á  vln- 
na   Perenna.   Era  esta  ,  según 


se  dice,  una  mujer  que  llevó  a- 
timentos  al  pueblo  romano,  du- 
rante su  retirada  al  monte  Sa- 
grado, y  que  la  erijieron  en  di- 
vinidad. Se  celebraba  su  fiesta 
en  las  orillas  del  Tíber,  con  dan- 
zas y  juegos  en  que  las  jóvenes 
cantaban  versos  muy  libres  que 
sin  duda  no  comprendían.  ^ 

El    17   venían    las   liberafes 
ó   fiestas  de  Baco.  Aunque  en 
ellas  se  entregaban  á   toda  es- 
pecie de  diversiones,  se  obser- 
vaba una  decencia  que  contras- 
taba con  las  bacanales   licencio- 
sas de  los  griegos.  Las  mujeres 
eran  las  que  hacían  las  ceremo- 
nias. Vélaselas  coronadas  de  ye-^ 
dra,  sentadas  á  la  puerta  de  lo& 
templos ;   delante  de  sí  tenían 
grandes  ánforas  llenas  de  una 
mezcla  de  vino  y  miel,  é  ¡nvi* 
taban  á  los  pasajeros  á  que    hi- 
ciesen libaciones  á  Baco. 

Las  l¿berale$  so  llamabaa 
también  así  porque  en  aquella 
época  los  jóvenes  tomaban  la  ro- 
pa viril  y  quedaban  libres  de  los 
deberes  de  la  infancia-,  y  tam* 
bien  del  sobrenombre  de  Liber 
que  los  romanos  daban  á  Baco  ^ 
en  razón  de  la  libertad  que  ins- 
piraba aquel  Dios. 

El  19  se  celebraban   las  quin- 
quatrias  en  onor  de  Minerva. 
Duraban  cinco  días  como  lo  in-» 
dica  su  nombre:  el  primero  es^ 


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MUJ^HA^ 


tsr 


teta  «PMUgradt  á  l«s  pkiMrei 
iooeeiiles,  porjfue  se  lé  iiikM»ft 
edmo  e(  aoiversario  del  iieei* 
miento  de  le  diosa.  Los  o|lroe 
cuatro  se  eropleabao  ea  los  jue^ 
^M  del  circo  y  en  los  coosbates 
de  los  ghidíadores,  diversioMS 
que  creiao  agradables  k  una  di- 
iriuidad  que  presidia  i  lag«erra« 
El  últioip  día  de  estes  fiestes,  se 
purifica  bao  con  el  sacrificio  de 
un  cordero  ;  agua  lusbral»  las 
trompetas  que  serviaa  para  las 
ceremonias  sagradas;  este  fteste 
se  llamaba  iubUusírium. 

En  fin  el  25  Yanten  tes  HUñ^ 
rjofenonordela  madre  de  los 
dioses,  y  eran  consagradas  ente* 
ramente  4  la  alegrte,  fagun  la 
significación  de  este  palabra.  En 
este  época  desaparecían  todas 
laasefiales  de  Iqto,  y  se  suspen* 
dian  las  ceremonias  fúnebres. 
Paseftbase  por  las  calles  la  ea* 
tátoa  de  Cibeles;  cada  uno  bapia 
Uevar  delante  de  ella  lo  que  te» 
nia  de  mas  precioso,  y  en  fin  para 
aitedir  brUlo  k  los  pteceres  ddl 
pueblo^  se  permitía  i  cada  uno 
Itevar  las  insignias  de  todaí 
las  dignidades.  Liclor^s  finjidos 
marcbaban  delante  de  4nJidos 
cónsules,  un  falso  pretor  subte 
al  tribunal,  y  supuestas  véateles 
ae  prepealaban  en  loa  pandes  fér^ 
bucos. 
Abril  estiÁa  consap^ado  i  Ve^ 

WMD  Xllt. 


nim*  La  i&p9ca  mas  briUaiaa  del 
afio  debia  dedicarse  á  la  mai^ 
amable  de  las  divinidades.  £15 
se  celebraban  los  juegos  JUsgoía» 
$io$,  d  grandes  Juegos  en  onor 
de  los  grandes  dioses,  j  partica^ 
termente.4e  Cibeles,  llamada  la 
gran  diosa.  Lu  damas  romanas 
danzaban  en  ellas  delante  de  loa 
alteres;  y  no  era  permitido  i  loa 
esclavos  asistirá  estes  ceremo* 
nias,  i  escepcion  de  algunos  ea^ 
clavos  frijios  cuya  presencte  re* 
cordaba  el  or^f  n  de  on  caito 
estrafio  por  mucbo  tiempo  en 
Eoma. 

El  10  se  aotemniuban  las  fies» 
tes  de  Cares,  euyes  ceremontes 
bacten  Us  mujeres  vestidas  de 
blanco.  EscloiasedeeUaa  i  toda 
persona  vestida  de  loto.  Coén* 
tase  con  nste  motivo  qne  despiea 
d9  U  batalla  de  Gannas,  lenien^ 
do  todas  las  familiu  pérdidas  qoe, 
deplorar,  trasladaron  estes  Bes* 
tas  al  ate  sigutente.  Las  e$rmlm 
duraban  ocbo  (Hai^  y  entreten» 
to  no  se  tomaba  alimento  haate 
después  de  puesto  el  sol,  coaao 
dicen  lo  babia  becho  Cérea  boa^ 
cando  i  su  bija  Proserpina;  y  á 
consecuencia  de  #ste  imitaelon 
corrían  durante  te  nocbe  por 
todaladodad  con  ácima  encen^ 


El  25  se  badán  aacríficios  al 
dios  Róbigo  pare  prcMrvar  i 
13 


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M 


■ÜtOlU 


los  trigos  dií  fa  niebla,  ó,  aáobli» 
de  las  mies^s. 

Cn  fio,  el  98  iH*ifielpÍaban  los 
ftdralei  que  tforaban  el.  resto  del 
mes.  Si^oo  onos,  estas  fiestas 
fueron  fnsttttiidas  por  orden  de 
los  oréenlos  sibilinos  en  onor  de 
la  diosa  Flora,  qne  corresponde 
á  h  Cloris  de  los  griegos»  y  te- 
nían por  objeto  obtener  el  feíl^ 
rfesnitatfo'de  la  floreseencia  de 
los  átbdles.  Segnn  otros,  nna 
cortesana  Ihmada  Lttrwítia  y 
mas  donoeida-  bajo  el  nombre 
de  Plora,  habiendo  dejado  en  sa 
testamento  bienes  Inmensos  al 
pueblo  romano,  se  Instituyeron 
estiS'ifiesfes  en  so  memoria.  Té 
•o  otra  parte  hemos  dieho  la 
dliolncfon  4ve  earaeteritaba  á 
estos  Jnegea. 

Mayo  estaba  bajo  la  proteo* 
etoft  de  Apolo.  El  1.^  de  este 
nes  las  damas  remanas  eon  las 
▼estales  á  sn  eabeza^  hacían  en  la 
^sa  del  soberano  pontífice  un 
saerMelo  á  la  buena  diosa,  por 
la  saínA  del  pueblo;  no  era  per<^ 
mitido  asistir  á  loi^  hombres,  y 
aun  se  Telaban  las  estatuas  del 
jénero  maseullno. 

El  2se  cel^raban  tas  eompu 
UUÍoij  en  onor  de  los  dioses  *  ta* 
res.  Estas  fiestas  tomaban  sn 
nombre  de  la  palabra  latina  qne 
significa  ^n4frueíjadñSj  dtl  sitio 
en  que  se  hacian  las  ceremonias. 


Asegérase  qne  ^n  tiempo  de  tos 
reyes,  se  sacrificaban  víctimas 
humanas,  y  qne  este  uso  odioso 
se  abolió  en  tiempo  de  la  repú** 
blira. 

El  9  venia  la  ceremonia  de  las 
/amtirtai  ó  fiestas  instituidas pa*  , 
ra  aplacar  his  sombras  y  fnotas^*^ 
mas  de  los  muertos  y  ol^tener  e( 
reposo  de  ios  vivos.  E*«ta  fiedla 
Idgubre,  fné  loslituida  por  Ró^ 
mnlo,  á  quien  el  arrepeutimien* 
lo  de  haber  matado  á  su  herma«* 
no  arraneó  este  vana  espiecioo. 
Los  sacrificios  que  se  hacían  en 
aquella  ocasión,  iban  acompaia- 
doi  de  eirconstandas  misterio*. 
sas  que  indicaban  «O  alma  tur* 
bada  por  los  remordimientos. 
Dorante  et  mes  de  muyo  etita^ 
ban  casarse,  porque  creian  que 
los  lazos  C(^|raidas  en  aquella 
época  eran  retajados  por  la  si« 
Qlestra  tetiuencía  de  las  t$mu^ 
ríos. 

En  loe  idus  de  mayo  tenia 
lugar  la  singular  ceremonia  de 
los  Arftvos,  en  que  las  vesla«» 
les  acompasadas  de  los  pontí* 
fices  arrojaban  a4  Tíber  desde  el 
puente  Sublicio  treinta  figuras  de 
jimia.  En  otro  tiempo,  p2«re¿e 
que  los  groseros  habitantes  del 
¿aefo  arrojaban  al  Tfber  vfcti» 
humanas  en  onor  de  .S/ieur* 


no.  Hércules  los  ahügó  á  r^un^ 
ciará  estos  sacrificios  bárbaros 


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wmáju. 


M 


jr  fwnnHió  úoiBMieiila  su  tlrtui- 
iMm.  A  «su  trs4kiofr  dudosa 
pcren  que  aludte  la  tfesla  da  los 
ArJIvM  (1). 

El  miswo  dia  loé  iMfcaderas^ 
sacríBcatMio  i  Mareurio»  so  pa« 
trooo»  coo  los  rUos  4u*  b  erao 
propios. 

Junio  estaba  bajo  1á  protec- 
ción *é  Mercurio.  Abríase  por 
ouairo  Restas  á  la  vex:  la  de  /•» 
M  Jíotola»  la  de  la  Tmpmiaé, 
la  de  Marit  j  la  de  la  diosa  V^r- 
«a,  que  presidia  i  loa  quicios  de 
las  .^uerlas^  y  ochaba  de  ellas 
los  malos  wpiritua»  é  la  cual  se 
ofrei4aB  en  sacriicio  pacbos  de 
arioá  de  abaa  con  tocino. 

El  7  los  pescadores  daban  al 
pueblo  sobre  el  Tíber  el  espee- 
tiicvlo  de  tos  juegos  püíanlortof . 

El  mismo  diese  bacia  la  fles* 
la  del  dios  M^tite,  6  tí  entendi* 
miento.  Los  l*omanoa  erijiepon 
en  dtnnidad  esta  preciosa  facuh 
taddrialma»y  le«diAcaron  m 
templo  cerca  del  capitolio. 

El  9  llegaban  las  v$$iaUm. 
Llevábanse  al  templo  de  Veste 
los  manjares  mas  deHcadosr  las 
matronas  romanas  iban  i  él  con 
sos  mejores  adornos;  de  alU  al 
capitolio»  en  donde  babia  levnn* 
tado  un  altar  á  Júpiter  Pisto»  es 

(i)    DiovMio  oa  HAUSáaaAic^  li- 
bro I,  cap.  TÍU. 


decir,  protector  de  los  finnes» 
Estedia  era  #1  de  loa  panaderos. 

El  11  cacaba  dedicado  é  la  6on. 
epriia .  divinidad  augusta  que 
loa  romapMM  adoraban  alo  cono- 
cer. En  este  mismo  diaee  cele« 
brabanlasaMlroíssii  •estas  de 
la  madraJfeiule.  A  ellas  no  n^ 
oodian  aiao  las  madrea  de  famU 
lia;  y  aelo  se  admiOa  á  vna  et« 
dafn  fse  despedían  df spnea  de 
bafceriedndouftmero  bofetón» 
para  recordar  los  lelosde  Ino 
contra  una  esclava  amada  de  su 
marido.  Las  mujeres  no  hadan 
votoaá  la  diosa  aino  per  los  hi- 
jos desnaheroianoS^ó  hermanas» 
y  nnnca  por  h4  suyos  propios» 
por  teaiior  de  atraer  sobre  ellos 
la  suerte  de  los  lilíosde  too. 

El  15  se  barría  el  tefli|dade 
Veste»  y  lea  barredf|fes.ae.erro«* 
jaban  al  liber  con  fren  osre- 
monia. 

JuUo  (tmkuUü)  eiUba  bajo 
la  protección  deiáptter»  En  Jas 
calendan  se  acababan  las  vifas 
para  lascases^ 

El  4  se  celebcaba  la  fieata  de 
la  Farímta  Femenina»  inatitnida 
con  motivo  de  la  victoria  que 
akansaroaVeturia  y  Volumnia 
aobre  la  justa  ira  de  Coriolano» 
dispuesto  á  inmolar  á  Boma  á 
su  vengansa* 

El  5  comensaban  loa  juegos 
Apolinares:  se  verificaban  en  el 


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fOO  HWTMtA 

circo  y  éü  el  teatro  bajo  la  áU 
reccioo  M  pretor.  El  7  -reaian 
las  npretínas,  &  las  fiestas  de 
las  . criadas;  Cuéntase  que  ana 
escIsTa  ttamida  Phitoiti ,  ha* 
hiendo  pasado-  con  siis  coaspa- 
iteras  Hl  éaoipaAimto  de  los  €K 
nemigds  qoe  cerraban  la  cfii^ 
dad  de  Roma,  subió  sobre  una 
higuera  salvaje  tf  cabraifo(c«« 
prifiewj,  para  dará  los  ranaoos 
la  señal  del  ataque»  y  los  en^mi* 
(TOS-  fueron  estermlnados.  Dtdse 
la  libertad  á  PMtotis  y  A  tas  que 
la  babian  seguido;  y  para  con* 
serrar  la  memoria  de  tt^e  acón- 
teciraietto,  se  fnstitiiyetoo  las 
Bonas  aoprof  fiMis  ó  de  la  bfguera. 
En  esta  época  las  criadas  baclan 
pequefios  regalos  á  sus  sefioras,  y 
eomian  con  ellas  Tuera  de  la  du- 
dad deiM4o|e  higueras  s^WaJes. 

Bt  l^era  un  dia  funesto^  con- 
memoración de  aquel  en  que  el 
ejército  tomano  fné  destruido 
por  los  galos  en  las  ritieras  del 
AHa,  boy  OomtMla  ó  rio  de  Afoso. 
De  modo  que  quedó  como  pro* 
térbto  de  un  snceso  {nfeliiel 
decir?  AUen$i$  die$,  pugna. 

El  93  se  celebraban  las  neptw- 
fittiaSf  construyendo  én  4as  ori-^ 
lias  del  Tfber  barracas  debajo 
de  lar  cuales  pasaban  el  día 
en  placeres  tranqqilos. 

Agosto  (iemtílii)  estaba  con* 
sagrado  á  Cérea. 


Bt  10  las  muferes  embaraai* 
das  sacrifi^ban  á  Opijena,  divi* 
nldad  aosiiiadora.  En  la  misma 
época  se  ofrecia  á  Cores  vino  f 
mM,  y  los  días  siguientes  se  in - 
mfolaban  perros  rubios  á  la  Ca« 
nfcola,  para  alejar  la  influencia 
de  las  enfermedades  que  entoo* 
ces  reinaban* 

El  17  se  celebraban  las  pñr^ 
íumnitím,  ó  ñt<^i  de  Portunmo, 
dhrinidad  de  los  puertos. '   . 

Et  tS  se  eelebraban  ía$  eon*^ 
$uaU$  en  onor  del  dios  de  los 
eonseJ^Mi,  llamado  Conso.  Bajo 
esté  titulo  se  invocaba  á  Neplo« 
no.  Eialtar  sobre  el  que  se  ha« 
cia  el  sacrificio  en  e^a  ocaslcm 
estaba  debajo  de  tierra,  pura  es* 
prestar  que  los  conse|oi  deben 
ser  secretos.  Dorante  la  cele* 
bracion  de  lus  Juegos  consuales 
foé  cuando  los  romonos  roba^ 
ron  á  laa  sabinas  (1).  Esta  fiesta 
fué  institalda  por  los  árcadei 
eempafieros  de  Evandro,  en  onor 
de  Neptuno  Rippíano.  Para  re^ 
cordar  este  orijen»  los  caballoa 
y  laa  molaa  no  trabajaban  dó^ 
rante  estas  fiestaa^  y  se  les  po<» 
nian  coronas  de  fiores  (2). 

Loa  idus  de  seo^Ktti  estaban 
consagrados  i  Diana.  Las  muje^ 

(1)  Tm  Lino.  Década  I,  r.b.  l. 

(2)  DiMme  mi  Haucamaso^  Üb,  I« 

CSp.VI|» 


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res  stfHao  d«  RndM  con  «na  to- 
lotehae»h«Mia7  w  dirjlüii 
al  bos^aede  Arichi,  cérea  4«  AU 
bú,  en  doode  esta  diosa  era  -  téo* 
rada  inriiettiaraieiite.  Eo  este 
ntaúo^ia  nadó  Seririo  Talio  y 
te  estableció  QM^Ce^ta  paira  tos 
esclavos  ea  memoria  de  este  rey 
aneldo  en  la  esclavltod. 

El  19  se  celebraba  por  fodd 
el  LackrlaseimiNasr^icfls,  ios* 
tltnidas  en  onor  de  Júpifer,  á 
qnienae  hacían  libaoioaes  con 
▼inontiafro. 

El  23  sesolemnlaabanlasimf» 
eamtfes  ó  fiestas  de  Yulcaao^  j 
romo  dios  del  ftiego^  se*  quetoa^ 
ban  Tíc timas  en  su  onor. 

Setiembre  estaba  bajo  la  pro- 
tección de  Ynloano. 

Et4  principiaban^  los  ^randss 
/«ages  ó/nf^os  roaiotiof  y  esta- 
ban  CMisagra^M  á  las  tres  gran- 
des  deidades  Júpiter;  Joño  y 
Minerva.  En  loa  primeros  tiem- 
pos de  Boma  se  eeflebréban  en 
nna  isto  del  TIber;  y  Inego  qne 
Tarqnino  el  antiguo  hiio  el  gran 
circa^  se  ejecutaron  en  él  coa  el 
nombre  de /nejaos  eirc§m$$.  En 
ellos  se  daba  al  {niebla  romano 
el  espectáculo  de  las  carreras  de 
carros  y  de  las  de  á  caballo^  de  á 
pie  y  de  otros  moebos  ejercicios. 
Et  a<>  se  celebraba-  el  naci- 
miento de  Rómolo. 
El  30  venían  las  aisdilrítia/ei 


maiasA*  foi 

en  onoe  de  Jtfaiftfrjiío,  dtoai  de 
U  medieina,  durante  laa  enales 
se1)eUB  vino  dnlce  qva  ereian 
proveaboso  á  la  salud. 

Odtubreeslabarhaj0la  protéc- 
cioa  de  Marta. 

El  15  aa  spcriioaba  al  dio» 
Marte  uneabaHo,  llamado  el  ca* 
battn  de  Oelnbre«  BsU  «aremos 
nia  parece^que  atedia  al«abaMo 
de  Trova.  • 

Novlembraofliba  dadioadO'á 

Diana,  f  an  las  calendaade  esto 

se  renovaban^los  Jm^os  del 


El  9  se  badao^aari  Aaioa  á  Be- 
eo,  para  darle  gracias  -por  los 
presentes  qoe  babia  beaba  A  loa 
bombraa. 

El  15i  VMian  loa  jMgos  plebe* 
yos,  lasUtnldas  an*  memoria  de 
larecoattliaidan  qna  bnbo  entre 
loados  órdenes dM estado,  des* 
pnes  de  la  réíiradadel  pueblo  al 
monte  ¡Sagrnla.  Iioa  ediles  pie» 
bayos  tantán  la  dlreaoion  de  es* 
tos  Juegos,  que  se  hacían  en  el 
circo  y  dnraban  tres  dias. 

En  los  idus  se  ofrecia  i  Jdpi- 
ter  «n  el  capIMIo  el  festín  so» 
lamaa^  llanÉado  Epmíum.  Los  sa* 
oerdoles^  apnloDeslo.anunciabsa 
la  víspera  en  términos  que  co* 
rrespondian  bien  poco  á  la  dig* 
nidad  del  obJelo<^ 

El  24ae  celebraban  las  bru^ 
male$  en  onor  de  Baco. 


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103 


BtsrmiA 


Dii*íe*ihrtt  estnim  hH\o  tu  pro* 
IMeion  ám  Yetlr.  Bste  mit  «ata* 
ba  coaiaiinKlo'^oteriiiieiile  á  Im 
placeras.  Se  tolenibatt  toa  jM- 
go6  4e  aür».  proibidoa  ao  el  res- 
to del  afio.Todo  amocisbe  la 
alegría,  todala  toapiraba,  y  Ro- 
aa  oTraeia  el  eapaeláeolo  de  ana 
grao  caaa  habitada,  par  um  oms- 
ma  bmitia.  P4ro  estas    fiestas 
célebres  llamadas  saturaales,  oo 
priaeipiabaa  propiamattta  sino 
el  n*  La  víspera  de  astedia»  lo^ 
muchachos  lasaMiaciaba.i  gri- 
tando por  jas  calles  h  .Sodirfia- 
üA.  Las  fiestas  aa  abrían  con  sa- 
crificios á Satnrao,  alas  únalas 
seMisliaaon  U  cabeía  deaco- 
bierla,    porque  declan  qna  el 
tiempo  lodasenbre  todo.  Lapri- 
mera  toy  de  esta  fiaata^  y  la  me- 
jor observada,  era  abandonar  to* 
do  negocio  páUico  para  no  ocu- 
parse sino  de  regocl|oa  j  fasti* 
nes.  Toda  aparieneia  da  servi** 
dumbra  se  desterraba;  los  esela^ 
vos  goiabaa  de  todas  loa  dere* 
cbosde  la  libertad^  oomlaa  en 
la  mesa  con  sus  aaM>s,  podían 
aun  dirijirles  burlas  inocaatas» 
y  en  fin  ^ '  en   aquellos  dias  de 
prestijios,  todo   recordaba  las 
maravillas  de  la  edad  de  oro^  de 
aquel  tiempo  quimérico  «n  que 
se  esfuerza  en  creer  la  imajina* 
don  cuando  la  reflaesion  lo  des- 
truye- 


Al  fin  de  tos  saturoalaa  i  te 
catobraban  tos  SfMi/úit  en  4hioi( 
de  la  diosa  Opk,  élpoaa  4b  Sa^ 
turao« 

El  ai  vealatt  toa  (m^tifgte 
instituidas  en  memoria  de  Acea 
L«reotii^  oodrlaa  de  Bóteitlo  f 
Kemo. 

El  21  sa  solamniíaba  la  fiesla 
de  iinjfsrotia>  divinidad  del  si- 
lencio. Tenia  la  boea  pegada  y 
seltoda.  Su  euHo  aludía  á  un 
nombra  que  no  era  parmitidu 
pronunciar,  y  dicese  qne  era  el 
antiguo  nombre  de  Koma»  &ntes 
que  Rómulo  to  hubiera  impues* 
toel  suyo.  Los  libros  sibilinos 
proibieron  usarlo  Jamás  (1). 

Bo  fin,  el  24  comentaban  los 
juegos  que  duraban  oebo  dtos 
enteros;  y  aquel  pueblo»  Cavare* 
cido  del  cielo  terminaba  el  afta 
con  los  placares*  que  lo^  haMan 
comenzado. 

No  eotraremoa  en  el  detaUe 
de  tos  fiestas  euya  época  no  es» 
taba  fijada  por  el  caleüdarto. 
Las  mas  notables  eran  las  farias 
toUnas,  Instituidas  por  Tarqoiio 
el  Soberbio;  el  cónsul  tos  anno<* 
ciaba  para  tal  dia,  según  su  vo- 
kintad  y  estaba  oMigado  i  asis«* 
tir  á  ellaa.  Estas  fiestas  se  cela« 
brabanconunaesactitod  escru*' 
puloaa.  La  mas  UJara  ondsioo 


(i)    Pttamtlib.III,cap.v. 


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kiitfttia  pér%  hm&t^tmn  pria- 
éipiaten  de  mievo. 

Después  de  beber  reemrida 
el  efreilo  del  eOo,  es  eieMtler 
conocer  U  diférenete^  loi  diae 
de  qoe  se  compoeia^  y  el^  oso  á 
qae  eslebM  ^éiUnüdoe^  Las  iKes 
de  flesla  eslebeo  eonsegredes  i 
los  dioses,  ya  psra  b#eer  sacrU 
fieios,  ye  para  celebrar  Joegos  en 
su  onorv  pasárbanse  en  diTersio^ 
nes  f  en  festines,  y  se  les  nom- 
braba dias  nefmt^.  Los  demás 
ilestioidos  el  trabajo  se  llame- 
han  días  folies?  estos  se  dividían 
en  tres  clases.  Primera,  losfoilof 
proplameotedichosqoe  se  em« 
pleabaa  en  los  negocios  civiles. 
Segnndtt,  loe  /inloe  afUiHdras, 
durante  los  énaJes  ee  tacaba  en 
tcMla  clase  de  trabafo  basta  el 
mismo  dia,  y  el  resto  se  coBsa<> 
(traba  k  los  ejercicios  de  reliffon. 
Tercera,  los  fa$to$po€tériare$,  en 
que  la  mañana  estaba  ocupada 
y  la  tarde  libre. 

Además  de  esta  distinción  ha- 
bía dias  negros  6  desgraciados^ 
durante  los  cuales  se  suspendía 
todo  negocio.  Si  uae  grande  ca- 
lamidad liabia  acontecido  al  es- 
tado, %\  uh  crimen  interesaba  á 
la  salud  pública,  el  día  en  que 
esto  sucedía  se  miraba  como 
día  funesto,  y  se  marcaba  eu  el 
calendario  con  una  piedra  ne- 
gra, para  perpetuar  su  recuerdo 


ífíi 

é  Implofer  el>perdei^de  los  dio- 
ses en  loe  dias  eaifarierios»  Loe 
dias  feUees»  por  el  coatririo*  es- 
tabea  mercedes  eoo  érela  é  pie* 
dcaealUe  bleace^^nvckos  esU<- 
bao  puestos  ea  el  f  ewgo  de  las 
fiestas;  losotros  mepoeooteblea 
eapresaliaa  ua  agftero  relift«  y  se 
leselejta  pareefipreader  las  ca- 
ses imporiaetes. 

DescendieodoeQre  á  aMiebet 
peqoeAes  divisiones»  es  meoee* 
ter  decir  cómo  t^s  rooumos  di« 
vUiaael  4la.  Ellos  aocoaocie- 
roa  por  mucbo  tiempo  sino  le 
seüdey  puaste4elsol;  las  leyes 
de  las  Doce  labias  ao  mencio« 
nen  ninguna  dliF.isioa  mas  astea- 
se* En  477»  Papirio  Cursor  colo- 
có sobre  la  ípclvida  del  ^mplo 
de  Quiríao  ua  aieridi#no  qu^  di- 
vidió la  tPtalHU4i4el  4ie  eo  dos 
parteiigcuMes^y  bien  pronto  es- 
te mismo  iuiitrumeato  perfec* 
clonado,  les  sirvió  para  dividir- 
lo en  doce  boras  (1),  priucipian- 
do  la  primera  á  la  si^lida  del  sol^ 
y  concluyendo  la  última  al  ocul- 
tarse este  astro,  cualesquiera 
que  fuesen  además  las  desigual- 
dades de  las  estaciones.  I)e  esto 
resultalMín  horas  mas  lar,;as  du- 

(i)  Al  liabUr  Pliuio  ét  Um  relpíet 
de  lol,  dice  seucillftinetite:  ''sin  embarga 
«ciuiido  el  iieinpo  ttiabí  cabíerto,  Ut 
»líorat  ^aedAb«a  incterUi.'*  Lib.  Vil, 
cap.  AltiiBO. 


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104  «ftTMia 

rfinte  Úí^  MiáS  A$l  «Ho,  y  se 
fes  llamaba  horm  é$  serano,  j 
otras  mas  cdrtas  dorante  la  e^-^ 
taciOQ,  f  %%  las  Kamaba  kúra$ 
de  intiémo.  klá  en  unas  como 
en  otras,  la  hora  sesta  mareaba 
lamitad  del  día.  Las  horas  de  la 
noche  se  contaban  igñalmenle 


tornero»  4e  ioetriegesel  Mo'del 
clepsidro,  j  se  servían  de  él 
prindpaloíieéile  en  los  campa- 
mebtos  para  dividir  las  v^ilias 
con  mas  ésacUtod. 

E»  el  interior  de  ooa  casa  se 

^dialingQian  las  diferesles  épocas 

del  día  por  espresimies  seneitias 

desde  ponerse  el  sol  hasta  saHr  f  y  grecioaasy  y  qse  recordaban 


si  dia  siguiente,  con  la  diferen- 


cia de  que  sü  lon]itild  ó  su  bre- 
vedad estaban  en  razón  contra*  \  menio  en  que  cesaba  de  cantar, 


las  costumbres  familiares.  Tales 
eran  el  canto  del  gallo»  el  mo- 


ría de  las  del  Ala. 

El  dia  civil  se  dividía  en  coa- 
tro  partes  que  compreodian  ca- 
da tres  horas ,  f  se  llamaban 
prima,  tenia,  eesía  y  nana.  La 
noche  se  dividía  también  en 
cuatro  Intervalos  iguales,  lla- 
mados viJUioi,  en  razón  del  em- 
pleo que  hadan  de  ellos  los  sol- 
dados en  el  ejéreito;  distinguían- 
se en  primera,  segunda,  tercera 


y  cuarta  vijillas.  Los  romanos  |lroi  podras. 


el  crepúsculo^  el  momento  de 
encender  las  laces>  la  hora  del 
descanso,  la  del  silendo,  etc. 

Lüegoquelos  romanos  llega- 
ron i  conocer  con  bastante  preci* 
siop  la  marcha  anuaidel  sal,  dte- 
ron  poca  importancia  al  anrjsglo. 
de  su  diau  cuando  se  les  pregue* 
taba  la  razan  de  aquella  indíAi* 
rencia,  se  contentpbao  con  res- 
ponder: Ad  lo  han  qnerido  nñj$$^ 


^fh. 


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ItMAVAv 


iOi 


CAPITULO  IX. 


Tr#íi  ▼iriU  —  Omi¿—é  -^  MamaMNi  át  ím  cmUv«b.  ^  Cmm  áe  campo.  — » 
Jaráriict. —  HflcrU*. —  Frat#t.  —  Ugambro,  «te — Btftot.— BdoBedat^ 
oro»  de  plata,  de  bronce,  reales  6  ¡fBaíÍB»riat. — Iitc«Hat. — Bella»  artes.— • 
Cencías. — Asironomia.— Jcofaetria.— -Jeografia.— >  Uistoría  Mlaf»L 


1  mAiB  Ti«a. — comidas;  —  vx- 
irünnioff  ó  URKTAD  d^Ada  a  los 
ncLATos.  —  La  época  marea- 
da por  los  romanos  comí»  ona 
segunda  entrada  á  la  Tidaera  la 
detosdiexisieleaftoi.  Eolooces 
se  salla  de  la  iafaacia  y  se  en- 
traba en  el  DÚmerode  loa  miem- 
bros del  estado,  eoBtáodose  ya  el 
Jóveo  eatre  sos  defensores^.  No 
eoBOcieado  basta  alli  mas  que 
la  aetorídadfMiteirMí,  laobedieo*- 
da  era  sa  áníca  oMigfioa;.  ao<*^ 
ra  babia  deberes  mas  imponen- 
tes para  él;  la  tos  de  la  palriftae 
hacia  eacnebaí^  y  do  ira  MJo  aa^ 
miio  ae  convertía  en  an  eioda'» 
daño  adicto. 

Era  u$9  m<  ftoma  qae  loa  bi« 
jos  de  los  senadores  y  de  los .  no^ 
bles  tomasen  la  ptetaoUé  á  la  e** 
dad  de  trece  afioa^  y  aaaqne  es«* 
le  vestido  fuese  una  de  las  pro- 
rogativas  de  loa  graadaa  ou^* 

TOMO    Xtll. 


trados»  era  permitido  llevarla  á 
stis  hijos  para  q&%  se  presentasen 
con  decencia  en  et  senado,  ea 
donde  podían  en  ciertos  casos 
aeompaisará  sus  padres.  Llova-^ 
han    adem&s  nn  globo  de  oro^ 
snspendido  ai  cmlla^  llamado 
bulla.   E^e  osa  remeotaba  ai 
tiempo    de   Tal^ntéo  el  Antit^i 
guo  (1),  cuyo  hijo  todavía  Joven, 
recibid  de  sn  padve  esta  sefial 
doonor,  por  haber  matado  i  un 
enemi|o  en  combate  aingotarf 
despneaae  estendid  á  todos  loa 
Jévenes  de  distlocioo.  Destrono 
la  hmtta;  ae  acoatambraba  malea 
presewativoa  contra  los  malefl- 
dos»  y  algnna  véi  se  la  daba  la 
foraaa  de  un  coraeon,  omblema 
del  valor.  Bate  adorno  formaba 
p«rte  de  la  pompa  triunfa^  sin 
easbargo  se  le  concedía  á  la  Ju** 

II 


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nm 


H10T41MJ 


▼eñlud,  y  por  medio  ¿le  este  fa- 
vor anticipado  se  la  disponía  á 
merecer  recompensas  iejíUtna^-^ 
En  fin,  lle(;aba  el  diaen  que.  Iban 


á  desaparecer  estas  Frivolas  se*  f-4»«a  rica   posesión    de   campo 


nales.  La  sencillez  iba  á  suceder 
al  Fansto,  y  de  la  misma  manera 
que  ta  jóvett  al  tíiKr  de  lalnf^ii"» 
fin  cotisagraba  su  muñeca  'k 
Venus,  e.t  jrtven  ciudadano  col- 
gaba su  bulla  en  un  paraje  se- 
creto de  la  casa,  consajzrándola  á 
los  dioses  lares.  El  joven  era 
duadiKJUa  al  tempUi  de  la,  diosa 
Juvmim^  prolectota  de  la  juvea- 
tud;  y  d^apuee  de  habiirlé  éboíU 
ÜOkio  un  toro- tilaoeo »  pNUiia^ 
aegoa  etís4iiitibre,  aobt»  mi  altar 
«IM  naosaifai^  Vuella  la  oónitiva 
á  la  cito  del  ¡áveía  rotuaso»  se 
aervU:  pitra  loa  eo&vidadoi  un 
maiaíOco  baoqiicle.  Dábase  & 
cada  fMvidad^  un  traj^  «orlo 
y  aiMbo»  llagado  atnléais>  4110 
fanUilaba  to»  iftovkBíieqlas  del 
cMipo  mejar  ^im  la  t«fa  >ot^ 
tíéarUy  y:  pétrniiUa  «otaaqrae 
téanoéM^üie  wbfñ  bis^amaa^ 
baa  eadavm  M  pimanfabatt' 4oo 
gmadea  va$i|as  deplata  paaaqae 
M  lavateii»:y  eaác»  eiwl  esps^rttba 
an  ailetteiQ;qiie  ae*l^indjieaa0t 'Ol 
|iar«i«queéiatda  efupar.LaaÉfH 
atf  era  eMdcidav  y  kicW  lot  pMt» 
djDf  |iei8<»MÍea  aaUília^  cütoaaé» 
sobre  uo  pié  de  marOI,  por  k> 
cual  s»  I  ftiwbt  nMnop04^,  yt^ra 


ordinarlamenle  de  cedro"  ó  '(Fe 
limonero»  que  se$(un  dicho  da 
PUryp^  Ifs  habia  de  tanto  precio, 
que  algunas  vallan  tanto  como 


Uno  de  los  lados  déla  mesa  estaba 
siempre  vacío  para  radiílar  el 
8érvmo;en  loaoiros  tres  íñdm 
habfa  camas  ó* lechos  guarnecí* 
dos  con  ricas  culterías  v  c(ijines 
de  purpura,  sóbrelos  can  les  se 
colocaban  loa  convidados.  Lo 
mas  frecuente  eran  en  num  ro 
de  tres  y  jatpáa  cuatro.  La  meía 
rod^d/a  de  etdos  Irea  leclioa  s# 
Uamaha  (rídmítmi,  y  el  lugares 
i|iie  ae  comía  tom^  el  flaísmo* 
aoBikre*  '  . 

El  stlio  DM»  onarifiea  era  en-^ 
medio  del  lecha»  desdes  el  que 
le&t(n]ia;'¿  loa pieaae  colocaba» 
Io8.m5oa  y  loa  penkitWy  porquo 
aHf  eomo  en  otras  mucfhas  par« 
IBS^  loa  grandes  eataban  rodea» 
doa  de  oaa  '^foraioo  de  jeolea 
<iiie  toaaahm  difer eotes*ep<tetoa- 
¡»epiD  tal  natarsleca  de  a«a  cós» 
tunabrmv  UatnálMiMe  íontíír»  á' 
lúa  qi^e  erran  toodooidóa  por  m 
eoovidado»  atudiaadoé  la  aoou 
bra  qae  sigue  al  cueit>o;  moa^ 
ctfiáiloa  que  venianípor  ai  mis- 
ouM^tedmo  lea  mdaeta  <|ue  atrae 
el-  odor  detaa^eomidas;  7  «se  itaN- 
BíBbam.flaigfriotm  á  '4oa  del  AU 
liflH^  ratH(t>,  qtia  se  eapiMilaO' 
á  ipa  latíf^Kia  de-  lok  crfedoa^ 


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CQHio  lo  ^preM  €^U  ptlabra^ .  tiKeJtti  meia  é  ¡invocaba  á  Baeofi 
Se  ^oiiH»fif,aba  por  aaear  á  U:!  ¿  lqs.4i«fei  Jares»  Luego  qiieíM 


suerte  el  rey  del  festín;  éli^re 
qoíeii   arreglaba  tos  brindis  y 
qoieo  presidia  4  UxM  U  comida^ 
f  I  primer  servicio  se  compoiiia 
de  ostras,  de  erizos  de  mar ,  de 
aceitunas»  de  huevos  y  de  otros 
manjares  mas  prqpios  para  esci* 
tai*  el  apetito  que  para  satisfa- 
cerlo. Llauíába^elos  ante  cc^na  ó 
promuUis^  porque  basta  entoa- 
eps  no  se  bebía  mas  que  vino 
ei^melado  llamado  miílsum.  Pa- 
sado e?te  servicio»  los  esclavos 
limpiabao  la  mesa  con  esponjas 
húmedas*  £1  mayordomo»  lla- 
mado  architriclinw ,  colocaba 
con  orden  los  manjares,  obser- 
vando una  perfecta  simetría.  Co* 
mo  cosa  de  mucho  precipse  pre- 
sentaba en  algunas  mesas, un  ja- 
valí  entero,  llevando  en  cada 
upo  de  sus  colmilloe  juf  c^to 
lleno  de  dáti4eSv  y  se  deicia  q|ie 
el  javalí  estaba  dispuesto  á  la 
íroyana.  Uno  d,^  los  criados  }o 
trinchaba,  y  sacaba  de.  sus  eo* 
trañas  un  pequeño  goteo,  este 
tenia  dentro  una  liebre,  esta  un 
conejo  pequeño^  y  el  conejo  un 
ruiseñor.  £ste  ruíseftocse  le  po- 
nía sobre  un  plato,  áfi  plata  .y  f^ 
presentaba  al  rey  del  festín.  An- 
tes de  principiar  el  segundo  jer* 
Tíciose  llenaban  las  copas,  cada 
uno  vertía  un  pocp  de  vino  s«-  ) 


trincba.b^  UM  9iet9,  un  esclavo 
llamado  d¿$iribul0f  presentaba 
el  plato  á  todos. loa  eoaviflBáos^ 
cada  uno  escoJU  é  so  guato,  f 
muclios  poaian  lo  que  les  ofrer 
ciaQ  tn  una  aervitleta  de  laea^ 
llamada  frMMí/ki,  que  habiai^ 
tr»ido  eousigo,  para  enviat  á 
sus  mujeres  é  hijos.  Ea  tiem* 
po  de  ifarip  y  Syla  haWa  ea 
Roma  casas  en  ^oode  se  halla« 
bao  platos  de  plata  del  peso  de 
,cie|i  iíbfas  (l)^  La  l0y  FamiA 
espedida  en  588>  flijaba  eo  cim 
ases.elga4o.de  uo  fesiioi  pem 
luego  '^j6  qo  deviso.       f. 

Lluego  que  las  Qoioidas  que^ 
cubrtaA  la  mesa  ^  f«itabw,  s^ 
traia  el  tercer  ser  ficjio,  que  opa* 
sis)ia  tfk  pastan  49  toda  esp#eie.> 
Los  esclavos  entraban. coogfaii» 
dea  cliptaros  tapfídps  Qwdadoaa-^. 
mente  con  pea,  y  qoq  una  tA^n 
Jetn.qiie  indicaba  el  perf^e  y  el 
tieaapo  del  yino  que  cootenJa^. 
£0  oMichos  de  elloase  leia  la  pa-i 
labra  fíebed,  ea  otros  Tenga  tei^ 
Al  de  d^  la  cofiMda  el  padre  m 
diffijia  al  bijo  manifestándolo* 
qu^  podie  pedirle  una  gracia>. 
y  la  mayor  que  acostumbraba 
pedirle  era  la  libertad  de  un  es- 
clavo. Concedida  por  el  padre. 


11^   Pi{M<^  lib*  XSgClU,  cap.  u. 


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IOS  virrofttA 

iba  el  hijo  ^oti  el  esclavo  al  irí- 
buoaldel  pretor  y  decia  en  toz^ 
alta:  «Yo  quiero  qtie  éáte  hom- 
•bre  sea  libre.»  El  Áinjislrado 
daba  al  esclaro  un  pec|ueftogol* 
pe  eoii  una  varita  que  tenia  en 
la  mano  (1)^  coAíio  la  última  se^ 
fial  de  8tt  servidumbre^  y  des- 
pués decii:  ciTe  deelaro  Ubre,  i 
la  mioiera  de  los  hombres.»  En 
el  momento  un  lictor  se  acerca- 
ba al  nuevo  liberto,  te  tomaba 
de  la  mano  y  le  hacia  dar  una 
vuelto  sobre  si,  espresando  de 
esta  manera  la  libertad  que  le- 
Bia  para  ir  donde  quisiese.  Era 
costumbre  que  el  liberto  afia- 
,  diese  4  su  nombre  el  nombre  y 
apellido  de  8u  antiguo  sefior.  En 
tierlo  modo  quedaba  pertene- 
ciendo á  la  familia,  y  de  be-* 
cho  era  su  cliente. Sin  embargo, 
en  Blngun  caso  podia  casarse 
con  la  mtíjer;  U  hija  6  la  her- 
mana de- su  patrono.  El  empleo 
Áias  alto  á  que  podia  aspirar 
ere  4  edil  del  pueblo.  Pero  sus 
hijos  semejaban  á  los  otros  ciu- 
dadanos,  escepto  para  la  ad<^ 
misión  á  las  grandes  dignidades 
del  estado.  Gozaba  plenamenle 
de  todos  los  demás  derechos,  tép 


(t)  EUa  varita,  Wttfjatíd^  vmdicUi 
en  latín,  parece  halxrae  empleado  en 
esta  claáe  de  maiiumUion»  para  recor- 
dar el  nombre  ^e1  esclavo  Find̀iiU% 


les  como  ser  Juez  por  los  co- 
micios, de  no  ser  azotado  con 
varas,  ni  aplicado  á  la  tortura. 
Foresto  se  virt  á  muchos  roma- 
nos complicados  en  neí^ocios  cri. 
mínales,  dar  la  libertad  á  todos 
sus  esclavos  para  impedir  que' 
aplicándoles  al  tonnento  confe- 
saseq  el  crimen  de  su  amo. 

Al  dia  siguiente,  el  nuevo 
.ciudadano  se  presentaba  al  cen-' 
sor,  quien  lo  inscribía  en  sus  re* 
jistros,  anotaba  lo  que  poseía,  y 
ie  indicaba  el  sitio  qne  debía  o- 
cupar  entre  el  pueblo  romano, 
que  siempre  era  laS  tribus  urba- 
nas, y  mas  particularmente  en 
la  tribu  Esqoilina.  Servicios  ira- 
portantes,  una  conducta  onrada 
ó  un  aumento  de  fortuna,  lo  po- 
dían hacer  pasar  á  clases  mas  e- 
levodns. 

Restábale  al  liberto  una  for- 
malidad relijiosa  que  llenar,  y 
era  ir  al  templo  de  la  .diosa  Fe- 
ronia,  protectora  de  los  libertos; 
allí  le  consagraba  su  cabellera, 
y  sobre  sus  altares  tomaba  el  bi- 
rrete de  la  libertad. 

Gasas   de   caMpo,  jardines, 

HUERTAS,  frutas,  legumbres,  ETC. 

— Cuando  un  romano  se  dispo^ 
ñia  i  marchar  á  una  de  sus  ca- 
sas de  cam|>o,  si  era  en  tiempo 
de  invierno  se  echaba  eucím.i' 
una  capa  de  pieles,  llamada  scor* 
ttQ,  qtte'  ie  ponía  •  á  cubierto  de 


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mOMANA.  109 

la  llovía,  y  en  la  cabeza  un  cus*  I  encontraba  el  agua  tibia;  una 


quete  de  campo,  que  se  llamaba 
ptta$o.  Luego  que  so  llegaba  á 
la  casa  dé  campo^  se  encontraba 
á  la  puerta  un  gran  perro  meti- 
do en  una  perrera,  la  cual  tenia 
«crita  encima  con  gruesos  ca- 
racteres esta  leyenda:  Cuidado 
ton  el  perro. 

Se  entraba  mas  adentro  y  se 
encontraba  un  portero,  que  re- 
gularmente era  un  liberto,  que 
llevaba  eu  las  orejas  anillos  de 
<9ni,  j  en  la  cat>eza  una  especie 
lie  toca  ricamente  bordada.  Se- 
ría largo  de  referir  cuánto  em- 
pleaban los  romanos  en  sus  jar- 
dines y  casas  de  cainpo;  pues  en 
ellas  se  encontraba  tuanto  pue- 
de producir  Id  naturaleza  y  ve- 
jetacion  de  un  clima  meridio- 
nal. 

Baños. — Uno  de  tos  goces  de 
la  vida  romana  eran  los  baños-, 
los  que  estaban  abiertos  al  pú- 


blico, se  llamaban  balnea\  pero    un  gran  comedor  llamado  ccena 


tercera  sala,  llamada  el  calda* 
rium,  tenia  baffos  calientes,  y 
por  último  una  sala  cuarta  de- 
nominada el  laconieum,  produ- 
cía vapores  ardientes,  que  aora 
podríamos  llamar  baffos  ai  va- 
por. El  criado  que  cuidaba  de 
estos  baffos,  se  llamaba  batnea- 
ton  babla  dos  muchachos  lim* 
píamente  vestidos,  los  cuales 
tenia n  el  encargo  de  frotar  el 
cuerpo  del  bafiantecon  espon* 
Jas  muy  finas;  y  después  con  un 
instrumento  de  marfil,  llama- 
do iirigilii,  de  forma  corva, 
que  servia  pura  quitar  ei  pol- 
vo mezclado  del  sudor.  Después 
que  se  salia  del  baffc,  se  iba  á 
una  Última  sala  llamada  unetua» 
rium,  6  cuarto  de  los  perfumes. 
Allí  se  veian  dispuestos  con  or- 
den vasos  llenos  de  todos  los  a- 
romas  que  produce  el  Oriente. 
Después  de  vestidos  pasaban  á 


el  bnffo  de  un  particular,  se  de- 
cía balneum.  El  bafio  de  un  per- 
sonaje de  alta  Jerarquía,  consis- 
tia  en  lo  siguiente:  primero  era 
una  sala  enlosada  de  mármol 
blanco,  en  donde  habia  un  an- 
cho baño  de  pórfido,  lleno  de  a- 
gua  fria,  y  por  esta  razón  se  le 
llamaba  el  f)rigidarium\  de  allí 
se  pasaba  á  una  se*;unda  pieza^ 
llamada  el  tepidarium,  donde  se 


iio,  situado  en  el  piso  bajo  que 
lo  distinguía  del  ccvnacu/umsiem* 
pre  establecido  en  el  piso  supe- 
rior  de  la  casa. 

Monedas  de  oro,  de  plata,  bB 

BftONCE,  reales  Ó  IMAJINARIAS.— 

Sigamos  en  su  numernciou  el  or- 
den de  los  tiempos:  el  a$  de  co- 
bre estaba  en  uso  en  tiempj  de 
Jos  primeros  reyes  de  Roma. 
Era  una  masa  informe  que  no 


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lio 


ni5T0»IA 


h'niíi  ninguna  señal  y  que  pesa- 
l)ii  una  libra  de  doce  onzas  como 
lo  espresa  el  nombre  de  as,  que 
en  un  principio  era  un  sinónimo 
de  iibra.  Llamábase  ordinaria- 
^  mente  as  rudiSj  en  razón  de  su 
forma  grosera.  Bajo  el  rey  Ser- 
vio Tulio,  llegó  á  ser  mas  pro- 
pia piíra  las  necesidades  del  co- 
mercio; y  según  el  uso  de  todas 
las  naciones,  se  le  dio  la  forma 
redonda  mas  á  propósito  para  la 
circulación.  Para  hacer  auténti 
co.su  valor  se  indicó  el  peso  del 
as  con  letras  iniciales  y  se  puso 
el  sello  de  un  buey  ó  de  una  ove- 
ja {pecu&)  cuyo  valor  se  dice  que 
representaba.  De  aquí  se  forma- 
ron los  nombres  de  pecunia  y  pe- 
culium  tan  usados  después  entre 
nosotros. 

No  pudiendo  piezas  tan  fuer- 
tes aplicarse  á  todas  las  necesi* 
dudes  de  la  sociedad,  hubo  que 
dividirlas  en  un  cierto  número 
de  otras  mas  pequeñas,  y  suce- 
sivamente fueron  apareciendo: 
primero,  el  semis  ó  semi-am,  es 
decir,  un  medio  as,  el  cual  esta- 
ba marcado  con  la  letra  S, 

Segundo  el  triens  ó  tercera  par- 
te de  as;  y  se  le  reconocía  en 
cuatro  puntos  gordos  de  relieve 
que  indicaban  su  peso  de  cuatro 
onzas. 

Tercero  el  cuadram  ó  cuar- 
ta  parte  de  as,  el  cual  estaba 


marcado  con   tres  puntos  y   pe- 
saba tres  onzas.  ,, 

El  sexíans  que  solo  pesaba  dos 
onzas  y  estaba  marcado  por  dos 
puntos. 

Citaremos  únicamente  los 
nombres  del  dodrans  que  pesaba, 
nueve  onzas,  y  del  bessis  que  pe-* 
saba  ocho.  Estas  piezas  estaban 
poco  en  uso,  porque  su  peso  muy 
cercano  al  délas,  presentaba  ca- 
si tos  mismos  inconvenientes. 

Durante  casi  tres  siglos   no  se 
hizo  en  Roma  ninguna  mudanza 
importante  en  el  sistema  mone- 
tario, y  no  se  reconoce  su  fecha 
sino  por  las  diferentes   flguras 
con  que  están   marcadas,  unas 
veces  con  la  doble  cabeza  de  Ja- . 
no,  otras  con. una  figura  de  dio-^ 
sa  armada  y  con  la  inscripción» 
Roma,  Otras  había  que  llevaban 
el  sello  de  un  buque. 

Pero  cuando  los  romanos  lie-, 
varón  sus  armas  fuera  de  Italia, 
el  tesoro  público  no  bastó  ya  álos^ 
gastos  que  traen  siempre  consi* 
go  las  espediciones  lejanas,  y* 
desde  la  primera  guerra  púnica 
fué  necesario  buscar  recursos  es« 
traordinarios;  y  el  mas  sencillo 
y  quizá  el  mas  dañoso,  era  la  re- 
ducción de  la  moneda,  lo  cual  se 
adoptó  precisamente.  Fijóse  el. 
peso  del  a$  en  dos  onzas  de  co< 
bre  únicamente,  sin  que  su  va- 
lor presunto  fuese  menor.  Las 


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ithtAHA. 


lií 


eÉ  l«  roisiHm  proporfioD.tfd  mo- 
llera qae  él  iemts;  él  triem,  el 
ciM^rans  y  el  itxtans  valieron 
aiempre  I»  mttoá,  lá  tercera,  la 
coarta  ó  la  se^ta'  parle  del  a$. 
Así  et  estodo  tótáo  los  parllca* 
lares,  aolventairon  sus  anti^roas 
obl{)it^<>A®8 -paganda  Solamente 
hi  séala  pai^te  de  ifits  deiidás;  pe- 
ro ésta  Ténrtájá  ilo  pódia  tener 
linÉar  Mno  paralo  pasatio.  B!<en 
pronto  fa  alza  repentina  de  to- 
fhis  los  jénetos ,  consecuencia 
precha  déf  desprecio  de  la  mo* 
neda,  dando  á  cada  una  su  ver- 
dadero valor,  bizo  el  beneficio 
"ilusorio. 

"Corno  nif»  mafti^  medida  a* 
rrastra  siempre  consigo  ottra  mas 
mala»  empléase' de  nueto  e^e 
raiedio  peligroso  «a  la  se^nda 
jsuerra  pdmica;  j^el  Míuéredo* 
cido  á  urna  onza^y  en  fio  cre^ 


metalé^  predosbs;  servían  prin- 
cipalmente al  ornamento  de  los 
templos,  y  las  principales  fami-^ 
lias  guardaban  ¿on  cuidado  al- 
gunos pequeños  muebles  de  oi'o 
ó  de  platrt  que  solo  se  present^-^ 
bañen  lo^dias  solemnes.  Cuan- 
do la  ciudad  fué  tomada  por  \ú^ 
galos,  trescientos  sesf^nta  años 
después  de  su  fundación,  para 
contentar  su  codicra  se  reunie- 
ron todos  los  tesoros  que  ence- 
rraba, y  solo  se  pudieron  hallar 
mH  libras  de  oro  (1).  Pero 
coaado  los  ejércitos  de  la  repú- 
bHea  salieron  de  loa  estrechos 
limites  en  que  habiah  estado 
eocerradbs  por  tanto  tiempo^  los 
romanos  principiaron  i  conocer 
las  riquezas;  y  mas  aficionados 
á  tonservarlas  que  á  estenderlas, 
solo  después  de  uu  largo  ínter* 
vok)  pudieron  resoli^rsé  á  po- 
nerlas en   cí^ulaciotí.   En  fin. 


riéndolas  neceaidades  de  la  re*^'  en  4%,  -antes  de  la  primera 
pública^  sé  recurrió  por  laáltl-í  guerra  púnica,  se  acuñurun  di- 
ma'vezá,  este  triste  recurso,  y  i  ñeros  de   plata.   Eata»  fueron 


et  os  romane  fué  fijado  definí^ 
tivámeote  «a  la  mUivA  de  una  OB* 
za.  Loa  romanoa  se  conieolaroo 
por  muchü  tiempo  con  sus  pie-^ 
zaa  de  cobre,  y  los  escritores 
mas  antiguos  nomenciouaAn  otra 
moneéa  bdsta  idisspues,  por  h> 
cMt  et  teáoro  péMíco  recibtu  él 
iMMibre.^'  mfütium^  Estando 
poéo  es|iarcid08  *  en    Moftia  los 


valuadas  en  diez  ases  de  bronce, 
que  por  aquella  época  tenían 
su  peso  íntegro;  á  medida  que 
la  moneda  de  cobre  disminuyó 
de*  pesó,  ét'ttinero  fe|ajó  en  la 
misma 'propoírcion  y  continuó 
vaiiendo'dfez  a^^es.  Por  un  lado 
taiiift  un  caf ro  tirado  de  dos  ó 

(15   PtAua,  Hb.  xxxni,  cap.  1. 


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cuatro   caballo»  y  s«  lUaubon    AtclunA:  luegaqiHi.l^s  epioftfio^ 


6i<;ra(í  ó  cuadrigati^  otros  se  lia'* 


tuvieron  monedas  de  plata «  i|Uíf>> 


innbaB  mcíoríalt  porque  teniaii  4  sieroa  tenerlas  de;  oro.  El  afiOr 


por  signo  una  victoria;  en  el 
reverso  ponian  ordinariamente 
los  bustos  de  Cistor  y  de  Pólux^ 
una  Boma  persouiQcada,  ó  la 
figura  de  una  divinidad  cual- 
quiera, emblema  esacto  de  lá 
importancia  que  se  daba  á  un 
objeto  que  había  llegado  á  tener 
un  culto  Jeneral.  £1  dinero  pe- 
baba  la  sétima  parte  de  una  onza; 
como  el  as  tenia  sus  divisioaeii 
particulares;  el  quinario^  nom* 
brado  asi  porque  valia  cinco 
ases,  era  la  mitad  del  dinero;  el 
sexurcio  valia  dos  ases  y  medio, 
es  decir,  la  mitad  del  quinario  ó 
la  cuarta  parte  del  dinero^  Esta 
era  la  moneda  mas  peque&a  y 
la  mal  usada  entre  las  monedas 
de  plata.  Llevaba  por  señal 
IL  S.,  que  espresa  el  número 
dos,  y  $emis,  mitad>  es  decir,  dos 
ases  y  medio. 

Estas  denominaciones  esaetas 
en  un  principio,  llegaron  á  ser 
ficticias  con  el  tiempo,  pues  el 
dinero  equivalía  á  diezíseis  ases^ 
el  quinario  á  ocho  y  el  sextercio 
á  cuatro*,  esceptuándose  sin  em- 
bargo para  el  pago  de  las  tropas, 
en  que  las  monedas  de  pUta  se 
contaban  siempre  con  sq  valor ; 
primitivo. 

La  codicia  se  aumentó  con  la 


547  apareció  el  otiraus^  marcado 
con  los  mismos  signos  que  otra» 
monedas ,  que.  er(ui  las.  letras^ 
XXX,  indicando  el  número  de 
los  dineros  que  representaba:  te-* 
nia  también  fracciones;  el  sanii-. 
sis  aurem  era  la  mitad,  como  la 
indica  su  nombre,  y  estaba  marr. 
cado  con  las  letras  XY,  porque 
valia  quince  dineros.  El  trimiuis 
que  era  la  moneda  mas  pequeña 
de  oro,  equivalía  á  la  sesta  parte 
del  aurew  ó  á  la  tercera  del  semi* 
SIS;  estaba  nsarcadoeonlts  letras 
XX  que  significaban  veinte,  por- 
que valla  veintesexteroíos  ó  cin- 
co dineros. 

Para  conocer  f^ciluMnte  todas 
las  monedas  romanas,  y  distin- 
guir con  precisión  sus  valores 
relativos,  era  muy  importante  no 
comparar  entre  si  sino  las  mone- 
das del  mismo  tiempo,  fuesen  de 
oro,  de  plata  ó  de  cobre,  porque ; 
su  vjalor  proporcionada  aeobser^ 
vaba  cuídadosamentia;  peroles, 
monedas  antiguas  na  se  podían 
comparar  con  Jas  nuevas,  pqr-. 
que  no  ecsistia  proporción  ordi* 
naria.  Con  el  tiempo  se  alteraron 
las  piezas  de  oro  y  plata  con  me* 
tales  de  menosprecio*  El  trivn*. 
viro  monetario  era  un  majistrada: 
inferior  que  presidía  i  la  fabri«  . 


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vmiMúí 


113 


eacioil  de  1á  iñonéAi.  hófiBom-^ 


btts  del  nummui  y  del  mMdm  tto  *«i«  de  caftc^  grtode  foe  treee  en 


éspreiíabno  tito|i!éAieiite'«De  eli 
se  de  Mioiiéde!  ^  noivhre  mMi- 
iteiil  indieebi  ttpa  pleca  de  wó; 
de  ^bu  ó  dé  tóbná;  y  el  tofidm 
'no  era  otra  cota  que  li  ptatt  de 
oro  mal  roerte;  nombre  que  es- 
presaba so  Integridad  y  qne  se 
tedió  para  disttngiiirtas  de  las 
<|tie  no  em  mas  queinla  sidiple 
'fracción. 

LiBtBiiiA8.--*RabÍa  oá  Roma 
^Tárl'as  tiendH  qúer  feniáD  á  la 
poérta  carteles  con  los  fílalos 
de  las  obras  qtie  estabün  de  ven- 
*iá.  Solo  se  presentabtá  la  Vista 
del  páblico  la  sala  en  que  esta- 
llan los  libros  colocados.  Des* 
pnes  seguia  ana  babÜaéionddn- 
dé  estaban  Ids  cbfíistai,  fos  coii- 
lek  en  nn  Cajón  coadradd  tenién 
tijeras  para  IgaaUr  las  ojaís,  an 
compás  para  lasdlétaaeiM  de  las 
IfMMs,  lina  regla  pare  nratarles, 
lifi  cortapinmaa  parí  afilar  les 
cafiitas  (eatomUs)  de  qtie  se^r*» 
Üan  para  escrlMr,  dntnbfllode 
plomo^  ona  piedra  de  aíTaf  y  nn 
«stdcbé  destinado  i  récf bfr  las 
caftftas  despnes  tfé  cortadas.  Dés^ 
imes  segnia  él  c«ai*fayde  los  ffn* 
tinkd&reÉ,  qae  como  lé  fiatabré 
Indfeá^  era  enéélaf  las  ojas  nntfs 
cotí  otras  para  bacei^^  de  todas 
rtlasonrolld.  Estos  te  badán 
dbjNqiirrtti,  «MttbrAilnaf  deKw 


cada  qoé  se  sacaba  dB  nna^  espé* 


BJiptoi  Esta  measfemna  s«  raati* 
iabay  Asapwf  se  le  defta  ma 
áiáno  de  eofai  becba  coa  ai4a« 
j  Tlnagre  (1).  También  emplea- 
ban el  ipdrgamíM;'  jMrywwmm; 
MMi  ttamadi> pprqnecwa  de;M9- 
gimo,  en  la  Miaia,  ^nékmtmt^ 
ittveBlido^  Otaioa  pfeparabanpa* 
ra  el  misBie^  nao^  Üraeenehaedb 
üM  (2>  7  aplicibén  4  ellaa  «na 
cierta  sttslafteia  q«e  4aa^  kaeia 
propias  para  U  eacritma.  Coa»* 
do  esta»  ojea  estaban  ja  esc^iUs 
por  ^k»  Mrftai,  jr  idoépobs  áe 
▼isl«  y  «Mn^as,  voNiané  Ida 
glutiMdorea»  queiíaa-enMnder- 
nebatti  lanfonla*  mai  enUerto, 
Golonabaa  el  liU|lo>nn  aimdo>iflB 
eslremidadea  del  eje  y«a  lablfi 
el  tmbüieui  6  palito  rndendp 
de.e«dn>^  bof.mádU^iliMSd  ú 
otra  «Mleria.  al-ofiti  a»  mni&tbi 
el  fotáaaen^  y  aaí  «nedeba  eo* 
medio  de  do«to  lomd^ellKMiihm. 

(í>   taina,  Ub.  XVII,  ckp.  ztw. 

pftpirftaat^aran  4le  mwf  Ungií  4erá- 
aWa¿  fma  Uvie  liiUiMawcbM>ni- 
iSH  4a  cutaÑH»  iinl%Ma»balMaiCi. 

.  SqnmPl¡«o»lilwXU(p.cap.pK^fs- 
cribió  príniaraiiieiite  taRomii  aphre  oíi|f 
¿e  pilma,  6  lobre  la  cortesa  de  ciert^t 
árboles;  UiacUs  pábitcat  tt  cKribiau 
,  ditfi^áibtaU  eo  plomo. ' 

15 


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114 

•En  lof  eslramos  de  tMe  palito 
.  i|Qe  i#breMÍMiD  dfl  rollo,  le  cía* 

Ttbaii  las  iMtiaaiUaaeao  queae 
L  carral, el  jfofalHwoi.  y  daiaala 
RiMBeta  ae  pMaaiiiaban4  la  vitlia 

4ei  iMiaMoi 
'     GModoaf  aarrtoQ.  da^  petga- 

Miao^  cano  af :  podfa  aaaribir 

yorÉMton. partea, eo Ve»  deen* 
^olartlaaojas  pmi  con^^ilnM^  sio 

fcaaeiaiíjBaa  qia' «0lrlas|  aailoD* 
'Ceaaaiéate  «l'iltkro  cíoa  fteraia 
:eMdradh,«aii8€rrá»#Dilae)  ooaa- 

bre  de.^viatlhBati;  v  pam  eatrar- 


aüTwu 

^aaaatraiiJefoaáeiaskleas  fa^ 
Ueaa  que  la  dtvtaidad  solp  coo^ 
eada  ai  hombre  p«ir  precio  dp 
«oa  edinea^o»  egmerada.  L«i 
«aiBti^a  de  uiMi  larga  eiyiliu^ 
akMi  #io>ee^íaUefOQ  e»  ^iicho 
tiempo  para  eiloa;  y  eoioedip 
da  tanlM  oa^mes  clirflizadaf 
presaolarooá  la  kalía  asombra* 
da  e(  eape^áeulo  de  un  pueblo 
feo  ^la.do  raptóte  de  las  áta- 
nos de  la  oalMraleaa.  Fprxadaa 
por  si|  aiilamlieDto  á  traía  rae 
ana  ruta  aueTa  para  formaraa 


lolepontuiitlraadbauan^  tefi-  ^oi»  averpo  do  aoeiedad^  Mm 
4aadopátspiira  y  bordada»  cop  sua  ideas  fueíoA  jiganteacife. 
Jbllillodc»  orow  CadtfOiía  úm  losJFotmAroiise'iiii  gabjíerno>  loyea 
folihiiaoas4iio'«>iiipoatatt  oiiafy  u*^  sp  táe|ioa 

obrai'aelfenufca  Hmct;  da  um  |  Im  ^t  propia^  y  ooviendp  i^aa 

Viaá  aUoa^  el  oniíeivo»  a^ 
arearoQiuidare^opálvIico  pa-* 
raaiioaaoios..  A.líluUx  de  coQ«- 
qiiisiá  robaroo  loa  primeros  bM** 
ya»  fue  dabira  cuMivar  osa  tia^ 
rmivsmpadaí  y  parai^anteavar 
ütt  sociedad  4Uipoesla  &  peroaar 
pof  fhltadecoaipafieras^^iio^  tt- 
invaaroo  a»  robaír  las  naiijerea 
jdiaaosTaqiiioa.       . 

TalM  bpmbrea  DO  podiaoto** 
oer  sjoo  tuneólo  oblato,,  la  giaor 
fF^  y  lagMerra  perpéUia;  y  iodo 
Jloqiioiioora  asta  debía  descaía 
dafsedraebaii^rsa^  Sua'triuQlof 
fáfMoay  ooQStentes  los  con veor 
biso  vUfo  oacer,  ocupados  ubi-  I  fcieroA  bcm  prooto  de  1^  eseo» 
cainente  en  crearse  uop  jiatriiy  ( JIffMia  df)  m.  ^iMena^  y  al  des» 


iMlabragriagaquoÁlgtfMiDaba  la 
difrisiOA' de  UB  todoed  maelus 

^Fata!  oédsefaar  tos.  Hbfba  y 
libértaitoS'datloaaiMittés  dates 
imeafos»  se»  loa  oataíba  eoá  e- 
aesaia  dé  cedio^y^sa  los  oofoaa^ 
ba  sobre  tablillas  en  armarios  de 
Disdera  de.eliirés,,  ^w^  e^- 
Dacioiías.  pasaa  p^rqj^o  al^n 
tQda  espacia  de  poUila.  .. 
^ Beuas  JATia^ -^'AAimilie'loa 
com^iai^aa  de*  BdiMtIo  perle*^ 
Declerup  á  dtféreoles  ^eMoi, 
aqoeffos  aventurero^,  rechaza- 
dos  dé  los  Ideares  que  tos  ba» 


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MMQirAi'l 


tts 


precio  de  ios  ^hm;  ñ^démík  ta 
ipiorcijD€ta  y  da  U  mttiddad,  no 
lardó  ea  fer  ioateirido  por  i«  pQ^ 
líliea. 

Eo  fireeia  laa  iéeaa  r«H|iaa«i 
dierpa  mayor  daianrallo.  á  las 
bat^f  ariete  Loi  paeUotfrtagoa 
iraiiiimeaieolétoiiMgrarbp  ir  la 
dívteidad  las  pipdaceiooes  del 
]e«ipi|  y  esto  1m  biio  sobliaiar* 
se«^La  reKjkm  prodojo  e»  Roeía 
afecliM  dífareeias.  Niiaia  la.U^ 
ao  Utyir  sobre  todb  para  conaa^ 
grar  la  obra  de  la  foerta»  f  para 
ba^er  eiMerver  bajo  qo  yuga 
fanpeaente  i  bcMbret  fareeea 
aiempre  dispuestos  ádestoaoear 
la  «aloridad  de  laa  laye»  ó  4  a- 
rrosirar  la  de  «D.asoBarca.  Xm. 
ella  todo  era  grave  y  aoToro  «eo^ 
no  el  Je»io  que  la  babia  cooee'* 
bido;  profunda  en  aaa  misterios 
era  en  el  eslerior  de  oaa  senei^^ 
liea  aogusla^  y  esla  aenelNea  m 
hallaba  en  todo.  Mirdae'eono  i 
«nseresltfaordiMirio  ni  artesa^ 
Bo  béelanle  b&bil  pan  forjar  toa 
faaiotos  escudos  entre  loa  c«a» 
les  dabia  canfnodirse  ^  que  de¿ 
eian  babia  cable  éel  délo.  Loa 
temptos  estaban  sin  slanitacitM^ 
ysf^babíera  efeido  JCpHlet^r  mi 
crfanen  dando  nna  Agora  á  la 
4iyimdad. 

En  fia,  cediéndola  frfa  raaon 
al  deseo,  el  pneblo  htigado  de 
lut  culto  porampnte  iatelectital. 


quito  nuá  imiiim  dal  dior  qne^ 
adoféba,  y  TacquiMot  Angoit» 
blio  venir  itoipaitide  tos  volscW' 
m  artista  q«a  bieieae  de-  areMIa 
endareeida al  fiego^nneeatírtaia 
daJipiter. 

Tal  loé  el  primer,  hw^ibto 
owinpaMftt^qiiedeeotfdá  «faeii 
lia  Ramia;qve.  tan  lafcerbia.  ka^ 
biadoper«ni,tdto  en  toa^  arteaw 
BipU'Pfontp  se  vferoB  toallas 
4e  4o4aa  sm  div itridaés».  tnteto^» 
teB,  yrieaipre  fiteronles  estrao^ 
laloai  loa  encargados  de^te  lm« 
bajo.  Lajeada  dar  lea  primeros 
pssos  ei»  la  carrer^de  las  artes, 
parecieron  cmTiiMlacen  al  tra4 
tMo  de  pjái  f|9p  'oopcinyeron 
con  BocseMa;  eikdi^sé  eriipnld 
fomülmento  i|ne  el  hterro  en 
adelante  aoto  se.  easpleerto  ed 
so  cindad  en  los-nsoé  deda  agrt* 
caltora;deosla;manerapiiea^prí<» 
▼ánéoe^do  tos^nedlas  se  rannn». 
eiabe  áloe  reanUadosw  La  Aieraa 
habii  dicudo  estato  eondinlonea, 
la.  fwna  Ubertdde  ritonal  pM^ 
Uo  romano.  Decretó  eatitoas  á 
Oradio Codea yáClélia^.qne  se 
taibisn  .becbo'  ttnatfbs  fea  esta 
aisaAagaefffa>'h  nna*  cea;  oM 
aeaita  superiorá  am  secso,  y  el 
otro  ^cam  mt:  votor  aoperior  M 
4e  to  misma  homanfatad. .  Asi  es 
como  se  eatdbleoié  to  costumbre 
de  presentar  la  iméjen  de  los 
Jiéroeaálafenevactou  pública» 


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tM 


HirVOftlA.^ 


y  de  cnniervér  veenerda  de  lae.l 
heHas  «ccíomb  para    prodoelr 
iMMfcfitMtteiiieolnis  mejorts.  ^| 

El  dereebe^  da  imájenea,  tai» 
apeteeidoeaireies  grandes  fe* 
milias,  eontribuyótanibieÉiibaK 
tétffntññoam  ftoese  Hefaata- 
ri»  I»  eacoMnra.  Pero  eoalqirte* 
fs  ^oe  Aieae  la  imporlaMia  qee 
los  romaniza  dieaeo  á  mías  f  h>«- 
rifiaaa  «ibras^^  se  esforteron  en 
poner 'trkéos  k  Im  niaiioa^é 
la»  tobiair  de  ejecvlan  fijdae  á 
Ired  pies-  le  «itera  de^  tedas 
1m  estáleaa.  Desde  eertdnees  el 
Jealo  sedelttvo  ee  aa  vuelo,  y 
losartMes^  llamados.. á  mocha 
ooeta^  f»  pttdfepiird^r  sino  4é^ 
MlesbMHas  láesas^tetos. 

Taiftaé  le  eseattuiia  eo  Bone 
hejoses  fi^y^a  y4iMraiite  te  prh 
tteraeded^de  la  reptlMea.  La 
phitiHPe  tardé  miidio  Éiast  doa 
piatocM-  griegoa ,  DataiéAto  y 
GcMPgase^edonMuroa^oB  ana  obras 
el  templo  de  €eret,  y  la  tredi^ 
tiom  eoBaénró  sai  notobres.^  Lé 
«npiiteetara-p4bliea  ere  propor^ 
«loaadav&Ms  nedeetas  baUte<i> 
dones  de'losefaded«ods;y  fcesla 
do  eHo  ttoasoia!  prueba:  el>leni« 
9I0  de  la  Fovttmaj  lefeitiedo  ee 
^1  foro  por  el  rby  Servio  TbK6> 
jf  eUiídoieódio  rao  deles  momi*» 
aaentos  mas  iaolablea  <de  eq«ei 
siglo,  fué  principiado  y  eoecloU 
jdoeonpdMsaioiafto;  Una  drw 


conslaaeiii  pertiealardeteoia  aun 

les  progresos  de  la  arqollectiira; 

la  nataraleza  parada  haber  míM^ 

sado  á  la  Italia  el  mármol  pro*' 

digaéo  áias  comarcan  griegas. 

'Haftta  el  primer  siglo,  de  la  era 

criatteaa  00  so  ooao^ron  los 

'mármoles  de  la  Ligarte,  .entre 

Jos^cyales  los  mas  i>ell«M  y  aben* 

^dantas  .  estaban  ae  Luna,  boy 

Cerrara.  Por  esla  rason  loa  cdi* 

fIciospáUicoi  debieroa  carecer 

de  eipleiidor  hasta  que  el  poder 

de  la  repáUica  te  permitid  ha^i^ 

cer  venir  de  los  paisas  cooquis- 

ladea  le  qoeledairia  le  reosaba 

so  territorio. 

Las  reladoaes  siempre  mas 
frecaentes  con  las  nacionea  de 
Italia,  dieron  iésenait>tomente  á 
los  fomaÉOs  nociones  mas  Justas 
de  la  megniflcenela.  Salieron  per 
grados  de.  aquel  ofrcolo  dema« 
siadi^astracho  en  que  se  fasbian 
eoeevrado  ellos  mismos.  La  na«' 
turalesa;  por  mscbo  tiempo  so» 
tetada  y  rebinada  baja  tfmldaa 
manos,  áe  agrandó  hasta  el  pon* 
to  de  aleansar  las  formas  mai 
hrfllantea.  Loa  enlistas  pudteroi» 
entregarae  ain  temor  á  loa  a- 
rranquesqueesettabanen  ellos 
aquellos  ras9Qs.de  hevoismo  con 
que  brillaban  los  anales  de  Ro* 
ma  y*7  mientris.que  sus  ciuda- 
danos se  ihislraban  en  los  com* 
bates>  el  arte,  parada  eacríbir 


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IMUM. 


J17 


io  historia  en  moDameolos  e« 
tenioi. 

DeidéelAfioAnfteer^  icv 
btetlift^roá  iot  ctetules  Locio^ 
Fario  (almila  ^  j  k  Cayo  Meoio, 
vflMedQcet  de  lo$  leUnoa^  tas 
priQMfpaestÜoafteeiiestres  qae 
seitieroa  eo  Aeiiia>  después  de 
laqmese  hebia  tieicbo  eo  opor 
deClelia.  Pero  el  alQ  459»  na 
artista  etriHc^  levantó  á  $porio 
CanriUo, ;  que  liabia  alcaosado 
una  vietoria  eompteta  sobre  loa 


cipal  de  los  cuidados  de  oo  pue* 
bk^felijfoao.  La  esoiltiira  y  iU 
pintura  auo  n#  se  eoipleaban 
siooen  los.  moAuoseutos  sagra-» 
doa^  el  fttsla  de  ellas  era  no- 
ble jr  serero  eomo  iodo  lo  qu^ 
salla  de  Ím  manos  delosetros* 
eos* 

Aeia  aquel  tiempo  fliiaaM)  hu^ 
boea  las  coslunbres  eateriores 
de  \m  ronsaaos  uoa  mudania  que 
dio  á  todas  las  estituas  becbaa 
basta  eAtooees,  «u  caráeter  par- 


samuitas,  uu  trofeo  superior  á  I  tieular,  por  el  cual  se  les  couo^ 


cuanto  se  baMa  hecho  basta  en» 
tontees.  Ck>natrttjró4e  los  casóos 
y  de  las  eoctaas  de  los  eoeaai« 
goa  una  ettftlua  de  Jépiter«  baa« 
taote  grande*  para  que  ae  dtatio- 
guieae  dlsliutasasQle  éafde  isa 
alturas  de  Alba.  A  loa  pies  del 
dios  estaba  ia  esUtua  de  Car* 
vttlo. 

Pasta  aipiel  tiempo  los  roma* 
DOS  hablan  ioioeailo  el  ausilio 
de  jbs  Mlranferos.  £1  año..  474 
fué  seüAHUa  la  £truria,  y  enton- 
ces haUaroA  coaso  seilores.  Lla« 
maro»  de  aquel  paisa  una  rouU 
tüudidoi:  obraros  htóUestconSf 
tntyeroa  puentes^  acueductos, 
bévedósttbterráneas,  y  eleyaran 
altas  mumUas  fuaraecidas  4e 
fnerteSítorreSfOtvosde  un:<Vr- 
d«  mea.  superiot  lef  antaron  e- 
diflcios.  públicos;  los  templos  so- 
bre liMiOy  fueron  el  ot^eto  priu« 


cia  al  momento..  Siempre  habían 
llo?ado  los  cabellos  largos  y  la 
barba  poblada;  pelt>elaao454(t) 
unos  barberoa  venidos  de  Sicilia, 
los  despo;)afoa  de  estos  adoróos, 
dados  por  Ja  nataaralexa*  Estable** 
cióse  lan.riipidaniente  este  os<s 
que  el  cénsffl  M. .  Uvio  que  se 
habla  separada  de  la  ciudad  po|r 
algún  tiempo»  no  pudo  volver  k 
praseuUrsa.eivtlIa  sioo  después 
do  haberse  sÍTetted^  Lo^  escul- 
tores^ observadores  esactos  de  a 
eosUunbre,  la  re^ralaroo  fteU 
m^nte  en  sus  obras^  y  los  nue* 
vos  romeóos  parecieron  un  pue- 
blo diferente  de  sqs  padres.  De 
ahi  venia  que  al  hablar  de  sus 
antepasados  acoslqmtiiraban  lia* 
Biartos  tnleusj. 

(i)  Pte»0^iikyi%ifp.ux. 


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Ité 


«wrMH 


h: 


tfinmi^ittc^yar  i  Bemo  i«s^  Neefaarse  mejor  de  la  Ticlortir;' 


conocer  A  I»  artes  jior  la  %tao- 
rancla,  réebasarlM  éft'seguMa 
por  la  poHlica,y  adtitUrla»  por 
fin  para  tiacer  de^iUw  nn  nroMe 
uao.  Héntoila  vütor  tambieo  pa« 
aando  de  la  moderacloo  á  ona 
codicia  tergonmaa.eatender  sus 
mariosatréridai^a^re  todas  laÉ 
naci  mes,  apoderarse  de  sus  teso- 
ro», protanár  sus  templos,  arro- 
llar sus  leyes  mes  sagradas,  é  in 
aullar  6  (oVdíoSes  y  á^lisdiviaí- 
dades,  para  amontonar  eo  so  se- 
no riquezas  que  despoea  les  fue j 
ron  tan  fatatea  porque  ocisiona^ 
ton  \a  ruina  del^  Imperio. 
>    La  segunda  guerra  pAniea  did 
ingar  á  la  gt&á  ref^ehiclao  en 
las  costumbres  de  los  romanos*, 
atacados  en'  kl  centro  de  la  Ili- 
lia,  sufrieron  muebna  desaatrm 
que  trajeron  consigo  la  defec- 
ción de  ona  parte  dt  ana  antf* 
guos  aHadoa.  Una  firmeza  iñal* 
terable  en  loa  reveses/ pruden- 
cia en  los  triunfos,  7  planes  bien 
TGÍncabidos  y  seguidos,  los  hicie* 
roo  triunfar  de  un  enemigo  tan 
bábil  como  implacable.  Pasando 
con  rapidez  de  la  defensa  al  ata- 
que, forzaron  á  Annfbal  A  la  re- 
tirada, y  ie  persiguieron  basta 
África.  Instruido  por  el  ejemplo 
de  UD  riral  largo  tioflipo  dicbo- 
80,  el  grande  Scipion  supo  apro- 


el  poder  de  CártagoTteé  'déatnii- 
do^  y  ya  no  qnedd  á  Ro«a  mm^ 
qué  proseguir  aul  vengmzaa  se-f 
bre  los  que  hablan  hecho  tral^ 
clon  i  au  eanat:  todet  fueron^ 
sometidos  sueeritaraente,  y  una 
alianza  fatal  fué  le  cansa  ó  pre^' 
(eatodéaoroina.  • 

El  gran  carácter  t}oe  loa  ro- 
manos desplegaron  en  afiella 
Ntchá  tan  larga  y  terrible,  hu- 
biera en  cierto  modo  JoaliQcmdo 
sus  triunfos,  ai  catate  notos  hru-' 
Mesen  IteVado  &  hottar  ios  dere-' 
cluia  aagradoá  de  lea  nacienea. 
Irritodoa  por  la-vengama  y  dea* 
himbrados  al  aapeetm  de  aqne*^ 
tlaa  riqnezaa,  oatya  écatsteoeia* 
lea  habla  hecho  Ignorar' atp^^ 
breza  antigua,  usaran'  en  todo 
su  rigor  de  aquel  derecho  r^ma^ 
ne  que  loa  conatlihia  dominado- 
res del  unií^eraa  f  doeftoa  de  to^ 
do  lo-  que  encerraba*  Slraensa) 
la  mas  bella  y  ópuletelti  ée  l«a 
ciudades  fundadaapórloagrie^ 
gos>  fuédeVastada  eoteramentev 
y  se  dice  <iue  en  el  momentb  dd 
apoderarse  de  ella.  Maréelo  deü 
rramó  lágrimas  conlempteirdo 
deade  un  altlo  elevndo  á  «qiielle' 
ciudad  aoberbU  qne  4ba  á  ^aer 
deatmida  en  vnael^inoiMntdi 
[Lágrittaa  eatérilea  y  >  epibualéi' 
raa!  El  teneedor  robé  todas  lad 


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ofens  4Mirto»  «tUrtois,  tmdr» 
y  mMUei  pfieiosoa  i|m  tirvle* 
roo  p«ra  adoroar  ei  C^pilolio> 
fúñ  é^mflú  4oe  le  •tr^vtomji  á 
áedicttr.á  la:  Yirlod>co«iosil» 
¥irlpd  foáíoBe  etlur  separada  de 
li  JoMieiÉ  y  de^b^ompasiM! 
^  Dasda«lca»o*deIJIibaaliaala 
el  4e.Faebjip,  M'  te  leiaa  maa 
ipie  laa  raloaade  timMm  hmá^ 
elitwitea  <laf|^irtea.  La  f rao 
Orteia  pnilH>  laa  mísiMa  dea* 
araeiaa.  €ratfMiá»  qaa  ««Hénia 
un  mllten  dékafanaoieai.  UeRÓ  á 
vf4ale  níl  bdmliras.  El  eél^lNra 
teasplQiflk  Jmmo  (¿MimiaX  sttua* 
iúmp^  tarritQriíay  fkié  desoja-» 
4q  de  1iM|oa  tnaailaraos^y  aoii 
llafEarf)iii;á.afMnfiafla  las  lejas 
demánaal  jOcm»  qoe  estaba  ao* 
bierio.. 

iLai  «Iras  ctedadea^pie  e€sia«* 
tian  eft  «pieila  ceaiarea^  aofrte^ 
nm  la  «liaiMMaiISk  Todas  Tie* 
ro»  arrabatotles  los  moouiiieo* 
lea  €»•  jino  mi  pueblo  aanigo  de 
lesafles  laababla  decorado^ 
\  FIU»o,4o  Macedoiiia  kabi^ 
dadodébU^ft^  soeonroa  i  loa  ear* 
ls|liHM§:  loa  nmaDoa  lo  hioie* 
raí  la  gomn.  %]^adadoa  lite  tes 
grlafos^4iq«ieMa  une  oeguedad 
fetal  {liMipMtba  áeta  su  per* 
dicioo^  Pilipo  fti^.wmeU((v  y  ol 
MModoreapaio  á  la  tssta  del 
pooblo^  ea«;sii  liÜaolo^^aoUikul 
doMiéittas^de  laaas^dé  .arau:» 


119 
doraipreeiasaf»  do  eeeodoa  de 

oro  y  plala^  j  cteotoealorce  eo^ 
rooas  dooro  resalidas  por  los 
cfadadaAoa  «riegos.  Coa  parte 
de  eftos  Arpólos  so  oaa^M  ea 
eloirar  sobre  la  i^le.  eaperter 
del  templo  de  Jd^iiter  GapUoli^ 
Bo,  ooa  soberbia  cMdrÍ|a  .da« 
raáa.   .        ' 

:  Aolfoco^regr de SM^ toaban 
biaeooeedUoaii  apofo  á^  Adiií* 
bal,  safras  la  aaisaia  pena  füO 
FUipu^  oétovorla.paa.daodo  k 
los  fonaiiQd  na  fl^ioaes  profia* 
daf,  mil  ^kiieiiloa  taleaies  j  la 
BMijur  paato  de  laa  obras  ifaedr» ' 
coraban  sos  pal^cioa.  EpUre  tan^ 
loa  ofe({elos  preetesos^  so  DoisbaO 
vaaoa  do  oro  dri  paso  éa  arit 
OcbooaeoMa  Ubraa;  ?  asoado  pla« 
ta  de  mil  eaMlf^oientaa  tobiU^ 
caataoiibfas^to^oadepotrabajo 
esfiúsUa.. 

.  Apooen  había  tftfmmado  la 
goerra  en  8iria»  eiíaodo  loe  ro- 
ipaoos  i^o»ierao  á  aparecer  oa 
Grecia  para  combatirá  sos  pri- 
asaros  atiados.  Tomarbn  la  c«o^ 
4kMl  do  ámbracia  ^a  9pJao.  EsÉa 
atttigoa  loeskleacia  del  famoso 
PirrO»,estaba  llena  jla  esláuias 
de  loa  maestros  más  ««awles^  j 
da  endras  adasiaaU^  jr  todos 
{teron  Iraaspflirtados  á.  .Roma« 
Eovaiio  tea  desgiiáciadaa  babi^ 
taiiAaa«|Oaaeiitároo;i  H.  Fnlvio 
aa  MOiiwdbiV  ipM  corona  :de  oro 


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1«> 


Ht5tOKlA 


dé  perfatte  nrtl^tnfrátarlHH'As, 
poc»  ipeéplúí  «u  presente  y  les 
rot)ó  ius  obras  arlIsUeas.  Los 
ambirsekftas  desesperados,  en-* 
viaron  mía  eomision  al  senado 
bactéodole  praseate  qoe  ni  san 
les  restaba  el  sfmalaero  de  una 
aola  dlvlüliid  i  quien  poder 
adorar:  los  ambaciolras  no  ^«e-* 
ron  esmicbados,  Foltiosacó  de  a- 
qiieib  dudad  doseienlas  ochen- 
ta y  dneq  estétíias  de  bronee  y 
doselenlas  treinta  ^^táluas  de 
mármol^  EiDÍm*acadío8  con  Un- 
tas riqüaiás,  acudieron  los  v^n* 
cedores  é  loa  griegos  para  el  ér- 
deo  de  los  Juegos  con  que  de- 
bían presenlarse  i  la  vista  del 
pueblo»  En  esta  oeation  se  lie- 
ron  aparecer  por  la  prlttera  vea 
luckadores  en  RoaM». 

Gonodendo  por  último  tos 
griegos  el  peligro  que  ios  aine- 
Miaba,  ya  como  eneaiigos,  ya 
como  aliados  de  los  romanos,  se 
esfonafOB  i  alejarlos  de  su  patria 
común;  esfuend  tas  tardio  co- 
mo inátil !  La  calda  de  Macado* 
uia  babia  preparado  la  de  la  Gro'* 
eia.  LucioMuttMiióderrotd  i  los 
aqueos  cerCa  de  Corinto^  tomd 
esta  ciudad,  la  destruyó  é  biio 
trasportar  i  Boma  cuantoa  oIh 
Jetos  ariistices  encerraba*  Nada 
se  perdonó)  üevérouse  beata  los 
vasos  de  bronce  destinados  i  au^ 
mentar  en  el  teatoo  la  lKMi4e  los 


sctóres,  y  de  loeeualas  Ao  supii^ 
ron  pore«loncesaervinel08  roí> 
mabos; 

Cosa  increíble)  el  facuMO  Ba* 
co,  mirado  lioaao  el  cuadro  mas 
bello  de  la  (kecia,y  cufá  pek*» 
feccioB  fué  proverbial,' airvió 
por  mucbosdiasdé  knesá  i  los 
soldados  romanos  para  Jligar  á 
loa  dadol*  Instruido  Mummio  da 
su  valor  por  ot  precio  esees»*» 
vo  que  le  ofroelan  en  cambio; 
lo  hito  trasportar  i  .Roma  con 
inumerabie  cantii|ad  de  está* 
tuas,  de  trípodes  de  un  iraba^* 
Jo  esquisilo,  y  dijo  siriamente  i 
los  encargados^  que  lii  aquellos 
objetos  se  liegabaii  á  ^rder  en 
el  camino,  quedaban  raaponaa» 
bies  á  bacer  otroa  icóala  suya. 

Esta  inmensa  reunión  de  o-» 
bras  del  arte,  hiio  que  tos  roma- 
nos conodesen  so  mérito.  Sos 
almas  fuertes  f  nuevas,  se  con^ 
movieron  á  tá  vista  de  tantas 
bellezas,  y  gustaron  aquel  en* 
cant9  invencible  que  Importa 
ai  bombre  menos  elviliaado  al 
aspecto  de  las  gradas  y  da  la  co« 
rrecdón  perfecta.  De  la  admiran 
don  pasai^^m  rápidamente  al  de* 
seo,  y  del  deseo  á  una  paaioa 
desenfrenada.  Orgullosos  con  lo 
que  ya  poaeian^so  Indignaron  de 
no  tenerlo  todo,  y  emplearou  tos 
medios  mas  odioaos  para  cbasew 
guirle.  Les  desgradadas  ciudap» 


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saeesivameDtev  y  U>  que  se  ha- 
bia  escapado  al  cPQq«iiata4or» 
fui  presa  de  los  go))erMdpr<^* 
Los  codiciosos  prpcóosvles  ro- 
baroa  i  viva  faena  lo  qae  esi^* 
taba  sus  deseos,  y  susdeieosse 
estendiao  á  todo.  Algosos  mas 
moderados  obtuvleroo  á  precio 
vil  lo  que  no  se  hubieran  alre- 
vido  á  rensarles.  En  Roma  era 
donde  habia  que  buscar  las  o- 
bras  maestros  que  hablan  eons- 
Utuido  la  gloria  de  les  ciudades 
griegas.  Allí  esUbap  las  bellas 
«stáiuas  de  bronce  de  le  mano 
de  Lísípo,  que  Alejandro  hizo 
erijir  i  los  de  sugoardia  que  pe- 
recieron en  el  paso  del  Gránicu. 
Allí  se  encontraban  las  ol^r^s 
mas  bellas  de  Fidias^d^  Mirón, 
dePrexíteles  y  de  Scopas:,ma8 
de  una  divinidad  babia  pasado 
desde  su  templo  á  la  casa  de  po 
f  imple  caballero^  y  hubo  estar 
tua  que  después  de  adornarte 
kabitaciott  Aspasia,  fué  á  colo- 
carse al  templo  de  M inerva«  A- 
quel  famoso  grupo  de  las  tres 
gfacias,  hecho  por  Secretes,  hi- 
jo de  un  escultor,  y  escultor  él 
también,  antes  de  consagrarse  i 
la  fliosofia:  grupo  mas  precioso 
por  el  nombre  de  su  autqr  que 
por  su  mérito  real»  y  que  estaba 
cofiservado  con  veneración  en 
Ja  ciodadela  de  Atenas, pasódes* 
YOMO   xiu. 


pues  al  tfieUidMadeiiapnbUr 
cano. 

Sorprendidos  cada  ve«  ikias  y 
mas  con  las  producciones  de  la 
Greeia ,  quisieron  por  último  ios 
codiciosos  conquistadores  bieer 
florecer  entre  eUoeaquellasmis^ 
mas  artes  de  que  se  hablan  moa* 
trado  destruetoaes  basta  entoD- 
ees.  Habia  en  Roma  una  multi^ 
tndde  cautivos  que  ewn  artistas» 
y  se  Tlamaron  i  los  demás  qM 
en  adelante  eran  inútiles  á  sit 
patria  deseossotoda.  Todos  re* 
cibieron  protección;  el  oro,  la 
pista,  el  bronce  y  el  marfil  se 
prodigó  k  S|is  sabias  manos.  Lol 
temploise  convirtieroaeisaii» 
tuarloade  las  Mlaaártea^  Los 
antiguos  slmulscros  de  barro  ó 
de  madera  invocados  por  taalo 
tiempo  epo  tan  buenos  resulta^ 
des,  llegaron  áser  u^  objetm  de 
irrisioa.  Xas  piases  púbtícas  o^ 
frecieron  un  pueblo  de  héroes 
que  parecían  respirar  bajo  n  el 
mármol  y  el  bronce.  Las  mora«> 
das  de  los  grandes  se  convir- 
tieron en  palacios  suotuosoe-,  y 
no  hubo  uno  que  no  encerrase 
mas  obras  preciosas  que  babia 
poseído  la  república  durante  mu* 
ehos  siglos. 

Ciencias,  ASTmoiroMiA,  JKoxa- 

TMA,  JEOeSAPIA,  HISTOEU  NATU-> 

iux.^Hemos  visto á  los  roma*» 
nos.  traer  á  su  ciudad  á  los  artis* 
16 


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122 


mSTORIA 


las  de  todas  pnrtes  y  alentar  sus 
trabajos  sin  parlicipar  de  ellos, 
trozando  linicamen  le  de  sus  resul- 
tados. Esla  pasión  tan  jeneral  en- 
tre ellos  h  todo  lo  que  producía  el 
jenlo  unido  á  la  gracia,  pudie- 
ra haberse  mirado  como  un  o* 
menaje  indirecto  que  tributaban 
á  las  muscis;  pero  estas  brillan- 
tes hijas  del  cielo  no  recibían 
igualmente  su  incienso.  Todo  lo 
que  no  deja  huellas  ciertas  y 
durables  y  no  conduce  á  un  ob- 
jeto positivo,  no  ptMÜa  inspirar 
mas  que  un  interés  muy  débil  á 
hombres  que  parecían  tener,  so- 
bre todo,  el  instinto  do  la  pose- 
sión y  que  no  conocían  mas  go- 
ces que  los  que  procuraba  la 
autoridad.  Así  es  que  la  astro- 
nomía apenas  contaba  entre  e- 
llos  algunos  sectarios.  Estos  lar- 
gos estudios,  cuya  única  ventaja 
es  estender  la  esfera  de  los  co^^ 
nocimientos  humanos,  no  podían 
convenir  á  unos  hombres  cuyas 
miradas  estaban  incesantemen- 
te dirijidas  á  la  tierra. 

La  astronomía,  ciencia  naci- 
da de  los  ocios  de  I  a  vida  pasto- 
ral, estendída  por  las  necesidades 
de  la  agricultura,  y  mucho  mas 
por  el  deseo  innato  en  la  natura- 
leza hi  mana  de  conocerlo  todo, 
fué  culiivada  por  los  pueblos 
mas  uitiguamente  conocidos. 
Los  pr  inflaros  jen  ios  de  la  Gre- 


cia, instruidos  en  su  escuela, 
hicieron  de  ello  el  objeto  de  sus 
meditaciones,  y  sus  esfuerzos 
quedaron  recompensados  con 
felices  descubrimitfnt:>s.  Rcro  nn 
es  en  el  desorden  de  lo^  campa- 
mentos ó  en  las  ajilaciones  de 
una  ciudad  ocupada  de  tantos 
intereses  en  donde  pueden  los 
hombres  alcanzar  estos  altos  co- 
nocimientos: ios  sabios  ititlio^^ 
llamados  en  griego  Grjnnosofiitas, 
los  caldeos  contempladores  y  los 
graves  ej  i  pe  i  os  creadores  de  la 
astronomía,  vivieron  en  el  retí- 
ro  y  en  el  silencio^  y  bebieron 
en  la  oscuridad  aquellas  vivas 
luces  con  que  nos  deslumhraron. 
Pero  la  ignorancia  de  los  roma* 
nos  en  la  astronomía  fué  dema- 
siado crasa,  pues  hemos  visto 
ya  á  un  ejército  «lesinavar  con 
la  aparición  de  un  eclipse.  El 
año  581,  la  víspera  de  la  batalla 
que  debía  decidir  de  la  suerte 
del  rey  Perseo,  el  tribuno  mili- 
tar, SulpicioGalo,  reunió  los  sol- 
dados para  anunciarles  que  aque- 
lla noche  se  eclipsaría  la  luna, 
y  tuvo  necesidad  de  esplícarles 
las  causas  de  aquel  fenómeno 
tranquilizándoles  sobresusefec- 
tos:  siguióse  el  acontecimiento 
á  la  predicción,  y  los  romanos  le 
miraron  como  presajío  de  su 
triunfo.  Un  pueblo  de  soldados 
ocupado    siempre  de  empresas 


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BOVAIIA. 


133 


J^mitosrtf ,  y  cuyo  npovi  serU 
ooa  «Jftaeioii  para  oiro  enal« 
^ifira»  no  podía  coacebir  el  ao*- 
canto  que  hfiy  en  nn  eatii4io 
tranquilo»  y  era  incapaz  para  él 
por  k)  ttiamo  que  lo  iespreeia- 
ha.  Ijnial  «uerte  enpo  á  la  Jeo* 
meiria,  IHíes  por  fftlta  de  ana  co* 
nocimientos  no  triunfaron  en 
mtictias  operaciones  míütarea 
que  necesitan  de  loa  ansíiios  de 
esta  ciencia»  aunque  la  opinión 
délos  romanos  fuese  de  que  la 
eiencia  no  ganaba  las  batallas. 

Seria  diieil  decidir  ai  la  espe* 
ele  de  aversión  que  nanifaata- 
ban  los  romanos  por  laa  cien* 
fias»  era  el  efecto  de  un  Instinto 
secreto  que  les  seria  m^or  que 
la  ratón»  ó  si  era  producida  por 
un  orfíullo  iñal  entendido.  Pero 
si  desdeSaban  loa  cálculos  sabios 
por  una  eonaecoencia  de  sus 
fortunas  prodijioaas,  entendian 
muy  bien  el  cálculo  material. 
£1  que  posee  mucho  debe  saber 
contar»  y  la  multitud  de  grandes 
propietarios,  de  usureros  y  de 
banqueros  que  abundatMin  euRo* 
ma»  bacian  que  fuese  familiar 
á  todos  el  arte  de  los  números. 
Con  siete  letras  de  su  alfabeto 
1»  V,  X,  L^  G,  D,  M,  dispuestas 
de  diversas  maneras,  espresaban 
toda  clase  de  suma  desde  la  uni- 
dad hasta  cien  mlL  Si  se  trataba 
de  espresar  sumas  mucho  mas 


considerables,  un  simple  traio 
colocado  sobre  laamiamaa  letras 
numéricas,  les  daban  un  valor 
cíen  mil  veces  maa  grande  que 
el  que  tenían  sin  él.  Un  ejemplo 
lo  hará  mas  patente:  las  letrai 
H,  S,  que  por  si  no  espresan 
ningún  número^  servían  úpioa^ 
mente  para  designar  el  gran  aes-  ^ 
tercio.  Abí  es  que  H.  S.  X.  sig)* 
niflcadieisestercios,  mientraa 
que  H.  S.  X*  eapresaun  millón. 
Del nüwK) modo H.S. M.  vale 
mil  sesterrios,  y  H.S.M.  re- 
presenta mas  riqueías  que  las 
que  pudo  nunca  poseer  un  ciu«« 
dadano  romano. 

Si  en  el  estilo  ordinario»  se 
quería  sin  servirse  de  estos  aig-« 
nos  numérica  eapreaarlasniii* 
mas  sumaa,  serservían  de  los  adk 
verbios  quadriu,  dm0$,  vigeiim^ 
6  de  otros^  aeme^ntea/é  indica^ 
banqu0  la  moneda  4le  que  se 
trataba,  estaba  multiplicada iiw 
cien  mil  tantaa  veees  como  este 
adverbio  encerraba,  la  unidad. 
Asi  M  que  quaári0$  $e$Urtmm 
iguala  á  euatro  veces  cíen  mil 
sestercios:  deeies  $e$teriium  á  un 
millón :  y  vigeiies  ieueriium  á 
dos.  Muchas  veces  también  el 
adverbio  numérico  solo  espresa- 
ba la  misma  cosa,  y  la  palabra 
principal  estaba  sobreentendida. 
Algunas  veces  los  romanos 
contaban  las  aumas  por  (o/anlos' 


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124 


HlSTOmii^ 


evohiado^  en  sesenta  fibras  de 
plata  de  doce  otizas;  7  se  servían 
también  de  la  palabra  mma  igual 
en  valor  á  la  libra  de  peso. 

Después  de  las  matemáticas 
propfameole  dichas^  la  geogra- 
fía que  tan  de  cerca  le  sfgo'e,  se 
mira  por  las  naciones  Ilustradas 
como  una  ciencia  importante. 
Los  rom«inos  conocían  el  mundo 
indudablemente  porque  lo  po- 
seían; pero  no  habian  consegnh^ 
do  este  objetó  cbn  los  eisfuerzós 
de  una  teoria  difícil^  sino  con  la 
sola  práctica.  Entre  ^Hos  hizo 
1á  espada  lo  que  no  hubiera  po- 
dido hacer  el  compás.  Cada  pue- 
blo que  conquistuban  tes  mani* 
featiba  la  eesiite^ia  d«  sfus  ve- 
fñúOB,  ó  de  aquetips  ton  quie- 
nes estaban  en  relación,  y  siero* 
pre  la  servidumbre  segura  de 
cerce  al  descubrimiento.  Asi  es 
que  de  mío  en  otro  sus  ckuioei* 
arientoB  jeográütos  se  eslendian 
eoD  su  dominación. 

Desoeadiendd  de  estas  altas 
etencias,  hay  otrasde  grande  hn^ 
^taúcia:  tal  es  la  historia  de  tas 


producciones  de  le  naturaleza» 
ciencia  agradable  y  profunda  i 
la  Vez  que  interesa  al  hombre  o- 
freciéndole  estudios  mas  radies, 
presentáfndole  objetas  mas  cer^ 
canosa  él,  y  que  le  lleva  á  la  re* 
ftecsion  al  mismo  tiempo  que 
satisface  una  curiosidad  inocen- 
te* Los  ronianos,  ocupados  en 
las  armas ,  no  cooócícrdh  las 
véntajasde  éste  estudio.  La  me* 
dicina  era  desdefiada  alH,  y  el 
mismo  Hipócrates  hubicfra  sidi> 
eonrundidoeon  loS  muchos  char** 
latenes  que  ebosabao  de  la  Cre- 
dulidad pAbUca. 

La  música;  ese  arte  dichoso 
que  encanta  y  civiliza  á  bs  na- 
ciones, era  purame&le  relíjiosa  y 
militar,  y  oMca  se  creyó  que 
pudiese  entrar  en  la  educación 
de  un  romano.  La  jimnástica  no 
se  conoció  en  Rpma  sino  con  re* 
ferencta  al  arle  de  la  guerra.  Loa 
diferentes  |»gos  á  que  se  en- 
tregaban los  griego^  con  tanU  e- 
mulácion,  agradaban  á  los  roma- 
nos*, pero  desdefiaban  ejerci- 
tarse en  elkM. 


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▲• 


125 


CAPITULO  X. 


Plroc«diaiicfilocrimU«l----CPi^icl9ib«--D('6ttMirtt.  — Con^tvti.— JsKapru- 
dtacia  rrimiual  y  mUa  át  juitirú.— >  Emplto  del  tieaipo  de  un  romano  ri- 
d».  —  Placem  públkot  é  f  •rllail«rct.  —  Fuatmlts.  —  Pin.  -^Scpslcro. 


xiocBoiinEirro  cvuhhal. 
Hielos;^--»  oEFnrsoMs.**-  €mfiNi<^ 
XA8*-^  P«ra  áéf  una  idea  de  los 
procedimientos  crimlBales  y  la 
aHalmporleiicIa  que  les  presta* 
han  los  romailoi,  raMOs  á  referir 
tm  beelio.  tío  f  rao  personaje  foé 
acosado  de  eoeeostoa  etl  el  ejer« 
eklo  de  s«s  pábiicaa  fÉDciones. 
Durante  noches  meses  no  se  o* 
copaban  mas  qne  dé  los  detalles 
desü  crimen,  y  el  poeblo  siempre 
totereaado  en  el  maoteoimiefilo 
de  las  leyes,  esperaba  so  castigo 
coo  Impaciencia*  Él  rango»  cd 
«rédito  y  la  fortvoa  del  coipable 
parecía  detener  la  marcha  de  és- 
tas mismas  leyes;  la  éaosa  por 
M  gravedad  debia  espooerse  de« 
lante  del  poeblo  en  los  grandes 
comicios)  pero  el  indi?idoo  w) 
podia  ser  citado  sudo  por  la  »• 
eosacion  de  on  májistrado  so^ 
premo»  y  todos  guardaban  ai** 
leneto)  en  An,  trionfando  él  des* 


contento  pAblicoileaqQella'oseo. 
ra  benevolencia,  snbió  el  pretor 
i  la  tribnoa  de  lea  arengas,  y 
alli  dédalo  públicaniente  qne 
tal  dia  acttsarioal  procónsul  Spo» 
rio  Aqnilio,  de  dilapidación  4e 
los  caudales  pábllcoa,  y  le  intl* 
mó  compareeiese  en  la  época  in- 
dteada.  Desde  aqoel  momento 
deMan  prender  al  eooeosiooario 
yooodiftirlo  ala  prisión;  pero 
para  dejarle  todo  medio  de  de* 
fensa,  bastó  qoe  una  persona 
garantiese  sa  comparecencia»  Es- 
las  especies  de  canciones  se  lia* 
maban  Widei.  Un  antiguo  tribus- 
no  militar  selid  por  cancionero 
del  acusado,  quien  podo  enion- 
eea  oenparae  con  toda  libertad 
ea  disponer  su  Justi  Acacion,  y  se 
esperó  con  impaciencia  el  de^ 
arrollo  de  una  acnsacion  qne  no 
debia  UnuMarse  i  lo  qno  primo*, 
ro  se  habia  espaesto« 
Uegado  él  prefijado  dia,  m- 


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126 


«irtoaiA 


hl6  el  preloríe  nncró  i  la  Iri* 
buna,  y  allí  espuso  sus  quejas. 


Templos  despojados ,  ciudades 
arruinadas ^  contribuciones  ar- 
bitrarias, ciudadanos  azotados  á 
aprisionados,  eran  los  menores 
crímenes  que  al  acusado  se  im« 
putaban.  Enuo  momento  en  que 
Roma  estaba  espuesta  á  tos  or- 
rorcs  de!  ambre,  los  trigos  re- 
'  unidos  en  la  provincia  cometida 
h  sus  cuidados,  babhin  $fdoc«r« 
gados  en  buque»  declaran<l »  que 
naufragaronen  elcannino,  mien- 
tras que  entrados  fortivaáiente 
en  oiro  puerto,  el  cargameoto  se 
habia  vendido  secretamente  y  eo 
provecho  del  proeónetiK 

A  estas  palabras,  et  pueblo 
siempre  pronto  á  irritarse  cuan* 
do  se  trata  de  su  subsistencia, 
hizo  oir  un  murmullo  de  indig«. 
nación ,  y  abrumó  al  criminal 
«con  burlas  sangrientas,  que  cu* 
bierto  de  vestidos  miseraliles  ha- 
-hia  sido  colocado  delante  de  la 
tribuha. 

La  acusación  fué  reiterada  por 
tres  veces  con  oa  dia  de  toter« 
valo,  y  cada  vez  se  oím  á  los 
testigos,  y  se  leian  los  documea* 
tos  que  afirmaban  la  verdad  de 
los  hechos.  En  seguida,  «a  de^ 
-crelo  publicado  duraole  tres 
dias  de  mercado,  esdedr,  á  ina 
distaiicia  de  díesiodo4ias.eátre 


el  primero  y  el  tnttlflío,  hífeb  (t9í 
nuevo  la  esposicion  del  crimen 


Qué  cúmulo  de  iniquí^adeii!    y  manifestó  la  pena  en  que  ha- 


bía incurrido.  Después  de  estos 
preliminares  el   pretor  se   di- 
rijió  al  cónsul  para  obtener  de  él 
la  convocaciotí  de  los  eomicioi 
par  eetúurias  para  él  dia  qu^ 
debía  decidirse  la  suerte  del  de* 
tenido.  Sus  parientes  y  amigos 
empleaban  el  tiempo  que  ecsi* 
Jian  todas  estas  formalidades  ep 
inclinar  al  eousador  á  que  desisr 
tfaise  de  su  ioleoto ;  pues  bast« 
que  el  pueblo  hubiese  pronuo^ 
dado  la  sentencia,  podie  retirar 
su  acusación,  y  el  negocio  que* 
daba  eo  aquel  estado,  (¿er  avea*- 
gado  que  eMttviei6«  Poeque  ea 
efecto,  teoieiido  úideamente  e| 
derecho  tos  grandes  oaajtotradM 
de  presentar  uo   asunto  cunif- 
quiera  á  la  decisioo  del  poetólo, 
en  estas  espedís  de  asambleas» 
luego  que  jiugaban  á  propósiW 
ealiarse,  nadie  tenia  denecho  de 
hablar.  AnuncMse  por  úitlína  el 
dia  de  la  reuainR  de  los  comi» 
eios.  Apenas  principiaba  k  des» 
puntar  la  aurore  de  este  din» 
cuando  ae  hiiooir  la  trompeta» 
pues  al  sonido  de  este  instru«> 
meato  sé  indicaba  al  pueblo  le 
apertan^  da  los  comicios  cuando 
tenían  por  objeto  la  condena  da 
ua  ciudadano,  fia  el  campo  de 
Marte   laTsntaban  ua  taMadou 


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MVAWA. 


137 


f6loe«fido  M  él  «M  fWa  tñfni  j 
eMfna  pnnln  ma  eipede  de 
«Mbo  liesél  pat*a  resfttafdsr  dé 
RiKs  rayos  del  aot  at  q«a  debia 
sentarse,  para  firesMfrá  loa  eo- 
mfcios.  Délfltite  y  h  altamía  dis- 
tancia j  hahfa    peqaéftoi    cna» 
ifros  fbrniadojí  c^  enerdas,  eo 
donde  se  eoloeaban  las  eenf  orlas 
qne  componían  la  lotalMad  del 
pneblo^romano.  El  kttervalo  b^ 
tre  elcénsnl  y  el  pneWo  estaba 
ocupado  por  el  eetisador,  loa  tM** 
tteos  y  los  defensores,  él  acaaa* 
di>  podía  iguahnente  coloeane 
allí;  y  le  era  i^rmitfdo  tamMtn 
recorrer  la  asattMea  á  Ata  de  ea«> 
ciifir  la  eómpaston  de  lo&qM  U 
ban  á  deeidlrde  sv  saeH».  -  ' 

Bapeeo  maa  lejos  se  dfalÍB«> 
f^iB  «arednlo  terrado  eonattá 
barrera  llainado  OiiU  por  la 
semejanza  q«e  tenia  eon  on 
establo  de  óve|aa  ó  de  cabras*,  y 
allí  estaban  (aa  urnas  destinadas 
á  recibir  el  voto  de  eada  uno  dé 
•a^  Indfvidiioa  ^^meomp^niafl  la 
cevUiila;  dfebaa  ornea  esuban 
ba}bla  vIJHandade  ciertos  ofl« 
elates  públicos  llamados  <^lo^ 
dea,  qee  debían  impedir  el  frau- 
de en  la  emisieb  dé  los  toios^  y 
manifestar elresdttado  despnes 
de  la  tiperadoa* 

Luego  qué  «1  ásmilo  estaba 
svflcienlemeftte  espue^lo^  que 
aebaUaootdo  loaieal^yipw 


el  defensoif  habla  heeho  sn  ofl« 
cío,  se  tenraban  loa  debates,  y 
el  pueblo  pronunciaba;  pero  pa- 
ra que  pudiese   dar  ava  votos 
con  drdon,  se  hacia  de  este  mo* 
do:  colocado    cada   uno  en  f^u 
centuria,  se  echaba  á  la  aoeric 
cuál  debía  ser  la  que  TOtase  pri* 
mero,    y  á  esta  se  la  llamaba 
eemuriü  prmFogmtM^  Todos  los 
que  la  componían  ae  ponían  en 
marcha  con  sus  Jefes  i  la  cabe- 
te y  entraban  enel  Oe(/a  pasando 
p^    un  puente  do  iablés  que 
coodticia  á  él.  A  la  eiHrada'  de 
este  paente  eataben  eeloaadoa 
loa  diriMlotm  ó  distribuidores, 
los  cuales   tenían  en  la  mano 
grandes  testoa  Itonoa  de  bole* 
ttnes  qoe  distrlboian  á  todos  loa 
eiudadanoaá  medida  que  pasa* 
han  deta&te deetlos.  Guando  se 
trataba  de  ona    eleocion,  cada 
uno  recibía  de  los  dlríbiiores 
tatitos  boletines  como  aspirantes 
babíat  y  si  se  «ratatia  de-  i|áapiar 
d  desechar,  um  lej^,  el  vaUote 
retibia  dosbóletioet:  eo  uvu  es* 
tabee  escrius  estaa  dos  ietraa 
V^ft.  Vtí  rogof,  admito  la  pro*^ 
poeidon-,  y  en  el  otrouue^.  on* 
Nftno,  la  desecho,  ó  mas  bien  o* 
pino  por  el  uso  antiguo,  según  la 
aséele  algnMcacton  de  este  tér* 
mino.  Eo  on    esaato  ^criminal 
como  el  preaenle,  cada  dudada- 
1  no^redUa  tres  boleliaes:  en  el 


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tas 

uno  esUto  U  letra  A.  ñb^olvoj 
en  otro  C  €an40mn^  y  en.  el 
tercero  N»  L.  non  Ucuet,  ooeitá 
bieoprobado^  y  nosotros  deci- 
mos en  seoiejaote  casof  ue  se  re- 
ciba i  prueba. 

Entrados  eo  el  OvUe^  se  acer* 
eabsB  todos  á  la  mesa  eo  qae  es* 
taba  colocada  la  uroa,  y  allí  de* 
poaiaa  sds  boletines  en  presen* 
cia  de  los  v^iUntes»  que  llama- 
ban rogoloreí^  porqne  pedían  i 
«ada  e«al  el  boleiUn  de  que  no 
había  hecho  uso.  Guando  Ja  c^n? 
turía  baUe  votado,  tos  eutíc^ee 
liadan  eleteratiaio^&eaban  de^ 
la  urna  los  boletiuM  anoá  qbo, 
y  eefialaban  sobre  tablillas  otros 
tantos  pontos  como  votos  espre* 
saban.  Luego  qde  se  aaUa  el  ra^ 
soltado,  un  heraldO' proclamaba 
el  voto  de  la  centuria,,  y  uno  de 
los  rogalores  lo  llevaba  #1  ma* 
Jistrado  que  presidia  los  comi- 
cios. Las  demás  centurias  eran 
llamadas  suced^vamente.  por,  el 
orden  que  les  habia  cabido  en 
suerte;  procedían  de  la  misma 
manera  hasta  ver  si  la  mayoría 
de  las  centurias  era  de  una. mis* 
ma  opinión;  pues  luego  que  ha- 
bia mayoría  conocida^  la  anuak 
ciaban  con  aolemnidnd,  sin  pe« 
dir  á  las  demás  centui^ias  qae 
aunnohajdan  votado^  aufrajios 
que  eran  ya  inútiles. 
Antes  de  principiarse  toa. en* 


mieifi,  un  aacurr  Mcai«ido  de 
tomar  los  auspicios  para  cono^ 
cer  la  voluntad  de  los  dioses,  es* 
taba  situado  en  una  tienda  apan> 
te  para  verificar  la  ceremonia. 
En  estas  especies  de  asambleaSi 
nada  se  podia  emprender  sin 
haber  obtenido  presidios  feli* 
oes;  pues  ai  eran  desfavorables, 
se  disolvían  los  comicios  y  se 
aplaiaban  para  otro  dia.  Si  eston 
eran  favorables,  el  cdnsul  hacia 
•Qonciar  por  un  heraldo  la  apjsr- 
Uira  de  los  comicios.  El  ai^usado 
se  presentó  humilde  y  con  los 
ojos  bajos,  y  para  escitar  |a  cpm* 
pesian  llevaba  nu  ropf  Je  hecho 
Jirones,  la  barba  larga  y  pnerca^ 
y  en  sefial  de  amargara  se  h** 
Ua,eittenizado  la  cabeaa.  A  su 
lado  nnrehaban  ai  querían. sfis 
parientes.  Después  de  haber  pa*" 
aado  U  triste  comitiva  y  puesta 
al  lado  del  defensor,  un  secreta* 
rio  leyó  en  voa  alta  U  ücusacipn: 
las  proehaa  nb  tenian  répli^, 
peno  el  defensor  procuró  en.on 
largo  dlscarso  escltar  la  compa^ 
sion  del  pueblo  en  Cavor  de  sa 
cliente.  Pero  juada  bastó:  el  cón^ 
sul  se  espoesó  en  estos  términos: 
«Romanos:  ya  habéis  oido.loa 
j»oargoa  coatra  el  procónsul  Spti» 
»rio  Aquilio;  ha  dilapidado  la 
«fortuna  públtea,  y  ha  compro* 
•metido  la  ecsistancia  del  poe* 
1^  entero*  For  otra  parte  se 


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MMAIU 

iKM  ban  r#cioiFJa¿o  mué  gwod« 
MceioDet.  A  vosotros  tota  con»**» 
«parar  los  servicios  qoe  ha  lie* 
acho  á  la  república  coo  el  mal 
aqne  la  ha  caosado  y  los  peligros 
aá  que  la  ba  espuesto.  Sed  Jqs* 
aios,  pessad  en  Roma  y  proiaii^ 
actad.» 

En  sehiejaiites  casos  aeoate* 
da  qoe  algon  amigo  del  acosado^ 
si  veía  qoe  se  iba  á  prooQiielar 
la  sefiteocia  de  moerte»  gritaba 
que  oia  uo  trueno  lejano^  y  qoe 
se  debia  destruir  al  instaote  la 
Mamblea ;    pues  efectivamente 
era  el  trueno  una  sefial  de  la  có* 
lera  celeste^  y  bi^bá  para  sos* 
pender  toda  deliberaciott  popu- 
lar. Esto  mismo  se  rerlflcó  en  la 
sentencia  de  Spnrio  ▲qnltio;  es 
decir^  afirmó  uno  que  babia  oí- 
do un  trueno»  pero  dicieiido  el 
augur  que  estaba  sereno  el  cie- 
lo, reconocieron  el  ol^to  de  a» 
quella  impostura    ofictoaa.  La 
mayoría  del  pueblo  romano  pro- 
nunció que  la  operación  se  be* 
Ua  acabado.  Luego  que  el  de* 
fensor  oyó  esta  declarado^;  se 
cubrió  la  cabeza  con  una  punta 
de  su  toga,  y  se  marchó  de  la  a- 
aamhlea.  En  aquel  instaote,  to- 
dos .  los  ciudadanos»  rompiendo 
sus  filas»  se  acercaron  al  tribu- 
nal; Levantóse  el  cónsul»  impu- 
so ailencio  al  pueblo»  y  dijo  en 


tí? 

aunido  HgúM  las  formaapres^ 
neritas  por  las  leyes,  y  con  el 
«consentimiento  de  los  dioses» 
«condena  á  Spurio  Aquilio  k  ii 
apena  de  muerte.»  Después»  voU 
viéndose  i  los  lictores»  dijo: 
«Conducid  al  culpable  á  la  pri<* 
asion»  y  que  sufra  lo  que  la  l$f 
aba  ordenado. «  El  procónsul  se 
suicidó  en  el  camino  con  una  es» 
peda  que  le  entregó  uno  de  sus 
libertos»  que  con  aqud  fin  lie- 
Taba  oculta  debajo  de  sus  ves* 
Udos. 

JoiISPEUDBNaA  CaiHIKAL  T  SA- 
LAS i«  jiTiTiaA.— En  la  esposi* 
don  de  la  Jurisprudeoaia  crimi- 
nal romana,  hay  que  tener  pre* 
senté  variat  cosas.  Distinguiré* 
mos  primero  los  crímenes  pri« 
vados  de  los  públicoa:  los  unos 
turban  el  orden  sodal»  son  cas- 
tigados por  leyes  positivas»  y  los 
tribunal^  especiales  aplican  la 
pena;  lo»  otros  iftas  importantes 
por  sus  consecuencias»  atacan  al 
estado  mismo;  la  universalidad 
de  los  dudadanos  está  interesa- 
da en  perseguirlos»  y  por  una 
consecuencia  de  esta  necesidad 
común»  eran  Juagados  en  Roma 
ya  por  el  pueblo  reunido»  ya  por 
aquelloa  en  quienes  babia  depo- 
siudo  ra  autoridad.  En  el  ori« 
Jen  de  Boma,  eran  los  reyea  Jue. 
cea  supremos»  cómo  que  repre- 


alu  voz  «El  pueblo  romano,  re*  |  seotabi)nia  totalidad  de  la  nación: 
T03IO  xia.  17 


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Í30 


HlSTOmiA 


ordinariamente  se  háelan  aconi- 
pAffar  de  su  consejo-,  Tarqalno 
el  Soberbio  pronunciaba  solo. 
Tuto  Hostil io  nombró  dos  majls- 
trndospara  Ju^^ar  á  Horacio,  a- 
sesino  de  su  hermano.  Cuando 
la  república  sucedió  á  la  monar- 
qu(a,  fueron  los  cónsules  reves- 
tidos de  ta  plenitud  de  poderique 
babfan  tenido  los  reyes;  y  en  vlr- 
tud  ée  est«  derecho.  Bruto  pro* 
nuncio  feralmente  hi  pena  de 
muerte  contra  sus  hijos.  Poco 
después  Publicóla  hizo  ^adaptar 
una  ley  que  constituía  al  pueblo 
romano,  juez  en  última  instan- 
cia de  la  condenación  á  muerte 
de  un  ciudadano.  Desde  enton- 
ces todos  los  cr<menea  públicos 
fiieronf  llevados  ante  el  ppeblo 
en  los  grandes  comicios.  Pero, 
multiplicándose  cada  dia  los  pro- 
cedimientosdeeste  jénero,  ya  por 
el  engniÉdecimiento  del  poder 
romano,  ya  por  la  corrupción  de 
las  costumbres,  se  biso  imposi- 
bie  convocar  h  menudo  asam* 
bleés  tan  numerosas:  éatáblecié- 
ronse  combarlos  HamadosqnimJ- 
tore$  k  quienes  se  confirió  el  de- 
recho de  fallar,  según  las  leyes 
ecsisientes,  sobre  los-  crímenes 
mas  frecuentemente  cometidos, 
y  solo  se  llevaron  ante  el  pue* 
bh»  los  asuntos  esiraot^tnarlos 
por  su  i.aturalestt  ó  importancia. 
La  autoridad  de  estos  delegadoi 


doraba útñtHtmA» basta  lado» 
ciskni  de  la  causa  para  la  eoal 
hablan  sido  creados. 

Bien  pronto  se  reconoció  la 
utilidad  de  esta  institución;  f 
en  el  aSo  604  se  biio  permanen- 
te. Los  fUMiloreí,  ya  muy  nu- 
merosos, se  dividieron  en  eua«> 
tro  salas  de  justicia,  de  las  Cua* 
les  la  palmera  conocía  en  el  crí- 
men  de  Mlarajoii^  la  segunda  en 
loa  manejos  proibidos,  la  terce- 
ra en  la  alta  traición,  y  la  caar« 
ta  en  el  peculado  (I).  Este  coer* 
po  judicial  reunido  se  llamaba 
qMmitíoMipirpeimm,  ind^aeimm 
perpüwm,  en  oposición  al  esta* 
bleeiniieoto  temporal  que  cea» 
sionó.  Un  pretor  presidia  en  ca^» 
da  una  de  estas  salas  partícula* 
rtfi,  y  dfarijia  síis  operacíonea 
durante  un  aSo,  como  era  de 
costumbre  en  toda  especto  de 
majiatratara;  espirado  este  tér* 
mino  iba  á  administrar  justicia 
áh»  pnvrtttcias  y  otro  le  su» 
cedía. 

Es  de  notar  que  el  pueblo  era 
quien  había  concedido  á  estos 
cuerpos  jodieiaies  el  derecho  de 

(1)  Estorsion  y  peculado  ertn  crí- 
mtiiet  difertntet  aanqoe  pertcncscaa  á 
una  misma  caasa:  la  esiortion  ei  la  ec* 
si)«n€ia  de  an  derecho  caalqoicra,  coa 
perjaicio  de  aquel  á  quien  te  U  ec-Míer 
el  peeulmdo  ca  un  robo  directo  dt  loa 
caadalcft  ptfWcaí» 


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lUMIAVA. 


.131 


proDoneiar  en  tal  ó  cmI  eir- 
euafttancia;  quien  escoJU  loa  nu- 
ji8tra4oi  que  babUo  de  compo- 
nerle, y  que  por  eonaiguienie  él 
mUmo  era  qoieo  decidía  por  ftu 
órgiDO*  Así  es,  que  un  acotado 
poderoso  hubiera  podido  em- 
plear medios  de  coecko  en  no 
tribunal  qne  no  háblese  sido  el 
peeblo  reunido* 

CVPUOUBL  TIEMPO  AB  ÜH  RICO 
IOMANO«-«-PLACBRES   PÚBLICOS  6 

PARTiccLAaBS— rLa  Salida  del  sol 
marcábala  primera hors^  del  dia, 
y  eslsba  siempre  consagrada  á 
los  deberes  de  la  relijion.  El 
pueblo  acudía  á  los  templos  k  pe- 
dir á  los  dioses  con  que  satisfa- 
cer las  necesidades  diarias.  Las 
personas  de  rango  mas  elevado 
compilan  ordinariamente  esta  o- 
bltgacion  en  sus  propias  casas  en 
donde  ios  altares  domésticos  re- 
eibian  sus  ofrendas.  La  oración 
de  la  mañana  se  dirijia  á  los  dio- 
ses del  cielo,  y  las  de  la  tarde 
á  las  divinidades  infernales.  A- 
penas  hablan  llenado  este  de- 
ber se  abrían  las  puertas;  la  mo- 
chedumbre  de  los  clientes  se 
presentaba;  unos  pera  satisfacer 
la  obligación  de  cada  día,  otros 
para  obtener  aodiencla  de  so  pa- 
trono, y  el  mayor  número  para 
recibir  lossocorrosdlaríos  qoe  se 
les  distribuianen  so  nombre.  El 
recibimlentoqoe  lesesperabaera 


siempre  loadido  por  sos  fortunas 
ó  por  la  importancia  que  sabían 
darse.  Algunos  penetraban  hasta 
la  habitación  del  señor;  eran  ad- 
mitidos a  sus  placeres  y  sesenta- 
ban  i  su  mesa;  la  multitud  no 
pasaba  del  vestíbulo;  y  conten- 
tos con  ser  vistos  por  los  esclá* 
vos  ó  por  algún  liberto,  se  retira- 
ban para  emplearse  en  sus  pro- 
pios negocios. 

La  hora  tercera  llamaba  á  los 
Jueces  y  defensores  á  lof  tribu- 
nales. Si  la  causa  era  importan- 
te, y  célebre  el  orador,  de  todas 
partes  acudían  para  ver  y  oír. 
La  misma  escena  se  repetía  en 
muchos  parajes  al  mismo  tíeni^. 
Frecuentemente) un  espectador 
atento  se  distraía  con  las  Voces 
de  un  abogado  que  defendía  o- 
tra  causa  en  un  tribunal  poco 
distante.  Allí  se  atacaba  la  auten- 
ticidad de  un  testamentp-„  aquí  se 
perseguía  i  un  deudor  de  mala  fé; 
mas  allá  era  perseguido  un  ciuda- 
dano por  estorsion;  su  acusador 
manifestaba  las  circunstancíasde 
su  crimen,  y  presentaba  las  prue- 
bas ante  el  pretor  y  losjüeces.  Si 
era  un  personaje  notable,  todo  se 
ponía  en  movimíe'Slopara  salvar- 
le ó  perderle:sí  era  un  plebeyo  os* 
curo,  so  patrono  se  esforzaba  en 
hacerle  tríonfar  porque  sí  no  él 
mismo  recojía  el  fruto  del  crimen 
que  se  imputaba  á  so  cliente.  A 


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13a 


B18T0MA 


estas  razones  particulares  aS&da* 
se  la  pasión  de  los  romanos  por 
la  elocuencia^  el  interés  que  es- 
citaba siempre  en  ellos  un  pro- 
cedimiento criminal  que  ponía 
en  juego  todas  sus  pasiones^  y  el 
deseo  inesplicable  que  tienen  to- 
dos los  hombres  de  oir  á  un  gran 
culpable^  y  se  concebirá  fácil- 
mente la  afición  de  aquellos  ciu- 
dadanos á  asistir  á  los  tribuna- 
les^ 

Un  díase  Terlflcabauna  asam- 
blea det  pueblo,  otro  había  mer- 
cado^ ya  eran  adjudicaciones,  ya 
ventas  públicas,  ya  ceremonias 
relijíosas  ó  militares;  en  fin,  los 
placeres  del  |eatro  ó  del  circo  y 
los  Juegos  4^'  toda  especie,  ape- 
nas dejaban  tan  dia  verdadera- 
mente libre.  Sieátos  grandes  ob- 
jetos de  ocupación,  ó  mas  bien 
de  entretenimiento,  llegaban  á 
faltar,  se  paseaban  en  el  Foro,  y 
los  motivos  de  conversación  no 
escaseaban  entre  hombres  cuyos 
intereses  públicos  ó  privados  se 
estendian  á  los  países  mas  leja* 
nos.  Durante  este  tiempo,  los  ca- 
balleros, siempre  fieles  al  dios 
Pluton,  tenían  sus  sesiones  en 
las  galerías  cubiertas  que  rodea- 
ban el  Foro.  Allí  urregtaban  sus 
cuentas ,  abrían  su^  rejistroa, 
daban  un  poco  de  oro,  y  recibían 
mas-,  rodeados  incesantemente 
de  una  multitud  de  deudores  y  ' 


de  otros  que  pedían  prestado,  los 
conduelan  á  obligaciones  siem- 
pre mas  onerosas,  y  arruinaban 
con  método  á  aquellos  que  pare- 
clan  favorecer.  Ocupados  de  un 
objeto  único,  nada  los  distraía, 
ni  el  bailarín  que  allí  inmedia- 
to danzaba  en  una  cuerda,  ni 
los  Jestos  del  mono  africano, 
ni  las  habilidades  del  oso  traído 
de  las  montañas  de  Helvecia. 
Después  de  haber  pasado  así  al- 
gunos años  en  establecerán  for- 
tuna, cambiaban  de  papel;  y 
prodigando  á  sn  vez  aquellos  te- 
foros  que  haUan  reunido,  se  a- 
brian  el  camino  de  loa  onores. 

Sstos  enadros  tan  variados 
cambiaban  á  cada  Instante  por 
circunstandaa  imprevistas.  Un 
gran  majistrado  que  volvía  de 
su  gobierno,  ó  que  antes  de  ir  á 
él  quería  presentarse  al  pueblo, 
llegaba  al  Foro  con  ana  eomiti** 
va  correspondiente  á  su  título: 
corrían  á  él,  lo  rodeaban,  le  es» 
trechaban,  sus  amigos  le  felici- 
taban, los  indiferentes  se  untan 
á  ellos,  y  todos  le  acompasaban 
con  aclamaciones  hasta  las  puer^ 
tas  de  la  ciudad  d  hasta  las  de  su 
casa. 

Quizá  se  dirá  que  este  Jénero 
de  ecsistencia,  no  podía  conve*^ 
nir  sino  á  personas  acomodadas» 
y  que  el  pueblo  siempre  estre* 
cfaado  por  necesidades  contínoas 


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debii    tener   ocupeetonef  mai 
reales;  pero  en  Boma  el  bajo 
pneblosedifereDeiaba  enmucbo 
del  de  los  otroa  paisea.  La  dea- 
igoaNhid  de  loa  rangoa  y  de  laa 
fortuota  era  prodijioaa,  y  ona 
iHQltttad  inoHiwable  atn   nlo* 
ftttn  recurso,  goiaba  en  pai  de 
loa  plaeeres  del  día  sin  Inqoie- 
tarae  por  el  algnlente.  Las  distri* 
bacloaes  de  trigo  siempre  con- 
sMerablea  y  «pie  no  aufriao  re* 
tardOj  y  las  didirasdeans  patro* 
nos»  bastaban  k  las  primeras  ne- 
residadea  de  loa  ciudadanos  itf* 
dijentes.  En  clrennatanelaa  qoe 
se  renoraban  frecuentemente, 
taieacoitfo  las  grandes  pronto* 
riones,  losfanerales^  los  trian- 
foa ,  etc. ,  acostumbraban  los 
grandeaá  bacer  repártlmlentoa  y 
d&divaa  abondantea.  SI  á  esto  se 
aBaden  laa  Venta|aa  y  los  benefi- 
cios vergonaos  y  frecoéntemente 
repetidos  que  les  procuraba  el 
tráfico  de  aoa  safrajios  en  los  co- 
midos, se  concebirá  fácilmente 
su  poco  empefio  en  aaegurarae 
por  medios  mas  onorf  fleos  ona 
ecaiatenda  Independíenle.  A  pe- 
aar  de  tanloa  recuraoa  catan  en 
una  completa  pobreza  y  ae  lea 
distribuía  tierras  conquistadas-, 
de  manera,  que  cindadanoa  que 
eran  miserablea  por  it  maftana. 


133 
Ademáa   de    la  repugnancia 
invencible  que  el  ciudadano  ro- 
mano tenia  á  toda  especie  de  tra* 
bajo,    babla   también    muchas 
profesiones  que  recbaiaba  su  dig* 
oldad,  tales  como  las  de  carnt* 
ceros  ó  vendedores  de  carne  co- 
cida, pescadores,  y  Teodedpres 
de  pascado,  etc.  Les  otras  cas! 
todas  eran  ejerddas  por  liber* 
tos.  Los  panaderos  únicamente 
goaaban  de    alguna  distinción, 
fundada   aparentemente   en  la 
necesidad  unlveraal  que  ae  tiene 
de  su  trabajo.  Bajo  el  nombre  de 
pillaras  formaban  unacorpora- 
doQ  que  disfrutaba  de  privile- 
Jios  importantes;  ni  ellos  ni  sua 
bijoa  podían  separarse  de  su  ofi- 
cio para  tomar  otro  estado.  Sua 
benefidoa  eran  en  común,  y  pa- 
ra consenrar  el  onor  de  aquella 
aocledad  no  se  permitía  á  aus 
miembros  enlaiarae  con  gladia- 
dorea,  comediantea  lai  otro  cual- 
quier  individua  que  ejerciese 
una  profesión  reputada  vil. 

Eate  falta  de  ocupaciones  ne- 
cesarias daba  á  los  babítantes  de 
Boma  un  carácter  de  frivolidad 
que  formaba  no  contraste  es- 
treno con  su  importancia  verda- 
dera. Todos  sin  escepcion  pasa- 
ban su  vida  fuera  de  sus  ogares; 
y  de  la  misma  manera  que  los 


por  la  tarde  ae  convartian  en  |  grande  no  estaban  en  ellos  por* 
piopietarioaopulenloai  jque  no  loa  detenia  el  gusto  del 


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134 


ftlSTOmiA 


enHidlo  6  el  amor  *  las  ciencias 
ó  h  »as  artes,  así  el  pueblo  sin 
trabajo,  porque  no  lenla^  neceri- 
dades»  pasaba  sus  dJas  en  vanos 
entretenimientos/  y  ea  cierto 
modo  se  hacia  el  instrumento 
ciego  del  que  le  procuraba. 

Al  acercarse  el  mediodía,  ca- 
da cual  volvia  á  SQ  casa  pira  ha- 
cor  una  lijera  comida  y  tomar  el 
des4*ansode  una  hora.  El  inter- 
valo del  sueio  á  la  ee«a,  se  con- 
sagraba siempre  al  placer.  Aque- 
llos á  quienes  la  edad  habla  he- 
cho graves,  ó  que  por  sus  car- 
gos y  lílulos  imponentes  se  velan 
obligados  á  guardar  cierta  com- 
postura^ se  procuraban  goces 
tranquilos ,  éirijian  sus  pasos 
acia  los  paseos:  públicos  ó  partl^ 
enlaces,  y  «i  estas  reuniones  a- 
pacibles  y  «scojidas  gozaban  de 
las  dulzuras  de  la  conversaiiion. 
Si  el  tiempo  era  malo,  ó  la  esta- 
cion  no  permitía  estos  paseos  al 
estertor,  les  ofrecían  un  abrigo 
cómodo  tanto  como  agradable, 
vastas  galerías  en  que  el  gusto 
se  juntaba  á  la  magnificencia. 
Escojian  también  aquel  tiempo 
para  hacerse  mutuas  visitas.  El 
uso  era  hacerse  anunciar  por 
un  criado  introductor,  k  escep* 
cion  sin  embargo  del  primer  dia 
de  enero,  y  del  dia  de  cumple- 
abos  en  que  todo  el  mundo  era 
admitido  Indistintamente. 


Losjdven^  buscaban  place^ 
res  mas  activos;  montaban  á  ca- 
ballo y  corrían  al  campo  de  Mar- 
te; lanzaban  dardos,  tiraban  con 
el  arco  y  se  etereiteban  4e  cien 
maneras  diversas  en  Juegos  que 
los  preparaban  i  los  ejereleios 
mas  serios.  Alli  los  reolntas  U^ 
maban  (as  primerea  leeefooes 
del  arte  de  la  guerra.  Yf^K" 
centuriones  les  haeian  aprender 
el  paso  militar,  llevar  pieos  y  for- 
mar trincheras;  aqui  un  pelotón 
mas  adelantado  se  ^ereiiaba  en 
maniobras  dKfciles.  Mas  allá  los 
muchachos»  bajo  la  dlreeohMi  de 
sus  maestros.  Jugaban  á  la  pelo- 
ta,  al  balón,  y  al  tcompov  alga* 
nos  recorrían  raudamente  el 
campo  de  Marte  haciendo  Jirar 
un  circulo  de  cobre  que  seguían 
tras  él;  otros  se  desafiaban  á  la 
carrera;  frecuentetfiente  aqne^ 
lia  viva  inventad  tomaba  sndl-* 
reccion  acia  el  Tiber,  y  á  pesar 
de  estar  sudando,  se  arrojahan  al 
agüe  y  lo  pasaban  á  nado.  Entre* 
tanto  los  aocíanos  sc^Qtados  á  ia 
otra  orilla,  á  la  sombra  de  altos 
álamos,  sonreían á  sus  esfuerzos, 
con  el  Jeato  y  la  voz  alentaban  á 
los  nías  débiles,  aplaudían  á  tos 
mas  intrépidos,  y  goobon  en 
secreb>de  su  triunfo.  Al  ver  a- 
qneUos  ancianos  eon  los  cabeHos 
blancos  por  la  edad,  y  al  aspecto 
de  sus  largaaro^  ondeantes,  te 


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«COtAllA. 


13S 


éirit  qM  IM  4Hrtalili4é»,  ^m 
velabaii  en  Hi  oorrfeate  d#l  rio» 
babian  ulido  de  repeote  de  sos 
mereda^profaiidaa,  y  f«e  pre* 
•idia»  á  Itoa  jue^pM  de  una  larba 
de  Irilonesjéveoes  y  bultieiosoe. 
Llegada   la  hora  déciana»  to- 
dos se  apresutaliafi  á  lomar  la 
lesa  qoe  baMea  abandonado,  y 
eada  cual  eorria  á  senUirsirefi'al- 
giiQ  festin  ó  á  recibirá  SM  biiés* 
pedes.  AqiBd  cambiaba  la  escena; 
alejados  de  aquel  pueblo  qoe  los 
Imporunaba  al  mismo  tiempo 
qoe  los  coutenia,  los  grandes  se 
abaodonabaá  libremente  al  faus* 
lo,  que  era  so  peskMi  ibas  f  ner- 
te*  Emn  iromnoos  eo  la  plaza 
péblien»  y*  siberitns  en  sM  mo* 
radas.  AlV  reinnba  la  defereo* 
cia,  la  atevtn  poUliea^  las  ateo-» 
f  iones  obligenles»  y  bvIHaba  coa 
todas  sos  grades  aquella  urba- 
nidad qué  diitlogola  teneuUneu- 
temente  i  los  ooMes  ciudada- 
nos. Si  ua  persouaje  eminente 
era  el  que  convidaba»  luego  que 
babian  llegado  todos»  con  el  tra-* 
Je  de  su  dignidad  se  presentaba 
el  béróede  la  fiesta  y  todos  se 
ieventaben  con  respetot  los  que 
le  eran  Inferiores  en  rango  ó  en 
edad^  le  besaban  la  tueuo/  sus 
iguales  le  besaban,  eo  la  boca  ó 
en  los  ojos;  ios  mas  fotloHis  le 
Mludaban  desde  lejos  sin  dejar 
sn  sitio;  besabno  so  propia  ma* 


no»  y  arrojándola  áMafUe  coa 
gracia»  parecbío  earlarle  el  he* 
soque  hubieran  querido  darle. 
Nunca  faltaban  á  estas  ceremo- 
nias» y  el  que  trataba  de  librarse 
de  ellas  manifestaba  uda  mala  e« 
duración.  Después  pasaban   al 
emMUh.  refectorio  ó  comedor 
EIduefto  de  la  casa,  arreglaba 
los  sitios  de  los  ¿ouTidedos.  Ca- 
da uno  debia  tomiir  el  que  le  de-^^ 
signaban;  y  hubiera  sido  come* 
ter  una  Impoiftica  querer  por 
humildad  aparente »  tomar  un 
sitio  inferior  ai  que  le  ofrecian. 
Los  convidados  estaban  corona-^ 
dos  de  Sores»  y  cuando  la  natu- 
raleza Íes  reusnba  éste  brillante 
adorno»  le  suplían  con  flores  ar^ 
tlflciales»  hechas  de  láminas  de 
cuerno^  téiUdasde  diversos  colo'^ 
rea  (1).  Todo  inspiraba  y  espre- 
saba alegría;  durante  la  ramída 
bobina  unos  á  la  salud  de  otros» 
A  menudo  bebiaa  dos  amigos  en 
aun  misma  copa  á  le  salud  de 
un  tercero  que  estaba  ausente» 
y  variaban  la  copa.  tMitas  veces 
como  letras  oontenia  so  nombre. 
Algonasveces  jugaban  A  los  fia- 
dos ó  á  la  taba  en  el  intervalo  de 
ao  servicio  á  otro.  Las  mujeres 
y  loa  niños  no  asistían  ordina* 
riaoMate  á  los  grandes  fe<stineS; 
en  iu  reuniones  do  familia»  es« 

(1)    FUMs^lib.XXl»cip.u. 


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Ubññ  •Mlá4ot  lol  CÉHÍ68  j  las 
nmJereiilMoriltos  de  Im  to* 
cfcot,  y  MMlomlNrataii  retirarse 
des^etdel  segttodotenricio/pe- 
ra  dejar  mea  libertad  á  los  €oti« 
Tidados.  En  esto  llegaba  la  do- 
che,  softal  de  los  placeres  Ucea- 
cioaos^yse  baclaii  entrar  á  loa 
músicos,  á  laa  boilsrinas,  á  ios 
tocadores  de  flauta/ y  algunas 
Teces  i  losgladiadores,  que  en  es- 
tas  ocasiones  se  limitaban  al  si* 
muluero  de  sos  Juegos  crueles. 

Llegaba  el  momento  de  reti- 
rarse, bebían  la  copa  de  despedi- 
da, aaludaban  á  so  huésped,  y 
precedidos  de  una  tropa  de  es- 
clavos  coo  bachea  encendidas^ 
cada  cual  tomaba  el  camino  de 
ao  casa.  AlUol  eapoao  eneontri^-* 
ba  i  su  mujer  y  á  sus  UJos  que 
le  esperaban V  llegaba  labora  del 
descanso  y  au  familia  se  despe- 
día de  él.  Los  libertos  y  loa  es- 
claToadesfllabaa  en  su  presen- 
cia, y  recibía  el  aalndo  de  ca* 
da  uno. 

FONBRALBa.  -*  PIEA.  -^  SBP0L- 

cmo.^Lo  que  vaasoa  i  referir 
dará  una  idea  imperfecta  del 
modo  con  que  loa  romanos  on- 
rabán  las  ceniías  de  sus  padres. 
Luego  que  llegaba  el  momen- 
to de  la  agonfa,  los  bljoa  se  a- 
cercaban  á  su  padre  moríbun^ 
do,  dábanle  el  último  beso ,  y 
parecían  recojer  su  alma  al  es- 1 


msToua 

caparse.  BHos  aiispos  le  cerrar 
bao  los  ofos,  procurando  dar  ln 
apariencia  de  un  sueQo  tranquil 
lo  á  aquel  reposo  que  debia  ser 
eterno.  Para  asegurarse  que  hak 
bia  dejado  de  ecsistir,  los  asis^ 
tantea  le  llamaban  enaltavoty 
por  su  nombre^  y  estoa  gritos, 
llamados  eanelamMiOf  se  repe- 
tían cuatro  veces  seguidas.  Al^ 
gunas  veces  también  hadan  re- 
sonar en  la  habitacioo  bocinas 
ó  trompetas.  Cuando  el  decreto 
fatal  estaba  pronunciado,  ae  di- 
rijian  4  los  {t6tttiiaríos  ó  minis- 
tros de  la  diosa  Ubitioa,  que 
presidia  los  foneraleSé  Estos  sa- 
cerdotea  guardaban  en  su  tem^ 
pío  todo  lo  necesario  para  tam 
trialea  ceremonias,  y  adaoUs 
proporcionaban  á  loa  que  haUaa 
de  llevar  al  muerdo,  loa  guir- 
dianes  ó  custodios,  lospíaflldé- 
res,  etc.,  en  razón  de  la  impor- 
tancia del  personaje  d  de  la  mag- 
niácencia  de  su  familia.  Conve- 
níase con  ellos  por  medio  dé 
una  cierta  suma,  llamada  «rfrt- 
iriiim,  y  no  dejaba  de  aftadirsé 
á  ella  una  moneda  que  ae  depour 
sitaba  sobre  el  altar  de  la  diosa; 
ia  ootetian  en  seguida  en  una  ur* 
na,  y  era  en  cierto  modo  un  re- 
jistro  mortuorio.  Cuando  todo 
estaba  ya  arreglado,  lossirvien* 
les  enviados  por  los  Ubitinarios, 
que  «e  llamaban  pe(/tiic(of#i,  U« 


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v«1im  elcQ«ftKi.'¿éfi'  upíft .  liWt» 
•A  sefli^idv  I»  fh>Ubfto  eott  HcoraÉ 
perfoiMdoB  pira    prer^ofr  lol 
ofielbs  il«  <Kift  di90lodOQ  tíém* 
pr e  demiiftiado  preóli,  y  lo  cd- 
locAbsn  en  ua»  cama  0OHipMa«» 
U,  veaüdo  eon  e(  ropaje  de  m 
dignidad.  En  seguida  lecorooa* 
bao  ite  flores/ lo  eaponian  deba- 
Jodet  veatlbnlo  eon  los  pies  fue* 
ra  de  U  cama,  para  espreaar  ana 
prócsima  partida,' y  diríJIdoaJh 
eia  la  puerta  de  la  eaSb,  datante 
de  la  ctral  se  tetrfa  gran  cuidado 
de  i^antar  ona  gran  rama  de  ci* 
prés.  Este  signo  de  luto,  impe-* 
dia  al  gran  pontífice  entrar  on 
aquella  habitackMi,  si  llégate  á 
presentarse  en  ella,  y  evitaba  la 
mancha  qu«  recaerte  en  él  al  so- 
lo aspecto  de  an  cuerpo  privado 
de  la  vida.  Gomo  todo  permane- 
cía abierto  en  semejantes  mo* 
mantos,  los  guardianes  velaban 
sin  cesar  cerca  del  cuerpo,  ao'^ 
yantando  los  insectos  con  largas 
ramas  de  ciprés,  mientras  otros 
circulaban  en  la  balHtacion  pa- 
ra evitar  toda  especie  de  des- 
orden. 

Después  de  siete  dias  de  es- 
posicion,  llegal>a  por  último  el 
momento  de  las  ecsequias.  Des- 
de por  la  mañana  un  heraldo  re- 
corría las  plaias  públicas^  gri- 
tando: Á  lo$  que  quieran  asistir 
Alas  funerales  de  fiéioñoitíjo  d$ 

voiio  xiu. 


ivÉMó,  HT'físnifliiartuiMa  te*  ash 
remomia  va  á  primipiarée^  y  m 
á  eaceuree  el  cuerpo  fuefa*  dik  1$ 
Mía.  Tales  eran  en  snatMOÍa  iop 
prelimtnarei  de  la  aolBiMidad 
mortuoria.  ; .  »  » ^ 

AlsMBir^  tmrp%  •cri  lOMMro 
do  coremoobs,  llamado  desH^no- 
éesr,  io  disponía  UMlofiafola  mMtw 
cha  féoobre,  y  despues^qM  coda 
nao.  estaba  colocado  aagoo  ^§m 
Rango  é  sus  fooeionos»  dalMlli'aa- 
fia!  de  manetia.  DeiaOCd  iba  iio 
bmctnoior,  desfNioa  los  loeadof  es 
de  flauta  quo  maechabauieoUit 
meikleoDn'ioa  ojos  bajos  y  aacao» 
do  de  aasiostjrum)»atDs  ateiidoa 
lágubreay^melaocóHoos/  En  jm 
goida  iba  uno  aMehod|Mahretde 
mujeres  Uamaéhe  UmcMo^i  atem^ 
pre  dispuestas  á  v'^trtoffiégñoii^ 
veoalas,  y  coyoa  eatrepitoata  jeh» 
midoa  lurbaban  al  verdadaproido^ 
lor  profoodo  y  silenetasm  Mietf ♦ 
tros  unas  aolloiabao  y*so..goIfí 
peobao  el  peeho  eoftlndaa  tas 
so2ales4e  iadeaosporaeioo^'OH 
tras  eaotobao  imnos  eo.4>oor,dei 
difunto;  d#apiies  «te  algunas  mo^ 
loootos  de  iotorvald  /combiabna 
de  papel,  y  las  que  habían  dlaími 
doprimeroao  ponioo  eooe|ttida 
áoaotar. 

Dolrái  do  estas  mojeras  mar.* 
chaban  ona  muitiiod  de  alientes 
con  antorchas  encendidas.  Acier- 
ta distancia  seguia  ei  Goeipo  qo* 
18 


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ÍQC0Íom^ñmú  ÍMbod^pérpor» 
ttonailo  Offipftorcs  jorque  era 
f  levtdé  ^r  odio  de  \o$  p^rten^ 
teji  mit  MfOMW,  si  «I  nitt«Mt 
írofealNide  lieforAs  por  su  diinrt^ 
dad»  -estos  marchabnii  delaot» 
testaos  Ae  iMgMJ^  eoA  tw  bases 
paré  «ba|o;  si  era  alftjan  perso^ 
ilÉ}e  ooMQlpr  eldlfMitp,  DovaM 
frmMoinuelios  homares  ^es- 
ndos  'lüHitarBiefile,  los  cueles 
üei^lMi  las  coronas  qoo  el 
<^sol  lialiia  obtenido»  ó  los  es* 
tandarlesy  despo^que  habla  00» 
jldO'  on  loscomlMtes  (1);  Otros 
novaban  al  estreno  de  onas  pi* 
cas  largas  las  inftjSMsdo  sos  a« 
iNielos  y  ano  la  suya  propia  lie* 
ehaprocfpil«da«eoie.  Al  leetao 
fádébre  sególa  noa  li^  de  bo* 
fóvea,  ennodlo de  la  coal  IbeoQ 
ory  nfcniaw  revestido  con  la  mis* 
marapaqve  eldirnnta  tlovaba 
,  dlarlámoiKe»  el  coal  M  aplicaba 
á-remoderiosjestos  faniliares» 
y  á  recordar  las  maMiías  del  ft^. 
nadoá  M  espectadores:  alguna» 
veieeaaeatrevia  lamMená  dhri|ir 
á  los4|né  estaban  oer^  de  él  sus 
frases  nMr  ordinarias»  afectando 
ioiilor^  tono  de  su  vojt»  y  sir* 
¡fién4oso  de  sos  propias  esprew 
siones.  Despoes  segoian  tos  U* 
barios»  cubiertos  «en  el  goi^de 
la  liberud:  detrás  de  lod  liber- 

(1)    rotni.Ub.  VI,  C9p*ix« 


tos  segnim  loa  hijos»  toa  paffiM* 
teay  los  anMgos  todos  voa^|los  df 
loto.  La  rniiier  doldilonloMlie 
vestirse  algunas  veces  de  Maneo 
y  con.  los  catiellQ&  esparcidos»  if 
cahesa  descobierla  y  los.  piel 
deanwdos,  marchabatambien  def . 
tráade.so  esposo^  que  llevaba  eá 
rostro  cubierto.  Todos. los  asis- 
tentes» cualesquiera  que  fuesen 
sn  rango  é  sUs  fnociooes»  no  eraf 
distinguidos  por.  ningún  signo 
esterior»y  el  anillo  de  oro  se 
rempiasaba  con  el  aniUo  de  hior 
rro.  La  comitiva  se  terminatia 
por  el  maestro  de  ceremonia^ 
precedido  de  ios  po/IMc^oras, 
de<los  vespillonea»  y  deruqa^ul* 
tKud  de  criados  adictos  bajo  di* 
fererntes  títulos  i  ios  altares  de 
Venas Libítina*  La  inmensa  raul« 
titud  de  los  esclavos  cerra tgi  U 
marcha  • 

La  comitiva  Sid  dirijia  al  cam-, 
po  de  Marte»  en  donde  el  cuerr 
podebiaser  queinado»^  no  p^r^ 
mítíendo  las  leyes  de  las  Doce  Ta» 
blas  que  esta  ceremonia  se  hi* 
cíese  en  ei  interior  de  la  ciu*. 
dad  (2).  Enmedío  de  un  vasto 

(2)  EftU  proibicion  tenía  por  obje- 
to evitar  los  incendios.  La  basílica  Por-' 
cÍ4,  faé  abrasada  por  las  llamas  Je  U 
pira  de  Clodio,  que  toc»roii'  á  aqnet' 
edificio»  Alguna»  familias,  Valeria,  Fu  ^' 
bricia»  etc.»  tenisn  el  tierrchu  de  ftput» 
ler«  ca  \h  cáadid^  la  scgurídad  p&blt<i* 


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4t  attar  h  fetal  )BgUéra,éi^lto 
é#  te  prMp6ríé«ét]Fi&éliflie  a«ito 
M  teforiy  •&»«  blalMi  bMte '  ie 
rajM  de  ansdeni  d«'.0O6ioau«raf 
sact,  de  pliui  f  de  faMoov  71MM* 
qde  se  ioflaAMte  mes  prMUate^ 
^tecolocibtfi  e»  lee  iaterMiet, 
pelkM  de  papiro»  de  pes  y  otra» 
«Mieriaa  combosMUes;  nidibaae: 
romo  on  cpfeieo  emfilear  fl»ede* 
ra  i}ue  biÉbiese  terf  ido  eo  algfi- 
iiacofa>  j  Di>  debia'estar  dí  pu^ 
Kmeetada  ni  trabajada.  Deapues 
de  rociar  el  cadáver  coo  esee* 
ciaa  preciosa,  se  le  cotocaba  eo- 
fima  de  la  pira»  se  le  corta^ 
QD  dedo  que  debía  ealerrar^e 
por  separado^  ae  le  abrian  los 
ojos^  mlraedo  como  aa  úUimf> 
omenaJeáladiTioidad'  el  diri- 
jirios  Uidavia  acia  el  cieio^  y  se 
le  poDf^  en  la  boca  uoa  moheda 
djB  plaU  pare  pegar  al  codíciosp 
Carooie  <  el  paso  de  la^  orillo^ 
sombrías.  Los  hijos  dabeo  uo 
último  beso  ¿uso  padre»  y.uoo 
de  ellos  ó  el  parieetei  mas  pr<}c* 
simpj  pegaba  fuegoá  la  lefia»  vol*- 
vieado  las  espaldas  después»  para 
espresar  de  este  modo  el  seoti- 
mieolo  queje  causaba  destrqir 

ca  impidió  sa  aso»  pero  para  ostentar 
el  privílejio,  M  cooducia  el  «nuerto  al 
Foro,  colocábase  ana  antorcha  (t&nebré 
•abrrcl  féretro»  qtfkábase  después,  y 
étí»m U  cereeionia  por  cottdeida*- 


reetce  iaiir  qüerHés.  Arrojaban» 
seá^  las  llamas  stfi  armas  y  'sai 
Tcaüdea  oniliiarioa«  Los  pñriaki^ 
tes  y  loa  amigos  mea iatknosarreu 
Jaban  tambiee  aur  profíiaa  ra<» 
pea>  mie^tri»  que  los  .aecf  ifiia* 
dores ^tervamaban  f8.skBi(k*e  dé 
une  multitud  de  vfcüraai  que  se 
iemolabaii  atfededo^  de  la  pira» 
▲M  iiwte^ato  se  lavá^ftba  pre<« 
eipUadamenle  un  eireo,  en  don* 
de  combaHiii  Radiadores  ¿odMi 
si  lii  asMTte  no  ttfviéae  baatantér 
cooooaTieMma.Pér'una  mes* 
cta  esira?aganté»  esta  triste  ce<- 
remonta  *eraá  meimdé'  acompa* 
fiada  d«  eerreite  de  carros  y  de 
juegos  eaeénicoev Algunas  veces 
también  por  un  esceso  iki  taUf^ 
luoaittadsd  dabitf  a  loa  asisltfn- 
tes  festines  mageifloosv  pero  p««- 
radealerraresfMkede  fes^o 
qi|6  ocasionaba  Mcesal*iamenie^ 
la^reonfon  deí*  lofei  dos  HeíiMs^ 
las  mujeres  ^BStabatt  ei^vidaa  de 
eUoa».  y  an  presencia  alliee  mi**" 
raba  cooM  un  ¿acriiejim  Pábilo 
Sempl^ioae  separó  de  su  ikiu<* 
Jen  per  lá'  solé  raion  de  baber 
asistido  i  los  Juegos  fúnebres. 

Cuándo  el  cnatr|to eslate  ente* 
rameóle  coásuaüdo  y  las  llamas 
se  apeyabaá  róciáedolaa  con  m^ 
guaa  perfumadas»  se  reoojian  tas 
ceniías  del  muerto»  que  se  en^' 
contfabanftcilmeniepor  lo  pre**. 
(^ucfon  qoetéoiad  de  envolver 


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140 

•I  cuerpo  m  ima  lela  ifo  aaiM- 
te.  Di^pvas  hs  lavaban  con  tíoo 
y.'leclie,  laa  panlao  en  una  wma 
4e  «m»  y  coloeiihao  eala  en  la 
lomba  ét  la  ^Nnrlto. 

El  sacerdote  qoe  haMa  tomo* 
lado  laa  víetlfliaa,  rociaba  por 
tres  reeea  á  los  asíalantea  con 
Qoa  rain»  de  olfvo  «elida  en 
af  na  histml^  j  la  prfaneratlorona 
despedra  á  la  asamblea  con  esliffi 
palabras  proniioríadas  en  to- 
no s^éihne.  Féd9i$  mm^katm 
(ty  iiee^).  EnConres»  de^^pnes  de 
Mamait  oMifonio  por  U^s  veces, 
gritaban  ledos:  nd/aa,  c4Jaa,  n* 
dfos»  Us$fmr€mio$  emmndo  U$gu$ 
af  mamanlD  «inrcndo  jKT  ta  mi- 

Después  de  beber  depositado 
las  oaniaaa^  e^  un  subterráneo 
preparado  k  es|a  efecto,  encen- 
dían nna  lámpar^cayeltn,  segan 
laoporion  Tulgar;  no  debía  apa- 
garse imn^*  Opinión  es  eslnqne 
ba  corrido  también  entte  algii- 
nos  modernos,  observaaido  qne 
al  abrir  una  sepultura  rouMua 
babiañ  notado  cierta  claridad  en 
su  interior  producida  acaao  por 
la  ecaistÉBcia  de  algona  tan;  pe- 
ro B08<4n)s»  que  bemos  tenida 
propordeníy  temos  li^ho  al» 
cmnas  escavarioncs  en  rtirerses 
puntos  de  £spafta¿,  podemoa  ase- 
gurar que  ^  una  mentira;  pues 
anoqiif  rn  el  interior  dp  algnnoe 


sepelcroa  bemoa  ettcontt*ado  u^ 
nos  tubos  ctllndrioes  deslinadoa 
al  parecer  á  reeiMr  algún  fluido 
ce«DfaDslíble,  cuando  los  beinoi 
reconocido  los  bemos  encontrar 
do  Tecioa  é  Inodoros.  Poco  tiem* 
pobece  bemos  lenideoeasioo  de 
ver^  al  descubrir  uno  de  estos  se« 
puteros,  los  obj^os  que  conten 
nia.  Estaba  este  en  una  posesión 
decampo:  la  reja  de  un  arado 
tropezó  en  una  losa:  tos  operan 
ríos  hicieron  una  escavacfooá 
nuestra  presencia,  y  levantando 
dicha  losa  se  encontró  un  dep<5si- 
lo  hecho  de  mampostería  de  fbr« 
ma  cuadrilonga,  con  una  T^ra  dé 
profundidad  y  otra  de  ionjfto): 
conlenia  en  su  interior  un  vaso 
tacriroalorio  de  plata,  en  el  cen- 
tro y  Ifinlo  5  él  iin  vaso  cine- 
rario de  la  altura  de  nna  cuarta; 
un  poco  retirado  ün  broche  dé 
oro,  y  algo  mas  afli  del  centro  y 
en  los  cuatro  ángulos  los  tubos  de 
cristal  que  hemos  mencionado. 
Esta  escavacion  la  bemos  beclio 
en  1841  en'  Andalucía,  y  por  las 
monedas  qpe  se  encontraron, 
dicho  sepulcro  pertenecía  á  los 
tiempos  de  Trajano. 

Perovolramosá  nuestro  asun* 
to  principal.  Después  que  se  deja» 
han  las  cenizas  del  cadát^  en  su 
morada  silenciosa,  se  volvía  .'i: 
la  casa,  y  eldta  se  terminaba  con 
un  coavile  solemne.  ▲  los  nueve 


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ilas,  dibiaft^lrse  od  segundo 
llamado  novendiale.  El  intervalo 
eetre  onoyotro,  lo  emptfalMiQ 
eo  prácticas  relljiosas;  no  se  re- 
cibía á  ningiiD  estrafio;  la  fam!- 
Ha  estaba  de  luto  y  de  tristeza,  y 
fifogono  de  sus  miembros  podía 
ser  ct^do  eo  jasticía  para  uej^- 
cío  alguno,  fuese  publico  ó  par- 
ticular. En  fin»  el  décimo  dia,  se 
purificaba  la. casa    barriéndola 
con  escobas  beelH»  de  la  pleulft 
esccurdio;  tod«M  loa  qse  la  babi'» 
tallan  ae  pfirificebM  paMMido  por 
enciaMidel  fuego^  y  despueacada 
uno  volvíi^  i  sus  tarena»  Bsle  il- 
tjma  fiesta  se  llamaba  dmic0ln^ 
y  ordinafiaiaenlP-  era  seguidar 
de  dádiv^a  ^m  ser  bacina  «I  fst»* 
blOv  Papece  que  In  coalufbm  de 
quemar  ios  oncrpoaao  era  muy. 
antigiía  entre  loa.  rommmp  pues 
el  cuerpo  del  irirtnoiQ  Nutta  faié 
enterrado  cerca   del  ianienlo; 
Algnnaf  fliniiliaa  Mnatrea  ceo^ 
aer? aitaol  mo  eftiigno  (1>  y  lo 

(i)'  Ptrno^  llk  tlft  tap.  &IV,  dice 
qae  Sjrla  fué  ti  primero  qae  dlápofta  se 
ipitnint  «é  ctteafo,  fór  iMMir  de  ijtit 
no  le  iwMiIltw  ééápnm  deea  onsflB, 
cQoa^mbMbliikMkKbnMilDi 
aMaM  da  BIatío^ 


MA.  \     '    MI 

mismo  sucedía  cMlblnlBósiré 
corta  edad. 

t    fiqa  pnores  fdnebres  de  los 
simples   ciudadanos   se  bacian 
cbn  menos  pompa;  cuatro  bom* 
bres,  llamados  $anéU^ilari,  los 
llevaban  sobre  una  camilla,  m 
cabeza  iba  descubierta  y  corona* 
da  de  simples  flores.  La  sanare 
de  los  gladiadores  no  corría  pa- 
ra aplacar  á  sus  manes  tranqui- 
loa;  no  ae  quemaban  sna  cner^ 
pe»»  y  se  cootiHitaban  con  en- 
cerrarles  en  una  largn  caja  de 
ptedre  á  berro  nocido.  Los  de 
ii»4tdenmessBperior  ae  color 
ceben  en  tnmbasde  mirmol,  so<« 
bre  lae  eselea  ae  tnacribia  sn^ 
nombre  y  su  título;  aiU  se  n^ 
coffdeban  ana  prinnipaiea  acetos 
neeyaaaaeeiÉrtades  privadas^ 
ente»aenébNlftbaeerGa  de  áui 
deapoloa  aaorlnlea^fiin  pequeño 
tMOtdetHnrffOilanade  fasríma** 
larw»  q«e  eonienie  algunas  4m 
lealágrtmns^rertidaapor  sus  bi- 
Joai.  Bkmilde.jr.paffD  omenaíje 
qne  i  peanrdeanSieifuersosDa 
podia  el  fanala  d^tmir,  y  que 
pareeia  aer  la  bereocia  de  aqne- 
lie  felto  mediocridad  preeoaiía* 
da  per  todos  los  hombres  y  de  la 
cual  tqdos  quieren  satttr* 


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tu 


CAPITULO  Xt. 


Ceremouu  rtliiiotM.  — Stcrifiriot.^ — Interior  de  oo  templo.  —  Vfctioui.  • 
Nacimiento  d»  «o  niñoi  nombres,  edttCMion. -^ — Oindution. 


ViRRKBfOIflAt  ftlLUI^AS.  -—  8A* 
GftIFieiOS.--llfTBK10K  hE  W  TBM- 
PLO.  — TICTIMAS;  BTC*  —  C«HB^ 

ttcontecit  babér  grifi«ef|iied«d, 
j  i^r  consiguteDle  grcD'péoBrta 
eD  lá  repéUict,  «I  tenido  miii- 
éiba  é  los  quit^eeimmiroé,  cas^ 
todic»  de   los  libro»  sibUisos^ 
^oosoltaiM  «I»  depósito  íagra*. 
do,  é  hicieseb  coÉoeer  le  votos* 
Isd  de  los  dioses^  los  iolérpretes 
de  estos  oréeolos  Msteriosos; 
dóciles  á  la  vonáé  le  aaloriéed^ 
aouBciabsD  que  bi  cólera  celeste 
DO  podía afiaeáfse  sioo  ooo  um^ 
aolenoe  espiecioo»  jr  se  dispon' 
■ian  grandes  rogativas,  llama-» 
das  ob$$crúti9M$.  R^Hjioso  en 
el  idfortuDlo  tanto  coméenla 
prosperidad,  el  pueblo  romano 
se  humillaba  y  esperaba  su  per- 
don.  Si  teni^  que  tributar  gra* 
cías  á  los  dioses,  les  dirijia  siip- 
píication$$.  Guando  un  Jeneral 
conseguía  una  irictoria  brillan* 
te,  tomaba  una  ciudad  conside- 


rable ó  ietmtoalM  una  guerra 
diflcil,  enviaba  al  senado  plie- 
gos rodeados  de  ojas  de  laurel, 
dándole  parto  de  sus  Irinnfo^,  y 
pidiéndole  decretase  en  su  nom- 
bre preces  péMicas  á  los  dioses 
protectores  de  Roaia.  Bt  senado 
deUlierabe  ^  aotkre  té  espuesto,  y 
si  Jmgnba  q«e  la»  vestajas  a- 
noneiadas  oran  taa  consldera-r 
bles  que  pudiesen  ser  objeto  de 
una  fiesta  relljiosa,  espedía  el ' 
decretot  los  tribunos  lo  aproba- 
ban 7  se  proclamaba  la  festivi- 
dad. Esta  duraba  según  la  im-' 
^portancia  del  acontecimiento,. ó 
el  crédito  del  j^ineral  que  la  ha<* 
bia  pedido, 

JEn  estas  funcioaes  solemnes, 
en  que  todo  un  pueblo  estaba  re^ 
unido  i>or  un  mHmo  sentimien- 
to, abríase  la  marcha  por  una 
tropa  de  nifios  4e  ambos  secsos, 
que  aun  tenían  padre  y  madre, 
por  lo  cual  se  les  llamaba  pa^ 
trimi   y   nutírimi.  Todos  eran 


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lie  los  viiit  lieHfit;  Iban  eorona* 
dofl  de  Bofée,  y  marehilieii  con 
drde»  €aiita»do  ioiiiba  saRrados. 
Loe  fíMtfifea»  lot  aacendoles  de 
§oim>  lol  effttejioa,  tos  mejiatra- 
doe,  el  fenado,  \m  cabaMeros,  jf 
en  fin  la  raóMüítid  de  Im^loda* 
dinosj  todóf  Tciftldoa  de  blanco, 
atgnian  á  palo  hMto;  laa  nmie- 
rea  ron  soe  mejorea  adormüj  a« 
staliaa  i(niabtie«le  áeafaa  flealaa, 
rvro  emahefi  aeiMiradá«  de  loa 
hombrea,  para  do  ftltar  á  la  de« 
renda  y  á  la  {(ra¥edeéi|ae  de*» 
hiaocaraeterter  á  iíd4  córenlo^ 
ata  aeola.  Sala  iMiieMa  ooaifli«» 
va  se  4irijla  á  toa  tovj^oa  de  loa 
lunndea  dfeaaes»    é   loa   éoUlea 
ofreoiao  ponpoaea  faertftéloa{ 
despoea  é  loedéeeea  de  éegttndo 
drden*  y  suceaf  ranéate  &  lea 
lemfklM  de  laa  dl^teNMtea  iofé^ 
rinvea,  cuyo  eolio  estaba  adoii* 
UdoenRooMi^  iavocáaildlos  ae^ 
gUB  M  ritoaiifis ecaljisft. 

Si  la  funcioB  era  de  rogaUfa» 
ioscanloadé  alegría  aerefltfpla*» 
taban  con  loa  acéntoa  del  dolor. 
Earex  de  dargraeiaa  al  cieto 
por  aof  Cavorea»  lo  Inirocaban 
eoQ  proloagadea  Jemidua  plira 
qoa-ae  digaaae  prote|er  al  pao» 
Uo  romaao  y  apartaae  laa  ,ó»§*^ 
gracias  de  que  ealaba  ameosaa 
da.  la>aeiodfldaBoaentooeeaiÍMiQ 
veatidos con  laloga ét  luto.  Ca- 
minaban con  hM  pieadteandoa 


y  faeabeda  baja^  loa  kvfmmea* 
toa  laasbaá  sonidos  Mgahrea, 
wlsatrss  qne  loa  doiM  d^  kia  nl« 
flos4é  amboB  aeeaoa»  eorénados 
da  élpréa,  Matabsa  el  iaaao  del 
dolor  con  notas  ptoMenas.  La  ' 
comltWa  llegaba  i  la  paerla  d«rl 
templa:  loa  hombres»  después 
de  haberse  pñHternado ,  ae  besa» 
han  con  reépdot  hs  nrajéfes* 
siempre  la^  mas  ttemas  y  estre* 
madas  en  ad  aniocloo,  se  precl* 
pilaban  en  las  gradas,  laa  rega- 
ban con  loa  Iterfmas  y  las  en}n- 
gabán  deapnea  con  laa  trentes  de 
sna  calielloa.  Todos  etevaban  laa 
iaanoa  ácia  el  cielo»  lodos  aoptU 
caban  se  compadeciese  del  pn%^ 
blo.  Despves  la  mnHitad  de  loa 
cittdadaooa  se  dátenle  delaeía 
del  templo»  y  loa  sacerdotes,  loa 
majfatradoa  y  qé  alerto  ndmeM 
de  persoáajea  dlstlngoidos,  pe^ 
netraban  s<Moa  en  el  Interiar^ 
AHÍ  orrecian  el  gran  aacrificia 
Mamada  il^ttíeta»  porque  tenia 
por  oléelo  oManer  de  las  urnas 
eeleates,  las  agtma  tienéíicaa  que 
reclamaba  la  tierra.  Los  sscer-^ 
dotes  que  hacían  dicha  ceremo« 
ala,  se  llamaban  Aquititm*^  estoa 
préscritriao  las  fórmulas  y  se  se*' 
gaiaa  con  ana  esactttud  escru<» 
patasa;  éste  aparato  pomposo  y 
esta  relijkiao  silencio   lo  iole<* 
rrampiao  únicamente  los  mnji- 
doa  da  laa  víctimas  ó  las  pala-* 


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h9ñ$  fnislt**ifiáisi.'fil  di»  «alera 
se  pattUa  lilitaiidi».  ÉttMiPiv»4 
menié  tddeA  Jof  teropla0;il»:ia 

trf  Qek»  rMftthM  k  las  ürMáñn 
des  <|tieieft  svs  altares  i«  fMe^ 
rabav.-*  fia  fin,  por  últfaip  «k» 
fnerzo;  rodaban  porral  ci^hisla 
piedra  fd^^ertí  ^^U  una  masa 
mfwme  qee  la  oMiuMdad  habia 
coiecadpeerca.  jM  Umpio  4« 
Morie^uas  aUftde  Upuerla  Ca* 
peo%  y  que^*aola  mudándaia  dt< 
lugar  dfítiaa  que  iafaiibl#ii4oaia 
cala  aguA  del  cielo.   ;« 

Itos  aprevecbaiDos  da  esU^p- 
cftsíoD  para  dar  á  ooaooor  el 
culto  de  los  romaoos.  £1  aapeeto 
de  ao  leiDfplo  de  pri#fr  drdea 
saictHüotel  €t|»iiolio^  iai^raba 
el  respeto  y  el  temor;  estaba 
iUaado^  fi^re  ln  roca  Tarpeya, 
cuya  akura  aSadida  &  la  del  mo^ 
muaeaio,  1%  baeiea  el  paato 
«Ké  elevado  de. la  eiiidad*^u^ 
bíese  á  él  por  ciea  gradas>  eom* 
preadíeudaea  oslas  las  qoe  es^ 


tabaa  sobre  lo^  pbadieate  de  la 
roca.  Laegoqae  se  llegaba  áa« 
quella  aUina»  se  dMiagaia  pri- 
mero ao  Vasto  raeioto  rodeado 
de  galerías  cubiertas  y  de  altas 
coloBinatas^  á  la  eatreatjdad  de 
las  cuales  se  elevalHi  el  tempte 
coa  Biajeslad.  Sa  forma  erñ  cua- 
drada ,  dividíase  ea  caatro  par- 
tes: el  vestíbulo,  que  formaba 


la  faebade,  eslabir  .diempre  4\ri^ 
Jido  Aeifi  el  Oeaideaiei  de*  modo 
que  ei  paebto  que  se  reuob  eli 
¿t»dirijle  siempre  ««  miradas 
¿cía  ^el  paraje  por  donde  el  tel 
llevaba  ilii€itrsac  la  Segunda  par» 
te  formaba  el  foado  del' templa 
eof  reate  del  vestíbulo:  por  k» 
dos  lados  estaban  las  alas»  for- 
madas cada  aaa  de  ana  galería 
sesteaida'por  ilas  dé  columnas; 
ufta  de  estas  galerías  estaba  con- 
sagrada &Jutfo  y  otra,  á  Miner- 
val  EniMdto  estaba  el  cuerpo 
deltemploHamado  propiameaie 
eelte»  La  estélM  de  lá  divinidad 
estaba  coloeada  en  lo .  mas  a» 
partado  y  daado  freftte  al  ves*- 
tíbulo«  &le  lagar  era  llamado  el 
psfMrals  s*cfar<ims.  No  era  per* 
mltido.eatrar  al  pueblo  eo  aquel 
recinta  eadoade  reiaaba  ana  os« 
curídad  raH)tQsa>  pues  la  mayor 
parte  de  los  tempiqsc  recibían  Ja 
luz  únteameate  por  la  ptterta. 
Habia  tres  altaras:  el  primero 
estaba  á  los  pies  de  la  eMátua,  f 
era  nkuy  elevado,  de  donde  vie- 
ne la  palabra  crilara  (alta  ara), 
que  espresa  ea  lengua  romana 
aquella  ^vacioé)  aarvia  para 
las  libaciones,  y.enéise  qnemat 
ban  incienso  y  perfumes;  el  se* 
gundo  servia  para  los  sacrificios^ 
después  de  bal>er  heebo  'en  di 
las  libsciooes,  se  derramaba  la 
sangra  de  las  yíctinias  y  sa  que» 


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BMbft  OM  Uf  pitekiM;  el  ter- 
C0Mer»  im  altar  portátil  tobrt 
«1  cual  se  eolocahao  los  vasos 
aagriioa,  laaofreiidas  elb.  En  él 
ae  ireiai  eseoltaras  y  pintoras 
esqaisitas,  la  estatua  del  priae- 
rof  de  los  dioses  brillaba  con  ei 
rayo^  la  corona  y  el  cetro  de  oro. 
Babia  taoabien  ana  figura  de  la 
Victoria  ei^viadaporHieron»  rey 
de  Siraeosa,  ^ue  era  de  oro  y  pen- 
saba trescientas  libras;  y  «o  gran 
numero  dé  estátnas  ofrecidas 
por  loa  reyes  aliados,  eran  tan 
preciosas  por  la  belle£a  del  tra- 
bi^  tosió  por  la  riqoesli  de  la 
materia.  De  la  bóveda  pendían 
ofrendas  y  presentes  magnifioos. 
£n  cada  ceiomna  se  veían  pan* 
dientes  rices  despojos»  cuadros 
votivos,  simulacros  de  toda  eé* 
^ie,  armas  de  triunfadores, 
instrumentos  de  las  artes  figu- 
radoa  de  ero  y    plato»  ioume* 
rabies  coronas»  y  aobre  todo  una 
multitud  de    escudos   votivos, 
todos  de  metales  preciosos  y 
grabados  con  diferentes  figuras 
artisticamente  trabajadas^  que 
representaban  la  aceion  que  las 
lubia  becbo  ofrecer.  Los  trípo^^ 
des,  las  copas,  los  vasos,  lo^  le* 
cbos sagrados  etc..  estaban  goar* 
dados  cuidadosamenteen  unaes^ 
pecie  de  tesoro,  llamado  dono^ 
ritim,  porque  la  mayor  parte  de 
los  objetos  que  eucerraba»  pro^ 
vosio  xuu 


venian  de  deancioMt tf e»  los* ciu- 
dada«os.ó  de  los  reyes  eslraiijo- 
ros.  Alli  se  conservabaaloa.li'* 
bros  sürflinos,  loa  escodpa  ftagrk- 
áosátmtilMi,  y  Iwfais  ^oa  depé* 
sitos  de  la  relüion.  n^; 

Nótese  que. este  nomlire  Qt- 
pltolio  etm  ^i  cual  se,  deaigua 
mas  particularmente  «1  tefuplp 
del  soberano  de  los  4ioses,  espino- 
sa en  su  reunión,  aquella  mialtir 
tud  de  monumentos    relijlosos 
que  cubrían  la  roca  Tarpeya>  y 
bacian  en  cierto  modo  de<  «quiail 
lugar  una  ciudad  sagrada*  Allí 
se  veía  el  templo  de  Júpiter  Fe»- 
retrio  y  el  de  Juno  M oneta;  so^ 
bre  la  pendieate  de  lo  ipopti^fif 
estaba  el  templo  de  U  Goncof^í^i 
y  en  fin  coQtábfiose  en  «quel  .Iut 
gar  mas  de  cincuenta  templos 
reunidos. 

Los  demás  templos  de  aquella 
inmensa  ciudad,  aunque  no;  ton 
magníficos  como  el  Capitolio^  a- 
sombroban  por  su  eaplendori-Al 
aspecto  de  aquella  iocop^cebible 
cantidad.de  es^tuas  de  oro  y  xie 
plata,  de  aquellos  vasos,  de  aque* 
lias  copas  enriquecidas  con  pier 
dras  preciosas^  de  tantos « ojt^jetos 
mas  ricos  por  el  trabajo  que  por 
la  materia,  no  puede  uno^  de^ar 
de  pensar  que  la  piedad  de  los 
romanos  lio  sido  mas  ruiposa  po- 
ra los  pueblos  que  su  am^bicioqi 
Los  templos  de  Roma  oCcecian 
19 


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U6 


dJfTOTtA 


entre  t(  dM»renciaf  que  aoao- 
t'iatKnl  la  eructa  de  la  dHrlnidad 
h  qoe  eüaban  dedleadoa.  Loa  de 
lúpiler»,  de  Jaoo,  de  Minerva, 
estobaa  aiemffe  sitoadoe  ea  loa 
parajes  mas  elevados,  porque 
estos  dioses  debían  de  ona  sola 
ojeada  abrazar  la  universalidad 
del  pueblo  qne  los  reverencialM. 
Por  ona  consecuencia  de  la  mis* 
ma  ideSj  los  de  Júpiter  Teman- 
te (i),  el  del  Sol,  el  de  la  Luna  y 
el  del  Cielo,  estaban  abiertos  por 
la  parle  superior,  para  que  el 
dios  que  presidía  en  él  pudiese 
levantar  sus  miradas  sin  ostáeu« 
lo.  Del  mismo  modo  la  arqoitee* 
tara  de  un  templo  ofireeia  ordina* 
riamente  una  especie  de  analojfa 
con  la  divinidad  á  que  estaba 
dedicado.  Asf  es^  que  el  orden  diS- 
rícó,  grave  y  severa  estaba  con- 
segrado á  Marte;  á  Belona,  Castor 
yáPólut:  el  jónico,  á  la  vez 
elegante  y  sencillo,  decoraba  los 
traipios  de  Juno^  Diana  y  Baco, 
mientras  el  corlnlio^  mas  gracio- 
so y  adornado,  estaba  particular, 
mente  reservado  á  Yenus,  á  Plo- 
ra y  á  Proserpina. 
Cosa  digna  es  también  de  no* 

(t)  El  templo  de  J6p¡tcr  TboMile 
ft  postf rior  á  aqaelb  épor*.  Fué  edl6- 
c«<lo  bi)o  Augasto,  eon  motivo  de  ha- 
ber perdiddá'^no  de  so»  iaroriloemiier- 
to  de  tiu  ray*  • 


tarse  que  los  Aoses^  &  quien  n* 
ponien  autores  de  los  verdaderos 
bienes,  tenias  todos  sos  templos 
en  el  interior  de  Homa,  mientras 
que  los  de  Venus,  Belona  y  Mar» 
te  mismo,  estaban  fuera  de  la  ciu* 
dad.  El  culto  que  se  les  tributa* 
ba  necia  dal  temor  mas  bien  que 
del  amor;  poe^  parecía  que  a» 
tejándolos  de  sus  ogares^  ba^ 
bia  procurado  aquel  pueblo  a« 
tejar  de  ellos  las  pasiones  e*' 
nemigas  del  reposo  de  los  liom* 
bres. 

Las  victimas  que  se  debiaa 
sacritcar  deloan  ser  sin  manclie 
y  sin  defectos  esenciales^  no  de- 
bían baber  sufrido  el  yugo;  sa- 
cerdotes de  un  orden  inferior 
recorrían  incesantemente  loe 
campos  para  escojerlos  anima- 
les que  jtugasen  dignos  de  ser' 
presentados  á  los  dioses^  marcá- 
banles con  algún  color;  y  estos 
eran  los  que  siempre  se  debían 
elejir  para  ios  sacrificios  póblí- 
cos  ó  particulares.  Las  victimas' 
mas  agradables  á  Jdpíter  eran 
los  bueyes  muy  blancos,  que 
pastaban  en  las  orillas  del  CUí- 
Itmmíni,  en  el  pais  de  los  f a- 
liscos^  cuyas  aguas  decían  te- 
nían Ja  virtud  de  cambiar  su 
color.  Ofrecíanle  también  bece* 
rrasó  una  simple  ternera;  pero 
era  descebada  por  los  sacerdotesv 
si  la  llevaban  sobre  las  espal- 


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da0(t).  Toila  vfciima  debía  ser 
coodücitta'Sinr  vfoieneia,  como  al 
hubiese  debido  f  r  al  sacríficio  por 
et  solo  efecto  de  éu  instioio;  y 
se  querfa  que  la  cuerda  ron  que 
la  lleva  bao  fuese  floja^  debién- 
dosela quitar  Cuanda  estaba  de- 
lante del  altar.  Oft*ecíanse  i  los 
otros  dioses,  caroeros,  puercos, 
cabras;  sin  embargo  Minerva  no 
aceptaba  este  sacrificio  último> 
porque  decian  que  este  animal 
destruía  el  olivo  cuyas  ojas  ra- 
moneaba (2).  Aquellos  á  quie- 
nes sus  cortos  medios  no  permi- 
tían sacrificar  Tíctimas  verda- 
^  deras,  ofrecían  en  su  lugar  simu* 
lacros  de  pasta  ó  de  cera^  y  estos 
humildes  omenajes  eran  recibi- 
dos con  bondad. 

Los  asistentes  se  cubrían  la 
cabezaeuel  momento  de  la  in- 
vocación. En  Jenerai  las  ceremo- 
olas  relijioáás  de  ios  romanos 
lenian  con  las  griegas  una  ana- 
lojia  que  no  permitía  dudar  de 
su  orijen.  Las  que  les  eran 
particulares  hablan  sido  lleva- 
das de  Etniria  i  Roma,  en  don- 
de los  ministros  del  culto  las 
adaptaron  á  la  naturaleza  de  su 

(i)    Pumo,  IíIk  VIII,  cap.  li»  dice 
(|ue  uo  ternero  podía  sacrificarse  á  los 
.   treinla  áui,  un  cordero   á  los  ocho  y 
mn  puerco  á  los  cinco. 
(2)    Id.ld.ttp»K. 


lODAfTA.  Í47 

gobierno,  y  á  las  circunstancias' ' 
que  las  hablan  hecho  ado|)tar/ 
Los  Jefes  de  la  relijíon  teniad 
respecto  á  este  punto  toda  la 
latitud  que  podían  desear,  por* 
que  en  cuanto  i  los  ritos,  á  tat 
preces  y  á  los  misterios  relijio- 
sos,  todo  se  transmitía  de  sacer* 
dote  á  sacerdote.  Nunca  estu- 
vieron escritas  las  reglan  que 
hablan  de  seguirse  en  aquellas 
sftntas  ceremonias*,  y  se  miraba 
como  una  profanación  confiar 
tan  altos  secretos  á  letras  muer- 
tas. Solo  se  comucicaban  por  la 
tradición  á  los  que  debían  estar 
instruidos  en  ellas,  y  las  mu- 
danzas que  juzgaban  convenien- 
tes verificar  según  los  tiempos  y 
las  circunstancias,  dependían  so- 
lo de  su  voluntad.  Respectoá  es- 
to eran  los  arbitros  de  la  creen* 
cía  pública;  y  la  dirijian  según 
las  miras  del  gobierno  ó  según 
sus  propios  designios.  Coa  sola 
palabra  ajena  al  acto  que  se  ve- 
rificaba^ destruía  el  efecto  del 
sacrificio  y  babia  que  volverlo  á 
principiar.  La  palabra  degollar  á 
una  victima  era  una  blasfemia; 
debía  decirse  inmolare,  formada 
de  mola,  que  espresa  la  harina 
tostada,  molida  y  espolvoreada 
de  sal,  de  que  usaban  en  los  sa- 
crificios y  aun  la  ofrecían  sola 
en  forma  de  tortas  sagradas,  que 
se  colocaba  sobre  la  cabeza  de 


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HS  mrroBu 

una  victima.  El  grito  de  uo  ra- 
tón que  se  hiciese  oir  durante  la 
ceremonia  relijiosa,  destruía  en- 
teramente su  efecto;  pero  si  por 
una  estravagoncia  de  la  natura- 
leza, de  que  hubo  ejemplos,  apa* 
recia  (;ii  aquel  momento  un  ra- 
tón blanco,  era  el.  mas  feliz  de 
todos  los  presajios  (1).  Estos  sa- 
crificios no  podían  liacerse  sin 
harina,  ni  ofrecer  libaciones  con 
Tino  de  una  viña  que  no  fuese 
podada.  Fácil  es  conocer  que  es. 
ta  ley  sagrada  tendiaá  hacer  que 
se  qiirase  la  agricultura  como 
un  acló  de  relijíon, 

¿  Pero  ^qué  esplicacion  podía- 
mos dar  de  lo  que  se  practicaba 
en  la  c^spiacion  de  los  rayos,  es 
decir,  de  aquellos  crímenes  que 
svppniaa  atraían  sobre  el  cul- 
poble  el  rayo  de  Júpiter?  A  este 
dios  se  le  ofrecían  cebollas,  ca- 
bellos y, sardinas,  mezcla  estra- 
yagante  y  ridicula,  que  mas  bien 
parece  emanar  del  desarreglo  de 
Icr  imajinacion  que  de  una  pie- 
<jad  verdadera  (2).  La  Roma  de 
aquel  tiempo,  como  la  Roma  mo- 
derna, era  un  depósito  de  ridicu- 
leces y  estravagancias.  Los  roma- 
nps  se  ocupabanen  hablar  de  los 
prodijios  y  de  Iqs  signos  mila- 
grosos por  med^o  Je  los  cuales  los 

(1)    Punió,  Hb.  Vin,  Gtp.  vm. 

.  (2)v    PLVT4aC0|^l|flM«  . 


dioses  manifestaban  sus  Tolon^ 
tades.  Sus  estatuas  unas  Teces 
cubiertas  de  sudor,  espresabaa 
su  agonfa  por  un  pueblo  querido* 
Otras  veces  las  entrafias  mu* 
jientes  de  las  víctimas  les  ame* 
nazaban  con  desgracias  atroces; 
caian  lluvias  de  sangre  y  de  car- 
ne. Greian  que  los  ratones  hablan 
anunciado  la  guerra  de  los  mar-. 
soSj  devorando  en  Lavinio  los 
escudos  de  plata  (3). 

Nacimiento  DE  üN  Nifto,  nox- 
BBKS>    EDccAaoH. --Luego  que 
una  mujer  daba  ¿  luz  un  niño, 
los  parientes  levantaban  á  todi^ 
prisa  un  altar  k  la  diosa  Natío, 
adornándole  eon  guirnaldas  de 
adórmideraa,    planta  cuyas  se^ 
millas  inumerables  ofrecían  ua 
justo  emblema  de  la  reproduc- 
ción de  los  seres.  Poco  antes  de 
que  el  parto  se  verificase,  si  la 
embarazada  era  persona  de  cua-r 
lidad,  hácic^n  traer  una  nodri^ 
del  pais  de  los  samn{tas«  Este 
pueblo,  cuyo  valor  habla   sido 
por  mucho  tiempo   fatal  k  los 
romanos,  copservaba  enU*e  ellos 
su  antigua  reputación,  y  no  sia 
razón  creían  qw  los  niños  ate- 
tados por  mujeres  tan  valerosas, 
no  podrían  llegar  á  ser  hombres 
tímidos.  Una  nodriza  no  era  mi- 
rada entre  ellos  como   un  ser 

(3)    PtiaiOi  lib»  VDIí,  cap.  t¿fíu 


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■OHAITA. 


«9 


mere enarioiconiid erada  del  orno, 
querida  del  ama  y  respetada  por 
lodos  los  criados,   llegaba   á  ser 
en  cierto  modo  un  miembro  e- 
senciaL  de  aquella  famHia  que 
le  babia  confíado  loque  tenia  de 
mas  querido.  Si  era  un  niño    el 
nacido,  presidía  á  los  cuidados 
que  ecsíjian  sus  primeros  años. 
Su  celo  todolovijilaba,  todo   lo 
previa,  T  rival  verdadera  de   la 
madre,  particrpaba  de  su  dulce 
nombré.  Cuando  su  hijo  adoptivo 
posaba  á  manos  de  los  hombres, 
ella  sabia  dulcificar  por  diversos 
medios  lo  que  una  educación  se- 
vera podia  tener  de  rigoroso.  Su 
viva  ternura   desarrollaba  en  el 
alma  del  joven  el  jérraen  dichoso 
del  reconocimiento,  y  ella  recojia 
un  seguro  fruto.  Este  sentimien- 
to dalabade  la  mas  alta  antigüe- 
dad entre  los  romanos,  y  recorda- 
ba que  la  nodriza  de  Eneas  tuvo 
parte  en  sus  infortunios,   le  si- 
guió eu  todos  sus  viajes,  murió 
al  llegar  á  Italia,  y  este  héroe, 
por  última  señal  de  su  ternura, 
dio  su  nombre  á  la  ciudad  de 
Cayeta. 

Si  era  una  niña  la  nacida,  el 
cariño  mas  tierno  de  una  madre 
apenas  podia  igualarse  al  de  una 
nodriza.  El  casamiento  de  la  jo- 
ven no  la  separaba  de  ella-,  lu 
nodriza  la  seguia  á  su  nueva  casa 
y  la  servia  como  de  directora. 


Después  de  nacido  el  niño  lo  lle- 
vaban según  costumbre  y  lo  po- 
nían á  los  pies  de  su  padre-,  este 
lo  levantaba  é  invocaba  en  alta 
voz  á  la  diosa  Levana,  y  a!  día 
siguiente  ponían  una  moneda  en 
el  altar  de  Juno  Lucina.  Si  des- 
pués de  que  el  recien  nacido  era 
depositado  á  los  pies  de  su  pa- 
dre, este  no  lelevanlaba  ó  apar- 
taba la  cara  á  otro  lado,  la  débil 
criatura  era  condenada  á  perder 
la  vida. 

El   nacimiento  de  un  hijo  era 
para  un  romano  una   época  so- 
lemne; apenas  lo  habian  anuncia, 
do,  los  clientes  se  apresuraban 
á  felicitar  á  su  patrono^  y  salu- 
daban con  aclamaciones  á  aquel 
que  un  dia  habia  de  ser  su  pro- 
lector. Cada  año  en  semejante  dia 
renovaban  sus  omenajes;  y  esta 
fiesta,  relijiosamente  observada, 
era  la  mas  interesante  que   po- 
dia celebrar  una  familia.  El  na- 
cimiento de    nna    hija   esparcia 
una  alegría  tan   viva,    pero  las 
señales  no  salian  del  recinto  de 
la  casa.  Los  clientes  se   limita- 
ban entonces  á  simples  felicita- 
ciones-, un  ser  destinado  á  pasar 
á  otra  familia,  no  debía   escitar 
en  ellos  trasportes  de  júbilo. 

En  el  principio  de  la  repúbli- 
ca cada  romano  no  tenia  mas 
que  un  nombre,  como  sucedió 
con  Rómulo  y  Remo-,  pero  des- 


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150 
pues  para  designar  los  niíein- 
bro<i  de  una  misma  familia  se  a* 
doptóel  prsnomen,  tales  confio 
Quintus,  JUarcíu,  Vneius,  etc.  El 
namfn  era  el  tipo  de  la  familia: 
servíanse  de  él  freGuentemenie 
de  una  manera  colectiva»  y  de- 
cían los  Fabio$,  los  Carnelios.  El 
sobrenombre  cognomen,  tomaba 
su  orijen  de  alguna  cualidad  ó 
de  algún  defecto»  ya  de  espíritu, 
ya  de  cuerpo»  ó  de  alguna  acción 
mala  ó  buena.  A  veces  recordé* 
ba  un  elojio»  á  veces  era  una  sá* 
tira-,  en  fin»  algunos  romanos  lle- 
vaban también  un  cuarto  nom- 
bre» agnomen.  Guando  un  ciuda- 
dano, que  tenia  tres  nombres  se 
distinguía  por  una  acción  bri- 
llante» alcanzaba  uoa  gran  victo* 
ría  ó  sometía  una  provincia  con- 
siderable»  la  voz  pública  anadia 
¿  su  nombre  el  del  lugar  en  que 
se  babia  distinguido  su  valor. 
Pubtio  Cornelio  Scipion»  pasaba 
por  ser  el  primero  á  quien  el 
pueblo  hubiese  concedido  esta 
recompensa  onrándole  con  el 
nombre  de  Africano  (1).  Así  el 
agnomen  y  el  cognomen  eran  ne- 
cesariamente significativos.  £1 


mSTOElA 

nombre  propiamente  dicho,  o* 
f  recia  un  sentido  que  recordaba 
la  primitiva  sencillez.  Los  Porcioe 
tuvieron  por  fundador  á  oo  por* 
quero»  los  Bubolcos  á  un  bove« 
ro»  etc.  El  pronombre  indicabe 
ordinariamenteel  orden  de  nací-* 
miento»  como  Qmniui  »  Sexíui, 
Deeius,  abreviado  de  Dmíonm; 
espresaba  también  el  valor  como 
en  Marcui,  Mamerem,  Mwrc$Uui^ 
todos  derivados  de  Marte.  Algu** 
ñas  vecesise  inverUa  este  orden» 
y  el  pronombre  de  una  familia 
se  con  vertía  en  el  nombre  pro* 
pió  de  otra»  eomose  vio  en  las 
de  los  Oetoüios»  Mareelm,  etc. 

Les  mujeres  teoian  nombres 
mas  sencillos.  La  mayor  lleva- 
ha  siempre  el  de  la  familia»  con 
una  desinencia  femenina»  tales 
como  Cornelia  Oetavia-j  las  que 
las  seguían  se  designaban  lo  mis- 
mo en  público»  pero  en.  el  inte* 
rior  de  la  casa  se  las  nombraba 
familiarmente»áeetifidi7/a»  Quar^ 
tilla,  Quíntala,  S^Milla;  y  es* 
tas  espresiones  á  la  vez  gracio* 
sas  y  llenas  de  cariño»  cuadra- 
ban perfectamente  á  aquellas  i 
quienes  iban  dir^idas. 


( t )  Veáfe  á  Tito  Livio  lib.  X.  Este 
uto  t§  moclio  loat  antiguo,  patt  el  ado 
493,  Cayo  Marco,  habiéndote  ¿istia* 
guido  en  el  sitio  de  Gnrtolos,  recibió  el 
sobrenombre  de  Cortolaoo.    - 


CONCLUSIÓN. 

Hemos  concluido  aqa(  la  bis* 
toria  romana  y  narrado  cuanto 
sobre  ella  nos  ha  parecido  con^ 


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KMiAlfA. 


1&1 


Vetéente.  Hemos  recorrido  nn 
cuadro  estenso  de  Ip  vida  de 
aquel  pueblo  celebérrimo^  y  aun- 
que  coutiouaremos  ocupándo- 
nos de  él,  será  considerándolo  de 
otra  manera,  bajo  otras  relacio- 
nes, con  otra  vida  poHlica.  Si  fe- 
cunda ha  sido  basta  aora  en  a* 
contecimientos  la  historia  del 
primer  pueblo  de  ia  tierra,  no 
dejará  de  presentarlos  grandes  y 
capaces  de  llamar  la  atención 
del  filósofo  7  del  hombre  pensa* 
dor.  Vamos  á  ver  otras  leyes,  o- 
tros  personajes,  nuevas  pasto* 
nes,  nuevos  crímenes.  Jenera- 
riones  nuevas  se  van  á  presen- 
ttt>*>  y  jefes  diversos  levantarán 
su  voz  en  donde  tantos  hombres 
singulares  admiraron  por  sus  cí- 
vicas virtudes^  su  valor  ó  sus 
vicios. 

Mes  antes  de  terminar  este 
libro,  permítenos,  6  antigua  Ro- 
ma, que  te  saludemos  dirijiéndo- 
te  nuestra  débil  y  pobre  voz.  Ro- 
ma, ciudad  triunfadorat  levanta 
del  sepulcro  donde  descansa  tu 
frente  convertida  en  polvo.  Se* 
ñora  en  otro  tiempo  y  esplen- 
dente de  gloria  y  majestad*  in- 
terrumpe por  un  momento  la 
trauquilidad  de  tu  profundo 
sueño  y  permítenos  que  en  nom- 
bre de  la  filosofia  y  de  la  liber- 


tad, y  en  provecho  dé  las  Jene- 
raciones  que  sobrevivirán  á  tu 
desastrosa  ruina,  ose  turbar  pnr 
un  momento  la  paz  y  el  silencio 
que  te  rodea.  Tu  destino, ciudad 
poderosa,  no  fué  únicamente  ro- 
mo dijo  el  príncipe  de  tus  poet-is» 
tener  por  imperio  ¡a  tierra  é  igua- 
lar  al  Olimpo  en  grandeza  (1); 
ba^  sido  también  ser  el  ejemplo 
perene  de  los  demás  pueblos,  y 
el  amargo  desengaño  de  los  si- 
glos posteriores.  Tü  no  pudiste 
leer  mas  que  una  oja  en  el  libro 
de  tus  destinos;  pero  nosotros 
que  vemos  con  el  espíritu  el 
principio  y  el  término  de  tu  ca* 
rrera,  te  hemos  juzgado  con  im- 
parcialidad. Sobre  el  trono  au-. 
gusto  de  tus  emperadores,  nue- 
va jeneracion  de  hombres  se 
sentó,  y  las  virtudes  y  los  crí- 
menes mas  abominables  solieron 
de  allí  en  nombre  de  un  nuevo 
Dios,  del  Dios  de  la  verdad:  em- 
pero las  virtudes  fueron  pocas 
y  volaron  al  cielo  coo  ios  va* 
roñes  que  las  practicaron;  y  los 
crímenes  de  ios  demás  han  con- 
tajiado  la  tierra,  transmitiendo^ 
se  por  toda  ella,  y  pasan<lo  de  je- 
neracion en  jeneracioq  como  una 
herencia  ignominiosa. 

(t)    Imp>erfum  Urrit^  animo  seguít^ 
vii  Ofympo. 


Fin  DB  LA  HISTOBU  BOMAIU. 


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152 


BISTOUÁ 


^ItlBlD  S)l2<BliaDtim<6l21Dt 


(0)  DS  OBÜEHTIS. 
CAPITULO  PRIMERO. 

Cuadro  del  imperio  ro«n«»o  ««  .«^^enectud.  -De.trucdon  de  U  WjerUd  por 
'  Con»UnU«o.- Fundación  del  d«p„t¡smo.-Tra» U.w»  de  >*  »'"•  «>«j '"^ 
perio  í  CoasUntinopl».— P»i«nera»  diícordu»  ecleíiiilic»..-— Sect.  de  le* 
Í7nwnee/A.n*«. -Edicto,  de  ConManlino—Goerr.  entre  Cowtantino  f 
LlcinSo.— BauUa«deia«kro.y  Crisópolia.r-AbolKHvi  del  pohteitmo.-— 
DesArdene*  en  el  imperio,  otarionado»  por  io*  corte.ano..-jHereji.  en  Ejip- 
to  eKiuda  por  Arrio.— Secta»  del  sincretisaio,  de  loi  e»;n<os  y  de  los  tera- 
peutas.—Gortumbres  de  lo.  «.enioa.- Co.t«mbret  de  lo.  terapeuta», —E.- 
tebleciiDienlo  del  cri.»i«ni»mo.— Cu.»,  delodio  de  U»  romano,  contra  «I 
erl.tUni.OM>.— Caída  del  politeÍMiio.— Primer»  ofaúpo.  de  Roma.  — San 
Pedro  no  eeturo  en  Rom..-SecU  del  RaracUio.  -C«dro  de  las  d,^ord«» 
caniad.*  por  loa  dama..- Elección  de  un  Jef»  •««  '•  >«H!?ia.  llamado  Papa— 
La  eMomonion-— Moral  del  criatianismo.  —  Nanmiento  del  .Triam.nio.  — 
BafnerM».  de  Conatantino  para  eaUWecer  la  p«  •-  U  iglma.-Conc.l.o  je- 
neral  de  Nicea.  -  AfcoUcion  de  lo.  combate»  de  lo.  gladíadore..— Deacabri- 
miento  del  «pulcro  de  Criato. -Fundación  de  Conrtantiuopla.— Dedicación 
deCoo.Untin7pl«íla  Virjen.-Inrtilncione.  de  «r*?***"*'"? v'illf  ÍI!* 
de  Conatantino  el  ¡«ven  contra  loa  Rodo».  —  Muerte  infame  del.fi»*«»fo  So- 
palero.— Primer  eaUbledmiento  de  lo»  bárbaro»  en  el  imperio.  — Naci- 
¡nienlo  de  Juliano,  llamado  el  »v6»**t*.  —  Panejirieo  w5pecho.o  de  Con.- 
Unlioo.— Repartimiento  del  imperio  entre  lo.  •"!<>»  «"e^"»»»""»»--- 
Rueraa  diaenaionta  de  la  igle»ia.— Triunfo  y  muerte  de  A»rio.— Ley  aobre 
U  jnrUdiccion  epiacopal.— Moerti  deConatanUno. 


CONSTANTINO. 

(A2o3ia.) 


H. 


Lemos  abandonado  ya  á  aquel 
célebre  foro  en  donde  brillaron 


tantos  oradores  eloícuentes,  a* 
qnel  senado  que  á  Gyneas  habia 
parecido  una  asamblea  de  reyes 
y  en  donde  se  admiraban  tantas 
virtudes,  y  á  aquel  capitolio  en 
qae  triunfaron   tantos  béroes; 


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DEL   BAIO 

alfa  ^ifdlrefMr  cgHi  CkiiHlarttino 
H  OriMle  vahiptaosü^  en  que  el 
ilbiErt>f«ii»ecido  por  1a  nnoiicie^ 
^hriagado  por  tos  placeres,  pa- 
róte sieni|>r6  dMtinado  á  eolor- 
l^foérse  en  él  séoo  del  ocio,  y  á 
dohitii«se  eú  la  eselaVUud. 

'  GVAÍmD*í>KL   IMFRBfO   llOMANt) 

te  SüSEaí^BCTOD* — Yuitios  á  des- 
cribir la  ^eneeiud  de  aqael  im- 
perio, caya  füerfta  colosal  fati- 
gó la  tierra  por  tantos  siglos. 
La  bffitoria  de  esta  senectud  es 
triste;  pero  conserva  sin  embar-- 
go  algunos  vestijios  de  la  anti- 
gua grandeza.  Si  no  eleva  el  áni« 
mo,  lo  interesa  todavía.  Yénse 
en  ella  pocas  acciones  heroicas 
que  escilea  la  admiración,  para 
ofrecer  á  los  reyes  y  á  los  pue- 
blos útiles  lecciones  y  ejemplos 
8aHi<tables.  Yénse  el^  valor  raras 
atento  á  defender  que  á  con- 
quistar: la  política  mas  tímida, 
la  intriga  en  lugar  de  la  osadía, 
la  trakion  en  lugar  de  las  sedi* 
dones,  y  asesinatos  en  lugar  de 
Tldorlas. 

'  Los  príncipes  son  todavía  des- 
tronador  por  frecuentes  eonspi- 
faetones;  mas  estas  fio  pasan  del 
taeioto  de  palacio,  y  son  casi  in- 
diferentes á  loa  pueblos,  porque 
kakacen  cambiar  de  seftor  y  no 
de  Buerte. 

aüíesde  el  repartimiento  del 
afni{ieri<>,xlice  Jlfontesquieu,  la 


iiM:aio.  151 

•ambición  de  fo;  jenerates  cstu- 
»vo  mas  contenida,  y  la  vida  de 
•losnríocípes  mas  segura.  Estos 
«pudieron  morir  en  su  cama,  lo- 
>4ue  pareció  suavizar  un  poco 
usus  costumbres.  No  derrama- 
»ron  la  sangre  tan  ferozmente, 
»pero  siendo  forzoso  que  este 
■Inmenso  podar  sobreabundase 
tipor  alguu  lado,  se  vio  otra  es- 
»>pecie  mas  oculta  de  tiranía.  No 
sliubo  asesinatos  sino  Juicios 
«inicuos  y  formas  de  procesar 
»qoe  alejaban  la  muerte  para 
•hacer  la  vida  ignominiosa.  La 
«corte  fué  gobernada,  y  gober- 
»ttó  con  artiíicio  mas  esquisito, 
•con  mayor  silencio;  y  en  lugar 
»de  la  osadía  para  emprender 
»una  acción  mala  y  del  ímpetu 
»para  cometerla ,  no  reinaron 
•sino  los  vicios  de  las  almas  dé- 
•biles  y  los  crímenes  premedi- 
»tados.« 

Los  emperadores  mtfk.  am- 
biciosos hablan  respetado,  si- 
guiendo el  ejemplo  de  Augusto, 
las  formas  de  la  república;  y  los 
príncipes  mas  perversos,  mos- 
trándose todavía  ciudadanos,  ae 
hacían  populares  para  ejercer  el 
poder  abaoluto.  Estos  señorea 
del  mundo  mandaban,  pero  en 
nombre  del  pueblo  romano:  e! 
senado  lejitimaba  sus^  órdenes-, 
los  pontífices  santificaban  sus 
empresas:  los  mas  poderosos  é' 
20 


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154 


HISTORIA 


ilustres  ciudadanos  de  Roma  a- 
compañaban  sus  personas,  em- 
bellecian  su  corte,  y  sostenían  su 
gloría  con  el  esplendor  de  sus 
triunfos.  Pocos  príncipes,  aun 
de  los  mas  ¡nfames,  se  hubieran 
creido  dignos  de  conservar  el 
nombre  y  la  autoridad  de  empe- 
rador, sin  visitar  frecuentemen- 
te los  numerosos  campamentos 
que  guarnecían  las  fronteras  del 
imperio.  Dejaban  muchas  veces 
la  toga,  y  se  ponían  al  frente  de 
aquellas  invencibles  lejionesque 
hacian  respetable  el  nombre  ro- 
mano, aun  cuando  la  pérdida  de 
las  virtudes  y  de  la  libertad  no 
les  dejaba  otro  título  para  ser 
esliniüdos  sino  el  del  valor. 

Destrucción  pe  la  libertad 
POR  coNSTARTiNO. —  Borrárouse 
eu  el  tiempo  de  Constantino  los 
vestijios  del  antiguo  sistema. 
Este  emperador  no  siguió  las 
anteriores  costumbres  sino  has- 
ta el  momento  en  que  se  vio  sin 
rivales.  Cuidadoso  de  destruir  to- 
do rastro  de  libertad^  borró  de 
los  estandartes  las  letras  inicia- 
les de  Señalas  Populusque  Ro* 
manus,  con  el  pretesto  de  susti- 
tuirle el  Lábaro.  £1  pueblo  fué 
privado  de  todo  derecho  de  ele- 
jir^  el  senado  de  toda  facultad 
eu  la  lejislaciou. 

FüIlDACIüN  DEL  DESPOTISMO.  — 

Goostaotioo^  temiendo  á  los  grao* 


des,  y  deseoso  de  alagar  su  ▼•• 
nidad,  creó  muchos  títulos  sin 
funciones,  y  no  confió  la  auto* 
ridad  sino  á  personas  escojtdas 
porél,  ycuya  autoridad  depen- 
día de  su  favor.  Ya  no  fué  nada 
la  nación*,  el  príncipe  era  todo: 
la  corte  remplazó  á  la  patria,  y 
la  monarquía  legal  pasó  á  ser  el 
patrimonio  de  los  reyes  ambicio* 
sos.  Estos,  cegados  por  el  amor 
del  poder,  temen  todo  límite  á  su 
autoridad:  olvidan  que  las  ínstí* 
tuciones  que  arreglan  ydisponea 
su  marcha  son  las  únicas  que 
pueden  prestarles  alguna  segu- 
ridad-, y  que  no  queriendo  ba- 
rrera contra  el  abuso  del  poder, 
privan  á  su  autoridad  del  único 
escudo  que  puede  defenderla  ea 
los  días  de  peligro. 

Constantino  no  vio  los  incoo- 
venientes  del  despotismo  que  fuo* 
daba.  Príncipe  belicoso,  corona* 
do  por  la  victoria  ,  amado  de 
sus  soldados  compañeros  desús 
triunfos,  se  vio  respetado  de  los 
pueblos  á  quienes  libertó  de  mu- 
chos tiranos:  su  actividad  y  des- 
treza impedían  todos  los  peligros, 
y  solo  encontró  resistencia  en  el 
clero,  á  quien  había  libertado, 
ensalzado  y  enriquecido. 

Todo  despotismo  es  brillaote 
cuando  está  decorado  por  la  glo* 
ria^  y  aun  presta  una  felicidad 
apareóte  y  pasajera  cuando  lo 


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DEL    BAJO 

ejerce  un  príncipe  hábil  y  justo. 
La  fuerza  de  Constantino  asegu- 
raba al  imperio  un  profundo  re- 
poso: la  equidad  de  la  mayor 
parte  de  sus  leyes  hizo  gozar  á 
sus  subditos  de  una  seguridad 
mucho  tiempo  antes  desconoci- 
da. Solo  se  sintieron  después  de 
su  muerte  los  defectos  de  un 
gobierno  sin  contrapeso  y  de  una 
monarquía  monstruosa  y  sin  cí- 
mientoSy  que  se  desplomó  por 
ios  repetidos  ataques  de  los  bár- 
baros. 

