Skip to main content

Full text of "Homenaje [a la memoria del General González Pacheco]"

See other formats


,F  2325 
.G  6677 


UNIVERSITY    OF    NORTH    CAROLINA 


BOOK    CARD 

Please   keep    this   card  ¡n 
bock   pocket 


i    " 

czr; 


u   r 

í 


THE  LIBRARY  OF  THE 

UNIVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 


ENDOWED  BY  THE 

DIALECTIC  AND  PHILANTHROPIC 

SOCIETIES 


F2325 
.G6677 


This  book  is  due  at  the  LOUIS  R.  WILSON  LIBRARY  on  the 

last  date  stamped  under  "Date  Due."  If  not  on  hold  it  may  be 
renewed  by  bringing  it  to  the  library. 

mlE              RET 

DATE 
DLE 

Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2012  with  funding  from 

University  of  North  Carolina  at  Chapel  Hill 


http://archive.org/details/homenajealamemorOOcara 


HOMENAJE 


CARACAS 
IMPRENTA  NACIONAL 
1911 


HOMENAJE 


CARACAS 

IMPRENTA  NACIONAL 

1911 


Caracas:  29  de  marzo  de  191 1. 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco,  Gobernador  del 
Distrito  Federal, 

Mi  estimado  amigo: 

He  hecho  practicar  por  persona  competente  una 
visita  al  Cementerio  General  del  Sur,  y  he  tenido  el  pla- 
cer de  informarme  de  que  las  medidas  y  disposiciones  de 
usted  han  transformado  aquella  necrópolis  y  héchola 
digna  de  una  sociedad  cristiana  y  civilizada,  por  cuya 
circunstancia  lo  felicito  á  usted  cordialmente ;  pero  al 
mismo  tiempo  he  tenido  la  pena  de  saber  que  la  tumba 
que  guarda  los  restos  del  malogrado  General  Rafael  Gon- 
zález Pacheco  se  encuentra  casi  en  abandono  y  desdice 
de  las  virtudes  cívicas  y  del  valor  heroico  de  tan  insigne 
militar. 

Habiendo  muerto  el  General  González  Pacheco  muy 
lejos  de  su  hogar  doméstico  y  siendo  sus  deudos  pobres 
de  recursos  materiales,  yo,  que  fui  su  amigo  y  que  ad- 
miré sus  cualidades  individuales  y  sus  virtudes  públicas, 
deseo  que  la  tumba  que  guarda  sus  cenizas  corresponda 
á  sus  grandes  merecimientos ;  y  al  efecto  confío  á  la  efi- 


cacía  de  usted  levantarle  un  túmulo  adecuado,  en  cuyo 
pie  se  grabe  esta  inscripción : 

A  la  memoria  del  valiente  y  virtuoso  General  Rafael  González  Pacheco 
Su  amigo,  JUAN  VICENTE  GÓMEZ -19 II. 

Yo  espero  que  usted  experimentará  complacencia  al 
cumplir  el  encargo  que  me  permito  cometerle,  porque  sé 
que  usted  aprecio  en  alto  grado  las  virtudes  del  General 
González  Pacheco. 

t 

Soy  su  amigo, 

J.  V.  GÓMEZ. 


Caracas:  29  de  marzo  de  191 1. 
Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Presente. 
Mi  respetado  Jefe  y  amigo  : 

Me  he  impuesto  con  verdadero  regocijo  patriótico 
de  su  notable  carta  que  en  esta  misma  fecha  he  tenido  el 
honor  de  recibir  de  usted.  Ella  me  ha  producido  una 
indeleble  fruición,  y  debo  decirle  que,  hoy  como  siempre, 
el  noble  proceder  de  usted  se  hace  superior  á  toda  pon- 
deración, porque  arranca  usted  del  seno  de  la  ingratitud 
que  le  llevó  á  la  tumba,  á  uno  de  nuestros  militares  más 
pundonorosos,  que  rindió  su  vida  en  aquella  hora  men- 
guada para  la  justicia  y  el  propio  mérito ;  que  murió,  más 
que  de  cruel  enfermedad,  de  aguda  pena,  de  esa  pena 
imborrable  que  escarnece  el  ánimo  y  lo  amarga  cuando 
sobre  los  actos  de  lealtad,  sobre  el  sacrificio  heroico  ren- 
dido á  todo  instante,  sobre  el  rudo  batallar,  ora  en  los 
campamentos  guerreros,  ora  en  las  faenas  de  la  paz,  sólo 
se  consigue  por  recompensa  la  ingratitud  que  aniquila  y 
el  gesto  de  la  indiferencia,  propio  de  las  almas  mezqui- 
nas, que  es  el  más  agudo  dardo  que  puede  clavarse  sobre 
el  corazón  de  los  hombres  de  honor. 

El  Doctor  y  General  González  Pacheco  falleció  an- 
tes de  que  á  esta  acción  rehabilitadora,  que  se  ejerce  de 
diversas  maneras  en  toda  la  República,   le  hubiera  sido 


—  6  — 

posible  impartirle  la  justa  gloria  á  que  eran  acreedores 
sus  méritos  excelsos  de  ciudadano  y  sus  perínclitas  vir- 
tudes de  guerrero. 

Murió  ¿quién  no  lo  sabe?  abandonado  de  aquel 
régimen  político  al  cual  consagrara  sus  grandes  energías, 
rodeado,  sí,  de  una  pléyade  de  leales  que  sobre  su  tumba 
ofrendaron  lo  que  aún  todavía  era  la  única  gloria  de  su 
tumba :  el  recóndito  homenaje  de  sus  lágrimas  ! 

Hoy  sobre  aquella  fosa,  tan  sólo  glorificada  por  el 
llanto  de  bravos  oficiales,  se  alzará,  en  fraternal  comunión 
de  sinceridad  y  de  justicia,  ese  túmulo  que  usted  le  de- 
dica y  en  cuya  inscripción  la  posteridad  encontrará, 
siempre  de  presente,  la  magnanimidad  de  su  alma  presta 
á  rescatar  del  polvo  del  olvido  y  de  las  ingratitudes,  la 
memoria  de  los  hombres  ilustres  y  el  ejemplo  edificante 
de  las  virtudes  de  aquel  eximio  ciudadano. 

Estas  intensas  emociones  he  experimentado  con  la 
lectura  de  su  importante  documento;  y  procederé  al  es- 
tricto cumplimiento  de  tan  honrosa  comisión,  teniendo 
siempre  como  sagrada  inspiración,  de  una  parte,  el  nobi- 
lísimo propósito  de  usted,  y  de  la  otra,  el  aprecio  que  en 
alto  grado  sentí  por  las  virtudes  de  mi  inolvidable  amigo 
el  General  González  Pacheco. 

Su  subalterno  y  amigo, 

F.  A.  Colmenares  Pacheco. 


Doctor  y  General  R.  GONZÁLEZ  PACHECO 


GENEKAL  F.  A.  COLMENARES  PACHECO. 

GOBERNADOR  DEL  DISTRITO  FEDERAL, 

Considerando  : 

Que  el  Benemérito  General  Juan  Vicente  Gómez» 
en  notable  carta  que  es  ya  del  dominio  publico,  dispone 
erigir  sobre  la  tumba  del  Doctor  y  General  R.  González 
Pacheco  un  monumento  simbólico  que  diga  de  los  mé- 
ritos de  aquel  ciudadano  eminente,  como  de  las  preseas, 
de  aquel  pundonoroso  militar ; 

Considerando  : 

Que  tan  noble  pensamiento  de  justicia  nacional  para 
con  un  venezolano  que  se  distinguió  en  el  proceso  de 
nuestra  vida  política,  por  el  caudal  de  sus  virtudes  libera- 
les, ha  sido  recibido  con  singular  complacencia  por  la 
opinión  pública,  justiciera  y  reivindicadora; 

Considerando  : 

Que  tales  actos  en  que  se  rescata  del  olvido  y'para 
la  gloria,  la  memoria  de  los  hombres  superiores,  deben 
conservarse  en  forma  imperecedera  para  galardón  del 
propio  mérito  y  ejemplo  digno  de  imitarse ; 

Considerando : 

Que  el  aplauso  por  tan  elocuente  homenaje,  que  la. 
amistad  del  General    Juan  Vicente  Gómez  dedica  á  la 


'memoria  del  Doctor  y  General  R.  González  Pacheco,  se 
ha  manifestado  de  una  manera  expresiva  en  la  múltiple 
correspondencia  que  ha  publicado  la  prensa, 

decreta  : 

Artículo  i°  Recójase  en  un  folleto  todo  lo  refe- 
rente al  noble  proposito  iniciado  por  el  General  Juan 
Vicente  Gómez,  cuyo  folleto  contendrá  en  primer  tér- 
mino la  carta  dirigida  por  él  al  Gobernador  del  Distrito 
Federal  y  la  contestación  de  éste ;  los  rasgos  biográficos 
del  extinto;  la  correspondencia  que  sobre  el  particular  se 
ha  publicado,  y  un  fotograbado  del  túmulo  que  se  levan- 
tará sobre  la  fosa  donde  yacen  los  restos  del  eximio  ciu- 
dadano á  quien  se  rinde  este  homenaje. 

Artículo  29  Se  designa  para  formar  dicho  folleto 
al  ciudadano  Doctor  Miguel  Castillo  Amengual. 

Artículo  30  Los  gastos  que  ocasione  la  ejecución 
de  este  Decreto  se  pagarán  por  la  Administración  Ge- 
neral de  Rentas  Municipales,  con  cargo  al  ramo  de  "Im- 
previstos." 

Dado  en  el  Palacio  de  Gobernación  y  Justicia  y 
refrendado  por  el  Secretario  del  Despacho,  en  Caracas,  á 
diez  y  siete  de  abril  de  mil  novecientos  once. — Año  ioi° 
de  la  Independencia  y  53o  de  la  Federación. 

F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

El  Secretario  de  Gobierno, 

Juan  Liscano. 


RAFAEL  GONZÁLEZ  PACHECO 
(Rasgos  biográficos) 

Vibró  su  nombre  en  Lara  como  el  acento  de  un 
clarín  de  guerra  y  repercutid  en  el  País  como  el  eco  de 
una  música  militar  que  llamara  á  triunfo.  La  mano 
brutal  de  la  envidia  apago  el  acento  y  enmudeció  los 
ecos,  y  las  paredes  del  ataúd  hicieron  silencio  sobre  la 
callada  majestad  de  aquel  gran  desaparecido,  ante  cuyo 
recuerdo,  armas  al  hombro,  se  incorporan  sus  Te- 
nientes valerosos  y  un  sonoro  toque  de  triunfales  dia- 
nas se  oye  repercutir  tras  de  su  nombre.  El  corazón 
generoso  del  Benemérito  General  Juan  Vicente  Gómez 
lloró  sobre  aquella  tumba  lágrimas  de  compañerismo 
muy  sincero,  limpió  con  ellas  el  polvo  de  olvido  que 
cubría  aquel  recuerdo,  y  la  conciencia  nacional  ha  oído, 
con  santo  regocijo,  la  voz  del  Magistrado  que  pide  se 
levante  el  velo  de  ingratitudes  y  emulaciones  bajo  el 
cual  quiso  ocultarse  el  resplandor  viviente  de  aquel  mé- 
rito extinto. 

El  General  Colmenares  Pacheco,  en  cuyo  corazón 
amplio  cabe  todo  lo  noble,  presta  oído  atento  al  querer 
de  su  Jefe  y  se  encarga  de  realizar  el  pensamiento,  en 
hora  feliz  acariciado  por  el  General  Gómez,  y  el  País 
acoge  la  nobilísima  idea  con  el  eco  de  un  solo  aplauso, 
que   desde  las    riberas  del  Caribe  hasta  los  ventisqueros 


andinos  saluda  el  nombre  del  Magistrado  ecuánime,  que 
no  olvida  á  quienes,  caídos  en  la  sombra  de  la  muerte  y 
del  olvido  fueron  actores  ó  testigos  de^  épicas  proezas 
militares,  en  las  cuales  jugaron  su  vida,  con  desprecio  de 
sí  mismos. 

Bendita  la  mano  generosa  que  barre  el  polvo  que 
cubre  aquel  nombre  y  llama  con  voces  de  resurrec- 
ción sobre  el  profundo  silencio  de  aquella  tumba  olvi- 
dada, en  cuya  cruz  teje  la  neblina  mañanera  finas 
japonerías  de  sutilísimos  encajes  y  los  vientos  susurran 
una  plegaria  en  que  se  mezclan  los  ayes  de  soldados 
caídos  gloriosamente  frente  á  Peñas  Negras,  emba- 
rrancados en  el  cauce  del  Turbio,  vencidos  por  la  fatiga 
y  el  hambre  en  la  ascensión  del  Picacho  de  Nirgua, 
victimados  en  Tinaquillo  ó  resistiendo  con  esfuerzos 
soberanos  en  la  cuna  de  los  bravios  Teques  el 
empuje  soberbio  de  las  huestes  contrarias.  Generoso 
el  corazón  que  oyó  en  medio  al  silencio  de  la  Ne- 
crópolis las  voces  exultantes  de  los  muertos  que  piden 
Paz,  Recuerdo  y  Justicia  en  la  hora  de  las  reparaciones 
nacionales ;  y  feliz  el  espíritu  liberal  que  va  á  galardonar 
en  el  recuerdo  el  mérito  del  compañero  y  del  amigo 
caído  en  hora  doliente,  sin  contemplar  en  ruinas  el 
funambulesco  castillo  de  orgullo  en  que  se  asiló  un  día 
el  detractor  de  todo  mérito  y  envidiador  de  toda  gloria. 

#  * 

Narrar  la  vida  meritísima  del  leal  Soldado  Trujilla- 
no  no  será  tarea  difícil  á  mi  pluma,  porque  si  me  faltan 
aptitudes  sobran  méritos  en  González  Pacheco  y  suplen 
ellos  las  deficiencias  de  quien,  pequeño  para  compren- 
derlo, se  engrandeció  con  su  cariño  y  se  honró  con  toda 


—  i3  — 

•su  confianza.  El  recuerdo  de  su  amistad  y  de  su  bene- 
volencia disculparán  el  intento  de  mi  voluntad,  al  acep- 
tar el  cometido  que  el  General  Colmenares  Pacheco 
me  confió,  porque  ellas  me  obligan  á  hacer  un  sobre- 
esfuerzo  de  aptitudes  y  á  corresponder  siquiera  sea  con 
él,  á  un  honor  que  estimo  más  digno  de  quien  me  lo  tri- 
buta, por  generoso  y  amigo  de  la  juventud,  que  de  mis 
muy   pobres  facultades  de  escritor. 

La  personalidad  política  de  González  Pacheco  se 
destacó  en  Lara,  en  todo  su  poder,  y  las  cumbres,  los 
topos,  las  hondonadas  y  caminos  vieron  desfilar  al  gue- 
rrero á  la  cabeza  de  diezmados  batallones,  con  gesto 
marcial  de  vencedor,  él,  que  estaba  vencido  por  su  mé- 
rito, por  su  prestigio,  por  su  nombre  y  por  sus  hazañas 
y  minado  llevaba  su  organismo  por  la  enfermedad  y  su 
espíritu  leal  por  la  inconsecuencia  y  el  temor  á  su  nom- 
bre y  sus  acciones.  Allí  respetó  todo  derecho,  encumbró 
todo  mérito,  no  hirió  ningún  interés  y  logró  captarse  el 
cariño  de  todo  un  pueblo  que  aún  le  llora  con  sentidas 
lágrimas  de  gratitud  y  que  ha  acogido  el  testimonio  in- 
valorable de  cariño  que  á  su  memoria  hace  el  Benemé- 
rito General  Gómez,  como  la  manifestación  de  deferencia 
más  elocuente  que  el  digno  Primer  Magistrado  Nacional 
tributa  á  aquel  pueblo  noble  que  lo  quiere  y  secunda  en 
su  alta  labor  de  progreso  y  engrandecimiento  patrio. 

Yo  vengo  de  presenciar  cómo  fué  en  Lara  acojido 
el  noble  pensamiento  del  General  Gómez  y  sé  que  al'á 
ha  tenido  repercusión  simpática  el  querer  del  Magistra- 
do que  se  hace  cada  día  más  digno  de  nuestro  agradeci- 
miento, pues  supo  quitar  de  los  hombros  del  País  el  peso 
de  ignominias  que  lo  embargaba  y  coloca  hoy  á  Vene- 
zuela en  puesto   de  honor   en  el   concierto  de   la  civili- 


—  14  — 

zación,  bajo  el  mismo  sol  de  epopeyas  que  iluminó  su 
cuna,  en  los  amaneceres  de  la  Libertad. 

No  quiere  permitir  el  liberal  Magistrado  del  Dis- 
trito Federal  que  se  pierda  el  eco  gratísimo  de  la  acción 
noble  de  su  Jefe  el  Benemérito  General  Gómez  y  ordena 
que  el  conjunto  de  los  aplausos  resuene  entre  las  pá- 
ginas del  libro  junto  á  las  acciones  nobilísimas  de  valor 
de  aquel  heroico  soldado  trujillano,  caído  en  el  hueco  de 
la  tumba  cuando  próximo  estaba  á  brillar  el  Sol  de  las 
Reivindicaciones  ciudadanas. 

Y  como  quien  porta  reverente  ante  el  santuario  de 
su  fe  política  las  perfumadas  flores  del  recuerdo,  yo  me 
honro  y  honro  mi  humilde  pluma  trazando  los  contor- 
nos y  perfiles  de  esta  gallarda  figura  del  liberalismo  vene- 
zolano, correspondiendo  al  alto  honor  que  nunca  sabré 
agradecer  lo  bastante. 

* 

*  * 

De  la  unión  conyugal  del  Doctor  y  General  José 
Emigdio  González,  antiguo  Gobernador  de  la  Provincia 
de  Truji^o,  Abogado  de  la  Universidad  de  Mérida,  De- 
legado á  la  Convención  que  el  año  de  1864  se  reunió  en 
Valencia,  Presidente  varios  años  del  Estado  Trujillo  y 
del  grande  Estado  Los  Andes,  Senador  y  Diputado  al 
Congreso  Nacional,  Rector  del  Colegio  Nacional  de 
Varones  de  Trujillo  y  distinguido  hombre  publico  del 
País,  con  la  distinguida  dama  merideña  señora  doña 
Isabel  Ana  Pacheco,  nació  en  Santiago,  pueblo  del  Es- 
tado Trujillo,  el  día  7  de  enero  del  año  de  1857  el  Doc- 
tor y  General  Rafael  González  Pacheco,  destinado 
á  .brillar  con  luz  intensa  en  el  cielo  de  la  República  y  á 
extinguirse  después,   dejando  la   estela  de   su   paso  y  el 


—  i5  — 

recuerdo  de  su  bondad  como  galardón  y  presea  de  sus- 
victorias. 

Su  maestro  de  primeras  letras,  el  honorable  anciano 
señor  don  Tomás  Rodríguez,  vive  aún  en  la  histórica 
ciudad  de  Coro  y  fué  su  mano  temblorosa  la  que  señalo 
al  niño  los  primeros  rudimentos  de  la  enseñanza  prima- 
ria, descorriendo  á  su  cerebro  infantil  los  pórticos  dora- 
dos de  la  Luz. 

Junto  con  sus  hermanos  Julio  y  Manuel,  años  des- 
pués, obtuvo  en  Trujillo  el  Bachillerato  en  Filosofía  y 
luego,  en  la  Universidad  Central  de  Caracas  recibió  el 
Doctorado  en  Ciencias  Políticas.  Siendo  estudiante, 
en  1879,  se  alistó  en  el  ejército  revolucionario  coman- 
dado por  los  Generales  José  Ignacio  Pulido  y  Ramón 
Ayala,  á  la  sazón  en  Petare,  y  después  de  marchas  y 
contramarchas  por  Baruta,  Piedra  Azul,  el  Rincón  y  Las  • 
Palomeras,  en  donde  González  Pacheco  oyó  por  pri- 
mera vez  las  descargas  enemigas,  cayó  prisionero  en  i 
Guarenas,  en  donde  terminó  la  Revolución. 

Comienza  á  destacarse  ahí  la  figura  militar  del  Cau- 
dillo de  Occidente,  quien  abandona  las  aulas  y  marcha 
al  campamento,  enardecido  su  corazón  de  joven  por  el 
vivaquear  de  los  ejércitos  y  empujado  por  la  onda 
revolucionaria  que  cercaba  yá  el  Capitolio  Nacional. 

En  1 88 1  recibe  en  Caracas  su  título  de  Doctor  en 
Ciencias  Políticas,  obteniendo  brillantes  calificaciones  y 
regresa  á  Trujillo,  de  donde  va  á  Europa  en  su  anhelo 
de  perfeccionar  sus  conocimientos  en  Jurisprudencia, 
para  regresar  de  nuevo  á  Trujillo,  en  donde  por  poco 
tiempo  ejerce  su  profesión  y  regenta  una  Cátedra  en  el 
Colegio  Nacional,  dedicándose  á  las  faenas  agrícolas  en 
la  hacienda  de  su  padre  y  sin  mezclarse  en  la  política  por- 


—  i6  — 

especial  insinuación  de  su  progenitor,  quien  há  tiempo 
venía  separado  de  ella  y  aconsejaba  á  sus  hijos  no 
tomar  cartas  en  el  pugilato  político  del  País. 

Sin  embargo,  en  1892,  muerto  su  padre,  es  nom- 
brado Jefe  de  Estado  Mayor  de  las  fuerzas  comandadas 
por  el  General  Federico  León,  en  recorrida  militar  por 
Boconó,  de  orden  del  General  Diego  Bta.  Ferrer,  y  así 
comienza  su  vida  efectiva  de  militar,  que  un  día  vislum- 
brara de  cerca  el  sol  del  éxito  y  otro  día  fatal  vio  decli- 
nar su  estrella,  desgastada  con  el  propio  brillo  con  que 
iluminó  por  sobre  las  bayonetas  de  sus  soldados  los 
senderos  del  triunfo  y  del  honor.  Estrella  que  en  el 
Occidente  fué  un  fanal  que  guió  los  pasos  de  quienes, 
enamorados  de  la  Gloria,  abandonaron  sus  hogares  y  tras 
la  figura  militar  y  guerrera  del  Bayardo  trujillano  se 
fueron  por  cuantos  son  caminos  de  peligros,  a  conquistar 
nombre  y  honra  bajo  las  banderas  triunfadoras  de  quien 
siempre  empeñaba  duelos  desiguales  y  siempre  tenía 
abiertas  á  su  paso  las  puertas  de  Retiradas  heroicas  que 
valían  por  mil  triunfos. 

Desempeña  luego  el  Doctor  González  Pacheco  en 
1896  el  cargo  de  Gobernador  de  Trujillo  y  el  6  de  abril 
de  1898  es  proclamado  y  reconocido  como  Jefe  del 
Partido  Liberal  Trujillano,  cargo  del  cual  en  vida  no 
lo  relevó  ni  su  indefinida  ausencia  del  heroico  pueblo  an- 
dino, ni  sus  triunfos  y  luchas  en  Lara,  que  lo  hicieron 
también  Jefe  de  las  mayorías  liberales  de  este  Estado, 
pues  al  lado  de  él  colaboraron  Juárez,  Solagnie,  Mon- 
tilla,  Narváez,  Gutiérrez,  González,  Vásquez,  Lis- 
cano  y  todo  cuanto  de  más  notable  posee  en  tierra 
larense  la  noble  idea  liberal. 

El  12  de  mayo  de  1898  estalla  en  Trujillo  la  Revo- 
lución encabezada  por  el   Doctor   y    General  Leopoldo 


—  i7  — 

Baptista,  y  el  pataca  González  Pacheco  las  posiciones 
de  Chipuen  que  aquél  ocupa,  de  donde  es  retirado  á 
Pampanito  y  sigue  marcha  en  solicitud  del  general 
Morales.  Libra  en  esta  campaña  las  acciones  del  Calle- 
jón de  Chipuen  (sin  importancia),  toma  la  Plaza  de  Bo- 
cona que  defendía  el  General  Víctor  Manuel  Baptista  y 
se  retira  en  Niquitao,  obligado  áello  por  la  circunstancia 
de  que  adelantado  todo  el  grueso  del  Ejército  bajo  las 
órdenes  del  General  Montilla  hacia  /ajó,  donde  debía 
encontrarse  con  el  General  Morales,  quien  bajaba  de 
Merida,  González  Pacheco  quedó  sólo  con  un  grupo 
de  oficiales  y  algunos  pocos  hombres  de  tropa  para  re- 
sistir el  empuje  de  un  numeroso  ejército  revolucionario 
comandado  por  valientes  oficiales,  los  cuales  le  vieron 
retirarse  bajo  el  fuego,  luchando  ! 

González  Pacheco  libró  innúmeras  batallas  reñidí- 
simas, las  cuales  comprometía  sin  medir  la  desigualdad 
en  número  de  sus  aguerridos  compañeros  con  la  de  sus 
contrarios ;  porque,  militar  previsivo  é  inteligente,  abier- 
tas tuvo  siempre  las  puertas  de  Retiradas  honrosas, 
que  hacía  á  banderas  desplegadas  y  á  tambor  batiente, 
venciendo  casi  por  lo  estratégico  sobre  la  superioridad 
numérica  de  sus  contrarios  y  llevando  limpio  el  acero 
vencedor  que  trazaba  parábolas  de  luz  en  medio  á  las 
sombras  del  combate. 

Corazón  de  guerrero  atrevido,  el  suyo  no  cambió  su 
ritmo  lento,  ni  saltó  jamás  dentro  de  su  pecho,  y  la  pali- 
dez marmórea  de  su  rostro  nazareno  no  se  tiñó  jamás 
con  las  púrpuras  del  odio  ó  de  la  cólera. 

Temperamento   flemático,    su    pulso  latió  siempre 
cincuenta  veces    por  minuto   y  en  el  rictus  de  su  fisono- 
2 


—  i8  — 

mía,  siempre  amable,  se  traducía  la  bondad  exquisita  de 
su  alma. 

Fui  siempre  del  grupo  de  sus  amigos  íntimos  y 
no  le  sorprendí  jamás  contrariedad  alguna,  porque,  si 
bien  le  vi  encaracterizarse  para  imponer  respeto  o  juzgar 
la  obra  nefasta  de  Castro,  sus  enojos,  pequeñas  sombras 
de  su  vida,  los  disipaban  su  genial  bondad  y  su  alma 
íntegra  de  liberal. 

Rehecho  de  sus  quebrantos,  volvía  con  mayor  fe  á 
la  lucha,  y  de  ahí  que  su  relativamente  corta  vida  político- 
militar  esté  llena  de  heroicos  episodios,  que  en  Lara, 
donde  tanto  se  le  quiso  vivo  y  se  le  recuerda  muerto, 
son  adorno  de  las  conversaciones  familiares  y  conocidos 
y  recontados  por  todos. 

Reforzado  González  Pacheco  por  el  ejército  de 
Morales  que  encuentra  en  Mucuchíes,  contramarcha  al 
Alto  de  Durí,  y  el  6  de  junio  en  la  madrugada,  cuando 
trata  de  verificar  un  flanqueo  á  presencia  del  enemigo, 
éste  lo  tirotea  y  se  traba  un  combate  reñidísimo  que 
dura  cinco  horas  y  media,  después  de  las  cuales  el  bando 
enemigo  se  declara  en  derrota  y  González  Pacheco 
ocupa  con  su  ejército  á  Jajá. 

Es  destinado  entonces  para  el  elevado  cargo  de 
Agente  del  Poder  Ejecutivo  en  la  Sección  Trujillo,  car- 
go del  cual  se  retira  para  ir  á  ocupar  su  curul  Legislati- 
va en  la  Asamblea  del  Estado  Los  Andes,  en  cuyo  seno 
proclama  la  autonomía  de  las  Secciones  que  componían 
el  grande  Estado  Andino  y  obtiene  ver  satisfechas  las 
muy  nobles  aspiraciones  de  los  pueblos. 

El  señor  general  Ignacio  Andrade,  Presidente  Cons- 
titucional de  la  República,  llama  con  insistencia  á  la  ca- 
pital al  Doctor  y  General  R.  González  Pacheco,  á  prin- 


—  i9  — 

cipios  de  mayo,  y  le  promete  armas  y  municiones  para  el 
ejército  que  á  la  voz  de  su  prestigio  levantara  en  Truji- 
Uo.  Parte  con  dirección  á  aquel  Estado  el  valentísimo 
soldado  liberal  y  1.600  voluntarios  en  el  breve  plazo  de 
48-  horas  siguen  su  voz  de  mando  y  su  discreta  dirección 
militar.  Sinembargo,  la  situación  de  sus  compañeros  de 
Causa  era  la  más  ingrata  y  el  Gobierno  del  Estado  no 
les  daba  representación  alguna.  González  Pacheco" 
lucha  bravamente  en  Bocona  de  Trujillo  contra  el  gene- 
ral Víctor  Manuel  Baptista;  se  le  incorpora  con  carácter 
de  Jefe  de  Estado  Mayor,  aquel  bravo  soldado  de  Occi- 
dente á  quien  jamás  pudo  vencer  la  tiranía  con  oro  ni 
con  plomo  y  que  victimó  deslealmente  entre  el  boscaje 
de  Guaitó  en  hora  nefanda  para  la  libertad  y  cuyo  nom- 
bre y  campamento  fueron  durante  la  época  terrible  de  la 
Dictadura  cipriana,  refugio  de  todo  carácter  y  albergue  de 
toda  protesta:  Rafael  Montilla!  Así  se  unían  en  un 
abrazo  de  acero  los  dos  troyanos  que  debían  resistir  el 
empuje. 

Combaten  juntos  en  Sans-soucí,  en  el  Páramo  de  la 
Cristalina,  contramarchan  á  Boconó  por  la  vía  de  la  Bu- 
jurú,  envían  comisiones  en  solicitud  de  parque  al  gene- 
ral Espíritu  Santos  Morales,  Presidente,  á  la  sazón  del 
grande  Estado  Andino  y  quien  se  encontraba  en  Merida 
y  en  la  espera  se  retiran  á  Niquitao,  que  encuentran  ocu- 
pado por  el  Doctor  y  General  Leopoldo  Baptista  con 
cuyo  ejército  se  van  batiendo  en  retirada  hasta  Las  Par- 
chas^ vía  Las  Piedras.  A  su  paso  por  Santo  Domingo 
deja  allí  González  Pacheco  al  bravo  Montilla  con  todo 
el  grueso  del  ejército  y  toma  con  seis  de  sus  oficiales 
distinguidos  la  vía  de  Mérida,  en  donde  se  informa  de  la 
invasión  de  Castro. 

Retorna  González  Pacheco  en  julio  á  Trujillo;  re- 


20 


concentra  1.600  hombres  y  logra  que  el  general  Juan 
Bautista  Carrillo  Guerra,  Presidente  de  aquel  Estado,  le 
dote  con  150  fusiles-Mausser  y  1.000  tiros. 

Comprometido  González  Pacheco  con  el  señor 
General  Andrade,  sus  amigos  en  Trujillo  sufrían  de 
parte  de  sus  contrarios  en  el  Poder,  las  más  activas  per- 
secuciones. 

En  balde  el  Jefe  llevaba  en  los  campamentos  vida 
de  azares  y  peligros:  sus  compañeros  eran  vistos  como 
elementos  contrarios  al  orden  de  cosas.  Sinembargo 
González  Pacheco,  quien  sabía  respetar  en  lo  que  vale 
la  palabra  honrada  de  un  hombre  que  la  empeña,  acepta 
la  orden  terminante  de  Andrade,  de  marchar  al  Táchira 
á  enfrentarse  á  Castro  que  invadía  por  la  frontera 
colombiana.  Llama  á  sus  voluntarios  oficiales,  orga- 
niza sus  aguerridos  batallones  y  tiene  que  acuarte- 
larse en  las  calles,  porque  el  Gobierno  no  le  ofrece  loca- 
lidades, y  Andrade,  á  quien  se  queja,  le  ordena  salir  al 
Puerto  de  la  Ceiba,  á  recibir  parque  y  municiones.  En 
aquel  Puerto  sólo  le  entregan  50  fusiles  y  1.000  cápsu- 
las. Ante  tamaña  burla  el  Ejército  se  indigna  y  como 
lo  formaban  oficiales  y  soldados  voluntarios,  éstos  insi- 
núan á  González  Pacheco  que  no  debe  acompañar  más 
al  hombre  que  desconfiaba  así  de  quien  le  ofrecía  uno  de 
los  más  espontáneos,  aguerridos  y  efectivos  contingentes. 
González  Pacheco  no  oye  la  voz  de  sus  compañeros  y 
parte  á  cumplirle  á  Andrade  su  palabra  con  un  escaso 
número  de  tropas  que  apenas  alcanza  á  200  hombres. 
En  Mérida,  Morales  le  incorpora  75  hombres  más  y  con 
10  cargas  de  cápsulas  sale  para  el  Táchira.  En  su  mar- 
cha alcanza  en  Tovar  fuerzas  revolucionarias  al  mando 
de  los  Méndez,  que  derrota  y  hace  frente  á  Castro,  al  día 
siguiente,  sin  haberse  repuesto  aún  de  la  primera  refrié- 


ga.  2.000  soldados  que  marchaban  en  triunfo  son  bati- 
dos por  275  hombres  que  acaban  de  pelear,  y  cuando  á 
la  hora  y  media  de  reñidísima  pelea  se  abre  la  última 
caja  de  pertrecho,  se  encuentra  que  eran  cartuchos  y 
no  cápsulas  los  que  la  mano  de  la  desconfianza  había 
puesto  en  aquella  caja.  A  tiros  de  revólver  con  veinte 
oficiales  valerosos  se  franquea  la  más  honrosa  retirada 
el  militar  altivo  que  no  supo  jamás  Capitular  ni  transar, 
aunque  la  suerte,  el  número  y  la  escasez  de  municiones 
lo  situaban  en  fatales    condiciones  de  resistencia. 

El  Doctor  Emilio  Constantino  Guerrero  hablando 
de  la  heroica  y  desigual  acción  de  Tovar  dice:  "Ocupa- 
ban la  plaza,  los  valientes  y  meritorios  generales  Rafael 
González  Pacheco  y  Emilio  Rivas. 

Por  el  camino  nacional  entró  parte  de  la  División 
Mérida,  cuyo  denodado  y  distinguido  Jefe,  General  J.  M. 
Méndez,  cayó  desgraciamente  atravesado  por  una  bala 
en  los  primeros  momentos  del  combate. 


El  combate  se  estableció  en  verdadera  forma.  La 
ciudad  se  trocó  en  una  fortaleza  que  lanzaba  plomo 
de  todos  lados. 


El  Tovar  cortó  la  retirada  á  los  fugitivos,  de  los 
cuales  sólo  se  escaparon  en  sus  briosos  corceles,  el  pri- 
mer Jefe  de  la  fuerza  y  algunos  oficiales. 

Dos  horas  de  lucha  encarnizada  costó  este  triunfo, 
en  que  el  enemigo  se  batió  con  heroicidad  que  honra  á 
sus  Jefes,  la  mayor  parte  de  los  cuales  fueron  aprehendi- 
dos con  la  espada  en  la  mano  en  sus  propias  posiciones." 


22 


Las  descargas  de  Tovar  introdujeron  el  desorden  en  las 
fuerzas  invasoras  de  Castro  y  los  Batallones  Bolívar  y 
Junín  tuvieron  que  entrar  á  reforzar  la  División  Mé- 
rida. 

Es  fama  que  momentos  antes  de  esa  batalla  el 
Doctor  González  Pacheco  había  sorprendido  una  co- 
rrespondencia del  Gobierno  que  servía,  para  el  general 
Antonio  Fernández,  en  la  cual  se  le  insinuaba  á  aquél  la 
idea  de  desconfiar  de  González  Pacheco!  Y  sinembar- 
go  luchó  como  un  espartano  hasta  peligrar  en  su  propia 
vida. 

Tal  así  le  aconteció  en  Lava.  Tras  los  más  cruentos 
sacrificos  y  los  más  heroicos  empeños,  se  le  culpaba,  in- 
justamente, de  una  situación  que  él  no  podía  conjurar 
pero  que  sí  dominó  casi  sin  fuerzas  y  al  influjo  de  un 
valor  y  una  estrategia,  que  le  dieren  un  nombre  y  una 
alta  autoridad  guerrera  en  el  País.  Nombre  y  autoridad 
que  la  envidia,  ascosa  y  ruin,  hizo  pesar  sobre  su  vida 
como  un  fardo  y  le  arrebató  hasta  el  derecho  sagrado 
de  vivir  en  ellos.  Envidia  y  odio  que  hasta  la  muerte 
fueron  la  aureola  de  su  martirio  y  el  nimbo  de  su  gloria; 
porque  "sobre  sus  actos  de  lealtad,  sobre  el  sacrificio 
heroico  rendido  á  todo  instante,  sobre  el  rudo  batallar, 
ora  en  los  campamentos  guerreros,  ora  en  las  faenas  de 
la  paz,  sólo  se  consigue  por  recompensa  la  ingratitud  que 
aniquila  y  el  gesto  de  la  indiferencia,  propio  de  las  almas 
mezquinas,  que  es  el  más  agudo  dardo  que  puede  cla- 
varse sobre  el  corazón  de  los  hombres  de  honor"  como 
con  sobra  de  justicia  asevera  quien  fué  su  amigo  de  esos 
días  tremendos,  el  General  F.  A.  Colmenares  Pache- 
co, á  quien  va  á  tocar,  por  designio  de  su  Jefe  y  amigo 
el    Benemérito   General   Juan  Vicente  Gómez,   colocar 


—  23  — 

sobre  la  humilde  é  ignorado  tumba  del  bizarro  luchador 
caído,  la  consagración  del  mármol  que  resucita  en  el  re- 
cuerdo, el  recuerdo  de  quienes  como  González  Pacheco 
caen  en  la  sombra  envueltos  en  la  luz  de  sus  propios  mé- 
ritos, radiantes  con  la  aureola  de  su  martirio  y  vencedo- 
res del  olvido,  de  la  tiniebla  y  de  la  muerte! 

Conocedor  en  Mérida  de  la  tirante  situación  de  los 
suyos  en  Trujillo,  atraviesa  por  camino  erizado  de  peli- 
gros y  poblado  de  saltos,  desfiladeros,  ríos,  páramos  y 
peñascales,  accidentes  con  que  la  rispida  Cordillera  an- 
dina defiende  el  paisaje  secular  de  sus  ciudades,  arrebu- 
jadas, como  Mérida,  al  pie  de  su  Sierra  Nevada,  ó  como 
Trujillo,  engastada  en  el  fondo  de  sus  colinas  de  esme- 
ralda, y  González  Pacheco  que  sabía  que  peligraba  solo 
por  aquellos  caminos  en  donde  espiaba  su  paso  la  embos- 
cada de  la  gente  enemiga,  que  aguardaba  á  quien  siempre 
la  vencía,  marcha  de  noche  y  por  veredas  ocultas  desa- 
fiando la  inclemencia  del  páramo  que  hiela  hasta  el  alrría 
y  la  deslealtad  del  que  se  esconde  para  agredir. 

Llegado  á  Trujillo  y  convencido  de  que  sus  heroi- 
cos sacrificios  no  son  tomados  á  buena  cuenta  para  el 
bienestar  de  sus  compañeros,  el  19  de  setiembre  de  1899 
resuelve  rebelarse  contra  aquel  orden  insorpotable  de 
cosas  y  el  20  despierta  á  Trujillo  con  los  ecos  de  su  fu- 
silería los  cuales  aturden  á  sus  poderosos  defensores, 
quienes  después  de  once  horas  y  media  de  combate  se 
rinden  al  Vencedor  afortunado. 

El  3  de  octubre  del  99,  á  las  4  horas  y  50  minutos 
p.  m.  ataca  al  enemigo  tenaz  en  Carvajal,  teniendo  que 
retirarse  el  6,  en  la  madrugada,  porque  su  Ejército  en  su 
totalidad  estaba  desarmado. 

El  13  de  octubre  ataca  á  Isnotú,  en    donde   se   en- 


—  24  — 

contraba  el  Doctor  y  General  Leopoldo  Baptista  y  ello 
porque  conocedor  después  de  su  retirada  de  Carvajal  de 
que  un  cuantioso  parque  venía  por  La  Ceiba  á  reforzar 
los  felementos  enemigos,  trató  de  interceptarlo  en  Sa- 
bana de  Mendoza.  Vuelve  a  ser  retirado  González  Pa- 
checo y  en  su  marcha  pernocta  con  su  fatigado  ejército 
en  el  Ptieblo  viejo  de  Pampán,  en  donde  lo  ataca  el  16  el 
enemigo  y  tiene  de  nuevo  que  retirarse  por  Mo?iay  al 
Morro,  en  donde  estaba  el    General    Rafael  Montilla. 

De  ahí  viene  á  Caracas  en  donde  permanece  varios 
días,  va  á  Maracaibo,  en  donde  es  nombrado  Auditor  de 
Guerra  del  Ejército  Expedicionario  del  Zulia,  retorna  á 
Caracas  y  Castro  le  manifiesta  que  el  Estado  Lara  esta- 
ba dominado  por  la  contra-revolución  Nacionalista  y  le 
propone  salida  para  aquel  Estado  con  el  elevado  cargo 
de  Jefe  Civil  y  Militar. 

Hombre  de  Causa,  González  Pacheco  no  duda  un 
instante  y  abandona  el  campo  de  sus  luchas  en  Tiujillo 
para  emprender  con    nuevos  bríos  la  campaña  de  Lara. 

Así  infatigable  y  estratégico  salió  de  Trujillo  el  sol- 
dado meritísimo  a  quien  vieron  siempre  sus  contrarios 
agitando  la  bandera  de  su  ideal  político,  ante  cuyo  fla- 
mear, por  sobre  bayonetas  y  puntas  de  espadas,  los 
ojos  enemigos  se  cerraron  ofuscados,  creyéndose  tal  vez 
que  el  gonfalón  guerrero  que  González  Pacheco  agitó 
en  los  horizontes  del  combate  era  como  un  áureo  rayo 
de  sol ! 

González  Pacheco  nació,  vivió  y  murió  á  la  som- 
bra de  su  bandera  de  combate  y  un  día — lo  recuerdo  muy 
bien — en  que  los  liberales  larenses  le  ofrendaron  una 
bandera  que  casi  era  una  consigna,  él  contestó:  Espere- 
mos !     Palabra  que  en  labios  de  aquel  hombre  era   una 


—  25  — 

proclama  de  guerra,  que  la  tierra  ingrata  é  inmisericorde 
se  trago  un  día  de  duelo  para  la  Patria  y  para  la  Causa. 
El  comprendía  que  la  ola  revolucionaria  venía  aventando 
el  ridículo  esqueleto  de  aquella  Dictadura  fatal  y  cono- 
cía que  ya  el  dolo  y  la  ingratitud  buscaban  el  pecho  del 
más  caracterizado  de  los  defensores  del  Gobierno,  Gó- 
mez, para  herirlo  de  muerte. 

La  ingratitud  de  Castro  había  sembrado' en  su 
noble  corazón  de  leal,  junto  á  los  gérmenes  terribles  de  la 
muerte,  la  muerte  moral  de  la  desconfianza  y  de  la  sus- 
picacia. Presentía  su  derrota  y  en  arranques  soberbios 
nos  preguntaba :  "  ¿  Y  qué  pretende  ese  hombre  ?  " 
"  ¿  Por  qué  desconfía  de  mí?'7  "¿Querrá  que  yo  eche 
mi  espada  limpia  en  la  balanza  de  los  sucesos  ? " 

Gómez  en  tanto  luchaba  con  su  consejo  en  Miraflo- 
res  por  la  situación  agobiante  de  González  Pacheco  y 
quería  que  la  justicia  lo  colocara  en  la  Magistratura  la- 
rense  que  él  se  había  conquistado    á  esfuerzos   titánicos. 

Trujillo  perdió  para  siempre  el  defensor  de  sus  de- 
rechos, y  Lata  abrió  su  corazón  al  héroe  que  traía  un 
bosque  de  laureles  regados  con  sangre  en  Carvajal,  To- 
var,  Niquitao,  Trujillo  y  Sans-souci  á  ser  reverdecidos 
en  Barquisimeto,  Tinaquillo,  Las  Canales  y  Los  Teques. 

Veámosle  ahora  en  tierra  larense  conquistando  vo- 
luntades y  reafirmando  su  sólido  prestigio  de  Caudillo  y 
de  Magistrado. 

*  * 

Jacinto  Lara,  esa  alta  personificación  del  Libe- 
ralismo, de  la  austeridad  y  del  don  de  mando  en  el  he- 
roico pueblo  que  se  honra  con  el  nombre  de  su  padre, 
Procer  de  nuestra  Magna  Epopeya  Nacional  y  gloria  pu- 


—  26  — 

rísima  del  Patriarcado  venezolano,  había  recorrido  en 
rápida  campaña  los  Distritos  Norte  y  Occidentales  del  Es- 
tado y  1.500  hombres  reunidos  á  la  sombra  de  su  pres- 
tigio y  bajo  la  dirección  de  su  espada,  siguieron  al  viejo 
veterano  de  cuyas  ejecutorias  en  los  campos  de  la  guerra, 
como  de  sus  labores  progresistas  en  luminosas  Adminis- 
traciones, enorgullecidos  estamos  todos  los  hijos  de 
aquel  suelo,  que  lo  miramos  como  un  sol  que  aún  vivifica 
con  su  luz  el  hogar  de  nuestros  más  caros  afectos  y 
nuestras  más  puras  ilusiones.  Lara,  que  salió  furtiva- 
mente de  Barquisimeto,  acompañado  tan  sólo  por  uno 
de  sus  sobrinos  y  llevando  consigo  un  simple  pliego  con 
el  nombramiento  de  Jefe  Civil  y  Militar  del  Estado, 
había  hecho  la  más  activa  organización  y  el  24  de  di- 
ciembre de  1899  ocupaba  la  Plaza  de  Barquisimeto,  que 
defendían  bizarros  soldados  del  Nacionalismo.  Comienza 
á  pacificar  el  Estado  y  ofrece  amplias  garantías  á  todos 
los  revolucionarios.  No  habían  vuelto  aún  al  Parque 
Nacional  las  armas  arrebatadas  al  enemigo,  cuando  ya 
se  sentía  la  mano  del  progreso  golpeando  sobre  la  obra 
pública  y  despertando  al  pueblo  para  Ja  cita  del   trabajo. 

Castro,  insatisfecho,  releva  á  Lara  y  le  nombra 
sustituto  á  un  hombre  completamente  desconocido  en  el 
Estado,  á  quien  las  pasiones  políticas  de  sus  enemigos  de 
Trujillo  señalaban  como  poco  digno  de  ir  á  dirigir  los 
destinos  de  uno  de  los  pueblos  más  altivos  y  heroicos 
del  País. 

El  vacío  se  hizo  en  torno  de  aquel  hombre !  Gonzá- 
lez Pacheco  estaba  solo  í 

Encargado  del  Poder  Público,  le  fueron  presentadas 
simultáneamente  las  renuncias  de  los  más  importantes 
empleados  en    el    orden  militar  y  civil  del  Estado.     Era 


—  27  — 

la  protesta  de  los  leales  oficiales  de  Jacinto  Lara  contra 
la  injusticia  de  Castro. 

Lara  había  sido  el  alma  de  aquella  campaña  :  el 
viejo  luchador  liberal  había  segado  laureles  que  aún 
refrescaban  su  amplia  frente  de  guerrero,'  la  juventud 
larense  que  abandono  sus  hogares  y  su  tranquilidad 
por  irse  tras  la  palabra  del  Militar  austero,  lo  veía 
descender  del  cargo  que  la  punta  de  su  espada  le 
había  conquistado,  y  González  Pacheco,  desconocido, 
aislado,  inerme  venía  á  evolucionar  en  el  seno  de  inte- 
reses que  no  conocía  y  entre  hombres  que  cuando  me- 
nos le  permanecían  indiferentes. 

González  Pacheco,  acostumbrado  á  las  contrarie- 
dades, no  se  violenta  ni  acepta  las  renuncias.  Insubor- 
dinados oficiales  de  una  fuerza  larense  desconocen  la  au- 
toridad policial  y  la  atacan  á  mano  armada  en  plenas 
calles  de  la  ciudad ;  la  policía,  escasa  en  numero,  se  refu- 
gia en  su  cuartel  y  los  oficiales  insubordinados  recorren 
las  calles  dando  voces  de  insurrección  y  desobediencia: 
González  Pacheco,  avisado  por  los  disparos,  desnuda 
su  acero  hasta  entonces  en  reposo  y  personalmente  im- 
pone el  orden,  prende  á  los  insurrectos  y  devuelve  la 
tranquilidad  a  la  ciudad  alarmada.  Entonces  compren- 
dimos que  un  hombre  sereno  y  valeroso  dirigía  los  des- 
tinos de  Lara. 

Ordena  á  Montilla  y  á  Solaigne  el  ataque  á  las 
fuerzas  nacionalistas  aún  en  armas  y  tras  cortísimos  días 
de  activa  persecución  declara  pacificado  el  grande  Esta- 
do que  entraba  á  gobernar.  En  Burere  fue  el  último 
combate  de  las  armas  nacionalistas  y  allí  quedaron 
vencidas. 

Su  primera  disposición  fué  reabrir   el  Colegio    Na- 


—  28  — 

cional  de  Ia  Categoría  de  Lara,  que  fuerzas  nacionalistas 
habían  convertido  en  cuartel.  Un  mes  después  de  ha- 
ber llegado  á  Barquisimeto,  presidía  el  acto  literario  con 
el  cual  se  reabrían  las  Cátedras  de  aquel  Plantel,  en  el 
cual  abrevo  la  juventud  larense  prístinas  aguas  de  saber. 

Los  hombres  que  Lara  había  honrado  con  cargos 
de  confianza,  allí  estaban  al  lado  de  quien  supo  vencer  pre- 
juicios que  la  enemiga  pasión  sembró  en  los  caminos  de 
honor,  que  siempre  transitó  su  planta. 

González  Pacheco,  sobre  cuya  frente  la  borla  doc- 
toral fué  llevada  con  honor,  era  un  militar  consciente,  que 
lo  mismo  dirigía  una  batalla  como  presidía  un  acto  lite- 
rario y  abría  los  libros  de  la  luz  como  empuñaba  el  acero 
de  los  combates  que  son  sombras  de  la  Libertad.  Llamó 
á  colaborar  con  él  á  toda  la  juventud  intelectual  de  Lara 
y  organizó  el  tren  judicial,  político,  municipal  y  econó- 
mico del  Estado  con  cuanto  de  más  apto  encontró  dis- 
puesto á  secundarlo.  Elementos  revolucionarios,  mo- 
mentos antes  en  los  campamentos  enemigos,  entraron  á 
colaborar  con  él,  sino  directamente  en  las  actividades  del 
Gobierno,  sí  prestando  el  contingente  de  su  buena  volun- 
tad ó  absteniéndose  de  fomentar  revueltas. 

Dos  meses  después  de  pacificado  el  Estado,  cuando 
aun  no  habían  calmado  los  odios  partidarios,  se  celebra- 
ban en  Barquisimeto  pomposas  exequias  fúnebres  á  la 
memoria  de  un  Nacionalista  distinguido  caído  en  medio 
á  la  feroz  exaltación  de  nuestras  pasiones  políticas,  que 
son  como  vorágines.  González  Pacheco  presidió  esas 
exequias.  Era  así  como  conciliando  voluntades,  uniendo 
propósitos  y  restableciendo  garantías  iniciaba  la  más  de- 
licada labor  político-administrativa. 

De  este  modo,  González  Pacheco  se  captó  genera- 


—  29  — 

les  simpatías  y  la  oficialidad  de  Lara  lo  rodeo  entonces 
de  buen  grado,  obedeciendo  también  a  la  consigna  de  éste, 
quien  no  veía  aún  extinguido  del  todo  el  peligro  común. 
Solagnie,  aquel  militar  de  empuje  y  de  prestigio  á 
quien  no  hemos  llorado  lo  bastante  sus  amigos  que  huér- 
fanos quedamos  en  Lara  de  su  fraternal  cariño  y  de  su 
prudente  dirección,  ofreció  al  compañero  de  Causa  Doc- 
tor y  General  Rafael  González  Pacheco  el  contin-r 
gente  de  su  prestigio  y  las  influencias  de  su  nombre, 
tan  simpático  á  las  mayorías  liberales  de  aquellos  pue- 
blos, como  que  conquistado  había  sido  en  los  campos 
del  valor  y  del  trabajo,  con  la  espada  y  la  azada,  luchando 
bajo  las  tempestades  del  plomo  fratricida  ó  con  la  rebel- 
de naturaleza  del  trópico  inclemente. 

González  Pacheco  entró  á  formar  con  la  familia 
larense  y  los  vínculos  de  vecindad  que  Trujillo  y  Lara 
tenían  los  ató  la  mano  de  aquel  héroe  que  fué  larense 
de  corazón. 

Hé  aquí  cómo  uno  de  nuestros  más  caracterizados 
compañeros  de  Causa,  el  inteligente  escritor  y  periodista 
Bachiller  Carlos  Luis  Oberto,  muerto  cuando  comenzaba 
á  dar  su  opima  cosecha  de  ideas,  se  expresó  de  aquel 
Gobierno : 

"  Necesitábase  en  aquellos  días  un  hombre  que  apre- 
ciase profundamente  el  estado  de  las  cosas ;  que  fuese 
nuevo  en  nuestra  política  regional,  ageno  á  nuestros  ren- 
cores y  á  nuestras  divisiones,  para  que  hiciese  un  llama- 
miento á  nuestros  hombres  y  sus  palabras  tuvieran  eco 
en  todos  los  corazones;  que  fuese  capaz  de  conciliar  to- 
dos los  intereses,  de  calmar  todos  los  ánimos,  y  ese  hom- 
bre llegó  cuando  el  peligro  era  mayor,  cuando  el  ene- 
migo, á  dos  ó  tres  jornadas,  extendido  por    los    Distritos 


—  3o  — 

occidentales,  manifestaba  su  audacia  amenazando  la  ca- 
pital. 

El  Doctor  González  Pacheco  midió  la  obra  y  la 
juzgó  con  serenidad.  De  ahí  los  resultados  obtenidos  : 
"  el  triunfo  de  la  Causa,  la  unidad  del  Partido  Seccional 
y  las  tendencias  decisivas  de  la  opinión  ". 

La  historia  del  Gobierno  del  Doctor  González  Pa- 
checo, en  su  primer  año,  se  reduce  con  la  absoluta 
verdad  de  los  hechos  juzgados  por  criterio  imparcial  á 
estas  dos  palabras :  Paz  y  Progreso. 

Veamos,  si  no : 

Equipa  y  reorganiza  el  Ejército  que  acababa  de  lu- 
char las  partidas  nacionalistas,  solicita  recursos,  que  la 
Revolución  de  Castro  no  podía  proporcionarle  y  á  los 
treinta  días  de  su  permanencia  en  Lara  declara  paci- 
ficado su  territorio.  El  Yaracuy  está  libre  de  invasiones 
por  Aroa  ó  Sarare,  dispersado  el  enemigo  corre  á  Tru- 
jillo  en  cuyas  fronteras  son  apresados  sus  principales  ca- 
becillas. Se  disuelve  en  los  límites  de  Coro  el  más  pode- 
roso núcleo  hernandista  y  en  propia  tierra  falconiana 
jefes  larenses  rinden  y  perdonan  á  sus  adversarios. 

Su  labor  amplia  de  liberal  atrae  y  suma  voluntades, 
olvida  rencores  y  todos  los  elementos  disidentes  rodean 
el  nombre  del  Doctor  González  Pacheco  con  su  cariño 
y  su  confianza. 

Proteje  la  Instrucción,  reorganiza  los  Poderes  y  les 
garantiza  su  autonomía,  mejora  el  servicio  postal  y  con- 
tribuye á  facilitar  el  telegráfico,  asigna  una  suma  para  el 
sostenimiento  del  Hospital,  cuyos  servicios  reorganiza, 
refecciona  el  Mercado  y  la  Cárcel,  que  amenazaba  rui- 
nas, reconstruye  el  Puente  Bolívar,  las  carreteras  de  Ca- 
budare  y  del  Llano,  decreta  la  construcción  de  las  aceras 


—  31  — 

y  de  un  Parque  que  aun  se  conserva,  suprime  impuestos, 
ayuda  la  reconstrucción  del  Templo  de  la  Paz,  compra  el 
magnífico  Puente  de  hierro  que  hoy  enlaza  á  Lara  con  el 
Yaracuy,  protege  las  industrias  y  garantiza  la  tranquili- 
dad con  un  correcto  tren  de  policía.  Todo  ello  con  li- 
mitadísimos recursos  que  apenas  si  alcanzaban  para  el 
pago  de  los  servicios  públicos. 

Cumplíase  así  el  voto  que  en  M'erida,  el  1 2  de  octubre 
de  1898,  consigno  un  periodista  liberal  sobre  el  Doctor 
•González  Pacheco  ;  voto  que  se  desconoció  siempre  en 
Lara,  porque  González  Pacheco  no  quizo  jamás  hacer 
alarde  de  la  confianza  que  los  liberales  andinos  habían 
depositado  en  sus  ejecutorias  y  en  su  espada.  Dijo  así  el 
liberal  merideño : 

"  Los  méritos,  servicios  y  virtudes  del  Doctor  Gon- 
zález Pacheco,  ora  como  ciudadano  y  magistrado,  ya 
como  militar  y  hombre  de  prestigio,  se  levantarán  siem- 
pre muy  por  encima  de  la  insidia  y  de  la  calumnia,  últi- 
mo recurso,  aunque  viejo  y  vergonzoso,  de  que  se  valen 
los  enemigos  del  Partido  Liberal,  soñando  con  interven- 
ciones extrañas  que  nos  restaure  en  su  mando  oprobioso, 
y  con  él  en  sus  procedimientos  de  sangre  y  de  extermi- 
nio, pues  nada  aprenden  ni  con  la  acción  civilizadora  del 
tiempo,  ni  con  la  nobleza  de  sus  adversarios  ". 

González  Pacheco  sostuvo  siempre  muy  en  alto 
los  principios  del  liberalismo  que  informaban  sus  convic- 
ciones de  hombre  público  y  ni  como  Mandatario  ni  como 
ciudadano,  en  los  campamentos  como  en  su  casa  presi- 
dencial cerro  jamás  las  fuentes  de  su  benevolencia  á 
«quienes  demandaron  de  su  autoridad  ó  de  su  cariño  ayu- 
da ó  consejo. 

Hacía  el  bien  sin  ostentaciones  y  perdonaba  sin  he- 
a-ir  :  no  se  valió  jamás  de   suposición   política  ó   de   sus 


—  32  — 

valiosas  influencias  personales  para  desagraviarse  con  la 
miel  hecha  de  lágrimas  de  la  venganza. 

Demócrata  y  sencillo,  el  pueblo  lo  veía  confundido 
con  él,  en  esas  rusticas  alegrías  de  quienes  no  tienen 
más  patrimonio  que  la  tristeza,  el  trabajo,  la  miseria  y  la 
muerte  ignorada  y  heroica  frente  al  topo,  bajo  el  andamio, 
en  la  carretera,  de  cara  al  sol  y  con  los  labios  mudos,  que 
si  acaso  pronuncian  alguna  palabra  es  la  de  la  más 
pura  oración  que  en  los  altares  de  la  desgracia  rezamos 
todos  los  hombres:  Madre  mía! 

Por  eso  en  Lara,  González  Pacheco  era  visto  como 
una  de  las  más  enaltecedoras  glorias  del  terruño  y  su 
nombre  sonaba  junto  con  los  de  Lara,  Juárez  y  Sola- 
gnie,  con  la  misma  simpática  resonancia  que  aquéllos 
despiertan  en  el  seno  de  la  opinión  larense. 

En  muchos  hogares  barquisimetanos  la  muerte  del 
bizarro  soldado  trujillano  fué  nota  de  duelo  y  de  pesar; 
más  de  una  lágrima  humedeció  los  rostros  y  el  cataclismo 
de  esa  muerte  conmovió  más  de  un  corazón  agradecido. 

Se  le  menciona  aun  con  respeto,  cariño  y  gratitud  y 
esta  noble  acción  de  postuma  y  muy  merecida  justicia 
que  la  mano  generosa  de  nuestro  Jefe,  el  Benemérito  Ge- 
neral Juan  Vicente  Gómez,  hace  sobre  el  montón  de 
tierra  que  guarda  esas  cenizas  venerandas,  encuentra  ecos 
de  muy  sincero  agradecimiento  en  el  corazón  de  aquel 
pueblo  valeroso  y  trabajador,  que  ama  y  secunda  á  sus 
buenos  Gobernantes  y  se  descubre  respetuoso  ante  sus 
hijos  beneméritos. 

Si  en  la  gerarquía  de  la  milicia  conquistó  González 
Pacheco,  presillas  doradas  con  el  más  puro  oro  de  valor 
y  de  mérito,  en  la  gerarquía  de  la  bondad  obtuvo  preemi- 
nencias, que  valen  tanto  como  el  oro  de  los  galones  y  la 


—  33  — 

púrpura  de  los  dormanes.  Los  arreos  del  guerrero  que 
sobre  su  cuerpo  de  marcial  apostura,  fulgecíancon  honor, 
nunca  fueron  manchados  por  la  más  ligera  nube  de  de- 
mérito, y  alta  la  frente,  la  mano  cadavérica  sobre  la  cruz 
de  su  espada,  midiendo  el  horizonte  con  la  adormecida 
mirada  de  sus  ojos  de  muerto,  pudo  gritar  desde  los  um- 
brales de  la  tumba,  al  llamado  del  deber  y  del  honor : 
Presente! 

Leal  hasta  morir,  murió  victimado  por  su  lealtad  : 
su  reposo,  su  sueño,  su  tranquilidad,  su  hogar,  su  presti- 
gio, su  nombre,  todo  lo  que  le  pertenecía  lo  dio  á  una 
Causa  que  no  llego  á  comprenderlo  y  á  un  Jefe  que  en- 
vidiaba en  sus  Tenientes  esa  virtud  noble  de  defenderlo 
y  sustentarlo  conociendo  lo  inútil  y  vano  de  su  empeño. 

Sus  hazañas  las  silencio  el  egoísmo  y  las  enmudeció 
el  silencio. 

Junto  á  la  soberbia  no  cabía  él,  que  era  humilde. 

La  ola  reaccionaria  que  se  formaba  en  el  corazón  de 
Venezuela,  hubiera  encontrado  en  el  pecho  de  Gonzá- 
lez Pacheco  empuje  poderoso,  porque  él  siempre  hablaba 
del  General  Gómez,  como  de  la  figura  nacional  llamada 
á  caracterizar  la  evolución  contra  la  Dictadura  y  a  encau- 
zar en  este  sentido  las  corrientes  contrarias  de  la  opinión 
disidente. 

Infortunado  Comandante! 

En  los  atardeceres  caraqueños,  cuando  el  sol  hiere 
la  Cruz  sencilla  que  marca  sus  despojos  y  cerca  pasa  el 
Guaire  murmurando  plegarias  de  dolor  junto  á  los  muer- 
tos, su  espíritu  en  pie  mirará  como  en  suelo  está  el  fu- 
nambulesco castillo  de  orgullo  en  que  se  asiló  su  detrac- 
tor y  la  mano  amiga  del  Jefe   y   compañero   ha    llegado 

3 


34 


junto  alas  yerbas  que  cubren  su  loza  y  arrancando  los 
cardos  de  la  injusticia  ha  plantado  las  rosas  blancas  de 
su  glorificación.  s 


Bien  pronto  el  Partido  Liberal  Larense  reconoció 
la  filiación  del  Doctor  González  Pacheco  y  en  12  de 
marzo  de  1900  hizo  circular  una  lujosa  manifestación 
en  la  que  se  leía: 

'El  Partido  Liberal  de  la  capital  del  Estado  Barqui- 
simeto,  saluda  con  satisfacción  y  respeto  al  eminente 
ciudadano  General  y  Doctor  Rafael  González  Pache- 
co, investido  últimamente  con  el  alto  carácter  de  Jefe 
Civil  y  Militar  de  esta  importante  Entidad  Federal. 

Todos  hemos  de  prestarle  nuestro  concurso  de  re- 
laciones y  de  interés  de  Causa,  de  servicios  y  de  des- 
prendimiento patriótico,  con  todas  nuestras  energías  y 
con  la  fuerza  poderosa  de  la  lealtad.  Así  debe  ser  y 
así  será. 

Estuvo  á  prueba  el  liberalismo  del  Estado  durante 
la  dominación  de  los  enemigos  de  la  Causa,  y  casi  todos 
sus  honorables  miembros,  los  viejos  como  los  nuevos  li- 
berales, salvaron  sus  nombres  hasta  de  las  más  triviales 
sospechas. 

*■ 

Con  esos  elementos  valiosos  por  firmes  y  patriotas, 
que  ante  todo  sirven  á  la  Causa  Liberal,  puede  y  debe 
contar  el  hombre  de  Estado  que  rige  esta  sección." 

Y  con  este  valioso  contingente  emprendió  el  Doctor 
González  Pacheco  las  labores  administrativas  del  Es- 
tado que  así  confiaba  sus  destinos  en  las  manos  del  Jefe 


—  35  — 

liberal  quien  venía  de  los  campos  de  la  guerra  vencido 
pero  casi  vencedor  para  el  concepto  de  la  Justicia  y  de 
la  Historia;  porque  en  las  luchas  por  las  buenas  Causas 
las  derrotas  son  victorias  del  bien  y  esfuerzos  nobles  que 
nunca  quedan  sin  éxito!  Las  cruzadas  redentoras  del 
Derecho  (5  de  la  Libertad  podrán  sufrir  reveses  de  la  cie- 
ga fortuna  pero  explende  un  día  el  Sol  del  Éxito  y  las 
banderas  guerreras  acariciadas  son  por  los  vientos  triun- 
fales. 

Así  con  el  concurso  de  todo  un  pueblo  sello  Gon- 
zález Pacheco  el  doloroso  proceso  de  la  guerra  en  Lara, 
que  ya  había  provocado,  en  uno  y  otro  bando,  bajas  nota- 
bles que  aun  enlutan  honorables  hogares  larenses.  Es- 
peranzas en  flor  de  la  milicia,  jóvenes  destinados  á  bri- 
llar con  luz  propia  en  la  constelación  de  los  valientes, 
hijos  de  aquel  pueblo  que  le  devolvían  con  honor,  palmas 
y  laureles,  segados  en  los  campos  de  la  muerte,  cayeron 
bajo  el  fuego  de  la  metralla;  en  los  labios  juveniles  son- 
risas de  triunfo,  en  los  ojos  la  visión  exultante  de  las  no- 
vias y  en  el  corazón  el  ardor  exiíante  de  la  lucha. 

Allí  quedaron:  el  doctor  Riera,  H.  Luna  y  Luna,  Ba- 
llesteros, Sulpicio  Gutiérrez,  Guillermo  González  y  otros 
más  que  aún  se  lloran  en  Lara. 

El  mandatario  liberal  que  acata  los  derechos,  se  po- 
sesiona de  sus  deberes,  solicita  el  concurso  honrado  de 
los  hombres  de  buena  voluntad,  desoye  la  conseja  per- 
versa de  la  pasión,  ampara  el  mérito  y  con  propio  crite- 
rio juzga  los  acontecimientos  y  los  hombres,  marcha,  sin 
duda,  al  éxito. 

Las  democracias  levantiscas  que  forman  la  América 
se  gobiernan  por  el  imperio  del  bien  y  de  la  buena  vo- 
luntad y  como  paz  y  trabajo    han  sido  las  más    urgentes 


-36- 

necesidades  de  estos  pueblos  se  regulan  sus  costumbres 
y  viven  sus  actividades  al  influjo  generoso  de  esos  dos 
factores  de  la  civilización.  Paz,  Unión  y  Trabajo  es  la 
consigna  que  el  actual  Gobierno  de  Venezuela  se  ha 
propuesto  en  sus  planes  político-administrativos  y  tra- 
bajo, unión  y  paz  son  las  heráldicas  de  su  escudo  de 
triunfos. 

En  Lara  se  sabía  que  González  Pacheco  era  una 
de  las  más  brillantes  espadas  del  País;  pero  no  vano  alar- 
de hizo  él  jamás  del  brillo  fascinante  de  su  acero  y  quizo 
ser  el  aliado  del  Progreso  y  el  amigo  del  Trabajo.  Por 
eso  le  vimos  á  raíz  de  sus  triunfos,  en  1903,  decretar  e\ 
Primer  Concurso  Publico  Industrial  de  Lara  y  abrir  á 
los  agricultores,  creadores,  artistas  y  obreros  las  puertas 
de  una  estimulante  exposición  de  sus  productos  y  obras 
de  arte,  con  interés  y  actividad. 

Soldado,  él  veló  siempre  por  el  orden  en  el  Ejército 
y  el  brillo  de  las  armas  que  la  Nación  confió  en  sus  ma- 
nos y  sobre  las  puntas  aceradas  de  las  bayonetas,  en  las 
empuñaduras  de  las  espadas,  sobre  las  banderas  de  sus 
batallones,  el  sol  de  la  victoria  fingió  siempre  áureas  co- 
ronas triunfales. 

Guerrero  incansable,  su  alma  no  perdió  jamás  la 
bondad  ingénita  que  la  adornaba  y  su  voz  acostumbrada 
al  mando  no  cambió  nunca  su  tono  suave  y  convincente. 

El  Cuartel  no  le  hizo  olvidar  sus  maneras  galantes 
del  salón  y  sobre  su  pecho  colgaba  el  Busto  del  Liber- 
tador con  la  misma  naturalidad  y  sencillez  con  que  lo 
cruzaba  la  banda  amarilla  que  sostenía  su  invencible  es- 
pada de  combate. 

Ginete  en  su  corcel  de  guerra  parecía  como  si  fuera 
de  paseo,  y  en  efecto,  paseos  triunfales  fueron  en  Lara 
sus  campañas. 


—  37  — 

Verle  pasar  y  presentir  el  triunfo,  eran  simultáneas 
ideas  que  se  venían  á  la  mente. 

Si  se  retiraba,  como  el  13  de  agosto,  memorable  en 
los  fastos  guerreros  del  Estado,  era  triunfante,  á  presen- 
cia del  enemigo,  que  siempre  tuvo  en  triple  numero  sus 
fuerzas,  al  aire  dando  sus  banderas  de  oro,  que  el  redoble 
de  los  tambores  y  la  voz  de  las  cornetas  saludaban  en 
una  exaltante  Diana  de  Victoria. 

Ese  era  el  héroe. 


Debió  morir  de  cara  al  sol,  sobre  su  escudo,  cobija- 
do como  Joaquín  Crespo  por  el  ala  de  ensueño  y  oro  de 
su  bandera  de  combates,  allí  en  donde  el  detonar  del 
Mausser  sirviérale  de  eco  funerario  y  la  ronca  voz  de  los 
cañones  clamaran  en  su  garganta  de  fuego,  inmortali- 
dad para  su   nombre   y   mármol   para  su  busto  militar ! 

* 

Fué  gracias  á  esa  labor  serena  de  su  criterio  despe- 
jado, que  el  modesto  y  bizarro  Teniente  trujillano  sumó 
á  la  obra  buena  de  su  Gobierno  Liberal,  las  voluntades  to- 
das del  Estado. 

Quienes  con  él  colaboraron  saben  que  no  se  retira 
un  ápice  mi  pluma  de  la  línea  recta  de  la  verdad,  al  afir- 
mar que  el  Doctor  González  Pacheco  se  imponía  por  la 
virtud  de  su  benevolencia  y  por  cierta  superioridad  que 
le  caracterizaba,  aun  en  medio  de  sus  grandes  reveses, 
aquéllos  en  que  paseaba  diezmados  cuerpos  de  Ejército 
por  entre  compactas  filas  aguerridas. 

Seguido  de  esa  estela  pasó  por  entre  filas  enemigas, 
en  el  silencio  de  una  noche  de  agosto. 


-38- 

Era  una  procesión  diorámica,  en  la  cual  el  Jefe  al- 
canzaba las  proporciones  de  un  Coloso. 

La  guerra!     La  maldita   guerra! 

Vencidos  quedaron  en  el  largo  trayecto  recorrido, 
millares  de  hermanos,  cuyos  huesos  blanqueaban  en  la 
lejanía  como  banderas  blancas  que   pidieran   Paz. 

Sí,  paz!  Alegría  del  bohío,  encanto  de  la  comarca, 
atmosfera  propicia  al  bien  bajo  la  cual  el  espíritu  se  al- 
boroza, el  músculo  se  contrae  en  la  faena  del  trabajo  y 
el  cerebro  no  piensa  sino  en  alto,  arriba  donde  expíen  de 
la  luz  y  titilan  los  astros. 

Sobre  ese  polvo  Venezuela  reconstruye  su  sobera- 
nía y  en  los  días  centenarios  borra  de  su  frente  el  estig- 
ma rojo  de  sangre  conque  se  ha  empurpurado  su  veste 
soberana. 

Patria!  Juremos  honrarla  como  hicieron  esos  sol- 
dados valerosos  que  al  rojo  de  nuestra  emblema  tricolor, 
dieron  toda  su  sangre  generosa. 

Interregno  de  paz  presidid  luego  el  Doctor  Gonzá- 
lez Pacheco  y  en  sus  labores  de  Magistrado  continuó 
probando  que  el  bien  germina  donde  la  mano  honrada 
deposita  su  semilla  próvida  y  cuida  con  solícito  empeño 
el  que  la  ortiga  de  la  maldad  no  crezca  entre  la  vid  fron- 
dosa, que  acendra  mieles! 

En  1 90 1  Rafael  Montilla  se  declara  en  abierta 
rebeldía  contra  los  poderes  constituidos.  En  octubre  de 
este  año  González  Pacheco  se  declara  en  campaña  y 
á  la  cabeza  de  un  aguerrido  batallón  sale  en  persecu- 
ción del  General  revolucionario,  obrando  en  combinación 
con  las  fuerzas  de  Trujillo  y  de  Zamora. 

Frente  al    león    de   Guattó,  el  héroe  de  Tovarf 


—  39  — 

Dos  olas  de  poderoso  empuje,  amenazantes,  se  van 
á  arrollar  en    el  torbellino   de    la    lucha  ! 

Se  conocían  ambos  luchadores  y  difícil  sería  que 
el    uno  abriese    un    flanco  al  otro. 

La  suerte  estaba  echada !  Dos  colosos  se  disputa- 
ban el  triunfo  y  no  podía  augurarse  cual  se  llevaría  la 
victoria. 

Evacúa  Montilla  sus  posiciones  inexpugnables  de 
Guaitó,  pedazo  de  tierra  larense  en  donde  por  mucho 
tiempo  se  anido  la  protesta  contra  la  tiranía,  y  ocupa  á 
El  Tocuyo  en  donde  lanza  su  grito  de  guerra  el  20 
de   octubre    de    1901. 

González  Pacheco,  a  marchas  forzadas,  se  dirige  á 
aquella  ciudad  que  desocupa  Motilla  para  tomar  la  vía 
de  Carora,  y  ocupa  González  Pacheco  para  seguir  el  24 
de  octubre  á  Yra,  que  momentos  antes  había  evacuado 
Montilla.  El  25  marcha  á  Carora  y  acampa  sus  fuer- 
zas en  una  fila  situada  á  la  izquierda  del  camino  que  de 
aquella  población  conduce  á  Barquisimeto  y  mientras 
raciona  sus  soldados  envía  un  práctico  á  pié  á  Carora 
á  informarse  de  la  situación  del  enemigo. 

Montilla,  quien  era  suspicaz  y  estratégico,  levan- 
ta su  campamento  y  despista  al  enemigo,  que  reci- 
be informes  de  que  el  General  faccioso  ha  tomado  la 
vía  de  Coro,  en  tanto  que  éste  organiza  y  dispone  un  ata- 
que sobre  el  campamento  de  González  Pacheco,  quien 
ya  había  movilizado  sus  fuerzas,  por. el  camino  real,  hacia 
Carora. 

Montilla  baja  por  entre  la  quebrada  seca  deno- 
minada Las  Cocuizas  y  aguarda  el  momento  de  ata- 
car por  el  flanco  izquierdo  á  las  fuerzas  de  González 
Pacheco  que  marchan,   cuando   tropieza  con    la  última 


—  40  — 

compañía  del  batallón  que  dirije  éste  y  empeña  el  com- 
bate,  que  se  prolonga   4    horas  y  20  minutos. 

El  más  plausible  heroísmo,  la  más  empecinada  re- 
sistencia, el  valor  más  firme  despliegan  entrambos  com- 
batientes hasta  que  Montilla  se  retira  hacia  sus  for- 
midables posiciones  de  Guaitó.  Acampa  González  Pa- 
checo en  el  propio  campo  de  batalla,  al  lado  de  los 
muertos  y  heridos  en  la  refriega  y  el  26  ocupa  i.  Ca- 
rora  de  donde  contramarcha  el  28  á   Barquisimeto. 

Viene  á  Caracas  llamado  por  Castro  y  recibe  sus 
ordenes  que  regresa  á  cumplir  en  noviembre.  Sufre 
en  el  viaje  el  descarrilamiento  de  un  tren  que  lo  lle- 
vaba á  Barquisimeto,  en  el  sitio  del  Paso  de  Tacarigua 
y  sale  herido,  como  muchos  de  sus  acompañantes,  en 
aquel   accidente. 

El  23  de  diciembre  del  año  de  1901  estalla  la  Re- 
volución poderosísima  que,  obedeciendo  á  un  plan  ge- 
neral en  la  República,  encontró  en  el  Occidente  cam- 
po abierto  para  su  organización,  gracias  á  la  presencia  de 
Amábile  Solagnie  que  arrastró  siempre  consigo  la  vo- 
luntad   liberal  de  Lara, 

Sobre  la  cumbre  del  altivo  Terepaima  lanza  So- 
lagnie su  Proclama  guerrera  y  Eduardo  Colmenares, 
la  simpática  personificación  de  la  democracia  y  del  li- 
beralismo occidental  corresponde  en  Duaca  al  grito 
insurrecto.  Sólidos  brazos  sostenían  la  bandera  rebel- 
de que  sobre  las  cumbres  de  Terepaima  y  Peñas  Ne- 
gras, inexpugnables  como  atalayas,  agitaban  Solagnie 
y  Colmenares. 

La  línea  del  Ferrocarril  Sud-Oeste  de  Venezuela, 
que  es  la  vía  que  une  á  Barquisimeto  con  Tucacas, 
el  puerto  de  mar  más  próximo,  cerrada  fué  por  la  ma- 
no de   la  Revolución. 


—  4i  — 

González  Pacheco  sale  á  despejar  aquella  vía,  eri- 
zada de  peligros,  obrando  en  combinación  con  los  ge- 
nerales Luis  de  Pascuale  y  Rufo  Nieves,  quienes  al 
mando  del  Batallón  Junín  venían  de  Tucacas.  Desde 
Limoncito  hasta  San  José  recorren  las  fuerzas  de  Gon- 
zález Pacheco  el  largo  trayecto  bajo  el  plomo  enemi- 
go y  en  El  Hacha  encuentra  al  Junín  y  ambas  fuer- 
zas van  á  Pueblo  Nuevo   de  Aroa. 

De  allí  contramarchan  por  la  misma  vía,  trayéudose 
dos  locomotoras.  Habían  pasado  frente  á  las  formida- 
bles é  inaccesibles  posiciones  de  Marimiza,  Cayures  y 
Peñas  Negras! 

Quien  haya  recorrido  la  línea  de  ese  ferrocarril,  se- 
pultada en  el  fondo  de  un  camino  que  defienden  del  uno 
y  otro  lado,  rispidos  peñascales,  que  la  planta  humana  no 
ha  pisado,  comprende  que  aventurarse  por  aquella  vía 
cuando  un  enemigo  poderoso  ocupa  aquellos  saltos,  mon- 
tañas y  desfiladeros,  es  caer  en  las  manos  de  la  muerte  y 
exponerse  á  perecer  ahí.  Bastaría  ál  intento  de  quienes 
defienden  aquellas  posiciones  rodar  las  moles  de  peñazcos 
y  dejarlas  caer  sobre  los  invasores. 

El  hambre,  el  mozquito,  las  inclemencias  todas  de 
una  naturaleza  semi-salvaje  oponen  allí  resistencia  inven- 
cible á  la  planta  audaz  de  quien  se  atreva  á  aventurarse 
en  sus  caminos  solitarios. 

Allí  se  siente  la  majestad  solemne  de  la  muerte  y  el 
silencio  espantoso  del  vacío. 

El  alma  bravia  del  abuelo  indígena  parece  flotar  en 
aquella  atmósfera  de  silencio,  desolación  y  espanto. 

Los  topos  semejan  brazos  pétreos  levantados  al 
cielo  por  cíclopes  en  tierra,  y  sobre  sus  abruptos  picos  el 
cactus  erizado  de  espinas,  parece  un  índice  que  señala  la 
vía  de  la  muerte! 


—  42  — 

El  espíritu  se  siente  sobre-cojido  ante  el  paisaje  ro- 
calloso, entre  cuyas  grietas  serpea  el  ponzoñoso  reptil,  de 
mortal  mordedura  y  entre  cuyas  montañas  el  tigre  asecha 
al  caminante. 

Allí  fué  el  teatro  de  imponderables  heroísmos  en  que 
González  Pacheco  y  sus  Tenientes,  y  Colmenares,  Pina, 
Quesada,  no  ha  mucho  muerto  en  las  faenas  del  trabajo, 
Vázquez  y  cien  más,    refrendaron  sus    títulos   militares. 

Las  enhiestas  cumbres  de  Terepaima — Aventino  de 
la  Federación  en  Lara — asilaban  á  los  soldados  de  So- 
lagnie  y  el  16  de  enero  de  1902  trepa  su  cumbre  empi- 
nada el  bizarro  soldado  trujillano.  Allá  va,  á  paso  de 
vencedor,  el  sereno  campeón  de  Tovar.  No  ha  de  serle 
fácil  el  acceso  porque  en  la  cima  está  Solagnie,  quien 
sabe  resistir. 

Tras  breve  tiroteo  resuelve  el  Jefe  Revolucio- 
nario desalojar  sus  posiciones;  pero  González  Pache- 
co quien  solo  resistía  el  empuje  de  diversos  cuerpos 
rebeldes,  tiene  por  fuerza  que  regresar  á  Barquisimeto 
porque  la  línea  férrea  de  nuevo  es  invadida  por  los  tena- 
ces guerrilleros.  Castro  quien  no  conoce  la  topografía  de 
aquel  amurallamiento  natural,  ordena  á  González  Pache- 
co despejar  la  vía  y  de  nuevo  el  Teniente  disciplinado  y 
valeroso  invade  el  terreno  de  los  peligros  y  de  los  azares. 

Abierta  la  línea,  por  ella  entran  á  Barquisimeto  los 
oficiales  del  general  Luis  F.  Várela,  quien  va  investido 
con  el  cargo  de  Jefe  de  Operaciones  de  los  Estados  Lara 
y  Falcan. J 

González  Pacheco  resigna  el  mando  de  las  fuerzas 
en  las  manos  del  general  Várela  y  le  entrega  un  Ejército 
formado  por  2.000  aguerridos  y  valerosos  combatientes 
y  se  queda  con  solo  80  hombres  en  Barquisimeto,  de  los 


—  43  — 

cuales  40  hacían  la  guardia  del  presidio  denominado  Las 
Tres  Torres  y  40  en  el  Cuartel  Nacional  custodian  40.000 
tiros  y  1. 000  fusiles-Mausser,  que  constituyen  los  ele- 
mentos de  guerra  disponibles  en  el    Parque. 

González  Pacheco  que  acaba  de  ser  herido  en  su 
orgullo  militar  por  la  desconfianza  del  Jefe  á  quien  tan 
lealmente  servía,  organiza  y  equipa,  no  obstante,  200 
hombres  que  permanecen  atentos  á  las  necesidades  de  la 
guerra. 