Desde  que  la  actividad  de  Cons- 
tantino dejó  de  animar  los  mal 
unidos  miembros  de  aquel  im- 
perio colosal,  «us  débiles  suce- 
sores, semejantes  á  los  déspotas 
afeminados  del  Asia,  no  mostra- 
ron ninguna  cualidad  romana. 
El  ocio  infame  los  encadenó  en- 
roedio  de  una  corle  corrompida: 
encerráronse  en  su  palacio:  su 
autoridad  pasó  á  manos  de  eunu. 
eos,  libertosy  criados  insolentes. 
El  historiadorM,  Le  Beau  obser- 
va, querías  personas  mas  ilus- 
»tres,  los  majistrados  mas  respe- 
atables  y  los  guerreros  mas  va- 
clientes  sufrían  el  dorainiodecor- 
vtesanos  sin  esperiencia  ni  méri- 
»lo,  incapaces,  no  solo  de  servir 
iBal  estado^  sino  también  de  per- 
vmitir  que  se  le  sirva  con  gloria.» 
Los  príncipes.  Invisibles  á  la  na» 
eion^  en  un  palacio  adonde  no 


IMPERIO.  155 

podi'i  penetrar  la  verdad,  roderi- 
dos  de  lacerdotes^  á  quienes  la 
ambición  separaba  de  sus  debe- 
res, y  que  solo  pretendían  inte- 
resar al  poder  en  sus  vergonzo- 
sas querellas  y  disputas  pueriles, 
y  á  menudo  en  sus  funestos  e- 
rrores,  estos  emperadores  de- 
gradados, ni  veían,  ni  pensaban, 
ni  reinaban  sino  por  el  vehículo 
de  sus  privados.  La  Italia,  some- 
tida muchos  siglos  antes  á  los 
señores  del  mundu>  y  enrique- 
cida con  los  despojos  de  Grecia, 
Asia,  África  y  Kspaña,  no  era 
ya  sino  el  Jardín  de  Roma,  como 
la  llama  Mootesquieu.  Cubierta 
de  palacios,  casas  de  placer  y 
parques  suntuosos,  deroraba  al 
imperio  sin  producir  nada.  Se 
veia  una  multitud  de  ricos  afe- 
minados, de  esclavos  consagra- 
dos al  lujo  y  á  los  placeres,  de 
gladiadores,  danzarines,  cortesa- 
ñas,  y  pantomimos-,  masnobabia 
cultivadores  ni  soldados.  Los 
primeros  no  se  encontraban  si- 
no en  Sicilia,  África  y  Ejipto-,  y 
las  iejiones,  reclutadas  en  los 
países  de  conquista ,  contaban 
en  sus  Atas  pocos  ciudadanos  y 
muchos  bárbaros,  mas  dispues- 
tos á  robar  el  imperio  que  á  de- 
fenderlo. El  lujo  de  dos  ó  mas 
cortes  y  el  gran  número  de  em- 
pleados aumentaban  las  contri- 
buciones, devoradas  por  los  fa- 


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ijff^'  HISTORIA 

voritos  sin  uüliddd  Je  la  repú- 
blica. 

Tr.vslaciox  de  la  silla  del 
impkrio  a  constaxtinopla. — la 

traslación  de  la  silla  del  imperio 
á  Constanlinopla,  consumando 
la  opresión  de  Italia,  le  quitó  el 
resto  de  su  poblacioQ  y  riquezas, 
y  la  abandona  indefensa  .á  los 
selváticos  hijos  del  setentrion, 
los  cuales  triunfaron  con  facili- 
dad de  los  débiles  descendientes 
de  los  tencedores  del  orbe,  y  su- 
naerjieron  el  mundo  civilizado 
durante  algunos  siglos  en  las  ti- 
nieblas de  la  barbarie. 

Aora  vamos  á  comenzar  l$i  his- 
toria de  esta  sangrienta  y  terri- 
ble  revolución,  por  la  cual  se 
formaron  en  el  Norte  y  el  Occi- 
dente, entre  las  ruinas  del  im- 
perio romano,  las  nuevas  mo- 
narquías, que  después  de  una 
largti  barbarie  saüeroa  del  caos 
fuertes  y  brillantes,  y  esparcie- 
ron por  el  mundo  moderno  las 
ciencias,  las  letras,  las  artes  y  la 
gloria,  cuando  se  había  temido 
que  yaciesen  sepultadas  para 
siempre  eu  la  tumba  de  Grecia  y 
Boma. 

En  Orienteseguiremos  por  mas 
tiempo  á  los  débiles  sucesores 
de  Constantino;  pero  sin  esten- 
dernos mucho  en  los  tristes  y 
vergonzosos  detalles  de  aquella 
serie  monótona  de  tiranías -sin 


grandeza,  de  revoluciones  sin  in- 
terés público,  de  crímenes  sine- 
nerjía.  Trazaremos  rápidamente 
los  reinados  de  aquellos  prínci- 
pes, cuya  mayor  pártese  presen- 
taron en  el  trono  como  sombras, 
y  arrastraron,  mas  bien  que  sos- 
tuvieron, el  cetro  de  los  cesares, 
hasta  que  los  soldados  fanáticos 
de  Mahoraa  ,  sorprendiéndolos 
enmedio  de  las  disputas  de  sus 
sectas  y  de  los  juegos  de  su  cir- 
co, les  arrancaron  los  únicos  res- 
tos de  una  corona  que  ya  se  les 
caía  de  la  cabeza. 

Constantino,  fundador  de  este 
nuevo  imperio,  parecía  en  los 
primeros  años  de  su  reinado  mas 
atento  á  vigorizar  las  antiguas 
instituciones,  que  á  crear  otras 
nuevas.  Después  de  libertar  á 
Roma  procuró  reparar  los  males 
producidos  por  lu  tírauía  y  los 
desórdenes  de  la  guerra  civil. 
Triunfante  bajo  las  banderas  de 
un  culto  nuevo,  no  hizo  al  prin- 
cipio otra  cosa  sino  dar  la  liber- 
tad y  prolejer  á  una  relijion  has- 
ta entonces  proscrita;  pero  dejó 
al  jenlilismo  la  posesión  de  sus 
derechos  y  onores  antiguos. 

Después  de  haber  restituido 
la  justicia  al  imperio,  quiso  ha- 
cer reinar  la  tolerancia.  Coa 
esta  sabia  política  restableció  la 
paz  interior,  y  mereció  aquel 
amor  verdadero,  que  rara  vez 


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conceden  tos  partMot  TeiieMoi  á 
lot  vencedores.  Entonces  se  le 
erijió  un  arco  de  triunfo  eoa  es- 
ta inscripción^  dictada  por  la  li- 
sonja de  unos  y  el  agradeeiinien- 
tode  otros-r  «El  senado  y  el  pue- 
ablo  romano  han  consagrado  es* 
»te  arco  de  triunfo  á  Constanti* 
•no,  el  cual  por  la  inspiración  de 
»la  divinidad*  y  por  la  grandeza 
»de  su  ánimo  al  frente  de  su  e- 
ejército,  ha  sabido  con  una  jus- 
«ta  venganza  libertar  la  repúbli- 
»ca  del  yugo  de  un  tirado. « 

£1  empertidor  respondió  mo^ 
destamente  á  este  omenaje»  a- 
tribuyendo  sus  buenos  sucesos 
á  solo  Dios,  é  hiio  poner  en  lo 
hajode  la  cruz  que  llevaba  su 
estatua,  la  siguiente  inscripción: 
«Poir  esta  señal  saludable,  ver- 
ndadero  símbolo  de  fuerza  y  de 
»valor^  he  libertado  vuestra  ciu 
ndad  y  restablecido,  al  senado  y 
•pueblo  romano  en  su  antiguo 
•esplendor.» 

Al  mismo  tiempo  que  daba  tan 
solemne  testimonio  de  su  predi- 
lección al  cristianismo,  resistía 
el  zelo  ardiente  de  los  cristianos 
de  su  corte,  y  les  proibiu  toda 
reacción  contra  sus  perseguido- 
res. Por  un  edicto,  publicado  en 
Mediolano,  aseguró  á  *  todos  los 
subditos  del  imperio  el  libre  e- 
'  jercício  de  sus  relijiones^  y  para 
probar  cuánto  temía  seguir  las 


t57 

pisadas  de  lol  tirases,  didr  una 
ley  condenando  al  tormento  á 
todo  delator  sin  pruebas  del  cri*^ 
men  de  lesa  majestad.  Si  este 
príncipe  hubiera  continuado  en 
tan  nobles  sentimientos,  hubie-» 
ra  igualado  en  sabiduría  á  Marto 
Aurelie  y  á  Trajeno,  á  quien  su^ 
peraba  acaso  en  gloria  militar; 
pero  la  embriaguez  del  poder  y 
la  infame  ambición  de  los  sacer- 
dotes que  le  rodeaban,  le  bicie* 
ron  bien  pronto  abandonar  tan 
sabia. política.  Los  cristianos,  li- 
bres apenes  de  la  persecución,  ae 
tlividieron  en  sectas-,  el  empera- 
dor debiera  haberse  servido  de 
su  autoridad,  solo  para  piroibir 
todo  acto  contrario  á  la  tranqui- 
lidad pública.   Debió  evitar  el 
mezclarse  en  las  disputas  de  opi- 
niones para   no  haberles  dado 
una  funesta  importancia;  é  in- 
dudablemente si  estas  disensio- 
nes las  hubiera  mirado  por  el 
lado  de  la  política,  las  disputas 
metafísicas  de  los  cristianos  bu^ 
hieran  teñido  igual   influencia 
en  la  suerte  de  los  pueblos  que 
las  controversias  de  las  diferen- 
tes escuelas  de  filosofia,  quedes- 
de  tanto  tiempo  se.  habían,  apo- 
derado de  los  espíritus  siu  tur 
bar  la  tierra.  Pero  luego  que 
poder  del  emperador  intervino 
en  los  asuntos  relijiosos,  se  coa 
I  virtieron  en  asuntos  de  enado 


1 


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158 

El  espirito  deopo^ion  y  dé  li- 
bertad qm  baMa  calido  del  se- 
nado» entrdeii  los  eoacilies;  la 
aadácia  njue  babia  abandonado 
la  tribuna,  m  presentó  en  la  cá- 
tedra: las  «onciencias  resistie- 
ron á  la  autoridad;  los  eacerdo- 
tes  pretendieron  mandará  las 
almas,  como  los  príncipes  á  los 
cuerpos,  yei  mundo  se  acostum- 
bró á  recooMor'dos  poderes,  uno 
espiritual  y  otro  temporal;  siem- 
pre detesítables  porquetas  apasio- 
nes jamás  'permitirán  que  se 
marquen  «as  límites  con  prect- 
aion. 

Algunos  principes;  zelosos  ^fle 
su  poder  y  mal  Tódeddos,  opo- 
aieroo  frecoentemente  laherejw 
á  los  dogmasTecíbidos^por  la'i- 
glesia^yproseribleroná  los  que 
no  podían  «conrencer.  ^tros, 
débiles,  «imorütos  7  'dominados 
por  saoerdétes  4nrbttlemos  y 
ambiciosos, 'cefieron'é  la^4iara 
una  parte  de  las  prerogativas  de 
so  Goronfr: -él '<ae8eo'4le«onaf  loria 
▼ana,  la  eodibia  y  la  sed  ^e  4as* 
riquezas,  *oniSa  á^la  -esperanza 
del  poder,  ^esparcieron  ^en  la  ^1- 
glesia  los  jérmenes'dela  cerrop- 
cion;  y  aquélla  Teli^on  moral 
que  proscribía  ^todas  las  'pasio- 
nes, queenséÜaba'todaslasTir- 
tudes,  que  hacia  on  mérito  de 
la  pobreza,  on  deber  de  la  ho- 
mildad,  y  qoe  ordenaba  á  todos 


sos  ministros  predicar  á  los  hom- 
bres, la  onion,  la  igualdad,  el 
amor,  y  el  olvido  de  las  injurias, 
ofredó  á  la  tierra  el  cuadro  es- 
candalosísimo de  las  disensiones 
mas  tenaces,  de  la  ambición  mas 
desenfrenada,  de  las  disputas  mas 
íjndecentes  y  de  las  venganzas 
mos  crueles. 

En  el  nombre  del  que  habia 
declaritda  que  su    raíne  noerm 
Se  estemnnd;  se  disputaron  ver- 
goozosamente  los  onores,  las  ri- 
quezas, la    dominación;    en  el 
nombre  de  nn  Dios  que  perdona^ 
se  lanzaron  recíprocamente  Tos  . 
irayos  celestes;  y  en  el  nombro 
de  jun  Afos'de  paz,  la  tierra  fué 
ensangrentada  por  tigres  con  es- 
tolas. ^ 
,  ^odas  las  ajinas  de  esta  his- 
toria, y^r  espacio  de  muchos 
aiglos  las  'de  la  historia  moder- 
na,-se  verán  atestadas  con  los 
«desórdenes  y  crímenes  que  iiie* 
ronel  resoltado  deten  funestos 
^ttraviost-al  describirlos  con  fi- 
delidad, es  esenx^ial  y  justo  evi- 
4ar  siempre  üna^alta  no  menos 
ncomon,  la  de  oonfondír  una  re- 
jyion  sencilla,  moral,  tolerante, 
«pacfflca,eon  las  pasiones  y  es- 
ceses  de  sos  ministros;  porqoe 
entre  los  sacerdotes  de  todos  los 
cultos,  siempre  los  ha  habido  tra. 
paceros  y  bribones.  La  historia 
deja'deser  imparcial  y  sedespo- 


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Ja  é«  M  ooMeeiriNAer,  cuto- 
do  demasiadamente  irritada  de 
los  alHisoa»  acusa  á  los  princi- 
pies-, pues  es  engañar  á  los  bom- 
bres  en  vez  de  ilustrarlos,  atrK 
boir  i  la  filoaoíta  loa  errores  do 
tos  sofistas,  á  la  libertad  lo» 
crímenes  de  la  anarquía,  yÁ  la 
relijioo  las  debilidades  y  los  vi- 
cios que  conden». 

El  África  fué  el  primer  teatro 
de  las  disensiones  relijiosas.  Ge- 
ciliano,  obispo  de  Cnrlairo,  fué^ 
acusado  por  Donato  de  haber  u- 
surpado  la  silla,  y  de  beber  sido 
Irodtlor;  esto  es^  de  haber  entre» 
gaito  por  debilidad  k  los  majis- 
trados  jentiles  en  tiempo  de  per- 
secución, los  libros  sagrados.  Se-^ 
tenta  obíspoa  de  África  declara- 
ron á  Ceciüano  inocente  y  debi- 
damente ordenado:  el  partido  de 
los  donatistas,  ardiente  y  nume- 
roso, no  quiso  someterse  á  esta 
decisión. 

£1  emperador,  para  terminar 
este  cisma,  convocó  un  concilio 
en  Arélate  (Arles)  el  314,  ál 
cual  envió  dos  legados  el  papa 
Silvestre.  Este  concilio  sentón* 
dó  en  f^or  de  Ceciliano,  y  dio 
cuenta  al  papa  de  su  M^Mencia. 
Loa  obispos  que  componían  este 
cooeilio,  no  daban  entonces  al 
sucesor  de  San  Pedro  sino  el  titu* 
to  de  numiromut  querido  h$r^ 
WMno\  invitironle  á  que  pubU« 


10.  l&O 

case  su  decreto  y  á  que  lo  co^ 
mbuicase  i  las   otras  iglesias. 
Recordamos  esto    para  c|ue  lo 
teng»  présenle  los   inibécUei 
parlidaiiíiosdet  omnímodo  poder 
papal,,  y  pura  que  el  pueblo  dea« 
precie  sus  serviles  argumentos. 
Al  alio   siguiente    hubo  albo- 
rotos en  Palestina:  los  Judíos, 
irritadoa  contra  los  cristianos, 
comelierou  grandes  violencias. 
Gbnstantioolas  reprimió,  decla- 
ró I  ibre  st  todo  cristiano  que  fue* 
seesclavo  de  un  Judio,  y  proibid 
h  estos,,  bajo  pena  de  muerte  y 
conflscacioa  de  bienes,  obligar 
á  loa cristiaoos^ i  circuncidarse. 
Abolió  al  miuno  tiemp<i  en  todo 
el  imperio  el  suplicio  de  la  eras. 
Los  donatistas,  siempre  osti- 
nadoaea  su /resistencia>apela* 
roa  al  emperador  de  lasentou^ 
cia  del  eoaisiUo.  El  paíucipeae 
neg6  primero  á  Juigar  una  cuea^ 
yoarelijlosa  que  no*  era^  de  su 
coffi^Klanciav  pero  después  mu« 
dó. da  opinión,,  y  mandóla  Ceci* 
liano  preseniafae  ea  Roma,  y 
comparecer  auto  éL  CecUiano 
no  obedeció^  peía  Coostaniioo 
Juzgó  la  causa,,  y  declaró  inocen- 
toalotrispo.  de:  África,  y  caium*» 
nladoreaá  sua  adversarios^ 

Esto  acto  de  autoridad  eaua 
negocio  que  aolo  intek^aaba  ¿  la 
eonciencia,  fué  aprobado  poste- 
riormente por  uno  ét  los  apoyos 


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160 


■iftauA 


mas  ArnatieltreHjton,  coma 
era  Sao  ÁpatAm,  quien  manifes- 
tó no  ver  en  él  sino  el  deseo  de 
restablecer  Ja  pas  de  la  iglesia. 
P«ro  .no  se  tardó  en  sufrir  el  in* 
conveliente  inevitable  qoedebia 
resnitar  de  la  importancia  que 
daba  á  estas  miserables  disputas 
la  influencia  del  poder  soberano. 

Los  donatislaa  no  respetaron 
ni  la  autoridad  del  emperador, 
ni  la  del  ooncilid«  La  confisca** 
cion  desús  bienes  no  pudo  ven-^ 
cer  su  ostinacíoa:  despreciaron 
la  escomuniOB  fulminad<i  contra 
ellos^  y  este  dsma  dejeneró  en 
herejía. 

Sectas  bb  eos  ORCOMosuoifES 
BN  ÁFRICA. — Una  mucbo  mas  pe* 
ligrosa  cometió,  en  África  los 
mayores  escesos.Xos  ctrctmcs- 
liimei,  aldeanos  fanáticos^  que 
Interpretaban  según  sus  pasiones 
los  preceptos  del  evanjelio,  qui- 
sieron establecer  violentamente 
en  este  mundo  la  igualdad  abso- 
luta que  no  ecsiste  sino  después 
de  la.muerte.  Tomando  el  titulo 
de  protectores  de  los^oprimidos, 
rompían  las  cadenas  de  los  es* 
clavos»  1^  daban  las  propieda- 
des de  sus  amos#  libertaban  ¿los 
deudores  de  sus  obligaciones». a- 
sesinaban á  Jos. acreedores»  de» 
fendiam  osadamente  á  los^dona** 
tisias,  é  iomolabaa  ¿  los  catóii^ 
eos  á^  venganza» . 


Socolor  tfe  fneJdMc  visto  ka*»: 
bia  proibído  á  san  Pedro  el  usa 
de  la  espada,  se  arnaaron  áe  pa-f 
los,  á  los  cuales  daban  el  nooi-^' 
bre  de  pa/ei  de /sroe/,  y  cone*^ 
líos  aporreaban  á  sus  enemigos». 
Su  grito  de  guerra  era  alabanu 
i  Dio$,  j  susjenerales  se  llama-' 
han  Jfifei. de  tos  santos.  £n  lugar 
de  temer  la  autoridad  de  los  ma* 
jislradosy  el  rigor  de  las  leyes, 
mucbos  de  estos  furiosos,  es tra«* 
viadospór el  fanatismo,  sedaban 
La  muerte,  creyendo  ganar  coa 
el  suicidio  la  palma  <lel  marti- 
rio. Avisaban  antes  á  sus  com- 
pañeros esta  resolución  insensa- 
ta': se  cebaban  como  víctimas 
destinadas  ^1  sacrificio,  y  se  a- 
rrojaban  d^pues  eumedio  de  las 
llamas,  ose  precipitaban. al  mar 
desde  lo  alto  de    uu   peñasco. 
Mientras  que  el.  ardor  de  las  sec- 
tas se  consumía  en  vanas  dispu» 
tas>  bastaba  la  escomunion  paca 
reprimirlas;  una  tolerancia  je- 
neral  era, quizá  el.  remedio  mas 
átilque  la  razón, pudiese  dictarla 
la  autoridad;  pero  cuando  los  sec^ 
torios  unían  ia. acción  á  la  pala^ 
bra,^  violando  abiertamente  Jas 
leyes,  turbando  la.  tranquilidad^ 
y.aiacandola  vida  y  la  propia*- 
dad  de  Jos  ciudadanos,  era  justo 
é  indispensable  desplegar  contra 
•Une  la  fuerza  del  estado.  £1 
empefaáqr  momio  ¿los  condes 


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ünadoy  VinrittQ  (jtielos  ttcome* 
tieMn.  No  pudo  ésUrparse  es- 
to ftetffeioB  sino  con  la  muerte 
del  mayor,  número  de  los'  faoá* 

Parecía  que  eltópf rita  de  vér- 
tigo de  h>6  judíos  -se  habla  co- 
municado^^eÉÍpitces  á  todas  las 
partes  deí  mundb^  Iterando  á 
e||aa  la  di^^rdia/  el  fanatisino 
qi|e  haM&  convertido  la  Judea 
4nrÁB te  tantos  siglos  en  un  tea- 
trade  jntrigiis  escandalosas,  que* 
reliáa  y  orrores,  y  el  espíritu 
deXaccion  que  no  pudo  sofocar 
en  Jerus^len  ni  aun  la  presencia 
del  enemigo  armado  para  des- 
truirla. Cosa  muy  digna  de  notar 
es  que  todas  l^s  sectas  produci- 
das por  I9S  eatraívfos  de  una  viva 
knajinaciony  nacieron  en  el  0- 
rienl^e.  La  Europa  habla  some- 
tido al  Asía  con  sus  armas,  y  el 
Oriente  á  su  vez  conquistó  al 
Occidente  con  sus  opiniones.  Se 
saben  pocos  sucesos  de  los  seise- 
nos quesesiguieroi9i  á  la  sedición 
délos  circunceliones,  y^ que  pre- 
cedieron á  I  a segunda guerra  con 
Licinio.  Parece  que  ,en  este  in- 
tervalo Constantino  permaneció 
en  Iliria,  defendiendo  aquella 
frontera  contra  los  sármatas, 
carpacíos  y  godos.  Logi*ó muchas 
victorias,  se  apoderó  de  la  Dacía, 
y  obligó  á  los  godos,  no  tolo  á 
hacer  la  paz^  ^ino  á  pagarle  un 
TOMO  xiu. 


mmio.  161 

continjente  de  cuarenta  mil  sol- 
dados^ auaf  Mo  mas  peligroso  que 
útil. 

Ensebio,  siempre  ecsajerado 
en  los  elojios  que  prodiga  al  pro- 
tector de  los  cristianos,  dice  que 
subyugó  la   Scitia  ,  y  condujo 
sus  lejiones  hasta  el  mar  del  Ñor- 
.te:  si  esto  fué  asi,  hubo  de  a- 
bandonar  sus  conquistas;  pues 
de  alli  á  poco  peleó  muchas  ve- 
cercon  los  bárbaros  en  las  o- 
rillas  del  Úanubio.  Sus  brillan- 
tes victorias  no  eran  decisivas, 
y  los  enemigos  vencidos  00  tar- 
daban en  volver  á  lar  armas:  por 
lo  cual  Sileno  dice,  que  «los  lau- 
areles  de  Constantino  se  marchí- 
•taban,  como  las  flores  del  Jardín 
»de  Adonis,  apenas  se  abrían.» 
Desde  la  caída  de  la  Kbertad,  se 
encuentra  mucha  incertidambre 
en  la  historia:  tal  es  el  efecto  del 
despotismo,  que  las  naciones  aun 
se  muestran  indiferentes  á  la  glo- 
ria de  las  armas.  Entonces  no 
es  ya  la  historia  del  estado  la  que 
se  escribe,  sino  la  del  príncipe,  y 
los  acontecimientos  solo  se  tras- 
miten por  la  apología  ó  la  sá- 
tira. 

Al  mismo  tiempo  queConstan- 
tino  defendía  el  imperio  contra 
sus  antiguos  enemigos,  procura- 
ba asegurar  á  sus  hijos  la  corona 
dándoles  er título  de  cesar,  po- 
niéndoles casa  y  señalándoles 
21 


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162 

guardia.  Denayado  hábH  para 
DO  conocer  qna  na  poder  ab- 
soluto establecido  noeTameote 
por  la  fortana»  era  fortoaosoa- 
tenerlo  con  el  Talor,  caidó  ma- 
cho de  la  edocacioD  de  los  prín- 
cipes» les  enseSó  él  mismo  los 
ejercicios  militares  y  la  sobrie- 
dad, los  acostumbró  á  hacer  lar^ 
gas  marchas»  á  sufrir  el  peso 
de  las  armas,  á  arrostar  la  in* 
temperie  de  las  estaciones»  y  en- 
cargó á  maestros  muy  hábiles 
ilustrar  su  espíritu.  Como  esta^^ 
ba  persuadido  con  el  ejemplo  de 
sus  padres»  que  el  amor  de  los 
•  pueblos  es  la  base  mas  sólida  de 
Í»aatorídad,  procuró  grabaren 
sus  corazones  esta  mácsima: 
«La  justicia  debe  ser  la  regla 
vdel  principe»  y  la  clemencia  su 
«afecto  dominante.» 

La  naturaleza  y  la  fortuna  se 
^declararon  contra  la  previsión 
de  Constantinos  sus  hijos  here- 
daron sus  defectos  y  no  sus  vír- 
tudes¿  Crispo»   que  fué  el  solo 
capaz  de  realizar  sus  esperanzas» 
pereció  víctima  de  los  zetos  de 
su  madrastra  y  de    la  lijereza 
imprudente  de   su    padre.   Su 
maestro  Lactancio  fué  uno  de 
los  mas  célebres  escritores  de  a- 
quel  siglo:  su  estilo'elocuente  y 
puro  le  granjeó  el  nombre  de 
Cicerón  cristiano.   Su  apolojía 
del  cristianismo  le  dio  mucha 


fama.  El  ale  9M  nombró  el 
emperador  eónsul  á  su  hijo  ter- 
cero» que  aun  era  niiioc  mas  solo 
le .  permitió  firmar  indultos  f 
gracias»  sin  duda  para  hacerlo 
gozardelaprerogativamas  felis 
que  tiene  el  poder.  Dos  años  dea* 
pues  Tolvió  el  emperador  al  e« 
jército  con  motivo  de  una  nueva 
irrupción  de  los  bárbaros»  pasé 
el  Danubio  y  venció  á  los  sárma- 
tas»  dando  muerte  por  su  mano 
á  Rasimundo»  rey  de  aquellos 
bárbaros.  Con  motivo  de  esta 
victoria  se  establecieron  en  Ro- 
ma los  juegos  sarmáticos. 

Edictos  de  gohstanti^o. — La 
guerra  no  impedia  á  este  prínci* 
pe  activo  el  cuidado  de  la  lejis- 
lacion.  Mandó  consagrar  en  todo  • 
el  imperio  á  la  oración  y  al  des- 
canso el  dia  del  domingo.  El  au- 
mento continuo  de  los  impuestos 
producía  su  efecto  ordinario:  los 
hombres   maldecían    una    vida 
desgraciada;  aogados  todos    los 
sentimientos  de  la  naturaleza, 
hacía  que  fuesen  mas  raros  los 
matrimonios»  é  inducía  á  los  e8« 
posos  á  las  acciones  mas  culpa- 
bles: estos   abandonaban  por  la 
noche  en  las  calles  y  en  ios  ca- 
minos á  sus  hijos  que  no  podían 
alimentar.  El  emperador  publi-. 
có  edictos  severos  contra  este^ 
crimen;  pero  al  mismo  tiempo, 
como  no  podia  obljgar  á  casarse . 


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BEL  BAJO 

¿fosqne  gnardaban  el  celibato 
por  priDcipios  relijlosos  ó  por 
•miseria,  abolió  la  ley  Popea, 
cayas  disposiciones  casti(;^abdD 
con  multa  á  lodo  ciudadano  de 
edad  de  veinte  afios  que  no  es- 
tuviese casado.  Algo  mns  con- 
veuieDie  hubiera  sido  para  la 
población  y  la  moral  el  haber 
mantenido  en  vtgor  la  ley  Popea 
ealendiéndola  hasta  los  cristia- 
nos*, pues  de  ese  modo  no  se  hu- 
biera santificado  por  los  imbéci- 
les tamaña  infracción  de  las  le- 
y^  de  la  naturaleza. 

Otro  edicto  amenazó  con  per 
ñas  rigorosas  á  los  arúspices  y  á 
todos  los  que  con  operaciooi^s 
májicas  ó  con  filtro  especulaban 
sobre  la  credulidad  de  los  hom- 
breSy  prometiendo  ser  útiles  á  su 
odio  ó  su  amor.  Sin  embargo^ 
transijiendoaun  con  la  supers- 
tición del  potiteismo^  toleró  los 
charlatanes  idólatras  que  se  li- 
mitaban á  corar  las  enfermeda- 
des y  á  conjurar  las  tormentas. 
Bespues  de  ellos,  otros  charla- 
tanes sagrados  bánse  ocupado 
tamlrien  en  conjurar  las  tem- 
pestades, empeñándose  en  hacer 
creerá  los  pueblos  que  con  su 
ségrada  palabrería  y  cuatro  as- 
pUel^lbiles  podián  alejar  una  nn- 
Inré  impedir  sü  destrozo  en  los 
admirados.  Nunca  bata  faltado 
en  el  mmá^  trnanés  que  gnien^ 


mi^iCRio.  163 

y  tontos  que  sé  dejen  guiar. 
Otra  ley  anuló  todas  las  con* 
flscaciones  hechas  por  Diocle- 
f iano  y  Galerio,  restituyó  á  las 
i<¿lesias  los  bienes,  y  les  asignó 
los  de  los  mártires  muertos  sin 
herederos.  Promulgó  contra  el 
rapto  un  edicto  demasiado  seve- 
ro; porque  no  distinguía  la  se* 
duccion  de  la  violencia. 

Casi  todas  las  ciudades  de  pro- 
vincia eran  gobernadas  entonces 
por  una  especie  de  senado,  cu- 
yos Jefes  se  llamaban  (lecemoi- 
ros,  y  los  demás  individuos  de-^ 
curiones:  eran  elejjdos  de  las  fa- 
milias mas  distingMidas,  y  la  ma- 
yor parte  de  los  ciudadanos  bulan 
de  estas  cargas  conci^Jiles,  por- 
que los  obligaban  á  pagar  contri- 
buciones mns^  fuertes  que  las 
que  gravitaban  sobre  los  demás 
vecinos. Constantino,  para  man- 
tener esta  útil  institución,  con- 
denó á  una  multa  á  los  que  re- 
usasen  ó  abandonasen  estos  des- 
tinos^ pero  al  mismo  tiempo  ce- 
dió á  estos  administradores  las 
tierras  de  los  ciudadanos  que 
morian  sin  herederos. 

Así,  hallándose  estinguido  el 
espíritu  púb'lico  en  la  decaden- 
cia del  imperio,  fué  preciso  que 
el  poder  obligase  á  ejercer  los 
destinos  disputados  tan  ardien- 
temente en  otro  tiempo  por  la 
ambición.  La  administración  pú« 
s 


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164  ■ISTOUA 

bliea  sé  miraba  eomo  un  grava* 
meo.  Los  oficiales  que  teoiafi 
comislooes  por  ti  emperador, 
solicitaroQ  j  obta?ieroa  ser  e- 
seotosde  estos  empleos.  Nadie 
qoeria  los  destinos  útiles  al  poe- 
bl6  7  al  estado,  sino  los  de  pala- 
eio,  cerca  de  la  persooa  del  prio- 
cipe.  Se  acpstumbraroo  proota- 
mente  á  mirar  las  dignidades  de 
cuestor,  pretor  y  cónsul  solo  co* 
mo  títulos  onoríflcos;  y  sus  fun- 
ciones no  eran  ejercidas  sino 
por  los  condes,  los  Jenerales  y 
ios  empleados  de  la  casa  del  em- 
perador. Sin  embargo,  como 
Constantino,  l^sto  por  princi- 
pios aunque  fi^lHcioso  por  ca* 
rácter ,  supo  las  quejas  que  esci- 
taban en  todas  partes  la  avidez 
de  sus^  consejeros  y  la  arbitra* 
ríedod  de  los  gobernadores  de 
provincias,  proibió  á  los  Jueces 
y  majistrados  poner  en  ejecu* 
clon  cualquier  decreto,  aunque 
fuese  de  él,  si  era  contrario  á  las 
leyes,  y  mandó  no  atender  en 
los  juicios  al  nacimiento  ó  Clase 
de  ios  acusados.  «El  crimen,  de- 
bela, borra  todo  privilejio  y  to* 
»da  dignidad.»  Tal  era  la  estrena 
contradicción  que  ofrecían  en- 
tonces en  la  conducta  y  en  las 
leyes  del  emperador,  el  deseo 
del  poder  arbitrario,  el  amor  de 
la  justicia  y  los  recuerdos  de  la 
libertad. 


Proibió  por  uo  decrato  á  loa 
perceptores  de  tributos  quitar  á 
los  labradoras  sus  bueyes  é  ios* 
frumentos  de  lábrame.  Hasta 
entonces  el  repartimiento  de  los 
impuestos  era  arreglado  por  los 
principales  de  cada  logar,  y  loe 
ricos,  como  siempra  ha  socedido 
y  aocederá,  se  serviao  de  so  (o* 
fluencia  para  e^ar  sobra  loe 
pobras  la  mayor  parte  del  gra- 
vamen. Constantino  impidió  es* 
te  abuso^  y  encargó  el  rapartoá 
los  gobernadoras  de  provincia; 
de  este  modo  socedieroo  los  io-^ 
convenientes  del  despotismo,  ma* 
y^ores  que  los  de  la  aristocracia. 

Deseoso  de  premiar  á  los  sol* 
dados  que  le  bablan  dado  la  vie* 
toria  y  el  imperio^  les  distribo* 
yó  muchas  tierras  que  estabaa 
sin  dueño.  iéO$  Mber€íno$  que 
d$$ean  mantener  su  poder  abeo^ 
luto,  prefieren  ¡o$  eoldadoe  as* 
tranjeroi  á  loe  $oldaio$  etudada* 
no$.  Atendiendo  á  la  utilidad 
que  le  podía  traer  el  valor  de 
los  soldados  francos  y  godos,  mas 
que  al  peligro  futuro  á  que  tales 
ausiliares  esponian  el  imperio, 
tomó  á  su  sueldo  los  mas  intró* 
pidos  de  estos  guerreros.  Loe 
mercenarios  no  fueron  daffosoe 
sino  después:  á  Constantino  le 
sirvieron  con  zelo.  Ebonito,  ca- 
pitán franco,  se  distinguió  por 
sus  azañas  ea  la  primera  goerra , 


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rat  BAJO 

eootra  TJdttio,  en  la  eonl  eoQ» 
qnisló  el  emperador  la  Maeedo* 
Día,  ta  Greda  :r  la  Iliria. 

Aunque  loda?ia  no  haUa  que- 
rkla  baulixarse,  por  eoB?enir  ¿ 
ao  política,  mántUToen  au  cam- 
pamento un  oratorio  con  aacer» 
dotea  y  düeonoa,  á  loa  eualea 
llamaba  gnardim  M  au  o/ma. 
Cada  lefiott  tenia  an  capilla  y  ana 
minislroa;  y  antes  de  dar  la  ae* 
flal  del  combate,  el  emperador, 
á  Tiata  de  su  ejército^  ae  postra- 
ba al  pie  de  la  cruz,  iavocabé  al 
Dios  de  loa  ejércttoa,  y  le  rogaba 
que  le  Gopcedieae  la  Tictoria. 
Licinio,  au  colega  y  rl?al>  ae 
burlalM  de  su  devoción,  cuando 
él  mismo,  rodeado  de  ponliil^ea, 
adivínoa  y  arúspicea,  procuraba 
leer  au  deatino  en  loa  preaájloa 
y  en  las  entrafias  de  las  vícti- 
maa.  Constantino  y  Lidnio,  te- 
nia cada  cual  au  auperstidon^ 

&BGV90A  OüBanA  C&STMk   UCI- 

910. — Batallas  dbl  nnno  t  dr 
cmuóFOLis.  —  (323)  Habiendo 
quedado  el  imperio,  deapues  de 
la  muerte  de  Macsencio  y  Blac- 
aimioo,  dividido  entre  Constan- 
tino y  Licinio^  cada  uno  de  estos 
trató  de  arruinar  á  au  rivel  y 
quedar  único  dueño.  La  diferen* 
da  de  los  cultos  y  de  laa  costum- 
bres, parecía  entoncea  dividir 
el  orando  en  doa  puebloa^  el 
criatiüno  y  d  jentih  Lidnio»  que 


ttnaio.  1<B 

mtentru  tItÍÓ  Macaimino,  be- 
bía aido  tolerante  porpoKtica» 
cuando  qued4  doefio  del  Orlen* 
te  modo  de  aistema,  ae  puaoal 
frente  del  politeiamo,  7  ae  de* 
claró  enemigo  de  loa  criatlanoa» 
creyendo  abatir  ficilmente  una 
reiijioo  reeieo  eacapada  del  plé« 
lago  de  laa  peraeeudonea. 

Amboa  Jefes  eran  vallentea  y 
bábilea:  Lidnio  tenia  para  si  el 
nuiDero,  la  superstición  y  el  rea^ 
peto  que  inspiran  laa  cosas  antl* 
guas,  y  sobretodo  la  opinión» 
casi  Jeneralmenle  eatablecida,  dé 
que  la  gloria  de  Roma  estaba 
inseparablemeole  ligada  al  culto 
de  los  dioaea« 

A  estas  antiguaa  tradicionea, 
ridicolíaadaa  por  loa  filósofos^  y 
que  ea  un  pueblb  corrompido 
ya  no.estabaa:.aoaleoid«s  por  las 
costumbres,.  CoMlantioooponia 
un  partido  deJuM&brea  entuaias* 
tas,  tantomas  ardientes  cuanto 
babian  estado  mas  comprimidos» 
y  lejiooes  ensoberbecidas  por 
una  larga  serie  da  triunfos,  i 
quien  ningon  peligro  detenia,  y 
que  á  la  vlata  del  Lábaro  creían 
ser  conducidos  por  el  mismo 
Dios  á  la  victoria.  De  entrambaa. 
partes  se  deseaba  la  guerra,,  y  se 
buscaron  motivos  paraiofrin- 
jir  la  paa.  Lidnio  se  quejaba^de 
que  su  rival>  bajo  pretesto  de 
marcbíur  contra  los  godos,  babia 


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Mtrudo  ton  miajiítito  ^n  tü ,  »tao  terntUes   por  so  número 


terrtIorkJ:  GoosUdUiio  aeosiV  á 
Lieiuiode  haber  tomcRitidoiiBa 
sedíekMi  ^D  Rdnie>  y  pagado  o* 
•esioos  |Mrra  ipiitarlelavida. 

Ix>s<dos  ejéréttoa»  t|ae  iban  á 
decidir  la  smrtedet  imperio»  se 
encoetraroii  en  4«8  orillas  del 
Hebro,  riod^  la  Tratia.  '^'Lici* 
nio  prometian  la  victoria  sus  adi- 
vinos j  sacerdotes;  "pero  el  orá- 
colo  de  Mih^/lnénos' compla- 
ciente» le  respondió:  "«Oh  viejo! 
jitns  Tnerzas  eiftán  >^goUdaB:  los 
«anos  tecprlmen:  no  pelees  con- 
»tra  jóvenes  l>elicoSos.» 

Este  monarca;  después  de  ba» 
ber  sacrificado  vitrinas  á  los 
dioses,  mostró  sus  estatuas  ro- 
deadas déinumerables;  luces  áisus 
soldados»  y  lés'^ijo:  ^Gompafie- 
uros:  estas  sonlas'déidádes^de 
«nuestros  m^ot^s/losobjétos  de 
«nuestro  antiguo  «aUo:  nuestro 
«enemigolo^es  también  de  núes-- 
«tros  padres»  Iteyes»  costumbre^  y 
«dioses:  adorauna  divinidad  des* 
«conocida»  ideal»  ó  por  mejor  de- 
«cir»noadoraiiáda,  Desonra  sus 
«armas,  poníendoen  lugarde  las 
«águilas  défioma  unaseñal'i^on- 
«sagrada  al  suplicio  de  los  'mal- 
«hechores^  un  infatué' ttadalso. 


«como  por  su  majestad»  habré- 
«mos  de  elevarle  templos  sobre 
«las  ruinas  de  los  anliguos.  Pero 
asi» 'como  esperamos  con  seguri» 
»d»d»  nuestros  dieses  maniíes* 
»tan  'SQ  poder»  concediendo  el 
utriurifo  á  nuestras  armas»  perse* 
»goiremos  de  muerte  esa  secta 
tiéf ame;  cuya  impiedad  sacrilega 
«desprecia  las  leyes  y  ofende  al 
ttcielo^-v 

En  esta  jornada  la  hahiltdad 
de  Gonslatttino4ritfnfó  de  la  con* 
sumada  *esperieacía  deLidnio. 
Ocultando  su  marcha  al  enemi* 
go»  pasó'el  riofor-uo  vado  mal 
defendido»  y  la  victoria  fué  el 
premio  deeste  osado  movimien- 
io.  Abriendo  paso  á  sus  tropas 
al  frente  de  doce  jinetes»  derribó 
y  aniquiló  un  cuerpo  de  cíenlo 
cincuenta^guerreros  que  se  opo- 
nían á  su  marcha^  >Zóz¡mB  con* 
firma  eate-hecho.tiué  parece  mas 
propio  de  la  novela  que^de  lahis- 
toria;  y  equel  escritor  fué  uno 
de  los  mayores  enemigos  y  mas 
encarniMdos  detractoresdelem- 
perador. 

'  Licinio'huyó  á  Bizncio/y  sa* 
41Ó  de  esta  aplaza  apenas  supo  que 
^u  numerosa  escuadra  habiaeido 


«Esta  batalla  ^deéidirá  nuestra  veneídapor  la  ide  aut*lval€ris« 
«suerteyreHjion:  siesa  deidad  I  i>o¿  hijo  de  C¡onstantino.  Pasó  el 
«oscura  é  Ignorada  vence  á  tan?  I  estrecho»  reunió  las  reliquias  de 
«tos  dioses  ilustres  y  poderosos!  su  ejército»  y  dio  otra  batalla 


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ML  1A10 

jMtoá&bópoHi.  PnoM  pri- 
m^m  Ala  lüe^Uítaaii  de  sos  dio- 
ses; pero  alernido  él  mismo»  dU 
e§ñlo$  autores  $^e$ii$íieo$,  k  la 
lista  del  Lábaro,  mandó  á  lossa- 
yos  qoe  apariaaeo  los  ojos  de  a- 
qoella  temible  iasigoia.  La  vie- 
toria  de  Coostanliiio  fué  com- 
pleta. 

Ed  aquellos  tiempos  de  d«M* 
dencia  ya  no  er^  vergouioso  so- 
brevivir á  la  pérdida  del  onor  y 
de  la  Kl>ertad.  Ya  no  se  veian  Ca- 
tones ni  Antonios.  Licioio  se  le 
rindió  ignominiosamente,  y  debió 
por  entonces  la  vida  á  los  roegos 
de  su  mujer  Constancia»  herma- 
na del  emperador;  pero  algún 
tiempo  después  fqé  muerto  con 
el  protesto  de  que  conspiraba 
para  recobrar  so  autoridad  per- 
dida: fratricidio  que  manchó  la 
gloria  de  Constantino. 

Aboucion  dbl  politeísmo.—^ 
Como  en  el  curso  de  esta  guerra 
se  hablan  aderido  los  jentlles  á 
la  causa  de  Licinio»  la  derrota 
de  este  produjo  la  abolición  del 
culto  de  los  dioses;  porque  Cons- 
tantino, irritado  y  mas  podero- 
so que  antes»  no  guardó  medida 
con  los  idólatras^  sino  persiguió 
á  las  personas,  sujetó  las  opinio* 
nes»  favoreció  el  zelo  furibundo 
de  los  cristianos,  implacables  e- 
ttemigos  de  sus  divinidades  fa- 
bulosas, que  según  decian,  no 


nniío.  167 

eran  mas  que  daauNiioe*  En  to^ 
dos  los  parajes  en  que  Constao-» 
tino  creyó  que  sus  órdenes  no 
tendrían  una  resistencia  inven- 
cible» hizo  derribar  I09  altares 
y  destruir  loe  templos.  Este  ata- 
que» dirijido  contra  una  relijíoQ 
inseparablemente  ligada  á  las  le* 
yesy  álasci^stumbres  antiguas, 
le  hixo  perder  el  afecto  de  loa 
romanos.  La  capital  del  mundo» 
consagrada  áiMarte  y  á  Júpiter, 
era  un  vasto  panteón^  el  incien- 
so unieaba  en  setecientos  tem« 
píos  erijidos  á  los  dioses  del  O- 
limpopoc  la  superstición»  á  loa 
fundadores  de  la  ciudad  por  re- 
conocimiento, á  loa  emperado- 
res por  costumbre.  La  autoridad 
absoluta  no  podia .  derribar  al 
momento  tan  fuertes  y  tan  anti^» 
guas  barrerasv.y  á  pesar  de  loa 
esfuerzos  dolos  dne&oadelmun* 
do,  Ui  idolotría . conservó  por 
mucho  tiempo  en  Boma  nume- 
rosos partidarios  y  un  asilo  in- 
violable. En  lo  restante  del  im<» 
perio  se  ejecutaroa  coa  pronti- 
tud y  facUidad  las  órdenes  de 
Constantino.  Esté  príncipe  es- 
cribía así  á  los  pueblos  de  Orien- 
te: «Mi  victoria  sobre  los  ene- 
«migos  de  Jesucristo»  y  la  caida 
ide  los  perseguidores  de  los  cri&- 
jitianos»  prueban  el  poder   de 
aDíos,  que  me  ha  elejido  para 
«establecer  su  culto  en  el  iinp¿- 


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M9  mwnwA 

»rio.  El  6t  quien  ma  ha  traído 
nátsde  tas  playas  de  Britaonta 
abasta  elceatro  del  Asia:  sa  nia«» 
»no  poderosa  la  que  ha  derriba- 
ndo los  ostác.alos  q«e  se  oponían 
»&  mimareba^  Tantos  beneficios** 
aecsijen  ni  gratitod ,  y  debo  ser 
»el  protector  de  los  bombres  a- 
adictos  al  Bios  qi|e  mí»  favore- 
ace.  Mando,  poes/qae  voelvan 
atodos  los  desterrados,  qae  se 
arestitayan  sns  bienes  4  los  par- 
«ticolares,  y  sos  riqnezas  á  las 
)»iglesias.(l)-,  y  quiero  que  todos 
alos  cristianos,  seguros  de  ral 
aprotecdony^e  regocijan  con  mi 
»trinofe>  7  se  gocen  anticipada- 
«mente  en  la  felicidad  que  les 
apreparo.a 

Increible  es  á  ía  verdad ,  que 
una  revohirion4|ue*^eria  á  las 
conciencias,  que  ofendía  á  la  su- 
perstición, y  que  cambiaba  tan 
bm3eamente  el  culto,  tas  (¡ps- 
tuínbres  y  las  leyes,  no  bebiese 
escitado  entonce^  serias  revuel- 
tas-, pues  es  lo  mismo  que  decir 
jiue  los*  idólatras  babian  cesado 

de  respetar  A  w^  «jUoses,  y  que 

*  . ' .  .  .    .  * 

^l]|  Esic  ÍFtié  uno  de  los  molWo» 
^  qnt  tuvieron  los  crbliaiios  para  dea- 
acérieenelojioa  de  Constantino,  ta  am- 
bición ha  aidoe  A  todos  tiempos  ^a  bfreir- 
ciade  los  miuistros  inc|rcuu€Í»o8,  y  eu 
el  curso'de  la  presente  obra*  té^idreaioa 
muclÁs  ocasiones  de  patentin^r  esU' 
verdad.  ;. 


no  creían  ya'nn  su  pode^,  d«de 
que  se  habían  dejado  vencer  por 
el  Dies  de  Constantino.  Es  cier- 
to qae  el  emperador  empleaba 
para  triunfar^  la  persuasión  lo 
mismo  que  4a  fuerza,  y  que  pco- 
tejiendo  á  los  cristianos»  se  opo« 
nia  á  sus  venganzas», En  uno  de 
sus  edictos,  tributando  omjanaje 
á  la  sabíduria  del  Griadór,  y  ¿  la 
pureza  de  la  nafiral  .cristiana, 
compara  la  dulzura  de  su  padre, 
que  segnia  las  paácsimas-del  E- 
vanjelio,  á  la  ^crueldad  de  6ale« 
rio,  de  Maésen^cio,  de  M^esimi- 
:«o  y  de  Lietttio}  y  declarando  que 
sus  victórias^Jian  sido! el  precio 
de  sazelopor  restablecer  elcáU 
iQtde  la  divinidad,^ rofauMiopor 
loí errores  de  la  impiedad,  re- 
cuerda l^los  bpmbr^s  que  el  cul-. 
to  d^.^ui^  mió  DiQ5  era  la  reli- 
Jtpn¿piríniilivan»  que  Jesucristo 
sodobalMa:  venido  á  la  tierra  pa^- 
ra^^d^lver  la  antigua  pureza  i 
aq^elb  creencia,  de  ía  cual  el 
politeísmo  no  era  mas  que  una 
ak^raoion  y  corrupción.  Diri- 
jitodose  en>«^uida  á  los  cris- 
titeos,  reprime  su  zelo  ecsi^^ra- 
^o  en  demasía,  les proíbe  toda 
^persef^cíon,  noias  permite  o- 
tras  armas  para  vencer  á  loa  in- 
fieles, que  las  del  ejemplo  y  la 
verdad,  y  aseguró  á  los  tenaces 
adoradores  de  los  ídolos  una 
tranquilidad  perfeci^a. 


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DA  BAfO 

Sin  preteadOT  Tensar  á  este 
príncipe  el  mérito  de  t«U  mo- 
4er8cion,  es  Jasto^  sin  emiiargo, 
rebajar  los  elo)ide  escesivos  qiM 
la  adala-deo  le  ha  prodigade.  Su 
toleraBcia  era  un  poco  forzada; 
Ifr  mayoría  4e  ta  población  del 
imperio  permanocia  idólatra;  y 
hubiera  temido  por  demaaiaias 
Tiolencias  6  precipitación»  com- 
próme^ s«  poder.  La  autoridad 
del  secada  le  liabía  hecho  ya 
eentire^e  peligro,  mantenfendo 
'  eo  Boma  ti  anijguo  culto,  coo 
despreeio  de  loa  decretos  que 
bebiaa  ordenadora  clausura  de 
lea  templos  jrel  término  4le  los 
aecrificms. 

DESOKiHsiifa  iir  hl  imkrio^ 

OCASlOKADOaPOH  LOS  CO«TBSAH06. 

•—Sea  como  quiera  si  el  empe- 
radorae  hubiera  conteotado^cou 
•establecer  y  pi^lejer  por  tedas 
partes  ta  UbePtad  de  condénela^ 
los  progresos  de  ia  fé  crisUana 
hobierao  sido  mas  aábios  sin  ser 
menos  rápidos;  4a  relijion  y  ol 
4mpertoae  hubieran  visto  me- 
nos espuestos  á  turbulencias  y 
deagraciasy  sí  el  emperador  hu- 
biera alejado  los  sacerdotes  del 
trono»  y  no  hubiese  ofrecido  á 
hM  ntiniílros  de  un  coito  enemi- 
go de  todo  lo  mundano,  ei  cet>o 
peligroso  y  casi  inreaistible  4el 
ftiTor^  de  la  fortuna  y  éei  poder.» 
pero  adulado,  estrechado  y  a«* 
TOAIO  xui» 


ramiio.  169 

rrastrado  por  los  obispos  que  le 
rodeaban»  moatr6  bien  pronto 
tanta  pasión  para  conrertir  co- 
mo para  vencer;  gustaba  tanto 
predicar  <como  combatir;  sus 
cortesapos  le  aplaudiao  con  en- 
tusiasmo» pero  daban  á  sus  vi- 
cios la  mañeara  de  la  piedad »  y 
cubriendo  au  hipocresía  con  fal- 
soa  colores^  una  codicia  sin  Are- 
no y  concusiones  sin  limite»» 
entregó  e(  imperio  á  ios  mas 
orrorosos  desórdenes. 

Lai  quejas  que  se  le?antaban 
por  todas  partes»  penetraron  por 
'flo^n  el  palacio.  Gonstamino  se 
manifeató  avergonzado  é  indig- 
nado de  estos  escesos.  Dirijién- 
dose  un  dia  á  uno  de  sus  favort- 
tos>  trazó  con  su  lanza  en  la  tie- 
rra  la  figura  de  un  cuerpo  hu- 
mano» y  le  dijo:  c  Amontonad  i 
»Tuestro  eabor  las  riquezas  del 
atmperio:  poseed  también  laa  de 
»todo  el  mundo:  llegará  un  dia 
aen  que  solo  os  quedará  ese  pe- 
nquefio  espacio  di  tierra  que  t- 
•oabo  de  medir»  si  os  lo  conce- 
aden.i»  Estas  palabras  memora- 
bles fueron  proféticaa;  porque 
aquel  miamo  cortesano»  quecon* 
tinuó  atMisando  de  su  poder»  fué 
muerto  á  manos  del  pueblo  y 
privado  de  sepultura  enei  reina^' 
do  de  Conataatino. 

Aunque  el  imperio   probase 
todos  los  males  inseparables  de 
22 


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170  •  BüMmiA 

la  pérdida  de  la  libertad^  y  w-  i  progresos  y  la  eaoMt  dal  eaestan* 
friese  todoa  los  almsos  que  soo  I  te  odio  c|iie  se  haIÑa  opuesto  á 


fOBSigiiieBtes  al  progreso  del 
poder  arbitrario,  el  recuerdo  de 
taolas  guerras  civiles  sotnetta  los 
pueblos  al  yugo  del  prfacipe  que 
los  había  libertado  de  tantos  ti- 
ranoSé  Los  romauos  do  eran  fé* 
lices^  perovivian  traaquilos;  loa 
bárbaros,  vencidos  tantas  Teces> 
na  pasaban  de  sos  límites  tan 
frecoeoteoaente;  y  los  persas,  »* 
ternos  enemigos  de  Roflia^.n0  se 
atrevían  a  quebrantar  el  tratado 
Ignomintoao  que  le^  babias  im- 
puesto Galerio  y  Diocleciano* 

HeIBJIA.  Eir   BJIPTO,  BSCITAnA 

pon  iBUO.r-Despues  4t  la  de« 
rrota  de  Ucinio,  queriendo  el 
emperador  pacificar  el  Oriente, 
bizo  larga  manaion  en  Nicome- 
dia.  Allí  se  le  dio  el  tirulo  de 
Ftcfortoio,  que  no  pode  trana» 
mitir  á  sus  bijos  con  el  poder 
aunque  quiso.  Pensaba  en  via- 
jar á  EJíplo,  ünando  le  retrajo 
d|  esta  determinación  la  noticia 
de  la  herejia  de  Arrio^  que  ame* 
nazaba  llenar  de  sediciones  a- 
quel  pais.  Antes  de  bablarde 
las  turbulenoias  que  produjo  la 
tenacidad  de  esta  nueva  secta» 


su  propagación. 

Puesto  que  la  ludea  ftió  le 
cuna  de  este  culto,  y  que  la  re«* 
lijlon  de  Jesús  no  hizo  mes,  se-» 
gun  los  autores  eclesiásticos,  que 
perfeccionar  la  de  Moisés,  neee* 
sarioes  que  echemos  una  ojeada 
sobre  las  diversas  opiniones  q«e  • 
se  babinn  estalrfecido  entre  loa 
ludios,  antes  de  la  predicación  > 
del  Evanjeito. 

Esceptuando  la  secta  de  loa 
raquevitas,  poco  importante  y 
poeaconoeida,  parece  que  loa  he- 
breos basta  la  época  de  su  can- 
tividad  en  Siria,  y  algún  tiem*. 
pa  después  de  su  vuelta  á  la  Ju* 
dea^  alteraron  poco  la  doctrina 
de  Moisés,  y  que  solo  unos  trea 
sigloft  antes  del  nactmiento  de 
Cristo,  se  estableció  enau  creen- 
cia una  mea&cla  de  opiniones  fi- 
losóficas y  relijio^as. 

SfiCTAS  DEL  SUfCBBTlSaiO,  DE  L08 
ESENIOS  V  DE  LOS   TBRAPBTJTAS.  — 

En  los  reinados  de  los  primeros 
Ptelemeos,  muchos  Judies  que 
habitaban  en  Alejandría  cedie- 
ron al  deseo  de  conocer  el  siste- 


ma filosófico  que  se  esforzaba 
conviene  trazar  en  pocas  pala-  |  en  conciliar  las  opiniones  do 
bras  el  estado  en  que  se  hallaba  )  Platón,  Pitágoras^  Kermes  y  Zo* 


a- !  ( 


entonces  la  iglesia,  y  cuáles  ha- 
bían sido,  después  de  tres  siglos, 
el  espíritu  del. cristianismo, sus 


roastro.  Movidos  de  la  confor- 
nudad  que  notaban  entre  laa. 
ideas  de  Platón  y  las  de  Moisés» 


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9EL  BAJO  nonio. 


171 


wtrea  46  la  grradMa  y  pod^r 
éa  Dios,  te  persB^dieroi»  i  que 
tenlo  aqoel  filóaero  eemo  Pitá* 
(leras  haMas  mnocido  ios  Hbros 
éel  lejisiador  hebreo,  y  sacado 
de  etlea  leAo  lo  qne  liabia  de  $n* 
Wtme  en  aos  escritos.   Adopta- 
iC#e,  pues»  el  sísleaia  de  conci- 
UactOD.qae  ae  llamaba  Hnerd- 
tí$m9.  Otros  judíos  que  escapa- 
dos de  la  ruin  de  su  patria,  se 
halris»  refujiado  en  fif tpto,  bus- 
eando  uo  esilo  m  los  desiertos 
coiUra  el  odio  que  los  perseguía 
ea  las  ciudades»  Prí-?ados  allí 
de  los  Hbros  y  lóseos  de  sus 
templos,  se  dedtesren  i  la  vida 
e8eMÍea;^alg«rooapiiaf^eos,  per- 
seguidos también,  se  reunieron 
á  ellos7  formaron  tas  saetas  de 
eeanlos  y  terapeutas. 

GoSTüMBEflS  uE^es'BSBinos.  — 
^uaBdo^Ptolemeo^iladelfo,  cu« 
ya  virtud  tolerante  quería  la  fe^ 
licid»a'de  los  4i6mbres  de  cual- 
quier rali  jion  ó  pais  que  fuesen, 
^rmtH&á  los  judíos  desterradoa 


^  Yoeltoa  «cia  el  Orieete,  o^ 
rabana  Déos  antes  de  la  saHda 
del  aol,  y  después  se  eeiregabae 
al  trabajo;  á  la  quinta  ora  del 
día  se  bailaban,  y  después  loma* 
bao  MI  eomunidad   una  frujral 
ctMrida,  durante  la  cual  reinaba 
uo  profundo  atiendo.  Sus  comí- 
dat  las  bendeda  un  Sacerdote. 
Ai  salir  de  la  mesa,  daban  gra<- 
'daaá  Bios,  tolvlan  ásn  trabajo, 
y  reuniéadese  por  la  noche  pa- 
ra «eoan,  fl«dta#an  laa  mismaa 
praoea  y  guardaban  el  mismo  sU 
tendea  Yeatian  4e  blancor  le«- 
Bien  4ps  bienes  coanines:  sus 
nedfiloa  .  paaaban  tres  ellos  de 
noTidedOy  en.loacuales  ee  pro-^ 
babe>  sagon  la  dSsdjplliiadePitá*' 
^oras,  su  discredon,  so  seto  y 
sus  ilrtodes.  Ju^éiban  no  hacer 
^dalioel  pri^lmo,  tabserrar  la  re« 
-gla,  huir  de  los  malos,  obedecer 
las  leyes,  ser  fiel  al  gobierno, 
ifio  alterar  la  doctrina^  y  morir 
antea  que  deaeebrir  á  los  pl^ofa^ 
«os  el  secreto  <áe  su  retijioo* 


volver  á  su  patria,  propagaron  I  JBsta  secta,  fanática  i  jproporcioá 
estos  en  ^Palestina  susnuevas  o^  l^e  secrela  la  maseanta^  fué  la 


piüiones.  Acostumbrados  los  ^e- 
senios/á^  la  contemplación,  y  pro- 
fesopesMle  una  moral  austera,  no 
pudieron  tolerar  la  ^corrupción 
Introduddatea  4oMisalen,  y  vi^ 
vieren- retirados  en  los  campos, 

moy^nidoseulre  s(  y  socorrién- 

dose  mátuamente. 


que  opuso  •  mayor  fedalenda  á 
los  romanos  en  la  guerra  de 
XUo.  JLos  suplicios  mas  enteles 
BO  «pudieron  obtener  de  ellos 
ainguna  acdon  ni  palabra  con- 
iraria  á  sh  creenda. 
.  Persuadíanse  que  todo  en  el 
mundo  estaba  arreglado  y  eoca- 


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t72 

iMtÁo  iñ  taténiBO  por  el  des- 
lióos que  el  «lint,  iomortal  por 
M^Dataraleze,  aprisiooada  eo  el 
«iierppj  selle  de  él  eo  el  mooien* 
ta  de  la  muerte,  para  recibir^  si 
liabia  sido  virtuoia,  tnodee  re- 
compeosas  eo  un  hígar  eo  doode 
reíoabauoa  prioiaTera  eteraa» 
ó  para  ser  atormeotada  eo  som- 
bríos subterrioeos,  si  se  habla 
dejado  arrastrar  por  el  vkio. 

COSTVMBOIS  BB  hM  TBBÁKIT* 

TAS.  —  Los  terapeotM»  mas  ee» 
saltados  ano,  se  coosagrabaoen- 
terameote  á  la  eootenplacioo, 
abaodooeodo  sus  familias^  re- 
ooociaude  á  todos  los  bieoes  j 
lazos  de  la  tierra»  separáodose 
de  todo  lo  material  y  seosible 
para  acercarse  maeá  la  difloi* 
dad;  crejreodofirsus  estasis  que 
apartadc»  de  la  íoflneocia  de  los 
sentidos,  se  acercabao  á  Dios  j 
podiao  gozar  de  la  tiste  de  to* 
das  sus  perfecdooea*  Estas  oue» 
▼as  dodrioas  oo  se  propagaron 
á  la  masa  de  los  Judíos,  los  cua- 
les con  el  nombre  de  sadMeoi 
permanecían  aderidos  á  las  an- 
tiguas opioiooes,  00  eompren- 
dían  sino  lo  sensible»  y  oo  creían 
la  inmortalidad  del  alma.  Los 
judíos  que  sin  admitir  la  moral 
pura  de  los  esculos,  adoptaron 
su  sistema  filosófico  de  iomate- 
rialidod,  se  llaoiaron  fari$^os. 
A  falta  de  virtudes  auoientarpo 


las  prácticas  rettflofas  coo  niii 
puerilidades»  y  ocultaron  bajo  el 
velo  de  la  piedad  su  amor  iosa-^ 
dable  de  poder  y  riquezas.  Do» 
minaban  sobre  la  mucbedambre^ 
por  su  induljeocia,  por  ees  desói^ 
denes,  por  su  gravedad  eeterior^ 
adquirieron  grande  autoridad, 
y  á  veces  traatornaroo  la  de 
loe  reyes.  Tiranoa  coaodo  ejer* 
dan  el  poder,  facdosos  cuando 
el  gobierno  triunfaba»  fuero» 
una  de  las  censas  principales  da 
las  disccM-dtes  que  despedazaroo 
ásu  patria. 

Los  earaltas,  mea  raciooalee 
y  por  coosiguieote  meaos  Qume>> 
rosos,  segttieo  una  doctrina  me- 
día eotve  estos  partidos  estre- 
moa.  A  pesar  de  la  eoemistad 
que  reioaba  ratre  los  eseoios, 
sedúceos  y  fariseos»  miráronse 
siempre  como  de  la  misma  co* 
mnoioo  y  Jamás  se  acusaron  de 
herejía,  creyendo  aparentemeo*^ 
te»  como  dice  GonUillac,  que  las 
cuestiones  de  la  libertad,  de  la 
inmortalidad  del  alma  y  de  la 
ecsísteoda  de  los  espíritus  erao 
solo  eosas  problemáticas»  sobre 
las  cuales  podían  estar  desacor- 
des sin  violar  la  ley  de  Moisés « 

ESTABLEGUf  IBKTO  DEL  GfUSTU- 

siavo. — Eumedíode  estas  seo* 
tas  y  opiniones  apareció  la  Iue 
evanjéUca,  y  los  primeros  crts*^ 
tianos  fueroo  jodioa  convertí- 


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ML  Bnto  AAMMOv 


175 


éot;  pero  doide  •»  primeros  pe- 
iM^á  pesar  d#  las  Asposieiooés 
deeale  paebK>á  creer  en  les  pro- 
fetas y  en  loa  OBHsgros,  debieron 
encoBlrar  y  eo  eteclo  eneo»tra« 
roa  ntttneroaoa  oatáeiriós. 

La  doclrfoo  de- Jesucristo  Irri- 
taba á  los  fbrtseos,  ponpie^ieMa- 
basu  amblcioo  é  Mpoeresfa>  y 
eoloeaba  las  Tirtudea  sobre  las 
prácHeas  y  ceretnontos  sapersti- 
eiosas.  A«nqae  meoes  coalra- 
ria    al  sistema  áe  los  eaentos, 
condenaba  no  ostente  sn  orgallo, 
y  desimk  sus  preteoaioiies  á  M^ 
anpremaefa  entre  las  saetas  reli- 
Jiosaa  y  las  cénelas  fflosóneas. 
Loa  saüttceoa  y  la  mas»*  del 
poeblo  hebreo,  alenééodose  ér  la 
letra  n»as  bien  qneal  espirito  de 
I»  ley  y  de  laa  profeeias,  espera* 
ban  un  salvador  de  la  Familia  de 
DaTid>  fuerte  en  las  armas,  bri« 
liante  por  su  majestad  y  aas 
triunfos,   y  q/ae  estendiese  la 
dominación  terrena  de  loa  Ju- 
díos. 

Como  no  ereian  en  la  inmor- 
talidad del  alma,  miraban  como 
absurda  un  reino  espiritual,  una 
felicidad  que  no  empieza  sino  en 
la  otra  Tida,  y  no  podiaa  reco- 
nocer por  Mesías  á  un  bombre 
OBcuro,  á  un  profeta  pobre,  sin 
mas  armas  que  la  palabra,  sin 
mas  poder  que  la  virtud,  que  no 
mandaba  aiao  priYacioae$,  que 


no  prometía- liao  Menea  celes* 
tfales. 

Por  otra  partea  aunque  fesu» 
cristo  y  lor  A^Mistérlea  eran  esac» 
tos  en  eumpürtodos  K»  riloa  db 
la  ley,  siempre  les  nriraron  co^ 
molnaovadidrea  qoe  inirodociai» 
una  nueva  relljoñ  en^  logar  de 
la  de  Moisés. £^  fio^  los  hebreos 
qaeae  ereian  siempre  el  pueblo 
predilecto  del  Seilor,  no^  podiaa 
tolerar  que  se  llamasen  los  Jen^ 
iiles-á  la  parttcipacion de-la  nne* 
va  creencia  y  d*  los  fkvores  de 
ladtvinidad.  ' 

Taiea  fueron  tas  causas  que 
alejaron  á*la  mayor   parte  do 
loa  juéioa  del  Evanjetio,  y  les 
inspiraron' a«  odio  pertinaz  al 
cfiatiani3ino..A^ pesar  datantes 
dificultades^  ^1  doctrina  evanjé^ 
liea  se  esteadtó,.  primero  á  Da- 
mascoy  Antloqafa,  y  después  á 
Bfeso  y  Smiroa:  piMÓ   los  ma- 
rea, recorrió  e<  archipiélago,  se 
introdujo  eomedio^  de  los  tem^ 
píos  antiguos  de  la  Grrecia;  ocu- 
pó^ las  ciaéades  opulentas  de  Co- 
rinto,  Atenas  y  Esparla;  y  se  dí* 
rijió  á  Alejandria»  donde  la  actí- 
vidad  del  comercio  reunia  hom» 
brea  de  todas  naciones  y  sectas, 
y  donde  el  interés  público  reco- 
mendaba ia  toléroncia. 

Aoma,  destinada  por  la  Pro- 
videncia i  ser  un  dia  la  capital 
del  mundo  crtitiano^  después  de 


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J74 

haberlo  aido  del  UbSUtra »  no 
lardó  en  recibir  á  los  partidarios 
d^l  nuevo  aullo. 

Un  pasaje  de  TJicito  prueba 
<pie  en  Ueinpo  de  Nerón,  70  a- 
nof  después  del  naeimiento  de 
Jesucrislo,  tiaVta.^n^a  capiul 
imitiboscrislianór^'pero  enton- 
ces se  les  oontundia  con  los  j ir- 
dios.Ca  moral  sevBra  d^  Even- 
jelio  predicada  por  hombres  po- 
bres y  s^n^ittos^'Bra  demasiado 
t>paes4a^  orgullo  de  los  Igran- 
desy  á  las  costumbres  corrom- 
pidas de%s  ricos  para  ser  acoji- 
da  favorableaa^rita  por  "^ellos. 
iSsta  doctrina  no  debia  ser  r^í- 
bida  ^no  por  4os  desgraciados^ 
por  vios'^si^laTOS»  ^r  los  opri«- 
midos,  por  todos  ajqaellos  que 
necesitaban  la  esperaosa  de  otra 
vida 'para  coosolarse^le  los  infor- 
tunios qufe  sufrían  sobre  la  ^ tie- 
rra^ asi  la  historia  arroja  un  os- 
curo veto  sobremos  primen»  pa- 
sos dett^ristíanismp. 

€on»en^ndo  casi  en  silencioos- 
ta  inmensa  revolución  que  cam- 
bió krsopinfones  y^lasisoétiimbres 
de  la  tierra»  el  cHstianísmo  mar- 
chata,  cr^'cidon^la  oscuridad^  y 
se  estendió  muoho  ^tiempo  antes 
de  ¿traer  sobredi  fas  miradas 
desdeñosas* de  las  alases  eleva- 
das, qoe  éolo  seocupaban  de  las 
^erellas  de  los  príncipes,  de  las 
intrigas  d^  las  cortes,  y  que  a- 


tu  rdian  ooatínqamenle  con  trion* 
fosó  reveses  de  los  ejércitos.  I» 
caida  ó  e^evecion  de  los  liraiKMg 
la  ajitacion  de  las  asambleas  pA« 
bUcas,  la  pompa  de  las  AesUsy 
la  solemnidad  de. los  jttef«is. 

Aun  los  mismos  hambres  mas 
ocupados  de  la  indagación  ik  Ja 
verdad  y  que  se  consagraban  el 
estudio  9e  la  filosoAat  no  tenían 
la  mayor  parte  otro  objelo  ea^ 
tontea  ^n  sus  trabajes»  qué  pnn 
fundizar  los  sistemas  masxoo* 
wnieálM  para  mantener  el  «K 
ma  tranquila  enmedio  de  las  tm* 
rrascas  de  Ja  vida,  en  aunwitnr 
1a  suma  de  nunslros  ffoces7  en 
disminuir  la ^e  nueslras  penas, 
buscaban  la  felicidad  terrestro: 
los  unos  *  la  icoloeaban  en  la  vir«> 
iud,^los otros iraial  deteite;  y  dn* 
jando  al'pueblo  la  creencia  tttfl 
'Tártaro  y  <lel'Eliseo,  se  burla- 
han  de 'los  dioses  de  *hi  fábula, 
no  creían  en  otros,*ó  no  adori- 
tian-sinoideas  vagas  de  destino 
7  de  Providencie,  mirando  como 
ifuimérica  ftoda  ündagacioo  de 
uflai''felicidad  colocada  mas  allá 
'de  los  terminen  de  la  vida« 

'Las  primeras  nocionercoofu* 
^sas  -que  ae  esparcieron  sobre  la 
^creenaia  de  los  cristianos,  escita** 
Ton^nicaasente  ei  desprecio  de 
los  apartidar  ios  del  culto  estable- 
cido. Acostumbrados  á  no  ado*- 
rar  mas  que  al  dueáodel  trueno, 


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nu  muú'tnmíío. 


175* 


k  tm  HA! ros  brittonlM,  á  toi  tor* 
mMftblet  ehNMaluf»  i  las  graa^^ 
dMTirUNht» é  Um  patlo^et  fatt^ 
ptfkmi  y  i  kM  bérotá  d«Mk«do8; 
btbitMdoti  taeMMiral  •mor,  i 
la  fortuna,  I  la  Twigaata,  i  la 
foeria  y  i  la  gloria»  miraban  co- 
mo  iMeotaloa  i  los  aectarioa  de 
oftadoeirlna  qnetacrlfleaba  to* 
dos  loa  placaras  y  pasfones  i 
la  Idea,  quimérica  segira  ellos, 
de  una  felicidad  elema,  que  pro* 
dieaba  la  humildad  á  los  grao* 
des,  recordaba  la  Igualdad  á  los 
príncipes,  menospreciaba  el  lu- 
jo, onraba  la  pcAreía,  y  reropla^ 
laba  las   majestuosas  divinida- 
des del  (Himpo  con  un  Dios  des- 
coQOcído,  nacido  en  la  clase  de 
loa  artesanos,  alejado  durante 
su  irida  de  todas  las  grandesas 
dei  mundo,  y  condenado  por  sos 
conciudadanos  al  mas  vergonso- 
so  de  los  suplicios. 

Causas  del  odio  bb  los  ioma- 
iios  AL  cristianismo— Si  es  fácil 
comprender  por  q^é  los  roma« 
nos  despreciaban  una  creencia 
nueva,  tan  conlrária  á  sns  ideas 
romo  i  sus  costumbres,  no  lo  es 
tanto  esplicar  los  motivos  de  su 
odio  violento  contra  este  culto 
morel,  que  los  llevaba  á  proscrl* 
birá  los  adoradores  de  Cristo, 
mientras  qoe  su  tolerancia  lit« 
mitada  respetaba  en  todas  par- 
tes las  relijionesde  todos  los  pue* 


bios  y  indecbíaedesttnerstiesett. 
Muchas  causas  conlribayoron 
á  fomentar  aquel  odio  que  hipo 
derramar  tente  aangre«.  Los  Ju«» 
dios  que  se  mimban  coomi  el  pü^ 
l>lo  querido  de  Déoa^  deapi^eciai' 
iMín  á  las  demáe  Daciones,  no  que* 
riau  formar  vnioiieacon  ellas,  su» 
frían  con  ind^nadon  el  yugo  de 
ios  romanoa,rettsaban  tríbutar  h 
las  iméjenes  dé  loe  emperadoree 
los  omenajes  ecsijldos  por  laa  te- 
yes  y  la  rettjton   del  imperio. 
Siempre  dispuestos  i  la  sedición, 
cuando  la  tieita  entera  obede- 
cía á  los  señores  del  mundo,  les 
parecía  preferible  su  total  ruiqf 
á  la  esdairitud.  Por  otra  parte  la 
voi  de  sus  profetas^  que  inter- 
pretaban según  sus  deseos,  les 
hacia  esi>erar  el  apoyo  del  cielo 
y  la  victoria  mas  cKlarecida. 

En  el  reinado  de  Nerón  se 
sublevaron,  espelicron  á  los  ro^ 
aaanob  de  Judea,  asesinaron  á  las 
guarniciones,  y  obligaron  á  huir 
aquellas  lejiones  invencibles, 
contra  las  cuales  ningún  pueblo 
del  Oriente  babia  prevalecido 
sino  los  partos.  Los  Judíos,  im- 
placables enemigos  de  ios  roma- 
Dos  por  fanatismo^  no  podían  .ya 
ser  Bomeüdos  sin  ser  aniquila- 
dos. Eiía  guerra  de  esterminto, 
y  los  escesos  que  cometieron  las 
diferentes  sectas  Judias,  y  que 
hicieron  tan  calamitosos  ios  úl- 


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I76í 

timas  «iMUtotob  dt  ]«n»aflM> 
aamenUroo  bosta  lo  lumo  la  ec* 
saBperociQD  dB  loaroiMMMoa- 
traéste.^aeMo,  «ut  tayea  7  ^u 
coUo.  Loacrífüaaol^  k  quienes 
íBvocalira?  aoofoBdiaii  tom  éx- 
itos, faeroii  ^nvoeltoft  caí  «I 
mismo  «bofnr6Cimi6»to>.Y  desde 
entonces  DO  podo  haber  Qoioii 
aipM  entre  los  adoredores  de 
Blos  "y  Jos  seeUHbs  del  poli* 
teísmo. 

En  *vaoo  los  cristiane»  epe- 

^ian  á  esta  awrrtm  injnaltt  la 

pureaa  de  so  oiofaU  tos  motivos 

de  crediMKdad  del  "EYanjelio, 

^  Sumisión  alas  autor idmles, 

^su  principio  de  xarldad  oniver- 

sal,  contrario  &  la  Intolerancia 

esclusWa  deles  podios:  como 

•no  qoerian  pertitíiper  de  las  «a- 

remottias  de  les  jentiles,  unidas 

íntimamente  a  los  principios  de 

^u  gobierno,  se  les  trataba  como 

facciosos,  7  los  persegiüan,  o* 

por  sectarios  de  00  nnevo  culto, 

sino  por  rebeldes  á  las  leyes. 

Sos  edversartos  ae  «oeríao  de* 

4ar'tranqtriiosi4o8  eoemtgos  de 

aus  sacerdotes,  de  síes  templos, 

de  su  ¿lujo,  de  sos  iestas  y  de 

suaiuegos.  No  podía  babertrao* 

«aecionMeotre  cnaeneias,»«oStum- 

J>res,  afectos  y  máesimas  Un  o- 

poestas.  El  .poder  desplegó  sos  . 

fuerzas,    las   prosesiei^nes -©or^ 

'  >meniaroo'7  ki4i0i4'^«e«ubrió  de 


tjmárttree.  Peve  la  viirteiicia,  qoe 
destruye  tos  eoerpos,  no  tuve 
fnflaeaeiaftobrelosánimeérpiía^ 
He  maiorad  ú  to»  ImiOrm  p9ro^ 
n#  é  ia$*^m^i$m9^y  le  sangre 
de  las  vtotimas  fortiftci^  ^cs  r«i« 
xea  de  le  f 4. 

Slvelor  de  los  erisiieoea  e^ 
•iormeoladesy  moribundos  es^ 
cit6  pi4mero  ki  piedad,  despoes  ^ 
«Uedoiiraeioo^  loa  pueblos,  a^ 
oostombradosá  dhríniíar  le  fuer-, 
je  y  el  berotomo^  ae  ballébea 
muy  dispuestos  á  coletear  en  el 
dele  á  aquellos  mártires,  cuyo 
Írmele  arrostreba  lentos  pali* 
gros  y  sopUeios  por  defender 
su  ereeocia»  Mucbea  bombres 
t^menearon  i  mirar  como  ver- 
dadera una  reliJioQ  por  la  cual 
se  sufridla  muerte*  A  los  ojos 
de  aquellos  misoMS  qoe  echa* 
ban  de  menas  las  antiguas  vir* 
tudes,  aquella  invencible  resis- 
4enoia  teoie  algo  de  romana;  y 
-cuaadotodo  doblábale  cerviz  be* 
40  el  yugo  de  le  tirante,  los  pri- 
meros cristianos  únicamente  pe* 
•f^eciancoa  su  valor  traer  á  kt 
memoria  el  -recuerdo  de  la  en- 
4igua  libertad. 
Mas  tardealgaoosemperadores, 
bMtiinte  prudentes 4iara  conocer 
fueae  da  impoi^o^ía  aloque 
se  persigue,  y  bastante  virtuosos 
pera  becer  justicia  á  los  princi- 
pios morales  de    ios  cristiaoos 


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•ittiéli«M|it  *!  IMora^ 
liteMÉtN»áM4<M4ÉÍuUfH^ 
<tmlpliir  «y.  Mí  Mém  ^  >iMtofas 
MttMiiMiM.  fié  «iitVfeiHéta  t^ 
•MfapM,  lee  )pr4rtlilM  ^  «t  miU 

TertüHaM  ^  íMtakán  ontebob 
«m|ilopdel  |M«ili«iO«to«dorti« 
flbríM,  y4MMicrislliDOi'tatel«4« 

f  («toti^iliíriiM  latos  |>rÜQt]pb»i 

ter  de  Sas  esloaütoreraeleséiii* 

froctstoQftdhiQiÉiaodo>  Sa^era,^ 

Asraliaoa  ^  Ataio,  d  poütUmp 

4ftecia:  la  fecsaaoctoiiidettio; 

^«laaiaoo,  sqiirUa  j^-fialaaio» 

fué  el  úllimo  ata^M  ééttarran 

4iie(|Nt»aia4B^niiudaMRi  poáer. 

SioaariiÉrgé^  áipasarée  kiAnU 

4Hud  de  vicÉiqiaA'4lK>6étoffio> 

Ma€»ÍHitee^  MaaMoaiéy  lÁ9Uáí> 

4iimeUn>Qáaaaii|taraliai(Mi  j  A 

aa  paiüiea^  al  eaiaÜaBluii^  eaib* 

^arralii^todaaia  laitloMeiDUriaa, 

une  Üém^fkúVwú-  eiejró   peder, 

foniéDdéseáraafreele,  asperar 

eon  tesiaja  ^eailMraat  de  44» 

^tefaaftot,»€aeibatie'á'  tkmná^ 

yataeeriaiD.  peUgnálaaOmbré 

de  Ja  enii^iá'lfaate  ^iá  daúpiter, 

j-mA  ito  edtttee  éa^Gépiielte 

^  tacaae  íiÉatiflcd'Mi  «tpAaeaa^ 

Daraole  el  primer  aigto  de  lii 

eraí>ertf(im«ji*?ii4|B4PQ9a  eo  «ae 

hemos  tíiiq  ,  IMUaMK}4#s  jTMia» 


«ttt».  ITT 

Boa^  MeawMle-A'.Aaspreeiafi  4 
la  aeett.MoieBle  4t  «iM^rMia*» 
po% /ee«faii4iéadeloai(oa  learjttf 
dtoej eadeÜBiiraH lo»  H«9«t4« 
eela.irdHIiaii,  omvn  f4iim<m  if 

Míct  mMtfe9lal>a;H|^AeMírteiiqi|i| 
Biogoo  filóaofci  hfiP^a  <^»ede.aM 
pifiip^to^  eilo«:e|im(liabigi.i4e- 
gnu  l^laiehUKlecifegiiia  JK  'Oi»r4 
cha.  Mf  dlA^«Mt«)%iafmi«ifU^ 
«U»^  <if  igleilM  Qi^tiMeii^4rab«;9 
^acto  nMyrfai>gai»Kaatrl»fB^ 
p«eMi<m,4e I4  fié»  en  eUsMrfoi^ 
eimieiMo4a  (n.diHfpltoib  eDJa 
i«siitai^D4#l:gobief eo  reiyia- 
io4e  los  ftaJei^  4«eiiltatMiB?i  kn 
Dlifadaf  de  les  m4#stfediis.j 
del.pi^tlliee^  (uis  <re«o|oMs^  siif 
saerificiqíH.  raí  librea  y  mi  rcq^ 
rtfipoadepiMa..  Le  iglfs^eQm^* 
ga^^bn  ifsoUpe^Am.eetfi,  j^^fp^ 
oMfHerlQ^sr  Xáfi)  m  cmieeWi^íViii 
de-  K^vaNei  m  balHPáfi.  adogUde 
cerno  pMAlei4Qdegme«  - 

LaMOSfWfidad  iBQVi(|ibk^liie4!ieT 
dea^e^we  del  cti6tíjHÚ9mQy  f 
el  jsitffecip  uiii?eiMl  día Joa.bift* 
4erk4ofe4pr9faeearQl^?ai»ei^ 
4eiá  les  efrisUaaes^  hee  ^adei  kif 
garijo^meaia  áimAchap.  dadas 
se^peM:i:esid4$Qcíade*tos  apó^* 
4e)es  en  Aoma,  soi^e  el<eaU|>ler 
^^ieiíeato  de  Ja  iei?er«iite790kh 
aíéfii$«'r*eofare  le  sucaaioadt 
Íq^  primerofc  pouliiees  qee  i>ecr 
23 


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in 

^dvon  Ja  rfltoroUMM.  Da  ésit 
sttisMto  db  las  iuloríiadesfú* 
blÍo«t  y  de  lo»  bblorladorcis, 
ban  tonttido  armas  lo»  iacrédaloa 
t»ara  ata(5af  la  autenticidad  de  los 
Evanletios,  la  iostitiieion  de  tas 
primeras  Iglesias^  y  eaal  toda  la 
base  de  la  rel{|l0D. 

P^vó  mal  'qae  lea  pese  á  loi 
faHtdriadores  etlésiástltoa,  fbr- 
jadores  muy  á  «keoudo  de  fran* 
des  ptedoBos/  las  dodías  aon  fao* 
dadas,  yno'^raemós  «fue  el  ai* 
leoéle  dé  las  autoridades  púMi«» 
cas  y  (toioa  biséoriadores,  bayao 
prestado  armas  para  ataear  la 
aoteoftieidad  de  los  eyaojellos  y 
tas  bases  ée  ta  reTIjiou.  Las  ar-^ 
mas*  tas  han  prestado  los  que 
ban  álteürado  la  verdad  de  los 
blacbes,  los'  qae  ban  supuesto 
eó^s  faláas,  y  los  que  ban  forja- 
d<>ulia  tDnllíttídHle  fábahfs  ci^e« 
yendo  que  con  ellas  se  robaste* 
cia  mas  el  crlstíaciisfito:  El  tes- 
itmdMd  de  los'bistória#et>e¿e- 
cMsMsiieos  no*  es  de  gran  peso 
para  nosofros,  ctianidóáe  trata 
de 'los^j)Hmeros  obispos  qnetu-^ 
¥0  Soma.  Entre  una  porción  de 
liecbos  eflAbroHadós,  de  santas 
mentiras,  y  de  pueriles  varra^ 
«iones,  como  se^  encuentran  en 
las  leyendas  de  la  primera  época 
del  eriaiianismo»  se  sabe,  si  al* 
giina  cosr  puede  saberse  con 
cartela  de  aqaelloi  tiempos,  que 


stvieaiíA     '  • 

Saa  redro  peedloé'  4  1m  foikm 
dlq^emá<b*s^«a  él  FntOyi^Aitfr- 
nia»  la  Capadeeini^  Aoiia^pifa  y» 
BabUottiav  pef)o  :aD  .hÉy  fMmebe 
aiguoa  de^  m  iria|ei  ilócM^iíae 
aelai  áa  loaap¿iiotei  ttda  dkeit' 
de  esto«  Jnsüno^/qse  vivia  maa 
de  -alen  ailoa  ilespoas,  m  el  pri4^ 
oaer  attiór  an  pocóaéMiditado 
que  bttl>le  de  este*  pceteadido 
viaje«  San  'Ir«Mo,  fteapnea  4m 
baberleido  i  loatiso,  dice  que 
fiejdro  y  Pable  bimoQ  á  Heou» 
y  (pie  encargaromá^astiDoiel 
gobierno  dala: iglesia.  CImto  ea 
que  ai  tal^tcemiaioa*  dieran  áflaft 
Line^  eMoa  no  go^rnaroB  1* 
iglesia  «ristiaiía  ni  permaaéeie*» 
ronenii*ci«4ad« 

8áM  nnteJ».i»TúvaBBr«oiiJu 
-«misé  diiha  qoe  Ser  Pedro  Oi» 
cupd  la  cÉledm  pontificia  teiiu 
tialoco  aftoa  en  el  reinado  de 
Neroo,  cuando^  como  ya  bemoa 
diciio,  esteno  i^eioó  mas.^Mca* 
torce  afios*,  pero  ona  ob|Moieo^ 
sin  réplica  contra  la  pretendida 
permaneneia  de  &to  Piadro  eo 
JEtoma^  son  las  propias  palabras 
de  San  Pablo^  ea  .$a  epátela  á 
los  colessenses»  en.donde  espre^ 
sámente  dice  qtte  solo  ba  sí^ 
aiistNado  por  Ariatareo,.Maieo 
y  otro  qM  tte^tia  elDoontire  de 
Jtesiis(t). 

(I )    Epülob  de  Sm  PltMo  i  los^* 
loütiiÉif,  capitate  I?,  v«  ai» 


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ML  IMO  UifEtlO 

iffébaUe  ipM  ln  pié- 
if  igMftt||tie  ^m  #M  se  eéi- 
linftttofla  MuHcMiKdedícftio;  pe- 
«ftnaffvé'ttsi» poriftefii  dedie««^' 

JM'éeieBiéAicot  díoea  q«e  foé 
'■•I  priner  oMipo-^e  Aoom;.  pero 
%ii  equei  «tempo'yaivebo  ém^ 
fme^  no  btbo  Dfogütt  obispado 
l^rtkolar.  ISt  eri«fihaisi»d  no 
HoiBÓ  imaforiM  proaqni^afla  ti* 
fnn  á  la  nrilid  éel  eesii«4a  dgla. 
Loa  apóstoles  era  o  4odds  igaa- 
lee.  La^gQ^daderael  graa  prio- 
-cipioí4e  lea  eaéirtoa,  te  ku  reí- 
-wMtaa»  de  loAlecapeiitaa»:d0iloa 
^Aaciralos  de  ioao,  7  sotar»  todo 
de  leaMrislo.  IGaaodo  ^%éíam¿ 
*reoBidos  00  se  vete  eoU^a  ^Uos 
^wtngmí  Mpertoe;  Dadte|irea1<ia, 
'Éi  al  piisdpi^ae  Uaflaemea  oMai> 
<pos.  Sm  FMrv»  DO  dióel^noeitee 
'de4>Mmio  óel  «püetoeqftifillea. 
»>te»  aiwi  á  abattoriiti^  á  qoieo 

^mumakmáepuMf  6  dejoUHHi» 
ae  dié^eft  aecaidÉiiidifertaile* 
tteatoiloa  «MteMi^^fiie.mQra 
UaoMMa  «ooariiiia;  jpeio  uo 
todieeka  liiQgoMMtigfiUed»  ote- 
'gSM  wraoKMria^  Bitpna  aeAtfl 
'dfettoüvt.fld  vni^^ttM  fireeafti- 

Ha  Mü^  UeiMdo  íeplaa»  jr 
^eetodUa  en  Ja  J^tí^é,  pre 


179 
&•  Pedro  )»ti4a.  ida,4,j^aia, 
parque  po  Mua  carta  qoe  ae  jLe 
mtriboye  bai>la  4e  Babll^i^aV  Efi 
efecto»  éo  la  carta  áfi  Sñjx  f^qdro 
qoe  po  ivMoietaaio^  ep  d^cir 
•ips  supuesta  d  verdader^^  se  d)- 
ee;  /«  ^(asia  41»^  Md  f p  ^abi^ 
Um^^mi muM  fmi kijo  Marco 
ú$  9aludaM.  Fá^il  e^  .con(^atr  te 
4ofpeia^  de  aigmios  .visíooari^s 
'caanda  tradiy^M  Romit.  ppr  0:ir 
|]fiioair,  y  ^to  se  ^eouArwa  taoi- 
MflAp  ep  qvMi  PiSfias,  Lf^tw- 
cío»  Eaaebip  y  Jiislioo  po  ^9*- 
táo  acordes  ni  ^bre, el  tiempo^ 
ni  aclare  la  époow  ni  el  Jéoero  de 
sopUcíode^aii  Fedrp^oi  sobre 
el  nombra  del  emperador  .bajp 
qoedícep  m«ri6..S60ir,  confoir- 
miAdose  cao  los  escritos  de  los 
padres  de  la  iglesia,  reftere  (lue 
•eaaodo  Iteron  viajaba  por  la 
Greeii^«la&o  67  de  Jes«cris|<f, 
•elgoheroadorde  Roipa  ^rdeojá 
el  sapUciode  Sao  Pedro  y  deS^o 
Pebloc  qoe  á  ^eAa  liUtlsep^.  en 
ddidad  de  ciodadaoo  n^^aoo  le 
eortarop  la  cabeM;  y  nu^k  Síafi 
Pedro,  cono  iodío^  le  cin^^^cp- 
4roiu  Aeierea  qop  av  o^Jer  bik* 
j>ía  muerte  aates^oeéU  El  «i* 
Upereaoy  aduJadpr  Kwe^ia^qpe 
«scaiMa  dostieotos  ctpcuepM.  a« 
fioa  después  de  este.pcopiaei- 
mleplo^  dice  que  «|i:au  ttettjpo 
app  se  vetos  sus  reiratosé  Digups 


-taodláiojsl  sqfpudo  «igte-Viel.poreier^delistiaaasMlotUs* 


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t^iittdreii  C0Dfi»nÍftéM<>  7  c«Ms 

'  ti^rabte  don  fusión  en  qá^'tafó 

'  eí  f rnpétto  totnatoo  eiitiledio  de 

l¿íÜperilcioi^'(Síflébires  óerbeles, 

dsesfiiósr  d  aácfsitodbs^  eémeaio 

de  la  rfttM  de  todas  Ito  leyes  j 

de  hs 'deleitables  dfspotasteo^ 

Iój?ea6 ;  éhitfédfia  de  ios  aDatcH 

«lasque  se  lántabao  tos  sectA^ 

Tiosj  éhiáedlo  de  eoocilios  t}ae 

«» proKHÍMisiiy  á  ra  vez  se  ata- 

leMMrtl^'coft  -  tBearoitanlleDto  7 

-füroi^j  éiMediode'lbsesftoerMs 

redoblada' dé  los*  btítoos^delos; 

godos,  dé  los  dmbrios  ydr  tos 

iRtadaMs,  eoiBo  verecHos;  eo  fta^ 

e^áiédio  de  K6iáa  saqueada  y 

desáiafilelada  por  ios  bárbaros, 

"sospeeboSflissoo  á  la  tel^dsíd^,  mtry: 

80Bpei¿b<isas;  las  ttarratiocied  ide 

ésdMorés  parclaFés,  y  en  que  (a 

lotÉ'iga;  \é  igáoraoci^ty  el  fedbfís- 

mo'  éráfi    tas'  füédti^  '  térda- 

'  '  ebs**'ycaSos*Seí  DOft  odcrífen 
ikétrtéfmifé  esle^i^unt^iqtíe  (ÍM. 
^^áci^iMUeKBftfeáVttió  dé  'oú»^  IVn 
^njÜiá^é  ^bs'  tírfViierbS  tiéti^; 
-ééúúVmilMít  3qéíé>Vé<iM-afcQos 
^^ciftiaHlé^^^'aúgustlat^^sM»' 
^ItBad^T  '«ftAgbsb  ^íkedidiffo  qüe 
-éuli^»<'M^  ^IfMarso'^  'estal 
dbi<á-'eiflafilp«ii«^  eoé  MUfofM-* 
«^M«flaVilif»M^  i  Husí'tatatdj 
>trai}iii«#ilft^éiÉa*ai(M-to  «t'é 


la*  f^réail'  ^  qiio  >  ^f^fBMMmm  -  -400 
irftiirfb  solK^  MrifoM|if'loalio#> 
bt*es.  WJfMs  («troMS  f  jmk 
grfeatas  edoMene-  Ik  Iritlnti 
del  eristftiDimiK»,  qve  nosotios 
frdoararwiM  enaenlar  pam 
mayor  inetruockiit '  déi  Bü»lrai 
ieetx>res,  y  paroquésepamá  qtifr 
«tmorserespeeto  á*  la  iuitofidvl 
dol  lacordodo;  prindpiMdo  fqr 
*ol  obispo  de  Roma^qm^et  «tmif- 
ano  ttomptt  aoberané  beniporal 
eoQtr»  I4  4»presft  «tootrioa  d«l 
Evaojelto^    > '.  f 

St  lodo  éoMttffé  aprobar  q«e 
SoD  9edro>  no  Caé'oUBpode'lbo» 
o»a>  Iad6  eoomm  ?)iornaMMi* 
l^ieiiWá  oeiiar  im  uTetoto^diA* 
iiasdbte«lapo6toiaÍDtteaatt  s** 
€eáorMi  DefteUano/  Aia  lérdfti* 
jno  y*^ró»  mae&osyriícea  4m 
Aaé^amMit^  laT#iMpaéa  de 
fMro'ltt  sttli'  poÉUlota.'  Boip 
Aia  IrepM;  eq^oMo,  %lfftirit>» 
6aa  A^siU^.  9$m  Mmmñirr  3n 
A«as«iMt|v4tooáai<«oii|#artariqü» 
/oé^Sim  LlQoi '¿^'At^cptféa  luyapü 
xsr^f^'Ariá^cié^m^oi^  todbs  pa- 
ra I<i9i|iiait  v^iM«  lueotaft  'BiD 
eesámeii.  íjh  mlMiiaB  hiftoriíadrt 
MI)  ebMMéitteot  iC^óflesáabr^tta 
DalfenmiiiaaDiaaiL  :QaiilUuaibca 
MbrOfif  I  fldr^Bo.?  léuM^ta*^! 
pootiíicad.)  de  los  lref..ffiflMh 

ftrt  td^ia^itiio  •poriitodi^ofs 
4|tati)Mof>laa|pa  ¡Mjaffháttfcui- 


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MU.  «Al»  UWUIO.  ^ 

eific^ao  birfo«l  jei«94«,  4« .  en* 

-MMtn  &  Sm  Cl«lp  4  Antctoto  I  época  sufrió  oMirtirM^^a  I^Mr 
for MWMor  d^JSw»  l^toQkffl  wlo>  cio>  j  «me  «iHoimm^  Ihé^  «omhIp 


MMwia  par»  bMlnk' iM^haoDbcfi'r 
las  iMiMiM  tmif^akxioms. 


.8<^4eta  era  gvíbU«iMí  oíros  dU 
.WB  q^e  Sa9  Gtenfttlet  T^por 

ft^iose  A^  4i|  S«o  Qeto.  91» 
.difl«aCaé.n)arMtifU|4Q.G<)iP0i  los- 

A»  «ntvriocH* 

Sis«iósii  4(#p||{M  SanCtomen- 
,  t»,«e  «upoae  .pi^rtieodo  ,4e  los 
.(««er^ii^Bunbre»  b/(ttóric«9:;  (lefi 

•as,<(|ii«C«jbwrn#ltiA  Mj..Wmí/»  4* 

BQfB«!h44t%  Cf^miwimxím^. 

éensm  4« !  I«s^  T^  ]  «ftmbMflof , 

priman» 8«9  J^ifaristo»  tvea  jVI4 

. jlteaeo^.Eus^o.y,  ^OuM?  le 


se  v«;S«  lo*,dm»ooio«,  es  decN, 
segyi»  la.MpNSioa  d«  )«)»a««4l/k- 
«QS,xaaa4D  Iwfalsfl»  diosa*  cft> 
saron  d(B  dar  oriieBiqi^ 

$igB^  4«s|N^  Sao  AJajai». 
drM«  Vk^  M.cue»|aee«oKiaiS 
las{il  ^faliirfm,M4%  y  e|  .prt. 
rinaro  <!■»  beo^ijq  ,eJ  jgitf:  Sm' 
Si8kveiqu4í-ej|i  dos  c^ttm.dltt- 

i./a,is/«i«'.(ea((í(ic*  Sap  TelasAi. 
ip>  qji^e  4aslUuf.6  l^bjaiisa  de  bb«- 
()U.Docb«^0r.iui>^i|oo  da  siete 
9ei|4«f>a&  a|Li,^;de .  la  Psscijw»  ^«a 
después  se  .ilaii^  ca^resou-,  y,w> 
guD  dicen  .S^Oáuhaso^  ^fA- 
MfMSAO  , y  .<}((. WSíjBfjador  If^ü- 
Qf.„  f»o  pu4^>^~  sufrir  H.  c^t» 


.(]|lUU»ySjHi.Agj«Ml|ay  lar  iBayM  ^o.«im^ /pi  ^a({pno*  (riMa^fHt  ><í 
.yai>tA de  lo»  IsiMm»»  to  <^pcaq  ¡midofof^ inqfjcriámM  ofii(t4i 

.des|M»e>:de'ABM^K><^£«V'  ^W1    ioajueeesydelossaeriltettSort^tt 
tfft(^e(fio»,bafe|>|^pa^o^,^l^   ffi¿{í^./a.cer9^  4^  martirio. 

H^aainktqr  )o  V^ti»y,(We^»bi»r,  .Ya.lé^^oqos  piujeis  uo  ejemplo  Je 
.1^11  ^id^[n«  ,im^J^  idel,  d^^  ,moJvaflciáí;elij¡£^a.|»ríqclpíjp(|- 
: ierj0fi9tldüc«^d« .esfU)*^  p«|>9<bi..«^ , ,rt9)#f»^eí??8fWdo  ^o, sfgua 

4!l%4NiiMei9ap()  (^  ^  £nM  ^>  R^n^/M>r  4!!»MtOf8»  .v«oera<J!qs. 
,  |fl««ri«(i«qf4.raec(#  ti»nftu\M  i  Tiempo  tendremos  de  ver  b¡s^a 
.9üif,ófá9»  de  J|ftjfhiWK.'L^JM<l»t  Ld<^S  b4,tlfgfi^  l«a  r»)Ak(ato- 


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^ 


niVrMU   i 


%f«tri^oi]fi^efyáre  é^  humMiid  y 
tn«ii«édiimbre>.  i;r  Mnáiíco  3?el5 
46  lotf  primeros  i^ristiénos,  fué 
illqiie^olyridftMa  £di;^opii  ^e^M 
«]  IK^dftfrrrátieo  4iaAe  cfl  fondo 
•delJ^ofte/déog^i^riti  y  de  satí- 
(¿HÉ.  Sígmo  SM  4lijfiftio>  f  Sad 
Vio>-«¡  bi6B  los  -átHorés' sttgradds 
mo  están  mity  ecordeis  éit  qcie  el 
'segtffido  liaya  sido,  sute^r  del 
primero.  Carece,  por  ttií&  ^arta 
-que ae  afríftcrye iSai^  l^io. escri- 
ta é  Verero,  iiúe  tos  erístianos 
-arunéslabaüMD^ettipíosiñ  alta- 
rws,  que  se  reaniati  y  celebraban' 
la  misa  en  lasases  de  los  oeófi* 
46s^*piies  dfte  eti  ella  que  /¿t  eásá 
dé$u  hmnat^  Eupófita  eirá  ta 
-que  ie  ^ehfia  para  eáU  uéo.  Ed 
^raearta  dlrí^da  á  Jcrsto,  anuii- 
eia^iiie  4js  ^cristiábos^e  habiaq 
«oblevado  coortra  4as  leyes,  qoe 
«e  4os  pc^segt/ia,  y  qde  la  grey 
^QD  estaba  en  pobreza,  pues  4i« 
0ietÉl0bn'$énaáoÍ$  ¡Testí^iito 
^0titabkti8ú  ^m  ídma,  oi  satuBa, 
Séü  PiQ^edfce  que  mmrió  «I  a«* 
ñoíSf. 

'  «Después  <icttpS  Sao  kolcéiola 
*i6illaTdmana,yló  la  Iglesia  ataca* 
ida  por  rootbasterejtas,  y!t»or^a 
Jénrto  díscolo  sufrió  ^í  «larlfriQ 
4iajo  ^1  treinado  de  iSéttéJín 

Diíranle  el  ipofftftteed#ae  ao  jttod^raéioo  que  ^us  predeceí«« 
«atesor  Sao  Solero,  ta  hertjíi  Ae  «res,  separó  de  la  eomuoioítt  de^  ia 


AMMmo^McW  y  4émé  mn^bia 
((rtriMS,  pttff  tto*potia  aer4«otlro 
madoirdo  laéuiSnirálitof  dísptiUis 

taNan.  San  Sieaterto  fué  pa^M 
pctr  ^  esparto  dé  tMetiotho  alos. 
Las  preteiivinhes'de  ft  coKé  'ro« 
madüdeédbiOirduáaír  sobre  «t- 
gUDOS  artttetílos  de  té,  y  de  arre- 
glar  los  jpdmtos  de  la  doctrina 
^cristiana,  iiHncIpIfcn  ya  á  sei^* 
se*,  Eiéuterio'  arroja  y  escluse 
Ae  la  comtiéfoo  dé  lo^  he^fíianos 
de  Roma  á  Marehioo  y  Yaleotin^ 
^ofe  se  di<^  érüM  ifiei  la  aeeto  es- 
toica y  plátóoiea;  pero  vamoa  i 
>er  bajéinr  sñcesor  Vielor  'aera* 
"centarse  fa  enemistad  y  dtst»A« 
ner  coAra  él-  k  los  tfireraos  pa- 
dres dé  la  igleAita.  En  ttempo  Ae 
San  Kleeítefió  ia  tMfatló  sis 
*prímérdl  toáHtHás,  y^la^  luginie- 
rra  récfMAnfttidn^rosque  le  fue* 
ton  i  nevar  el  Évanjtílo. 

Después  8e  sü  muerte,  íné 
"Sao  Víctor  eleVaBo  á  la  Sairta 
^ede.  Desde  esté  ¿poea  ya  pHfii* 
^pian  &  ser  maa  ciertas  las  te* 
tilas,  pues  cuitttb' basta  aora  ha 
«precedido  está  cuMei^o  de  tlrte- 
«blasy  de  cuentos  ridículos,  fia*- 
Maufte  soseitadojrá  aljgnnat  As* 
'piitaa  sdbre  le  cdielMracioa  ie  la 
4Nscna,  pfero  sin  enearríiíamien* 
to.  Tietot^  no  guardó  la  misma 


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DEL  B4M%mn^UK 

ifttciia,  por  M  Mtoridwi4QdiiÍK 
doal  qoe  jrala  creta  ^9mp9emm^ii¡ 
lodat  )a6^  Atis^  p^NfueinoíM» 
lilMiA0Mtl9S«40  Mi^opiakHiaiv 
Ím  etMBralfé  j:  publteó  Molrai 
ellMMiIat  limaste  ta}«fias  j 
á0ímu\tm^  E0to^9bl|HKtdi»áesp0.^ 
IMÉm  ctertosl  as^oitiró  k  todos^ 
IM  oMi|NM  virtWMSi  Sra  ira^> 
neo^ebtofodtte  Gátta»^  laMr 
cribe  i»  nomi>rede^lodóe.y'  le 
ñiitf^  elípodér  que  se  ar  rógttoée 
doffilMfr  lMott*ae.¡g)wiás^:Y&  so 
ItaetQi^  a^af  4»e«ftbfctoii'd9  la 
aopreoiada^e  iuibtea  de^  e64i* 
dar^iM  aoeeiores^ 
.  •  Remptáiaie  Sao.  Cefeiieo.  Es* 
t#  nanrebr  bajo  loa  paaoá  de 
y^  Víctor;  condena  i  Prateas, 
alMoeUe  4  Natasío^  y.obra  eo^ 
aao  déspota,  como  ioseosato^iy 
tirano  de  loa  penaattlaotos;  es* 
eonmlga,  es  ileeir;  separa  ^del 
oúotero  de  los  fieles  al  que  se 
atreva  á  ieoer  una  oplnloo  úl^ 
ilota  á  I»  suya*  Esto  no»  lo  baee 
ereer    el    bistoriador   Plalieft, 
ifnien  daé  Ceferioo  el  tdolo  de 
ar «a/.  Este  pooHAee  dijo  en  un 
deeretotaf  ponida  $0b$r0na  é* 
bispo  de  lo$  obispoé,  MbiMhé  éon 
si^UfMpodmrloipecmdmdemdul- 
ferio,  de  fitmicMieñ  y  oirás»  y^  á 
todoehecriséiaMí  que  te  pidan 
perdim  de  eu$  eWpos.  Ordenó  se 


m 

1U|AlVt«f9M  4«o^  f M»e|t  .effii^ 
de«4|qeí}eaá;usaseQ^  pudasse^  seft 
icoaideftado  ata  ta  attioftdad*  de 
Iacsilla,i9poslólio0;;pero*  oJvidát^^ 
dose  llevar  á  firmar,  <iit  dafereM 
al  prefeeio,  eí|teleiliix(^s«t>(r  al 
c«d)Klso«  San«lreoeo4oCaí4#ifQArt 
tír'tíh  m  LuiduMK  Loa  ajntonM 
edasiialieos  nos  haf^toAnsmlU* 
do  nqus  csialii  d#^  Ireooo^  en  qnp 
dice  que  TiiéMdteoifNila  de  Saa 
eolieoirpoi  é*  inserta*  ht  Ksta)  dé 
lofl^obispos  de  Romiadesde  Ptedro 
á.  Gefisrino^  Téogasef  ealéndkto 
qooesla  earta  se  bost.'ba'  trans- 
mitido por  el  oQndiMfto^  de-  lof 
Ustofliadores.eelasiástíeoft.  Eo^ 
tontea  vii&la«  TartaHano^  eéiebro 
ptm  sus.  aaeHtoa  y.  por  su^  elo>** 
etiente   apolojáii  del:  cristianla^ 
mo,  aunqne  al  fia  adoptó  taa  o- 
pintones  erróneas,  de  Montana* 
Después  de^Cefdrlaó,  fué  San 
Gallsto   obispo  do  Roma»  y  sa^ 
frió  la  OMiérteide*  los  santos.  El 
Wstoriador  Segor^  dice  ifueidu^ 
rente  la  adnúnistraeton  (loestia 
papa»  se  construyeron  loa.  pviw 
meros  templos  cristianos  en  Ra^ 
ma;  pero  nosotros  se^oimos  nua 
bien  el  parecer  de  Platina,  qqe 
dice:  Scrioe  Dámaso,  ehe  qum^ 
poftí^ke  ediHeaeu  ta  ba$iti(>a4i 
nootn  Sigmoru  in  TratUoere.  Ma 
non  crederei  to,  che  foue  quetla. 


aomnlgase  al  menos  ona  vea  al  1  oke  hoggi  ooit  cetebrs,  e  majmi- 
4AOj  proíbió^qneniogott  obispo,  1  fieai^diamospoi  cAa  to  quel  tea^- 


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f9t  -^WfMíkL     ?   - 


éfpier  /d  pi%  lOU^dn^.  £^rí6t 
éktn  Dimtna;  fira  Mtt  ^9tl(í^e  «^ 
Uficóia  igU^aéentM&^íkño^ 
ra,  nm$  tlM  M  fV*rt^>íro  j^é 

$UUtmwiéfi4fim\^  pprqu$  en  üí-- 

Mi  cfimicMoíMíM  fttt  cnpittiu,  f 
ioia$$^éréíü$y  e^tmdUku,  ff  dt^ 
lünofiámeme^ifi^nfd  ietktr^. 
•  ^gii0  Sm  Crteoe^  ia  eojr^ 
{idntificfiloiMda  dioe  ta»  tiistoHt; 
«inb  que  ifosde  <iqMl  •  ItemfMs  7« 
se  fué  jiBftMiyrado  la«eoeillM 
7  la  pobi^at  Wdm^kWí^  pu^stai 
-¥á8oi  s^adóf^íias  pateiiQftf  i«s 
4émpÉréi  del  templo,  711  no  eram 
damaterlas^  do6precii6te8,  ímo 
4e  oro  y  plala>  y  algiiftts  de  les- 
4iio»  eono  se  ri»  ed^^l  cotiei* 
^Tribiiríe&ie«  A  UrtaftO'fiígittó 
Cofieiaiie.M  «cual  fufé  éeiterrt*^ 
4ú  p^r  Mak^shÉífto.  £l  mi2ime| 
-prinoífiíD  eoodi&iró  i  muerta  é 
•&(D  Andero,  'ateoeactt*  de  Paaeít^- 
«>•  Bi^piK»  aigm  SaD  ^airiaoiti 
I  «que  ocupó  la  isüla  oaá^rie  afiot: 
^aBvióáSaiiAiooiáio  á  PérísíuS^ 
-  jr  'á  San  Suturttifié  i-^olost»  y 
i^riórel  raaíiinoseaik  peiittMir 
^i0D<te  Decio^^aoivtoletott»  i|iie 
ae  pudo  iiontlu«r)\pafiQ  ^M  | 


iciaaMude.lÍo«etpw  Héi^ai  graui 
ÍEUBtí»4pupai  7(4  4uíe»*  idioe^SAai 
Cipriano  ni  Mfo  -  pariiit«i^>  M 

^^Mfniu  iiamr^  «ift&r«r  te#i¿^> 
M^JU,  anti^-mN^  NovaeMoo  .£#6 
pfMawido  iagun,£«49hi^  pM 
Malgaetu  ptíilaMoa  laksiopoia  Mm 
8iiii#,  rÜScealrato^  Unbanp^  Sh 
díMia^  .ttacifie,  CM^aü  y  o- 
Iroa  8iu<íllQt».:«^.  la:  dtgaidad  d» 
<A»iapo.d«  &<MM,  deíQlf  raiBdo  iHH 
U  4«  «lemistod  idp  Cometió» 
Este  es  el    pi^Muer  YQnkadir9i 
cMoafUfe  dividió  la  igMa.  La 
eéledra  poiHíficHtaé  vio  ya  ea^ 
saugreAtata  4 .  al  «mismo  üem'pa 
k  de;(¡aa(agQ>l(»^«&ia«ibteo  .púr 
GtpcíaBiiY  fifo^alo)  de#de  eotoar 
cease'^ñrierCAá  cafiaad^opiniot 
lies  Pídte«Llas/lgteiiaa.c(mU*a  íglB^ 
aias,obiapos  M&tra  ofcisp<»9>  ei 
África  scoDtM  ^S^ma ,  y  Aoaia 
i:«utnasí  misrma^  e«Qáildaios.coQ^ 
ira  esúándaii^y  p^r  éitioio^ 
«i;giiUo  y 4a  yiok«sia  ^índ\  %9^ 
^uerío  del  SeAiM".    BeipMes  dv 
4|iiiaic^  mesfs^  Saa  GoDaetio  eo»r 
iduyóeaeloadaíso*  . 

Sao  JUicÁo  quA  te  «^eaplan^ 
ifo^  prím^ii^P  .d:eM«ra4p,  l|amá^ 
muto  despve^^  y  ea  segakU  lo 
opo^eaaroQ  A  OMei^e  «nqiáddov. 
{k  f  I^oellQ'i^iiíii  ppoiíüqe.cU*eá 


éieziseif  me»es.«  .    r.  Li   .  ^  .  |^i(»f>4rcAmi9ie»yi  tres^dií;^,  Sm 


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BEL  BAJO- 

S8tev«D,'fa  sucesor,  svfríó  la 
Hiisma  suerte,  é  igualmente  Sis- 
lo  II.  En  este  tiempo  corta- 
ron en  Afriea  la  cabeza  á  Son 
Cipriano. 

San  Dionisio^  celebrado  per 
tu  erudición,  j  San  FéKz,  fue- 
ron^ papas;  el  uno  durante  seis 
afios,  dos  nieses  y  cuatro  días,  j 
él  otro  cuatro  años,  tres  meses 
y  quince  días ;  los  dos  fueron 
martirizados.  Bajo  el  pontificado 
de  au  sucesor  San  Euliquianó> 
«e  verificó  la  xruel  persecución 
de  Aureliano,  y  la  herejia  de  los 
nantqneos  se  'esparció  por  el 
mundo.  Estos  herejes,  «demás 
de  otros  errores *introduoian  dos 
sustancias ,  una  buena  y  otra 
mala,  y  decian  que  las  almas  se 
derivaban  de  Dios  como  de  una 
fuente.  Aceptaban  en  parte  el 
nuevo  teslamenlo  y  deseetMban 
del  todo<ei  antiguo. 

San  Cayo*ocupó  doce  aios  la 
silla  romana;  y  bajo  su  poBtifica- 
do^  cortaron  la  cabeza  en  S87  á 
San  Dionisio^  primer  obispo  de 
Baria. 

-San  MarceUtto  fué  eleéto  pre* 
fectode  Roma  en  296,  bajo  el 
reinado  do»Dío€leci«fio.  El -«dic- 
to de  este  emperador  que  destro- 
j6  taotos^temples,  derramó  tan- 
ta sangre,  y  entregéá  las  llamas 
lentos  libros ^6aotes,'lüzo  dar  á 
nqoella  época  el  nombre  de  om 

Toam  xiii. 


MPBBIO.  181 

de  los  mártires.  Esta  comenzó 
en  304;  y  el  rigor  de  aquella  lar- 
ga persecución  obligó  á  los  cris* 
tianos  á  dejar  vacante  la  silla  ro- 
mana durante  cuatro  años.  En 
308  fué  eiejido  San  Marcelo:  á 
este  sucedieron  San  Eusebio,  y 
después  San  Molquiades.  En  su 
pontificado  arboló  Constantino 
el  estandarte  de  la  cruz,  triunfó 
de  Macsencioy  se  apoderó  de 
Roma.  Sau  Silvestre^  sucesor  da 
Melquíades,  gobernó  la  iglesia 
veintiún  años,  ^  vio  nacer  la  be* 
rejía  de  Arrio. 

Foreste  tapido  bosquejo,' ve- 
mos que  debemos  á  la  tradición 
solamente  algunas  nociones  so- 
bre la  historia  del  establecimien- 
to del  cristianismo.  En  el  pvímer 
siglo,  los  autores  profanos  nada 
dicen  de  una  secta  nueva  que 
quizá  ignoraban  ellos  mismos; 
las  persecuciones  que  empeza- 
ron en  el  reinado  de  Bominj- 
eiano  no  han  permitido  que  les 
aetosde  Jos  primeros  sucesores 
de  los  apóstoles  lleguen  basta 
niikstros  dias. 

Las  reseias  mas  ciertas  datátf 
I  desde  el  momento  en  que  el  cris* 
tianismo^  bastante  esparcido  pa- 
ra escitar  la  curiosidad  de  los  fi- 
lósofos, la  atención  de  los  majis- 
4rados  y  elzelo  de  los  pontífices, 
fué  atacado  por  los  unos  y  per- 
seguido por  los  otros*  Pikrece  que 
24 


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186 


BI8T01U 


de  lodos  los  escritores  de  este 
tieoipo,  Celso  faé  el  que  escribió 
mss  encaroizadameDte  contra 
la  relijion  cristiana.  Quadrato* 
que  sacedlo  á  San  Dionisio  el 
Areopajita  ,  obispo  de  Atenas, 
rospondié  á  Celso,  y  enelaftol2t 
presentó  su  apolojfa  del  cristia* 
nismoal  emperador  Adriano. 

Secta  drl  paraclsto.  — En 
esta  época,  una  nueva  secta,  na- 
cida en  el  Oriente,  ponto  en  don- 
de han  nacido  otras  muchas,  to- 
maba sobrado  imperio  sobre  las 
imajínaciones  ardientes,  y  au- 
mentaba la  confusión  de  las  ideas 
que  entonces  se  ienian  sobre  la 
relijion  cristiana.  Los  gnósticos 
óiiuminados,  mezclando  los  prin- 
cipios del  Evanjelio,  los  de  Zo- 
roastro  y  Pitágoras  con  los  siste- 
mas seductores  de  Platón,  preten« 
dian  que  Dios,  ola  perfección  in- 
finita, á  quien  nombraban  tam-^ 
bien  paracleto^  era  un  océano  de 
luces,  del  cual  sallan  continua- 
mente emanaciones  á  cpie  daban 
el  nombre  de  eone$.  Estos  eones, 
masó  menos  perfectos  según  quo 
se  alejaban  mas  ó  menos  de  su 
fuente  divina,  formaban  una  es- 
cala graduada  desde  el  espíritu 
eterno  hasta  la  materia  bruta, 
desde  la  luz  á  las  tinieblas.  Los 
buenos  y  malos  jenios,  los  espí- 
ritus celestes,  los  astros,  los  pro- 
fetas y  los  hombres  iluminados 


poruña  ciencia  üvina^eraneones 
y  eran  mas  perfe  nos  cnanto  mas 
se  desprendían  de  la  materia  pa- 
ra acercarse  al  espíritu,  y  cuan- 
to mas  sureptibtes  se  hallaban  as- 
cendiendo por  esta  escala  miste- 
riosa para  gozar  del  verdadero 
bien,  conocer  la  verdad,  y  aun 
entraren  comunicación  con  los 
seres  intermedios,  es  decir,  coa 
los  espíritus. 

Muchos  filósofos  paganos,  pía** 
ra  sostener  á  sus  dioses,  ya  des* 
acreditados  y  puestos  en  rídfcu-^ 
lo  por  Luciano,  adqiHaron  las  fi* 
bula«  4e  Alejandría  y  pretendie*» 
ron  que  estas  divinidades  del  O- 
limpo  eran  eones. 

Un  gran  número  de  cristianos 
estraviados  adoptaron  una  parte 
de  este  sistema,  y  todos  aban- 
donándose á  los  estravíos  de  so 
imajinacion ,  se  dividieron  en 
muchas  escuelas  diferentes.  Los 
montañistas  no  vieron  en  Jesu- 
cristo mas  quo  un  eon. 

Los  maniqoeos,  como  ya  he- 
mos dicho,  admitiun  dos  princi- 
pios, el  del  bien  y  el  del  mal, 
haciéndose  la  guerra  eterna* 
mente. 

Los  valentintanos  confundían 
e\  Yerbo  del  Evanjelio  con  el  de 
Platón:  acusábase  á  g/an  parte 
de  los  gnósticos,  cuyas  r^nio-»» 
nes  nocturnas  y  misteriosas  se 
llamaban  agape$,de  que  se  entre* 


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ML  BAJO  mrEaio. 


gabaoálti  flMi  peraiciosM  80- 
perttkioMty  y  de  renovar  las  es- 
eaiNUIoses  proeÜlQcioMS  de  Iss 
WeeMlet;  y  como  eoloneesla 
opiBioa  péblíca  »o  hacia  dislin- 
eiom  oiaguBa  entre  todas  estas 
sectas  ■uevas,  loa  crístiaoos  se 
Tleroo  á  mesado  coofundidos 
COD  les  ihmiiiados,  y  sus  Juotas 
reHJioaas  fneruo  tratadas  con  el 
odio  y  el  desprecio  qoe  inspira- 
ban  Us  reuaiiHies  perniciosas  de 
loa  gnósticos. 

Cnaodo  Aoteaino  ocupó  el 
trono,  la  naoral  del  Evanjelío 
ae  Tió  defendida  y  disculpada 
por  San  Jastino<enel  afto  150. 
Befóte  todas  eüM  cdlannias, 
coya  falsedad  edtaba  demostrada 
maa  evidenteaMnte  por  la  sen- 
cillei,9a  Mbiluria  y  la  virtud 
de  los  que  baMan  «braxado  k 
té  de  Jesoerislo. 

La  igleda  cristiana  podia  en- 
tonces defenderse  mas  glorio*- 
sámente  con  loa  ejemploa  que 
con  los  escritos;  pura  como  lo 
son  todas  las  instituciones  cerca 
de  su  orijen^  ei  lujo  y  la  corrup- 
ción aun  no  se  babian  introdu* 
cido  en  ella .^Utos primeros  cris- 
tianos^ pobres^  bumildes,  lelo- 


187 


perfecta  flloaofia^  como  eran  en 
opinión  de  sus  hermanos  mode- 
l<»s  de  santidad.  Por  eso»  á  pesar 
déla  costumbre  de  la  supers- 
ticioo  y  el  temor  de  los  supli- 
cios, aquel  culto   austero    que 
proscribía  tan  rigorosamente  to- 
dos los  goces  mundanos,  adqui* 
ría    incesantemente  parlidartis 
nuevos,  pues  tanta  admiración 
causaban  unos  hombres  que  en 
un  si^  de  depravación  coiñer* 
vahan  costumbres  puras,  y  que 
enmedio  de  una   época  de  de* 
cadencia  y  deservidumtMre,  guar- 
dando  una  heroica  libertad,  o- 
ponian  tantas  vifiud<»  i  los  vi- 
-cioi,  tanta  dulxura  al  odio,  y  un 
'Valor  tan  Irme  á  la  lirania. 

Las  armas  de  una  bríilante  e- 

4ocuenqia  no  tardaron  en  venir 

ial  socorro  del  cristianismo  per- 

-seguido.  Tertuliano  y  Orljenes 

/lomaron  4a  defensa  de  esta  re- 

lijion,  y  con  numerosos  escritos  ' 

"se  esforzaron  enpvoberia  pureza 

"de  loa  principios  y  la  -verdad  de 

los  hechos  en  ^ue  ^estaba  fun- 

«dada. 

Ordenes  'ílevó  el  velo  hasta  el 
7ana4tsmo  mas  imbécil,  y  se  cas« 
4ró^ara^estar  mas  cierto  de  do- 


ios,  y  caritativos,  no  conocían  ^mar  sus  ipasienas.  Este  estravío 


otras  pasiones  que  el  amolde 


ufué  'Condenado    por  U  iglesia. 


Dios  y  del  prójimo,  y  debían^- 1  Teitotiane,  arrastrado  por  una 
parecerá  los  ojos  de  sus  mismos  I  imajioaden  ardiente,  concluyó 
enomigos,  modelos  de   la  mas  |  por  caer  en  el  error  de  los  mon- 


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188 


mSTOMIA 


tanidtas.  Coo  y  otro^  entusiastas 
de  Platón,  habían  adoptado  gran 
parte  de  sus  opiniones.  En  los 
escritos  de Tertulianose  encuen- 
tra gran  copia  de  argumentos 
para  establecer  la  sucesión  de 
los  obispos  en  las  principales 
iglesias  desde  los  apóstoles. 

Oríjenes  hizo  un  inmenso  tra- 
bajó para  <!omparar  y  conciliar 
todas  las  verdiones  de  la  Escri- 
tura: una  de  sus  obras  mas  nota- 
bles, según  dicen  los  historiado- 
res eclesiásticos,  fué  la  refuta- 
ción del  libro  de  Celso.  San  Gre- 
gorio Taumatu^^o  fué  discípulo 
de  Oríjenes. 

Desde  el  segundo  siglo  ya  la 
faistoria.de  la  iglesia  tiene  algu- 
nos documentos  cierto^  para  i- 
lustrar  su  marcha;  y  desj^ues  de 
haber  buscado  con  trabajo  la 
terdad  enmedio  del  silencio  de 
los  contemporáneos,  y  á  la  in- 
cierta y  dudosa  luz  de  las  tra- 
.  Alciones ,  se  encuentra  de  re- 
pente arrojada  en  la  confusión 
de  las  sectas,  de  las  lierejías, 
y  en  un  tropel  de  contro?er^ 
sias,  cuya  sutileza  metafísica  es* 
tft  tan  lejos  de  la  sencillez  evan* 
jéiica. 

Cuadro  de  las  discoiyas,  cau- 
sadas POR  los  ciüMAS.  — -  Las 
discordias,  frecuentemente  san- 
grientas, producidas  por  estos 
diferentes  cismas^  forman  una 


triste  parte  del  amdro  qu^  det 
hemos  trazar.  Admiraremos  lof 
principios  puros  drun  culto,  cu» 
yos  ministros  debían  ser  pobreiv 
y  deploraremos  los  errores  y  las 
pasiones  que  turbaron  la  paz  da 
la  iglesia. 

Las  luces  mas  puras  se  alteraír 
por  las  debiUdudes  humanas;  f 
semejante  á  la  repébiica  de  &Q« 
ma,  la  iglesia  crisliuia  se  C(H 
rrompió  luego  que  sus  con*** 
quistas  le  dieron  el  imperio  del 
mundo. 

Los  primeros  cristianos  no 
ambicionaban  otros  tesoros  y  on» 
ñores  que  el  cíelo;  sus  diferen- 
tes oomuoidadet,  sometidas  á 
reglas  sencillas  y  de  una  fácil 
ejecución,  estaban  gobernadaft 
por  sacerdotes  y  diáconos.  Lo& 
sucesores  de  los  apóstales  que 
las  presidian,  tomaron  en  segui-* 
da  el  título  4e  obispos:  adminis- 
traban los  SiBcranientos,  mante-t 
Hian  la  disciplina,  arreglaban  la& 
ceremonias,  consagrabaQ.los  mi-, 
nistros,  dirijian  los  fondos  del 
común  y  juzgaban  como  arbitros, 
las  diferencias  que  los  fieles  no 
querían  someter  á  la^  tribuna- 
les de  los  idólutras. 

Como  los  jenlU^s,  es  decir,  los, 
habitantes;  de  las  naciones  es«, 
traajeras  á  la  Judea,  compusie- 
ron bien  pronto  la  m.ayoría  dé- 
los cristianos^  casaron  de  seguir 


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ML  BAfO  MfCRlO. 


189 


I»  ley  4^  Mokés,  j  d^pties  <le  It 
dispersioo  ito  loft  Jtidios»  bajo  el 
reiB«do  de  Adriaao,  coneinye- 
roD  de  mirar  como  herejes  ¿loi 
crisliaDos  que^  coa  el  nombre 
de  na%ar&no$,  contínuabaa  si- 
guíeodo  la  ley  Judaica. 

Cada  congregacioQ  cristiana 
elejia  su  obispo.  Ai  fio  del  se- 
gundo 8iglo>  habiéndose  multi- 
plicado los  cristianos»  formaron 
sínodos  provinciales,  .cuya  idea 
acaso  la  hablan  tomado  de  los 
anfictiones  y  de  la  liga  aquea. 
Este  establecimiento   aumentó 
el  poder  de  los  obispos.  Jos  cna^ 
les  se  limitaban  al  principio  k 
ecsortaciones  fraternales-,  pero 
bien  pronto  la  necesidad  del  or- 
den, y  mucho  mas  la  ambtcioa 
de  las  riquezas^  les  hicieron  con- 
traer la  costumbre  de  mandar, 
y  á  poco  se  les  oyó  decir  desea- 
^  redámente,  como  á  San  Cipria- 
no, que  /05  príncipes  y  los  ma- 
jistrkdos,  solo  iienen  un  dominio 
pasajero,  mieniras  que  la  autor  i* 
dad  episcopal  viene  de  Dios  y  se 
estiende  sobre  este  mundo  y  el 
otro. 

Elección  de  un  jbfe  de  la 
iglesia,  llamado  papa. —  la  co- 
'  munidad  de  bienes  se  oponía  al 
proselitismo,  y  hubo  que  renun- 
ciar áella.  La  necesidad  de  arre* 
glar  una  administración  que  se 
estendia  diariamente^  estableció 


la  Jerarquía.. La  igowMad,   qoé 
pretendían  los  sacerdotes  áts^ 
apareció  anteóla  potencia  eplsco^* 
palv  esta  cedió'  la  preemineneta 
á  los  metropolitanos,  y  casi  todos 
reconocieron  por  su  Jefe  al  obis- 
po de  Roma,  como  sucesor  de 
San  Podro,  á  qiiien  después  se  a- 
trtbuyó  esclusivatnente  el  nom- 
bredepeg^a.  Pero  esta  supremacía 
nO'Se  estableció  sio   ostáculos; 
resistiéronla  á   menudo  y    con 
Justicia   en  África  y   en   Asia; 
porque  así  en  los  negocios  del 
cielo  como  en  los  de  la  tierra, 
se  ha  vi&tuy  se  verá  siempre  re* 
novarse   el  eterno  combate  de 
la    república  y   de  la    monar- 
quía. 

El  sacriQcio  obsoluto  que  los 
ñeles  estaban  obligados  á  ha-  - 
cer  de  sus  bienes,  se  redujo  al 
diezmo  y  á  las  ofrendas-,  — e- 
lernus  granjerias  del  clero  hasta 
ea  los  siglos  que  hemos  alcan- 
zado! 

La  escomunion. — Severamente 
atenta  al  sosten  de  la  fé,  cada  so- 
ciedad  relijíosa  separaba  de  su 
comunión  á  los  que  cometían 
crímenes,  que  no  fuecon  p(»cos, 
ó  á  los  que  profesaban  principios 
contrarios  á  la  doctrina  y  á  la 
moral  cristianas.  El  escomulga- 
do no  tenia  parte  en  las  ceremo* 
nías,  sacramentos  ni  limosnas,  y 
todos  evitaban  su  presencia.  La 


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190 


BVTOKIA 


reconeiliackm  era  mas  Ó  oieDoa 
difieílj  según  latdifereotesreglas 
recibidas  en  tada  pais«  En^Graia- 
cía  obtenia  on  apóstata  sn  per-^' 


don  despMsde  eineo  aflesde  pe* 
niteneia:  en  Bspafta  no  era  ah* 
suelto  sino  en  el  articolo  de  la 
muerte. 


Wm  DBL  TOMO  náaHOTBRCBBO. 


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HniDIKCX 


I«  LOS  LIBROS,  capítulos  T  MATBBIAS 


COHTEinDOS  EX  UTB  VOLUMEH. 


CONTINUA  EL  LIBRO  DUODÉCIMO. 


CAP.  y. — ronnoBaicioiiEs  soBst  la  anuioii  i»  tt^  mcvumt.  •  pá}.  5 

Cap.  vi.  —  Mujeres  rocuatiai»  suf  trajet  y  adornoa.-— Gobierao.—- 
GraBil«'i  majiilradot.  —  La  caestura.— Cuesto ra  de  la  clodad.— - 
Cuestores  proiriociales.— Edilidad.  —Ediles  plebeyos.  —  Edites  cón- 
sules. —  Pretara.  — Pretor  supremo.  — Consolado.  —  Procónsolea. 
—  Propretores.  —  Procuestor.  — Dictador.  — El  claYO  sagrado.  — 
Msjistrados  intermedios. — LejislacioOt  leyes,  plebiscitoa,  senatoscon- 
sultos,  edictos  y  decretos. — Patronos  y  clientes,  noblesa^  triunfo,  co- 
ronas y  onores  militares •  • ••...•         19 

Cap.  Vil. -^Oradores,  su  infloencia,  modo  de  darse  á  conocer  y  de 
llegar  4  los  empleos.  —  Gobierno  esterior*  — Municipios.  —  Coló* 
niat,  etc.  — Ca«amipnto. — Ceremonias  relijioass.—  Viudas. — Divor* 
cío. — Anfiteatro.  —  Combates  diversos.  —  Juegos  florales.  —  Teatro, 
decorarioues. ^.. •... 63, 

CAP.    VIII.  —  Calendario^  —  ASo. — Mes,  sa   división.  —  Horaa.— 

Principales  fiestas  del  año,  etc 91 

CAP.  IX.  —  Traje  viril.  —  Comidas.  —  Manumisión  de  loscsclaTOS.— • 
Casa»  de  campo.  —  Jardiues.  — Huerta».  —  Frotas.  —  Legnm- 
lires,  etc. -»-B(i1os<— Monedas  de  oro,  de  plata,  de  brJnce,  reales  ó 
imaj'nar ias.  —  Litn rías. -» Bellas  artes.^- Ciencias. — Astronomía*-^ 
Jeometria.  —  Jt-o^rafia. —  Historia  natural.  .  •  •    ...••••••       105 

CAP.  X.  —  Procedimiento  ciiminal.  —  Comicios.  —  Defensores.  —  ' 
Condenas.  —  Jurisprudencia  criminal   y  salas  de  justicia.— Empleo 
del  tiempo  de  un  romano  rico.  .->  Placeres  públicos  ó  particulares.  — 
Funerales.  —  Pira. — Sepulcro 125 

CAP.  XI. — Ceremonias  relijionas. — Sacrificios. — Interior  de  un  tem- 
plo. -—  Victimas.  —Nacimiento  de  nn  nido,  nombres,  edocacion.  — -> 
O>nc^usion« • «.«..• 14^ 


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LIBRO  «ECIliOTERCERO. 

CAPITULO  PRIMERO. — Cndn»  M  imperio  ronmiio  en  sa  tenec* 
lad^-^DfeiC)rüicdo«i  dcslaKberlad  pdr*C6i»sUtttino.^-'FAi(kdtNi  del 
despotismo,— V Traslación  de  U  silla  del  imperio  á  ConsUnlinopla. — 
Primens  discordias  ectesiátitras. — Secta  de  los  eircumeelümes.  <^- 
Edictoa  de  Constaotioo.  — Gavrra  entre  Constantino  y  Licinio.— 
Maullas  del  Hebro^  Crisópolts.-^ Abolición  del  pdHeismo.  —  Dea- 
tórdenea  en  el  imperio,  ocasionados  por  loa  cortesanos.  —  Herejia  en 
B¡ipto,  escitada  por  Arrío. -^ Sectas  \Ael  sincretismo,  de  losesenios  y 
^' loa  terapeutas. — Coltnmbres  de  losesenios. — Costumbres  d^  los 
terapeutas.— Establecimiento  det  ctiH*anismo.  —  Cansas  del  odio  de 
ios  romanos  toñtra  el  rriabnismo.—^Caida  del  politeísmo.  •■->- Pri- 
meros obispos  de  Roma. —  San  Pedro  no  estuvo  en  Roma.  —  Se  la 
del  Paracleto.— Cuadro  de  las  •iisrordias  rausa<l'«s  fior  los  cis.nas — 
Elección  de  un  jefe  de  la  iglesia,  llamado  Papa  — \»n  rscomuniun. — 
Morai  del  cristianismo.  —  ISarimietito  del  ai  rianismo.  —  Esfne rsa^ 
de  Cottátantino  para  establecer  Va  f'aa  en  la  f^lesii. — CnnriHo  |e«»e- 
ral  de  Nicea.  -^  Aboticiou  de  ios  combates  de  lot  gladiadores. —  Des- 
cubrimiento del  sepulcro  de  CriMo. — ^'fundación  de  Consiantinopb. 
—Dedicación  d^  Consta ntíiiopla  á  la  Vírjen.-^InstltudoBfs  de 
Constantino. — Victoria  de  ConsUnüno  el  jóren  contra  loa  godos.  — 
Muerte  infame  del  filósofo  Sopátero.  —  Primer  establecimiento  de 
los  bárbaros  en  el  imperio. —  Nacimiento  de  Juliano»  llamado  él 
-^apóstata.  —  Panejirico  sospechoso  de  Constantino. — Rep%Himíento 
del  iibperio  entre  lot  hijos  tle  Constantino. —  Nuevas  disensiones 
de  la  igfesia. — Triunfo  y  murrle  de  Arrio.  —  Ley  sobre  la  jurisdic- 
-don  episcopal. -^Muerte  de   Coostantioo.  .  , (lS2 


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TOMO  XIV. 


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VIRO. 


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POailADA   P&IVdPAUnilTB 
CON   LAS  0BBA8  DB    IM  CBLEBRES    SSC11T0EB8 

EL  CONDE  DE  SEGUR,  ANQUETIL  Y  LESA6B, 

roa 

U.  MILLOT,  MCLL^B,  CHATE&.irBBUin»,  BOWOBT,  tBIUS,  OCUOT, 
60AT ,  MIOULET  ,  MieNET  ,  K0BBBT80H ,  HODIBB,  IfOBTBSQCIBU, 
BOLLIir,  MAVIAKA,  HlfiAITA,  80LIS,  TOBBRO,  MABLUM,  MUHABL   etC. 

JOMUUKtKt 

coiT  um  •míssozQ'SíÁJsw  miO(Bi¡íf£jiwú  hubicvbiisaIi. 

OBBA  COMPILADA 
BA#0  IiA  J»imSCCION  4>B 

i  MARTÍNEZ  DEL  ROtffiRO, 

ISianSOO  *DB  ^AftfAS    SOCtlDABBf  ARTÍÍTlCAf  T   UnaAUáiy 
^  AfllOlláLBS  T^BMlálIfSBAl. 

I  — legM 


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Ofidiyi  del  BaUbledmitiiAo  Cmüní,  fallí  4t 
Atocha  9  AáoK  65,  eaaalo  priaciptl. 


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— ===== 11  '    '  I       ■■  ■  '  I     ■       .         I..  — ^ 

CONCUSIÓN  DEB.GAPITULOPillBICBa) 


Me 


LoBAL  BE&  ClUTUlll81IO.~¥a- 

Btmente  te  bufcará  M  lotaoa- 
les  del  mondo  no  modelo  mes  ra- 
ro de  virtod  como  de  nuMral  y  de 
aosteridad,  qoe  el  que  ae  ofreció 
á  la  admlraeioo  de  los  hombres 
por  los  primeros  cristianos.  Lo 
qne  particularmente  los  disüo- 
goia  era  ooa  virtod  sna¥e>  tier- 
na y  activa  qoe  los  llevaba  á, cui- 
dar á  los  eofermos,  á  socorrer 
á  los  pobres,  á  coosolar  á  los  dea* 
graciados,  á  amar  á  todos  los 
hombres,  aon  á'sos  mismos  per** 
aeguidores,  y  á  mirarse  todos 
como  iguales  y  como  hermanos. 
Este  último  punto  fué  la  verda- 
dera causa  de  la  mina  del  impe- 
rio romano^  y  ante  ejila  no  tienen 


ton  gran  poder  las  que  presenta 
el  presidente  Afdntesqnieu. 

En  laa  escuelas  de  fiiosofia  n»? 
dase  veta  que  diese  una  justa 
idea  de  este  amorá'  la  bumani* 
dad,  y  de>  esta  benevolencia  u^ 
niversal  que  llaman  caridad  loa 
cristianos.  Los  antiguos  filósofos, 
admirables  en  sus  preceptos  pa- 
ra enseftar  la  Justicia,  para  pres- 
cribir la  temperancia,  para  au- 
mentar la  fuerza  y  para  aconse- 
jar la  moderación,  casi  siempre 
sedirijian  al  espíritu^  pero  los 
apóstoles  hablaban  al  corazón. 
Zenoo,  Platón  y  Sócrates  solo 
unían  á  los  hombres  por  los  lazos 
del  deber;  el  Evanjelio  los  a- 
nia  por  los  del  amor.  Con  esta 


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6 


HISTOIIA 


virtud  conquistó  el  criátianisiuo 
el  universo.  Las  pompas  Jos  tro- 
feos, la  riqueta^  el  poder  y  los 
deleites  del  pagaDísmo  desapa- 
recieron á  la  voz  del  D((»s  btrn* 
dadoso  que  dijo  á  los  hombres: 
amadypériorlad. 

Para  gobernar  á  los  primeros 
cristianos,  los  obispos  no  tuvie- 
ron por  muehotietfipo  que  em- 
plear mas  fuena  qte  la  del  e- 
jemplo^,  p^o  el  poder,  la  talque- 
za y  la  niofície  afteraton  las 'eos- 
lumbres  del  clero;  y  pocos  cris- 
tiaivos,  mtry  pocos  en  verdad, 
resistieruti  á  los  errores  y  á  la 
depravación  de  un  siglo  corrom* 
pido,  todo  en  él  imperio  roma- 
no ptfrtteipeba  de  sti  d^cadencfiH; 
y  negro  y  otiroroso  seHa  el  bos- 
quejo que  trazásemos  sf  riése- 
mos á  eRuraeriir  los  desórdenes 
escendaiosos  que  aflijian  á  la  1- 
glesiá,  Y  ctiya  eaüsa  ^tribiMa  el 
obispo  Eusiebio  ¿  su  a<ere^eit««-> 
miento,  'k  su  Idjo  y  á  su  prospe- 
ridad. 

En  este  estado  He  poder  ^as- 
cendl^te  y  de  decreciente  pure- 
za^ 'encontró  Constantino  la  ^{^ 
glesia^'cristients'y  supo  aprove* 
chUirse  debías  veiHajas  que  le  o- 
freefti  para  asegurarse  Híil  'impe- 
rio delH»undo. 

Después  de  su  victoria,  el  de- 
seo de  dominar  aumeoló  el  ar- 
^r  de  las  sectas,  que  basta  en- 


tonces solo  hablan  combatido 
puede  decirse  ocultamente.  Vein* 
te  aftos  antes,  uno  de  los  obis- 
pos de  la  Tebaida,  llamado  Jlle- 
tecio,  convencido  de  haber  be- 
tho  sacrificios  á  los  fdolos,  ha- 
bla sido  depuesto  per  Pedro,  o- 
liispo  de  Alejandría, 

NACilnBErto  del  aeriaicismo. 
— -ín  el  Ejlpto  y  en  muchos 
paises  del  Oriente  habla  :sucedi- 
do  al  ^inetetUmo  el  sistema  de 
tleltion'éetlMieUnno.  Los  par- 
tidarios de  este  sistema  se  creían 
*ton  derecho  de  escojer  en  cada 
doctrina   'tlosóflea   ó  relijiosa 
lo  que  mas  agradaba  á  sa^maji* 
nacioo>  y  4a  mayor  parte  hacían 
en  su  creeneia  «na  mezcla  es- 
•ravagante  de  ^ristiaorismo^  de 
•platonismo  y  pitagorismo.   Los 
f  acidarlos  de  Melecio  no  des- 
atentaron 'oin  -sa  condena,  fis- 
lenéióse  eate  cisma,  y  bien  pron  • 
•to  80  vio  marchar  'tras  de  sns 
'hoeUas  á  un  hombre  elocaaale 
y  ai^bicioscj:  era  Arrio. 

Como  al  principio  apareciese 
^dispuesto  á  arrepentirse  de  sus 
'orrores.  Aquilas,  obispo  de  Ale* 
^andría,  lo  resiableeiá  en  sn  eo* 
munion ;  pero  sus  verdaderos 
'Sentimientos  no  tarütiron  en  nm- 
nifestarse.  El  sncesor  de  Aquilas, 
llamado  Aiej/indro,  en  una  ins- 
truecion  dinji<la  a  sa  clero,  ha- 
biendo hablado  de  la  coofurmt- 


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Mt  BAM  nmio. 


M  dt  rattancia  4M  actisle  m- 
tre  DhM  y  JetacrUto,  Arrio,  que 
iMMa  adopUdo  aigoatt  optaüo- 
nal  de  loa  gnóMicoa,  aeoióairavi- 
damante  á  ao  obispo  da  liarajte» 
nagó  la  divinidad  da  JaMarlato, 
y  daclaró  péiriieaofteato  qM  al 


como  él,  la  combatfaa  no  sola* 
manta  eon  satilacai  poarilas  sino 
con  odio  y  aoearniaamianto.  Así 
al  arrianisasadasde-  so  aparición 
difidia  todas  laa  fáoiilias,  ajita- 
ba  lodaa  las  cijDdadas>.eada  plaza 
púMicaí  so  traosforaiaba  ya  aa 


hijo,  alando  anjandrado^  kablalaKoalaidataolojía,  ya  aa  teatro 


sido  sacado  da  la  nada,  y  no  po* 
diatener  una  snslancia eonfor- 
ne  á  la  de  so  padre. 

La  eloenencla  da  Arrio  arras- 
tró á  mochos  cristianos  ^  y  le 
procoiró  entre  los  sacerdotaa  y 
loa  obispos  nn  gran,  número  de 
partidarios.  Nacido  anmedio  de 
loa  desiertos  de  la  Libia,  so  Jenio 
tenia  todo  el  fnego  de  aqnel  cli- 
ma abrasador;  inatmido  por  loa 
libros  de  los  antigoos  flidsofos, 
JAntaba  la  sutileza  griega  al  ca- 
lor africano-,  so  piedad  aparente 
ocnitaba  so  ambición,  y  ana  ha- 
mildad  afectada  disfrazaba  sa  aa« 
dada:  tal  lo  repredaotan  los  es- 
critores ortodocsbs  de  aqnel  tiem* 
po.  Todos  dicen  que  la  iglesia  no 
tuvo  un  enemigo   mas  formi- 
dable. 

El  pueblo  y  los  sacerdotes  le 
saguian  en  tropel,  y  las  mujeres 
sobre  todo^  arrebatadas  por  el 
fuego  de  sos  palabras,  abrazaban 
su  causa  con  pasión.  Esta  ^ secta 
ae  esparció  rápidamente  en  Ejip- 
to.  Siria  y  Palestina.  Los  adver- 
sarios dé  Arrio  tan  furibundos 


de  discoidla^y  may  á  meando  en 
un  campo  da  batalla,  aa  donde  so 
degollaban  ea  onra;  y  gloria  da 
unos  cnantoa  snbterfojios  esco« 
lásticos. 

Un  concitia  de  cien  obispos, 
convocado  en  Alejandría,  esco- 
mulgó á  Arrio,  y  á  los  obispos 
Teonas  y  Segundo.  Esta  senten* 
cia  eseító  quejas  violentas;  En- 
sebio, obispo  de  Nicomedis,  qui* 
soecsijirde  Alejandro,  que  lo  era 
de  Alejandría^  el  restablecimien* 
to  de  Arrio  en  su  comunión,  y 
Constancia,  hermana  del  empe- 
rador, apoyó  su  solicitud. 

Arrio,  desterrado  de  Alejan- 
dria,  se  vio  acojido  favorable- 
mente por  otro  Ensebio,  obtopo 
de  Cesárea,  célebre  por  su  po^^ 
deren  la  corte.  En  fin,  un  con- 
cilio convocado  por  ios  dos  Eu^ 
sebios  en  Nicomedia,  se  declaró 
por  las  opiniones  de  Arrio,  y  los 
padres  que  componían  aquella 
asamblea,  escribieron  en  favor 
del  beresiarca  á  todos  los  obis- 
pos del  imperio. 

ESFCBUOSOBGOXSTAHTIRO  PA- 


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9 


«ITMU 


HA  lM']«lBLBCn<IJi»AZ'C1lLA10LE« 

8IA. — CodsínoUdo^  qae  diestra* 
meote  se  babia  apruvecfaado  de 
las  lendeociasTeliJiosasdeHiem- 
po  para  afiroaar  su  pertor  y  ha- 
cer la  preaperiiad  del  imperio, 
reiA  con  desasosiego  las  misera- 
bles disputas  que  alterabau  el 
^rdeo;  y*eon  la  esperanza  de  re- 
oDír  los  áiimos^  afeó  á  ano  y 
furo  partido  sus  vaciedades  y  sus 
eoestiones  imotublés,  como  de- 
cía, piara  el  espíritu  humlino.  Cs- 
las  sutilezas  no  le  parecían  esen- 
ciales á  larelijioD^  y  como  según 
sus  priüoípios  nodebian  destruir 
ia  unión  ^átiana,  invitaba  á  ca- 
da uno  á  guardar  para  sí  sus  o- 
-piniones/y  á  dejarse  de  disputas 
bestiales  sobre  objetos  misterio- 
eos   que  nuneU  tnmprenderi  Iñ 
razón  humana.  ¥  como  hombre 
-que  eriteodia  sus  iritenases,  eseri* 
bía  lo  siguiente  á  los  principales 
tnmdiMos  de  aquellas  seiKas  ban- 
•dertas:  ^«Ynmos  :  dejadme  que 
•disfrilto  tas  ntifches  con  reposo, 
»y  de  los  dios  se.re nos.  ¿Dónde 
i»ba)laré  descanso  si  siempre  os 
•estáis  despedacando?  yo  desea- 
i>ba  ir  ni  Orienle,  y^vuestras  tor- 
«upes  disputas  me  cierran  el  ca- 
«mino'/reconciHaes  ptira  volver- 
»meloíi  abrir.»  * 

La  respuesta  á*este  escrito  fué 
otro  diluvio  de  discusiones  so- 
mbre la  época'en  que  debía  cele- 


brarse la  Patena.  El  ya  nieaeio^ 
nado  Osio,  obispo  de  Córdoba, 
encargado  de  varias  carias  y  ór- 
denes del  emperador,  hiao  va- 
tios esfuerzos  para  restablecer 
la  paz. 

Reanióae.  «a  noe^o  conciUa 
eft  Alejandría,  pero  la  acrímo* 
nía  de  loa  partidos,  imposibilitó 
toda  cenoiliacíoír;  y  cemo  se  cre« 
yó  que  el  emperador  se  inclina*, 
baé  favor  de  h^  adversarios  de 
Arrio,, el  furor  de  los  sectarios 
se  aumentó  hasta  el  ponto  que 
en  muchas  ciudades  destrozares 
y  Tompierott  laaestiiuiia  de  este 
príncipe. 

Algunos  cortaaioos,  como  ya 
hemos  dicho  en  otro  paraje,  de* 
nanciaron  coa  calor  este  atenta- 
do á  fin  de  escitar  la  ira  deCott- 
tantino^  pero  este  llevándose  la 
mano  al  rostro  decia:  f/e  no  tn» 
>6Ítnio  herido)  que  equivalía  á  de- 
cir se  le  daba  muy  poco  de  aquel 
procedimiento:  y  estas  palabras 
repetidas  en  toJo  el  imperio  im* 
pusíeronel  respeto  á  los faccio* 
sos,  y  el  siieocio  á  4os  adule* 
dores» 

£ntretanla  el  emperador^  4 
quieoya  cuusat>4in  estas  dispu- 
tas y  cuya  prolongaeion  amena- 
zaba á  la  tranquilidad  pública, 
convocó  ufmreuci lio  <jenerál  en 
Nicea  de  UitiJHa. 

£u  esta  épiíea  fué  cuando  ü- 


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DBL  BATO 

qvk\  príncipe  publicó  muchas 
leyes  sabias  para  auoienlar  la 
autoridad  paternal,  arreglar  la 
emancipación  de  Ion  menores, 
y  reprimir  ios  escesos  de  la  usu- 
ra, tan  grandes,  que  en  dinero 
era  el  interés  un  doce  por  ciento, 
y  en  jéneros  un  cincuenta. 

Si,  respecto  á  este  punto,  las 
costumbres  públicas  estaban  bas- 
tante relajadas,  los  obispos  por 
*  su  parte  se  mostraban  demasia- 
do seberos,  miraban  todo  inte- 
rés como  una  usura ;  su  zelo, 
mas  ardiente  que  ilustrado,  les 
'  impedía  ver  que  proibir  á  los 
prestamistas  toda  ganancia,  era 
dar  un  golpe  mortal  al  créilito  y 
el  comercio. 

Concilio  jeneital  db  ihcba.--^ 
En  el  año  325,  abrió  su  sesión  el 
concilio  de  Nicea-,  y  era  la  pri- 
mera vez  que  se  ve(a  á  Ib  iglesia 
'entera  reunida.  A  pesar  de  lo 
que  dejamos  referido  en  la  páji* 
na  87  del  tomo  XII  da  esta  his- 
toria, sobre  este  concilio,  trata- 
remos aq«i'  el  punto  con  BlguuB 
tnasesieasion. 

'jiquella  'Sesion  ofreció  á  las 
miradas  del  mundo  la  reunión 
de  un  gran  námcro  de  prelados, 
respetables  por  sus  virtudes,  cé- 
lebres por  sus  talentos,  y  cuyo 
valor  relijioso  lo  habrán  proba- 
do, sufriendo  los  dolores  del  po- 
tro y  el  tormento;  uno  de  ellos. 


IMPBRIO.  9 

Pafnucio,  que  administraba  una 
diócesis  de  la  Tebaida,  llevaba 
sobre  su  frente  una  cicatriz,  se- 
íial  de  la  espada  do  los  verdugos. 
Al  verle  Constantino,  se  acercó 
á  él  con  estudiado  respeto,  y  be* 
só,  mus  política  que  devotamen- 
te, aquella  cicatriz.  Al  pbso  que 
ignoraba  las  fatales  consecuen- 
cias de  tan  piadosa  y  finjida  eS' 
terioridad,  no^previa  que  la  am- 
bición se  ensoberbecería  con  a* 
quel  omenaje  tributado  por  el 
poder,  no  al  sacerdocio,  sino  á 
las  miras  de  una  a(!brtada  polí- 
tica. Contábanse  solamente  en 
aquella  asamblea  díezísiete  o- 
bispos  arríanos.  El  mas  terrible 
adversario  de  Arrio,  fué  un  Jo- 
ven sacerdote,  llamado  Atana- 
sio,  discípulo  del  obispóle  Ale- 
jandría^  fiestinado  este  Átana- 
sio  por  la  suerte  á  ejecutar  uñ 
papel  brillante  en  las  deplora- 
bles querellas  reJjjiosas,  habló 
desde  el  primer  discurso  con 
tanto  calor,  que  asombró,  según 
dicen  les  historiadores  eclesiás- 
cos,  á  losarrianos,  ¿  ki  corte  y 
ai  concilio. 

Rodeado  el  emperailor  de  to- 
dos los  pontífices  cristianos,  se 
Yió  asaltado  por  una  multitud 
de  peticiones  y  escritos,  que  con* 
tenian  muchas  quejas  y  acusa-, 
clones  recíprocas  hechas  uno^ 
contra  otros  por  los  obispos  de 
2 


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10 


mSTOBlÁ 


todas  las*  iglesias  del  imperio. 
Despaes  de  haberse  eolerado  de 
ellas^  convocó  á  aquellos  prela- 
dos y  les  dijo:  «Emplazo  la  de- 
vcision  de  todas  vuestras  quejas 
•para  un  día  delermioado^y  este 
»será  el  dia  del  juicio  fioal. 
«Dioses  vuestro  único  juez;  á 
»mí  no  me  toca  fallar  en  seme* 
«jante  causa.  Vosotros  no  tenéis 
»mas  que  un  deber,  llenadlo; 
»este  consiste  en  vivir  sin  me- 
i»recer  censura  y  sin  acusar  á 
j^vueslro  prójimo.  Greedme:  i- 
umitad  á  la  bondad  divina,  olvi- 
»dad  y  perdonad.»  Y  al  mismo 
tiempo  arrojó  al  fuego  los  libe- 
los y  añadió:  «No  hagamos  pú- 
•bliéas  las  torpezas  de  los  mi- 
)»uistros  de  lu  relijion,  no  es- 
ncandaiicemos  al  pueblo,  y  au- 
•tort^émos  eon  esto  sus  desor- 
vdenes.» 

Abrióse  el  concilio  el  dia  en 
que  se  celebraba  la  fiesta  del 
apóstol  San  Juan.  Arrio  sostuvo 
sus  opiniones  con  la  valentía  y 
destreza  que  le  eran  propias; 
y  Atanasio  las  combatió  con  en- 
carnizamiento. Como  no  se  es^ 
críbieron  todas  las  actas  de  este 
concilio,  la  historia  no  nos  ha 
transmitido  los  detalles  de  aquel 
famoso  proceso,  que  si  venta- 
jas ningunas  reportaban  á  la 
literatura,  hubieran  convenido 
mucho  pan  probar  Ja  intoleran* 


cia  y  el  fanatismo  de  la  mayor 
parte  de  los  teólogos.  Solo  se 
ha  conservado  la  profesión  de 
fé,  los  cánones  y  las  cartas  si- 
nódicas que  en  él  se  redactaron. 
La  última  sesión  se  tuvo  en  el 
palacio  del  eonperador.  Parece 
que  Oslo,  acompañado  de  dos 
legados,  presidió  la  asamblea  en 
nombre  del*  papa  Silvestre. 
Constantino  se  presentó  sin  guar- 
dias, y  dijo  al  concilio: 

«Pontífices de  la  iglesia  cris* 
•tiana:  mis  votos  están  cumplí- 
»dos;  después  Je  los  favores  que 
»he  recibido  del  cielo^  el  que 
amas  vivamente  deseaba ,  era 
nveros  á  todos  reunidos  cerca 
»de  mt,  y  en  buena  armonía. 
»He  destruido  con  guerra  abier- 
»ta,  á  la  tiranía  aue  os  persi- 
aguió.  Triunfemos  hoy  de  ese 
njénio  del  mal  que  trabaja  en 
nnuestra  destrucción,  con  arti- 
•ficios  y  una  guerra  intestina. 
nVencedorde  mis  enemigos,  es- 
aperaba no  dirijir  al  autor  de 
«mis  victorias,  sino  los  votos  de 
ala  gratitud.  La  noticiado  vues- 
»tras  discordias  relijiosas,  me 
•causó  el  dolor  mas  profundo,  y 
nos  he  reunido  á  todos  para  acá- 
abar  con  esta  división,  que  es  el  * 
amas  funesto  de  los  azotes.  Vos- 
aotros  que  os  llamáis  ministros 
vdeun  Dios  de  paz,  haced  que 
arenazca  el  iaspírita  de  caridad^ 


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DEL  BAIO 

vqoe  dt'.beis  inspirar  á  los  demás 
nfleles:  sofocad  todas  las  semi- 
nllas  del  odio;  consolidad  vues- 
vtra  unión.  Esta  será  la  ofrenda 
urnas  a(;radable  á  vueslro  Dios, 
»y  el  onienaje  mas  dulce  que  po- 
üdeis  tiacer  á  vuestro  príncipe.» 

Los  historiadores  eclesiásticos 
dicen  que  Arrio  presentó  ai 
concilio  una  profesión  de  fé  ar- 
iifictosamenle  redactada»  con  el 
designio  de  eludir  mas  bien' que 
resolver  la  dificultad;  pero  sus 
adversarios  burlaron  aquella  su- 
tileza proponiendo  se  declara- 
se que  Jesucristo  era  constMían- 
ciat  é  $u  padre.  Esta  declaración 
precisa  no  admití»  subterfujios-, 
redactóse  la  fórmula  que  la  fir- 
maron la  mayoría  de  los  padres, 
y  que  casi  todes  los  arríanos  la 
desecharon.  Algunos  se  sometie- 
ron solamente  ppr  temor  mas 
bien  qae  por  convicción  á  la  de- 
cisión del  concilio.  Ensebio  de 
Cesárea  fué  de  este  número;  pe- 
ro no  tardaron  en  sublevarse 
contra  aquella  fórmula,  dicíen- 
do  que  ia  palabra  consustancial 
no  significaba  mas  que  semejan* 
te  y  no  conforme  en  $mt€ncifa. 
El  concilio  escomulgó  á  los  di- 
sidentes. 

¡  Qué  revolacioB  repentina  en 
las  opiniones,  en  los  ánimos  y 
en  las  costumbres !  El  imperio 
romano  parece  ofrecer  á  núes* 


uirBRio.  11 

tra  vista  sorprendida  otro  pais 
y  otros  hombres.  Abandonan  se 
las  realidades  de  la  tierra  para 
lanzarse  á  las  nubes  y  á  las  re- 
jiones  misteriosas  del  cielo  con 
el  frenesí  y  el  desvarío.  La  su- 
tileza escolástica  remplaza  á  la 
fuerza  ,  las  opiniones  suceden 
á  los  intereses  verdaderos-,  y  ya 
no  es  la  política  sino  la  metafí- 
sica quien  gobierna  el  mundo. 
Todo  en  las  ideas  se  presenta  á 
la  vez  ecsaltado,  oscurecido, 
embrollado;  ya  la  historia  no 
nos  transmite  mas  que  largos  dis- 
cursos y  peroratas  soñolientas  so- 
bre misterios  que  nadie  penetra 
ni  penetrará,  en  lugar  de  grandes 
acciones^  y  la  espada  de  la  pala- 
bra de  los  distintos  partidarios 
queda  levantada,  mientras  que 
Ja  de  la  victoria,  embotándose 
cada  día,  deja  el  imperio  entre- 
gado sin  defensa  á  la  codicia  de 
los  bárbaros,  que  se  curaban 
poco  de  Us  querellas  de  la  so- 
tana. 

Por  otra  decisión  se  estable- 
ció que  la  fiesta   de  Pascua  se 
celebraría  en  todas  partes  se- 
gún el  uso  d«  la  iglesia  de  Occi-  . 
dente. 

Melecio  probó  la  índuljencia 
del  concilio,  pues  le  permitie- 
ron ejercer  las  funciones  epis- 
copales. Ocupáronse  en  seguida 
de  otra  secta^  y  era  la  de  los  pu-*» 


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12 


HIStOBIA 


ros  ó  novaciaoos,  los  cuales  afir- 
maban que  solo  Dios  tenia  el  po- 
der de  absolver.  Atacando  de 
esta  muñera  en  lo  vivo  el  interés 
fundamental  de  los  sacerdotes 
y  el  poder  de  la  iglesia,  querían 
privarla  del  derecho  y  de  la  fa- 
cultad de  atar  por  el  anatema,  y 
de  desatar  por  la  solución.  En 
Vano  quisieron  atraerlos  á  lá  o- 
piuion  recibida;  reusaron  todo 
acomodamiento  y  fueron  esco- 
mulgados;  pero  lo  que  particu- 
larmente hizo  célebre  á  este 
primer  concilio  ecuménico,  es 
decir  nniversal,  fué  la  profesión 
de  fé  que  en  él  se  redactó,  y  que 
aun  sirve  hoy  de.  regla  á  la  igle- 
sia  romana. 

Cerrado  el  concilio,  se  vol- 
vieron iQdos  los  obispos  á  sus 
diócesis.  Se  habían  mantenido 
en  su  viaje,  y  durante  su  man- 
sión en  Nicea,  á  costa  del  tesoro 
imperial.  Constantino  escribió  á 
todas  las  iglesíasde  Ejiptoersor- 
tándolas  á  que  se  adiriesea  á 
la  fé  de  Nicea,  y  trató  con  rigor 
á  los  obispos  que  se  conservaron 
tenaces  en  su  oposición.  Ensebio 
de  Nicomedia  y  Teógnís  de  Ni- 
cea fueron  desterrados  á  las  Ga- 
llas. 

Habiendo  muerto  el  obispo 
de  Alejandría,  fué  elejido  suce- 
sor Atanasío^  que  procuró  en  va- 
no sustraerse  por  la  fuga  á  la  e- 


leccion.  Su  episcopridodaró  cua- 
renta y  seis  años.  Su  xeip  tenaz, 
su  altiva  austeridad,  firmeza  y 
elocuencia,  le  hicieron  célebre. 
Estuvo  desterrado  cinco  veces,  y 
muchas  corrió  peligro  de  morir. 

Abolición  de  los  combates  de 
LOS  GLADIADORES.—  Constautino, 
volvió  á  Roma  y  abolió  por  una 
ley  los  combates  de  los  gladiado- 
res, tan  contrarios  al  espíritu  del 
cristianismo.  Proibióá  losjena- 
raies  y  oficiales  ecsijir  del  pue* 
blo  víveres  y  dinero.  Reprimió 
con  sabias  leyes  las  pasiones  de 
los  otros,  y  no  supo  contener  las 
suyas.  En  este  mismo  tiempo 
mandó  matar  á  su  hijo  Crispo, 
falsamente  acusado  de  un  amor 
incestuoso;  y  cuando  conoció  la 
verdad  le  vengó  con  otro  cri- 
men-, hizo  morir  ásu  mujer  Faus- 
ta,  que  babia  sido  la  acusadora: 
y  atormentado  de  un  arrepenti- 
miento tardío  erijió  al  inocente 
uua  estatuada  plata  con  la  ca- 
beza de  oro,  con  esta  inscripción 
en  la  frente:  «Este  es  mi  hijo, 
^injustamente  condenado.» 

Los  romanos,  cuyo  carácter 
turbulento  babia  sobrevivido  i 
la  ruina  de  su  libertad,  se  valle* 
ron  de  estos  dos  actos  sanguina- 
rios para  manifestar  su  odio  á  OQ 
príncipe  enemigo  de  sus  dioses 
y  de  sus  espectáculos.  En  Roma 
insultaron  á  Gonstaütiao^  y  aiin- 


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DEL  lUIO  IMPERIO. 


11 


qae  los  cortoMDOS  le  ecsortaroa 
á  enviar  las  tropas  contra  el  pue- 
blo, tomó  el  partido  mas  pru- 
dente de  mostrarse  superior  é 
insensible  á  la  ofensa;  pero  la 
herida  quedó  abierta  en  su  co^ 
raion.  Salió  para  liiria  y  aban- 
donó á  Boma  por  siempre. 

Descubrimiento  del  repulo  t# 
DE  jHsiXRi&To. — Bajo  el  eonsula- 
.  do  de  Constancio  y  de  Mácsimo, 
la  princesa  Elena,  madre  del 
emperador,  de  edad  de  setenta 
y  nueve  años>  se  cuenta  que  en- 
contrándose entonces  en  Pales- 
tina, se  dirijió  á  ierusalen  y  vi- 
sitó el  Calvario,  en  don  !e  los 
paganos  hablan  hecho  un  tem- 


eruz.  SI  esta  mentir»  es  verdad, 
no  dejó  de  tier    una  profana- 
ción del  buen  Constantino^  Ele- 
na murió  poco  después:  su  ca- 
dáver fué  trasportado  á  Roma 
y  colocado  en  on  sepulcro  de 
pórQdo.  Constantino*  mandó  e« 
rijirie  una  estatua,  y  dio  su  nom- 
bre á  la  ciudad  de  Drepano,  que 
edificaba,  á  la  sazón  ea  Bilioía. 
Siempre  constante  en  su  piedad 
filial,  hizo  grabar  el  nombre  de 
su  madre  en  las  monedas.  En  el 
consulüdp  de  Januarío  y  Justo, 
el  emperador,  llamada  de  nue« 
vo  á  los  campamentos  por  h  au- 
dacia de  los  bárbaros,  batió  á 
los  sármatas,  jermanos  y  godos; 


pío  consagrado  á  Venus.  La  his-    y  después  de  haberlos  vencido, 
toria  eclesiástica  refiere,  y  noa-    volvió  á  comenzar  con  mas  te- 


otrus  no  salimos  garantes  de  e^- 
la  verdad,  de  que  aquella  prin- 
cesa, indignada,  hizo  derribar 
las  estatuas  de  la  diosa,  destruir 
las  murallas,  y  que  en  los  ci- 
mientos descubrió  el  sepulcro 
de  Jesucristo,  su  cruz  y  la  de 
los  dos  ladrones  que  hablan  pe- 
recido á  su  lado.  Añádese  que 
Constantino  mandó  á  Draciliar 
no,  gobernador  de  Palestina^  e- 
dificar  un  templo  en  aquel,  lugar 
con  la  advocación  del  Santo  Se- 
pulcro. 

Cuéntase  también  que  el  em- 
perador, colocó  en  su  yelmo  los 
clavos  que  se  hallaron  en  la 


nacidad  que  nunca  la  guerra  que 
había  declarado á  los  templos  de 
la  idolatría. 

Habiendo  sabido  que  en  Pa- 
lestina, alrededor  de  la  encina 
de  Alambré,  en  el  lugar  en  que 
se  ha  supuesto  que  Abraham 
fué  visitado. por  los  aójeles,  se 
veian  algunas  cristianos,  mez- 
clados con  los  sectarios  de  mu- 
chos reiijíones  diferentes,  con- 
fundir sus  coitos  y  sacrificar  á 
los  ídolos,  proibió  esta  relijion 
y  fundó  una  iglesia  en  aquel  pa- 
raje. 

Hacia  algunos  años  que  el 
cristianismo  estendia  sus  raices 


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II 


HISTORIA 


en  Etiopia  por  el  zelo  de  algunos 
liombres  ardientes  que  se  ha- 
bían marchado  al  desierto»  rou- 
rbosporvaganchi,  y  la  mayor 
pirrte  porqtre  baWan  qui^^rnlo 
buir  de  los  tiranos,  del  espectá- 
culo de  la  decadenrda  de  Roma 
y  del  contajio  de  un  siglo  co- 
rrompido. Estos  fervorosos  sec- 
tarios de  las  virtudes  antiguas  y 
de  la  moral  de  la  relíjion  nueva, 
foeqpn  los  primeros  ermitaños. 
La  persecutíon  de  Diocleciano 
multiplicó  su  número;  reunié- 
ronle y  pbbtaron  de  monaste- 
rios varios  puntos  del  África: 
los  de  San  AAtonio  y  de  San  Pa- 
cqmio,  fueron  los  mas  famosos, 
^s  decir,  adondetcudieron  ma- 
yor iiiimero  de  vago!».  La  sepa- 
racioiren  que  sebattab<j(iile  las 
poblaciones,  aumentaba  la  ve- 
neración del  vulgo;  y  los  pue- 
blos, acostumbrados  por  el  po- 
Nteismoá  no  dudar  de  los  pro- 
dijios,  creían  est'úpidamente  en 
todos  losittilagros  que  atribulan 
á  su  poltronería,  llamada  santi- 
dad por  los^^iempre  candidos 
escritores  ascéticos. 

Fundación  pe  con^tantino- 
PLA.  — ^  (329)  Irritado  Constan- 
tino contra  Roma  porque  le  lla- 
maban tafamc  Weron,  ejecutó 
-el  gran  proyecto,  'que  el  odio 
'  mas  bien  que  la  política  le  babia 
dictado.  En  ei  año  329  echó  eo 


Btzancjo  los  fundamentos  de 
Qoa  nueva  ciudad  (I),  llamán- 
^dola  Constantinopla;  y  los  tra- 
bajos se  hicieron  con  tanta  ac- 
tividad, que  en  poco  mas  de  oo 
'año  estuvieron  ya  concluidos. 

£sta  ciudad  famosa ,  antigua 
colonia  de  Itlegara,  babia  sido 
fundada  por  Bizas,%58  años  antes 
defesucristo.  Primero  libre,  so- 
metida sucesivamente  á  los  per- 
sas, lacedemonios,  atenienses^ 
macedonios  y  sirios,  obtuvo  de 
los  romanos  el  derecho  de  go- 
bernarse por  sus  leyes  propias. 
Severo  la  sitió,  tomó  y  casi  a* 
rruinó  en  la  guerra  contra  Pes- 
cennio:  apenas  estaba  reedifica- 
da^ cuando  fealienola  desnian- 
teló:  los  bérulos  la  ^quearon. 
^icinio  estaMecíóen  ella  el  cen- 
tro de  sus  fuerzas.  San  Andrés 
fué  el  primero  que  predicó  el 
ISvanjelio  enesta  ciudad. 

Constantino,  sepretesto  de  o-, 
cupar  una  posición  mas  venta- 
Josa  para  defender  ei  amperio 
""contra  los  sármatas,  los  godos  y 
ios  persas, ')iero  animado  real- 
mente de  un  odio^rotando  con- 
tra Roma,  resolvió  llevar  á  la 


(i)  Téngase  prefnle  lo  que  soHrt 
esU  miterii  hemos  dicho  en  la  péjU 
na  89  del  tomo  XII,  que  eutoncea  tu- 
viínof  necesidid  de  in.vrtar  p<trque  ni 
convenía. 


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DEL   BAJO  IHFRIIIO. 


15 


extremidad  de  las  Tronteras  el  ( 
centro  de  vida  y  de  actividad 
del  imperio  romano.  Hizo  de 
Bizancio  su  capital,  estendió  su 
reciato  y  lo,  llenó  de  soberbios 
monomentos. 

Biao  construir  alK  un  capito-> 
lio  y  dos  curias  magníQcas  pa- 
ra el  senado:  construyó  acue- 
ductos y  una  plaza  llamada  au- 
gustion ,   rodeada    de    colum- 
nas y  arcos  dorados,  con  mu- 
chas estatuas  y  un  milano  de 
oro«  En  el  centro  de  la  ciudad 
se  hizo  un  plaza  circular  y  her- 
mosísima,  llamada  el  taton  de 
Comtantino,  enmedio  de  la  cual 
se  elevaba  una  columna  de  por* 
fido,  arrancada  de  Roma,  que 
servia  de  base  á  la  estatua  del 
emperador.  Esta  era  la  misma 
de  Apolo  que  se  habla  encontrar 
do  en  Ilion  coronada  de  rayos 
de  luz.  En  su  base  se  encerró 
parte  de  la  Cruz  que  se  supuso 
descubierta  por  Santa  Elena.  El 
fanatismo  y  la  superstición  se  a- 
provecbaron  de  e^te  cuento  pa- 
ra burlarse  de  los  hombres  cré- 
dulos, vendiéndoles  por  astillas 
de  la  Cruz  de  nuestro  Redentor 
cualquier  palitroque;  siendo  lo 
mas  ésira&o  que  la  iglesia  haya 
santificado  esta  piadosa  super- 
xberia  con  la  bendición  del  lla- 
*  mado/ígnumcrticíi^  que  dicen 
que  crece. 


Nada  ig^ahha,  ni  ann  tn  Ro- 
ma, á  la  ma/nidcencia  del  pala- 
cio imperial  de  Bizancio,  que  se 
elevaba  sobre  la  orilHi  del  mar 
en  el  sitio  en  donde  hoy  está  el 
set rallo,  y  parecía  dominar  al 
Asia  y  á  la  Europa.. 

Enmedio  de  la  sala  det  trono, 
donde  brillaban  el  o^árn^l,  el 
oro  y  la  púrpura ,  se  levantalxi 
una  gran  cruz  enriquecida  de 
pedrerins.  4polo  I^ítico,  las  Mu- 
sas de  Helicona  y  los  tr{po<les  de 
Delfo^,  robados  á  sus  desiertos 
templos»  servían  de  ornamentos: 
la  curiosidad  acudía  á  admirar 
los  despojos  de  la  idolatría  en  el 
palacio  de  la  soberbia. 

Edificáronse-en  Bizancio,  co- 
mo era  consiguiente,  mas  igle- 
sias que  casas;  pero  la  principal 
y  la  mas  grandiosa  fué  la  de  San- 
ta Sofía,  que  es  ahora  la  mez- 
quita principal  de  losotomanos. 
Para  aten  lera  la  salubridad 
de  la  nueva  ciudad,  no  menos 
que  á  su  magníQtencia,  se  cons- 
truyeron vastas  cloacas,  seme- 
jantes á  las  de  Roma,  que  des- 
aguaban en  el  mar.  Impaciente 
Constantino  por  dar  á  su  capital 
el  mayor  esplendor^  concedió, 
cdmo  ya  hemos  dicho,  grandes 
privilejios  á  los  que  fuesen  á  po- 
blaila;  y  por  un  decreto  que  á 
la  verdad  no  concuerda  con  ese 
espíritu  de  cristiana  política,  qcto 


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16 


HISTORIA 


suponen  «o  t\  bijo  úx^  Santa  Ele» 
na,  privó  del  derecho  de  testar 
á  todos  tos  propietarios  de  tie- 
rras en  Asia  l^ue  lio  poseyesen 
ningunalcasa  c?ti  ConiHiniinnpla. 
Bi^n  pronto  ta  nue'va  tn^^ital 
eclipsó  á  la  antigua;  pero  si  la 
superó  en  poder,  lo  fué  tamblten 
en  5ef?idmnbre.  Itoma,  que  ha- 
bía creado  sus  príncipes,  se  tía- 
bia  visto  sietnpre  respetada  por 
ellos;  Conslantinopla  al  contra- 
rio^ quedebiósu  ccsistencia  á  los 
emperadores,  los  miró  como  sus 
dueños;  bajó  la  tabeza  f  calló 
como  calla  eteschvo.  Derechos, 
intereses,  todo  se   mudó  :  los 
pueblos  llegihron  á  s)sr  propiedad 
y  patrimonio  de  los  monarcas,  y 
ios  partidarios   de    Cristo  que 
predicaban '^ta^ignaldad,  sancio- 
naron Han  falai  procedírnteoto. 
£1  lenguaje  se  alteró  como  ^1 
pensamiento;  ya  las  palabras  no 
tuvieron  ta mismasigniOcaCionf 
ya  ta  virtud  no  consintió  en  el 
amor  "de  la  ''patrta  ,  en  la  inde- 
pendencia y  eYi  las  leyes;  el  oni^r 
no  estuvo  ya  en  la  fidelidad  á 
*t08  príncipes  ,  sino  en  la  ^er- 
>í!  *  adeMon.  La'^ciega  't)bedien<i- 
•cia  á  la  iglesia  y    la  'sunrision 
■  «I  ^troeo  formaron  todo  el  cfr- 
/cdIo  ^e   los   deberes;  el  md- 
,  g' rea ^ilé  mirado ''Como  el  solo 
'-representante  del  estado:  todos 
toa  perreceres,  opinle  jes  y  dere- 


chos debieron  concentrarse  y 
confundirse  en  su  persona^  y  por 
estas  nuevas  reglas  de  moral  y 
de  política  Juzgó  la  historia,  du- 
rante muchos^iglos,  los  caracte- 
res y  las  acciones  de  los  hom- 
bres en  las  monarquías  mo- 
dernas. 

DBDICAaOlf   DB  "COÑSTANTIIIO- 

ifhk  A^LA  vn^Eí^.  —  Roma  habia 
sido  consa^grada  á  Marte;  el  em- 
perador, en  el  año  330,  bajo  'el 
consalado  de  Galicano  y  de  Sim- 
maco,  hizo  la  dedicación  de  Cons* 
tantinopta,  consagrándola  á  la 
Vírjen;  procedimiento  que  ere* 
yó  ne(5esarío  á*sus  fines. 

Los  gastos  prodijiosos  ocasio- 
nados por  la  traslación  Je  la  si- 
lla del  imperio,  y  por  la  funda- 
ción de  ona  nuera  Roma;  obli- 
^ron  á  €ofishintiDO  á  oprimür  ér 
los  pueblos  con  espantosas  con- 
tri bucioopes,  que  echó  sobre  los 
mercaderes  y  artesanos,  y  basta 
sobre  'los  mendigos  y  casas  de 
prostitüCfou.'cEra  conocer  muy 
»mal  los^aterescs  del  imperio, 
«dice  al  abate  Mably^  edifioar 
»una  nueva  capital,  cuando  con 
«dificultad  se  conservaba  la^nti- 
»gua;  maigastar'suma^inmensés 
»en  «na  soberbia  ciudad,  mieo* 
«tras  el  imperio,  agotado  por  to- 
ados los  azotes  que  sufría,  ape» 
»nas  podía  mantener  los  ejérci>- 

•  lOS.M 


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VKL  BAJO  IMnÍMO. 


17 


CoA8UmttM|rfa  Sé  eseeptuó  á* 
nicamente  ée  las  contribacio- 
aes  que  pesaban  sobre  elimpe- 
rio^  y  sosliabilaDtes  no  isvioron 
que  pagar  iápuesUM  directos  y 
parsoitaksi 

iNSTITVetOHtiS  DE  CONSTArTTlÜO. 

"^^Un  ouevo  senatio,  liirniado^eB 
h  capital  del  •rieoie/i  pesar  de 
los^raiides  favores  qu«  ib1 'em- 
perador dispeUMba^  m  pudo  ob» 
leDor  de  la  Aipiolon  pábfica  la 
coDsideFáclofi'jr  el  respeto  qoe 
ae  tríimiabaalqwDqiiedáen  Ko- 
Bii^.  fil  pueblo  uo  dió  á  les  seaa* 
dores  bizaotioos  mas  que  el  tí- 
tolo  de*  e/ar»\  cuando  los^onia- 
BOa  se  INiOMban  ^eUtriuimi.  To- 
4os  los  esfoerzos  de  la  autoridad 
sobérasa^uefón  impotentes  pa- 
'  ra  borrar  «esla  difemneia  man* 
tenida  por -el  poder  de  loi^re^ 
euerdos. 

4CI«aiperador,  para  aaegiirar 
Ia4ranquilidad  de  sos  nuoMíro- 
aos  enaltes  en  el*Mie?o  orden  de 
eosas-que  creaba, «confió  el  ejer- 
cicio de  su  antdridad  k  coairo 
Jefes  priáeipales,  llamados  pra- 
/eclas  4et  ppetorie ,  é  hizo  en- 
tre ellos  la  oMsma  disüooioja 
que  Dioeleokno  entre  los  cua- 
tro cesares;  pero  el  sistema  de 
Constantino  estaba  mejor  «oa- 
cabido  jr  era  menos  peligroso» 
porqno  estos   empleos  se  re 


dividieron  en  diócesb:  el  Orien- 
te tenia  cinco ,  Rafia  tres  y  las 
GaHas  otras  tres.  Los  prefectos 
del  pretorio  eran  superiores  á 
todos  los  otros  mnjistrados.  En 
otro  tiempo  mandaban  la  guar- 
dia pretoriana;  pero  en  el  nuevo 
sistema  su  autoridad  fué  punu 
mente  dvil,  y  el  mando  de  las 
Ir jpas  se  confió  á  dos  jeneráles, 
tiemados  müeftros  de  tü  milicia^ 

El  emperador  instituyó  una 
nueva  dignidad  superior  á  la  de 
prefecto,  que  fué  la  de  patricia: 
mas  solo  le  atribuyó  grandes  o- 
Bures  síB  funciones.  Encargó  á 
los  duques  (ducBs)  la  defensa  de 
las  fronteras ,  ^asignándoles  tie- 
rras con  el  nombre  de  heh'B/icm^ 
que  transmitían  á  sus  herede- 
ros«  Estos  duques,  después  de 
gra&des  servidos,  obteniaB  al- 
gunas veces  el  título  de  xondes 
(eimUú),  que  se  miraba  enton- 
ces eomo  superior,  y  que. era 
propio  de  los  ofieialea  dé  pala- 
cio. £1  nombre  de  conde  era  ao- 
tigao  y  dolaba  del  reinado  de 
Augusto,  pues  á  los  senadores 
que  aeompaftaban  á  este  prínci- 
pe en  sus  viajes  se  les  4kmaba 
^mUiAugiuti.  » 

Elfundador  dei  nuevo  impe- 
rio conocía  los  hombres  j  ia  do- 
pravacioQ  de  su  siglo;  sabia  que 
los  mmanos  ya  no  4eniaa  aque- 


Toeaban.  Los  cuatro  distritos  te   lia  altirex  propia  del  liombre  U« 


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bre^  y  q^e  M^  les  quédate  la  t  que  mos  íTastanff  r«%fM|»  t»  K« 
Taatdad^^uejaftla  que  produce  tuertad  se  ba  perdida.  K1  troai>y 


aduladores  y  eoriesanoa.  De«* 
pojando  á  \q&  cíiidadanoa  dé  sus 
derecbq&j  los  recompeuid  coa 
tíiulod  pQuiposos^  y  loa  priiicU 
pales;  persooajes  del  imperio  se 
eoBSotariVl  de  la  pérdida  do  su 
iodepejodeocia ,  viéudose  trata- 
dos de  referencia,  de  emnencia, 
de  ^ro^daza  y  de  magnificen- 

ci;a(l). 

Para  maDieoerel  respeto  del 
poder  absol^uto,  necesita  el  prío- 
cipe  lisoajear  la  vaoidad  de  los 
vasallos  eo»  coodecoraciooes  y 
ciotajos^  y  la  gloria  militar  es  la 

des  fbut  áé^u\$é$f 
Sooft  fes  risibles  noms^  d*  Eimntoce  et 

d'AIlfsse,. 
Pensent  f  nfler  leur  étre  ei  bausser  leur 

bassésse*. 
En  Vsiil  des  iranités  1^  apparel^  noos 
.  «ttppf^nd: 

Lü.  oif  rttU  «ool  égaax ;.  leur  iQMq«e 
.  es*  differead. 

Es  el  mmuAo  u a  gran  baile  en  qoe  mil 

locos, 
Bajo  el  disfpst  rUbculo  y  pomposa 
De  Eminencia  f  de  Jlteza,, 
Bincbáii  sa  ser  j  cóstkan  in  baceta.. 
En  Virio  eí  ostentoso^ 
Afiárato  prooára  sorprendemos» 
Ltfs  bombres  ton  iguales  :  solaviente 
Stf  máacart  f  disfrases  dtíienaU« 


el  aliar ^  háiise  maocommado 
sienkpreparn.USunfar  del.  pua«» 
Mor  el  pritoeru  Juveiiiarxlo  ri-* 
díeula»  denominacioQes,  y  saa* 
tificáudolas  eisegundo. 
VicToau  tm,  gonstaütino  rl 

JN$V6XC02CTHA  EOS  <30W>S.--(3.I¿) 

K\  emperador  bizo  de  nuevo  la 
((uerra  contra  ros  godos.  Su  bi-^ 
jo  Constan  lino,  (|ue  mandaba  ua 
cuerpo  de  eférctto ,  derrotó  k 
cien  mil  de  estos  bárbaros,  loa  o* 
bligjú  á  pagar  un  tributo  anual, 
y  dar  por  reená  Ariarico  uno  de 
sus  príncipes.   Hasta   entonces 
babia  creído  conveniente  el  efii«» 
per^dor  alejar  de  loa  negocioa 
públicos  á  sus  bermaiios;  pero 
en  333»  viendo  sti  poder  eonso-^ 
lidado^  nombró oóosuly  censor 
á  DaloMcio,  uno  de  ellos.  La 
peste  y  el  ambre  desolaban  eo* 
toncesel  imperio.  La  solicitud 
activa  y  la  liberalidad  de  Ck>Qa* 
tantino ,  aliviaron  los  padeei* 
mientoa  del  pueblo. 

MUERTR  INFAME   DBL.  FILÓSOFO 

so^ATSRO.— En  esta  época  llegó 
á  lacortede  Oriente  eL  ftiósofo 
So|;atero^  et  cual  querieodo  re- 
formar las  costumbres  de  la  cor* 
te^  la  cbusma  de  sotena  le  acosó 
de  que  atentaba  al^istíaniamOf. 
y  para  desacerse  de  él.  Je  aupa* 
sierm  entrega4o  &  la  m&Jia,  y 


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HEL   BAjn»  tSfPEMlO. 


1* 


con<^oiiieiiM«Dii  el  aiahW/ So- 
patera  flifnidó  «I  emperador,  y 
eflefavtyr  des|>ert(S  taínqnleinil 
aawrdbtal;  el  poebld,  siempre 
ditptteslo  al  fanatismo,  y  mneho 
iMéeuandoeslá  dirIjUlo  pitras^ 
lotAt  eiiQitithiS)  estalló  en  mur^ 
nitiracioaea  sedfcfosaj^,  y  Gons-j 
laMtinii,  atemorixndf»  de  aquél 
HMivimienlo,  sacrifica  ttl  filóso- 
fo fiara  eooipltcer  á  ans  enemi- 
gos, y  le  mandó  corlar  la  cabe- 
za. HumíMe  y  mansa  «s  la  reli- 
jiot  qM  predtró  Jesacristo  en 
•a  saata-  misión ;  pero  muchos 
iles«8  ministros  merecen  muy 
bien  el  aombre  de  verdugos. 

SI  «mperader,  cuyo  celo  a« 
gutjaban  incesantemente  los  sa* 
eerdotes,  no  se  limitaba  á  pelear 
foolra  ios   reyes  enemigos  de 
Boma;lMcia  también  eifuensos 
para  alnmHos  é  su  creenda,  y 
con  este  On,  iiacia  cuantiosos 
regnloa  ^  sus  embajadores. in- 
formado de  que  Sapor^  rey  de 
Pei^ki.,  maltrataba  á  4os^ertsUa- 
iMi6/  le  escribió  en  favor  de  ro- 
llos: #Cree^  lodeda/qoe^lem- 
aperador  Valeriano  se  atrajo ^os 
tlMgas    desgracias    por  perse- 
aguír  á-loMidoraduresde  Cristo; 
»y  .que  yo  rn^debo  mis  -victorias 
asiuo  4  la   protueeioa  ^de  -eite 
»Dias«»'£sloiMinitt«líu  i  *4ecif^ie 
quo  80  valiese  de  los^ristianos 
para  aostennír  la  truaquíUdad, 


pues  etiff  hombres  tiirbbtefatos 
que  íKonif^n ilr  agasaja  r,  toteo  él 

Sm  argumentos  no  produjo*  ' 
ton  efecto,  pero  loerólo^qoe  de- 
seaba en ttaiido  armas  á  •  tos  per^» 
^as,  y  quó4e  pedit^m,  rhas  no  tnr« 
dáVon  en  emplearlas  contra  él. 

Aquel  afio  no  se  señaló  por 
ningún   aconteelmiefttó.    Cons- 
tante, el  menor  de  kH  hijos  del 
emperador»  recibió  el  titulo Ue 
César.  Admirado  Constantino^  se» 
gun  cuenlaú  sus  aduladores  pa- 
«ejiristas,  de  todos  ios  prodijios 
que   se    rererian  del  ermitafto 
Antonio^  le  eseribió   una  ear« 
4a  »  manifeatándole-  Ja  «dmin- 
clon  que  le  inspiraba  la  austeri- 
dad de  su  ▼ir4ud.  üe  ésta  mane* 
ra  con  celo  tan  iiApoiiti¿o,  con- 
tribuía enionca»  aquel  prÍMipe 
á  alentar  el  fervor  de  los  vagos, 
quoaeotttregabunáia  vida  as^ 
eétiea,  abandonando  los  «ampos 
y  las  faenas  públicas^  por  irse  á 
poblar  los  desiortM. 

Prnuna  «TABLBciMiBirTO  de 
<Los  BAasAmos  xn  sl  imfbiuo.— 
(334)  Bste  año  nombró  cónsules 
á  Ludo  Ranio  y  á  Aconcio  Opta« 
4o,  qi^e  liabían  merecido  la  esti* 
laaolon  pública  como  pretores  y 
-edmoproeéttsuies*  Paulino  Au« 
«cío,  célebre  por  su  elotuoiieia  y 
Toctitad,,  obtuvo  iamMon  esta 
dignidad. 


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so 

Eotoocf»  hubo  OM  gTM  re- 
▼olucioD  entre  los  bárbaros,  cu- 
yas armas  babiao  ameDasado  con 
mas  frecaéncia  las  fronteras 
del  imperio.  Los  godos^  obliga^ 
dos  últimameote  á  bacer  la  paz 
coa  los  romanos,  buscaron  otro 
ceboá  sn  inquieta  ambición;  y 
bajo  el  m,ando  4e  C^berico»  su 
rey»  marcharon  contra  los  sár- 
matas»  ios  derrotaron  completa- 
mente» y  talaron  su  pais.  Los 
vencidos^  ya  sin  espérenlas»  ar- 
maron á  sus  esclavos»  llamados 
tiwMíganies^  Estos  >  después  de 
baber  rechazado  á  loi  godos.  &e 
sirvteron^e  su  gran  número»  y 
del  poder  que  les  daba  la  ricio^ 
fia  para  vengar  su  pasada  opre- 
sión contra  sus  señores.  Despo- 
jaron á  Iqs  sármatas  de  sus  f^ro- 
piedades^  y  losol>ligaron  á  la  fu-» 
ga.  Trescientos  mil  sármatas  vi- 
nieron á  pedir  asilo  á  C^astanÜ^ 
no^elcsúen  vez  de  dispersar- 
los fK>r  todas  las  provincias»  co** 
metió  la  grande  imprudencia  do 
incorporarloa  en  sus  tropas»  y 
darles  tierras  en  Tracia,  Ibee- 
donia »  y  Paononia.  Abrieodo 
paso  de  esie  modo  á  los  enemi» 
go's  de  Roma»  preparó  la  ruioa 
del  imperio.  Aquellos  bárbaros 
ain  palria>  consiguieron  fkir  las 
suplicas  las  posejiiones  que  du- 
rante mochos  siglas  no  hablan 
podido  conquistar  por  laa  armas. 


¡     NAcmtirrro  m  uruéso^  ith* 

HADO  IL  APÓSTATA.   •—    Eu  33S 

nombró  cónsul  el  emperador  á  . 
su  segundo  hern^ana  Julio  Coas- 
tnocto»  Este  jJ^ven  haMa  teni^. 
do  de  su  primer  matrimonia  un 
hijo  Mamado  Galo;  y  habiendo 
después  casadocon  B(i41ina,  ber- 
mao4i  de  Juliano,  conde  de  Q- . 
riente,  tuvo  de  ella  ai  famoso 
Juliano»  ctmooidoeon'el  nombre 
de  Apvístata. 

PATiEiiaico  sosKCHosonBceica*^ 
TAarTixo.  —  Por  elojioe  que  tri- 
buten á  Constantino  los  adula-» 
dures  y  fanáticos  escritores  de 
los  primeros  tiempoade  la  igle- 
sia» no  deja  su  gkH*ia  por  esa  de 
presentarse  con  muchas  man^ 
chas.  Los  hechos  hablan:  sus  ta» 
lentos  políticos^  puestos  en  unn 
balanza»  pesan  mucho  menos  que 
sus  faltas.  «Con  algunos  talento» 
iHíMira  la  guerra»  dice  el  abate 
»3sUbly^  que  solo  empleó  par« 
«perder  á  sus  enemigos  particu-* 
i»lares>  y  no  á  los  de  los  roma*» 
•nos»,  no  tut^o  ninguna  cualidad 
•propia  i^ra  elgbMemo^  Jugue* 
%te  ile  sos  ministros  y  (te  sus 
•favoritos»  que  abusaban  de  su 
•debilidad^  no  vio  mas  que  lo 
•que  elioa  quisieron.  Una  in* 
•quietud  natural  te  hácU  obrar 
•coniinuamente»  pero  contínua- 
•mente  sin  fruto.  Si  parecia  o^ 
acagad^  con  grandes  proyecto|> 


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MD  lAW%|OTÍItll03 


n 


«bre  presaataoto  y  vtAOi  y  lot 
BejMUlatMi  niediaii«meale'0LiBio. 
»lipmbiepoHiioo«  El  cohítUmijó 
«mas-qii»*  oftda.i.apfetainNr»  b^ 

El  emperador  eeiebpé  m*  to^ 


HMYa  capítol  fl.tri|éalflM 

(1*4(0  Teiaa4<vWi*  r^€l347i(f 

CM .  aeite  motivo  Eiiaetito  én  Ca- 

sárea,  su  paaajirfeu,  eaMlia»» 

virtuiLeaJiatUual  cMo-.PefOHO 

panejirisia  es  rara  ye2.bUloria«^ 

dar«  Esie  obiapo  corleaancHlie^va 

el  disimulo,  aa.  au^  bistosiay  e« 

ciesiáslica,  hasta,  no  habiar  ai 

de  Arrio,  oí. d^  arriaoiankO;  y 

basla  uodeeirnada.  del  priucí* 

pal  objeto  del  ceAcilio  de  lUcea, 

del  cual  bace  una  largib^de^crip-t 

cioQ  ea  la  vida  de  Goaataotioo, 

y  cuyo  punto  reduee  á  ia  enea* 

tioo  de  la  Pascua.  No^es  eatra&o 


»primiaiMiio4  déMlpi>.^M*a  coo'*^ 
atentar  su  insaciable  codicia,  y 
lá  Ia*  hípoeresla'  d#-  k|s  Cataos 
»critUaoos  cyue^  enlMbí;»»  en  la 
aigiesistpara  ganarse:  so»  ffioluQi- 
aiadi»  No  se  eogal&ariii  sobre 
Gonstanliiio^^a&adeeste  juicio^ 
so  abad,  creyendo. todo- ei  bien 
y  todo^l  mal  4^0  diceede  Gons- 
toolioo*. 

No  UaítánAoae'EoaeMo^'  re^. ' 
pteseotar  á  Constantkio^  como 
yencedor  de  la  idolatría,.  coflii«-' 
para  su^iokperia^obre-la.vtjerra 
con  el  imperio  eterna  de-  Dios 
sobte  el  uaiv«rso|  reconoae-quo 
tieoo  unn*  comuaicaetonv  ioáae*- 
dieta  ^eonJauliiTMiidad»  y^  le  ee«- 
sorteé  manifestar  á  los^  flel^s 
les  muchas  apariciones  en  quo 
Jesucristo  se  babia^  mostmdo  á 
sttsojos^  hace  el  elo¡|iomas*pom« 
pMis0i4Íe  Stts  virtudee  y  ei  mas 


que  este  escritor  baya  comeéis-  eesaj^radode  sus  azañas»  Re* 


do  esta  Taita    ínescusable».  Los 
paganos  han  ridiculizadoáCons* 
tantino  con  la  sátira,  pero  tam- 
bién nos  parece  una  ecsajoracion. 
Según  el  joven  Víctor,  los  diez 
primeros  anos  de  su  reinado  fué 
,Qn  gran  principe,  los  diez  si* 
guientes  un  salteador,,  y  los  diez 
últimos  un  disipadm*.  El  misaso 
Ensebio  confiesa,  dice  Fleury, 
«qne  su  sobrada  facilidad.  di6 
aenrao  á  dos  grandes  vicios,  coal 
sera  la  violencia  de  loe  ^oe  o* 


vistiéndoto  ^después  de -la  seve- 
ridad^piscopal,  le  ceeuerda  lae 
máeeimas  evanjólicaé,  le  iustru- 
ye>ie  alaba  y  le  engaAa  á  un 
misma  tiempo-»,  y  mezclando  el 
estilo  de  la  cátedra  al  de  la  cor- 
te; le  prodiga  sucesivamente  li> 
sonjas  y  lecciones. 

lüi  medio  de  U  solemnidad  de 
esie  aaivei^ario^  un  sacerdote, 
llevando  la  adulación  al  mas  al- 
ta grado,  y  querieoda  aparecer 
como  ajttado  de  un  espíritu  pro- 


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n 


MstMTA 


fétieó,  ^f«A}b  al  emperador  <fae 
daapaea  de  traber  retnodo  Men 
en  ealenniÉfÁo  «ohre  toa  hom- 
bres, réiMHa  en^el  otfb  al  lado 
del  ^ijo  4e  'Dios,  «ftnsila  vn  (fe 
niiMflgiyaa  «dolaMones»  r«5í)mft- 
•diÓ^I'priodliMB^,  yo  H^  ueeMito 
tide  Toesirós^et^ios.» 

€m$MíU«o;padfieó  poiM^or 
ba^^  etotenees  del  ^itap^rio,  *oo 
babla  iéaido^ftiaa  fedMofiMliue 
reprífliiri^e  hi|i  de  aflgaii»  aeíe- 
tark>»faDálicoa;  perecí  ¿io  d8¿, 
«o  ofiehil  ^embieioao ,  'ikmedti 
Caloeéro,  ae  alrevió  á  levlmlar 
«leslaDctoiile  de  la  «rebelaos,  y 
€00  'alganaa  'tropas  qse  imbia 
aedfiMdo,  torpedero  de  'Jaiaia 
^de'Gbip^e.  £1  jóvea  Dnimario, 
aobrkiu  dei  enperados  veneió 
á  eaie  Mbelde,'te*ht2o  pMMuoe- 
*ro,  ^  abuaaudo  cmolmeato  de 
Idc  vieioria  lé  ñaodó  ^ueflwr 
víto. 

«BBFABTlMkBffTO   ÚBL    IMPSÜO 
BVTRfi'LOSXUOS  DÍ^C0MeTA»TMO. 

-»«En  esta  época- fué,  cmiodo 
CoQStauliDO ,  übaodoaaodo  ^ei 
prttdei»le>aia4eiwa  qtíe  iiabia  se* 
guído  ba&U  eoloDcea,  cometíé 
^ei«Usnio^]ferrü4iue  Dmeleckiio, 
y  dividieDdoel  i«ip(erio>a€eteró 
aa^ruiBa.*Uabieedo  dado^eaiaDa- 
4ríiDoiiio  éu  bija  ^Coiiatao4m»á 
Aoaibalfaocb  ^au  segiiodo  ^er^ 
maiio,  to  buo  rey  «iei  Pooio  y 
4e  Capadocia:  Daluincíü  gober- 


né eoh  etmismd  tftütbiíTrácía, 
Bacedonta  y  Gfecia^  Con«taiiei- 
no,  *aa  Mjo  mayor,  oMiito  Uk 
^las,  las'K^pafias'y  ta  Britan-' 
itta:'CoiiAaiHe,  la  TFIfrla  y  el  A- 
írírjk:  k  Consta Acio,  el  ire}t«bdo 
'y  el  nus^fliado  de  los  tres,  dio 
e)fAdia/ta  Siria  y  1^  E}ípto,'Sa 
^faaia  beMa  ll^áo  á  las^ftre- 
iBüidadea^el niooSo:  mochos  re* 
fes  ^e  ia^nlla  efirtalpoii « tk>na- 
^la^iittopla  iBmbiJadories  f  re* 
ga'tos. 

^UKTIIÍS  nf  ^kflStOt  1^  1t?Y  L  i  ÍGLÉ- 

Sta.  — Todo seaomeli^  á  su  po- 

iler  ,  lÉMos  'Bl  espíritu  dedis- 
"cordia  qaiedjitaba  á  la  igteéía. 
%osstaitlriay -su  berm'ana^  viuda 

de  Licinio,  liaMa  'eittregddo  sa 
"^í^ttor  i  na  'saioierdfKe   arríaoo, 

muy  dfeflítro  y  sedoelor,  y  ^1 
'morir  le  reeomee36el  empera- 
^r,  s^bre  el  cual  edquiridice 

breve  'iíeaapo  tai  escetidiente, 
i|iie  te  l^rauadió  á  «Izar  el  de^- 
'lierro  á  fetisebio  de  Nicom^dra^ 

á  Teugata  yal  mismo  Arrío. 

DBSTlBRttO    T    Mefiet£  DE  SAM 

^TA.^sio*  =»  (337)4.0$  dos  £«• 
'sabios^  7*  ios  obispos  de  su  parü- 
dn,  apoyados  con  esta  proiec;* 
'eion,  resol vierott  «fraiaar  á  $ab 
AlanasiOi.pero  «atesado  atacar- 
le 4aisi<Mroa  destruir  á  so  mas 
íimfte  apoyo,  A|ue  ere  Kaslatio, 
obispo  de  Autíoquía.  Kagaftaa  á 
este  preiaiio  con  iaa^^  apariencias 


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di  1%  umifttad 
iorutatea»  invenun  lo  irAina»! 
vwlvett  á  ÁDiioquÍH»  y  tMKea.i 
fue  se  preieDle  una  eor|»$4m»i.. 
^6  eaa  Onjídus  ligrima»  as#gQ« 
ra  ser  ile  EaUOio  al  nifiu»  que* 
llevaba  w  lot  brMia..  Kl  eomci^ 


OBt  BAJO  Hmttia.  St 


de^>edeeiüíK  pan^^A^  e)  earácler 
éú  4i*te^4HMiU>re  ^kabre^  ofrecía 
ipna  m^itcla  rara,  ^duiíiu'a,  y 
tenacidail.  GDn  la:Uiia:habhi.coa« 
svguidoi'íijar  el  je«t^veraáiil  de 
los  alejandrimia^  y  <KioeiUlirse 


íif>  depone  al  Mofado  slnipierer  I  su  arMU>;  y^  erní  la  otre  se<  había 
oiHcr  es4ik  violeiioiaeseKa  Krea  |  t)ielM>«es|ielar.ile  sus^  parüda- 


tuiuuUo  eo  la  ciudad;  correo  lo 
dos  á  las  ariDaa;.  y  loedoapaTtt- 
doé  eme  ya  estabao  di s|Mftas|os.  Ii 
d^gcilarse,  solo  se  aplacaron  por 
iulerposicioo  de  Acacio^  eoade 
de  Qk^ieote.   Eustatio^  llamado 
porCoostanlioo,  fué  á  eoofuo- 
dir  á  Los  imposlorev  esloa  Q9km* 
biaroo  de  armas»  y  preseolaroo 
falsos  leslígos  que  le  aeusaroa 
da  haber  injaríAdo  eu  oiro  lieaa- 
poálAeiuperaUi¡^Eleoa..EI  eiii« 
perador^  llevado  de  la  prkaera 
iuformacioD  y  ciego  de  cólera, 
deslierra  a  Ealallo,  y  coocedi^i 
los  arriaoos  uo  Iriuufocoaaple-* 
to.  La  muirle  del  obispo^  qoe 
sucuiubió  poco  después  eo  Tra* 
'  cia  á  sus  padecinüealoa^  Ubró  á 
sus  cuu  Ira  ríos  de  uu  enemigo 
'  foroiidable. 

Eusebio  de  Nicomedia  sopo 
aprovecharse  coo  aclividad  de 
la  venlaja  que. acabábale  coa-* 
seguir  su  pacUdo^  y  ití^Á  del 
emperador  que  escrUwse  <iua 
caria  á  Atauasio^  maudáiidol^ 
recibir  á  Arrío  ea  su  cowunioOt 


nos  y  lemer  de  fus  eBeipígos. 

Loa  qu^abiao  previsto.  qi|e 
9u  resíate9Ci»'esetlari»«tenoj<^ 
del  eniperador,  le  acusadvoo  de 
iMber  f^Mfmudo  «me  rebelión  ea 
Ejipioy  profáQ#oda.  los  Kbroa 
saolps»  usurpándola  auAorídad 
soberaos >  é  HDpooiendo  coa* 
Iribuciooes  arbilrarias  aJ  pue^^ 
hlo  de  Alejandria.  La  aeusacioa 
del  odio  fué  lan  ioverosfmil» 
que  la  inocencia  de  Atanasio  se 
reconoció  siu  diftcullad. 

Siie  enemigos  no  se  desálenla^ 
ron  por  esie  revés.  Al  miaiiio 
tiempo  desapareció  Arsenioso*- 
bispi>  de  Uifwal»  en  la  Tebaida^ 
y  los  meieeiaoos  y  arríanos  acu** 
saroo  á  Alanasiode  haberle  he* 
cbo  morir  con  operaciones  má- 
íkas«  Afirmabbn  que  le  muliló 
anles  de  malaria^  y  aun  mostra« 
ban  una  manoque,  según  dndan» 
le  bdbia  cortado  Alanasio>  o- 
euUando  su  cuerpo  de  manera 
quenobobian  podidoi  ha  liarlo* 

En  vano  los  frailes  de  un  con* 
ventor  donde  Arsenio  se  habia 


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fVNMMIÁ 


r4)llra4oi1i«c0r  "tiaii  pefíilMtv 
por  álgiiD  tienlpo»  t^Bstiflcaron 
qúevivit:  los  anrtafios  dijeron 
i}ue  el  fidpimsto  jAir^irio  erta  tin 
hnpostor. 

Atanaslose  prescrita  )en  Cohs- 
tatitíDOpla  con  una  caita  dé  Ar<^ 
senio,  én  qw  ie  sttpfieabí  ^m 
ferecibieseeo «a  eomniif on, :fe 
Justifica,  y  calma  poi*  un  mo- 
mento lahti  del  emperador.  A- 
pacfgoanse  las  tarbalBDcias  que 
causaba  e^t«  dlscotMa  en  Ule- 
jnndría;  peroapenas  Átanasio  se 
Testituyóá  esta  tiudaS,  loa  dos 
Eusebios  vuelven  á  sedudr  á 
Constaotino,  le  persuaden  que 
es  ciertO'el  crimen  de  Atanasio, 
7  flnjída  la  caria  de  Arsenio. 

El  empenidiH*,  sobradamente 
erédulo»  aboadona  al  obbpo  de 
Alejandría  al  juicio  de  su^  ene- 
migos, y  le  mandó  H^ompatecer 
en  un  concilio  celebrado  en  9í* 
Hro,,y  compuesto  de  obispos,  casi 
todos  arríanos,  en  presencia  de 
Arquetan,  eoüde  de  Oriente^  y 
del  conde^Dionisio. 

Aenevóse  alli  la  eseena  de 
Eustatiür:  una  mujer  impude«« 
4e  se  presentó  7  acosó  á  Ata^ 
4iaslo  de -haberia  robado  «uo^ 
nestidad.  Timoteo,  presbítero  a* 
lejandrinot,  que  «estalM  sentado 
cerca  de  su  obispo,  4e  dijo>en  al- 
U^ot:  A¿¥  qu^  me  acucas  de 
jieaecrímen?a-^«Sí^  le  respoa-^ 


ndfó  inin  Mn  aflaman  tuffoso: 
at'iieres  quien  has  atropeHaOo 
ami  onor.» 

üsta  eqdivQieacion  siogninr, 
qmiejustificabntanevidentemen* 
tt  ü  atusado,  Heno  Ue  verg<iett^ 
za  á  sos  enemigos,  y  escttó  la  ri- 
sa de  loa  condes  y  de  los  soMa* 
dos  que  estaban  presentes.  Sim 
embargo,  los  arríanos  prosiguen 
en  sn  infame  proyecto,  le  acosan 
por 'le  mnefte  de  Arsenfo,y  pre^ 
seiüan  en  el  coMilio  1a  mano 
ensangredladt  de  la  ^upuestn 
^dtima. 

Atanásio»  después  de 'Un  me^ 
menio  de  silencio,  pregunta  á 
los  fneces  si  conocían  á  Arsenid: 
mncbos  «responden  qee  lo  han 
visto  vai4as  veces:  entonces  en- 
tra en  el  *aÍnod'o  un  hombre  en- 
vuelto  en  ana  gran  capa.  Atana^ 
sjo  le  descubre  la  cabeza,  y  pre  - 
senta  al  verdadero  Arsenio  á  los 
ojo»  de  todos:«cójele  por  el  bra- 
co, quitándole  el  vestido  que  le 
oculta,  y  dicr:  w  Aquf  está  Arse* 
«nio  vivo,  con  sus  dos  manos, 
«que  son  las  que  Diosle  ba  dado. 
i»Bigan  aera  mis  acusadores  don- 
ada ban  bailado  la  tercera.» 

La  justificación  )&ra  sin*ntpK^ 
ea;  pero  el  odio,  irritado  p0v  In 
evídeneia,  pasé  de  la  consteraa^ 
cion  al  furor:  acásanie  por  má^ 
Jico  y  encantador,  y  se  arrojan  A 
él  para  matarlo^  y  el  conde  Ar  • 


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DEL   BAJO 

queiao  lo  libertó  difícilmente  de 
sus  manos.  En  fín,el  concilio, 
violando  todas  Ins  leyes  divinas 
y  humanas^  condena  y  depone  íi 
AtanasiOj  le  proilic  volverá  A- 
lejandrÍQ,  y  Arsenio  pone  el  col- 
mo á  esta  infamia  ,  finnando 
también  la  sentencia. 

Empero  no  les  bastaba  con- 
denar ¿  AlNiíasio,  si  no  hacían 
triunfará  Arrio.  El  emperador, 
olvidando  como  muchos  prínci- 
pes que  un  monarca  deja  de  ser 
cabeza  dci  estado  cuando  se  po- 
te al  frente  de  un  partido^  y 
que  no  le  es  posible  defender  los 
iatereses  públicos  cuando fiivo- 
r6ce  les  intereses  privados,  se- 
cundó el  odio  de  los  arríanos,  y 
su  parcia4idad  prolongó  las  tur^ 
baciones  de  la  iglesia. 

'£n  este  mismo  tiempo  se  de- 
dicó con  gran  solemnidad,  per 
orden  del  emperador,  la  iglesia 
del  Sepulcro  de  Jerusalen.  Todos 
los  obispas  y  fieles  que  concu- 
rrieron á  \ü  ceremonia  fueren 
manteaidas  á  costa  del  tesoro 
pública.  Constantino  convocó  un 
concilio  en  aquella  ciudad:  mas 
para  reunirlo,  e&peró  á  que  se 
bubíeseu  ausentado  casi  lodos 
los  obispos  catolices. 

£n  61  se  admitió  la  justifica- 
cien  de  Arrio,  se  le  reintegró  en 
sus  fu nciui>es  sacerdotales,  y  su 
invitó  á  ludus  las  iglesias  á   que 

TOMO    XIV. 


ísiPEnio.  "^      ^B 

le  recibiesen  en  su  comunión,  y 
proscribiesen  á  Atanasio.  ' 

El  obispo  de  Alejandría,  in- 
dignado de  tan  injustas  perse- 
cuciones, fué  á  Gonstantínopla 
á  implorar  la  protección  del  em- 
perador. Sus  enemigos  le  impe- 
dían entrar  en  palacio;  pero  un 
dia  que  Constantino  pasaba  por 
la  taludada  caballo,  se  le  pre- 
sentó Atanasto  repentinamente."^ 
£1  emperador  dispuesto  contra 
él,  é  irr4tado,  no  quiso  detener- 
se á  oír  su  justíúcacioiiT  el  obis- 
po^ alzando  la  vo/^  le  dijo  con 
firmeza:  «Sí  me  niegas  justicia, 
»y  no  quieres  oírme  delante  de 
»mis  calumniadores,  ye  te  cito 
Nante  el  tribunal  del  Señor.»  ^ 
Constantino  cede  y  consiente  ea 
oírle.  Justificóse  fácilmente  de 
las  absurdas  acusaciones  de  má- 
jía,  homicidio  é  impiedad;  pera 
los  das  Ensebios  \e  echaron  en  t. 
cara  «u  resistencia  ai  príncipe, 
le  pintaron  como  un  espíritu 
turbulento,  y  le  acusaron  de  ha«-<^. 
ber  monopolizado  los  granos  de 
Ejipto  para  que  escaseasen  en 
Constantinopla.  Las  numerosos 
.partidarios  que  tenían  en  la  cor- 
le apocaron  i.'Sta  delación,  y  el 
emperador  seducido  condenó  á 
A^anasioy  y  le  desterró  á  Tre- 
viros^ 

TaiuxFo  Y  uuektedij:  ariuo. 
—  Sus  enemigos,  aprovecUáu- 


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96 


HMTOHIA 


dofiedeesta  ?ietarJa,  conToea* 
ron  UD  coocilio  eq  Coostantíoo- 
pía,  éinstaroD  al  emperador  que 
depusiese  á  Atanaaio  y  le  nom- 
brase un  sucesor.  Constantioo 
DO  conainii^  en  ello;  pero  acojió 
faitorablemenie  á  Arrio,  dio  <hr- 
den  formal  al  obispo  de  Gons- 
t^olinopla  para  que  le  recibiese 
en  su  comunión,  y  le  admitiese 
sin  tardania  á  la  de  la  Iglesia. 

Este,  decreto  completaba  la 
Tictoría  :del  arríanismo.  Eto- 
biipo  AI^Qdro,  cuando  iba  á 
ponerlo  en  ejecución,  prosterna- 
do al  pie  de  los  abares,  dicen 
los  escritores  católicos,  pidió  al 
Señor  que  libertase  so  iglesia  de 
un  beresiarca  tan  peligroso.  Lle- 
gada la  ora.  Arrio  atraviesa  en 
triunfo  Ia  ciudad,  seguido  de 
una  brillante  comitiva;  pero  sin- 
tiendo repeatinamente  un  vío« 
lento  dolor,  se  retiró  á  una  casa, 
donde  Je  bailaron  poco  después 
sus  amigos  coo  las  entrañas  fue- 
:  ra  del  cuerpo,  y  nadando  en  san- 
gre. Lds  católicos  miraron  este 
aeoDtecimiento  como  un  mila- 
gro,, los  arrianos  como  el  efecto 
de  un  sortilejio,  pero  los  hom- 
bres -sin  superstición  vieron  e^ 
él  un.asesinatode  los,  cristianos* 
Alejandro,  mas  animado  por  el 
espíritu  de  partido  que  por  el 
del  cristianismo,  reunió  el  pue* 
blo,  y  dio  solemnes  gracias  al 


Señor  por  la  muerte  rie  su  eM«* 
migo.  Atanasii»,  perseguido,  no 
encontró  prote«*ri(Hi  eo  la  eorte; 
pero  san  Antonio  desde  su  de^ 
sierto  escribió  en  su  favor  á 
Constantino;  bien  que  inúilU 
mente. 

0    LEYSOBRBLAirftlSMCCIOSrBPIS* 

coiPAL.  —  Eustfb.o  reAere  que 
en  este  tiempo  publicrt  el  empe« 
redor  una  ley  que  daba  á  loa  o* 
bispos  el  derectto  de  juagar  slii 
apelación*  y  mandaba  4  loa  tri^ 
bunales  diferir  á  los  jueces  %^ 
ciesiásticos  todas  las  causas  en 
que  lo  pidiese  una  de  las  partea^ 
aunque  la  oira  lo  repugnase. 
Algunos  Jurisconsultos  han  4u^ 
dado  de  la  existencia  de  esta 
ley,  sin  embargo  (de  que  loa  eá* 
digos  posteriores  la  insertan. 

Otro  edicto,  ineneusable  en  un 
siglo  de  corrupción,  asimiló  el 
adulterio  al  bomicídlQ,  y  lo  so- 
metió á  las  mismas  penas,  con 
una  escepoion  muy  contraria  i 
la  igualdad  evanjélica,  y  era  la 
de  las  taberneras,  comediantes^ 
criadas  foiujerea  de  los  artesa*-, 
nos.  «Ld  severidad,  de  los  jui* 
»cios,  decia  el  decreto,  no  se  he 
»becho  para  estas  personas,  que 
aporsu  bajeza  son  indignes  de 
»la  atención  délas  leyes.»  Otros 
decretos  hacían  el  divorcio  mas 
diflcilyraro,  y  proibiaoá  todo 
funcionario  público  lejitimar  los  - 


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ML  BAI^  WfMlO. 


27 


lúkM,  refemlaiovaii,  é  que  Im* 
bíMep  coütiMiikla  ea  «I  anfl- 
teatro* 

Miratrat  ftoma  fué  vilrtA^^ 
aa  te  kaftaMnlaa  toyaa  ie  las 
DoeeTaUaa:  ooa^do  ae  corrom- 
pió hubo  céd^poa  aaoy  vohiíttf- 
noaea  y  may  ioútilea;  qM  in^ 
oaortaluaroD  4  aaa  Tedactores 
ala  pmloagar  la  ect^alMefa  del 
liferí^  A  peaar  4e  Umío  el  seto 
da  GoiiiAaaUaa  p&rM,  la  rafaroia 
de  loa  abusoa»  ana  a^Matosco- 
mattan  taataa  aaacMloaaa»  y  é¿ 
tropaUatett^fiaaMa^  eon  taota^ 
codiaia,  qae  iaTitó  por  oa  adic- 
to i  ^odoalaaoiudadaamá  pve* 
aaalariediractaaMQta  aaa  ifae- 
jaa^y  aaaaaaaS  á  laafaaciaaa- 
rioa  «00  la  pérdida  da  4a  cafcaia» 
ai  aaleapcobabaa  aaa  aaaeéioaea* 

Laapftaaai  daade  la  vietarfa 
da  Galario  7  ^laqMzda'  IMaiaia^ 
ciaaa,  datnlitadaa  por  at»  da^ 
rrotaa^  ooae  liaMaa.alaatidoi 
Tolver44aoiar  láa  am«;  para 
la  aoamialid  qne  raiMka  entrar 
loa  fdaa  4aBp«aioa  atiamialMi  q«a 
al  aoaiaga  «o  diiáaia  «acbo. 
Loa  aaanigoa  éa<iOaataatiflo  e^ 
Taa<racihtdQalafarBblaaieote«aa 
Paraia,  jr.loa  4aatarii4aé  da^le 
paia  ttraaprau|iéaaaa"la  «ana 
dal  eaiparadar.. 

filprlaaipe  HoaaaMaa^  evya 
aHanaria  balita  «aAaadida  á  loa 


f riadaa  ida  ^aiala^'Mé^  ^fk^\Í6 ' 
del  trono  y  puesto  ea  j^stortl 
^apdr,  su  barfÉano  ménch-^  el- 
Üó  la  eoitMMÍ»  muerto:  so  pñéte:  • 
La  aapoaa  da  flonirisda.s  espó- 
nieada  au  üda  por  safta^  fa  de  * 
su  eapoao^  corrompió  á  aaís  gtiar. 
diaa,  y  le  hizo  fatrodocir  en  su 
calabocauani  lima  que  empleó 
éa  romper  loa  hierros  para Ür 
hertaraa*  aata*  pdacipé   atm-"; 
veso  la  Mrsia  dMratádó'dé  es*  / 
«laro,  y  ?Sno  á  pedir  hnr  asilo 
al  amperadar;  *^ue   te*  Recibió 
cae  aiagria»  le   admitió*  ea  ^u 
paléete,  le  ecsórtóá  hatterae  cris-  " 
tiaoé,  y  le  dio  añ  grado  auperior 
en  aaaajéreMos,  esperando  qiie 
an  aambre  formaría  en  'Perdía 
un  partida  <#ósideritble;'jf  de- 
biUtaria  por  la  distorcKa  civil 
aipwi  «Impario,  cuya  eaáguiaiá 
madilaiMU  ^   «k^- 

eataa  «ibtiígaairritabáiPiSa- 
por,  daaaoao  por  otra  parte  de 
l'aal^»er  oa  tratada  tergaacoso: 
«t4BiaaÉa4iampoConstantinó'ra-' 
praadta  al  rey  de  Pérsiá  porqiié ' 
«ara  aaaariga^elos  criáfiaaáa.4Pre¿ 
parados  una  y  otro  á  ia  guerra^ 
Sapor  la  'declaró  eO  J37,  y  ea* 
criUóal  emperador  que  no  ae ' 
pedían  avHar  fas  o^tífidades,  si*' 
na  derolfMudó  las  ciócb  piró- 
viaeiaa  que  Naniéé  Habla  cedido 
á   Dioclei^no;   Constantino    1^^ 
replicó  que  irieu  propio  le-  lie- 


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9St.  .•  'RitraMA 

tuikjkií  fefpneirta  al  frente  de 
sos  lájioáeiu  .  - 

Leí  tropas  de  Sapor  talabad 
jáíá  Bfesopot^mía.  Gonstáaticio 
reunió  prantamente  tu  ejéreilo, 
y  pasó  &  Nicoonedía^  donde  eele* 
bró  la.  Pascua  coo  solemiiMad» 
mandando  que  seiloniioase  el 
pueblQ  7  que  se  distribuyesen 
grandes  Mniosaaa  en  todo  elimr 
perio.  Pronunció  en  sn  palacio 
uq  discurso  sobre  la  inmortali- 
dad de^  aMna^iComo  previendo 
su  prócsima  muerte* 

EmFUMKDAD  y  MCEftTB  nSCONS", 

TAjfXiffo* — Pocos  días  después^ 
acometido  de  una  enfermedad 
grave,  b^scó '  aUvio.  inútilmente 
en  las  aguas  daHelenópolis^vel 


sUmqmnieilnmiiMU  A  fifs<ift^* 
Tientes  que  ^ledian  al  eteto  prt^^ 
longMe;aQ  vida,  l<9  diJoyuCom* 
vpafieros:  la  vida  en  que  voy  &' 
•entrar,  es  ta  verdadera:  conbz- 
»co  loa  bienes  que  me  esperan/ 
»y  deseo  v^dar  el  gremio  del  Se^ 
«fior.»  MuQhe^  -sigfos  despees,, 
se  inventó,  otra  fábula  groseK< 
como  la  anterior^ y  fué  deque 
haliia  iide  bautizado  en  Roma 
por  $an  SUvestM,  y  4|ue  sand 
de  la  lepra  por  el;bsiatismot  pe* 
ro  estaaauperdieríaa  tenían  por ' 
objeto  bacer  verosímil  la  dona»- 
CÍ4HI  anpoesle  de  GMisteotinoáf 
la  iglesia  romansí,  de  lacafpitnl,  ^ 
su  territoriek y  la.oosta  de  Italia*  ( 
La  rredaceien  deesle.iabMrda- 


vióalcastíllQ  de  A^uiron^cerw^  doicnmenld  es  digna,  del  tiempo  < 
cano^  Iticomedia,  reunió,  mu- 1  de  igaiemneia  en  que  /né  for^-^  > 

da*.  La  donación  ImcImí  por Cons-^  * 
tantino  á  Silvestre»  es  una  iiá* 


cbos  obiapps»  y.dic.en  te&anplic^ 
que  le  bautizasen.  El  ya  men-* 
clonado  Ensebio  deCesárea,  ha- 
ce poner  en  boce  de  Gonslantt- 
na  el  tSigui^ttte discurso:  vBste 
»§s  e|>^ía  que  ye  aoiksitaba  ona 
yardQc:,ini.iqtepto  era.lavarimis 
«pecados  en  el  Jordan^>  ciQFaa  a*^ 
vguas  consagró  nuestra  Salve- 
i»dor^  Dk^  me  detiene^  y  quiere 
»que/reQil)a  aquí  esta  gracia.» 
T  afiada^  que  después  de  bauti* 
zado  dijo:  «Ya  soy  verdadera- 
sfnente.  feliz  y  digna  de:  vida  in« 
sinortaL  ¡  Cuánta  lástima  tengo 
s&  los,  bombres  privados  de  te 


postura^  qne   todo   historiedor  ' 
debe  estar  eebando  siempre  en ' 
cara ¿ los embieiososeon  tiara.' 
Sem^aiita' docomenie  tiene^  la ' 
feehe  del  euarto  eoosulado  de 
CkMi^untino^  UJO'deOalieano^ - 
y  el  ennsttladoi  no^^ecaiate.San 
Dámaso^  obispo  de  Roma  en  la* 
vida  de  San  Silvestre  m  Mde  * 
de  semejaéte  'donación,  pues  4* 
ser  verdadtcrnaÉaos  no  la  hnble^  • 
se   omitido.  Una.  nMiltÜpl  ^de* 
bembres  célebres  en  la  iglesia 
romana,  entM    los  cuatesiee 


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ML  BAJO  «MMmO.  39 

eomitMi  4iifofitM,  arroblspo  ^    Moféeosles,  rdatlAili^ettayer. 


FlorMfii»,  Batid)  át  Volleire,  y 
JerdoHBO  Cttittaa ,  la  bao  n^ 
tútíd^  BotlMipo  ét  Ale|ai»^ 
era  yi;Otonv  obispo  de  Frijttt* 
jes,  é\  cardeoal  Cusan,  Loreoto^ 
Valle,  Yatrido  Romano,  Frao* 
dscoGkticefatdinty  BMeasSiMOi 
que  ftiépapa  despofff,esléii  coik 
tra  estar  preienéMa  doaaeton.  El 
misuio  Platina  »  historiador  de 
los  papas,  ha  tenido  iren;i2en2a 
de  hablar  de  ella;  retí  el  orijl^ 
nal  impostor  conservado  en  le- 
tras de  oro  en  el  Vaticano,  ha  es- 
crilc  de  su  propio  puño:  quom 
fúbulam  ¡ongi  Umpwrís  mendaeia 
flnxU\  fábula  forjada  por  la  men- 
tira Impostora.  Todos  loa  mise* 
rabies  charlatanea  han  agotado 
cnanto  la  desvergüenza  ayudada 
déla  desgraciada  ignorancia  de 
los  pueblos  ha  podida  ipojiñar» 
para  apuntalar  este  ídolo  Tieja.y 
carcomido  de  ignominia. 

Constantino  al  morir  hiao 
grandes  dones  á  RomayáCons- 
tantinopla,  confirmó  el  reparti- 
miento de  sus  estados,  é  hizo  ju* 
rar  á  laa  lejiones  que  serian  áe- 
leaá  sus  hiJoa«  Entregó  su  testa- 
mento al  sacerdote  arriano  que 
gozaba  d^  su  conflania»  j  le 
mandó  no  ponerlo  en  otras  ma* 
Boa  que  en  las  de  Constancio,  el 
mas  querido  de  ana  bijoa. 
Este  príncipe  murió  el  dia  de 


de  337,  siendo  lídnsuies  PUiéi^ 
M  y  Tieiaoov  irlos sesetita  y  tres 
afios^^deío^rMH  jr treinta  Áe  M 
reinado^  S^  cad&tel^^.  puesto*  eit 
un- ataitd  dé  oro,  foé  llevado  fi 
Cbustañtinoploí,  dónde  se  colo»^ 
cé' sobre*  on^  túmulo  Codeado  de 
ioumerables  antojabas;  ]r  todo 
ehtiem|io  que  transcurrió*  hos^ 
ta*  la  ntgáfhéé  Cdnstancto^  loa 
prjndpMles^Puncionarios,  los  se* 
nodures ,  íeoodea  ^  Jenerale»; 
iban  diariamente^á  palacio  á^  e* 
Jereer  sos  funciones  como  sí  vi* 
ibiesc  el  emperador.  Las  lejío* 
nes,  respetando  poco  á  los  her* 
manos  de  Constantino,  juraron 
n(v  reconocer  por  cesares  sino  á 
sus  hijos.  Constancio  llegó  á  la 
capital,  y  llevó  el  cuerpo  de  su 
padre  á  la  iglesiftide  los  aposto* 
¡es,  donde  fiaé  colocado  en  un 
sepaiero  de  póríido.  ftoma  re- 
clamó, aunque  en  vano^  el  de* 
recbo  de  conservar  sus  restos. 
La  gloria  humana  aun  cuando 
no  es  pura,  escita  el  entusiasmo 
luego  que  deja  de  ser  un  objeto 
de  envidia* 

Los  griegos  y  los  moscovitas 
celebra^  todavía  su  fiesta  el 
veintiuno  de  mayo.  Su  lejisla- 
cion  fué  dulce,  y  bárbara  su  po* 
lítica;  á  las  virtudes  de  Trajaoo 
juntó  la  violencia  de  Severo,  y 
muchas  veces  loa  crímenes  de 


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30  HISTORIA 

{(eroD.  Atribuyesele  ©»  el  códi* 
go  Teodosiano  una  ley,  como  a- 
cabamos  de  decír^  que  hace  de 
los  obispos  Jueces  sia  apela- 
ción de  todas  las  cansas  que  una 
de  las  partes t]uisiese  llevar  ante 
su  tribunal.  Esta  ley,  contraria 
al  orden  civil,  está  desechada 
por  los  mejores  crítrcos  como 
falsa.  ¿Presenta  Cujas  bastante 
discernimiento,  cuando  la  justi- 
fica con  las  virtudes  y  la  juslicia 
de  los  obispos  de  entonces?  Las 


intrigas,  los  conciliábulos,  y  los 
escesos  del  mayor  número  de 
los  eclesiásticos  probarían  mas 
bien  que  era  necesario  mante- 
nerlos en  hos  límites  de  la  auto- 
ridad espiritUüL  Muchos  bue- 
nos prelados  había,  cuya  sen- 
tencia indudablemente  hubiera 
sido  la  de  la  justicia  y  la  de  la 
caridad^  ¡pero  cuántos  ulros  ^c 
entregaban  á  las  pasiones  huma- 
nas y  á  las  preocupaciones  mas 
perjudiciales! 


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T>EL    BAJO  IMPERIO. 


31 


CAPITULO  II. 


ceiHiTAinwo  u»  co3»tawcio,  goubtavts  r  KAfiíiiaicto. 


(Mío  317.) 


Aconlrcimientos  dtspue*  <)e  la  raiierle  de  Gonsfiíitino. — Repartimiento  del 
iiii|icrio  entre  los  hijo.*  de  Coii*laiitino.  — Sitio  de  IVa^iliis  por  los  persas. — - 
ni^PíisioiifS    fclcsiastiras, —  Muertf  de  CuiiMaiitiiio    H.  —  Nuevas  disfuaio* 

'  iii-s  eil'siáslíras  —Invasión  d«  los  fraiuos.  — Sesiuii  de  un  onicilío  univtr- 
».-i!  — (iucrra  con  li»s  p  rsas. —  Kalalla    de  Singara. — Cobirdia  y  hjíJa  de 

.  CoHslmrio. — Orijen  de  la  palabra  ^/o^aww. —  Usurpación  de  Magnencio  f 
muerte  de  Constante.  —  Sitio  de  Nisibif  p^*r  Sapor.  —  Batalla  del  Dravo  f 
muerte  de  Magnencio. 


/VCONTECIMIENTOS  DESPUKS  DE  LA 
MUERTE    OK   CONSTANTINO.    —   El 

emperador  Goaslaolino  ,  menos 
prudeoteensu  política  queCons 
tüncio  Cloro,  su  padre,  prefirió 
el  esplendor  de  su  familia  á  la 
tranquilidad  del  imperio;  y  aña- 
dio  al  yerro  de  dividirlo  entre 
sus  bijos,  el  de  dar  provincias  á 
sus  tres  hermanos,  introducien- 
do el  funesto  sistema  que  pro- 
dujo en  lo  futuro  tantas  desgra- 
cias, j  que  fué  en  las  monar- 
quías nacientes  de  la  Europa 
moderna  causa  de  tantas  guerras 
civiles,  odios  implacables  y  ase- 


sinatos. Dividir  el  estado  entre 
tantos  principes,  era  quitar  al 
pueblo  romano  el  sosiego,  úni- 
ca indemnización  de  la  pérdida 
de  la  libertad,  y  añadir  á  los  in- 
convenientes del  poder  absoluto 
todos  los  males  de  la  discordia  y 
de  la  anarquía. 

La  voluntad  de  Constantino 
no  fué  cuteramente  cumplida. 
El  senado,  el  pueblo  y  las  lejio- 
nes  no  quisieron  reconocer  mas 
príncipes  que  á  sus  hijos  :  el  e- 
jércilo  se  rebeló  contra  sus  her- 
manos: rara  vez  se  respeta  la  vi- 
da de  aquellos  á  quienes  se  a- 


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3S 


flMttU* 


9,  y^COlHOTV- 

sultado  forzoso,  los  tres  herma- 
nos y  eiirco  tfe  sos  hijos  Enieroty 
degotlados:  solo  se  perdono  á  dos 


tesnes  íriConatafTttricf ,  nratre 
ellos  Bil  patricio  Opiato,  cuya  ul- 
M  dlgn^dai  no  pudo  libertarle 
dala  muerte.  Áhiavie,  prefecto 
Mjos  Ae  Julio :  6álo,  que  estabir|^l  pretorio,  y  que  se  respetaba 

como  tutor  de  Consta utio,  pa- 
recia  qm  debía  inspirar  mas 
Vespeto  á los  facciosos: "estos  le 
4endieroii  un  lazo  para  arruinar- 
Ib,  y  finj4eron  una  coospira(fie!i 
pera  tener  el  derecho  y  el  mé- 
rito de  matar  á  sus  enemigos, 
aoMler  ^  isasHfar  la  troieio»; 
AlgÉooi  oficiales  afi  frente  de 
una  irepa  de  soldados ,  liacen 
^sreer  al  de^gra<iiado  Ablavío  que 
el  Senado  va  á  darle  el  tftiito  de 
augusto,  y  que  el  emperador  ba- 
^brá  de  consentir  en  ello. 

Elf  refecto,  á  instancia  de  sus 
amigos,  cede  á  los  notos  de  a^ 
quecos  pérfidos;  xevíslenle  it 
la  púrpura,  y  los  mismos  que  le 
iban  seducido,  lo  declaran  ri^- 
belde,  y  le  asesinan ^in  piedad. 
Queriantambien  matar á  Olim- 
pias, su  hija)  pero^sla  logró  es- 
caparse é  la  corte  «de  Constant&i 
que  pensaba  e« recibirla  por  eS{- 
posa^  mas  Rabiando  muerto  est^' 
tPfíAcipe.,  cpmo  direinos  des- 
pués, casó .  con  Arsaces,  rey  de 
de  Armenia. 

..  El  jefe  d^  iodos  estos  faecio^< 
so&y^alma  desuscomplotes  era. 
el  primer  cbambeJan  Eusebio^% 
eunuco,  y  privado  de  viaudea^ 


^enfermo  grañrementCj  y  de  quien 
seTr^yóque  la  natunrlcKo  ter- 
minarla prbntb  sus  (fias,  y  -su 
liermano  Juliano,  que  tenia  seis 
<eños.  Marco,  obispo  de  Aretusa, 
aelvó  á  este-enemigo  futuro  de 
los  crbtianos,  ocnitándole  bajo 
él  altará  lo»  puñales  é^  los  ase- 
sinos. 

La  opinión  pública  atriboryó 
oatos  homicidios  á  la  ambición 
de  Constancio V San  firegorco  Na- 
tíanceno  álaTabia  délos  solda- 
dos; pero  según  muchos  histe- 
«riadores.^  Consftancie  ,  arrepin- 
tiéndose ya  viejo  de  sus  culpas 
decía  qif^.sus  derrotas  y  la  oste- 
rilidad  de  8QS  mujeres  hablan 
sido  castigo  del^cielo  por  sus  crí- 
menes* Los  príncipes  no  pueden 
bacer  ^reinar  la  jvstíoja  «ín^ 
cuando  ellos  mismos  están  ^«je- 
tos á  la  ley  y  protejidos  por  ella. 
I^osque  soloapoya&su  «utorídad 
60  la  fuerza,  se  ven  obligados  á 
obedecerla,  ^u  soborano,  jef^ 
4e  ona^aecioo,  se  ve  obligado  á 
«eder^'todas-lasvpasiones  <te  sii 
partido^ 'los  soldados^ntregados 
desde  luego «1  crimen^ya  no  pu- 
dieron detener  sil  fuMa  ;  dego- 
llaron á^iUrgren  número  de  cor« 


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MHM^kUfo,  6ia  AéfiloM  moral» 
bifameiior  hut  VtoioA  y  m  e^ 
éícia,  satvificiDiio  ra  tMeien* 
ctoá  99  fort«B«^  sin  imi  *habili« 
daA  que^  la  d«  vaTv^rie  af  sol  qoe 
•aee»  91^'  nías*  Vi03^q[tie  stt  {016"- 
rea»  paréci»  aáftonoes  dtttíko  tf^l 
iatpériolNtsUlál  pauté,  í\úé  \6H 
palaciegos  bortoAes  decitfo:  'uHcf 
^Ja  «1  eiiiperador  dé  teMr 
acredito  coo  sé  'Camai^roi»  LA 
aefiora  diel  mimdai^  perdidos  tui 
héroes»  '•ataba    aoín'etlda  á  Jes 


«apeeiilatíones>de  'na  corteskéo   ptrart  %Si  queréis  el  •obispo  maa 


pérfido»  y  á  las  oapricbas  de  né 
attDaeo. 

KEPiEft1*llBBKTb    »BL    IM^Mlé 

BVfma%os  nuó»  db  coNáTANTiifó. 
«M»  Los  ines  bijos  de  CoosttelkHS 
«I  grande,  habiéndose  réaitfdo 


eo  -CoastafAtiDoplD,  deliééi%rOfl    ú^é^  Eusebia 


sobre  sus  cooiaties  doteressss 
janiároDse  otra  vei  en  Panuro'** 
«ia»  y  repartieroQ  defibüiVa*^ 
mente  el  imperio^  Góoslaotíb  ae 
^edó^oa  toda  el  Asia^  el  £ji|(** 
to»  la  ciudad  do  GoiftantíáoiÁá 
y  la  f  raeia:  Constante  oan  Ma« 
lia,  lliriay  Hfricsr:  Censtantino 
tuvo  las  Gallas,  las  Espanas  y 
BritaDdiíH  pero  se  reservó  cier- 
tas pretoBsiooes  sobre  Maurila- 
wa,  que  rompieron  de  alU  á  po* 
co4es  4azosde  la  paz  7  «mis- 
Ud  entrados  ^ash^rmanos^ 
CQo^taocio,^  liosarríanospro** 


n  la 

pnraecttcáon  nontra  Áténaate^ 
que  risria  desterrado  en  laiSaHaJ 
Goostaotino,  al  contrario»  se  de^ 
clar6en.  ss»^^  favor»  y  le  envié  á 
E|ipto»;io  que^ó.iiiievas  fner«i 
las  ;fi*Jas  diaenaioAes  de  Xlejan^ 
árié^ÍA  pretsetcia  del  e0perai> 
dor  nocoat^Biá  fiei»pre  el  es^ 
piritu<MrlHiitfnt^  de  toa  secta«t 
ríos  dn.  GenfttaMinopla*  Alejao*^ 
dro^obtspoideeita^lriad,  qne^ 
falleció,  poco  ^ntesi  de  GonsUon 
(ioa^  d^Jo  á  sn«  clero  antes  de  asw 


B^irinoso»  elejid  á  Panlo:  si  rt 
•eortesaoo  mas  hábil,  k  Hac«> 
sdonía.»  Los  arríanos mHJíaron 
á  é;»to:  ia  aaayoríaf,  qne  era  caf» 
tótíca;  á  Panto;  pero  fué  deslo-^ 
prado  al  Poato^mr  las  taensaolo^ 


Sitio  nn  üfismis  *mr*  los  pna-> 
SAS.  ---<338^  Goústancío  lo  rasn 
ÜUyó  al  subir  ai  trabo,  La;gue-^ 
rra  estraajera  puso  tre^^uu  poc 
algún  tiempo  á  estas disansioneaJ ' 
Sápor^  rey  de  Persia» '  sílió  á 
Nisíbis,  Uaoiada  hoj  Neshen»  em 
el  Diarbekír.  Esta  plaza  jmporw 
tante  era  la  (lavo  de  la  frontera? 
Um  babUantes,  ttoatrando  algu^ 
nos  vestijios  del  antiguo  valov 
romano^  se  deCeodíeron  berói* 
camentOk  Oespues  de  sesenta  y 
tres  dias  de  osf uerzoa  in«Ules».el 
rey  levanté  alai Uo.  El  pneblo* 
5 


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34 

boyó  esla  bM^Wb  k  la»  €Mcto«^ 
bcSb  é»  JMOtoSQ  6bfaHM>^ 

CéaitÉMto^  par»  «pcpveebtv- 
•e^d^este  fMia  soeesp),  iiiareh<t 
cofitM^  loa  iMfsaB^  pero  como 
DO  Édíhtm  iiiMMhM%  mm  lejIooMí 
na  cfaísferoo  obedecerle,  tos* 
tnftíffo  por  en  jpedr»  eo  loe»  e^ 
jercícié»  mllttaref^  mosltebar  eu 
ellos  bastante  habÜMaid^  pevo 
deseufdftba  la  d^^io»,  aotai 
bal»  de  le  feena  di»  lae^armae^ 
El  desorden  peodUcMb  por  su 
debilidad  hubiera  cansada'  graa^ 
dea  rei^esea^.  sb  loegoitoa  y  Im 
aartacettoano*  le^  bubiesea  d^iddi 
aoce^rtoaimqr  litHea  e»  aciaeltaft 
ocaaioD;  y  el  Orieole  ftié^  defbo- 
dldaoMebieapor  loa  bfrvbaroa 
que  pov  loa  roaaaDoa.  (imstaik- 
ck)».8o«leoído»poir  auaaiwt^atea». 
paciacd  la  AraiiMiia  y  le  restitu- 
yó su  rey^  deslroaado»  por  loa 
persas. Sapor  s»  volvida  sos  es^ 
tados.  II  eii»perador  Da  lé  pe?^ 
aigaiót  peadieoda  la  aportimk^ 
dad.  y  fallandoiisaforlODa^pre^ 
firid  la  capital  k  loaeanigiaiiien-- 
tos,  laa  íDtcigaá&  loa  combates^ 
y  los  oegieN:ioade  la  igteisa  á  loa 
del  imperio. 

Disensiones  ECLBsusxiCAa.^-» 
Coavocó,  ua  concilio,  ea  CoDS-> 
iaDÜaopla  qae*  deposo  á  Panior 
«tftsc^reCuxidákla&Galtasi  ha-^ 


MHttDiaiiMüi  bft  f^oeet»  dé*  Qmm^ 
taDliaow  Bl  ambiduen^  Cnsebid^ 
eleydo.  obispa  por  el  deeoií  di» 
QMistaii4iM>pta^  togürtfeoaooeea 
el  cotmoide  sos  deseas.  Afe  oils^ 
iM>  tieiapa  los  arrlaáoa  de» .  Ále« 
jaddría  etljieroo  á  Plsla,.  para 
opeaede  á  saa  Atanasio^  pero 
BUseblode  Cesárea  na  gosd^  east 
desaelevacioa.  Fallació,  y  tu- 
vo por  sucesor  á  su  diidj^la 
Acacia^  ma»  cortesano  qn»  pía* 
dosoy  y  versátil  ea  sucreéncia, 
segua  la  fortana  favorecía  á  una 
ú  otra  secta  (i  >  Ea  esta  época 
de  intrigas  eaqiie  elniérito»yacla 
en  olvido,  obtavieroa  el  coasn^ 
ladaAcyndinay  Prdculo,.  Uas-^ 
trea  pos  sus  vlHudea  y  servíalos*. 
Prócóia  se  gloriaba  de-  tener  por 
ascendiente  4  Váletela  Público* 
la,  y  aa  niostrd  digna  de*  e^a 
nonibce*.  Loa  tres  emperadores 
estorieron  atridoaeatra  si  para 
hacer  leyeasábiasrouuUavieroa 
ea  vipir  laa  insUtodonaa  nui^ 
nicipaleSi.publicaroa  edictos  se« 
veroa  contra  loa  delalocías^  y  pu- 
sletoa  an  fhano  al  desórdea.  qua 
producía  la  frecaancia  de  loa 

(1)^  El  Bombee  de  secta  ea  opoeU 
cioa  al  jentÜMiiui^  te  da  ¿recuente-^ 
mente  á  la.  relijioa  arUtíanai  y  se  to^ 
m^  eit  buea»  parte :  eoloncet-  sigpifice. 
ffortt  dilfididíu.  LacUücÚK  (ad  Uem^ 
irHun^  c  l.>  dk»  hablando  de  lo»  crlt^ 
tiaoaa  *l4attóiofQi'  de  naeitra  •ccti.'** 


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tiAroia  ióé^fil  Océidente  %a}o  «í 
dmrikhcfioft.  M  vitim  det  ^ren^ 
oribr'wlMrtovi^á  tal  «timle,  y 
prosfíibMk  é  loéM  1^  tfnügoft 
de  GoMIairtiiiti*  Eo  nquellM 
itempot  bárbaros  te  pobfalvas* 
las  ^sUü,  jnoaaiteriea  y  er« 
mitas,  porque  la^apa  4e  krre^ 
ll}íoril  érá  ia  única  defevsa.  €on« 
ira  k  tiraida  de  los  priacip^s^ 
él  furor  de  los  parlldef,  y  |a  ia^i^ 
eoastaocia  ^e  ía  fbriooa»  ,    , 

NVXTAS  DIÍEK8I0NIS  SGL]ESUS« 

TiCAi.  -^  La  muerte  de  (¡ODSiaii^ 

tino  priyaba  á  ÁtaoasiQ  de  sii 

«a|.  Oonstanie»  entregadoá  los^l  mas  firme  valedor:  los  arríanos 


Weíoii  .for  un .  úmrd^.  líMns 
)uslo  y  político,  "que  losjoiUfi. 
«a  ceM«M  ?c«ft  «ttiJesesK^s- 
«lunas.!      •  .    ^ 

Mc«raii«im«aBFSTáani9o  it.^-^ 
<340)Xlia4ieiiío  ««tiodtft  eipoi- 
flir  Di  Ifffga  p«  fii  feUctdad  s6^ 
U4a  b^«el  omMo  de  Ires:  prío- 
dpes^  dominados  por  sí»  pasto^ 
nes. Cimas  bálll  de  «líos  era 
iQoíisiamiDO,  lesiimaé»  pdr  su 
jiislteia»  "^valory  bondad;  pero 
IAI1I0  WMB  impetoosíéad  terne- 
varía  que  lo  arrúfalo.  Clonan- 
^io>  4é|»l  y  pi^esunliMeo,  ni  p4- 
día  hacer  el  bien  ni  «impedir  «I 


4eleitee  y  ^e^r^ciado  por  sm 
nrkios^  ^9prJBiia.#l  pueblo  cSoa 
4m puestos, ^4Dspiraba*«l  deseo 
y  Iñ  «esperaoM  de  destronarle,' 
'Gonsti^iitioo^^ao  haUéadole  po- 
dido persicadir  qae^^aéemlíese 
^  «US  reclam«ioaes  ^obre  U^ 
Jiaurílaaia^  ^terminó  hacerse 
Justicia  perlas  armas.  AtraviesH 
los  Alpes  cQD  r^iiter.  4os  jeae- 
«cales  de  «Coostaole,  ^ue  ^coao»; 
•dan  su  ardor4mpetaQi»,>fli||ie-* 
^roD4iuir«  <¡ODStaOtiato  4qs  ^r- 
siguió  tía  .preeaueion,  ^cayó  -en 
«4ia«eaib<»ea4a  cerca  de  Á^ui- 
leya,  y  opuso^M  vano  su^eAue'^ 


que  io  rodeaban:  den^bárt^ole 
del  caballo,  y  k  cortarojí  la  ca« 


le  acusaros  de  herejía  y  de  rebe« 
lioo,  y  le  disfamaroo  con  el  pa-* 
pa  y^  <^n  el  am (teraitor  Coas* 
tanta..  4La  ailla  pil|pa1»  ocupada 
sücesiyamente  por  Sélvestre  y 
por  Jlarco,  4o  estaba  «otaoces 
por  -Julio,  pontífice  Justcu  m** 
ritativo^  digno  del  primer  siglo 
de  Ja  Jglesia.  Protejiendo  la  4es« 
gracia  contra  el  ¡poder,  ^icc^íd 
lasireclamaoiones  4^  Atanasio, 
firmadas ,poraiea  obisposi^  Jf^r^ 
ra4erminarlas  diseasioAes,  coa* 
vocó^n  340  un  cooeilio  que  :se 
reuBÍó^lafiasiguíeate  ea  An* 
tioquía*  La  iglesia  ha  conserva* 


do  á  Ja.  mu4tU4id*de  aaemigost  do  aus  cánones,  y  sin  embargo 


es  digno  de  aoiarse  ^oe  .en  la 
confeMon  de.fé  que  en .  él  se  res# 


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ét^té,  túé  omüldc  li  t)os  im- 
lllfpfii^.  Ea  la  aajor  parte 
de  loa' negocios  de  atetas  y  de 
partidos»  loa  qqe  parecen  dafian^ 
der  o|tfaiomea.iio  combalea  aino 
por.faitereaes.  Ea  Tam  el  papa 
folio  fe  esforzó  para  restaUe** 
aer  la  paz;  poigue  Gonstaocio 
era  favoraUa  á  1^  laceioo  ar 
rriana.^ 

Caandeaecreia  tera^nada^l 
eeacilto  y  habtaa  partido  ya  de 
ÁBtkkpiiaseaeDta  obispos  eatdli* 
eos^  los  airasiiQs guasa ^ueda- 
FOB,  coDiiisaaYQD  tas  sasiooes»  y 
eondenaroade  Duevo^iiUaasio. 
Gregario*!  ué  sambrodo  au  sacó- 
iw^Esla  potípia  produjo  la  ma* 
XoreforvesceiimeQ  ^^lejandría^ 
el  paebtoaeopiis^á,  .(a  ioslala-- 
«km  deliiuoRTf  obispot  este»  a^ 
eoiiipaiíada'de$olda4oa.bajo  las 
ordénesele  FilagrOj,  prefecto  de 
£jipto>  entrdea  la  ciudad  conao 
.si  iaiiubtese tomado  por  asalto: 
profao&ias  iglesias^  ultrajó  las 
doDceU«^»  asesinó  á  Jos  católicos. 
Etdttque  da  Balan,,  ^e  era  jen« 
til,  condenó  ¿  azotes  á  treinta  y 
enatra  personas;  y  ei|  compU^ 
miento  da  las  ói^anesdelem^ 
peradpr,  trató  de  cortar  Ut  cábe- 
se áAtanasio,  (loe  debió  ansa-» 
Indéla  fuga.  Gregorio  atribuyó 
las  desgracias  de  esta  sedición  al 
perseguido;  y  para  justificar  su 
acusación  >  finjíó  ua  decreto  del 


pveblode  Aléjandrfa»  y  lo  Mtay 
ftnttar  por  «inriaoos^  Judfoa  y 
pegamos. 

Aíprovaabiftdoae  Hala»  de  ea«i^ 
ta  etrcuiistadcia  para  derramai* 
su  odio  contra  I09  crfattanos,  es* 
porfió  af  terror  en  todo  el  Ejíp^ 
,to^  inaaotando  imlislinlanieol» 
&  cuantos  suponia  adictMa)  pros^' 
critoobiapo.   ^ 

Escapado  Atanssloée  tos  hfe« 
rrea  éi|  sos  enemigoa,  eorre'  k 
RoiM,  escribe  á  todos  loa  obÍ^ 
pos,  las  bac»  presantes  aos  desn» 
graciifis  y  las  afrentas  de  la  Igle» 
sía,  y  se  compara  al  levita  ^B^ 
ftratni  que»  viendo  el  cuerpo  d^ 
so  mujer  víctima  de  los  q  I  trajea 
mas  orribies,  lo  cortó  en  doeo 
pedazos»  y  Ips  envió  á  las^  dooo 
trtbua  de  lsrae^. 

El  emperador  de  Oceídento 
como  el  de  Orietite»  los  grandea 
de  sos  cortes^  sus  ministros»  sus 
guardias»  lamollMod  esetavadel 
favor  y  las  lejiooes  que  no  cono» 
;  cien  mas  que  ta  autoridad»  pa«* 
reciao  beberse  reunido  entonoea 
para  abromará  Átanasio.  Todo^ 
el  imperio»  como  dice  un  hislo* 
riador  de  aquel  tiempo»  se  sorw 
prendió  de  Vers^  heebo  {irriano. 

Algunos  obispos  valerosos,  el 
Intrépido  lulió»  ta  jeoerosa  Eu- 
tropia»  hermana  del  gran  Gous- 
tancio»^  resislieroo  al  torreóte  y 
protejieion  el  infortunia.  iutio 


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DEL  Bjijo  nrpERm. 


* 


ennvócí^en  Roma  el  sínodo  que 
los  mismos  acusadores  de  Ata* 
nasro  bebían  pedid&t  estoe  rea^ 
aeron  asistir  á  éi. 

Las  tnismas  vioteircfas  qoebtt- 
btan  estacado  en  Alejandría,  e(t- 
sangrenta  ron  á  Goi>6ianltnopla« 
LosarriaBOs  acababan  tíereelejir 
á  Maeedonto^  y  los  calolrcos  m- 
djgnodos  resiablecieroo  á  Paulo 
easu  silla.  Conslunek)  dio  or- 
den á  Hermójcnes,  jefieral  de 
caballería,  para  qixe  arrojase  al 


flende  la  mullituii,  pties  lo  a 
rrancandcla  Iglesia.  Entonces 
se  subiera  el  pueblo  entero^  po- 
ne en  huida  á  los  soldados  y  de* 
giiella  á  Uermwjeues.  Gcstan- 
cio  furioso,  corre  á  vengarle. 
£1  aspecto  del  príncipe  y  de  su 


vergunzosíHdrsputas;  y  eserfbió 
á  su  hermano  Constancio  dicíftí- 
dole:  «Imiietnos  la  toleraucra  y 
»piedad  (te  nuestro  padt-e-,  esta 
»fué9«^ herencia  mas  bella  y  el 
)>fundan[>eoto  dosu  poder. n 

Ea  la  misnHi  earla  le  rogaba 
quele  enviase-  algtioos  obispos 
arríanos,  á  fin  de  conocer  y  pro- 
fumlizar  sus  quejas.  Estos  obis- 
pos Ifeganí»  con  una  profesión  de 
fé  que  no  contenia  la  palabra 
eommtanciaL  Julio  j  Constante 


obispo  católico.  En  vano  le  tle-    la  desecha»:  los  arríanos  que  ha 

*>ían  prometido  son^ete^seá  ía 
decisión  del  papa,  lo  acusan  de 
atentar  á  la  soberanía  de  la  igle- 
s¡a>  3u.;íando  á  U3cb;spo  conde- 
nado ya  por  iin  coneiJio.  El  ie 
Koma  sostiene  los  derechos  del 
pai>fi  y  JjsliTura  por  último  á  A. 


guardia  convierten    la  auflácla  t  tanaslo 


«a  terror.  EJ  senado  y  cí  pae- 
blo,  prosternados  á  los  pie»  de^ 
emperador,  apeoas  pueden  cal- 
mar su  ira.  En  fin,  concediendo 
iaYÍdaálos  rebeldes,  reduce  á 
la  mitad  la  distribución  diaria 
que  se  hacia  ai  pueblo  de  ocheo- 

*  la  mil  medidas  de  trigo. 

Eotretanlo  el  partido  de  Ata* 
nasio  sostenido  porel  papa,  reco- 
braba algunas  fuerzas  en  el  Oc- 
eidente.  Constante  pareció  de- 
clararse en  su  favor  y  sentar  la 

'  necesidad  de  restablecer  la  tran- 
quilidad  pública, turbada  portan 


Todo  parecía  conspirar  enton- 
ces a  la  ruinA  del  imperio-  la 
iavasion  de  loi  b.Vbaros  y  los  a- 
2otes  d  jl  cielo,  se  juntaron  á  las 
türbiilenriíji  civiies  y  á  las  dis- 
cordias reiijiosas  pura  acelerar 
sucaida.  En  el  espacio  de  díei 
años  Cijsi  toda*   las  ciudades  de 
Oriente  se  vieron  destruidas  por 
temblores  de  tierra.  En  la  n^isma 
época,  los  francos  se  derrama- 
ron por  las  Gralías  eonw)  un  to- 
rrente-, Galias  que  un  di^i  debían 
conquistar,  asoiar,   rejeoerar  é 
ilustrar.  iflien 


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«eooiiliaiBComo bI  mas  forniUh* 
4>ie  (le  ^4o8  itepemigos  de  Roma. 

«miUes'per^u  valor quapor  su 
«iK&fnerp .;  ^valientes  así  leo  la 
^amareooio  ^d  4iarra^  arrostran 
iila'jiil6iBpeñe4e  kif  estaciones, 
•ny  la  ;giierra  ea  au  *  etemaoCo; 
«oiiran  la-pa^e^Mino  una  cataini* 
jidfld/y  el^eposo  cenia  ^oaa  es- 
•^clavituU:  ^eücederea,  «ada  tés 
•detiene;  veoeidos,  se  Hruelveu 
irá  tevaf&tar-r^idametfte  sin  «te- 
»jará  susBBBmigos  ol  «un'item* 
i»po  para  quitarse  los  yelmos*^ 

(£n  342  marchóConsiante  con» 
traBllos:>tos^e$iiUadps  dé  esta 
Juerra^aeroa  diversos»  y^ei  em- 
perattqertKKpiido  tiaceries  repa- 
aar^lAin»  sino  pagáodoíes  un 
tributo.  'Cn'aeiguida  bajó  4  Bri- 
4aania«  y  censigiiióf  raodes  ven- 
tajas ^obre  -Jos  ^caiedonios,  á 
quienes  isonfetió. 

Sajo'oIxonsuJado  <le  ^latido 


^taJasapliN)  laa^fabia^ua  habit 
naban  r.ami  -eomarea  ve«iaa  del 
^íQp  ¡le  $ab«(,  y  quay  erayMéi 
tiaHar4a  verdad  deode  vfiaol« 
victMi,  abr^ar^Halerístiaals- 
mo.  t^  árabeairrateatttandMi 
candar  de  Abrataaia  por  «a  bii9 
de  Oétnra.  i 

En  esta  épaea  fué  cnaadorai 
obispo  TeóflloHlevé  á  lalatia  ^1 
Evanjelio  y  Bharrianhaiajttn^ 
tos.  Dkese  queásuvuelta^n^ 
viHió  los  pueblos  de  la  lLbi«áí«« 
rSi  el  cristianismo  ^^aat^fd^a 
entonces  en  úiucbos  pajaea  maí* 
nos,  la  poUtlcpa  de  áapor  aa  a»? 
for^eaba  en  detener^sus  irr^greNr 
A9t  en  la  Per¿>ia.  Este  imptaY^aMs 
enemigo  de  los  romaaos  dajoia- 
raba  también  laKuerraaattcoi*» 
ia:  y  si  se  cree  é  los.  historiado» 
tes  de  a^uel  tiempo,  dj^tseis. 
mil  mártires^fueron  victimas  da 
su  crueldad. 

S)ssio.v  DE  Dtf  €<HrGii40  wn^* 
SA¿».^^BaJa  et  consulaciodi^Cana^ 
taote  y  de  Coicslaoato,  el'Batpa* 
y  de  JEtófflulo^diS)  *(el  i9ríenle'|  rador  de  Oraente^ízo^brir  en 
volvió^  ser4eatro  de  diferantes  ^  la  embocadura  del  9ro»Ces  el 
combates  4ue  el  valoree  ios  ro-  piíértode  5e1e.u€ia«^nel  oaiama 
manos  ^y  de  lospersas^aaía  en- 1  afio,  unoonailio  reunido  en  Mi* 
carnizados^j^ue  no4>odiaú  tser  ^ian,  so  separ<S  sin  biabar  podido  . 
decísivQS.por  <la  «iQcapaaklad  de  ^eeidir  nada.  Loa  obispos  de  4«* 
los  jeres.  •LaS'ttnBasde  -Cooslmn-  {sia^proposieron  en  él  una  nueva 
cío  dura^Ue  el  4^&q  ¿ií  fuofou  |  fórmula*,  los  de  Europa  no  qul« 
felices:  alejó  al  enemi{{u:  sus  je- 1  sieron  cambiar  nada  al  de  Ni* 
aérales  obtuvieron  algunas  ven-   i;ea.  Los  do»  emperadores,  q^ua 


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4tMiteil  too  iwwafd^fv 

Itifltf  dfetMiolie»,  iremíterofi  eo 
MTat  cottcUioMoniéMeo,  que 
4«tof»  dwir  milfiwal ,  eo  la 
Ae  SerdlMw.  Gboeiirrie* 
¿  él  ^iMtoselefila  j  elneo 
itopos  (tX  Im.  oMlpos  arríanoi 
fim  qptoieroo  atlüinr  á  sus  seaio- 
eíéatotí  el  pretealo  deque  no  po*^ 
diu  eMAOflítcar  eon^el  escomul- 
pada  Aianasio,  j  formaron  ñau 
asamblea' paaiicular. 

El  eoneitlo  católico,  coaaraió»> 
el^ikáodet  papa,  reoo^^la^pro» 
Ibakon  de  Nteea,  depsMM  loa  o-^ 
Uspoa  refraeiarioa^y  eesorlófr 
Iba  emperadsrea  k  testablecer  k 
toacakólkoa^eo  sii»alllaa«  En  ea^ 
te  afnoda  ae»  dedató^  aoleiíioe- 
aMMle*  por  U  primera  ves  por 
tea  adnladotea,  y  por  loa  qae 
«leapaeciaro»  le  aotoridad  apos-^ 
lólfead^loaobfspos^la  ioptema* 
.dadelobkpade  Roma*.  Loa  a» 

(t>  Lot  •atore»  mria»  OMcba  ion^ 
Wt^dnéoMfo  dt  o&bpot  qot  firma- 
mtk  tsft^  MftM  det  cottciUoi  l^odortto* 
dtot  que  mIo  buba  dbacíenlot  cincoeii*» 

*i«^  qofr  aolo  cinruaato  j  nueve  arinea» 
IBÜaf,  dr  i^fViodw);.  y.  San»  Atmáaio, 
qpie  vivia  e»  tiempo  de  dicha  aaembleaf. 
9olb  lii  compone  de  cieña»  Mienta  obia- 
poa  occidentales  («SI  Mhana^.  apoU  2. 


MMilO.  '91!^ 

rrlanM  eaeoesnlgaeo»  til  olliipo» 
de  Córdoba  y  a*  papaii.negtora» 
á  esle,  eomo  delMMtNiiaoiaoprer 
maeia,  peraialienMi  eoíiaaftopoaiT 
don  á  la  fé  Aa  Nkoa^.^^mbra** 
roo  loaprfaiieroa|éitQeQaa.4frlai 
aeparacloii  eo«re-  lea.  %ieaiaa^de 
Orieot«  y  O^^idéoto;  qoe^  eeaia«» 
te  ano  eomiestroa  dfaawGboa*» 
tamo  adbfUó  laa  détermteacio*; 
nea^éelcoocino:  Cboataooto^^mllb 
raodbel  i^egodo^coo  deapreclo*^ 
se^  mostró  indirérente  A^catóU^ 
coa  y  arríanos;  y  er»  lo  qpo'coa^^ 
Tenft^  baceta 

Ba.1  ALLÁ  nt  Bnrc.:::^oBoia(  evL. 
Ticma*-— (SiT^Eatretaatalatfoe* 
rra  ¿on  Oriente  se  protoogabe,  y 
cadavec  ero  OMiyor  lbaiilmoaf«» 
dad  entre  loa  dos  pneMoa  beUji^ 
ffiía%%.  ^sueitO'  Sapor  Adte  u» 
Soipecíeciiivo^  armó  á  todtya  lo» 
persea,  y  las  mdjerea  mismas  aie 
vieron,  en  las  !Uas  de  los  soldé» 
dos.  Los  romaooe  reúnen 
sus  tropasc  el  Oriente  se 
moever  encrtetranse  amiM)»  e» 
Jércitoa  cerca  del  Tigris..  CbM^ 
feaneiO',.  vaeo  como  todoe  le» 
bombaea  débHesy  mande  k  sua 
puestos  avanzadoa^  alejarse  del 
tít>  y  dejar  e4  pesoí  Itbre  á  toa-e» 
fiemigoa.  «  Dejadles  que  se  aaer «^ 
aqiaei^  dijo,,  (foe  esoojaa  eb  le» 
»«irenoy  y  qiue  se  abinchereoí 


494h.arrum.t  €$  epUi.  ad  tomar,  vU.   adeseo  alraertos  al  combate.  Lo 
)  I  aque  temo  es  que  af  retiren,  a 


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m  r 

«ftMto  ^\  ílgrlspy  se  «ciiDpfiá 
títnéúé  la  frtiid8d4eSi«i;ar«:ita 
procifmMié  Aet'OMflilfo  (tísioi. 
«rye  la^cnaianza  y'. et  valor dto 
<]dMÍaiMte;qii;e4rferfmle  íor-i 
titearle  traiKiuitatiiienle,  9  aee^ 
pc>M  «I^rdor^lesiia  ^tropiaa'  ir- 
^igfMNlas^  ésta  ^«éttrdía^  4SHa<« 
iDO^-^ADialde  la  guardia^  y  i^ía-^ 
«anáattte^  Síagitra»  m  puede 
aÉUfrir  loatleiiBestaa  d^  tespiiz:- 
tes,*s4le.pw  la  uoc^e  al  ;frau4e 
4e'iitt  p^qaeiaKnddro  desdida^ 
tdos  JdveneSy  peoetra^A  ^el  caiB^ 

^  na  gra«  iHUBtrCt  de  ^elios»  es^ 
^artó  el'  terfor,  y  w  celfr;^  sia 
;fl0r  peraegéido.  6Í!el  emparisdpr 
4ittbie#ftiiai4adoá'  a&ie.ffmaAo^ 
«I  e^ércii^  ^eha  Jp(ubi0i;a  <|juedaT 
4lo  tdéalruidoi  44  «axane^^r  .^ 
4ia  siguiente  «^^rde^a^  f)|A  ba- 
«illtt  losrdos^j^ciioS'-  Jam4&  ba*^ 
titea  dn^legadd  m  luio  ait  €ix» 
Imperto ^tterjtaá  ^tao  coa^i4era« 
Uesr  tas  oráltas  <tot  rii^»  las  vas^ 
«as  Ilaoiiradile  Singara j  estaba  p 
^mbiePlas  de/.-bataHows  y  eacM9- 
éroiies>^»yás  afmas.iluimaafias 
fPorelBol«4eshimbrabaa  losqjp^ 
Las  altas  fiH^Dla&as  que  f  odo^- 
fian  iaslIaDuras^^j^'ciao  eriza- 
das de  lanzas.  Sapor/  (e^aiUade 
üohre^ifi  asciidO/  cuuleAivpla  e»te 
magnífico  ^e6peciá^Ml^>  ^u^  en 
Tes  dé  ecsaUar  641  aUna^  j^fcabaie 


é  tatimid^r  AjMftbmAonddl  49k 
dea  4|iie  observa  ett»*ai  ejárcila 
eaemtga»>y  del  rttiietdadetttt^ 
tas  vloterjat.caosegiiidas  por  It 
^Uca  .mmaaa  cónica,  taeruf 
muy  aam^rosaa,  se  apbSi^a  el 
Hrieda  4e  sii  eeramo ,  tieiuMi 
por  su  ireap,,  olvida  el  eaer^.da 
la  aeílat  de  la,  c^tiradf»  viteíve  ^ 
pasar  el  Tígfis,  y  da^i^á  sin  ejér-t  ^ 
clta.que  coattaue.4<»ataia^ate  jn 
Cfiittrada,  k,  las  órdeo^  deja  l|y^ 
Tíarsés.       .  ,  ....,,     ,..-,, 
.  .V4ea|do  Jos  rornaoi^  vU  t«ga 
d^  «^iciaigo^  pidea  á  .gi^ios  if 
señal  dei  combate. j£¡0BU«aeia^ 
tao^  tímida  como  Sapo?,  y.  wt 
oreia  que  MrHi  rada  ort  a  o  lazo» 
prowr^M^qU9  jftp,  vw^jcaU 
mar,  ia;fogosidaddoj(as  ^tojiííQes; 
90  le  atífeodw,ja>  w.arfpj^ 
coa  turo^.:i|l  jeoQ0ttg!D>.'|p  des* 
ardeoao.  ^  ,  Jfuf^au  ,  el    cai9p#* 
ineato>  y^odeaj^iy  d^pi^rmaj»  f  ' 
liarse^.    ,.  .  ,.     ,   ,,    . .-;.  ,.; 

Quedaron  veDcedores,  pero 
j^  l^oiaDJeC^^Uua. parte  dQ  tos 
romanos  se  ei^trega  al  saqueo  j 
¿4a4iilemperajicia£  otfos  aitac^aa 
deserdeaadamooie  Jas  aiiur4s^ 
doodo'se  baMaa  almcberada 
mochos 'Cuerpos  persas,  y  des« 
.^ues  de  ranos  esfaerzossoo  re* 
cbazádosí  y  pérsegüides.  Los  e- 
^emigos  se  aprovecban  de  esta 
confusión^  recobran  su  campa* 
menio,  y  arrojan  de  él  á  ios  ro- 


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iáiséi:'09  étfo  ita^oe  («redó 
Nirsés.  / 

'    GOBAEBIA  T  HUIÜA  BB  GOHSTAIT- 

cio.^O€ap«t  GoosUaeio de  re- 
parar el  desórdeo,  como  le  ha- 
bía sido  de  aprovecharse  de  la 
Tietoria,  huye  y  llera  tras  al  laa 
tropas^  qae  siguen  tan  vergo»- 
B060  ejeoiplo.  Aldia  siguiente, 
los  persas,  mas  aflijidos  por  sua 
pérdidas,  iiue  orgullosos  de  su 
élUmo  Iriuofo,  se  reiiraroa  al 
otro  lado  del  rio.  Sapor,  aver- 
foozado  de  su  cobardia,  é  iacoo- 
eolable  por  ta  muerle  de  su  hijoj, 
ae  arrancó  desesperado  los  eabe^ 
líos,  7  mandó  cortar  la  cabeza  á 
loe  sátrapas  que  le  habían  aeon- 
•éjado  le  guerra  ¿  Tai  fué  el  écsito 
de  la  batalla  de  Singara,  en  la 
coal  fueron  sucesivamente  ven- 
cidos y  auyentadós  dos  ejércitos 
por  la  incapácided  de  sus  je^ 
fes.  La  cobardía  de  los  monar- 
cas InuUüzó  el  valor  de  los  sol- 
dados. 

Vencido  Goostaucio  por  los 
persas,  volvió  a  su  capital,  y 
dominado  por  los  arríanos  per-* 
eegoia  á  los  católicos;  pereCons* 
tante,  que  los  protejia,  le  ame- 
nazó con  la  guerra»  y  le  obligó 
á  ceder  en  apariencia.  Consintió 
pues,  no  solo  en  recibir  los  o- 
bispos  que  su  hermano  le  enviar 
ba,  sino  también  en  oir  &  Ata- 
nasio;  mas.esie^  no  fiándose  de 

XOHO  XiV. 


4i 

éi^  ftuiA  ad^  prüdlpld  «piaar  á 
(jonatanMopla.  ^^1 

Aterrados  •  los^  nrrUnos  ccm  ím 
presencia  de  taatosobbpfoeca^^ 
tólicosénla  mieveeapital,  prQ«» 
cnraroQ  des<>piaarlQs:.  fisteveo^ 
obi^io  de  Antiofdia,  por  .medkn 
de  «o  ciliado  qua  sobornó,  im^ 
ttodujé  naacmftesana'en  casada 
uso  de  eliosv  J  deipues  h«zo  4110 
la  aorprendieseni  pbro*;aqoelli 
mujer  perdió  aa  aoiM^a  al  as^n 
pecio  del  obispo^  y  deliró  In 
verdad.  Eatevaa^  preso  y  jttz|pi«« 
do  en  lo  interior  del  palacio,  fnd 
depaesté* 

Atanesio,  aaegnrtdo  en  fia 
por  la  protección  de  Onst^nte; 
viaoá  Gonst^ntinopla,  confun- 
dió á  sus  enemigos,  logró,  dq 
Constancio  el  permisQ  devolfe« 
á  su  iglesia,  y  entró  coau>  triitn* 
(ante  en  Alejandría.  Mientras 
el  emperador  de  Oriente,'  seveí^ 
en  sus  costumbres,  graveen  sos 
modales,  pero estra vagante  u su 
conducta,  y  tímido  en  su  politi** 
M,  solo  se  ocupaba  en  discusio* 
uiss  metafísicas,  en  favorecer  A 
los  arríanos,  ^y  pasando  so  vida 
enmedio  de  c^cilios^defefidien- 
do  mal  el  imperto  contra  los^per^ 
sas, Constante,  mas  valeroso^  d0'> 
rrotó  de  nuevo  á  los  francos,  loT 
arrojó  de  las  (^alias^  y^  se  entregó 
al  esceso  de  los  ptaceresque  man- 
dilaban su  noble  carácter, 
•6 


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43 

no$.^  Dirijido  erusq  poUliqa  pof 
•I  «bitpo  úa  Tr»viro$»  qneguza- 
ba  deiodd  suoaftflaata^Tttcliaié 
*l  arrÍAi)ís<B<>>  Mflicítá  la  des- 
Uruocioa  deia  MolaUía»  carro 
los  leasploi,  ;  Iqs  <aorise^¥Ó  aolo 
MIDO  mtioiuaeolDsde  Jai  arles; 
'  pro4bió  los.aaeríficios  ea  las  clife* 
4a4e8,  y  soia^  lofc  peraUiió  ái  te 
lialñt|M(<».del  campo^m»;  adic4 
loa  ii  tas  eemaoníás  retUjiosaa, 
fue  eraa  bus  úsieo^  especCico* 
los:  pQr^sta  raion  eooservarou 
largoliaoipp  él  jeDUtBmo;  y  de 
ellos  iomaroD  los  idóialras  el 
Boinbra  de  paganos,  de  la.  pila- 
lira  pogrui/  qtle  significa  aídéa. 

Como  esle  prlácipe  colanaba  su- 
pera bundaotemeote  al  clero  ada* 
bdor,  de  bienes  y  de  oiieres^  los 
erisliaDos  Ip  oOnsIderaroa  como 
mt  graóde  bombre.  Los  pagaoos, 
Qprimidps  por  él>  le  niiraroD  co« 
VKiiui  Urai^Pv  á  los  ojos  de  los 
bourt^raaim^arcíales  debía  pasar 
por'  uqo  de  los  muehoa  malos 
priacipea  (lueihaii  aflijido  lalla^ 
nrav^SH.  pa^oo^ra  una  seotUia 
de  livii^dadai>  y  109 ,  historiado- 
res coavieoeaeo  que  solo  babia 
ea  su  corle  uu  bómbre  de.  bieo» 
y  era  e^  eaancoEulerío^  saiural 
de^rmeoia.    . 

^     UaUUPACiaír  PB   M AltüSMClO^  T 
UVV^TM  m  COHSTANTB.-^  (350) 

£1  irooQQiaabrilkate  es  bien  po* 


7  í'i 

6{k  8áH4ov!ifnMi't«t*4é^Ajadoíiéa 
virtudes  y  manchado  de.  vitii>$ 
no  esiá  sos  tenido  nr  por  «1  iula» 
res  jeueral  ni.  por  el  amor  4o  los- 
pueblos.'  Un  bárbaro  Tormá  et 
proyecto  de  robar  lacoroiw  al 
hijo  de  Gonstahtíiio^  y  el  sufloso 
coronó  su  audacia. 

Nacida  Magnaiicio^efl  los  bos^^ 
ques  de  J«rmania^  fué  modiO 
tiempo  esclavo  de  Iqs  cómanos^ 
Gonstanlioo  le  dio  libertady  y  la 
emplerS  -eq  una  4ejton:  activo^ 
intrépido,  elocuenle  y  ambicio^ 
so^  ascendió,  en  bnevé  al  f  rada  de 
ofteiat*  Al  valor  debió  sus  prí* 
meros  adelantamieiiioa^  y  á  It 
astucia.el  Cavor  de  que^gozó  dea^ 
pues.  Obtuvo  b1  título  de  cdfid0^ 
y  el  mandotde  dos  cuerpos  de  üi 
guardia^  oreados  por  Diocleda'* 
no  y  Macalmiano  con  el  título 
dejeoianoi  y  Aaroii/aos. . 

Su  avaricia  y  durtsa  causaron 
una  sedición  militar:  los  suida* 
dos  se  cebaron  sobre  él,  y  le  ame» 
nakaron  con  sus  espadas.  Caos- 
t^ala  le aftlvólSiVida.  El  bárbaro 
le  prometió  gratitud,  eterna»  y 
Jnró  su  ruiot.    * 

Cristo,  jeneral  de  la  milicia^ 
y  Marcelino,  ministro  de  ba*. 
Cieoda,  bombres  poderosos,  sa^ 
at^ciaroo  á  sus  crimínales .proi 
yedos,  y  emplearon  su  i  nDuJo 
en  seducir  Ja^  trapas.  Los,  CQdf 
jurados  nombraron  por  jefe  á 


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BEL  BÁl»>niVEiaA. 


llé*c«ttii<H  pero  wttp  no  iiui» 
fdf  sioofiel  segondo;  leinieoM 
hw.  pnctifiíeio»  qiM  rodeio^¿<ait 
t«OQQBSIHr|lttdQ.  «NftroélíM»  dir 
9t0  na  histofríadorde^fital  Mem  * 
wfo,  pTefería  un  poder  trasi|iii4 
iloá.iipisipteiidor  peRgroM,  f 
iKioeria  ser  dvefto  de4  «mptra-» 
ador^y  nodal  impericrLagae*^ 
rra  de  los  francos  se  habla  ton* 
icluido:  CoBsténie,  JrtfaieQ  des* 
parlaba  solo  el  nudodelasar^ 
mas  del  íetargQ  de  loe  placeres, 
^9idaba  vi  gobierno  entre  las 
delicias  de  la  paz,  §e  eotregahá 
á  la  ^lYersioo  de  la  cata,  y  pa- 
saba 4íase#leroseB  4o  maspro*^ 
Cando  de  los  busques. 

fitt-elafioSSO,  siendo  e&nsu- 
lea  Serjio  y  Kigríciaiio,  hallen- 
dose  la  corle  en  Angostodnno 
(Autan),  t^onrída  MarceKno  a 
«n  banquete  á  todos  los  oficiales 
del  «JércUo.  Dorante  la  alegría 
4e  la  fieala,  Magnen^o  sale,  sib 
i|ae  te  le  oche  medos,  y  vnelve 
á  enlrar  coronado,  Testido  dé 
fúrpn»,y  rodeado  depiardtas.  i 
I4OS  conjurados  le 'Stfindan'emí-» 
perador.  los  "demis  enmüdecstn 
alemorizados*  El  les  hace  un 
dlsenrso,  los  persuade,  marcha 
«1  palacio,  se  apodera  de  41,  y 
pone  garitas  en  toda  la  ciudad; 
IJoeae  á  Ü  4an  IM190  de  >cata«- 
Uería  'iüriea,  y  «ofl  pvaUo»  «mi- 
fo  de.  aoveds^,  se  declara  en 


so  fsHr.UKÍÉ9iMdM;«ed^cidap 
por  promésnt  magdiflo^  le  phot 
cUmaron''anguslo^oBatf  despies 
deoCrati' '  -.... ';.•';.;•/ >*> 

Constante»  qme  é  li  nÉxon  ée 
diventia  ^eazabdo^i'Sñpd  á  wt 
n^anto  tiisflíitpa  erpro^eeCoyet 
trínnlo  de /los  conjurados,  te 
traidoni  de  los  grandes,  la  rebe*^ 
lioo  delpMblo,.  y  :1a  defección 
de  sti  guardia;  Acómpaíñado  de 
nta  corló  damero  dé  atntgos,  bn^r 
yó  álmscar  ñoaslto'en  Espafiai 
Guisen;  >enviado  en  éopéiMgui^ 
miento  con  algunas  |ropas,  le 
alcanzOeiVEIna,  ciudad  puesta 
al  pie  de  los  Piríoeda.  El  tbmot 
dtepersó  á  tés  cobariWs  compa-» 
ñeroa^l  príncipe^  y  el  hijo  del 
gran  CMstañllao ,  seior  poco 
antes  defioma  y  <M  Oceittentei 
dCNrm^radó  eotodces,  y  vendi«> 
doporlodos  los  roo^ahos,  solo 
fué  defendido  por  un  fradoo> 
llamado  Laniogalso.' Be^es  de 
un  breve  Combate,  cayeron  uno 
y  1^0  «traviasados.  Constante 
murió  á  los  tíncuenta  años  de 
edady  tiMéde  Teinado.  Jdag«- 
nendo  hizo  vetlir  á  stf  preseocit 
loajenerales,  prefectos  y  admli- 
niaú'adores  que  hablan  servido 
á  Gónstattie  con  masf  fidelidad, 
y  loa  liieo  degollar  en  el  camim 
forataesinoseposudoapara  el)o« 
Sactiflcd  además  á  fio  suspicacia 
todos  ios  hombres  de  su  partido 
1 


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4t  BISTOUA 

qott  por  iii  iMÜtiid  6  tímidas 
babiao  pardido  sii  ooaOoDza.  ^ 

Este  tirano  «spaDió  á  todos 
con  la  rapidez  de  sa  elevación  y 
el  terror  éd  au  aeTeridad,  y  así 
ae  apoderó  sin  ostácnlo  del  Oc« 
eidente.  Nombró  á  Ticiano  pre-» 
fecto  de  Roma^  y  á  Aniceto  pre- 
fecto del  pretorio.  La  Uiria  no 
qoiso  recónocerliB^  y  nombró  aú« 
gasto  á  Yetranion^  antigno  Jene* 
ral  que  mandaba  las  lejicínes  de 
Pannonia.  Este  hombre,  nacido 
en  los  campamentos^  no  sabia 
mas  qtte  pelear»  y  empezó  á  a- 
prender  á  leer  cnando  fué  em- 
perador. Debió  sn  elevación  al 
crédito,  tíqneJBas  é  intrigas  de 
Gonsfantina»  hija  del  graiWCons*- 
tantino,  y  viada  dé  Annibaliano, 
la  cual  le  colocó  en  el  trono  con 
el  designio  de  oponerle  á  Mag- 
nencio»  á  qniea  despreciaba,  y  á 
so  hermano  Gonstancio,  á  quien 
aborrecia  por  haber  sido  asesino 
de  su  esposo. 

Yetranion  escribió  á  Constan- 
do que  no  ha  bia  cedido  al  voto 
de  las  lejlooes  sino  para  servir- 
le, y  qne  bajo  el  tituló  de  augus- 
to no  seria  mas  qne  su  lugarte- 
niente. El  emperador,  disimn- 
fiando  su  resentimiento,  flájió 
creerle,  aparentó  reconocerle,  y 
.leienyióuna  magnifica  diadema. 
Al  mismo  tiempo,  Nepociaoo, 
príncipe  jófen^  Utortado  de  la 


matanza  m  que  perecieron  los 
hermanos  del  gran  Constantino 
y  sns  faminas,  sale  repentina^ 
mente  de  la  soledad  en  que  vi-* 
via  ignorado,  se  pone  al  frente 
de  ona  tropía  de  bandidos  y  gla- 
diadores, marcha  á  Roma,  aii<» 
yenta  los  soldados  de  Aniceto; 
manda  oMiar  á  este  prefecto^ 
entra  en  la  capital,  la  saquea» 
toma  la  parpara,  y  es  reconoci- 
do por  el  señado,  bajo  el  noni«> 
bre  de  Constantino. 

Apenas  Bfagiiencio  sapo  este 
suceso,  envió  á  Marcelino,  go- 
bernador del  palacio,  con  alga-* 
ñas  lejiones  para  combiitir  con- 
tra este  nuevo  angosto.  Los  ro^ 
manos  le  salieron  al  encuentro 
para  defender  á  Nepociano;  pe- 
ro en  el  momento  de  la  pelea^ 
on  senador  llamado  Heráclides 
se  desertó,  y  con  él  una  parte  de 
las  tropas  romanas.  Marcelino 
dispersó  las  demás^  y  mató  á  H^ 
pociano»  cuya  cabeza  fué  lleva- 
da en  espectáculo  en  la  punta  de 
una  lanza.  Magnendo,  seguido 
de  un  gran  número  de  soldados 
galos,  francos  y  jermaooa,  entró 
en  Boma,  la  inaadóde  sangre» 
la  entregó  sin  pudor  á  la  codicia 
de  los  bárbaros,  y  la  oprimió 
con  ía  mas  odiosa  Urania.  Man- 
dó bajo  pena  de  muerte  á  todos 
los  romanos,  que  entregasen  en 
el  tesqro  la  abitad  de  sos  bienes» 


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rat  BAJO  IMFBBIO. 


45 


jjf  perBiitió  á  los  e$cIaT06  deoon- 
ciará  los  amos  qae  quisieseoe- 
lodir  esta  tey. 

Érale  oecesario  prepararse 
para  pelear  eoatra  (¿Bstaocior 
detestado  eo  boma,  atrajo  á  saa 
eataodartes,  con  taesperaoia  del 
pillaje,  lioa  gran  oíoltitud  de 
francos  y  sajones,  Tbdo  el  Occi- ' 
dente,  oMigado  k  obedecer,  se 
armó  eo  su  deCense* 

Según  DO  sitio  db  nisibís»  — 
Desde  la  batalla  de  Singara,  la 
incapacidad  deCoBStanclo  habla 
cansado  i  los  ejércitos  de  Orien- 
te cooMdefables  pérdidas,  y  los 
aoidodos  romanos^  vencidos  con 
harta  frecuencia  por  la  culpe 
de  sus  jefes,  se  ba)>tan  beebo 
tan  tímidos,  dice  un  historiador 
de  aquel  tiempo^  que  «el  polvo 
.  »de  un  escuadran  persa  los  au- 
atjeataba.»^  Mas  no  era  io  que 
tes  faltaba  el  valor^  sino  la  con- 
fianza^ y  cuando  se  velan  defen«» 
didos  por  ao&  posición  fuerte  ó 
dlríjldos  por  un  jeneraL  hábil, 
encontraban  su   antigua  intre- 
pidez. 

Informado  Sapor,  de  las  re- 
vueltas del  imperio,  y  alentado 
por  el  triunfo  anterior,  reunió 
todas  sus  fuerzas.para  apoderar- 
se de  Nisíbis*  Este  cerco  fué 
memorable  por  la  constancia  de 
Jos  sitiadores  y  ostinacion  de  los 
s|lia4oa«  Después  de^varioa  a- 


saltoa  sangrienlos^  iuikilee,  S»» 
por  sacó  al  rio  de  su  omdre,,  á^ 
tuvo  sus  aguaa  con  ttAdiqM,.lo 
roBipe,  y  la  masa  de  ka  ondas 
se  arriija  sobre  laa  nMurallaa  / 
la^  destruye.. 

Le  llanura  iouudad»  presenl^i 
el  espectáculo  do  un.  lago  lu- 
men^,, y  la  ciudad  e)  de  una 
isla:  los  persas  sé  acerca»  i  ella 
en  barcaa,  y  dan  el  asalto  jene- 
ral.  Los  romanos,  sin  mas  alme- 
nas que  sus  escudos,  se  arrojan 
con  tntrephiei  ñl  numeroso  e* 
Jército  que  loa  atacar  el  obispo 
de  Nlsibis,.  postrado  al  pie  de 
los  altares,  implora  el  socorro 
del  eielo:.ea  fio>  el  valor  de  b 
guarnicioa  triunfa:  veinte  mil 
persea  caen  bajo  la  espada  de  los 
romanos.  Sapor  huye  y  levanta 
el  sitk),,  la  peste  devora  su  ejér«- 
citor  se  retire,  se  suspende  la 
guerr<^  y  Los  criatlanos  veojee- 
dores  no  ven  en  su  libertad  y 
en  los  prodijíos  de  su  valor  sino 
un  milagro  debido  &  la  interce- 
do de  au  santo  obispo.  ¡Siem- 
pre fanatismo  I  i  siempre  imbe- 
cilidad! 

SaTAJX^  ]>EI.BBAVe  t  MuseTB 

M  MAGNBmo —  (351)  Asegu-. 
rado  Constancio,  por  la-  fuga  de 
Sapor,  reunió  para  combatir  á 
Magnencio  un  ejército  y  una.  en- 
cuadra casi  tan  numerosos  CQoíp 
los  de  ierjea^  pero  á  pesar  de 


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4e 


HldmHTA' 


to  pettgrdcp^^de  ana  Incka  contra 
toda^láa  f«idnas  de  Octd<fent^ 
«rlbMttbombre  do qaUo admi- 
Xit  ^n  Mis  Idjlened  á  nioguii  sf^* 
^daáo  que  no  bubicfse  reríbiiló 
«1  bautisoKK  MagMacfo,  antes 
de  itecidir  la  querella  por  fes 
árnias>  envió  á  MarceJioo  y-^ 
fiuOoo  parabacer  propoiieioaes 
de  pax.  fil  emperador  de  Oríeo^ 
te,  escitado  por  el  onor,  conte- 
nido por  el  fuiedo^  vacila,  y  iio 
aat>e'  si  ^^ceptarta  ó  desechar- 
la. Ed  wla  iáeeniduail>re€re- 
y 6  ver  ^eD  ta  ttocbe  i' ^u  padre 
que4e  mostraba  la  sombra  de 
'Coustante.y  te  decía:  «Mira  á 
utii  hermana  degollado;  venga- 
«te:  no  atiendas  al  peligro^  sino 
)fá  m  glorii^:  estermiua  aiiisnr- 
«pador^n 
'  '  A'leníado  por  ^ta  visión,  des- 
pide á  los  embajadores,  declara 
la^enra>  ymarcfaa  á  SáTdica> 
donde  4e  esperaba  Vetranioacoo 
sus  lejiones^  x  lo  promete  pelear 
con  él  contra  >M[agneDcio; 

Los  dos  emperiádores  conferea- 
cian  acercado  las  operaciones ée 
la  campaña,  y  se  sientan  en  un 
ribazo,  sin'drmas  ni  guardias,  en» 
medk)  de  los  dos  ejercí  105;  cuan* 
do  de  repente,  arrojando  el  velo 
de^mistad  con  que  tiabia  'Oncü- 
liiérto  Consocio  éa  resen^ii^ 
miento,  toma  la  palabra,  y  dice 
á  los  soldados  .  de    Vetranion: 


«Acordaos'  di^  té  gtoi^ia  y  de  lo$ 
«beneficios  de  muí  padre:  aeor^ 
ndaos  da  vaesVros  Jtiramenfosí 
»Todos  jnrástela  «10  reconocer 
#mot  prlndpes  fM  á  sus  bf)mk. 
»¿<!on8ervareis-por  jeFe  oí  que 
»hd  naeido.para  obedecer?^  Ta»> 
litas  disc4>rdias/ guerras^  fcomi^ 
«cidios  y  desastres  nó  os  baa 
«probado  que  el  imperio  ao  púa- 
*de  gozar  de  reposo  sino  bajo 
i»un  iolo  principé  N 

Lii  oypmoria  del  gran  Conslaoí* 
t1n^>,  el  temor  de  Ia9  discordias 
civiles  y  el  recuerdo  de  un  Jara* 
ft]íentofk>lemae>daná  esUspa- 
l;Btbras  una  fuerza  repentina  qM 
sé  apodera  de  todos  losánimoa« 
Levántase  tin  grKo  unánime  que 
proclama  por  solo  emperadora 
Constancio.  Tetranion,  abanda* 
nado  de  su  carte^  y  amenazado 
por  sn  ^ércitp,  se  arroja  á  las 
pies  de «n  rival,  ya  su  dueño>  se 
despoja  de  la  pArpura>^  implo- 
Ta  su  'Clemencia,  fianstancia  le 
conserva  la  vida,  le  ileva  ésa 
tienda>  le  da  su  mesa,  y  le  dióe 
ipara  consolarle:  «Solo  pierdes 
MUtt  vano  tknlo  que  da  bieaas  i* 
Amaíinaries  y  disgastos  varda- 
adoros:  aora  vas  á  gozar  «a^  pas 
vén  la  vida  privada  de  «na  fali* 
voidad  sin  meada  deamargura.  • 
Vetaranion  te^Mreyó>  y  vivió  di* 
«basa  en  Pnisa>  «iudad  de  Biti«f 
aia»  seis  anos:  cuando  supo  qui» 


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DBL  BAJO  nirasio. 


-m 


Gbiiflft'nfto,  acooMMo  por  los 
perftifi  y  amenazado  por  Jatia^ 
00,  titff  ia  todoi  loa  pesares  ta"" 
kereples  á  la  suprema  auiorl^ 
dad,  le  escribió:  «¿Por  qué  no 
•me  imitas,  y  parlicipaadel  veti^ 
aluroso  retiro  qae  mo 
adiste?» 

Conslaacio,  aoles  do  eoalU 
nuar  sa  morcbti,.dió  el  titulo  de 


te*  Magaanrio  la  IndtiEm  dé  aa« 
ta  propostdonv  pero^soalejiooes 
murmuran  y  pereceo  dispuestas 
á  aceptarla.  El  Onje-cedor,  g«na 
tiempo,  reeobrik.8tt  ia^ierio  sck 
bre  los  ápioMs;  nNüBae*  prisión- 
oero  al  embi^)ador  d^^sCofislaQ- 
ció,  so  adelantai  ácif  fOi  Dravo^ 
enlraeo  oegoctaeiodk  y  eoo^igue 
quenosoleteapaiodoeasu  re* 


oésará  Galo  so  prtoio.'etqae  es- 1  tirada. 

capó  con  su  hermano  teliaiio  do  Sin  embart^,  el  emperador, 
la  matanza  de  so  Camiiia.  Galo  fio.ndo  poco  de  sus  promesas,  le 
%ívia  entonces  retirada  ea  Jo-  sígae  con  precaución,  y.  se  a» 
nía  eo  una  de  éus  posesioaes.  EL  cara^pa  cerdea  de  -  Cáboiea^  donde 
om|ierador  le  casó  ccm  Goostaoi*   Goiistai\tiAo  eoa;digttft6  la  primer 


tíuu,  la  viuda  de  AAnibaüaAo,  y 
(e  encargó  que  deíendiese  las 
fronteras  d^  Oriente  contra  los 
persas*  Magoeociodejó  el  man« 
do  de  Huma  á  su  hermano  Do- 
cencia, á  quien  dio  el  título  de 
oésar:  pasó  ea  seguida  lea,  Alpes 
Julios,  y  marchó  á  Sirmlo,  don*» 
4»  Consta neiooWidanda  la  gue- 
rra, solóse  ocupaba  de  la  reu« 
Dion  y  de  las  torpea  disputas  de 

UO  CODCillO. 

Las  vanguardias  de  los  dos  e* 
jércitifs  tuvieron  algunos  reen<^ 
coentroscon  vario  suceso.  Guaif- 
do  Magoencio  iba  k  pasar  el  Sa- 
vo,  recibió  af&bajadores  de  Goiis«> 
tancio  que  en  presencia  de  su  e«* 
jército  te  proponen,  si  abandona 
la  Italia,  que  se  le  dejaría  paci- 
fico seflor  del  refto  de  Occideoo 


victoria  coolra  Liciojo*  AJÜ  rth 
ciSió  á  Ticianó,  prafaeto  da  Ra«- 
asa ,  embujaéiir  de  Magaancio, 
cuya  comísianera  intimarla  que 
abdicase •  Gonstaocio  le  deH^idié 
coa  menosprecio^  Este  quebran* 
ta miento  de  la  iragua  que  acá? 
babada  Ormarsi», descoot#A4ói i 
algonos  guerreros  joaatoaos»  y 
entre  ellos  á  Stlvano,  capitán 
franco,  distinguido  por  sos  a^ 
za&as,  é  hijo  del  famoso  Boaitp^ 
que  con  su  espada  hsbia  contri* 
buido  á  las  viaturias  de  Cansía»* 
tino  el  Gran  Je.  Silvano  ahaodor 
oóá  Magnencio,  y  pasó4  laabaiji- 
deras  de  ao  rival . 

£1  usurpador ,  mas  irritado 
que  desalentado  por  esta  daaor*- 
cioo,  continuó  atrevidamente  ati 
campaAa-,  auyeata  la  vanguar* 


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48 


imtMuí 


día  enenrigjUrttriea  «1  tampo  de 
CoDSlaacio ,  j  we  aprocstna  á 
Sirmio. 

En  fio,  loa  dos   ^rcitos  ^ 
dieróA  VM  batalta  decisiira.  en 
las  orillas  del  Dra^o,  cerca  de 
MorlM.  £t  emperador  tenia  ^* 
cbenia  mil  hombres:  Magnencio 
cuarenta  mil>  pero  aguerridos  y 
soberbios  ^lor  %m  numerosas 
victorias.  Ambos  jefes  se  mos- 
traron indignos  del  onor   que 
disputaban:  Constancio  por  sn 
debilidad,  y  Magnencio  por  sn 
cruel  superstición,  que  ie  movió 
á  inmolará  los  dioses  una  vícti» 
ma  humana.  Durante  el  choque 
^olos  ejércitos^  GonslancioVS^ 
tuvo  escondido  enuna  iglesia  ccm 
Valente,  obispo  arriano  de  Mur« 
«a.  Besde  este  asilo,  «spaii^ado 
con  el  ruido  de  las/irnias,  envió 
orden  el  cobarde  de  suspender 
^combate, y  proponer  un  armis- 
ticio: sus  soldados  la  desecharon 
<>on  despi*oeio,  y  después  de  una 
-lid  sangrienta  penetraron  «en  ol 
eJércHotonemigo. 

Los  vencidos,  vueltos  á  reunir 
por  Magnencio,  emprenden  de 
nuevo  elcombatctoo  osHnacion:. 
Largo  tiempo  estuvo  incierta  la 
victoria:  eu  fio>la  cabailería  de 
'Constancio  rodea  «I' ejército  e- 
•DOBlígo,  io  destrayoM^asiientera- 
tneote,  y  se  epodera  de  su  cam* 
pamento.  Magnencio   oo  logró 


escaparse,  sino  despojindoso  dé 
la  purpura  y  vistiéndose  dees«- 
clavo^  En  esta  jornada  perecie* 
ron  treinta  mil  ÍK>mbresdettn 
parlido  y  veinticuatro  mil  del 
otro,  lo  que  causó  una  grande 
diminución  en  laf  fuerzas   del 
imperio;  porque  Mursa  fué  el 
sepulcro  de  aquella  antigua  mi- 
licia,  que  era  el  antemural  de 
Roma  y  el  terror  de  tos  bárbaros* 
Entrambos  cjércíios  lloraron 
i  sus  mas  valerosos  oficiales,  á 
Arcadio.  Próculo»  Marcelino  y 
Rómulo.    Constancio  ignoraba 
todos  asios  sucesos;;  pero  Yalen«> 
te,  que  habia  tomado  todas  las 
precauciones  necesarias  para  sef  ^ 
informado  en  secreto  y  con  pron- 
titud*, anunció  ai  emperador  su 
victoria,  diciendo  que  un  ánjel 
se  la  había  revelado* 

Magnencio  huyó  á  Ifalia^  for- 
tificó los  pasos  de  los  Alpes  y  se 
encerró  en  Aquileya.  El  emped- 
rador, al  frente  de  su  ejército^ 
forzó  los  desfiiaderos:  Roma  se 
^•Izó  contra  sutiraoo,  y  Maguen^ 
«io  se  refujió  en  las  Galias,  aban- 
donando á  Jtalia  y  África,  sublé^ 
vadas  contra  él. 

Cobardeen  el  infortunio  co* 
mo  todos  ios  tiranos^  después  de 
iiaber  pedido  en  vano  á  su  ene- 
migo que  le  perdonase  la  vida, 
eiivíó  4tsesinos  al'  Oriente  para, , 
matar  i^lo^  pero  descubiertos 


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un  BAJO 

ytasflgádos,  no  le  prodajeron 
mas  fruto  que  la  ignominia  de  lín 
crimen  intentado  inútilmente. 

Los  jenerales  de  Constancio 
marcharon  rápidamente  contra 
Magnendq»  le  alcanzaron  cerca 
de  donde  boy  «stá  Gab,  le  dieron 
batalla  y  derrotaron  las  tropas^ 
en  qoe  fundaba  todavia  algunas 
esperanzas.  Huyó  á  Lugduno, 
dondjp  sus  propios  soldados,  vién- 
dole sin  recursos,  lo  pusieron  en 
prisión.  El  bárbaro/  reducido  á 
la  desesperación,  vuelve  contrfi 
si  y  su  familia  ei  furor  que  ha- 


o.  '4» 

bia  Inundado  á  Itatta  con  la  san- 
gré de  tantas  victímate  Saca  sn 
espada,  degüella  á  su  madre,  á 
su  esposa  y  á  sus  hijos,  hiere  á 
Desiderio  su  hermano,  y  se  atra- 
viesa el  corazón .  *  Murió  dé  cin* 
cuenta  años  de  edad,  habiendo 
reijoaio  dos.  Su  hermano  Decen- 
cio  supo  su  trájico  fin  eñ  Ajeu- 
díoo^  y  se  aorcó.  Desiderio,  cuya 
herida  no  fué  mortal,  imploró  y 
obtuvo  el  perdón  de  Constancio, 
que  á  pesar  de  su  cobardía  quedd^ 
por  el  valor  de  sus  soldados  úni- 
co aefior  de  todo  el  imperio. 


W 


■*tfK-f^-s^X^i 


TOMO   IIV. 


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50 


VüfMIA 


CAPITULO  III. 


(állo  3S1.) 


PMailtcciaa  cMápUft  ae<^«lM€Ío  por  el  crkÜMiiiiBO.— TiriaU  At  GñUj 
deG>iitUiicio. — lavatioQ  át  IO0  alemanes.  *— Perfidia  de  GomUiicío  respec- 
to á  Gelo.-»  Muerte  de  Galo.— Coa  dro  de  la  vida  de  Jaliaao.  — «Sa  fblera^^ 
cion  al  rango  de  céiar.  — -Condiicu  de  CoasUado  respecto  á  Juliano. —-Qe"» 
trato  df  Juliano.  —  Diseaaiones  entre  Constando  j  los  obispos.  — Deposi» 

*  cion  y  destierro  del  papa  liberio.— Secta  de  los  macedoniot  qne  aeraban  la 
divinidad  del  Espirito  Santo.— Gobierno  de  Jaliano.  —  Aaaftas  de  Joliano* 
— Destitttcioa  de  Valentiaianob— Confederadon  alemana. — BaUlla  entro 
Juliano  y  Chnodomario.  —Muevas  victorias  de  Juliano*  —  Descripdoa  dt 
París  por  Juliano.  — Destraccion  de  Nicomedia.  -Turbulencias  de  Orieate* 
—  Revolución  de  las  tropas  en  favor  de  Juliano.—  Juliano  toma  el  título 
de  aogast^— Coaspiracioa  contra  él.  *^  Muerte  de  Coastanda. 


JL  mKDILECCIOll  ESTÚPIDA  DB  G09S- 
TAiraO  POK   BL  CRISTIANISMO.  — 

Deseando  el  emperador  acele- 
rar la  caida  absoluta  del  polh 
teismo,  esperimenló  ana  resis- 
teocía  ¿stifiada  por  parte  de  los 
pueblos:  en  vapo  proibkV  los  sa* 
orificios  eo  los  campos,  y  se  víó 
obligado,  auuque  vedaba  las  ce- 
remoQías  públicas^  á  tolerar  el 
culto  secreto.  Los  cristianos  no 
podían  sufrir  la  vista  de  los  tem- 
píos  Jentíiicos^  j  hubieran  que- 


rido derribarlos;  pero  estaban 
tan  unidos  á  ios  recuerdos  do 
la  historia^  que  fué  preciso  dar 
un  edicto  para  impedir  que  se 
degradasen* 

Se  habia  quitado  por  orden 
del  príncipe  el  altar  de  la  Vio» 
torio,  erijido  por  Augusto  en  la 
curia.  Después  fué  restableció 
do,  y  los  romanos  conservaron 
mas  tiempo  esta  divinidad  que 
las  otras. 

La  imposibilidad  de  destruir 


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BEL  BAJO 

tatt  pronttmeiite  costombres  áo- 
tigaas ,  obligó  á  Constancio  á 
consenrar  808  lítalos  y  una  par- 
te de  sos  príTileJios  i  los  pooií* 
fices  Jétttiles,  pero  al  mismo 
tiempo  erecian  las  riquezas  y  la 
antorídad  del  sacerdocio  cris- 
tiano. El  emperador  le  prodigó 
eaenciones  con  mas  piedad  que 
prudencia;  y  tuvo  la  insensatez 
de  decir  en  el  preámbulo  de  una 
desús  leyes,  que  «el  mlniste- 
ario  de  loa  ettares  era  mas  útil 
»al  eétado  que  los  servicios  mi- 
»lita^  y  civiles,  y  aun  los  de  la 
•agrfóultora.»  Los  príncipes  en- 
tonces parwian  olvidar  la  tierra 
por  el  cielo,  mientras  que  la  ma- 
yor pari»  de  los  sacerdotes,  bar 
blando  en  el  nombre  del  cie- 
lo, se  ocupaban  activamente  en 
estender  su  imperio  sobre  la 
tierra. 

Continuamente  estaban  en* 
trando  reclutas  en  el  clero,  por- 
que era  una  mina  digna  de  es- 
flotarse ,  entretanto  que  el  e- 
Jército  disminuía  diariamente 
de  un  modo  considerable;  una 
multitud  de  v^yteranos  /ueron 
Ucen'ciados,  i  instancia  y  siijes- 
tiones  de  los  aduladores  con  so- 
brepelliz. Constancio  casó  con 
Eusebia,  bija  de  un  consular,  el 
a¿o  353.  Esta  princesa  era  in- 
jeniosa,  diestra  y  llena  de  am- 
bición: Juüiiuu,  que  le  debió  su 


IMPSftlO.  5t 

elevación^  bizo  el  elojio  de.  ella. 
Desde  este  matrimonio^  las  mu- 
jeres, alejadas  de  los  negocios 
públicos  por  las  antiguas  eos* 
tumlires,  gobernaron  el  palacio, 
y  por  consiguiente  el  imperio. 

Hypacio  y  Eusebio,  herma- 
nos de  la  emperatriz,  fueron 
omnipotentes  en  le  corte,  é  hi« 
cieron  que  el  arrianismo  domi* 
nase.  Eeunióse  en  Medióla  no 
un  concilio,  compuesto  casi,  to- 
do de  obispos  arrianos;  y  en  0sta 
época  empezó  i  manifestarse 
por  la  primera  vez  ese  orgullo 
tan  contrario  al  espíritu  dei 
cristianismo  y  que  ha  hecho  tan* 
to  mal  á  la  Iglesia.  La  mayor 
parte  de  estos  prelados  creye* 
ron  que  debian  rendir  sus  ome** 
najes  ala  emperatriz.  Lepnpio^ 
obispo  de  Trípoli,  antes  de  ha- 
cerlo ecsijió  que  ella,  saliese  ¿ 
recibir  su  beo(|ic¡on^  y  que  es« 
tuviese  en  pie  míeoims  él  seji- 
tado,  basta  que  le  permitiese  to- 
marasiento  (i}« 

(1)  El  hamilde  obúpo  preferible 
el  ceremonial  de  etU  manera:  *'Ciun« 
do  fo  enitre^  se  4eyantará  ai  punto  y 
vendrá  acia  mí ,  y  le  inclinará  pan 
recibir  mi  bendición.  Laego  qoe  yo 
me  aienle,  te  maiitendrá  en  ipie  modea* 
ámenle  liaal»  qne  ha^  aedal  de  qoe 
puede  Mutarte.**  Véase  aqut  ei  lengua- 
je soberbio  del  que  te  decía  sucesor  de 
los  apóstoles.  1^  emperatria  pidid  ven* 


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52  msTOMA 

El  empcírador  estuvo  seis  me- 
ses eo  ias  Galias  para  afirmar  su 
autoridad  eo  aquellas  provin- 
cias; y  en  vez  de  restablecer  el 
sosiego  por  medio  de  la  clemen- 
cia^ persiguió  á  ios  partidarios 
de  Magnenrío,  dio  oidos  á  los 
delatores^  fué  sanguinario  y  Si- 
guió las  pisadas  de  los  tíranos. 

ÜDa  vez  dado  el  primer  paso 
en  este  camino,  yt  no  es  posible 
detenerse;  cada  rigoi^  produce 
nuevos  desconleiilos,  y  cada  ac- 
to de  crueldad  necesita  otros. 
Siempre  ge  teme  á  aquellos  á  quie- 
nes se  tiraniza;  el  zelo  se  prue- 
ba entonces  por  el  espionaje,  y 
la  sospecha  se  convierte  en  crí- 
men.  Solo  se  perdonó  á  Ticiano 
7  Paulo,  los  mas  culpables  de  la 
tiranía  de  Magnencio.  El  último 
se  babia  hectio  célebre  entre 
los  mas  famosos  delatores:  su 
industria  para  descubrir  lo  mas 
oculto  y  V«ra  envolver  las  víc- 
timas en  la  red  de  sus  intrigas, 
hizo  que  se  le  diese  el  sobrenom- 
bre de  Catena^  Este  talento  de- 
testable le  mereció  el  favor  del 
emperador  y  el  odio  del  im- 
perio! 
£1  pueblo  romano  degradado, 

gailxa  dt  €Me  groivro  «llraje;  p»ro  el 
imenemperador  alabé  a(  olúapo  por  te- 
mor de  no  sufrir  lambko  algún  ul- 
traje^ 


sufria  Jimiendo  el  yogo  de  estal 
tiranía:  el  etceso  de  la  injusti-^ 
ctasolo  escitó  murmuraciooes» 
y  no  hubo  sedición  sirio  en  al- 
gunos momentos  de  carestía.  La 
superstición  se  defendía  mas 
que  la  libertad*  Orfito,  yema  de 
Simmaco^  pagano  zeloso,  siendo 
prefeeto^e^  Roma,  se  atrevió  á 
reparar  y  volverá  abrir  un  tem- 
plo de  Apoto. 

Casi  siempre  disminuye  la 
fuerza  de  los  estados  á  medida 
que  la  del  poder  arbitrario  ere* 
ce.  La  debilidad  del  imperio  es- 
citaba la  audacia  de  sos  enemi* 
gos.  Los-francos  y  jermanos  in- 
vadieron y  saquearon  las  Gallas. 
Los  Judíos,  haciendo  el  último 
esfuerzo  para  romper  su  yogo, 
se  sublevaron,  elijíeron  uarey 
llamada  Patricio,  atacaran  á  los 
samariténos  y  destrozaron  mu* 
chas  coortes  romanas. 

Algunas  lejiones  enviadas  con* 
tra  ellos  dispersaron  y  despeda- 
zaron sus  tropas.  Los  isauros  y 
persas  devastaban  el  Asia,  pero 
Galo  reprimió  sus  latrocinios,  y 
arrojó  de  Mesopotamia  á  los  sa- 
rracenos, tribu  árabe.  Este  pue- 
blo, nómada  y  guerrero,  que  vi- 
vía de  la  caza  y  de  la  leche  de 
los  ganados,  comenzaba  entonces 
á  ser  temible  y  célebre  en  el 
Oriente. 

TiEANIA  M  6AL0  Y  M  OOIC»* 


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DEL  MM  inremo.  33 

TAVCto.  —  GbIo  do  fmiló  k  \o%\  discretos,  iHillifr  euliMtites,  for- 
principes  que  educados  en  hi  es< 


cuela  de  ki  desgracia,  haD  sfdt) 
en  el  trono  modelo  de  reyes. 
Yespastano^Trajaoo,  Ctnudfb  If, 
Probo  y  Tádto  gobernaron  cu- 
BAO  hablan  deseado^  cuando  per- 
liculareSv  que  los  gobernasen*.  Pfe- 
.ro  él,  aunque  escapado  de  la 
malaaza  de  so^  familia,  y  opri- 
mido en  sus  primeros  años,  se 
moairó  mas  kriUdoqueinstroi- 
4o  pcur  la  desgracia,  y  fué  Uraao 
,desde  que  ascendió  al  poder ^ 

Los  aduiadores  te  pervirtie* 
ron.  Censtantui6>.su  mujer^hija 
de   Cooalai»tiito^  y  viuda  deum 
.rey,  vengativa,  codiciosa  é  im- 
^cal>le,  inspiraba  odio  por  sus 
^crueldades,  y  desprecio  por  sus 
bajezas.  Yendia  el  favor  y  la  se-- 
Teridadde  su  esposo^  Seducida 
esta  arpía  por  la  oferta  de  un  eo* 
llar  magnifico^  hiio  morir  á  Gle- 
macio,  gobernador  dé  PalesU- 
na*  La  madrastra  de  este  iufelii, 
como  otra  Fedra^  lo  acusó  de  in- 
cesto porque  reusaba  satisfacer 
tu  amor  criminal,  y  fué  conde- 
sado sin  ser  oido.  Los  tribuna* 
lesobedecian  al  temor:  los  jue- 
ces son  esclavos  bajo  el  gobier- 
no de  un  tirano. 

Galo  y  sus  favoritos  se  disfra- 
laban  con  frecuencia^  y  se  mes- 
daban  con  el  pueblo  para  espiar 
Jos  pensamientos^  animar  á  ios  in^ 


Jar  conspiraciones  y  castigarlas. 


Solo  et  conde  Talaso*,  prefecto 
dM  pretorio  de  OHente,  se  atre- 
víala resistir  á  Gélo,  á  oponerse 
á-sus  injusticias^  y  á  áér  cuenta 
al  eitiperador  de-lias  calamidades 
del  Asia,  queatribiifa  principar- 
mente  á  U'fitnesta  influencia  efe 
ebnstantinis,.y  á  tos  consejos  pér- 
fidos de  un  sacerdote-  arriano, 
llamado '  Accio>  por  sobreoonr- 
bre  el  Ateú*, 

I>rvAsroirD«  Eód  a^kiianes.— 
(354>En  él  consulado  de  Cons- 
tancio y  Gala  reunid  el  empera- 
dor sobre  et  Arar(€liálous.sur. 
Saone)  un  numeroso  ejército  pa- 
ra rechazar  la  invasión  de  los  a- 
lemanes:  estos  (Vieron  perseguí* 
dos  basta  el  Rtn:se esperaba  que 
Constancio,  aprovechándose  de 
su  terror,  sostendría  la  glorio 
deRoma,.veogaria  las  Calías^  y 
penetraría  en  la^  Jermunia-,  pero 
en  este  tiempo  una  potírica  poco 
sabia  habia  introducido  muchos 
bárbaros  eo  las  lejiooes^y  aun 
en  los  empleos  importantes  de 
palacio.  Latino  era  conde  de  los 
domésticos:  Ajilen  y*  Siodílon 
mandaban  cuerpos  dala  guardia. 
Estos  oficiales,  abusando  de  su 
crédito^  favorecieron  la  solici- 
tud de  tos  alemanes,  que  medro- 
sos enviaron  al  príncipe  una  di^ 
putation  para  pedir  la  paz. 


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54  nSTOMA 

Sf D  embargo,  el  éesito  de  tu 
legackMi  00  parecía  tkci\\  porque 
el  ejércilo  romano  pedia  la  ba* 
talla.  Cooslanclo ,  cediendo  ai 
dktámeB  de  sa  favorllo>  reúne 
las  lejíones^  y  les  dice:  «Los  re» 
>yes  y  pueblos  se  rinden  á  Toes- 
Biro  nombre,  y  os  piden  la  paz. 
nVosolros  dictareis  mi  respues* 
»4a;  pero  si  oís  mis  consejos,  a* 
ncojereis  á  unos  enemigos  terri- 
•bTes  que  quieren  tonirertirse 
•en  aliados  áeles  y  ansiliares  i- 
Mtiles,  y  preferiréis  las  ventajas 
»c1ertias  de  ona  moderación  je- 
»nerosa  i  los  frutos  peligrosos 
míe  una  victoria  eventual  y  san- 
%gr  lenta.» 

£1  ejército  aceptó  la  paz.  Tai 
era  entonces  la  suerte  deplora- 
ble del  imperio:  los  emperado- 
res, dominados  por  sus  cortesa- 
Dosy  por  tos  eslranjeros»  no  con-, 
cuitaban  al  senado,  oprimían  los 
puebles,  y  solo  obedecían  á  las 
tropas. 

Constancio, -después  de  firma- 
do este  tratado  vergonzoso,  vol- 
vió á  Mediolano,  dopde  supo  los 
escesos  de  Gak>  y  les  desórdenes 
del  Oriente.  Envióf^  orden  de 
venir  á  Itaíia:  6alo  desobede- 
ció, protestando  el  peligro  que. 
conferían  sus  provincias  en  su 
ausencia.  Constaotiou  le  escita- 
ba  á  hacerse  independíenle^,  y  el 
emperador,  decidido  á  arruína^- 


ioj  le  qulld  poco  A  poco  las  tro» 
pas  en  que  tenia  ams  confianza^ 
y  le  envió  por  prefecto  del  pro* 
torio  i  Domiciano,  con  el  encara» 
go  de  espiar  su  conducta. 

Este  oldal  cumplió  su  coml<* 
sion  con  altanería:  Moncio,  te» 
sofero  de  Oriente,  á  nadie  obe^ 
decía  sino  á  él,  y  privaba  al  jó* 
ven  pHíncipe  del  dinero ,  nervio 
de  toda  potencia.  Galo,  do  dan- 
do ya  oidos  sino  á  la  violencia 
de  su  carácter,  sublevó  el  pue* 
blo  y  los  soldados  do  su  guardia 
contra  los  enviados  delempera* 
dor«  é  bito  que  los  asesinasen: 
ootregándose  después  desenfre» 
nadamente  á  sus  resentimientos, 
persiguió  ski  piedad  á  todos  loa 
que  las  detacionesle  presenta* 
ban  como  sospediosos. 

Lacodboíadesua  validos  lie* 
«aba  las  prisiones  de  víctimas: 
lei$  sentencias  de  los  Jaeces  no 
•eran  mas4|ue  proscriciones  dio* 
4adas  por  los  acusadores.  El  va- 
Mente  y  virtuoso  Ursicino,  Jene- 
ral  d^  la  caballería  de  Oriente, 
se  viÓDbiigado,  sopeña  de  la  vi* 
da,  á  presidir  aquelioa  tribuna- 
les infames.  Constantina,  oculta 
detrás  de  una  cortina»  asistía  á 
á  los  juicios  |ara  acelerar  la  pe- 
na y  desterrar  de  ellos  la  ele* 
mencia. 

,  El  Oriente    jemia    bajo  este 
despoiisiuo  impetuoso:  el  terror. 


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Dtt  BAM  nmmo. 


55 


iMltta  lot  áttlmoit  lis  Tiellflias 
{Mrceteron  stn  afreviiM  i  ee** 
ttiar  «M  qoeia,  y  basta  la  des* 
asperaeioo  enoiodació.  Solo  el 
orador  EoseUo,  digno  de  tees- 
CMla  de  Zenon,  ihmróstt  araor* 
teeoosoiDtrt|4dei:  Mm  oír  i 
sos  Terdogos  te  vos»  por  omebo 
tiempo  desooQodda,  de  la  ta- 
depeodoDcte  y  el  grito  de  la  vir- 
tud^.y  pereció  cobío  aa  romano. 

.    PBmPlOIA  OK  GOBSTAinaO  mñ^ 

fBCTOA.OAixK**Iodigiiado  Ursi- 
elDO,  de  estas  Iniquidades,  las 
pmoeo  noticia  del  emperador. 
Constancio^»  cubriendo  anreaen- 
Itesiento^cbn  el*Telo4e  la  anris* 
lad,  insté  á  Galo  á  qneifialese  á 
Italia;  con  el  ^rretcsta  de  darte 
ol  mando  en  aquella  provhíete 
niteniras  pasaba  i  fa»€tettespa- 
ni  libertartesde  una  noova  in- 
yasion.' 

.^  Galo,  sedncido   pm  el  cebo 
JirUteole  que  owltaba  proyec- 
'toa  boflaicMas,  y  resisliando  i 
los*  temores  y  consefos  doso  mu- 
•}er>  se  poso  en  marcba  cimuna 
«imitivapooo  nomeroaa.  €ona- 
tanlina  le  precedió,  ymnriáen 
-    «I  camino:*  los  -w^Hcios  de  so 
conciencte,   y  el  conocimtento 
^ue  tenia  del  oaricter  ilel  em- 
perador sn   bermano^,    f nerón 
cmmi  4e  su  enfermedad  y  de  sn 
«oerte. 

Mientras  mas  adelantaba  Galo 


en  so  vteje,  mayor  Me  so  tnoer 
tldnmbre  entre  el  temor  y  la  es» 
peranza.  Sladiloo  te  sale  al  en» 
coeniro»  le  epgaSá  Con  artifi- 
ciosas promesas,  lisonjea  so  enn 
blcion  con  la  «iperanta  de  favo- 
res  qnimériéos  y  de  laureles  i- 
majlnarkis.  Entretanto,  algunas 
lejiooes  descontentas  de  la  se?e* 
ridád  de  Constancio  ofrecen  sns 
servidos  á  Galo,  si  consiente  en 
detenerse  en  Tracia  y  esperar* 
las;  pero  sé  descubrió  este  desig- 
nio, y  se  tomaron  medidas  efi- 
caces que  impidieron  á  los  di- 
putados déla  tropa  abocarse  con 
el  cesar;  E&te  continúa  su  mar- 
cfaa.*^  con  el  protesto  de  rendirte 
cHoenaJes,  se  multiplican  poco  á 
poco  en  derredor  suyo  los  corte- 
sanos y  emisarios  del  empera- 
dor: en  fin,  cuando  llegó  al  Eno, 
rio  de  Norico,  cesó  todo  disimo* 
lo:  Barbecion  y  Apc'demo  apa- 
recen al  frente  de  un  cuerpo  de 
tropas,  penetran  en  el  palacio, 
despojafn  al  principe  de '  la  púr- 
pura, le  obligan  á  subir  en  un 
carro;  y' le  llevan  á  Flanona, 
ciudad  de  la  ktfia. 

MümTB  oB  o^Lo.— AlH'es  inte* 
itogado  porel  eunuco  Ensebio,  y 
porMelobaudes,  capitán  de  guar- 
dias^, y  cobarde,  tanto  como  ba- 
biatído  cruel,  atribuye  todos  los 
esteesós  toótnetidos  en  Antio()uia  á 
los  consejos  de  su  esposa:  su  pu- 


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«6 


H«TCm4 


silanknidad.le  envileció  sin  saU 
varto:  S^reiriaDá»  fiel  ejecutor  de 
las  órdenes  de  Coostancio»  min- 
tió cortarle  la  cabeza.  Galo,  pe» 
.  recio  á  la  edad  de  veintinneve 
unos.  Su  maerte  tieaó  de  alegría 
^   la  corte  ée  Medíolano;  pero 
vo    restableció  la  tranquilidad 
ím  AMe,  donde  la  tiranía  no  bi- 
so mas  qoecaoibiar  de  víctimas. 
Los  delatores,  siempre  odiosos 
y  8ieiR9pre  impnaesp  acuiaron  y 
trajeron  ante  les  tribunales  i  to- 
dos los  que  eran  edictos  á  G^ilo 
por  la  gratünd^  el  interés  é  el 
temor.  Vrsíchio,  cuyo  solo  ctí- 
men  era  mostriir  algunas:  vi rtiK 
itos<en  nna  época  de  corrupción» 
y  tener  na  mérito  briUaAle,  en 
«n  siglo  de  decadencia,  fué  con- 
llenado  á  tnuerte;  peroren  oi  roo* 
meato  de  inmoUriOyCoastaneio, 
detenido  por  eliemor  de,prjva»- 
ae  4e  na  ciipitam  iaa-iísolarecl- 
do,  anuló  It  seaieaoia,*  y :  le  in» 
4nltó.        '       /    . 

▲i  mismo  tieiapo  J^uiiano,  a- 
casado  de  beber  venido  sin  ^er- 
aaiso  á  Nicomedia  á  ver  á  su 
bermaao,  sufiió  an  ia(errogata- 
lio.  £ste  príncipe  Jenereso,  evi- 
tando iguatmente  su  deseqor  si 
acusaba  á  Galo,  y  sa  perdición 
file  disculpábanse  negó  á  res^ 
poader»  y  ni  las  amenatas  ai  ias 
promesas,  vencieron  su.  pruden-* 
te  é  intrépido  Jiiencio. 


Antioqo^^ntinuóeleado  tea* 
tro  de  la  injostleia  y  de  la  cruel» 
dad:  los  babtlaates  que  «eelai'^ 
ron  á  los  enviados  dei  erapera« 
dor,  fueroa  abeoeitos  porque  e^ 
ran  ricos;  y  en  au  lagar  se  en^ 
tregarooper.ví^mas  á  ta  hii  de' 
Constancto  un  gran  námero  de 
inocentes*  En  aquella  oiadad 
desgraciedt  una  qae}a,  ana  vos 
escapada  ea  la  ambriagaez,  ua 
saefio  eeatado  por  üapradeacia, 
se  pagaba  cMf  4a  libertad  4  coa 
la  vlda^    '. 

.No  fué  larga- lapas  vergoata* 
sa4lelaño  aaterior.  Los  alema» 
aes  lomaran  las  armas:  las  tropea 
de  Cioasteacía  peaeCraron  en  Re* 
cliK  sa  vanguardia^  mandada  por 
▲rbecian^  ia  adeltató  impra^ 
dentemeate^  bié  rodeada  por  el 
eaem^  cerca  del  iaga  Brigaati* 
aa  {Constanza^ ,  huyó  y  perdié 
4iez  tribaaas  y  muchas  saldados. 
Losbárbamssa  acercaran  al 
campamento  é  insultaron  al  anr 
parador,  qae  ao  se  atrevía  á  dar* 
les  baialla;  ommíios  trihaaas,  ia* 
-Agnados  da  aquella  osadía,  salea 
sin  orden  al  frente  de  las  salda*» 
dos  mas  valerasos,  caea  sobre  el 
aaemigo>  y  la  desbarataa.  El 
reato  401  ejercita  los  sigan»  dis- 
persa y  despedaza  á  los  blM^baros^ 
obliga  4il  aaiperadorá  triunfar 
contra  sa  valuatad,  y  termiaa 
ia  guerra . 


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i^n  lAfo 
Poeo  tiMipo  después.  Silvano, 
jenersi  de  le  infanteria,  que  se 
había  becbo  célebre  en  la  bata- 
lla de  Mursa,  y  cuyo  nombre  era 
terror  de  los  francos,  á  los  cua- 
les debía  so  orijen,  fué  enviado 
á  la  Galio  para  pelear  conira  ellos. 
Debió  «sla  comisión  iflnportaote 
i  la  envidia  de  Arbecion,  que  te 
ensalzaba  para  arreinarlo. 

Dinaaoo,  secretario  de  la  ca- 
ballería imperial  y  emisario  4e 
SQ  rival,  tnjió  aficionarse  á  él, 
y  obtuvo  cartas  de  recom^da- 
cioD  para  muchos  personajes  i- 
Ittstres  de  la  corte:  borró  todos 
los  renglones  de  estasxartas,  de- 
fando  ilesas  las  firmas,  y  pus^ 
frases  que  demostraban  á  Silva- 
no oriminiri.  Todos  aquellos  á 
quienes  iban  dirijidas  las  cartas, 
fueron  presos. 

Malárico,  franco  de  nacimien* 
4o,  y  comandante  de  la  guardia 
"estranjera,  mostró  descubierta- 
«aente^u  indignación  contra  una 
•levosta  Uñ  infame,  respondió 
de  la«íooeeDCia  de  Silvano,  ma- 
Qjfestó  cuan  peligroso  era  ofen- 
>éérá«oJenera<  ian  hábil  en  la 
gverra  come  enemigo  de  las  in- 
trigas, y  que  no  sufriría  pacien- 
temenletan  grande  injuria:  pi- 
dió, en  fin,  que  sc'le  llamase  pa- 
Ta  justificarse,  y  prometió  que- 
dnrfireso  en  su  lugar  basta  que 
Melobaudes  lo  ^r>ajese.  A  pesar 

TUMO    XIV. 


nivEBio.  57 

át  sus  iostandas,  se  envió  á  la 
Galia  á  Apódeme,  acostumbrado 
á  oprimirla  virtud,  para  que  ma- 
tase á  Silvano. 

Entretanto  una  carta  inteir* 
ceptada  descubrió  á  Malárico 
toda  la  trama:  se  ecsaminan  de 
nuevo  las  que  habían  ya  pareci- 
do sospechosas:  se  averigua  el 
«rtiAcio,  vuelven  i  aparecer  los 
vestijios  de  la  escritura  anterior, 
y  se  reconoce  la  inocencia  de  SU  i 
vano.  Solo  fué  castigado  un  ajen* 
te  subalterno  de  esta  intriga.  Di- 
namo, autor  del  crimen,  obtuvo 
el  gobierno  de  Etruria.  En  el 
mismo  tiempo.  Silvano,  dema- 
riado  akivo  para  tolerar  tal  a- 
freata,  y  demasiado  atrevido  pa- 
ca esperar  sin  resistencia  su  con- 
denación, arenga^á  sus  soldados» 
gana  á  los  oficiales,  levanta  el 
estandarte  de  la  rebelión,  arran- 
ca una  banda  de  púrpura,  ae 
reviste  de  ella,  y  es  proclamado 
emperador. 

El  hombre  de  talento  que  fué 
desfavorecido  en  los  tiempos  de 
tranquilidad,  es  Jlamado  en  los 
del  peligro:  el  emperador  encar* 
ge  á  {Jrsicino  la  guerra  contra 
los  rebeldes;  pero  acostumbrado 
á  triunfar  mas  bien  per  el  artifi* 
oio  que  per  la  fuena,  engaña  ai 
enemigo  que  desea  herir,  finje 
ignorar  su  rebeUon,  y  le  escribe, 
que  estando  satisfecho  4e  sus 
8 


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5S  HMTORIA 

seryicios^  le  confia  un  empleo» 
mas  hnpof tante,  y  eo^ta  á  ITr- 
fticiflo^  para^  reii){>lazasrla  eoi  et 
mando  de  aquel  ejército. 

ürsielooy  acompasado  de  dier 
Iribuiios  y  dealguooe  oficíale»  (íe* 
guardias,  eotre  los  cuales  se  ha- 
llaba et  historiador  Arntauo  Mar- 
celino^ llef;a  á  Colonia,  y  halla 
el  poder  de  SKvaoa  demasiado 
fuerte  para,  emplear  coatraét  la» 
violencia.. 

En  aquellos  tiempo»  de  co- 
rrupción', habtft  pocos  hoiobres 
capaces  de  conservar  la  nobleza 
lie  carácter  en  ctrcunstancí«is  de- 
licadas, ürsicino,  degradando  el 
suyo,,  aparentó  aderirse  aF  par- 
tido de  Silvanoy  y  adoptar  sus 
resentimientos;  y  así  ganó  su 
confianza. Sin  embargo/el  tienu 
po  volaba,  y '  era  fuerza  ó  des- 
truir al  rebelde,,  d  declararse  por 
su  cansa.  Algunos  oficiales  so- 
bornados, y  un  cuerpo  de  galo» 
seducido,,  se  reúnen  de  noche,, 
marchan  a  I  palacio,  degiíel I an  In 
guardia^  y  asesinan  á  Silvano  en 
una  capilla  donde  se  había  es- 
condido. 

Ursicino  lamentdsu  triste  vic- 
toria: conoció  demasiado  tarde, 
que  la  lejílimidad  de  una  causa 
no  justifica  la  vileza  de  loa  me- 
dios que  se  emplean  para  Cavo- 
recerlavy  que  no  hay  laureles 
*  que  no  marchite  la  traición. 


La  adulación  prodigó  alaban* 
zas  á  Constancio,  pero  inútiles  y 
de  ningún  precio  en  ona  corte 
donde  la  censura  era  criminal  y 
sospechoso  el  silenció.  Castigóse 
á  los  amH(os  de  Silvano:  sus  sol* 
dados  se  desmandaron.^  Ursicino 
quedó  en  Galia  coa  el  título  de 
comandante  ;  pero  Constancio, 
que  le  temia,  na  le  envió*  tro- 
pas. I>esguarnecida8  las  fronte- 
raa  de  toda  defensa,  porque  el 
emperador  temia  a  sus  jenera- 
les  tanto  como  á  sus  enenúgos, 
laa  Gallas  fueron  íai&ndadas  de 
una  multitud  de  francos,  sajones 
y  alemanes  que  pasaron  sin  os- 
táeulo  el  Riu,  y  se  apoderaron 
decuarenta  y  cinco  ciudades.  Al 
mismo  tiempo  los  sármataa  in- 
vadieron laPannonia;  los  per- 
saa  asolaban  el  Oriente.  E^n* 
lado  Constancio  de  tantos  ata- 
ques, conoció  la  necesidad  de 
nombrar  ua  cesar  y  se-  decidió 
aunque  con  penaá  dividir  con  él 
sa  poder. 

Entonces  su  mi^er  Eusebia, 
triunfanda  de  los  temorea  del 
emperador,  le  determina  a  que 
revistiese  de  la  púrpura  á  Ju- 
liano. 

Cuadro  DE  LA.  YiOA.  ns.  jluua- 
NO. — Este  príncipe Jdven^  pinta* 
do  taa  diversamente  por  los  dos 
partidos  opuestos  que  entonces 
dividían  el  imperio;  era  ia  esfA- 


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DCl  BATO  UffPEEIO. 


^9 


ranza  de  loa  JeDiiles  y  el  terror 
de  1(18  cristianos.  TJoos  le  han 
piotado  como  un  héroe;  los  au- 
tores cristianos  como  an  móQS- 
troo.  Tuvo  grandes  detectes  j 
grandes  prendas,  y  justificó  con 
sus  acciones  los  -elojios  de  sus 
amigos  yaparte  de  las  acusacto- 
oes  víriilentas  de  sus  enemigos. 
Sin  juzgarle  por  las  apolojfas  de 
Libanio  5r  de  Amiano,  y  por  Jas 
invectivas  de  Gregorio  Nacian- 
ceno,  de  Basilio  y  de  Jos  escrito- 
res parciales»  es  fácil  estudiar 
au' carácter,  atendieBdoá  su  po^ 
aicion,  su  conducta,  sus  leyes, 
aos  palabras  y  su¡^esoritos. 

Cuaaáo  todavía  estaba  en  U 
eiioa»4iiia  feli^^casualidad  bizo 

Hiue  escapase  de  la  matanza  de 
au  familia;  peroel  tiomicida  Cons* 
4ancio»  no  le  dejó  la  vida  sinq 

4>ara4enerle  en  perpetua  servi- 
dumiire',  y  asi  estuvo  casi  siem- 

(pre  cautivo  en  su  infancia  ^  en 

los  prin€Ípios4e  au  juventud.    , 

Su  hermane  ^Galo,  410CO  des- 

/pues  de  ser  elevado  á  -4a  digni- 
dad de  eésar^^reció^feiima  de 
los*  rigores  del  emperador.  Este 
principe  no  selo  üueria  ser  due- 

4io  abeoiuto  de  la  vida  de  los 

4ioml>res,  sino  jqneitfranizaba  las 

-conciencias,  yecsijia  j^iie  «lodos 
los  .que  sufrían  so*yugofaeaen  00 

^  piadosos^  sino  crédulos  y  aupers- 

«ttcioaoscomoél. 


Juliano,  dotado  de  una  imajir 
nación  vhra  y  de  un  jénio  ardien- 
te, se  babia  entregado  en  su  lar* 
uo  retiro  al  estudio  de  las  letras» 
de  la  historia  y  de  la  fllosoña, 
única  distracción  de  los  espíri- 
tus grandes  cuando .  están  ocio- 
sos, -único  alivio  de  las  almas  je- 
nerosas  cuando  son  desgracia- 
das. Xios  estudios  elevaron  sus 
ideas  y  fortificaron  su  carácter, 
inspirándole  admiración  á  los 
hombres  |;randes,  y  á  las  vir- 
ludes  severas  de  los  4iempos 
antiguo*»,  mucho  respeto  á  la 
ji^sticia,  y  veemente  amor  á  la 
gloria  y  á  la  libertad.  Yeia  con 
un  profundo  sentímiento  la  de« 
-cadencia  del  imperio,  el  abali* 
mienio  del  senado,^  la  serví- 
<lumbre  del  pueblo^  la  codicia 
de  los  grandes,  la  bajeza  ^p  los 
cortesanos,  la  iasoleacia  de  los 
eunucos  y  libertos,  las  esaccio- 
nes de  los  intendentes  y  gober- 
nadores de  provjncia,4a  relaja- 
ción de4a4\$ciplmaj  At%  derro- 
tas  de  los  cyércilos. 

£1  lujo  y  la  molicie  de  la  cor- 
te le  inspiraban  unjusto  despre* 
cio;  y  no  ^podia  coraprender^por 
^qué  cuando  el  impepiOy^acomé- 
üdo^por  todaspairtes de  los  bar- 
liaras,  amenazaba  ruina,  no  se 
ocupaba  el  emperador  sino  eu 
convocar  concilios,  en  pueriles 
debates  sobre  cuestiones    que 


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60 


BISTOSIil 


SIEBIPRB  serAo  iaioteKjibles, 
y  ea  las  querellas  interminables 
de  un  clero  dividido  por  la  am- 
bicióos y  corrompido  por  la  ri- 
queza* 

La  gloria  de  loa  romanos  le 
parecia  inseparable  de  su  anti- 
guo culto;  atribula  su  decaden- 
cia á  la  iatrodttccioo  de  una  reli- 
Jion  nueva  que  separaba  la  aten- 
ción de  los  hombres  de  los  inte* 
reses  de  la  tierra;  menguaba  los  es- 
píritus destruyendo  grandes  y  he- 
roicas ilusiones;  hacia  considerar 
la  vida  como  un  viaje  y  al  mun- 
do como  una  posada,  y  rem- 
plazaba la  ocupación  de^  los  in- 
tereses públicos  por  la  de  loa 
intereses  relljiosos.  Juliano  era 
un  ciudadano  de  la  antigua  Ro- 
ma,  trasportado  violentamente 
á  la  ^neva:  era  el  alma  de  Caton^ 
de  Scipion  ó  de  Marco  Aurelio, 
que  habitaba  en  el  cserpo  de  uo 
pr/ncipe  de  la  corte  de  Oriente. 

Estos  seotinpientos^  compri- 
midos por  el  temor^  llegaron  á 
ser  pasiones  enardecidas:  la  di- 
simulación á  que  se  vio  obligado, 
aumentó  sn  violencia.  Olvidó 
que  es  imposilMe  resucitar  los 
prestijios  ya  destruidos  y  una 
relijion  moribunda,  ó  volver  a- 
trás  un  rio,  ó  restituir  un  pue* 
blo  envejecido  en  la  degrada- 
ción al  dominio  de  las  virtudes 
piimítivas. 


Su  firmeza  podía  retardar  la 
calda  del  imperio;  masnoreje* 
nerar^:  era  necesaria  una  re*' 
forma  y  no  una  revolución.  Pe- 
ro Juliano  estaba  harto  apasio* 
nado  para  distinguir  los  princi» 
pios  de  los  abusos;  y  en  su  odio 
y  menosprecio  confundió  el  coU 
to  moral  del  Evanjelio  con  la 
aml^icion  de  los  sacerdotes,  y  las 
locuras  de  las  sectas.  Su  aver- 
sión á  la  relijion  nueva  le  hizo 
olvidar  la  tolerancia  que  acon^ 
seja  siempre  una  sabia  poli  tic». 
El  qne  debia  ser  jefe  del  impe«¿ 
rio,  lo  fué  de  un  partido:  so  dea* 
precio  á  algunas  fábulas  adop» 
tadas  por  la  credulidad  popular» 
le  precipitó  en  las  superstición 
nes  antiguas.  Negó  los  miste» 
rios  y  creyó  los  auspicios,  loa  o» 
ráculos  y  la  májia:  no  hizo  nada 
estable^  porque  quiso  mudarlo 
todo»  y  su  efímera  revolución 
no  duró  nsas  que  el  corto  inter- 
valo de  su  vida. 

Como  administrador,  |uea  y 
guerrero»  Juliano,  semejante  k 
Trajano  y  á  Marco  Aurelio^  fué 
un  grande  hombre;  pero  su  le» 
jislacion  retijiosa,  mexcla  eslra* 
vagante  del  deismo«  de  la  doe* 
trina  de  Platón  y  del  poUteiamQ» 
le  hizo  en  cierto  modo  ridículo» 
y  la  persecución  contra  loa  cris<* 
tianos  odioso  hasta  tal  punto; 
que   los   enemigos  adquiridoa 


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ML   BAJO  nfPBBlO. 


9t 


por  su  tnjasticia,  no  quisieron 
reconocer  en  él  ninguna  de  las 
grandes  y  sublimes  cualidades 
que  poseía. 

En  su  Juventud,  no  atrevién- 
dose &  contrariar  los  órdeneS'dé 
Constancio,  las  eludió;  j  no  pa- 
ciendo asistir  á  4as  lecciones  del 
retórica lentil  Libanio,  estudió 
sus  escritos.  Confinade^á  Per- 
gamo,  halló  en  aquella  ciudad 
astrólogos  y  mnjicos,  tales  comt>^ 
Eiteso^inficsimo  y  Jámhlico:  ei 
tos  subyugaron  su  iinAJinacion  y- 
áedujeroo  sus  ojos  con  presta- 
Jios,  de  modo  que  le  LricieroQ 
creer  haberle  puesto  en  comu- 
Bleacion  con  ios  dioses,  y  que 
las  deidades  le  aconsejaban  en 
gueftos:  le  parecía  distinguir  en 
la  voz  si  el  que  Ib  hablaba  era 
Júpiter»  Minerva^  Apolo,  Diana 
ó  el  jeniode  Roma. 

Informado  Constancio  de  sú 
inclinación  á  la  idolatría,  encar* 
gó  k  Accio,  obispo  arriano,  que 
vijilase  su  conducta.  Juliano, 
too  un  disimulo  muy  raro  en  su 
•dad;  pero  muy  eomuo  bajo  el 
despotismo,  engafióá  aquel  ar« 
diente  sectario  y  sutil  orador. 
Afectando  mocho  zelo  por  1^ 
relijion,  cuya  ruina  meditaba, 
tomó  el  hábito  de, monje,  ébizo 
en  la  iglesia  las  funciones  de 
leeiar. 
Después  de  la  muerte  de  G^lo 


letuvíeroirpr^ísoen  un  castillo 
siete  meses.  Bl  camarero  Euse* 
bio  DO  cesaba  de  instar  á  Cooa». 
tancfoéiiue  le  mendase  matar,  di- 
ciendo  que  era  me  imprudencia 
dejar  vivo  á  tin  prfocipe,  el  cual 
tarde  ó  temprana  querría  van* 
gara  su  familia^  La  emperatrh 
Eusebia;  que  se  interesaba  por  él  ^ 
le^alvó  y  le  obtuvo  el  permiso  de 
ir  á  Grecia  á  coQch»ir  sos  esto» 
dios.  No  se  podia  eiejirun  des- 
tierro mes  suave-ni  uua  mansioD 
mus  agradable  para  Juliano:  Gre- 
cia era  patria  de  los  poetas,  á 
quienes  amaba,  de  los  filósofos 
queadmiraba,  f  de  los  dioses  que 
adoraba^en  secretot^Su  memoria 
prodijíosa,  sa  inteósaaplicacioo, 
la  vivacidad  de  aa  espfritu  y  la 
esteosioD:  de-  sus  conocimientos^ 
admiraron  á  los  sofistas  y  orado*- 
rfesde  Alenari.  San  Gregorio  y  Sao 
Basilio  estudiaban  eotonceseola 
misma  ciudad:  Juliano,  obligado 
á  ocultar  sus  opiniones,  lela  coa 
ellos  aparentando  sumo  ardor, 
los  libr«3S  sagrados.  Estos  padres 
de  la  Iglesia  le^cbaroo  en  cara 
después  su  potiticaarlfficiosa  pe. 
ro  forzada,  como  una  odiosa  bí- 
pocresia.  San  Gregorio  dice,  qué 
Juliano  tenía  ojos  vivos,  cejas  ar- 
qoeadas,  boca  grande,  el  labio 
inferior  caido^  el  cuello  gruesa  y 
encorvado,  espaldas  anchas^  cuer- 
po biefi  proporcionado »  cabe- 


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62  HISTOIIIA 

líos  ensortijados,barba  erizad*  y  día,  halláodosc  eDmedio  de  los 
y  en  punta.  Sa  estatura  era  -pe- 
queña, 8U  fisonomía  maligoa  y 
burlón*,  au  mirada  incierta,  8« 
^ndar  vatilante:  hablaba  apf¡íH^ 
y  guátába  d^  hacer  muchas  pre- 
guntas que  se  sucedían  unas  á  o« 
tras^con  rapidez. 

A  pesar  de  sus  demostraciones 
^e  piedad,  lospaganos,  enamora- 
dos de  su  injenio,  ^'hacian  votos 
porque  ascendiere  aHrono;y  San 
Gregorio,  penetrando  sus  verda- 
deras opiniones-porentréíBl  velo 
relijioso  con  que  las  disimululia, 
escribía  á  sus  amigos:  Este  prin- 
cipe i$rA  enemigi>  Ue  la  reí ij ion: 
es  un  monstruo  que  el  imperio  ali-^ 
menta  ensu  séno.^¡  P4egue  á  Dios 
que  yo^ea  falso  profeta  I  Los  his- 
toriadores cristianos  describan 
menudamoiiie'los  urtíficioii  ^ue 
•se  emptaibw  para  hacerte  creer 
que  estaba  en  común icacíon  coa 
los  dioses  .{1).  Refieren  que  un 


(1)  Cnno  los  •iHoret  Cf iMÍástícbs 
hau  pinUdo  á^aViano^cMi  colores  taa 
feos,  f  btn  apuraiU  coatra  él  «pdaf 
U«  denominaeioiies  «us  ^^iosas,  nos- 
otros, que  ijaeremos  vco^ar-su  meaio- 
ria  ari  coioo  la  detodos^lo*  bowbrca 
de  saber  é  iiitcli|eiicU,'*  quienes  pé- 
telo esu  drcuiiataom  ban^iaUíi^do, 
■os  tomamos  la  überUrd  de  rvp^oducir 
m»  troao,  en  quf  babla  sobre' Julíauo 
ti  profundo  literato  I*id&o  LsroUi,  en 
•n  Jtievue  IndependanU^  tomo  III,  pa^ 


demonios  hizo  la  señal  de  la 
cruz ,  y  todos  desaparecieron. 

EUrado  en  París  on  1.®  de  junio  dt 
*1S42.  Dtre  de  esta  manera: 

••Negar,  %sjo  todos  aspectos,  la  ver- 
«dad  det  eristianismo,  como  ban  be* 
<Mcbo  á  loenudo  lot  titésofos,  seria  á 
•nuestro  p«recer  hoy  lie  poco  prove- 
•cbo,  y  un  indicio  de  poco  saber;  por- 
»que  seria  continuar  *«n  combate  ya 
•terminado;  en  ves  íáe  proseguir  útii* 

•  mente  la^icioria. 
*•  Apenas  tiabia  triunfado  el  cristia- 

«nismo  bajo  G>QStantiuo,  cuando  apa- 
•recio  Juliano,  hombre  que  hubiera 
••dado  volunUriameilte  su  vida  y  aa- 
•crtficado  el  imperio  por  estermiuar  lo 

•  qne  él  I1amnb»4in«  miserable  superé" 
•iichn,  Nieljénto  de  este  ¿lorobre,  ni 
•an  poder  pudieron  conseguido:  pasó 
«acéleradiusiente,  y  él  cristiantamo  tiu*- 

•  r4|  y  el  imperio -y  los  dioses  de  Julia- 
•»nO'«ayerpn'<mnte  la  rélijíon  que  des- 

•  pf«ciaba.  Superiticioso  Juliano,  solo 
>•  babia^ protestado  -contra  la  ^ueva  su- 
^persticion  en  ••favor  de^la  ant^i^tu.  Su 

•  gloria  y  su^veigüensa  quedaron* indi* 
^caolnblemente  oniílas.  Débil  y  Inerte  á 

•  la  vas,  devoto 'é  irrelijiosn,  ha  mere- 
licído  al  nombre  de  Apóstata,  por  ba- 

•  ber  conocido  U  relijion  del  porvenir 
^•^  haberse  -suelto  á  la  de>4o  pasado. 

•  Pero  su  ^iroCesta,  sin  embarfo,  no 
-N»«ra  vana.  ^Pudo  no  abrasar  moa  qu« 

•  k-»ada,  euandoipara  impedir  se  le* 
«VMitase  un  nutvo  altar,  se  agarró  4 

•  los  altares  -ruinosos  de  los  dio»es  au* 

•  tiguos;  pero  aquella  pieitad  por  un 
•culto  que  iba  á  morir,  tenia  algo  dt 


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DEL  BAJO 

Estas  narraciones  son  verdade- 
ras fábulas  y  sopercherías;  mas 
lo  que  hay  de  cierto  es  que  Ju- 
liano era  supersticioso;  este  A- 
kSsofo  austero  er»  ño  paganecfe* 
Toto»  j  la  superstición  es  ca- 
pas de  todo.  Se  briao  iniciaren 

•  Hilinift,  al,menoft  coolr»  U  forma 

•  ídoUtríra  nueira,  ti  t»  cierto  qwfy  ae- 
»^aa  la  palabaa  de  Jeaua,  vendí J  tieiD- 

.  »po  en  que  loe  bombee*  a4oreii.solo  en 

•  upirittt  y- en  vtrdad  (*•).  Coaiiavieu^ 

•  l>uet,  lUm^nd^ole  Apóetata  loa^ftcfr- 

•  doirsde  fita  reH¡ionqa«  entonces  era 

•  de)  porvenir  5  que- boy  etdi^l  paaado; 

•  liágaulo  en   boenora,  pero  no  seria 
'  •iufícienles  é  acallar  la  voideVolta^ 

•  re,  que»  respondiendo  como  oa  eca 
•después  de  UMitoe  siglos,  le  ha  Uaiáar- 
•do  grande  bombre.  Coatinoen  en  ha- 
•cerle  dédc  ea  loe  últimoe  máHaenloe 
•de  lia  vida:  "Catiteo,  14  bes  vencida;? 

•  porque  si  Ules  palabras  se  le  haa  cs^ 
•capada  muriendo,  ee  creiUe  también 
•que  rodase  en  ao  espírilu  olvo  pensar 

•  miento,  y  que  coma  ei  Graco,  solo 
•cayó  artoj^ndo  polvo  acia  el  cielo  en 
•demanda  de  sus  vengadores: 

JVxóriare  aUquil  noñris  ex  oisilmLuUor. 

•  T  en  verdad  que  no  le  han  faltado 

•vengadores,  pues  al  6a  de  íoe  iiem- 

;  «poe,  cuando  á  su  vea  eslaba  ya  espi- 

'  •raudo  el  crtstiaaisiiio,  apareció  Vol- 

•  taire.  Eutre  Juliano  y  VolUire,  ¡qué 

-  ^  C)    Sah  JirAir,ca^;iV. 


IMPBaiO.  63 

los  raislerles  de-Eleusis,  que  da* 
raron^  todavía  ctiarenta  alos,  es 
deeir^  basta  la  ima^ioiii  de  Ala- 
rico. 

lliliano  teniaü  veinticuatpo 
coando^Cbnstancio  le  envió  ór« 
den  de-  venir  á  Mbdiolaoo  para 

•cúmulo  da-aJveisarioft  det  eristlanis'- 
»mo  se  han  sucedidor  de  una  en^  otra 
•edad!  ¡.qué^loriosan filanye  daalibae 
«esrojidasi  de  intclijenciaa*iMibliai#s,  ha 

•  producida  U  homaDidad  para  resistir 
»É  e»l^  cuito  convertidla  en  opresoat 
» primero  todos  aquefTos  q«ie  han  ser- 
•vidoa  la  libertad  del  espirita  huma- 
•-no,  bajo  el  nombre  de  herejes,  y  qut  . 

•  se  han  inspirado  con  el  «ristiauismo 
I*  pátñ!  iransfbrmavlo;  y  después  los  que 

•  haa  becho>  conducir  todas  las  berefiaB 
•i  una  negación  completa.  Gloria  4. 
•ellos  t,...  pero  eran  Hombres,  y  su- 
Ȓeto0.al  error. 

.  "Necesario  és  eftrtivamente  que  ha- 
»ya  error  por  ambas  paHes;  parque  veo 
•-la  humani  lad  divi<lida  en  dos  bañ- 
ados, y  no  puedo  eonsentir  en  creer 
»<|ne  todi  el  error  esté  de  una  parte,  y 
•toda  la  mentira  de  la  otra." 

•  Si  lomáis  partido  por  el  campo  fi^ 

•  losófico  dé  Juliano  y  de  Voltalre,  el 
•cristlaiiismo  es  éntu  tataiidad  vkn^ 
•mentira.  I^  humanidad  en  masa  se 
i^haengaaado^  completa  y  fúndame»- 
i^tahoeateduranlemil  ochocientoacoa- 

•  reou  y  dos.  a2oe.  ¡Qué  herida  á  la 
•certidumbre. humana f  Fortoeo  es  con- 
•venir  en  ello,  el  golpe  es  mortal;  y 

•  lo  mu  seguro  después  de  esto,  es  da- 
•der  de  todo."* 


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«4 


nSTOUA 


TesUr  lafnftrpim.  Recibid  elle 
decrete  tomo  tina  seofteocia  de 
«condeoaoioo:  .prefería  entonces 
loe  placeres  del  estudio  á  las  rlu- 
"Biones  del  poder^  7  sentía  srnce- 
'raménte  perder  la  coKe  tranqui- 
la de  oradores  y  filósofos  que  le 
rodeaban»  y  las  sombras  pacífi- 
^ú$  de  los  jerdines  de  la  acade« 
ffnia.  f  emeroso  de  4ral  potado 
<lel  omioída  de  s«  faariiia,  corrió 
*el  templo  de  Minerva,  se  pros- 
temó  al  *pie  de  sns  aHates,  y  la 
suplicó'queTelaseporsu  vida* 

Al  mismo  tibiipo  ajitaban  o- 
tros  temores  y^uiSadosel  ánimo 
de  Constancio:  solicitado  por  Ja 
•emperatrízá  favorecer  á  Inliaño, 
alarmado  por  la$  representacio- 
nes del. pérfido  Eusebio,  suM^ama- 
teroy  enemigo,  jurado  de  «quel 
Joven,  vacilaba  en  si  debía  ma- 
tarle ó  coronarle.  Eusebia'  fijó 
^u  incertidumbre,  didéndole: 
«Los  negocios  interiores  del  im- 
»per4o  ecsijen  toda  tu  atención, 
^los  sáiHUotas^godos  qué  pasan 
velDanubio,  losj>ersasqueinva- 
»den  el  Oriento,  van  á  emplear 
•todas  tus  fuerzas*  Nol»astas«o- 
y|o  á  tantos  cuidados.  Las  CaUas. 
Mstán  en  peligre,  8Cometidas.por 
»los  francos  y  JernMinos.  Envía  á 
üJuliano  contra  eUos:  «i  ^vence, 
atendrás  la-gloria  de  su  triunfo: 
'Nsi  sucumbe,  quedarás  4ibpe  de 
nun  enemigo*-» 


Cuando  supo  que  el  príncipe 
%abia  Negado  á  las  cercanías  de 
Hediolano,  el  emperador  decla- 
ró pábHcameote  laTesolücionde 
•nombrarle  cesan  nmtioia  que  es- 
citó  la  sorpresa  y  las  murmura- 
ciones de  los  eunucos  y  libertos^ 
temerosos  de  la  elevación  de  un 
príncipe  hábil  y  que  los  despre- 
ciaba.  Bebiendo  recibido  drdtso 
ie  venir  á  palacio  para  habitar 
en  él,  se  presentó  sin  haber  con^ 
saltado  á  los  dieses,  tan  tt4^e 
cono  nn  reo  conSucido  al  ca- 
dalso. 

'Cuando  se  le  hizo  coitar  k 
barbe  y  se  le  quitó  la  capa  de  filó- 
sofo,  tan  ridícuhi  en  la  cofte,  pa* 
ra  ponerle  el  trajeguerrerode  los 
^éüres,  mü  cortedad  y  sUencio, 
sus  ojos  bajos,  su  ademan  triste  y 
pensativo  le  granjearon  algunos 
sarcasmos  de  los  duques,  condes, 
y  cortesanos'Cdrrompidos.  Como 
este  príncipe  atendía  mas  á  los 
iofertunios  qne  al  esplendor  del 
supremo  poder,  suplicó  á  su  Ho 
^ue  le  libertase  de  la  carga  y  le 
dejpse  Tvivir  ejimedío  de  sus  a* 
mados  libros,  preferidos  por  él 
«entonces  sinceramente  al  bulH* 
Gio  del  mundo. 

Constancio  le  dijo  ^que  antes 

4e  tomar    definitivamente    iin 

partido  tan  pooo  conveniente  á 

su  cuna,   hablase  con  Eusebia. 

I  Esta  emperatriz  conjuró  i  Ja- 


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mSL  B4J0 

liMo  i|m  ifemiiititie  á  w  selvá- 
tica ñ\iñotU^  coDtraria  á  los  de- 
beres qae  le  inspiraba  la  virtud: 
le  hizo  entender  cuan  preferí- 
ble  era  vencer  las  dificultades  á 
hnirlasí;  que  sas  estadios  serian 
iflfnictireroa,  si  solo  los  apli- 
caba á  vanas  especulaciones^  y 
goe  llamado  k  trabajar  en  la  sal- 
vacion^l  imperio»  no  podia  sin 
infamia  renunciar  ft  este  cargo. 
£1  priacipe  cedió  á  sus  instan» 
cias. 

En  esta  época  en^ue  el  poder 
absoluto  se  habia  elevado  sobre 
la  ruina  de  todas  ias  institucio- 
4ies,  no  se  ecsijia  ya  para  nom- 
brar un  cesar  el  consentimiento 
4el  pueblo  y  dtsl  senado^  pero 
ae.consultaba  todavía  al  ejérci- 
to, porque  el  imperio  era  una 
especie  4e  república  militar. 
Constancio,  rodeado  de  ios  grao- 
des,  Jenerales,  principales  dig- 
aalarios,  y  en  presencia  de  la 
guardia  y  de  las  lejiones,  anun- 
4UÓ  que  si  las  tropas  lo  aproba- 
baD>  daba  á  Juliano  el  título 
de  César.  Los  soldados  manifes- 
taron su  adesion  dando  con  las 
rodillas  contra  los  escudos. 

«Principe,  dijo  el  ^emperador: 
•recibe  la  púrpura  de  tus  ante- 
»pasados:  toma  parle  en  mi  au- 
steridad y  en  mis  peligros:  arro* 
aja  á  los  bárbaros  de  la  Galla:  sa- 
ina las  heridas  que  aflijenaqMel 

lUMO  XiV. 


nmsiao.  65 

•desgraciado  paia:  anima  con  ta 
•ejemplo  las  tropas  y  conserva* 
•las  con  tu  prudencia:  hallen  en 
»tíun  Jefe  intrépido  para  lle« 
•varias  ai  combate,  un  apoyo  se<» 
•giiro  en  sus  necesidades,  un  í- 
alustre.  testigo  de  sus  azafias«  Sé 
«modelo  y  Juez  de  su  valor.  Yo 
»te  miraré  siempre  comosi  estu- 
»víeses sentado  junto  á  mí  en 
»el  trono:  mírame  tú  como  si  te 
«acompasase  en  los  peligros.  Ve, 
icésar :  lleva  cootigo  la  esperan? 
«lay  los  votos  de  los  romanos, 
ay  defiende  valerosamente  el 
•puesto  que  te  confian.  ^ 

A  estas  palabras  sucedieron 
aclamaciones  uaiversaies,  que 
hizo  mas«enérjicas  el  aspecto  del 
nuevo  cesar,  admirable  por  su 
ademata  guerrero,  suT  semblante 
sereno  y  sus '  miradas  llenas  de 
ardor:  subiendo  después  en  el 
carro  del  emperador,  entró  con 
él  triunfante  en  la  ciudad;  mas 
no  olvidando  enmedio  del  tu* 
multo  de  los  curiosos  y  los  ome- 
najesdeun  pueblo  inconstante, 
las  vicisitudes  de  las  cosas  hul- 
manes y  el  fin  trájico  de  tantos 
príncipes  que  empezaron  como 
él  con  aplausos,  aplicaba  á  su 
situación  los  versos  de  Homero 
en  que  «compara  la  púrpura  de 
los  reyes  al  lienzo  mortuorio  de 
los  cadáveres* 

Eusebia,  para    completar  su 
» 


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66 

obra^  biso  que  se  le  diese  por 
esposa  á  Elena,  hermana  |le 
Constancio;  pero  de  lodos  los 
dones  de  la  emperairii,  et  que 
recibió  con  mas  graliind  ftié  una 
biblioleca  numerosa»  apreciada 
por  ¿I  como  remedio  de  los  ma- 
les y  ccNisuelo  en  los  infbrtunios 
de  la  grandeza. 

CoKnUGTA   DK  COMBVARCIO  OdSC 

jüLUNO. — No  lardaron  mucho 
e^bacerlesenlirelpesodesuele* 
vaeion«  Constancio  comenzó  ale- 
merle  desde  que  le  hubo  ensalza* 
do.  El  nuevocésar  no  fuémassi« 
no  el  primer  esclavo  Je  palacio» 
donde  el  emperador  ie  detenia 
cautivo.  Guardábase  su  puerta 
cuidadosamente:  rejístrábase  á 
los  que  entraban  eq  su  cuarto^ 
para  ver  si  Iraian  cartas.  Con  el^ 
pretestode  formarle  una  oorte> 
fueron  despedidos  sus  criados  y 
remplazados  por  espías.  De  los 
hombres  elegidos  por  él  solo  con- 
servó á  Orí  baso  su  médico»  y 
tf$é  porque  ignoraban  que  era 
su  amigo. 

Ai  mismo  tiempo  que  se4e 
encargaba  el  gobierno  peligro8Í«« 
simo  de  Espaüa»  Britannia  y  Ga^ 
lia»  se  le  quitaban  todos  los  re- 
cursos para  la  victoria:  parecía 
que  se  temían  sus  triunfos  mas 
que  sus  derrotas^  Los  generales 
tuvieron  encargo  de  vijilar  á  su 
Jefe  mas  que  á  los  enemigos:  las 


OMA 

leJiOMS  debHitadas  é  fotinaida* 
das  por  un  larga  serie  de  reve- 
ses» no  recibieron  refuersosc  se 
limitó  la  autoridad  del  príiici-  ^ 
pe»  y  se  le  negó  la  facultad  de 
distribuir  grados  y  recompensas. 
$alió  de  Afilaircon  trescienlos 
hombres  de  escolta:  Goostaocio, 
que  le  acon^pañó  basla  Ticioo, 
supo  en  el  camino  la  tooui  de 
Colonia  por  los  birharus»  j  la 
ocultó  á  JiuHano.  Separáronse 
al  fin;  y  et  cesar,  corriendo  á  los 
peligros»  creyó  acercarse  á  la  li- 
bertad conforme  se  desviaba  de 
la  corte.  Los  galos  le  recibieron 
con  entusiasmo;  y  una  mujer  de 
Viena»  ciega  y  fanática»  le  pre* 
dijo  que  ensalzarla  el  imperio» 
y  restableceria  el  culto  de  los 
dioses. 

RSTaATODB  JÜLlAllO.~lulÍ&* 

no»  al  entrar  en  sa  nueva  ca-  » 
rrera>  tomó  por  modelos  á  Mar- 
co Aurelio  en  el  gobierno»  y  á 
Alejandro  en  la  guerra.  Marcha- 
ha  con  laa  tropas  á  pie»  descu- 
bierta (a  cabeza»  arrostrando  la 
inclemencia  de  las  estaciones» 
sin  mas  cama  que  una  piel  estén- 
dida  sobre  el  suelo:  comia  el  mis* 
mo  alimento  que  et  soldado:  su« 
fria  comoéi  la  fatiga v asistía  á  sos 
trabajos»  y  se  entregaba  con  ar* 
dor  á  los  ejercicios  militares. 
Uno  de  ellos  era  la  danza  pirri« 
ca-|  y  un  dia  que  la  estudiaba,  no 


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DEL  BAIO 

pado  dejar  de  eselainar:  «¡Qaé 
•oficio  este  pare  un  filósofo!  i» 

Gaaddo  eonclaído^  \é%  traba- 
jos de  la  guerra  t^ozabn  las  trom- 
pas de  reposo»  luliano  se  deUiSea- 
ba  á  los  caidados  de  la  admJnU- 
Iracíott  y  de  la  provísfua  del 
ejército»  k  la  reforma  de  los  abu- 
sos» y  á  la  reparación  de  las  io- 
Justidas.  Este  príneipe  iaratiga- 
ble  eaipleaba  gran  parte  del  dia 
en  estudiará  Políbioy  á  César, 
en  meditar  sus  planes  de  opera- 
eion»  y  su  recreo  era  la  lectora 
preferida  de  los  filósofos.  For- 
xado  por  su  posición  á  disimu- 
lar s«s  verdaderos  sentimientos»* 
profesaba  públicamente  el  cuito 
cristiano  pero  ofrecía  en  secreto 
sacrificios  a  los  dioses.  Aborre- 
cia  á  Constancio  comoá  enemigo 
delosülósofosy  del  jentilismo» 
y  como*á  estermiáador  de  su  fa- 
jniUa^  y  se  veia  obligado  á  oia* 
Bifestarie  gratitud  y  adesion.  I£n 
fio,  esta  dependencia»  á  4a  4^ual 
había  querido  en  vano  sustraer- 
se» le  puso  en  la  necesidad  de  ala- 
bar en  público  según  el  4iso;  por 
^os  ocasiones,  4as  virtudes  de  un 
•mperador  á  quien  aborrecía» 
y  los4alentosdeun  nombre  c^ya 
incapacidad  depreciaba. 

Mientras  que  «rodeado  de  esco- 
llos buscaba  ios  medios  de  sai^rar 
las  Gallas»  triunfando  de  tosos- 
táeolos  que  le  oponían  el  Valor 


iHvfctio,  07 

de  loa  barbarea  y  la  envidia  de 
'Constancio»  este  emperador  se 
eoqiefiífba  cada  vez'  masen  las 
disputas  escandalosas  délas  sec- 
tas. Seducido  por  los  arríanos 
mandó  k  Filipo»  prefecto  de  O- 
rtente»  que  echase  de  su  silla  á 
Paulo»  obispo  católico  deCoos- 
tanttoopla»  y  pusiese  en  su  higar 
al  beresiarca  Macedonio.  Paulo» 
preso  por  los  soldadxis,  fué  car- 
gado de  cadenas'y  conducido  pri- 
mero á  Emesa  y  después  k  Capa- 
docia»  dohde  le  aorcaron  con  un 
un  dogal.  l.os  ciudadanos,  indig- 
nados por  esta  injusticia,  se  reu- 
nieron amotinados  en  la  iglesia 
de  Constan tinopla:  todo  el  pue- 
blo se  su  Meiró^,  pero  impotente 
contra  latuér^a  organizada»  fué 
desbaratado  y  dispersado  por  las 
aropasde  FMipo;  y  Hacedonio, 
prolejído  por  ellas»  pasó  sobre 
tres  mtt  cadáveres,  parai  subir  á 
la  silla  episcopal. 
Disairsions  BVTiBcovsTAvao 

TXOiS  OBISPOS  pon  CAUSA  DB  ATA- 
JtASlO.— O^)   ^^*^^°^^»    ^^* 

Uendo  convocado  un  eonoUio  á 
sur  palacio  de  Mediolano»  propu- 
so en  éf'ons  profesión  de-fé  en- 
^eraMeaíte  arríana;  los  obispos 
caióliii0i  (a  desecharon  como  he- 
rética y  se  aegarou  á  firmarla, 
OpibiéronMtAmbíen  á la conde- 
tíacldtt  de  Aianasio»  de  quien  el 
j^rfticipfc  se   liedaró  acusador. 


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68  nsTosiA 

«Los  cánoaes  delalglMh,  de- 
»ciaQ»  proibeo  condenar  á  un 
•hombre  sin  oirle.»  «No hay  mas 
»cá nones  que  ai  rolonlad,  re* 
i»plicó  el  emperador:  elejid  en- 
»lre  la  obedieneia  ó  el  des- 
«tíerro.» 

Muchos  resisten  y  quieren  res- 
ponder: Cdnslanclo,  enrarecido» 
saca  la  espada^  quiere  herirlos, 
y  manda  que  los  lleven  al  cadal- 
so. Parten  sin  replicar:  el  empe- 
rador muda  de  dicjlámen,  los 
llama^  condena  al  destierro  á  tres 
de  ellos  y  presenta  á.  los  demás 
para  que  la  firmen,  la  destitu- 
ción de  Alanasio.  Algunos  la  fir- 
man por  miedo:  el  mayor  núme- 
ro persevera  en  su  resistencia  y 
se  retira  á  la  Iglesia.  El  eunuco 
Ensebio  entra  en  ella  al  frente 
de  un  piquete  de  goardiaa^  y 
prende  4  cientocincnenta  perso- 
nas á  Plisar  de  las  amenaxasy 
reprensipnes  de  San  Hilario,  o- 
bispo  de  Pictavios  (Poitiars), 
prelado  vtyierable^  tolerante»  ca- 
ritativo» pero  firme  é  indepen- 
diente: en  esta  ocasioo  comba- 
tió el  despotismo  imperial  con 
una  libertad  verdaderamente  ro« 
mana. 

Constancio  encai|[d  á  Eusebio 
que  fuese  á  Roma  Á  ecsortar  ai 
papa  tiberio  para  que  firmase 
la  condenación  de  Atanaslo:  en- 
vióle con  él  presentes  magnífi- 


cos. Bl  papa  se  negó  á  firmar»  é 
hiio  arrojar  con  desprecio  fuem 
de  la  Iglesia  los  regalos»  Bl  prín- 
cipe irritado  mandó  á  Leoncio» 
prefecto  de  Roma,  que  prendie- 
se al  papa  y  lo  enviase  á  Medh>- 
lano.  Esta  drden  se  ejecutó  á  pe- 
sar de  los  esfuerzos  del  ptiebto 
por  conservar  su  prelado:  Leon- 
cio engañó  la  vijilancia  páUlca, 
y  sacó  ai  Papa  de  noche.  Uberio 
llegó  á  Milán,  no  cedió  al  poder 
ni  á  la  ira  del  emperador»  y  foé 
desterrado  á  Tracia.  Constancio» 
por  miramiento  á  su  dignidad  y 
para  preservarlo  de  la  indijeo* 
da»  le  envió  quinientas  mone- 
das de  oro.  Ymloe  e$e  dümo  á  m 
amo,  d^oei  papa  con  soberbta 
al  oficial  que  se  lo  entregaba: 
lo  m$e$Uá  pora  pagar  $ui  tropa$. 
El  clero  católico  de  Roma,  afecto 
á  Uberio,  noqoiao  nombrarle  un 
sucesor;  loa  arríanos  elijieron  á 
Félii.  El  odio  de  entrambos  par- 
tidos escitó  en  Roma  conmo- 
ciones ian  sangrientas  como  lat 
de  los  Grecos»  y  en  aquella  épo* 
ca  la  Iglesia  católica  se  vio  peN 
seguida  por  los  arríanos  con  ta»» 
ta  animosidad  como  lo  habla  ai- 
do  por  loa  paganos.  San  Atanaslo 
decia:  «So  violencia  es  pmebd 
»de  as  -error»  porque  la  verdad 
•no  conoce  mas  armaa  que  Ik 
«persuasion.il      ,  t    ^ 

£1  emperador  quería  eona»- 


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MOL  BAJO  WKtlO. 


mar  la  ruina  de  Atanatfo,  y  tía 
eiñbargo  no  »e  atrevía  á  flolar 
toasIflesiameBle  la  palabra  dada 
por  él  de  do  aenteocbrlo  sio  oir- 
le.  Para  eludirla,  eoeargó  á  sus 
ministros  que  le  edMaende-  A* 
lejandría;  pero  no  lea  dl5  dade^ 
nes  por  escrito.  Los  ejipefosy.  en 
defensa  de  an  obispo,  resblenr 
el  duque  Siriano^  al  fírentON  de* 
cinro  mil  lejionarios,  los  aeo- 
mete  7  destroaa,  7    penetra  k 
mano  armada  en  la  i^eles&i :  el' 
pueblo,  arrostrando  la  muerte 
.  liberta  al  obispo  de  la  ftiria  de 
los  soldados.    Atanesio,  amado 
de  sus  partidarios,  encontró  «• 
sito  en  todas  parles:  una  mo- 
aneta  le  ocultó  durante  muchos 
días. 

El  conde  Heraelio  amenaxó  al 
pueblo,  que  no  dejaría  entrar 
víveres  en  la  ciudad,  si  no  aban* 
donaban  á  Atanasio.  El  teaaor 
obligó  á  muchos  á  firmar:  la 
igleaia  fué  saqueada,  y  los  ejip» 
doa  jentíles  gritaban:  ¡vím  el 
mmpwmicT  Vomianeio  que  $0  ha 
eomirtido  i  nueHra  r$tijionl 
¡  Ffvan  loé  arrianoé  qm  ya  no 
mm  triaianoil 

Loa  arrianoa  rencedorea  eH- 
Jleron  por  obispo  á  Jorje,  el 
eual  en  vez  de  calmar  laa  pasto* 
Desde  su  partido,  añadió  lefia 
al  fuego.  La  yenganza  fué  tan 
cruel  como  larga  habla  aldo  la 


resistencia:  muchos  católicos  pe* 
recieron,  7  /os  mmí$re$:arrianm, 
dicen  los  autores  eclesüsticos, 
$€mejanU$  á  Mékaiei  enfureció 


des,  entregaban  á  la$  catótiea$  á 
loe  mm-9iotenta$  ultrafet. 

Atanasio  huyó  i  los  desiertos, 
y  encontró  en  las  soledodes  de 
Antonfo  y  Pacomio  un>  abrigo 
seguro  é- ignorado.  En  esta  mis- 
ma época  apareció  la  herejía  de 
Macedofrio>  que  negaba  la  di- 
vinidad del  Espíritu  Santo. 

GDBBtmie  Mí  jciiAiio*  —  Mien- 
tras que  el  furor  del  arrtanismo 
degradaba  la  dignidad  imperial, 
comprometía  el  peder  del  prín- 
cipe, y  ensangrentaba  á  Roma, 
IGonaiantinopla  y  Alejandría,  Ju- 
liano, estudiando  en  Yiena  Ja 
ciencia  militar,' llegó  á  ser  su- 
perior á'  sus  maestros.  Después 
de  haber  reunido  sus  fuerzas, 
restablecido  el  orden  en  la  ad« 
mini8\racion  y  la  disciplina  en 
las  tropas,  oido  las  quejas,  re- 
primido las  concusiones  y  miti- 
gado los- impuestos,  se  puso  en 
I  marcha  para    libertar-las  Ga- 
llas de  kis  bárbaros  que  las  sa- 
queaban. 

Protector  en  aecrelo  de  ios 
jentiles,  neutral  entre  católicos 
y  arríanos^  aevero  con  los  gran- 
des, familiar  coa  el  soldado,  a- 
fable  con  los  galos,  amado  de  loa 
filóaofos  y  oradores ,  que  lla- 


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70  HisTomu 

maba  de  todas  partes  á  su  cortew  j  da  empresa  arrie^gnda;  pero  Ja. 


se  liaMa  'granjeado  el  afecto  o- 
DiversaL  Disputeodo  con  los  sa- 
bios, baciendo  versos  con  les 
poetas,  }a%gando  con  los  roafís- 
trados  j  combiftiendo  con  los 
guerreros,  se  Tela  en  su  corte 
la  misma  meafChi  gue  en  su  t^a^ 
rátter.  Las  capas  de  los  filósofos 
se  troñffundian  con  los  yelmos  de 
los  militares,  y  ^en  su  palacio 
batria  knn  mismo  tiempo  tribu- 
bal,  corte, -cattpsrmento,  iglesia, 
templo  antiguo,  escuela  y^ica- 
demia. 

Su^aversion  1í  los  placeres  lia- 
bis  disgustado  á  les  afeminado^ 
moradores  de  Ántioqufa  y  Bi- 
xancio^  pero  le  ganó  la  estima- 
ción delcs-g^os.  So  mait^édiim- 
bre>  instrucción,  vador  y  grave- 
dad hicieron  olvidar  á  Consta n*- 
ció,  y  -transfirieron  á «la  <^alia  ta 
majestad  Verdadera  del  inipe- 
rio.La  sombra  de  Homa  aali- 
gua  parecía  -estar  á  su  tado  y 
complacerse  ¿n  oír  grabes  dis- 
cursps  7  ^sentencias  j usías,  en 
ver  ciudades  reedificadas  y  cam- 
pos cubiertos  dé  W*icas  miases  ó, 
de  trofeos^gloribsos. 

La'({ntendion  de^Constahcio^ra 
dejarle^soiameote  un  ^vano  títu* 
lo,  y  <|ue  Marcelino  ejerciese  el 
poder:^i'-eao  lé  baúa  rodeado 
de  Infames  *cor tésanos  que  le  a- 
partas^  de  los  negocios  y  de  to- 


liano,  sordo  á  sos  consejos  pusi- 
lánimes» y  despreciando  laso- 
brevijilancia  de  Marcelino,    se 
puso  al  frente  de  un  coerpo  da 
tropas,  poco  numeroso  á  la  ver- 
dad, pero  coyas  fuerzas  y  valor 
debió  con  so  ejemplo.   Marchó 
contratos  b4rbaros:en  íes  pri- 
meros dias,  con  mas  ardor  que 
prudencia  se  dejó  sorprender,  y 
so  retaguardia  sufrió  alguna  pér- 
dida-, pero  este  pequefie  rev¿  le 
fué  mas  útil  que  si  hubiera  em- 
pezado poruña  victori»,  Besde. 
entonces  observó  precauciones, 
evitólos  lazos,  no  marchaba  sía 
reconocimientos    anteriores,   y 
Juntó  la  prudencia  de  un  capitán 
veterano  é  la  intrepidez  de  un 
guerrero  Joven. 

Atacado  en  todos  ios    punios 
p<>r4ina^án  nkultítndde  alema- 
nes y  jermanos,  los  pechazo,  a* 
vanzó  siempre    combatiendo  y 
persiguiendo  á  los  enemigos  has- 
ta &emosj(Reims},  donde  reuuió 
todas  tas  léjioues.  Entonces  sin 
4>erder  tiempo  marchó  al  Rin,  y 
dio  batalla  á  ios  enemigos  cerca 
dé-Brúmato:  la  táctica  4tMiiana 
^juofó  de  la  intrepidez  <áe  4os 
bárbaros,  que  rodeados  y  des» 
hechos^  después  de  baber^perdi- 
do  mucha  Jeote  se  refujianin  á 
las  islas  del  rio.  Al  mismo  tiem- 
po amenazaban  'los  Jutongos  á 


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I^U  BAJO 

Itoibi:  bift  tropas  de  CiinsUiiieio 
marcha ro»  á  ftacia  cooira  ellos. 
Jaiiano  por  9u  parle  las  atacó  á 
retaguardia,    subiendo   rápida- 
mente el  rio  hasta  Augusta  de 
loa  Rauraeos  (Basilea)«  Aqiie* 
Ikia  bárbaros,  espantados  de  so 
resolución,  y  Tiéodose  entre  dos 
ejércitos,  flriDaron  la,  paz.   El 
nut^vo  César,  restablecido  el  o- 
ñor  de  las  armas  romanas,  puso 
sus   cuarteles   de    invierno  en 
Ajendicc»  ($enii)«   La  Jermania 
era  eulonces  un  semillero  de  sol- 
dados, y  sallan  á  cada  instante 
dci  ella  enjambres,  cuya  procsí*. 
midad  no  se  sabia  sino  por  los  in- 
cendios y  devastaciones  que  can- 
aabau.  Ni  tenian  sistema  en  su 
politice  ni  método  en  sus  opem- 
ciuues  militares.  Las  invasiones 
eráu  cortas  y  violentas:  dejaban 
lasorausy  las  volvían  á  tomar 
con  igual  facilidad^  y  era  impo- 
sible' establecer  con  ellos  una 
pax  sólida* 

AzA&AS  OB  iULiAiio.<-'Caando 
se  iesareia  mas  tranquilos  pene- 
traron repentinamenie  en  la  Ga- 
lia«  y  sitiaron á  Juliano  en  Ajen- 
dko.  Marcelino^  oyendo  solo  la 
voz  de  su  infame  envidia,,  le  dejó 
ain  socorros.  Pero  como  en  el  pe- 
ligro se  muestra  la  superioridad 
de  las  grandes  almas,  Juliano, 
abandonado  k  sus  propias  fuer- 
zas, en  lugar  de  mantenerse  ti- 


ISMUIO.  7t 

oaidameote  á  U  defensiva,  aU« 
cd  á  sus  namerosoa  sitiadores, 
loaengafióeon  falsas  aoometidaa 
sobre  un  punto,  reunió  todas  sos 
fuenas  en  otro,  desbarató  á  los 
bárbaros»  hizo  en  ellos  espantosa 
carnicería,  tos  aoyenió,  y  los  o- 
bligó  á  pasar  el  Rin.  Marcelino» 
que  deseando  arruinarle  no  lo- 
gró  mas  qoe  aumentar  su  fama, 
fué  llamado  á  la  corte. 

Mientras  que  lagloria  romana 
resucitaba  en  la  (Salia,  Gonstan* 
cio,  gobernado  por  Rufloo,  pre* 
fectodel  pretorio,  por  Arbecion, 
jeneval  de  la  caballería,  y  por 
el  eunuco  Ensebio,  ejercía  el 
mas  imbécil  despotismo»  El  te- 
mor le  hacia  eruei  y  multiplica- 
ba las  acusaeione^  una  palabra 
imprudente^  una  queja  eran  crí* 
menes  de  lesa  majestad.  Sin  em- 
bargo, envanecido  por  algunos 
triunfos  de  sus  armas  en  Becia, 
y  victorioso  en  el  Rin  por  el  va- 
lor de  Juliano,  creyó  que  mere- 
cía entrar  triunfante  en  la  capi- 
tal del  mundo,  donde  nunca  ha- 
bía estado.  El  senado  y  pueblo 
soUeruu  á  recibirle.  Admirando 
como  viajero   las  antigüedades 
de  Ruma,  vio  con  respeto  los 
grandes  monumentos  de  gloria 
que  encerraba  aquella  ciudad. 

£1  tímido  Gontancio  tomó  a- 
siento  en  el  senado,  y  ocupó  el 
puesto  que  habían  ilustrado  ik* 


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72 


«rnToniL 


toa,  PoKpeirs,  Césir  y  ln««*o. 
Se  mostró  en^l  foro,  y  «reogó 
el  pi»eMe  desde  la  tribuoa,  don- 
de haMa  resooado  en  olro  tiem- 
po la  voi  de  Clceroft.  Vencido 
por  la  memoria  de  la  antigua 
Soma,  confirmó  los  privilejios 
de  las  vestales,  j  aon  confirió 
sacerdocios  á  figones  personas 
distíngttídas  por  su  dignidad  y 
luiciraieoto./Sio  embargo  proi- 
t)ió  los  sacrificios  baje  pena  de 
muerte,  según  se  ve  por  ««a  ley, 
inserta  en  él  código  Teodosiano, 
que  ^c^slmümenle  nunca  se 
publicó.  Sii  conducta  respecto  á 
relijion,  estuvo  siempre  ilena  de 
inconsecoencia.  Tolerante  en 
Bomucon  el  paganismo,  no  ce- 
oó  de  turbar  el  imperio  con  so 
zélo  por  elürrianismo.  Gn  fin, 
bizo  celebrar  juegos  solemnes, 
según  la  costumbre  romana,  eú 
todo  el  imperio^  y  para  embelle- 
cer la  capital  con  un  monumen- 
to nuevo,  hizotraer  de  Ejipto  á 
mucha  costa  el  obelisco  de  Ra- 
messes  do  ciento  treinta  pies  de 
alto,  y  que  §e  ve  todavía  en  la 
plaza  de  San  luán  de  Lelran. 

Los  católicos  iamenlaban  4a 
ausencia  del  papa  tiberio^  de- 
puesto arbitrariamente  s  y  las 
damas  romanas  se  presentaron 
al  emperador,  y  con  sus  ruegos 
é  instancias  consiguieron  la*res- 
títuciofl    del   prelado.    Liberio 


volvió  á  Roma,  y  firmó  la  con* 
dtnacíoo  de  Atanaslo  y  la  fór^* 
mola  arriana. 

Elena,  mujer  de  InKano,  tu« 
vo  varíes  bijos  que  murieron 
apenas  nadan,  y  después  quedó 
estérik  La  calumnia,  que  siem* 
pre  persigue  á  los  grandes,  no 
perdonó  á  Eusebia,  é  bizo  creer 
que  esta  emperatriz  infecunda, 
envidiosa  de  su  cuñada,  le  ha- 
bía, dado  uo  breba^  paM  po- 
nerla incapaz  de  dar  sucesores 
al  imperio.  No  se  puede  conci- 
liar semejantecrjmencon  la  idea 
que  b  historia  nos  da  del  carác- 
ter virtuoso  de  aquella  empera- 
triz, que  siempre  se  opuso  á  las 
pérfidas  intrigas  del  camarer» 
mayor  y  de  sus  partidarios  con- 
tra Juliano^  Siempre  fué  la  pro- 
tectora de  este  príncipe:  consi- 
guió que  se  le  aumentase  la  au- 
toridad de  qiie  usaba  tan  hábiU 
mente:  hizo  que  se  destituyese  á 
Marcelino,  y  que  se  le  diese  por 
sucesor  en  el  manda  de  las  tro- 
pas á  Sevino>,  jeoeral  esperi'^ 
mentado,  incapaz,  de  envidia,  y 
digno  de  sor  el  segundo  de  Ju- 
Uaooi  mas  no  pudo  quitar  la  pre- 
fectura de  la  Galla  á  Florencio;, 
cuya  bajeza,  orgullo  y  codicia 
se  opanian  constantemente  á  to- 
das las  reformas  saluiiables  que 
proyectaba  el  principe  eu  la  adr  . 
miaidtracioo  .de  sus  provincias^ 


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A  péwr^e  MtM  oMitttilos  logró 
JhiliaDo  |K>r sa  perseiperancia  to- 
dos sos  designios,  aosiliándole 
jNira  ello  qq  galo,  llamado  Sa- 
losifó^  bombre  itaalrado,  aai- 
Boso  y  fiel:  merecía  le  too  San- 
n  del  prtecipe»  y  esle  ere  digno 
de  teneriepor  amigo. 

Para  libertarse  de  tas  sorpre- 
sas de  los  bárbaros^  estableció 
OQ  la  linee  del  Rin  postas  y  co- 
rreos qneoomunicaban  las  no- 
tidascon  sima  rapidez.  Sin^sm- 
bargo,  4os Jómanos  pesaron  las 
fronteras  y  peneireron  besa 
Lugdujio.  ioMaiio  reunió  les  te- 
jiónos/ marebó  contra  ellos,  y 
los  destrozÓL.  Había  desteeado 
tres  cuerpos  para  cortarles  la 
retirada^  y  ao  ae  babiera  esca- 
pado ao  solo^aeaigo,  si  Barba- 
eioo,  Jeneralde  Constancio,  que 
estaba  en  Augusta  de  los  Raora* 
coscón  TOtnte  mil  bombres,  fal- 
tando á  su  deber,  no  bubiése  da* 
do  paso  á  los  alemanea.  Al  mis- 
mo tiempo  acnsd  do  traición  y 
onganctie  á  Vatentinianou  Jene- 
ral  que  le  baUa  llevado  la  carta 
«n  qoe  el  cesar  le  Invitaba  á  a- 
nírse  á  éi'cootra  loa  bárbaros^ 
Constancio^  sin  ecsaminar  el  be- 
ebo,  desUtnyóé  Valeotiniano,  á 
quien  la  fortuna,  que  entonces 
ie  oprimía,  ieguardaba-ol  trono 
imperial. 

Juliano,  no  queriendo  dejar 

TOMO  XiV. 


nmttio.  73    . 

tiempo  á  los  enemigos  para  re- 
bacerse,  determinó  pasar  el  Rio, 
y  pidió  boques  áBarbacioo;  mas 
como  este  los  rensase,  se  vio  o- 
bligado  á  esperar  que  con^  los 
grandes  calores  bajasen  las  a^ 
guas  del  rio:  entonces  atravesó 
uno  de  sus  braios,  sorprendió  á 
los  bárbaros,  que  se  habían  dis- 
persado en,  las  islas,  y  mató  un 
gran  oúelero  de  ellos.  Los  de«* 
más  cargaron  sobre  Barbacion, 
lo  derrotaron »  y  le  dieron  de 
este  modo  el  castigo  de  su  ale* 
voaía* 

Entretanto  siete  reyes  alema-- 
oes,  indignados  de  ver  libre  la 
Galia,  y  las  armas  de  Roma  vi- 
gorizadas, reaneo  sus  naciones, 
se  acercan  áArjentoracto  (Stras- 
burgo),  y  mandan  insolentemen- 
te á  Juliano  que  evacué  aquella 
frontera.  Cbnodomario  era  el  A* 
gamenon  de  aquella  «oafedera- 
cion  bárbara* 

£1  principe,  deseoso  de  atraer- 
loa  á  ta  llanura  de  Aijentoracto, 
les  deja  pasar  el  Rin,  sale  de  Sa* 
veroa,  y  so  acampa  á  la  vista  del  i 
enemigo.  Los  soldados  qoeraan 
combatir^  el  principe,  teniendo 
por  mas  conveniente  que  repa» 
^'asen  sos  fuerzas  coa  el  descan- 
so, proeora  «calmar  su  ardor» 
«Cnanto  moa  aprecio,  les  dice, 
•vtiestro  déouedo,  mas  avaro 
9debo  ser  do  vuestra  saogre:  no 
10 


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74 


HiaTOUA 


^qaerais  con  \ñ  pf«ct|»ilackHi 
•comprar  cara  ima  v^otorUeier- 
»ta.  El  valor  DO  ei  la  óaica  preñ- 
ada del  guerrero:  ai  se  mue^ra 
»allivo  coDtra  el  eaemigo,  debe 
Bser  modesto  coa  sm  carneradas 
»y  dócil  á  su  jeuerah  Puedo  da- 
«ros  órdenes,  mas  prefiero  la 
«persuasión  al  mando*  El  día  ra 
•cayendo:  la  iioehe,  poniendo 
•fin  al  combate,  os  impedirá 
•completar  la  victoria.  Habéis 
•caminado  por  arénales  encen- 
«didos:  estáis  en  un  terreno  in^ 
•terrumpido  por  ramblas  y  ar- 
«boledas:  el  enemigo  ha  cobrado 
•fuerzas  con  el  descanso:  una 
•larga  marcha  ha  disminuido  las 
•vuestras:  mi  opinión  es  que  nos 
•atrincheremos  con  prudencia 
•para  pelear  mafiana  con  intre- 
•pidez.  Cobremos  vigor  por  me* 
«dio  del  alimento  y  del  snefio:  al 
•rayar  el  4ia  atactreoios  y  ven- 
•ceremos  á  los  bárl>aros.^ 

Quería  proseguir,  pero  los  sol- 
dados impacientes  le  interrum- 
pen>  braman  de  ira»  dan  en  los 
escudos  con  las  lamas,  y  gritan 
pidiendo  la  balalla« 

Enmedio  del  tumulto  un  alfé- 
rez alza  la  voz,  y  dices  «Marcha, 
•césaf  feliz:  sigue  i  la  fortuna 
•que  te  convida.  Á  nuestro  fren- 
óte van  el  valor  y  la  prudencia: 
•tú  verás  lo  qoe  poeden  los  sol- 
idados romanos  si  los  manda  un 


•hábil  capitatn  qoe  inspifA,  Jnz- 
•ga  y  recompensa  las  grande  a-> 
•zaftas«» 

Batalla   bmtrb   jüuaho  t 
cHHODOMABio*— Juliano  cede  á 
los  votos  ^el  ejército,  y  se  pone 
al  frente  del  ala  denecba,  opues* 
to  á  Ghnodomario :  el   ala  iz- 
quierda era  mandada  por  Seve^ 
ro,  al  cual  se  oponia  el  ala  dere«- 
cha  de  los  enemigos  á  leA  órde* 
nes  deSerapion.  Habiancolocado 
entre  sus  escuadrones  infantería 
lijara,  que  en  el  combate  debta 
introducirse  entre  los  cabalioe 
rocanos  y  desjarretarlos.  Dada 
la  señal  der  acometer.  Severo  w^ 
vanza  el  primero,  descubre  á 
tiempo  entre  los  pañtaiUM  una 
zelada  en  que  iba  á  caer,  y  $e 
detiene.  Coamto  los  dos  ejérci- 
tos oscurecian  el  aire  con  ana 
nube  de  fleciías,  Juliano,  al  fren- 
te de  doacientos  caballos,  corre 
por  las  filas,  y  eselama:  a  Animo, 
•camarades:  este  es  el  momento 
•que  habéis  deseado.  La  espe- 
•ranza  de  dia  tan  glorioso  me 
•movió  á  aceptar  el  título  de  cé« 
•sar.  Yol  ved  al  nombre  romano 
•su  antiguo  esplendor:  oponed 
•al  furor  ciego  de  los  enemigos 
•un  valor  mas  constante  y  seré* 
•no,  y  pensad  que  solo  la  victo- 
uria   justificará  vuestra  impa- 
•ciencia.^ 

Los  alamanes,  enfurecidos  de 


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ML  BJUO 

qae  los  roMMos  iMbabtaMOB^ 
ekadode  la  GiKá,  decididos  está 
▼eE  á  veoeer  á  k  morir,  y  tétniea- 
do  que  SQ8  reyes  los  abandooa- 
MB  al  primer  revés,  ecsijeo  de 
elloa  que  participen  eu  la  acción 
de  todos  los  peligros^  y  los  olHi- 
fin  á  pelear  á  p{e«  Entrambas 
mases  se  acercan  en  orden:  sus 
filas  apretadas  parecían  muros 
erixados4e  ianf as:  cbócanse  con 
orrible  estruendo:  una  nube  de 
polTO  loa  eulire,  y  envoelre  con 
au  sombra  azañas  dignas  de  ver- 
se á  la  Ina  del  aoL 

Severo  tialla  paso  por  las  la- 
gunas, rodea  el  cuerpo  embosca- 
do, ataca  á  lof  alemanes,  y  des* 
puen  de  víoleolos  esfuerxos  toa 
derroca  y  pono  en  kuida.  En  la 
parle  oiHieata  ora  la  fortqna  me- 
nos f a  vorableá  los  romanoa:  seis* 
eieaios  Jinetes  del  ala  derecba, 
en  los  cuates  tenia  mas  espei^an* 
za  Juliano,  después  de  unaiuelia 
oaliiiada,  pierden  á  su  Jete,  se  a^ 
lemorUan  y  4esmaadan^  y  caejí 
desordenados  sobro  la  iolaoto* 
ría.  £1  enemigo  los  persigue  coa 
ardor.  Viendo  Juliano  esta  con- 
fusión^ acude  á  todai>rída«i*eco- 
Bócenleeala  cbrillanie  bandera 
que  le  sigue,  jt  en  el  daagon  de 
parpara  que  lo  adorna:  ^Ádánde 
Imíi,  ioláadotí  eselama  enfure- 
cido: mhug  a$Ho  peta  tos  eo- 
&of das:  (odoi  lü$tiwi9it$  lu  ea- 


iMftaio.  75 

Ttaré^  $\u  pueMñt.  Siqmértis  ra- 
co6f  crr  vue$tra  glüria;  seguidme: 
$i  qu0teU  huif^  posad  lofrra  mi 
cadáver 'y  parque  perderá  la  vida 
onles  que  el  onar. 

Avergoniados  de  so  cobardía 
se  reúnen,  vuelven  contra  los 
bárbaros  que  atacaban  ya  el  flan- 
co de  las  iejiones.  La  pelea  fué  es* 
pantosa,  deseando  los  unos  repa-* 
par  su  ignominia,  yostinándose 
los  otros  á  00  perder  el  terreno 
que  babian  ganado.  Llega  la  re* 
aervaen  socorro  de  JnlianO:  á 
pesar  de  este  refoerso,  los  reyes 
alemanes,  al  frenie  de  todas  sus 
tropas  en  masa,  derrotan  la  caba- 
llería romana,  desbaratan  el  ala 
iiquierda  de  la  infanteria,  y  pe. 
netran  bástala  lejion  del  centro, 
coatrala  cual  se  estrelló  su  va- 
lor y  su  furia.  Cada  soldado  de 
oata  l^ion  inospugnable  recbaza 
sus  golpes,  como  ana  torre  inmó* 
vil  los  del  avíele.  Los  alemanes, 
osanatoa  por  ol4Mtnsancio,  caen 
á  millares  bajo  el^acero  de  aque- 
lla infantería,  que  no  pueden 
IWQetraf:  ans  filas,  enrarecidas 
por  U  muerte,  se  abren:  temeo, 
y  redoMaa  su  temor  las  coortea 
del  campamento  romano  que  a- 
cnden  entonces.  Retiranse^  en 
desorden:  su  retirada  se  con» 
vierte  on  faga:  la  espada  de  Ju» 
llano  los  sigue.  En  vano  piden 
los  alemanes  cuartel.  El  romano 


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76 


■18T0RU 


eDÍurecido  lo  oiegtt  el  Mit^po 
de  batalla  y  las  orilltadel  Ria  se 
eabren  de  muertos  y  moribao^ 
dos:  mQcbo«  peroceo  Mgados  en 
las  ondas.  Algunos  oedMdo  so- 
bre sus  escudos  ganaalft  ribera 
opuesta.  Choodomariov  bebietido 
escapodo  de  1»  maUo»^  quiso 
kuír  al  frente  de  algunos  Jinetes : 
cayóeftunpoatono>seli6de  é^, 
se  refíijió  ea  un  boeqse,  y  reeo* 
Boeldo  poruDtribunov  euyaeoor. 
teleenvuehre*  ee  preso  y  co»- 
dueido  entre  cadenea  á  JuIímmk 
Esta  victoria,  igual  en  esplendor 
á  *las  mas  b«Ulairtesde  la  aaligiia 
fioma,  salvó  el  imperiow 

Juliano  venció  con  trece  mil 
soldados^  treinta  y  cinco  mil  bar* 
baros^  mandadoc  por  siete  reyes 
orgullososcon  sus  mucbos  triun- 
fos. Las  lefiones  entusiasmadas 
k  dieron  el  nombre  do  augusto: 
reusó  este  título.co»  ináignacioa 
apárenle  y  Jusio  temor.  CooTen- 
cido  de  f|iae  la\|itscfplina  severa 
es  la  única  gaianUa  sólida  de  las 
victorias^  mandó  foo  se  Je  pre- 
sentasen los  sebcientos  Jinetes 
que  babian  buido,  los  reprendió 
durameate^^ysegun  bcostnaabre 
antigua  los  bico  pasear  por  el 
campamento  vestidos  de  mujo- 
res.  Cuando  se  lepreseató  Gbno. 
domarlo,  apiadado  de  este  rey 
cautivo,,  le  acojió  con  benigni- 
dad^ pera  cuando  se  viáá.  este 


príncipe  bárbaro^  ten  iesoleote 
antes  de  la  batallé^  desonrar  sa 
infortunio  postriMiofoá  sus  pies» 
é  implorando  bajümenlesu  ele» 
mencia^  Je  despreció,,  le  volvió 
la  espalda,  y  le  envió  á  Coostao^* 
cío. 

Cuando  llegó  á  Italia  la  noti» 
ck  de  la  victoria  de  Árjentorae» 
io,  despertdel  orgullo  de  Roma, 
irritó  á  loa  corleseaoa,  y  esel«« 
td  la  envidia  del  emperador.  Loe 
vikesfavofitoa  dieron  por  burla 
á  Juliano  el  nombre  de  VkMri^ 
no  para  atenuar  su  trlonfo,  y  re» 
cordar  al  mismo  tiempo  el  tími* 
do  Constancio  el  noiabre  de  un 
Jeneral  que  en  laépoee  de  Galie- 
no  usurpó  en  las  (Sallas  el  poder 
supremo  y  el  titulo  de  augustow 
Sin  embargo^  el  emperador  po^ 
bttcd  en  lodo  el  imperio  la  victo- 
ria conseguida  contra  los  bárba«^ 
ros;  pero  atrlboyénéosela  ridf* 
eulameole^como  tí  bnbiera  asis- 
tido á  la  balaUa  y  mandado  el  e^ 
JércHe.  Ni  aun  se  dignó  citar  en 
su  relación  einembredo Juliano^ 
y  este  silencio  mismo  ledió  mea 
gloria. 

Loe  soMadoi  romanos  eran 
todavía  valerosos;  pero  ya  noto- 
niaa  disciplina^  Despoes  de  la 
victoria  qnerian  descansar,  y  na 
se  mosIrtJian  dispneslos  4cooÜ» 
auar  marchas  penosas.  Coande 
seciUeron  la  drdeodepesar  el 


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BÍL  M»  UtBIim. 


n 


Afo^  noimararo»;  pero  U  flr- 
0«u  d6  ioliaao  trinólo  de  sa 
todoctthled:obedecierooy  derai. 
farra  mía  parte  de  Jermaoi^i 
GoBStnijFóaesiiarertaleM  al  otvo 
lado  del  Binr  loe  aleoMHies  ioti»- 
midadoa  pidiere»  la  pac>,y  ao^- 
lo  conaigtiiefea  one^  tregua*  db 
diez  meses.  Después  de  esta  cana- 
paña  volvió  el  ejército  á  Bemos 
(Reiins)pere  tomar  aHí  euartetes- 
de  iovleroo,  y  eocoatraroo  lodo 
aquel  pafe  tillada  por  uik  cuer- 
po de  fraBcos»  de  solo  mil  hom* 
bres  á  la  verdad,  pero  que  a  ie- 
rra t>aii  la  provincia  por  su  ióersa 
y  osadía.  Estos  guerrero»  temi- 
bles^dice  ub  bielorieder  d^acpiet 
Mempo,  ikOceiiockNi  estackMies^, 
y  auo  preferien  los  yelos  del  in- 
vierno al  temple  luave  de  la  pri* 
mavera.  Los  romanos  los  ataca- 
ron y  aoyentaroBiá  una  fortaleza 
situada  sobre  el  Biosa.  Después 
deeincnenta  y  cuatro  días  de  sitio 
capitularon^  y  salvaron  la  vida  á 


DBSCtKIOff  M  WLMU  POA  JUUA* 

no —  luÜMO'  pasó  el  invierno 
en  Parisiosrse  be  conservado  la 
descrici6n  que  bizo»<^  este  pue- 
blo, ye  célebre,  el  coil  llamaba 
eu  querida  Éutuitm.  Rbdeado  por 
dos  braaos  del  Seooana  (Sena> 
no  ocupaba  mas  que  el  cuartel 
Uamedo  boy  Im  $iudad.  Defen- 
díala una  fuerte  muralla  guar- 
necida de-lopres,.y  se  entraba  en 
ella  por  dos  puentes  de  madera. 
Aupesar  de  su  corto^recinto»  tenia 
templos,  oái  palaeiay  un  anfitea- 
tro^ Juliano^celebralMila  fertili- 
dad del  pais,.  la-  salubridad  de  las 
aguas  y  la  dulzura  del  clima.  Sin 
emb»reo.,4>asó  allí  un  invierno  ri. 
goroso:  en  su  relación  se  ve  la  sor- 
presa que  le  causaron  los  grue- 
sos yelos  ^el  rio.  Hasta  entonces^ 
arrosirand(M)l  frió,  nobábia  qu(^- 
ridoqoese  pusiese  fuego  en  su 
cuarto;  pero  aquei  afiofué  pre- 
ciso tener  brasero,  y  estuvo  para 
morir  asflcsiado  por  el  vapor  del 


costa  de  la  libertad.  Esta  victo- 1  carbon^.  La  prudencie  y  Justicia 

del  cesar  aumentaboadiariMBeq- 
te  el  afecto  que  le  tenían  los  ga- 
los, y  su  fam»  erecta  cuanlp 
se  reblaba  la  de  Constancio  por 
áu  debilidad  y  despotisn)o^ 

E!n  el  consulado  de  Tiberio 
labio  Daliaooi  y  de  Mareo  Ne- 
fació  Cereal,  pabUcó  elefápera-> 
dorunajey  que  esceptualia  de 
impuestos  y  ^avámenes  coma- 


ria  fué  muy  onoriAca  para  el  cé 
sar;  porque  basta  entonce^  dice 
Llbanio,  lat  froncot  habían  pr^^ 
ferido  iiemprelafmuru  al  eauíi^ 
werio^  Fueron  enviados  á  Cons- 
tancio, que  admirado  de  su  pro^ 
ceridad,  los  incorporó  en  su 
guardia,  donde  parecían  como 
torres  enmedio  de.  los  <^ros.  sol- 
dados.. -         .  .< 


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78  msToiíA 

natos  stts  doniDioi>  lo§  de  la  fa*  I  meolé  á  sus  vastfJIos.  El  empa- 


müia  de  EaseMo,  padre  de  la 
•eDiperatriz>  y  los  bienes  de  las 
iglesias  católicas.  La  pérdida  d# 
to  igunliai  éigue  necesariamente 
áladelúlibettad,  y  los  priti- 
íejios  forman  siempre  el  séquito 
de  la  Urania. 

Olvidando  Coostaotio  el  an^ 
iigno  orgullo  de  los  romanos, 
pidió  la  pa2á  Sapor>  rey  de  Per- 
sia:  este  puso  por  condición  que 
se  le  cediese  la  Mesopotamfa  y 
la  Armenia:  el  emperador  no 
consintió  en  ello>  y  solo  sacó  de' 
su  deÚlidad  la  ignominia  de  ha- 
berla ienido.  Barbacion,  env4a^ 
do  conlra  los  jiitiongos^  losde^ 
rrolóen  la  Reda* 

EnireUinto  Goastancio,  ^mu>» 
lando  la  gloria  de  Juliano,  se 
presentó  al  frente  de  sus  ejér- 
.citos^  pasó  el  Danubio^  atacó  á 
lossármatasy  á  íos  cuados,  tos 
Yenciópor  el  valor  de  sus  jene- 
ráles,<é  btzo  en  ellos  gran  carni- 
cería; ^  rey  fizáis  llegó  al  cam- 
pamenié  del  emperador»^  se  le 
postró^  imploró  ^sa  niisericordia 
y  obtúvola  pa^ 

Feudalismo.  »^  Entonces  se 
Tió  el. primer  ejemplo  del  féji- 
men  feudal^  que  fué  ^espoes^ 
duranle  muchos  siglos,  el  dere- 
cho péblico  de  -Europa:  los  cua- 


rador  dirijló  sus  armas  contra 
lus  llmigantes,  esclavos  betíco« 
sos  que  hablan  echado  á  los  sár- 
matas,  sus  amos,  de  las  tierras 
que  poseían:  sabedores  de  la 
suerte  qu^  les  aguardaba,  se  de* 
fendieron  con  ^l  valor  de  la  des- 
esperación. Bespues  de  una  os- 
tinada  resistencia,  viéndose  o« 
primidos  por  el  número,  flnjie- 
rott' rendirse,  capitularon,  llega- 
ron en  tropel  al  tngar  que  se  les 
señaló  para  depositar  sui^  armas, 
y  dando  sábitament^  grandes  a« 
laridos,  se  precipitan  al  tanipa- 
mentó  romano  y  llegan  hasta  la 
tienda  del  emperador^  á  quien 
querían  matar  antes  de  perecer; 
pero  rodeados  por  las  tejioaes^ 
fueron  pasados  todos  á  cuchillo. 

Constancte  se  volvió  i  sus  es- 
itados,  y  se  dedicó  esclnsivamen. 
le  i  las  cuestiones  retijiosas,  cct* 
ya  violencia  súmenlo  quoriaudo 
interponer  su  autoridad. 

En  este  tiempo  sufrió  el  Asia 
orribles  terremotos  que  destru- 
.yerou  ciento  cincuenta  -oiuda» 
des:  la  de  NJcomedia  quedó  en-» 
toramente  arruinada. 

4a  Galia  gozó  poco  üempo  de 
lalranquilidad  que  le  habían  da* 
dolas  vioiorías  de  Juliano.  Los 
salios  y  los  camavos,  tribus  fraa« 


dos  sostepiáu  que  la  pai  firmada  I  cas^  se  hablan  fijado  algunos  a« 
CQB  ellos  se  esteodia  impUcita*  >  fios  antes  en  la  Toximandria, 


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DBL  BAIO  UnHIO. 


W 


Imii  limado  hoy  el  Brabanle. 
Salian  de  él    con  freeneBda  á 
talar  la  Béljiea:  Jnliaao  marcbd 
«Mira  ellos»  loa  sorpreodió»  veo^ 
ció  á  toa  salioa»  hlxo  la  paz  con 
ellos»  y  reooMeió  por  el  tratado 
a«s  derechos  á  la  Tommmtária, 
eo  eaya  poscaloo  qnedaroo.  Los 
camaTos  le  oponiao  ana  resis* 
teocia  mas  ostinada,  porqne  es* 
taten  irritados  creyendo  que  el 
hijo  de  sa  rey,  eofiado  en  otro 
Üempo  á  Moma  en  calidad  de 
reeo»  habla  perecido  en  un  su- 
plleio  ignominioso.  Juliano»  ha- 
biéndoles pedido  una  conferen- 
cia, les  presenta  repeoünalaien* 
.  te  al  joven  príncipe»  al  enal  ha-^ 
bia  criado  con  tanto  amor  como 
.  ai  fuese  su  propio  h^o:  su  Jene- 
roaidad  desarmó  á  loa  francos» 
y  le  valió  una  pac  maa  sólida  que 
si  la  habiese  imfííiealo  per  la  vic- 
toria: los  camavos  evacuaron  la 
GaUa. 

En  eate  año  hnbo  carestía»  y 
por  causa  de  ella  una  sedición 
en  el  ejército.  Aconsejaban  al 
cesar  que  la  castigaae  conseve-' 
ridad:  él  no  quiao»  y  empleó  to- 
dos sus  medios  en  socorrer  las 
McesUades  del  soldado»  que* 
rtenjto  mejor»  deda»  aliviar  sos 
males  que  castigar  sa  impa- 
ciencia. 


cker)»  vendó  á  los  báitfaros»  y 
los  obligó  á  raatHnirle  ochenta 
mil  cautivos  galos  ó  romanos. 
La  Galla  entonces»  libertada  por 
este  héroe»  gosÓ  bi^o  so  gobier- 
no una  felicidad  des«:onocida 
desde  un  siglo  antes. 

La  suerte  dio  el  castigo  mere<- 
cidp  al  cruel  Barbacioo*  Este  Je» 
neral»  que  debia  éu  fortuna  á  las 
intrigas  ma^  que  á  las  azaüas»era 
tenido  jeneralmenti  por  el  jefe 
de  losdelaloresr  él  fué  víctima 
de  ellos.  Perverso  y  cobarde»  era 
lan  propenso   á  la  soperstícioa 
como  ajeno  de  la  verdadera  pie* 
dad.  Cayó  del  .techo  de  su  cuar- 
to un  enjambre  numeroso  de  a» 
bejas»  y  lo  aterró:  áiandi^  llamar 
adivinos  que  le  esplicaseo  aq^iel 
presajio.  Su  mnjer  Asirla  atri- 
buyó so  curiosidad  al  deseo  de 
destronar  á  Gon^itaoclo  y  casarse 
con  la  emperatriz»  de  Ja  cual  tec- 
nia zelos:  escaibióle  enfuredda 
denostándole  so  infidelidad  e» 
términos  muy   injuriosos   para 
Eusebia.  El  esclavo  que  llevaba 
la  earla»  lo  había  sido  en  otro 
tiempo  del  infeliz  Silvano:  abri<!|- 
la»  y  hallando  on  medio  seguro 
para  vengar  á  su  antiguo  dueño» 
ia  llevó  á  Constancio.  Para  este 
príncipe  desconfiado  la  sospecha 
«reaba  el  crimen»  é  hizo  dego- 


Concldida  la  tregoa»  Juliano  I  llar  á  Barbadon  y  isa  mujer, 
atravesó  el  Rin  y  et  Nicer  (Ne*  I     Este  mismo  afio»  los  vientos 


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«o 


BISTOBIA 


4el  3Í0ñe  4m  reioalNni  ton  rio^ 
leDeia>  retardaren  la  llegada  á 
Ottiade  IM  trigos  necesarios  pa- 
ra la  mmurteneioo  Ael  pueblo. 
La  penuria  e8<9itó  ^nna  fedicioo:; 
Tertulio,  ppefe<5to  ie  la  t^apital, 
bizaentonces  un  soleinne  saeri- 
fldo  áCástor  y  á  PÓIue-,  y  ape- 
nas liubo  acalMuto^  se  supo  que 
la  flota  entraba  en  el  puerto. 
Este  aconteciméeiito  dio  por 
mucbo^ietti^  gran  orédito  á  Ur 
idolatría* 

Las  4nrbadone8  de  Oriente 
daban  Justa  inquietuTd  á  <]ona* 
iancio:  ios  isauros  continuaban 
sus  piraterías: «1  conde  &i«rioio 
4os  üíeneió  en  muckos^coin bates, 
y  los  obligó  á  reftijiarse  á  su 
4(uarida. 

Ursieino  babia  conteoido  inu- 
*cho4iempoá  los  persas  por  su 
i^alor  y  Viabilidad;  pero  la  envi- 
^ia  4e  ias'coi^esanos  hico  que  se 
4iis«iinttyesen  sus  ínerzas  y  se 
farasen  sus  viotorias.  El  empe- 
rador^ á  instancias  de  los  vali- 
4os>  enemigos  siempre  del  mé- 
rito^ 4laind4  Ursieino.  La  inca- 
paeidad  de  sus -sucesores  favore- 
ciólas armas  de  Sapor,  que  se 
adelantó  mjis^Uá  de  Jíisibis;  pe- 
it>  Ursieino,  antes  de  separarse 
4lel^ércitD>  rodeó  con  un  mo- 
vimientoliábil  al -enemigue  loau« 
yentó»ySapor  no  debió  su  sal- 
vccíon  sino  á  4a  velocidad  de  su 


caballo.  Después  de  esta  acción* 
los  romanos  prendieron  fuego  á 
los  bosques  y  mlews,  y  ardierpn' 
muchas  fieras ,  cuyas  espéjeles 
desaparecitiren  ead  en  aquella 
parle  del  Asia.  La  traición  de  los 
•ficialeaqiie  mandaban  las  tro** 
pas  tijeras  de  Ursiciao»  híio  que 
el  enemigo  le  8M*prendtese^  le 
potiese  ^n  gran  peligro ,  y  se 
viese  obKgado  á  retirarse  al  %i* 
gris.  Loscoriestoes  pintaron  es* 
4a  retirada  como  una  alevosía»  y 
fué  el  motiiro  de  su  desijracia. 

Sapor^uso  ^cérco  á  Amida, 
que  Ée  defendió  con  valor*:  cfl 
Üjódeh  rey  pereció  en  I<m  ata* 
ques;  pero  creciendo  siempre  el 
número  de  los  sitiadores,  la  pliiK^ 
m  al  fin  vino  á  ser  tomada  por 
asalto.  Sapór  mandó  degollar  á 
iodos  los  habitantes^  y  ^l  hisUK 
riador  Amlano  Marcelino  fné  ca«- 
ai«l  solo  qne  escapó  de  la  ma* 
tanza* 

La  victoria  7  la  f  «sMcia,  des- 
terradas  del  Testo  del  imperio^ 
parecían  haberse  ref ojiado  á  las 
Gallas.  Todos  los  esfuerzos  de 
Juliano  eran  favorecidos  de  la 
fortuna:  triunfaba  de  los  enemi^ 
<gos  con  las  armas,  y  mandaba  en 
los  pueblos  jmr  las  leyes«  Un  dia 
^asistieudo  á  on  tribunal ,  hizo 
presente  á  los  jueces^  mostrán*- 
dose  estos  demaliadó  severoi^ 
que  no  se  podía  condenar  sin 


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WSL  BAiO 

pruebas*  El  acusador  Delfidio, 
cuyo  sistema  ha  tenido  muchos 
imitadores  eu  todos  lierapos,  le 
replicó:  a¿Quiéa  será  culpable, 
»«i  basta  negar  para  ser  absueU 
»to?o  «¿¥  quién  &erá  inocente, 
«respondió  Juliano,  si  basta  ser 
jsacusado  para  sercr¡raiüal?«  Un 
príncipe  tan  justo  nunca  careció 
de  dinero  ai  desoldados:  el  afec- 
tóse los  dio  mas  que  el  temor. 
Juliaoo,  velando  siempre  por  Ifi 
seguridad  del  imperio,  no  se  a- 
dormeció  con  sus  triunfos  en 
nna  seguridad  engañosa..  Forti* 
ficó  á  Roma  y  á  Andernaco:  sa- 
biendo después  que  los  alema- 
nes meditaban  una  nueva  iuva- 
sion,  se  anticipó  á  ellos  atrave- 
sando el  Rin,  los  sorprendió  y 
derrotó,  robó  sus  campamentos, 
se  apoderó  de  sus  rebaños  y  vol- 
vió á  Lutecia. 

Poco  tiempo  después  (360),  ó 
por  ambición  ó  por  necesidad, 
aceptó  el  título  de  augusto,  de- 
claró la  guerra  á  Constancio  y  le 
.  disputó  el  imperio.  Este  suceso 
contado  diversamente  por  él  mis- 
mo, por  sus  amigos  y  por  sus«- 
nemigos,  según  las  pasiones  di* 
Tersas  que  los  animaban,  es  un 
problema  político  difícil  de  resol- 
ver en  el  día:  nos  limitaremos^ 
pues,  á  la  sencilla  narración  de 
los  hechos.  Engañado  <ii  empe- 
rador por  el  miedo  y  por  los  in- 

TUMO   XIY. 


XHPERia.  81 

fames  consejos  de  sus  cortesa- 
nos, apartaba  de  sí  ó  daba  la 
muerte  á  todos  los  hombres,  cu- 
yos talentos  sostenían  su  poder, 
pero  que  por  su  mismo  mérito 
le  inspiraban  sospechas.  Negóse, 
pues,  á  oir  la  justificación  de 
Ürsicioo.  etEI  emperador,  dijo 
»este  jeneral,  puede  desatender- 
i»me  en  cuanto  á  mis  intereses-, 
»pero  no  descuide  los  suyos.  En 
»el  Occidente  se  forma  una  tor- 
«menta,  que  acaso  no  podrá  d¡- 
Msipar  con  todas  sus  (ejiones.» 
El  destierro  castigó  tan  atrevi- 
das espresiones.  Arjison,  jeneral 
sinesperiencia,  le  sucedió^  y  su 
elevación  fué  tan  útil  á  los  ene- 
migos, como  la  pérdida  de  Ur- 
sicino  funesta  al  imperio. 

La  envidia,  que  habia  arrui- 
nado á  este  hábil  capitán,  es- 
peraba entonces  hacer  lo  mismo 
con  Juliano.  Constancio  llamó 
de  las  Gallas  á  Salustio,  amigo 
del  cesar,  y  nombr^  en  su  lugar 
á  Luciano  para  administrar  a- 
quella  provincia.  Este,  que  era 
ájente  del  euuuco  Eusebio^  se 
reunió  á  Florencio,  prefecto  de 
Galia,  y  á  todos  los  enemigos 
del  príncipe,  para  contrariar  sus 
designios  é  impedir  sus  opera- 
ciones^-  El  emperador,  goberna- 
do por  sus  validos,  resolvió  pri- 
var a4  cesar  de  Jas  tropas,  úni- 
ca salvaguardia  déla  irauquili* 
'  ti 


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sa 


msTontA 


dad  de  la  provincia  y  de  la  se- 
guridad de  las  fronteras.  Decea- 
cio,  secretario  de  estado,  le  llevó 
la  orden  para  enviar  al  empera- 
dor los  cuerpos  hérulos  y  báta- 
vos  que  tenia,  dos  lejiones  galas 
y  trescientos  hombres  de  cada 
una  de  fas  demás  divisiones.  Lu- 
picino^  Jeneral  de  Juliano  con- 
tra los  escotos  (escoceses),  y 
Sintula^  escudero  mayor,  esta- 
ban encargados  de  ejecutar  este 
decreto.  Constancio  decía  que 
estos  refuerzos  le  eran  abso- 
lutamente necesarios  para  hacer 
la  guerra  á  los  persas.  Esta  orden 
consternó  á  ios  galos,  porque 
(esquitaba  toda  defensa  contra 
las  invasiones  de  los  bárbaros. 
Juliano,  á  pesar  de  las  murmu- 
raciones de  sus  amigos^  se  mos- 
tró dispuesto  á  obedecer;  solo 
hizo  presente  al  enviado  del  em- 
perador,  que  con  aquella  medi- 
da se  faltaba  á  lo  prometido  á 
los  bátavos  y^  hérulos,  los  cuales 
no  babian  tomado  servicio  en  su 
ejército  sino  á  condición  de  que 
BUDca  se  les  obligaría  á  pasar 
los  Alpes.  Sábese  de  repente 
que  se  esparce  en  el  campamen- 
to de  las  lejiones  galas  un  libeEo 
\iolento  contra  Constancio,  a- 
cusándole  de  entregar  las  Galias 
á  los  francos  y  jermaaos:  esta- 
iian  en  todas  partes  las  murmu- 
raciones: üecencio  asustado  ins- 


ta al  cesar  á  que  obedezca,  y 
aunque  este  representa  que  de- 
be esperar  á  que  lleguen  Sintu- 
la  y  Lupicino,  á  los  cuales  el 
emperador  había  confiado  la  e- 
jecucion  de  sus  voluntades.  De- 
cencío  insiste  y  él  cede.  Se  de- 
libera acerca  de  la  dirección  que 
han  de  seguir  tas  tropas:  Julia- 
no aconseja  que  no  pasen  por 
Lutecia,  temiendo  que  la  vista 
de  un  jefe  que  las  había  condu- 
cido tantas  veces  á  la  victoria, 
no  irrítase  aquellos  espíritus 
turbulentos,  tan  poco  dispuestos 
ya  por  sí  mismos  á  la  obedien- 
cia, Decencio  es  de  dictamen 
contrario:  dice  que  solo  Juliano 
puede  calmarlos,  y  que  negarse 
á  emplear  en  ello  su  influencia,' 
es  desobedecer  al  emperador* 
Juliano  cede  segunda  vez. 

Pónense  las  tropas  en  mar- 
cha: por  donde  quiera  que  pa- 
san ven  alarmados  á  los  pue- 
blos: niños,  mujeres  y  ancianos 
llorando  abrazan  las  rodillas  de 
aquellos  valientes  guerreras,  y 
tes  suprícan  que  no  los  abando- 
nen á  la  ferocidad  de  los  alema- 
nes. Los  soldados,  cuyos  corazo- 
nes respondían  á  sus  votos,  pero 
que  la  firmeza  de  Juliano  habia 
acostumbrado  á  la  disciplina^ 
observan  triste  silencio,  y  coa 
los  ojos  bajos  continúan  pensa- 
tivos su  marcha^  aogan  difícil- 


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DEL   BAJO 

mente  SUS  jemidos,  y  maniOes- 
tan  á  un  mismo  tiempo  indigna- 
ción y  lástima. 

Juliano  sale  á  recibirlos,  y  les 
pasa  revista  en  una  gran  llanura 
cercana  á  las  puertas  de  Parisios: 
habíales  con  prudencia,  y  elojia 
sus  gloriosas  espediciones.  «No 
Jíignorais,  les  dice,  que  la  obe- 
»diencia  es  el  primero  de  vues- 
»lros  deberes.  Habéis  pacifica- 
»do  el  Occidente:  Asia  reclama 
uaora  vuestro  valor:  vais  á  com- 
»balirá  la  vista  del  emperador, 
Yque  os  premiará  dignamente. 
»Este  viaje  que,  segua  parece, 
»temeís,  os  conduce  á  k  fortuna 
»y  ála^loria.» 

£n  lugar  de  responder  á  estas 
palabras  con  aclamaciones,  se* 
guu  la  costumbre,  loa  soldados 
lasescucbaron  en  un  profundo 
siieñcio.  Después  de  haberlos 
despedido,  dio  por  la  noche  un 
^rau  convite  á  todos  los  oílciales 
•del  ejército,  y  les  distribuyó 
magnííicos  regalos,  ya  ^para  sua- 
vizar su  pesar,  ya  para  aumen- 
tar su  4ifeclo  y  Repararlos  á  la 
rebelión* 

JKeBELION  de    las*  TaOPAS    EN 

FAVoa  ü£  JULIANO. — Dcspues  del 
banquete  se  retiran  á  sus  liea- 
datB  incomodados*,  pero  sindarin- 
diciosde  proy^ctossedíciosos.  £i 
dia  siguiente  fué  de  descanso: 
^otro  debian  par4ir,  y  emplea- 


IMPERIO.  8) 

ron  este  intervalo  en  concertar 
su  plan  con  el  mayor  secreto. 
Después  se  culpó  á  Juliano  de 
haberles  dejado  ese  tiempo  de 
un  ocio  lleno  de  peligro,  aunque 
en  la  relacioo  de  estos  sucesos, 
que  envió  á  los  senados  y  pue- 
blos de  Roma  y  Atenas,  proles- 
tase  y  jurase  que  no  tuvo  cono- 
cimiento de  la  conspiración,  tn¡- 
mada  en  tan  corto  espacio,  para 
elevarle  al  trono. 

Todo  parecía  tranquilo,  cuan- 
do á  media  noche  toman  los  sol- 
dados lasarmas  repentinamente, 
rodean  el  palacio  de  iasTerm¡i>, 
proclaman  augusto  á  Juliano,  y 
piden  á  gritos  que  se  presente  á 
las  tropas.  El  príncipe  despierta 
despavorido,  sabe  con  espanto, 
verdadero  ó  finjido,  el  objeto  de 
la  sedición:  su  incertidumbre 
parece  aumentarse  con  el  tu- 
multo: invoca  á  Júpiter,  y  pide 
que  le  maojüeste  su  voluntad 
con  algún  prodijío:  brilla  súbi- 
tamente un  relámpago,  estalla  el 
trueno,  y  parece  anunciarle  que 
ceda  á  los  votos  de  la  tropa:  sin 
embargo,  rebelde  todavía  á  las 
órdenes  que  cree  emanadas  del 
cielo,  reusa  á  los  conjurados  la 
entrada  eu^alacío^  y  se  mantie* 
ne  encerrado  en  él  ioreslante  de 
la  noche.  Pero  al  rayar  el  dia, 
los  soldados^  creciendo  su  ardor 
con  la  resistencia,  fuerían  lai 


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81  HISTORIA 

puertas,  penetran  en  fos  aposen- 
tos espada  en  mano^  cojen  al 
príncipe^  le  proclaman  de  nuevo 
emperador»  y  para  que  aceeda 
á  sus  deseos  emplean  sucesiva- 
mente et  lenguaje  do  la  súplica 
y  de  la  ira. 