El  general  Várela  regresa  de  Coro  en  cuya  campaña 
recibió  una  herida  y  sólo  trae  160  hombres  de  los  2.000 
que  salieron  con  él  de  Barquisimeto,  y  entre  éstos  la  ge- 
neralidad enfermos. 

La  Revolución  en  tanto  había  tomado  poderoso  in- 
cremento en  el  Estado  del  cual  casi  se  adueña  y  el  Ya- 
racuy  es  en  la  mayor  parte  de  su  territorio,  invadido  por 
las  fuerzas  enemigas. 

'A  quién  culpar?  La  chispa  revolucionaria  encendía 
los  espíritus  y  el  Occidente,  á  las  voces  de  Solagnie 
Montilla,  Colmenares  y  demás  Jefes  revolucionarios 
era  un  vasto  campo  de  pelea  en  donde  el  valor  hacía  mi- 
lagros y  el  denuedo  obraba  proezas  inconcebibles. 

El  general  Santiago  Briceño  A.,  Presidente  del  Yara* 
cuy,  marcha  á  Barquisimeto,  obedeciendo  las  ordenes  del 
Presidente  de  la  República  y  llega  á  aquella  ciudad  3  días 
antes  del  Sitio. 

Las  numerosas  fuerzas  revolucionarias  cercan  á 
Barquisimeto  y  Jefes  notables  asedian  la  población. 

Allí  estaban  los  generales  Luciano  Mendoza,  Fran- 
cisco Batalla,  Amábile  Solagnie,  Gregorio  Cedeño,  Rafael 
Montilla,  Juan  E.  Zapata,  Domingo  Rivero,  Balda,  Eduar- 
do Colmenares,  E.  Torres  Aular,  Luis  Crespo  Torres    y 


—  44  — 

buenos  oficiales  de  los  muchos  y  muy  distinguidos  que 
formaron  el  Estado  Mayor  de  la  Revolución  Libertadora, 
una  de  las  más  poderosas  que  han  agitado  al  País,  du- 
rante esta  última  centuria. 

González  Pacheco  hablando  del  Sitio  de  Barquisi- 
meto  dijo: 

"Imposibilitado  físicamente  el  digno  Comandante 
de  Armas  del  Estado,  hube  de  tomar  el  mando  de  las 
fuerzas  acantonadas  en  esta  ciudad,  la  víspera  misma  de 
los  tremendos  sucesos  que  ya  conocéis,  y  disponer  de 
acuerdo  con  el  leal  y  pundonoroso  Presidente  del  Estado 
Yaracuy,  que  con  las  fuerzas  de  aquel  Estado  se  aliaba 
á  las  de  éste,  la  defensa  de  esta  importante  plaza. 

Después  de  diez  días  de  sitio  riguroso  y  constante 
batallar,  en  que  no  perdimos  un  palmo  del  terreno  que 
de  acuerdo  con  las  fuerzas  de  que  disponíamos  nos  pro- 
pusimos defender,  y  ya  agotados  completamente  todos  los 
recursos  y  demás  elementos,  y  cumplidas  las  leyes  inexo- 
rables del  honor  militar,  se  impusieron  de  modo  obli- 
gatorio los  sagrados  deberes  de  humanidad  y  los  compro- 
misos morales  que  tengo  contraídos  con  esta  sociedad,  y 
me  vi  en  el  caso  supremo  de  evacuar  la  plaza,  cuando 
comprendí  también  que  no  había  podido  avanzar  sobre 
la  ciudad  sitiada  el  valioso  auxilio  que  el  patriota  y  mo- 
desto Presidente  del  Estado  Trujillo,  había  despachado 
rápidamente  en  socorro  de  ella. 

Eran  ya  estériles  los  esfuerzos  inauditos  que  hacían 
mis  sufridos,  abnegados  y  valerosos  compañeros  y  debía 
evitarse  que  continuaran  pereciendo  las  inocentes  fami- 
lias, víctimas  ya  de  la  consternación,  de  la  sed  y  del 
hambre  y  de  la  terrible  epidemia  que  invadía  sus  hoga- 
res y  diezmaba  nuestras  fuerzas;  por  eso   evacué  la  plaza 


—  45  — 

SALVANDO  LA  DIGNIDAD  MILITAR  DE  ESOS  COMPAÑEROS,  Y  SIN 
DEJAR  EN  PODER  DEL  ENEMIGO  NI  UN  SOLDADO,  NI  UN  SOLO' 
CARTUCHO,  NI  UN  SOLO  FUSIL,  NI  UN  BAGAJE    SIQUIERA. 

Bien  sé  que  aquellos  diez  días  de  tenaz  resistencia 
han  dejado  una  huella  imborrable  por  las  pérdidas  mate- 
riales y  de  vidas  ocasionadas;  pero  no  son  otras  las  inme- 
diatas consecuencias  de  la  guerra,  que  yo  soy  el  primero 
en  lamentar,  prometiéndoos  que  no  será  infructuosa  aque- 
lla resistencia  para  la  paz  que  tanto  anhelamos,  y  de  que 
pronto  gozaréis 


Larenses! 

Ya  me  conocéis.  No  combato  por  placer,  si  bien 
lo  hago  con  energía  y  decisión,  cual  cumple  á  los 
hombres  honrados  que  rinden  culto  á  la  lealtad  y 
tienen  plena  conciencia  de  los  compromisos  que  con- 
TRAEN. Ayudadme  con  vuestra  buena  voluntad,  y  te- 
ned POR  CIERTO  QUE  LA  TOLERANCIA  Y  BENEVOLENCIA  QUE 
ME  CONOCÉIS  Y  LA  SERENIDAD  INFLEXIBLE  QUE  SON  EL  DIS- 
TINTIVO DE  MI  TEMPERAMENTO,  SE  EMPLEARÁN  COMO  HASTA 
AHORA,  EN  COOPERAR  Á  VUESTRA  DICHA,  Á  VUESTRA  LIBER- 
TAD Y  Á  VUESTRO  ENGRANDECIMIENTO. 

No  DUDO  QUE  TENDRÉ  CONTRADICTORES  POLÍTICOS  EN 
EL  ESTADO,  MAS,  NO  CREO  TENER  ENEMIGOS:  SI  DESGRACIA- 
DAMENTE LOS  TUVIERE,  ACÉRQUENSEME  Y  VERÁN  QUE  NO 
HABRÁ  PARA  MI  MOMENTO  MÁS  FELIZ  QUE  AQUÉL  EN  QUE 
EL  EJERCICIO  DE  MI  TOLERANCIA  Y  BUENA  VOLUNTAD  PUE- 
DAN DESPREOCUPARLOS,.  AGREGANDO  NUEVOS  OBREROS  Á  LA 
OBRA  POLÍTICA  QUE  SE  ME  HA  CONFIADO." 


-46- 

En  tan  conflictiva  situación,  la  angustia  de  una  so- 
ciedad sacrificada  llega  al  corazón  generoso  del  guerrero 
y  por  el  puente  de  oro  de  un  tratado  que  siempre  será 
página  de  honor  en  la  vida  de  aquel  soldado,  salta  á  los 
campos  de  nuevas  luchas,  llevando  limpio  el  acero,  alta 
la  frente,  en  salvo  la  dignidad  del  Ejército  al  que  siguen 
las  bendiciones  de  un  pueblo,  al  cual  salvó  de  la  des- 
gracia. 

Episodios  de  valor  y  heroísmo  que  harían  intermi- 
nable mi  relato,  adornan  en  luz,  las  sombras  ensangrenta- 
das de  aquel  Sitio  y  los  Oficiales  de  Lara  y  Yaracuy  de- 
jaron ahí  cimentado  el  nombre  de  leales  y  disciplinados, 
que  de  antes  se  habían  conquistado,  en  los  campamentos. 

Hay  muchos  hogares  honorables  en  Barqtrisimeto, 
que  sé  que  habrán  de  hacer  propia  esta  manifestación,  si- 
tuados en  la  línea  de  defensa  que  González  Pacheco  con- 
fiara á  uno  de  sus  más  jóvenes  Tenientes,  los  cuales  se 
sintieron  tan  ampliamente  garantidos  por  el  culto  militar 
que  los  resguardaba,  que  allí  su  nombre  se  conserva  con 
cariño  y  cada  vez  que  se  le  pronuncia  se  bendice.  Bar- 
quisimeto  todo  conoce  lo  caballeroso  de  aquel  militar  y 
cuando  su  nombre  sonó  en  el  seno  de  la  Representación 
Legislativa  de  Lara  señalado  con  un  cargo  de  honor  en 
el  Estado  un  aplauso  espontaneo  lo  saludó  triunfalmen- 
te.  Ahora  que  la  justicia  galardona  el  mérito  y  en  la 
atmósfera  serena  de  la  Paz  la  mano  de  la  gratitud  teje 
coronas  para  las  frentes  altivas,  en  las  cuales  el  rayo  de 
la  guerra  atenuó  su  chispa  de  incendio,  yo  cumplo  como 
barquisimetano,  como  elemento  de  aquella  sociedad  y 
como  amigo  de  aquellos  hogares  el  deber  -  de  enunciar 
ese  nombre  entre  estas  páginas  de  justicia  y  de  recuerdo 
y  galardonarlo  con  las  flores  bien-olientes  de  la  gratitud 
y  del  cariño.     Ese    nombre  es  el  del  entonces  Coronel 


—  47  — 

Félix  Galavís,  uno  de  los  héroes  de  aquel  Sitio  y  á 
quien  tocó  guardar  estratégicos  puntos  del  campamento. 

González  Pacheco  sorprendía  el  silencio  espantoso 
de  aquella  expectativa  de  muerte  con  su  presencia  gallar- 
da en  cada  uno  de  los  puntos  del  peligro  y  la  Banda  bé- 
lica alentaba  en  el  pecho  de  sus  soldados  los  ardores  de 
la  resistencia.  ¿ 

Ni  un  palmo!  Todo  menos  el  honor!  pudo  excla- 
mar el  Jefe  cuando  á  banderas  desplegadas,  al  toque  de 
dianas,  levantó  su  campamento,  sobre  su  caballo  de 
batalla  señaló  el  Occidente  á  sus  denodados  compañeros 
y  bajo  el  ala  blanca  de  su  sombrero  de  campaña  su  grave 
fisonomía  de  Nazareno  se  iluminó  con  el  destello  de 
aquella  su  sonrisa  de  satisfacción,  que  apenas  si  se  aper- 
cibía en  medio  á  la  serenidad  de  aquel  rostro  pálido  de 
cera,  quemado  por  los  fuegos  del  combate  y  los  ardores 
del  sol  y  en  el  cual  la  muerte  traidora  había  prendido  los 
rosales  terribles  de  la  fiebre! 

Así,  á  la  cabeza  de  enfermos  y  hambreados  comba- 
tientes, iba  el  Caudillo,  resplandeciendo  el  sol  sobre  el 
acero  de  su  espada,  sobre  la  plata  de  sus  espuelas  y  las 
charnelas  de  su  caballo  de  pelea  y  entre  sus  ojos  lángui- 
dos la  visión  de  ensueño  del  Triunfo! 

Paso  á  ese  hombre! 

Como  quien  toma  del  ageno  predio  las  rosas  de  otro 
jardín  para  embalsamar  con  sus  aromas  el  recuerdo  glo- 
rioso de  un  hombre  que  caracterizó  muy  bien  una  época 
de  luchas,  yo  cedo  á  la  galante  pluma  de  un  coterráneo 
distinguido  por  el  talento,  el  honor  de  trazar  un  episo- 
dio de  aquel  Sitio  memorable  y  de  aquel  Héroe  gallardo. 

Viste  su  pluma  con  lujoso  colorido  el  espectáculo 
terrible  de  aquel  duelo  soberbio. 

Escribe  Rafael  Ángel  Arráiz: 


48- 


tt 


GONZÁLEZ  PACHECO 


(EPISODIO  DE  SU  VIDA  MILITAR) 

Barquisimeto  es  una  clara  ciudad  tendida  en  una 
vasta  altiplanicie  cortada  á  pico  por  el  sur,  en  cuya  hon- 
donada profunda  corre  el  río  lamiendo  la  epidermis  colo- 
sal de  los  peñascos.  Al  norte  se  tiende  una  sabana  de 
angustiosa  vegetación,  llena  de  sol  y  piedra  brava,  donde 
parece  el  cardonal,  escueto  y  ralo,  brazos  de  cíclopes 
hambreados  que  alzan  los  puños  al  cielo  en  una  como 
suprema  imprecación  al  infinito.  El  tren  que  va  del 
mar  humea  todas  las  tardes  sobre  los  vértices  de  las  coli- 
nas lejanas  é  irrumpe  luego  á  la  sabana  infinita,  por 
entre  las  tintas  bermejas  de  esos  crepúsculos  radiantes 
en  que  son  tan  pródigos  los  cielos  occidentales. 

En  esta  ciudad  fué  donde,  en  un  recio  batallar  de 
años,  refrendó  el  doctor  Rafael  González  Pacheco  su 
clara  gloria  de  soldado  y  ganó  ese  bello  renombre  de 
caballero  y  paladín  con  que  la  fama  canta  su  paso  en  las 
luchas  de  la  República.  Mi  tierra  le  dio  parte  de  sus 
mejores  hijos  por  el  sacrificio  heroico  por  su  nombre;  lo 
acompañó  con  denuedo  en  el  diario  espectáculo  de  sus 
combates  en  las  calles  de  Barquisimeto  y  en  la  vasta  ex- 
tensión del  Estado;  lo  quiso  siempre  con  veneración  y 
orgullo;  y,  junto  con  la  del  general  Amábile  Solagnie, 
llora  todavía  su  muerte  como  si  fuera  el  derrumbamien- 
to de  su  más  hermosa  esperanza. 

Llegó  él  al  Estado  Lara  en  1900,  cuando  el  viejo 
general  Jacinto  Lara  había  sellado  con  la  batalla  de  Bar- 


—  49  — 

quisimeto  el  triunfo  ruidoso  de  las  armas  liberales  en 
Occidente,  en  aquella  rápida  campaña  que  provocó  la 
segunda  defección  que  de  las  filas  de  la  consecuencia 
personal  y  de  sus  compromisos  políticos  hacía  el  gene- 
ral José  Manuel  Hernández.  Sobre  la  enconada  agita- 
ción en  que  se  hallaba  el  pueblo  larense,  suscitada  por 
rivalidades  de  jefaturas  y  torpes  medidas  de  organiza- 
ción militar,  apareció  González  Pacheco  acompañado 
apenas  por  un  pequeño  numero  de  oficiales,  con  el  ca- 
rácter de  Jefe  Civil  y  Militar  del  Estado.  Apenas  era 
conocido  su  nombre:  el  desorden  de  los  partidos  y  la 
anarquía  política  eran  suficientes  para  augurar  un  inme- 
diato fracaso  á  las  gestiones  de  unión  que  envolvían  la 
delicada  misión  del  doctor  González  Pacheco,  en  un 
pueblo  como  aquél,  tan  celoso  de  su  integridad  regional 
como  inaccesible  á  los  halagos  del  oro  y  á  las  amenazas 
del  poderoso.  Pero  apenas  se  supo  allí  que  el  nuevo  go- 
bernante venía  de  una  purísima  estirpe  liberal  y  que  su 
prestigio  de  soldado  había  estado  siempre,  en  Trujillo,  al 
lado  de  las  mismas  tradiciones  de  causa  á  que  somos  tan 
fieles  la  totalidad  de  los  larenses,  todas  cuantas  eran 
fuerzas  en  pugna  se  pusieron,  unidas,  al  servicio  del  doc- 
tor González  Pacheco,  hasta  poder  realizar  él  el  admi- 
rable pensamiento  de  estrechar  la  familia  larense  en  un 
solo  abrazo  de  confraternidad. 

Ya  había  hecho  González  Pacheco  obra  de  bien 
y  de  heroísmos,  y  ya  tenía  asegurado  para  su  nombre 
de  guerrero  el  cariño  de  aquella  tierra,  donde  ejerció 
más  que  nadie  hasta  entonces,  el  santo  apostolado  de  la 
magnanimidad,  cuando  estalló  la  revolución  libertadora 
y  apareció  Solagnie,  el  19  de  diciembre  de  1901,  alzado 
en  las  cumbres  de  Terepaima. 
4 


—  5o  — 

Y  es  de  esta  época,  tan  memorable  ella  por  todas 
cuantas  fueron  sus  enseñanzas  de  heroísmo  y  su  bizarro 
ejemplo  de  constancia;  es  de  esos  días  de  opulento  valor 
nacional  en  que  se  rindieron  jornadas  de  honor  y  gloria 
como  las  de  Barquisimeto,  Ciudad  Bolívar,  Caja  de  Agua 
y  Matapalo,  que  el  autor  de  estas  líneas  entresaca  de  sus 
memorias  de  mocedad,  una  página  heroica,  resonante 
ella  como  un  escudo  real  y  pura  como  un  medallón 
antiguo,  que  tiene  por  actor  al  doctor  y  general  Rafael 
González  Pacheco.  La  acción  de  armas  que  en  la  his- 
toria de  nuestras  contiendas  recientes  se  llama  el  Si- 
tio de  Barqtiisimeto,  tuvo  un  instante  de  deslumbra- 
miento tan  hermoso,  que  es  digna  de  un  lienzo  sober- 
bio de  vieja  vislumbre  castellana,  ó  de  los  acentos  de 
un  romance  épico,  por  la  música  heroica  que  vibra  co- 
mo  un   hurra   en   su  gallarda  postura  marcial. 

El  2  de  julio  de  1902  fué  reducido  al  recinto  de 
Barquisimeto  el  doctor  González  Pacheco,  cuando  ape- 
nas contaba  con  cuatrocientos  hombres  para  la  defensa 
de  la  plaza,  le  escaseaba  el  parque,  estaba  desautori- 
zado como  Gobierno  y  llevaba  yá  en  el  alma  la  cruel 
espina  de  las  decepciones  que  consumid  por  último  su 
poderosa  constitución  moral.  Tres  mil  hombres,  en  cu- 
yas banderas  resplandecían  los  éxitos  de  recientes  jor- 
nadas, asediaban  la  plaza  como  entre  un  ferrado  anillo. 
La  plana  mayor  de  los  generales  revolucionarios  de  Oc- 
cidente estaba  allí  con  Luciano  Mendoza  á  la  cabe- 
za, constriñendo,  bajo  las  tres  filas  de  sus  divisiones 
en  batalla,  á  aquel  reducido  número  de  sitiados  que 
comandaba  González  Pacheco.  La  pequeña  fuerza 
ocupaba  por  medias  compañías  las  trincheras  levanta- 
das en  las  principales  esquinas  de  Barquisimeto,  en  un 
espacio  de   diez  á   quince   cuadras   en   conjunto.     Los 


—  51  — 

sitiadores  eran  dueños  de  las  tres  cuartas  partes  de  la 
ciudad ;  y  el  combate,  que  empezara  á  distancia,  estaba 
ya  en  todos  los  puntos  librándose  á  calle  de  por  medio, 
frente  á  frente,  casi  cuerpo  á  cuerpo  sobre  el  techo  de  las 
casas,  en  los  corredores  de  los  hogares  y  .  por  entre  las 
ventanas  de  los  edificios.  De  día  y  de  noche,  con  los 
indispensables  intervalos  de  cargar  el  arma,  se  peleaba 
furiosamente  como  en  un  duelo  de  honra  patria,  hacien- 
do prodigios  de  temerario  denuedo  sitiados  y  sitiado- 
res. González  Pacheco  á  caballo,  trajeado  de  negro 
y  sombríamente  pálido,  llevando  en  la  grupa  su  corne- 
ta de  ordenes,  atronaba  las  calles  de  la  ciudad  con  un  fér- 
vido toque  de  fuego  á  pie  firme.  A  veces,  por  las  ca- 
lles desiertas  que  el  humo  azulaba  y  mientras  sus  sol- 
dados se  batían  en  las  barricadas,  erraba  su  figura  im- 
penetrable y  triste  que  adquiría  entonces,  bajo  las  pro- 
porciones de  la  hora  aflictiva,  el  tono  resplandeciente 
de   la   cera  mística. 

Trece  días  y  catorce  noches  duro  aquella  heroica 
defensa  de  la  ciudad.  Agotadas  las  provisiones  de  su 
tropa,  González  Pacheco  había  dicho  como  el  defensor 
de  Gerona:  nos  comeremos  á  los  cobardes.  Agotado  el 
parque,  había  armado  de  machete  á  sus  soldados  y  había 
rugido:  nos  retiraremos  al  cementerio. 

En  esos  momentos  fué  cuando  los  tres  mil  hombres 
sitiadores  propusieron  un  armisticio  á  los  cuatrocientos 
hombres  asediados.  Entonces  pudimos  contemplar  to- 
dos un  espectáculo  magnífico.  Cesados  los  fuegos  en 
los  varios  puntos  del  combate,  González  Pacheco  salta 
por  sobre  la  terrible  barricada  que  defendía,  impasible, 
uno  de  sus  mejores  oficiales,  el  entonces  coronel  Félix 
Galavís.  Salto  sólo,  pálido,  impenetrable,  cerrado  de  ne- 
gro, orlada  por  un  denso   crespón  de   duelo  la  copa  del 


—  52  — 

panamá,  y  cruzado  el  pecho  heroico  por  ancha  banda 
amarilla  de  la  cual  pendía,  terrible,  su  noble  acero  de  pa- 
triota. Atra vezo  como  un  vencedor  las  filas  enemigas 
que  se  abrían  con  respeto  á  su  paso,  y  entró  á  la  casa  de 
la  conferencia.  Los  generales  libertadores  se  pusieron 
de  pies  ante  aquel  hombre  que  llegaba  ante  ellos,  son- 
reído, nimbada  la  frente  por  una  aureola  de  heroísmo, 
tenacidad  y  valor.  Dio  la  mano  a  Luciano  Mendoza, 
abrazo  á  Solagnie  y  no  saludo  al  general  Rafael  Montilla. 

Se  le  propuso  entonces  al  doctor  González  Pache- 
co la  entrega  á  discreción  de  la  plaza,  proposición  que, 
naturalmente,  rechazó  con  sonreída  dignidad  marcial. 

Por  fin,  el  ejército  libertador   convino,   á  propuesta 
de  González  Pacheco  y  como  única   fórmula  para  con- 
cluir aquella  jornada,  abrir  un  flanco  por  donde,  á    la  ma- 
ñana siguiente,  saldría  él    con    "sus    heridos    y  su  tropa, 
á  banderas  desplegadas  y  á  tambor  batiente." 

Mis  ojos  de  profano  en  lides  heroicas  no  olvidarán 
jamás  la  resplandeciente  visión  de  aquella  mañana  in- 
mortal. 

Poco  á  poco,  por  guerrillas  compactas  que  marcha- 
ban bajo  un  claro  tremolar  de  banderas,  fué,,  por  el  flanco 
libre,   saliendo   aquel    bizarro  batallón  del  decoro,    entre 
un  vasto   rumor  de  armas  en  marcha,  levantando  con  los 
cascos  de  sus  caballos  un  denso  torbellino  de  polvo  áureo. 

Fueron  desfilando,  lentos,  indiferentes,  sus  bande- 
ras al  aire,  arrullados  por  la  música  mañanera  de  su  cha- 
ranga. 

Los  generales  libertadores  presenciaban  en  una  ori- 
lla del  camino  aquel  atrevido  desfile,  en  pleno  día  de  sol. 

González  Pacheco  fué  el  último  en  abandonar  la 
ciudad,  Detrás  de  la  última  guerrilla  en  marcha  iba  él  en 


—  53  — 

su  gran  caballo  moro,  firme  en  la  silla  vaquera,  abrigado 
en  su  gabán  de  terciopelo  debajo  del  cual  se  veían  resplan- 
decer la  guarnición  de  la  espada  y  sus  botas  de  caballe- 
ro. Pasó  por  delante  de  los  generales  vencedores  y  con 
grave  gesto  de  paladín  saludo,  levantando  un  poco  su 
sombrero  de  anchas  alas. 

¡Oh,  noble  amigo!  Sobre  la  tumba  que  guarda  lo 
que  fué  frágil  vaso  de  tu  espíritu  purísimo,  se  alzará 
en  breve  la  simbólica  consagración  del  monumento.  Tú 
reencarnaste  entre  nosotros  el  alma  lírica  y  radiante  de 
nuestro  abuelo  el  castellano.  Fuiste  soldado;  atra vezaste 
por  la  vida,  envuelto  en  el  fulgor  de  una  llamarada,  y 
no  obstante,  sobre  la  losa  de  tu  sepulcro  pudiera  excla- 
marse con  José  Martí:  Se  fue  de  la  vida  y  se  llevo  lim- 
pias las  alasr 

Toma  González  Pacheco  la  vía  de  los  Humocaros 
"por  El  Tocuyo  solicitando  el  refuerzo  que  de  Merida  y 
Trujillo  traía  el  doctor  y  general  Leopoldo  Baptista,  á 
quien  encuentra  en  Humocaro  Bajo  y  con  quien  contra- 
marcha á  Barquisimeto,  plaza  que  desocupa  la  Revolu- 
ción, la  cual  no  poseía  elementos  suficientes  para  la  resis- 
tencia, aunque  cobraba  poderoso  incremento  en  el  vasto 
territorio  larense.  Sus  fuerzas  se  retiran  y  reconcentran 
en  la  línea  del  Ferrocarril  Sud-Oeste. 

Baptista  marcha  hacia  el  Centro  con  su  Ejército  y 
González  Pacheco  queda  en  Barquisimeto. 

El  general  Gregorio  Segundo  Riera  se  aproxima, 
vía  de  Coro,  con  un  aguerrido  Ejército  de  lo  más  disci- 
plinado y  municionado  que  invadid  á  Lara.  González 
Pacheco  cuyas  fuerzas  militares  son  pequeñas  y  tiene 
bajo  su  vigilancia  un  cuantiosísimo  parque,  juzga  impo- 
sible su  permanencia  en  Barquisimeto  y  comunica  sus 


—  54  — 

justos  temores  á  Castro,   quien    le    ordena  salvar   aquel 
parque  tomando  la  vía  de  Trtcjillo. 

González  Pacheco  para  quien  las  puertas  de  hon- 
rosas Retiradas  estuvieron  siempre  prontas,  concibe  el 
plan  de  la  más  atrevida  acción  guerrera  que  en  los  anales 
épicos  de  Lava  se  cuentan,  y  si  sus  presillas  de  General 
no  las  dorara,  con  oro  purísimo  de  mérito  la  resistencia  de 
Tovar  y  el  Sitio  de  Barquisimeto,  bastaría  esa  página  de 
luz  para  iluminar  la  vida  de  quien  en  lo  moderno  puede 
citarse  como  ejemplar  de  denuedo,  de  valor,  de  lealtad  y 
de  consecuencia. 

No  podría  mi  pluma,  trocada  en  pincel,  trazar  el 
cuadro  magnífico  de  aquel  desfile  triunfal,  digno  de  Jeno- 
fonte en  los  días  de  la  Grecia  y  como  para  que  cobre 
él  todo  su  mérito,  cedo  mi  pluma  de  narrador  á  la 
del  Jefe  de  Estado  Mayor  de  las  fuerzas  que  verificaron 
la  parábola  radiante  de  aquella  Retirada  homérica,  con  la' 
cual  se  salvó  el  honor  de  un  Ejército,  resplandeció  aún 
más  el  brillo  de  una  espada  y  la  gloria  de  una  bandera, 
se  arranco  de  las  manos  del  enemigo  un  cuantioso  par- 
que, resonó  muy  alto  el  nombre  de  un  Caudillo  y  bajo 
bosques  de  laureles  se  cobijaron  sus  heroicos  Tenientes. 

El  13  de  agosto  de  i902recuerda  la  acción  más  glo- 
riosamente heroica  de  los  anales  militares  de  un  Ejército, 
refleja  sobre  el  nombre  de  cada  uno  de  sus  Comandantes 
un  honor  tan  grande  como  el  valor  y  la  pericia  de  quien 
la  concibió  y  en  medio  al  rudo  batallar  la  vio  realizada, 
no  obstante  el  pertinaz  empeño  de  impedirla  que  toma- 
ron sus  aguerridos,  valerosos  y  estratégicos  persegui- 
dores. 

Escribe  el  general  Joaquín  Corona,  ante  cuya  hu- 
milde tumba  me  descubro,  lo  siguiente: 


—  55  — 

"Estados   Unidos   de   Venezuela. — Jefatura   de    Estado 
Mayor  de  las  fuerzas  del  Estado  Lara. 

Nirgua,  17  de  agosto  de  1902. 

Ciudadano  General  Rafael  González  Pacheco. 

Presente. 

"Cumplo  con  el  deber  de  dar  á  usted  cuenta  de  las 
"operaciones  ejecutadas  en  nuestra  retirada  de  Barqtii- 
" símelo. 

"Informado  usted  de  que  el  ejército  revolucionario 
"al  mando  délos  Generales  Mendoza,  Batalla,  Riera  y 
"Solagnie  había  ocupado  á  Duaca,  y  temiendo  un  sillo, 
"dado  el  número  considerable  de  las  fuerzas  enemigas, 
"en  relación  de  las  nuestras,  ordenó  usted  mover  el  cam- 
"pamento  de  la  ciudad  hacia  la  planicie  que  está  sobre  la 
"Caja  de  Agua,  y  así  se  efectuó. 

"En  la  mañana  del  13  dio  orden  usted  de  que  el 
"Cuerpo  de  Caballería  avanzara  hacia  Duaca  todo  lo  que 
"pudiera  para  saber  con  certeza  el  paradero  del  enemigo; 
"este  Cuerpo  regresó  ya  tarde  de  la  mañana  trayendo  el 
"informe  de  que  todas  las  fuerzas  revolucionarias  se  ha- 
"bían  movido  de  Duaca  para  Barquisimelo  en  la  noche 
"del  E2,  para  atacarnos  el  13  en  la  tarde,  y  el  de  que 
"Montilla  con  mil  hombres  había  ocupado  á  Cernios 
"Blancos. 

"Inmediatamente  ordenó  usted  movilizar  las  fuerzas 
"con  el  parque  por  el  camino  de  Río  Arriba,  buscando 
"salir  á  Quíbor. 

"Marchando  iban  nuestras  fuerzas  por  la  vía  dicha, 
"cuando  al  llegar  á  Gíiaiquiva,  de  cinco  á  seis  de  la 
"tarde,  nos  encontramos  interceptados  por  fuerzas  de 
x  'Montilla  que  nos  hacían  fuego    desde    la    serranía   alta 


-56- 

"que  queda  al  Norte  del  camino  que  llevábamos.  En 
"seguida  ordeno  usted  hacer  alto  en  la  marcha,  y,  con 
"pericia  militar  que  lo  distingue,  dio  orden  de  ocupar  las 
"alturas  que  quedan  al  Sur,  en  dirección  opuesta  á  la  que 
"ocupaba  el  enemigo,  para  cuya  operación  se  aprovechó 
"la  noche.  El  enemigo  aprovechándola  también,  bajó  al 
"río,  y  al  amanecer  atacó  nuestras  primeras  avanzadas. 
"Ordenó  usted  entonces  resistir  á  pie  firme,  mientras  el 
"grueso  de  las  fuerzas  y  el  parque  se  movían  por  la  alta 
"serranía  que  conduce  á  Río  Claro.  Tres  horas  se 
"peleó  nutridamente  haciendo  nuestros  soldados  y  oficia- 
"les  gala  de  su    decisión  y  su  valer. 

"Apercibido  el  enemigo  de  nuestra  operación  se  mo- 
vilizó río  arriba,  buscando  interceptarnos  de  nuevo. 

"Llegamos  á  Río  Claro  de  cuatro  á  cinco  de  la 
"tarde  del  catorce,  y  fué  usted  informado  allí  de  que  el 
"enemigo  ocupaba  ya  El  Bticaral,  único  punto  por  donde 
"podía  salirse  á  El  Tocuyo.  En  tal  virtud  ordenó  usted 
"contramarchar  por  esta  vía  hacia  Bdrquisimeto,  lo  cual 
"se  efectuó  bajo  los  fuegos  que  de  la  serranía  de  Matatere 
"que  domina  el  camino,  nos  hacían  fuerzas  enemigas  allí 
"avanzadas;  marchando  río  abajo,  con  un  invierno  torren- 
"cial  y  aprovechando  la  noche  lograron  pasar  nuestras 
"fuerzas  sin  ser  vistas,  por  entre  Barquisimeto  y  Cabu- 
"daré,  ambas  plazas  ocupadas  por  fuerzas  de  la  Revolu- 
ción; mejor  dicho,  por  un  punto  distante  media  legua  de 
"dos  plazas  ocupadas  por  el  enemigo. 

"Caminando  toda  la  noche,  que  era  oscurísima,  y 
"por  un  camino  malísimo,  logramos  llegar  á  Yaritagua, 
"En  la  mañana  del  15,  después  de  haber  derrotado  en 
"media  hora  de  fuego  á  las  fuerzas  que  ocupaban  dicha 
"plaza  en  número  de  doscientos  hombres  al  mando  del 
"general  Mogollón.     Media   hora   teníamos  en   esta  ciu- 


.    —  57  — 

"dad,  donde  ordeno  usted  dar  un  ligero  descanso  á  las 
"fuerzas  para  seguir  la  marcha,  cuando  fuimos  atacados 
"por  retaguardia  por  fuerzas  procedentes  de  Barqui- 
"simeío   en  número  bastante  considerable, 

"Con  la  serenidad  que  le  caracteriza  ordeno  usted 
"sostener  los  fuegos  en  la  ciudad,  mientras  tomaba  ven- 
taja el  parque,  apercibido  como  estaba  de  que  era  in- 
fructuosa toda  resistencia,  dada  la  superioridad  numé- 
rica del  enemigo, 

"Por  espacio  de  una  hora  se  sostuvieron  los  fuegos 
"con  una  bravura  admirable  por  parte  de  nuestras  fuerzas. 
"El  enemigo,  tenaz  y  deseoso  deponerse  en  el  cuan- 
tioso parque  que  traíamos,  siguió  en  nuestra  persecu- 
ción en  un  trayecto  de  ocho  leguas ;  teniendo  usted  que 
"venir  peleando  en  retirada  todo  el  día  hasta  las  6  de 
"la  tarde,  cerca  de  Chivacoa,  hora  en  que  el  enemigo 
"comprendió  que  ante  la  valla  que  le  oponían  nuestros 
"valerosos  soldados,  hábilmente  dirigidos  por  usted  y 
"secundados  por  los  valientes  Jefes  y  la  brillante  y  heroi- 
ca oficialidad  que  lo  acompaña,  eran  inútil  todos  sus 
"esfuerzos    para  quitar  el    parque. 

"Caminando  toda  la  noche  acampamos  ya  en  la  ma- 
drugada en  El  Mango,  que  era  el  deseo  de  usted  para 
'hacerle  frente  al  enemigo  en  esta  famosa  posición,  si 
"insistían  en  su  persecución.  Apercibido  usted  de  que 
"el  enemigo  no  nos  seguía,  ordenó  levantar  el  campa- 
"mento  y  vinimos  á  acampar  el  16  en  la  tarde  en  Bu- 
"rüta  tomando  posiciones  convenientemente. 

"El  17  en  la  mañana  se  movieron  nuestras  fuerzas 
"de  dicho  punto,  y  á  las  3  de  la  tarde  entramos  á  esta 
"ciudad  con  el  parque  íntegro. 

"El  enemigo  tuvo  muchísimas  bajas,  entre    ellos  ofi- 


"cíales  de  significación  y  gasto  gran  cantidad  de  parque. 
"Nuestras  fuerzas  también  tuvieron  muchas  bajas  entre 
"muertos  y  heridos. 


"No  le  hago  mención  especial  de  nadie  en  este  par- 
"te,  porque  el  esfuerzo  fué  común,  y  cada  cual  en  su  es- 
"fera  supo  ponerse  á  la  altura  del  deber  y  de  las  circuns- 
tancias; pero  lo  que  sí  es  verdad;  es  que  los  Jefes  y  la  Ofi- 
cialidad que  lo  acompañan  han  demostrado  una  vez  más 
"su  valor  y  disciplina,  haciéndose  más  acreedores,  si  cabe, 
"á  tener  un  Jefe  como  usted  y  la  estimación  de  nuestros 
"compañeros  de  Causa. 

"La  retirada  de  usted  de  Barquisimeto  es  un  triunfo 
'de  la  Causa  y  llena  de  íntima  satisfacción  á  los  que  le 
"acompañamos  con  lealtad  inquebrantable.  Ella  es  nue~ 
"va  credencial  que  lo  coloca  entre  los  primeros  servido- 
res de  esta  actualidad  política. 


"De  la  manera  mas  sincera  le  presento   en    nombre 
del  ejército  mis  efusivas  congratulaciones. 
Dios  y  Federación, 

Joaquín  Corona? 

Nada  podría  agregar  mi  pluma  á  la  verídica  narra- 
ción de  quien  con  la  punta  de  su  espada  húmeda  en 
sangre  escribió  los  detalles  de  aquel  desfile  que  salvó 
un  parque  y  el  honor  de  su  custodia. 

La  prensa  extranjera  comentó  aquella  Retirada 
y  un  larense  escribe  en  un  capítulo  de  una  Novela  his- 
tórica, el  cuadro  que  copio: 


—  59  — 

"Apenas  la  vanguardia  del  ejército  se  alejaba  en 
aquel  desfile  sangriento  y  se  extinguían  las  postreras  vi- 
braciones del  clarín  marcial,  que  en  vibrante  diapasón 
épico  anunciaba  en  el  toque  uno  y  diez  y  seis,  la  retirada; 
todas  las  tormentas  del  cielo  parecían  conjurarse  para 
seguir  en  pos  de  aquella  huella  luminosa,  dejada  por  el 
Doctor  González  Pacheco,  que  había  jurado  sobre  la 
cruz  de  su  espada  victoriosa  la  integridad  de  sus  princi- 
pios en  el  holocausto  sangriento  de  las  batallas. 

La  tormenta  del  cielo  abría  en  esta  vez  su  columna 
de  fuego,  que  alumbraba  en  las  tenebrosidades  del  cami- 
no el  paso  á  aquella  procesión  de  centauros. 

La  noche  oscura:  el  enemigo  poderoso,  ciento  con- 
tra uno.  Al  fin  se  veía  violada  la  Deidad  Barquisimeta- 
na,  recostada  sobre  su  altiplanicie  secular,  al  puro  am- 
biente de  sus  montañas  y  al  espectáculo  radiante  y  jo- 
cundo, que  abarca  la  munificiencia  de  sus  zonas. 

Empezó  el  desfile. 

El  parque,  augusto  depósito  de  la  Honra  Nacional, 
que  fué  siempre  en  sus  manos  timbre  legítimo  de  glorio- 
sas victorias,  ligeramente  colocado  en  tristes  jamelgos 
hambrientos  marchaba  cuesta  arriba,  bajo  los  disparos 
de  las  fortificaciones  enemigas.  Por  todas  partes  era  un 
presagio  de  muerte. 

¿A  dónde  iban  aquellos  cruzados  de  la  Causa? 
¿Cómo  salir  avante  en  aquel  inminente  peligro,  coaliga- 
das las  fuerzas  de  la  naturaleza  y  los  mortíferos  proyec- 
tiles de  la  revolución  triunfante? 

Iban  hacia  el  Centro  ignoto  y  terrible:  "Con  una 
sonrisa  de  desdén  en  la  comisura  de  los  labios  y  una  flor 
amarilla  en  la  trompetilla  de  los  fusiles."  Su  única  re- 
dención era   el  sacrificio:    su  único   thabor    el  martirio. 


—  6o  — 

Más  allá  de  los  horizontes  incendiados  por  los  cár- 
denos relámpagos,  también  se  descuajaba  una  tormenta. 
Los  soldados  contemplaban  el  sacrificio  de  aquella  reti- 
rada, miraban  asombrados  el  rostro  nazareno  de  aquel 
humilde  Jefe,  en  cuyos  ojos  prendían  ya  las  primeras 
violetas  de  la  tisis  y  cuyas  manos  donde  una  vez  con 
pulso  firme  se  levantara  el  oriflama  vencedor,  apenas  si 
sostenían  ahora  las  bridas  del  corcel  marcial,  pero  en  cu- 
ya frente  pensadora  anidaban  todas  las  águilas  del  triun- 
fo, y  sóio  cruzaban,  en  el  vuelo  vertiginoso  del  pensa- 
miento, las  ideas  de  lealtad  á  la  consigna  de  su  ejército 
y  de  fe  jurada  á  los   principios  de  su  canon  político! 

Por  eso  el  desfile  fué  una  victoria " 

La  oficialidad  larense  tributa  á  los  generales  Vincen- 
cio  Pérez  Soto  y  Enrique  Tovar  Díaz  los  más  justicieros 
elogios  por  la  actitud  y  valor  desplegados  en  la  retirada 
del  13  de  agosto  de  i902,y  cumple  á  mi  pluma  mencio- 
nar sus  nombres  como  los  de  dos  jóvenes  militares  del 
Occidente  en  quien  las  armas  heroicas  de  Lara  adquie- 
ren brillo  y  en  quienes  como  en  Argenis  Asuaje,  Lino 
Díaz,  hijo,  Silverio  González,  Juan  Antonio  Asuaje,  Mi- 
guel Gutiérrez,  J.  Victoriano  Jiménez,  Froilán  R.  Alvarez, 
Simón  Sánchez,  Julio  Rodríguez,  Miguel  Ignacio  Sa- 
muel Lara,  Rafael  Borges,  Vicente  González  Perdomo, 
Bartolo  Yépez,  Manuel  Asuaje,  Paulo  Emilio  Ceballos, 
Santiago  Pina,  Manuel  Domingo  Solagnie,  Ignacio  Al- 
varez, Ramón  Vázquez,  Juan  Bautista  Segovia.  Bruno 
López  Fonseca,  Manuel  Ramón  Vilaró,  Rodolfo  Pina, 
Francisco  Tovar  A  riza,  Melecio  Luna  y  Luna,  Ignacio 
Parra,  Juan  Jiménez,  Andrés  Rodríguez  y  otros  más  que 
se  escapan  á  mi  pluma,  tiene  la  prestigiosa  causa  de  di- 
ciembre leales  soldados  y  aguerridos  defensores  en  aque- 
llas tierras  occidentales  donde  el  valor    florece  y  la  inte- 


—  6r  — 

ligencia  es  don,  allá  donde  el  soldado  resiste  todas  las 
inclemencias  y  pelea  bajo  todos  los  climas  yren  donde 
Gómez  sabe  que  asienta  su  nombre  en  base  de  prestigio 
y  se  secunda  su  obra  con  entusiasmo  y  decisión. 