El  cesar  los  conjura  en  vano 
á  que  no  entreguen  el  imperio  á 
las  calamidades  de  ta  guerra  ci- 
vil. «¿No  podeis>  les  dice,  sin 
«cometer  todos  los  delitos  que 
»trae  consigo  ia  sedición,  obte» 
»ner  de  la  justicia  el  cumpti- 
vmientode  vuestros  deseos?Pues 
»si  no  podéis  reduciros  á  dejar 
«vuestra  patria^  volved  á  los 
icuarteles:  os  prometo  que  no 
«pasareis  los  Alpes,  y  meencar- 
»gode  justiflcar  ante  Gonstan- 
«cio  vnestra  oposición  y  los  te- 
«mores  fundados  de  la  Galia.La 
«firmeza  del  príncipe  castigaría 
«la  rebelión:  su  bondad  atende- 
«rá  á  vuestras  representado- 
«nes.« 

Este  discurso,  en  vez  de  cal- 
mar el  ardor  de  las  tejiones,  io 
aTiva:  las  instancias  y  gritos  re- 
doblan: las  amenazas  suceden  á 
las  aclamaciones,  >  el  tumulto 
crece,  y  Juliano  se  deja  en  fin 
vencer.  Levántanlo  sobre  un  pa- 
vés: ecsijen  que  ci&a  la  diade- 
ma: responde  que  no  la  tiene, 
unos  le  traen  el  collar  de  su  mu* 
je  r^  otros  las  correas  de  un  ca-- 


baflo.  Juliano  reusa  aquellos  a-» 
dornos  estravagantés;  pero  uo 
oficial,  llamado  Mauro,  le  pre^ 
senta  su  collar  de  oro,  glorioso 
premio  del  valor:  el  príncipe  lo 
acepta,  lo  ciñe  á  su  cabeza,  reci- 
be el  título  do  augusto,  y  pro- 
mete cinco  monedas  de  oro  y' 
una  Kbr»i  de  plata  á  cada  solda« 
do.  Estas  gratificaciones,  que 
estaban  en  uso  mucbo  tiempo 
antes,,  fueron  una  de  las  causas 
principales  de  las  frecuentes  mu- 
danzas que  derribaron  é  bicie- 
ron  tantos  emperadores.  Inspi- 
raban á  las  tropas,  por  el  atrac- 
tivo del  dinero,  el  deseo  de  las 
revoluciones ,  miradas  por  el 
resto  del  imperio  como  las  mas 
funestas  de  las  calamidades. 

Los  que  dudan  que  la  resisten- 
cia de  Juliano  fuese  sincera,  le 
reprenden  con  justicia  su  libe- 
ralidad; porque  no  se  podia  creer 
inocente  de  una  rebelión  al  qu« 
la  paga.  A  la  verdad,  este  prín- 
cipe no  imitd  en  aquéllas  cir- 
cunstancias el  ejemplo  de  Vir- 
jínioque  huyó  del  trono,  ni  el 
de  Jermánico  que  se  espuso  á  toft 
mayores  peligros  por  no  ceder 
á  la. rebelión. 

Pero  los  tiempos  eran  dife- 
rentes: una  larga  y  cruel  espe- 
rieneia  ensebaba  á  los  príncípeá 
y  jeneralés  que  la  resistencia  nó 
mitigaba  á  lá  tiraáía>  y  quéuoá 


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INIL  BAJO  IMFEIIKK 


85 


vez  proclamados  por  fas  tropas, 
era  preciso  reinar  ó  perecer.  So- 
lo  un  hombre  ^nmedíb  de  esta 
efervescencia  de  irn  grande  e*> 
jército  y  de  an   graih  pueblo, 
mostrd  valor  digno  de  la  antl- 
go&Roma.NiDfTdioA  oficial  fi^I 
•I  príncipe,  pero  roas  fiel  St  su 
obligación,  arrostró  con  sereot-» 
dad  las  amenazas  jr  laa^ picas  dé 
^  los  reítoítíes,  y  reprendió  con^se» 
veridad  á  Juliano  su  elevación 
que  le  obligaba  á   destronar  jrf 
mismo  á  quien  debía  el  título*  de 
César. 

'^  Juliano,  no  queriendo  qua  su 
autoridad  pareciese  fundada  so>- 
To  en  Ta  fuerza,  sostuvo  siempre 
que  no  babía  hecho  mas  que 
obedecer  á  los  dioses.  Deeia 
que  en  la  noche  anterior  á  la 
rebelión  habia  visto  en  suefi'os 
al  jenio  del  imperio,  y  que  le  oyó 
estas  palabras:  «Juliano,  tiemrpo 
nhaceque  me  tienes  á  las  puertas 
»de  tu  palacio  para  aumentar  tu 
«fortuna.  Tú  has  desechado  mu- 
»cb«s  veces  mis  beneficios:  si 
»lo6  desechas  boy^  me  al<?jaré 
»detí  á  pesar  mk).  No  olvides 
»qQ6  me  falta  poco  tiempo  de 
«estarátu  lado.» 

Mientras  que  el  ejército^ orgo«f 
Iluso  de  haber  asegurado  la  tran  - 
qttilidad  y  la  fortuna  de  la  Ca- 
lía^ se  entregaba  con  el  pueblo  á 
la  alegría  común  despnes  de  sé- 


mejantes  sucesos,  Juliano^  em^e* 
rradb  en  su  palacio,  triste,  peo» 
sativo  y  solitario,  meditaba  pro^* 
fundamente  sobre  lo  presente  f 
lo  futuro,,  contemplaba  con  es* 
panto«  las  consecuencias  de  una 
revolución  qpe  iba  á  desplomar 
contra  él  todas  las  fuerzas  de  O- 
riente,  África  é  Italia,  y  aun  se 
reprendió  su  condescendencia^ 
tachada  probal)leaienteenlaop¡^ 
níon  pública  de  ambician  é  in- 
gratitud. 

Eltumulto  y  embriaguez  (|ue 
peinaba  en  los  campamentos  y 
en  la  ciudad,  coíitrastabá  singa<- 
larmeole  con  el  silencio  y  tris- 
teza del  palacia.  Los  partidarios 
de  Constancio,  creyendo  que  po- 
dían aprovecharse  del  desórdeh 
de  las  tropas  y  de  la  inacción  del 
principe,  envian  emisarios  á  to- 
das partes  para  infundir  miedo 
y  sublevar  ios  átOmos,  ecsajeran- 
do  los  peligro»  de  una  lucha,  ci- 
vil á  un  tiempo  y  estranjera,  y 
y  seducen  á  un  eunuco  de  pala- 
cio^ haciéndole  entrar  en  una 
conspiración  contra  la  vida  del 
nuevo  augusto. 

Un  oficial  de  te  corte  descubre 
la  trama,  la^revela  á  Juliano,  y 
lleva  la  noticia  al  campamento. 
Apenas  saben  íossiMdados  qiue 
tiay  quien  quiera  destruir  su  o- 
hra^'y  que  la  vida  del  principé 
está  amenazada^  se  reúnen,  sé 


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"SIS  BJBVOBUk 

«trimaüinútiíamcrDte,  loman  tes    Ndddos:t:uandail  salir  déla  in- 


«roías  y  vuelan  "i  palacio,  l^a 
iguardia^  espantada  por  el  tu- 
murto  y  'Creyéndolo  producido 
por  otra  nueva  revolución,  se 
ilispersa  y  huye.  Los  soldados  en- 
furecidos penelran  en  los  poni- 
dos, recorren  todos  los  aposentos 
xon  eUemor  de  Hegar  demasia- 
do 4arde  para  -salvar  la  vidft  <de 
«u-querido  príncipe.  Al  verle  se 
disipa  el  miedo:  le  rodean,  le  es* 
tredian,4e  manifiestan  su  aiegría 
con  locuras,  yiúden  á  gritos  que 
se  les'etftreguen  4os  'conjurados 
para  matarlos. 

«Deteneos,  esclamÓ  JuKnno: 
nesos  hombres  son  ciudadanos: 
usoy  su  «emperador  como  lo  soy 
«vuestro:  dirija  el  honor  'todas 
nnueMras  «acoiones.  Si  n^ucstro 
»zeioinipnidente  sirve  mi  causa 
«y  señute  mi 'elevación  coa  enti- 
»cídíos,  si  una  sola  gota  de  sen^ 
»gre  enancha  vuestras  manos  y 
•deaonra 'V4iestra  elección,  sois 
»uoos rebeldes, y 70  un  tirano.» 
Estas  palabras  enérjtcas  resta- 
blecieron'^l  orden. 

A  la  madana  siguiente  Teimid 
elejiércitc^en  el  campo  de  Marie^» 
que  estaba  donde ^aora^s  la  puer- 
ta 4esan  Víctor.  Presentóse  coa 
toda 4a  ^KWipa  de>emperador^  y^ 
ocupó  su  «tribunal  »rodtNido    de 


ttfanciaTecibi  la  pi&rpura,  y  coa 
«ella  «n  4ítulo  vano  sin  autori- 
•dad,  »el  favor  de  los  dioses  me 
•condujo  á  vuestras  provincias» 
^y  me  puso  en  vuestros  bratos. 
» Desde  entonces^  «trabajos,  fa- 
ütigiis,  peligros.    Inquietudes  y 
•gloria  me  han  sido  comunes  cou 
•vosearos.  Hadé  vuestros  bíeneé 
•entregados  á  majislrados  coa- 
•cusionarios^  nuestros    campos 
•asolados  por4ropase^ranjeras, 
•vuestras ciudades  invadidas  por 
•los  bárrbaros:todo  nos  faltaba  me* 
•nos  el  valor-,  y  con  él  liemos  da- 
•do  fin  á'las  desgracias  públicas* 
•Me  puse  á  vuestro  frente,  y  la 
•Galia  quedó  libre,  ¿(^uién  de 
^nosotros  podráolvidar  la  jor- 
•nada  de  Arjentoracto,  tan  glo- 
•riosa  para  eUmperio,  en  donde 
•una  inmensa  pMiltitud  4e  bar- 
•baros,  sucumbiendo  coa  sus  je- 
*«fes,  tiheron  coa  su  sangre  vues 
letras  espedas  y  tes  riberas  y  on- 
ndas  del  JLin?  Los  francos  espan* 
•  tados^huyeron  de  vosotros.  Os  he 
^dado,*en  premio  de  tantas  ^za* 
>)ñas,  el  reposo  interior,  te  segii« 
•ridad  esterior-;  y  vosotros  ha* 
•beisrecoii^»epsado  mí  zelo^  e« 
•tevándome  al  4mperio«    Aora 
•^  obiigocion  vuestra  defender 
•y^oslener  vuesHia  obra-,  y  mit 


jgoanlteay  águilas.  tApoyosi^r- 1  •premiar  vuestra  tealtad  presjdJC* 
«mes  delimperio/dijoá  los  sol-  {  «validóos  de  toda  injusticia.  Í>a» 


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DEL   BAJO    níPERIO. 

iclarn  pues  solemnemenle,   que  i  >*pe.  El  llarnAmíeRto  imprudente 


too  tendrá  el  fíivor  parte  en  los 
•nomhrumientos,  y  que  los  as- 
•censos,  tanto  civiles  como  inili- 
ntares,  se  obtendrán  solo  por  el 
«mérito  y  la  antigüedad  de  los 
«servicios.  » 

Este  discurso,  que  dio  que 
murmurar  á  algunos  cortesanos, 
produjo  en  las  lejiones  y  en  el 
pueblo  una  alegría  universal,  y 
el  amor  al  príncipe  llegó  basta 
el  entusiasmo. 

Decencio  y  Florencio,  desti- 
tuidos de  su  poder  sin  esperanza 
de  recobrarlo,  se  volvieron  pre- 
cipiladanieute  á  Conslanlinopla» 
é  irritaron  con  sus  calumnias  al 
emperador,  representándole  el 
movimiento  de  las  Galias   bajo 
los  colores  mas  infames:  á  pesar 
de  esto,  la  jenerosidad  de  Julia- 
no no  se  desmintió  con  aquellos 
cortesanos,  y  les  envió  sus  fami- 
lias y  riquezas. 

Este  príncipe  escribió  á  Cons- 
laneio,  pintándole  las  desgracias 
de  las  Galias,  los  peligros  á  que 
' estaban  espueslas  de  parle  de  los 
bárbaros,  y  la  necesidad  de  de- 
fender aquella  importante  fron- 
tera contrja  el  torrente  que  la  a- 
menazaba.  a  Este  país,    decia, 
'  «vasto,  fértil,  poblado  y  guerre- 
'  uro,  tenia  necesidad  de  un  jefe, 
•y  no  podía  tolerar  que  solo  se 
»le  diese  un  fantasma  de  princi^ 


«de  las  tropos  sen»f)ró  en  l^s  Ga>- 
>»liasl*de€esperac¡on»y  subleva- 
wdos  eí  pueblo  y  his  lejiones,. me 
«obligaron  á  ton>ar  el  título  de 
wauguslo,  sin  que  me  fuese- po- 
«sible  oponerles  una  resistencia 
nduradiera.il  Sin  embargo,  ce- 
diendo al  votopiii)l¡co,se  nwraba 
siempre  como  hijo  y  hecbura  del 
emperador,  «Partamos  el  impe- 
«rio,  anadia,  sin  debilitar  tuau- 
«toridad:  le  serviré  mejor  eo  ud 
wpuesto  mas  elevado.  Tú  nom- 
»brarás  los  prefectos  del   preto- 
«rlo,  y   déjame  la   elección  de 
«los  empleos  inferiores.  Me  en- 
lítcargo  de  entregar  en  tu  palacio 
»lo3  caballos  que  quieras  de  ra- 
»za  española,  y  para  tu  guardia, 
»t«Dtos  jermanos  y  francos  como 
«deseet**  Nunca  lograrás  que  ios 
«galos  y   bátavos  dejen  su  patria 
«para  ir  á  pelear  contigo  contra 
«los  persas.  Defíeude  el  Oriente 
«como  yo  el  Ocidente:  no  me 
«reuses  un  título  que  me  he  visto 
»obligadoá  aceptar.  A  haberme 
«negado,  infaliblemente  hubie- 
«ran    elejido    otro    emperador. 
«Créeme:  cuando  te  represento 
«las  ventajas  de  la  paz,  descon- 
liña  de  los  lisonjeros  que  solo 
«viven  de  turbulencias.  En  fin, 
«no  olvides  que   la  unión  salva 
«los  imperios  y  la  discordia  los 
«destruye.» 


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m 


nisTOfiíA 


Encargó  áPintadio  y  á  Eute- 
rio,  oficiales  de  su  palacio,  que 
llevaseo  al  emperador  esta  car- 
ta pacífica  y  ostensible;  pero  A- 
miano  Marcelino  dice  que  coa  e 
lia  iba  otra  reservada  en  que  e- 
ct>aba€n  cara  agriamente  á  Cons- 
tancio sus  injusticias  y  perfidias. 

1.0S  enviados  de  Juliano  halla- 
ron al  emperador  en  Cesárea  de 
Capadocia:  después  de  hal)er  leí- 
do lascarlas,  los  arrojó  con  igno- 
minia de  su  presencia,  y  encargó 
la  respuesta  á  Cleonas,  cuestor 
de  palacio. 

Este  pasó  á  Li>tecia  y  desem- 
peñó su  comisión  con  aitatiería, 
aunque  Juliano  le  recibió  con 
onor.  Constancio  le  escribía  que 
usurpar  la  corona  era  envilecer- 
la: le  recordaba  sus  beucficios 
pasados,  le  reprendía  su  ingra- 
titud^ y  le  prometía  el  perdón  á 
condición  de  deponer  al  momento 
la  autoridad  que  le  habían  dado 
los  rebeldes. 

«Basta,  esclamó  JuHano:  ^có- 
»mo  puedo  tolerar  que  el  perse- 
vguídor  de  mí  juventud  se  jacte 
»de  sus  beneficios  hipócritas^  y 
»que  el  asesino  de  mi  familia  se 
)»atreva  á  hablar  de  gratitud? 
»Pero  deseo  la  jpaz  y  ^l  bien  del 
«imperio.  Si  él  ejército  lo  per- 
^mite,  convengo  en  renunciar  al 
ixtítulo  de  augusto,» 


Aldia 


siguiente 


convoca  las 


lejiones,  da  audiencia  ante  eUas 
a!  enviado  del  emperador,  y  le 
manda  leer  la  carU  de  Constan- 
cio. Esciichanle  ai  principio  con 
el  mayor  silencio;  pero  apenas 
oyeron  que  se  ecsijia  la  abdica- 
ción, claman  todos  á  un  misma 
tiempo:  üHemos  proclamadoau- 
»»5usto  á  Juliano,  y  queremos 
«que  lo  sea:  él  solo  nos  defiende 
»»de  k»s  bárbaros:  nosotros  ledd- 
sfendcremos  contra  todos  sus 
«enemigos.» 

Cleonas  volvió  á  dar  cuenta 
al  emfiperador  del  mal  efecto  de 
su  comisión,  cuyo  resultado  era 
afirmar  eo  el  trono  al  nuevo  au- 
gusto, y  aumentará  favor  suyo 
elzelodel  pueblo  y  de  los  sol- 
dados. 

Juliano  aumentó  su  amor  y 
gratitud  con  nuevas  azañas.  Mar- 
chó al  país  de  los  francos  atua- 
rios  y  los  venció.  Visitó  después 
todos  los  fuertes  de  la  frontera 
y  vino  á  pasar  ei  invierno  á  Víe- 
aa,  donde  perdió  á  su  esposa: 
casi  al  mismo  tiempo  murió  La 
emperatriz  Eusebia;  y  la  muer- 
te deestas  dos  princesas  hizocier- 
ta  la  guerra  civil,  rompiendo 
los  últimos  lazos  que  uniaa  to- 
davía á  los  dos  emperadores. 

El  resultado  de  la  lucha  no 
podía  quedar  dudoso  por  mucho 
tiempo:  por  uua  parte  se  veía  á 
un  príuclpe  hábil,  activo  j  beli- 


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DKL  BAJO 

toso,  concertar  sus  planes  cen 
prudeotía,  ejecutarlos  con  ra- 
pidtt,  j  afiadir  k  so  f lem  toda 
la  qoeda  el  favor  público:  por 
otra  UD  emperador  ibdelente^ 
eopersiieloso  y  crael,  que  solo 
oponía  á  iao  terrible  enemigo 
su  firno  orgullo,  su  furor  ciego 
y  su  completa  incapacidad.  Sá* 
pcH*,  teniéndolo  en  poco,  conti- 
Buaba  insultando  á  los  romanos 
y  devastando  sus  provincias^  To* 
mó  por  asolto  á  Singara  y  des- 
pués &  Berabda. 

k  «esta  noMcia  ^  Constando, 
^ue  habia  dejado  anticiparse  al 
enemigo,  entreteniéndoseea  cir- 
cunstancias >tan  gra<¥es  con  las 
fiestas  dadas -en  Antioquía  para 
.eeiebrar  su  casamiento  con  Faos- 
tina,  y  las^solemnidadesque  ha- 
bia mandado  <iacer  en  Gonstanti- 
nopla  para  la  dedicación  del  tem- 
plo de  Santa  Sofía,  se  determi- 
nó ya  tarde  á  presentarse  al  fr^n- 
4e  de  su  ejército^  y  acometió  á  la 
plaza  de  Berabda-,  mas  no  pudo 
recobrarla,  y  fué  batido  ^r  4os 
persas  en  toda  la  línea. 

Los  acrJanos  atribulan  todos 
sus  reveses  á  su  poco  zelo  en  se- 
cundar sus  veogauzas:  ios  cató- 
Jicos  velan  ^en  ^eilos  un  castigo 
del  cielo  dado  á  un  príncipe  be- 
K^,  y  los  paganos  miraban  las 
derrotas  del  emperador  y  los  de* 
8asti«s  del  iniperio  como  con* 

tono  XIV. 


eecuenda  inevitable  del  aban- 
dono de  los  antiguos  dioses  de 
Soma.  Todos  los  partidos  se  re- 
unen  para  condenar  á  los  prín- 
cipes débiles  y  déspotas,  cuaúdo 
la  fortuna  los  abandona.  Los  re- 
veses, en  vez  de  correjirle,  irri- 
taban á  Gonslanciot  incapaz  de 
resistir  á  solo  Sapor,  quiso  ^1 
mismo  tiempo  que  sostenía  la  lid 
contra  éU  atacará  JuKano  en  la 
Galla.  Mandó  hacer  numerosas 
levas  en  Italia,  Grecia  y  África, 
y  no  contento  con  armar  todas 
las  fuerzas  del  imperio  contra  el 
nuevo  augusto,  sacrificando  ol 
interés  pAblico  á  su  odio^  pagÁ 
vergeuT^osos  tributos  á  los  prín* 
cipes  francos,  jermanos  y  alema- 
nes para  que  hiciesen  una  pode- 
rosa dtversion  en  su  favor  inva* 
diendo  de  nuevo  las  Galias^ 

Informado  Juliano  desús  pro- 
yectos, y  previendo  por  el  o- 
micidio  de  Galo,  que  ningún 
crimen  detendría  á  Constancio 
si  esperaba  de  él  la  ruina  de  su 
rival,  resolvió  anticiparse»  de- 
clarándose abiertamente  contra 
él,  y  quitándole  el  imperio,  ya 
que  no  queria  dii^dirlo.  Reúne 
sus  tropas:  refiéreles  las  intrigas 
del  emperadoV  en  Jermania,  que 
habia  sabido  por  ios  mismos  á 
quienes  aqu^  principe  habia 
procurado  ganara  muéstrales  la 
necesidad  de  terminar  la  guerra 
12 


&:^h 


..V      Lu  o 


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90 
eoo    prootitad 


HISTORIA 


y  preservar  el 
imperio  coo  una  marcha  rápida 
y  atrevida  de  las  calamidades 
que  suelen  prodoeir  las  disensión 
nes  prolongadas « 

aEl  ioUréedela  patria^  ana- 
udia» lo  manda:  los  yerros  del 
«emperador  abren  el  Oriente  á 
»los  persas:  su  traición  espone  la 
«Galla  al  furor  de  los  bárbaros^ 
«tenemos  la  Justicia  de  nuestra 
«parte^  y  la  fortuna  favorecerá 
«nuestra»  armas»  Los  mismos 
«dioses  me  lo  ban  asegurado: 
«Apolo,  apareciéndoseme  la  no- 
«cbe  posada^  me  prometió  una 
«victoria  proolu.  fácil  y  poco 
«sangrienta;  pues  Constancio, 
«según  me  dijo  el  dios^  Inorirá 
«antes  que  acabe  el  año.» 

Este  artificio,  dirijido  á  ani- 
mar las  tropas  y  afirmar  su  au- 
toridad con  la  de  la  reiijioD,  dio 
motivo  á  sus  enemigos  para  su-^ 
ponerle  autor  de  la  muerde  de 
Constancio.  Las  palabras  del 
príncipe,  conformes  á  los  deseos 
del  ejército^  el  amor  que  se  le 
tenia  y  el  odio  á  Constancio,  mo* 
vieron  todos  los  ánimos  á  la 
venganza.  Declar^»se  la  guerra, 
y  los  mismos  galos  y  bátavos  que 
se  babian  sublevado  poco  antes 
por  no  pasar  los  Alpes  y  abando- 
nar su  patria»  pidieron  á  gritos 
que  se  les  condujese  basta  el  Asia 
contra  un  príncipe  aborrecido. 


Juliano»  al  tooMir  laa  armas, 
declaró  que  solo  se  aprocsimaba 
á  Constancio  para  justificar  su 
conducta  y  someter  la  desave- 
nencia al  Juicio  de  los  dos  ejér« 
citos.  Unaamnistfa,  que  entonces 
concedió  muy  cuerdamente  á  los 
que  habían  militado  con  Afag- 
nencio,  aumentó    sus    fuerzas: 
disminuyó  las  del  emperador  pu- 
blicando cartas  interceptadas  que 
descubrían  el  proyecto  de  Cons- 
tancio para  arnmr  la  Jermania 
contra  las  Galias.  De  este  modo 
le  venció  en  la  oponion  pública 
antes  de  derrotarle  en  el  campo 
de  batalla,  Sus  tropas  se  compo- 
nían de  paganos  y  cristianos:  á 
unos  y  otros  concedió  el  libro 
ejercicio  de  su  relijion;  y  mien- 
tras moró  en  Viena  profesaba 
públicamente   el    cristianismo» 
y   sacrificaba  en  secreto  á  los, 
dioses. 

Haciendo  el  ejercicio  un  dia 
con  sus  soldados  en  el  campó  de 
Marte> según  su  costumbre»  se 
le  rompió  el  escudo  quedándo- 
sele en  la  mano  el  asa;  y  que- 
riendo que  este  accidente  fuese 
interpretado  por  la  superstición 
popular  como  un  presajio  o^as 
bien  favorable  que  siniestro,  es- 
clamó: «Nada  bay  queiemer; 
»pues  no  he  perdido  lo  que  te- 
cnia en  la  mano.» 
Muchos  príncipes  alemanes. 


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DEL  BAJO 

Moftaéos  por  GoBSt0Mio,  pe- 
oetnrron  «n  la  GaKa  y  batieron 
á  UD  jeneral de  JuKano;  masre- 
pard  ^este  'revés^  «orprendiendo 
tú  9u  campamenlo  á  Vadonero, 
jefe^e  aquella  liga/á  quien  hizo 
prisionero^  y  nO  le  ipuso  «a  li- 
bertad basta  que  hubo  firmado 
la  pac.. 

libre  del  temor  délos  bárba- 
ros,-ydejando  contra  ellos  fuer- 
zas suficientes  para  contenerlos 
encaso-de  necesidad,  se  puso  en 
marcba^^y  empezó  á  ejecutar  su 
▼aslo  designio.  Imitó  á  César  en 
Ja  rapidez,  á  la  cual  han  debido 
aus'inunfos  casi  t^dos  los  gran- 
des jen^raies:  una  de  sus  colum- 
Dasatravesó  la  Keoiar^tra  laili- 
ria;:f  él  alírenicde  tres  mil  hom- 
bres^escojidos  peaetré:por  la  sel- 
va Hercioia  (Selva  Negra):  ^;os- 
teó  el  Danubio,  y  llegó  sin  oalá- 
^ulo  áSirmiot,.  donde  debían  reu- 
nirse 4odas  aus  discusiones. 

Todavía  le  creían  sus  enemi- 
gos enJa  Galia;  y  esta  marcha 
rápidababia  sido4aaaecreta^  flue 
el  conde  Luciliaoo,  «comandante 
por  «Cooalancio  de  «Huella  Tron- 
tera»  fué  sorprendido  y  hec^o 
prisionero  en  su  canipdmettto. 
Coodvjérooto  ivla.presencia  de 
iuliano,  y  cuando  esperaba  la 
«luerie,  se  vio,  contra  su  ^pe- 
raAif^r^il^do  ^por aquel  j^rín- 
•^jpecoo  eilraordí^arifi  aCabili* 


ismndo.  91 

dad:  pasó  repeotteaounte  del 
«uslo  á  la  audacia,  y  ae  atrerió  á 
liacer  presente  á  Juliano  cuánta 
temeridad  era  reñir  á  atacar  con 
un  ejército  tan«ortoal  empera- 
dor y  á  todas  las  fuerzas  del  O- 
riente.  «Guarda  tus  consejos  pa« 
»ra  Censtanoíe,  le  dijo  el  principe: 
«oúclemenda  te  concede  lavida; 
»pere  no  la  facultad  de  darme 
»leccienea4ttperUaeat^«» 

Todas  las  provincias  queilulia* 
no  dejó  «tras,  y  aun  la  Greeía 
misma,  se -declararon  en  au  fa« 
?or,  admiradas  y  decididas  por  la 
rapidez  de  su  marcha:  él  ganó  au 
afecte  haciéndoles  beneficiíM. 
Entonces  empezó  á  profesar pú- 
blicameate«lpoliteismo,7  per- 
mitió á  los  atenienses  volver  á 
abrir  eLtemplo  de  Minerva.  Si- 
guiendo su  movimiédto  mili- 
tóle, atravesó  el  liemo.y  se  acer- 
có á  Adriaoópoliií.  TÁo  fiándose 
de  Jas  dos  Ilíones  de  Lucilbno, 
mas  bien  eorprendidas  que  vep- 
cidas,  las  envió  á  la  Galla;  jiero 
en^l  camino  ae  subleiuiron,  se 
apoderaron  de  Agull^ya^  sirvie- 
ron como  de  centro  á  las  fuerza 
de  Constancio  enltalia,  ydieroa 
á  Juliano  tanta  mas  ánquíetud^ 
cuanto ^lodian^en  caso  de  >revéa 
cortarle  la  retirada* 

Jnformado  ^eatretaotoel  «m* 
«perador  de  la  marcha  imprevista 
y  de  los  triunfos  de  aquel  joven. 


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92 


n^OBIA 


á  quien  pMtabftimsbteii  casti- 
gar que  vencer,  sale  de  sa  indo- 
lencia, ciHisigiie,  iKiciendo  el  úl- 
limo  estuerzo,  arrojar  áSapor  á 
la  Persta,  reúne  en  Traeta  los 
enerpos  mandado»  por  el  conde 
Mateo,  sa  lugarteniei|te,  junt» 
todai  las  fuerzas  de  Asia  cerca 
de  Anlioqciía,  y  promete  á  sus 
soldados  ei  socorro  de  Dios,  ene- 
migo de  la  ingratitud,  de  la  rebe- 
lión y  de  ia  apostasía.  Pero  un 
profundo  terror  y  presentimien- 
tos secretos  desmentían  en  su  co- 
razón la  cqpftanza  que  mostraba 
en  SBS  palabras.  «No  veo  cerca 
>demf,deciaá  sus  favoritos,  mi 
»jepio  iBtelar.que  basta  aora  me 
-»acompa&aba  siempre.» 

MuEETi  n£  ccNfSTAircia. — Al 
salir  d^  Antioqufa  ^euentraen 
el  camino  el  cad&verde  an  bom- 
bre  acab^  de  degollar.  Este 
espectácoH)^  turba  su  espíritu 
crédulo  y  supersticioso:  desarró- 
llasele una  calentura :  quiere 
*  continuar  su  marcba^  pero  su 
enfermedad  redobla:  detiénese 
en  un  castillo  al  pie  del  monte 
Tauro:  siente  aprocsimarse  la 
muerte,  y  se  entrega  á  una  des 
esperacion  que  la  hace  inevi- 
table. 

Amiano  Marcelino  dice,,  que 

-  queriendo  sacrificar  en  el  álti* 

mo  instante  sus  resentimientos 

particulares  ai  interés  púUico^ 


designó  por sueesor  suyo  á  Ja-^ 
llano:  Gregorio  y  otros  btstoria-  i 
dores  niegan  esto,  y  dicen  que 
solo  mostró  arrepenUniiento  de 
tres  cosas:  haber  derramado  la 
sangre  de  su  familia,  haber  nom- 
brado cesar  á  Juliano,  j  haber 
sostenido  la  causa  del  arrianí»- 
mo.  Por  el  contrario^  San  Am- 
brosio asegura,,  que  impenitente 
hasta  nH>rir,  fué  ba4Hizado  en 
Aoiioquía  por  Euzoyo-,  obispo  a- 
rriano.Bste  príncipe  murió  el 
3  de  noviembre  de  36t,  á  loe 
cuarenta  y  cuatro  afios  de  edad  f 
veipticoatro  de  reinado.  Su  mu* 
Jer  Faustina»  que  quedó  en  cin- 
ta, parió  poco  después  una  hija 
llamada  Gonetancia,  que  fué  es-^ 
posa  áel  emperador  Graciano. 

El  reinadode  Constancio  fué 
mirado  como  una  larga  calami- 
dad para  loa  pueblos,  y  un  largo 
oprobio  para  el  imperio;  y  su 
muerte,  que  eseusó  á  los  roma- 
nos los  orrores  de  una  guerra 
civil,  pareció  tan  útil,  como  fiK 
nesta  habia  sida  su  vida.  As|  fué 
como  JuHana,  favorecido  por  la 
fortuna»  quedó  sin  necesidad  de 
combales  único  duefio  dei  im- 
perio. 

Algunas  buenas  leyes»  algunaa 
espedieiones  acertadas»  ados  de 
clemencia  y  rarias  sefiales  da 
virtud  no  hacen  la  memoria  de 
Constancia  muy  odiosa  túmii 


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DEL   B.Í30 

despreciable,    ffizo    demasiado 
mal  y  may  poco  bíea.  Solo  las 
disputas  de  relíjion  que  eacea- 
dió  lisoajeándose  poderlas  apa- 
ciguar, fueron  una  llaga  incura- 
ble para  la  Iglesia  y  para  el  im- 
perio. El  ya  citado  Amiano,  ade- 
rido    sin    fanatismo  al  antiguo 
culto  de  Roma,  se  espresa  en 
estos  fe^rminos  relalivameiUe  á 
este  punto:  «Con  la  superstición 
»que  pudiera   tener  una   vieja, 
«turbó  al  cristíanismo,  sencillo 
Bcomo  es  en  sí  mismo,  y  se  apli- 
»có  maA    bieoK  á  profundizarlo- 


IMPERIO.  ~  '       ^ 

«por  mera   curiosidad ,  que   á 
nconducirlo  con  cordura:    escí- 
Mtó  grandes  divisiones,  y  las  fo- 
»mentócon  disputas  de  palabras; 
'»agotó  los  fondos  destinados  á 
«los  caminos  públicos  baciendo 
«ir  y  venir  incesantemente  á  los 
«obispos  para    tener  concilios, 
«en  los  cuales  quería  ser  el  árbi- 
«tro  del  culto  y  de  la  creencia.» 
El  testimonio  de  este  historia- 
dor tiene  tanto  mas  peso  cuanto 
que  su  ímpurcialidad  parecía  ba- 
cerdudosasu  relijion:  algunos  lo 
ban^cpeido<ifectoalcríst(ani6nuK 


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«4 


HISTORIA 


CAPITULO  IV. 


síirasüsí©,  ssia3>33müia)©a* 


(Aña  361.) 


Bevoludon  en  el    imperio  al  aíKcnimienio  de  Juliano. — Carácter  ih  Juliano. 

—  Su   sistema    relijioso. —  Puputariilad  Je  J*iMano. Reslablecímienlo  del 

pollteismo.*— Gobieniü  de  este  prnicific. — Su  patipjírico  hecho  p  »r  él  mis- 
rao  en  el  M/sopogon.  —  Feuóraetio  acoiUerido  eii  te  recoitstruccion  del  le  ra- 
pio de  Jerus»len. Primeros  triunfos  de  Juhauo  «a  su  guerra  contra  Sapor. 

—  Batalla  de  Maranga».  —  Slueile  de  Juliano. 


R, 


L EVOLUCIÓN  EN    EL    IMPERIO    AL 
ADVENIMIENTO   OE  JULIANO.  —  Lfl 

elección  de  los  emperadores^  que 
solo  era  uaa  mudanza  de  señor 
desde  que  Roma  tiabla  perdido 
su  libertad,  interesaba  poco  al 
pueblo,  ajilaba  no  hímis  que  el 
ejército,  y  solo  obraba  grandes 
cambios  en  la  corte.  Pero  el  ad- 
venimiento de  Juliano  parecía 
una  revolución^  porque  enton- 
ces puede  decirse  que  eran  dos 
las  naciones  del  imperio:  los 
cristianos,  que  solo  queriau  un 
Dios,  un  príncipe  y  una  ley;  y 
los  paganos,  qu-e  vivieudo  aun 
con  las  memorias  antiguas  de  la 
república,  adoraban  en  los  dio- 


ses los  creídos    protectores  de 
Roma  libre  y  conquistadora. 

Los  cristianos,  oprimidos  du- 
rante tres  siglos,  triunfaban  des- 
de-Constanliao  y  se  babian  con» 
vertido  en  opresores.  La  Iglesia, 
rica  en  demasía  y  sobrado  pode» 
ros^,  fijaba  las  miradas  de  todos, 
ocupaba  todos  los  int0reá«^,  man- 
daba despóticamente,  dirijía  las 
conciencias  en  su  provecho,  y 
lo  que  es  mas,  se  resistía  á  la^u* 
toridad  del  príncipe.  La  ambi- 
ción, siguiendo  esta  nueva  ruta 
abierta  por  la  fortuna,  prefería 
las  dignidades  eclesiásticas  á  las 
temporales,  huía  la  esclavitud 
del  senado  para  buscar  la  Hber- 


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DEL  BA20  IMPERIO. 


95 


tad  en  ios  concilios,  y  ya  coIuiid» 
braba  c|ue  la  debilidad deíoftOMv 
nareas  daría  con  el  tienippo  alas* 
á  loa  aiobicioaos  con  tiar{i  para 
ttsar|iar  todo  poder.  Pero*  coan-- 
do  el  cri^tianiamo  creia  inalte- 
rable su  dominio,  y  ekjentiliaoio 
abatido  perdía  toda»  esperaoea, 
de  repente  se  eleva  al  trono  on 
príncipe  belicoso,  ftld^ofo^  sec- 
tario ardiente  del  antígilb  cnlto^ 
eúemigo  declarado  de  la  relU 
jiou  nueva,  y  decidido  ¿  resta- 
blecer las  inatilucionés,  leyes  y 
eostumbres  de  Roma  antigua. 

CARACTEa    DE   JULIANO.  —  iu* 

lianu,  libertador    de    la  Galia, 
vencedor  de  la  lermaoia,  amado 
en  las  provincias^  adorado  del 
ejército,  reunia  todaa  las  gran-^ 
des  cualidades  necesarias  para 
la  ejecución  de   vastas  empre- 
sas. La  intriga  no  podia  engañar 
á  un  principe  tan  sagaz.  Su  c,a- 
rácter  firme  era  inespugnable  en 
sus  resoluciones^  y  si  se  hubiese 
contentado  con  restituir  al  im- 
perio su  lustre  y  á  las  leyes  su 
vigor,  reprimir  la  ambición  de 
los  sacerdotes^  someterlos  á  la 
autoridad  civil,  e  impedir  con 
una  sabia  tolerancia  las  calami- 
dades de  tantos  siglos  de  disiden- 
cias relijiosas,    hubiera    becbo 
una  reforma  saludable*,  pero  fra- 
casó porque  quería  lo  imposi- 
ble; Olvidó  que  no  hay  fuerza 


hunuvKPeapatie  re$íMeeer  una 
Mper$imonc^áa  ni  urntrelijion 
en  la^  que  nadie  cree.  La'  obe^ 
dieneia  estertor'  puede  engañw 
por  at^un  Hempo  álaeMerida^ 
pero  la^fáno  e^de  $w  dbmim^. 

Sistema  rntuiioso  m  jceia- 
iro»  — ET  emperador  eon«cia  «1 
go!pe  mortal  qtte*hablaii»dado  al 
politeísmo  los*  pnjgresoa  de  la 
razón  y  las  burlas  de*  Luciano; 
pero  esperaba  interpretando  a- 
quella  retíjion,  sostenerla  y  ha- 
cerla menos  absurda^  Imbuido 
en  los  principios  de  Platón^  de 
l^itágoras  y  de  loa  filósofos  de  la 
escuela  de  Alejandría,  adoptó  las 
ideas  de  los  gnósticos,,  que  ha* 
bian  seducido^  á  muchos  padres 
de  la  Iglesia.  En  este  sistema»  l|i 
naturaleza  había  sido  obra  de  uo 
solo  Dios;  pero  sua  diferentes 
parles  eran  gobernadas  por  eo* 
nesójenios,  á  los  cuales  puso 
Juliano  los  nombres  de  las  dei- 
dades deh  Olimpo.  Los  critianos 
los  llamaron  ánjeles*.  Considera- 
ba á  los  sabios,  virtuosos  y   bé^ 
roes  como    espíritus^,    que  co« 
rriendopor  grados  la  escala  de 
los  seres,  se  acercaban  progre- 
sivamente   al    I>ios    soberano. 
Gonciliando  así  el  antiguo  cuito 
con  las  ideas  nuevas,  esperaba 
aniquilar  los  ritos  severos  del 
crislianismo  ^    sostener   á    loa 
romanos  au   relijíon  alagüeña» 


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96 
^us  il^sioseB  brillantes  y  sus 
pomposas  solemnidades,  y  coo- 
servar  la  doble  autoridad  del  sa- 
cerdocio y  del  imperio,  que  ha- 
bía sido  tan  útil  hasta  eniooces 
á  la  política  de  los  gobiernos. 

Antes  de  subir  al  Vrono,  medi- 
taba y  preparaba  estas  grandes 
mudanzas^  y  desde  que  lomó 
el  título  de  augusto,  quitándose 
la  máscara  con  que  le  obligó 
á  cubrir  sus  verdaderos  senti- 
mientos la  dependencia  y  el  te- 
mor,  profesó  públicamente  ^u 
respeto  á  los  dioses  y  contó  en 
varias  ocasiones  á  sus  soldados 
los  consejos  que  afectaba  kaber 
recibido  del  jenio  del  imperio  y 
'  de'ApolOj  pero  cuando  supo  en 
Traoia  la  muerte  de  Constancio, 
dejando  para  mas  adelante  este 
proyecto,  solo  pensó  en  jusliíi- 
car  su  conduela,  y  en  dar  el  apo- 
yo de  la  autoridad  legal  á  un  po- 
der qu«  en  su  opinión  creía  po- 
co firme  mientras  se  apoyase  so- 
lamente   en    la  íuerzu    de    las 

armas. 

Escribió,  pues,  al  senado  de 
Bizanciü  que  le  reconoció  coa 
prontitud  y  placer.  Ya  durante 
su  marcha  habia  dirljido  su  jus  - 
titicacion  al  senado  de  liorna. 
í^¿Es  culpa  mía,  dijo,  si  soldados 
»sin  paga,  causados  de  conseguir 
wviclorias  bajo  el  mando  de   un 


HtSTOBlA 

uproibido  concederles  recom- 
upensas,  se  ban  entregado  á  la 
ndesespe ración,  viendo  que  se 
ules  arrancaba  de  su  patria  y  fa- 
wmilla  para  llevarlos  á  climas 
^remotos  y  desconocidos?  Dehá 
nceder  y  cedí  á  su  violencia  para 
•evitar  mayores  males  y  conser- 
ttvaros  las  Galias.» 

A  estas  palabras  se  cuenta  que 
anadió  una  pintura  vivísima  y  u- 
marga  de  las  debilidades,  yerros, 
vicios  y  crímenes  de  Constan- 
cio^ de  modo  que  el  senado  roma- 
no, por  mas  acostumbrado  que 
estuviese  á  la  servidumbre,  y 
confirmándole  unánimemente  el 
trlulo  de  augusto  que  babia  to- 
mado, le  respondió  sin  embargo, 
que  debía  hablar  con  mas  deco- 
ro del  principe  á  quien  debía  la 
púrpura. 

Juliano  enfrró  en  Constantino- 
pía  el  11  de  diciembre  de  361, 
al  frente  de  sus  soldados,  prece- 
dido del  pueblo,  y  acompañado 
de  los«enadore.s  que  habían  sa- 
lido á  recibirle  á  tas  puertas  de 
ki  ciudad.  Pucos  días  despuessa- 
líó  él  mismo  á  recibir  el  cadáver 
de  Constancio:  se  apr^jdilló  ante 
él,  puso  la  diadema  á  sus  pies, 
y  le  siguió  hasta  la  iglesia  de  los 
santos  Apóstoles. 

En-la  Galia  se  habia  admirado 
su    mansedumbre:  en  Blzancio 


«jencFal    á  quien    se  le  Iwbia    aAorró  la  severidad  de  sus  pn- 


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ineros^actoflu  Cu  vtz  de  eotregir 
á^  Iqs  tril^uoales  ordiDarios  las 
l^ersooas  odiqsaa.  al  pa^blo^  que 
babiao  abusado  del  f  oder  eu  ei 
reinado  aotertor^  creó  para  juz- 
garlas ttoa  cÁmmra  ardUníe,  ía 
4;ual  atendías  mas  á  la  paaioo  de 
la  veogaoia  que  á  la  ^oz  de  la 
justicia* 

£1  eunuco  Eu5el>io  y  sus  iafa- 
mes  cómplices  espiaroB  sus  4e- 
lUos  coa  mereoido  suplicio;  mas 
se  leacompaídei^ió,  aunque  habían 
delinquido  enormemente,  por* 
que  su  condenación  fitéilegaU 
£1  destierro  del  cónsul  Tauro  pa- 
l^ió  una  violación  de  todas  las 
Ipyes^  y  4a  indí;$aaoíon  públi- 
ca llegó  ii  su  colmo  cuaado  se 
dio  orden  de  matar  á  Ursule,  te- 
sorero mayor^  célebre  por  su  fir- 
meza^ y  quehabifi  hecboser^r 
cios  señalados  á  Juliano  en  el 
jtiempodesuadvecsidad.EI  mis* 
mo  emperador  afeó  á  la  cámara 
8u  severidad,  sal^ó  algunas  v(cti- 
mas.y  volvió  á  ganar  la  estima- 
ción jeneral  castigando  á  ios  de-* 
latores  y  desterrando  á  Jos  vUes 
espías^  qíie  Jabraban  su  fortuna 
con  su  bajeza,  y  que  durante 
muchos  años  hablan  sido  el  te- 
rror de  todo  el  imperW« 

£1  lujo  de  Ja  corte  decoraba 
mucho  tiempo  habla  la  sustan- 
cia del  pueblo:  Juliana  bailó  ^n 
jBl  palacio  fttil  empleado^  4e  co- 
TOMO  ttv. 


iimmie.  97 

ciña,  y ,  ann  mayor  ii^erQ  «de 
rapistas  y  cQperos:  el  de  íos^eu* 
aucos  escedia  á  Jos  demás:  á  to- 
dos los,  echó.  , 

Guéntasie  qae  queriendo  una 
vez  cortarse  el  pelo,  se  |e  pre- 
sentó un  hombre  vestido  con  una. 
toga  maguífica.  «Lo  que  .yo  ae- 
Dcesito  es  un  barbero,  no  un  se ^ 
»Mdpr,»  dijo  Juliano.  Supo  coa. 
admiración  que  aquel  criado  go- 
zaba un  sueldo  conaíderablcj; .  y 
mantenía  veinte  caballos  suyos 
á  cíosta  del  tesoro.  Sin  repetir  la^ 
menudencias  que  reieren  los 
hisrtoriadores  de  un  fausto  tan 
oriental  y  ridículo,  bastará  de-» 
cir  que  ^1  palacio  solo  coí^taba 
mas  que^l  ejército.  Juliano  su- 
primió todos  estos  abuses^  y  qui* 
zá  su  economía  fué  tan  esoesívii 
^^mo  las  prodigalidades  d<3  su 
predecesor-,  pues  para  evitar  [os 
escesos  del  lujo,  llegó  casi  á  to- 
car en  Ja  mezquindad.  ^ 

Popularidad  DE  iuluno.— -j% 
se. mostró  inflecsible  contesta 
turba  de  hombres  inutúes  que 
sitiaban  incesantemente  el  pala-* 
ciQ^y  pervertían  el  ánimo  del 
IM-íncipe  con  sus  pérfidas  sujes» 
tiones,  fué  accesible  al  pueblo^ 
y  afectó  mucho  respeto  al  sena- 
do y  á  los  majistrados.  Proibié 
que  se  le  diese  el  lítalo  de  señor* 
((Quiero  ser,  decia^  el  {príncipe  jf 
))no4^  dueño  de  Jos  romanos.» 
13 


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9S 


mSTOKTA 


£t  príner  dia  de  enero,  cuan- 
do Ida  cónsules  Mamertinoy  Ne- 
vUla»  según  el  oso^  fuereo  por 
la  mafiana  á  visHar  al  empera- 
dof^  salióá  recibirlos^  losabrazó» 
los  hizo  subir  en  sus  Hieras^  y 
mezclándose  él  mismo  entre  los 
ciudadanos,  los  acampanó  6  pie 
basta  el  senado.  Kestituyó  ¿  es- 
te cuerpo  la  libertad  de  las  dis- 
cusiones^ animó  á  sos  individuos 
á  contradecirle,  y  émuio  de  los 
antiguos  oradores,  dedicaba  una 
parte  de  la  noche  á  la  composi- 
ción de  sus  discursos.  Tenia  tal 
pasión  á  todo  lo  antiguo,  que 
hubiera  restablecido  probable- 
mente la  república,  á  ser  dignas 
de  ella  las  costumbres  de  los  ro- 
manos. 

Juliano,  al  revés  de  otros  prín- 
cipes que  temen  á  los  filósofos, 
les  dejaba  tomar  quizá  demasia- 
do imperio.  Inaccesible  á  las  li- 
sonjas, no  lo  fué  á  los  sofismas. 
Ltbanio  y  Mácsimo,  sus  maes- 
tros y  validos,  fueron  colmados 
de  onoreci:  y  estos  enemigos  del 
cristianismo ,  inspirándole  su 
animosidad,  le  movieron  á  con- 
ducirse mas  bien  como  Jefe  de 
partido  que  como  supremo  ad* 
ministrador  del  estado. 

Restablecimiento  del  poli- 
l-EiSMo.— Resuelto  á  volver  su 
antiguo  dominio  á  la  idolatría, 
prefirió  por  consejo  de  Libanio 


la  industria  k  la  fuerza.  «No  su* 
«cedeconiasrelrjiones,  decia  es- 
»le  filósofo,  lo  mismoqueenlas 
«enfermedadesren  eslas  puede 
»darse  la  salud  al  enfermo,  á 
«pesar  suyo,  cou  una  violencia 
niitilv  P^i^  ^^^  hierro  ni  el  fue* 
)»go  harán  que  el  hombre  tenga 
»por  verdadero  lo  que  le  parece 
jifalso.» 

Si  Juliano,  como  diceu  algu- 
nos escritores  eclesiásticos,  era 
prop^Aso  á  la,  crueldad,  debe 
confesarse  que  en  materia  de 
refijion  fué  humano  por  políti- 
ca. La  opresión  que  hizo  sufrir 
á  los  cristianos,  fue  grave,  pero 
no  cruel.  Hiunilló  como  debía 
su  amor  propio,  mas  no  vertid 
su  sangre.  Opuesto  constante- 
mente á  los  votos  de  los  paganos 
que  deseaban  renovar  las  anti- 
guas persecuciones,  les  repre- 
sentó sin  cesar  y  públicamente 
que  la  dulzuaa  y  caridad  de  los 
primeros  fieles  habiasido  la  cau- 
sa de  la  prosperidad  del  E  van  je- 
ito enmedic  de  lossuplícios. 

Mas  peligroso  por  su  astucia 
que  lo  hubiera  sido  vertiendo 
sangre,  quiso  seducir  á  los  cris- 
tianos con  el  atractivo  de  los 
onores  y  de  la  fortuna,  y  el  te- 
mor del  desprecio  y  de  la  pobre- 
za.Su  tolerancia  era  flnjida,  y 
su  rigor  yerdádero.  Mandó  por 
un  edicto  reparar  y  volver  k 


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DEL  BAJO  IMPSUIO. 


99 


abrir  los  templos  de  los  jeplites, 
les  asignó  rentas,  estableció  tes- 
tividadeSj  7  restituyó  á  los  pon- 
tiñees  las  eseaciooes  y  preroga- 
tivas  que  goxabao  antiguameo* 
te.  La    sangre  de  las  víctimas 
voelvei  correr  en  todo  el  impe- 
rio, los  arA9pices  ^aparecen  de 
nue?o:^l  arre  es  perfumado  de 
inciensos  y  flores:  Roma  y  Bi- 
xancjb  vuelven  á  ver  sus  anti- 
guas solemnidades:  Apolo  recibe 
las  ofrendas  del  príncipe  en  el 
paflack)  imperial.  Este  y  sus  jar- 
dines se  cott^iectea  en  un  vasto 
panteón^  donde  cada  cKos  tiene 
su  estatua*  ca<(a  bosque  su  altar^ 
Be  todas  las  funciones  del  po- 
-der  supremo    ninguna   parecía 
masonrosa  á  Juliano  que  la  de 
sumo  pontífice:  título  que  ima- 
Jioaba  preferible  al  de  augusto. 
Por  la  mañana  ofrecía  sacrifi- 
xíosNal  dios  del  día:  por  la  tarde 
i  'Diana  y  á  los  astros  de  la  no- 
^e.  Aconse|ábanle  que  obligase 
-á los H^MStianos  á  asistirá  estas 
«>le0inidades.  «No  «quiero,  res- 
apoodia,  que  se  obligue  á  tosiga- 
Blileos^(ast  tos  llamaba^  á  saeri« 
i»flcar  á  los  dioses^  ni*quo  se  les 
mitorntente  por  sus  opiniones. 
uSonmas  tontos  que  jm*versos« 
•Combatamos  «contra  «líos  «on 
ala  razon^  y  ganémoslos  con  la 


tth2ib<»rse  eogafiado  en  la  cosa 
•mas  esencial  de  la  vida.» 

Los  cristianos,  animados  por 
ana  fé  sincera,  resistieron  á  los 
consejos  y  seducciones  del  prínci'» 
pe*,  pero  todos  los  que  profesa^» 
ban  esle  culto  por  ambición,  que 
eran  muchos,  y  por  seguir  el  e- 
jemplode  la  corte»  lo  abandona- 
ron luego  que  les  pareció  no  es- 
tar en  voga*,  y  los  cortesanos,  cu- 
ya divinidad  verdadera  es  la  for- 
tuna, «cambiaron  de  relijioo  co- 
'  mo  hablan  camtfiaflo  de  señor. 
Todas  las  dignidades  del  impe- 
rio fueron  el  precio  de  su  apoe- 
tasía. 

Interpretando  Juliano  á  su 
placer  la  moral  severa  del  Evan- 
jelio  pare  sacar  partido  de  ella, 
publicó  una  ley  (ue  declaraba  á 
•los  fieles  incapaces  del  gobierno 
de  las  provincias  y  de  los^  oficios 
militares*  «Los  gaiiieos,  decía 
H^rónicamente  eu  su  edicto»  no 
«pueden  en  conciencia  ejercer 
Hiestos^mpleos;  pues  el  Gvanje* 
ülio  les  manda  no  sacar  la  es* 
•upada.» 

Los  grandes  obedecieron  al  e» 
jemplo  y  á  la  autoridad:  entre 
los  pocos  que  resistieron  al  to- 
rrente, se  cuentan  Joviano  y  Va« 
4onliniano,  que  después  fueron 
^emperadores*  £1  mismo  prínei- 


Muavidad.  No  ^dolK^moa^aborre-  I  pe  cedió  á  la  constancia  de  ello^ 
^cerloa^  sino  tenerlos  lástima  por  I  porque  el  aprecio  que  hacia  de 


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ICO 


mSTOltlA 


5ÓS  virtudes  y  talentos  militares 
le  impidió  destituirlos^  á  pesar 
Ae  su  odio  á  la  relijíoa-,  y  á  Jo- 
viano dejó  el  rmportaute  desti- 
no de  capitán  de  su  guardia,  é 
hizo  que  le  siguiese  en  su  espe- 
dicioD  contra  los^  persas. 

Los  arríanos  dieron  como  los 
católicos  ejemplo  de  valor:  uno 
de  ellos,  llamado  Máris^  obbpo 
de  Calcedonia,  anciana  y  ciego, 
mandó  que  le  llevasen  al  templo 
de  la  Fortuna,  cuando  luliano 
8acrifical>a  en  él,  y  le  reprendió 
públicamente  su  impiedad.  «Yo 
]»me  compadezco  de  tu  error,  le 
^respondió  el  emperador:  ese  tu 
»dios  galilea  que  invocas,  no  te 
jívolverái. la  vista.»— «Yole  doy 
•gracias,  ^  respondió  at^evida- 
imente  el  obispo^  porque  me 
^escusa  ei  dolor  de  ver  á  un  p<^ín- 
»cipe  apóstata.»  De  admirar  es 
el  valor  de  aquel  anciano;  pero 
es  menester  convenir  que  un 
monare»  absoluto,  questifre  tal 
lenguaje  sin  castigarlo^  no  es  un 
tirano.  La  guerra  que  famcia  al 
culto  d^  JesucristOj  era  mfas  pér- 
fida que  cruel.  Para  destruir  el 
cristianismo,  quería  sumerjirlo 
en  las  tinieblas  de  la  ignorancia: 
para  resucitar  la  idolatría  y  de- 
volverte su  antiguo  esplendor^ 
deseaba  rodearla  esclusívamente 
de  las  luces  que  esparcen  las 
ciencias  y  las  letras^  Así^  temioa- 


do  la  elocuencia  de  lóir  Básfltos, 
Gregorios  y  Apolinaríos,  antor« 
chas  bríil(Kntes  de  la  Iglesfia,  proU 
bió  &  los  cristianos  estudiar  y 
ensefiar  en  las  escuelas.  Al  mi!9* 
mo  tiempo  ponía  el  mayor  cui- 
dado en  la  elección  de  los  pontí- 
fices pagamos;  y  las  Instrucción 
nes  que  les  debe  nterecen  cier*» 
tamente  ser  iiiritadas  en  todos 
los  países. 

Mandó  que  paraoottrerir  el 
sacerdocio  no  se  atendiese  ^ ni  al 
nacimiento  ni^á  las  riquezas.  Que» 
ría  quenose  confiase  tan  impoi^ 
tante  misión  sinoá  los  hombres 
mas  distinguidos  por  su  piedad 
y  bomanidad,  y  por  los  talentos 
propios  á  inspirar  á  los  demás 
hombres  esta  virtud  que  es  la 
primera  de  todas. 

Debían,  para  mostrarse  dignos 
de  esta  función  sagrada,  ser  con^ 
tantemente  benéficos,  porque  ea 
todas  las  situaciones  de  la  vida, 
aunen  la  indijenda, puede  serh> 
el  hombre.  L^  prescribía  servir 
á  los  dioses  comosí  estuviesen  en 
sn  presencia:  ser  castoa^en  sos-o- 
jos,  oidos^  lenguas  y  acciones: 
habituarse  á  domar  siempre  sus 
pasicmes  para  entregarse  con  a- 
plicactun  al  estudio'de  la  Bioso- 
fta,  Dadela4e  los  poetas  y  epi- 
cúreos^ue  enmuellece  y  corrom* 
pelas  almas,  sino  la  de  los  verda- 
derM'SÍAios  qoe^naeia  á  venii»^ 


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inr  y  temer  i  los  ^óses,  Justos 
remaneradores  de  la  rirtud,  y 
jaeces  rectos  de  la  maldad.  De* 
Mao-^Tnrir  sobria  y  sencillamente: 
la  mágnifitencia  no  era  permitt^ 
da  sino^en  Los  templos.  Aconseja- 
baéh»  pontíflcesqueiiepresenta- 
sen  rara  ve?  en  públito  para  in- 
fundir mas  respeto  (i  >  y  termi- 
naba su  edieto  recomendándole 
BOevo  la  caridad.  «  Es  vergon*- 
»soso  para  nosotros,  décla>  qtre 
»iosf  alHeos4nflintengaa  á  sus  po* 
»br*s-f  á  los  nuestros.»  El  éne- 
mif^  de  lo»  eristiaoos  wy  podria 


(t)     Qikéfanse  con  freeaenem  iiiM»- 
tros  tacerdoles  de  estos  tiempos  derpo- 
co  respeto  que  se  les  tiene,  y  por  cop* 
siguiente  del  poco  case  que  se  bsce  de 
U  relipon,  y  lo-'  atribajwn  á    la   co- 
rrupción del  siglo.  Si  el.pneblo  ha  lla- 
gado á  mirarlos    cfwi.  indiíerencia^es 
porque  los  ve.  egoístas   correr  tras  las 
ambiciones  muudauas^  envueltos  eu  las 
intrigas  de  los  partidos,  acaudillar   in» 
lao^  {acciones,   predicar  "la   tiranía, 
santificar  el  despotismo,  convertirse  en 
enemigos  de  k>s  hombres  que  pensanv-y 
coando  subversivos  proyectos  no  medi- 
.  tan»  se  ve  á  machos  de  ellos  en  los  pa- 
rajes f  sitios  mías  públicos  haciendo  ■- 
larde  de  impiedad  y  de  asqueroso  ci« 
nismo.  Toman  el  consejo  dol  que  lla- 
man Apóstata,  observen  lo  que  acoose- 
íaba  Juliano  á  sus  pontífices:  no  salgsn 
de  la  iglesia  sifio  para  ejercer  su  miuis- 
ttrio  de  paa  y  santidad,  y  seráu  revé* 
f encitfdos  en  vek  de  escarnecidos: 


iinnsBiov  iOI 

I  hacer  da  éfíbs  oo  elojlo   roas 
alto; 

A'lguo  tiempo  se  lisonjeó,  auiK 
que  eu'  vano,  que  la  autoridad 
de  sus  tuces  é  ib|éuio   traería 
sus  adversarios  á'  la  sumisionv 
Habiendo  leido  una  obra  escrita 
por  IModoro,  en  favor  del  cris- 
tianismo, escribió  al  fin  de  elhh 
M;  entendió  y  condené,  y  la  en- 
vió con  ésta  nota  á  muchos  o- 
bispos.  Sau  Basilio,  imitando  su 
lacoDislno^.  le  respondió:  Lmú, 
TMU  no  entendiMe-^  pues  á  haber 
intendida^  no  habricu  condenado ^ 
Constancio  y  sus  hijos  habian 
qpitado^us  rentas  á  muchos  tem- 
plos para  enriquecer  las  iglesias. 
Xuliano  eou  iguaf  arbllrariedad 
despojó  las  iglesias  á  favor  d^ 
los  templos^,  y  eo  su  edicto  es- 
eusó  irónicamente  la  lujusticia, 
diciendo:  La  admirable  ley  áe 
toe  erisíianos  promete  á  loe  po^ 
bres  el  rtino  de  tos  cielos:  es  justo 
altanarles  ei  caminó:  la  pobreza 
tes  dará  sabiduría  en  ^sta  vida, 
yun  reino  seguro  en  la  otra. 

GoBiEuNOD£.jDUAKo.  —  Basta 
este  solo  rasgo  para  probar  el 
talento  de  Xuliano^  y  el  cóau> 
conoció  desde  luego  á  los  sacer- 
dotes quer  predicaban  lapobreza. 
Si  el  espíritu  de  partido  le  estra- 
viaba  en  materia  de  relijíon^  ía 
equidad  mas  suave  dictaba  sus 
senteaciasy  edictos  eo  los  de- 


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102  BttTOBIA 

más  asaotos;  y  como  los  liom- 
bres  ríjidos  le  reprendiesen  su 
lodulJeDcia:  «Un  principe^  les 
^respondió,  es  una  ley  viva  que 
»debe  templar  con  su  bondatt  el 
vescesivo  rigor  de  las  leyes 
«muertas.» 

Solo  el  espionaje,  que  Cucan- 
te nruchos  siglos  abría  en  la  cor- 
te las'puertas  de  la  fortuna,  es* 
perímenn5  siempre  sd  severi- 
dad-, yxuando  sometido  á  las  te- 
ves  tle  Constancio  tenia  que  de- 
jar Kbres  en  sus  fonciones  á  a* 
quollosliombres  viles,  Itamadus 
curiesos,  no  pudiendo  hacerles 
probrar  su  odio,  les  mostraba 
por  lo  menos  su  desprecio. 

U41  día  tiuo-el  príncipe  distri- 
buía grétiñcaciones^  uno  de  es- 
tos ajantes,  en  lugar  de  estender 
la  ropa,  según  la  costumbre, 
presentó  las  dos  manos^  «lüstos, 
»dijo  Juliano,  no    saben  cómo 


»eQ  poco  liempo  mucbo  bien, 
«que  hacer  en  ^  muclio  tiempo 
«mucho  mal.» 

Enemii^ode  los  placeres  y  de 
la  ociosidad,  era  tan  activo  en  el 
consejo  como  en  el  campametft<v. 
Restituyó  el  vigor  á  las  antiguas 
leyes,  las  corrijió,  devolvió  á  los 
manicipios  las  tierras  asurpaJas 
por  las  emperadores,  y  dejó  en- 
tera libertad  á  los  abogados^  Ac- 
cesible alas  quejas,  y  justo  en 
las  decisiones,  seguia  mas  bien 
el  espíritu  <)ue  la  letra  de  la  ley; 
y  como  desconfiaba  de  su  impe- 
tnosidad  natural,  lejos  de  ofen* 
derse  délas  objeciones»  animaba 
á  los  majistrados  á  que  le  con- 
tradijesen. 

Ün  dia,  oyendo  á  unos  aboga- 
dos que  elojiaban  su  justicia  7 
su  jenio^  les  dijo:  c  ¡Cuánto  me 
•agradarían  muestras  alabanzas» 
«si  os  creyese  bastante  sinceros 


«han  de  recibir,  pero  soben  muy  I  ^J  animosos  para  censurarme  en 


«bien  cómo  han  de  robar.» 

Cunocia  tan  profinida mente  Ha 
carga  d«l  reinado,  que  muchas 
hiítori^idpres  te  han  creído  sin- 
cero cuando  dijo  qüt  estaba  e- 
sento  <ttt  ambición,  y  que  ascen- 
día al  tronoxoutra  su  voluutad. 
Antes  de  esta  revolución,  ha- 
biéndole dicho  que  Constancio 
iba  á  Iiamar4e  4  su  corte  y  a  dar- 
le un  Siicosor,  respondió:  «Me 
«alegraré:  mas  vale  haber  hecho 


«caso  de  merecerlo ! » 

No  conocíala  inquietud  de  los 
rpríncipes  cobardes  que  les  hace 
prestar  oídos  á  la  delación,  y  los 
arrastra  á  UiÜronía.  Estando  ea 
Asia,  denunció  un  doiWtorá  uu 
dudtdauo  muy  rico,  acusándole 
de  aspirar  al  imperio^  «¿Qué 
«pruebas  tienes,  le  dijo  Juliano, 
«de  sur  delito?  »  -^  «Ha  mandado 
«hacerse,  «replicó  el 'espía,  una 
»toga  y  un  matítu  de  color  de 


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DEL  BAJO 

'  «púrpura. « -^Entonces  el  em« 
perador  dijo  á  sa  tesorero:  «Da 
mh  este  delator  bolas  j  coturno 
»de  color  de  púrpura,  y  que-  los 
•lleve  al  acusado  para  que  tenga 
»ej  vestido  completo.» 

Fiel  á  las-mácsimas  de  la  filo- 
sofía, procuraba  siempre  hacer- 
}Se  dueño  de  sus  pasiones,  escep- 
to  I»  ambición  de  gloria  militar», 
que  ni  aun  pensó  en  coni(>al3tu 
Vencedor  de  los  Jerma nos  en  el 
Occidente,  quería  que  el  Asia 
fuese  también  teatrodésus  triun- 
'fos.  Determinado  á  estender  ios 
límites  del  imperio,  reusó,  aun« 
que  se  lo  aconsejaron^  marchar 
contra  los  godos^  &  quienes  des- 
preciaba, y  cuya  vencimiento  le 
parecía  fáciL 

La  conquista  de  Persia^  y  e\ 
deseo  de  igualar  á  la  gloria  de  A- 
lejandro,  inflamaban  su  imajína- 
cion.  Creía  firmemente  en  la  me* 
tempsícosis  de  Pitágoras^  y  se 
persuadía  que  su  alma  habiamo 
rado  antiguamente  en  el  cuerpo 
del  héroe  macedón io. 

Antes  de  salir  de  Constantino- 
pía  pura  la  ejtecucioade  sus  vas- 
tos designios,  quiso  dej[ar  en  a- 
quella  capital  monumentos  du- 
rableadesu  mansión.  Construya 
un  puerto  embellecido  por.  una 
galería  magnífica;  edificó  un  pór- 
tico eo  el  palacio  Imperiaij,  y  pu- 
so en  él  una  biblioteca  numero** 


IMPERIO.  10.^ 

sa:  concedió  aFsenaAo' de  Orien» 
te  privilejios^  que  igualaban  la 
nueva  Roma^  con  la  antigua. 
«Constantitio^decia^amabaá  Bi- 
»zanciocomo&  hija:  Constancia 
«como  á  hermana:,  yo*^  como  á 
«madre  y  nodriza.» 

Atravesando  el  Bosforo-  llegó 
¿Nicomedia,  y  no  pudo-ver  sin 
dolor  las  ruinas  de-une  dudad  en 
que  había  pasado  subinfancia-,  y 
así  prodigó  sus  tesoros  para  Vee- 
dificarla.  Llevado  de  su  pasioflal 
culto  de  los  diosesi  cuyos^  alta- 
res quería  restablecer, Jtié  áFri* 
jia  cou  solo  el  objetade  visitar 
en  Pesinúnteel famoso  templode 
Gibeies,  cuya  estatua  habla  lleva* 
do  ea  btro^  Ueu^po  á  Rotua  Sci- 
plon  ^sica,,  obedeciendo  al  orá- 
culo que  encargaba  esta  comi- 
sión al  mas  virtuoso  de  los  roma- 
nos». Huí  esta  ciudad  compuso  en 
onor  de  la  diosa  un  discurso  que 
ha  llegadohasta  nosotros;y  al  mis- 
ma tiempo  escribió  una  apolojía 
elocuente  de  Diójenes  el  Cínico, 
filósofo  poco  dignode  elojios.. 

Cuaudo  atravesó  la  Cllkia» 
Cebo,  gobernador  de  esta  provin- 
cia, le  arengó  y  pronunció  su  pa- 
nejírico,.  siguiendo  la  costumbre 
que  un  filósofo  como  Juliano  hu- 
biera debido  abolir.  £1  empera- 
dor llegó  á  Autioqúíá  eii.  362, 
cuando  la  ciudad  estaba  de  luto 
lamentando  la  muerte  dé  Adonis. 


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lOi 


fflSTOBm 


Miró  esta  casaaíidoa  como  un 
presajio  fuoeslo:  ni  su  valer  ni 
sus  vastos  conocimientos  ^Ican- 
«aron  á^M-esorvarle  íleiina  cré- 
dula supcrsttckm.  Los  grandes 
hombres  «ras  vécese  Mbran  de 
las  enfermedades  de  su  sigle. 

Ilustró  su  llegada  á  Siria  con 
un  acto  de  generosidad,  forma- 
base  entonces  proceso  á  Talado* 
antiguo  vaUdode  Constancio,  y 
uno  de  los  que  mas  fieramente 
habían  perseguido  á  Galo.  Mii- 
^hosciudadanosincilaban  alera- 
-peradorá  que  vengase  su  ,4o ju- 
«ia  y  la  de  eUos.  icTalacio,  le  de-^ 
»cian,te  ha  ofendido:  y  ba  come- 
jilido  mil  violencias  conlra  nos- 
iK)lros.»  Indignado  Juliano  de 
vesr  que  querían  abusar  de  su  au- 
toridad  ^ara  oprimir  á  un  des- 
graciado, poderos©  en  olroiiem- 
po,  y  ya  indefenso,  respondió  á 
los  acusadores;  «Puesto  quecon- 
»{esais  qne  vuestro  enemigo  lo  es 
»mio,  debéis  ceder  de  vuestra 
•querella,  hasta  que  yo  vengue 
»la  ihia,  qne  en  mi  entender  me- 
»reee^  preferencia.» 

Suspendióse  el  proceso:  y  co- 
mo elúnico  delUo-deTalacio  era 
habw^e  opuesto  valerosamente, 
y  casi  solo,  á  la  urania  de  Galo, 
JuUano  le  devolvió  poco  después 
gas  empleos,  yle  onró  ^nm  su 
henevoleucia« 
Al«i»i»o^iwíipo  pr^^curaban 


con  mas  juáftcia/  escRar  su  ira 
pootra  Teodoto,  descubriéndole 
que  había  aconsejado  á  Constan- 
cio dar  la  'mu^rte  al  eésar:  «Xa 
vio  sabia  yo,  respondió  el  prín- 
»cipe.  Vuelva  á  tu  casa,  Teodo- 
)»to,  sin  njngUB  recelo j  vive  ba- 
Mjo  el  reinado  de  un  emperador 
«que  siguiendo  jas  mácsimas,  de 
wlos  filósofos»  procura  «siempre 
•disminuir  el  número  de  sus  con- 
«trarios  y  aumentar  el  de  sus  a* 
«migos.i» 

Romano  y  Vicente,  capitaneif 
de  suguardia,  convencidos  de  ha* 
her  aspirado  al  trono,  no  reci- 
bieron mas  castigo  que  el  des-» 
tiei;ro.  Marcelo,  hijo  de  su  anjlt- 
guo  enemigo»  y  alguuos  ministros 
de  Constancio  fueroii  los  únicos 
condenados  á  muerte^  .peroá  pe- 
sar de  las  malignas  reconvencio- 
nes ¿e  los  escritores  católicos,  su 
suplicio  iué  mas  bien  triste  casti- 
go de  ios  delitos  cometido&coutra 
el  pueblo,  que  un  resentimiento 
dei/príncipe. 

"áin  embargo,  Juliano  hizo  va- 
nos -esfuerzos  para  ganar  el  amor 
de  los  de  Antíoquia,  habitual-^ 
mente  sediciosos  y  burlones.  Los 
católicos  y  arríanos  leaborrecian 
como  enemigo  de  su^ulto,y  la 
austeridad  de  sus  costumbres  no 
podia  gradar  á  los  sirios  volup- 
tuosos y  afeminados.  Ridiculi- 
zaron su^ray  edad,  su  barba  lar-. 


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VVL  BA90 

gtf;'sa  (MtfMttaA  y  lá^át^Itlclz  de 
«tM^YMM6s.  ^iffriifnkétrte  le  iiK 
sutlaBáDen  pes(ftiÍDes  fosdletítes 
y  escritds  ^s^Hrlcos.  Aunqiie  le 
llegó  al  «lÁW  eMa  iftjvria^  no  to- 
ibO  otra  f  elblfaifiía  que  la  de  69^ 
ciHbh*  uüa  ob^  inj^sDlosa,  eéle- 
In!^  inasta  11009(1*08  días,  riolada 
JArsoptfgréfi^  6 'ef  ettémigo  déla 
btrrbto.  EntAia  1ii20  el  retrato  de 
tf  niMitoo^'Attje  adéf^tar  lasopi-- 
¿toife^dellMoiilfoquéiios»  y  re^ 
«UteBdaeti^Qn  cuadro  rediitid<^ 
ioáotMéadéfeotosde  qile'te  aC9* 
9ékéá,  ttttoe^l  paae|(rick>  maaiiu 
teresaiile  4e  su  eenduota;  <ie  sa 
iiitem«  y«iia  vtnode»« 

Loa  ftirioi^  á  pesar  de  as  amor 
á  los  plMeres,  no  freeMoiabaÉ 
•I  célebre  bos^M  de  Oaíoe^  des-> 
de  qoe  reKdbie#oQ'4a  lo2  del  fi- 
^«Bjelio.  Jkéllfiflaiiteate  reloabe 
rtdeMleyAeüerrado  el  pudor, 
bajo  aquellas  sombras  delicie- 
«aa:  la:doteura4let49Ílffia,  Usoés- 
podea  jcamaltádos  de  lores,  el 
mlnuiittito  de  loa  elaroa  arroyas 
^ne  ios;ba2abaB,  4(1  cimt*  de  4ai 
•T^^  loa  ihimnoe  qué  liecorda^ 
baípefealaor  de  Apolo  i  Bafoo, 
toAD^Atregaha  fos  seotMos  áiiaa 
loollcie  ^volapiuosa.  £4  mortal 
4üe«oiaqiiel  «erjel  e^Dsagrado 
iuplaeereBc.nBdi  miateriosos,  hu- 
biera entrado  con  mí  radas  «aataa 
yjcoá(ooa(ftre8ipuraá/liabr4a  sido 
fap6lido:eomoioii  pfotéi^  'Co- 

TOMO  XIY. 


wMfc&io«  >  inS 

dos  támtiUn  ^  m^i¿^  'áVlá^ 
qite  FeWa;y  Diogniia  fa  esqúirét- 
de  l>arfié.  Al'  asp^ó  séVéro'  de' 
lacrtit^qibelároD  destruidos  Ida 
pfeéti]l<to  dé  la  TOtupfuósldad  y 
dealeftós  -sua  attates.  'Edificóse* 
«en  el  n&lsmo  ritto  ubé'  iglesia/ 
donde  se  debité  eh  tuerpo  deA 
mártir  Sabilé^,  y  desde  entonces 
ceaó  él! "orléirto  ^  Apdlo:  su  ai-' 
lenfelo  16  afribliyeroá'ltfe  paga*' 
»es  á  la  ^^ofatiacie^  del  bó^üe* 
sagrado/y  toa  cHstiafñóa'á  la  |)fe- 
áencia  del  santo.  ¡^Siempre  an- 
peiistíciQíd'Et  emperador,  que«^ 
riende  reAittrir  ai  dios  sus  arb- 
tfgnoa  onores,  foé  ai  bosque  á 
hacer  tin  sacrificio*,  pero  niídie 
ae  atrofié  á  acompafiatle,  sino 
éí  sacerdote  ^«CH^ificador.  Con  é^ 
te  moiivotepraiidió  lÉdjgnado  al 
seMd#y  pueblo  de  Antioqufa  su 
ittdiferéMíar^coir  respecto  al  anti* 
gttOciiUó.«Kdnctt6s  he  visto  év 
)»lo8ieiipios,ie¿4dcia,  sino  pa* 
érft*  prodigarme  4;tdttlaciones  in* 
»4igiiaa«  Noidebotsdar  incienso 
»á  mí,  sino  á  les  diosea*» 

^lo  roMBoiaba  á  av  austeri-^ 
dad  fiiosólca  en  farer  del '  poli** 
teismo.  Dicese  por  sus  eontrarioa 
qM  on  las  fiestas  de  Tenus  aé 
ptaeó.porfaa  oattes  de  Antioqoít 
edornado  de  guihialdas  de  florea 
eamedio  át  una  coaaittva  Uoen- 
ciesa  repitiendo  canciones  ^osoe^ 
lua^y  procedido  dennamultitai 
14 


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196 


■mroKU 


4e  prostj^tatei.  Ef t<>  car^peda  ve- 
ij)3tmilUp4^  Saa  Crt&&stQitto>qQe 
ea^el  que,  descrjbeesia»  verf^onzo- 
sas  soiemoidades^  ieme  qu^  la 
posteridad  ^emegue  á  creer  Ua 
QStravftgaD  tes.  desiirdeoes  9e  ^e 
dicf^  era  testigo  toda  uoa  ciudad. 
Deplorable  efecto  déla  debilidad 
huaiaaa!Sin  efnbargp^oDa  yez 
qoe  la  supersiicioo  ha  gaogre- 
nado.el  cerebro,  la  eofermed^d 
es  iocuri^bte»  dice  Yoltairet» 

f  IjO&  bijiU^riadores  jeatiles  eii^D. 
ta&  qu^  Apolo  dió^^a  fia^o  orá- 
cjuloi»  y iuéel  s^íeote:  tEaloy 
vrodeado  de  cadáveir^t  Bo  dar^ 
urespii^sAa  basla  qoe  se  qoileí» 
i^los  muertos  qae  maoeillaii  mis 
vallares.^  Juliano  tUio  tra^por^ 
tar  á  otro  sitio  la&  reliquias  d^ 
Sao  Babilés.  A  pocosiiiaa{ieració 
etiemplo  d^  Apolo  ieceadiado 
por  los  católicos^  7  loliaao  en 
TeagaDiaiaaq4<$  cerrar  la  iglesia 
d^  Aiitipqiiía^  El  sacerdoto^^  Teo« 
doreto^  que  se  resistiaá  elto,  fué 
degollado  por  los  ^paganos»  El 
emperador  manirestógcaade  e^ 
apjo  contra  los  aae^taios^  y  man-^ 
dó  perseguirlos  ea  justicia;  «No 
«quiero^  deciai,  qoe  baya  márti-^ 
ares  en  mi  reiaado:  00  quiero 
«que  jwdie  perezca  por  opiaio» 
ttoesrelijiosas.». 

i  Una  (alia  demaisiadoicoaiiioea 
los.  goberaaate^  irri46mas  coo« 
;tca.é)  aV  pjiebloide  ADtio¡qttía> 


doa^C!  6  la  say^  ae  wnevtaaeotiH: 
ba  grapde  eaca«eia.  jEI  ec^peradoft 
pusopra^Moi  losgrai^^.  y  piif> 
blíed  edíetoa  sftve^QS  iCQa(ra  toft- 
acuoMilailores  de  <  tr^ffx  Toda: 
traba  deatraye  la  actividad  da 
loscomercíaates^la  libiar^d  á- 
aicaakeale  fairorepe  li^a  «speeii^ 
Uciooes^  y  la  concurreocia  coa« 
serva,  el  aivel  de  ios  fredoa^t 
Loa  graaos  fueroa  ovia  caros  f 
eseasQS:  loa  Járioa  aisMacM  alr 
prfocipa  del  mal  qqa  ailfríaii»r 
i^liano  ao  respoadió  á  laa  ioju**^ 
riaa>  siao  prodigaadaaaa  tam-» 
roa  paraaocof  rer  al  pi»eMo% 

E^poestoi  losaarcasmoa.de.a-» 
aa  poblacioa  aaiaeroaa,  atar- 
meatada  par  el  ^iade  loa  arriáb- 
aos y  católicos»  safrió>  adamas  ka 
coatradiocioa  de  loa  filósolos  4 
quieaea  taato  amaba^  y  parar 
veacerla,  empledoa  medio  moy^ 
fácil»  cual  ea  Itsoaiear  aa  vaai« 
dad.  Ltt>aoio  r^iaaba  orgallosa- 
meaie  venir  á  aapalaeioá  aair-* 
^e  á  sos  cortaaaaoa,  j  deaaohaba 
todoasaa  dones.  «rHéaqai  na  ref- 
»galo> la d^o  Joliaao^  qaasego-i 
^raméate  aceptarás:  deelaro  qaa 
)^ttt»vírtiidea  te  dan  0atr0  los  OMia 
«graadea  fiHóaofos  el  mismo  la-» 
»gar  qae  tasdisearsoate  haa  da* 
vdoeatre  loa  mas  graadea  ara«i 
sdorea%»       ... 

fisto  príacipe^  aa  manlfeató 
sjempr^^aeatfaleatra  arrtaaoa  y 


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BBL  BA7d 

^«fólltotv  Tfl  por  tolerancia/  ya 
fim  fboiMtér  entre  Aon  tti^ia- 
noa  la  «üMUoo  7  deMKiarlos. 
Ea  Pleito qm  el  objeto  printi^^ 
devana  pensrailetftos  erra  la  dM^ 
«rucetoB  délvQlt^de  Jesu^  qoe 
ereia^tontrarto  á  tasaollgaas  eos- 
toflubres,  *  ciieo»ratihle  ccír  la 
«rti^Hi  «BiMeion  4e  loa  roma- 
m»,  úi^kM  Taeffte  te  mgforia. 
,  fiíHnpiMocofliraiel  eriaüadia^ 
mo  «D  libro  ^ue  no  ka  4tega4o 
lítala  DUMroa  iNas^  pero  tM>ao* 
^MDQaaoa  parte  de  él  por  la  re- 
bil^ciofl  de  S^  Cirilo.  Así  «t 
•Hiijo  eomo  «I  -oiro  parece  qae  se 
1h|d  4>raiHiesto  en  ana  ^erttos, 
detrrltKir  Hiaabicn  Ja  doetrin  qtte 
«taeaa^iue  Jnatlflc^^  la  que  de- 
fleodea.  ittliano^D  en  obra^  <o- 
moeouaa  iDjeoiosa  alegoria^ue 
•ae  ba  conservada^  y  «n  que 
«cuania  «u  ánfortuaíoa,  stts4ns- 
piraeianea  y  su  gloria^  aconseja- 
hdk  á  lospueMos  que  adoptasen  su 
raUJion.  lüamábata  e\h$lenktM, 
j  le  daba  por  iMse  Ia4daa  del  Ser 
anpremo;  de  sn  liijo^  «qne  es  al 
Xe^ai.  da  Walou^  «aya  4májeu 
7  santuario  «ra  el  ^aoh  Joa  da* 
■las  ^Hoses^  aegun  ^é\,  se  Teda- 
-Cfan  -á  amanaeioneé  de  la  diri* 
nidad. 

JFEKÓXaKO  AOOUTBOnOCK    ZJí 

UGoasraoccioif  del  tempío  na 
jEauaAXBiv.-4nolinado  áVayore- 
«ar  á  loa  jadioa  porque  eran  ene- 


ñiraao.  íatt^ 

mfgos'delds  «mtlaiiob^'proyf^ctó^ 
para  desmettClf  'hnl'  proTefelas, 
re^tÜMr  el  templo  4e  lisi^nsa- 
leny  derruido  tres  siglos  ístales.' 
Avla6a«  resahKíion  á  \m  fudloa 
portin  édictoí  loa  bscepluó  de 
4odo  impneata  ^slpaord^nario, 
lea  d4fi  paite  dar  apa  tea4»ros»  r^^ 
unió  para  Ja  ajaeueioo  de  e^ta 
«mpreaauífiD  menso  número  da 
obreüoa/y  edcargd  á  Alipio,  4a^. 
4aoden«a  de  Palaüiaa^  que  ace- 
lerase la  obra  éin  perdonar  tra- 
4>ajo  ñi  dineve  para  acabarla 
proDtaaaenla«  Aniea  de  cons- 
truir el  nuevo  edificio^  sedemo-* 
Jieron  los  cimientos  del  antiguo. 
IiOsbabre^  acudieron  de  todas 
parles  del  mundo  á  ieruaakn 
con  la  esperanza  de  volvar  á  ie^ 
ventar  au  templo  y  culto»  sn  po- 
4encia  y  au  ghMria;  Esta  aperan- 
xa  fué  angaiada*  So  solp  los  au-^ 
4ores  acéesiásUcoa^  ^ao  también 
Amianp  Jlarcelioo,  iiiatoriador 
Jentil.,  4an  ^upersticioaoa  uno 
como  otros, tfuentan  que  aalíeron 
*de  la  lierrá  «on  gran  ruido  ^4o* 
4m>8  daf  uegOp  4os  cuales  laaaándo* 
ae  repetidas  veceé  sobre  loa  obre* 
roSy  les  impedían  llegaré  4os  €i«- 
míenlos  y  a«marjian  anmedio 
de4aa41amaa  á  los  trabajadores 
mas  osados.  Veamoa  aora  ai  es 
poaible  dar  an  trada  á  tan  misera* 
bleconseja.  Juliano^  dicen,  se  vio 
obligado  á  abandonar  su  proyec'- 


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superior  á  %mf^^^^V^f 
.  Pjí}ro;cQAiQ4ioa>4u^«eo  basten» 
tesAfaianox-  Mya  eitados^^u^ 
lor^st  eclentésHcQS»  para  pr«sefl>-^ 
tarnos  «na  prueba  4et  los  des« 
preciables  adíelos  de  la  eredolí- 
dad,  y  de  las  torpezas  que  bacán 
decir  á  1^  btetoria,  Sozomeoo, 
Sttfino  f  Sóeraies  repiten  esta 
pueril  mentira,  y  la  testifican 
San  Gregorio,  San  CriBóstooK>y 
San  i  Ambrosio,  aiadiendo  ^le 
este  auceso  afirmió  l&fó.de  los 
cristianoft  y  desesperó  á  los  ju* 
dioSf.  muchos  de  los  cueles  se 
coovirtí^roo.  ¡  Así  se  llena  la 
biatorta,  de. imbecilidades  cuando 
ae  llena  interés,  ea  engañar  á  la 
humanidad  t 

L(i6  filósofos  eoD  mae  ravon 
espliean  en  un  case  el  fenómeno» 
atrtbuyindokxal  betmnen  y  a- 
sufre  de  4«|  abunda  a<|oel  le- 
rreno>  como  lo  prueban  loa  le- 
Fremotoa  frecuentes  en  aquella 
ferte  del  Asía,  que  hablan  su^ 
merjido  en  ehabismo  ó  abrasado 
cpn  llamas  ciudades  muyi  papú* 
los^s.  $je«Qpre  la  credulidad  a^ 
dopMi  .oaasi  fácilmente  las  reía- 
ctone^milagrosaa  que  las  fun- 
da4as  sobre  causas  naturales» 
Un  error  capital  cunde  con  ñaua 
facilidad  que  una  Terdad  funda- 
mexUaU  porque  es  mas  téeil 
cr^er  qi|e  discurrir j.  y  (os  hooír 


bres  en  [Mera)  ^rtflWNi:  hia^ 
pori09tos.del  fiínatisniov  lA  snai 
verdad  seodUla  yt.palpaiUea        *. 

Entretanto  el  emp^aftoi;  .re4 
unia  con  suma  aotividai^  tropas», 
armas,  viferes  y  mnilkíoHes  def 
todas  partes  para  la  guerra  que» 
meditaba  contra  Persia.  T)siñe« 
roso  Sapor^  de  .sua-  preparatMM^ 
y  diQhla  babilidaé  del  vencedor^ 
de  Jermania;  le  propuso  la  páe, 
dejándole  duelle  de  arreglar  la^ 
condiciones.  Joliéno,  que  querié' 
.terminar  la  lid  de  tantos  slgloa* 
con  la  conquista  de  la  Persiá  7 
no  con  un  tratado,  na  respondió 
á  aquellas  ofertas  pacífteas  sfoo 
reusando  toda  Degociaclon.  P^riHra 
esta  guerra  se  impuso  á  los  cris- 
tianos oa  tributo  especial:  me- 
díala injnsta  y  sin  disculpa;  coma 
bija  del  odio.  Greta  qae  deján- 
doles la  vida  y  la  libertad  de  pro- 
fesar su  relíjioo,  aunque  loa  o-' 
prioriese.aín  cesar,  no  merece- 
ría el  renombre  ée  perseguidor.: 

Muchas  nacioOes  del  Orienta 
le  ofrecieron  tropas  aosüiaret. 
«Loa  romanos,  respondió,  daa 
usocorfo  á  loa  otros  {niobios^  f 
«noto reciban.»  Los , sarracenos: 
querían  venderle  ana  servicios^/ 
y  él  les  dijo:  «Un  príncipe  beli^ 
»coso  no  tiene  oro,  sino  hierro.» 
SI  rey  4e  Armenia  era  tribus 
tarto  de  Cloma.  Juliano,  q^e  la. 
d#spr99ÍAba  ^^  había  abfAf-* 


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llif»rd0MMi  iovitaeftititUM  6f^ 

tnuBfsailrofag'ír'MqpiIrto  ér  la 
fMrract    .     ■ 
Viwiéttm^  reamo  (a63>  dK 

•6  el  Bafralet  cdssfeeraio  y  n^ 
féém  mdUértnUspmatos,  y^ms 
4ivteioBeft  8MtlftblMÍC9o»  eítUsé 
mkmrimht^)rmfémi§ñ94o&,  al  ntari^ 
fcráe  algouas  fartalazaa,  beata 
el  mMueatiKéa  aO'  reoftioa%  Jo^ 
HftDO^  cuando  «alo vieroe  cofli^ 
plidaa  lodaaaiifiMeoes/aati^ae 
AMioqníá^jiif íMMlO' no  folfor  á 
etti^I^.eoíaeAaLdMtt  ebejo^  dejé 
fergoberead»reik  eqoeito  tiiH 
dad  i  Aleiafidpo  dr  tteliópoKe, 

JtoobreiDjeate^iii^y^vk^leiilcv 
del  eoal  deciae  «fiieD  aé  qae  V 
^flaí^odro  Bo  flaemoe  maodar; 
»pero  Aatíoqaía  meaéee  otode» 
?»cerje4ii'.  w    .  .•  i. 

Llegii.iiaQreaí^doBda  liaUd«l- 
vidAdP^et  pnUteísoao;  é  Uso  ira« 
ii»aeateeraoacon.  el  aoeedo  á^ 
eqoeile  Diüdadpera-  reataWecer 
el eirilade ioadkMea.  BaTM^Ie 
foé  «laa  favorable^  y  loaiubt- 
laqlea  le  acompeaerofrá  aacrifi** 
car  eo  loa  iempta*4e  áipelo^  y 
jópiter^  .  i.     '  . 

taiNipideadea»'aHMrebe  rué 
tal^  9ie  ye.  beina  |Miaeda  et  Bv^ 
foelaa^  y  toa  peraaarle»  crataa  eti 
áetfoiieéiLLA^sarde'to  inif»ór« 


taMia  de«Báeaa>  se  ale}d  de  está 
piase  perqM^  estaba  pobtedá  de 
eriaUeiioe>  y  fdéá  Carras,  cii^. 
ded'Célebprpor.  le  mina  de  Ora^ 
so^bebieei^elii^v^teaiplo  fa¿ 
flK>8adedieadi^  é  le*  LaíiiB,  á  la 
cttaUl  pf^ocipe-teiiie  paaticalar 
dovoeioo*  Prooofifio^  que^  pagó 
deaBnea^eon.  le^  eabeza-  ae  mo^ 
meDléiiei^.elevaclon^  decia  que 
«Uiliaoo^.  esUDda  eu  GaFMfi>  le 
belHadadaua  manto  de  párjpu-^ 
ra  y  de;»igQádaie  por  auaeaor  eu 

eliuüodequejterecieae^efi  esie 
guerra»^ 

Boa  eamiooa  tookMel  ejército 
coiMi¥>  para  penetrar  en  Peraia: 
uno  poi:.la.Adiabeney  pasando  el 
Xigrit^otto  por  la  Mesopotamie 
eoaleaadoet  fioTraief..  Juliano; 
Btra^eog^^áar  áloa  peraaa,  los  bi* 
sarecottoe^renlramboa^  preoe^ 
di4o  pog  dealaefmenios^  DejiVen 
MeeQpo^mia^ilajo  lea  4i4ee^ 
de  Procopiu  y  Sebaatian,  trelnle 
mil;boittfarea  eaea|idai  qoe^de* 
bien jReuniKaele  daapuea  ea  Asi-¿ 
r4a*  eon  Aiaeoea  y  ave-araaenioa^ 
üníiéinarcliarácta^ei  Xjgrii,  y 
üvenzA rápidamente  por  el  Eu-» 
frates  JBn  eeiexlotenia  cimien- 
ta boquea  de  guerra,  y  mil  de 
j  transporte  cerp^doa  de  víveres; 
(^e.  eaeguraban  le  snbaisteneia 
I  áaus  tropas. 

\  ^  Yásé babíá poestoen  mareba 
«cuaAdo  recibM  eertas  .de  Salits^ 


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,ll!0  .')!.-] 

qfie  le  roga1>i  qae  sosptadiese  la 
«spedicioD^  porf)ie  loi  dioses  no 
6e>ia96ir4b|iQ  /avoraMes  4  ella. 
JuUaoo»  cQQflolaflo^con  Mr^n  ^ft* 
guero^  ceQUnud'MiHQieT'ímíeBt»» 
y  llegando  adoode'^staba  el  se'-* 
pulcra  de  Gordiaao^el  jáveo*  on- 
ró^coA  Itbaciooea  4a  B^emocia  de 
€Ste  príqcípe;  libaciOBes  que  ba* 
b|aa  de  repetirse  detítro  de  paco 
^Q  «u  mi^na  tuiaba. 

Pooos  4ías<le8piies,  un  selda* 
do,  acometido  por  uQ4eoQ  iurio- 
so,  lo  mató  de  «uiu  laaiada:  y 
el  emp^^dor  creyó  4a  «aaene 
4e  la  ¿era  presajio  -dñ  la  caída 
4ei  cay  j>er9iano..  En  ^eá%  Üeo^^o 
los  €aiólicoa»  los  arriaoos,  los 
idólatras  y  .4os  iUásofoü,  ^aunque 
djlferian^ii  creeseia,  se  daban 
la  mano  ^n  4a  «operstícioo;  -do* 
daban  "dejas  verdades  jr  •Qreian 
^alas/ájtolas.. 

Una  ^nligua  praocufia^áoQ, 
cpnfiwBQda  por  muchos  escar- 
mientos y  «esparcida  ^nei  Orlen  i- 
te,  parecía  disminuir  4a  con- 
fianza de  4os  4'omanos;  porque 
era  4ina  ^creencia  jeneral:gue  los 
ejércitos  <lel  imperio  no  podian 
penetrar  en  Persia  ^Q  «sponerse  \ 
i  grandes4esaslres«  Juliano  pre>^ 
curó4eslr4>ír  -el  ma-)-  «fecio  4e 
esta  tradición  popular:  reunió 
aus  tropas  y  Jes  recordólos  triun- 


fos dft  mnebp»  ^olfitafits,' ^cairas 
ágoiltaric^ortQsns  hiMatf  ptM^ 
Wado  hasbr^JL  canlro  dek  Jksiai 

«.Estaa  «rmdaa  ^ombras^^Ai» 
'i^dió,  no  eran  escitades  sino  por 
«la  gloria:  <iMMtflms*l«SMMS>or 
«eUa  y  poria  ««eáganat  la  4e* 
•rrola  de  ^mAras  la jkiies,  ita 
fdevastmieo  de  nuestroa'  eaaar 
«pos,  la  nrina  de  nvasiras  cin<ta'> 
«deanes  pdna^i  tea  juaCiefa  el 
«acero  .*en4«  mano*  Aeparemw 
«lo  pasado,  «segommoa  lo  fii^ 
«turo  y  merezcamos  fama  4a* 
«mortal.  Yo  campUré  4#s  debe<t 
«resde Jeoerat»  oAcial  y  soMa* 
«do.  toa4fioeas  Ae  Ihmi  eoacedl» 
•do  auapicios  Arvorabtea;^  pera 
«si  la  fortuna  «engaftase  -mia  «ea^ 
»perauas,  me  teñirla  por  felfai 
«pereciendo,  «orne  '^lea  Nucios, 
iiDecias  y  Corcios,  por  el  bien 
«de  la  patrla.« 

«Imitemos  á  nuenros  mayoi^ea 
«cuye  tenstancía  wencia  todos 
«los  Mtácttioa.  Ellea  lidtaron 
«penosamente  muehoi  eios  an« 
«tes  de  aubyngar  é  Fldenas,  á 
«Yeyos»  i  ifnmaneia:  la  ruhia 
«de  Cartago  fué  el  premio  4e  uñ 
«siglo  de  cembalea*  Sigamos  tan 
«glorioso  ejemplo,  y  aobre  lodo 
«evitemos  4in  escollo  fonesto 
«bertas  veossáoiiestras  «rrnas. 
iiLa.<kscipUea  f  eélecaqsa  de  sua 
«victorias:  la  ucencia,  da  «Qea«- 
«tras  derrotes.  Peleemoe  pare 


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iedfliQdMlJéiicfa:i(ie^  kalfarári»* 
»flecftí&lerlcNfoel  qae  8e*'«parU- 

«N<v lamáis- las-armas  iM  ene- 
itmigo,  sioo^sa  astucia:  d(McoD» 
;iAlKk4e-los  lazos  que  taadlnrá  la 
Ma4ieía.  Yo,  aomeUéodome*  el< 
«iriflMffo  á  la  reglajeneral,  mf^ 
»qoiMF6iua^  ao«  me  haré  oomo 
vótros  |>r{D6i|)|es  superior  á  las 
rteyesr  daré  cuenta  de  mí.  con- 
Miucla  á  Ib  faz  del  mundo.  Miir- 
»cha4  confiados:  flátigas,  pelí- 
•gros^todo  «^rá  común  éntrennos- 
?N[>tros»y  QOtolvideis  que  la  jusr 
Ptieia.  de  Buaatra  causa  es^al  pre^ 
a^ajio  maa  seguro^  de*  la^  vieto^- 
»via^» 

Los  s<4dado8^  leraotando  sus 
éséudoa»  responden  á  estas  pa- 
labras con  aclamaciones  unáni- 
mes^ y  gritan  i  «Volemos  sin  te- 
»mor  al  combate  bajo  el  mando 
»de  un  emperador  inveacible^a 

^  a|éraiu>se  puso  ea  marcha 
ea  toaa  eoluioMa  prdcadidaa  de 
Uepaa^  li|erast  el  ala  dereeha^ 
iMUdadaper  Nef^itta^  y  precedi- 
da por  la  escuadra^  costeaba  el 
Eufrates:  la  izquierda^  compues- 
ta casi  toda  de  caballería^  avan- 
zaba en  la  llanura^  á  las  órdenes 
de  AriAteo  y  Hormisdas..  Víctor 
y  S^fiíwUoa  oíaAdabaa  la  retar 
fMBdia.  JaUano^  eolo^do  eo  el 
otBlfa,  acudía  á  Uiios  ioi  pfo» 


M  jtoofe'  a*  ptoMMeia*  era  ne* 
eesa-rfa^»/ .  ■  ^ 

PiíMEaof  TRiüirlHM' DKinruA- 
m.^La-toma  de^  tres  fbrtttlézas 
fué  su  primera  operaeióiv;  y  la 
4avastacto»de^AaiHa*€astigé  la 
derlaapm«tttGÍaa  nemoMa.  Las 
€iudade»de' iliaca  y  Otogarda^ 
aa  flieron  consuíi^as  por  él  fue* 
go.  Mb  roharoa  qúíuceilias  sinen- 
eontrar  á  los  persas:  al  Qn  saca- 
ba Heríanse  presentó,  BormJsdas 
la  acometió  y  puso^  ea  huida, 
üespues^deeste  trioafp  llegaron 
aun  i»itiQ'doüde  el  Eufrates  se 
divide  ea>doa  br^osriumvque  se 
dirije-ácia  Babilonia^  y  otro  que 
ae  oneeou el  Tigris  eo  el  cami* 
no  de  Cteaironte:  U&  cuerp6  nu* 
nieroso  de  persas  'defendía  este 
segundo  brazo:  Juliano  los  en- 
gaña con  sus  movimientos,  pasó 
ej  ria  y  se  aclamó  delante  de  Pí- 
risabor^uod  die  laa  mas  grandes 
ciudades  de  h^ri^r 

Stt  ouaierosa  poblaeioa  re&ia^ 
tid  eofl  deenedo  al  prineipia  los 
atacpies  de  ios  romenos;  pero 
cuando  loa  habitantes  vieron 
marchar  contra  sus  murallas  él 
Ae/epó/ís(l),  la  mas  temida  de 

(1>  '^Jtm  el  Htlépoli»  U  buíi  grvi-t 
(le  OMtfttíii*  de  g«erra  qoie  «ervi»  p^ra 
et^taqofty  «Mli4^ae  lai  pUsas.  Cm»^ 
iitcíe  ea  naa  tofre  Ctt*4ra4e  de  vMáftm 
re,'  eoye  jilerie.:jttfirioa  jbeiii#  luui 


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da  por  Demetf  io  Poliorc^feas,  se 
ji|MMUiró  ei  lerror^e  mí  Mim)s, 

quiste  putíte  taHkúk  q«t  ttt  ^Mt^  'f  iM 
ckiAoiMrert  tnplfl  y  á  iMes,cttABrii* 
pie  qoeiino  de  m^  kdo^  pnes*^!»  «a* 
pei«r  U  «laraHa  do  U  .pUM  ^iti«d|i  y 
«uB  «US  nii«aia>4of  r^ir  Loi  autores  4e 
dao  cuarenta  j  cuatro  e^os  de  .p^o* 
ta,  queequ^v^leii  á -unos  aese ota  y,  »eü 
pies,  Sus  frentes  j  flancoe  eatabaa  8os« 
tenidos  con  Tuertee  ptancbas  de  li ierro, 
revestidos  con  adobes  y  cubiertos  cou 
^eles  frescas,  á  An  deeoitxk^r  4«é<«r* 
«ñas  arro^adiaas  dt  loi  coélraeios,^ 
tnter*el  incendio  con   los;GOnibusii«- 
bles  qoe  estos  tetdtri|ian»  Eitas  torres 
contenían  de^  seis  íiastn  caiorce^ píaos 
con  sus  respectivas  ^enUnas  y  troné- 
rnsj  y  secomunicaba  á  ellas  por  oief^io 
de  dos  escaleras  colocadas  en  4os  ángu- 
los opuestos  de  cada  piso  jr  en  la  uiis- 
ma  dirección,  U  una  para  tubic,  y  la 
otra  para  bajas,  i£n  de  evitar  la  con- 
fusión y  .poder  proveer  con  lacilidad  á 
losMldadoaen  sos  respectivos  pisos  de 
krmas.f  nívere»,  cuyo  rq^eato  ae  ta- 
iabiecia  á  rets^na^dia  de  4a  toitve.  £1 
Helépolis  4ettia  en  el^iso  bajo   un  a- 
Ttete   de   corredera  para  abrir  brecba 
^n  la  muralla   enemiga,   f   uno  ó  dos 
puentes  4évadisos  colocados  en  el  ^iso 
que  convenia  según  la  «llura  que   te- 
nia la  mora  I  la  sitiada.  &t0s  puentes, 
parecidos  á  los  de  nnestraa  f4aaas.  de 
alteas,  estaban  unüdos  <a  la  tanre  ;poc 
medio  de  inertes  goraeide  Iwífiw,  yse 
fevanUbaia  J  Wftkmn^m  ^•múio] 


m  .  ■ 

M.  Elemperaiiir  lurttd'vo'vCUi 
piazagraik3¿aBtfclad  é^Mwwsáj 
armas.  •.:  •  •-  -í  --  .' ''« 
'  Jle8piii8sdeieateiKie«9ffa] 


déeíadenas  i^  biet^:'^  sas^hídds1iábl4 
«ma  ^ran^lilla  para  ^W  ^r'ttíMFadóli 
i»ansitasen  sin  peligttv  ^y  «n  1i  xmbéA 
naoafilertns  'i^ri^a  ipai'n  kaeefii  Ü^ 
mt.  en  la  4WiraUá  4^fav^elM>«obi»  i|iia 
-eebscia  paac* Xos  dena^   ptsps,  contar 
n^an4a  jente  que  debi%  dar  el  asaltq^ 
6  sostener  á  esta  cuando  lo  verificasen, 
lilegado  el  Helépolis  á  su  sitio,  que  era 
siempre  el  raaa  prócsimo  á  la  lÉuralla 
enemiga,  los  soldados  ciHocados  en*  el 
piso  bafjo  aafaan  impulso  al  ariete  para 
aki%>  la  bracba:   loi  qne  se  haliabaa 
-en  la  galerna  Mipe«iof  y  ¡en.  los  piaoi 
altos,  anyentaban  con  lus  armaa  arrov 
iadisas  á  los  &ilJndosqiie  ^/^Adi^ntl 
mu|H> .  ó.  la  brecba,   hasta  quedar  casi 
despejado  aquel  frente.  Entonces  se  dar 
ba  la  teHal  para  bajar  el  puente,  6  puen- 
tes si  tenia  mas  de  uno,  y  los^sdldados 
destinados    a)   asalto,    al    monacato  de 
verlo  asegnrado  7firme,^lhaíbrma* 
dos  <en  eolamna  ceürada*  é  ocl^de  frai« 
te  f  acometían.  £«*retanie>  deéde  loe 
.pisos  baciMin«a(er  una  Utt.via.de  fle|iiaa 
y .  piedra»  sebee  4qs  aitiado»;'  siendo  4c 
notar  que  la  colun^na  no  podía  retro** 
ceder  en  caso  de  resistencia,  por  el  em- 
puje de  los  que  la  formaban,  que  eran 
sietnpre  las  trqpas  mas  escojidas  que  4 
pie  brmb  f  i   retaguardia  de  li  torre 
esperaban'  el  momento  de  verificar  él 
asoHo;  BaeftoS'de4a'iDnralla^lds  tftfai^ 
Jorés,.  le  apodeeabam  és  laa  máqolnai 
attevi^H»  ^  coBi|»letadM  i«  yiei«r«y 


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DB.  EUa 

QMiFtbtii  iHttofHfj  Ao^oertao 
peoetrar  mas  adelanie  en  a^ye- 
llo9  vastos  países  que  habían 
tíio  el  sepulcro  de  4aoias  lejío- 
nes.  Julíaoo,  ^€on  sus  discursos,  ^ 
los  .sosegó  y  ceaainaó.  Coatí- 
ouaodosu  marcba,  «rodeó  utas 
grandes  lagUDas^  y  se  acercó  á  la 
cittdad  de  Maogama.  Adelaotáo- 
dose  casi  solo  para  •reconocerla^ 
^  ¥4ó  rodeado  par  «diei  |ioeies 
persas;  mató  á  alguMS  de  ellos, 
«oyeatóá  los  demás,  y  debió  la 
irídaásu  intrepidez.  La  ciudad 
fué  tomada  al  tercer  asalto,  y 
entregada  al  furor  de  las  tropas. 
Irajéronse  k  presencia  del  em- 
perador algunas  nobles  cautivas 
de  insigne  hermosura:  no  guiso 
verlas^  imUando  á  Scipion  en  la 

«oa  It  toma  de  l«  piau  y  sa  M^aeo. 
Loa  autores  mas  respetable!  no  de- 
taUao  coo  asaot  tad  las  fuersas  mo- 
trices q«e  daban  impulso  é  aqoellas 
awrmcs  máqainaa)  perola  epiaion  mas 
leneralrneule  recibida  es  que  ae  coloca- 
ban soboe  gmetos  ejes  de  «adera,  á 
cnyoa  estremos  babia  anas  rnedas  pe- 
quedas  «y  macizaa;  y  con  >el  ansilio  de 
▼arios  cilindros  movibles  que  se  sitoa* 
ban  é  su  frente,  y  se  remplas^ban  con 
lo  que  despedia  4a  máquina,  según  adee 
Cantaba  (por  el'ifopuiao  de  fuertes  ma- 
romas, afiansadas  en  él  snelo  á  varios 
potros  enterrados,  j  tlradoi  por  medio 
de  poleaa  y  moliaetea  colocados  á  di- 
ferentes distanciad  y  ei|  varios  sentid 
dos)ae  4e  d4ba  üireeoton  esaotamtate 
*     lOMO  XtV. 


ntvmo.  113 

contiaeni^  ül  aoiM  le  babia 
imitado  en  el  ?alMV.Pasó  des- 
pués á  ver  las  rvioas  de  Se  leo- 
cia,  tristes  moBumeatoi  de  la. 
inconstancia  de  la  saerte  y  de  la 
caducidad  de  los  imperios.  La 
escuadra  dejó  el  Eufrates  para 
entrar  en  el  Tigris,  río  que  -de- . 
bia  pasar  el  ejército^  Espantados 
los  oficiales»  por  lo  tajado  de  sus 
ribazos  y  lo  •rápido  de  au  cursor, 
suplicaban  á  JuUano  que  difirie- 
se el  tránsito.  ^Y  ¿qué  ganareis 
»eB  elloP  les  respondió:  el  tiem- 
i>po  Bo  retardará  la  velocidad  de 
»las  aguas  oí  aUaaará  las  mar- 
Ajenes:  lo  que  bará,  seráaumen- 
atar  el  número  dei  los  enemigos 
«que  defienden  el  paso.n  Galla<% 
Ton  y  obedecieron. 

basta  arrimarla  t  la  muralla.  Para 
ello  los  sitiadores  toirmaban  antes  una 
estrada  sólida  y  bien  batida,  desde  el 
^nto  en  donde  se  conitrnía  la  torre 
basta  el  foso  de  la  plasa  eneniiga,  dán- 
dole naa  pendiente  mny  -aaave  para- 
iacUitar  el  tránsito  de  aquella;  al  mía- 
mo  tiempo,  y  cubiertas  por  sns  mante* 
letes  etc,  terraplenaban  el  foso  coa 
árboles,  faíinas,  piedras,  escombros  y 
cierra  bien  apisonada,  sobreponiendo 
en  todo  el  tránsito  unas  eaplanadas  mo* 
vibles  de  gruesos  maderos  bien  unidos 
que^ban  colocando  según  adelantaba 
la  máquina  de  su  tránsito  y  de  esle 
modo  consfguian  colocarla  rasi  inme- 
diata á  4a  muralla  enemiga. 

15 


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ÍI4 


msre^wjk 


Después  fleotia  tfüiigrieiita  pe* 
le»>  quedd  ta  victoria  por  los  ro« 
manosr  pasaron  el  rio,  niatarocí 


seis   mil    persas,  y    persiguió-  ^  con  cart»  para  e(  príncipe  Hor- 


ren las  relt<|aiasdel  ejército  ven 
cido  hasta  las  puertas  de  Gtesi- 
fonte:  Hmite  fatal,  qae  la  espe* 
riencia  de  tantas  campañas,  afir- 
mada también  en  orJróalos,  ba« 
bia  proiUdo  pasar  á  loa  romanos . 

J^ulianObizo  alK  on  sacrificio 
á  Marte:  de  diez  toros  que  sede- 
bian  inmolar^  nueve  murieron  an^ 
tes  de  llegar  al  allar-^el  ultimóse 
escapó:  vuélveale  y  cae  ai  golpe 
.del  cuchillo  sagrado-,  pero  sus 
entradas  no  ofrecen  al  pontífice 
)siooauspicius  amenazadores.  Ja* 
liano,.  dejando  de  respetar  al  ci^' 
lo  cuando  se  oponía  á  su  gloria» 
se  enEada  co&trA-  Marte^  Jura 
que  no  le  hará  mas  sacrificios,  y 
manda  á  las  tropas  eooslernadas 
que  no  busquea  otros,  agüeros 
sino  los  de  su  valor  y  su  fbrtuna. 

Queriendo  evilar  la  pérdida 
de  Uem poique  causaría  el  cerco 
de  otta  ciudad  tao  grande,  pro- 
curó escitar  con  denuestos  y  do- 
safios  ei  vater  de  los  ciudadanos 
de  Gtestf6Ale,  para  que  saliesen 
á  pelear  á  la  llanura:  mas  eltos 
le  respondieron,,  que  si  quería 
lograr  el  ardiente  deseo  de  me- 
dirse con  los  péfsaSy  debía  ale- 
jarse de  sus  inespugnables  piu^ 
rallas^  y  marchar  contra  el  ejér- 


cito del  rey  de  i^eyes.  Al 
tiempo  so  presentó  en  el  campo 
romano  un  enviado  de  Sapor 


^  m jsdas,  en  qué  prometía  hacerlo 
justicia,,  y  solicitaba  su  media- 
ción para  la  paz  coo  Roma. 

Julieno,  como  casi  todos  les. 
conquistadores,  estaba  embriaga* 
do  do  orgullo:  su  fllosofia  so  ria-^ 
dio  á  este  pemieíoso  veneao»^ 
siempre  oculto  en  la  copa  de  la 
gloria.  EII  poder  y  la  fama  so 
pierden  mucbas^  veces  por  que- 
rerlos esteoder  demasiado.  Des- 
echó,, púas,  las  proposiciones  de 
Sapor,  y^  te  desaAó  á  la  batalla 
^ra  las  llanuras  de  Arbelas,  es* 
perando  triunfar  en  aquel  ca-m- 
po  como  Alejaiidr9.  La  rapidez 
de  un  brazo  del  Tigris  retardó 
su  marcha:  otros  ostáculos  (letu- 
vieroa  al  ejército  de  Mesopota- 
mia^.  y  la  fortuna  comenzó  á 
mostrarse  esquiva  coa  un  prín- 
cipe abandoaadode  la  prudeacia. 

Ea  estas  críticas  cir^unstaa-^ 
cias,^  ua  persft  distiaguido  por 
su  naciflüeato  se  presenta  al 
emperador  como  ua  proscrito 
irritado  que  desea  vengarse  de 
las  injusticias  de  su  rey.  «Pue* 
»des,  dijo  á  Xuliano,  hacerte 
•dueño  de  Persiaea  poco  tiem- 
»poy  aates  q^e  Sapor  baya  ret 
»uaido  ejército  p&ra  deCéadecla; 
vperoes fuerza quete  alejes  de 


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DSL  BAJO 

9ia  eseuadra^enya  lentitiid  ha- 
^k  imf0sihlt%  los  progresoa. 
iiTióii€a'doa<ajér¿itoa,  de  loa  coa* 
»lesei  OBO '80  ^consomé  eo  giriar 
99i  otro.  Toa  bajeles  aon  mas 
»MeD  .irBt>atánilo  qiiean  socorro. 
•Líbrate  de  eseimiiedioieotOTyo 
i»8é  ao  camioo  que  íleTa  direc- 
«lamente  el  eeotro  del  imperio 
•persa.  Airéveie  á  aegoirte:  to- 
nina Tíveres  para  leoalro  dias, 
•Tote  guiaré:  uri  r^abeía  es  fia- 
•dora  deaaiteaKad.»    * 

4aiiaD0,  dema^ado  créd«1e, 
4>l?ideDdo  loa  ejemplos  fooes^os 
depmso  y  Anlooio,  sigue  elxoo'* 
8ejo4el  flojido  desertor,  despre- 
cia los  prudentes  ariaos  de  fior- 
misdtts  y  lasjnurmunicíoues  del 
ejército,  ioma  «vfverespara  vein- 
te  dias,  y  sepoae  temerarlamee- 
teeo^iarcha  bajo  la  palabra  de 
un  traidor,  que  desaparece  epe* 
Das  el  ejéreíto,  paivado  ^el  au- 
rilio  de  la  -escuadra,  se  bailaba 
lenmedio  del  desierto. 

El  emperador,  conociendo  tar- 
de su  yerro,  onró  su  desgracia' 
^con  la^rmexa.  Jlud^o>de  «a 
mino  y^alejáodose^lel^igrisen-* 
irá  en  una4lenura,  cuya  fertili- 
dad empezó  á  disipar  los  ^temo- 
res-, pero  la  -calMiltería  persa  se 
derrama  por  «loa^carapos,  qneiba 
las  miases, destruye  4aa  eideas, 
priva  á  ios  romanoa^e  lodo  re- 
curso, y  4os  entrega  á  las  mise- 


laiFBno.  tl5 

rtas  .de  una  ambre  espanloaa^ 
enemigo  mas  lercibleqiie  tos  ^ 
jércttos  del  Oriente. 

Juliano  ^liandond  entoncea  ta» 
da  idea  de  conquista,  y  |olo  pen« 
só  en  sahrcr  el  ejercita.  Después 
de  una  larga  deliberación,  re<- 
suelve  volver  á,sus  fronteras 
por  la  Gordnena,peqúe&a  proyiji|r 
c|a  de  Armeftia,  dependiente  4e 
los  romanos*,  {>ero  eJ  rey  de  Per*^ 
sla»  previendo  su  4ea^^io9  seo* 
puso  á  ^,  y  ^pareeid  el  frente 
de  un  ejército  cuyes  nnmeroaos 
escuadrones  cubrían  laUaauNu 
JLos  romanos,  ecómeiidos  sin  ce- 
sar, continúan  su  retirada  per 
leandoácada^paao:  rechazaban 
alenemíg^O^  mas  eMeno  tardaba 
en  vol v^  á  ttacarle. 

AATAI.L4  oís  aiAaABroAs^  —  En 
Aü  elM  de  juniotodaslas  foer«> 
zas  Teuoidas  del  rey  de  Persla 
acometieron  á4os  romanos  jun- 
4ú  á  un4;met>jk>  4lamado  Maran- 
gaat^  valer  triunfó  del  JBumerec 
los  persas fi^eron  vencidos  yeu^- 
yenlados;  pero  el  ^fenceder  esta- 
ba rendido  al  >ambre.  Eiintré^ 
4)ido  Juliano  no  pedia  aliviar  4os 
«nales del  soldado,  sino  {tartici- 
>pando  de  ellos.  Su  ejemplo  ^solo 
4osao^n4a<  en  vano  le  instaban 
Á  que  eceptase  4os  alimentos  re- 
servados 4^ara  él;  al  j>unto  los 
'distriboia«ntre4odos.  El  ^6  de 
junio  enmedio  de  Ja  noche  lepa- 


0 

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11« 


■KTOKIA 


rase  ?ef  it  nsefo  al  Jetilo  del 
inperio,  j>ero  pálido,  Iriste  j  co- 
brieDdo  eon  un  velo  lúgubre  su 
cabeza  y  el  cueroo  de  la  abun* 
diHicia^  del  cual  saJie  uoa  llama 
viva  que  cae  y  desaparece:  iȇ- 
|eB  de  la  suerte  de  Juliano.  BSi- 
pantado  eon  esta  aparicioiv,  lia* 
na  á  los  aráspices  etruscosr  es- 
tos deelaratí  que  tos  dioses  proi- 
beu  conibatir. 

El  emperador  fto  cree  que  el 
délo  acoosejelatobardfo^  y  coo- 
tioua  su  mareba.  El  esceshro 
ealor  le  impide  armarset  corre 
al  frente  de  las  eohHmias  para 
recoDocer  el  país  qite  van  á  a- 
Iravesar.  cuando  le  avisan  que 
la  retaguardia  es  aoooielida.  To- 
ma su  escudo  si»  acordarse  del 
peto:  se  lana  k  la  balaHa^  rea* 
Dima  á  los  suyos  batiendo  pro- 
dijios  de  valor>  mata  k  uja^  gran 
número  de  persas,  vuelve  ^  ia 
Vanguardia  que  peleaba  tapi- 
bien  contra  un  cuerpo  mas  nu- 
oneroso»  desbarata  y  aumenta  á 
los  enemigos,  ^  ios-  persigue  con 
un  ardor  que  ningún  consejo 
puede  contener,  ni  los  gritos  de 
sus  soidados-,  y  eu  fio^  el  dar- 
do de  un  Jinete  dando  al  sos- 
layo en  su  brazo,  le  atraviesa 
pof  las  costillas  y  penetra  en  el 
bígado.  £1  emperador  cae:^  sá- 
canlede  la  batalla  sobre  un  es- 
cudo: apenas  le  vendaa  La  heri- 


da, cuando  al  saber  que  los  ené^  j 
migos  han  atacado  de  nuevo^ 
monta  á  caballa  para  volver  al 
combate;  pera  ih»  torrente  die 
sangre  sale  de  so  berida  y  vuel- 
ve k  ca«r.  El  furor  de  tos  roma^ 
nos  y  la^  desesperación  As  loa 
persas  prolongaron  la  sangrienta 
batalla  hasta  la  noche,  y  ka  vic- 
toria quedab»indecisa« 

MUBATB   DR  JUUANO.  —  PefO 

nada  resistió  á  la  turÑ^  de  Ia4  le- 
J  iones  cuando  supieron  que  pe- 
ligraba la  vida  del  emiperador:  la 
caballería  persa  de  los  inmorta*-* 
les  fenecióc  el  triunfo  de  los  ro- 
^  manos  toé  com(>leto:  los  enemi- 
gos perdieron  sus  soldados  maa 
valientes,  cincuenta  sátrapas  y 
losdosjenerales  que  mandabaá 
el  ejército.  A  haber  sobrevivido 
luliano,  quizá  esta  victoria*  ba- 
bieca sido  decisiva.  Aunque  es- 
taba mal  herido  esperaba  sanar,, 
pero  pronto  el  mal  se  agravó  y 
perdió  toda  esperanza.  Los  que 
le  acompañaban,  na  bocian  maa 
que  jemir  y  llorar:  él  solo,  ten- 
dido en  una  piel  de  león,  mos- 
Irabaen.sns  últimos  instantes  la 
qaayor  firmeza^  «Queridos  com- 
M^pañeros,.  les  dijo:  la  naturaleza 
«reclama  lo  que  me  dio:  yo  se 
»lo  vuelvo,  no  con  el  pesar  de  ^ 
»un  hombre  muy  afecto  á  la  vi- 
»da,  sino  con  la  tranquilidad  db 
vuadeudor  quepaga.  La  Oiosow 


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VEC  BAJO^  ItePEKlOl 


m 


»Aa  nie  Ira  enfeiTado  que  el  alma 
»oo  es  felii  ha»la  qae  se  libra  de* 
»la§  prMones  del  euerpo.  Debe- 
.Mnos*  alegrarnos  y  ne  afli/iroos^ 
Muando  la  parte  ma»  noMe-  de 
»aueslro  ser  se^ap^rta-de  la  que 
«degrada.  La  maerte  es  á  Teces 
«lamas  bella  corona  que  los  cHo- 
ases-eoncedeo fr la  Tlrtad.  Lare- 
iclbo  como  ao  beneficio  qae^  me 
»liberta  de  nMiehos  escollos.  He 
«viiiido  sin  críQieD,  y  muero  sin 
vremordimientos.    Tanto  en  el 
«colmo  de  té^presperidad^,  como 
»en  la  d^gracia  y  el  destierro, 
«coraplí  mis  deberes.  BfiraiMlo 
amíauloridad  como  una  emaoa- 
»€ion  del  poder  divino^  creo  que 
»]a  he  tonservado  sin  mancha^ 
«gobernando  á  los  |rueblos  eoli 
ii8uavidad>  y  no  declarando  la 
«guerra  sino  con  justicia.. La  vlc« 
«toria  no  dependía  de  mí>.  sino 
»¿e  los  dioses.» 

«Enemigo  del  poder  arbilra- 
»rio  y  de  la  ambición,  que  co- 
«rrompen  las  costumbres  y  a- 
«rrainan*  losestados^  deseé  siem- 
«pre  la  paz-,  pero  cuaodo  la  pa- 
«tria  me  Llamó  á  los  combates, 
«obedecí  á  su  voz  como  buen 
«hijo,  y  arrostré  por  ella  lodos 
«los  riesgos.» 

«Largo  tiempo  bá  qae  o^  ba*^ 
«bian  pronosticado  una  muerte 
«violenta.  Doy  gracias  al  Ser  e- 
«terno,  por  no  baber  perecido 


«bajo  los  pofiates-  dir  pérfidos 
«conjurados^  ó  en  los  torasentos 
«de*  uQa  larga  enférmedlid;  ó  en^ 
•his^suplicios  que  ban  terminado* 
»los  diés  de  machos  príncipes  de- 
«lincuentes.Ha juzgado  sin  du- 
»de  que  yo-merecia,  enmedio  de 
«mi  gloria  Ik>reeien4e>  unamuer* 
»le-  ihistre.»' 

«La  razón  noadfee  qiie-és  tao^ 
»ta  cobardía  desear  morir  cuaD- 
«tlo^no  es  preeiso^  eomo  evitar- 
»lo  cuando  llega  labora.  Pero  mis» 
«fuezas  me  abandonan  y  me  im- 
«piden  prolongar  eaia  última 
«despedida.  Debéis  elejir  un 
«nuevo emperador^  yo  no  quiero 
«inCuir  eo  el  nombramieato'.  A- 
«caso  mi  juicio  no  s(H*ia  acerta- 
«do-^y  si  ao  lo  confirmaseis,  solo 
•servirla,  para  la  perdición  del 
«que  yo  designase.  Mi  único  vo- 
«lo,  como  hijatígrjdecido  de  la 
«república^  es  que  maortoy  o  con* 
«fiéis  la  autoridad-á  uo  jefe  vir- 
«iuoso.« 

Después  de  este  discurso,,  que 
redobló  el  afecto  y  las  lágrimas 
de  los  circunstanles,  maudó  que 
su  cadáver  fuese  Uevado  á  Tar- 
so, y  distribuyó  soi  bienes  entre 
sus  amagos..  Admirábase  de  la 
ausencia  de  uno  de  ellos,  llama- 
do Anatolio.  Salustio  le  dijo:  » A- 
«natolio  es  ya  feliz. «  Juliano  le 
entendió,  y  mostró  tanto  dolor 
por  esta  pérdida,  como  indife- 


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118  «ftSTQBU 

reacia  por^u  misma  suerte,  .^s  |    Siattesder  á  sos  paDe|irisUs 
amigos  «ollozaban:  «lEs  mocka  I  «í  á  8^  enemigos»  qoe  lo  repre* 


»del)ilí<tiid»  l^s  ilijo^  llorar  á  ^na 
»príacipei|ae  se-alejatle  la  tierra 
vpara  r^nifse  iilos  asiros  y  á  los 
»e¿piritus  «eJestes.» 

]>es|>oes  de  «m  icorio^e^may^ 
rejcobró  el  a30-de  sus  sentidos» 
llamó  i  los  filósofos  Prisco  y 
Jdác^imo,  7  apstuvo  co,n«llos  u- 
na  laiiga  discadoo'^icerca  de  la 
ec^istenciadcl  aJmm  pero  se  vol- 
vió á  M>rir  la  herida,  se  le  opri- 
júióM  ^esfáracioQ,  pidió  agua, 
y  4iabléa4ola  debido, -espiró  sio 
agoDJa:(l.). 

£sie  grande  f  -sabio  príncipe 
murió  el  27  de  judío  de  31S.l,.á 
la  edad.ireiotay  dos^años»  siele 
después  de  sb  elevi^ion  á  la  dig- 
nidad de  cesar,  y^l  tercero  de 
su    reinante. 

(1)  Los  CtteQtot*|x>polareft  que  un 
meló  mal  entendido  ha  diMmrnado  so-* 
bre  la  muerte  de  Juliano,  merecen  tan» 
lo  desprecio,  como  las  infamias  y  craeU 


teatarea  irnos '4uimo  modelo  4é 
reyes,  7  otros  «orno  u a  tiraae, 
ba^  conocer  «as  acciooes  y  leer 
siia  obras,  para  calocarle  ^eta* 
tre  lod  bambres  justameale  ^« 
Pebres. 

Preciso  es  qao  ia^jese  an  ma- 
frito <  superior»  pues  :su  aambre 
lia  atravesada  «les  «iglos  i  pesar 
4e,  la  >caida  -de  la  reUjioo  yae 
quiso  ensalzar.  E$  iaaieatabte  en 
error  y  su  afecto  á  4a  «idolatría; 
mas  ne  ae  puede  aegar  Ja  admi- 
Tacioa aun  príncipe  que  vivió, 
gobernó  y  muñó  como  vwdts^^ 
4*0  romano  {1^. 

(1)  ^  tú,  que  superaste  á  Té*  ro^ 
-manos  mas  ilustres,  desde  tusprims" 
ros  pasos  en  la  tartera  del  imperto^ 
que  muerto  en  lajlor  de  la  edad^  de* 
jas  mayor  fama  que  la  de  todo€  .los 
héroes  de  la  histeria;  iá,  ú  quien  á  la 
vez  animaron  ta»  aUnas^  de  Alejandro 
y  de  Mareo  jáúfielio;  que  viviste  como 


da  des  con  qoe  -ae  lia  querido  .  infamar  I  Coton^  eiseritías  eomo  Demóséenes^y 
ta  4nemom  fM>r  lialier  aborrecido  «I  Vkas  muerto  eomo  Epaminondasiprü^ 


cristianismo.  Entre  ios  nmohos  absur- 
dos y  sandeces  que  se  cuentan  ^r  los 
Cándidos  escritores  católicos,  se  nota 
este.  El  nutor -desconocido  de  Us  actas 
de  san  TeodoretOy  que  suponía  babtr  se- 
guido tfl  emperador  en  su  última  acción, 
dice  que-el  ejéreitoenemigoesiaba  com^ 
puesto  de  -anjeles  enfot^ma  liumana, 
]Pobre  historia,  cuantas  saiidecis  te  hají 
hecbo  decir  los  tontos! 


eipe  inmortal,  que  mo  conociste  otro 
deleite  que  el  austero  de  la  oirtud; 
JuLiAM'v!  protector  de  los  dioses  del 
imperio,  de  la  antigua  libertad  roma» 
na  y  de  la  sabiduría  del  Capitolio;  a* 
d£o!¿!  adiós  para  siempre!  Hiciétegranm 
'deseosas,  y  sin  tu  muerte  fatal,  tu 
jénio  preparaba-mmyores  asombros  ai 
unioerso*  Diséipuh  dr  los  seres  stíóli^ 
mes^que  velón  sobre  los  altas  aeeiones 


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Eq  ra  rein^o  U»  bárbaros 
ii«i£id(^  respeUron  his  frcMito- 
ns  del  imperio:  U  agricultart  f 
efr  comercio  estuvieroD  proCeji^ 
éo6  coDira  I»  eonevsidiied:  loe^ 
delatores  se  ocoltaron^  la  jasiír 
cía  preiUíó  los^iribiiiiales,  bobo 
libertad,  en  el  teoado:  la  diáeí-* 
plioa  redtituydá  lo^  ejércitos  na 
fuerza,  y  gloria:  los  campos  y 
tempids  reiiOQabaQ  con  ionios 
antiguos^  y^  lo^  qae  es  mascón 
acciones  de  gracias  ájín  pr{Qci«> 
pe  protector  y  defensor  del  im- 
periiK  Solo  en  las  iglesia»  de  les^ 
eridtianos  resonaban  las  quej,aa  y 
jemidos:  su  dolor  era  Jnsto^  pero- 
sumamente  ecsajerado^  deplora^ 
ban  no  su  ruina  sina  la  pérdida, 
de  su  sacerdotal  doioinacion. 

de  ios  hombres^  ie  has  rtunida  á^  sus 
tiernas  sustancias:  tts  gloria  llenó  el 
mundo^  y  lafitosofia  por  segunda  vez 
S€  asentó  eontigo  en  el  ironoJ*  Estas 
palabras  elocoeutes  de  LU>Mȇo,  eii  ski 
panegírico  fúnebre  de  J^IUbo^  j  la 
deap#dide  tublraie  que  ya  bedioe  copia- 
do^ dirigida  á  tos  oficiales  y  amigí»^ 
conservada  por  Aimoiaoo  Marcelino, 
tesiigp  ocalav,  foroian  raro-  coi|t vaste 
coa  las.  estafadas  noeiones  molgarea  so- 
bre el  Apóstata,  Auá  p1  poeta  cristia- 
no Prudencio,  na  pudo  nag^r  at  hé« 
roe  an  tributo  de  admiración^  «  ter- 
niiaa  sa  elojio  con  este  verso  notable: 

Per/W¿«ilfel>w,  Hd  n<metperfidus  orH. 


El  edtettf  qfUe  m»bM  <|mdado 
de  Juliano,  sí  prueba  su  eatrafi» 
parcialidad  por  ^  politeismo. 
nos  da  también  á  can^c^rcon 
sobrada.  ceriidumJhrejqiie^  sfeloá 
cristianos  «ondeaiü[>an  Mkofeen-* 
cía^  no  podían  ac^arto^de^perse* 
cucionaSMa  corle  les  estábale*- 
rrada^y  su  ambición  bebía  leni-» 
do  que  callar,  las^iglccisias  fas  te^ 
nian-abierUs^y  la  injusücia  del 
príncipe  ofendía  mas  á  sacudi- 
da que  á  su  fé*^ 

«No  quiero^  decia^  gue^  mué- 
»ran  los  galileos^  ni  que  se  les 
«maltrate  en^manera  alguoil,  si- 
»no  que  sean  absoloiamente  pre- 
sferidoa  los  adoradores  de  los 
»dioses.  La  eslupidea  y  locara 
sda  los  galileos  ba puesto  ai,im>- 
)»perLaeneL  borde  de  su  ruina^ 
»y  la  bondad  de  lois  dioses  noaba 
«salvado^  Justo  es  (uies,  onrar  k 
»los  dioses  y  distinguir  á  las^per. 
jtsonasy-ciudadeaqualo  bacen%^9 

Estas  palabras  y  su  apreciable 
conducta,  dan  la  justa  medida 
de  la  censura  que  con  funda* 
ineuto  podía  dirgirseie^  pero 
qpe  un  falsa  y  supersticiosa  zelo 
ba  llevado'  basta  el  escaso^ 

Las  victorias  que  alcanzó  sb 
constancia  en  la  adversidad,  su 
moderación  ea  la  fortuna,  su 
audacia  en  el  peligro  y  la. rapidez 
de  sus  marchas^  le  colocan  entre 
ios  grandes  capitanes*  Su  tem- 


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IM 


wstnnk 


plonxa^  teMveridad  de  sm  cos- 
tumbres» »a  amor  á  la  moral,  y 
la  sabidnrla  de  «os  mácsima», 
«o  le  hacefi  indigno  del  virtuoso 
Marco  A.urelió^  á  quien  tomó 
por  "modelo.  ¡Feliz»  si  limitán- 
dose á  seguir  sus  vestijios  ,  no 
hubiera  querido  imitar  á  A- 
lejafidro  entregándose  á  un  de- 
seo desenfrenado  de  (¡loria»  mué 
leliizo  morir  á  la  edad  deHrein- 
ta  ydos  afios  como  el  héroe  ma- 
cedonio»  y  dejando  espuesto  el 
imperio  á  las  desgracias  ^ue  vie- 
nen siempre  Iras  la  felicidad  de 
los  •conquistadores!       * 

^  las  grandes  acciones  de  Ju- 
liano escitan  la  admiración»  la 
l«?ctura  de  sus  xartas  le  hace 
«mar.  Aunque  dueñodei  mundo, 
conocía  la  necesidad  y  el  precio 
de  un  buen  amigo*  Emprendió 
un  largo  viaje  para  defender» 
i!omo  simple  ciudadano»  la  cau- 
sa de  Cartesio»  uno  de  sus  ami- 
gos» y  la  de  Arete»  mujer  vírtuo*  ^ 
sa  y  Tica»  á  U  cual  querían  ^des- 
pojar  de  sus  biei\es  hom{>res  po- 
derosos é  injustos* 

£n  sus  cartas  escritas  con  el 


<!ottocienée  la  estensioB  de 
sus  deberes»  se  consagró  á  cum* 
plirlos.  Su  vida  entera  fué  ua 
continuo  trabaijo»  y  pocos  escri- 
to^s  antiguos  le  snperaroi  ea 
talento  y  actividad. 

barios  de  sus  escritos  haa 
llegado  hasta  nosotros»  á  pesar 
de  los  infames  conatos  de  mu- 
chos cristianes  por  borrar  su  e-» 
tema  memoria.  No  hablaremos 
de  los  Pan0jirieo$  de  Constancio 
y  Eusebia»  dictado  el  uno  por  la 
necesidad  y  el  otro  por  la  grati* 
tud»  ni  del  elojío  del  Sol^rdy  i 
Lggoi  de  Platón»  en  el  cual  et 
mas  sofista  que  orador :  sino 
de  tres  obras  4njenio$as  en  que 
brilla  la  Wveza  de  5u  imajint- 
cioo»  y  cuyo  mérito  oo  ha  dts* 
mínuido  la  diversidad  de'  los 
tiempos  y  las  costumbres. 

Una  es»  la  alegoría  en  que  pin^ 
ta  su  carácter»  espüca  su  doctri- 
na» y  describe  sus  infortunios  y 
sublevación. 

La  segunda  es  «na  sátira  his- 
tórica y  picante»  «en  que  hace 
comparecer  ante  los  dioses  i 
Hércules»  á  Alejandro  y  á  todos 


abandono  de  la  confianza»  se  ve    los  ^cesares   desde  Julio  hasta 


cuánto  hubiera  preferido  el  re- 
tiro al  trono»  y  hasta  qué  punto 
le  molestaba  d  peso  de  la  sobe- 
ranía» erdemasiado»  decía,  para 
i»un  hombre»  y  que  -ecsijiria  el 
Mjeniodeun  dios.» 


Constancio»  disputando  el  lugar 
que  deben  obtener  en  el  cielo»  y 
aprecia  con  raro  disceruimiento 
sus  defectos  y  cualidades. 

l4i /orina  do  esta. sátira  es  in- 
jentosa  y  nueva:  la  composición. 


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B^L  BAJO 

aanque  mu;  filosófica,  está  ame- 
nizada por  la  sal  cátist'ica  del 
-Viejo  Sileoo,  censor  burlesco  de 
las  deidades  del  Olimpo  y  de  los 
héroes <le  la  tierra. 

En  esta  lucha  de  grandes  hom- 
bres la  filosofía  triuBfa  de  la  glo- 
ria; y  la  justicia  ée  los  dioses 
concede  á  Marco  Aurelio  la  su- 
perioridad sobre  todos  sas  coa- 
curren les. 

La  tercera  obra,  menos  grave, 
y  «caso  mas  itieresanle,  es  el 
Slisopogon,  de  qu«  ya  hemos  ha- 
blado, en  que  se  burla  amarga- 
mente de  las  costumbres  afemi- 
nadas de  los  antioqueDOS«^  Es 
moy  raro  que  un  príncipe  abso- 
luto y  ofendido,  use  no  mas  que 
4e'Su  iujeaiojpara  vengar  iasla- 


IMPERTO.  121. 

jurias,  y  responda  á  los  libelos, 
con  una  sátira. 

Guando  el  ejército   romano ' 
volvió  á  Siria,  el  cadáver  de  Ju- 
liano se  enterró  coa  porapa  ea 
4a  ciudad  de  Tarso* 

Los  cristianos,  altamente  estar 
pidos,  creyeron  que  su  alma  fué 
á  arder  en  los  profundos  infier- 
nos; y  los  paganos,  tan  imbéci- 
les como  sus  contrarios,  lo  colo- 
caron en  el  número  de  los  dio-  , 
ses;  mas  al  mismo  tiempo  onra-'^ 
ran  su  tumba  cea  un  templo, 
grabando  en  sus  parades  y  con  \ 
caracteres  griegos,  la  siguiente 
inscricion  :   Aquí  yace  Juliana,  , 
que  perdió  la  vida  habiendo  pa-, 
sadú  el  Tigris,  Fué  escelente  en»-.,, 
per  ador  y  valiente  guerrero.        .. 


I 


t 

.1 


TOUO   XIV. 


16 


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122 


HISTORIA 


CAPITULO  V. 


^"^^ü^l),  SSSS19S^¿^!D(DS« 


(ASo  363.) 


SfttosHo    reusa  el  imperio.  «—Elección  de  Joviano. — Defección  y  retirada   del 
ejército,  después  de  la  muerte  de  Juliano.  — Funerales  de  Juliano.  -^  Joviano 
:  tolera  tiodos  los  cultos.  — Muerte  de  Joviauo. 


Oalustio  reüsa  el  imperio. — 
Vacante  estaba  el  trono,  el  ejér- 
cito en  riesgo^  y  el  imperio  es- 
puesto alas  calamidades  d&una 
guerra  civil  y  relijiosa,  y  deseá- 
base, p*ies^  nombrar  ua  jefe  pa- 
ra cooleaer  y  dirijir  las  tropas, 
disminuidas  por  tantos  comba- 
tes, esienuadas  por  el  an^bre,  y 
ostigadas  sin  cesar  por  el  ene- 
migo. 

El  grande  interés  de  la  salud 
pública  fué  en  aquel  momento 
superior  al  espíritu  de  partido; 
y  los  idól-atras,  católicos  y  arría- 
nos conviuLeron  en  elevar  al  po- 
der supremo  á  un  jentil,  á  Sa- 
lustio,  prefecto  del  pretorio,  a- 
migode  Juliano,  y  digno  por  sus 
talentos  y  virtudes,  de  suce- 
derle». 


Pero  Salustio,  mas  atento  al 
peso  de  la  corona  que  á  su  es- 
plendor, reusó  el  gravamen  que 
iba  á  imponersobre  él  la  estima- 
ción jeneral.  Dio  por  motivos 
para  escusarse  su  edad  y  su  sa- 
lud. Entonces  unade  los  jenera- 
les,  levantando  la  voz,  dijo  á  su9 
compañeros:  «Si  Juliano  estu- 
wviese,  no  muerto,  sino  ausente 
wde  nosotros,  vuestro  primer 
i»cuidado  sería  hacer  una  retira- 
»da  segura  y  pronta.  Obremos, 
«pues,  como  si  el  emperador  vi- 
» viese,  y  atendamos  solo  á  nues- 
»tra  salvación.  Cuando  estemos 
»en  ]VIeso[K>tamía,  haremos  la 
•elección  con  mas  despacio  y 
«prudencia,  de  manera  q^ue  na- 
»die  pueda  tacharla  de  iiega- 
»lidad.» 


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DEL  BAJO 

Elección  de  jovl^no.—  Este 
diclámeD^  quizá  el  mas  sensato 
en  aquellas  circunstancias,  iba 
á  ser  adoptado-,  pero  de  repente 
pronunciaron  algunas  voces  el 
uombre  de  Jcviano.  Las  aclama- 
ciones de  los  saldados  que  ro- 
deaban la  jnnlade  jenerales,  no 
dejaron  tiempo  de  votar.  Los 
mas  apartados,  oyendo  el  grito 
de  viva  Joviano,  y  engañados  por 
la  disonancia  del  nombre^  eren 
que  Juliano  ha  vuelto  ^n  sí. 
Los  transportes  ruidosos  de  la  a- 
legria  pública  parecen  uua^ipro- 
vacion  universal  del  nombra- 
miento de  los  jeaerales:  Joviano 
es  proclaraadoaugusto  por  el  con- 
sejo;  y  el  error  de  las  lejiooes 
no  se  disipó  hasta  que  se  presen- 
tó el  nuevo  príncipe,  cuando  no 
era  posible  ya  desacer  la  equi- 
Tocacion. 

Fiavio  Claudio  Joviano,  era 
hijo  de  un  aldeano  de Mesia:  este 
era  el  conde  de  Varroniano^  que 
llegó  á  los^rados  mas  altos  por 
su  valor,  y  mandó  un  cuerpo  de 
la  guardia  de  Diocleeiano;  y  co- 
mo esta  tropa  tenia  el  nombre 
dejovios,  por  amor  á  ella  dio  á 
su  hijo  el  nombre  de  Joviauo: 
el  cual  se  distinguió  tanto  por 
6U  valor  y  probidad,  que  Julia- 
no,  perdonándole  su  inespugna- 
ble  adesion  á  la  fé  cristiana,  le 
dejó  el  impártanle  destino  de 


IMPEBIO.  .     m 

jefe  de  la  guardia  interior  de  pi* 
lacio  y  de  conde  de  Jos  domés^ 

ticos.  '1 

Cuando  murió  Constancio,  tu- 
vo el  encargo  de  conducir  á 
Constantinopla  el  cadáver  de  es- 
te emperador;  y  los  onores  que 
entonces  recibió  parecieron  á  al- 
gunos hombres  supersticiosos 
presajios  de  su  futura  grandeza. 
Amiano  era  idólatra;  pero  su 
parcialidad  contra  los  príncipes 
que  profesaban  el  cristianismo, 
no  le  impidió  pintar  á  Joviano 
como  un  monarca  jeneroso,  a- 
fable  y  benéfico.  Su  valor  y  ac- 
tividad le  ganaban  el  aprecio:  Ja 
¿liegría  de  su  carácter  le  hacia 
amar;  y  siendo  tolerante  al  mis*i 
mo  tiempo  que  zeiosodesu  re- 
Ujion,  no  persiguió  ni  <á  herejes 
ni  á  jentiies.  No  se  reprendían 
en  él  otros  defectos  que  la  iocli-i 
nación  al  vino  y  á  los  placeres.  I 
Su  poca  esperiencia  eu  la  admi-( 
nistracion  le  hizo  cometer  algu- 
nos yerros,  escusables  por  la  as- 
pereza de  las  circunstancias  y  la 
rectitud  de  sus  intenciones. 

Este  príncipe,  cuya  hermosu- 
ra era  singular^  tenia  tan  alta 
estatura,  que  al  principio  no  se 
hallaron  vestidos  imperiales  que 
le  viniesen.  En  el  trono  pareció 
mas  sorprendido  que  embriagado 
de  su  elevación;  y  viéndose  jefe 
de  tau los  jenerales  que  le  man- 


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tS4  BiSTomA 

dabaaeldiBaatM^oo  se  mostró 
ni  orgulloso  oi  tímido.  Firme 
en  sos  principios  é  incapaz  de 
disimchhr,  1n  priroereoidado  fué 
reunirías  lejiooes  y  éeclaniries, 
^eceieoéOkCfisHMiay  temien- 
»do  á  Dios,  no  podí»  mandar  k 
»idói»lras.» 

Los  escritores  eclesiásticos  »• 
segoraD  ipie  entonces  grftaron 
todas  las  lejiooes  que  era»  cris- 
tianas^ y  que  el  error  á  que  les 
liabla  iodnctdoi  Jfoliano,  babla 
dorado  nMiy  poco  para  bacerles 
olTÍdar  to  f é  y  el  ejemplo  del 
grao  Gooslantifto. 

Sin  enUNirgo  de  la  tal  antori* 
dad  y  del  respeto  que  mereicaá 
muebos  la  opinión  deiscrilóres 
tan  parciaUs  y  k  moifado  tan 
emlMisteros  eomo  son  los  bisto-* 
viadores  eclesiásticos,  na  cree- 
mos TerosimilelqoeunasolB  pa- 
labra de  OQ  prfiacípe  bastase  pa>^ 
ra  modfMT  repentinamente  la  re* 
HJioft  de  on  ejérctoo^  mas  la  que 
Gonvieoe  establecer  eqiK  es  qué 
desde  esta  época  recobró  el  cris- 
tianismo su  poder  en  el  imperio 
y  no  lo  pf  rdiíé.  Ya  no  tuvo  ad- 
^«ersarios  tan  valientes  y  lespe- 
•  tables  como  Jolidoo. 

Guando  el  resentimientode  los 
cristianos  dejó  de  estar  conteni- 
do por  ei  poder  de  este  príncipe, 
dieron  un  libre  curso  á  su  odio 
7   ttltralacQU  su  men^ria  coa 


fftjorias  y  rei^ocljos  indecentes. 
Algunos  escritores  eclesiásticos^ 
tales  como  Teodoro  y  Sozomenoy 
sopnsieron  qoeal  sentirse  heri* 
do  J»liaii(^  creyó  ver  á  Jesu» 
cristo/ y  que  llenando  las  manoa 
coDsa  propia  sangre  la  arrojd 
contra  el  cielo  esclamandor«Al 
«fiD  trioDfas  Galileof  Tá  me 
«persigues  pur  todas  partes.  Poes 
«bien,  aon  reniego  de  tí;  sáciato 
«de  mi  sangre,  poes  me  has  vea* 
•cido.a 

Machos  aotores  pagano»^  no 
menos  apasionados,  propataroo 
otras  rábulas  semejantes,  y  a* 
tribuían  la  muerte  del  empera* 
dor  á  la  traición,  diciendo  qoo 
había  eai^á  los  golpes  de  un 
romano  fanático  cristiano.  Los* 
persas  creyeron  esta  traición,  i 
infernaron  á  sus  enemigos  coa* 
el  nombre  de  alevosos^  y  avi- 
varon entre  ellos  el  fuego  de  la 
discordia. 

La  alegría  de  Sapor^  rey  per-^ 
sianoy  cuando  supo  por  un  tráns- 
fugo la  muerte  de  su  vencedor^ 
fué  tan  grande  como  ha4)ia  8id(> 
su  miedo.  Loa  persas  conserva-^ 
ron  pornuicho  tiempo  la  im^pre- 
sion  del  terror  que*  les  causaba^ 
aquel  guerrero  formidable,  y  lo 
represeutarpo  bajo  los  amblo- 
mas  de  un  rayo  y  de  un  taoa  vo-^ 
mitando  llamas. 

Greiase  ^ue  la  madradeiulia» 


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Da,  pocos  días  antes  áe  darle   ár 
luz,  había  soñado  que  paria  á  ^ 
quites,  como  previendo  la  futu- 
ra g-lorra  de  su  hijo.  La  conster- 
nación que  aflijia  antes  el  c&ni- 
pamenlo  de   los  persas,  pasó  af 
de  los^  romanos,  quienes  teoHan 
üupersliciusamenle  la  voz  de  los 
arú^pices,  que  anumjiaban  graii- 
des  desgracias  si   se  (kteniih  el 
ejéreHo  po-ra   comba-lir*  lín   hr- 
pr,  pues,  de  cojer  el  fruto*  de 
las  vktort^s  de  luJiano,  se  pu- 
sieron e[>  marcha  étcla   el  Ti- 
gris^' 

La  retirada    parecía  fug/>,  j 
reoiJHüóía  confi&nza  y  el  ardos 
de  los  persasv  y  asi  vinieron  k  ík 
tacar  á  sus  enemigos.  Al  priocr- 
pio  los  e]efdates  desbarataron  la 
cabullería  romana  y  desordena- 
ron k  infantería;  sin  embargo, 
las  lejiones  se  reacen,   vuelV-en^ 
al  cómbale,  reclKkzan  ai  enemi- 
go, continúan  su  marcha,  llegan 
á  un  valle  y  se  atrincheraa  en> 
él.  Allí  se  da  oira  batallar  los 
persas  coronando  las  altaras  ve- 
cinas, se    precipitan    mbre  los 
romanos^  les  echan  qg  cara  ha^ 
ber  vendido   á   sa  príncipe,  y 
huir  de  sa  enemigos;  y  los  opri- 
men coadardos  é  injurias.  Unos 
por   el  deseo  de    hacer    sufrir 
¡ksus  cootrarios  la  suerte  funes- 
ta de  Craso,  otros  por  la  memo- 
ria de  tantas  a^anas^  k  iguomi- 


Día  de  ser  vencidos  y  el  temor 
de  la  muerte,  se  escitarr  con  fu^ 
ror  á  la  pelea,  quefuésangriea- 
toyostínada. 

Después  de  esfuerzos  prodijlo'- 
sos  los-persianos  rompen  la  puer- 
ta del  campamento  y  penetran 
hasta  la  tienda  ¡raperial.  Joviano;  ^ 
en  un  peligro  tíin^grnnde,  justi- 
fica su  elevación  con  sa  valor; 
reanima  y  vuelve  al  combate  su* 
tropas  dcsiwayadas,  espun-ta  á  los 
mas  valientes  enemigos  con  la  o- 
sndía  de  sus  at^qoeSí,  da  esperan- 
zas con  su  ejenaplo-á  los  í*omanos 
mas  tímidos^,  echo  á  ios  porsas 
del  valkdar,  los  persigue,  hace 
en  eílos  gron  carnicería,  y  con- 
tináa  con  mas  seguridad  sa  re* 
tirada. 

Llegó  en  ffft  á  las  orillas  del 
Tigris:  mus  ni  tenia  barcas  ni 
puente  para  atravesar  este  rio 
vela<!Ísirao^  cuvíi  márjen  opues- 
ta estaba  poronada  de  enemigos: 
en  vano  el  emperador,  temiendo 
esponer  su  ejército  á  uoa  moer- 
teuodudos4^  quiere  seguir  un 
camino  mas  lar^o,  pero  no  de 
tanto  peligro.  Los  romanos,  te- 
merarios í\  fuerza  do  miedo,  de- 
claran k  gritos  que  quieren  pro- 
bar aquel  paso  arriesgado:  Jo- 
viano cede  á  sus  instancias. 

Quinientos  nadadores  galos  a-^ 
traviesan  de  noche  el  rio:  sor- 
prenden y  degüellan  á  los  persas 


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136 
^ue  guurdabaii  la  otra  orilla.; 
Todoel  ejército,  adimado  ^or. 
tan  bu90«itcaao,  quiere  pasar  el 
Tigris  sobre  odres,  que  atadas  u*-^ 
Das  conotrasTormaban  uo  pnen* 
te  frájil,  pero  la  rapidez  de  las 
uguas  hace  qae  se  Boguen  los  ñas 
atrevidos,  y  los  otros  intimiBa- 
ilos  renuncian  á  una  enipresa 
tan  desatinada. 

Sin  embargOy'Sapor  temía  á 
los  romanos  aunque  los  vefa 
liuir:  porque  cada  ^combate'  le 
robaba  un  gran  número  de^ol- 
^adost  iemia  principalmente  la 
llegada  prácsima  de  un  cuerpo 
<le  cuarenta  mil  hombres  quelu- 
liano  había  dejado  en  Mesopo* 
tamia  á  las  órdenes  de  Procopio. 
Ajilado  por  estos  pensamientos^ 
y  desconfiando  de  rendir  á  Jo- 
viano por  latfuerza,  intentó  en* 
ganarle,  y  lo  consiguió. 

El  jurma  (título  que  dibati 
enPerstaal  jenaralde  lu  caba- 
llería) se  presenta  en  el  campo 
romano  y  dice  al  em|>erador: 
«Mi  rey  y  señor  respeta  ta  vir- 
»tud  desgraciada,  y  en  vez  de  ce- 
i»g8rse  con  ia  superioridad  que 
•tiene,  te  ofre€e|aíptfzá  condi- 
»cíones  onrosas,  y  aun  te  pro- 
»pone su  alianza.» 

El  ejército  romano  carecia  de 
TÍv^res:  Joviano  temta  la  ambi- 


msTomx 

cíelas  tropas.  ReeiUd,  pues,  fa* 
rvorablemente  aliQhtístrodí^Sa** 
por,  envió  á  Saluatio  i  los  veides 
persianos,  y  mostró  feoa  tHiea 
prudencia  gra«de ardor  por  cei^» 
cluir  la  paz.  EtTey  de^ersia  que 
lo  conoció^  ecaijió  amchó,  j  4^ 
emperador  cometió  una    Uüm 
mas  grave.  Durante  las  negocia^ 
ciones  .«suspendió  su  marcha, jr 
perdió  en  conferencias  ¿uatr» 
dias»  que  hubieran  bastado^  oo^ 
mo  observa  Amiano,  para  qae  «I 
ejércUo  llegase  á  la  Corduena  f 
se  pasiese  en  situación  de  dictar 
la  paz  en  lugar  de  recibirla. 
,  íiOS  males  de  la  «scaséz  a  au- 
mentaban entretanto:  el  soldado 
ambriento  «o  podía  eombatirc 
la»  fuerzas  del  enemigo  creciaii 
sin  cesar,  y  eon  elias^sus  preteii« 
siones.  Llegóse  eo  fia  al  estro- 
mode  perecer  ó  someterse.  Jo* 
víano  firmó  im  tratado  vergon- 
zoso, en  que  cedió  á  la  Persia 
cinco  |>roviBcias  al  X)ríente  del 
Tigris,  la   plaza  do  Singara  ea 
Mesopotamia,  y  la  ciudad  de  Ni- 
sibts  que  Roma  había  conserva- 
do siempre  desde  la  ;;gaerra  con 
Mitrídates;  y  para  colmo  de  ^a 
iabatimiepto  se  abandonó  la  Ar- 
menia, 7  se  entregó^l  resentí* 
mieolpde  los  persas  isa  rey  Ar- 
«áce^  el^aliado  mastx^ostante  do 


<ioo<lePrQCopio,  y  no  deseaba    los  romanos. 

4eberá  su  socorro  la  salvación'     Raras  vece$  se  observa,  fiej^ 


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DEL    BAJO   IMFERia 

mente  el  tratado  ejiífi  se  dicta  á 
un  enemigo  débil:  Sapor  le  negó» 
los  víveres  proncietidosv  y  antes 
que  el  ejército  romano  llegase 
á  la  Corduena,  habia  perecido» 
de  ambre  la  mayor  parte  en  la>a 
infausta  retirada* 

Entrando  Joviano  e»  los  Ifmh 
tes  del  imperio  reducidos  por  é\, 
nombró  jeneralísimo  dte  la  caba- 
Hería  e  infantería  al  conde  Lu- 
ciltano,  antiguo  valida  de  Cons- 
tancio; y  le  envió  á  Ufediolano 
con  el  encargo  de  velar  por  la 
tranquilidaddelOccidentc^NoDfk- 
bró  gobernador  de  las  Gallas  á 
un  franco,  llamado  Ma^a^íco:  es- 
cribió á  Roma  pidiendo  al  sena- 
do que  conQrmase  su  elección, 
peroentoaces  no  era  esta  cere- 
monia mas  que  u»a  fórmula  de 
costumbre;  y  así  no  esperó  la 
respuesta,  y  se  designó  á  sí  mis- 
mo por  cónsul^  y  por  colega  á 
Varroniano  su  padre. 

FCNKRALES    DE    JULIANO. — La 

noticia  de  la  muerte  de  Juliano 
llenó  á  los  cristianos  de  alegría 
y  á  los  jentilesde  desesperación. 
£i  filósofo  Libanio,  üel  á  la  a- 
mistad  de  este  gran  príncipe,  pro- 
nunció su  elojio.  Antioquía,  que 
se  babia  burlado  de  su  poder, 
insultó  su  memoria:  los  danza- 
riñes,  pantomimos  y  farsantes 
cuyos  talentos  desdeñaba,  y  cu- 
ya licencia  reprendía,  ultrajaron 


127 

su  pompo  fiinetyre  con*  burlas^ 
groseras;  pero  después  de  algu>- 
nos  njonaentos* concedidos  al  o- 
dio,  conocieron^cuán  grande  er» 
la  pérdida  de  aquel  escelente  ca-^ 
pitan,  cuan  despreciable  babia  ' 
sido  su  conducta  papatcon  él,  y 
su  dolor  fué  sumo,  pues  vierort 
\4x  ignumlnia  y  calamidades  que 
ya  entonces  sufría  el  imperio. 

Antioquía  era  ya  ciudad  fron-* 
teriza,  y  quedó  por  consiguiente 
espuesta  á  grandes  peligros:  la 
desesperación  de  los  habitantes 
de  Nisibis,  Singara  y  las  {>rovin^ 
cias  cedidas  que  hutun  desús  o* 
gares,  y  abandonaron  sus  cam- 
pos para  no  dejar  de  ser  roma- 
nos,  produjo  mucha   odiosidad 
contra  el  emperador,  que  se  dis- 
culpaba con  la  duro  de  las  cít- 
cunstancias  y  la  voluntad  del  e- 
jército.  Afeábase  le  principalmen- 
te   haber  abandonado    la  anti- 
gua mácstma  de  la  política  ro- 
mana,  que  provbia    ceder  á  la 
fuerza,  y  hacer  la  paz  después 
de  una  derrota.  El  emperador  hu- 
biera sido  verdaderamenle  cul- 
pable,   si   hubiese    mandado   á 
liombres  capaces  por  su  discipli- 
na y  su  firmeza  de  observar  y 
seguir  la  antigua  política. 

Tolerancia  de  joviaxo  con 
LOS  cultos. — Condujo  á  Tarso 
el  cadáver  de  su  aulecesorj  y  ce- 
lebró con  toda  pompa  sus  ecse- 


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HISTORIA 


<luids.'EQ  aquella  ciudad  encon- 
tró á  los  cristianos  perseguido- 
res, triunfantes  á  los  arríanos  y 
«prinridos  á  los  jenlUes.  Jovia- 
no opuso  su  autoridad  á  la  per- 
fiecucion,  prolejió  eficazmente 
á  los  idólatras,  é  bizo  presente  á 
los  cristianos  que  Oíos  no  gue- 
ria  adoraciones  forzadas^  y  que 
la  violencia  servia  solamente  pa- 
ra hacer  hipócritas,  VnbUcó  una 
ley  que  mandaba  tolerar  todos 
los  cultos,  y  mereció  por  coq^ 
formarse  al  verdadero  espíritu 
de  la  caridad  evanjélica,  los  elo- 
jit)S  que  le  dio  Temistio  eu  el 
pancj trico  que  pronuacló  en  su 
presencia. 

"Por  otra  parte,  para  satisfa- 
cer á  los  partidarios  de  su  culto, 
hi-zo  reaparecer  sobre  el  lábaro 
el  nombre  de  Jesucristo,  y  vol- 
vió á  su  &illa  al  célebre  Ataña* 
sio,  coDrtra  el  cual  Juliano  habia 
fulminado  inJAistameute  decreto 
de  destierro. 

Atanasio  fué  enviado  á  An- 
lioquía;  este  elocuente  y  virtuo- 
so obispo,  manifestaba  por  la 
Iglesia  aquel  amor  acendrado 
que  inflamaba  á  los  antiguos  ro- 
manos por  su  patria,  y  á  pesar 
de  las  persecuciones  que  el  odio 
y  la  envidia  le  suscitaron^  nun- 
ca^mostró  irriiado  por  !a  dtis-. 
gracia,  ni  aprobó  las  medidas  de 
rigor  contra  sus  enemigos. 


Los  arríanos  ^remblaron  viéa-ri 
dolé   favorecido    del   príncipe^, 
cada  partido  animaba   al  empe*' 
Tador  para  que  persiguiese  á  sus 
adversarios;  pero  Joviano   res- 
pondía á   todos:  «Aborrezco  las 
•controversias    eclesiásticas,   y 
Nsabré  contener  á  los  facciosos: 
»entre  los  cristianos  solo  amaré; 
ȇ  aquellos  que  tengan  virtudes, 
»y  pacíficos  senlinvicntos.»  Di>*f 
jamos  á  la  consideración  del  lee* 
tor  el  graduar  el  estado  del  cris-i 
tianismo  en  aquella   época,  yt, 
que  tanto  empeño  tienen  en  o-» 
cuitarlo  los  escritores  parciales. 
Logró  en  parte  el  fruto  de  su 
prudencia;  y  en  el  concilio  que 
mandó  celebrar  en   Antioquía,,  ' 
muchos  arríanos  so  adirieron  á 
los  católicos.,  y  susoribieron  á  la 
fórmula  de  Nícea.  Los  habitan- 
tes de  aquella  gran  ciudad,  síem* 
pre  sediciosos  y  rnaA  contentos^ 
no  perdonaron  á  Joviano  mas 
que  á   su    predecesor,    «Es  ua 
wnuevo  París,  decían,   hermoso, 
»y  causa  de  la  ruina  de  la  patria. 
»Los  dioses  formaroo  #u  cuerpo 
»á  costa  de   su  alma.»  Joviano 
respontiió  á  sus  inssKos  despra- 
dándolos. 

En  la   misma  ciudad  recibió 
noUcias  infaustas  de  las  Gallas. 
Luciliano,  su  suegro,  fué  asesi- 
nado en  aquella    provincia.  Ya« 
I  ieutiniano^  su  lugarteniente,  ne 


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ML  BAIO 

pudo  librarse  del  faror  del  pne- 
Ho,  sino  por  el  Talor  de  sq  hués- 
ped. Malárico  habla  reasado  el 
gobierno  del  país:  lovinío  lo 
aceptó.  Este  oflcíal,  á  quien  Ju- 
liano confió  antes  el  mismo  des- 
tino, togrd  reprimir  la  sedición, 
cuja  4MMisa  A#  era  oirá  ji|ue  el  pe* 
sar  ocasionado  por  la  mnerie  del 
libertador  de,  hs  Galias.  Valen- 
tiniano,  ubre  de  los  asesinos. 
Tino  á  la  corte  del  emperador,  y 
ae  le  confió  el  mando  de  laguar- 
dku  ioricapo  acababa  da  KMibrár ; 
cónsul  á  Yarronfano,  su  hijo, ' 
^ue  «un  estaba  en  la  cuna. 

McEaTB  PE  JOVUNO.*^  Koma, 
CoDStaalinopla,  y  todos  ios  ejér- 
citos hfabian  reconocido  al  empe- 
rador: la  capital  de  Oriente  le 
preparaba  un  redbimiento  mag- 
nífico, 7  su  esposa  la  emperatriz 
Cariton  babia  salido  de  Bizaocio 
é  recibirle  «m  raa  Mmiti?m  au- 


raraaio.  129' 

morosa;  cuando  el  17  de  febrero 
de  364  se  halló  muertoá  Joviano 
en  su  cafia.  Unos  atribuyeron  es« 
4a  desgracia  ai  humo  del  carbón: 
otros  á  la  ambición  y  á  ia  trai- 
eiofl  de  Procopio,  que  sin  embar- 
go no  sacó  utilidad  algoaa  de  la 
catástrofe.  Las.  iejéones  ofrecie« 
fo  de  BUOYd  el  imperio  á  Saius- 
tio,  que  lo  Tolvió  á  reusan  luego 
á  Jaanuario,  pariente  de  Jovia- 
no, que  desdeñó  ó  temió  tan  al- 
ta dignidad;  y  en  fin  á  Valenti- 
■iano,  ausoAte  i  i»  sazón.  Nadie 
habló  del  iiijo  del  emperador^ 
porque  no  habiendo  sido  nom- 
brado cesar,  carecía  dederechii 
en  una  monarquía  electiva.  Jo 
viano  fué  enterrado  em  Constan* 
tinopla:  ocupó  eJ  trono  ocho  me» 
ses.La  gratitud  de  los  cristia- 
nos y  su  tolerancia  para  con  los 
Jentiles,  le  han  adquirido  un  lu* 
gar  eaire  los  buenos  príncipes. 


tono  xiv. 


17 


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i^a 


ms:|OKiA 


CAMTVLO  VL 


TAtiUflTUiUkVdf 


íM  8É 


(ABo  3e4.) 


Retrato  ac:ViieRliAia«o.—-Aiocia<l0n  de  Valettt«aiai|wrlo.-^Dhriftoa  d» 
. .  los  imperios  Ai  Qfrieote  j  Occidente  entre  VjMenlini^oo  f-  Yalent^.  -7- Usar* 
pación  de  ProcopiOi. —  Cobardía  de  Valeote.  — Huida  y  maerte  difr  Procopíe|r 
<— Crueldad  de  Válentiñiiino.  —  Maei  te  de  Atanasto^  - — Disénsioneí  ettésiáv* 
'  '  tkas  en*  Rúu.*-^  Vic«torias  de  Valentinisno  centra  los*  bárbaros  y  áa  «spetff- 
cion  e;ik  Jfffmantft.  -<»  Rebetioi»  4^  Firmo  en  África.  -—Muerte  dCtTeodoel^ 
-r- Ess€c.ÍMie^  y  muerte  de  Sapor.— X^uadro  de  la  nación  de  los  godijts.  -r^ 
Asaltas  áe  Hermanrico  y  de  Amalarico^ -7- Muerte  de  Valentimano.^  Va* 
bátmiáúó  Il'és  proclamado  emperadoc 


R 


BTRATO  DKYALBiminAIIOW..— 

YaleDtloiaoo^  elevado  al  trooo 
por  el  ejército^  era  bijodel  coo- 
de  Graciano^  soldadode  foriUQa^ 
qae  aseeodió  por  su  valor  y  Coer- 
za corporaKEl  óuevo  eoipera-- 
dor  era  hermoso^  de  elevada  ea^ 
ta(ura  ;  ojos  lleaos  de  fuego: 
en  au  juventud  fué  iaD  notable 
por  su  templanza  y  castidad» 
como  por  sus  fuerzas  é  intrepi- 
dez. Dotado  de  injenio  vivo  y 
penetrante,  tenia  dichos  agudos 
y  inicio  sano-,  pero  educado  en 


los  campamentos^  bo  lubie  a- 
prendido  las  ciencias  ni  aun  el 
griego,  idioma  quese  hateaba  ea 
la  mitad  del  imperio.  Solo  cono- 
cía las  ieyea  milítaresr  era  ob* 
servador  severo  de  la  disciplina» 
y  su  rigor  llegó  á  veces  liasta  la 
crueldad.  Habiendo  abrazado  la 
relijion  cristiana»  'despreciaba 
las  fábulas  del  jentilismo;  y 
mientras  todos  los  grandes,  por 
complacer  á  lulíano»  sacrifica* 
baná  los  Ídolos»  él  desconocía 
en  esta  parte  su  poder,  y  prefe« 


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BBI  BA70 

Ti«  m  esUmaelon  &  so  tarífio;  y 
aan  en  cierta  oeasioQ  se  atreviS 
é  ^óáérlas  manes'  eo '  tíiií'  sacer^ 
doie-jeniil;*  tifie  á'  pesar  ^oye 
qoerfat  pal^Bcarle^  rociáodólo' 
ceii'agiia  lustrál.  ^ 

¿Su  mérito  btxo  que  sé  i»erdo- 
naseim  resiAendar;  y  I6s  safra- 
jhM  unánimes  <lei  ejercite,  no- 
ble'|U'emf  o  «de^o&rméza/lé  e- 
tevaron  4  la  ^ad  de  «uareirta  y 
4re94ifi0t^lNNler  sapremo.  Lie* 
gdaf  tronío  sio  iotrigns,  y  lo  oca- 
l>d^n  temor. 

fitt  ptfm^ra  aeéioo  probd  á  Tos 
soMeiiOs  qae  bnMan  elejido  un 
dn^Ao' capaz  de  apreciar  sus  ser- 
vicio» <sin  cometerse  i  'srnyngo. 
Hebiéndeios  reanfdé  segno  la 
-eestuslbre,  '  y  -comenzado  su 
discurso,  le  ioterrumpierOD  ios 
oficiales  y  ^Idados,  {altándole 
á  qée^segtfrase  la  paz  del'lmpe- 
rio;  y  «tijiese  un  colega,  para 
ique  al'acontecia  «Igun  acciden- 
40' no  se  Ylesen  sin  cabeza  como 
•cdo  4a  muerte  de  Jéviano.  Esta 
<espeeie4e  iNrecepto  sorprendió 
per «a^ínüMMe  á  TalelUioiano, 
ipevo  dfjoles^n  tone  4e  «uFtorl« 
•dádt  ffCompafieros:  veyer  énh 
•dueioe  de  dairiñe  é  no  eMmpe- 
nfioi:  boy  Ae40ca  ieií  solo  4a- 
emerla84iepesiciiMes4loe  ecsi- 
»jeQ  oliQH^téé^y  «I  M^ego  deí 
eealado^-CóMzco  «lir  déeeekes; 
'^ni*  obHgecionesy  mir  fuerzas/ 


IM?81I10«  131 

i»y  los  peligros  á  que  me  esppne 
'imri  elevación.  La  daracion  de 
illa  iñiúh  eá  fncíéf táí  para  fibér-  ' 
«tares  dé  nuevas  témpestádeis,  ' 
«deseáis  que  liombte  colega  y  ^ 
«sucesontatabfeá  yo  te  deseo; 
«pero  este  nombramiento  pide 
»macba  réflecsion.  D^ádihe  ese  ^ 
«cuidado,  y  volveos  éá  paz   á^ 
•ttteirtrartiéQdas;  allí  recibiréis 
-•la  gratificación  de  ceslumbre.^ 
La  firmeza  del  emperador  apa-' 
ctgttd  él  <umntto.  las  tropas  le 
aplaudieren,  y ^bedecieroá  á  un 
«principé  que  sabia  ihaodar. 

AeOCIACIOrri)E  VALENTÍS  AL  lai-* 

^mo.  — flabiéndó'^^aieotínia- 
00  rennidaí  érirbnséjo  ¿e  4o^  je* 
fes  primapf rei  del  ej5^rc¡lo,^J^J>s 
consultó" sobt*efa  déccioá  que 
debiá  bacér^  Cidsi  to<loséíguierou 
la  opinión  de  Dagáléfo,  el  -cua^ 
le  dijo:  Si  atiendes  $olo  á  U 
i9ñ9fi$,  ^árás  fft  Uíuío  de  au- 
guifú  4  iu  Ábrniáno  VálenU:  ií 
pnlUreieibiehpútítieo,nambra- 
^ái  úl  moi^di^nol  Este  4^onsejo 
debiet'á  Uá berlb  edoptádo,  ^ero 
no'tomb  eftfódcéá  ningóna  reso- 
4ution:  üáttdi  ^*  Jfice'a,  ifué  A  ^ 
<¡oiis>tan(iíiéplá,  arengó*  <al  seña- 
ndo, se  ^'siablécíó'  ed  el  palacio 
imp)érM,'y  tréiiká  (tias  después 
«oncedió  lá  piirpúi-á  á  W  ¿arma- 
rio Tálenle.'  'éáte  príncipe,  qué 
leiia  theWtá  y  séii  «tos  dé  edad,/ 
nt  btfbia'mfanifésUdó  ningún  tá- 


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133  ñSTOKlA 

lento,  oi  senrido  empleo:  eorle-r  I  odio  católico  y  acMados  por  4» 


sano  somisoen  el  reinado  de  Ju- 
liano, su  docilidad  fuésa  á|iico 
mérito  á  los  ojos  de  Yalentinia- 
lío;  el  cual  sabia  que  asociándo- 
lo al  imperio,  solo  teodria  en  él 
pn  vasallo  coronado. 

L41  suavidad  de  joviano  evitó 
los  males  que  producen  las  reac- 
ciones, y  el  crístianbaio  se  es-* 
tendió  sin  que  los  Jentiles  fuesen 
perseguidos.  La  desgracia  de  es«> 
tos  se  agravó  luego  que  Yalen- 
tiniano  subió  al  trono:  la  cari- 
dad se  desterró  de  las  iglesias 
cristianas,  el  terror  bizo abando- 
nar los  templos  jentiles»  los  filó- 
sofos, arrojados  de  la  corte,  n- 
hdinffdnaron  sus  capas,  se  corta- 
ra|r  la  barba  que  lejos  de  inspi- 
rar respeto  dic¡tal>a  las  injurias 
de  sus  contrarios  rasurados;    y 
los  cristianos^  arrastrados  como 
siempre  por  un  zelo  estúpido, 
Tertieron  la  sangre  de  aquellos 
que  solo  habían  ofendido  su  a- 
mor  propio.  La  elección  de  los 
dos  príncipes  partidarios  celosos 
der  cristianismo  ,  »lentab«  las 
Tenganzas;  pero  desde  que  Ya- 
lentlúiano  sopo  estos  desórde- 
nes, trató  de  remeilia^los,  y  fué 
tan  toleñinté  en  materias  reli- 
Jiosas;  como  doro  y  cruel  ^n  cas- 
ligarlos  delitos  civiles  y  mili- 
tares. Sin  embargo,  los  amigos 
de  Jbliano^  perseguidos  por  el 


envidia,  fueron  proscritos  ó  é^ 
tituidos,  escepto  algunos  Jene^ 
rales,  que  por  su  mérüo  escapa* 
ron  del  naufrajio.  jLa  virtud  á% 
Salustío  triunfó  de  la  acusación: 
dejáronle  sus  empleos  por  res* 
peto:  él  los^  renunció  por  prv* 
dencia. 

DiTisKm  DI  LOS  mpsiiios  ns  o* 
tiBNTE  r  ocGiDiiiTB.—»  (365)  Lot 
dos  emperadores  arreglaron  el 
repartimiento  difinitivo  del  im- 
perio. Yaiente  obtuvu  la  prefec* 
tura  oriental  que  se  estendia 
desde  el  bn^jo  Danubio  basta  lap 
fronteras  de  Persia.  Yalentinia^ 
no  se  quedó  con  todo  el  Ocei** 
dente^  empezando  desde  la  Ili- 
fia,  la  Italia»  la  Espafta,  las  Ga-f. 
lias,  la  Britanniá  y  el  África.  La 
Calcedonia  al  Este,  y  el  monta 
Atlas  al  Oeste  eran  sus  limites. 
Los  pueblos  tuvieron  que  sufrir 
los  gastos  dedos  cortes,  de  doa 
ministerios  y^de  dos  consejos» 
Puede  decirse  que  ep)  esta  época 
comenzó  verdaderamente  la  di- 
visión del  mundo  romana  eo  doa 
imperios,  uno  de  Oriente  y  otfo 
da  Occidente. 

Yaiente  estableció  sa  resideun 
cia  en  Consta ntinoplii,  y  Yajan^ 
tiniano  en  Mediolano:  Boma  (tté 
mas  bien  temida  que  desprecia- 
da«  La  iQSultabiip»  p^ro  era  dea% 
de  lejos:  el  despotismo  ambara» 


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RE  KftlV 

gOM  motuimeiiloft  que  reconto* 
htm  Im  antiguas  layea  y  et  rallo 
friimtta,  bttja  déaqiieUa*  tierra 
dftalea  de  liberlad.  Loa  paganos 
j  fitósofoa,  j  ios  qar  eo  ileíoper 
i»  Aitboo  iMibiaD  asceodidd^  ét 
los  empleos*  y  dignidades,  min^ 
Wa  con  desesperados  el  triim^ 
fo*  de  svs  adversac íis^  qoe  les 
qfiM  lainflaeoeie» y  los  forlonae) 
•piap»  eo.  Oceideoleno^se  alreviaQ 
ádarnaoífieslaroeolrsiis  que- 
Jesy  coroprimido^porl»  eolere*-^ 
1»  (fe  YaIenlíiJaiKK.  &ey6  n» 
deber  no  entrar  em  cnestime» 
tei»l<Hi<asdejaiidaá  kM  obispos 
k>  coneerníenle   tH  éogoM  ^  y 
mezclándose  úoicanMmie  en  el 
4Srden  polUíco  de  ii^  sociedad.  8i 
til¿o  saltéala  fuera»  de  M^dio^ 
taño  á  Sea  Hilapiodr  Poitiers^ 
fué  á  causa»  de  las  lurbuteoeias 
^e  escitabe  su  zeloatioe  coolm 
el  obispo  de  esta  ciodaé  acusado 
áe  arnaaismo.  Lieoo  devenera* 
cioqi  por  otra  parte  «L  episcopa- 
do^  opuso  una  berrera  á  los  dé* 
risos  y  á  ios  frailes  codieiososy 
proibiéndoles  frecuentar  ia^«^ 
sna  4e  las  viudas  y  de  los  buér* 
(aiMis^  y  declarando  pertenecer 
al  fi^co  Im  donaciones  que  una 
flMilor    engaiada .  lea  hiciese  h 
prel#s^>.de  piedad,  aunque  fuese 
eo  ec^  testamento.  Proibió,  como 
babia  hecbo  Constantino^  la  ad- 


«PEAIO.  133 

misión  á  la  elerecia  á  aquellos 
que  deUan  sofrir  los  cargos  pú» 
bUcos.  €oo'  precauciones  tan  se* 
biasrse  tMibiera  podido  desde  on 
priacipio^preirenir  la  necesidaá 
imperios»  de  eslaa  leyes.  El  dé«* 
bil  Valeoietospíraba'  menos  te* 
mor^  y  el  odio^  mostró  mes  osa* 
d<a^  El  desordena  que  produjo  la 
debilidad^  baci»  mayor  el  des-* 
ooQteoto.  En  todos  los*iiempoa 
y  palies  este  desórdeo  alienta  y 
engaña  i  menudo^  k  los*  faccio^ 
soa;  olvidan  quería  mayor  parte 
de  los  hombre»^  prefiriendo  la 
quietud  al  peligpo^  sufaen  mu^ 
cbo  tiempo'  antes  de  atreverse  & 
rompep  las  cadenas^qne  los  so» 
Jetao^y  qnelas^qoelas^mas  Jeoe- 
raleason  signosrde  au^ dolor,,  an* 
tes  de  ser  gritos  de  revolución» 
Las  quejas  no-  pauetMin  mucbaa 
veces  manque  la  servidumbre; 
elsilenciuvaierosoes  quien  o- 
eulte  el  resentimiento. 

El  patricio  Fetronio>  padrede 
AJbia  l>oia4ffÍca,.esposa  de  Va- 
lente^ra  i^ngati^ro^  codicioso^ 
altanero  y  crael:  éscKabe  la  in^ 
digaacioo  púbiícra  por  su  tiranía, 
y  el  clespreck>i)or  sus  vkiosé  Loa 
romanos  creían  tér  resucitado 
en  él  al  infame  Seyano,  odioso 
valido  de  Tiberio.  Procopio,  Je^. 
aeral  famoso,  perseguido  por  a- 
I  migó  de  Juliano,  y  temido  de 
I  Yalente  porque  se  le  liabia  creí» 


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134 


msToniíL 


dodigaoijel  impeno^-erralia  flisi* 
«IréMido  ét  asilo  eo  asild''pHm 
i5#l vtfrse 4e  la  prosericioii  -  f iit* 
nriMdaieoiitfa'óL  Oyeodo  eat^ 
idtspariet  deelMiur  amargamem 
U:)al  -puebla  eotftra  el  gol>ier«^ 
Ba,v^  persoafie  que  todos  ios 
<}e8eoBleDlo8^ftáDfrootos  como 
él  4  lomar  iaa  armas  ^centra  la 
tiiraoia*  Contesta  idea  trueca  el 
teiaer«o  «adácia,  y  auoque  fir-* 
jiljvo  y  siD^lo,  dinero  ai  «asi- 
liap^j  foma  ^1  proyecto  ieme- 
Tario  de  derribar  ^1  «mperador 
de  -Orneáis,  7  cdlocarae  «o  «a 
traoo* 

oÜsoa^ACioH  iiB  nocopio.-^  Ai 
HHMiio  tiempo.  Yaleatey  temiea-^ 
do  4iaa  Hfl^a^ion  ^de  los  godos; 
reunia^-p^ra  cembatirlos  miichv» 
cueriK»  de  tropas  astáticas^  f 
los»e$peraba  oo  Cesárea  4b  Capa» 
dooia.^rooopioy  aproTetbáadase 
do  Wrauseacia>  marcha eoa*  dos' 
iDtnganleS'  aireviúos,  ^atra  de 
noche<«a  4;kMMt«Bltoopla,  se  o# 
culta,  :y  4(aaa<^r  Minedio  de  sus 
emisarios  -dos  «oovtes^as  qae 
lameotaban  4oda¥Ía  4a  muerte 
de  Juliano^  su4iér#e  jrsu  liberta* 
dqr.  Segure  de  su  .4eelladi»  se  pro* 
septaal  freii|e-iM>eUas<»ibierto4a 
•uarOiaato  de.piu:pura.  £1  'jM^ula* 
<bo^^migo  siea^e  de  ^a#¥eda^ 
des,  .4e.  |irool»ma'4Migusiii:  jún<* 
4aos€tle4a«cbos  aldeanos  seduci» 


tiva  tumultuosa  Tuerza  tas  poer« 
tás'  de^  palacio,  Instala  «a  él  al 
nuevo  ^mpei^ado^.^  '4ue  irá*'^AlM^'^ 
pues  al  «eaado»  ^doadé  ao  %ablá<^^ 
^eo^ores>  etAo^^oá^  'lurba!*ia^« 
"conjurados  oseures.' Los  fumrio^! 
narvos  huyeoi  los^yro^ethi4o^'y ' 
mercaderes  «e  encierran  ea^uSv 
casas,  y  Proéopjo'  ríHaa  eh  *afr' 
vasto ^esiertQj  cuyo  síteado  Ni* 
atmrra^.  Sia  embai^b^  totnrada^' 
mente  «delaatado    para  vélí^r - 
alrásy  se  apodera  del  puerto  y^ 
4os  «rseaales,  Técibe  eh  su  au^ 
dieaeia  á  utfos  aventureros  qdé 
«Bgaiaoil  piWico;  piiesentátido^' 
se  como  émbajaA)lres  de  ías  po*' 
tencias  estranjeras^  5  bace  ^úé 
ilej^ea  xorreós  con  'la  falsa  'n6«  - 
4iciade  4»  maerté  de  su  rival. 
Ata'temeridad  hallé  adoüráda*'^ 
res:  el  príncipe  Hormigas,  béli-  ^ 
«cosa  y  ^ardiente,  se  declata  po^ ' 
4111  usurpador,  al  cual  creé' dis'^ 
paestoá  veagvri  tfniiano  y  isdit 
«amigos:  los  godos  dan  socórfite  á 
^roeopío:  los  Jovlos-y  erÉúltoé 
sigaea  sus  astaadartef:  y  eh  fin; 
f  ausliaa,  viuda  del  emperittüir 
Coostaocio,  leda  na  naevo'  es^ 
4>lendor  ica8ándose*«eon  di  para" 
irolver  al trono^de  donde  hablé, 
descendido  may  á«u  :pesar.  9TOé(  '"■■ 
copio  tuvo  en  Imve  onuumaro»  - 
4xi-ejérciio  nueaeaumeolaba  cá* 
dadia  con  los^scantentos;  y  é'^ 


4ospor  sus  promesas:  «sta  comi- '  igualar  m  ^nio  á  su  ambicioñi 


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.  DEL  BAUt^ 

4pihdbbiibi^f9  nMribdo.  otra  Mr 
eld«Hlpo.de|  ipsperio. 

'  GbBAEHIA  US.  yAUNTS.-t^.  Bl 

cobtfde  Yalenlft  temblaba  enG^ 
sároajLprMDalia  abéicarporcoo^ 
amnrai^la.viila^^y  no'e6di4  ai»» 
€•»  éUfettited  é  la  aolBrear  4e* 
s«a  mínisiroa»  que  le*  ^bligabaiip 
Aeootervar^l  poder  aopimiio^ 

:  BíNnedio  de  estas  «iaeertidMas. 
baef ,  BD»  invasión  •  répMa  4ia-^ 
5ría  aiiflieirtiado .  el;terror^  dea^ 
eeneertróeiJaprodencíB;  y  aob*; 
yagado  el  Asia^  Teoeida  ya  'Con^ 
el^espaDCo;  pero^Proeofto-^Mro  la 
Coerra  inalddteafaeBle;  ylo  per^ 
dfé*  todo  perdiendo*  el  Üempo. 
fiMn$;eDi  e^  Aala»  menor,  ma\uy 
aaegiitarae  dn  pueatoa  forlifica«- 
d)oa,iMRá  algBfiaapliBaa'ry8e«W 
todaefio  de^ifeodeapwade^on 
targcvattio^^liOgró  ooelra  loa>  \^ 
MivleadeValeole^  Dor»  «icforl»» 
jftétil^  poa^na  no  aépo '  aprove* 

charse^eHa^Eslaeootenaport^]  Maijlad  vok  cpaslanter  fideJidM; 
Makw^baeBeaolopaaael  qni^ae  aammíoa  ¿lua  bandera^el  prio* 
defiende,  periDíiid íf  Ibleoledi-  nelp^cfcie  babeia  eleJiJo^ue  Jm 
aiparelmtedOiygMUM?^  aféalo   steeíbido  vue&lroa  jorMietitos» 


traHNi  coerpo*  ovaHroao*  det  r^ 
beldar,  %nt  a/eercé'áeHof  eon  o- 
8«Ma,.  lea  s^odd  como^ai^ft^a 
aiBijéfl^.Vie  je  enlrefaaeiiivVxO' 
mewNittf^  y  fué  obe^aeMoi 

Botíntdoa  los  ejéecilD9^er  Ya. 
leote^^MOia9a  Arbdtú^P;  960* 
auty  janeral  jaQ'liempo^<|er.iioii$. 
tanuiuMlXk^Ddfíi.aaledesu  rep- 
lico;, y  toma.  el.  manda  de  laa 
tropas.  Se  otfidaioDjují  ca^cii- 
sjones^rapijias  y.?iqios.panK  a» 
cofdatao  solameote^  densos*  an* 
&ia.Los.dos  ejéroHos  se^nouetiH 
lr«Q.ett  Xíalira^. dudad  de  Licia,. 
y^se4anrbaia1la.  En  ainbaa  par- 
tea^ btbia. igual  á^iiH^j.  fúaor: 
ai  écsiio^  era  dttdgi3o*.  ^pai^dio^^ 
debeombaie  tim#<rf  olmot.Arbe- 
cfion^y  ofrece  4  la  viatA^  ile.  M 
comba tién4e^  su  caballera,  ica  na 
y  au  presend^TeneaaMes^HiJos 
amkM,  gi44a  i  loMoMadqar  rece«. 
HBoeedá  voeitrorpadre-y  Jefe; 


de « lea  •  pueMoa,  den4viendo  al 
Ytrtnoao  fiatostio  >  \^  ^paerecluraJ 
debiente}.  Lapkfano.  ao  le»  re«>. 
nnM emolas  tojiooes  ée  Siria^  en 
flOj^tel  jeneraLArUiteo,  compai- 
^ad&'&  lonrantigooa  faéroea  de 
^Gtnci»  por  aü'hermosnra,  fner«- 
sai  y  Talor,  marebó  aegoido  de 
nneorlo  número  de  tropas  con* 


»y  bttUljdei  uai^rpadorqnei  pro* 
afaaoilas  Jeyas  y  os  angaika.»  A 
esiaapaiabfaacesa  likpeten^  \s^ . 
dos  loa  sfildadoa  do  Proeopio  .se 
someten  á  laajdnhtfies^  de  Arbo« 

Hoini^  T    MÜKBIBDB    ^NM)€0- 

PiQ.«— El  rebelde,  abandonado,: 
bnye  á  los  boaqnea  con  dos  oñ* 


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con  ooa  perfidia^  atan  i*  Praco-*» 
pió,  y  le  Ueraii  al  eampaimefito 
imperial,  doode  se  le  earta  la 
cabeza.  El  emperador  ae  eprove^ 
t:bó  de  ta  traieiea,  pero  castigó  á 
los  traidores  Mi  «I  mf  sme  supli- 
cio que  á  sv  victima. 

El  détril  Tálente»  en  lugar  de 
«tribuir  á  sus  faltas  las  turbulea- 
cios  que  el  valor  de  sos  Jenerales 
habla  soregado,  echó  la  culpa  i 


qM «ral  contrario  \ú§  brujos  al- 
tan dotados  de  le  fuerza  y  ciea*  • 
cía  que  se  les  supoiHa,  «toda  ley 
contra    eNos  serta   impotente. 
Persiguióse  pues  á  todos  los  sos^» 
pediados   de   méjia:    muchos, 
prto€<falmeole  jeitílesy  fneroa  • 
i>rasci4los  con  este  protesto,  y  se 
ebrio  un  campo  vastísimo  á  h; 
codicia  de  los  delatores. 

Cuando  Valeoljniano  supo  la 
rebelión  de  Procopio,  dio  bar* 


tos  pueblos^  diciendo  que  mere- 1  «os  consejos  i  su  hermano  para 

oían  las  maldiciones  del  cielo  |  dirijir  su  conducta :  mas  no  Je 

por  su  inclinación  á  la  májia,  y 

publicó  edictos  severos  -contra 

los  profesores  deesta  Reacia  en- 
gañosa. 
En  estai6poea»  en  todo  el  im« 

perio  romano^  asi  paganos  como 

partidarios  degisto,  iguolmen- 

te  supersticiosos,  daban  crédito 

á  los  echizos,  filtros»  evocacio- 
nes de  los  espíritus  infernales  y 
soitilejios  para  inspirar  amor  i 
aborredmiento,  y  para  privará 
no  enemigo  de  fai  razón  é  de  la 
Tida.  Los  católicos  y  los  arríanos 
daban  .tanto  crédito  á  los  predic- 
ciones de  los  ecbiceros,  como 
losidólatras  á  losoráculos^To- 
dosconvenian  en  mirar  estas  ar* 
tes  como  cnimínaies,  y  nadie  se 
manifestaba  bastante  cnerdo  <pa<* 
ra  eoDOi'er  qne  ü  no  ccsistiao 
brujos  y  ecbiceros^  la  autoridad 
no  debiaoombatir  iina  quimera*^  y. 


envió  socorros,  porque  una  ia* 
vasion  de  los  alemanes  en  tas 
dalias,  la  piratería  de  los  pne*. 
blos  del  Norte  que  infestaban  el 
Océano,  ia  Mbievacion  délos 
pictos  y  Celedonios  eaBritannia^ 
y  el  ermamento  de  losmaurita» 
nos.  en  África^  ocupaban  lodoe 
sos  cuidados  y  fuerzas.  Publicó^ 
á  imitaeion  de  sú  hermano^  o» ' 
dictos  severos  contra  los  máji«» 
eos,  y  los  hico  Recatar  eon  es* 
tremo  rigor%    . 

CuüBLDAn     M    VALUVnBlIAirO^ 

—  Vélente fué  crueí  por.deWli<«' 
dad:  Valentiniano  por  carácter^ 
Inatocesíble  el  miedo,  iracundo  y 
feroz,  castigaba  con  la  muerta 
el  menor  d^ito.  Apenas  se  en* 
cendia  su  ira,  aunque  fuese 
por  una  palabra, :  sallan  de  sn 
boca  estas  espresiones  terribles;  v 
«Quemadla:  degoUadle:  matad** 


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DEL   BAJO 

»1e.>>  Cerca  de  su  alcoba  tenia 
encerrados  en  jautas  dos  osos 
enormes,  dignos  favoritos  de  un 
tirano,  llamados  el  uno  Inocen- 
cfti,  y  el  otro.lfíca  Áurea.  El  em- 
perador se  complacía  en  verles 
devorará  los  miserables  conde- 
nados. Después  Je  largos  servi- 
cios, dio  á  Inocencia  nneslen- 
dido  bosque  para  que  le  sirviese 
de  posesión  y  retiro. 

Macsimino ,  gobernador  de 
Roma,  mas  feroz  que  los  osos  del 
emperador,  irritaba  su  ira,  inun- 
daba la  Italia  de  sangre,  y  cuan- 
do se  hubo  arlado  de  oro  y  de 
venganzas,  logró  por  recompen- 
sa la  prefectura  de  iasGalías. 

Las  cárceles  de  Roma,  Medio- 
lano  y  Antioquía  estaban  llenas 
de  infelices,  amontonados  en  e- 
llasporla  delación.  Sin  embargo, 
en  Oriente  aliviaba  mucho  los 
males  públicos  la  virtud  de  Salus- 
tio,  que  luchaba  con  ürmeza  con- 
tra la  tiranía.  Lo  que  parece  ínes- 
plicabl^en  estos  tiempos  bárba- 
ros, es  la  contradicción  entre  la 
crueldad  de  los  príncipes  y  la  sa- 
biduría de  sus  leyes.  Cuando  Va- 
lentiniuno  no  cedía  á  la  violencia 
de  algún  resentimiento  particu- 
lar, sus  decretos,  dictados  por 
la  justicia,  llevaban  el  sello  del 
amor  al  bien  público;  y  son  dig- 
nas de  elojío  las  medidas  que  ta- 
mo contra  la  esposicion  de  log 

Tüilü    XiV. 


IMPRKW.  137 

hijos,  y  los  edictos  que  publicó 
para  protejer  los  progresos  de  las 
ciencias,  señaladamente  de  la 
medicina.  Estableció  academias 
en  Roma  y  Constantinopla.  Dé- 
besele una  hermosa  institución 
cayo  objeto  era  reformar  gran- 
des abusos,  y  fué  la  creación  de 
setenta  y  dos  defensores  encar- 
gados de  presentar  al  monarca 
las  peticiones  de  las  provincias 
y  las  quejas  de  las  ciudades,  y 
de  sostener  ios  derechos  de  los 
pueblos.  Sordo  á  los  gritos  del 
espíritu  de  partido,  toleró  todos 
los  cultos,  permitió  celebrar  los 
misterios  de  Eleusis,  protejió  á 
los  arúspices,  reprimió  la  ava-^ 
ricia  de  los  sacerdotes  cristianos, 
y  vedó  á  los  majisLrados  comprar 
bienes  raices  en  las  provincias 
que  administraban,  no  creyendo 
lejítimo  un  contrato  (fue  ao  po- 
día ser  ubre. 

Valente  estaba  sometido  á  su 
hermano;  pero  incapaz  de  luchar 
contra  la  intriga,  cedió  á  los 
consejos  de  un  sacerdote  que  le 
había  bautizado,  favoreció  el  a- 
rrianismo,  y  mandó  al  goberna- 
dor de  l^jipio  que  arrojase  de  sit 
silla  á  Atanasio.  EJ  pueblo  defen- 
dió á  su  obispo  con  las  armas,  y  la 
autoridad  tuvo  que  ceder.  Ata- 
nasio acabó  sus  diasen  paz,  de- 
jando después  de  si  aquella  fama 
durable  que  no  se  debe  sino  á 


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136 


inSTOlIA 


los  grandes  ttleatas  reuaidosy  á 
las  grandes  virtudes.  Sa  muerte 
fué  una  calamidad  para  su  igle- 
sia. Sucedióle  el  arriano  Luciano 
y  este  persiguió  á  los  católicos» 

Al  mismo  tiempp  Ursícino  y 
Dámaso,  cuyo  liijo  indecente  re- 
prende San  JeróoiuK),  disputa- 
ban escandalosamente,  y  con  las 
armas  la  silla  de  Boma:  los  dos 
partidos  vinieron  4  tas  manos,  y 
de  una  y  otra  parte  se  vertió  la 
sangre  á  torrentes  en  el  nombre 
de  una  relijion  que  aborrece  la 
inumantdad.  En  actuel  asesínalo 
no  se  perdona  ron  ni  á  las  muje- 
res; Dámaso  triunfó,  y  al  siguien* 
te  día  de  su  triunfo  se  halUtron  en 
la  iglesia  dentó  .treinta  caiá- 
vereSf 

YlCTOEUS  W  VALENTIHIANO 
CONTRA  LOS  BARBAROS^  T  SU  ESPB- 
mClON  EN  JERMANIA*  —  (366)  Ya* 

ientiniano  no  quiso  entender  en 
la  sangrienta  querella  da.  los  Ot 
b^pos^  y  corrió  á  la  Galia  para  o- 
ponerse  á  los  prc^resos  de  los 
bárbaros.  A  pesar  de  las  victo- 
rias de  Constantino  y  Juliano» 
Roma  conservaba  la  costumbre 
de  pagar,  á  título  de  donativos^ 
tributos  anuales  á  aquellos  pue- 
blos: costumbre  funesta  que  em*» 
pezó  en  los  tiempos  de  Cómmo- 
do  y  Caraealla,  época  primera 
de  la  decadencia  del  imperio. 
Baiitettdo  jeusaéo  pagar  este 


tributo  Ursacio,  gran  maestre 
de  los  oAcios,  los  alemanes  to- 
maron las  armas.  Las  Jejiones 
bátavas,  que  eran  entonces  (a 
Ror  del  ejército  de  la  Glalia,  des^ 
asintieron  en  esta  ocasión  su  an* 
tigua  fama:  después  de  una  cor- 
ta  resistencia,  á  pesar  de  los  es- 
fuerzos de  los  dos  jenerales  ro* 
manos  que  las  mandaban,  uye* 
ron  y  perdieron  sus  águilas. 

Valentintano  las  licenció  por 
castigo,  y  degradó  á  sus  oficiales* 
Desesperadas  por  esta  humilla- 
cío  merecida,  imploraron  la  ele» 
mencia  del  príncipe,  y  pidieron 
á  gritos  que  se  les  diese  ocasión 
para  restaurar  su  onra.  Valen- 
tiniano,  conmovido  de  su  arre- 
pentimiento, mandó  que  les  vol* 
viesen  las  armas,  y  Jovino  mar- 
chó á  su  frente  hacía  Mediomá- 
trieos  (Metz),  donde  sorprendió 
una  división  alemana^  tomó  su 
campamento  y  lo  destrozó.  Des- 
pués de  este  trian<b>  va  sin  per.- 
der  tiempo  á  Catalauoos  (Gbá- 
lotts)  encuentra  ea  las  llanuras 
que  riega  el  Matrona  (Mame) 
al  ejército  grande  de  los  bárba<^ 
ros,  les  da  bataMa,  loa  vence 
coiApletamente,  mata  seis  mil 
alemanes,  vuelve  á  Parisios,  y 
recibe  de  Yalentiniano  la  dígni- 
!  dad  de  cónsul  en  recompensa  de 
sus  asaiSas.  El  esplendor  de  esto 
triunfo  se  mancilló  con  un  de- 


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J    ,  DEL  BAJO 

litó:  éb  desprecio  del  derecho  de 
jeDtes  fué  aereado  el  rey  de  los 
alemaoes  que  había  catdo  prisio- 
nero. 

Yalentioiano,  seguido  de  su 
hijo  Graciano,  y  acompañado  de 
los  jenerales  Jovjno,  Severo  y 
Sebastian,  pasa  el  Ría,  y  penetra 
en  el  valle  que  riega  el  Nicer 
(Wirtemberg).  Los  alemanes  se 
habían  atrincherado  en  la  mon- 
taña de  Salicinie:  el  emperador, 
adelantándose  con  imprudencia 
á reconocer  aquella  posición,  se 
vio  súbitamente  rodeado  por  u- 
Ba  multitud  ¡numerable  de  bár- 
baros. Su  intrepidez  le  salvó-, 
destrozadas  tas  armas  y  perdido 
el  yelmo,  se  abrió  paso  por  me- 
dio de  los  enemigos,  y  volvió  ca- 
fi  solo  al  campamento. 

Poco  después  acometió  á  la 
montaña,  y  se  apoderó  de  ella  en 
tin  largo  y  sangriento  combate. 
Los  alemanes  uyen :  Sebastian 
les  corta  la  retirada,  y  hace  en 
«líos  espantosa  carnicería.  Esta 
victoria  terminó  la  campaña: 
Valentiniano  empleó  lo  restan- 
te del  año  en  forliQcar  la  fron- 
tera del  Rín,  En  el  mismo  tiem- 
po un  pueblo,  descendiente  de 
los  vándalos,  y  que  no  tardó  en 
hacerse  famoso  bajo  el  nombre 
de  Borgoñones,  crecía  en  uúme- 
'XO  y  fuerza  en  los  bosques  de 
Xusacia  y  Turinjia.  Su  gobierno 


IlffPERlO,       ^— ■  '-"^  t^t 

parecía  mas  repuBlfcano  que 
monárquico:  los  sacerdotes  te-  ' 
nian  grande  autoridad.  Sínisto,  ' 
el  jefe  de  ellos,  era  inviolable-, 
cuando  et  majístrado  supremo 
de  la  nación,  que  llevaba  eT  tí- 
tulo de  Hindinos,  ejercía  un  po- 
der muy  limitado,  daba  cuenta 
al  pueblo  de  su  administración, 
y  podía  ser  destituido. 

Habia algunos  años  que  los  bor* 
goñones  «esiendían  su  potencia 
invadiendo  el  territorio  de  los 
alemanes.  La  guerra  entre  am- 
bos pueblos  no  se  interrumpía 
sino  con  treguas  de  corta  dura- 
ción. Valentiníano  fomentó  sus 
divisiones,  y  concluyó  coa  Ma- 
criano,  rey  de  los  alemanes,  ua 
tratado  de  alianza  que  los  bárba- 
ros cumplieron  con  mas  fideli- 
dad que  el  emperador. 

Otros  pueblos,  que  después 
fueron  arto  célebres  por  sus  de- 
vastaciones» infestaron  enton- 
ces las  costas  déla  Galia:eran  a- 
ventureros,  procedentes  de  las 
playas  del  mar  del  Norte.  Ejer- 
citados en  la  piratería^  alentados 
y  enriquecidos  por  sus  primeros 
robos,  formaban,  bajo  el  nom- 
bre de  Sajones,  una  nación  for- 
midable. Los  romanos  rechaza- 
ron con  las  armas  sus  primeras 
invasiones;  y  luego,  engañándo- 
los con  artificios  propios  de  a- 
quel  siglo  corrompido,  lo»  sor- 


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ua 


nrTORTA 


prendieron  cuando  deseoidaban 
indefensos  por  l^aber  treguas,  y 
mataron  un  gran  número  de  e* 
líos,  justificando  coii  esta  tral* 
cion  las  orribles  venganzas  que 
los  pueblos  setentrionales  ejer* 
cieion  mas  tarde  en  el  Occidente: 
Los  pictos  y  caledoñiosy  estén, 
diéndose  por  Brítannia,  vencie^ 
ron  mucbas  veces  á  los  róndanos: 
Teodosio>  enviado  por  el  empe- 
radora aquel  pais»  fijó  la  victo- 
ría:  después  de  varios  combates 
felices,  libertó  las  provincias^ 
terminóla  guerra  con  tanta  pru- 
dencia como  vigor,  obligó  á  los 
caledonios  á  voivar  á  sos  bos- 
ques^ y  les  quilo  QO  vasto  terri-^ 
torio  que  fué  conyerlído  en  pro- 
vinel^  romana  con  el  nombrede 
Valencia.  El  libertador  de  Bri- 
tannia  volvió  á  laGalia,y  envia- 
do por  el  emperador  contra  los 
alemanes  que  habían  topuado  de 
nuevo  las  armas,  sostuvo  su 
Dombradía  con  grandes  victorias, 
y  recibió  en  premio  ía  dignidad 
de  comandante  jeneral  de  k  ca- 
ballería. 

BbBBLIOÑ  ^E   FIAMO  E!I   APai- 

CA—  (372)  Mientras  Yalenti- 
niano  defendía  con  gloria  el  nor- 
te del  imperio^  la  tiranía  de 
Bomano,  gQbernadot  de  África, 
su  crueldad  y  avaricia,  y  la  pro- 
tección interesad^  que .  concedía 
á  las  tribus  selváticas  4e  Jejlulia^ 


sin  atender  i  hs  quejas  de  las 
ciudades  que  saqueaban,  entro^ 
garon  aquellos  vastos  países  á  to- 
dos los  infortunios  inseparable» 
de  una  mala  administración.  El 
emperador,  engañado  por  Boma- 
no,  le  sostenía,  y  enviaba  al  su-^ 
plicioá  los  que  se  atrevían  á  a* 
Clisarle.  Firmo,  príncipe  maiu 
ritano,  indignado  de  estos  esce« 
sos,  y  creyendo  favoraUe  la  oca- 
sión para  restituir  á  su  patria 
la  antigua  independencia,  le^ 
vantó  el  estandarte  de  la  rebe- 
lión, y  trajo  á  su  partido  la  Mau^ 
ritania  y  li^  Numidia.  Activo,  a- 
nimoso  y  astuto,^  era  una  viva 
imájen  de  lugurla:  venció  á  Bo- 
mano,  algunas  veces  con  las  ar^ 
mas,  las  mas  por  artificio:  cada 
día  aumentaba  su  poder  con  sus- 
victorias,  y  ya  concebía  espe- 
ranzas de  ser  dueño  de  toda  el 
África^  cuando,  vino  Teodosio  á 
derribar  su  fortuna. 

El  vencedor  de  los  pictos  y  a- 
lemanes  rechazó  las  tropjs  del, 
africano,  no  se  dejó  sorprender 
por  su^  ardides,  le  atacó  en  todo^ 
los  puntos,  le  obligó  á..  huir,  le. 
persiguió  sin  descanso  basta  e( 
centro  de  los  desiertos,  y  derro- 
tó en  batalla  campal  un  ejército 
inumerabl^  de  mauritanos.  Fir«^ 
mo,  digno  de  mejor  suerte,  fuá 
abandonado  de  los  hombres  de»^ 
de  qufd  lo  fué  de  la  fortuna.  Ua 


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DEL  BXJO  nSPEKIfh 


U1 

ser  gobernador  de  Etraria,  á 
pesar  de  sa  estupidez»  por  un 
capricho  dei  emperadbr  y  de  la 
fortttüa^- Coandd' se  presentó  en 
eftribttOftl  porta  primera  vez, 
aparecieron  machos  pasquines 
que  anunciaban  como*  presajto 
d^  sd  elei^acioQ  el  acaso  de  un 
asno,,  que  bu^renda  át  m  amo 
algunos.cSaa  antes,  se  habla  su- 
bido a4  mismo  tribunal. 

Eo  aquel  síglo^se  hicieron  mu^. 
chas.Ieyes;  pero  nada  se  arregla- 
ba por.  ellas;  todo  dependía  de 
ios  iK)fr.hres.  La  suerte  del  im- 
perio coasislh  o»  si  carácter  drf 
jpríacipe.  Homa  taaia  aua  sabios 


príncipe  dfel  pafs  le  hizo  tradición 
j  t»  entregó  ét  los  romanos;  pero 
se  sustrají»  ah  suplicio  dándose 
1»  muerte.  Informado  Teodos46 
de  las  injuslticias  y  crímenes  de 
Bomanov  le  raspendió  de  sw 
funciones  f  pero  el  detíncnenie 
fué  abs«e4ta  por  el  emperador, 
y  restablecido  en  sos  empleos. 

MUEftXfi  1>B  TBODOSIOi — La  glo«- 
jrUHÍeTeadosio  le  hacia  aborre- 
cible i  k>s  cortesanos  y  sospe^ 
ehoso  al  príncipe.  Vencedor  de 
los  enemigos  de  Roma  y  vencido 
por  los  delatores^  perecid  vícti- 
ma d^h  envidia  de  Ida  hrjos^  de 
Valentioiano,  que  Ja  mandaron 
degollar^  El  suplicio  de-  este  I  oradores  y  héroes,  pero  ao  cia- 
grande  hombre  no  mancipó  la  |  ca<Iacofi.  La  corrupción  reinaba 
:vida  deLemperadof:  no  se  veri-  I  en  las  costumbres',  y  la  virtud 
ficósino  después  de  su  muertOé  ^en  {as  méesioias^  Vélente,  tirfr. 
Valentiniano,  sumamente  cruel  j  cico,  débi^^  doscon^^do  ó  injur- 


eoandosé  irritaba,  era  just»  por 
carácter,  como  lo  prueban  su 
administf acioa  y  sus  leyes;  pero 
fué  muchas  veces  engañado^  y 
era  muy  común  en  él  hacer  pé* 
aimps  nombramientos  y  sostener- 
losconostina^ion. 

Lá  Italia,  perdiendo  la  liber- 
tad, había  conservado  la  licen- 
cia: sufríase  el  despotismo  de 
los  majistrados;  pero  el  pueblo,^ 
sin  atreverse  á  hacerles  resis- 
'  lencia,  se  v^angaba  de  ellos  con 
sátiras  y  sarcasmos.  Xerencio, 
panadero  en  ctro  tíempo;  Uegói  ^  mente-,  y  sin  embargo,  nadie  co 


to,  decía:  «Quo  era  una  felicii- 
»dad  parj  los  pii^^los  ser  gober- 
»nadospor  príncipes  que  biabian 
»vL<vídc  muchos  años  como  sim- 
»ples  particúíares;»  y  al  mismo 
tiempo  (¡Je  sacrificaba  tantas 
víctkn&s  Q  la  delación,  se  cUában 
de. él  estas  hermosas  palabras: 
«Los  deIatoyes.\soA  mas  perni- 
»cipsos  que  k>s  bárbaros,  así  co- 
»mo  las  enfermedades  internaa 
»loson  mas  que. las  producidas 
)»{>or  una  causa  esterior.» 
Valentiniano  reinó  tiránica- 


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lU 


BisTomai 


ino  él  ha  ^McrKo^n  .menos pala- 
bras Us  «bllgaciones  de  un  grao 
príncipe.  Guando  al  ver  qaebrao- 
tada  6u  salud  nombró  augusto  á 
Graciano»  su  bijo,  en  la  taludad 
de  Samarobriva  (Amiens^,  le  di* 
jo:  ff Has  ascendido  al  supremo 
»poder  bajo  felices  auspicios: 
«sosten  el  peso  del  imperio:  a- 
arrostra  los  bielos  del  Bin  y  del 
»4)anubio:  marcha  al  f  renie  de 
»4as  tropas:  derrama  tu  sangre 
»eB.  defensa  de  los  pueblos^  j 
«considera  los  bienes  y  males 
»del«stadot;ofBotuy«8  propios. 
«Yo consagraré  el  resto  demi  vi- 
uda á  grabar  en  tu  corazón  los 
«principios  de  la  justicia.  Y  vos- 
«otros^  soldados,  amad  ai  princi- 
«pe  que  confio á  vuestra  fideli* 
«dad:  pensad  ^que  ba  nacido  y 
«va  á  crecer  á  la  sombra  de  los 
«laureles.» 

ESACCIONES  T   MÜERTB    DB    5A- 

POR.  — ^374)  El  Oriente  safria 
tanto  como  el  Occidente  los  ma- 
les del  gobierno  arbitrario^  pero 
sin  estar  compensados  con  la 
gloria  militar.  Valente  no  care- 
cía de  buenos  jeoerales  que  re- 
tardabon  la  puina  del  imperio; 
pero  la  indecisión  y  debilidad  del 
principe  ie-impedien  sacar  ven- 
tajas desús  talentos,  empleados 
inútilmente -en  planes  mi^  mal 
combinados. 
Sapor^  que  en  un  reinado  de 


seteoita  aios  reütftbieeió  con  sus 
triunfos  la  gtoria  de  los  persas, 
y  la  mancilló  por  sus  vicios  é 
injusticias,  erarpleaba  ya  la  fuer- 
za, ya  el  artificio  para  satisfacer 
su  insaciable  ambicien*  Nada 
contento  con  el  triburto  que  le 
pagaba  Armenia  en  virtud  del 
tratado  becbo  con  Joviano,  qui- 
so apoderarse  de  ella,  engagd  al 
rey  Arsáces  con  falsas  demos- 
traciones de  amistad,  le  hizo  a- 
sesinar^  y  redujo  la  Armenia  á 
provincia  de  su  imperio. 

Solamente  se  le  resistió  la  du- 
dad de  Arlojerdice,  defendida 
por  Olimpias,  viuda  de  Arsáces: 
su  valer  rechazó  por  rauctio 
tiempo  á  los  persas-,  pero  sobre*» 
vinoSapor  con  ejército  numero* 
so,  y  la  obligó  á  rendirse.  La 
reina  conservó  su  gloria  y  per- 
dió su  libertad*  El  rey  no  pude 
conservar  pacíficamente  una  con» 
quista  adquirida  por  un  crimen: 
los  armenios  é  iberos  sé  suble- 
varon para  recobrar  su  indepen- 
dencia. Teniendo  Va  lente  por 
quebrantada  la  paz  de  Joviano 
con  la  ínvasien  de  los  persas  en 
Armenia,  se  declaró  á  favor  de 
los  rebeldes*  Su  causa  era  jus- 
4a^  pero  escojió  mal  el  momen- 
4o;para  emprender  una  guerra 
"tan  .peligrosa  centr-a  un  reine  * 
tan  fuerte:  porque  entonces  a- 
meqazaban  á  Gonstantinopla  loe  * 


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BEL    BAJO    IMPERIO. 


godos,  nncioa  formidable,  con- 
tra la  cual  eran  necesarias  todas 
las  fuerzas  del  emperador. 