De  pie  sobre  el  Picacho  de  Nirgua  González  Pa- 
checo pudo  volver  la  cara  á  sus  perseguidores  y  saludar- 
los con  un  ademán  de  triunfo,  que  en  el  lienzo  sería  el 
más  bello  motivo  del  pincel  y  en  el  mármol  haría  la  apo- 
teosis brillante  del  heroísmo  venezolano! 

Salve  ¡oh,  Jefe! 

Hasta  el  hueco  profundo  de  la  huesa  en  que  des- 
cansas, llegan  los  ecos  triunfales  de  las  dianas  de  tus- 
Cornetas  y  como  sobre  la  tumba  de  José  Martí,  la  mu- 
sa entristecida  de  la  Patria  coloca  sobre  la  tuya:  un  ra- 
mo de  flores  y  una  bandera. 

Duerme  á  la  sombra  de  tus  laureles  que  reverdecen, 
al  riego  de  nuestras  lágrimas. 

Supisteis  vencer  y  estás  vencido,  por  el  silencio,  la 
quietud  y  la  muerte. 

Pero  sobre  tu  loza  ha  llamado  la  voz  de  la  amis- 
tad y  del  compañerismo  y  á  su  cuidado  florecerán  "las 
ramas  del  árbol  simbólico  á  cuya  sombra  se  duerme  el 
sueño  déla  gloria". 

Descansa  aun 

#  * 

El  fatigado  ejército  que  acababa  de  conquistar  ba- 
jo el  fuego  enemigo  la  más  gloriosa  victoria,  marcha 
á  El  Tinaco  á  enfrentarse  á  las  fuerzas  revolucionarias 
del  Occidente,  unidas  y  en  marcha  al  Centro,  bajo  el 
mando  de  los  distinguidos  Jefes  que  habían  puesto  si- 
tio  á   Barquisimeto  y    del   general    Gregorio  S.  Riera- 


González  Pacheco  es  nombrado  Auditor  de  Guerra  del 
Ejército. 

En  Tiuaquillo  rematan  el  triunfo  batiéndose  con 
denuedo  y  conquistan  nuevos  laureles  que  suman  á  los 
reverdecidos  que  ya  han  cosechado  en  tierra  larense. 

El  doctor  González  Pacheco,  fatigado  por  la  ru- 
da campaña  que  acaba  de  librar,  se  siente  enfermo.  Su 
organismo  delicado,  herido  ya  de  muerte  por  la  traido- 
ra enfermedad  que  lo  minaba,  resentido  está ;  pero  tras 
ligerísima  tregua  que  hace  en  Valencia,  sube  á  Caracas 
y  días  después  le  vemos  desfilar,  como  cualesquier  Ca- 
pitán de  Compañía  con  6o  hombres  á  ocupar  una  po- 
sición estratégica  en  el  cerro  de  La  Hallaca.  Días  an- 
tes hace  una  expedición  de  estudio  con  el  General 
Gómez  y  ambos  combatientes  revisan  las  posiciones 
de  resistencia  en  Baruta,  Sabana  Grande^  La  Jila  de 
Turgua  etc. 

González  Pacheco  tiene  que  dar  nuevas  pruebas 
de  su  valor  á  los  ojos  de  Castro,  que  cegados  por  el 
egoísmo  no  quisieron  ver  en  la  campaña  de  Lara  el  alto 
relieve  de  estrategia  militar  en  que  un  solo  soldado  re. 
siste  el  empuje  del  núcleo  poderoso  de  la  Revolución 
en  Occidente  y  sale  por  entre  camino  de  bayonetas 
enemigas,  á  paso  triunfal,  trayendo  un  parque  cuantio- 
sísimo   é  ileso  el    honor  de  las  armas  del  Gobierno. 

La  pasión  que  ciega,  el  egoísmo  que  venda,  la  emu- 
lación que  cierra  el  alma  á  la  justicia  no  pusieron  sobre 
aquella  frente  el  nimbo  de  luz  del  vencedor,  antes  crucifi- 
caron su  lealtad  en  cruz  desospechas  y  sobre  aquel  pecho 
generoso  asestaron  despiadados  la  lanzada  mortal  de  la 
desconfianza  que  á  los  hombres  de  honor  hiere  acerva- 
mente. 


-63- 

Lo  había  dicho  cuando  se  le  mando  á  ocupar  Los 
Teques:  Soy  allí  un  centinela.  Y  conquisto  un  triunfo 
más. 

Fué  el  19  de  octubre  cuando  los  Generales  Eleazar 
Urdaneta,  Hernández  Ron,  Tovar,  Guardia,  Alfonzo  y 
otros  Jefes  atacaron  en  Los  Teques  los  200  hombres  que 
comandaba  González  Pacheco,  á  las  7  de  la  mañana. 
A  pesar  de  la  desigualdad  numérica  de  las  fuerzas  de  este 
militar  se  traba  el  combate  con  heroicidad  sin  ejemplo, 
aceptando  González  Pacheco  aquel  sangriento  duelo 
sin  vacilar,  como  siempre  comprometió  sus  batallas. 

"A  las  6  de  la  tarde  los  revolucionarios,  destrozados 
por  la  metralla,  retrocedieron  estupefactos  y  asombrados 
ante  aquella  heroica  resistencia,  sin  que  los  nuestros  hu- 
bieran perdido  sus  posiciones  de  Pan  de  Azúcar. 

Desparte  de  la  revolución  quedaron  entre  muertos 
y  heridos  200  hombres.     De  nuestra  parte  40. 

Amparados  por  las  sombras  de  la  noche  los  revolu- 
cionarios destrozados  huyeron  de  esta  población. 

El  espectáculo  que  estamos  presenciando  es  horri- 
ble! En  el  sólo  Hospital  de  las  Hermanitas  de  Caridad 
hay  más  de  cien  heridos,  la  mayor  parte  de  la  revo- 
lución!  

El  Doctor  González  Pacheco  y  los  Generales  Mo- 
ros y  Cabrices  se  batieron  como  leones! 

Amigos  y  enemigos  están  asombrados  de  tanto  va- 
lor y  bizarría. 


La  revolución  vino  en    proporción    de    uno    contra 
cinco,  creyendo  tarea   fácil    dominar   á   ese    puñado   de 


—  64- 

héroes;  pero  se  olvidaron  de  que  aquí  estaba  la  espada  de 
González  Pacheco." 

Así  se  lee  en  un  telegrama  de  aquella  fecha. 

En  aquel  combate  quedó  sin  vida  el  valeroso  joven 
artillero  Luis  Julio  Pacheco,  luchando  con  coraje  y  pun- 
donor. 

González  Pacheco  había  cumplido  su  reto. 

Ataca  á  las  fuerzas  revolucionarias  que  ocupan  las 
fuertes  posiciones  militares  de  Las  Canales,  en  la  mañana 
del  4  de  noviembre  de  1902  y  á  las  6  están  en  poder  de 
sus  soldados  las  cumbres  que  ocupaba  el  enemigo,  co- 
mandado por  José  Manuel  Peñaloza. 

En  uno  de  los  partes  de  la  batalla  se  lee:  "González 
Pacheco  ha  destrozado  á  un  enemigo  mandado  por  un 
militar  de  la  talla  de  Peñaloza,  guerrero  de  empuje,  figu- 
ra culminante  entre  los  revolucionarios  orientales  y  alma 
de  la  insurrección  en  aquellas  comarcas". 

Quedan  sobre  el  campo,  heridos,  los  Generales  Ma- 
nuel Cabrices,  Celestino  Martínez,    quien    murió   luego, 
Henríque  Tovar  y  Nieto  y  del  enemigo  Lázaro  Garbán 
muerto  y  multitud  de  bajas  más  de  uno  y  otro  bando. 

Aquel  combate  pone  al  Gobierno  en  actitud  de  des- 
pejar la  linea  férrea  hasta  Las  Tejerías  y  reparar  la  línea 
telegráfica,  vías  por  donde  Castro  podía  recibir  recursos 
y  noticias. 

Por  la  carretera  y  las  alturas  de  Las  Canales  comien- 
za el  combate  á  las  1 1  y  media  de  la  mañana  y  el  enemi- 
go se  refugia  en  una  casa,  de  donde  es  desalojado  á  san. 
gre  y  fuego,  á  las  6  y  media  de  la  tarde,  después  de  la  más 
heroica  resistencia  que  cuesta  un  gran  número  de  víc- 
timas. 

La  línea  de  batalla   del    Ejército  revolucionario   se 


-65  — 

tiende  desde  Las  Canales  hasta  Los  Colorados  y  Peñalo- 
za  con  sus  fuerzas  cubre  la  retaguardia;  la  División 
Juan  Rodríguez  ocupa  el  centro  y  los  generales  Al- 
fonzo,  Ramos  y  Garbán  la  vanguardia. 

El  enemigo  contaba  con  triple  numero  de  fuerzas 
y  gallarda  oficialidad. 

El  destino  había  señalado  á  González  Pacheco 
con  aureola  de  triunfos  y  así  se  explica  éste,  obtenido  so- 
bre fuerzas  triplicadas  en  número  á  las  suyas. 

Terminadas  las  operaciones  militares  en  el  Centro  el 
Doctor  González  Pacheco  recibe  ordenes  de  invadir  por 
Coro  el  Estado  Lara,  aún  en  poder  del  enemigo  y  embar- 
cado en  Puerto  Cabello  pasa  á  Tucacas,  en  donde  parte  de 
su  aguerrida  oficialidad  le  espera.  Se  lleva  consigo  algu- 
nos oficiales  y  dicta  á  los  otros,  sus  ordenes;  continúa  su 
marcha  á  Ealcófi  y  se  incorpora  al  Ejército  que  coman- 
daba el  doctor  Leopoldo  Baptista,  con  el  carácter  de  Jefe 
de  Estado  Mayor  General  de  aquél.  El  10  de  diciem- 
bre llegan  á  Qiábor  en  donde  se  les  informa  del  bloqueo 
de  los  principales  puertos  de  la  República  por  las  escua- 
dras de  las  Potencias  aliadas  y  reciben  órdenes  de  Castro 
de  marchar  al  Centro. 

En  el  sitio  denominado  El  Tostado  firman  el  trata- 
do de  suspensión  de  hostilidades,  mientras  enviaban  co- 
misionados á  Caracas,  quienes  regresaron  en  breve  y  de 
nuevo  se  declaró  la  guerra  entre  los  Ejércitos  contrarios. 

El  26  de  diciembre  bate  marcha  el  Ejército  y  acam- 
pa en  Cerritos  Blancos.  El  27  de  diciembre  continúa 
la  marcha  por  El  Garabatal  en  donde  era  el  pensamien- 
5 


—  66  — 

to  de  Baptista  acampamentar  las  fuerzas;  pero  cuando 
comenzaban  á  colocarse  las  avanzadas  de  vanguardia  el 
enemigo  rompe  sus  fuegos  sobre  el  Ejército  del  Gobier- 
no. Comenzó  así  el  combate  de  La  Caja  de  Agua,  acción 
guerrera  de  mérito  en  donde  González  Pacheco,  Baptis- 
ta, Peñaloza,  Montilla  y  Colmenares  estuvieron  á  la  al- 
tura de  su  valor.  4  horas  y  unos  minutos  duró  la  refriega 
y  como  el  ataque  fué  casi  cuerpo  á  cuerpo  las  bajas  fue- 
ron innumerables.  Ataques  sucesivos  se  suceden  hasta 
la  noche  del  28.  El  Ejército  revolucionario  volvió  á  sus 
posiciones  y  el  del  Gobierno  permaneció  en  las  suyas. 

El  28  ordena  Baptista  la  retirada  hacia  El  Tocuyo, 
debida  á  la  escazés  de  parque  y  en  la  noche  de  ese  día  se 
practica  la  operación. 

Baptista  encarga  á  González  Pacheco  del  mando 
del  Ejército  y  va  á  Maracaibo  en  solicitud  de  elementos 
de  guerra,  con  los  cuales  regresa  en  12  de  enero  de  1903, 
reencargándose  de  la  Jefatura  Superior  del  Ejército. 

El  14  salen  de  El  Tocuyo  y  acampan  en  Quíbor  y 
el  1 5  pernoctan  en  Cénalos  Blancos.  El  16,  á  las  2  de 
la  madrugada,  abren  operaciones  sobre  Barquisimeto  así: 
la  División  Vanguardia  al  mando  de  González  Pache- 
co, por  el  Norte  de  la  ciudad  y  el  Centro  y  Retaguardia 
por  el  Sur,  bajo  las  órdenes  del  doctor  Baptista,  obrando 
en  combinación. 

El  enemigo  informado  de  la  aproximación  del  Ejér- 
cito Constitucional  desocupa  la  plaza  de  Barquisimeto  y 
marcha  hacia  la  línea  férrea. 

El  16  en  la  mañana  ocupa  el  Ejército  de  Baptista  la 
ciudad  y  éste  resigna  el  mando  en  González  Pacheco  y 
toma  con  su  brillante  oficialidad  y  dos  Batallones,  la  vía 
de  Tfujillo. 


-67- 

González  Pacheco  organiza  civilmente  el  Estado 
de  su  mando,  con  el  carácter  de  Presidente  Constitucio- 
nal y  al  reencargarse  del  Poder  Civil  expide  un  Manifies- 
to, llamando  á  la  paz  á  los  elementos  aún  en  armas  y 
predicando  la  unión  y  la  fraternidad  en  el  seno  de  aquel 
Estado  que  se  había  sangrado  profundamente  en  el  esté- 
ril sacrificio  de  la  guerra  fraticida. 

Niobe  infeliz  vid  caer  uno  tras  otro,  sus  hijos  queri- 
dísimos y  la  desolación  pobló  de  lágrimas  las  alegrías  de 
sus  crepúsculos  llenos  de  fuego,  oro,   ensueño   y   nácar. 

El  3  de  febrero,  González  Pacheco  llama  al  ciuda- 
dano Primer  Vicepresidente  al  Gobierno  del  Estado  y 
se  declara  en  Campaña,  situando  en  Duaca  su  Cuartel 
General,  ya  que  este  pueblo  es  el  comienzo  de  la  selva 
que  en  la  línea  del  ferrocarril  ocupaban  las  fuerzas  revolu- 
cionarias. La  Policía  y  8o  hombres  custodiaban  á  Bar- 
quisimeto  y  á  150.000  tiros  que  había  en  parque. 

González  Pacheco  extiende  paulatinamente  su  cam 
pamento  hacia  el  corazón  de  la  vía  férrea  y  cuando  ocupa 
ya  á  Licúa  sospecha  la  aproximación  del  enemigo  por 
El  Yaractiy  en  marcha  á  Barquisimcto. 

A  marchas  forzadas  se  interna  en  El  Yaracuy  y 
conforme  su  pericia  militarlo  había  previsto  encuentra 
al  General  Mogollón  en  Yaritagua,  lo  bate  y  continúa 
á  Urachiche  en  donde  el  bravo  Rafael  Montilla,  avisado 
por  Mogollón  ,  se  prepara  á  resistir. 

Una  sola  descarga  se  oye  entonces! 

Combaten  González  Pacheco  y  Montilla:  dos  Cen- 
tauros! 

Cinco  horas  y  media  de  refriega,  en  uno  de  los 
duelos  más  terribles  que  entrambos  combatientes  han 
librado. 


—  68  — 

Fuerzas  iguales  en  valor,  potencia  y  heroísmo  no 
cabían  juntas  en  un  mismo  sentido  y  por  ende  se  choca- 
ban para  destruirse. 

El  General  Norberto  Jiménez,  hijo,  quien  fué  un 
hombre  de  pericia  militar  y  de  altísimo  criterio,  juzgando 
á  González  Pacheco  en  estas  acciones  guerreras,   dijo: 

"El  1 6  de  enero  de  1903  fué  ocupada  esta  ciudad 
( Barquisimeto)  por  el  Ejército  Restaurador  comandado 
por  el  Benemérito  González  Pacheco,  y  á  los  pocos 
días  abrid  la  campaña  con  una  demostración  brillante  so- 
bre ambos  flancos  de  la  fuerte  posición  del  enemigo  en 
la  parte  de  la  línea  férrea  que  se  extiende  desde  Duaca 
hasta  Tucacas,  defendida  por  tropas  numerosas,  al  man- 
do de  jefes  experimentados,  con  cuantioso  parque  de  mu- 
niciones de  guerra  y  con  artillería  bien  dirigida.  Este 
movimiento  inspiró  á  sus  contrarios  la  estrategia  de  ame- 
nazarle por  su  retaguardia,  invadiendo  el  Yaracuy  hasta 
Urachiche,  hábilmente  escojido  para  contener  el  avance 
de  fuerzas  situadas  en  Yaritagna  al  mando  del  general 
Santiago  Briceño  A.  y  para  amagar  á  González  Pache- 
co con  un  movimiento  envolvente;  pero  éste,  levantando 
rápidamente  su  campamento,  cae  con  la  celeridad  del 
rayo  sobre  Montilla  y  le  desbarata  en  Urachiche  en  cua- 
tro horas  de  recio  combate.  Allí  vi  por  vez  primera  á 
González  Pacheco  en  el  fuego  y  pude  admirar  su  im- 
pavidez, bajo  el  ala  amenazadora  de  la  metralla. 

Bosqueja  en  seguida  una  persecución  del  enemigo 
hasta  Campo  Elias  y  de  allí  retrocede  con  su  ejército 
vencedor  á  Yaritagiia,  en  donde  se  acampa  estratégica- 
mente para  conservar  su  reciente  conquista  del  Yaracuy 
y  para  proteger  á  Batquisimeto  débilmente  guarnecida, 
á  tiempo  que,  con  la  División  Barquisimeto   á  las  órde- 


-69- 

nes  del  general  Garbi  con  los  generales  Jiménez  Mén- 
dez, maniobrando  en  territorio  de  Duaca,  mantiene  un 
servicio  de  observación  respecto  del  Ejército  revolucio- 
nario guarecido  en  la  línea.  Sigúese  la  ocupación  del 
Yaracuy  y  su  reorganización  constitucional  por  su  Pre- 
sidente, general  Briceño". 

La  opinión  conciente  de  ese  militar  cultísimo,  de- 
saparecido no  ha  mucho,  es  digna  de  todo  respeto  por- 
que en  su  personalidad  uníanse  las  virtudes  del  guerre- 
ro y  las  lucubraciones  serenas  del  hombre  de  criterio  am- 
plio, tranquilo  y  reposado.  Fué  Jiménez,  hijo,  uno  de 
nuestros  pensadores  eminentes  y  valeroso  general;  orgu- 
llo de  la  familia  larense  y  honra  del  Occidente. 

La  batalla  de  Urackickeíxxé  á  los  ojos  de  todos,  uno 
de  los  hechos  militares  más  heroicos  de  uno  y  otro  com- 
batiente y  si  González  Pacheco  se  empina  ahí  sobre  su 
talla  para  brillar  aún  más,  Montilla  adquiere  proporcio  - 
nes  colosales  en  la  admiración  de  aquellos  pueblos  que 
han  crecido  á  la  sombra  de  los  campamentos,  alumbra- 
dos por  las  hogueras  del  vivac,  oyendo  los  toques  de  los 
clarines  y  el  ruido  de  la  fusilería  como  en  un  trágico  des- 
pertar de  tempestades 

Pueblos  desgraciados  por  sobre  cuyos  labrantíos, 
hogares,  cumbres,  ríos  y  despeñaderos  ha  paseado  la 
muerte  su  sombra  de  desolación  y  ruina  y  el  írrido  fan 
tasma  de  la  destrucción  ha  sacudido,  como  en  una  con- 
vulsión seísmica  el  edificio  de  la  confraternidad.  Pue- 
blos infelices  en  los  cuales  sin  embargo  viven  las  ente- 
lequias  adorables  y  se  conserva  la  noble  altivez  de  una 
raza  aborigen,  rehacía  á  la  coyunda. 

La  paz  bendita  realizará  la  transformación  saluda- 
ble y  el  libro  y  el   periódico,    la  escuela  y  la  prédica,    el 


—  7o  — 

trabajo  y  el  progreso  completarán  la  labor  que  ha  menes- 
ter del  concurso  honrado  de  todas  las  voluntades  y  de 
las  energías  francas  de  todos  los  caracteres.  Labor  del 
cerebro  y  no  del  músculo,  de  la  pluma  más  que  de  la  es- 
pada y  de  la  buena  voluntad  y  la  tolerancia  más  que  del 
prejuicio  y  del  castigo.  Labor  altísima  en  la  cual  todo 
larense  debe  ser  obrero  infatigable  ya  que  nos  tocan  res- 
ponsabilidades ante  el  juicio  de  la  Historia  y  el  criterio 
de  los  demás  pueblos. 

Nuestras  pasiones,  hoy  en  calma,  no  deben  resurgir 
jamás,  ya  que  al  precie  de  lágrimas  y  sangre  hemos  apa- 
gado las  hogueras  de  nuestros  campamentos,  por  sobre 
los  cuales -el  ala  blanca  de  la  confraternidad  ciudadana 
se  tiende  cual  sombra  benévola  de  caridad    y  amor! 

Prediquemos  y  sostengamos  la  Paz! 

Jurémosla  sobre  el  polvo  de  nuestros  muertos! 

Así  dice  el  parte  oficial  de  la  batalla  de   Urachiche'. 


"Estados  Unidos  de  Venezuela. — Estado  Yaracuy. — Je- 
fatura de  Estado  Mayor  General  del  Ejército  de 
Occidente. — Urachiche:  16  de  febrero  de  1903. — 
929  y  44o. 

Ciudadano  General  Rafael  González  Pacheco,  Jefe  del 
Ejercito  de  Occidente. 

Presente. 

En  cumplimiento  de  las  prescripciones  de  la  Ley, 
doy  á  usted  cuenta  de  las  operaciones  practicadas  por 
el  Ejército  de  su  mando  desde  el  13  del  presente,  día 
en  que  nuestra  vanguardia  ocupaba  las  posiciones  late- 
rales de  la  línea  ferrocarrilera  hasta  Caraquitas,  jurisdic- 
diccidn  del  Estado  Lara. 


—  7i  — 

Habiendo  obtenido  usted,  el  expresado  día  13  in- 
formes fidedignos  de  que  el  enemigo  que  ocupaba  las  po- 
siciones que  se  extienden  desde  Peñas  Negras  hasta 
Guama  y  Cocorote,  preparaba  una  combinación  sobre  la 
plaza  de  Barquisimeto,  avanzando  simultáneamente  por 
el  valle  del  Yaracuy  y  la  línea  férrea,  ordeno  usted  hacer 
una  rápida  marcha  hacía  el  Yaracuy,  á  fin  de  batir  el 
cuerpo  de  ejército  enemigo  que  avanzaba  por  esa  vía, 
dejando  en  la  plaza  de  Duaca  fuerzas  suficientes  que  pu- 
dieran contrarrestar  las  revolucionarias  que  obraran  por 
la  línea.  En  cumplimiento  de  sus  ordenes  el  Ejército 
salió  de  Duaca  á  las  3  de  la  mañana  del  día  14,  vía  de 
La  Ruezga,  en  cuyo  punto  debían  incorporarse  los  Bata- 
llones Yaracuy  y  Cardona,  saliendo  al  efecto  de  Bar- 
quisimeto  el  mismo  día,  al  mando  inmediato  del  general 
Santiago  Briceño  A.,  20  Jefe  del  Ejército. 

A  las  3  p.  m.  ocupo  el  Ejército  á  Yaritagua  sin  nin- 
guna novedad. 

En  la  tarde  del  día  14  obtuvo  usted,  informes  pre- 
cisos de  que  el  General  Rafael  Montilla  á  la  cabeza  de 
900  á  1. 000  hombres  ocupaba  la  plaza  de  Uracküke;  en 
consecuencia  ordeno  la  marcha  del  Ejército  sobre  dicha 
plaza,  verificándose  aquélla  en  la  mañana  del  día  15. 

A  las  12  m.  del  mencionado  día  se  encontró  nuestra 
vanguardia  con  la  del  enemigo,  mandada  la  última  por 
el  general  Juan  Mogollón,  en  el  paso  de  Mayurupí,  la 
cual  huyó  desbandada  después  de  un  ligero  tiroteo.  Ya 
en  Sabana  de  Parra  dispuso  usted,  las  operaciones  pre- 
liminares para  el  avance  inmediato  de  nuestras  fuerzas 
sobre  el  enemigo,  á  fin  de  que  éste  no  pudiera  retirarse  ó 
evadir  el  combate  que  usted,  esperaba,  como  resultado 
del  rápido  movimiento  de  nuestro  Ejército. 


—  72  — 

A  las  cuatro  de  la  tarde  se  rompieron  los  fuegos  en 
las  calles  de  Urachiche.  Inmediatamente  ordeno  usted, 
el  ataque  sobre  el  enemigo,  que  ocupaba  la  parte  alta  de 
la  población  en  la  forma  siguiente:  fuerzas  del  Yaracuy 
al  mando  de  los  Generales  Torrellas  Urquiola  y  Silverio 
González  por  el  ala  derecha;  dos  compañías  del  Batallón 
Barquisimeto  al  mando  del  coronel  Froilán  R.  Alvárez, 
y  dos  compañías  del  Batallón  Torondoy  dirigidas  por 
su  "bizarro  Jefe  el  General  Leoncio  Barrios,  por  el  Cen- 
tro, donde  estaban  las  posiciones  más  fuertes  del  enemi- 
go y  que  cubrían  su  retirada;  y  por  la  izquierda  el  resto 
del  Batallón  Barquisimeto,  á  las  inmediatas  órdenes 
del  siempre  valiente  General  Julio  Olivar.  Para  este 
momento  ya  el  Batallón  Cardona,  con  los  Generales 
Otaiza  y  Victoriano  Jiménez,  ocupaba  las  colinas  del 
Norte  de  la  población,  amenazando  su  línea  de  retirada 
y  cubriendo  las  posiciones  que  ocupó  luego  la  Arti- 
llería. 

'  Empeñado  ya  el  combate  y  observando  usted,  que 
el  enemigo  oponía  desesperada  resistencia,  al  mismo 
tiempo  que  prolongaba  su  línea  de  batalla  sobre  nuestra 
ala  derecha,  aprovechando  las  ventajas  que  le  ofrecía  la 
fragosidad  del  terreno,  ordenó  que  el  resto  del  Batallón 
Torondoy,  y  parte  del  Batallón  Guardia  al  mando  del 
General  R.  Montilla  González,  una  compañía  del  Cár- 
denas, primero,  y  luego  dos  del  Castro  mandadas  por 
su  2?  Jefe  coronel  Manuel  Gámez,  entrasen  en  acción 
reforzando  el  Centro  y  cubriendo  el  flanco  amenazado. 
En  este  estado  nuestra  línea  se  decidió  el  combate,  pue- 
de decirse,  en  una  sola  é  iresistible  carga  que  terminó 
á  las  7  p.  m.;  la  cual  dirigieron  enérgica  y  eficazmente 
con  la  pericia  y  valor  que  siempre  los  ha  distinguido,  los 
Generales  Silverio  González  y  Henrique  Goitía,  quienes 


—  73  — 

se  multiplicaron  con  serena  actividad  en  toda   la  línea  de 
batalla. 

La  artillería  dirigida  por  el  General  Julio  A.  Za- 
varse  y  coronel  José  A.  Uribe  obro  cuanto  fué  posible 
en  aquella  lucha,  en  que  muchas- veces  los  combatientes 
llegaron  á  confundirse  por  el  impetuoso  arrojo  de  nues- 
tros bravos  soldados. 

Arrollado  el  enemigo  en  su  línea  de  combate  se  de- 
claro en  completa  derrota,  dispersándose  al  amparo  de 
la  noche  por  distintas  vías,  siendo  perseguido  sin  tregua 
largo  trecho,  y  dejando  en  el  extenso  campo  de  batalla 
87  muertos  y  76  heridos,  habiéndose  podido  solamente 
identificar  entre  los  primeros  á  los  coroneles  Felipe  Bra- 
camonte  y  Manuel  Bravo,  y  entre  los  segundos  al  capi- 
tán Secundino  Pimentel.  Los  prisioneros  alcanzan  á 
46,  entre  los  cuales  se  cuenta  al  coronel  Luis  Felipe  Ur- 
daneta  y  varios  comandantes,  oficiales  y  clases  que  sería 
prolijo  enumerar.  Además  se  le  tomó  un  cañón,  siste- 
ma antiguo,  con  sus  accesorios  y  13  cajas  de  proyectiles; 
8.000  cápsulas  de  Mausser,  un  número  regular  de  cápsu- 
las de  rémington,  banderas  y  muchos  bagajes;  y  al  reco- 
rrer el  campo  en  la  mañana  del  día  siguiente  se  recogie- 
ron 247  mausseres  y  otros  elementos  que  el  enemigo 
abandono  en  su  precipitada  fuga. 

De  nuestra  parte  tuvimos  151  bajas  entre  muertos 
y  heridos,  teniendo  que  lamentar  profundamente  entre  los 
primeros,  á  los  abnegados  y  valientes  coroneles  Manuel 
Gámez,  20  Jefe  del  Batallón  Castro;  Santiago  Giménez, 
Jefe  distinguido  de  las  fuerzas  del  Yaracuy;  José  Castro, 
Juan  Vásquez  y  Cecilio  Caripá,  del  Batallón  Barquisi- 
meto;  José  A.  Uribe,  Jefe  del  Cuerpo  de  Artillería;  los 
Capitanes  Juan  Barrios,    Pedro   Lira  y  Jesús    Duran,  y 


—  74  — 

entre  los  segundos  á  los  generales  Silverio  González  y 
R.  Montilla  ^González;  coroneles  Arístides  Barreto  y 
Fernando  Viloria  y  al  Ayudante  de  Estado  Mayor  Héc- 
tor Jaimes. 

Todos  los  Jefes,  Oficiales  y  Soldados  del  Ejército,  co- 
mo usted  lo  sabe,  hicieron  gala  otra  vez  del  valor,  actividad 
y  disciplinafque  les  son  característicos,  despreciando  el 
peligro  á  los  reclamos  del  extricto  cumplimiento  del  de- 
ber; pero  rindiendo  tributo  á  la  justicia,  debo  hacer  men- 
ción especial  del  general  Santiago  Briceño  A.,  2°  Jefe 
del  Ejército;  de  los  Jefes  de  Cuerpo  ya  mencionados,  del 
general  Eduardo  Pereira  y  de  los  Ayudantes  de  Estado 
Mayor,  coroneles  Rafael  González,  Héctor  Jaimes,  Julio 
Moreno  G,  Ángel  Bodas  Robles,  Rafael  Torres,  Vicen- 
te A.  Bolívar,  Víctor  Miliani,  Simón  Sánchez,  Rafael 
Meza,  Pedro  Asuaje  y  César  A.  Maurielo. 

Y  bien  se  podía  adivinar  por  la  impaciente  actitud 
de  los  bravos  Jefes,  oficiales  y  soldados  del  resto  de  la 
división  Táchira  que  cubrían  nuestra  retaguardia,  co- 
mo tambiéu  la  de  los  demás  Cuerpos  que  no  entraron  en 
acción,  el  vivo  deseo  de  ir  á  conquistar  un  lauro  más  pa- 
ra sus  sienes  de  héroes  y  una  nueva  página  para  la  histo- 
ria de  su  corta  pero  brillante  carrera  militar. 

Los  gallardos  lidiadores  en  Garabatal  y  la  Caja  de 
Agua  esperaban  anhelantes  el  momento  en  que  se  les 
ordenase  lanzarse  á  la  lucha  para  probar  una  vez  más, 
que  saben  vencer  ó  morir  en  defensa  de  la  Causa  y  de 
sus  invictos  Jefes. 

A  nombre  del  Ejército,  presento  á  usted,  mis  más 
calurosas  felicitaciones  por  este  nuevo  triunfo  á  que  us- 
ted nos  ha  conducido,  tan  sabia  y  eficazmente,  que  ratifi- 
ca solemnemente  la  pujanza  de  las  armas    constituciona- 


75 


les,  y  arroja  nuevos  destellos  de  gloria  para  su  nombre  de 
militar  y  abnegado  patriota. 

El  Jefe  de  Estado  Mayor  del  Ejército, 


F.  Vareas  A. 


ALCANCE 


"Estados  Unidos  de  Venezuela. — Estado  Yaracuy. — Je- 
fatura de  Estado  Mayor  del  Ejército  de  Occidente. 
Campo  Elias:  17  de  febrero  de  1903. — 92o  y  44o 

Ciudadano  General R.  González  Pacheco,  Jefe  del  Ejerci- 
to de  Occidente. 

Presente. 

Para  completar  el  parte  detallado  de  las  últimas 
operaciones  verificadas  por  el  Ejército  que  usted  digna- 
mente comanda,  debo  avisar  á  usted,  que  han  regresado 
á  este  campamento  los  destacamentos  enviados  en  per- 
secución del  enemigo  derrotado  el  día  ,15,  en  Urachiche 
trayendo  algunos  soldados  que  se  les  han  presentado, 
armas  y  cápsulas,  y  el  informe  verídico  de  que  en  Chi- 
vacoa  y  sus  cercanías  hay  39  heridos  del  enemigo,  el 
cual  logro  llevarse  algunos  en  su  fuga,  entre  ellos  Jefes 
y  oficiales  de  importancia  como  los  generales  Caracciolo 
Palomares  y  Lino  Díaz. 

El  General  Rafael  Montilla  paso  por  dicha  ciudad 
en  la  madrugada  del  día  16  con  solo  algunos  de  á  caballo 
y  25  d  30  de  infantería. 

Dios  y  Federación, 

F.  Vargas  A. 


-76- 

Una  vez  instalado  el  Gobierno  Constitucional  del 
Yaracuy  regresa  González  Pacheco  á  Barquisimeto,  á 
objeto  de  reponer  sus  tropas  quebrantadas  por  la  lucha, 
la  fatiga  y  esas  marchas  y  contra-marchas  forzadas  que 
el  Jefe  verificaba  á  donde  quiera  que  sus  ojos  de  Argos 
le  indicaban  un  enemigo  del  Gobierno  que  sustentaba. 
Todos  los  elementos  activos  de  Lara  formaban  con  So- 
lagnie  en  la  Revolución. 

A  esfuerzos  inauditos  logra  organizar  700  hombres 
de  pelea  y  el  14  de  marzo  se  declara  de  nuevo  en  cam- 
paña, sobre  la  línea  férrea  que  marcha  á  despejar,  obede- 
ciendo á  una  de  aquellas  temerarias  ordenes  de  Castro 
quien  ordenaba  marchas  y  evoluciones  sin  medir  los  ele- 
mentos y  el  desprestigio  de  su  Causa.  Deja  en  Barqui- 
simeto 80  hombres  que  custodian  90.000  tiros  y  llega  á 
Limoncito,  punto  de  la  vía  que  invade. 

El  26  de  marzo  se  divisan  por  el  cerro  de  Manzano 
fuerzas  de  la  Revolución  en  número  de  3  á  400  hombres. 
Se  le  avisa  á  González  Pacheco  quien  tiene  su  Cuartel 
General  en  Licúa  y  ordena  que  cuiden  de  un  asalto  al 
Cuartel  Nacional  en  donde  se  guarda  el  parque;  mien- 
tras que  el  27  en  la  noche  y  sin  que  lo  sospeche  el  ene- 
migo levanta  su  campamento  de  la  línea  y  marcha  sobre 
Barquisimeto  el  cual  ocupan  sus  fuerzas,  que  marchan  al 
j>asi-trote  el  27  á  las  9  de  la  mañana.  Sobre  la  mar- 
cha rompen  sus  fuegos  contia  las  fuerzas  revolucionarias 
situadas  en  Manzano  y  las  derrotan. 

Qué  resistencia  la  del  pobre  soldado  larense! 

Los  días  que  pasó  en  la  línea  férrea  fueron  de  cons- 
tante luchar  sin  que  la  noche  piadosa  le  proporcionara 
tregua  á  su  cansancio  y  su  fatiga. 

El  2  de  abril  el  campo  volante  de  González  Pacheco 


—  77  — 

que    inspeccionaba   al    Norte   por  ser   este  el  punto  de 
donde  razonablemente  se  esperaba  el  ataque,    por  encon 
trarse  en  la  línea  el  mayor  núcleo    revolucionario,  anun- 
cia la  aproximación  del  enemigo,  queá  las  4    de  la  tarde 
ocupaba  los  cerros  de    La  Ruezga. 

González  Pacheco  forma  su  línea  de  batalla  á  pre- 
sencia del  enemigo  y  á  las  afueras  de  Bctrquisimeto,  ha- 
cia su  amplia  sabana  del  Norte.  La  línea  de  defensa  de 
su  Ejército  queda  establecida  desde  Paya,  viene  al  Ce- 
menterio de  San  José,  pasa  por  la  Estación  del  Ferroca- 
rril Sud-Oeste  y  remata  al  Occidente  en  el  Cementerio 
nuevo:  una  cuerda  convexa  hacia  el  enemigo. 

En  la  noche  de  ese  día  Argenis  Asuaje  asalta  por 
Paya  al  general  Velazco  que  defendía  aquel  punto  con 
un  batallón.  Velazco  quedo  tendido  sobre  el  campo.  El 
batallón  acobardado  por  la  caída  de  su  Jefe  se  declara 
en  derrota,  pero  González  Pacheco  ha  oído  los  fuegos 
enemigos  y  monta  su  caballo  siempre  presto,  volando 
al  sitio  del  peligro,  seguido  por  sus  leales  é  inse- 
parables oficiales.  Allá  vá  el  hombre  de  la  victoria,  des- 
nudo el  acero  invencible  de  los  combates,  sereno  el  con- 
tinente con  aquel  su  gesto  de  desprecio  ante  el  peligro! 
Quizá  la  angustia  del  vivir  en  bregas  había  amellado  las 
naturales  fuerzas  del  instinto  que  muchas  veces  salvan 
del  peligro.  Ligero  pero  rudo  combate  se  traba  luego. 
Asuaje,  esa  flor  de  heroísmo  que  entreabre  en  la  legen- 
daria floración  del  Occidente,  se  retira  y  González  Pa- 
checo recupera  sus  posiciones. 

Haber  luchado  con  él  era  ya  un  timbre  de  honor! 

El  5  de  abril  concibe  González  el  atrevido  plan  de 
enviar  un  piquete  de  fuerzas  á  cortar  la  retirada  al  ene- 
migo para  darle  una  carga  de  frente  con  el   resto  de  sus, 


-78-  . 

tropas  y  ordena  su  ejecución  en  la  noche  de  aquel  día. 
El  6  se  mira  descender  la  fuerza  que  se  había  enviado 
á  practicar  la  operación,  y  que  debió  practicarla  en  la  ma- 
drugada, el  amparo  de  las  sombras.  Rómpense  los  fuegos 
y  González  Pacheco  ordena  una  carga  general,  de 
frente  y  filas  en  batalla,  en  la  posición  que  ocupaba  su 
ejército.  El  enemigo  resiste  heroicamente  secundado 
en  su  arrojo  y  bizaría  por  las  fuertes  posiciones  que  ocu- 
pa. 6  horas  dura  la  refriega  y  cesa  el  fuego,  entre  am- 
bos fatigados  combatientes.  Parecen  gladiadores  fati- 
gados que  en  medio  al  fragor  de  la  lucha  se  retiran  un 
instante  á  respirar! 

Ligero  tiroteo  continúa  y  González  Pacheco,  esca- 
so de  parque,  piensa  en  la  retirada. 

A  la  una  de  la  madrugada  ordena  el  Jefe  que  el  ba- 
tallón que  manda  el  general  Henrique  Goitía,  ese  bravo 
militar  larense,  marche  al  pasi-lrote  á  ocupar  á  Cerritos 
Blancos.  Los  soldados  de  este  cuerpo  llevaban  io  cáp- 
sulas solamente  en  garniel.  A  las  3  p.  m.  van  saliendo 
por  cuerpos,  vía  de  Qiábor,  aquellas  fuerzas  organizadas 
y  á  las  6  el  doctor  González  Pacheco  y  su  oficialidad 
de  Estado  Mayor,  marchan  los  últimos  cual  era  su  cos- 
tumbre. El  enemigo  presencia  aquel  desfile  desde  sus 
posiciones,  sin  aventurarse  á  bajar  á  la  sabana  creyendo 
tal  vez  que  aquella  evolución  es  un  plan  estratégico  del 
Jefe  trujillano,  quien  combinaba  siempre  ataques  que  no 
llegaban  al  alcance  de  sus  enemigos. 

Alcanza  en  Cerritos  Blancos  la  retaguardia  de  su 
Ejército  y  sigue  á  Qtúbor  en  donde  acampan  esa  noche, 
para  seguir  al  día  siguiente  á  El  Tocuyo  y  acampamen- 
tar  en  El  Olivo,  dos  leguas  más  allá  de  aquella  última 
población,  vía  Trujillo.     Ordena   á  uno   de  sus  batallo- 


—  79  — 

nes  la  ocupación  de  Humocaro-baj o  á  fin  de  proteger  la 
llegada  del  parque  que  por  vía  del  Estado  limítrofe 
deben  enviarle.  En  El  Tocuyo  cubre  su  retaguardia  el 
viejo  luchador  general  Juan  E.  Bravo  con  una  Compa- 
ñía, con  la  orden  de  que  bata  al  enemigo  en  retirada, 
hacia  el  campamento  de  González. 

El  10  de  abril  se  sabe  en  el  Estado  Mayor  la  llega- 
da del  parque  y  se  organiza  la  marcha  hacia  Humocaro 
cuando  se  oyen  disparos  hacia  El  Tocuyo  aproximándo- 
se al  campamento  del  doctor  González  Pacheco.  Es 
Bravo  que  fiel  á  su  consigna  se  bate  en  retirada,  con 
Montilla.  Continúase  la  marcha  hacia  Humocaro  y  los 
batallones  que  van  municionándose  ocupan  posiciones 
en  la  dirección  que  traen  las  fuerzas  perseguidoras  de 
Montilla,  quien  ocupa  Las  Laderas  y  La  Ermita  y 
cruza  disparos  con  las  avanzadas  del  Gobierno.  Los 
Cornetas  de  ambos  combatientes  tocan  silencio.  Frente 
á  frente  González  y  Montilla,  si  no  resuena  el  eco  de  la 
fusilería,  preciso  es  que  el  silencio  anuncie  en  su  mages- 
tad  imponente,  la  solemne  expectación  de  aquellos  dos 
colosos,  que  se  han  citado  á  duelo!  A  intervalos  se  oye 
el  Quien  vivéi  del  centinela  de  avanzada. 

En  la  mañana  del  n  no  se  divisan  las  fuerzas  de 
Montilla,    que  ha  contramarchado  á    El  Tocuyo. 

González  Pacheco  se  comunica  con  Baptista  quien 
está  en  Trujillo,  por  la  vía  telegráfica  y  pide  á  Castro 
por  la  vía  de  Maracaibo,  refuerzos  y  parque,  ya  que  sus 
fuerzas  son  escasas.  Por  Trujillo  le  son  enviadas 
100.000  balas  de  Mausser  que  no  hay  soldados  para  car- 
garlas porque  es  pequeño  el  numerario  de  aquel  escuá- 
lido escuadrón  que  multiplica  el  valor. 

González    Pacheco   solicita  una  conferencia   con 


—  8o  — 

Baptista  y  se  acuerdan  para  encontrarse  en  Agua  de 
Obispo.  El  14  de  abril  sale  González  con  ocho  de  sus 
oficiales  con  dirección  á  aquel  lugar  y  se  encuentra  con 
el  doctor  Baptista  á  quien  pide  dos  batallones.  Truji- 
llo  ha  dado  una  valiosa  contribución  para  la  guerra  y  no 
hay  ya  más  hombres  en  su  territorio  aptos  para  la  lucha; 
por  ello  Baptista  no  le  ofrece  ese  contingente  á  Gonzá- 
lez, quien  se  regresa  el  15  y  levanta  su  campamento  el 
24.  Pernocta  en  El  Molino  y  marcha  hacia  Sanare  en 
donde  permanece  hasta  el  10  de  mayo,  en  que  levanta 
de  nuevo  el  campamento  y  va  á  Qiábor,  de  donde  sigue 
marcha  á  El  Paramito  en  donde  se  sitúa  en  espera  de 
la  ida  del  Ejército  Expedicionario  que  al  mando  del  Ge- 
neral Juan  Vicente  Gómez  marchaba  á  pacificar  el  Occi- 
dente de  la  República. 

* 

El  30  de  abril  de  1903  desembarcamos  en  Tucacas, 
tras  breve  combate  de  nuestras  fuerzas  con  las  revolu- 
cionarias que  defienden  aquel  Puerto. 

El  Ejército  Expedicionario  al  mando  del  General 
Juan  Vicente  Gómez  quien  en  El  Guapo  acababa  de 
asestar  tremendo  golpe  decisivo  á  la  Revolución  de 
Oriente  y  con  una  brillante  oficialidad  presidida  por 
aquel  veterano  de  los  campamentos,  General  Diego  Bau- 
tista Ferrer  y  formada  por  los  Generales  Aquiles  Itur- 
be,  Félix  Galavís,  Eustoquio  Gómez,  Pedro  Linares, 
José  Antonio  Dávila,  Eulogio  Moros,  F.  de  P.  Terán" 
Hermoso  Tellería,  Avelino  Figuera,  Manuel  Corao,  Pe- 
dro Inojosa,  Pedro  Merchán,  y  otros,  entra  resueltamen- 
te por  la  línea  del  Ferrocarril  y  fija  su  vanguardia  en 
Palma-sola. 

El  Batallón  Zamora  al  mando  de  su  valeroso  Jefe 
el  General  Avelino  Figuera  da  una  carga  sobre  los  atrin- 


cheramientos  blindados  de  Y  untare  y  en  Jas  primeras 
descargas  cae  sin  vida  Figuera,  aquel  soldado  sin  miedo 
del  Ejército  que  metía  pánico  al  enemigo  con  sus  cargas 
cerradas,  en  las  cuales  iba  él  á  la  cabeza  de   sus  fuerzas. 

En  una  triste  tarde  de  abril,  tras  el  caney  en  que 
descansaba  alerta  el  Estado  Mayor,  abrieron  los  soldados 
un  hueco  en  la  tierra  y,  cubierto  por  una  lámina  de  cinc , 
echaron  en  él  el  cadáver  del  glorioso  General,  muerto 
frente  al  atrincheramiento  enemigo  al  toque  de  fuego  á 
¡pie firme ?de  su  Corneta  de  Ordenes. 

Comenzaba  á  florecer  la  flor  de  mayo,  en  la  monta- 
ña los  pájaros  trinaban  no  sé  qué  extrañas  melodías  y 
una  piadosa  lluvia  de  hojas  amarillentas  cubrid  el  mon- 
tón de  tierra,  bajo  el  cual  dejamos  al  compañero  muerto» 

Quienes  presenciamos  aquella  inhumación,  en  silen- 
cio y  descubiertos  ante  aquel  muerto  glorioso,  á  presen- 
cia del  Jefe  y  junto  á  sus  más  distinguidos  Tenientes,  no 
podremos  olvidar  cómo  las  lágrimas  de  los  soldados  del 
Zamora  humedecieron  aquella  tumba  sagrada  ! 

Nuestro  Ejército  desfiló  por  El  Chino  á  Sa?ifelipe 
y  de  ahí  pasamos  á  Lara. 

"El  Ejército  revolucionario  maniobra  entonces  re- 
concentrándose en  la  línea  férrea,  su  posición  extrema, 
la  única  que  le  resta  ya  en  el  Estado  para  reñir  sangrien- 
ta batalla  desesperada.  González  Pacheco  mueve  sus 
tropas  en  una  ofensiva  más  franca,  y  con  un  movimiento 
indirecto  por  la  vía  de  Bobare  llega  á  situarse  en  las  al- 
turas de  Buenos  Aires  para  amagar  desde  allí  sobre  su 
retaguardia  al  enemigo,  dominando  su  línea  de  comuni- 
cación con    Barquisimeto,   centro    de  sus    operaciones." 

La  Línea  deja  de  ser  táctico  campamento,  pues  está 

6 


—   82    — 

próxima  á  ser  sitiada  y  por  esta  razón  el  Ejército  revolu- 
cionario la  desocupa  dirigiéndose  á  Barquisimeto. 

González  Pacheco  avisado  de  la  aproximación  del 
Ejército  del  General  Gómez  busca  comunicación  con  éste 
é  inesperadamente  tropieza  con  gentes  revolucionarias 
en  Valle- ho?ido  el  14  de  mayo,  y  este  encuentro  le  pro- 
porciona la  ocasión  de  verificar  la  difícil,  arriesgada  y 
estratégica  operación  del  desfile  ordenado  de  su  Ejército, 
en  columna  de  marcha,  bajo  el  plomo  enemigo  y  resguar- 
dado por  la  línea  de  batalla  de  su  vanguardia.  Dice 
un  testigo  presencial:  "Trance  apuradísimo  ese  en  que 
González  Pacheco,  vigilando  en  persona,  rodeado  de 
su  Estado  Mayor,  la  marcha  de  los  Batallones,  en  el  pun- 
to mismo  en  que  hacía  sus  mayores  estragos  la  metralla, 
fué  desmontado  por  bala  certera  que  derribó  su  caballo." 

Sinembargo,  el  Ejército  pasó. 

Su  enemigo  se  replega  hacia  Duaca,  pero  González 
Pacheco  teme  que  aquella  sea  una  falsa  retirada  llamán- 
dolo á  las  fuertes  posiciones  de  El  Paso  de  Santo  Domin- 
go y  por  eso  verifica  el  desfile  sin  atenderle,  y  acampa 
en  Los  Chispas. 

El  20  de  mayo,  en  la  madrugada,  se  mueve  la  van- 
guardia que  debía  atravesar  por  la  montaña  hasta  llegar 
á  la  Quebrada  de  Oro  y  tomar,  aguas  abajo,  el  camino 
para  llegar  á  la  vía  férrea.  Cuando  el  resto  del  Ejército 
comienza  á  marchar  en  ese  camino  llega  un  posta  del 
General  Gómez  con  correspondencia,  en  la  cual  ordena 
el  Jefe  al  Doctor  González  Pacheco  que  por  la  vía  más 
corta  y  á  marchas  forzadas  vaya  á  Yaritagua  en  donde 
se  le  incorporaría. 

González  Pacheco  ordena,  con  posta  á  caballo,  al 
Jefe  de  vanguardia    contra-marchar    precipitadamente  á 


incorporársele  en  Santo  Domingo,  hacienda  que   en   La 
Ruezga\>osée  el  General  Juan  C.  Palacio. 

Ahí  se  encuentran  las  descubiertas  de  ambas  fuerzas. 

Cuando  vimos  desfilar  aquel  Ejército,  hasta  los  más 
inexpertos  en  asuntos  marciales,  comprendimos  que  había 
luchado  mucho  y  estaba  extenuado  por  la  fatiga,  la  mar- 
cha y  las  contrariedades. 

Cuando  miré  á  González  Pacheco,  altivo  sobre  su 
corcel,  sonriendo  con  aquella  su  sonrisa  despectiva,  vi 
sobre  su  pálido  rostro  de  enfermo  asomar  la  satisfacción 
de  encontrarse  al  lado  de  su  generoso  y  bizarro  compa- 
ñero, frente  al  enemigo  tenaz  que  estaba  próximo  áser 
vencido  en  el  duelo  final  de  Barquisimeto,  como  si  la 
presencia  de  Gómez  reconfortara  su  espíritu  entristecido 
ya  por  el  amargor  de  indiferencia  con  que  Castro  miraba 
su  angustiosa  situación  de  Lara. 

Allí  se  abrazaron  aquellos  dos     Tenientes. 

Gómez  iba  á  comunicar  el  influjo  de  su  presencia  de 
Pacificador  y  á  imponer  silencio  á  las  trompetillas  de  los 
fusiles. 

Gómez  y  los  de  su  Ejército  marchamos  á  Santa 
Rosa,  pueblecito  al  que  entramos  bajo  el  fuego  de  guerri- 
lleros apostados  en  el  camino,  y  acampamos  en  él. 

González  Pacheco  con  6  de  sus  Oficiales  viene  el 
21  á  recibir  órdenes  y  regresa  á  las  9  a.  m.  para  tornar 
luego  y  organizaría  marcha  de  sus  fuerzas  que  hace  sa- 
lir, destacando  el  Batallón  Cárdenas  '  en  la  sabana  al 
Norte  de  Barquisimeto,  á  fin  de  que  distraiga  al  enemigo 
con  tiroteos  parciales  y  permita  el  paso  del  Ejército  sigi- 
losamente por  el  cauce  seco  de  la  quebrada  de   La  Rúes- 


—  s4  — 

ga,  de  donde  va  á  situarse  en  las  colinas  del  Norte  de  la 
ciudad.  El  Cárdenas  cumple  la  orden  tiroteándose, 
con  la  revolución  en  paso  lateral  á  su  derecha,  marchan- 
do en  sentido  paralelo  al  Ejército. 

González   Pacheco   organiza   su    campamento  de 
acuerdo  con  la  topografía  del  terreno    y  el    22  en  la  ma- 
drugada  hace    ocupar   El  Malecón,  punto    estratégico 
como  un  atrincheramiento  que  corta  la  sabana  á  poca  dis- 
tancia de  la  Estación  del  Ferrocarril. 

El  General  Gómez  debía  dar  la  señal  de  ataque  si- 
multáneo por  los  dos  Ejércitos,  de  los  cuales  el  Expedi- 
cionario ocupa  la  línea  de  la  Cruz  Blanca  que  señala  la. 
bifurcación  de  los  caminos  de  Cabudare  y    Santa  Rosa^ 

Combates  parciales  se  habían  librado  yá  por  fuerzas 
del  General  Gómez  y  en  uno  de  ellos  fueron  heridos  el 
general  Merchán  y  el  Coronel  Medina. 

González  Pacheco  ordena  la  toma  del  Cementerio 
Nuevo  para  completar  así  la  línea  de  batalla;  pero  las  des- 
cargas hacia  ese  sitio  provocan  el  ataque  simultáneo 
de  todas  las  fuerzas  de  Lara  quienes  cargan  con 
ímpetu  y  arrojo  y  arrollan  al  enemigo  que  resiste  tenaz- 
mente. 

Nutridos  fuegos  de  artillería  salen  de  la  línea  de 
defensa  de  la  Estación  la  cual  cae  sinembargo  en  poder 
de  la  División  Barquisimeto  que  mandan  Goitía  y 
los  Jiménez  Méndez;  del  Batallón  Paraparas  que  co- 
mandaba Carlos  Arvelo,  aquel  valeroso  tachirense  que 
quedó  muerto  al  frente  de  su  escuadrón  de  héroes;  del 
Yaracuy,  que  comandaba  Silverio  González;  del  Ouíbor, 
á  las  órdenes  del  intrépido  Benjamín  Pacheco,  muerto  en 
la  refriega  y  de  Elias  A.  Jiménez;  del  Cárdenas  al  mando 
de  Heriberto  Garrido  y  de  columnas  ligeras  al  mando  de 


-85- 

Bravo,  Jiménez  Loyo,  Pérez  Soto,  Garbi,  Bodas  Robles 
y  José  Domínguez. 

Forzaba  el  flanco  derecho  de  la  posición  enemiga 
el  Carabobo,  batallón  heroico  que  conducía  al  combate 
el  inolvidable  general  Jesús  María  Arvelo,  herido  gra- 
vemente por  el  cráneo  en  aquella  jornada  sangrienta  y 
quien  murió  horas  después  á  consecuencia  de  su  mor- 
tal herida. 

La  imprudencia  del  Ejército  de  Lara  costo  millares 
de  víctimas,  entre  ellas  la  de  los  renombrados  militares 
que  he  mencionado.  Es  fama  que  el  soldado  larense 
peleando  frente  á  Barquisimeto  es  indominable  y  ataca 
antes  de  recibir  ordenes. 

Para  el  23  de  mayo  se  prepara  el  ataque  definitivo; 
pero  el  enemigo  abandona  la  noche  del  22  la  plaza  y  la 
ocupan  ambos  Ejércitos. 

El  General  Gómez  continúa  inmediatamente  la 
persecución  del  enemigo  que  por  la  vía  de  Coro  marcha 
á  unirse  al  general  Gregorio  Segundo  Riera,  y  en  Mata- 
palo cava  con  la  punta  de  su  espada,  vencedora  en  La 
Victoria  y  El  Guapo,  la  tumba  de  la  Revolución  en  Oc- 
cidente. 

González  Pacheco  entra  en  ejercicio  de  la  Magis- 
tratura larense  y  así  termina  su  vida  activa   de  guerrero. 

La  muerte  ya  preparaba  su  mano,  hecha  de  som- 
bras, para  apagar  la  luz  de  aquella  vida,  que  irradió  en  los 
campamentos  con  un  intenso   resplandor    de  soles! 

El  2  de  junio  de  1903  expide  la  brillante  y  sentida 
Proclama  de  la  cual  copio  algunos  párrafos  resaltantes 
que  señalan  la  personalidad  moral  del  doctor  Rafael 
González  Pacheco  como  la  de  uno  de  nuestros  hombres 
más  distinguidos  en  la  milicia  y  la  Magistratura. 

Helos  aquí: 


86 


R.  GONZÁLEZ  PACHECO 

A  LOS  PUEBLOS  DEL  ESTADO  LARA 

Y  A  LOS   JEFES,   OFICIALES   Y   SOLDADOS  DE  LARA 

Y  YARACUY. 

Larenses: 

Mis  deberes  de  soldado  están  ya  cumplidos:  cumpli- 
dos con  la  Causa,  cumplidos  con  el  Jefe  y  cumplidos  con 
vosotros.  Y  mi  conciencia  me  dice  que  debo  gozar  ya 
de  las  inefables  satisfacciones  del  hombre  de  bien  y  del 
militar  honrado. 


Larenses  y  Yaracuyanos: 

Al  terminar  la  lucha  armada,  debo  repetiros  lo  que 
tantas  veces  os  he  dicho:  yo  no  tengo  otros  enemigos 
que  los  que  lo  sean  de  ese  ideal,  ni  he  visto  en  las  filas 
opuestas  sino  adversarios  á  quienes  he  deseado  más  bien 
convencer  que  vencer.  Si  he  buscado  el  triunfo  ha  si- 
do para  gloria  de  mi  Causa  y  para  gloria  de  mi  bandera 
y  no  por  una  vana  satisfacción    personal, 

y  porque  el  odio  empequeñece  á  los  hombres  de  co- 
razón, yo  no  he  podido  odiar  sino  la  infidencia  y  la  des- 
lealtad que  unde  á  los  hombres,  deshonra  á  la  Patria  y 
amancilla  el  honor  militar, 

y  porque  la  magnanimidad  es  credo  de  mi  Causa  y 
divisa  de  mi  Jefe  yo  la  he  profesado  con  franqueza  de 
soldado  y  austeridad  de  sectario  leal  é  hidalgo. 


-87- 

Vuelvo  á  la  vida  civil.  Mi  humilde  espada  ha  que- 
dado sin  mancha  en  la  ruda  contienda,  y  estará  siempre 
lista  para  la  defensa  de  vuestros  derechos  que  están  vin- 
culados en  la  Causa  y  para  la  defensa  de  la  paz. 

Cuanto  para  evitar  la  guerra  debía  hacerse  y  lo 
aconsejo  el  patriotismo,  se  hizo,  vosotros  lo  sabéis!  Ene- 
migo de  las  políticas  personales,  mi  política  se  ha  inspi- 
rado siempre  en  la  política  nacional.  Educado  en  la  es- 
cuela de  la  cultura  social,  he  sido  conciliador  por  tempe- 
ramento y  he  buscado  la  armonía  de  los  intereses  pú- 
blicos. 

Ya  conocemos,  pues,  los  escollos,  evitémoslos! 
Jefes,  Oficiales  y  Soldados  del  Ejercito! 

La  hora  de  la  despedida,  tristemente  presentida  por 
mi  corazón,  ha  llegado  yá,  y  no  encuentro  palabras  para 
dárosla. 

Habéis  sido,  más  que  mis  subalternos,  mis  herma- 
nos en  las  horas  tremendas  del  combate  y  en  los  días  ru- 
dos de  la  campaña.  Me  habéis  arropado  con  los  laureles 
conquistados  por  vuestro  valor  en  los  combates  y  vues- 
tra noble  conducta  ha  sido  gloria  de  mi  Causa  y  de  mi 
bandera  y  honra  de  mi  Jefe  y  de  mi  nombre. 

Mi  gratitud  para  vosotros  es  tan  grande  como  mi 
cariño:  yo  he  sido  el  testigo  de  vuestras  congojas  en  las 
horas  negras  de  la  adversidad  y  de  las  privaciones,  y  he 
tenido  la  satisfacción  de  admirar  vuestro  temple  de  al- 
ma,  vuestra  fe  en  la   Causa  y  vuestro  amor  á  su  Jefe. 

Vuestro  generoso  comportamiento  es  prueba  de  que 
la  pasión  política  no  ha  manchado  vuestro  corazón  de 
patriotas! 


C amarada  s: 

Yo  no  tengo  nada  que  daros,  aunque  bien  sé  que 
vosotros  nada  me  pedís.  Habéis  servido  con  tanto  desin- 
terés y  abnegación,  que  no  he  sabido  nunca  qué  admirar 
más,  si  vuestro  arrojo  y  vuestro  valor  ó  esas  virtudes  tan 
generosas  y  esa  disciplina  tan  admirable  que  os  distingue. 

Oíd  este  consejo  del  que  ha  sido  vuestro  humilde 
General  y  es  vuestro  mejor  amigo:  sed  siempre  como 
hasta  ahora:  que  la  lealtad  sea  el  lema  de  vuestro  escu- 
do, que  la  generosidad  sea  la  divisa  de  vuestra  conduc- 
ta. Amad  la  Causa  y  amad  vuestra  bandera,  para  que 
sea  fecunda  esa  sangre  generosa  que  muchos  habéis  de- 
rramado y  sean  benéficos  esos  sacrificios  que  habéis  he- 
cho; que  esas  armas  que  os  han  confiado  la  Patria  y  el 
Jefe  sean  siempre  blasón  de  honor  y  defensa  de  la  ley  y 
de  vuestros  conciudadanos. 

Rodead  con  la  misma  decisión  que  á  mí,  al  ciudada- 
no Comandante  de  Armas  de  Lara  y  Yaracuy  que  ha 
quedado  desde  hoy  al  frente  del  Ejército! 

Compañeros  de  Armas: 

Recibid  mi  abrazo  de  despedida:  ya  no  seré  más  con 
vosotros  en  el  vivac,  ni  sentiré  mi  espíritu  fortalecido 
por  vuestro  entusiasmo  en  las  horas  de  la  lucha,  ni  podré 
alentaros  con  mi  afecto  de  hermano  en  las  faenas  milita- 
res; pero  mis  votos  por  vuestra  ventura  personal  os 
acompañarán  á  todas  partes,  porque  vuestros  triunfos  son 
mis  triunfos  y  vuestras  desgracias  son  penas  para  mi  al- 
ma de  compañero  y  amigo. 

Yo  os  abrazo  á  todos:  que  las  lágrimas  de  la  despe- 
dida sean  un  tributo  de  dolor  sobre  la  tumba  de  los 
compañeros  muertos,  ya  que  su  recuerdo  es  sagrada  con- 
signa del  Ejército! 


—  39  - 

^amaradas: 

Adiós!  Que  el  Dios  de  las  batallas  bendiga  vues- 
tras armas  y  bendiga  vuestras  vidas,  y  que  el  afecto  que 
nos  ha  unido  en  la  adversidad  y  en  el  triunfo,  sea  ahora 
en  el  seno  de  la  paz,  que  ya  gozamos,  perdurable  en  el 
corazón  de  todos. 

Barquisimeto,  2  de  junio  de  1903. 

R.  González  Pacheco. 
* 

Gobierna  González  Pacheco  á  Lara  en  paz,  y  co- 
mo ella  es  fecunda  en  bienes  y  prodiga  en  emulaciones 
nobles,  á  su  amparo  se  celebra  el  Primer  Concurso  Pú- 
blico Industrial  del  Estado  Lara,  gallardo  torneo  de 
las  industrias  é  invitación  generosa  de  aquel  corazón  no- 
bilísimo á  los  hijos  del  pueblo,  quienes  fusil  en  mano  le 
acompañaron  ayer  en  los  campamentos  y  hoy  con  la  aza- 
da se    aprestan  á  las    dignificadoras   luchas  del  trabajo. 

El  10  de  mayo  de  1904  es  nombrado  Presidente 
Provisional  del  Estado  Carabobo,  cargo  que  desempeña 
hasta  el  1?  de  octubre  del  mismo  año  en  que  fué  nom- 
brado Comandante  de  las  Armas  Nacionales  en  el  Esta- 
do Lara. 

Su  recepción  en  Barquisimeto  fué  una  manifesta- 
ción insólita  en  los  anales  del  Estado.  Eran  insufi- 
cientes la  Estación  y  andenes  del  Ferrocarril  Sud-Oes- 
te  de  Venezuela  y  el  vasto  trecho  de  éstos  á  El  Ma- 
lecón para  contener  la  multitud  que  se  apresuraba  á  salu- 
dar al  simpático  Caudillo. 

En  diciembre  de  1904  es  electo  Presidente  Cons- 
titucional del  Estado  Lara,  cargo  que  ejerce,    ya  sin  vo- 


—  9o  —  , 

luntad,  hasta  el   1 2  de   setiembre    del   año  siguiente    en 
que  se  traslada  á  esta  Capital. 

El  día  17  de  diciembre  de  1905,  á  las  5  horas  y  20 
minutos  de  la  tarde,  muere  en  la  quinta  Las  Delicias  si- 
tuada en  Tocóme,  rodeado  del  afecto  de  los  suyos  y  dé 
las  promesas  de  sus  amigos  leales  que  aún  le  lloramos. 

Castro  comprendió  entonces  cuánto  había  perdido 
y  no  pudo  menos  que  lanzar  del  fondo  de  su  alma,  mez- 
quina á  esos  grandes  sentimientos,  el  grito  de  su  duelo 
que  era  el  duelo  de  la  Patria. 

Así  comunicó  la  mala  nueva  á  los  Estados: 

"Caracas:  17  de  diciembre  de  1905. 

Para  Presidentes  de  los  Estados. 

Sus  Capitales. 

Ha  muerto  el  Doctor  R.  González  Pacheco,  ser- 
vidor conspicuo  de  la  Restauración  Nacional.  La  pérdi- 
da es  irreparable  y  todos  sus  amigos  y  todos  los  Poderes 
debemos  llorar  su  desaparición  de  la  lucha  en  el  campo 
augusto  de  la  Patria  y  del  verdadero  Patriotismo.  El 
Ejecutivo  Nacional  hará  sus  honores  fúnebres  y  los  Go- 
biernos de  los  Estados  deben  asociarse  atan  justo  duelo, 
cuando  se  trata  de  quien  lo  sacrificó  todo  por  su  Patria, 
por  su  Nombre    y  por    su  Gloria! 

Dios  y  Federación, 

Cipriano  Castro." 

Esas  palabras  suscritas  por  quien  no  reconocía  mé- 
rito ageno,  son  la  mejor  apoteosis  del  eminente  guerrero 
trujillano. 


—  9i  — 

Un  inteligente  periodista  de  Lara  hizo  sus  juicios 
sobre  el  Doctor  González  así: 

"Efectivamente,    el  señor   general    González    Pa- 
checo no  es  de  tamaño  común  como  militar.     Si  lo  fue- 
ra habría  fracasado  en  medio    de    una    lucha    terrible  en. 
que    parecía  que   el    mismo   terreno    que   pisaba  se    le 
hundía. 

Pero,  aquel  valor,  que  tanto  tiene  de  civil  como  de- 
militar, que  le  hace  ver  con  frialdad  y  con  desdén  la  in- 
minencia del  peligro,  que  le  da  una  templanza  de 
carácter  tan  poco  común  para  medir  el  riesgo  y  evitar 
el  agravio  ó  parar  el  daño,  cualidades  son  que  en  la  ad- 
ministración le  hacen  un  estadista. 

Cuántos  hombres  que  ahora  serían  enemigos  terri- 
bles de  González  Pacheco  se  revolvieron  del  camino  al 
temple  de  su  justicia  y  al  esfuerzo  poderoso  de  su  tole- 
rancia y  cortesía!  Qué  pocos  letrados  habrá,  que  res- 
peten como  este  General,  recio  en  la  pelea,  dominador 
del  fuerte,  protector  del  humilde,  los  derechos  ciudada- 
nos y  las  opiniones  ajenas! 

¡Qué  pocos  que  ante  la  idea  de  una  posible  descep- 
ción,  vean  renacer  y  retemplar  como  renacen  y  se  retem- 
plan en  él  el  entusiasmo  y  la  lealtad'! 

Qué  pocos  que  retengan  como  él  retenía  en  el  linde 
del  interés  de  la  Causa,  partidarios  exagerados,  ambicio- 
nes impacientes,  con  una  benevolencia  que  podía  pare- 
cer indolencia,  pero  que  es  fe  en  el  rumbo,  conciencia  de 
la  misión  y  firmeza  en  el  cumplimiento  del  deber! 

Lástima  es  que  á  tal  hombre  no  le  haya  tocado  go- 
bernar en  una  época  normal,  con  renta  grande,  con  hom- 
bres unidos,  con  ciudadanos  tolerantes  y  decididos  para 
emprender  una  marcha  firme  á  las  regiones  del  progreso!"' 


92 


# 

#    # 


Quepa  á  mi  pluma  tributar  en  estas  páginas  de  jus- 
ticia un  recuerdo  de  compañerismo  y  amistad  al  grupo 
de  leales  Jefes  y  Oficiales,  que  acompañaron  ai  inolvida- 
ble Doctor  y  General  Rafael  González  Pacheco  en  las 
tremendas  pruebas  á  que  su  temple  de  guerrero  fué  so- 
metido por  la  suerte  y  de  las  cuales  surgió  brillante  su 
alto  prestigio  militar  é  inmaculado  su  nombre  de  caba- 
llero. 

Reciban  ellos  este  recuerdo  como  un  homenaje  que 
sobre  la  tumba  del  Jefe  que  lloramos  aun,  hago  de  sus 
virtudes  guerreras  y  de  su  lealtad  y  consecuencia  par- 
tidarias. 

Que  así  como  fueron  en  los  campamentos  soldados 
de  avanzada,  son  hoy  elementos  de  paz  al  servicio  del 
orden  y  prestos  á  la  defensa  de  las  instituciones,  por 
cuyo  brillo  batalló  sin  descanso,  quien  fué  alma  y  brazo, 
corazón  y  músculo  de  la  guerra,  en  Occidente. 

He  aquí  sus  nombres: 

Generales  Henrique  Goitía,  Aureliano  Robles,  F. 
Jiménez  Loyo,  José  Garbi,  Silverio  González,  Julio 
Olivar,  J.  Victoriano  Jiménez,  Florentino  Vargas,  Ave- 
lino  Jiménez  Méndez,  José  Ignacio  Briceño,  Doctor  Ra- 
fael Carrillo  Heredia,  R.  Viloria  Cadenas,  Vincencio  Pé- 
rez Soto,  José  Domínguez,  Rafael  González  E.,  H.  Tovar 
Díaz,  A.  Bodas  Robles,  Miguel  Oberto,  Doctores  J.  Pé- 
rez Veracoechea,  M„  Alvizu  S.  y  José  I.  Arroyo. 

Coroneles  Julio  Moreno  González,  Amadeo  Mazzei, 
W.  Briceño  U.,  R.  Carrillo  León,  Néstor  Rodríguez,  Na- 
talio Montilla,  Alfredo  Perdomo,  Fernando  Viloria,  Pe- 
dro Asuaje,  Víctor  Miliani,  Rafael  Torres,  Simón  Sán- 
chez, Clemente  Soto,  Eudomario  Rodríguez,  Rafae 
Meza,   Miguel  Lugo  Blanco,   Antonio  Lucena,  Medardo 


—  93  — 

González  Amengual,  José  Dolores  Salas,  César  A.  Mau- 
riello,  Cosme  y  Rafael  María  Urrutia,  Francisco  M. 
Oberto  y  otros  más  cuyos  nombres  en  el  momento  no 
recuerdo. 

Y  á  los  que  cubre  el  polvo  de  la  tumba,  un  piadoso 
recuerdo  de  amistad,  las  lágrimas  del  compañerismo  y  la 
plegaria  del  cariño:  Generales  Joaquín  Corona,  Norberto 
Jiménez,  hijo,  J.  M.  Alvarez  Oropeza,  Doctor  Antonio 
Heredia,  Julio  Couput,  Benjamín  Pacheco,  Carlos  Arve- 
lo  y  Celestino  Martínez. 

Coroneles  Domingo  Perdomo,  F.  Troconis  Padrón, 
Domingo  Riera,  Manuel  E.  Nuñez,  Juan  -Volcán,  Berna- 
bé Cabezas,  Víctor  Manuel  Lugo  y  Antonio  La  Cruz. 
Y  aquel  cerebro  todo  luz  que  entro  en  la  sombra  y  que 
en  el  periodismo  fué  un  soldado:  Bachiller  Carlos  Luis 
Oberto. 

Y  para  la  memoria  de  Cristalino,  el  Corneta  de 
Ordenes  de  González  Pacheco,  que  por  sobre  el  ronco 
rugir  de  la  metralla  derramó  los  cantos  armónicos  de  la 
Diana  ó  tocó  Retiradas  que  valían  triunfos,  tiene  mi 
pluma  un  cariñoso  recuerdo  ya  que  su  corneta  tocó  siem- 
pre  las  alegrías  de  la  victoria  ala   bandera  de  mi  ideal! 

Oh!  muerto  ilustre,  querido  y  venerado! 

Duerme  en  paz! 

La  conquistaste  con  el  esfuerzo  de  tu  espada  y  la 
bondad  de  tu  corazón.  . 

Larga  noche  de  olvido  cayó  sobre  tu  nombre   y  tus 
acciones  de  épico   denuedo;    pero  sobre    el  olvido,    más- 
triste  que  la  muerte,  la  voz  de  tu  amigo  y    compañero,  el 
General  Gómez,  ha  llamado. 


94  — 


Toca  á  quienes  fuimos  leales  á  tu  nombre  jurar  so- 
l,bre  tus  cenizas,  que  hoy  seguiremos  la  estela  de  triunfos 
■de  Gómez  como  otro   día   seguimos    la    tuya  victoriosa! 

Como  pagar  la  deuda' contraída? 

Haciéndonos  por  la  lealtad  y  el  sacrificio  dignos  de 
tu  memoria  esclarecida,  que  florece  como  un  lirio  de  paz 
sobre  la  callada  soledad  de  tu  sepulcro. 

Descansa,  Gladiador!     Ya  estás  inerme! 

Tienes  derecho  á  reposar! 

Un  día  el  Ángel  de  las  resurrecciones  llamará  so- 
bre tu  losa  fría  y  el  polvo  de  tu   cuerpo  al  fin  despertará. 

Sobre  esa  tumba:  el  mármol,  la  bandera,  el  clarín  y 
el  acero:  la  heráldica  de  tu  nobleza  de  Guerrero  y  de  tu 
aristocrática  figura  de  Gentil-hombre. 

Oh!  Caballero  de  todos  los  honores. 

Descansa! duerme! reposa! 

m.  Castillo  Amengual. 
Caracas:  junio  de  191 1. 


ECOS 


97 


Caracas:    30  de   marzo   de   191 1.  . 
Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Miraflores. 
Mi  respetado  General  y  amigo: 

Lleno  de  profunda  emoción  he  leído  en  la  prensa  de 
hoy  la  generosa  carta  que  usted  se  ha  servido  dirigir  al 
ciudadano  Gobernador  del  Distrito  Federal,  en  la  cual 
dispone  la  erección  de  un  cenotafio  en  el  sitio  donde, 
desde  1905,  descansan  las  cenizas  de  mi  malogrado  pa- 
dre, el  Doctor  y  General  Rafael  González  Pacheco. 

En  nombre  de  mi  madre,  en  el  mío  propio  y  en  el 
de  mis  hermanos,  me  dirijo  á  usted,  respetuosamente, 
para  significarle  el  vivo  y  sincero  testimonio  de  nuestra 
acendrada  gratitud  por  este  acto  que  viene  á  vindicar  la 
memoria  de  nuestro  inolvidable  padre. 

No  es  ahora  cuando  nosotros  sabemos  la  alta  estima 
en  que  usted  tuvo  siempre  a  nuestro  progenitor.  Muerto 
él,  como  elocuentemente  lo  dice  el  General  Colmenares 
Pacheco,  en' una  época  menguada  para  la  justicia  y  el 
propio  mérito,  á  sus  hijos  nos  cabe  la  satisfacción  de  sa- 
ber, que  por  sobre  la  deliberada  ingratitud  con  que  se 
confundid  á  todos  cuantos  fueron  sus  servicios  de  pa-v 
triota  y  de  soldado,  siempre  vid  en  torno  suyo  el  intenso 
cariño  que  usted  guardo  por  su  nombre  y  que,  á  través 
de  los  años,  pone  nuevamente  de  manifiesto  en  este  tri- 
buto amistoso  que  acaba  de  ordenar  en  honor  de  su  me- 
moria. 


Como  justicieramente  dice  usted,  la  decorosa  po- 
breza en  que  él  murió  y  que  nosotros  conservamos  como 
el  más  puro  blasón,  había  impedido  que  le  erigiésemos  en 
el  Cementerio  General  del  Sur  un  túmulo  sencillo,  de 
acuerdo  con  la  modestia  de  su  vida. 

Los  oficiales  de  Occidente,-  que  con  tanto  denuedo 
le  acompañaron  en  sus  empresas  de  armas,  deben  de  es- 
tar á  estas  horas  poseídos  de  íntima  gratitud  hacia  usted. 
Ellos,  como  nosotros,  ven  en  este  noble  acto  suyo  un 
estímulo  á  la  vez  que  una  enseñanza. 

En  nombre  de  mi  familia  toda,  renuevo  á  usted  las 
manifestaciones  del  más  profundo  agradecimiento,  las 
cuales  deseo  hacer  extensivas  á  su  entusiasta  colaborador, 
el  progresista  General  Colmenares  Pacheco,  por  los  enal- 
tecedores conceptos  que  consagra  en  su  carta  á  la  memo- 
ria de  mi  padre. 

Con  las  veras  del  más  intenso  reconocimiento,  tengo 
á  honra  suscribirme,  su  respetuoso  servidor  y  amigo  muy 
adicto, 

H.  González  Pachfxo. 


—  99  — 

Telégrafo  Nacional. — De  Ocumare  á  Caracas,    el  30   de 
marzo  de  1 9 1 1 . — Las  5  y  í  o  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

La  carta  de  usted  para  el  cumplido  Gobernador  del 
Distrito  Federal,  referente  á  la  memoria  del  Doctor  y 
General  R.  González  Pacheco,  es  un  documento  que 
destaca  austeramente  las  virtudes  de  su  alma,  entre  las 
que  descuella,  ostensiblemente,  la  consecuencia. 

Los  verdaderos  amigos  de  usted  y  devotos  de  sus 
méritos  sienten  en  los  momentos  actuales  una  nueva 
corriente  de  cariño  por  el  abnegado  Jefe,  á  quien  no 
apartan  del  culto  de  sus  afectos,  ni  las  faenas  de  su  Ad- 
ministración, ni  la  cruel  indiferencia  que  la  ingratitud 
probada  yá,  hace  sentir  á  los  que  dominan  la  altura. 

Va  para  usted  nuestra  afectuosa  felicitación  y  crea 
que  el  recuerdo  que  consagra  á  la  memoria  del  ilustre 
muerto,  es  un  hecho  que  aplauden  sus  amigos  y  simpa- 
tiza de  un  modo  sincero  en  la  conciencia  nacional. 

Sus  adictos  amigos, 

B.  Arriens  U. 
J.  M.  Carreño  Pérez. 


Telégrafo   Nacional. — De  Ciudad  Bolívar  á  Caracas,  el 
30  de  marzo  de  191 1. — Las  4  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Me  complazco  en  enviarle  mis  cordiales  felicitacio- 
nes por  la  justiciera  carta  que  usted  dirige  al  General 
Colmenares  Pacheco,  ordenando  levantar  un  túmulo  en 


IOO 


la  abandonada  tumba  del  valeroso  General   Rafael  Gon- 
zález Pacheco,  en  el  Cementerio  General  del  Sur. 

El  que  sabe  honrar  á  los  muertos  ilustres  y  no  ol- 
vida á  los  compañeros  caídos  en  la  fosa,  honra  á  la  Patria 
y  se  recomienda  por  sus  virtudes  publicas  y  privadas  ala 
admiración  de  sus»  conciudadanos. 

Lo  saluda  afectuosamente  su  amigo, 

Arístides  Tellería.. 


Telégrafo  Nacional. — De  Guanare  á  Caracas,  el  30  de 
marzo  de  191 1. — Las  6  y  10  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gámez,  etc.,  etc.,  etc. 

Como  sincero  amigo  de  usted,  lo  felicito  cordial- 
mente  por  su  importante  carta  dirigida  al  General  Col- 
menares Pacheco,  ordenándole  honrar  la  memoria  del 
Benemérito  y  extinto  General  Rafael  González  Pacheco, 
con  la  erección  de  un  túmulo  sobre  su  tumba,  digno  de 
sus  relevantes  merecimientos. 

Yo,  como  trujillano,  me  enorgullezco  por  tan  justos 
honores  tributados  á  aquel  ilustre  coterráneo,  honores 
que  constituirán  un  título  más  de  mi  gratitud  y  profundo 
afecto  hacia  usted. 

Su  amigo  adicto, 

José  R.  Gabaldón. 


IOI 


Telégrafo  Nacional. — De  La  Victoria  a  Caracas,  el  30  de 
marzo  de  191 1. — Las  5  y  40  p.  m. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Con  la  más  ingenua  complacencia  he  leído  el  tele- 
grama de  usted  de  hoy,  en  el  que  me  trascribe  los  docu- 
mentos cruzados  ayer  entre  el  Presidente  de  la  República 
y  su  leal  y  esforzado  colaborador,  General  Colmenares 
Pacheco,  con  motivo  de  la  disposición  de  aquél  para  que 
se' levante  un  túmulo  adecuado  en  la  tumba  que  guarda 
las  cenizas  del  malogrado  General  y  Doctor  Rafael  Gon- 
zález Pacheco,  cuyos  despojos,  casi  abandonados  hoy, 
desdicen  de  las  imponderables  virtudes  del  extinto  y 
pundonoroso  militar. 

Al  aplaudir  con  usted,  como  lo  hago  lleno  de  íntima 
satisfacción,  ese  alto  rasgo  de  nobleza  y  de  sentimientos 
patrióticos  de  nuestro  Jefe,  le  agradezco  la  participación 
que  me  hace  y  me  congratulo  con  usted  cordialmente. 
Su  amigo  y  compañero, 

R.  Andueza  Palacio. 

Telégrafo  Nacional. — De   Valencia  á  Caracas,    el  30  de 
marzo  de  191 1. — Las  4  y  45  p.  m. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Recibido  su  atento  telegrama  y  por  él  quedo  en 
cuenta  de  las  cartas  cruzadas  entre  el  Benemérito  Jefe 
del  País  y  el  Gobernador  de  ese  Distrito,  expresivas  del 
acto  de  justicia  ordenado  por  nuestro  Jefe  único,  el  señor 
General  Gómez,  para  honrar  la  memoria  de  un  distingui- 
do servidor  público. 