El  rey  de  Persia,   mas  pronto 
que  Yalenie,  acometió  á  los  ro- 
manos: todos  tos  esfuerzos  de  A/- 
finteo  y  deTrajano  se  limitaron 
á  defender  el  Eufrates.  A   pesar 
de  sn  valor  y  del  ausilio  de  Va- 
domario,  rey  de   los  alemanes, 
cautivo  en  otro  tiempo  y  yaa  a-* 
liado  fiel  del  imperio,  los  persas, 
cuyas  fuerzas  aumentaban  todos 
los  dias,  se  hubieran  quizá  apo- 
derado del  Asia;  pero  Sapor  mu- 
rió, y  las  turbulencias  quose  le- 
vantaron en  su   reino,  impidie- 
ron Id  ruina  del  Oriente.  El  em- 
perador favorecia  la  causa  délos 
armenios,  mas  par  ambición  que 
por  justicia:  después  de  babar 
finjido  protejerá  Para,  su   rey, 
le  hizo  traición.  El   conde  Tra- 
Jano  convidó  de  orden  suya  á  a- 
quel  príncipe  y  á  los  grandes  de 
su  cortea  un  banquete.  Concu- 
rrieron sin  desconfianza,  y  en- 
medio  de  la  comida   los  rodea- 
ron y  degollaron  sus  soldados. 
Los  príncipes    cristianos  y   los 
pueblos  civilizados  eran  enton- 
ces mas  pérfidos,  crueles  y  co- 
bardes que  los  bárbaros:  era  fá- 
cil de  prever  la  caída  y  desmem- 
bración de  UQ  imperio,  donde 
ya  no  ecsistla  ni  virtud  üi  li- 
^  bertad. 


US 

Cuadro  DKLA^!fA0lOH  goda,  — 
Las  venganzas  atroces  que  ejer-   « 
citó  Va  lente    contra  los  godos 
que  habían  seguido  el  partido  de 
Procopio,    armaban    todos    lo* 
pueblos  contra  él.  Los  historia- 
dores  de   la  antigiiedod  ofrecen 
pocas  luces  acerca  ¿del  orijen  de 
las  naciones  que  destruyeron  el 
imperio  y  funda<M3n  la  Europa 
nueva.  Muchas  veces  confunden 
á  los  godos  con  los  scitas,  ^ár- 
malas y  dacios:  Tácito  los  creyó 
orijinaríos  de   las    riberas    del 
Yístula.  Según  una  antigua  tra- 
dición^ salieron  del  Asia  bajo  el 
mando  déOdin,  y  en  poco  tiem- 
po conquistaron  el  Norte  y  O- 
riente  de  Europa   hasta  el  mar 
Báltico,  y  s«  establecieron  des- 
pués en  la  Escandinavia,  some- 
tiéndola á  su  dominio  y  á  sus  le- 
yes (I ).  Otros  autores,  sin  subir 

(1)  Las  orilUfl  del  Danubio  y  del 
Riii,  dice  Anaud,  coiirietizudo  histo- 
riidori  apoyado  en  Joma  des,  Procopio, 
r^ebeau  y  su  tiábil  comentador  Saint- 
Mar  tí  ti,  Gibbon  y  algunos  Otros,  en- 
¡«Mftdran  diversas  naciones,  entre  las 
cuales  la  frugalidaii  y  la  abundancia  ds 
arbustos  saludable»  mantienen  la  sa- 
lud, la  fuerza  y  el  anor  militar;  en  a- 
qnellos  países  la  virtud  del  secso  ber- 
moso  y  la  fidelidad  conyugal,  favore- 
cen la  población  en  términos  que  no 
puede  contenerla  el  terreno  que  antes 
ocupa baa  sus  padres.  Aua  boy  día  es- 


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144  nsTom 

lañ  allo^^veirttii  que  300  anos 
antes  de  Jesucristo,  machas  trir 
bos  de  godos,  saKeodo  detos  bos- 
ipies  escandiotvosy  ocuparon  las 
playas  dd  mar  Báltico,  con  los 
sombres  de  rujios,  vándalét, 
hmgobardo$  y  Mm/as.  Guando 
llegaron  á  ser  muy  numerosas, 
invadieron  los  países  vecinos^ 
Los  mas  belicosos  de  estas  tri- 
Imis,  conservando  el  iioi»bre^- 


tamos  vienáo  cómo  ca3a  «iiO  envían 
estos  mismos  paises  crecidas  emigra- 
ciones al  Nuero  Mando  y  A  ranas  ppo- 
Tincias  de  la  Riitíá.  Estas  espatriacioaes 
evian  en  lo  antigno  mas  forsoaas  toda-  I 
via  qoe  «ora.  Mientras  maneiaron  ma* 
DOS  robnstas.  las  riendas  del  imperio, 
eilps  pneblos  Itsbían  acudido  4  luUa 
sin. armas,  en  demanda  de  empleos  su- 
balternos y  para  ofrecer  sus  robustos 
brazos  4  los  ejércitos  romanos.  Al- 
gunos de  ellos  babiao  ascendido  4 
loa  puestos  mas  eminentes;  oíros  ha- 
bían perecido  de  ambre  y  desamparo; 
pero  todos  babian  vil€*eadO<:on  gozo  f 
cnriBoel  soavedima  de  Italia,  el  Jar-^ 


mitivo  de  godos,  atravesaren  la 
Sarmacia  y  se  ^tablecierojí  e« 
las  orillas  del  Tañáis  cerca  de  la 
laguna  Meétide.  Los  que  se  qie- 
daroB  al  occidente  del  Yistula, 
recibieron  el  nombre  de  jipid&$ 
6pere%o$oi.  Les  godos,  atrave- 
sando después  liáis  Hanuras  de 
Scitia  y  las  riberas  del  Boríste- 
nes;  atacaron,  yencieron  y  es- 
terflúnaroB  á  ios  jetas  que  pe* 

el  número  de  tos  qne  querían  y  debían 
partir,  que  se  bizo  forzoso  organizar 
leyes  positivas  para  sn  arreglo. 

Guindo  la  población  agotaba  \cé  fe- 
corsos  del  terrino  desmontado,  se  ^t* 
maban  tres  porciones  de  la  población 
entera.  Cada  porción  comprendia  nn 
número  igual  de  nobles,  aiervo%  ricos 
y  pobre»,  todos  con  sus  mujeres  y  sus 
hijos,  y  la  suerte  indicaba  cu4l  de  estas 
tres  porciones  había  de  emprender  la 
marcha  desde  luego.  Las  dos  porciones 
que  permanecian  «n  el  pais  se  repar- 
tían las  cboaas,  los  bienes  y  campos  de 
los  que  marchaban.  Aquellos  pueblos 
desterrados,  fueron  los  destructores  dd 


<li>t,<omo  aun  4a  esUn  llamando  los  J  imperio  romano.  Los  que  te  ^eCipiU- 
alemanes  que  bajan  de  los  Alpes  áias  I  ron  de  U  parte  seUntrtonal,  después 
riberas  del  Adijio.  |  ¿e  los  cimbrios   reunidos  por  Mario, 

fueron  los  visogodes  ó  godos  ocddenla- 
les;  pero  hallándose  RoaM  en  toda  sn 


riberas  del  Adiji 

Semejante  grito  degoso  ycariSo  Te- 
nia á  ser  la  esperan:^  y  el  consuelo  de 
aquellos  é  quienes  la  fiatria  no  podía 
sosten tar.  Cuanto  mas  se  multiplica- 
ban, menos  ^ian  oponerse  sus  caadi- 
Iloa  al  ímpetu  desaforado  de  aquellos 
pntbios  áoia  ooas  comaroas  mas  favo- 
ccddis  ^1  'Cielo;  pero  auqientó  Unto 


pujanxa,  los  conturo  en  las  orillas  del 
Danubio,  donde  se  establecieron  con 
benepUcHo  del , imperio,  reroWiendo 
unos  contra  otros  las  armas  que  babian 
asestado  contra  loa  romanos. 


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DEL    BAJO 

seian  el  país  situado  ea  la  embo- 
cadura del  Danubio.  Los  vánda- 
los, marcomanos  y  cuados-cedíe 
ron  muchas  veces  á  sus  armas. 

En  tiempo  de  Caracalla  eran  e- 
nemigos  formidaWes  para  Roma: 
en  el  de  Galieno,  aprovecbándo- 

^  se  de  las  divisiones  del  imperio, 
talaron  á  Iliria,  Grecia,  Asia,  é 
ÍDcendiaron  á  Efeso.  Vencidos 
porClaudíO  JI,  por  Áureliano, 
por  Tácito,  y  casi  aniquilados 
por  Probo,  se  habían  ya  resta- 
blecido en  «1  reinado  de  Diocle- 
cíano:  sus  tropas  miülaron  con 
valor  en  el  ejército  de  Galerio^ 
y  en  el  de  Constantino  habla  cua- 
renta mil  godos. 

ArtíQciosos  en  su  conducta  é 
infatigables  en  sus  trabajos,  eran 
atrevidos  y  prudentes,  de  aka 
estatura,  cabellos  rubios^  sus  le- 
yes sencillas  y  claras,  parecían 
reglamentos  de  familia:  cuando 
ocuparon  las  Galias,  se  prefirió 
en  este  pais  el  código  de  Eurico 
al  de  Teodosio.  Cario  Magno 
conservó  en  los  capitulares  mu- 
chas  de  sus  leyes  que  aun  estáia 

^  Tijentes  en  Inglaterra, 

Algunos  publicistas  afirman 
que  la  institución  de  los  feudos 
tuvo  su  orijcn  witre  los  godos. 
No  permitían  el  matrimonio  en- 
tre noble  y  plebeyo,  ni  entre 
esclavo  y  libre.  El  príncipe  pro- 
ponía las  \e\GS,  los  grandes  las 

lUJklO    XIV. 


IMPERIO.  ••  ttS 

discutían,  y  el  pueblo  las  apro- 
baba ó  desechaba.  El  impuesto 
era  repartido  por  majistrados 
que  se  elejían  para  ello.  La  pena 
de  muerte  no  era  frecuente:  el 
crimen  se  espiaba  con  dinero-, 
el  acusado  tenia  por  jueces  tí' 
sus  iguales,  y  á  veces  se  decidla- 
el  juicio  por  desafio. 

Cuando  los  godos  llegaron  á- 
ser  poderosos,  se  dividieron  ea 
dos  pueblos:  los  orientales,  que 
habitabao  cerca  del  Ponto Euxi- 
no,  tomaron  el  nombre  de  os- 
trogodos: los  que  ocupaban  las. 
orillas  del  Danubio  se  llamaron 
visigodos.  Mejor  se  ha  conservado 
la  memoria  de  sus  devastaciones 
que  de  sus  reyes-,  solo  se  sabe 
que  dos  famiUas  célebres  los  go- 
bernuron  por  muchos  siglos:  los 
Ámalos  en  los  ostrogodos,  y  los 
Baitos  en  los  visigodos.  A  estos 
príncipes  no  se  daba  mas  título 
que  el  de  jueces,  prefiriendo 
el  nombre  que  recuerda  la  justi- 
cia al  que  indica  la  autoridad. 

AZAJ^AS  DE  UEaMANaiGO  Y  AMA- 

LARico. —  Cuando  Valentíniano 
y  Yaleote  ocupaban  el  trono  ro- 
mano, un  príncipe  godo,  llamado 
Hermán  ó  Hermanrico,  gozaba 
de  gran  Bombradía  por  sus  aza* 
ñas  en  los  países  del  Norte.  Este 
conquistador,  á  quien  los  bárba- 
ros llamaron  el  Alejandro  del 
Bíorle,  subyugó  xloce  nacjones^ 
19 


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145  msTOBU 

soinelió  á  BB  poder  todas  las  tri- 
bus gótieas;  y  lo  qua  siaduda,  es 
roas  estraordinario  que  sus  con- 
quistas, no  empezó  su  carrera 
militar  hasta  la  edad  de  ocbeota 
años»  y  la  terminó  á  la  de  deoto 
diez.  Estos  pueblos  belicosos  te- 
nían ademes  otros  Jefes,  AJavivo^ 
Atalarico^  Fríttjernes  y  Alaríco, 
qué  adquirieron  renombre  por 
sus  victorias  contra  los  romanos. 
Alarico  fué  el  primero  que  to- 
mó las  armas  para  vengar  &  mu- 
chos de  sus  compatriotas,  que 
prisioneros  y  dispersados  en  el 
Asia,  fueron  degolladas  por  or- 
den del  cruel  Vélente.  En  dos 
C4impañas  estuvo  indecisa  la 
suerte;  y  la  babilidAd  de  Yilor  y 
de  Artnteo  no  pudo  conseguir 
ningún  triunfo  importante  con- 
tra el  valor  selvático  de  los  gue- 
rreros del  Norte  V  pero  en  el  ter- 
cer año  Atalarico  perdió  una 
gran  batalla:  los  Jenerales  de, 
Ya  lente  habÍ4lo  prometido  á  los 
soldados  romanos  una  .  suma 
considerable  por  oada  cabeza,  de 
godO'  ^ue  preseatasefi»  y  la  co^ 
dicia  los  movió  é  perseguirá!  e- 
Beoíkígo  con  grande  ardor>  y  ha- 
cer en  él  espantosa  carnicería* 

Los  bárbaros  vencidos  se  so* 
tnetieroQ.  Valei\te  conclsyó  un 
tratado  con  sus  príncipes^  se  li- 
bertó de  los  subsidios  que  les  pa- 
gaba»  y  no  les  permitió  cooier* 


ciar  sino  en  el  recinto  de  dM 
ciudades  situadas  sobre  las  ribe* 
ras  del  Danubio. 

Esta  paz»  violada  por  la  perfi* 
dia  romana,  no  fué  de  larga  du- 
ración*  El  jeneral  Marcelino,  i* 
mítando  la  vil  acción  éel  conde 
Trajano,  hizo  dar  de  puñaladas 
á  ^binioy  rey  de  los  cuados,  al 
cual  habla  in  vi  todo  á  um  confe* 
rancia.  Coo  la  noticia  de  este 
crimen  se  arman  los  coades:  ú*^. 
nense  á  ellos  los  sármatas,  au- 
yenlan  á  loa  romanos^  talao 
las  Panoonias  y  derrotan  dos  le» 
jíones  mandadas  por  Equiciol 
Recelábase  la  perdición  de  Me* 
sia;  pero  el  joven  duque  Teodo* 
sio>  que  imitaba  las  azañas  de  su 
padre  y  debía  superarle  en  glo- 
ria, reúne  las  tropas,  anima  su 
valor,  detiene  á  los  bártiaros,  to- 
ma la  ofensiva  y  los  obliga  á  re* 
tirarse.  Al  mismo  tiempo  Valen- 
tiníano,  que  llegaba  i  IHria  en 
socorro  de  su  hermano,  persigue 
á  los  enemigos  liasla  mas  allá  del 
Danubio,  esparce  el  terror  en  su 
pais,de^trvyestt8  ciuiades  y  se 
vuelve  á  tqqiar  cuácateles  de  io» 
vieroo  á  Garnuto,  ciudad  que 
hoy  se  llama  Presburgo. 

MdBRTB   DB    VALSIfTlNI&IfO.*~ 

Becibe  alli  una  diputécióo  de  loa 
cuados,  que  para  Justificarse  es^ 
ponen  sos  quejas  coa  altanería: 
el  prÍKipe  irritado  los  ii^rram^ 


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BEL  BAJfO 

pe  y  amenaza,  y  con  el  ardor  del 
enojo  se  le  rompe  una  vena  del 
pecho  y  pierde  entre  raudales  de 
sangre  la  palabra  y  la  vida^  tos  ^ 
romanos  habían  sufrido  doce  a- 
fios  la  violencia  de  sn  condición^ 
de  la  cual  fué  él  mismo  la  pos- 
trera víctima.  Había  repudiado 
á  la  emperatriz  Severa,  porque 
abusó  del  poder  obligando  á  un 
ciudadano  á  que  le  cediese  so 
caoiipo,  y  pasó  asegundas  nup- 
cia64^on  Justina,  viuda  de  Mag* 
neacio.  Las  leyes  y  costumbres 
permitían  entonces  el  divorcio, 
Moque  reprobado  por  la  Iglesia* 

GftAClA.NO   Y    YALENTIflIAllO  H, 
BMPERADORES     DK     OCCIDENTE^— 

(375)  Graciano,  nombrado  cesar 
por  su  padre,  debia  sucederle: 
sas  nombres  sé  hallaban  en  to- 
dos los  actos  públicos,  y  el  res- 
peto que  inspiraban  sus  grandes 
cualidades,  se  aumentó  por  su 
casamiento,  con  oina  nieta  de 
Cooftta/aUno.  Pero  ¿qué  pueden 
los  derechos  mejor  reconocidos, 
y  loa  motivos  de  interés   pú- 


nvBRio.  147 

blico  ¿onlra  las  pasiones  priva* 
das?  Yaientiniano  habla  muerto 
en  Brejecio,  en  el  centro  de  la  * 
Pannoniai  Graciano  estaba  au- 
sente, y  los  Jenerales  Equicio  y 
Melobaudo,  creyendo  la  ocasión 
favorable  para  tener  un  príncipe 
que  les  debiese  el  trono,  presen- 
taQ  en  el  campamento  á  la  empe- 
ratriz Justina  y  i  su  hijo  Valen 7 
tia4ano,  que  solo  tenia  cuatro  a- 
ños«  Los  soldados,  escitados  por 
los  ambiciosos  que  esperaban 
reinar  bajo  el  nombre  de  este 
nifio,  ie  proclaman  emperador. 
Pero  Graciano  burló  las  espe- 
ranzas de  aquellos  pérfidos  que 
sacriflcabaa  á  sus  intereses  el 
imperio  y  la  justicia.  Este  prín- 
cipe, tan  virtuosocomó-^raliente^ 
prefirió  dividir  la  corona  á  go- 
zarla esclusivamente  á  costa  de 
una  guerra  civil,  confirmó  p^r 
un^edicto  la  elección  del  ejérci- 
to de  Iliria,  y  se  declaró  colega 
y  tutor  de  su  hermano.  El  impe- 
rio fué  pues  gobernado  por  Va- 
lente  y  sus  dos  aobiinos. 


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148 


BISTOItlA 


CAPITULO  VII. 


oaixinrs;  cbaciasio,  VAxaivmnAm&  n»  ex  occxDcni:;    ' 

TCODOftIO,  KÁCSmO,  USimPADOB. 


(A&o  S75.) 


'-íi 


Orroroso  terremoto.  —  Invaston  de  los  bunos. —  Retrato   de   estos  m1  va  jes.— 
Sus  triunfos  eo  Cbtna.  —  Devastaciones  de  los  godos  y  visigodos  en  Oriente. 

—  lnva5Íon  de  los  jermanos  eu  las  Galias.  —  Estado  del  Occidente  en  tiempo 
de  Grariano. —  AKauas  de  la  reina  Mavia.  —  Proscricion  ocasionaia  por  una 
predicción.  — Victoria  de  los  godos  sobre  los  romanos.  —  Muerte  de  Valenle. 
•^  Sitio  de  Adriuópotis  por  los  godos.  — Osadía  áe  Dominica,  viuda  de  Va* 
lente.  —  Venganza  del  qonde  Julio. —  Llegada  de  Graciano  i  Constantinopla, 

—  Vuelta  del  ióveu  duque  Teodosio.  —  Sus  asailas. —  Primeras  azaBas  de 
Alarico.  —  Guerra  declarada  á  los  paganos.  —  Demolición  del  templo  de  La 
Victoria  en  Roma. — Predicción  en  favor  de  Micsimo. — Su  retrato.  — Su 
usarpacioD. — Muerte  de  Graciano. 


VJraciano  estaba  ert  Treviros 
cuando  confirmó  la  elección  de 
Valentiniano  [I,  Como  rejente  y 
como  emperador,  mandó  á  Jus- 
tina y  á  su  hijo  que  estableciesen 
su  residencia  en  Mediolano.  Un 
príncipe  mas  hábil  que  Valenle 
bubíera  conseguido  sin  duda  so- 
meter los  dos  sobrinos  á  su  tute- 
la; pero  poco  capaz  de  defender 
y  gobernar  sus  propios  estados, 
no  tuvo  influencia  alguna  en  el 
Occidente. 


Orroroso  terremoto.  —  Los 
elementos  parecían  reunirse  á  los 
bárbaros  para  acelerar  la  ruina 
del  imperio.  Un  espantoso  te- 
rremoto destruyó  las  costas:  el 
mar,  uyendode  las  playas,  des- 
cubrió á  la  vista  de  los  hombres 
sus  profundos  abismos,  y  des- 
pués de  haber  dejado  en  seco 
los  buques»  é  inumerable  mul- 
titud de  peces  moribundos  so- 
bre la  arena,  las  ondas  enfure- 
cidas acomelieroa  ea  la  reac-^ 


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hel  bajo 
eioD  á  los  riscos  escarpados  y  á 
los  díquesqueordinaríameote  las 
detieD^rij  arruinaron  ranchas 
ciudades  é  inmidoron  vastos  te- 
rrilorios.  En  Alejandría  pere- 
cieron cíenlo  cincuenta  mil  ciu- 
dadanos. Los  sacerdotes  orto- 
docsos  atribulan  estas^  desgra- 
cias á  la  ira  de  Dios  contra  los 
herejes. 

Invasión  dk  los  urxoSi  — 
Los  estragos  de  la  naturaleza 
fueron  contenidos  por  lo  noaoo 
omnipotente  que  les  ha  fijado 
sus  límites  eternos;  pero  los  que 
causaron  las  pasiones  humanas, 
se  prolongaron  mucho  mas.  En 
aquel  siglo  deplorable  fué  aso- 
lado el  mundo  por  la  invasión 
de  un  pueblo  selvático,  que  tu- 
vo por  cuna  los  yelos  del  sep- 
tentrión. Los  hunos,  mas  temi- 
bles á  los  bárbaros  de  Scilia  y 
Jermania,  que  estos  á  los  grie- 
gos y  romanos,  se  precipitaron 
desde  el  Oriente  al  Occidente, 
asolando,  destruyendo  y  despo- 
blando todos  los  paises  por  do»- 
de  pasaban.  El  terror  que  ins- 
pirabaa  estos  guerreros  feroces, 
arrojó  sobre  el  imperio  romano 
las  naciones  sármata,  cuada,  a- 
lana,  goda,  ostrogoda  y  visigo- 
da. El  miedo  los  hizo  mas  temi- 
bles que  la  osadía.  Se  había 
.  triunfado  desús  ataques^  mas  no 
se    les  pudo    resistir    cuando 


IMFEniO.  119 

huían,  y  erntírranlo  para  salvar- 
se en  otros  paises,  consumaron 
la  ruina  del  írI^perio. 

Los  romanos,  dueños  del  mun- 
do mientras  tuvieron  virtudes 
militares,  no  conservaban  y^i  de 
su  antigua  granjera  sino  un  lujo 
desenfienado.  Los  emperadores, 
cónsules,  patricios,  prefectos, 
majístrados  y  cortesanos  des- 
poblalmn  los  campos  y  ejércitos 
para  llenar  sus  casas  de  escla- 
vos, criados,  eunucos  y  liber- 
tos. Otra  gran  parte  de  la  pobla- 
ción, abandonando  la  tierra  por 
el  cielo  con  el  mas  esliipido  y 
soez  fanatismo,  habitaba  las  i- 
glesias,  los  palacto:^  episcopales, 
los  seminarios,  las  ermitas;  y  los 
convenios  se  llenaban  de  ara- 
ganes^  gue  á  merced  de  un  tosco 
sayal,  iban  predicaudo  la  disolu- 
ción del  imperio  terreno  para 
establecer  la  teocracia.  Los  po- 
cos ciudadanos  que  serviaa  en 
las  [ejiones,  se  fastidiaban  cada 
dia  mas  del  trabajo,  de  la  disci- 
plina y  del  peso  de  las  armas.  Ea 
iin,  cuaudoel  imperio  se  veia  por 
todas  partes  acometido  ó  amena- 
zado de  los  bárbaros^se  confiaba 
muchas  veces  á  estos  bárbaros 
mismos  la  defensa  de  las  fron- 
teras, el  mando  de  los  ejércitos, 
la  guarda  del  príncipe,  el  cau- 
sulado^  las  prefecturas  y  las  dig- 
nidades mas  altas  del  estado. 


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190 


-BisrwiA 


BETHAtO  m  IOS  Bimiis.  -^ 
}^acidos  estos  ea  las  esleosas lla- 
nuras de  Siberia,  fuerun  casi 
•descoAOtidos  basta  esta  época. 
Procopio  los  confunde  con  1^ 
^itas  y  masajetas.  lornandes^ 
tkistoriador  godo,  atribuyéndola 
deformidad  de  aquellos  barba* 
TOS  á  un  orijen  infernal,  los 
creía  producidos  de  la  unión  de 
los  demonios  con  las  echiceras. 
£1  sabio  Mr.  de  6uignas  ba*  to- 
mado de  la  literatura  china  las 
nociones  que  no  se  podiao  ha- 
llaren otra  parte.  Los  hunos, 
absolutamente  desconocidos  en 
Europa^  en  donde  debían  cau- 
sar tantos  males,  eran  conoci- 
dos en  <¡bina  mas  de  dos  rmI  a- 
fios  antes  de  Jesucristo.  Habi- 
taban al  norte  de  este  imperio, 
quinientas  leguas  de  país,  de 
Occidente  á  Oriente  basta,  tos 
tártaros  mantchus;  y  treseien^ 
tas  legoas  desde  Nor^  á  Sur  Pica- 
ta el  T4bet  y  4a  gran  muralla 
china. 

Tenian  los  hunos  el  rostro 
feo^  los  huesos  de  sus  mejillas 
eran  protuberanies»  el  cabello 
crespo^  los  ojos  pequeños  y  es- 
cóndidos,  los  miembros  cortos 
y.  sin  proporción.  Comparábase- 
Íes  á  los  ídolos  que  4os  pueblos 
selváticos  labren  groseramente 
•de  trozos  de  madera.  Habitaban 
ooloenlas  tiendas,  aborrecían 


las  ciudades,  llamándolas  cárce- 
les 4e  piedra  y  sepulcros.  Fue^ 
ron,  come  tribua  errantes  y  pas- 
torales, vagabundos  y  conqub*» 
todores:  transportaban  en  carro^s 
sos  tiendas,  muebles  y  riquezas: 
sus  rebaños  los  seguían  y  les  a- 
seguraban  la  subsistencia:  siem- 
pre estaban  reunidos  en  sus 
campamentos,  y  su  vida  era  una 
milicia  continua.  Pasaban  de  ios 
pastos  consunndos  á  otros  nue- 
vos: asi  nunca  tenian  ogares  á 
que  aficionarse.  Amaban  óu  na- 
ción y  no  su  patria»  La  costum- 
bre de  cazar  los  disponía  para 
la  guerra^  y  tenian  una  destreza 
prodjjiosa  en  el  arco  aun  u- 
yendo:  su  alimento  de  carne 
cruda,  y  que  solo  «alentaban 
macerándola  bajo  las  sillas  de 
sus  caballos,  aumentaba  su  fe- 
rocidad natural. 

Sus    TRIÜWOS     EN    CHIKA.    — 

Tal  era  este  pueblo  ^  nómada, 
que  después  de  haber  aterrado 
durante  muchos  aígies  el  vasto 
imperio  de  la  China,  dejó  pro- 
fundos vestijios  de  sus  furores 
en  Asia  y  Eunopa.  £1  jefe  de  ca- 
da tribu  se  llaqiabaiiiirM,  y  era 
juez  en  la  pez  y  jeneral  en  la 
guerra:  la  gobernaba  como  un 
padre  de  familia.  Los  mirias  e<^ 
lejian  un  jefe  supremo,  llamiulo 
kan.  Su  renta  consistía  en  el 
diezmo  de  todos  los  rotéanos:  su 


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DEL    BAJO 

poder  estaba  limitado  por  ta« 
dietas  ó  asf.nvhleas  nacionales, 
que  deliberaban  sobre  la  paz  y 
la  guerra,  y  desecbaban  ó  apro- 
baban tas  leyes  propuestas  por 
el  príncipe.  Los  cbkios,  para 
resistirá  sus  invasiones,  cons* 
truyeron  la  grande  muralla  que 
escita  la  admiración  de  los  via- 
jeros. Lc»s  hunos,  llamados  en 
el  Oriente  del  Asia  tanjuox, 
que  quiere  decir  hijos  del  cie- 
lo, corrían  Has  vastas  Ifírmuras 
comprendidas  entre  el  rio  Amur 
y  >a  Corea,  y  por  la  parte  del 
Norte,  desde  las  fuentes  del  Ir- 
tish liasla  el  mar  Glacial.  Sub- 
yugaron á  los  pueblos  que  ha- 
bitaban las  orillas  del  lago  Uai- 
kal,  y  alentados  con  sus  viclío- 
rías,  pasaron  la  grande  muralla, 
vencieron  á  los  chinos^  y  envol- 
vieron al  emperador  Kaoti,  el 
cual  para  libertarle  capituló  pa- 
garles el  mas  vergonzoso  tribu- 
to. Los  hunos  ecsijieron  que 
se  les  entregasen  cada  año  las 
doncellas  mas  hermosas  de  las 
familias  distinguidas.  Los  orien- 
tales nos  han  conservado  la  e- 
lejía  de  una  princesa  china,  en 
que  lamentó  su  cautiverio  entre 
los  bárbaros,  lejos  de  su  patria, 
de  su  familia  y  de  sus  dioses. 

Una  cruel  revolución  libertó 
á  la  China  de  este  oprobio.  O- 
tras  tribus  nómadas  y  belicosas^ 


IMPERIO.  t5f 

célebres  en  el  Oriente  bajo  ef 
nombre  de  lártaros,  conquislís*  • 
ron  aquel  vasto  imperio,  y  adopv 
tando  fHis  leyes,  nnieron  á  su 
fuerzB  y  valor  la  prudencia  de 
una  nncion  civilizada. 

Los  hunos  ^  atajados  en  sit*  '' 
progresos  por  estos  nuevos  ene^ 
rai;^os  que  resistían  á  sit  intrepi- 
dez con  la  ventaja  de  I»  disci- 
plina, sufriemni  mochas  derro- 
tas. Indígnanse  de  aquella  opo- 
sición inesperada:  el  kan  reúne  ' 
todas  lí*s  tr¡l>u<,  y  da  una  terri- 
ble batalla  á  los  chinos  y  tarta-  » 
ros  reunidos  bajo  el  m;indo  del 
emperador  Vouti.  La  Tirtuna 
se  declara  contra  los  hunos:  son 
desbaratados,  rodeados,  venci- 
dosy  muertos:  el  kan  se  escapa 
con  un  corto  numero.  Vonti  los 
persigue,  liberta  los  pueblos  que 
les  eran  tributarios,  y  somete  á 
su  dominación  las  tribus  que  se 
quedaron  en  las  llanuras  del 
mediodia:  las  del  norte  conser- 
varon algún  tiempo  su  indepen- 
dencia, hasta  que  en  el  último 
siglo  anterior  a  la  era  cristiana 
fué  enteramente  destruida  por 
los  chinos  la  potencia  de  los  tan- 
joux,  que  habia  durado,  según 
se  cree,  130í>  años. 

Algunas  tribus  mas  belicosas 
que  las  otras,  y  que  formaban  un 
cuerpode  cien  mil  combatientes^ 
uyeron  de  la  esclavitud  y  mar- 


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fU 


HISTORÍA 


charon  ácia  el  Occidente.  L'nas 
se  estabíecieroQ   ea  las   orillas 
^elOxus,  é  hicieron  muchas  in- 
cursiones  en  Persia:  otras  fija- 
ron sus  tiendas  junto   al    Volga, 
donde  se  h&llaban  todavía  con  e4 
nombre  de  calmucos  negros,  en 
el  siglo  XVIII.  En  17T1,  no  pu- 
diendo  sufrir  el  yugo  de  los  rusos 
«i  etpeso  de  las  contribuciones, 
se  escaparon  en  número  de  cien- 
to cincuenta  mil  familias,  se  vol- 
vieron al  Oriente,  y  después  de 
dos  años  de  marcha  aparrecieron 
^      de  improviso  en  las  fronteras  de 
(a  China,  donde  pidieron  y  obtu- 
vieron asUo  y  tierras.  El  empera- 
dor, qiie  los  acojió,  mandó  erijir 
m\  monumento  que  perpeluiíse 
la  memoria  de  esla   nueva  con- 
quisla,  preferible,  según  él,  á  las 
de  las  armas.   Eu   la  inscricion 
grabada  sobre  la  columna  be   lee 
lo  siguiente:  «Nuestro  gobierno 
»es  tan  justo  y  paternal,  que  na- 
»cionesenteras  atraviesan  la  Eu- 
wropa  y  el  Asia,  y  corren  dos  mil 
vieguas  para  solicitar  la  dicha 
nde   vivir  bajo  nuestras  leyes.» 
Los  hunos,  establecidos  eü  el 
Volga  en  tiempo  de  los  empera- 
dores romanos,  no  eran   deteuí 
dos  por   ningún  ostáculo,   dor- 
mían armados^   deliberaban    á 
caballo  «n  sus  asambleas^:   ati*a- 
cesaban  á  nado  los  rios  y  los  to- 
rrentes: tenian  flechas  pura  he- 


rir de  lejos  al  enemigo,  sable% 
para  pelear  de  cerca,  y  una  red,, 
para  envolverle  y  derribarle*  Es-i 
te  pueblo  belicoso  encontró  ea' 
el  Volga  á  los  alanos,  que  quiere* 
decir,  hombres  de  ¡as  montañas. 
Eran  tan  feroces  como  los  hu- 
nos: su  ídolo  era  un  cementerio: 
adornaban  sus  armas  y  los  jueces 
de  sus  caballos  con  los  huesos 
de  los  enemigos  muertos  en  la 
guerra.  La  lucha  entre  estas  dos 
naciones  bárbaras  fué  larga,  es- 
pantosa y  sanjxrienla.  Los  ala- 
nos fueron  vencidos:  unos  se  a- 
cojieron  á  los  peñascos  del  Cáq- 
caso,  donde  habitan  todavía  sus 
descendientes:  otros  se  incorpo- 
raron con  los  vencedores,  y  au- 
mentaron aquella  multitud  que 
invadió  el  mundo  romano. 

Jornondes  cuenta  qae  los  hu- 
nos, persiguiendo  una  cierva, 
atravesaron  el  Tañáis  en  los  si- 
tios donde  desagua  en  la  laguna 
Meótide,  y  donde  aquellos  bar- 
baros  creian  que  estaba  el  Gndel 
mun^do.  Esta  es  una  fábula  de 
las  muchas  que  afean  la  historia 
del  escritor  godo.  Lo  que  no  ad- 
mite duda  es  que  los  hunos,  a- 
travesandolas  llanuras  de  Scitia, 
atacaron  á  Hermanrico,  famosa 
rey  de  los  godos,  -cuyo  imperio 
se  esíendíu  entonces  desde  el 
mar  Báltico  hasta  el  Ponto  Ea« 
xiao. 


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inSL  BAYO 

Partee  qae  1i  Dfttaraleza  ha 
tSMadouM  MiaíMisniífftva  que 
«divitfeeü  doaelasea  {«especie  hu* 
maDa:  4o8  pueblos  earopeos  líe- 
neo  rostro  «val,  ojM^^randes, 
nellllas  tíñM,  aanc  masó  menos 
levada:  los  tártaros  de  oriente, 
por  el  coiilriirio^  líeneo  cabeza 
«aplastada, «ariz^huta,   ojos  |>a- 
«quéfios  y  protoagados  en  «us  áo- 
l^ios»  La  primer  vez  que  se  pre- 
Motaron  eo  Europa,  la  aterraron 
^oonsQ  deformidad;  sin  embargo, 
la  BacioB  de  tos  godos,  altiva, 
Itbre,  ioratlgable  y  belicosa,  lia* 
biera  podido  rechaizarlos  á  «estar 
«oída.  Todo  pueblo  dividido  es 
«aa  presa  faoil  para  el  enemigo. 
Las  diferentes  tribus  de  losgo- 
4os  se  haeian  entonces  la  guerra. 
Un  principe  de  los  rojolanos  a^ 
endonólos  estandartes  de  Rer- 
maDrico  para  Juntarse  coa  los  bu- 
jioa:  el  ^ej^  vitjlento  y  ^ruel, 
•e  vengó  baja  y  orriblemente^ 
mandando,  descuartizar  á  la  es- 
posa del  fujitivo.  IBi  ejército  se 
subleva,  movido  por  los  gritos  y 
quejas  de  los  hermanos  de  aque« 
'lia  desgraciada*  Hermanrico,  se« 
goído  de  algunos  amigos,  pelea 
cen  los  «rebeldes,  es  herido,  y 
viendo  su  ^oria  mancillada  y  wi- 
4ipendiada  su  autoridad,  se  da 
la  muerte  desesperado.  Vitioie- 
^gm,  musy  Infér'ror  á  ^1,  le  suce- 
de; y  odioso á. un  jpatñáo,  aul 

lOMü   XIV. 


fS3 

^oalenido  por  el  cttro,  da  batalla 
á  los  bonoa,  j  la  pierde  junta* 
mente  con  la  vida.  Los  godos, 
ya  sin^e,  huTen  en  deaórdem 
irnos  «on  muertos,  otros  cauti* 
vos:  los  oslrogoéos  que  quedan 
con  Vitericoj  su  rey^  se  reúnen 
cerca  del  Borístenes  con  4tana- 
rico^  Jefe  de  los  visigodos:  loa 
hunos  naarchan  contra  ellos  j 
los^Uigan  á  evacuar  la  Dacia  o« 
rieotal  (Valaquia),  y  Itanarico, 
que  al  firmar  un  tratado  de  paz, 
habia  jurado  no  volverá  entrar 
en  e4  territorio  del  imperio,  se 
retira  con  «na  tropa  de  lea* 
les  á  loa  bosques  de  Transí  I- 
vania. 

Pero  la  mayor  parte  de  tos 
godos,  medrosos  de  la  vecindad 
de  los  hunos,  marchan  al  Da- 
nublo  bajo  el  mdndo  de  Fritijer- 
nésy  Alavivo,  imploran  la  pro* 
teccion  del  •emperador,  y  piden 
onasilo.  Valénte  est»ba  i  la  sa* 
zott  en  Ántioquía,  ocupado  en 
reelMizar  los  ataques  de  los  per- 
sas, isauros  y  sarracenos,  y  mu« 
cho  mas  en  hacer  triunfar  el  a* 
Trianismo.  AUi  i^ecíbió  la  pri* 
mer  noticia  de  la  irrupción  de 
los  hunos  en  Europa ,  y  poco 
después  la  llegada  al  danubio  de 
inuJooierables  godos,  quetounda* 
ban  sns4siberas,  y  le  pedían  tie- 
rras en  Tracia,  encargándose  de 
defender  aqueifa  provincia  co<^ 
20 


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1^ 


««tOltfá^ 


mo  fletes  sübdilos,  si  le  l€^  per- 
mitía establecerse  en  ella« 

Una  petición  laa  hnpeevlsla 
fausó  Hwaclia  inceHidambee  en 
el  ánimo  de  aquel  priocfpe  dé- 
bil: parecíale-  igoelmaote  pel»^ 
grosoacejer  ó  rechazar  «n  mí- 
llon  de  buéspedes  aguerridosrcv 
poaerseá  sus  deseos  era  provo- 
car una  guerra  co»  ]enie  deses- 
perada ^  pero  recibir  en  sus  es^ 
lados  naciones  eoierae»  era  a- 
eeptarIainvaaion« 

Los  jeneratos^  grandesdet  im» 
perio^y  gobernadoÍN^s  de'pfbviiH' 
rias  ne  vieron  en  este  grande 
aeontecimienlov  sino  un  me4ia 
para  aumentar  et  número  de  va 
salios  del  imperio,  paraescep 
luar  del  servicio  militar  á  los 
ciudadanos,  y  una  ocasión  pera 
quese  enriqueeiesén  los  hom- 
bres poderosos.  La  corle  de  O- 
riente  liiio  16  que  hacen  siem- 
pre los  débiles  en  circunstancias 
graves  y  difícilesr  no  se  atrevió 
á  negar,  trató  eon  mala  té^  y  to- 
mó el  partido  mas  peligroso, 

.  Concedióse  á  los  visigodos  ei 
paso  del  rio  y  las  tierral  de  Tra- 
eia  que  pedían;  pero  antes  que 
atravesaren  el  Danubio,  se  ee* 
sijió  que  dejasen  las  armas  y  en* 
tregaseo  sus  hijos^  pare  guar- 
darlos como  reenes  en  las  ciuda- 
des del  Asia:  desconfiania  im- 
prudente que  trataba  come  ene- 


migos é  los  que  se  recibían  e^ 
mo  súbdMos,   iesptraba»  odio  m 
los  nuevos  romeaos,  f  les  qui- 
ta be  tode  obitgfteioo  dei^ratUud. 
iton  no- estoba  eoRcluide  la  oe- 
gocíiM:ioo^  euando  algunos  go- 
dos impeeten  tes  pesaron  arme- 
dos?  los  ofiíbiales    romanos  toe 
rechazaron  con  pérdida,  y  ftie- 
ron  destituidos  por  el  débil  Ya- 
leote.  Firmóse,  en  tei»  el  trata- 
do: un  millón  de  barberos  entró 
en  el  imperio^:  pero  prodigaron 
su  dinero,  sus  joyas,  y  aun  el 
ooor  de  sus  hijas,,  para  que  lot 
inspectores  rooMnos  les  permi- 
tíesen  entrar,  con    armas.  Un 
campatnento    amenazador    cu- 
brió las  Tértiles  llanuras  de  Me- 
sia^  y  aterró  la  corte  de  Valen-i» 
te*  Los  ostrogodos,    mandados 
por  Sarrax  y  Aleteo,  bulan  en- 
tonces .de  los    feroces    hunos:: 
pidieron  asilo  á  los  romanos  oo<^ 
mo  los  visigodos^  mas  sufrieron 
la  injuria  de  no  ser  adnútidos. 

Yalent^  babia  prometido  ase>- 
gurar  en  los  principios  la  sut>- 
sístencia  de  sus  nuevos  vasa*- 
llos;  pero  esta  promesa  ftoé  vio* 
lada  ó  eludida.  Mácsimo  y  Lo- 
picino,  gobernadores  de  Tracia 
y  Mesia,  entraron  en  especula* 
'ciones  vergonzosas^  vejaron  «r* 
hitrariamente  á  los  vi^odos,  y 
les  prendieron  á  precios  muy  s«^ 
bidos  arina  corrompida.  La  pa«> 


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«{•Drit'deiasbárbarM  tt  «tn^ 

•6:  MbelárMM,  j  9%uMñ9%  áo%\ 
|#ÍM«oai8«é8^tM  cobardes  co- 
mo pérfidos^  favykeroD.  Los  os* 
Ifogoios^  aprovechándose  de  es* 
U  disensión,  atrevíestn  sin  per- 
fumo-el  DanHbio^  y  entran  en 
el  íáBiperfow  Ambos  pneblos  nni* 
dos  «y^eron  pórtete  á  Frítljer- 
lies;i.upi€ÍQi»,  no -aitreviétdose 
á  repaíQdirlos  por  laf  uerza^  .qui- 
no domarlos  por  ir4iieion:  *€on* 
viddal  jeneral  á  nna  fiesta  que 
4abaeasu  paiack»  cérea  de  la 
ciudad  de  Jiarcianópoiis^  capi- 
4«i  de  la  baja  Jllesia.  La  escolta 
4e  los.godos,  qoe  calaba  acam- 
pada á  las  poeaUs  del  palacio  4u* 
«auto  la  fiesta,  y  «ne  no  podia 
^entrar  en  la  cíndad,  no  balli 
qne  -córner^  porgue  ^e  le  bebía 
privado  de  ¥Íveres<coo  Ieda4n« 
4eacion:al  prlnci|NO  ecsaJó  su 
4ra  en  qtte;}as/y  deapnea  comeMó 
«Ignnas  violencias*  Lqpicioo, 
^ne  lo  babia  rprevisto^^  mandó 
matarla^  eaperande  baaor  lo  mis- 
mo con  los  ieoerales;^  .<^aandé 
•eilavlesea  sin  defooaorea*  Fon» 
á  la  primer  Bolieía  del  4omnUq, 
-el  valiente  Fritjijeraea  4e  le- 
vanta y  griia:  «Xo  basto  á  apa- 
#cigttar  esa  renaiUa^eSaca  aii 
espada:  los  intrépidoe  compafie- 
«os  le  imiiaa  y  siguen»  pasan  por 
medio  de  la  mnMilud  ^Jnliasida- 
^  desaparecen  y  vuelven  i  m  ' 


155 
•ampametto.  Al  momento  de- 
ctarpn  la  guerra,  desplegan  et 
estandarte  nacional^  marchan 
contra  Lupicino,  '  derrotan  ent 
lejioees»  y  lo  ponen  en  fuga. 

Desdo  este  monlento  no  «e  es- 
timaron los  godos  como  8ibd}«> 
tos  deUmperio,  ni  comp  foJiU- 
vos  dependientes,  sino  como  se^- 
ñoreide  las  provincias  del  Ba¿ 
nubio,  7  asi  «cometieron  orrí<* 
bles  devastaciones  en  Tracia.  9- 
tf  as  tribus  de  su  misiáa  nación; 
sometidas  en  tiempos  anterio- 
res^ y  que  servían  entonces  en 
Iqs  ejércitos  de  Yalénte,  sé  bar 
1,1a |)afl  acampadas  en  las  cerca- 
nías de  Adríandpolis^  y  como  se 
temia  que  se  muníesen  á  sus 
xompatriotcjs,  se  les  mandé  a« 
travesar  el  Helesponto,  y  ^sar 
«1  Asia.  En  vano  piden  un  tér* 
mino  de  dos  dias;  se  les  amena- 
za, el  populacho  los  insulta,  to- 
flii^n  Us  armas,  se  abren  paso>  y 
«(lucidos  por  Collas  y  Snéri-» 
ees,  ^n  á  ponerse  bajo  las  ban- 
deras de  Fritijernes,  que  vueU 
<ve  con  ellos  á  atacar  á  Adria« 
ndpolis*  Los  habitantes  se  defen^ 
dieron  con  valora  los  bárbaros, 
aunque  temibles  en  el  campo, 
ni  teqian  patíencia  para  blo- 
quear las  ciudades,  nimáquinaa 
para  Corsarias;  y  así  se  vieron  o» 
bttgidosá  levantar  «I  sitio* 

Vateute  pedia  aun  evitar  la 


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goerrft  j  tempOír  á  tos  Tí^a- ,  priocipto  «falb*ht|«térdi  4^  1m 


4o8>  casligandoffLtipicina;  pero 
«ste  pWncip^^  hitsla  eotonees 
tan  tí mifl<^^  moslrá adose  teme^ 
rarip  ¡noporUiDameote^prefirM 
ta  fueraa  á  las  Degoencienes: 
desguameció  la  rvenlera  ée-  Ar- 
neoié,  dejándola  á  merceé  de 
tos  persas,  rea Qi<7  cerca  de  An* 
tioquía  todas  las  lejIoDes  úet  A- 
ski  que  pensaba  llevar  á  Gone- 
Untioopla»  y  encargó  á  sus  jeae- 
rales  Trajino  y  Profotora  qjm 
alaeasea  á  ios  godoa  coolri^  tes 
tropas  de  Traeía,  mientras  él 
pasaba  á*  Eutopa.  Sabedor  Fri^ 
lijeriics  de  la  marcha  de  los  e- 
Bemigos^  recoje  todos  sns  desta- 
e^mentos,  y  reúne  eo  los  reales 
Msiaopesde  sus  aliados,  cerca 
de  la  desemlMicadiura  del  Da-» 
Bubio. 

AqneJIos  pueblos  bárbaros  ba- 
cen  atiansa  con  juramentos  for* 
midables,  y  se  eseUan  á  la  pelea 
con  cantor  qoe  recuerdan  los  a- 
zailas  de  sos  abuelos*  Los  roma- 
nos se  presentan  y  dan  an  grito 
acostumbrado  de  guerra:  por 
poa  parte  el  odio  antiguo,  las' 
injurias  re«:ientes  y  la  esperan- 
za  de  vengarse:  por  otra  la  nece- 
sidad de  vencer  para  salvar  el 
imperio,  l^icieron  la  batalla .  lar^ 
ga  y  encarnizada.  Dió|»e  cerca 
de  Salice.  La  victoria  estuvo  io* 


roflaanosv  pero  después  de  iM 
combate  ostínado^  loa  barbarea 
Toeron  rechazados  tiesta  su  cam* 
paniento^  cbude  eséuvíeroa  eo* 
cerrados  siete  diaa« 

Trajanp^.  apnovecbándose    de 
este  triuQ/o»  babia  maBdado  i 
Saturnino,  jeneral  ^e  la  cabelle* 
manque  ocopaae^  loa deefiladeroi 
de  la  mootafiar  su  iotento  eta 
envolver  al  eoenígoeefi  atrín*- 
cheramíentos,  y  destrairlo  por 
ambre;.pen>iHievo6  ctierpos  de 
bárbaros  que*  pesaaon  el  Danu* 
bio  dividieron  la  atención  de  lae 
fuerzas  romanas^  y  libraron-  i 
los  visig'Hlos.  Estos  telaron  todo 
el  pats>  desde  el  río  basta  el  Eto-. 
lesponlo.  Fritijernes,    uníeada 
h  asiueia  al  valor,  tuvo  la  díct»a 
de  hacer  altanzecoa  algunas  Iri* 
bus  de  ímibos,  alaiios  y  sámia* 
tas:  su  poder  auoieotaba   cada 
día:  tod(»los  p«eblos  bárbaroe 
parecieron  olvidar  eiitoncea  sos 
resentimientos  y  querellas  pa« 
ra  volver  sus  areaas  contra  loe 
antiguos  tiranos  del  mundo»  Bo 
peligro  tan  urjeote  pidió  soeo* 
rro  el  emperador  á  au  sobrino 
Graciano.  Este^  preparado  á  sos* 
tener  U  causa  común,  reoniasae 
lejiones  pera  marchar  á  Oriente} 
pero  un  alemán,  oficial  de  su 
guardia,  le  hizo  hraicion.    Loa 


cierta:  los  godos  rompieron  al !  JermanM,  Inslruidoa  por  él  de 


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IH*  pfirlí(h>  prdrtíim  .dei  ejércáto» 
hicieron  en  oúineDo  de  €ua«eala« 
mil'botibreft'Uoa  ínv«sioii*eii  lé 
Galia,  y  oMiiíaron  al  emperador 
4e  Oe^ente-á^suapenderMniar- 
eba«  y  á  ntlve»  sus  «rniaa  eoiitre 
ello&« 

EaTiVDewEt  OGCiroifTB  bit  tiem- 
ton^  OTACiáifo.— Graciaoo«Aa8lli 
esta  épocaireiiiaba  con  gJería:  el 
0toei4ente  era^  feliz  bojo  sus  íe^ 
yes,  haciendo^la  bondad  amaMé 
el  poderrel  terror  que  cattsaim 
la  a^erídad  de  YalenUniMO; 
habiii  desa|Nirecido  de  palacio  á 
la  vuz  da  soi  bíjo»  La*  detacíoo 
Huyó,  volviiV)  la  coaQanaa^  loa 
prosea ilM  veaobraron  ana  bienes: 
el  paeblo»  oprimido  dalribuloa, 
§e  vio  libre  del  pago  d^  loa^a^ra- 
SM,  ysa-abrieroa  laá  pueaUisd« 
la  eáaeelea» 

Graciano>.di6€(puU^  de  Auio- 
•io^  proiejía-y  eulüv^ba  b  üte- 
latora^.  bailiai^  ea  U  iribiina 
por  au  alocaencia»  merecía  el 
aprecia^  de  loa  filóaaCas  por  au 
amor  á  ConaCanoia  su^aapoaa^ 
kijil  da  GoaslaDcioi  por  attHean» 
.flaoz8j  fresaüdad:  y  .clemeacia; 
Loa  criatiaaoa  etojiabao  au  reli- 
jionr  loa  idólalraa  no  podsaii'  a»> 
horrecar  á  «o»  príncipe  piadaao^ 
pero  alo  faaaibmo.  El  pueUo 
adadiraba  au  campuaUíra^  au  omi* 
4aalia  enelveatir^  la  pmdaaeia 
da  aaa  layea^  ^ík  proatltad  ea  laa 


espedi^áaiiea^  jEk*a  pa4re'  y  eo«K 
pafiero  de  ana  Mdadoa.  .aiaginitt 
ie  aveatiú^^bat  eo  la«carrara,  en 
la  iueba  ni  en  ba  dboiáa  ajecei^ 
cioa  milüarea»  Ciíjdaba^  da*  loa 
berUtoa^  las  prestaba  ausfsaimoa 
calía  Uasrsíampre  ae^lamrMí  acet- 
sibla  á  laa  qaejaa^  sianapre  dtft- 
puesto^  escachar  la  veiHtad4  P!^. 
roangran  defecto  que  mancilló' 
tao  bel lai( .cuaKdades^ . abrey íó  ^vt 
reinado  y^  cauad  auV  ruina.  Sta 
justicia  earecia>  de^  firmeza,  su 
política^ da-pre^isfOQ*.  su  bondad 
de  faena;. x^  da  las  dosoblígacío* 
aaa  de  uo«  soberano^  fiie  aoo 
casUgar  y-  premiaa,  ni' aupo  ai 
quiau  llenar  maa  que  la^  última^ 
Gensurábaaaadamás  su  excesi- 
va aítcíontá-la^eaza;  ni^uda  dir^ 
varsioa  dóba  robar  demasiado  al 
tiampo^arbomDre*  encargado  da 
las  negociois  públicoa.  El  ^aTá^r 
lar  de  un  moaaroa  se  conoce  por 
Ueleccion  qt»  baca  de s\x$  ami- 
gba;  Afiabro^io-lo^ltogó  á  ser  da 
Graciano.  A  principios  de  este 
reinad^  se  cometió  una  glande 
injusticia.  Macskáiao,  ministro 
lénHble  del  %iiejo^  Valen linjaou»^ 
gobernaba  lodavia,  y  engañó  al 
emperador  aon  Calsas  acusacio- 
nes>.  precedidas  de-loa  cons^oa 
do  Valeote^é  hizo  morir  en  Car- 
iago^al  ilusireTeodosio.  Todo  qI 
iioperio  lloro  á  eate  béroer  ^ 
pogAMS  lapaaieroQ^n  ej  nómer 


.^iCi^'^^'^^^, 


& 


o;.' 


it&jE^^oogle 


1B8 

jevMOj  maDif68ló  so  arrapen  lU 
"•líeriio^*  isociaDdo   al  'imperio 
^«tn  temor  á  Teodosio,  hijo  de  so 
vMthM.  MacsimiDO/  que  se  ha- 
bla   propueato    mancillar  toa 
«BDgre^el  reioado  del  oaeTo  em- 
•pérador,  como  batrfa  ahecho  con 
el  de  su  padre,  Tué  puesto  en 
Juicio  y  perdió  laTídíi.lo  que 
prueba  la  barbarie  dé  aquellos 
tiempos eaqueGraciano,  el  mfS' 
benigno  de  los  prfircipes/  el  Tito 
-fie  su  sigto^  mereció  la  grali- 
Hud  del  seaado  romano  por  ba- 
^ber  ttianéttdo  que  ios  se^adores^ 
no   pudiesen   en  ningún    caso 
ser  puestos  á  euestton  de  tor- 
mento. 

Su  principal  ministro  era  Gra- 
neo, ^úiiimo  descendiente  de  in 
farníKa  :Sempronia.  Era  cristia- 
no muy  zéloso,  y  aunque  tío 
persigulé  á  los  jentiles,  derribó 
muchos  iídéies,  y  ^enajenó  así  el 
afecto  de  losedktos  ai«nUguo 
^ulto. 

£1  emperador protejió  y  mtii* 
tiplvcótas  escuelas  eiíta  Gdl4a;pe- 
rosu  aficioné  las  artes  y  bellas 
Mi^s  BO  pudo  impedir  la  deca- 
deiMia  ^eltgusto.  Dominaba  «n, 
los  escritos  y  discursos  la  afecia- 
da  incbazoa  ^i  lugar  de  la  ele- 
gante sencUlez^  así  como  la  ar- 
quitectura esirai^ante  de   los 


godos  •suvedia  ala  pura  j  mibte 
de  losigriegos.  ' 

OMijgado  Oraeiano  i  pelear 
coutra  tos  alemafies,-  marcbó 
rápidamente  contra  éllbs>  anst- 
liatfo  por  el  véUeiyieMetobavdo, 
rey  de  los  firaiicos,  que  era  al 
mtsm6«tíempo  su  altado  y  eoáde 
de«us  domésticos.  En  vano  acM  • 
sejaba  conterapor!2élr  el  jeneral 
Kanieno:  el  em^rndor  manió 
dar  la  batalla:  Prtarlo,  rey  día 
los  alemanes,  -sé  mostraba  no 
menos  ardiente,  los  dos  ejérci- 
tos, igualmente  ¿ano4os  de  pe- 
lear, se  encontraron  en  la  liaua- 
ra  de  )lrjeiítoracto  -^  Colmar)* 
pespues  dié  un  combate' sangrien- 
to, la  táctica  romana  trivnfó 
del  valor  alemán:  los  bárbaros 
foeron  deri*otatfos,  perseguidos 
y  muertos;  solo  se  escaparon 
cinco  mil  boabres.  ' 

Príario  evitó  ed&  una  «uerte 
gloriosa  «I  resentimiento  de  su 
pueblo,  siempre  sumiso  á  loa 
reyes  vencedores,,  siempre  in- 
vflecsible  con  los  qne  volvían 
vencidos*  £1  emperador,  después 
de  esta  gran  'victoria»  se  puse»  en 
marcha  paraaooerrer  á^ateita: 
pasó  elAin:  ««nanntró^n  .el  ca- 
mino oiro  ejército  alemán^  l#  a*» 
rrojó  de  posición  en  posición, f 
^e  oMigé>á  pedida  Ja  pai  y  á  qne 
le  diese  «eenes;  Desplegó  en  es^ 
ta  eampafia,  annque  aolo  tenia 


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BEL  BAJO  mnmoi 


m 


éimtíántvñ  aios^  lo9  tahioiDS^e 
wo  }efteral  y  la  intrepidez  de  aa 
toMadli.  E&ptiso  cootrnitaniente 
Mipersonr»  j  kM  gaardias  qae  ié 
ecoflipajiebali  votfiereiiiiMiciíaa 
ireets  de  la  pcje^eon*;  laa  armas 
Bolea  j^eabíerUKi'de  iiobles  he*** 
ridaa.  . 

AzaíTis  bbj[,a  mina  ma^ia^ — 
Mtenires  que  reeorrir  vencedor 
taeios  países,  dando  coovsus  a* 


Mayi%  miiwfo  ee*e4»oeo>  Imi» 
redóla  eopona^. meado  eO'per^ 
sona  lor  ejérciloa,  y  dcj^lépó  U 
gnerre  á  los  roeaonés^  Gste>eiier* 
ve  Zenobia  invadió  la  Fele^na^ 
y- 1»  Fenicia,  veotió  al  gobenie*- 
dor  deealas  provincias,  y  ll«f4 
ene  arma»hasla  iae^  Tronleras  ét- 
Ejipto. 

ET  jeneral  que*  roandeba  en 
jefe  {as  lesionéis  de  ^Orrenlev  re- 


señas nuevsN  glcMTie^al  imperio'  une  iodae  sos  tropee  y  mareta 


I  Oocidenia,  adi^tiieienilo  los  o- 
ñores  que  en^  otro  liempívconce^ 
4ÍBÍÍ  los  ejércitos,  el  senado  y*  el 
pueblo'á  los  empefedoces  vic* 
leriosos,  Vulente^  autor  de  Iba 
Bsaies^^de  la.  ignominia  y  de  le 
ruina  del  knperto  de  Of'ieote, 
era  recibido  en  Gonstantíeofila 
con  murmuraciones  que  oo-^pó- 
dia  reprimir  el  largo  iMbtto  de 
la  servidumbre».  Se  le  echaban 
on  oara  los  triunfos  de  los  per- 
ses>  le  pérdida  de  la  Armenia,  y 
lies  devastaeipneB,  de  los  isatiros. 
Sus  ejércitos  Toeroo  derrotados 
baste  por  una  mujer.  Mavia,.Be<^ 
lunü  de  Roma^  robada  en  su  io* 
feneia  por  los  serráosnos,  íüér 
Iprimero  esclava,  luego  dama,  y 
«ttimamente  mujer  de  Obediii^ 
principe  de  Faraq  y  rey  de  £- 
liopia>  célebre  ya  por  haber  so^ 
metido  í  los  blemmies  ó  blemia- 
Jes,  pueblos  de  la  costa  del  mer 
Rojo*  ^ 


contra  la  reine;  y  para^  easCifer 
alñpomandaóie  de  Fenieia  perv 
que  no  so'  resistió  ¿  uunmufer» 
le^graJá,  le  manda  s^uirto  y 
ser  testigo,  sin  combatir,  -de-  la 
pelea.  La  rortnneeasligó^u  or« 
güilo:  Mavía,  oumpliendo  las 
obligaciones^  jenetf»!  y  de-sol- 
dado^ animó  JeHal  modoésuse» 
fríi^nO!;>.con  el^jemplo^  quedo- 
r  rotáronla  á  loa^  roma  nos,  >  y  loe 
persiguieron  hasta  el  p»nito  d^ 
ser  inevitable  sü  lOompletO' sai- 
Da:  cuando  de  improviso-  el  co- 
mandante de  Peo  icio,  vengando 
noblemente  le^  injurie  que  be^ 
bie  recibido,  se  arroja  enme-» 
dio  de'  los  doe>  ejércitos  eeoe»^ 
panado  de  algunos  emigos  lillas 
y  valesosos»  detienoi  tos  vence* 
dores,,  reúno  á  los  vencidos,  eu* 
bi^e  la  retirada  y  saWa  al  jeoeraL 
Yaiente,  aterrado  cen  las  vic- 
torias de  la  reina,  pidió  la  pa«: 
^  Mavía  la  coneedió^   eesijieado 


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160 


VICTORIA 


qué  se^e^^iperMMIase 'llevar  á  sus 
etUdossáillotoéf,  ui  stoto  sdli- 
Urio'étqéieñ  hizo  obispo.  Esle 
destruid  U  idolatría  4mi  Faran, 
y  por  stt  hifliijo  manluv^i  ia  a- 
«atatad  eolre  >los  romanos  y  la 
retna,  coBcertaado  el  m^ürínao*» 
niode  uoa  bija  de  Mavfa  eo« 
el  conde  Víctor,  jener#l  del  em- 
fierador. 

La  admioistñoion  de  ^tTalea- 
ite  le  acarreé  oiaBenenrígfis,  que 
JOS  yerro&eo polftke  y  sos  de- 
rmias*  Su  debilidad  ie  haoiain- 
caoiisecnenle^  y  babia  un  'Coq* 
lrasteaingalareAtre«as  oaácsi- 
«asy  ^B  tcciooea.  Al  >i»isino 
tiempo  que^el  temor  le  oUi^a- 
*aá  cometer  «crueldades  odiosas» 
•96  citaban  de  él  «stas,  espresio* 
mes:  «Sí  la  pesie  y  los  demás  és* 
Vtragosde  ^a  naturaleza  destru- 
«ven  á  losiboiuArea^  á  lo^princl- 
«pea  loca  cionseirvar  les . » 

pR08<^Rioio|f   ocasionaha   por 


había  stáo^enaeSor  (le  pMta&i^ 
fresco,  coATertido  éu  deialor 
impudente,  logró  un  Tiinesto  1é» 
flujo  ^n  él  áaim«  del  empera* 
dor,  cuyas  cantas  j  discursea  oo» 
Trejia,  según  se  Mefuraba.  Este 
inferné  valido*  Mm  perecer  mas 
patricios  que  los  qae  bubiM:a 
destmideoino  Invasión  de  barba* 
ros.  Los' másticos,  denunciada 
per  él,  perecieron:  les  fllosófoi 
iban  al  suplicio  por  echiceros: 
Mácsimo,  antiiguo  amigo  de  Ju* 
liano,  fué  la  primera  de  sus  vio* 
timas.  Todos  losoiudadanos  cu* 
yos  DOfábres  empezabas  per 
laa  letras  fatales  de  Teod,  tales 
como  les  Teodatos,  Teoderea» 
Teodotos  y  Teedooiales^  «efrie* 
ron  la  molerte;  y  por  un  acaso 
singular,  el  solo  que  so  Hbró  de 
esta  persecución,  feé  Teodosío, 
sacesor  de  Calente. 

Snmedio  de  estas  proscrleio^ 
nes  brillaron  las  •virtudes  «cris* 


-oiTA    FRSiHcaotr.  ^    Habiendo  4ianas.  San  «BaaHieproteJiéé  loa 
«predicbo  tres  adivinos  que  el   oprimidos,  sooornió  á  los  des- 


nombre  de«u  aucesor  empoza- 
-ba  perlesías  sí  lebasTtfocí,  nn  se- 
cretaríp  der  emperador  llamado 
Teedesio,  ei^ñado  por  el  presa- 
jio/conspiró  ^  pereció  con  su« 
eÓmpKces.  Entonces  ae  redobló 
•^I  *r^^  de  Calente  «contra  ios 
adivinos  y  eehiceros^^Astaba  la 
aousacioo  de  májia  para  iiperder 


graciados  y  4*esistió  con  firmeza 
Á  los  satélites  dd  emperador. 
Como  ano  de  ellos  4e  amenaza* 
se,  le  respondió:  «^¿'Qué  puede 
intemér?  ¿Ja  pérdida  de  mis  bie. 
mnes?  Solo  poseo  mis  vestidos  j 
•algunos  libros., ¿Xa  de  mi  vi^ 
«da?  Solo  apreció  la  %ida  eterna* 
i>¿i;iidestieiro?.Mi  patria  es  to^ 


é  un  enemigo.  Heliodoro,  que  »do  país  donde  se  adore  á  Díos«a 


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DEL   BAJO 

— í-ftNadie,  replicó  el  goberna- 
udor,  metía  hablado *eD  ese  lefl- 
Mguaje.» —  Y  Basilio  le  dijo:  «Es 
aporque  hasta  aora  no  habéis 
neocontrado  sino  obispos  per- 
inversos.,  » 

El  odio  que  iospiraba  la  tira* 
níadeValente  á  los  habitantes 
de  ÁDtioquía,  era  tuo  iotenso^ 
que  jeoeralaieDte  lo  espresa- 
ban con  esta  imprecación:  ¡  Pe- 
rezoa  quemado  viva ! 

El  emperador,  aborrecido  en 
Siria,  despreciado  en  Constanti- 
Dopla,  cuyos  habitantes  juraron 
que  la  abandonarían  si  velvia  á 
entrar  en  ella^  ofendida  por  les 
insultos  y  murmuraciones  del 
pueblo,  y  envidioso  de  la  gloria 
de  Graciano,  abandonó  su  timi- 
-dez  habitual;  y  como  todos  los 
hombres  débiles,  pasó  del  esceso 
<le  la  circunspección  al  de  4a  te- 
meridad. Informadode  un  triun- 
fo conseguido  por  Sebastian, 
comandante  jeneral  de  la  infan- 
tería, contra  un  cuerpo  de  go- 
dos que  había  sorprendido  y  de- 
rrotado, tuvo  la  presunción  de 
atacar,  antes  que  llegase  Gracia- 
no, al  formidable  ejército  de  los 
bárbaros. 

Yictor,  Trajano  y  todos  los  je- 
Derales  esperimentados  preten- 
dieron inúlihnente  apartarle  de 
este  designio  ,  representándole 
^ue  la  ruina  del  enemigo  era  in- 

Toam  XIV. 


IMPEBIO.  161 

falible  sise  esperaban  las  lejío* 
nes  victoriosas  de  Occidente,  y 
que  al  contrario,  sise  empeñaba 
en  vencer  solo,  comprometía  el 
ejército  y  el  imperio.  Los  corte- 
sanos, que  lisonjeaban  la  vani- 
dad del  principé,  le  persuadie- 
ron que  no  debía  repartir  la  glo- 
ria de  este  triunfa  con  su  compa- 
ñero-, y  el  orgullo  atropello  á  la 
prudencia. 

Valente  vino  á  acampar  coa 
su  ejército  al  pie  de  las  mura- 
llas de  Adrianópolis,  muy  cerca 
de  los  bárbaros.  Fritijernes, 
para  dar^iempo  á  c^ue  se  reunie- 
sen sus  fuerzas,  envió  al  cam- 
pamento del  emperador  un  sa« 
cerdote  cristiano  que  espusie- 
se sus  quejas  y  negociase  la  pax. 
Los  jenerales  aconsejaban  dar^ 
oídos  á  esta  proposición-,  pero 
en  este  momento  llega  Ricomero 
con  la  noticia  de  que  se  acerca- 
ban las  lejiones  de  Occidente.  £1 
emperador,  ciego  de  envidia, 
parece  temer  menos  la  probabi- 
lidad de  una  derrota,  que  el  re- 
partimiento del  triunfo. 

Victoria  de  los  godos  sobhe 
tos  ROMANOS.— El  9  de  agosto  de 
378  manda  tomar  las  armas,  sa- 
le del  campo  y  marcha  tan  pre- 
cipitadamente coa  «u  caballeríai, 
que  se  halla  enfrente  del  enemi- 
go antes  que  la  infantería  se  le 
pudiese  reunir.  Los  soldados,  fa« 
21 


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163 


iriSTORrA 


;  por  et  esceso  del  calor  y 
por  la  rapidez  de  hi  marcha»  se 
forman  con  lentitufl.  Dada  la  se- 
ñal del  combóle,  FriUjernes  a- 
fecla  temor,  engnnaá  Valenle 
con  sumisiones  Qnjidas,  gana 
Afp^anas  horas^  y  acaba  con  esta 
tardanza  dea^tar  las  fuerzas  de 
los  romanos,  ospuestos  á  tos  tor- 
mentos del  ambre  y  á  los  ardo- 
res de  un  sot  abrasador.  En  ffn> 
cuando  et  conde  de  los  domésti- 
cos iba  a)  campo  enemigo  para 
concluir  el  tratado,  Fritijernes, 
viendo  bajar  de  las  montañas  á 
'  los  escuadrones  de  Safrax  y  de 
Alateo,  sus  aliados,  cuya  llegada 
esperaba  con  impaciencia,  deja 
el  fínjimíento  y  comienza  el  ata- 
que. La  caballería  romana  es 
acometida  de  improviso  por  el 
frente  y  los  flancos,  y  puesta  en 
huida»  La  infantería,  sin  apoyoj, 
y  colada  en  un  terreno  estrecha 
donde  le  es  imposible  maniobrar, 
resiste  algún  tiempo  ul  gran  nú- 
mero de  bárbaros  que  la  rodea, 
hasta  que  al  fin  es  desbaratada 
comptetameate.  Los  godos  hicie- 
ron en  elia  orrible  matanza. 

Muerte  de  valente. — Valen- 
te  estaba  herido,  y  vela  caer  á 
sus  pies  toda  su  guardia:  corre 
á  juntarse  con  dos  lejioncs  que 
aun  peleaban  intrépidamente  y 
se  retiraban  en  buenórden^  pe- 
ro no  tarda  en  envolverlas  una 


multitud  rnumerabfe  de  ene- 
migas-, los  jenerales  Víctor  y 
Trajano,  habiendo  reunido  algu- 
nas coorles  escojídas,  esclaman: 
nSí  na  salvamos  al  emperador» 
Mtodo  se  ha  perdido.»  Arrójanse 
enmedio  de  los  bárbaros»  derri« 
han  cuanto  se  opone  á  su  paso; 
pero  llegan  demasiado  tarde  pa- 
ra socorrer  las  das  valerosas  le- 
jiooes,  oprimidas  ya  por  todo  el 
ejército  enemigo.  No  encontra- 
ron en  el  campo  de  batalla  mas 
que  luonlones  de  cadáveres,  sia 
que  pudiesen  descubrir  entre  e- 
líos  el  del  emperador. 

Después  se  contó  que  el  prín- 
cipe fué  llevado  por  unos  aldea- 
nos á  su  cabana,  que  allí  fué  ata- 
cado de  nuevo  por  los  bárbaros^ 
y  que  fatigados  estos  de  su  por- 
fiada resistencia,  prendieron  fue- 
go á  la  choza.  Un  joven  romano, 
que  escapó  de  aquel  desastre, 
dio  noticia  á  los  godos  de  que  el 
cmper  idor  habia  perecido  entre 
las  llamas,  cumpliéndose  de  este 
modo  el  infausto  deseo  de  tos 
antioquenos. 

La  victoria  de  los  bárbaros 
fué  completa,  y  se  comparó  La 
derrota  de  Adrianópolis  á  la  de 
Cannas.Los  romanos  perdieron 
dos  tenientes  jenerales  y  treinta 
y  cinco  tribunos.  El  jeneral  Se- 
bastian, que  habia  aconsejado 
dar  la  batalla^  pagó  su  imprudea- 


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^  DEL   BAJO 

€ia  con  Ta  vida.  Cuareota  mil 
liómbres  quednroa  gd  el  catupo. 
Víctor  y  Ricomero^alvarpn  por 
6u  valor  la  tercera  parle  del  «- 
jército  vencido.  Libaolü,  amigo 
eaolro  tiempo  de  Juliano,  de- 
fensor de  los  filósofos,  persegui- 
do y  columna  del  poiileismo,  no 
desminUé  ^u  carácter  ^en  este 
gt-an  desastre*  Para  ensalzar  el 
onor  de  la  patria  vencida,  cele- 
bró en  un  discurso  elocuente  la 
memoria  de4os  romanos  muer- 
tos en  ta  acción^  é  hizo  el  pane- 
jíríco  de  Valenle,  que  en  cierto 
luodoiiabia  reparado,  muriendo 
•con  *valor,  la  Iguemíoia  de  su 
^ida. 

Sitio  db  adriakópolispoh  los 
DÚOS. — ^Los  godos  vencedores 
creyeron,  aniquilado  el  ejérci- 
to» apoderarse  fácilmente  deJ 
imperio.  Sitiarun  á  Adnianópo- 
lis:  unos  desertores  les  prome- 
tieron entregarles  la  ciudad,  y 
\Me  introdujeron  ^n  ella,^  pero 
'  fueron  de^ubierlos  y  castiga- 
dos. En  vano  quiso  Fritijernes 
disuadir  á  su  tropa  de  tomar  por 
asalto  una 4)laza  tan  fuerte.  Los 
bárbaros  desprecian  su  consejo, 
y  se  lanzan  con  impetuosidad  a 
4as  murallas:  los  intrépidos  ba- 
•bitantes  las  deCenden:  unenor* 
«me  peñasco  jirecipitado  desde 
las  almeiias^^  mata  un  ^ran  nú- 
4Qerode  godos.  Estos  se  ame- 


IMPSHH).  163 

drentan;  pero  sus  jefes  los  llevad 
de  nuevo  al  asalto.  El  deseo  de 
librar  sus  mujeres  é  bijos,  dete- 
nidos como  reenes,  y  de  saquear 
los  tesoros  de  Valente^  inüaman 
su  valor:  comienzan  lapeleacoa 
furor;  pero  después  de  largos, 
inútiles  y  sangrientos  esfuerzos, 
^on  rechazados  con  mucha  perdí* 
da^  se  retiran, y  se  arrepienten, 
aunque^arde,  de  no  haber  segui- 
do el  cuerdo  diolámen  de  su  je- 
nerah 

Osadía  de  dominica,  txuüa  de 
VALENTB. — Trilijernes  marcha 
al  frente  de  ellos  á  Constantino* 
pía,  esperando  que  la  sorpresa 
y  el  terror  le  abrirían  las  puer- 
tas: taló  las  cercanías  de  la  ca* 
pital,  en  la  cual  reinaba  aquella 
consternación  que  suele  anun- 
ciar lacaida  de  los  estados.  Una 
mujer  salvó  el  imperio.  Domi- 
nica, viuda  de  Valeute,  muestra 
en  el  abatimiento  Jeneral  un 
valor  verdaderamente  romano; 
arma  ádos  habitantes,  los  alien- 
ta y  les  prodiga  sus  tesoros.  Su 
ejemplo  ecsaita  á  ios  osados  y 
avergüenza  á  los  cobardes.  Es- 
taba á  la  sazón  «n  Constantino» 
pía  un  cuerpo  ausiliar  de  sarra- 
cenos. Dominica  les  mand?  salir 
é  campaña:  su  numerosa  y  va- 
liente caballería  acomete  á  los 
godos,  y  los  sorprende  con  la 
I  impetuosidad  de  su  ataque.  Los 


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164 


BATOEIA 


feroces  sarracenos  daban  gritos 
iúgabres:  de^efiantlo  las  armas 
qoe  hieren  de  lejos,  se  presenta* 
ban  á  la  pelea  armados  solamen- 
te de  nn  puftal:  sedientos  de  san* 
gre^  bebían  la  de  sus  enemigos 
vencidos.  Esta  tropa  furiosa  de- 
rramó el  espanto  en  el  ejército 
de  Fritijernes. 

YBmARZA  DBL  GORBB  JDL10.  — » 

Los  godos  se  retiraron,  y  carga- 
ron f^n  todas  sus  fuenas  sobre 
lÜfia^  Los  romanos  vengaron 
con  nn  crimen  atroi  la  derrota 
de  Adrianópolls:  el  conde  Ja- 
iio,  gobernador  de  Asia,  mandó 
matar  todos  los  niños  que  los 
visigodos  hablan  dejado  en  ree* 
nes  cuando  hicieron  el  tratado 
con  Yalente.  Este  acto  de  cotiar- 
de  ferocidad  aumentó  el  furor 
de  los  bárbaros  y  las  calamida- 
des del  imperio. 

Los  sármatas,  cuados,  marco- 
manos^  hunos  y  alanos»  reuni- 
dos, á  los  godos  por  el.  mismo  o* 
dio  contra  Roma^  por  la  misma 
sed  de  sangre,  por  el  mismo  de- 
seo del  pillaje,  asolaron,  despo- 
blaron y  destruyeron  á  Tracia, 
Macedouia,  Dacia,  Mesia  y  una 
parte  de  la  Pannoaia:  quemaban 
los  arbolados,  demolían  las  ca- 
sas, hadan  caballeriías  de  las 
iglesias,  desenterraban  los  cuer* 
pos  de  los  mártires,  encadena 


á  las  mujeres  y  mataban  á  loe 
sacerdotes.  El  conde  Mauro  de* 
fendió  mal  el  paso  de  Sucas  eñ 
los  Alpes  Julios. 

Fritijernes  decía:  «La  impm- 
•dencia  de  los  romanos  me  jfed* 
i^mirer  créense  dueikis  de  estos 
•vastos  paisas  que  no  saben  de* 
jifender:  los  habitan  como  loa 
•ganados  que  pacen  en  ellos$ 
«mas  no  los  poseen.» 

El  oro  solo  era  defensa  con- 
tra los  bárbaros:  las  iglesias  res* 
cataron  muchos  cautivos :  San 
Ambrosio  vendió  para  este  fia 
los  ornamentos  y  vasos  sagrados 
de  su  catedral. 

Entretanto  Graciano,  sabien- 
do por  el  conde  Víctor  la  derro- 
ta y  muerte  de  Yalente,  acude 
con  la  flor  de  sus  tropas,  arros- 
trando mil  peligros,  llega  & 
Gonstantinopla,  y  le  asegura  con 
sola  su  presencia.  Convencida 
eD  tan  grande  infortunio  de  la  ' 
necesidad  de  un  gran  talento^ 
llama  al  joven  duque  Teodosio^ 
que  desde  la  muerte  de  su  pa- 
dre en  un  cadalso  en  Cartaga, 
vivía  retirado  en  España,  donde 
había  nacido,  en  la  misma  ciu- 
dad de  Itálica,  ilustre  por  el  na- 
cimiento de  Trajano.  Los  adu<* 
■adores  decían  que  era  deseen* 
diente  de  aquel  gran  principe, 
al  cual  se  le  comparó  justamen* 


ban  á  los  ciudadanos»  ultrajaban  |  te  por  sus  aiafias.  Este  guerre- 


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DEt   BAia 

ro  valiente,  modesto,  poderoso 
y  sumiso  á  las  leyes,  rico  y  Iíw 
borioso,  severo  y  ílberolv  ru¿  e- 
ducado  eQ  la  escuela  de  la  des- 
gracia para  una  grande  elwa- 
cioD;  y  aun  en  el  tiempo  que-  la- 
proscricion  le  privaba  de  au- 
toridad>  ayudaba  con^  prudentes 
consejos  á  sus  anii{?os  desgra- 
ciados y  á  su  provincia  oprimi- 
da, la  cual  había  de  protejer  po- 
ro después  revestido  del  poder 
supremo. 

Una  elección  feliz  le-  dio  por 
esposa  á  Flaecila,  digna.de  él  por 
su  nacimiento  y  virtudes.  Jamás 
conoció  otro  amor:  Ronorío  y 
Arcadio,  sus  hijos,  fueron  los 
solos  que  dividieron  con  ella  su 
afecto.  Llamado  por  el  empera- 
dor^ dejó  con  pesar  su  retiro, 
echando  de  menos  el  descauso  y 
lamentando  su  elevación. 

Tkoüosio,  emperador  de  oriex- 
TK.  —  (:n9)  Graciano  le  confió 
las  reliquias  del  ejército  de  Va- 
lente.  Teodosio  no  lardó  en  jus- 
tificar su  elecciou.  Reúne  las 
tropas  vencidas,  las  alienta,  des- 
pierta su  valor,  restablece  la 
disciplina,  las  ejercita,  distri- 
buye con  discernimiento  y  jus- 
ticia los  premios  y  castigos,  ha- 
ce olvidar  las  derrotas,  predice 
victorias,  engaña  al  enemigo  cou 
falsas  noticias,  marcha  con  ce- 
leridad, sorprende  cerca  del  Da- 


laiPEBio.  165 

mibto  a4  ejército* godo,    le  ataca 
y  deslwrata,  le-  auyenta  y  per- 
sigue, y  hace  eti  él  lal  carnice- 
ría^ que  pocos  volvieron  á  pa» 
sar  el  rio. 

Después  dé  esta»  victoria  dis- 
tribuye sus  tropas  en  todos  los 
puntos  fortificados  di?  la  fronte- 
ra, y  lleva  él  mismo'  &\  empera- 
dor la  noticia  de  su  triuiífo.  Ha- 
bía sido  tan  completo,  rápido  ó 
imprevisto ,  que  la  envidia  Ib 
tuvo  por  fábula:  el  misnao  Gra- 
ciano se  negó  á  creerlo  hasta  la 
vuelta  de  al;^unos  oficiales  que 
envió  al  ejército  pora  saber  la 
verdad;  porque  la  degradación 
había  llegado  á  tal  estremo,  que 
á  los  ojos  de-  los  romanos  un  hé- 
roe parecía  un  fenómeno,  y  la 
victoria  un  prodijk). 

Disipado  el  terror  en  Gons- 
tantífiopla,  auyentados  los  godos 
y  restablecido  el  onor  de  tas  ar- 
mas, aun  estaba  el  imperio  ame« 
nazado  por  todas  partes.  Nume- 
rosas tribus  de  bárbaros  se  pre- 
parabaaá  pasar  el  Danubio:  los 
alemanes  el  Rin:  tos  persas  el 
Tigris  y  el  Kufrates.  Parecía 
que  el  universo,  subyugado  por 
tantos  siglos,  quería  romper  las 
cadenas  de  Roma  y  echárselas  á 
su  dominadora:  enmedio  de  es- 
tos peligros,  Graciano,  de  veinte 
años  de  edad,  no  tenía  mas  co- 
lega para  sostener  el  peso   del 


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IM 


BttTOmilk 


imperio,  que  á  ^o  termtiid  Va* 
leoHiiiaDO,  apenas  -taüao  de'  la 
tcáoa.  9iB  atender  ni  á  tes  lison- 
jas de  tos  cortesanos,  ni  k  las 
ilusionaste  Tanidád»  oi  é  la  en^- 
iridia  une  saele  inspirar  «1  Jenie 
«I  fodec^^oé  bastante  pruden^ 
le  f  i^ande  para  anteponer  el 
intcvés  públieo  «íl  snyo:  ton  la 
esperansa  de  "eOrniar  «I  Irono, 
biso  setfiar  «n  él  á  so  lado  al 
vencedor  de  los  godos,  y  :nbaibrt 
•emperador  á  Teodosio; 

A  haber  consultado  al  impe- 
rio, lodo  41  4e  liuliiera  elejído 
Jefe.  Este  feHtgoérrero  reunía, 
á  los  treinta  y  4res  años  de  edad, 
laecthidad  ^e  \é  jd^encadá  la 
phideoela  de  4ioÍDtrré  maduro. 
Cnanto  4aas*4ígno  era  de  rei- 
nar,  tanto  meneé  lo  «pretendió. 
Ueredero^de  la  gloria  de  su  pa- 
d^e,  ereia  beípedár  también  «n 
desgracia:  ñacidó^n  ub^ij^ib  de 
tiranía ,  sn  ^nroTundo  conoci- 
mienm  de  4ás  4nU4gas  -tortesé- 
nas  le  hacia  creer  Qué  su  i^ictor 
ría  no  seria  «premiada  sino  coa 
el  supUoib  ó  el  destierro.  Ufán- 
dosele venir  ávpSlaeio,  y  espera- 
ba la  muerte  cuando  ^1  ompe- 
rador  le  «ofreció  la  cot*^íia.  No 
se  deslumhró  con"  sii^pleodor, 
sino«€onodendo  su  gravámen,-se 
negó  ^á  -acejptdria^  y  Jó  que  ^'ué 
mas;<>proso  paré  él,  basta  los 
cortesanos  creyeron  que  la  reo- 


saha  finceramente.  firaciano  in» 
^Ste  y  manda:  el  AMímo  acto  de 
«obediencia  40  Teodoaiofné  a»* 
«cendier  H  trono.  Los  rumanos 
aplaudieron  universa Imente  so 
ocsaluoion,  que  despertando 
nemorias  gloriosas^  les  recor- 
daba á  Trajano  y  á  Nerva. 

Tocaron  á  Teodosio  tas  pro- 
vincias de  Oriente  y    además 
Dacia,  Mesia,  Grecia  y  las  jalas 
del  Ejeo.  Bjcomero  y  Mayeria- 
n<v  aunque  hasta  entonces  ha- 
blan mandado  en  el  ejército  de 
Occidente,  flaratdos  por  sn  glo- 
ría, ie  quedaron  á  sen^  bajo 
sus  órdenei.  £l  nuevo  empera- 
dor, apenas  ocupó  ellrono,  dea- 
plegó,  eñ  ía   odministracion  el 
misHiotarácter  y  actividad  que 
^n  la  guerra  le  habia  dado  4anta 
reputación  y  asegurado  sns  vio. 
4orias.  flábieiido  afirmado  el  ce* 
4ro  de  0^lente,*reatituyó  la  Jua- 
ticls,a[rejó  é.  tos  delatores,  se- 
jKilró  de<la corte éJos  favorites 
sin4aleOlos,  y  4lamó  al  mérito 
perseguido  ó    desdefiado*  Para 
4*epatar  las  pérdidas  de  las  le- 
J1ones,^rmó  á  los  aldeanos  dé 
Traeia»  y^listó  á  ios  trabajado- 
•ras  de  4as  minas;    marchó  ^ 
nuevo  eokitra  iosgodos,  hunos  y 
aloooi^  les\^anó  muchas  vioto- 
4orias,7  obMgó  4  f  riOJerües  á 
retirarse. 

PaiMBaAS  juaAas  m  :JLL4ai- 


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MI  lüfanmifo. 


m.— En  esta  cMipaf »  e»peidfr 
adqahrír famaiH^JÓTeo^  b&rbaro^ 
itesiinado  á  inmorMINarse-  por 
tocooqaiéla  de*  B&ma.  Alartco 
bi20  aas  prioieras  eiApresaSr  te- 
jo lasdrdeoet  de  FlrUrjérne^eoo 
upa  tropa  de  caballería^  deaeoaa 
de  gloría  y  de-  pelígroir  un  dfa^^ 
aorprendió  y  eovolvió  á  Tbudc^ 
ato,  que  en  aquella  pelea  qo  de* 
bió  su  aalvacioQ  atoo  á  los  pn>> 
dijioa  de  valor  que  hizcK   Eo  o^ 
Iras*  acciooea   babía  combatido^ 
por  el  imperio»  eo  esta  peleó  par 
libertar  su  vida»  Al  oiismo  tieiD* 
-pose distinguía  por  au valor ar*^^ 
diente  y  su  ran^  pradenaia  Sti* 
licoo»   otro  bárbaro  que  luvo^^ 
grande  io flujo  eo  el  deaiioo-de 
Boina..Modacro,  guerrero  godo 
que  servia  en  el  ejército  roma- 
no* contribuyó  eo  gran  manera 
¿  las  victorias  de  Teodoaio.  Era 
cristiano  y  amigó  del   célebre 
Gregorio   de   Necia  nao.   Prae- 
trando  al  frente  de  un  cuerpo 
numeroso  en  el  campattienta  de 
loa  bárbaros,  sorprendió  iwa  de 
aus  divístonea,  y  ta  deslrnyó  ca- 
ai  enteramente. 

Graciano»  después  de  haberse 
detenido  algún  tiempo  en  Sir* 
mió  para  favorecer  á  su  colega» 
marcbóá  Pannonla,  y  derrotó 
en  muchos  encuentros  á  loa  eua- 
doa  y  á  susaliado8«  Volvió  des- 
pués á  MediolanOj  y  siguiendo 


1«7 

loa^  consejos  de  aao^  Ambrosio» 
deattruyó  las  iotrigaa  de  Jbati* 
oa\  madre  dé^  VáleotiiiiaDO»!!» 
protectora  del  arriaoiamo^.  f  a« 
aegoró  en  llalla  et  triunfo  eooi- 
pléio  de  loa  ortodbesoa  contra 
Jo^  herejes^. 

Dba  nuev^iinraaioo'  d^  loa  a* 
leoMoes  le  obligó  á  volver  á  laa 
Giilias/  y  pasó^el  invierno  en 
T^éviros•  En  este  siglos  tos  paí- 
ses setentrionalea  de  Eitropa» 
aunque-lncttltóa*  y  cubierloa^  de 
bosques.  Inundaban  sin  cesar  el 
Occidente  de  una  multitud  de 
pueblos  armados»  guiaran  ven*, 
eidoá^algunas  vecea»  mas  aalíca 
subyugados».  Después  de  laa  mas 
saogrientaa  derfotaf  volvían  & 
presentars#  con  maa  ardor  j  en 
mayoiC  número.  PUrocia  que  su 
sangre  vertida  fecundaba  aque- 
lla tierf  a  sel  va  tka»  ei^ndriido- 
ra;  continua  de  nt^vos  ejércitoa. 

Loa  godos»  yencidoa  tantas  ve- 
ces» volvieron  á  tomar  laa  ar- 
ma», y  entraron  eo  Paononia  á 
las  órdenes  del  infatigable  Fri» 
tl;ernes.  Graciano  y  Teodosio 
unieron  sus  fueraas  contra  b^ 
líos»  y  habiéndolos  vencido,  con- 
ferenciaron en  Sirmío  sobre  laa 
medidas  necesarias  para  asegu- 
rar U  tranquilidad  de  ambos 
inH>erios.  Teodosio  debió  á  sus 
grandes  cualidades  un  triunfo 
1^  lisonjero  que  los  adquirl- 


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VKS  RTSTOñk 

úos  por  iMflrflias,  tnal  Toé  ean- 
iqaUtar'el  aprecio  y  la  venera*- 
«ioD'éé  loa  bárbaros,  fospirán- 
tlóles  «na  eeoiaota  qne  la  mala 
té  de  loa  romanos  habla  hecho 
ba^la-entoneeaímpo^ble.  Hasta 
el  inflocsíble  ÁUntrico,  abju- 
rando an  «ntfgno  odio,  lino  k 
Consiairtinopla  á  pedir  on  asilo 
contra  los  rigores  de  fritijemes. 
Teodosio  le  recibió  con  Qnor,  le 
dio  cnarto  ^en  su  palacio,  y  se 
gozó  en  la  «dmiracion  de  aqael 
bárbaro,  nacido  en  los  bosques 
y  «criado  en  tos  campamentos,  á 
la  Tista  de  loa  objetos  qi$t  maiii- 
Teslabaa  la  graiideza  romana,  y 
de  4aá  obras  maestras  de  la  d^- 
lizaoion,  y  de  las  artes  renoidas 
cú  Ja  oa^ialde  OrioMe. 

GAKoa.-— I'eodpsio,  paoificadQ  el 
miNido,  ?eneida  una  parle  de 
los  bárbaros,  establecidas*  en 
Traoía  numerosas  -cotenias  de 
godos  por  una  política  cuyo  pe* 
ligro -se  conoció  mas  tarde,  é  in- 
corporados en  sus  léJiones-cua«^ 
renta  m41  de  ^stos  %gu0rreros,  se 
declaró  abíerlamente  contra  los 
herejes  y  4os  paganos*  Mereció 
por -su  zelo  ecsajerado  los  elp- 
jios  de  4os  sacerdotes  y  las  re- 
convenciones de  los  filósofos. 
La  historia,  MSpelaodo  la  pie- 
dad, nó  puede  menos  de  censu- 
rar la  intolerancia,  manifiesta* 


mente  InútfL  La  persecucioft 
mas  injusta  es  aquella  que  qaie« 
re  colocarse  entre  el  «ielo  y  It 
tierra,  aogar  «I  pensamieolo  y 
itiranizar  las  conciencias. 

DEMOMqoír  DEL  TEMPLO  DK  UL 

TictoaiA  BIT  noMA. -^Graciano^ 
movido  del  ejemplo  de  Teodo* 
sio»  alacó  el  antiguo  culto  en  so* 
mismo  santuario,  y  xenunoiando 
á ,  loa  mi  raimientos  que  sus  pro* 
decesorea  habían  tenido  á  cos- 
tumbres tan  antiguas,  y  á  pre- 
ocupaciones compañeras  de  taa« 
tos  triunfos,  mandó  destruk  en 
Boma  ol  alUr  de  la  ¥ictor¡i. 
Sinmaco,  en  nombre  de  una  par- 
te del  senado,  defendió  aquella 
divinidad  4an  querida  de  los  ro* 
manos;  y  después  de  citar  los  o» 
jemplos  de  Constantino  y  iovia* 
no  %n9  perdonaron  aqoel  moau- 
mentcw  suponiendo  en  una  pro- 
sopopeya airevjda  que  Roma  di* 
rijo  al  emperador,  pone  en  su 
boca  estas  qaerellas:  iPriocipe 
^jenerosoy  padre  de  la  patrie: 
»respeta  mi  vejez  7  mis  priaci* 
npfosá  losque  debela  grandeza  y 
«la  JiberCad.  Estos  dioses,  cuyas 
varas  derribas,  armaron  mi  bra-  , 
»Ko  y  mi  valor,  arrojaron  á  ioa 
ygalos  del  Capitolio,  vencieron 
»á  Anntbai,  atorraroa  áCartago, 
»y  subyugaron  la  Galia,  la  Gre- 
vciSy  er  Asia,  el  mundo  todo.  ¿No 
»be  vivido  tanto  sino  para  verme 


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«4t8fmeMt?Si  'quieres  t|iie  a«* 
«dore  oira  divinidad,  déjame 
«eoDooer^este  DuevQ  cutio itai- 
vdo  de  la  Paleslioa;  pteosa^que 
«despuea  de  tastos  sifles  faerer; 
«ínudar^ii  reNjion  y  «ietor«te 
«CQslumbres,  s«  preleslo  de  írt 
«lustrarme,  es  «tratarme  «en  bm 
«aadanidad  eíBMspeto4ai?eM* 
«racioD.» 

Graeiaao^Qdtfba  por  el  gm» 
«pesoquatos  aofiiguos  Moserdos 
4abaD  á  didiaspalabras.  «ürÍMi- 
iipe> le  dijo  Ámbrosioc ni^escon^. 
^deraeioaes  de  om  vana  ip«lt-( 
«tica,  ni  las  ^prejas  do  «oa  su* 
aiperslicioii«osliüad«  podrán  jos- 
»tificar1o  desobediendía  al  Se-^ 
«ior  del  cielo  y  de  la  tierra:;  y 
«además»  ¿conque  ti  tole  ecsi-^ 
«jen  losádólatoas  qae  se  <respe- 
«ten  sus  prif  ilejies,  cuaide  ^  e* 
«líos  en -el  tiempo  de  sa  poder- 
«no  respetaban  ia  ^da  de  los^ 
^rislilnos  f  Si  decides  á  «U-  tai- 
«Yor,  cómeles  un  acto  de  apee<^' 
«tasta«  Por  otra  pa  rte  el  mayor 
«nÚHdero  de  senadores  .profesa 
«el  erisUanismo,   y    será   ana 
«verdadera  persecucioBt>bligar«^ 
«tos  4  deliberar «on  presencia' de 
«una  diosa  mentida  entre  el  b«-, 
-sÉM  de  los:  sacrificios*  Ko  tori 
9fDes4ina  determinación  de  oMii 
«especie  sin  r (umultar  antes*  la 
«prudencia  de  Teodosi<»;'y  pues 
«es  fueren  decir.  Ul  verdad  toda 

V4IM0  xtv. 


ventera,  sabe  que  li  eeeonsigue 
»de  tf  ese  decreto  impío»  los 
noMspos,  Ó  saMrám  ét  sus  igle- 
lisias^  ú  te  impedirán  que  entres 
»reaellasw»  Graciano  cedió  é  las 
amenazas  del  obispe;  Roma-  vid 
derribar  el  altar  de '  la  ITictoria* 

PnnHCGfOH  BH  PAVOB  «B  ITAGSI- 

Mo^»— *(38i)  Graciapo,  despre* 
ciando. el  uso raURgoo  seguido 
por  tedosens  predecesores,  reo* 
sóel  ve0tido<dé  sumo  pontíflce 
que  le  presenteron»  y  separó  por 
la.'vet  primera  ei  imperio  del 
saeerdocto»  cuya  unión  habla  pa- 
recido tan  impoitante  para  la 
tranquilidad  púbHca.  *£!  sacerdo- 
to á  quinóse  devolvió 4a  ropa  sa- 
grada, eselamó:  «81  Graeiano  ne 
«quiere  ser^nmo  pontltce,  Mác- 
j»stm«  Id  será.tt.Eí  suceso  aperi*- 
fioó  esta  predicción!  la  violeoct;a 
ique  Gractano  heeía-á  las  costum- 
iH-es  y  ppeoeu paciones 4e  fioma 
pagana,  y  á  las  opiniones  de  los 
arríanos,  4e  biio  odioso  á  un 
grtn  oámero  de-  sus  vasallos,  y 
preparó  su  ruina. 

Sste  emperador^  que  el  prin* 
cipio  de  su  reinado  fué  activo, 
laborioso  y  atento  áeumpUr  las 
übligaciones.  del  trono,  se  babia 
entregada  después  con  una  afi- 
ción; desmedida  al  placer  de  la 
«aBBs  pasaba  la  vida  en  los  bos- 
ques,, y  decebe  el  cuidado  'de  tos 
«egocies  á  les  vaUdoSy.  que  ebu- 
22 


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170 

saiidi>4€í8i»éo«ibr»|Mr»  servir 
B  n»  prka  Adé-  foieitMei  r  al  espf- 
v{|ii-  de  #e«tá<  y  de-  fMirtidOv  i^*- 
wanon  de  !&  memoria  d%*lo&  ro« 
ifuinos  laa  aWñaa  T  virtudeá  Aií 
l^lncif»»  por  las  coates  había* 
ganado*  nales  sa  aféete  y  vene^ 
ración  ^  Además,  sieodo^  oaiiipaU 
mente  belicoso^,  maniresuindo» 
sobirailaiiieDle  sa  apreckKá  la  ia- 
trepitfez*.  de  kMi-  bárbaros,  y  scl 
desdM  á^la  malicieryenerYeemí 
de  los^rooMiaos^aoebó  de-  inritar 
los-ánioMU^vistieado  el  trajxy  de 
»  los  alados^  y  concediéndoles  en 
su  cpirle  allaflkdtgfiid2Mlas  y  pn* 
ferencías  impoiifica»^ 

Sq  aBTlibfa. — se  DtüWAOON. 

— Glemeftle  Mácsmo  meodaba 
entonces;  lafrieJioaeseQ  firílen^ 
nía  •  |kUe  honbre,  de  oscura  oa^ 
cimiento,  ocoLtaba  sn  propeo* 
sion  al  paganismo  bajo  el*  veto* 
de  la>  bípocrevfa^  mas  no  engaSó 
ni  á  Saní Harto  nirá  San  Ambro 
sio*.  Su  espíritu  era  grande^  so: 
«m  bietoa  desenfrenada  ;SQS«iié€- 
simas  Oec!^i4»les  siemfire  at  iní^ 
réB^  su'  eeráeter  OMideble-  eol^ 
fiorme  á  tas  circnnslancias;  era 
cruel  Ó-siMMre^  según  conxreoía  k 
/SU8.desigttí€|S.  Blevad»nNi»  iiieui 
por  artificio»  (|iie  por  au.  iralor^ 
miró  eou'  envidia  el-  ««lieniw 
mieotude  Teodosio^su  campa.* 
trtotav  y  cubrió  su  odia  ba|a  la» 
j^ienciat^  dat  la.  lealtad -^  y  aan 


eslendió  1^  nM  dé  <ft»m»p^ 
Píente  suyoi  InstruidOidel*  des- 
contento^que-escitaban^nel  e* 
}4rcito4a^con4ucla  dé  Gracieoo 
y  su  parcialidad  á  favor  de  los 
bérbarós,  irritó  hábilmente  el 
pesentimiMIo  de  las^  lejióoes^ 
prometió  remediar  sus  agrairios, 
se  btzo. proclamar  enguato,  pasó 
rápidamente  con  su* ejército  al 
contijoante,  y  ganó^^el  aféetode 
los  galos,  persuadiéndoles  que  o* 
bralMv  de  acuerdo  con  Teodoslo»^ 
Luego  que  *Graeiaiio  supo  esta 
noticia,,  reunió  prontamente'  su 
ej^rcitO)  mardiócontra  Mácsímo- 
y  le^ encontró  cerca  de*  Lutecia. 
El  cónsul  MaioHaiKloy  el  conde 
\^l»on  mandaban  bajo* sus  ódrde^ 
nes^  Elemperaáor  habla  logrado 
sus  prímeraa-  Tíctorias  por  la  ra« 
pidez  de  sus.  operaciones,  pero 
e»  este  lance  cometió  el  yerro- 
de  quedarse  acá  mpadociaco  días 
enfrente  de4  enemigo  sin^  darle> 
batalla.  Su  tesoro estab» agotado* 
por  sus  liberalidadesr  MBácsíma 
bab{a>  aumentado  el  suyo  por  su 
avaricia.  Prodigando-  entonces 
las  riquecas  acumu  lautas,  co- 
rrompió las  tropas  def  empera* 
dor^  la  cabaJIería  aflrkcaoadió  el 
ejemplo  déla  traición rlos^ demás 
coMpoa  losiguierou»  y  pasaron  & 
las  banderas  del  rebeldcv 

flfoesxB  ns  aajLaAifo.--(383). 
Graciana  kuyd  coa  solo  tceacifla*'^ 


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DEL   BAJO 

tosllnetes  que  le  abanUonaron  á 
los  pocos  días  .Desde  que  se  le  vio 
en  el'inforluDio,  le  cerraron  las 
puertas  ludas  las  ciudades.  El 
temor  mira  á  la  desgracia  como 
un  coiUajio.  Privado  de  soco- 
rro y  asilo,  pereció  víctima  de  la 
crueldad  de  su  enemigo  y  de  la 
cobarde  iogratitudde  mn  pueblo, 
á  quien  habia  colmado  durante 
algunos  años  de  gloria  y  benefl- 

cius. 

Cuéntase  su^nuerte  deaiferen- 
tes  maneras:  la  q^jc  parece  mas 
verosímil,  es  la  narración  de 
San  Ambrosio,  digna  de  fé  por 
la  austeridad  de  su  carácter  y -su 
amistad  con  el  emperador.  Dice 
que  este  príacipe,  errmite  en  las 
cercanías  de  Lugduno  (Lyon), 
fué  reconocido  por  un  hombre  á 
quien  babia  hecho  feliz  en  otro 
tiempo,  y  que  le  ofreció  su  casa 
y-uü  baaqueieen  el  seno  de  su 


IMPERIO.  1" 

familia.  Graciano,  dudoso  por 
algunos  momentos,  se  creyó  se- 
guro habiendo  jurado  el  pérfido 
sobre  los  evanjelios  guardarle  fi- 
delidad: siguiíMe ala  ciudad,  se 
hospedó  en  ^u  casa  donde  fué  re- 
cibid© onoríficamente;  mas  lue- 
go se  le  obligó  á  vestirse  los  or- 
ñámenlos  imperiales,  y  adorna- 
do con  ellos  como  una  víctima, 
ca^ó  atravesado  de  muchas  he- 
ridas, invocando  en  sus  últimos 
inslantes^l  nooabre  y  el  socorro 
de  Ambrosio. 

Sao  Jerónimo  dice,  que  en  6U 
tiempo  se  veian  aun  con  orror  en 
las  paredes  de  aquoJIa  casa  funes- 
ta los  vestijiüs  de  la  sangre  del 
infelizpríncipe.  Muríóá  los  vein- 
ticinco años  de  edad  y  ocho  de 
reinado.  Después  de  la  muerte 
de  Constancia  volvió  á  casar  C0B 
Leta,  á  la  cual  protejió  y  con- 
soló  Teodosioen  sü  infortunitt. 


»" 


4-  y 


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tía 


CAPITULO  Vltl. 


PriiciHMibUi  condenadot  á  iniierte  por  Instigación  de  ¿m  obltpoi.— Q^ 
bieroo  tftbio  de  Teodotio.«-D¡spQtas  ré1ijiósat.~-Bigor  de  Teodotio.-^ 
Predilecdon  de  le  empcratriB'  J«ftiM  por  el  arrümisino.  — -  Marche  de  MAc* 
samo  co«lra  VakMliaieso. — Victoria  de  Téodeaío  aobre  BlécaiinD.  —Muerto 
de  Mácsiino.  —  Entrada  iriooCalde  Teodoaio  en  Roma. — Díacotioa  entro 
el  lenado  y  Teodosio. — Revolución  en  Antioquia  contra  Teodosio.— Teme^ 
ridtd  del  ere«toita  Máceddnio.— Clemencia  de  Teodosio. —-Revol ación  ei» 
TetaMnico^^Moortedelaempe^alrta  JaBtina.-^UaQrpecion  de  AHbogastc^ 
jr  VMiarledf  V»lMtlinia|io.--rKi4Boio  es  uomUrado  augntto. —*  Batalla  do 
Aquilina  y  muerte  de  ^bogaalo.-^  Honorio  y  Arcadia  empeeadorca* —» 
Muíef  tf  de  Teodósió. 


Jl  roelMittfo  Mftcftfmo'por  el  #» 
Jérdto  de  GratienQ/y  duefio  sio 
oposteloftde  U  Galla,  Brttamiia 
j  España,  temía*  á  Teodosio,  y 
despreciaba  la  juveDtud  de  Ya- 
leDliniaDo  11.  Eovió  uoá  emba* 
Jada  al  emperador  de  Oriente; 
y  para  justificar  su  elevación 
que  le  suplicaba  aprobase^  le 
hizo  presente  la  indígnacioode 
las  lejiones  sooMtidas  por  Gra* 
eiano  á  oficiales  bárbaros,  la  de- 
posición del  emperador  por  el  las, 
y  la  necesidad  en  que  se  habia 
Tísto  de  tomar  la  púrpura  á  su 
pesar.  Teodosio^  diskaulando  su 


Ira  y  sus  proyectos,  dio  oo»  res-*^ 

puesta  raga,  y  despidió  á  los 
embajadores^  colmados  4e  pre* 
sentes. 

PaiSaUAlf  18TA8  OOKDBirADOS    A 
MUBRTBPOR   INSTlGlXIIOir   DB    DOS 

OBISPOS.  —  Por  entonces  la  sec- 
ta de  los  Prisdlianistas,  seme* 
jante  á  otras,  muchas  &  quie- 
nes se  dio  el  nombre  de  ncMini* 
queismo,  hacia  ruido  en  Espa- 
ña en  donde  babia  nacido.  Pris- 
ciliano,  obispo  de  Avila,  que  fué 
su  autor,  debia  ser  condenado 
en  un  concilio  de  Burdeos,  y 
presentado  en  la  asamblea  rea- 


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ML    BAJO 

f<5"  resporiíífer,  apeló'  al  empera- 
dor, y  fué  conducido  á  Mácsi- 
mo  con  sus  discípulos.  Nació  é 
Itacio,  do^'obispos  furiosos,  se- 
BKJantes  á  otras  nMicbas  hie- 
nas mitradas  que  bon  ocupado 
la^  sedes  episeopales,  le  persi- 
guen con  eK  encsraizsmiesto 
feroz  que  produce  el  fanatismo. 
En  vano  se*oponen  San  Ambro- 
sio y  San  IVfhrtifi  de  Tóurs  á  la- 
mafia  violencí&;.y  priM^ban  que 
las  penas  afHclíva*  serian  infus- 
tusen  caso  seinejante;  sus  sú- 
plicas no  fueron  oidas,  y  Ptts- 
ciliano,  dos  sacerdotes,  dos  diá- 
eoDos,  el  poeta  Latroniano,  y 
Eucrocié}  viuda  dd  orador  Del- 
fidio,  fueron  condenados  á  muer- 
te en  Treviros. 

Tal  fué  el  froto  del  zelo  d^ 
aquellos  prelados  asesinos,  de  a- 
^ue\  zelo  impía  <|ue  el  Salvador 
del  mundo  habto  tan  terminan- 
temente reprobado,  y  que  ultra- 
ja igualmente  á  la  razon^  que  al 
Evanjelro.  La  fglesia  manifestó 
por  ella  un  ¡mió  orror^y  los  dos 
obispos  fueron  únicamente  es- 
comulgados. La  esperiencia  ée- 
moslró  h)  inútil  y  absurdo*  de 
tal  procedimiento-,  porque  los 
parlrdarios  de  Priscitiano  lo  on- 
raron  como  a  un  mártir,  y  su  he- 
rejía se  pef peluó  basta  mediar 
dos  del  sigla  VI.  Casi  siempre 
)a  persecucioa  ba  producido  el 


iM^Eiinr.  173 

mismtr  efecto,  y  sobrados  ejera*- 
plos  tendremos  para  probar  esto' 
verdad . 

Téodosio,  con  motivo  de  una 
grarev  enfermedad  que  le  sobre- 
vino, se  hizo  bautizar.  Reco- 
brada la  saludy  pubticd'  un  e» 
dicto  solemne,  en  que  mostró 
su  ardentísimo  zelo  por  su  cul- 
to. En  él  mandaba  á"  todos  sus^ 
vasallos  abrazar  la  religión  im- 
señada  por  sao^  Pedro,  y  profe-  • 
síhI»  por  elpop*  Dámasa  y  por 
el  ptítriarcade  AJejandr^a.  Inti- 
mó<  á  Demonio,  obispo  arriano, 
que  rerofiocíese  ei  sii^bulo  do 
Nicea,  ó  que  cediese  Santa  So- 
fia  y  las  otras  iglesias  á  sacer- 
dotes de  ki  fé  ortodocsa.  Que- 
rrá que  se  reconociese  un  solo 
Dios  en  tres  personas:  diti  el 
título  de  céiKá/tcos  á  lo»  que  se 
coflformabau  con  esta  fé,  y  el 
áe  insensaio»^  y  keréíicos  á  \m 
demásr  privó  las  asambleas  de 
estos  de  los  prlviiejios  concedi- 
dos á  las  iglesias,  los  tachó  de 
sacrilegos,  los  amenazó,  m  per- 
sistrao  eo  sus  errores,  con  la 
vengaza  divina  y  con  la  suya.  , 

Gobierno  sabiq'  i^fe  teodosio,  ' 
— Por  otro  edicto  suspendió  los 
procesos  criminales  duran-te  la 
cuaresma,  y  paraonrarla  fies- 
Oa  de  Pascua  indultó  á  lodos  los 
delicuentes,  escupió  á  los  adúl- 
teros^ homicidas,  imjicos^  mq-. 


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rjÁ 


mvncftML 


ruederos  fabóe  y  consf ii^tOorjM. 
^ia  amoisita,  «Qalada  coino  o*- 
Hras  machas  por  un  nómero  ian 
vgraDde'ide  «eaoÉpciooea,  'espitó 
sin  emhirfpo  la  gratitud  ^bti- 
.  ca;  portpie'daapaesdé  oM  «raQ 
'tiranía^'totta-SQavidaU  B8  «a  be- 
neficio. 

Teodoék),  naturalmente  ¡wh 
'Xq,  cuando  no  le  cegaba  la  c6« 
lera  ni  le  esitraviaba  el  'fa natía* 
tno,  inerecíd  en  mucbos  actos 
^é  sü  reiniado  ér^afectO'Va  loa 
pueblos  y^os  'eléiios  déla  ^pós- 
leridati.  ^ 

Kneñtfgd  de  láls'pmstricianaa^ 
faabliiba  ""CoA  tátfta  indignaeíoo 
como  menosprecióle  Marfor^fo 
-Sjía  y  de  lés'tllunvtroi:  publicó 
vna  ley  se^ra^cotitna  los  de-» 
labores:  nia'ddó  á  ios  cai^ce4e- 
rosi^ne  f iiesétr  siikves  ^y^  boma*' 
tíos;  7  -^  tos  Jnef^s/sópeiia^e 
inuitas'CHanUdsas/  qtie  TisHa-^ 
sen  coa'  frecueaéia4as  •  <tárceies^ 
qoeoyeisén^as  ^pí^aa  de  los  pre* 
s(is/y '  que  ileiQtóeli^iKta  esada 
de  latf  Caucas- de  sütM^9Íon.  A- 
lento  a  todo  •  lú  que  fodia  íao»- 
resaralórdéñ/á  Id'tranguiltdail 
y  á  la  segúHdád  (pública,  «an* 
tu  voy  reparó  los  municipios^ 
los  antiguos  edificios/  construyó 
^tmsiaue  vos:  dui^ante^quincea- 
fios4ifzo  responsebteS  á  ios  a- 
sentislas^^'fa  sofidez  de  las  o* 
iMras,  ^  ^dbló    enterrar  Jos 


aauei'tos  en  ^fn^ciateJe  <bs  ciii* 
«ladea.  Hart^^uslrado  para  ao 
coiiocer  qpeml  Hijo  y.  la  esvraf* 
cion  de  eostoaíibreé  erá«  laiprin* 
cipa  I  causa  de  la  hlecadeoáta  M 
imperio,  publicé  leyes  auntaai- 
4*ias  Kiu*  todo  su  poder  no  alean» 
fMÓ  i  ejecutar^, 4&  impuso  diraiftiU 
«inenCe  la  pena  de  íifámta  á  las 
"viildas  que  se  XMisasen  antes  <te 
«cumplido  el  año  de  luto.  El  em- 
if»eradar  podía  por.  su  ejemplo, 
ÍK>r  sus  azanas  y  por^a  venera* 
«Pionque  se  le  tenia,  retardar  la 
^^caida  4éí  imperio  romano;  pero 
oo  impedirla ila-Ubertad  perdi* 
"óñj,  el»Mbito.  de  ubedecer  ^  la 
loeraa  anuattai  ta  estíncion  (te 
los  sentiotíentos  grauíles  y  Jeoe- 
rosos^  el  nombre  de  ciudadano 
^odigado,  eavilecGlo^  el  nom* 
bre  de  polriu  olvidado,  la  «mea-  . 
*«la'¥ergonzosa  de  godos,  francos 
y^romaoos^n  los  empleos  >  ci vi* 
4ea  yanilitares,  el  odio  -alárabe- 
Jo,  el  amor  de  riquezas  y  placo- 
res,  'eran  los,  males  •incurables 
•4|ue  minaban«l  coloso  de  JEtoma; 
y  uniigrande^hombre  podía  pa* 
liarlos,  «mpero  uo  sanaMos* 

Teodosio,  ^uefiíé  él  últiflM 
<Ué  los 'emperadores  que  man  tu- 
faron con  firmoM  las  ¡riendaa 
4el4estado,  bizo^  no  lo  nue^wa 
detfeaear,  sino  lo  ^ue  em  posi* 
ble.'Heétituyó  el  oaer  4  4as  ar- 
mas romanas ,  restableció  por 


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ML  BAio^ian^io; 


ÍTi 

^ás  claMS/  eom<i  aAtierte  aa  via- 
jero de  aqiidl  llefirpo,  no  te  lia"> 
.Ha han  maa  qo^nlispiita»»  <|tia  ios 
^aaeerdote84igrralMio  y  aasetlabaa 
9on  ^s  amafii».*  «¿Pedia  á  vtu 
iKiiercadef,  déciá»  que  oa  eala:^ 
»tiíe  una  mmeda?  al  paoto^M 
i4)íahlaráieMmbécil  de  lé  4ité** 
»fYncia  eirtre«l  Padre  *.rel  Rija». 
«¿jPteganlais  á  un  paMééro^á 
»eQ4nto^tíi  el  pan?  09  prohará 
»4|ueel  Hijo,  ea  inferior' a  IPa-r 
wtr^  ¿llecía.  al  bañero*  si  está 
•profiUel.agaa?  os.  reaponderá 
•que  •>*  Hija  Cae  sacado  de  Hk^ 
^»«ada%»:*  . 

To<ina  estas  ^inerellas  de  opt<» 
niones?.  solo  Ii9bíeraa^sidk>  ridi- 
entaseosu  eaeaciay^el^  eapiri**» 
la  de  pariidoao  |aa  bnbteseriro* 
cadoá  menudo  «en  eofttiMiles  %am^ 
grtealoé*  La  ^utofída#  del  prín* 
cipe  que  8^  omejblMi  en^eUaa, 
aomealab&-  la<  afoiíaikúdad ;  y 
cuando^ Teodosiiit  peca-  oprioiir 
el  arriaaisjaiO):  teslebleció  á  San 
Greffiria,Naei(Niceno<eo  la  imilla 
pairtiMrcal,  Si  hemos  de  creer  á 


ufl^  moiMntV)*  M  áHflpKb^,  es* 
paflió  et^vimoí  reprimió  loa  crí- 
mwies  een  la  Jüslicla  dte  siiad* 
mibislraeioBj  jr  dW  aijtnw^  »- 
Jim  de  fepAMO  á  los  paebios^  o^ 
prrmido»-  tanto  ^  lierapo«por  mo« 
MTcasdébil^  ó  infamea  parra- 
dos. I>emperatri2  Flaccib^hi- 
jn  de4  cónsul  Antonio,  ayudaba 
i  'nodosió«ntsus  noWes  tareas: 
niirábaseia  como  un^  modefo  4e 
rel^ion,  modestia^,  ternura  y 
taMidad:  y  nunca  se^citaao*  de 
eiAi^  sino  acciones  de^  boneficen- 
tioi^y  jeneroiidad;  A4enta4  cal- 
mar á  su  esfiíeao,  naturatmenle 
iracundo»  le* sepatia  coa  fre^ 
cueneia  estas  pelabrat:  «Aleuér* 
adate*  de  lo  que  eresj  y  no^olvl-^ 
»d€^  nunca  io«  que  Miste. j>^ 

DisruTAS  aELiiios4S.'-^Et  em^ 
perador  sosegó  con  ma»  flciii^ 
dad'  los  bárbaros  que  las  dtapu» 
ta^reltjiosas.  En  aquella^época; 
ja  DO  cuidaba  el  pueblo  desloa 
loiereses  mafóriales  y  poKlfeos, 
aiifria  toda  tiranía^  y  no  seco» 
l^ba  su  furor  y  suaarma»sino 
fara  la  elección  de  un  obilpo  ó  este  obiapoy  Goustaotinopla,  el 


para  la  intórpretaeiotí  de^  una 
fSrmula  pueril  ékiinielijibie. 

Los.  orlen tálea^  se  entregaban 
fr  estas  dlspulas^  aelijíosaa  eoo  un 
dAseofaena  t>áat>ar5.  Ea»  Cooa« 
lantiaopiahtfbian:  llegada  k  aer 
Ite  úiiicos  objétoa  de  intecés^  pd- 
bllea  y  privado^  y  entiretodaa 


día  de^sus  instalación  presentaba 
el  aspecto  de  una  plaxa  entrada 
por  los  bárbaros  á  sangre  y  fue- 
gp<'¡taa  ostinada  fué  la  resisten-» 
da-  que  opusieron  á  sa  nuelta 
loa  arrianoa^  y  k  d^Cemterlo^  los 
calóliooal 
fit^  YktQoeo  oMspo^  fatigado 


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n* 


wmcmtk' 


dee^tsíHtnAomit^wrgaao  de 
fHiores  y  de  allos,  revereftd ado 
^r  kM  vivinososi^  persegoido  por 
It  entidia,  tii¿  algua  tiempo 
después  ^  peleoio,  y  diié|ié  á 
Teodoski  eoipeiie  ^e  en  briHeo- 
te  corte  este  dlscvrse  noble  y 
modesio,  digno  de  ub  epófitol 
del  G^eojelie  ?  '«  Prioet pe :  tu 
agostes  fe  dac,  y  yo'veago  é-pe- 
«dirle  una  gracia:  no  pído4iáe- 
«ra  parainí»  vi  orBanoreiKoa  pa- 
era  mt  igleata,  irigotAeraos  para 
iimi9'afiiigo9:Ȏsto6  trieees  no  lie- 
unen  áinis  ojos  vtíor  algane,  y 
ulos  dejo  á  quien  los  aprecié. 
uMi  aflÉbioionee^eleva  mas  alto: 
]»coiitédenieefÍféraitso  de  eus- 
y traermeat odio  qne ^me persi- 
«goe;  'Re^lo'la  filia  •epíseepah 
»t)ero  deseo  verla  desde  lejos: 
nestoy  cániado  de  desagradará 
vloslioflibres'porajiradará  Dios: 
«éi  ^ttiertfqiie  restableMas  la 
4iconeordia  eirtre  loé  obispos^  y 
»tiue^ig<iiA'tit  ^oz;  al  noqHieren 
»ofr  la  de '4a  Justiciad  Aeseo, 
«pnestíaa'vencider  é  los  bárba- 
vros^qee  domes  á  4as  queitur-l 
«Iban  y  en^tigrleivlaD  la  Iglesia;^ 
arpero  ya^^  mis  caaes:  he  coo-^ 
asumido  en  servicie  del  Señorf 
ütodas  las  tornar  qae*aiie  ha 
«biadado:  merindo  al  peso  ^ceoj 
aqneámt  peaar  me -oprimíate, ! 
»y  el  único  favor  que  'te  pido^ 
Ms  4ue  mepennttaa  «encluir 


»mis  dial  en  líhertal  ^^.a 
RjGoa  DB  VBODosio.— Teodosio 
le  permitió  ^retirarse;  per#  in* 
dignado  por  1a  ostinacioo  de  íaa 
sectas,  dié  oidos  á  au  reaenti* 
BQíiento,  y  «per  una  ley  despóKca 
que  ofreció  un  ejemplo  funesto 
á  sus  predecesores^  proibió  á 
lodo  hombro  hacer  nípguo  sa- 
"criflcio  ni  ofreqia  en  el  ¡oterior 
de  su  cesa,  encender  vetas,  que- 
mar inmnso  ni  ^colgar  guirnsA- 
daa  en  ooor  de  sus  dioses  domés- 
ticos: declaró  ^criminal  de  lesa 
majestad  al  que  ae  etro^ese  i 
sacriflcar,  ó  consultarlas  entra* 
fias  de  las  vítftimis:  ordenó  la 
confiscación  de  la  casa  en  qoe 
se  hubiese  ofrecido  incienso,  9 
la  fierra  cuyes  árboles  se  bubie- 
Kaen  adornado  de  baoderoias; 
mandó á4os,  oficiales  y  Htfensú» 
reámelas  ciudades  qne  delata- 
sen áloseulpables,  y  condenó  á 
tlosmajislrados  y  subalternos  á 
.la  multa  de  treinta  libras  de  oro 
si  no  cumplían  con  su  deber. 
A  pesar  de  leyes  tan  severas,  loa 
sacrificios  particulares  copti^ 
ouaron  p^  mucho  tiempo,  y 
aun  algunas  solemnidades  paga- 
naa.  Teodosio  establéele  inq^ 
i$i4&r0$  para  buscar  á4os  liore* 
Jes.  Arrojó  de  Roma  á  4oa  «a- 
oiqueos  como  infames;;  dispuso 


<1)    tíMg.  Nmz^  díirttdmá,  p.2U 


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que  sus  bienes 

buidos  al  pueblo  después  de  su 
muerte.  El  papa  Sirico,  imitan- 
do este  rigor,  proibió  recibir  á 
comutgnr  á  ninguno  de  los  que 
hubiesen  seguido  su  herejía-,  y 
en  caso  de  estar  verdaderumente 
-convertidos,  mandó  «ncerrarlos 
00  conventos  en  donde  harían 
una  ruda  penitencia,  y  no  con- 
cederles la  eucimstía  basta  la 
muerte. 

El  nombre  de  maniqueos  se 
liizo  común  á  inumerables  sec- 
tas de  fanálicos,  siempre  acu- 
bados de  secretas  abominacío- 
nes.  El  maniqueismo,  nacido 
en  Persia,  tenia  propiamen- 
te por  base  la  doctrina  de  los 
dos  principios,  eternos,  inde- 
pendieutcs,  el  l>ueno  y  el  mal 
principio.  —  San  Agustin  ensu 
juventud  fué  un  portidarío  ze- 
loso  del  maniqueisnio. 

Observa  ci  historiador  Millot 
que  las  leyes  de  Teodosio  oca- 
sionaron escesos  cuyos  incon- 
venientes se  toearon  muy  lue- 
go, porque  creyéndose  cada  uno 
con  derecho  para  matar  á  los 
maniqueos  como  proscritos,  se 
vio  obligado  el  emperador  á 
proibirlo  bajo  pena  de  muer- 
4e.  Nada  «s  mas  peligroso  que 
drmar  un  fanatismo  para  des- 
*truir  á  olro  fanatismo;  nada 
€8  mas    diñril    que    encentrar 


ÜEL  BAJO  lirpimio. 
fuesen    distri-  ,el  punto  en  que  las  leyes  pena-  . 
les,  de  esta  naturaleza,  no  son 
contrarias  ni  al  interés  de  la  re* 
lijion  ni  á^los  derechos  de  la  so- 
"Ciedad. 

Teodosío'igual mente  privó  á  los 
lierejes  yopóstatas  del  derecho  de 
testar,  é  liizo  esponer  en  la  pla- 
za pública  á  la  risa  y  ultrajes  del 
pueblo  los  bustos  de  Arrio,  Sa- 
belio  y  Macedohio  medio  ente-;, 
rrados.  ♦ 

Imposible  esdejar  de  irritarse  . 
al  v^r  que  un  Bossaetelojie  ac- 
^os  tan  villanos  y  miserables;  pe-' 
roasíestraviael  espíritu  de  cuer--. 
po  ó  de  secta,  aun  á  aquelkrs. 
que   debieran  estar   dominados- 
del  de  ioleraucia  y  caridad  !  E^ 
menester  desengañarse-,  el  sacer- 
docio de  loilos  los  tiempos  es  e-i 
goista  y  tiránico. 

Ostigado  Teodosio  por  los  -sa- 
cerdotes á  escederse  de  su  caráe*' 
ler  cuando  creia  vengar  las  o-- 
fensas  de  Dios^  era  muy    otro 
cuando  se  trataba  solamente  de 
las  suyas  propias. 

«Si  alguno,  escribía  á  Rufino, 
«prefecto  del  pretorio,  habla 
«mal  de  mí  ó  de  mi  gobierno,  no 
"queremos  que  se  le  castigue. 
»Si  lo  haoe  por  liviandad,  mere- 
»ce  desprecio;  si  por  error,  com-' 
»pasion;y  si  habla  con^l  objeto' 
Dde  insultarme,  debo  perdonar- 
»Io.  £n  los  demás  delkos,  y  en 


23 


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Ij^  HMTOIIA 

•cuaoto  ptrteowcn  á  ta  twarUi  muerte  de    Graciano,  era  esta 
Niiid  del  estado;  df  be»  wfiaanae   seeta  prolajid*^  por  lubina,  ma- 


«antes  de  decidir.  i>*ra  Que  yu 
njuxgue  de  la  gravedad  de  la  Or 
wfensa  por  la  moratiídad  da  U» 
«personas^  y  pwada  ecaamtoar 
»eoo  prudaocTasr  debo  tolerarla 
»ó  someterla  al  juicio  de  ios  tri* 
«banales.» 
A  peMí:  de  so  lelo  ecsajerado 


dra  y  totora  da  Yaieoliotaoo  H. 
Sonieiania  apoyo  reanimaba  sus 
esperao2a^  y  parecía  que  el  par- 
tido se  iba  á  levaaUr;  pero  en- 
contraron 00  enemigo  formida- 
ble, cuya  firmeza  nada  podo 
vencer.  San  Ambrosio,  nacido 
en  Roma  de  raía  patricia^  era 


por  favorecer  cuanto  toviese  ei  1  hijp  de  oji  varón  consolar;  pcJro 
carácter  de  relijioso,  qoiso  po-J  escedió  á  su  padre  en  talentos^ 
.  ....  .«*-i^«  :-.#«  í  fortuna  y  dignidades.  Era  go- 
bernador do  LiguHa,  coaodo  so 
temió  en  Médiolano  on  grande 
y  orrendo  desastre  por  el  foror 
del  pueblo  qoelas  sectas  subíe- 
vabao.  En  aquel  loomento  do 
peUgro  se  deseaba  on  pacifica- 
dor, y  Ambrosio  era  tan  respe- 
tado de  todos  loa  ciodadanos, 
que  aonqoe  lego  y  no  baoliíado 
todavía,  foé  elejtdo  onántme* 
mente  por  obispo^  jostiftcó  la 
elección  dal  pueblo,  sosegó  las 
turbulencias,  y  foé  consejero  y 
goia  de  los  emperadores. 

Su  Tratado  de  la  Trinidad  lo 
oseribió  para  la  lnatruccio%  da 
Graciano,  á  quien  llamaba  cri^ 
timüimo  (1).  Cuando  Justina  se 
declaró  en  favor  del  arriaoismo, 
y  quiso  dar  una  iglesia  á  los  par- 
tidarios da  esta  secta,  Ambrosio 


ner  un  freno  á  las  intrigas ^infa-' 
mes  de  loa   frailes    ó  monjes, 
ya  por  desgracia  demasiado  au-: 
roeros  y  peligrosos  .   praíbióJes 
salir  üe  su  monasterio,  y  muclio 
mas  venir  á  las  ciudades;  pero 
á  iosligaciones  de  ellos  mismos 
revocó  el  edkrto  dos  años  des- 
pués. La  desitiédida    ambtctoo 
que  se  introdujo  en  los  monas- 
terios, tan  contraria  á  su  pro- 
fesión, Contribuyó  mocho  en  lo 
sucesivo  á  ios  desórdenes  y  tur- 
bulencias del  Oriente,  y  adqui- 
rieron  tanto    crédito    los  tales 
monjes,  que  llegó  a  ser  casi  im- 
posible ascender  al  episcopado 
sin  baber    perteneieido  antea  á 
alguna  comunidad. 
PaEDiLEcaoEf  ns   la  EimsaA- 

TRIZ  JUSTINA  POR  EL  ARRUNiSMO. 

-^  Mientras  que  TeodosiQ  hacia 
triunfaren  sos eatadós  la  fó  ca- 
tólica sobre  las  ruinas  dal  arria 


oismo^  ea  Italia»  después  de  la  ^Jukt^*  4.,/^  lio.) 


(í)    QhrUíiámisinu.    {Ambr^  éé 


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DEL   BAM 

M*iieg5  I9itttiir8€ínkeiite  á^  obede- 
cer; y  niified  los  transporten  de 
M  aeky-etéájerado  se  atrevió  á 
epoiparér  la  éiiiperatriz  con  Je- 
tabwl.  Véase  como  ann  el  mas 
liumilde  sacerdote  se.  estravfa 
|MQr  idtoferancia.  «Pueden  dis* 
uponerdettíi  vida,  decía,  -pero 
THio  de  mi  fé:  todo  lo  Sufriré, 
••meóos  las  ofensas  de  la  Teii- 
»)tofi.Ko  escílaré  el  farór  «del 
vpuebjo;  pero  *^  preveo.  Lacor- 
Me  'nos  -prepara  frandes  ^ala- 
«mldaflet,  mas  «spero  no  so- 
^breíriv4rila  mina  tfe  tní  pa- 
••tria.» 

Xa  emperatriz  lo  desterró  y  él 
tío  t|«liso  obedecer-,  ooa  parte  del 
'paéblo  se  epoerró  con  él«n  la 
4glesia,  lo  defendió  y  alimentó,  y 
rechazó  á  on  numeroso  t^nerpo 
do  godos  que  quisieron  forzar 
aquel  "asilo.  Durante  esta  «spe- 
tfe  de  sitio  introdujo  Aitibrcsio 
para  entretenerse,  la  costumbre 
-ÚB  cantar  ios  «almos.  Aprove*^ 
ebftndose  Ambroáo  con  mucha 
destreza  ^e  ciertas  eircuostan- 
ciaa^impre^istas^  soposo  >qué  el 
«cfelo  MitftalMi  con  prodijios  la 
|iroteeeion  qne  ie  concedía.  Jus- 
4ioa,  mujer  de  4aéento>  -se  bur- 
ló de^os  milegpos  y  los  ^espi«- 
^Í6,tpe9o  la  miHttlad,  que  «iem- 
jpre-eswna^bertiadirÓtda  ^por  ^1 
qgeyri^aeio  iñ  fono  «el  freno^ 
«QÉmMé^  furor,  y  el  podec 


VXMRIO.  170 

tuvo  que  ceder  á  f a  oeda  itredu- . 
lltfad. 

^n  peligro  fuá?  ínniínente  e-^ 
menazaba  el,  trono  de!  joven 
IFalenfiniano.  Bfáosimo,  que  so* 
lo  había  encontrado  resistencia 
en  la*  fidelidad  animosa  de  san 
Martin ,  obispó  de  Turoues 
(Tpars),  era  el  tirano  de  las  Gj« 
lias.  Engrosó  su  ejército  con  un 
^ran  número  de  jermanos  f 
francos,  se  acercó  á  tos  Alpes, 
y  i^rocuró  «ngaüar  á  luslin» 
con  demostraciones  de  paz  y  a<« 
mistad. 

Ambrosio  conWiÓ  ol .  lazo  y 
i^VIsó  á  la  emperatriz,  que  no 
quiso  creerle.  Macsimo  «e  pre- 
senrta  alas  puertas  de  medióla- 
tip,  antes  ^ue  se  hubiesen  to- 
mado disposiciones  de  «defensa; 
yelíerror  fué  tan  grande  comn 
batía  sido  la  confianza.  Jusli  a 
y  su  hijo,  >en  vez  de  tentar  uua 
resistencia  inútil,  pasaron  á  A- 
qulleya,  y  de  talH  á  JesalÓnica 
pára^mplorar  la  protección  de 
Xeodosio. 

Mfácslmo  ee  «poderS  de  Italia, 
^ntró  triunfante  en  Boma^  y  ga- 
nó muchos  partidarios  prote- 
giendo le  idoiatria  y  levantando 
ios  altares  de  los  dioses. 

Itan^OTA  3f  MCBATE  AE  MACSl- 

,M0í^3S&)  Laego  que  Teodosío 
sipo  el  inforlnaío  y  la  fuga  de 
VateBtiniMO/ salió  á  recibirle  4 


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i8d  smoMA 

T^alóDtcaj  iieom|Ni8«d6  de  uo 
gran  número  do  senadores.  Des- 
pues  de  af^ar  á  iustUia  so  a/ecto 
k  la  herejía^  á  ki  cual  atribuía 
sus  desgracias,  lepromelió  resta* 
Mecer  á  su  bija  en  el  troDo^  y 
eomo  se  biillaha  Tiudo^  estrechó 
los  lazos  que  le  unian  á  él  ca« 
sando  coosu  hermana  Gala»  Jun- 
tó sus  legiones,  OMircbó  á  Piain- 
Bonia»  ;  encontró  cerca  da  Síscía 
•obre  las  orillas  del  Sabo  á  Mítc- 
eimo  qve  Tenia  &  combatirle  coo 
todas  las  fuierzas  del  Occidente. 
Esta  guerra  no  duró  mas  que  dos 
meses:  la  calialfería  formidable 
de  los  hunos,  alanos  y  godos  que 
milUabaa  entonces  con  Teodo* 
siu,  pasó  intrépidamenle  q(  rio  ¿ 
nado,  y  desbarató  y  pusa  eo  bui- 
da á  los  jermanos  y  galos  del  e- 
jércitode  Mácsimo.  Marcelino, 
sú  bermanoy  restableció  la  pelea 
con  un  eaerpo  eecojidoi  la  bata- 
lia  se  prolongó  basta  la  nocbé  y 
quedó  indecisa .  A\  otrad  ia,.CttaQ* 
de  iba  á  comenzarse  otra  ¥e«  la 
acción,  una  parte  de  las  tropas  de 
Occidente  arrójalas  armas:  Bláe- 
simo  huye:  Teodosio  Le  persigue 
con  tanta  rapidez,,  que  llegaron 
casi  &  ua  mismo  tiempo  á  las 
puerUs  de  Aquileya.  £1  pueblo 
de  esta  ciudad  se  levanta/  desao- 
ja á  Mácsimo.de  sos  ornameotoa^ 
y  Le  Lleva  preso  á  los  pies  del  em- 
perador, leodosio^  mofido^j^f 


sus  ruegos,,  eatevo  para  perder 
narle;  pero  acordándose  de  la 
muerte  de  Graciano,  loeniregi 
ales  soldados  que  le  cortarou  la 
cabeza.  Axbogaslo ,  guerrera 
fVanco,  que  por  su  valor  y  loa 
votos  de  los  soldados  habla  aii» 
candido  de  grado  en  grado  basta 
eldej,eoeral,  persiguió  las  rell«* 
quias  del  ejercita  vencido^  y  dio 
muerte  á  Victor,  tiijo  de  Máa* 
simo,  que  lasmaudaba. 

Teodosio,  después  de  apadi- 
guar  algunas  turbuleoeias  qua 
habla  en  Bf ediolano>  y  de  haber 
restablecido  en  el  trono  á  Var 
lentrniano  II,  entvó  triunfante 
en  Roma  como  el  grande  Gona^ 
lantino. 

La  lisonja,  promincianda  et 
é(o|io  del  emperador,  habló  el 
idioiua  de  la  verdad.  La  opíuioo 
pública  aprobaba  las  alabanzas 
que  se  daban  á  este  príncipe  por 
su  actividad,  valor,  prudencia 
y  gloria,  y  respetable  por  su 
justicia,  castidad  y  beneftcea* 
cia,^  aunque  por  la  flaqueza  bu-* 
mana,  que  ño  permite  la  per^ 
facción ,  sus  bellas  cualidades 
fueron  alguoas  veces  OKUfaei-* 
das  por  su  propensión  á  la  ira;, 
afecto  qua  seeuipeJIó  porfiada^ 
meóte  eia  vencer,  y  que  na 
sienapre  podo  si^etarv 

El  fervor  de  este  principa 
paral  cristtaniflaiux  paréelo  ha* 


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toe  de  BKo9Íino«parft«iMlftbtoefi< 
ki  idoittría^  Al  Mtrcrt^oi  Boott 
halló  \o&  altartt  «dorMilo**  de 
•flores,  disfHíeelMtoi  setriAdiot» 
}  las  etttáluas  de  k»  dioaea  r^ 
deadas^le  ofireoéafr  é  ioeiMiet. 
Bepreodió  per  e41e*  ágriaMeote 
•I  seeedo,.;  defeodtd  eloeiieD- 
teieénle  •iiiá<Mamfttea  le^  eauíi^ 
dei  cri&iUiiiiH»e  eoe  on^ealor 
»ae^  prepie  de  aa  tomuredo 
qa%  de  UD  Jefe^dbl  iieperNk 

Los  seeedores  le  respondiereii 
eoaoaeeeteMaa  ieet perad*^  jr 
fue  beíbieii  perdido  »iietMMi>  »- 
glos  bebiti  Le  Mberladi  nwidjo 
eo  los  negoeios  terreaee,  ec  bw- 
Bifiaslaba  todavía  cuando  se  que* 
píaa  segar  las  opioiates  eali jo- 
sas* Opusieron  á  la  Tolamlad  del 
einpereder  mil  doscMenlof  id^s 
de  cestoaabre»  el  poder  de  RdiM 
tendade  sobré  oaácelosv  tastos 
trimifos  debidos  4  la  ■  preteoeioo 
de  los  dioses,  y  dsspues  de  leo- 
tos  prodijíes  et  peligro  de  abra* 
lar  «Ba  velijion  noein^  qee  do 
ef recia  la  misnia  esperansa,  y 
•foe  Bo  estaba  apoyada  por  uea 
«tan  larga  y  tae  feUa  espeaieoola. 
Vero  el  eaoiperador  les  declaró 
qoe  SQ  cetéga  y.  él  detastabao:  la 
teUJiqndela  mealira  y  dt  leS' 
ieteios  daífloados;  y  qoe  si  de- 
-swbao  pemaftecer  deso  ceg  ae- 
^d^  «Ueeore^blico  W)  pede- 


ría losjgartos^bi.iii«ifAejeeeaD^ 
déloseí  «El  ieiperiov  añadió,  i- 
^m^eaaado  de  les  bar  toares  por 
utodae  parles^  naoesiUiKde  sel* 
adedee  Hias^qne  de  f  idioM^a 

Eslo  misMiOr  jputdiera  el  em^ 
peradof  baberlo^  apliosdi» .  ret* 
peeto  el  escesivoDÚoaero^e  cié* 
rigoa,.  OMH^yvefabeodos  cqik¿ 
sayel'^ 

Sv  los'^  seoadiyes  baUao  reSf^ 
poedida  6  sea*disciirs^>,  obede* 
cteroa^  sos  órdeaes;  f-  como  er 
aámero  de  les  qoe  do  fiaezcla0 
eíagim  interés  liei»#«o  ep.sae 
opteioee^eesieiepMel  ipeoor,. 
apenas  se  eerr^el  leipro  se.ací^ 
ÍNH»alos  sacrificios.^ 

JSio  eiBbtrgo,.eo  i^lplo  se  o- 
paseanas  resisteoefai  la  aatc^ 
rídad,  E!  paeblo  defendió  sos 
tea^>lQS,  y  díó  gritos  de  rf  bia 
cómodo  tío  derribar  ja  es^tiiA 
deSérapis;  peru'apeoaH»y6  el 
Ídolo;,  aqoekle  taeltiliid  i^OM- 
-tanteóte  inanlló»  tkaciaodOvi^pA  él 
Jo  osisoio  que  coa laspotestadee 
de  la  tierra*  á  laaeoaleedespreciá 
eoeod«ir4eja  de  ieiMrias  (1).    i 

<[i>  En  £sptd»ea  ^S3{|  «acedió  ía 
miftiaa*  LaegaV|ae  e^  paeblo  (áejódeté-* 
mer  el  inflojo  de  Ibf  fraileí,  los  mismo» 
quea<itts  habláis  btsadb  mm  máños^  co- 
rrieron á.  degolUrlos.  Ya  bmbl»remo9  de 
eHé  ae«bo,f  bavvcica  lá»  i^áéiAnn- 
doiiti'^'aiv^  d  >«Mie  '*ét  la  *:$d- 


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^toSrmale»<qmVahibt0  cmjtéó  al 
imperto,  «veáoerá  los;.gódos,  H-; 
-betltfr  de  bárbaros  «tiOríMte  y 
conservar  la  •p^ir^n  4Íl<0e€kiéfi- 
-te,  babia  teiiWó  ^ae  josponer 
«éoúlf  ibucí6iie8táo«r«íir<sas,  ^m 
soto  podian  sofrirse  por  sor  e- 
%ídeiite  la  ar^dcla.   En  ioSas 
partes  se  pagaron  €on   resigna- 
rroD  escepto  eb  Antíoq^iía.  A- 
quelia  ciodad,  pdr  4ff  íieen^a  de 
^us'co^tumbres,  e8ta4>a  ^einpre 
dispuesta  á  la  sedleioir.  su  (pue- 
blo líjero,  burlón  y«arrompido 
prodiígajia  alegremente -su  dine- 
ro en  :fiesl.as,  juegos,  paniomU 
mos  y    bufones^  y  ^nurmnraba 
cu  ando  era  preciso  contribuir  á 
«las  cargas púbUcasyii  lawdefenaa 
*del  estado. 

Preséntanse/pues,  los^^nl- 
sarios  del  emperador  pari  «per* 
^ibir  el  Iribiito:  todos  los  ciuda- 
danos FÍcos<ó.gobres  se  quejan, 
resisten  4umu  Uñados,  sé  «aal- 
.fiian  y  sublevan,  insultan  4  4os 
'inajistrados,  (pasan  -át  las  .pala- 
bras á  la  JVioienoia,  «rompen  en- 
furecidos Jas  estatuas  de  Teo- 
dosio,«de  su  madre  y  ^de  sus  hi- 
jos, Ja84iltrajan  y  las  arrastran 
ignominiosamente  por  -las  -ca-! 
ües.  j 

..  Cpifital^nMis  ipredileecioa  ^- 
iiia  vneoiféMftda  el  emperador 
i  Jos  «ntioquenos  hasta.  eMon» 


Hsesy.^atSéAnA&M  ta(eri4HQá; 
}y  en  ^  prins«r  a#vimietflo  de 
su  ira  lien  viiéitDépas  t«rtrA  los 
sedldoaos^oon  4BiraiiSffrMS  entafi- 
gados  de  so  irenganza,  y  «rrmi* 
*dos  de  pede^ds  -sin  limites  pato 
easligar  á4o8  JMbitantes  y  «unri^ 
saris  ciudad. 

í£l  puebfe  releída  ^vuelto  leí 
«delirio,  conrtderaba -oen  espan- 
to sus  fu  nesiostefectéa;  le  COBS- 
«ernaqloú  sucedía  al  furor:  *ea- 
pemban    á  4ds   conrisarles  wi 
4rtsie  silencio,    semelante  é  la 
«calma  orrible  que  muchas -ve- 
xe$ precede  y  anuncia  la  ¡tea* 
postad:  los  titfas  ricos  habitan* 
46»  4iyeron4  San  Juan  GitisÓa* 
tomo,4iue-se  faakia  opuesto  é  su 
locura^  y4|ne  loa  oonsalló  en  «i 
uiflicekmy4o»4inimó«n  «I  peli- 
gro, presenta  asi  Ja  «imájen  de 
¿eu  miedo!  «dEsta  ciudad  flore- 
^KCiente  ha    quedado  ^esierlar: 
•nun  terror  tnortal  «nos  echa  y 
#alejá  de  lous    murallas,   ooaK) 
'tei  ihumo  á  las  abejas:  «s,  -segan 
#dice  de  ierusalen   el  profeta, 
^cumo  una  encina desmochede, 
Momopn  Jardín  sin  aguas  H': 
•ludaUes,  que.  «alo  «frece  « 
üla  ^Jata  árboles  'marchitos  «fn. 
i^flor^  niirutos.  ¿A  ira  del  frUk- 
aeipe,  como  un  incendio  ¡falel, 
«nos  ameaau:  4odes  4a  «vilaa 
•y  procMfw  iMl%ter  w  yida  «o* 
ttea.  que  íiel  i%mfí  se  aprocsip* 


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Mb  BA'n»Mratio. 


fSS 


•me.  pCalamiáHF  estraordHMUr 
»ria !  nuimos  »Hr  eteeHrigo-qti» 
iHM>9  perdiga:  abandomwos  nua»^ 
»lffO«  6gare»v  sin  bater  lúfri^b 
MfoírreAi:  osperíméotamos  iot 
•miemos  mades  que^  lOff^eauUvos 
•de  m  sobvrbio  ?efioedbr,.  sil 
•babenios  eepueatorakaaetio.)» 

Kétos  tenmres  erailf  «i^o  fü fi- 
jados; las  trofM»  se  •eeréan:  lüa 
•fi\iados  del  emperador  llesaa: 
•ubei^al  trihuoal:  inaensibles  á 
)ae  lagrimas,  sordos  á  las  suplid 
ras,  rodeados  de  soldados  hro^ 
ees,  ei^lablao  rigorosas  samaría^: 
Hénanselasprísioaes:  empiéanse 
desptadadameiHelas  varas»  las  ca<> 
denas  y  los  torqnentos  para  obli«- 
gar  á  los  acusados  ¿  coofesar  eti 
crfmeo  y  descubrir  sos  cómpHf^ 
ces;  resuena  el  aire  ton  los  grii- 
tos  del  dolor,  con  loa  acentos  de 
la  ira,  con  losjemidoadé  los  pa- 
riéntes  y  amigos:  las  mujeres  y 
niños  rodean  llorando  y  sopliean 
nanamente  á  los  majistrados,  á 
lea  soldados,  á  los  verdugos.  Las 
sombras  de  la  nocbe  aumeotao 
los  terrores  del  dia:  aquella  ciu- 
dad delincuente,  bertda  por  uo 
juez  insensible,  parece  ameoe- 
leda  de  su  total  ruina. 

TfiMEfllUAD  nCL  EKRinTA  HACE- 

bomo.— :Gran  oúmero  de  cAuda* 
danos  (Ueroo  arrai^cadoe  4^iée 
sus  eé89A  k  loe  ealateeos^  j  de 
•tu  i  ios  «enbeDtoi  f  patf  b«tol. 


Uegaliaa  f^irél  úmiiMy 
Hombre,  eaüiiffci  ido  éñ  vestido^ 
miserable,  ae-  présenle  de  {»«> 
proviso,  eolrMaewMcie  por  el 
manto  al'peteer  ma|iainido;.y:le 
manda'  intiperiosamente  qbe* 'le 
oiga.  Eata  temeridad:  escita  le- 
indigoecion  de*  k»  jueces^  omis* 
en  brevese  meeatneo  reapeteo*- 
sos,  oyendo-  proclamar  el  nom^ 
bre  de  Maendonio^  saoto^y  veae^ 
rableermttaAo)  i|Cleveilia'Segut^ 
do  de*otoe8  mocüos  soUtaeios* 
La  autoridad  se  bu  milla  anie  la 
virtud.  M  Decid,  dama  aquel^ 
•jtombre  ratéroso^  deeiéal  prin- 
•eipe  de^  mi  parierTá  epos  tiomr 
•br'ertú:  mandase  bombresrsoa 
«tuMiJenes  de  Mas,  y  Dios  no 
•quiere^  que'  las  éeeiruyen^.  !&«> 
»sultar  á-la  obra,  es  irritar  al  o* 
•brero  :  ¿qué  crimen  ÍMfi.coitteii^  ' 
•tido?"  lujuriar  araros  ioaOMnai- 
•das.  Este-  delirto  ¿justifica  tu 
«cólera?*  Por  una  estáüja*  det^ 
•trulda  poileaos  costear  veiotei 
•pero  piensa  que  no  te  ea  dado 
vr^tituír  un  tolo  cabelle  de  la 
Ncabeza  que  hayua  mandado  de^ 
«rrtbar.»  Este  lenguaje  jeaeroae 
y  altivo  que  parecía  inspirado^' 
admira  y  conmueve  á  loa  miniat 
tros  delemperadorr  deliéoese.  el 
'ceeliinev  aospéodenaeloa  suplid 
cloay  y  se  permite  implDreír  Je 
clemencia  de  Teodosio.v 
Oesáriafué  á  GonalaDÜiiopla^ 


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nn 


r'ffmofKnL' 


^i.  ¿prcaeofarlefaS'sápJioas  de 
tes  aBtioqiteodt:  el  -  obispo  «Flai 
^iattoy  k  psMrdasaedail^*  reaiih: 
mot  aof  foércts  para  aeomptiñar^ 
te  y  de6armaH«4«a4el  empera^' 
4or  ofefidlda. 

Los  strfoi  r«sp}mv:  mas  no 
-desinieoleD  en  oirceAStaBdas^iao 
-erfticat  la  lijereíade  su  carao- 
4er;  pasan  súbüamettle  de  un 
miedo  cobarde  á  ana  alegría^ca 
y  lioefiieiosa^  y  4e  entregan  á  la 
crápula  á  vista  «de  Jos  cadalsos 
«6rijidos4odavia. 

Entonces  Criséslemo,  evoi* 
pliendo  dignamente  los  beberes 
de  su  santo  ministerio,  desplegó 
eontra  su  4^ttJpable  Icícura  la 
misma  elocuettcia  que  faabia  em*- 
pleado  eootte  su  desesperación^ 
y  pronunció  las  <^lebres  bomi- 
iias  que^elüeo^M^a  respetada» 

Gesário^  habiendo  llegado  á  la 
-capital  de  Oriente,  se  ar reja  á 
JoS'ptes  del  emperador,  jirocura 
despertar  su  jenerosidad»  le 
pinta  la  cala^iidad  y  el  arcepea- 
timiealo  dé  los  reos,  y  conmue- 
ve su  corazón,,  pero  sin  dolite* 
garle.  El  emperador  niebla  de  su 
munificencia  y  su  predíteccion 
para  los  antioqiienos,  y  se  quga 
MUargamenle  de  la  ingraiítud  de 
im  pueblo,  alcualJIabia  coima*» 
4o  de  beneficios. 
.  ;42iLpc]iB]i€iA  DB  iEOi»eai*^«--fin- 


twatbs  rse:  scetet'el  yeneraMt 
Ftavteno:s iejoo.^de^  JiAaiiacar  4 
los  culpadles;  eonfiesa^  y  ponde- 
ra el  delÜ0)  y- después  de  dada** 
val*  que  tuereeian  Josicartígos 
mas  neveros  aegun  le  jusifeia 
ibomraas  añade:  irOiésT^é^lU 
«trajado  per  los  Itombroscomo 
»tú,  y  les  ba  abierlo  ei  reino  de 
i^los  cielos:  imitale.Sitfebíére^ 
«mos  á  tu  clemencia  nuestra 
«salracion,  isí  deberás  á  nuestro 
•yePTo  una  gloria  nueva.  6ra* 
ládano. te  dt¿  ana  corona  efímo- 
yra:  puedes  con  tú  virtid  raere^ 
»eer«na  que -sea  inmortal.  Has 
«perdido  estatuas^  que  no  habla* 
jRbau:  erije  en  nuestros  carazo* 
»nes  monuoien tus  eternos  que 
eili|»iiea;callarán;  Cuando  los  cor- 
»tissanaísde<!oriatantino,  ofendU 
sdexomo  tn,Heescítaban  á,^e»» 
»gar  lasinjuffias  hechas  á  sus  i* 
«mAfenes,  respondió:  tran^^iU- 
wiBM]  no  m^  afenle  Aar  ido.  Muchas 
ndeeus  victorias  eítán  ya  olvida^ 
Mdas^fero  les  siglos  repetirán 
reatas  palabras  Jenerosas;  así 
»como4ampooo  olvidarán  las  que 
iidjjisAe  perdonando  á  uttos  rec» 
ttSénteaciadas;  \Qh,  tí  puélies» 
}ftambien  rmudíar  /es  miurtoil 
«Una  sola  glabra  puede  darte  la 
ttconquiata. mas  bella,  que  es  ej 
•amorde4ttaaóbditQs.  HasresiSt 
aljdoá^las  «ápiicaafde  tus  osaji^r 
fliyMÍMW:á  le  vM(4«iue  je«eraft 


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ML  BAJO  inmiin. 


)»les;  ríndete  á  le  4e  «ti  viejo 
Mfae  le  recuerda  con  el  Evan- 
>Jelio  en  la  mano^  que  Dios  oo 
Ble  perdonerá 6US  ofensas^  de- 
Brea  krflecsible  con  fas  tayas. 
bEü  lagar 41e  destruirá  Antio- 
Bqufa/de^niye  el  recuerdo  de  su 
Bcrteien,  y  yo  iré  k  bendecir  tu 
BncHtíhre  enmedio  del  pueblo 
Bque  tti  piedad  habrá  salvado.» 
1¡eodos¡o  no  pudo  resistir  k 


los -nobles  acentos  de  la  vejez^fdole  que  implorase  en  su  favor 


la  virtud  y  1a  piedad:  perdoné, 
y  «ste  triunfo  que  logró  de  si 
jnsta  indignación^  fué  celebrado 
como  la  mas  ilustre  de  sus  vic- 
tonas. 

Otra  sedición  que  hubo  en  Te- 
Salónica^  prodvjo  las  mayores 
desgracias:  no  fué  posible  cal- 
mar la  ira  del  emperador,  y  so 
venganza  mancilló  para  siempre 
0U  gloria. 

Uú  carretero  insolente  y  borra- 
cho había  cometido  desórdenes 
escandalosos:  el  gobernador  de 
la  cíndad  lo  mandé  prender:  el 
pueblo,  que  favorecía  á  aquel 
hombre^  quiere  libertarle,  se 
subleva,  y  enfurecido  asesina 
al  Jeneral  y  á  los  oficiales  que  le 
defendtaa.£l  resentimiento  de 
Teodosio  se  manifiesta:  en  vano 
los  obispos  de  la  provincia  le  su- 
pttoan-que  sea  induljente;  á  na- 
die oye:  manda  convocar  en  el 
drco  á  tiMlos  4os  habitantes'de 

TOMO  XIT. 


185 

aqaella  ciodad  ieagraeliida,  con 
el  preteato  pérfido  de  anos  Jue- 
gos: y  los  soldados  godos  que 
servían  en  él  ejército  imperial, 
I9S rodean  y  asesinan  sin  distin- 
ción de  secso  ni  edad.  ¡Este  es  an 
monarca!  El  món^ro,  espantad* 
de  su  propia  crueldad,  y  ator- 
mentado por  su  conciencia  ,  k 
la  cudl  oyó  demasiado  tarde,  es- 
cribió á  San  Ambroaiá,  pidién- 


la  clemencia  divina;  y  con  la  es- 
peranza Je  mitigar  la  ae veri- 
dad  del  virtuoso  obispo,  vino  á 
Médiolano,  proenró  justiftcarse, 
y  se  presentó,  seguido  de -an  co- 
mitiva, á  las  puertas  de  laigie- 
sia.  Elineesortbfe  Ambrosia  le 
-impidió  entrar  en  ella,  y  recor- 
dándole en  ^sta  circunstancia  ét 
ejemplo  de  David:  «Has imitado, 
•le  dijo,  á  este  rey  en  el  crimen: 
•Mímítoleenel  arrepentimiento.» 
Le^mpuso  la  penitencia  púbUcaí 
Teodosio  se  cometió  áella,  y  el 
dueño  del  mundo,  despojado  de 
sus  ornamentos,  y  prosternada 
al  pie  del  altar,  se  humilló  anie 
Dios  á  la  vista  de  su  pueblo,  y 
«10  fué  admitido  en  la  comunión 
délos  fieles,  si 00 después  de  o- 
cho  meses  4e  oracioBes  y  lá- 
grimas. 

Es  de  admirar  4a  firmeza  de 
an  míBiSlro  del  Evanjelio^   á 
•qaUn    ningún    peligro    aterra 
21 


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f  uando  dtbe^  sotteotr  la  cama 
da  hi  BH>ral  oTlraf^iida,  y  hacer 
lamerá  las  p0fes4adés  terreoas 
la  liHtkia  dtvinn;  pero  muy  á 
Hiefiitdo  ioetrdolet  ambieioio^, 
interpretando  mal  este  grande 
ejemplo»  abuaaron  después  de 
la  palabra  sagrada  paraaervir  á 
su  profano  orgulk^  y  sopretestoi 
de  Immillar  ét  loa  prrncipes  de^ 
Iwte  de  Díoa,  se  esforzaron  loa 
miserables  e&  ele?ar  el  sacer- 
docio sobre»  et  imperio ,  daiK 
íq  al  mundo  et  escándalo  in- 
fame de  adMiar  á  un  monarca 
en  hH.gradas  del  altar»  como  ya 
Yeremos  en  el  discurso  de  esta 
historia,  qoe  muchos  tonsurados 
majdeclrénde  eorason.  El  mi^*» 
ma  Ambrosio^  tan  se?ero  en  el 
eaa»  de  lo  nMlanza  de  Tesalóni- 
ca,  no  parecía  aninuído  del  mis* 
mo  espíritta  día  |uskicia  cuando 
UD  populacho  sedreioso^  iostigs- 
dopor  frailes  imibéciles  y  fénk- 
ticos^  quemó  una  síoagiiga.  Teo- 
dosto  quería  castigar  á  loa  incen- 
diarios; Ainibrosiose  opus^á  etta 
y  consiguió  la  impunidad  de  los 
culpables  Trailes.  Tal  eselespírr- 
k«  de  secta  y. de  partido;  estravie 
¿la  misma  virtud^  la  haceinffec- 
sible  con  el  error  qiue  le  daña^  é 
indulgente  coa  ei  crimen  que  le 
af  ravecha.  lai  ha  sida  JeneraU 
mente  el  sacecdocia  ea  toda  el 
mundo. 


MuRSTB:  OB    CA     RXrB«4TCIS 

«jsTiifA.  —  Poco  tiempo»  des«* 
pues  de  la  derrota  de  Mácsimo, 
y  del  restablecimiento  de  Va* 
ItíutiaiHno  II  en  el  trono»  muride 
la  emperatriz  Justina»  y  per» 
dieron  loé  arríanos  su  dms  fir- 
me apoyo.  Valeotiniano»  por  a* 
gradecimientoá  Teodosio»  y  por 
docilidad  á  Ambrosio  se  hizo 
ortodocso.  Esle  joven  príncipe 
era  casto»  templado»  laborioso, 
enemigo  de  la  injusticia;  pero 
esias  bellas  cualidades  no  esta- 
ban acompañadas  del  vigor  de 
alma;  y  la  debilidad  fué  tan  per- 
niciosa como  lo  hubieran  sido* 
sus  vicios* 

UiUaPACIOlC  DR  ABBOGASTO.— 

(392)  El  enH>eradorde  Occiden- 
te dejd  lomar  sobrado  poder  ei| 
lacoKte»  sobrada  influencia  ea 
el  ejército  á  un  franco»  distin- 
guida por  sus  azaSas»  pero  des- 
enfrenado  y  culpable  en  su  am- 
bición. Arbogasto»  eleíado  al 
grodp  de  Jeneral  por  Graciano»  y 
qfjk»  contribuyd  tan  eficazmente» 
bajo  las  órdenes  de  Teodosio, 
á  la  ruina  de  Afácsimo«  manda- 
baentottces  las  lejiooes  de  la  Ga- 
ita. Este^  guerrero^  artificioso» 
pérfido»  altanero»  ávido  da  po» 
der  y  da  riquezas»  era  estimada 
por  Valeotiniana  como  la  co^  ' 
lumna  dasa  trono^ 
AJ>usaadu  de  sa  confianza^  f 


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DEL  ^JO 

disponiendo  de  sos  tesoros,  sé- 
^ttce  Jes  ^tropas,  Oistriboye  ito- 
•dos  los  empleos  i&  los  bárbaros 
'^ue  je  soQ  adtólos,  alffje  9e1 
lirtncipe  ton  varios  pretestoi 
■é  sos  mas 'fieles  amigos,  lo  rodea 
"de  sus  ajeóles  j  satélites-,  7  én 
"fio,  se  qofta  la  máscara,  y  reisa 
'OQ  logar  de  obedecer. 

Bi  emperador  oo'fué  ma»  qoe 
>iio  caulivo  coronado,  abrid  lar- 
^e  los  ojós,  ]imi(S  al  contemplar 
ISO  riesgo,^  escrilHÓ'  en  secreto 
^  Teodosio  qoe  lo  libertase  de 
4a  prisión  de  so  pelado.  Sin  em* 
iMrgo,  el  peMgro  crece,  la  hu- 
millación se  le  hace  Insopef  ta- 
bla, y  sobrado  impaciente  para 
^esperar  el  socorro  ^que  habla 
pedido,  medita  ud  acto  4e  ?i« 
!gor,  y  coinyromete  su  aolo* 
fidad. 

91  CEWiS  DB  TALEUTINUirO.  — 

Aodeado  de  toda  su  corte,  sen- 
tado en  el  trono  y  confiando 
que  su  eelio  dearibária  la  es- 
.pada  de  Árbegasto,  le  liace  4re- 
Dír  á  80  preseneia^  y  le  «kianda 
leer  el  decreto  de*so  propia  déá* 
tUocion.^'^mofie  me  Ttíu  daio 
•^  poder,  no  m$h  pmede$  quitar. 
Dichas  estoa  palabras  arroja  el 
*^dicto  en  el  «oelo,  y  io  piso- 
tea (1).  ¥aleiUiniano  -énforodi* 

<1)    Site  »impmrúim  'mM  'éediáUt 


iMFsmo.  187 

fio  saca  la  espada,  y  ecomeie  al 
1>árbaro)  pero  toa  aomerosos  «- 
Dügos  de  Arbogaaio  le  rodean  y 
desarman  al  emperador.  Pocos 
diesdespoes  seiialt5  al  Infélit 
principe  eogado  en  so  lecho  (2). 
Ai'bogasto,  qoeriendo  aincerar- 
setle  este  crimen,  estendió  la 
Voz  de  que  Valenliniano,  en  un 
ifaipolso  de  desesperación  se  ha- 
bla muerto  á  s(  mismo,  é  hizo 
conducir  so  cadáver  á  Medióla* 
no  con  mocha  pompa,  ^an  Am- 
brosio pronunció  so  pamejfrico, 
y  consoló  á  eos  hermanas  coo 
laosperaoza  deque  la  demen- 
oía  diWna  le  habría  admilidü '  en 
ol^ielo,  aonqoe  no  iiabía  ^reci- 
bido  fA  /bautismo^ 

CujEido  Bs  iroMEaa.no  4uous- 
aro.  -^  Dueño  Arbogasto,  por 
tnHCion,  de  todo  el  Occidente, 
esceptoel  África,  podia  dispo- 
ner 4él  trono-,  y  no  atreviéndo- 
te» '4  no  queriendoiecuparlo,  ya 
porque  antepusiese  el  poder 
verdadero  á  un  vano  esplendor, 
7a  porque  temiese  la  indigna* 
eion  de  tos  romanos,  si  veian  Ja 
•corona  ioiperial  en  la  cabeza  de 
on  bárbaro  ,  se  contentó  ^00 

tíkell^  e$  in  Urrmm  abjttio^  dittede»  ' 

(2)  "Imperoiori  Üormiénit  4ÚUun 
fre§€ruiU.  iSocr,^  ¿ib.  v«  cap.  '2$^ 
p.  3a4;  Z^s.,  üb.  vf f,  tap.  122,  p.  739.) 


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tm 


NliTOlIA 


reimir  bajo  el  'nombre  de  nn 
funtaeme  de  emperador^  y  de* 
roró  con  el  título  de  augusto  é 
Eiijenio,  que  hnhín  »tdo  su  se* 
rreltf  rio^  y  oscendido^  por  su  mé- 
rüo  y  el  favor  de  Arbogasto, 
del  empleo  nHijr  subalterno  de 
)M-ofeso?  de  retórica,  á  la  alta 
dicnidddde  moe$tro  de  lo$  ofi- 
ctof .  Ere  apreciado  por  su  ern-- 
dicion  y  elocuencia ,  y  amaéb 
por  su  modeslift  y  dulzura «  No 
pudiendo  resistir  al  poder  de 
Arbogasio^  obedeció  Jimieudo^ 
y  aceptó  electro  con  pesar.  Los 
embajadores  que  envió  á  Teo- 
dosio  para  qu^  conñnnasen  su 
elección^  no  Lii^ran>n  mas  que 
I ospiiestus  evasivas.  El  empera- 
dor de  Oriente  estai>a  dispuesto 
á  la  venganza^  tanto  por  el  io-'^ 
teres  de  su  coroqa,  como  por 
el  dotor  de  su  esposa  Gala,  her- 
fenana  deYalcntiniaDO. 
Batalla  db  aquileya  t  muer 

TEDBARtoGASTO.'--(:]94)  RCUOIÓ, 

pues^  todas  sus  fuerzas  para  pe^- 
lear  cootra  Eujenío^  ó  mas  bien 
contra  Arbolaste:  antes  de  co- 
menzar la  guerra,  cediendo  á  la 
superstición  que  en  tos  hombrea 
no  hace  mas  que  cambiar  de  ob- 
Jeto>en  defecto  de  los  oráculos 
y  arúspices,  consultó  aun  monje 
de  la  Tebaida,  y  la  respuesta  fa- 
vorable de  este  solitario  aumen- 


tas tropas,  que  mandadttt   por 
Timasio,  Promoto  y  Slilicon,  pre-* 
sentaban  un  espectáculo  irapo- 
neote.  Era  adnuMble    por   sa 
fuerza  y  discipline;  pero  al  lais-^ 
mo  tiempo  se  veiao  en  elUí  ára- 
bes, bunos^alános,  godos^  y-á  sa 
frente  AlarícO)  que  aprendía  eo- 
tonces  i>o<jo  el  mando  de  Xeodo- 
sio  el  arte  que  empleó  después 
para  la  ruina  de  Roma.  Parecja- 
que  los  rumíanos  obceados  lleva*, 
ban  consigo  lejkHies  de  bárbaroa^ 
para  que  reconociesen»  todas  las 
partes  del  imperio  que  después 
habíao  de  conquistar  y  destruir*' 
Arbogaáto^    informado    de    loa 
preparativos. del  emperador  de 
OrieQte>  reunió  paro  resistirle- 
todaalas  lejíoaes  occidentales^ 
Eujenioy  él  hicieron  un  esfuerw 
zo,  y  fué  el  último,  para  resuci* 
tar  el  polHeismo*  Entraron  eo 
Roma,  y  eongrande  satisfai^cion 
de  los  idókitrasy  del  vulgo,  ami* 
go  siempre  de  novedades,  resta* 
blecieroQ  por  un    Instante    el 
culto  de  los  dioses. 

Según  Glaudiano,  que  en  stia 
descricipnes  poétieas  cuenta  mas^ 
circunstancias  que  los  btsto-^ 
riadores  de  a<|uel  tiempo^  Teo^ 
dosioestendi6  sus  líneas  y  diae«. 
minó  sus  escuadrones  para  ro^. 
dear  al  enemigo.  Arbogasto,  si- 
guiendo un4ictánA6aopuesto,  re* 


tó  sobremanera  la  confianza  deicoocenürd  &as^  fueraas  cerca  d^ 


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un  fuéo 
Aqutlevia  para  oponer  á  loa  o* 
rieatalea  una  masa  que  coo  ao 
ntamo  peso  los  desf^rdeoase.  Es- 
los^dos  sisleoias,  sosteoidtM  en 
lodos  tiempos  por  grandes  eoph 
lañes»  han  dado  gloria  &  ruina  á 
k>s  que  los  han  segaido^  á  arbit 
trio  dftia  suerte. 

Téodoslo  atravesó  coa  so  ra- 
pidez ordinaria  las  FlinneniaF.. 
Arbogasto  le  dejó  que  pasase  los 
A4pes  Julios,  y  se  eslenJtese  eo 
ka  llanura»  para  que  divididas  sus 
fuerzas  se  dibHitasen.  Los  dos 
ejércitos  se  encontraron  cerca  de 
jiquíleya.  Ki  uno  estaba  anima* 
do  por  el  de«eo  de  vengar  á  Ya- 
lentiniaiio  y  castigar  el  crimen: 
el  olro/  con  la  esperanza  de  de- 
tender  á  los  culpables  y  le^timar 
lausurpacion  porta  viciaría. 

Dadala  señal,  Téodoslo  mar- 
cha, contra  el  enemigo  y  encarga 
á  los  godos  que  ataquen  el  cam- 
pamento'atrinctierado,  eoa  el  fin 
de  eooseguir  la  victoria  por  su 
ardienle  valor»  y  al  misma  tiem^ 
po  disminuir  su  número  en  uim 
batalla  que  forzosamente  había 
de  ser  sangrienta.  Sfas  soló-  con- 
siguió esto  último:  diez  mil  go* 
dos  y  su  jefe  Bbcurio  perecieron 
en  el  combate»  sin  poder  atrave- 
sar los  fosos  del  campamento. 
Rechazado  Teodosio  se  retiró  á 
ana  montaña  escarpada;  y  Euje- 
lio»  orgulloso  por  su  triunfo^  lo 


iifpmio.  189 

creyó  completo:  su  guardia^  par- 
ticipando del  mismo  error,  se 
entrega  á  la  crápula;  pero  Arbo- 
gasto,  como  hábil  capitán,  á 
quien  no  podia  adormecer  aqqel 
hmro  primero»  ocupó  con  desta. 
eamentos  numerosos  loa  desfila* 
depos. Teodosio  se  halló  rodeado 
y  sin  víveres:  su  pérdida  parecía 
inevitable;  pero  lo  que  debia 
comp4etacsu  ruina,  fué  su  saU 
yaríon. 

Lo»  jefes  db  ios  cuerpos  que  le» 
rodeaban  confereneian  con  sus 
oficiales»  atienden  ásus  proposi- 
ciones, tratan  con  é1»d^jan  el 
partido  de  los  rebeldes  y  se  p»- 
san  á  sus  banderas.  Teodosio^ 
reforzado  por  estos  nuevos  ausi- 
tiares»  se  arroja  de  nuevo  contra 
el  enemisto,  y  le  acomete  con  sus 
propias  fuerzas;  Los  elementos» 
según  Clauítiaoo»  conspiraron  en 
favor  de  Teodosio»  pues  ana 
tempestad»  Venida  del  Oriente» 
levantó  contra  los  galos  torbellU 
nos  de  polvo  que  tos  cegaron  y 
espantaron.  Los  paganos  para  de- 
fender sus  montañas»  habían  co- 
lo(!ado  en  ellas  las  estaturas  do  los 
dioses.  La  superstición  fué  ío  vo* 
cada  por  ambais  partes  para  au- 
sillar  al  valor. 

E(  emperador»  rechazado  en 
el  primer  ataqué»  respondió  á 
los  que  le  aconsejaban  la  retira- 
da: «No  &e  dirá  que  la  cruz  de 


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190 


-BISTOBm 


"«Cristp  ha  4iQiBo  de  laslmíjenes 
».de  Hércules  j  de  Marte.»  Hin* 
f  a  la  rodil  la  en  presendadel  ejéiv 
cito:  declara  qae  ve  en  les  nubes 
á  los  apóstoles  Sao  Juan  y  Sao 
Felipe»  cómbaÜeo&oeDSufnvor: 
loa  soldados  oreen  y  ^propalan 
esta  supercber{a7tDarcliao  á  h 
pelea  con  Dueva^conttaoza  como 
•en  otro iiempo  -corriaai  la  vic- 
toria^aiados  por  Gestor  y  Polux. 
Los  Jermaoos  y  galos, «después 
de  4106  tenas  ¡resistenora»  ^oo 
desbaratados  Y  tomadomixaní* 
pameQto./DespojadoCoJefíio  de 
la  púrpura^  se  pone  á  los  pies 
tlelemperadoi^  y  procura  enter- 
Decerío  y  ^apiadarlo  con^H  elo- 
cuencia*, ^p^ro  "los  soldados  'que 
le  veían, interrumpieron ^u  dis- 
curso >y  le  colearon  ia -cabeza  sin 
espen^  las  órdenes  dei  príncipe, 

Arhogasto,  ^vencido  y  sin  *es- 
peranza  de  reunir  -sus  arepas, 
estuvo  vagando  4os4ias  por  las 
rpcas,  y  por  úUime  se  arrojó  so- 
brela*espada/y  inuríd,  auDi}ue 
bárbaro,  como  un  antiguo  «1:0- 
mano. 

^San  Ambrosio,  que  bebía 
creído  ^conveniente  ceder  á  (a 
usurpación  áe  Mácslmo ,  l^i- 
timada  «por  el  reconocimiento 
de'Teodosio,.|]amás  qiiiso,  á  pe^ 
sar  de  laS4niHaacias  de  Eujenia, 
preseiitarseá  sn  vista.  Teodosio 
vencedor  adopló  el  «oásejo  del 


obispo,  7  i  rato  ron  tlemeivcia  i 
los  partidarios  de  AHbogaifto. 

ÁftCAOlO  T    fiONOMO  AUGDMroa« 

— VacíBeo  dueño  ya  de   todo  «el 
iovperio,  decoró  con  h  purpureé 
Sos  dos  hijos  Arcadio  y  Honorio. 
tLa  Mstoftia  ha  conservado  lasipa* 
lafbras  siguientes  que  dijo  á  uno 
deie1ios:*«Si  hubieras  nacido  en 
^eráia,'tu  cuna  sería  un  tRuIn 
«suflctente   para   ese)$u)*arte  >el 
iitrooo;  «pero  ^i  deseas  que  ilas 
«romanos  te4engan  por  digno  de 
«reinar  solire  ^ellos,  aprende  i 
H>r^inar  sobre  4íiuismo.  Un  ciu- 
^dadeno  no4ieae  mas  objeto  que 
«su  propia  felíddüd:  la  del  uiri* 
«verso  debe  ser  el  4uyo.  Si  los 
i»vicios4e  dominan,  no  serás  mas 
«que  'un-eselavo  eon  diedema. 
^Guárdate  de  las  pasiones,  4as 
'«cuales  «vienen  á  «^buscar  á  los 
^príncipes, 'Cuando -se  dejao  solí* 
H»oítar  por  los  otros  hombres.  Si 
«•deseas  que  te  miren  como  imá- 
«jen  del  Altísimo,  imita  ^u  cle- 
«mencia.^ígue  -siempre  la  'Vei 
«déla  justicie,  sin  hacer  caso  de 
«la    alabanza   ó    vituperio   disH 
-«mundo  liviano.  Sé  la  ley  W- 
«viente  por4u  virtud:  tu  ejeo^ 
^plo4eodrá  mas  fuerza  que  «tu 
«autopidad.  Xa -bondad  y  no^l 
«offUllo  hace  ^dóciles  á  «los  4*0^ 
Himanos.  Abandona  el  lujo  á  loe 
«reyes  de  Asía. £1  esplendor  que 
«convieae  á  Jos  «cesares  es  «I  de 


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l)Bt  BkfO  lJIKilO« 


191 


nTm  lal^ntot  y  las  virtudes.  Si 
«•haced  la  guerra,  demuestra M|ue^ 
i»#]ihes  mandar»  yteobedeceráo. 
»PiirtiMpa  del  peligro  con  tas 
nitoldados,  y  no  Lé  temerá m  So» 
ubre  todo  estudia  la  bisloriá  de 
«tus  predecesores,  sus  victorias 
»y  reveses,  su  gloriaiy  su  iñfor^^ 
»tuni6:  ellos  te  ensefiaráo  lo>< 
•que-debes  hacer  y  evitar.»' 

MuBRTR  DB?TEOiMSiOi — El  em^ 
peradortenia^entooees  c|orueu^ 


sistír  á  ^oe,  r  murió  en  la  no* 
ch»  siguiente;  respetado  dé^  loa- 
bárbiiroa'y  llorado'de  sus  vasa- 
llo*. Los  ciudadanos  alababan  su 
Justicia,  loa  guerreros  su:  valor, 
la  igilesia  eu  piedadi  Génsuráron* 
se^aél  merecidanoente-  algunos 
actos  de  intolerancia  y  de-cruel- 
Aid;  pero  sus  virtndbs  fueron^ 
may  S4if>erioresá  sus  defectos*. 
Adqmrió  Justa  celebridad^  por 
grandes  victoriasAy-    per  leyes 


taañ^s:su   poder- y  gloria,  sus   sábt«s,  y  deli^voenel^  milpea 


virlcides  y  su  esperiencia^barinn^l  del  procrpieiocoo  brato^  fuerte 
esperar  un»  reinado  largoy  feliz;  j  el  imperiio^omanoy..qne  vio  des- 
pero su  cuerpo,  agotado  por  la^  aparecer  con  él  su  grandéc»  y 
fatiga,  sucumbíóá  la^ler  la  úllini* :  su  gloria. . 


cankpaña.  SíntomaS'dé  hidrope-- 
sía  anunciaron  la  procsimidad  de 
su  fin». 

Segofi  la  política  del  tiempo, 
dividió  el  imperio  entre  sus  dos 
tiijo^:  Honorio  tuvo  el  Occiden- 
te>  f  Arca(^io  el  Oriente:  El  em- 
perador, queriendo  celebrar  en 
Mediolano  los  Juegos  del  circo, 
hño  un  último  esfuerzo  para  a- 


Teodosio  es  un-  emperador 
violento  y  débil  entregado  al 
placer  de  la  mesa,  según  Zózí- 
mo  (Oi  7  un  santo  que  reina  en 
el  cielo  con  Jesucristo,  segiin 
San  Ambrosio  (2). 


(1)  Zoi. 

(2)  Am6r. 
versts.  p,  122. 


tom.  f^i  termo  de  di^ 


im  DBIi  TOMO  DÉOfOBOCUAJiTOv 


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V 


.  4 


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WS.  £0S  LIBROS^  CAPÍTULOS  Y  MATBUIA» 

CONTENIDOS  EN   BSTE   VOLtMEN. 

CONTINUA  EL  LIBRa  DEGIliaTEilGEIMr. 


eOfiCLDSlOK  DEl  CAPTTTTtO     PTlIMBRO P^Í^  -^ 

CA*F'lí.  —  CoilSTATSTlWo     n,     a»N5TAlsCln,    Ci'ltSTANTK  T  MA6NBNCI0   — 

Arontfciniteiitos  ftespues  de  U  muerte  de  €oiistaiiiinó.  —  Repaptt»» 
niifnto  del  imperio  entre  los  hijo5  de  Conitantino. — Sitio  de  Ffisi- 
Lis  por  los  per?as.  —  I>i«fii»ioiied  (clesiásticas. —  Muerte  de  Cons- 
tantino U.' — Ifuevas  difleu^iones  ecUaiásticas  — Invasión  de  los  fran- 
cos. —  Sesión  de  nn  eoncilio  unrversah  — Guerra  con  los  persas. — 
Batalla  de  Síuga«a>  —  Cobardea,  y  h^iida  de  Constancio.  —  Ol'ijtn  de 
>a  palabra  paganos,  —  Usurpación  dt  Magnencio  f  muerte  de  Cons- 
tante. —  Sitio  de  fliaibis  por  Sapor.  — Batalla  dl\  DH%a  y  muerte 
di»  Magnencio 3Í 

CAP.    lis.  — COKSTAKCIO,  BMraRÁDOB:     GAIO,    CiSAR:    JVtlA^CO,  CésAR. — 

Predilección  esiúpda  de  Constancio  por  el  cristianismo.  —  Tiranía 
de  Galo  y  de  Conüttncio.  —  Inva&ion  de  los  all*ni¡Htesi  —  Perfidia  de 
Constancio  respecto á  Gafo. -^Muerte  de  Galo,  —  Cuadro  de  la  vida 
db  Juliano.  —  Su  e^vacion  al  rango  de  cesar. —-Conducta  dt  Cona- 
taiicio  respecto  ó  Juliano.  — Retrato  df  JuKano.  —  Disensiones  en-  ^ 

tre  Constando  y  fos  obispos.^— Deposición  y  destierro  del  papa  ti- 
berio.—  Secta  de  h)s  maredonios  ^ue  negaban  la  divinidad  del  Kspi- 
vitu  Santo.— -Gobierno  de  Juliano.  —  Alafias  dir  Juliano.  — Destfla- 
cion  de  Valcntiniano.  — Confederación  alemán».  —  Batalla  entre  .Pi- 
liano  y  Chnodomario. — Huevas  victorias  de  Juliano— Dffcriciotí 
de  Piküis  por  Juliano. — Destrucción  de  Nicomedía.  ^Turbulencia», 
de  Or*tnte.  -—  TTevolucioii  de  las  tropas  en  (avor  de  Juiiano.—  Ju^ 
liano  fmé  el  titnh>  de  angosto. — Conspiración  contra  éf.  — Muert« 

de  Constancio •  •  • 50 

CAP.  IV.  — JütiANo,  BttPRKADOR.— «Revdncion  en  el  imperio  al  adve-s^   * 
nimiento  de  Juliano.  ^^  Carácter  de  Juliano.  —  Sa  siatrma  relijioso. 
-—Popularidad    de   Juliano*— —Restablecimiento  del  politeísmo. — 
Gobierno  de  este  prtedpe.  — *  Sa  pR&ejirico  hecho  por  él   mismo  en 


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el  ¡fysopegon.'^Tenóme^o  xoi^^o  e»  U.ncoiiftlfíiccHMi  M  leí»- 
pío  de  JeruMlen. -^ — Prinifros  trUnifo^doJuBano  entii  guerra  contra 

Sapor.  —  Batilla   «le  M» rangas.  —  Muerte  de  Juliano 94 

CAP,  V.  —  Joviano,  bmpbrador.  —  Salustio  reusa  el  imperio.  —  Elec- 
ción de  Joviano.  —  Defección  y  retirada  del  ejército  desjHies  de  la 
rouerlir  d^  Juliano.  —  Funcaale»  de  Juliano.  —  Joviano  tolera  todoa 
loscultot.  — Muerte  de  Joviano 122 

CAP.  VI.— -  VaLIMTINIAIVO,  BkPBRADOR  BNOCCIDBMTB;  VALBNTB,  BMPB&A- 

Doa  BH  ortbntb;  paocopio,  vsürpadorí  Graciano,  césa&;  taÍentiiiia- 
MO  iit  BMPBRAOoa  BN  oCCiDBKTB.  —  Retrato  de  Valentiniano.  —  Aso- 
ciación de  Valenteal  ioiperio.«-DÍvÍMou  de  los  imperios  de  Oriente 
y  Occidente  ^ntre  Valentiniano  f  Valente  — Usurpación  de  Proco- 
pío.  —  Cobardía  de  Valente.  —  Huida  y  muerte  de  Procoplo.  —Cruel-  ~ 
dad  de  Vatentiniano.-^Mueitede  A*anasío. — Disensiones  eclesiás* 
ticas  en  ÜM^av-'-^VklorUs  de  Valentiniano  contra  los  bárbaros  y  sa 
espedicion  en  Jermaaia.  — >  Rebelión  de  Firmo  en  África.  -—.Muerte 
de  Teodoaio.  —  Esaocionas  y  muerte  de  Sapor. — Cuadro  de  la  na- 
ción da  los  godcM.—— Atañas  de  Hermanrico  y  de  Amalarico.  — • 
Muerte  de  Valentiniano.  —  Valentiniano  II  es  proclamado  emperador.  1  ^ 
CAP.  VI!.  — Val^i^ts,  bn  oribntr;  <;nACiATio,  valentiriano  u.  bm  occi- 
obntb;  tbobosio,  ifÁcsimo,  9sorpai>'»ií. —  Ori^roso  terremoto.  —  Inva- 
sión de  tos  biinos.  —  Retrato  de  estos  salvajes.  — Sus  triunfos  en  Chi- 
na.-—Devastaciones  de  los  godos  y  visigodos  fu  Oriente,  t*  Invasión 
de  los  jermanus  en  las  Galias. — Estado  del  Occidente  en  .tiempo  de 
Graciano. —  Atadas  de  la  reina  Mavia.— Proscricion  ocasionaba  poc 
una  predicción.  — Victoria  de  lo9  godos  sobre  los  romanos.  —  Muerte 
de  Valente.  —  Sitio  de  Adrinópulis  por  tos  godos.  —  Osadía  de  Do  • 
minica,  viuda  de  Tálente.  —  Venganta  del  conde  Julio.  —  Llegada  d^ 
Graciano  á  Constantinoi» la. — Vuelta  del  joven  dnqne  Teodoaio. — 
Sus  atadas.— Primeras  atañas  de  Alariro. — Guerra  dedaraila  á  loa 
paganos.  —  Demolición  del  templo  de  la  Victoria  en  Roma. —Pre- 
dicción   en   favor  de  Micsimo.  —  Su  retrato.  —  So  usurpación.  -*- 

Muerte  de  Grariano 14^ 

CAP.  Vil!.— £m  ogcidb^tb  ,  valbatim'Ano  ii ,  mXcsimo  t  «ujbnio; 
BW  oRiiNTS,  TBODosio;  BN  riN ,  T£0Bo$io  SOLO.  —  Prisci)ianislas 
condenados  é  mu^rt^  por  instigación  de  dos  obispos,— Gobierno  / 
aabio  de  Teodosio. — Disputas  retijiosas. — Rigor  de  Teodosio.  — 
•  Predilección  de  la  emperalrit  Justiua  por  el  arriattismo.  -r—  Marcha 
de  Mécsimo  contra  Val*^Ntiuiano,  —  Victoria  de  Teodosio  sobre  Mác- 
simo.  — MuVte  de  Mtcsirao.  —  Entrada  triunfal  de  Teodosio  en  Re- 
ma.—Discusión  entre  el  senado  y  Teodosio.  —  Revolución  en  Aiitio* 
quía  contra  ^Teodosio.  —  Temeridad  del  eremita  Macedonio.^'Cbe- 
loencia  de  Teodosio. — Revolución  en  Tesalónira.-r-Muerte  de  la 
emperalrit  Justina. -^Usurpación  de  Arbogasto  y  muerte  de  Valen- 
tiniano.—  Eujenio  es  nombrado  angu^lA»  **^  RaMl'a  de  Aquileyja  y 
mnerte  de  Arbogasto.  —  Honorio  y  Arcad io  emperadoa*^  —Muerte 
.  de  Teodpsio. ,  .  •  .  • ^  172 


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TOHO    XT. 


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VIRG. 


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WQtMkmh  wmjftcaAiMMmtu 
€09   LAS  OBRAS  DB   LO$<CBLBBBBS    BSCB1T0BB8 

ELtCONDE  DE  SEGUR,  ANQUETIL  Y  LESAGOB^ 


M.  HILLOT  ,  MüfiOnt ,  OBAITfiMBBiAirB  ,  'B0SSI7BT  ,  THIBBS  ,  OUUOT, 
WAT,  mtmELEl  ,  MKHBT  ,  BOBBBTSOV^^  ITOBUB^  MOllTBSQUIBV^ 
BOLKUr^  IIAIIAICA,  MlftAlTA/aaiJft/TOailSlfO,  M AUIABI,  mCHABL  etC. 

coiar  usr  sneosoRAiBso  szooBiinEeoicriixviBB^^ 

OBRA  COIIPILADrA 
SAJO  «XA  DnLfiCCION  DB 

A.  «UtnHIEZ  DEL  BMBt, 

BB    YAIUAi  'MkVBMDBt   ABlítVICAS    T   UTlBABI^f 


IMI 


^1 

1848« 


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Alodia,»éiik66.c«Mlopri«cÍ|M|.  ' 


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CAPIIULO  IX. 

▲VAMro: 

(Ate  195.)  . 

WtUidú  éá  ímtnkk-^UtmmdM  dtl. ctUIUbímiio.  — StíUroii,  nlnlilro  en  Oc- 
cUcBle*— Rafiat^  miaiMro  ta  Oricalc.— Honorio  y  Arca¿io cmperadoret.. 
— llc|MirtÍ9ÍfAlo  del  imperio*  —  Maerte  de  Rufino.  —  Eulropio,  minitiro  «ji 
Oricalc-~Ile¥Oliicioneii  Afric»  canttdA  por  Jildon. — Muerte d^Jüdott.  -^ 
.AlellM  f  eltvociosde  AiaHeo.— -Hatdo  de  Honorio. -^DerroUdt  Alerioo^ 
— Vttelta  de  Mówiri^  á  Itala^-^AbolíciowdlIot  combtUt  de  lot  gle^ie* 
doiei»— lovMion  de  Radaguio  ea  Italia  y  batalla  de  Florencia.— I iiva«iba' 
dt  loe  báfliaroa  en  el  Ocideiite.-^ Muerte  de  Stilicsoo  y  »Ít{o«de  Roñe  por 
Alerlooi.-^8Mode1llMMi  por  Alaeico.-— Muerte  de  Alarico;  •->  Su  lepakix» 
ea  colocodo  ta  fl  fcado  de  ua  viow— eiccoba  de  Ataúlfo,  cuíMo  do'Ala/i* 
co.  — Maertede  Goaateatluo  jr  de  tu  bi{o  Juliano.-*  E*UbleciiDÍento  de  loa 
vitigodoaen  la  Galio  Narboneoae  y  principio  de  lo  moaarquia  goda  de 
CapiiU.— Maerfe  de  AUulfo. —Muerte  d*  Sinferieo.— CoaqulMá»  di  Va- 
lia cá  Eape8a.^«^Tiia«fo  vergontoto  de  Hoaorloea  Roiaa4-— Ce«ioi^dt  la 
Aquilaaia  á  loa  ▼iaigpdoa.i— ^Bitadt»  del  impMÍo  de  Oriente. -7*  Reiroloc  ion 
ea  Fríjia. -^  Muerte  de  San  Jnaa  Ériadatoao. —-Muerte  de  Arcadio. — 
Muerte  de  Conataado  y  de  Honorio. — Lijero  botqucjo  de  loa  papts  deade 
Sea  Silvestre  hatta  laciccacio  pviaiero. 


£sTi 


TABO  bBL  iHPttia.—- Antes  da 
pMftr  á  la  DMTieioB  de  la  bis* 
toria  de  loatttceiarea  de  Teodo- 


aio/edhemoi  ana  tijera  ojeada 
sobre  el  eaiadd  de  aquella  socie- 
dad^ y  veaoios  el  ioDuJo  que  la* 


,<^'- 


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'6  ^wUlfnRu, 

>iiBroaen  laróinfa  ctpl  im|M«o   tertlfH^mn  í(ohra4os  elementos 


'cienos  bechos  y  ciertos  priii- 
H'ipí4»6,r        ,^  ;  ^ 

'Cé  nyas  grande^  porqne  d^:ipiNps 
de  él  D0:^ferán  mas  que  roi- 
nas  y  desgracias.  Era  ^cesvrio 
un  lifombrieBspeelal  parasuspen* 
Sder^rctmoil^  las  revétat^iones. 
Toüo  anunciaba  una  complela 
dera<^encia. 'Ün  goinerno  arÜi- 
'trdi'io  que  no  tenia  ligias  fijas; 
una  mezcla  de  bérberos  que  ha« 
bian  ulleraÜd  tos  anlig«iD3  pria* 
cipíos;  Otros  nnllones  de  bárba- 
ros 'queies{»er«bai|  el  momento 
*de  absorverse^el  impetío,  coiao 
iNia   presa   digna  de  su  rapa- 
erR^  cortes  faátoosas,  llenas 
.  de  euniteos,  de  ievedli»res  tfel 
deleite  y  de  la'Wépula,  enquerla 


para  operar  uiüa  disolución  coni- 
:p|^i^en«todo^|r  veduair  I9  sode- 
^dfd  á>  mi$|9d  j|B«i  ^tmi«t«. 
A  lasideas  jttstAs;fr  les  cosas  só. 
iidas«  -sucedían  una  ptAobreria 
neda  y  sutilezas  vanas.  El  tflero 
00  podía  ser  m^S .estápido^   si 
bieiies  rerdadf  oe  nunca  bi  si- 
do muy  aventajado.  Guando  4as 
Reirás  caen,  y  4«s  esy íritiM  *«ul- 
*4ivadgt9  seestravian  por  torcidos 
senderos,  U^  ciencia  <|ei  gobier* 
ne  debe  oscur^Cj^r;}^,  y  ¿«á  pru  e- 
ba^  esia  verda'd  está  en  las  le* 
yes. peco  meditad  is  y '''aun  per- 
judiciales que  se  espidieron. 

No  es  de  admirer,  4iee  Miilol, 
4iie  s^igiioresea  los  vénbderos 
principios  de  la  baeien^a^  puesto 
que  losTomanos  nunca  babiao  te- 


intriga*yí»%dirlaoion  dominaban  I  nido  sino  muí  teoría  muy  imper- 
casiiiempre^enmediottela  mi-    feeta.  Pero  la  ley  de  €eodosio. 


sería  pública  un  lujo  insultante^ 

•  pues  se  veiao  en  ciertas  casas 
bastados  mil  criados  adornados 

.  de  brazatetesy  collares  de  oro; 
«M  -corrupción  de  costumbres 

*  qoe^lesde  bis  petaeios  se  estén- 
dia  ha^r^ei^oputacbo-,  odios  de 
relijíon  que  deéilroian^odavoeii- 
cordia  entre  ios  ciudadaMs,  y 
que  tenian  buen  cuidado  de  a- 
limeotar  los  sacerdotes;  un  prin- 
cipio de  ignorancia  qoe  apagaba 
de  dia  en  dia  las  luces  de  la  ra* 
xon,    y    el  sentimiento  de  lo 


que  para  reprimir  la  usara,  fijó 
el  interés  ddl  diaero  á  doce  por 
denlo  como  en  lo  anUgno,  no 
deja  de  ser  noielile  en^;4in  go- 
bierno cris^ano.  ^!!i 

Voi4^amos  nuescra  visea  á  o- 
tro  lado  paM'api^ciar  las  ^eausas 
del  tra^m-no  del  jmperie  ^al  en- 
4r«r7a  en  las  manos  de  Areadio 
ydeJionama. 

Por  todas  <|MiP4es  se  haMát^  de- 
molido los  lei^pioa)  péridida 
sif  mpre  depleraMd  pam  Im^- 
les.  San  Martta>  obtefio  de  Tours, 


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ié  ((iiiM  ni  héihati  tiMko  iii«ii  • 
rion,  seffuHéo  d«  unii  cMdritta 
é«  traites»  deáiruyé'tMi  lü  Cti^ 
lin^  los  siointrios;  Iw  Millos  y 
k»  irlK>teseoitsaRradosA  dejando 
con  su   sanie*  imiéiNsiBo  mu-. 
rbia.Ü«ffías4fiaifeUi».  El  oMspo 
MMKMto  eflifirewW  ta^deslrue- 
HMaéaloaedittribs  pagiiBOS  en 
teiaSirasts  dl^  Apaviea,  capilat! 
d#ta.saf(iiiidivSlria(1).  El  itm* 
plu    cuadrangolar  de  Jáfáter, 
prasan  la  ba    sotire    sotf   euat  ro 
ti^nte^i|Bliica'  columnas  da  die- 
»iléii^|lies  de  circunferencia;  di- 
rtao  templo  resistía  y  su  Inmensa 
■Hite*  se  burlaba  del  ataque  e- 
fisaefal,  y  fué  necesario  reeu-^ 
trtrá^ua  incendia  pare  haeeHo 
ttUMpv.  Mas  tarde  en  CartaigD^ 
ttaoeerlsUanea  menos  fanáticos. 
saKaoon  ellemplo  celeste;  cook- 
thrtfi&odolo*en!Í||lesÍa,  co^ó-des- 
^Ma  BonifacioHI.salvdelIhM»- 
tees  en  Roma. 

*  El  derribo  del  templo  de  Sera- 
*pift  en  A-tejandria  ha  llegado  á  ser 
célebre.  Este  templo^  en  donde 
ae  depositaba  el  Nilometro»  es-^ 
ttba  construido  sobre  un  cerro 
éftificial.  Subfasé  á  él  por  efen 


(1)  StydeM  ou  éitiowt  hUiori' 
qms  4ttr  ta  ehuié  de  P*  ttmpirt  romain, 
ta  tmismmt  gt  tes  prHf^*  ^  Chri$^ 
tíamétme  €i  t   imwa§mn  d€$   bar^^ 


MKRIO.  i 

gradase  UM  mnllhndde  bóvedas 
HomiÉaitas^eoéi ftnyaras  fosos* 
tentlAc  teMiieo-él  nniahos  pa» 
tíos  ci»aéreéiia.rodeado»  de  be- 
bitaclonea  destinadas  ít  H  bU 
blioteca,  al'eolejio  de  los  alum- 
nos, á  los  sim^teutes  y  á  los  cus- 
Ifidios  del  edlItefOi  Cuatro  tra- 
mos de  galerflia  con  pórtirm  j 
estatuas,  ofrecían  largos  paseos* 
Ricas  co4iimnas  adornaban  el 
templo  fm»pÍHmente  dicho,  que 
tiMlo  éreri^ife  mármol  y  sus  pa- 
redes estaban  revestidas  non 
tres  lániíivag,  de  cobre»  de  plata 
y  de  oro.  Lar  estatua  colosal  de 
SérapiSi,  cubierlsi  la  cabeza  con 
la  misteriosa  .medida,  tocaba  con 
su»  brazos  á  las  paredes  de  la 
capilla»  y  ea^ierto  día  un  rayo 
de-  sol  venia  á  caer  sobre  los 

rabiosdelDk>s(iX 

Loa  paganos  no^  consintieron 
lácttmente  en  abandonar  un  e-* 
diAcii>  semejante:  én  éi  sostu- 
iderbii^ttii  verdsdefa  sitio»  ant* 
madoa  á  la  deCensa  por  el  filó- 
sofo OHmpk^  hombre  de  una 
admirable  belleza  y  de  una  elo- 
cuencia divtua.  f&taba  Ueoo  de 
JDíos^  como  dice  SuJdea,  y  lenia 
algo  de  profeta  (  J).  Dos  grama- 


(2)  Ruf^  i  ti),  xxiL,  p.  192  S»Hr. 
p.  276,  lib.  t|i,  eap.  2U;  Espoailto  íott'us 
mundi,  Geogr,  mtnor,  ionu  Jif,  p,  8. 

(S)    Oljmpus  tíUiem   adeá  plenuM 


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8 

ticos^  flUbdía  j  AnnMrio,  |Mir 

leafeitn  i  loi  órdeoes:  el  prirae-* 

«o^babia  sido  pealíffoe  deJápi- 

íer,  y  eliegi|ttidodeiibaono(li^. 

Teófilo,  obi^i»  de  Ulejandrí^, 

provi3iocoa  loa  edMos^e  Teo- 

dosio  y^ifefHo^im  M  frefeele 

de  Eji^le»  ekaMÓ  <a  ^cioríi. 

tiékdie  ae  Haeojeaba  de  haber 

«ueria  ttueyeoiiaUaMS  xon  ana 

«DaQoa.  ^íimiiie^  dtee  Sozóine  ^ 

<io»  hMyéd^V^osde  haber  oide 

una    voa(  que  caouba  '^Muim 

comedie  de  ia  eeebe  y  eo  «1 

eiléQóio4elleoiplo/  El  -edificie 

tué  sfáqueado  j  demotide.  Ore- 

sío,  á  |>eaAr  de  su  apoatóUoo  ze* 

Ux,  diceescaodalizado,  fue tode 

f ué  ai-reba!tad<)L»y  que  iliasla  lea 

armarios  quedaroo  sia  Ubrosv 

devastecious  que^reicuerdao  a- 

quellüshooibreay  aquellos  Uem-. 

pos  (SiQ.  Im  >esti|aa  de  ^rapis, 

fué  berida  ea  la  mejilla  n  4»or  el 

bacba  de  un  soldad(v  destroiza- 

da  f  quemada  troco  4  trozo  en 

las  ealles  y^B  el  Anfiteatro. 

Los  dem^s  monuiDenio^  paga- 
nos de  Alejaadría  fuecoo  derrí- 
¡    .    ^ 

erai  DeouL^  éte,  SktidaSf  in  99ee  O^ 
lypos. 

(^l,)  JíeÜmdiut  gusdem  ihHs^  Am^ 
moniuá    verá   simia  esse    di€eifa$w*' 

(2)  Nos'viáinuu  ar marta  tíbro* 
(Utn,  ^uám*  ^átr^is,  extnunita  ea  d 
nofíiris  fiominibaSf  noslris  temporil 
éué  memorant.  {Oro9.  ¡ib.  tj,  cii^.  i  S.) 


badea  igidmeaile,  y  tes  estilaea 
de  liroMe  se  fuadíerea.  Teodo« 
«io  babia  maodatfo  que  el  valor  ae 
distrlboyeae  eo  iimesoas}  yero 
el  oMspo  Teófilo  y  los  suyos  se 
iepoderiffOft  de  las  riquezas  (3% 

Destruyóse  eo  OQ  todo  el  tem* 
jplo^  Cá^lépov  faoiosi  eacueie 
de  lelras  sacerdotaies^o  doadq 
se  veieu»  ídolo  8iabé4i«e  cuya 
cábese  descansaba  sobre  lasro- 
diltes.  ^oeo  astea,  Auiemno  ei 
filosofe  habla  leosefiado  ^o^  ét 
€00  aceptacieii  4a  teorjia  y  pre- 
d^cbo  4a  caída  del  pagavisme. 
4L<os  frailes  ocuparoo  ^n  Cáoope 
-el  sitie  de  los  dieses  y  de  los  sa^. . 
cerdc^tea  ejipcies. 

Aatfereció  ea  lea  confines  de^ 
M  Persie,  qn  tenplo  iomease 
que  senria  de  fortificación  i  un« 
ciudad»  «Habíéudese  hecho  Sé'* 
ari^  cristiano^  dice  San  Jeró^ 
anime,  ol  dios  Mermas  lloró  en- 
ecerrado  en  su  templo  en  Gaza^ 
»y  temblaba  esperando/que  le 
•li'ueseP'á^ecbar  al  suelo.» 

•La  saogre  cristiana  que  ^er* 
lieroo  Jes  manc^  fiolsóflcas  de 
Heladio»  fué  espiada  liárbara* 
mente  algunos  años  después <oai 
la  de  flipecia  (4).  Era  esUtija 

(3)  Eunap.^  pag,  ^3.  JÍntUérptm' 
t568. 

(4)  I  a  reina  del  femplaiéa  SérapK 
eiHlcl  aHa  391 ,  f  h  moerlc  ^  Hi|eds 
del  415. 


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*       DVL  BAJO 

de  TbMO  «1  jeómetf  o,  y  de  un 
jeoioeoperiorásQ  padre,  naci- 
da, criada  y  educada  en  Alejan- 
dría. Sabia  en  astronomía  hmis 
de  lo  que  se  acostumbra  en  su 
secso^  frecuentaba  las  escuelas 
y  ense&aba  ella  nisme  la  doc- 
trina de  Aristóteles  y  de  Platón, 
por  lo  cual  se  la  llama  «//!/¿se/^. 
Los  DLajisirados  la  tributaban 
jpnores,  y  diariamente  se  veia 
a  su  puerta  multitud  de  jente  é 
pie  y  á  caballo  que  se  apresura- 
ban por  verla  y  oiría.  Estaba 
casada^  y  sin  embargo  era  vírjen; 
porque  en  aquel  tiempo  suce- 
día con  frecuencia  él  ¥ii^r^4i- 
bres  dos  esposos  en  el  lazo  con- 
yugal^ unidos  de  sentliuteatds, 
gustos  desuno  y  rortuna,  pero 
sepairados  de  «uerpo.  La  admira- 
ción queinspiraba  Hipacia  noes- 
cluia  un  senlimiento  mas4ierno: 
uno  de  sus  discípulos  se  moría 
de  amor  por  elle,  mas  ia  joven 
platónica  compadecida  de  so  sj- 
luacioD,  empleó  la  música  en 
8u  curación,  é  bizo  entrar  la 
traaquilidad  por  medio  de  la 
armonía  en  el  alma  que  había 
períorbado.  ^1  obispo  Sinesio 
babia  sido  discípulo  de  Hipacia 
en  Alejandría.  Las  rcartas  que  le 
escribió  están  escritas  de  este 
modo:  «Al  filósofo.  Al  filósofo 
Hipacia.»  En  una  de  sus  cartas 
{ya  entonces  era  obispo)  la  lla- 

XQHO  XX. 


niraiao.  9 

ma  su  madre,  n-  hermana,  su 
amada.  Dícela  que  su  alma  es 
divina.  Felicita  á  HercuKano 
por  haberle  becho>  conocer  á  a* 
quella  mujer  estraordinaria  que 
revela  los  misterios  de  la  verda- 
dera fliosofla.  Cirilo,  obispo  de 
Alejandría,  se  comia  de  envidia 
por  la  gloría  y  reputocion  de 
Hipada.  El  populacho  cristia- 
no, con  UD  lector  á  su  frente  lla- 
mado Pedro  (1),  se  ak*rojó  sobre 
la  hija  deTheon,  «al  entrar  un 
día  en  la  casa  de  su  padre. 
Los  piadosos  furibundos  la  con- 
dujeron á  una  igfesfa,  la  desnu- 
daron completamente,  la  hicie- 
ron sisaduras  por  todo  el  •cuer- 
po, y  en  seguida  en  la  plaza  Gi- 
naron  quemaron  los  miembros 
de  la  criatura  celestial  que  vlvia 
en  la  sociedad  de  los  astros  á 
qiM6oes4guaiaba  eo  belleza,  y 
de  los  cuales  habla  sentido  las 
auis  sublimes  iufluencias  (3). 
Hombres  de  guerra  y  hombres 

.^f)  Quorum  dux  €t^  Petnu  qui- 
éam  lector.  (Soerai,  kist,  e^el*  lib*  vu, 
'Cap.  15.) 

(2/  EamgueéseM  detr/tetamad 
€cciesiam  quoe  CctMoreum  cognominoT 
iuCf  rapiunt:  et  vesitbus  eoMiam  iesif^ 
¿nUr^merurU,  Cúmque  membratim  eafm 
d£sc0rpsUseht,  memora  in  locum  quem 
Ginaronan  vocartt  tornporttíta  íncerf 
tíioc0nsmmpjn!ntnH$9cní^  bíK.ecct 
ifb.'m,  capots.) 

2 


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10 


ntroMA 


¿e  estado,  senadores  y  ministros, 
sacerdotes  cristianos  y  sacerdo- 
tes paganos/ ti tstoriadores,  ora- 
dores, panejirfsUs,  filósofos  y 
poetas  acodian  al  ataque  ó  á  la 
defensa  de  los  antigaos  ó  moder- 
nos altares.  Los  templos  se  tinn- 
dian  á  la  voz  y  por  mMO  de  tos 
frailes  y  de  los  obispos. 

«Esta  es  la  conducta  délos 
«cristianos^ dtce  el  anciano  Liba- 
»nio  á  Teodosio:  protestan  que 
nno  hacen  la  gtterra  $ino  á  lo$ 
lítemploB ;  pero  esta  guerra  es 
«provecho  para  estos  opresores; 
aporque  arrebatan  á  tos  desgra- 
«cíados  los  fruto» de  la  tierra,  y 
»se  marchan  con  los  despojos, 
«como  si  los  hubiesen  conquista- 
»do  y  no  robado.  No  siéndoles 
vesto  bastante,  atacan  también 
»las  posesiones  particulares,  por- 
vque  se{(un  espresíon  de  estos 
«salteadores,  oqfMllm  están  ean^ 
vsagrádm  i  he  dioses.  Con  este 
«pretesto,  un  gran  número  de  I 
«propietarios  se  ven  privados  de  I 
»los1)ienes  que  tenían  desusan- 
«tepasados,  mientras  quesusdes« 
vpoliadores,.  que  á  darles  oídos, 
«ofiran  á  la  divinidcHi  eon  sus  ajiru- 
wnos,  se  ceban  á  costa  de  las  víc- 
vtimas.  Cuando  alguno  va  á  que- 
•jarse  al  pastor  (nombre  que  se 
«afecta  dar  á  un  hombre  que  en 
«verdad  no  tiene  la  mansedum- 
«bre  porBorte)lo  arro|a  de  so 


npreseneia,  debiéndose  dar  por 
«contento  de  no  haber  sufrido 
«a  Ignn  castigo.» 

•En  materia  de  relijion  de* 
«Jadío  todo  á  la  persuasión,  y 
«nada  á  la  fuerza.  ¿No  tienen  los 
«cristianos  una  ley  concebida 
«en  estos  téminos?  Practicad  Us 
nmansedwñbre  y  la  dulzura-,  pro-- 
iteurad  obtenerlo  iodo  median* 
nte  ella\  no  empléetela  violencia.^ 
M¿Por  qué  pues  os  M^rojais  sobre 
«nuestros  templos  con  tanto  fu- 
«ror?  ¿  por  qué  así  quebrantáis 
«vuestras  leyes?» 

Esta  cita,  demasiado  instrae- 
tiva,  diceChateajubriand,  ofk*ece 
un  cuadro  casi  completo  del  sin- 
glo IV:  uso  é  influencia  de  los 
templos  en  los  campóse  fin  de 
estos  templos;  principio  de  la 
propiedad   del    dero    cristimo^ 
por  la  confiscación  y  rapiña  de"^ 
la  propiedad  del  clero  pagano; 
codicia  y  fanatismo  de  los  ntie* 
vos  convertidos,  que  desnatura» 
I  lizando  las  leyes^  se  permitían 
depredaciones  y  cometian  tur* 
buleneias  en  el  interior  de  las 
familias. 

Los  frailes  fueron  los  prime- 
ros demoledores  de  los ilemplosi 
y  por  esto  les  prodigaban  igual* 
mente  elojíQS  y  ultrajes. 

San  luán  CrisóstomOr  con  mo- 
tivo de  la  sedición  da  Antloqnía, 
compara  la  coadaetade  los  ft* 


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JKEL  BAIO 

lósofos  y  de  los  frailes.  i¿%ín 
»dÓDde  están,  esclama,  esos 
«que  lleven  báculos,  capas  y 
•barbas  largas,  esosiofames  cíiii- 
»cos  inferiores  á  los  perros  sus 
•modelos?  Han  abandonado  la 
•desgracia  y  se  ban  ido  á  oc«U 
•tar  á  las  cavernas.» 

«¿Cuáles  son  los  destructores 
•de  nuestros  templos?  dice  á  su 
•vez  Libanio.  Son  hoMbres  ves- 
•tidos  con  ropajes  negros,  que 
lícomen  mas  que  elefantes,  que 
•piden  vino  al  pueblo  en  vez  de 
•cánticos,  y  ocultan  su  prosti- 
•tucion  bajo  la  palidez  artificial 
•de  su  rostro  (!).• 

«Hay  una  ralea  miserable 
•llamada  frailes,  dice^gualmen- 
•te  Eanapio:  esloá,  frailes,  bom- 
•bres  en  la  forma,  cerdos  en 
^ ávida,  bacen  y  se  permiten  co- 
rsas abominables c«..  Todo  el 

•que  lleva  un  ropaje  negro  y 
•presenta  al  púbUce^^na  figura 
•sucia  y  asquerosa,  tiene  dere- 
•cbo  para  ejercer  una  autoridad 
•tiránica  (^).ii 

«En  la  alta  mar,  dice  el  poeta 
•RutiÜQ^  se  eleva  lavisla  de  Ca- 
•praria,  manchada  por  hombres 
•que  huyen  de  la  luz.  Ellos 
•mismos  se  ban  Itomado  fraila 

(1)  Liban,  pro  iemplis. 

(2)  Bunop.  in  viia  AEduii^p.  84* 
Jü^uerpia:  1S6S. 


ntPEam.  11 

{monacoi  monjes  que  para  nos- 
otros es  lo  mismo  que  frai- 
les)^ porque  aspiran  á  vivir  sin 
•testigos.  Temen  los  favores  de 
•la  fortuna  porque  no  tendrían 
•valor  para  arrostrar  sus.  desde- 
•nes;  y  se  hacen  desgraciados 
•por  temor  de  serlo*  Rabia  es« 
•tupida  de  un  cerebro  eslravia-- 
•dOj  espantarse  del  mal  y'  no 
•poder  sufrir  el  bien!  su  suerte 
•es  encerrar  sus  tristezas  en  una 
•estrecha  celdilla  y  criar  un 
•humor  negro  y  atrabiliario.» 

Los  paganos  se  raantenian  en  • 
actitud  ostíl  tributando  despre- 
do  por  desprecio,  é  insultando 
el  culto  de  ios  mártires.  «En 
•vez  de  hacerlo  á  los,  dioses  del 
•pensamiento^  los  monjes  obli- 
«gan  á  los  hombres  á  «dorar  es« 
•elavos  dé  le  peor  especie-,  re- 
•cojen  y  salan  los  huesos  y  las 
•cabezas  de  los  malechores  con- 
•denados  á  muerte  por  sus  cri- 
•menes-,  los  llevan  de  una  parte 
•á  otra,  los  enseñan  como  di- 
•vinidades,  se  arrodillan  delan- 
•te  de  estas  reliquias,  se  pros* 
•ternanante  sus  sepulcros  cu- 
•biertos  de  polvo.  Serán  llama- 
»dos  mártires,  ministros  ínter* 
•cesores  4M>n  el  cielo,  los  que  en 
•otro  tiempo  esclavos  infieles 
•han  sido  azotados  y  apaleados, 
•y  llevan  en  sus  cuerpos  la  mar- 
vea  jubta  de  la. infamia:  ved  a- 


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ti 


■I&1M1A 


»quí  los  nuevos  dioses  de  la  tte- 
»rra(l)é» 

Ebmedio  dé  estos  animados 
combatientes,  ciertos  hombres 
mas  justbs  y  moderados  de  en- 
iraml>os  partidos ,  conocian  lo 
que  babia  de  VHaperable  entre 
los  discípulos    de  las  dos  reli- 
jiones.  Amiano  Marcelino,  ha- 
blando del  papa    Dámaso,  ob- 
serva que  los  cristianos  tenían 
bastantes  razones    para  dispu- 
tarse, aun  á  mano  armada,  la 
silla  episcopal  de  Roma:   «Los 
^candidatos»  dice,  que  lle^u  á 
«preferirse,  se  enriquecen  con 
ulos  regalos  de  las  mujeres;  son 
«llevadosen  carfuajes  y  vesti- 
idos  coa  trajes  magnfficos;  la 
«suntuosidad  de  sus  festines  áu* 
«peraáia  de  las  mesas  de  los 
«emperadores.  Estos  obispta  de 
«Roma  que  así  ostentan  sus  vi- 
«cios,  serian  mas  reverenciados 
«si  se  pareciesen  á  los  obispos 
«de  provincia,  sobrios,  senci- 
«llos,  modestos,  y  que  con  sus 
«ojos  bajos  se  atraen  la  estima- 
»eioo  y  el  respeto  de  los  verda<- 
«deros  adoradores    del  eterno 
«Dios.» 

«Hacadme  obispo  de  Roma, 
«deeia  el  prefecto  Pretexto  á  Dá- 
«maso^  y  me  baga  cristiano  (2)^» 

(1)  Bknap,y  in  ^Uá  Mies. 

(2)  Fautt  me  Bomanee  mrbis  «- 


San  Jerónimo,  machas  veces 
razonable  á   fuerza  de  hablar 
con  pasión,  escribe  losiguiente: 
«Mirad  si    es   una   vergüenza 
«grande  para  nosotros:  los  sa* 
«cerdotes  de  los  falsos  dioses, 
«los  bateleros,  las  personas  ums 
»infameá  pueden  ser  tegatarias; 
«únicamente  los  sacerdotes    y 
«los  monjes  na  pueden  serlo; 
«un«  ley  lo  proibe,  ley  que  no 
«está  hecha  por  emperadores  e- 
»nemigos  de  la  relijion,  sino  por 
«príncipes    cristianos.    No  nM 
«quejo  yo  de  que  ley  semejante 
«se  baya  espedido,  sino  de  que 
«la  hayamos  merecido  nosotros: 
«fué  inspirada  por  una  sabiapre* 
«Vision,  pero  noea bastante con«^ 
«tra  la  avaricia,  pues  á  menu« 
«do  se  burlando  ella  por  fra»- 
«dulentos  fideicomisos.». 

El  mismo  padre  dice  en  otra 
parter  «Hay  hombres  que  solicf» 
»ta»n  ardientemente  el  sacerdocio 
«ó  el  diaconado  >  para  ver  k 
«las  mujeres  mas  libremente* 
«Todo  su  cuidado  entonce»  esli 
«en  sus  hábitos,  en  estar  calza- 
«dos con  limpieza,  y  en  ir  per» 
«fumados.  Ensortijan  sus  cabe- 
«llos  con  el  hierro,  los  ani- 
«líos  brillan  en  sos  dedosr  aff- 

«dan  ét  puntillas^  yoMis  bien 

ptteopum,  €#  «r»  proiíuee  chriUiatiue 
iUienm.UHp.X^l.) 


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ML  VAIO 

»106  toíaarfaii  por  doncellitas 
Mpalcrasquepor  ctérigos.Los  hay 
-ncoya  úoica  ifcopacioD  consiste 
«en  saber  los  nombres  y  babtta- 
Ilíones  áe  las  mujeres  notables 
ny  de  conocer  sos  toclinacionesi 
»desertbíré  á  nno  que  es  maes- 
«tro  en  el  oficio;  Levimtase  con 
«el  sol  y  ya  tiene  preparodti  el 
•óréea  de  sus  visHas;  busca  tos 
i»camlno6  mas  cortos,  y  este  vie- 
«jo  importuno  entra  casi  hasta 
«toftcuartos^  donde  ellas  duer- 
amen. Si  ve  una  ahnoade,  «na 
«servilleta  ó  cualifiMer  otra  cosa 
»de  su  agrado,  la  alaba,  la  admi- 
»ra,  la  palparse  lamente  de  no 
vtener  una  igual^  y  en  vez  de 
«pedirla  se  la  lleva  (1).» 

Gregorio  Nactaneeno  habla 
de  los^  carrea  dorados,  de  los 
buenos  caballos  y  de  ta  comitiva 
oomerosa  de  los  pref  ados;  y  re* 
presenta  á  la  mult¡tu\l  apartán- 
dose de  ellos  com(>  ante  las  bes- 
tias  reroces  (2). 

Tal  erd,  pues,  el  estado  del 
aacerdoeio  y  del  imperio:  la  i- 
glesíe  tttfluiade  una  matara  vi- 
eible  en  lu»  negocios,,  y  clara  es 
que  todo  debía  resentirse  de  la 
ambkion  y  la  codicia  délos  sec- 
tarios. 

(t)     fieurXi  líisU  eeeits,'  tonu   /íT, 
Ub*  xvni. 
.     (2)    Qreg.  Naz.^  orat.  32. 


El  pagan  ¡SIIV9  fís^i  tepnllarsé 
en  las  catacumbas  de-donde  bv* 
bia salido  el  critltiMismo:  aun 
se  encuefitran  hoy  entre  las  ca« 
pillas  y  los  sepulcros  der  tos  pri^ 
meros  eristianos,  los  santuarios 
y  simulacros  de  los  últiuM»»  idi^ 
látras  (3).  No  solamente  se-coo^ 
Servaron  en  secreto  los  reatos 
de  la  relfjion  griega,  sino  que 
don^tnó  piucamente  á  alguna, 
parte  del  nuevo  culto:  San  Boni- 
fació,  en  el  siglo  VIH,  se  quejA 
de  ello  á  la  corte  romana  (4). 

Influencia  dbi  cristunis- 
Ho. — Ya  estamos  viendo  undi- 
de  la  antigua  reUjíon,  y  entro« 
Dkadoel  crisüanísuio.  Hallan* 
dosela  historia  de  la  iglesia  uni- 
da ala  del  imperio au» desde  el 
•tiempo  de  Constantino, observe- 
mos aquí  ka  ioQueneiaqueba  po- 
dido ejercer  eicristianisuM). 

Acaso  esta  no  ba  sido  tanta 
como  jeneralmente  se  cree,  di- 
ce Gamus  (o);   las  costumbres 

(3)  D\j4gintouri  ^  monununi  dm 
mojrea  d^e  a  Rome» 

(4)  Bonif^  epist,  ap.  SOrran^  el 
D.  ütart.  Thet.  Anecd. 

(5)  Compendio  eltmcutal  <3e  H¡»^ 
toria  Uoiver.«al,  por  D.  Alfredo  Adol- 
fo Canias,  profesor  de  la  UuiverMdad 
y  Atfueo  de  Madridí  2  vol.  8.<>  EsU 
obiita  es  tumainf  nie  recomeodable  poir 

I  la  erudición  que  contiene»  y  por  estar 
eicriu  cao  critíct  y  61otofia. 


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bao  iMjerado  peee;  «fli  «s  que 
DO  se  ven  aora  meóos  hombres 
.  viciosos  y  corrompidos  que  an- 
tes del  cristianismo^  pues  aquor 
lia  pureza  de  costumbres  de  los 
.  primeros  cristianos  solo  eesistíd 
el  tiempo  que  ^^raron  las  per- 
aeeticiones.  Entretanto  la  reli- 
jion  cristiana  fu^  la  primera  ea 
proclamar  la  fraternidad  de  to- 
dos los  hombres^  y  en  predicar 
la  unión  y  ia  paz*,  doctrinas  in- 
xomparablemente;  mas  piirasque 
las  de  los  antiguos  cultos;  pero 
por  desgracia  no  bastan  las  doc- 
trinas para  domar  las  pasiones, 
la^  cuales  triunfaron  con  fre- 
cuencia de  todas  la^  leceiones 
de  la  mas  sana  moral. 

£1  bien  que  ba  producido  el 
cristianismo^  y  que  no  puede 
pouerse  en  duda,  es  babor  des- 
terrado aquellos  bábitos  feroces 
que  el  paganismo  babia  creado 
ó  tolerado;  aquellos  combates  de 
gladiadores,  cuya  barbarie  sía 
embargo  ya  babia  principiado  á 
eenocer  la  razón  bumana:  en 
este  sentido  es  innegable  que! 
suavizó  las  costumbres.  Pero  no 
aabemospor  qué  fatalidad  el  fa- 
natismo relijioso  vino  á  dismi- 
nuir tan. gran  bien.  £1  cristia- 
nismo, en  los  tiempos  de  jgno- 
Mncia,fué  para  los  hombres  que 
-creyeron  que  defendían  la  cau- 
M  divina,  el  pretesto  infama  y 


el  motivo  de  atroeídadas,  tm 
grandes  como  las  que  babian 
becho  desaparecer.  Esto  consis- 
ie  en  que  $in  ilustración  la  ra/i- 
Jion  se  ténvierte  en  intoUraníe, 
no  por  defecto  suyo,  sino  á  con* 
secuencia  de  las  pasiones  hu- 
oAanas:  así  fué  que  todo  conquis- 
tador cristiano  quiso  imponer 
por  la  fuerza  su  creencia  á  los 
pueblos  conquistados:  de  esto 
será  un  testimonio  Garlomagno 
entre  los  sajones; -^y  nosotros  los 
españoles  en  las  dos  Arméricas 
plantamos  la  cruz  sobre  rios  de 
sangre  como  veremos  á  su  tiem- 
po. Esto  no  se  hubiera  hecho 
ciertamente  si  las  luces  hubieran 
dirijido  mejor  el  espíritu  de  la 
Céque  se  imponía  á  los  ven- 
eidos« 

i^  influencia  política  del  cris- 
tianismo, continúa  el  citado  Ga- 
mas, ha  producido  ventajas  y 
perjuicios.  Manifestando  mas 
directamente  á  los  soberanos 
un  poder  que  castiga  y  recom* 
pensa,  la  relijioo  de  Jesucristo 
ha  hecho  que  algunos  de  ellos, 
aunque  muy  pocos,  no  se  sepa- 
ren de  la  senda  de  lajusücia: 
proclamando  la -igualdad  delan- 
te de  Dios,  ba  dado  á  conocer  i 
los^eliores'del  nuindo  que  sus 
subditos  eran  hermaiu)S  suyos, 
y  que  la  beoeñcencia  ^ra  mas 
bien  un  deber  que  una  virtud. 


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liBL  BAIO 

Coo  todo  680^  lo  qoe  indicaría 
qo6  la  influencia    polflica  deli 
crifllíanismo  no  ba  sido  tan  po- 
derosa como  algunos  han  pensa- 
do, es  qne  lejos  do  modificar  el. 
carácter  de  los  pueblos,  ba  re-% 
cibido  él  mismo  modificaciones 
según  el  dírcrente  Jenio  de  las 
naciones.  Entre  los  griegos»  na* 
turalmente  habladores,  enjen- 
dró  mil  dbpulas  que  se  hicterun 
importantes  á    espensas  de  la 
moral,  y  cuyo  eTecto  fué  debi- 
litar el  resorte  del  carácter  na- 
cjonal.    Entre    los    paganos  la 
multitud  de  divinidades  y  la  fal- 
ta de  uuid»d  hacia  que   la  reli- 
jion  dependiese  mas  bien  de  la 
potestad  civil^ — y  aora  ecsiste  un 
poder    independiente   enniedto 
del  estado,  objeto  de  disensio- 
nes que  Jamás  debieran  salir  del 
seno  de  la  iglesia,  y  que  se  han 
hecho  los  negocios  mas  impor- 
tantes del  imperio.  Así  pues,  el 
efecto  directo  Ua  sido  dar  pá- 
bulo á  la  propensión  natural  de 
los  griegos.  En  los  pueblos  de 
Occidente  fueron  mas  crueles 
estas  disputas,  como  liemos  vis- 
to, viniendo  á  las    armas  los 
sectarios  de   los  diferentes  ri- 
tos ^   é    identificándose    como 
entre  los  griegos  con  el  carác* 
ler  nacional,  recibió  alli  la  re- 
lijion  un  ^rácter  nuevo,  y  te- 
mió el  ardor  guerrero  de  los 


nPBaio.  15 . 

pueblos  que  la  hablan  adoptado. 
Durante  la  edad  media^  y  bas- 
ta que  los  hombres  por  medio 
de  la  civilización  llogaroo  á  sa- 
ber distinguir  los  derechos  lla- 
mados de  Dioí  y  los  que  perte- 
necían á  los  gobiernos,  vamos 
á  ver  á  le  potestad  eclesiástica 
y  civil  en  continuo  choque.  Los 
derechos  de  la  soberanía  tem- 
poral no  estaban  determinados; 
y  si  los  reyes  por  so  parte  opa* 
nian  el  imperio  de  la  fuerza,  los  ' 
tonsurado»  preparaban  fulmi- 
nantes anatemas,  aspirando á  la 
dominación  universal,  fundada 
sóbrela  ignorancia,  al  fanatiá*- 
mo  y  las  supersticiones  de  loa 
Heles.  I¿l  resultado  de  estas  lu- 
chas continuas  será  como  vere- 
I  mos,  el  ilustrarse  los  partidos, 
y  producir  la  unión  de  los  reyes 
y  do  los  sacerdotes,  resultando 
el  pacto  infame  que  se  conoce 
con  las  palabras  del  altar  y  el 
trono,  y  apoyándose  mutuamen- 
te para  formar  como  un  haz  de- 
fendido por  la  fuerza  física  y 
por  las  santas  mentiras  que  no 
son  del  dogma.  Por  eso,  cuando 
se  apoderó  de  ios  hombros  el 
espíritu  de  revolución  eñ  Fran- 
cia, los  valientes  lilósofos  del 
siglo  Xy  I II  atacaron  desde  lue- 
go las' supersticiones  relijiosas, 
seguros  de  arrancar  á  la  potestad 
civil  su  mas  firme  apoyo. 


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16 

Volviendo  ompero  á  la  in- 
fluoMia  folitrca  del  i:ristiams- 
mo,  aoB^^ianias  iasopínioDes  qcre 
bafaaUdo sobre eíte  puiHo,  que 
es  dificil  eDumerarlas  csacta* 
meDie:  iian  preieodiik)  unostiue 
si  seecsomtMiD  «iKesivamenie 
las  leyes  y  los  deberes  ^recípro- 
€0S  de  los  bonbres,  nada  abso- 
lutamente se  enouentra  que  sea 
debido  al  cristianismo^  otros  es- 
elusivos  también»  han  atribuido 
ó  su  influencia  todos  los  cambios 
4|uese  han  verificado  desde  su 
estableetmienCo.  Nosotras  cree-» 
mos  qtie  es-pesíUe  y  quizá  bms 
436aGto  tomar  u<i  justo  medio 
entre  los  dos  estremos.  Indu- 
dablemente el  cristianismo  so 
ba  cambiado  las  leyes^  porque 
después  de  la  ruina  del  imperio 
romano  y  del  eslablecrmiento 
mismo -de  los  bárbaros,  -vamos 
é  ver  fundirse a^quellas  leyes  con 
ks  >de  Jos  pueblos  del  Norte 
.formando  nuestro  derecfao  ac* 
tual.  El  cristianismo  no  ha  des* 
iruido  la  esclavitud,  por  ejem*' 
pio,..p«ies  que  por  ^un  criminal 
abuso  los  pueblos  cristianos  ban 
establecido  el  ignominioso  ira* 
iado  de  negroi'j  pero  tamUen 
vemos  al  cristianismo  dando  el 
primer  impulso  á  4a  clvtiizacion 
moderna.  La  igBOFaock  de  los 
verdaderos  principios  del  cris- 
4iani8mo^a  sido  y.  será  todavía 


BfSTOttIA 

por  bacante  tiempo  la  cansa  de 
los  abusos  escandalosos  nunca 
baslantemente  deplorados.  'Las 
doctrinas  verdaderas  de  esta  re* 
iijicMi,  fundiéndose  con  noestras 
columbres,  y  marchando  con 
nuestra  cirvjlt^aciott  y  nuestras 
Uices,  pueden  conmover  los  e** 
rrores  que  el  egoísmo  y  otros  de« 
seos  mal  dirijidos  concurren  á 
sostener;  y  si  han  tr-ascurrido 
dteziocfao  siglos  sin  que  hayan 
caido  por  tierra,  es  porque  la  in* 
fluencia  de  la  relijten  cristiana 
ha  sido  lenta. 


Cuando  les  hijos  de  Teodosio 
subieron  al  trono  de  su  padre»  - 
el  imperio  romano,  restablecido 
por  aquel  gran  príncipe,  no  ha-^ 
bia  perdido  ninguna  desús  pose* 
sioues.  Sus  límites  eran  los  mis- 
mos que  en  tiempo  de  Constan- 
tino, «acepto  algunas  plazas  ce* 
didas  á  los  persas.  Este  coloso 
imponente  por^u grandeza,  bri^ 
liante  por  su  opulencia,  vivhi 
de  su  antigua  fama,  y  los  reyes  y 
pueblos  bárbaros  que  hablan  de 
destruirle  bien  pronto,  coateni* 
dos  por  las  victorias  4e  Teodo* 
sio,  parcelan  {lumillarse  ante  la 
majestad  romana  y  aun  ^x)ntri* 
buian  á  aumentar  instantánea* 
mente  su^^splendor,  bajando  sus 
frenles  bolicosas  ante  el  trono 
imperial»  y  solicitando  el  ain^ 


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Dn  BAJO 

gulAT  onor  de  añodhr  á  $hñ  tita* 
loa  de  reyet»  los  de  eóosal,  pt- 
tsido,  firefeeU  y  jeneral  ro- 
mano. 

Pero  se  oecesUaba  o»  brazo 
muy  Tuerte  par^  servirse  de  au- 
siliareslao  peligrosos.  El  esplen- 
dor del  estado  era  ilusorio:  la 
corrupción  da  las  costumbir^s 
habia  mioado  su  fuerza:  solo  las 
bárbaros  ie  defendiao  contra  los 
bárbaro^  y  le  dominaban  antes 
da  conquistarle. 

Roma^  sin  virtud^  valor  ni  es- 
píritu público,  no  era  mas  que 
una  sombra  majestuoso.  £1  pue- 
blo constaba  de  una  multitud  de 
estraojeros,  de  pobres,  de  escla- 
Tes  7  de  Ubentos.  Les  grandes^ 
fue  poco  á  poco  haUitii  acumu- 
lado en  sus  manos  codiciosas  los 
bienes  de  los  ciudadanos  y  las 
riquezas  del  universo^  huían  de 
las  reales  y  de  los  negocios^  y 
evitaban  igualmente  el  peso  del 
trabajo  y  el  de  las  armas.  En- 
tregándose cou  furor  al  deleite^ 
parecía  que  se  apresuraban  á 
consumir  en  banquetes^  espec- 
táculos y  fiestas  sus  inmensos 
tesoros^  destinados  á  ser  éo  bre- 
ve presa  de  los  bárbaros.  La  de- 
cadencia de  los  takatos  era  pro- 
porcional ala  de  laseeslumbres. 
Leyendo  los  escritores  de  esta  é« 
poca^  solo  hallamos  pobreza  de 
pensamientos,  aljDbftnZaa   aesa* 

Tono  XV. 


liífMBlO.  17 

Jerada9i  sarvllidad  en  tos  afec- 
tos, f  ncbaion  en  las  ai|^rasionas 
y  tojo  Ja  imájenes. 

Sin  embargo,  un  imperio  tan 
vasto  prodacia  aun  algados  hom- 
bres notables  por  su  carácter, 
talentos  y  amorá  la  patria*,  pero 
loseartaaaaos,  ainiicoay  Utíer- 
tos  lasaepéraban  cuídadoBamaú- 
te  de  loa  nagaeios.  Parecía  que 
los  vicios  de  la  corteja  raceia- 
ban  del  cóntajio  de  la  vktad;  y 
como  dice  «n  atitor  da  aquel 
tiempo,  ««enaltaban  kambres 
»para  los  destinos,  sinédesUnos 
spara  los  hombres.» 

El  único  talento  qoa  la  intri- 
ga respetaba  todavía,  era  al  mi- 
litar, porque  con  venia  «r  po- 
dar. Y  así  al  imperio',  después 
de  Teodosio,  fué  gobernado  solo 
por  janerales*,  y  coínoios  bir- 
baios  eran  entonces  mn  valien- 
tes que  los  roiÉanes^  wremos 
que  bajo  el  nombre  de  les  suce- 
sores da  aquel  emperador  rei- 
naron siempre  es  tranjeros  hasta 
laaaida  del  imperio. 

StILICOM  HlKlSTlO  ESr  OCCIDBN* 

TE. — ^Teodosio  mismo  *  habia  e- 
levado  á  los  mas  altos  añores  A 
vándalo  SUlicon,  y  le  habia  da- 
do á  su  sobrina  Serena. par  aspo-* 
sa«  Temiendo  los  .peligros  que 
amenazaban  al  débil  Honorio, 
dijo  á  StUifOQ  «en  ans  éltioaos 
Ínstenlas:  «Xa  4ego  «ai  poder,  y 
3 


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Me  saplieo  <iae  adoptes  mfü  a« 
afectos»  Lleva  por  mi  bijo  el 
«peso  del  iiDperio:  moero  sio 
»in({iiielady  fiado  en  %l.  Meo^ 
«tras  to  prcrfeocis  dirija  á  Bono- 
»rto  y  tttTalor-^kososleogay  será 
«enperador.» 

AuD(|Qe  era  triste  est»  nece- 
sidad^ k>»  roiMDOS  coDÍesaroD 
queStilicoo  justificó  el  nombra* 
niento»  A  pesar  de  su  carácter 
violento^  su  codicia  insaciable  y 
m  ambición,  fué  gran  capitán, 
político  báhil,  gobernador  pra* 
dente:  defendió  con  Telicidad  el 
imperio  que  se  le  babia  confta* 
do,  contuvo  á  los  facciosos^  ate^ 
rróá  los .  intrigantes,  venció  á 
k>s  enemigos  de  Ronia,  y  dio  á 
esta  ctcidadel  último  raya  de 
gloria. 

RCFIKCl^  miUSTRO    EN    ORIEK- 

TE. — La  historia  reprende  con 
razón  otra  elección  de  Teodosio^ 
y  fué  la  de  Rufloo,  que-  gobernó 
el  Oriente,  bajo  Arcadio.  Notn- 
vo  mas^preodas  c|ue  el  artificia 
y  la  osadía.*  todos  los  vicios  in- 
festaban sn  alma,,  y  no  dejabaa 
higar  en  ella  á  ninguna  vtrlud. 
'Persiguió  el  talento,  proscribió 
el  valor,,  favoreció  el  fanatismo, 
opriiñíó  al  pueblo^  (|bríó  las 
fronteras  á  k)s  bárbaros,  bizo 
despreciable  a  Arcadio  y  abo- 
vrecible  á  Teodosio>  y  fué  lina  de 
las  causea  nuis  inmediatas^  déla 


ruina  del  imperio.  A  sus  fuñéis 
tas  sujestiones  pueden  atribuir* 
se  sin  injusticia  algunos  actos  de 
intolerancia  y  tiranía  que  man- 
charon la  gloria  del  reinado  an« 
teríor.  Declaró  por  un  edicto  á 
los  majistrados  reos  de  los  crí- 
menes que  descuidasen  perse«- 
guk*,  y  los  bizo  crueles  bacién- 
dolos  tímidos.  Otro  edicto  cola- 
có  en  la  primer  clase  de  los  de- 
litos á  la  idolatría,  cuando  la 
persuasioQ  y  et  ejemplo  eran 
bastantes  bara  destruirla.  Los 
pontífices  paganos  y  las  vestales 
se  vieron  despojados  de  sus  bie- 
nes, y  con  estas  rapiñas  se  dota- 
ron á  las  rglesiaa  cristianas. 

Despreciando  las  costumbres 
antiguasy  un»  preocupación  que 
bacia  escusable  tantos  siglos  da 
gloria^  derribó  Teodosio  la  esta- 
tua de  la  Yictoria,  que  puesta  da 
pie  sobre  el  globo  del  mundo, 
vestida  con  un  ropaje  Sotante^ 
y  desplegando  brillantes  alas  f 
con  una  corona  dé  laurel  en  la 
mana,  parecía  intimar  á  los  ro- 
manos el  valor,  y  prometerles  el 
triunfo^ 

Un  fanatismo  nuevo  bizo  á 
Teodosio  arrancar  del  capitolio 
las  estatuas  de  Júpiter,  Marte» 
Hércules  y  atrós  dioses,  y  atán- 
dolas á  su  carro,  arrastrarlas  cou 
orgullo  por  las  talles  de  Boma» 
triunfando  de  laa  vencidas  divt* 


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DEL  BAJÜ 

DiAidet  ^t  Olimpo, ^mno  coan- 

do  él  inecsorable  Aquiles  habia 

triunfado  de  Éeclor.  Simmaco, 

defensor  del  jenUlismo»  fué  des* 

terrado;  los  patricios  temblando 

abjuraron  la  idolatría  por  temor 

del  castigo  y  no  por  convicción. 

Entonces  íaé  cuando  el  poeta 

Prudencio  profanando-«u4alen- 

toy  alabandoiiQ  acto  despótico, 

se  felicitó  de  ver  «á  los  senado* 

•res.lumbrerasdel  universo(pW- 

wcherriina  mundi  lumina),  á  los 

]imieffibros  de  una  asamblea  de 

i>Fabios  y    Catones,  dejar  ms 

«ropas  pootiOcales*   abandonar 

»conorror  la  pielde  la  antigua 

«serpiente  para  ponerse  al  re<*- 

'  apaje  blanco  de  la  inocencia  del 

«bautismo,  y  buoiillar  tí  orgu- 

«lio  de  los  hazas  consulares  so- 

«bre    la  tumba   de  los  márti- 

«resXl).» 

A  la  vos  de  Jeodosio  se  cen*a- 
ron  los  templos,  se  demolió  el 
eapUolio,  se  amenazó  con  la 
muerte ¿  los  partidarios  del  an- 
tiguo culto:  la  intolerancia,  a- 
tentada  por  la  autoridad^  no  co- 
noció límites:  triunfantes  ya  4o8 
cristianos,  cometieron  los  mis- 
mos escesos  que  bubiau  ecbado 

(t)  AureL  PrudentútSf  vv-  cohmi- 
tariSf  contra  Sfmmackumf  prafulum 
arhUf  Corpus  poeimiwm^  4otm  IV^% 
p.  7SS^«.  128^161. 


B»SB10.  19 

enrostro  á  sus  perseguidores^ 
y  ya  hemos  dicho  que  San  Mari- 
tin  de  Teurs,  marchó  at  Irente 
de  un  tufbion  de  frailes,  des- 
traycMe  los  ídolos,  derribando 
los  templos,  arrancando  los  ár- 
boles sagrados  j  talándolo  todo 
con  su  santo  merodeo. 

Ai  destruir  las  estatuas  se 
descubrieron  los  fraudes  de  los 
sacerdotes  paganos,  que  por  me- 
dió de  tubos  ocultos  transmilian 
á  las  bocas  de  sus  dioses  los 
mentidos  oráculos:  este  descu- 
brimiento hizo  perder  mucbos 
sectarios  al  paganismo. 

Fueron  proibidos  como  crí- 
menes de  alta  iraicion  aun  a- 
quellos  sacrificios  en  que  no  se 
inmolaban  víctimas.  Los  paga* 
oosjimieron  y  cedieron  porque 
no  teniao  otro  remedio. 

Algunos  filósofos  emprendie* 
ron  la  refutación  de  las  obras  dé 
San  Agustín,  pero  la  intoleran* 
cia  00  permitió  se  publicaseusus 
libroS4  lo  cual  prueba  evidente- 
mente que  se  necesitó  dé  ta 
fuerza  para  propagar  el  cristia- 
nismo, y  que  no  fué  la  persua* 
sion  de  la  doctrina  la  que  con- 
'venció  éaicaraente. 

En  fin,  la  revolución  fué  total, 
y  treinta  aáos  después  de  Teo- 
«dosio«casi  no  se  encontraban  i- 
dólatras  engodo  ol empeñe;  pe- 
ro por  mnolio  tiempo  las  con- 


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so 


mrosiA 


tersioQe»  faeroB  mal  MM  apa* 
renlea  que  verdaderas;  tto  graa 
número  de  romanos  deplorabaft 
la  desIruccioD  de  su  aaiigiia  re-> 
Hjioo.  «Este  trastoriio>  dice  el 
pja  citado  Eunapioy  madó  loa 
ytemplos  eo  sepulcros,  cubrióla 
«tierra  do  lioiebtas,  restableció 
«el  itiuado  del  caos  y  de  la  no- 
•cbe,  y  á  las  inaájeoes  TCnera- 
«das  de  los  dioses^  sustituyó  la 
9S0perstick)B  algucK>s  malecho- 
iires  oscuros,  decorados  coa  ol 
»Dornbre  de  mártires.» 

Tales  fueron  los  últHnos  o- 
eentosde  dolor  de  los  idólatras, 
que  en  poco  tiempo  hubieran 
eedido  á  la  raaon  sin  murmurar, 
pero  que  no  podian  sobrellevar 
la  mas  Injusta  de  las  Ttolenctas, 
cual  es  la  de  oprimir  al  pensa- 
miento. 

A  pesar  de  esta  violación  de 
las  antiguas  costumbres  y  de  la 
Nbertad  de  opiniones  el  nom* 


Grecia,  Dicla,  Asia  meaor,  Sl^ 
ria  y  Ejipto:  Honorio  á  Italia, 
África,  Espafta,  las  Gallas  f 
Britannla.  Arcadio,  de  diexio- 
cho  aftos  de  edad,  vejetó  mas 
bien  que  reinó  tn  Constantl- 
nopla.  Era  Arcadio  pequefio  de 
eoerpo,  mal  becfao,  feo,  negro 
y  abrutado;  tenia  los  ojos  medio 
dormidos,  como  una  serpien* 
le  (1);  H  juario.  era  perezoso  y 

r¿tii(2). 

El  galo  Rufino  gobernaba  al 
Imperio  y  al  emperador  de  0« 
riente.  La  matanza  de  Tésalo* 
mea  babia  manifestado  bastan^ 
te  su  propensión  á  la  crueldad, 
que  no  tavo  freno*,  muerto  Tea» 
dosio.  Era  amigo  pérfido  y  e- 
nemigo  inaplacable.  Como  fuese 
contrario  á  las  miras  de  su  am* 
bicion  el  crédito  de  que  gozaban 
Taciano,  prefecto  de  Oriente>y 
Promolo,  comandante  jenerí^l 
de  la  infantería^  cayo  valor  y 


bre  glorioso  de  aquel  emperador   prudencia babta  cootribuidomas 
,erasobradamente  respetado  pa- I  de  una  vez  á  la  salvado»  del 


ta  que  pudiera  dudarse  del  de- 
recho de  sus  bijos.  Los  doa  se- 
nados de  Roma  y  Constan  tino- 
pía  los  p.roclamaron  augustosv 
y  el  pueblo  y  las  tropas  les  ju- 
raron fidelidad» 

BEPáLETlMIEJíTO  DEL  lULPEftlO. 

—  Entonces  se   repartió  defl- 
Bitivamente  el  imperio.  Area- 


dio  poseyó  á  Tracia,  Macedooia»  ]  tap.  %  Pha.^  u»^  80w 


imperio,  suscüó  contra  el  pri- 
mero una  causa  inicua  en  que 
pereció^  y  desterró  al  segundo, 
esperando  la  ocasión,  que  logró 

(1)  Phtiost.  hísf.  eed.  tíb,  Xt^ 
cap.  3.  Procop.^  dé  Bch  Peréiulib.  /, 
cap,  % 

(2)  Pro0op.de  Bel.  Vand^lA,it 


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•Ifim  tfeaipo  detpods^  de  at»» 
iiMrle  por  ^m  «misarios  tm^im 
eomliftte  eooira  los  ba  star  ñas. . 

La  TirtiHl  de  Laciaao,  conde 
de  Orieale,  eoBtraetalM  co»  los 
Tietoe  del  iiiiDistn>  ^áe-  mi»  me» 
aera  arto  pettgroea  pera-  él,,  y 
esi  le  IriBO  morir  BuSno  liere>> 
ASIosMeoes  Jesús  víctimas,  y 
obturo  sus  destines.  Ctaudiano^ 
Suidas,  Sbhiímo,  Jérótrimo*  y 
Simmaco'le  acosa»  de  a  ambición, . 
de  perQdiav  de  crueldad  y  sobre 
todo  de  avaricia.  El  terror  que 
eo  nombre  cansaba  e»  tod^  el 
fanpério,  tenia  sumiso»-  al  pue^ 
blo  y  á  les  provincias-,  pero  sf  en 
ninguna  parte  iMbia  ánimo  paira 
resistirle,  la  intriga  procuráis 
ba  tenebrosamente-  minar  so 
poder. 

Para  estrechar  mas^  la  cadena 
eo  que  tenia  esclavizado»  el  dé- 
iril  Arcadío,  solicitó  casarle  coa 
ao  tiija.  El  príncipe  habia  dedo 
ya  su  consentimiento  pora  elto^, 
pero  mientras  su  orgulloso  mi- 
Dísiro  recorría  el  Asia  para  go- 
MBT  del  soi>erano  poler  que  e- 
jereia  sin  rival  eoel  Oriente;  el 
eonuco  Eotropio,  mayordomo 
mayor,  celebró^en  presencia  del 
Joven  Areadio  las  gradas  de  Eu* 
dosta,  famosa  por  sos  dispotas 
con  San  JuanCrisóstomo,  élrija 
del  conde  Baotoo,  Jeoerel  de  los 
francos  ausiüares.  Arcedlo  ^i» 


nivBtiei  '21 

80  verHiiseeoemoró  dé^eHa  y 
resolviA    tornarla    por   esposai 
Ouantlü  volvió « R4iílno  i  Cons* 
tantinopla,  encontró  la*»  ciudad 
ecopada#  tn*  los^  preparativos  de 
las  fiesta»  nupciales:  lól  creía  que 
eran  parador  bija/,  y  su^  furor 
fbé  igual  á-^  so  sorpresa  cuando 
vio  al  emperador  coodociendo  á 
Bndosia  al  templo^  Este  prince*- 
sa^  digna  de  su  elevación  por  so 
twrmesura,  y  mas  aun  por  so 
talento  *  y  su  ^  firmeza^   sostuvo 
liábi^imenie  la*  peligrosa  lucba 
((ue  empesó-  desde  aquel  mo- 
mento enire  ella  y  oo  ministro  • 
lao  vengativo  eomo  poderoso. 
'  Mientras  que  estas  intrigas  de 
palacio  eran  la  única  ocopacioa 
de  la  juventud  de  Areadio ;  eo 
el  Orieote  ei  tutor  del  joven  Ho- 
norio, mas  digno,  de  ia  confianza 
de  Teodosio,  eoteodleeo  empre- 
sas mas  importantes,  y  gober- 
naba á  Roma  como  un  verdade- 
ro romano.  Stílicon,  béroe  del 
poeta  Claudiano,  y  nacido  entre 
los  bári>uro%  escedia  la  estatura 
atribuida  á  los  semidioses.  En 
su  juventud  se  (Ustíngoió  entre 
los  mas  belicosos  por  su  valor  y 
destreza.  Lus  votos  públicos  con- 
ürmaron  cada  grado  que  obtu- 
vo. Conde  de  los  domésticos,  co- 
mandante j^eneral  de  Ja  cftballe- 
via  é  infantería  de  Occidente, 
Mposo  de  la  princesa  Serena, 


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«obrioa^  Teodoftio»  trn  el  mtoó 
dueño  del  imperio  biijoisl  qohi- 
bre  de  HoQorio  qcre  4uq  iie  te- 
nia doce  afioa;. 

Los  baslaroas^  «scitadx>s  por 
Bufiíio»  liabian  derrolado  un 
^caerpo  de  los  romanos  de  Oriea^ 
te'^  y  asesioado  á  Promolo:  SU* 
licon-aepuso  en  campana  para 
"vengar  á  au  amigO!  veació  á  los 
l)árbaros  "é  hizo  en  ellos  ^rae 
'kiiiatatizA.  Volviendo  desperes  sais 
armas  contra  ios  }er manos  que 
se  hablan  alentado  con  la  muer-* 
"te  de  Teodosio^  los  echó*  de  'las 
-Gaüas  y  los  persiguió  mas  «Uá 
del  Rin/ Habiendo  libertado  al 
imperio  de  sus  enemigos,  pre- 
•«ervó  á  losciudadanes,  por  me- 
dio de  una  severa  disciplina^  4e 
la  licencia  militar.  Su  gioria  es- 
pitaba la  envidia  de  Ruíino,  y 
Ips  dos  orgullosos  rivales  uo 
4ardarou  en  ser  enemigui. 

Los  peligros  á  que  la  discordia 
^sponia  entrambos  imperios^  a- 
4erraban  el  espíritu  jeneroso  de 
^tiiicon;  pero  no  baeiao  mella 
-en  el  alma  baja  de  Rufino^  capaz 
de  sacrificar  si4i  escrúpulo  las 
4res  cuartas  paries  del  imperio 
á  los  bárbaros^  por  tener  la  cer- 
4eza  de  reinar  enlo  que  queda- 
se. £1  mismo  eseitó  las  tribus  de 
éhuuosy  scítas  á  rabar  el  Asia  pa- 
ra aterrar  á  Arcadio  y  conservar 
^  .poder  .que^ tenia  en  su  corte. 


Xo§gedo$t¥€flvi«fOD  á  temar  lu 
armas,  y  pasaron  el  Biaubio  pe» 
ra  atacar  «I  Oriente.  StUioon» 
^ocupado  entonces  en.  el  repartir 
miento  de  Ips  tesoros  y  ejércitos 
de  ambos  emperadores,  marceó 
contra  los  godos,  coa  el  pretesto 
de  llevar  á  Arcadio  las  tropas 
orientales  ^ue.  faabia  ,,eii  Italia*. 
Llegó  cerca  de  Tesaióniea,.   y 
con  8«s    hábiles   miovimíen^M 
estrechó  á  los  bjtrbarps  en  una 
posieion'desveotajosa,  donde  era 
cierta  su  ruina.    . 
""   Rufino  temia  mas  i.  fitilicoo 
que  á  los  godos;  y  así  logró  de 
Arcadio  una  orden  para  que  sus 
iropas  volviesen  á  Constantiao» 
pía»  y  proibir  é  Stilicon  gue  a^ 
vanzase  con  ellas«  £ste  jeoeral 
obedeetó,  y  volvió  á  Italia;  pero 
estada  cierto  de  la  adesion  de 
las  lejiones  que  enviaba  al  em- 
perador de  Oriente:  ellas  ^y  el 
godo  Gainas  que  las  mandabü, 
detestaban  á  Rufino  y  prome- 
4ieron  su  .mu^rtcá  Stilicon^  Tú^ 
vose  muy  secreto  este,  designio, 
y  en  S4I  marcea  desde  Teaalónica 
áÜonstüuUnopla  ninguna  pala- 
bra inconsiderada  dio  ni  aim  el 
ffuenorándicio.  A  6u  liegada  o- 
cuitaron  el  odio  con  la  máscara 
de  la  Usonja;  y  Rufino,  engafia* 
do  por  los  omenajes  ^ue  le  tri- 
butaban, les  prodigó  sujS  teso- 
ros, esperando  co»^l  ausilio  de 


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un  BAJO 

élloi  trianfar  de  Endoala  y  e^ 
fonarsa  ein|>erador* 

BfuiftTBDB  mcTPiNO. — Árcadio 
era   aobradameftle  débil   para 
i|ae  se  atreviesen  á  manifestar* 
le  so  peligro;  y  le  sal? aron  en* 
gttfiánAolo.  Gahias  solicitó  para 
sos  lejieoes  ka  onvade  qu^  le» 
pasase  re vistai  el  oftismo  empe- 
radorreste  principe  fué  con  su 
minislro  á  la  llanura  donde  las 
tropas  acampaban r  sakidó  res* 
peiuosamenie^  según  el  uso^ .  las 
águilas  roDMtías^  mientras  Bu- 
fiDO>  que  habla  tncho  ya  aeiinar 
medallas  con  so  eAjie  coronada, 
coniea^plaba  orgullosamenté  los 
soldados  en  que  fundaba  su  .es- 
peranza. Pero  apenas  llega  co» 
el  príncipe  enmedio  de  la  línea^ 
ks  do4^las  avaosan  rápidamen- 
te y  los  rodeaOr  Goinas  da  la  se- 
ñal, y  un  soldado  se  arroja  so- 
bre el  ambicioso  minislro  y  le 
hunde  la  espada  en  el  seno.,  fta- 
fln^  jime  y  cae  muerto  á  los  pies 
del  emperador.  Estiéndesela  no- 
ticiada su  muerte,  el  populacho, 
tan    furioso  contra  los  tiranos 
muertos  como  bajo  y  sumiso  á 
ellos  mientras  viven,  se  apodera 
del  cadáver  y  lo  destroza  y  a- 
rrastra  por  Us  callesl  ponea  su 
cabeza  en  la  punta  de  una  lapza» 
la  llevan  á  GonstanUnopla  y  la 
pasean  por  las  callea:  le  cortan 
la  mano  derecha  y  la  presentan 


iMFBRnr.  SS 

depu«rta«ii  poertayá  toa  que 
pasaban,  como  pidiendo  todavi» 
contribuciones.  Un  guijarro  in«- 
troducido  en  la  boca  del  muerta 
se  la  mantenía  abierta^ y  los  la<* 
bios  parecían  pedir  la  limosna 
que  Itt  iooiaoo  esperaba;  sátira  po^^ 
pular  de  vun  enerjla  espantos» 
contra  la  esaccion  y  el  poder. 
Su  esposa  é  hija  escaparon  dé  la 
muerte  huyendo^  y  hallaron  a- 
siloen  mi  conv;ento  de  Jerusa* 
lea:  sus  bienes  fueron  confisea>- 
dos.  Este  funesto  ejemplo  aov 
mentó  el  poder  de  los  jeneraies, 
disminuyó  el  xespelo  debido  á: 
los  emperadores^  y  sometió  el 
cetro  á  la  espada* 

EVTKOPIO,  MllllSTBOXliOaiEN- 

TE.*T-SI  nt  proyecto  de  Stilicon 
en  derribar  al  odioso  RuAno  fué 
gobernar  entrambos  imperios,, 
se  engañó  mucho  en  su  espe* 
ranza..  Arcadio,  que  la  lemia^ 
depositó  su  confianza  en  el  eu- 
nuco^ Eutropío  ,  su  camarero 
mayor.  £1  mismo  (jainas  se  de* 
claró  contra  Stilicon,  y  lígadoa 
los  dos  fovoritos  contri  él,  pro- 
yectaron asesinarle,  Un  decreto 
del  senado  de  Consta ntüiopia  le 
declaró  enemigo  púiblko,  y  con- 
fiscó los  bienes  que  poseia  en 
Oriente.  Así  se  enemistaron  los 
dos  imperios,  cuando  el  |>eligro 
hacia  mas  necesaria  la  unión,  y 
desde  esta  época  cada  una  de  las 


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M 


fBonmtíí 


dos  cortes  ntralm  como  aKados 
sayos  á  losMrbaros  que  «aiioa- 
béú  la  otra. 

La  discordia,  de  los  palacios 
resuekó  la  antigua  rivalidad  de 
los  dos  pueblos:  losgriegoé  abo- 
rrecían siempre  la  rusMcidad  ro- 
mana» 7  los  roaaaiies  la  moUete 
}/  refinamieolo. griego.  StUicoa, 
mas  noble  que  sus  émulos,  no 
<(Uiso  esponer»  por  el  interés  de 
su  orgullo»  entrambos  'imperios 
é  las  calamidades  de  In  guerim 
cívih,  7  aisí  abstidonóal  débil 
Arcadioá  susnuevQS  Tavoritos. 
Por  otra  parle»  unaTebelion  te* 
mi  ble  en  Arríca  ocupaba  enton- 
ces toda  su  atención. 

Leyantaiiibnto  de  JILTK)  Btf 
\AFRiCA.  — (397)  La  iuduljeocia 
de  Teodosio  habia  dejada  en  a* 
quel  pais  vastas  posesiones  en 
poder  de  JUIdo»  bermarto  dei 
usurpador  j  tirúroo  FHrmu.  £ste 
ambioioso  sevalió  de  sus  dique- 
las para  suMe^ar  á  los  africa- 
nos. Algunas  trepas  romanas, 
faltando  á  áu  debet»  Tavorecie- 
ron  la  rebellón.  Jildo,  (4evado 
el  poder  supremo,  se  llamaba 
libertador  dé  su  patria»  y  era  el 
tirano  de  ella.  No  bubo  dia  ain 
asesinatoa,  ni  nocbes  sin  liviao* 
dades  que  desonraban  á  las  fa- 
milias mas  ilustres.  Las  muje- 
res mas  distinguidas,  después 
de  saciada  su  lubricidad,  eran 


entretallas 'poreátemóostrao  á 
los  negros  feroces  áéi  desierto 
que  compon ian  s«  goaprdie.  Roi* 
naba  con  oste^despoüsoio  ^a 
baber  osado  cefiirse  te  diadema» 
y  aun  pegaba  tributo  á  Ronia; 
pero  temiendo  el  rigor  do  Sti« 
licon»  imploró  le  protección  de 
▲readio»  el  cual  tomó  su  defe»* 
sa  oon«el  desígoio  de  reunir  «1 
África  aMnperio  de  Oriente. 

"StlHcon,  para  oponerse  coa 
mas  fuerza  alas  pretensiones  de 
la  corte  de  Bizaneio»  creyó  no* 
cesarlo  fortificar  sa  poder  coa 
Je  majestad  de  las  antiguas  lo« 
Tes.  Hizo;  pues»  aparecer  la 
sombra  de  hi  república»  tanto 
tiempo  olvidada»  y  determinó 
ai  emperador  Honorio  á  que  so* 
metiese  la  causa  de  ludo  á  k 
sentencio  del  senado.  Juzgóse- 
le»  pues»  según  las' formas  anti- 
guas, y  los  votos  unánimes  de 
los  senadores  le  declararon  e- 
nofhigode  la  Tepdblica.  Encar- 
góse áStil  icón  la  ejecución  ddl 
decreto.  Solo  el  senador  Simma- 
co  manifestó  ^recelo  de  que  este 
guerra»4mpidÍ6ndo  la  llegada  de 
los  granos  de  África»  produjese 
escasez  en  Boma,  7  diese  moti- 
vo á  un  levantamiento;  pero  la 
previsión  del  ministro  impidió 
este  peligro-:  bizo  venir  de  la 
Calia  grandes  remesas  de  tri^ 
go,  y  durante  la  guerra  oel  &ó« 


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DEL    BAJO 

dffno  fué  granero  del  Tíber. 
Jildo,  que  respetaba  lan  po- 
co la  naturaleza  como  la  justicia» 
había  proscrito  á  «u  hermano 
Marcezel,  y  obligadole  á  Tcfu- 
jiar^eó  Mediolaco.  Conociendo 
Slilicon  que  no  podia  nombrar 
un  jefe  mas  ardiente  para  lograr 
la  venganza  pübHca,  dio  á  Mar- 
cezel  el  mando  de  los  -veteranos 
gfiflos,  de  los  jovios,  de  los  her- 
cúleos, y  de  dos  lejiones  llama- 
das  la  aforlunaday  la  invencible. 
Se  puede  juzgar  de  la  decadencia 
de  las  fuerzas  romanas,  obser- 
vando que  lodos  estos  cuerpos 
«scojidos  solo  componían  cíaco 
mil  hombres.  Jildo  tenia  se- 
tenta mil  conabíiiientes:  orgullo- 
so con  este  núiTícro,  se  jactaba 
de  atropellarenlre  los  pie»  de  sus 
caballos  y  de  sepultar  en  torbe- 
llinos de  polvo  aquel  puñado  de 
palos  y  romanos  que  venían  á 
atacar  alseñordel  África. Sinem- 
bargo,  las  coortes  romanas,  que 
eran  íu  verdadera  fuerza,  cons- 
taban de  muy  pucos  soldados: 
los  demás  eran  africanos  sin  mas 
armas  que  el  dardo,  b4  mas  es- 
cudos que  suscap^s. 

MCERTE     iHá     JÍLÜO.    —    (398-) 

Marcezel,  sin  lemeraqueliu  mul- 
titud indisciplinada,  avanza  in- 
trépidamente con  sus  cinco  nail 
valerosos,  llega  á  las  filas  e- 
nemjgas^  y  les  ofrece  el  perdón 

TOMO   XV. 


IMPERIO.  S5 

si  se  someten.  Un  portaestan-^ 
darte  africano  le  amenaza:  Mar- 
cezel  le  echa  abajo  el  brazo  con 
el  sable:  el  estandarte  cae:  los 
demás  abanderados  de  las  coortes 
romanas  que  servían  en  el  ejér- 
cito del  usurpador,  viendo  des- 
de lejos  la  caída  de  aquella  in- 
signia^ creen  que  es  un  actddesu- 
mision,  siguen  su  ejemplo,  n- 
rrojan  tes  armas  y  proolamaB  á 
Honorio. 

Esta  defección  esfwrcíC  el  te- 
rror y  el  desorden  entre  loa 
maurttaBOS,  y  después  de  un  ii- 
jero  combate  huyeron  al  de- 
tierto.  Jildo,  sin  ejercito  ni  es- 
peranza, se  embarcó  para  bus- 
car un  afilo  en  Oriente-,  pero  a- 
rrojado  á  la  costa  por  los  vien- 
tos contrarios,  y  rodeado  de  las 
tropas  romanas,  se  dio  la  muer- 
te para  librarse  de(  suplicio. 

El  senado  de  Roma  juzgó  á 
sus  cómplices  con  el  escesivo 
rigor  que  acompaña  siempre  ai 
miedo  y  á  la  flaqueza.  Marcezel, 
conquistador  del  África,  y  re- 
cibido en  triunfo  en  Mediolauo, 
escitó  la  envidia  de  Stilicon. 
Paseándose  los  dos  algún  tiempo 
después,  se  asombró  el  caballo 
del  principe  mauritano  y  le  a^ 
rrojóenunrío  inmediato.  Mu- 
chos acudieron  á  socorrerle-,  pe- 
ro Sülicon,  sonriendo,  detuvo 
coa  uua  fieüy^l  zeÍ9  de  ios  cor- 
4 


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86  iwrorot 

leéaoof^y  Bfartesel  péveeidsltt 
iocorro^&cre  l«s  ondas* 
•  «La  ioeertidambre  de  las  eo^ 
«sas  de  este  sígto  és  tarfi  grande, 
nescribia  cotonees  San  Agustin; 
»se  ven  caer  tan  k  meondo  i  los 
»pr(neipts  de  la  tierra,  qñe  los 
»f  ne  esperan  en  ellos,  en  ellos 
»eneaentrnnsu  ruina.»  La  for*' 
tuna  de  Stilicon  se  aumentó  por 
el  casamiento  de  su  hija  María 
con  el  joven  emperador  Hoiio^ 
río.  La  musa  de  Clandlano  ce- 
lebró en  bellos  versos  esta  hi- 
meneo*, y  auo(}ue  no  era  permi- 
tido adorar  i  los  diosas  en  ios 
templos,  se  dejó  á  los  poetas  la 
*  facattad  de  cantarlos  é  incen* 
serlos  en  sus  obras.  La  imajíoa- 
eion  n(^podia  renunciar  á  las  flc* 
clones  dei  politeísmo^  y  las  fá- 
bulas de  la  Grecia,  proscritas 
por  la  relijioD  cristiana,  fueiH» 
salvadas  por  \at  poesf*. 

El  casamiento  de  Honorio  no 
produjo  herederos  at  imperio. 
María  murió  doncella  diez  años 
después  de  su  matrimonio;  por*** 
que  Honorio,  flaco  de  alma  y  de 
cuerpo,  ni  podía  ser  padre  ni 
príncipe.  En  su  primer  Juven* 
tud  solicitó  ejercitase  en  las  ar- 
mas con  los  de  su  edad;  pero  a- 
feminándose  mas  cada  dia,  se 
encerró  en  su  palacio,  solo  trató 
de  las  niñerías  de  su  casa,  Jar- 


Stilicon,  y  tile  efp6<4adiir  Htét-^' 
ferente  de  la  agonía  y  ruina  d* 
sa  imperio. 

Rufino,  antes  de  morif^  para- 
dominar  á  ArcacKótiabia  llama* 
do  los  godos  en  su  socorro,  se^ 
giin  algunos  historiadores.  Eu« 
tropio,  nuevo  favorito  del  em* 
perador  de  Oriente,  desconten* 
tóá  estos  bárbaros,  negándoiea 
los  subsidios  convenidos,  é  irrir 
tó  di  Joven  Alarico,  no  conce^ 
díéndole  las  dignidades  milita^ 
res  que  este  príncipe  creia  de« 
bidas  á  sus  azsñas,  y  á  los  ser* 
vicios  hechoa  miUtando  coa 
Teodosio. 

Retrato  mí  alarxco.  —  Ala* 
rico  ha bia  nacido  en  la  isla  d* 
Peuce  en  la  embocadura  del  Da- 
nubio. Glaudiano  llama  poética* 
mente  á  este  rio  el  dios  patera 
nal  de  Alarico.  Este  hombre,  li- 
no de  los  cinco  ó  seis  iiombrea 
milenarios  ó  Tásticos,  no  era  d» 
la  familia  de  los  arnaUv^  la  pri- 
mera de  la  Dación  goda,  sino  d# 
la  segunda,la  familia  de  los  6aí«« 
tm.  Su  vah>r  le  babia  adquirido 
entre  sus  compatriotas  el  sobre* 
nombre  de  Salto,  que  signifie» 
el  atrevido  ó  el  valiente.  Supe* 
raba  igualmente  en  Jenio  y  cien* 
cia  militar  á  todos  los  guerreros 
de  su  pueblo.  La  envidia  misma 
cedió  á  Su  superioridad:  todo^ 


diñes  y  corral,  confió  el  cetro  á  *  los  jefes  de  loa  godos  le  procla» 


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ML   BAIO 

maroQ  jeneraí;  y  este  implaca* 
l>le  eiieiBígo  de  Roma  se  valió 
para  destruirla  de  la^sperieQ- 
cía  que  bahía  adquirido  en  los 
ejércitos  áei  grao  Teodosio, 

Líi  corte  de  Orieole,  á  la  cual 
acometió  primero,  solo  le  opuso 
jeiierales  incapaces  de  medirse 
con  él.  Antíoco  y  Jeroncio  ni 
«upieroD  mantener  la  disciplina 
en  las  tropas,  ni  defender  la 
frontera.  Alorkio  los  venció  en 
muchos  reencuentros^  saqueó  la 
Tracia  y  la  Ducio,  penetró  en 
Grecia  sin  ostáculos^y  avanzó 
hasta  las  \er tientes  del  Eta.  Pocas 
fuerzas  huhieraa  bastado  pura 
defender  el  paso  d»  las  Termopi- 
las; pero  puede  decirse  que  solo 
estaba  defendido  por  la  tumba  de 
Leónidas.  Unos  pastores  ensena- 
ron á  los  persas  el  sendero  de  la 
aiontaüa;  unas  ropas  negras  (lo 
cual  en  el  lenguaje  de  Eunapio, 
fiignifican  frailes  ó  monjes),  lo 
descubrieron  á  los  godos.  ¡Qué 
prodijioso  cambk)  en  los  tiem* 
:pos!  ¡qué  revulucion  eiitre  los 
bombres ! 

ATebas  la  protejieron  sus  mu- 
rallas: los  recuerdos  de  esta  ciu- 
dad venian  de  £dipt>,  pasaítan  por 
Epaminondas  y  Alejandro,  A- 
Jarieo  perdonó  á  Atenas  por- 
que capituló^  ya  esta  ciudad  e- 
ra  una  universidad  mas  famosa 
por  su  miel  que  por  su  Gloso- 


IMPEMO.  27 

üa  (1).  Aceptó  un  convite  y  se 
bañó  en  la  ciudad  de  Pericles  y 
de  Aspasia  para  manifestar  que 
no  le  era  estraña  la  civilización. 

Pero  el  Ática  fué  entregada 
alas  llamas.  No  hace  muchos 
años  que  semejaba  Atenas,  co- 
mo en  el  tiempo  de  los  godos,  á 
la  piel  sangrienta  de  una  vícti* 
ma  cuya  carne  se  hubie^ie  ofre- 
cido en  sacrificio  (2).  Afirmábase 
que  Minerva  habia  movido  su 
lanza  y  que  la  sombra  de  Aqui- 
les  habia  espantado  á  Atan- 
co (3).  Los  espíritus  debilitado* 
por  la  fábula,  dice  Chateau- 
briand, son  muy  pequeños  en 
las  realidades  de  los  imperios: 
la  Grecia,  conservada  y  como 
embalsamada  en  sus  ficciones, 
oponía  puerilmente  las  menti- 
ras de  lo  pasado  á  las  terribles 
verdades  del  presente. 

Atarico  continuó  su  marcha 
acia  el  Peloponeso:  Ceres  pere- 
ció en  Eleusiscon  sus  misterios, 
y  cuyo  templo  fué  el  último  asi- 
lo del  paganismo.  Muchos  filó- 
sofos murieron  de  dolor  ó  por 
la  espada  de  los  bárbaros^  entre 
otros  Protero,  Hilario  y  Prisco, 
tan  querido  de  Juliano.  Corin- 

(1)  ^ynes.  ep,  135,  ad/raiefJh 
p.  272. 

(2)  S/nes.  t&id, 
.(3j     Zoí.,iA».78í.  „.^y^. 


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» 


wtsmtá, 


to^.  Argot  7  Imparta  Tteroo  olla* 
4a  80  gloria.  Entonces  qnlzi  pe- 
refería  aqoel  Júpiter  olíoipito 
qne  no  tenia  de  inmortal  lino 
su  estátna.  Desgraciadaoiente 
era,  como  ya  hetnos  diclio  en  o* 
tro  pars|é>  de  oro  y  marfil;  si 
hubiera  sido  de  mármol,  acaso 
hubiera  quedado  esperanza  de 
hailnrfo  entre  los  oratorrales  de 
la  Elide,  á  meóos  que  pulvert* 
xadoel  pensamiento  de  Fidias^ 
oo  se  bttbiese  convertido  en  la 
eel  de  una  chosa  6  de  un  mina* 
rete. 

Stilicon>qiienohabi»  podido 
llegar  á  tiempopara  salra^  á  tos 
griegos,  corre  jpera  Tenga  ríos: 
desembarca  con  on  ejército  en 
las  cercanías  de  Cbrin^;  da  á 
los  hm^baros  muchos  combates 
osttnades  y  sangrientoSi^  y  des- 
pués de  una  terrible  resisientia, 
logra  uoa  completa  victoria. 
Obliga  fríos  godos  k  relirarseá 
una  montafie cercena  alas  fuen* 
tes  del  Peñeor  los  rodea  de  a- 
Irincberamientos^  tes  corta  toda 
comunicación,  y  no  les  deja 
mas  alternativa  que  la  servidtini- 
bre  ó  la  muerte.  Pero  una  gran 
confianza  en  el  triunfo  hace  que 
se  pierda  muchas'  veces.  SüH- 
con  cometió  la  falta  de  alejarse 
momehláoeameole  de  su  ejér« 
cito  para  asistir  á  las  fiestas  y 
juegos  públieoS;,  que  nunca  de- 


jaban de  celebrarse  eif  (^ecitv 
según  la  antigua  costumbre,  mam 
enmedio  de  los  mayores  desee** 
tres. 

Durantes»  aosencia  seaflojd 
hr  discípliiM  en-  ta»  tropas,  y  loa 
Jefes  se  entregarotti*  la  cripute. 
Los  atrineberanrieotos  se  guar^ 
daban  coi»  negiijeocíe,  y  enme« 
dio  de-»ita  noche  sombría  sali6 
Alarieode  su  campo  con  todo  el 
ejérvfto;  forz<S  his  líneaede  loB 
romanos,  se  refiíjió  en  les  mon«- 
taño»  de  Epiro  y  sefortificd  eo 
ellasw 

Stilicon  quería  perseguirle^ 
pero  el  rey  de  los  godos,  taa 
diestro  como  valiente,  aprove-^ 
cháhdose  coi»  habilidad  de  la 
desaveoencje  que  bebfe  entre 
las  dos  cortes  imperiales/  hizo 
la  paz  coa  Árcadio  que  aceptd* 
sus  servicios,  y  le  nombró  co¿ 
mandante  general  de  los  ejérci*^ 
tos  de  la  Iliria' oriental.  Asi  Sti- 
licon, aunque  vencedbr,  se  vlA 
obligado  á  retirarse,  respetando^ 
por  el  nuevo  títufo  de-  Jeneral 
de  Arcadio,  al  enemigo  y  das^ 
tractor  de  entrambos  imperios.. 
Sin  embargo,  en  medio  de  los 
cortesanos  de  Oriente  habo  un 
hombre  valeroso,  Hamado  Sin^ 
nesio,  qoe  se  atrevió  á  decir  lit 
verdad  al  emperador.  Hízolo 
presenté  que  en  lugar  dé  some^ 
ter  U  majestad  romana  al*  yú^ 


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de  los  bárbaros,  un  hijo  de  Teo- 
dosio  debía  arrojar  tan  feroces 
ansUiares,    desterrarlas    de    su 
cdrttí,  desecharlos  de  sus  campan 
mentos,  restablecer  la  anligaa 
disciplina,  reformar  el  lujo,  dis- 
poner levds,  llanrar  á  las  armas 
á  los  patrkroSj  cabaHeros,  agri- 
cnUores  y    comercianlics,  y  al 
frente  de  este  ejercita  de  ciuda- 
danos destruir  la  «acroo-  goda   y 
salvar  ditfnperio.  Este  discurso 
verdaderamente    n^mano,     fué 
\fnuy  aplaudidoc   mas  solóse   le 
respondió  con  el  decreto  que  pu- 
/blicaba  la  |»romoc¡on  de^  Aliirtco. 
•  >    Primera  ESPEwciON  de  al^ki-  { 
€0  A  ITALIA. — (400)  El  rey  áe  los 
godos  se   sirvió  de  Ij   aulurídad 
que  se    te  confiaba   para  dar  á 
í.  tus  tropas  armas  de  toda  espe- 
'-TCie^  Eñ  lodos  los  talleres  del  O- 
Tiéntase  ocuparon  noche  y  dia 
r.io6  romanos  eu  forjar  yelmos, 
escudas,  lanzas  y   espadas  para 
armar  á  sus  diestruclores. 

Mientras  la  discordia  debilita- 
be  cada  diíi  el  poder  roaiano,  la 
unrofí  aumentaba  el  de  las  na- 
eiones  bárbaras.  Todo^  suá  prín- 
cipes, aogando  la  envidia,  se  pa- 
steron  bajo  los  estandartes  de 
Alarico,  comandanlajeneral  del 
imperio  d^  Oriente,  le  alzaron 
sobre  un  escudo,  y  le  proclama- 
ron rey  de-  log  visigodos'.  Este 
r  príncipe  había  asolado  eu  su  ÚU 


WPERm.  29 

tima  invasión  fas  provincfas  o- 
rientalesde  Europa:  no podta* ro- 
bar las  de  Asia,  cuya  defensa  te 
era  ctmíiada  per  su  nueva  dignr- 
dad:  además,  Gonstantínopla  era 
una  plaza  demasfado fuerte  para 
que  pudiese  lomarla.  Iodos  es- 
tos motivos  le  incitaron?  á  hacer 
teatro  de  su  ambician  d  Occi- 
dente; y  para  artarsu  sed  de  glo- 
ria y  de  riquezas,  determina  pa- 
sar á  Italia  y  cojer  en  Koma  lo§ 
ricos  despojos,  amontonados  ea 
clí^  en  tantossiglos  por  Irescien- 
loslriuofosi  Apenas  concibió  es- 
te designio,  se  puso  ea  raarcha. 
Nadie  fué  mas  atrevido  eu  los 
planes,  ni  mas  rápido  eo  la  eje- 
coicion. 

La  faora  aouncia  su  movr- 
mienlo  y  esparce  el  terror:  a- 
traviesa  los  Alpes:  á  la  noticia 
de  su  procsimidad  una  parle  de 
los  senadores  se  retiran  á  Sicilia-, 
otros  huyen  ai  África;  Honorio, 
educado  en  la  molicie,  nunca 
habla  creído  que  pudiese  llegar 
el  ries<;o  al  palacio  de  Augusto. 
El  sonido  de  la  trompa  le  espan- 
ta: el  temor  universal  aumenta 
el  suyo:  los  romanos  dejenera-. 
dos  que  le  rodean  le  aconsejan 
la  fuga:  nadie  loma  las  armas  y 
elemperador  declara  que  quiere 
retirarse  á  la  Galia.  SoloSlilicon 
se  opone  á  esta  cobarde  determi- 
nación, resuelve  defeader  a  tío- 


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90 

*citos  y  Tiotoria,  si  le  reaiéteol  «• 
*  iiesaigo  én-la4laiia  leteairi0iral. 
•Mlempemáof,  raimado  par  él, 
iinsafiiá^ameatetooBoios  hom- 
ÍM^e»  débiles^  de  un  miedo  ^ihre^ 
«Dado'á  uoa  coofiaoia  sin  Umi- 
lies:  morcha  al  Norte  dedtaiia^  7 
-iiostrfilda  eo  Hedjolano  al  pie  de 
4b8  atures  inpiora  el  ainíKo  ce- 
«iesüol  para  saWar  un  reioo  que 
iu>  tiene  el  >valor  üe  defender. 
Aliebras  StHicon  corre  el  Occi- 
'dente,  reúne   soldados    de  las 
guarniciones  de  H  Galio;»  Españn 
•y  BriUnnia,  afiadiendo  á  ellas 
4ilgunos  cuerpos    ausitinres   de 
Jerm^nós.  Lastejidnes  romanas 
estaban  tan  disminuidas  por  las 
H^ootiuuas  guerras,  que  para  de- 
fender la  Italia  fué  prensa  dejar 
'indefensas  Vas  provinciaj  y  des- 
>guarnecér  las  frcMi leras. 

Batalla  de  polengia  y  hüjda 
lyB  HONORIO.— ^(4(^)  Stilicon  ere- 
'7Ó  queel  Adijío^  el  Minólo  y  el 
Addá  detendrían  algún  tiempo 
6  Ala  rico,  pero  la  sequedad  en- 
gañó su  esperanza;  los  godos  a- 
-travesaron  aquellos  rios  con  fa- 
cilidad, y  se  acercaron  á  Medio- 
paño. Honorio^  demasiado  col>ar- 
HÍe  para  sufrir  un  cerco,  buyé, 
•atravesó  el  f  ado  (Pó^),  y  quiso 
Tefujiarse  en  la  Galía  por  el  ca- 
mino de   Arelaie  *( Arles);  pe- 
%ro  habiéndotele  interpuesto  un  | 


4nidrpé>ésjgM«s»'Ti(iltfó  titrAflrQr 
^eHtnd&mó  en^a.iplasaéetftiCi 
:(Asll)»  >dOMÍe!  Bo Xacdtron:.  «B 
4^ercorle:lBS'bárbar#s»  «  • 

i:  Coimoik  pérdito  Sel  i«pmío 
y  rielónos  le  :e8páatab«  meaos 
q«e  k  del  te  vida»  trataba  fm  de 
captlirlar,  cuando  llegó  StíUoen 
«I  Crentie  de  onApartedefuejik'- 
eito^  paéó  á  nado  un  rié,  fonift 
ias  Irifidieras  enemas,  y  enlró 
victorioso  en  Asta.£ate  gran  m^ 
*pitaB  babia  mandado  á  olrBS 
cuerpos  que  desembocasen  á  un 
mismo  tiempo  por  todos  loa  pa^ 
sos  de  los  Alpes.  Ejecutan  sua 
órdenes,  inundan  la  llanura,  la 
4iacen  resonar  con  sus  gritos  y 
roáean  á  los  visigodos^  que  de 
sitiadores  se  convierten  en  ai- 
irados. 

Debrota  de  ALABtGO.-^odoa 
4os  jefes  bárbaros  -aüoosejabao 
k  retirada  y  no  querían  pelear  á 
causa  de  la  eelebraeioa  de  k 
Pascua:  solo  Akrico  persistió  en 
su  designio  de  conquistar  la  I- 
•la lia.  Aléjase  de  Asta:  Slilicoa 
-le  persigue  y  le  acomete  cerca 
de  Potencia  en  los  conflnesde  la 
«Liguria  (1).  La  batalla  fué  san- 
grienta y  la  victoria  disputada. 
Los  godos  penetraron  al  princi- 
pio en  la  caballerk  romana:  St4- 

(t)     Poleacta  es  lodavU  an  poebk* 
cillo  di  Piamoikte,  junto  al  TátMrp. 


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rat  BAm 
Ifafon Ift Mfiorrté  eoavtf  ewrp» 
eaeojido:  U  iDfiíBt«rÍ8>'9oda  Ab- 
rraUda  á  su.  ▼es  buyéá  ra  esait 
pttBtDlo.  Lo0)ro«|aiio»t»  peisr^ 
l^eB»tte  íolermisioa^  roersM 
SIN  Uweas,  te  apoderan  de  Ms- 
ceÉapaiDeotoSv  Kbertan  grao  nú-» 
merode  prísíonerosyjeaatsifaD  á 
la  mojer  j  á  toa  bijoa  de  Alar ieo/ 
y  reeobraa  loa   ricot    despojos 
qa»  loa  birrbapos  heb^SQ  robado 
en  4rg0B  y  Gorínto.  Esta  biíM* 
liante  Ticloria  biza  á  SliiietM» 
eomparableá  Mario. 

Alarico  vencido  se  retiró  at 
freotedesd  cabaNería;  pero  le* 
jos  de  desalentarse  y  buir^  mar- 
dió  a  treTidameote  contra  Uoma » 
cuyas  murallas  se  repararon  con 
este  motivo^  principalmente  tas 
de  Aureüano.  El  rtj  v^iti^odo 
esperaba  ^ue  el  terror  produci- 
do por  un  movimiento  tao  osado 
te  abrirla  las  puertas  de  la  capi* 
tal  del  muudo:  masStilícon>  tao 
activo  como  él,  se  le  anticipó,  y 
esta  rapidez  desbarató  su  plan. 
Admirado  de  ta  audacia  de  Ala- 
rico  después  de  una  derrota,  y 
de  su  firmeza  eu  la  des^^racia,  se 
bailó  mas  dispuesto  á  buscar  la 
amistad  de  un  enemigo,  cuyo 
valor  estimaba,  queá  consumar 
su  ruina.  Negoció,  después,  con 
él,  y  le  concedió  un  subsidio  á 
condición  deque  evacuase  á  U 
talia* 


n 

Alarieo  i>ro)<eelé:  apoderarse 
de  Yerona  en  su  retirada,  con  el 
objeto  de  invadii^ifespues  la  (f%^ 
lia.  Los  espías  de  Stilicon  pene-^ 
traron  este  desigeio*,  y  cuando 
el  rey  de  los  godos  sitiaba  la 
ciudad,  se  bailó  éií!  mismo  ceref 
cado,  y  tuvo  que  combatir  k  .un 
mismo  tiempo  con  la  guarnición 
de  Yerona  y  con  el  ejército  to- 
nuioo.  Sorprendido,  desbecbe^y 
derrotada»  se  salvó  haciendopro- 
dijíos  de  valor,  y  de  roca  en  ro¿ 
ca  salió  de  Italia  con  afguoas  re^p 
liquias  de  su.ejiárcito. 

Loa  grandes,  el  pueblo  y  el 
clero  de  Italia^  que  habían  tem» 
Mado  al  nombre  de  Alarico,  co* 
brando  orgullo  después  de  su 
derrota,  mostraron  la  iograli^ 
tud  inseparable  de  hi  cobardía^ 
colmaron á  Honorio  de  alabanza 
y  á  Stilicon  de  censura.  Acusa* 
banie  de  haber  dejado  buir  á 
Alarieo,  y  prod^ando  al  pie  del 
trono  la  mas  baja  adulación,  in«» 
vitaban  al  fujitivo  Honorio  á 
volver  á  Roma,  para  recibir  en 
ella  los  onores  del  triunfo,  y  ce- 
lebrar su  sesto  consulado,  insig- 
ne por  la  ruina  de  los  godos. 

YCEiiTA  ÜEHOIIOKIOA  BOMA  V 
ABOLICIÓN  TUTaL  Üfi  LOS  COMBA- 
TES OK  LOS   GLADIADOBSS.  —  Po- 

eo  tiempo  después,  cediendo  el 
emperador  al  voto  público^  voh 
vio  á  le  capital:  por  su  flaqueza 


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32 

jia.poiftofanar'élapreeio*,  pkn 
60  dulzura  J  mansedumbre  le 
graojearon^el  afecto  del  pueMo. 
Ck)nforváiirde8e  á  las  «ntíguaa 
tostumbres  asUtIó  á  los  juegos 
del  circo,  y  eolooces  gozoroo 
los  romanos  por  4a  éttinM   rez 
el 'deteiteimrbe roque  les  cau« 
gabán  ios  combates  de  jadiado- 
res.  Ya  el  poeta  Prudeaeiohabin 
-«scrito  contra  esta  diversión  tao 
t>puesle^  rta  carídatf  cristíamu 
ilo  fraile  llamado  Telémaco,  sa- 
lido á  propósito  de  la  soledad  de 
<Oriente,  babia  llegado  á  Roma 
sin  otr»  autoridad  que  la  de  su 
eopucfaatpara  cumplir  to  quo  tas 
leyes'de'<Constantino  no  babian 
podido  hacer.  Arrójase  «<  ^ofi- 
ieatro:  al  comenzar  los  gladia- 
dores sus  sangrientos  espectácu- 
los, desciende  áki  arena,  sepa- 
ra á  los  combatientes,  y  ropreo- 
de  con  violencíaf  al  pueblo  su 
«ed  de  sangre  kumana.  La  mu- 
«cbedumbre  viendo  turbados  sus 
placeres  y  frustrada  la  esperan** 
ca  de  divertirse^  respondealce^ 
HDobita  con  clamores  de  indigna - 
oion,  seconmueve  y  anrma,  -se 
arroja  á^l  y  lo  despedaza.  Mar* 
tir  verdadoro  de  la  humanidad, 
rescató  con  su  sangre  la  sangre 
derramada  en  elespectáoulo  de 
la  muerte.   Los  gladiadores  se 
dispersan^  la  córtese  reUfa^fli*; 
jida, -el .clero  baceojr  su  voz  ar^ 


menaTatnrv;  *f  tra^Aaeralo  del 
empenarior  suiprime  para  siem- 
pre «•^oelios  Juego?  illUHiatM. 

HoB^o  BOfKidia  olvidtf  loe 

peligros  quB  bebii  eorrMo  mt-  it 

losuhria;  y  creyéndose  aus  pe* 

co  seguro  en  los  muros  de  Ro« 

ma^  trastadó  su  come  á  Raveoa, 

-ciudad  Yuerte  situada  en  la  ptar* 

ya  did  Adriático,  cerca  detla  em« 

bocadur«delPaila(B6^,  ^iOca* 

drcomo¥eneoía«ebre  esltcadafli 

rodeada  4e  iagums,  defendkla 

por  muchos  caoaleSf  y  ctty#  fuer*» 

to,  capavde  doseiestos  oí  nciaeolxi 

buqveáy  ofrecía  áh  dobilidad  k 

esperansa  de  'una  fftcil  huida* 

Los^ímidos  sucesores  de  Hooo* 

rw  siguteron«u  ejemplo,'  y  |la-* 

"Tena  fué  la  residencia  de  ios  eoi* 

peradores*de  Occidente. 

ÍNVJlSIOIÍ  DB  VAOAOASIO'l&ll  ITA*' 
-I.1A:   BkTAULk    DE    FLO&ElfCIA.  -^ 

(t03$  Muebos  anos    había  que 

los  países  setenirioiMrfes^e  Asia 

•y  Europa,  desde  la  muralla  d^ 

la  China  hasta  ias  lúberas  del 

Danubio  y  4el   Rin,  semejabas 

un  mar  alborotado  por  «tempes^ 

tades^ontinuas.  Oleadaade  bár^* 

baros»  ^^^yeaUo  unas  sobre  o^ 

4ras,  esiendiao  sus  ineursionee 

hasta  los  paises  civiKza4oa^  4af 

Occidente.  :    ¿^ 

Los  tártaros^  después  de  veo» 

cidos  4osthjuioo&,  :aoaietiefoi)  Í9^ 

litibus    sei^áücas  áti   desíertí) 


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DEL   BAJO 

qne  eslS  al  Oriente  del  mar  Cas- 
pio. Su  jefe  Normartapa,  que 
signifíca  en  su  idioma  Señor  de 
la  Iferra,  invadió  la  Chin«,  y 
fundótinadinasK-a:  su  duraciOB 
fué  de  dos  siglos,  hasta  que  o- 
Iros  tártaros  de  la  familia  de  Ta- 
lum  la  vendó  y  destruyó,  some- 
tiendo al  mismo  tiempo  las  na^ 
ciooes  que  tMibitau  entre  el  Oby 
y  c!  Volga,  Estos  tártaros,  re- 
utiidos después  t!oii  los  hunos,  a- 
cometieron  á  los  sármatas,  y 
estos  echados  de  su  pais,  á  los 
enevos,  burgttiidiones  y  vánda* 
los.  Al  mismo  tiempo  Radaga* 
8io,  (ó  Rodogasio  segiin  la  for- 
ma griega)  príncipe  poderoso  ea 
el  norte  de  Xermania,  se  des- 
prendió de  las  costas  del  Báltico 
íA  frente  de  doscientos  mil  com- 
batientes, y  marchó  «1  Danubio 
con  e4  objeto  de  penet-rar  en 
Italia.  El  ejército  estaba  com- 
puesto de  toda  la  raza  goda 
transdanubiana  y  transriniana. 

Pafa  rechazar  una  invasión 
tan  foriíiidahle,  reunió  Slilicon 
todas  las  tropas  disponibles,  dis« 
puso  nuevos  allststmientos,  pro^ 
metió  la  libertad  á  los  esclavos, 
prodigó  el  tesoro  |íúbIico  para 
despertar  el  valor  por  medio  de 
la  codicia,  y  á  pesar  de  los  es- 
fuerzos prodijiosos  de  su  jenio 
activo,  no  logró  juntar  mas  que 
cuarentamil  Jiombres:  ^Bjé^cU0 

TOMO    XV. 


WPEItlO.  3* 

que  Roma  naciente  pusér  nó  y^ 
cas  veces  encampana.  £a  la  inuP 
vasion  de  lo6  cimbros  se  fevaiH^ 
taron  á  la  voz  de  Mario  on  sola 
Italia  quinientos  mil  hombres; 
y  en  este  siglo  de  decadencia  el 
temor  dele  muerte  ó  de  la  es- 
clavitud no  movió  á  los  roma- 
nos á  «rrostrar  los  peligros  de 
la  guerra  para  defender  ti  pa* 
tria,  el  oQory  la  vida. 

El  rey  veníale,  noencontran* 
do  dificultad,  avanza  con  rapi- 
dez, evita  el  campo  de  Stilicoo, 
que  estaba  eu    Ticíno,,  llega  á 
Florencia  y  la  sitia.  El  terror 
domina  en  Roma:  el  senado,  te- 
niendo mis  riquezas  que  perder, 
en  vez  de  at^imaral  pueMo,  se 
mostraba  ams  medroso  y  cons- 
ternado^ ¿»        >í'* 
.    Alarico,  i^isttano  instrnído, 
y  educado  en  los  cain&pami3ntos 
roma-nos,  habla  respetado  por  lo 
menos  algunos  derechos  de  la 
bumanidad  entredi  orror  de  los 
combates-,  pero  las  costumbres< 
de  Radagasio  eran  feroces  y  de-^ 
senfrenadas:  sus  guerreros  seM 
váticos  no  teniaa  ninguna  intf^^ 
truccion-  que  lo^  reprimiese^  'J^ 
habían  jurado  arrasar  á  Rotna;' 
é  inmolar  los  senadores  á  9ns  í- 
dolos.  Eotnedio  de  Ib»  gran  pe- 
ligro se  ma^^i-ffcstó  el  espíritu  de 
vértigo  que  dominó  á  Jerusalen 
eii  et    üiometilo   d«   su  caída:' 
5 


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ra;roiMrioiAÍ,¿  lo««loradoreft  de 
S^k^Ubt  7  Marte»  fmeidos  de  •« 
qü^ifanaiiHiie'  que  no  cede  tík 
htnúm^nié  la  crafenieocii» 
pMim.é*  ana  dioaes«(pie  eonocK 
diaaeiila  tietoHa  i  Badagaakh 
y.4e:alfgral>a|i  dever&eat^b&r* 
ímto  id^^ftifa  de  Yodd^j  Odio^ 
di^fHíeatot  j|  den ItMir  las  .igle^ii^ 
cristiaDas, ;  4i  destruir  Íatre|ijioiK 
deliherm.  Por  otra,  parie,  lea 
€Piat«iD$!aati^b«tao  k»  d^agra- 
cfa^det  imperio  á  la  fodn^iMieia 
de  loa  eiaperadoresque  oo  ba* 
btaii  oateminado  ¿  loa  pwaaoa 
y^erejea^ 

/El  favatismaj  el  mieda  aji- 
tabao  k  la  plebe  eobarde^  igoo- 
rapte  y  eorrompida.  Solp  Slili- 
eon,  firme  colamD«^ei  l^íperiQ, 
é  iMircaaible^al  tefl^  Sjeiguia 
los  moTímieetoade  Iqa  b^rbarqs 
con  TQilfiiH^iprttdeateíain  hpir 
d«  eUoSy  lea  inspiraba  tegieri- 
dad,  mostrando  eireunapeccion^ 
Eadagasip  cayá  en  la  red  qoe 
tendi<>  so.  adversario:  entró  en 
QQ  desfiladero  esirecbo,  y  se  tío 
rodeado  súbitamente  por  los- ro- 
manos, que  oeqpaban  todas  las 
altnras  y  avenidas.  En  vano  los 
bárbaros  opusieron  el  furor  de 
la  desesperación  á  la  sabia  tic- 
tica  de  su  enemigo»  Una  parte 
de  ellos  pereció,  otra  rindió  laa 
amas:  Kadagasto  fué  becbo  pri- 


aionere»  .coidiieideAkftaMi  ei^ . 
tre  cadenea  y  defpslladow  El  asN» 
nado  concedió  á  SUHcmi  per  J^^ 
vei  aegunda  el  t(tola4e  Kbe^tñ^ 
dbr  á$,ítútiih  y  e^JrteíaCf»  jl  in«^ 
dótente  Honoria^i^  «o  bebi« 
oído  el  estnieoda  de  lea»  aroMa. , 

El  clero  ^  qoe -ya   no  teai* 
blaba>  alriboyó  i  nm  orMfcor 
Dtf^  a^ial  gjran  anoesot  \%  dope  > 
áfipi  deepues  se  eaMpetió:  el  se- 
ñor San  AgustioeU' p^ber  qip» 
la  vicloria  de  StíMcoe  era  debida . 
á  un  milagro*  EU  santo  inapiq;* 
nador.  de  los..fHltipodaa  ¿refeiia 
que  SanAmbroaio  («luerto  y^ 
en  397^  y.  cuy  a  maerlajolró  SU« 
licon  epaao  Ja  ruine. df  Xtalta)  40 
babia  aparecido  á  na  criatiapa 
en  cuya  easa   babia  estado  do, 
buésped^y  le  babia  prooietido 
ua  triunfo  pronto  y  coifipletp. . 

iKVAaiW  M  LOS  RAtnAiina  is 
BLoc(GiDEirT&»  -f  (406 j  I#  Italia 
se  bailaba  sal vada.por  el  Jenio  de 
uu  béroof  pi^ro  es|HUitpsaa  de^ 
gracias  eBienaza|)aa  lodairia^  al 
resto  del  imperio»  Giea  mil  gue- 
rreros de  Radagasio^  alanos^ 
vándaloa  y  suevos  que  ¡Mbiaii 
quedado  entre  loa  Alpes  y  el  A- 
peníuo,  invadieipn  las  Gaitas» 
Los  alemanes  se  quedaron  umi» 
trates:  solamente  loa  fréneosle» 
fendieron  el  pais,  donde  babiao 
de  reinar  poco  después.  Marco* 
miro!»  uno  de  aoa  jefei»  menoe 


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ML   BAJO 

'fiel  á  los  empeños  contraidos 
con  Roma,  fué  acubado  por  un 
tnajistrado  romano,  sentenciado 
y  ajusticiado;  y  sus  vasallos  des- 
terraron á  Toscana  á  su  herma- 
DO  Sunnon  que  intentó  vendar- 
le. Hay  quien  diga  que  Marco- 
miro  había  sido  padre  de  Fara- 
iDuodo(l), 

Los  francos  derrotaron  á  los 
vándalos-,  pero  fueros  vencidos 
por  los  alanos.  Esta  derrota  fué 
terrible  para  el  Occidente:  Jos 
bárbarosentraron  en  él  (407)  por 
todas  parles,  y  no  volvieron  á 
evacuarle. 

En  este  tiempo  las  orillas  del 
Rin,  del  Garumna  (Carona),  Li- 
geris  (Loira)) ,  Ródano  y  Se- 
quana  (Sena)  gozaban  de  toda  la 
prosperidad  de  una  larga  civi- 
lización. Habia  en  la  Galia  tanta 
instrucción  como  en  Roma,  el 
mismo  lujo,  la  misma  elegancia, 
la  misma  industria.  En  4odas 
partes^e  veían  edificios  suntuo- 
sos, escuelas  sabias,  espectácu- 
los magníficos.  Solo*en  tas  fron- 
teras resoaaba-el  rumor  de  las 
armas;  pero  nada  turbaba  la 
tranquila  felicidad  de  los  cam* 
pos  y  ciudades    del  pois  inte- 

.^ior, 

li'.  Bepentinacaeiile  se  -oye  -el 
grito  de  la  guerrac  las  tribus  be- 

•^ '    (i)    Adrián^  F*aL  ^rw^  «Fr.  IS&»  mu 


nn^ERio.  35 

lícosas  del  Norte  entran  en  las 
ciudades  indefensas,  recorría 
las  aldeas  inermes^  devastan  las 
heredades,  destruyen  los  mo- 
numentos, degüellan  á  les  hom- 
bres, y  ultrajan  y  cautivan  á  ias 
mujeres.  Solé  se  ve^l  hierra  en 
lugar  del  oro,  las  tinieblas  su- 
ceden á  lainstmCGion,  la  barba- 
rie destruye  la  civilización.  La 
Europa  sufrió  entonces  lo  que 
aora  sufriría,  si  los  feroces  ha- 
bitantes de  los  desiertos  de  A- 
frica  lograsen  invadirla  en  nú- 
mero suficiente  para  destruir 
en  un  instante  el  fruto  de  tantos 
siglos  de  trabajo,  4Qdusiría,  la- 
ces é  injenio. 

La  corte  de  Rüvena  do  podía 
oponer  ningún  ostáculo  á  este 
torrente,  ningún  remedio  á  estos 
desabres.  En  menos  de  dos  años 
penetraran  los  bárbaros  basta 
ios  Pirineos. 

La  Britannia,  no  queriendo 
reconocer  ya  á  una  potencia  que 
la  dominaba  sin  protejerla,  se 
sublevó  y  proclamó  su  indepen- 
dencia. El  primer  rey  que  eli- 
jió,  llamado  Marco  ^  no  tardó 
en  ser  asesinado  por  sus  mismas 
4ropas.  Graciano,  su  sucesor, 
4uvo  la  misma  suerte:  después 
dio  el  ejército  la  corona  á  un 
soldado  gregario,  que  creyó  dig- 
no de  ella  porque  se  llaaia'ba 
Constaotino.  £s4e,    o^as  bábil 


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36 


BISTORU. 


iiquepsiti  9CMMMr  acótilos: iiii- 

¿nos liirbiiSei;itos,  erk.iMAesler 

ooipfirlos^hriDlcfrniisióii;  Bixé» 

.poel^-mii  MM^dieioQ  id  «oití- 

Milftoie,  dflaembarcó  t:erea/de  Bo- 

:iiODia,  ¡t«Dci6  tlgUDOs  cverposí 

-•lematiM^  j  te  presentó  en  ila 

^Gélit  como  )«•    coa^iNstador^ 

Honorio  paso  eD  precia  M  co^^ 

l>eza^:y'MVió  icooli^  élaiftnías 

tropa^y^udleafae^roéfthi  écst-; 

to  oearca^^Tietta^Espafia  reco-; 

úoció'á  jQQtistaQto  por,  ednpera^ 

>4or;  Bate  ^a  hijo,  ée  Constanit^ 

DO;  elttitlfaacado  por  su  padre 

4a  un  «mieAlevior^rtté  nombrado 

cesar  y  eoYiado  á  4a  PeBÍnsula^ 

y  a^US  la  puerlK  á  loa  l^árbaros^ 

retirando  á  loa  fieles  y  ^  yalieoles 

paiaanosieMargados  de  defepder 

l(^  Piito0O9^).  Honorio^  no  le-: 

Bjeodp.ya^perzaa  romanea  que 

oponerle^  hubo  de  reciblrloT  it  ía 

fnerzaporcpléga^yeiayoyo  de 

jOlros  bárbaros  faé  su  únie^es^ 

pera:qza'3>Pór  consejo  de  StWcon 

^hUo  u^.  tratado  con,  Aiark<K'  Sí 

.wy  (ííítMg9dos  dejó  lel  aerwslcj 


siempre  deberá  eesisito  ektt#  la 
poUtieajíáoioral^  eiáeiNaaMo 
rara  en  b>doalos paisea  f^éitk^ 
das  las  épocaa;  pero  en  la  Inisf  • 
eia  coim  en  la  vejeC ieloa  pQd- 
Mos,  es  en^donde  tolaÉ  n&ums 
desanidas*  La  roaticidadfle.léa 
aalva)fe  del  Norlé  y  la  oorriip- 
clon  de  los  romanos  degiMadM 
despreciaba»  igoalmenté  laAoe* 
na.  fé,  y  n&  eonoeíatt  <itraB  rq^ 
qqe  la  de  su  inteféa.  MüigiMia 
pr«>mese  era  sagrada  ,íd  iiliigé- 
n^  pa&  estable:*  onoa  engnlaMn 
para  aatiafiscer  so  codicia/  otaM 
para  preservarse  del  piHa|e^oky 
para  alejar  él  peligro. 
*  Alarieo,  sin  corapllr  néda  9e 
lo  prometido»  reclama  cooramQ- 
nacas  la  recompenan.  StiHoM, 
no  fiando  nada  del  éatéder  d^* 
bil  det  emperadoi^»  délermtad  h* 
poyaraa  en  la  anlofidaé^el  aé« 
nado;  y  por  la  primerálraz,  des- 
pués dé  largo  sflencío^  delibeed 
esla  corporación  sobre  loa  gcta^ 
das  tnlerases  del  imperio.  Siill« 
eoB>  despuea  de  algoae  réalsleÉ- 
cSa^ilepei?suadiá«|oeera  pred* 


jde:4rea^io,  i|^apt(}  elümio  de   toj^rotUgareloroparasahraf  la 


jeni^iiil  ^  los  eléreltos  de  ^a  I- 
)iria>occiden|aU  y  prometió  res^j 
",  ti  luir  la  pap  aK  imper  io*:  1  ^ 
. .;  ta;  9i:n(wí«  deieali*e„y  'qtie 

^  Jfi;.&»  ^»ya  I  ,aha¿,  piSÍ^ .    .:  J  ¡ 


petria/cuMdc^IáitáliarTalbr  pa« 
ra  defenderla  con  el  Uerfo^'fl|- 
guiósesu  dictamen,  y  compnise 
ta  alian¿»de  Alarfco^  en  ictfatro 
mil  HtJnáftdécMio;  Solo  wraéii0i- 
dór,  llamado'Campadio,  varoo 
i  fef dadérainenCA  roteteo^  í  '#ró> 


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■  m 


{.aüii^'jr  «iclMrfr  nomo  GífMOpi  lir4fTCt|M^ft0JMre  Jb».  opcíaltot  f* 

^iteMftrtftüitee^  H0íí?l»w|loilí6jw»É»i|iie  e»- 

YJ9TIP  D9 1  Atbtf  m^  BnMolt '  ^kNriá)|  el 
fltftliíMlíipiidordflñif' perfidia, 
<tliieviíDeii|^á  su  jeMál>  y  (]<• 
éii{:á  grHMr  iNurchar  eeolra!  el 
«Mijd^rOliiDpiD.StUiteír  comete- 
Ih  imyrudmcia  dr  rfepdtaiir  iu^ 
Aideiutdes^pi^eleba'joltrBdAmeB-- 
40  á  M^éBtfliigot  para>iemerlosf 
pei^aaciMiMiporiaaeiotí  re»* 
IH«9^«NNrteMlHr  sua  soldador. 
:  fimMdiM^r4f»*iiDcbe'ii»godo^ 
Tidietii4e;^ltaiDMdo*Saro^  entro,  eir 
aoieaaipaflMaiofw  tropas  de  J» 
anism^McioQ^  le^  entrega  al  pit^^ 
l'lQJir' J  degidlla  laguafdia  d^ 
SiMoM^^te^  jeMi»l>  taofpodf  • 
royentes  y  jranhaBdonado^ifr* 
fe  4  JU¥efM„*eiKnfl  tra  eHí»  ció* 
dad  Hiaa  de. enemigos  auyMíy  le 
iief«ji*'it:.iiMtfg{«aia^  asilo*  q«e 
^  s«¿ipM»^irtwiWs  imíalabie.  El 

^  Stflletlo  (íspirabA  al  ji^y  1  conde  HepopMaop^  obededeiida 
s^rmao.  i .      .    .:  ^^^       ^  Us^^éRleoes  iafam^  del  empe^ 

j  .^auatedo  floiiBrte;  ii(^  toIviíS    rador^eagafta^  cobardemente  al 


.BMA  WWa;;élAISWÍiir!~:fW>  5l*t 

.  Jiaoiijio  «Qftó^i  npebo  :4f«9ipo^^tt 
Lvj^eaf^mQ  V«0  Jiebip  tPreÁdo  :d»f 

.  i^pnef .  X'  wtffftv-  y^HWfdpfí  dr 

Iqs  Wrrb^ros^iio  pnío  ijiN^rt^  * 

J¿*íi4ríwH»ff^>  Oíla»«i.  Mr«e^t 

r  Mi»dí«»»«*frvifc>«ia  deWa 

;  ip JertMt  líSU»^  «prewo- 

.¿jMd#:  IMiti  iBi.faBMOMmiiQ JPü^ 

'>iiip(Sp»»i  y  pw  lbMriM»iHK  ^ 

iMJtm Jtely  viKUWSO^Urryldon 

M,ÍQici»ke  i|ti^  k»^  príwlpfr 

.  «adiQH  (M»a  {4ff!iranii«afiMB  l^ 

^miS  8B  filHMVWIWIB  d"?*^ 

.  Wter^TM  ddrtlet  fcfWt  «ftW»- 

.  jirosí  ipcíkíw  *»•»»  H)^^»*W  dfe* 

•Hipeta^  MBirn  #l::ti«iibr9 

ifitoclo  aeile«|4  W  te  pefM^d 


:.á]9l^lo6  eeoaejMiieieate  grande 
-^qádito.  Sale4|Mrfa^  Baria  «oo 
:49  .pMftaBto  da^aérJCMiiAa  á  los 
.  «aMados  ^««lU  --kaMa  yeeoidoi 
;ei«p  :godo^.yfCüU(idea  oamü- 
•<gé8  ito  SáWcQB^i.fil^  esáperadei; 

-iBdíaipa*  ^ira^  MoTidaiide  .mi 


Husttrfr-y  desveaturadd  guerre- 
ro^ le  proaaeie  le^vidd  en  CRXDbre 
da*9aMnor>  Ir epsoria  á  venir  á 
bliblarie,  y  ape^a^.le^tíeneejDsu 
poder,  le  hat^  l^efrlaas^atea^^ia 
da^stt  jouente^  Ei^Jb^éroe  i^iH«a^o 

dejnjiuüW4>PríP^rtwws,«>l<í*- 
rdosáqiúeoMttiitUJi^es  había 


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38     ,^ 

,  goimlo  á  M  ilrt<ü^,y|ior  m 

pwMo  que  >le  deMó  ié  «0VÜ- 

icios,  solo  opooe  i  taqtos  lOirp-. 

:  Jes  oi|  frió  y  dMdéfioio  íqbbos^ 

precio:  presenta  la  ¿argaifta  al 

Cipchüa^  del  miaño  toode  Hér*« 

,,<c|íiano»  qtíM  por  m  mano  le  lii^ 

rttói  el  kéroe  fio  ifeeir  amr  pala-^ 

bre  «toere    TtrSadere  *  roomiiQ 

^tomo  Tivió,  ^  2S  de  afecto  d4 

409*  fisracHaoo  ftuí  he^lio  pof 

.«Bto  conde  de  Af  riea^  TpOr/  QM 

,  virtud  deestracdoa,  diqe.ClMif 

teaujbriaod,  la  sangre  damigranr 

4de  iMMDhfe^nndMecMá  su  ver* 

-dugü^Su  meaioriefuédisfeaaeda: 

.'euafliiiaUd,rq(ieper4aotiis  efees 

r  lieíriaiide  4IO  (ttttio  de  onra. 

^no aserio  de  proeopicion,  El 

eldro;íhcii]fe  ambtciee  áo  tiabia 

eer?ido,  celebrft  vWaiumeoie  su 

'  ¿iMrte«  1.0S  pagaaos  le  aberre* 

.cían,  porque  en  deaprecio  de-  su 

<ulto  babia  quenado  tol  libros 

aibiUiios^y^regeladoiau  esposa 

.^reaeíOl^eollar  de  la  diosa  Ves« 

ia;  y  asíeelebraroásuceida  co* 

<  mo  noa  v{iMoria« 

JSI  céiebreClaudieBO»  qie  he-» 
bia  cantado  con  entusiasme  -sus 
▼írtudes^Halentos  y  azafias,*  nq 
"tuvo  ánimo  para  '  conservarse 
4el  ásu  memoria.  £o  fln^  Rome 
-obceoada^OTO*  por  felicidad  4a 
muerte  del  fénico  hombre  qne 
podia  retardar  eu  ntína.  Sonó- 
4*io^  entregado  á  sus  nuevos  fa* 


vori|o^  tf5 10  tmtftania  ¿  Jené* 
rales  sin  cepedfda&,  Esctuyé  de 
'tolo  empleo  á^toshorejea^  j  empl 
porqoé  eva  eohaiHle»  faba  matar 
:á  todos  los  godofafeetés  AÜtili* 
xron,  ignaMittite  qne  isM  ^mi- 
«Íes.  Treinta  aif  da  esloa  hÉrba* 
Tos.iiQe/áeosiiaparoi  4e  la  pm- 
críoioA^tuiyel^  al  eJércHo  de 
Alarles  Sste  ^y^  4ihre  4e  a « 
formidíMe  ilval  se  4eelaré«vep» 
{aidor$tty«t 

..  is  eprte  deRaveaa%iteMAao* 
segar  so  Jra.  fil  iciaigedo  eotró  aa 
negoclMloa,  y  pídid^poi-  réenea 
dosgi:«Hid««41gaatario0del  ip» 
,perio;  pero  sabionilo  qne  el  Jih- 
.bécU  Honorio  pasaba  *aéM|a» 
meóte  deKtteqiQr  á  la  preau- 
eion^  y.treiaiine  sn  templa wa 
era  debilidad,  atravaiaé  loa  AU 
pes,  saqueó  ha  cifdad  de  áqiil- 
leya,.  oetkpé  á  tírimboaa»  marebd 
á  Rtveiía  aili>#aiAetth^  m  deaáe- 
2ó  dei|itiarla>  átanió^  feaala  Ari- 
mino^  pasó  ¿  Aperitao  4e  tl^- 
bHab  y  se  ptetenléilas  puer- 
^s  de  Soma. 

£sta  «indad  contenía  «Mon* 
^ees  un  -aUloQ  y  -doaoíetfUis  asM 
babiUnles^y  po  halló  eiadada- 
4iua  para  an*daCmsa.<]!mAdq  án- 
níbai,  después  de  4Md^  deatmi* 
de  tantaalajioaea^agóélaapaef- 
taade  la  capital,  eaeootfcódoa* 
dentoamil  roaiaooa  sobre  las  ar* 
mas>  Bstefjeaypo  habla 


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El  senado  era  mía  sombra:  los 
patricios  opulentos  de  que  se 
componía,  se  jactaban  de  tener 
por  ascendientes  á  loe  autvguos^ 
héroes  de  la  república:  los  Ani- 
cios,  Petrofíios  y  CMi  bríos  lo  de- 
mostraban con  documentos,  pe- 
ro ninguno  lo  probaba  con  el 
Talor.  Sus  inmensas  riquezas  les 
servían  de  virtud  y  de  gloria. 
Muchos  comprendían  en  sos  po- 
sesiones ciudades  y  villas!  habia 
otros  cuyas  rentas  ascendi»f^á 
dos  y  tres  millones.  Inertes  y  vo^ 
luptuosos^  su  ostentación  y  mcv 
lície  escítabao  la  indignacioA, 
recordando  el  valor  y  la  pobre* 
sa  de  sus  antepasados. 

Sus  casas  eran  palacios:  po» 
seian  lejione?  de  esclavos:  el 
oro  y  los  diamantes  respiande-^ 
cían  en  sus  vestidos:  encerraban 
OQ  sus  jardines  lagos,  llanuras  y 
bosques:  sus  marchas  se  reda- 
cian  á  la  visita  desús  vastas  be* 
redades,  donde  mataban,  sin  fa- 
Uga  ni  riesgo,  tropas  de  anima- 
les pacíficos. 

Amiaao  Marcelino,  trazando 
el  cuadro  casi  increíble  de  su 
lujo  y  corrupción,  cuenta  par- 
ticularidades que  hacen  verosí- 
mil cuanto  se  ha  ecsajerado  de 
la  afeminación  de  los  sibaritas. 
Estos  indignos  descendientes  de 
los  Scipiones,  Fahios  y  Cíncio- 
Datos^  atravesando  la  Italia  en 


sus  literas  como  mujeres,  com* 
paraban  en  sus  cartas  sus  via- 
jes dispendiosos  y  sus  paseos  di- 
vertidos á  las  espedicíooes  j 
marchas  ^e  Alejandro  y  César. 
«Los  oirás  quejarse,  dice  el  sa* 
vtírico  bistoriador,  de  la  mosca 
»que  atraviesa  el  cendal  con  que 
nse  cubren  J^"  lamentarse  si  $u»^ 
^cortinas  dan  paso  á  los  rayos 
»del  sol.  La  inconstancia  de  la 
«estación  eS  para  ellos  terrible 
«calamidad:  su  comitiva,  pom* 
•posaá  un  tiempo  y  ridicula, 
«parece  por  sa  mSmero  y  com- 
«posiciua  á  Qii  percho  de  ar- 
)Kesanos>  esclavos  f  bn^rbaros.* 

De  la  antigua  tíbertad  no  ha- 
bía quedado  mas  quo  la  licen- 
cia. La  plebe  ecsijia  y  tomi^ba 
siempre  las  distribuciones  acos- 
tumbradas: su  afición  al  circo 
era  la  misma:  había  en  la  capi- 
tal tres  mil  danzarines  é  igual 
nnmeraxie  cantoras;  y  cuando 
se  presentó  Alarico,  y  Roms! 
buscaba  en  vano  soldados,  cua- 
trocientos mil  espectadores  pa- 
saban en  el  teatro  las  noches  y 
los  días. 

El  rey  de  los  visigodos  rodaó 
la  ciudad  é  interceptó  la  nave- 
gación del  Ti'ber.  El  senado  y  el 
pueblo,  humillados  por  la  proc- 
simidadde  los  bárbaros,  mani- 
festaron indignación  y  no  valor. 
Su  furor  se  redujo  acometer  un 


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reoa/MfSétsti  «i  T««>éo9fo  y  «rti4 


4e  riaciai*- héíiáW^iié  ItaWH 
rio,  'M(Mé#la ;  üWjíefeBésa  tfe^ 
Íenk'^i¿iY«BfottÍléTCta  x^^^  íoé 

Cna  niMbí^  éspüHosá  espáf^ 
<jó  C|h  br^trelá  aesül^iób  pof  la 
^Mtd^J;  3Letb,  Vi&dá  éiñrttñ^ 
pefaiot  tefáéiWftói  tío '|)dir  a* 
lidiar  más  qtítejpAfai¿iiiié«  élW 
laiéalaorididiM^MH,  tK^ri¿ 
tüyéoflote  Jciíérdiáíicietote  ViíH^ 
bleires.  tía  triiSatto&;^*lrty^! 
átreviaa^i'ttVir'lfe  tas'  éiéiMtas 
p^ts  combaíár  cdétefi  g*i^>6- ; 
léabffti  eiii|r«^  por'  áfl^tnielr^  «4^ 
4uno¿^^fvere#<5e  VfóSitea  h^és 
aervfr dealhneííH^ á  Wy  iftadfes. 
Sabí* víno^  ^peéWk  la ;^cá^tÉ; 
y  ambA€  fitenaréé  lafl^cáflesNie 
cuer|)a$  ttíuwrttri.  MdttWíé-f  rü- 
ibelí a  socérroa  f  wr lés^stivtáfca:. 
Pómjficyano/prcfecla  d^'^Rooia^ 
no  haltótfdo  recursos  «t'  e^*^líf 
lori  tói  btwÉé  fett*  la  májii^  y  ^tén^' 
aulíó  á  iimw  eekfcej^ea;  tü\ft  te 
prometieron  cotí  «waátóa,  «vii^ 
^aciODes,  espiaciones  y'  ¿rntí- 


'.;^,.J.Í  I 


eÍjQccitpaío  Tiberijlumine,  Muh  minif-: 
iraliom/n  ^rmnealus  exporta  //7a//e.- 
diebat Farrun  ftestü  <Omuaoafur» 


'ifékétíM  fftfp«rfitirdséi»;>1v 

:ci4AiCB«,  ^Mafí&  i  láány  4^' 
BasHIe  ettUÍ4*i'  MgtfteftelooélP 

tgéíe».-  •■•=   ••;•-'•'■.'■  •:•  '■■'■    ■:■■» 

peto  «rtif  Mé0«Hati8  «MitidVilM^ 
«•'«MtMMV  ftfr  1él>  ankiM, 'Y' 

MNiVM  ««pit«ri*Méfe  «M«tk^* 

}e)rcil*<t«¿«H  laialrvaás  jr  áiiiiñlk 
'rfé^'l^oi'l*  tfem^^acitoa.  C'éci^^" 

:  '^  «(M|i(V  >or  «I  i««éM'e'-4e  &^' 
)ak  ll'JNbéMéd  4e  tbdd^  hís ''p^  ' 
si¿tieM»{KárMr«rs'dé  ÜMtmféíi^' 
Ad  ^  de  4Hj«n,  Mdo  «}  «rtf  y  Ipiitr-' 
-th  ifet  estado 'y  4e  los  páH^uk- 
<r««/  y  ttKfós  KM  Btó6bter-'pl-eL« 
idéMs  ^  ntloi^ftait  tós  ptíi^- 
clné*Ha*>lrtl«  <2).  ¿^itf  '««¿^  ^ 

:....;.^;-    ....-  ">-.J    ;■.-■      ■'•  •'•  ■"■■''•''  ■ 

(y\     i)eMOÍárpo«f.1iasta'Ias  esUtiía*  . 
¿e  Us'  nqúetai^''ue'las  tidornaMn,  ea-' 


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••viudos.  £a  t<<(a:  respODdid  el 
vencedor.  CoDvíoose  eo  uDa 
suspensión  de  osiilidades:  4lari* 
co  mitigó  sus  proposiciones,  y 
consintió  en  levantar  el  sitio, 
BoedianieciQconiii  libras  de  oro, 
treinta  mil  de  plata,  cuatro  mil 
vestidos  de  seda,  tres  mil  piezas 
de  paño  encarnado,  tres  mil  li- 
bras de  pimienta,  muy  rara  en- 
tonces, y  la  Ubertad  de  cuarenta 
mil  cautives.  Todo  se  le  conce- 
dió. Alarioo  ejecutó  el  tratado 
con  fidelidad:  mantuvo  en  sus 
tropas  la  «as  severa  disciplina, 
y  castigó  ngorosamente  k  algu- 
nos godos  que  habían  insultado 
á  los  ciudadanos. 

Desde  que  huborecibidoJo  que 
ae  habla  pactado,  se  alejó  de  Ro- 
ma y  se -retiró  á  Etruria,  donde 
le  llegó  un  refuerzo  considera- 
ble de  godos  y  hunos.  Así  con- 
cluyó esta  campafia,  qué  destru- 
yó para  sieoipre  el  antiguo  pres- 
tijio  de  que  gozaba  aun  la  capi- 
tal 4el  mundo.  Roma  perdió  su 
«ecsistencia  el  dia  que  capituló. 

Mas  no  hahia  logrado  sino  ¿na 
tregua,  y  era  forzoso  concluir 
la  paz  definitiva.  Alarice  pe- 
dia la  dignidad  de  comuodan- 
4ejeneral  del  ejército  de  Occi- 
dente^ un  subsidio  anual^  y  la  a- 
gregacion  de  la  Dalmacia,el  Nó- 
rioo  y  la  Veneoia  al  reino  de  los 
Tisifodos^  £1  seMdo  envió  di- 

TOMO  XV. 


IMTCCBIO.  41 

putados  á  Raveat  para  que  a* 
poyaseft  las  prof)esicfoDes  del 
rey;  pero  el  ministro  Olimpio, 
que  ninguna  dispesicion  babie 
tomado  para  socwrer  á  Soma, 
desechó  las  peticiones  de  Alari- 
co,  y  despidió  á  los  enviados  del 
senado  con  una  escolta  de  seis 
mil  dálmatas,  que  eran  entonces 
la  flor  de  las  lejiones:  muqha 
tropa  para  comitiva,  y  escasa  pa* 
ra  socorre. 

£n  el  i^aoiino  fueron  acome- 
tidos y  derrotados  por  un  cuer- 
po godo,  sin  que  se  salvasen  mas 
que  cien  soldados  con  el  jeneral 
Valeúte  que  la  mandaba.  Este 
revés  acabó  con  el  crédito  de 
Olimpio»  fué  desterrado,  luego 
restablecido  en  el  favor,  y  ÚU 
timamente  condenado  á  morir 
apaleado. 

El  príncipe  dié  su  confianza 
á  Jovio,  poco  conocido  por  sus 
acciones,  á  Gamérides,  que  res- 
tableció por  un  momento  la  dts^ 
ciplina  en  las  tropas;  y  en  fin, 
las  intrigas  vergonzosas  á  que 
daba  lugar  la  debilidad  del  em- 
perador, pusieron  todo  el  poder 
en  manos  del  eunuco  Ensebio. 
Este,  orgulloso  por  su  favor^ 
rompió  osadamente  la  negoda- 
cioncon  Alarico.  Algunos  ofi- 
ciales, indignados  de  ver  áaquel 
infame  cortesano  arriesgar  á  su 
salvo  el  imperio,  le  degollaron 
6 


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49 


■mottiA 


i  la  TisU  mima  dtl  prfocipe. 
Alarieo  habla  interceptado  una 
carta  de  Honorio,  en  que  de- 
cía: «No  quiero  prostituir  las 
«dignidades  del  estado>  eonce* 
odiándolas  i  un  bárbaro.» 

Saco  db  roma  por  alarioo.  •— 
(410)  El  rey  de  los  visigodos  no 
tardó  en  vengarse  de  esta  inju- 
ria: marchó  sin  encontrar  ene* 
migos,  se  apoderó  del  puerto  de 
Ostia,  se  presentó  Junto  á  la  ciu- 
dad eterna,  é  intimó  que  se  rin- 
diese á  discreción. 

El  senado  quería  resistir;  pero 
intimidado  por  los  clamores  del 
pueblo,  que  temia  verse  espoes- 
to  segunda  vez  k  los  orrores  del 
ambre,  cedió  y  se  sometió  á  las 
ooQdlciondS  que  el  vencedor 
quisiese  dictarle.  El  hábil  y  des* 
defioso  Alarieo  pidió  la  deposi- 
ción de  Honorio;  y  que  se  eli« 
jiese  á  otro  en  su  lugar,  bien  se- 
guro de  que  reinarla  con  el  nom- 
bre del  nuevo  fantasma.  Desig- 
nó á  Átalo,  que  fué  elejldo  por 
el  senado  y  el  pueblo,  y  el  nue- 
TO  monarca  dio  él  título  de  Je- 
neralde  los  ejércitos  de  Occi^ 
dente  á  su  protector  Alarieo. 
Átalo  era  agradable  á  loa  godos 
porque  haUa  sido  han  tizado  por 
su  obispo.  Dióáe  el  título  de 
conde  de  los  domésticos  á  A- 
taulfo,  príncipe  godo  y  cufiado 
del  rey. 


Hecha  le  elecctoo,  abrió,  sw 
puertas  la  ciudad.  Átalo,  escol* 
tadopor  loa  bárbaros,  se  pre» 
senta  en  el  senado,  promete  rea* 
tabíecer  la  majestad  del  impe* 
rio  y  reunir  á  él  el  Oriente  y  el 
EJipto.  Pasa  después  al  palacio 
de  Augusto,  seguido  del  vil  po- 
pulacho  que  se  apasiona  siempre 
por  lo  que  es  nuevo,  aunque  sea 
el  mismo  desonor.  Los  pocoe 
hombres  que  conservaban  aun 
espíritu  romano^  jemian  y  se  o* 
cuitaban. 

Los  arríanos  fanáticos  y  los 
ostinados  idólatras  esperaban 
para  consuelo  de  su  umillacion 
la  calda  del  partido  católico.  Es*" 
tos  sueños  de  venganza  fueron 
tan  cortos  como  el  reinado  del 
nuevo  emperador.  Alarieo  lle- 
vó á  su  protejldo  basta  cerca  de 
Bavena:  toda  Italia  estaba  sumi- 
sa: el  débil  Honorio  ofreció  á  sa 
rival  repartir  cotí  él  el  poder 
supremo:  Átalo  no  le  prometió 
mas  que  la  vida  y  una  isla  para 
destierro,  si  abdicaba. 

Jovio  y  Yalente  abandonaron 
á  su  sefiory  se  pasaron  al  partido 
de  Átalo.  Parece  que  no  queda- 
ba á  Honorio  ninguna  esperan!^ 
za  de  salvación;  pero  la  fortuna 
hizo  que  llegasen  al  puerto  de 
Bavena  cuatro  mil  veteranos,  á 
los  coales  fió  su  defensa. 

Al  mismo  tiempo  se  supo  que 


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DBL  BAJO 

los  tropas  de  Átalo  habían  sido 
•orpreodidas  .y  derrotadas  em 
África  por  las  del  partido  coa* 
trario.  Eo  flo^  el  niisno  Álarl- 
eo,  irritade  contra  un  principe 
que  le  debia  su  eleyaeion  y  que 
conspiraba  contra  él  para  rei- 
nar solo,  le  manda  Teñir  á  su 
presencia  al  campamento  de  Á» 
rimíao,  le  despoja  de  la  púrpu- 
ra que  le  habia  dado,  y  ei^via  su 
diadema  al  emperador  Honorio, 
prometiéndole  su  amistad  si  sus* 
cribia  al  tratado  coocluido  -en 
Boma, 

Hubo  entonces  grandes  espe» 
ranzas  de  una  paz  sólida:  mas 
elgodoSaro,  homicida  de  Stili^ 
con,  y  enemigo  de  Álarico  y  de  la 
dinastía  de  los  BaUos,  se  opone 
á  la  negociación,  engaña  á  Ho- 
norio con  promesas,  le  inUnrida 
con  amenazas,  sorprende  con 
íqs  tropas  una  dimion  de  Ála- 
ricoi  la  destruye  casi  entera- 
mente, y  vuelve  á  eatrar  en  &a- 
Tona  victorioso^ 

Tercera  vez  marcha  Álarieo 
contra  Aoma*  EUemor  de  su  es- 
pantosa venganza  determina  á  los 
romanos  á  defenderse,  peroJos 
ceelavos,  á  quienes  babian  dado 
.  armas,  les  hacen  traición,  y  abien 
por  la  noche  la  puerta  Salaria  i 
loa  bárbaros:  un  gran  námero  de 
fodoa,  aeitas  y  Jermanoa  entran 
CDmo^oemigos^en^mttoUa  anti- 


iuheAio.  43 

gua  y  opulenta  ciudad,  y  la  en* 
treganal  pillaje  mas  desenfre- 
nado. El  24  de  agosto  de  410, 
1163  años  después  de  la  funda- 
ción de  Roma,  fué  saqueada  esta 
señora  del  mundo  por  los  bár- 
baros del  Norte.  Los  godos, 
tremolando  sus  enseñas  en  las 
alturas  del  capitolio,  anuncian 
á  la  tierra  el  cambio  de  las  razas. 
Álarico,  que  no  hubiera  podido 
oponerse  sin  riesgo  ala  codicia 
de  los  godos,  se  contentó  con 
darles  Orden  de  perdonar  á  los 
ciudadanos  desarmados,  y  de 
respetar  las  iglesias  de  los  após- 
toles. Solo  la  relijion  pudo  con- 
tenerlos, cuando  estaban  sordos 
al  grito  de  la  naturaleza.  Eotl*e- 
garon  á  las  liornas  los  palacios  de 
los  grandes  y  los  asilos  de  la  po- 
breza: degollaban  sin  piedad  á 
viejos  y  niños;  y  cuentan  que  una 
donceHa  encadenó  su  furor  y  de- 
tuvo su  codicia,  diciéndoies  que 
pertenecía  á  la  iglesia  de'San  Pe- 
dro un  tesoro  del  cual  querían 
•apoderarse. 

Lo  que  hizo  mas  espantoso  el 
estrago  fué  el  enojo^  demasiado 
natural,  de  cuarenta  mil  cauti- 
vos libertados,  que  llenaron  las 
calles  de  cadáveres,  y  se  venga- 
ron>  cometiendo  orribles  esce- 
soa,  de  su  prolongada  humilla- 
cion. 
\    Ijll^&nliéo  OtmÍo  dice  que  el 


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44  HISTORIA 

fuego  del  cielo  se  juntó  al  ace- 
ro de  los  bárbaros  para  reducir 
á  ceolzas  algunas  estatuas  de  los 
dioses  que  aun  se  veían  en  el 
foro.  San  Agustín^  en  la  ciudad 
de  Dioi,  atribuye  las  desgracias 
de  Roma  a  la  justicia  de  la  Pro- 
videncia, irritadade  su  empeño 
por  el  culto  de  los  ídolos.  Tan 
cierto  es  que  en  los  reveses  mas 
crueles,  el  espíritu  de  partido, 
estraño  al  bien  público,  no  ve 
sino  lo  que  lisonjea  ú  ofende  á 
sus  intereses !  S^lviano,  mas  elo- 
cuente, siguió  el  parecer  de  San 
Agustín  y  de  su  discípulo  Oro- 
sio.  Por  piadosa  que  sea  su  idea, 
por  útil  que  haya  sido  la  impre- 
sión queobrase  sobre  los  ánimos, 
sin  embargo,  puesto  que  el  cri- 
men triunfa  aquí  abajo  con  mu- 
cha frecuencia,  y  que  á  menudo 
los  virtuosos  son  víctimas  de  los 
malvados;  y  puesto  que  creemos 
que  hay  otro  mundo  donde  se  e- 
jerce  la  juslicia  diviua,  importa 
sobre  todo  ecsaminar  las  causas 
morales  y  físicas  de  los  aconte- 
cimientos naturales.  La  acción 
de  la  primera  causa  es  invisi- 
ble; la  de  las  causas  se^und'is  es- 
tá á  nuestro  alcance.  Observán- 
dolas se  forman  la  prudencia  y 
la  política.  Roma  será  siempre 
un  grande  espectáculo  en  donde 
puede  verse  la  iníluéocia  de  los 
vicios^  de  las  pasiones,  de  los 


yerros  de  un  mal  gobierno,  de 
una  grandeza  escestva,  y  en  una 
palabra,  de  cuanto  puede  con* 
tribuir  á  la  desgracia  de  los  par- 
ticulares y  a  la  ruina  de  los  im- 
perios. 

Un  gran  número  de  senadores 
fueron  hechos  prisioneros,  mu- 
chos desterrados:  otros  se  esca- 
paron al  África  ó  se  dispersaron 
enEjiptoy  aun  al  interior  del 
Asia.  Muchos  ciudadanos  se  re- 
fujiaron  á  la  pequeña  isla  de  Iji- 
lo,  se  hicieron  fuertes  en  ella, 
y  debieron  a  su  intrepidez  la  vi- 
da y  la  libertad. 

Alarico,  después  de  haber  a- 
rruinado  la  gloria  de  trescientos 
triunfos,  destruido  los  monu- 
mentos respetados  del  tiempo,  y 
derribado  la  grandeza  de  doce 
siglos,  dueño  de  los  tesoros  ro- 
badosá  todo  el  universo,  se  alejó 
de  Roma,  desdeñando  reinar  en 
una  ciudad  envilecida.  Dominó 
en  Italia  hasta  el  año  412. 

Su  campamento,  por  un  con* 
traste  singular,  presentaba  á  la 
vista  sorprendida  el  espantoso 
cuadro  de  las  vicisitudes  de  la 
fortuna.  Veíase  allí  á  los  íieros 
patricios  de  Roma,  antiguos  do- 
minadores del  mundo,  y  á  sus 
esposas,  en  otro  tiempo  tan  res- 
petadas, servir  como  esclavos  á 
sus  feroces  veocedores,  y  presen- 
tare! vino  de  Falerno  en  vasos 


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•dernados  de  pedrerfas  á  9qw^ 
llot  guerreros  selTétieot,  •  dee^ 
nodos  7  tendidos  al  aire  libre 
bajo  la  sombra  de  los  piálanos. 

MCIKTE  DB  ALAftIOO.  — (4(12) 

Los  goces  de  la  tietoria  no  po- 
diaa  fijar  largo  tiempo  á  aque- 
llas trtbns  belicosas»  para  qoie- 
nes  las  ciudades  eran  cárceles,, 
y  ei  descanso  %nominnK  Alari- 
ta,  cediendo  á  sas  votos^  em^ 
prendió  la  conqotshi  de  Sicilta: 
la  primer  división  de  sa  escim- 
dra  fué  dispersada  por  una  tem- 
pestad, y  cuando  trataba  de  re- 
parar este  desastre  terminó  la 
muerte  el  curso  de  sus  azaSes^ 

Sus  compañeros  y  soldados  ce- 
lebraron su  gloria  con  himnos, 
que  era  el  solo  monumento  his- 
tórico de  la  nacion>  y  temiendo 
que  las  reliquias  de  tan  ilustre 
rey  quedasen  espueslas  por  la 
inconstancia  de  la  fortuna  á  la 
venganza  y  ultrajes  de  sus  ene-» 
migos,  sacaron  de  sQ  madre  al 
rio  Gratis,  cavaron  en  el  fondo 
el  sepulcro  de  Alarico,  lo  lle- 
naron de  trofeos  conquistados 
á  les  romanos,  volvieron  á  traer 
las  aguas  por  su  antiguo  cauce^ 
y  mataron  á  todos  los  cautivos 
empleadas  en  estos  trabajos, 
para  que  nunca  se  pudiese  des- 
cubrir el  sitio.donde  habían  de- 
positado las  cenizas  de  su  héroe. 
Los  godos^  por  una  costumbre 


singular,  fundada  aoaao  sobre 
algunr  superstición,  ocultaban 
la  sepultura- de  sus  grandes  hom- 
bres mientras  oíros  pueblos  on« 
raban  á  los  suyos  con  soberbios 
monumentos^ 

Después  elijieron  pera  suce- 
derie  á  snouSadoAtMiHó^  cris- 
tiano, y  de  mas  luces  y  huma*» 
nidad*  que  sus  eompalriotat. 
Apenas  subió  al  trono  declaré . 
que  su  intención  era  salvar  el 
imperio,  en  lugar  de  acelerar  su 
ruina..  Nada  lé  era. mas  fácil  en- 
tonces que  destruir  el  nombre 
remano^  repartirá  sus  guerra 
ros  las  posesiones  de  Italia^  y 
eslabieeer  sólidamente  su  domi- 
nación en  aquel  pais;  pero  ó 
porque  los  sentimientos  de  su 
corazón  fuesen  mas  jenerosos, 
ó  porque  temiese  la  mezcla  de- 
sús vasallos  feroces  y  turbulen*- 
toscon  los  italiaoos  corrompi- 
dos, ó  en  fio,  porque  cediese  ai 
amor  que  le  inspiraba  Placidia> 
bija  del  gran  Teodosio>  cautiva 
en  el  saco  de  Boma,  abrió  ne- 
gociaciones con  Honorio,  le  pro- 
metió sostener  el  imperio  y  de- 
feodíerle  contra  sus  enemigos,  y 
le  pidió  por  esposa  á  su  her- 
mana. 

£s  preciso  conocer  el  orgullo 

pueril  de  los  príncipes  diéblles 

nacidos  junto  al  trono^  para  con> 

I  cebir  el  desden  con  que  Uono- 


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40 

rio  recibió  esta  proposicioii»  y 
la  repagoaDcia  qoe  mostró  este 
•emperador,  cobarde  y  vencido, 
al  ;paFeDlesco  de  oo  guerrero, 
llamado  por  él  barbare,  y  t|ue 
le  restíiuía''el  imperio  y  La  xiu- 
^addeJloma. 

^lacldia,  menos  ^ana  y  ^nas 
polítíca,  salvó  á  au  •  bermano 
eontra  la  voluntad  de  este,  y 
«oeptó'la  mano  delirey  de  los 
godos. 

Los  bistoriadorescuen^an  muy 
-por  «menor  las  ceremonias  de 
4este  casamiento,  y  la  magnifi- 
cencia de  4os  presentes  que  A- 
taififo  biso  á  la  nueva  reina. 
Solamente  el  saqueo  de  tantas 
«provincias,  y  sobre  todo  de  Jto- 
4nuy  pedia  esplicar  tanto  lujo. 
JKo  mencionaremos  de  aquellos 
;regalos  ^mas  que  uñ  plato  decoro 
^ue .pesaba  quinientas  litH*aa,  y 
•  que  la  casualidad  puso  después 
^n  el  tesoro  de  Sagoberto,  rey 
4le  franela.  Una  mesa,  becha  de 
4jnaaola  esmeralda^  rodeada  de 
tres  órdenes  de  perlas,  y  apeya- 
>da  entésenla  y  cineo  pies  de  ore 
«macizo,  podrá  dar  una  idea  de 
la  opulencia  de  los  visigodos»  ó 
^e  la  ecsajeracíon  de  les  liisto- 
'ríadores.  Vn  iiiatoríador  cuen- 
ta de  esta  manerael  casamiento. 
Ataúlfo  resolvió 'tomar  per  mu- 
jer á  aquella  que  por  derecho 
^  victoria  pudiera  baber  becbo  ' 


au  concubiM.  1EI  caeanBíieiito  se 
solemnizó  en  If  arbona  en  enero 
de  414.  Ataúlfo  estaba  vestido 
de  romano,  y  eedia  el  primer 
lagar  á  le  augusta  desposada: 
veíasela  sentada  sobre  un  lecbo 
adornado  con  toda  la  pempa  de 
una  emperatriz^  Cincuenta  jó* 
venes  bermoses  vestidos  de  se- 
da, que  hacían i>arte  de  la  ofren* 
da  ó  dote>  posieren  á  los  pies  de 
^laoidia  cincuenta  fuentes  llenas 
de  oro  y^tras  cincuenta  de  pe- 
drería. Átalo,  que  de  empera- 
dor, era  no  se  sabe  qué  en  laico- 
mitiva  de  los  f  odos,  entonó  el 
primer  epitalamio* 

£n  esta  época  se  publicó  el 
código  Teodosiano,  lo  que  probó 
que  las  leyes  se  multiplican  á 
proporción  que  se  depravan  las 
costumbres.  El  número  crecien- 
4e  de  los  males  bace  aentir  la 
necesidad  de  los  remedios. 

£.a  paz  concluida  entre  Hono- 
^'io  y  Ataúlfo  restituyó  la  Aran- 
quilidad  á Italia,  mas  no  al  im- 
perio. El  conde  Heracliano,  cón« 
«ul  entonces,  y  comandante  de 
África,  se  rebeló,  tomó  el  título 
de  emperador,  bizo  numerosas 
levas,  y  equipó  una  escuadra 
que  los  autores  del  tiempo  éom* 
^aráñala  de  Jerjes. 

Constancio^  jeoeral  tan  >esti* 
tnado  por  sus  talentos  c^mo  por 
sus  aludes,  jMPehdeeatra  él. 


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MffénS  ra  MriB«A>  y  veoekf 
sos  tropM^eirSIeilia.  BMracliaDo^ 
derrotado^lMiyó  al  África  coo  mk 
lo  QB  buque,  la  eneonlró  ioiiie<* 
tida  á  las  leyes  de  Bbnortoi  f 
faé  enlregado  por  sas  mismos 
cómplices  á  los  Jeoerales  áeP 
emperador,  qae  maodaron  cor* 
tarlela  caBeaa. 

El  Talteote  CoostancH),  sa 
▼cocedor,  qoe  después  ascendid 
al  imperio,*  recibió  ei^  premio 
de  SD  Ticloria  los  bienes  confls* 
cados  á  Heracliaoo.  Terminadi 
esta  guerra  tao  felizmeote,  pasó 
de  Orden  del  emperador  á  la  Gi* 
lia  narboDeose  (413). 

El  BsarpadorConstaiHioo  reí» 
naba  desde  la  eslremidad  de  Es- 
coda basta  el  estrecho  de  Hér- 
cules, y  se  nnia  á  los  bárbaros 
para  saquear  laGalia.  El  incons- 
tante Honorio,  cobarde  para  los 
enemigos,  y  traidor  para  los  a« 
liados,  hizo  on  tratado  con  Cons- 
tantino, en  el  cual  se  compro* 
metía  este  á  libertarle  de  la  do- 
minación de  los  godoS}  porque 
en  efecto,  mas  bien  eran  due&os 
qne  protectores  de  Italia.  Pero 
nuevas  refoluciones  hicieronr 
desvanecep  este  proyecto*  Je- 
roncio,  jeneral  de  Constantino, 
se  rebeló  contra  él,  asesinó  á  su 
hijo  Constante,  le  sitió  á  él  mis- 
IBO  en  Arélate  (Arles),  y  ciBó 
lacorona^  M&csimo,  su  com- 


4T 

paflero^dé^anrnty  amlgo^  Cons* 
tancio,  vencedor  del  África^  lle«» 
gó  á  I*  Gilia  en  esta  ocasión^  a^ 
lacó  á  Aroneio  y  ár  Micsima,^ 
los  derrotó  compteíamente;  y 
los  obligó  áboir. 

En  este  caos  déguerrasflvK 
les,  invasiones  y  tronos  tan* 
prontamentecaídbs  como  usar* 
padós,  muchas  azafiás  y  crfme* 
nes  se  han  olvidado  Justamente; 
pero  la  historia  ha  eonservadó^i 
recuerdo  de  la  iMtima  acción  de 
léroncio,  que^temixósu  nom* 
bre  con  SI»  valor* 

Perseguido  basta  las  fronteras 
deEspafia,  fué  rodeado  por  los 
enemigos  en  una  casa  donde  es- 
taba alojado:  solo  tenia  consigo 
á  su  mujer,  un  alano  y  algunos 
esclavos.  Comunicóles  su  intr^<i- 
pidez,  y  resuelto  á  vender  cara- 
mente las  últimas  horas  de  una 
vida-que  ya  no  podia  salvar,  se 
fortifica  con  barricadas,  se  de* 
fiende  ostinadamente,  y  dispa- 
rando con  destreza  un  gran  nd- 
mero  de  saetas  que  habla  reuni- 
do, prolonga  toda  la  noche  un 
combale  tan  desigual,  con  muer- 
te de  trescientos  contrarios. 

Cuando  ya  no  le  quedó  mas 
arma  que  su  espada,  le  abando- 
naron los  esclavos,  saltando  por 
las  tapias:  él  solo  se  quedó  cerca 
de  so  mujer,  á  la  cual  no  quiso 
desamparar.  El  soldado  alano  se 


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«B 


IffMtMIU 


ofreció'tambien  á  h  muerte.  Al 
rayar  el  dia  pusieron  los  siliade- 
rea  fuego  á  la  ca«a«  Entonces 
Jeroneio,  cediendo  á  las  súpJí- 
cas'de  su  esposa  y  del  alano,  les 
dio  la  muerle,  yae^undié  su 
-espada  en  el  saoo« 
'  £1  usurpador  Mácsíoio  fué 
elcanzado  en  su  foga^  conducido 
é  Roma,  y^egollade. 

£Qtretanio  Atanlfe,  Indigna- 
do de  la  traición  de  Honorao, 
liabia  restituido  la  púrpura  á 
Átalo,  juguete  de  la  suerte  y  de 
los  bárbaros.  Honorio, que  áca- 
4q  riesgo  mudaba  de  resolución,, 
•rompió  la  alianza  de  Constanti- 
no, y  encargó  á  Constancio  qae 
ee  lo  entregase.  Los  francos  to* 
«laron  entonces  lai  armas,  y 
marcharon á  Arélate  para  defen- 
•der  á  Constantino.  Constancio 
4os  venció;  y  Ebódis,  su  jeaeral^ 
pereció  víctima  de  una  conspira- 
4^ion.  El  romane  se  aprovechó 
óe  esta  traición,  casiigó^  á  les 
^raidores^con  un  suplicio  justo;  y 
premió  el  valerde  sus  soldados 
•victorleses.  Constantino  y  su  bi* 
jo  Juliano,  ya  sm  ejército  ni  so- 
corro, se  entregaron  á  Constan- 
cio, que  los  envió  al  emperador. 
£1  cruel  Honorio  les  mandó 
matar. 

ESTABLEGIMifiNTO  n£  LOS  'ViSI- 
eODOS  EN  LA  GALIA  KARBO^ENSE, 
Y   PKiNCIPlOS   DE   LA    MONARQUÍA 


fipDA  DE  «spaXa.— (it5)  Otro 
guerrero  disputó  la  corona.  Jo«^ 
vino  fué  revestido  de  la  párpor» 
por  los  alanos  y,  burgundienea* 
Sus^uerzas  numerosas  etriigaron 
á  Constancio  á  retirarse;  pero 
Ataulfcg  que  sacrificaba  todos 
sus  Tesen tim lentes  al  amor  .de 
Placidio,  abandonó  á  Átalo,  ven* 
eió  y  mató  á  Saro  rebelado  cen- 
tra él,  marché  contra  les  alanos 
y  bargundiones,  les  derrotó,  y 
arrojó  de  la  CaKa  á  Joviao  y  á 
su  hermano  Sebastian* 

Atak>>  entregado  á  Honorio, 
fué  espuesto  en  Roma  al  ludi- 
brio del  pupulacho,  se  le  corta-t 
ron  dos  dedos  para  que  no  pudie- 
se ni  firmar  ni  manejarlas  ar- 
mas, y  Cué  desterrado  á  Li  paria 
(isla  de  Lipari).  El  imbécil , Ho- 
norio triunfó  así  de  siete  usur- 
padores que  los  mas  eran  hoga- 
bres  hábiles  y  guerreros  va- 
lientes. 

£n  los  éltimos  cuatro  siglos 
había  gozado  España  una  larga 
paz,  y  con  ella  todos  los  benefi- 
cios de  la  civilización.  Cuando 
les  bárbaros  invadieron  las  Ga- 
llas, defendió  algunos  años  sus 
fronteras;  pero  cuando  Honorio, 
diez  años  antes  del.  saco  de  Ro- 
ma, quiso  remplazar  las  milicias 
nacionales  del  pais  con  lejiones, 
empezó  España  á  sufrir  las  ma^ 
yores  calanüdades;  porque^estas 


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DEL  B4f  O  niPBim 
Iropas  CdirompMas  que  no  re- 
coDocias  mas  patria  qoe  su  cam- 
pameiitOy  mas  leyes  qae  suiste- 
tés»  desleales  á  s«  prdieipe,  re- 
ooDociereo  al  usurpador  Geos- 
lantine  cuando  le  favorecid  la 
forUina,  y  después  á  Mácslmo 
cuando  le  superó  en  poder.  Des- 
cubriendo en  in  las  fronteras 


19 

Guando  nada  tutieron  que 
destruir  ó  qm  robar,  aquellos, 
feroces  oonqui^dores  en^ioza- 
ron  k  sentir  la  necesidad^  y  esta 
loa  civilizó.  Tomaron  á  los  habi- 
tentes  una  parte  de  sus  tierras^ 
les  dejaron  las  demás,  ylosa« 
tentaron  á  culturarlas;  se  some», 
tieron  elfos  mismos  al  yugo  de 


que  debían  guardar»  dejaron  pe- 1  las  leyes-,  y  Espaía,  restablecida 
ae4rarporellas{eL2Sdesetiem-  la  tranquilidad,  recobró  su  a- 


l>re  de  409)^  á  los  suevos,  siii 
nos,  alanos  y  vándalos*  Este  to- 
rrente destructor  asoló  y  despo- 
bló las  EspaAas,  desde  los  Piri- 
neos hasta  el  mar  de  África.  Los 
bárbaros,  insaciables  de  sangre  y 
de  botín,  mataron  sin  distinción 
arómanos  y  españoles,  talaron 
los  campos,  y  no  perdonaron 
ni  á  ciudades  ni  aldeas.  El  azote 
del  ambre  se  juntó  al  de  la  gue- 
rra, y  la  peste  fué  su  inevitable 
consecuencia.  Los  vándalos  Ict 
oian  por  rey  á  Gonderíco  y  los 
•euevos  á  Erraerico.  Las  provin- 
cias iberas  se  echaron  á  la  suer- 
te. Galicia  y  lo  que  hoy  es  Cas- 
tilla le  Vieja  cayó  á  los  suevos  y 
^réndalos  de  Gonderico:  Lusita- 
nla,  el  centro  de  Espafia  y  Carta- 
Jena  tocó  á  los  alanos-,  y  la 
Bética  á  los  siliogos,  otra  especie 
de  vándalos,  de  los  cuales  tomó 
el  nombre  de  tVan^ú^uiia.  A^ü* 
nos  pueblos  de,' GiiiiciS'Se  man- 
tuvieron libreí  en  las  montaiaa.  1 
Tono  IV. 


bundanda  y  pobiacioa. 

Ataúlfo,  que  la  voluntad  de 
Placidia  convirtió  en  fiel  lugar« 
teniente  de  Honorio,  después  de 
sus  victorias  en  la  &ilia  marchó 
á  Espaia,  recobró  á  Báreine 
(Barcelona)  y  la  devolvió  al  em- 
perador. Su  proyecto  era  con- 
quistar para  sí  el  resto  de  la  Pe* 
nínsula;  pero  la  muerte  ie  sor- 
prendió. 

McJBaT£OB  ATAÚLFO. — Había 
admitido  imprudentemente  en 
su  servicio  á  un  antiguo  cama- 
rada  de  Saro.  Este  hombre,  ene- 
migo implacable  déla  familia  de 
los  Baltos,  conspiró  contra  él,  le  . 
asesinó  en  Bárcino{415),  y  coló- , 
c6  en  el  trono  á  Syerico,  herma«> 
no  de  Saro.  El  primer  acto  del 
nuevo  rey  fué  degollar  seis  hi- 
jos que  Ataúlfo  habla  tenido  de 
su  anterior  matrimonio,  y  po- 
ner -en  prifiones  á  la  bija  de 
Teodosie  el  Grande. 

Placidia,  memprable  ejen^^Jo . 


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50 


■fITOBIA 


de  las  lictoUades  de  la  fortana, 
caotiva  primero  dé  ilarico,  y  e- 
levada  despae^  ai  trono  por  A- 
taulfoy  ae  vio  segunda  ver  enca- 
denada como  nna  eaclava^  y  o- 
biigada  á  andar  á  pie  delante  del 
caballo  de  su  naevo  amo  el  espa- 
do de  doce  millas. 

Este  reinado  qne  anunciaba  la 
tiranía  mas  cruel,  doró  sola- 
mente siete  días.  Los  godos^  in- 
dignados del  orgullo  é  rnumanN 
dad  de  Sijerico,  le  matan,  dan 
libertad  á  Placidia,  y  elijen  por 
rey  á  Valia,  digno  sucesor  de  A- 
larico  y  Ataúlfo. 

Conquistas  db  valia  en  Espa- 
ña.—  (416)  Este  príncipe  hábil 
llevó  sus  turbulentos  vasallos  á 
nuevos  peleas;  y  atravesó,  ven- 
ciendo, todas  las  Españas.  Des- 
de la  muerte  de  Ataúlfo  se  babia 
roto  la  paz  entre  godos  y  roma- 
nos. Eljeneral  Constancio  mar- 
chó contra  Valia;  pero  cuando 
estuvieron  uno  enfrente  de  otro, 
en  lugar  de  pelear,  entraron  en 
negociación.  Placidia  fué  envia- 
da á  Ravena,  mediante  el  resca- 
te de'seiscientas  mil  medidas  de 
trigo  (1),  y  Valia  juró  servir  con 
sus  armas  en  defensa  de  Hono- 
rio y  del  imperio. 

(i)  Pro».  €hron.  PhoU\  Eoz^ 
tíb.  ÍX,  cap,  9;  Philost.^  tíS.  XIl^ 
mip.  4*  Oros*^p>  224. 


Espafia  ftaé  entonces  el  teatro 
de  una  guerra  sangrienta  que  so 
hicieron  sus  enemigos.  Valia  ad« 
quirió  grande  celebridad:  ester« 
minó  k  los  silingos  que  babiaa 
asolado  la  Fética,  derrotó  á  los 
alanos,  dando  él  mismo  muerte 
á  su  rey.  Los  vándalos  y  suevos, 
temerosos  de  su  valor,  se  le  so- 
metieron y  restituyó  en  fin  toda 
la  Península  al  dominio  del  em- 
perador.. Los  historiadores  de  a- 
quel  tiempo  dicen,  que  las  Injus- 
ticias y  vejaciones  de  lo^  oficia^» 
les  de  Honorio  ,  obligaron  á  lo9 
españoles  á  echar  de  menos  el 
réjimen  de  los  bárbaros. 

Honorio,  que  siempre  habla 
estado  temblando  en  Ravena, 
recibió  los  oíiores  del  triunfo  en 
Roma,  abandonada  por  él.  Dié- 
ronsele  coronas  de  laurel  por  las 
conquistas  de  Ataúlfo  y  de  Va- 
lia; y  á  conservar  la  historia  los 
discursos  de  los  oradores  y  ver- 
sos de  los  poetas  de  aquella  ver-» 
gonzosa  época,  veríamos  al  co- 
barde Honorio  celebrado  por  el 
servilismo  romano  como^el  mas 
bondadoso,  el  mas  valiente,  el 
mas  ilustre  de  los  príncipes. 

CcSlOiV  DE  LA  AQCITANIA   A  LOS 

VISIGODOS. — (418)  Valia,  flelásus 
promesas,  salió  de  Italia,  y  se 
estableció  en  el  reino  de  Aqui- 
tanjá,  que  el  emperador  le  babia 
cedido.  Reinaba  ea   todos  ios 


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WL  BAJO 

^bes  comprendidos  entre  el  Li- 
Jeris  y  el  Garunoa  (Loira  y  Ga- 
rooa).  BardégaU  (Bórdeos)  era 
so  capital.  Sos  sucesores  trasla* 
daron  áTolosa  la  residencia. 

Hooorio 'Cedió  á  los  borgon- 
diones  la  parte  oriental,  y  á  los 
francos  li  setentríonal  de  las 
GaKas.  La  firmeza  de  Teodosio 
bebía  reunido  todas  las  parles 
del  imperio:  la  flaqueza  de  so 
hijo  lo  desmembró.  Los  bárba- 
ros>  establecidos  en  estas  pro- 
Tincias,  obligaron  á  los  habi4an« 
tes  á  abandon^irles  las  casas  mas 
bellas  y  la  tercera  parte  de  sos 
mejores  tierras^  dejándoles  el 
resto  de  sus  propiedades*  y  la 
Tida  medíante  un  rescate.  Los 
visigodos  fueron  mas  umauos, 
y  concedieron  jodemnizaciónes 
por  los  bienes  -que  quitaron  á 
los  ciudadanos. 

PauKoo  de  Burdégala»  nos  ha 
dejado  Ja  prueba  en  sus  cartas, 
dando  á<onocer  el  precio  paga- 
do por  el  bárbaro  que  se  apode- 
ró de  su  casa,  líl  4reÍQ0  de  los 
visigodos  tomaba  la  forma  cris<- 
4iana  bajo  ios  obispos  arríanos. 
Estos  guerreros  selváticos  se 
mostraron  mas  jenerosus  que 
Augusto  y  los  triunviros,  los 
cuales  entregaron  á  los  vetera- 
nos de  sus  ejércitos  muchas  ciu* 
dades  de  Itklia  y  las  posesiones 
de  muchos  romanos  despojados 


MKMO.  5t 

fin  indemnización.  El  hábito 
antiquísimo  de  respetará  Roma^ 
y  el  recuerdo  de  la  majestad  del 
imperio,  conservaban  tanta  \n^ 
fluencia  en  los  ánimos,  que  los 
vencedores  del  Norte,  en  vez 
de  llamarse  dueños  de  los  países 
conquistados,  tomaban  el  título 
de  hni$peáei  de  /os  ram^nat,  y  so 
decian  subditos  del  emperador. 
Las  provincias  lejanas  cono- 
cían que  la  corte  de  Revena  ni 
podía  protejerlas  ni  refrenarlas* 
La  Armorica  proclamó  su  inde- 
pendenciaj  y  Honorio  la  confir- 
mó. La  Britauoia,  sin  ausilios  de 
Roma,  y  espuesta  á  las  invasio- 
nes de  los  piratas,  sufrió  todos 
los  males  de  la  aoarquía.  No- 
venia  ciudades  Ubres  le  erijie- 
ron  en  repúblicas,  y  cada  una 
nombró  un  senado.  Los  nobles, 
descontentos  de  este  movimien- 
to popular,  echaban  menos  el 
gobierno  del  empéradpr  que  les 
distribuía  sus  favores;  corrían 
armados  por  los  campos,  y  todos 
se  arrogaban,  como  los  jefes  de 
las  tribus  bárbaras,  el  nombre 
de  reyes  ó  eaudillos.  Al  .frente 
de  los  hombres  que  leseiran  a- 
fectos,  sostenían  guerras  con- 
tinuas ^sontra' las  repúblicas.  La 
autoridad  de  cuarenta  obispos, 
que  tomaron  parte  en  estas  que- 
rellas, aumentó  el  jérmen  de 
las  disensiones* 


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6S 


■ISTMIA 


Estado  obl  tnFuio  de  osinr* 
TB. — Ei  imperio  de  Oriente,  san- 
que  DO  mejor  gobernado,  sofVís 
menos  perdidas;  y  á  pesar  de  la 
inepcis  de  la  mayor  partede  sos 
Jefes,  y  los  crímenes  qae  ensan^ 
grentaron  el  trono,  snlisistitfdii^ 
rante  diez  siglos  desde  Ttedosto 
basta  la  toma  de  Constanthiopla 
por  los  turcos,  y  conserró  et 
nombre  de  imperio  romano  des* 
pues  de  Is  pérdida  de  Roma  y 
del  Occidente. 

Los  griegos,  despojados  en  o- 
tro  tiempo  por  los  guerreros  del 
Tiber,  se  enriquecieron  i  su 
vez  con  la  ruina  de  Italia.  Cuan- 
do los  bárbaros  invadieron  á 
la  Galia,  Roma,  España  y  Afri- 
ea,  todo.4  los  que  pudieron  süs« 
traer  á  las  devastaciones  une 
parte  de  sus  riquezas,  las  lleva- 
ron á  Rizando:  los  ssbios,  los  o-» 
radores,  los  hombres  que  no  po- 
dian^  sufrir  ei  yugo  de  la  igno- 
rancia y  la  brutalidad,  se  refur 
jiaron  á  Grecia.  Derramáronse 
las  tinieblas  por  el  Occidente;  y 
las  luces^se  retiraron  bácia  ei 
Oriente.  Gonlitantínopla  fué  en- 
tonces el  .centro  de  la  civiliza* 
cion  y.  el  último  asilo  de  las  ar- 
tes. Todo  el  resto  del  mundo  fué 
entregado  á  los  groseros  con- 
quistadores del  Norte,  dueños 
de  las  riquezas  del  pueblo  rey, 
sin  aprender  de  él  el  arte  de  go- 


zarlas, sin  conocer  mas  pasioD 
que  la  guerra . 

No  ostentaban  mas  qae  el 
hierro,  coanda  el  oro,  la  parpara 
y  las  pedrerías  brillaban  por  to^ 
das  partes  eael  palacio*  de  los 
emperadores  de  Oriento.  Losmas 
ricos  metales  adornaban  sa  co- 
rona, sus  vestidos  y  so  trono, 
comotaoibien  las  lanzas  y  cas- 
cos de  sus  soldados,  y  los  Jaeces 
de  sus  caballos.  Los  vicios  de 
tos  príncipes  infloian^  de  ana 
manera  fuoesta  en  la  adminis- 
tración del  imperio^  Sos  vastas 
provincias  estaban  entregadas  á 
la  rapacidad  de  los  gobernadores 
y  de  los  oficiales  eocargados  de  . 
ejercer  la  josticia  ó  de  percibir 
las  rentas  del  estado*  Las  leyes 
estaban  sin  foerza;  la  inocencia 
oprimida  no  hallaba  on  protec^ 
tor,  y  solo  el  crimen  estaba  al 
abrigo  d^  todo  insulto. 

Enmedio  de  la  depravación 
jenerai  que  cundió  socesiva«» 
mente  por  todas  las  provincias 
del  imperio  romano^  las  lejiones 
conservaron  por  aigon  tiempo 
las  virtodes  militares,  pero  la 
molicie  y  la  licencia  se  introdu- 
jeron en  fin  en  los  ejércitos^ 
Dispensóse  á  los  soldad;os  de  á 
pie  el  llevar  la  coraza,  porqoe 
les  era  moy*  fatigosa  para  el  ser-» 
vicio.  Los  cuerpos  de*tropas  qoe 
Constantino  había  colocado  en 


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las  ctadadatfroaterifat^  ^eétoi^ 
daban  loa  ajereücfos  mititarea; 
eotr«gibaMa  á  laa  la&oaes  del 
campo^  7  nuy  to^fCo  fiieroQ  io- 
capacea  dt  detener  loi  prog rases 
de  loa  enemigoa.  No  podiendo* 
confiar  ya  i  eataa  millclaa  la  de^ 
fenaa  del  imperio^  los  empera- 
dores poblaron  de  bárbaros  las 
lejiooea,  le»  prodigaron  los  te- 
soros del  estado,  les  dieron  el 
mando  de  loa  ^ércilos,  y  les 
concedieron^  los  ooores-dél  con- 
sulado. Pero  estos  ausiliares  per- 
fidos  reusaban  mncbaa  feces  re- 
ñir á  las  mnnos  con  sus  eompa»- 
triotas»  y  hacían  traición  i  los 
Intereses  de  los  que  les  pagaban 
el  sueldo.  Siendo  su  único  m6- 
Til  el  amor  del  botín,,  queriao 
mas  tobar  que  combatir;  síp 
embargo  algunas  veces,  llevado^ 
de  una  rabia  ciega»  obligaban  ^ 
sus  Jeneralesá  presentar  la  ba« 
talla,  y  comprometían  la  salva** 
clon  del  imperio  con  sus  moti- 
nes é  insubordinación. 

£1  reinado  de  Arcadio  ofreciA 
la  imájen  de  la  funesta  degrada* 
cion  que  sufren  necesariamente 
las  costumbres  después  de  un 
largo  despotismo,  en  un  pueblo 
afeminado  por  todo  jénero  de 
placeres.  Los  mismos  eunucos 
ejercían  empleos.  Eutropio  pre- 
sidia los  tribunales  y  mandaba 
los  ejércitos  coa  gran  placer  de 


WMvio»  53 

los  godos,  contentos  di»  ver  á 
los  romanos,  sus  enemigos,  man* 
dados  por  un  jeneral,  que  lejos 
déser  un  rival  temible;  ni'  aun 
era  hombre* 

Esta  elección  dé  Arcadio  es* 
citó  el  menospreció  dé  los  bue- 
nos'cindadáoos;  pero  su  voz,  ni 
muy  alta  ni  muy  cercana  al  pa- 
lachi,  no  fué  oida.  Los  lisonja* 
K>s~ineensaron  al  valido,  la  cor- 
te le  prodigdsus  omenajes;  faé^ 
creado  cónsul,  y  el  senado  de  0¿ 
riente  le  erijió  estatuas.  Ei  Oc- 
cidente^ aunque  vencido  por 
los  bárbaros,  no  pudo  tolerar  el 
oprobio  de  semejante  consula- 
do; y  el  senado  de  Roma  no  in- 
sertó su  nombre  en  los  ar* 
cbivosi 

Claudiano  vengó  de  esta  iU:'» 
i  Juria  la  primer  dignidad  de  los 
romanos,  pintando  en.  una  si» 
rira  con  versos  mordaces  el  ca- 
rácter de  aquel  ministro  tan  vil 
como  insolente,  que  esclavo  en 
otro  tiempo,  se  habla  enseñado 
hurtando  pequeñas  sumas  del. 
cajón  de  su  amo,  á  robar  un  dia 
las  riquezas  del  imperio. 

Eutropio  vendió  muchas  pro- 
vincias á  los  enemigos,  dio  a- 
liento  á  los  delatores,  aumentó 
su  caudal  confiscando,  é  hizo 
morir  á  los  Jenérales  que  habían 
adquirido  mas  fama  en  el  reina- 
do de  Teodosio^  y  cuyo  valor  j- 


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54 

crédito  tenña*  ISagmi  la  docMna 
ée  lodos  los  que  abusón  del  po* 
dery  lemeQ  la^iirioo  pábfica, 
trizo  prooiolgar  una  ley  lirániea 
ison  pena  de  muerte  ^centra  ^ 
^ue  atacase  á  un  ministro  del 
«emperador,  ókun  oficial  ó  áir- 
-viente  de  palacio,  y  con  notaje 
Infamia  á  los  que  solicitasen  el 
perdón  de  los  culpables.  Tales 
^ctos  manifiestan  la  impotencia 
4k5  la  tiranía,  y  escitan  las  sedi« 
Clones  en  lugar  de  impedirlas, 

Trebijildo^  jenerat  ostrogodo, 
levantó  en  Frijia  el  estandarte 
de  la  rebelión*  Eutropio '  envió 
«ontra  él  un  cuerpo  de  tropas 
mandado  por  L^a,  antes  carda- 
dor de  lana,  llamado  el  Ayaj  áél 
Vriente,  E^e  jefe,  que  debia  su 
*sobrenom1»re  i  su  fuerza  4*fsica 
mas  que  á  su  valor  ni  á  Sultabi* 
lidad,  fué  sorprendido  y  derro- 
tado. El  famoso  Gaioas,  aqu^l 
godo  que  habla  becbo  morir  i 
Iluflno,  sucedió  á  Leo  en  el  man< 
<lo  defl  ejército;  pero  en  lugar  de 
pelear  con  los  ostrogodos,  apoyó 
«us  reclamaciones,  «teraorizó  k 
Arcadio,  y  le  ol>RgÓá entraran 
negociación. 

Gain&s  y  TrebijiWo  pidieron 
por  condición  de  4a  paz  la  cabe- 
za de  Eutropio:  el  emperador 
vacilaba:  la  emperatriz  Eudosia 
je  quejó  de  un  ultraje  que  ba- 
l)¡a  recibido  del  ministro^  y  Ar- 


eadlefirmi  so  «Merte.  La  mii^ 
ma  oerle  y  «I  niiaoie  pueMo  qoe 
lisenjeapen  i  Eutropio  orientras 
fué  poderoso,  le  llenaron  de  ia* 
jorias  euattdo  le  vieron  eaido,  y 
aun  quisieron  despedazarle;  so* 
lo  aan  InaB  CrMatomo ,  que 
no  le  babfa  adulado  nuantras 
fué  duefto  del  toaperiai,  le  efire* 
cid  un  asile  en  ra  desgracia,  le 
protclió  vÉlcrea— legte,  y  .eos 
un  patético  discurso  sobre  la  tus- 
tabíüdad  4%  las  «osas  liumanas, 
logré «alnor  el  furor  de  la  ma- 
cbedumbre.  Prometióse  á  Eu* 
tropio  la  vida,  y  fué  desterrado 
á  la  isla  de  Óhipre,  donde  ín» 
ifrijíendo  esta  promesa^  le  trizo 
matar  el  cónsul  Aüreliano. 

Trebijildo  y  Gainas  despre* 
«ciaban  al  emperador,  á  quien  te* 
<iiian  sometido  á  su  voluntad, 
basta  tal  punto  que  le  obligaron 
á  entregarles  á  Aüreliano  y  á  Sa- 
turnino, ain  embargo  de  que  no 
les  bicieron  mal  cuando  los  tu- 
wieron  en  so  poder. 

ENmperio  estaba,  pues,  go- 
bernado por  estes  dos  bárbaros; 
pero  sus  escesos  los  perdieron. 
£ainas^  nombrado  comandante 
jeneral  deJ  ejército, «csijió  que 
*se  diese  una  iglesia  á  Jos  arria- 
«os:  el  emperador  no  quiso  con- 
sentir en  ello.  Los  godos,  irrita- 
dos de  este  desaire,  intentan  pe- 
gar Xuego  «I  palacio  imperial. 


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DEL   BAJO 

La  guardia,  instrurda  die^su  pro- 
yecto, los  sorprende  eflDiedío 
de  ta  noche,  los  ataca  y  matd 
á  siete  mil  de  ellos.  GaÍDas  hu- 
ye á  Tracla  y  reuoe  tropas  para 
volver  al  Asia^  pero  Fravitta, 
otro  godo  quemandaba  las  gale- 
ras del  eoiperador,  dispersa  3^" 
destruye  su  escuadra. 

Gaioas,  al  freotie  de  un  cuerpo 
numeroso  de  cahaüería ,  quiso 
volverá  la  vida  vagabunda,  en 
la  cual  durante  su  juventud  ha- 
bía adquirido  tanta  reputíicion 
y  fortuna;  pero  en  sus  correrías 
se  encontró  con  FTuldin,  rey  de 
los  hunos,  que  le  venció  y  le 
mató,  y  envió  á  Arcadio  su  ca- 
beza. 

Después  de  estos  sucesos  el 
imbécil  emperador^  quo  háina 
nacido  para  ser  gobernado,  de- 
jó las  riendas  del  imperio  en 
manos  de  la  ambiciosa  y  venga- 
tiva Eudosia.  Esta  princesa  per- 
siguió al  santo  obispo  Crisósto- 
mo,  uno  de  los  mas  elocuentes 
oradores  de  la  Iglesia,  y  digno 
de  veneración  por  su  virtud  ar- 
diente y  severa,  en  tanto  grado 
que  depuso  á  trece  obispos  de 
Lidia  y  Frijia,  y  adquirió  nue- 
vos enemigos,  declarando  que 
la  desoneslidad  y  la  simonía  te- 
nian  corrompido  todo  el  orden 
episcopal. 

La  iüdigoacioQ  que  le  iaspi- 


iMPüRiov  55 

rabati  Ibs  dcsíTrífenes  de  lá  corte; 
le  impeiró  á  dar  á  la  emperatrfz  ; 
eí  nombre  de  Jczabef.  Arcadia; 
para  vengar  el  ultraje  dé  la  nw- 
jestad  imperial,  convocó  un  sí- 
nodo que  condenó  al  destierro  á 
San  JuanCrisóstomo.  Cuando  fw 
ba  á  partir  este  obií^po  venera- 
do, el  puebloseamolina,  se  ar- 
ma y  hace  resonar  sus  amenazas 
en  el  mismo  palacio.  Asustad»'  . 
Eudosia  se  postra  á  hós  pies  del  " 
emperador,  confiesa  su  yerro^  y  . 
declara  que  no  encuentra  otrov. 
remedio  para  los  males  del  esta»  ,^ 
do  que  la  restitución  de  Crisós- 
tomo. 

El  obispo  victorioso  vuelveea-í 
triunfo,  y  para  celebrarlo  se  hi^  / 
zo  iluminación  en  las  playas  eu-  *' 
ropea  y  asiática  del  Bosforo.  Su-, 
beá  la  cátedra  en  donde  do  se 
deberiau  oír   sino    palabras   de  > 
paz;  pero  haciéndole  olvidar  el  , 
orgullo  eclesiástico  la  humildad' 
del  evanjeiio,  declama  con    vio-  . 
leñera  contra   ios   vicios  de   las 
mujeres,  y  sobre  todo  contra  los 
onorescasi  idolátricos  que  se  ha- 
cían á  las  estatuas  de  la  empera- 
triz. En   el  ecsordio  dijo:    «Allí 
Mleneis  á  esa  vengativa  Hero- 
Mdías.  Herodías    vuelve  á    sus 
"furores-,    Herodías    vuelve    á 
«bailar  y  pide  por  seguuda  vez/* 
»la  cabeza  de  Juan.»  Por   mere- 
cidas que  fuesen  estas  acusacio- 


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B6 


mSTOAUk  * 


868^7  por  dibíl  que  fuese  eoton- 
cea  er  poder  temporal^  ao  fu- 
do  toldarse  aodácia  semejan- 
te* tm  eODCilío  se  reuDió^  coo- 
firmó  It  senlencia  del  sínodo. 
£1  pueblo  se  opeiáa  á  su  ejacu- 
cioo^Hpero  las  tropas  godas  en- 
traroa  «a  te  oéodad  la  víspera 
de  Paseiia  7  sHiaron  Xa  iglesia, 
íl  la  caar  pusieron  fuego,  como 
también  al  palacio  del  scnado>  y 
é  pesar  del  furor  popular  hube 
40  salir  Crisóslomo  de  Gonslan- 
tinopla  (404),  el  año  antes  de  la 
«Dvasioo  deRadagasio  -en  Ilartia. 
CrIsSsComo  había  pedido  que 
«c  le  ei^iase  á  Nicomediar,  pero 
se  le  llevó  al  ^  del  mente  Tau- 
ro, donde  perfcianeció  tres  añes, 
y  después  á    los  desiertos  del 
I^ooto,  cerca   de    un    pequeño 
pueblo  Hamado  Gumana^  donde 
tnurióde  edad  de  sesenta  años. 
Este  «scesivo  rigor  produjo  su 
«fecto  ordinario:  olvidáronse  sus 
faltas,  y  solo  se  acordaron  de  sus 
lulcnlos.  Treiuia  aBos  después 
fueron  trasladadas  sus  cenizas  á 
^¡onstaifit inopia  con  el  mayor  e- 
Dor,  y  Teodesio  U,  que  salid  á 
recibirlasá  Calcedonia^  se  pros- 
ternó ante  «Has,  mas  por  devo- 
ción que  por  polklca,  á  pesar  de 
las  injurias  que  había  dirijido 
el    Grísóstomo  á  su  inadre.  J£s 
verdad   que  Eudosia  las  mere 


tratabicov  tma '  4iitin4dad  tan 
indecorosa  al  conde  loan,  su  fa* 
vorito/que  todos  le  teoian  por 
amante  suyo  y  podra  de  Teodo« 
sio.  Arcedlo,  que  ñola creia  eal- 
paUe,  probé  su  ternura  paternal 
dando  á  sv^ijode  ona  ytE,  coo* 
tra  ia  costumbre^  los  tit«íos  de 
cesar  y  de  augusto. 

Eudosia  murió  en  404  llora- 
da de  los  arríanos,  y  los  católicos 
miraron  su  muerte  como  un  de* 
<^retodel  délo  que  vengaba  al 
Crisóstomo. 

En  ios  años  siguientes  hubo 
muchas  calamidades,  incendios 
de  pueblos,  frecuentes  terremo- 
tos  y  nubes  de  langostas.  Los  is- 
raelitas devastaron  las  provin- 
cias de  Oriente  desde  el  Ponto 
hasta  la  Palestina*  En  fin,  el  vil 
y  disoluto  Arcadie  murió  des- 
pués de  trece  aBos  de  reinado, 
ó  mas  bien  de  servidumbre  á  su 
mujer  ó  á  sus  favoritos  (4d8),  el 
mismo  ano  del  sitio  de  Roma 
por  Alarico,  y  la  capitulación 
de  esta  ciudad, 

Procopio  dice  que  este  prín- 
cipe antes  de  morir  confió  en  el 
testamento  la  tutela  de  su  hijo  á 
I  Isdijerdes,  rey  de  Persia,  y  a- 
hiba  esta  medida  que  Zósimo 
condena  «orno  muy  impolítica; 
pero  es  de  i:reer  que-la  narra- 
•cion  de  Procopio  no  tiene  Jun- 


cia: despreciaba  á  su  marido,  y  ]  dtmeoto  alguno,  pues  de  nin- 


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hVX   BAJO 

gun  hecho  consta  que  el  rey  de 
Persia  hiciese  reclamacioDes  fun- 
dadas «n  él  mencionado  testa- 
mento. 

Según  las  leyes  antiguas  la 
rejencia  pertenecía  á  Honorio-, 
pero  tos  grandes  del  imperio  se 
opusieron  á  ellO)  y  conQaron  el 
gobierno  supremo,  en  nombre 
del  emperador,  á  Artemio,  pre- 
fecto de  Oriente,  patricio  rico,  y 
cuyo  talento  y  probidad  eran  je- 
neralmente  estimados. 

Mas  no  conservó  mucho  tiem- 
po su  dignidad,  y  prefiriendo  la 
tranquilidad  publica  á  sn  en- 
grandecimiento, dejó  á  la  céle- 
bre Pulquería,  hermana  de  Teo- 
dosio,  que  se  apoderase  del  tro- 
no  sin  osláculo  (414),  un  año 
antes  del  establecimiento  de  los 
visigodos  en  la  Galiu.  Esta  prin- 
cesa, cuyo  talento  justificaba  la 
ambición,  solo  tenia  dieziseis  a- 
ños  cuando  lomó  osadamente  las 
riendas  del  gobierno.  £1  se-* 
nado  li3  confirió  el  título  de  au- 
gusta, y  con  el  nombre  del  dé- 
bil Teodosio,  su  hermano,  go- 
bernó el  imperio  con  gloria  cer- 
ca de  cuarenta  años.  Parcela  ha- 
ber heredado  las  virtudes  ani- 
mosas del  gran  Teudosio.  Su 
justicia  restableció  el  orden»  su 
bondad  le  ganó  el  afecto  de  to- 
dos^ su  firmeza  comprimió  las 
facciones.  Bajo  su  administra- 

TOMO   JIV. 


IMPERIO.  '  57 

cion  no  hubo  turbulencias,  y  la 
invasión  de  Atila  fué  la  sola  ca- 
lamidad que  aflijió  entonces  el 
imperio. 

Pulquería  protejia  las  cien- 
cias, y  hablaba  con  igual  facili- 
dad el  griego  y  el  latina  y  lejos 
de  raaníeaer  á  su  joven  herma- 
no en  la  ignorancia  p»ira  gober- 
narlo mejor,  le  dio  los  maestros 
mas  hábiles  en  todas  las  facul- 
tades. 

*  Retrato  i>e  teodosio  ii.  — 
Teodosio  era  notable  por  su  fi- 
sonomía, pero  tenia  un  espíritu 
débil,  con  alma  corbarde,  y  era 
incapaz  de  grandes  co^s.  Fué 
únicamente  un  devoto  sin  pa- 
siones y  un  maUeólogo.  Su  pa- 
lacio era  una  especie  de  moaas* 
terio  en  donde  desde  el  amanecer 
no  se  hacia  otra  cosa  que  ento- 
nar salmos-*  Pero  el  rasgo  prin- 
cipal que  caracteriza  á  Teodosio 
y  que  prueba  que  era  mas  su- 
persticioso que  relijioso,  es  el 
siguiente.  Un  fraile,  ofendido 
de  que  le  hubiese  reusado  una 
gracia  que  le  pedia,  se  atrevió 
á  decirle  al  marcharse:  Te  esco- 
mulgo.  El  emperador  temblando 
por  este  ridiculo  anatema,  se 
empeñó  en  no  comer  hasta  es- 
tar absuelto.  Pidió  á  un  obispo 
con  instancia  le  concediese  este 
favor*,  y  á  pesar  de  las  observa- 
ciones del  obispo,  se  abstuvo  de 
8 


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n 

todo  altemila  baila  ^  #1  t«- 
aolente  fraile  le  eehó  li  abao* 
locioo.        , 

Siempre  estaba  rodeado  de 
inojeres  y  eoQoeoa,  y  fuera  de 
eítto  5olo  se  ocupaba  e»  grabar/ 
pialar  ó  eaiar.  La  betteza  es- 
traordloaria  de  au  letra  le  gran* 
jeó  el  renombre  de  aritgrafó. 
Kra  tan  indolenle,  que  rara  ves 
leía  los  papeles  que  le  (presenta- 
ban á  la  firma  ^  Una  vez,  para 
baeerle  conoced  loS  peligros  de 
su  pereza^  Pulquería  le  mostró 
Armada  por  él  su  propia  abdica- 
ción.    : 

Al  principia  del  reinado  de 
Teodusío  ccmsigufó  el  imperio 
algunas  victorias.  Los  bunus  ha- 
bían entrado  en  la  Tracia:  inti- 
móse á  lluldtn,  su  rey^  que  se 
retirase;  v  él  juró  qui^  no  pon- 
dría Kmite  á  sus  conquistas  sino 
en  el  Océano^  donde  se  termi- 
naba, según  la  opinión  roroun, 
lá  carrera  del  sol.  El  érsito  no 
justificó  su  presunción:  sus  alia- 
dos le  abandonoroo:  ios  jenera** 
les  del  emperador  le  derrotaron, 
le  obligaron  á  pasar  el  Danubio, 
y  destruyeron  casi  enteramente 
la  tribu  de  los  scirras  que  com- 
ponía su  retaguardia. 

Polquéfia,  cuando  trató  de 
dar  esposa  á  su  hermano,  aten-^ 
dio  para  esta  unión  mas  hieo  á 
ksiibidaríaque  al  nacimiento. 


Ledodo,  fllósofo  de  Mmm.tBd 
uta  ana  hija  llamada  Attaala; 
coya  hermosura  aclipsaba  á  to 
de.  las  otras  griegas»  y  cuyo  aa* 
ber  y  elocuencia' igualaban  al 
de.  los  filósofos  y  oradores  oMf 
distinguidos.  Leoncio  la  desere* 
dó  y  transmitió  todoa  sus  Menee 
á  <fe>s  hijos,  previendaque  Ale^ 
nais  con  tantas  gracias  y  talen- 
tos no  tendría  necesidad  de  caá** 
dal.  La  Jóveo  griega  no  pensalw 
como  él:  después  de  la  muerte^ 
de  su  pailre  reclamó  so  parte  en 
la  liereocia»  y  presentó  so  aoll-^ 
cilod  i  Pulquería. 

La  princesa,  enamorada  de 
st|s  gracias  é  ínjenio,  la  creyó 
digna  del  trono.  Teodosio  tuvo 
curiosidad  de  conocerla,  vina 
disfrazado  al  aposento  de  su  her* 
mana,  vio  á  la  bella  ateniense/ 
ardió  por  eila,  y  la  recibió  por 
esposa.  Fué  bautizada,  y  recibió 
con  el  cetro  el  nombre  de  Ea- 
dosia.Sus  hermanos,  sabedores 
de  su  elevación,  y  temiendo  sa 
venganza,  se  ocultaron  en  vano; 
porque  Atenais  loa  halló,  y  le* 
jos  de  mostrarbs  el  menor  re- 
sentimiento, loa  elevó  á  las  pri* 
meras  dignidades  del  imperio. 
Conservando  en  la  grandeza  los 
hábitos  de  -  su  juventud,  fué 
siempre  estudiosa:  escribió  una 
paráfrasis  en  verso  del  antiguo 
Testamento^  ia  leyenda  de  sao 


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DEL   BAJO 

Cipriano  y  un  panejírico  de  Teo* 
doáío  el  Grande. 

Llena  de  zelo  por  el   nuevo 
cullo,   hizo    una  peregrinación 
á  Jerusalen,  pronunció  un  <li«- 
curso  elocuente    en    presencia 
d«i  senado  de  Antioquía^  y  si  se 
ha  de  creer  á  los  autores  ecle- 
^áslicos,  envió  de  Palestina  las 
cadenas  y  una  capa  de  San  Pe- 
.  4iO,  el    brazo  derecho  de  San 
Estcvan,  y  el   verdadero  reirato 
de  la  Vírjen  pintado  por  San  Lu- 
cas.—Bísuwfencaíw  !(1)  Do§  mu- 
jeres no  pudieron   vivir  unidas 
en  un   palacio,  donde  es  raas  di- 
ficil  la  concordia  que  en  una  ca- 
sa   particular,     Eud»sia    cobró 
I  ambición,  y  quiso  g«bernar  á  su 
marido  y  al  imperio.  Pulquéria 
defendió  su  poder.  Bividióse   la 
corle  en  bandos,  y  la  hermana 
>  triunfó  de  ia   esposa.   Cayeron 
sospechas  sobre  la  virtud  deEu- 
dosia,  yJa  «uerle  de  Paulino, 
comandante  de   los  oficios,  en- 
venenado con  una  manzana,  y  el 
de^ierro  de  Ciro,   prefecto  del 
pretorio,  arabos  admitidos  á  la 
t   intiiBidad  de  la  emperatriz,   a- 
Dunciaron  á  esta  su  caida. 
Pidió  el  permiso  de  retirarse 


(1)  L»  tfidicio»  de  «itt  imijen, 
dice  Chaeauiridiitl  (Estudia  ^'sión^ 
co#),  llegó  jior  U  »uce«ion  áe  loi  pin- 
loret  baét«  d  pincel  de  HaféeU 


IMPBRIO.  59 

áJerusalen,  y  el  emperador  se 
lo  concedió.  Persiguida  por  la 
misma  enemistad  y  las  mismas 
sospechas  que  la  habían  separa- 
do del  trono,  vio  condenar  á 
muerte  á  dos  eclesiásticos,  cuyo 
único  crimen  era  su  amistad. 

Irritada  de  esta  injuria,  ven- 
gó sus  muertes  con  la  del  conde 
Saturnino,  causa  de  cMas:  vio- 
lencia que  justificó  las  acusacio- 
nes que  se  le  hablan  hecho*  Des- 
pués de  die/Jseis  años  de  destie- 
rro, murió  protestando  siempre 
contra  la  calumnia  de  que  era 
víctima.  -^ 

La  guerra  volvía  á  encender- 
se «ntre  Persia  y  el  imperio  tan- 
to tiempo  enemigos.  Los  cris- 
tianos sufrían  en  la  primera  una 
persecución  violenta,  á  conse- 
cuencia de  haber  quemado  Ab- 
das,  obispo  del  país,  un  templo 
persiano,  y  no  quererlo  reedifi- 
car á  pesar  de^  las  órdenes  del  f  ey 
que  dejaba  á  les  cristianos  el  e- 
Jercicio  desu  reWjioo,  La  tole- 
rancia se  acabó  desde  entonces. 
Las  iglesias  fueron  destruidas  y 
los  verdugos  se  armaron  contra 
los  fieles.  Un  gran  admero  de 
estos  se  refujiaron  al  término 
romano.  Varranes  V,  hijo  de 
Isdijerdes,  los  envió  i  pedir,  y  á 
Id  repulsa  retuvo  muchos  vasa- 
llos del  imperio.  Pelearon,  y 
después  de  dos  campanas  sin  re- 


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60 


HISTORIA 


sullados  decisivos,  aunque  cele- 
brados en  relaciones  fastuosas, 
concluyeron  las  dos  poieocias 
treguas  por  cien  anos. 

La  historia  solo  ha  conservado 
de  esta  guerra  un  hecho  mas  dig- 
no de  memoria  que  muchas  ac- 
ciones militares.  Acacio,  obispo 
de  Amida,  empleó  los  vasos  de 
oro  de  su  iglesia  en  rescatar  sie- 
te mil  cautivos  persas,  y  los  en- 
vió á  su  rey  pora  mostrarle  la 
.  diferencia  entre  una  relijioD  san- 
guinaria y  la  doctrina  de  la  cari- 
dad. La  libertad  de  relijion  que 
Abdas  había  hecho  perder  no  se 
restableció  sino  muy  imperfec- 
tamente (1).  una  de  las  condicio- 
nes de  la  tregua  fué  el  reparti- 
miento de  Armenia  entre  persas 
y  romanos. 

MrERTE  DE  CONSTAXCIO. — (421) 

ñ  Honorio  se  mostró  siempre  ene- 
migo de  Arcadio,  su  hermano, 
y  de  Teodosio  II,  su  sobrino;  y 
al  mismo  tiempo,  por  una  estra- 
iia  cegueduJ,  Gonstantinopla  se 
gozaba  en  iascalamidades  deRo- 
'  ma.  Estaba  reservado  á  la  céle- 
bre IMacidia,  que  ya  una  vez  ha- 
bía salvado  su  patria,  restablecer 
la  concordia  entre  ambos  impe- 
rios. 

Después  del  asesinato  de  A- 
taulfo,  y  el  suplicio  de  Sijerico, 

(1)     V.  Teodoreto. 


SU  asesina,  Placidia  recobró  sa 
libertad,  y  casó  con  el  valiente 
Constancio.  En  favor  de  este 
himeneo,  Honorio  concedió  á 
este  jeneral  el  título  de  augusto, 
creyendo  con  razón  que  el  mas 
digno  de  subir  al  trono  era  aquel 
que  lo  había  sostenido.  Constan- 
cio no  gozó  mucho  tiempo  de  su 
gloria  y  prosperidad:  murió  de- 
jando de  su  mujer  dos  hijos, 
Honoria  y  Valentioiano. 

Muerte  de  Honorio. — (423) 
El  indujo  de  Placidia  sobre  el 
ánimo  de  su  hermano  se  debilitó 
por  la  envidia  de  los  eunucos  y 
libertos:  la  princesa,  vencida  por 
estos  intrigantes,  fué  desterrada, 
y  buscó  con  sus  hijos  ua  asilo  ea 
Constantinopla. 

Poco  tiempo  después  acabó 
Honorio  su  despreciable  vida 
en  Ravena,  doce  años  y  medio 
después  del  saqueo  de  Roma.  So* 
metido  á  los  esclavos  de  su  pata- 
cío,  testigo  indiferente  de  la 
ruina  del  imperio,  pasaba  sus 
dias  en  los  entretenimientos  mas 
pueriles.  Cuéntase  que  cuando 
le  anunciaron  que  Roma  se  babia 
perdido,  respondió  friaraente: 
((Eso  no  puede  ser,  porque  acá* 
»bo  de  darle  heno,»  creyendo 
que  le  hablaban  de  una  vaca,  á 
la  cual  tenia  mucho  cariño.  Ne* 
cesarlo  es  convenir  que  seme- 
jantes príncipes^  por  desgracia 


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i  IIEL    «AJO 

ño  muy  raros,  hacen  detestuMe 
la  monarquía,  y  justiGcan  los  (fe- 
seos  de  los  ardientes  partidario» 
délas  repúblicas. 

Esta  época  cuenta  algunos  his- 
toriadores^ y  tuvo  también  poe^ 
tas.  Estos  se  presentan  particu- 
larícente al  principk)  y  al  fin  de 
las  sociedadesr  vienen  con  las  i- 
májenes,  necesitan  ctradros  de  i- 
Docencia  ó  de  desgracia,  canlan 
alrededor  de  la  cunoodel  se- 
pulcro, y  los  ciudades  se  elevan 
ó  seundenal  sonido  de  su  Hra. 
Hános  quedado  sofamente  una 
parle  de  las  obras  de  Olimpiodo- 
ro,  de  Frijerido,  de  Claudiano, 
de  Rutilio  y  de  Macrobio. 

Honorio  publicó  (414)  una  ley 
por  la  cual  cualquiera  podía  ma. 
tar  leones  en  África,  cosa  proi- 
bida  antiguamente.  '(Convieae^ 
»decia  HoDorio,  que  el  ¡nleréb 
»de  nuestro  pueblo  sea  preferi- 
»do  á  nuestro  placer.» 

La  muerte  de  Honorio  Iju  hiera 
sido  un  bien  para  el  imperio,  si 
las  desgracias  de  su  reinado  hu- 
bieran podido  repararse.  Este 
príncipe,  casi  tirano  por  debili- 
dad, mas  bien  que  por  inclina- 
ción, cometió  todas  las  injusli- 
cia«  que  quiso. 

A  juzgar  por  las  numerosas 
leyes  de  Arcadio  y  de  Honorio 
(porque  ordinariamente  se  pu- 
blicaban ea  nombre  de  los  dos 


TSIFRftlO.  61 

emperíwfores).  se  creta  que  el 
gobierno  velaba  por  la  humani- 
dad. Eran,  si  se  quiere^  bellos 
sentitirientos  y    buenos  prínct* 
píos,  peroren  d  fondo  no  restri- 
ban mas  que  palabras.  MuchdS 
leyes  viciosas  ensí  mismas  au'- 
mentaban  los  m<ales  públicos;  y 
la*  mejores  quedaban  si^  ejecur* 
cion.  Continuamente  iHbja  que  ^ 
derogarlas,  cambiarlas,  adicio-  • 
narlas;  y  la  lejislaciou,  que  debe  ^ 
ser  sencilla  y  precisa,  era  un  cao^ 
de  tinieblas  é  incertídumbre. 

LUERO  BOSQUEJO  1)K  LOS  PAPAS 
ÜESOE  SAN  SILVeSlíBB  HASTA  INO- 
CENCIO 1.— Ya  en  el  tomo  XIII  de 
esta  obra,  pajina  177  y  siguien- 
tes, hemos  hablado  de  los  pri- 
meros obii^pos  Je  Roma,  llama* 
dos  posteriormeule  papas,  dáa- 
do«e  á  conocer  sus  hechos  mas 
notables,  po^ra  probar  que  si  la 
relijion  cristiana  es  santa  y  au- 
gusta en  sus  misterios,  muchos 
de  sus  ministros  son  verJade-^ 
ros  fariseos  que  tienen  en  la  len- 
gua la  virtud  y  puerco  y  coinqui- 
nadoelcorazon. 

Ya  hemos  dicho  en  otro  paraje, 
que  la  donación  que  se  supone 
hecha  por  Constantino  al  obisfio 
Silvestre,  de  la  ciudad  de  Roma 
y  déla  Italia,  es  una  superchería 
y  una  impostura  descarada  que 
desmiente  todo  historiador,  sí 
bien  pretenden  apoyar  eQjUa 


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íes 

íM  HkmMo  -ñemfúféX  los  ambi- 
<ii9aost*l coto  Hura.  Conélantíoo, 
-«élya)  poiHioa  era  conlemiiomar 
^áott  Maa  im  aectas,  porque  así 
-cé0f«Bia4  Mi  Imiras,  protejió 
«ficaslbeaileAlosicrlsiiaoof  que 
5Bef«o«iochoS'eo«émera»  pe- 
ato  nodos  aeieoonrríd  Jiscerlefl 
4a>doMeioB'd(Í14Hipetl«,y  af  le 
VQBvosH^^partirloeR(caa«s  bijos. 
Jfoliasidoála'rerda^  Sao  SiU 
'^slreiCflO'áe  los  miicbos  papas 
«^e  iMtf  vacadddfsado  l«  H^leaia: 
los  MMoaiadores  eonvieaen  e« 
qoe  fué  fio  baasbre  quieto  y  pa« 
<Mko  que  predicó  la  pas.  Bajo 
^aupoáéifeadai^eoaiolienios  vis^ 
to,  se  obrat^Dlos'catiirrios  ñas 
tgrmd^s.Vió  los  concilios  de  Are- 
4iAé,  de  Roma,  de  Nicea,deTiro, 
^e  Jensaltfi  y  de  Con^taatioo- 
<pl8;  rMtt%iió  á  Ooii!^lautína,    y 
•cuando  todo  eslo«e  verificii,  de- 
,j6  piir  sucesor  á  Marcos,  que  Ja* 
-tefildH>&ieBderaus  audaces  pre* 
«siaaioiies  durante  «I  poco  4iem- 
!f O^iie' oeupd-  la  silla  romana, 
¿üvostüe  Coé  qoíea  dispuso  que 
el  cmsma  lo  consagrase  única - 
miMtéMiliébtspa:  que  los  «obispos 
ftigniMénr  «I  ^sSiano  bautizado 
^Otf  *é4  saDlOrcníama  para  destruir 
Otta  éicrrt^pi^e^eupaoíoo  berétieaf 
^MC^ordá^ue  el  sacerdote,  «a 
#1  {anféciiotle  la  muerte  u^^ese 
wsl  úfAúmá4   éoü  et  santo  •óleo. 
r^ttoMSfMttpUsoqueoo  pudie^l 


sé  él  lego  cKar  i  uu  filérigo  ea 
juieió;  que  él  diácoao  al  ce* 
lakrar  ea  la  iglesia  se  pasieaa  la 
dalmática,  y  con  el  maaípole  ea* 
briese  el'bráio iaqoierde;  que 
eidérigó  ao  lie? ase  sas  eaosas 
aale  el  tribaaal  ei?il,  ai  lUigaae 
aate  Jueces  seealares;  qoe  el 
aaceráole  cdeliraote  do  asase 
de  seda,  ai  paia  de  color,  siao 
tela  blaaca,  ta  Mibk,  ea  me* 
moria  de  que  él  Salvador  fué 
•sepuMado  en  aatiedzo  blaaea-, 
dispuso  los  grados  ea  los  érdé- 
nes  eclesiásticos,  que  atagaao 
(tuviese  mas  de  aa  empleo  ea  ta 
iglesia,  y  que  oiagun  sacerdote 
viudo  se  volviese  á  casar '(1). 

Marcos  i,  roHTinca  %x\v, 
creado  ea  16  dé  aasro  4s  33€. 
—  Marcos  camina  por  las  bue« 
tías  de  Silvestre;  pero  es  sensi- 
ble qae  la  muerte  interrumpía* 
-se  sus  f  royoctos*  Buréate  ocho 
meses  que  ocupó  la  silla  poatí- 
fldi,  bizo  lo  suflciente  para 
probar  que  el  orgullo  y  la  sed  de 
Teinar  despéücamente  sobre  los 
obispos  de  4as  otr;is  i^^iefias,  le 
devorabsa.  Be  él  nos  ha  queda* 
do  uñatearte  que  escribía  á  Ala- 
aasio  y  á  los  demás  obispos  de 
EJípto,  en  la  que  se  abroga  el 
ttttutodeofri>pa  wmioenmt  (3$^,  y 
'  (1)    VL.K*rtHÍ,  dé  vüU po^i^ieum.^ 


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pretende  que  los  padres  del  coíi^ 
cilio  de  Nicea  babiaD  ordenado 
que  ningún  obispo  pudiese  ser 
juzgado  por  otro  tribunal  que* 
la  silla  romana»  qoe*  sio  su^ 
autoridad  no  se  pudiese  convo* 
car  ningún  sínodo  jeneral,  mez^- 
dando  las  rnjurias  r  las^  amena* 
zas  á  sus  pretensiones,  y  por  úl- 
timo  añade  que  de  lo  contrario 
irrecuperabiliter  $unp  danmali, 
son  condenados  para  siempre  y 
para  siempre  depuestos  de  sus 
cargos;  que  por  ei  concilio  de 
Nicea  le  estaban  reservadas  h>- 
das  las  causas  grandes^  y  (|ue 
los  obispos  depuestos  sin  su  au^ 
toridad,  cualquiera  que  fuese- kj 
causa,  serian  por  él  mnnteniJoa 
y  conservados  en  sus  sillas. 
^'El  historiador  Platina  dice 
que  poco  antes  de  morir  este 
pontífice  apareció  un  cometa 
con  una  cola  muy  larga,  y  que 
Marcos  por  esta  causa  concedió 
al  obispo  de  Ostia  que  pudiese 
usar  de  palio. 

Julio  i,  papa  xvxvi,  28  de 
noviembre  d§  3.J6.  —  El  empe- 
rador Constantino,  muchas  ve- 
ces vacilante  en  su  política,  ha- 
bla condenado  á  Atanasio^  obis- 
po de  Alejandría,  á  Marcelo,  o* 
hispo  de  Ancira,  y  á  muchos  o- 
tros,  enviándalos  desterrados,  y 
mandado  llamar  á  Arrio  por  me- 
dio  de  Kusebio,  sectario  de  sus 


BIPTRIfH  (SI 

opiniones.  Ehtretaotti  Constan- 
tino el  Joven,  llama  á  Atanasio^ 
indignados  sus  adversarios  en- 
vían una  legación  á  Ju4k>,  y  pi- 
den* un  coftcHio   jeneral    par^^ 
jusrgarlos:  Julio,  por  medio  de 
una  carta  que  escribió  á  los  par- 
tidarios de  Eüsebto  y  dé  Arrio> 
les  dice   termiuimtenitínte   que 
sus  defensores  han  sucumbido 
antelos  de  A'tanasio  y  en  pre- 
sencia soya,  y  resuello  la  cues« 
lion;  pero'por  una  gracia^  para 
que  no  tuviesen  de  qué  quejar* 
se,  les  eoncedioí  mm  qu^  debiOf^ 
marcándoles  un   sínodo.  Atana- 
sio  y  SuUo^  ttenen  ia   destreza 
de  eludfr  el  sínodo,,  y  mientra! 
intrigan  en  Roma,  el  emperador 
Constancio  reúne    un    concilía 
en    Antioqüía^  y  en  él  depone  á- 
Atannsio  y  coloca  en  su  lugar  á 
Gregorio.  Aquí  principian   esas 
guerras  teotójieas  en  quelos  emk> 
peradores  toman  parle.  Mientras 
que  el  concilio  de  Antioqui'a  de* 
pone  á  Alanasio^  otro  eu  Koma 
lo  restablece;  míranse  ya  conci- 
lios contra    concilios,    obispos 
contra  obispos,  cristlancH  contra 
cristianos,  y  los  escándalos,   lus 
injurias,  las  amena/.as,   las  per-* 
lidias  y  el  asesinato  sentados  so- 
bre las  cátedras   sagradas  ó  sa- 
crilegas. 

Julio  escribe  insolentemente 
á  ios  Eusebíjs,  y  estos  le  res* 


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M%im^ttegiÍo  qae  el  tiempo 
íféto  te  M»  liaUtt  oootedido  era 
«IbtiasItfAo^rie  pafft  aondir  y 
l^e^el'OMaineíoe  estaba  «e^^u^e 
á'éliiM'4eiái«6rra  del  imperio 
<MfA4  los 'pOTias^ecluft  en  cara 
640S  éMspos  l(ve  eslabao  por  Eo* 
trékl<y  f  A*^'^  ^^  baUan  tiMrba- 
tliit4a  iglcflie/ que  les  daba  ue 
térmiiid  fatal  para-  comparecer^ 
e#v|rtiéndoles  fue  se  ballasee 
en  Rovna^  y  n^ue  8i    baoids  Je 
que  aDHM¿>  sa4ma  castigarles;  a- 
Aadiéédo,  sagso  el  testímoaio 
<ii  Ata«»9ie,-ipie  las  cosas  no  se 
irflliffíflii  al  gttslo' del  emperador 
Ciinstaocio/jr  qae  sus  guardias 
nü  eusilodíjM'ia»  mns  U  puerta 
del  con«i8tl»riOi  Véase  y^  aquí  la 
guei-rá  declarada  entre  el  sa i*er- 
docío  y  ei imperio»  y  ai  sacerdo* 
ieqtto  la4eciar«conaudácia«  £1 
{iritner^aso  lo  da  J4ilio  I-,  sus 
Sucesores  continuarán  • 

'  Ett  voQo  Julio  y  sus  secuaces 
pretenden  que  el  derecho  de 
convocar  Jos  concilios  pertenen- 
cia á  solo  el  «bispo  de  Roma. 
Los  bécbos  destruyen  esta  pre- 
•lensioft  audaa.Cada  mclropolir 
4aeo  tanta  derecho  de  reunir 
-concilios  partieulaMs en susdió- 
•cesis:  los  hemos  visiu  convo- 
•eados<porU>s  ot>ispos  de  Coas 


tony  olres,  jfm^  el4tt*MoJa#« 
diría  en  la  cama'  áet>  JiUsoio  A« 
lanasiof  ai  emperador,  teaia  á- 
aéconaeole  otderecho  do  roaiiir 
ooneiUos  en  ménioea;- 

•OespiMs  de  varioa  «acmtoei* 
míentoB  en  q|ie' JvUoitMad  mtt« 
cbo  parte  con  s«s  naaquinacioses, 
ana  asamblea  de  otatepfs  reuni** 
dos  en  Sardica,  ciudad  de  la  Ili« 
ria,  condené  á  Arrio^  i  EmoImo 
j  k  «odoasua  frartidartos;  pero  en 
cambié  ea  olro.  tonoilio  lava* 
roo  una  sentenoia  de  escomn<» 
m^a  conira  Julio,  y  proacribie- 
ron  todo  ki  que  babia  hecbo« 

Dámaso  rifare  ^e  Julio  fué 
laucado  al  desiiarro  como  un 
botafuego^ 

35&.  ----JEste  papa  fué  poco  fir- 
me en  a»  fé^  ya  era  arriano,  ya 
seolario  de  Átanasio.  En  vano 
algunos  Taisarios  ban  pretendiJo 
que  á  la  muerte  de  Juli.o«<  los  o* 
bispos  jBirrtanoSí   orientales  tía- 
biéndole  escrito  para  favorecer 
sus  pretensiones»  los  babia  a- 
bierlemeiUe  desechado  del  seno, 
de  la  iglesia;  e&la  aserción  está 
desmentida  |)or  la  carta  que  es* 
cribió  á  los  obispe^,  de  Oriente, 
en  que  dice:  separó:  á  Manasi0 
de  nue^ira  comtuHon,  ha$ia  no 
recibir  sms  ear4as;o$  i^laro  que 
estoy  eufion-con  uoso<ras^  y  reci^ 


.huitíoopifr/  Antioquia>  Jarosa-»  |  fro  la  confesión  que  se  hiso  en  el 


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ML  BAJO 

€^miU^4é  Sirmio  (l)^es  decir» 
reaimeióal  coacilia  de  NicM^ 
BesfHíeto  i  este  punto  eacUma 
San  Hilario:  e$  una  perfidia  a- 
rriima:  yo  U  anakmaii%o  d  ti. 
Liberto,  ff  á  tu$  eon^i^ñeroe.  A- 
natema  á  il  eegunda,  y  tercera 
ve%j  á  ti  prevaricüélot  Liberiol 
£sto  está  teraiinanie« 

Aoúneseno  concilio  en  Ue- 
dfolano^en  que  se  condena  á 
AtanasiOy  en  presencia  y  con 
consénUmientp  de  los  legados  de 
Liberio  (2).  Sozozemo  refiere  que 
los  obispos  de  Occidente  llegados 
á  Mediolano^  conocieron  que  a- 
quella  asamblea  con  el  nombre 
de  concilio,  no  era  mas  que  una 
consulla  tiránica^  una  conjura- 
ción de.  arríanos^  una  facción  de 
malvados,  una  conspiración  de 
impíos,  en  fin  un  manifiesto  de 
ladrones.  Mientras  aquellos  des- 
preciables  emperadores  reúnen 
concilios,  ios  bárbaros  se  dispu- 
taban el  imperio,  las  disputas  de 
palabras  ininleiíjibles hacen  caer 
á  Boma  >  destruyen  á  Bizancio: 
trasládase  el  concilio  de  la  igle- 
sia ai  palacio  imperial,  que  se 
convierte  en  una  escuela  de  ga- 
limatías teolójico« 

(i)  Episi.  Libertí,  md  orürdaUs 
ppud  Hilariunu 

(2)  SoMOsem,^  l£b.  ^^  ^9p.  8,  y 
Sacrai.  ¡A.  2,  eop.  2% 

TOHO  XV/ 


mraaio*  6a 

Liberio,  ya  arríi^o»  7#  católi* 
co,  aparenta  no  entender  nada:  e$* 
trecbado  por  los  Anastasios,  por 
el  emperador,  por  los  arríanos, 
quiere  guardar  el  equilibrio  en- 
tre las  dos  facciones ,  y  acaba 
por  aer  bundído  por  el  empe- 
rador y  abandonado  de  entram- 
bos partidos*  Constancio  lo  hizo 
prenderen  Boma  y  conducir  & 
Mediolano:  echóle  en  cara  ha- 
ber sido  la  causa  de  las  turbu- 
lencias que  habían  sublevado  a 
muchas  iglesias,  de  haberlas  ul- 
trajado, de  haber  atizado  el  o- 
dio entre  él  y  sus  hermanos,  de 
haber  hecho  asesinar  al  ma* 
yor,  y  de  que  Constante  fuese 
su  enemigo;  le  reprodujo  el  fa- 
llo de  los  obispos  que  lo  habiaá 
juzgado  culpable,  lo  condenó 
como  un  enredador,  chismoso 
y  sacrilego  zizafiero,  indigno  de 
dirijir  i  los  cristianos,  y  lo  des- 
terró áTracia.  Allí  estuvo  dos 
años  y  volvió  á  Boma  después 
de  haber  firmado  irrevocable- 
mente la  condenación  de  Atana- 
sio.*  Su  destierro  habla  esci- 
tado una  sublevación  en  Boma; 
los  dos  partidos  vinieron  i  las 
manos;  hubo  asesinatos  y  mucha 
sangre  derramada,  según  refiere 
Sozozemo.  San  Jerónimo  en  dos 
pasajes,  y  sobre  todo  en  sq  cró- 
nica^ dice  que  Liberio^  vencido 
delfQtíidio,  suscribió  á  la  here- 
9 


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66 


MtrbMtA 


j(ü  y  eñtrü  ewno  títiwf^iíHó  en  ño- 
ma.  ¡Gaábltt  d1$taiiclfa  hay  dé  m 
firmeza  á  la  deii  A  mártir!  ¡an  po- 
co de  rastídio  le  hace  reboóciar 
á  su  ré!  ¡qué  papa!  ¡qué  postor  de 
h)s  fieles!  San  Hilai'io  todíviehe 
también  en  ésto.  A  la  ¿oticia  de^ 
su  destierro  habia habido  kaíúgrer 
derramada;  á  lá  de* su  entrada 
hubo  asesinatos  entre  los  par* 
tidos. 

De  nuevo  fué  arrojado  de  "Ro- 
ma  por  Yaiente,  obispo  de  lá 
comuúioü  arriana,  que  había 
recibido  poder  del  emperador 
para  lanzar  de  sus  sillas  á  los  qué 
no  hablan  querido  firmar  el  con- 
cilio de  Riniini.  Vuelve  otra  vez 
á  Roma,  recobra  su  puesto^  favo- 
reced los  arríanos  y  muere  sin 
quepudieie  decirse  de  qué  set- 
ta  era. 

De  creer  es,  por  lo  que  apare« 
ce  según  sus  tei^í  versaciones^  que 
fué  un  ateo  político,  poniéndose 
de  parte  del  maspoderoso,]«egun 
las  circunstancias;  que  se  enga- 
ñó frecuentemente,  qué  ^e  burla- 
ba de  la  consustanciulidad  y  de 
los  que  no  créian  en  ella; —  poro 
tales  itfáqniavelDS  relíjiosos  y 
políticos  han  hecho  la  desgracia 
dé  los  imperios,  han  cubierto  á 
h  Europa  de  angustias,  de  jemi- 
dos,  db  ^muertes,  de  incendios, 
y  de  cuantos  azotes  pueden  caer 
sobre  la  pobre  raza  humana.  £- 


oHemoa  ttaa  bjeüd«  loWia  el  feiira^ 
do  de  Ééliz  II,  intércátado  en  el 
suyOyinfei'lQ  riiédifeterradoáTrft* 
ci4,  aunque  muriese  átties  ^ffaé 
él;  pek*o  es  menester  tomar  l<M 
acontecimteiitod  uH  aflotraa  otrd 
para  avaÉiztfren  este- caos  espaiH 
toso  de  las  éalamidadea  púMi^ 
eas^  de  los  oHmenei  del  sacerdo^ 
cío  y  de  los  maled  del  Imperio. 

ñsiiz  n  PAPA  6  AírriPAP^.-^ 
Lanzado  Lil>eriode  Roma,  el  eoí* 
perador  Constancio  y  los  arria-¿ 
nos  elijierot)  á  Feliz  su  diácond 
en  lugar  suyo:  dos  áilos  estuvo  en 
la  silla  pontificia,  basta  que  Li- 
berro>  accediendo  á  la  conden^^ 
eton  de  Atanasio^  fué  repuesto 
por  el  emperador  deponiendo  á 
Feliz.  Este,  ecsasperado  por  te-' 
ner  que  abandonar  el  puesto, 
declaró  antes  á  Constancio  he* 
reje  y  fulminó  contra  él  una 
sentencia  de  escomunion.  Esteea 
él  acto  ma^  antiguo  de  audacia 
que  presentó  el  élero  contra  el 
trono.  Castigáronlo,  y  hay  quieil 
diga  que  le  cortaron  la  cabeza; 
pero  los  leitltores  no  están  acor- 
des, fodolo  que  puede  deducirse 
es  que  sé  había  Feliz  acostum- 
brado al  poder  que  lé  daba  su 
puesto  sobre  el  espíritu  del  pue- 
bk>  desgi^iado,  y  que  4o  lOltó 
con  pesar.  Su  ecsattacion  á^  ta 
silla  de  Liberio  fué  un  cisma  que 
ensangrentó  á  Roma  y  á  la  Ita^ 


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Ha:  en  Boina  solamente,  dice 
.PlfiUna,  historiador  afectísimo  á 
los  |>apas  y  que  no  puede  ser  a- 
cusado  de  parcíaüdad,  hubo  en 
las  i^icsias  varías  sublevaciones 
y  motines  de  que  morian  las 
personas  como  en  un  campo  de 

,  Latalia.  El  citado  Platina,  parti- 
dario acérrimo  de  los  pontííices, 

.  y  cuya  historia  está  escrita  del 
modo  mas  favorable  á  ellos,  aña  • 
de  que  Feliz  II  está,  indebida- 
mente puesto  en  el  catálogo  de 
los  papas. 

Dámaso,  papa  xxxviii,  1*^  de  oc- 
tubre de3i5ñ, — Parece  que  desde 
este  tietppo  la  silla  pontiticia  era 
cómo  los  tronos  de  los  salteado- 
res que  arlaban  el  imperio  ro- 
jnano,dispu4áudose  los  pedazos. 
Dámaso,  espamd,  es  electo  obis- 
po de  Roma,  y  trsicino  lo  es 
Cambien,  como  ya  ea  otro  lugar 
hemos  dicho.  De  aquí  nació  unu 
guerra  civil  en  Boma  lanto  mas 
orrorosa,  cuanlo  que  tenia  por 
|>relesto  la  relijion.  Entretanto, 
y  después  de  varic^  asesinatos 
.cometidos  por  los  dos  bandos, 
Dámaso  fué  sostenido.  El  pueblo 

-  ciego  y  desventurado^  llevado  y 
traído  en  sentido  cuntrarío  por 
los  ambiciosos  empapados  en  su 
sangre,  fué  lambien  castigado 
por  los  majistf  ados  que  conduje- 
ron muchos  al  suplicio.  Oigamos 
cómo  Jo  cuenta  Amíano  Marce- 


IMFERIO.  $7 

lino:  «Dámaso  y  ürsiciao,  orri- 
«blemente  envidiosos  por  aga-»^ 
urrar  la  silla  episcopal,  habiaa 
«tenido  el  arte  pértído  de  divi- 
»dir  al  pueblo,  combatiendo  con  ^ 
«furor  uno  contra  otro  y  llenan-  » 
»do  de  cadáveres  las  calles  de  • 
«Roma;  por  lo  cüal  y  no  pudren-  > 
»do  el  prefecto  Vivencio  apaci-  ^ 
«guarios,  se  vio  obligado  con  pe* 
«ligro  de  su   vida  á  retirarse   á 
«un  arrabal.  Dámaso  y  su  par-  ' 
«lido,  indignamente  victorioso,  - 
«marchaban    sobre    cadáveres. 
«Un  dia  se  encontraron   cíenlo " 
«treinta  y  siete  muertos  en  la  i- 
«glesia  de  Siciiio,  en  donde  se 
«ejecutan  las  ceremonias  de   iñ\ 
«secta  cristiana*,  y  añade:  no  me 
«sorprende  que  los  que  codician 
«esta  dignidad,  bagan   todos  I09 
«esfuerzos  para  conseguirla,  pues 
«desde  que  la  han  adquirido  go- 
»zan  de  toda  impunidad,  son  en- 
«riquecidos  con  las  oblaciones 
«de  las  mujeres,  etc.  etc.«  ¿Este 
testimonio   no  maniñesta  sufl- 
cientemente  que   la    iglesia  de 
Roma  á  mediados  del  siglo  lY 
habia  llegado  á  tal  grado   de  co- 
rrupción, que  la  crápula,  el  ase-    . 
sinato,  los  atentados  y  la  impu- 
nidad que  losalicnta,  caminaban 
osadamente?  Dámaso    fué  acu- 
sado ,  en  un  concilio  público,  de 
haber  vivido  adúlteramente  con 
una  dama  rumana,  por  Boncor- 


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«8 

dio  y  Calisto  diácooof,  J  slo  em- 
bargo de  haber  sido  abfluelto»  eo. 
mo  era  de  esperar^  por  sni  par- 
ciales, no  quedó  duda  de  la  ver- 
dad del  hecho.  Boncordioy  Ca- 
listo acusadores,  fueroa  coade- 
Dados  y  lanzados  de  la  iglesia. 

En  aquellos  tiempos  de  discor- 
dias y  de  ignorancia,  el  jenío  del 
mundo  entero  parecía  condena- 
do al  error,  pues  no  daba  un  paso 
acia  la  verdad,  y  toda  su  sagaci- 
dad la  empleaban  en  miserabres 
disputas  que  arergnenzan  á  fa 
razón. 

La  discordia  reinaba  en  Bizan- 
cio  como  en  Roma,  enti^  ios  des- 
venturados cristianos,  por  la  cá- 
tedra pontificia; Gregorio  de  Na- 
zianzo  y  Mácsimo  se  la  disputa- 
ban con  encarnizamiento. 

Dámaso  ordenó  se  dijese  el 
Gloria  patri  et  Filio  et  Spiritui 
Sánelo  a\  fin  de  los  salmos,  y  la 
confesión  al  principio  de  la  mi- 
sa. Estableció  en  un  canon  de 
un  sínodo*  tenido  en  Roma,  que 
los  cristianos  todos  pagasen  los 
diezmos  y  primicias,  y  que  los 
que  reusasen  esta  oblación  se- 
rian anatematizados  y  condena- 
dos perpetuamente. 

Siaicio,  PAPA  xwi:i,  29  de  di* 
eiembre  de  384.  — '  L|  elección 
de  este  papa  prueba  todavía  que 
entonces  no  se  hacia  por  los  car- 
denales^ sino  por  el  pueblo*,  co- 


me se  ve  por  UQ  edicto  del  em« 
perador  YaleoUniano,  en  que 
dice:  Como  de  antigna  columbre 
pertenece  iU  pueblo  romano  notii* 
brar  y  elejir  un  buen  prelado, 
quiero  que  e$lo  $e  verifique  en 
nuestro  tiempo. 

Parece  que  antes  de  él  era 
permitido  casarse  con  \ñ  nrajer 
lejítima  de  otro-,  puesto  que  le 
proibió.  Dijo  que  los  frailes  J 
las  monjas  que  no  guardasen  $a 
virjinidad,  fuesen  lapizados  de 
sus  claustros  con  ^nominia.  O- 
bligando  Siríeio  á  estas  victimas 
imprudentes  del  fanatismo  á  ha- 
cer y  guardar  oo  vota  contra  el 
cual  se  subleva^  la  naturaleza^ 
hizo  un  gran  perjuiciapolítico  á 
la  Europa.  El  fué  el  primero  que 
recomendó  fa  castidad  á  la  Jente 
dé  iglesia ,  prrvendo  de  los  ono- 
res  y  dignidades  eclesiásticas  á 
los  tranagresores  de  tan  insen- 
sato precepto;  pero  muchas  í- 
glesias  lo  desecharon. 

Púsose  de  acuerdo  con  el  ti- 
rano Mácsimo  para  perseguir 
encarnizadamente  á  los  maní- 
queos,  haciéndolos  matar  á  mi- 
llares. El  pueblo  de  Roma  á 
quien  debia  su  elevación,  vio  in* 
dignado  el  desprecio  que  hacia 
del  matrimonio,  y  estorbaba  se 
hiciese  el  voto  sacrilego  y  fan- 
tástico de  castidad,  por  lo  cual 
hubo  algunas  sediciones  en  la 


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cthdidv  SirieiOífe  9p¡tó  eo  todit  i 
esas  mlscw^iMes^  dtepoUsn  q«t| 
lMilo»hft0ridicolfaBadoá  «ifiMlios 
tiMiyO0  deploraMa%  MrHeeieft* 
dDálosenifefadoFM  pava  faci- 
Ntar  el  pc^dev  abfolotp  de  loa 
ftlllIlild^s  raeaaorea  detapóalol 
peseader. 

ffiorso*  de  308.  -r  Ra&no>  ^e 
Hegára  á  Soma  vivleádo  Sickiia, 
babio  ealeodido^laa  opiolonaa  de 
€h*f jeoet.  Anaslaaia  f  Jeróaiaio 
lo  persigaieron  eoo  oo  enearúi- 
saniieota  detiraaief  lo  ullri^* 
poo,  j  leraataroo*  contra,  él- un 
aemaleo.  Oríjenes  j  Rufioaoo 
tavieroo^eoemigo  mas  cruel  fue 
San  JeróQMiuK  Aiiaataai6«.obUpo 
de  Boma^i  Cromadoyobispo  de 
Aqaileyav  Veaerk>>  obíapo  de 
Milao»  Teófliay  EpifaDio^.  fue- 
roD  coQtra  ellos  ci¥v  sus  aao- 
grleotas  diatribas^,  y  Sao  Jeróai- 
mo  desplegó  una  bilia^  y  uno* 
dio  tenas  en  aquella  guerra  m^^* 
grada.  Anastasio,  dejándose  con- 
ducir por  Jerónimo,  arroja  á 
Rufipo,  lo  condena  á  pesar  de  su 
profesión  de  fé,  y  lo  separa  de  la 
comunión  de  sus  hermanos,  lo 
cual  era  una  injusticia  escanda- 
losa, porqne  habiendo  manifes- 
tado opiniones  ortodocsas,  debia 
ser  juzgado  por  ellas  y  no  por 
sus  pensamientos,  que  gratuita- 
mente se  suponían  depravados. 


<9 

Ta  teiwllremoff-  tfempo*  deT«r 
reiaer  la  tfrani»  de  laa^  aloiaa 
sobre  loa  pueblos  embrvtecMoa^ 
y  desgraciadoa.  Plsr  úlHao  et 
reinado  de  Auaatasio*  ae  pasó  M 
disputes  «eotójicas  de  los  doua- 
tlatas  y  católicos  de  la  iglesie  He 
Gartagov  en^laa  cuales  tomó  parte 
ain  obtener  resultado  alguno. 
—  Anastasio  ordenó  que  el  hom-^ 
bre  contrahecho',  eslropeadov  ó 
falto»dealgaa>miefl»bio,  no^ pu- 
diese aspirar  al  sacerdocio. 
,  IirocBMCiO'i,.  PAPA^  xLi,  18  dr 
tiNqfo<dr402.  —  Bajo  su  ponti*^ 
ficado,  y  bija  las  faaiasmas  de 
emperadores»  Arcadio^  Bonoria 
y  Teodosio^.  Roma,  amenazada 
por  Alarico-.y  lo^godos,.  Ievaa«- 
la  sus  murallas^  restaura  las 
ruinas  de  sus  puertas  y  torreo-* 
nes,  d¿bileft  eaeudoa  centra  el 
fiíror  de  los  bárbaros.*  Duraote 
esteüempOi  Inocencio  entregó 
la  ciudad  á  las  disputas  teolóji- 
cas.  Juan.  Criaos  tomo,  obispo  de 
Gonstantioopla^  es  depuesto,  co«- 
mo  ya  dejamos  mencionado-^re- 
curre  á  lQO€encio>  y  lisonjeado 
este  de  aquel ta^  apelación  á»  su 
autorídad>  declara  con  audacia 
es.  nulo  el.  fallo  pronunciado 
potlosobíapos  de  Oriente  y  de 
Ejipto.  ¡  Insigne  arrogancia,  el 
que  ua  individuo  pretenda,  te- 
ner derecho  á  destruir  un  de^ 
creto  dado  por  asambleas  que 


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rdebimí  46r  Tespetñdus  por  éf! 
^Pei^  DO  '68  '«sto !  lodo-,  üntimé  i 

^TisófitOy  obispo  de  Al^«Ddr{«  y 
I  á  otros  treiaU  y  seis  de  diferea*- 
ftes  ciudades^  quehébiáii  conde^ 

-Bed#  áVaao^^  Taesee  «  Roma  á 
Jastificarsedesii  feUp;  y  además 
les  decia:  f  «e  9Sla6an  obligadm 
ú  tonvenir  con  aqueilm  eon  qúie* 
mescümunicaM  la  igie$ia  roma- 
na, y  por  eovuiguiente  ú  aderir^ 

-4íipaniáo  Ae  Juan  Crisó$tomo. 
A  pesar  de  la  órdea  de  Inocen- 
cio, maodó  Arcadio  que  se  si- 

-goriese  ta  comitiitoD  de  Arsacto 
5)romovidoáso  silla.  Esle  coa- 

^ilicto  de  autoridad  «x^ásionó  al- 

t  guoas  sedicíooes  en  Gonstanti- 

-meplúylosfiraUñ  y  las  virj€ne$f 
^dicen  algunas  leyendas  piadosas^ 

-presentaban  sus  espaldas  y  sus 
^liembrós  heridos  y  maUr atados 
ton  los  golpes. 

Otro  tanto  sucedió  en4a  causa 

-de  Porfirio,  puesto  «n  lugar  de 
l*laviano/obispode  Antioquía. 