Dios  y  Federación. 

J.  A.  Martínez  Méndez. 


102 


Telégrafo  Nacional. — De  Ocumare  á  Caracas,   el  30  de 
marzo  de  191 1. —  Las  11  a.  m. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Le  estimo  el  telegrama  de  usted,  mensajero  de  una 
nueva  que  hace  resaltar  más  la  talla  moral  de  nuestro 
Jefe  el  General  Gómez.  Al  agradecerle  el  recuerdo  del 
envío  de  los  importantes  documentos  á  que  usted  se 
refiere,  me  es  grato  repetirle  mis  votos  de-  solidaridad 
como  amigo  y  correligionario. 

B.  Arriens  U. 


Telégrafo  Nacional. — De  Ciudad   Bolívar  á  Caracas,   el 
30  de  marzo  de  191 1. — Las  10  a.  m. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Recibido  su  importante  telegrama  en  que  me  tras- 
cribe las  cartas  cruzadas  entre  los  Generales  Gómez  y 
Colmenares  Pacheco,  con  motivo  de  la  tumba  del  Gene- 
ral González  Pacheco  que  desea  honrar  justicieramente 
el  Benemérito  Jefe  del  País,  siempre  pronto  á  las  inspi- 
raciones del  bien  y  del  patriotismo.  Doy  á  usted  las 
gracias  más  cumplidas  por  su  atención  y  mees  grato 
saludarlo  cordialmente. 

Su  amigo, 

Arístides  Tellería. 


—  103   — 
Caracas:  30  de  marzo  de    191  r. 
Señor  General  J.  V.  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Presente. 
Mi  respetado    Jefe  y  amigo. 

La  noble  carta  dirigida  por  usted  al  general  Col- 
menares Pacheco,  inserta  en  la  prensa  de  hoy,  ha  produci- 
do en  mi  ánimo  una  emoción  profundamente  grata,  que 
me  ufano  en  hacer  pública. 

Usted  sabe  que  mi  juventud  de  soldado  tuvo  la  de- 
corosa fortuna  de  iniciarse  y  robustecerse  bajo  la  austera 
y  bizarra  dirección  del  doctor  y  general  Rafael  Gonzá- 
lez Pacheco;  de  aquel  militar  ilustre,  hombre  de  bien 
y  de  honra,  íntegro  ciudadano,  cuyo  carácter  ha  sinteti- 
zado usted,  con  elocuente  sobriedad,  en  una  frase  feliz: 
valiente  y  virtuoso.  ¿Cuál  mejor  epitafio  sobre  la 
tumba  de  González  Pacheco?  Esa  es  la  gloria  suya: 
haber  juntado  armoniosamente,  en  su  vida  modesta  y 
procer,  el  valor  y  la  virtud. 

Mi  corazón,  enamorado  del  bien  y  del  heroísmo,  ha 
palpitado  con  jubilo  auténtico  ante  el  justiciero  recuerdo 
tributado  por  usted  á  la  memoria  de  aquel  venezolano 
egregio,  cuyo  nombre  deberíamos  repetir  con  cariñosa 
frecuencia  como  una  salubre  remembranza  en  medio  á 
las  agitaciones  de  nuestra  vida  nacional;  y  ese  jubilo  es 
mayor  aun  por  ser  usted  precisamente  quien  pone  mano 
de  rect"o  magistrado  y  de  consecuente  amigo  sobre  aque- 
lla tumba  olvidada  por  una  criminal  ingratitud,  sobre 
aquella  tumba  que  la  pobreza  de  muchos  solo  pudo  cu- 
brir de  flores  sencillas  y1  de  lágrimas  sinceras 

Adscrito  lealmente  á  usted  hace  mucho  tiempo,  yo 
nada  nuevo  tengo  que  decirle,  General,   sino   que   cada 


—  104  — 

día  admiro  más  la  alteza  de  su  alma  y   la   justicia  de  sus 
decisiones. 

De  usted  subalterno  y  amigo, 

Marcial  Padrón. 


Telégrafo  Nacional. — De  Macuto  á  Caracas,   el  30  de 
marzo  de  191 1. — Las  3  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Me  he  impuesto  de  la  justiciera  y  brillante  carta 
que  usted  tan  generosamente  dirige  al  General  Colme- 
nares Pacheco,  con  motivo  de  haber  transformado  este 
último,  el  Cementerio  General  del  Sur,  de  esa  Capital ;  y 
mi  entusiasmo  y  admiración  llegan  á  la  mayor  altura,  al 
ver  la  incomparable  justicia  de  usted  por  la  memoria  del 
valiente  y  virtuoso  General  González  Pacheco,  de  quien 
fui  grande  amigo. 

Este  acto  de  parte  suya,  tanto  por  el  aplauso  que 
usted  tributa  á  su  fiel  servidor,  al  interpretarle  digna- 
mente á  usted,  como  por  el  recuerdo  que  usted  hace  del 
ilustre  muerto,  es  la  prueba  más  evidente  de  que  usted 
es  un  hombre  de  corazón  y  de  que  la  República  tiene 
mucho  que  esperar  de  su  magnanimidad  y  espíritu  de 
justicia. 

De  usted,  atento  y  seguro  servidor  y  amigo, , 

Gerardo  Galetti. 


—  ios    — 
Caracas:  30  de  marzo  de  19 11. 
Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc., 

Miraflpres. 

Respetado  Jefe  y  amigo: 

Vengo  hoy  á  felicitarlo  y  presentarle  la  protesta  de 
gratitud;  la  felicitación,  porque  acaba  de  desagraviar  una 
memoria  ilustre  que  la  indiferencia  y  la  ingratitud  ha- 
bían querido  sepultar  en  el  olvido;  y  la  gratitud,  porque 
como  hijo  de  Trujillo,  he  experimentado  la  inmensa  sa- 
tisfacción de  ver  honrados  los  restos  del  compatriota 
inolvidable,  General  González  Pacheco,  modelo  de  hon- 
radez y  gloria  de  Venezuela. 

La  consecuencia  de  usted  debía  reflejarse  una  vez 
más  con  ese  acto  de  justicia  que  pone  de  relieve  sus  con- 
diciones para  sumar  voluntades,  enalteciendo  el  mérito 
y  premiando  las  cualidades  cívicas  de  los  compatriotas 
que  han  sabido  honrar  nuestra  querida  Patria. 

Siempre  á  su  mandar,  su  soldado  y  amigo, 

Ignacio  Pedroza. 


Caracas:  30  de  marzo  de  191 1. 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco,   etc. 

\    Presente. 
Mi  respetado  amigo : 
Con  sincera  emoción  he  leído  en  la  prensa  de   hoy 
las  cartas  cruzadas    entre    nuestro    único    Jefe,  General 
Juan  Vicente  Gómez  y  usted,  referentes  á  la  erección  de 
un  túmulo  sobre  la  tumba  del  nunca  bien  llorado  General- 
Rafael  González  Pacheco. 


—  io6   — 

Tengo  como  timbre  del  más  legítimo  orgullo  el  ha- 
ber sido  uno  de  los  oficiales  que  siempre  muy  de  cerca 
acompañaron  al  Doctor  González,  ya  en  los  azares  de  la 
guerra,  ora  en  sus  labores  de  Magistrado  Civil,  y  como 
llegué,  á  fuerza  de  tratar  y  conocerle,  á  profesar  un  bien 
arraigado  cariño  filial  á  aquel  grande  hombre,  estarían 
mal  en  mi  pluma,  por  parciales,  conceptos  de  alabanzas  á 
sus  merecimientos. 

Pero  sí  es  natural,  por  las  mismas  causas  anotadas, 
que  sea  honda  mi  emoción  é  infinito  mi  agradecimiento 
para  con  el  General  Gómez  y  para  con  usted,  hombres 
de  corazón  bien  puesto,  que,  lejos  de  envanecerlos  la 
altura  en  que  se  hallan,  les  gusta  con  frecuencia  descen- 
der desde  la  cima  y  buscar  entre  las  grietas  del  abandono 
y  el  olvido  el  nombre  ilustre  de  algún  ciudadano  bene- 
mérito,Bpara  arrancarlo  de  la  sombra  y  colocarlo,  como 
una  estrella  de  luz  muy  pura,  en  el  cielo  glorioso  de  la 
Patria. 

Reciban,  usted,  mi  apreciado  General,  y  por  su  dig- 
no órgano,  mi  querido  Jefe  el  General  Juan  Vicente 
Gómez,  la  voz  de  sincera  gratitud  de  quien  fué  ayer,  con 
orgullo,  soldado  de  González  Pacheco,  y  es  hoy,  por 
patriotismo  y  convicción,  de  ustedes  leal  subalterno  y 
decidido  amigo, 

Amadeo  Mazzei. 


Caracas:  marzo  30  de  191 1. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Miraflores. 
Querido  Jefe : 
Profunda  emoción  ha  despertado  en    mi   espíritu  la 
justiciera  y   espontánea  carta   que    usted  ha  dirigido  al 


—  107   — 

señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco,  digno  Gober- 
nador del  Distrito  Federal,  en  la  cual  dispone  que,  como 
recuerdo  imperecedero,  se  erija  un  monumento  sobre  la 
huesa  de  mi  inolvidable  amigo,  casi  hermano,  Doctor 
y  General  R.  González  Pacheco,  que  tantos  recuerdos 
profundos  dejo  en  Venezuela  en  el  campo  de  la  milicia  y 
en  los  consejos  de  la  política.  La  temprana  pérdida  de 
este  heroico  campeón  de  la  democracia  y  del  derecho, 
lamentada  profundamente  por  aquellos  que  aman  la  Pa- 
tria desinteresadamente,  privo  á  Venezuela  de  una  co- 
lumna solida  en  el  edificio  que  se  levantaba,  tesonera- 
mente; puso  largo  duelo  en  las  almas  de  aquellos  que  le 
apreciábamos  y  desato  el  raudal  del  dolor  que  nunca 
padece  lenitivos,  en  el  seno  de  un  hogar  venerable. 

A  nombre  de  los  agradecidos  deudos,  á  nombre 
del  pueblo  que  respetaba  y  quería  al  Campeón  Occidental 
cuya  campaña  sobre  el  Centro,  en  medio  de  innumerables 
peligros,  hízose  famosa;  á  nombre  de  cuantas  personas 
sabemos  sentir  amor  patrio,  me  atrevo  á.  empeñaros  la. 
expresión  sincera  de  nuestro  agradecimiento  por  una. 
medida'  tan  justa,  tan  noble  y  tan  espontánea. 

Su  subalterno  y  amigo, 

José  Ignacio  Briceño. 


Telégrafo  Nacional. — De  Caracas,  el    30  de    marzo   de 
191 1. — Las  4  hs.  p.  m. 

Señores  doctores  MartínAlvizu,  Miguel  Castillo  Amengúala 
Simón  Linares  y  demás  compañeros. 

Barquisimeto. 

La  justicia  y  el   espíritu  liberal    están    de  plácemes 
por  la  nobilísima  manifestación  que  nuestro  Jefe,   el  Be- 


—  108    — 

nemérito  General  Gómez,  hace  á  la  memoria  ilustre  d 
González  Pacheco,  y  de  la  cual  se  informarán  ustedes  por 
las  cartas  que  me  complazco  en  anunciarles.  Amigos 
ustedes  de  aquel  meritorio  Ciudadano,  les  hago  partíci- 
pes de  la  satisfacción  que  experimentamos  por  tan  noble 
medida,  quienes  fuimos  sus  amigos.  El  General  Colme- 
nares Pacheco,  asiduo  y  leal,  secunda  entusiasmado  la 
noble  idea  de  su  Jefe  Benemérito. 

De  ustedes  afectísimo, 

Juan  Liscano. 


Telégrafo  Nacional. — De  Guanare  á  Caracas,  el   31   de 
marzo  de  191 1. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Agradézcole  trascripción  que  me  hace  de  los  impor- 
tantes documentos  cruzados  entre  el  Presidente  de  la 
República  y  su  fiel  colaborador,  General  Colmenares 
Pacheco. 

Su  amigo  afectísimo, 

José  R.  Gabaldón. 

Telégrafo  Nacional — De  Calabozo  á  Caracas,  el  31  de 
marzo  de  191 1. — Las  2  p.  m. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Con  íntima  complacencia  he  leído  su  grato  telegra- 
ma circular  trascribiéndome  los  importantes  documentos 
cruzados  entre  nuestro  Benemérito  Jefe  y  su  digno  te- 
niente, General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. 


—  109    — 

Bien  merece  el  valiente  luchador,  Doctor  y  General 
R.  González  Pacheco,  el  homenaje  cariñoso  que  hoy  le 
rinde  el  General  Juan  Vicente  Gómez,  nuestro  Jefe  y 
nuestro  amigo,  cuyos  levantados  rasgos,  que  tanto  lo 
enaltecen,   constituyen  para  nosotros   motivo  de  orgullo. 

Por  el  apreciable  órgano  de  usted,  me  congratulo 
con  el  General  Colmenares  Pacheco. 

Su  amigo  y  compañero, 

Alejandro  Landaeta. 

¡Telégrafo  Nacional. — De   Barcelona  á  Miraflores,  el  31, 

8    de  marzo  de  191 1. — Las  6  y  30  p.  m. 
lor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.  etc., 

Por  telegrama  que  he  recibido  del  General  Manuel 
Sarmiento,  quedo  en  conocimiento  del  contenido  de  las 
cartas  cruzadas  entre  usted  y  el  Gobernador  del  Dis- 
trito Federal,  relativas  á  rendir  un  merecido  tributo  á  la 
memoria  del  Doctor  y  General  Rafael  González  Pacheco 
servidor  eficaz  y  notable  de  la  República.  La  determi- 
nación de  usted  revela,  que  en  esta  era  de  reparaciones 
tienen  todos  aquellos  que  han  luchado  por  el  bienestar 
de  la  Patria,  los  homenajes  que  reclama  la  gratitud  na- 
cional. Le  significo,  mi  respetado  General,  no  sólo  la 
natural  admiración  que  inspiran  los  actos  de  justicia 
oportunamente  rendidos,  sino  también  mi  orgullo,  porque 
tributados  por  la  mano  reparadora  de  usted,  redundan 
en  honor  de  la  Causa  de  Diciembre,  á  la  cual  prestamos 
los  servidores  actuales  todo  el  concurso  de  nuestra  leal- 
tad, de  nuestra  decisión  y  de  nuestra  inquebrantable  fe 
política. 

Julián  T.  Maza. 


no 


Telégrafo  Nacional.— De  Barquisimeto  á  Miraflores,  el 
3 1  de  marzo  de  1911 . — Las  4  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.  etc. 

En  la  Revista  Telegráfica  de  ayer,  he  leído  con  mar- 
cada complacencia  la  notable  carta  de  usted,  dirigida  al 
General  F.  A.  Colmenares  Pacheco,  y  la  contestación  de 
este  distinguido  servidor  de  la  actualidad. 

Digna  de  todo  encomio  es  la  justiciera  disposición 
de  usted  al  ordenar,  como  un  tributo  de  plausible  com- 
pañerismo, honores  de  reparación  á  la  memoria  del  dis- 
tinguido hombre  publico,  General  Rafael  González  Pa- 
checo. Bien  merece  la  meritoria  vida  de  aquel  hombre 
eminente  la  recompensa  al  merecimiento;  bien  merece 
quien  llevo  siempre  en  alto  la  bandera  del  honor  y  de  la 
hidalguía,  que  se  haga  visible  sobre  su  tumba  el  premio 
de  la  sanción  publica  ;  bien  merece  el  esforzado  luchador 
esa  visible  notación  de  la  rectitud  de  un  Magistrado, 
que  levanta  sobre  los  despojos  mortales  de  un  ciudadano 
benemérito  el  monumento  consagratorio  del  mérito  y  de 
la  virtud.  La  unánime  aprobación  de  todos  sus  compa- 
triotas será  el  franco  y  honrado  aplauso  con  el  cual  se 
corresponde  en  el  País  á  la  justicia  que  acaba  usted  de 
hacer.  Yo  me  complazco  en  tributarle  el  mío  muy  sin- 
cero. 

Su  adicto  amigo, 

Manuel  S.  Araujo. 

Telégrafo  Nacional. — De   Campano  á  Miraflores,   el  31 

de  marzo  de  191 1. — Las  7  a.  m. 
Señor  GeneralJuan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Como  barquisimetano,  tributóle  mi  respetuoso  abra- 
zo por  el   acto    efectuado  con    el    Doctor   González  Pa- 


•checo,  cuyas  virtudes  lo  hicieron  digno  del  aprecio  de  los 
hombres  honrados  y  cuya  desaparición  sentirá  siempre 
nuestra  Patria.  La  consecuencia  política,  hermanada  al 
espíritu  de  justicia,  recordaron  al  Magistrado  los  deberes 
por  el  noble  extinto. 

.  Su  amigo, 

Miguel  Torrealba. 


Telégrafo  Nacional. — De  Barquisimeto  á  Caracas,  el  31 
de  marzo  de  191 1. — Las  5  p.  m. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Con  íntima  satisfacción  he  leído  su  atento  telegra- 
ma de  ayer,  así  como  las  patrióticas  cartas  cruzadas  entre 
nuestro  Jefe  el  General  Juan  Vicente  Gómez  y  su  leal 
colaborador  y  amigo  el  General  F.  A.  Colmenares  Pa- 
checo, referentes  á  los  magnánimos  deseos  del  ínclito 
Jefe  de  la  Causa  de  Diciembre,  de  que  se  levante  á  la 
memoria  del  noble  y  valeroso  General  R.  Gon  ález  Pa. 
checo,  un  túmulo  en  el  lugar  del  Cementerio  donde  re- 
posan sus  venerandos  restos.  Al  aplaudir  tan  espontá- 
neo como  justiciero  acto  en  honor  de  un  compatriota 
distinguido,  presento  á  usted  las  congratulaciones  más 
cordiales. 

Dios  y  Federación. 

Manuel  S.  Araujo. 


Telégrafo  Nacional. — De  Cumaná  á   Caracas,   el  31   de 
marzo  de  191  t. — Las  5  y  40  p.  m. 

Señor  General  Mmuel  Sarmiento. 

Estimo  á  usted  la  trascripción  que  me  dirige  de  la- 
dos cartas  cruzadas  entre  el  eminente  ciudadano  y  Bense 


112 


mérito  Jefe  nuestro,  General  Gómez  y  el  notable  servi- 
dor público,  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco,  acerca 
del  inolvidable  batallador  y  político  de  alto  mérito,  Ge- 
neral R.  González  Pacheco,  malogrado  para  la  Repú- 
blica en  días  infortunados  para  el  derecho  y  el  decoro 
del  patriotismo. 

En  ese  documento  demuestra  una  vez  más  el  Gene- 
ral Gómez,  el  brillo  é  hidalguía  de  sus  sentimientos 
patrióticos. 

Amigo  y  compañero, 

Elíseo  Sarmiento. 


Telégrafo  Nacional. — De  San  Felipe  á  Caracas,  el  31  de 
marzo  de  191 1. — Las  4  y  50  p.  m. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Recibido.  Efectivamente,  como  lo  indica  su  tele- 
grama, me  ha  sido  altamente  satisfactoria  la  justiciera 
determinación  de  nuestro  Benemérito  Jefe,  el  General 
Juan  Vicente  Gómez,  tomada  en  homenaje  á  la  memoria 
del  excelente  caballero  y  brillante  militar  General  y 
Doctor  R.  González  Pacheco,  homenaje  que  ha  sido 
motivo  para  las  nobles  expansiones  contenidas  en  las 
importantes  cartas  cruzadas  entre  el  ciudadano  Presi- 
dente de  la  República  y  el  ciudadano  Gobernador  del 
Distrito  Federal,  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

Su  amigo, 

D.    ToRRELLAS   UrQUIOLA. 


—   ii3    — 

Telégrafo  Nacional. — De  Guanare  a   Caracas,    el  31   de 
marzo  de  191 1. — Las  11  a.  m. 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco,  etc.,  etc. 

Entusiasta  admirador  de  las  virtudes  excelsas  del 
Doctor  y  General  R.  González  Pacheco,  no  debo  guar- 
dar silencio  ante  la  manera  digna  con  que  usted  corres- 
ponde a  la  justiciera  y  grandiosa  idea  de  nuestro  Jefe 
General  Gómez,  al  rescatar  del  polvo  del  olvido  la  tumba 
que  guarda  los  despojos  del  en  mala  hora  malogrado 
Doctor  y  General  R.  González  Pacheco.  Estos  actos  de 
estricta  justicia  tienen  eco  simpático  en  el  corazón  de 
todo  verdadero  patriota,  una  vez  que  con  ellos  se  rinde 
fervoroso  culto  á  la  memoria  de  aquellos  que  ofrendaron 
en  holocausto  de  la  Patria,  vida  é  intereses.  Trujillano 
y  amigo  personal  del  extinto,  veo  con  placer  las  medidas 
tomadas  para  levantar  sobre  su  fosa  un  túmulo  que  co- 
rresponda á  sus  merecimientos. 

Su  amigo  y  compañero, 

José  R.  Gabaldón. 


Telégrafo  Nacional. — De  Barcelona  á  Caracas,  el  31  de 
marzo  de  191 1. — Las  6  p.  m. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Recibido  su  atento  telegrama,  fecha  de  ayer,  en  que 
se  sirve  insertar  las  cartas  cruzadas  entre  el  Benemérito 
General  Gómez  y  el  General  Colmenares  Pacheco,  en 
las  cuales  se  rinde  á  la  memoria  del  Doctor  y  General 
Rafael  González  Pacheco  tributo   digno  de  éste  que  fué 

8 


—  1 14   — 

notable  y  heroico  servidor  de  la  República.  Me  propor- 
ciona usted  la  ocasión  de  ofrecer  una  vez  más  al  General 
Gómez  el  testimonio  de  mi  admiración  y  aplauso  por  el 
acierto  con  que  viene  dirigiendo  los  intereses  patrios, 
ocupándose  de  todo ;  de  todo  lo  que  comunique  brillo  y 
gloria  á  la  Nación  y  redunde  en  honor  de  los  que  á  ella 
sirven  ó  la  han  servido  leal  y  dignamente. 
Quedo  por  ello  á  usted  agradecido. 

Dios  y  Federación. 

Julián  T.  Maza. 

Telégrafo  Nacional. — De    Trujillo  á  Caracas,   el    31  de 
marzo  de  191 1. — Las  5  p.  m. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Le  agradezco  altamente  la  trascripción  de  las  dos 
notables  comunicaciones  que  se  sirve  hacerme  en  su 
importante  telegrama  de  ayer.  El  generoso  acto  de  re- 
paración y  homenaje  á  la  ilustre  memoria  del  Doctor  y 
General  Rafael  González  Pacheco,  define  una  vez  más 
los  sentimientos  de  nuestro  Jefe,  General  Juan  Vicente 
Gómez,  en  toda  su  amplia  y  significativa  magnanimidad. 

La  justicia  del  austero  Magistrado  hace  oír  el  me- 
recido elogio  postumo  y  la  consecuencia  amistosa,  pro- 
pios de  un  levantado  espíritu  en  que  perduran  los  nobles 
afectos,  hasta  la  tumba  abandonada  del  interesante  gue- 
rrero, á  dejar  en  ella,  como  el  mejor  monumento,  honrosa 
expresión  de  cariñoso  recuerdo. 

Todos  los  que  estimamos  debidamente  las  excelen- 
tes virtudes  del  meritorio  hijo  de  Trujillo,  Doctor  y 
General  González   Pacheco,   agradecemos  y]  aplaudimos 


—  H5   — 

de  todo  corazón  el  decoroso  y  justísimo  desagravio ;  y 
así  mismo  las  frases  discretas  y  elocuentes  con  que  el 
digno  Gobernador  del  Distrito  Federal,  General  F.  A. 
Colmenares  Pacheco,  enaltece  al  Magistrado  Benemérito 
que  honra  las  cenizas  de  un  buen  servidor  de  la  Repú- 
blica, hasta  cuya  huesa  hizo  llegar  su  ingratitud  el  fu- 
nesto personalismo  del  régimen  anterior. 

Su  amigo  y  correligionario, 

Víctor  M.  Baptista. 


Telégrafo  Nacional. — De   Porlamar  á  Caracas,    el  31  de 
marzo  de  191 1. — Las  6   p.  m. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Con  muchísima  complacencia  he  leído  las  cartas 
que  se  sirve  trascribirme,  y  las  cuales  evidencian  una  vez 
más  la  nobleza  de  sentimientos  de  nuestro  Benemérito 
Jefe,  General  Juan  Vicente  Gómez. 

Su  amigo  y  correligionario, 

P.  Ducharne. 
Nota. — Fechado  hoy  en  La  Asunción. 

Telégrafo  Nacional. — De  Coro  á  Caracas,  el  31  de  marzo 
de  1911. —  La  1  p.  m. 

Señor  General  Manuel  Sarmiento. 

Recibido.  Agradezco  el  rasgo  de  leal  y  afectuoso 
compañerismo  de  usted,  trascribiéndome  las  importantes 
cartas  cruzadas  entre  nuestro    Benemérito  Jefe,  el  Gene- 


—  u6   — 

ral  Juan  Vicente  Gómez,  y  su  distinguido  servidor  Ge- 
neral Colmenares  Pacheco,  y  los  cuales  hago  insertar  en 
la  prensa  de  esta  ciudad  para  satisfacción  de  cuantos  nos 
honramos  en  servir  la  Causa  Rehabilitadora. 

Su  afectísimo  amigo  y  compañero, 

León  Jurado. 


Telégrafo  Nacional. — De   Ocumare  á    Caracas,  el  31  de 
marzo  de  191 1. 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

Reciba  nuestra  cordial  felicitación  por  las  nobles 
cartas  cruzadas  entre  usted  y  el  Benemérito  General 
Juan  Vicente  Gómez,  con  motivo  del  justiciero  recuerdo 
que  el  Héroe  de  Diciembre  consagra  á  la  honorable  me- 
moria del  Doctor  y  General  R.    González   Pacheco. 

Usted,  al  contestar  á  nuestro  Jefe,  interpreta  de  tal 
modo  el  sentimiento  de  la  confraternidad,  que  obliga  y 
estimula  á  rendir  un  tributo  al  noble  compatriota  que  en 
todos  los  actos  de  su  vida,  representó  dignamente  cien- 
cia, virtud  y  patriotismo. 

De  usted  amigo, 

B.  Arriens  U. 
J.  M.  Car  reno  P. 


Telégrafo  Nacional. — De  Barinas  á  Miraflores,  el    31  de 
marzo  de  191 1  .• — Las  5  y  40  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez  etc.,  etc.,  etc. 

He  leído  con  sincera  emoción  la  carta  de  usted  dirigida 
al  general  F.  A.  Colmenares  Pacheco,  con  motivo  del  aban- 


H7 


dono  en  que  se  encuentra  la  tumba  del  malogrado  amigo 
doctor  y  general  Rafael  González  Pacheco.  Una  vez  más 
hace  usted  gala  de  sus  nobles  sentimientos  al  rescatar 
del  olvido,  con  afecto  de  amigo  sincero  y  Magistrado  jus- 
to, la  memoria  de  aquel  meritorio  hijo  de  Trujillo,  en  cu- 
ya alma  grande  y  generosa  tuvieron  cabida  las  más  pre- 
ciadas virtudes  públicas  y  privadas.  Muy  bien  merece 
el  homenaje  que  usted  rinde  á  quien,  como  él,  supo  dis- 
tinguirse como  amigo,  como  ciudadano,  como  militar  y 
como  gobernante,  dejando  siempre  á  su  paso  estela  lumi- 
nosa de  simpatías.  Créame,  mi  distinguido  Jefe,  que  es 
con  la  satisfacción  de  mi  leal  amistad  hacia  usted  y  mi 
fervorosa  adhesión  partidaria,  que  me  permito  presentarle 
mi  respetuosa  felicitación  por  ese  acto  digno  de  usted  y 
digno  de  quien  lo  inspira. 

Su  afectísimo  amigo, 

C.  Jiménez  Rebolledo. 


Telégrafo    Nacional. — De   Barinas   á   Caracas,  el  31  de 
marzo  de  191 1. 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

Al  corresponder  usted  á  la  notable  carta  que  con 
fecha  29  del  presente  mes  le  dirige  nuestro  Benemérito 
Jefe  General  Juan  Vicente  Gómez,  con  motivo  del  aban- 
dono en  que  se  encuentra  la  tumba  que  encierra  las  ce- 
nizas del  malogrado  Doctor  y  General  R.  González  Pa- 
checo, y  de  disponer  la  erección  de  un  túmulo  digno  de 
su  memoria  esclarecida,  se  expresa  usted  en  términos  re- 
veladores de  los  sentimientos  de  justicia  que  le  inspiran 
y  de  la  honradez  y  lealtad  con  que    sabe   usted  interpre- 


—   n8    — 


tar  los  nobles  propósitos  del  Supremo  Magistrado.   Con 
gratulóme  con  usted  muy  sinceramente. 

Su  amigo  y  compañero, 

C.  Jiménez  Rebolledo. 


Telégrafo  Nacional. — De  Cumaná  á  Miraflores,  el  31  de 
marzo  de  191 1. — Las  6  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Su  notable  carta  última,  dirigida  á  su  distinguido 
colaborador  F.  A.  Colmenares  Pacheco,  evocando  la  me- 
ritísima  memoria  del  brillante  militar  y  señalado  hombre 
público  general  R.  González  Pacheco,  revela  el  acata- 
miento que  le  merece  á  usted  la  virtud  de  aquellos  ciuda- 
danos singulares  que  no  omitieron  sacrificio  ni  esfuerzos 
para  fundar  un  nombre  respetado  en  las  altas  emulacio- 
nes de  la  vida  civil.  Van  hacia  usted  mis  congratulacio- 
nes de  subalterno  y  amigo,  que  se  complace  en  verlo  con- 
quistar la  consideración  más  deferente  de  sus  compatrio- 
tas y  un  puesto  de  gloria  en  nuestros  recuerdos  republi- 
canos. 

Su  adicto  amigo, 

Elíseo  Sarmiento 


Telégrafo  Nacional. — De  Barquisimeto  á  Caracas,  el  31 
de  marzo  de  191 1. — Las  3  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez. 

Acabo  de  leer  la  carta  que    respecto    á  la   memoria 
de  mi  padre  ha  dirigido   usted    al   general    Colmenares 


—  ii9   — 

Pacheco.  Ella  por  sí  sola  es  un  monumento  de  nobleza 
que  ha  erigido  usted  al  que  fué  su  amigo  sincero,  mi 
padre  querido,  que,  ¿por  qué  no  decirlo?  supo  albergar  en 
su  pecho  bizarría  espartana  y  la  nobleza  hispana,  únicos 
patrimonios  de  su  vida,  y  que  puso  siempre  al  servicio 
de  la  Patria. 

El  más  noble  epitafio  que  se  leerá  sobre  la  tumba 
de  él  será  el  testimonio  de  la  amistad  de  usted.  El  evo- 
car usted  el  nombre  de  mi  padre  para  honrarlo  es  un 
nuevo  hilo  de  gratitud  fuerte  y  suave  que  ha  ido  á  en- 
grosar los  muchos  que  á  usted  me  unen. 

Respetuosamente  lo  saluda  su  amigo  sincero. 

R.  González  E. 

Telégrafo  Nacional.— JDe  Valencia  á  Miraflores,  el  31  de 
marzo  de  1911. — Las  5  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc. ,  etc. ,  etc. 

Saludo  á  usted  atentamente.  Como  amigo  agrade- 
cido y  subalterno  del  General  González  Pacheco,  pre- 
sentóle mis  frases  de  reconocimiento  por  justiciero  re- 
cuerdo á  la  memoria  del  valeroso  y. virtuoso  General. 

Amigo  y  subalterno, 

Eneas  Urrutia. 


Telégrafo    Nacional.— -De  Barquisimeto  á  Caracas,  el  31 
de  marzo  de  1 9 1 1 . 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

La  contestación  dada  por  usted  á  la  carta  que  le  di- 
rigiera nuestro  Benemérito  Jefe  General  Gómez  referen- 


I20 


te  á  la  memoria  de  mi  padre,  no  ha  podido  menos  que 
producir  en  mi  alma  una  de  esas  satisfacciones  que  se 
deshacen  en  gratitud. 

En  su  noble  afán  rehabilitador  no  olvida  nuestro 
Jefe  los  hombres  que,  hechos  dignos,  dejaron  de  ser  en 
época  fatal  para  la  Patria,  apurando  el  amargor  que  les 
da  el  egoísmo.  Mi  padre  fué  de  esos,  con  orgullo  lo  di- 
go, y  si  cayo  en  la  nada,  su  nombre  ha  alcanzado  la  alta 
gloria  de  permanecer  sin  mácula,  y  su  recuerdo  revivido 
es  para  honrarlo,  por  quien  ha  sabido  hacerse  acreedor 
al  honor  nacional. 

Soy  su  amigo, 

R.  González  E*. 


Telégrafo  Nacional. — De  Carora  á  Miraflores,  el  3 1    de 
marzo  de  191 1. — Las  2  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Con  mano  generosa  y  justiciera  libra  usted  del  olvi- 
do la  veneranda  memoria  del  General  González  Pacheco, 
arrebatada  á  la  Patria  en  momentos  en  que  más  había 
menester  de  sus  virtudes. 

Séale  permitido  al  más  humilde  admirador  de  aquel 
egregio  paladín,  elevar  respetuosamente  á  usted  el  eco 
de  sus  aplausos  y  los  más  efusivos  parabienes. 

N.  Pomjoüio  Oropeza. 

Telégrafo  Nacional. — De  La   Guaira  á  Miraflores,  el  31 
de  marzo  de  191 1. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Como  liberal,  aplaudo  con  patriótico  alborozo  los 
nobles  y  generosos    sentimientos    de  su    alma,   al  hacer 


121 


hermosas  claridades  sobre  la  olvidada  cripta  del  General 
R.  González  Pacheco,  prototipo  del  honor  y  de  la  abne- 
gación. 

Su  amigo, 

J.  Clausell. 


Telégrafo  Nacional. — De  La  Guaira  á  Miraflores,  el  31 
de  marzo  de  191 1. — Las  8  a.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Al  llegar  á  este  puerto  he  leído  su  importante  carta 
al  Gobernador  del  Distrito  Federal.  Con  orgullo  veo 
cómo  se  destacan  su  alma  grande  y  su  corazón  conse- 
cuente para  los  que  saben  ser  leales.  Rinde  usted  así 
tributo  de  cariño  justiciero  al  que  supo  ser  pundonoroso 
militar,  cerebro  poderoso  y  honrado  hombre  público.  Al 
■enviarle  mis  sinceras  felicitaciones  por  esa  hermosa  pá- 
gina de  su  vida,  ratificóle  mi  inalterable  amistad. 

José  Luis  Pacheco. 


Telégrafo  Nacional— De   Cagua  á  Miraflores,  el  31  de 
marzo  de  191 1. — Las  9  a.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc. ,  etc. ,  etc. 

Mi  respetado  General: 

He  leído  la  grandiosa  carta  que  usted  dirige  al  in- 
cansable progresista,  General  Colmenares  Pacheco,  en 
que  le  ordena  hacer  levantar  un  túmulo  en  la  tumba  del 
valiente  militar  Doctor  R.  González  Pacheco.  Yo,  como 
uno  de  sus  subalternos,  que  le  quise  como  á  mi  padre, 
espero  que  usted  bondadosamente  reciba  mis  felicitacio- 


122 


nes  por  su  noble  idea.     Admiré   siempre  sus  grandes  y 
nobles  sentimientos.     Que  Dios  guarde  á  usted. 

Su  subalterno  y  amigo, 

Pedro  M.  Azuaje* 

Nota. — Fechado  en  San  Mateo. 


Telégrafo  Nacional. — De  Barquisimeto  á   Miraflores,  el 
31  de  marzo  de  191 1. — Las  11  a.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc. ,  etc. ,  etc. 

Bendita  sea  su  mano  generosa  que  desentierra  del 
olvido  el  nombre  de  González  Pacheco,  cuya  espada  segó 
laureles  y  no  daño  á  nadie.  Amigos  de  usted  y  gratos  á 
la  memoria  de  González  Pacheco,  nos  complacemos  en 
testimoniarle  nuestro   agradecimiento  y  nuestra  lealtad. 

Amigos  afectísimos, 

Doctores  M.  Alvizu,  M.  Castillo  Amengual,  Si- 
món Linares  y  demás  amigos. 


Caracas:  31  de  marzo  de  191 1. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Mi  respetado  Jefe  y  amigo: 

Como  liberal  y  como  amigo  que  fui  del  malogrado 
General  R.  González  Pacheco,  cumplo  un  deber  al  di- 
rigirme a  usted  para  presentarle  mi  más  cordial  felicita- 
ción, por  el  acto  de  justicia  que  envuelve  el  tributo  que 
usted  acaba  de  acordar  á  la  memoria  de  aquel  inolvidable 
compañero. 


—  123   — 

Es  una  verdadera  satisfacción  para  los  que  somos 
us  amigos,  verlo  á  usted,  señor  General,  cumpliendo  ho- 
a  tras  hora  el  programa  de  rehabilitación  que  inspira  su 
jobierno.  Bien  merece  este  cariñoso  homenaje  el  Doc- 
or  González  Pacheco,  y  es  muy  digno  de  ser  tribúta- 
lo por  usted,  que  ve  en  el  mérito  de  sus  compañeros,  un 
notivo  de  propio  orgullo  y  nunca  un  incentivo  de  envi- 
diosa malquerencia,  sentimiento  éste  que  inspiró  el  re- 
íombre  del  valiente  trujillano,  hasta  el  punto  de  hacer- 
0  sucumbir  bajo  el  peso  de    la  más    negra  indiferencia. 

Tanto  su  importante  carta  como  la  del  señor  Go- 
bernador, han  sido  acogidas  con  un  entusiasta  aplauso, 
oues  que  ellas  vienen  á  rendir  nuevo  testimonio  de  que 
a  época  es  propicia  á  los  triunfos  del  bien  y  que  usted 
:io  descansa  en  su  patriótico  afán  de  rehabilitar  al  País 
Jh  sus  principios,  en  sus  hombres  y  aún  la  memoria  de 
sus  muertos  eminentes. 

Reciba,  pues,  señor  General,  mis  congratulaciones 
y  créame  su  adicto  amigo, 

P.  Linares. 


Telégrafo  Nacional. — De  Cumaná   á    Caracas,  el  31    de 
marzo  de  191 1. — La  1  p.m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Con  patriótica  satisfacción  he  leído  la  importante 
parta  pública  que  en  referencia  [á  la  tumba '  que  guarda 
los  despojos  de]nuestroJextinto  amigo,  el  General  R.  Gon- 
zález Pacheco,  dirige  usted  al  Gobernador  del  Distrito 
Federal,  ciudadano  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. , 
Digno  por  todos  conceptos  es  aquel^eminente  ciudadano 


—  124   — 

de  los  brillantes  encomios  de  usted    y    de  que  se  le  erij; 
un  túmulo  allí  en  el  propio  campo  donde   se   yerguen  la 
flores  que  cubren  su  tumba,  que  perpetúe    su  memoria  ) 
diga  á  los  hombres  y  á    las    generaciones    del   porvenir 
que  usted  supo  rendir  homenaje  al  verdadero  mérito  y : 
las  virtudes  ciudadanas    que   compendiaron    la   vida   d 
aquel  digno  y  pondonoroso  militar.     En  los  tiempos  po 
que  ha  atravesado   la  República,    ¿cuántas    veces  se    h: 
pospuesto  el  honor  y  la  lealtad  de  los  hombres    á  la  con 
veniencia  de  una  Causa    política  ó  de    un  Partido?     Yo 
pues,  lo  felicito  á  usted    como  su    mejor  amigo,    porqut 
veo  que  usted  sabe  premiar  y  rendir  homenaje  a  las  vir 
tudes  excelsas  que  son  lasque  prestigian  el  buen  nombre 
de  la  Causa  que  usted  dignamente  representa  en  el  Capi 
tolio  Federal. 

Su  amigo, 

Francisco  de  B.  Terán. 


un 

X 


Telégrafo  Nacional. — De  Bolívar  á  Miraflores,  el  31  de  b 
marzo  de  191 1. — Las  2  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Patrióticamente  regocijado,  me  he  impuesto  de  su 
notable  y  bien  inspirada  carta  al  general  F.  A.  Colmena- 
res Pacheco,  sobre  el  levantamiento  de  un  túmulo  que 
guarde  las  cenizas  del  doctor  y  general  R.  González  Pa- 
checo, de  quien  fui  amigo  y  subalterno,  y  como  esta  idea 
agrega  una  honrosa  página  más  á  su  brillante  Ad- 
ministración, me  permito  felicitarlo  cordialmente. 

Su  adicto  amigo  y  subalterno, 

Julio  Olivar. 


—  125   — 

ilégrafo  Nacional. — De   Campano  á    Miraflores,  el  31 
de  marzo  de  191  j  . — Las  8  p.  m. 

mor  General  Juan  Vicente  Gómez  etc.,  etc.,  etc. 

Grata  complacencia  he  experimentado  con  la  lectu- 

de  la  brillante  carta   que,    para  orgullo  y  satisfacción 

opios,  ha   dirigido  al  compañero  y  amigo  general  F.  A. 

almenares  Pacheco,  digno  Gobernador  del  Distrito  Fe- 

hral,  en  el  sentido  de  que  éste  ordene  la  erección  de  un 

mulo  adecuado  que  perpetúe  la  memoria   del  que   fué 

signe  patriota  y  heroico  militar,  general  Rafael  Gonzá- 

z  Pacheco.     Además  del  inmenso  regocijo  que  propor- 

ona  á  mi  orgullo  y  prez  del  Partido  liberal  republicano, 

cuyo  lado  milité,  alentado  por   su  incomparable  heroís- 

jO  y  denodada  bizarría  y  con  quien  me  inicié  en  la  políti- 

„  de  mi  país.     De  modo,  pues,   que  al    felicitar  a  usted 

uy  efusivamente    por  su    brillante  y  justa,  disposición, 

le  será  acogida  con  vibraciones  de  aplausos  en  el  seno 

i  todos  los  liberales  verdaderamente  admiradores  de  las 

orias  del  ilustre    general    González    Pacheco,   empeño 

ira  con  usted,  una  vez   más,  mi  gratitud  como  una   de- 

ostración  sincera  de  mi  acendrado   reconocimiento  ha- 

¡a  los  revelantes    méritos  que  adornaron  la  meritoria  vi- 

a,  de  aquel  ilustre  ciudadano. 

Soy  su  amigo  y  subalterno, 

Elbano  Mibelh. 

elégrafo  Nacional. — De  La  Guaira  á    Miraflores  el  31; 
de  marzo  de  191 1. 

iñor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc,.  etc,.etc. 

Mi  respetado  Jefe  y  amigo: 

En  El  Universal  N9  650  leí  con  grata   satisfacción 


126    — 

la  importante  carta  que  usted  dirigió  al  muy  digno  gene- 
ral F.  A.  Colmenares  Pacheco,  Gobernador  del  Distrito 
Federal. 

El  noble  y  justiciero  deseo  de  usted  para  la  tumba 
que  guarda  los  despojos  del  valiente  y  denodado  hombre 
público  Doctor  y  General  R.  González  Pacheco,  tiene 
una  simpática  resonancia  tanto  en  el  ánimo  de  los  que 
fuimos  sus  amigos  como  en  el  del  pueblo  que  le  vid  na- 
cer arrullado  por  las  frescas  caricias  del  afecto  y  levanta- 
do heroicamente  al  san  épico  de  las  dianas  liberales. 

Bien  merece  el  bravo  trujilllano  la  inscripción  que 
el  modesto  y  patriota  Magistrado  de  Venezuela  pone  al 
pie  del  túmulo  que  se  levantará  en  homenaje  al  extinto 
Doctor  y  General  González  Pacheco. 

Yo,  que  fui  su  amigo,  que  admiré  su  talento  y  su  va- 
lor, su  lealtad,  su  nobleza  y  disciplina,  me  cabe  la  ín- 
tima satisfacción  de  felicitar  sinceramente  y  de  minera 
inusitada  á  usted,  que  es  mi  único  Jefe,  porque  veo,  que 
cada  día  que  pasa,  brota  de  su  gran  corazón  un  manojo 
de  escogidas  y  sagradas  ofrendas  para  la  Patria  y  para  la 
Causa;  y  pido  al  Dios  de  los  pueblos,  siga  iluminándolo, 
como  hasta  ahora,  con  resplandores  de  vivísima  luz,  para 
que  se  transparenten  brillantemente  en  las  gloriosas  pá- 
ginas de  la  historia. 

El  recuerdo  de  usted  á  las  cenizas  de  tan  meritorio 
soldado,  es  un  paso  más  que  usted  ha  dado  hacia  el  pi- 
náculo de  la  admiración  pública  conseguido  á  esfuerzos 
de  sus  triunfos,  como  creador  de  la  Rehabilitación  Na- 
cional y  como  Magistrado  noble,  recto  y  justiciero. 

Su  leal  amigo  y  subalterno, 

E.  Diiai'te  Cacique. 


—  127   — 

Telégrafo  Nacional. — De  Mérida  á  Miraflores,   el    i°  de 

abril  de  191 1. — Las  4  p.  m. 
Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Con  verdadero  orgullo  he  leído  la  notable  carta  que 
dirige  al  amigo  (general  F.  A.  Colmenares  Pacheco,  or- 
denándole que  haga  levantar  sobre  la  tumba  del  Doctor 
y  General  R.  González  Pacheco,  un  monumento  que  dirá 
á  la  posteridad  de  la  bizarría  del  militar  difunto  y  dirá 
también  de  la  alteza  de  sentimientos  del  que  manda  á  le-1 
vantar  el  túmulo  refrendando  de  modo  brillante  las  cre- 
denciales que  tiene  conquistadas  como  Magistrado  patrio- 
ta y  justiciero. 

Le  repito  que  yo  estoy  doblemente  orgulloso  de  ese 
hidalgo  acto  de  usted,  como  amigo  íntimo  que  fui  del 
Doctor  González  Pacheco,  y  como  liberal  que  he  sido 
siempre.  El  desagravio  que  se  va  á  efectuar  sobre  esa 
tumba  tiene  una  alta  significación  en  el  actual  momen- 
to histórico,  pues,  traduce  el  grito  de  protesta  latente  en 
el  alma  de  la  República,  contra  injusticias  miserables 
del  régimen  pasado,  que  odio  y  persiguió  ruinmente  to- 
dos aquellos  que  se  revestían  con  su  decoro  y  alimenta- 
ban altos  ideales.  El  lugar  donde  reposan  las  cenizas 
del  Doctor  González  Pacheco  no  será  para  las  genera- 
ciones futuras  desconocido,  debido  al  acto  generoso  de 
usted  y  por  eso  será  una  gloria  suya,  y  así  me  complazco 
'en  reconocerlo,  y  como  amigo  insospechable  de  usted  y 
del  General  González  Pacheco  y  como  liberal  que  soy, 
me  lleno  de  júbilo  al  ver  salvado  del  olvido  el  nombre  de 
aquel  gallardo  compañero  de  Causa,  integérrimo  y  heroi- 
co. A  usted,  mi  apreciado  General,  van  mis  felicitacio- 
nes muy  sinceras. 

Su  amigo, 

Esteban  Chalbaud  Cardona. 


—    128    — 

Caracas:  abril   i9  de  191 1. 

Señor  General\F.  A.  Colmenares' Pacheco. 

Presente. 
Respetado  General: 

De  íntima  satisfacción  ha]  sido  para  mí  la  lectura 
de  su  contestación  á  la  carta  que  le  dirigiera  nuestro 
Benemérito  Jefe,  el  General  Juan  Vicente  Gómez,  y  en 
la  cual  destaca  una  vez  más  sus  levantados  propósitos 
de  reparaciones  y  de  justicia,  al  acoger  con  tan  sinceras 
y  merecidas  frases  el  proyecto  que  le  inicia  el  Ilustre  Je- 
fe del  País,  de  levantar  un  monumento  sobre  la  tumba 
del  inolvidable  Doctor  y  General  Rafael  González  Pa- 
checo. 

Tan  justiciero  homenaje  no  puede  pasar  desaperci- 
bido para  los  que  tuvimos  el  honor  de  ser  leales  subal- 
ternos de  aquel  mártir  heroico  de  nuestras  luchas  nacio- 
nales; y  yo,  que  llevo  como  el  más  alto  decoro  el  haber 
levantado  la  humildad  de  mi  nombre  á  la  sombra  de 
aquel  muerto  ilustre,  formando  siempre  entre  sus  oficia- 
les, en  las  horas  incruentas  de  la  lucha  como  en  los  días 
serenos  de  la  paz,  tengo  que  acoger,  no  con  demostra- 
ciones de  aplauso,  sino  con  íntima  manifestación  de  grati- 
tud, el  tributo  rendido  á  la  memoria  del  Doctor  Rafael 
González  Pacheco. 

A  usted  tocará  en  suerte  haber  llevado  á  cabo  una 
reparación  nacional,  colocando  el  mármol  simbólico  que 
ha  de  glorificar  las  virtudes  de  un    ciudadano   ilustre. 

Sobre  aquella  tumba  el  ^olvido  no  extenderá  jamás 
su  sombra  negra,  ya  que  una  mano  justiciera  levanta  el 
monumento  sobre  la  misma  tierra  que  guarda  las  ceni- 
zas del  que  hasta  ayer,  sólo  tenía  el  llanto  de  los  que 
fuimos  sus  leales  servidores. 


129    — 

Por  ello  reciba  usted,  mi  apreciado  General,  y  por 
su  órgano,  el  Benemérito  Jefe  del  País,  el  eco  de  mi  más 
íntima  gratitud,  como  soldado  que  fui  del  Doctor  y  Ge- 
neral González  Pacheco  y  como  leal  amigo  y  servidor 
de  usted. 

Antonio  Lucena. 


Telégrafo  Nacional. — De  Barinas   á  Caracas,    el  31   de 
marzo  de  191 1. — Las  7  y  30  p.  m. 

Señor  general  Manuel  Sarmiento. 

Al  agradecer  á  usted  la  trascripción  de  las  notables 
cartas  cruzadas  entre  el  General  Juan  Vicente  Gómez  y 
su  activo  colaborador,  General  F.  A,  Colmenares  Pache- 
co, con  motivo  del  casi  abandono  en  que  se  encuentra 
la  tumba  del  malogrado  Doctor  y  General  González  Pa- 
checo, cuyo  valor  y  virtudes  le  captaron  la  admiración  y 
el  respeto  de  sus  conciudadanos,  le  significo  la  satisfac- 
ción que  este  nuevo  y  elocuente  rasgo  de  justicia,  propio 
del  carácter  y  los  nobles  sentimientos  que  inspiran  al 
Supremo  Magistrado  de  la  República,  ha  proporciona- 
do á  mi  espíritu  de  patriota,  de  amigo  sincero  y  de  ser- 
vidor de  esta  actualidad,  que  tan  acertadamente  di- 
rige. 

C.  Jiménez  Rebolledo. 


Telégrfo  Nacional. — De  Barquisimeto  á  Miraflores  el  i° 
de  abril  de  191 1. — Las  3  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc..  etc.,  etc. 

El  más  humilde  de  los  liberales  de  Lara,  pero    uno 
de  los  más  leales  amigos  del  doctor  y  general  R.    Gonzá- 


—  130   — 

lez  Pacheco,  tiene  el  honor  de  dirigirse  á  usted  para  pre- 
sentarle sus  más  cordiales  felicitaciones  por  su  notable 
carta  del  29  de  marzo  al  señor  Gobernador  del  Distrito 
Federal,  ordenando  la  erección  de  un  túmulo  donde  exis- 
ten los  restos  de¡aquel  malogrado  militar  que  inmortali- 
zo su  nombre  en  Lara  y  en  todas  partes,  como  valiente 
y  como  magnánimo. 

Amigo  afectísimo  de  usted, 

Agzistín  Aguirre. 


Telégrafo  Nacional. — De  Quíbor  á  Miraflores,   el  1?  de 
abril  de  191 1. — Las  8  a.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Felicito  á  usted  calurosamente  por  los  recuerdos 
que  ha  decretado  á  la  memoria  de  mi  inolvidable  amigo 
Doctor  y  General  R.González  Pacheco,  soldado  insigne 
que  dejo  consignados  en  nuestra  historia  contemporánea 
actos  de  valor  y  heroísmo. 

Su   amigo  sincero, 

Miguel  María  Díaz. 


Caracas:  2  de  abril  de  191 1. 

Señor  R.  González  E. 

Barquisimeto. 

Recibido.  Poseído  de  verdadera  satisfacción  lleva- 
ré al  conocimiento  de  nuestro  Benemérito  Jefe,  el  Gene- 
ral Gómez,  la  gratitud  que  usted  le  debe  por  el  justicie- 
ro homenaje  que  él  ha  rendido  á  la  memoria  de  su  digno 
padre,  el  Doctor  y  General  R.  González  Pacheco. 


—  131    — 

Las  frases  de  usted  envuelven  noble  sentimiento; 
y  no  podía  ser  de  otra  manera,  ¡porque  hijo  usted  de 
aquel  hidalgo  caballero,  lleva  encarnadas  en  su  corazón 
las  tendencias  generosas  que  pusieron  de  relieve  las  vir- 
tudes de  aquel  eminente  ciudadano. 

Soy  su  amigo, 

F.  A.  Colmenares  Pacheco. 


Telégrafo    Nacional.— De    Valencia  a  Caracas,  el  2  de 
abril  de  191  t. — La  1  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez. 

Su  recuerdo  justiciero  por  la  memoria  de  aquella 
figura  ilustre  que  se  llamo  Rafael^González  Pacheco,  me 
llena  de  satisfacción  y  me  impone  el  grato  deber  de  fe- 
licitarlo con  el  entusiasmo  que]  merece  esa  reparación 
que  su  corazón  le  ha  dictado. 

Su  adicto  amigo  y  subalterno, 

Vicente  Rosales. 


Telégrafo   Nacional. — De   Valencia  á  Caracas,  el    2   de 
de  abril  de  191 1. — Las  2  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente ¿Gómez. 

Por  la  prensa  me  he  impuesto  de  su  comunicación 
al  General  Colmenares  Pacheco  en  que  se  refiere  á  la 
tumba  que  guarda  los  restos  del  valiente  hombre  público, 
General  Rafael  González  Pacheco.  Ese  procedimiento 
de  usted  es  una  prueba  más  del  altruismo  que  informa 
en  sus  actos  de  Magistrado  y  de  la  justicia  en  que  se  fun- 
dan siempre  sus  resoluciones.     Me    permito   felicitar  al 


—  132   — 

Jefe  y  amigo,  porque  sus  procederes  servirán  de  estímu- 
lo á  todos  los  que,  con  fe,  lealtad  y  honradez  nos  activa- 
mos en  el  campo  escabroso  de  la  política. 

Su  leal  y  adicto  amigo, 

Gregorio  Cedeño. 


Telégrafo  Nacional. — De  Guarenas  á  Caracas,   el  2  de 
abril   de  191 1. — Las  8  a.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez. 

Acabo  de  leer  su  noble  carta  dirigida  al  General  F. 
A.  Colmenares  Pacheco,  acerca  del  olvido  en  que  se  en- 
cuentra  la  tumba  que  guarda  los  restos  del  insigne  Ge- 
neral Rafael  González  Pacheco. 

Una  vez  más  se  destaca  usted  como  un  Magistrado 
cuya  nobleza  de  sentimientos  le  impulsa  á  impartir  justi- 
cia en  todas  las  esferas  de  la  actividad  gubernamental. 
Aunque  su  sola  carta  constituiría  un  monumento  para 
la  memoria  ilustre  de  González  Pacheco,  el  túmulo  man- 
dado á  levantar  sobre  la  tumba  de  aquel  Murat  venezola- 
no, vendrá  á  ser  como  el  sacro  símbolo  del  patriotismo  y 
al  mismo  tiempo  hará  que  palpite  siempre  en  la  concien- 
cia pública  el  magno  espíritu  de  justicia  que  le  dis- 
tingue. 

Fui  uno  de  los  íntimos  servidores  del  malogrado  Ge- 
neral y  por  lo  mismo  sé  de  cómo  esperaba  él  de  usted 
para  el  porvenir  la  liberación  del  heroico  pueblo  venezo- 
lano para  surgir  á  la  vida  de  la  libertad  y  del  engrandeci- 
miento. Tal  vez  por  esa  inspiración  y  que  nunca  pudo 
ocultar,  sufrió  la  inquina  de  una  Camarilla  nefasta,  quie- 
nes como  áulicos  cínicos  rodearon  al  General  Castro.  Y 


133 


hoy  desde  esta  región  mirandina  me  complazco  en  felici- 
tarlo de  modo  muy  sincero. 

Su  amigo, 

R.  Hernández  Vázquez. 


Caracas:  3  de  abril  de  1911. 
Señor  Doctor  C.  Jiménez  Rebolledo. 

Barinas. 

Recibido.  Profundamente  le  estoy  agradecido  por 
sus  felicitaciones. 

Nuestro  Benemérito  Jefe,  el  General  Gómez,  se  ha 
hecho  una  vez  más  acreedor  á  la  gratitud  nacional,|por 
ese  homenaje  justiciero  que  tributa  hoy  á  los  relevantes 
méritos  del  insigne  hijo  de  Trujillo:  el  Doctor  y  Gene- 
ral Rafael  González  Pacheco. 

Su  amigo  y  compañero, 

F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

Caracas:  3  de  abril  de  19 11. 

Señores  general  B.  Arriens    U.  y  doctor  J.  M.  Carreño 
Pérez. 

Ocumare. 

Recibido.  Sé  agradecer,  como  compañero  de  Cau- 
sa y  amigo  de  ustedes,  la  felicitación  que  me  dirigen  por 
el  merecido  tributo  de  justicia  que  nuestro  Benemérito 
Jefe,  el  General  Juan  Vicente  Gómez,  ha  rendido  á  la 
memoria  ilustre  del  Doctor  y  General  Rafael  González 
Pacheco. 

De  ustedes  amigo, 

F.  A.  Colmenares  Pacheco. 


—  J34   — 
Caracas:    3  de  abril   de   191 1. 
Señor  General  J.  R.  Gabaldón. 

Guanare. 

Recibido.  Aprecio  en  alto  grado  la  felicitación  de 
usted  con  motivo  del  homenaje  postumo  tributado  á  la 
memoria  de  nuestro  inolvidable  amigo  y  distinguido 
hombre  público,  el  Doctor  y  General  González  Pacheco. 
Como  hijo  usted  déla  heroica  tierra  trujillana,  bien  pudo 
valorar  los  merecimientos  de  tan  eminente  ciudadano; 
por  ello  sus  felicitaciones  constituyen  un  tributo  de  valía 
y  también  un  deber  de  amistad. 

Su  amigo  y  compañero, 

F.  A.  Colmenares  Pacheco. 


Caracas:  3  de  abril  de  191 1. 
Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Miraflores. 
Mi  querido  General  y  Jefe: 

Su  noble  y  patriótica  carta,  dirigida  al  digno  Go- 
bernador del  Distrito  Federal,  disponiendo  la  erección 
de  un  túmulo  sobre  la  abandonada  sepultura  del  finado 
Doctor  y  General  Rafael  González  Pacheco,  en  la  Ne- 
crópolis General  del  Sur  de  esta  capital,  merece  aplauso 
y  felicitación,  por  la  iniciativa  de  usted,  reparadora  del 
olvido  en  que  desde  el  año  de  1905,  estaban  esas  precio- 
sas cenizas.  Sírvase  usted,  mi  querido  General,  aceptar 
mis  felicitaciones. 

González  Pacheco  fué  humano,  generoso  y  valeroso 
hasta  la  temeridad.  En  una  batalla  que  empezó  á  las 
12  del  día  y  terminó  á  las  4  de  la  tarde,  lo  observé  sereno, 
imperturbable,  valiente  é  inspirando  valor  á    todos .... 


—  135   — 

Por  todas  estas  condiciones  de  este  prematuro  muerto, 
es  que  su  noble  carta  está  haciendo  eco  en  los  corazones 
bien  puestos. 

Soy,  como  siempre,  su  amigo  de  veras  y  subalterno, 

J.  M.   García  Gómez. 


Telégrafo  Nacional. — De    Barquisimeto   á  Miraflores  el 
3  de  abril   de  191 1. — Las  2  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez. 

Con  muy  marcada  gratitud  hemos  visto  la  carta  que 
usted  dirigid  al  General   Colmenares    Pacheco,  digno   y 
aplaudido  Gobernador  del  Distrito  Federal,    en  la  que  le 
ordena  levantar  un  túmulo  en    el  lugar   donde    reposan 
los  restos  del  Doctor  y  General  Rafael    González  Pache- 
co.    Ese  hermoso  rasgo   de  justicia   conque  usted,  ha- 
ciéndose intérprete  de  la  sanción    pública,   trata  de    per- 
petuar la  memoria  de  aquel   denodado    militar,  adquiere 
proporciones  nobilísimas  cuando  se   recuerda    la  ingrati- 
tud con  que  el  régimen  que  imperaba  en  la  época  de  su 
muerte,  correspondió  á  quien  fué  uno   de  los  que  le  de- 
dicó todo  el  caudal  de  su  energía  y   todo  el  tesoro  de  su 
lealtad  caballerosa.     Ha  agregado  usted  á    la  corona  de 
sus  glorias  un  laurel  de  tanto  más  valor,  cuanto  que  con 
él  se  exhibe  con  la  más  alta  talla  moral,  y  como  se  trata 
de  un  ciudadano    ilustre  que  fué  nuestro  Jefe    y  genero- 
so amigo,  nos  permitimos  elevar  á  usted    ingenuo  home- 
naje de  agradecimiento  y  la  ratificación  sincera  de  nues- 
tra adhesión  personal  y  política. 

Sus  amigos, 

José  Garbi,  Florencio  Jiménez  L.,  Eliodoro    Pineda, 
M.  Silveira,  Antonio  Álamo,  Martín  Alvizu,  Luis  Casti- 


—  136  — 

lio  Amengual,  Domingo  A.  Yépez,  C.  Jiménez  Garmendia, 
R.  Vitoria  Cadenas,  Carlos  E.  Siso,  José  A.  Ponte,  Miguel 
J.  Tovar,  Claudio  Rocha,  Antonio  Briceño,  H.  Tovar  D., 
J.  M.  Torrealba,  Roseliano  Iribar'ren,  Enrique  Goitía,  E. 
Andonaegui,  Juan  E.  Bravo,  Julio  Rodríguez,  Heriberto 
Tamayo,  Ezequiel  Bujanda,  Juan  Ramos  García,  Moisés 
Yanes,  Avelino  Jiménez  Méndez,  Doctor  José  I.  Arroyo, 
Manuel  Guédez  Ortiz,  Tomás  Párraga,  Pablo  Riera,  José 
Manuel  Tamayo,  José  A.  Tamayo,  Eudoro  Meleán,  W. 
Briceño  U.,  Nerio  Duín,  H.  Silva,  Francisco  Oberto,  Pe- 
dro N.  Pereira,  Sinforoso  Núñez,  Perfecto  Urdaneta,  Ma- 
teo Peraza,  Aurelio  Jiménez  Méndez,  Rafael  Pansy,  Ro- 
dolfo Pina,  José  Luis  Delgado,  Eneas  Agüero,  Néstor  Ro- 
dríguez, Doctor  R.  Carrillo  Heredia,  Teófilo  Canelón,  Ro- 
berto Riera,  Antonio  Terán,  Saturnino  Tovar,  Miguel  R. 
Castillo,  P.  González  Gómez,  Francisco  Briceño,  Román 
Hernández,  Luis  Figuera,  M.  Luna  y  Luna,  Luis  Urdane- 
ta G.,  Alberto  Monasterio,  Fernando  Vitoria,  Félix  Si- 
mancas, Cruz  Casteri. 


Caracas:  abril  4  de  191 1. 
Señor  H.  González  Pacheco. 


Presente. 


Muy  estimado  amigo  y  compañero: 


Con  infinita  complacencia  he  leído  en  documento 
público  el  acertado  pensamiento  iniciado  por  el  justicie- 
ro Presidente  de  la  República,  General  Juan  Vicente 
Gómez,  de  exaltar  la  grata  memoria  del  que  fué  vuestro 
padre,  el  Doctor  y  General  R.  González  Pacheco,  ha- 
ciéndole erigir  sobre  la  tierra  que  cubre  sus  venerandos 
despojos,  un  mausoleo  que  recuerde    los   nobles    merecí- 


—  137   — 

mientos  de  quien  supo  distinguirse  y  tomar  puesto 
preeminente  entre  sus  conciudadanos,  con  la  pluma  y  con 
la  espada. 

Este  acto  de  estricta  justicia,  emanado  del  General 
Presidente,  ha  tenido  naturalmente  toda  la  resonancia 
que  debía  entre  los  que  militaron  bajo  las  ordenes  del 
General  González  Pacheco,  así  como  entre  todos  los  que 
admiramos  sus  virtudes  cívicas  y  privadas  de  hombre  de 
ley  y  de  sociedad,  porque  denota  que  aún  no  hemos  per- 
dido el  espíritu  de  gratitud  que  debe  guiarnos  en  el  cul- 
to á  nuestros  hombres  ilustres,  aunque  pasajeramente 
las  circunstancias  de  nuestra  vida  política  los  hayan  re- 
legado á  injustificado  olvido  como  aconteció  á  vuestro 
padre. 

Su  amigo  amo. 

f  J.  Octaviano  González  L. 


Caracas:  4  de  abril  de  191 1. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Presente. 

Mi  respetado    Jefe  y  amigo: 

Por  el  estrecho  vínculo  de  sangre  que  me  ligaba  con 
el  inolvidable  Doctor  González  Pacheco;  por  la  generosa 
amistad  de  usted  que  tanto  me  honra,  y  por  los  senti- 
mientos de  adhesión  que  me  unen  fuertemente  con  la 
redentora  Causa  de  Diciembre,  tengo  la  satisfacción  de 
dirigirle  esta  carta  para  expresarle  mi  profundo  agradeci- 
miento por  el  cariñoso  como  aplaudido  homenaje  que  us- 
ted, con  la  entusiasta  colaboración  del  distinguido  Gene- 
ral F.  A.  Colmenares  Pacheco,  tributa  á  la  memoria 
de  aquel  muerto  querido. 


-  133   — 

Grande  ha  sido  la  complacencia  de  todos  los  ele- 
mentos'que  le  acompañan  á  usted  de  modo  leal  y  deci- 
dido, al  verlo  ocuparse  á  cada  momento  en  actos  de  re- 
paradora justicia  tributados  en  honor  de  patriotas  emi- 
nentes. Y  más  aún  en  el  presente  caso,  cuando  la  no- 
bleza de  usted  viene  á  desagraviar  las  cenizas  de  quien 
bajo  á  la  tumba,  impulsado  más  que  por  causas  físicas, 
por  el  veneno  que  infiltrara  en  su  alma,  pura  y  abnegada, 
el  dolor  de  amargas  decepciones. 

De  las  virtudes  de  ese  viejo  mío,  cuyo  nombre  de 
soldado  y  hombre  publico  ensalzan  todos  con  franca  ge- 
nerosidad, solo  me  corresponde  decirle,  mi  General,  que 
fué  el  Doctor  González  Pacheco  un  verdadero  admira- 
dor de  los  altruistas  y  patrióticos  sentimientos  de  usted» 
por  lo  cual,  deudos  y  subalternos  de  él  buscamos  en  los 
aciagos  días  de  orfandad  en  que  nos  sumiera  su  muerte, 
la  sombra  de  la  bandera  de  usted,  amplia  y  liberal. 

Acepte,  pues,  respetado  Jefe,  la  expresión  de  mi  más 
pura  gratitud,  la  cual  hago  extensiva  al  General  Colme- 
nares Pacheco;  y  cuente  usted  con  la  certeza  de  mi  leal- 
tad y  firme  partidarismo. 

Su  consecuente  subalterno  y  afectísimo  amigo, 

J.  Moreno  González. 

Caracas:  5  de  abril  de  191 1. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.  etc., 

Mi  respetado  General: 

La  carta  que  usted  ha  dirigido  á  su  leal  y  eficaz  co- 
laborador, el  señor  General  Colmenares  Pacheco,  orde- 
nando levantar  un  túmulo  en  la  tumba  del  ''Egregio"  y 
nunca  bien  sentido  General   y    Doctor    Rafael  González 


—  139   — 

Pacheco,  arranca  de  mi  espíritu  de  soldado  y  amigo  del 
extinto,  el  aplauso  más  sincero  que  la  gratitud  pueda 
consagrará  quien  como  usted  al  hacer  justicia,  rinde  de 
manera  tan  excelsa,  tributo  de  admiración  y  respeto  á  la 
memoria  de  tan  honorable  muerto. 

Yo,  que  tuve  la  honra  de  servir  bajo  las  ordenes  de 
aquel  Héroe,  que  llegué  á  merecer  su  confianza  y  su  ca- 
riño, y  que  no  me  cansaba  de  admirar  sus  grandezas, 
porque  le  vi  recoger  tantos  laureles  en  los  campos  de  ba- 
talla como  glorias  tenía  conquistadas  en  el  seno  del  Gran 
Partido  Liberal,  sentía  la  horrible  pesadilla  de  ver  sola  y 
abandonada  aquella  sagrada  tumba  que  guarda  tantos 
merecimientos,  y  que  hoy,  la  nobleza  de  su  alma  al  lle- 
nar deberes  de  Magistrado  y  de  Patriota,  ordena  reparar 
tan  dignamente. 

De  modo  que,  al  enviar  á  usted  mis  más  sinceras 
congratulaciones,  las  hago  extensivas  hasta  el  señor  Ge- 
neral F.  A.  Colmenares  Pacheco,  ese  noble  soldado  de  la 
Causa  que  solo  ambiciona  glorias  para  su  Jefe,  y  que 
sabrá  interpretar  fielmente  los  deseos  en  que  él  se  ins- 
pira. 

Y  mañana  cuando  me  halle  prosternado  al  frente  de 
esa  gloriosa  tumba,  como  la  oración  vendrá  espontánea, 
á  mis  labios,  yo  prometo,  hacer  votos  al  Creador  por  la 
dicha  y  felicidad  de  usted. 

Su  adicto  amigo  y  apreciador, 

Eduardo  Per  eirá. 


Telégrafo  Nacional. — De  Tovar   á  Miraflores,    el    5    de 
abril  de  191 1. — La  1  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Como  soldado  que  presto  su  juramento  inicial   ante 


—  140   — 

las  gloriosas  banderas  del  Doctor  y  General  R.  González 
Pacheco  y  se  formo  en  la  escuela  de  honor,  de  virtud  y 
de  valor  que  sentó  con  relieves  legendarios  el  invicto 
paladín  occidental;  como  subalterno  adicto  y  allegado 
de  aquel  patriota  eximio,  malogrado  en  hora  infeliz  para 
la  Patria,  la  nueva  de  que  usted,  siempre  noble  y  justi- 
ciero, va  á  eregir  un  monumento  á  su  memoria,  ha  con- 
movido las  más  íntimas  fibras  de  mi    espíritu. 

Gómez  y  González  Pacheco!  Qué  conjunción  tan 
trascendental  y  qué  enlace  tan  expresivo  para  mí.  El 
pasado  de  mi  primera  juventud,  transcurrido  entre 
los  triunfos  y  reveces  de  aquellas  prodigiosas  cam- 
pañas y  gloriosos  hechos  de  armas  que  impulsó  la  épica 
pujanza  y  dirigió  la  consumada  estrategia  del  héroe 
muerto;  y  mi  presente  y  porvenir,  que  me  complazco 
de  mi  decidida  adhesión  hacia  usted,  á  quien  por  con- 
vicciones, gratitud  y  compromisos  de  honor,  he  segui- 
do y  seguiré  siempre  con  la  misma  fe  y  constancia  que  el 
malogrado  Jefe  y  en  que  me  es  timbre  de  orgullo  la  humil- 
de colaboración  que  prestó  en  la  obra  redentora  del  pa- 
triota modelo  que  ha  salvado  la  Patria  y  fijado  los  gran- 
des destinos  de  nuestra  nacionalidad.  Esa  noble  acción 
de  su  ecuanimidad  al  levantar  aún  más  la  talla  de  sus 
merecimientos,  embarga  en  absoluto  la  gratitud  de  los 
subalternos  del  ilustre  General  extinto,  quienes  interpre- 
tando de  común  la  cordial  distinción  que  él  tuvo  siempre 
por  usted,  aunque  diseminados  hoy  por  toda  la  Repúbli- 
ca, estamos  al  servicio  suyo  por  deber,  por  simpatías  y 
por  lo  sagrado  de  la  palabra  empeñada. 

Acepte,  mi  General,  mi  humilde  voz  de  gratitud  y 
permita  que  sobre  la  tumba  de  mi  nunca  bien  llorado 
Jefe,  le  ratifique  á  usted  como  un  juramento,   la  consig- 


i4i 


na  que  él  siempre  nos  dio  y  nos  enseño   á  cumplir:    "ho- 
nor y  lealtad". 

Su  amigo  y  subalterno, 

Vincencio  Pérez  Soto. 


Telégrafo  Nacional. — De    Mérida   á    Caracas,    el    5   de 
abril  de   191 1. 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

Circulan  desde  ayer,  en  boletín  de  El  Pueblo,  con 
gran  aplauso  de  la  ciudadanía,  los  documentos  cruzados 
entre  el  General  Gómez  y  usted,  referentes  al  Mausoleo 
que  habrá  de  levantarse  á  la  memoria  del  Doctor  y  Ge- 
neral Rafael  González  Pacheco. 
Mis  congratulaciones. 

Su  amigo  y  compañero, 

E.  Chalbaud  Cardona. 

Telégrafo  Nacional. — De  Duaca  á   Miraflores,  el    5    de 
abril  de  191 1. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez. 

Mi  estimado  Jefe  y  amigo: 

Gratísima  impresión  me  ha  producido  la  lectura  de 
su  interesante  carta  dirigida  al  esforzado  y  leal  colabora- 
dor de  usted,  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco,  en  la 
que  rinde  un  tributo  de  cariño  y  de  justicia  á  la  memo- 
ria de  mi  inolvidable  amigo  y  compañero  General  y  Doc- 
tor R.  González  Pacheco. 

Ese  recuerdo  suyo  á  ese  muerto  ilustre,  que  aunque 
ilustre  es  muerto  y  sus  deudos  pobres,  en  estas    horas  de 


—  142   — 

arduas  tareas  administrativas  y  de  múltiples  atenciones  na- 
cionales, es  preciosísima  joya  de  bien,  desprendida  de  su 
aderezado  corazón. 

Yo  le  agradezco  intensamente  ese  acto  cariñoso  de 
usted  para  el  que  fué  amigo  de  usted  y  vislumbro  de  le- 
jos: benefactor  de  la  Patria:  fui  su  más  allegado  compa- 
ñero en  los  días  en  que  el  peligro  común  espanta  de  nues- 
tro lado  las  intrigas  y  el  deber  de  resultar  vencedor  apro- 
vecha las  actividades,  yreconoce  las  aptitudes  y  va,  así, 
como  exhibiendo  su  educación  íntima  hasta  por  los 
poros. 

Su  leal  amigo, 

N.  Pompilio  Osuna. 


Telégrafo    Nacional. — Barquisimeto  5  de  abril  de    1911. 
Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Miraflores. 
Mi  distinguido  General  y  amigo: 

Lo  saludo  respetuosamente  y  me  es  grato  manifes- 
tarle mi  satisfacción  por  el  acto  de  justicia  con  que  us- 
ted acaba  honrar  la  memoria  del  meritísimo  general  Ra- 
fael González  Pacheco,  acto  que  ha  tenido  en  el  Esta- 
do Lara  la  más  intensa  y  simpática  resonancia,  porque 
expresa  una  vez  más  sus  sentimientos  de  Magistrado 
verdaderamente  liberal. 

Yo  que  fui  honrado  con  la  más  ingenua  amistad 
de  aquel  distinguido  hombre  público,  para  quien  el  cum- 
plimiento del  deber  fué  la  norma  de  todos  sus  actos, 
siento  verdadero  júbilo  por  esa  feliz  y  justiciera  determi- 
nación de  usted  en    honor  del  extinto  general,  que  reci- 


—  i43   — 

bi<5  en  premio  de  leales  y  grandes   servicios,   la  más   ne- 
gra   ingratitud. 

Como  colaborador  principal  que  fui  del  general 
González  Pacheco  en  las  labores  del  Gobierno,  y  como 
su  Jefe  de  Estado  Mayor  en  los  campamentos,  no  pue- 
do menos  que  otorgar  á  usted  en  esta  ocasión  el  home- 
naje del  más  puro  reconocimiento,  y  ratificarle  una  vez 
más  mis  servicios  donde  y  cuando  usted  los  juzgue 
oportunos. 

Su  leal  subalterno  y  amigo, 

Henrique    Goitía. 


Telégrafo    Nacional. — De  Valera  á    Miraflores,   el    5  de 
abril  de  191 1. — Las  3   p.m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Su  carta  ordenando  la  erección  de  un  túmulo  para 
mi  inolvidable  esposo,  Doctor  R.  González  Pacheco,  es 
un  documento  que  honra  altamente  la  memoria  de  su 
leal  y  consecuente   amistad. 

Reciba  usted,  General,  mis  más  sinceras  gracias 
por  ese  acto  de  generosidad. 

Francisca  de  González  Pacheco. 


Telégrafo    Nacional. — De   Valera   á   Caracas,   el  6    de 
abril  de   i§ii. 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

Agradezco  altamente  los  honrosos  conceptos  que 
usted  hace  á  la  memoria  de  mi  esposo  el  Doctor  R. 
González  Pacheco,  al   contestar  la  carta  que  le    dirige  el 


i44 


Jefe  del  País,  con   motivo  de  la   creación  de    un  túmulo 
sobre  la  huesa   del  que  fué  pundonoroso   militar. 

trancisca    cíe  González   Pacheco. 


Telégrafo  Nacional. — De  La   Guaira  á  Caracas,  el  6  de 
abril  de  1911. 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

Reciba  el  prominente  servidor  de  mi  Jefe  único,  el 
General  Gómez,  las  protestas  de  mi  agradecimiento  por 
las  frases  con  que,  merecidamente,  honra  la  memoria  de 
González  Pacheco,  que  es  y  será  para  mí  un  culto. 

Adicto  amigo, 

Silverio  González. 


Telégrafo    Nacional. — De    Tovar  á   Miraflores,  el   6  de 
abril  de  191 1. — Las  4  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Como  uno  de  los  leales  subalternos  que  fui  en  todo 
tiempo,  del  querido  é  inolvidable  Jefe  Doctor  y  Gene- 
ral Rafael  González  Pacheco,  permítame  hoy  que  eleve 
hasta  usted  la  humilde  voz  de  mi  gratitud  por  la  espon- 
tánea y  generosa  acción  de  usted  para  con  aquel  mag- 
nánimo General,  al  disponer  levantarle  un  túmulo  á  su 
memoria. 

Al  servicio  como  estoy  del  actual  Gobierno  que  us- 
ted acertadamente  preside,  aprovecho 'esta  ocasión  pa- 
ra renovarle  mi  franca    adhesión. 

Su  amigo  y  subalterno, 

Víctor  Miliani. 


Caracas:  6  de  abril  de    191 1. 
Señor  General  E.  Chalbaud  Cardona. 

Mérida. 


Recibido.  Agradezco  sus  noticias  respecto  á  la 
publicación  que  el  periódico  El  Pueblo  hace,  en  bo- 
letín, de  las  cartas  del  General  Gómez  y  mía,  relativas  á 
la  memoria  de  nuestro  inolvidable  amigo  Doctor  y  Ge- 
neral González  Pacheco,  y  aprecio  también  en  alto  gra- 
do sus  sinceras  felicitaciones. 

Su  amigo  y  compañero, 

F.  A.  Colmenares  Pacheco. 


Barquisimeto:  6  de  abril  de  191 1. 
Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco,  etc.,  etc.,  etc. 

Caracas. 
Apreciado  amigo: 

Tengo  el  gusto  de  saludarlo  muy  afectuosamente  y 
expresarle  mi  más  íntimo  regocijo  por  la  noble  y  justi- 
ciera idea  de  nuestro  Benemérito  Jefe  General  Gómez 
en  honor  á  la  memoria  del  que  fué  nuestro  excelente 
amigo  General  González  Pacheco. 

Como  en  todas  ocasiones,  resalta  en  esta  vez  el  pa- 
triotismo y  la  justicia  que  tanto  distinguen  los  actos  del 
Jefe  Supremo  del  País.  Así  mismo  se  desprenden  de 
los  conceptos  con  que  usted  corresponde  á  los  deseos 
del  General  Gómez,  en  su  notable  carta,  el  amor  á  la  jus- 
ticia y  la  fidelidad  á  los  principios  liberales  con  que  us- 
ted hace  brillar  su  nombre  en  las  cumbres  de  la  Magis- 
tratura. 

10 


—  146   — 

Grata  satisfacción  me  ha  producido  la  lectura  de  su 
carta,  así  como  á  todos  los  demás  amigos  de  aquel  Ciu- 
dadano benemérito  que  consagro  tantos  esfuerzos  á  una 
situación  menguada,  para  recojer  el  fruto  de  amargos  de- 
sengaños; y  me  complace  manifestarlo  á  usted,  como 
amigo  distinguido  que  fui  del  General  González  Pache- 
co; y  aprovecho  esta  ocasión,  apreciado  General,  para 
ofrecerle  mis  humildes  servicios  y  la  seguridad  de  mi 
más  ingenua  amistad. 

Su  afectísimo  amigo, 

Henrique  Goitía. 


Caracas:   7  de  abril  de  191 1. 
Señora  Francisca  de  González  Pacheco. 

Valera. 

Nada  ha  sido  tan  grato  para  mí  como  la  lectura  de 
su  atento  telegrama  del  6. 

Su  manifestación  de  gratitud  es  en  extremo  honro- 
sa, porque  la  voz  de  usted  vibra  á  impulsos  de  los  senti- 
mientos más  puros,  porque  fué  usted  la  virtuosa  y  noble 
compañera  que  compartió  con  aquel  amigo  inolvidable 
las  rudezas  del  destino  y  las  dulces  fruiciones  de  la  vida. 

Sobre  la  tumba  de  su  digno  esposo,  el  señor  doctor 
y  general  R.  González  Pacheco,  glorificada  hoy  por  la 
justicia  del  Jefe  del  País,  se  alzará  ante  las  nuevas  gene- 
raciones el  monumento  que  hoy  se  le  dedica  como  fiel 
testimonio  de  la  admiración  que  despertaron  sus  virtu- 
des y  del  aprecio  que  él  supo  conquistarse  en  la  opinión 
nacional. 

Soy  de  usted  con  toda  consideración  y  aprecio,  su 
respetuoso    servidor  y  amigo, 

F.  A.    Colmenares   Pacheco. 


—  147   — 

Telégrafo    Nacional. —  De  Nirgua   á  Miraflores,  el  7  de 
abril  de  191 1. — Las  12,  30  p.   m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Como  larense,  como  amigo  leal  y  subalterno  que 
fui  del  extinto  General  González  Pacheco,  y  como  adic- 
to á  usted,  le  felicito  por  la  justicia  que  tributa  ala  me- 
moria de  aquel  compendio  de  virtudes,  en  el  brillante 
Acuerdo  que  usted  expresa  en  su  carta  dirigida  el  29  del 
mes  retropróximo  al  general  Colmenares  Pacheco  y  en 
el  que  dispone  se  levante  un  túmulo  sobre  el  sepulcro 
del  amigo  muerto,  que  rememore  á  la  posteridad  al  hé- 
roe que  en  guerra  se  cubrid  de  gloria  por  su  valor  y 
magnanimidad,  y  en  paz,  de  honor  por  sus  méritos 
ciudadanos. 