-^Doeencto/ continuando  siempre 

'  su  plan  osado  de  supremacía» 
acia  el  cual  ha  tendido  el  obispo 
de  Boma  desde  que  pudo  asjii- 
rara  la  menor  autoridad^. man- 
da á  los  fieles  de  Antioquía  des- 
precien lasinyjtaciones  pastora- 
les de  Porfirio  y  se  guarden  de 
4enerle  miramienlo^lguno.  Con 


esU  diaposidioBféACMfide  la  itea 
de  la  discordia  oivil  y  fanática^ 
y  susxattaaltegen  basta  eosas- 
ferar  á  tes  beMuanos  Aroadío  y 
^onorí&^'i  dlüot^acto  falaida 
contra  A*rotdid,  su  iaujer  Eudo- 
«ia  y  coalra  ios  obispos  del  sí- 
nodo que  había  depuesto  á  Juan 
Xiriaóstomo^  un  decreto  de  es- 
comunión,  y  4e  escribió  cartas 
ultrajantes  5  amesazaderas:; — 
acto  atrevido  é  Imprudente  de 
un  pontífice  ambicioso,  inoceñ- 
cio  poseyó'  las  «validades  qite 
siempre  han  hedió  triunfar  á 
los  tíranos*,  la  audacia,  la  per- 
severancia y  la  firmeza.  Ta  des- 
de aquí  en  adelanite  no  se  verán 
sino  las4nso4tantes  riquezas  en 
el  lugar  deia  pobreza  primiti- 
va, los  escándalos  y  los  críme- 
nes en  vez  de  las  virtudes  cris- 
tianas, elinsaciable  orgullo  por 
la  humildad  apostólica,  y  el  a- 
•sosinato,  el  incesto  y  el  envene- 
namiento «obre  la^tedra  pon- 
tiflcat. 

Un  filósofo  que  contemple. a- 
teotamente  la  vicisitud  de  las 
cosas  humanas,  no  puede  dejar 
de  admirarse  al  ver  en  el  capi- 
tolio entronizado  un  poder  des- 
pótico, cuya  tiranía  tanto  in- 
flujo va  á  tener  en  el  destino  de 
las  naciones* 


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MI  MJD  raVMIO. 


71 


CAmULO  £ 


TBO] 


▼AU9rffmiA«#  m  T 


m  iiiMiDMinBrBBtosv 

VBOOOBICO*- 


<A3o  425.). 


Valentimano  ITI,  emperador  de  OrcUefitr.*-R#trftld  y.MMiit  de- JénaerircK*^ 
Derrota  de  Um  romanof  eii'Africi  y  silfo  de  Hipona.  — Defgfaciay  huidi 
éf  Aedok  — rToma  de  Cartago  p^r  Jenaerico.  —  Hitterta  de  los  siete  dur<^ 
mieutes. — Paa  de  Teodoaio  II  con  Attila.-^ Retrato  de  Attila. —  Muerte  de 
Teodosio  y  advenimiento  de  Pulquería-  al  I  roño» -*  Marciano,  emperador  dt 
Oriente.— Crueldad  de  Jenaeriro. — Invasión  de  Atlila  á  las  Galiaa.  <-«-' 
Batalla  de  los  campoi  de  Cbaloat,  ó  cataljáuiiicos. -^  Muerte  de  Teodoricoy 
derroU  de  Atttia. — Espedlcion  de  Attila  en  Italia. — Máerte  de  Attiia. -^ 
Muerte  de  Aeeio.  —  Esceso  vergonaoao  y  muerte  de  Valen ttniaao. 


1  ALENTI!nAlf011I,EWPERAtK>RDE 

ocaDEiYTB.-<^Luego  qaé  9e  supo 
en  GoQstantiDopla  la  muerte  de 
Honorio^  et'emperador  de  Orien- 
te^ ó  mas  bien  Pulqneria,  envió 
á  Dalmacia  tropas,  encargadas 
de  conducirá  Italia  á  Placidia  y 
á  su  bijo  Yalentiniano.  Aspar, 
que  se  babia  distinguido  en  la 
guerra  de  Persía,  los  escollaba 
y  mandaba  el  ejército  de  tie-> 
rra,  7  su  padre  Ardaburto  la  es- 
cuadra. En  el  cafñiDO  supieron 
que  luan^  uno  de  los  Validos  y 


secretarios  de  HonoHó,  se  había 
apoderado  del  tcono  de  Occiden- 
te. Los  bajeles  griegos  fueron 
destrozados  por  uaa  tempestad, 
y  Ardaburio  cayó  prisionero  en 
.manos  del  usurpador;  pero  lejos 
de  abatirse  por  este  revés,  desde 
su  calabozo  sublevó  las  tropas  í- 
tatianas  de  la  guarnición  de  Ar» 
quileya.  Juan^  abandonado  y  en* 
tregadi)  después  por  ellas,  le  cor- 
taron primero  una  mano  (i)  y 

(l)    Philost^  p.  538;  Procop,^  de 
Bel  f^tma^  ié  i^cop.  3« 


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72 


nSTOfUL 


deanes  faé«S]niest«  Mln*e  aii 
Müo  á  los  insoltos  del  popula- 
cho, 7  degottado  ea  hi  f\éza  p&^ 
bKca.  Este  prtudpe  áé^  un  mo- 
mento, decretó  la  libertad  per- 
petua 4e  los  esclavos  (1): — las 
grandes  ideas  sociales  atraviesan 
i^idamenátepor  la  cabeza  de  al- 
bullos hombres,  mucho  tiempo 
atfies  que  puedan  veriGcarse*,  es 
«el  sol  que  intenta  alumbrar  p€fr 
ta  noche.  Valentiniano  III,  de  e* 
«dad  de  seis  anos,  fué  reconocido 
•sin  oposición  emperador^IeOcci* 
*áénte  en  425. 

Informado  Teoflosio  del  triun- 
fo de  sus  jenerales,  lo  celebró 
-con  un  triunfo  muy  diferente  de 
las  antiguas  solemnidades.  Mar- 
chando á  pié  á la  *cai)eEa  del  pue- 
blo desde  el  liipodromo  hasta  la 
<:atedral,  cantó  ios  Sdlmos,  y  se 
manifestó  mes  digno  de  la  capu* 
«cha  quedelcetr-o.  Habría  podi- 
-do^isputarel  imperio  de  Occi- 
dente ai  hijo  de  Placidia,  mas 
prefirió  la  paz  á  la  tguerna  civii; 
7  sea  por  su  indolencia  natnraltS 
por  los  'Consejos  pacíficos  de 
i^ulquerta,  envió  á  Boma  al  pa- 
tricio Helíon  para  >q«e  lindase 
-en  su  nombre  por^augtislo  á  Va- 
'  lentiniaQo  III  en  preseAcia  del 
^senado,  y  le  revirtiese  con  Ja 
púrpura.  Goncinydse  un  ir<aiado 

(1)    Gxk  Tfuúd^  iam.  m^p.  93$. 


en  que  se  esfipnió  para  '  en  ando 
fuese  tiempo,  el  matrimonio  del 
nuevo  emperador  con  ^ndosia, 
hija  deTeodosio  y  de  Ateaais. 
-Cedióse  la  Ilíria  «1  emperador 
de  Oriente,  y  por  este  acto  se 
consumó  la  división  del  naundo 
romano.  Un  edicto  solemne  de- 
claró que  en  adelante  las  leyes 
de  un  imperio  m  tendrían  fuer- 
za ea  el  ^ro. 

Ambos  imperios  estaban  go^ 
bernados  entonces  por  dos  m«- 
Jeres,  pero  Placidia,  mas  ambi- 
ciosa que  Fulqueria,  entregó  s« 
iiijo  i  los  deleites  para  alejarle 
4e  les  negocios,  y  oonsenró  el 
poder  supremo  durante  treinta 
y  cinco  años. 

Dos  hombres  gozaban  en  a- 
ipiella  época  de  una  reputación 
merecidas  Áedo  y  Bonifacio  han 
sido  llamados  ios  últimos  roma- 
nos del  imperio,  como  i  Bruto 
iiamaronel  último  romano  de 
ia  repúbUca:  desgraciadamente 
ao  estaban  como  Bruto  infla- 
mados del  amor  de  la  libertad  y 
de  la  patria:  tan  noble  pasión  no 
ecsistia  ea  ellos^  Bruto  aspira- 
ba al  restaUedmiento  de  ia  an- 
tigua iiberiad  emancipada  de  la 
tiranía  doméstica.  4!  Qué  pre- 
tendian  Aecio  y  fionüacio?  el 
restablecimiento  del  antiguo 
despotismo  separado  del  yugo 
estranjero.   Este   resultado  no 


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fHBL  BAJO 

podía  tener  para  ellos  la  faerza 
de.uoa  virtad  pi&bltca^  por  lo 
taDto  combáUiin  con  talentos 
personales  per  intereses  priva- 
dos nacidos  de  otro  orden  de 
oosas.  Mezclábase  en  sos  accio- 
nes un  sentimiento  de  onor  mi- 
litar, pero  la  independencia  de 
^u  pais^  si  la  knbíesen  conqnista- 
do,  hubiera  sido  solo  un  acci* 
dente  de  su  gloria. 

Aeciojf  Bonifacio  mandaban 
eus^fércilos.  Bonifacio  somelié 
el  África  rebelada,  y  defendió  á 
Marsilia  (Marsella):  Aecio  ad- 
quirió gran  fflíma  por  haber  ven- 
cido á  Attila.  Sus  grandes  accio- 
nes rodearon  de  algún  esplen- 
dor el  nombre  romano.  A  ha- 
ber durado  su  unión,  habrían 
quizá  salvado  el  imperio:  su 
discordia  preparó  la  ruina  del 
Occidente* 

Aecie,  envidioso  de  su  colé- 
:ga,  le  hizo  sospechoso  A  Plací- 
dia,  y  persuadió  á  esta  princesa 
que  le  llamase  de  África;  y  al 
mismo  tiempo  cen  artificio  in- 
fernal advirtió  secretamente  á 
Bonifacio  que  le  esperaba  el  su- 
plicio. Convenció  también  á  la 
princesa  de  que  la  desobedien- 
cia probaria  la  rebeUon.  Boni- 
facio, creyéndose  perdido,  man- 
cilló su  gloria  V  fué  traidor  á  su 
patria,  llamó  los  vándalos  ^e 
las  provincias  meridionales  de 

TO^O  XV. 


Espafia  en  su  socorro^  é  hizo  a* 
lianza  con  Gonde^ico,  su  rey,  y 
muerto  fsté,  con  el  terrible 
Jenseríco,  {ó  mejor  dicho  Jize- 
rico)  su  hermano  bastardo. 

Rbtaato  T  azaSas  d^  jbnsb- 
meo.  —  Este  príncipe,  célebre 
como  Aladeo  y  Attila  po^  la  rui- 
na del  mundo,  encerraba  en  un 
cuerpo  pequeño  y  contrahecho 
una  vasta,  ambición,  no  conte- 
nida por  ningún  escrápulo,  ni 
saciada  con  ninguna  presa.  Di- 
simulado, sanguinario,  intrépido 
y  enemigo  del  lujo,  el  primereo 
de  sus  placeres  fué  la  venganza. 
Fecundo  en  ardides,  atrevido 
en  sus  planes,  pronto  en  la  eje- 
cución, sabia  derramar  el  terror 
con  sus  armas,  y  la  discordia 
con  sus  intrigas.  Antes  de  em- 
prender la  conquista  que. me- 
ditaba, venció  ¿  los  suevos  *ma 
España,  los  persiguió  hasta  Émé* 
rita  (Mérida)  é  hizo  perecer  en 
el  rio  Anas  al  ejército  enemigo 
y  á  su  jefe. 

Dueño  déla  Bética,  hizo  su 
espedicion  al  África.  El  ejérci- 
to vándalo,  aunque  aumentado 
por  alanos,  godos  y  desertor^es 
romanos,  solo  ascendía  á  cinco 
mil  hombres;  pero  Jenserico  au- 
mentó sus  fuerzas,  aliándose  con 
los  mauritanos.  Las  turbulencias 
que>rodujo  en  África  el  cisma 
de  los  donatistas  facilitaron  la 
10 


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71 

conquista  de  Xeoierifa:  este 
prtodpe  era  airlaao;  y  todos  a- 
quellos  á  quienes  oprknia  la  i- 
lelesia  ortodocsa  mireroQ  al  es- 
traojero  como  an  lUiertador  (1). 
Los  vándalos  asistidos  de  los  mo- 
ros estuvieron  bien  pronto  de- 
lante de  Hipona^  en  donde  mora- 
ba San  Agustin:  en  aquella  oca- 
sión debió  sentir  haberse  mani- 
festado tan  intolerante  con  ellos. 
Dbrbota  mi  los  romanos  bn 
aprica  t  sitio  db  hipoh a. — (430) 
Bonifacio  solo  pidió  socorros»  y 
Jenserico  dictaba  leyes  como  se- 
fior.  El  jeneral  romano  se  arre- 
pintió de  su  delito  y  se  reconci- 
lió con  Placidia^  que  babia  des- 
cubierto la  maldad  de  Aecio.  Ei 
jeneral^  nombrado  de  nuevo  co- 
mandante de  las  tropas  romanas^ 
majpcba  á  Certago^  se  apodera  de 
ella  y  propone  la  paz  á  Jenseri- 
co. El  báriMiro  la  reusa»  y  los  dos 
ejércitos  se  dieron  una  sangrien- 
ta batalla^  en  que  fué  vencido 
Bonifacio  y  perdió  sus  mejores 
tropas.  Toda  el  África  fué  presa 
de  la  codicia  vándala,  y  de  la  fero- 
cidad de  los  mauritanos:  aquel 
vasto  y  fértil  país,  granero  en- 
tonces del  mundo»  fué  devasta* 
áo,  sus  artes  y  monumentos  des- 
truidos^ sus  ciudades  abrasadas^ 

(1)    Gáfbon.  FaU  of  thc  Kman 
Empire. 


y  BUS  ciudadanos  entregados  i  la 
esclavitud  y  á  ios  tormentos.  So* 
lo  Cartago  é  Hipona  quedaroo 
en  pie  enmedio  de  un  desierto 
espantoso. 

MuBRBBOBnPACio.— (432)  Bo- 
nifacio» sitiado  en  Hipona,  se  anf* 
mó  para  la  defensa  con  los  conse- 
jos vigorosos  y  las  ecsortacionet 
piadosas  de  San  Agustin .  Este  pre» 
lado  murió  llorando  las  desgra» 
cias  de  su  patria.  El  sitio  duró 
catorce  meses,  y  los  vándalos, 
vencidos  por  la  ostioacíon  de  loa 
cercados,**  se  retiraron.  Aspar 
trajddeConstantinopla  algunos 
tyajeles  con  tropas.  Bonifacio, 
viéndose  de  nuevo  al  frente  de 
unejércitonnmeroso,  solicita  o- 
tra  vez  la  suerte  de  las  armas,  y 
otra  vez  es  vencido  á  pesar  de  ser 
socorrido  por  Aspar,  jeneral  de 
Teodosio  (2).  Hipona  es  tomada, 
y  el  África  perdida  para  siem- 
pre. 

El  jeneral  derrotado  volvió  á 
Ravena.  Placidia  no  quiso  casti- 
gar ni  su  delito  ni  sus  infortu- 
nios*, solóse  acordó  de  sus  servi- 
cios, y  le  restituyó  su  confianza 
elevándole  al  rapgo  de  patricio 
y  de  jeneralísimo  de  sus  tropas. 
Aecio,  envidioso  de  su  favor  y 
resuelto  á  derribarle,  marcbó  de 

(2)  Progofh^  át  Bel  ran^  Ub.  ^ 
cap,  3. 


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BAIO 

la  Galla  para  Italia  eoo  un  ejér- 
cito de  bárbaros»  Bonifacio  íe 
aalíó  al  éncoeotró;  le  acometió 
y  derrotó;  pero  volvió  mdrtaU 
meote  herido  de  la  mano  de  aa 
rival  y  solo  vivid  tres  meses. 

DESaKA€IA    T  HUIDA  BB   ABClO. 

«— Placldia,  en  venganza  de  su 
muerte^  declaró  á  Aecioenemi^ 
del  estudo.  Este  jeneral,  después 
de  baber  procurado  ea  vano  ha- 
cerse Tuerte  en  algunos  caatílles 
de  sus  dominios»  se.escapó  al  e- 
JércUode  los  hunos  á  quienes 
debia  batir  en  los  campos  cata- 
kunicos.  Asi  perdió  Roma  dos 
Jenerales  hábiles>  que  fueron 
aus  últimas  columnas. 

Toma  m  cartago  pos  jbnsbei- 
co.— (439^  Gartégo,  aunque  a- 
bandonada,  no  se  rindió  hasta 
despuefrde  ocho  años  de  iresls- 
«encia.  Ea  §n,  Jeaserico  hizo  la 
paz,de|Bindoá'Valeittiniano  IH 
la  soberanía  ilusoria  de  las  tres 
Maurilanias.  Temiendo  como 
bastardo  las  pretensiones  de  los 
hijos  de  (¡runáerica^  su  hermano, 
los  hizo  aogar  igualmente  que  á 
80  madre.  Bespoes  de  este  crí- 
fiíen ae  apoderó  de  Gartago  el  9 
de  octubre  de  439,  quinientos  o- 
cheota  y  cinco  después  de  la  vic- 
loiiia  de  Scipion*  A  esta  ciudad  se 
llamaba  Ib  üofaa  Afrieaaaw  €om* 
pella  ealoDces  co»  la  de  Italia  en 
astensioa,  Bugnifleenciay  rique* 


pmiaH».  7o 

zas,  comercio  y  placeres  de  una 
antigua  civilización.  Un  denso 
bosque;  situado  én  el  centro  de 
la  ciudad,  ofrclcia  so  fresca  som* 
bra  á  los  hatrftañtés  para  preser* 
varios  del  ardor  del  clima* 

Los  vándalos  saquearon  esta 
opulenta  ciudad,  y  obligaron  á 
todos  los  ciudadanos  que  dejaron 
vivos,  i  oederles  sus  fierras  y  te« 
soros«  JLa  Italia  y  el  Oriente  se 
poblaron  de  sus  senadores  fu ji« 
iivos  y  de  sus  patricios,  que  po- 
co antes  iguales  ea  riqueza  á  loa 
reyes,  se  veian  ya  reducidos  á 
pedir  Hmosna« 

HisToaiA  DB  xos  siaTB  nua- 
MiBNtES.  — %n  este  tiempo  de 
destrucción  y  calamidades,  algu- 
nos escritores  eclesiásticos,  que 
frecuentemente  sostituian  fá- 
huías  nuevas  á  las  antiguasi,  coa- 
taron de  ^ste  modo  la  historia 
maravillosa  de  los  siete  dur^ 
mientes. 

«Bajo  el  imperio  de  fiecio, 
»decian,  siete  jóvenes  nobles  de 
«Efeso,  cristianos  y  perseguidos, 
»se  ocultaron  ^n  una  caverna 
«para  evitar  la  moepte:  al  tira- 
uno!^  mandó  "tapiar.  Diosprote- 
Mjíendo  á  aquellos  Jóvenes  mar- 
)»lires,.los  sumerjió  en  un  pro- 
vfuodoaueño  que  duró  ciento 
•ochenta  j  ^inco  aSos,  y  que 
«caacluyó  cuando  íalquéria  y 
uTeodosio  If  ocupaban  el  trono 
t 


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7«   • 


■moBU 


«de  Oriente.  En  este  época  no 
»tal  AdoliOj  propietario  del  te- 
»rreno  en  qae  se  encontraba  la 
ncaterna,  quitó  piedras  de  ella 
upara  construir  un  edificio;  nn 
«rayo  de  sol  penetró  en  el  sut>^ 
»terréneo  y  los  durmientes  se 
«despertaron^  creyendo  haber 
«dormido solamente  algunas  ho- 
nras. Jamblio,  uno  de  ellos^  se 
«encarga  de  ir  á  la  ciudad  para 
«buscar  pan;  pero  no  reconoce 
«ni  el  aspecto  del  pais  ni  las  fac- 
«ciones  de  sus  habitantes  ,  y 
«acercándose  á  Efeso  ve^  con 
«tanta  alegría  como  sorpresa 
^brillar  la  cruz  sobre  las  cúpu- 
«las  de  los  templos.  Entrando 
«en  casaxlé  un  panadero,  saca 
«para  pagar  muchas  monedas 
«acuñadas  con  el  busto  de  De- 
velo. £1  panadero  se  admira^ 
«acuden  los  vecinos  >  reúnese 
«jente^  y  le  conducen  delante 
«del  juez  diciendo  que  aquel 
«hombre  habia  descubierto  un 
«tesoro.  La  relación  parece  á 
«todos  una  impostura;  y  entre- 
«tanto  van  á  buscar  á  sus  com- 
«páfieros.  El  candor  y  sencillez 
«de  sus  respuestas,  los  detalles 
«de  la  historia  que  cuentan,  y 
«la  concordancia  de  sus  discur- 
«sos  persuaden  á  los  mas  incré- 
«dulos:  en  fin  el  pueblo,  los  ma- 
«jísti'ados,  el  obispo  y  el  mismo 
«emperador  Teodosio^  conven- 


f  cidos  que  aquellos  santos  bom«> 
«bres  hablan  estado  erectiva« 
«mente  durmiendo  cerca  de  dos 
«siglos,  se  humillan  delante  del 
«poder  de  Dios,  prostérnense  á 
«los  píes  de  \oi  siete  mártirea^ 
«que  espiran  Codos'  juntos,  des* 
«pues  de  haber  echado  su  ben«r 
«dicion  á  los  espectadores  de 
«este  inconcebible  prodijio.« 

Un  tal  Juan  de  Samgas^  fué 
el  injenio  á  quien  las  almas  pia* 
dosas  deben  la  redacción  de  la 
importante  historia  de  los  siete 
durmientes,  quien  se  ocupó  de 
ella  dos  aftos  después  de  muerto 
Teodósio;  y  para  que  tan  edifi- 
cante documento  se  estendiese 
cual  convenia,  hubo  un  San  Gre- 
gorio Turonense  que  la  tradujo 
al  latin.  Los  nombres  de  los 
durmientes  se  encuentran  en 
los  calendarios  romanos,  grie- 
gos y  abisinios;  y  como  los  cuen- 
tos  y  variedades  engafian  y  ala- 
gan en  todas  partes  y  en  todas 
las  épocas,  y  es  artimaña  de  que 
echan  mano  todos  los  cultos,  ua 
impostor,  llamado  Mahoma,  vien- 
do que  la  fábula  tenia  mucho  de 
injeniosa,  la  adoptó  en.  su 
Corán. 

Paz  de  tbodosio  ii  con  atti- 
LA.  —  (447)  Lo  que  lejos  de  ser 
fabuloso,  sino  real  y  desgracia- 
damente cierto  fué  el  poder  co- 
losal del  bárbaro  Áttila^  quó  se 


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NL  BMO 

poso^to  mafclm  &  la  tabesa  de 

^teeioDlos  mil  homf^res,  todbs 
pastorea  tf  cazadores^  Ekta  tem- 
pestad orríble  que  sin  et  valor 
do  los  francos  y  ybigodos,  y  la 
habilidad  dé  Aecio,  bobiera  so- 
metido la  Eargpa  áuD  yago  mas 
absurdayamillaote  que  el  que 
aafreo  hoy  los  pueblo»^  afrida- 
DOSj  doró  eérca  de  oo  siglo,  áe9^ 
de  376  hasta  á63.  NiDgaoa  i- 
rrapcion  de*  bárbaros  dejó  mas 
roioas  eo  los  paisas  fovaétdos. 
Los  buuos  haciao  consistir  sa 
gloria  efi  destruir^  y  coDviriito'- 
do  ea  vastas  soledades  las  pro- 
vincias que  conquistaban,  en* 
grandecian  su  nombre  y  su  po<^ 
téncia.  Los  jemidos  de  los  opre- 
sos  eran  para  ellos  murmura- 
ciones sediciosas  que  óCendián 
su  orgullo:  solo  el  ruido  de  las 
cadenas  que  arrastraban  sus 
cautivos  y  el  silencio  de  los  se- 
pulcros satisfacían  su  bárbara 
sed  de  domioacion. 

Guando  arrojándose  sobre  el 
ocaso  desde  las  esiremtdades  del 
Orieote»  echaron  aoie  sí  á  los 
godos  y  vándalos,  hubo  división 
entre  ellos,  y  se  esperó  que  sus 
discordias  serian  la  salvación 
de  la  tierra.  Sus  diversos  cau- 
dillos se  dieron  combates  sao- 
grientos.  Unos  hicieron  alianza 
con  los  godos,  otros  con  los  ro- 
manos-, y  el  gran  Teodosio  te- 


wpftaie;  77 

nfai^  entre  sos^lmefales  á*  un  rey 
de  hunos. 

Mas  tarde  los  vándalos  y  otras 
tres  Daciones  alemanas,  cuyo 
Vator  encendían  las  disensio*- 
nes,  sacudieron  el  yugo  de  a- 
quellos  conquistadores  selváti- 
co». El  emperador  Teodosio  N 
fomentó  secretamente  esta  rebe¿ 
lion.RuJitaos,  ósea  Roas,  Ruaso 
ó  Rugula  qiie  gobernaba  entoni^ 
ees  la  tribu  mas  numerosa  de  los 
hunos,  cuya  preeminencia,  aun- 
que á  su  pesar,  reconocían  las 
otra^,  amenazó  el  hnperío  dé 
Oriente.  Teodosio  asustado  en«-> 
vio  embajadores  para  calmar  á 
aquel  guerrero  feroz;  pero  ya 
habia  muerto,  y  eran  sus  suce- 
sores AttilayBIeda  (ó  BIódei) 
siis  sobrinos.  Estos  recibieron  á 
los  embajadores  en  la  llanura  dé 
Margo  en  la  Mesia-,  y  según  la 
antigua  costumbre,  de  los  bár- 
baros, celebraron  á  caballo  las 
conferencias  para  la  paz. 

El  emperador  después  de  una 
vil  tentativa  para* asesinar  alje- 
neral  bárbaro,  se  vio  obligado  á 
suscribir  á  las  condiciones  a- 
f rentosas  que  se  le  dictaron.  Se 
aumentó  el  tributo  de  libras  de 
oro  que  debia  pagar  á  los  bunos, 
les  concedió  un  puerto  franco 
en  el  Danubio,  y  renunció  so- 
lemnemente á  toda  alianza  con 
los  enemigos  de  aquella  nación. 


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78 

RsTXATO  ms  ARIUU  —  üa- 
tOBces  fué  ciHiodo  lojs  grie- 
gos y  romanos  víeroo  por  la  vez 
primera  ai  formidable  ÁUi- 
la  m^  -Este  príncipe,  iiijo  de 
Jf  iinduiea  ó  Miinduzca,  era  feo, 
peqaefioy  robusto,  leniatla  cábe- 
se grande,  los  ojos  pequeños  y 
cundidos,  pero  llenos  de  ma- 
jestad. Su  aodar  era  arrogante, 
^us  maneras  ín)|^epiósas.  Siem- 
pre estaba  di&puesto  á  la  bene-* 
ilceneia^  trataba  con  bondad  é 
los  que  se  le  sometían  sin  4*esis- 
4enota,  y  coando  babia  perdona- 
ndo 4ina  ofensa,  «e  ot¥idaba  de 


t(4)  Al^uaot  etorit^res  «lemaao, 
•xomo  Jaau  de,  Mü^er,  en  su  kitteria  de 
kSoifta(lt  7,  iioU-7(0),d»iii  AttiU  t\ 
«oiobre  de  £uel,  que  t^  ves  sigéifiee 
príncipe  4^Í  IVolga^  porque  e*te  -<rio  te 
llamó  Euel  poivlot  Urlarofl.  Ec5Í»tf?  ua 
peema  épico  jerfDáoico,  cooocido  con 
el  titalo  de  Der  NAeiunge  JVbí,  etcri- 
*to  eo  4^1^  9  eitcofas  de  cuatro  vereea 
'riuMidoft  (especie  de  alejandcinoa),  di- 
irididoen  coarenta  A^MTiisas.  En  e^te 
.poema,  que  debe  au  forma  actual  á  «uio 
de  los  primeros ,.poeias  qne  ^ectístian  é 
-£n  del  siglo  XII  y  á  principios  4el  XIII» 
y  que  ^tU  conocido  con  el  titnlo  4e 
JVj6e/ii/i/(e/i,  ó  fin  trijico  de  los  uibe- 
lungen,  se  nombra  Eteel  á  Atlila,  y«f 
^«aso  sea  el^nico  dato  que  tenga  Millar 
'fiara  denominarlo  'lambien  así.  Nos- 
otros ^10  adoptamos  el  parecer  de  esioa 
-alemanes. 


ella:  la  alegría  chinaba  en  aa 
mdsa,  pero  •41  nunca  dejaba  sa 
aire  austero.  El  mismo  se  ape* 
llidaba  con  el  título  de  Gadegi^ 
Sil,  Múíe  Hh  Bioi  aeitímaio  á 
nutigw  te  ftarm*  ¥a  se  babia 
becbo  notable  pqjr  su  amor  á  la 
guerra,  y  desplegaba  mas  Men 
los  talentos  de  un  Jeneral  ^lue 
el  valortfe  un  soldada. 

Vacide  para  mandar,  se  sir- 
vió con  destreza  de  U  igiioran- 
oía  supersticiosa  de  sus  sábdi- 
tos,  que  lo  oreían  superior  á  la 
naturaleza  humana.  ITn  pastor^ 
liabíendo  advertido  que  una  de 
sua  becerras  estaba  herida  en  el 
pie,  quiso  averiguar  la  causa  de 
este  accidente,  y  halló  la  punta 
de  una  espada  qne  aaHa  de  la 
tierra«Cava  el  suelo,  la  saca, 
y  la  lleva  al  «rey-.  Attila  hizo 
creeré  sus  pueblos  que  había 
encontMdo  la  espada  del  dios 
Marte,  y  que  «sta  arma  divina 
le  daba  derechos  incontestables 
al  dominio  del  universo.  1.a  es- 
pada de  Marte  fué  el  ídolo  de 
los  hunos:  presentáronle  of reñ- 
idas, y  le^eonsagraren  Gomo^ie- 
timas  la  centésima  parte  de  los 
cauüvos  que  tiaoian  wi  la 
.guerra. 

7odos  los  héroes  del  Nor4e, 
que  eran  terror  de  Europa  y 
Asia,  temblaban  «en  presencia 
de  Átüla^  y  convencidos  de  su 


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Da  BAJO 

dlYioidad^  deciaii:  «Que  les  era 
«imposible  sofrir  el  faego  de 
Bios  miradas..» 

Attila,  qae  nada  tovo  d^  eo« 
rnoncoD  Rómalo  sitio  un  erf- 
mea^  comeozó  sa  reioado  como 
•I  fundador  de  Bbma^  dando 
muerte  á  su  hermano  Bteda». 
Después  de  domar  todas  las  Iri* 
bus  de  su  nación  y  las  de  Scitia, 
subyugó  en  pocos  afios  los  pue^ 
blos  jermánícos,  se  hizo  dueño 
de  la  belicosa  Escaodinavia,  j 
derramó  el  terror  en  los  galos  y 
burgundiones.  En  fin»  se  le  reco- 
noció por  monarca  de  todos  los 
bárbaros.  Los  límites  de  su  vas- 
to imperio  eran  el  Yolga,  el  Da- 
nubio/el  mar  del  Norle^  el  Bin 
y  los  Alpes.  Era  temido  como 
guerrero  y  también  como  má- 
Jico. 

Ardarico,  rey  de  los  jépidos^ 
y  Valamiro,  rey  de  los  ostrogo- 
dos/abatiendo  la  corona  á  sus 
plantas,  se  onraban  con  el  títu- 
lo de  ministros  suyos.  Se  vetan 
colocados  en  fila  en  su  pala- 
cio rústico,  como  guardias  de 
sa  persona,  y  auu  como  domés- 
ticos, una  multitud  de  príncipes 
y  Jefes  de  tribus,  alistadas  bajo 
su  estandarte:  según  los  histo- 
riadores del  tiempo,  su  ejército 
se  componía,  como  hemos  dicho, 
de  setecientos  mil  hombres. 

Una  de  sus  divisiones  invadió 


nmaio.  79 

la  Pérsla,  y  es  tendió  sus  de  vas-» 
taciones  hasta  la  Siria.  Cuando 
el  emperador  de  Oriente  quiso 
peconquistM- el  África,  ocupada 
por  los  vándalos,  Attila,.  condes* 
cendiendo  á  los  deseos  delense- 
rico,  amenató  con  la  guerra  á 
Téodosio^  y  por  medio  de  esta 
diversión  le*conservó  aquel  rey 
su  conquista.  No  podia  haber 
paz  duradera  con  un  puebla  que 
no  «ra  bmis  que  un  ejército.  Loa 
hunos  dijeron  que  el  tratado  de 
Margo «slaba  roto,  porque  se  lea 
había  robado  en  el  puerto  fran* 
co  del  Danubio  el  tesoro  de  uno 
de  sus  caudillos,  y  ecsijieron 
que  se  les  devolviese  esta  su* 
ma,  y  se  les  entregase  el  obispo 
de  Margo.  La  corte  de  Btzancip 
se  negó  á  ello,  y  se  declaré  la 
guerra.  Los  mesios,  temerosos., 
del  furor  de  los  bárbaros,  pidie- 
ron vivamente  i  Teodosio  que 
cediese  á  la  tempestad;  y  para 
libertarse  de  la  ruina  que  pre« 
vían,  determinaron  entregar  e- 
líos  mismos  el  obispo.  Este  lo  su- 
po, sacrificó  sus  deberes  y  su  pa- 
tria á  su  seguridad,  trató  secre- 
tamente con  Attila,  le  entregó  la 
ciudad,  y  con  ella  la  barrera  del 
imperio  por  aquella  parie. 

Al  punto  los  hunos,  como  un 
torrente  enfurecido,  se  derra- 
man por  la  Mesia,  la  talan,  des<> 
truyen  todas  su  fortalezas,  que- 


.vf;^ 


Djgitrzédby  V^jOO 


>gle 


80 


HUTOIUL 


mao  k  Sirmio^  Neisa,  S&rdicf  y 
MarciaDÓpoKs,  y  convierten  en 
desiertos  todos  los  países  que 
median  entre  el  Ponto  Ebxíao  y 
el  Adriático. 

Estas  cdamidades  no  pudie- 
ron mover  al  débil  Teodosio  á 
saHr  de  so  palacio,  á  dejar  sos 
rosarios  y  i  suspender  sus  pro* 
cesiones.  Incapaz  de  pelear,  dió 
¿  Jenerales  sin  talento  el  mando 
de  sus  ejércitos.  Estos  perdieron 
tina  batalla  cerca  del  Danubio 
Í407xi  408),  otra  en  las  vertien- 
tes del  Hemo,  y  en  una  tercer 
derrota  quedaron  destruidas  Fas 
lejiones  destinadas á. defender  el 
Quersoneso  de  Tracia . 

Attila  devastó  la  Macedonia, 
t|uemó  setenta  ciudades^  y  lie- 
gó  hasta  los  arrabales  de  Cons- 
tantinopla.  Las  murallas  de  esta 
ciudad  y  las  de  Adrianópolis  le 
detuvieron-,  porque  solo  sabia 
pelear  en  ias  llanuras,  é  ignora- 
ba el  arte  de  los  sitios. 

Tantos  reveses  tenian  Dons- 
ternadaá  Europa  y  Asia.  No  e- 
ran  los  males  ordinarios  de  la 
glierra  los.  que  entonces  aflijiai\ 
é  los  pueblos^  sino  la  amenaza 
del  esterminio  totaL  Todo  hom- 
bre que  podía  tomar  las  armas, 
«ra  muerto  por  los  bárbaros:  los 
viejos  y  mujeres,  llevados .  en 
trautiverio^  y  aun  su  debilidad 
DO.  los  libertaba  siempre  de  la 


muerte.  Cuanda  ^el  nnmero  de 
estos  cautivos,  incomodaba  les 
movimientos  de  las  tropas,  eran 
degollados  sin  piedad.  Esta  mul- 
titud de  romanos,  disperses  en- 
tre los  bárbaros,  qo  podía  tem- 
plarles ni  civilizarlos.  Aqselles 
guerreros  Teroces  despreciabaa 
las  ciencias,  sobre  tede  la  de  1%$ 
leyes.  Los  artesanos  les  enseia- 
roa  algunos  eficioe:  los  médicos 
fueroA  respetados  por  ellos:  Iqs 
sacerdotes  convirtieron  á  mu- 
cbos;  pero  como  la  mayor  parte 
de  los  obispos  griegos  eran  adic- 
tos al  arrianismo,  se  esparció 
esta  secta  entre  los  conquistado- 
res del  Norte. 

.  Teodosio  II,  que  según  la  cos- 
tumbre se  llamaba  siempre  Au- 
gusto y  temaba  el  título  de.  iñr 
vencible,  no  tenia  tropas  que  o- 
poner  á  sus  enemigos.  Dema- 
siado cobarde  para  atreverse  á 
despertar  el  valor  de  sus  subdi- 
tos» ne  salía  de  su  palacio  si* 
no  para  ir  á  la  iglesia.  Incapaz 
de  combatir,  imploró  por  ulti- 
mo la  clemencia  de  Atlila  é  hi- 
zo un  tratado  vergonzoso,  ce- 
diéndole un  vasto  territorio  al 
mediodía  del  Danubio^  desde 
lauruno  (Belgrado)  hasta  Nova, 
ciudad  de  Tracia,  y  «obligándose 
á  pagarle  un  tributo  anual  de 
dos  mil  libras  de  oro,  y  otr^s 
seis  mil  por  los  gastos  de.  la 


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guerra  ^t}}.  La  paíbreza  da  los 
i  pueblos  7  la  iofidelidad  de  loa 
recaudadores  de  impuestos  bt- 
«ioron  que  el  pago  de  esta  suma^ 
fuese  lento  y  dificil. 

Enmedio  del  desaUeuto  de 
Jas  provincias,  de  4os  terrores 
de  la  corte  y  de  4a  ^gnoaainte 
del  imperio»  Aaiinuole,  ciudad 
de  Traoia^diómngraude  ejem- 
plo<de  ¥alor  rocnano«  Sus  ba- 
Jbitantes,  no  querieude  recono* 
eer  aquella  paz  afrentosa»  salen 
de  sus  murallas,  aiacau  á  los 
bunos,  aumentan  su  uiknero 
€oa  mucbos  desertores  y  ^la- 
iros,  fermaii  uo  efércUe,  dan 
liet»Ha  á  loa  bárbaros,  los  de- 
notan,  y  los  obligan  A  salir4e  au 
territoaio.  Attila  se  quejó:  Teo* 
dosio  ordenó  á4os  asímuntinos 
-que  eymrpUesea  el  tratado-,  pe- 
•ro  ellos  resistieron  á  4a  «corte 
•como  al  enemigo,  y  respondió*» 
ron  que  nunca  mirarían  como 
ley  el  desonor.  ÁIMIa  y  Toe- 
«dosio  cedieron  á  su  firmeza^ 

Uno  de  4os  articules  de  la  paz 
obligaba  al  «aperador  á  entre- 
^  gar  al  rey  de  ios  hunos  todos 
loa  aleoaanes,  godos  y  acüas 
^e  babian  desertado  de  sus 
tenderas  y  pasado  á  las  iropas 
imperiales.  Los  romanos  oo  pe- 
sian resolverse  á  sacrifiaarr,  en- 

<t)    Jarn.  Mer\  i4hih.  $ap.  ^. 
TOMO  XV. 


iXFBino*  8t 

tregiodoloaiunsupl^  segu* 
ro,  tantos  oficiales,  cuyo  Talot 
hafaia  hicido  en  sus  lejiones.  El 
InOecsiUe  ÁUila  insUba  por  el 
cumplimiento  de  una  condición 
ian  durac  Teodosio  le  envió  una 
embajada  esperando  doblegar- 
le: trataba  de  gauar  á  Constan- 
xto^  aocretario  de  ÁtUla,  el  cual 
en  premio  de  su  condescenden- 
cia ecaijió  que  se  le  diese  en 
•casamiento  una  aMtrona  dis« 
tinguida  por  su  uacimianto  y 
Jiermosura:  la  viuda  del  jeneral 
Armado  fué  la  victima  que  se 
sacrificó  ontonces  por  las  vidas 
4e  muchos  guerreros^ 

El  historiador  Prisco,  y  Mac* 
aimiQO,^mbajadores  de  Teodo- 
sio, pasaron  á  verse  «con  Attila. 
¿a  relación  que  Prisco  compuso 
de  este  viaje,  da  á  conocer  df- 
cunstoBciadamente  las  costum- 
bres de  estos  feroces  ^conquista- 
dores* Habla  pasado  ya  el  tiem- 
po en  que  los  emriados  remanos 
didabau  leyes  á  los  monarcas,  y 
trazaban  con  sus  bastones  eü 
círculo  de  donde  no  debian  salir 
sino  jurando  obediencia  i  los  sén- 
iores del  universo.  Los  legados 
del  emperador^  recibidos  con 
•desdefiosa  altivez,  sufrieron  u- 
millaoiones  que  vengaban  á  Un- 
tos reyes  abatidos  por  el  orgullo 
romano.  Tuvieron  que  esperar 
'muchos  diss  antes  de  serles  peiv- 
11 


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82 


mrroftiÁ 


miUdo^Mreatse  4  la  residencia 
del  veiieedor%  ¡Qué  e8t>ectáevio 
p«ra  los  qae  acjlian  de  salir  dé 
Coostaotinopla/doode  casi  todas 
lascases  erao  palacios  embetle^* 
cides  coo  todo  el  lujo  de  Orieo- 
te  y  todas  las  artes  de  Grecia  t- 

Los  embajadores  de  no  cesar 
llegan  como  suplicantes  á  la  l»l« 
dea  real  de  AUila,  eayó  palacto 
era  una  choza  entre  empalica- 
das y  algunos  torreoncHItos.  A- 
traviesan  por  entre  una  multitud 
de  guardias  vestidas  con  las  ro- 
pas magníficas  robada  á  I6s 
griegos  y  romanos,  y  se  Ven  O- 
bligados  á  umttlarse  delante  tle 
un  hombre  vestido  como  tintar- 
taro,  sin  adorno  alguno,  y  cuyo 
trono  era  una  silla  groáera.     *• 

Los  enviados  espusieron  con 
dignitad  el  objeto  de  su  misión, 
empleando  aquellas  frases  afec- 
tadas y  lenguaje  pomposo,  que 
Jiabian  consagrado  las  antiguas 
costumbres,  pero  que  no  «ran 
convenientes  á  un  pueblo  abati- 
do y  dejeoerado.  Attila  no  res- 
pondió á  sus  discursos  sino  con 
amenaias.  «¿Creéis,  les  dijo, 
vqne  pueda  quedar  en  pie  una 
Msola  ciudad  de  vuestro  imperio, 
»si  se  me  ocurre  destruirla?» 
Sin  embargo,  después  de  este 
primer  movimiento  de  cólera, 
se  templó,  les  dio  alguna  espe- 
ranza/ylos  convidó  *á  un  gran 


bahquete.  TamMen  traia  ra  m 
corte  á  los  embajadores  de  Vsi- 
lentiniano.  Unos  y  otros  ftteron 
colocados  en  la  mesaeo  lugar 
preferente  á  algunos  caciques 
bárbaros.  Durante  la  comida,  que 
fué  larga,  se  obligó  á  los  coovi* 
dadoS'á  beber  con  esceso,  segas 
)a  costumbre  del  Norte;  y  patñ 
vartar  los  placeres,  unos  bofo^ 
nes  entraron  y  '  represeuiaron 
escenas  cómicas:  después  combáis 
tieron  entre  sí  los  esclavos  mao^ 
rítanos;  y  en  fin,  los  guerreros 
scKaS  celebraron  con  btmnos  las 
victorias  de  su  rey.  Las  mujeree 
d^  estos  barberos,  mas  libres  que 
las  orientales^ eran  admitidas  eu 
los  convites,  y  las  esposas  de  At*» 
tila  cODlversaban  familiarmente 
con  los  estraojeros. 

El  rey  de  los  hunos  liabia  «ea- 
viado  á  Gonstantinopla  un  em«- 
bajador  llamado  Edecon.  Pul- 
quería tenia  entonces  poco  infia- 
jo  con  su  hermano,  goliernado  al- 
gún tiempo  hacia  por  el  eunuco 
Grisafio  su  favorito.  Este  vil  mi«^ 
nistro,  de  acuerdo  con  Yyilio 
su  amigo,  solicitó  corromperla 
Edecou  para  que  tramase  una 
conspiración  contra  4a  vida  de 
Attila.  Edecon  finjió  conseotlr 
en  ello,  y  et  buen  Teodosio  ai- 
probó  este  proyecto  homicida, 
á  pesar  de  su  acendrada  relijíoii. 
Edecou  informówde  todo  .¿  9a 


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DEL   BAJO 

rey-,  y  Attila,  mas  jcneroso  que 
los  romanos  de  aquella  época,  se 
desdeñó  de  lograr  una  vengan- 
za fácil,  pero  injusla,  en  losem- 
bajodores  que  tenia  en  su  corle. 
Eíílrelaülo    Vijilio,    que   les. 
liabia  servido  de  intérprete  al 
priac¡|v¡o  é  ido  después  á  Cons- 
tanlinopla,   volvió    al    campa- 
mento de  Attila,  trayendo  con- 
sigo   trescientas    libras  de  oro 
que  había  prometido  á  los  cons- 
piradores. Allila  le  manda  pren- 
der,    le  obliga  á    copfesar^   le 
perdona  la  vida,   y  envia  una 
nueva  embajada  á  Constantino- 
pía,   compuesta  de  Eslaw  y  O^ 
restes.  Cuando  fueron  admitidos 
á  la  audiencia  del   emperador, 
Eslaw  dijo:  «Hé   aquí  lo  que  mi 
»amo  rae  ha  encargado  ponga  en 
»tu  noticia. Teodosio y  Attila  des- 
«cienden   uno  y  otro  de  estirpe 
unoble.  Attila  ha  sostenido  con 
>isus  azañtís  la  dignidad  de  sus 
«abuelos;  Teodosio  por  su  debi- 
ilidad  se  ha  mostrado  indigno  de 
»lossuyos,y  se  ha  degradado  así 
»y  á  su  puebla,  consintiendo  en 
vpagar  al  vencedor  un   tributo 
»ignominioso,  y  así  se  ha  hecho 
«voluntaria  me  II  le  ^liervo  ti  el  que 
ule  es  superior  por  la  gloria  y  la 
«fortuna.  Debería,  como  vasallo 
•fiel,  obedecerle  y  respetarle,  en 
»vez  de  conspirar  como  ub  vil 
•esclava),  coiiira  &u  sc¿or.i» 


IMPERIO.  83 

El  descendiente  de  Teodosio 
el  Grande,,  sentado  en  uu  trono 
de  oro,  y  acostumbrado  á  solo  los 
acentos  de  la  adulación,  se  vio  ' 
forzado  á  oircon  tanta  vergüen- 
za como  terror  las  palabras  se« 
veras  y  la  justa  reprensión  que 
el  selvático  Attila  le  enviaba  des- 
de subilla  de  madera.  Se  enro- 
jeció, se  turbó,  tembló,  no  pudo 
responder,  entregó  en  poder  de 
Eslaw  á  su  eunuco  Crisafio,  y 
para  desenojar  al  vencedor,  le 
envió  por  embajadores  á  dos  de 
ios  personajes  mas  distinguidos 
de  su  corte,  Noramio  y  Anatotia, 
entrambos  consulares,  el  uno  le- 
.sorero  jeneral  y  el  otro  coman- 
dai  tede  sus  ejórcitoSi 

Lo  que  debe  parecer  eslraíío, 
y  se  esplica  sin  embargo  por  las 
inconsecuencias  del  alma  huma- 
na, es  que  en  l-^  misma  época  eu 
que  el  imperio  decaído  de  su 
grandeza  se  veía  indefenáo  y  es- 
puesto  á  las  invasiones  y  ultra- 
jes de  los  bárbaros,  la  memoria 
de  la  gloria  romana,  el  título 
de  cónsul,  y  los  veslijios  de  tan- 
to poder  y  de  tantos  triunfos 
inspiraban  todavía  algún  respe- 
to. La  elección  de  los  embajado- 
res lisonjeó  el  orgullo  agreste 
del  rey  de  los  hunos.  Suavizado 
con  este  oraenaje,  salió  á  recibir- 
los, perdonó  hasta  al  eunuco  y 
4ilÍQi¿rprele,  restituyó  al  impe- 


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84 


mstcmM 


i'io  lÉQckaf  iiadades,  átí  liber- 
lad  k  moeboi  cautHros,  dejó-  die 
fnsislir  en  que  se  ^e  efilTegfrra« 
los  desertores,  eofitlityó  h  par, 
y  recijitó  en  rescate  de  tñ  cabeza 
'  de  un  vil  evoeeoenormes  IribiF- 
los  que  «priaiian  el  imperio  y 
que  tiabrta»  bastado  para  cos- 
tear uoft  guerra  aloftiMiadav  eo 
lugar  de  pagar  con  ellos  oa  repo- 
so  SKI  onor  ni  seguridad. 

MVSRTB  DE  TEODOSIO.  —  (450). 

Foco  tiempo  después  de  la  con- 
elusiOD'  de  este  tratado^  eayó 
Teodoslo  del  estrello,  se^  rompkS 
la  espiaa  dorsal,  y  murió  á  los 
enapeut»y  tresafios  de  reinado 
y  cineueAta  y  tres  de^edad. 

Antes- de  eonlifuier  la  narrar 
don  de  nuestra  historia,  y  de 
hablar  de  Pulqitérie,.  sucesora 
en  el  trono,  genios  una  ojeada 
UJera  sobre  ftlg;|tooa  acoatecir 
mieolos  del  tirapo  deTeodosio 
y  sobre  el  código  que  lleva  su 
nombre.  La  debMIdacl  é  inca- 
pacidad de  Teodosiofbcuen  tan  eu 
Oriente  encarnizadasguerra&teo> 
lójicas.  Ncstorio,  obispode  Goos- 
tantinopl»,  enseñaba  qae  bebía 
dos  persogas  eolesucristo,.  como 
dos  naturalezas*  y  que  Alaría  no 
era  la  madre  de  EHod^  sino  la  ma- 
dre de  Cristo.  Este  prelado,  autes 
perseguidor  de  los  bereje»,^  se 
atrajo  por  esta  sutil  herejía  una 
tempestad  que  le  abrumó.  Ei 


emperador  1^  ora  Avorabiev 
aunque  Pdlqoéria  estuviese  de** 
clarada  contra  él.  El  concilü» 
jeneral  de  Efeso  so  reúne  para 
decidir  la  cuestlo»(f431>;  Sai» 
Cirilo  de  Alejandría  lo  preside. 
Désete*  te  primera  sesiOD,  coii>» 
denatt  y  deponen  ai  beresiareav 
Juan  de  Antioquía,  á  quiéu  no 
sebabia  querido» aguardar»  tíeae 
uu-coocHiábuio,  ea  donde  isa 
vez  depone  á  Clriio  y  al  obbpo 
de  Efeso..  Loa  ánimos  se  ecsas-^ 
pera  ron  mas  y  mas,  y  las-  acuta'^ 
Clones  recíprocas  fueroO'  iguali^ 
mente  vivas  y  amargas.  Teod«>» 
sio  aprobó  eu  fin  el  fallo  del 
concilio.  Néstorio  fué  relegado» 
pero  el  nestorieoismo  no  ae  des* 
trnyó.^  Aun  subsisto  ea  naueboa 
paisas  del  Oriente. 

El  emperador  e»  *35  mandó 
quemar  públicamenta^  los  libroa 
de  los  nestorianos,  y  proibió  so* 
pena  de  conflscaciou  de  todoa 
los  bienes,  dar  asi  lo  áesloa  nova- 
dores para  que  tuviesen  reo* 
nion  alguna.  Decretó  la  pena  de 
muerte  contra  los  refractarios. 
Rfandó  que  los  obispos  y  los  dé- 
rtgos  infectados  con  este  error» 
fuesen  arrojados  de  las  iglesiaa» 
y  los  legos  anateoiatizados.  0¥- 
vídábase  que  semejantes  rigores 
babian  aumentado  loa  progresos 
y  las  violencias  del  arrianisaao. 
La  esperieocia  probó,    y  hoy 


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Google 


De&    BAIO 

«>QvreDe'tt)d<)eíimimIb,  en  que 
eoD  mascnoiteracion,  »e  hubiera 
servido  mejora  la  l^ie^ia. 

La  devocioa  de  Teodoftro-diC'- 
tó  una  ley  por  la  cpal,  los  Neo- 
nes de  Iob^  eclesiásticos  y  de  los 
monje»,  iBueptos  sin  beredero», 
se  entregaron  á  I os^  monasterios 
yk  las  iglesias.  Hasta  etitonces 
babían  entrado  en  el  (i»ot»..  Los 
frailes  con<iervaron  por  mticho 
tíempoel  usuítuto  y  la  propie- 
dad de  su»  bienes. 

Aunque  hubo  pocos  hombres 
meóos  capaces  que  Teodosjo  II 
paru  sostener  el  papd  de  lejis- 
lador,  ejecutó  sm  embargo  un 
proyecto  de  lejislacion,  que  me- 
rece ocuparnos-  algunos-  instan»- 
tes.  El  código  que  lleva  su  nom* 
bre  ha  caucado  solo  la:  Tama^  de 
•sle  príncipe;  monumento  com- 
éoslo de  los  restos  de  la  lejis- 
taüion  anligua,.semejaiUes  á  co- 
lumnas erijídas  con<ei  bronce  a - 
kandoaado  en  un  campo  de  ba 
lallav  monumento  de  vida  p«ra 
los  bárl»aro»)  de  muerte  para  los 
romanos,  y  colocado  en^el  lími- 
te de  los  dos  mundos.  Hizo 
componer  un  códiga  en  donde 
no  sedió  entrada  sino  á  las  leyes 
de  \m  emperadores-  cristianos, 
edictos,  n>andamientos,  órde- 
nes, actas  y  decretos  del  conse- 
jo etc.,  y  al  publicarle  declaró 
que  estas  leyes  serían  solas  las 


autoríiadbs  pfi   eP  miperio.  Va* 
lenttniano  IH  adoptó  el  código 
para  el  Occidente,  y  las  leyes  que* 
se-le  añadieron  después-  se   lia*- 
morón  Nuevas^ 

Los  críticos  notan  grandes  de«- 
rectos  é  imperfecciones- en  esta 
recopilación,  muchas  leyes  trunu- 
cados^ oscuras,  muí  arregladas,  y 
algnnas  marcadas  con  el  sello  d^ 
la  superstición.  Sin  embargo  lo 
bailan  preferible  al  que   le  sus» 
títuyó  Justíoiano.  Cosai  singular 
es  queel  código  Teodosiano  sub* 
sisiiese  únicumeate  noventa  a- 
ñosentrelofr  orientales,. y  en  Oc- 
cidente basta  después  dala  rui- 
na del  io^erio^Los  visigodos  lo> 
miopíaron.   Desapareció  en   lo« 
Siglos  de  ignorancia;  sacósele  de 
la  oscuridml  en  el  siglo  XVI,  y 
Jacobo  Godefroy,  jurisconsulto* 
parisienses  lo-enriqueciiS  con  un^ 
comentario  de  mucho  utéritoi 

Poco  tiempo  después  de  la> 
publicacion^de  su  código^  dero- 
gó el  emperador  una  ley  mala 
de  Constantino,  que  proibia  á 
los  poseedores  de  tierras  en  A^ 
sia  disponer  de  ellas^  ui  aun  por 
lestamento-j  sino  t^ni^ipuna  ca^a 
en^  ConstanUnopla.  Demasiado 
se  agraudun  las  capitales  sin  a- 
eudir  á  viiis  taaodtosas. 

De^  adfl^rar  es  que  un  prín- 
cipe tan  devoía  bubtese  facili- 
tado eldivorcio^que  Constantino 


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9$. .  flufftnuá. 

y  Hoaorio  tiáUpo  keeko  t&a  di- 
ficil.  Abolió.síis  leyes,  respecté 
á  este  punto  .cono  demasiado 
duras  declarando  que  se  t(u^ 
Tieseo  á  las  antiguas  leyes  ro* 
manas  j  a  las  decisiones  de  los 
«ntigups  jurisconsultos* 

ÁDVfilflIflBlITO    fB     pUUIDBaÚ 

A^TBOHO. — Necesario  era  para 
levantar  el  imperio  decaído  un 
carácter  heréico:  los  grandes^  él 
«jército,  el  senado  y  el  pueblo 
cojocaroA  en  el  trono  á  Pulque- 
ría, y  la.  proclamaron  emp^ra- 
tri?.  Esta  fué  la  primr  vez  que 
reinó  una  mujer  aotíre  los  ro- 
manos. 

Comencó  su  reinado  por  un 
«cto  de  vengania,  que  lo  bu; 
iMera  sido  de  justída,  á  haber 
observado  Jas  formas  légales* 
£1  eunuco  Crisafio  fué  degolla- 
do á  las  puertas  de  palacio  sin 
formación,  de  causa.  £1  valor  y 
los  talentos  de  Pulquería  la  ha- 
xian  merecedora  del  cetro*,  pero 
«t  gobierne  de  una  princesa, 
contrario  á  la  costumbre^,  po- 
día escHar  descontento,  y  «para 
«vitarlo,  casó  ^con  Marciano, 
medio  bq^bre  de  espada  y  me- 
dio bombre  de  pluma^  y  que  en* 
ionecs  ienja  sesenta  años^  le  dio 
la  púrpura,  y  le  obligó  á  jurar 
que  respetaría  siempre  su  po- 
der y  su  castidad  (451). 

Mariana  y  Arcadia^  bermáuas 


de  la  emperatríx,  hablan  hecho 
como  ella  voto  de  virjinidad, 
y  todas  tres  lo  habiao  escrito 
en  tablas,  adornadas  de  dia- 
mantes, qu^  se  depositaron  en 
la  iglesia  de  santa  Sofía.  Des* 
de  entonces  renunciaron  á  U 
a>nver$ación  de  los  hombrea, 
menos  á  la  de  los  frailes;  el  pa* 
lacio  era  ún  convento,  y  la  cor* 
te  una  comunidad  frailesca. 

Marciano  Justificó  la  elección 
de  Pulquería  por  su  carácter 
árm.e  y  prÉdeote.  Era  n^turtfl 
de  Tracia,  de  familia  pobre:  fué 
sirvienta  diexiaueve  años ,  y 
después  militó  con  los  jenera- 
les  Aspar  y  ArdábuHo:  se  dts** 
tinguié  bajo  sus  órdenes  en  Per- 
sia  y  en  África.  Guando  Aspar 
fué  derrotado  en  África  por  los 
vándalos.  Marciano  se  halló  en 
el  numero  de  los  prisioneros  de 
Jenserico.  Cuenta  Procopio  (d^ 
Mel.  Vand.  tib.I),  que  esperando 
sii  suerte  se  tendió  en  el  suelo 
y  se  durmió  en  el  patio  del  rey. 
£1  calor  era  ardiente;  un  águila 
bajó  y  se  posó  entre  él  sol  y  el 
rosero  de  Marciano  para  hacerie 
sombra.  Jenserico  16  vio,  mara- 
villóse, y  si  hemos  de  dar  cré- 
dito á  tan  miserable  fábula»  de- 
volvió la  libertad  al  prisionero 
prejuzgando  sil  futura  grandeaa. 
Su  mérito,  que  solóse  encuentra 
en  las  clases  inferforea  cuando 


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las  naetcmes  decaen^  Te  granjeo 
la  eslimacioQ  jeueral,  j  su  mo- 
destia le  defendió  contra  la  en- 
vidia. Ha  sido  alabado  por  Sao 
Leoa  el  grande(l).  diciendo  que 
tenki  el  corazón  superior  al  di- 
nero y  al  terror.  Habiendo  su- 
bidaal  trono,  reformó  con  sa- 
bias leyes  los  abusosde  una  tira- 
nía que  hubia  gravitado  sSbre  él 
por  mucho  tiempo,  y  se  mostró  j 
tan  suave  para  los  pueblos,  co- 
mo altivo  para  los  eneralgos.. 

Attila  le  pidió  altaneram^nle 
el  pago  de  los  tributos  estipula- 
dos por  Teodosio.  Marciano  le 
respondió:  uPasó  ya  el  tiempo 
jide  insultar  impunemente  la 
)>majestad  imperial.  Yo  daré  de 
»buena  gana  subsidios  álos  prín- 
«cipes  aliados  que  me  sirvieren 
•con  fidelidad-,  peraá  lasamena- 
»zas  responderé  con  valor,  solda- 
idos  y  armas,  n 

''  Apolonio,  enviado  de  emba- 
jador al  rey  bárbaro,  le  habló 
en  el  mismo  tono.  Attila,  enfu- 
recido, amenazó  arruinar  el  im- 
perio y  borrar  del  mundo  el 
nombre  romano,  y  escribió  en 
eslos  términos  á  los  dos  empera- 
dores: «Attila,  tu  amo,  te  man- 
ada que  prepares  tu  palacio  pa- 
»ra    recibirle:   porque    pronto 

(i),  Leo.  ep.  89,  f/.  616.  —  Jif. 
e/7.  94,;>,  628, 


«ira  a  él  á  dftrtesifs  órdenes.» 
Sin  embargo,  comoestegue- 
rrero  era  aun  m-as  hábil  que  fe- 
roz, apenas  supo  las  disposicio- 
nes que  lofnaba  contra  él  Mar- 
ciano^ temiendo  pelear  con  un 
príncipe  belicoso,  le  dejó  erv 
paz,  declarando  que  relardal>« 
la  conquista  del  Oriente  iiasi» 
haberse  apoderado  de  la  G^ilia  é 
Italia,  y  marchó  acia  estos  pap- 
ses;  pero  la  suerte  les  restituyó 
un  guerrero,  prolejido  algún 
tiempo  por  Attila,  y  que  bien 
pro€ (o  torneando  las  armas  con- 
tra él,  le  impidió  ejecutar  sus 
vastos  designios,  y  puso  un  gran- 
de ostáculoá  sus  furores. 

Aecio,  después  de  la  muertO' 
de  Bonifacio^,  se  biibia  retirado 
al  pais  de  los  hunos,  y  volviendo 
mas  terrible  contra  Roma  ai 
frente  de  sesenta  mil  de  esloi 
bárbaros,  inspiró  tant'>  miedo  á 
Placidia,. que  la  obligó  á  recibir- 
le y  fiarle  el  gobierno  del  impe- 
rio y  la  tutela  de  Valentiniuno, 
asegurando»  su  reposo  á  fuerza 
de  debilidad;  pues  la  corte  de 
Uavena  se  libertaba  de  un  ene- 
migo poderoso,  y  adquiría  uu 
apoyo  funnidable. 

Aecio,  tres  veces  cónsul  y  co- 
mandante Jeneral  délos  ejérci- 
tos, fué  dueño  del  poder  supre- 
mo con  el  título  áe  duque  de  los 
romanos  occidmtales.    Yalenti- 


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88 

niano  scílo  eraierv^S  el  Oe  em^- 
TAdor^  y  gozó  trinqailaineDie  de 
los  placeres  de  upa  corte  Frai- 
lesca 7  corrompida^  mientras  «a 
general  sosteoia  ef^pbao  de  los 
negocios  y  Mlvába  el  imperio 
JH  eo  la  misma  orilla  ded  preci* 
|>¡cio. 

Este  guerrero   era   scita  de 
"oacímieoto.  Su  padre,  llamado 
"Gaudeucio,  babia-casalo'coQuoa 
Tomatia.  Aecioeo  su  javenlud 
-airvió  de  reen,  primero  'eo  el 
'campameoto  de  Marico,  y  luego 
-en  el  de  los  hunos.  Bebió  ^u  'O- 
tevacion  á  su  fuerza,  á  su  talen- 
to, y  á  su  hermosura.  Graadml* 
rabie  su  habilidad  en  todos  los«- 
"jcrcidoSy  s«  paciencia  en  ios>re. 
"veses,  su  ^a<lor  en  los  riesgos. 
^Se  decía  de  él  que  era  tan  difi- 
cil  tngañarlo  y  $edtieirlú,  eomo 
'íntimidürlo. 

¥ehh  en  los  combates,  y  á- 
bil  en  las  oegocíacioiies»  oMigó 
;á    los   bárbaros  i  respetar  las 
•fronteras  de  Italia  ^   protejió  á 
4os  britannos  contra  los  pueblos 
del  Norte,  restableció  la  auto- 
ridad4eAomaen  una  parte  de 
Italia  y  de  4as  GaKas.  Venció  á 
los  helvecios  y  á  los  francos^  y 
los  obligó  á  combatíccomo  vau- 
filiares  bajo  los  estandarts  •ro- 
manos. 

Cuando  «en  él  tiempo  1de  su 
desgracia  estuvo  refujiado  en  el. 


reino  de  XtfRa.wliiMttsy^wi. 
go  de^te  conquistador  en  ^«yo 
podor  dejó  aso  hijo  Carpíl».  Al 
tomsr  después  las  riendas  det  am- 
perio, 4a  flaqueza  del  ejército,  In 
tlebitidad  déla  nación  jr  el  agotan 
mienito  del  tosora,  le  obligaron 
á  pagar  tributo  «I  rey  de  los  h«« 
•nos,  Uen  á  pesar  de  su  altivez, 
porcetardarlaiíempestadque  a- 
menazaba  al  Ocoídeate. 

Aprovechándose  «on   habili* 
dad  de  las  éíscordias  que  entre  ü 
toAíao  siempre  ios  bárbaros,  ga- 
I  né,aiin  bajo  ol  reinado  del  for- 
midable Attila,un  cMrpo  nn- 
moroso  de  hunos  y  alanos,  sa*- 
oíaodosu'codicia  con  los  terre- 
nos fértiles  que  les  cedió  cerca  de 
Valencia  del  Ródano  y  .de  A«* 
rellano  (Orleans). 

Otro  peligro  ecsijia    ademái 
toda  la  atención  de  su  prudencia, 
todos  los  esfuerzos  de  su  valor^ 
La  dominación  de  (os  godos  en 
Aquitania  se  afirmaba;  y  des*- 
fues  delreinado  glorioso  de  Wa^ 
•lía,  su  fundador^  subió  al  trono 
Ceodorjco,  hijo  del  grande  Ala- 
•rico,  y  gobernó  con  -esplendor^ 
9fo  contenió  <^on  sus  posesiones,  * 
-quiso  apoderarse  de  la  provincia 
remana,  y  sitió  á  Arélate.  Aecio 
le  obligó  á  levantarel  sitio;  poro 
los  visigodos  y  burguodíones  hi» 
cieron alianza  yntacaron  los-pri* 
meros  á  Narbona,  y  los  segu»- 


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CfEL   BAje 

dos  la  Béljica.  El  jeneral  romano 
se  puso  al  frente  de  su  caballe- 
ría oiana  y  scila,  derrotó  á  los 
burgundiones  con  muerte  de 
veinte  mil  de  ellos,  y  dio  á  los 
que  se  escaparon  del  combale  ufl 
territorio  en  la  Sabandia  (Sabo- 
ya).  Al  mismo  tiempo  fueron 
sorprendidos  y  atacados  ocho  mil 
godos  fwr  su  higarteniente  Lie- 
torio,  y  con  esto  quedó  Narbena 
libre. 

Después  de  tan  brillantes  vic- 
torias volvió  Aecio  á  Italia;  pe- 
ro Lictorio,  con  una  tropa  de 
hunos  marchó  t<íni«rariaracnte 
contra  Tolosa:  Teodorico  le  pre- 
sentó batalla,  le  derrotó,  puso 
6u  ejércHo  en  fuga,  y  le  Iiíeo 
prisionero.  Este  revés  obligó  á 
Aecio á  volverá  ta  Galia:  reunió 
sus  fuerzas,  marchó  contra  el 
rey  de  los  godos,  y  cuando  los 
ejércitos  se  dieron  vista,  en  lu- 
gar de  pelear  negociaron  y  con- 
cluyeron la  paz. 

Teodorico,  con  el  objeto  de 
civili'zar  su  pueblo,  envió  sus 
liijos  á  estudiar  la  literatura  á 
las  escuelas  mas  célebres  de  la 
Galia,  y  procuró  apartar  á  sus 
vasallos  del  habite  cenlínuo  de 
la  guerra,  y  afícion&rlos  á  la  a- 
gricultura  y  á  las  artes  de  la  paz. 
Trató  de  asegurar  su  tranquili- 
dad haciendo  ulianza  con  los  re- 
yes, cuya  a  mbieioo  le  daba  que 

TU&IO   x\\ 


TMPEMO.  99 

temer-,  y  asi  casó  una  de  sus  bijas 
con  el  príncipe  de  los  hunos,  y 
la.  otra  con  el  délos  vándalos. 
El  écsrto  engañó  sus  esperanzas, 
porque  la  mayor  quedó  viuda 
poco  después  áe  su  matrimonio, 
habiendo  muerto  su  esposo  Hun- 
nerico  en  una  conspiración.  La 
segunda  «staba  reservada  á  ma- 
yores infortunios.  Su  suegro 
Jenserico,  r^y  de  los  vándalos, 
bárbaro  y  desconfiado,  creia 
que  todos  eran  capaces  de  co- 
meter los  mismos  crímenes  que 
él.  Temido  y  odiado  jeneral- 
mente,  temblaba  de  los  mismos 
á  quienes  era  formidable.  Sos- 
peofaó  que  su  nuera  solicitaba 
emponzoñarlo^  mandó  cortarle 
las  narices  y  lasorejas,y  la  envió 
á  su  padre  tan  orriblemeqte  mu- 
tilada. 

El  rey  de  los  godos,  indignado 
de  esta  atrocidad,  juró  vengarse 
de  tina  injuria  tan  cruel,  y  con- 
cluyó con  los  romanos  un  tra- 
tado, cuyo  objeto  era  derribar 
del  trono  á  aquel  asesino,  y  e- 
char  á  los  vándalos  del  A- 
frica. 

Jenserico,  para  apartar  este 
peligre,  aunque  en  todas  partes 
se  le  aborrecía,  encontró  «a  el 
feroz  Attíla  un  aliado  digno  de  él. 
El  rey  de  les  hunos,  sin  perder 
tiempo,  se  valió  del  pretesto  o- 
írecjdo  á  su  «mbicion,  y  al  fren- 
12 


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90 

le  de  ra  Domeroio  ejercito  io- 
▼adió  la  Galla,  lio  que  al  fríñ^ 
cipio  hubiese  ostárolo  que  de-- 
tuviese  aquel  torreóle  devas- 
tador. 

,  La  justicia  es  lau  necesarta  4 
los  ombres,  que  auu  es  Invo* 
cada  por  los  que  meóos  lá  respe- 
tan; y  al  comenxar  la  guerra 
mas  injusta^  los  priocipes  am» 
biciosos procuran  con  manifiestos 
engtffiará  los  que  oprimen,  á  los 
pueblos  que  esquilman,  y  i  per- 
suadirlos que  solo  se  arman  por 
sostened  derechos  lejftimos.  El 
mismo  bárbaro  Atlila  creyó  coo- 
Teniente,  al  pasar  el  ftin,  Juati^ 
ficar  su  agresión,  reclamando  la 
mano  y  la  dote  de  la  princesa 
Honofia,  hija  de  Placidia,  que 
aunque  taofeo^  estaba  enamora- 
da de  su  gloria  selvática,  y  di- 
ciendo qiie  iba  á  colocar  en  el 
trono  de  los  francos  al  hijo  ma- 
yor de  Clodion,  desposeido  por 
Bleiroveo.  Habla  un  siglo  que  es- 
te pueblo  ocupaba  ÍaTocsandria> 
que  era  una  parte  de  la  péljica, 
y  los  países  situados  sobre  las  o- 
rillas  del  bujo  Rin.  Elejian  sus 
reyes  de  una  fsmílía  que  después 
se  llamó  Merovinjia,  de  Mero- 
veo,  hijo  dar  Giodion«  Algunos 
autores  dicen  que  el  primer  rey 
fué  Merobaudo,  caudillo  valien- 
te, que  sirvió,  según  heñios  vis- 
to^ en  los  ejércitos  romanos.  Pa*^ 


rece  que  el  Irooo^  eredftorioea 
U  familia^  no»  pasalia  precisa- 
mente al'  hijo-  meyor^  sino  el 
principela  proélamal^et  poe« 
blo  por  flMS  digno.  Después  do 
la  elección»  la  levantabaío  en  al* 
to  sobro  un  escudo:  ceremonia 
alusiva  á  la  necesidad  de  soste- 
nercon  las  armas  el  poder  fun* 
dado  por  ellas.  Loa  principes  d€i 
familia  merovinjiana  Uevabao 
para  distinguirse  largas  cabellar 
ras,  por  lo  cual  se  les  llamó  reyes 
crinitos  (cabelludos).  Los  demás 
francos  se  afeitaban  el  p0lo  do 
detrás  de  la  cabeza,  y  usaban 
largos  bigotes.  Se  distingttiao  de 
los  otros  bárbaros  por  su  eleva*^ 
da  estatura  y  la  fiereza  do  sus  o» 
Jos  azules:  su  vestido  era  estre- 
cho, su  espada  larga,  y  su  escu- 
do tan  grande  que  les  cubría  to- 
do el  cuerpor  Corrían  con  suma 
rapidez:  atravesaban  á  nado  ríos 
muy  grandes:  sobresalían  en  el 
manejo  del  hacha  y  disparar  dar- 
dos, y  hablan  adquirido  reputa- 
ción de  muy  valientes  por  sus 
azaftas.  Se  cree  que  la  nación 
de  los  francos  era  una  confede- 
ración de  tribus  pertenecientes 
á  diferentes  pueblos  de  Jerma- 
nia,  y  que  debían  su  nombre  al 
amor  de  la  libertad. 

Otra  confederación,  formada 
del  mismo  modo,  dio  é  los  que 
la  componían  el  nombre  de  a/f« 


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TfEl  3A90  fMPERIO. 


91 


rnnnm,  probablemente  para  dar 
á  entender  que  eran  hombres 
descendientes  de  todas  las  nacio- 
nes del  Norte.  El  primerode  los 
reyes K;a be Uudos  de  que  se  citan 
■eonqifistas  en  la  GaHa,  fué  Cte- 
diort:  residía  en  una   fortaleza 
llamada    Díspargo.    Este    rey, 
^teodoáHoma  ocupada  en  f  ta- 
ba centra  los  bárbaros,  y  encon- 
trando indefensa  4a  segunda  Sel- 
jica^  se  apoderó  de  Camaraco  y 
Turnaco*(CíMnbrai  y  Turnai^,   y 
llevó  sus  arduas  ba^a  las  riberas 
4el  Soma.  Mientras  que  orgulio- 
«o  por  sus  victorias  celebraba  las 
bodas  de  su  hijo,  y  todo  su  cas^ 
pose  entregaba  á  laembriaguez, 
inseparable   entre  los   bárbai^os 
4le  semeja  ates  íie!$ías,   fué  sor- 
prendido por  la  noche  entre   las 
alegrías  de  un  bannuete  por  ei 
infatigable  Aecio.  Los  francos> 
samerjidos  en  «i  vino,  ni   tuvie- 
ren fuerzas  ni  tiempo  para  to- 
mar las  armas:  los  romanos  de- 
cribaron  les  mesas,  robaron  efl 
campameiUa.cojieron  los  carros, 
y-se  llevuF'OncauHvos  á  la  prin- 
cesa y  á  todas  las  mujeres  que  la 
acompañaban  en  sus  bodas.  Clo- 
dion,  obligado  á  imp,  reparó  es- 
le^revés,  concenlrando  susfuer- 
Eas,  y  peleando  tan  valerosa^en- 
^contra  Aecio,  que  este  hábil  je- 
4ieral  no  pudo  quitarle  sus  con- 
^isias^^iUFe  las'cuale$  se  «con* 


tában  las  ctnáades  de  Treviros  y 
Colonia. 

Cuande  Clodion  murió,  sus  dog 
hijos  se  disputaron    «1    trono: 
Merovco,  el  menor  de  ellos,  fué 
á  Roma  á  jmpbirar  la  proteccioa 
de  Valen  ti  nía  no.   Aeci»  trató  á 
esie  príncipe  como  si  le  habiese 
adoptado  por  hijo;  le  prometió 
grandes  socorros,  y  le  envió  á  It 
Galiai^lmade  de  preseiftes.  Al 
mismo  tiempo  solicitaba  su  er* 
mano  mayor  la    protección  de 
Atl4la,fueeDtróen  laGalía  ac- 
cediendo á  su  demanda,  y   le 
prometió  el  cetro  que  los  roma* 
nos  le  hablan  quitado. 

El  otro  motivo  de  Atlila  para 
esta  guerra  parecería  mas  no- 
velesco que  histórico,  «  las  pa- 
siones umanas  no  hiciesen  mu- 
chas veces  verdadero  lo  que  es 
inverosímil.  La  princesa  Hono- 
ria  se  había  dejado  seducir  por 
un  camarero  llamado  Eujeaio. 
La  severa  JPIacidÍQ,  su  madre,  la 
desterró  de  su  presencia,  y  la 
envió  á  Constanünopla.  Hono- 
ria,  ardiente  y  apasionada,  no 
pudo  tolerar  la  vida  frailesca 
observada  en  el  palacio,  que 
habían  convertido  en  convento 
Polquéria  y  sus  hermanas.  La 
fama  de  Attila  encendió -su  fer- 
iente fantasía:  las  costumbres 
selváticas  de4os  biiaos,  y  la  Ge- 
4te2a  de  «u  4ney,  le  parecían  pre- 


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92 


■IftOKIA 


ferible8alórdealrigofy>sa  de  la 
corte  bizantina.  A  despecho  de 
au8  obligaeionea  de  majer,  prin- 
cesa y  romana,  escribió  al  bár- 
baro, le  envió  sa  anillo,  le  did 
•u  fé,  y  le  conjuró  á  que  la  de- 
clarase esposa  saya. 

Al  principio  correspondió  At^ 
tila  con  frialdad  desdeñosa  á 
una  solicitad  tan  estramganle.v 
Acostumbraba  tomar  y  dejar  las 
mujeres  por  su  capricho,  sin 
someterse  á  los  lazos  de  un  cas- 
to imeneo;  y  el  palacio  rústi- 
co de  este  guerrero  feroi,  se- 
meXante*á  los  serrallos  actua- 
les del  Oriente>  estaba  lleno  de 
bellezas  de  diversos  países,  tra- 
tadas mas  bien  como  esclavas 
q^e  c^mo  esposas. 

Sin  embargo-,  cuando  formó 
el  designio  de  invadir  las  Galias> 
inspirado  por  la  ambición  po- 
lítica, no  por  un  frivolo  amor, 
pidió  á  las  cortes  de  Ravena  y 
Constantinopla  que  se  le  entre- 
gase á  su  esposa  Honoría,  y  que 
se  le  diese  en  dote  una  parte 
del  dominio  imperial;  renovan- 
do así  las  insolentes  pretensio- 
nes que  los  Tanjas,  sus  antepa- 
sados, habian  tenido  en  otro 
tiempo  con  respecto  á  las  prin- 
cesas de  la  China. 

Negóse  su  solicitud,  como  él 
aguardaba,  declarándole  que  la 
princesa  había  contraído  otros 


Imm,  y  que  ademán,  ta  costum* 
bre  romaiM  no  daba  á^  las  hea»» 
bras  derecho  para  tai  aucesioo 
del  itoperío.  La  ramHSi  de  Ho« 
Boria  Ifr  obligó  á^  casarse  con  uü 
hombre- de*  la  plehe,  y  la  deste* 
rró  á  un  pueblecilla  dé  Itatfa, 
donde  terminó  algunos  años 
después  su  vergonzosa  carrera. 
Batalla  db  chalons  ó  db  loí 

CAllPOS     CATALAUmCOS. —   ('fó4) 

Desde  que  Attila  dio  la  señal 
de  la  guerra^,  acudieron  i  sa 
voz  todos  los  pueUoa  bárbaros 
de  la  costa  dek  Báltico,  de  las  o« 
rulas  del  Volga  y  las  del  Danu-> 
bio,  y  se  reunieron  en  la  con- 
fluencia del  Bin  y  del  Niter 
(Neckar),.  sirviéndoles  de  guias 
los  francos,  que  militaban  con 
el  hijo  mayor  de  Clódion.  La 
Galla  consternada  y  medrosa» 
parecía  no  á  un  guerrero  aco- 
metido, sino  á  una  víctima  que 
va  á  ser  sacrificada^  ó  á  nn  reo 
sentenciado  que  camina  alsn- 
plicio. 

Los  historiadores  de  aquella 
época  describen  esta  invasión 
como  un  incendio.  Los  bárbaros 
mataban  indiferentemente  á  ni- 
Oos,  mujeres  y  viejos.  Muchas 
ciudades  perecieron  en  las  lla- 
mas: M  ediomátrico  (Metz)  que- 
dó enteramente  destruida,  sin 
que  la  ferocidad  de  los  hunos 
dejase  en  ella  masque  una  sola 


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MSL  MJIO 

capilla.  Los  «scritores  eciesiás- 
lieos,  como  de  costumbre,  cuen- 
tan Io&  milagros  que  detuvieron 
algunas  veces  la  marcha  de   a^ 
quel  pueblo  destructor.  Dicen 
que  las  oraciones  de  San  Lobo, 
obispo,  de  Troyes,  y  una  chica 
que  conduela  uaa  manada  de 
ovejas  que  después  ha  sido  ca- 
nonizada con  el  norabre^  de- San- 
ta Jenovev»>  conjuraron  la  tem- 
pestad, salvaron   á  París  y  a- 
partaron  á  Attila  de  esta  ciu- 
dad. El  rey  de  los  hunos  pasó  el 
Icaana  (Yonna),  cerca  de  Aiiti- 
8¡odaro(Auxerre),  y  se  acam- 
pó junto  a  los  muros  de  Aure- 
liano  (Orleaiis)>    donde  por  la 
vez  primera   encontró  puertas 
cerradas  y  almenas  guarnecidas. 
£1  rey  de  los  alanos  te  habrá 
prometido    secretamente      en- 
tregarte la  ciudad  y  la  guarni- 
ción-, mas  su  perfidia  fué  descu- 
bierta y   burlada.  San  Aignan, 
obispo  de   Aurelíano^  alentó  el 
valor  de  sus  compatriotas.  La 
guarnición  peleó  ostinadamente 
contra  los  sitiadores,  y  diu  tiem- 
po al  denodado  Aecro  para   ve- 
nir en  su  socorro.   El  jeneral 
romano    habia    hecho    alianza 
con  Teodorico,  rey  de  los  visi- 
godos:   entrambos     marcharon 
contra  los  hunos  con  un  ejérci- 
to imponente,  engrosado  con  un 
gran  número  de  burgundiones. 


nmitifh  93^ 

sajones   y  ripuaríos,  y  princi- 
palmente   con    un    cuerpo  db^ 
francos    intrépidos,    mandados 
por  Meroveo.  El  rey  de  los  hu- 
nos, informado  de*  su  procsimi- 
d£K],Jeyantó  el  sitio,  y  se  retiró 
para  juntarse  con  las  divisiones* 
que  habia  dejado  á  sus  espal- 
das. Los  romanos,  visigodos  y 
francos  te  persiguieron  sin  de^ 
japle  respirar:  en  fin,   los  dos  e  ^ 
jércHos  sedetuvierofl  en  las  lla- 
nuras   cataláunicas,     llamadas 
también    maurícianas,  ó  mau«- 
ricias,  que  según  Jomandes   te- 
nían de  largo  cien  leguas  y  de- 
dDcho  sesenta. 

Los  dos  ejércitos  s&  pusieron 
en  batalla^.  Una  colina  que  se 
eíevaba  insensrblemente,  ro- 
deaba la  Manuray  los  hunos  y  sus 
aliados  ocupaban  la  derecha;  los^ 
romanos  y  los  suyos,Ja  izquier- 
da. Allí  se  encontraba  reunida 
una  parte  considerable  del  jéne- 
ro  umano  (1),  como  si  Dios  hu- 
biese querido  pasar  revista  á 
los  ministro*  de  sus  venganzas, 
en  el  mon^ento  en  que  acababan 
de  llenar  su  misión:  iba  á  distri- 
buirVes  la  conquista,  y  á  desig- 
nar á  los  fundadores  de  los  nue- 
vos reinos.  Estos  puebles  envia- 

(l)     Stt  ergo  área  innumerahilium 
pof/ulorum  pars  illa  terrarum,  (Jor- 
1  oand.  cap.  36.) 


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94 


iraMuii 


doft  de  telloilof  Tioemes  de  le 
tierra» -fte  hablan  tolocado  bajo 
lasaos  baederas  del  muado  del 
proveair  7  del  mundo  pasado, 
de  AMila  7  de  Aeeio.  Con  les 
rocíanos  mardiebva  ?isigotlos, 
.  leli,  arrooricanes,  ga4o8»  braCe* 
nes^^ooes  burgundione8,eár* 
anatas,  alanos,  alemanes,  >ri|iBa* 
ríos  y  los  francos  mandados  ^por 
Veroveovcon  los  hunos  ^e  en- 
t»Alraban  otros  francos  y  élros 
tiurgundiones  los^ujios,  4os  he- 
Tulos,4os  torinjios,  los  ostrogo- 
dos y  los  Jépidos. 

Ktfila  ^arengó  á  %nt  acedados 
de  este  modo:  «Bespreoiai  á^ese 
«tropel  de  enemigos  desunidos 
«por  coaturabresfHengiiaje»  pe- 
4rro  asociados  por  el  temor*  Pre- 
»cipitaos  sobre  los  enlataos  y  los 
»godos,  que  son  los  que  consti- 
«tuyen  la  taerza  de  los  romanos: 
»el  cuerpo  no  se  puede  tener  en 
vpie^nando  se  le  arráncenlos 
)ibuesoa.  Vélor!  enciéndase  el 
MÍuror  acostumbrado.  La  espada 
»nada  puede  conira  los«valien- 
-tites,  ^en  presenoia  <de  la  orden 
»del  destino.  Esa  muUHod,  os-* 
«pautada,  <no  podrá  mirar  al  ros- 
«tro  de  los: hunos.  Si  el  suceso 
«no  meengaña,  ?ed«quí  el  cam- 
4>po  que  nos  ha  sido,  frome- 
•«tido  >por  tantas  victorias.  ¥0 
«arrojo^el  primer  dardo  al  ene- 
•«migo:  el  que  pretendiese  ade- 


üantarae  ni  SktfHa,  m#rirta^).« 
lornantea^^iistoriaior^e  lea 
godos,  díoe  que  en  toda  la  enti* 
gi&edad  no  ae  vieron  nunea  pa- 
siones mas  feraces ,  ad  naayor 
nimerode^eombatieniea:  que  la 
batalla  fué  espantosa, -aío  mfiae- 
eicordia  yain  cnartei.  La  espé- 
raasa^de  poder,  en  eonaeeieacia 
dele  Tictotia^  robar  7  deatraír ' 
aja  oatáculoa  y  á  aa  placer  loa 
faiaes  masnricos^el  mundo,  are- 
doblaba  el*  valor  y  denuedo  de 
lastropaa<de  Áttila.  Las  te  üke. 
Krio,  Teodorico  y  Mera^veo,  cook 
batían  con^el^furor  de  la*desea- 
peracion,  nojgnorando  ninguno 
flue  había  que  moair  é  "vencer 
por  salvar  la  iKbertad,  ooor,  fa- 
miliay  patria.  Si  los  hunos  que- 
daban  vencedores,  la  Xoropa  ae 
^umerjia  en  la  barbarie,  Taa 
grandes  impulsos  inflamaban  ^ 
valor,  y  no  permitían  4»ensar  en 
eomlrinaciones  eatraléjicas.  En 
Jugar  de  aMivímíento  ae  arroja- 
ban «noa^conlraotros,  7  aqneUa 
larga  batalla  solo  fué  «na  aspan- 
tesa«con(iision  en  que  lOtpelea- 
ba  cuerpo  á  cuerpo. 

MuaaafB  w  tbobomco.  —  La 
4Dasa  de  los  buoosconaigoló  pene- 
trar en  el  centro  de  sus  enemi- 

(2)  Prinms  ib  k&ÜÍM  4ela  «Myí'- 
^ciam,  Stquisfffotmertt  MUitmcpugmoM^ 
^eétm/errtf  H/mtím*tMí(¡io9»^mL  Ib.) 


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gos  y  separarle  de-his  alas.  Teo- 
dórico^  después  de  haber  hecho 
prodijios  de  valor,  cae  erido  y 
muere  rodeado  de-  sus  mas  vetr 
lientes  guerreros,  que  le  fórma^. 
ban  murftlla  con  sus  cuerpos. 

El  que  durante  su  vida,  dice- 
el  historiador  d©  los  godos,  no 
pudocontemplarsemejanles  co- 
sas, se  privó  de  un  espectáculo 
maravilloso.  Los  ancianos  del 
tiempo  de  la  infmicia  de  JoriKin- 
des,  aun  se  acordaban  que  un 
riachuelo,  quecnrrta al  tra^vésde 
estos  campos  heroicos,  se  engro- 
só de  repente,  no  por  las  lluvias 
sino  por  la  sangre  derramada. 
Los  heridos  iban  arrastrando  á 
este  rioá  apagar  su  sed,  y  bebmn 
la  sangre  con  que  ellos  mismos 
lo  habían  engrosado  (1). 

Cuéntase  que  los  arúspices 
consultados  por  Attila  le  hablan 
pronosticado    que    perdería    la 


( 1 )  Nam  9i  sénior  ibas  trtdere  fast 
est,  rivuhMji  memora  ti  campí  humtii  ri- 
pa  prolabtnr^  peremptorum  vujnerihus 
sangutne  muUo  provectus^  non  úuttus 
im&ribus ,  ut  *o/cAoí,  sid  Uquore  ton- 
uiiatus  insólito^  torrens  facías  esi  crmo- 
ris  augmento,  Rí  quos  i  ¡lie  cs^gtt  ¡n 
(widam.  süim  vuinus  infiuentá  mixta 
•lade  traxtrunt:  iia  constriUi  sorit 
mirabili  sordebani,  potantes  sangui^ 
nem  quem  Jmáért  saudati.  (Jorobad, 
vap.  40.)       V*  -  >fir 


OTPMII^  95 

bataUa,  pero  qo^-eneflá  perecea- 
rla su  mas  cruel  enemigo.  Cuan^- 
do  los  hunos,  «vaneando  siem^» 
pre;  entunaban  el  cántico  de  la 
vtclorM,.TvinsmundO,  príncipe' 
de  los  visigodos,  desprende  de- 
una  colína  con  el  cuerpo  de*re^ 
serv»,  desbarata  3  loa  bárbaros» 
anima  á  tos  aliados  y  mudulí» 
suerle  del  eombate-.  Arrójanse 
todos  sobre  los  hunos,  f  hacen 
en  ellos  un«  espatito^a  carnice^ 
ría.  Attila,  como  leoa  rujíenle, 
hace  inúirfes  esfuerzos  para  vol- 
ver sus  (ropas  á  la  pelea:  por  la 
primera  vez  el  terror  impide  oír 
sus  órdenesr  se  poneuenuida, 
y  se  refnjkín  á  s»  caoaf amento» 
dood:ese  alríDcheran,  según  su 
costumbre,  detrás  de  una  gran 
multitud  de  carros. 

La  victoria  cataláuníca  es  la 
última  gran  victoria  obtenida  en 
nombre  de  los  antiguos  dueños 
del  mundo.  Roma,  que  poco  á 
poco  se  había  estendida  hasta  las 
estremidades  del  mundo  cono- 
cido, volvía  á  entrar  poco  á  po- 
co en  sus  primeros  límites;  muy 
luego  iba  á  perder  eMmperioy 
la  vida  en  aquellos  mismos  valles 
de  los  sabinos,  en  donde  su  vi- 
da y  su  imperio  habían  princi- 
piado; y  de  este  jigante  solo  de- 
bía quedar  una  cat>eza  enorme 
separada  de  un  cuerpo  inmenso* 

Gubrian  el  campo  de  bata- 


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4la  cieato  sesetfta  7  flos  mil  cadá- 
veres. Los  Tiéígodos  trinofaoles 
proclamaroo  rcy-sobre  aquéllos 
aaügrieotos trofeos  al  Intrépido 
7urisiBiaodo.^te  acoose^  á  stis 
eliados  sUisr  el  campameBto  de 
Altila;  pero^el  aatoio  Aetle,  qve 
DO  temía  ya  á  ios  hunos,  y  que 
«reía  necesario  00  destruir  i  Al- 
lila  para  conservar  ales  godos 
•en  su  alianza,  se  opuso  -k  este 
^lesignio:  se-eneargó  de  defender 
las  Golias,  y  persuadió  íl  Turís- 
inundo  que  volviese  «  Tolesa 
para  asegikfbr  su  nuevo  4reno 
rontra  los  ri^Mrles  que  se  pudie- 
sen levantar.  Gespues  de  su  par* 
tida,  Aecio  y  Meroi^ó,  íncomo- 
•dandosin  cesar  al  rey  de  «les^u* 
Dus,  que  hubo  de  relirarse  por 
In  disminución  de  su  ejército.  5 
iú  falta  de  víveres,  le  vencieron 
en  muchos  reencuentros,  y  le  o- 
i)Kgttron  á  retirarse  á  Turiojia. 
iLos  hunos,  al  atravesar  el  paia 
de  losf  raocós,  cometieron  croel- 
dodes  orrendea,  degolíaroa  á 
-los  prisioneros  y  á  losTeenea,  é 
titcieron  despedaiar  por  caba- 
llos no  domados  á  dotoienlosjó- 
«venes.  £stas  atrocidades  fueron, 
después  4os  motivos  ó  pretestos 
vde  las  venganzas  que  el  hijo  de 
£lodoveoe}erci¿  en  Turin^a. 

ESPEDICION  DB^TriLA  «X  ITA-' 

xrA.*-*-(4S2)  A  tlila,  vencido,  mas 
410  desalentado,  esperó  vengar 


en  Italia  la  dimcfta  ^e^liaíMa 
sufrido  en  la  GalU.  Habiendo 
instado  de  nuevo  y  en  vano  á  las 
dos  cortea   imperiales    que  le 
entregatené  Honorla,  pasS  les 
Alpes  y  flitiéá  Aquileya.  fin  este 
xerco  se  airaron  los  hunos  per 
ha  primera  vez  dé  4aa  máquinas 
de  guevra^  empléattáo  las  artes 
de  la  civttizacioñ  para  destruir 
á  los  puebles  eiviHzados.  Los  re- 
manos,  ^Hendida  su   degenera- 
ción, hubieran  eidó  incapaces 
^e  resistirle;  pero  «n  cnerpo  de 
godos  que  militaba  á  su  sueldo, 
mandado  por  los  príncipes  Ala- 
rico  y  Ante  la,  4es  ínfondió  va« 
4or^<La  resisteneiafuétatt-  vigo- 
rosa   como    el    aAaque.    Bes- 
pues  de  tres  m«es  de  esfuerzos 
íttiitilea,  les  hunos  pedian  que 
te  ievantase-el  cerco;  cuando  At- 
tila:, al  ver  una  ciguefia  salir  de 
4o  alto  4le  nna  torre  de  la  ciu- 
dad» (Rjo  i  «US  soldados:  «Este 
apresado  nos  anuncia  una  vic- 
«ioria  pronta:  aquel  ave  domés- 
-•tica  «o  dejarla  su  nido  si  no  pre- 
iiviese  la  próceima  ruina  de  la 
«casa.»  Estas  palabras  llenaron 
á  los  tárbaros  desalentados  de 
esperaniay  ardor:  atácenlas  mu- 
caltas  de  Aquileya,   las  ioman 
por  esalto,  saquean  y  reducen  é 
cenizas  la  ciudad.  Afctila,  después 
de  esta  victoria,  noencontró  ro- 
manos armados,  «ino  esdaiñes 


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«^L   BAJO 

medrosos  que  sacriGcabao  su 
onor  por  salvar  so  vida.  Pata- 
vio  (Padua)^  Yicencia  (Vicen- 
za),  Verona,  Bergamo,  Ticioo 
(Pavía)  y  la  misma  Mediolaoosc 
-soroelieron.  En  esta  üUiffla<;¡u- 
<lad  vio  Attila  un  cuadro  que  re- 
prcsealuba  al  emperador  en  su 
trono,  y  algunos  príncipes  scitas 
postrados  ante  éh  mandólo  que- 
mar, y  puso  otro  en  que  estaba 
él  colocado  en  un  trono  y  dos 
emperadores  tributando  sus  te- 
soros á  sus  plantas. 

Estas  tribus  bárbaras  no  se 
contentaban  con  el  saffueo:  talo- 
lian  los  campos,  arrancaban  los 
árboles,  quemaban  >ki5  cabanas, 
Attila,  en  lugar  de  reprimirlas, 
las  escitaba  7  decía  con  orgullo, 
que  no  vohjBriaá  nacer  ia  yerba 
•en  el  sitio  por  donde  había  pasa* 
^0  su  eabüllo.  Tan  orrible  estra- 
go esparcia  en  todas  partes  el 
terror,  cuando  debiera  inflamar 
los  brioá;  pero  los  italianos  en 
lugar  de  defender  su  patria,  so- 
lo pensaban  en  abundonarla.  La 
Galia  Cisalpina  y  la  Venecia 
quedaron  desiertas^  y  sus  habi- 
tantes  buscaron  ri'fujio  en  las 
islas  vecinas  del  oaUnenle.  Sus 
murallas  eran  de  mimbres:  vi- 
'vian  de  la  pesca  y  no  tenías  mas 
riquezas  que  sus  góndolas  y  sal 
que  vendían  por  las  costas.  Casio- 
4orp  los  compara  i  pájaroé  acuá- 

TOMü    3LV. 


IMPERIO.  "W 

ticos  que  hacen  su  nido  enmedio 
de  las  olas  (t).  Véase  el  orijen 
de  esa  opulenta,  de  esa  misterio- 
sa, de  esa  voluptuosa  Venecia, 
cuyos  palacios  entran  hoy  en  el 
fango  de  donde  salieron. 

Las  emigraciones  la  robuste- . 
cíeron:  el  interés  común  unió  á 
los  desterrados:  la  necesidad  cs- 
citó  su  industria  y  los  hizo  co- 
merciantes. La  república  que 
formaron  se  componía  de  doce 
islas,  gobernadas  cada  una  por 
un  tribuno.  Sa  estado  naciente  se ' 
cüttisoHdó  bajo  la  protección  de 
'los  ostrogodos,  y  'Itegó  después 
á  un  alto  grado  de  prosperidad. 

Los  francos  y  visigodos,  alia- 
dos de  Aecio,  á  fin  de  echar  k  los 
hunos  de  la  Galia,  no  quisieron 
unirse  á  él  para  defender  Ui  Ita- 
lia. Aquel  gran  caudillo  probó 
<iue  el  triunfo  depende  de  la  a- 
bilidad  del  jefe  ^  mas  que  del 
número  de  los  soldados,  y  que 
él  era,  segua  las  circunstancias, 
tan  prudente  como  intrépido. 

Poniéndose  al  frente  de  un 
corto  número  de  tropas  escoji- 
das,  supo  contener  á  Attila  sin 
^comprometerse,  incomodándole 

ft)  AqtáaUiium  *av£um  more  do- 
mus  est,  {Variar,  lib.  XII,  ep.  24.) 
Véanse  tambieti  Ferona  iUusirata  de 
Maflet,  7  la  liisluria   de   Veueciá  por 


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•T¡tini9  tM  lbitaUa$  y  redüdc»'- 
éo  la  gwrra  i  aeeiooes  de  poeé- 
loa«  El  oaevo  Pablo  ae  aprove- 
chaba de  lodaa  las  oeaaiooea  fo« 
▼orablea,  nitoaba  laa  fuerxai  del 
enemlge,  iaomeotaba  laa  auyas 
y  ganaba  tiempo,  que  ea  ganarlo 
iodo  en  laa  gtoema  dé  iof#- 

«¡00. 

M  ieoIrM  que  eltatento  de  ao- 
lo  un  hombre  tadiaba  ls<  conlra 
erdealitto/el  acobarde  Valenttnia* 
tíO,  eedtffld»!  á  so  terror»  ala  de 
ftarMa,  ae  retiraba  áBoma,  y 
qu^la' abdiear  un  poder  que 
perdia  para  ét  tckio  aa  Valor  por 
el  peligro  á  que  fe  esponia.  Pro- 
ptiao  bajamente  ai  aeoado  y  ai 
pueblo  abandonar  la  Italia,  (fb 
le  permiiieron  aeigiiir  eale  eón- 
aejo  piisilMiíoe;  pféro  eOmo  no 
Toé  posible  iBoverie  i  ptróbar  la 
suerte  de  las  árales  pal^allaklir- 
se,  le  persuadieron  que  €Wpleis^ 
el  medio  de  tas  negodaeiMea. 

£nTió,  pues,  por  emfeefadorás 
i  Aviene,  eonsülar,  4  Trijéeio, 
prefecto  del  pretorio,  y  al  pepe 
l.eon,  que' mereció  persQ  flraM^ 
2a  én  las  desgr4íctas  del  sobre- 
nombre  de  grande. 

Hallaron  al  feroz  Attiia,  al 
devastador  de  la  Italia,  acampa- 
do en  el  mismo  terreno  que  ha* 
bia '  sido  heredad  de  Virjilio: 
contraste  muy  i  propósito  para 


Bioatrár  de  o^  nMéo^cmel  H  4h 
ferencia  de  lea  tiempos. 

M achoa  aaolivos  diaponiao  al 
rey  de  loa  bonos  á  la  pea.  Aecio, 
eoQSU  oonteaqierizaeion,  habla 
cansado  ao  pacieñéia.  Fatigido 
de  ka  erfakía  cootíoMa  que  le 
hacia  este  diestro  enemigo,  tea 
pronto  en  lar  retirada  como  en  et 
«taque,  por  todas  ffartea  lo  en* 
contraba,  y  en  ningaiia  podia 
detenerlo. 

Sus  selvátteoa  guerreros,  e«- 
nervados  por  la^intempieranela 
y  la  erápula,  ya  no  podían  reala* 
Ur  al  ealor  del  elíaia.  Una'  áa» 
bre  cootajioaa  se  es^reié  en  él 
eJércMo.  ACtUa,  amique  iniftfa, 
era  a«perslieioso;  ieoria  segim 
lea  prediceiones  de  ana  adivimv 
l^h^r  la  suerte  de  Alaríco,  y 
morir  eoéio  él  ai  entraba  tm 
Roma.  liía  hiatoriadorea  ecléi* 
aiáatiooa^e  aquel  tiempo,lecufi* 
dos  como  siempre  en  inveneie* 
oes  aejceiarias  pare  mantener  la 
sttpersttoion  y  aoger  Id  ratOtt 
del  pueikio,  dicen  que  la  grnve«> 
dad,  leeleeuencia  deLeon  y  la 
majestad  de  sus  hábitos  piMt»- 
flcales  le  infundieroa  respeto, 
y  aftaden  que  los  apéateles  Pe- 
droy  Pablo  se  le  haúan  a^pare^ 
do,  ameoesándole  oon  las  veo- 
ganaas  del  cjelo^  ai  inaiatié  ^n 
querer  deatruir  el  imperio  ro- 
mano. El  célebre  Rafael  puso 


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-u  ^^-:^^  ....^.    .,.  «>Kt   BAJO 

después  a'  este  miserable  cuen- 
to^ el  sello  de  la  inmortalidad, 
por  medio  4e  un  gran  cuadro. 
Lo  que  sí  es  cierto  es  que  los 
embajadores  romanos  fueron  re- 
cibidos ravorabícmente,  y  que 
eo  pocos  días  concluyeron  la 
paz. 

Altita  prometió  evacuar  U  I* 
tatia,  si  se  le  daba  á  Honoria 
con  un4  rica  4ote;  y  declaró  al 
mismo  liempo  que  sí  la  prince- 
sa no  ll¿gnba  á  sus  estados  en  un 
término  fijado,  volvería  con  un 
€jércítomas  aumerosoá llevar  la 
Italia  á  sangre  y  fuego,  y  á  des- 
truir á  Roma  htsta  sus  ci- 
uiientos. 

Muerte  DB  attila,  —  Fiel  á 
8U  palabra,  volvió  eos  prontitud 
á  su  rústico  palacio,  situado  en 
las  orillas  del  Bütiubio.  Mien* 
tras  esperaba  á  Honoria,  insa- 
ciable de  placeres  como  de  con- 
^uis4«s,  aumentó  el  námero  de 
s^us  mujeres,  y  obligó  á  «na  cau- 
tiva rica  y  kiermosa,  llamada  11- 
decunda  ,  á  ca^arse  t^on  él.  Este 
matrimonio ,  formado  por  la 
fuerza,  causó  su  ruina,  y  la  des- 
esperación de  una  mujer  libertó 
la  tierra  de  un  uióiulruo  q  je  no 
liabian  pt>dído  de^^truir  ejércitos 
formidables.  El  rey  de  los  bu- 
oos  para  ceJebrar  sus  bodas,  em- 
pleó un  día  y  la  mayor  parte  de 
le  QOGbe  en  regocijos  y  l>aBque* 


IMPERTO.  99 

tes:  sumerjido    en  la  embria- 
guez, se  retiró  con  su  esposa,  á 
quien  guiaba  en  lugar  del  amor, 
el    aborrecimiento.   Al  día  si- 
guiente, admirados  sus  guerre- 
ros de  no  verle,  entraron  en  su 
tienda  y  le    aliaron   muerto  y 
bañado  en  sangre.  Los  bárbaros 
dijeron  que    habia    muerto  de 
una    emorrajia  violenta,  y  asi 
lo  aseguran  la  mayor  parte  de 
los  historiadores;  pero  el  obispo 
Agnek)  atribuye  su  muerte  á  la 
venganza  de   Ildecunda.  lucié- 
ronle magníficos  funerales  con- 
forme á  los  usos  practicados  en 
la  muerte  de  los  príncipes  de  los 
HioBgnou.  El  cuerpo  de  Attila 
fué  espuesto  bajo  una  tienda  iie 
tela  de  seda  que  se  levantó  en- 
medid  de  una  gran  llanura.  To- 
dos los  guerreros  hunos  coa   los 
cabellos  corlados,    y    el   rostro 
desfigurado  coa   profundas  in- 
cisiones, desfilaron  por  delante 
de  la  tienda  celebrando  las  a- 
zanas  de    Attila,  en>.i izando  la 
felicidad  de  este   príncipe,  que 
hatna  terminado  su  brillante  ca- 
rrera enmedio  de  fos  placeres, 
y  que  iba  á  reunirse  á   las  som- 
bras de  sus  antepasados  después 
de  haber  «levado  su  nación  á  la 
cumbre  de  la  gloria.  Todos   ios 
kuiius    asistieron    al    hauquele 
fúnebre  que  díó  Kllak,  hijo  ma« 
yor  de  Aulla.  A  la  entratlu  de  U 


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flOO  fiírroRiA 

Boohe,  elta«rpo4^  rey^  ene**» 
rradoM  oa  tr^e  atftud  droro, 
4e:plata.sr<ée  hierro/r  fué 'ente* 
rrado  coo  sasarmaSytuawDB* 
meoloa  reales  j  lo»  arreóte 
^u^cabaUpat  y  pare  que  ésUi«- 
viesea  al  abrigo  ée  lodo  isaulia» 
jmíiaodo  lo  que  ae  tiebia.  hecho 
•caoD  iJarico,  ilegollaroü  á  los  o« 
J)reros  que  habieo  sondado  la 
•huesa* 

i  El  imperio  de  Atlila^  easi  too 
osieoBo  cono  el  de  Alejandro^ 
le  igualó  euila  corta  daracioo,  y 
sohreiivió.pocoá  susTuaerales. 
£1  terror  habla  manfeüído  bajo 
la  domiuacioii  deÁUila:á  laatos 
pueblos  diversos^  eálraffos  nnós 
á  otros  por  su  leDgusje^  sus  á*' 
bítosy  costumbres.rA  sumuer* 
te  se  sublevaroOé  Los  hijos  que 
hfl^bia  teuido  de  muchas  muje^ 
res  se  dívidíerott,  y  los  jefes 'de 
las  tribuase  pusieroo^éa  guerra. 
Ellak  •  su  hijo  mayor ,-  sostc* 
sido  por  un  pertido  considera** 
ble>  fué  atacado  por  ios. citt^ 
dillos  que  querían  hacerse  inde* 
pendieAtea.  Dióle^  batalla  en 
Pannooia,  y  perdió  la  corona  y 
la  vida.  AHoríco,  su'  veácedpr^ 
gobernó  oua  parte  de  ausiesta** 
dos  con  el  Ututo  de  rey  de  los 
j¿pidos:  reinó  en  el  palacio  de 
AMila  y.  en  los  países  que  se  ee-* 
UeiMien  acia  el  Ponto  Coxioo. 
los  ostrogodos  formaron  un  rei^ 


oo  separado  desde  VindoboM 
(Viíena  dftii4itstria)  hasta  ^irmto. 
Atnjisicó^.otro  :hijo  de  Attila»  so 
defendió  en  Tracfai  con  algonai 
iríbttftdni1iale^ioce<aSiM  con* 
ira  sos  rífales»  atacó  el  imperio 
áe  Orteote»  y  peroc&S  en  una  bt« 
talla.  En  fin,  Sessac,  último  hi- 
jo de  AttUa^  se  retiró  i  Scitia 
€o»  loa  bonos  naas  adictos  á  la 
memoria  d^  su  pad  re; .  pero  f  ue<* 
ron  arrojados  4e  allí  por  loa  k* 
faros  y  otros  pueblos  de  la  Si- 
hería,  y  coo  ellos  acabó  el  últi* 
mo  vestijio^dei  aaote  del  muo* 
do.  Los  hunos;  mas  hibiles  pá*> 
ra  destruir  qtfe  para  lundar  im- 
perios, volvieron  á  entrar  en  la 
oscuridad.    • 

Guando  murió  Attila  ya  lio 
ecsiatia  Placidia ,  princesa  qúm 
mei^eció  y  obtuve  una  justa  ce- 
lebridad. Eíxo  cuanto  podia  «na 
mujer  por  el  bien  del  imperio^ 
y  ya  que  no  le  era  dado  «>n  el 
valor,  lo  salvó  con- la  pradenefa. 
Sacrificando  sus  resentimientoe 
y  au  amor  propio  ofendido ,  res<^ 
tituyó  su  confianza  al  Taliéole 
Aeciio,  y  dio  á  Roma  an  apoyo 
que  retardó  so  ruina.  Fné  lan 
recta  como  hábil. Todos  losprío* 
cipes  deberían  tener  presento 
esta  bella  espresion,  que  sirve 
de  preámbtíto  á  ttsa  de  sn^  le^ 
yes:  fcLa  majestad  soberana  so 
aonra  á  si  mifma  reeonoefauído' 


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^  DEL   EAJO 

^ »qüe  eslA  soraetWa  a  las  leyes-, 
•porque  el  poder  dte  estas  es  su 

\  ireifníetito.  Hay  mas  verdadera 

1  «grandeza  eO' obedecerlas  qne 
»«n-  mandar  sin  eHas.  Por  el 
apréseme  edicto  nos  felicitamos 
•demostrar  cí  nuestros  subditos 
«qué  límites  queremos  díir  ái 
lí^nuestra  autoridad.» 

'     Perfidia  de  valentiniano  y 

MüERfE    DK    AKCIO.—  (4    4).  Va- 

(entinlano  tenia  treinta  y  cinco 
ailos cuando  perdió  ¡t  su  madre. 
Mientras  Aitila  le  inspiró  temor, 
paretia  discípulo  de  Aecio  ma^ 
bien  que  soberano:  le  colmó  de 
favores,  le  prometió  casar  á 
Gaudoncio-,  bijo  del  héroe,  con 
Eudüsia,  su  hija.  Pero  rola  ya  f^ 
espada  de  Attilu  y  cuando  creyó 
que  habia  cesado  el  peligro,  su- 
cedió á  la  gratitud  la  envidia,  co- 
sa muy  comuu  en  los  reyes;  y  no 
pudiendo  sufrir  la  gloria  de  a- 
que!  gran  varón  que  hdbia  sal- 
vado el  imperio,  resolvió  asesi- 
narlo. Aecio,  indignado  de  esta 
ingratitud,  tomó  las  armas  con- 
tra él,  y  loobligó  por  miedo  á  re- 
coociliarüe.  Sobradamente  con- 
fiado como  todos  los  hombres 
vállenles  y  leales,  creyó  en  la 
sinceridad  de  un  príncipe  infa- 
me, cobarde  y  pérfido,  y  fué  sin 
guardias  á  palacio  para  instar  al 
emperador  que  cumpliese  lo 
prometido  en  cuanto  á   la  u- 


IMTHftlOi  íül 

nion  dte  Gámífencio  y    Eudosi». 
Valentiniano-,   violando  todos 
los  derechos  de   t^gnítilud,   de 
la  urnnnidad  y  de  la  justicia,    le 
llenó  dfe  injurias  apenas  le  vi6; 
tiró  dB   la  espada^  y  la  undió  en 
el  seno  del  héroe  á  quien  débia 
la  corona;  Htista  entonces  el  ein^ 
perador  no  era  mas  que  despre- 
ciable: desde  esta  acción  comen - 
zóá'ser  odioso.  En  vano   [irocu- 
ró  justilkarla,  declarando   que 
Aecio  aspira'ba  a T  poder  supre- 
mo. Un  senador  le   respondió.. 
«Has  obrado   comoel   insensato 
wquecoFtüse  su    mano  derecha 
»oon  la  izquierda.»  Este  príncipe 
era  creido  tan  indigno  del  trono, 
que  el  senado;   sfihiiendo  repen- 
tinamente dé  su  larga-  servidum- 
bre, pensó  en  recobrar  la   anti- 
gua independeucia. 

Entr'elanto  Valenliniano,  si- 
guiendo las  pisadas  de  Heííogá- 
balo  y  Caltgula^  no  conocia  o- 
tras  fruiciones  del  poder  supre- 
mo que  la  violación  de  las  leyes 
y  el  desprecio  de  todas  sus  obli- 
gaciones. Entregándose  desen- 
frenadamente á  la  liviandad  mas 
escandalosa,  desdeñaba  á  su  mu* 
jer,  y  ulirojába  el  pudor  de  las 
matronas  romanas  mas  esclare- 
cidas. Enamoróse  perdidimen- 
te  de  la  esposa  de  Petronio  Mác- 
simo,  senador-,  y  como  no  pu- 
diese seducirla^  se  valió  del  ar- 


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tilScto  r  1a  :^^iolMeta  p«ra  s«H§^ 
fü^rsat  culpables  deseM.  la- 
Inenlo  tevitaAo  4  Valroirio  i 
i|i>e  Jugase -coo  él,  legré  faaarle 
todo  so  di  vero  y  kasla  el  «fiTH«. 
Apeoas  le  toTa  «sd  sus  rnaaes, 
lo  eavjó  ees  «a  Mkeito  á  la  mn* 
jer  de  Petrooío»  cen  óflea  de 
decirle  ^[«e  s«  marido,  por  señas 
lie  d^oeUa  sepiHija,  la  aándaJba 
yeair  á  Paiacio.  La  natrena  fué 
siu  üescoAflania,  la  eocerraree, 
y  %'aleoiiiwaae»  ^ue  nada  respe^ 
taba,  laWzQ  yktinia  de  sa  ta 
hricidad, ;  4a  envió  despnes  á  s« 
^sa  1(f  na  de  doler,  de  vergie»- 
«a  y  de  deseos  de  Teagaasa,  tes 
cuales  iasi^irdá  sa  esposo. 

Eutre  los  guardias deleaipe- 
raiior  había  maches  fU6  lamea- 
taban  la  pérdida  de  Aecio,  y 
liuscabafi  la  ocasioB  de  castigar 
á  su  asesino.  Mácsimo  f  elroaie 
los  aniMK^  -con  preseales  y  pre- 
mesas»  y  Yormaroa  ana  ceaspi- 
r^ifiioB,  '¿oye  aeereio  guardaroa 
tieÍmoii4e.  Ca  die  rodearoa  «al 
emperador  ciiaada  eaistiia  ea  el 
campo  de  Marle  á  les  ejerctoios 
BMKiares,  se  arrejaroa  sohre  ¿1, 
le  dieron  de  puialadas,  éhicíe- 
ron  lo  mismo  cea  su  infame  Ta- 
lido  el  euaaeo  HeracUo.  La  vida 
vergonzosa  y  maerie  irájica  de 
esle  infame  priocipe^  la  iaeer* 
lidumbro del  senado,  la  depra-l 
vAcjoa  del  jmehlo  y  la  aadéeia  | 


« 

de  los  birbaiM,  ^ae  roMció 
desde  ^e  JLecio  habla  fallado, 
presafíabao  4  Roma  sa  ptdesima 
naína  y  el  ^eumpiímeato  del 
proadstioo  vio  los  adívlaos  hi- 
cieitm á Rémalo caando  violes 
doce  buitres,  anuncio,  dodaa, 
de  los  doce  siglos  ^we  habla  de 
durar  la  ciudad.  Los  romanos  e- 
lijidos  se  acordaban  con  terror 
de  este  oráculo:  presajio  mas 
seguro  fué  la  pérdida  compleU 
de  su  valor  y  de  sus  virtudes. 
Halan  temblando  de  su  patria, 
se  eacérrabau  comoimbéoUeseii 
ios  mouasteríoa,  é  huscabau  ver- 
gOMosaraente  su  salvaciou  en 
los  campameMos  de  loa  bar- 
imros^ 

Ita  fiaüa  estaba  repartida  ea- 
iré  los  godos»  los  fraacos  y  les 
burgundiones.  Los  paii>ic¡os,  cu* 
ye  opufeneíe  no  ora  ya  aumen- 
tada por  las  provladas,  ao  po^^ 
diaa  como  aates  protejer  á  sas 
clieates  ni  dar  aKmentos  al  pue- 
blo. El  África  se  había  perdido 
para  siempre:  los  vándalos,  en- 
riquecidos con  el  bolia  de  E%* 
fiañay  de  Sicilia,  fundaban  una 
«ueva  Cartago  sobre  las  ruinas 
de  U  autjgtta,  le  eual  uo  tardé 
ea  marchitar  los  iaureles  y  sa- 
«uearla  patria  de  los  Sdpíones^ 
Tai  era  la  situación  deplorable 
del  imperio  de  Occidente  cuan« 
do  murió  Vakntiuiaao*' 


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ML    ITAJO^  niTKRIOv 


ÜOS 


:  i. 


CAPITULO  xr. 


EN  OOCrDENTEriiACsmo,  A^TiTo,  itayoriaxo,  mbio  sf.yero,  Ajf^ 

lEMlO.  OLlBftlO^    QLlGEHtO,  Jl^tlO    NKPülE  Y  AÜGU9TUL0. — JENEUALK^ 
KABBAEdS  :  JifiNsERICO,  RICIMKRO  T  ODOACRO.     EN    0R1EN.TE.:  UAIB»- 

(Año  4S5.); 

Mimimós  efnp«ra4or> — I.o»  vindafos  saquean  á  Roma. — AWto,  «nperaiVor.— 
Abañas  de  Ricirocro  :  muerte  de  Avito. -— Mayoriano  ,  emperador. ^(tuerr»- 
ron  toa  visigodoi  y.  •itio  de  Lugduuo  — Muerte  át  Maforiano. — Libio  Se- 
vero, emperador. — Aiitemio,  emperador.— Ol'í brío »  em|ie9ttdor. — Muerte  át 
liícimero.-^Revoluoíon  de  Orestes. —  Muerte  de  Nepo&e.  —  Augustulo  ,  úUh- 
mo  tinperad0r  de  Oicidfule.  —  Gouquista  de  la  halia  por  Odoacro,  y  ruina 
del  imperio  de  Occkleuie. — Ulliíao  decreto  del  seoadar — Muerte  de  AuguA- 
lulo. — Coiic  Uiiiou. 


i  ETBONio  MACsiMO,  varofi  COtt- 
«alar,  fué  elejido  para  áuceder 
á  TalenliniaDo:  su  opulencia,  su 
carácter,  su  amor  á  la  filosafia, 
le  adquirieron  todos  loi  vulos. 
Antes  de  ascender  al  poder  su- 
premo que  deseaba,  pareció  dig- 
no de  él;  pero  apenas  lo  poseyó, 
solo  conoció  su  gravamen.  Es- 
pantado de  los  peligros  qtie  le  a- 
menazaban,  dijo  suspirando  á  su 
tmigo  Fuljencío:  «¡Cuánto  en- 
Bvidío  la  suerte  de  Damócles  el 
«síracusano^  cuyo  reinado  em- 


wpezó  y  acabó  en  irn  solo  6a ir^ 
aquete  !  (1)» 

La  mujer  de  Pélronio,  nueva 
Lucrecia,  no  pudo  sobrevivir  á 
su  desanor.  Mácsímo,  cuya  vea- 
ganza  no  se  babia  estiuguido  con 
la  muerte  del  violador,  obligó  á 
la  emperatriz  Eudosia^  viuda  de 
YalentíBiano  á  casarse  con  él. 

( 1 )  Ftlkcm  tf  DamoeJes  .  qni  rmu 
uno  iongi'us  prandi'o  re^ni  neceAsUi- 
tem  toUravUit.  (iiJ.  App.  ,  cp.  13, 
lib.  U.). 


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GoQgle 


"tu 

Celél)fállinwT)oaas,  el  crope- 
Todor  tuvo  la  imprudencia  de 
confesar  á^o  nueva  esposa  que 
él  Tué  qmen  éirijió  cmftra  m 
-dH'uoio  ai»ri4o  el  '^ñal  de  sus 
asesinos.  Indignada  ia  empera-** 
4riz  de  ^^rse  en  los  brezos  del 
matador  deTalenliniano,  escri- 
bió lecrAmneBle  á  Jeos^rico^íl) 
4«yde  iM  v&frfilo^,:  le  suplkó 
-acudiese  á  vengarla,  y  le  aseg«^ 
TÓ  <fue  por  el  desorden  que  rei- 
naba en  «el  imperio  no  deblete- 
roer  cualquier  esláculo  <iu€  se 
le  preseft^aé-^oTepenie  se  sqv 
po  que  JenscHcó  contrna  escua- 


fTenserico  y  Téi  altteairts:  ^ 
papa  León»  único  hombre  qie 
eiftoaces  manifestaba  Mguna  ftr* 
':  laeMlf.irtié  al  campamento  del 
rey  de  los  vándalos/y  oMevo  de 
él  que  Boma  seria  preservada 
del  incendio^  del  saqueo,  7  ^ue 
I0S  xiudadBUoa.  ^if^adoa  f9 
moririu^ .  ,,,  , 

irfos  africanoa  «0  TCSpelaron 
la  prflabra  -de  -su  rey,  trataron  á 
^a  taludad  temo  ^  la  liubiesen 
t^easado  per  asaHa.  V«a  nueva 
i^artago  Tengo  i  la  antigua,  y 
duranlo  txinofce  Üka  ^  ^ettocee 

^ nocbes,  W  ciudad  eterna  eiílre- 

i4ra  numerosa  sé  hábiá  preseíUa-*  4¡a  "vió  sin  monu- 

^npn  ú  embocadura  del  Xiber.l  menles  destruides¿aoafCasaa<ea^ 


•do  en  to  embocadura  del  Xiber. 
HLa  pfoesimidad  de  un  eneitit- 
go  esciiába  üñ   otro  llerapó  étj 
furor  en  RonMi^  ««(oiioes  «»toj 
-causó  grande  terror. 

Mácsirao,  4ejos  de  desperlarr  e> 
^Kalor,  propaso  cobardemente  al 
senado  uy^se  "Con  ^1.  Enterado 
«et  fmeblo  de  ^iMf  se  4e  «quería 
tabandonar,  se  irrita  y  •^motiaa. 
Mácaimo  se  «pi«eséúla  á  >él  |>ara 
aquietarlo)  pero  UD  sekiade  te 
hiere  y  la  multitud  furiosa  des- 
troza au  ^adi^er  9  lo  «erraslaia 
por  Us  ca4les« 

Tres  días  después  se  presen* 
tarpu  á  las  ji^^rtas   de  Roma 


tregffdasá  las'llamas,  degollidos 
sus  ciuA*aaños,^  tuvo  que  su* 
frh*  lodos  les  u  tirajes  de  que  es 
capaz  el  furor  cuando  ^e  cree 
jufTtificado  por  iñ  umilladon  de 
mache  ágIos« 

Les  bárbaros  ^éhpierofi  i  em*> 
barearae:  ^  flote  de  'feeacnriee 
condujo  k  Certage  las  «i^uezas 
de  Boma,  eeme  Ip  de  ^pioB 
babia  llevado  á  Rema  ias  riqoe- 
aas  deCaNago,  Si  <^&ter  de  Df- 
4o  'parecie  haber  prediefao  -& 
^ensoriee  en  Anníbal.  Cotre  el 
bootio  se  bttliaron  los  oroameo- 


W 


(tes  robados  orí  templo  tte.Jeni* 
salen:  qué  mezda>  de  ruinas  f 

IVeouerdos !  Todos  his  bajeles  lia» 
garon  felizmofite,  esoeptoel  qite 


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fm(¡i^f.,-ii  f  i!.-J  r.   .  » 

Eudosia  qiM,M^«toaii<ÍA üf 

!M49«i^rf$|)|  «Wi<HiliaB.P9r  Mi 

«l:Vdí^ei;..  •.     ,<!-•,... 
Lo»  9en«'^j|i;<|í,,>f.^ji}<ti;icl«|, 

ffifl.?«o)P  dJWÓp/HíWijlívI.M^ 

Tj^of  .J5,a<í^yid(«\|„  l«4  francos  a(^ 
•f^t4f;^i;rep.|^^a4|i&«¡rM]4B  del 

ff^9n.lj^.^&tafü  71^.  Bo  4a«>> 
4|^b^  ^  loa.  xpiftfijios  ei^  aqaeH§ 
j»r9>;^»fia,,síoft44íM?f«ífl«     lía- 

t/HtaíteUrti^ilÁaétí^  fiefiiUté  feniíH 
VOMO  XV. 


z«-fi!Wn^|«  <ÍR«rsMAdíó A  |fitlnÍM>* 

«♦j.eíl^'ár'íPi»  WN^  «I  VíMía 
i;ilf^d^  d«t  ^ll».  ,I(«i  «oiQÍM^a# 
4^1  .«(^«Ift'ypaelMb  r<>mao9,' 
M-lk>iQ9ii0f6fi  nráiWQrf 9^  fl 
%titv»4»í099rp4^T  qnti  T/Bpdcitj,-; 

4el.,fi|go  d^  Q»  viaári^  par^ 

:  £1  rey  de  lo»  fia^w  w^Pr 
■voili  la  «liad»':  '.mVÑ^  ^  iof 
sMñTÓii.fae  ,a8pin|ba»  a^  domir 
Dio-idéi  Ssptfiia,.]r.  le^  de^rjiyi^ 
e<iBí«KÍ<ifáwMÍtecer4:|idf)  4i8^ár 

«litfnyo;.  desf iMA,de  pa^fAc^da 

14     ' 


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11* 

▼ersoi'M  j^taeJO^Ico.  Cl:  ptOet 
d^  loé  étt^etidoresr  MMÉiciiIflo, 
itiagiio»tiii€oéltíabre  dé^áAiiar; 
yaquetloi  fééíi»,  tñÉi'ééttíbtr 
4q/9,  recibtto  todana  ttidéásiid;. 

A»AltASB«    aiáÚittlÓ^  IfÜBAtB 
M   ATifO.— AvitÓ   aií8^  "  OtUjf 

pronto  por  ku  condoéUi  iá  espe*^ 
rana  qae  babiaa  tuapifatt^  sus^ 
primeras  aceíofies<  Sl^  eaUíágé^á 
los  delettes,  j  ftié  por  sás  "éécé^ 
sos  tab^  dél^MectabM  oodM  l^á» 
leftthrÍhfié^.!lJiH$u«rr«ro  valitfú*. 
te,  HaAiádo^feteiméro,  maftdaba 
eotoDces  los  godos  ausíliaras,  ú*- 
nica  foerza  vehladara  de  lus^ro- 
manos  en  Italia.  Este  Jaceral  a- 
tae¿  y  venctó  á  los  vándalos  que 
proyectaban  desembarcar  otra 
rtz  en  Italia,  y.  se  bizo  por  I» 
estimtfcfon'  púl^lica  doefio  del 
idiperiOé^  En  aquel  tiempo  dé 
miserlÉ  y  debilidad,  todos  Jos 
ciudadanos  se  reunieron  ál  úni^ 
co  hombre  que  mostraba  énton* 
ees  alguna  fuerza.  Riciitiero,  co« 
nociendo  cnán  despreciado  ^era 
AVIto,  marchó  contra  él,  le  Ven* 
ek)  en  una^ batalla  cerca  de  Plt- 
senda,  le  hizo  prisíonen^,  le  des- 
poso y  le  dejo  la?  ida;  mas' por* 
qbe  no  pudiese  votter  é  «mpu^ 
fiar' él  cetro,  leobligó  á  recibir 
lasó^den^s  sacras;  yá  aceptar 
él  obispado  de  Plasenda.  De  nlK 
i  poco  sbpo  ATlto  qui  el  senado 


uyd  áeifeh  la  Ghlia  traosal^UM^ 
ntofiiSreta'el  eamittov 

DmcrlMéndo^  ^'  trüté^  cnadV^ 
éb  la  dticadimicftí  det^  imperio^ 
ttegauMM  al  momfetoto^a  qme  lo¿ 
lO'  se*  Téifr  én  so.  Msforia  algo» 
noi  bérbaroé  Uiistr^s^pefObnte* 
gunromanow  Los  eóosules^  ca^» 
recen  de  autoridad:  los  empéri*» 
dores  no  socimas  i^flintasmas: 
el  senadores  soto^un  monumettid 
destruido;-  ya/  ptiaft^  rey*  eíslá 
tan  envilecido,  <tQ<^f^  conqub^ 
tadores  que  lo  postran,  ar  des^ 
deffan  degobernartó. 

IHatohiaiio,  uipntAMt.  ^ 
(iSl)  Ricimero»  suevo  de  na* 
clon,  yerno- del  fhmoso  Walla, 
mandó  al  sénadt»  que  etijtese 
poremperadtH*  á  Mayoríatto,  an^ 
tigtto  eompaSero  de  Aecto.  Esta 
elección  fué  tal  cómo  debía  es« 
perarse  de  ún  guerrero  tan  rea«^ 
pelado.  Era  Hayoríano  uno  de 
aquel  tos  hombres  que  el  cielof 
envía  Éauchas  veces  á  la  tierra 
en  la  bastardía  de  las  razas:  es- 
traiíjeros  al  muodo'^á  que  vie* 
oen>  no  sé  detienen  én  él  sino  él 
tiempo  necesario  para  impedir 
la  presericion  contra  la  virtud. 

El  célebre  Aecio  habla  pre- 
miado su  mérito  y  sus.  brillf  niea 
azafias^  adelantándola  rápida* 
mente  en  los  grados.  Revealiáí» 
dé  lé  púrpura^  correspondió  por 


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iiinM|if44a  4«.laiita»i  psUCrM,'  V«- 

ftan  «qnieflftild^  él  «enmelo  m- 

.«ui»  cpmaBo*  J^ejoa.  dct  .otviilar 
^pep  el  iff^  >a9r«9Ht  V^  ^«. 
jfii4p.,  vu^sl;»  ^légft,  iftlraré 
jifliMif fe  ií^oo  un  otar  serte- 

9á  auaítíartfie  e«  la  aoUe  «m- 
ffpresa  iU  «wlMujMr  aV  fiieble 
Montano  ay  glewh  y  .proiferi*- 
edad)  y  f4fa  lo|r4rla,  áetoíaos 
^«¡Qippeaer  i(a|6FMei}da.  taa  ^oa- 
eipipb^res,  vqlf^ienda  á  le|if§lt- 
ff&ia  M4Bi^giui  .Tígor»  y^ebfad^ 
«fio  dé  werte  ^M  le.  Hrjtad» 
^•teqtp.lféppQ  .|itt^^|lriiiida«  no 
filolQ  .d^  de  aer  aaaiijMJies*, 
.^ffQO  ^et  por  .«I  «QiAcafíp  el 
^Dleq^m^diod^  obtener  »i  ft- 
..ififÍE>r  j.  laa  jtjg¿ida4ea  4c4  esta* 
tdok^j  ........ 

.'  Tudo&  auf  ffloa  fceberoii  la 
}KMpdi44eaq  cméeter:  diMri»«- 
44  lo^  iApofistos;  <epriiii5  el 
ipj^>  Jifl9d;éliasaroL  á  fotna  de 


)ae?#Mil  |«^  taapediv  «a  degre* 
4eeioiKr1lft .  debe  erea  wi  ¡«tte  ál 
term  dii.  lofi  hftrhMM  d9iirq9)& 
lQéMj6a%«iOMaMDtoa,.4e  Jie- 
IM^  bMiniismai  roiMfos,  pe^ 
lirea^T*  diedifefeetea  i  %m  gloria 
^aadi^fd^moHM^^iífii^UiM  inai^ 
fA/iam  4i4iSejm  fera  rcenaimir 
niS€a9taiiaiiaQea<éosCa^  La  día- 
4a4 «e  balite  fief4ido4  a(  miaoM 
por  w  defra.v;4Ípío9,  y  perecía 
jB^ti;rtoliil^e  foc  aíia  propias 
«nq)^  £fa  una  aer^eirte  que 
ae  4évof;ita  ella  eoiñulaa  eiv> 
;4raiiaf,\ 

JÍayofiafie,  l«|aa  4e  iailUr  1« 
ipié^leiifia  de  aui  predeoeaorea, 
jbize  ebria  aaásioBfíli  el  palacie 
de  .lUvePA^  Se  vid¿  en  fiQ>  un 
«^(naradoree  loseaeipameelcia, 
yc^Q^lladíaeipMae;  el  valor. 
Ál  CW)^  d^t  au  i^ércUo  atacd 
cecea  del.  Liria  lea  ipoiitaa  dei 
réjr  Ái9i  loa  yá|»diilea«  laa  ytmcii 
y  mató  al  ciliado  de  ieoserica. 
Oes^i^a  dO'eata  vioioria  averia 
IMeral  AAnka;  pero  oingaun  n>. 
iMi^fMatpeTkláaegalr  á  este 
maef o  Sciipíoii.  Solo  loa  barbe- 
ros perflMaectoFoii  h9^o  asa  ban- 
«deraa.       - 

^ wfta  «ev  fiW  viaMODoa  t 

Irelapl^/uea  oiie?a  |;iierra  ejer- 
citó au«cMivpdad.  Teedoriee/rey 
4e4#a  'vMgodea»  iiueda  vendar 


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DecesidadtdeacepUrlas.        '  ''- 
^    MroéfTií  tí*  ifA!^)imir(y/^Al 
i^wrü^lMIlai^lM'  ótitiá  ^. 

rrooapiM  aMW¥eélihi^  l«^  sétb^- 
H*Kl  i¿^ini  priiicit>te  qué  de«¿if- 
bb  Mt^nnif  lad^o9tQ«ibi^/Ed^ 
K)Madoa^iaeb$lliaM)fa«6é  á4k'lt- 

te«i  jmgd  d«:ia  diéeifühMi  y  i^b 
Miiíoé'iiiwtl  Mttnio^  ftftfmeib 
¥0»eoodiiiiíMo/4ueDii  tógé^ 
^riliBrráildiriéímaao^^l^r  pWtii 
€i|»eüiib  46«Mi  luc^ebieme^, 
^w^  batía  :4l«d0:«wik  i^hladerd 
áMpénidor  ¡^ere  ftáUa  s^*  «^'. 
.  .     ,  .  <íecidQ,#¡«ia0r  eitífcYo.  Cdaütfd 

ceéoa^ooBieiidos  ett^lt^tdá  tMiri  Jfayóríaib  i^vid  á'  kti  irémpi- 


•la  (M^^'V  Apvtai' d^v4lor>  de 

-rí«o^*>  qM.  itoi'ttii)tt«eé<éilkAias 
Taeea;  fmto  isRfoi^nLtf^daM. 
El  ciiiperadM  tftMVMd^  Mi^  Al- 
pea^)  f  défpÍHs'  'd(^  ^Mihné^^U^, 
imriüien  lit^^oafes  omcieterM 
^  «édod  4ii»^"atiti  tí&  BáMi 
¡muerto  Itamh^  him  'pékés  tat 
iWoríeoyyvorvysiittiiw.'  i 
IJklal  vdlttnittíl  fiHiie  ttallaf  t^ 
^Mrs^teuantfb  1é^'d«>^idM^  k^ 

epcoDlró  medios».  I  etf^poéb 
tiem^tobstféfíS  {fl^iift  Miitoror 
dé  baqtn^^Tf  re4iild,Mf*é}éreilb' 
podbk*¿áo>Sr  eiBikiaUrt'  MMbk 
en  el  pMrló^  Úé  ' Xkmgfi^kwé 
^Cattaj^na),  á.  dbfid9<1<te¥é"Miá 
teópas '  re§M4(o;  á  ileb^MMft^ar 
tMí  'Afrieá  i  lenMeriéo;*  Si(l«f¿olr^ 
¿adodf  eát.AS'dP9t>o6lciobésv  ürá* 
Idpláticasde  pktg  perro  K¿  Mi- 


les vftodal^  iio<i[lé»'mkíMi6i'fllÁ 
yorl^KO  darte  pi^09)'j4¿|tffiMit 
el  lei^iiije  W  rW  etfÉsMeií^ifti- 
-llgjioé,  yls^b^(S*|^)íA>eirt*Wi.; 
vio.  mté]^  idé  ÍM  TftMnoi,  nd 
pudiei^dp  coDjorarJa  lempestá<l, 
coipi  ;tfetfdtrae^^j$;  y  ^«iUiéádo' 
Jaiiifrie  d^4a»«rmasf  M<t|tfÉ4id; 
eoetra  ao   faeWer*  táb  áWÍ, 
7  >ba9ta  >eoftDD<íea>  fMÉ'>«iMH>ao, 
«mpiaótelí artificio  para  vance^i- 


meiMbidaVavtdoii;  t<h»>»  éátda 
.deacoMiHMas  ^esctlaroi  boa  M« 
idieioü^^Mrmedlo  éte  la  éuMl'fbé 
^asesioadOi  ^aMftfé^e  etírrid^ 
diabla  >iltMM«^8eateflai  lié$ 
hombrea  TírUioaos  le  JIotsírbb 
^  to  ei4|fetoii  ttb  tébmlb;  cu- 
yaifMtílltaa««ífMi-aÉtoba^^6Ói»  H 
magaAfleiuvcia'  tte  loa  moiia*- 
ibeiKw^Vpae' Ja  ^dohiisidb  yi^a 


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''«iliWir'4lMfiW  TrtMIfHMifabMu; 

it»  It  biliorUy  monuineDtotf^iif &flt 
ílfMllédC  «msertPáráiKcófríAior 

*%teilé^voDai<gldrkiM|»ino€rr&di^ 

**''  Lim>viá0rMK^'«i«nNij|miii.AU 
mfldQ  OTfqft6éiiA'déii!tfai<lt}d^ 

la  diadema,  o^  piidKhMiMKle>4e 

li ostfrriéfldw- i . '.  '".*'X-    í 

bMAi^eéñtaú  lot  VoiiftH  ée  j 

-fW(Ú«  l««|Íataiáeirt^'ei;Aai4c| 
-Mñrfrié  ürdét^fadieaítis^  eoietül 


7  etjti  Cbiiit  tfl*tial«'rosO'9]idio 

^«p*eigdiiá«  dinisedioie«4Mi  *Ar4 

mórlei;ifO»leoU  «nn  eiitjüiBibDe! 

rMaa<i(»J*AiÉiSo  dal  :tf  ftimoBm^ 

'perftdér/M  daiflaréunb^iafanan-* 

le  capaubi  iiiir  iidinfci^nw' Loé 

•^frlaMM»'  4«a  fBirsbpoí  riempcel 

el  vAlor'Comó  el  mas 'DoMe  da 

lo»  títoiol  y  ié^frtnmr%  ití  la^ 

Tirlttdéa/^ciuiaierab  á  9«  prid-» 

dpe>'y  Mpeeiefx>bhi  eoroD&'á 

0B$e'bétaé  qoB  lorh^ddli  '^eoei-; 

•do^Mttifcas-Teeet.  ti^idü  ai^p- 

?tó|'«pei>0''cali9a8aéii  'breve* de 

'lobémar  á  tMi  ipoeUd  ialpietu^- 

io^jr  áiMhr»;  deVoMéel  .cetro  ¿i 

tM  fifoOtift  tteX^mwy  y^fbwfcí' 


TK>e(pdtop«^  ^adl^tfcIMKé^ue^ 

-  los  véodAtti^  Uftrél^  déP  Hf- 

iDtptirtr*^  ifMHüQ^Mreéittw  ^ 
laM^,  y  ameftMMWi  i^Rdd^ 
d^'Qft^Yiueira  ÍD«raaJbili;-JellM- 
iifcuiJh4Hiteádoiefj^lÍ9édc^ik'WMk- 
perbirik  Bbdeaie^riii'iirMoaéfá, 
iMtirh  «MMKtéi  VQ  Iri^;  flbiu). 
itecH^sfguteBd»et^.  ejéoplo  de 
riMlile>ijac3iji«!  qae^et^piet^l^^ra. 
mane  le*oedieae1iiiiipraito  térrf- 
lerlo^caDtodote  ée  iai4u(!ltkiprit « 
ie$a^  Blüiinef 0/  feducM<ii4  ao- 
kia?(ai^fiaiiaiaa..«i  Uetté/ Qo  p6- 
4lhi^ne9ii)tftt  i^  ii»iíeimiiigO'  Uq 
feraiidablB):itaí-etn8ecoh-ó  del 
bMperedor  íde,  Ortesto;^]^  para 
fcégraír  eaie^  apófitpi  éri»  precWo 
TMder  JBhle  oorieideCÜin^mtiBO- 
pte^ei'veeoofiortfe.oonibrar  na 
etnpepttdor  deíOisi^eiUei;    -  \ 
|iaffc|u;ie(itíbai'l»éeno(457), 
^MmebiáeiUeniiJítdqitéria.  Ai- 
par^  el  mas  poderoso  de^ltii  dig* 
ñétnrlo^étl  .ritmperi^  hubiera 
jewmáot  lodoavIoéíVotoa  para  sii- 
idéderjie,  á  xmh  aeh  bmano.  Pbn) 
-previanéo  ipié!qsté  iii^áetvla.iio 
Ifi  íftenmÜFf  aMqetbftriCranquié^ 
meplej.  biEb^ii|iife  éhaenedu  eti- 
i)ie9&!é  leoffi^'Cba;  lar  eaperflmm 
-éeí  éohatertanei  pod^r^ioo^dejoii- 
do  á  sa  bechuM  taba  qtM'iBl  t¿- 


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.^^  b^  i^Cil  Ae  f  rteia,  *^obhS 
muy  d«  otra  manera,  SesAe  fse 

if^rtJdo.f«a:ífili«rpe  fl»  isaiirof. 

,)CO|í9f«ítRÍ9Mft  /My<M»  JtNHlMI  'ti 

f^Pi  ?W.  yrolwlor ,  j  mév^iftíi 
-for  eaia  ftllz  osadk  «1  Mbrto*^ 

tiiJQ  "ferladeraaEMSOlé  lo  <MI(Q 
.|iHi9<trieli  tfl  ,fcciitiociaw!efrtc»  del 
:ielef^,c*I^Ncé»ta(j(o  paáer^coM- 
^^Aniei^eotélav^eday  fM  áMf 

.li^ndtfr.i^WcaíJDtdd  tos  jé- 
oerátiMS  tvnrfefiMi  aa«M  «é** 
^j^o,  j  loa  frailea  eran  loa  gr«n- 
i'des  .peraenijea  4e  fin  porta  nota. 
;et  bátito  eclesiásltco  Yué  wét^ 

•  go^zosanaeáte  preferiie  «t«i- 
ilttari^ili  4el  palacio,  y^qn  Re^ 
^á.Teirae,  contra  la  coatniíifcre 
ííy  la  raieo,  4  DMchaa  iluM^ 
lierscoaa^  j  eillre  otraa  i  les 
fi-áñdescbembelanea, tomar  ét 
•bordo  sajfal  aín  «baMlodar  JM 
•Mimpteos. 

LtoD  respondió  rcTOMblemeole 

•  álos  deseofrdel  senado  y^pueMo 
.  f omaiio  Que  le  pidieren  aio  end- 
urador-, dio  Já  púrpura  é  Áolie- 
imo,  yerno  ide  JlaMíatte,  5  piw- 
metió  MiúrMa  fuersaa  i  4aa  4e 
Kicimerai,  pare  arrojar  dei^áM- 
^a  á  loa  yándfllo». 

.▲otemio  fué  á  Roma:  el  jeoa- 


W: 


i0^tíi  pw|jl09  iM'VWMMMPie 
wn,  lo»  mmit^mm*  if BtrM  del 

€aa««ti^ 
SMmío  Afifiíian  apTij 
tAfreeeetntfAhidaiilaMr  en- 
eesifaiiiefitteéPleéoclQa  stéearea 

qne  pareeiao  y  deaafknreeian'eM 
^ntá  pwnlttiíA^n ellrono i  lo» 
gr«4l  piteclpittt  priMtiM  de 
Re«ia,  yliie|a^4eiipnea.  por  el 
*oWflpado4e  <?ÍÉMaKMH^<€ler- 
moni).  Mí.  el  peiB>  4e  U$  ar?er^ 
aioa^(Av6rfaia^» 

JLolemie  ora  piedeao,  f^ro  te» 
lér««le,y  naé4elñdnl|eneia  con 
el  cMto  niniéro  dé  pi|(úoa  fne 
4iinqoedalMfli/4aÍn1feMík  que 
le  ttereoid  €(lielo|io  d^  ie  hislo- 
vie^yeliiéie^d^l.  pa|M  tiberio. 

¿.osdoa  eiÉperadovéa  Uetoron 
tiroéilioaoa  «aÍMnoa .  pafi  eae- 
Y oraprel  buen  écattoi  de  le  gne- 
rrniAeJipica.  La  anaMciNEi  de 
4enaarieo  luiMá  ^obaído  fne  era 
^néceanrio  f  Or  4a  e^osde  vti  qfio 
Jloma  Ó  Cnrlago  feoeoíese. 

MnrceUno  veníotó  á  kis  Vánda- 
los y  los^ebó  4e'Serdjinia'(Cer* 
deia^  HenieHQ^rrolé  laa  tro- 
pas de  iensAríeo  junte  i  Trípo- 
da; y  aasiNso^  ¿«Weindo  llega- 
do ¿fea:  cosías  de  Afpíea  ooQ  ia 
<e8CMadra  del  eojiperador  de  O* 
Tiente  (» eompttaslá  de  mil  don- 
eieiitoa^  l>04»te%  loa  dos  4UéKi4#a 


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DBL    BAJO 

roin&iro9  sr  reunmron,  dieroo^ 
betalia  á  los  bárbaros  y  lospu- 
itüfon  eouéila. 

Si  estos  jeoeralfes  hubieran  sa- 
bido aprovecharse  de  suvicto- 
rio,  Gartago,  ya  consteroada, 
hubiera  ca'káú  en  sus  maoos;  moa 
perdicroír  tiempo,  y  conredie^ 
ron  á  J'enserico  una^  Irei^ua  de 
cinco  días^.Esle  príncTt>e  aslulu, 
que  sabia  servirse  del  ora  lanío 
como  del  Hierro,  compró  Irai»- 
dores  que  le  entrega  roa  la  ei- 
euadra:  la  ataca,  la  sorprende  y 
la  incendia.  Basilisco  huye:  He^ 
radio  y  Marcelino  se  retiran: 
JensericO' recobra  el  imperio  de 
lo»  mares,  se  apodera  de  Sicilia, 
y  derrama  en  Ilalia  el  mi&mo 
lerror  que  el  armamenlode'  los 
dos  emperadores  había  causado  : 
•o  África.  Enmedio  de  eslus  re- 
veses Antemio  s»  moslrá  vale^- 
roio:  «Soy,  decía  ,  el  único  ra«- 
•mano  que  no  teme  por  sí,  sino 
»porel  bien  del  estado^  que  es 
«la  sola  especie  de  temor  per- 
i»mílida  á  un  príncipe.» 

Una  de  las  mayores  y.mas  co- 
munes desgracias  que  siguieron 
á  la  calamidad^  fué  la  división 
entre  los  jefes,  dispueslus  á 
romper  la  uuioo  cuando  es  mas 
aecesaria.  A  n  le  mió  y  Uicimero 
le  enemislaron  desde  que  tuvie- 
ron la  fortuna  contraria,  £1  je- 
nerai,  caniado  de  obedecer ,  lo- 


MfPRRfOi  Mf 

vanló  en  Mtídlofano  el  eslaodar* 
te  de  la  rebelionvsedéeíarcS  in*- 
dependieiTte,  enf^añó  al  príncipe; 
aon  una«  reconcílracioD  finjida* 
neunió  todás^aus  fuerxaa>  f  man. 
chó  contra  Roma*. 

Anlemio,  digno*  dfe  reinar^^ 
pues  supo^pejear  y  morir,  se  de* 
feudió  tres  meses  al  frente  del 
pueblo  ^,cuyo  valor  apenas  po- 
día animar  con  su^  ejemplo.  Ri- 
cimepo,  que  mandaba  hombres 
mas  aguerridos,  vencióa  I  ün  laa 
muruilas  de  la  capital,  btzo  ma« 
iB&  á  su  «negro,  y  enlregú  Ja 
ciudad  al  pillaje. 

OliBIIIO,  KMPESilDOa. — (472) 

Ricimero  colocó  en  ei  Ireno  á 
Olibrío,  de  la  familia  Anicía>  y 
marido  de  Piacidía  ,  última  hija 
de  Yaleuliniano.  Este  fantasma 
imperial,  cuyo  nombre-  ha  sido 
un  título<lede$preeio,.no  apara- 
ció  maa^que  siete  meses  sobre  el 
trono. 

Roma  quedó  muy  pronto  I  i-*- 
br&  de  Rlcimero:  poco  tiempo 
después  de  su  victoria  y  de  su 
crimen,  falleció  dejando  el  re- 
nombre de  gran  capitán  yúñ  es'* 
tadista  péríido.  Díó  y  recobró 
cuatro  veceíi  el  imperio  de  Oc- 
cidente ,  que  defendió  con  valor 
y  gobernó  con  tiranía. 

GUCERIO,  BMPKAÁUOB:  JUMO 
XEPOTB,  BlfPERAÜOa.  —  (i*?*))  .VI 

mismo  tiempo  Yerina,  empera- 


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«af^otofiLnaii  ^um  dltie  el  iaipe^ 

Uibtiíxú  my»  4  fwheinador  ^éi 

cer  é  Mü  campMi^^Uaimmim 
j(^ca4o,  «0fBl»kdQ'p6t^Atí«Ai(K- 
•TAr  ^^•ftiUirtdo,  ^féfAé^^r^ 

-pMs obispé  «é<«i^loiib  tt).  Né- 
-poté  véMiií;  y  .fii**l?ré&laina<te 
eDltaKayen  lii'iiituilitfáaflala^ 
Gátia^eMniteMifocM A  (a  éém- 
4)P»4eMé  d*l¿tta4Íioii<  roníii^. 
1611  reModó^frai' «orto,  y  ^  la- 
lÉp^nlaróa  que  áo  birbn^e  doriMlo 
•qo^as títmp^  •pdr4MM>a  pr/oisl* 
^3a9to)r<<raleho«o.     J    ■        ; 
•    f  ara  4eM)r  iliNipO3roobfít»rfrl0s' 
fcárbíAiMOtV  Jíépoie^cedló.  la  áo- 
vernia  á  Euficd,  rey  da468'^- 
-^igodM.'Su^Mddeiieia  eiídioaria' 
ser»  Rav^ota^  Et  palricié  dk^steé/, 
i^ue  mamtotaiVQ  Roma  losi'f*-: 
ddS'ausiHttves,  «eaubtové  co»^' 
-6l^einperador>  f  4ievó^uai4r9p« 
%asi^  >tas  puerlas'tfa  ff^elis  eiu- 
*dád¿  Képol94Uaeed»|ior4oiqi]e 
deMao  deüaodérle^aqró  á.Ilái- 


^('MA.l  í 


ll/.-í 


ín-i.fu 


baUa  kecho  olit$^.(9^  K^M 

da^  y  faé  attsiM^.<wajyfp  AÍlf^ 
d^fMÍMpit.éi^^^  meocior 
0ado/aUMw4^:M .  prpWfiMf 
e8téxriiDett44vft|)éi  If  Wli^orfil  dp. 
S6dicüaiio.i  .  '  ir    ,e  .. 

rMtoa  l^Wa  9id9  tecratari^  de 

taiMiAopIt,  y  >lia«Üt>«L  gfíi4o  de 
jeoterél  -per  émutlÜA  (Ñ  mi«Qio 
Népolft,  4  qugmurlfó  del  tro- 
^0.  lf«:VieHefkdo  ceiiir  Aa  ^<urií)r 
«a/qüc  lenifirepiafii  f«4>;fj9^- 
dos/1aiimDi9a1afi^ie|iea-4^  w 
bl]o  RdttiiiloJkiieuato^.i^e#o«ú- 
nádo  Aagdatüto <%  toa. Mtr- 
<karosi,  que  fgvomiler^a.  w  ^v 
%6>ioD^  eefiíiwoo  en  reeópi^^Q- 
^  la  tareera  ,p«iol5d^la«4i?i(M« 
'de  Italia*  <^resles  lOreyá  4110  |tu  * 
<éia  ^blarcomo  daeiftai  .iM>H|4fi- 
aéuccedec  Jiftt  dM^aadav  i  VM^' 
bS  cuáAia   4M  4a  dependeii.«ia 

,  (2)  .  Qao  €ompttr'ío,  ffeppoájugti  in 
'Dt^maÜa^uhiqtu  drjee^ jtrivaluM  rc^- 
Vk),  uhi  ¡am  Qtycerh4%^  Hudum  vffnpi^ 
'rotor ^  ^ísfopátum  Fühntianüm'fkwé^ 

ÉMiAtñik.MM^^'    ..:*'.'    ';.. 


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DEL   BA70 

que  tiene  un  criminal  de  sus 
cómplices.  Habia  hecho  traicioo 
Í6u  bieoechory  sujete,  y  á  su 
vez  iavocóen  vano  la  fidelidad 
de  los  mismos  á  quienes  su  e- 
jemplo  había  desmoralizado. 

Olro  secrelario  de  Attila,  hu- 
no de  nacimiento,  llamado  0- 
doacro,  hijo  de  Edecon,  aatiguo 
colega  de  Orestes  «n  su  misión 
é  GonstanlinopU  sublevó  contra 
Orestes  lodos  los  bárbaros  que 
Labia  en  Italia.  Les  demostró 
fácilmente  que  á  ellos  perlene- 
ciaa  las  tierras  conquistadas  y 
defendidas  tantas  veces  por  sus 
armas.  Corrieron  todos  á  su  voz, 
sitiaron  á  Orestes  en  Ticino 
(Pavía),  le  hicieron  prisionera, 
y  le  mataron  (1). 

Conquístamela  italia  por  o- 
doacro,  y  ruina  del  imperio  de 
OCCIDENTE.  (2)  —  (476)  OdoacTo 
resolvióabolir  el  título  de  empe. 
rador  de  Occidente.  Esta  gran- 
de revolución  se  verificó  sin 
rjesislencia  ni  combates;  y  el 
coloso  romano,  que  por  tanto 
tiempo  había  fatigado  la  tierra 
con  su  peso,  minado  por  la  edad, 
ki 

(1)  Ennodii  Túin,  r'iU  Epíph. 
p.  387. 

(2)  Léaae  la  ooU  que  va  puesta 
al  in  de  este  capítulo,  relativa  al  nom- 
bre de  imperio  de  Occidente,  y  dcO- 
ritnte, 

TOMO   XV. 


IMVEmO.  ÍIS 

abatido  por  los  reveses,  carco- 
mido por  la  corrupción,  se  des- 
moronó á  la  voz  de  Odoacro, 
como  los  cuerpos  heridos  del 
rayo.  £1  bái^aro  no  se  dignó 
sacar  la  espada  para  derri- 
bar el  trono  de  Roma.  Mandó 
al  débil  Augustulo  que  abdica- 
se, y  respetando  las  costumbres 
del  misuio  pueblo  cuya  ecsis* 
tencia  aniquilaba,  empleó  las 
Tormas  de  la  antí§;ua  constituí 
cien  para  destruirla.  £1  senada 
se  reunió,  y  aparentando  deli- 
berar por  la  última  vez,  decla- 
ró la  inutilidad  de  estar  sepa- 
radas las  dos  coronas,  transíirié 
la  silla  del  imperio  á  Constan- 
linopla,  renunció  farmaimente 
á  todo  derecho  de  gobierno  y 
elección,  y  escribió  á  Zeooo, 
que  había  sucedido  á  León  I  en 
474,  recomendándole  á  Odoa- 
cro, é  invitándole  á  dar  á  este 
guerrero  la  autoridad  suprema 
en  Italia  con  ei  titulo  depafri- 
cío.  Odoacro,  arriano  de  reí i- 
jion,  es  proclamado  rey  de  Ita- 
lia el  23  de  agosto  del  año  476. 

Tal  fué  el  postrer  decreto  del 
último  senado  de  Roma.  Zenoa 
lo  recibió  con  indignación,  y 
respondió  á  los  senadores:  «Te- 
»n<ais  dos  emperadores.  Ante- 
))mio  y  ííépole:  -el  .primero  fué 
«víctima  de  vuestra  cobardía:  al 
«segundo  le  echasteis:  mientras 


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114  aisToiUA 

»él  vita  será  Tuestro  monarca» 
»y  DO  recoooceré  k  otro.» 

El  emperador  de  OrieDte>  des- 
pués de  beberse  dejado  Uever 
de  este  primer  movtmiealo» 
mudó  de  leogoajej,  ye  porque 
DO  laviese  fuerzas  que  oponer 
á  los  godos  para  leTaolar  á  Ro- 
ma de  su  abismo»  ya  porque  su 
orgullo  se  complacía  en  el  Ulu- 
lo de  emperador  romano  qué  él 
solo  conservaba*  Asentó»  pues, 
convenio  con  Odoacro,  y  satis- 
fecbo  con  ona  supremacía  ilu- 
soria» le  dejó  absoluto  due&o  de 
Italia. 

AugústulOy  insigne  por  JU  ér« 
mosura»  no  babia  recibido  ni  de 
la  naturaleza  ni  de  la  educación 
virtud  alguna.  La  aparición  de 
este  principe  en  el  trono  fué 
tan  corla,  que  su  nombre  esta- 
rla ya  olvidado,  i  oo  recordarlo 
el  gran  suceso  de  la  ruina  del 
imperio  de  Occidente.  Cuando 
Augústulo,  último  sucesor  de 
Augusto,  abandonó  las  insignias 
del  poder,  Simplicio,  pontífi- 
ce XLVUI,  ocupa  la  silla  del  a- 
póstol,  cuyo  imperio  babia  co« 
meuado  bajo  el  eredero  inme- 
diato de  Augusto*,  los  sucesores 
de  Simplicio,  de  quien  iremos 
hablando,  después  de  13SA,  rei- 
nan auD  en  el  palacio  de  los 
Césares. 

Odoacro   despreciaba  sobra- 


damente á  este  príncipe  degra-» 
dado  para  temerle:  le  dejó  vi^ 
vk»  y  le  desterró  de  Roma  con 
su  familia.  Mas  histroido  que 
lea  otros  bárbaros,  respe t4$  las 
instituciones  de  Boma,  cuya  in* 
dependeocia  destruía t  reinando 
sobre  su  tumba,  pareció  vene- 
rar su  sombra^  Siete  afios  des* 
pues  de  la  ruina  del  imperio 
restableció  el  consulado ,  bizo 
ejecutar  en  Italia  las  leyes  de 
los  emperadores,  y  para  enga* 
ñar  con  gloriosas  memorias  ¿ 
aquel  pueblo  umillado,  le  dio 
el  espectáculo  de  un  triunfó; 
Los  romanos  envilecidos  goza* 
ron  de  éU  olvidando  que  Do  era 
para  ellos  la  solemnidad  de  la 
victoria,  sino  de  láserviduioabre. 

El  primer  rey  de  Italia  con- 
cedió al  último  emperador  de 
Roma  una  pensión  de  seis  mfl 
piezas  de  oro,  y  le  blzo  cdndn* 
cir  á  la  antigua  viUa  de  Lúcdlo» 
situada  en  Campaniá  sobre  at 
promontorio  de  Mesina,  y  eou* 
vertida  en  fortaleza  desde  las 
guerras  de  los  vándalos:  esta  ca* 
sa  de  campo  haUa  pertenecido 
primero  á  Mario  i  Lúculo  la 
compró  después. 

De  este  modo  la  Providencia 
sefialaba  por  prisión  al  bijo  del 
secretario  de  Attila»  i  un  prín- 
cipe de  razá^  gótica,  revesUdb 
con  la  púrpura  romana  por  los 


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DOL    BAÍO 

Últimos  bárbaros  que  derriba* 
ban  el  imperio  de  Occideote, 
uoa  casa  adonde  fueron  lleva- 
dos los  despojos  de  los  cim- 
bríos  ,  primeros  bárbaros  del 
ietentríon  que  amenaza  roa  al 
Capilolio.  Allí  pasó  Augústulo 
su  juventud  y  su  vida  ignora- 
da, sin  curarse  de  los  recuer* 
dos  que  llevaba  su  nombre»  in- 
diferente á  las  lecciones  que 
daba  su  presencia,  y  estraño  á 
las  memorias  que  cscitaba  el  lu- 
^ar  de  su  destierro. 

Y  para  que  veamos  la  tnmu* 
tabilidad  de  los  <;onsejos  eter- 
nos y  la  vicisitud  de  las  cosas 
umanas,  debemos  añadir,  que 
las  reliquias  de  San  Severino 
sucedieron  á  la  persona  de  Au- 
fústulo  en  ia  morada  que  Mario 
decoró  con  sus  proscripciones  y 
sus  trofeos,  y  Lóculo  con  sus 
Hestas  y  banquetes:  la  morada 
se  convirtió  en  iglesia  (1).  Cuén- 
tase que  Gdoacro  ,  no  sieudo 
tnas  que  un  soídaiio  oscuf o,  ha- 
bió visitado  a  San  Severino, 
en  la  Núrica.  Cl  solitario  al 
aspecto  de  este  bárbaro  de  una 
estatura  desmesurada,  pues  se 
encorbaUa  para  pasar  por  deba- 
jo de  lu  puerta  de  la  celda,  le 
dijo:  ic  Marcba  á  Italia  -,  aora 
féStás  cubierto  con  las  despre- 

.    (i)  .  Stí^if^-  ^  vA»  ^.  Severm» 


IMTORYO.  ^^.  115 

ciables  píeles  de  tas  bestias,  pe- 
ro vendrá  un  tiempo  eu  que 
distribuyas  dádivas  y  recom- 
pensas (2).» 

La  morada  de  Láculo,  aque- 
lla morada  en  fin ,  cuyo  lujo 
fué  en  otro  tiempo  el  indicio 
de  la  decadencia  y  corrupción 
de  las  costumbres,  y  que  sirvió 
de  asilo  al  príncipe  que  por  su 
flaqueza  y  cobardía  dejó  un- 
difse  bajo  sus  plantas  el  primer 
trono  del  mundo,  pareció  re- 
cordar de  dos  maneras  á  los  hom- 
bres esta  verdad:  La  t>iriud  es  el 
cimienta  del  poder  :  las  nacio- 
nes caen  cuando  se  corrompen, 

Augústulo  había  recibido  de 
su  abuelo  materno  el  sobre- 
oambrede  Rómuh:  la  fortuna 
de  su  padre  le  dio  el  de  Augus- 
to. Así,  por  unasaerte  estraña, 
el  monarca  bajo  el  cual  pereció 
la  capital  del  mundo,  recorda- 
ba los  nombres  gloriosos  de  sa 
(irimer  rey  y  su  primer  empe- 
rador. El  imperio  de  Occideate 
habia  durado  ¿07  años,  menos 
algunos  dias,  lomando  por  época 
de  su  principio  la  batalla  de  Ac- 
cio.  Cayó  el  año  1229  de  la  fuo-» 
dación  de  Roma. 

(2)  Vade  aá  íiaUmmy  vadt  vilCtsi^ 
mis  natn  f/elUbu9  co&fmrtus:  sed  miU- 
tí<  Citó  piurJma   lar f^it utas.   (Adoo. 


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116 


COlVCEüSKm^ 


Es  imposible  dejar  de  con>* 
sMerar  con  iaterés  los  prioae- 
ros  esftoerzos^de  la-MCtente  Ro- 
ma r  sus  tfiontos  esoltan  h^  sd- 
ntiraeion;  los  desórdenes  que 
prodojerofi  su  decadeoele>  fus- 
frirao  disgusto  y  orror:  so  eaida 
tseitt  un  seDlimleatade-  triste^ 
te.  Las  Tafias*  circunstancias 
que  produjeron  la  ruina  de  este* 
ediOcio^e»  otn>tieiDpo  tan  mag^ 
DÍflco>  se  pueden  reducirá  una 
causAÚlÜma.  La  disoiueioocM 
imperio  romano  fui  resultado 
ioevitolil»  de  su  grandeza.  La 
estensioude*sus  dominios  relajó 
e4  vigor  de  su  coostíiucion:  tos 
vicioftde  las'  uttciooes  eonquís-' 
tadas  tnfestaron  las'tejiones  vir- 
(oriosas>  y  el  lujo  estranjero 
corron^|>ió  á  sus  jefes*,  el  inte* 
res  egoüsta-'sucedíó  al  pelriotis«> 
mo*,  los  emperadores  abaiieron 
de  propósilo^ él  espíritu  marcial, 
porque  temían  sus  efeclosv  y  lo^ 
da  la  mase  , .  enflaquecida  y  e- 
nervada  por  estos  motivos;  fué 
presa  fácil  del-  torrente  de  bár-> 
buros  que  hemos  visto  salir  de 
los  desiertos  del  Norte.  Estos 
pueblos  salieron  sucesivamente 
de  aquella  noche  profunda  en 
que  su  historia  y  su.  ecsistencla 
hablan  estado  envueltas.  Na  te- 


niendo de'Comuor  entre  sí  sina 
su  veneración  por  los  jefes  de 
las  iglesias  de  Occidente,  no  eo«« 
nocían  otro  bien  que  su  salvaje 
Ifberlad^Y  y  solo  después  de  diec 
sigloa  de  guerras  y  de  intrigas^ 
loa  descendientes  de  estos  altíw 
vosbáriiaros se  sometieron,  co- 
mo veremos,  6  leyes  fijas  é  in<» 
variables;  pero-  ninguu  conquis-i 
tader  consiguió  reuetrlos  iodos 
bajo  su  cetro. 

Las  grandes  crisis  que  sufrid 
después  la  repábliea  eurupee; 
.durattie  una  larga  série*de  años, 
prepararon  los  acontecimientoa 
de  tos  siglos  XYIII  y  XIX  en  que 
se  agrandó  el  teatro  político^  eo 
que  las  relaciones  entre  los  esta» 
dos  se  complicaron  nMS;euqiia 
e^aaibicioso  y  despótico  czar  de 
Rusia  no  tuvo  masque  poner  en 
jnovhnieoto  las  fuerzas  de  su 
imperio  para  establecer  cierto 
equilibrio  entre  sus  vecinos;  en 
(pie  la  gran  Bretaña  elevó^  sobre 
las  olas  del  Océano  un  poder 
que  solo  encuentra  ejemplo  en 
el  queun  dia  tuvo  la  Espa&a  con 
sus  inmensa»  escuadras;  en  que 
una  mnltislttdde  eoesiitucioaes 
republicanas  se  formaron  en  un 
pais,  cuya  ecsistencia  era  desco«- 
nocida  hace  algo  mas  'de  tres- 
cientos años;  en  que  la  guerra, 
la  política,  la  relijion,  la  moral 
y  las  ciencias  han  sufrido  los 


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camlifos  ñas  iíBiporlaates  7  inM| 
f0CQDdo6  en  ooateciieoeiasv  ri* 
gloXIX  en.  fin,  en  qne  6l  jófit- 
ro  omaDoes  ajitido  por  uoa  fer* 
mentación  eatraordinaría  que 
bace  presajiar  on  nuero  por» 
venir. 

No  po^rá  negarse  qne  té  Bul- 
torta  mf^derna  tfene  menos  a- 
tractiTos  que  la  antigua,  ya  por- 
tille desde  el  estaMecimtento  dé 
las  monarquías  absolutas,  los 
resortes  secretos' de  k>saeonfo- 
eimientos  se  han  hecho  mas^  di* 
fíciles  de  descubrifv  ya  porque 
hay  pocas  naciones  modernas 
cuya  cooduct»  política  anuncie 
nn  plan  seguido;  pero  á  p^sar 
de  estas  desventajas^  ofrece  »* 
nuestra,  curiosidad  objetos  de 
un' gran  interés.  Ella  nos  mues- 
tra á  los  ambiciosos  con  liara 
ocupados  sin  descanso  en  apro- 
vecharse de  las  circunstancias 
para  elevar  el  imponeoie  coloso 
de  la  potencia  eclesiástiü»  coa- 
desprecio  del  evanjelio;  coloso* 
que  en  otro  tiempo  hollaba  con 
sus  píes  las  coronas  de  los  re- 
yes^ mieulras  él  escoodia  su  ca- 
beza en  el  cielo,  á  fin  de  ocul- 
tarla á  las  miradas  indíácretas 
délos  mortales,  pero  que  llega- 
rá nn  dia  en  que  su  domioio 
temporal  desaparezca ,  porque 
el  cristianismo  se  ha  bastardea- 
do en  shs  manos,  y  necesita  o- 


tmniúi  117 

tras  mea  puras-  y-  maa  aanlas, 
que  á  nada  de  lo  terreno  loquen; 
le^  biitorla  nbs  mtwtrará  á  loa 
vijilaatee  venecianoa*  conser- 
vando por  una  larga  serie  de  a« 
ños  su  independencia,  y  soste- 
niendo con  SU'  sabiduría  un  go^ 
bterno  que  parecía  hecho  par»- 
desagradar  á  la  mayoría  de  le  na«* 
cion;  ella'  nos*  presentará  á  loa 
suizos  combatiendo'  con  un  va* 
lor  eróico  por  ss  libertad;  á  los 
olandeses  sacaciddrá  su  pais  de^ 
las  otas  del  mar  f  defendiendo 
sus  privilejios  contra  los  ejér- 
citos de  Feliperll,  y  á  los  mgle« 
ses  entregados  por  mucho  tiem>- 
po  á  Iftt guerra  eívit^y  al  fanaw 
tismo,  creando^n  fin  una  cona^ 
litucion  admirable  bajo  muchas- 
relaciones,  pero  demasiado  com- 
plicada qMizá  para  subsistir  lar- 
go tiempo*  en  tod»  sm  pureza. 
Ella  nos  presenta  pueblos  em* 
>«brutecidospor  los  frailes  y  los 
terrores- de  la  inquisición,  y  na- 
ciones enteras  hechas  el  jugue- 
te de  los  caprichos  de  sus  veci'^ 
DOS,  ó  gobernadas  por  el  hierro, 
el  pala  ó  el  látigo  como  en  Ru- 
sia. La  historia  modem»no6  o- 
frece  además  considerar  erl  e- 
quilibrío  que  se  ha  establecido 
entre  los  estados  europeos  y  que 
está  ligado  con  sus  relaciones 
recíprocas.  Estas  relaciones,  re- 
sultado de  la  posición  jeografiea 


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118 


HISTORIA    MI  BAJO   IMPEKIO. 


de  los  diferentes  pabes  de  Eu- 
ropa, así  como  de  sus  leyes,  de 
su  riqueza,  de  los  prioclpios  po- 
líticos 7  d«i  carácter  de  las  Da- 


ciones, tendremos  tiempo  de 
consíderorlas  en  el  discurso  de 
la  presente  historia^ 


FIN    DEL     IUPERIO     HE     OCCIDENTE  (1). 


(t)  Aunque  en  el  tomo  XIll  ck  esta  obra,  al  principiar  la  hiitoria  de) 
Btijo  ImperiOy  aTiadioios  ó  de  oribn'TE  por  «eguir  el  parecer  de  algunos  hit- 
ratos;  conformándouos  después  con  la  clasi^acion  que  hxn  betho  los  priiiri- 
palea  historiadores,  decimos  que  debe  entenderse  por  de  Occidente  la  bUlo- 
r'ia  desde  Constantino  basta  Augústulo  destronado  por  Odoacro,  cual  es  la  que 
queda  ra»-ncionada  en  todo  el  LihrQ  decimoiercero;  j  de  Orieote  la  que  con- 
tendrá  el  decicnocuarto,  y -siempre  bajo  la  denominación  de  bajo  imperio. 


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* 


©S)Sai6^^. 


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-^-  aL* 


^^■% 


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BitTOMA  INSL  BAIO  niPBnO. 


m 


^I^ISID  2)SD1S[LDI^1íL:E9D% 


CONTIMCA  EL  BAIO  IMPERIO. 


CAPITULO  PlUMERO. 


Cii^  M  Imperio  ñt  OcdAende. — f*«aadre  Ae  fot  acoateHoiienrtot  Mfteríorn  I 
«tU  caida. —  Preti  nsionet  de  Aspar  al  poder.  -^  Bleccion  de  1«ob  por  el  ae- 
Mulob^-Elfvacioa  de  Antemío  a}  trooo.  — Caaia  del  odio  de  2eiion  oonirm 
4o«  católicos. —  Acondecimieoto  ea  U  Galia. — •  Cóaspiracioii  de  Aspar  coo- 
tra  León.  — Erupcioii  del  Vesubio.  —Muerte  de  Aniemio. — León  !!•  dooi- 
lirado  a ogufllo. —  Rejencia  de  Zenon*  —  5«  elevadon  al  trooo.  — Invasión 
^  jHMerioo  en  el  imperio  de  Oriente.  — Conaptraeion  en  tmor  de  Bastlitco. 
—  BasUisco,  emperador.— «Moerle  de  Basilisco. —flenótico  de  2enon«-^ 
Edicto  de  Verana.  —  Espedicion  de  Teodoriro  en  Italia. — Goerra  eolre 
Odoacro  y  Trodoriro. — Batalla  del  Adda:  los  ostrogodos  duefios  de  Italia. 
•— Binarte  de  Odoaoro  por  la  perfidia  de  Teodorico.  —  TfodorirOfTey  de  lta« 
lia. -^So  ^biemo.— -So  cnndnctn  peUliea.— Crimen  de  la  emperairia 
Ariadna  y  mneaU  de  Xtmom»  — Lijiro  boaqn^  de  los  p^P«s«  desde  w2^imo 
hasU  Félit  11!. 


ZENON,  EMPERADOR. 

<Año474.) 
Cmida  dBlimpiri$  de  Oeeidente. 

|liL  Binniio  do  OceideB«e>  des- 
pués de  ooa  re9i9teiici«j  ibas 

TOMO  XV. 


praloDgada  por  m  Tama  que  por 
8D8  recnr808,  acababa  de  caer 
^B  maB08de  loa  bárbaros.  Eslos 
reparliaB  aus  despeaos,  foBda- 
baowl^e  son  ntioas  lo8  reíBos 
de  la  B«ieva  Europa,  y  despnes 
de  derribar  h  los  «eflifieradores 
romaooa^  ae  dcsd^fieroB  de  to- 
mar «ale  iiknio,  arto  eBYllecido 
16 


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123  HUTOMIA 

por  los  últimof  príncipes  que 
lo  babian  lle?ado. 

La  calda  de  Boma  es  la  graii- 
de  época  que  separa  la  historia 
anligaa  de  la  moderna^  la  coal 
comienza  con  el  reinado  de  O- 
doacro  en  llalla,  el  segando  aAo 
.  del  de  Zenon  en  Oriente  (476). 
Un  nuevo  mundo,  nuevas  poten, 
cías,  costumbres  nueras  tan  i 
ofrecerse  i  nuestra  Tlstü.  Las 
antiguas  instituciones  ban  pe- 
recido: otra  relijion  domina 
en  los  ánimos:  por  todas  partes 
ha  desaparecido  el  amor  y  asta 
el  recuerdo  de  la  libertad:  ya 
la  historia  no  nos  da  virtudes 
cívicas  que  contemplar,  los  pue- 
blos ya  no  tienen  derechos*,  el 
estado  se  concentra  en  la  corte; 
la  autoridad  de  los  príncipes  so- 
lo es  limitada  por  la  de  los  gran- 
des y  la  ambicioB  de  los  sacer- 
dotes; las  naciones  caen  en  de- 
testable servidumbre,  no  reoo- 
mendándolesotra  virtud  que  la 
obediencia;  y  durante  muchos 
siglos,  estos  pueblos  nuevus,su» 
midosed  la  ignorancia,  agoUi^ 
dos  bajo  el  despotismo,,  solo  bri* 
^liarán  eo,  nuestras  narraeíones> 
por  el  esplendor  de  las  armas. 

La  tiranía  aleja  del  senado, 
del  palacio  y  de  la  tribuna,  las 
luces  y  la  elocuencia;  y  aun 
completamente  se  hubieran  vis- 
to desaparecer  las  ciencias  y 


también  el  onor  en  aquetTa  no* 
che  profunda,  si  las  unas  no  se 
hubiesen  réfujiado  á  los  claus« 
tros  de  algunos  pocos  estudiosos 
solitarios,  y  el  otro  bajo  las 
tiendas  de  los  guerreros.  No 
ubo  mas  principio  político  que 
la  fuerza  ciega. 

Para  contar  ron  algún  órdea 
los  acontecimientos  memora» 
bles  de  esta  nueva  época,  ba« 
hiendo  escrito  asta  aora  la  bis* 
toria  de  los  sucesores  del  gran 
Constantino^  no  la  interrumpi- 
remos; seguiremos  la  narricion 
de  los  sucesos  de  Oriente,  cu- 
yos príncipes  con  pocos  medios 
y  grandes  pretensiones  conser* 
varón  por  mucho  tiempo  el  tí- 
tulo de  emperadores  romanos, 
siendo  muy  pocos  los  que  fue- 
ron dignos  de  él  por  sus  virtu- 
des y  acciones.  Continuaremos  la 
historia  de  su  decadencia  as- 
ta la  época  en  que  Mahomet  II 
derribis  su  trono,  se  apoderó  do 
Constantinopla,  abatió  la  crus, 
hizo  triunfar  la  media  luna,  y 
sometió  todo  el  Oriente  á  nue- 
vo y  mas  bárbaro  despotismo  y 
á  los  nuevos  errores  contenidoe 
en  el  Corán. 

Luego  volveremos  á  la  Eiiro^ 
pa  occidental,  donde  la  Fran- 
cia, despejada  algún  tanto  le 
barbarie,  se  elevó  gloriosamen- 
te  sobre  les  ruinas  de  Roáia^  y 


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ML  BAJO 

fondA  for  el  jealo  4t  Ctrlomag- 
DO  el  oMTO  imperio  de  Occi- 
dente. 

Ante«  de  comeosar^  relnede 
de  Zenon^  primer  emperador  de 
OrietUe  de  eala  Diie?a  época, 
recordaremos  en  pocas  palabras 
los  suüesos-qoe  precedieroB  á  su 
elevacfoft:  sucesos  ctoiya  aarra- 
ekm  kilermmpiaios  para  coa- 
lar  la  «raode  caláslrefe  de  I- 
UHa. 

Deanes  de  la  muerte  del  em- 
perador Marciano,  el  hombre 
Bnas  poderoso  es  ios  campamea* 
tos,  en  les  eJércHos  j  en  la  cor- 
le era  Aspar»  alano  de  nadon. 
Habiendo  escondido  per  su  ^e- 
lor  á  las  mas  altas  dignidades, 
espiraba  el  imperio  y  se  creta 
4^0  de 'él;  pero  ¿iendo  arriano 
y  temiendo  la  «posidon  del 
pueblo  y  de  gran  parte  del  se- 
nado, celoso  por  la  ortodocsia, 
esperó  gobernar  él  estado  sin 
eefiir  la  iK>rona,  4  btio  elejir 
por  emperador  á  León,  mayor- 
domo de  stts  posesiones.  Este 
sirviente  «eoronado  prometió  o- 
bedecerle  y  dar  el  litóle  de  ce- 
sar i  uno  de  sm  tres  hijos* 

León,  proclamado  por  el  se* 
nado,  quiso  dar  á  sU  elección 
imprevista  una  sanción  engreda, 
y  ^1  patrierca  Analoiio  le  coro- 
Oó,  ¿ata  iué  la  vex  primera  en 
i|De  se  Tsóé  un  ohiipo  4ispo- 


imBMO.  123 

ner  en  cierto  modo  de  la  diado* 
ma,  Intenriniendo  en  asuntos 
que  deben  serle  snMPnn  ajenos. 

Desde  que  León  se  vio  en  el 
trono,  se  biso  independiente  de 
Aspar,  el  cual  conoció  aunque 
tarde  que  se  babia  dado  un  due- 
So.  León  era  versado  en  la  lite- 
ratura; tenia  la  astuda  de  un 
griego  y  la  prudencia  de  un 
cortesano.  Quiso  reparar  el  des- 
orden del  erario,  y  por  eso  se 
le  tachó  de  avaro.  Su  posidon 
y  las  costumbres  del  siglo  le  o* 
bligaron  Ul  vex  á  sw  cmeh  du- 
rante todo  su  reinado  se  sostu- 
vo mas  por  la  Intriga  que  poibta 
fuerza,  y  conservó  la  seguridad 
del  imperio  dividiendo  sus  ene* 
foigos  sin  Tencerlos. 

Su  esposa  Terina,  mientras 
él  vivió,  afectó  ser  virtuosa  por     ' 
ambidott;    pero    después  de  su 
muerte  se  entregó  i  la  Vivían* 
úñá. 

La  primer  ¥ez  que  sus  ejér- 
citos combetieron,  lograron  una 
gran  victoria  contra  los  hunos 
de  Asia,  que  habían  invadido  ia 
iprovinda  del  Ponto« 

Las  erejias  turbahan  siempre 
ta  tranquilidad  en  Asia  y  Ejipto. 
En  estas  proviodas  se  pedia  i 
{ritos  ta  «onvocadon  de  «a 
cendUOi  El  emfierader,  4e  a- 
cuerdo  eon  d  pape  y  los  metro* 
folitatuiSy  Redaré  que  todos  de¿ 


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124  msTOftiA 

Wao  BWétenek  las  decfoiooes    Va  zeto  cfefo  por  la  relijkMi^ 


lial  eoDcUio  d6  Galeedouia. 

Loa  ostrogodos  reoovabaiip  )a 
fuerra  en  Iliría:  Aatomio,  yér- 
Bo  de  Marciaoo,  lo6  derrotó  y 
los  oUigó  á  hacer  la  pazv  bien 
'  que  Leon^  á  pesar  de  sq  vicio- 
.  ria,  se  sometió  por  el  tratado  i 
pagar  ud  tributo  auual  de  tres- 
eieutas  librasde  oro..*-Los prfo- 
cipes  débiles  olvidan  que  com* 
prar  la  paz  esinekar  i  ta guerra. 

Los  ostrogodos  le  dieron  en 
reenes  al  jdven  príncipe  Teo* 
dórico^  que  á  U  satán  ienia  o- 
ebo  años.  Este  niño  llegó  á  ser 
un  ^éfq$^  y  su  cauliv^ri»  fné 
quizá  una  de  las  causas  de  su  e- 
levacion,  porque  en  las  escuelas 
de  Bizancioy  en  los  campamen- 
tos romanos  adquirió  las  luces 
que  le  dieron  taita  Cama  y  le 
hicieron  vencedor  de  Odoacro 
y  de  Italia. 

Al  mismo  tiempa  llegaron  á 
Constantinopla  la  viuda  de  Ta- 
lentiaiano,  y  su  bija  Placidia, 
enviadas  por  Jenserieo,  rey  de 
los  vándalos,  que  retuvo  á  Eu- 
dósia,  hermana  de  Placidia,  o- 
biigándola  á  casar,  como  ya  he- 
mos dkbo,  con  su  hijo  Hunne- 
rico;pero  esta  princesa  que  de- 
testaba el  arrianismo^  buy^S  del 
trono,  y  prefiriendo  el  claustro 
al  palacio^  buscó  un  asilo  en  Je* 


cuyos  dogoaMeedefeodiau  co« 
calor,  y  cuyos  preceptos  sa^  vio^ 
labancon  audacia,  se^babia  a* 
poderado  entodcea  de  todos  loa 
áoimos;  y  los  eaDq>os  del  Orieo» 
te  hubieran  quedado  desiertoa 
si  no  se  los  hubiese  poblado  ée 
bárbaros  con  sueldo.  Los  con- 
ventos se  multipiieaban^  poblá- 
banse de-ociosos,  Imanes  ó  fané» 
ticos,  porque  no  parece  sino  qu^ 
el  catolícisaio  se  ha  fundado 
para  olgazanes^  y  cuando  el 
emperador  no  podía  levanti» 
un  ejército  capa»  de  reeonquia^ 
tar  el  África,  la  España,  la  Ga->» 
lia  y  la  Italia,  veia  despechado 
formarse  y  enriquecerse  sucios 
y  asquerosos  cenobitas,  llegan* 
do  á  componerse  algunas  de  laa 
tales  comunidades  hasta  deCüA*- 
RENTA  MIL  FRAILES. 

Con  semejante  tendencia,  (it^ 
cil  es  conocer  que  el  jefe  del 
estado  debia  mas  bien  cantar 
salmos  que  reinar  ,  y  negó* 
ciar  mas  bien  que  combatir* 

Deseando  León  salvar  á  Bo- 
ma de  los  vándalos,  en  lugar  de 
jenerales  envió  embajadores  á 
lenserieo,  y  dio  muy  pocos  au- 
sillos  á  Rieimero.  Solo  una  ves, 
reuniendo  todaa  las  fuerzas  del 
imperio^  emprendió  con  vigor 
echar  á  los  vándalos  de  África; 


rmalen^  donde  acabó  sus  días.  I  pero  en  lugar  de  escojer  para 


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esfMdfeioir  el*  m»  hábil  de 
Sttá  Jeoerales,  cedí4á  l«s  ioAian- 
ek»  de  s«  rniijar;  y  confió  á  Bi- 
sMtsco,M  cufiado,  el  meado  d# 
Ni  eacitedra  j  del  e|érei4o,. 

I4i&  agailaa  itHDeaas  Yuetvéo^ 
án^r  las  tóales  de  Garlegov  £1 
reenerdo  de  le»  antigüe  gloria 
:deft^rl8  i!r  lae<  ie|ione»v  f  estas- 
beten  j  poneo  en  eida.  k  los 
barberos.  Ee  vez  ée  aprove* 
eherse  del  terror  cansado  por 
esie*s«cesoí,  nisHisco^  que  pre^ 
ferie  e^  dinero  al  ohímt,  eoocede 
imprüdenlemeQie  ana  tregua. 
JeeserlBo  le  eoga5a^  sedi»ce  á 
eos  ocíeles,  dispersa  á  los  ro- 
manos, destruyes»  escuadra,  y 
ebliga  á  Basilíscai  que  busque 
su  salvación  eo  I»  oÍde« 
^  Atrevióse  á  presenlarse*  en^ 
Cooslanlinoplaf  el  pvebló  pedia 
su  muerte;  pero  Aspar  y  Vérkm 
bicieroo  que  se  le  condenase  al 
íésiierro  peres^b^arsu  vida.. 

Otro  ejército  imperial  fué-doi» 
rrotado  por  los  godos.  El  bijo  y 
sucesor  de  AttHa,  fundando  su 
esperanza  en  la  dehiMad  del 
imperio^  marchó  contra  GonS* 
tantínopia;  pero  los  romanos, 
defendidos  entonces  por  Vala- 
miro,  rey  de  los  godos,  envoU 
vieron  á  los  bnoos  y  los  estermi- 
iieron,  bien  que  Yalamiro  pere- 
ció en  la  batalla.  Los  godos  ven- 
gaioft  su  muerte  liacieado  en 


naratio.  SK 

los  busos  esproAos»  eamieería, 
y  nombraron  para  sueederie  á 
su  hermano  Teodor  ico* 

ELEWMmn  M  Alf  TlHIIO'itL  Ti0i> 

RA — Antemio-  hatria  conCriboft- 
dopodesosamente  áesla  vtieto*- 
rfe  por  su  valor.  Dóblasele  el 
resteUecimieotO'dto  hi.  discipliw 
na  mrnter-,::el>  Impériode*  Occiw 
dente  lu^  como  ya  bemos  vi»- 
lo,  su  recompensa. 

Coostontioopla^  t^n^  corroo^ 
pida  y  leo  mal  gobernada  como 
ILoma,  patecie*  tai»^  próesima  á' 
su.  ruina:  eomola-autlgila  eapl- 
loJ  del  mundo^  pero  la  dlvisioa 
de  sus^eneuiigos  la  salvó. 

l^  fiefsia  esUbe  des(M>xad» 
porki^gnerpa.<eivileoque  Hor- 
misdas  y  Ceroso  se  disputaban  le 
corona.  Peroso  tríUnCó,  mas  fué 
aUcedo  por'  los  hunos:  después 
de  muchas  baiaUaseoque  su  de^ 
bUtdad  le  iiupidíó  vencer,,  qujso 
engañarlos,  f  obiovo  kt  paz  pro- 
meiieedo^en.malrimüliío  su  beii- 
mane,  á  Cunea,  rey  de  aquellos 
bárba906%  fiavióle  en  lugar  de 
la  príncc'ia  uua  esct^iva  rica- 
n^eute  adornada,  que  habla  ju- 
rado no  descubrir  el  dolo.  Pero 
el  amor  la  hizo  quebrantar  su 
juramento.  ConH)  era  joven  y 
bella.  Cunea  la  perdonó-,  mas 
resuelto  i  vengarse  de  Peroso, 
le  pidió  que  le  enviase  t>ara  una 
éspedicion  que  proyectaba,  tres- 


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tt6 

Víeoios4e Mi  «Miares  t>fieio1es-, 
y  apettM  los  laTo  mi^m  peátr,  á 
«nos  méí&i  k  ofros  eovidá  ?«r- 
«M  con  las  maoM  cortadas.  VoU 
Tíé  la  guerra  á  cnoeftclerse  con 
feror^  de  m&áo  que  los  fiersas, 
iejos  4e  lurtiar  el  reposo  del 
jvifertOy  sola  Irataban  de  gra«- 
jear  la  an>isUd  de  Leen.  Solki- 
laron  su  alianza,  y  no  recibie- 
ron de  «él  síoe  ^movesas  ihiso- 
rías. 

Basilisco  débil  en  h  guerra 
y«4reTÍdoen  palacio»  no  selo 
ooee  «aos4ri  «vergenzado  por 
sus  derrotas  y  4esl¡erro<^  sino 
también  ajitaba-cen  sns  intrigas 
ilodos los  hombres  corrompidos 
del  imperia  La  emperatriz  Vte- 
rina  y  el  orgulloso  Aspar  le 
6osíle«ían%  E^te^patricio»  qoo  no 
^odía  tolerar  el  dominio  de  su 
enligue  meyordemo,  reprendía 
á  León  sü  íaJle  de  fe/  como  «na 
l>ajeza  indigna  del  troné.  León 
le  respoodid:  «Si  la  IngraMtud 
»oo  «conviene  i  un  príveipe, 
«menos  le  ^om/leBe  scrr^sclevo 
»de  un  tfmbicioso.» 

Elemperador^  teasiendoi  su 
partido,  buscó  «nepoyo  en  los 
ísauroSy  pueblo  el  mas  belicoso 
y  turbulento  de  sus  ^estados»  y 
^ue  desde  la  muerte  de  Pom- 
])eyo,  saliendo  muchas  veces 
<le  los  nidos  inespugnables  de 
4a  €íUc4«»  llevaba  é  todas  4as 


costes  7  prov^nde»  el 
de  sus  anús. 

Bn  este  país  habia  on  prinei* 
pe  llaoiado  Traaiscodicéo,  po* 
deroso  por  k  airtigiedad  y  as- 
ceadlettie  de  su  familia.  Aub« 
que  ere  eotftraeeko,  de  poeo  ti* 
léate  y  sin  valor  ni  elevneioQ 
de  alflia^  el  emperador  le  dio  en 
mctrimeoiD  á  su  hija  Ariadna» 
le  creó  ^tricio/le  hizo  mudar 
sttDOliibreen  el  dé  Xenón,  le 
«ombrS  otasol,  y  le  eoaftó  el 
mando  de  los  ejércitos  de  O- 
ríente. 

Les  godos  acababan  de  hacer 
uve  tocorsioa  en  Tracia-.  el 
nuevo  patricio  marchó  contra 
ellos.  Asper  y  Basilisco^  enfu- 
recidos por  su  elevación,  gana- 
ron i  muclios  oficiales  y  solda- 
dos dé  su  ejército,  que  prome- 
tieron as^iilflirlo. 

Xenón,  informado  de  esta  eons> 
pfradoo  ,  no  pudo  sustraerse  i 
eHe  stoo  con  la  Aigarse  esca- 
pó, primero  á  Sárdica  y  desde 
esta  dudad  i  Antioqufa  (169), 
AHÍ  se  dejó  seducir  por  un  moo* 
je  llemado  ^edro^  tetanero»  e- 
ohedo  del  monasterio  por  sos 
N  vialidades.  El  Asia  «estaba  en* 
tonces  entregada  á  los  disputas 
rdlijioses  y  ál  espíritu  de  perti* 
do:  toda  la  sutileza  de  ios  grie- 
gos estaba  ocupada  en  sofisticar 
eobre  los  «niátorios:  los  ama* 


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BOt  Dejaban  ti»  dhrtntdlatf  dM 
Yerbo:  loa  DestorüMos^ tmcnio* 
efan  doa  pan iMiaa  eo  Jeaocrtolor 
loa  eali^aiioa»  aolo  le  coace>- 
dlao  ooe  aalitraleía;:  todaa  la» 
familiaa  se  ditféfiMí  pot  ealo» 
eoigmas^  y  la  aaogre  cerrle  k 
torreotea  por  ealos^  absnrdca 
deapreeiabtes.  Zéiioo>  aubyatta- 
do  por  el  fraile  que  profesaba^ 
•rdienteme^te  estas  vaciedades, 
arroJ<)  de  AoUoquAiiir  Marlfirio» 
obispo  orlodoeao.  Leoo  favore* 
ció  ai  obispo,  derrotó  al  fraile, 
y  proibió  severamente  eo  toda 
la  estensioB  del  imperio  el  tra- 
bajo, el  comereio;  los  espeetá* 
evloa  eo  loa  dias  (estivos.  De  »- 
qaí  nació  el  odio  implacable  d^ 
ZenoD  contra  loa  católicos,  y  la 
croeldadcoo  qoe,  loa  persiguió 
eo  todo  su  reinado. 

Mientras  el  imperio  romano, 
aooaetido  en  Italia  al  yogo  de  los 
bárbaros,  era  destroeado  en  O- 
riente  por  las  estúpidas  discor- 
dias rélijiosas,  perdía  en  la  Ga^ 
lia  los  débiles  reatos  de  su  pOr 
der.  Childerico,^  rey  de  los  fran- 
ceses ,  estendia  continuamente 
aas  conquistaa:  loa  borgoi&onea 
no  tardaron  en  llevar  joa  arnaaa 
desde  Di jon  basta  isa  orillas  del 
laer»  Gondebaldo  (1),  principe 

(I)  OaATBAvBaiAND,  €11  ti  lomo  n 
ds  tos  BtiméJM  kiiUrimi  Olea  lo  si- 


iVFmao.  197 

de  est»  norfof»,  arrofadi»  por  ana 
bormenos  pasóált^a,  cmócoo 
la  bija  de  Ricimero,  volvió  coa 
grai>ir#  ejército  á-  la  Gelia^  re* 
eenqolató  su  Irooo,  dtó  muerte 
á  los  principes  que  le  babiao 
diestrooadp,  y  solo*  perdonó  ¿doo 
h^aa  de  CliiMerüeov  dé  tas  ena*» 
les  una  fué  monja,  y  otra,  lla-^ 
med^  Clotilde,  ediirad»en  erpa% 
lacio  de.  su  tio>  foé  despoeé  I» 
esposa  de*  Clodoveo  y  hi  conver-^ 
Ififora  de-  Ma  mérito  y  dts  lo» 
rrancesea. 

El  débit^  Eeoo-  feeibfi»  con  hK 
diferencie'  las  ooitclas  d^  estoa 
sueesoa,  cogro  corso  ni  podia 
romper  Di  retardar;  ftodeado'de 
partidos  é  intrigas,  apenas  sd 
sostenía  sobre  un  trono  vacilan- 
te, impoptunado  sin  cesar  por 
Aspar,  se  rindió  á  sus  soUcita* 
ciones  y  amenazas  y  noml>ró  ce- 
sar á  Patricio^  otio  de  sos  bijos. 
Su  elección  no  pudo  recaer  so- 
bre Artaboro,el  mayor  de  ellos» 
porque  era  erriano.  Como  se 
creía  «retios  toda  la  familia,  el 
pueblo,  escilado  como  siempre 
por  ios  sacerdotes,  se  rebela,  to- 
ma las  arma»  y  quiere  matar  al 
nuevo  cesar.  León  le  dio  un  asi- 
lo eo  su  paiacip»  Aspar,  por  li- 

guiente:  •Gondivsr  ó  Goo^ibaldo,^  so* 
•bríno  lia  Ricimtro....  ti  qaitá  el  cé^ 
•labrt  rey  da  lot  borgoftaot*.* 


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brarse  del  fvror  te  H  maelie* 
éumhre,  m  refajió  áunaSgtesia. 
£1  emperador  áe  pa4o«Meg9r 
este  Imnullo  sino  declarauio  so- 
l6iBDe«6Die  Jtl  paebie,  por  me- 
dio del  i^lríarca,  que  Palndie 
babia  atrasado  la  fe  catiHca. 

El  recoooeimienlo  es  on  sen- 
tímiento  estrafio  al  corazón  del 
ambicioso.  Aapar  7  m^  hijos, 
ansiosos  de  refinar,  eonspiraroa 
contra  el  emperador.  Leoa  pe- 
0(^tra  el  designio,  disirnala  su  e<r 
nojo,  tos  con  vida  á  Teniri  pala 
cío,  y  los  manda;  degollar.  Solo 
Patricio  pttdo  libeitarse.  SI  em- 
perador cooftscó  los  bienes  de 
esta  familia  poderosa,  cuya.TUí- 
Dáfoée1«ímieiiCoÍeU  grande- 
sadeZénoo^ 

Aspar, 'comto  jefe  de  la  raiH- 
ciii,  tenia  gran  partido  en  ei 
e}¿rcUo:  Ostria,  comandanHe  de 
los  godos  ausiliáres,  quiso  ^híQ* 
garle,  y  acomoiidal  palacio; pero 
bjé  rechazado  por  la  gttftrdiii. 

La  maltilad,  que  deiesla  A 
les  grandes  favorecidos,  y  se  in- 
teresa por  ellos  coaadofion  des- 
graciados, iaplauéió  la  acción  de 
Ostria  y  compadeció  á  Aspar, 
porque  lenteadoiantosamigosen 
su  prosperidad^Boeooservómas 
qoo  uno  después  de  su  muerte. 

T,eodorico  el  biaco,  rey  de  los 
ostrogodos,  babia  casado  con 
Í14MI  sobrina  de  AsjMir:  defendió 


4  Oitrla»  decfar5.1a  guerra,  talé 
durante  dos  affos  la  Traeia,  y 
llevé  sns  «mas  aata  el  píe  de 
las  murallas  de  Coastantinepla« 

León,  temiendo  eotooces  que 
Teodomiro,  rey^e  los  godos  de 
Panoenia,  que  acababa  de  ven« 
cer  á  Jes  sgeves,  m  reuniese  con 
los  ostrogodos,  solicitó  sn  i^mis- 
4ad,  le  ofreció  magníficos  rega« 
4es,  y  le  enrió  á  su  ^íjo  eijóren 
Teodoríco,  que  á  la  sazón  tenia 
dietiocho  afios,  liaMendo  osudo 
diez  como  roen  en  ConsCanfif» 
nepla. 

Todas  tes  timas  grandes  son 
jeneresas.  Teodorteo,  para  pro- 
bar su  gratitud  á  León,  leranta 
sin  que  sn  padre  lo  8U|HMe  un 
«oerpodeseis.  nrtl  rolunUrios; 
ataca  i  Babay,  rey  de  ios  sárma- 
tas,  que  se  babia  apoderado  de 
la  alta  Mesia,  lo  iterroia  y  mata, 
y  quiere  devolver  esta  prorineia 
ti  ,  impedo.  Teodomiro  alabó 
f  o  aca&a,  conserró  la  oonqnista, 
y  el  emperador  se  la  cedió  para 
legrar  la  alianza  de  un  reciño 
ím  fbrmMible. 

EnDpaoH  ML  VESUBIO.  —  En 
esta  época  se .  verifkó  una  erup* 
eion  tan  vioienia  4el  Vesnbio, 
que  les  ceniías  lanzadas  por  este 
volcan  llegaron  hasta  GonataA- 
tinopla(471)(y. 


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nn.  mío 
M  trun  ra  ahtimo.— La  IU« 
liapagoaba^eotooees  por  líber* 
tarsedola  iaftiiraciade  Leoo. 
BMmero  dio  macrrte  á  Aolemio, 
ftfa  turo  por  aueesor  á  Olibrio, 
y«»te  á  Glicerío,  eompelidor  d« 
Jalio  Nepote,  nombrado  empe* 
rador  de  ftoma  por  la  'corie  de 
fiiiaficío. 

ladebHidad  de  no  monarca 
esdta  la  deseos  fianza  de  sus  va- 
•alloa,  U  audacia  de  ana  eoemi- 
^gee  y  el  despi^ecío  de  ass  aKados. 
Teódomiro,  haciendo  poco  caso 
de  Leon^  que  solo  era  su  aliado 
por  el  temor,  invadió  la  Iliria;, 
se  apoderó  ^e  Neisa,  corrió  la 
Tracía  y  saqueó  á  Heráclea  y  á 
Larisa.  No  teniendo  Leen ,  fuer- 
zas que  oponerle,  implora  el  so- 
corro de  Xeodorico  el  visojo,  y 
de  Osiria^sos  aotiguos^enemtgoa, 
sufre  sus  desdenes  y  burlas 
insaltantes  por  el  Ututo  de  bi- 
Jo  que  •habla  dado  á  Teodo- 
rico  el  lóven;  y  para  lograr  su 
protección  lespagaXributoy  los 
condecora  «coa  la  dignidad  de 
comandantes  de  la  mUicia;  esto 

r£du9  intestinit  igmbuí  astuans  exuS" 
ia  Qomit  viseeroj  nociurnisque  in  diem 
Unébrts^omnem  JSuropw /aciem  míitU" 
io  4oniexii  pulvere :  Hujus  meiuendi 
MÍmmis  memoriam  Biíaniii  annue  ee^ 
iebront-nti  Td,  no^embrU.  (Mirtiano 
el  FM(o<:«flM  CbreM.ProGoplo;^Bel. 
Goth.  Ub.  ft.) 
Toau)  XV. 


nmno.  189 

era  soflMfterse  id  mlamo  yago 
que  los  bárbaros  isipoiiiaa  ea» 
toBces  á  los  emperadores  de  Oe* 
cidenHip.  La  posicioa  era  la  mis* 
m«,  y  solo  la  caMalidad  y  la  es- 
oelf  nte  sftuacioB  de  Censtenli* 
nopla  p«d6  aál varia  de  4a  calda 
l^míniosade  Rom«« 

Leen,  cuya  política  Incierta 
nunca  tovo  for  base  la  fuerza 
ni  la  justicia^  en  desprecio  del 
tratado  concluido  con  el  rey  de 
Persia,  bizo  alianza  con  un  jefe 
de  3os  eíárracenos  que  desolaba 
entonces  las  provincias  meridio^ 
nales  dé  aquel  reino,  igualmente 
débil  eñ  el  inJterior  que  en  l<is 
fronteras.  Dominado  por  sus 
cortesanos  igualmente  que  por 
sus  enemigos,  cedió  á  los  deseos 
de  su  bija  Aríadna,  y  pensó  en 
coronar  á  Zenon,  su  yerné.  Pe- 
ro la  resistencia  de  la  plebe  que 
le  dborr^csa  porau  oríjen  isaurcv 
ppr  su  fealdad  y  por  la  maldad 
de  aa  -carácter^  le  obligó  á 
renunciar  á  este  -designio»  dtó  el 
títolo  de  augusto  á  León,  kijo 
de  Áriadna  y  Zenon^  de  edad  de 
catorce  años,  y  le  nombró  cón- 
sul (474).  Este  fué  el  último  ac* 
'to  de  su  autoridad:  poco  después 
DiHirióde  disenteria  á  los  ireinla 
y  siete  años  de  edad  y  4iezjsíete 
de  reinado. 
Los  griegos,  cuyo  imperio  ea* 

;  v4leció  y  «nruioó,  le  dieron  el  t(tn  * 
17 


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lodeGraade  porgue  •»  cstólieo. 
Se  'haa  cooserrido  dt  él  esUs 
eteelenles  palabras:  «La  aatori« 
•dad  soberana  coosisle  ^n  la 
«justicia:  los  prfDcipes  do  deben 
•creer  les  es  permitido  sino  lo 
aque  á  ios  partico lares.»  Este 
noble  pensamiento  bastarla  para 
so  elojio  si  hubiese  sido  la  nor^ 
ma  de  su  conducta;  pero  en  a- 
quelios  siglos  corrompidos,  el  vi- 
cio estaba  en  acción  y  la  virtud 
eo  mácsimas* 

RsJBircu  BE  zinoii.— No  bas- 
taba á  Zenon  gobernar  el  estado 
como  rejente  en  nombre  de  so 
bijo,  aspiraba  al  trono  con  tanto 
mas  ardor  cuanto  menos  digno 
de  ocuparlo  era.  Su  mujer  A- 
riadna  y  so  suegra  Yerina  lea* 
consejaron  apoderarse  de  él  por 
medio  de  un  crimen  orrible»  y  lo 
cometió. 

SuELBVAClOír   ALTEOMO. — ^LsS 

dos  emperatrices  ganan  con  sos 
intrigas  ios  votos  de  muchos  se- 
nadores y  oficiales;  coavocan  ai 
pueblo:  este  se  reúne  eo  la  pia- 
se del  Hipódromo  al  pie  del  tro- 
no del  Joven  emperador  León. 
Los  pérfidos  consejos  de  Ai  ma- 
dre y  abuela  le  hablan  dictado 
anticipadamente  laspalabrasque 
lo  arruinaron.  Zeoon  se  acerca 
á  él  respetuosamente  é  inca  la 
rodilla:  el  Joven  se  quita  la  dia- 
dema^ la  pone  en  la  frente  de  so 


padre,  lo  proelaaae  aogoato  y  lo 
declara  colega  aoyo. 
.  La  muchedumbre,  siempre  fá* 
cil  de  conmover,  aplaodió  este 
actojeoeroso  de  amor  filial.  Po« 
co  tiempo  después  un  veneno  dio 
fin  al  reinado  y  á  la  vida  de  aqoel 
Joven. 

.  Zenon  reonia  en  on  cuerpo 
deforme  y  en  una  alma  vil  todos 
los  defectos  y  vicios  de  los  prín« 
cipes  mas  perversos.  Presuntoo* 
so,  cobarde,  desconfiado,  versá- 
til, ingrato  y  cruel,  pagaba  loa 
servicios  mas  grandes  con  el 
destierro,  y  las  ofensas  mas  le- 
ves con  la  muerte-,  procoraba  o- 
cultar  su  deformidad  con  el  a- 
dorno,  su  impiedad  con  el  falso 
zelo,  y  su  cobardía  con  la  Jactan-, 
cia.  Siempre  amenasó  á  los  bár- 
baros, y  nunca  se  atrevió  á  pe- 
lear contra  ellos.  La  fortuna, 
elevándole  al  poder  supremo, 
no  hizo  mas  que  aumentar  y  dea- 
envolver  todos  los  vicios  qoe 
habla  recibido  de  la  naturaleza. 

La  historia  de  on  hombre  tan 
Infame  y  de  on  tirano  tan  débil 
y  menospreciable  se  hobiera 
quizá  olvidado  por  el  fastidio 
que  inspira,  á  no  haber  sido 
su  reinado  época  de  grandes  su- 
cesos. 

So  orgullo,  que  pretendía  man- 
dar las  conciencias,  dio  orejen  á 
la  primera  goerra  relijioaa  qoe 


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Miangreotó  h  tierra:  hasta  él 
las  erejíassolo  faabiaa  producí- 
dosediciooes. 

Su  debilidad  fué  áUl  á  la  for- 
tuna y  á  la  gloría  de  Teodoríco, 
^1  éroe  de*  aquel  siglo»  é  hiio 
perder  la  Italia.  Parecía  que  el 
cielo  reooia  enlosces  cootra  el 
imperio  de  Orieote  todos  los  a- 
Boles  de  sii  cólera.  Zeooii  teliia 
un  hijo  que  procuraba  ioditar  y 
aun  superar  sus  vicios.  Los  es- 
eesos  de  su  intemperancia  li- 
bertaron la  tierra  de  este  nuevo 
f Joven  M eron. 

Gonon  y^LooJino,  hermanos 
del  emperador,  eran  ttn  odiosos 
como  él:  el  primero  solo  secom- 
placia  en  derramar  sangre-,  el  o- 
tro,  siempre  lomado  del  >ino, 
ultrajaha  á  las  matronas  mas 
distinguidas,  y  robaba  á  los  mas 
nobles  majistrldos  sus  mujeres. 
DIjose  que  en  una  ocasión  violó 
á  todas  las  monjas  de  un  con« 
vento. 

iKVASiON  HE  ITENSMiCO  RN  EL 
IMPKMO  DS  OHIEKTB.  — (^^^)  ^ 

acto  mas  vergonzoso  de  este  em- 
perador fué  el  abandono  de  Ita- 
lia á  las  armas  de  Odoacro.  Des- 
pués de  una  leve  resistencia  le 
noaüiró  patricio,  y  le  impuso  un 
omenaje  ilusorio  .que  nada  pro- 
baba sino  ^1  oi^ullo  impotente 
dd  emperador.  En  vano  algu- 
Mi  hombres  veiecosos  quiste- 


«pmio.  131 

ron  defender  en  la  Calla  losrestoi 
del  poder  romeno:  un  yerno  d^ 
Avitp,  y  Sidonio  ApoUnar^  obis- 
po de  Glermont,  arrojaron  á  loa 
visigodos  de  AuYernia;  pero  Ju- 
lio Nepote  les  cedió  después  está 
pronvincia,  y  Zenon  hiio  1rre« 
parable  esu  pérdida  cediendo  la 
lulia. 

El  desprecio  que  inspiraba  aii* 
mentó  la  osadía  de  los  bárbaros: 
«Igunas  tribus  de  sarracenos  ta- 
laron la  Mesopotamiat  los  hunos 
invadieron  la  Tracia,  y  las  es^ 
cuadras  de  JénseHco  esparcía* 
ron  el  terror  en  todas,  las  costas 
del  imperio* 

Zenon,  que  solo  oponia  i  sus 
enemigos  dinero  é  intrigas,  en- 
vió al  l-ey  de  ios  vándalos  un 
embajador,  cuya  prudencia  fdé 
mas  útil  al  imperio  que  un  ejér- 
cito. En.  aquel  siglo  de  corrup- 
ción Severo  había  granjeado  por 
sus  virtudes  Cania  fama,  que  se 
creia  ver  en  él  un  antiguo  roma- 
no: la  opinioo  pAblica  te  compa* 
raba  i  los  Fabricios  y  Catones. 
Cuando  llegó  áCartago,  hablan 
ye  desembarcado  en  Epiro  las 
tropas  de  Jensericd  y  hacían 
temblar  á  Zenon  en  su  capital. 
La  virtud,  elocuencia  y  firmeza 
del  embajador  inspiraron  tanto 
respeto  á  Jenserico,  que  conclu- 
yó la  paz,  y  le  dijo:  «Te  devuelvo 
«gratuitamente  todos  tos  cauti*- 


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139 


ntroftu 


»¥#689iegot  y  rooMiio»  de  que 
Bfodtoos  dteponer  yo  y  los  de 
»Bii  familia:  los  otros  perieoe- 
»eeD  á  rals  oieialea  y  soldados, 
»y  DO  soy  duejk)  de  ellos;  pero 
«te  peniiHi*  reseatarlos.»  Set«ro 
prodigó  todo  su  eaitdal»  y  veD- 
dio  basta  8«  ¥a|ttla  pera  libertar 
h  sos  eooeiudadanos.  Jj^rmó  Qo 
tMtado  que  asegvrabt  la  eva- 
coaeieD  del  imperto  y  la  tvaii- 
qoHidad  .del  comercio >  y  pro- 
metia  el  restablecimieoto  de  las 
iglesias  y  la  toleraocie  del  culto 
eatdtfco.  Así  la  virtud  de  qq  solo 
hombre  logró  de  on  rey  bárba- 
ro lo  que  las  lejionea  griegas  y 
romanaa^ftotiabiaii  podido  con- 
seguir^ 

GONfFIMimrbB  BASIftlSGO.  — 

(477)  La  corte  de  Coostaotino- 
pla  era  á  bu  mismo  Hampo  te»"- 
tro  de  vicios  y  discordias.  El  in-* 
teres  y  el  crimen  rorapfM  todos 
los  lazos.  Verina,  á  quien  Zenon 
contrariaba  en  ras  amoríos,  y 
que  no  tenia  el  ascendiente  que 
deseaba,  formó  una  conspira- 
ción para  poner  en  el  trono  á  su 
ermano  Basilisco.  Harmacio, 
guerrero  mas  cólobre  por  sn 
ermosura  que  por  su  valor,  y 
amante  de  Zenónida,  mujer  de 
Basilisco,  sedujo  algunas  tropas 
y  logró  algunas  ventajas  en  Tra- 
cia.  Envanecido  por  estos  leves 
triunfos^  llevaba  armas  sfMne- 


jantes  i  las  de^  AqnHlssrel  pop9* 
lacb**  que  le  amaba,  le  dio  el 
nombre  de  Pírroy  lom^so  par^ 
tid^eon  calor.  A  h  primer  no- 
tieia  de  la  suUevacioo,  el  tim^ 
do  Zénon,  asustado  por  loea^ 
jeotes  de  Iforhift^  uyó  con  sos 
tesoros  á  Calcedonia  y  dealli  & 
Iseuva.  Stt  partidn  fué  la  sefial 
de  matar álds ísaoros^que^íiabin 
en  la  capital. 

Basilisco^  «xpbkadobv.  —  El 
pueblo  proclama  emperador  á 
Basilisi^o:  Yerioa  misma  eoeo^ 
na  á  su  hermano:  Hermacio  es 
nombrado  jeneral  y  .cónsul.  El 
usurpador  oprime-  con  impues* 
tos  al  pueblo  y  al  clero,  despre» 
eia  á  su  hermana,  y  hace  asesi- 
nar al  amante  de  esta^  Esclavo 
de  bis  voluntades  de  su  mutler, 
se  hace  partidario  de*  la  berejüi 
de  Eutiques.       * 

£os^  enemigos  de  loa  eatóUeoa 
triunfan:  un  gran  námero^de  o- 
bispos  anatematizan  el  concilio 
de  Calcedonia:  solo  el  patriarca 
Acacio  se  niega  i  firmar  so  de* 
creto.  Vistoso  de  Inta  en  seffal 
de  dolor r  cubre  de  un  velo  ne^ 
groel  altar  y  el  troeoepiscopaK 
Este  espectáculo  inOama  al  pp* 
pu lachó.  Rebelase,  y  eomedlo 
de  este  tumulto  se  prende  Caego 
k  la  BiMioteca  pública,  y  cooso* 
me  ciento  veinte  mil  voiúme* 
nes.  La  guardia  comprime  esta 


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MI  BáW 

leJfgliw^  y  BislIftMifia  eedkr  ni 
k  iM  mnmarflciom»  de^la  pto^ 
bt;  ni  írUi  súpHeas^M  pepa- 

Botrel»iilo>  lot  itaitfos  m*m* 
varoo  para  daftodw.á  Zbooov  y 
Mto^  prrQCípe  OMrefaó  á^  su  f reo»> 
torperaapeoat^nkVni  YangQsr-* 
éiñ  ODtmig»,  eefaó  ir  nir:  pare- 
•id  que  la  foriana  sola  se  osti* 
aaba  en  hacerle*  volver  al  trono 
fue  abandév. 

l1o>.  jeneral  valeroso  y  matlrai. 
ledo  por  Basiliseo^  deserta  y  vne 
eos  tropas^  á  la»  de  Zhnon,  que 
alentado  eon  este  refuerzo  mar* 
eba  á  6oéslaqiiiioph.  Los  ej%r* 
eitos  se  enconlraroD  eeroa  de 
Micea.  Bn  ekmomenli»  del  ooh^ 
bale  Zenon  quiere  toda^ia^uir. 
lio  se  lo  {nipide,  gana4  fuerza 
de  dinero  á  fitermaeio,.  y  ie  ha- 
ee  sacrifiear  por  el  ono  sus  jura- 
menlos/su  principe  y  su  dama. 
HaiiUsco»  Ytendo  derrotadas  sus 
tropas,  se  ref ujia  en  una  iglesia: 
prométanle  la  vida>  se  rinde  y 
lo  eneierran  ea  una  císterM, 
donde  murió  de  ambre. 

Zenon,  para  disculpar  so^  falta 
,de  fé,  dijo  que  solo  tMibb  pro^ 
metido  no  derramar  su  sangre. 
Mi  cumplió  mejor  la  palabra  da- 
da á  Harmacio  de  elevar  su  hijo 
á  la  dignidad  de  eésar;  puesá  es- 
te le  mandó  ordenarse  de  sacer- 
dote, é  hizo  asesinar  al  padre. 

Bestitttido  al  trono^  aplacó  al 


18t 

papa  oon  pitNvesas  y  af  pueblo 
con  pnodigaUdades,  y    reetbiój^^ 
etaio  todoe  los  tiranos  filliceéi ' 
enorabuenas,  elegios  y  eatátua». 

En  este  año  muriero»  Teodo^ 
rico,  rey  de  los  ostrogodos»  y 
JBsnserif^o,  señor  de  Cartafo^  y 
eoiiqaistador  dfeRon^a. 

b»  ley  de  los  vándalos  daba  el 
eetro^al  príncipe  de  mat  edad;  y 
por  tonto  cada  nuevo  rey  daba 
la  ramerte  á  todos  los  parientes* 
que  bebiaotDacidd'afiles  que  eus 
hijos^  Jénserioo^babia-  emipieado 
este-medio  bávbaro  para  asego^ 
rer  la  conmai  su  hijo  Kunneri» 
eo.  Bste^  mas  entretenido  en 
lea  placerea  que^  cuidadoso  de- 
glopia,  biso^  peiderá  los  Tinid» 
los  el  hábito  de  pelear:  le  guerra 
habiá^evado  su  potencie^  f  el 
sosiego  la  bíao  caer. 

Los  06  trogodos  esta  Mecidos  en 
T^acia  y  Paooonia  eran  gober- 
nados entonces,  los  primeros 
por  Teodorico  el  visojo,  y  los 
segundqs  porTeodorico  el  Ama- 
so, que  mereció  y  obtuvo  el  so- 
brenombre de  (kande.  El  visojo 
babia  favorecido  la  sedición  de 
B&sjliscoi  el  Amaso  desde  que  * 
sucedió  ástt  padre  Teodomiro, 
habia  permanecido  fiel  á  Zenon. 

El  emperador,  conformándo- 
se con  la  a>slumbre  de  los  go- 
dos^ francos  y  alemanes,  que  dio 
naciniiqnto  á  Uá  instituciones 


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t34 

^  Teodoríeo  «1  Amaso  por  kijo 
de  armas^y  le  persuadió  i  hacer 
Jafoerra  i  Teodorice  el  visojo, 
promeliéodole  ua  socorro  de 
cuarenlamillioaibres;  Esperaba 
destrofr  á  estos  priotipes  ímÍH- 
cosos^eluBO  por  medio  del  olro^ 
y  ^ora  baeer  mas  igual  la  guerra 
filtre  ellos,  se  guardó  muy  bien 
de  eaviar  á  m  faijo  adoplivo  las 
tropas  ofrecidas^ 

Lo$ ejércitos  dejos  dosTeo- 
dóricos  se  encontraron  al  píe 
dn)  moDte  Hódope.  Aada  la  se- 
fial,  ibao  ya  ádispi^ar  los  dar- 
d<is«  y  los  gritos  de  los  soldados 
aouDdabao  uoq  batatta  sap» 
grienta,  cuando  Teodorico  el 
tísoJo  ie  ecba  fpera  de  Ins  Qhs, 
se  acerca  velocmente  á  su  rival^ 
y  clama:  «  ¿Gomóos  pusible  que 
mjQ  liombre  líbre^  que  un  prín- 
•cipe  de  Camilla  tan  ilustre  co- 
iHÚo  lamia,  defienda  áunljra- 
•no,  pelee  por  un  traidor,  sufra 
»ei  yugo  de^  un  cobarde,  y  caiga 
alan  voluntariamente  de  ia  U* 
•bertad  «n  la  esclavitud,  de  la 
•opulencia  en  la  miseria?  <>lvi- 
«demos  nuestras  querellas,  y 
•reunamos  nuestras  fuerzascon- 
»tra  el  enemigo  pérfido  que  nos 
«•divide  para  arruinarnos. » 

Ij06  dos  ejércitos  aplauden  es- 
tas pa4alM*a8:  Jos  dos  iVodoricos  I 
«e<abr*axan  ylMcen  iapaz.  Ze«i 


non,  cooaleíiiado  por  su  eoncor* 
dia,  por  las  quejas  que  le  dieron 
y  por  sus  amenazas,  no  se  atro« 
vea  ir  al  ejército.  Esta  cobardía 
desatenta  sus  lejiones,  las  dia« 
persa,  yol  emperador,  vencido 
sin  combatir,  firma  un  tratado 
ignominioso. 

Teodorico  el  visojn,  logró  que 
el  imperio  le  pagase  el  sueldo  de 
trece  mil  godos,  que  se  le  diese 
el  mandó  de  dos  compañías  de  la 
guardia  imperial,  y  la  dignidad 
de  jeneral  de  palacio,  que  perte- 
necía al  otro  Teodorico.  Este, 
indignado  de  la  injuria,  devastó 
ta  Tracia.  El  visojo  no  se  opuso 
áesta  invasión:  «No  quiero  pe* 
•lear,  deda,  contraei  hijo  adop* 
•tiv^  del  emperador:  solo  me  a- 
•flije  que  perezcan  tantos  mise* 
•ros  aldeanos,  mientrasau  cobar- 
•de  emperador  y  la  impúdica 
•Verin#  están  entregados  á  sus 
•liviandades.» 

El  deseo  de  derribar  n  Zenon 
ardia  en  todos  los  corazones;  pe- 
ro sus  tropas  le  defendieron 
siempre  contra  el  descontento 
de  los  pueblos.  Sin  embargo. 
Marciano,  hgó  de  Antemio  y 
yerno  de  León,  tramó  con  sus 
hermanos  Rómoio  y  Procopio 
una  conspiración  que  la  activi- 
dad de  los  espías  no  pudo  descu- 
brir basta  el  momento  quo  esta- 
U4.  A  una  seAaJ  dada  los  conjo* 


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rttfofl  üirr hao  á  palteio»  redia- 
itD  la  guardia  7  ftitfoo  at  empe- 
rador. Ya  estaba  para  rendirse^ 
y  Marciano,  segaro  de  aa  tríaB« 
fo,  deja  el  asalto  para  el  dia  sf- 
gaiente.  Duraote  la  aoehe  lio 
aolK>rDa  parle  de  sos  soldados^ 
aoyeota  á  los  demás/  liare  prí- 
Siooeros  k  los  dos  bermatoos»  y 
obliga  al  rebelde  á  refujlarseir 
un  templo. Xeuop  leperdood  la 
vida  por  temor  y  no  por  fa  cle- 
mencia, y  le  desterró  á  una  for- 
taleza de  Isauria. 

Los  dos  Teodorícos  continúan 
devastando  el  imperto.  Sabinia* 
DO,  jeneral  de  Zenon,  felif  en 
algunos  combates,  habla  logrado 
el  sobrenombre  de  Grande,  que 
se  adquiere  con  facilidad  en 
tiempos  da  poco  eroismo.  Una 
traición  puso  en  sus  manos  la 
fortaleza  de  Dirraquio:  cortó 
con  un  movimiento  hábil  la  re- 
taguardia de  los  godos,  que  per- 
dieron cinco  mil  hombres  y  dos 
mil  carros.  Este  triunfo,  el  úni- 
co que  hablan  logrado  en  mu- 
chos años  las  armas  griegas,  era 
demasiado  pequefio  para  disipar 
los  terrores  de  Zenon^  y  así  coA-» 
sultó  al  senado  lo  que  debía  ha- 
cerse eontra  aquellos  líos  ene- 
migos tan  formidablea. 

El  senado  respondió  que  para 
satisfacer  la  codicia  de  entram- 
bos^  estaban   muy  esaustos  el 


nmnio»  135 

pueblo  y  et  tesoro;  y  asf ,  que  se 
selisOeiese  al  uno,  y  se  hiciese 
guerra  al  otro. 

Una  oMierte  repentinai  libertA 
al  imperio  de  los  furores  de 
Teodorico  el  visojo.  Según  el 
uso  de  hs  godos,  se  colgaba  de^ 
fcinlé  de  la  tienda  del  Jefe  uo 
venablo  grande.  Teodorico  pa« 
sabe  por  debajo  de  él  e»  el  mo« 
mentó  que  su  cal^aMo,.  que  era 
muy  fogoso^  se  éncabrftó^  y  la 
punta  entramio  eo  el  costado 
del  rey,  le  quító  la  vida. 

Teodorico  et  Amaso  reunid 
bajo  sus  banderas  todos  tos  os* 
trogodos!  ya  enfonees  se  habla 
hecho  dueSo*  de  Tesalia.  El  em- 
perador sufrió  la  ley  que  quiso 
dictarle^  le  nombró  cónsul^  Je- 
neral de  his  milicias  y  prefecto 
de  Traeia,.  le  erijió  uíia  estatua 
ecuestre  en  el  Bipodromo,  le  re- 
cibió en  Constantinopla,  mas 
bien  como  ducAo  que  leomo  a- 
liadoy  y  le  cedió  la  Dacia  y  una 
parte  de  la  baja  Mesia. 

Teodorico  pudo  en  esta  ocasión 
ceñirse  la  corona  imperial  de  O- 
riente  á  no  haberla  desdeñado,  fií- 
zaocío  envilecida  no  escitaba  tu 
ambición.  Sus  deseos  le  incliua-^ 
ban  al  Occidente,  donde  le  llama- 
ba la  fortuna.  Apasionado  de  la 
¿loria,  no  creyó  que  la  eneon- 
traria  sino  en  su  antiguo  tem- 
plo y  sobre  las  ruinas  de^fioma. 


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138 

•HBffdried  HE  zEmm.  — •  (&8;}^ 
tEI  emperador^  Ubre  del  4eHior 
-de  los  godos»  atóodjó  i  las  tor* 
lMileiicMS«*éHJio$as  que  doraban 
^esde  la  <feboHoD  de  Basilisco. 
■Creyendo  peder  comprimir  io- 
•das  las  erejíaa  cen  un  golpe  fle 
^ntoridad,  :pu1)llcó  mi  edicto  de 
<uoion,  que  de  llamón!  heniítíe§, 
j  que  se  Inzo  famoso  por  sus 
consecuencias,  lias  fádl  era  de* 
henderse  conH'a  les  bárbaros 
que  ^iablecer  la  uniformidad 
en  la  creencia.  En  ei  decreto 
proibió  que  se  reconociese  otro 
símbolo  que  él  de  Nicea,  y  ana- 
tematizó A  Neslorioy  á  Ctfti- 
ques.EI  formulario  qi^e  tiafeia 
formado  aunque  católico,  ^en 
tugar  de  calmar  los  ánimas,  au- 
mentó la&  dívisionee  y  produjo 
Duevas  erejíás. 

Los  arríanos  lo  acusaron  dé 
impio:  los  católicos  de  irreve- 
reate  aUoncilio  de  Calcedonia  y 
atentatorio  á  la  autoridad  d^  4a 
Iglesia. 

El  papa  Eéliz  hizo  Taños  ^es- 
fnorzos  para  restablecer  la 'Con- 
cordia: furibundas  lejiones  de 
frailes  sé  armaron  de  todas  ar- 
mas y  pusieron  en  marcba  para 
pelear  contra  el  emperador,  fa- 
vorecidos por  el  soez  populacho. 
Acusábase  á  lio  de  solicitar  ei 
•restablecimiento  de  la  idolatría 
y  de  aspirar  al  imperio.  Yerina> 


enridiosft  da  ra  aicendiaata,  pa* 
gó  asesinos  para  mal^rlo^  paro 
está  conjuración  Tué  descubler- 
la,  y  Kenon  entregó  an  suegra  á 
la  venganza  de  (la,  que  la  desta- 
rró áCKIicia. 

Laamperatrtz  Aríadna  abra- 
zó el  partido  de  su  madre:  lio  la 
acaso,  BO  sin  fundamento,  da 
trato  criminal  «on  Anastasio, 
rilenciorio  de  fattcüo.  Zenon 
manda  üiatar  á  au  mujer;  j 
cuanda  creia  ejecutada  la  or- 
den, Ariadna  se  presenta  á  su 
vista,  le  hace  temblar  con  «us 
«menazas,  y  logra  al  permiso 
devengarse. 

<Jn  asesino  pagado  por  ella  a^ 
taca  á  lio;  paro  yerra  el  gc^pe 
7  solo  le  hace  una  herida  peque- 
ña. Zenón,  asustado,  jura  que 
^K)  ha  tenido  parte  en  aqnel  cri- 
men, lio,  indignado  de  4a  perfi- 
dia de  un  príncipe  á  quien  hasal« 
vado  das  veces,  disimula  su  eno« 
jo,  pide  permiso  para  aalir  de  la 
^KNTte,  recibe  al  mando  de  las 
4ropasde  Oriente,  pasa  á  Antio- 
quía,  y  proclama  emperador  á 
Leoncio,  jener«l  sirio,  aprecia- 
do por  su  valar  y  talento. 

(185)  Verina  sale  de  su  prisión, 
convoca  al  ajército,  corona  i 
Leoncio  y  publica  el  siguienle  e* 
dicto,  que  ba  merecido  un  higar 
en  la  historia  por  su  insolencia. 


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vn.   RAJO 

«Terina  Augusta,  h  nuestros 
•prefeclos  y  pueblos,  salud.  Sa- 
•beis  que  el  imperio  esnueslropa- 
ntrimQnie.  Después  de  1^  muerte 
•de  León,  oueslroesposo.  eleva- 
■mosal  trono  al  isauro  Tnrasis- 
•rondiceo,  llamado  hoy  Zenon, 
•Creiamos  que  os  hada  dichosos; 
Bpero  su  avaricia  é  impiedad 
•nos  han  demostrado  qu«  es  lae- 
•nester  daros  un  prínc¡|)e  mas 
»jaslo  y  crisliano.  Hemos  en- 
tronado, pues,  al  piüdosisimu 
«Leoncio:  reconocedle  por  em- 
■perador  de  los  romanos.  Todo 
nel  que  se  oponga  á  eJio  será 
•tratado  como  rebelde.»» 

Leoncio  é  lio  reunidos  dieron 
batalla  junto  á  Aniioquía  á  Loa- 
jíno,  hermano  de  Zenou,  y  de- 
rrotaron su  ejército.  Pero  Teo- 
dor ico  abrazó  el  partido  del  em- 
perador, venció  á  los  rebeldes, 
los  persiguió  y  se  apoderó  de 
sus  jefes.  Las  cabezas  de  lio  y 
Leoncio,  puestas  en  escarpias, 
«¡rvieroo  d«  espectáculo  al  pue-  ^ 
blo  de  CoustanüQopla. 

Teodürico,  después  de  haber 
restablecido  al  infame  Zenon  en 
su  trono,  conocía  sobradamente 
su  perfidia  para  cometer  la  im- 
prudencia de  permanecerá  su 
lado.  Insaciable  de  gloria  y  de 
combates,  acometió  á  los  hunes 
que  habíluban  en  las  orillas  del 
Volga,    y  quts  después   fueron 

TCniO  XT. 


'  conocidos  con  el  nombre  de 
búlgaros.  En  este  pueblo  reina- 
ba (a  igualdad  mas  completa: 
lasdistíBciones,  que  solo  conce- 
dían á  los  mas  valientes,  se  gra- 
duaban por  el  número  de  enemi- 
gos que  habían  muerto.  Teodo- 
rico  los  derrotó  juntó  al  Borí«*¡ 
tenes,  y  derribó  á  su  jefe  de  una  . 
lanzada. 

A  la  sazón  perdía  el  nombre 
romano  su  último  apoyo  en   las# 
(klias.  Séagrio,  vencido  por  Cío-;), 
doveo,  buscó  en   vano  un  asilo 
en  la  corte  de  Alarico^   rey  de 
los  visigodos,  que  estaba  enton- 
ces en  Tolosa.  Alarico  le  entre- 
gó al  ray  de  los  franceses,   el 
cual  le  mandó  cortar  la  cabeza, 
ZcHon  se  hacia  mas  odioso  y 
despreciable:  apasionado  por  los 
juegos  del  circo,  protejió  los  es- ,, 
cesos  de  la  facción  verde,  cuyos 
partidarios  cometianen  el  impe- 
rio los  mayores  desórdenes.  En 
Antioquía  asesinaron  á  un  gran 
número  de  judíos.  La  impuni- 
dad de  los  homicidas  causó  una 
sublevación  en  Palestina.    Los 
judios  elijieron  un  rey,  llamado 
lutuza,  que  ac  apoderó  de  Si«» : 
quen   y    de    Cesárea:    muchos  * 
cristianos  fueron  degollados  por  ^ 
los  rebeldes.  Pero   Asclepiades,  r' 
gobernador  de  Palestina,  peleó 
contra  ellos,  los  derrotó  comple- 
lamente^  cojió  at  nuevo  rey^  y- 
18 


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tm 


llttTOfttl 


■adft  €0D  la  dUidcroiA», . ! 

Esramcioü:  m  TBofMMUOé  Bft  hm 
TáLiA«  «^  (IB8t>:  El  emperador^ 
Ai^tnpre  ioff «lo^  ^udki  íbií  pro^ 
sirias  faeclMS  i  Tedddrito.  Por 
oirá  partay  loa  godos  se  iüdigii»- 
bao  ao»  rason  .de'rar  4  Mrtff 
poalrarse^  á  loa  piés.de  'wt  príí^ 
aipe  lan  cobarda^  j  llegar  ^a^ 
nombre  de  prefecto;  jéneñiL  j 
aóBSuLEl  espirila  de  Hberto#^ 
qu»  00  acaiatte  ya  eo  Boma  ni 
en  Kaaseio  ,  daba  eoítofteea' 
fueraa  á  lea  pueblos  lérbaros;  j' 
la  a»loridtod  de  jioa  JMaa  ef» 
muy  Kniílada.  T^dorlco,.  ceH 
dieodo  al  ^olo  dé  siir  'Bacioo> 
irompe  su  aiiaozaeoB  eiímpe* 
río,  y  llega  kasia  las  puertas  Se 
ConalaAtíitopla,  lle^andoloda  la 
Traeia  k  sangré  y  f aegó» 

Zeooft,  incapaa  dedeteüerel 
lorrenie^  se  resáelr#  á  diríjirlo 
por  otao  lado  qoú  sa  aumiaiofi^  y 
propone  é  Teodorko  una  eoof»*' 
reneia.  El  rey  la  acepta;  y  segu** 
fOde  qoe  él  terror  de  su  noca- 
bre  le  preserraba  de  lodo  peK* 
gfo,  entra  sm  tropas  en  Cona^ 
lanlhiopla,  y  pe  yreaeata  k  la 
Yísta  del  emperador.  'Despoaa, 
debaber  ajudiado  dasdefiosa-. 
inenle  las  reclamaeiones  de  Ze« 
non  i  la  dijor  «¿Quitrea  ei^i- 
»ta^;la  ralna  ^e  te  aiÉíenaaa?* 
aCoa^aalO'iuia  palabra  füedea^ 


nbaeerlo.  GeJUtO'i  los  bérutoa 
»la  Itatia»  antigua  em»  de  t^** 
«Imperíorpermítemeemprender' 
i»s«eoQquista.  Si  la  logro^  re^  * 
aparllremosja    gloria.  Roma,' 
aen  lugar  de  depender  de  toa  e-i^ 
«nemigos,  será  gobei^nada  por  lo 
)»imoaídof^Uyo..Si  pereipo  en  la 
»empreaa>ganará9  también,  pot^ 
«que  telibertarár  de  tos  graodea 
^subsidios  que  pagasv»  :» 

Zéooft  acepta  la^  proposicíoo» 
esperando  que^  los  godos>  de  loa 
cuales  :ilni  k  verse  libre  por  ai 
quelia  empresa,  bailarían  su  ae^ 
potara  en  kalia.  Sé  la  eedi¿, 
)pu¿s,  por  un  edicto  solemne;  f 
aeguDla  antigoa  costumbre  dtd 
4  Teodortco  lik  in? estldura  de  aU 
nueva  soberanía,  poniéndole  ei^ 
la  cabeta  un  velo  sagrado^ 
¡  Después  de  la  conquista  loa 
godos  aseguraron  qtie  el  empe«> 
redor  babia  becbo  á  su  rey  el 
abtmdooo  tolal  de  aqoelloa  pau- 
ses, y  los  griegos  sostnvteróo 
que  Teódorico  no  babia  reciba 
do  la  investidura  sino  para  go^ 
bemar  k  Italia'  eomo  tugarte*» 
alenté  del  emperador » 

Los  pueblos  del  Nortev  qo# 
solo  conocían  el  derecbio  de  la 
fuerza,  no  buscaban,  como  loa 
poKticoa  modemoa ,  motivóa 
plausibles  para  dar  á*  sua  inva«^ 
sienes  la  apariencia  dé  la  JiNti«- 
cia. Sio embaii^  st  el  rey  da* 


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VEL  BAK) 

los  gofios  TniWeTa  querido  bus- 
car uno  para  marchar  á  IlaUa, 
U  suerte  se  lo  ofrecía. 

Oiloacro,  favorecido  hasta  «o- 
loDcesfor  la  foriuna,  acababa 
de  llevar  sus  armas  hasta  las  ri- 
beras del  Danubio;  y  después  de 
Jwber  derrotado  complelaiueutc 
á  los  rujios,  woUió  en  triunfo 
á  Raveoa,  trayendo  encadenado 
¿  su  carro  i  f  elcteo,  rey  de   a- 
quella    jeute.     Abusando     con 
crueldad  de  U  \ictoria,  mirado 
cortarla  cabeza  ul   rey  vcttcido. 
Los  nijios  leoian  el  tnismo^ri- 
Jen  que  los  godos:  Federico,  hi- 
jo de  Feleieo,  imploró  el  soco- 
rro de  TeodoMco,  y  «ato  prome- 
lió  vengarle. 

Armanse  los^godos  á  la  voz  de 
V    su  príncipe:  toda  la  «ación  «e 
conmueve:    viejos,    naujeres  y 
uiños  siguen  ^l  ejército:  aban- 
donan la  Dacia  y  la  Mesia,  y  co- 
mo si  estuviesen   ciertos  de  la 
victoria,    dejan    sin    pesar  sus 
villas,  campos  y  ogares.tl  ar- 
dor de  vencer  ^lingu^  en  ellos 
lodos  los  demás  afectos,  y  ya  no 
conocen  «as  patria  wno  el  rico 
pais  que  van  á  conquistar. 

Esta  multitud  iuuinerablc  to- 
uia  el  ramino  de  Sirmio,  mar- 
cha sin  almacenes,  vive  solo 
de  k  ca«a  y  del  saqueo,  y  antes 
dé  pelear  se  ve  espoesta  á  morir 
de  bajjvl!r«  y  de  pesie.  Oprimida 


del  cansancio,  llega  á  las  riberas 
delUlca:  los  jépídos  le  dispulag   . 
«I  paso:  al  verlos  retroceden  lot  % 
godos:  Teodorico  impaciente  es- 
clama: «Que  se  detengan  ios  co- 
»bardes,  y  solo  me  sigan  los  mas 
«valientes.  Pocos  guerreros  rae 
abastarán  para  vencer-^  pero  to- 
ados se  aprovecharán  de  la  vic- 
«toria:  levantad  todos  los  están - 
ndirrles  alrededor    de  m{  para 
Mq»e    rae    v-ean  los  enemigos. 
«Quiero  ser  blanco  de  sus  tiros: 
i)BO  lardwá  mí  brazo  en  darles 
«á  etttend^r  que  solo  á  mis   pies 
MAÍeben  rendir  sus  armas.» 

Dichasestüs  palabras,  se  arro* 
ja  casi  solo  al  rio,  y  lo  atravie- 
sa derribando  á  los  que  se  opo- 
nen á  sus  golpes:  sigúele  el  c- 
jérciio    -eiHero,    euuisiasmado 
per  su  valor.  Trasila,  rey  de  loá 
jépidos,  y  Busa,  rey  de  lt>s  búl- 
garos, perecen  «a  el  campo  d^ 
batalla^  sus  tropas  süu  desbura* 
ladas:  una  parte  quedó  muerta, 
y  otra  uyó:  susc^iiopos,  tesoroi 
y  víveres  fueron  presa  de  los 
godos,  y  Teodorico  vencedor  pe- 
netró  sin  ostáculo  en  la  Ve- 
reda. 

Odoacrocstaba  acampado  entre 
Aquileya  y  los  Alpes  Julios,  so- 
bre las  riberas  del  Isuuzo,  en  el  • 
I  sitio  donde  hoy  e»láGoriu.  Teo- 
dorico, después  de  hub&r  dado 
algún  detcaosoá  sus  tropas,  prc- 


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99» 


M>t&>kiMt»Ni'l(MéMM>  frtan. 
UúBM  rcsisiéttcla  «oa  Ift'ibi^- 
fBtnoiiéaé■^e^  stinitiei/He  persi- 
gue faast»tueanpoiBwi(o/9«'ft- 
PQder»  de  él»  y  i«  obliga  á  wí, 
cerrcréeeo  Vmoim.  Oesde  esta 
kaialla  cooiiMza  el'  reinad»  d» 
Teodorko  eo  Italit».     ' 

Mientras   slliate  »  líérMift, 
Odoacre,  oo  aftstM»por  lades- 
graci»,  redbe  Boere»  reftierzos, 
fie  d»la  «Itadéd  eBittedi^  db 
«na    ooebé  oseaba  ¿  sorprendte 
y  degúatta  kw  poéstot  evanza- 
Ai»  y  p«ae«rft «»  ^  eampamei»- 
to  eneoMfe;  Tboderfietf  dormí» 
descuidad*  eb;»»  «iettdfr^   des- 
pierta i  loe  gritos  4)bsa  madre  f 
«*fos4q««:coo  d  acero  en  h 
«ante  te  llanian  al  cem^ater  se 
leT«B<a  y  arma  revenir  á  losgo^ 
dds,  se  an-uja  edtee»!»  deeilb^ 
tóideiieue  y  redne;  te-  precia 
p4t*  sobre  los  soldados  de  Odoa- 
cro,  que  )^zgándoM  ?éQcedore» 
!•  eBtrei;»bM  al  pillaje^  Hace 
•a.éHosfinu  carokerla,  losde^ 
frota  y  los  persigue  laa  de  cerca 
«ue  entra  coa  loe  filjitñesettie 
plaza; 


«Mtmtií 


mev  Esta  otadad,  ^pe|ad*  ya 
d»8u  glorie,  estaba aliiB^lb  siem- 
pre á  lee  vencedores  ye«»rada 
áloS  vencidos.  Los  romanos  de. 
ÜsaUei>r». estrada  d«>|a  plaze 
«ntrA  «t  Bismu  OdoMco.  é 


quita  ^w»  antes  tffbulfí^  hi 

mee  servHes  adulaciones,  j  Id 

declaran  que  no  reconocen  otr» 

sefior  sino  Teodorico,  enyfado 

por  el  emperador  dc  Ot-lente  p». 

re  gobernarlos.    ■ 

Míleo,  mas.  leaf,  qulSo  defeo» 

fcw»?  f»wro  I»  política  del  obis' 

P»y  I»  traición  de  Pufa,^  jeneral 

4e  Odoeero,  abrieron  las  pner- 

tas  al  ffrtiz  Tteodorico^.  Este  en^ 

b^ó  el  mendo^^de  una  divisios 

«»y»  á  H»f«»,  y  aprendtd  i  « 

coeta  qne  los  traidores  soto  me» 

rece» por sn»8enr»c*o»  dinéro^v 
dtosprectOk 

Tur»  entregó  bis  trepes  qoe 
*elelMbiM»confiadk>á  Odoacra, 
y  todas  fueron  degothides.  Ei;f- 
unio^  obispo  de  PaTiir,  peraa*. 
itóá  loe  habitantes  do  esta  si», 
dad  qo*  «vitasen  les  desgracias 
•e  un  sitio  eoo  mm  proat»  su- 
misión. 

Batana  de£  AiWit:  bos  osrao. 
«OBOB  DVfÑOS  DB  irAtu.— (490) 
La  suerte  dispon»  de  le  fortofin 
pero  no  d»  I*  gioríer  Odoacro 

(■creció  conseverl»  saya  por  sa 
▼aloren  Im  reveses.  Dus  Teeetf 


r,A                                         I  ^''^^  *»"  w»  reveses.  Dos  teeei 
av  lista  otadad,  ^pohéé  Va   tema  r^nmmLi.  \,^  i^ TT:-  . 


tema  reonM»  miHNneroso  e- 
Jéecito,  qu»su|enk>recirDdo  ea 
recursos  babin  formedo,  y  des^ 
pueedo  su  derrota  se  presenta^* 
ba  mnsfbeffCe  y  lemiMo  mi» 
(nuMA^ 


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•/^irarico,  rfiy  tfc  Tos  visígoflos, 
reuDió  sus  tropas  á  las  de  Teo- 
(h)r¡co.  Gbnitebaldo,  rey  de  h>9 
borgoñones,  con  ei  prefesto  de 
socorrer  St  Odoacro,  entró  en  T- 
HUá  por  el  caraino  db  Jénova 
con' solo  el  desí^m  de  saqueirr 
fciíciudadtísy  taíar  los  campos. 
Ln  desgraciada  liaihi  sirfría^ 
eolonce*  todos^  lo»  males^que  la 
ambición  romana  ca^usd  en  o- 
tro  tien^pa al  universo;  Ehmev 
dio  de  eslas  dísension^ís  crueles^, 
tos  obispos  y  noWes.  po-ra  evitar 
tos  destrozos  de  h  girerra,  se  a- 
trincherahaii  en^  las  montanas 
HO  ca»liHos  forliflcados.  EV  hír- 
Hitante'  del  campo  que  se  re- 
fujiase  á  ellos^,  compraba  con 
l«  servidumbre^h  seguridad  que 
le  ofreciao  jefes  airaros  y  orgu- 
llosos^ 

Odoaero,  en  vey  ée  limitarse 
á  una  guerra  defensiva,  atacó 
intrépidamente  á  Teadorico>  le 
arrojó  de  l^niiMK,  le  obligj  á  re- 
íujiarse  en  Pavía,  y  le  sitió  eti 
.esta  plaza. 

Pero  el  cielo  parecía  que  coas- 
piraba contra  él:  una  lluvia  co* 
piosísnna  le  obligó  á  levattar  el 
sHio,  al  mismo  tiempo  que  lle- 
gaba el  ejército  de  Alarico.  El 
ostrogodo,  alentado  con  este  re- 
fuerzo, persiguió  á  su  vez  á  O- 
doacro,  le  alcanzó  á  las  orillas 
del  Adda^  y  le  dio  una  batalla 


nirEmo.  ig§ 

decisiva  el  1 1  de  agosto  de 
490*.  La^osliníicion  y  valor  de  los 
dos  jefes,  resueltos  á  no  ceder  la 
víctorf^sino  cotf  I5i  vidia,  hicie'- 
ron^el  combate  porfiado  y  san- 
griento.  Fu  fiti-,  despues-dé  una. 
gran  carnicerrj,Odo?icny,  habíctí- 
*t-vistoraier  jtjnlo  á  sí  á  sus  mai 
vulieirtes  guerrero»,  buscósu  sa- 
lud en' la  fuga;  y  se*  encerró  en 
Havena,  ciudad^sHuada  eoTucdio 
de  n-ñít^  lagtmas,  fortifictida  con 
cuidado  y  defendida  por  una 
í?uar»<ciott  de  veinte  mil  hom- 
l^es.  DefemKóse  aHí  un  año  y 
capituló-,  y  habiéodcrfe-  dudo  \w 
promesa  de  respetar  su  vida  y  la' 

desús  parlid^io»,  abandonó  Yw 
Italia  ai  vencedor. 

Téodoricoj  dü€íjo*yd*de  Rave^ 
0^.  dejó  el  trxrje  nacional  de  lo» 
godos,  y  lomó  la  púrpura  ro- 
mana. Envió  á  Festo  Niiíro  á 
Constanltnopla  para  pedir  á  Zb- 
non  que  le  eoncedrese  el  titula 
de  rey  ¿¡e halla.  La  vanidad  dei 
emperador  le  impelid»  á» negar, 
el  temor  á  eoneeder,  y  murid 
antes  de  Iniberde  decididüv 

iMlTBfiTE  1>D  ODOACUO  POR  U4 
PERFIDIA   1>R    TEOnoiUCO.  —  (493) 

Teodor  ící>,  dneño    de   lia  vena, 
entró  en   ella  triunfante;    lral4 
al  prifucipioá  Odoacro  cerno  rey 
y  le  dej6  este  título.  Parecia  en- 

I  toncos  convencida  de  que  un  é-. 
roe  como  aquel  perdida  una  eo* 


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'tT^^I^t*^ 


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f  Upreciod^l  YJfpeeiíí>Fij|WTOíiitt?- 
|)ájyiejntifQ.fl]M^e6  U  poUiji^  iei 
^eiiDqaiiM^ltftriuQf^  Se  k  jeiipr 
iroiidad.  Mm^  tfvpfMjup^ííceíii  ^^ 
.4í,  6doacro^  I  la  ecbfbiiQiq^n 
Q<M<teo4oHcf  fT94li!if^(ftt  iHiHer- 
:tje;  kiovKó  ^fiiibiiQgii^.  cpa 
míléiiHlU  j  jiw.príojoipales  ptrr 
tid?!ri|C>s,  Jf  OMtt$  IWfilfu  m/iiip»  7 

r^f;ibido  iiNfj».\,fij^ÍQ  dp  hoü 
ispn«pir«/ciofi)|r»a^  pf^r  0do«- 
^ro eoBlraftt yí^iMie  i^eftia^- 
1p  ma^oillófi)8lprÍa^.;3r.  MlMe- 
'4«ro#  oí  ^t^fMh  Míítl^^ 
;irark  '^«U   jíftfa   de  vktu- 

TodalUUf ^  ^<^ji  JDalmacia  y 
JíufLco  «espmalifjrpp  «jWeQce^ 
dor«  Conquistó  la  SíelÚa,  i^i  fmr 
arfna^eiaopiW'laeto^epqta  de 
Gaatodioro^  enviado  auyi^^q  i|r 
m^^  i»l*^  Fedorií»,  wfS  ^4?,  4p6 
r.tffi^^  fDvidiosq  ,  del  IríBpfo 
^  ao  veogf doTy  f uMe^  ^oatfa  | 
él  algupas.  f  fOv|iMfa|#;  ^pero.  ^M 
iogr^ilud  fyi4  casMgada^^  «na 
arrota  «aiHi^eDU.  ^ 
.  ILosgodoa  o^tígarené loaban 
Oíilapt^s  <4e  JMifl  A^erlefit  4a 
tercera  parOí4i^s»slierra$.i.a 
unezcla  de  ídicm^  '^  sigui<i  a 
li  de  loa  pi^bW  7  propi^dadea^ 


d<^aJgttBfa^1«1<nigfifTite%Qa^t). 
.,  ^í  ee:#sUl>lfpi^eii>Iifli|,^ 

^ut;  f  OI0  duffS  sesep  ta  a|l6^« 
f  TeQdeiiró^.^lf^p^  fHW  rV 
4l|ei|ia  Bíeiricbprf  «é  p}  fl|a4  s^fi^- 
de  hombfl^  die.HesU  ti|^.  SÍi^mU- 
Uira  era  «(ajesfíioaa:  s«,  fBW 
ptia^eiitero  y  grave:  ecenóoiico 
yHbeirah  jfopptii^ffOr  P^^itrfl^ 
aiepÍe;hábilpQlUl€Oj.griaa  e^ 
pRaa^isupo^hacersetenifir  de  99» 
iodikU^  guwirerRa  yj  guiñar  ^rei 
afCe<^  4e  los  pueUoa  venpido^.'^ 
.  «9e|{esto  la  oprestoo,  4a^«?BP 
»ttM  ^  9«f  ^e|i»s,.7  4QklP 
>i>qpei1jB  jusiii^  ioipida  laa  vHl' 
»kQqia8.;^odo5,  amad  9  los.pfM- 
ablof  ^eitaila/copí^  á  hprmaQiQa. 
f  Aoman^jt  amad.ájM  godoa  cn*- 
«ii!|0  ádd|BB9f  rea.i»  , 
.  Con  solo  sa  econoinía  Uené  el 
(ef^rp^dismia^Hyi^  Ids^o^^iieslos: 
Tefl^Uiy4  la  prosperidad  ali^Qr 
«ierck>  y  la  paz  á  ía  fgricutlOTa: 
repfimi$  iqoD  severidad  el  latra* 
oioio»  Eb;  ^ú  remado  se  viajaba 
aiD  temor  por  Italia;  y  su  pm^ 
dencia'oaiabie^ó  un  ^á^ráen  Aaü 
^^Qeleote^  ^ue  cuando  Aoaaia^ 
«io^eii^oesatr  de^ZeooB,  para  cchi^ 


XI)  i^ni  k^blfti'  ecHi  «delta  det  o» 
'r||te  lie  \m  leogaaitoltant,  v4Msei  f^tf* 
tiirftri,  Ofsrolti  y  Parini)  f  tanMl 
U«i  lint  leí  4e  JtaiM  ipof<  rI>uA>vlc^  JIM» 


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fléfvar  l^apnrieiid»-  rtfe  t»  sobe- 
ranía en  aquella  península,  re- 
comendó públícamenleá  Teodid- 
rico  que  respetase  el  senado,  bí- 
nese obedecer  los  leyes  y  man* 
tuyiese  la  umon  entre  ki^súb- 
drlos,  lodos  los  romano«  escla- 
itiaron  que  el  rey  de  los  godos 
no  necesitaba  desemejantes  con. 
sejes  tanto  como  el  mismo  em^ 
perador. 

Teodorico,  en  logar  de  bumi- 
\hr  á  los  vencidos^  adoptó  su 
traje,  como  bemos  dicho,  con- 
ser\H3  el  derecha  romano,  J^jó 
á  los  dos  pueblos  gobernarse  por 
sus  costumbres,  y  dio  á  cad»^ 
uno- jueces  de  da.  nación . 

Sin  dar  oídos,  como  ios  prín^^ 
fipes  débiles,  á  los  consejos  in- 
teresados de  sus  cortesanos,  col- 
mó de  beneficios  h  los  que  ha- 
bía» quedado  de  Odoacro,  y  do- 
mó con  la  jenerosidad  á)lo»-que 
no  babia  eotnetido  por  las  armas. 
£1  ftño  oOO  entró  en  Roma 
triunfante.  El  papa  Simmaco  y 
el  pueblo  salieron  á  recibirle; 
Aunque  arriano,  trató  con  pes^ 
peto,  confianza  y  bondad  á  Ioj<  je* 
fes  de  la  iglesia  romana,  adic- 
tos ai  símbolo  de  Nícea,  pero*^ 
los  mantuvo  en  su  dependencia 
conociendo  sus  pretensiones,  y 
ie  reservó  el  derceho  de  decidid 
las  elecciones  dudosas.  Condenó 
á  una  prisión  perpetua  al  papa 


tMFRRKK  t'4^     ' 

Juan  I,  qué  se  fíabPa  permitido^ 
obrar  contra  sus  instrucciones  eif- 
una  negociación  importante  que^ 
le  enciirgó(l);  i- 

Boecio  pronunció  su  elojioeÁ 
el  ¡Cenado;  y  la  elocuencia  roma«^ 
na  pareció  qae<  renacía  cuando 
alabó,  no  a  príncipes  debite»,:, 
sino  á  un  grande  hombre.  ^ 

Teodorico  arengó  al  pueblo^ 
ffe  prometió  Ik*  conservación  de- 
sús derechos,  y  de  los  privilejio* 
d«l  senado,  el  mantenimiento  d^ 
las  leyes,  distribuciones  anuale» 
del  trigo,.y  fondos  para  los  bos- 
pítales-,  y  cumpJió'  todas  estai 
promesas.  '^ 

La  guardfa  knf)errar  conservó^ 
su  sueldo.   El  rey    levantó   las 
murallas  de  las  ciudades,   y  la!í- 
embelleció  con  muchos  palacios, 
pórticos  y  aníMeatros.  Conlern^ 
plaba  con  veneración  el' capito- 
lio que  habla  gobernado H  man- 
do', la  tritHina  ilustrada  por  tan-- 
tos  oradores;  los  grandes- n>onu- 
mentos  que  sobrevivían  á  tantos- 
triunfos^í    y  quizá    también   la» 
sombrai»  de  los  a'ntrguos  éroe» 
de  Roni4i,  ji^miendo  al   ver  qu»^ 
en  la  capital  del  mundo  solo  uftv. 
conq^uistador  bárbaro  fui^se  y» 


(i )     Í5Í íiíf er.j  mir^iüiuin'  (<U- 


ui^u^^mii^f  M^9i-  .... 


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4»,  af(iUí4»ir«e  ronaiia.!  .-jTr-,  -?.-.  -'. 
bábil  y  profBD4a:.1i«t>^  i^<ii|Mr<in 

4li 911  jefe  de  bar Mf^s»  9^rt  iPfi^ 

bres  de  sm  ya$alloft,A  tMr  m0-> 
jdur  decir >us  cf>qftfiafter^:de  t r- 
nifi6>.4oD  iod^cUefr.  4»p^.J^|ÍT 
«Q$os^  •• ..  :  ..;.  *  ,  -.'  '.  •  :■-  . " 
.  ,Éi  rey  4q  c»toft  jeqerroi:^.  íér* 
i;oees  no  «ra  iMiflto  ^\  strberaofi 
CfiDogii.miDUbrcr:  ^(tligadp  ji;q* 
bedecQT  tus  pa$i(Mi«^  había  i«k 
BidoQue  pelear  contra  MIS  ^lia* 
do5,  Yivll^r  tos  pactos  ya  esta* 
i^^cidoSii  ^aquaf  IfaTr^ria.cpor 
>ef  tu*  en  desiertos  tos  i^as  Jijef.-' 
moiSQS  patsesrde  la  .precia;  y  sfito 
paim:  diríjir  «f^^lp^ref^teioapo*- 
sible  d^<|0Dteaeri.  Mbí*  Uevudo 
619^  larmas  ^  oteo  MPí  de  Jos 

J);9lfiues4e1at^iifaist«  ielr 
telía».  para  acostuQ^brar  los  aat 
4adof  ai  deftcaas<v  ^9  rep^rAM 
las  fiecras.  f^oaquisifdas.  1}um 
iir^H|4fd^ia.tttelO;f¿rtU»  j^k^,, 
}0  ermosa  ciete^  'las  ii^piraiti^ 
^  pocQ  .tieaipo  al  f  apifor  da  l§ 
patrja^  de  U  tranquilidad  y  da 
las  fruiciooesde  la  vida  social;  y 
el  iaterés  misqK>  le^t  biap  cpoo- 
aer  ia  Decesidad  déT  órdea>  Úe 
la  Justicia  y  de  las  teyas/ 


ica^  aM  félaa.aagtrMadf  as- 
iiBiadiade.  M«  aaaioB^aéfeQlrii4la 
«iiírlral y«9il  aitraaleto^  inpii» 
dí<)itaatO  al<  f«e  las  ronÉSBoaia^ 
cobrasealas  bébitab  guarrarés,' 
como  d  qualos^daá  sa  afami^ 
«asaír  cao iá  prosperidad. 
\  •  lúas  ÜarraacaiBicadidas  á  «toa 
faarreros  faeroQ  saiameoiéce- 
siaaas  coQdkJoDalas  del  poder 
real,  b^oafleios  favoaablas.  iBra 
pra<^so  fMrecareao  aa  aarvieio 
ac^T4:ry  ooa  obedíaoria  constaa* 
ta,  la  coMenpaciooda  los  Manas 
ad|i«irid(i«  por  é(  valor.  Da  esta 
'modo  asafuraba  sa  conmista 
contra  losanaoiieos  iotartorés  y 
aseriaras,  y  teaía  á  los  godos  fa- 
'Uces  y^  iM>aiattdos»  sin  qoa  é^m- 
sea  da  aar  va  iiéatas* 

IlaaoMos  con  fracaéaafa,  y 
sastania  su  faerza  y  ardor  cda 
ios  ejercidds  opilitoras. 

fiobarnaodo  bájooiros  priad- 
pkisá  los  pueblos  dé  ItáKa,  las 
deJ6!sas  leyeis,  Jajo,  costumbras, 
fiesiss  y  asambleas:  las  eutrate- 
oiat  coa  ptA<^re»  y  alejaba  de  las 
¡armas:  paraailia  á  las  cltidadaa 
que  aflijiasan  su^»  majistradós,  y 
jtfriglasan6usÍAlQl*ases:  cbaaa* 
gró,. €.4  fin^  el.  libre,  ejereicia 
da  ,lps  cnUoi^  y  permitió  á  los 
|[>bi^pos  .qna*  la  viesen   svs  sfr. 

a«4^.*  :-  í-:  ..q;.. 


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'  •  DEL    BAJO 

Su  corte  semejaba  á  la  de  los 
emperadores:  veíanse  eo  ella 
prefectos,  patricios,  cuestores  y 
eÓDSules:  aparieacias  que  ocul- 
taban el  bárbaro  á  los  ojos  de  los 
romanos. 

lln  la  fontcra  y  en  los  campa-* 
ineutos,  volviendo  aponerse  sus 
arrroas,  se  presentaba  á  los  hijos 
.  del  Norte  bajo  otras  formas.  Los 
sacerdotes  celebraban  sus  virtu-.. 
des  morales:  el  senado  y  el  pue- 
blo romano  afutraban  sa  justicia, 
y  le  amaban  como  á  Kbertador. 
Los  godos,  blandiendo  sus  lan- 
zas, caritaban  sus  atañas  y  le 
onraban   como  á  un  dios. 

Este  príncipe,  igual  en  talen- 
to á  los  griegos,  despreciaba  su 
flaqueza,  y  lisonjeaba  su  vani- 
dad. Su  correspondencia  conZe- 
non  y  Anastasio  estaba  redacta- 
da en  términos  tan  equívocos  co- 
mo los  edictos  de  estos  prínci- 
pes. Cuíindo  le  escribían  cómoda 
un  vasallo,  respondía  como  un 
aliado-,  hablaba  mucho  de  unión, 
nada  de  dependencia-,  les  dejaba 
xonGrmar  los  cónsules  nombra- 
'dos  por  éJ^  no  se  ofendía  de  la 
suprema  autoridad  que  afecta- 
ban,  y  losconsolaba  de  su  inde- 
pendencia con  demostraciones 
vagas  de  un  respeto  insigni- 
ficante. 

r     Marcelino  y  otros  muchos  es- 
erttores  latinos  aseguran  que  el 


THPERTO.  13.5 

rey  de  los  godos  debió  toda  su 
habilidad  á  su  jenio,  y  no  á  sue* 
ducacion;  pues  ni  aun  sabia,  di'- 
cen,  firmar  su  nombre.  Esdificil 
creer  que  este  príncipe,  educado 
en  Constanlinopla,  haya  podido 
conservar  una  ignorancia  tan 
grosera:  pero  es  lo  i^ierto  que  sí 
no  cultivó  las  letras,  las  distin- 
guió y  favoreció  siempre. 

Tomó  por  ministro  al  sabio 
-Gasiodoro  Liberio,  cuyo  talento 
le  hizo  olvidar  que  había  sido 
ministro  de  Gdoacro,  y  elevó  á 
las  dignidades  mas  altas  á  Boe- 
cio, el  último  de  los  oradores  ro- 
manos, que  mereció  ocupar  la 
tribuna  de  Cicerón.  Boecio  fué 
cclebr>e,  tanto  por  la  estensiori 
de  sus  conociraieatos,  como  por 
sus  virtudes  y  desgracias. 

Los  emperadores  de  Bízancio 
no  eran  lan  temibles  al  nuevo 
soberano  de  Italia  como  los  pue- 
blos del  Norte  y  los  monarcas >de 
Occidente.  Estos  antiguos  enemi- 
gos del  imperio  roaiano,  francos, 
borgoüoQcs,  alemanes,  las  tri- 
bus  belicosas  que  corrían  las  ri- 
beras de  Escandinavia^  los  cam- 
pos de  la  tialia,  los  bosques  de  lu 
Jernaania  y  las  orillas  del  Danu^ 
bio,  no  miraban  sin  envidia  al 
rey  de  los  godos  en  el  trono  de 
Augusto,  Tnijano  y  Con«tatitínu. 
Teodoricose  unió  estrechamen- 
te eon<el  rey  4t  ios  visigodos, 
19 


^■'}^^¿^^  Digitizedby 


,^ÍnbogIe 


.^ue  aeopaba  el  ftt0dk>áia  (fe^  U  Ga- 
iiñ'i  casó  coo  AttdeAeda,  bija  de 
CtiHdeberto»  rey  de  los  francos, 
y  beroMnade  Cto>vís,  Gholodwig. 
ó  Giodaveo,  fupdadorde  la  mo* 
Barquía  francesa;  y  veinte  mift 
guerreroa,  siempre  dispuestos  á 
la  pelea,  contuvieron  ó  leprl- 
mieron  la  ambicioo  de  loa  otros 
rivales. 

Cuando  Glodoveo,  reunidas 
bajo  au  mando  todaa  las  tri- 
bus de  los  francos,  bnbo  ven- 
cido á  Siagrio,  derrotado  á  los  ar 
lemanes»  y  quebraotado  el  po- 
der de  tos  borgofiooes,  declaró, 
la  guerra  al  roy  de  los  visigo- 
dos. Teodorica  tomó  la  defensa 
de  Alarico,.su  aliado  y  pariente; 
y  si  no  pudo  salf  ar  á  este  prin- 
cipe, nievitar  la  pérdida  de  la 
Aquilanía,  á  lo  menos  hizo  inú- 
tiles los  esfueraos  de  los  ÍTance- 
ae^  contra  ia  pilasa  de  Arlés^  y 
«$|  el  eonquislador  de  Italia  fué 
el  solo  dique  que  pudo  contener 
las  armas  del  dicboso  vencedor 
de  las  Galias. 

ta  admiracioa  <lebida  á  un 
hombre  de  jenio  tan  superior  á 
ati  siglo,  no  debe  escusar  los  e- 
rrores  y  aun  crímenes  qtle  man- 
ciUárótt  la  vejes  de  este  gran 
rey;  pero  serta  injusticia  no  a- 
tribuir  gran  pnrte  de  ellos  á  su 
aHoaeion  politice^  alas costum- 
kaes  dal  tiempo^  i  iacorropcion 


de  los  pelrietos  de  BoflM»  jrAb 
ferocidad  de  los  oficiales  barbe- 
ros que  componían  su  corbe. 

Bestarápara  justificar  nues- 
tro elojio^  compararle  á  todos  los 
otros  conquistadores,  que  según 
dice  é\  mismo  en  una  de  sus 
cartas,  a  roban  6  destruyen  las 
»ciadedes  ó  provincias  gana- 
iKlas;»  y  añade¿  «To  quiero  que 
»los  vencidos  sientan  no^  haber- 
«le^sido  antes.» 

Durante  treinta  aSos  esta  m4^ 
&ima  dirijió»  sus  acciones:  reco* 
mendeba  i  sus  guerreros  que 
juntasen  coi^  la  umanidad  ro- 
mana el  valor  godo^  y  en  des- 
precio de  le  costumbre  p>¿rba- 
ra  de  no  reconocer  mas  juea  que 
la  espada^  proibió  los  dése- 
flos. 

En  stt  reinado  disputaron 
Simmaeo  y  Laureoeio  la  silla  de 
Roma  por  medio  de  las  armaa.. 
Teodorico  hizo  <|ue  un  concilio 
juzgase  esta  contestacionj,  y  no 
empleó  su  autoridad  sino  para 
que  se  ejecutase  la  sentencia  da« 
da  en  favor  de  Simmaeo.  Este 
papa,  de  quien  hablaremos  muy 
pronto,  abusando  de  la  toleran- 
cia de  Teodorico,  ó  de  su  indi- 
Terencia  acia  las  disputas  reli- 
jiosas,  hizo  declarar  por  otro  * 
concilio  que  la  sede  pontificia 
hace  impecables  á  los  que  la  o* 
cupan»  ó  mas  bien,  que  Mos  so* 


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Google 


líEt  na  JO  nrpERTO. 
ella  á  los 


lo  permite  suFir  á 
que  tiene  desuñados  para  san- 
ios.—  ¡Pobre  éeliriodela  ra- 
zón sacerdolal  L,.  Si  la  sana  ra- 
«on  no  bastase  para  manifestar- 
nos la  locura  de  tan  orgullosa  y 
despreciable  pretensión,  la  his- 
toria de  muchos  papas  indignos 
del  sacerdocio,  prubaria  su 
falsedad  y  estupidez,  —  Esta  de- 
claración servirá  de  fundamen- 
to á  algunas  de  las  pretensiones 
de  Gregorio  VIL 

Mientras  que  Ja   Italia,  suce- 
sivamente envilecida  y  asolada 
por   los  visigodos,     vándalos   y 
hérulos,  salia  de  sus  ruinas,   y 
parecía  renacer  mas  venturosa 
y     floreciente,    ol    imperio  de 
Conslanlioopla    cQntinual>a    ji- 
miendo  bajo  el  yugo  vergonzoso 
de  Zenoa*  £1  que  todo  lo  teme 
cree  á  todos.  Temblando  siem- 
prcesle  emperadwr  por  su  trono 
'  y  su  Yida,  consultaba  á  los  astró- 
logos, y  daba  fé  á  «us  prediccio- 
nes. A  pesar  de  s«  zelo  por  su 
secta,  el  deseo  de  conocer  el  por- 
venir le  hacia   que  conversase 
muchas  veces  con  Proclo,  Mari- 
no, Damasio  y    otros  ülósofos 
paganos.  Estos  fueron  acusados 
de  luiber  formado  una  conspira- 
ción para  ebligar  á  Zenoa  á  res- 
tablecer la  idolatría.  Severiano, 
uno  de  sus  cómplices,   los  de 


147 

fueron     enviados    al    suplicio. 

El  conde  Mauriano,  también 
astrólogo,  predijo  al  emperador 
qu«  uno  de  los  silenciarios  de 
palacio  usurparla  la  corona.  No 
era  necesaria  gran  sabiduría 
para  hacer  este  pronóstico;  por- 
que nadie  en  la  corte  sino  Ze- 
non,  ignoraba  el  amorío  de  li 
emperatriz  Aríadna  con  el  si- 
lenciario Anastasio.  Sus  sospe- 
chas recayeron  en  Pelajio,  co- 
lega de  Anastasio,  y  así  lo  deste- 
rró á  Servia,  donde  fué  dego- 
llado. 

Cmmbn  be  la  emperatriz  a- 
biadna. — mikrtedkzemon. — a-  . 
riadna^  advertida  por  este  ase- 
sinato de  la  «uerte  que  la  ame- 
nazaba, se  anticipó  con  un  cri- 
men atroz.  El  emperador  cayé' 
enfermo;  su  mujer,  aprovechán- 
dose de  un  momento  en  que  es- 
taba desmayado,  le  maüdó  en- 
terrar vivo:  sus  gritos  se  oye- 
ren fuera  de  la  bóveda;  pero  no 
permitió  que  la  abrieáen. 

Lijero   bosquejo  de  los  papas  des^ 
de  Zo&imo  ha^a  Juan  /. 

ZosiMO,  PAPA  xLii,  griego  de 
nación  é  hijo  de  Abraham,  fué 
creado  pontífice  el  20  de  agosto 
de416segun  unos^yel  417  segua 
otros-,  pero  esto  no  supone  gran 


latóy-uyó,  j  los  conspiradores  .  cosa  par«  nuestra  historia;  va- 


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t48 


VISTOüfA. 


IBOiá  manif^tar  ai^ioconcebible 
tiranía  coDflACii^hqueria  man- 
dará las  aMnas»  P^Jajio  liabia  si- 
do acusade  en  Uempo  de  Ino- 
cencia de-  tenéis  opiniones  par- 
ticulares sobre*  el  bantismo  de 
los  niños;  y  babíapiotestadóque 
su  creencia  era  en  este  punto 
eoiBO  ta:  del  obispo  de  Boma. 
Gelestio,  discípulo  de  Pelajio, 
prolestd  iguaJoiente  por  sí  y  por 
sn  maestra  delanle  de  Zbsiino; 
j  añadía^  s^un   Sao  Agustín, 
quesi  cUgún  error  dB-  ignorancia 
babia  cometido,  se  sometía  al  /Vi- 
Uo  del  Santo,  Padre.  PvLe%  bien! 
en  nadasetaTonna  declaración 
tan    ifoymak   Parece    que    era 
resohieioa  tomada  por  et  pApa 
y  sus  par^tidarios^el  eondenar- 
ÍQ&,  escilar  un  eisona,  entregar- 
los á  la  escomnnioo  y  á  los  erro- 
res ffa^  en  aquel  tiempo  eran  su 
consecuencia*  Zosimo  no   solo 
no  les  recibió  eala comunión  de 
los  fieles»  sino  declaró  que  eran 
los  masmaloB,  deUstábUstffreni^ 
ticos.  No  era  esto  '  verdadera- 
naente  servirse  de  las  armas  de 
la  pepsuasibn  paré  atraer  al  gre- 
mio de  la  iglesia  á  hombres  que 
pudiesen  tener  sL  acaso  algunas 
ideas  algo  eesa jeradas^ 
-   Yidse  en  aquellas  días  deplo»- 
rables  una  asamblea^  un  concU 
lio  do  doscientos  catorce  obis 


pos  &e  pennian  por  escuadrones^ 
apresurarse  para  lanzar  9obre  la 
cabeza  de  Pelajio  y  su  discípulo 
un  anatema,  á  ptíMf  *  de  su  con* 
fesion  evidente  y  maniftesta» 
La  in^ticia  delcpociliay  do 
Zosimo,  que  los  condenaba  á  pe- 
sar do  sus  coafesiooes  orlodoc- 
sas,  iodispuso  cruelmente  al  cle- 
ro romano.  El  le  respondió  con 
una  escomunion:  la  respuesta 
ato  perentoria;  los  sacerdotes 
de  Roma  se  dirijieron  al  empe« 
rador  Honorio.  Pero  era  tal  la 
decadencia  en-  quo^babia  caido 
el  trono  invperial,  que  Zosimo> 
escediéndosO)  ó  por  los  menos 
ioútando  á  sus  predecesores,^  le 
prokbió  recibirlos^  por  medio  d^ 
una  orden.  El  em(>erador  obo« 
deckS  y  se  sometió  al  envilecir 
mienta  qpe  merecía.  Zosimo 
murió  y  dejó  la  Iglesia  despe- 
dazándosapor  un  cisuM^  y  entre- 
gada á  la  ambición  y  codicia  do 
Eulalíoy  de  Bonifacio. 

Bonifacio,  papa  xliii^  28  d» 
diciembre  de  419.  —  Parte 
del  clero  descontenta  de  2o- 
simo,  eseandaüMda  do  so  in- 
justicia y  de  su  parcialidad  para 
con'  los  eneittigos  de  Polajió  y 
Célestio,  y  hef ida  eoa  la  espada 
del  anatema,  tan  terrible,  otras 
veces>yhoy  afortooadanMntero» 
tapor  la  ftlosofiaylarazooeolas 
pof^  porque  entoncea  los  obis^-  i  sangrientas  naanos  del  fonatis^ 


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ÜBt    BAJO 

ino>.se  hflbia  reHríwlr>  á  Rave- 
n*,  cerca. del  emperador  Hóno- 
ríe,  aoieciazado  también  audaz- 
mente por  Zosímo.  El  odio,  la 
envidia  y  el  espíritu  de  partida 
doiBtnahnn  en  Ro«hi  y  en  Ra- 
veiha>.  fermentaba  y  preparaba 
ta-  esplosion  que  ubo  después  de 
ía^  muerte  de  esle  obispo  de  Ro* 
ma.  Siramaco,  qu&^  ocupaba  \a 
silla  en  la  ciudad  por  el  ern^pe- 
rador,  le  notició  tos  progresos 
de  esta  disensión  y  fk*l  eseándü- 
lo  que  habia  producido  la  e^ec- 
cion  de  Bonifacio  y  la  de  Eula- 
Ho  su  competidor.  Este  último 
es  reputado  aotipíipaj^  y  sin  em- 
bargo parece  haber  reunido  lo 
que  necesitaba  para  su  elección, 
y  además  fué  el  primero  nom- 
brado para  este  destino,  acia  el 
eual  desde  los  primeros  siglos  se 
dirijian  las  miradas  de  los  aav- 
biciosos  del  clero.  Según  el  tc- 
DOf  de  la  carta  que  Simmaco 
dirlje  al  emperador,  aparece  quft' 
«disanto  hombre  Eulalio,  con- 
vducido  por  el  pueblo  y  el  ele- 
»ro  á  la  iiílesia  de  Lclran  para 
«hacer  los  funerales  de  Zósinxo, 
«lid  permanecido  dos  días  en  él 
»con  una  multitud  de  pueblo 
»y  acompasado  de  los  sacerdo- 
utes,  esperando  el  dia  ordinario 
»eD  que  pudiese  ser  consagrado 
«solemnemenle;  entretanto  ha 
Wbabido  algunos  sacerdotes  que 


IMPÜRIO.  149 

•acaudillando  a  otra  porción  de 
»pueblo  se  linn  dirijido  acelera- 
wdamenle  acia  la  iglesia  de  Teo- 
»don>,  con  Bonifacio^  de  la  miS' 
ím>a  órdefl  que  ellos,  y  allí  le- 
w^han  querida  ordenar  de  obis* 
»po.»  Añade  que  intimó  á  los 
sacerdotes  no  hiciesen  nada  con- 
tra-laé  leycSi  ni  cootra  las  cos- 
tumbres, pero  que  resistieron  y 
ejecutaron  su  designio,  consa- 
grando á  fionifacio  en  su  igle- 
sia de  San  Marcelo.  Por  esta- 
carla y  algunas  otras  de  Simma- 
co á  los  emperadores  Honorio  y 
Teodüéio,  aparece  que  Eulalio 
era  lejítimo  ponüíke,  y  que  se 
tenia  como  un  derecho  ó  mas 
bien  como  una  costumbre  que 
su  elección  debia  ser  confirma- 
da por  el  emperador;  y  que 
cuando  estaba  esle  cierto  de  la. 
elección  lejíüma  de  un  papa^ 
debia  emplear  su  autoridad  pa- 
ra lanzar  á  aquel  que,  despre- 
ciando las  formas  y  las  Icyes^ 
quisiese  Uránicamente  introdu- 
cirse en  su  lugar.  Por  esta  ra- 
zón Honorio  envió  una  órdea 
a  Simmaco  mandando  que  Eu- 
talio  fuese  sostenido  en  la  silla 
pontiücia  y  espulgado  Boni- 
facio. 

Pero  era  tal  el  estado  deplora- 
ble, la  confusión  de  los  derechos 
del  imperio  y  del  sacerdocio,  que 
Simmaco^  habiendo  hecho  partí- 


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cipar  hi  órAen  del  'emperaflor  á 
JBIoBíractey  «que  se  maoteiria  con 
los  suyos  ep  la  basftrca  de  San  Pa- 
blo ,  fuera  de  la  ciudad^  los  ofi* 
^alesy  ni¡nistros*que  envid  fue- 
ron presos  y  maltratados  por  los 
satélites  de  Bonifacio.  Hizo  pu- 
Micar  solemnemente  (as  carias 
«leí  emperador  en  favor  fle  Eo- 
lalk)  y  ooibtra  Bonifacio,  <|aieD 
tnarcbó  «eQ  seguida  acia  la  basl* 
üca  de  San  Pedro,  y  celebra -ea 
«lia  misa  enmedio  tfe  las  adla- 
maolones  4le  sus  partidarios. 
Pero^l  pueblo,  varíes  sacerdo- 
)|es  y  el  emporador^  apelaron, 
sobreseí  nombramiento  de  Cu- 
1é)ia/á  unsinodo  que  Honorio 
les  concedió,  tllonvocáronse  ^o 
fiavfiíaé  los  obispos  de  Afrieé, 
de  las  Gallas  7  de  llnlia;  pero 
no  «acudieron.  Tiendo  Culalio 
que  su  presencia  era  iná^l  'cn 
ItaveDa,  volWó  á  Roma  adonde 
llegó  comedio  «del  dia;  <el  pueblo 
le  salió  al  -encuentro  7  con  trans- 
portes de  júbilo  maoífestó  que  á 
^l^ra  á  quien  eléjia.  Pero  la  fae- 
tón de  Bonifacio  decreció  «us 
i^otos:  robusieeida  con  el  asceu- 
diente  que  su  destreza  y  auda- 
cia le  4iabian  prestado  sobre  ei 
«débil  emperador,  consiguió  arro- 
jiir  á  Culalio  de  Boma, -en  don- 
ada entró  Bonifacio  enmedio  de 
la  fuerza  armada  j  Se  hizo  po- 
^seedor  ó  ^usurpador  de  la  «iUa 


poiifificilt.  Habla  'OOstUflAre  dé 
llamarle  Malifaeia.  Les  simula- 
er«s  de  emperadores  po  sabían  i 
cuál  de  los  dos  oir,  apelóse  á 
varios  reairsos  y  todo  se  empleé 
menos  la  razón  y)a  moral.  Hom» 
bres  llenos  de  ertmenes,  conta* 
minados  7  gangrenados  de  maU 
dades,  fueron  entonces  promovió 
dos  á  las  primeras  dignidades  de 
la  Iglesia. 

Xste  Bonifacio,  ó  mas  bien 
Malifacio,  hijo  de  un  sacerdote, 
«egun  dice  Platina,  dio  una  or- 
den que  maniñesta  demasiado 
liasta  dónde  babia  descendido  la 
p6rvei*sidad«ioral.  Beclaró  in- 
digno de  ser  aacerd^te  á  todo  a« 
qiiel  que  bubiese  tenido  la  des- 
gracia  de  ser  esclavo. Suc^sordel 
hombre  Bios,  del  Bios^spiran^e 
en  el  calvario:  ¿son  estos  los  pre- 
ceptos del  Maesfro,  que  predicó 
siempre  la  igualdad,  iiueciació, 
viyfió  y  murió  en  la  pobreca  y  en 
4a  esclavitud  de  losromanM  ? 

Ettialio  manifestó  mas  man* 
sedumbro;  aunque  pudo  dispu- 
társela, abandonó  aquella  silla 
dejando  subir  á  eMIaáaa  com- 
petidor, intrigante  y  ambicio- 
so; y  habiendo  sido  invitado  á 
la  misma  después  de  la  muerte 
de  Bonifacio,  la  reusócon  H  ntiis- 
ma  firmeza  y  'desprecio  que  ha* 
bia  bajado  de  ella. 

3oo«faeio  ttt¥^  el  ^onlificade^ 


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rae  BAja 
tres-  añoiy  ocho  meses  y  siete 
diar.. 

CEtESTIIfO,  FitPA    XLIT,.     14  d^ 

Hoetewftre  de  423.  —  El  prin- 
cipio del  pontificado  de  Ce- 
leMioo  fué  turbado  por  algunos 
novadores,  que  (como  nosotros 
quisiéramos  sucediera  aora,  pues 
resultarla  en  beneOcio  de  la  re*- 
lijroo),  quisieron  hacer  que  los 
sarerdotes  anduviesen  &in  capas 
ó  Dianlos  y  ceñidos  de  un  cor- 
dón, parque  Jesucrislohabia  di- 
cho á  sus  discípulos  que  anduvie- 
sen de  este  modo.  Advertido  Ce- 
.  leslino  de  esta  audacia,  Iosk  re* 
.  prendió  ásperamente  y  les  dijo 
conservasen  el  traje  que  estaba 
adoptado. 

ElcjidoNestorio  en  lugar  de 
Simraaco,  obt^ipo  de  Coostanli- 
no|>Ia,  le  escribió  •Celestino  al- 
gunas carlasde felicitación.  Nes- 
lorio  era  un  cristiano  tolerante 
quedióa>silo  en  Constantinopla 
h  los  pelajianos,  perseguidos^en 
Italia  y  en  Roma.  Su  modera- 
ción, su  caridad,  su  tolerancia 
j  sus  autenticas  declaraciones, 
le  bicierott  un  enemigo  de  Ce- 
lestino, qaedefi[>aes  le  condenó. 
Era  costumbre  nombrar  para 
las  prelacias  así  á  los  legos 
como  á  los  clérigos.  Con  este 
motivo  el  papa  escribió  una  car- 
ta á  los  obispos  de  la  Pulla  y  de 
la  Calabria,  y    referiremos  de 


tMníRio^  15t 

ella  algunos  pasajes  que  proba- 
rán hasta  dónde  habia  llegado 
la  audacia  de  un  hombre  eleva- 
do por  ttí  voto  del  pueblo,  pa- 
gándole eon  desprecio  é  ingrati'» 
lud.  El  pueblo,  dice^  d»b$  tter  en^ 
señado,  í/ no  escuchado.  Nosotros 
somos  bofamente  quienes  debemos 
manifestarle  lo  que  es  licito  o  no: 
si  hay  alguno  tan  osado  que  se  a- 
treva  á  juzgar  por  si  mismo  dt 
las  cosas  proibidas,  pronto  sabrá 
lo  que  puede  la  censura  de  la  silla 
apostólica^  porque  cuando  no  po- 
demos correjir  por  autoridad  dr 
admonición,  cuando  somos  con- 
trariados, empleamos  los  medios- 
de  severidad  y  de  rigor. 

Dejamos  para  los  historiado- 
res ectesiá»licos  el  hablar  de  lo^ 
aconlecrmicntíis  de  aquel  tiem- 
po: lo  único  que  debemos  de- 
cir es  que  Néslorio,  obispo  do 
Constantinopla,  predicaba  y  deb- 
ela que  Cristo  era  nacido  hom- 
bre solamente  hijo  de  María,  y 
de  DÍO&)  y  que  habia  conseguido 
la  divinidad  por  sus  méritos  y 
predicaciooe»^  Fué  Celestino 
pontíftce  ocho  anos,  diez  meses 
y  diezisiete  días. 

SlSTO   Ul  ,    P^APA    XLY  ,    12   í/e 

abril  de  432.  —  Sisto  reprue- 
ba las  opiniones  de  Nestorio  so- 
lo porque  eran  nuevas.  Al  ha- 
I>lar  de  él  á  Juan,  obispo  de 
Antioquía^le  dice  lo  síguieulé: 


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ist 

noéef»rmtUí$m$  ü  la  mmedad, 
porque  wida  cBWOiene  añadir  á 
ia  anHgiMud.  «teto  olvidaba 
tfoe  •iíastt'era  aoa  razoo  "viiie- 
dera,  teoía  tanta  fuerza  en  bo- 
ca délos  p«g«MMia  -«««le  áe  k» 
«erlstiafios;  qoe  ella  en  un  «ase 
joatiOcaria  so  aversloa  at  cris*- 
tianis»e,Npu€Sto(tae^era  aoa  ae- 
vedad«eB  eHmperiaestaTeli)toii> 
quedestnm  los  dieses  de  Roma, 
88S  altares  y ^iw  temflos,  que 
habían  sido  ertj Idos  Tior  les  as- 
•tepasados  romanos.  Naáé  hay  mas 
respetable,  aúti0uo  y  eterno  que 
Ih  racoA;  si  aignna  coaa^  si  aigana 
«opinión  es  vsfocida  por  ella,  es 
-menester  reformarla.  Solo  los 
-fanáticos  y  Jos  insensatos,  pue- 
•«den  pretender  le  contrario. 

Sistoiué  acusado  par  un  sa- 
cerdote muy  recomeudttiile  lla- 
inado  Basso,  de  baber  eomelido 
Tin  incesto,  y  bolado  una  monja 
llamada  Crtftogonis;  ló  cual  sopo 
por  un  criado  de  Sisto^  Hamado 
Pedro.  La  acusación  metíé  mu- 
«^ho  ruido;  pero  á  un  sínodo 
•compuesto  de  <;¡ncoenta  y  siete 
obispos  para  juzgarle,  seje  dejé 
la  libertad  de  que  pronuncia- 
se su  sentencia,  y  Valentíniano, 
emperador,  ^e  envileció  hasta 
^l  punto  de  decir  que  no  era 
l>ermitido  á  ningún  poder  ju^gtfr 
<al  pontífice.  Al  punto  hizo  jura- 
*4a»e0to  de  que  era  inocente  del 


crimen  que  isé  te  tefHÍttbs»  y 
aquella  asamblea  de  prelados 
vendidos  á  Sisto,  á  cuya  cabeza 
•estaba  el  mismo  Valentiirian#, 
-esclavo  atfivo  de  un  sacerdote, 
pronunció  su  absolución,  y  tuvo  . 
además  la  bajeza  4e  enviar  des- 
terrado á  su  intrépido  acosa- 
dor y  de  confiscar  sos  bienes  do- 
tando con  ellos  la  iglesia  (1^ 
SiSbto  hubiese  sidoirbsueito  en 
defecto  de  pruebas,  no  nos  choca* 
ria  esta  i^ndenacion;  pero  ^ue 
haya  sido  el  acusado,  el  prevari- 
cador,^! culpable  y  el  juez,  es  lo 
4ue  escandaliza  á  todo  hombre 
que  conserve  el  menor  sentí* 
miento  de  equidad- íios  dos  lira- 
nos  Sisto  y  Yaientiníano  se  da- 
llan iñ  mano  para  reinar  sobre 
los  pneMos  embrutecidos;  pero 
Valentiniano  se  engañó,  porque 
el  sacerdote  reinó  sobre  sos  pre- 
l^os  restos. 

León  I,  PAPA  XLVí,  12  fc  mofs 
tfa440.— Apoderándose  los  barba. 
TOS,  como  hemos  dicho,  de  todos 
4qs  pedazos  del  imperio, refluían 
áRoma  los  Cristianos  de  todas 
■las  sectas;  pelajianos,  maniqucos 
nestorianos.  León  los  persegufa 
encarnizadamente.  Detrás  de  ^í 
tedian  salteadores  salidos  de  ios 

(1)  I  suai  pñderí  anMarono  infió* 
'ier  non  del  fisto:  ma  íUlla  dk¿M« 
(Platmh,  Le  püt  tíf '  PoKttriGt*) 


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yelos  del  Norte^  y  tn  Roma  en- 
coolraban  db  enemigo  mas  im<* 
placable  que  AtKla  y  Jeoserico. 
Atacóselos,  perslguidaelos  y  se 
quemaron  sns  libros  páblica- 
mente. 

El  puebto  quedó  sorpren^do 
en  estremo  cuando  vid  los  ros- 
tros austeros  de  muchos  mani- 
queos,  porque  se  le  babia  dicho 
que  estos  tenían  la  cara  tem  ne* 
fpra  como  la  de  los  demonios. 
Guando  estos  pobres  herejes 
confesaron  que  no  podían  creer 
que  el  mismo  ser  fuese  autor 
del  bien  y  del  mal^  qne  su  este- 
rtor todo  anunciaba  la  pureza  y 
la  continencia,  y  que  lejos  de 
ier  negros  como  los  demonios, 
reinaba  sobre  sus  rostros  una 
palidez  que  anunciaba  el  ayuno 
y  hi  penitencia,  la  mayor  parte 
del  pueblo  creyó^  que  el  papa 
los  había  engatado.  Verifícense 
nuevas  amonestaciones  por  par* 
te  de  León,  quien  en  sn  sermón 
del  10  de  diciembre  añade,  qwe 
no  se  encuentra  ningnn  pudor, 
ninguna  onpadez,  vergüen%a  ni 
€a$tidad  en  esta  secta,  cuya  fi  é$ 
lamefñira,^l  diablo  su  relijiom, 
$u  sacrificio  la  torpeza,  etc. 

La  vida  de  León  á  quien  se  ha 
llamado  grande,  ha  sido  oo  te- 
Jldo  de  disputas  ridiculas,  de  ca- 
lumnias y  de  perfldias,  j  mas 
que  nn  pastor  humilde  y  manso, 

TOJáO  XV. 


nmEMo.  153 

se  vió  en  él  un  fanático,  cobarde 
opresor  de  todos  los  patriarcas 
que  teoian  opiniones  contrarias 
á  las  suyas,  y  un  adulador  de 
Pulquería, y  M^csimiano,  tira- 
nos de  las  iglesias  de  Occidente. 

Los  escritores  embusteros  (1) 
dicen,  como  hemos  narrado  en 
otro  lugac,  que  Attila  después 
de  haber  destruido  á  Aquileya, 
Pavía,  Milán  y  otras  muchas  pla- 
zas, se  preparaba  á  saquear  á  Ro- 
ma; pero  que  León  se  din jió  á  él, 
y  que  tanto  le  conmovió  con  sus 
discursos,  que  abandonó  su  bár- 
baro proyecto.  Curioso -seria  sa- 
ber en  -qué  lengua  habló  León  i 
Attila,  para  hacer  tan  pro- 
fonda  impresión  sobre  M  espí- 
ritu, porque  indudablemente  nn 
salvaje  salido  de  las  orillas 
del   Palus  Meotides  no  ablaka 

(t)  PTttiaa»  en  la  vi4a  deXeonf, 
dice  lo  tigHiente:  «Escachó  AuiU  el 
»ditc«rto  del  buen  pontífice  f  le  obe« 
vdeció;  porque  dijo  dcspae»,  que  míea- 
»lnit  León  le  eiube  haUesdo  habla 
avisto  detrae  de  él  doa  caballeroe  con 
•eapadae  deaenvainadat  eniaa  oíaaoct 
»q«e  le  ameiiuaban  de  mnePte  si  noobe- 
» decía  al  santo  padre;  cuyos  dos  caba* 
»Ueros  aoipodiaii  ser  otros  que  San  Pe- 
ndro y  San  Psblo> 

HssU  aqui  el  historiador  Platina, 
l^a  tonsurados  pueden  esplanar  \¿  ne« 
4icía  cosM  qnicrao. 

20 


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154 
Di  enteadii  la  lengua  rocnaoa. 

León  I  dispuso  oIroms  eosas 
particulares,  entre  las  euales  la 
q¿ie  mas  notable  nos  parece  es 
que  ninguna  monja  pudiese  to- 
mar el  velo,  si  no  probaluí  ha- 
ber vivido  castamente  cuarenta 
affos.  Disposición  es  esta  que  con- 
ceptuamos sabia,  así  como  atro»y 
orreoda  el  tolerar  y  autoriiar  que 
una  }óven  inesperta  y  fanatizada 
profiriese  unos  votos  Impruden- 
tes que  la  iban  á  ligar  para  siem- 
pre; votos  que  la  condenarían  á 
la  desesperación  luego  que  cono« 
ciese  su  insensata  lijereza,  y 
que  no  le  quedaba  mas  que  resig- 
narse á  morir  en  una  cárcel  fa- 
tal, que  babian  autorizado  y  man- 
teínido  gobiernos  imbéciles  y 
supersticiosos^  para  contrariar 
la  ley  augusta  de  la  naturaleza. 

Cuenta  el  mismo  Platina  que 
en  tiempo  de  León  florecierou 
algunos  boinbref  eminentes  en 
piedad,  y  que  entre  ellos  TuéSfa- 
merco  ó  Mamerto,  obispo  de  Vie- 
ne, quien,  como  opinan  algunos, 
por  los  muchos  terremotos  que 
entonces  se  senlian ,  especial- 
mente en  las  Gallas,  ordenó  las 
Letanías.  * 

León  estuvo  en  el  pontiflchdó 
veintiún,  años  y  cuarenta  y  cua- 
tro días. 

HlLABlO,  PAPA  XLVII,  19  d$  a- 

bril  d€  461.— >Este  es  uno  de  a* 


qoelloa  papas  quesotcóeupaa  mm 
mero  lugar  en  el  catálogo  de 
los  sucesores  d^  los  apóstoles, 
pues  lo^  único  que  bizo  fué 
continuar  en  los  planes  y  miras 
ambiciosas  de  sus  antepasados. 
Cuéntaseque  edificó  en  la  iglesia 
de  Letran  tres  capillas  adornadas 
de  oro  y  de  pedrería,  riqueza  que 
seguramente  no  perteneció  á  la 
pobreza  de  los  primeros  cristia- 
nos. Las  puertas  de  estas  capillai 
eran  de  bronce  con  adornos  de 
plata.  En  una  de  dicbas  capillas 
habla  un  cordero  de  oro  de  doa 
libras  puesto  sobre  una  columna 
de  ónice  ó  agiota.  En  otra  había  o* 
na  lámpara  de  oro  de  diez  libras, 
tres  ciervos  de  plata  de  ochenta 
libras  que  arrojaban  agua  en  una 
fuente,  y  una  paloma  de  oro  de 
dos  libras^  Hizo  además  varías 
donaciones  á  las  iglesias,  de  píe* 
dras  preciosas  y  alajas,  porque  el 
objeto  era  enriquecerlas  aunque 
el  pueblo  careciese  de  lo  necesa- 
rio.— Fué  pontífice  siete  años» 
tres  meses  y  diez  días. . 

Simplicio  i,  papa  xlvui,  18  da 
agosio  de  468* — Becorrer  todas 
las  intrigas  en  que  este  pontífice 
estuvo  envuelto  durante  eltíein^ 
pode  su  pontificado,  sería  repro. 
ducír  acontecimientos  narrados 
ya.  Baste  decir  que  miró  de 
mal  ojo  á  Odoacro,  porque  no  le 
placía  semejante  huésped  en  I- 


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mi  uio 
talla,  estonrándole  para  sos  oai- 
ras  ambíciosag.  Uq  prelado  ele- 
vado i  la  cátedra  de  ÁDtioqoía, 
llamado  E^vaoa,  es  asesinado 
por  hombres  que  instigara  so  pre- 
decesor. El  emperador  hace  qne 
nombren  su  sucesor  en  Constan- 
tinopla>  pero  el  papa  mira  esta 
resolución  con  enojo^  porque  le 
quita  Constantinopla  á  Roma  su 
preponderancia;  j  con  este  moti- 
vo escribe  al  emperador  cartas 
llenas  de  asperezas  é  insultos. 
La  tirante  papal  tu^  que  ceder 
á  las  circunstancias,  y  las  igle- 
sias de  Oriente  por  cierto  tiem- 
po estuvieron  libres  del  yugo  de 
Boma. 

Feliz  iii,  papa  xux,  19  de  mar. 
%o  de  483. —  ¡Cómo  cambia  todo 
con  los  siglos!  ¡gobiernos,  relijio- 
neSj  sacerdotes,  dioses!  El  papa 
Félix  era  bijode  un  sacerdote 
del  mismo  nombre,  y  nadie  se  es* 
trafiaba  de  esto.  Desde  el  princi- 
pio de  su  episcopado  se  mesiró 
•ncamiíado  enemigo  de  la  iglesia 
de  Constantinopla,  que  sumisa  i 
las  leyes  del  imperio,  observaba 
los  edictos  de  los  emperadores* 
Acacio,  patríarea  respetable,  sa- 
bi»  qoe  toda  asociación^  que  le- 
do cuerpo  ecsisteole  en^el  seno 
de  la  ^socíedad,  debe  obedecer  i 
las  reglas  que  libremente  ba  esco- 
Jido  ó  consentido;  pero  esla  doc- 
trina no  es  la  de  los  liranos^  ni 


iMPUio.  155 

la  de  Félh  que  marchaba  por  las 
uellas  de  Simplicio.  Lanza  un 

I  decreto  de  escomunion    contra 

¡  todos  los  que  obedeciesen  un  e*. 
dicto  de  Zenoo,  que  proponía  le- 
yes nuevas  á  la  iglesia  de  Gons* 

j  tantinopla  y  abrogaba  el  coneili 
de  Calcedonia.  No  es  esto  apro* 
bar  mas  la  obediencia  á  lasVelua* 
tades  frecuentemente  tiránicas 
de  un  individuo  llaiñado  empe* 
rador,  que  las  de  ua  papa;  pero 
es  mas  inconcebible  que  un  hom- 
bre colocado  i  las  orillas  del  TI- 
ber  quiera  mandar  sobre  las  del 
Bosforo,  del  mar  Negro  y  del  de 
Mármara,  queotrohombre  cual- 
quiera colocado  enmedio  de  los 
puebles  de  estas  comarcas.  Esté^ 
pues,  cubierto  de  una  mitra,  ti&. 
ra  ó  diadema,  no  es  mas  que  un 
ser  aislado,  un  individuo  cuyas 
órdenes  paede  desechar  Ja  na- 
clon  si  le  place. 

Escribe  FéUc  á  Zenen  y  i  A- 
cacio  carias  llenas  de  insultos  y 
amenaias,  diciéndoles  que  de« 
Uaa  responder  á  un  libelo  que 
habla  salido  coa,  motivo  de  pros* 
cribir  nn  edicto,  al  cual  se  con* 
formaba  el  pueblo  y  él  no.  Los 
enviados  llegan  á  Constantino- 
pla, y  el  emperador  viendo  Mta 
audacia  los  manda  prender;  pe- 
ro Acacio,  echándoles  en  «ara 
que  se  hacían  los  ajenies  de  la 
tiranía  4e  Aoma,  consiguió  (ue 


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156 
abandoiiaseii  la  cansa  del  papa 
y  qoe   foeseo  puestos   en    H* 
bertod. 

ConstaDtinopla*  rival  de  Ro- 
ma» sostenía  so  independeocia: 
Feliz  no  se  atrevía  abiertamente 
á  condenará  Acacio^  y  parecía 
conformarse  con  el  estado  em- 
barazoso á  que  le  tenían  reduci- 
do los  bárbaros;  el  imperio  de 
Occidente  parecia  faaber  cansa- 
do en  su  caída  la  ruina  de  la  i- 
glesia  romana;  pero  Feliz  creyó 
levantarla  con  un  golpe  de  au* 
dácía;  lanzó  un  anatema  contra 
Acacio^  y  se  lo  mandó  á  decir. 
Fué  recibida  con  desprecio,  bo- 
rróse el  nombre  del  pupa  del  re- 
jístro sagrada^  y  le  devolvió  in- 
sultos por  insulto.  Durante  las 
pretensiones  escandalosas  de  fio. 
ma,  muere  Acacio,  según  algu- 
nos desterrado.  Este  hombre  a- 
menazado,  escomulgado  eo  Ro- 
ma^ opuso  b  firmeza  de  un  hom- 
bre instruido,  de  un  sabio,  á  la 
ciega  audacia  de  un  Feliz,  bár- 
baro ya  como  los  occidentales,  y 
^ue  estuvo  en  la  silla  pontiflcia 
ochos  años,  opee  meses  y  die- 
zisiele  días. 

Jelíisio  1,  PAFA  1.^  1 1  de  tnñrza 
de  492.  —  Yéasé  aquí  un  pspa, 
no  solamente  hijo  de  sacerdote, 
aino  de  un  obispo;  el  nombre  de 
su  predecesor,  borrado  con  des- 
precio del  libro  sagrado  de  Gons- 


ffttTOniA 

lantinopl^,  habla  sidoresttioido* 
por  Eufemio;  pero  Feliz,  así 
como  Jelasio,  no  le  quisieron 
jamás  recibir  en  la  comunión 
romana,  porque  no  había  queri-; 
do  bOrrpr  el  de  Acacio»  Esta  per* 
severancia,  ayudada  de  la  fortu- 
na, es  la  <|ue  ha  ocasionado  to- 
.dos  los  triunfos  de  los  papas. 

Jelasio,  después  de  haber  he- 
cho vanos  esfuerzos  sobre  Eufe- 
mio, quiso  persuadir  al  senado 
y  al  pueblo  romano  de  que  no 
debía  reconocer  á  Anastasio 
por  emperador  de  Constantino* 
pía;  lo  cual  indispuso  cruel- 
mente á  este  emperador,  y  á  pe- 
sar de  la  intriga,  imposturas  y 
calumnias  de  la  silla  pontificia, 
destruyó  todas  las  esperanzas  de 
acomodamiento  y  de  condescen- 
dencia á  sus  miras  opresivas;  y  la 
venganza  del  poder  apostólico, 
que  Acacio  con  tanta  justicia 
liabia  despreciado,  fué  vencida. 
Jelasio  escomulgó  á  los  dos  Pe- 
dros, patriarcas  de  Alejandría  y 
de  Antioquía,  á  Acacio,  empe-> 
rador,  á  Anastasio,  rey  de  loa 
vándalos,  yjeneralmenteá  todos 
los  bárbaros;  peno  esto  no  im- 
pidió á  Teodorico  apoderarse  de 
toda  la  Italia.  Ignoraban  que  un 
sacerdote  orgulloso  ó  faoátioD 
quería  entregar  sus  cabezas  al 
anatema;  pues  si  lo  hubiesen 
sabido^  la  suya  hubiera  faga* 


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4o  sa  delirio  nhlucrAMemente. 
Este  papa,  cuyo  espíritu  altíira 
y  osado  condena-ba  y  eiHregabib 
á   la    reprobación    universal  á 
'  loa    que    teniM  opiniones   di- 
ferentes de  ftquelfa»  que  habi» 
concebido  su  delirante  cabeza^ 
era  verdaderamente  uo  bereje; 
porque  declard  en  pleno  eonei* 
lio  ea  Roma,  que  en  la  euearís- 
lia  no  estaba  cambiada  la  nalti- 
rale/a  del  pan  y  del  vino>  que  no 
era  m%s  que  una  imájen  que  se 
orrecia  á  los  fieles.  Los  proles^;- 
tantes  tienen  en  Jelasio  una  au- 
toridad suprema  para  apoyar  sus 
doctrinas  sobre  este  punto.  La 
opioionde  Jelasio  noes  aora  lo 
que  hace  á  nuestro  propósito^  I9 
úuico  que  quisiéramos  que  cuan- 
do se  perticipa  del  error  y  de  la 
ignorancia   común  á  todos  los 
hombres,  se  fuese  al  menos  to- 
lerante; y   llamaremos  siempre 
impío  al  papa   que  desconozca 
el  divino  precepto  de  Jesucristo^ 
qu^  fué  la  tolerancia. 
.  Ocup4Í  Jelasio  la  silla  cuatro  a- 
ños,  ocho  meses  y  diezisiete  dias. 
Anastasio  11,  papa  li,  27  de  no- 
siembre  de  A9G.^^k\   principio 
de  su  pontificado  escribió  Anas- 
tasio cartas   rouy^  modestas  al 
emperador  Anastasio*,  pero  des- 
pués lleg4S  hasta  escomulgarlo. 
Ea  aquellos  días  de  confusión, 
da  odio^  de  discordia  y  desgracia 


rvpRmo.  t57 

era impostbfe  noser  hereje. ¿Qué 
habla  de  hacer  el  hombre  razo- 
nable?* Caliáliase,  ó  si  hablaba» 
si  escojia  una  opinión*  sobre  la 
ntiuralesQ  y  la  mora^  era  con- 
denado; porque  á  tanto  habia^ 
llegado  la  depravación- del  éspf» 
ritu  humano,  que  casi  todo^  es«> 
cepto  el  epror^  fué  una  herejía. 
Todo  crimen,  toda  maldad  se 
perdonaba,  coo-tal  de  que  se  cre- 
yese en  la  supremacía^  délos  o» 
bispos  romanos^ 

Este  Anastasio  es  uttoe  de  los 
papas  á  quien  la  veracidad  de  la 
historia  puede  mas  fácilmente 
perdonar:  fué^  tratado^de  hereje 
por  haber  querido  suscribir  aF 
concordato^  Zenon^  é  intenta* 
do  reconciliar  á  las  dos  iglesias 
de.ConstaiOinopla  y  de  Roma- 
Por  lo  cual  dice  Platina  en  la  vi- 
da de  este  ponlíftce,  «que  mu- 
•chos  afirnvabün  que  por  volun* 
Mtad  de  Dios  enfermó  Anastasio 
«de. repente^  murió:  que  es-te 
«fué  el  segundo  pontífice  que  tu- 
«yo  relaciones  con  los  herejes;  y 
i^que  según  la  opinión  de  algunos, 
«estando  Anastasio  descargando 
«el  vientre,  se  le  salió  el  intes- 

« tino  recto  j  murió.» 

,  Véase  la  verdad  que  podrá  ha- 
ber, en  muchas  historias  cuando 
ni  aun  pudo  saberse  de  qué  mu- 
rió un  hombre  tan  visible  como 
un  papa.Solo  lo  fué  Anastasio  na 


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168  BltTMU 

«fio»  dies  mesM  y  Teloticoalro 
tUas. 

SllfHACO^  PAPA  LII,    22d»   M- 

viembtede  498«— -La  elección  de 
este  papa  está  marcada  ceo^l  ase- 
sioatoylá  mortandad.  Anastasio, 
emperador  de  GonstanHnopla, 
^bla  mandado  distribuir  oro  al 
«lero  romano  para  encontrar 
iiuien  pudiese  ratiftcar  el  con- 
cordato qne  ecsbtiade  discordia, 
y  dar  en  fin  la  paz  i  las  ¡silesias 
4e  Oriente  y  Occidente.  Guando 
^1  crédito,  los  medios  y  el  poder 
-ge emplean  solo  para  aerificar  la 
tinion  y  la  concordia ^ntre  eve- 
«nigos  encaririzados,  el  mundo 
•debe  estar  reconocido  á  aquel  que 
tan  buen  uso  hace  de  aquellosme- 
dios.Simmacoraé  nombrado  papa 
por  unos,  y  Laurencio  por  otros. 
Aqui  tenemos  dos  papas  que  pre- 
'tendenser  lejitimamenteeiejidos: 
«entonces  loados  partidos  se  bus. 
can,  se  amenazan,  se  acometen, 
"y  los  asesinatos  pébKcos  y  paii?i« 
*eulares  y  todos  los.  orrores  de 
«tía  guerra  atroz,  dvil  y^elijiosa, 
se  emprenden  en  el  nombre 
del  Espíritu  Santo  que  liabla 
•iluminado  á  los  electores;  t!l  ele* 
•ro,  juntamente  con  el  senado  y 
^1  pueblo,  se  dividieronc  Fesloy 
Provino,  senadores  muy  p«HÍero. 
aos,  y  Pascasio,  diácono  de  la  i- 
^lesia  romana,  hombre  muy  cé- 
4ebre  ^kmt  su  erudición  y  por  la 


austeridad  de  su  vida,  estaban 
por  Laurencio,  según  relación  dé 
Teodoro^  de  Nicéforo,  de  Paalo 
y  de  Anastasio  el  bibliotecario. 

Para  aogar  este  sangriento 
cisma,  los  dos  partidos  convinfo* 
ron  en  recurrir  á  Teodorira,  rey 
de  los  oitrogodos ,  que  ha* 
bia  invadido  á  Italia,  y  quo 
por  entonces  sitiaba  á  Rave* 
na.  Teodorico  se  decidió  por 
Simmaco:;  pero  las  antorchas  de 
la  discordia  que  atizaban  á  Ro- 
ma  no  fueron  apagadas.  Simma- 
co  fué  acusado  de  crímenes  e- 
normes  por  Festo,  Provino  y 
Pascasio,  y  las  pruebas  apare-^ 
ciaron  tan  claras  que  fué  despo- 
jado de  todos  los  bienes  de  la 
iglesia,  y  se  pidieron  á  Teo- 
dorico fuerzas  para  apoyar  su 
depoéÜcion.  Sste  rey  que  llama- 
ban bárbaro,  viendo  «I  odio  y 
el  furor  cOn  que  se  destrozaban 
los  cristianos,  y  la  guerra  san- 
grienta é  irreconciliable  que  se 
liacian  los  dos  partidos,  fastidia- 
do de  estas  disputas  implaca* 
bles,  los  separó  á  ambos,  y  puso 
en  su  logar  á  Pedro,  obispo  de 
Attino.  Aquí  tenemos  tres  papas 
á  la  vez.  Eoitonces  de  una  y  otra 
farte  fué  orrible  y  cruel  la  car- 
nicería.  Kicéforo  y  Paulo,  dii^ 
cono,  refieren  que  la  mayor  pnr- 
t§  de  los  sacerdotes  y  on  aúme* 
ro  'inmenso  de  ciudadanos  ro» 


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MI  tAlO 

»aiio6  fueron  atesiandot»  la  san- 
gre corria  por  las  calles  de  Bo- 
ma;  y  añade  Sabélico,  que  lia 
vírjenes  sagradas  fueroo*  vloI»> 
das  y  degolladas.  Las  ^oscri^ 
f iones  de  Infarto  y  Syla  oa  fcn- 
ron  mas  bárbaras. 

¿  No  debemos  lodignArnes 
cuando  vei¡nos  que  después  se 
da  por  EunoJio,  historiador,  la 
corona  del  martirio  á  los  que  en 
sn  delirio  ecsecrable  hablan  pe* 
recido  por  la  causa  de  Simma- 
co?  En  flii»  un  sínodo  reunido 
bajo  la  influencia  deSimmaco, 
lo  restableció  en  la  silla  ponti- 
ficia^ y  y<^  en  otro  lugar  acaba- 
mos de  decir  que  este  papa,  a- 
tusando  de  la  autoridad  é  indi- 
ferencia de  Teodorico  acia  las 
disputas  relijiosas,  hizo  declarar 
por  un  concilio,  que  la  santa 
sede  hace  impecables  á  los  que 
la  ocupan^  ó  mas  bien  que  Dios 
no  permite  subir  á  ella  sino  á 
los  que  hade&tinado  para  santos. 

Simmaco  fné  papa  quitice  a- 
fios>  seis  meses  y  veintidós 
dias* 

HoaMiSDA,PAPALni,  2(i  de  julio 
tfe514.«— De  este  pontífice  no  hay 
que  decir  sino  que  continuó  per- 
siguiendo encarnizadamente  á 
los  pobres  maniqueos,  entregán- 
dolos á  toda  clase  de  suplicios, 
autorizándolos  con  un  sínodo, 
que  dice  Platina  reunió  á  instan- 


nmntfo.  Itt9 

cías  de  Téod^iiros  pero  esto  no 
era^  neeesaaio,  puea  bastaba  Bbr« 
mtsda  para  eilo^  mandando  quo^ 
en  la  puerta  de  San  J<uan  de  Le* 
tran  se  quemasen  nueTamente 
todos  fos  libros  encontrados  de* 
los  dichos  maotqueos* 

Hizoá  varias  iglesias  donacio-^ 
nes  de  consideración  además  de 
las  mnehas  que  le  regalaban 
Clodoveo,  rey  de  les  francos,  el 
emperador  Justino  y  el  rey  Teo- 
dorico^ porque*  entonces  ya  no 
era  aquella  pobre  iglesia  del  e* 
Tanjelto,^  que  rivia  en  subterrá* 
neoS'^  necesitaba  oro  y  aspleo- 
dor,  quedando  la  mansedumbre 
y  pobreza  únicamente  en  el  tea* 
to  de  la  doctrina  de  Jesucristo . 
Este  papa  lo  fué  por  espacio  de 
nueve  años  y  dieziocbo  dios. 

Juan  i,  papa  liv,  12  da  agonto 
de  523. —  El  fanático  Justino, 
emperador  Je  O^nstantinopla, 
perseguía  á  los  arríanos  con  una 
bárbara  demencia;  y  Teodorico, 
rey  de  Italia,  tolerante  y  mas  po* 
líticojlos  protejia.  Sabeel  trato 
tiránico  que  les  da  Justino  en 
todo  el  Oriente  ;  indígnase 
de  ello,  y  envia  al  obispo  Juan 
de  embajador  á  Gonstantinopla, 
no  queriendo  confiar  á  nin- 
gún otro  lo  que  meditaba.  ^ 
Encargó  i  Juan  dijese  á  Jus- 
tino que  si  no  cesaba  en  la  perse- 
cución de  los  arríanos,  trataría 


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lio 

46l  mitmo  iBodo  á  los  tatSHcot 
de  Italia.  Joan,  en  la  apariencia, 
•admitió  el  mensaje^  y  Teodoríco 
pareció  obtener  lo  que  pedia. 
El  motiro  que  decidió  al  obispo 
de  Boma  átcepUr  dkba  embaja- 
da,  fué  por  querer  derribar  la 
autoridad  poco  segura  todavía  de 
Teodoríco,  por  medio  de  su  pro- 
pio poder  en  ItaKa  y  el  del  em- 
perador unidos.  Este  recibió  de 
Jiian  la  corona  1mperi(fl,  aunque 
el  patriarca  de  Constantinopta 
ya  se  la  babia  colocado  en  la  ca- 
beza* Semejante  acto  paretió 
aospechosoá  Teodoríco  por  par- 
te de  su  embajador.  Sabiendo  a- 
demás  que  contraviniendo  á  su 
«misión,  coa!  ^ra  pedir  la  4ole-' 


rancia  con  los  arríanos,  baUa 
pretendido  purificar  sus  iglesias 
y  consagrarías  de  nuevo  al  ígnito 
catóKco,  resultando  de  todo  la 
trama^  de  arrebatarle  el  poder, 
lo  hizo  prender  en  Ravena,  y  lo 
-encarceló  como  aun  conspira- 
dor,  segnn  dejamos  refejrido  en 
la  pajina  143  de  este  mismo  vo« 
lámen« 

Los  escrítoreseclesiásticos  ban 
hecbo  un  mártir  de  él^  pero  si 
el  fana^smo,  la  vanidad,  la  am- 
bición y  la  perfidia  son  méritos 
para  ganar  la  celestial  corona 
concedida  á  los  mártires  santos, 
el  papa  Juan,  que  tuvo  la  silla 
por  dos  años  y  ocbo  meses,  de-» 
be  ooupar  un  lugar  preferenle. 


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DEL   BAJO   IMPERIO. 


161 


A" 


CAPITULO    II. 


f 
^ 


j^Mi^TLSil^  9  IlIÍDPEIB,^in)OI^ 


<Año  491.) 


Paramento  de  Anastasio. — Bctralo  de  Anastasio,  —  AuSas  de  Jastino. —  Gue- 
rra con  los  sarracenos  y  búlgaros. — lovasíoD  de  Cavades,  rey  de  Persia,  en 
Armenia.  —  Sitio  de  Ainida  por  Cavades. — Alianza  de  Anastasio  y  Clodo- 
Teo )  y  consulado  de  este.  —Guerra  de  relijion.  —  Conjuración  de  Viialiano 
y  sitio  de  Constantioopla.-^ Muerte  de  Anastasio. 


H. 


Lemas  dicho    en  el  capftnlo 

anterior  que  Ariadna^  mujer  del 
emperador  Zenon,  aprovechán- 
dose de  un  momento  en  que 
estaba  desmayado,  le  mandó  en- 
terrar vivo,  y  que  oyéndose  sus 
gritos  fuera  de  la  bóveda  no 
permitió  que  le  abriesen.  Algu- 
nos dias  después  lo  veriflcaron, 
y  se  observó  que  se  había  comi- 
do la  carne  de  los  brazos.  Esta 
orrible  maldad  inspiró  poco  es- 
panto^ yaporque  se  afectase  du- 
dar de  ella,  ya  porque  se  creye- 
se que  aquel  tirano  merecia  tal 
mujer  y  tal  muerte.  Zenon  mu- 
rió en  491,  á  los  sesenta  y  cinco 
años  de  edad  y  dieziseis  de  rei- 
na do. 

TOMO   XV. 


Aríadna,  y  su  ministro  el  eu- 
nuco ürbicio,  al  dar  muerte  á 
Zenon,  tomaron  todas  las  pre- 
cauciones necesarias  para  reem- 
plazarle. El  senado,  sometido 
ó  entregado  á  ellos,  elijió  á  A- 
nastasio,  que  ejercia  el  empleo 
de  silenciario.  Pero  como  se  le 
acusaba  de  ser  favorable  á  las 
erejías  de  los  maniqueos  y  eu- 
tiquianos,  el  patriarca  Eufemio, 
antes  de  coronarle,  le  hizo  ju- 
rar por  «scrilo  su  adesion  á 
la  doctrina  del  concilio  de  Cal- 
cedonia: firmó  este  juramenta, 
y  los  pueblos  del  imperio,  acos- 
tumbrados á  mudar  servilmepte 
de  yugo,  supieron  sin  admirarse 
que  Zenon  había  caido  del  tro^ 
21 


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162 


mrroftiA 


no,  y  qoe  su  dueño  actoal  era 
aoies  uo  airvieote  de  palacio. 

Retrato  pe  ANASTAaio.  —  A- 
naslasio^  que  tenia  aesenta  años 
de  edad  cuando  ascendió  al  Iro- 
00,  DO  fué  célebre  ni  por  grao«^ 
des  vicios,  ni  por  grandes  vir- 
tudes. Nacido  de  una  familia  os- 
cura^ su  belleza,  que  es  on  mé- 
rito en  las  cortes,  fué  causa  de 
su  elevación:  uno  de  sus  ojos  e- 
n  azul  j  el  otro  negro.  Su  ca- 
rácter presentaba  la  misma  irre- 
gularidada  se  le  vio  sucesiva- 
mente ser  osado  é  indeciso,  a- 
varo  y  liberal,  tolerante  y  per- 
seguidor. 

Decia  muchas  veces  qee  la 
razón  de  estado  lo  disculpa  to- 
do: mácsima  de  muchos  princi- 
pes perversos  para  cubrir  sus 
maldades  con  el  velo  del  inte- 
ré\público:  felizmente  sos  ac- 
ciones fueron  mas  jenerosasque 
sus  doctrinas.  Desterró  á  los  de- 
latores, respetó  la  justicia,  abo- 
lió el  uso  bárbaro  de  los  com- 
bates del  circo  entre  hombres 
y  animales;  en  fln,  libertó  al 
pneblo  del  tributo  oneroso  im« 
puesto  sobre  todas  las  produc- 
ciones de  la  industria,  y  aun  so- 
bre la  mendicidad,  y  que  se  lla- 
maba criiajiro. 

(.onjino,  hermano  de  Zenon, 
aspiraba  al  imperio,  que  sus  vi- 
eios  hubieran  desonrado:  los  i- 


sauros  sostuvieron  su  preteo^ 
sion,  y  ^sta  guerra  civil  difró 
seis  años.  Los  jenerales  de  Anas- 
tasio vencieron  mochas  vecea 
al  enemigo  causándole  grao  ma- 
tanza. En  fln,  siendo  cónsules 
Juan  el  scpta,  y  Juan  el  corco- 
vado, fueron  los  isauros  com- 
pletamente vencidos,  y  Loojino 
preso  y^  degollado. 

AzaSas  de  jusTiifo.  .—  En  esta 
guerra  empezó  &  elevarse  Jos- 
tino,  aldeano  oscuro  de  Tracia, 
que  poco  tiempo  después  ascen- 
dió al  trono.  A  la  edad  de  veinte 
años  dejó  el  arado  por  uir  de  la 
miseria;  y  seguido  de  dos  com« 
pañeros  llegó  á  la  capital  solo 
con  una  alforja  y  uo  bordón. 
Todos  tres  ae  alistaron:  León, 
agradado  de  su  alta  estatura^ 
los  hizo  entrar  en  su  guardia. 
Justino  era  ya  capitán  en  la  gue- 
rra contra  los  isauros.  Cometió 
una  falta  de  indisciplina,  y  el 
cónsul  Juan  el  corcovado  le 
condenó  á  muerte:  ya  la  segur 
estaba  levantada  sobre  su  cabe- 
za, cuando  Juan,  movido  poruo 
sueño  según  onos,  ó  por  una  a- 
paricion  como  quieren  otros, 
le  concedió  su  perdón.  Su  valor 
.  le  granjeó  el  afecto  de  los  Jefes 
y  la  benevolencia  del  empera- 
dor, y  fué  sucesivamsQte  e  le- 
vado á  las  dignidades  de  sena- 
dor, jefe  de  los  oficios  y  patricio. 


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ML  BAK> 
GrSBBA.  CON  LOS  SAMACClfOS  T 

BüLGAiiós*— <499)Lo«sarFaoeiioe 
que  lorbAbao  «nlonces  la  traa- 
quiiidad  del  imperio  coo  sos  co- 
rrerías y  latrociirios,  y  que  des- 
pués le  fueron  tan  funestos 
cuando  una  nueva  relijion  aña- 
dió el  ardor  del  fanatismo  ¿  su 
pision  por  la  guerra,  acometie- 
ron con  poderoso  ejército  la  pro- 
▼incia  de  Siria.  Romano,  gober- 
nador de  Palestina,  los  venció  y 
obligó  á  retirarse. 

Anastasio  fué  menos  feliz 
contra  ios  búlgaras  que  hablan 
|>asado  el  Danubio.  Aristo  y  el 
conde  Nicostrato^  al  frente  del 
ejército  de  Iliria,  les  dieron  ba- 
talla y  la  perdieron:  espantosas 
devastaciones  fueron  el  wsulU- 
do  de  esta  derrota. 

IHVASION    BE  CAVAD]»,  BET    M 
PBRSU,    EKAKMEMIA. — (SOI)   Ls 

peste  y  el  ambre  despoblaren 
4ina  parte  del  Asia.  La  Persia, 
•atacada  incesantemente  por  las 
tribus  del  Nerte^  estaba  destro- 
zada por  las  -discordias  civiles^ 
Poroso  fué  muerto  en  una  bata- 
lla contra  los  hunos:  Volojeses, 
su  hermano,  le  sucedió;  y  Cava- 
des,  su  hijo,  quedó  en  reenes 
^ntre  los  hunos  victoriosos.  £1 
üuevo  rey  despreciaba  el  culto 
4e  los  mogos:  estos  sublevaron 
*ei  pcieblo  contra  él,  le  sacaron 
4osoJos  y  le  ppivaroo  -de  laco- 


npBiiio.  163 

row.  Ga vades  le  heredó  y  reinó 
€omo  un  tiranOi 

Sus  embajadores  vinieron  á 
pedir  al  emperador  Anastasio  los 
subsidios  que  Zenon  babia  pro- 
OMtido.  El  avariento  emperador 
prefirió  el  dinero  á  la  pai^  y  di« 
jo  que  solo  se  habia  prometido 
UB  préstamo,  no  un  don.  Rom* 
pióse,  pues,  el  laco  que  unia  los 
dos  imperios;  y  €avádes  difirió 
su  vénganla,  impedido  por  otros 
sucesos.  Quiso  obligar  á  los  ar- 
menios i  abrazar  su  culto:  estos 
lomaron  las  armas,  degollaron  á 
los  magos,  y  vencieron  al  ejér« 
ےto  persa.  Las  crueldades  de  Ca* 
vades  le  hadan  odioso:  su  ingra- 
titud &  un  Jeneral  que  Je  habia 
salvado  la  vida  en  una  batalla,  y 
á  quien  hizo  morir,  escitó  el  fu- 
ror de  los  grandes  del  reino:  de- 
pusiéronle, encerráronle  en  una 
prisión  y  elijieron  por  rey  i  Za- 
maspecio.  * 

Sino  mt  AMinA  poa  cavaiics. 
—^503)  Bien  pronto  Gavádes,  H- 
bertade  por  el  valorde  su  mujer, 
se  refujió  al  pais  de  los  hunos, 
que  ie  dieron  tropas  y  le  resta- 
blecieron en  el  trono.  Bespuet 
de  haberse  vengado  con  cruel- 
dad de  sus  vasallos  rebeldes,  de* 
claróla  guerra  á  los  romanos, 
entró  en  Armenia,  la  devastó  y 
puso  cerco  á  Amida.  Después  de 
dos^Mltosinútiles  fiíijió  r^irar* 


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164 


86»  voItíó  en  la  ooche  y  penetró 
én  la  cindad  por  la  neglijencia 
de  los  defensores  de  an  fuerte, 
que  se  babian  embria^dp.  O- 
clienta  mil    habitantes   bieron 
posados  á  cuchillo,  y  todos,  hu- 
bieran perecido  á  no  ser  por  el 
▼alory  el  injenio  de  un  sacer- 
dote anciano.  «Sefior,  dijo  á  C&^ 
»yádes,  un  gran  rey  mancilla  su 
»gIoria  degollando  á  los  Tenei- 
»do8.»— «¿Y    por  qué,    le  rcs- 
»pondió  e}  rey,  han  cansado  mi 
«paciencia  con  una  defensa  tan 
»ostinada?»— £1    Yíejo  replicó: 
«Porque  Dios  ha  querido  eonce- 
»der  esta  victoria  á  tu  vaJIor  y  no 
»á  nuestra  cobardía.»  Esta  res- 
puesta altiva,  tanto  como  lisoo- 
íera>  desarmó  al  vencedor.  Anas- 
tasio envió  contra  los  persas  un 
poderoso  ejército,  mandado  por 
Areobindo,  hábil  jeneralj    pe- 
ro le  dio  por  colegas  á  Hlpacio  y 
Pi|trij,  dos  cortesanos  que  envf- 
diqsos  de  su  glorio,  jemían  su 
triunfo  aun  mas  que  el  del  ene- 
naigo.  Le  hicieron,  pues,  trai- 
cion,  y  dejaron    sorprender   y 
•  destrozar    el  ejército    por    los 
persas. 

Cavádes,  después  de  una  ten- 
tativa inútil  contra  Edesa,  se 
VIO  obligado  á  retroceder  por  los 
movimientos  de  Areobindo.  A- 
nastasip  no  pudó  recobrar  á  A- 
mida»  Asustado  de  la  procsimi- 


BI8T0I1A 


dad  del  ejército  godo  que  ama» 
nazaba  la  frontera  de  Iliria,  hizo^ 
pa«  con  Cavádes,  ó  mas  bien  la 
comprór  el  persa  restituyó  á  Ai» 
mida  poi*  un  tributo  de  once  mil 
libras  de  oro. 

El  emperador^  librede  este  e* 
nemigo^  reunió  todas  sus  fuer- 
zas para  oponerse  aJ  ejército  qua 
Teodorico  enviaba  álliria  baja 
las  órdenes  desn  jeneral  Pitria. 
Cuandaestnvieron  en  presencia 
unos  de  otros,  el  jeneral  de  los 
godos,  viendo  al  enemigo  supe- 
rior en  número,  para  animar  á 
los  suyos,  se  pone  á  su  frente  y 
es<?lama:  «Comi^añeros: conocéis 
»el  valor  de  nuestra  monarca>  y 
»los  enemigos  también.  Probad- 
»le  que  sois  dignos  da  él.  Aun- 
•que  ausente,  os  está  viendo: 
^marchad  y  pelead:  ninguna  de 
^vuestras  acciones  se  ocultará  á 
»su  vista.»  Los  griegos  fueron 
completamente  derrotados:  Pi- 
tria proiWÓ  despojar  á  los  muer- 
los,  y  mandó  dejar  en  el  campo 
de  batalla  las  armas  y  los  caba- 
llos como  trofeos  de  la  victoria. 
Alianza  DB  ANASTASIO  y  clodo- 

VEO,    Y    consulado    OR   ESTE.  — 

(508)  Anastasio  veia  que  las  le- 
jiones,  ya  sin  vigor,  no  basUban 
para  la  d¿ft$nsa  de  su  capital;  y 
así,  mandó  construir  á  trece  le- 
guas  de  Gonstantinopla  una  mu* 
ralla  de  veinte  pies  de  grueso^ 


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DCt   BAJa  Í^PKRKK 


165 


flanqu«a<la  con  tor re«,  y  que  se 
estendia  por  el  espacio  de  trece* 
leguas,,  desde  la  Propónlide  al 
PoQlo  Euxino-, — señal  de  Druse-- 
ría  y  moQumeDlo  de  Qaq^e/a  y 
de  luja. 

No  pudiendo  luchar  contra  el 
jenio  y  la  fortuna  de  Teodorico, 
solicitó  una  venganza  sin  gloria, 
y  viéndole  ocupado  en    pelear 
contra  los  franceses,  envió  á  Ro- 
inanocon  un  cuerpo  de  ocho  ohI 
soldados   para  que   saquease  la 
Calabria  y  las  costas  de  Italia».  Al 
misino  tiempo  dio  el  título  de 
cónsul  á  Clodoveo,  que   quitaba 
la  Galla  para  siempre  al  imperio, 
é  hizo  que  los  embajadores  pre- 
sentasen á  este  principe  una  tú- 
,  nica  de  púrpura  y  una  corona  de 
oro,  creyendo  escitar   de    este 
modo   irreconciliable  aborreci- 
miento entre  él  y  Teodorieo. 

Clodoveo  despreciaba  al  débil 
emperador  de  loa  griegos-,  pero 
como  los  recuerdos  de  Roma  y 
el  respeto  á  las  dignidades  roma- 
nas estaban  aun  vivos  en  la  Ga- 
Ua,  el  rey  de  los  francos,  para 
hacer  mas  venerable  su  auli»ri- 
dad  á  los  pueblos  canquislados, 
recibió  eo  la  iglesia  de  San  Mar- 
tin de  Tüurs  aquellos  ornamen- 
tos, y  aceptó  el  título  que  pare- 
cía sancionar  su  poder  y  lejiti- 
mar  su  conquista* 
.    El    emperador    no    acertaba 


mejor  á   matitener  la  tranquili* 
dad  interior   que  á  sostener  la 
^oriü  de  las  armas  imperiales. 
La  piision  délos  aiRiguos  griegos 
á  las  carreras  de  carros  no  habia 
caído  con  su  libertad;  antes  bieiv 
\w  liübiattconvunicado  á  sus  ven- 
cedores. Casi   indiferentes  ya  á 
lag.loriade    las  batallas  y  de    I* 
tribuna^  no    ambicionaban  coa- 
ardor  sino  la- del  circo;  y  al  mis- 
mo tiempo  que  veían  sin  alte- 
rarse á  sus  jenerales  y  cónsules 
desterrados,  mutilados  ó  prisio- 
neros, ó  á  sus  príncipes  envile- 
cidos, asesinados  ó  destronados, 
abrazaban  con   ardor  el  partido- 
de  los  cocheros  de  la  facción  ver- 
de ó  azulj  y  arcostrando  enfure- 
cidos  las  espadas  de  los  soldados, 
la  autoridad  del  príncipe  y  la  vor 
de    los    majislrados,    mudaban 
muchas  veces  el  teatro  de    los 
jue;ijOS  en  campo  de  carnicería. 

El  emperador,  arrastrado  por 
el  torrente  de  la  opinión,  come- 
tió la  falta  de  tomar  partido  en 
estas  sangrientas  y  despreciables 
querellas:  la  facción  opuesta  á  la 
que  él  protejia,  escitó  muchas 
sediciones  que  su  presencia  no 
pudo  contener:  algunas  veoes 
fué  insultado  y  perseguido  á  pe- 
dradas, y  tenia  que  encerrarse 
en  su  palacio. 

CüNlüRACION     DE     TITALUNO    t 
SITIO  D£  CONSTAMINOPLA. — ^(ülG) 


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106 


imrrmu 


Las  querellas  ,teo15jícM  liablan 
'•osamgrentado  luaeba»  ireces  la 
iglesia,  «oemtga  de  la  sangre; 
pero  ana  oo  se  conocían  las  gue* 
Tras  de  rettjion.  Este  otcMe  te- 
rrible que  tantas  bocas  cristia- 
nas han  deplorade  con  elocuen* 
cia,  debia  nacer  del  Tanatismo 
de  las  sectas  y  de  la  ostinacion 
de  los  partidos  de  las  preocu- 
paciones mas   contrarias  al  e- 
\anJeliO9  y  de  las  pasiones  mas 
Tuneslas  á  la  sociedad.  Vamos  á 
^er  erejempk).  Anastasio  favo- 
recia  á  los  eutiquianos  é  irríla- 
ba  á  los  catÜFlicos  tfuyo  zelo  era 
sieaipre   áspero  y  salvaje.  Los 
papas  babian  escomulgado  á  A* 
eacio,  antiguo  patriarca  de  Cods. 
lantinopli»  que  se  babia  comu- 
Bicado  con  los  prelados  orejes» 
ó  sospecbosos  de  erejía.  La  con- 
denación de  Acacio  babia  llega- 
do á  ser  una  prueba  necesaria 
"de  catolieismo,    como  en  otro 
tiempo  la  condenaeion  'de  San 
Atanasio  lo  fué  de  arrianismo. 
Anastasio  estaba  indispuesto  con 
la  santa  sede    porque   reusaba 
suscribir  á  su  voluntad,  y  aban- 
donar elAandltcd  delKenon.^Que- 
'ria  que'no  se.  inquietase  á  nadie 
con  motivo  del  concilio  de  Cal- 
'cedonia;:pero  se  respetaba  poco 
su  voluntad;  y  cuanto  menos  se 
respetaba  mas  ^e  esponia  á  los 
^Ipeide  una  aulo^idad^absoUlt*. 


Tin  dia  eiiv^a  i  pedir  al  pa«- 
triarca  Macedonio  el  acta  por 
la  cual,  al  ssbtr  al  irono,  se  lia- 
ría obligado  á  mantener  la  fé 
del  concilio;  acia  que  decia  re* 
bajar  la  majestad  imperial.  Ma- 
cedonio rensa  entregársela;  «I 
emperador  disimula  por  algaa 
tiempo^  y  en  fin  transfiere  á 
los  eutiquianos  el  derecho  de 
asilo,  que  gozaba  la  iglesia  de 
iRacedoifio.  Entonces  se  inflama 
^1  espíritu  de  sedición.  Veinte 
mil  Trailes  acudieron  de  Siria 
para  derribar  la  silla  del  patriar* 
*ca,  y  otras  tantas  lejtones  se  ar^ 
marón  en  Palestina  para  deten*- 
derla.  Insáltanse  hasta  en  el  san* 
tuario.  Anastasio  bace  arrebatar 
las^ctas  del  concilio  de  Calce- 
donia, que  reusaban  entregar- 
le, y  las  despedaza  y  arroja  ri 
fuego.  Macedonio,  acusado  de 
crímenes  infames  por  dos  im^ 
postores^  se  justifica  probando 
que  es  eunuco,  Sin  embargo  en- 
'irióscle  á  un  destierro  en  donde 
murió. 

Las  sediciones  aumentaron  en 
violencia  cada  dia.  El  empera- 
dor Hsra  siempre  htsnitado  pú*- 
blicamente  como  ereje;  sus  es- 
tatuas fueroá  derribadas:  un 
fraile  y  una  monja  que  gozaban 
de  su  confianza  murieron  i  pu- 
fialadas ,  y  sus  cadáveres  fueron 
arrastrados  4>or  ka  calles.  Loa 


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MI  MÍO 

golpes  de  rigor  aameóiabMi  H 
rabie  popular. 

En  fio,  Yitaliaoo^  niet#  de 
Aspar,  creyendo  útiles  á  sa  uú^ 
bicion  estas  discordias,  se  adU 
rióá  la  causa'de  los  católicos, 
armó  i  lodos  los  descontentos, 
derrotó  sesenta  mil  hombres 
qoe  Anastasio  enrió  contra  él, 
forxó  el  paso  de  la  grande  mu- 
ralla (1),  y  «campó  Juntó  i  lo» 
muros  de  la  capital. 

Hipacio,  sobrino  y  Jeneral  de 
Anastasio,  babia  sido  ecbo  pri- 
sionero. Yilaliano  le  traia  en  so 
ejército  metido  una  Jaula  de  hie- 
rro.  Cirilo,  que  le  sucedió,  logró 
algunas  venlajas,  y  obligó  á  Yi- 
laliano á  retirarse*^  pero  después 
fué  sorprendido  por  el  enemi- 
go en  una  casa  de  prostitu- 
ción, y  hecho  prisionero  y  dego- 
llado. 

Yilaliano  sitió  á  Gonstantino- 
pla.  La  discordia  reinaba  en  es- 
la  ciudad,  y  se  hubiera  apode- 
rado de  ella  á  no  ser  por  la  ha- 
bilidad de  un  físico  de  Atenas 
llamado  Proclo  (diferente    del¡ 

(I)  Esleodiase  etU  desde  et  Pon- 
to Euxino  á  U  Propóntide,  eo  an  es- 
pado de  cuttrocieoloft  veíate  etudioa, 
ó  tCAB  dtf  siocbo  legaM,  tparUda  an»» 
ireee  legua»  de  ConsUntinopli;  tenia 
Temte  pi^tde  aacho  y  estaba  flanqueada 
df  torres. . 


itiFmio.  167 

filósofo  pfetónteo*  coyaa  obrae 
siibsisien)v  qu^  renorando  lo» 
prodijios  de  Arquímedea,  des* 
truyó  las  máquinas  de  guerra  d# 
Ibs  ftiMadores  y  abrasó  su  arma'» 
da  ron  espejos  ustorios  ó  con  pól^ 
Tora  inflamada  compuesta  dé' a- 
znfrer  la  guardfa  ífnperial,.apro^ 
Techándose  del  espanto  causad!» 
por  aquel  desastre,  sale  de  la 
plata,  se  arroja  sobre  los  sitie* 
dores,  eslermkia  una  parle  de  e- 
Uos,  auyeiita  á  los  demás,,  y  o- 
bliga  á  Titaliano  k  dar  liberUd  k 
ttipacio  y  á  pedir  la  paz.  Anas- 
lasio  la  concedióy.  prometió  ser 
orlodocso,  y  conlinuó  persi- 
guiendo siempre  á  los  católi- 
cos. 

JÍCBaiB     ra    ANASTASIO.— No 

gozó  mucho  liempo  4el  reposo 
que  le  concedía  la  sumisión  de 
Yilaliano.  Supo  que  un  cuerpo 
de  bárbaros,  habiendo  pasado  el 
Danubio,  talaba  ¿  Macedonia  y 
Tesalia,  y  estándose  preparando 
para  pelear  contra  ellos,  murió 
á  los  ochenta  y  siete  afios  de  e- 
dad  y  Teintisíele  de  reiuado,  se- 
gún unos  herido  de  un  rayo,  y  se- 
gún otros  cayó  demente  por  cas- 
ligo  díTino. 

Fué  eslimado  por  un  buen 
príncipe  atendida  la  prudencia 
de  sus  leyea  y  la  suaTidad  de  su 
gobierno.  Su  aversión  á  los  ca- 
tólicos hizo  que  el  papa  le  borra- 


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168 


B18T01tI|L 


se  de  los  'díptlco8Xl>,  y  Nicolás  I 
en  iKHi  de  sus  cartas^  lo  com- 
ptfra  eesajeradameDte  á  los  Ne- 
rones y  Dioclectanos.  £l  po- 
pulacho tDdecente  de  Conslan- 
tinopla,  ariíado  por  sus  enemi- 
^,  perturbó  sus  funerales  con 
insultos.  Fué  «nrperador  media- 
no;, que  vivió  y  reinó  sin  gte- 
tia  ni  oprdbio.        » 

Conveniente  es  repetirlo  con 
frecuencia:  la  ignorancia  de  los 
príncipes  en*  materia  de  rcHjioii 
les  hacia  cometer  faHas  enor- 
mes y  f  ata  tes,  pero  lanto  menos 
escandalosas  cuanto  que  la  di- 
Vision  ajitaba  al  episcopado.  Sin 
^sfta  división,  que  escltaba  la 
incertidumbre  en  los  ánimos^  y 
que  inflamando  el  ardor  de  ia 
tontroversfti,  alejaba  necesaria - 
tnente  el  esítndio  y  ejercicio  dé 
la  morarse  hubieran  cojido  en 
ípaz  los  frutos  divinos  del  cris- 
tianismp«  ¡Qué  idea  tan  sublime 
y  consoladora  daba  de  la  diviai- 
tlad!  ¡qué  confianza  en  su  justi- 
cia y  su  misericordia  infinita! 
jqué  estimulo  para  las  virtudes 

(1)  Lot  dípticos  ^«n  una  espccfe 
^erejUtros  públicos.  Los  habia  profa- 
nos ^  sagrados:  en  los  prímfros  se 
'itucribian  los  nontbres  délos  cónsules 
y  de  tld»  Tiia}istrados^  «eo  lot  otros  los 
'^e  Us  personas  de  oonsideracion  por 
^íenet  se  deb»  qrprr  en  ei  iaci:¡fici9.     .. 


admirable^!  la  relijipn  Inspira- 
ba desprecio  á  las  vanidades  te*"; 
rrestres,  y  zelo  por-  los  det>eres 
de 'la  humanidad;  inspiraha  ^I 
odio  al  vicio  y  ta  jndnl)eBdi| 
para  la  debíKdad'  del  prójimo, 
una  paciencia  invencible  en  la 
desgracia^  y  una  compasiva  boB« 
dad  con  losiarelices;  en  una  pa- 
labra, era  un  manantial  de  tierna 
caridod  y  de  valer  heroico.  La 
r.elijion  debía  perfeccionarlo  to- 
do, santiiQcario  todo,  hasta  en  la 
vida  común  y  social.  ¿Por  qué, 
pifes,  tantos  escesos  y  extravíos 
bajo  pretesto  de  relijion?  Porque 
la  erejía,  reproducida  bajo  mil 
formas  diversas,  no  cesando  de 
alarmar  la  fé  con  sutilezas  y  so- 
fismas, absorvió  en  la  disputa  ca- 
si toda  la  enerjía  de  'las  almas. 
La  disputa  énjendró  les  odios;* 
de  los  odios  nacieron  los  escesos: 
y  cuanto  mas  én  palabras  y  en 
cabalas  se  enredaron,  menos 
fuerza  y  acción  tuvieron  las  vir- 
tudes. El  ejemplo  de  los  buenos 
obispos  no  se  scguia  por  la  mul- 
titud. Apoderóse  de  Jos  prínoi* 
pes  y  de  los  pueblos  un  vértigo 
casi  jenerah  la  iglesia  fué  des- 
pedazada; el  estado  lleno  de  di- 
sensiones. Y  ved  aqui  una  de  las 
principales  causas  de  hs  calami- 
dades que  la  historia  pondrá 
continuamente  á  nuestros  <^os« 


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im 


tm 


CAPITULO  ItL 


SnaSM^O^  WBS>1S&LMÍ1^ 


<AoS18.) 


PreUosioaes  de  Amtncio  aíl  'po3er.  ^-Ekcdoa  ^e  Jostino  por  ^1  .ejércho.-«> 
Administración  de  Proclo.-7-R#tr«io  de  Lapido* » .fior  N^renombre  Eide- 
miju  —  Sedidoo  de  1m  íaecionet  del  drco. — Betdrdeoes  de  la  &cdott  «aid» 
—«'Primeras  empresas  de  Belitario.  ^— £BDÉba|ada  y  muerte  del  papa  JoaoL 

'  — Deigrada  de  Boecio  j  de  Simmaco. — Condenación  y  muerte  de  Boedo.— 
Muerte  de  Simmaro.  —Muerte  de  Teodorico.  — Rejencia  de  Amalasqnta. — 
«Atalarko,  vey  de  Italia. — 9aslinianOyeiiiperador.—- Muerte  de  Justino. 


p. 


UTBNSIOirSS    DE    AHAVCtO  AX 

YODBR.  -^  Anastasio   no  dejaba 
nao  parieotes  qae  ti^es  sobrinos 
8in  tálenlo  ni   influjo^  que  no 
inspiraban  confianza  ni  temor 
á   níngnn  partido^  y   que  fue- 
ron olvidados  laego  que  su  tio 
•dejó  de  Tivir.  £1  eunuco  Aman* 
CIO,  ministro  de  Anastasio,  go- 
bernaba el  estado  en  los  iiltiinos 
^afios  bajo  el  nombre  de  su  se-' 
flor.  No  atreviéndose  á  aspirar, 
al  imperio,  quiso  comprarlo  pa- 
ra otro,  y  elijió  para  ello  al  pa-; 
tricio  Teócrió,  de  cuya  amistad 
y  carácter  apotado  esperaba  que  I 
*lé  conservaría  en  el  poder.  £n-  | 

TOMO  XT. 


t(arg&  á  Jusfino  qu^  1é  ganase 
los  votos  de  los  senadores,  de  las 
tropas  f  del  iraebte.  Justina 
mandaba  entonces  la  guardia-,  y 
come  en  los  paisas  sujetos  ~at 
despotismo  la  fuerza  destinada 
á  defender  el  trono  es  común* 
mente  la  que  lo  usurpa,  el  am-^ 
Ucioso  armado  para  apoderarse 
de  la  corona,  ne  tiene  que  bacer 
mas  que  esteader  la  mano  á 
ella. 

Justino  era  ^n  aoldado  de 
fortuna,  nacido  en  Tracia  en  la 
miseria,  que  ne  áabia  leer  ni  e#« 
cribír,  pero  era  católico  celoso  y 
sobrado  intrigante  para  suplan» 
22 


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tTO 

tár  á  sos  rivales:  edocfdp  en 
los  campameotos,  se  babia  ad- 
quirido el  afecto  do  tas  tropea^ 
siendo  participe  de  sos  riesgoa  f 
fatigas:  le  amaban  por  su  ?aIor> 
$u  foerza,  su  mirar  oMijestaoso^ 
au  tez  encendida,  su  vida  de  a- 
venturero^  y  asta  por  su  prose- 
ra ignorancia.  Serviaso  del  oro 
que  le  prodigaba  Amaikdo»  p»ra 
hacer  grandes  regalos  k  los  oO- 
ciales»  á  loa  principalea^nado- 
res^  al  pueblo^  pero  no  solicita 
ansvoipaaiqopfiaaAf  oaiamo^  J 
con  mi  aaeaüiBMeolo  ctsiiioáDi* 
me  le  etijierdn  emperador. 

El  conde  Hmn  fué  ujao  4e  loa 
aspirantes  á  la  corona*,  pero  su 
partido,  demasiado  flaeoy  no  pu- 
do impedir  ni  aun  retardar  la 
eleceioo.  Eli  ii»  momento  «ñ^, 
queel  iiifiria^taba  «coioeüda 
líelos  hérbaaoa  for  todaa  partes» 
parecía  »ecea#rio  el  nombra-^ 
mienta  de  un  emfieradpr  belíeo- 
so.  Juatíoo  deb&a  ao  ftMrlfma  á 
su^  aaa&as*,  pero  cMnda  aabtó 
al  trono  l(^ia  sea^iU  y^aabo*»* 
floa»ybi  veiea  babia  ffeafríMk^ 
SI»  valor*  8i  el  oiiaro  em^eriador 
carecía  de  Naces,  eoseía  ¿  lo  m#^ 
nos  la  áuflciente  intriga  j  el  co- 
nocimiento de  los  hombres,  para 
sacar  partido  de  ellos.  Como  la 
ciencia  militar  ora  la  única  que 
habla  estudiado^  se  encargó  so* 
lamente  de  la  dirección  del  e* 


l^rcíto,.  y  eneomendd  el  goMé^ 
no  del  imperto  al  cuestor  Pioclcv 
hombre  integro,  de  esperieocia» 
sabio  y  Jeoeralmenle  estimado. 

Lupiciua,  mofer  de  Justino^ 
babia  sido  esclava;,  despoea  aa 
eoocubhia,  luego  sn  eaposa,  j 
en  fin  emperatrtzr  para  bacer 
olvidar  su  orijeo  mudrado  sa 
ncAnbre,  su  marido  le  dio  el  do 
Alia  Bfarcta  Eufemia.  Nada  do» 
bió  á  la  educación;  pero  la  na*, 
luraleza  la  babia  dotado  de  vfar* 
Ittd,  prudencia  y  bondad^  No 
iuvo  hijos,  y  asi  e(  emperaitor 
fijó  su  afecto  en  9a  sobrino  Jos« 
tino,  que  &«la  aazoa  tenia  treio* 
ta  y  cinco  uffos. 

E^te  príncipe^  cuyo  reinado 
fué  después  taa glorioso  para  el 
imperio^  nació  en  el  país  llaan- 
do  antfguMíiente  Itoia»  y  hoy 
Siilgarii»  S«i  padre  latok^  na 
aldeano,  s^  m%dre  se  Uamnbn 
BigiMria^y  éi  ieoia  el  nomhn 
de  Upraoda.  Estoc  vocablos  bar* 
baroa  eran  iocómodoa  é  la  ve- 
iiidnd'|[riega,  yae  nnidaroa  en 
loaée  jSibMiP,  YijUaiicia  y  Jas* 
liaiaoo;  y  asta  la  aUea  de  Tam* 
riaiao,  cercana  á  Sárdtca,  doodo 
tuvo  su  nacimiento,  se  enno- 
bleció con  el  nombre  de  Tetra* 
frijla. 

Justino,  asegurado  ya  en  el 
trono,  sedeclaró  protector  de  loa 
católicos:  el  pueblo  le  apiandld 


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má9o 

como  ávtt  mMfoComtintiiio,  y 
dio  á  stt  esposa  el  sobreaombre 
ét  Elena. 

El  clero  católico»  opresor  des* 
de  qae  no  fué  eprimído,  persi- 
guió k  los  arríanos,  nesiorianos 
maniqueos,  ecsijió  que  se  esclu- 
yesen  á  los  erejes  de  los  em- 
pleos, y  lo  mas  absurdo  todavía, 
se  les  alejó  basta  Ael  servicie  mi- 
tltdf. 

*  £1  emperador  eterlbló  al  papa 
para  ser  admitido  en  sn  coma- 
irion;  lo  que  no  logró  sino  á  cob« 
«dicion  deque  el  patriarca  Joan 
enatematlzaria  á  Acacio,  Eufe- 
mio y  Mtfcedonio,  sus  predece- 
eores. 

Un  legado  vino  á  Constaniino- 
pía:  el  emperador  lo  recibió  eoa 
grande  eneren  el  senado,  y  las 
iglesias  griega  y  latina  se  recen-» 
ciiiaron  momentáneamente.  Se- 
ipero,  patriarca  de  Antioqu<a> 
sostenía  aun  á  los  herejes:  Yila- 
UaDo4a?o  orden  de  deponerlo  y 
d^  bacer  que  le  cortasen  la  len- 
^a:  el  proscrito  se  refnjló  a| 
palacio  de  Timoteo»  patriarca  de 
Alejandria,  que  «on  el  favor  de 
un  partido  numeroso  se  bnrlaha 
^  la»  órdenes  de- la  corte. 

Amaacio  y  Toócrito,  «uyos 
proyecies  amMoiosos  echó  per 
fierra  la  elevacieo  de  fostine, 
Ibrmoron  osa  coasp^acioa:  fué 
^MN^obtoPte^  leócriie  ^reee  y 


nstmie.  171' 

muerto,  y  Atiinele  deiterrado  á 
Sárdica^  ün  rival  mas  temible  e*- 
ra  Yitaliano,  principe  beredita* . 
rio  de  la  Scitia  meter,  nieto  de- 
Aspar^  Jefe  de  los  godos  ausilia- 
res  y  bábil  jeneral.    Entonces 
mandaba  «n  ejército^  y  no  era 
posible  olvidar  que  poco  antes* 
baUa  sitiado  k  Gonstantiaopia  y  • 
hecho  temblar  al  emperador  en 
su  palacíou  Su  celo  por  la  fé  ca« 
tóliea  le  había  granjeado  el  t(tu-. 
lo  de  ortodocsoque  le  dieron  los 
sínodos  de  Tire  y  Apamee.  No  e« 
ra  seguro  emplear  la  fueria  con*- 
tra  un  hombre    tan  poderoso: 
engatáronle,  pues^  para  arrui» 
narie;  y  la  venganza  le  llamó  á 
la  corte  con  la  máscara  fementi- 
da ée  la  confianza  y  de  la  am¡s« 
tad.  Justino  le  cc^móde  ooo- 
res  y  dignidades:  Justiniano  le 
Juró  una  amistad  fraternal,  con- 
%^rir  etíe  jurumemh  comulgando 
€(m  él,  le  convidó  á  un  benque^ 
te,  le  bizod^oilar,  y  acanchó  con 
esta  atroz  alevosía  el  primer  esca» 
ion  por  el  cual  ascendió  al  trono. 
StniaoK  w  LAS  pácgioiies  hbl 
cinco — (321)  El  furor  de  lasfac^ 
cienes  del  circo  ensangrentaba 
diariamente  á  Gonstantinopla^  y 
«aneaba  en  todo  el  imperio  des^ 
órdenes  orribto».  No  eraa  ya  las 
solemnidades,  las  pompas  de  It 
Grecia^  embelletidas  per  une  ri«- 
suefta  mitelí^    en  que  tedee 


■>ÍK. 


Kñ 


-^^i     DigitizedbyVjUCjgle 


h»  éroeft^  prlkMi]p66  j  pueblos  rU 
TtJes  dcpoaiaD  sos  odioa  y  sos 
armas  para  dispiMar  pacífica* 
naote  una  palma  gloalosa.  GjiaiH 
do  Boma  adoptó  el  uso  dp  his> 
carreras  de  carros,  la  severidad 
de  sus  costumbres  uopudoper^ 
mitir  que  la  gloria  &&  los  cóqsik 
les,  seuadore^  y  patricios  se  es* 
pusiese  eo  la-ar^paé  las  nnr- 
muradoues  y  aplausos  de  la 
ineonstanie  multitud.  Oscuros 
cocheros,  destinados  áklos  plaee^ 
res  del  .pueblo,,  disputarou  solo 
el  premio  do  los  certámenes;  y 
se  les  dtotiogaia^  coa  los  eolor 
res  eucaraadcv  blanco,,  verde  y 
azul.  . 

Eo  UeBH>ade  los  emperado- 
res, euando  los  ciudadanos  de^ 
Jaro»  de  entender  eo  la  causa  pú* 
Mica,,  fueron  las  diversiones  su 
sola  ocopacloo.  Los  romanesca 
quienes  sus  duefips  dabaa  fiestas 
muy  costosas  para  que  olvidasen 
los  pesares  de  la  servidumbre, 
aplicaron  á  los  Juegos  públicos 
el  mismo  ardor  y  espíritu  de 
psrtido  queyauopodian  impu- 
nemente manifestar  en  el  foro. 
Cada  uno  sostuvo  con  pasión  las 
pretensiones  de  los  cocheros  á 
que  era  adietor  los  colores  fue- 
euo  estandartes  y  enseftas  de  tu- 
mnlto:  la  superstición  unió  mpy 
pronto  ideas  misteHosas  á  ^  ná- 
Baeoracoaternarioy  que  se  sufio-' 


nja  represeotar  los  coateo  ele- 
mentos: y  se  creyó  ver  eo  su^  . 
triunfos  ó  reveses  presajios  in«> 
faustos  ó' CibVora ble»,,  que  inter- 
pretabais» según  lafr  opiniones^ 
temores  ó  deseos^ 

Los  eoH>eradores,  ó  arrastra- 
dos por  el  ejemploy  ó  qoe  creye-^ 
seo  complacer  al  pueble  imitan-^ 
dple,  cometieroo  muchas  veceSs 
el  yerro  de  tomar  parte  eo  estaa 
pueriles  qoerellas:  el  iofiujo  de 
¡a  autoridad  las  biza  tao  impor-^ 
tantea,  violentas  y  encarnizadas^ 
como  las-discordias  reiyiosas;  f 
los  que  quisieron  reprimir  el>- 
buso>.  le  hallaron  arto  arraigado 
para  destruirlo. 

Después  de  la  traslación  de  la 
silla  del  imperio  á  Bizancio,  esta 
locura  estravagante  y  funesta 
creció  con  la  corru(>cion  de  las 
costumbres.  Los  griegos,  sumi- 
sos á  tiranos, got>ernados  por  ea« 
nucos  y  oprimidos  por  barba- 
res, nOi  paseciaa  recobrar  su  an- 
tiguo valor  y  denuedo,  sino  para 
defender  ¿  sacerdotes  ortodoc- 
sos,,  y  á  frailes  herejes,  ó  para 
sostener  á  costa  de  sus  vidas^ 
fórmulas  inintelijibles  ó  la  inso- 
lencia de  los  conductores  de  loa 
carros^  y  euando  en  los  campa- 
mentos, en  el  palaciay  en  el  se« 
nado  solo  se  hallaba  tiranía  y 
servidumbre,  por  oo  contraste 
singular  volvía  á  encontrarse  ea 


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el  tiTa>  H  tenocracia  coo  toda, 
ao  liceneia  y  sos  ti^rores. 

DbSÓBDBHES  DI  L  A  F  AGaOV  ATO^ 

-«-JusliiitaDO  apoYÓ  con  80  auto*, 
ridad  i  toa  parlídaríoa  de  la  Táe^ 
eioa  aíoi»  la  cua4  orgiillosa  eoó 
su  protecctoD^  ae  entregó  á  toa 
mayores  escesoseóDira-la'  TaecioD 
Terde.  Todas  las  ciudades  fueron 
teatros  de  combales  aangrieotos 
y  de  todos  ios  crímenes  que  acom*- 
fafian  á  las  guerras  cif  Uea* 

liOS  atoles  lomaron  el  traje  de 
loa^hunos^y  se  mostraroacodU 
eiosos  y  crueles  como  este  pue- 
blos rebaban  las  casas  desús  ene* 
migos>  erian  á  los  que  encontra- 
ban, vendían  su  braco  á  los  que 
pagaban  asesinatos,  quitaban  los 
esclavos  á  sus  dueños,  las  bijas 
ásuspadres>^nllra}aban  élafrUH»* 
jeres  mas  distingnidas  sobre  los 
cadáveres  de  sus  esposos:  ningún 
majistrado  se  atrevía  á  castigará 
estos  bandidos,  temiendo  des- 
agradar á  Justíníanov  y  este  te- 
mor llegóá  tal  punto^que  el  em- 
perador ignoró  tres  afios  seme- 
jantes escasos. 

Cuando  k>s  supo,  nombró  pre- 
fecto de  la  ciudad  á  Teodoto, 
hombre  firmey  justo,  y  queen 
otro  tiempo  babia  sido  conde  de 
Oriente.  Este  majistrado,  síq  te- 
mer la  ira  del  principe»  opuso  á 
los  facciosos  una  inflecsible  seve- 
ridad^ disipó  sus  corrillos^  puso 


en  prisioQ^á  toa  mas  aedtelosos,  f 
mandó  degollar  á  muchos.  Una 
de  los  que  enfrió  al  aupUoio  era 
desangre  ilustre^  y  seliamab» 
TiBodoio  como  é4.  Los  nobles, 
deseaiMlo  ser  superiores  á  laley, 
se  reunieron  contra  el  prefeetor 
Juatino,  cedieodoá  sus  clamores, 
envió  á  Téodi^to^al  Oriente;  pera 
obligdá  saaueesor  á  observar  la 
misma  conducta',  y  á  desplegar 
contra  lea  facciones  la  misma- 
Ormeza,  La  parteqoe  Jostiniana 
babia  tenido  en  estos  desórdenea^ 
no  le  privó  de  la  benevolencias 
desu  tío:  nombrado  oóosul,  gas-^ 
tó  grandes  su  mas  en  dar  fiestas 
magníficas  para^  ganar  popula  ri-^. 
dad>  é  biza  pelear  en  la  arena 
veinte  leones  cootra  treinta  leo- 
pardos. El  vulgo,  sin  hacer  caso* 
de  la  decadencia  del  imperio^ 
creta  que  el  Iqjo  era  poder,  y  la 
prodigalidad  grandeza.. 

Mientras  que  se  le  entretenía 
con  la  pompa  de  los  juegos,  se 
dejaba  á  Teodorico  gobernar  la 
Italia  como  sefior,  y  nombrar 
un  cónsul  sin  dignarse  pedir  el 
consentimiento  de  Justino. 

GOERHA  eos  EL  SBV  DE  PfiRSIá. 

—  E^esta  época  el  rey  de  Per- 
sia,  que  se  creia  soberano  dQ  la 
Gólquida,  llamada  entonces  Lá- 
zica,  le  dio  por  rey  á  Damnazes, 
y  después  de  su  muerte  á  Zotep, 
el  cual  habiendo    abrazado  el 


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174 


flISTMIA 


crMiaoisnio»    quiso   hacer  de- 
pendiente sa  torooa  del  empe* 
rador  de  CoosCafttinopla.  Cavá^^ 
dea    indignado,  resolvió  desde 
entonces  hacer  guerra  á  iusii* 
DO,  y  para  estoeompró  la  alianza 
de  nn  rey  de  loa  hanos,  %ue  re- 
sidía cerca  de    Berbont^  pero 
habiendo  descabierto  qiie  eke 
príncipe  recibía  también  snb- 
sldíos  de  liisUne,  le  invitó  á  nna 
^oonferencia,  y  se  vengó  de  su 
doblez  asesinándole.   Pocos  ti- 
ranos superaron  á  Gavádes  en 
«levosfa  y  crueldad.  La  coofor- 
midad  de  las  doctrinas  de  2o- 
roastro  ^y  Manes    habia   bccbo 
i|ue  roucboe  sátrapas  y  oficiales 
del  ejército  abrazasen  el  naai* 
queismo:  el  hijo  del  rey   los  fa- 
vorecía,   y   se  les   acusaba  de 
'Conspirar  para  elevar  el  prín- 
^pe  al  trono.  Gavádes,  disimu- 
lando su  ira,  junta  los  estados 
del  reino,  y  dice  á  los  mani- 
queos:  «Mi    hijo    ba  abrazado 
*»  vuestros  dogmas:  lo  sé  y  lo  a^ 
^ipruebo:  venero    vuestra  doc- 
«trina,  y  quiero  que  el  heredero 
•del  trono  siga  vuestras  mácsi- 
smas  y  os  lenga  en  su  compa- 
»fi(a.  Separaos  de  les  profanes 
«y  acercaos  á  él.»  Los  mani- 
queos  obedecen  con  alegría;  y 
cuando  estuvieron  reunidos,  la 
^ardia  los  rodea  y  deg&ella. 
Calos  4ioiiiioidíos  causaban  iia 


terror  Jenerat.  El  rey  de  tberi«> 
no  pudiendo  tolerar  el  yugo  de 
un  tirano  tan  sanguinario,  im. 
ploró  la  proCeccion  de  Justino. 
Gavádes  apenas  lo  5upo,  hizo  ea« 
trar  su  eJércKo  en  Iberia,  y  esta 
fué  la  se&al  de  la  guerra  entre 
griegos  y  persas. 

PtlUERASniiPafiSAS  DB  BEIISA* 

lio.  -*  Entonces    comenzó  el 
gran  Belisario  la  carrera  de  su 
vida  eróica:  condujo  las  lejío- 
nesde  Justino  á  la  Perzarmenia 
y  la  devastd:  pero  mal  servido 
por  algunas   tropas  que  aun  no 
babia  tenido  tiempo  de  disdplí. 
nar,  hubo  de  retirarse;  y  este 
primer  revés,  que  le  demostré 
iñ  necoü/idad  de  unir  la  prudenci- 
óla al  denuedo,  fué  quizá  una  da 
las  causas  de  su  gloria-.  L%  for« 
tuna  estravía  á  los  hombres  mas 
grandes,  y  para  los  jenios  ardían . 
-tes  un  lijero  revés  es  muchas  ve- 
ces masátil  que  un  grao  triunfo^ 
Otro  ejército  de  Justino  fué 
derrotado  junto  á  Nisifoe  por  la 
cobardía  de  Licelario,   su  jene- 
pal.  Belisario  le  sucedió,  y  á  pe- 
sar del  desatiento  causado  por 
aquella   derrota,   detuvo  á  lo9 
persas,  y  defendió  con  tanto  va^ 
lor  como  haMüdád  la  f  laza  dia 
Dará. 

Los  árabes,  desengaSadoa  dto 
los  errores  de  la  idolatría,  eo^ 
menzaban  entonceaá  ^conooorla 


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NL  MJé  ixmíia 


175 


Primero  quisieroo  restablecer 
•I  de  Moisés.  Elisan,  rey  de  A 
Nslnitt,  cristieDozeioso,  salió  ée 
Aesum,  sa  capitel,  atravesó  el 
golfo  de  Arabia»  derrotó  á  les 
árabes  coo  rauerle  de  sa  prin- 
cipe Bírnioo,  y  coloca  ea  el  tro- 
no á  ofi  rey  cristiano» 

Después  de  su  partíéa  se  re- 
belaron los  árabes:  el  rey  de 
Abiainia  los  volvió  i  vencer»  é 
ttiao  alianza  con  Justino,  el  cual 
le  envió  por  aosiliares  no  á  tro- 
pas sino  á  frailes  miskmeros.. 
Elisan,  restituido  á  sus  estados, 
mas  zeloso,  dicen^  de  loa  bienes 
del  cielo  que  de  los  de  la  tierra,, 
dejó  el  trono,  envió  su  corona  á 
Jerusalen  como  una  ofvenda>  y 
se  retiró  á  un  monasterio,  don- 
de aseguran  murió  oüendo  á 
santo. 

Embajada  t  mubrtb  dbl  pata 
JUAN  K  — (525)  Teodorico,  que 
aunque  arriano  zeloso  babia 
prot«;jido  á  los  caUHLcos  en  lu- 
lia,  llevaba  á'  maí  la  persecución 
que  sufrían  en  Oriente  los  de  su 
creencia.  Hizo  presente  por  car- 
tas al  emperador,  que  los  prín* 
cipes  do  tienen  derecho  .alguno 
sobre  los  espíritus;  quo  su  po- 
der está  limitado  á  la  policía  es- 
teríor:  que  solo -pueden  castigar 
k  los  perturbadores  del  orden 
público^  y  después  envió  &  Gona* 


lanlinopla  al  popo  Jnao,  como 
ya  defaittos  referido  en  otro  lu- 
gar, i  quien  maivió  omploor  to- 
do so  inffujo  contra  el  «Islemo 
de  risor  é  intoleraoeia  qoe  ee* 
gula  Justino.  Draol  prioier  pon- 
tince  romano  que  atti  so  veta» 
El  senado,  el  clero,  el  pueblo,  y 
et  mismo  emperador  solieron  k 
recibirle  á  las  puertas  de  «la  ciu* 
dad,  y  se  postraron  k  sus  pies; 
mas  no  quiso  entrar  en  la  igle- 
sia metropolitana,  sino  á  condi* 
cfon  de  que  celebraría  en  iatin,]r 
á  él  se  le  daría  un  lugar  preeml-' 
nenie  al  del  patriarea. 

Ya  en  otro  lugar  decanos  di^ 
cho  córaocumplió  con  su  misión^ 
y  ei  rey  de  los  godos  debior^i  ha- 
ber previsto  que  un  popa  no  po* 
diade  buena  fédefeB<|er  ia  censo 
de  los  orejes.  Pleury,  en  «a  his- 
toria eelesiásUea,  tomo  I,  p&jiMí 
;s2,  miente  cuaoéo  dice  ifoe  Joan  • 
cumplió  tmtt  coo  su  encargo. 
Este  fué  colmado  de  dojios  por 
los  católicos^  pero  Teodorico^  dn 
respeto  de  ningnae  especie,  lo 
encerró  en  cárcel  perpetua,  don- 
de murió. 

La  vejez  babia  iMcbo  el  caree* 
ter  del  conquistador  de  Italia  moa 
débil  é  irascible:  el  éroe  se  iba 
eclipsaodo  y  el  liárbaro  a(pore<- 
cia:  cuando  joven  onrabaol  ve- 
lory  la  virtud:ya  viejo,  loslomió 
y  ios  envió  al  aupiicio. 


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176 


MWtOKttL- 


DEMnJUSA  M  B«B«M  T  SttH  A- 

>GOé^—  Boecio  j  Simmaoo,  los  dos 
personajes  ma6i)tislres  de  Roma, 
iKilinados  asta  entooces  de  sus 
favores^  y  qoe  prueba  la  fal- 
aed^d  dé  los  que  dicen  que  Teo^ 
dórico  no  sabia  eseribrr,«9Citarbn 
sus  aelos^  y  desde  qne  le  pare- 
cieron temibles^  íresolvió  tacri- 
Hcarlos.    : 

£1  senador  Boei9ío^  de  -la  fa- 
inilia  Atiicia^  deseendia  del  fa- 
tnóso  Manlio,  el  qué  tfrrn}d  los 
>galos  del  capitolio.  El  deseo  de 
sostener  este  norntire  glorioso^ 
io  alejA  de  las  (disipaciones  á  i|ue 
^  abjindoiiliban  escluTlvamente 
los  romanos  dejenerados. 

Ed'  su  jaTeatud  se  entregó 
xon  ardor  ri  estudio:  airi^lva  t«¿ 
riosidad  le  •llevó  á  las  escuelas 
de  Atenas^  donde  vivió  muchos 
afios.  Lafuerzá  de  sa^rawn  le 
sapartÓ   de  la  p«|ion  *  pueril  de 


ranchos  tratados  sdbre  la  mi<> 
sica   antigua,  la    raecáoica    da 
Acrquimedes/ la  astronomía  de 
Ptolemeo  y  la  filosofía  de  Pla« 
ton,  8n  fortuna  socorría  á  loa 
Indijentes^  sn  valor  protejia  la 
inoceneia;  7  ai  la  4isoDja  sola* 
tnente  pudo  compararle  á  De* 
móstenes  y  Cicerón,  la  crpinioa 
pública  le  elevó  con  justicia  «©• 
bre  lodos  los  escritores  de  sit 
9iglo;  y  en  efecto  fué  el  último 
qoe  merece  nombrarse.  Teodo- 
rtco,    como    todos  los  grahdes 
hombres,,   buscaba'   el  mérito, 
onraba    la  virtud  y  premiaba 
el  talento.    Boecio    obtuvo  Ol 
consulado  y  el   empleo  de  co- 
mandante de  los  oficios;  y  al^ 
cateó  á  ver  á  sus  dos  hijos,  jó- 
venes todavia,  nombrados  cónsa- 
les  en  un  mismo  año,  presentar-- 
se  en  el  foro  entre  los  aplausos 
d«il  senado  y  las  aclamaciones 


los  griegos  áia  ñfkj^y  al  misti»  I  del  pueblo 

cismo,  y  adelantó  rancho  en  la  es.  I     El  favor  no  corrompió  so  no- 


cuela  de  Proelo,  célebre  en  ton 
oes.  Su    lújenlo,  ilustrado  por 
la  mor^l  del  cristianismo,  se  for« 
tificó  con  la  lójica  de  Aristóte- 
les, y  sé'eniiqoéciÓ  con  la  íma- 
Jinacion  de  Platón.  Cuando  voL 
Yió  á  Roma,  se  casó  con  la  bija 
•del  patricio Simmaco.  Defendió 
la  lé  católica -contra  las  erejías 
"^e  Arrio  y  de 'En  tiques:  e^todio- 
^ao«  activo  é  infatigable,  escribió 


Me  carácter.  Ciudadano  en  una 
ciudad  soHtetida,  ilósofo  en  la 
corte  de  un  conquistador,,  resis- 
tió á  la  tiranía  orgullosa  délos  o- 
ficiates  bárbaros,  que  á  pesar  de 
las  iateneioues  del  rey,  robaban 
los  campos,  oprimían á  los  aldea» 
nos,  arruinaban  las  provincias  y 
trataban 'á  los  romanos  como  ea« 
clavos. 
-Su  eloeuaneia  atrevida  Jlusui 


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fff 


gañ«do  y  salvd'fii^Mlittiiok  'ifie 
l^éii»smteii€iá  Mrüféna  tila- 
bfikoQdqoaA)  i  be^^eapuealo  é  tai 
fl«Nis«C<i¿iKlés0«rataba  de  hi- 
eliar  ico*ttolé4e4«4lldA  y  <feft «-' 

^iiiorfvl|trttd«siM.  fiftta«vfei«eza 

romana  anmeotó  su  fatia-,  f  ew 

ilaitaÍQiijfA  wla  tMs  '-^  4a  tértikd 

e99fli|forlttM  eb  irt'^lBtiotJtotoi 

¿erares  ¥éyek;  y  al|»a^  qbe  Mé^ 

ro^  la >Midlid  j^ite  Jéli>«AflÉa- 

«too.--  ^  '  '     ■  ''•■-  ••'  '••     '^ 

i  Teoadrttd  eriip(fe¿alfa  ^á  ^^túet 

It  sóávbra  tfe  IHyerttftf'qoé  httBIa 

rtstHoido  al 5Madd. ^  actr^ÓM 

setatidár  AÍiAú¡0  éé'tMspitttt  pa« 

n  4né  ftotfftí  ^'Y^Meae  á  ser  ito^ 

dependiente.  I^échy  dvfffendM  á 

se  amlgcf,  y4i)oaf  ptíatípet  cI.oi 

wseniimí^íñM'  4e  «est^  «clisado 

•^rttfoto  86oid94él  aéaadoy  loa 

»mlo5;  l)ebettioa'|HirtlMparde9ii 

^peñtt  ii  AiMnó  es  ealjMibto  si^o^ 

»iiiok  lobi^tés,  las  leyes  debéir 

»prate)*ér  I  AlMno  e^mé  i  nos- 

•  CoíTDKiirAinoir  f  ^nrcitri  »é 
BOBCio.  -^  Loa  delatores,  restiéU 
tos  á  perdjBTfé;' ftlsiflearoQ  sk 
Anua  y  la  de  Albiito;  yO^s  ])ii- 
sieroD  en  un  escrito  en  5|ae  se 
pedia  socorro  al^  (siúj^trñábrÁe 
Oriente^  contra  la*  opresión  tle 
loa  CBlh)piú0i[  Teeéb^ito  irritSu 
^,  isiñ.  queréis  "Mrá'BééciOi -le 

TOMO    XV. 


I  bmttddtmlidtf  .4lr  Bdtfaitf'  iét^. 
blaiirfd*édus€r- ii:|flfMtea«»ld  r(^Ut 
M)oA,'>¿«r  «téuMüle  ttl|i«,  y  aal* 
desonró  condenándole  ft  iaMr-' 
te  y  freotftfftea^iam'dé  kftffies.  '- 

BoeMe^üin-^eJbrsé;  mánKeii-» 
táan  «sapnaéloéaqtfMtirfl  btna^i 
do,  enya  Ubenttad  kaMa  ^bwiAa^ 
ktoffender;  y  h&ié*ftéf(A  ¿Iné  di^'^ 
ciéMO'ealasfatábiéastt'Btt  isiii^ 
«irfendD  y(P;  «o  labra  Mn^uo  m^  • 
niÉanb  ralpálbleídei  orinen  fíor-- 
iiqncfMreF4(^feria;a      '     <     :      «í 

la  'proe^lfÉidad  lie  1á  muerte/:- 
^omposo-en  la  prfsiori  níl  tl^do  ^ 
¿obré  ^t-emwHBh  a$  laflhsofík, 
pbra  pUidoaa;«n  donde^Teoddrtc^^ 
cbeanélii^afado^tiiacbásTecei;  y* 
qxré  péaia  4i«^r  tbspe(¿lMDta'  U' 
fldélidadfderautor  ta  tibnrfttctk 
det  piripa  embajador  anttenAO- li^ 
deacónlianffa  éél  ftfl  líos  bfitrba* ' 
ros  tiH6iMr^  de  la  veóf^Maf  ^dé - 
reédoHeo,  fodearo»á  sn  cabéíat" 
nná-étierd^  y    la  estrércátfron  * 
aal&tine  loarías  saHaros  de  ^aéa 
4dHtáf;'llespúes  de  baber¿»gO^ 
uéé  algttilieinpe  éñ  aúsdMonaa ' 
goé  né  pedieron  Vencer  sn' vattff, 
le  tárMaroA  A  gélpes  dé  «lava  y 
^tirignieí^bn  «si  la  áftima  Idltt- 
breradelOféM^nle. 
,  fil^á1ri«lo  SttiifinlMso,  so  ¡stM-* 
grey  Ai6  "if^intaa  é-  iodiaéritas^f 
denribsmiétobM  de^  «n  jiistO'do^' 
kn^^e  eityé^'pretendM  ^ví*-'^ 
23 


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guralvidUonílifOfilMUí  omk 
dfa«7fiié0MidMado,  toa^OKá' 
4a  i  8íaf|Ki#7.«i^rí9mloá  Im 
8ü#|N»cbasdftlre;. 

Es  «oleslc^Ter  loi  illlilBOf  a- 
ftoa  del  reiiMKlo  de  T^odoriea 
turlNidogpor  aoapeebaa  erael^ 
j  maMbadoa  coe  ioliialM  eifeeti- 
cioiiea«  ¡Efecto  déptoreblede  laa 
diiMsiaiiea  reUJioaaaf  Loa  cal6« 
lieoayloaarriaaoa  paHklpalMio 
de  las  vei^Jiia  de  «b  hmeú  go- 
bieroo^y  sin  evibAmo  a»  wlré- 
gabao  á  la  dea^oflaoia»;  liacian 
iftie  npi  rey  íUa  sabio  eayaMi  m 
loa  laaof  de  loa  dalaloma. 

Jf  OMn  PE  Tfloaoaifiíou^  Teor 
doricp  40  aobr#%i?id  nmaho 
tiempo  á  ana  vieHma^  y  debe 
decir8o#o  gloria  auya,  que  dea- 
l>yea  del  eapleodor  adquirido  epi 
feetetaaioajle  grandes  eoiH|iiia« 
us^  talemos  y/ Yirtodea^  desees- 
dio  al  aepuicco-ajitado  de  teoso- 
res  y  oprimido  de  remordioaieii- 
toa.EI  eapaoio  y  la  vergüeiiia 
deWlttaroo  su  espírMu  maaqne 
la.  edad.  Uo  dia,  sirviéndose  00 
su  eneaaiuieoariae  pescado,  ea- 
claiod!  iiQyitad  áe^  a(  ese  fanlaa- 
»Qii^: ¿00 veis  i^Siuiinaco  eofu- 
»reéi4o>  eoB  q|os  ceotelMtfiles, 
«dispaeslo  ¿  dev0rarose?» 

Deapaes  de  tresdiaade  ag^ 
nk.faUecldi  á  los  seteola  y.eua- 
tco^füBos  da  aidadg:sú  últioai  pa« 
lalMM  «lailifiíatafoo  aa  arrepeo» 


jUaiesio  por  leaeMdrtMdoSfiBi* 
flsaeoydeBoeeio.   ^ 

Aaieaydeale  boaabneéiobre» 
qoe  aaSeiido  de  los  bosques  do 
Pmiioo^  se  Uaodueio  de  IÍo«» 
me  y  dollalia»  y  eaMndM  8«  po- 
ésr  desdo  Siraeosst  bMa  Balara» 
do»  y  deade  el  OmuMo  baaU  el 
iMrdeliMo. 

LafortooeqiM  loprodlgóaw 
favores»  lo  eoocedió  oa  bioo  ao- 
aaaoKeote  raro  eo  el  taooo,  cual 
es  na  verdadero  amigo.  SI  gríe* 
go  Ártemidoro  se  mostró  siem* 
pre  auia  af^aH^  al  hombro  qoe  al 
prfiicipe^y  eoeodo  murió,  el  rey 
biao  de  él  el  maa  ooUe  elojio  eo 
estas  pocaapalabra#:«Artemido« 
aro  sirvió  i  loa  bombres  do  mé- 
•rilo^  eonsoió  i  loa  iofelicea,  y 
«jaoiis  abosó  del  poder.» 

ftSISlICU   01   AMALAamiTA. — 

Amalaaoota,  bija  de  TeQdorteo, 
eredó.sus  estados,  aoa  taleotoa  y 
^u  fama:  por  su  valor  y  viftod 
biio  amable  á  los  rooaaooa  y  rea- 
petablo  á  loa  bárbaros  el  yo^ 
go  de  ODa  majer^  y  duraote  bi 
larga  iofaocia  de  so  bjjo  Ataia- 
rioo,o9Qpó.glorioaa^Pte  el  tro- 
no dondo  no  hablan  podido  soa- 
tenerse  tantoa  guerreros  ilos- 
tres. 

La  muerte  de  Xeodorico  did  á 
Jastino  eaperaniaa  de  derribar 
el  poder  de  loa  godos  en  Italia» 
y  aun  emiyó  iniltu  deaplagar 


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MIL  tAM 

!C0BlFtfiífiÉftii^i"fe8TuertM  M 
<>rleDÍ4h'Bize*qiie  !•  acMnetie* 
•MM'PMiiooiáIbi  lombsrttos, 
MáieiotM  ét  ihiero  y  gt«ria; 
pero  fuerbft  'reclfotados  per  lis 
Irapaf  godM,  y  JitiCíiio  buba  de 
reeoDocer  i  AUlertco  por  rey  de 
iMlia. 

ATALAIIGO  IBV  «B  ITAUA,  — 

ikmalasaDU»  doieia  de  uo  ii^e- 
wAo  vivo  y  penelninte  y  de  «o 
«arádter  Arme  y  moderado,  4m- 
traída  en  las  leogMs  griega  y 
latioa,  bablaba  poco  y  bien,  eva 
á  na  mlsaio  Üeapo  ^conóarica 
7  liberal,  asaba  la  pac  sin  loMer 
la  goerra,  Begociaba  con  ^ru« 
*deDcia,4>eroeoB  attíwi,  y  4m1« 
quiria  la  esÜaiecloB  JeDeral  por 
^eo  fldeKdad  4B¥ío>able*eB  epm- 
plir  lo  que  prémeiia* 

£1  primer  aelo  de  sm  reiBade 
lo  fué  de  <esp4acioB  y  Josticia, 
restltayeBde  i  los  bijos  de  Boe- 
cio y  Símmaeo  la  berencia  de 
^aa  padres.  Fué  eu  primer  mi- 
•DistroGasiodorOiy  cuyos  taleotos 
y  virtudes  Tespeló  la  envidia  eu 
tres  reinados  consecutivos.  De* 
geoBdo  «doctr  á  su  bijo,  no  co- 
ma principe,  sillo  como  1iom- 
bre,  le  envió  &  seguir  sus  estu- 
dios   en  las  escuelas  romanas. 
V    Lo  qne  autingw,  decía,  ^  la$ 
macidnes  eivili%adas  de  loi  bdr* 
baraSf  €$  ía  ettifñoeion  de  loe  le* 


Í7é 

'enidlaii.  Ale]6  eott  im  |b*mieií« 
eiá  los  pcffigros  con  que'  l^eaíe- 
Bazaba  la  ambición  dé  Amala- 
rico,  rey  de  Sspafia  y  Biétp  de 
f  eodoricr.  ^H^  le  guerra,  ce^ 
dioBdo  áeste  principe  les  cíu- 
daies  que  poseiaeu  laGalia. 

£1  conde  Ricimero  se  presen* 
tó  de  6rden  euya  en  ^e)  sena- 
do de  Koma,  y  entregó  el  jura- 
metfto  que  babia  prestado  la 
reina  de  ceaservar  k  los  <roma« 
Bos,  dálmaftas  y  godos  ana  pri- 
vtlejios,  Mieotras  Anulasunta 
eaqileaba  la  deslreía,  el  valor 
y  Vk  suavidad  para  atrmar  la 
monarquia  de  los  ostrogodos,  él 
príncipe  que  babia  de  destruir- 
la, canvlaebaé  Isrrgos  pasos  á  su 
«íevacion. 

'  JusTmiAKomapnAMai.— Jus*- 
tiBO  desceodia  rápidameate  al 
sepulera.  Jusüaiaao,  su  sobri* 
ao,  patricio  y  Jaaeral,  aun  no 
teaia  mas  título  que  el  de  nobi- 
Asjmo:  deseoso'de  llegar  al  im- 
perio, babia  faaado  coa  sus  re- 
galos los  votos  del  senado;  y  e^ 
4esuplicft^l  emperador  que  le 
declarase  augusto.  Como  el  a- 
mor  de  la  autoridad  es  la  última 
pasioad^los^ejos,  el  moaarca 
ootojeaario  ao  quiso  dividir  la 
suya  espbraate.  Pero  advertido 
«al  afio  siguieate,  por  la  dismí^ 
Bueíoa  de^us  fuerzas,  de  la  proc* 
>sinyidad  de  4a  muerte,  coavocé 


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m 


€»«»J|il#ei9:  4  lWk9d(y,  modo 
á  IwttniMí^  al  imperio»  prod^ 

]QÓ»|lgU8^«á  él  y  k  W   9f909M 

Teodof:4;  liíiQ  <|Utt  lo#  corana* 
s«  íbI  putriarcn  Ep|(%DÍ9,  j  mi- 
nó á  los  pQ€0fi;iM»9&  4aipm$ 


da  pn  ráiMfdp;4htiJiW|i)a  afioa. 
.  Uog^  vi€^ai;,iaiwfio»  J  aoi^ 
tuvo  i^,4;lof<9  ,el  if^Mro»  del 
Goal  babia  paraci^ft  digoo  poc 
kif  auí^da  aiii^v^atoiL:/ 


,  / , 


i,.     "    t»  . 


:  r.    1 . 


/íj-«- 


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Mt  hm  wpmimk  jai 


eAPiTVLO>  IV.  . 

jnDTsmssxfiLiTO ,  sscipiebíjimmbw. 

(Aio  Sd7.> 


HtlrtlO'  ^  Jíí»Hbí»iio. — lt•H^»e»  de  U  eropera^m  Teodd*».— Matílacion  dr 
dot  obiápoSb — Peuitencia.de  Teodora  f  de  qoinieota»  ramerat . — Revolacion» 
de  Im  abaaeá  contra  tn  rey.^€uerra  ton  Cavédet,  rey  de  Pertía,  j  bata<> 
IWd*  Bftff»  p«r  BeHaané*  Qrijen  de  !«•  cackvottea.-*-!! iici« .  B«er»a  coa 
h$  peraae»  y-  Wt^Ma  de  Caliiiica.r^Paa  con  la  PcrM.-*Qucrellaf  de)  Circo». 
—Revolución  drl  puebW  en  favor  de  la  facción  verde,— Tumulto  escilado 
for  Hipacio  y  Pompeyo,  sobrinos  de  Justino. — Aiesintlot  en  el  circo.— 
Con^oitia  de  Afeiea  po»  BeliMrio. — üsnrpacfAQ  d«>Jclki>er.«^Ptop»rtli#Oe^ 
do  fvorrft  conlra  loe  ^rAadoK»  ^Maicb»  de  BeH|«r|o.«r>  In^noioiá  de  las  ae* 
Bales  « «iribiúda  á  Belisacio.—TABaBas  de, Juan,  jencsml  romano.*— Victort^ 
de  Belisario  sobre  Jelimer»  y  sa  entrada  en  Cartago.— Muerte  de  Jban  por 
U  torpesa  de  un  soldado. — Caria  de  Fsras  á  Jeliiucr.¿— Entráis  trinnfanté 
oe  Belisario  eii'Co»slantitiopli«-^Redac«ie»  de  loe  obdégos  yr  TreWMiM» 
—El  Dijeslo  y  lu.  Pandectas  — *Laa  institueiones  ile  JAMtiiriaup.-^Las  »ove* 
las.-<-^Rejencia  de  Amaiasnuta»— Crápula  y  escrso.^  d<*  AUlariro,  su  hijo. — 
Conspiración  contra  Amalasunta.— Muerte  de  Aialaiieo.— ^klevacion  y  cri- 
nenes  ée  Teodafo.-->-Mtterte  do  Aaialasuiiln«^Com|nlrta  d^  Sitilia  por  le^ 
Usorlo**— Lligada  de  BelÍ3a9Ío  á  Gartago.— Conduota  de  Teodeto.^Goikq«ie- 
la  de  la  Italia  meridional  por  Beliserio.-^IJe|a49r  .de  Belisario  á  Roma»— 
Marcha  de  Vitijei  sobre  Roma.— Peligro  y  vaiiente  defensa  de  Belisario.— 
Sitio  y  baUtla  de  Roma.— Muerte  del  papa  Siiverio.-^Tomá  de  Milán  por 
bs  bérbároé.^-'Silio  y  «orna  drRoma  por  Btiisavift.^Bcsgr«cia^  deetietro  y 
nnerle  de  iva»  de  Capadocie»-^ BeHkrio  es  n9m^>aado  jf^eralde  Orie^te.-^ 
Retirada  y  desgracia  de  Belbarip.-^ Embajada  de  Cotroei  á  fíelisario.-^Pas 
entre  Belisario  y  Cosroes. — Trabajos  de  Jttsl¡niano.--Badúelá,  por  sobre- 
nombre Totila  ^  es  rey  de  loe  godos. ^—Enfermedad  de  Jiáitiniano.*— Dingra«- 
cia  y  reabiltUcion  de  Beüsariob^-^  mapcfaacoiitr9  Totilo^'-^Toma  doHom* 
por  Totila.-^Entrada  de  Belisario  en  Roma.-^ — Mnerle  de  la  emperatria  Tep* 
dora.-*-Retiro  voluntario  de  Belisario. — Nueva  toma  de  Roma  por  Totlla. 
— ^Retrato  del  jeneral  Narsés. — Su  llegada  á  lutia.— Batalla  entre  Narsés  y 

•  iVifila. — Derrou  y  tatterte  de  ToMb — ^Tefa  ^  rey  de  W  godoe»*^**Stt  motr«> 
ift  valerosa^— StliOf  blo^oeo  y  capHolacloA  át  C¿met>  — SoniiJon  de  li^s  go* 


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1831  nsTUMA 

dot.»^DolritccfOii  4e>sii  imperio. — Eacriloft  Tefífiosvi  ¿t  JuslIiiMiio.'^ 
BfiMrt«  df-l  p»|A  Vijtlick— Revolución  de  E>fMÍU. — jl^i^rtcioa^le^lo»  lorcot, 
«— IfHraiioD  de  los  értbes  j  de  lo»  Humo».— ArnumenloHle  Bellsario.— Tri«»> 
fo  f  dctgrtcia  d«  Belisftrto.«^Dcscubriaii«iitodc^toguMmot  de'«ed«.«*Coa»> 
pirados  contra  Jostintano  7  ^ri.^íon  de  BelÍMrioífMfr  ettc  motivo-— La  mea- 
dtcidad.7  cegotra  de  Belisario  -um  mrm  iBeetira.-— Mucrlc  dt  fieUtarfioy— - 
Muerte  dt  43hittiaiaw 


R, 


LBTEATO  «   fUStlKliMO.  -i-  El' 

DueTO  señor  del  Orieoito,  nacido 
•o  nM  chow,  edueaido  en  lm\ 
"campameotos,  7  selevedo  6  U 
dignidad  de  iDésar  "por  *eí  aseji- 
•nalo  de  ViiaHanOp  pródigo  ea 
^ws  placeres,  miouciose  en  am» 
<»upacione8,  comparalíle  k  Bo- 
míciano  por  sm  entreteniínien* 
toi  pueriles,  tubyngado  por  una 
Temara  que  béMa  ^reeibide  "^r 
^esposa,  debía  Inspirar  al  pueblo 
mas  temor  que  esperanza.  Sin 


'embargo,  ^u  vida  fué  gloriosa,  ^u"^*  Proeopio,  «abogado,  se 


su  nombre  eélebre;  j  en  su^rei- 


Um^odffWa  en -el  ofleio  tfMno 
algunos  de  sus  himnos. 

£1  estudie  ^e  la  leolojía,  ^1 
4$iial  se  entrega  con  todo  el  «r- 
dor  que  era  jenerai  en  su  sigie, 
le  costó  un  tiempo  precioso  y  le 
hizo  «euieter  graves  errorea.!^ 
mexdhi  de  efectos  j  buenas 
*cuali(iades  que  se  observa  en  el 
<^ráoler  de  este  príooípe,  4«ce 
muy  cUfidl  jusgerto.  Les  joris- 
eonsuAos  le  han. prodigado  ele* 
jios;  los  autores  eclesiásticesja- 


nado  el  imperio  se  levantó 7  pa-^  Tiador,ÍI«^  ha  adulado  y  desiro* 


'Tttíiá  adqifirir   neevo  viger  f 
fuerzas  nneves. 

f  ustiniano  ambicionaba  lodes 
los  jéneros  de  gloria.  I.aa  leccio- 
nea  de  un  griegoi,  llamado  Teó- 
filo, Hustreron  se  «esp(Htu:  es- 
taba en  la  fuerza  de  la  edad' 
^cuando  subió  al  trono:  se  ^eele-^ 
braban  aus  coeochnientoa  en 
Jurisprudencia,  y  su  elocuencia 
^  el  senado:  tenia  mucha  pa* 
jien  á  la  arqnilectura  y  á  Ja  mé- 
aica^  j  los  griegos  iidiieles  ^caa- 


cretario  de   BeMsario,  é  Mato* 


>zttdo  snceiiiviimeiNiei,  mudandt» 
de  opinión  «eguá  modeba  su  in-^ 
teres.  £n*4ine  de  sus  obras  pin- 
itt  al  emperador  ceteo  un  ánjei: 
en  otra  eemo  «n  demonio;  pero 
la  vida  de  ieatiniano  praeba, 
que  ni  mereció  alabanzas  tan 
ecsiii^adas,  ni  oenauns  tan  a» 
margas* 

Este  príncipe  tenia,  con  non 
ambición  desenfrenada,  poco 
entendimiento  y  un  carácter  di* 
litk   netnrelmenle  ^Mave^  iné 


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€melmieN»i^cef^  fot  obt46« 
MT  é  tm^  caprlclioi  d»  Teodorai 
q«ele*dMfliÍoab«.  Tiivo»J«Mra* 
im  hibilet»  poiM|a6  el'  éM0o  de* 
U  TielMUí  le*  itastrebii  ^ra  la 
eJeectottvP^roleceavidíaJe  biio 
aer  iogMlo  co»  ellos,  aíngiui 
príocipe-ba  levamado  om»  mm^ 
Mmealaag:  poeoa  empemdorea 
hkiereA  Umlaa*  eoiqoislaa!  sua 
leyes,  f«e  ^>bhimiafi  lodaWa  el 
OHMidcH.  Imd  beeho  célebre  su: 
nombretpero^iu  glorie,  fué  pres. 
teda:  ledelejislador  solo  perle* 
nece  el  sabio» ÜMrisGOOstflto  1%e- 
beniaoorla  de  cooquialador  Cné* 
debida  al  ialeolo  de  li&rmaDo,  y 
al  jeoio  de  Bellsario  y  de  Nár- 
ses;  si  su  YolitnUd  le»  dio  im- 
pulso^ macbas  veces  sa  debili- 
dad les  puso  trabes^.  Sa  prodiga- 
UdiM"  dlftlp^.  ^1  ifUDeuao  ieaoro' 
que  bfbia  jenlado  su.  predece- 
sor: sus  mioisiros,  codiciosoe  y 
corrompidoB ,  oprimieroii  á  los 
pueblos  coo  tributos.  Llevé  muy 
lejos  sus  anuas,  pero  agotó  sus 
fuersas,  y  perdió  por  culpa  suya 
el  Occideate^  couquistado  por 
sus  J^oerales. 

Sus  uumerosos  oMHtooieotoe 
opriflslerou  oías  que  embellecie- 
roo  el  imperiOé  EuAu,  debió  su 
gfittdesa  á  ia  fortuna,  su  eleva- 
cioa  &  un  crimen  sus  victorias  líi 
algunos  gr«ades  capitanes,  sus 
desgracias  é  inCpetu«ioa4s(  wUn 


y  su  ttuari^mM»iÑrilliflaltoy  eo» 
tanlo>  espleoddr,  si  Tl^boulano» 
no  le*bubiesapueslo^  fñiuie  da- 
UA  có^ligo  iiiniorlak 

TtMMtor»goBeriieb9«l  e«ipera<*- 
dor  y  al  impei^u^Bb^^uMUtudí 
tuzo  roriuna<  por  sud  wmmmm* 
y  sus  i^lcíos^superaDdb  eiHiao  ^ 
oiro-  r  lodbs^laii  deania  corteaai- 
nasr  eomeditnta  y  pantoaaima^ 
célebre  por  suebitidlidiescitabiii 
cooisu  vi  vesa^^jestos  f  actitudes» 
uo  vito  eotttsiÉsoio«  El  pueblo^ 
que4ihprudigaba  eolooees  sus  a- 
plausos  en  el  teatro^  ao^  previa^ 
que  sentada  un  dia  sobre-el  tro» 
no,.habia»de^esiJIHeolfioa  oflie«* 
najes. 

Tenía  mucba^fracia^f  afueniíi 
diMlensu  tiatorua  gobernado»' 
de-Afriea»  eoaaioradadfr*ella^hii 
llevó  i  su  provincia,  y  de^su  a» 
aM>r  tuvo-un  Mjo  üo^nuevo- ca«- 
pricbo^  ó*  un  setreto  preseoii- 
mieato»  la  esciiaron  á-volverá  la 
capital,  donde  cambiando-  de 
papel,  afqfSó  devocion,^  Medio 
casi  sieoipre  útil  para  medrar, 
vivió  en  el  retiro,  se  entregó  el 
estudio,  no  trató  sino cousábios, 
majistrados  y  estadistas,  y  atra- 
jo á  iustioiano,  que  cautivo  da 
su  amor,  resolvió  touiarla  por 
esposa. 

iustíno  no  quería  cQoaeu<>^ 
tireneUo;  porque  toa  leyes  de  > 
Coostaotioóy  de  Marciano  proU 


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184 


Maa  á  les  'tWaidaiios,  y  onielio 
mat&'lto^ieMdortfs»  eoar  ú&ñ^ 
«omeéifliltM*  JosMoiaoo^  arras- 
trado por  su  pasión,  teneió  !•- 
^toé  toi  ostáevlM,  arraneó  «I 
^oois«BflBiietilO'  del  «mperádar, 
,  oblttTola  reTOcaefon  de  4aa  teres 
•4m  pfcdMaa  aquel  enlaee,  y 
celebró  saeosamienlo^  Vi|ilae* 
ctoj  sa  madre»  falleeióde  yer-* 
^enza-y  pesar  per  esie  sucesi^ 

Guando  Teedeta  litgh  al  po- 
•dcr  supremo,  descubrió,  á  pa- 
rar de  la  máscara  de  devoción^ 
<e]  orgullo  y  la  adlaherfa»  tan  ce^ 
mun  y  tan  odioso  «oeando  reeee 
e<rt)re  ana  baja,  esft-acdon.  Sin 
embargo,  siempre  coroedianta.r 
«ttu/en^l  treno  bim^et  papel  de 
prineeae  benétca  >y  ieaeroia: 
.  prodigaba 'béMftoietá  les  cer- 
tesanes,  y  ünosnas  á  los  pebres: 
ediioó  iglesias^  y  fondo  ceoTen* 
4aa;  pero,  al  flóiimo tiempo  im* 
plaeable  en  sas  veoganaas,  per* 
siguió  &Jos  sacerdotes  que  see<» 
ponfa»  i  se  volentad;,  y  á  les 
grandes  qM  4esdefiaban  Sa*pre 
teccioo. 

Bodeeda  >deGrisomala>  Indera 
j  Macedooia,  antfgoas  ^rameras, 
patocla  «el  palacio  de  les  cesares 
ova  oasa  4e-  proaiUoeiOtt^  Sus 
hermanas,  que  hsbian  profesado 
el  mismo  eficio.  qoeella,  biele- 
r^  muy  bvenes  mürimonies% 
Sombres  poderosas  m  ▼ieroe  #• 


Miga^dos  l^senÉvi^Bs  fiot*  espeeas^* 
y  &>éemprar  la  eonserraclón  te* 
sus  étgeidadés  een  leTOiaii  dé- 
su  onor^ 

Todo  el  que  resMiaéVe  *ém» 
peralrfo,  era  perdido.  Vaflaba  á 
las  prisiones,  éi  destierro  fé  tt 
oHierte  senadores,  Jénerales;  ge« 
bernadorea  de  pNfVincia  y  oMs*^ 
per.  á  las  des. cárceles  principa* 
les,  donde  amentenaba  sos  ^t^ 
(fmas,  dio  el  p«reblé  les  nombres' 
de  Laberimo  y  apartare.  So  bijo, 
sabiendo  en  África  so  elevación' 
imprevista,  "acode  precipitada- 
mente á  C^nstantinepla  sin  6r* 
den  suya:  sn  madre  le  Te  por  un' 
momento,  y  el  Joven  desapare- 
"ce:  el  asesínalo laltbrS'de  un  tei^- 
tigo  impórtuM,  que  hnbfére  re-- 
cordado  pei^luameirté  aiem*' 
parador  la  condiden  primera  y 
los  antiguos  amores  de  so  madre; 
La  pasien  de  Justioiane  lelenir' 
tan  dego,  qoe  bacia  igala^  sef'' 
so  eau  Uve:  trotaba  «een  gran  ve- 
•^  I  oeraoiea  á  so  {dole>  objeto  del 
-    deipredo  universal,  y  llegó  bas^ 
ta^^ltgar  á  los  grandes  y  et  pue- 
blo á  que  Jurasen  obedecer  á  la 
emperatrir  eemo  á  éL 

fista  princesa  toe  babta  llegado ' 
á4an4a  lertoea,  esplendor  y  p^' 
^er,  sin  estar  dolada  de  graódei.; 
cualidades*  Tenia  oo  injenie'* 
vaata),  soMime  y  deli^do,  aaom^  • 
Jbroae  iostroceion  j^i^lor  é  loda 


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pniefct.  ikftf  es  que  el  empera* 
dor^enel  preámbulo  de  ana  de 
sus  nowtas^  declara  qae  ha  eoD- 
saltado  á  la  muy  respetable  es- 
posa que  Dios  le  be  concedido;  y 
^eomo  si  h  eombpa  altanera  de 
esta  princesa  continuase  demi* 
Bando  losánimos^  ha  habido  en 
nuestros  tiempos  Jurisconsultos 
que  por  ^respeto  al  Código  y  al 
Dijesto  han  querido  ourar  la 
memoria  de  Teodora. 

fis  cierto  que  esta  mujer^  co- 
iDcada  en  el  trono^  amó  la  gloria 
como  habia  amado  el  placen 
sostuvo  con  su  firmeza  la  debi- 
Udad  de  su  esposo^  le  escitó  á 
grandes  empresas,  le  aconsejó 
muchas  Teces  hacer  buenas  e* 
facciones^  y  fué  hombre  ;por 
<élla. 

El  principm  dcfl  relnaflo  4e 
3ustiniano  no  fué  señalado  con 
sus  victorias.  Síttas,  uno  de  sus 
jener,a]esj  derrofó  7  somelfó  á 
h)szanes»  habitantes  Hdel  monté 
Tauro.  Los  vencidos,  tratados 
«on  dulzura/ abrazaron  é!  cris- 
4ianismo/y  fueron  vasallos*  su- 
misos y  fieles.  Sfttas  recibid  ór- 
^tH  delemperador  para  que  se 
^casaie  con  Concetta,  'hermana 
/^e  Teodora,  y  que  en*cHro  tiem- 
^kifué  ramera  como  ella:  este 
«atrimonio  le  valió  el  ducado  de 
Jkrmenia. 
^Otro  jeneral^  4iamad^  ^edro^ 

TUMO  XV.. 


nMiBio.  185 

▼enoié  el  ejército  del  rey  4e 
Beraia.  ta  tiranía  de  Cabidea 
escitaba  turbulencias  en  su  rei* 
ne,  y  muchos  grandes  impiora-^ ' 
ron  oontra  su  monarca  la  pro- 
tección de  Justiniano.  Boacéa» 
reina  de  los  faunos  sabiros,  alia- 
da dellmperio,  venció  otra  tri- 
bu de  hunos,  mandada  por  dos 
reyes  amigos  dé  Cabádes:  la 
nueva  amazona  mató  á  uno  de 
ellos,  cojió  prisionero  al  otro,  y 
lo  envió  á  Jusliniano^  el  cual, 
creyéndole  Jefe  de  ladrones  y  no 
rey,  lo  mandó  aorcar^  Este  su- 
pKcie  Inspiró  mas  4error  que 
^indignación:  Gordas,  rey  de  los 
hunos  ée  la  Táuride,  concluye 
un  tratado  de  alianza  con  Justi- 
nieno,  y  abrazóel  cristiinismo; 
pero  no  pudo  convertir  á  sus 
subditos,  y  fué  destronado.  Jus- 
tinieoo  te  vengó, arrojó  á  los^bu- 
nos  de  la  Táuride,  y  se  tpodéró 
de  esta  península.  Xos  esclavo* 
nes  pasaron  el  Banubio  en  gran 
némero:  Justíniano  envié  con* 
4ra  elloe  &  su  sobrino  Jermano, 
jeneral  esforzado  é  independíen- 
te que  no  temia  ni  á  los  liárba- 
ros  ni  á  Teodora:  arrostró  el  o* 
dio  de  esta  princesa,  ganó  au  ea« 
limación,  destrozó  á  los  'escla-« 
vones,  y  los  persiguió  asta  mas 
allá  del  Danubio. 
La  naturvleía  se  mostró  entórn- 
eos mas  ^contraria  al  emperador 
34 


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IM 


HffTOBlA 


que  l«  fortüDa:  un  espacioso  te-* 
rremoto  destruyó  á  Autioqufa 
(528);  CHieo  mil  persas  pereció* 
Von  entre  las  ruinas,  y  siete  mil 
en  Laodicee  y  Seleucia.  Antío- 
quia  fué  reedificada,  y  se  le  dio 
el  nombre  de  Teópotis. 

El  emperador,  zeloso  del  eol- 
io católico  envió  su  profesioo  áh 
té  al  papa,  y  publicó  leyes  seve- 
ras contra  los  erejes:  —  desito 
Teodosio,  el  espíritu  de  secta  y 
de  partido  ren^riazó  al  de  la  car 
ridad.  r 

Los  obbpos  oblovlenofi  el  de^ 
recbo  impolftico  de  vijUar  á  los 
tribunales.  Una  ley  coocedió  á 
)a  iglesia  cien  años  de  prescrí- 
cion  para  sus  dereebos.  Otra  e^ 
eloyó  áel  episcopado  á  los  sa- 
cerdotes casados  que  tenían 
bijos. 

Ito  edicto  prescribió  las  fot* 
mas  que  debian  seguirse  en  la 
elección  de  los  obispos.  Proh* 
biéronse  los  juegos  de  aiar,  no 
romo  causa  de  crímenes,  aioo 
como  fuente  de  blasfemias» 

Los  ol>ispos  de  Rodas  y  de 
Dtóspolis,  acusados  del  crimen 
que  dicen  atrajo  sobre  Sodoma 
]^Gomorra  la  eólera  del  ciela, 
recibieron  un  castigo  ejemplar 
y  atroz,  pues  fueron  castrados 
en  la  plaza  publica  y  entregados 
en  espectáculo  al  pueblo  de 
o  nstantinopla.Elr pregonero  iba 


delante  gritando:  odHnp^r 
^áw^monekar  iQMMtidad  de 
vms$raearáeier. 

En  un  tiempa  ee  que  se  des- 
plegaba aquel  rigor  conira  el 
vicio,  Teodora  conoció  sin  duda 
que^lla  también  debía  á  U  opi-. 
nioo  jeneral  alguoa  espiacioo* 
ITno  desús  palacios  lo  coavirtiói 
en  casa  de  penitencia.  QuioiefK 
tas  mujeres  rameras  se  hicieroii 
monjas,  llorando  al  pie  de  loa 
aliares  el  mismo  potaismo  que 
babia  abierto  el  camino  de  Ja 
fortuna  y  del  trono  á  la  empe-i 
ratriz» 

Una  ley,  dictada  por  el  ver- 
dadero espíritu  del  cristianismo 
proibióá  los  zelosos  magnates  de- 
gradar, á  la  bumaniddd  con  una 
vergonzosa  mutilación,  á  fin  de 
tener  guardias  seguros  para  sus 
mujeres. 

Gomo  la  echaba  de  teólogo,  su 
aftcioQ  fué  una  desgracia  para 
el  estado.  No  puede  menos  de 
echársete  en  cara  su  rigor  con- 
tra los  erejes,  pues  concluyó  con 
caer*  en  la  erejía  y  por  perse- 
guir á  los  ortodocsos.  El  zelo 
de  la  opinión  le  animaba  om^ 
que^  amor  de  la  verdad.  A  las 
leyes  de  sus  predecesores  habla 
añadido  la  pena  de  muerte  para- 
aquellos  que  no  se  sujetasen  á 
los  dogmas.  Paganos,  judios»  e« 
rejes>  uian  de  todas  partes  mal- 


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Wft$L  BiAM  IWVMII* 


187 


Adéiidote:  oíros  toas  Turiban- 
'dos,  se  cUbiD  la  maerta:  tos 
«lontaiiistas  en  f  ryia  pegaron 
fuego  aso»  iglesias  y  sealNPasa- 
4DII  con  ellas;  los  samariUios  sé 
«üMevavosi  em  ttémero  de  cin- 
^eueota  mil,  robaodo  y  onaisodo 
MUi  qoe  roeroa  lodos  asesioa* 
4os.  La  despoblación  de  las  pro- 
vincias, j  el  odio  al  emperador 
7  tfl  erisUanisBíio  eran  la  cense- 
«coencia  Josla  de  sos  vejaciones. 

Al  confiscar  eoproreche  soyo 
Sos  bienes  de  los  ^ae  rensaban 
1>aQUiarse  con  sos  familias,  ma- 
nifestaba Jastiniano  que  el  in* 
teres  mas  bien  que  la  propaga- 
•clon  de  la  fé,  etftraba  ea  esia 
añedida. 

Los  godos  fuereii  los  únicos 
-qae  se  esceptuaron  del  rigor  de 
«stas  leyes,  porque  auá  vagaba 
^otre  elloB  la  sombra  de  Teode- 


No  babtendo  prodmcido  efec- 
to el  rigor  empleado  con  los  dos 
obispos  de  Rodas  y  Bióspolís, 
que  mencionado  dejamos,  el 
emperador,  mucho  despnes  en 
5S4  ameoaió  á  ios  culpaéies  por 
waa  ley  pobReada  en  la  cnaras- 
ma,  con  la^  penas  mas  rigorosas 
sino  hacían  penitenHa  en  la 
Pascua.^^Kiómo  contar  con  peni- 
lenda  semejante?  Todo  loea^i<f 
gó;  desterró  á  los  que  bacian 
iráteo  de  prosütodon,  y  esta*- 
bleciéla  pena  de  mnerte  i  los 
«que  después  se  descubriesen^ 

Un  lejislador  prudente  hubie* 
ra  debido  aoles^ecsaminar  si  to- 
das estas  toyes  podían  Secutar- 
se; si  podían  reformar  las  cos- 
tumbres de  una  nación  ^corrom- 
pida; si  aplicaban  4  les  desórde- 
nes «I  remedio  convenriente,  j 
hubíem  temido  hácei^  el  mal  pro- 


rico. El  emperador  mismo  man'l'ourando  hacer  el  bien. Efectiva 
dó  reconstruir  una  ig^lesia  á  los  |  mente   los    d^drdenes  fueron 


arríanos;  pero  la  primer  vez  que 
en  ella  se  reunieroo,  un  tropel 
de  fanáticos  linsiigados,  tos  ata- 
caron, y  degollaron  á  la  mayor 
parte.  Tamúm religio  poiuit  itui- 
«dsre  malorum  (1).  La  conduela 
del  principe  era  demasiado  fa-| 
"vorable  al  fanatismo. 

(1)    Locrcc  iib.  I,  T.  112.sEtte 
•veno,  dice  \iAimr%^  ámrmtá  Umto  como 


siempre  en  aumento;  lo  <ual  no 
deja  ftunca  de  suceder  cuando 
las  lof  es  irritan  las  pasiones,  sin 
op(Hierles  una  barrera  suficien- 
te. ¿No  bastaba  ver  á  naa  come- 
dianta  sobre  el  trono,  para  que 
Jos  vicios  públicos  insultasen 
al  principe  reformador? 

RB¥0UJG10H  decos  ábasbscok- 
TRA  su  lET. — £b  esta  época  fué 
el  monte  Caucase  teatro  de  una 
revolución  instructiva  para  los 


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IM 


HISTORIA   DBfc  ^hUO  IVfSUO. 


déspotas,  fii  reyée  losabases^ 
destruyendo  la  libertad  d(»  su 
pueblo^  se  babia  apoderado  del 
poder  absotato::  oprimia  á  sos 
vJisallos:  capaba  y  veadia  4  los 
qae  eaeitaban  so  desconfianza: 
ellos^  inclinados  i  la  indepen- 
dencia y  ann  al  crimen  por  el  es- 
ceso  de  la  desgracia  y  de' la  aer- 
vidambre^  se  rebelaron,  forza* 
ron  el  palacio  del  rey,  le  aseai» 
naron  y  abrazaron  el  cristfania- 
mo.  Un  enviado  de  JiMlioiano 
kabia  aoojldo  sos  qoejas  y  alen- 
tado sa  rebeLíMU 


El  emperador  bnbiera  mereu 
cidoelojloa  sise  bnbiese  limi^ 
lado áprotojer  ala  iglesia;  pera 
snzelo  se  cambió  en  (anatisnuH 
mandó  por  un  edicto  cerrar  laa 
escuelas  de  Atenea»  quesieraft 
asHo  del  paganismo  oran  tami» 
bien  el  énico  refujiode  las  cieo«> 
cias  qoo  no  tenias  loa  crisiia^ 
noa. 

La  persecución  de  los  idóla- 
tras y  orejes  produjo  conversión 
nes  fiojidas'y  nomerosaa  emi- 
gracionas. 


Fia  DZt  TOMO  nácuHOQoñraow 


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€09TSlffM8  llf  B8TS  VObVMftü^. 


CONTINUA  EL  LIBRa  DECIMDXERGEROl 


CAPITUIO  IX.  — HMffóiijo^.9  Ki  oocioiiiT»:  AfteAOTOy  sir  ommiTir 
«nucoAy  áLktaoOf  ata^to.-^  Estado  del  imperio.^— lofluenda  del^ 
crittitiiiiino,'— StiliroDi  minitlro  en  Occidente.  —  Rofino »  ministro- 
en  Oriente.— ^Honorio^  y  Arcadia  emperadores.— Repedioiiento  del^ 
imperio.  —Muerte  do  Rufino.  —  Eutropio ,  ministro  en  Oriente. ;— 
Rerolneion  en  Afiriea  causada  fOfvJildonw— Muerte  de  Jildon. — Asa«> 
daa  y  elevación  de  Alarico. — Huida  de  Honorio.— Derrota  de  AU- 
rico. — Vnelta  de  ilo»orí»  á  Roma^^—  Abolición  de  los  combates  de 
los  glajiadoret. — Invasión  de  Radagasio  en  Italia  y  batalla  de  Fio» 
renda» — Invasio»  de  loa  bárbaros  en  el  Ocddente.  ^<- Moerie  de 
Stilicon  y  sitio  de  Rom»  pOr  Alarico. — Saco  de  Roma  por  Alarico. 
-^Mnerte  de  Alayico.  —  Sn  sepulcro  ea  colocado  en  el  Tondo  de  un 
rio.— Elección  de  Alanlíb,  cuñado  de  Alarico.  —  Mueite  de  Cons* 
lantmo  y  de  su  hijo  Juliano»-^  Establecimiento  de  lo»  viiigodoe  eo 
la  Galia  Narboneose  y  principio  de  k  monar^ia  goda  de  Ea- 
fiaíU.i — Muerte  de  Ataolfo. — Muerte  de  Sin  jarico.  —  Conquistas  de 
Valia,  cu  Espaila..— Triunfo  ve^onaosu  de  Honovio  en  Roma.  —  Ce« 
sion  de  la  Aquitania  á  los  visigodos.  —  Estado  del  impedode  Orien- 
te.—•  Revoloddn  en  Frijia.— Muerte  de  San  Juan  Crisdstomo.  — 
Muerte  de  Areadio.^-Muerte  de  Constando  y  de-Honorio.—  Lijero 
bosquejo  de  loa  papta  desde  San  SíHreatre  basta  Inoeendo  primero. 

CAP.  X — £x  OCCIDBHTB,  YALBVTIIIIAIIO  III  T  PLACIOIA  $V  MAMIK:  BK 
OaiBMTB  ,  TB0008I0  II  T  PVLQOBRl A  SU  If  AMIB  ,  MA&CIAHO :    BM   M8   DOS 

iMPBRios «  ABCiD,  JBiiSBBico  f  attua  t  TBODouco. — Valentiniauo  III» 
emperador  de  Occidente. ^-Retrato  y  asadas  de  Jenserico. — Derrota 
de  loa  romanos  en  África  y  sitio  de  flipona.— «Desgracia  y  buida  de 
Aecio.  — Toma  de  Cartago  por  Jenserico.  —  Historia  de  loa  aiete  dar- 
mientea.— Pea  de  Teodoaio  II  con  Attila. — Retrato  de  Attila.— 
Muerte  de  Teodoaio  y  advenimiento  de  Pulqueria  al  tronow—  Mar- 
ciano, emperedor  de  Oriente. — Crueldad  de  Jenaerico.— Inv^aion 


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láunicot.  —  Muerte  de  Teodinrico  y  d«rroU  d[e  AUtU. — Esped^cioa 
de  AUiU  en  lulia.-*  Muerte  de  AttiU.  —  Muerte  de  Aecio.  —  Etce- 

fo  vergomoH)  y  muerte  de  Valenftiniano • 71 

CAP.  XI. — ^Eii  ocouNiirri:  VACsmo,  avita  ,  hatomaho,  uno  iivaao^ 
ANTimb,  oiTBaiOy  eu^i&ro.  juuo  kbpoti  t  avgüítuío.  — jisnAcct 

BARBAaOS  :  VBNSBBICO,  RICIWBao  T  ODOACBO.  BR    OEIBNTB  :   lIARCIAtItt, 

LBOR,  a»ROii,  BHPBBADORBS.  —  Márstmo,  emperador.— ^ l.oft  yéndeloe 
saquean  á  Roma.-^-Avito,  emperador. — AsRÜat  de  Ricimero:  muerte 
de  Avito.  —  Mayoriano ,  emperadoi:. — Guerra  con  4qa  vitigudot  y  ai- 
tío  de  Lugduuo  — Muerte  de  Mayoriano. — Libio  Severo,  emperador. 
— Antemio,  emperador.-^Ottbrio,  emperador.  —  Muerte  de  Ricime-* 
To.— Rerdlocion  de  Orestes. — Muerte  de  Nepote. — Augustiilo,  últi- 
mo emperador  de 'OccidenU. — ConqubU  de'4i  Italia  por  Odomcro»  y 
«*uÍRR  del  imperio  de  Occidente. — Ultimo  decreto  del  jentdo. — ^Muer- 
«le  de  Attguttulu.  — »Condu»ioR.  «•.••..*•••  ^  .•«  ^  ••  -  ^  ••   •       465 

IISTORIA  NODem. 

LIBRO    BEGIMOCUARTO. 

COBTnrüA  BL  BAJO  iMPKmo. 

CAnrULO  miMERO.— Caída  del  imperio  de  Occidente. — 'Caudro 
de  loe  acoalecimtentoi  anteriores  é  esta  caiáa.<— >#retrntionea  de  As- 
par al  poder.  «^  Bleccion  de  León  por  el  senado,— Elevación  de  An- 
temio al  trono.  — Causa  del  odio  de  Xenón  cotftra  los  •citólieos.-'^ 
Acontecimiento  ett  la  Galia.  — Conspiración  de  Aspar  contra  León. 
•—Erupción  del  Vesubio. -^  Muerte  de  Antemio. — I^eon  11,  nem» 
lirado  augusto.-*- Re jencia  de  Zenon. — Su  elevatinn  sl*ihrono.— 
Invasión  de,  Jenseríco  en  el  imperio  de  Orieitte. —'Conspiración  en 
favor  de  Basilisco.  —  Basilisco ,  emperador.  —  Muerte  de  ^Basilisco.— « 
fieoólico  de  Zenon.— Edicto  de  Veri  na.  —  Espedicion  de  Teodorieo 
-en  Itolis.  —  Guerra  entre  Odoacro  y  Teodorico.  — ^Batalle  del  Adda: 

■*  ios  oMrogodos  dtteÜos  de  Italia.  -^  Muerte  de  Odoaoro  por  la  perfi- 
dia de  Teodorico. -*  Teodorico,  rey  de  luKa.  —  Sn  goliíemo. — Sa 
conducta  porítíca.— Crimen  de  la  emperalrit  Arkdtia  y  muerte  de 
Zenon.  — Líjeit»  bosquejo  de  los  papus,  desde Zosimo  hasU  Félia  Uf.      ^2t 

CAP.  IL— Anastasio,  mpsRAnoR.  — iuramfiMo  de  Anastasio  — Re- 
trato de  Anastasio.— Atafias  de  Justino.  -^Guerra  con  «los  sarrace^ 
aos  y  búlgaros. — Invation  de  Cabédet,-rey  de  Persia,'en  Armenia. 
—  Sitio  de  Aanda  por  CaMdes. — Alianaa  de  Anastasio  y  Clodoveo, 
y  consulado  de  este.  «^Guerra  de  re]i)ion.-^Conjoracion  de  Vitalia* 
mo  f  sitio  de  Coiiltaoléocqpla.«-1i«eHf  de  Aiiislisiot  •.••'••.•.. 


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CAP.  K.  •^hamnmó ,  wmvtwfíVK  —  Frf  t«iiM«nc»  át  Amancur  al^  po» 
der.  — -  Elección  de  Jytlino  po»  •!  r íérrito.  —  A«liuiiiiaCra£Íoa  d& 
Proclo.— Retrato  de  Lapkiae,  ||or  fobreoombre  Eufeoiia. — Sedi- 
don  de  Ut  bocíoae»  del'eiivo» —  DN4ffden<a  de  U  &orio«  etul  — - 
Priroeves  «mpmee  de  BeiSMrío. — Bmkeíada»  y  muer  le  M  pap»  Juaa  h 
— I>eagracta  de  Boecio  j  de  Siromaco.  —  Condeoecíoa  y  muerte  de 
BoectOi-^Moerle  de  Simmar o.  —  Muerte  de  Tfodorico. — Reiencia  de 
Amataaaiita.-— AMlerioo,  rey  de  Italia. — Jeatinia«o,  emperador  — 
MiierUde  Jattioo.  • ^ ié9* 

CAP.  (V.— JlraTiHiANVo,  Bin»iaAi»oa. — Retrati^  de  Jbatiniano.-^Retra* 
tode  la  emperatriz  Teodora.— M a tv'arioa  rie  doa  obiipo*i — Peniten- 
cia de  Teodora  f  de  quinientas  rameras^ —  Revolución,  de  los  abase»- 
contff^su  rey. — Guerra  oon  Cabéi^es,  r^y  de  Persia*,  j  batalla  de 
Dará  por  Bettaarto  — Orijcn  de  los  eacbvonea* — Nueita  gnerra  con 
los  ptfeas,  j  baUlla  de  Cá^inira. — Paa  ron«  la  Prraia.*— Querellas  delt 
Circo^r— Revolución  del  pueblo  en  faiFor  de  Ife  faecion  verde.— ^Tu- 
multo esdtado  por  Hipacio  j  Pompeyo,  aobrinos  de  Justino. — A^ 
sesinalos  en  ek  circo»-^Cot»ifuista  de  Afmca  por  BaÜaario. —  Usur- 
pación de  Jelimer. — Preparativos  de  ^ter^*»  contra  los  vándalos,— ^ 
Marcb»  de  Belisario.—  Inveoaion  de  las  sedales  ,  atribuida  á  Belua- 
rio.— AaaSas  de  Juan,  jeneral  romano. — Victoria  de  Belisario  som- 
bre Jelimer ,  y  aa  anteada  en  Cartagn.*- Muerte  de  Juan  por  la  tor- 
ptia  ót  no  soldado» — Carta  de  Faras  á  Jelimen—- Entrada  triunfan- 
te de  Belisario  en  Constanliiioplaw —  Redacción,  de  los  códigos  po» 
Tftboniano. — ^El  Dijésta  y  las  Pandectas. — Las  instituclonea  de  Jus- 
tinlano»— -Las  novelas^ — Rejencia  de  Amalasunta..— Crépol»  yesce-^ 
aoade  Ati|larico«  su  h\\(h — Conspiración  contra  Amalasunta. — Muer- 
te de  AtalaricA. — Elevación  y  cvimenes  de  Teodalo. — Muerte  de  Ama^ 
laaonta* — Conquista  de  Sicilia  por  BeNsavio. — Llegada  de  BelifariO' 
á  Carlago. — Conducta  de  Teodato.-^Conquista  de  U  Italia  meridio- 
nal pov  Belisario. — Lleaada  de  Belisario  á  Rom»..— Ma»cba  de  Vi- 
tifCi  sobre  Roma  — Peligro  y  valiente  defeusa  de  Belisario.  — Sitio  y 
l»atalla  de  Roma. — Muerte  del  papa  SUveriu.*— Toma  de  Milán  por 
los  bárbaros» — Sitio  y  toma  de  Roma  por  Be KsariOw— Desgracia»  dea« 
tierra  y  moette  de  Juan  de  Capadocia.— Beliaario  es  nombrado  jene- 
ral de  Oriente.  — Retirada  y  dcs|raria  de  Belisario. —  Embajada  da 
Coaroes  á  Belisario. — Pat  entre  Bf  lisario  y  Cosroes. — Trabajos  de 
Justiniano.— Badoelsi  por  sobrenombre  Totiia,  es  rey  de  loa  godos. 
——Enfermedad  de  Justiniano  —Desgracia  y  reabilítacion  Je  Belisa- 
rioi— Su  marcha  contra  Totiia. — Toma  de  Roma  por  Totiia» —  En- 
trada de  Belisario  en  Roma. — Muerte  de  la  emperatrtí  Teodora. — 
Retiro  voluntario  de  Belisario.— Nueva  toma  de  Roma  por  Totiia. 
— Retrato  del  jeneral  Narsés.— Su  lleg«da  á  lUlia.<-«Batalla  entre 
Narsés  y  totilt. — Derrota  y  muerte  de  Totiia. — ^Teya,  rey  de  loa  go- 
dos.—Su  muerte  valerosa.  —  Sitio»  bloqueo  y  capitulación  de  Ca- 
maa.— Sumisión  de  loa  godos.— Destrucción  de  su  imperio.— Es- 
critoa  reiijiosoe  de  Justiniano.— Mnertc  del  papa  Viiilio.  — -  Revoln« 


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don  de  EiptEa.— ApvrtcioB  delot  turcM.— ^mtsiiób  6t^m  érébet  f 
de  los'hoaot.— -Armáineiito  de^Ber^Mm.—- Trioafo  f  desgracia  de  Be- 
lisario. — Deicobriiniento de-UngayanM de  teáa.-^-ConapiracioB  con* 
tra  JatUniaao  y  prnion  de  Beluario  por  este  motivo* — La  mendici- 
dad y  cegoera  de  Belitario  toa  una  mentira,  —  Muerte  de  Beliw* 
•rio.— «Motrle  de  JofiimaBO^.  .....  ^  ...  ^  .  ^ ^  .  .      M4 


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