Su  amigo, 

Miguel  Oberto. 


Telégrafo  Nacional. — De  El  Tocuyo  á   Miraflores,   el  8 
de  abril  de    191 1. — Las  5  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Congratulóme  con  usted  por  el  piadoso  recuerdo 
que  ha  tenido  para  quien  fué  mi  Jefe  y  amigo,  el  Doctor 
González  Pacheco. 

"Su  amigo, 

Manuel  Guedes  Ortiz. 


—  i43    — 

Quíbor,  abril  8  de  191 1. 
Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco,  etc.,  etc. 

Caracas. 
General  y  amigo  muy  distinguido: 

Con  marcada  satisfacción  he  leído  las  cartas  cruza- 
das entre  el  Benemérito  General  Juan  Vicente  Gómez  y 
usted,  relativas  á  la  erección  de  un  monumento  sobre  la 
tumba  de  nuestro  inolvidable  amigo  y  compañero,  el 
Doctor  y  General  R.  González  Pacheco,  soldado  libe- 
ral de  quien  puede  decirse:  dejó  el  mundo  que  asombró 
con  su  valor  y  con  su  heroísmo,  y  voló,  envuelto  en  man- 
tos de  gloria,  á  ocupar  el  puesto  que  le  estaba  señala- 
do en  el  Templo  de  la  Inmortalidad. 

Esta  determinación  reparadora  y  justiciera  de  nues- 
tro Jefe  único,  General  Gómez,  pone  de  manifiesto  sus 
nobles  y  patrióticos  sentimientos,  y  confiándole  á  usted 
su  realización,  como  lo  ha  hecho,  le  da  una  prueba  ine- 
quívoca del  alto  y  merecido  concepto  en  que  lo  tiene  y 
del  aprecio  y  confianza  con  que  lo  distingue. 

Por  todo  lo  felicito  calurosa  y  sinceramente. 

Con  mis  protestas  de  amistad  y  deferencia  personal, 
tengo  la  honra  de  suscribirme 

su  amigo  y  compatriota, 

Miguel  María  Díaz. 


Caracas:  9  de  abril  de  191 1. 
Señor  General  Silverio  González. 

La  Guaira. 

Recibido.     Aprecio  la  cordial  felicitación  que  usted 
me  dirige  con  motivo  del  homenaje  rendido   por  nuestro 


—  149   — 

Jefe  único,  el  General  Gómez,   á  la   memoria  ilustre   del 
doctor  y  general  González  Pacheco. 

Fué  usted  un  subalterno  fiel  de  tan  distinguido  mi- 
litar, y  justo  es  que  se  vea  poseído  de  sincero  agradeci- 
miento por  ese  acto  noble  del  Jefe  dei  País,  quien,  inter- 
pretando los  sentimientos  de  los  venezolanos,  rescata 
del  polvo  del  olvido  las  virtudes  cívicas  y  glorias  impe- 
recederas del  denodado  hijo  de  Trujillo. 

Soy  su  amigo, 

F.  A.  Colmenares  Pacheco. 


Telégrafo  Nacional. — De  Mucuchíes  á  Miraflores,  el  9  de 
abril  de  191 1. — Las  7  a.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Felicitólo  por  notable  carta  dirigida  al  general  Col- 
menares Pecheco,  ordenándole  levantar  un  túmulo  á  la 
memoria  del  connotado  liberal  González  Pacheco. 

Su  subalterno  y  amigo, 

José  Rafael  Salas. 


Telégrafo  Nacional. — De  San   Felipe  á   Miaflores,  el  11 
de  abril  de  191 1. — Las  9  a.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Por  la  prensa  de  esa  capital  me  he  impuesto  con 
gratísima  satisfacción  de  la  justiciera  determinación  de 
usted  que  reivindica  del  olvido  la  memoria  ilustre  del 
doctor  y  general  Rafael  González  Pacheco,  a  quien  pro- 
fesé cariño,  admiración  y  respeto. 


—  i5o   — 

Ruégole  recibir  el  aplauso  que  atento  y  respetuosa- 
mente le  tributo  por  ese  acto  de  usted,  que  es  ingénito 
de  la  nobleza  de  alma  que  le  distingue  y  colma  de  satis- 
facción á  los  que  tuvimos  la  honra  de  militar  á  las  orde- 
nes del  general  González  Pacheco,  y  pudimos  apreciar 
las  nobles  virtudes  que  le  prestigiaban  y  que  hacen  su 
memoria  muy  acreedora  al  honor  postumo  conque  usted 
la  exalta. 

Su  adicto  amigo, 

José  Domínguez. 


Trujillo:  abril  ji  de  191 1. 

El  General  José  Antonio  Asuaje 

saluda  respetuosamente  al  señor  General  F.  A.  Colmena- 
res Pacheco,  de  quien  está  inmensamente  agradecido  por 
los  conceptos  honradísimos  con  que  se  expresa  respecto 
del  Doctor  y  General  R.  González  Pacheco,  en  la  carta 
que  contesta  al  señor  General  Gómez,  referente  al  aban- 
dono en  que  se  encuentra  en  el  Cementerio  General  del 
Sur,  la  tumba  de  aquel  infortunado  General. 

Deudo  muy  cercano  Asuaje  de  González  Pacheco, 
sabe  agradecer  lo  que  en  obsequio  de  su  memoria  obra 
el  eximio  General  Gómez,  secundado  fervorosamente 
por  su  leal  amigo  General  Colmenares  Pacheco.  Am- 
bos saben  hacer  justicia  al  mérito  de  González,  menos- 
preciado por  aquellos  que  se  aprovecharon  de  su  lealtad 
y  de  sus  servicios-  en  no  lejano  tiempo. 

Con  sentimientos  de  respeto  y  consideración,  rei- 
tera á  usted  sus  protestas  de  gratitud  y  lealtad. 


—  Í51    — 

Caracas:  17  de  abril  de  191 1. 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

Presente. 
Señor  General: 

En  La  Guaira,  donde  vivo  dedicado  al  ejercicio  de 
mi  profesión  de  abogado,  he  leído  la  carta  que  le  ha  di- 
rijido  el  señor  General  Presidente  de  la  República,  rela- 
tiva al  justiciero  pensamiento  de  levantar  sobre  la  tum- 
ba venerada  del  extinto  Doctor  y  General  Rafael  Gon- 
zález Pacheco  un  monumento,  como  tributo  de  la  amis- 
tad sincera  que  siempre  unid  al  General  Gómez  con  el 
malogrado  Doctor  González  Pacheco. 

Ese  acto  ha  producido  en  mi  espíritu  profunda 
emoción;  porque  la  memoria  de  ese  muerto  ilustre,  lu- 
chador gallardo  en  los  campos  del  honor  y  del  deber, 
que  cayó  en  lo  insondable  de  la  muerte  cuando  el  País 
entero  lo  reputaba  como  una  verdadera  esperanza  de  la 
Patria,  tiene  guardado  en  mi  corazón  culto  imperecede 
ro;  de  tal  manera  que  siempre  tendré  como  la  creden- 
cial más  honrosa  de  mi  vida  pública  haber  sido  de  los 
de  su  absoluta  confianza,  haber  sido  su  Secretario  en  las 
labores  de  la  Paz  y  en  los  momentos  del  peligro  y  de  la 
prueba,  y  sobre  todo  esto:  haber  recogido  en  la  sinceri- 
dad de  mi  cariño  sus  últimas  expansiones  llenas  de  nos- 
talgia y  de  profundas  descepciones. 

Yo  sé  que  la  amistad  del  General  Gómez  fué  bálsa- 
mo consolador  para  González  Pacheco,  en  aquellos  días 
tristes  en  que  su  alma  toda  luz,  se  iba  hundiendo  como 
el  sol  en  el  ocaso,  y  es  por  esto  que  no  me  ha  extrañado  el 
nuevo  testimonio  de  afecto  que  rinde  á  la  memoria  del 
amigo  y  compañero  muerto,  revelador  de  grandeza  de 
alma  y  de  nobleza  de  sentimientos. 


—  152   — 

Por  el  autorizado  intermedio  de  usted  llevo  hasta 
el  Supremo  Magistrato  un  aplauso  muy  espontáneo  y 
muy  sincero. 

Aprovecho  la  ocasión  para  ofrecer  á  usted  mi  hu- 
milde, pero  franca  amistad. 


Su  amigo  apreciador, 


J.  Pérez  Verac oechea. 


Telégrafo    Nacional. —  De    Barcelona,  el  17  de  abril  de 
191 1. — Las  2  hs.  p.  m. 

Señor  General  J.  V.  Gómez. 

Reciba  nuestra  ingenua  felicitación  por  el  Acuerdo 
que  manda  levantar  un  monumento  al  general  González 
Pacheco  sobre  su  tumba.  Este  acto  de  justicia,  muy 
digna  emanación  suya  para  aquel  distinguido  ciudadano 
que  honró  el  mérito  y  la  magistratura,  ha  repercutido 
con  entusiasmo  indecible  entre  los  venezolanos  que  ser- 
vimos á  usted,  por  demostrar  á  la  vez  su  aquilatada  vir- 
tud de  consecuencia,  aún  para  los  que  han  entrado  en  el 
misterio  de  lo  inconocido. 
Sus  adictos  amigos, 

Perfecto  Crespo. — Leónidas  Crespo. 


Barquisimeto:  20  de  abril  de  191 1. 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

Caracas. 
Estimado  General  y  amigo: 
Unánime  acogida  y  justicieros  aplausos    han  tenido 
en  estas  regiones  de  Occidente,    donde    se  conoció  y  se 


—  153   — 

quiso  y  se  recuerda  tanto  al  Doctor  González  Pacheco, 
los  documentos  cruzados  entre  nuestre  Benemérito  Jefe, 
el  Generel  Gómez  y  usted,  con  motivo  de  honrar  la  me- 
moria de  aquel  meritísimo  hombre  público,  y  es  porque 
el  Jefe  y  usted  hablan  el  lenguaje  de  la  sinceridad  y  la 
justicia,  y  al  inclinarse  á  sacudir  el  polvo  del  olvido  so- 
bre esa  tumba  querida,  reviven  en  los  que  fuimos  cono- 
cedores y  admiradores  de  González  Pacheco  y  á  toda 
hora  sus  amigos  y  subalternos,  los  hondos  sentimientos 
de  simpatías  que  él  tuvo  siempre  por  el  General  Gómez 
y  las  nobles  emulaciones  de  liberalismo  y  de  lealtad  con 
que  supo  distinguirse  gallardamente  en  su  agitada  vida 
de  político  y  guerrero. 

Corta,  pero  gloriosa  fué  la  existencia  de  González 
Pacheco:  Jefe  de  un  gran  Partido  en  la  Sección  trujilla- 
na,  las  pecesidades  de  la  carrera  pública  lleváronlo  á 
otras  regiones  donde  él  supo  con  su  alma  y  su  valor  ex- 
tender el  radio  de  sus  influencias  y  hacerse  numerosos 
y  sinceros  amigos.  Díganlo,  si  no,  los  Estados  Lara, 
Yaracuy  y  Carabobo  que  supieron  apreciarlo  y  quererlo 
y  veneran  ingenuamente  su  memoria. 

Recuerdo  que  próximo  á  morir,  cuando  sentía  él 
que  se  iba  de  la  vida  y  nosotros  no  queríamos  creer  que 
nos  dejaba,  refiriéndose  á  la  orfandad  política  en  que 
quedaban  sus  adictos  bajo  aquel  régimen  de  inexorable 
crueldad,  nos  indico  al  General  Gómez  como  el  hombre 
á  quien  debíamos  seguir,  y  esto,  previsto  y  dicho  en 
aquellas  tremendas  circunstancias,  cuando  el  hoy  Caudi- 
llo de  Diciembre  vivía  en  la  penumbra,  acechado  y  com- 
batido, tiene  indiscutiblemente  el  mérito,  el  gran  mérito 
de  la  sinceridad  y  del  acierto.  Refiriéndole  luego  en 
Maracay  al  General  Gómez  este  suceso,  acogió  emo- 
cionado aquel  legado  moral  de  su  noble   amigo    y  com. 


—   i54    — 

pañero,  "y  si  algún  día-díjome-llegare  yo  al  Poder,  con 
el  único  y  firme  anhelo  que  tengo  de  hacer  todo  por  la 
salvación  de  esta  Patria  querida,  no  olvidaré  jamás  este 
detalle  del  noble  compañero  Doctor  González  Pacheco, 
y  sus  amigos  deben  saber  que  los  considero  como  míos." 

El  rasgo  hidalgo  y  patriótico  del  Jefe  reafirma,  pues, 
para  nosotros,  el  compromiso  solemne,  porque  fuera  de 
su  alta  misión  de  conductor  de  los  destinos  nacionales 
por  la  senda  del  decoro  y  la  prosperidad,  su  actitud  aus- 
tera de  Jefe  de  todos  los  venezolanos  y  la  suma  de  eje- 
cutorias que  lo  hacen  el  centro  único  de  todos  los  anhe- 
los patrióticos  en  la  actualidad  venezolana,  bastarían  los 
antecedentes  anotados  para  que  siguiésemos,  como  se- 
guimos resueltamente,  al  General  Gómez  en  sus  rumbos 
victoriosos  al  porvenir. 

Dispénseme,  señor  General,  estas  manifestaciones 
que  quitarán  tiempo  á  sus  quehaceres  trascendentales  ; 
pero  además  de  que  usted  ha  tenido  parte  significativa 
en  el  suceso  que  las  motiva,  es  usted  por  sus  nexos  y  • 
grandes  servicios  el  colaborador  eminente  y  fidelísimo 
amigo  del  General  Gómez  y  el  llamado  con  legítimos  tí- 
tulos y  por  su  ingénita  bondad  á  llevar  al  ánimo  de  aquél 
estas  palpitaciones  de  la  opinión  que  exhiben  la  ecuani-< 
midad  del  sentimiento  público  en  favor  de  esta  situación, 
y  el  sólido  prestigio  de  que  merecidamente  goza. 

Quedo  de  usted  afectísimo  amigo  y  servidor, 

R.  Vilorta  Cadenas. 

Telégrafo  Nacional. — De  Maracaibo,  el  22  de   abril   de 

191 1. — Las  8  hs.  p.  m. 
Señor  General  J.  V.  Gómez. 

Por  haber  estado  lejos  de  esta  ciudad  algún  tiempo, 
no  había  t  enido  la  inmensa  satisfacción    de  leer   su  im 


—  i5S   — 

portante  carta  dirigida  al  General  Colmenares  Pacheco, 
referente  á  la  memoria  del  Doctor  y  General  González 
Pacheco.  Yo  que  fui  Jefe  del  Estado  Mayor  del  Ejérci- 
to de  Occidente  que  se  batió  con  bizarría,  y  serví  bajo 
las  órdenes  de  tan  notable  militar  en  la  campaña  de 
1903  á  1904,  tuve  ocasión  de  apreciar  el  alma  grande,  ge- 
nerosa y  noble  de  aquel  eminente  ciudadano  cuyo  heroís- 
mo y  gentileza  recordaban  la  gentileza  y  el  heroísmo  del 
caballero  medioeval,  me  honré  con  su  amistad,  y  su  me- 
moria tan  sagrada  y  querida  para  mí,  me  lleva  hacia  us- 
ted en  esta  ocasión  para  felicitarlo  por  esa  carta,  hermo- 
sa síntesis  de  merecida  justica  tributada  á  aquel  pundo- 
noroso militar  y  por  la  oportunidad  con  que  estimula  y 
enaltece  usted  el  mérito  personal  cuando  está  prestigia- 
do por  la  virtud,  la  sana  reputación  y  el    buen  nombre. 

Adicto  amigo, 

Florentino  Vargas  A. 


Telégrafo  Nacional. — De  Barcelona,    el  3  de   mayo    de 
191 1. — Las  11  a.  m. 

Señor  General  F.  A.  Colmenares  Pacheco. 

De  regreso  del  interior  de  Barcelona,  prensa  retarda- 
da infórmame  de  correspondencia  suya  referente  al  ho- 
menaje que  el  General  Gómez,  leal  siempre  hasta  con 
los  que  han  desaparecido  de  la  actividad,  por  su  impor- 
tante órgano  ofrenda  á  la  tumba  del  General  González 
Pacheco,  servidor  distinguido  de  la  República,  adicto 
amigo  del  Benemérito  Jefe  de  la  Rehabilitación  Nacio- 
nal, con  quien  compartió  horas  dolorosas  en  una  época 
tristemente    recordada. 


-  156   - 

Intimamente  ligada  mi  familia  y  yo  con  el  extinto, 
presento  á  usted  mi  saludo  congratulatorio.  Sírvase 
aceptarlo. 

Su  amigo, 

Demóstenes    Trujillo. 


Caño  Colorado:    6  de  mayo  de  191 1. 
Señor  General  J.  l> .  Gómez. 

Con  íntima  satisfacción  he  visto  hoy  publicada  la 
espontánea  y  generosa  acción  que  exterioriza  una  vez 
más  el  levantado  espíritu  de  justicia  y  verdadero  patrio- 
tismo de  usted,  al  disponer  se  levante  un  mausoleo  á  la 
ilustre  memoria  del  noble  y  heroico  Doctor  y  General 
Rafael  González  Pacheco,  disposición  que  seguramente 
ha  merecido  el  aplauso  unánime  de  la  República  y  por 
lo  cual  presento  á  usted  mis  efusivas  felicitaciones. 

Su  leal  subalterno.y  amigo, 

N.  Arana  Ríos. 


Telégrafo  Nacional. — De  Ciudad  Bolívar  á  Miraflores,  el 

10  de  mayo  de    191 1 — Las  9,  30  a.  m. 
Señor  General  Juan  Vicente  Gómez,  etc.,  etc.,  etc. 

Tengo  á  honor  felicitar  á  usted  sinceramente  por  su 
justiciera  resolución  referente  á  la  gloriosa  tumba  del 
insigne  y  valeroso  Doctor  y  General  González  Pacheco. 
Esa  conducta  de  usted  tan  grata  como  noble,  afianza 
la  creencia  que  tenemos  en  usted  sus  verdaderos  amigos 
y  fieles  servidores,  entre  los  cuales  me  cuento  yo. 

Su  subalterno  y  amigo, 

Mamiel  E.  Cabrices. 


—  i57  — 

Telégrafo  Nacional. — De  Trujillo,  el  16  de  mayo  de  191 1. 
Las  3  hs.  p.  m. 

Señor  General  Juan  Vicente  Gómez. 

Con  retardo,  pero  poseídos  del  más  patriótico  entu- 
siasmo hemos  leído  su  notable  carta  de  29  de  marzo 
próximo  pasado,  al  general  F.  A.  Colmenares  Pacheco 
sobre  la  erección  de  un  monumento  sobre  la  tumba  del  inoL* 
vidable  doctor  Rafael  González  Pacheco  para  perpetuar 
su  noble  memoria. 

Grandioso,  sublime  pensamiento  de  usted,  General, 
que  coloca  su  nombre  á  altura  inconmensurable  y  sea  su 
fecunda  y  liberal  administración  ejemplo  estimulante  y 
nobilísimo  de  las  venideras.  Reciba  nuestras  más  insó- 
litas felicitaciones  por  prueba  tan  espléndida  de  gratitud 
al  heroico  Jefe  trujillano. 

Miguel  V.  Cegarra,  Augtisto  Ensebio  Gómez  V ale- 
ra, Antonio  Aldana,  Rafael  Barroeta.  José  V.  Ckávez, 
losé  Domingo  Villegas,  José  Miguel  Villegas. 


FÍSJEIVSA. 


—  i6i 


COMENTAMOS  DE  LA  PRENSA 


La  carta  que  publicamos  á  continuación,  del  Bene- 
mérito Presidente  del  País,  es  una  notación  más  que  nos 
da  de  la  nobleza  de  su  espíritu,  siempre  vigilando  porque 
la  justicia  reine  en  todas  las  manifestaciones  de  la  vida 
pública.  El  General  Gómez  puede  estar  satisfecho  de 
la  colaboración  decidida  y  eficaz  que  viene  prestándole 
su  fiel  servidor  General  Colmenares  Pacheco ;  y  hoy,  que 
el  Jefe  Supremo  emite  una  iniciativa  que  envuelve  una 
indicación,  el  señor  Gobernador  se  apresura  á  dar  cum- 
plimiento cabal  al  noble  deseo.  En  bellos  conceptos  está 
expresada  la  carta  que  el  General  Colmenares  Pacheco 
dirige  al  General  Gómez,  en  contestación  á  la  suya  de  la 
misma  fecha.     Van  al  pie  ambos  documentos: 

(Inserta  las  cartas.) 

El  Eco  Venezolano. — Caracas:  30  de  marzo. 


"TRIBUTO  DE  JUSTICIA. 


LA  TUMBA  DEL  GENERAL  GONZÁLEZ  PACHECO. 

Deliberadamente  reservamos  para  hoy  el  merecido 
comentario  de  las  nobles  cartas  cruzadas  entre  el  Jefe 
del  País  y  el  Gobernador  del  Distrito  Federal,  respecto 
á  la  erección  de  un  túmulo  sobre  la  tumba  de  aquel  sol- 
dado caballeresco,  que  ilustró  los  campos  de  batalla  con 
la  gallardía  de  su  heroísmo  y  atenuó  el  horror  de  las 
contiendas  entre  hermanos  con  su  generosidad  de  león, 
ii 


—    IÓ2    — 

Aunáronse  en  su  espíritu  un  coraje  de  epopeya  y  una 
galantería  de  salón  que  subyugaba  al  propio  adversario, 
pasmado  de  su  bravura,  como  aconteciera  en  el  asedio 
de  Barquisimeto,  de  cuyos  muros  se  retiró,  banderas  des- 
plegadas, la  sonrisa  en  los  labios,  la  cabeza  descubierta 
en  salutación  á  los  contendores  que  se  abrían  en  alas 
para  dar  paso  á  aquel  pundonor  siempre  digno  de  la  vic- 
toria, hasta  en  los  reveses  de  sus  armas. 

El  nombre  de  Rafael  González  Pacheco  poseía  esa 
evocación  leyendaria  de  los  ilustres  guerreros,  cuyo  pe- 
nacho blanco  va  señalando  el  camino  del  triunfo  en  las 
batallas  de  la  Francia.  Temerario  fué  hasta  enfrentarse 
uno  contra  mil  para  cerrar  el  paso  al  enemigo;  liberal, 
nadie  disputa  el  claro  timbre  á  su  memoria;  pulcro, 
guerrero  gobernó,  fué  pastor  de  hombres,  y  murió  en  la 
orgullosa  pobreza  de  los  que  tienen  limpias  las  manos  y 
tranquila  la  conciencia. 

Diestra  clemente  aparta  hoy  la  maleza  que  ahoga 
la  tumba  abandonada,  por  cuyas  grietas  asoman  como 
laureles  y  palmas  los  méritos  y  virtudes  del  soldado, 
muerto  casi  en  olvido  de  sus  grandes  sacrificios,  él  á 
quien  quizás  su  propia  eminencia  le  privó  de  la  justicia 
de  sus  contemporáneos  en    la  mezquindad  de  la  tiranía. 

El  Jefe  del  País  y  el  Gobernador  del  Distrito  Fe- 
deral, en  armónico  impulso  se  inclinan  hoy  sobre  el  se- 
pulcro del  guerrero  y  le  pagan  tributo  tres  veces  mere- 
cido, tributo  de  amistad,  de  justicia  y  de  fraternidad  en 
los  principios  liberales,  nunca  defraudados  por  su  mano. 

Estas  líneas  no  llegan  á  ser  sino  tenue  resonancia 
del  aplauso  público,  por  la  generosa  acción  que  exteriori- 
za el  espíritu  patriótico  del  General  Presidente  y  la  efi- 
cacia partidaria  con  que  le  secunda  el  señor  Gobernador." 

~  El  Universal. — Caracas. 


—  163 


ANTE  UNA  LOSA. 

La  tumba  que  guarda  las  cenizas  venerandas  del 
Doctor  y  General  Rafael  González  Pacheco  será  conve- 
nientemente reparada,  á  fin  de  que  "  corresponda  á  sus 
grandes  merecimientos  ".  Sobre  ese  puño  de  tierra  se 
levantará  un  túmulo  que  la  gratitud  de  un  amigo  sincero 
y  consecuente,  "admirador  de  sus  cualidades  individuales 
y  sus  virtudes  publicas  ",  ha  mandado  construir  para  re- 
cordar á  las  generaciones  venideras  el  lugar  donde  re- 
posa el  Bayardo  venezolano. 

Un  aplauso  espontáneo  brota  para  el  amigo  leal  que 
en  el  pináculo  de  su  fortuna  y  de  su  gloria,  tiende  una 
mirada  retrospectiva  y  evoca  un  recuerdo  para  honrar  la 
memoria  del  amigo  muerto. 

¡  Salve  á  ese  recuerdo  ! 

Bien  merece  los  honores  de  la  apoteosis  quien  en 
vida  tuvo  por  única  norma  el  cumplimiento  del  deber. 

Ni  la  infidencia,  ni  la  traición,  ni  la  deslealtad  man- 
charon una  página  de  la  historia  de  su  vida;  y  aquella 
espada  que  en  sus  manos  brilló  con  fulgores  de  relám- 
pago, que  diríase  fué  caldeada  en  la  fragua  de  Vulcano, 
jamás  fué  valorada  en  la  almoneda  de  las  venalidades. 

Heredó  la  tradicional  altivez  de  la  antigua  raza  ibé- 
rica, y  el  aire  puro  de  sus  nativas  montañas  vigorizó  su 
espíritu,  apto  para  todos  los  sacrificios  y  para  todos  los 
heroísmos. 

González  Pacheco  fué  el  militar  culto  que  supo"  au- 
nar la  disciplina  con  la  caballerosidad ;  en  él  se    encarnó 


—    164  — 

el  tipo  de  los  antignos  paladines  que  combatían  por  su 
patria  y  por  su  dama. 

Bastaba  servir  una  vez  bajo  sus  ordenes  para  sen- 
tirse subyugado:  tenía  el  don  de  mando  de  los  grandes 
capitanes. 

El  eco  de  su  palabra  electrizaba  sus  huestes  y  las 
hacía  creerse  invencibles  é  invulnerables. 

Militando  bajo  sus  banderas  se  soñaba  siempre  con 
la  victoria. 

Nunca  se  vid  arredrado  ante  el  peligro ;  y  cuando  la 
fortuna  le  volvía  la  espalda,  era  para  destacarlo  más  gi- 
gante en  medio  del  desastre. 

El  pudo  repetir  como  César :  "  el  peligro  y  yo  somos 
dos  leones  nacidos  en  un  mismo  día,  pero  yo  soy  el  pri- 
mogénito". 

Tuvo  de  Espartaco  la  firmeza  y  el  arrojo ;  de  César 
la  fácil  percepción  ;  de  Alejandro  la  táctica ;  de  Jerjes  la 
serenidad  y  el  valor. 

Y  esa  vida  que  respetó  el  plomo  homicida  en  cien 
campos  de  pelea,  quedó  vencida  por  traidora  enfermedad. 

Yo  hubiera  querido  para  este  amigo  una  muerte 
gloriosa :  sirviéndole  de  sudario  su  bandera,  de  tumba  la 
inmensidad,  de  mausoleo  el  firmamento  y  de  canto  fune- 
rario el  horrísono  crepitar  de  los  fusiles. 

Yo  creo  que  sobre  la  tumba  de  los  héroes  no  cua- 
dran los  quejidos  lastimeros  ni  las  místicas  plegarias, 
sino  el  ronco  retumbar  de  los  cañones. 

Pero  plugo  al  destino  que  este  luchador  indomable 
sucumbiese  en  la  apacible  quietud  de  la  aldea,  lejos  de 
sus  camaradas  de  campamento :  es  que  los  grandes  hom- 
bres encierran,  como  el  Océano,  misterios  insondables 
que  para  nosotros  los  del  vulgo  son  impenetrables. 


-  i65   - 

Si  me  fuera  dable  yo  pondría  sobre  la  losa  que  cu- 
bre sus  cenizas  este  epitafiio :  Viajero,  "este  muerto  no 
ha  muerto  ",  vive  en  el  corazón  de  sus  amigos. 

G.A.Masini. 

Rigoletto. — ,5  de  abril.-  -Carora. 


MI  APLAUSO 


Hay  acciones  que  merecen  ungirse  con  el  oleo  de 
la  admiración  entonando  á  los  cuatro  vientos  los  ricos 
cantos  del  elogio  !  Hechos  que  deben  grabarse  en  las 
conciencias  moldeados  con  macizos  caracteres  de  oro ! 

Tal  sucede  con  el  gentil  rasgo  de  nobleza  acabado 
de  efectuar  por  el  Benemérito  General  Juan  Vicente  Gó- 
mez, Jefe  Supremo  de  la  Nación  Venezolana,  al  ordenar 
la  construcción  de  un  túmulo  sobre  la  tumba  que  guarda 
los  restos  del  malogrado  Doctor  y  General  Rafael  Gon- 
zález Pacheco.  El  sarcófago  que  encierra  las  reliquias 
del  ilustre  extinto  yacía  abandonado  y  derruido,  cubierto 
con  el  sudario  inmisericorde  de  la  indiferencia  y  el  olvi- 
do, acaso  como  finalizó  sus  días  el  luchador  infatigable 
en  cuyas  manos  se  alzó  en  más  de  cien  combates  su  es- 
pada victoriosa.  Las  pasiones  en  efervescencia,  destru- 
yendo todo  lo  que  brillase  con  excelsitudes  de  cumbre, 
apenas  tenían  tiempo  para  el  ejercicio  de  su  obra  des- 
vastadora, y  la  apoteosis  de  los  que  sacrificaron  todas 
sus  energías  por  la  Causa  era  considerada  como  una  pre- 
tensión necia  y  ridicula.  Mas,  en  el  resurgimiento  de 
esta  época  rehabilitadora,  el  señor  General  Gómez,  impo- 
niéndose por  sobre  las  fealdades  de  los  hombres,  por  so- 
bre los  distingos  de  colores  y  de  círculos,  ordena  la  obra 


—  1 66    — 

del  desagravio  á  la  memoria  del  que  fué  su  antiguo  ami- 
go, su  antiguo  camarada  de  lucha  en  los  difíciles  cam- 
pos del  vivac.  Y,  ese  gesto  del  Supremo  Magistrado 
deben  acojerlo  con  orgullo  todos  los  que  admiran  las 
raras  virtudes  de  nuestros  compatriotas,  y  más  aún,  no- 
sotros los  que  á  honra  tenemos  ser  hijos  de  estos  riscos 
y  estas  cumbres,  de  las  montañas  soberbias  de  Los  An- 
des, donde  también  brotan  caballero^  de  la  pluma  y  de 
la  espada.  Porque  González  Pacheco  fué  á  otros  climas 
y  á  otros  cielos  á  dejar  bien  puesto  el  nombre  de  los  su- 
yos— de  su  raza — ;  porque  González  Pacheco  fué  un  as- 
tro luminoso  que  reflejó  mucha  luz  sobre  sus  autdtonos 
lares,  y,  porque,  finalmente,  personifico  una  dualidad  que 
nos  dio  claro  lustre  :  Minerva  y  Marte. 

Dolorosamente  los  dardos  envenados  de  la  insidia 
y  la  bajeza  hirieron  de  muerte  su  corazón  amasado  con 
la  lealtad  y  el  pundonor;  su  patriotismo  fué  destrozado 
por  aquellos  que  se  alimentaron  con  su  sombra,  y  vien- 
tos de  furente  tempestad  le  endilgaron  quienes  en  filas 
contrarias  sintieron  el  acero  tajante  de  su  espada. 

El  Gólgota  fué  creado  para  los  Genios! 

Pero  queda  incólume  y  sonora  su  memoria  vene" 
randa  ;  únicamente  los  Buenos  habitan  el  Sagrado  tem- 
plo de  la  Inmortalidad. 

Y,  por  ello,  mi  pluma  afiliada  siempre  á  las  grandes 
Causas,  agena  al  ascoso  psalmo  del  servilismo  cesáreo,  le 
rinde  hoy  públicamente  su  aplauso  al  Benemérito  Gene- 
ral Juan  Vicente  Gómez,  y  un  tributo  merecido  á  quien 
fué  robusta  columna  del  gran  Partido  Liberal ! 

José  Antonio  Linares. 
Mérida:  IV — 191 1. 

Desde  ¡a  Sirena. — Mérida:  abril  de  1911. 


—  167 


A  LA  MEMORIA  DEL  GENERAL  GONZÁLEZ  PACHECO. 


NOBLE  INICIATIVA  DEL  GOBERNADOR  DEL  DISTRITO  FEDERAL. 


El  señor  Gobernador  del  Distrito  Federal  inicia  la 
noble  idea  de  recoger  en  un  folleto  los  documentos  pu- 
blicados recientemente  acerca  del  General  R.  González 
Pacheco,  cuya  grata  memoria  ha  merecido  digno  home- 
naje de  justicia,  gracias  al  generoso  recuerdo  que  le  con- 
sagrara, en  ocasión  propicia,  el  Jefe  de  la  Rehabilitación 
Nacional,  á  quien  secunda  con  el  proverbial  desinterés 
de  sus  acciones,  el   General  F.  A.   Colmenares  Pacheco. 

Ese  tributo  postumo,  recompensa  á  las  claras  virtu- 
des del  extinto  soldado  liberal,  ha  tenido  amplia  resonan- 
cia en  el  pueblo  venezolano  por  lo  que  representa  ese 
homenaje  en  el  culto  de  las  grandes  ideas  que  el  General 
González  Pacheco  defendió  en  las  luchas  de  la  política 
y  sostuvo  sinceramente  en  el  ejercicio  de  la  magistra- 
tura. 

Léase  á  continuación  el  Decreto  del  señor  Goberna- 
dor á  que  nos  hemos  referido: 

(Aquí  el  Decreto.) 

El  Universal. — Caracas:  18  de  abril. 


1 68 


GONZÁLEZ  PACHECO. 


Una  resolución  justiciera  dictada  por  el  General 
Juan  Vicente  Gómez,  quien  desde  tiempo  atrás  viene 
dando  muestras  de  rJrobidad  con  magnánimos  Acuerdos, 
hace  que  los  restos  meritorios  del  que  fué  un  guardián 
del  derecho, — González  Pacheco — reposen  en  un  sitio 
consagrado,  dignos  de  los  despojos  del  que  en  vida  fué 
pulcro  y  austero,  y,  más  que  ello,  noble. 

Esa  gracia  postuma  á  la  memoria  de  González  Pa- 
checo pone  de  manifiesto  que  no  en  balde  fué  la  acción 
altruista  del  que  sacrificó  su  vida  y  sus  esfuerzos,  en  pro 
de  una  Causa,  ni  del  que  enérgicamente  desenvolvió  todo 
su  sano  valor  generoso  por  dejar  implantado  en  el  cora- 
zón de  los  que  estuvieron  bajo  su  mandato,  la  religión  de 
la  gratitud. 

González  Pacheco  fué  un  eterno  vencedor  en  Occi- 
dente; hizo  en  la  guerra  prodigios  de  gallarda  valentía, 
encadenó  á  más  de  un  rebelde  tras  el  carro  victorioso  de 
una  concordia  jamás  desmentida  y  llevándolo  al  templo 
del  sacrificio,  les  colmaba  de  perdón  y  de  nobleza,  como 
que  perdonar  sabía  gloriosamense  quien  hidalguía  lleva- 
ba en  su  ceño  y  en  su  respetuosa  barba  negra. 

Bien  está,  pues,  que  la  justicia  coloque  bajo  sarcófa- 
go meritorio  y  digno,  los  restos  ilustres  del  abnegado  pa- 
ladín que  en  vida  se  colmó  de  gloria  y  de  admiración; 
mientras  que  en  el  corazón  de  los  que  aún  aprecian  sus 
valiosas  cualidades  de  guerrero  y  ciudadano,  palpita  su 
memoria  como  una  sagrada  oración  de  recuerdo. 

El  Avisador. — Barquisimeto:  30  de  abril. 


169  — 


GONZÁLEZ  PACHECO 


Como  admiradores  y  amigos  que  fuimos  de  aquel 
eximio  ciudadano,  que  dio  honra  al  nombre  militar  y  al 
de  la  Magistratura  venezolana,  insertamos  complacidos 
los  siguientes  conceptos  que  á  su  memoria  le  consagra 
El  Universal  con  motivo  de  las  recientes  disposiciones 
de  reparación  y  de  justicia  dictados  en  su  honor  por  el 
Benemérito  General  Gómez  y  el  Gobernador  del  Distrito 
Federal: 

(Aquí  el  artículo.) 

El  Discípulo. — Valencia. 


ACTO  DE  DESAGKAVIO. 


Nuestro  eximio  Jefe,  el  patriota  General  Juan  Vi- 
cente Gómez,  guiado  por  esa  intuición  maravillosa  que 
él  posee  en  todas  sus  determinaciones,  ha  dado  una  no- 
tación más  de  su  espíritu  reparador  y  de  su  alma  grande 
y  justiciera,  al  hacer  erigir  un  túmulo  en  la  hermosa  Ne- 
crópolis del  Sur  en  la  ciudad  de  Caracas,  sobre  la  tumba 
donde  reposan  para  siempre  las  gloriosas  cenizas  del  va- 
liente y  pundonoroso  militar,  el  Doctor  y  General  R. 
González  Pacheco,  restado  en  mala  hora  á  los  reclamos 
de  la  Patria,  víctima  de  la  más  infamante  ingratitud,  aco- 
sado por  el  odio  ruin  y  la  envidia  miserable  de  aquel  em- 
pequeñecido déspota,  Cripriano  Castro,  á  quien  ofucsa- 
ban  los  méritos  y  simpatías  que  á  diario  conquistara 
aquel  bizarro   Paladín  del  Liberalismo. 


—    I  yo    — 

Este  acto  eminentemente  republicano  entraña  un 
alto  sentimiento  de  justicia,  que  viene  á  salvar  de  los 
dominios  del  olvido,  la  memoria  ilustre  de  un  compatrio- 
ta que  supo  distinguirse  por  sus  grandes  virtudes  cívicas 
y  sus  ejotes  de  estratégico  guerrero. 

Traemos  en  seguida  á  nuestras  columnas  las  bri" 
liantes  cartas  cruzadas  entre  los  Generales  Gómez  y  Col- 
menares Pacheco  sobre  el  particular,  documentos  éstos 
que  constituyen  timbre  de  legítima  gloria  para  la  presen- 
te actualidad. 

(Inserta  los  documentos.) 

El  Heraldo. — Tovar. 


GONZÁLEZ  PACHECO. 


De  uno  á  otro  extremo  de  la  Nación  ha  surjido  es- 
pontáneo el  aplauso,  y  frases  de  cariñosa  felicitación  ha 
oído  el  Benemérito  Jefe  del  País,  por  su  patriótico  como 
justiciero  homenaje  á  la  memoria  mil  veces  recordada 
del  Caudillo  Occidental,  cuyo  nombre  aparece  al  frente 
de  este  suelto. 

Es  el  recuerdo  de  aquél  que  vibrando  á  través  del 
tiempo  y  de  las  amarguras  de  la  vida,  vive  flotando,  para 
hacer  más  presente  su  valor  en  el  corazón  de  los  que  le 
conocieron  y  admiraron  sus  excelsas  virtudes  públicas  y 
privadas. 

En  este  hermoso  proceso  de  la  fecha  Centenaria, 
Gómez,  levantando  la  venerable  losa  para  honrar  al  ilus- 
tre muerto  grábase  en  su  pecho  de  patriota,  medalla  de 
gratitud  esmaltada  con  el  oro  purísimo  de  la  sanción 
nacional. 


i7i 


La  imperecedera  resolución  referente  al  túmulo  del 
virtuoso  y  valiente  militar,  le  hace  renglón  de  méritos 
hoy  más  en  el  libro  de  su  historia  pública. 

Como  liberal  ha  sido  leal  á  sus  sentimientos,  como 
amigo,  modelo,  y  como  Magistrado  ha  cumplido  una 
consigna  luminosa  y  reconocido  una  deuda  que  la  opi- 
nión siempre  estimará. 

El  Centinela. — Barquisimeto:  22  de  abril. 


Diseño  del  monumento  que  la  amistad  y  el  com- 
pañerismo del  Benemérito  General  Juan  Vi- 
cente Gómez  hará  colocar  sobre  la  tumba  del 
Doctor  y  General  Rafael  González  Pacheco, 
en  el  Cementerio  General  del  Sur. 


i75   — 


Advertencia 

Juzgo  de  mi  deber  manifestar  el  alto  testimonio  de 
mi  gratitud  al  señor  General  José  Ignacio  Briceño,  quien 
bondadosamente  me  dio  los  principales  datos  sobre  la 
vida  del  Doctor  y  General  R.  González  Pacheco,  á  cuyo 
lado  milito  durante  toda  la  vida  de  este  conspicuo  mi- 
litar. 

Como  no  existen  documentos  relativos  a  las  prime- 
ras campañas  en  Los  Andes,  libradas  por  el  Doctor  Gon- 
zález Pacheco  y  esos  datos  me  los  ha  trasmitido  el  Ge- 
neral Briceño  tomándolos  de  sus  recuerdos  de  soldado, 
en  los  momentos  que  ha  podido  robar  á  su  penosa  lucha 
por  la  vida,  pueden  ellos  adolecer  de  errores  en  su  orden 
cronológico,  pero  gozan  de  la  perfecta  autenticidad  de  sí 
mismos. 

En  resguardo  de  la  verdad  histórica  y  como  una  ma- 
nifestación de  mi  gratitud  hacia  el  compañero  y  amigo 
General  José  Ignacio  Briceño,  cumple  á  mi  pluma  hacer 
esta  manifestación. 

N.  d.  A. 


■**• 


fr0¿8¿WG000 


T1IH  T3dVH0  IV  ON  JO  AllSUBAINfl